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Mensaje por Caritovega Mar Ene 26, 2016 10:23 pm

CAPÍTULO 14
Aquella noche, Santana llevó a Brittany a tres pequeñas discotecas, todas ellas situadas al sur, en las afueras de la ciudad. En las dos primeras habían visto a dos tipos que tocaban la guitarra y cantaban, y en la tercera a un dúo, un hombre que tocaba el piano y su mujer, que cantaba a voz en grito canciones pop. Ninguno de los conciertos le transmitió nada a Santana, pero todos ellos le habían sido recomendados.
—Conozco a gente, les pido que echen un vistazo por los bares y me lo hagan saber cuándo escuchan algo que les gusta —le explicó en el taxi que los había llevado a la primera discoteca.
Le había dicho también que sabía de las figuras más destacadas de la música a través de muchas personas, desde propietarios de discotecas hasta camareros y porteros.
Aunque ella no se lo había dicho, se había sorprendido de lo socialmente intenso que era aquel trabajo. Ya le habían comentado que Santana se movía entre gente del jet set, pero ahora estaba dándose cuenta de que también tenía que tener buenas relaciones con los propietarios de las discotecas y sus camareros. A ella le gustaba mucho conocer gente, pero nunca había sido muy extrovertida, por lo que temía que aquella parte del trabajo pudiera suponer todo un reto. Se le revolvía un poco el estómago ante la idea aunque, al igual que un montón de cosas que habían sucedido los últimos dos días, procuró olvidarse de ello por el momento.
A medida que recorrían las discotecas, ninguno de los artistas a los que iban a ver aquella noche captaba particularmente su atención o tenían un sonido que ellos pensaran que mereciera la pena estudiar. Y en realidad, ella no tenía muchas ganas de escuchar música aquella noche. Oh todavía podía ser capaz de reconocer algo fabuloso si lo escuchaba, pero pasó la mayoría de la noche deseando regresar al hotel con Santana.
Después de haber estado pasándoselo en grande en la piscina aquella misma tarde, habían estado a punto de ir a la habitación de Santana y apagar su lujuria, pero entonces sonó el teléfono móvil de Santana y este había pasado bastante tiempo hablando con una artista de Blue Night, JaneWyndham, una cantante de folk prometedora. Y así se les había escapado la tarde.Y en aquel momento, justo como en la piscina, ella seguía haciéndole promesas. Unas promesas realmente tentadoras. Dónde iba acariciarla. Cómo exactamente. Le prometió que iba a hacerlo con suavidad e iba a ser minuciosa.
—La pasada noche fue muy excitante —le había dicho cuando se habían sentado en una de las mesas de la última discoteca. —Pero fue como una comida que se come con prisa, solo hace que sientas más apetito. Y hoy en la piscina, ha sido un juego, un aperitivo.
Y eso me hace estar condenadamente hambrienta, nena.
Y entonces, cambiaba la conversación a un tono más profesional, y le decía qué tipo de carencias tenían los artistas que habían visto durante la noche.
Al principio, a ella le pareció divertida la manera en la que Santana era capaz de hablar de sexo y justo después de trabajo; le gustaban las dos charlas con la misma pasión. Pero a medida que avanzaba la noche, descubrió que, en realidad, aquello la excitaba. Parecía dejarle claro que la vida de Santana era una mezcla de música, sexo y pecado. Ella no se guardaba nada, no mantenía nada en secreto, ponía sus ideas y sus deseos sobre la mesa, y a ella le parecía una sinceridad completamente excitante.
Aunque había algo en todo aquello que la hacía preguntarse... Si ella podía discutir acerca de la música y el sexo casi simultáneamente, ¿podría eso crear confusión de alguna manera y contribuir a que las mujeres la acusaran de hacerles soborno sexual?
—¿Puedo preguntarte algo? —le dijo ella, cuando se subieron a otro taxi y se dirigieron de vuelta al Venecia.
—Claro, nena —hizo una pausa para decirle al taxista su destino, y después se dio la vuelta para mirarla.
—¿Qué pasa?
Ella esperó que no la odiara por la pregunta que estaba a punto de hacerle, pero de repente sintió deseos de conocer la respuesta.
—¿Qué pasó con Claire Starr?
Santana no pareció sorprendida por la pregunta, pero su respuesta sonó un poco intensa de más.
—¿Te refieres a si me la follé? Sí
—¿Y quería ella?
—Sí.
—¿Y tenía algo que ver con firmar un contrato?
—No.
—¿Te has enfadado conmigo por preguntártelo?
Ella negó con la cabeza.
—Después de todo, supongo que es obvio que pasó algo con ella —las acusaciones de Claire habían sido exhibidas en programas de entretenimiento como el Entertainmet Tonight y el Access Hollywood, sin mencionar el artículo en la revista People.
—Te creo cuando dices que sus acusaciones son falsas —Brittany sintió la necesidad de asegurárselo.
—Pero supongo que simplemente sentía curiosidad... si había inventado esa historia para conseguir dinero de Blue Night, o había algo más. Como si fuera posible que ella, de alguna manera, simplemente. .. malentendiera lo que ocurrió entre tú y ella.
Santana suspiró.
—Puede que haya habido un malentendido, pero no tiene nada que ver con un contrato de grabación. Pasamos juntas una semana en Seattle, la descubrí en un viaje de exploración como este, y nos acostamos. Nos lo pasamos bien, pero yo lo consideré acabado una vez que culminó la semana, solo que ella se sintió un poco como la de Atracción Fatal. No reaccionó asesinando a ningún conejo, pero no le gustó recibir un no como respuesta. Creo que eso, combinado con el hecho de que la discográfica no quisiera contar con ella, la volvió más fiera de lo normal. No es una buena persona, Brittany. Debería haberme dado cuenta de eso antes. Brittany asintió en los oscuros confines del taxi. La voz de Santana había sido más calmada ahora,y ella le respondió con suavidad.
—Gracias. Por contármelo.
Ella le apretujó el muslo, desnudo bajo su minifalda vaquera, después le habló con un tono de voz más juguetón.
—Deja que eso sea una lección para ti, joven Brittany. No te tires a los artistas. Puede volverse contra ti.
—No pretendo hacerlo. Pero también... bueno, no es que pretendiera exactamente irme a la cama contigo —incluso si Quinn le hubiera asegurado que aquel era su destino.
—Así que supongo que nunca sabes cómo van a acabar las cosas.
Su mirada reflejaba algo entre la coquetería y la arrogancia.
—La diferencia entre todos los otros chicos o chicas con los que puedas acostarte en el negocio y yo... es
que yo soy la buena. Ella ladeó la cabeza.
—Entonces, ¿cualquier otro hombre o mujer en la industria musical es el demonio y va detrás de mí?
Su mirada cayó hacia sus pechos, ocultos en su camiseta ajustada.
—¿El demonio? Probablemente. ¿Detrás de ti, nena? Definitivamente.
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Estoy alegre porque he visto que están subiendo mas Fanfics Brittana y han llegado mas shippers 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 1215408055 buehh les dejo el cap =D
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Mensaje por 3:) Miér Ene 27, 2016 12:18 am

holap,..

si no fuera por el trabajo,.. ninguna de las dos sale de la habitación jajaja
es normal que britt le pique la curiosidad con los romances que tubo san!

nos vemos!
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Mensaje por micky morales Miér Ene 27, 2016 8:16 am

aclarado el punto como le hara brittany para quedarse con el trabajo de santana y seguir con su vida tan campante??????
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Mensaje por Caritovega Sáb Ene 30, 2016 8:26 pm

3:) escribió:holap,..

si no fuera por el trabajo,.. ninguna de las dos sale de la habitación jajaja
es normal que britt le pique la curiosidad con los romances que tubo san!

nos vemos!
jajaja si por ellas fuera, se quedarían en la habitación juntitas todo el día :3
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Mensaje por Caritovega Sáb Ene 30, 2016 8:29 pm

micky morales escribió:aclarado el punto como le hara brittany para quedarse con el trabajo de santana y seguir con su vida tan campante??????
Brittany se aferra al lo que pasa en las vegas se queda en las vegas y si es muy bajo que quiera quitarle el trabajo.. 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 4065562827
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Mensaje por Caritovega Sáb Ene 30, 2016 8:32 pm

CAPÍTULO 15
Mientras paseaba por el lujoso vestíbulo del hotel Venecia con la mano de Santana cálidamente agarrada a la de Brittany, uno de los porteros, en su uniforme de gondolero, le dijo educadamente:
—Buenas noches, señorita López—y después, le hizo a Brittany una leve inclinación de cabeza.
Cuando atravesaron el suelo embaldosado que había bajo el enorme techo decorado divinamente por frescos, la gente se los quedó mirando, bien porque sabían quién era ella o bien porque era una auténtica belleza, ella no estaba segura de cuál era la razón.
Por una razón u otra, ella no podía evitar preguntarse qué es lo que pensaba la gente cuando las veían juntas, ella del brazo de una mujer devastadoramente atractiva. Incluso si no conocían su reputación, todavía seguía emanando sexo por los poros. ¿Se daban cuenta ellos de que ella
estaba a punto de echar un polvo con Santana? ¿Sentirían de alguna manera desprecio hacia ella?
¿Tendrían celos?
Aunque la parte más hermosa de sus meditaciones era que honestamente a ella no le importaba mucho. Estaban en Las Vegas, después de todo. Y estar con Santana la hacía sentir casi como si, de repente, la hubieran ascendido de una oficinista educada a una novia de un famoso de la jet set. También se sentía completamente diferente en su interior. Más libre. Más segura. Como si estuviera viviendo, como si estuviera viviendo realmente, quizás por primera vez en su vida.
Cuando entraron en la gigantesca habitación de Santana, ella le soltó la mano y se dirigió al fax que estaba en la amplia repisa que descansaba entre la zona del comedor y el salón.
—Mierda —dijo ella con suavidad.
—¿Qué?
—Nada importante. Solo es que antes intenté mandar a Schuester el contrato de Blush por fax, pero no ha funcionado correctamente. Aunque me gustaría que lo tuviera sobre la mesa de su despacho mañana por la mañana, así que voy a intentarlo de nuevo.
—Déjame a mí —se ofreció ella. —Tengo mucha mano con los faxes.
—Si insistes —le contestó Santana, con una mirada que decía que no le importaba deshacerse de aquella rutinaria tarea. Después, fue hacia el equipo de música y puso algo de rock suave.
—Una vez que eres oficinista, lo eres para toda la vida —le dijo ella cortésmente por encima del hombro, mientras Santana desaparecía en la habitación. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea.
—Me pregunto si ya está entrevistando a gente para que ocupe mi puesto —había estado tan atrapada por su nuevo mundo que ni siquiera había pensado en qué sería de su viejo trabajo.
—Sí, lo está haciendo —la voz de Santana resonaba a través de la entrada. —Me dijo en un correo que tiene a tres personas para entrevistar mañana.
—Oh. Bien —aunque no estaba muy segura de por qué aquellas noticias la hacían sentir un poco propietaria de su viejo trabajo. Después de todo, alguien debería hacer las tareas de las que se solía encargar ella.
Fue cuando las páginas entraban por el fax, una por una, cuando escuchó el sonido del agua cayendo junto con la música que había invadido el ambiente, y que ahora era la seductora canción de Norah Jones «Turn Me On».
—¿Qué estás haciendo ahí? —gritó ella
—Preparando un baño.
Oh. Le dolió la región lumbar ante la posibilidad que abría aquello. ¿Qué tipo de baño sería?
¿Para uno o para dos?
—Ven aquí cuando hayas terminado con lo del fax.
De acuerdo, era ese tipo de baño. Su cuerpo comenzó de nuevo a sentir calor y a prepararse, y ella deseó que el contrato pudiera pasar con más rapidez por el fax. Una vez que terminó de hacerlo, caminó con soltura por la habitación y entró en el cuarto de baño, aun así no se había preparado ni remotamente para lo que vio.
Los espejos cubrían el espacio embaldosado y descomunal, se extendían a lo largo del tocador doble y abarcaban las paredes que rodeaban la enorme bañera, donde Santana estaba sentado, entre una magnificencia de burbujas blancas y espumosas, con un vaso de vino blanco en la mano, y con una expresión coqueta en la cara que le daba un aspecto deliciosa, lo suficiente como para darle ganas de comérsela. Se quedó sin respiración ante aquella escena.
—Quítate la ropa —le dijo, con un tono de voz profundo y repentinamente autoritario.
Ella dejó escapar una bocanada de aire, pero todavía le faltaba mucho para sentirse relajada.
Porque nunca había estado de pie y desnuda delante de una mujer. Y aquello era muy diferente al apareamiento frenético del almacén, o incluso a los juegos de la piscina. Pensó que aquellos actos eran algo salvajes, decadentes, por el lugar en donde estaban sucediendo. Pero de alguna manera, aquello, estar de pie delante de ella, en una habitación bien iluminada, mientrasempezaba a desvestirse y ella vigilaba cada uno de sus movimientos, aquello le parecía decadente. Extremo. Íntimo.
Llevó la mano hacia su cuello, y lentamente desató el lazo negro que ceñía su camiseta y se dio cuenta de que dejarlo caer hasta su cintura no era algo tan difícil, porque llevaba un sujetador negro sin tirantes bajo ella.
—Precioso —dijo ella, con una expresión completamente sexual, desprovista ya de cualquier tono juguetón.
—Ahora más.
Brittany empujó la camiseta por el tirante sobre la minifalda vaquera y lo dejó caer alrededor de sus sandalias rojas de tiras. Después, se pasó la mano por la espalda y con suavidad, se desabrochó el sujetador de encaje, dejándolo caer también.
Los ojos de Santana se cerraron en su pecho, y ella sintió cómo sus pezones, que ya estaban
tensos, se estremecían bajo su lectura. Ella ya los había visto antes —en el almacén, claro— y después, cuando habían dormido juntas y desnudas la noche anterior, pero otra vez, aquello era más intenso, desnudarse para ella, desvestirse ella misma. Era como si estuviera dejando al desnudo su propia alma.
—Jodidamente hermosa —le dijo.
Y mientras un lento calor comenzaba a extenderse en su interior, a medida que los nervios dejaban lugar a una pura lujuria, Brittany se encontró a sí misma rozando con las palmas de las manos su vientre desnudo y sus dos montes de piel. Ella nunca se había tocado antes de aquella manera, delante de alguien pero el instinto la había empujado a hacerlo. Hacer lo que le hacía sentir bien. Hacer lo que ella sabía que a ella le gustaría.
Primero se cubrió la parte de abajo de sus senos, dejando que su peso se estableciera sobre sus manos. Después dejó que las palmas se cerraran completamente sobre ellos, y los estrujó sensualmente mientras recibía la mirada profunda de Santana, y ella veía el fuego que desprendía y sentía el resultado en sus braguitas que ya se habían humedecido para ella.
—Es tan bonito lo que haces, nena —le dijo Santana, en una voz que era más un gruñido. Ella se lamió el labio superior y se sintió poderosa, el deseo estaba apoderándose de ella. Todavía estaba masajeando con suavidad sus senos, cuando se pellizcó los pezones con los dedos pulgar e índice, y sintió su dureza y cómo se alargaban incluso más con su caricia.
—Sigue —le ordenó ella.
Y ella se dio cuenta de que sus deseos eran órdenes, y se sorprendió al saber que realmente le gustaba que ella la mandara, que le dijera qué hacer. Le gustaba la idea de ser su juguete, su juguete sexual, la mujer a la que quería follarse.
Levantó un pie hacia el escalón enlosado que llevaba al interior de la bañera, y se inclinó para desabrocharse la pequeña hebilla de su zapato.
—Todavía no —le dijo Santana.
Ella levantó la cabeza para mirarla.
—Déjatelos puestos hasta el final.
Una nueva ráfaga de sucio placer se apresuró por sus muslos y golpeó su región más baja. Santana deseaba verla desnuda pero con los zapatos puestos. Era su juguete sexual. Y a ella le gustaba más de lo que podía comprender.
Puso el pie de nuevo en el suelo y se desabrochó el botón de la falda, que descansaba justo bajo el ombligo. Después, se bajó la cremallera y deslizó la minifalda vaquera por sus caderas hasta que cayó al suelo, dejándola solo con un tanga negro de encaje y con bordados. Levantó los pies para salir de la falda y se quedó allí de pie, delante de Santana, empapándose de su mirada depredadora y completamente femenina.
Había tenido cuidado de no beber demasiado aquella noche —en total dos vinos con gaseosa en toda la noche
— pero de todas maneras se sentía mareada, embriagada por lo que solo pudo describir como un deseo animal. Crecía desde su interior, una fuerza terrible que desafiaba la lógica y la emoción.
Recorrió sus muslos con las palmas de las manos y después, las dejó pasearse por sus caderas y dirigirse hacia su trasero, que empujó hacia atrás contra las manos mientras sacaba el pecho haciafuera. Los pocos nervios que había tenido hasta entonces parecieron desvanecerse: estaba completamente metida en aquello, con Santana.
Volvió a dirigir las manos hacia delante e introdujo juguetonamente el dedo corazón en la parte delantera de sus braguitas y entonces, dejó que se colara dentro. La yema de su dedo frotó ligeramente su clítoris húmedo y dilatado antes de que lo sacara.
—Dios santo —articuló Santana, con los ojos vidriosos por el deseo.
Ella se mordió el labio; de repente se sentía completamente seductora, como alguien que nunca había sido antes, alguien totalmente nueva.
—¿Quién es correcta y remilgada ahora? —le preguntó. No se había dado cuenta de que la conversación en la piscina le había dado ganas de demostrarle que estaba equivocada, pero quizás era así.
Santana negó brevemente con la cabeza.
—No tú, cariño. Ya no.
Ella dejó que una sonrisa coqueta se extendiera por su cara.
Y Santana le concedió también una pequeña y juguetona sonrisa en respuesta.
—Eres una chica sucia, ¿verdad?
¿Lo era? ¿O era aquello simplemente parte del juego?
—Cuando quiero serlo —le contestó. Pero al final, decidió que la verdadera respuesta era:
«Cuando estoy contigo».
—¿Está mojada tu vulva?
Ella asintió.
—¿Se ha humedecido tu dedo?
Ella volvió a asentir, después dio unos pasos hacia delante, sus tacones provocaban chasquidos sobre la losa, y se inclinó hacia abajo para meterle a Santana la yema de su dedo en la boca.
Ambas gimieron cuando Santana cerró los labios alrededor del dedo y ella sintió su lengua, y después la ligera y suave succión, haría que ella estuviera saboreándola realmente. La sensación descendió en espirales directamente hasta el punto en donde se estaba empapando más a cada segundo que
pasaba.
Cuando finalmente le soltó el dedo, le dijo:
—Ahora quítate las bragas. Enséñame esa bonita y pequeña vulva tuya.
Ya no se sentía tímida por estar en cueros delante de ella y bajo aquel brillante resplandor de las luces del cuarto de baño, por lo que se dio la vuelta, metió los pulgares en el elástico que rodeaba su cintura y suavemente tiró del tanga hacia abajo hasta que se le cayó a los tobillos. Sacó los pies
de ella y volvió a girarse hacia Santana, completamente desnuda.
Justo como había pasado al principio de aquel striptease, Santana no dudó ni un instante en llevar la mirada exactamente adonde a ella le interesaba, y en aquel momento, se quedó estudiando su entrepierna. Ella sintió como si sus ojos le estuvieran quemando realmente la piel y, como cada vez que la había visto desde que había llegado a Las Vegas, Santana tenía una manera de hacer que su vulva fuera la parte más importante de ella, la parte que dominaba cada una de sus acciones, cada uno de sus pensamientos. Y por mucho que le gustara tenerla observándola, también deseaba sentirla dentro.
—¿Y ahora los zapatos? —le preguntó. Quería meterse en la bañera con ella. Quería cabalgarle, con fuerza.
Santana asintió ligeramente con la cabeza, y cuando ella se inclinó para quitarse uno de los zapatos, ella le dijo:
—Pero no de esa manera.
Ella la miró, confusa.
—Siéntate al borde de la bañera —señaló hacia el extremo opuesto, al lado del grifo. Cuando ella siguió la instrucción, sin estar muy segura de lo que ella pretendía, ella le dijo:
—Dame tu pie derecho.
Mmm. Era Santana quien iba a quitarle los zapatos. ¿Por qué le resultaba eso tan condenadamente excitante?
Prestando atención para no perder el equilibrio, extendió su pie hacia ella. Santana dejó a un lado su copa de vino, y por primera vez, Brittany vio que había otra copa para ella en el suelo. Con una de sus femeninas manos, le cubrió la parte de atrás del tobillo, con la otra, acarició con los nudillos el interior de sus pantorrillas. Ella se estremeció ante el placer que se extendía hacia arriba, pero siguió mirándola, no quería perderse ninguna de las expresiones de su cara.
Santana estudió su pie y recorrió con las frías yemas de sus dedos la correa de cuero rojo que sujetaba el zapato al tobillo, después recorrió más tiras de cuero que se cruzaban sobre su pie antes de acariciarle la piel más abajo, al lado de las uñas, que ella se había pintado de rojo para que hicieran juego con sus zapatos.
Después, con una excitante lentitud, desató la correa del tobillo y suavemente le quitó el zapato. Ella dejó el pie en el suelo, mientras Santana dejaba la sandalia cerca de las copas de vino y se preparó para ofrecerle el otro pie, pero desde aquel ángulo le resultaba más difícil mantener el equilibrio. Santana despejó su dilema.
—Dobla la pierna derecha y descansa el pie en el borde trasero de la bañera.
Ella hizo lo que Santana le pidió. Y se dio cuenta de que aquel movimiento le extendía las piernas y dejaba su vulva completamente expuesta. Sus ojos se encontraron, conscientes de ello, justo antes de que Santana bajara la mirada.
—¿Sabes cuál es mi color favorito? —le preguntó.
¿Qué? ¿Iban a ponerse ahora hablar de sus gustos?
—Eh, no. ¿Cuál?
Santana estudió la piel que había entre sus piernas, desvergonzadamente.
—El rosa.
Ella bajó la cabeza para mirarla por sí misma. En aquella posición, su hendidura se había abierto y dejaba al descubierto los pliegues rosas de su vulva. Un calor sofocante la consumía.
—Oh.
—El otro zapato —le dijo Santana, y cuando ella volvió a mirarlo, vio que tenía una pequeña y traviesa sonrisa en el rostro, por haberla pillado mirándose de aquella manera. Con cuidado, ella le ofreció el pie izquierdo y se embriagó del placer mientras Santana repetía los mismos movimientos que había hecho previamente, acariciándole la piel, y deslizando la yema de sus dedos sobre el zapato y la carne, antes de quitarle finalmente la sandalia de tiras y tacón alto. Aquella vez, cuando se deshizo del zapato, no dejó su pie hasta que le dio un beso en la parte de arriba, haciendo que una sensación de hormigueo se abriera paso por todo su cuerpo.
—¿Puedo entrar ya en la bañera? —le preguntó ella.
Santana enarcó una ceja, con un gesto arrogante.
—¿Por qué tienes tantas ganas de entrar en la bañera?
Aquella pregunta juguetona, había sido claramente diseñada para que ella declarara su lujuria, pero en lugar de eso le ofreció una respuesta coqueta.
—Quizás simplemente necesite un baño. Después de todo, dijiste que era una chica sucia.
Santana la miró con los ojos entrecerrados, excitante.
—Muy sucia —después, fue hacia ella en la bañera. —Quédate dónde estás. Haber degustado tu pequeña vulva me ha hecho desear más.
—Oh —murmuró ella, justo cuando Santana se inclinaba hacia delante para pasar la lengua firmemente sobre el centro de sus pliegues abiertos.
Después: —Oooh...
El placer fue casi abrumador cuando ella la lamió una y otra vez, desde abajo hacia arriba, como si su vulva fuera un cono de helado.
—Dios, oh Dios —se escuchó a sí misma jadear mientras empezaba a moverse involuntariamente contra su boca. —Dios, sí.
En cuestión de segundos, Santana levantó la mano del agua e introdujo dos de sus dedos en la abertura que ya estaba empapada, y aquello la hizo sentir como si le tuviera a ella dentro. No era su verga, desde luego, pero sus dedos lo hacían bien, demasiado bien, especialmente cuando empezó a desrizarlos dentro y fuera al mismo tiempo que ella marcaba el ritmo.
Ella lo observó. Estaba sorprendida por la crudeza de lo que estaba viendo, otra vez. Solía hacer ese tipo de cosas en la oscuridad, y no estaba acostumbrada a mirar mientras sucedía, mirar a la mujer que estaba comiéndole la vulva. No estaba segura de si alguna vez había sido testigo de una escena tan erótica.
Fue entonces cuando la vista de Santana, con la cara enterrada tan sensualmente entre sus piernas, le recordó los espejos que había rodeado las paredes a dos lados de la bañera. Le ofrecían una visión no solo de su amante, sino también de ella misma, con la cabeza de una mujer moviéndose entre sus muslos abiertos, y sus caderas levantándose ligeramente para recibirla. Al observar la pasión que se grababa en su propia cara, se sintió como si estuviera metida en una película porno.
Lo próximo que hizo fue mirar al otro lado de la habitación, hacia el espejo más grande que había sobre el tocador. Y entonces, vio algo diferente. El denso y negro cabello de Santana. Sus piernas completamente extendidas. Sus pechos balanceándose ligeramente con sus movimientos.
Cuando la atención de Santana se concentró más específicamente en su clítoris, la respiración de Brittany se volvió más pesada, mientras el placer crecía en su interior. Su hábil lengua daba vueltas sobre la dilatada protuberancia, cada uno de los movimientos le provocaba una nueva
explosión de calor que le recorría todo el cuerpo. Aquello hizo que apartara la mirada del espejo y bajara la cabeza hacia Santana, cuyos ojos estaban en ella. La había estado mirando mientras ella se veía en el espejo.
Entonces, su boca se pegó a su clítoris y colándose dentro, empujó su lengua con más fuerza.
Oh, Dios, aquel brusco movimiento la hizo apretar los dientes, y sintió cómo le flaqueaban las piernas y los brazos. Ahora estaba mirándolo a Santana, y sin dudarlo, sin ni siquiera planearlo, empezó a mostrarle exactamente cómo de sucia era.
—Chúpame, cariño —le susurró apasionadamente. —Chúpame el clítoris. Hazlo con fuerza.
Chúpalo. Chúpalo.
Sus descaradas peticiones fueron lo último de lo que se acordó antes de que la golpeara el orgasmo, duro y rápido, que apareció antes de que ni siquiera lo hubiera visto acercarse. Arqueó el cuello en respuesta a las intensas olas de sensación, gritó suavemente mientras conducía su vulva contra su boca
—sí, sí, sí—, impregnándose con cada palpitación de placer que ella le daba.
Cuando finalmente disminuyó, todavía siguió moviéndose y ella se hizo hacia atrás.
—Estás jodidamente guapa cuando te corres —le dijo ella, entre las burbujas, con un brillo oscuro en los ojos.
Todavía respiraba con dificultad, pero se las arregló para esbozar una sonrisa.
—Entonces, deberías hacer que ocurriera a menudo.
—Eso es lo que pretendo.
En aquel momento, le impactó la idea de que aquellas palabras eran las típicas que se podían intercambiar cuando la gente mantenía una verdadera relación, una que fuera a durar, pero ella sabía que aquello solo significaba que Santana pretendía hacerlo mientras estuvieran en Las Vegas, y dejó a un lado la pizca de decepción que le había producido aquello y volvió a concentrarse en la mujer sexy y desnuda que tenía delante de ella.
—¿Puedo ahora entrar en la bañera? —le preguntó, y permitió que una nota juguetona desarcasmo coloreara su voz.
Ella le concedió una sonrisa lenta y sexy, y después le tendió la mano.
—Entra, chica sucia, y déjame que te limpie.
Una vez estuvo en la bañera, delante de ella, le rodeó el cuerpo con las piernas. Santana cogió las dos copas de vino que había al lado de los zapatos y le pasó una.
—¿De dónde lo has sacado? —le preguntó ella.
—Del mini-bar —le contestó ella, y después levantó la copa para hacer un brindis.
—Por mi pequeña y sucia Brittany, que me sorprende cada día más.
Ella pensó que le gustaba aquello, al brindar con su copa. Le gustaba sorprenderla. Y deseaba seguir haciéndolo. Así que, sin tomarse un momento para pensarlo, hizo la pregunta que había estado dándole vueltas a la cabeza hacía unos minutos, cuando la había observado mientras la comía.
—¿A qué sabe?
Santana pareció confusa y al parecer pensó que estaba hablando del vino.
—Toma un trago y verás.
Pero ella negó con la cabeza.
—No. Mi vulva. ¿A qué sabe?
Una vez más, se le oscureció la mirada, y ella supo que había tenido éxito al intentar sorprenderlo, y excitarlo, otra vez más.
En respuesta, simplemente tendió la mano que le quedaba libre, hacia su boca.
—Así —llevó dos dedos hacia sus labios, y empujó, y después de solo un segundo de duda, ella los abrió y dejó que ella los metiera dentro.
El sabor que notó en la lengua le pareció extraño, un poco salado, un poco dulce, de alguna manera algo agrio, y muy persuasivo. No le gustó, pero aun así la excitó compartir algo tan sumamente íntimo con ella.
—¿Y bien? —preguntó Santana.
—Francamente... puaj —hizo una mueca de repugnancia y después tomó un gran sorbo de vino.
Santana rió tranquilamente.
—Supongo que se parece un poco a la cerveza. Un gusto adquirido.
—¿Pero sinceramente te gusta? —ella sentía curiosidad, y un poco de fascinación. Sus ojos le dijeron que aquella pregunta estaba haciéndola pensar de una manera que nunca antes había hecho.
—Definitivamente me excita —dijo Santana—, así que, sí, sinceramente me gusta. Pero... si igualo el sabor con el sexo... bueno, digamos que probablemente no lo utilizaría como una salsa para mi hamburguesa.
Ella soltó una carcajada rápida y fuerte, después le informó:
—Te estás poniendo un poco vulgar.
Santana se inclinó hacia delante, todavía con aquella sonrisa sexy en los labios.
—Has sido tú quien ha empezado la conversación.
Ella dejó a un lado el vino, le pasó los brazos por el cuello y le dijo:
—Bueno, ahora voy a terminarla —y la besó.
Por supuesto, ella también pudo saborearse en su boca, pero una vez más, la crudeza de todo aquello solo hacía añadir más a su deseo. Acababa de tener un orgasmo y sin embargo, todavía deseaba mucho más de ella, particularmente la parte que había debajo de las burbujas. Y ya hacía mucho que había dejado de sentirse tímida.
Sumergió las manos en la espuma y rodeó con la mano toda la longitud de su dura verga y entonces, la escuchó gemir y vio cómo cerraba con fuerza los ojos. Ella había hecho lo mismo cuando habían estado en el almacén, pero una vez más, aquello era diferente.
Ahora tenía el tiempo de recorrer su pene con el puño arriba y abajo, apretujarlo, acariciarlo, explorarlo. Mmm, vaya, era enorme . Se había dado cuenta de aquello la pasada noche, pero aun así, un pene de aquel tamaño no era el tipo de cosa al que una chica pudiera acostumbrarse Fácilmente, jamás .
—Esto es tan diferente de la última vez —dijo ella, dándole voz a sus pensamientos.
—Aquello fue tan precipitado, tan apasionado. Y esto es tan... lento. Mejor.
Una expresión lasciva se dibujó en su cara.
—Esto es todavía apasionado, nena. Mucho.
Era verdad, por lo que se limitó a asentir, pero aun así seguía pensando que aquello era... mucho más fácil. Le daba la impresión de que todo era menos pecaminoso. Solo porque estaban en su habitación, en algún lugar en el que no había riesgo de que la descubrieran.
Por supuesto, estaba pensando demasiado acerca de ello, era consciente. No es que fuera mejor o peor que habérsela follado en el almacén. Era simplemente igual de sucio, simplemente igual de descarado; mucho más, en cierto modo. Pero le parecía mejor. Solo poder disfrutar de aquel momento en privado con ella. Tener tiempo para jugar. Tener tiempo para ser sexy.
Y en aquel momento, supo que era hora de cabalgarle, de cabalgar sobre aquella excitante y dura erección, llenarse de Santana, demostrarle todo el deseo libertino que había estado creciendo dentro de ella.
Dejó que su lengua se deslizara con sensualidad a lo largo de su labio superior, encontró su mirada, y se dirigió hacia Santana para sentarse a horcajadas.
—¿Has encontrado algo que te guste ahí abajo, mi chica sucia?
—Mmm —ronroneó ella, y se colocó bien hasta que sintió la cabeza de su mango justo donde ella quería.
—Entonces, voy a dejar que juegues con ella —tras aquello, Santana le puso las manos en las caderas y empujó hacia abajo para enfundarla.
Ambas gimieron ante el impacto y Brittany supo que nunca antes se había sentido tan llena ya que, en aquella posición, le daba la impresión de que la tenía más grande que la noche anterior.
—Es tan grande —murmuró.
—Dime que te gusta.
—Me encanta —le dijo ella entre suspiros, y empezó a moverse sobre ella.
Santana dejó que las palmas de sus manos se cerraran alrededor de su trasero y bajo las burbujas, y después, se inclinó para darle un sensual beso con lengua que casi la derrite. Un beso que dio lugar a un segundo y luego a más y más, mientras Brittany seguía el instinto de su cuerpo,moviéndose sobre ella en círculos rítmicos que estimulaban su clítoris con cada excitante giro.
Pronto, comenzó a moverse más y más rápido.
Santana la miró directamente a los ojos, y le susurró las mismas palabras que ella le había dicho la noche anterior.
—Fóllame, nena. Oh, sí. Fóllame. Justo así.
Aquello sobrealimentó cada sensación que ya palpitaba en su cuerpo, volviéndola incluso más hambrienta y salvaje aún. Cuando la boca de Santana se cerró sobre uno de sus sensibles pezones, ella se encorvó contra Santana y gritó. Santana le succionó con más fuerza, con más intensidad, y ella empujóel pecho hacia su boca, de alguna manera deseando tener parte de ella en el interior de Santana,como ella lo tenía de esa sexi mujer.
Mientras se movía sobre su cuerpo, se dio cuenta de que el agua que había en la bañera estaba siguiéndoles el ritmo, que ella estaba provocando olas enfurecidas, algunas chapoteaban contra las paredes de la bañera y las burbujas se derramaban por los bordes. Pero estaba demasiado perdida en el placer como para que aquello le importara o le hiciera detenerse, o ni siquiera aminorar la marcha.
Clavó ligeramente las uñas en su torso, mientras gemía su placer, y se deleitaba con la decadencia de aquel momento y con la sensación de libertad que todo aquello le daba, hasta que escuchó a Santana decir:
—Brittany. Para.
Asombrada —y ligeramente devastada— se quedó quieta.
—¿Estás a punto de correrte? Porque si lo estás no pasa nada. Yo ya...
—No, nena. Es que estás ahogándome. :3
Oh, Dios. Se había olvidado completamente del hecho de que ella se había ido hundiendo poco a poco en la bañera mientras ella le cabalgaba con tanto vigor, que ahora la cara le asomaba ligeramente sobre la superficie del agua, enmarcada por las burbujas. Ella ahogó un grito.
—Lo siento. Ni siquiera me he dado cuenta... —entonces, salió de Santana, ya que le pareció la única manera para que ella pudiera sentarse.
Después de hacerlo, ella le sonrió indulgentemente, con el agua cayéndole de las puntas de su largo pelo.
—No quería interrumpirte, pero temía que me empujaras completamente hacia abajo y que no te dieras cuenta.
El calor le coloreó las mejillas.
—Soy una idiota.
Levantó una húmeda mano hacia la cara.
—No, eres una mujer salvaje. Lo cual me gusta mucho. Pero... quizás esta bañera en particular no sea el mejor lugar para esta posición.
Ella lo consideró y no pudo evitar sentirse un poco desanimada, y completamente frustrada.
—Estaba... acercándome mucho.
La mirada de Santana volvió más sexy aún, decidida.
—No te preocupes, nena, te llevaré de vuelta a ese preciso punto.
Ella se mordió el labio cuando Santana subió las manos por sus caderas y las llevó hacia arriba, hasta cubrirle los laterales de los senos, y acariciarle los húmedos pezones con los pulgares, una y otra vez.
—Oh... Dios... qué bueno.
Santana dejó que se le cerraran los ojos, y luego, se inclinó para recorrer uno de sus turgentes pezones con la lengua. Después, sopló ligeramente sobre él —y aquello mandó otra ligera ráfaga de placer a su vulva
— y se inclinó hacia delante para hablar en voz baja y profunda en su oído.
—¿Quieres mi verga dura, Brittany?
—Oh, Dios, sí.
Todavía seguía jugueteando con sus pezones, y sentía su aliento cálido en el cuello.
—¿La quieres con todas tus ganas? ¿Con fuerza? ¿En lo más profundo?
Oh, Dios, había estado en lo cierto, aquel sexo más lento y exploratorio era extremadamente agradable, pero las palabras dentro y profundo le parecían ahora atraerla aún más. Quería sentirla dentro de ella, como lo había hecho en el almacén, impactando contra ella, haciendo que cada embestida resonara por cada centímetro de su cuerpo. Y no estaba exactamente segura de cómo iban a hacer aquello en la bañera, pero estaba deseando averiguarlo.
—Sí, cariño, sí.
Santana bajó las manos hacia su cintura y le dijo:
—Date la vuelta.
Con cuidado de no resbalarse, Brittany dejó que la guiara hasta que le dio la espalda, y se apoyó sobre las rodillas. Como antes, pudo captar un atisbo de ellos en el espejo de la pared que había justo delante de ella, un atisbo de sus pechos desnudos, de sus firmes manos en ella desde detrás, de sus ojos llenos con una oscura intención.
—Inclínate sobre el borde de la bañera. Levanta el trasero.
Brittany lo hizo y se observó en el espejo para ver cómo Santana estudiaba su trasero, o más probablemente, lo que había entre sus muslos. A pesar de que estaba dentro de una bañera, sintió cómo su vulva se humedecía todavía más, y se preguntó qué aspecto tendría desde aquel ángulo.
Instintivamente, hizo un contoneo juguetón con las caderas, lo que provocó que ella le diera un suave beso sobre la nalga.
—Mmm —dijo ella, aquel diminuto gesto de cariño recorrió su cuerpo con una onda de placer.
—¿Te gusta eso? —le susurró.
—Sí.
Pudo escuchar, más que ver, su traviesa sonrisa.
—No entraba en mis planes, pero seré buena contigo y te daré algunos más.
—De acuerdo —su tono de voz se volvió suave, casi infantil, estaba conmovida por unas caricias tan tiernas de su boca.
Sus besos sobre su trasero que ya de por sí estaba mojado le hicieron sentir el placer más tierno que nunca antes había experimentado y que resonó con dulzura a través de cada una de sus extremidades. Y entonces, ¡oh!, vinieron los dedos, que le daban golpecitos desde abajo, donde estaba más que preparada para ella. Un grito se escapó de su boca cuando Santana le introdujo dos dedos y ella se movió por instinto contra ellos. Había dejado de observar su reflejo en el espejo y ahora tenía los ojos cerrados y se limitaba a sentir, a absorber, a experimentar.
—Más —se escuchó a sí misma. —Fóllame.
Un suave gruñido salió de la garganta de Santana, el calor de su aliento flotaba sobre su trasero mientras le daba el último de sus suaves besos, antes de que el agua comenzara a girar con violencia.
—¿Qué es...? —le preguntó ella, y abrió los ojos.
Se encontró con la mirada negra de Santana en el espejo.
—He encendido el jacuzzi —le dijo.
—Oh —suspiró ella en respuesta, y notó el fuerte chorro de agua que se arremolinaba alrededor de sus muslos; parte de ella chapoteaba sobre su vulva, lo que le daba la impresión de que lo iba a hacer todo incluso mejor aún.
La siguiente cosa que supo, fue que la verga de Santana se arqueaba hacia arriba a través del valle que formaba su trasero, deliciosamente dura cuando la deslizó hacia delante y detrás, e hizo que ella empujara hacia detrás, simplemente con la necesidad de sentir aquella cálida erección en cualquier lugar, en todo lugar.
Entonces, finalmente, hundió toda la longitud de su erección dentro de ella. Justo como había pasado antes, ambas gritaron ante la entrada inicial, pero no había descanso, no había periodo de ajustamiento para tener aquella columna de piedra dentro de ella, antes de que empezara a moverse dentro de ella, fuerte, fuerte, fuerte, exactamente como le había prometido.
Ella escuchó sus propios gritos, sintió el duro placer estallar como cohetes en su interior, escalofríos que se abrían camino hacia los dedos de sus manos y pies con cada una de las poderosas embestidas. Más abajo, el agua le empujaba en tumultuosas olas y las burbujas empezaban a subir, crecían como montañas blancas y espumosas alrededor de ellos.
—¡Sí! ¡Sí! —gritó ella, apenas era incapaz de formar palabras, solo quería con todas sus ganas que Santana supiera cuánto adoraba que su pene entrara dentro de ella, cuánto adoraba lo duro y salvaje que era el sexo con Santana, lo dura y salvaje que la hacía sentirse a ella.
Las burbujas de la bañera seguían volviéndola loca, ascendían en ondas hasta ser todo lo que Brittany podía ver. Era como follar dentro de una nube blanca y brillante, y sintió que las burbujas se derramaban por todos los bordes de la bañera.
—¿Eres una chica mala? —le preguntó Santana, que todavía la embestía, resbaladiza y profundo.
—¡Sí! —gritó ella.
—¿Necesitas que te den un castigo?
—¡Sí! ¡Oh, sí!
Con aquello, ella llevó la palma de la mano hacia abajo para darle una palmada en el trasero mientras seguía embistiéndola.
— ¡Oh! —chilló ella, aquella sensación superaba a las otras.
Su mano regresó una y otra vez, azotándola mientras seguía follándosela, toda aquella escena la debilitó por completo, incluso aunque se empapara de cada segundo de deleite. Nunca en su vida había experimentado una reacción física tan abrumadora que bloqueaba cada movimiento, cada pensamiento, y dejaba que su cuerpo solo se revelara en la alegría pura y carnal de ello. Se escuchó a sí misma gritando, sintió cómo su trasero empujaba contra ella, su cuerpo respondía sin pensarlo ni consentirlo. No es que ella no lo consintiera. Nunca había disfrutado de algo parecido en su vida.
Hasta que los azotes pararon y Santana deslizó la mano sobre su cadera y hacia su vulva.
Un profundo gemido salió de su boca cuando sus dedos se hundieron en sus pliegues, y la frotaron tan expertamente que a ella ni siquiera le importaba cuántas mujeres más hubiera tocado Santana para llegar a hacerlo tan bien. Ningún hombre o mujer la había acariciado nunca con tanta destreza, tanto como ella se podía tocar a sí misma, en cálidos y pequeños círculos, provocando el placer perfecto cada vez que las yemas de sus dedos pasaban sobre su clítoris.
Su cálida verga todavía seguía guiándola desde detrás, justo como hacían sus dedos, dando golpes perfectos.
La música todavía resonaba en la sala de fuera, pero todo lo que escuchaba Brittany en aquel momento eran los gemidos de Santana mientras se la follaba y el sonido de su propia respiración, más pesada, más intensa, y se perdió a sí misma en las sensaciones.
—Oh, Dios —se escuchó a sí misma murmurar. —Estoy cerca, cariño. Estoy cerca.
Estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Estaba muy, muy cerca.
Su verga, sus dedos, trabajando al unísono, casi como uno, empujando con más y más fuerza.
—¡Oh! —gritó ella cuando la golpeó el clímax, haciéndola rodar en cálidas y envolventes olas
que la impactaron y le hicieron desear desplomarse allí mismo. Santana tuvo que ser consciente de ello, porque mientras una de sus manos todavía le acariciaba la abertura, su otro brazo la rodeaba por la cintura, sujetándola.
Y fue justo cuando las dulces palpitaciones empezaban a decrecer cuando Santana —que todavía la embestía profundamente— también alcanzó el orgasmo. Sintió el cálidoestremecimiento de su cuerpo contra el suyo, el intenso gemido de la satisfacción última, el placer susurrado:
—Ah... ah, joder sí... sí.
Se quedaron inmóviles unos segundos después de aquello, y solo entonces le golpeó a Brittany el hecho de lo extrañas y pervertidas que se habían vuelto las cosas con lo del azote. Después esbozó una amplia sonrisa en su cara al darse cuenta de que lo extraño y pervertido podía ser divertido.
Y aquello ni siquiera le parecía tan extraño ni pervertido... con Santana.
Vaya una semana de formación. Estaba segura de que cuando Schuester la había enviado a aquel viaje no tenía ni idea de que además de recibir una educación profesional iba a recibirla también sexual.
Cuando finalmente, después de su orgasmo, puso los pies lo suficiente sobre la tierra como para mirar a su alrededor, se sintió horrorizada por el lío que habían armado. «Oh, Dios mío».
—¡Mira este sitio!
Montañas de burbujas blancas se habían caído al suelo, algunas se abrían camino hacia el tocador. Al otro lado de la bañera, en los rincones enlosados, el mal había ascendido varios centímetros.
Detrás de ella, Santana solo reía a carcajadas a medida que salía suavemente de su cuerpo y apagaba el jacuzzi.
—No te preocupes, nena —dijo ella. —Las burbujas acabarán derritiéndose. Y estoy seguro de que las mujeres de la limpieza habrán visto cosas peores.
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Capítulo RE WANKY... disfrútenlo 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087
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Finalizado Re: FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado

Mensaje por 3:) Sáb Ene 30, 2016 10:22 pm

holap,...

si que la pasan super,.. en el trajo jajaja!!
britt ya se volvió casi sexópata jajajaj,..

nos vemos!!!
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Mensaje por Caritovega Dom Ene 31, 2016 9:17 pm

3:) escribió:holap,...

si que la pasan super,.. en el trajo jajaja!!
britt ya se volvió casi sexópata jajajaj,..

nos vemos!!!
jajaja como se diviertes estas 2 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087 jaja siiii de remilgada a sexópata :3
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Mensaje por Caritovega Dom Ene 31, 2016 9:21 pm

CAPÍTULO 16

Mientras Brittany sacaba el cuerpo de las burbujas, Santana rescataba sus zapatos, los cuales, le anunció santana, estaban empapados pero no parecían estar estropeados. Ella encontró su ropa bajo una pila de espuma que había en el suelo, y también estaba húmeda, lo que era previsible.
Después de que se secaran la una a la otra con las toallas, ella miró hacia atrás, al recinto enlosado que todavía estaba cubierto de blanco:
—¿Qué hay del vino?
—Olvídate del vino, quiero que nos acostemos en la cama.
Ella no podía discutirle algo así, especialmente cuando se metieron en la enorme y lujosa cama y Santana tiró de su cuerpo desnuda más hacia ella y le dio un beso en la frente.
Después, Santana se quedó dormida, pero a ella no le importaba, en realidad, casi pensó que era muy mono que incluso Santana López, la diosa del sexo, cayera presa del sueño después de un orgasmo.
La observó dormir, respiró la fragancia fresca pero todavía femenina de su cuerpo, observó la manera en la que sus largos mechones empezaban a secarse y a hacerse pequeños rizos, un pelo que ella misma había mojado cuando casi la ahoga en la bañera con su entusiasmo... no podía evitar reflexionar sobre la miríada de experiencias que aquella mujer le provocaba. Y la mirada de emociones que la hacía sentir. Se había dado cuenta en la bañera de que el sexo era tan abrumador como las emociones más oscuras, pero incluso que aquello en sí mismo, la idea de que todo lo que deseabas o por lo que te preocupabas era de un pene embistiéndote... ¿no era acaso
una emoción en sí misma?
Ella se encontró acordándose también de los otros encuentros. El deseo que sintió aquel día en la piscina había sido completamente intenso. Tan intenso como en el Fetiche, pero incluso más extremo de alguna manera. En la discoteca, se había comportado como una descarada, pero había necesitado un lugar privado para dar rienda suelta a su descaro. Mientras que en la piscina, había hablado en serio cuando le había dicho aquello a Santana: la deseaba con tanta fuerza que había dejado de preocuparse por los espectadores.
Y quizás, y solo quizás, una parte de ella realmente pervertida se había sentido excitada con la idea de ser observada por las mujeres que deseaban hacer lo que ella estaba haciendo. Había admitido eso en la piscina, pero la verdad era que había seguido pensando acerca de que le gustaría que la hubieran visto hacer algo más que besarla. Hubiera sido consciente del deseo fugaz de tenerlas mirándola mientras se la follaba, mirándola mientras ella recibía la verga que ellas codiciaban pero no podían tener.
Nunca antes había sabido mucho de la intimidad real y verdadera. Suponía que ni Sam, ni los otros pocos hombres y algunas mujeres con l@s que había estado, le habían inspirado nunca unos sentimientos como aquellos. Aun así, sabía que aquella noche lo había experimentado con Santana.
Brittany todavía estaba observándola cuando, unos segundos más tarde, su mano se movió sobre su cadera bajo las sábanas y sus ojos se abrieron.
—Eh —dijo Santana, con una somnolienta sonrisa.
—Eh.
—Siento haberme quedado dormido.
Ella le concedió una sonrisa paciente.
—El orgasmo puede ser el causante.
—Follarte con tanta intensidad me ha dejado agotada —admitió con una pequeña sonrisa lasciva. Después, meditó: —Las luces están todavía encendidas. La música también.
Era verdad, no se había dado cuenta, tan ensimismada había estado con Santana y con la sensación sexual y abrumadora que le había dado en las últimas veinticuatro horas.
—Me siento demasiado cómoda como para levantarme ahora mismo —y además, las luces de la habitación estaban apagadas, solo la luz del cuarto de baño y las del salón se filtraban a través de las puertas, dándole una luz tenue y romántica al ambiente.
Santana se acurrucó más cerca de ella.
—Yo también.
Cuando su mirada recayó en la cruz que llevaba en la garganta, tendió la mano suavemente y deslizó la yema del dedo sobre la suave superficie de plata.
—¿Es especial para ti? Nunca me había dado cuenta de que la llevabas hasta la pasada noche, pero la llevas puesta desde entonces.
—La llevo todo el tiempo. Simplemente acaba bajo mi camiseta la mayoría de los días.
—Entonces, sí es especial.
Santana asintió ligeramente contra la almohada.
—Mi abuela me la regaló en mi confirmación, cuando tenía doce años. La trajo con ella desde
Grecia y la tenía desde que era pequeña.
—Vaya —su respuesta la había sorprendido a muchos niveles. Le sorprendió darse cuenta de que la cruz fuera tan antigua. Y que Santana fuera el tipo de mujer que apreciara tanto a su abuela. Y que la sexi Santana López tuviera un lado religioso. —No suponía que fueras un buena chica católica.
La miró de reojo.
—Católica, sí. No necesariamente buena.
Ella le sonrió en respuesta.
—¿Está tu abuela... todavía viva?
Su expresión se convirtió en una acalorada, quizás algo de alivio, que ella no había visto nunca.
—Tiene ochenta y cinco años y todavía está fuerte. Está de vuelta en Brooklyn con el resto de mi familia.
—Vaya —le dijo ella otra vez. Nunca había pensado en la familia de Santana. —Apuesto a que están muy orgullosos de ti.
Dejó escapar una carcajada corta y cínica.
—Sí, es el sueño de todo padre tener una hija intersexual hijo que la acusan de mala conducta sexual en un canal nacional de televisión.
Ella parpadeó.
—Lo siento... no estaba pensando en ello. Estaba pensando en tu trabajo.
—Me quieren y aceptan lo que hago, pero esa no fue exactamente su primera opción.
—¿Y cuál era?
Ella suspiró.
—Hasta su jubilación hace unos pocos meses, mi padre vendía seguros en la misma pequeña oficina y en la misma calle de Brooklyn desde antes de que él naciera. Tengo tres hermanas mayores, pero mis padres siguieron intentándolo para si así tenían un chico, alguien que algún día pudiera encargarse del negocio familiar, pero no les dio resultado. Así que nací yo y tuve que hacerme cargo.
—Oh —no podía imaginar la presión que aquello podría suponer para un santana todo esto.
—¿Y ninguna
de tus hermanas podía hacerlo?
Ella sonrió.
—Son muy tradicionales. Y también muy orgullosas, condenadamente orgullosas de que mi abuelo emprendiera el negocio siendo un inmigrante y que mi padre hubiera podido seguir con él. Así que desde pequeña me prepararon para ser la siguiente persona que dirigiría la Aseguradora López. El problema era que a mí me gustaba mucho la música, mucho más que vender seguros. Me metí en un grupo cuando iba al instituto, pero cuando me di cuenta de que no tenía mucha madera de cantante, conseguí un trabajo en CBGB. Así que para cuando cumplí los dieciocho años, me encontré trabajando en la oficina de seguros de día y en el bar por la noche.
Brittany estaba impresionada, como era de esperar, porque el CBGB, un pequeño club de música underground de Manhattan, había sido el lugar del lanzamiento del punk y de los grupos alternativos de los setenta. Grupos como los Blondie, los Ramones, y los Talking Heads se habían abierto camino a la fama desde el escenario del CBGB.
—Debió de ser fabuloso.
—Fue jodidamente increíble —dijo ella. —Estuve allí a principios de los noventa y trabajé duro para pasar de ayudante de camarera a encargada de sonido y a coordinadora de eventos. Vi a grupos como Soundgarden, Pearl Jam, y Smashing Pumpkins antes de que ni siquiera fueran conocidos por nadie. De hecho —le dijo Santana, lanzándole una mirada que le decía que sabía que aquello iba a sorprenderla— fue allí donde conocí a Schuester.
Ella echó la barbilla hacia atrás.
—No es posible.
—Sí. Blue Night era entonces una discográfica nueva y era él quien estaba haciendo su propia exploración aquel día. Empezamos a hablar de música, y él pensó que yo tenía un buen dominio del campo. Llegamos a conocernos bien y me ofreció un puesto de trabajo.
—¿Te resultó difícil hacer las maletas y mudarte a Los Ángeles? ¿Decirle a tu padre que abandonabas el negocio de los seguros? —antes, hacía unos minutos, ella no podía haber imaginado que hubiera algo difícil para Santana López, pero escuchar todo aquello de su familia, imaginarlo como una chica joven de Brooklyn, lo cambiaba todo.
—Sí y no —le dijo ella, suavizando el tono de voz. —No me gustaba la idea de decepcionarlos, pero me sentía asfixiada allí. Dejarlo todo para perseguir lo que realmente quería hacer en la vida era muy... liberador. En más de un sentido.
—¿Qué quieres decir?
Su mirada se alejó del techo para centrarse en ella, y después volvió a mirar hacia arriba. —Estaba prometida.
Se esforzó todo lo que pudo para no quedarse mirándola boquiabierta. —¿En serio? Ella asintió ligeramente.
—Su nombre era Elaine, era una buena chica griega del barrio. Llevábamos saliendo juntas desde los dieciséis años y...
—¿Y qué? —le preguntó ella cuando Santana se detuvo. —Era como lo de estar en el negocio de los seguros. No quería estar en esa situación, pero me sentía obligada.
—Oh.
Ella volvió a mirarla.
—Una vez la amé, pero tenía que irme. Fue la cosa más inteligente que he hecho nunca. Y una lección aprendida. Brittany se mordió el labio.
—¿Y cuál era la lección?
—Que sentirme atada me hace sentir de alguna manera... en fin, atada. Así que desde entonces, simplemente me limito a no hacerlo. Me siento más feliz así. Y no me arriesgo a hacerle daño a nadie.
—Suena inteligente —le dijo ella, intentando ignorar el leve retortijón en su estómago. Y en realidad, sonaba inteligente, entonces, ¿por qué se sentía tan nerviosa? No era exactamente algo nuevo que Santana no se comprometiera ni tuviera relaciones serias con alguien. Básicamente le estaba contando lo que ella ya sabía. Solo que quizás escucharla de su propia voz le parecía un poco diferente. Porque quizás a ella le gustara realmente.
No es que solo le gustara el sexo con ella, sino que le gustaba ella. Estar con ella, hablar con ella, aprender con ella, reír con ella.
—Háblame de tu ex marido —le dijo Santana, y ella se sorprendió ante aquella petición. Cuando no le respondió enseguida, añadió:
—A no ser que prefieras no hacerlo.
Ella negó con la cabeza.
—No, no me importa. Yo... conocí a Sam hace cinco años, y me pareció que había encontrado al hombre de mis sueños. Nos casamos después de un año saliendo juntos (una boda grande y tradicional, con todos los detalles) y un año después, su compañía lo trasladó desde Ohio a Los Ángeles. Así que nos mudamos y todo nos pareció genial. Supongo que a medida que pasaba el tiempo, nos separamos un poco, pero yo lo achaqué a lo ocupados que nos mantenían nuestros trabajos, yo con el puesto en Blue Night y él con su trabajo de desarrollo de sistemas, y además se había apuntado al gimnasio y pasaba mucho tiempo fuera de casa. Entonces, una noche se fue al gimnasio pero se olvidó el teléfono móvil. Me di cuenta de que había una llamada perdida y pensando que quizás fuera algo importante, escuché el mensaje que le habían dejado. Escuché a una mujer diciendo que llegaba tarde, pero que estaría allí pronto y que llevaba un nuevo conjunto de ropa interior bajo el chándal.
—Mierda.
Ella asintió con un gesto indiferente, perdida en aquel ensueño.
—Sí, mierda.
—¿Y qué hiciste entonces?
—Me fui al gimnasio. Y los encontré trabajando juntos y me enfrenté a él. Me lo contó todo, que la había conocido allí, que se habían caído bien, que una cosa había llevado a la otra. Que ella estaba casada también y que era madre de tres hijos.
Brittany agradeció la sonrisa de Santana.
Le animaba a compartir sus sentimientos en aquel tema en particular.
—Creo que el sexo es genial y todo eso, pero para mí hay un par de cosas que son sagradas: el matrimonio y la familia. Quiero decir, ¿por qué molestarse con esas cosas si uno no las desea realmente?
Ella asintió.
—Exactamente. Esa es la razón por la que yo no las tengo.
—Entonces, entiendes por qué no pude perdonarlo.
Santana la miró, sorprendido.
—¿Pretendía que lo hicieras?
—Eso es lo que quería él. Pero... una vez que la confianza estuvo tan completamente destrozada, supe que nunca volvería a sentir por él lo de antes.
—No te culpo, nena —le dijo Santana; después se inclinó para darle un pequeño beso, lo que ella necesitaba realmente en aquel preciso momento. —Pero te contaré un secreto.
Ella se acercó más, contenta de que estuvieran dejando atrás la historia de su ex marido. Su ruptura no podía haber contrastado más con la nueva Brittany.
—¿Qué es?
—Su pérdida me ha venido definitivamente bien.
Se besaron otra vez, y Santana cerró los ojos, dejando que Brittany volviera de nuevo a sus propios pensamientos, y a sus propias palabras: «una vez que la confianza estuvo tan completamente destrozada, supe que nunca volvería a sentir por él lo de antes». ¿No sería así como se sentiría Santana si se enteraba de su engaño, de que estaba robándole un puesto de trabajo que adoraba y que había hecho tan bien durante tanto tiempo? De alguna manera, casi se había olvidado de ello aquel día: había existido tanta excitación entre ellas que le resultó muy fácil dejar apartado cualquier pensamiento negativo.
Ella sabía que estaba cometiendo muchos pecados con Santana, pero aquella mentira era mucho peor que todo lo demás y ella se apartó de Santana y se bajó de la cama, caminó desnuda para apagar las luces y el equipo de música, y sufrió un sincero sentimiento de culpa que no había sentido hasta aquel momento. Porque ahora la conocía. Y porque ahora todo aquello le parecía más que una simple cuestión de sexo. Como mínimo, se habían hecho amigas. Bueno, amigas con derecho a roce.
Cuando se dirigió hacia la amplia pared de ventanas que había en la espaciosa zona de la salita,miró las luces de la ciudad, y se obligó una vez más a dejar a un lado el sentimiento de culpabilidad. Después de todo, ¿no le había dicho ella que lo que pasara en Las Vegas se quedaba en Las Vegas?
Así que el sexo se quedaría en Las Vegas.
Y con algo de suerte, también lo haría el sentimiento de culpa.
******************************************************************************************************************************
Bueno este es el cap de hoy, espero les guste... para los que leen este fanfic, De que país son ?

Yo soy de Colombia =D 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087
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Mensaje por micky morales Lun Feb 01, 2016 7:58 am

hola ahi esta el problema, la mentira y el consiguiente sentimiento de culpa yo soy de algun lugar de este planeta y no te ofendas pero prefiero el misterio, me encanta colombia y el pasado año estuve en ecuador, a ver donde me llevan mis pasos este año!!!!!!
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Mensaje por 3:) Lun Feb 01, 2016 10:05 pm

holap,...

no va a aplicar lo que pasa en las vegas se queda en las vegas con ellas,..
es bueno que se conozcan una a la otra,...

nos vemos!!!
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Mensaje por Caritovega Dom Feb 07, 2016 4:50 pm

LA CUARTA NOCHE
Un pecado puede convertirse en una pesadilla nueva y real cuando existe
la posibilidad de que vaya a salir a la luz.
Mark Twain


CAPITULO 17
Ella no tenía ni idea de lo bien que se había sentido Santana la noche anterior.
Santana estaba acostumbrada a despertarse con una mujer a su lado, pero cuando se dio la vuelta en su almohada y encontró a Brittany, su polvo apasionado en la bañera le vino de nuevo a la mente. Era la primera mujer con la que tenía relaciones sexuales sin utilizar preservativo desde que había dejado a Elaine, hacia muchísimo tiempo ya. Le pareció como toda una eternidad.
No lo había hecho a propósito. Simplemente se había metido en la bañera, la había invitado a entrar con ella y de alguna manera durante el proceso se le había ocurrido que no tenía una goma en ningún lugar que estuviera al alcance de la mano.
Y quizás había sido injusto no señalar aquello, no recordárselo a ella, ya que estaba claro que también se había olvidado del detalle, pero Santana no. Porque cuando ella se deslizó sobre Santana tan húmeda, tan tensa, cuando ella sintió aquella vulva cálida y tersa colgando sobre su verga, piel contra piel, simplemente no tuvo la fuerza de dejar de sentirla.
Santana sabía que estaba sana, porque siempre había tenido cuidado hasta aquel momento. Y estaba condenadamente segura de que Brittany también lo estaba, estaba muy segura de que era la primer mujer a la que se follaba después de haber dejado al cabrón de su marido. Y Santana sabía que ella estaba tomando la pastilla anticonceptiva, porque lo había mencionado entre las cosas que tenía que hacer el día anterior por la mañana cuando se fue de vuelta a su habitación para prepararse para la reunión del desayuno con Blush. Santana le había sugerido que las llevara en la cartera para que no tuviera que escabullirse a su habitación en el futuro.
Justo en el momento en el que pensaba aquellas cosas, ella abrió los ojos.
Y Santana miró hacia otro lado. No estaba segura de cuál era la razón, pero supuso que no quería que la pillara mirando mientras ella dormía. Había algo en ello que le parecía... bueno, como si fuera otra persona, como si no fuera propio de ella.
Solo cuando ella se estiró y bostezó, Santana se dio la vuelta para decirle:
—Eh, nena.
Su sonrisa somnolienta iluminó la habitación.
—Eh —definitivamente, tenía el aspecto de una mujer que había recibido mucho placer la noche anterior, y aquella idea hizo que su pene volviera a la vida debajo de las sábanas.
—¿Tienes que tomarte tu pastilla?
Ella gimió con suavidad.
—Oh, vaya, gracias por recordármelo. Pensé que podría dejármelas después del divorcio, pero hacen que me baje la regla con regularidad —y, levantándose de un salto de la cama, contoneó su precioso cuerpo desnudo hacia la zona del salón, donde Santana supuso que habría dejado la cartera la pasada noche. Observó su dulce y redondo trasero bamboleándose y un momento más tarde, la vio regresar, con sus bonitos pechos —y unos pezones que ya estaban erectos— balanceándose de un lado a otro mientras caminaba.
Cuando echó un vistazo al reloj, Santana también lo hizo y joder, ¡era casi mediodía!
—Mierda —dijo Santana. —Menos mal que no tenemos nada planeado para hoy.
Ella se sentó al borde de la cama.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer?
Santana reflexionó sobre aquella pregunta.
—Esta noche, tenemos que hacer algunas paradas en unas cuantas discotecas más, pero podemos aprovechar la tarde para hacerles una visita a algunos de mis contactos en el Strip. Y quizás podamos hacer algo más mientras tanto.
—Suena bien —le dijo ella y a Santana le pareció adorable la manera libre y fácil con la que se repantigaba completamente desnuda. Aquella no era en absoluto la manera en la que había imaginado a Brittany antes de aquel viaje, o incluso después de la primera noche que habían pasado en la cafetería francesa.
—Y tú eres una pequeña y buena chica —añadió Santana. —Quizás podamos ir a ver algunos monumentos. Lo que aquí significa hacer turismo por los hoteles. No es que suene tan excitante, ya lo sé, pero algunos de esos lugares son bastante espectaculares.
Ella ladeó la cabeza, en un gesto coqueto.
—Solo hay un problema con ese plan.
—¿Cuál es?
Ella negó con la cabeza, y su pelo revuelto por la cama cayó enmarcándole la cara.
—No soy una pequeña y buena chica.
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Buehhhh disculpen la tardanza... 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087
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Mensaje por micky morales Dom Feb 07, 2016 10:02 pm

brittany eres una sinverguenza!!!!!! jajajajajajajajajaja
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Mensaje por 3:) Dom Feb 07, 2016 11:47 pm

holap,...

san saca el mejor lado oscuro de britt jajajajaj
va a ser difícil de separarlas jajaja

nos vemos!!!
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Mensaje por Caritovega Lun Feb 22, 2016 12:39 am

CAPÍTULO 18
Mientras recorrían el tramo que llevaba al extremo sur del Strip, Santana llevó primero a Brittany de vuelta al hotel París. Santana se acordó de que a ella pareció gustarle el ambiente de Mon Ami Gabi, y había muchas más cosas que ver allí.
La llevó por el casino, que estaba situado bajo la base de una imitación de la Torre Eiffel y flanqueada por falsas calles parisinas repletas de cafeterías y pastelerías. Ya que se habían perdido el desayuno, se detuvieron en una de las panaderías francesas y compraron unos cruasanes hojaldrados y recién hechos.
—Mmm —ronroneó ella, al dar el primer bocado en la pequeña mesa de la cafetería en donde se habían sentado. —Está divino.
Santana no pudo evitar esbozar una sonrisa, porque su suave y pequeño gemido le recordó el momento en el que la acariciaba, justo cuando empezaba a excitarse.
Desde el París, se aventuraron a través de la carretera que llevaba a la grandeza del Bellagio, otro hotel de temática italiana, famoso por sus «fuentes danzantes» que se alineaban en Las Vegas Boulevard. Aunque todo aquel lugar era muy lujoso —y dio por hecho que a Brittany le gustaba lo lujoso— la había llevado allí principalmente para que viera el techo de cristal del escultor estadounidense Dale Chihuly, una obra compuesta por cientos de piezas de vidrio soplado, con discos de cristal de colores alegres que se suspendían sobre el vestíbulo.
—Oh, Dios mío —dijo ella, y echó la cabeza hacia atrás para poder mirar hacia arriba. —Podrías quedarte todo el día mirando esto y aún así descubrir cosas que no habías visto antes. Es increíble. Ojalá pudiera tumbarme en el suelo y quedarme un rato observándolo.
Santana sonrió ante su entusiasmo infantil y después echó un vistazo a su alrededor.
—Tengo una idea mejor —la cogió de la mano y la llevó hacia uno de los lujosos sofás que había bajo la escultura colgante y se sentaron allí. —Túmbate aquí, a mi lado, y descansa la cabeza en mi regazo. Así, no tendrás que preocuparte de que te pise nadie.
A ella le entró la risa, y después hizo lo que Santana le había sugerido. Se tumbó allí y dejó que sus mechones rubios cayeran sobre su muslo. Santana observó sus ojos cafés y brillantes, mientras ella exploraba los colores y las formas que se veían arriba, hasta que finalmente concluyó:
—Podría perderme en todo esto. Es como... como algo que solo verías en un sueño.
Después de aquello, Santana la llevó un poco más lejos hacia arriba del Strip, cruzaron la Tropicana Avenue hasta llegar al Excalibur, donde ella pareció disfrutar mucho del tema medieval; y luego pasaron por el Luxor, el hotel con forma de pirámide; y por el elegante Mandalay Bay, donde visitaron el tanque de tiburones y se detuvieron para jugar un poco a la ruleta. Santana nunca había visto a nadie divertirse tanto al ganar diez dólares en aquel juego como lo hacía Brittany.
Por supuesto, en cada parada, aprovechó la oportunidad de colarse en un bar o en algún salón en donde conocía a alguien —para preguntar si habían visto últimamente a un grupo que mereciera la pena escuchar— y conseguir un par de pistas. También presentó a Brittany, y explicó que estaba uniéndose a ella en los deberes como representante de A&R de
Blue Night. Siempre ahorraba una noche o dos en viajes como aquel para hacer averiguaciones sobre los artistas que conocía, y empezó a tomar notas mientras iban del tramo del Mandalay de vuelta al Excalibur; después cogieron el paseo elevado que llevaba del Tropicana Avenue hacia el New York, New York.
Cuando vagaban por las calles sinuosas que había dentro del centro turístico, Brittany le preguntó:
—Entonces, ¿está este lugar a la altura de Nueva York?
Santana se encogió de hombros.
—Es... un facsímil divertido. No te hace sentir exactamente como en casa, pero supongo que es lo más parecido que puedes encontrar en este lugar del país.
Después de pasar unas pocas horas recorriendo hoteles y estableciendo contactos, Brittany anunció que estaba hambrienta, por lo que se detuvieron en una charcutería de una de las falsas avenidas del New York donde se vendían bocadillos, y se sentaron por allí para comérselos. A Santana le chocó la idea de lo mucho que se estaba divirtiendo. Solo comiéndose un bocadillo improvisado con ella. Dando una vuelta con ella y enseñándole cosas que nunca antes había visto. Observando la manera en la que se encendían sus ojos con asombro a cada punto en el que se detenían.
Supuso que ya estaba tan acostumbrada a las mujeres de plástico que Brittany le parecía una agradable innovación. De hecho, nunca había pensado en esas mujeres de aquella manera —como plástico—> pero parecía describir muy bien a las mujeres con las que solía acostarse. No es que hubiera nada de malo en ellas, pero Brittany era tan diferente, tan abierta, estaba tan deseosa por dejar revelar sus inseguridades. Y la manera en la que su comportamiento recorría toda la gama, desde una ninfa del sexo sucia y ansiosa hasta una inocente con los ojos abiertos de par en par; joder, aquello solamente las hacía parecer a las dos tan... bidimensionales. Únicos. Irreales.
En realidad, ¿cuándo había sido la última vez que había disfrutado verdaderamente con una mujer sin que hubiera una relación sexual de por medio?
Mierda, aquella era una pregunta seria.
Porque no estaba muy segura de que... lo hubiera hecho alguna vez.
A no ser que pensara en Elaine. Pero otra vez, aquello había pasado hacía una eternidad. En otro mundo. Era una persona completamente diferente de la que había sido entonces.
—¿Ocurre algo? —le preguntó Brittany.
Santana se sobresaltó.
—¿Qué? Nada. ¿Por qué?
—Solo es que tienes una expresión extraña en la cara.
Mierda. La gente no solía acusarla de tener expresiones extrañas, así que no sabía qué contestar.
Consideró la idea de ser sincera —tan sincera, abierta y directa como lo hubiera sido ella si la situación hubiera sido al revés— y decirle: «Solo es que me gustas, eso es todo. Me gustas, y realmente no recuerdo la última vez que real y honestamente me gustó alguien a la que me estaba tirando». Pero en lugar de eso, se limitó a sonreír con desdén y le dijo:
—Gracias —y como un impulso, le lanzó una patata frita.
Ella rió a carcajadas ante ello, y después le contestó devolviéndole un puñado de ellas.
Lo que, por alguna razón, a Santana le hizo que le gustara incluso más. La señaló con el dedo, en un gesto de reprimenda, y le dijo:
—Para —incapaz de disimular una ligera sonrisa. —Se supone que has de comportarte como una representante de A&R tranquila y moderna. Deja de lanzarme comida.
La expresión de Brittany cambió de divertida a confusa.
—¿No has sido tú quien ha tirado la primera patata frita? ¿Hace diez segundos? Pensaba que quizás fuera parte de mi formación.
Santana ladeó la cabeza, cruzó los brazos y al final, intentó ser honesta.
—Solo digamos que... hay momentos en los que me haces olvidar que estoy aquí por trabajo.
Al otro lado de la mesa, ella bajó la barbilla.
—Si eso ocurre, eres la mujer más capaz que hay para combinar el trabajo y el juego, como nadie que haya conocido nunca.
Santana se encogió de hombros.
—Es un don —y se preguntó qué coño hacía diciéndole gilipolleces como aquellas, eso de que le hacía olvidarse de sus deberes. Vaya una estupidez. Era hora de cambiar de tema. —¿Vas a comerte esas patatas fritas o vas a lanzármelas? Deberíamos irnos, tenemos una gran noche por delante.
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PERDÓN POR LA TARDANZA! He estado ocupada, intentare actualizar seguido 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087
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Mensaje por micky morales Lun Feb 22, 2016 7:56 am

bueno, gracias por volver, me gusta la relacion que llevan y mas pq me intriga saber como tomara santana el hecho de que brittany esta ahi para quitarle su trabajo!!!!!
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Mensaje por 3:) Lun Feb 22, 2016 10:07 pm

holap,...

es bueno que volviste,...
ya es mas que una relación de trajo y sexo,...
me gusta como van las cosas,..

nos vemos!!
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Mensaje por Caritovega Dom Feb 28, 2016 10:05 pm

micky morales escribió:bueno, gracias por volver, me gusta la relacion que llevan y mas pq me intriga saber como tomara santana el hecho de que brittany esta ahi para quitarle su trabajo!!!!!
La verdad si, cuando estaba adaptando la historia me preguntaba como iba a reaccionar San.. esperar a ver que pasa 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087
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Mensaje por Caritovega Dom Feb 28, 2016 10:06 pm

3:) escribió:holap,...

es bueno que volviste,...
ya es mas que una relación de trajo y sexo,...
me gusta como van las cosas,..

nos vemos!!
yey volvi! jamas dejaria la historia tirada, eso NEVER! 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 1206646864
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Mensaje por Caritovega Dom Feb 28, 2016 10:09 pm

CAPÍTULO 19
Después de regresar al hotel Venecia, Brittany y Santana se fueron por caminos separados, hacia sus respectivas habitaciones, para prepararse para la noche. Ella había pasado una tarde maravillosa con Santana, pero dado que hacía unos cien grados en el exterior, definitivamente necesitaba una ducha antes de que salieran en busca de un nuevo talento.
Desde luego, cuando recorrió su cuerpo con la pastilla de jabón y dejó que el agua caliente cayera sobre ella, se acordó de cuan húmeda y enjabonada había estado con ella la noche anterior. Se acordó de que aquel había sido el mejor y el más poderoso sexo de toda su vida.
Y pensó en el rato tan divertido que había pasado con ella aquel día y cómo, en algún momento durante el paseo, le había ocurrido algo más sorprendente aún: la nueva Brittany había parecido desaparecer. Pensó que había sido como una combinación entre la nueva y la vieja Brittany, y que aquella igualdad solo la hacía pensar que se había comportado como la auténtica Brittany. Porque nada de lo que había dicho ni hecho con ell< había sido fingido. Había dejado de ser todo calculado, planeado, practicado; de alguna manera, acababa de empezar a sentirse ella misma cuando estaba con Santana, una persona que a veces era estúpida, otras sensual, y todo lo que quedaba entre las dos cosas.
No podía evitar pensar en que Santana había descubierto aquella nueva y auténtica Brittany. Y que en los pocos días que habían pasado, nunca se había dado cuenta, nunca se había sentido tan... completamente consciente de quién era, como lo hacía ahora repentinamente.
«Deja de pensar de esa manera», se regañó a sí misma, mientras se ponía una camiseta de lentejuelas sin mangas y una minifalda. Porque pensar de aquella manera solo la hacía sentirse conectada a ella. No solo físicamente, sino también emocionalmente. Y allí no había sitio para ninguna emoción, ¿o sí lo había?
«Mierda. Déjalo ya».
Estaba de pie delante del tocador, maquillándose, y fue entonces cuando decidió que debía seguir unas cuantas reglas durante el resto de la semana:
1. Aprende tu trabajo nuevo.
2. Concéntrate en los aspectos físicos de la relación.
3. Evita cualquier otra emoción que suponga un romance o compromiso.
4. Haz a un lado cualquier pensamiento que te recuerde cómo estás engañándole.
5. Y fóllatela a la primera oportunidad que se te presente.
Decidió concentrarse especialmente en el número cinco, y dado que la noche estaba empezando y las luces de la Ciudad del Pecado empezaban a brillar ya en el anochecer que se exhibía en las ventanas de su pared, supuso que no tendría que esperar mucho tiempo para hacerlo.
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bueno este es el cap de hoy, espero que les guste =D

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Mensaje por micky morales Lun Feb 29, 2016 9:04 am

bueno si me ha gustado la actualizacion aunque algo corta y con algo de lentitud entre ellas!!!!!
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Mensaje por 3:) Mar Mar 01, 2016 11:45 am

holap,..

bueno que actualizaras,..
pero super corto,..

nos vemos!!!
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Mensaje por Caritovega Lun Mar 07, 2016 5:58 pm

CAPÍTULO 20

Decidieron regresar al Mon Ami Gabi para cenar, y durante toda la comida, Brittany intentó no dejar que ella la afectara lo más mínimo. Intentó ignorar la manera en la que sus ojos brillaban cuando le sonreía, intentó no sentir la manera en la que ella se comportaba cada vez más sincera y juguetóna con ella a medida que pasaban los días.
Por supuesto, bajo su falda, su vulva se humedecía con el deseo, así que la parte física de su tarea cumplía perfectamente con los objetivos. Pero joder, Santana simplemente seguía haciéndola sentir tan... tan niña, casi incluso romántica. Por lo que le pareció casi imposible seguir con algunas de sus reglas.
«El corazón no atiende a razones». Su madre solía decirle aquello. No era la primera vez en la vida que se sentía atraída por alguien que no debía, empezando con el novio de su amiga Lara en el instituto. Fue entonces cuando su madre le dijo aquello, y ahora sus palabras resonaban en su mente.
La verdad era que ella sabía lo que sentía su corazón.
Pero aquello seguía sin significar que pudiera hacerle caso. De la misma forma que no pudo tener al novio de su amiga Lara, nunca había estado con él, ni siquiera lo había intentando, y Lara nunca se había enterado de lo que ella sentía. Había hecho lo correcto entonces, y nadie había salido herido. Solo esperaba que pudiera ser tan inteligente en aquella ocasión y poder mantener el control de la situación.
—La cena ha sido rápida —dijo Santana, y echó un vistazo al reloj después de dejar la tarjeta de crédito en la pequeña carpeta de cuero que acababa de traer la camarera. —Es demasiado temprano para ir a las discotecas, tenemos más o menos una hora por delante.
—Se me ocurre una buena manera de aprovechar una hora —le contestó ella, en un gesto coqueto, incapaz de resistirse y pasear el zapato por su pierna, debajo de la mesa.
Como solían hacer, sus preciosos ojos cafés brillaron mientras Santana ladeaba la cabeza y le concedía una pequeña y traviesa sonrisa.
—Es una pena que te guste tanto hacerlo en privado, porque no tenemos mucho tiempo de regresar al hotel. Tendremos que hacer algo que sea más aburrido.
Después de esbozar una sonrisa guasona, echó un vistazo a su alrededor —a los coches y limusinas que se precipitaban arriba y abajo por el Strip, a las fuentes del Bellagio que atravesaban la avenida, a la noche de Las Vegas que empezaba ya a alimentar su excitación— y sus ojos recayeron en la Torre Eiffel que estaba a un tiro de piedra de ellos.
—Vayamos a la parte de arriba —dijo ella, señalando.
—Nunca he ido hasta allí.
—Oooh, así que por fin seré yo la que tenga que enseñarte algo a ti.
Diez minutos más tarde, Santana había comprado los pases y estaban subiendo en el ascensor con una pareja mayor y una joven familia, hacia los ciento cuarenta metros de la cima, según decía la guía, donde además también podían divisarse algunos edificios muy conocidos como el Caesars Palace y el Mirage, visibles desde la ventana del ascensor.
Unos minutos después, estaban en la plataforma de observación, y el aire de la cálida noche golpeaba a Brittany como una piedra, pero de alguna manera le pareció más estimulante que opresivo, lo que, combinado con la vista, le recordaba que probablemente había vivido más en los pasados días que en toda su vida.
—Vaya —dijo ella, acercándose a la barandilla. Como muchas estructuras con aquella altura, la plataforma estaba rodeada de pequeños barrotes de acero cruzado, una especie de red para evitar que nadie cayera hacia abajo, pero como era de esperar, había una pequeña abertura que permitía a los visitantes tener una clara vista. Además de los hoteles y los casinos que recorrían Las Vegas Boulevard, la vista panorámica que ofrecía la torre incluía una mirada al desértico valle, y hacia el oeste se atisbaban los restos de puesta de sol que brillaba tras una silueta de montañas.
Santana caminó hacia ella.
—La vista no es ni de cerca tan buena como la que se tiene desde la verdadera Torre Eiffel en París, pero tengo que admitir que no está nada mal.
Ella se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Has estado en París?
Santana asintió con rapidez.
—Unas pocas veces.
¿En qué estaba pensando ella? Por supuesto que había estado en París. Era la alucinante Santana López, después de todo. Por momentos, se olvidaba de aquello, finalmente había logrado no pensar en que estaba con una estrella como había pasado al principio. Pero entonces, en otros momentos, aquello venía a ella con una asombrosa claridad.
—¿Por qué pareces tan triste de repente? —le preguntó Santana.
Se sintió como una completa cría, pero le contestó con sinceridad.
—Envidia, supongo. Siempre he soñado con ir a París. Aparte de unos cuantos viajes a la playa en el instituto y después, de haberme mudado a Los Ángeles, apenas he estado en ningún sitio. Supongo que ver hoy el hotel y ahora esto (incluso aunque solo sea una reproducción, un tipo de parque de atracciones) ha hecho que vuelva a desear ir allí.
Santana le cubrió la mano con la suya.
—Irás allí.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Vas a lugares nuevos ahora mismo, Brittany, figurativa y literalmente. Hay un mundo completamente nuevo que se abre para ti. Podrás ir a donde quieras ir.
Santana habló con tanta confianza que ella sintió cómo se renovaba la suya propia. Haber reflexionado antes —aunque solo hubiera sido un momento— acerca de su engaño, había empezado a sembrar dudas de si estaba haciendo lo correcto, solo un poco. Ahora que la conocía. Ahora que le gustaba tanto. Y la verdad era que verla caminar con tanta seguridad hacia los camareros y encargados de las discotecas para hablar de música y negocios la hacía sentir un poco... intimidada. Como si no importara el buen oído que tuviera ella para la música, nunca sería capaz de hacer bien ciertas partes de aquel trabajo, o al menos no con comodidad. Pero ahora, con Santana recordándole las recompensas de gran alcance que daban aquel puesto —viaje, lujo— sintió una energía renovada y bastante determinación.
—Supongo que también has estado en Venecia —le preguntó ella, mirándola de reojo.
Ella asintió.
—Solo una vez.
—Solo una vez —repitió ella, excesivamente contenta cuando Santana soltó una carcajada, mientras la rodeaba con uno de sus cálidos brazos. —Supongo que también habrás ido en góndola.
Ella se encogió de hombros.
—No hay otro modo real de apreciar la vista del lugar.
Ella puso los ojos en blanco y la besó, lo que acabó completamente con su sensación de envidia y reavivó la lujuria que había estado sintiendo en la cena.
—¿Me perdonas? —le preguntó Santana con suavidad, e inclinó la frente hasta tocar la suya.
—¿Por?
—Por haber ido a todos esos lugares a los que tú deseas ir.
Ella decidió jugar y flirtear un poco.
—Puede que otro beso pueda ayudar.
Aunque esta vez, el beso no fue corto ni rápido, su cálida boca presionó con firmeza contra la suya, y su lengua serpenteó húmedamente entre sus labios. Cuando ella la recibió con su propia lengua, sintió cómo se le humedecían las braguitas y, le gustara o no, el romance del momento, la noche, la cálida brisa, se apoderaron de ella, y no pudo hacer otra cosa que rendirse ante aquella sensación.
Fue entonces cuando Santana se puso detrás de ella, la abrazó y le rodeó la cintura con sus brazos, por lo que su sólido cuerpo presionaba contra su espalda, su trasero y sus muslos. Tener relaciones sexuales con Santana López era una experiencia que estaba más allá de sus sueños más salvajes, pero aquello —sentirse abrazada por ella en la oscuridad, observando Las Vegas Strip, sintiéndose como si las dos fueran el centro del universo y al mismo tiempo felizmente solas—, aquello era innegablemente mágico por sí solo.
—Esto es bonito —le susurró sobre el hombro.
—Tú sí que eres rematadamente bonita —ella sintió cálida su respiración en el oído.
Después, Santana levantó una de sus manos para acariciarle la parte de abajo del pecho, mientras su otra palma se deslizaba hacia abajo por su vientre, y descansaba sobre su estómago plano, justo por encima de su vulva, y «bonito» ya no era la palabra adecuada para describir lo que estaba pasando. Se mordió el labio, y echó la cabeza hacia atrás contra ella, y entonces, se dio cuenta de que su verga estaba endureciéndose contra su trasero.
Fue entonces cuando la mano que había descansado en su estómago se deslizó más y más abajo, y la cubrió a través de la falda, y su vulva palpitó literalmente ante aquella caricia posesiva.
—Santana —susurró ella.
—¿Sí, nena? —su voz se había vuelto de un tono misterioso y sexy.
—¿Qué estás haciendo?
—Acariciarte.
—Pero... —estaban situados en la esquina de la barandilla de la torre, y ella miró hacia el otro lado. No había nadie observándolos, y había unas cuantas personas en la cima de la torre, por lo que a pesar de la sensación de soledad, no estaban solos. —Hay gente aquí.
—No pueden ver dónde tengo las manos —le aseguró ella, en una voz baja y persuasiva. —Nadie está prestándonos atención.
—Bueno, puede que nos presten atención si empiezo a moverme contra tu mano —también había bajado el tono de voz, casi en gemidos por la pasión que la invadía. Santana le cubrió ahora los pechos completamente, y su erección se hizo más y más dura contra su trasero. Ella deseaba empujar el cuerpo contra sus dedos.
Podía sentir más que ver la expresión acalorada que se dibujaba en su cara bajo aquel manto de oscuridad.
—Eso es lo que quiero, Brittany. Quiero que te folles mi mano.
Dios, ¿estaba hablando en serio?
—¿Justo aquí? ¿Con toda la gente?
—Mmmhmm.
Ella no declaró lo que era obvio. Que le gustaba hacerlo en privado. Sabía que ambas estaban pensando en ello. Y aquello era ella, que la incitaba a dar un paso más allá de la zona segura, un poco más allá de lo que ya había ido. Era ella incitándola a aprovecharse de aquella posibilidad, la posibilidad de que alguien los pillara.
Brittany había escuchado que ese tipo de cosas podía excitar a la gente, el miedo de que te pillaran haciendo algo malo, pero a ella no la excitaba precisamente. Es más, la hacía sentirse nerviosa. Volvía a hacerle pensar en el pecado de una manera completamente nueva. Había sido una buena chica durante toda su vida, no había hecho nada que fuera demasiado salvaje, que se saliera tanto de lo común, y la idea de que alguien los pillara pasándoselo en grande, incluso aunque fueran extraños, la mortificaba.
Pero la rígida verga de Santana se extendía a lo largo del centro de su trasero y la hacía sentir demasiado bien como para ignorarla. Y ahora Santana tenía la mano bajo su falda, y le acariciaba las braguitas, y le frotaba el clítoris justo de la manera precisa que a ella le hacía recordar que Santana era una experta en las caricias. El placer resonó en su interior, pero al mismo tiempo, algo más atrayente, una necesidad abrumadora de agitarse sobre sus dedos, de echar el trasero hacia atrás y presionarle la erección.
Volvió a mirar a su derecha, y a su izquierda. Vio a gente en la sombra, pero no estaban cerca de ellos. Y estaba muy oscuro, e iba oscureciendo cada vez más mientras el último resplandor de luz al oeste del cielo se desvanecía hasta adoptar un tono púrpura fuerte y luego negro.
Y cuando Santana retiró a un lado el trozo de seda que le cubría la vulva y hundió los dedos en sus húmedos pliegues, su lujuria pudo más que su miedo. Se dejó llevar y empezó a dar vueltas contra su caricia.
Oh, cielos, sí. Sí. El alivio la inundaba incluso con aquella simple respuesta, recibir sus cálidos dedos desde delante, y su gruesa verga desde detrás. Y desde arriba, ella le pellizcaba suave y rítmicamente el pezón, a través de la camiseta y el sujetador con cada cálido giro.
—Eso es, nena —le susurró al oído. —Fóllate mis dedos. Fóllate mis dedos con esa vulva dulce y cálida que tienes.
Las palabras llegaron a ella como un ronroneo, y suplicó que Santana tuviera razón, que nadie se iba a dar cuenta de nada, que a nadie le iba a importar, porque ahora estaba demasiado metida en ello como para detenerse, moviéndose contra su mano, sintiendo lo mojada que estaba por ella y sabiendo que ella también lo sentía.
Se mordió el labio e hizo lo que Santana le había pedido, incluso con más vigor aún, deseando sentir todo lo que pudiera sentir, deseando empaparse de Santana, y de la noche, y de toda la Ciudad del Pecado. Echó la cabeza hacia atrás, la descansó sobre su hombro, y arqueó los pechos más hacia su mano, deleitándose con todo el placer que ella le daba. Lo único que impedía el lugar en el que se encontraban era dejar escapar los gemidos y el «¡ Sí, sí, sí!» que deseaba gritar cuando la golpeó el orgasmo.
Se dejó invadir por las deliciosas olas de calor, su respiración se volvió más intensa, el brazo de Santana la sujetaba para evitar que se cayera al suelo, y solo cuando se apagó el placer, se acordó otra vez de que estaban en lo alto de la Torre Eiffel de Las Vegas, ¡rodeados de gente!
Dejó escapar el último de los desiguales jadeos, y descansando el cuerpo sobre ella, le dijo:
—Por favor, dime que no hay nadie que esté observándonos.
Ella sintió que Santana giraba la cabeza para comprobarlo.
—No, nena... estamos bien. Y tú estás condenadamente hermosa.
Le dio un beso en la parte de arriba de la cabeza, y el indulto de saber que nadie los había visto la hizo darse la vuelta para recibir su abrazo, para rodearle el cuello con los brazos y para besarla apasionadamente.
—Mmm, tus manos —suspiró ella, todavía le costaba respirar con normalidad.
—¿Qué les pasa? —le preguntó.
Ella sonrió con una mirada acusadora.
—Ya lo sabes. Sé que lo sabes. Son... increíbles.
Santana se encogió de hombros.
—De acuerdo, quizás, haya escuchado eso antes. Ella bajó la barbilla y le dedicó su mirada más sexy.
—Bueno, ahora lo estás escuchando otra vez y... voy a recompensarte.
Santana enarcó una de sus cejas, parecía casi como si estuviera desafiándola.
—¿Cómo?
Brittany apenas podía entender lo que acababa de poseerla. Pero el hecho era que se las había arreglado para alcanzar el éxtasis sin que nadie se diera cuenta, y la noche parecía volverse incluso más oscura, y el ascensor acababa de bajar, llevándose a algunas personas. A pesar de la tranquilidad que los rodeaba, no parecían sentirse tranquilas, y todo aquello la hacía sentir más atrevida de lo que se había sentido en la vida.
Estaban completamente solas, podía escuchar el suave eco de las voces de dos personas que venían del otro lado de la torre. Pero decidió que estaban lo suficientemente solas. Y como había sentido antes con Santana, se encontró a sí misma deseando ser salvaje para ella, atrevida para ella, deseó ser lo que ella quisiera que fuera, aquella chica tan, tan sucia que había despertado en ella.
El ascensor subió hasta detenerse al otro lado de la torre y ella deseó que las personas que quedaban se fueran, y que todavía faltara un rato para que el ascensor subiera de nuevo.
La empujó contra una de las paredes internas de la torre y después, cayó de rodillas.
Cuando tendió la mano hacia la hebilla de su cinturón, Santana gimió:
—Oh, Dios mío.
El estremecimiento de su voz fue todo el incentivo que ella necesitó para desabrocharle con destreza el cinturón y bajarle la cremallera. Los abrió bien y después, presionó la palma de la mano contra su robusta erección.
Mmm, sí, no había sentido nunca nada mejor en su mano. Después, levantó los calzoncillos de algodón negro sobre su enorme y abultada verga. Vaya, parecía incluso más grande desde aquel ángulo. Y aunque ella nunca había pensado que le fuera a importar el tamaño, de repente, la hizo sentir querer más.
Nunca había estado tan cerca de su pene, y a pesar de la oscuridad que las rodeaba, pudo ver la redondez de su cabeza y su forma recta de bala. Como por un impulso, se inclinó para besar la parte de delante de su longitud. Un gemido tembloroso se le escapó de la boca, y, oh, Dios, estaba tan dura... y aun así la sentía increíblemente sedosa contra sus labios.
Pero no tenía tiempo para deleitarse observándola, así que agarró su mango cuando la brisa le levantó el pelo del cuello, bajó la boca sobre la punta, después más abajo, dejando que le llenara la boca.
Arriba, Santana dejó escapar un tembloroso suspiro que le dijo que estaba haciendo todo lo que podía para quedarse quieta mientras ella se ajustaba a la plenitud, y luego, empezó a mover la boca arriba y abajo.
Nunca le había provocado mucho la idea de hacerle una mamada a un hombre, siempre había considerado de alguna manera que aquello era un deber, una obligación, cuando había estado en una relación con alguien, y a veces le resultaba como una intrusión de la que no disfrutaba particularmente.
Pero de alguna manera con ella todo era diferente, después de que Santana le hubiera hecho alcanzar el orgasmo, necesitaba aquello, necesitaba tomarlo en su boca de la manera que fuese, justo en aquel lugar, justo en aquel instante. Se moría por darle placer, mucho placer.
Aceptando tanto como podía de su majestuosa verga, se deleitó con cada movimiento, con cada sensación que aquello le producía. Levantó la cabeza para mirarla y esperó que ella pudiera verla lo suficientemente bien en aquella penumbra; incluso aunque ella tuviera un aspecto obsceno en aquel momento, quería hacerlo, por ella.
Y sí, la pasada noche en la bañera había sido maravillosa: un placer expansivo y lento, sin presiones ni preocupaciones, le había dicho que le gustaba hacerlo en privado y se lo había dicho en serio. Pero estaba claro que Santana le había despertado aquel tipo nuevo y prohibido de emoción, aquel cálido entusiasmo de tener relaciones sexuales fuera de una habitación, fuera de cualquier tipo de habitación en aquel momento.
Porque cuanto más trabajaba sobre ella, más se estiraba su erección sobre sus labios, y más empujaba suavemente ella contra el hueco de su boca... y más se refugiaba en la pura alegría que sentía.
Deseaba más hacer aquello en aquel momento que existir.
No le importaba si alguien los pillaba, si alguien los observaba.
Deseaba lo que deseaba, y no importaba nada más.
El corazón no atiende a razones, pero lo mismo podía aplicarse a su cuerpo; y en aquel momento su cuerpo quería lamerle la verga a Santana, de una manera intensa, profunda y minuciosa, hasta que alcanzara el éxtasis.
Fue entonces cuando escuchó cómo se abrían las puertas del ascensor, al otro lado de la torre. Y después ligeras carcajadas, voces, de más gente.
Ella lo succionó, sintió su empuje, y silenciosamente deseó: «córrete, córrete».
Por los desiguales suspiros que emitía, Brittany pudo sentir que estaba muy cerca y empujaba con más fuerza entre sus labios, pero ella también pudo sentir que los nuevos visitantes se estaban abriendo camino hacia ellas.
Así que soltó la verga de su boca, se levantó, volvió a agarrarla y, en un movimiento decidido, tiró de su tanga a un lado y se montó sobre ella, introduciéndola de una vez en su interior y se sintió agradecida por llevar tacones lo bastante altos como para hacer viable aquella postura.
—Si alguien viene —le jadeó, con la boca dilatada, cerca de la suya—, podemos quedarnos quietos. Pero así parecerá que solo estamos besándonos, no follando.
Santana simplemente asintió, pero le brillaban los ojos con lujuria mientras empezaba a sumergirse vigorosamente en su humedad, que le daba la bienvenida.
—Cielos, no durará mucho —le murmuró contra sus labios. Luego, volvió a embestirla otra vez, y otra vez, hasta que un suave gemido se le escapó de la boca y tiró de ella hacia sí con fuerza, justo cuando una joven pareja cogida de la mano apareció por el rincón más cercano.
Brittany y Santana se quedaron instintivamente quietos, pero ella estaba corriéndose y ella podía sentirlo. De hecho, podía sentir su verga palpitar dentro de ella, su semen arrojado contra las paredes internas en tres pequeñas y pasmosas explosiones.
—Oh, Dios —susurró ella, con la cara todavía cerca de la de Santana.
Santana no dijo nada, solo le cubrió la boca con la suya y la besó con intensidad.
Había pensado que la noche anterior había sido algo íntimo. Joder, pensaba que todo lo que habían hecho juntas era algo íntimo. Pero nada comparado con aquello, mirar a sus ojos en la oscuridad, sabiendo que estaba dentro de ella cuando había otras personas cerca, sabiendo que la había llenado con calientes fluidos.
—Nunca dejas de asombrarme —le dijo Santana con suavidad.
—Supongo que simplemente tú... me has inspirado.
Santana la besó de nuevo, y ella se recordó a sí misma que se suponía que no debía estar sintiendo nada emocional en todo aquello, así que se obligó a cambiar a un tema más práctico.
—Me temo que... tenemos un problema. Ah, eh... un problema de humedad.
Santana, sin embargo, no parecía preocupada lo más mínimo.
—No es un problema —la corrigió ella.
Brittany arrugó la nariz.
—¿Y por qué piensas eso?
Su voz bajó incluso más de tono.
—Cuando esos dos se vayan, voy a salir de ti. Después, voy a frotar mi semen en tu vulva y tus muslos y tú vas a sentirte un poco pegajosa durante toda la noche, lo que va a hacer que te sientas excitada y preparada para follarme otra vez más tarde.
—Oh —sintió cómo se quedaba sin respiración. Y sintió cómo estaba convirtiéndose en una chica sucia porque su plan le sonaba descaradamente bien. —Oh, Dios.
Cuando finalmente la pareja desapareció de su vista, Santana sacó su pene de ella, dejándola suspirar ante la pérdida, y después le dio rápidamente la vuelta, para que ella pudiera echarse hacia atrás contra la pared, y ella se arrodilló ante Brittamy.
Como le había prometido, utilizó las manos para extender sus jugos por toda su piel, y masajeó
la humedad por la parte interior de sus muslos, y sobre la piel y los rizos de su vulva que ya estaban empapados. A pesar del orgasmo que acababa de experimentar, le parecía imposible que sus caricias provocaran sus suspiros de placer mientras empujaba suavemente su pelvis contra la palma de su mano, escalofríos de nuevo deseo recorrían su cuerpo.
Concluyó aquella tarea al darle un suave beso en el clítoris, y aquello hizo que ella soltara un cálido jadeo de su boca.
Y cuando volvió a poner en su sitio la tela de su falda y se levantó para darle un beso en la boca, ella ya no estaba segura de si lo que saboreaba era su vulva o su semen, o simplemente el sexo —un sexo caliente y loco—, pero ni siquiera le importaba. Todo la hacía sentirse bien, sabía bien, la mezcla de ellos dos.
—Por cierto —le susurró Santana. —Puede que quizás quieras deshacerte de las bragas, están hechas un desastre.
Dios, se había olvidado de que llevaba bragas, la seda que había entre sus muslos se había quedado allí obedientemente, cuando ella se las había echado a un lado para permitir aquel atrevido encuentro.
Le puso las manos en los hombros y empujó hacia abajo.
—Entonces, vuelve ahí abajo. Quítamelas —dado que nadie más se había aventurado a acercarse a aquel lado de la torre, se sentía más atrevida ahora de lo que pensaba que era saludable sentirse.
Pero Santana no dudó ni un momento, se dejó caer sobre las rodillas y subió la mano suavemente bajo su minifalda para atrapar el elástico que había a ambos lados de sus caderas. Lenta y sensualmente, le bajó las bragas hasta los tobillos. Levantó un zapato para que se las quitara, después el otro, la observó hasta que se las quitó completamente, y se sintió más excitada aún cuando la cálida brisa de la noche sopló sobre su vulva, haciéndola sentir sofocada y preparada para más diversión.
Cuando él volvió a ponerse de pie, ella le puso las palmas de las manos sobre el torso y habló en un tono de voz bajo y jadeante.
—No puedo creerme que vaya a andar por ahí toda la noche con una falda tan corta, sin llevar ropa interior y con los muslos pegajosos.
Su traviesa sonrisa despertaba incluso más lascivia en su alma.
—Es tu segundo paseo sin bragas, y esta vez incluso empiezas así la noche. Se me está poniendo dura otra vez solo de pensarlo.
Su mirada recayó en el tanga rojo que llevaba colgando de las yemas de los dedos.
—¿Qué vamos a hacer con esto? —¿Te costó caro?
—En realidad, sí —Quinn había insistido en que lo comprara en su tienda de lencería favorita, que era bastante cara.
—Bueno, entonces, yo te compraré una nueva, porque creo que será mejor que nos deshagamos de este.
En realidad, parecía completamente destrozado. Pero...
—¿Vamos a dejarlo aquí arriba?
—Claro —dijo ella, y Brittany solo pudo describir la expresión de su cara como una versión tranquila pero malvada. —Piensa en cómo excitará a la gente cuando se den cuenta de que alguien ha follado aquí arriba. Joder, quizás inspire a alguien más para que lo haga también —solo entonces recorrió con la mirada la barandilla que había tras ellos. —O mejor, podemos...
Le cogió la mano a Brittany y la llevó hacia el borde de la Torre Eiffel donde había un pequeño agujero en la red de acero y entonces, sin dudarlo ni un segundo, dejó caer el pedazo de tela roja, que se fue volando hacia abajo sobre Las Vegas Boulevard.
Asombrada, Brittany gimió y le dio una palmada en el pecho.
—¡Qué mala eres!
A lo que Santana respondió tirando de su cuerpo hacia sus brazos, e inclinando la frente hacia la de ella.
—Quizás seas tú quien me haya inspirado a serlo.
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Gracias por leer esta historia y por sus comentarios, saludos 7 noches pecado - FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado - Página 4 2145353087
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Finalizado Re: FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado

Mensaje por 3:) Lun Mar 07, 2016 9:31 pm

holap,...

ammmm wanky!!! jajaja
si que las vegas saca el lado oscuro y perverso de bitt!!!

nos vemos!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: "7 Noches De Pecado G'P" terminado

Mensaje por micky morales Mar Mar 08, 2016 7:56 pm

que calor!!!! estas chicas se van a derretir en su propia pasion!!!!!!
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