[Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31

Capitulo 35

Santana recorrió la acera hasta donde Sugar vigilaba la entrada.

—¿Alguna palabra?

—Sí, Alpha. Las cargas explosivas múltiples se despliegan a través de los niveles más bajos, fijadas para detonar en cero-setecientos.

La llevó al edificio y mentalmente extendió la mano a través de su manada para localizar las firmas de vida de sus lobos.

Sólo quedaban unos pocos dentro del complejo, pero perder incluso una sola vida era impensable.

—Instruya a tus equipos a retirarse inmediatamente. Acompaña a los civiles restantes a las zonas seguras.

—Sí, Alpha—tecleó el micrófono y gritó mientras ella se paseaba.

Había ordenado la evacuación basándose únicamente en la información de Francesca, porque no tenía otra opción, no podía arriesgar a varios miles de vidas mientras verificaba lo que la Viceregal llamaba un rumor creíble.

Francesca había mantenido el poder a través de siglos de guerras internas y mantenido a los clanes juntos durante una época en que los vampiros habían sido cazados casi a la extinción por las cabales secretas de los humanos que sabían de su existencia y juraron aniquilarlos.

Francesca protegió su reinado a través de alianzas laberínticas y erigiendo complejas redes de inteligencia.

Siempre estaba un paso por delante de sus enemigos, y hoy, ella la había puesto en su deuda.

La puerta de incendios justo más allá de la estación de seguridad se abrió de golpe, y Nadia Berry salió, seguida por Leroy y un oficial de seguridad.

Los machos escoltaron a una Rachel que forcejeando entre ellos.

Señaló al oficial.

—Llévalos afuera.

—No me voy—dijo Rachel, soltando su brazo del agarre del oficial de seguridad con sorprendente fuerza—Quinn todavía está arriba.

—Lo sé. Puedo sentirla. Ella te envió fuera con razón. Haz lo que ella te pidió.

—Por favor—Rachel se estremeció, sus ojos enormes y salvajes—Por favor, dile que se vaya.

—Tengo la intención de hacerlo. Pero quiero que todos ustedes estén afuera en el otro extremo del perímetro de seguridad. Ve ahora.

La fuerza de su comando se estrelló contra los cuatro tan agudamente que un gemido bajo escapó de la garganta de Nadia. No discutieron, e incluso Rachel dejó de resistirse.

Se volvió hacia Sugar.

—¿Tiempo?

—Treinta segundos, Alpha.

Calculó la distancia hasta el laboratorio. No había tiempo suficiente para que alcanzara a Quinn y la retirara físicamente, pero aun así podía alcanzarla.

Su conexión con la ojiverde fue más fuerte que con cualquier otro miembro de la Manada excepto Brittany. Estaban unidas por la historia, por la sangre y por el amor.

Envió su llamada con toda su fuerza.

—Sal ahora.

Diez segundos.

Se dio la vuelta y vio a Sugar junto a las puertas abiertas de cristal. En ese instante, la luz del sol rompió sobre el complejo, claro y brillante. Más allá de los cordones perimetrales, civiles y agentes de seguridad se agolpaban alrededor, esperando.

No sintió a nadie más que a Quinn.

Cinco segundos.

Quinn todavía no se había movido.

Pensó en su compañera, en su descendencia y en su Manada, y en la guerra que seguramente vendría. Su responsabilidad para con todos superaba su amor por uno.

La decisión destrozó su corazón en dos.

Corrió fuera, cambiando mientras corría y tirando de Sugar en la piel con ella.

—Sígueme.

Dos segundos.






Rachel se estremeció, su corazón acelerado y su garganta apretada por el temor.

La Alpha y el jefe de seguridad corrieron hacia ellos. Frenéticamente, buscó en el suelo al lado del gran lobo plateado por Quinn.

Ella no estaba ahí.

El terror helado se apoderó de ella, y apoyó sus manos sobre la barricada. Tenía que volver a entrar, tenía que encontrar a su compañera.

Unos brazos la sujetaron por la cintura y la impidieron saltar sobre la barrera.

—Déjame ir—gritó.

—Lo siento—murmuró su papá—No puedo dejarte ir.

—Tienes que hacerlo—gritó—Es mi compañera. No puedo irme…

Cuando la Alpha saltó sobre las barricadas, Sugar detrás, la tierra pareció estremecerse y levantarse.

Los vehículos chocaban y saltaban, como si intentaran despegar por sí mismos.

Los miembros de la Manada perdieron el equilibrio y chocaron entre sí. Y luego el ala norte del complejo explotó hacia fuera, las ventanas se rompieron y las secciones del techo volaron en el aire. Los fragmentos de metal y vidrio llovían en el estacionamiento y más allá, como confeti reluciente, bordeado de cuchillas de afeitar.

Cayó de rodillas, el dolor le atravesó el corazón con tanta fuerza que pensó que podría haber estallado.

Quinn.

Echó la cabeza hacia atrás y aulló.

Santana aterrizó al otro lado de la barricada y mudo a la piel.

Sugar se dejó caer a su lado, la sangre manchando su pelaje marrón y blanco.

Santana se apoderó del cuello de la más baja y la atrajo contra su costado.

—Buen trabajo, teniente. Consigue que alguien vea ese hombro. Lo hiciste bien hoy.

Sugar frotó el hocico contra su muslo y gimió suavemente. Unos segundos más tarde mudo en la piel.

—Estoy bien, Alpha. Tengo que organizar a mis equipos. Necesitaremos trasladar a los heridos un montón de escombros cayó entre la multitud y tenemos que asegurar el edificio.

—Puede haber otras cargas que se disparen cuando los primeros socorristas estén dentro—dijo Santana, con furia hirviendo en su pecho.

Alguien había intentado destruir su Manada.

Y fijar esas cargas dentro de su facilidad de la investigación sin ser detectado, eso requería el conocimiento íntimo de la disposición así como del acceso.

Los saboteadores tenían ayuda interna. El cien por ciento de los empleados de López Industries eran sus lobos.

Se negó a creer que uno de sus Manada la había traicionado. El dolor de contemplar semejante traición penetró profundamente en su corazón.

—Organiza los equipos de búsqueda, pero sólo las unidades de detección de bombas entran haz una búsqueda de cuadrantes y ten cuidado.

—Sí, Alpha—dijo Sugar, señalando a los agentes cercanos—Instalaremos un centro de mando aquí y yo misma te informaré. Enviaré otro detalle para establecer un hospital de campo para los heridos.

—Bien. La Prima estará a cargo ahí.

Sugar saludó y desapareció, y ella se volvió hacia Rachel. Sus ojos estaban sombríos y aturdidos.

Le tomó el rostro y le besó la frente.

—Necesito que busques dentro de ti misma. Si está viva, puedes ser la única que puedas sentirla. Tu conexión con ella es aún más fuerte que la mía.

La expresión de Rachel se desvaneció y sus ojos se abrieron de par en par. Brilló en la piel, saltó sobre la barricada, y corrió hacia la destrucción de fumar.

Santana saltó tras ella, cerrando la distancia con zancadas largas y poderosas.

En lugar de dirigirse hacia el área donde había estado la entrada, ahora identificable sólo por los restos esqueléticos del pozo del ascensor que apuntaba hacia el cielo como un dedo acusador, la castaña se desvió alrededor de un montón de escombros y golpeó a través del estacionamiento cubierto de detritus hasta que llegó a un montón de escombros de fumar cerca del extremo de lo que había sido el ala de investigación.

Gimiendo, caminó y rodeó el montón de vigas torcidas y vidrios rotos.

Santana se quitó el pelaje y se puso de pie, gruñendo en su pecho mientras examinaba el daño. Olfateó, sintió una punzada en su pecho, y olfateó de nuevo.

Compañero de manada en algún lugar cercano.

—¡Ahí!—Rachel comenzó a arañar trozos de escombros y arrojándolos a un lado hasta que descubrió un lobo rojo-gris que yacía inmóvil entre trozos de hormigón y madera ardiendo—Oh no, oh no, no no no. ¡Quinn!

Santana recogió su lobo herido y la atrajo hacia su pecho.

—La tengo. Vamos a salir de aquí.

Los ojos de Rachel ardieron.

—Yo la tomaré.

—Puedes tenerla en cuanto estés a salvo en cualquier lugar—Santana comprendió la necesidad de proteger a una pareja, pero tenía que proteger a las dos—Necesita tu fuerza para sobrevivir, Rachel.

—Entonces, date prisa, Alpha. No la estoy perdiendo ahora.

Capitulo 36 - Último

Rachel se acurrucó alrededor del lobo rojo-gris y envolvió sus brazos alrededor de los poderosos hombros.

Apoyó su mejilla contra el cuello de Quinn y pasó sus dedos por el grueso frunce, absorbiendo el calor del cuerpo y enviando toda su fuerza y fuerza curativa a su compañera.

Se dejó llevar, sintiendo que el espíritu de la Manada se acercaba a ellas, sabiendo que la Alpha estaba cerca.

Estaba asustada, pero también se sentía segura.

Estaba en casa.

No había querido dormir, pero debió de hacerlo, porque cuando abrió los ojos, el crepúsculo plateó el cielo fuera de la ventana abierta. Parpadeó y se concentró en los ojos de verde-oro que estudiaban los suyos.

Quinn estaba despierta.

—Hola—dijo suavemente, acariciando el suave hocico.

El lobo parpadeó y cavó su cuello con la nariz. Se echó a reír.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor. ¿Estás bien?

Recuperó el aliento, sin darse cuenta de cuán íntima y especial podía ser la silenciosa comunicación entre compañeras.

—Estoy bien. No me lastimé. Todo el mundo está bien.

Las orejas de la rubia se movieron.

—De Verdad. Unos cuantos tenían cortes y magulladuras y un hueso roto o dos. Nada que no sanara con el primer cambio. Tú fuiste la que más herida resultó.

La ojiverde retumbó y se estiró contra ella.

—Sé que crees que eres indestructible, pero en realidad no lo eres. Y puesto que has decidido ser apareada, vas a tener que tener más cuidado de ahora en adelante.

La ojiverde retrocedió sus labios en una media sonrisa, luciendo tan sumamente contenta como un lobo podría hacerlo.

Apoyó la frente contra el cuello de la lobo.

—Estaba muy asustada. No sé qué haría si te perdiera ahora. He esperado tanto—se detuvo, sintiendo el poderoso cuerpo en sus brazos estremeciéndose, cambiando y cambiando hasta que de repente estaba sosteniendo a una Quinn muy desnuda y muy cálida.

Los labios de la rubia se movieron por su sien y por su mejilla hasta su boca. El beso fue suave, casi de disculpa.

Se alejó y buscó en su cara. Sus ojos verde bosque eran claros y brillantes. Y tan hermosos.

—Hola. Bienvenida de regreso.

—Hola—dijo Quinn—Lo siento, te asusté.

—Sé por qué lo hiciste, sé que tenías que hacerlo, pero la próxima vez, trata de no dejar las cosas hasta el último segundo.

—¿Encontraste la unidad de almacenamiento?—preguntó Quinn.

Se echó a reír.

—Brittany te estaba examinando y tú la estornudaste.

—Bueno, no podía pensar en ningún otro lugar para ponerlo cuando estuviera lista para cambiar, excepto en mi boca—dijo Quinn—Pensé que mi lobo tendría una mejor oportunidad de saltar claro.

Su corazón martilló.

—Lo hizo, aunque no estaba completamente despejado. Nunca vuelvas a hacer eso.

—Hey—dijo Quinn, besándola otra vez—Es sólo un pequeño golpe en la cabeza. Estoy bien. ¿La Alpha? ¿La Prima? ¿Todo el mundo está bien?

—De Verdad. Todo el mundo está bien.

—¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?

—Sólo unas diez horas.

—¿La Alpha tiene alguna idea de quién estaba detrás de esto?

—No lo sé. Sé que ella y la Prima han sido secuestradas en la jefatura todo el día. Estoy segura de que ella te informara pronto.

Quinn rodó sobre su espalda y tiró de ella en la curva de sus brazos.

—La encontraré pronto. En este momento, solo quiero abrazarte. Tú también me has asustado.

—Lo siento. Quería que mis padres me hicieran pruebas otra vez—alisó su mano por el valle entre los pechos pálidos—Quiero ser una compañera completa para ti.

La rubia la apretó.

—Tú ya lo eres. Ya te lo he dicho. No hay nada que yo quiera que no me hayas dado.

—Sabes que eso no es cierto—dijo suavemente—Sin la mordedura de la compañera, nunca estaremos completamente conectadas. Te lo mereces.

La rubia le acunó el rostro.

—¿Merecer? Ni siquiera te merezco en absoluto. Pero te amo, y te quiero a ti. Tú. Ya me has dado todo lo que quiero y necesito. Si llega el resto, lo recibiré. Pero no lo necesito. ¿Me crees?

Miró profundamente los ojos verdes y sólo encontró la verdad. Suspiró.

—Te creo—se rió temblorosa—Pero yo quiero más, todo. Quiero morderte, marcarte, unir a nuestros olores, nuestros cuerpos.

—Ese tiempo llegará, lo sé—dijo Quinn con firmeza.

Le acarició la cara.

—Por mucho que quiera poder darte todo, no voy a correr el riesgo de hacerte daño. Hasta que no podamos restablecer el laboratorio de mis padres y completar las pruebas, no te morderé.

—¿Me aceptas como tu compañera?—preguntó Quinn.

—Sí, con todo mi ser.

—Como yo te acepto, con todo mi ser—Quinn le cogió la mano y la sujetó a su pecho—¿Me prometes ahora mismo que nunca me dejarás?

—Te amo—susurró besándola largo y profundo—Yo nunca dejarte.

—Entonces soy tuya.

Con un bajo y feroz gruñido, la empujó sobre su espalda y se subió encima de ella. Entrelazó sus piernas, cubriéndola con su esencia, marcándola con su olor.

—Sí—dijo, sus caninos apenas rozándole el cuello, haciéndola arquear y gemir—Eres mía.






Quinn tiro la sábana sobre ella.

—La Alpha está llegando.

Se rió suavemente.

—¿No quieres que me vea desnuda?

—No quiero que nadie te vea desnuda—gruñó Quinn.

—Somos Weres, cariño. Muchos de los miembros de la Manada van a verme desnuda.

Gruñendo, la ojiverde se acercó, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura por detrás, apoyando su barbilla en la curva del hombro.

Le besó el lado de su mandíbula.

—Eso puede ser así, pero no cuando todavía estás en celo.

—Estoy apareada, recuerda—susurró—Todo el mundo respetará eso.

—No me arriesgo—murmuró Quinn.

La puerta se abrió y Santana entró.

—No busques peleas donde no las hay, Imperator. Tendrás muchas oportunidades de pelear pronto.

La ojiverde se apoyó en un codo.

—¿Has averiguado algo sobre los orquestadores de la explosión?

—Aún no. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. He curado mientras dormía.

—Me pareció que tu lobo se había roto una pata delantera. ¿Tu hombro está bien?

La ojiverde rodó su brazo hacia delante y hacia atrás.

—Sin dolor. Estoy en condiciones para el servicio.

—Bueno, porque te necesito.

La rubia la besó y se deslizó de debajo de las sábanas.

—Hay algo que necesito decirte primero.

Se incorporó, dejando caer la sábana en su cintura y le agarró la mano.

—Hay algo que nosotras necesitamos decirte.

Santana cruzó los brazos sobre su pecho y esperó.

Respiró profundamente.

—Mis padres me explicaron algo sobre mi nacimiento que no le dijeron a tu mamá, ni a ti.

—¿Algo que guardaron de la manada?—la voz de Santana era uniforme y tranquila.

Peligrosamente tranquila.

Tenía los ojos tempestuosos.

Quinn retumbó en su pecho, y Santana le lanzó una mirada que le advirtió se retirara. La rubia se tensó, no queriendo que su compañera se sintiera molesta.

No quería que Rachel tuviera miedo o ansiedad, ni siquiera a manos de la Alpha.

Una sonrisa se dibujó en la cara de Santana.

—Para un Were que nunca quiso a una compañera, Imperator, has asumido el manto sin reservas.

—Rachel no merece menos.

—Y merezco nada menos que tu respeto, así que mantén tu temperamento y deja que tu compañera hable.

La rubia bajó la cabeza por una fracción.

—Sí, Alpha.

—Vamos, Rachel.

—Es sobre mi convirtiéndome—levantó su barbilla y se centró en el rostro de Santana, encontrándose con sus ojos por un segundo para que la Alpha pudiera leer el orgullo en el suyo—Mis padres aman la Manada y a ti, como ellos amaban a tu mamá. Pero me aman más.

—Como deberían. Pero cuando el amor por un individuo pone en peligro la Manada, es mi trabajo decidir el curso apropiado. Ellos lo saben. Todos ustedes lo saben.

—Sí, Alpha—dijo suavemente—Y espero que seas generosa en tu decisión cuando escuches todos los hechos.

—¿Qué necesito saber?

—Yo no fui convertida por un rabioso Were fui infectada con un virus sintético fabricado para inducir la fiebre Were. Como las chicas que rescataste.

Los ojos de Santana se estrecharon y sus labios se retiraron, revelando letales caninos.

—¿Chicas como la humana que infectó a la Prima?

Asintió con la cabeza.

—Creemos que los primeros experimentos se llevaron a cabo en un laboratorio humano donde mis padres trabajaron con un equipo de investigadores humanos, mis padres biológicos. Leroy y Nadia no sabían nada de los experimentos secretos hasta que era demasiado tarde para hacer nada excepto para salvarme.

—¿Y inventaron la historia de que te convertiste por una mordida?

—Sí.

—¿Y todo este tiempo lo han mantenido en secreto?

—Para protegerme—dijo con ansiedad—Han estado trabajando todo este tiempo para descubrir lo que me hicieron y para encontrar una cura.

—¿Y lo que te hicieron a ti también afecta a la Prima?

Asintió con la cabeza.

—Tus padres tuvieron una decisión difícil de tomar—dijo Santana—, Pero para proteger a la manada, no puedo permitir que Weres vivan entre nosotros que voluntariamente ponen en peligro…

Jadeó y Quinn se levantó de un salto.

—Si destierras a los Berry—dijo Quinn—, Iré con ellos.

Santana se movió tan rápido, la ojiverdeno tuvo tiempo para retroceder.

La mano del Alpha estaba alrededor de su garganta, con garras apenas pinchando su piel, antes de que pudiera levantar una mano para defenderse, no que ella lo hubiera hecho.

No levantó una mano al Alpha y vivió.

El rostro de Santana, tan cerca del suyo, podía oler el poder que se desprendía de ella. La rubia gimió y trató de lamerle la mano, pero el agarre era de hierro.

—Reconozco tu responsabilidad a tu compañera, pero mi deber es para la manada, y tu deber es servirme. Hasta que yo tome una decisión sobre este asunto, tú mantendrás tu lugar.

—Por favor, Alpha—Rachel dijo—, No quiero que le haga daño por mi situación. No quisiera que la desterrasen de la manada, aunque yo vaya a…

Santana movió la cabeza, con la mano todavía en la garganta de Quinn, y silenció a Rachel con una mirada.

—¿Tú confías tanto en mí, Rachel, que piensas que destruiría tan fácilmente cuatro vidas? Hablaré con tus padres cuando se hayan resuelto los problemas más críticos que enfrentamos. Hasta entonces, necesito que las lealtades de mi imperator sean indivisas. Tenemos negocios esta noche.

—Sí, Alpha—dijo Rachel, apoyando la mano en el hombro desnudo de Quinn—Somos tus lobos y haremos nuestro deber.

Santana soltó su agarre.

—Bueno, ¿Quinn?

—Siempre he sido y siempre seré tuya para ordenar—dijo Quinn solemnemente.

—Entonces reúnete conmigo afuera en diez minutos. Arma a los centuri para esta misión e instruye a Mike para ordenar a todos los lobos que viven libremente de regreso al Compuesto.

—Sí, Alpha.

—¿Adónde vas?—preguntó Rachel, mirando desde la morena a la rubia.

—Visitar a la Viceregal—dijo Santana—Sospecho que el rumor que escuchó fue un poco más que eso. Quiero saber quién está detrás de esto, y esta noche no estoy preguntando.

Rachel cogió sus pantalones del suelo y se los puso. Quinn le entregó una camisa y la dejó caer sobre la cabeza.

—Quiero ir contigo.

—No—dijo Quinn al instante.

Los ojos castaños brillaron.

—Siempre que la Manada va a la guerra, la Alpha siempre viaja con un médico. La Prima está embarazada. Si algo les sucede a cualquiera de ellos…

—Tienes razón—dijo Santana a Rachel—Estamos deteniéndonos para recoger a Liege Wilde y a su señora de la guerra en el camino a Nocturne. Esta noche mediremos la verdadera fuerza de nuestras alianzas. Será mejor que recojas tu equipo, Medicus.

—Alpha—protestó Quinn.

—Estamos en guerra, Imperator. Tu compañera es uno de nuestros dos médicos. Ella viaja con los centuris de ahora en adelante.

—La Viceregal puede considerar nuestra aparición en su territorio con un partido de guerra como un acto de agresión—dijo Quinn—Podríamos estar en una pelea antes de que acabe la noche.

—No empezamos la guerra—dijo Santana—Pero esta noche todos, Preetern y humanos, sabrán que no mostramos piedad a los que amenazan a la Manada.

—Sí, Alpha—dijo Quinn.

Santana apretó detrás de la cabeza y la sacudió ligeramente.

—Tu compañera estará bien. Ella conoce su deber. Confía en ella.

Tan pronto como Santana salió por la puerta, Quinn agarró a Rachel y enterró su rostro en la curva del cuello.

—Confío en ti. Simplemente no quiero que te pase nada. Te amo demasiado.

—No me pasará nada—le acarició el cabello—Yo también te amo, y lo que sea que venga, estaré contigo. No puedo imaginar un lugar más seguro para estar.

Sinopsis

Un mundo de pasiones violentas y hambres inhumanas estalla como tabúes antiguos y deseos primitivos colisionan.

La Lobo Were Alpha Santana López no quería nada más que mantener a su compañera embarazada Brittanu Pierce a salvo en su refugio aislado, en lo más profundo del corazón de las montañas Adirondack, pero enemigos políticos y Praetern la obligan a la batalla.



Santana debe enfrentarse a la Canciller de los Vampiros, Francesca, una amante de una sola vez, por su participación en un reciente ataque contra los Laboratorios López, una confrontación que pondrá a prueba la alianza de Santana con los Vampiros y llevará a la guerra.


La ejecutora de Francesca, Betty, con una conquista sexual secreta en una de la Manada de Santana y una centuri Were recién convertida Vampiro, Emily bajo su mando, puede haber dividido lealtades también.


Emily, nacida para luchar en el servicio de la Were Alpha, se encuentra atrapada entre dos mundos, que no pertenecen a ninguno de los dos, y su inesperada obsesión con una enemiga de la Alpha pone a prueba antiguas lealtades.


En un mundo donde los humanos y los Praeterns conspiran para el poder supremo, la violencia es un modo de vida...y la muerte.

Capitulo 1

Emily siguió a la sirviente humana por el pasillo en silencio en las profundidades de la guarida de Lieja Kitty Wilde.

El hambre forzó una inundación de hormonas de alimentación en su boca. Sus colmillos se alargaban y palpitaban. Su clítoris se tensó en previsión de tener a Zahn Logan, jefe de seguridad de los Night Hunters, el Clan de Kitty y uno de los Dominios más poderosos del mundo indefensa debajo de ella.

Imaginó a la rubia que sometiéndose a ella, imagino inducir a la humana arrogante a retorcerse en la agonía de la sed de sangre, a conducirla hasta el orgasmo con su mordida.

Su instinto depredador aumentó.

Gruñó, su lobo ascendente, ansioso por reclamar.

—Deberías enjaular a ese lobo—dijo Zahn sin volverse, su zancada casi tan sensual como el deslizamiento de un Vampiro—Deshonras a tu amo con tu falta de control.

—No soy esclava de nadie—saltó, sus garras cortando la parte de atrás de la ajustada camiseta negra antes de que la humana se retorciera a un lado, sorprendiéndola con su velocidad y agilidad.

Zahn giró hacia ella, el cuchillo que llevaba en una funda atada a su musculoso muslo ahora en su mano derecha. La plata brillaba en el arma de doble filo un asesino de Were.

—Alimentare a tu Vampiro con placer, pero el lobo a morir en mi espada.

Se agachó, sus ojos de lobo brillaban de color ámbar, sus huesos y músculos se deslizaban, cambiando, transformándose.

—Tomaré lo que quiera, cuando lo quiera.

—No—dijo Zahn suavemente—, No lo harás. Eres más que Were ahora. Eres Vampiro.

Se estremeció, atrapada en los oscuros remolinos de los ojos rojizos de Zahn. Sus pezones se tensaron, y el pelaje leonado se extendía por la hendidura entre las rígidas columnas de sus abdominales. Las glándulas profundas que rodeaban la base de su clítoris se llenaron y quería follar.

Follar y alimentarse. Instintos atados con dolor y necesidad sin sentido.

—Aléjate de mí.

—No. No te tengo miedo—Zahn sonrió, su boca se torció en desafío arrogante—Quiero alimentarte.

—¿Por qué?—gruñó, sus cuerdas vocales se engrosaron con el cambio.

—Porque puedo. Ven conmigo, Warlord—Zahn se giró y siguió caminando.

Su carne estaba marcada con punzadas rosadas poco profundas debajo de la camisa negra rasgada, pero estaba casi curada. Ella no era inmortal como los Vampiros etéreos a los que servía, pero su energía bruta y su atractivo sexual eran casi tan potentes.

Warlord.

La palabra corta el frenesí nublando los sentidos.

Había sido una vez centuri, una de las guardias de élite que protegían al Lobo Were Alpha. Ahora era general de una Vampiro, la comandante de un ejército al borde de la guerra.

Había perdido a su Manada, su puesto y su honor cuando había muerto y había resucitado como un Vampiro, pero todavía podía luchar.

Todavía podía matar a los enemigos que le habían tomado todo.

Juntó su voluntad y obligó a su lobo a retirarse.

No dejaría que Zahn fuera testigo de su pérdida de control, no dejaba que tuviera la satisfacción de incitarla en frenesí sexual.

Zahn podría ser más rápida, más fuerte, más resistente a las lesiones que un humano ordinario, pero ella todavía era humana. Y no permitiría que un humano tuviera poder sobre ella, incluso cuando la humana le ofrecía su sangre y sexo, todo lo que ahora ansiaba.

—No necesitarás tu espada, Capitaine. Es tu sangre que derramaremos.

Un fino estremecimiento recorrió el musculoso cuerpo de Zahn. El placer de la mordida del Vampiro fue magnificada mil veces por los de su línea. Había nacido para responder a la llamada de un Vampiro, la necesidad de mantener el linaje de su amo con los químicos únicos en su sangre un instinto primitivo.

Y era de la sangre de su ama. Dolía por alimentarla.

Deslizó la espada en la funda de cuero con un movimiento de su muñeca, tan rápido que sólo un Praetern podría haber seguido el movimiento.

—Ven, Vampiro. Toma lo que te ofrezco.

Estaba a su lado en un instante, sus garras presionando la parte baja de la espalda de Zahn. Olía la necesidad rica y verde. Sintió el latido de su corazón, fuerte y seductora.

—Apresúrate. Te quiero en mi boca.

Las manos de Zahn temblaban mientras abría la puerta con una llave que sacó de un bolsillo de sus pantalones de cuero.

La siguió a una de las muchas cámaras en la fortaleza subterránea donde Kitty y su consorte, y los soldados Vampiro de Wilde, pasaron las horas del día custodiados por sus sirvientes humanos.

El cuarto era cálido y sin ventanas. Una gran cama llenaba el espacio, centrado en la pared opuesta a la puerta. Sabanas sedosas de chocolate oscuro cubrían la superficie, y una hilera de almohadas de raso a juego se amontonaba contra la cabecera de caoba. Un sofá de brocado azul real, angulado en una esquina como si esperara a un tercer participante en llegar, era el único otro mueble. La habitación no tenía aparadores, ni mesas de noche, ni armarios.

Sólo la cama y el sofá vacío.

Un espacio para la alimentación, para la sangre y el sexo y el placer-dolor.

Sus muslos se tensaron cuando su lobo volvió a surgir, negado por mucho tiempo, pero todavía fuerte.

Todavía ansioso de cazar.

Tomando aliento, manteniendo una correa corta en el depredador que rondaba furioso para perseguir, para capturar, para tomar, cerró la puerta detrás de ella y se obligó a esperar mientras la humana se acercó a un lado de la cama y metódicamente comenzó a desvestirse.

Mientras los humanos iban, Zahn era atractiva tan elegante y hermosa como cualquiera de los guardias Vampiro que le respondían a ella, aunque era rubia, y la mayoría de los Vampiros de Wilde eran de cabello negro y de ojos azules.

Es extraño que un humano tuviera una posición tan elevada como jefe de las fuerzas de seguridad de un Dominio, pero no conocía todos los matices políticos del mundo Vampiro en el que de repente se encontró.

Las Manadas de lobos no eran controlados por la política, sino por el poder solo.

El Alpha gobernaba a través de la pura fuerza de voluntad, astucia y dominio físico. Antes de que ella se convirtiera, había sucumbido en alguna ocasión a la esclavitud seductora del poder de un Vampiro y experimento el éxtasis de la sangre por sí misma.

Como muchos Weres, disfrutó del intenso placer que acompañaba a una mordedura de un Vampiro, pero ella siempre había desconfiado de las alianzas de los Vampiros que cambiaron tan fácilmente como una batalla ganada o perdida, donde las confianzas fueron traicionadas por una ventaja fugaz.

Caminó al lado de los Vampiros, porque no tenía elección. Era uno de ellos ahora, y mejor luchar donde tenía un lugar que morir una muerte lenta cada día entre los Weres, donde ya no pertenecía.

Cerró la puerta con llave.

Zahn se quitó la camisa hecha jirones y se volvió hacia ella, sus altos pechos resplandecientes en el resplandor inclinado de las luces escondidas, invisibles, en las esquinas.

Sus pezones eran dos apretados, discos oscuros en la pálida belleza enrojecida de sus pechos. Su musculoso abdomen subía y bajaba en ráfagas poco profundas. Su excitación patinó sobre la lengua e inundó la garganta con feromonas.

Sus caninos sobresalían, alargándose, raspando la tierna superficie interior de su labio inferior. Probó su propia sangre, sutilmente cambiada. Un tono metálico hormigueó en su garganta. Sus glándulas sexuales se hincharon, llenas y listas, forzando a su clítoris hinchado.

La neblina roja de sed de sangre cortó su visión. Sería fácil, tan fácil, rendirse y tomar lo que se le había ofrecido. Anfitrión había llegado voluntariamente, aceptando alimentarla, sin exigencias, sin restricciones.

Era libre de tomar a hundir sus colmillos en la columna grabada de la garganta de Zahn, para beber su sangre rica en hierro hasta que sus células fueran empoderadas, hasta que su sexo latía, lleno y potente.

Hasta quedar satisfecha.

—Deberías tener un segundo—dijo.

Su lobo se elevó a la llamada de la sangre justo cuando su Vampiro estaba sediento, y no podía retenerla completamente. Zahn no estaba a salvo sin un guardia si perdía el control.

—No necesito segundos—zahn desató su funda de cuchillo y la tiró al sofá de brocado, fuera de su alcance, una muestra deliberada de confianza y superioridad—Puedo satisfacer todas sus necesidades.

Saltó y clavó sus garras en los hombros desnudos de Zahn, obligándola a caer sobre la cama. Se sentó a horcajadas sobre las caderas, presionando su torso hacia la cama con los brazos extendidos.

Todavía no dibujaba sangre una vez que lo hacía, no se detendría. Dejó caer la cabeza sobre el rostro de Zahn, la cortina de su propio cabello castaño enmarcando los altos pómulos y la mandíbula arqueada. El pulso de la sangre bajo la piel inmaculada de su garganta era el llamado de una sirena.

Mostró sus caninos y la otra mujer jadeó.

—No sabes lo que necesito.

—Estás equivocada—Zahn agarró los BDU negros y los rasgó a lo largo de sus muslos en ambos lados.

—¿Lo estoy?—centrado su mano sobre el pecho de Zahn, se levantó lo suficiente como para sacar los restos de sus pantalones.

Su sexo palpitaba al ritmo de su corazón, conduciendo todos los pensamientos excepto uno de su conciencia.

Tómala. Tómala.

Gruñó una advertencia.

—Sí—susurró Zahn, cubierta de sudor en el hueco de su garganta.

Alcanzó entre ellas y peló el cuero de sus caderas. Inclinándose debajo de ella inclinó sus caderas y se frotó contra la parte inferior del cuerpo.

Estaba mojada, su carne caliente y abierta. Con los dedos clavados en los duros músculos del culo, arqueó su cuello, dejando al descubierto los grandes vasos que latía vibrante bajo la superficie de su piel resbaladiza.

—Toma mi sangre. Toma mi cuerpo. Estoy lista.

Gruñó.

Esta humana trató de controlarla ofreciendo lo que la hacía débil. Necesitaba sangre. Ansiaba sexo. Ella dolía por perderse en la toma. Y si lo hacía, sería renunciar al poco poder que todavía tenía.

Juntó las muñecas de Zahn en una mano y sujetó sus brazos por encima de su cabeza, la piel debajo de sus dedos tan delicada como la porcelana contra las ricas sábanas de chocolate.

Tan fuerte como lo era Zahn, ella era más fuerte, podía rasgarle la garganta, arrancarle el corazón de su pecho, desangrarla.

Poco a poco, con el cuerpo tembloroso con el esfuerzo de controlar su sed de sangre, para contener el frenesí sexual, bajó la cabeza hasta que las puntas de sus colmillos sangraron la piel de Zahn pero no rompieron.

—Ruégame—le susurró.

No dejes que te mate.

Zahn luchó por la cordura en la nube de feromonas seduciendo a sus sentidos, ricos estimulantes de lobo Were inundaron su sangre, la esclavitud del Vampiro atrajo a sus propias células.

Cada centímetro de ella gritaba por la mordida del Vampiro que la transportaría, por el cuerpo de la Were que la liberaría. Nunca había dolido tanto por ser mordida, para ser bebida, para ser llenada.

Para ser follada.

—Oh Dios—Zahn gimió y envolvió sus piernas alrededor de las caderas forzando su tenso clítoris contra el de ella—Por favor. Muérdeme. Lléname. Necesito. Oh Dios, necesito.

Los ojos de resplandecieron con el ámbar de su lobo disparado a través de las llamas mientras conducía sus colmillos vampiro en la garganta de Zahn, liberando los erotostimulants que convirtieron el dolor en placer, transformaron el sacrificio en una satisfacción ardiente.

Zahn gritó y estallo en el orgasmo, su sexo palpitando contra el de ella. Tragó, sus células se expandieron con la corriente de la vida, su clítoris tenso, hinchado, golpeando para la liberación. Empujó sus caderas y se deslizó entre los pliegues empapados de Zahn, deslizándose fácilmente en su hendidura, alojándose ahí, apretada y caliente.

Zahn se estremeció, otro orgasmo estrellándose a través de ella. Marcó su espalda con sus uñas, el dolor lejano una nota de gracia para el placer agonizante.

Empujó y tragó, empujó y tragó, tomando la vida con cada trago, liberando su esencia con cada empuje, el Victus grueso y rico con la vida prestada.

Se estremeció, cerca, tan cerca de la aplastante liberación final que su lobo ansiaba. Su piel ardía, su aliento se arrancaba de ella en sollozos torturados.

No podía vaciar, no pudo encontrar la satisfacción final sin…su necesidad llamó a Zahn como sus amos habían llamado a los de su línea durante milenios.

Apretó su agarre en sus hombros y se sacudió hacia arriba, hundiendo sus dientes en su hombro, rompiendo la piel, sacando sangre.

Un rayo de dolor se abrió en los tramos más profundos del sexo y explotó, sus glándulas vaciándose, su clítoris con espasmos en las profundidades de la carne de Zahn.

Ésta chupó el mordisco que había hecho y se acercó de nuevo.

Sacó su cabeza, tirando de su hombro libre de la boca de Zahn, quien gimió, casi inconsciente, profundamente en la esclavitud, sin sentido en el placer.

Su clítoris seguía pulsando bajo el de Zahn, un nudo tierno que formaba el eje medio. La mordida había provocado el instinto de lobo para unirse.

—¡No!—se puso de pie tambaleándose, la sangre de Zahn y la suya corriendo en riachuelos por su pecho, sobre sus senos, cubriendo el polvo del pelaje por el centro de su abdomen.

De alguna manera Zahn había sabido lo que su lobo necesitaba. Lo que ella necesitaba.

Más que sangre, más que sexo.

Una unión que nunca podría ser suya.

Fortalecida con la sangre de Zahn, su lobo no reconoció la verdad. Ella nunca se aparearía. Weres se apareaban para la vida, y ella ya estaba muerta.

Tiró la sábana sobre Zahn, caminó hacia la puerta, y tiró de la cerradura.

Con la caída del sol todavía a una hora de distancia, debería estar cansada, pero no lo estaba. Ella era vampiro, pero era Were, y necesitaba más que sangre.

Necesitaba más que la mordedura de la humana que no quería.

Se dio la vuelta, abrió la puerta y saltó al pasillo, su lobo rompiendo sus cadenas al final. Su visión escaneo en la lente afilada del depredador. Un guardia humano.

Por una puerta al final del pasillo. Olía sol más allá de esa puerta. Más allá de esa puerta una escalera conducía al exterior, condujo a la libertad.

Desnuda, cubierta de sangre y brillo de sexo y victus, saltó a lo largo del pasillo hacia el guardia. Sus ojos se agrandaron y su oscuro rostro palideció, pero él se mantuvo firme, su arma automática todavía enfundada en su muslo.

Hombre valiente.

—A un lado, humano, o morirás.

—Tengo órdenes de que nadie salga hasta la salida de la luna, Warlord—dijo, con voz ronca.

—Me obedecerás, soldado, o morirás hoy.

—El sol aún no ha caído. Zahn ordenó…

Lo agarró por el cuello y lo amarró a la pared, sus pies a diez pulgadas del suelo, su rostro a menos de un suspiro de la suya.

—Yo soy la Warlord de los ejércitos de Lieja. Soy tu maestra. Tú tomas tus órdenes de mí.

—Sí, Warlord—jadeó a través de la delgada columna de aire que le permitió aspirar—Pero el sol…

—No tengo miedo del sol—no estaba segura de cómo lo sabía, pero lo hizo. La luz del día no era su enemigo—Mientras me haya ido, verás que nadie se acerca a los aposentos de Lieja Wilde. Nadie entra en las cámaras de la Lieja, excepto Zahn hasta que regrese. No por ninguna razón. ¿Lo entiendes?

—Sí, Warlord.

—Abre las barricadas—lo soltó, y él casi se cayó, pero se recuperó en sus pies y lanzó un saludo, con el puño en el pecho.

—Sí, Warlord—marcó los números en un teclado, presionó la palma de la mano a una placa en la pared, y miró fijamente a un escáner de retina.

Las cerraduras se abrieron y la puerta de acero reforzado se deslizó silenciosamente a un lado. Atravesó las escaleras, y entró en otro largo pasillo. Un soldado en el otro extremo sostenía otra puerta abierta mientras los últimos rayos de sol parpadeaban afuera, negándose a entregarse a la noche.

Por primera vez desde que se había convertido, sintió que su lobo ascendía, cuerpo y espíritu, y ella lo dejó venir. En el momento en que se elevó a través de la salida camuflada y salía a la calle, ella estaba en pleno pelaje y lista para cazar.

Capitulo 2

—Me siento bien—dijo Sugar, viéndose como si estuviera a punto de saltar de la mesa de examen—Tengo que volver a los laboratorios.

—Lo decidiré cuando estés lista para volver al deber—Brittany cruzó los brazos frente a su pecho y deliberadamente se metió en el espacio personal de la joven teniente.

Sugar, desnuda excepto por sus pantalones vaqueros, todavía mostraba signos de lesión a pesar de haber cambiado al pelaje después de ser atrapada en la explosión que había nivelado el ala de investigación en Industrias López esa mañana.

El hombro y el cuello derecho estaban magullados e hinchados, y trazas de escombros quedaron incrustadas en un entramado de laceraciones que se arrastraban por sus brazos desnudos.

Su cambio había sido demasiado corto o el daño demasiado severo para su lobo para sanar completamente.

Sugar era la jefa de seguridad, y tenía que estar sintiéndose responsable de la explosión. Ella no tenía la culpa, pero trata de decirle a un lobo dominante que no podía controlar a todo el mundo y todo dentro de su esfera.

Una tarea infructuosa.

Brittany debería saberlo, estaba aparada al lobo Alpha. Trataba con el desafío de intentar razonar con un Were impulsado por el instinto sobre una base diaria.

—No vas a ningún lado por el momento.

Sugar retumbó en su pecho, no un desafío, sino una señal de disgusto e irritación.

Podría vivir con eso. Después de todo, no podía esperar que un lobo como Sugar se volviera y le diera la garganta al primer signo de una palabra dura.

Retrocedió un centímetro, dándole, dando espacio al lobo de Sugar para estirarse.

—Ahora, déjame verte levantando el brazo.

—De verdad, Prima—dijo Sugar, su tono un poco más conciliador mientras levantaba su brazo derecho lesionado—Sólo lo retorcí. He tenido peores cacerías.

—Eso puede ser—deslizó la palma de la mano bajo el codo y agarró su muñeca con la otra mano.

Había aprendido muy rápidamente después de su transición de humano a lobo Were era que la única cosa que cada lobos entendida y aceptada era la ley de la Manada.

Y, como la compañera de la Alpha, ella estaba en la cima de la Manada en rango y poder.

—Pero ya que soy la médico aquí, déjame tomar la decisión.

Sugar suspiró.

—Sí, Prima.

Sofocando su sonrisa oscilo el hombro, el codo y la muñeca. Sugar de cabello castaño rojizo, de ojos marrones, cincelada y muscular como todos los soldados de su morena, se sentó implacablemente, pero sintió que el ruido de la tensión serpenteaba a través del marco mientras ella subía suavemente el hombro.

—Tienes un desgarro en los tendones alrededor de tu hombro.

—Es sólo un poco dolor—Sugar murmuró.

—Imagino que lo es—cuidadosamente liberó el brazo y se dirigió detrás de la mesa para mirar su espalda.

La piel sobre los músculos anchos estaba destrozada. No es grave, pero doloroso. El hombro era una historia diferente.

—Tendrás que cambiar y permanecer en el pelaje el resto de la noche para curar estas heridas y conseguir tu hombro en forma.

—Pero, Prima—dijo Sugar, girando sobre la mesa para mirar en su dirección—, Necesito volver al laboratorio para asegurar el área y comenzar nuestra búsqueda. Nosotros ni siquiera estamos seguros de que no haya más dispositivos en el resto de los edificios.

Los ojos marrones se elevaron hacia los de ella. El desafío no fue intencional, pero Brittany gruñó sin embargo. Sin una disciplina de hierro, una Manada de Weres gobernado por instinto el instinto primitivo caería en el caos.

Sugar inmediatamente agachó la cabeza.

—Si retrasas tu curación, es posible que tengas un daño permanente en el hombro. Dudo que la Alpha se complacerá de encontrar a la cabeza de seguridad de su laboratorio funcionando en menos del cien por ciento.

Sugar levantó la barbilla, pero sabiamente no encontró sus ojos.

—Nunca daría a la Alpha menos que mi mejor.

—Por eso, no tengo ninguna duda. Y es por eso que te quiero en la piel, en tu habitación, hasta mañana—puso el mando en su voz, su tono enviando el mismo mensaje, un labio curvado y orejas bajadas tendría si ella estuviera en la piel la advertencia de un lobo dominante a un miembro menor de la manada para ocuparse de su lugar.

Sugar dejó escapar un suspiro.

—Sí, Prima.

Deslizó la palma de la mano detrás del cuello y apretó, la comodidad de su toque recordándole que ella era una parte importante de la Manada e importante.

—Hoy lo hiciste bien. Guardaste la espalda de la Alpha, y viste que tus compañeros de manada estuvieran a salvo. Has cumplido con tu deber, y en unas pocas horas, puede reanudar.

—Gracias, Prima—Sugar murmuró, temblando ligeramente bajo el toque.

Los lobos necesitan la comodidad física de sus compañeros de manada, especialmente sus líderes. Al principio, había encontrado el afecto físico ocasional desconcertante, y en ocasiones, cuando involucraba a Santana, más que eso.

Santana era su compañera, y aunque constantemente reafirmaba su autoridad y su dominio al tocar sus lobos, nadie, Praetern o humano, tocaría sin el permiso de ella.

Santana.

Una oleada de electricidad onduló sobre su piel y retrocedió.

—La Alpha está llegando—dijo sintiendo el acercamiento de su morena a través del vínculo único que compartían todos los Weres apareados. Su pulso se aceleró y su cuerpo se preparó—Voy a asegurarme de hacerle saber que estarás de vuelta mañana.

Sugar saltó de la mesa y cogió su camisa, sin molestarse en ponérsela. La mayoría de los lobos rara vez se molestaban con la ropa cuando estaban en el compuesto.

—Gracias, Prima.

La puerta se abrió de par en par y su morena entró, trayendo consigo una oleada de poder que bañó su piel como el calor de un horno. Los músculos bailaban bajo la elegante superficie del torso desnudo su morena, su piel relucía con un brillo de feromonas y el oro brillaba en sus ojos.

Ella era más lobo en la piel que muchos Weres menores en pelaje. Su mirada recorrió a Sugar.

—Alpha—dijo Sugar, su tono un saludo.

—¿Cómo está, teniente?

—Bien, Alpha.

La atención de su morena se movió hacia ella, una pregunta en sus ojos.

—La teniente está en vías de recuperación, Alpha. Para mañana estará bien.

—Bien. Cuando vuelvas al deber—dijo Santana—, Organiza equipos y comienza la búsqueda entre los escombros. Es dudoso que encontremos alguna pista físicas en cuanto a quién plantó los artefactos, pero cualquier remanente de las bombas podría ayudarnos a identificarlos en el futuro. He suspendido las operaciones hasta que podamos examinar todos los restos.

—Podría empezar antes—dijo Sugar—, Con el permiso de la Prima, por supuesto.

Sacudió la cabeza.

—Como ordena la Prima—dijo Santana, su tono sin dejar espacio para la discusión.

—Sí, Alpha—dijo Sugar, un suspiro escapando cuando ella se fue.

Su morena sonrió cuando la puerta se cerró tras la jefe de seguridad.

—¿Supongo que no está contenta de que la dejen de lado?

—Ella es tu lobo. No es feliz a menos que esté en el centro de la caza, pero ella no está todavía lista para el deber. Ella lo estará.

—¿Estás bien?— Santana murmuró, pasando la mano por la parte de atrás de su camiseta y subiendo entre sus omoplatos, arrastrándola fuertemente en su cuerpo.

Deslizó un brazo alrededor de los hombros morenos y la besó.

No la había visto por más de una hora, e incluso unos pocos minutos de separación era insoportable ahora que estaba embarazada. Incluso antes de que ella estuviera embarazada, con su vínculo de compañera tan nuevo, se sentía físicamente incómoda cuando su morena estaba fuera de la vista.

La constante necesidad de tocarla era todo-consumidora. Y sólo unas horas antes, su morena había estado en peligro de muerte. No habían estado solas desde la explosión, ella no había tenido tiempo de tranquilizar a su lobo que su compañera estaba a salvo.

Retumbó y se frotó la mejilla en su morena.

—Estoy bien ahora que estás aquí.

Su morena le rozó el cuello con sus caninos y enterró la cara en la curva del hombro, dibujando profundamente del aroma de la medianoche-y-roble, absorbiendo su calor, saboreando las feromonas que cubrían su piel centradas por las sustancias químicas únicas que la llamaban sólo a ella.

Era su compañera, su fuerza, su vida.

—Te amo.

Brittany deslizó sus dedos por el cabello negro y tiró su cabeza hacia arriba hasta que sus ojos se encontraron.

—Te amo...y vas a necesitar aprender a ser más cuidadosa, Alpha.

Santana sonrió su sonrisa exasperante, la arrogante elevación de la esquina de su boca, ancha y generosa que decía que haría exactamente lo que quería porque, después de todo, era la Alpha.

—No tienes que preocuparte.

Su rubia le mordió el labio lo suficientemente duro para saborear las poderosas feromonas que liberaba cuando estaba excitada.

—¿Crees que no puedo hacerlo?

Gruñendo bajo en su garganta, Santana la levantó y le dio la vuelta hasta que estaba en contra de la puerta y las caderas estaban apretadas en su entrepierna.

Envolvió sus piernas alrededor del culo y sus brazos alrededor de los hombros, inclinando la cabeza hacia atrás para darle su cuello.

No se estaba sometiendo, ella estaba invitando.

—¿Crees que puedes controlarme?—Santana gruñó, su voz era gruesa y pesada cuando su lobo se levantó al desafío de su compañera. Le lamió el cuello y mordió levemente.

El abdomen de su rubia se apretó contra el suyo, y en el interior, Brittany llevaba a sus crías. La adoraba como la mamá de sus jóvenes y exaltada en una compañera que la desafiaba en todos los sentidos.

—Yo nunca querría controlarte—dijo Brittany, empuñando ambas manos en el cabello negro—Yo solamente quiero amarte.

El oro eclipsaba el oscuro de los iris y los huesos de su cara cambiaron hasta que los elegantes arcos y curvas se volvían letalmente afilados, brutalmente hermosa. Sus caninos se alargaron, y la presión de su sexo se hizo pesada y dura entre las piernas de Brittany.

—Te llevaría de vuelta a nuestra guarida, y te tomaría despacio, durante toda la noche. Te mostraría cuánto te amo. Pero…

—Lo sé—dijo Brittany, empujando una mano entre ellas y enganchando sus dedos dentro de la cintura de los vaqueros. Abrió la mezclilla de algodón con sus garras y empujó su mano hacia abajo, cerrando alrededor de la carne distendida—Pero tienes tiempo para tomarme.

La acarició y la morena echó la cabeza hacia atrás, los ojos salvajes, los caninos reluciendo. Su morena ya estaba caliente y dura en su palma, y si seguía acariciándola, haría que se viniera.

Le encantaba tener ese tipo de control sobre su compañera, la más dominante de todos los Weres, pero necesitaba más a Santana más cerca.

Su lobo se enfureció con ella para unirse a, destrozando su control.

Necesitaba a su morena en cada parte de ella.

—Dentro. Te necesito dentro.

—Agárrate a mí—Santana gruñó, sus palabras tan guturales que eran apenas reconocibles.

Sujeto un brazo alrededor de sus hombros, pero mantuvo sus dedos cerrados alrededor del clítoris apretando, tirando, preparando para lo que necesitaba.

Su morena arrancó los pantalones de sus caderas y empujó sus propios vaqueros más bajos.

—Libérame.

—Todavía no—Brittany susurró, estremeciéndose mientras su clítoris se tensaba y ella se preparó para su compañera. Acarició sintiendo el furioso latido de su sangre y el lavado de sexo. Tocó la tierna superficie inferior del clítoris y se sumergió en su interior.

Las caderas de la morena se sacudieron y ella gruñó, un sonido peligroso y letal que hizo que los pezones se tensaran y el pelaje llameara por su abdomen.

Ella estaba tan, tan lista, pero quería más. Le lamió la mordedura mate en el pecho y su morena se espasmo en su mano.

—No más. No puedo...—Santana le agarró la muñeca y quitó su mano.

Avanzando hacia adelante, colocó su clítoris hinchado debajo su rubia. Su carne, sus espíritus, unidos, sellando su unión. El duro nudo de necesidad entre los muslos explotó, y ella la recubrió con su esencia, marcándola.

Rugió y enterró sus caninos en el hombro pálido, corriéndose con ella.

Brittany apretó sus piernas alrededor de sus caderas, manteniéndola dentro mientras empujó a través de su orgasmo.

Su morena la sostuvo con fuerza mientras sus piernas se doblaron y ella se fue al suelo, acunándola en su regazo.

El pecho de Santana subía y bajaba y su vientre rodó de placer. Jadeando, se retorció hasta que su espalda estaba contra la puerta.

—Toma todo.

Brittany se acurrucó en los brazos y la besó en la garganta.

—Lo sé.

Su morena suspiro, y por ese breve momento, ella estuvo libre de la carga del gobierno.

Sólo era de Brittany.

—Gracias.

Murmuró con satisfacción y acarició el pecho de su morena.

—¿Por qué, San?

—Por darme un lugar para descansar.

—Siempre.

Su morena se frotó la mejilla con su pelo.

—Hablé con Quinn y Rachel.

—¿Cómo está Quinn?—preguntó.

—Curada, dice ella. Rachel está de acuerdo, y confío en su evaluación.

—Quinn tiene suerte. Ustedes dos—le besó el pecho—Me imagino que Rachel está teniendo la misma conversación con Quinn que tuve contigo.

—Quinn es mi general. Ella nació para luchar. Rachel sabe eso.

—Lo sé, pero el amor cambia la perspectiva a veces.

Su morena le acarició la garganta.

—Lo hace.

—Tienes que comer y dormir un poco, amor.

—Lo que necesito lo tengo. Tú.

—Tú me tienes—le acarició la cara y la besó—Pero la Manada te necesita fuerte, y si vas a enfrentar a Francesca, necesitas estar a tu máximo. No confío en ella.

Su pelinegra se rió.

—No te gusta.

—Tienes razón, yo no. Y no sólo porque ella te ha tocado. Ella es la Canciller de la Ciudad y Viceregal de los Vampiro del Este, porque es inteligente, egoísta y poderosa. No la subestimes, San, y no creas en ella y en su palabra.

—No pienso hacerlo—Santana hizo una pausa—Hay algo más. Algo que necesitas saber.

Se tensó, oyendo la angustia de la voz de su morena.

—¿Qué es?

—Rachel me dijo algo esta noche que sus padres han mantenido en secreto desde que se unieron a la Manada cuando Rachel era una niña pequeña.

—¿Algo sobre la transformación de Rachel?—había sabido inconscientemente todo el tiempo que la médico de la Manada no era una mutia ordinaria.

No una ordinaria Were convertida.

La castañal era diferente de otros Weres, igual que ella.

—Rachel no fue mordida, no fue convertida por un Were rabioso o de otra manera. Ella fue…creada por un virus experimental que estaba siendo estudiado en un laboratorio humano.

—¿Estudiad? Desarrollado, quieres decir—amargamente, pensó en Toni y Verónica, dos de sus mujeres jóvenes que habían sido retenidas cautivas en un laboratorio y estudiadas, sus cuerpos biopsiados, su sangre analizada, sus glándulas sexuales estimuladas para forzar las emisiones. La rabia fría se extendió por su pecho—¿Por qué? ¿Qué se suponía que debían hacer los experimentos?

—Los Berry pensaron que estaban trabajando en una cura para la fiebre Were, pero lo que realmente estaba sucediendo era un intento de crear Weres o al menos replicar los rasgos Were. Obviamente, sólo tuvieron un éxito parcial. La mayoría de los sujetos murieron, pero Rachel no lo hizo.

—Rachel era sólo una niña. Ella no debería haber vivido—señaló.

—Eso es lo que la hace única. Los Berry piensan que los experimentos continúan.

—Ese podría explicar a las humanas infectadas se liberaste del laboratorio. Y las chicas muertas que parecían morir de fiebre Were—dijo el temor estableciéndose en sus profundidades.

—Sí—dijo Santana en voz baja.

—Los experimentos, las humanas parcialmente convertidas, el contagio viral eso me lo explicaría.

—Es posible—dijo Santana.

—Los Berry necesitan estudiarme.

Su morena gruñó.

—Sé que quieres para hacer todo lo posible para ayudar a esas chicas, pero…

—No estoy pensando sólo en las chicas—apretó la palma de la mano en el corazón de su morena—Si yo soy un Were debido a un virus fabricado, no podemos saber que la mutación es estable. Estoy embarazada, Sanny. Tenemos que saber lo que esto hará a nuestros jóvenes.

Ésta sacudió la cabeza.

—Yo lo sé. Puedo sentirlos, Rachel también. Son saludables. Créeme.

Asintió.

Confiaba en Santana con su corazón y su futuro, y cualquier destino que sus jóvenes enfrentaran, ella los protegería con su vida.