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[Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
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[Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Sinopsis
Brittany Pierce nunca ha sido buena en seguir el protocolo, por lo que no lo piensa dos veces en prestar atención de emergencia cuando la vida de una niña está en juego, incluso si la niña está en la agonía de la fiebre y cualquier ser humano cuerdo debe saber mejor.
No es el dolor luminoso y brillante de la mordedura o incluso las agonías desgarradoras de la fiebre que la convence que todo en su vida ha cambiado.
Es la forma en que se siente por la chica con los ojos dorados de lobo apoyándose sobre su cama de hospital cuando finalmente se despierta.
Santana, la Alpha de la Adirondack Timberwolf Manada, la femenina que Brittany no puede tener.
Y la única que ella quiere.
No es el dolor luminoso y brillante de la mordedura o incluso las agonías desgarradoras de la fiebre que la convence que todo en su vida ha cambiado.
Es la forma en que se siente por la chica con los ojos dorados de lobo apoyándose sobre su cama de hospital cuando finalmente se despierta.
Santana, la Alpha de la Adirondack Timberwolf Manada, la femenina que Brittany no puede tener.
Y la única que ella quiere.
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Hola, aquí les dejo el inicio de otra historia.
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-finalHola, aquí les dejo el inicio de otra historia.
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo
A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final
Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final
Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final
Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-fanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-prologo#538737
Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin
Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-adaptada-prologo#539712
Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-cap-35#542092
Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891
Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo
Un Vuelo con Escalas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22590-fanfic-brittana-un-vuelo-con-escalas-adaptada-cap-33-final#544923
Secretos del Pasado: https://gleelatino.forosactivos.net/t22595-resueltofanfic-brittana-secretos-del-pasado-adaptada-epilogo
En tus Brazos y Huir de Todo Mal: https://gleelatino.forosactivos.net/t22602-resueltofanfic-brittana-en-tus-brazos-y-huir-de-todo-mal-ii-pasion-adaptada-epilogo
Parejas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22615p195-resueltofanfic-brittana-parejas-adaptada-cap-41-final#547481
La Chica de Servicio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22617-resueltofanfic-brittana-la-chica-de-servicio-3-rindete-adaptada-epilogo-santana
A su Manera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22622-resueltofanfic-brittana-a-su-manera-adaptada-cap-50-final
Pídeme lo que Quiéras 4: Y yo te lo Darpe: https://gleelatino.forosactivos.net/t22630-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-4-y-yo-te-lo-dare-adaptada-epilogo
Angel de Fuego: https://gleelatino.forosactivos.net/t22633-resueltofanfic-brittana-angel-de-fuego-adaptada-cap-39-fin
Después de Todo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22642-fanfic-brittana-despues-de-todo-adaptada-epilogo
Pintando la Luna: https://gleelatino.forosactivos.net/t22644-resueltofanfic-brittana-pintando-la-luna-adaptada-epilogo
La Luna de Media Noche: https://gleelatino.forosactivos.net/t22647-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-media-noche-adaptada-epilogo
Amor en Espera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22651-resueltofanfic-brittana-amor-en-espera-adaptada-epilogo
Storms: https://gleelatino.forosactivos.net/t22657-resueltofanfic-brittana-storms-adaptada-epilogo
Fue un Beso Tonto: https://gleelatino.forosactivos.net/t22660-resueltofanfic-brittana-fue-un-beso-tonto-adaptada-epilogo
La Luna de Santana: https://gleelatino.forosactivos.net/t22664-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-santana-adaptada-epilogo
Con Todo mi Corazón: https://gleelatino.forosactivos.net/t22666-resueltofanfic-brittana-con-todo-mi-corazon-adaptada-epilogo
La Esposa Del Vecino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22668-resueltofanfic-brittana-la-esposa-del-vecino-adaptada-epilogo
Dulce Brittany: https://gleelatino.forosactivos.net/t22671-resueltofanfic-brittana-dulce-brittany-adaptada-epilogo
Eres Para Mí: https://gleelatino.forosactivos.net/t22674-resueltofanfic-brittana-eres-para-mi-adaptada-epilogo
Vampira: https://gleelatino.forosactivos.net/t22679-resueltofanfic-brittana-vampira-adaptada-epilogo
Rojo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22687-resueltofanfic-brittana-rojo-adaptada-cap-34-final
Retroceder el Tiempo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22695-resueltofanfic-brittana-retroceder-el-tiempo-adaptada-epilogo
Dulce Travesura: https://gleelatino.forosactivos.net/t22699-resueltofanfic-brittana-dulce-travesura-adaptada-epilogo
Compañeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22704-resueltofanfic-brittana-companeras-ii-carretera-del-infierno-adaptada-cap-34-y-35-fin
Pequeño Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22711-resueltofanfic-brittana-pequeno-amor-adaptada-epilogo
Por la Eternidad: https://gleelatino.forosactivos.net/t22718-resueltofanfic-brittana-por-la-eternidad-adaptada-epilogo
Besos: https://gleelatino.forosactivos.net/t22720-resueltofanfic-brittana-besos-adaptada-epilogo
Bambalinas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22725-resueltofanfic-brittana-bambalinas-adaptada-epilogo
Razonable: https://gleelatino.forosactivos.net/t22733-resueltofanfic-brittana-razonable-iii-adaptada-epilogo
Seducción: https://gleelatino.forosactivos.net/t22737-resueltofanfic-brittana-seduccion-adaptada-epilogo
Dilo a Otra: https://gleelatino.forosactivos.net/t22740-resueltofanfic-brittana-dilo-a-otra-adaptada-epilogo-parte-ii
En Equilibrio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22741-resueltofanfic-brittana-en-equilibrio-adaptada-epilogo
Simplemente: https://gleelatino.forosactivos.net/t22743-fanfic-brittana-simplemente-ii-adaptada-cap-3
Nunca: https://gleelatino.forosactivos.net/t22747-fanfic-brittana-nunca-i-adaptada-cap-1#561488
Sexy Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22748p175-resueltofanfic-brittana-sexy-amor-adaptada-epilogo#562089
Sentimientos: https://gleelatino.forosactivos.net/t22752-resueltofanfic-brittana-los-sentidos-adaptada-epilogo
Mía: https://gleelatino.forosactivos.net/t22754-fanfic-brittana-mia-iii-adaptada-sinopsis
Respiro: https://gleelatino.forosactivos.net/t22755-resueltofanfic-brittana-respiro-adaptada-cap-20-fin
Obsesion: https://gleelatino.forosactivos.net/t22758-fanfic-brittana-la-obsesion-adaptada-sinopsis#562904
Por Qué: https://gleelatino.forosactivos.net/t22759-fanfic-brittana-por-que-i-adaptada-prologo#563064
De Mis Sueños: https://gleelatino.forosactivos.net/t22762-fanfic-brittana-de-mis-suenos-adaptada-sinopsis#563275
A Un Ángel: https://gleelatino.forosactivos.net/t22765-fanfic-brittana-a-un-angel-adaptada-prologo#564172
Mientras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22763-resueltofanfic-brittana-mientras-ii-adaptada-epilogo
Arco Iris: https://gleelatino.forosactivos.net/t22768-fanfic-brittana-arco-iris-adaptada-prologo#564693
Comportamiento: https://gleelatino.forosactivos.net/t22769-resueltofanfic-brittana-comportamiento-adaptada-epilogo
Por Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22773-fanfic-brittana-por-ti-adaptada-sinopsis#565129
Sin Compromiso: https://gleelatino.forosactivos.net/t22774-fanfic-brittana-sin-compromiso-adaptada-prologo#565160
Agarrate: https://gleelatino.forosactivos.net/t22775-fanfic-brittana-agarrate-adaptada-sinopsis#565438
Del Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22776-fanfic-brittana-del-amor-adaptada-prologo#565521
El Final: https://gleelatino.forosactivos.net/t22778-fanfic-brittana-el-final-adaptada-prologo#565842
Acuerdo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22780-fanfic-brittana-acuerdo-adaptada-sinopsis#566030
La Granja: https://gleelatino.forosactivos.net/t22783-fanfic-brittana-la-granja-adaptada-epilogo
Contrato: https://gleelatino.forosactivos.net/t22787-fanfic-brittana-contrato-adaptada-sinopsis#566875
De Noche: https://gleelatino.forosactivos.net/t22788-fanfic-brittana-de-noche-adaptada-sinopsis#566917
Tal Vez: https://gleelatino.forosactivos.net/t22796-fanfic-brittana-tal-vezadaptada-sinopsis#567672
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
A marthagr81@yahoo.es le gusta esta publicaciòn
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
hola morra,..
interesante se ve la historia!!
a ver el primer cap!!
nos vemos!!
interesante se ve la historia!!
a ver el primer cap!!
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Interesante, como siempre!!
Esperando con ansias esta historia!!
Gracias por tus adaptaciones!!
Enviado desde Topic'it
Esperando con ansias esta historia!!
Gracias por tus adaptaciones!!
Enviado desde Topic'it
Nay López Pierce* - Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 17/11/2017
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Aqui esperando el primer capitulo!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Santana loba!! Me encanta!!!!
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
3:) escribió:hola morra,..
interesante se ve la historia!!
a ver el primer cap!!
nos vemos!!
Hola lu, si¿? espero que lo siga pareciendo jaajajaj. Aquí lo dejo! Saludos =D
Nay López Pierce escribió:Interesante, como siempre!!
Esperando con ansias esta historia!!
Gracias por tus adaptaciones!!
Enviado desde Topic'it
Hola, jajaja espero y siga siendo así la vrdd jaajaj. Aquí dejo el primer cap! De nada, gracias a ti por leerla y comentarla! Saludos =D
Pd: pense q tu me dejaste el "enviado desde topicít" pero el programa lo deja, x eso en el comentario anterior te pregunte xD jaajajaj
micky morales escribió:Aqui esperando el primer capitulo!!!!
Hola, jajajaaj aquí lo dejo y así ya no esperas...por este xD Saludos =D
Tati.94 escribió:Santana loba!! Me encanta!!!!
Hola, jaajajaj si q si...Vamos bn entonces ajajaj xD Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Medianoche I (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Santana tenía hambre de liberar a su lobo.
Después de tres días en la ciudad, encerrada en un edificio de acero y vidrio durante quince horas seguidas sin nada más que hormigón bajo sus pies por la noche, necesitaba llenar sus pulmones con el olor de la tierra caliente, el pino dulce y la vida rica y verde.
Necesitaba correr con sus lobos y llevarlos a una matanza.
La presión insistente entre sus muslos y el reflejo de las feromonas que le cubrían la piel le recordaban otra necesidad crítica, que no era tan fácil de satisfacer.
Había pasado demasiado tiempo sin liberación sexual, pero no podía arriesgarse ni siquiera a un enredo áspero y listo con una mujer dispuesta cuando su lobo parecía insistir en reclamar una compañera.
Que nunca lo haría.
Nunca prolongada en paciencia, estaba nerviosa y amplificada por la adrenalina y las hormonas. Incluso sabiendo que podía estar en su recinto de Adirondack Mountain en treinta minutos no frenó su temperamento mientras se sentaba en un escritorio en el edificio del Capitolio del Estado de Nueva York, escuchando a un político que la condescendía.
Pero necesitaba hacer el trabajo que le había caído cuando ascendió a Alpha poco después de que las especies de Praetern salieran de las sombras por primera vez en milenios.
Como jefa de la Coalición de Praetern que representaba los intereses de las cinco especies de Praetern -Weres, Vampires, Mages, Fae y Psi-, había sido acusada de convencer al senador de Nueva York de que aprobara el PR-15, a través de su comité.
—Nos gustaría traer el proyecto de ley a una votación en esta sesión, Senador—dijo en el teléfono, con cuidado de no permitir que su frustración sangrara en su voz.
Se dio la vuelta para ver la vista del río Hudson a seis cuadras de distancia.
Una brisa a través de las ventanas abiertas de la oficina del duodécimo piso llevaba una indirecta burlona del río sobre una balsa de calor del verano, indicándole que su encarcelamiento era sólo temporal.
—El proyecto de ley ha sido presentado durante los últimos seis meses y los miembros de la Coalición se están preguntando por qué."
—Todos queremos lo mismo, Consejera López—dijo el senador Daniel Weston—, Pero tenemos que recordar que todo esto es muy nuevo para la población humana. Tenemos que dar a los votantes la oportunidad de acostumbrarse a la idea.
El tono patricio del senador ronco, y Santana gruñó suavemente, su mano derecha apretando el brazo de cuero de su silla de escritorio. La madera crujió, protestando contra la presión aplastante, y ella conscientemente relajó sus dedos.
Nadie sabía mejor que ella que para algunos humanos, nunca habría tiempo suficiente para aceptar a aquellos que eran otros como iguales. Las razas no humanas habían ocultado su esencia sobrenatural durante siglos para sobrevivir en un mundo en el que estaban superadas en número.
Finalmente, la cultura global se expandió hasta que el aislamiento fue imposible, y los Praeterns aprendieron a esconderse en la luz, formando coaliciones inquietas mientras construían una formidable base de poder económico.
El papá de Santana finalmente había convencido a los líderes Praetern para que su presencia fuera conocida por el mundo, argumentando que los beneficios de la visibilidad superaban los peligros: sus corporaciones podrían competir abiertamente en los mercados internacionales, sus científicos y médicos tendrían acceso a mayores oportunidades de investigación, los políticos que ahora tenían que trabajar detrás de las escaleras podrían defender activamente sus derechos.
Y lo más importante, podrían exigir protección bajo la ley para las generaciones futuras.
Poco después de que Antony López hubiera encabezado el Éxodo, había muerto, dejándola para asumir el liderazgo.
Ella tenía veintiséis años, un año de estudios de derecho. Su papá había sido su Alpha, su mentor, su amigo y su mejor campeón. No había tenido tiempo de llorar porque sería un líder, especialmente en medio del caos que el Éxodo había incitado.
Su ausencia seguía siendo un vacío agonizante en su corazón.
—Hace más de un año, Senador, y varios millones de dólares en donaciones de campaña. Eso es mucho tiempo para esperar la protección básica de aquellos que nos destruirían simplemente por ser diferentes—no podía evitar pensar en la muerte de su papá y en el poco progreso que había logrado para lograr la seguridad de aquellos a quienes había nacido para proteger y defender.
La angustia y la furia desgastaron los últimos restos de su temperamento y un bajo retumbar resonó desde lo profundo de su pecho. Su piel hormigueó con la ondulación de la piel a punto de estallar y sus garras cortaron a través de las yemas de sus dedos.
Su lobo resplandecía tan cerca de la superficie que sus ojos marrones, chapeaban hacia ella desde su reflejo en el cristal de la ventana, encendido con oro de lobo. Su pelo negro tomó el brillo plateado de su piel.
Junto con el cambio inminente, surgió una oleada emocionante de poder y sensualidad cruda.
La puerta detrás de ella se abrió y una alto voz ronca preguntó:
—¿Alpha ?"
Se giró para enfrentarse a Quinn Fabray, su segunda e imperator, la jefa de la seguridad manada.
Uno de los centuri, su guardia personal, Quinn también era su mejor amiga: habían crecido juntas, luchando y jugado juegos de dominación como adolescentes, peleando juntas como adultas.
Esta noche, Quinn llevaba su uniforme habitual: una camiseta negra, unos pantalones de carga y unas botas militares con cordones. Su forma muscular compacta se veía dura y luchaba dignamente, a pesar de la suave hinchazón de sus pechos llenos y la deliciosa caída de gruesos cabellos rubios que tocaban la parte superior de sus omóplatos.
Quinn había percibido el ascenso del lobo de Santana, agitando la necesidad instintiva de proteger su Alpha contra cualquier angustia.
No encontró la aparición repentina de Quinn en la oficina una intrusión en su privacidad. Los miembros del grupo tenían muy pocos límites físicos o emocionales.
De hecho, odiaba tener el soporte de los centuri entre ella y el resto de la manada, forzándola a aislarse aún más que su estatus como Alpha le exigía.
Pero desde la muerte de su papá, la manada no tendría otra manera. Era demasiado importante para no estar bajo constante vigilancia.
—Estoy bien—bajamente expresó, demasiado bajo para Weston, quien siguió tratando de aplacarla con lugares comunes, para escuchar.
Quinn, sin embargo, podía oírla fácilmente, y después de una última mirada escrutadora, salió de la habitación y cerró la puerta.
A regañadientes, trajo a su lobo al talón, prometiéndole su libertad pronto. Al entrar en el monólogo de Weston, ella dijo:
—Algunos de los líderes de la Coalición están empezando a cuestionar si nuestros amigos en Washington son realmente amigos.
—Ahora, consejera—dijo Weston, casi jovial—Estoy seguro de que puedes explicar las cosas a la Coalición y a tus propios...uh... seguidores.
—Manada. Mi manada—dijo suavemente.
Quería señalar, no por primera vez, que la Manada Adirondack Timberwolf no era un culto, ni una religión, ni una organización social. Eran una comunidad conectada física y psíquicamente.
Ella era su Alpha, su líder, pero ella era parte de ellos también. Pero estaba demasiado cansada y su lobo estaba demasiado ansioso para vagar para repetir lo que había estado explicando públicamente durante meses.
—Los Magos y los Fae nunca han estado tan sólidamente detrás del Éxodo como los Weres. No creo que tenga que recordarle la fuerza de estos dos grupos en la industria y el comercio internacional. No creo que quieras perder su apoyo.
—Por supuesto que no. Por supuesto que no. El comité planea reunirse dentro del mes, y le aseguro que este asunto tendrá prioridad en nuestro programa.
Sabía que había llegado tan lejos como iba a llegar con él esa noche. La política humana fue alimentada por el dinero, y hasta que el tren del dinero llevando los fondos de la Coalición Praetern para Capitol Hill se detuviera, las leyes para protegerlos tardarían en llegar.
Es de esperar que una vez que los seres humanos comenzaron a apreciar que Praeterns había vivido y trabajado entre ellos durante siglos, y no sólo desempeñó muchas funciones esenciales dentro de la sociedad, sino que sus amigos y vecinos y, a veces, incluso parientes, la opinión popular oscilaría en su dirección.
—Espero oír de usted pronto, Senador—mintió, y colgó el teléfono.
Casi diez y media. El tráfico en el Northway sería ligero a esta hora de la noche. No podía esperar a despojarse de su camisa de lino gris pálido y pantalón negro a medida, una concesión necesaria a su personaje de alto perfil como el jefe de Estados Unidos.
Si ella y sus centuris se fueran ahora, estarían en casa antes de la salida de la luna llena. Correr bajo la luna era su tiempo favorito para cazar, el bosque adquirió un brillo primitivo y el aire parecía brillar con polvo lunar.
Prefería correr a la luz de la luna cada vez que podía, a pesar de que la mayoría de los Weres habían evolucionado hasta el punto de que ya no necesitaban la atracción de la luna para cambiar.
Ella y su manada podían cambiar en cualquier momento, aunque ella sola podía cambiar instantáneamente. Incluso su centuri más dominante necesitaba un minuto o más para lograr el cambio.
Su singular habilidad de llamar a su lobo en cualquier momento, de cambiar de manera parcial o total a voluntad, fue una de sus mayores alegrías y ayudó a equilibrar el precio que pagó en la soledad por ser la Alpha .
—Quinn—dijo en voz baja mientras empacaba su maletín.
La puerta se abrió y su segunda se deslizó dentro. Los ojos verdes de Quinn tomaron en la comida inacabada que le había entregado más temprano en la tarde y se estrecharon en disgusto.
Ignoró la mirada.
—Que Emily traiga el Rover. Vamos a casa.
—No comiste.
—¿Me parece que necesito una mamá?"
Quinn cruzó los brazos por debajo de sus pechos y abrió las piernas con una actitud agresiva. Se encontró con sus ojos por un segundo antes de apartar la mirada.
—Más como una compañera. Si no te cuidas…
—Quinn—dio un rugido de advertencia.
Sabía que muchos miembros de la manada estaban ansiosos por ella para que tomara una compañera, no debido a la presión de producir un heredero, había tenido décadas para eso, sino porque ella tendría más protección.
Manada Alpha podía aceptar el cuidado íntimo y la protección de un compañero, mientras que ella no podía de nadie más. Tenía sus razones para ignorar los indicios no tan sutiles que Quinn y sus allegados habían estado haciendo, especialmente los últimos seis meses.
No quería una compañera.
Había visto la desolación en los ojos de su papá después de la muerte de su mamá más de una década antes. Había combatido su deseo, el impulso innato, de unirse a su compañera en la muerte hasta que fuera lo bastante mayor para ocupar el lugar de su mamá, pero él se había roto, una concha vacía de quien había sido.
Había perdido a su mamá, y de muchas maneras, a su papá, todo en unos pocos momentos de traición y sangre. No se permitiría ser tan vulnerable.
Nunca.
—Hemos tenido esta discusión. No quiero volver a tenerla.
—Has estado trabajando veinte horas al día durante seis meses e ignorando tus necesidades. No va a ayudar a la Manada si eres demasiado débil como para soportar un desafío—Quinn era un dominante, estaba en la parte superior de la jerarquía de la Manada, y una de las pocos que se atrevería a incitar su ira con el fin de protegerla.
Despejó el escritorio con tanta rapidez que Quinn apenas tuvo tiempo de ponerse de espalda contra la puerta antes de que se alzara sobre ella.
No la tocó. No tenía que hacerlo.
La ojiverde bajó la barbilla y apartó la cara. Acercó sus labios al oído su y cuando ella habló, incluso los Weres afuera en el pasillo, que podían oír a un ratón en las paredes tres pisos debajo de ellos, no la oyeron.
Como su Alpha , podía hablarles mente a mente sin esfuerzo como podía con las palabras.
—¿Cuestionas mi habilidad para dirigir, Imperator?
Quinn tembló e inclinó la cabeza, exponiendo aún más su cuello. Un Were era tan poderoso podría aplastar la tráquea o abrir los grandes vasos en cuestión de segundos.
—No, Alpha, no lo dudo. Pero soy responsable de mantener la manada segura, y para eso, te necesitamos.
—¿No estoy siempre aquí para ti?
—Sí, Alpha—susurró Quinn, sus ojos casi cerrados, su mirada todavía apartada—Pero muchos en la manada temen lo que sucederá si los humanos deciden cazarnos. Les das la fuerza para luchar contra el miedo.
Suspiró y presionó su boca contra el cuello pálido, rozando el pulso con sus caninos.
Su caricia era posesiva, no sexual.
Quinn era su lobo, como todos los lobos en la manada, y necesitaba de su toque, su calor, su fuerza.
El aislamiento era una forma de muerte para un Were.
Quinn se arqueó sutilmente contra ella, confortándose con su tranquilidad.
Gruñó y mordió suavemente hasta que la ojiverde gimió, su escalofrío de miedo se convirtió en placer. Gradualmente, Quinn se relajó contra su cuerpo, cómoda y contenta.
Solo entonces la soltó.
—No te preocupes, mi lobo—susurró en voz alta—La manada siempre vendrá antes de todo lo demás en mi vida.
—Lo sé—murmuró Quinn, agradecida y entristecida al mismo tiempo.
—Vamos—le apretó el hombro—¿Me mantendrás esta noche en una carrera?
—Con mucho gusto, Alpha—llegó a la puerta y luego dio un paso bruscamente frente a ella—Espera.
También lo sentía.
Las ondas de tensión fluían hacia ella desde los guardias de la puerta, pero ella no podía sentir una amenaza inmediata. Sin olor a enemigos.
—Ábrela.
Quinn lo hizo, pero siguió protegiendo su cuerpo con el suyo propio.
—¿Qué pasa, Finn?"
Finn, un hombre fácilmente seis pulgadas más alto que cualquiera, llenó la puerta, su rostro grisáceo tenso.
—Tenemos un problema. Varios de los jóvenes se deslizaron de nuestros perímetros y dejaron el Compuesto. Acabamos de descubrirlo.
—¿Dónde están?—el calor ardió en sus ojos.
La extensión norteña de la tierra de la manada bordeaba el territorio del clan de Catamount en Vermont. El gato Weres eran en su mayoría feroz y tan territorial como los lobos. No darían paso seguro dentro de su territorio, incluso a los cachorros lobos tontos.
—Aquí, en la ciudad—respondió Finn.
—¿Quien?
—Ryder, Sam y Lexa.
Tres adolescentes, dos hermanos y una hembra dominante, todos en entrenamiento militar en la casa de Compound, su casa y la sede de la Manada.
Los adolescentes tenían estrictos toques de queda, no sólo porque todavía eran demasiado inmaduros para controlar sus cambios ante los cambios hormonales desenfrenados, sino porque, al igual que todos los animales salvajes jóvenes, anhelaban excitación y no tenían sentido de su propia mortalidad.
Maldijo.
—Eso no es todo—dijo Finn con voz sombría.
—¿Qué más?—le dió con una dura mirada y él dejó caer su mirada a su hombro.
—Sam fue el que nos llamó. Están en el Hospital General de Albany. No sabemos qué pasó, pero Lexa está herida.
Lo dejó a un lado y estaba a medio camino del pasillo antes de que terminara de hablar.
Quinn, Finn, y el tercer guardia, Andrew, corrieron a mantenerse al día. No se molestó con el ascensor, sino que se adentró en el hueco de la escalera, agarró la barandilla de metal y saltó por la borda y hacia el piso de abajo.
Saltó, piso por piso, hasta que llegó al segundo nivel más tarde. Cuando entró por la puerta en la oscuridad, estaba corriendo a cuatro patas. Los demás no podían cambiar mientras se movían, y ella no los esperaba.
Era la Alpha de la Manada, y una de las suyas estaba en peligro.
Corrió sola durante toda la noche.
—Jesús—exclamó Becky Jackson—¿Qué demonios es ese ruido?
Brittany Pierce escuchó la cacofonía constante de los gruñidos que emanaban de detrás de la cortina cerrada en el extremo lejano de la sala de emergencias.
—Lobo Weres. Ya llamé al médico.
—¿Qué hacen aquí? Pensé que eran indestructibles o alguna cosa.
—Entiendo que son muy duraderos, pero no inmortales. Pueden ser heridos. Morir.
Su compañera médico ni siquiera se molestó en ocultar su disgusto, y tuvo que trabajar para no hacer un comentario cáustico.
No era el único médico que no parecía pensar que el juramento que tomaron se extendía a Praeterns, a pesar de que la mayoría de ellos probablemente había cuidado de una bruja o Fae menor en algún momento de su carrera sin saberlo.
Probablemente no era un Were, sin embargo. Becky tenía razón, los Weres rara vez aparecían en la sala de emergencias.
Sus Manadas o Prides tenían sus propios médicos. De la misma manera, si hubiera tenido la menor idea de cómo tratar a la joven mujer que había llegado con una herida de puñalada en el hombro, lo habría hecho.
Suponiendo que los varones adolescentes con la morena muy joven le permitirían acercarse a la chica sin una pelea, lo cual ella dudaba. De la misma manera, ella lo habría intentado si hubiera pensado que podía hacer algo bueno.
Los chicos de seis pies de altura tenían unos cuantos centímetros que ella y más músculos, pero ella era una luchadora bastante sólida. Había tenido que aprender rápidamente cómo defenderse en la serie de hogares de crianza y en los establecimientos estatales en los que había crecido.
El problema era que no sabía mucho de la fisiología, sino uno de los muchos secretos que los Weres protegían.
—Bueno, me gustaría que se callaran. Están poniendo nerviosos a los pacientes reales.
—Veré si hay algo que pueda hacer—había visto a la chica cuando los muchachos la habían traído.
Estaba asustada y tenía dolor. Los muchachos parecían asustados también, pero ponían un frente duro, gruñendo a cualquiera que se acercara, exigiendo un mirada a ella de un Were médica y nadie más.
El instinto de Brittany había sido ayudarla, pero había hecho una llamada a Rachel Berry, la médico que había trabajado en la sala de emergencias durante cinco años y que, después del éxodo, había anunciado a todos que era un lobo. Le gustó la valiente castaña bajita, pero algunos de sus colegas le habían dado a Rachel la espalda desde que descubrió que era un Praetern.
—¿Por qué molestarse con ellos?—se burló Becky.
—Porque es por eso que estamos aquí—dijo dándose cuenta de que en la próxima reunión de personal de ER tendría que plantear el cisma que se estaba desarrollando en torno al tratamiento de Praeterns.
El sesgo había sido sutil al principio, pero a medida que pasaba cada día, el prejuicio crecía. El acalorado debate público sobre permitir a Praeterns el derecho a la plena ciudadanía no había ayudado. Algunos, más cada día parecía, argumentaban que la constitución sólo protegía a los humanos.
—Cuídate—gruñó Becky mientras se alejaba.
Se detuvo frente al cubículo, no lo bastante tonta para sorprender a los chicos cuando obviamente estaban trastornados.
—Hey—dijo a la cortina—Soy la doctora Pierce. ¿Puedo ayudarte en absoluto? ¿Puedo entrar?
—No—respondió una áspera voz masculina.
—Mira, puedo comenzar una IV, tal vez darle algo para el dolor.
—Nadie la tocará.
Respiró hondo, mantuvo la voz tranquila.
—Alguien va a tener que hacerlo—debatió deslizándose detrás de la cortina, pero el sonido de una conmoción que venía de la dirección de la entrada de ER la desvió.
Una morena caminó hacia ella, pero no era Rachel Berry. Esta mujer era más alta y más esbelta que Rachel, con ondas morenas.
Los penetrantes ojos oscuros que tomaron en todo su alrededor dominaban su rostro fuerte y anguloso. Incluso vestida con vaqueros y una camiseta de la marina de guerra, exhalaba un aire inconfundible de autoridad.
Todos en su camino retrocedieron, apartando apresuradamente su mirada, pero cuando la morena se abalanzó sobre ella, No podía apartar la mirada.
Cuando los ojos oscuros se fijaron en los suyos, una inesperada ola de calor la atravesó.
Había visto a Santana López, la Consejera Especial de los Estados Unidos para Asuntos Were, en la televisión, pero las cámaras no le habían hecho justicia.
La habían hecho parecer más vieja de lo que obviamente era y habían silenciado su belleza salvaje y su carisma. También olía a pino y canela quemados, con un trasfondo de sensualidad picante.
—¿Eres responsable de ellos?—dijo, levantando una mano.
—Necesito ver a la chica, pero no me dejan entrar—silenciosamente, estudió a la mujer de pie casi de forma protectora frente a la cortina cerrada.
Su fino cabello rubio y largo, su piel de marfil, como si su rostro estuviera bañado por la luz de la luna.
La belleza absoluta de los picos de las montañas. Llevaba ropa quirúrgica del color de la sangre caliente, y le bloqueó el camino con valentía inquebrantable.
Esta extraña debería haber tenido miedo, de ella y de sus adolescentes casi fuera de control detrás de la delgada cortina, pero sus ojos azules sólo irradiaban calma.
Una calma que se deslizó sobre su piel como el roce de cálido labios.
Sacudió el desconocido impulso de bajar la guardia, descansar un momento en esa seductora tranquilidad.
Podía oler el dolor de Lexa, la creciente agresión de los muchachos. Eran suyos para proteger, y esta humana se había puesto entre ella y sus lobos.
Una cosa muy peligrosa y tonta que hacer.
—¿Quién es usted?—preguntó.
—Dra. Brittany Pierce.
—Eres un médico humano.
—Sí. Eres el Alpha, ¿verdad?
—Sí—dijo, impresionada por el uso que hacía la humana con los términos. Muchos humanos prefirieron evitar una referencia directa a su especie o su estatus—Santana López.
Finalmente se liberó de la mirada hipnótica de Santana y tomó en todo el cuerpo largo y delgado.
—Estás descalza.
Por un momento, los labios llenos y perfectamente proporcionados de Santana parpadearon, como si pudiera sonreír, pero luego su expresión se enfrió.
Ella avanzó tan rápido, que apenas tuvo tiempo de salir de su camino.
—Me disculpas—Santana se estiró hacia la cortina—Necesito ver a mi joven.
—¿Puedo ayudarte?
—No—dijo Santana apartando la cortina.
Se quedó dónde estaba. La Were Alpha no había dicho que no podía ver.
—¡Alpha!"—exclamó uno de los muchachos.
Ambos muchachos, guapos adolescentes de ojos oscuros y ojos verdes, inmediatamente agacharon la cabeza, parecían encogerse.
La chica morena igualmente hermosa en la camilla gimió.
—¿Qué pasó?—gruñó.
—Pícaros—susurró uno de los chicos—Nos atacaron en el parque. Luchamos contra ellos, Alpha, pero…
Se sacudió en shock y apenas sofocó una protesta cuando Santana López agarró al chico por el cuello y lo empujó sobre sus dedos de los pies, sacudiéndolo con tanta fuerza que su grueso voló hacia su rostro.
La Alpha y el macho joven eran casi del mismo tamaño, pero ella lo manejaba como si fuera la mitad de su peso.
—¿Sacaste a Lexa del Compuesto y luego fallaste en protegerla?—Santana rugió.
El muchacho tembló en su agarre y la muchacha, a su debido crédito, se obligó a levantarse en la camilla, a pesar de que estaba en evidente dolor.
—No necesito a los hombres para protegerme—gritó Lexa, con sus iris verdes rodeados de oro—Soy lo suficientemente fuerte…
Santana movió su cabeza y silenció a la chica con una mirada.
—¿Y tú? ¿Has seguido a estos cachorros sin cerebro contra mis órdenes explícitas? ¿Quieres ser un soldado, pero no puedes obedecer un simple comando de tu Alpha?
El pálido rostro de la chica palideció aún más y se estremeció.
—Ella fue atacada—exclamó, instintivamente queriendo proteger a la chica herida.
Hubo un tiempo en que ella había sido la indefensa, y nadie la había defendido. Había dejado de esperar, había dejado de necesitar ese tipo de cuidado hacía mucho tiempo, pero no podía borrar su deseo de defender a los indefensos.
—Ella está herida y en ninguna condición…
—Esto no es de tu incumbencia—Santana gruñó, rodeándola, los caninos de aspecto letal destellando. Sus ojos ya no eran marrones, sino oro de lobo—Estos son mis lobos.
Se puso rígida, el recuerdo de los moretones infligidos por jóvenes mayores y más fuertes en una casa de grupo de repente tan fresca como si los golpes hubieran sido entregados ayer.
Oyó un bajo retumbar y su piel se erizó, los finos pelos de sus brazos y cuello temblaban. Obligándose a pensar, no a reaccionar, evaluó la escena como si fuera una situación clínica desconocida.
El muchacho estaba cojeando al alcance del Alpha, de la misma manera que había visto a los jóvenes gatitos y cachorros deshuesados en las mandíbulas de sus madres.
Los adolescentes no parecían asustados ni abusados. Castigados, sí. Pero sin miedo. De hecho, los tres miraron a Santana López con algo cercano a la adulación.
Se dio cuenta de que no importaba lo humano que parecieran, estos Weres no vivían por convenciones sociales y morales humanas, y ella estaba fuera de su elemento.
—Mis disculpas, Sra. López—dijo suavemente—No quise ofender.
Inclinando su cabeza infinitesimalmente, Santana dijo:
—Ok—estaba impresionada con la fortaleza humana.
Cuando la Pack Alphas era dominante, exudaron una compleja combinación de poderosas hormonas que desencadenaron un instinto de vuelo profundamente arraigado en los primitivos centros cerebrales de todas las especies.
Cualquier otro humano, e incluso los lobos más dominantes, se habrían encorvado ante su rabia.
Pero no tuvo tiempo de reflexionar sobre por qué esta hembra humana parecía capaz de absorber su furia sin temor.
Lexa la necesitaba.
Lbero a Ryder y se volvió hacia Lexa. Cuando acarició la mejilla de la chica, la adolescente acarició su palma.
—¿Dónde estás herida, Lexa?—preguntó suavemente.
Lexa levantó su barbilla, pareciendo tomar fuerza de su tacto.
—Mi hombro.
Observó el intercambio, golpeada por la ternura que pasaba entre la Alpha y la joven Were.
Cualquiera que no estuviera mirando de cerca habría perdido los pequeños signos de preocupación, pero para ella los gestos sutiles lo decían todo.
El profundo amor que existía entre estos Weres y Santana López era inconfundible.
—¿Alguno de ustedes cambió?—preguntó Santana, tomando a los tres adolescentes.
Los dos chicos se habían apiñado alrededor de la camilla ahora, cada uno de ellos acariciando a la muchacha, confortándola.
Lexa sacudió la cabeza.
—Yo quería, porque pensé que podría sanar mi hombro, pero tenía miedo de intentarlo. Dijiste que no podríamos, sin permiso.
—Así que recordaste algo—Santana murmuró, frotando los nudillos a lo largo de la mandíbula de Lexa—Gírate, déjame ver.
Obediente, Lexa rodó sobre su lado y ella entró en el cubículo para una mejor mirada. La camisa de Lexa estaba en harapos y Santana la barrió a un lado, revelando un largo corte en el músculo trapecio, comenzando arriba en su espalda justo a la izquierda de su columna vertebral y extendiéndose diagonalmente hacia abajo por seis pulgadas.
La herida no se parecía a ninguna herida de cuchillo que hubiera visto. Los bordes estaban ennegrecidos y ya empezaban a infectarse. Furiosas rayas rojas se extendían hacia afuera de los márgenes gangrenosos por varias pulgadas.
Algo estaba muy mal.
—Esa herida está infectada—se acercó—Déjame por lo menos tomar un…
—No—Santana contraatacó.
Entonces oyó un sonido distinto a todo lo que había escuchado antes, ni un gruñido, ni un gruñido. Un rugido profundo y resonante lleno de pura furia animal.
El aire alrededor de Santana López brilló, y una oleada de energía se deslizó sobre su piel. Su aliento quedó atrapado en su pecho cuando trató de darle sentido a lo que estaba viendo.
Santana sostuvo a Lexa boca abajo en la cama con una mano sujetada alrededor de la nuca. Su otra mano ya no era una mano, sino un alargado apéndice de unas largas y afiladas garras.
Antes de que pudiera forzar a sus propios miembros a moverse de nuevo, Santana hundió sus garras en el hombro de la muchacha.
Lexa gritó.
Después de tres días en la ciudad, encerrada en un edificio de acero y vidrio durante quince horas seguidas sin nada más que hormigón bajo sus pies por la noche, necesitaba llenar sus pulmones con el olor de la tierra caliente, el pino dulce y la vida rica y verde.
Necesitaba correr con sus lobos y llevarlos a una matanza.
La presión insistente entre sus muslos y el reflejo de las feromonas que le cubrían la piel le recordaban otra necesidad crítica, que no era tan fácil de satisfacer.
Había pasado demasiado tiempo sin liberación sexual, pero no podía arriesgarse ni siquiera a un enredo áspero y listo con una mujer dispuesta cuando su lobo parecía insistir en reclamar una compañera.
Que nunca lo haría.
Nunca prolongada en paciencia, estaba nerviosa y amplificada por la adrenalina y las hormonas. Incluso sabiendo que podía estar en su recinto de Adirondack Mountain en treinta minutos no frenó su temperamento mientras se sentaba en un escritorio en el edificio del Capitolio del Estado de Nueva York, escuchando a un político que la condescendía.
Pero necesitaba hacer el trabajo que le había caído cuando ascendió a Alpha poco después de que las especies de Praetern salieran de las sombras por primera vez en milenios.
Como jefa de la Coalición de Praetern que representaba los intereses de las cinco especies de Praetern -Weres, Vampires, Mages, Fae y Psi-, había sido acusada de convencer al senador de Nueva York de que aprobara el PR-15, a través de su comité.
—Nos gustaría traer el proyecto de ley a una votación en esta sesión, Senador—dijo en el teléfono, con cuidado de no permitir que su frustración sangrara en su voz.
Se dio la vuelta para ver la vista del río Hudson a seis cuadras de distancia.
Una brisa a través de las ventanas abiertas de la oficina del duodécimo piso llevaba una indirecta burlona del río sobre una balsa de calor del verano, indicándole que su encarcelamiento era sólo temporal.
—El proyecto de ley ha sido presentado durante los últimos seis meses y los miembros de la Coalición se están preguntando por qué."
—Todos queremos lo mismo, Consejera López—dijo el senador Daniel Weston—, Pero tenemos que recordar que todo esto es muy nuevo para la población humana. Tenemos que dar a los votantes la oportunidad de acostumbrarse a la idea.
El tono patricio del senador ronco, y Santana gruñó suavemente, su mano derecha apretando el brazo de cuero de su silla de escritorio. La madera crujió, protestando contra la presión aplastante, y ella conscientemente relajó sus dedos.
Nadie sabía mejor que ella que para algunos humanos, nunca habría tiempo suficiente para aceptar a aquellos que eran otros como iguales. Las razas no humanas habían ocultado su esencia sobrenatural durante siglos para sobrevivir en un mundo en el que estaban superadas en número.
Finalmente, la cultura global se expandió hasta que el aislamiento fue imposible, y los Praeterns aprendieron a esconderse en la luz, formando coaliciones inquietas mientras construían una formidable base de poder económico.
El papá de Santana finalmente había convencido a los líderes Praetern para que su presencia fuera conocida por el mundo, argumentando que los beneficios de la visibilidad superaban los peligros: sus corporaciones podrían competir abiertamente en los mercados internacionales, sus científicos y médicos tendrían acceso a mayores oportunidades de investigación, los políticos que ahora tenían que trabajar detrás de las escaleras podrían defender activamente sus derechos.
Y lo más importante, podrían exigir protección bajo la ley para las generaciones futuras.
Poco después de que Antony López hubiera encabezado el Éxodo, había muerto, dejándola para asumir el liderazgo.
Ella tenía veintiséis años, un año de estudios de derecho. Su papá había sido su Alpha, su mentor, su amigo y su mejor campeón. No había tenido tiempo de llorar porque sería un líder, especialmente en medio del caos que el Éxodo había incitado.
Su ausencia seguía siendo un vacío agonizante en su corazón.
—Hace más de un año, Senador, y varios millones de dólares en donaciones de campaña. Eso es mucho tiempo para esperar la protección básica de aquellos que nos destruirían simplemente por ser diferentes—no podía evitar pensar en la muerte de su papá y en el poco progreso que había logrado para lograr la seguridad de aquellos a quienes había nacido para proteger y defender.
La angustia y la furia desgastaron los últimos restos de su temperamento y un bajo retumbar resonó desde lo profundo de su pecho. Su piel hormigueó con la ondulación de la piel a punto de estallar y sus garras cortaron a través de las yemas de sus dedos.
Su lobo resplandecía tan cerca de la superficie que sus ojos marrones, chapeaban hacia ella desde su reflejo en el cristal de la ventana, encendido con oro de lobo. Su pelo negro tomó el brillo plateado de su piel.
Junto con el cambio inminente, surgió una oleada emocionante de poder y sensualidad cruda.
La puerta detrás de ella se abrió y una alto voz ronca preguntó:
—¿Alpha ?"
Se giró para enfrentarse a Quinn Fabray, su segunda e imperator, la jefa de la seguridad manada.
Uno de los centuri, su guardia personal, Quinn también era su mejor amiga: habían crecido juntas, luchando y jugado juegos de dominación como adolescentes, peleando juntas como adultas.
Esta noche, Quinn llevaba su uniforme habitual: una camiseta negra, unos pantalones de carga y unas botas militares con cordones. Su forma muscular compacta se veía dura y luchaba dignamente, a pesar de la suave hinchazón de sus pechos llenos y la deliciosa caída de gruesos cabellos rubios que tocaban la parte superior de sus omóplatos.
Quinn había percibido el ascenso del lobo de Santana, agitando la necesidad instintiva de proteger su Alpha contra cualquier angustia.
No encontró la aparición repentina de Quinn en la oficina una intrusión en su privacidad. Los miembros del grupo tenían muy pocos límites físicos o emocionales.
De hecho, odiaba tener el soporte de los centuri entre ella y el resto de la manada, forzándola a aislarse aún más que su estatus como Alpha le exigía.
Pero desde la muerte de su papá, la manada no tendría otra manera. Era demasiado importante para no estar bajo constante vigilancia.
—Estoy bien—bajamente expresó, demasiado bajo para Weston, quien siguió tratando de aplacarla con lugares comunes, para escuchar.
Quinn, sin embargo, podía oírla fácilmente, y después de una última mirada escrutadora, salió de la habitación y cerró la puerta.
A regañadientes, trajo a su lobo al talón, prometiéndole su libertad pronto. Al entrar en el monólogo de Weston, ella dijo:
—Algunos de los líderes de la Coalición están empezando a cuestionar si nuestros amigos en Washington son realmente amigos.
—Ahora, consejera—dijo Weston, casi jovial—Estoy seguro de que puedes explicar las cosas a la Coalición y a tus propios...uh... seguidores.
—Manada. Mi manada—dijo suavemente.
Quería señalar, no por primera vez, que la Manada Adirondack Timberwolf no era un culto, ni una religión, ni una organización social. Eran una comunidad conectada física y psíquicamente.
Ella era su Alpha, su líder, pero ella era parte de ellos también. Pero estaba demasiado cansada y su lobo estaba demasiado ansioso para vagar para repetir lo que había estado explicando públicamente durante meses.
—Los Magos y los Fae nunca han estado tan sólidamente detrás del Éxodo como los Weres. No creo que tenga que recordarle la fuerza de estos dos grupos en la industria y el comercio internacional. No creo que quieras perder su apoyo.
—Por supuesto que no. Por supuesto que no. El comité planea reunirse dentro del mes, y le aseguro que este asunto tendrá prioridad en nuestro programa.
Sabía que había llegado tan lejos como iba a llegar con él esa noche. La política humana fue alimentada por el dinero, y hasta que el tren del dinero llevando los fondos de la Coalición Praetern para Capitol Hill se detuviera, las leyes para protegerlos tardarían en llegar.
Es de esperar que una vez que los seres humanos comenzaron a apreciar que Praeterns había vivido y trabajado entre ellos durante siglos, y no sólo desempeñó muchas funciones esenciales dentro de la sociedad, sino que sus amigos y vecinos y, a veces, incluso parientes, la opinión popular oscilaría en su dirección.
—Espero oír de usted pronto, Senador—mintió, y colgó el teléfono.
Casi diez y media. El tráfico en el Northway sería ligero a esta hora de la noche. No podía esperar a despojarse de su camisa de lino gris pálido y pantalón negro a medida, una concesión necesaria a su personaje de alto perfil como el jefe de Estados Unidos.
Si ella y sus centuris se fueran ahora, estarían en casa antes de la salida de la luna llena. Correr bajo la luna era su tiempo favorito para cazar, el bosque adquirió un brillo primitivo y el aire parecía brillar con polvo lunar.
Prefería correr a la luz de la luna cada vez que podía, a pesar de que la mayoría de los Weres habían evolucionado hasta el punto de que ya no necesitaban la atracción de la luna para cambiar.
Ella y su manada podían cambiar en cualquier momento, aunque ella sola podía cambiar instantáneamente. Incluso su centuri más dominante necesitaba un minuto o más para lograr el cambio.
Su singular habilidad de llamar a su lobo en cualquier momento, de cambiar de manera parcial o total a voluntad, fue una de sus mayores alegrías y ayudó a equilibrar el precio que pagó en la soledad por ser la Alpha .
—Quinn—dijo en voz baja mientras empacaba su maletín.
La puerta se abrió y su segunda se deslizó dentro. Los ojos verdes de Quinn tomaron en la comida inacabada que le había entregado más temprano en la tarde y se estrecharon en disgusto.
Ignoró la mirada.
—Que Emily traiga el Rover. Vamos a casa.
—No comiste.
—¿Me parece que necesito una mamá?"
Quinn cruzó los brazos por debajo de sus pechos y abrió las piernas con una actitud agresiva. Se encontró con sus ojos por un segundo antes de apartar la mirada.
—Más como una compañera. Si no te cuidas…
—Quinn—dio un rugido de advertencia.
Sabía que muchos miembros de la manada estaban ansiosos por ella para que tomara una compañera, no debido a la presión de producir un heredero, había tenido décadas para eso, sino porque ella tendría más protección.
Manada Alpha podía aceptar el cuidado íntimo y la protección de un compañero, mientras que ella no podía de nadie más. Tenía sus razones para ignorar los indicios no tan sutiles que Quinn y sus allegados habían estado haciendo, especialmente los últimos seis meses.
No quería una compañera.
Había visto la desolación en los ojos de su papá después de la muerte de su mamá más de una década antes. Había combatido su deseo, el impulso innato, de unirse a su compañera en la muerte hasta que fuera lo bastante mayor para ocupar el lugar de su mamá, pero él se había roto, una concha vacía de quien había sido.
Había perdido a su mamá, y de muchas maneras, a su papá, todo en unos pocos momentos de traición y sangre. No se permitiría ser tan vulnerable.
Nunca.
—Hemos tenido esta discusión. No quiero volver a tenerla.
—Has estado trabajando veinte horas al día durante seis meses e ignorando tus necesidades. No va a ayudar a la Manada si eres demasiado débil como para soportar un desafío—Quinn era un dominante, estaba en la parte superior de la jerarquía de la Manada, y una de las pocos que se atrevería a incitar su ira con el fin de protegerla.
Despejó el escritorio con tanta rapidez que Quinn apenas tuvo tiempo de ponerse de espalda contra la puerta antes de que se alzara sobre ella.
No la tocó. No tenía que hacerlo.
La ojiverde bajó la barbilla y apartó la cara. Acercó sus labios al oído su y cuando ella habló, incluso los Weres afuera en el pasillo, que podían oír a un ratón en las paredes tres pisos debajo de ellos, no la oyeron.
Como su Alpha , podía hablarles mente a mente sin esfuerzo como podía con las palabras.
—¿Cuestionas mi habilidad para dirigir, Imperator?
Quinn tembló e inclinó la cabeza, exponiendo aún más su cuello. Un Were era tan poderoso podría aplastar la tráquea o abrir los grandes vasos en cuestión de segundos.
—No, Alpha, no lo dudo. Pero soy responsable de mantener la manada segura, y para eso, te necesitamos.
—¿No estoy siempre aquí para ti?
—Sí, Alpha—susurró Quinn, sus ojos casi cerrados, su mirada todavía apartada—Pero muchos en la manada temen lo que sucederá si los humanos deciden cazarnos. Les das la fuerza para luchar contra el miedo.
Suspiró y presionó su boca contra el cuello pálido, rozando el pulso con sus caninos.
Su caricia era posesiva, no sexual.
Quinn era su lobo, como todos los lobos en la manada, y necesitaba de su toque, su calor, su fuerza.
El aislamiento era una forma de muerte para un Were.
Quinn se arqueó sutilmente contra ella, confortándose con su tranquilidad.
Gruñó y mordió suavemente hasta que la ojiverde gimió, su escalofrío de miedo se convirtió en placer. Gradualmente, Quinn se relajó contra su cuerpo, cómoda y contenta.
Solo entonces la soltó.
—No te preocupes, mi lobo—susurró en voz alta—La manada siempre vendrá antes de todo lo demás en mi vida.
—Lo sé—murmuró Quinn, agradecida y entristecida al mismo tiempo.
—Vamos—le apretó el hombro—¿Me mantendrás esta noche en una carrera?
—Con mucho gusto, Alpha—llegó a la puerta y luego dio un paso bruscamente frente a ella—Espera.
También lo sentía.
Las ondas de tensión fluían hacia ella desde los guardias de la puerta, pero ella no podía sentir una amenaza inmediata. Sin olor a enemigos.
—Ábrela.
Quinn lo hizo, pero siguió protegiendo su cuerpo con el suyo propio.
—¿Qué pasa, Finn?"
Finn, un hombre fácilmente seis pulgadas más alto que cualquiera, llenó la puerta, su rostro grisáceo tenso.
—Tenemos un problema. Varios de los jóvenes se deslizaron de nuestros perímetros y dejaron el Compuesto. Acabamos de descubrirlo.
—¿Dónde están?—el calor ardió en sus ojos.
La extensión norteña de la tierra de la manada bordeaba el territorio del clan de Catamount en Vermont. El gato Weres eran en su mayoría feroz y tan territorial como los lobos. No darían paso seguro dentro de su territorio, incluso a los cachorros lobos tontos.
—Aquí, en la ciudad—respondió Finn.
—¿Quien?
—Ryder, Sam y Lexa.
Tres adolescentes, dos hermanos y una hembra dominante, todos en entrenamiento militar en la casa de Compound, su casa y la sede de la Manada.
Los adolescentes tenían estrictos toques de queda, no sólo porque todavía eran demasiado inmaduros para controlar sus cambios ante los cambios hormonales desenfrenados, sino porque, al igual que todos los animales salvajes jóvenes, anhelaban excitación y no tenían sentido de su propia mortalidad.
Maldijo.
—Eso no es todo—dijo Finn con voz sombría.
—¿Qué más?—le dió con una dura mirada y él dejó caer su mirada a su hombro.
—Sam fue el que nos llamó. Están en el Hospital General de Albany. No sabemos qué pasó, pero Lexa está herida.
Lo dejó a un lado y estaba a medio camino del pasillo antes de que terminara de hablar.
Quinn, Finn, y el tercer guardia, Andrew, corrieron a mantenerse al día. No se molestó con el ascensor, sino que se adentró en el hueco de la escalera, agarró la barandilla de metal y saltó por la borda y hacia el piso de abajo.
Saltó, piso por piso, hasta que llegó al segundo nivel más tarde. Cuando entró por la puerta en la oscuridad, estaba corriendo a cuatro patas. Los demás no podían cambiar mientras se movían, y ella no los esperaba.
Era la Alpha de la Manada, y una de las suyas estaba en peligro.
Corrió sola durante toda la noche.
*******
—Jesús—exclamó Becky Jackson—¿Qué demonios es ese ruido?
Brittany Pierce escuchó la cacofonía constante de los gruñidos que emanaban de detrás de la cortina cerrada en el extremo lejano de la sala de emergencias.
—Lobo Weres. Ya llamé al médico.
—¿Qué hacen aquí? Pensé que eran indestructibles o alguna cosa.
—Entiendo que son muy duraderos, pero no inmortales. Pueden ser heridos. Morir.
Su compañera médico ni siquiera se molestó en ocultar su disgusto, y tuvo que trabajar para no hacer un comentario cáustico.
No era el único médico que no parecía pensar que el juramento que tomaron se extendía a Praeterns, a pesar de que la mayoría de ellos probablemente había cuidado de una bruja o Fae menor en algún momento de su carrera sin saberlo.
Probablemente no era un Were, sin embargo. Becky tenía razón, los Weres rara vez aparecían en la sala de emergencias.
Sus Manadas o Prides tenían sus propios médicos. De la misma manera, si hubiera tenido la menor idea de cómo tratar a la joven mujer que había llegado con una herida de puñalada en el hombro, lo habría hecho.
Suponiendo que los varones adolescentes con la morena muy joven le permitirían acercarse a la chica sin una pelea, lo cual ella dudaba. De la misma manera, ella lo habría intentado si hubiera pensado que podía hacer algo bueno.
Los chicos de seis pies de altura tenían unos cuantos centímetros que ella y más músculos, pero ella era una luchadora bastante sólida. Había tenido que aprender rápidamente cómo defenderse en la serie de hogares de crianza y en los establecimientos estatales en los que había crecido.
El problema era que no sabía mucho de la fisiología, sino uno de los muchos secretos que los Weres protegían.
—Bueno, me gustaría que se callaran. Están poniendo nerviosos a los pacientes reales.
—Veré si hay algo que pueda hacer—había visto a la chica cuando los muchachos la habían traído.
Estaba asustada y tenía dolor. Los muchachos parecían asustados también, pero ponían un frente duro, gruñendo a cualquiera que se acercara, exigiendo un mirada a ella de un Were médica y nadie más.
El instinto de Brittany había sido ayudarla, pero había hecho una llamada a Rachel Berry, la médico que había trabajado en la sala de emergencias durante cinco años y que, después del éxodo, había anunciado a todos que era un lobo. Le gustó la valiente castaña bajita, pero algunos de sus colegas le habían dado a Rachel la espalda desde que descubrió que era un Praetern.
—¿Por qué molestarse con ellos?—se burló Becky.
—Porque es por eso que estamos aquí—dijo dándose cuenta de que en la próxima reunión de personal de ER tendría que plantear el cisma que se estaba desarrollando en torno al tratamiento de Praeterns.
El sesgo había sido sutil al principio, pero a medida que pasaba cada día, el prejuicio crecía. El acalorado debate público sobre permitir a Praeterns el derecho a la plena ciudadanía no había ayudado. Algunos, más cada día parecía, argumentaban que la constitución sólo protegía a los humanos.
—Cuídate—gruñó Becky mientras se alejaba.
Se detuvo frente al cubículo, no lo bastante tonta para sorprender a los chicos cuando obviamente estaban trastornados.
—Hey—dijo a la cortina—Soy la doctora Pierce. ¿Puedo ayudarte en absoluto? ¿Puedo entrar?
—No—respondió una áspera voz masculina.
—Mira, puedo comenzar una IV, tal vez darle algo para el dolor.
—Nadie la tocará.
Respiró hondo, mantuvo la voz tranquila.
—Alguien va a tener que hacerlo—debatió deslizándose detrás de la cortina, pero el sonido de una conmoción que venía de la dirección de la entrada de ER la desvió.
Una morena caminó hacia ella, pero no era Rachel Berry. Esta mujer era más alta y más esbelta que Rachel, con ondas morenas.
Los penetrantes ojos oscuros que tomaron en todo su alrededor dominaban su rostro fuerte y anguloso. Incluso vestida con vaqueros y una camiseta de la marina de guerra, exhalaba un aire inconfundible de autoridad.
Todos en su camino retrocedieron, apartando apresuradamente su mirada, pero cuando la morena se abalanzó sobre ella, No podía apartar la mirada.
Cuando los ojos oscuros se fijaron en los suyos, una inesperada ola de calor la atravesó.
Había visto a Santana López, la Consejera Especial de los Estados Unidos para Asuntos Were, en la televisión, pero las cámaras no le habían hecho justicia.
La habían hecho parecer más vieja de lo que obviamente era y habían silenciado su belleza salvaje y su carisma. También olía a pino y canela quemados, con un trasfondo de sensualidad picante.
—¿Eres responsable de ellos?—dijo, levantando una mano.
*****
—Necesito ver a la chica, pero no me dejan entrar—silenciosamente, estudió a la mujer de pie casi de forma protectora frente a la cortina cerrada.
Su fino cabello rubio y largo, su piel de marfil, como si su rostro estuviera bañado por la luz de la luna.
La belleza absoluta de los picos de las montañas. Llevaba ropa quirúrgica del color de la sangre caliente, y le bloqueó el camino con valentía inquebrantable.
Esta extraña debería haber tenido miedo, de ella y de sus adolescentes casi fuera de control detrás de la delgada cortina, pero sus ojos azules sólo irradiaban calma.
Una calma que se deslizó sobre su piel como el roce de cálido labios.
Sacudió el desconocido impulso de bajar la guardia, descansar un momento en esa seductora tranquilidad.
Podía oler el dolor de Lexa, la creciente agresión de los muchachos. Eran suyos para proteger, y esta humana se había puesto entre ella y sus lobos.
Una cosa muy peligrosa y tonta que hacer.
—¿Quién es usted?—preguntó.
—Dra. Brittany Pierce.
—Eres un médico humano.
—Sí. Eres el Alpha, ¿verdad?
—Sí—dijo, impresionada por el uso que hacía la humana con los términos. Muchos humanos prefirieron evitar una referencia directa a su especie o su estatus—Santana López.
*****
Finalmente se liberó de la mirada hipnótica de Santana y tomó en todo el cuerpo largo y delgado.
—Estás descalza.
Por un momento, los labios llenos y perfectamente proporcionados de Santana parpadearon, como si pudiera sonreír, pero luego su expresión se enfrió.
Ella avanzó tan rápido, que apenas tuvo tiempo de salir de su camino.
—Me disculpas—Santana se estiró hacia la cortina—Necesito ver a mi joven.
—¿Puedo ayudarte?
—No—dijo Santana apartando la cortina.
Se quedó dónde estaba. La Were Alpha no había dicho que no podía ver.
—¡Alpha!"—exclamó uno de los muchachos.
Ambos muchachos, guapos adolescentes de ojos oscuros y ojos verdes, inmediatamente agacharon la cabeza, parecían encogerse.
La chica morena igualmente hermosa en la camilla gimió.
—¿Qué pasó?—gruñó.
—Pícaros—susurró uno de los chicos—Nos atacaron en el parque. Luchamos contra ellos, Alpha, pero…
Se sacudió en shock y apenas sofocó una protesta cuando Santana López agarró al chico por el cuello y lo empujó sobre sus dedos de los pies, sacudiéndolo con tanta fuerza que su grueso voló hacia su rostro.
La Alpha y el macho joven eran casi del mismo tamaño, pero ella lo manejaba como si fuera la mitad de su peso.
—¿Sacaste a Lexa del Compuesto y luego fallaste en protegerla?—Santana rugió.
El muchacho tembló en su agarre y la muchacha, a su debido crédito, se obligó a levantarse en la camilla, a pesar de que estaba en evidente dolor.
—No necesito a los hombres para protegerme—gritó Lexa, con sus iris verdes rodeados de oro—Soy lo suficientemente fuerte…
Santana movió su cabeza y silenció a la chica con una mirada.
—¿Y tú? ¿Has seguido a estos cachorros sin cerebro contra mis órdenes explícitas? ¿Quieres ser un soldado, pero no puedes obedecer un simple comando de tu Alpha?
El pálido rostro de la chica palideció aún más y se estremeció.
—Ella fue atacada—exclamó, instintivamente queriendo proteger a la chica herida.
Hubo un tiempo en que ella había sido la indefensa, y nadie la había defendido. Había dejado de esperar, había dejado de necesitar ese tipo de cuidado hacía mucho tiempo, pero no podía borrar su deseo de defender a los indefensos.
—Ella está herida y en ninguna condición…
—Esto no es de tu incumbencia—Santana gruñó, rodeándola, los caninos de aspecto letal destellando. Sus ojos ya no eran marrones, sino oro de lobo—Estos son mis lobos.
Se puso rígida, el recuerdo de los moretones infligidos por jóvenes mayores y más fuertes en una casa de grupo de repente tan fresca como si los golpes hubieran sido entregados ayer.
Oyó un bajo retumbar y su piel se erizó, los finos pelos de sus brazos y cuello temblaban. Obligándose a pensar, no a reaccionar, evaluó la escena como si fuera una situación clínica desconocida.
El muchacho estaba cojeando al alcance del Alpha, de la misma manera que había visto a los jóvenes gatitos y cachorros deshuesados en las mandíbulas de sus madres.
Los adolescentes no parecían asustados ni abusados. Castigados, sí. Pero sin miedo. De hecho, los tres miraron a Santana López con algo cercano a la adulación.
Se dio cuenta de que no importaba lo humano que parecieran, estos Weres no vivían por convenciones sociales y morales humanas, y ella estaba fuera de su elemento.
—Mis disculpas, Sra. López—dijo suavemente—No quise ofender.
Inclinando su cabeza infinitesimalmente, Santana dijo:
******
—Ok—estaba impresionada con la fortaleza humana.
Cuando la Pack Alphas era dominante, exudaron una compleja combinación de poderosas hormonas que desencadenaron un instinto de vuelo profundamente arraigado en los primitivos centros cerebrales de todas las especies.
Cualquier otro humano, e incluso los lobos más dominantes, se habrían encorvado ante su rabia.
Pero no tuvo tiempo de reflexionar sobre por qué esta hembra humana parecía capaz de absorber su furia sin temor.
Lexa la necesitaba.
Lbero a Ryder y se volvió hacia Lexa. Cuando acarició la mejilla de la chica, la adolescente acarició su palma.
—¿Dónde estás herida, Lexa?—preguntó suavemente.
Lexa levantó su barbilla, pareciendo tomar fuerza de su tacto.
—Mi hombro.
******
Observó el intercambio, golpeada por la ternura que pasaba entre la Alpha y la joven Were.
Cualquiera que no estuviera mirando de cerca habría perdido los pequeños signos de preocupación, pero para ella los gestos sutiles lo decían todo.
El profundo amor que existía entre estos Weres y Santana López era inconfundible.
—¿Alguno de ustedes cambió?—preguntó Santana, tomando a los tres adolescentes.
Los dos chicos se habían apiñado alrededor de la camilla ahora, cada uno de ellos acariciando a la muchacha, confortándola.
Lexa sacudió la cabeza.
—Yo quería, porque pensé que podría sanar mi hombro, pero tenía miedo de intentarlo. Dijiste que no podríamos, sin permiso.
—Así que recordaste algo—Santana murmuró, frotando los nudillos a lo largo de la mandíbula de Lexa—Gírate, déjame ver.
Obediente, Lexa rodó sobre su lado y ella entró en el cubículo para una mejor mirada. La camisa de Lexa estaba en harapos y Santana la barrió a un lado, revelando un largo corte en el músculo trapecio, comenzando arriba en su espalda justo a la izquierda de su columna vertebral y extendiéndose diagonalmente hacia abajo por seis pulgadas.
La herida no se parecía a ninguna herida de cuchillo que hubiera visto. Los bordes estaban ennegrecidos y ya empezaban a infectarse. Furiosas rayas rojas se extendían hacia afuera de los márgenes gangrenosos por varias pulgadas.
Algo estaba muy mal.
—Esa herida está infectada—se acercó—Déjame por lo menos tomar un…
—No—Santana contraatacó.
Entonces oyó un sonido distinto a todo lo que había escuchado antes, ni un gruñido, ni un gruñido. Un rugido profundo y resonante lleno de pura furia animal.
El aire alrededor de Santana López brilló, y una oleada de energía se deslizó sobre su piel. Su aliento quedó atrapado en su pecho cuando trató de darle sentido a lo que estaba viendo.
Santana sostuvo a Lexa boca abajo en la cama con una mano sujetada alrededor de la nuca. Su otra mano ya no era una mano, sino un alargado apéndice de unas largas y afiladas garras.
Antes de que pudiera forzar a sus propios miembros a moverse de nuevo, Santana hundió sus garras en el hombro de la muchacha.
Lexa gritó.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Demasiado interesante, tanto que ya sueño con un maraton, en fin... este primer encuentro no fue tan bueno pq Santana fue odiosa y no parecio demasiado impresionada por la Dra. Pierce!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
micky morales escribió:Demasiado interesante, tanto que ya sueño con un maraton, en fin... este primer encuentro no fue tan bueno pq Santana fue odiosa y no parecio demasiado impresionada por la Dra. Pierce!!!!
Hola, osea q vamos bien¿? espero y te lo siga pareciendo jajajaja. JAjaajaj dices tu¿? jajaaaj, pero tendría q ser el otro finde para poder adelantar caps, te parece¿? JAajajajajajaj y como no esparlo con esa rubia, no¿? veremos que pasa. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Medianoche I (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
Se abrió camino delante del muchacho en la cabecera de la camilla.
—Retrocede, déjame llegar a ella.
Registró brevemente una mirada de confusión en sus ojos esmeralda, luego algo como aquiescencia. Le hizo sitio para ella, cambiando su agarre a los brazos de Lexa. Le agarró los hombros para evitar que la chica se lanzara de la camilla.
Sea lo que fuera que Santana López estaba haciendo, tenía que creer que era necesario.
—La tengo.
—Ten cuidado, no dejes que te muerda—ordenó Santana.
La voz del Alpha era una octava más baja de lo que había sido y tan áspera que tuvo que esforzarse para distinguir las palabras.
Cuando comprendió la advertencia, se inclinó para ver el rostro de Lexa. Sus ojos estaban muy abiertos y salvajes, un rojo- dorado eclipsando los iris verdes.
Caninos afilados se extendían más allá de su labio inferior salpicado de sangre.
Los huesos rotos, los músculos se agruparon y ondularon bajo sus manos.
La joven emitió un gemido aterrorizado, tronando y retorciéndose, la carne en la punta de sus dedos desgarrándose mientras se agitaba a la mesa. Un líquido negro salobre salía de la laceración en su espalda, burbujeando sobre su suave piel dorada, una obscenidad de putrefacción y decadencia.
—¿Qué es eso?—preguntó.
—Veneno—Santana gruñó, forzando sus garras más profundamente en la herida—¿Está cambiando?
—Ella no puede, el veneno la está paralizando.
Los riachuelos de sudor corrían por la cara de Lexa. La carne bajo sus manos era extremadamente caliente.
—Se está volviendo hipertérmica—gruñó interiormente su impotencia.
Ella no entendió la fisiología. Antes del Éxodo, los Weres habían ocultado sus diferencias biológicas para evitar el descubrimiento, y todavía salvaguardaban esa información.
Algunos teorizaron que las especies Praetern temían que sus enemigos desarrollaran armas biológicas para ser usadas para su terminación selectiva.
En este momento, no le importaban la política o los juegos de poder. Le importaba una adolescente que iba a morir.
—¿Qué lo causa? ¿Qué es el agente tóxico?—demando.
Los labios de Lexa estaban cubiertos de espuma rosada y su respiración estaba dificultosa. Un sonido de crujido ominoso acompañaba cada respiración.
—Sus pulmones se están llenando de sangre. Tal vez pueda administrar un antídoto. Déjame ayudarla antes de que se ahogue.
—No puedes—Santana arrastró un objeto triangular de dos pulgadas desde las profundidades de la herida de Lexa.
Parecía metal de algún tipo.
Registró un murmullo de voces detrás de ella en el vestíbulo, gritos y gruñidos transformándose en un incomprensible rugido de ira y pánico. Lo siguiente que supo fue que la lanzaron contra la pared y la sujetaron con un brazo por la garganta. Actuando por instinto, lanzó su puño y conectó con carne y hueso.
Alguien maldijo.
La presión en su garganta disminuyó por un instante, y envolvió ambas manos alrededor de un antebrazo que era más pequeño de lo que había previsto pero tan duro como el hierro esculpido.
Se las arregló para aspirar una bocanada de aire.
—Soy una amiga—jadeó, centrándose en los ojos verdes del cazador feroz que agujereaban en los suyos—Un médico.
La única respuesta fue un gruñido amenazante de la mujer de pelo rubio que la retuvo. Respondió con un gruñido cercano. Había intentado negociar.
Ahora luchaba. Incluso el flash de advertencia de los caninos no podía detenerla.
Soltó el brazo a través de su garganta, pero no había contado con la velocidad inhumana de estos Weres. Antes de que pudiera empezar a lanzar un puñetazo, su brazo fue golpeado contra la pared y se mantuvo ahí en un agarre de granito.
La constricción de su garganta se tensó de nuevo y su visión comenzó a oscurecerse.
—¡Quinn!—gritó Santana—¡Déjala ir!
Instantáneamente, fue liberada.
Luchó contra el impulso de desplomarse mientras luchaba por llenar sus pulmones de aire. Su garganta estaba cruda y su muñeca palpitaba, pero ella se negó a ceder a las sombras que se deslizaban sobre su mente.
Enderezando su espina dorsal, miró fijamente a la hembra que estaba entre ella y Santana con una expresión en sus ojos como nada de lo que había visto antes.
No tenía ninguna duda de que esta Were quería rasgarla miembro por miembro, y probablemente habría continuado su lucha infructuosa.
Se dio cuenta de que una multitud se congregaba fuera del cubículo, pero no le importaba nada más que Lexa. Para su asombro, Santana se agachó y levantó a la inconsciente adolescente en sus brazos como si no pesara más que un niño.
Por primera vez, notó los cambios en el rostro de Santana, un alargamiento angular y una afiliación de los huesos que parecían estar desapareciendo incluso mientras miraba.
El miembro del Alpha había vuelto a una mano también.
—Es demasiado inestable para moverse—le advirtió.
Quinn gruñó suavemente, a ignoró, concentrándose en Santana.
—Al menos déjame que la revise antes de que te vayas. Si su temperatura todavía está elevada, se podría aprovechar. Sus pulmones ya están comprometidos.
La Alpha parecía no haber escuchado.
—Finn—dijo Santana—Lleva a Ryder y Sam al Rover—dio a los muchachos una breve mirada, su expresión se suavizó por un instante—Vayan. Tengo a Lexa.
Los adolescentes obedecieron al instante. Mientras avanzaban en tropel por detrás del enorme y escarpado Finn, trató de acercarse a la morena, sólo para encontrar a Quinn firmemente en su camino.
Ni siquiera había visto cómo se movía la guardia.
—Disculpe—dijo, encontrándose con la mirada de Quinn, pero tratando de no transmitir ningún tipo de desafío.
No estaba interesada en luchar, pero tenía la intención de hablar con Santana.
La expresión de la Quinn permaneció completamente impasible, pero sus ojos verdes brillaron en alerta.
—Está bien, Quinn—dijo Santana con sorprendente dulzura.
Ésta vaciló y sintió su renuencia, percibió su compulsión agonizante de seguir dos dictados. Imaginó cómo debió de parecer que Quinn venía a la escena loca en el cubículo, Lexa agitada en la agonía, los adolescentes Were estaban casi fuera de control, la enfurecida Were Alpha .
Había estado tan cerca de Santana y con sus manos en una de sus crías.
No era de extrañar que terminara contra la pared. Quinn había estado tratando de proteger a Santana, y respetaba eso.
—No soy una amenaza para tu Alpha—dijo, su ira disipándose.
—Te doy mi palabra.
Las cejas rubias se levantaron sorprendidas. Su áspera mirada se suavizó, pero ella dijo en voz baja:
—Si haces un movimiento equivocado, te arrancaré la garganta.
—Tomó nota de ello.
Aparentemente satisfecha, Quinn se apartó.
Santana le frunció ceño.
—¿Estás herida?
—No—respondió.
—Lo que hiciste, acercarte tanto a Lexa, a mí, fue muy tonto—acarició el cabello la recién nombrada, quién gimió, hundiéndole el rostro contra el cuello—Somos muy protectores de todos nuestros jóvenes, pero especialmente de las hembras. Cuando uno está amenazado, nos volvemos, agresivos.
—Lo que hice fue tan natural para mí como lo que hiciste fue para ti.
Santana sacudió la cabeza.
—No lo creo.
—Por lo menos dime que pasó aquí—insistió. Entendía bastante de la cultura Were para saber que ellos eran impulsados más fuertemente que los humanos por instintos físicos, pero sus instintos para cuidar a los heridos eran igual de fuertes—He visto algo así antes.
—Eso sería muy improbable—dijo Santana.
—Sólo explica—vaciló cuando Rachel Berry, la Médico, se deslizó entre la multitud y entró en el cubículo.
—Alpha—dijo Rachel, hundiendo brevemente la cabeza antes de mirar a Quinn, su mirada parecía atrapar mientras pasaba por la cara de ésta—Imperator.
—Rachel—dijo Quinn, con un tono bajo y áspero.
—Lo siento, Alpha—dijo Rachel—Estaba cruzando la ciudad cuando recibí la llamada. Vine inmediatamente. ¿Cómo esta ella?
—Mejor—Santana acunó la cabeza de Lexa contra su hombro, su mano manchada de sangre en el cuello de Lexa—Esto no pudo haber sido un incidente aislado. Necesito que revises los registros de otros ataques maliciosos.
Rachel asintió con la cabeza.
Sintió la comunicación silenciosa. Los Weres nunca habían admitido tener ningún tipo de habilidad telepática, pero estaba claro que Santana se dirigía a Rachel de alguna manera. Aunque apreciaba la necesidad de prevenir el conocimiento de que la biología Were se convirtiera en un arma contra ellos, le molestaba ser excluida.
Irracional, pero ahí estaba.
Estos Weres compartían algo único con Santana López, y envidiaba la intimidad.
—Quiero saber qué tipo de tratamiento de emergencia debo instituir la próxima vez—repitió, encogiéndose de hombros de la reacción emocional que no tenía sentido para ella.
—Quinn, Rachel—dijo Santana—Esperen afuera.
Rachel se retiró inmediatamente al vestíbulo, pero Quinn movió la cabeza, murmurando algo demasiado bajo para que pudiera oírlo.
—Estoy bien—dijo Santana—Vete, estaré ahí.
Con un último gruñido de advertencia en su dirección, desapareció.
La morena la miró con una penetrante mirada.
—Si esto sucede de nuevo, o algo parecido, no debes interferir.
—No voy a esperar y ver a un paciente morir.
—No entiendes las repercusiones. En qué tipo de peligro estarás.
—Entonces, ¿por qué no me lo dices?
—No te conozco, doctora Pierce. Y aunque lo hiciera, no te lo diría.
—¿Por qué no?
—No eres Manada—murmuró, preguntándose por qué se estaba molestando en explicar.
Revelar su presencia a la población humana había sido un riesgo suficiente.
No expondría a su Manada o cualquiera de los otros Praeterns a genocidio potencial. Ni siquiera sabía por qué se demoraba para hablar con este médico humano.
Lexa, aunque no estaba en peligro inmediato, estaba agotada por su lucha instintiva por cambiar y expulsar el veneno. La lixiviación de la toxina en su sistema había bloqueado su cambio, y ella estaba en riesgo de complicaciones más graves.
Complicaciones que no tenía ninguna intención de revelar a un ser humano. Necesitaba llevar a Lexa a casa para que el Médico de la manada pudiera controlarla.
Frunció el ceño.
—¿Qué ocurre la próxima vez que venga uno así, y tú no estás aquí?
—Estaré.
—No puedes estar en todas partes—insistió, su temperamento elevándose.
No sufrió muy bien la impotencia.
—Estaré donde necesito estar—se dirigió hacia el vestíbulo, luego se detuvo y se volvió—Pido disculpas por cualquier dolor que le hayamos causado. La manada está en deuda con usted y usted puede llamarnos para el reembolso en cualquier momento.
Se enderezó.
—No se debe ninguna deuda, señora López. Yo haría lo mismo otra vez.
—Tenga cuidado de que su valentía no le haga daño, doctora.
Santana entró en el pasillo donde Quinn y una chica casi demasiado hermosa para ser hombre cayó a ambos lados de ella.
Observándolas deslizarse por el pasillo, sus largos pasos fluidos y elegantes, señaló que las tres llevaban camisetas, jeans y zapatos.
El gran macho Finn, que había acompañado a los adolescentes, se había vestido de la misma manera. Otro secreto que ella no tendría la respuesta a esta noche.
Santana López y sus lobos desaparecieron, dejándola extrañamente vacía.
—Retrocede, déjame llegar a ella.
Registró brevemente una mirada de confusión en sus ojos esmeralda, luego algo como aquiescencia. Le hizo sitio para ella, cambiando su agarre a los brazos de Lexa. Le agarró los hombros para evitar que la chica se lanzara de la camilla.
Sea lo que fuera que Santana López estaba haciendo, tenía que creer que era necesario.
—La tengo.
—Ten cuidado, no dejes que te muerda—ordenó Santana.
La voz del Alpha era una octava más baja de lo que había sido y tan áspera que tuvo que esforzarse para distinguir las palabras.
Cuando comprendió la advertencia, se inclinó para ver el rostro de Lexa. Sus ojos estaban muy abiertos y salvajes, un rojo- dorado eclipsando los iris verdes.
Caninos afilados se extendían más allá de su labio inferior salpicado de sangre.
Los huesos rotos, los músculos se agruparon y ondularon bajo sus manos.
La joven emitió un gemido aterrorizado, tronando y retorciéndose, la carne en la punta de sus dedos desgarrándose mientras se agitaba a la mesa. Un líquido negro salobre salía de la laceración en su espalda, burbujeando sobre su suave piel dorada, una obscenidad de putrefacción y decadencia.
—¿Qué es eso?—preguntó.
—Veneno—Santana gruñó, forzando sus garras más profundamente en la herida—¿Está cambiando?
—Ella no puede, el veneno la está paralizando.
Los riachuelos de sudor corrían por la cara de Lexa. La carne bajo sus manos era extremadamente caliente.
—Se está volviendo hipertérmica—gruñó interiormente su impotencia.
Ella no entendió la fisiología. Antes del Éxodo, los Weres habían ocultado sus diferencias biológicas para evitar el descubrimiento, y todavía salvaguardaban esa información.
Algunos teorizaron que las especies Praetern temían que sus enemigos desarrollaran armas biológicas para ser usadas para su terminación selectiva.
En este momento, no le importaban la política o los juegos de poder. Le importaba una adolescente que iba a morir.
—¿Qué lo causa? ¿Qué es el agente tóxico?—demando.
Los labios de Lexa estaban cubiertos de espuma rosada y su respiración estaba dificultosa. Un sonido de crujido ominoso acompañaba cada respiración.
—Sus pulmones se están llenando de sangre. Tal vez pueda administrar un antídoto. Déjame ayudarla antes de que se ahogue.
—No puedes—Santana arrastró un objeto triangular de dos pulgadas desde las profundidades de la herida de Lexa.
Parecía metal de algún tipo.
Registró un murmullo de voces detrás de ella en el vestíbulo, gritos y gruñidos transformándose en un incomprensible rugido de ira y pánico. Lo siguiente que supo fue que la lanzaron contra la pared y la sujetaron con un brazo por la garganta. Actuando por instinto, lanzó su puño y conectó con carne y hueso.
Alguien maldijo.
La presión en su garganta disminuyó por un instante, y envolvió ambas manos alrededor de un antebrazo que era más pequeño de lo que había previsto pero tan duro como el hierro esculpido.
Se las arregló para aspirar una bocanada de aire.
—Soy una amiga—jadeó, centrándose en los ojos verdes del cazador feroz que agujereaban en los suyos—Un médico.
La única respuesta fue un gruñido amenazante de la mujer de pelo rubio que la retuvo. Respondió con un gruñido cercano. Había intentado negociar.
Ahora luchaba. Incluso el flash de advertencia de los caninos no podía detenerla.
Soltó el brazo a través de su garganta, pero no había contado con la velocidad inhumana de estos Weres. Antes de que pudiera empezar a lanzar un puñetazo, su brazo fue golpeado contra la pared y se mantuvo ahí en un agarre de granito.
La constricción de su garganta se tensó de nuevo y su visión comenzó a oscurecerse.
—¡Quinn!—gritó Santana—¡Déjala ir!
Instantáneamente, fue liberada.
Luchó contra el impulso de desplomarse mientras luchaba por llenar sus pulmones de aire. Su garganta estaba cruda y su muñeca palpitaba, pero ella se negó a ceder a las sombras que se deslizaban sobre su mente.
Enderezando su espina dorsal, miró fijamente a la hembra que estaba entre ella y Santana con una expresión en sus ojos como nada de lo que había visto antes.
No tenía ninguna duda de que esta Were quería rasgarla miembro por miembro, y probablemente habría continuado su lucha infructuosa.
Se dio cuenta de que una multitud se congregaba fuera del cubículo, pero no le importaba nada más que Lexa. Para su asombro, Santana se agachó y levantó a la inconsciente adolescente en sus brazos como si no pesara más que un niño.
Por primera vez, notó los cambios en el rostro de Santana, un alargamiento angular y una afiliación de los huesos que parecían estar desapareciendo incluso mientras miraba.
El miembro del Alpha había vuelto a una mano también.
—Es demasiado inestable para moverse—le advirtió.
Quinn gruñó suavemente, a ignoró, concentrándose en Santana.
—Al menos déjame que la revise antes de que te vayas. Si su temperatura todavía está elevada, se podría aprovechar. Sus pulmones ya están comprometidos.
La Alpha parecía no haber escuchado.
—Finn—dijo Santana—Lleva a Ryder y Sam al Rover—dio a los muchachos una breve mirada, su expresión se suavizó por un instante—Vayan. Tengo a Lexa.
Los adolescentes obedecieron al instante. Mientras avanzaban en tropel por detrás del enorme y escarpado Finn, trató de acercarse a la morena, sólo para encontrar a Quinn firmemente en su camino.
Ni siquiera había visto cómo se movía la guardia.
—Disculpe—dijo, encontrándose con la mirada de Quinn, pero tratando de no transmitir ningún tipo de desafío.
No estaba interesada en luchar, pero tenía la intención de hablar con Santana.
La expresión de la Quinn permaneció completamente impasible, pero sus ojos verdes brillaron en alerta.
—Está bien, Quinn—dijo Santana con sorprendente dulzura.
Ésta vaciló y sintió su renuencia, percibió su compulsión agonizante de seguir dos dictados. Imaginó cómo debió de parecer que Quinn venía a la escena loca en el cubículo, Lexa agitada en la agonía, los adolescentes Were estaban casi fuera de control, la enfurecida Were Alpha .
Había estado tan cerca de Santana y con sus manos en una de sus crías.
No era de extrañar que terminara contra la pared. Quinn había estado tratando de proteger a Santana, y respetaba eso.
—No soy una amenaza para tu Alpha—dijo, su ira disipándose.
—Te doy mi palabra.
Las cejas rubias se levantaron sorprendidas. Su áspera mirada se suavizó, pero ella dijo en voz baja:
—Si haces un movimiento equivocado, te arrancaré la garganta.
—Tomó nota de ello.
Aparentemente satisfecha, Quinn se apartó.
Santana le frunció ceño.
—¿Estás herida?
—No—respondió.
—Lo que hiciste, acercarte tanto a Lexa, a mí, fue muy tonto—acarició el cabello la recién nombrada, quién gimió, hundiéndole el rostro contra el cuello—Somos muy protectores de todos nuestros jóvenes, pero especialmente de las hembras. Cuando uno está amenazado, nos volvemos, agresivos.
—Lo que hice fue tan natural para mí como lo que hiciste fue para ti.
Santana sacudió la cabeza.
—No lo creo.
—Por lo menos dime que pasó aquí—insistió. Entendía bastante de la cultura Were para saber que ellos eran impulsados más fuertemente que los humanos por instintos físicos, pero sus instintos para cuidar a los heridos eran igual de fuertes—He visto algo así antes.
—Eso sería muy improbable—dijo Santana.
—Sólo explica—vaciló cuando Rachel Berry, la Médico, se deslizó entre la multitud y entró en el cubículo.
—Alpha—dijo Rachel, hundiendo brevemente la cabeza antes de mirar a Quinn, su mirada parecía atrapar mientras pasaba por la cara de ésta—Imperator.
—Rachel—dijo Quinn, con un tono bajo y áspero.
—Lo siento, Alpha—dijo Rachel—Estaba cruzando la ciudad cuando recibí la llamada. Vine inmediatamente. ¿Cómo esta ella?
—Mejor—Santana acunó la cabeza de Lexa contra su hombro, su mano manchada de sangre en el cuello de Lexa—Esto no pudo haber sido un incidente aislado. Necesito que revises los registros de otros ataques maliciosos.
Rachel asintió con la cabeza.
Sintió la comunicación silenciosa. Los Weres nunca habían admitido tener ningún tipo de habilidad telepática, pero estaba claro que Santana se dirigía a Rachel de alguna manera. Aunque apreciaba la necesidad de prevenir el conocimiento de que la biología Were se convirtiera en un arma contra ellos, le molestaba ser excluida.
Irracional, pero ahí estaba.
Estos Weres compartían algo único con Santana López, y envidiaba la intimidad.
—Quiero saber qué tipo de tratamiento de emergencia debo instituir la próxima vez—repitió, encogiéndose de hombros de la reacción emocional que no tenía sentido para ella.
—Quinn, Rachel—dijo Santana—Esperen afuera.
Rachel se retiró inmediatamente al vestíbulo, pero Quinn movió la cabeza, murmurando algo demasiado bajo para que pudiera oírlo.
—Estoy bien—dijo Santana—Vete, estaré ahí.
Con un último gruñido de advertencia en su dirección, desapareció.
La morena la miró con una penetrante mirada.
—Si esto sucede de nuevo, o algo parecido, no debes interferir.
—No voy a esperar y ver a un paciente morir.
—No entiendes las repercusiones. En qué tipo de peligro estarás.
—Entonces, ¿por qué no me lo dices?
—No te conozco, doctora Pierce. Y aunque lo hiciera, no te lo diría.
—¿Por qué no?
*****
—No eres Manada—murmuró, preguntándose por qué se estaba molestando en explicar.
Revelar su presencia a la población humana había sido un riesgo suficiente.
No expondría a su Manada o cualquiera de los otros Praeterns a genocidio potencial. Ni siquiera sabía por qué se demoraba para hablar con este médico humano.
Lexa, aunque no estaba en peligro inmediato, estaba agotada por su lucha instintiva por cambiar y expulsar el veneno. La lixiviación de la toxina en su sistema había bloqueado su cambio, y ella estaba en riesgo de complicaciones más graves.
Complicaciones que no tenía ninguna intención de revelar a un ser humano. Necesitaba llevar a Lexa a casa para que el Médico de la manada pudiera controlarla.
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Frunció el ceño.
—¿Qué ocurre la próxima vez que venga uno así, y tú no estás aquí?
—Estaré.
—No puedes estar en todas partes—insistió, su temperamento elevándose.
No sufrió muy bien la impotencia.
—Estaré donde necesito estar—se dirigió hacia el vestíbulo, luego se detuvo y se volvió—Pido disculpas por cualquier dolor que le hayamos causado. La manada está en deuda con usted y usted puede llamarnos para el reembolso en cualquier momento.
Se enderezó.
—No se debe ninguna deuda, señora López. Yo haría lo mismo otra vez.
—Tenga cuidado de que su valentía no le haga daño, doctora.
Santana entró en el pasillo donde Quinn y una chica casi demasiado hermosa para ser hombre cayó a ambos lados de ella.
Observándolas deslizarse por el pasillo, sus largos pasos fluidos y elegantes, señaló que las tres llevaban camisetas, jeans y zapatos.
El gran macho Finn, que había acompañado a los adolescentes, se había vestido de la misma manera. Otro secreto que ella no tendría la respuesta a esta noche.
Santana López y sus lobos desaparecieron, dejándola extrañamente vacía.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
aja Santana y Quinn insoportablemente odiosas, que se creen, las todopoderosas???? con esas actitudes no deberian vivir entre los humanos, podrian ser mas amables, digo yo!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Hola morra....
Teniendo lo de "proteger" la manada y su líder...pero se van al cuerno!!! Son muy susceptibles a que les pase algo!!!
Primer encuentro y britt ya pierde la cabeza por quinn que parese mas alzada con san que hacer su trabajo!!!
Nos vemos!
Teniendo lo de "proteger" la manada y su líder...pero se van al cuerno!!! Son muy susceptibles a que les pase algo!!!
Primer encuentro y britt ya pierde la cabeza por quinn que parese mas alzada con san que hacer su trabajo!!!
Nos vemos!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
micky morales escribió:aja Santana y Quinn insoportablemente odiosas, que se creen, las todopoderosas???? con esas actitudes no deberian vivir entre los humanos, podrian ser mas amables, digo yo!!!!
Hola, ajajajaj xD si que lo son, quizás por eso son la 1 y 2 al mando xD Eso parece ¬¬ Eso mismo, pienso igual ¬¬ Saludos =D
3:) escribió:Hola morra....
Teniendo lo de "proteger" la manada y su líder...pero se van al cuerno!!! Son muy susceptibles a que les pase algo!!!
Primer encuentro y britt ya pierde la cabeza por quinn que parese mas alzada con san que hacer su trabajo!!!
Nos vemos!
Hola lu, lo llevan un al exceso ¬¬ Si... JAajjaaj las cosas brittana q ni se dan cuenta xD Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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FanFic Brittana: Medianoche I (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
—¡Eres un inútil! ¡Tus órdenes son capturar a las hembras, no matarlas!—Rex golpeó al joven macho en el costado de la cabeza, lo golpeó hasta las rodillas y le dio una patada en la sección media—Debería destriparte por dejarlos escapar.
—Por favor, Rex, lo siento—el Were gimió y se enroscó en una bola mientras el rubio alto y musculoso conocido sólo como Rex se cernió sobre él.
Quien estaba adornado con cuero de la cabeza a los pies, y era tan temido en su forma humana como en lobo. Él mató sin piedad y eficientemente en cualquier forma.
—No esperábamos que ellos se resistieran: son sólo cachorros. Pero ellos lucharon, y la lucha empezaba a llamar la atención, así que nos retiramos. Pensamos…
—Yo no te pago para que pienses—Rex volvió a patear al lloriqueante subalterno—Te pago para que hagas lo que mando.
Rex caminaba a lo largo del almacén abandonado situado a orillas del Hudson, su rabia un miasma negro que amenazaba con romper su control.
Los bulbos desnudos salían de las vigas expuestas, y el olor a pescado podrido y la madera en descomposición asaltaba su agudo sentido del olfato.
Se vio obligado a hacer su cuartel general en un edificio decrépito y abandonado, mientras que el complejo expansivo de Santana López ocupaba miles de acres dentro del territorio aún más vasto propiedad Timberwolf Pack.
Debería ser el líder ahí, no ella.
Volviendo bruscamente, se dirigió hacia el patético y rabioso cabrón que había dejado escapar a una hembra principal. Había prometido la entrega y ahora tendría que encontrar una razón plausible para el retraso.
El macho retrocedió contra la pared, levantando las rodillas para proteger su cuerpo. La sangre goteaba por la comisura de su boca. Echó una ojeada a la variedad de pícaros enredados en las sombras, esperando algún apoyo.
Nadie se adelantó en su defensa y su voz se elevó mientras balbuceaba:
—Hemos estado vigilando su perímetro, Rex. Los cachorros están inquietos y suelen salir fuera. Conseguiremos otro.
—Será mejor que lo hagas—Rex gruñó entre dientes apretados. Pateó a la joven acurrucada en inconsciencia, luego se volvió hacia el resto del patético grupo que se arrastró inquieto cerca—¿Qué siguen haciendo aquí? ¿No tienes productos para salir a la calle?
—Sí, Rex—respondieron al unísono antes de huir.
Solo en la húmeda oscuridad, Rex se enfureció ante la injusticia y la mala suerte que le había dejado con sólo un puñado de soldados decentes y un manada de cosas sin valor Pícaros para llevar a cabo sus órdenes mientras que Santana López jugaba en ser la Alpha.
Se le prometió su manada.
—Prometido.
Ahora que había sido nombrada Consejera Especial, los otros Alpha s tenían miedo de moverse contra ella. Como si sus negociaciones con los humanos realmente importaran.
Los Weres nunca deben negociar con seres humanos o cualquier otra especie.
Los Weres debían tomar lo que querían, y lo harían.
Comenzando con el Adirondack Timberwolf Pack.
—Por favor, Rex, lo siento—el Were gimió y se enroscó en una bola mientras el rubio alto y musculoso conocido sólo como Rex se cernió sobre él.
Quien estaba adornado con cuero de la cabeza a los pies, y era tan temido en su forma humana como en lobo. Él mató sin piedad y eficientemente en cualquier forma.
—No esperábamos que ellos se resistieran: son sólo cachorros. Pero ellos lucharon, y la lucha empezaba a llamar la atención, así que nos retiramos. Pensamos…
—Yo no te pago para que pienses—Rex volvió a patear al lloriqueante subalterno—Te pago para que hagas lo que mando.
Rex caminaba a lo largo del almacén abandonado situado a orillas del Hudson, su rabia un miasma negro que amenazaba con romper su control.
Los bulbos desnudos salían de las vigas expuestas, y el olor a pescado podrido y la madera en descomposición asaltaba su agudo sentido del olfato.
Se vio obligado a hacer su cuartel general en un edificio decrépito y abandonado, mientras que el complejo expansivo de Santana López ocupaba miles de acres dentro del territorio aún más vasto propiedad Timberwolf Pack.
Debería ser el líder ahí, no ella.
Volviendo bruscamente, se dirigió hacia el patético y rabioso cabrón que había dejado escapar a una hembra principal. Había prometido la entrega y ahora tendría que encontrar una razón plausible para el retraso.
El macho retrocedió contra la pared, levantando las rodillas para proteger su cuerpo. La sangre goteaba por la comisura de su boca. Echó una ojeada a la variedad de pícaros enredados en las sombras, esperando algún apoyo.
Nadie se adelantó en su defensa y su voz se elevó mientras balbuceaba:
—Hemos estado vigilando su perímetro, Rex. Los cachorros están inquietos y suelen salir fuera. Conseguiremos otro.
—Será mejor que lo hagas—Rex gruñó entre dientes apretados. Pateó a la joven acurrucada en inconsciencia, luego se volvió hacia el resto del patético grupo que se arrastró inquieto cerca—¿Qué siguen haciendo aquí? ¿No tienes productos para salir a la calle?
—Sí, Rex—respondieron al unísono antes de huir.
Solo en la húmeda oscuridad, Rex se enfureció ante la injusticia y la mala suerte que le había dejado con sólo un puñado de soldados decentes y un manada de cosas sin valor Pícaros para llevar a cabo sus órdenes mientras que Santana López jugaba en ser la Alpha.
Se le prometió su manada.
—Prometido.
Ahora que había sido nombrada Consejera Especial, los otros Alpha s tenían miedo de moverse contra ella. Como si sus negociaciones con los humanos realmente importaran.
Los Weres nunca deben negociar con seres humanos o cualquier otra especie.
Los Weres debían tomar lo que querían, y lo harían.
Comenzando con el Adirondack Timberwolf Pack.
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FanFic Brittana: Medianoche I (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
—¿Cómo está?—Quinn se deslizó sobre el banco junto a ella en la parte trasera del fuertemente reforzado Rover.
Habían retirado los asientos y atornillado bancos a lo largo de cada pared lateral para hacer transporte de los Weres lobos de forma más fácil.
Emily, la más joven de los centuri a tan sólo veintitrés años, conducía mientras Finn montaba con la escopeta. Andrew y los dos muchachos se sentaron en el suelo, mientras Santana sostenía a Lexa.
—Está débil, pero no hay signos de que la toxina se extienda—pasó su mano por la mejilla de Lexa—No hay indicación de descomposición celular.
—¿Estás segura de que fue una intoxicación por argyria?
—Sí—su voz seguía siendo áspera de furia—Tengo la prueba en el bolsillo.
Quinn respiró hondo.
—¿Qué es?
—Una hoja de cuchillo, recubierto de plata. Debe haber golpeado hueso y roto cuando la apuñalaron. La saque debajo de su omóplato. Ocho centímetros más y habría estado en su corazón.
Y la hermosa joven estaría muerta antes de que pudiera haberla alcanzado.
Gruñó su rabia.
—No deberías llevarlo—dijo Quinn, asustada—Permíteme.
Giró la cabeza y entrecerró los ojos.
—¿Y el riesgo de que te cortes?
—Alpha—el tono de Quinn fue agonizante.
—Quinn—reprendió, cubriendo la mandíbula de su amiga. Se inclinó más cerca y besó la frente—Deja de preocuparte. No estoy en peligro.
—No eres impermeable al veneno. Maldita sea, Santana, no eres inmortal.
Sonrió.
—¿Intentar asustarme?
Quinn puso los ojos en blanco.
—Como si pudiera—su expresión de repente se puso seria—¿Y si Lexa desarrolla la fiebre?
—Ella lo combatirá—exhaló un suspiro—Ella es joven y fuerte. La anafilaxia se detuvo tan pronto como conseguí la plata. Ella debe curar la lesión rápidamente, siempre y cuando la dosis de toxina no sea demasiado alta—apretó sus brazos alrededor de la joven Were quien dormía tan inocentemente en sus brazos—Si el paralítico se hubiera extendido mucho más lejos, podría haber sido permanentemente dañado.
—Su hombro—Quinn se estremeció—Si los músculos están destruidos, no podrá correr.
Para un lobo no había nada peor que estar encadenado, siendo incapaz de correr, incapaz de cazar, incapaz de respirar libre bajo la luna.
—Lexa estará bien—se frotó la mejilla contra la cabeza de Lexa, luego envolvió un brazo alrededor de los hombros de Quinn y la acercó. Ésta apoyó la mejilla en su pecho y pasó su brazo por su cintura.
Los muchachos se acercaron más, uno envolviendo su brazo alrededor, el otro poniendo su cabeza en su muslo. Andrew apoyó su espalda contra su otra pierna.
—Descansen, mis lobos—murmuró inclinando su cabeza contra la ventana y cerrando los ojos.
Todo el mundo está a salvo.
No durmió mientras el Rover se alejaba de la autopista por un camino cubierto de vegetación, sin marcas, que conducía al bosque hasta el Compound.
En su lugar, ella mentalmente repitió la escena en el ER.
Trataba con los seres humanos sobre una base diaria y al contrario que muchos de su manada, ella no pensó que los seres humanos eran más débiles o menos honorables que los Weres solo porque vivían por un código moral mucho más ambiguo.
Sin embargo, no podía permitirse el lujo de confiar en ellos; no podía poner en peligro a su Manada, o ninguna especie Praetern, al confiar en un enemigo potencial.
Pero había permitido a Brittany Pierce presenciar más de su vulnerabilidad que cualquier otro humano, creyendo instintivamente que la ojiazul mantendría sus secretos.
Esta hembra humana había pasado por sus defensas, y eso la hacía muy peligrosa.
Habían retirado los asientos y atornillado bancos a lo largo de cada pared lateral para hacer transporte de los Weres lobos de forma más fácil.
Emily, la más joven de los centuri a tan sólo veintitrés años, conducía mientras Finn montaba con la escopeta. Andrew y los dos muchachos se sentaron en el suelo, mientras Santana sostenía a Lexa.
—Está débil, pero no hay signos de que la toxina se extienda—pasó su mano por la mejilla de Lexa—No hay indicación de descomposición celular.
—¿Estás segura de que fue una intoxicación por argyria?
—Sí—su voz seguía siendo áspera de furia—Tengo la prueba en el bolsillo.
Quinn respiró hondo.
—¿Qué es?
—Una hoja de cuchillo, recubierto de plata. Debe haber golpeado hueso y roto cuando la apuñalaron. La saque debajo de su omóplato. Ocho centímetros más y habría estado en su corazón.
Y la hermosa joven estaría muerta antes de que pudiera haberla alcanzado.
Gruñó su rabia.
—No deberías llevarlo—dijo Quinn, asustada—Permíteme.
Giró la cabeza y entrecerró los ojos.
—¿Y el riesgo de que te cortes?
—Alpha—el tono de Quinn fue agonizante.
—Quinn—reprendió, cubriendo la mandíbula de su amiga. Se inclinó más cerca y besó la frente—Deja de preocuparte. No estoy en peligro.
—No eres impermeable al veneno. Maldita sea, Santana, no eres inmortal.
Sonrió.
—¿Intentar asustarme?
Quinn puso los ojos en blanco.
—Como si pudiera—su expresión de repente se puso seria—¿Y si Lexa desarrolla la fiebre?
—Ella lo combatirá—exhaló un suspiro—Ella es joven y fuerte. La anafilaxia se detuvo tan pronto como conseguí la plata. Ella debe curar la lesión rápidamente, siempre y cuando la dosis de toxina no sea demasiado alta—apretó sus brazos alrededor de la joven Were quien dormía tan inocentemente en sus brazos—Si el paralítico se hubiera extendido mucho más lejos, podría haber sido permanentemente dañado.
—Su hombro—Quinn se estremeció—Si los músculos están destruidos, no podrá correr.
Para un lobo no había nada peor que estar encadenado, siendo incapaz de correr, incapaz de cazar, incapaz de respirar libre bajo la luna.
—Lexa estará bien—se frotó la mejilla contra la cabeza de Lexa, luego envolvió un brazo alrededor de los hombros de Quinn y la acercó. Ésta apoyó la mejilla en su pecho y pasó su brazo por su cintura.
Los muchachos se acercaron más, uno envolviendo su brazo alrededor, el otro poniendo su cabeza en su muslo. Andrew apoyó su espalda contra su otra pierna.
—Descansen, mis lobos—murmuró inclinando su cabeza contra la ventana y cerrando los ojos.
Todo el mundo está a salvo.
No durmió mientras el Rover se alejaba de la autopista por un camino cubierto de vegetación, sin marcas, que conducía al bosque hasta el Compound.
En su lugar, ella mentalmente repitió la escena en el ER.
Trataba con los seres humanos sobre una base diaria y al contrario que muchos de su manada, ella no pensó que los seres humanos eran más débiles o menos honorables que los Weres solo porque vivían por un código moral mucho más ambiguo.
Sin embargo, no podía permitirse el lujo de confiar en ellos; no podía poner en peligro a su Manada, o ninguna especie Praetern, al confiar en un enemigo potencial.
Pero había permitido a Brittany Pierce presenciar más de su vulnerabilidad que cualquier otro humano, creyendo instintivamente que la ojiazul mantendría sus secretos.
Esta hembra humana había pasado por sus defensas, y eso la hacía muy peligrosa.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
hola morra,..
a ver quien cae primero en la caza???
a san le afecto la presencia de britt a ver como va en el segundo encuentro??
nos vemos!!
a ver quien cae primero en la caza???
a san le afecto la presencia de britt a ver como va en el segundo encuentro??
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Bueno por lo menos a su majestad Lady Santana le llamo la atencion la simple mortal de la Dra. Pierce!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
3:) escribió:hola morra,..
a ver quien cae primero en la caza???
a san le afecto la presencia de britt a ver como va en el segundo encuentro??
nos vemos!!
Hola lu, mmmm difícil la cosa esta xD ajajaj. Esk como no¿? Espero y mejor q el primero la vrdd xD Saludos =D
micky morales escribió:Bueno por lo menos a su majestad Lady Santana le llamo la atencion la simple mortal de la Dra. Pierce!!!!
Hola, jajajaj xD ajajajajaj esk como no hacerlo¿? se hace la dura noam esa morena ¬¬ Pero, que mortal! ajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Medianoche I (Adaptada) Cap 5
Capitulo 5
Encontró a Rachel en una pequeña sala de conferencias escondida en un hueco de la sala de emergencias.
La médico estaba sentada sola, llenando los gráficos.
Desde que Santana y sus Weres se habían marchado, el personal de ER le había dado a Rachel un amplio espacio, y algunos habían lanzado miradas curiosas en su dirección.
Incluso había oído algunos comentarios descontentos sobre aquellos que iban a otro lugar para recibir tratamiento de emergencia.
Esta noche, por alguna razón, el prejuicio apenas velado la molestaba más de lo habitual.
Seguía viendo el dolor y el terror en los ojos de Lexa.
Se sirvió una taza de café y cuando Rachel alzó la vista de los gráficos, señaló el recipiente.
—¿Quieres algo?
—No, gracias.
—Sabes, no creo que te haya visto beber café—se sentó frente a la castaña en la pequeña mesa redonda que llevaba las manchas de muchas tazas de papel que se filtraban y se derramó contenedores de comida para llevar—No pensé que era posible estar en medicina y sobrevivir sin café.
—La mayoría de las drogas humanas, incluso la cafeína y el alcohol, realmente no tienen mucho efecto en nosotros—Rachel dijo suavemente, pareciendo curiosamente tímida—Algo sobre nuestro metabolismo solo les contrarresta.
—Supongo que eso puede ser bueno o malo, ¿eh?
Rachel sonrió, y ella se sorprendió por la sutil semejanza de su apariencia con Santana y Quinn.
Al igual que las otras dos Were mujeres, los músculos de sus brazos desnudos por debajo de las mangas cortas de su camisa quirúrgica estaban sutilmente realzados, el arco de sus pómulos era más audaz que el de la mayoría de las mujeres, con los ojos levemente inclinados hacia arriba. Y los bordes de sus profundos iris marrones parpadeaban con oro.
Eso fue hasta donde llegó la semejanza, sin embargo.
Ambas Santana y Quinn exudaban un aire de confianza que podría haber sido interpretado como arrogante si no parecía ser una parte innata de sus personalidades.
Santana y Quinn eran más altas que la castaña, aunque extrovertida y amable, carecía de esa agresión, por falta de una mejor descripción. Un rasgo que todos compartían, sin embargo, eran que cada una eran extraordinariamente hermosa.
—¿También la temperatura de tu línea de base es más alta?—hizo una mueca ante el sabor quemado de su café y dejó la taza a un lado.
—Casi dos grados completos. ¿Cómo supiste?
—La temperatura de Lexa estaba disparando a través del techo. Mucho más que esa diferencia de dos grados podría explicar.
La más baja apartó la mirada, incómoda.
—No parecía estar febril cuando los chicos la trajeron. ¿Está bien llamarlos chicos?—continuó.
—Chicos funciona muy bien. También los llamamos cachorros—Rachel dijo suavemente—O jóvenes.
—Cachorros parece estar bien—se rió y Rachel sonrió—Estaba al borde de la fiebre, ¿verdad?—preguntó.
—No la he examinado. No podría decirlo.
Sabía que estaba siendo evasiva.
—Si los médicos humanos supieran más sobre la fisiología, podríamos cuidar estas emergencias cuando uno de sus médicos no estuviera cerca.
—No somos tan diferentes. Órganos en el mismo lugar, más o menos. La misma estructura esquelética cuando estamos en forma de piel—Rachel suspiró—Obviamente hay diferencias, pero no son evidentes.
—¿Y no puedes decírmelo?
—Eso es para el Alpha decidir.
—Santana.
Rachel se sonrojó.
—La Alpha, sí.
—Te conocía a la vista. ¿Son amigas?
—¿Con la Alpha?—Rachel la miró como si acabara de decir algo terriblemente divertido—No. Ella es la Alpha. Ella sabe todos nuestros nombres.
Quería mantenerla hablando.
Quería saber más sobre Santana López.
No podía dejar de pensar en la forma en que la morena había manejado a los adolescentes. Su combinación de disciplina y ternura había llegado a un acuerdo con ella, cuya propia adolescencia había sido mayormente de indiferencia que bordeaba el abandono.
La forma en que Santana había atacado el veneno en el cuerpo de Lexa, como si fuera un enemigo letal para ser destruido con garras y dientes, había quitado el aliento.
Ella había sido brutal, feroz, aturdidora en su ira. La Were Alpha era una contradicción intrigante, y estaba fascinada.
—He leído que hay cientos en tu manada—dijo pensando que si se refería al conocimiento público, Rachel estaría más cómoda—Eso es un montón de nombres.
—Somos la mayor manada de América del Norte, sólo la manada rusa de White River rivaliza con el nuestro en todo el mundo—dijo Rachel con orgullo—Las otras manadas norteamericanas fueron cazados casi hasta la extinción y ahora están regresando.
—Cazados—un enfriamiento helado brilló a lo largo de la columna vertebral y se inclinó cerca—¿Por los humanos?
—No siempre hemos tenido que escondernos, pero siempre hemos sido perseguidos—Rachel se sonrojó de nuevo como si se diera cuenta de que había dicho demasiado. Se levantó bruscamente, apartando la mirada—Debería volver a trabajar.
—Lo siento—se levantó, reconociendo la postura de Rachel como similar a la reacción de los muchachos reaccionado ante la ira de Santana.
No había querido intimidar a la médico y no estaba segura de cómo lo había hecho.
—No quise hacerte sentir incómoda. Tu Alpha me hizo una impresión. Cuando estaba tratando a Lexa, su poder era increíble.
—¿Sentiste eso?—Rachel se ocupó de recoger los gráficos.
—Sí. ¿Cómo podría alguien no?—se apresuró antes de que desapareciera—¿Por qué todos parecen confiar tanto en ella?
Rachel frunció el ceño, dándole una mirada cautelosa.
—Ella es la Alpha. Nuestro líder. Sin ella, la manada no podría funcionar. Habría luchas de poder, rebelión, caos. Muchos de nosotros no sobreviviríamos.
—Entiendo la importancia de su posición, pero ¿la parte de la confianza?
—Ella moriría por nosotros—Rachel habló con simple convicción y absoluta certeza.
Trató de comprender el tipo de fuerza y sacrificio personal que se requiere de un individuo para salvaguardar a toda una comunidad, y no pudo. Si no hubiera visto a Santana con sus lobos, no lo habría creído posible.
Pero ella le había visto, y su sangre aún corría de la emoción de su encuentro.
Paseaba por el pequeño cuarto de enfermería donde había traído a Lexa directamente al llegar al Compound, trescientas millas cuadradas de sierras fortificadas en el corazón del Pack.
Su mamá había construido el protectorado hace casi un siglo cuando había consolidado los muchos pequeños y esparcidos enclaves de lobo Weres en las Montañas Adirondack de Nueva York y las Montañas Verdes de Vermont en una Manada cohesivo.
El centro neurálgico del Compuesto constaba de un inmenso y lleno patio de tierra rodeado por una docena de edificios de troncos, todos encerrados dentro de una cerca de doce pies de altura.
El edificio principal era un enorme edificio de madera de tres pisos y piedra con su cuartel general en el segundo piso.
El cuartel, un largo edificio de dos pisos, albergaba a los jóvenes machos y hembras que estaban en entrenamiento militar, dos en una habitación.
Un corredor conectaba el cuartel al comedor. Antenas altas y antenas parabólicas en la azotea para vigilancia de largo alcance marcaron el centro de comunicaciones.
En el centro del Compuesto, protegido por un perímetro interno vigilado veinticuatro horas al día por algunos de los mejores luchadores se encontraba en un edificio de un solo piso, fuertemente fortificado, con dos alas que albergaban la enfermería y el vivero.
Túneles subterráneos conectaron todas las estructuras y condujeron a salidas de escape en el bosque circundante.
La guarida privada se encontraba a cinco millas más allá del bosque, una sencilla cabaña de tres habitaciones, de una sola planta, cuya ubicación sólo era conocida por sus guardias personales.
—¿Algún cambio?—se detuvo bruscamente, con los puños en las caderas, y se enfrentó a Emma, la Medicus de la manada.
La visión de Lexa impotente y herida hacía que su lobo se rasgara en su interior con una loca furia para proteger a la suya.
Quería atacar, quería soltar sus garras y destrozar a quienquiera que se hubiera atrevido a hacerle daño a una de las suyas. Se estremeció y la piel plateada brilló bajo su piel, su lobo se liberó.
Ignorando el dolor, la retuvo.
—¿Emma?
—Ella no se despertará por un par de horas más por lo menos—la colorina, encaramada en un taburete al lado de la cama donde Lexa yacía debajo de un afgano de punto colorido, le lanzó una mirada de evaluación. Sus labios se diluyeron en preocupación—Te ves al borde del frenesí. ¿Por qué no te encargas de eso?
Entrecerró los ojos, emitiendo un ruido apenas audible.
Emma alzó una ceja roja en su dirección.
—No me gruñas, tampoco. Te crie, y recuerdo cuando eras sólo un cachorrito chiflado.
—¿Hay algún signo de fiebre?—optó por ignorarla, sabiendo que no iba a ganar una discusión con ella.
Su médico jefe era apenas dos décadas mayor, y en la larga vida de un Were, eso era insignificante.
Su relación era tan cercana a la de los hermanos como podría tener con cualquier persona en la Manada.
Emma nunca socavaría esa cercanía desafiándola frente a los demás, pero no se negaba a molestarla en privado.
—Todavía no hay signos de fiebre. En otras pocas horas puedo decir con certeza que está a salvo—Emma trazó los dedos con ternura a lo largo de la mejilla pálida de Lexa. Sacudió la cabeza, sus ojos verdes se llenaron de tristeza—¿Quién le haría esto a un niño?
—Ryder dijo que olía a lobo Weres, pero no Manada. Pícaros.
—¿Pero por qué la envenenan? No tiene sentido.
—No estoy segura de que tuvieran la intención de matarla—miró la punta del cuchillo rota que había sacado del cuerpo de Lexa.
Emma lo había colocado en un contenedor seguro y sellado para ser entregado a sus técnicos en López Industries, su facilidad de investigación médica y farmacéutica por la mañana.
Mientras que necesitaban un análisis completo de la naturaleza química del veneno impregnado en la hoja del cuchillo, ella no necesitó a un científico para decirle que estaba basado en plata.
Sólo otros Were sabían que la plata era letal, incluso en dosis muy pequeñas.
—Ryder dijo que los pícaros trataron de separar a Lexa de los muchachos, y cuando nuestros tres adolescentes se defendieron, los pícaros entraron en pánico. Lexa fue accidentalmente apuñalada en el caos.
—Ellos intencionadamente se dirigieron a Lexa—Emma hizo eco con tristeza, manteniendo su mano protectora en el hombro joven—Lexa haría tres, Santana. Tres hembras dominantes. No puede ser una coincidencia.
—No—dijo oscuramente, sus caninos se alargaron mientras su lobo aullaba de rabia—Alguien está secuestrando a nuestras hembras.
Dos jóvenes Were hembras habían desaparecido en el último medio año, la primera había sido creída muerta en un deslizamiento de tierra durante una excursión sola, pero su cuerpo nunca había sido recuperado.
La segunda había desaparecido de un campus local después de dejar una nota en su dormitorio diciendo que ella y un varón de otra Manada se estaban escapando.
Los padres de la chica juraron que nunca habría mantenido una seria relación romántica escondida de ellos, especialmente no una con un hombre no-Pack.
Había ordenado una investigación, pero sus centinelas no habían encontrado nada.
Aunque los lobos jóvenes, machos y hembras, vagaban frecuentemente antes de acostarse y establecerse, los lazos de familia y manada eran centrales en la vida de cada Were.
Los fugitivos eran casi inauditos.
Estas hembras no desaparecieron voluntariamente.
—¿Por qué? ¿Qué tipo de lobo podría hacer tal cosa?—la voz de Emma se sacudió con indignación—Has dejado saber que cualquier pícaro es bienvenido a unirse a nosotros si jura fidelidad a la manada. Ellos no tienen que vivir como los gatos salvajes.
—No lo sé—dijo con tristeza—Pero lo averiguaré—e arrodilló en el suelo de losa junto a la cama y apoyó su frente contra la de Lexa. Cerrando los ojos, murmuró—Duerme, pequeña. Duerme y sana. Todo está bien.
Lexa gimió contenta en su sueño y acarició le mejilla. Se levantó y, sintiendo la mirada preocupada de Emma en su rostro, le acarició el pelo.
—No te preocupes por mí.
—Si no lo hago, ¿a quién más lo permitirás?—le cogió la mano y entrelazó sus dedos—Deberías por lo menos tener un amante.
—Emma, no me presiones—advirtió, su tono convirtiendo a Alpha.
—Soy la manada de Medicus. Es mi responsabilidad asistir a tu bienestar—insistió Emma.
—Mi bienestar está muy bien.
—Tu lobo corre cerca de la piel. Necesita calma. Tú también—le apretó los dedos—Alison podría enredarse voluntariamente. Al igual que Cece o Emily.
—Emily es uno de mis centuri—protestó.
Sus guardias juraron un juramento de sangre a ella, y ella a ellos, un vínculo tan inquebrantable como un vínculo de apareamiento. Para tomar a uno de ellos como su amante interrumpiría la unidad de sus puestos.
Cualquier duda, cualquier incertidumbre en rango u orden, los dejaría a todos vulnerables en una pelea.
Su voz cayó peligrosamente baja:
—¿Me harías arriesgar sus vidas por placer vacío?
—El placer nunca está vacío cuando hay cuidado, y te aman. Todos te amamos.
—Lo sé—susurró rozando sus labios sobre los nudillos de Emma.
—Tu papá era centuri de tu mamá—señaló Emma—Eso no la detuvo, ¿por qué debería detenerte?
—No hablaremos de ellos—dijo y esta vez fue una orden—Mis centuri no son mis compañeros de cama.
—Como quieras, Alpha—dijo Emma—, Pero Alison ni siquiera es un soldado. Ella tiene el aspecto de un mater de principio a fin. Ella pondría tu cama en llamas y te daría cachorros fuertes y robustos.
—Desde que tú y Will se aparearon, te has convertido en una incorregible casamentera—soltó con la esperanza de desviar un tema que había estado tratando de ignorar.
No se había enredado con nadie durante semanas, y para un Were, más de unos pocos días era un tiempo muy largo.
Contacto físico, tacto, liberación sexual, era esencial para el bienestar físico y emocional, y cuanto más dominante era, mayor era la necesidad. Sin una salida física para sus niveles intrínsecamente altos de endorfinas y hormonas adrenérgicas, especialmente si aumentan el estrés, el delicado equilibrio entre la bestia y la razón se rompía.
El implacable frenesí sexual podía empujar a Weres a ser feroz, y el ir feroz era una sentencia de muerte.
Como un contrapeso natural, todos los weres eran altamente sexuales, y puesto que no había ninguna sanción social contra encuentros sexuales ocasionales, Weres sin pareja tenía a menudo múltiples parejas de ambos sexos simultáneamente.
La abstinencia por un Alpha era inaudita.
Su súper-agresión innata aumentó su impulso sexual, y sin ventilación frecuente, sus lobos indomables presionaron para el dominio.
Su lobo había estado cabalgando duro durante las últimas semanas, enfurecido por los peligros cada vez mayores que amenazaban a la Manada, exigiendo la libertad de cazar y destruir a sus enemigos.
Sabía que estaba caminando por un camino peligroso. Necesitaba todo su control en el mejor de los casos para mantener a su lobo bajo control.
Negociando con los políticos humanos, conteniendo las luchas intestinas constantes entre los miembros de la alianza Praetern, y proporcionando la estabilidad para su manada tensionó sus reservas al punto de rotura.
Estaba agitada, sin dormir, hipersexual.
Pero cada vez que pensaba que tenía que llevar a una mujer por una noche o rendirse a la locura del lobo, ella se resistió, sabiendo que ella seguiría insatisfecha.
Su cuerpo ansiaba sexo, su lobo ansiaba una pelea, pero su corazón, a pesar de todos sus intentos de negarlo, anhelaba una conexión.
Así que se negó a sí misma el sexo, negó a su lobo la liberación, y se negó a reconocer lo que ella realmente quería.
—Alison quiere una compañera—gruñó.
—Y tienes que liberar antes de que te encuentres en pleno frenesí—Emma señaló con un dedo, deteniendo su protesta—Incluso puedo sentir tu llamada, y tengo una pareja que me satisface muy bien. Si mis impulsos se activan tanto, en poco tiempo, arrojarás a las hembras al calor…
—No dejaré que eso suceda.
Una manada entera de hembras en calor conduciría a machos y hembras dominantes locos. Tendrían el caos mientras los dominantes luchaban por los derechos de cama.
Si no podía amortiguar sus feromonas lo suficiente como para evitar que las hembras cabalguen hacia ella, tendría que tener relaciones sexuales sólo para resolver la Manada.
—Lo tengo bajo control.
—Por ahora—Emma suspiró—Lobo obstinada.
—Debo irme—la besó en la frente—Necesito doblar a los guardias fronterizos en el Compuesto, y tenemos mujeres no casadas en la comunidad que necesitan ser advertidas y protegidas. Llámame si hay algún cambio con Lexa.
—Prométeme que dormirás al menos.
—Dormiré—dijo mientras cerraba la puerta de la enfermería detrás de ella.
Dormiría cuando sus enemigos estuvieran muertos y su Manada estuviera a salvo.
Navegó por los pasillos vacíos del Compuesto y salió por las enormes puertas dobles de madera hasta la cubierta que envolvía tres lados del edificio.
La luna estaba ya estaba más allá de su cenit ahora, y las nubes de tormenta atravesaban en su cara.
Respiró profundamente, olfateando la lluvia en el aire y el olor de ciervo moviéndose entre los árboles.
Envió un mensaje silencioso a Mike, el capitán de sus centinelas.
—Reforzar nuestras fronteras exteriores. Doble los guardias en el perímetro interior. No le dé a nadie un pasaje seguro en la tierra de la Manada.—se quitó la camiseta, desabrochó los pantalones vaqueros y los empujó, dejando la ropa en una pila en la parte superior de la ancha escalera de piedra.
Corriendo desnuda hacia los árboles, se desplazó en movimiento, deslizándose en el bosque tan invisible como un espectro.
Levantó su rostro a la luna y aulló, el tirón en sus lomos y el anhelo en su corazón por una compañera para correr con ella bajo el cielo nocturno tan fuerte que dolía.
Olfateando a otro lobo que la seguía, rodeó de nuevo en su propio sendero y se agachó en el matorral, esperando hasta que el lustroso lobo rojo-gris se acercó.
Entonces, tan silenciosa como un fantasma, explotó desde su escondite y atrapó el cuello del lobo en sus mandíbulas, arrastrándola hacia abajo. La loba la golpeó, cerrando sus poderosas mandíbulas a milímetros su pata delantera.
Gruñó y sacudió sus poderosos hombros, forzando el gris sobre su espalda.
Presiono hacia abajo, vientre contra vientre y luego la soltó. El gris se levantó, gruñó, y se rodearon una a la otra, arremetiendo y chasqueando, rodando y golpeando.
Finalmente, cuando el gris empezó a disminuir un poco, cogió el hocico del otro lobo en sus mandíbulas. El lobo se quedó flojo, permitiéndole que la montara.
Estrechó al lobo entre sus piernas y gruñó. Cuando el lobo gimió y se lamió la cara, la soltó y se sentó en el suelo.
Jadeando, el lobo gris se acercó hasta que los hombros se tocaron. Apoyó la cabeza en las patas y la miró.
—Emma te envió, ¿no?
Quinn se frotó la nariz bajo su mandíbula.
—¿Te dijo que necesitaba una pelea?
Quinn lanzó una sonrisa de lobo.
Suspiró.
—Ven, caza conmigo. Si puedes continuar.
Se entregó a su lobo, saltó y se desgarró en el bosque, Quinn duro en su hombro.
Le encantaba la ojiverde, le encantaba correr con ella a su lado, pero aún le dolía el corazón.
La médico estaba sentada sola, llenando los gráficos.
Desde que Santana y sus Weres se habían marchado, el personal de ER le había dado a Rachel un amplio espacio, y algunos habían lanzado miradas curiosas en su dirección.
Incluso había oído algunos comentarios descontentos sobre aquellos que iban a otro lugar para recibir tratamiento de emergencia.
Esta noche, por alguna razón, el prejuicio apenas velado la molestaba más de lo habitual.
Seguía viendo el dolor y el terror en los ojos de Lexa.
Se sirvió una taza de café y cuando Rachel alzó la vista de los gráficos, señaló el recipiente.
—¿Quieres algo?
—No, gracias.
—Sabes, no creo que te haya visto beber café—se sentó frente a la castaña en la pequeña mesa redonda que llevaba las manchas de muchas tazas de papel que se filtraban y se derramó contenedores de comida para llevar—No pensé que era posible estar en medicina y sobrevivir sin café.
—La mayoría de las drogas humanas, incluso la cafeína y el alcohol, realmente no tienen mucho efecto en nosotros—Rachel dijo suavemente, pareciendo curiosamente tímida—Algo sobre nuestro metabolismo solo les contrarresta.
—Supongo que eso puede ser bueno o malo, ¿eh?
Rachel sonrió, y ella se sorprendió por la sutil semejanza de su apariencia con Santana y Quinn.
Al igual que las otras dos Were mujeres, los músculos de sus brazos desnudos por debajo de las mangas cortas de su camisa quirúrgica estaban sutilmente realzados, el arco de sus pómulos era más audaz que el de la mayoría de las mujeres, con los ojos levemente inclinados hacia arriba. Y los bordes de sus profundos iris marrones parpadeaban con oro.
Eso fue hasta donde llegó la semejanza, sin embargo.
Ambas Santana y Quinn exudaban un aire de confianza que podría haber sido interpretado como arrogante si no parecía ser una parte innata de sus personalidades.
Santana y Quinn eran más altas que la castaña, aunque extrovertida y amable, carecía de esa agresión, por falta de una mejor descripción. Un rasgo que todos compartían, sin embargo, eran que cada una eran extraordinariamente hermosa.
—¿También la temperatura de tu línea de base es más alta?—hizo una mueca ante el sabor quemado de su café y dejó la taza a un lado.
—Casi dos grados completos. ¿Cómo supiste?
—La temperatura de Lexa estaba disparando a través del techo. Mucho más que esa diferencia de dos grados podría explicar.
La más baja apartó la mirada, incómoda.
—No parecía estar febril cuando los chicos la trajeron. ¿Está bien llamarlos chicos?—continuó.
—Chicos funciona muy bien. También los llamamos cachorros—Rachel dijo suavemente—O jóvenes.
—Cachorros parece estar bien—se rió y Rachel sonrió—Estaba al borde de la fiebre, ¿verdad?—preguntó.
—No la he examinado. No podría decirlo.
Sabía que estaba siendo evasiva.
—Si los médicos humanos supieran más sobre la fisiología, podríamos cuidar estas emergencias cuando uno de sus médicos no estuviera cerca.
—No somos tan diferentes. Órganos en el mismo lugar, más o menos. La misma estructura esquelética cuando estamos en forma de piel—Rachel suspiró—Obviamente hay diferencias, pero no son evidentes.
—¿Y no puedes decírmelo?
—Eso es para el Alpha decidir.
—Santana.
Rachel se sonrojó.
—La Alpha, sí.
—Te conocía a la vista. ¿Son amigas?
—¿Con la Alpha?—Rachel la miró como si acabara de decir algo terriblemente divertido—No. Ella es la Alpha. Ella sabe todos nuestros nombres.
Quería mantenerla hablando.
Quería saber más sobre Santana López.
No podía dejar de pensar en la forma en que la morena había manejado a los adolescentes. Su combinación de disciplina y ternura había llegado a un acuerdo con ella, cuya propia adolescencia había sido mayormente de indiferencia que bordeaba el abandono.
La forma en que Santana había atacado el veneno en el cuerpo de Lexa, como si fuera un enemigo letal para ser destruido con garras y dientes, había quitado el aliento.
Ella había sido brutal, feroz, aturdidora en su ira. La Were Alpha era una contradicción intrigante, y estaba fascinada.
—He leído que hay cientos en tu manada—dijo pensando que si se refería al conocimiento público, Rachel estaría más cómoda—Eso es un montón de nombres.
—Somos la mayor manada de América del Norte, sólo la manada rusa de White River rivaliza con el nuestro en todo el mundo—dijo Rachel con orgullo—Las otras manadas norteamericanas fueron cazados casi hasta la extinción y ahora están regresando.
—Cazados—un enfriamiento helado brilló a lo largo de la columna vertebral y se inclinó cerca—¿Por los humanos?
—No siempre hemos tenido que escondernos, pero siempre hemos sido perseguidos—Rachel se sonrojó de nuevo como si se diera cuenta de que había dicho demasiado. Se levantó bruscamente, apartando la mirada—Debería volver a trabajar.
—Lo siento—se levantó, reconociendo la postura de Rachel como similar a la reacción de los muchachos reaccionado ante la ira de Santana.
No había querido intimidar a la médico y no estaba segura de cómo lo había hecho.
—No quise hacerte sentir incómoda. Tu Alpha me hizo una impresión. Cuando estaba tratando a Lexa, su poder era increíble.
—¿Sentiste eso?—Rachel se ocupó de recoger los gráficos.
—Sí. ¿Cómo podría alguien no?—se apresuró antes de que desapareciera—¿Por qué todos parecen confiar tanto en ella?
Rachel frunció el ceño, dándole una mirada cautelosa.
—Ella es la Alpha. Nuestro líder. Sin ella, la manada no podría funcionar. Habría luchas de poder, rebelión, caos. Muchos de nosotros no sobreviviríamos.
—Entiendo la importancia de su posición, pero ¿la parte de la confianza?
—Ella moriría por nosotros—Rachel habló con simple convicción y absoluta certeza.
Trató de comprender el tipo de fuerza y sacrificio personal que se requiere de un individuo para salvaguardar a toda una comunidad, y no pudo. Si no hubiera visto a Santana con sus lobos, no lo habría creído posible.
Pero ella le había visto, y su sangre aún corría de la emoción de su encuentro.
******
Paseaba por el pequeño cuarto de enfermería donde había traído a Lexa directamente al llegar al Compound, trescientas millas cuadradas de sierras fortificadas en el corazón del Pack.
Su mamá había construido el protectorado hace casi un siglo cuando había consolidado los muchos pequeños y esparcidos enclaves de lobo Weres en las Montañas Adirondack de Nueva York y las Montañas Verdes de Vermont en una Manada cohesivo.
El centro neurálgico del Compuesto constaba de un inmenso y lleno patio de tierra rodeado por una docena de edificios de troncos, todos encerrados dentro de una cerca de doce pies de altura.
El edificio principal era un enorme edificio de madera de tres pisos y piedra con su cuartel general en el segundo piso.
El cuartel, un largo edificio de dos pisos, albergaba a los jóvenes machos y hembras que estaban en entrenamiento militar, dos en una habitación.
Un corredor conectaba el cuartel al comedor. Antenas altas y antenas parabólicas en la azotea para vigilancia de largo alcance marcaron el centro de comunicaciones.
En el centro del Compuesto, protegido por un perímetro interno vigilado veinticuatro horas al día por algunos de los mejores luchadores se encontraba en un edificio de un solo piso, fuertemente fortificado, con dos alas que albergaban la enfermería y el vivero.
Túneles subterráneos conectaron todas las estructuras y condujeron a salidas de escape en el bosque circundante.
La guarida privada se encontraba a cinco millas más allá del bosque, una sencilla cabaña de tres habitaciones, de una sola planta, cuya ubicación sólo era conocida por sus guardias personales.
—¿Algún cambio?—se detuvo bruscamente, con los puños en las caderas, y se enfrentó a Emma, la Medicus de la manada.
La visión de Lexa impotente y herida hacía que su lobo se rasgara en su interior con una loca furia para proteger a la suya.
Quería atacar, quería soltar sus garras y destrozar a quienquiera que se hubiera atrevido a hacerle daño a una de las suyas. Se estremeció y la piel plateada brilló bajo su piel, su lobo se liberó.
Ignorando el dolor, la retuvo.
—¿Emma?
—Ella no se despertará por un par de horas más por lo menos—la colorina, encaramada en un taburete al lado de la cama donde Lexa yacía debajo de un afgano de punto colorido, le lanzó una mirada de evaluación. Sus labios se diluyeron en preocupación—Te ves al borde del frenesí. ¿Por qué no te encargas de eso?
Entrecerró los ojos, emitiendo un ruido apenas audible.
Emma alzó una ceja roja en su dirección.
—No me gruñas, tampoco. Te crie, y recuerdo cuando eras sólo un cachorrito chiflado.
—¿Hay algún signo de fiebre?—optó por ignorarla, sabiendo que no iba a ganar una discusión con ella.
Su médico jefe era apenas dos décadas mayor, y en la larga vida de un Were, eso era insignificante.
Su relación era tan cercana a la de los hermanos como podría tener con cualquier persona en la Manada.
Emma nunca socavaría esa cercanía desafiándola frente a los demás, pero no se negaba a molestarla en privado.
—Todavía no hay signos de fiebre. En otras pocas horas puedo decir con certeza que está a salvo—Emma trazó los dedos con ternura a lo largo de la mejilla pálida de Lexa. Sacudió la cabeza, sus ojos verdes se llenaron de tristeza—¿Quién le haría esto a un niño?
—Ryder dijo que olía a lobo Weres, pero no Manada. Pícaros.
—¿Pero por qué la envenenan? No tiene sentido.
—No estoy segura de que tuvieran la intención de matarla—miró la punta del cuchillo rota que había sacado del cuerpo de Lexa.
Emma lo había colocado en un contenedor seguro y sellado para ser entregado a sus técnicos en López Industries, su facilidad de investigación médica y farmacéutica por la mañana.
Mientras que necesitaban un análisis completo de la naturaleza química del veneno impregnado en la hoja del cuchillo, ella no necesitó a un científico para decirle que estaba basado en plata.
Sólo otros Were sabían que la plata era letal, incluso en dosis muy pequeñas.
—Ryder dijo que los pícaros trataron de separar a Lexa de los muchachos, y cuando nuestros tres adolescentes se defendieron, los pícaros entraron en pánico. Lexa fue accidentalmente apuñalada en el caos.
—Ellos intencionadamente se dirigieron a Lexa—Emma hizo eco con tristeza, manteniendo su mano protectora en el hombro joven—Lexa haría tres, Santana. Tres hembras dominantes. No puede ser una coincidencia.
—No—dijo oscuramente, sus caninos se alargaron mientras su lobo aullaba de rabia—Alguien está secuestrando a nuestras hembras.
Dos jóvenes Were hembras habían desaparecido en el último medio año, la primera había sido creída muerta en un deslizamiento de tierra durante una excursión sola, pero su cuerpo nunca había sido recuperado.
La segunda había desaparecido de un campus local después de dejar una nota en su dormitorio diciendo que ella y un varón de otra Manada se estaban escapando.
Los padres de la chica juraron que nunca habría mantenido una seria relación romántica escondida de ellos, especialmente no una con un hombre no-Pack.
Había ordenado una investigación, pero sus centinelas no habían encontrado nada.
Aunque los lobos jóvenes, machos y hembras, vagaban frecuentemente antes de acostarse y establecerse, los lazos de familia y manada eran centrales en la vida de cada Were.
Los fugitivos eran casi inauditos.
Estas hembras no desaparecieron voluntariamente.
—¿Por qué? ¿Qué tipo de lobo podría hacer tal cosa?—la voz de Emma se sacudió con indignación—Has dejado saber que cualquier pícaro es bienvenido a unirse a nosotros si jura fidelidad a la manada. Ellos no tienen que vivir como los gatos salvajes.
—No lo sé—dijo con tristeza—Pero lo averiguaré—e arrodilló en el suelo de losa junto a la cama y apoyó su frente contra la de Lexa. Cerrando los ojos, murmuró—Duerme, pequeña. Duerme y sana. Todo está bien.
Lexa gimió contenta en su sueño y acarició le mejilla. Se levantó y, sintiendo la mirada preocupada de Emma en su rostro, le acarició el pelo.
—No te preocupes por mí.
—Si no lo hago, ¿a quién más lo permitirás?—le cogió la mano y entrelazó sus dedos—Deberías por lo menos tener un amante.
—Emma, no me presiones—advirtió, su tono convirtiendo a Alpha.
—Soy la manada de Medicus. Es mi responsabilidad asistir a tu bienestar—insistió Emma.
—Mi bienestar está muy bien.
—Tu lobo corre cerca de la piel. Necesita calma. Tú también—le apretó los dedos—Alison podría enredarse voluntariamente. Al igual que Cece o Emily.
—Emily es uno de mis centuri—protestó.
Sus guardias juraron un juramento de sangre a ella, y ella a ellos, un vínculo tan inquebrantable como un vínculo de apareamiento. Para tomar a uno de ellos como su amante interrumpiría la unidad de sus puestos.
Cualquier duda, cualquier incertidumbre en rango u orden, los dejaría a todos vulnerables en una pelea.
Su voz cayó peligrosamente baja:
—¿Me harías arriesgar sus vidas por placer vacío?
—El placer nunca está vacío cuando hay cuidado, y te aman. Todos te amamos.
—Lo sé—susurró rozando sus labios sobre los nudillos de Emma.
—Tu papá era centuri de tu mamá—señaló Emma—Eso no la detuvo, ¿por qué debería detenerte?
—No hablaremos de ellos—dijo y esta vez fue una orden—Mis centuri no son mis compañeros de cama.
—Como quieras, Alpha—dijo Emma—, Pero Alison ni siquiera es un soldado. Ella tiene el aspecto de un mater de principio a fin. Ella pondría tu cama en llamas y te daría cachorros fuertes y robustos.
—Desde que tú y Will se aparearon, te has convertido en una incorregible casamentera—soltó con la esperanza de desviar un tema que había estado tratando de ignorar.
No se había enredado con nadie durante semanas, y para un Were, más de unos pocos días era un tiempo muy largo.
Contacto físico, tacto, liberación sexual, era esencial para el bienestar físico y emocional, y cuanto más dominante era, mayor era la necesidad. Sin una salida física para sus niveles intrínsecamente altos de endorfinas y hormonas adrenérgicas, especialmente si aumentan el estrés, el delicado equilibrio entre la bestia y la razón se rompía.
El implacable frenesí sexual podía empujar a Weres a ser feroz, y el ir feroz era una sentencia de muerte.
Como un contrapeso natural, todos los weres eran altamente sexuales, y puesto que no había ninguna sanción social contra encuentros sexuales ocasionales, Weres sin pareja tenía a menudo múltiples parejas de ambos sexos simultáneamente.
La abstinencia por un Alpha era inaudita.
Su súper-agresión innata aumentó su impulso sexual, y sin ventilación frecuente, sus lobos indomables presionaron para el dominio.
Su lobo había estado cabalgando duro durante las últimas semanas, enfurecido por los peligros cada vez mayores que amenazaban a la Manada, exigiendo la libertad de cazar y destruir a sus enemigos.
Sabía que estaba caminando por un camino peligroso. Necesitaba todo su control en el mejor de los casos para mantener a su lobo bajo control.
Negociando con los políticos humanos, conteniendo las luchas intestinas constantes entre los miembros de la alianza Praetern, y proporcionando la estabilidad para su manada tensionó sus reservas al punto de rotura.
Estaba agitada, sin dormir, hipersexual.
Pero cada vez que pensaba que tenía que llevar a una mujer por una noche o rendirse a la locura del lobo, ella se resistió, sabiendo que ella seguiría insatisfecha.
Su cuerpo ansiaba sexo, su lobo ansiaba una pelea, pero su corazón, a pesar de todos sus intentos de negarlo, anhelaba una conexión.
Así que se negó a sí misma el sexo, negó a su lobo la liberación, y se negó a reconocer lo que ella realmente quería.
—Alison quiere una compañera—gruñó.
—Y tienes que liberar antes de que te encuentres en pleno frenesí—Emma señaló con un dedo, deteniendo su protesta—Incluso puedo sentir tu llamada, y tengo una pareja que me satisface muy bien. Si mis impulsos se activan tanto, en poco tiempo, arrojarás a las hembras al calor…
—No dejaré que eso suceda.
Una manada entera de hembras en calor conduciría a machos y hembras dominantes locos. Tendrían el caos mientras los dominantes luchaban por los derechos de cama.
Si no podía amortiguar sus feromonas lo suficiente como para evitar que las hembras cabalguen hacia ella, tendría que tener relaciones sexuales sólo para resolver la Manada.
—Lo tengo bajo control.
—Por ahora—Emma suspiró—Lobo obstinada.
—Debo irme—la besó en la frente—Necesito doblar a los guardias fronterizos en el Compuesto, y tenemos mujeres no casadas en la comunidad que necesitan ser advertidas y protegidas. Llámame si hay algún cambio con Lexa.
—Prométeme que dormirás al menos.
—Dormiré—dijo mientras cerraba la puerta de la enfermería detrás de ella.
Dormiría cuando sus enemigos estuvieran muertos y su Manada estuviera a salvo.
Navegó por los pasillos vacíos del Compuesto y salió por las enormes puertas dobles de madera hasta la cubierta que envolvía tres lados del edificio.
La luna estaba ya estaba más allá de su cenit ahora, y las nubes de tormenta atravesaban en su cara.
Respiró profundamente, olfateando la lluvia en el aire y el olor de ciervo moviéndose entre los árboles.
Envió un mensaje silencioso a Mike, el capitán de sus centinelas.
—Reforzar nuestras fronteras exteriores. Doble los guardias en el perímetro interior. No le dé a nadie un pasaje seguro en la tierra de la Manada.—se quitó la camiseta, desabrochó los pantalones vaqueros y los empujó, dejando la ropa en una pila en la parte superior de la ancha escalera de piedra.
Corriendo desnuda hacia los árboles, se desplazó en movimiento, deslizándose en el bosque tan invisible como un espectro.
Levantó su rostro a la luna y aulló, el tirón en sus lomos y el anhelo en su corazón por una compañera para correr con ella bajo el cielo nocturno tan fuerte que dolía.
Olfateando a otro lobo que la seguía, rodeó de nuevo en su propio sendero y se agachó en el matorral, esperando hasta que el lustroso lobo rojo-gris se acercó.
Entonces, tan silenciosa como un fantasma, explotó desde su escondite y atrapó el cuello del lobo en sus mandíbulas, arrastrándola hacia abajo. La loba la golpeó, cerrando sus poderosas mandíbulas a milímetros su pata delantera.
Gruñó y sacudió sus poderosos hombros, forzando el gris sobre su espalda.
Presiono hacia abajo, vientre contra vientre y luego la soltó. El gris se levantó, gruñó, y se rodearon una a la otra, arremetiendo y chasqueando, rodando y golpeando.
Finalmente, cuando el gris empezó a disminuir un poco, cogió el hocico del otro lobo en sus mandíbulas. El lobo se quedó flojo, permitiéndole que la montara.
Estrechó al lobo entre sus piernas y gruñó. Cuando el lobo gimió y se lamió la cara, la soltó y se sentó en el suelo.
Jadeando, el lobo gris se acercó hasta que los hombros se tocaron. Apoyó la cabeza en las patas y la miró.
—Emma te envió, ¿no?
Quinn se frotó la nariz bajo su mandíbula.
—¿Te dijo que necesitaba una pelea?
Quinn lanzó una sonrisa de lobo.
Suspiró.
—Ven, caza conmigo. Si puedes continuar.
Se entregó a su lobo, saltó y se desgarró en el bosque, Quinn duro en su hombro.
Le encantaba la ojiverde, le encantaba correr con ella a su lado, pero aún le dolía el corazón.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
hola morra,...
se puede vivir con abstinencia aunque sea tantito no jodan para que san consiga pareja!!!
britt britt,... a donde le va a llevar la curiosidad!!
nos vemos!!!
se puede vivir con abstinencia aunque sea tantito no jodan para que san consiga pareja!!!
britt britt,... a donde le va a llevar la curiosidad!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Hola!!! Me encanta esta historia!!! Lo siento por no comentar e estado muy ocupada y de milagro puedo leer, en cuanto pueda traeré otra adap. Me encanta cuando San es sobrenatural!
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
3:) escribió:hola morra,...
se puede vivir con abstinencia aunque sea tantito no jodan para que san consiga pareja!!!
britt britt,... a donde le va a llevar la curiosidad!!
nos vemos!!!
Hola lu, jajaajajajaj xD ajajaja que se puede se puede, pero por lo q se ve san lleva un "Tiempo", sin olvidar que es mitad animal. Mmmm espero a algo q esten juntas del todo ajajaj. Saludos =D
Tati.94 escribió:Hola!!! Me encanta esta historia!!! Lo siento por no comentar e estado muy ocupada y de milagro puedo leer, en cuanto pueda traeré otra adap. Me encanta cuando San es sobrenatural!
Hola, que bueno! espero y siga siendo así la vrdd xD Se te entiende, suele pasa. Lo bueno esk puedas leer, pero se te agradece un monton el esfuerzo por comentar! Aquí estaremos esperando, xq como digo en los comentarios de cada adap., que no comente no quiere decir q no lea xD A mi tmbn! pero nose si a tod@s asik me arriesgue xD Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Medianoche I (Adaptada) Cap 6
Capitulo 6
—Mmm—Cece murmuró, arqueando su espalda y rodando sus caderas mientras su orgasmo disminuía—Me encanta cuando corres con el Alpha.
—¿Por qué es eso?—Quinn acarició el cuello de la rubia, lamiendo el lugar que había mordido antes, justo cuando estaba a punto de estallar por todo el magnífico culo de Cece.
Ésta volvió la cabeza y le mordió la mandíbula.
—Siempre estás salvaje por un largo y duro enredo después.
Cece tenía razón.
Corriendo con Santana, inundada por el poder, siempre la dejaba terriblemente excitada y lista para enredarse con la primera mujer dispuesta que encontrara.
Esta noche, el ardor en sus lomos era más grande de lo que podía recordar, el fuego tan caliente que ella dolía. Las glándulas sexuales enterradas a ambos lados de su clítoris se hincharon y pulsaron, recordándole que aún no había terminado.
Acarició los músculos esbeltos en la espalda de Cece y cuando levantó su trasero en invitación, la montó a horcajadas y encajó su clítoris endurecido en la hendidura apretada entre las nalgas.
Gimió cuando la apretó. El núcleo de su clítoris se puso rígido y quería venirse.
—Ten cuidado de cómo te burlas—jadeó, sus caninos se alargaron cuando los movimientos de Cece le quitaron el control.
Como la mayoría de los dominantes, podía sacar sus caninos y garras a voluntad, pero surgirían involuntariamente cuando ella estuviera enfurecida o sexo frenético.
—Esta noche estás aún más hambrienta que de costumbre—Cece se tensó y soltó sus poderosos músculos, ordeñándole el clítoris y haciéndola gruñir—Todavía estás lista y ya te has venido tres veces.
—Cuatro, pero quién está contando—le mordió el lóbulo de la oreja y sacó su clítoris libre antes de que el frenesí la reclamara.
Ya había sido bastante egoísta.
Era dominante para todo el mundo en la manada excepto Santana, y Cece habría estado más que dispuestas a juntarse con ella en cualquier momento.
Pero esa no era la razón por la que había venido a verla esta noche.
Cece no pensaba en ella como una compañera potencial, por lo que podía enredarse con ella sin culpa alguna más tarde.
Había aparecido desnuda en su puerta, despertándola de un sueño profundo, jadeando y goteando de sudor sexual. El olor de dominancia que había exudado habría preparado instantáneamente a cualquier hombre no casado que estuviera en su vecindad.
—Te necesito ahora—gruñó ella.
Cece no había dicho una palabra, sólo cayó de rodillas y la chupó para liberarla en cuestión de segundos. Se había corrido por segunda vez a horcajadas en el muslo mientras la follaba en el suelo.
Cece había gritado a través de su orgasmo, arañando los hombros y su espalda. Cuando finalmente pudo concentrarse en el frenesí, la había llevado a la cama y la había tomado una tercera vez por detrás, empujando con fuerza dentro mientras le estimulaba el clítoris con su otra mano.
Su primitiva necesidad de dominación había sido tan grande, que se había negado a liberar el clítoris de Cece después de que se corrió, forzando la liberación después de la liberación de la mujer aguda.
Ahora que había recuperado un poco de control, olfateó que todavía estaba lista y quería satisfacerla.
El apetito de Cece por el sexo era siempre fuerte, pero esta noche parecía particularmente necesitada.
Le acarició el interior del muslo y la acunó entre sus piernas. Estaba caliente y húmeda.
—No soy la única que todavía está lista—susurró, acariciando la parte inferior del firme clítoris donde descansaban sus glándulas sexuales—Estás ardiendo.
—El deseo me ha estado montando tan duro durante dos días—Cece gimió y se bombeó contra su mano—Incluso cuando lo libero no se calma—alcanzó ciegamente y clavó sus uñas en su antebrazo—Oh Dios, por favor, fóllame. Hazme venir. Lo necesitan tanto. Me duele.
Registró una advertencia en algún lugar en su cerebro nublado, pero el frenesí golpeó demasiado rápido para que ella prestara atención. Se puso de rodillas y se metió entre las piernas de Cece. Los músculos resbalosos y ardientes se apoderaron de sus dedos.
Encontró el espeso reborde interno que se conectaba directamente al clítoris y lo masajeó con cada golpe. Las glándulas sexuales profundamente arraigadas estaban duras como piedras.
Cece jadeó y gimió, agarrando el colchón mientras luchaba por la cresta.
—Más duro, oh Dios, estoy tan cerca y no puedo...
—Masajea tu clítoris—gruñó. La mano de Cece voló entre sus piernas y ella le acarició los pechos—Está bien. Eso es bueno. Sigue haciendo eso—el sudor le enmarañó el pelo y sus músculos del estómago se contrajeron.
Sus glándulas estaban a punto de estallar.
Extendió las piernas y aplastó su clítoris contra el culo apretado de Cece. Gimiendo, golpeó a ambas al borde. Sus glándulas sexuales palpitaban viciosamente.
Pronto se habrían vaciado.
—Está viniendo—jadeó—Está viniendo.
Cece se subió y bajó por su mano y manipuló frenéticamente su clítoris.
—Ayúdame. Ayúdame. Hazme correr.
Le rodeó el brazo la empujó contra su pecho y hundió sus dientes en su hombro. La mordedura dominante inundó a la rubia con feromonas y aumentó su liberación.
Se vino cuando Cece gritó, el dolor del placer desgarrándola. Momentos después, se derrumbaron. Se estremeció mientras estaba protegida sobre la espalda pálida.
Cece hizo sonidos satisfechos cuando le acarició sus brazos y giró su rostro para sus besos.
—¿Todo está bien ahora?—le mordisqueó suavemente el labio inferior hinchado, luego lamió el lugar.
—Mmm—obviamente tratando de mantenerse despierta, le pasó su lengua por su cuello—¿Necesitas más?
Se rió entre dientes.
—Si lo hago, volveré.
—Bien—los parpados de Cece se cerraron.
Moviéndose con cuidado, se apartó de la cama y se fue.
El amanecer no estaba muy lejos. El calor del verano había cedido durante la noche a la frescura de la montaña, y el frío se sentía bien en su piel caliente.
Su ansia había sido aliviada, pero deseo todavía ondulaba bajo su piel.
Afortunadamente, estaba cerca de su propia casa. Necesitaba una ducha fría y unas horas de sueño.
Pero primero, necesitaba revisar al Alpha.
Santana se había quedado en el Compound en lugar de regresar a su propia guarida después de su carrera, y Finn y Emily estaban de guardia.
Recuperó su ropa, junto con su teléfono presionado en la cintura de sus pantalones de carga, desde el banco donde los había dejado antes y se vistió apresuradamente.
Si Santana la hubiera necesitado, habría llegado a su mente-a-mente. Y si el Alpha hubiera estado en peligro, lo habría sentido sin importar dónde estuviera.
Lo único que podría haberla sacado de su frenesí sexual habría sido el llamado de Santana.
El compuesto estaba despertando, y asintió con la cabeza a los centinelas que se dirigían a sus estaciones, adolescentes haciendo su camino ruidoso al comedor, y una serie de parejas apareados emergiendo desnudos del bosque después de una carrera matinal.
Reconoció a los compañeros de paso, pero tuvo cuidado de no dejar que su mirada se quedara. La piel era una cobertura tan natural para los Weres como sus pieles, y la desnudez era ignorada, aparte de la mirada apreciativa de un animal sano a otro, proporcionando que el "ser apreciado" fuera desatado.
Las parejas apareados eran sexualmente exclusivos, agresivamente territoriales y violentamente posesivos. Incluso un No dominante atacaría a un dominante si él o ella sentía que el vínculo mate estaba amenazado.
Y un dominante Were en el frenesí de acoplamiento no podía contener la muerte de la lógica y la razón dando paso al instinto mucho más poderoso y primitivo para preservar el vínculo mate.
Subió las escaleras hasta el pabellón principal y cruzó el amplio porche. La entrada se abrió en un gran salón, con la biblioteca y los archivos de la Manada de un lado y la sala de reunión con una enorme chimenea de piedra, sofás y sillas en el otro.
Santana a menudo se podía encontrar ahí cuando ella no estaba en su oficina en el segundo piso. Emily estaba de guardia en la parte superior de la escalera central de madera. Finn estaba justo fuera de las dobles puertas cerradas y esculpidas de la oficina.
Cuando alcanzó el balcón del segundo piso que rodeaba el gran salón de abajo, les indicó que siguieran al final del pasillo y se alejaran de la puerta de Santana.
—¿Ha dormido?—preguntó Quinn.
—No—gruñó Finn. Sus ojos se estrecharon y sus fosas nasales se iluminaron mientras la observaba—Parece que tú tampoco lo hiciste.
—¿Celoso?—sonrió, sabiendo que Finn y Emily podían oler sus feromonas y rastros de Cece.
Debido a que ella y Cece no estaban vinculadas, no llevaba el único olor tercero: la fusión química de dos firmas hormonales de Weres que las calificaban como una pareja de por vida.
—Malditamente correcto—gruñó Finn.
Emily hizo una mueca de acuerdo.
Los miró a ambos, recogiendo algo más que la habitual rivalidad sexual que era natural entre dominantes no casados.
Recordó cómo se había sentido después de la carrera con Santana, un deseo tan intenso que había estado casi sin mente. Finn y Emily habrían soportado toda la fuerza de las feromonas de la Alpha mientras la custodiaban, ya que no había otros Weres alrededor para ayudar a absorberla.
Los ojos castaños whisky de Emily tenían manchas de lobo y su piel estaba cubierta de sexo. Finn tenía una protuberancia admirable en sus vaqueros.
—Voy a tener a Andrew aquí. Vamos a estar de guardia. Ustedes dos vayan a encontrar a alguien con quien enredarse.
—Estoy bien—dijo Emily, claramente insultada de que la relevara de su puesto.
—Yo también—los caninos de Finn se alargaron.
Gruñó, empujando hacia su espacio, haciendo que ambos volvieran a subir.
Eran compatriotas, pero sólo podía haber un líder en lo que se refiere a la seguridad de Santana, y ella era la segunda.
—Necesito sus cabezas claras o no estarán en condiciones de proteger al Alpha . Ahora váyanse antes de que les haga irse.
El silencio cayó mientras los miraba.
—Tienes razón—Finn se encogió de hombros y sonrió, su sonrisa la única concesión a su supremacía—El ansia me está cabalgando más fuerte que de costumbre.
Emily se estremeció.
—Pensé que era sólo yo. Estoy tan hambrienta, Finn está empezando a verse bien.
Finn se echó a reír.
Eran amigos íntimos, pero ambos eran demasiado dominantes para enredarse. Él trató de ponerla en una llave de cabeza. Emily le bloqueó el brazo y le dio un puñetazo en el estómago. Finn rió de nuevo y la tensión se rompió.
Las campanas de advertencia sonaban aún más fuerte. Cece había dicho lo mismo.
El ansia me ha estado montando tan duro durante dos días.
Tiró los brazos alrededor de sus hombros. Finn rozó su mejilla sobre la de ella. Emily apoyó la cabeza en su pecho.
—Tómense unas horas para establecer a sus lobos. Santana no va a ninguna parte hoy. Te llamaré si te necesito.
Finn y Emily se marcharon a regañadientes y llamó a Andrew para hacer la guardia. Entonces llamó a la puerta de Santana.
—¿Alpha?
—Ven.
El despacho de Santana estaba lleno de estanterías a un lado, otra chimenea de piedra ocupaba toda la pared opuesta y una bahía de ventanas de piso a techo detrás de su escritorio al otro lado de la habitación.
Los suelos de tablones estaban cubiertos con gruesas alfombras de tierra, y un par de sillones de cuero verdes bosque se sentaban frente a su escritorio de cerezo oscuro.
Santana se recostó en una silla de escritorio de madera pesada y cuero, una computadora portátil delante de ella. Se había puesto una sencilla camisa de algodón blanco y había enrollado las mangas, pero no se había molestado en abrocharla.
Los amplios músculos de su pecho y las suaves curvas internas de sus pechos brillaban con una fina niebla de feromonas en la tenue luz de la lámpara.
Sus ojos eran más lobos-dorados que marrones.
Una oleada de sexo y poder la golpeó con tanta fuerza que su sexo se contrajo dolorosamente.
La pelea entre ellas antes, la carrera, la caza, podría haber sido suficiente para paliar las necesidades de Santana, pero era Alpha, y se requiere más que esa liberación física vigorosa para liberar las hormonas en cascada a través de ella.
No era de extrañar que Finn y Emily estuvieran sufriendo.
Había estado muy satisfecha con Cece, pero la llamada de Santana la necesitaba desesperadamente. No podía creer que la Alpha no estuviera cerca de ser feroz con el frenesí.
—¿Cómo está Lexa?—preguntó su garganta seca y rasposa.
—Aún no está despierta—susurró Santana.
—¿Fiebre?
—No es la última vez que lo comprobé.
—Eso está bien—consideró la diplomacia y luego decidió que eso era lo último que la morena necesitaba de ella—Tampoco tienes que quedarte en tu cueva o llevar a alguien a la cama.
Santana se levantó abruptamente. El botón superior de sus jeans de corte bajo estaba abierto, los músculos grabados en su estómago tensos y apretados. Una línea de plata brillaba en la hendidura entre sus rígidos abdominales.
—No recuerdo haber pedido tu consejo, Imperator.
Su pulso se disparó en el borde de la voz de Alpha, pero ella se mantuvo firme.
—Estás transmitiendo a todo el mundo a una distancia perfecta tu olor. Los guardias no pueden concentrarse. Estoy preocupada por tu seguridad—a la expresión furiosa de Santana, abrió los brazos—Acabo de entrar en la habitación y lo único que puedo pensar es en encontrar una hembra.
—Asigna a los guardias apareados, entonces.
—Ninguno de los centuri está apareado, ya sabes eso, Alpha—respiró hondo, forzando hacia abajo el ansia de empezar a borrar los bordes de su razón—Incluso tú no serás capaz de funcionar eficientemente mucho más tiempo sin liberación. Si no quieres a cualquiera de la Manada, lo haré…
—No—Santana despejó el escritorio en un salto fluido, apenas conteniendo su impulso de llevarla al suelo mientras aterrizaba a unos centímetros de ella.
Después de su carrera con Quinn, se había dirigido directamente a su oficina porque era el lugar más cercano para secuestrarse.
Su impotencia sobre Lexa la había dejado con una necesidad incontrolable de dominar, una necesidad instintiva de restablecer su reclamo como protector y afirmar su liderazgo sobre la Manada.
Anhelaba una mujer debajo de ella, sometiéndose a su voluntad. Su sistema estaba preparado, transmitiendo su dominio, y cualquier persona que estuviera cruzada en su camino trataría de someterse a ella.
No estaba segura de poder resistir, y no quería enredarse por frustración y enojo.
Era el Alpha.
Tenía que tener el control suficiente para dirigir la manada, sin importar cuán grande fuese la presión, ni la intensidad del estrés.
Se lo debía a ellos.
—Tú juegas un juego peligroso, Quinn.
—Llamas, Alpha—apretó su boca abierta contra su cuello y la lamió, probando el bosque primitivo lleno de pinos dulces y pasiones oscuras.
Tembló, su instinto de someter la guerra con su dominio natural. Su sexo pulsaba con prontitud, y gimió, frotándose contra el torso desnudo de Santana. Presionó la palma de su mano contra el abdomen, con las garras expuestas.
—Contesto. No estoy jugando.
Cerró los ojos, temblando con el calor de la boca de la ojiverde deslizándose sobre su garganta. Sus garras le pincharon la piel y los pezones se apretaron. Su sexo se inundó, su clítoris se hinchó, y en otro segundo, tomaría a Quinn.
Ambas se arrepentirían, no por lo que hicieran sería antinatural, sino porque destruiría su orden natural.
Deslizó ambas manos sobre los hombros de la ojiverde y bajó por sus brazos, luego la apartó suavemente.
—Déjame. Ahora. Vete.
Los ojos verdes de cazador de Quinn estaban vidriosos, su piel enrojecida y sexo brillaba.
—Me someto voluntariamente. Por favor.
—No, no lo haces—gruñó.
—Déjame.
Se acercó a Quinn, abrió las pesadas puertas y la empujó hacia el vestíbulo. Después de golpear y cerrar la puerta con llave, saltó a las ventanas con paneles de plomo detrás de su escritorio, las abrió y se lanzó. Su lobo aterrizó silenciosamente y en un instante había dejado al Compuesto, ya la tentación, detrás.
—¿Dra. Pierce?—la enfermera de urgencias llamó suavemente a la puerta de la sala de guardia—¿Estás despierta?
—Sí—respondió con brusquedad.
Acabaron la junta de los pacientes poco después de las cuatro de la madrugada y se había retirado a su cuarto de guardia. No esperaba dormir, pero necesitaba la soledad para ordenar sus sentimientos.
No podía conseguir el episodio con Santana López fuera de su mente.
Siempre que recordaba la feroz forma en que había atacado la herida de Lexa, como si pudiera vencer la lesión con pura fuerza de voluntad, se estremeció de excitación.
Comprendía la fisiología de una adrenalina alta: la había experimentado con frecuencia después de una intensa lucha de vida y muerte. Y esos pocos momentos en ese cubículo rodeado por la agresión desenfrenada de los Weres, particularmente la Alpha, fueron algunos de los momentos más estimulantes de su vida.
Lo que no podía explicar tan fácilmente era lo sexualmente excitada que el episodio la había dejado.
Horas más tarde, la imagen de los ojos de Santana resplandecientes de oro de lobo y el brillo de los caninos letales contra sus sensuales labios hizo acelerar su clítoris.
Acostado sola en la oscuridad, no podía negar su excitación y no podía fingir ignorancia de la fuente. Santana López la fascinó: hermosa, poderosa, violentamente agresiva, exquisitamente tierna.
Se movió inquieta, tan agitada que incluso su piel era hipersensible.
—¿Brittany?—preguntó de nuevo la enfermera.
Se sentó de golpe.
Dios, necesitaba controlarse.
—Sí. Lo siento. Ya voy—pasando las manos rápidamente por su cabello y comprobando que su camisa quirúrgica estaba metida en sus vaqueros, abrió la puerta—¿Problema?
Jane miró preocupada por el pasillo.
—Una Detective Wilde está preguntando por ti. Le dije que no estabas disponible, pero ella insistió en hablarte ahora. Dijo que no podía esperar hasta el final del turno. Lo siento.
—Está bien. ¿Dónde está ella? Hablaré con ella.
—La he puesto en la sala de espera privada.
—Bueno. Si me necesitas, ven a buscarme—se detuvo en la pequeña cocina para servirse una taza de café, luego caminó hasta el otro extremo de ER en forma de L hasta la sala de consulta de la familia.
No era más que una sala de examen que se había convertido, añadiendo una mesa redonda y unas pocas sillas, a un lugar donde el personal podía hablar con las familias de pacientes gravemente enfermos.
Las paredes eran todavía gris institucional, los pisos de un azulejo con dibujos anodinos, las luces de inserción fluorescentes cuadrados. Áspero, desnudo y estéril.
Definitivamente no es un lugar cálido y alegre.
La mujer que la esperaba se veía bien en casa. Su rostro, aunque impecablemente presentado con delicadas y arqueadas cejas rubias sobre los ojos verdes, la nariz estrecha y huesos elegantemente refinados, parecían tan fríos y sin emoción como una estatua de mármol magníficamente tallada.
—Brittany Pierce—dijo extendiendo la mano—Soy una de los médicos responsables de urgencias.
—Detective Kitty Wilde—dijo la mujer, levantándose para devolver el apretón de manos.
Estaba vestida con unos pantalones negros ajustados y a la medida que brillaban con algún tipo de hilo metálico entretejido en la tela, una camisa de seda oscura de cuerpo entero y una chaqueta de cuero negro. Una palca redonda de oro brillaba en su estrecha cintura. Sus dedos eran largos, fuertes y frescos.
—¿Café?—levantó una ceja hacia la taza que tenía en la mano—Tengo que decir que es bastante malo.
—No gracias.
Sacó una silla de madera de respaldo recto y se sentó frente a la detective.
Hablaba con cientos de personas cada semana y se consideraba muy buena en la lectura de señales no verbales. No podía conseguir algo de esta mujer que estaba sentada absolutamente inmóvil, evaluándola. Podría haber estado mirando un cuadro.
Tomó un sorbo de café y esperó.
—Estoy investigando un reporte de una puñalada en Washington Park alrededor de las diez de la tarde de anoche—dijo la detective—Tengo entendido que trataste a una chica por una herida de puñalada sobre ese tiempo.
—Su información no es no es del todo correcta, detective—respondió, pensando furiosamente.
No había llenado ningún papeleo porque en realidad no había tratado a Lexa.
No estaba segura de por qué la policía estaba involucrada, pero instintivamente, quería proteger no sólo a Lexa, sino a Santana López.
La reacción no tenía sentido, pero confiaba en sus sentimientos.
—No traté a nadie con una herida de puñalada antes. ¿De qué se trata todo esto?
La detective se inclinó hacia delante, apoyando los brazos sobre la mesa y doblando las manos. Su voz era perfectamente modulada, tranquila y aparentemente imperturbable.
—¿Cuál es tu relación con Santana López?
—Lo siento. Si tuviera una relación con la Sra. López, no creo que sea asunto de nadie. Pero me temo que no la conozco.
—¿No estás familiarizada?
—No, personalmente, no.
La detective Wilde empujó un periódico doblado que estaba junto al brazo derecho sobre la mesa. Con un eficiente giro de su dedo, la abrió a la primera página.
—Esto dice lo contrario.
La foto encima del doblez de la primera página de Albany Star, la versión local del National Enquirer, mostró a Lexa acostada en una camilla en la sala de examen con Brittany sujetándola. De perfil, Santana López, con caninos relucientes, le gruñó de rabia.
El encabezado de letras en el bloque de 50 puntos decía: ¿LA CONSEJERA WERE PERDIÓ LA REGULACIÓN DE LOS ANIMALES FRÍOS, ¿NO LOS DERECHOS?
—Jesús—murmuró.
—¿Quiere modificar su historia?—preguntó la detective con su voz sobrenaturalmente tranquila.
Tranquilidad sobrenatural.
Clásicamente hermosa.
Emocionalmente enigmática.
Genial.
Literalmente.
Se tomó su tiempo estudiando a la detective, que la miraba con una débil sonrisa, sus ojos de insondables piscinas de obsidiana. Finalmente, dijo:
—Wilde. Uno escucha ese nombre en las noticias mucho estos días. No creo que por ninguna posibilidad salvaje estés relacionada con...
—El consejero Zachary Wilde es mi papá—dijo Kitty.
Zachary Wilde fue el Consejero Especial de los Estados Unidos para Asuntos de Vampiros.
La contraparte de Santana López en la Coalición Praetern.
—¿Eso te convierte en un amigo o enemigo?—preguntó señalando al periódico.
—Eso me convierte en detective. ¿La chica tuvo fiebre?
Miró su reloj. 5:50. El sol se había levantado.
No conocía a esta detective y no tenía ninguna razón para confiar en ella, pero no pudo controlar su preocupación automática.
—¿No deberías...uh...estar en algún lugar más seguro?
La detective Wilde sonrió, una sonrisa llena que la convirtió de simplemente hermosa en espectacularmente impresionante.
—No estoy muriendo, doctora Pierce. La exposición a la luz directa del sol me da dolor de cabeza y de vez en cuando me da náuseas. Pero no me mata en cuestión de minutos. No, no hasta que yo anime.
—Así que tú, me perdonas si uso un término equivocado... ¿un vampiro vivo?
—Preferimos que el término sea pre-animado, pero básicamente sí—Kitty dio un golpecito en el periódico—La adolescente en la fotografía. Ella es una Were, ¿correcto?
—Sí. Mira, yo realmente no la traté. No sé qué está mal con ella.
—¿Has visto a otros adolescentes con fiebre en los últimos meses?
—No. Usted debe saber tan bien como yo qué ellos rara vez buscan atención de emergencia.
—Estos no serían Weres—dijo Kitty, con la primera señal de emoción brillando en sus ojos—Estos serían humanos.
—¿Por qué es eso?—Quinn acarició el cuello de la rubia, lamiendo el lugar que había mordido antes, justo cuando estaba a punto de estallar por todo el magnífico culo de Cece.
Ésta volvió la cabeza y le mordió la mandíbula.
—Siempre estás salvaje por un largo y duro enredo después.
Cece tenía razón.
Corriendo con Santana, inundada por el poder, siempre la dejaba terriblemente excitada y lista para enredarse con la primera mujer dispuesta que encontrara.
Esta noche, el ardor en sus lomos era más grande de lo que podía recordar, el fuego tan caliente que ella dolía. Las glándulas sexuales enterradas a ambos lados de su clítoris se hincharon y pulsaron, recordándole que aún no había terminado.
Acarició los músculos esbeltos en la espalda de Cece y cuando levantó su trasero en invitación, la montó a horcajadas y encajó su clítoris endurecido en la hendidura apretada entre las nalgas.
Gimió cuando la apretó. El núcleo de su clítoris se puso rígido y quería venirse.
—Ten cuidado de cómo te burlas—jadeó, sus caninos se alargaron cuando los movimientos de Cece le quitaron el control.
Como la mayoría de los dominantes, podía sacar sus caninos y garras a voluntad, pero surgirían involuntariamente cuando ella estuviera enfurecida o sexo frenético.
—Esta noche estás aún más hambrienta que de costumbre—Cece se tensó y soltó sus poderosos músculos, ordeñándole el clítoris y haciéndola gruñir—Todavía estás lista y ya te has venido tres veces.
—Cuatro, pero quién está contando—le mordió el lóbulo de la oreja y sacó su clítoris libre antes de que el frenesí la reclamara.
Ya había sido bastante egoísta.
Era dominante para todo el mundo en la manada excepto Santana, y Cece habría estado más que dispuestas a juntarse con ella en cualquier momento.
Pero esa no era la razón por la que había venido a verla esta noche.
Cece no pensaba en ella como una compañera potencial, por lo que podía enredarse con ella sin culpa alguna más tarde.
Había aparecido desnuda en su puerta, despertándola de un sueño profundo, jadeando y goteando de sudor sexual. El olor de dominancia que había exudado habría preparado instantáneamente a cualquier hombre no casado que estuviera en su vecindad.
—Te necesito ahora—gruñó ella.
Cece no había dicho una palabra, sólo cayó de rodillas y la chupó para liberarla en cuestión de segundos. Se había corrido por segunda vez a horcajadas en el muslo mientras la follaba en el suelo.
Cece había gritado a través de su orgasmo, arañando los hombros y su espalda. Cuando finalmente pudo concentrarse en el frenesí, la había llevado a la cama y la había tomado una tercera vez por detrás, empujando con fuerza dentro mientras le estimulaba el clítoris con su otra mano.
Su primitiva necesidad de dominación había sido tan grande, que se había negado a liberar el clítoris de Cece después de que se corrió, forzando la liberación después de la liberación de la mujer aguda.
Ahora que había recuperado un poco de control, olfateó que todavía estaba lista y quería satisfacerla.
El apetito de Cece por el sexo era siempre fuerte, pero esta noche parecía particularmente necesitada.
Le acarició el interior del muslo y la acunó entre sus piernas. Estaba caliente y húmeda.
—No soy la única que todavía está lista—susurró, acariciando la parte inferior del firme clítoris donde descansaban sus glándulas sexuales—Estás ardiendo.
—El deseo me ha estado montando tan duro durante dos días—Cece gimió y se bombeó contra su mano—Incluso cuando lo libero no se calma—alcanzó ciegamente y clavó sus uñas en su antebrazo—Oh Dios, por favor, fóllame. Hazme venir. Lo necesitan tanto. Me duele.
Registró una advertencia en algún lugar en su cerebro nublado, pero el frenesí golpeó demasiado rápido para que ella prestara atención. Se puso de rodillas y se metió entre las piernas de Cece. Los músculos resbalosos y ardientes se apoderaron de sus dedos.
Encontró el espeso reborde interno que se conectaba directamente al clítoris y lo masajeó con cada golpe. Las glándulas sexuales profundamente arraigadas estaban duras como piedras.
Cece jadeó y gimió, agarrando el colchón mientras luchaba por la cresta.
—Más duro, oh Dios, estoy tan cerca y no puedo...
—Masajea tu clítoris—gruñó. La mano de Cece voló entre sus piernas y ella le acarició los pechos—Está bien. Eso es bueno. Sigue haciendo eso—el sudor le enmarañó el pelo y sus músculos del estómago se contrajeron.
Sus glándulas estaban a punto de estallar.
Extendió las piernas y aplastó su clítoris contra el culo apretado de Cece. Gimiendo, golpeó a ambas al borde. Sus glándulas sexuales palpitaban viciosamente.
Pronto se habrían vaciado.
—Está viniendo—jadeó—Está viniendo.
Cece se subió y bajó por su mano y manipuló frenéticamente su clítoris.
—Ayúdame. Ayúdame. Hazme correr.
Le rodeó el brazo la empujó contra su pecho y hundió sus dientes en su hombro. La mordedura dominante inundó a la rubia con feromonas y aumentó su liberación.
Se vino cuando Cece gritó, el dolor del placer desgarrándola. Momentos después, se derrumbaron. Se estremeció mientras estaba protegida sobre la espalda pálida.
Cece hizo sonidos satisfechos cuando le acarició sus brazos y giró su rostro para sus besos.
—¿Todo está bien ahora?—le mordisqueó suavemente el labio inferior hinchado, luego lamió el lugar.
—Mmm—obviamente tratando de mantenerse despierta, le pasó su lengua por su cuello—¿Necesitas más?
Se rió entre dientes.
—Si lo hago, volveré.
—Bien—los parpados de Cece se cerraron.
Moviéndose con cuidado, se apartó de la cama y se fue.
El amanecer no estaba muy lejos. El calor del verano había cedido durante la noche a la frescura de la montaña, y el frío se sentía bien en su piel caliente.
Su ansia había sido aliviada, pero deseo todavía ondulaba bajo su piel.
Afortunadamente, estaba cerca de su propia casa. Necesitaba una ducha fría y unas horas de sueño.
Pero primero, necesitaba revisar al Alpha.
Santana se había quedado en el Compound en lugar de regresar a su propia guarida después de su carrera, y Finn y Emily estaban de guardia.
Recuperó su ropa, junto con su teléfono presionado en la cintura de sus pantalones de carga, desde el banco donde los había dejado antes y se vistió apresuradamente.
Si Santana la hubiera necesitado, habría llegado a su mente-a-mente. Y si el Alpha hubiera estado en peligro, lo habría sentido sin importar dónde estuviera.
Lo único que podría haberla sacado de su frenesí sexual habría sido el llamado de Santana.
El compuesto estaba despertando, y asintió con la cabeza a los centinelas que se dirigían a sus estaciones, adolescentes haciendo su camino ruidoso al comedor, y una serie de parejas apareados emergiendo desnudos del bosque después de una carrera matinal.
Reconoció a los compañeros de paso, pero tuvo cuidado de no dejar que su mirada se quedara. La piel era una cobertura tan natural para los Weres como sus pieles, y la desnudez era ignorada, aparte de la mirada apreciativa de un animal sano a otro, proporcionando que el "ser apreciado" fuera desatado.
Las parejas apareados eran sexualmente exclusivos, agresivamente territoriales y violentamente posesivos. Incluso un No dominante atacaría a un dominante si él o ella sentía que el vínculo mate estaba amenazado.
Y un dominante Were en el frenesí de acoplamiento no podía contener la muerte de la lógica y la razón dando paso al instinto mucho más poderoso y primitivo para preservar el vínculo mate.
Subió las escaleras hasta el pabellón principal y cruzó el amplio porche. La entrada se abrió en un gran salón, con la biblioteca y los archivos de la Manada de un lado y la sala de reunión con una enorme chimenea de piedra, sofás y sillas en el otro.
Santana a menudo se podía encontrar ahí cuando ella no estaba en su oficina en el segundo piso. Emily estaba de guardia en la parte superior de la escalera central de madera. Finn estaba justo fuera de las dobles puertas cerradas y esculpidas de la oficina.
Cuando alcanzó el balcón del segundo piso que rodeaba el gran salón de abajo, les indicó que siguieran al final del pasillo y se alejaran de la puerta de Santana.
—¿Ha dormido?—preguntó Quinn.
—No—gruñó Finn. Sus ojos se estrecharon y sus fosas nasales se iluminaron mientras la observaba—Parece que tú tampoco lo hiciste.
—¿Celoso?—sonrió, sabiendo que Finn y Emily podían oler sus feromonas y rastros de Cece.
Debido a que ella y Cece no estaban vinculadas, no llevaba el único olor tercero: la fusión química de dos firmas hormonales de Weres que las calificaban como una pareja de por vida.
—Malditamente correcto—gruñó Finn.
Emily hizo una mueca de acuerdo.
Los miró a ambos, recogiendo algo más que la habitual rivalidad sexual que era natural entre dominantes no casados.
Recordó cómo se había sentido después de la carrera con Santana, un deseo tan intenso que había estado casi sin mente. Finn y Emily habrían soportado toda la fuerza de las feromonas de la Alpha mientras la custodiaban, ya que no había otros Weres alrededor para ayudar a absorberla.
Los ojos castaños whisky de Emily tenían manchas de lobo y su piel estaba cubierta de sexo. Finn tenía una protuberancia admirable en sus vaqueros.
—Voy a tener a Andrew aquí. Vamos a estar de guardia. Ustedes dos vayan a encontrar a alguien con quien enredarse.
—Estoy bien—dijo Emily, claramente insultada de que la relevara de su puesto.
—Yo también—los caninos de Finn se alargaron.
Gruñó, empujando hacia su espacio, haciendo que ambos volvieran a subir.
Eran compatriotas, pero sólo podía haber un líder en lo que se refiere a la seguridad de Santana, y ella era la segunda.
—Necesito sus cabezas claras o no estarán en condiciones de proteger al Alpha . Ahora váyanse antes de que les haga irse.
El silencio cayó mientras los miraba.
—Tienes razón—Finn se encogió de hombros y sonrió, su sonrisa la única concesión a su supremacía—El ansia me está cabalgando más fuerte que de costumbre.
Emily se estremeció.
—Pensé que era sólo yo. Estoy tan hambrienta, Finn está empezando a verse bien.
Finn se echó a reír.
Eran amigos íntimos, pero ambos eran demasiado dominantes para enredarse. Él trató de ponerla en una llave de cabeza. Emily le bloqueó el brazo y le dio un puñetazo en el estómago. Finn rió de nuevo y la tensión se rompió.
Las campanas de advertencia sonaban aún más fuerte. Cece había dicho lo mismo.
El ansia me ha estado montando tan duro durante dos días.
Tiró los brazos alrededor de sus hombros. Finn rozó su mejilla sobre la de ella. Emily apoyó la cabeza en su pecho.
—Tómense unas horas para establecer a sus lobos. Santana no va a ninguna parte hoy. Te llamaré si te necesito.
Finn y Emily se marcharon a regañadientes y llamó a Andrew para hacer la guardia. Entonces llamó a la puerta de Santana.
—¿Alpha?
—Ven.
El despacho de Santana estaba lleno de estanterías a un lado, otra chimenea de piedra ocupaba toda la pared opuesta y una bahía de ventanas de piso a techo detrás de su escritorio al otro lado de la habitación.
Los suelos de tablones estaban cubiertos con gruesas alfombras de tierra, y un par de sillones de cuero verdes bosque se sentaban frente a su escritorio de cerezo oscuro.
Santana se recostó en una silla de escritorio de madera pesada y cuero, una computadora portátil delante de ella. Se había puesto una sencilla camisa de algodón blanco y había enrollado las mangas, pero no se había molestado en abrocharla.
Los amplios músculos de su pecho y las suaves curvas internas de sus pechos brillaban con una fina niebla de feromonas en la tenue luz de la lámpara.
Sus ojos eran más lobos-dorados que marrones.
Una oleada de sexo y poder la golpeó con tanta fuerza que su sexo se contrajo dolorosamente.
La pelea entre ellas antes, la carrera, la caza, podría haber sido suficiente para paliar las necesidades de Santana, pero era Alpha, y se requiere más que esa liberación física vigorosa para liberar las hormonas en cascada a través de ella.
No era de extrañar que Finn y Emily estuvieran sufriendo.
Había estado muy satisfecha con Cece, pero la llamada de Santana la necesitaba desesperadamente. No podía creer que la Alpha no estuviera cerca de ser feroz con el frenesí.
—¿Cómo está Lexa?—preguntó su garganta seca y rasposa.
—Aún no está despierta—susurró Santana.
—¿Fiebre?
—No es la última vez que lo comprobé.
—Eso está bien—consideró la diplomacia y luego decidió que eso era lo último que la morena necesitaba de ella—Tampoco tienes que quedarte en tu cueva o llevar a alguien a la cama.
Santana se levantó abruptamente. El botón superior de sus jeans de corte bajo estaba abierto, los músculos grabados en su estómago tensos y apretados. Una línea de plata brillaba en la hendidura entre sus rígidos abdominales.
—No recuerdo haber pedido tu consejo, Imperator.
Su pulso se disparó en el borde de la voz de Alpha, pero ella se mantuvo firme.
—Estás transmitiendo a todo el mundo a una distancia perfecta tu olor. Los guardias no pueden concentrarse. Estoy preocupada por tu seguridad—a la expresión furiosa de Santana, abrió los brazos—Acabo de entrar en la habitación y lo único que puedo pensar es en encontrar una hembra.
—Asigna a los guardias apareados, entonces.
—Ninguno de los centuri está apareado, ya sabes eso, Alpha—respiró hondo, forzando hacia abajo el ansia de empezar a borrar los bordes de su razón—Incluso tú no serás capaz de funcionar eficientemente mucho más tiempo sin liberación. Si no quieres a cualquiera de la Manada, lo haré…
—No—Santana despejó el escritorio en un salto fluido, apenas conteniendo su impulso de llevarla al suelo mientras aterrizaba a unos centímetros de ella.
******
Después de su carrera con Quinn, se había dirigido directamente a su oficina porque era el lugar más cercano para secuestrarse.
Su impotencia sobre Lexa la había dejado con una necesidad incontrolable de dominar, una necesidad instintiva de restablecer su reclamo como protector y afirmar su liderazgo sobre la Manada.
Anhelaba una mujer debajo de ella, sometiéndose a su voluntad. Su sistema estaba preparado, transmitiendo su dominio, y cualquier persona que estuviera cruzada en su camino trataría de someterse a ella.
No estaba segura de poder resistir, y no quería enredarse por frustración y enojo.
Era el Alpha.
Tenía que tener el control suficiente para dirigir la manada, sin importar cuán grande fuese la presión, ni la intensidad del estrés.
Se lo debía a ellos.
*****
—Tú juegas un juego peligroso, Quinn.
—Llamas, Alpha—apretó su boca abierta contra su cuello y la lamió, probando el bosque primitivo lleno de pinos dulces y pasiones oscuras.
Tembló, su instinto de someter la guerra con su dominio natural. Su sexo pulsaba con prontitud, y gimió, frotándose contra el torso desnudo de Santana. Presionó la palma de su mano contra el abdomen, con las garras expuestas.
—Contesto. No estoy jugando.
******
Cerró los ojos, temblando con el calor de la boca de la ojiverde deslizándose sobre su garganta. Sus garras le pincharon la piel y los pezones se apretaron. Su sexo se inundó, su clítoris se hinchó, y en otro segundo, tomaría a Quinn.
Ambas se arrepentirían, no por lo que hicieran sería antinatural, sino porque destruiría su orden natural.
Deslizó ambas manos sobre los hombros de la ojiverde y bajó por sus brazos, luego la apartó suavemente.
—Déjame. Ahora. Vete.
Los ojos verdes de cazador de Quinn estaban vidriosos, su piel enrojecida y sexo brillaba.
—Me someto voluntariamente. Por favor.
—No, no lo haces—gruñó.
—Déjame.
Se acercó a Quinn, abrió las pesadas puertas y la empujó hacia el vestíbulo. Después de golpear y cerrar la puerta con llave, saltó a las ventanas con paneles de plomo detrás de su escritorio, las abrió y se lanzó. Su lobo aterrizó silenciosamente y en un instante había dejado al Compuesto, ya la tentación, detrás.
************
—¿Dra. Pierce?—la enfermera de urgencias llamó suavemente a la puerta de la sala de guardia—¿Estás despierta?
—Sí—respondió con brusquedad.
Acabaron la junta de los pacientes poco después de las cuatro de la madrugada y se había retirado a su cuarto de guardia. No esperaba dormir, pero necesitaba la soledad para ordenar sus sentimientos.
No podía conseguir el episodio con Santana López fuera de su mente.
Siempre que recordaba la feroz forma en que había atacado la herida de Lexa, como si pudiera vencer la lesión con pura fuerza de voluntad, se estremeció de excitación.
Comprendía la fisiología de una adrenalina alta: la había experimentado con frecuencia después de una intensa lucha de vida y muerte. Y esos pocos momentos en ese cubículo rodeado por la agresión desenfrenada de los Weres, particularmente la Alpha, fueron algunos de los momentos más estimulantes de su vida.
Lo que no podía explicar tan fácilmente era lo sexualmente excitada que el episodio la había dejado.
Horas más tarde, la imagen de los ojos de Santana resplandecientes de oro de lobo y el brillo de los caninos letales contra sus sensuales labios hizo acelerar su clítoris.
Acostado sola en la oscuridad, no podía negar su excitación y no podía fingir ignorancia de la fuente. Santana López la fascinó: hermosa, poderosa, violentamente agresiva, exquisitamente tierna.
Se movió inquieta, tan agitada que incluso su piel era hipersensible.
—¿Brittany?—preguntó de nuevo la enfermera.
Se sentó de golpe.
Dios, necesitaba controlarse.
—Sí. Lo siento. Ya voy—pasando las manos rápidamente por su cabello y comprobando que su camisa quirúrgica estaba metida en sus vaqueros, abrió la puerta—¿Problema?
Jane miró preocupada por el pasillo.
—Una Detective Wilde está preguntando por ti. Le dije que no estabas disponible, pero ella insistió en hablarte ahora. Dijo que no podía esperar hasta el final del turno. Lo siento.
—Está bien. ¿Dónde está ella? Hablaré con ella.
—La he puesto en la sala de espera privada.
—Bueno. Si me necesitas, ven a buscarme—se detuvo en la pequeña cocina para servirse una taza de café, luego caminó hasta el otro extremo de ER en forma de L hasta la sala de consulta de la familia.
No era más que una sala de examen que se había convertido, añadiendo una mesa redonda y unas pocas sillas, a un lugar donde el personal podía hablar con las familias de pacientes gravemente enfermos.
Las paredes eran todavía gris institucional, los pisos de un azulejo con dibujos anodinos, las luces de inserción fluorescentes cuadrados. Áspero, desnudo y estéril.
Definitivamente no es un lugar cálido y alegre.
La mujer que la esperaba se veía bien en casa. Su rostro, aunque impecablemente presentado con delicadas y arqueadas cejas rubias sobre los ojos verdes, la nariz estrecha y huesos elegantemente refinados, parecían tan fríos y sin emoción como una estatua de mármol magníficamente tallada.
—Brittany Pierce—dijo extendiendo la mano—Soy una de los médicos responsables de urgencias.
—Detective Kitty Wilde—dijo la mujer, levantándose para devolver el apretón de manos.
Estaba vestida con unos pantalones negros ajustados y a la medida que brillaban con algún tipo de hilo metálico entretejido en la tela, una camisa de seda oscura de cuerpo entero y una chaqueta de cuero negro. Una palca redonda de oro brillaba en su estrecha cintura. Sus dedos eran largos, fuertes y frescos.
—¿Café?—levantó una ceja hacia la taza que tenía en la mano—Tengo que decir que es bastante malo.
—No gracias.
Sacó una silla de madera de respaldo recto y se sentó frente a la detective.
Hablaba con cientos de personas cada semana y se consideraba muy buena en la lectura de señales no verbales. No podía conseguir algo de esta mujer que estaba sentada absolutamente inmóvil, evaluándola. Podría haber estado mirando un cuadro.
Tomó un sorbo de café y esperó.
—Estoy investigando un reporte de una puñalada en Washington Park alrededor de las diez de la tarde de anoche—dijo la detective—Tengo entendido que trataste a una chica por una herida de puñalada sobre ese tiempo.
—Su información no es no es del todo correcta, detective—respondió, pensando furiosamente.
No había llenado ningún papeleo porque en realidad no había tratado a Lexa.
No estaba segura de por qué la policía estaba involucrada, pero instintivamente, quería proteger no sólo a Lexa, sino a Santana López.
La reacción no tenía sentido, pero confiaba en sus sentimientos.
—No traté a nadie con una herida de puñalada antes. ¿De qué se trata todo esto?
La detective se inclinó hacia delante, apoyando los brazos sobre la mesa y doblando las manos. Su voz era perfectamente modulada, tranquila y aparentemente imperturbable.
—¿Cuál es tu relación con Santana López?
—Lo siento. Si tuviera una relación con la Sra. López, no creo que sea asunto de nadie. Pero me temo que no la conozco.
—¿No estás familiarizada?
—No, personalmente, no.
La detective Wilde empujó un periódico doblado que estaba junto al brazo derecho sobre la mesa. Con un eficiente giro de su dedo, la abrió a la primera página.
—Esto dice lo contrario.
La foto encima del doblez de la primera página de Albany Star, la versión local del National Enquirer, mostró a Lexa acostada en una camilla en la sala de examen con Brittany sujetándola. De perfil, Santana López, con caninos relucientes, le gruñó de rabia.
El encabezado de letras en el bloque de 50 puntos decía: ¿LA CONSEJERA WERE PERDIÓ LA REGULACIÓN DE LOS ANIMALES FRÍOS, ¿NO LOS DERECHOS?
—Jesús—murmuró.
—¿Quiere modificar su historia?—preguntó la detective con su voz sobrenaturalmente tranquila.
Tranquilidad sobrenatural.
Clásicamente hermosa.
Emocionalmente enigmática.
Genial.
Literalmente.
Se tomó su tiempo estudiando a la detective, que la miraba con una débil sonrisa, sus ojos de insondables piscinas de obsidiana. Finalmente, dijo:
—Wilde. Uno escucha ese nombre en las noticias mucho estos días. No creo que por ninguna posibilidad salvaje estés relacionada con...
—El consejero Zachary Wilde es mi papá—dijo Kitty.
Zachary Wilde fue el Consejero Especial de los Estados Unidos para Asuntos de Vampiros.
La contraparte de Santana López en la Coalición Praetern.
—¿Eso te convierte en un amigo o enemigo?—preguntó señalando al periódico.
—Eso me convierte en detective. ¿La chica tuvo fiebre?
Miró su reloj. 5:50. El sol se había levantado.
No conocía a esta detective y no tenía ninguna razón para confiar en ella, pero no pudo controlar su preocupación automática.
—¿No deberías...uh...estar en algún lugar más seguro?
La detective Wilde sonrió, una sonrisa llena que la convirtió de simplemente hermosa en espectacularmente impresionante.
—No estoy muriendo, doctora Pierce. La exposición a la luz directa del sol me da dolor de cabeza y de vez en cuando me da náuseas. Pero no me mata en cuestión de minutos. No, no hasta que yo anime.
—Así que tú, me perdonas si uso un término equivocado... ¿un vampiro vivo?
—Preferimos que el término sea pre-animado, pero básicamente sí—Kitty dio un golpecito en el periódico—La adolescente en la fotografía. Ella es una Were, ¿correcto?
—Sí. Mira, yo realmente no la traté. No sé qué está mal con ella.
—¿Has visto a otros adolescentes con fiebre en los últimos meses?
—No. Usted debe saber tan bien como yo qué ellos rara vez buscan atención de emergencia.
—Estos no serían Weres—dijo Kitty, con la primera señal de emoción brillando en sus ojos—Estos serían humanos.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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¡FELIZ DÍA DE LA MUJER!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
hola morra,...
san tiene a todos en la hoguera a fuego lento jaja
a bue britt entre laicans y diurnos ( pre-animado) jajaj la va a pasar divino!!!
a ver como van las cosas??
nos vemos!!
san tiene a todos en la hoguera a fuego lento jaja
a bue britt entre laicans y diurnos ( pre-animado) jajaj la va a pasar divino!!!
a ver como van las cosas??
nos vemos!!
FELIZ DIA DE LA MUJER!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Seia interesante que Santana llegara al hospital de nuevo, que esta buscando Kitty????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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