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Mensaje por monica.santander Miér Oct 12, 2016 3:57 pm

Hola!!! Creo que Sam se va a enterar de la relación de las chicas y se va a armar tremendo lio!!!
Saludos
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Mensaje por 3:) Miér Oct 12, 2016 7:52 pm

Me gusta como van.... a por todo!!!
Espero que san tenga dos dedos de frente y no joda.. el la va a pasar peor!!!
A ver como van las cosas!!!
3:)
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Mensaje por micky morales Jue Oct 13, 2016 5:24 pm

Espero que esta vez marley si sea sincera o de lo contrario que sea la misma britt la que le retuerza el pescuezo cual gallina en agonia, es una buena opcion cambiar de empleo para poder estar con san!!!!!hasta pronto!!!!! [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1206646864 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1206646864
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Oct 14, 2016 6:04 pm

JVM escribió:No confió totalmente en Marley, esperó que esta vez su intención sea buena y de verdad quiera ayudar a Britt.... Mientras espero que la rubia no se deje llevar por el miedo, lo importante es que esta con San y depende de ellas que nadie las separe!

  Marley no se ha ganado la confianza de nadie y ahora quiere purgar su cupa
Espero que sus relacion sea inquebrantable posiblemente asi sea....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Oct 14, 2016 6:05 pm

monica.santander escribió:Hola!!! Creo que Sam se va a enterar de la relación de las chicas y se va a armar tremendo lio!!!
Saludos

Esperemos que ese no sea un problema que no sea ese el motivo del enfrentamiento que por supuesto va a ver. Saludos..
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Oct 14, 2016 6:06 pm

3:) escribió:Me gusta como van.... a por todo!!!
Espero que san tenga dos dedos de frente y no joda.. el la va a pasar peor!!!
A ver como van las cosas!!!

Todo va  encanjando y que Brittany quiera que Santana Lopez forme parte de su vida y la integre en su vida familiar, es bastante bueno aqui el proximo cap. veran parte de la visita a Nana Boo.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Oct 14, 2016 6:08 pm

micky morales escribió:Espero que esta vez marley si sea sincera o de lo contrario que sea la misma britt la que le retuerza el pescuezo cual gallina en agonia, es una buena opcion cambiar de empleo para poder estar con san!!!!!hasta pronto!!!!! [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1206646864 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1206646864

Brittany no va a recibir mas m... de Marley si esta la caga ya sabe lo que puede pasarle...... Ya no se siente iintimidada por defender su relacion creo que es capaz de muchas cosas....
Hasta pronto....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Oct 14, 2016 6:10 pm

Capitulo 29

 
Los días fueron pasando y se convirtieron en semanas. Brittany y Santana estaban cada vez más unidas. Siempre prudentes, seguían reuniéndose en la biblioteca tres veces a la semana, trabajando tal como se esperaba de ellas, aunque luego, por las noches, se dedicaban a adorarse mutuamente con sus cuerpos, olvidando los problemas que amenazaban con separarlas.
Durante las dulces y dichosas horas en las que sus miembros permanecían entrelazados y sus nombres se convertían en frenéticos jadeos de placer, los problemas se desvanecían en el aire y podían imaginarse lo que sería vivir sin miedo y sin recriminaciones.
 
Santana observaba a su Melocotones, muy consciente de que la tensión que generaba su situación le estaba pasando factura. Externamente parecía la misma de siempre, preciosa y perfecta, pero cuando se quedaban a solas, la abrazaba con más fuerza, la tocaba más frecuentemente, con más fervor, como si tuviera miedo de que lo que habían construido fuera a derrumbarse en cualquier momento.
 
López no era ninguna ingenua. Era muy consciente de los obstáculos a los que se enfrentaban y estaba tan preocupada como ella. Su primo era un cabrón de primera categoría y sin duda estaba maquinando su venganza.
 
Puck, por su parte, seguía entregado a las drogas sin importarle las personas que se preocupaban por él. Y la madre de Brittany seguía llamándola por teléfono constantemente, a pesar de que Brittany siempre le decía que no quería hablar con ella.
 
Las cosas fuera de su burbuja no eran como para tirar cohetes, pero López sabía que debía mantenerse fuerte por las dos. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para seguir viendo la sonrisa de Brittany, que tanto le gustaba.
 
Precisamente por eso, tras dos semanas de ver las carpetas de empleos que Marley le había dado, encima de la mesita del salón, López le pidió a Brittany que les echara un vistazo. Y también por eso aceptó acompañarla a casa de su abuela en Acción de Gracias, razón por la que estaba a su lado en el coche.
 
Que hubiera aceptado participar en esa pantomima familiar demostraba lo jodidamente colgada que estaba. La idea de estar lejos de Brittany se le hacía insoportable. Iba a tener que aguantar lo que fuera y, sobre todo, aprender a callarse la boca.
 
Ella alargó la mano y la apoyó sobre la pierna de Santana, que se movía arriba y abajo a toda velocidad. Ya que no podía saltar del Jaguar de Nana Boo en marcha para volver a casa, que era lo que le apetecía hacer, López se dedicó a morderse la uña del pulgar como una desesperada.
 
—Cariño, relájate. —Brittany le lanzó una rápida ojeada antes de volver a fijar la vista en la carretera—. Todo irá bien.
 
López resopló.
 
¿Qué todo iría bien? ¿Bien? ¿Estaba loca?
Era conmovedor que tuviera tanta confianza en él, pero el cerebro de López se había puesto en modo avance rápido desde que habían salido de casa. Dios, la verborrea a la que tendría que enfrentarse cuando Brittany la presentara a los miembros de su familia le daba ganas de vomitar. Tenía los nervios de punta.
 
—Te quiero —dijo Brittany.
 
López entornó los ojos y se volvió hacia la despampanante criatura sentada a su lado. Bajó la mano cuyas uñas se había estado mordiendo y la dejó caer sobre el regazo.
 
—Y Nana Boo también te querrá —añadió ella con los ojos brillantes—. Lo sé.
 
¿Cómo coño lo hacía? Brittany sabía siempre lo que tenía que decir para calmarla y, aunque seguía teniendo muchas ganas de bajarse del coche en marcha, sus palabras le hicieron el trayecto mucho más llevadero.
Se inclinó hacia ella y la besó en la sien.
 
—Gracias.
 
Aunque la palabra le pareció totalmente insuficiente para expresar lo que Brittany le hacía sentir, era lo que podía ofrecerle. Se echó hacia atrás y entrelazó los dedos con los de ella, respiró hondo y miró por la ventanilla, viendo el mundo pasar. Tenían un largo camino por delante: nueve horas, con una parada para dormir en un motel, y luego seis horas más hasta Chicago.
Miró el reloj.
Ya sólo quedaban ocho horas y media de camino.
Genial. Un montón de tiempo para ponerse de los nervios.
El teléfono móvil le sonó en el bolsillo de los vaqueros y vio que era una llamada de Puck.
 
—Hola, tío.
 
—¿Dónde coño estás? —le preguntó su amigo en voz demasiado alta, arrastrando las palabras.
 
El muy capullo ya se había metido mierda por la nariz a las nueve de la mañana. Las cosas se le habían ido mucho de las manos.
 
López suspiró.
 
—Camino de Chicago, Puck. Y tú ¿dónde andas? —Oyó la voz de una mujer de fondo—.Y ¿con quién estás?
 
Sin responderle, Puck le preguntó:
 
—¿Y qué coño se te ha perdido a ti en Chicago?
 
Su tono de voz lo sacó de quicio.
 
—Acción de Gracias —respondió con firmeza—. Brittany me ha invitado. Te lo dije, ¿te acuerdas? Me dijiste que tú irías a casa de Paul.
 
Puck se echó a reír, pero no parecía contento en absoluto.
 
—Ah, sí, Brittany y tú. La jodida parejita feliz.
 
Ya volvía a estar con lo mismo de siempre. López oyó un golpe, como si algo se hubiera caído al suelo, seguido de una risa tan aguda que sólo podía deberse al efecto de la droga.
 
—Puck, ¿estás bien? ¿Qué pasa?
 
—No importa —respondió su amigo con desprecio—. Está claro que tienes cosas más importantes que hacer, morena. Como siempre.
López se enfureció.
 
—Eso no es verdad. No seas capullo, Puck.
 
Pero éste ya había colgado. López se quedó mirando la pantalla con rabia e incredulidad. Puck y ella habían hablado poco sobre su relación con Brittany, básicamente porque la amargura y el enfado que a su amigo le provocaba el abandono de Quinn le impedían darse cuenta de lo buena que era Brittany para Santana. Y cuanto más crecían sus sentimientos hacia ella, más furioso parecía estar Puck. Al parecer, la felicidad de Santana le importaba muy poco, demasiado sumido en su propia desesperación. La cantidad de cocaína que esnifaba cada día no hacía más que exacerbar el problema.
 
Y López se sentía incapaz de resolverlo.
Cada vez que le ofrecía ayuda —económica o de otro tipo—, topaba con la resistencia de su amigo. El orgullo de Puck era casi tan fuerte como su tozudez. López y Paul habían hablado del tema. Sabían que la única solución pasaba por una clínica de rehabilitación, pero también sabían que Puck no se lo pondría fácil.
 
—¿Va todo bien? —le preguntó Brittany, preocupada.
 
—No.
 
López les envió un mensaje a Cam y a Paul pidiéndoles que fueran al taller para asegurarse de que Puck no se ahogara con su propio vómito o algo por el estilo.
 
Irritada, empezó a juguetear con el dial de la radio, cambiando de canal durante unos cuantos minutos y dando gracias a Dios por que Brittany no le hiciera más preguntas sobre el tema.
 
—No te olvides de llamar a Diane cuando salgamos del Estado —le recordó ella.
 
—Sí, lo sé —replicó López, acomodándose en el asiento de cuero del coche, mientras las notas de Good Ridance de Green Day lo relajaban. Tarareó la canción y tocó las cuerdas invisibles de una guitarra sobre las venas de la muñeca de Brittany. Luego se llevó su mano a la boca y le besó los nudillos.
Ella hizo un zumbido con la boca antes de decir:
 
—Cuéntame lo que te preocupa.
 
López respondió encogiéndose de hombros, como si eso fuera a desanimarla. La verdad era que no tenía escapatoria. Estaba atrapada en un asiento de cuero color crema, en un coche que cruzaba el país a ciento diez kilómetros por hora.
 
Fantástico.
 
—Cuéntamelo.
 
Santana  se pinzó el puente de la nariz con dos dedos.
 
—Hay muchas cosas que me preocupan. No puedo pensar sólo en una.
 
—Vale, pero sabes que no hay razón para...
 
López perdió la paciencia.
 
—Joder, Melocotones, soy una delincuente. Claro que hay razones para preocuparse.
 
No había pretendido atacarla de esa manera, pero es que estaba muy nerviosa. Tenía la espalda en tensión y se notaba el estómago encogido, mientras pasaba del miedo al pánico. Estaba jodida pero bien.
Ella guardó silencio.
Santana se arrepintió instantáneamente.
 
—Joder, Brittany, lo siento, nena.
—No, no pasa nada —contestó—. Sé lo difícil que es esto para ti y siento no haberle dado la importancia que tenía. De verdad que lo siento. —Su sinceridad hizo que el nudo que sentía en el estómago le subiera hasta la garganta—. Sólo tienes que decirlo y nos volvemos a casa ahora mismo. Si esto es demasiado duro, damos media vuelta. No quiero que te sientas mal.
 
¿Qué demonios había hecho para merecer a esa mujer?
 
—No quiero que demos media vuelta. —López inspiró hondo—. Te agradezco tu ofrecimiento, te lo agradezco mucho, pero quiero pasar contigo el fin de semana.
 
Quiero demostrarle a tu abuela que no soy sólo una... —hizo como que contaba con los dedos, haciendo una lista de defectos— ya sabes. Y quiero que sepa que te quiero.
 
Brittany redujo la velocidad del coche al acercarse a un cruce.
 
—Mi abuela es la mejor persona que conozco. Nunca juzga a los demás. —Brittany levantó la mano para acariciarle el cuello, mientras le reseguía la mandíbula con el pulgar—. Podremos ser nosotras mismas. Sólo nosotras dos.
 
—¿Me lo prometes?
 
—Te lo prometo.
 
Cuando tan sólo faltaban veinte minutos para que llegaran a la casa de la abuela de Brittany, las tripas de López empezaron a dar volteretas en su vientre. Tenía la espalda sudorosa, lo que era ridículo, teniendo en cuenta que fuera del coche hacía un frío de mil pares de cojones, incluso había nevado un poco.
 
—¿Te encuentras bien?
 
López echó la cabeza hacia atrás y miró a Brittany, que conducía.
 
—Estaré bien —murmuró, apretando la mejilla contra el cuero del respaldo—. Voy a mirarte hasta que lleguemos.
 
Ella sonrió con la mirada fija en la carretera.
 
—Como cuando te ponen la vacuna de la gripe, ¿no?
 
López frunció el cejo.
 
—¿Cómo?
 
Brittany miró por el retrovisor y cambió de carril.
 
—Cuando era pequeña, mi padre me llevaba a vacunar. Siempre me decía que si no miraba no me dolería tanto. No daba tanto miedo si no sabías lo que iba a pasar.
 
—Sonrió con melancolía—. Yo escondía la cara en su cuello y rezaba para que pasara rápido.
 
—¿Y funcionaba?
 
—Siempre.
 
Santana sonrió. Brittany le había hablado mucho de su padre. A López le hubiese gustado conocer a Daniel Pierce en persona, pero no sabía cómo habría reaccionado el hombre al enterarse de que estaba saliendo con su hija.
 
—¿Crees que —López pasó el pulgar por el meñique de Brittany—... le habría caído bien?
 
Ella detuvo el coche al llegar a un semáforo en rojo y se volvió hacia Santana.
 
—Creo que mi padre y tú tenéis más cosas en común de las que cabría imaginar. Creo que habría pensado que eres increíble.
 
Dios, López deseó que eso fuera cierto, para poder librarse del miedo que lo atenazaba.
 
—¿En serio?
 
—Sí —respondió ella sin ningún rastro de duda—. Lo creo. ¿Me das un beso?
 
Santana se inclinó hasta que sus labios se tocaron. Con los ojos abiertos, contempló a Brittany cerrar los suyos. Resiguió su labio inferior con la punta de la lengua y suspiró cuando ella se separó y siguió conduciendo.
 
—No recuerdo que a mí me pusieran vacunas —dijo Santana en voz baja.
 
Brittany se volvió para mirarla.
 
—¿No?
 
López negó con la cabeza, tratando de recordar.
Ella se encogió de hombros y trató de sonar alegre y despreocupada, pero López sabía que sentía lástima y Santana odiaba que le tuvieran lástima; le molestaba tanto como una picadura de ortigas. Apretó los dientes con fuerza.
 
—Pues mejor, ¿no? —dijo Brittany—. Las vacunas son horribles.
 
Tenía razón. Era absurdo querer acordarse de algo así. Soltó el aire con fuerza al pensar en las cosas que sí recordaba: el dolor, las lágrimas, el aislamiento, el odio.
 
«Joder», pensó, al notar que la rabia, su vieja compañera, hacía su aparición.
 
Era imposible cambiar el pasado; tenía que mirar hacia delante. Y tener a Brittany a su lado era un paso de gigante en la dirección correcta. Le apretó la pierna y le resiguió con los dedos la costura de los vaqueros de la parte interna del muslo.
 
—López... —Brittany tragó saliva.
 
Santana  sonrió.
 
—¿Sí?
 
—Ya hemos llegado.
 
Volvió la cabeza bruscamente y vio un enorme edificio de ladrillo rojo al final de un camino empedrado, rodeado de jardines. El corazón le dio un fuerte brinco en el pecho. De pronto tuvo muchas ganas de fumarse un cigarrillo. Se palmeó el cuerpo buscando la cajetilla, que encontró en el bolsillo del pantalón y suspiró aliviada.
Gracias a Dios.
Pero de repente, una horrible idea le cruzó la mente. Mierda, ¿y si la abuela de Brittany odiaba a los fumadores?
 
—¿Santana?
 
La voz de Brittany le llegó desde miles de kilómetros de distancia. Cuando se volvió a mirarla, tuvo la extraña sensación de estar flotando bajo el agua, incapaz de respirar.
 
Ella se desabrochó el cinturón de seguridad.
 
—¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida.
 
López se frotó el esternón para que se le abrieran las vías respiratorias, pero no sirvió de nada. Sintió que una capa de sudor frío la cubría por completo, arañándole la espalda como unas garras heladas. No podía respirar. Joder.
Los pulmones se le habían cerrado.
 
Pero ¿qué coño estaba haciendo? ¿Cómo se le había ocurrido aquella gilipollez? Él no hacía esas cosas. No iba a conocer a la familia de nadie. ¿A quién se le había ocurrido pensar que la abuela de Brittany fuera a aceptarla?
 
No lo haría, porque no era lo bastante bueno para su nieta, y nunca lo sería.
«Idiota, imbécil, capulla.»
 
—Eh —la llamó Brittany, apartándole las manos de la cara y colocándolas sobre su regazo.
 
—Brittany, yo... Yo no... —Respiró entrecortadamente—. No puedo...
 
—Todo va bien, López. Estoy contigo y estás bien. —Le apoyó la mano en el cuello y le acarició las venas con los pulgares—. Dime... —murmuró, besándole la punta de los dedos—, dime que sabes lo que significas para mí.
 
 
Los pulmones le temblaron cuando volvió a respirar.
 
—Lo sé, lo sé, pero...
 
Brittany apoyó la frente en la de Santana, para ayudarla a sostenerse.
 
—No, sin peros. No tienes que pensar en nada más que en eso.
«¿Lo ves? —le estaba diciendo Brittany con su tono de voz—. Es fácil.»
 
Tras respirar hondo varias veces, el pulso de López se ralentizó. Concentrándose en los círculos que ella trazaba en su piel, logró sentarse un poco más derecha.
 
Tenía que calmarse. No podía permitir que lo primero que viera la abuela de ella fuera su miedo. De ninguna manera.
Se echó hacia delante y capturó los labios de Brittany con la boca.
 
—Lo siento.
 
—No lo sientas. ¿Te encuentras mejor?
 
Santana  bajó la vista hacia el suelo del coche.
 
—Sí, pero no me dejes, ¿vale?
—No lo haré —respondió Brittany, sin hacer caso del tono de súplica—. Vamos.
 
Antes de que López pudiera impedirlo, bajó del coche.
 
—Vamos allá. — Ella abrió la portezuela y la siguió.
 
Cerró y se metió las manos en los bolsillos para protegerse del aire frío y de los súbitos recuerdos de la casa de su madre, más fríos que el propio aire. Recordó los malos presagios que le calaban los huesos cada vez que la dejaban frente a la puerta principal y veía la cara de ella cuando le abría; una cara que mostraba arrepentimiento y fastidio. Joder, era una niña muerta de miedo y muy sola.
 
Tragó saliva y se obligó a desterrar esos recuerdos de su mente. Lo logró enseguida, en cuanto la puerta se abrió y apareció un enorme perro blanco y negro que se acercó a ellos corriendo a toda velocidad, meneando la cola y con la lengua fuera.
 
—¿Reggie! —gritó Brittany y se agachó para quedar a su altura. El animal gimió y ladró de felicidad.
 
Ella le frotó la barriga hasta que él empezó a rascar y patear el suelo como un loco.
 
—Yo también te he echado de menos —le dijo con cariño.
 
—¡Brittany!
 
Cuando alzó la cabeza, vio que Nana Boo salía de casa a recibirlas, vestida con una enorme parca y mitones. Tenía tan buen aspecto como siempre. Trevor, su criado, la seguía con una cálida sonrisa.
 
—Nana —dijo Brittany, sintiéndose instantáneamente en paz con el mundo. Se levantó y dejó que su abuela le diera uno de sus abrazos.
 
—Mi ángel —dijo Nana Boo, sonriendo con la cara hundida en el pelo de su nieta—. Qué maravilla tenerte aquí.
 
—Yo también me alegro mucho de haber venido.
 
Brittany la besó en la mejilla antes de separarse. Luego se volvió hacia López, que estaba moviendo los pies nerviosamente a un lado y a otro y haciendo girar los hombros. Brittany le agarró de la mano y tiró de ella, que le apretó la mano con tanta fuerza que hasta le hizo daño. Pero ella no protestó, aceptaría lo que ella necesitara para sentirse protegida y a gusto.
—Nana —dijo Brittany, inclinando la barbilla—. Te presento a Santana López. Ella es mi... Santana.
 
López se volvió hacia ella con tanta brusquedad que la cabeza casi se le separó del cuello. Tenía los ojos muy abiertos por la sorpresa, pero la ligera inclinación de las comisuras de sus labios le dijo a Brittany que había elegido bien las palabras.
 
—Es un placer conocerte, Santana López —le dijo Nana Boo, ofreciéndole la mano y dedicándole una sonrisa de satisfacción tan grande que la cara se le arrugó en mil sitios.
 
Ella se aclaró la garganta.
 
—Yo también me alegro de conocerla al fin —dijo, cuando sus manos se unieron.
 
Nana Boo la abrazó entonces por la cintura, le apoyó la mejilla en el pecho y apretó.
 
—Umm, hola —murmuró Santana, buscando a Brittany con la mirada por encima del gorro de lana de la anciana.
 
Ella le sonrió.
 
—Tenía tantas ganas de conocer a la chica que ha conquistado el corazón de mi Brittany... —susurró Nana Boo.
 
Dio un paso atrás y se pasó un dedo bajo los ojos brillantes.
 
—Oh, vaya. —Se echó a reír al ver las lágrimas que se le habían quedado en el dedo—. Estoy hecha una vieja tonta.
 
—En absoluto —replicó López con una sonrisa.
 
Nana Boo le dio unos golpecitos afectuosos en la mejilla.
 
—Y, cariño, eres tan guapa como ella me dijo. —Se echó a reír al ver la expresión asombrada en la atractiva cara de Santana y la cogió del brazo—. Venga, vamos dentro. Aquí hace demasiado frío. Brittany, dale las llaves a Trevor. Él se encargará de las bolsas.
 
López le dio la mano a Brittany, aferrándose a ella con fuerza, como si fuera un salvavidas y ella un náufrago. Ella le acarició el antebrazo arriba y abajo para tranquilizarla.
Se había asustado al verla tan aterrorizada en el interior del coche. La sensación de angustia era tan fuerte que era casi palpable. La rodeaba en todo momento como una presencia malévola. Brittany sabía de dónde procedía. López la llevaba siempre consigo, como un peso muerto.
 
Se mordió el carrillo por el interior de la boca. Odiaba tanto a la familia de López que no pudo evitar apretar los dientes con rabia. La habían tratado tan mal durante toda su vida, negándole el amor y el cariño mientras crecía, que ahora Santana se consideraba indigna de recibirlo. No tenía ni idea de que se había convertido en una mujer maravillosa. Era dolorosamente trágico.
 
—¿Qué tal el viaje? ¿Se ha portado bien el coche? —preguntó Nana Boo, cerrando la puerta y quitándose el gorro.
 
—Sí —respondió Brittany, acercándose un poco más a Santana, consciente de su necesidad de contacto—. López no se ha quejado de mi conducción. —Sonrió al ver que ella ponía los ojos en blanco mientras le enredaba un dedo en el pelo—. Puede que lo hayamos convertido en una fan de los Jaguar.
A Nana Boo se le iluminaron los ojos.
 
—¿Te gustan los coches?
 
López se rascó el cuello.
 
—Sí, yo, um... como aficionada.
 
—También le gustan las motos —la interrumpió Brittany, sin hacer caso de la mirada de advertencia que le dirigió.
 
Nana Boo ahogó un grito.
 
—¡Una auténtica Steve McQueen! Oh, Dios mío, siento palpitaciones.
 
Brittany escondió la cara en el hombro de Santana y se echó a reír. Santana la imitó poco después.
 
—Yo no diría eso, pero sí, me gustan.
 
—Bueno, pues luego te enseñaré la Triumph que tengo en el garaje. —Nana Boo le guiñó un ojo—. Pero ahora necesitáis tomar algo caliente.
 
López se quedó mirando a la mujer menuda que se dirigía a toda prisa hacia la cocina.
 
—¿Tiene una Triumph? —le preguntó a Brittany, con los ojos caramelo muy brillantes.
Ella se echó a reír.
 
—Y una Aston antigua. Vamos, Steve —le dijo, burlona—. Mi abuela prepara un chocolate caliente para chuparse los dedos.
 
Sentadas alrededor de la gran mesa de madera, Brittany dejó que el calor de la casa, el amor y la aceptación de su abuela le calaran el alma, cerrando los huecos que la vergüenza y la incertidumbre habían abierto durante los últimos meses.
 
López, que no se había apartado de Brittany en ningún momento, escuchaba las historias de Nana, que no paró de hablar antes, durante y después de la cena, compuesta por enchiladas y pastel de queso con Oreos. Nana Boo contó un montón de historias sobre la infancia de Brittany, como cuando se cayó del caballo, o cuando se subía a los árboles, o cuando rompía los cristales con pelotas de béisbol.
 
López la escuchaba embobada.
 
Verla tan relajada y oírla reír, dándose cuenta de que no tenía nada que temer, era mucho más de lo que Brittany había esperado. Lo que deseaba de su fin de semana en casa de Nana Boo era que Santana se diera cuenta de que encajaba perfectamente en su vida. Quería que viera que había gente a la que no le importaba su pasado ni los errores que hubiera podido cometer. Era importante que López comprendiera que no todo el mundo se los echaría en cara. Santana era mucho más que sus errores.
 
Cuando Nana Boo le preguntó cuáles eran sus hobbies, Brittany sonrió al oírla responder con timidez que le gustaba la música y todos los trastos metálicos y rápidos.
 
Le habló de Kala y de su deseo de comprarse otra moto, lo que llevó a que Nana Boo le contara historias de Brittany y de su padre recorriendo las playas sólo para disfrutar del sonido del motor y del viento en la cara.
 
—No ha cambiado mucho —susurró López, sonriéndole a Brittany, que se ruborizó.
 
Nana Boo era increíble. Se reía, bromeaba y nunca preguntaba cosas que pudieran hacerla sentir incómoda. La escuchaba con total atención. Gradualmente, López se  fue relajando y cada vez sonreía con más facilidad. Hasta empezó a aflojar la mano con la que agarraba la de Brittany.
 
Aunque todavía no había salido uno de los temas que más la preocupaban y que Brittany sabía que la ponía muy nerviosa. Al ver que se revolvía inquieta en el asiento por enésima vez, le dijo:
 
—Puedes fumar si quieres.
 
López miró a Nana Boo como disculpándose.
 
—No hace falta. Estoy bien.
 
—Trevor siempre fuma en el porche trasero, querida —dijo la anciana, quitándole importancia mientras dejaba un bol de Doritos y salsa de yogur sobre la mesa—. Fuma si te apetece, estás de vacaciones.
 
López miró a Brittany pidiéndole permiso.
 
—Claro, sin problema —la tranquilizó ella. Su timidez le parecía de lo más entrañable.
 
—Vale —dijo Santana, tamborileando con los dedos sobre la mesa, indecisa—. Tengo que llamar a Puck. Yo... no tardaré.
 
Se levantó y se dirigió a la puerta de atrás. Reggie se levantó, arañando ansiosamente el suelo de madera con las uñas, salió de debajo de la silla donde se sentaba Nana Boo y la siguió. Santana bajó la vista hacia el animal y alzó una ceja. Reggie se sentó y sacudió la cola con entusiasmo.
 
—Te seguirá —dijo Nana Boo—. Le gustas.
 
—Vale —murmuró Santana, mirando al perro con cierta desconfianza antes de abrir la puerta.
 
Los dos salieron a la fría noche de Chicago y Brittany se quedó mirando la puerta por donde habían desaparecido.
 
—Es maravillosa. —Nana Boo bebió un poco de vino—. Y te adora, cariño.
 
—Yo la adoro a ella —confesó Brittany, acariciando el tallo de su copa de vino—. Estaba muy nerviosa, Nana. Quería causarte buena impresión. Me gustaría tanto hacerle entender que no tiene de qué preocuparse... Pero no se ve tal como es.
 
—Es cuestión de tiempo, Brittany. Necesitará oírlo muchas veces, pero al final se dará cuenta. —Nana Boo sonrió—. Me recuerda mucho a... —Negó con la cabeza.
 
Brittany apoyó la barbilla en la palma de la mano.
 
—¿A quién?
—A tu padre —respondió Nana Boo—. Es igual que Danny cuando tu madre lo trajo a casa por primera vez, hecho un manojo de nervios, muriéndose de ganas de fumar.
 
—¿Papá fumaba? —Brittany estuvo a punto de atragantarse con el vino.
 
—Lo dejó cuando tu madre se quedó embarazada de ti.
 
—No lo sabía —dijo ella y se quedó mirando la mesa, con una sonrisa en los labios.
 
—Podría contarte muchas cosas sobre tu padre.
 
—Por favor.
 
—Tu abuelo nunca aprobó la elección de marido de tu madre —le contó Nana Boo, con una sonrisa melancólica—. Nadie le parecía lo bastante bueno para su Eva.
 
Brittany resopló con ironía.
 
—Sí, debe de ser cosa de familia.
 
Nana Boo se echó a reír.
 
—Sí, tu madre se parece mucho a su padre.
 
Ella se quedó pensando en las numerosas veces que su madre la había hecho sentir mal por haber elegido a López y por su trabajo en Arthur Kill.
 
—Es protectora porque te quiere, ángel —murmuró Nana Boo, que parecía leerle el pensamiento—. Tiene mucho miedo de perderte.
 
—Ya lo ha hecho.
 
—No lo digas ni en broma, Brittany —la reprendió su abuela, haciendo que Brittany se arrepintiera inmediatamente. Le dio vueltas al vino en la copa—. Así que tienes una entrevista de trabajo —añadió Nana, cambiando de tema hábilmente.
 
—Sí, en un correccional de menores de Brooklyn —contestó Brittany—.
 
Empiezo en enero.
 
Había sido una de las primeras ofertas de trabajo que había encontrado en las carpetas de Marley y, aunque odiaba tener que reconocerlo, le parecía un trabajo perfecto para ella. Habían aceptado su solicitud inmediatamente. A pesar de que en parte estaba triste por dejar de ir a Kill, también estaba emocionada por el nuevo reto.
 
—¿Es eso lo que quieres?
 
—Lo que quiero es a López.
 
A Nana Boo se le iluminaron los ojos al oír una respuesta tan romántica.
 
—Mientras tú seas feliz, todo lo demás me da igual. Tu madre acabará bajando del burro. —Había tanta convicción en su voz que Brittany casi se lo creyó.
 
A pesar de las dolorosas palabras que habían intercambiado y del resentimiento que seguía habiendo entre ellas, Brittany habría dado cualquier cosa por tener a su madre sentada allí a la mesa con ellas, compartiendo una copa de vino y siendo comprensiva y feliz. Habían pasado varias semanas, pero aún no habían hecho las paces. El enfado de Brittany había dado paso a la tristeza y ésta a la aceptación de que las cosas entre ellas nunca volverían a ser como antes.
 
Mojó un Dorito en la salsa de yogur con poco entusiasmo.
 
—Cuéntame más cosas sobre el abuelo. ¿Por qué no le gustaba papá?
 
Nana Boo se echó a reír.
 
—Danny tenía unos cuantos trapos sucios, igual que tu Santana. —Miró a Brittany con atención—. Antes de conocer a tu madre, había hecho algunas cosas de las que no se sentía precisamente orgulloso y a tu abuelo le preocupaban. Tengo algo arriba que tal vez te gustaría ver. Creo que será más fácil de ese modo.
 
—¿Es algo malo?
 
—No, nada malo. —Nana Boo titubeó—. Tu madre cree que no es necesario, pero yo no estoy de acuerdo. Creo que ya es hora de que sepas más cosas sobre los
obstáculos que tuvieron que superar para estar juntos. —Apoyó la mano en la de Brittany—. Te aseguro que no es nada que deba asustarte. Cuando lo veas, lo entenderás todo. —Echó un vistazo a la puerta trasera—. De momento, sólo te digo que tu padre y Santana se parecen mucho.
 
Antes de que Brittany pudiera hacer más preguntas, la puerta se abrió y Santana entró apresuradamente, con copos de nieve cubriéndole el pelo oscuro y con un Reggie de aspecto congelado pisándole los talones.
 
—¡Joder, hace un frío de cojones ahí fuera! —refunfuñó López. Al frotarse la cabeza, llenó el suelo de agua—. No me siento los dedos, coño. —Se detuvo en seco al darse cuenta de que tenía compañía—. Mierda. —Parpadeó—. Me cago en... quiero decir... lo siento.
 
Nana Boo se echó a reír y se tapó la boca con las manos.
 
—No pasa nada —dijo entre los dedos—. He oído cosas peores. Estuve casada con el abuelo de Brittany durante casi cuarenta años.
 
Los hombros de ésta se sacudían por el esfuerzo de aguantarse la risa. López soltó el aire y se dejó caer en la silla, donde bebió un gran sorbo de su botella de cerveza.
 
—No te preocupes por nada. Sólo sé tú misma —le dijo Nana sonriendo, mientras le daba unas palmaditas en la rodilla—. Eres perfecta tal como eres.
 
—¿Estás segura de que no le importará? —preguntó López, mientras Brittany arrastraba la maleta de ruedas y la metía en su habitación; la habitación que iban a compartir en casa de su abuela.
 
—¿Sabes qué? —canturreó Brittany, desde el otro extremo de la habitación—, para ser una malhechora, tienes ideas bastante carcas sobre nuestra relación.
 
Santana puso los ojos en blanco. Ella entró en el cuarto de baño y se quitó el jersey. ¿Carca? Sí, seguro. Por eso se había excitado sólo de verle la espalda desnuda.
 
—No soy ninguna carca —protestó ella—. Yo... es que estamos en casa de Nana Boo. —Se sentó en la cama y se quitó las botas y los calcetines.
 
Se estaba frotando la cara, tratando de librarse del cansancio, cuando Brittany salió del baño y se apoyó en el quicio de la puerta, dirigiéndole una mirada muy peculiar.
 
—La has llamado Nana Boo —susurró, acariciando el dobladillo de la camiseta Harley que se acababa de poner. Le iba grande, por lo que le llegaba a la mitad de los muslos. El cuello en uve le caía entre los pechos.
 
—Sí —replicó López, devorándola con los ojos.
 
Brittany avanzó hacia ella. Le separó las rodillas con las suyas y le apoyó las manos en los hombros mientras López la sujetaba por las caderas.
Inclinándose, le acarició la nariz con la de ella.
 
—Me encanta que la llames así.
 
Santana gimió cuando sus labios se unieron en un beso cálido y suave.
 
—¿Te encuentras mejor? —le preguntó Brittany, apoyando las rodillas a lado y lado de sus muslos en la cama.
 
López sonrió con la cara hundida en su cuello.
 
—Me encuentro mejor. —Se echó un poco hacia atrás, fijándose en cómo el pelo de Brittany se rizaba un poco en las puntas—. Me encuentro bien. —Señaló la puerta con la barbilla—. Es asombrosa. —Negó con la cabeza maravillada—. Es simplemente... quiero decir... ¡Me ha hecho un pastel de Oreos! ¿Puede haber algo mejor?
 
La besó en la barbilla. Luego le acarició los costados y le hizo cosquillas en la parte de atrás de los muslos.
 
—Por primera vez en mucho tiempo —murmuró—, siento que no me falta nada. —Le apoyó los labios junto a la comisura de la boca—. Siento que soy una más.
 
—Porque eres una más —le aseguró Brittany—. Y éste es tu sitio: a mi lado.
 
El cuerpo de Santana se ablandó y se volvió maleable al oír esas palabras. Abrazó a Brittany y la besó, pero la soltó bruscamente, como si hubiera estado haciendo algo imperdonable, cuando alguien llamó suavemente a la puerta.
 
Brittany se levantó y, dándole un beso en la punta de la nariz, se dirigió a abrirla.
 
—Perdón por molestar, cariño —dijo Nana Boo desde el pasillo—, pero quería darte esto antes de acostarme. Es lo que te he comentado sobre tu padre.
 
López alargó el cuello para ver qué era, pero sólo distinguió un sobre grande, marrón y arrugado.
 
—Gracias, Nana —replicó Brittany, antes de darle un beso a su abuela en la mejilla.
 
—Buenas noches, ángel. Buenas noches, López —se despidió la anciana con una sonrisa.
 
—Buenas noches —replicó Santana.
 
Le recordaba tanto a su propia abuela que a veces le resultaba abrumador. Incluso su aroma, dulce y floral, le despertaba la nostalgia, y sus grandes ojos azules le recordaban los de su Melocotones.
 
Se quitó el jersey y se bajó los vaqueros, quedando solo en ropa interior. Brittany cerró la puerta y se dio golpecitos en los nudillos con el sobre.
 
—¿Qué pasa? —López apartó el edredón y se metió en la cama.
 
—Nada. —Brittany levantó el sobre—. Es algo sobre mi padre. Nana Boo quiere que le eche un vistazo.
 
—¿Qué es?
 
—No tengo ni idea. —Sujetó el sobre con las dos manos.
 
López se echó hacia delante y bajó el tono de voz:
 
—¿Quieres que lo miremos juntas?
 
El rostro de ella se iluminó con una mirada de intenso amor y gratitud.
Santana apartó el edredón y dio unos golpecitos en la cama.
 
—Ven aquí.
 
Brittany fue gateando sobre la cama hasta llegar a su lado. Ella le rodeó el hombro con un brazo, la besó en el pelo y la observó mientras abría el sobre. Le frotó el brazo al ver que sacaba un montón de recortes de periódico y los iba dejando cuidadosamente sobre su regazo. Luego los miró, deteniéndose en los que hablaban de la muerte de su padre, su funeral y otros actos en su memoria que habían tenido lugar posteriormente.
 
López la abrazó con más fuerza, pegándola a su costado, al ver una foto de ella tomada la noche del asesinato. Estaba aterrorizada. Tenía los ojos muy abiertos y alguien la había envuelto en una manta de la policía, lo que la hacía parecer aún más pequeña.
 
—Eras tan pequeña, joder —susurró López, acariciándole la cara y poniéndole un rebelde mechón de pelo detrás de la oreja—, pero tan fuerte.
 
Pasaron un rato leyendo los recortes, hasta que, de repente, Brittany ahogó un grito y soltó una maldición.
 
—¿Qué pasa? —preguntó López, sonriendo.
 
Brittany se ponía muy sexi cuando soltaba tacos. Y le hacía gracia saber que era Santana quien se lo había contagiado.
 
—Mira esto. —Le entregó un recorte sin hacer caso de sus miradas lujuriosas.
 
En la foto que ilustraba el artículo se veía a los padres de Brittany muy elegantemente vestidos, la viva imagen de una pareja de triunfadores. Sin embargo, lo que llamó la atención de López fue el titular: el senador Pierce había estado en la cárcel por delitos menores.
 
«Joder.»
 
López miró a Brittany a los ojos, antes de volver a bajar la vista hacia el recorte para leer el artículo entero. Los delitos de los que hablaban iban desde pintar grafitis, alcoholismo y alteración del orden público, posesión de marihuana y, lo más impresionante de todo, robo de vehículos. Las condenas que le habían impuesto eran muy leves a causa de la edad del senador cuando los cometió, pero por el tono del artículo, era evidente que alguien había sacado a la luz esa información con el único objetivo de manchar su nombre. López no sabría decir si estaba más sorprendida o satisfecha.
Pero estaba muy intrigada, eso seguro.
 
—No me puedo creer que mi madre me ocultara algo así, joder —refunfuñó Brittany a su lado—, después de todo lo que ha pasado. —Se dejó caer sobre las almohadas y su voz se volvió cada vez más aguda—. Después de todo lo que dijo sobre mi trabajo y sobre ti.
 
López cogió los recortes y los dejó con cuidado en la mesita de noche.
 
—¿Cómo puede ser tan hipócrita? —prosiguió Brittany, con los dientes apretados—. ¿Cómo pudo decir cosas tan horribles sobre mis elecciones en la vida, cuando ella había tomado las mismas decisiones que yo?
 
—No son exactamente iguales —replicó López.
 
Brittany alzó una ceja.
 
Santana  se revolvió en la cama.
 
—Mira, no es que pretenda defender a tu madre. No es justo que te ocultara algo así, pero lo que tu padre hizo fue pintar un par de paredes y hacer un par de puentes para dar una vuelta en coche. —Se encogió de hombros—. Comparado conmigo, es un santo.
 
La mirada de Brittany se ensombreció.
 
—No se trata de eso, López. Ella me ocultó información y me hizo sentir como una mierda por querer estar contigo y por querer hacer un trabajo que me ayudaba a superar mis miedos y me hacía más fuerte como persona. No ha parado de menospreciarnos, a mí, a ti y mis decisiones, sabiendo que mi padre tenía antecedentes.
 
Santana la apoyó la mano en la mejilla, tratando de tranquilizarla.
 
—Esto no es un concurso. No se trata de ver quién cometió el delito más grave, ni quién pasó más tiempo en la cárcel —continuó Brittany, indignada—. A ojos de los imbéciles cargados de prejuicios que van por el mundo con la nariz apuntando al cielo, mi padre y tú sois iguales. —Negó con la cabeza—. Y mi madre lo sabía. Por eso no dijo nada. —Se acercó a Santana y se acurrucó.
 
López le recorrió la nariz con la punta del dedo hasta llegar a su labio superior, cuyo sabor a frambuesa conocía tan bien.
 
—¿Estás enfadada con tu padre?
 
—No —susurró ella, trazándole círculos alrededor del pezón—. No puedo enfadarme con él. Tomó algunas decisiones equivocadas de joven, ¿y qué? Eso no quita que siga siendo una de las mejores personas que he conocido. —Titubeó—. Igual que tú.
 
López no podía apartar la vista de ella. Sus palabras la fascinaban, no podía negarlo. Joder, es que estaba tan guapa, allí, acurrucada a su lado, con su fervor y su pasión elevando la temperatura a su alrededor.
 
Inesperadamente, notó que el pecho se le comprimía, como si alguien hubiera atado una cuerda alrededor de sus entrañas y hubiera tirado con fuerza. Se revolvió, tratando de aligerar la presión que sentía dentro, y que le subía desde el estómago hacia la garganta. Era como si de repente todos sus órganos fueran demasiado grandes.
 
Como si una fuerza desconocida estuviera haciendo que se hincharan y presionaran, apabullándolo. Se quedó sin respiración y notó todas las terminaciones nerviosas de la espalda. Se le puso la piel de gallina y se le encogieron los dedos de los pies.
 
—¿Qué te pasa? —le preguntó Brittany, al darse cuenta de que estaba alarmada.
López se frotó los ojos con los puños.
 
—Creo que tengo indigestión.
 
Ella le dio un besito en el vientre, debajo del ombligo.
 
—¿Te encuentras mejor?
 
López la sujetó por los brazos y la atrajo hacia ella.
 
—No, estás demasiado lejos —dijo antes de besarla.
 
Necesitaba sentirla sobre ella, debajo de ella, cubriéndola, envolviéndola.
La besó con dureza; necesitaba respirar el aliento de vida que salía por la boca de Brittany. Necesitaba el calor y el color que ella había traído a su miserable vida gris.
 
Brittany le devolvió el beso, aunque se notaba que estaba preocupada por ella. Cuando se separó, la miró escrutadora.
 
López tragó saliva.
 
—Estoy bien.
 

Trató de mantener la voz calmada para demostrarle que todo iba de perlas. Joder, pero en su interior se había desatado un festival de emociones que se sentía incapaz de controlar. Ni siquiera sabía si quería hacerlo.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por 3:) Vie Oct 14, 2016 10:36 pm

Amo los nervios de san... jajaja me encanta!!
Cuando britt vea o hable con su madre.. se le va a ir al humo... enserio prejusgar a san sabiendo que ella estubo en la misma situacion.. no jodas!!
Es bueno que por lo menos nana boo le contara a britt... a ver que pasa???
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Oct 15, 2016 5:47 am

3:) escribió:Amo los nervios de san... jajaja me encanta!!
Cuando britt vea o hable con su madre.. se le va a ir al humo... enserio prejusgar a san sabiendo que ella estubo en la misma situacion.. no jodas!!
Es bueno que por lo menos nana boo le contara a britt... a ver que pasa???

Bueno sip, pero a veces esos nervios a veces le juegan una pasada....
Los proximos cap. aparece la mama de Britt... vamos a ver como resulta......
Sip por lo menos  sabemos que la madre de Britt no debe señalarla a ella ni a Santana ya que ella estuvo en el mismo lugar  que su hija.....  se repitio la historia....
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Oct 15, 2016 5:53 am

[img][Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 34ilf86[/img]

CAPITULO 30

 
Brittany se despertó al oír un ruido. Parecía que alguien estuviese aporreando la puerta de la casa de Nana Boo.    Santana se movió un poco y suspiró, sin apartar el brazo que tenía protectoramente alrededor de la cintura de Brittany. No la había soltado en toda la noche. No habían hecho nada, aparte de achucharse, a pesar de  lo excitada que estaba Santana, decía que le hubiera apetecido hacer otras cosas.
 
Pero había algo distinto en Santana. Algo había cambiado. Algo inmenso e irrevocable que le asomaba por los ojos. Algo demasiado grande para tratarlo en ese momento. Con la cara medio cubierta por la almohada, Brittany echó un vistazo al reloj, que la informó de que eran las diez de la mañana. ¿Cómo habían podido dormir tanto? Ni siquiera recordaba haberse quedado dormida.
 
—¿Quién coño está metiendo tanto ruido? —refunfuñó Santana  contra la nuca de ella, mientras presionaba su deliciosa parte necesitada contra su trasero—.Que se callen de una vez y me dejen dormir. —Bostezó—.
Estaba teniendo un sueño increíble.
 
Brittany se echó a reír y se dio la vuelta. Con una sonrisa, le acarició la entrepierna.
 
—Ya veo lo bueno que era.
 
López suspiró y adelantó las caderas hacia su mano.
 
—No finjas que no te gusta.
 
Brittany frunció el cejo cuando los golpes en la puerta cesaron y se oyeron voces en el vestíbulo.
 
Santana también frunció el cejo y se apoyó en el antebrazo para oír mejor.
 
—Pero ¿qué pasa?
 
Brittany sacudió la cabeza, tratando de librarse del mal presagio que la estaba invadiendo.
 
—No tengo ni idea.
 
Santana se puso en guardia enseguida, adoptando una actitud cautelosa y protectora.
 
 
—Iré a ver.
 
—No. —Brittany le apoyó una mano en el hombro, mientras retiraba el edredón con la otra—. Iré yo.
 
—Melocotones —murmuró Santana, con un brillo de enfado en la mirada.
 
—No pasa nada, sólo...
 
—¡BRITTANY!
 
La burbuja que habían construido a su alrededor explotó apocalípticamente cuando la voz retumbó al otro lado de la puerta. Brittany sintió un escalofrío de terror y se notó lágrimas en los ojos. Eran lágrimas de miedo, pero también de rabia.
 
—Mamá.
—¿Qué? —López se atragantó y se levantó de un salto, con los ojos muy abiertos—. ¿Tu... tu madre?
 
Ella asintió lenta y mecánicamente, agarrando el edredón con fuerza.
 
—¡Brittany, sal ahora mismo! ¡Sé que estás ahí con ella!
 
Ella cerró los ojos. No se atrevía a mirar a López por miedo a sentir la necesidad de salir de la habitación y obligar a su madre a que se callara a bofetadas.
 
—Eva, cálmate —les llegó la voz de Nana Boo por debajo de la puerta.
 
—No pienso calmarme. ¿Cómo has podido meterla en tu casa? ¿Cómo has permitido que pasara esto bajo tu techo?
 
—Pues precisamente porque es mi techo, Eva. Soy tu madre y no tengo que darte explicaciones.
 
Se hizo el silencio, mientras el tono ácido de las palabras de Nana Boo crepitaba en el aire.
 
—Será mejor que me vaya —murmuró López, rodeando la cama.
 
A Brittany se le cayó el alma a los pies.
 
—¡NO! —gritó, dirigiéndose a toda prisa hacia ella y enredándose el pie con la ropa de cama—. No, no tienes que marcharte. Por favor, no te vayas.
 
Apretando los dientes por la tensión, Santana le rehuyó la mirada.
 
—No puedo quedarme.
 
—Sí puedes —insistió Brittany, agarrándola del brazo—. Tienes el mismo derecho que yo a estar aquí.
 
—Brittany...
 
—Si te vas, me voy contigo.
 
Antes de que López pudiera responder, la puerta se abrió bruscamente, golpeando la pared por el impulso. Brittany se volvió y v vio a su madre fulminándolos a las dos con la mirada. Ella llevaba una camiseta de López y ésta sólo iba cubierto con sus tatuajes y su ropa interior de color negro.
 
—Sal de aquí —gruñó Brittany.
—No me voy a ningún lado —replicó la mujer, mirando a su hija de arriba abajo.
 
—Eva —la reprendió Nana Boo—, ya basta.
 
—Vístete y baja —insistió su madre, con los labios apretados, sin escuchar a Nana Boo. Cuando dirigió una mirada agresiva a López, Brittany se colocó ante ella, protectora—. Sola.
 
—No pienso hacer...
 
—Ahora mismo, señorita —la interrumpió Eva, dándose la vuelta como si fuera un derviche y bajando la escalera ruidosamente.
 
—¿Qué quiere, Nana? —preguntó Brittany, deseando sentir los brazos de López a su alrededor.
 
Santana permaneció inmóvil. Su inmovilidad y su silencio eran aterradores.
 
—No lo sé —admitió Nana Boo, negando con la cabeza, abatida—. Lo siento mucho por vosotras. Cuando me llamó preguntándome si había hablado contigo, le dije que estabais aquí. No tenía ni idea de que se plantaría en casa. Lo... lo siento mucho.
 
—No te disculpes —la tranquilizó Brittany—. Tú no eres el problema. Es ella.
Miró a López por encima del hombro y se le hizo un nudo en la garganta al verle la cara. Estaba furiosa y había vuelto a levantar barricadas a su alrededor, dejando al resto del mundo fuera.
También a ella.
 
—Os dejo solas. —Nana Boo salió de la habitación y cerró la puerta.
 
Brittany inspiró hondo y se dirigió a la maleta, ignorando las ondas de calma tensa que emitía López. Cuando empezó a hablar, lo hizo a trompicones.
 
—Nos largamos, nos vamos de aquí. No quiero estar aquí si está ella. Pasamos del avión de vuelta, Nana nos puede volver a dejar el coche. Coge tu bolsa, yo cogeré la mía.
 
—No —la interrumpió Santana.
 
Brittany se quedó inmóvil en el centro de la habitación.
 
—Baja y escucha lo que tenga que decirte. —La voz de López era firme y directa, pero sus ojos se movían en todas direcciones, como buscando una vía de escape.
 
—Pero podemos irnos juntas —insistió ella.
 
Santana se agachó para recoger su jersey.
 
—No, tienes que hablar con tu madre, Brittany.
 
A ella se le encogió el corazón. Trató de protegerse del dolor abrazándose a sí misma.
 
—¿Por qué? ¿Por qué quieres que hable con ella?
 
—Porque ya hace tiempo que deberías haberlo hecho.
 
Brittany la observó sentarse y ponerse los calcetines.
 
—No... no puedes irte —susurró—. Te necesito aquí.
 
—Brittany.
 
—Por favor, López. No la escuches. Todo lo que dice... es mentira. No es verdad. Por favor
 
La respiración empezó a acelerársele, como si ya la estuviera viendo salir por la puerta. Incapaz de moverse por miedo a romperse en mil pedazos, dijo:
 
—Por favor, hablaré con ella si me prometes que te quedarás.
 
Se quedaron calladas, contemplándose durante lo que pareció una eternidad. Ninguna de las dos parecía querer ser la primero en romper el silencio. El aire a su alrededor estaba tan cargado como habitualmente, pero el tipo de energía era distinta.
 
—Melocotones, no puedo...
 
—Sí puedes.
 
—No soy lo que necesi...
 
—¡No te atrevas a decir eso! —La tristeza dio paso al enfado—. Eres justo lo que necesito. ¡Joder, no me digas que no lo sabes!
 
López no respondió y permaneció con la vista clavada en el suelo. El corazón de Brittany se rompió de manera muy dolorosa. Mierda, volvían a estar en la casilla de salida.
 
Dio un paso inseguro hacia Santana.
 
—Prométeme que no te irás sin mí.
 
López cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio inferior, pero a Brittany no le importó. Necesitaba oírselo decir. En ese momento era lo más importante para ella. De hecho, era lo único que le importaba.
 
Santana alzó la cabeza y la miró, pero Brittany se dio cuenta de que en realidad no la estaba viendo. Y eso le dolió, le dolió mucho.
 
—Te prometo que no me iré.
 
Estaba rota, destrozada, y Brittany odiaba sentirse impotente para evitarlo.
 
—Vale —susurró—. Vale.
 
En silencio, Brittany fue a buscar algo de ropa. Se puso los vaqueros y las zapatillas deportivas, se hizo un nudo en la camiseta a la altura de la cadera y se recogió el pelo en una coleta baja.
 
—Volveré pronto —le dijo, deteniéndose junto a la puerta con el sobre marrón en la mano— y nos largaremos de aquí.
 
—Brittany, yo —Ella esperó a que acabara la frase, pero Santana la dejó a medias y negó con la cabeza mientras hacía chascar los nudillos—... No importa.
 
Con un peso muerto en el estómago y el corazón hecho trizas, Brittany abrió la puerta del dormitorio.
 
—Volveré enseguida.
 
Brittany entró con decisión y dignidad en el salón, incapaz de distinguir las palabras de la discusión que obviamente estaban teniendo Harrison y Eva junto al ventanal.
 
Había nevado con ganas durante la noche, cubriendo los jardines con un blanco manto invernal. Brittany se alegró de que Nana Boo no estuviera. Su abuela no se merecía ver ni oír lo que estaba a punto de pasar. Le daba mucha rabia que su madre se hubiera presentado allí en ese estado. ¡Y el día de Acción de Gracias, nada menos! En serio, ¿quién era la madre y quién la hija allí? Cuando la mujer se dio cuenta de su llegada, Brittany se detuvo con la espalda muy recta y los brazos cruzados.
 
 
—Pensaba que estabas en casa de los padres de Harrison. ¿Qué estás haciendo aquí?
 
Su madre le devolvió la mirada.
 
—No me hables así, Brittany.
 
—Pues tú no me digas lo que tengo que hacer —replicó ella—. ¿Cómo te atreves a entrar así en mi habitación, en casa de la abuela?
 
La boca de su madre se torció en lo que podría ser un gesto de arrepentimiento.
 
—La abuela está bien. Eres tú la que me tienes preocupada. Furiosa, mejor dicho.
 
—¿Por qué?
 
—¿Por qué? Pues porque mi hija no me habla, ni responde a mis llamadas. Mi hija, que no contenta con trabajar en una cárcel, se dedica a ir por ahí con... con esa...
 
—Cuidado con lo que dices —la advirtió Brittany, cuando ella señaló hacia la puerta.
 
Su madre palideció y le dirigió una mirada dolida.
 
—He venido a poner fin a esta locura.
 
Brittany hizo un sonido burlón.
 
—¿Eres consciente de lo ridícula que es tu actitud?
 
—Lo que es ridículo es que estés poniendo tu carrera, tu reputación y tal vez incluso tu vida en peligro por una delincuente, un despojo de la sociedad.
 
Brittany se acercó a su madre, deteniéndose a escasos centímetros.
 
—¡No hables así de ella!
 
La proximidad de su hija y la ferocidad que emanaba de su cuerpo hicieron vacilar a Eva.
 
—Calma —dijo Harrison, que se había acercado a ellas. Hizo ademán de apoyar el brazo en el hombro de Brittany, pero luego se lo repensó—. Calmaos las dos, por favor.
Eva tragó saliva.
 
—Aunque no te lo creas, lo estoy haciendo porque te quiero, Brittany. Ese trabajo en la cárcel no te conviene, y ella tampoco.
 
—Ni siquiera la conoces —replicó Brittany—. No le has dado ni una oportunidad.
 
Su madre estaba indignada.
 
—¿Y cómo podría dársela si lo has hecho todo a mis espaldas? ¡He tenido que enterarme por Marley y por la abuela!
 
—¿De verdad te extraña que no te lo contara?
 
—No, no me extraña. No me lo contaste porque sabías que estabas haciendo algo malo —replicó su madre—. ¡Por el amor de Dios, te podrías meter en mil líos por su culpa!
 
—¿Te crees que no lo sé?
 
La mujer frunció el cejo, sorprendida.
 
—Entonces, ¿por qué...?
 
—Desde que entré a trabajar en Arthur Kill no has parado de hacerme sentir que soy una decepción constante para ti. Nada de lo que hago te parece bien. Hasta ves mal que ame a esa mujer.
 
Su madre resopló burlona.
 
—Oh, vamos, no estás enamorada de ella.
 
—Con cada partícula de mi ser —dijo Brittany con sentimiento—. No tienes ni idea de cómo me he sentido durante estos últimos meses, mamá. Lo duro que ha sido enfrentarme a mis miedos en Kill; tener que mirar cara a cara a los miedos que no me han dejado dormir durante los últimos dieciséis años.
 
Eva hizo una mueca de dolor.
 
—Pero Santana López ha estado a mi lado en todo momento, apoyándome y cuidándome cuando nadie más lo hacía. —Brittany levantó la cara hacia el techo, furiosa con su madre, que parecía estar a punto de echarse a llorar—. Cuando me marché de aquí el otro día, fue López quien me cuidó. Y nunca me ha dicho o hecho nada que merezca esa estrechez de miras por tu parte.
 
—Es una delincuente.
 
—¿Como papá?
 
Su madre dio un paso atrás. Aunque la expresión de su cara era de sorpresa, el brillo de sus ojos le dijo a Brittany que había hecho jaque mate. Levantó el sobre y se lo plantó a su madre contra el pecho.
 
—Me pregunto —dijo Brittany— si el odio del abuelo logró que te apartaras del hombre que amabas o si sólo te empujó más hacia sus brazos.
 
Eva se quedó mirando el sobre que tenía en las manos.
 
—Debiste contármelo, mamá. Tuvo que ser Nana la que me hablara del pasado de papá, debiste haberlo hecho tú —le dijo Brittany, enfadada—. En vez de juzgarme y de juzgar a López, debiste haber sido sincera conmigo. —Hizo un esfuerzo por contener las lágrimas—. ¿Cómo pudiste mentirme así? ¿Cómo pudiste hacerme sentir tan sola?
 
—No quería hacerte sentir sola —respondió su madre—. Yo sólo... quería protegerte, Brittany. Tú eres todo lo que... No te dije nada porque quiero lo mejor para ti.
 
—Lo mejor para mí es Santana López. Tal vez se haya equivocado en sus decisiones, pero es una buena mujer y estoy enamorada de ella.
 
Eva cerró los ojos.
 
—Eso no importa. No puedo perder a mi hija también. No lo haré. ¡Te estás arriesgando demasiado!
 
—¡López no es peligroso! —explotó Brittany —. ¡Joder, mamá! Ella me protege. ¡Me ha estado protegiendo desde que tenía nueve años!
 
La expresión de su madre pasó del enfado a la perplejidad.
 
—¿Qué quieres decir?
 
—Aunque te lo contara no te lo creerías. No crees nada de lo que digo o hago.
 
—Eso no es verdad. Yo sólo...
 
—¿Qué, mamá? —Brittany resopló, exasperada—. ¿Te preocupas? ¿Tienes miedo? ¿Pues sabes qué? Yo también.
 
Eva se acercó a su hija.
—Escúchame, Brittany. Vuelve a casa conmigo. Hablemos. No puedo seguir enfadada contigo de esta manera. Quiero que volvamos a estar como antes. —Se retorció las manos—. ¿No te das cuenta? Todo esto es culpa de ese maldito trabajo, es culpa de esa mujer.
 
—Necesito estar con López. —Brittany se volvió y se dirigió hacia la puerta.
 
—¡Brittany, espera!
 
Ella se detuvo, respiró y se volvió lentamente.
 
—Háblame —le pidió su madre, con un gesto de dolor—. Yo... quiero que arreglemos las cosas. —Tenía los hombros tensos por el dolor y la frustración—. Odio que estemos así. Quiero recuperar a mi hija. Por favor. Te quiero.
 
Brittany luchó contra el impulso de acercarse a ella y buscar consuelo entre sus brazos. Dios, qué cansada estaba. Nunca se habían peleado de esta manera. Nunca habían estado tan alejadas. Incluso tras la muerte del padre de Brittany, cuando Eva se encerró tanto en sí misma, siempre habían compartido momentos de afecto y de esperanza.
 
En parte, Brittany quería que arreglaran los problemas que las separaban, pero sabía que no era posible. Se habían dicho demasiadas cosas. Era imposible encontrar un puente lo suficientemente largo como para unir las dos orillas de la brecha que se había abierto entre las dos.
 
—Hasta que no aceptes que López está y va a seguir estando en mi vida, no puedo, mamá.
 
Sin esperar a oír su respuesta, Brittany se dirigió a la escalera y regresó a toda prisa al dormitorio. Necesitaba ver a López; necesitaba que ella le dijera que todo iba a salir bien. Necesitaba que la abrazara, oler su aroma y notar el tacto de su piel. Necesitaba notar el roce de sus labios y oír su voz hablándole al oído. El pasillo que llevaba a la habitación se le hizo eterno. Se frotó el pecho, para librarse del dolor sordo que se le había instalado en el corazón, y acto seguido abrió la puerta y recorrió la habitación con la mirada, conteniendo el aliento.
Estaba vacía.
La llamó.
 
—Brittany, por favor —le llegó la voz de su madre desde el pasillo. La había seguido hasta allí.
 
Pero ella no respondió y se dirigió corriendo hacia el baño.
También estaba vacío.
Con el corazón martilleándole en el pecho, dio la vuelta a la habitación llamándola a gritos.
 
Su bolsa había desaparecido.
 
Le dio un empujón a su madre, que seguía murmurando palabras como «arreglar» o «amor» y se lanzó escaleras abajo, sin dejar de correr hasta llegar a la puerta de atrás. Un cigarrillo. Seguro que estaba allí fumando. Se lo había prometido.
 
—¿López? —Al abrir la puerta, lo único que vio fue una gruesa capa de nieve cubriendo los extensos jardines.
 
No estaba.
 
—¿Brittany?
 
Se volvió bruscamente y casi se dejó caer al suelo al ver la cara de preocupación de su abuela.
 
—Nana, ¿dónde está?
 
La anciana negó con la cabeza, desconcertada.
 
—No lo sé, cariño. Pensaba que estaba en la habitación.
 
—No, no está allí. —Brittany inspiró hondo—. Me lo había prometido, Nana.
Se sacó el móvil del bolsillo y se dirigió a toda prisa hacia la puerta principal.
 
—Por favor, responde —gimió, antes de que le saltara el buzón de voz.
 
El pánico que sentía alcanzó proporciones épicas cuando abrió la puerta y sólo encontró una calma helada. El aliento que salía de su boca se convertía en nubes grises por el aire gélido, mientras recorría con la vista la superficie blanca en busca de la silueta de Santana.
 
Pero lo único que vio, entre lágrimas de miedo y de enfado, fueron las grandes huellas que se abrían camino en la nieve en dirección a la carretera, alejándose de la casa. Alejándose de ella.
 
La pantalla del teléfono de Brittany iluminó la habitación cuando le dio al botón de rellamada.
 
Buzón de voz.
 
Parpadeó varias veces, con los ojos llenos de lágrimas.
Llevaba doce horas sin saber nada de López. Ni una llamada ni un mensaje.
 
Silencio absoluto.
 
Le dolía la cabeza, tenía el corazón hecho pedazos y estaba agotada por la preocupación. Le dolía todo. Y al mismo tiempo, tenía una paradójica sensación de vacío.
 
A pesar de las muchas lágrimas derramadas y de los innumerables pasos que había dado recorriendo la habitación de un lado a otro, no culpaba a López de lo sucedido. ¿Cómo iba a hacerlo? No podía culparla por haber buscado una vía de escape y haber salido huyendo. Había tardado seis horas en darse cuenta. Seis horas de llamadas y de mensajes histéricos, pero al final lo había reconocido.
 
Podía parecer una tipa impenetrable, fría, insensible, pero Brittany sabía que era todo lo contrario. Era una persona abierta y muy frágil. Se sentía responsable de haberla puesto en una situación tan difícil e incómoda para ella. Debería haber hecho caso de su instinto y de la ansiedad que vio en sus ojos. Brittany había querido demostrarle que ella era suficiente para Santana y, al mismo tiempo, que ella podía ayudarla; que era lo bastante fuerte como para apoyarla en los malos momentos.
 
Qué egoísta había sido.
 
Brittany se lo había contado todo a Nana Boo, con la cabeza apoyada en su regazo. Sí, López se lo había prometido. Y sí, ella había querido creer en su palabra. Pero la verdad era que ella se lo había dicho obligada. Sabía que ella necesitaba oír esas palabras y las había pronunciado. De no haberlo hecho, Brittany no habría hablado con su madre y, en buena parte, se alegraba de haber tenido esa conversación.
 
Aunque no había servido de mucho.
 
Pero al fin y al cabo, Roma no se construyó en un día. Las conversaciones con su madre, tras la partida de López, estaban siendo breves e incómodas, pero al menos estaban hablando. El rostro de la mujer mostraba claramente que era muy consciente de lo sucedido. Sabía que su presencia en la casa era lo que había forzado a López a marcharse. Y, aunque le costara admitirlo, una parte de ella se sentía responsable.
 
Brittany se tumbó de espaldas en la cama, sujetando el teléfono con fuerza sobre las costillas. Al mirar por la ventana, vio que seguía nevando con ganas. Era una agonía no saber dónde estaba López o si estaba a salvo. Había llamado al aeropuerto, pero no había cambiado su reserva de vuelo. No sabía si habría comprado otro billete, pero algo le decía que no lo había hecho.
Tras hacer el equipaje, Brittany decidió tomar el vuelo del día siguiente, tal como tenían previsto.
 
Por supuesto, Nana Boo le había rogado que se quedara, diciéndole que Acción de Gracias era una fiesta que debía pasarse en familia, pero a Brittany no le parecía correcto permanecer bajo el mismo techo que su madre después de lo que había pasado. Le envió un mensaje a López, diciéndole dónde podría encontrarla si decidía volver con ella y se marchó.
 
Por muy fiesta familiar que fuera, Brittany necesitaba un poco de paz, tranquilidad y tiempo para reflexionar. Igual que había hecho López.
Madre mía, no quería ni imaginarse lo que debió de sentir al oír las cosas que había dicho su madre. Sus palabras tenían que haber demolido todos los ladrillos de confianza y seguridad que Brittany y Nana Boo habían estado poniendo. Cerró los ojos. Dios, qué ganas tenía de decirle lo mucho que la amaba.
 
Le daba igual si ella no quería volver a saber nada más de ella. Necesitaba que lo supiera. Se permitió llorar un poco más. Lloraba por López, por el dolor que debía de estar sintiendo. Y lloraba por la rabia que le daba que su madre le hubiera hecho daño a la mujer que amaba. Lloraba por su abuela, que se había visto envuelta en una situación horrible sin pretenderlo, pero también lloraba por su padre.
Dios, lo echaba tanto de menos...
Lamentaba tanto que no estuviera allí con ella...
Lo lamentaba todo. Y estaba agotada.
Por suerte, el sueño impidió que siguiera dándole vueltas a los problemas en los que se encontraba envuelta.
 
Oyó un ruido.
 
En un rincón de su conciencia, entre la luz y la oscuridad, entre la realidad y los sueños, Brittany oyó un ruido. Medio dormida, alargó el brazo para apagar la alarma de su reloj digital, para detener el ruido.
Toc, toc, toc.
 
Parpadeando para librarse del sueño que no le dejaba abrir los ojos, Brittany se sentó, desorientada, recordando poco a poco dónde estaba. En el hotel Drake, de Chicago, en la suite favorita de su abuela.
 
Con el teléfono descargado en la mano y la ropa húmeda de sudor tras haberse quedado dormida vestida, se desplazó hasta el borde de la cama. Encendió la lámpara de la mesita de noche, que bañó la habitación de una luz elegante. Y volvió a escuchar, muy frustrada, deseando que su cerebro se aclarara lo suficiente como para poder concentrarse.
 
Nada.
 
Silencio.
 
Por supuesto que había silencio. ¿Qué otra cosa iba a haber?
 
Tal vez lo había soñado.
 
Toc, toc, toc.
 
Brittany se levantó de la cama, cruzó el dormitorio y entró en el salón de la suite, encendiendo luces a su paso. ¿Quién demonios podía ser? No recordaba haber pedido servicio de habitaciones. Refunfuñando por no haber mirado qué hora era, se acercó a la puerta arrastrando los pies, frotándose la cara y tratando al mismo tiempo de hacerse algo con el pelo, que tenía tan alborotado que parecía un nido de pájaros.
 
Toc, toc, toc.
 
—Un momento —murmuró adormilada—, ya voy.
 
Sin mirar por la mirilla y refunfuñando por la cantidad de pestillos que había en la puerta, Brittany seguía hablando con la vista baja, cuando al fin logró abrirla.
 
—Perdón —se disculpó bostezando—. Estaba durmiendo. ¿Qué pas...?
 
Las palabras se le helaron en los labios al ver la figura  inesperada que tenía delante. No tan alta, de hecho, ya que estaba encorvada, apoyada contra el marco de la puerta. Parecía muy cansada y le goteaba agua de la barbilla y por los lados de la cara. Su perfecta y hermosa cara.
 
—López —dijo ella, tambaleándose y pensando que seguía soñando—. ¿Dónde...? ¿Qué...?
 
La recorrió arriba y abajo con la mirada, sin dar crédito a lo que veía. Tenía la ropa empapada y pegada al cuerpo, los nudillos blancos por el frío y los labios de color azul oscuro. Brittany abrió más los ojos y se dio cuenta de que estaba temblando.
 
—Dios mío, estás congelada —exclamó, recuperando el sentido común—. Pasa y...
 
—No —replicó Santana la voz ronca, negando con la cabeza y lamiendo el agua que le fue a parar a los labios a causa del movimiento—. No puedo.
 
El corazón de Brittany le latió desacompasadamente.
 
—¿Por qué?
 
Santana  mantuvo la mirada clavada en el suelo. Temblaba de pies a cabeza y emitió un sonido de dolor que le salió de lo más hondo.
 
—Santana, vas a caer enferma —insistió ella—, por favor, entra.
 
—¡No! —repitió ella en voz alta, demasiado alta para un hotel donde todos dormían—. Necesito... —Agachó la barbilla—. Tengo que decirte algo.
 
A Brittany le fallaron las rodillas. Había llegado el momento que había estado temiendo. Iba a dejarla. El corazón se le detuvo unos instantes y el estómago se le cerró, preparándose para el devastador impacto de sus palabras.
 
Tras aclararse la garganta y soltar aire, le rogó:
 
—Por favor, déjame decir algo antes.
 
Se tomó su silencio como señal de aceptación, a pesar de que sus ojos permanecían fijos en la suntuosa alfombra de color azul intenso. Cerró los ojos y rezó pidiendo encontrar las palabras para expresar todo lo que quería decir.
 
—Lo siento mucho, Santana. Lo siento todo. No debería haberte traído. Fue muy egoísta por mi parte. Mi madre... Todo lo que dijo eran tonterías, López, te lo aseguro. Ella es la única que piensa así. La odio por lo que dijo. La odio por hacerte dudar de todo lo que yo te he dicho. No te culpo. No te culpo por salir huyendo, porque yo habría hecho lo mismo. Y siento no haberte podido proteger de las cosas que te asustan. Dios, lo siento tanto...
 
Apoyó la frente en la puerta. Estaba aterrorizada. Tenía miedo de que aquélla fuera la última vez que hablaban. Pero le había dicho todo lo que se le había ocurrido para evitarlo.
 
—Yo también lo siento —dijo Santana, haciendo que ella levantara la cabeza.
 
Santana en cambio seguía con la cabeza gacha.
 
—No tienes nada por lo que...
 
—Déjame acabar, joder —soltó López, cerrando los ojos con fuerza—. Necesito decirte esto sin que me interrumpas ni me discutas, ¿vale?
 
—Vale —respondió rápidamente.
 
—Me tengo que disculpar por un montón de cosas —dijo Santana, con los dientes apretados, apoyando un puño cerrado en la pared—. Yo... esto... Tú... Tú lo eres todo para mí y siento haber sido tan idiota de creer que te merecía.
 
Brittany apretó los labios con fuerza y se tapó la boca con la mano para no protestar.
 
—Siento ser tan débil. Yo no puedo... Me destrozas, Brittany, con las cosas que me dices, con tu forma de amarme. Tus palabras... me provocan cosas. Me hacen sentir cosas que nadie me ha hecho sentir. Siento haber metido la pata en el pasado. Fui una imbécil... y lo sigo siendo. No puedo borrar los errores que he cometido. Odio no poder hacerlo, pero no puedo. Son los que son y yo soy lo que soy a causa de ellos.
 
Se inclinó más hacia la puerta. Brittany permanecía inmóvil, aunque se moría de ganas de tocarla, de consolarla.
 
—Siento haberme marchado —susurró—. No debí hacerlo. Sé que te lo prometí, pero era tan... tan duro, joder. —Apoyó la frente en la pared—. Tenía miedo de que... Sé que tendría que haberme quedado en la habitación sin escuchar, pero quería saber lo que tu madre pensaba —admitió—. Y luego cogí la bolsa y me fui. Me escabullí como lo que soy: una jodida cobarde. No sabía qué otra cosa podía hacer. Me estaba ahogando entre aquellas paredes.
 
—San...
 
—Cuando la oí decir esas cosas, me sentí morir —prosiguió ella—. Porque tenía razón. Sé que no estás de acuerdo con ella, pero es tu madre, Brittany. Y se preocupa por ti. No quiere que estés con alguien como yo y lo entiendo. Joder, me rompe por dentro, pero lo entiendo. —Se encogió de hombros—. Pensé que lo mejor para todos era que me largara. —Tenía las largas pestañas aplastadas contra las mejillas—. Ni siquiera debería estar aquí.
 
Se quedó inmóvil, en silencio.
 
Lo único que Brittany oía era el latido furioso de su propio corazón. Tenía la piel pegajosa de sudor y el nudo de terror que se le había formado en el estómago estaba cada vez más apretado.
 
—Entonces, ¿por qué has venido?
 
López levantó la comisura de los labios, en una media sonrisa.
 
—Salir por aquella puerta fue lo más difícil que he hecho en mi vida. —Se llevó una mano al corazón—. Cuando me fui, sentí un dolor que era... no sé... No me dejaba respirar. Y cuanto más me alejaba de ti, más me dolía. Pensé que me moría.
 
Brittany sabía exactamente a qué se refería. En su vida sólo había habido dolor desde que Santana se marchó.
 
—Caminé y caminé —siguió diciendo López—. Estaba furiosa conmigo misma. Sabía que tenía que alejarme y lo intenté. Tienes que creerme. Lo intenté con todas mis fuerzas. Pero es que... joder, se me rompía el corazón.
Enderezó un poco la espalda, todo lo que su exhausto cuerpo le permitió y miró a Brittany a los ojos por primera vez.
 
Sus miradas se encontraron. La de Santana era la de una mujer abatida, derrotada.
 
—Siento haberte causado tantos problemas —dijo con tristeza—. Has tenido que defenderte de gente que debería haberse alegrado por ti. Soy conflictiva, no controlo mi ira y tengo un carácter de mil demonios. Hay cosas sobre mí que todavía no sabes y no tengo ni idea de por dónde empezar, porque tengo miedo de que salgas huyendo al oírlas. Y sé que eso me convierte en una egoísta de mierda, por esperar que no lo hagas, sabiendo que es lo mejor para ti.
 
—Yo...
 
—Espera —la interrumpió él casi sin aliento, dando un paso tembloroso hacia ella.
 
Estaba tan cerca que Brittany tuvo que alzar la cara para mirarla, ya que los ojos le quedaban a la altura de su mandíbula, afilada y rasposa.
 
—Por favor, Melocotones, quiero... —resopló frustrada—, quiero hacer las cosas bien. Sé que debería marcharme. Sé que debería haberme montado en un jodido avión y haber vuelto a casa, en vez de pasar las horas bajo la nieve. Sé que te mereces algo mejor. Todo eso ya lo sé, Brittany, pero la verdad es que... la verdad es que...
 
Ella cerró los ojos, inclinándose hacia Santana. Se estremeció cuando su mano gélida le acarició el cuello y se desplazó hacia su mejilla.
 
—La verdad es que —le susurró al oído— me da demasiado miedo alejarme de ti. No puedo. Si tú no estás a mi lado, pierdo la esperanza.
 
Brittany la agarró del brazo y apoyó la cabeza en su bíceps, mientras soltaba un suspiro de alivio. López le acarició la sien con la punta de la nariz.
 
 
—Soy tuya. Tienes que saberlo. Joder, dime que lo sabes.
 
—Lo sé —gimió Brittany—, lo sé.
 
López se dejó caer sobre ella, haciéndola entrar a trompicones en la habitación. Brittany logró cerrar la puerta de una patada, mientras Santana enterraba la cara en su cuello y empezaba a temblar descontroladamente, murmurando palabras incoherentes contra su piel. La abrazó por la cintura con fuerza. Nunca la había abrazado así.
 
—Brittany —dijo con voz ronca—. Brittany, yo... No me pidas que me vaya, por favor.
 
—Nunca —replicó ella ardientemente.
 
López tembló de un modo violento.
 
—Tienes que entrar en calor. Por favor, déjame ayudarte. Estás helada.
Santana dio un paso atrás, a regañadientes, para que pudiera bajarle la cremallera de la chaqueta y quitársela. López permaneció en silencio, con la mirada baja y el agua goteándole por la barbilla mientras ella la desvestía. Cuando estuvo desnuda de cintura para arriba, con piel de gallina en todo el cuerpo, Brittany la agarró por la mano temblorosa y, sin decir nada, la llevó al cuarto de baño. La dejó junto a la puerta y abrió el agua caliente de la ducha de cinco cabezales. Le quitó las botas y los calcetines y luego la ayudó a quitarse los vaqueros y asi como el sosten y sus bragas antes de desnudarse ella también.
 
A pesar de que ambas estaban desnudas, entre ellas no existía ningún tipo de corriente sexual. No saltaban chispas. No había caricias desesperadas ni besos frenéticos.
 
Brittany le dio la mano y la condujo hasta la ducha, moviéndose para que el agua la alcanzara a ella primero. Mientras permanecían bajo el chorro templado, ella fue aumentando la temperatura gradualmente, para no causarle un shock por un contraste demasiado brusco.
 
—Deja que te dé calor —le dijo, abrazándola.
 
Santana la rodeó con sus brazos, le apoyó la cara en el hombro y negó con la cabeza.
 
—No podía marcharme. Sé que debería haberlo hecho, pero no pude.
 
—Lo sé. Me parece bien.
 
—Tengo miedo. Joder, tengo mucho miedo. —A López se le quebró la voz.
 
La atrajo con fuerza hacia sí, haciéndola desaparecer entre sus brazos y obligándola a inclinarse hacia ella.
 
—No tengas miedo —la tranquilizó Brittany, acariciándole la espalda—. Estoy aquí.
 
Santana trató de acercarse más.
 
—No puedo perderte. Yo... ¡Dios! Sólo pensar en ello me hace daño. —Con voz ronca, añadió—: Ayúdame. Ayúdame, yo no puedo...
 
—Santana. Cálmate, por favor.
 
Luchando por mantener el equilibrio, Brittany logró que las dos se sentaran en el suelo de la ducha sin hacerse daño. Formaban una masa de miembros pesados, que no se separó en ningún momento. Nunca la había visto así.
 
Todas las barreras y las piezas de la armadura con las que Santana solía protegerse —la arrogancia, la indiferencia, el enfado y el odio— se estaban desintegrando ante sus ojos, deslizándose por su cuerpo con cada gota de agua que recorría su piel temblorosa y desapareciendo por el desagüe.
 
Brittany la acunó, rodeando sus hombros llenos de tatuajes con los brazos y la cintura con las piernas, mientras ella le clavaba la mejilla en el pecho.
 
Los hombros se le sacudían por la respiración entrecortada.
 
La oyó gemir, al mismo tiempo que empezaba a sacudirse con más fuerza.
 
Oh, Dios mío, estaba llorando.
 
Le acarició la espalda y la nuca tratando de calmarla al tiempo que trataba de mantenerse ella entera.
 
—Todo está bien, cariño.
 
—Tengo... tengo que... Necesito...
 
Brittany la besó en el cuello.
 
—Dime qué necesitas.
 
—Joder, es aquí. —Le tomó la mano y se la apoyó sobre el corazón, que le latía desbocado—. Nunca había sentido nada igual. —Se pasó la lengua por los labios—. Duele.
 
—¿Te duele el corazón? —le preguntó Brittany, contemplando cómo el agua caliente se le deslizaba por la cara.
 

—Es tuyo. Mi corazón es tuyo. —Santana parpadeó, con las pestañas empapadas—. Ahora estoy segura. Brittany, yo... —Levantó la cabeza y, con los brazos alrededor de su cintura y el vapor del agua rodeándolas con una nube de calor, abrió la boca, la miró a los ojos y susurró—: Yo... te quiero.__
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por 3:) Sáb Oct 15, 2016 5:49 pm

Joder que hipocrita que es la madre de britt!!!... tira la piedra y esconde la mano no...!!! Que bronca me dio la vieja..
Casi me da algo cuando san se fue.... pero por lo menos sirbio para que san afirmara lo que siente de britt!!!!
3:)
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por micky morales Sáb Oct 15, 2016 8:15 pm

Pobre san de verdad que su familia le ocasiono un gran daño, espero de verdad que brittany pda ayudarla y ella acepte que es una gran persona y merece ser feliz!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Oct 17, 2016 5:30 am

3:) escribió:Joder que hipocrita que es la madre de britt!!!... tira la piedra y esconde la mano no...!!! Que bronca me dio la vieja..
Casi me da algo cuando san se fue.... pero por lo menos sirbio para que san afirmara lo que siente de britt!!!!

si es una bruja y una hipocrita espero que se arrepienta al saber que Santana es la razon de que todavia tenga hija..
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Oct 17, 2016 5:31 am

micky morales escribió:Pobre san de verdad que su familia le ocasiono un gran daño, espero de verdad que brittany pda ayudarla y ella acepte que es una gran persona y merece ser feliz!!!!!

Santana merece ser feliz ahi tienes mucha razon pero las cosas aun no son tan faciles. ya veras el mayor obstaculo es la madre de Britt y boca trucha....
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Oct 17, 2016 5:32 am

Aqui un capitulo largo.....

CAPITULO 31


Britt parpadeó en silencio mientras contemplaba el rostro aterrorizado pero expectante de López. No podía hablar, porque lo que estaba sintiendo por ella en su corazón, en su mente y en su alma no podía expresarse con palabras.

Una y otra vez abrió la boca para decir algo, algo trascendental o profundo, pero su confesión la había dejado sin palabras.

«Me quiere.»

—Lopez—susurró al fin, cerrando los ojos—. Yo también te quiero.

Santana le acarició el cuello, recorriendo con ternura su piel mojada con la punta de los dedos y deteniéndose sobre la vena que Britt sabía que le estaba latiendo como loca.

Lopez fijó la vista en su clavícula.

—Mi Melocotones —dijo, antes de darle un suave beso en el cuello—. Eres mía —añadió, con los labios pegados a su mandíbula.

Ella asintió, frotando la mejilla con la de López. El roce de su piel hizo que varias partes de su cuerpo se retorcieran y se contrajeran subyugadas.

—Toda yo —susurró apasionadamente.

—Dios —murmuró Lopez junto a su oreja—. Es tan... no encuentro palabras.

No las necesitaba. Britt la entendía perfectamente. El suyo era un amor más allá de las palabras, más allá de la razón, más allá incluso de ellas dos. Era algo indescriptible, inexplicable, pero irrompible, inquebrantable. Su conexión, su lazo, llevaba fortaleciéndose dieciséis años. Aunque no se conocían y llevaban sus monótonas vidas por separado, habían seguido formando parte de un todo; una parte silenciosa pero esencial que no desaparecería mientras ellas vivieran.

Ninguna de las dos podía detenerlo ni ocultarlo.

Britt sintió un arrebato de fuerza extraordinaria. La declaración que Lopez le había provocado un chute de adrenalina que le corría por las venas, calentándola por dentro.

Era una sensación muy agradable e inspiradora, una que llevaba mucho tiempo sin sentir. En ese momento, con Lopez entre sus brazos y llena de determinación de la cabeza a los pies, se sintió imparable.

Britt se apartó el edredón de los pies. Se estaba asando de calor y, aunque notar el cuerpo de Lopez pegado al suyo era muy agradable, necesitaba refrescarse un poco.

Tras mirar la hora en el reloj de la mesilla, se levantó de la cama donde Lopez y ella llevaban cinco horas durmiendo. Se quitó la camiseta y bajó el termostato de temperatura sauna a calentita. Fue al baño a echarse un poco de agua fresca por la cara y luego se quitó los pantalones de chándal y los cambió por unos de pijama de verano.

Empezó a sentirse mejor. Con un vaso de agua en la mano, volvió a la cama, donde Lopez seguía tumbado boca arriba, sólo con las bragas. Britt sonrió al ver que ella también se había librado del edredón. Su subía y bajaba de manera hipnótica al respirar.

Cuando ella se tumbó a su lado, Santana abrió un ojo y se pasó la mano por el pecho, brillante de sudor. Britt le enredó los dedos en el cabello que le cubría parte del torso.

—Hola.

Lopez se volvió hacia ella con cara de adormilada, la piel marcada por las arrugas de la almohada y sonriendo perezosa.

—Hola.

—¿Cómo está tu corazón?

Santana le cogió la mano y se la llevó al lado izquierdo del pecho.

—Dímelo tú —respondió, sin rastro de sueño en la mirada.

Britt se mordió el labio.

—Acelerado.

—Como siempre cuando tú estás cerca.

Britt buscó la muñeca de Lopez e hizo lo mismo, colocando su enorme mano sobre su seno izquierdo. Lentamente, ella se apoyó en el codo y la observó maravillada, como si fuera una niña pequeña.

—Está desbocado.

Apartó la mirada de su mano y fue ascendiendo por el torso y el cuello de Britt hasta llegar a sus labios, donde permaneció unos instantes, contemplándolos con avidez antes de seguir subiendo hasta sus ojos. Su silencio decidido hizo que a ella se le erizara el pelo de la nuca. El aire que las rodeaba empezó a vibrar.

—¿Soy yo la responsable de esto? —le preguntó, acariciándole la piel erizada del brazo.

—Me pones así siempre que me miras.

Lopez resiguió con delicadeza el borde del sujetador de encaje. El pecho de Britt se levantó bruscamente al notarlo y los ojos se le cerraron sin poder controlarlos.

Con caricias muy suaves, ella desplazó la mano hacia el pecho derecho, resiguiendo cada curva, pero saltándose expresamente el lugar que ella deseaba ardientemente que tocara.

Acercándose más, con languidez, Lopez empezó a trazar círculos sobre su piel en dirección a la clavícula. Una vez allí, resiguió su contorno y le apretó las venas cada vez que notaba el pulso bajo sus dedos. Eran unas caricias sencillas, sin pretensiones, pero Britt no podía dejar de gemir cada vez con más fuerza, al notar el delicado roce de sus dedos. Cuando se cansó, Lopez guio el índice hacia abajo, serpenteando experta y eróticamente entre sus pechos hasta llegar a su abdomen.

Britt contuvo el aliento cuando se acercó al ombligo. La rodeó dos veces antes de hundirse en ella, provocándola. Incapaz de sostener la cabeza por más tiempo, la dejó caer hacia atrás sobre la almohada y se entregó al goce de los sentidos, mientras Lopez seguía con la maravillosa exploración de su cuerpo, más que entregada.

—Tu piel aquí es tan suave... —La acarició justo por encima de la cintura de los pantalones cortos—. Tan suave...

Britt jadeó al notar sus labios en el lugar que acababa de recorrer con el dedo y ronroneó al notar la lengua marcando el camino.

—López... —gimió.

—¿Qué pasa, nena? —Ella se movía muy lentamente, inclinándose cada vez más sobre ella.

Britt, que tenía las manos en su cabeza, le buscó a ciegas los hombros, que se flexionaban poderosamente bajo sus dedos. Notó los pecho de ella presionando contra el suyo.

— Echo de menos tus labios —dijo López, acariciándole la mandíbula con el pulgar, mientras le abrasaba los labios con la mirada.

—Por favor. —Las palabras escaparon de los labios de Britt en un susurro cargado de lujuria.

El deseo era tan intenso que le burbujeaba bajo la piel. La inevitable explosión de pasión que siempre aparecía cuando estaba a su lado, se acercaba a toda velocidad.

—Dime qué es lo que quieres —le exigió Santana con rudeza—. Si me sigues mirando así, juro ante Dios que te daré lo que me pidas.

—Bésame —le rogó ella—. Sólo bésame.

La boca de Britt, rosada, húmeda y suave, hechizaba a López. Se habían besado un millón de veces, de mil formas distintas, pero le pareció que le estaba pidiendo algo tan trascendente que durante unos momentos no pudo hacer más que contemplarla. Como por inspiración divina, tuvo una visión de la celestial boca de Britt alrededor de su coño, lo que le secó la garganta al mismo tiempo que se desplomaba sobre ella.

Estaban piel contra piel, la de Britt ruborizada y cálida.

Lopez trató de calmarse, pero su cuerpo no le obedecía. Era como si no fuera suyo, como si tuviera vida propia o como si alguien o algo se hubiera adueñado de él.
Algo más grande. Algo incomprensible.
Cerró los ojos y soltó el aire.
¿A quién quería engañar? Era Britt la que se había apoderado de su ser, la que la controlaba por completo.

La dominaba desde que tenía once años. Y si no se había dado cuenta antes, ahora veía claramente que la había amado durante cada segundo, minuto y hora de esos dieciséis años.

Se había entregado a ella en una calle oscura y solitaria del Bronx una dramática noche y por fin entendía que, desde entonces, no había vuelto a encontrarse a sí misma hasta que la encontró a ella.

Habían pasado dieciséis años. Cinco mil ochocientos cuarenta y cuatro días.
Joder, ¿cómo había logrado sobrevivir tanto tiempo sin ella?

La amaba desesperadamente y, para ser franca, eso la aterrorizaba. La había echado de menos incluso cuando no la conocía y fantaseaba con ella cuando la realidad de mierda en la que había crecido le resultaba insoportable. Si no hubiera estado tan hipnotizada observándola, se habría echado a reír ante su ceguera y su ridícula negación cuando Britt volvió a su vida.

Ella hizo un leve movimiento, muy sutil, bajo su cuerpo. Luego desplazó las piernas y elevó las caderas, dirigiéndolas hacia ella, buscando cualquier tipo de fricción.

Era exquisita. Lopez abrió la boca y jadeó con los labios pegados a los suyos y gruñó cuando Britt tiró de ella para profundizar el beso.

Sus lenguas se encontraron, se reunieron, se tocaron, se probaron y se frotaron dentro de la boca de ella y más tarde en la de López. Ésta le sujetó la cintura con una mano y la cara con la otra, mientras su pasión empezaba a crepitar y chisporrotear. Santo Dios, el dolor que sentía entre las piernas era una auténtica tortura. Echó las caderas hacia delante, mostrándole el efecto que causaba en ella. Aunque sabía que ella nunca acabaría de entenderla del todo. Era imposible que lo hiciera.

Había sido una imbécil integral al pensar que iba a ser capaz de no pronunciar esas dos palabras. Las dos palabras que nunca le había dicho a ningún otro ser humano en toda su puñetera vida. Pronunciarlas la había pillado por sorpresa incluso a ella, joder, pero el alivio que sintió una vez dichas había sido mucho más grande y liberador que recibir una carta del comité de libertad condicional.

Apartó los labios de la boca de Britt y fue descendiendo por su mandíbula hasta llegar a su cuello. Ella se arqueó para facilitarle el acceso a cualquier parte que quisiera de su precioso cuerpo. Lopez empezó por su pecho, deslizando las tiras del sujetador hombros abajo para poder retirar las copas, dejando sus senos al alcance de sus manos ansiosas y de su boca exigente.
Con los ojos cerrados, Lopez empezó a lamerlos, a succionarlos y a tirar de los pezones, atrapados entre sus dientes.

Gimió cuando ella le arañó la espalda, acercándola más mientras le susurraba al oído lo mucho que la necesitaba.

Lopez le acarició la cadera con los labios y luego la suave carne de su vientre hasta llegar al borde de sus braguitas, que asomaba provocativamente bajo los pantalones del pijama. Quería sentirla en su lengua. Quería notar su sabor y hacer que se corriera con tanta intensidad que viera las estrellas. Quería devorarla, enterrar la cara en su sexo y no volver a la superficie hasta días más tarde. La quería empapada, sin aliento. La quería...

—Te he echado de menos —susurró Britt.

Asombrada por la expresión de dolor en el rostro de ella, Lopez apoyó la barbilla en su cadera.

—Te he echado de menos cuando no sabía dónde estabas —repitió.

A Santana se le rompió el corazón.

—Y yo te echaba de menos a ti. —Le apartó un mechón de pelo de la mejilla y negó con la cabeza—. Dios. —La besó—. Qué idiota he sido. ¿Cómo pude marcharme?

Alejarse de ella había sido tan doloroso que Lopez se imaginaba que sería comparable a que la quemaran viva. El dolor la había paralizada, dejándola inmóvil, inútil.

Cuando los chicos iban a visitarla a Kill y trataban de explicarle lo hecho polvo que estaba Max tras el abandono de Quinn, Lopez había intentado entenderlo, pero sólo ahora comprendía por lo que había pasado su amigo. Por lo que seguía pasando.

Santana no quería volver a experimentar un dolor así. Dudaba que fuera capaz de sobrevivir a una segunda ronda.

—Sé por qué lo hiciste —susurró Britt—. Y si tu huida te ha ayudado a darte cuenta de que me quieres —siguió diciendo en voz muy baja—, me alegro de que lo hicieras.

Joder, tenía razón. Al marcharse se había roto en mil pedazos. Se había quedado desnuda, sin nada tras lo que esconderse. Para ser honesta, Lopez se daba cuenta de que le habría sido imposible seguir negando sus auténticos sentimientos. Y ahora que su fachada de tía dura se había ido a tomar por culo, aceptó al fin que había sido agotador mantenerla.

—López. —Britt le cogió la mano y se la apoyó sobre el corazón—. Muéstramelo. Muéstrame lo mucho que me quieres.

Santana la miró a los ojos, sin entenderla del todo. Su mirada le trajo el recuerdo de todas las veces que se habían corrido juntas. Recordó todas las veces que la había acariciado, besado, que había estado en su interior.

«Muéstramelo.»

En la casa de la playa.

En el sofá.

La primera vez que estuvieron juntas, empapadas por la lluvia, desesperadas, en su cama hasta el amanecer.

Ya en aquel momento la amaba tanto...

Sin ser consciente de ello, le había demostrado lo que significaba para ella, usando su cuerpo en vez de un desastre de discurso.

Cuando las sensaciones que le despertaba estar dentro de Britt eran demasiado abrumadoras y no había sido capaz de encontrar el ritmo por culpa de la espesa nube de lujuria y necesidad que la rodeaba, se había limitado a aspirar su aroma, a besarla lánguidamente o a acariciarla en lugares que hacían que ella gritara su nombre entre gemidos.

Ésos habían sido sus instantes favoritos. Mientras estaban conectadas pero inmóviles. Sin ser esclavas del frenesí. Sólo estando juntas. Sintiendo. En esos momentos, Lopez había encontrado la paz.

Le apartó la melena de la cara y la besó. Lo hizo sin presionarle los labios, mientras su lengua la recorría tierna y cariñosa.

«Eres tan bonita —le decía con ese beso—. Me dejas sin aliento.»

El gemido que brotó de la garganta de Britt le indicó que había recibido el mensaje. Lopez la sujetó por la nuca, acercándola a su boca. Ella nunca se resistía. Su generosidad era increíble. Se bajó las bragas y se colocó sobre su cuerpo. Le besó el cuello y le lamió los pechos. Le mordisqueó el torso, resiguiéndoselo con los dientes, mientras con las manos le acariciaba los muslos antes de separárselos.

«Te he deseado desde siempre.»

Britt se aferró con fuerza a las sábanas cuando Santana le dio suaves besos, formando una línea que iba de una cadera a la otra. Dobló las rodillas y le apoyó los talones en los hombros. Santana le acarició las ingles y le separó más las piernas. El movimiento la atrajo hacia la zona de su cuerpo que necesitaba sentir el contacto de su boca. Besó su sexo y vio el brillo de la humedad que la esperaba. Con delicadeza, separó los labios usando la boca, le buscó el clítoris con la lengua y lo rodeó varias veces lentamente, formando círculos y haciendo que Britt cerrara los ojos y arqueara la espalda.

Joder, era lo más delicioso que había probado nunca. Deslizó los dedos con facilidad a lo largo de la piel empapada, provocándola y pidiéndole permiso para ir más allá con cada caricia y giro de los dedos. Poco a poco, deslizó dos dedos en su interior y gimió con la cara enterrada en su piel cuando ella gritó y levantó las caderas, restregándose contra su cara. Estaba tan cálida... Sacó los dedos y volvió a introducirlos, mientras seguía succionándola y lamiéndola.

—Más.

«El mundo entero te daría, joder.»

Lopez emitió una especie de zumbido y se acercó aún más, moviendo la cara de un lado a otro y ronroneando al notar las uñas de Britt clavarse en su piel. Aceleró el ritmo de su lengua y de sus dedos al oír sus jadeos y ruegos.

—Oh, Dios mío. Me voy a correr.

Bien. Era el principal objetivo de su vida. Ella la agarró con más fuerza, tirando y empujando con las caderas, empapándole la barbilla.

Gimió y gritó palabras incoherentes hasta que el orgasmo se apoderó de ella, sacudiéndola de arriba abajo. Lopez le sujetó los muslos cuando trató de cerrarlos para apartarse de su boca voraz. Devoró todo lo que Britt le dio hasta que ella le rogó que parara. «Nunca dejaré de amarte así.»

Finalmente, Lopez levantó la cabeza y la miró. Su piel de terciopelo tenía un brillo resplandeciente. El pecho le subía y bajaba trabajosamente al respirar. Ascendió por su cuerpo, cubriéndola de besos, necesitado de su calor para mantenerse anclada a la Tierra. Sabía que tenía que tratarla con cuidado. La niebla sensorial que siempre acompañaba a la lujuria había empezado a descender sobre ella, caliente, frenética, exigente, pero respiró hondo para ahuyentarla. Tener a Britt tan cerca, con las manos en sus hombros y las piernas alrededor de su cintura, la ayudó a calmarse.
Gimió en su boca cuando ella la besó, probando su propio sabor en sus labios. Apoyó las manos en la cama, a lado y lado de su cuerpo. Su coño estaba atrapado entre las dos, húmedo, hinchado, ansioso. Cada vez que Britt se movía, lo frotaba de arriba abajo, volviéndola loca. Lopez movió las caderas y gruñó al notar que ella le mordía en el cuello.

«Soy tuyo. Márcame.»

Britt levantó las piernas y le colocó los talones sobre el trasero. Ambas llevaron la mano al mismo tiempo hacia su coño, desesperadas por unir sus cuerpos.

Lopez la soltó primero y miró cómo ella la guiaba hacia su interior, frotando sus núcleos contra su carne húmeda. Ella suspiró y frunció el cejo, extático.

Estar unidas de esa manera la dejaba desmadejada, sin fuerzas. Britt estaba empapada y tan suave... Lopez echó las caderas hacia delante un poco más duro, un poco más cerca.

Atrajo la cara de ella hacia ella y le mordisqueó el labio inferior. Britt la empujó un poco más. Poco, pero suficiente para —al fin— deslizarse en su interior. Fue un momento increíble. La euforia que Lopez siempre sentía en esos momentos ascendió como una llamarada por su espalda, poniendo sus caderas en movimiento.

—Mi niña, mi dulce niña —murmuró, con la cara escondida en su cuello, mientras se clavaba más y más en su calor—. Así. —Se enterró un poco más—. Oh, joder.

Lopez levantó la cabeza y empujó muy lentamente hasta estar completamente enterrada en ella. Estaba en casa. A Britt se le escapó un sollozo, pero Santana lo atrapó entre sus labios. El ansia de embestirla profundamente, con fuerza, se apoderó de la parte baja de su espalda. Le abrió los muslos con las rodillas, separándolos un poco más para poder llegar más adentro. Los dedos de una de las manos de lopez se entrelazaron con los de Brittany a lado y lado de la cabeza de Britt, mientras Santana se retiraba de su interior, soltando un gruñido prolongado. Bajó la vista hacia el lugar donde sus cuerpos se unían y jadeó al verla pegada a ella, brillante de sudor, preciosa.

Con otro jadeo, se deslizó de nuevo en su interior.

—¿Sabes que haría cualquier cosa por ti? —le preguntó—. ¿Sabes que pienso en ti constantemente? A veces creo que me he vuelto loca. Tú me vuelves loca.
Enloquezco cuando no estoy contigo. Joder, Britt, me duele no verte.

Ella la agarró del cuello.

—Te necesito desesperadamente—siguió diciendo Lopez casi sin aliento—. Necesito esto. Necesito estar así contigo, porque te juro por Dios que mi corazón sólo late por ti.

Britt le apretó las manos y la besó en el cuello. Sus frentes se fusionaron y Santana se perdió en sus ojos entreabiertos. Siguió moviéndose a ritmo lento pero decidido, inclinando la pelvis para llegar a ese lugar de su interior que hacía que contuviera el aliento. Sintió una presión en el vientre y la embistió con fuerza, agarrándola por las caderas, probablemente con más fuerza de la debida. Gruñó cuando ella le lamió la mandíbula y le mordisqueó el cuello como respuesta.

Britt la abrazó por los hombros. Lopez nunca se había sentido tan cerca de ella. La envolvía por completo y ella estaba a su merced, derrotada, pero victoriosa al mismo tiempo. Y, por encima de todo, por encima de su necesidad de correrse y de su lento deslizarse en la felicidad provocada por el éxtasis, Lopez se sintió total e inequívocamente amada. La sensación la envolvía del mismo modo que Britt, dándole calidez y seguridad, y le alcanzó de una manera fantástica, imposible de describir.

Era algo muy extraño, increíble.
Era mucho más que hacer el amor.
Era erótico, apasionado, algo que le desnudaba el cuerpo y el alma... lo que normalmente la habría aterrorizado.

Pero ya no. Con aquella mujer entre sus brazos, con su Britt, se veía capaz de conquistar el mundo.

Lopez nunca había estado tan expuesta, pero al mismo tiempo nunca se había sentido tan segura.

Nunca se había entregado a alguien tan libremente, sin esperar nada a cambio.

Se elevaba cada vez más alto.

—No puedo acercarme lo suficiente —le confesó con un gruñido de frustración, sin dejar de embestirla con fuerza.

Tenía los dientes apretados y hacía ruidos que parecían salir de otra persona, de alguien que se estuviera hundiendo. Se agarró a ella con más fuerza.

—Britt, me corro.

Echó el cuello hacia atrás al tiempo que gritaba y soltaba maldiciones. El miembro le latía con fuerza cegadora, mientras el orgasmo rebotaba como una bala en su interior. Sintió fogonazos de luz blanca detrás de los ojos y un ruido atronador en los oídos, como un latido rítmico, acelerado y muy intenso.

Bajó la cabeza y rugió contra el hombro de Britt, con todo su cuerpo pulsando, crispándose y retorciéndose.

Empezó a respirar con más facilidad. Se sentía liberada, se sentía bien. ¿Podría llegar a creerse que era lo bastante buena para ella?

Cerró los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que amenazaban con derramarse. Una vez más, la mujer que tenía entre sus brazos la había aturdido. Lo que acababan de compartir era abrumador. La besó en la clavícula y respiró en el hueco de la misma. Lopez temblaba como una hoja. Enterró la cara bajo su barbilla y retiró su saciado coño, envolviéndose en el calor de sus brazos y sus piernas. Lo único que oía era el corazón de Britt retumbando en su oído.

Su corazón le seguía el ritmo.

«Te quiero —decía su latido—. Soy tuya, pero por favor, por lo que más quieras, no me rompas.»

—Gracias —susurró—. Gracias por perdonarme. Por amarme. No me lo merezco, Melocotones. —La abrazó con más fuerza—. Gracias.


Adormilada, Britt murmuró con la boca pegada a su frente:

—Supongo que ahora estamos en paz.

Lopez cerró los ojos. Sabía que eso no era cierto. Por muy duras que se le hubiesen hecho las horas que había pasado lejos de Britt, había tenido tiempo para reflexionar sobre sus alternativas. Y la única que le parecía del todo incomprensible era la de no volver a verse.

No podía apartarse de ella. Lo había intentado y había quedado destrozadaa.
Lo que sólo le dejaba una opción.
Alzó la cabeza y le retiró el pelo de su cara soñolienta.

—Melocotones.

—Mmm.

Le dibujó un círculo invisible en la mejilla, mientras pensaba qué palabras usar para decir lo que estaba a punto de soltar. No podía seguirlo negando. Santana era la responsable de la hostilidad entre Britt y su madre. Por supuesto, la mujer no le había dado ninguna oportunidad y, sin duda, se reiría en su cara cuando tratara de explicarle lo que sentía por su hija, pero Britt ya había perdido a uno de sus progenitores y no quería que perdiera al otro.

—Tenemos que hacer una cosa, algo importante, antes de volver a Nueva York mañana. Bueno, yo tengo que hacer una cosa.

Ella se arrebujó contra su pecho.

—¿Sí?

Lopez se aclaró la garganta.

—Tengo que hablar con tu madre.

Como un león enjaulada, Sam Evans caminaba de un lado a otro de la oficina, apretando los dientes con tanta fuerza que Ryder estaba seguro de que se le iban a romper. Bueno, así harían juego con el jarrón de cuatro mil dólares que estaba hecho añicos a sus pies. Tras la visita inesperada de Blaine Anderson, habían recibido un fax de la junta de S.L.F Inc.. Aunque usaban otras palabras, el mensaje era muy claro: «Recoged vuestra mierda y largaos. Vuestra presencia en S.L.F Inc. ya no es necesaria».

A Ryder no le había extrañado lo más mínimo. De hecho, en parte había sido un alivio. Llevaba demasiado tiempo siguiendo la estela de su hermano en su camino de fusiones hostiles y adquisiciones hechas usando la intimidación. Él siempre se había mantenido en segundo plano, contemplando avergonzado cómo Sam hostigaba a la gente para obtener Beneficios en los negocios.

Sí, como ejecutivo no tenía rival y había hecho ganar mucho dinero a los que lo rodeaban, pero con el paso de los años se había vuelto cada vez más arrogante. Su irónica sonrisa de decepción se había transformado en una mueca de asco que dirigía a cualquiera que se atreviera a llevarle la contraria.
Y eso era lo que Santana López acababa de hacer.

A pesar de que era la semana de Acción de Gracias, Sam había echado mano de todos sus recursos en cuanto el fax salió del aparato. Puso a trabajar a todos sus abogados y reclamó todos los favores que le debían. Quería encontrar un cabo suelto del que tirar, una cláusula, lo que fuera; cualquier cosa que sirviera para joder a Santana. Necesitaba encontrarlo. Ryder sabía que Sam preferiría morir a dejar que Lopez se hiciera con el control de la empresa pero eso era exactamente lo que estaba pasando. Era inútil negarlo y uno de los compinches de Sam le había dado la noticia.

El jarrón había sido la primera víctima.

Ryder siguió observando el furioso viaje de su hermano alrededor de la oficina.

—¿Me estás diciendo —refunfuñó Sam— que no hay manera de parar esto? —
Golpeó con fuerza el fax con el dedo índice.

Rick, su asesor, cambió el peso de pie mientras se aclaraba la garganta.

—Sí, señor.

Aunque parecía imposible, los ojos de Sam se abrieron un poco más. Ryder nunca había visto a su hermano con un aspecto tan descuidado. Tenía el pelo alborotado y el sudor le cubría las mejillas y la frente.

—No me lo puedo creer, ¡joder! —gritó—. ¿Cómo puede ser?

—Bueno, señor...

—¡No me respondas cuando hago preguntas retóricas, Rick! —lo interrumpió Sam, furioso—. ¡Sé leer!

Soltó el aire ruidosamente y se frotó la boca con la palma de la mano.

—Pensaba que habíamos hecho lo que posible para tapar esto —dijo, señalando las fotografías en blanco y negro que Blaine Thomas había llevado—. Me aseguraron que todo estaba arreglado y que mi empresa estaba a salvo.

Ryder sintió que la rabia le retorcía el estómago. Y no era la primera vez. Sam siempre había considerado que la empresa era suya. Durante todo el tiempo que llevaba al mando, nunca había reconocido la participación de Ryder, ni el esfuerzo que hacía para limpiar el nombre de su hermano cada vez que éste se metía en negocios turbios. De vez en cuando aparecían regalos en forma de botellas de whisky de malta en su escritorio o descubría que le habían subido el sueldo, pero nada de eso compensaba la cantidad de veces que Ryder había tenido que sobornar a personas o negociar con gente para que las indiscreciones de Sam no llegaran a oídos de la junta directiva, incluidos sus tratos con Casari. Ryder le había advertido del peligro de tratar con ese hombre; sabía que los federales lo vigilaban, pero su hermano no le había hecho caso.

Ya estaba harto.

La puntilla llegó cuando el asunto se convirtió en una competición entre Lopez y Sam para ver quién meaba más lejos en la lucha por Britt. Era patético y Ryder no quería tener nada que ver con esa pugna. No entendía por qué Sam se negaba a que Lopez tuviera su parte del pastel. Ésta se habría dado por satisfecha y todo habría sido más fácil. Por supuesto, su hermano lo veía de otra manera.

Pero lo de las fotos era culpa de Sam y de nadie más y a Ryder se le había acabado la paciencia.

Joder, todo el mundo metía la pata alguna vez y no era justo que Lopez tuviera que pagar por sus errores eternamente. Por lo que le había dicho Marley, Britt estaba enamorada de Santana hasta las trancas. La morena tenía una oportunidad inmejorable de enderezar su vida y ser feliz.

Ryder no podía evitarlo y Sam tampoco.

—Sam —dijo.

Los otros cinco hombres que había en la sala se revolvieron en el sitio, nerviosos.

—No, Ryder —replicó Sam con impaciencia—. Tenemos que encontrar una solución. Hemos de decidir cuál va a ser el siguiente paso.

Ryder parpadeó confuso y vio que Rick respondía de la misma manera. Suspirando, dio un paso cauteloso hacia su hermano y unió las manos ante el pecho.

—No va a haber siguiente paso —le dijo con calma—. Esto es definitivo. No hay nada que añadir.

Sam lo miró entornando los ojos.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó incrédulo—. ¿Se os han caído a todos las pelotas al suelo? —Miró amenazadoramente a todos los presentes antes de
volverse de nuevo hacia su hermano—. Esto no acaba aquí. Ni en broma.

Ryder puso los ojos en blanco y se metió las manos en los bolsillos.

—Ya ha acabado. Acabó hace un tiempo. Ha llegado el momento de seguir adelante.

La expresión de furia de Sam fue tan imponente que hasta a Ryder lo pilló por sorpresa. Su hermano apretó los puños y bajó la cabeza antes de gritar:

—¡Fuera! ¡Todo el mundo fuera!

Ryder observó a los miembros de la plantilla salir a toda prisa y cerrar la puerta. Durante los treinta segundos que Sam tardó en recuperar el control, el silencio de la habitación se hizo opresivo. Ryder sabía que estaba furioso, pero, francamente, le importaba una mierda.

—¿Qué coño te pasa? —le preguntó Sam con los labios apretados.

—No me pasa nada.

—Entonces, ¿qué haces ahí quieto, desentendiéndote de todo? ¿Es que no comprendes lo que significa esto? —Levantó el fax y lo sacudió.

—Sé exactamente lo que significa —respondió Ryder con calma, antes de dar otro paso en dirección a su hermano—. Significa que tú y yo vamos a recibir una liquidación que asegurará que no tengamos que volver a preocuparnos por el dinero nunca más y que Lopez va a recuperar lo que le corresponde.

Sam palideció.

—¿Perdona?

Ryder negó con la cabeza.

—Venga ya, Sam, déjalo. ¡Así es como debe ser! Santana es la legítima propietaria; estaba escrito en el testamento desde hace años. Se merece recuperarlo, ¡y que dejes de codiciar lo que es suyo!

Sam se abalanzó sobre él, pero Ryder fue más rápido. No siempre había sido así, pero con la edad éste había ganado la fuerza que le faltaba cuando eran niños.

Apartó a Sam, empujándolo hasta que tuvo la espalda pegada a la pared.

—¡Quita de encima, Sam, joder! —gruñó, con el índice ante su cara—. Ya no tengo seis años y esta empresa no es tu jodido muñeco G.I. Joe. Afronta el hecho de que, por una vez, tus secuaces no te han podido sacar las castañas del fuego y sigue adelante con tu vida con dignidad. —Dio un paso atrás y se tiró de la chaqueta

—.Cálmate de una vez, tío. Se te va la olla.

Sam tragó saliva. Tenía la cara roja como un tomate y ojos de loco.

Ryder negó con la cabeza.

—¿Qué te está pasando, Sam? —le preguntó con tristeza—. Te he defendido siempre. Joder, incluso puse a Marley en contra de su mejor amiga por ti. Nunca me lo perdonaré. ¿Es que no te das cuenta? ¿Qué te ha pasado? Éste no eres tú.

—Éste soy yo —replicó su hermano—. Y estoy tratando de salvar la empresa antes de que esa drogadicta la arrastre con ella a la cloaca de donde ha salido.

Ryder le dirigió una mirada asqueada.

—Como si tú fueras tan perfecto. —Se echó a reír sin ganas—. ¿Cómo puedes juzgar a los demás después de hacer cosas como éstas? —Señaló las fotos.

Sam enderezó la espalda y le dirigió una mirada de advertencia.

—Sí —susurró Ryder, mirando las fotos—, estoy seguro de que a la junta le encantaría saber con quién más has hecho negocios. Y para eso no necesito fotos.

Su hermano le dirigió una sonrisa irónica.

—Qué hijo de puta,

—Puede —replicó Ryder muy serio—. Pero te lo advierto: olvídate de esto, Sam. Retírate con la cabeza alta. Olvida a López, olvídate de Britt. Vende las acciones y cómprate una casa; o vete de vacaciones a algún sitio que esté a tomar por culo, pero lárgate o no respondo.

Se apartó lentamente de él ajustándose la corbata mientras se volvía.

—Vaya, qué demonios, Ryd —dijo Sam, llamándolo por su apodo de cuando eran niños—, eso ha sonado como una amenaza.

Ryder se detuvo y lo miró por encima del hombro.

—No, no es una amenaza —le dijo antes de salir del despacho—. Es una promesa.

Camino a casa de Nana Boo, la tensión en el coche era tan espesa como la capa de nieve que cubría la ciudad como si fuera una manta. Lopez dejó de dar golpecitos con el pie en el suelo del vehículo y empezó a chascarse los nudillos con la esperanza de aliviar algo la tensión que hacía que tuviera la espalda más tiesa que un palo.

Estaba agotada. Que no hubiera dormido más de siete horas en las últimas cuarenta y ocho no ayudaba mucho. Cerró los ojos.

—¿Estás bien? —preguntó Britt.

Lopez mantuvo los ojos cerrados y alzó la ceja a modo de respuesta. Como la capulla que era, no tenía palabras de apoyo para ella cuando más las necesitaba. Sabía que, aunque no le dijera nada, en esos momentos Britt necesitaba que la apoyara y que le asegurara que todo iba a salir bien. Pero no sabía cómo hacerlo, así que se limitó a apoyarle una mano en la pierna.

El contacto le sentó bien.

Por el leve temblor de su voz, sabía que estaba tan nerviosa como ella por la conversación con su madre que estaba a punto de tener lugar. Y no le faltaban motivos.

Aunque López había ensayado una y otra vez mentalmente lo que quería decir, era consciente de que se estaba metiendo en la boca del lobo. Se sentía vulnerable y muy asustada.

Tenía que asegurarse de que la madre de Britt no tomaba el control de la discusión, si es que la cosa quedaba en eso. Sabía que sería un encuentro muy tenso. Tenía que mantener la cabeza clara y permitir que ella se expresara. Era muy importante. López no se engañaba. Entendía por qué Eva Pierce actuaba de esa manera.

Tenía que convencerla de que amaba a Britt con todo su corazón y que por ella sería capaz de hacer cualquier cosa, de convertirse en cualquier cosa. Con Santana , su hija estaría a salvo. La protegería y la cuidaría hasta el fin de sus días.

Esperaba que eso fuera suficiente. Mierda, mierda, esperaba que fuera suficiente.

Si lograba que la mujer comprendiera que ella era mucho más que un expediente de antecedentes penales, y que una mujer no se define sólo por los errores que ha cometido, tendría mucho ganado. Maldita fuera, estaba histérica. Se preguntó si tendría tiempo de fumarse un pitillo antes de la conversación.

—Ya hemos llegado —murmuró Britt, mientras apagaba el motor del coche.

Al parecer, no podría fumar.

Abrió los ojos y tragó saliva.

—Melocotones...

—Santana...

Las dos habían hablado al mismo tiempo, en voz baja, tensa. Lopez se volvió hacia Britt y le dirigió una mirada burlona.

—Tú primero.

—No —replicó ella con decisión—. Por favor, ¿qué ibas a decir?

¿Qué iba a decir? No tenía ni idea. Tal vez simplemente había querido pronunciar su nombre, ya que tenerla cerca le daba ánimos y fuerzas. Le cogió la mano, se la llevó a los labios y le dio un beso cortés en la palma.

Suspiró.

—Me diga lo que me diga, me llame como me llame, me acuse de lo que me acuse quiero que me prometas que no vas a decir nada.

Ella abrió mucho los ojos.

—¿Cómo?

—Ya me has oído.

Si quería que las cosas salieran bien, tenía que hacerlo sola. ¿A qué madre le gustaba ver que la mujer que amaba a su hija era una capulla débil e inútil? Lo último que quería era que Britt la defendiera. Aquella batalla tenía que librarla sola.

—No puedo prometértelo, López.

—Por favor. Necesito que lo hagas por mí.

A ella le salieron chispas de los ojos.

—Si te dice...

—No me iré a ninguna parte —la interrumpió él con firmeza—. Mírame. No me iré a ninguna parte. —Le acarició la mejilla con el dorso de los dedos—. Te lo juro. ¿Confías en mí?
Britt asintió.

—Pero tengo mucho miedo.

—Lo sé —susurró López, besándole la punta de los dedos.

—Trataré de mantener la boca cerrada —dijo Britt con convicción—. Pero si ella empieza, yo también.

López supuso que no podía pedir más.

Mientras esperaban en el porche de Nana Boo a que alguien abriera la maldita puerta, se agarró a la mano de Britt como si fuera un náufrago. Era consciente de que ella era la fuente de la que bebía para conseguir las fuerzas que necesitaba, pero no le importaba. Cuando sintió que le apretaba la mano con sus pequeños dedos, supo que ella hacía lo mismo con Santana.

El sonido de la puerta al abrirse hizo que se le secara la boca y se le pusiera de punta el vello de la nuca.

Todo o nada.

Trevor los recibió con una amplia sonrisa. A su lado, Reggie meneaba la cola con entusiasmo.

—Señorita Brittany, señorita López, me alegro de volver a verlas. Pasen, por favor.

Britt sonrió, pero a Lopez le salió algo parecido a una mueca. Casi tuvo que arrancar los pies del suelo para poder entrar. Qué mala suerte que la confianza y determinación que había sentido el día anterior hubieran desaparecido cuando más las necesitaba. De pronto se sintió muy idiota.

Britt le agarró las dos manos. Santana frunció los labios y soltó un suspiro de alivio. Le agradecía mucho que estuviera así, a su lado, dispuesta a apoyarla en todo lo que pudiera.

—¡Feliz día de Acción de Gracias! —exclamó Nana Boo con una cálida sonrisa, antes de besar a Lopez en la mejilla—. Me alegro de verte.

—Feliz día de Acción de Gracias. —dijo Santana, dando un paso atrás y dirigiéndole una mirada arrepentida—. Siento lo de ayer. —Britt le apoyó la mano en la parte baja de la espalda—. Soy una idiota. Lo último que quería era disgustar a Britt. Quiero decir, sé que ha estado disgustada —titubeó—. Yo sólo... Yo quería... Siento haberme marchado, vale, y... sí.


La cara de Nana Boo se iluminó mientras le sonreía llena de admiración, a pesar de que Lopez habría querido que se la tragara la tierra. La anciana le apoyó la mano en el brazo y se lo frotó con cariño hasta que ella alzó los ojos y la miró. El calor que le devolvió su mirada la llenó de nostalgia y de esperanza. Durante un instante había vuelto a tener siete años.

—Gracias por disculparte, pero no hace falta, de verdad. Mientras Britt y tú estéis bien, yo estoy contenta.

—Estamos bien —replicó su nieta, acercándose más a Santana.

Lopez podría haberse perdido fácilmente en sus preciosos ojos, y lo habría hecho encantada de no ser por el carraspeo que resonó en el gran vestíbulo como si fuera un gruñido amenazador. Britt se volvió bruscamente hacia la derecha, pero Santana permaneció con la vista al frente. No necesitaba mirar. Sabía quién había entrado y sabía qué esperar de ese encuentro.

El silencio era tan incómodo como un edredón de vidrio y, aun así, poco a poco todos fueron cayendo bajo su influjo. Hasta Nana Boo, normalmente tan vibrante y llena de vida, se quedó inmóvil.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó Eva con desprecio.

Lopez parpadeó lentamente y alzó la vista hasta encontrarse con la mujer a la que había ido a ver. Estaba en la puerta del salón y tenía un aspecto espectacular, como si los años no pasaran por ella. Llevaba unos vaqueros negros y un jersey gris. Un hombre alto, moreno, con una sudadera de los Yankees, permanecía a su espalda. Le apoyó una mano en el hombro y le dio un ligero apretón.

Eva miró a Lopez con el cejo fruncido y se cruzó de brazos. Tenía una expresión enfadada, a la defensiva, pero a su alrededor Lopez distinguió un halo de esperanza.

Y si la mujer tenía aunque sólo fuera una brizna de esperanza, él se aferraría a ella como si fuera una tenaza. La usaría para conseguir su objetivo. Podía convertir esa esperanza en entendimiento. No pedía nada más. No necesitaba su Bendición ni su aceptación, sólo quería que lo entendiera.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le preguntó Eva directamente.

Lopez apretó el brazo de Britt para impedir que respondiera en su lugar. Ella le dirigió una mirada furiosa.

—No pasa nada —le dijo.
—Yo los he invitado a venir —dijo Nana Boo, alzando la barbilla en dirección a su hija con gesto desafiante.

Lopez soltó a Britt y dio un paso al frente. Eva la observó cautelosamente mientras se acercaba. El hombre que estaba a su espalda, que él sabía que era Harrison, se situó al lado de la mujer, un gesto que era una sutil advertencia. La cara de Eva no mostró ninguna emoción cuando Lopez se detuvo delante de ella. Pero cuando le tendió la mano para que estrechar la suya, no pudo esconder su sorpresa.

—Hola —saludó Santana con voz ronca. Se aclaró la garganta, molesto, sin apartar la vista de la madre de Britt—. Soy Santana López.

Las paredes del vestíbulo parecieron combarse con la intensidad de la tensión que emanaba de todos los presentes, incluida Eva, que aún no le había aceptado la mano. Santana no la retiró. No quería que pensara que era una cobarde, aunque sus tripas estaban a punto de salírsele por el culo y de echar a correr hacia las colinas nevadas.

—Me alegro de conocerla al fin —añadió, cuando el silencio se hizo demasiado sofocante.

Eva la seguía observando, francamente asombrada. Lopez no sabía si estaba pensando que estaba como una cabra o si era tonta del culo. A esas alturas, ella personalmente habría votado por la segunda opción.

La mujer se volvió hacia su hija.

—¿Brittany te ha dicho que hagas esto?

—¡No! —exclamó ella a su espalda, antes de que Lopez pudiera evitarlo—. Yo no le he pedido nada. Y no me puedo creer que estés ahí parada sin hacer nada, mientras ella trata de ser educad...

—Britt —la interrumpió Lopez con firmeza, para cortar de raíz lo que sabía que estaba a punto de convertirse en una conversación inútil y tóxica. La miró fijamente y negó con la cabeza con calma. Aunque se notaba que seguía enfadada, no dijo nada más.

López se volvió hacia Eva, cuyos ojos bailaban entre ellas dos, hasta que se dirigieron hacia la mano extendida de Santana.

—Britt no me ha pedido que lo haga —le dijo López—, fui yo quien le pidió que viniéramos.

La mujer permaneció en silencio, cautelosa pero muerta de curiosidad.

—Quería hablar con usted.

—¿Sobre qué?

Britt se revolvió a su lado. Sin perder a Eva de vista, López alargó la otra mano hasta encontrar la de ella y enlazó amorosamente los dedos con los suyos.

—Quería darle una explicación.

—¿Explicación? —repitió Eva, en tono burlón—. ¿Sobre qué exactamente? ¿Has venido a explicarme acaso por qué estás poniendo en peligro el futuro de mi hija? ¿Quieres explicarme quizá por qué demonios debería confiar en una delincuente que ha estado en la cárcel? ¿O acaso quieres contarme qué piensas que tienes para una mujer como Brittany? ¿Qué es lo quieres explicarme exactamente, Santana López?

Su tono había ido aumentando de intensidad. A Lopez no se le escapó el temblor de su voz y eso hizo que se tomara con más calma sus afiladas palabras.

A Britt le temblaba la mano. Se notaba que tenía muchas ganas de responderle a su madre y que si guardaba silencio era sólo porque Santana se lo había pedido. El amor de López por ella creció todavía más en ese momento.

—Puedo explicarle todas esas cosas si quiere —respondió Santana en un tono de voz más cortante de lo que pretendía. Sin saber por qué, dio otro paso hacia la mujer, que abrió un poco más los ojos, pero se mantuvo quieta donde estaba y alzó la barbilla, desafiante—. Pero en realidad he venido a explicarle que, a pesar de lo que piensa de mí, a pesar de las conclusiones a las que ya ha llegado sobre mí y mis intenciones, estoy enamorada de su hija. Y me da igual lo que usted diga o haga, no pienso irme de aquí.

López habría jurado que la veía sobresaltarse.

—¿Ah, sí?

—Sí —respondió Santana, con una enérgica inclinación de cabeza. La determinación que la había abandonado volvía a fluir libremente por su cuerpo.

Britt se acercó y Lopez disfrutó del calor y la seguridad que le transmitió con ese gesto. Eva frunció el cejo al darse cuenta, con la mirada clavada en su hija, pero ésta estaba mirándola a ella, marcándola con la mirada, anunciando que era de su propiedad.

—Yo también te quiero —dijo, lo bastante alto como para que lo oyeran todos.

—¿A qué hora es tu vuelo, cariño? —preguntó Nana Boo, rompiendo el silencio que se había instalado en el salón.

—Tenemos que estar en el aeropuerto dentro de unas horas —respondió Britt, sentada al lado de López, mientras trazaba círculos invisibles en el dorso de su mano, que tenía entre las suyas, encima del regazo.

Eva, sentada en una gran butaca, las miraba como si ella le hubiera pedido que entregara a su única hija virgen para un sacrificio humano. López, que era la viva imagen de la fuerza y la paciencia, se limitó a devolverle la mirada como si estuviera esperando a que se encendiera, por combustión espontánea, con todas las cosas que quería decir y que callaba.

Se preguntó qué vería aquella mujer cuando la miraba.

¿Vería el amor que sentía por su hija? ¿Se daría cuenta de los conflictos a los que se había enfrentado para poder estar a su lado? ¿Vería que sería capaz de dar su vida para mantenerla a salvo? ¿O lo único que era capaz de ver era su historial delictivo? ¿Estaría contemplando al vivo ejemplo de los desechos sociales? ¿La consideraría igual que aquellos animales que le habían robado a su amado esposo?

«Sí —pensó, con pesimismo—. Así es exactamente como me ve.»

—Sé que quiere decir muchas cosas —murmuró—. Sé que tiene las ideas muy claras sobre mí. —Alzó las cejas—. Me gustaría que me hablara de esas ideas para poder hacerla cambiar de opinión.

—Eso no va a pasar —replicó Eva con rabia.

—No puede saberlo.

—No te atrevas a decirme lo que puedo y no puedo saber. Sé exactamente quién eres y lo que eres.

Lopez notó que la mano de Britt se tensaba y se la apretó con más fuerza.

—¿Podría explicármelo? —insistió, echándose hacia delante—. Todo el mundo merece tener la oportunidad de defenderse.

—Seguro que tú tienes mucha experiencia en eso —replicó la mujer con ironía.

—Eva.

Todos se volvieron hacia Nana Boo, que estaba mirando a su hija de un modo que hizo que Lopez se hundiera un poco más en el sofá. Cuando Eva vio la mirada de advertencia de su madre, bajó la cabeza respetuosamente.

—Sí —admitió Santana—, he estado en la cárcel.

—Más de una vez —replicó Eva, negando con la cabeza, desconcertada—. ¿De verdad crees que quiero que mi hija esté con alguien que considera que pasar
tiempo en la cárcel es como tomarse unas largas vacaciones?

—No lo considero así en absoluto —dijo ella con firmeza—. No me siento orgullosa de mi pasado.

—Tal vez no —la interrumpió la mujer, impaciente—, pero el pasado no puede borrarse.

—¿Cómo el de papá?

Eva se volvió hacia Britt y se le llenaron los ojos de lágrimas.

—No te atrevas a compararla con tu padre —dijo—. Tu padre... tu padre... —Se mordió el labio y se abrazó a sí misma—. Tal vez hizo algunas cosas de las que no se sentía orgulloso —admitió, antes de volver a clavar la mirada en López—, pero lo compensó haciendo otras cosas. Se convirtió en alguien a quien la gente admiraba, respetaba, quería...

—Lopez ha hecho cosas que yo admiro y respeto —replicó Britt, que parecía a punto de estallar—. No tienes ni idea de los obstáculos que ha tenido que superar. No sabes contra qué cosas lleva luchando toda su vida. No tienes ni idea de lo que pasó la noche que murió papá. No sabes que Sant...

—Britt —la interrumpió Santana.

No quería que Eva conociera el papel que había desempeñado la noche de la muerte del senador. Al menos, aún no. No quería ganar puntos de manera fácil. Oyó un sollozo apagado. Al volver la cabeza, vio que la mujer estaba llorando y que Harrison le acariciaba el pelo.

—¿Crees que no tengo ni idea de lo que pasó la noche que murió tu padre? —preguntó con un hilo de voz—. ¿Cómo puedes decir eso? Brittany... esa noche... —Negó con la cabeza, incapaz de encontrar las palabras adecuadas—. La noche en que tu padre falleció fue la peor noche de mi vida —dijo al fin, mientras las lágrimas le caían por las mejillas—. ¡Que no tengo ni idea! —repitió, riendo sin ganas—. Nunca había sentido tanto miedo como cuando recibí aquella llamada de teléfono. Fue un miedo distinto, uno que se apodera de ti y te deja sin fuerzas para seguir adelante.

Britt agachó la barbilla y cerró los ojos.

—Mamá, lo siento, no quería...

—Y no fue sólo porque acababa de perder a mi marido —siguió diciendo Eva, entrecortadamente, por mucho que lo amara y lo adorara. No. —Miró a su hija con los ojos brillantes y los terribles recuerdos grabados en el rostro—. Lo que más miedo me dio fue pensar que también te había perdido a ti.

Britt apretó la mano de Lopez y se mordió los labios.

—Estaba segura de que tu padre no habría permitido que nadie te hiciera daño —siguió diciendo Eva—, habría destrozado a cualquiera que lo hubiera intentado.

Pero cuando el médico del hospital me miró con lástima, pensé que... —Agarró con fuerza la taza de té—. Pensé que esos animales también me habían dejado sin hija.

—No lo hicieron —murmuró Britt, secándose las lágrimas—. Estoy aquí.

—Sí, estás aquí —replicó ella—, con esta.

—Es distinto. ¡ Lopez no es un asesina! —saltó Britt.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Oct 17, 2016 5:50 am

continuación.


—No, es un traficante de drogas; me quedo mucho más tranquila. —Su voz rebosaba desprecio. Antes de que Britt pudiera replicar, siguió hablando—. ¿Crees que a tu padre le gustaría ver que trabajas en una cárcel llena de reclusas como los que lo mataron? ¿Crees que se sentaría ahora aquí con vosotros y os daría su Bendicion? Pues si lo crees, te equivocas.

A Lopez no le dio tiempo a detener a Britt, que se levantó de un salto con los ojos centelleantes y ni rastro de lágrimas ni de palabras amables.

—¡Me dio su Bendicion, mamá! Me la dio el día que fuimos a visitar su tumba.
A pesar de que Harrison trató de evitarlo, Eva se levantó también.

—No digas ridiculeces, Brittany. Tu padre nunca aprobaría algo así. ¡Y yo no pienso tolerarlo! Te mereces mucho más que esto.

—No puedes decidir mi vida, mamá. ¡Tengo veinticinco años!

—¡Eres mi hija y quiero que estés a salvo!

—¡ESTOY A SALVO!

—¿Cómo puedes decir eso? —Su madre señaló a Lopez con un dedo acusador—. Es una presidiaria. La encerraron por posesión de cocaína, por robar coches, por llevar armas peligrosas. ¡No es una persona segura y no quiero que estés con ella!

—¡Ya basta! —La voz profunda de Harrison hizo que la habitación temblara.

Lopez se lo quedó mirando, sorprendida por la fuerza de su grito, a pesar de que ella había estado tentado de hacer lo mismo segundos atrás. Harrison se alejó de la silla de Eva. Parecía muy enfadado.

—¡Parad las dos!

La madre de Britt suspiró.

—Harrison, no creo que...

—No, Eva —la interrumpió él—. Ya basta. —Se frotó la frente con la punta de los dedos—. Estoy más que harto de veros discutir. Se me rompe el corazón.

—Se volvió hacia Britt—. Nunca te había visto así. A ninguna de las dos. Y no puedo seguir callado por más tiempo.

—Estoy de acuerdo —murmuró Nana Boo, desde su silla en una esquina del salón—. Eva, te quiero, pero tienes que bajar del burro.

—¿Bajar del burro? —repitió su hija—. Tu nieta está enamorada de una mujer cuyo armario ropero está lleno de monos carcelarios.

Lopez tuvo que aguantarse la risa.

—Es posible —le dijo la anciana, enfadada—, pero ¿no te das cuenta de que cuanto más gritas y más tozuda te pones más las echas a la una en brazos de la otra? ¿No te das cuenta de que, si no vas con cuidado, vas a perder a tu hija de verdad?

Eva parpadeó. Britt se volvió hacia Lopez con una mueca de pena.

Santana le cogió la mano y le besó los nudillos.

—Britt, Harrison, venid conmigo —dijo Nana Boo en un tono que no admitía réplica—. Eva y López, quedaos aquí. —Su mirada se suavizó al encontrarse con la de ésta—. Estoy segura de que te será más fácil hablar sin tener público.

Su hija palideció.

—No pienso quedarme a solas con ella.

—¿Por qué? —preguntó Nana Boo—. ¿Temes que trate de venderte una papelina?

Eva se quedó muda y boquiabierta, mientras Lopez hacía un esfuerzo para no echarse a reír.

—Quédate aquí —repitió Nana Boo—, y hablad.

Luego se marchó con Harrison y Britt de la sala, sin apartar la vista de su hija. A Lopez la sorprendió que Britt no protestara, pero no dijo nada. Miró a Eva, que empezó a caminar por la habitación como un animal enjaulado. Había un gran mueble bar en la esquina y Lopez se fijó en una botella llena de un líquido que esperó que fuera whisky.

Bingo.

—Bueno, no sé usted —dijo con un gruñido de agotamiento, antes de levantarse y de dirigirse hacia allí—, pero yo necesito una copa.

Eva la observó mientras servía dos dedos de whisky en un vaso de cristal.

Con un gesto, se lo ofreció.

—No, gracias —contestó, volviéndose a sentar en la butaca—. Es un poco temprano para mí.

Lopez se bebió el bourbon y cerró los ojos. Nunca una copa le había sabido tan bien. La mujer rehuía mirarla, fijando la mirada en cualquier parte menos en ella.

Permaneció sumida en un silencio hostil, lo que no lo sorprendió. Quince minutos más tarde, Lopez no pudo aguantar más.

—¿Sabe?, Britt se parece mucho a usted.

Eva alzó una ceja, despectiva.

—Así es —insistió Santana—. Se preocupa por los demás, es decidida, apasionada... y tozuda como una mula.

—Si estás tratando de ganar puntos —replicó Eva con firmeza—, olvídalo. No funciona.

—Oh, ya lo sé —admitió López—. Es como Britt; nunca renuncia a las cosas en las que cree.

—Brittany no sabe en lo que cree.

—Tonterías. Es una de las personas con las cosas más claras que conozco. Usted no la valora como se merece. Cuando cree en algo, lo hace de manera inequívoca, sin ambigüedades.

—Menuda riqueza de vocabulario —se burló ella.

—Gracias, he tenido una buena maestra.

Eva se echó hacia atrás y cruzó las piernas.

—Según tengo entendido, tuviste una educación de primera, pero la tiraste por la borda y preferiste dedicarte a robar coches y traficar con drogas.

—No, no fue exactamente así —matizó López.

—Semántica. La cuestión es que has estado en la cárcel más veces de lo que un americano medio va de vacaciones, incluida tu estancia más reciente por posesión de cocaína.

La expresión de Santana se ensombreció.

—Ya veo que ha hecho los deberes.

—Quiero a mi hija. Por supuesto que he hecho los deberes —replicó ella, mirándola fijamente—. También sé que eres la principal accionista de una de las mayores empresas norteamericanas, valorada en millones de dólares, y que, a pesar de eso, te empeñas en seguir llevando una vida miserable.

Lopez se aclaró la garganta, demasiado alterada como para ponerle los puntos sobre las íes.

—Bueno, al menos Britt no pasará hambre, ¿no?

—¿Te estás haciendo la graciosa?

—No, claro que no.

Lopez resiguió el borde de su vaso vacío con un dedo y cerró los ojos.

—A ver, ¿lo entendería si le dijera que la última vez que fui a la cárcel la cocaína era mi libra de carne?

Eva frunció el cejo.

—¿Qué?

—Una libra de carne —repitió Santana, mirándola a los ojos—. ¿Sabe lo que significa?

Asombrada, ella respondió:

—¿Una deuda que debe ser pagada? —Hizo una pausa—. ¿Traficaste con cocaína para pagar una deuda?

—No. Dejé que me cogieran con la cocaína para pagar una deuda.

Eva se frotó la frente, enfadada.

—No entiendo nada.

Lopez soltó el aire y acarició la cajetilla de tabaco que llevaba en el bolsillo de los vaqueros. Necesitaba notar la nicotina en la sangre. Suspirando, apoyó los codos en las rodillas y le contó la historia de Puck y Quinn, desde el momento en que Puck se interpuso entre ella y una bala hasta el día en que Quinn se marchó.

Ella sacudió la mano.

—¿Y todo esto me lo estás contando por...?

Mierda, era un hueso duro de roer.

—Porque las cosas a veces no son como parecen.

—Y otras veces son exactamente como parecen. Una estupidez no cambia las cosas.

—Cierto —admitió López—. Sé que soy una idiota, soy la primera en reconocerlo.

—¿Tienes idea de lo preocupada que he estado? —preguntó Eva—. ¿Tienes idea de las horas de sueño que he perdido desde que Brittany entró a trabajar en esa cárcel?

—Me lo imagino.

—¡No, no te lo puedes imaginar! —replicó Eva—. ¡No tienes ni idea! Ser madre no es fácil, sobre todo cuando tienes una hija que se empeña en complicarlo todo.

—Britt no entró a trabajar en Kill para complicarle la vida —rebatió López—. Lo hizo para superar sus miedos, para enfrentarse a las pesadillas que no la dejaban dormir por las noches.

—¿Y tú qué coño sabes de eso?

—Lo suficiente. —Lopez frunció los labios para no saltar—. Mire, sé lo de su padre. Sé lo que sucedió. Dar clases a delincuentes...

—Animales.

—Es su libra de carne.

—¿A quién se la debía?

—A su padre.

La expresión de Eva se suavizó. Con voz más suave, añadió:

—¿Qué quieres decir?

—La noche de su muerte, Britt le había prometido que le devolvería a la sociedad algo de lo que ésta le había dado. Le dijo que sería maestra y que ayudaría a la gente, igual que él había hecho como político. —Se volvió hacia la puerta por donde había desaparecido su Melocotones—. Lo único que pretendía era cumplir su promesa, pagar su deuda.

Eva se echó hacia atrás en el asiento y miró por la ventana. Había empezado a nevar otra vez.

—No lo sabía.

—Como le he dicho —murmuró López—, las cosas no siempre son como parecen. —Respiró hondo—. Estoy enamorada de su hija, señora. He venido porque quiero hacer las cosas bien. Estoy hablando con usted porque ella quiere estar conmigo y yo quiero estar con ella.

Eva enderezó la espalda.

—Pero ¡si apenas os conocéis! ¿Crees que la conoces porque te ha contado un par de secretos?

—La conozco mejor de lo que se imagina.

—¡Por favor! ¿Cuánto hace que os conocéis, cuatro, cinco meses?

Lopez guardó silencio unos segundos.

—¿Y si le digo que hace dieciséis años?

Eva la miró con los ojos brillantes, furiosa pero desconcertada.
Santana le devolvió la mirada, esperando a que acabara de colocar las piezas en su sitio.

Sí, había puesto toda la carne en el asador, pero a esas alturas tenía poco que perder. No había querido jugar la carta de haber sido la salvadora de Britt para ganarse la aceptación de su madre, pero la dichosa mujer la había obligado a usarla por su incapacidad de ver en ella nada, aparte de una lista de delitos y faltas que parecía que llevara clavada en la frente con una chincheta.

Joder, hasta le había contado que había ido a la cárcel por Puck. No lo habría mencionado de no haberse visto acorralada. Ya no sabía qué más hacer para que Eva Pierce la viera como un ser humano, no como una criminal.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ella lentamente—. No puede ser. Es
imposible.

A pesar de sus palabras, sus ojos le decían que había empezado a encajar las piezas del rompecabezas. Su obstinación era lo único que le impedía ver lo que tenía delante de los ojos.

—Nos conocimos en el Bronx —le explicó Santana en voz baja—. Ella tenía nueve años y yo once.

Eva le dirigió una mirada horrorizada, pero su rostro fue cambiando rápidamente a medida que la asaltaban un montón de emociones tan inclasificables como cambiantes. Estaba luchando consigo misma, enfrentándose a lo que creía que sabía —que ella era una criminal dura y peligrosa— y la realidad: que Lopez había salvado la vida de su hija.

—Las noticias —balbuceó Eva—. Salió en las noticias. Todo el mundo sabe lo que pasó esa noche.

Santana siguió hablando, sin hacer caso de que acabara de llamarla mentirosa.

—La oí gritar.

Ella cerró los ojos.

—Estaba en la otra acera y lo vi todo: vi a los vándalos con los bates, a Britt, a su esposo. Joder, todo pasó tan deprisa... Él, su marido, estaba en el suelo. Lo golpearon con el bate, le dieron patadas. Trató de defenderse, pero eran demasiados contra un solo hombre.

Eva hizo un ruido ahogado y se cubrió la boca con la mano.

—Britt estaba en el suelo, a medio metro de distancia —siguió explicando López, perdido en los recuerdos—. Uno de esos cabrones la había golpeado.

—Para.

—Llevaba un vestido azul. Se le había ensuciado al caer al suelo y estaba un poco roto por la manga. Su marido le gritaba que corriera. Se lo rogó una y otra vez, pero ella no le hacía caso. Supe que si esos hijos de puta la cogían, la matarían.

La mujer la miró al fin. Tenía la cara llena de lágrimas.

Lopez se llevó una mano al estómago.

—Algo aquí dentro me dijo que tenía que ayudarla. No podía quedarme mirando cómo le hacían daño. Estaba mal, muy mal.

—Tú... tú... —Eva hipó, incapaz de acabar la frase.

—Corrí hasta ella —dijo Santana—, la agarré del brazo y salí huyendo. Pero tuve que arrastrarla casi todo el camino. Era pequeña, pero se resistió con fuerza. Era muy fuerte.

La mujer se abrazó mientras escuchaba los detalles de cómo tuvo que mantenerla pegada al suelo húmedo y frío.

—Cuando oímos un disparo, ella gritó. Yo sólo pude abrazarla y asegurarme de que no volvía corriendo junto a su padre. Pensé que estaba haciendo lo que él querría; que estaba haciendo algo bueno. —Se pasó las manos por el pelo—. Salvar a Britt es lo único bueno que he hecho en la vida.

Se quedaron mirándose la una a la otra en silencio. Lopez confió en que, al fin, pudieran entenderse. Habían encontrado algo en común. Ambas compartían la razón de su existencia y darse cuenta de eso hizo que respirara con más facilidad.

—¿Adónde la llevaste? —preguntó Eva con la voz ronca.

—A un portal, a un par de manzanas de allí. Cuando al fin dejó de resistirse, lloró hasta quedarse dormida.

—¿Y la dejaste sola?

—No. La abracé, le acaricié el pelo y hablé con ella hasta que llegó la policía.

—Pero... desapareciste.

Lopez le dirigió una sonrisa irónica.

—En aquellos momentos, mi relación con la policía ya no era buena. Puck y yo habíamos hecho algunas tonterías. Sabía que, si me encontraban, iba a tener que responder preguntas. Así que...

—Huiste.

—Sí.

—¿Adónde fuiste?

—Volví a casa de mi amigo. Puck me ayudó a calmarme; me ayudó a superar el shock de lo ocurrido.

Eva volvió la vista hacia la puerta.

—¿Lo sabe ella?

—Por supuesto. Tuve que contárselo.

—¿Cómo se lo tomó?

Ella sonrió.

—A su manera. Pero estoy aquí, ¿no?

—Sí, aquí estás.

Lopez suspiró y se frotó la cara, cansada.

—Mire, sé que usted y yo nunca vamos a ser buenas amigas. Sé que, a sus ojos, nunca seré lo bastante buena para su hija, pero no me importa; yo pienso lo mismo. No le he contado esto para ganar puntos. Se lo he contado para que se convenza de que nunca le haría daño a Britt. Lo es todo para mí. Quiero darle todo lo que quiera, todo lo que necesite. Y quiero que usted y ella vuelvan a tener la relación que tenían antes de que yo volviera a su vida. Odio verlas así por mi culpa.

Los ojos de la mujer se encendieron esperanzados.

—No ha sido sólo culpa tuya. Todos tenemos parte de responsabilidad.

—Quiero que sepa que lo único que quiero es amar a su hija y cuidar de ella.

A Eva se le escapó una sonrisa tímida.

—¿Sabes qué? —le preguntó melancólica—, cuando hablas así me recuerdas a su padre. Él también tuvo que convencer a mi padre de que era lo bastante bueno para mí.

—¿Y lo era?

—Eso creo.

—¿La he convencido?

Ella se levantó y se dirigió al ventanal. El silencio y los nervios hicieron que el corazón de Lopez se acelerara como si fuera un jodido motor V12.

—Mi hija se parece demasiado a mí —respondió al fin—. Tenías razón en eso y no se me escapa que está enamorada de ti. —Se ruborizó—. No quería verlo, pero es evidente. A pesar de todo, no puedo pasar por alto el hecho de que Britt arriesga muchas cosas si se queda contigo.

Lopez abrió la boca para protestar, pero la mujer alzó la mano para callarla.

—Tienes que saber que ella es lo más valioso de mi vida. Si le pasara algo, no creo que pudiera sobrevivir.

Sabía exactamente cómo se sentía. Si alguna vez Britt desapareciera de este mundo, Santana iría detrás.

—Pero tú la salvaste, ¿verdad?

—Sí, señora.

—Cuando su padre no pudo protegerla, lo hiciste tú. Si no hubieras estado allí, los habría perdido a los dos.

—Sí.

—¿Y eso dónde nos deja?

Lopez se encogió de hombros.

—No lo sé, pero es un comienzo, ¿no cree?

Eva permaneció inexpresiva.

Santana miró hacia la puerta antes de levantarse lentamente. Se metió las manos en los bolsillos y señaló con la cabeza en dirección a la salida.

—Iré... iré a ver si está bien.

Eva no respondió, pero no la perdió de vista mientras cruzaba la habitación.

—Santana.

Lopez se detuvo y cerró los ojos durante un instante, antes de volverse hacia ella con un nudo en la garganta.

—¿Sí?

—Gracias —susurró—. Desde el fondo de mi corazón, gracias por salvarle la vida a Brittany, San.__
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Mensaje por 3:) Lun Oct 17, 2016 4:31 pm

Uffff bueno al fin llego la dichosa charla entre san y eva!!!! Saben lo que tienen que saber.. sin reproches solo agradecimiento en cuanto a britt!!!
A ver como van las cosas ahora... sin tanto drama?
Ojala y sam ya deje de joder y se valla de vacaciones y se lo trage un tiburon jajaj
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Mensaje por micky morales Mar Oct 18, 2016 12:28 pm

Al fin se aclararon las cosas entre esas dos, aunque la mama de britt no es nada facil, en cuanto a sam, se que no se quedara asi tan tranquilo, a pesar de las advertencias de Rayder, por lo que espero que una orca lo confunda con un atun y se lo lleve al fin del mundo!!!!! [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940
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Mensaje por JVM Mar Oct 18, 2016 1:14 pm

La mamá de Britt provocó un caos con su llegada, aunque a partir de ahí vinieron grandes cosas como el que San aceptara sus sentimientos por Britt.
Y bueno que San haya decidido hablar con su suegra jajajaja y dejar las cosas claras por su rubia es una gran demostración de amor además de que sabe que a pesar de todo Britt necesita a su madre.
Y Ryder por fin reaccionó y le puso un alto a Sam, espero que el boca de trucha deje de seguir con sus tonterías y querer algo que nunca ha sido suyo ni lo será.
Haber como van las cosas a partir de esta tregua entre San y la mamá de Britt :D jajaja
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Oct 19, 2016 1:22 am

te
3:) escribió:Uffff bueno al fin llego la dichosa charla entre san y eva!!!!  Saben lo que tienen que saber.. sin reproches solo agradecimiento en cuanto a britt!!!
A ver como van las cosas ahora... sin tanto drama?
Ojala y sam ya deje de joder y se valla de vacaciones y se lo trage un tiburon jajaj

jajajajajja eso de boca trucha tragado por un tiburon te quedo super super chika [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2145353087 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2145353087
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Oct 19, 2016 1:25 am

micky morales escribió:Al fin se aclararon las cosas entre esas dos, aunque la mama de britt no es nada facil, en cuanto a sam, se que no se quedara asi tan tranquilo, a pesar de las advertencias de Rayder, por lo que espero que una orca lo confunda con un atun y se lo lleve al fin del mundo!!!!! [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 1202786940

Eva es como un grano en una parte bien delicada jajajajajajjajaajj o sea en el c.....

JAAJAJJAJ UNA ORCA CONFUNDIENDOLO CON UN ATUN JAJAJAJJAJAJ. chicas no se donde han sacado estos chistes de peces el dia de hoy pero estan gloriosos jajajjajajajaj. [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2414267551
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Oct 19, 2016 1:27 am

JVM escribió:La mamá de Britt provocó un caos con su llegada, aunque a partir de ahí vinieron grandes cosas como el que San aceptara sus sentimientos por Britt.
Y bueno que San haya decidido hablar con su suegra jajajaja y dejar las cosas claras por su rubia es una gran demostración de amor además de que sabe que a pesar de todo Britt necesita a su madre.
Y Ryder por fin reaccionó y le puso un alto a Sam, espero que el boca de trucha deje de seguir con sus tonterías y querer algo que nunca ha sido suyo ni lo será.
Haber como van las cosas a partir de esta tregua entre San y la mamá de Britt :D jajaja


Tregua dices aun no esta dicha la ultima palabra. Hoy boca trucha recibio lo suyo por parte de ustedes chicas. me he reido como loca....... Les comento dos cap. mas y habremos terminado con esta adap.b
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Oct 19, 2016 1:28 am

CAPITULO 33


Cuando Santana salió del salón, Eva permaneció sumida en sus pensamientos mirando por la ventana mientras la nieve caía sobre el suelo, cubriéndolo con una preciosa capa blanca, inmaculada.
Parpadeó lentamente, recordando el rostro del hombre que lo había sido todo para ella. Amaba a Harrison con todo su corazón, excepto por la parte que siempre le pertenecería a Daniel Pierce.
Se secó las lágrimas y miró por encima del hombro cuando le pareció oír una risa lejana y una puerta que se cerraba. Tenía que admitir que Santana había defendido bien su postura; se había mantenido firme en todo momento. Había usado un lenguaje muy correcto —excepto por un par de tacos que había soltado— y había demostrado amor, lealtad y un gran instinto protector hacia Brittany. Ella no había mentido al decirle que no había querido ver el amor que existía entre las dos. Le daba demasiado miedo.

Su hija estaba perdidamente enamorada de Santana López. Había encontrado ese amor que muchas personas nunca encuentran y que nadie podía extinguir. Era un amor poderoso, obsesivo, sin fin.

Eva lo había visto en los ojos de Britt cada vez que la miraba o saltaba en su defensa. Era la misma mirada que Eva había dirigido a su padre cuando le presentó a Danny a la familia.

Deseaba que su hija conociera ese amor; que la amaran apasionadamente hasta dejarla sin aliento. Quería que sintiera que se consumía de amor, que se entregara a ella, sin miedo a que esa pasión la debilitara. Al revés, saldría reforzada de ella. Quería que se sintiera flotando en el aire, que la cabeza le diera vueltas y que se perdiera en una mujer que la amara con esa misma intensidad. Todo eso era lo que deseaba para Brittany y, al parecer, ésta lo había encontrado.

Pero Santana López no era la persona que se había imaginado cada vez que deseaba un amor así para su hija.

Tras escuchar la confesión de Santana, su grado de ansiedad había disminuido mucho. Esa mujer había salvado a su niñita, por el amor de Dios. Y sólo tenía once años cuando lo hizo. Le estaba tremendamente agradecida, pero la mamá osa que llevaba dentro se negaba a esconder las uñas.

Se dirigió a la cocina, donde encontró a su madre y a Harrison sentados a la mesa. Habían abierto dos botellas de vino y una de Jameson. Su madre parecía estar mucho más tranquila.

—Eh —saludó Eva suavemente al entrar en la cocina—, ¿dónde está...?

—Está fuera, con San, que ha ido a fumarse un merecido cigarrillo acompañado por una copa. —Nana Boo suspiró—. Ven, siéntate.

Eva se acercó a Harrison con el corazón encogido por una mezcla de amor, culpabilidad y vergüenza. Se sentó despacio a su lado y contempló su perfil. Tenía la mejilla cubierta de una barba incipiente. Sus ojos, de color castaño oscuro, estaban clavados en el vaso de whisky que tenía entre las manos. Parecía preocupado.
Tendría que aclarar muchas cosas con él, pero de momento Brittany era su prioridad. Debía arreglar las cosas con ella.

Dirigió una mirada indecisa a la puerta trasera.

—Dile cómo te sientes —la animó Harrison, con la mirada aún fija en la mesa.

—No sé cómo hacerlo.

—Sí sabes.

—Estamos tan distanciadas...

—Os volveréis a encontrar. Sé sincera con ella. —Harrison se quitó la sudadera y se la dio—.Ahí fuera hace frío.

Eva la aceptó con una sonrisa agradecida.

—Lo siento, Harrison. Te quiero. Mucho.

—Lo sé —dijo él, mirándola al fin.

Se inclinó hacia él y le dio un beso en la comisura de los labios. Harrison volvió un poco la cara para besarla en la boca.

—Ve —la animó otra vez.

Reggie clavó las uñas en el suelo de madera, mientras seguía a Eva hasta la puerta. Se puso la sudadera de Harrison. Le encantaba su olor y lo pequeña que se sentía con ella puesta. Al abrir, se encontró con dos cuerpos muy juntos, sentadas en los escalones del porche.

San rodeaba la espalda de su hija con un brazo, mientras le murmuraba al oído palabras casi inaudibles. El aire olía a humo y a frío. Cuando la puerta se cerró a su espalda, Santana se volvió.

Eva la saludó con una inclinación de cabeza y Santana le devolvió el saludo. Su hija la miró por encima del hombro. Su expresión era indescifrable.

San le dio un beso a Brittany en la mejilla y sonrió.

—Os dejo solas un momento —dijo, antes de levantarse y rodear a Eva.

—Gracias, San —le dijo la mujer.

Cuando la puerta se cerró, Eva tragó saliva antes de acercarse cautelosamente a su hija.

—¿Puedo sentarme?

—Si te apetece...

Armándose de valor, se sentó junto a Brittany. Las dos permanecieron en silencio unos minutos. ¿Cómo expresar el amor que sentía por su hija? Ninguna madre era capaz de verbalizarlo. Era un amor enorme, inconmensurable, imposible de describir con palabras.

—Brittany —empezó a decir en voz baja, porque tenía mucho miedo de meter la pata—, me alegro de que hayáis venido.

Brittany permaneció en silencio y ella no fue capaz de descifrar su expresión. Lo único que le dio una pista fue el labio tembloroso. A Danny le pasaba lo mismo cuando estaba muy tenso. Pensar que causaba ese efecto en su hija le rompía el corazón.

—Quería pedirte disculpas —siguió diciendo, después de suspirar hondo y cerrar los ojos—. Te quiero mucho, cariño, y quiero que las cosas entre nosotras sean como antes. Odio discutir contigo.

—Nunca vamos a volver a estar como antes, mamá. Han pasado demasiadas cosas.

Eva luchó contra la angustia que amenazaba con cerrarle la garganta.

—Si no quieres intentarlo, lo entenderé.

Su hija la miró con los ojos muy brillantes.

—No es que no quiera intentarlo, es que no soportas estar en la misma habitación que la mujer a la que amo. Y ahora López y yo somos un pack de dos. Si no puedes soportarlo, no hay ninguna posibilidad de que nuestra relación se parezca a la que teníamos antes.

Eva se apretó las manos, luchando para tragarse sus dudas y recelos.

—Lo comprendo.

—No —replicó Brittany—, no lo comprendes. —Cerró los ojos y respiró profundamente—. Sólo porque López te haya contado que fue ella quien me salvó, no significa que comprendas lo que hay entre nosotras.

—Pues explícamelo —le rogó su madre. Quería comprenderlo; lo necesitaba.

Brittany respondió sin vacilación.

—La amo más de lo que puedo expresar —dijo fervientemente—. Ella me comprende, me mantiene a salvo, y me ama.

—Lo sé. —Un amor como ése era imposible de negar.

—Es una mujer honesta, sensible y una de los más valientes que he conocido. Y quiero estar con ella durante el resto de mi vida.

Aunque el corazón de Eva dio un brinco al oírlo, en realidad las palabras de su hija no la sorprendieron. Por supuesto que quería estar con ella para siempre. Era su otra mitad, igual que Danny había sido la de ella. ¿Cómo negarle a su hija lo que había deseado para ésta desde el día en que nació?

—¿Cómo te sienta eso, mamá? ¿Cómo te sientes sabiendo que la mujer que está ahí dentro, y a la que miras con tanto desprecio, será mi esposa, mi mujer y la madre de tus nietos?

Eva se metió las manos debajo de las axilas y se quedó mirando los jardines, imaginándose a sus nietos correteando entre los árboles y las flores. Vio a Brittany vestida con un sencillo vestido blanco, con flores silvestres en el pelo, caminando del brazo de Harrison por un camino adornado con magnolias blancas en dirección a Santana, que sin duda estaría guapísima con un traje negro y una camisa blanca con el cuello desabrochado.

Le pareció todo tan sencillo, tan natural, que en ese momento supo que era inevitable.

—Me da muchísimo miedo —confesó en un murmullo.

—¿Por qué? ¿Por qué demonios te da tanto miedo que sea feliz?

Eva miró a su hija, tan guapa, tan fuerte, tan decidida.

—Porque veo que ya no eres mi niñita pequeña. —Se acercó un poco más a ella y le retiró el pelo, que le cayó gloriosamente por la espalda.

—Me he equivocado unas cuantas veces en la vida. Admito que no me he portado bien contigo al no respetar tu elección de pareja y de carrera profesional y te pido disculpas. Pero por favor, créeme, cuando tengas hijos sabrás exactamente lo que se siente. Bajaría al infierno y me enfrentaría a Satán con mis propias manos si con eso impidiera que alguien te hiciera daño. Una madre protege a sus hijos sin pensar en las consecuencias, no importa si tienen cinco años o veinticinco.

Guardó silencio unos momentos y luego le apoyó la mano en la mejilla.

—Tras la muerte de tu padre —siguió diciendo—, saber que tú eras lo único que seguía uniéndome a él me aterrorizó. Quise protegerte de todo; mantenerte alejada de todo y de todos los que pudieran apartarte de mí.

Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando Brittany apoyó la cara en su mano, aceptando la caricia.

—No estoy buscando excusas. Nunca quise herirte ni abrumarte. Tú eres mucho más fuerte que yo y no he querido verlo. Lo siento. Sé que tardarás en volver a confiar en mí. Espero que algún día puedas hacerlo. Me cuesta mucho dejarte salir de mi vida por muchas razones, pero quiero que estés a salvo y que seas feliz,
Brittany. Es lo que tu padre y yo siempre deseamos para ti.

—Lo sé, mamá —dijo ella con la voz rota—. Y lo soy. Santana me hace feliz.
Eva le dio un suave beso en la frente.

—Lo sé, cariño. Lo sé. —Dejando su esperanza en las manos de su hija, se levantó—. Le diré a López que vuelva para que no estés sola.

—¿Mamá?

Eva se volvió lentamente, con la mano apoyada en la puerta.

—¿Sí, cariño?

—Lo siento. Y yo... también te quiero.
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Mensaje por micky morales Miér Oct 19, 2016 3:03 pm

Bien parece que al fin esta sra entendio que no tiene caso que se oponga ya que brittany esta decidida a defender su relacion, a ver si ahora si se define todo de una vez!!!!! [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2145353087 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2145353087 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2145353087 [Resuelto]Brittana Una Libra de Carne (adaptación) FINALIZADO - Página 6 2145353087
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