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[Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
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monica.santander
vhere pao
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[Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Nota Aclaratoria: Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Glee, igualmente la presente adaptación es basada en una novela que tampoco me pertenece. ¨Pero siendo una Brittana Shiper, comparto esta bella historia....
(BRITTANA)
RESUMEN
UNA LIBRA DE CARNE
(BRITTANA)
Santana Marie López, la reclusa más problemática y sexi de la cárcel, se apunta a un curso de Literatura para que le concedan la libertad condicional. Allí coincide con la profesora Brittany S. Pierce, la niña a la que salvó del ataque de unos pandilleros quince años atrás. Desde el primer momento se desata una irrefrenable atracción entre ellas. Santana siempre mantiene a los demás a distancia; es tan guapa como peligrosa, y tan misteriosa como inteligente.
Sin embargo, Brittany derriba sus defensas y la desafía a que deje salir a la mujer que se esconde tras esa intimidatoria fachada. Saben que el suyo es un amor prohibido, pero ninguna ley podrá impedir que las barreras emocionales se desmoronen.
Pero ¿qué pasará cuando Brittany descubra el papel que Santana desempeñó la noche en que su padre fue asesinado?
Una libra de carne es una historia de lealtad, de redención y de un amor arrebatador que supera todos los obstáculos.
BRITTANA FOREVER .
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Jue Oct 20, 2016 8:35 pm, editado 18 veces
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Parece que va a haber varios obstáculos en su relación y el mas grande la muerte del papá de Britt :/
Haber como es el reencuentro!
Haber como es el reencuentro!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Interesante, me gusta :)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
wooo se ve interesante
vhere pao* - Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
se ve interesante,...
a ver cuan cruzadas estaban en el pasado???
quiero el primer cap!!
a ver cuan cruzadas estaban en el pasado???
quiero el primer cap!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
JVM escribió:Parece que va a haber varios obstáculos en su relación y el mas grande la muerte del papá de Britt :/
Haber como es el reencuentro!
Hola si obstaculos y barras de carcel....... que misterio la muerte del papa de Britt pero vamos con calma estamo comenzando.... Aca les dejo el prólogo y tal vez tal vez el primer capitulo..... saludos gracias por leer y comentar JVM...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
claudia1988 escribió:Interesante, me gusta :)
Hola Claudia, sip es muy interesante la verdad, y pues espero que sea de tu agrado. saludos...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
vhere pao escribió:wooo se ve interesante
Hola, sip interesante imaginate una sexi reclusa latina y bella profesora de literatura parecida mas bien a un angel JUNTAS...... espero que te guste la historia.....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
3:) escribió:se ve interesante,...
a ver cuan cruzadas estaban en el pasado???
quiero el primer cap!!
Hola, sip muy interesante... si ya ves desde niñas ya el destino las unió.
Y pues voy a cumplir tu pedido pero antes de subir el primer capitulo , voy a subir el Prólogo ok, solo por que eres de mis lectoras favoritas y por el derecho de antiguedad que tienen tu, JVM y Micky Morales a quien extrañamos mucho.
He de decirles que la historia no es muy larga. Tipo "LA JEFA" recuerdan esa historia, pero acá no hay policías, lo que tenemos es una sexi reclusa y una sexi profesora.... el sueño de todo penal..... jjajajaja
Espero te guste la historia vale.....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
[img][/img]
Prólogo
Esa libra de carne que pido es mía, y buen dinero me ha costado.
El mercader de Venecia,
Acto IV, escena I
El apresurado sonido de sus pasos sobre la acera armonizaba con el frenético latido de su corazón. Su padre le sujetaba la mano con tanta fuerza que casi le hacía daño.
Sus piernecitas de niña de nueve años se afanaban para seguirle el ritmo. Más que caminar, corría, y tropezaba de vez en cuando. Nunca había visto a su padre con la
mandíbula tan apretada, y sus ojos, que solían mirarla brillantes y despreocupados, estaban tan oscuros y tormentosos como el cielo que se cernía sobre sus cabezas. Le
vinieron unas ganas absurdas de echarse a llorar.
Un sonido a su espalda hizo que se volviera a mirar. De una callejuela salieron furtivamente cinco hombres encapuchados. A pesar de que iban con la cabeza agachada, no tenían dificultad en seguir el paso de su padre. Los estaban acechando como animales salvajes.
Tal vez su padre pronunciase algunas palabras para tranquilizarla, para calmar el miedo que le erizaba el vello, pero no las oyó porque algo duro y muy rápido lo alcanzó en la espalda, haciendo que cayera de bruces en la acera, arrastrándola en su caída.
Desorientada, con las rodillas ardiendo por el roce del hormigón, alzó la cara y vio que un bate de béisbol golpeaba dos veces la espalda de su padre, haciendo un nauseabundo ruido seco.
No vio de dónde vino la mano que la abofeteó con fuerza. Mientras caía dando vueltas a la calzada, vio las estrellas y oyó los gritos furiosos de su padre. Éste se puso en pie, tambaleándose, y se lanzó contra uno de los atacantes. Brittany vio horrorizada cómo éstos se vengaban dándole puñetazos, patadas y golpes con el bate.
Por encima de la cacofonía de gritos exigiendo que les diera la cartera y de la barricada de cuerpos que lo rodeaban, le llegaron los gritos de su padre pidiéndole que se fuera de allí corriendo. Le rogó y le suplicó que se marchara, pero ella estaba paralizada y no podía moverse. ¿Cómo podía pedirle algo así? ¡Tenía que ayudarlo, tenía que salvarlo!
Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Un grito brutal le desgarró la garganta.
Su padre soltó un gruñido agónico cuando otro puñetazo lo alcanzó en la sien. Brittany trató de acercarse mientras él caía de rodillas al suelo, pero alguien la agarró del brazo y la arrastró en dirección contraria. Soltó un gemido aliviado, creyendo que era un policía o un agente de seguridad de su padre, pero era alguien no mucho más alta ni mayor que ella, vestida con una sudadera con capucha, negra y sucia.
Gritó con fuerza cuando ella trató de apartarla de donde estaban dándole la paliza a su padre. La golpeó con los puños y le gritó que la soltara, pero ella la hizo callar siseando con fuerza bajo la capucha. ¿Acaso aquella chica no se daba cuenta de que su padre la necesitaba, de que probablemente moriría si no lo ayudaba? Ella siguió tirando de ella hasta llegar a la puerta de un edificio abandonado, a unas dos calles de donde un terrible sonido de disparos resonó en la noche.
Brittany llamó a su padre a gritos, se soltó bruscamente y echó a correr en dirección a los asaltantes. Sin embargo, no avanzó demasiado, porque unas manos la empujaron, haciéndola caer al suelo, y la mantuvieron clavada a la acera. Ella siguió gritando bajo el cuerpo de su rescatadora, resistiéndose con todas sus fuerzas, pero pronto el agotamiento hizo que los músculos le pesaran de manera insoportable y sus gritos se convirtieron en sollozos entrecortados que rebotaban contra el frío suelo que tenía bajo la frente.
El peso que la mantenía clavada al suelo desapareció y unas manos la levantaron y volvieron a meterla en el portal congelado. Brittany se dejó caer contra ella y gimió de
dolor. Necesitaba volver con su padre. Tenía que asegurarse de que estaba bien. Pero cuando la chica le rodeó los hombros con un brazo y le puso una mano helada en la
mejilla, acabó de derribar sus defensas y ella se apretó un poco más contra su rescatadora desconocida.
No sabía cuánto tiempo estuvo así; tal vez horas. Probablemente se durmió, porque lo siguiente que recordaba era que un hombre con barba la llevaba en brazos hacia una ambulancia. Abrió los ojos hinchados por las lágrimas y vio a un grupo de policías y paramédicos rodeados por un mar de luces intermitentes rojas y azules.
Las expresiones de sus caras, que la atormentarían durante el resto de su vida, le dijeron que su padre no la arroparía cuando se acostara esa noche.
Ni ninguna otra noche.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Vie Sep 16, 2016 6:27 am, editado 1 vez
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
[img][/img]
CAPITULO 1
Santana Marie López, reclusa de la institución penitenciaria Arthur Kill, dirigió una sonrisa socarrona a la guardia de prisiones que llevaba diez minutos pidiéndole su número de presa. Decir que el comportamiento insolente y la expresión divertida de López estaban poniendo nerviosa a la guardia con sobrepeso era quedarse muy corto.
La tipa casi sacaba espuma por la boca. Era viernes y pasaban cinco minutos de la hora de salida de la guardia. Razón de más para comportarse como una cabrona.
La mujer se pasó la mano por la nuca rechoncha con impaciencia y la miró entornando sus ojos cansados.
—Escucha
le advirtió en un tono de voz amenazador, que sin duda era tan eficaz como un cuchillo en el cuello para otras reclusas
— Es muy sencillo. Tú me dices el número, yo lo anoto en el formulario que tengo que completar para el psicólogo y me voy a mi casa.
López alzó una ceja, desafiante, y se quedó mirando a aquella tipa asquerosa.
Sin prestarle atención, la guardia se echó hacia atrás en la silla giratoria y siguió hablando.
—Si no me das el número, mi mujer se cabreará. Y entonces yo tendré que explicarle que una pringada me ha hecho esperar. Entonces se enfadará aún más y me gritará que las desgraciadas como tú estáis aquí a pan y cuchillo gracias a nuestros impuestos.
Se echó hacia delante y añadió
—: Así que, por última vez: el número.
López miró con indiferencia la mano de la guardia, que había empezado a apretar la porra que llevaba colgada del cinturón, y soltó el aire en un suspiro largo y aburrido. Si hubiera sido otro día, no le habría importado que la idiota lo intentara.
Habría recibido la paliza con una sonrisa en los labios. Pero ese día no estaba de humor.
—Cero ocho uno cero cinco seis
Respondió indiferente, aunque no pudo resistirse a guiñarle un ojo al final.
La guardia frunció el cejo con rabia y anotó el número en el formulario. Luego se desplazó sin levantarse de la silla y se lo entregó a una joven auxiliar administrativa rubia. La gorda de mierda era demasiado perezosa hasta para levantar el culo y dar seis pasos.
López esperó mientras la rubita tecleaba el número que llevaba siendo su sobrenombre durante los últimos diecinueve meses. Sabía lo que aparecería cuando se abriera su historial: robo de coches, posesión de armas peligrosas, posesión de drogas, alteración del orden público por ir borracha..., entre otras cosas. Contrariamente a lo que se creía por ahí, López no estaba orgullosa de esa lista de delitos y faltas que ocupaba dos pantallas llenas. Sin embargo, le daba una identidad propia, algo que había estado buscando a ciegas durante sus veintisiete años de vida. De hecho, seguía buscándola y, hasta que no la encontrara, esa lista era lo único que tenía.
Al carajo.
Se pasó la mano por el cabello negro azabache. Estaba harta de pensar en ello.
El sonido de alguien rasgando el papel que salía de la vieja impresora lo devolvió a la realidad.
—Bien, señor López —dijo la guardia, suspirando—, parece que va a quedarse con nosotras diecisiete meses más. Es lo que pasa cuando te pescan con cocaína.
—No era mía —replicó ella sin emoción.
La guardia le dirigió una mirada de falsa compasión antes de echarse a reír.
—Qué pena.
López no respondió. No valía la pena. Si no metía la pata, obtendría la libertad condicional en semanas. Con brusquedad, le arrebató el formulario de la mano.
Acompañada por otra guardia de aspecto severo, López recorrió el pasillo largo y estrecho que llevaba hasta una puerta blanca, que abrió de una palmada. La habitación que había al otro lado era claustrofóbica y desnuda; olía a confesiones.
A pesar de las muchas horas que había pasado en ese lugar dejada de la mano de Dios, todavía se ponía nerviosa. El corazón le latía desbocado y le sudaban las palmas de las manos.
Con la espalda muy recta y los hombros agarrotados, se dirigió hacia la barata mesa de madera donde una especie de orangután sonrió al verla aparecer.
—San
La saludó Will Schuester, el psicólogo de la institución.
—. Me alegro de verte. Siéntate, por favor.
López se metió las manos en los bolsillos del mono carcelario y se dejó caer con desgana en la silla. Will era la única persona que la llamaba por su nombre de pila.
Todas las demás la llamaban López. Pero él insistía. Decía que era una buena manera de empezar a construir una relación basada en la confianza.
López opinaba que aquello era una chorrada.
—¿Tienes un pitillo?
preguntó, mirando despectivamente a la guardia que la vigilaba desde la otra punta de la habitación.
—Claro.
Will tiró la cajetilla de Camel y las cerillas sobre la mesa.
Los dedos de López forcejearon con el envoltorio. Llevaba dos días sin dar ni una calada, estaba desesperada. Tras dos cerillas rotas y varias maldiciones, pudo inhalar el denso y delicioso humo. Cerró los ojos, contuvo el aliento y, por un instante, se sintió en paz con el mundo.
—¿Mejor?
preguntó Will con una astuta sonrisa.
Soltando el humo en su dirección, López asintió. Se sintió impresionada al ver que Will resistía el impulso de apartarse el humo de la cara. Ambos sabían que eso sólo serviría para que López lo repitiera con más ganas. Ésta se aferraba a cualquier signo de debilidad o de irritación con la tenacidad de un terrier.
Al parecer, se trataba de un mecanismo de defensa. Lo habían discutido durante una de sus primeras sesiones. López lo tenía tan bien integrado en su conducta que las demás la percibían como una persona fuerte, dominante y —casi todas las reclusas y miembros del personal de Arthur Kill estarían de acuerdo— intimidante de la hostia.
Will sacó del maletín un expediente de más de quince centímetros de grosor, lo abrió y hojeó los numerosos informes de expertos, jueces y testigos que, a lo largo de los años, describían a la reclusa como una amenaza para la sociedad, una tipa de carácter fuerte y una individua inteligente que carecía de la confianza suficiente para canalizar ese don de manera correcta.
Ya, pues vale. López estaba harta de oír que tenía mucho potencial. Sí, era inteligente, y también leal hasta la muerte con la gente que le importaba, pero no recordaba haber encontrado en toda su vida un lugar donde encajara. Siempre se había dejado arrastrar por la corriente. Nunca se sentía bienvenida ni cómoda en ninguna parte durante mucho tiempo. Además tenía que lidiar con los tarados de su familia y con sus amigos, que montaban un número cada cinco minutos.
Al menos, mientras estaba encerrada las cosas eran más sencillas. Los problemas de la vida cotidiana eran como leyendas urbanas que contaban los que venían de visita de vez en cuando. Aunque la verdad era que ella apenas tenía visitas.
Will llegó a la última página del expediente y escribió la fecha en la parte de arriba de una página en blanco. Luego apretó el botón de grabar de la pequeña grabadora que había entre los dos.
—Sesión sesenta y cuatro. Santana López, reclusa número cero ocho uno cero cinco seis —dijo Will en tono monótono—. ¿Cómo estás hoy?
—Chachi —respondió ella, apagando el cigarrillo y encendiendo otro.
—Bien. —Will escribió algo en la hoja de papel—. Bueno, ayer fui a una reunión. Hablamos sobre la posibilidad de que asistieras a un par de clases aquí, en la institución.
López puso los ojos en blanco, pero Will lo pasó por alto
—. Sé lo que opinas, pero es importante que hagas cosas que te supongan un reto mientras estés aquí dentro.
López echó la cabeza hacia atrás y se quedó mirando el techo. ¿Un reto? Todo en la cárcel era un jodido reto. Era un auténtico desafío pasar un día entero sin partirle la cara a alguna de las idiotas que había por allí.
—Hay unas cuantas opciones —siguió diciendo Will—. Literatura inglesa, Filosofía, Sociología. Le dije al señor Ward y a los especialistas en educación, que, aunque habías tenido problemas con algunos de tus tutores en el pasado, ya no eras la chica de diecisiete años que dejó los estudios a medias, ¿verdad?
López lo miró con escepticismo.
Will juntó las manos y apoyó la barbilla en la punta de los dedos.
—¿Qué te gustaría estudiar?
—Me da igual.
López se encogió de hombros.
—. Sólo quiero que me dejen en paz, joder.
—Es uno de los requisitos para poder conseguir la condicional. Tienes que demostrar que estás progresando en tu rehabilitación. Y si para lograrlo tienes que asistir a un par de clases, pues les sigues la corriente.
López sabía que tenía razón y eso la sacaba de quicio. Desde los quince años se la habían ido pasando de mano en mano: de un abogado a un supervisor de la condicional, de un terapeuta a otro, y vuelta a empezar. A ninguno de ellos le importaba si hacía algo de provecho con su vida. Aunque López no tenía ni puñetera idea de lo que significaba «de provecho».
Sin embargo, tras diecinueve meses encerrada en Kill, empezaba a pensar que la idea de pasar el resto de su vida entre rejas no era tan atractiva como le había parecido en un principio.
Como adolescente descarriada y arrogante que era, le había gustado que la admiraran por su reputación. Pero la excitación del momento ya se había desvanecido.
Ya tenía muy vistos los tribunales, los calabozos y las cárceles. Se estaba hartando del sistema penitenciario en general. Si no hacía algo para remediarlo, se iba a encontrar con treinta y tantos preguntándose qué coño había hecho con su vida.
Will se aclaró la garganta.
—¿Has tenido alguna visita últimamente?
—Kitty vino la semana pasada. Puck vendrá el lunes que viene.
—San
Will se quitó las gafas y suspiró
— Tienes que ir con cuidado. La compañía de Puck no te conviene.
Furiosa, López dio una palmada en la mesa.
—¿Quién coño te crees que eres para decirme eso?
López sabía que Will consideraba a Noah Puckerman una especie de plaga capaz de contagiar a todos los que lo rodeaban con sus problemas con las drogas, su larguísimo historial criminal y su capacidad para hacer que sus amigos se metieran en líos. La presencia de López en Kill era una prueba de que tenía razón, pero le debía a Puck un favor muy grande. Su estancia en la cárcel era simplemente su manera de pagárselo y no se arrepentía. Volvería a hacerlo sin dudar.
—Nadie.
Will la tranquilizó.
—. No tengo ningún derecho a hablarte así, ya lo sé, pero...
—Pues me alegro de que lo reconozcas
lo interrumpió López
— porque no sabes por lo que ha tenido que pasar en su vida. Por lo que sigue pasando. No tienes ni idea.
Dio una profunda calada al cigarrillo, observando a Will por encima de la brasa encendida.
—Sé que es tu mejor amigo —comentó éste tras unos momentos de silencio tenso.
—Sí. —López asintió secamente—. Lo es.
Y por lo que le habían contado los que habían ido a visitarla, Puck la necesitaba más que nunca.
Incluso cuando dormía, el mundo que rodeaba a Brittany Pierce era tan sombrío y opresivo que impregnaba sus sueños, llenándolos de miedo. Con sus manos menudas retorcía las sábanas con desesperación. Apretaba la mandíbula y cerraba los ojos con fuerza, mientras echaba la cabeza hacia atrás, hundiéndola entre las almohadas.
Tenía la espalda muy tensa y los pies se le movían, ya que soñaba que estaba corriendo, aterrorizada, por un oscuro callejón. Un sollozo salió de su boca, atrapada como estaba en un pase de diapositivas infinito de la noche que había cambiado su vida, hacía ya casi dieciséis años.
—Por favor —gimió en la oscuridad.
Pero nadie acudió a salvarla de los cinco hombres sin rostro que la perseguían. De un salto, se sentó en la cama, gritando, sudada y sin aliento. Miró alrededor en la oscuridad y, al darse cuenta de que se encontraba en su habitación, cerró los ojos y se cubrió la cara con las manos. Respiró por la garganta dolorida y se secó las lágrimas, tratando de calmarse inspirando hondo y soltando el aire con lentitud.
Llevaba dos semanas despertándose de la misma manera y el dolor que sentía cada vez que abría los ojos le resultaba muy familiar. Negó con la cabeza, exhausta.
El médico le había dicho que no dejara las pastillas para dormir de golpe; que fuera bajando la dosis gradualmente. Brittany no le había hecho caso, decidida a dormir una noche entera sin ayuda de medicamentos. Pero al parecer su decisión no había servido de nada. Dio un puñetazo a la cama, frustrada, y luego encendió la lámpara de la mesita de noche. Ni siquiera la luz sirvió para conjurar el miedo y la impotencia que las pesadillas le provocaban.
Con un suspiro de rendición, se levantó y se dirigió al baño. Al encender la luz, entornó los ojos, deslumbrada. Se miró al espejo con el cejo fruncido. Joder, parecía que tuviera más de veinticuatro años. Se la veía demacrada, con los ojos azules apagados y sin vida. Se resiguió con un dedo la línea de las ojeras y luego se pasó la mano por el pelo. En vez de su voluminosa mata de pelo rubio, el cabello le caía seco y sin volumen sobre los hombros.
Su madre le había dicho que había perdido peso, pero ella no le había hecho caso. Su madre siempre tenía algo que decir.
Brittany no estaba en absoluto esquelética —siempre había sido una mujer hermosa —, pero últimamente los vaqueros de la talla que usaba habían empezado a bailarle.
Abrió el armarito del baño y sacó el bote de pastillas para dormir. Deseaba que llegara el día en que no las necesitara. Tampoco es que durmiera como un tronco cuando las tomaba, pero al menos el dolor que nunca la abandonaba se amortiguaba un poco. Se tomó dos cápsulas azules y volvió a la cama caminando sin hacer ruido sobre el suelo de madera.
Brittany había descubierto hacía ya muchos años que no existía un sueño lo bastante profundo como para permitirle escapar de sus pesadillas. Éstas estaban muy arraigadas; formaban parte de su esencia y nunca se libraría de ellas. Sabía que no existía ninguna pastilla ni ninguna terapia que pudiera borrar la oscuridad y el dolor que la atenazaban. Y ese dolor la había convertido en una mujer temperamental y muy decidida. Ocultarse detrás de una lengua afilada para disimular el miedo y la desesperación había resultado ser una manera muy eficaz de mantener alejada a la gente.
Volvió a apoyar la cabeza en las almohadas de plumas. ¿Mejorarían las cosas alguna vez?
No lo sabía. Trató de centrarse en que pronto llegaría un nuevo amanecer y eso supondría un nuevo día; cada vez un poco más alejado del pasado.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Vie Sep 16, 2016 6:28 am, editado 1 vez
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Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Me gusta la nueva historia....
Demaciada mierda deve tener san en su pasado....
Y mucho mas britt con lo que le paso a su papa y los sueños que tiene!!!
Demaciada mierda deve tener san en su pasado....
Y mucho mas britt con lo que le paso a su papa y los sueños que tiene!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Edad : 33
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Supongo que Santana tiene q ver con lo q le pasó a Brittany... Eso de que hayan imagenes me gusta :) Por cierto algunas cosas q Naya dijo en su libro hirieron mis sentimientos (╯︵╰,) (╥_╥)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Pobre Britt pasar por algo así de pequeña y aun le sigue causando problemas :/
Ahora hay que ver como se vuelven a cruzar en el camino de la otra.
Y de San falta conocer mas de su vida, ojala que Puck si es su amigo no le siga causando mas problemas :/
Ahora hay que ver como se vuelven a cruzar en el camino de la otra.
Y de San falta conocer mas de su vida, ojala que Puck si es su amigo no le siga causando mas problemas :/
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
3:) escribió:Me gusta la nueva historia....
Demaciada mierda deve tener san en su pasado....
Y mucho mas britt con lo que le paso a su papa y los sueños que tiene!!!
Me alegro mucho de que es de tu gusto, bueno por mi parte puedo decir que esta bastante interesante, y sip vamos a saber mucho del pasado de ambas y del papa de Britt y por que esas pesadillas.
Saludosss......
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
claudia1988 escribió:Supongo que Santana tiene q ver con lo q le pasó a Brittany... Eso de que hayan imagenes me gusta :) Por cierto algunas cosas q Naya dijo en su libro hirieron mis sentimientos (╯︵╰,) (╥_╥)
Hola, pues puede que si, puede que no, puede que todo haya sido circunstancial cosas del destino...
Bueno me gusta subir imagenes y videos tambien, gracias por notarlo.....
Ahhhh no me digas nada del libro, no aun,,,,, porque el que ordene aun no me ha llegado, y se que cuando llegue lo leere de un tiron, si de lo que he podido leer y ver en las entrevistas tambien me pusieron muy triste ejemplo su aborto para mi fue shock completo pase afectada por varios dias, y saber que era de Ryan, peor o sea que Josey tuviera un hermano mayor.... pero bueno fueron sus decisiones, desaciertos como ella misma le llama pero aun asi, me encanta, todos tenemos derecho a equivocarnos y a no ser juzgados principio de toda Justicia. La balanza no siempre se inclina hacia nuestro lado.... saludos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
JVM escribió:Pobre Britt pasar por algo así de pequeña y aun le sigue causando problemas :/
Ahora hay que ver como se vuelven a cruzar en el camino de la otra.
Y de San falta conocer mas de su vida, ojala que Puck si es su amigo no le siga causando mas problemas :/
Hola, sip la historia arranca en una parte de la niñez de Britt con una perdida muy grande como es la de su papa pero con una ganancia tambien que es Santana Lopez.
Estos caminos cruzados, estan mas entrelazados que trenza dada a hacer te lo digo.
Bueno sip Puck no parece muy buena influencia verdad,,, ya lo descubriremos...
Saludos.
GRACIAS POR LEEERR A TODASSS
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
[url=][/url]
A la mañana siguiente, Brittany entró en el coche que tenía aparcado en la puerta de su edificio en el SoHo. Las pesadillas siempre la dejaban confusa y tensa y hacían que se replanteara por qué demonios había buscado trabajo como profesora en una cárcel.
Desde que habían empezado las clases, hacía poco más de un mes, no sólo le habían vuelto las pesadillas, sino que se había abierto una gran brecha entre su madre y ella. Su relación siempre había tenido altibajos, pero cuando Brittany la llamó para decirle que empezaba a trabajar en Arthur Kill, la discusión que siguió fue la peor de su vida. Eva Pierce era una mujer compleja y testaruda y nunca sería capaz de entender por qué su hija necesitaba ese trabajo.
Brittany comprendía la preocupación de su madre y de algunas de sus amigas. Aunque en la institución no había asesinas, los delitos que algunas de las reclusas habían cometido eran bastante alarmantes: vandalismo, robo de vehículos, consumo y posesión de drogas... Pero no tenía dudas: eso era lo que quería hacer, ya que, en el fondo de su alma la martirizaba la promesa que le había hecho a su padre.
Seguía ahí desde su muerte. Brittany la había tenido presente el día que acabó el instituto y el día que se graduó en Literatura inglesa en la universidad. Desde niña,
siempre había querido enseñar y disfrutaba muchísimo haciéndolo.
Había tenido la suerte de poder viajar a Londres y a China, donde había dado clases en escuelas privadas y donde había acabado de enamorarse de su trabajo. Hizo amigos, conoció de primera mano otras culturas y construyó relaciones de esas que nada puede derribar. Sin embargo, en el fondo sabía que dando clases en escuelas que cobraban cincuenta mil dólares al año a los alumnos no estaba cumpliendo la promesa que le había hecho a su padre.
No era a los niños dotados y aplicados a los que se suponía que tenía que ayudar.
—Tenemos que devolver lo que nos han dado, Brittany —le había dicho su padre la noche que murió.
Pensó en buscar trabajo en un colegio de algún barrio marginal, pero eso tampoco aliviaba su conciencia.
Lo único que podría hacerlo sería enseñar en una cárcel. Tenía que aproximarse más a sus miedos, estar más cerca de las personas hombres y mujeres a los que no les importaba infringir la ley, que volvían del revés la vida de los demás sin pensar en las consecuencias. Tenía que estar lo bastante cerca para entender qué podía llevar a una persona a comportarse así. Odiaba tener miedo, y odiaba lo que había provocado ese miedo, pero sabía que tenía que enfrentarse a él cara a cara, por mucho que la idea la aterrorizara.
Su psiquiatra se había mostrado muy preocupada por su decisión. No paraba de preguntarle si se sentía feliz por haberla tomado; si creía que era lo más adecuado
para ella y por qué. Había llegado a usar las preocupaciones de su madre como elemento de presión para hacerla cambiar de idea.
Pero la decisión final había sido de Brittany y de nadie más. Y una vez que la tomó, no hubo vuelta atrás. Pasara lo que pasase, dijera su madre lo que dijese, lo soportaría, porque sabía lo que eso habría significado para su padre.
El edificio de Arthur Kill, en Staten Island, parecía salido directamente de un episodio de la serie «Prison Break». Guardias con enormes perros de aspecto rabioso patrullaban desde altas torres de vigilancia rodeadas por amenazadoras alambradas con púas.
Brittany fue hasta las verjas de la zona de aparcamiento y esperó a que se acercara el agente de guardia. Tras anotar el número de su tarjeta de identificación en silencio, el hombre desapareció en la garita y regresó poco después, indicándole que se dirigiera hacia la lúgubre estructura en la que trabajaba.
Después de aparcar, Brittany miró hacia la izquierda y vio a un grupo de reclusas que jugaban a baloncesto tras un enorme cercado metálico. Con los monos verdes bajados y anudados a la cintura, sus pechos cubiertos brillaban de sudor bajo el fuerte sol de junio. El camino desde el coche hasta el edificio se le hizo eterno, sobre todo cuando empezaron a llegarle pitos y silbidos desde la cancha.
Se apresuró y, al llegar al edificio, se agarró al pomo de la puerta como si fuera un salvavidas. Una vez dentro, se apartó el flequillo de la cara, sofocada, y oyó que
alguien reía por lo bajo. Era Sue Sylvester, la narcisista alcaide de la prisión.
Ésta tenía unos cincuenta años, una cara redonda y juvenil y llevaba el pelo rubio corte repeinado como si le fuera la vida en ello. Miró a Brittany con sus ojos de color verde y, al sonreír, se le formó un hoyuelo en la mejilla izquierda.
—Señorita Pierce —la saludó tendiéndole la mano.
Brittany fingió no darse cuenta y trató de calmarse acariciando la falda, larga hasta la rodilla y de un color muy parecido a los ojos de Sue.
—Señorita Sylvester.
Sue retiró la mano, incómoda, y la saludó con una leve inclinación de cabeza. Enderezó la espalda para parecer más alta. Brittany se había dado cuenta de que lo hacía mucho, sobre todo cuando estaba con las reclusas, pero no servía de nada. La pobre mujer había nacido no tan alta y eso no tenía arreglo.
—Bueno —añadió—, ¿qué tal? ¿Se está adaptando bien?
Ella sonrió.
—Sí, creo que sí.
De momento, las clases habían transcurrido con tranquilidad y sus alumnas ya no usaban las palabras «joder» y «jodido» como si fueran comas cuando hablaban con ella.
Sue se ajustó su traje.
—Bien. No se olvide de que esta mañana estaré en la clase. Para cualquier cosa que necesite, sólo tiene que decírmelo.
—Eso haré, gracias.
Brittany pasó por su lado, fingiendo no darse cuenta de que los ojos de Sue le miraban el pecho fijamente durante unos segundos más de lo que indicaba la buena educación. La propensión a la lujuria de la alcaide y su desprecio absoluto por las reclusas la molestaban bastante. A Sue no le entraba en la cabeza la posibilidad de que éstas pudieran mejorar mientras estaban en la cárcel. Y esa actitud hacía que Brittany sintiera que su trabajo no servía para nada. En consecuencia, evitaba a esa mujer siempre que podía.
Cuando Brittany entró en el aula, agradeció la brisa fresca que salía del aparato de aire acondicionado. El resto del edificio era una maldita sauna. Recogiéndose el pelo para apartárselo de la nuca, se volvió cuando su ayudante, Rachel, entraba, también sofocada.
La joven soltó el aire entre sus labios de color cereza.
—Dios, hoy hace un calor del demonio —se quejó, sacudiendo la parte baja de la camiseta en un intento inútil de refrescarse.
Rachel había sido su salvación desde que había empezado a trabajar allí. Su especialidad era dar apoyo a las reclusas con dificultades para el aprendizaje. Había ayudado a Brittany a conocer a las alumnas, sobre todo a Tina Cohen Shawn, una tipa con una personalidad exuberante, que sufría un caso severo de dislexia, aunque eso no le había impedido graduarse en Administración de Empresas por la Universidad de Nueva York.
Tina era una de sus alumnas favoritas. Estaba presa por traficar con piezas de coches robados. Era muy graciosa y coqueteaba con las dos mujeres sin parar. Pero a diferencia de Sue, Tina era encantadora y se notaba que todos sus
comentarios eran en broma. Era difícil no encariñarse con ella y sus flirteos y dobles sentidos. También ayudaba su cara de angelito y sus ojos chinos llenos de vida si es que podían lograr verse.
Había otras cuatro estudiantes en la clase. Todas ellas trabajaban duro y no se metían con nadie. Brittany estaba muy orgullosa de lo rápido que había logrado
interesarlas. Estaban progresando de manera espectacular.
Cuando pasaban dos minutos de las nueve, la voz atronadora de Tina rompió el silencio. Brittany sonrió al volverse hacia ella, que entraba en el aula acompañada por una guardia y seguida por las demás alumnas.
—¡Señorita P! —exclamó, alzando la mano para invitarla a que chocara los cinco con ella.
Ella respondió dándole una suave palmada.
—. ¿Ha ido bien el fin de semana?
—Estupendamente, Tina, gracias. ¿Y a ti?
—Ah, ya sabe. —Se encogió de hombros—. Liándola un poco por aquí y por allá, haciendo que Sue se quede un poco más calva cada día.
Brittany se aguantó la risa mientras la alcaide entraba en el aula acompañanda al resto de alumnas: Blake, Harley, Eli y Blair. Harley, de pelo lacio y castaño, le dirigió una sonrisa mansa.
Blair y Eli se limitaron a saludar alzando ligeramente la barbilla.
Blake se dirigió a su pupitre a toda prisa y se sentó sin saludar a nadie.
Las primeras veces a Brittany le había preocupado, pero ahora ya se había acostumbrado y su comportamiento había pasado a formar parte de la rutina habitual. Y, tal como le había explicado Rachel, la rutina era algo esencial para las habitantes del centro. Para muchas de ellas era lo único que impedía que se volvieran locas.
Brittany ignoró a Sue, que se había sentado en la parte de atrás del aula, y empezó la clase repasando lo que habían tratado en la última sesión y pidiendo a las chicas que describieran sus lugares favoritos usando metáforas y personificaciones. El grupo empezó a escribir en silencio.
—Vale —dijo, para atraer la atención de la clase—, ¿quién se atreve a leerlo en voz alt...
La puerta del aula se abrió con tanto ímpetu que golpeó contra la pared. Una guardia con aspecto estresada, que respiraba acelerRyderente, se quedó mirando a Sue, que se puso en pie de un salto.
—Siento interrumpir, señora —dijo sin aliento—, pero tenemos una crisis en la sala seis.
—¿Quién? —preguntó la alcaide, saliendo del aula con rapidez.
—López, señora.
Sue entornó los ojos y apretó los labios hasta formar una fina línea. Cuando la puerta se cerró violentamente tras ellos, Brittany paseó la vista entre las alumnas.
—¿López? —preguntó.
Tina se echó a reír a carcajadas, aliviando de inmediato la tensión que siempre parecía acompañar a Sue.
—Jodida López, esa chica nunca cambiará.
CAPITULO 2
A la mañana siguiente, Brittany entró en el coche que tenía aparcado en la puerta de su edificio en el SoHo. Las pesadillas siempre la dejaban confusa y tensa y hacían que se replanteara por qué demonios había buscado trabajo como profesora en una cárcel.
Desde que habían empezado las clases, hacía poco más de un mes, no sólo le habían vuelto las pesadillas, sino que se había abierto una gran brecha entre su madre y ella. Su relación siempre había tenido altibajos, pero cuando Brittany la llamó para decirle que empezaba a trabajar en Arthur Kill, la discusión que siguió fue la peor de su vida. Eva Pierce era una mujer compleja y testaruda y nunca sería capaz de entender por qué su hija necesitaba ese trabajo.
Brittany comprendía la preocupación de su madre y de algunas de sus amigas. Aunque en la institución no había asesinas, los delitos que algunas de las reclusas habían cometido eran bastante alarmantes: vandalismo, robo de vehículos, consumo y posesión de drogas... Pero no tenía dudas: eso era lo que quería hacer, ya que, en el fondo de su alma la martirizaba la promesa que le había hecho a su padre.
Seguía ahí desde su muerte. Brittany la había tenido presente el día que acabó el instituto y el día que se graduó en Literatura inglesa en la universidad. Desde niña,
siempre había querido enseñar y disfrutaba muchísimo haciéndolo.
Había tenido la suerte de poder viajar a Londres y a China, donde había dado clases en escuelas privadas y donde había acabado de enamorarse de su trabajo. Hizo amigos, conoció de primera mano otras culturas y construyó relaciones de esas que nada puede derribar. Sin embargo, en el fondo sabía que dando clases en escuelas que cobraban cincuenta mil dólares al año a los alumnos no estaba cumpliendo la promesa que le había hecho a su padre.
No era a los niños dotados y aplicados a los que se suponía que tenía que ayudar.
—Tenemos que devolver lo que nos han dado, Brittany —le había dicho su padre la noche que murió.
Pensó en buscar trabajo en un colegio de algún barrio marginal, pero eso tampoco aliviaba su conciencia.
Lo único que podría hacerlo sería enseñar en una cárcel. Tenía que aproximarse más a sus miedos, estar más cerca de las personas hombres y mujeres a los que no les importaba infringir la ley, que volvían del revés la vida de los demás sin pensar en las consecuencias. Tenía que estar lo bastante cerca para entender qué podía llevar a una persona a comportarse así. Odiaba tener miedo, y odiaba lo que había provocado ese miedo, pero sabía que tenía que enfrentarse a él cara a cara, por mucho que la idea la aterrorizara.
Su psiquiatra se había mostrado muy preocupada por su decisión. No paraba de preguntarle si se sentía feliz por haberla tomado; si creía que era lo más adecuado
para ella y por qué. Había llegado a usar las preocupaciones de su madre como elemento de presión para hacerla cambiar de idea.
Pero la decisión final había sido de Brittany y de nadie más. Y una vez que la tomó, no hubo vuelta atrás. Pasara lo que pasase, dijera su madre lo que dijese, lo soportaría, porque sabía lo que eso habría significado para su padre.
El edificio de Arthur Kill, en Staten Island, parecía salido directamente de un episodio de la serie «Prison Break». Guardias con enormes perros de aspecto rabioso patrullaban desde altas torres de vigilancia rodeadas por amenazadoras alambradas con púas.
Brittany fue hasta las verjas de la zona de aparcamiento y esperó a que se acercara el agente de guardia. Tras anotar el número de su tarjeta de identificación en silencio, el hombre desapareció en la garita y regresó poco después, indicándole que se dirigiera hacia la lúgubre estructura en la que trabajaba.
Después de aparcar, Brittany miró hacia la izquierda y vio a un grupo de reclusas que jugaban a baloncesto tras un enorme cercado metálico. Con los monos verdes bajados y anudados a la cintura, sus pechos cubiertos brillaban de sudor bajo el fuerte sol de junio. El camino desde el coche hasta el edificio se le hizo eterno, sobre todo cuando empezaron a llegarle pitos y silbidos desde la cancha.
Se apresuró y, al llegar al edificio, se agarró al pomo de la puerta como si fuera un salvavidas. Una vez dentro, se apartó el flequillo de la cara, sofocada, y oyó que
alguien reía por lo bajo. Era Sue Sylvester, la narcisista alcaide de la prisión.
Ésta tenía unos cincuenta años, una cara redonda y juvenil y llevaba el pelo rubio corte repeinado como si le fuera la vida en ello. Miró a Brittany con sus ojos de color verde y, al sonreír, se le formó un hoyuelo en la mejilla izquierda.
—Señorita Pierce —la saludó tendiéndole la mano.
Brittany fingió no darse cuenta y trató de calmarse acariciando la falda, larga hasta la rodilla y de un color muy parecido a los ojos de Sue.
—Señorita Sylvester.
Sue retiró la mano, incómoda, y la saludó con una leve inclinación de cabeza. Enderezó la espalda para parecer más alta. Brittany se había dado cuenta de que lo hacía mucho, sobre todo cuando estaba con las reclusas, pero no servía de nada. La pobre mujer había nacido no tan alta y eso no tenía arreglo.
—Bueno —añadió—, ¿qué tal? ¿Se está adaptando bien?
Ella sonrió.
—Sí, creo que sí.
De momento, las clases habían transcurrido con tranquilidad y sus alumnas ya no usaban las palabras «joder» y «jodido» como si fueran comas cuando hablaban con ella.
Sue se ajustó su traje.
—Bien. No se olvide de que esta mañana estaré en la clase. Para cualquier cosa que necesite, sólo tiene que decírmelo.
—Eso haré, gracias.
Brittany pasó por su lado, fingiendo no darse cuenta de que los ojos de Sue le miraban el pecho fijamente durante unos segundos más de lo que indicaba la buena educación. La propensión a la lujuria de la alcaide y su desprecio absoluto por las reclusas la molestaban bastante. A Sue no le entraba en la cabeza la posibilidad de que éstas pudieran mejorar mientras estaban en la cárcel. Y esa actitud hacía que Brittany sintiera que su trabajo no servía para nada. En consecuencia, evitaba a esa mujer siempre que podía.
Cuando Brittany entró en el aula, agradeció la brisa fresca que salía del aparato de aire acondicionado. El resto del edificio era una maldita sauna. Recogiéndose el pelo para apartárselo de la nuca, se volvió cuando su ayudante, Rachel, entraba, también sofocada.
La joven soltó el aire entre sus labios de color cereza.
—Dios, hoy hace un calor del demonio —se quejó, sacudiendo la parte baja de la camiseta en un intento inútil de refrescarse.
Rachel había sido su salvación desde que había empezado a trabajar allí. Su especialidad era dar apoyo a las reclusas con dificultades para el aprendizaje. Había ayudado a Brittany a conocer a las alumnas, sobre todo a Tina Cohen Shawn, una tipa con una personalidad exuberante, que sufría un caso severo de dislexia, aunque eso no le había impedido graduarse en Administración de Empresas por la Universidad de Nueva York.
Tina era una de sus alumnas favoritas. Estaba presa por traficar con piezas de coches robados. Era muy graciosa y coqueteaba con las dos mujeres sin parar. Pero a diferencia de Sue, Tina era encantadora y se notaba que todos sus
comentarios eran en broma. Era difícil no encariñarse con ella y sus flirteos y dobles sentidos. También ayudaba su cara de angelito y sus ojos chinos llenos de vida si es que podían lograr verse.
Había otras cuatro estudiantes en la clase. Todas ellas trabajaban duro y no se metían con nadie. Brittany estaba muy orgullosa de lo rápido que había logrado
interesarlas. Estaban progresando de manera espectacular.
Cuando pasaban dos minutos de las nueve, la voz atronadora de Tina rompió el silencio. Brittany sonrió al volverse hacia ella, que entraba en el aula acompañada por una guardia y seguida por las demás alumnas.
—¡Señorita P! —exclamó, alzando la mano para invitarla a que chocara los cinco con ella.
Ella respondió dándole una suave palmada.
—. ¿Ha ido bien el fin de semana?
—Estupendamente, Tina, gracias. ¿Y a ti?
—Ah, ya sabe. —Se encogió de hombros—. Liándola un poco por aquí y por allá, haciendo que Sue se quede un poco más calva cada día.
Brittany se aguantó la risa mientras la alcaide entraba en el aula acompañanda al resto de alumnas: Blake, Harley, Eli y Blair. Harley, de pelo lacio y castaño, le dirigió una sonrisa mansa.
Blair y Eli se limitaron a saludar alzando ligeramente la barbilla.
Blake se dirigió a su pupitre a toda prisa y se sentó sin saludar a nadie.
Las primeras veces a Brittany le había preocupado, pero ahora ya se había acostumbrado y su comportamiento había pasado a formar parte de la rutina habitual. Y, tal como le había explicado Rachel, la rutina era algo esencial para las habitantes del centro. Para muchas de ellas era lo único que impedía que se volvieran locas.
Brittany ignoró a Sue, que se había sentado en la parte de atrás del aula, y empezó la clase repasando lo que habían tratado en la última sesión y pidiendo a las chicas que describieran sus lugares favoritos usando metáforas y personificaciones. El grupo empezó a escribir en silencio.
—Vale —dijo, para atraer la atención de la clase—, ¿quién se atreve a leerlo en voz alt...
La puerta del aula se abrió con tanto ímpetu que golpeó contra la pared. Una guardia con aspecto estresada, que respiraba acelerRyderente, se quedó mirando a Sue, que se puso en pie de un salto.
—Siento interrumpir, señora —dijo sin aliento—, pero tenemos una crisis en la sala seis.
—¿Quién? —preguntó la alcaide, saliendo del aula con rapidez.
—López, señora.
Sue entornó los ojos y apretó los labios hasta formar una fina línea. Cuando la puerta se cerró violentamente tras ellos, Brittany paseó la vista entre las alumnas.
—¿López? —preguntó.
Tina se echó a reír a carcajadas, aliviando de inmediato la tensión que siempre parecía acompañar a Sue.
—Jodida López, esa chica nunca cambiará.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
CAPITULO 3
—No duermes bien, ¿verdad?
Blaine, uno de sus amigos más íntimos y también más irritantemente observadores, le dirigió una sonrisa triste, mientras un camarero colocaba un triple espresso delante de Brittany.
Incluso aunque no hubiera estado disimulando los bostezos durante toda la cena, ella sabía que tenía un aspecto horroroso. Ni siquiera Estée Lauder era capaz de
ocultar las ojeras de cansancio bajo sus ojos. Además, hacía seis años que se conocían y a Blaine era imposible esconderle nada.
—Lo intento —respondió, sacudiendo la bolsita de edulcorante Sweet’n Low.
—¿Aún tienes pesadillas? —le preguntó Marley, sentada a la izquierda de Brittany.
Eran amigas desde el instituto y, aunque Marley había regresado a Nueva York hacía pocos meses, después de haber pasado cuatro años enseñando en Texas, habían retomado la relación con facilidad.
Era muy agradable volver a tenerla cerca. Entre los tres formaban un trío perfecto de amistad, aunque ellos dos se preocupaban tanto por ella que la volvían loca.
Sabía que lo hacían con buena intención, pero ya tenía a su madre, que no paraba de angustiarse por el trabajo de Brittany. No necesitaba refuerzos. Era agotador.
Blaine negó con la cabeza.
—Sabes que puedes llamarme a cualquier hora, ¿verdad?
Como si fueran un par de hermanos protectores, Marley y él se ofrecían a menudo a pasar la noche en su casa cuando las pesadillas empeoraban, o le proponían que fuera a dormir con ellos, pero Brittany siempre declinaba sus ofrecimientos.
—¿Para qué? ¿Para despertaros a ti y a Kurt? —le respondió Brittany a Blaine encogiéndose de hombros—. ¿Por qué iba a llamarte?
—Porque somos tus amigos y nos preocupamos por ti —respondió Marley, antes de meterle una cucharada repleta de crema en la boca.
—Sobre todo con ese trabajo —añadió Blaine.
Brittany lo fulminó con la mirada.
—No empieces.
Él alzó las manos en son de paz.
—¿Quién está empezando nada?
Brittany le dio vueltas al edulcorante con la cucharilla.
—Este trabajo...
—Es importante para ti, ya lo sabemos —la interrumpió Marley.
Había perdido las redondeces propias de la adolescencia, pero los ojos castaños y el corte alocado de su pelo seguían siendo los mismos.
—. Pero eso no impide que nos preocupemos.
Blaine apoyó una mano sobre la de Brittany.
—Se te van a acumular muchas cosas durante los próximos meses.
Ella bajó la mirada hacia la mesa.
—Se acerca el aniversario de tu padre. Sólo quiero que recuerdes que Kurt y yo estamos para lo que necesites, ¿de acuerdo? Te queremos.
—Yo también te quiero —añadió Marley con una sonrisa—. Incluso ahora que Ryder me ha comprado un diamante, sigues siendo la persona más importante de mi
vida, lo sabes —le aseguró, meneando el dedo donde llevaba el precioso anillo de compromiso con un diamante de corte cuadrado.
Brittany intentó sonreír.
—Lo sé. Gracias a los dos.
—Y recuerda que soy abogado —añadió Blaine—. Si alguien en ese sitio se mete contigo, soy la persona que necesitas. Sabes que encontraría mierda hasta del Papa de Roma si me lo pidieras.
Sus dos amigas se echaron a reír. Probablemente era verdad. Blaine ganaba casi todos los casos a fuerza de obstinación, de sacar a la luz los trapos sucios de sus
contrarios y de hacer o devolver favores. Como un perro de caza, podía husmear el escándalo y el chantaje desde lejos.
—Eh, ¿te ha llamado tu madre? —le preguntó Marley.
Brittany soltó el aire con fuerza.
—Tres veces... sólo ayer por la noche.
Marley frunció el cejo.
—A mí también me llamó. Es que está preocupada.
Brittany hizo un ruido sarcástico con la boca, sin separar los labios.
—Mira, ya sé que estás de su lado en esto, pero...
—No estoy de ningún lado —protestó Marley—. Pero sé por lo que ha tenido que pasar. No tiene que ser fácil para ella.
Brittany resopló.
—¿Para ella? ¿Y yo qué? No me ha dejado en paz desde que le dije que iba a trabajar en Kill. «Es peligroso» —dijo, imitando el tono de voz de su madre—. «Te estás poniendo en peligro trabajando con esas animales, bla, bla, bla...» —Se encogió de hombros, desanimada—. ¿Por qué no puede apoyar mis decisiones?
—No tiene mala intención. Ya se le pasará —dijo Blaine.
—Claro —replicó ella, nada convencida.
Santana López se despertó tras dormir como un tronco. Tal vez se había agotado maquinando contra Sue. Sonrió. Esa cabróna no tenía ni idea de con quién se estaba metiendo.
Tenía que permanecer en la celda hasta las cuatro —aún faltaban dos horas—, que era cuando acabaría su castigo de veinticuatro horas por haber empujado una silla
contra la pared. Menuda estupides.
Bueno, tal vez la había empujado con un poco más de fuerza de lo necesario, pero el tutor de Filosofía era un exagerado. No había para tanto. ¿Y Sue? Bueno, ella
sabía qué teclas tenía que tocar cuando se trataba de López.
Will se presentó poco después con una visita aplazada para Puckerman y una expresión decepcionada en la cara que hizo que a López se le revolviera el estómago.
Agradeció su gesto, ya que sabía lo que pensaba de Puckerman, y se reprendió en silencio por haberse portado como una imbécil. Pero es que a veces se le calentaba la boca.
—¿Y bien?
Parece que no te gusta la filosofía, ¿eh? —le preguntó Will con una sonrisilla—. ¿No te pone Aristóteles?
—No exactamente.
El psicólogo asintió y se frotó la nuca.
—Gracias por llenarme de mierda hasta el cuello con Sue Sylvester, por cierto. Te debo una.
—Ya, sobre eso —López murmuró desde la cama—, es culpa mía.
Era lo más parecido a una disculpa que Will iba a recibir.
—Sí, lo es —corroboró Will—. ¡Por Dios, San, ¿por qué haces esas cosas?
López suspiró desanimada y se llevó las rodillas al pecho.
—Ese tipo no decía más que chorradas, Will. Se lo merecía.
—Bueno, tus razones tendrás. El caso es que vas a tener que compensarlo.
—¿Ah, sí? —saltó López.
—Sí —respondió el otro, sin dejarse amilanar—. Te he apuntado a clases de Literatura. Sé que te gusta leer.
Señaló los estantes de la pared derecha de la celda, que estaban llenos de volúmenes gastados, con las puntas de las páginas dobladas.
—. Y la profesora es una mujer, así que tal vez no te despertará tanta hostilidad.
—¿Hostilidad?
—Ya sabes lo que quiero decir —respondió Will bruscamente—. Me prometiste que lo intentarías, así que demuéstrame que piensas hacerlo. Tuve que besarle el
culo a esa hija de... —miró con disimulo a la guardia situada a medio metro—, tuve que pedirle educadamente a Sue que te diera otra oportunidad. Espero no haber
perdido el tiempo.
López se echó hacia delante y se pasó las manos por el pelo. No tenía escapatoria. La alcaide tenía a Will agarrado por las pelotas, y a ella también. Nada le
apetecía más que coger el libro de reglas y hacérselo tragar a aquella cerda arrogante, pero no podía volver a fallarle a Will.
Se sentía estresada, frustrada.
—Te irá bien —dijo el psicólogo en voz baja, acercándose un poco más. El guardia que estaba a su espalda también se movió.
—Sí —murmuró López—. Ya veremos.
Incluso después de la larga siesta que se había echado, la fatiga volvió a apoderarse de ella. Aquellas cuatro paredes habían empezado a asfixiarla, provocándole dolor
de cabeza. Veintidós horas encerrada causaban ese efecto en cualquiera. Incluso en alguien como ella.
—Mañana por la mañana —dijo Will, animándola con una inclinación de cabeza—. La profesora es la señorita Pierce. Es muy buena. Intenta ser... Bueno, inténtalo,
¿vale?.
—Vale. —López levantó tres dedos—. Palabra de scout.
Will sonrió.
—Y sólo para estar tranquilo, me he asegurado de que todas las sillas de la clase estén fijadas al suelo.
López se echó a reír con ganas.
—Bien pensado, W.
Le dijo, antes de que el guardia cerrara la puerta de la celda, dejándola sola otra vez.
Las últimas dos horas del castigo transcurrieron a paso de tortuga y cuando el guardia abrió por fin la puerta de la celda, López casi la atropelló. Estiró los brazos
hacia atrás, hizo crujir el cuello inclinándolo a lado y lado y se dirigió al patio a toda prisa.
—¡Eh, López!
La estruendosa voz de Tina le llegó desde la pista de baloncesto.
López sonrió.
—Shawn —replicó, dirigiéndose hacia ella.
—¿Dónde estabas? —le preguntó ésta, dándole una palmada en el hombro. Echaba de menos tu cara de culo.
—Dame un pitillo y te lo cuento.
Tina se sacó un cigarrillo del bolsillo y encendió una cerilla. Luego se dirigieron a una pequeña área situada en la parte trasera de la pista para sentarse.
—¡Largo! —gritó Tina.
A López se le escapó la risa por la nariz cuando las dos novatas que estaban sentadas allí se fueron volando como hojas secas. Se sentó, cerró los ojos y notó que el sol le acariciaba la piel, mientras el humo susurraba al salir entre sus labios.
—¿Y pues? ¿Te has estado pajeando desde ayer?
Tina se echó a reír mientras se encendía también un cigarro.
—Ojalá —respondió López, mirando el partido de baloncesto—. No, fue Sue.
—No jodas —murmuró Tina, negando con la cabeza.
—Tuve una leve diferencia de opiniones con uno de los profesores y me puso un castigo de veinticuatro horas.
—¡Vamos, morena!
Tina chocó el puño con el de ella para animarla.
—. Hacía muchos años que se conocían, tanto de dentro como de fuera de Kill. Si López la necesitaba, sabía que podía contar con Tina.
Las dos se volvieron al oír gritos y silbidos en la pista.
A Tina se le escapó la risa.
—Hablando de profesores —dijo, alzando una ceja.
López siguió la dirección de su mirada hasta el otro lado de la verja y vio una rubia con el culo más sexi que había visto nunca, deliciosamente cubierto por una
falda negra que le llegaba hasta la rodilla. La rubia cruzó al aparcamiento en dirección a un guapísimo Lexus sport coupe. Sus piernas de escándalo desaparecían en unos zapatos negros de tacón que, incluso desde la distancia, le provocaron una excitación.
.
—¿Y ésa quién coño es? —preguntó, tratando de verla mejor entre los cuerpos de las demás reclusas, que se habían amontonado junto a la verja como mocosas en el
zoo.
—Es la señorita Pierce —respondió Tina, echándose hacia atrás y apoyándose en los codos. Mi profesora de Literatura. No está mal. Es bastante enrollada.
López se aguantó la risa.
—Bueno, eso es un aliciente. —Apagó el cigarrillo en el banco.
—¿El qué? —Tina frunció el cejo, confusa.
Ella movió la mano en dirección al coche que se alejaba.
—La profesora será lo único bueno de hacer lite.
Tina se echó a reír.
—¿A ti también te ha tocado venir a clase?
—Sí. —López puso los ojos en blanco—. Will quiere que les demuestre a los de arriba que puedo «mejorar» mientras estoy aquí. Dijo no sé qué mierda sobre poder
conseguir antes la condicional. Pero ya sé que puedo esperar sentada.
—Menuda estupidez.
—Ya te digo.
López se echó hacia atrás y alzó la cara hacia el sol abrasador.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO
Yo quisiera una profesora como Brittany...
(づ ̄ ³ ̄)づ por cierto, es una historia g!p?
(づ ̄ ³ ̄)づ por cierto, es una historia g!p?
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
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Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
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