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[Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
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[Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Prólogo
Brittany: como buena hija de una distinguida familia de Holanda que llego a vivir y dar riendas en Boston, no permite a los demás adivinar que bajo su refinado exterior se esconde alguien que ha perdido por completo el control de su vida.
Hanna: la catedrática Hanna Marin, tan encantadora como inflexible, es una intelectual con mucho carisma, cuyo objetivo es eclipsar a todas las críticas feministas lesbianas del mundo. Superdotada en lo que al ego se refiere, cree que su privilegiada inteligencia le da derecho a saltarse todas las normas.
Kitty: la mejor amiga de Brittany, es su compañera de estudios que se ha pasado el último semestre intentando convencer a la ojiazul para que se tome unas merecidas vacaciones y se aleje de la universidad... y de Hanna.
Kitty tiene miedo de volver a enamorarse, pero se siente irremediablemente atraída por la fragilidad de Brittany.
Santana: con la esperanza de encontrarle sentido a su vida.
Brittany decide irse a Heroy, Nuevo México, a pasar el verano con Kitty y sus dos madres lesbianas.
Ahí conoce a Santana López, escultora de talento y patinadora en los ratos libres, cuyo aspecto rudo y un tanto extravagante enmascara un corazón roto.
Sus vidas se cruzarán en una apasionante historia.
Hanna: la catedrática Hanna Marin, tan encantadora como inflexible, es una intelectual con mucho carisma, cuyo objetivo es eclipsar a todas las críticas feministas lesbianas del mundo. Superdotada en lo que al ego se refiere, cree que su privilegiada inteligencia le da derecho a saltarse todas las normas.
Kitty: la mejor amiga de Brittany, es su compañera de estudios que se ha pasado el último semestre intentando convencer a la ojiazul para que se tome unas merecidas vacaciones y se aleje de la universidad... y de Hanna.
Kitty tiene miedo de volver a enamorarse, pero se siente irremediablemente atraída por la fragilidad de Brittany.
Santana: con la esperanza de encontrarle sentido a su vida.
Brittany decide irse a Heroy, Nuevo México, a pasar el verano con Kitty y sus dos madres lesbianas.
Ahí conoce a Santana López, escultora de talento y patinadora en los ratos libres, cuyo aspecto rudo y un tanto extravagante enmascara un corazón roto.
Sus vidas se cruzarán en una apasionante historia.
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Hola, aquí les dejo otra historia el principio de esta nueva historia, espero y les guste!
Gracias por leer y comentar!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro.
Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-finalHola, aquí les dejo otra historia el principio de esta nueva historia, espero y les guste!
Gracias por leer y comentar!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro.
Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo
A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final
Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final
Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final
Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-fanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-prologo#538737
Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin
Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-adaptada-prologo#539712
Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-cap-35#542092
Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891
Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo
Un Vuelo con Escalas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22590-fanfic-brittana-un-vuelo-con-escalas-adaptada-cap-33-final#544923
Secretos del Pasado: https://gleelatino.forosactivos.net/t22595-resueltofanfic-brittana-secretos-del-pasado-adaptada-epilogo
En tus Brazos y Huir de Todo Mal: https://gleelatino.forosactivos.net/t22602-resueltofanfic-brittana-en-tus-brazos-y-huir-de-todo-mal-ii-pasion-adaptada-epilogo
Parejas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22615p195-resueltofanfic-brittana-parejas-adaptada-cap-41-final#547481
La Chica de Servicio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22617-resueltofanfic-brittana-la-chica-de-servicio-3-rindete-adaptada-epilogo-santana
A su Manera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22622-resueltofanfic-brittana-a-su-manera-adaptada-cap-50-final
Pídeme lo que Quiéras 4: Y yo te lo Darpe: https://gleelatino.forosactivos.net/t22630-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-4-y-yo-te-lo-dare-adaptada-epilogo
Angel de Fuego: https://gleelatino.forosactivos.net/t22633-resueltofanfic-brittana-angel-de-fuego-adaptada-cap-39-fin
Después de Todo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22642-fanfic-brittana-despues-de-todo-adaptada-epilogo
Pintando la Luna: https://gleelatino.forosactivos.net/t22644-resueltofanfic-brittana-pintando-la-luna-adaptada-epilogo
La Luna de Media Noche: https://gleelatino.forosactivos.net/t22647-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-media-noche-adaptada-epilogo
Amor en Espera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22651-resueltofanfic-brittana-amor-en-espera-adaptada-epilogo
Storms: https://gleelatino.forosactivos.net/t22657-resueltofanfic-brittana-storms-adaptada-epilogo
Fue un Beso Tonto: https://gleelatino.forosactivos.net/t22660-resueltofanfic-brittana-fue-un-beso-tonto-adaptada-epilogo
La Luna de Santana: https://gleelatino.forosactivos.net/t22664-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-santana-adaptada-epilogo
Con Todo mi Corazón: https://gleelatino.forosactivos.net/t22666-resueltofanfic-brittana-con-todo-mi-corazon-adaptada-epilogo
La Esposa Del Vecino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22668-resueltofanfic-brittana-la-esposa-del-vecino-adaptada-epilogo
Dulce Brittany: https://gleelatino.forosactivos.net/t22671-resueltofanfic-brittana-dulce-brittany-adaptada-epilogo
Eres Para Mí: https://gleelatino.forosactivos.net/t22674-resueltofanfic-brittana-eres-para-mi-adaptada-epilogo
Vampira: https://gleelatino.forosactivos.net/t22679-resueltofanfic-brittana-vampira-adaptada-epilogo
Rojo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22687-resueltofanfic-brittana-rojo-adaptada-cap-34-final
Retroceder el Tiempo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22695-resueltofanfic-brittana-retroceder-el-tiempo-adaptada-epilogo
Dulce Travesura: https://gleelatino.forosactivos.net/t22699-resueltofanfic-brittana-dulce-travesura-adaptada-epilogo
Compañeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22704-resueltofanfic-brittana-companeras-ii-carretera-del-infierno-adaptada-cap-34-y-35-fin
Pequeño Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22711-resueltofanfic-brittana-pequeno-amor-adaptada-epilogo
Por la Eternidad: https://gleelatino.forosactivos.net/t22718-resueltofanfic-brittana-por-la-eternidad-adaptada-epilogo
Besos: https://gleelatino.forosactivos.net/t22720-resueltofanfic-brittana-besos-adaptada-epilogo
Bambalinas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22725-resueltofanfic-brittana-bambalinas-adaptada-epilogo
Razonable: https://gleelatino.forosactivos.net/t22733-resueltofanfic-brittana-razonable-iii-adaptada-epilogo
Seducción: https://gleelatino.forosactivos.net/t22737-resueltofanfic-brittana-seduccion-adaptada-epilogo
Dilo a Otra: https://gleelatino.forosactivos.net/t22740-resueltofanfic-brittana-dilo-a-otra-adaptada-epilogo-parte-ii
En Equilibrio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22741-resueltofanfic-brittana-en-equilibrio-adaptada-epilogo
Simplemente: https://gleelatino.forosactivos.net/t22743-fanfic-brittana-simplemente-ii-adaptada-cap-3
Nunca: https://gleelatino.forosactivos.net/t22747-fanfic-brittana-nunca-i-adaptada-cap-1#561488
Sexy Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22748p175-resueltofanfic-brittana-sexy-amor-adaptada-epilogo#562089
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
se ve interesante!!!
por lo monos sam no aperase por acá,.. por ahora jajaja
nos vemos!!!
se ve interesante!!!
por lo monos sam no aperase por acá,.. por ahora jajaja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
se ve interesante!!!
por lo monos sam no aperase por acá,.. por ahora jajaja
nos vemos!!!
Hola lu, si¿? espero y sea asi ajajajajajaja. Uff ni lo nombres q aparece ajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Se oyó jaleo en la calle y dos ancianas chillaron casi al unísono.
Kitty agarró a Brittany por el brazo y la arrastró hacia la puerta de la verdulería.
En ese momento, pasó zumbando una figura humana subida a unos patines en línea, saltó por encima de la boca de incendios, esquivó un tenderete y gritó «¡Eh!» antes de pararse en seco y dar media vuelta para saludar a Kitty.
Era una mujer joven, vestida con una camiseta rota, unos pantalones cortos,
bajo los cuales asomaban unas bragas y una gorra de béisbol con la visera hacia atrás.
Permaneció inmóvil mientras sonreía a Kitty.
—Me alegra comprobar que sigues siendo una auténtica salvaje.
—¿No te gusta mi imagen?
—No, lo que me aterroriza es tu forma de patinar. A tu lado, los patinadores de Nueva York parecen colegiales. ¿Has aumentado tu colección de multas?
—Sí, él sheriff Hudson me pilló la semana pasada. Doblé una esquina demasiado rápido y casi me llevo por delante un grupo de turistas de la tercera edad que estaban bajando de un autocar. No choqué con nadie, pero me cargué el Mercedes de la alcaldesa Chang-Cohen-Chang cuando me vi obligada a tomar un desvío por encima del capó del coche. Me llevé un poco de pintura.
Brittany Pierce soltó una carcajada y tanto Kitty como Santana se volvieron
para mirarla.
—No quería reírme. Espero que no te hicieras daño—dijo Brittany, mientras se secaba los ojos con una punta de la camisa.
—No le hagas mucho caso. Hace semanas que no se ríe. Me parece que has roto el hechizo—le explicó Kitty.
Santana ladeó la cabeza y miró a Brittany por encima de sus gafas de sol.
—Bueno, ¿y cómo se llama tu amiguita? —preguntó.
—Brittany Pierce, te presento a Santana López—dijo Kitty.
Brittany le tendió tímidamente una mano y Santana se la estrechó con delicadeza.
—Britt se queda a pasar el verano conmigo—dijo Kitty.
—¿Es tu novia? —preguntó Santana.
—No, en realidad está huyendo de su novia —explicó Kitty.
—¡Kitty! —exclamó Brittany.
—¿Es verdad? —preguntó Santana.
Brittany no estaba muy segura de estar hecha para la vida de pueblo. En Heroy no se respetaba nada: el decoro se divulgaba a los cuatro vientos y la sinceridad era el sabor del mes en el puesto de helados existenciales.
A Brittany le parecía un poco preocupante, ya que ella era hija de una distinguida familia de Boston en la que no se comentaban las preocupaciones que corrían bajo el refinado aspecto exterior que lucía cada uno.
EI hecho de que hubiera abandonado a su novia porque estaba sufriendo un
caso agudo de tensión nerviosa, que era un eufemismo para definir un ataque de nervios, era algo que no tenía intención de comentar con una completa desconocida.
Cualquiera que hubiera pasado los tres últimos años con Hanna Marin estaba condenada a sufrir unos cuantos males.
—Sí—confesó Brittany de mala gana—, Estoy descansando un poco de esa dinamo superambiciosa y de gran talento que es mi novia.
—¿Y a ella le parece bien? —preguntó Santana.
—Bueno, tampoco es que esté entusiasmada con la idea.
—Todos necesitamos un respiro de vez en cuando —dijo Kitty.
—¿Te quedas a pasar el verano? —preguntó Santana, que obviamente estaba considerando la posibilidad de que hubiera una chica nueva en el pueblo.
—Sí, se queda, y espero que me ayudes a distraerla un poco. De una forma
adecuada, por supuesto—añadió Kitty, pensando de repente en el comportamiento no siempre ortodoxo de Santana.
—Hum...—vaciló Santana, mientras se alejaba patinando. Después dio media vuelta y añadió—Ya veremos.
Brittany y Kitty llegaron al café que la mamá de la ojiverde, Rachel, tenía y regentaba.
Ahí era donde trabajaría Kitty durante el verano.
En cuanto a Brittany, lo único que tenía que hacer era descansar.
La avergonzaba su incapacidad para hacerse cargo de su propia vida, pero sabía que debía relajarse, recuperar algo de peso y dormir.
Brittany se hubiera pasado el verano en Nueva York, batallando con Hanna y llamando cada tarde a Kitty hecha un mar de lágrimas, de no haber sido por una doctora joven y vehemente que había insistido en la necesidad de llevarla a algún sitio tranquilo, ya fuera una clínica privada o lejos de la ciudad.
Kitty había ideado el plan perfecto.
Hasta el preciso instante en que cerraron la puerta del coche y se despidieron, Hanna estuvo despotricando y gesticulando para poner de manifiesto su desaprobación, mientras criticaba a Brittany por no ser lo bastante fuerte, por perder peso y por perder el juicio.
Brittany se había acobardado y había postergado la idea de hacer planes definitivos para su marcha, como por ejemplo la hora, el día o el siglo en que debía producirse.
Hasta que Kitty la había acorralado... La tarde llegaba a su fin y Hanna estaba en una de sus muchas reuniones en la facultad.
Flashback
Brittany bebía whisky escocés, mientras contemplaba la luz que entraba por la gran ventana saliente y danzaba sobre el reluciente suelo de madera del loft.
Kitty paseaba de un lado a otro y sus zancadas eran largas e idénticas.
Brittany estaba sentada en el viejo sillón de piel que había pertenecido a su papá, apretando los brazos con aire reflexivo mientras pensaba en lo mucho que su mamá y Hanna odiaban aquel sillón.
La había rescatado de las dos.
Primero, de su mamá, quien cerró la casa de Boston al quedarse viuda y se trasladó a Florida, donde, según ella, el sillón no encajaba con la decoración; y después, de Hanna, cuando se fueron a vivir juntas.
—Esa mujer va a acabar contigo—dijo Kitty, refiriéndose a Hanna—Lo que no entiendo es por qué supone tanto problema. Sólo será durante el verano.
Ni siquiera se dará cuenta de que te has ido, a no ser que necesite hacer una aparición en público con su atractiva novia. El resto del tiempo, estará por ahí con sus rollos intelectuales. Pasas más tiempo conmigo que con ella. En realidad, tú y yo hacemos mejor pareja y ni siquiera somos amantes—dijo Kitty, mientras le servía otro whisky escocés a Brittany.
—A lo mejor deberíamos serlo —replicó Brittany, sonriendo.
Kitty se enterneció.
Era difícil resistirse a Brittany, a su pelo rubio, a sus ojos azules, a la Brittany que se sentaba cómodamente en su sillón favorito y soportaba los gritos de otra mujer dominante.
Kitty se sintió triste.
—Lo siento. Yo me ocuparé de todo. Tendrás tiempo y espacio para poder respirar de nuevo. Le prometí a mi mamá que la ayudaría con el café, porque este verano se van a celebrar un montón de ferias de artesanía y, además, estamos en plena temporada turística. Yo iré a trabajar, mientras tú estás por ahí, duermes, lees, estudias alguna filosofía oriental rara... o lo que quieras.
—Yo no duermo, ¿te acuerdas?—dijo Brittany, mientras trataba de recordar
cuándo había sido la última vez que se había ido a dormir y por la mañana se había despertado en la cama.
Por lo general, terminaba en casa de Kitty bebiendo whisky escocés y viendo películas antiguas durante toda la noche.
Quizá tendría que hacer un máster en cine y no en estudios de la mujer.
Kitty estudiaba de día y por la noche servía mesas. Vivía dos puertas más allá y Brittany terminaba en su casa la mayoría de las noches.
Hanna dormía a pierna suelta, con la tranquilidad que da saber que una es una mujer de éxito y que alguien la ama, y no tenía ni idea de que su novia estaba pasillo abajo emborrachándose con otra mujer.
Cada mañana, cuando se levantaba, se encontraba a Brittany tomando café y leyendo el periódico.
Se llevó una buena sorpresa cuando los médicos le diagnosticaron a Brittany un caso grave de tensión nerviosa. Pesaba menos de lo que debería, estaba un poco desnutrida y apenas dormía.
Nadie se dio cuenta de que estaba enferma hasta que se desmayó en clase durante un examen y se la tuvieron que llevar en ambulancia.
—Tienes que descansar. Si te quedas en la ciudad, te llevará de un lado para otro, te pondrá aún más nerviosa y nunca terminarás la carrera porque estarás en el manicomio. Díselo tal cual—dijo Kitty.
—Como si me fuera a creer—contestó Brittany—Ya me considera una idiota.
—No estoy de acuerdo. Eres su protegida.
—No. Me sienta bien el traje de etiqueta y sé utilizar los cubiertos.
—Y eres buena en la cama —dijo Kitty, mientras le revolvía el pelo.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Brittany, indignada.
—Hanna me lo dijo.
—¿Que te lo dijo?
—No tienes por qué avergonzarte. En realidad, estaba enumerando los atributos que debe poseer la pareja de una lesbiana que pronto será una celebridad en el mundillo intelectual.
—Que le siente bien el traje de etiqueta y que sepa follar—dijo Brittany.
Se levantó de repente y se sirvió otro whisky escocés, mientras se preguntaba durante una décima de segundo si tendría que añadir a su lista de achaques un problema con la bebida.
—¿Por qué estás tan enfadada? —preguntó Kitty, inquieta.
—Porque me parece que no he nacido para ser la atractiva compañera de cama de una aspirante a intelectual cuya vida no será completa hasta que su fama no alcance el último rincón de este agujero que llamamos mundo y hasta que no haya eclipsado a todas las críticas feministas lesbianas que han existido desde el principio de los tiempos. Por eso. Me voy y me importa una mierda lo que diga. ¿Puedo llevarme mi sillón? No me atrevo a dejárselo a ella—preguntó Brittany, mientras pellizcaba el respaldo con cariño.
—Claro. Lo ataremos a la baca del coche —contestó Kitty.
Hanna no se alegró precisamente cuando Brittany le dijo que se marchaba.
—Es que no lo entiendo. Deberías cuidarte un poco más, pero no puedes esperar que yo vaya por ahí haciendo de enfermera, asegurándome de que hagas las cosas más normales, las que los demás hacemos sin problemas. Es muy fácil: comer, dormir y no ponerse enferma. Es tan típico de ti, dejar que las cosas se te vayan de las manos... Y ahora, cuando más te necesito, resulta que te vas corriendo. Yo no quiero una compañera paranoica, no tengo tiempo para eso.
—Bueno entonces me parece que tendrás que buscarte una nueva. Puedes poner un anuncio: lesbiana intelectual busca novia despampanante y sumisa a la que le siente bien el traje de etiqueta, que tenga experiencia quitando el polvo y que sepa follar. Creo que lo que quieres es eso. Por lo que a mí respecta, ya puedes coger tu lista de atributos conyugales apropiados y metértela en el culo.
Hanna le dio un tortazo y Brittany, hecha un mar de lágrimas, corrió hacia Kitty con la mano todavía marcada en la cara.
Kitty se puso furiosa.
—Que por una vez te hayas hecho valer, no le da derecho a pegarte—dijo
Kitty, mientras abrazaba a una Brittany llorosa.
La más alta se quedó esa noche con ella.
Al día siguiente por la tarde, cuando Brittany volvió a casa, Hanna la estaba esperando con un ramo de flores, un montón de disculpas y una mirada atemorizada.
—Lo siento. No quería hacerte daño—dijo, con los ojos llenos de lágrimas—Te quiero, joder, y te echaré de menos, pero también quiero que te pongas bien. Si necesitas marcharte durante un tiempo, lo entiendo. No quiero perderte.
—Eso no va a pasar. Te lo prometo.
Hanna la condujo hasta la cama y le hizo el amor muy despacio.
La besó una y otra vez por todo el cuerpo y trató de que el dolor que las dos sentían desapareciera.
—Jamás volveré a pegarte, te lo juro. Nunca, nunca más.
—Chist, ya lo sé—dijo Brittany.
Se quedó dormida, con la cabeza apoyada en el hombro de Hanna, y dejó que su amante la mirara y se preguntara por qué le había pegado.
La despedida no fue fácil.
Hanna se convirtió una vez más en la mujer atenta y sensible de la que Brittany se había enamorado, pero no pudo evitar la sensación de quitarse un gran peso de encima.
Podía respirar de nuevo.
Cuando llegaron a la autopista de peaje, cantando viejas canciones de Guess Who y fumando puritos, sonrió.
—Me encanta viajar en coche—dijo Kitty.
Sonrió también y se puso las gafas oscuras porque estaba empezando a salir el sol.
—Y a mí—repuso Brittany, inclinando hacia atrás el asiento y cogiéndole la
mano a Kitty.
Fin Flashback
Y por fin estaban sentadas en el café de la madre de Kitty, bebiendo Coca-
Cola, comiendo patatas fritas y escuchando viejas historias.
—Si no engordas con la comida de mi mamá, no engordarás nunca—dijo Kitty, mientras se palmeaba los muslos y dejaba en el plato de Brittany las patatas fritas que no se había comido.
—Estás muy bien tal y como estás —dijo Brittany.
—No estoy precisamente delgada.
—No tienes que estar precisamente delgada para ser atractiva.
—¿Me encuentras atractiva? —se burló Kitty.
—Muchísimo—contestó Brittany, al mismo tiempo que le pasaba un brazo por los hombros y la besaba en la mejilla.
—Bueno, Britt, ¿qué te ha parecido hasta ahora nuestro pueblo?—preguntó
Rachel, mientras las contemplaba y se preguntaba dónde habían trazado la
frontera entre la amistad y el amor.
Rachel Berry era una mujer de treinta y nueve años, con el pelo largo y castaño oscuro.
Llevaba camisas o poleras, vaqueros ceñidos y zapatillas, pero nunca tenía un aspecto demasiado hogareño.
Había algo en ella innegablemente femenino.
Sus ojos eran grandes y marrones, y Brittany siempre tenía la extraña sensación de que un día se caería dentro y jamás podría volver a salir.
Era agradable mirar a las mujeres que tenían los ojos del mismo color que la tierra.
Si bien los de Kitty verdes y rubia, era de la misma estatura que Rachel y ha Brittany siempre ansiaba verlos después de pasar un día entero en compañía de la mirada implacable, azul como el acero, de Hanna.
—La primera persona a la que ha conocido hoy es Santana López, que casi
nos atropella —dijo Kitty.
—San—musitó Rachel, con una sonrisa.
—A veces, mi mamá quiere a Santana más que a mí—dijo Kitty afablemente.
—Porque tú tienes mamá y ella no.
—¿Qué quieres decir? Todo el pueblo la trata como si fuera de la familia—
replicó Kitty.
—Este pueblo no existiría de no haber sido por los San. Su bisabuelo llegó aquí y encontró cobre. Primero fue un pueblo minero, después un pueblo fantasma...
—Y después, la meca de gays y lesbianas artistas—intervino Kitty.
—No empezó así.
—Pero ahora es así.
—¿Todos los habitantes del pueblo son gay? —preguntó Brittany.
—Todos no, pero la mayoría sí —respondió Kitty.
—¿Y a todo el mundo le parece bien? —preguntó Brittany.
—En general, sí, excepto a los dos hombres cuyas esposas se fueron con
lesbianas, pero se han marchado. Intentaron montar un escándalo, ya sabes, que los periódicos de Cedar City y Grover's Corner hablaran del tema, pero lo único que se consiguió fue incrementar el número de habitantes del pueblo. Joder, ahora tenemos artistas llegados de todas partes y también hemos conseguido otra feria de artesanía. Los heteros de este pueblo llevan tanto tiempo rodeados de gays que creo que ya ni se dan cuenta—dijo Rachel, con una sonrisa dirigida a Brittany.
—Pero si hasta tenemos lesbianas de segunda generación en el pueblo, como Kitty—dijo Quinn, que en ese momento se acercaba con una bandeja llena de cervezas para las jóvenes que integraban la cuadrilla encargada de montar la carpa de la feria de artesanía.
—¿Quedaría muy mal si pido un whisky escocés con hielo?—preguntó Brittany, sin quitarle el ojo a la bandeja llena de bebidas alcohólicas.
—¡Aleluya! Otra bebedora en casa. Bien dicho, cielo. Un poco de alcohol no
le hace daño a nadie. Y, si no, pregúntale a Quinny. Tendría que estar alcoholizada, pero mírala. Se conserva muy bien, para la edad que tiene. No
como esta escuchimizada de aquí, que es de la liga de los abstemios—dijo
Rachel, dándole una palmadita a Kitty en la cabeza.
—No soy de la liga de los abstemios. Yo también bebo, pero no me gusta caerme en los estanques, ni por los tramos de escalones, ni chocar con las adelfas antes de llegar a la puerta—contestó Kitty.
Rachel se encogió de hombros.
—Bueno, alguna que otra vez se nos ha ido la cosa de las manos, pero, joder, eso no le hace daño a nadie—dijo.
—Excepto la vez que a Quinn la pillaron disfrazando a Pedro López de la reina de Inglaterra—replicó Kitty.
—Eso fue un pequeño desliz. Además, era el cuatro de julio y Quinny es de
origen inglés—dijo Rachel.
—Y si es tan inglesa, ¿cómo es que le pusieron el nombre de Lucy Quinn Fabray?—preguntó Kitty.
—Cielo, ya te lo he contado. La mamá de Quinn fue cabaretera durante la guerra, la Primera Guerra Mundial, y cuando se tuvo que marchar volvió amargada a la madre patria. Murió amargada. No creo que haya existido una mujer más cabreada por culpa de la guerra que la mamá de Quinn. Destruyó su carrera. Y no hay nada peor que una carrera destruida para transformar la actitud de una mujer, para convertir su amor en odio. Le puso ese nombre a Quinn en honor a sus sueños frustrados—dijo Rachel y le dirigió una sonrisa a la rubia, que estaba charlando en un rincón con las bolleras que montaban la carpa.
Quinn era muy útil en el pueblo: era la persona más afable del lugar y, cuando hubiera terminado de hablar con el grupo de mujeres, seguro que se irían juntas de copas. Y después volverían al café para comer algo a última hora de la noche o para desayunar.
Lucy Quinn Fabray era una especie de cámara de comercio.
Brittany contempló a Quinn.
Aquella mañana le había dado un susto de muerte.
Había sido espantoso.
Flashback
Brittany se estaba bañando, muy temprano.
Todavía no se había levantado nadie, así que se le había ocurrido darse un buen baño de espuma y leer un rato.
El pestillo de la puerta del cuarto de baño no cerraba, pero ella creía que todo el mundo estaba durmiendo.
Acto seguido, una mujer con la cara cubierta de una cosa asquerosa de color verde entró en el cuarto de baño, abrió el grifo del agua y se metió en la bañera antes de darse cuenta de que estaba ocupada.
Brittany se sintió morir de vergüenza.
Quinn entró en el agua y se dio media vuelta, momento en el que descubrió que había alguien más en la bañera. Soltó una risa histérica mientras Brittany
trataba desesperadamente de no mirar a la mujer, mayor que ella, que estaba desnuda con un pie dentro de la bañera.
Quinn le prometió que serían amigas para siempre, ya que se habían conocido desnudas, pero Brittany no entendía del todo la lógica de aquel razonamiento.
A continuación, Quinn le preguntó si le importaba compartir la bañera y terminaron bañándose juntas.
La cosa no fue tan terrible como Brittany esperaba.
En realidad, se pasaron el rato charlando afablemente. Brittany le habló de Hanna y le contó los motivos por los cuales estaba ahí.
Quinn pareció comprenderla.
Fin Flashback
Durante el desayuno, Brittany se dedicó a pensar en cómo trataba su familia a los huéspedes, a quienes aislaba en alguna parte, atendía con esmero y protegía de cualquier situación desagradable.
Lo menos que se podía decir era que parecía demasiado afectado.
En cuanto a la familia de Kitty, de repente Brittany se había visto acogida en su seno, bien amarrada para soportar unas cuantas emociones fuertes.
Estaba empezando a pensar que le gustaba más así.
Quinn salió de la bañera.
Era una mujer guapa, con unas caderas voluptuosas y una sensualidad un tanto anticuada.
La vida en un pueblo había suavizado un poco su viperina lengua de forma que ahora tenía un tono vibrante, más campechano, una extraña mezcla entre intelectual y paleta del sur.
—A ver, chicas: estaba pensando en organizar una cenita, con la vajilla de cristal y todo, y con mi famosísimo jumbo—dijo Quinn, mientras le revolvía el cabello a Brittany.
Kitty la miró con una expresión rara, porque había reconocido el gesto de Quinn.
Ella misma debía de haberlo hecho miles de veces.
—Todo el mundo te hace eso, ¿verdad?—le preguntó a Brittany.
Brittany le sonrió, mientras pensaba que no todo el mundo: Hanna, por ejemplo, no lo hacía; ni su mamá; ni la gente que supuestamente la quería pero no lo demostraba.
—Claro, nena, con ese pelo tan rubio, tan fino y tan alborotado... Y esos ojos
azules que quitan el hipo—dijo Quinn, mientras Brittany la miraba—Suerte tienes que soy mayor y estoy casada, que si no... te estaría tirando los trastos como una loca.
Brittany se ruborizó.
Kitty le dedicó una sonrisa comprensiva y le revolvió el pelo con un gesto cariñoso.
—Bueno, volvamos a lo de la cenita. He pensado que podríamos celebrar tu
llegada, Kitty. Te encargo la tarea de perseguir a San y convencerla para que venga. Últimamente, le ha dado otra vez por aislarse. Por Dios, estamos en el siglo XXI y ella se niega a poner teléfono en casa. Ah, cielo—añadió Quinn, mirando a Rachel—, Llamaremos también a Tina.
—No me parece que sea buena idea invitar a la alcaldesa Chang-Cohen-Chang si también invitamos a Santana—intervino Kitty.
—Pero Tina es todo un personaje y yo lamentaría mucho que Brittany se perdiese la oportunidad de pasar una velada en compañía de la vecina más destacada de la comunidad. San y Tina se llevan bien la mayor parte del tiempo, excepto cuando San se salta las normas de circulación, pero a su esposo, Mike y a su hijo Tian les encanta—dijo Quinn.
—No te olvides del incidente del Mercedes, la semana pasada—le recordó
Rachel.
—Joder, San ha pagado los daños con creces. Dinero no le falta, precisamente, pero se me escapan los motivos por los cuales se empeña en seguir viviendo en ese espantoso bloque de obra vista de Third Street—dijo Quinn, sacudiendo la cabeza.
—Es un estudio, Quinn—puntualizó Kitty.
—Me da igual cómo lo llames: es un cuchitril. Un cuchitril en el que a lo mejor se puede trabajar, pero no vivir—afirmó Quinn en tono categórico.
—¿Santana es artista?—preguntó Brittany, mientras imaginaba la posibilidad de que la mujer de aspecto juvenil que había conocido poco antes fuera artista.
—Escultora, para ser exactas—contestó Rachel—, Y muy buena.
—Lo dicho, Kitty, ya estás yendo a hacerle una visita mientras yo me voy de compras con Britt—dijo Quinn, al mismo tiempo que se quitaba el delantal.
Brittany parecía un tanto inquieta.
—Tranquila, cielo, que no te haré nada. Después de todo, nos hemos bañado juntas, ¿no?—dijo Quinn, guiñándole un ojo—Tenemos muchas cosas de qué hablar.
Kitty sonrió a Brittany.
—Me parece que te han adoptado.
Kitty agarró a Brittany por el brazo y la arrastró hacia la puerta de la verdulería.
En ese momento, pasó zumbando una figura humana subida a unos patines en línea, saltó por encima de la boca de incendios, esquivó un tenderete y gritó «¡Eh!» antes de pararse en seco y dar media vuelta para saludar a Kitty.
Era una mujer joven, vestida con una camiseta rota, unos pantalones cortos,
bajo los cuales asomaban unas bragas y una gorra de béisbol con la visera hacia atrás.
Permaneció inmóvil mientras sonreía a Kitty.
—Me alegra comprobar que sigues siendo una auténtica salvaje.
—¿No te gusta mi imagen?
—No, lo que me aterroriza es tu forma de patinar. A tu lado, los patinadores de Nueva York parecen colegiales. ¿Has aumentado tu colección de multas?
—Sí, él sheriff Hudson me pilló la semana pasada. Doblé una esquina demasiado rápido y casi me llevo por delante un grupo de turistas de la tercera edad que estaban bajando de un autocar. No choqué con nadie, pero me cargué el Mercedes de la alcaldesa Chang-Cohen-Chang cuando me vi obligada a tomar un desvío por encima del capó del coche. Me llevé un poco de pintura.
Brittany Pierce soltó una carcajada y tanto Kitty como Santana se volvieron
para mirarla.
—No quería reírme. Espero que no te hicieras daño—dijo Brittany, mientras se secaba los ojos con una punta de la camisa.
—No le hagas mucho caso. Hace semanas que no se ríe. Me parece que has roto el hechizo—le explicó Kitty.
Santana ladeó la cabeza y miró a Brittany por encima de sus gafas de sol.
—Bueno, ¿y cómo se llama tu amiguita? —preguntó.
—Brittany Pierce, te presento a Santana López—dijo Kitty.
Brittany le tendió tímidamente una mano y Santana se la estrechó con delicadeza.
—Britt se queda a pasar el verano conmigo—dijo Kitty.
—¿Es tu novia? —preguntó Santana.
—No, en realidad está huyendo de su novia —explicó Kitty.
—¡Kitty! —exclamó Brittany.
—¿Es verdad? —preguntó Santana.
Brittany no estaba muy segura de estar hecha para la vida de pueblo. En Heroy no se respetaba nada: el decoro se divulgaba a los cuatro vientos y la sinceridad era el sabor del mes en el puesto de helados existenciales.
A Brittany le parecía un poco preocupante, ya que ella era hija de una distinguida familia de Boston en la que no se comentaban las preocupaciones que corrían bajo el refinado aspecto exterior que lucía cada uno.
EI hecho de que hubiera abandonado a su novia porque estaba sufriendo un
caso agudo de tensión nerviosa, que era un eufemismo para definir un ataque de nervios, era algo que no tenía intención de comentar con una completa desconocida.
Cualquiera que hubiera pasado los tres últimos años con Hanna Marin estaba condenada a sufrir unos cuantos males.
—Sí—confesó Brittany de mala gana—, Estoy descansando un poco de esa dinamo superambiciosa y de gran talento que es mi novia.
—¿Y a ella le parece bien? —preguntó Santana.
—Bueno, tampoco es que esté entusiasmada con la idea.
—Todos necesitamos un respiro de vez en cuando —dijo Kitty.
—¿Te quedas a pasar el verano? —preguntó Santana, que obviamente estaba considerando la posibilidad de que hubiera una chica nueva en el pueblo.
—Sí, se queda, y espero que me ayudes a distraerla un poco. De una forma
adecuada, por supuesto—añadió Kitty, pensando de repente en el comportamiento no siempre ortodoxo de Santana.
—Hum...—vaciló Santana, mientras se alejaba patinando. Después dio media vuelta y añadió—Ya veremos.
Brittany y Kitty llegaron al café que la mamá de la ojiverde, Rachel, tenía y regentaba.
Ahí era donde trabajaría Kitty durante el verano.
En cuanto a Brittany, lo único que tenía que hacer era descansar.
La avergonzaba su incapacidad para hacerse cargo de su propia vida, pero sabía que debía relajarse, recuperar algo de peso y dormir.
Brittany se hubiera pasado el verano en Nueva York, batallando con Hanna y llamando cada tarde a Kitty hecha un mar de lágrimas, de no haber sido por una doctora joven y vehemente que había insistido en la necesidad de llevarla a algún sitio tranquilo, ya fuera una clínica privada o lejos de la ciudad.
Kitty había ideado el plan perfecto.
Hasta el preciso instante en que cerraron la puerta del coche y se despidieron, Hanna estuvo despotricando y gesticulando para poner de manifiesto su desaprobación, mientras criticaba a Brittany por no ser lo bastante fuerte, por perder peso y por perder el juicio.
Brittany se había acobardado y había postergado la idea de hacer planes definitivos para su marcha, como por ejemplo la hora, el día o el siglo en que debía producirse.
Hasta que Kitty la había acorralado... La tarde llegaba a su fin y Hanna estaba en una de sus muchas reuniones en la facultad.
Flashback
Brittany bebía whisky escocés, mientras contemplaba la luz que entraba por la gran ventana saliente y danzaba sobre el reluciente suelo de madera del loft.
Kitty paseaba de un lado a otro y sus zancadas eran largas e idénticas.
Brittany estaba sentada en el viejo sillón de piel que había pertenecido a su papá, apretando los brazos con aire reflexivo mientras pensaba en lo mucho que su mamá y Hanna odiaban aquel sillón.
La había rescatado de las dos.
Primero, de su mamá, quien cerró la casa de Boston al quedarse viuda y se trasladó a Florida, donde, según ella, el sillón no encajaba con la decoración; y después, de Hanna, cuando se fueron a vivir juntas.
—Esa mujer va a acabar contigo—dijo Kitty, refiriéndose a Hanna—Lo que no entiendo es por qué supone tanto problema. Sólo será durante el verano.
Ni siquiera se dará cuenta de que te has ido, a no ser que necesite hacer una aparición en público con su atractiva novia. El resto del tiempo, estará por ahí con sus rollos intelectuales. Pasas más tiempo conmigo que con ella. En realidad, tú y yo hacemos mejor pareja y ni siquiera somos amantes—dijo Kitty, mientras le servía otro whisky escocés a Brittany.
—A lo mejor deberíamos serlo —replicó Brittany, sonriendo.
Kitty se enterneció.
Era difícil resistirse a Brittany, a su pelo rubio, a sus ojos azules, a la Brittany que se sentaba cómodamente en su sillón favorito y soportaba los gritos de otra mujer dominante.
Kitty se sintió triste.
—Lo siento. Yo me ocuparé de todo. Tendrás tiempo y espacio para poder respirar de nuevo. Le prometí a mi mamá que la ayudaría con el café, porque este verano se van a celebrar un montón de ferias de artesanía y, además, estamos en plena temporada turística. Yo iré a trabajar, mientras tú estás por ahí, duermes, lees, estudias alguna filosofía oriental rara... o lo que quieras.
—Yo no duermo, ¿te acuerdas?—dijo Brittany, mientras trataba de recordar
cuándo había sido la última vez que se había ido a dormir y por la mañana se había despertado en la cama.
Por lo general, terminaba en casa de Kitty bebiendo whisky escocés y viendo películas antiguas durante toda la noche.
Quizá tendría que hacer un máster en cine y no en estudios de la mujer.
Kitty estudiaba de día y por la noche servía mesas. Vivía dos puertas más allá y Brittany terminaba en su casa la mayoría de las noches.
Hanna dormía a pierna suelta, con la tranquilidad que da saber que una es una mujer de éxito y que alguien la ama, y no tenía ni idea de que su novia estaba pasillo abajo emborrachándose con otra mujer.
Cada mañana, cuando se levantaba, se encontraba a Brittany tomando café y leyendo el periódico.
Se llevó una buena sorpresa cuando los médicos le diagnosticaron a Brittany un caso grave de tensión nerviosa. Pesaba menos de lo que debería, estaba un poco desnutrida y apenas dormía.
Nadie se dio cuenta de que estaba enferma hasta que se desmayó en clase durante un examen y se la tuvieron que llevar en ambulancia.
—Tienes que descansar. Si te quedas en la ciudad, te llevará de un lado para otro, te pondrá aún más nerviosa y nunca terminarás la carrera porque estarás en el manicomio. Díselo tal cual—dijo Kitty.
—Como si me fuera a creer—contestó Brittany—Ya me considera una idiota.
—No estoy de acuerdo. Eres su protegida.
—No. Me sienta bien el traje de etiqueta y sé utilizar los cubiertos.
—Y eres buena en la cama —dijo Kitty, mientras le revolvía el pelo.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Brittany, indignada.
—Hanna me lo dijo.
—¿Que te lo dijo?
—No tienes por qué avergonzarte. En realidad, estaba enumerando los atributos que debe poseer la pareja de una lesbiana que pronto será una celebridad en el mundillo intelectual.
—Que le siente bien el traje de etiqueta y que sepa follar—dijo Brittany.
Se levantó de repente y se sirvió otro whisky escocés, mientras se preguntaba durante una décima de segundo si tendría que añadir a su lista de achaques un problema con la bebida.
—¿Por qué estás tan enfadada? —preguntó Kitty, inquieta.
—Porque me parece que no he nacido para ser la atractiva compañera de cama de una aspirante a intelectual cuya vida no será completa hasta que su fama no alcance el último rincón de este agujero que llamamos mundo y hasta que no haya eclipsado a todas las críticas feministas lesbianas que han existido desde el principio de los tiempos. Por eso. Me voy y me importa una mierda lo que diga. ¿Puedo llevarme mi sillón? No me atrevo a dejárselo a ella—preguntó Brittany, mientras pellizcaba el respaldo con cariño.
—Claro. Lo ataremos a la baca del coche —contestó Kitty.
Hanna no se alegró precisamente cuando Brittany le dijo que se marchaba.
—Es que no lo entiendo. Deberías cuidarte un poco más, pero no puedes esperar que yo vaya por ahí haciendo de enfermera, asegurándome de que hagas las cosas más normales, las que los demás hacemos sin problemas. Es muy fácil: comer, dormir y no ponerse enferma. Es tan típico de ti, dejar que las cosas se te vayan de las manos... Y ahora, cuando más te necesito, resulta que te vas corriendo. Yo no quiero una compañera paranoica, no tengo tiempo para eso.
—Bueno entonces me parece que tendrás que buscarte una nueva. Puedes poner un anuncio: lesbiana intelectual busca novia despampanante y sumisa a la que le siente bien el traje de etiqueta, que tenga experiencia quitando el polvo y que sepa follar. Creo que lo que quieres es eso. Por lo que a mí respecta, ya puedes coger tu lista de atributos conyugales apropiados y metértela en el culo.
Hanna le dio un tortazo y Brittany, hecha un mar de lágrimas, corrió hacia Kitty con la mano todavía marcada en la cara.
Kitty se puso furiosa.
—Que por una vez te hayas hecho valer, no le da derecho a pegarte—dijo
Kitty, mientras abrazaba a una Brittany llorosa.
La más alta se quedó esa noche con ella.
Al día siguiente por la tarde, cuando Brittany volvió a casa, Hanna la estaba esperando con un ramo de flores, un montón de disculpas y una mirada atemorizada.
—Lo siento. No quería hacerte daño—dijo, con los ojos llenos de lágrimas—Te quiero, joder, y te echaré de menos, pero también quiero que te pongas bien. Si necesitas marcharte durante un tiempo, lo entiendo. No quiero perderte.
—Eso no va a pasar. Te lo prometo.
Hanna la condujo hasta la cama y le hizo el amor muy despacio.
La besó una y otra vez por todo el cuerpo y trató de que el dolor que las dos sentían desapareciera.
—Jamás volveré a pegarte, te lo juro. Nunca, nunca más.
—Chist, ya lo sé—dijo Brittany.
Se quedó dormida, con la cabeza apoyada en el hombro de Hanna, y dejó que su amante la mirara y se preguntara por qué le había pegado.
La despedida no fue fácil.
Hanna se convirtió una vez más en la mujer atenta y sensible de la que Brittany se había enamorado, pero no pudo evitar la sensación de quitarse un gran peso de encima.
Podía respirar de nuevo.
Cuando llegaron a la autopista de peaje, cantando viejas canciones de Guess Who y fumando puritos, sonrió.
—Me encanta viajar en coche—dijo Kitty.
Sonrió también y se puso las gafas oscuras porque estaba empezando a salir el sol.
—Y a mí—repuso Brittany, inclinando hacia atrás el asiento y cogiéndole la
mano a Kitty.
Fin Flashback
Y por fin estaban sentadas en el café de la madre de Kitty, bebiendo Coca-
Cola, comiendo patatas fritas y escuchando viejas historias.
—Si no engordas con la comida de mi mamá, no engordarás nunca—dijo Kitty, mientras se palmeaba los muslos y dejaba en el plato de Brittany las patatas fritas que no se había comido.
—Estás muy bien tal y como estás —dijo Brittany.
—No estoy precisamente delgada.
—No tienes que estar precisamente delgada para ser atractiva.
—¿Me encuentras atractiva? —se burló Kitty.
—Muchísimo—contestó Brittany, al mismo tiempo que le pasaba un brazo por los hombros y la besaba en la mejilla.
—Bueno, Britt, ¿qué te ha parecido hasta ahora nuestro pueblo?—preguntó
Rachel, mientras las contemplaba y se preguntaba dónde habían trazado la
frontera entre la amistad y el amor.
Rachel Berry era una mujer de treinta y nueve años, con el pelo largo y castaño oscuro.
Llevaba camisas o poleras, vaqueros ceñidos y zapatillas, pero nunca tenía un aspecto demasiado hogareño.
Había algo en ella innegablemente femenino.
Sus ojos eran grandes y marrones, y Brittany siempre tenía la extraña sensación de que un día se caería dentro y jamás podría volver a salir.
Era agradable mirar a las mujeres que tenían los ojos del mismo color que la tierra.
Si bien los de Kitty verdes y rubia, era de la misma estatura que Rachel y ha Brittany siempre ansiaba verlos después de pasar un día entero en compañía de la mirada implacable, azul como el acero, de Hanna.
—La primera persona a la que ha conocido hoy es Santana López, que casi
nos atropella —dijo Kitty.
—San—musitó Rachel, con una sonrisa.
—A veces, mi mamá quiere a Santana más que a mí—dijo Kitty afablemente.
—Porque tú tienes mamá y ella no.
—¿Qué quieres decir? Todo el pueblo la trata como si fuera de la familia—
replicó Kitty.
—Este pueblo no existiría de no haber sido por los San. Su bisabuelo llegó aquí y encontró cobre. Primero fue un pueblo minero, después un pueblo fantasma...
—Y después, la meca de gays y lesbianas artistas—intervino Kitty.
—No empezó así.
—Pero ahora es así.
—¿Todos los habitantes del pueblo son gay? —preguntó Brittany.
—Todos no, pero la mayoría sí —respondió Kitty.
—¿Y a todo el mundo le parece bien? —preguntó Brittany.
—En general, sí, excepto a los dos hombres cuyas esposas se fueron con
lesbianas, pero se han marchado. Intentaron montar un escándalo, ya sabes, que los periódicos de Cedar City y Grover's Corner hablaran del tema, pero lo único que se consiguió fue incrementar el número de habitantes del pueblo. Joder, ahora tenemos artistas llegados de todas partes y también hemos conseguido otra feria de artesanía. Los heteros de este pueblo llevan tanto tiempo rodeados de gays que creo que ya ni se dan cuenta—dijo Rachel, con una sonrisa dirigida a Brittany.
—Pero si hasta tenemos lesbianas de segunda generación en el pueblo, como Kitty—dijo Quinn, que en ese momento se acercaba con una bandeja llena de cervezas para las jóvenes que integraban la cuadrilla encargada de montar la carpa de la feria de artesanía.
—¿Quedaría muy mal si pido un whisky escocés con hielo?—preguntó Brittany, sin quitarle el ojo a la bandeja llena de bebidas alcohólicas.
—¡Aleluya! Otra bebedora en casa. Bien dicho, cielo. Un poco de alcohol no
le hace daño a nadie. Y, si no, pregúntale a Quinny. Tendría que estar alcoholizada, pero mírala. Se conserva muy bien, para la edad que tiene. No
como esta escuchimizada de aquí, que es de la liga de los abstemios—dijo
Rachel, dándole una palmadita a Kitty en la cabeza.
—No soy de la liga de los abstemios. Yo también bebo, pero no me gusta caerme en los estanques, ni por los tramos de escalones, ni chocar con las adelfas antes de llegar a la puerta—contestó Kitty.
Rachel se encogió de hombros.
—Bueno, alguna que otra vez se nos ha ido la cosa de las manos, pero, joder, eso no le hace daño a nadie—dijo.
—Excepto la vez que a Quinn la pillaron disfrazando a Pedro López de la reina de Inglaterra—replicó Kitty.
—Eso fue un pequeño desliz. Además, era el cuatro de julio y Quinny es de
origen inglés—dijo Rachel.
—Y si es tan inglesa, ¿cómo es que le pusieron el nombre de Lucy Quinn Fabray?—preguntó Kitty.
—Cielo, ya te lo he contado. La mamá de Quinn fue cabaretera durante la guerra, la Primera Guerra Mundial, y cuando se tuvo que marchar volvió amargada a la madre patria. Murió amargada. No creo que haya existido una mujer más cabreada por culpa de la guerra que la mamá de Quinn. Destruyó su carrera. Y no hay nada peor que una carrera destruida para transformar la actitud de una mujer, para convertir su amor en odio. Le puso ese nombre a Quinn en honor a sus sueños frustrados—dijo Rachel y le dirigió una sonrisa a la rubia, que estaba charlando en un rincón con las bolleras que montaban la carpa.
Quinn era muy útil en el pueblo: era la persona más afable del lugar y, cuando hubiera terminado de hablar con el grupo de mujeres, seguro que se irían juntas de copas. Y después volverían al café para comer algo a última hora de la noche o para desayunar.
Lucy Quinn Fabray era una especie de cámara de comercio.
Brittany contempló a Quinn.
Aquella mañana le había dado un susto de muerte.
Había sido espantoso.
Flashback
Brittany se estaba bañando, muy temprano.
Todavía no se había levantado nadie, así que se le había ocurrido darse un buen baño de espuma y leer un rato.
El pestillo de la puerta del cuarto de baño no cerraba, pero ella creía que todo el mundo estaba durmiendo.
Acto seguido, una mujer con la cara cubierta de una cosa asquerosa de color verde entró en el cuarto de baño, abrió el grifo del agua y se metió en la bañera antes de darse cuenta de que estaba ocupada.
Brittany se sintió morir de vergüenza.
Quinn entró en el agua y se dio media vuelta, momento en el que descubrió que había alguien más en la bañera. Soltó una risa histérica mientras Brittany
trataba desesperadamente de no mirar a la mujer, mayor que ella, que estaba desnuda con un pie dentro de la bañera.
Quinn le prometió que serían amigas para siempre, ya que se habían conocido desnudas, pero Brittany no entendía del todo la lógica de aquel razonamiento.
A continuación, Quinn le preguntó si le importaba compartir la bañera y terminaron bañándose juntas.
La cosa no fue tan terrible como Brittany esperaba.
En realidad, se pasaron el rato charlando afablemente. Brittany le habló de Hanna y le contó los motivos por los cuales estaba ahí.
Quinn pareció comprenderla.
Fin Flashback
Durante el desayuno, Brittany se dedicó a pensar en cómo trataba su familia a los huéspedes, a quienes aislaba en alguna parte, atendía con esmero y protegía de cualquier situación desagradable.
Lo menos que se podía decir era que parecía demasiado afectado.
En cuanto a la familia de Kitty, de repente Brittany se había visto acogida en su seno, bien amarrada para soportar unas cuantas emociones fuertes.
Estaba empezando a pensar que le gustaba más así.
Quinn salió de la bañera.
Era una mujer guapa, con unas caderas voluptuosas y una sensualidad un tanto anticuada.
La vida en un pueblo había suavizado un poco su viperina lengua de forma que ahora tenía un tono vibrante, más campechano, una extraña mezcla entre intelectual y paleta del sur.
—A ver, chicas: estaba pensando en organizar una cenita, con la vajilla de cristal y todo, y con mi famosísimo jumbo—dijo Quinn, mientras le revolvía el cabello a Brittany.
Kitty la miró con una expresión rara, porque había reconocido el gesto de Quinn.
Ella misma debía de haberlo hecho miles de veces.
—Todo el mundo te hace eso, ¿verdad?—le preguntó a Brittany.
Brittany le sonrió, mientras pensaba que no todo el mundo: Hanna, por ejemplo, no lo hacía; ni su mamá; ni la gente que supuestamente la quería pero no lo demostraba.
—Claro, nena, con ese pelo tan rubio, tan fino y tan alborotado... Y esos ojos
azules que quitan el hipo—dijo Quinn, mientras Brittany la miraba—Suerte tienes que soy mayor y estoy casada, que si no... te estaría tirando los trastos como una loca.
Brittany se ruborizó.
Kitty le dedicó una sonrisa comprensiva y le revolvió el pelo con un gesto cariñoso.
—Bueno, volvamos a lo de la cenita. He pensado que podríamos celebrar tu
llegada, Kitty. Te encargo la tarea de perseguir a San y convencerla para que venga. Últimamente, le ha dado otra vez por aislarse. Por Dios, estamos en el siglo XXI y ella se niega a poner teléfono en casa. Ah, cielo—añadió Quinn, mirando a Rachel—, Llamaremos también a Tina.
—No me parece que sea buena idea invitar a la alcaldesa Chang-Cohen-Chang si también invitamos a Santana—intervino Kitty.
—Pero Tina es todo un personaje y yo lamentaría mucho que Brittany se perdiese la oportunidad de pasar una velada en compañía de la vecina más destacada de la comunidad. San y Tina se llevan bien la mayor parte del tiempo, excepto cuando San se salta las normas de circulación, pero a su esposo, Mike y a su hijo Tian les encanta—dijo Quinn.
—No te olvides del incidente del Mercedes, la semana pasada—le recordó
Rachel.
—Joder, San ha pagado los daños con creces. Dinero no le falta, precisamente, pero se me escapan los motivos por los cuales se empeña en seguir viviendo en ese espantoso bloque de obra vista de Third Street—dijo Quinn, sacudiendo la cabeza.
—Es un estudio, Quinn—puntualizó Kitty.
—Me da igual cómo lo llames: es un cuchitril. Un cuchitril en el que a lo mejor se puede trabajar, pero no vivir—afirmó Quinn en tono categórico.
—¿Santana es artista?—preguntó Brittany, mientras imaginaba la posibilidad de que la mujer de aspecto juvenil que había conocido poco antes fuera artista.
—Escultora, para ser exactas—contestó Rachel—, Y muy buena.
—Lo dicho, Kitty, ya estás yendo a hacerle una visita mientras yo me voy de compras con Britt—dijo Quinn, al mismo tiempo que se quitaba el delantal.
Brittany parecía un tanto inquieta.
—Tranquila, cielo, que no te haré nada. Después de todo, nos hemos bañado juntas, ¿no?—dijo Quinn, guiñándole un ojo—Tenemos muchas cosas de qué hablar.
Kitty sonrió a Brittany.
—Me parece que te han adoptado.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Hola morra...
Interesante primer capítulo jajaja
Nada mejor para relajar que no sea un baño!!!! Jajajaja
A ver como va la celebración y si va san????
Nos vemos!!!
Interesante primer capítulo jajaja
Nada mejor para relajar que no sea un baño!!!! Jajajaja
A ver como va la celebración y si va san????
Nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Me encanto el primer capitulo, la gente del pueblo tienen exceso de confianza, a ver como siguen las cosas!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:Hola morra...
Interesante primer capítulo jajaja
Nada mejor para relajar que no sea un baño!!!! Jajajaja
A ver como va la celebración y si va san????
Nos vemos!!!
Hola lu, si¿? osea q vamos bn, no¿? jajajajaj. JAjajaajajajajaja si eso digo... y q tmbn! ajjaajajajajajaja. Aquí el siguiente cap para saber más! Saludos =D
micky morales escribió:Me encanto el primer capitulo, la gente del pueblo tienen exceso de confianza, a ver como siguen las cosas!!!!
Hola, eso es más q bueno y espero siga así ajjajajajaaja. Jajajaja son una gran familia xD ajajajajajaja. Aquí otro cap para saberlo! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
—Bueno, ¿y dónde está tu bella amiguita?—preguntó Santana, mientras dejaba de prestar atención a lo que estaba haciendo para mirar a Kitty.
—Quinn se la ha llevado de compras. Se han hecho íntimas, después de compartir la bañera esta mañana —dijo Kitty, con una sonrisa.
—Bonita imagen—repuso Santana, al mismo tiempo que se levantaba y se limpiaba las manos.
—¿Cómo se llama?—preguntó Kitty, señalando la escultura.
—EI deseo nos deja una mancha espantosa—dijo Santana, entre risas—No
lo sé. Yo sólo hago las putas esculturas. Es mi agente la que se inventa esos
títulos tan estupendos.
—Anda, había olvidado lo bonitas que son estas esculturas. Y grandes. Me
resulta un poco raro verme a mí misma esculpida en metal, a tamaño real, cara a cara.
—Ése es el poder y el atractivo que tienen, querida. Y ya que hablamos de
eso, ¿este verano también posarás para mí?—le preguntó Santana, cogiéndole un rizo de pelo. Se miraron y Santana la atrajo hacia sí—Te he echado de menos—susurró.
—Eso me lo dices cada año —dijo Kitty.
—Ya sabes cómo son los amores de verano—respondió Santana, mientras la abrazaba y disfrutaba una vez más del roce de sus cuerpos.
Kitty era la única mujer con la que se permitía esa clase de lujos.
La ojiverde se apartó con delicadeza y se acercó a la ventana y contempló la calle.
Era un ir y venir de cuadrillas que montaban carpas y de artistas caprichosas y pérfidas que exponían su mercancía.
Las cuatro californianas estaban levantando otra carpa: dos rubias, una pelirroja y una morena.
Para todos los gustos.
Kitty giró sobre sus talones y vio a Santana limpiándose la arcilla de las uñas con una espátula.
—Santana, ¿por qué nunca te has buscado otra novia?
—Después de que me partieras el corazón, las otras mujeres no son lo mismo—contestó, mientras terminaba de limpiarse la uña del dedo meñique.
Kitty sacó una Coca-Cola de la nevera. Santana, igual que ella, no bebía mucho, pero en otros tiempos sí lo había hecho.
Había tenido un verdadero problema con la bebida después de que Elaine se marchara.
A veces Kitty se preguntaba cómo habrían sido sus vidas si Elaine no se hubiera interpuesto entre las dos.
¿Habrían seguido siendo amantes?
Parece que el primer amor nunca sale bien, pero a ellas no les había ido del todo mal para ser la primera vez que se enamoraban.
Cada una había descubierto los delicados secretos de la otra con un deleite reservado a los amantes inexpertos.
Kitty ya no sentía casi nunca ese deseo.
Y no se podía decir que el deseo no hubiera estado presente en aquella primera relación: había habido días en que no se cansaban la una de la otra, días en que todo lo que hacían y todos los lugares a los que iban no eran más que una excusa para follar.
Era una sensación maravillosa.
Pero entonces se hicieron mayores.
Kitty se fue a una universidad de la costa este y Santana se fue a París a estudiar. Durante un tiempo, se escribieron cartas preciosas y pasaron un verano más juntas, pero después todo cambió.
Las cartas se fueron espaciando.
Hubo alguna que otra infidelidad y el consabido arrepentimiento.
Y después apareció Elaine.
Un verano, Santana no volvió a casa y tampoco le dio a Kitty ninguna explicación sobre lo que ocurría. La más baja empezó a imaginar cosas y sus sospechas se confirmaron.
Santana volvió a casa con una novia nueva, una pareja, una amante adulta, una mujer bellísima llamada Elaine, y le suplicó a Kitty que lo entendiera.
Durante dos años, sus vidas se convirtieron en un caos absoluto.
Kitty no volvió hasta que recibió una llamada urgente de su mamá, en la que le decía que Santana se había vuelto loca.
Elaine se había metido a monja, alegando que le resultaba imposible conciliar el amor que sentía por Santana con sus principios religiosos.
Santana se mostró mucho más destructiva que nunca.
Y después llegó el silencio, la vida tranquila y la creación de bellísimas esculturas que surgían de la angustia, del odio hacia sí misma y de un amor incombustible que ni la lluvia más intensa podía aplacar.
Después de todo aquello, Kitty y Santana volvían a ser amigas.
—No digas mentiras, que no te pega. Elaine te curó.
—Y ahora me dirás que, como pasa con los vinos de buena calidad, ya va siendo hora de que alguien abra la botella, ¿no?—dijo Santana, con una mirada burlona en sus ojos de un oscuro radiante.
Kitty sonrió.
—¿Sabes? A veces me gustaría que nos hubiéramos conocido más tarde, que el nuestro hubiera sido el segundo o el tercer amor de cada una. Me habría gustado ser tu mujer.
—Hubieras sido una mujer excelente—dijo Santana, que estaba junto a ella,
mientras le agarraba la mano—Pero ya no tendremos una segunda oportunidad, ¿verdad? Hay demasiadas cosas entre nosotras. Y, hablando de novias, ¿dónde está la tuya?
—Por ahí, en alguna parte —suspiró Kitty.
—Deberías probar con esa amiguita tuya tan guapa—le sugirió Santana, mientras bebía un trago de la Coca-Cola de Kitty.
—¿Britt?
—Sí. Parece muy simpática. Un poco delicada, pero bueno, siempre se te ha dado bien cuidar de las chicas frágiles.
—Imposible. La novia de Britt, Hanna, la tiene muy controlada.
—Bueno, ya sabemos que en un verano pueden pasar muchas cosas, ¿no?
—Sí, vale, pero vendrás a la cena, ¿no? A las seis. Y, hablando de Britt, quería que me ayudaras con una cosilla. Necesita una amiga, alguien que no sea yo, que le alegre un poco la vida. He pensado que se pueden llevar bien. Ella no va a trabajar este verano y tampoco quiero que se pase el día en casa como un alma en pena. Quiero que se distraiga y, por lo que yo sé, a ti te ha dado por encerrarte otra vez. Les irá bien a las dos.
—Yo he estado trabajando—dijo Santana y extendió los brazos para señalar
un montón de esculturas.
—Trabajando demasiado y encerrándote. Te conozco, San. Patinas y esculpes, y las dos cosas las haces para huir de tu cuerpo y de tu mente. Necesitas ampliar horizontes.
—¿Y crees que hacer de canguro de tu amiguita va a espantar mis males?
—Vale la pena intentarlo—dijo Kitty, mientras se alejaba hacia la puerta—A las seis, no te olvides. Supongo que ya has arreglado las cosas con Tina.
—Bueno claro. ¿O es que piensas que me iba a escabullir en plena noche para largarme sin pagar? Sí, he pagado los daños. Entiendo que ella también estará en la cena...
—Exacto.
—Quinn se la ha llevado de compras. Se han hecho íntimas, después de compartir la bañera esta mañana —dijo Kitty, con una sonrisa.
—Bonita imagen—repuso Santana, al mismo tiempo que se levantaba y se limpiaba las manos.
—¿Cómo se llama?—preguntó Kitty, señalando la escultura.
—EI deseo nos deja una mancha espantosa—dijo Santana, entre risas—No
lo sé. Yo sólo hago las putas esculturas. Es mi agente la que se inventa esos
títulos tan estupendos.
—Anda, había olvidado lo bonitas que son estas esculturas. Y grandes. Me
resulta un poco raro verme a mí misma esculpida en metal, a tamaño real, cara a cara.
—Ése es el poder y el atractivo que tienen, querida. Y ya que hablamos de
eso, ¿este verano también posarás para mí?—le preguntó Santana, cogiéndole un rizo de pelo. Se miraron y Santana la atrajo hacia sí—Te he echado de menos—susurró.
—Eso me lo dices cada año —dijo Kitty.
—Ya sabes cómo son los amores de verano—respondió Santana, mientras la abrazaba y disfrutaba una vez más del roce de sus cuerpos.
Kitty era la única mujer con la que se permitía esa clase de lujos.
La ojiverde se apartó con delicadeza y se acercó a la ventana y contempló la calle.
Era un ir y venir de cuadrillas que montaban carpas y de artistas caprichosas y pérfidas que exponían su mercancía.
Las cuatro californianas estaban levantando otra carpa: dos rubias, una pelirroja y una morena.
Para todos los gustos.
Kitty giró sobre sus talones y vio a Santana limpiándose la arcilla de las uñas con una espátula.
—Santana, ¿por qué nunca te has buscado otra novia?
—Después de que me partieras el corazón, las otras mujeres no son lo mismo—contestó, mientras terminaba de limpiarse la uña del dedo meñique.
Kitty sacó una Coca-Cola de la nevera. Santana, igual que ella, no bebía mucho, pero en otros tiempos sí lo había hecho.
Había tenido un verdadero problema con la bebida después de que Elaine se marchara.
A veces Kitty se preguntaba cómo habrían sido sus vidas si Elaine no se hubiera interpuesto entre las dos.
¿Habrían seguido siendo amantes?
Parece que el primer amor nunca sale bien, pero a ellas no les había ido del todo mal para ser la primera vez que se enamoraban.
Cada una había descubierto los delicados secretos de la otra con un deleite reservado a los amantes inexpertos.
Kitty ya no sentía casi nunca ese deseo.
Y no se podía decir que el deseo no hubiera estado presente en aquella primera relación: había habido días en que no se cansaban la una de la otra, días en que todo lo que hacían y todos los lugares a los que iban no eran más que una excusa para follar.
Era una sensación maravillosa.
Pero entonces se hicieron mayores.
Kitty se fue a una universidad de la costa este y Santana se fue a París a estudiar. Durante un tiempo, se escribieron cartas preciosas y pasaron un verano más juntas, pero después todo cambió.
Las cartas se fueron espaciando.
Hubo alguna que otra infidelidad y el consabido arrepentimiento.
Y después apareció Elaine.
Un verano, Santana no volvió a casa y tampoco le dio a Kitty ninguna explicación sobre lo que ocurría. La más baja empezó a imaginar cosas y sus sospechas se confirmaron.
Santana volvió a casa con una novia nueva, una pareja, una amante adulta, una mujer bellísima llamada Elaine, y le suplicó a Kitty que lo entendiera.
Durante dos años, sus vidas se convirtieron en un caos absoluto.
Kitty no volvió hasta que recibió una llamada urgente de su mamá, en la que le decía que Santana se había vuelto loca.
Elaine se había metido a monja, alegando que le resultaba imposible conciliar el amor que sentía por Santana con sus principios religiosos.
Santana se mostró mucho más destructiva que nunca.
Y después llegó el silencio, la vida tranquila y la creación de bellísimas esculturas que surgían de la angustia, del odio hacia sí misma y de un amor incombustible que ni la lluvia más intensa podía aplacar.
Después de todo aquello, Kitty y Santana volvían a ser amigas.
—No digas mentiras, que no te pega. Elaine te curó.
—Y ahora me dirás que, como pasa con los vinos de buena calidad, ya va siendo hora de que alguien abra la botella, ¿no?—dijo Santana, con una mirada burlona en sus ojos de un oscuro radiante.
Kitty sonrió.
—¿Sabes? A veces me gustaría que nos hubiéramos conocido más tarde, que el nuestro hubiera sido el segundo o el tercer amor de cada una. Me habría gustado ser tu mujer.
—Hubieras sido una mujer excelente—dijo Santana, que estaba junto a ella,
mientras le agarraba la mano—Pero ya no tendremos una segunda oportunidad, ¿verdad? Hay demasiadas cosas entre nosotras. Y, hablando de novias, ¿dónde está la tuya?
—Por ahí, en alguna parte —suspiró Kitty.
—Deberías probar con esa amiguita tuya tan guapa—le sugirió Santana, mientras bebía un trago de la Coca-Cola de Kitty.
—¿Britt?
—Sí. Parece muy simpática. Un poco delicada, pero bueno, siempre se te ha dado bien cuidar de las chicas frágiles.
—Imposible. La novia de Britt, Hanna, la tiene muy controlada.
—Bueno, ya sabemos que en un verano pueden pasar muchas cosas, ¿no?
—Sí, vale, pero vendrás a la cena, ¿no? A las seis. Y, hablando de Britt, quería que me ayudaras con una cosilla. Necesita una amiga, alguien que no sea yo, que le alegre un poco la vida. He pensado que se pueden llevar bien. Ella no va a trabajar este verano y tampoco quiero que se pase el día en casa como un alma en pena. Quiero que se distraiga y, por lo que yo sé, a ti te ha dado por encerrarte otra vez. Les irá bien a las dos.
—Yo he estado trabajando—dijo Santana y extendió los brazos para señalar
un montón de esculturas.
—Trabajando demasiado y encerrándote. Te conozco, San. Patinas y esculpes, y las dos cosas las haces para huir de tu cuerpo y de tu mente. Necesitas ampliar horizontes.
—¿Y crees que hacer de canguro de tu amiguita va a espantar mis males?
—Vale la pena intentarlo—dijo Kitty, mientras se alejaba hacia la puerta—A las seis, no te olvides. Supongo que ya has arreglado las cosas con Tina.
—Bueno claro. ¿O es que piensas que me iba a escabullir en plena noche para largarme sin pagar? Sí, he pagado los daños. Entiendo que ella también estará en la cena...
—Exacto.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
kitty y san,. bueno a veces la distancia hace estragos en las relaciones que bueno que recuperaron su amistad,..
bueno san no pierde nada en "intentar" con britt???
nos vemos!!!
kitty y san,. bueno a veces la distancia hace estragos en las relaciones que bueno que recuperaron su amistad,..
bueno san no pierde nada en "intentar" con britt???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Vaya....una relación entre san y kitty, pero a pesar de todo pudieron reconstruir su amistad.....
Y la morena aun jalando con el pasado y Britt con su presente, espero les haa bien estar juntas. Haber como sale esa cena
Y la morena aun jalando con el pasado y Britt con su presente, espero les haa bien estar juntas. Haber como sale esa cena
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
kitty y san,. bueno a veces la distancia hace estragos en las relaciones que bueno que recuperaron su amistad,..
bueno san no pierde nada en "intentar" con britt???
nos vemos!!!
Hola lu, si q las hace... creo q por eso es el dicho xD jajajajajajaja. Pero si, xq no poder recuperar la amistad¿? Jajajajaja no, claro que no! jjaajajajaj. Saludos =D
JVM escribió:Vaya....una relación entre san y kitty, pero a pesar de todo pudieron reconstruir su amistad.....
Y la morena aun jalando con el pasado y Britt con su presente, espero les haa bien estar juntas. Haber como sale esa cena
Hola, si xD Si, y eso es bueno! Mmm =/ Si, ese es su presente... juntas jajajajajajaaj. Aqui el siguiente cap para saberlo ajjaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
—No va a venir—dijo Rachel, mientras le echaba un vistazo a su reloj y empezaba a inquietarse: eran las seis y media—O es muy puntual, o no viene. Kitty, esta vez está muy mal. Apenas sale de su estudio y, cuando lo hace, es para martirizar al pueblo entero con sus dichosos patines. Nunca se para a hablar con nadie, pero cuando pasa zumbando por tu lado se te ponen los pelos de punta.
Quinn dejó de doblar las servilletas y levantó la vista.
—Que Brittany vaya a buscarla —dijo.
Todas guardaron silencio y la miraron.
—¿Y por qué Brittany? —preguntó Kitty.
—Sí, ¿por qué Brittany?—dijo Brittany, intuyendo que Quinn estaba a punto de obligarla a realizar alguna actividad extrovertida por tercera vez en un mismo día.
—Porque es guapa —respondió Quinn.
Brittany se ruborizó.
—Santana será muchas cosas, pero en el fondo es todo un caballero sureño. En incapaz de decirle que no a una mujer guapa—afirmó Quinn, en tono categórico.
A Rachel se le iluminó la cara.
—Tiene razón. Brittany, andando.
—Pero si ni siquiera sé dónde vive...—dijo Brittany, mientras Kitty la empujaba hacia la puerta—Y además no la conozco. No se puede enviar a una completa desconocida a buscar a alguien.
—En Heroy no hay desconocidos. Al lado del mercado, en el tercer piso, es un bloque de obra vista. Lo encontrarás enseguida—dijo Rachel—Y dile que se dé prisa. La cena está casi lista.
Mientras caminaba por la calle, Brittany hundió las manos en los bolsillos.
«No puedo creer que me esté pasando esto—pensó—Me he bañado con una mujer a la que acabo de conocer y que es mayor, pero muy guapa que podría ser mi mamá. Ahora me mandan a buscar a una persona a la que no conozco y que evidentemente no quiere venir a cenar. Y se supone que estoy descansando.»
Escudriñó el horizonte en busca del siniestro bloque de obra vista.
Después de subir tres horrorosos tramos de escalones, tuvo la sensación de que aquel sitio había que declararlo en estado ruinoso.
Llamó a la puerta.
—¡No pienso ir!—gritó una voz desde el otro lado—¡Y no me pueden obligar! No me apetece hacer vida social y soy una adulta responsable de su propia vida.
—Santana, soy Brittany. Por favor, no me obligues a volver de vacío—suplicó Brittany—Ya resulta bastante ridículo que me hayan enviado a buscarte.
Santana frunció el entrecejo y abrió la puerta para ver si era verdad.
Las muy zorras habían enviado a Brittany...
—¿Por qué te han enviado a ti?
—Es una historia muy larga.
—Bueno, entonces ni siquiera voy a pensar en tu invitación a menos que me confieses cuál es su táctica.
—¿Puedo sentarme un momento?—dijo Brittany, que de repente se sentía agotada tras un día muy largo.
Santana la dejó pasar.
Brittany estaba muy pálida.
—¿Quieres tomar algo?
—Supongo que no tendrás whisky escocés, ¿verdad?
—No, pero te lo puedo conseguir.
—Déjalo, da igual—dijo Brittany, con un suspiro.
—Vuelvo enseguida—repuso Santana.
Abandonó la habitación antes de que Brittany tuviera tiempo de impedírselo y se dirigió como una flecha al bar de la esquina.
—Artie, quiero un whisky escocés—le dijo Santana al tipo de lentes que estaba detrás de la barra.
—Pensaba que lo habías dejado, Santana—respondió él.
—Y lo he dejado. No es para mí, es para la mujer que está en mi casa. Será mejor que me des la botella entera, un poco de hielo y un vaso limpio. Me parece que no me queda ninguno.
—¿Estás planeando emborracharla para luego tirártela? —le preguntó Noah Puckerman, mientras dejaba la cerveza sobre la barra y se metía la mano en el bolsillo para buscar un cigarrillo.
—Cierra el pico, so cerdo—le dijo Santana. Dejó el dinero sobre el mostrador y salió del bar como una exhalación.
—Sí señor, Puck, tienes mucha mano con las mujeres—dijo Artie, entre risas.
Brittany oyó cómo Santana subía las escaleras a toda pastilla, de dos en dos, y oyó también el tintineo de los cubitos de hielo.
—Santana, tampoco es que estuviera desesperada por tomarme una copa—dijo Brittany.
Santana dejó el hielo en el fregadero y le sirvió una copa.
—No pasa nada. La tienda está justo en la esquina.
—En este pueblo, todo está justo en la esquina —respondió Brittany. Tomó el vaso y se recostó en el sillón.
—¿Lo ves? Ya tienes mejor aspecto —dijo Santana, al parecer muy contenta.
—La verdad es que sí que eres todo un caballero sureño, entre otras muchas cosas, claro.
—¿Qué quieres decir?
—Eso es lo que me dijeron, que en el fondo eras todo un caballero sureño.
—¿Y por eso te han enviado?
—Sí. Me aseguraron que eres incapaz de decirle que no a una mujer guapa.
—Te han utilizado para hacer el trabajo sucio.
—Sí —dijo Brittany.
Se ruborizó y posó sus ojos azul claro en los ojos oscuros, de Santana.
—Bueno tenían razón. Soy incapaz—dijo Santana. Esta vez fue ella quien se ruborizó.
—¿Vendrás?—le preguntó Brittany, incorporándose un poco.
—Tengo que lavarme. Y no tengo nada que ponerme.
—Yo te busco algo. Me encanta elegir ropa.
—¿Qué vas a hacer? ¿Salir corriendo a la tienda de la esquina a comprarme un conjunto? —se burló Santana.
—No. Te voy a preparar un baño y después buscaré algo apropiado en tu armario —dijo Brittany.
—¿Qué tal si te sirvo otro whisky? Después del primero, te has vuelto considerablemente extrovertida —dijo Santana, con una sonrisa.
—Eso es porque eres todo un caballero sureño y yo me siento como una belleza sureña.
—Bueno, en ese caso, deberíamos bailar un vals—Santana empezaba a sentirse muy inspirada.
Cogió a Brittany de la mano y empezó a dar vueltas con ella por la habitación antes de que la pobre tuviera tiempo de sorprenderse o de ruborizarse.
«Este sitio es rarísimo», pensó Brittany.
—Bailas muy bien, rubia—dijo Santana.
—Lo mismo digo, pero me parece que el agua está a punto de salirse de la bañera—respondió Brittany, deteniéndose de golpe.
Santana echó un vistazo a la bañera rebosante de espuma, que estaba en mitad de la habitación.
Cuando una vive sola, no tiene en cuenta ese tipo de cosas.
Brittany captó el significado de su mirada.
—Te prometo que no miraré. Al fin y al cabo, serías la segunda persona con la que hoy comparto el cuarto de baño.
Brittany se sentó y se tapó los ojos mientras Santana se desvestía. Al poco, oyó el chapoteo del cuerpo de la pelinegra al entrar en el agua.
—¿Ya puedo mirar? —preguntó.
—Sí—respondió Santana, sonriendo bajo una montaña de burbujitas blancas.
—¿Dónde está el armario? —dijo Brittany, mientras se servía otro whisky.
Santana se echó a reír.
—En el dormitorio.
—¿Y por qué me da la sensación de que no hay ningún dormitorio?—dijo Brittany—¿Qué te han hecho las paredes? O sea, tienes toda la tercera planta. ¿Acaso no había paredes?
—Sí, pero las tiré al suelo. Quería un espacio grande.
—¿Por algún motivo en concreto?
—Me daba claustrofobia—se aventuró a decir Santana.
—¿Por qué será que no te creo? —dijo Brittany, con la cabeza metida en un ropero antiguo.
—Es una historia muy larga. Tendré que contártela algún día, durante el transcurso de nuestra floreciente amistad. Kitty dice que tendríamos que ser amigas, que sería bueno para las dos—confesó Santana.
—Es muy lista, ¿no crees? —dijo Brittany, mientras dejaba sobre la cama un jersey gris muy suave y unos vaqueros negros y pensaba si quedaban bien.
—¿Y por qué crees que lo dice? —preguntó Santana.
—Porque piensa que las dos estamos chifladas —afirmó Brittany.
—Bueno no le falta razón.
—Bueno, a lo mejor deberíamos darle esa satisfacción. Y ahora, basta ya de perder el tiempo—dijo Brittany y le hundió la cabeza a Santana en el agua.
Se sentó en un taburete, se echó un poco de champú en la mano y empezó a lavarle el pelo.
—Piensas obligarme a ir, ¿verdad?—preguntó Santana.
—Sí. Y, de hecho, vamos a llegar tardísimo.
—¿Siempre les lavas el pelo a personas que acabas de conocer?—preguntó Santana de repente.
—Creía que éramos amigas.
—Eh... Bueno, sí, lo somos... —balbució Santana.
—Es mi única distracción, mi único intento satisfactorio de echar por tierra una educación demasiado rígida. En otros tiempos, siempre le lavaba el pelo a Hanna, antes de que ella empezara a estar demasiado ocupada y optara por ducharse en lugar de bañarse.
—¿Hanna es la novia de la que has huido? —preguntó Santana.
—Sí —respondió Brittany, mientras le daba un masaje en el cuello.
Santana arqueó el cuerpo como si fuera un gato.
—¿Y piensas volver con ella?
Brittany suspiró.
—Supongo que tendré que volver.
—¿Por qué?
Brittany le empujó la cabeza hacia delante.
—Aclárate el pelo —ordenó—. No sé por qué.
—A lo mejor encuentras un motivo para no volver —dijo Santana.
—Sí, a lo mejor—Brittany le dio una toalla y se alejó para servirse el tercer whisky.
—Bueno, ¿qué tal estoy? —dijo Santana, cuando terminó de vestirse.
Brittany se acercó, le puso bien el cuello torcido del jersey, la observó de arriba abajo y, por último, le colocó detrás de la oreja un rizo rebelde.
—Muy bien.
Quinn dejó de doblar las servilletas y levantó la vista.
—Que Brittany vaya a buscarla —dijo.
Todas guardaron silencio y la miraron.
—¿Y por qué Brittany? —preguntó Kitty.
—Sí, ¿por qué Brittany?—dijo Brittany, intuyendo que Quinn estaba a punto de obligarla a realizar alguna actividad extrovertida por tercera vez en un mismo día.
—Porque es guapa —respondió Quinn.
Brittany se ruborizó.
—Santana será muchas cosas, pero en el fondo es todo un caballero sureño. En incapaz de decirle que no a una mujer guapa—afirmó Quinn, en tono categórico.
A Rachel se le iluminó la cara.
—Tiene razón. Brittany, andando.
—Pero si ni siquiera sé dónde vive...—dijo Brittany, mientras Kitty la empujaba hacia la puerta—Y además no la conozco. No se puede enviar a una completa desconocida a buscar a alguien.
—En Heroy no hay desconocidos. Al lado del mercado, en el tercer piso, es un bloque de obra vista. Lo encontrarás enseguida—dijo Rachel—Y dile que se dé prisa. La cena está casi lista.
Mientras caminaba por la calle, Brittany hundió las manos en los bolsillos.
«No puedo creer que me esté pasando esto—pensó—Me he bañado con una mujer a la que acabo de conocer y que es mayor, pero muy guapa que podría ser mi mamá. Ahora me mandan a buscar a una persona a la que no conozco y que evidentemente no quiere venir a cenar. Y se supone que estoy descansando.»
Escudriñó el horizonte en busca del siniestro bloque de obra vista.
Después de subir tres horrorosos tramos de escalones, tuvo la sensación de que aquel sitio había que declararlo en estado ruinoso.
Llamó a la puerta.
—¡No pienso ir!—gritó una voz desde el otro lado—¡Y no me pueden obligar! No me apetece hacer vida social y soy una adulta responsable de su propia vida.
—Santana, soy Brittany. Por favor, no me obligues a volver de vacío—suplicó Brittany—Ya resulta bastante ridículo que me hayan enviado a buscarte.
Santana frunció el entrecejo y abrió la puerta para ver si era verdad.
Las muy zorras habían enviado a Brittany...
—¿Por qué te han enviado a ti?
—Es una historia muy larga.
—Bueno, entonces ni siquiera voy a pensar en tu invitación a menos que me confieses cuál es su táctica.
—¿Puedo sentarme un momento?—dijo Brittany, que de repente se sentía agotada tras un día muy largo.
Santana la dejó pasar.
Brittany estaba muy pálida.
—¿Quieres tomar algo?
—Supongo que no tendrás whisky escocés, ¿verdad?
—No, pero te lo puedo conseguir.
—Déjalo, da igual—dijo Brittany, con un suspiro.
—Vuelvo enseguida—repuso Santana.
Abandonó la habitación antes de que Brittany tuviera tiempo de impedírselo y se dirigió como una flecha al bar de la esquina.
—Artie, quiero un whisky escocés—le dijo Santana al tipo de lentes que estaba detrás de la barra.
—Pensaba que lo habías dejado, Santana—respondió él.
—Y lo he dejado. No es para mí, es para la mujer que está en mi casa. Será mejor que me des la botella entera, un poco de hielo y un vaso limpio. Me parece que no me queda ninguno.
—¿Estás planeando emborracharla para luego tirártela? —le preguntó Noah Puckerman, mientras dejaba la cerveza sobre la barra y se metía la mano en el bolsillo para buscar un cigarrillo.
—Cierra el pico, so cerdo—le dijo Santana. Dejó el dinero sobre el mostrador y salió del bar como una exhalación.
—Sí señor, Puck, tienes mucha mano con las mujeres—dijo Artie, entre risas.
Brittany oyó cómo Santana subía las escaleras a toda pastilla, de dos en dos, y oyó también el tintineo de los cubitos de hielo.
—Santana, tampoco es que estuviera desesperada por tomarme una copa—dijo Brittany.
Santana dejó el hielo en el fregadero y le sirvió una copa.
—No pasa nada. La tienda está justo en la esquina.
—En este pueblo, todo está justo en la esquina —respondió Brittany. Tomó el vaso y se recostó en el sillón.
—¿Lo ves? Ya tienes mejor aspecto —dijo Santana, al parecer muy contenta.
—La verdad es que sí que eres todo un caballero sureño, entre otras muchas cosas, claro.
—¿Qué quieres decir?
—Eso es lo que me dijeron, que en el fondo eras todo un caballero sureño.
—¿Y por eso te han enviado?
—Sí. Me aseguraron que eres incapaz de decirle que no a una mujer guapa.
—Te han utilizado para hacer el trabajo sucio.
—Sí —dijo Brittany.
Se ruborizó y posó sus ojos azul claro en los ojos oscuros, de Santana.
—Bueno tenían razón. Soy incapaz—dijo Santana. Esta vez fue ella quien se ruborizó.
—¿Vendrás?—le preguntó Brittany, incorporándose un poco.
—Tengo que lavarme. Y no tengo nada que ponerme.
—Yo te busco algo. Me encanta elegir ropa.
—¿Qué vas a hacer? ¿Salir corriendo a la tienda de la esquina a comprarme un conjunto? —se burló Santana.
—No. Te voy a preparar un baño y después buscaré algo apropiado en tu armario —dijo Brittany.
—¿Qué tal si te sirvo otro whisky? Después del primero, te has vuelto considerablemente extrovertida —dijo Santana, con una sonrisa.
—Eso es porque eres todo un caballero sureño y yo me siento como una belleza sureña.
—Bueno, en ese caso, deberíamos bailar un vals—Santana empezaba a sentirse muy inspirada.
Cogió a Brittany de la mano y empezó a dar vueltas con ella por la habitación antes de que la pobre tuviera tiempo de sorprenderse o de ruborizarse.
«Este sitio es rarísimo», pensó Brittany.
—Bailas muy bien, rubia—dijo Santana.
—Lo mismo digo, pero me parece que el agua está a punto de salirse de la bañera—respondió Brittany, deteniéndose de golpe.
Santana echó un vistazo a la bañera rebosante de espuma, que estaba en mitad de la habitación.
Cuando una vive sola, no tiene en cuenta ese tipo de cosas.
Brittany captó el significado de su mirada.
—Te prometo que no miraré. Al fin y al cabo, serías la segunda persona con la que hoy comparto el cuarto de baño.
Brittany se sentó y se tapó los ojos mientras Santana se desvestía. Al poco, oyó el chapoteo del cuerpo de la pelinegra al entrar en el agua.
—¿Ya puedo mirar? —preguntó.
—Sí—respondió Santana, sonriendo bajo una montaña de burbujitas blancas.
—¿Dónde está el armario? —dijo Brittany, mientras se servía otro whisky.
Santana se echó a reír.
—En el dormitorio.
—¿Y por qué me da la sensación de que no hay ningún dormitorio?—dijo Brittany—¿Qué te han hecho las paredes? O sea, tienes toda la tercera planta. ¿Acaso no había paredes?
—Sí, pero las tiré al suelo. Quería un espacio grande.
—¿Por algún motivo en concreto?
—Me daba claustrofobia—se aventuró a decir Santana.
—¿Por qué será que no te creo? —dijo Brittany, con la cabeza metida en un ropero antiguo.
—Es una historia muy larga. Tendré que contártela algún día, durante el transcurso de nuestra floreciente amistad. Kitty dice que tendríamos que ser amigas, que sería bueno para las dos—confesó Santana.
—Es muy lista, ¿no crees? —dijo Brittany, mientras dejaba sobre la cama un jersey gris muy suave y unos vaqueros negros y pensaba si quedaban bien.
—¿Y por qué crees que lo dice? —preguntó Santana.
—Porque piensa que las dos estamos chifladas —afirmó Brittany.
—Bueno no le falta razón.
—Bueno, a lo mejor deberíamos darle esa satisfacción. Y ahora, basta ya de perder el tiempo—dijo Brittany y le hundió la cabeza a Santana en el agua.
Se sentó en un taburete, se echó un poco de champú en la mano y empezó a lavarle el pelo.
—Piensas obligarme a ir, ¿verdad?—preguntó Santana.
—Sí. Y, de hecho, vamos a llegar tardísimo.
—¿Siempre les lavas el pelo a personas que acabas de conocer?—preguntó Santana de repente.
—Creía que éramos amigas.
—Eh... Bueno, sí, lo somos... —balbució Santana.
—Es mi única distracción, mi único intento satisfactorio de echar por tierra una educación demasiado rígida. En otros tiempos, siempre le lavaba el pelo a Hanna, antes de que ella empezara a estar demasiado ocupada y optara por ducharse en lugar de bañarse.
—¿Hanna es la novia de la que has huido? —preguntó Santana.
—Sí —respondió Brittany, mientras le daba un masaje en el cuello.
Santana arqueó el cuerpo como si fuera un gato.
—¿Y piensas volver con ella?
Brittany suspiró.
—Supongo que tendré que volver.
—¿Por qué?
Brittany le empujó la cabeza hacia delante.
—Aclárate el pelo —ordenó—. No sé por qué.
—A lo mejor encuentras un motivo para no volver —dijo Santana.
—Sí, a lo mejor—Brittany le dio una toalla y se alejó para servirse el tercer whisky.
—Bueno, ¿qué tal estoy? —dijo Santana, cuando terminó de vestirse.
Brittany se acercó, le puso bien el cuello torcido del jersey, la observó de arriba abajo y, por último, le colocó detrás de la oreja un rizo rebelde.
—Muy bien.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
a no,.. a no,.. yo quiero amigas asi!!! ¬¬ jajajajaja
yo todavía no sabia que las amistades empiezan con una bañera (otras cosas si pero no viene al caso) de por medio pero bueno!!! que vida la de britt jajajaja
bueno cumplió y mucho mas con san jajja a ver como va la cena??
nos vemos!!!
a no,.. a no,.. yo quiero amigas asi!!! ¬¬ jajajajaja
yo todavía no sabia que las amistades empiezan con una bañera (otras cosas si pero no viene al caso) de por medio pero bueno!!! que vida la de britt jajajaja
bueno cumplió y mucho mas con san jajja a ver como va la cena??
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
a no,.. a no,.. yo quiero amigas asi!!! ¬¬ jajajajaja
yo todavía no sabia que las amistades empiezan con una bañera (otras cosas si pero no viene al caso) de por medio pero bueno!!! que vida la de britt jajajaja
bueno cumplió y mucho mas con san jajja a ver como va la cena??
nos vemos!!!
Hola lu, jajajajaja ¬¬ xD ajajajajajaj xq, no¿? ajjajajajajajaa. JAjajajajaajajajajajajajaja morí con "otras cosas si" jaajajajajaja no me digas¿?... pillina! ajajajajajajaja. X ese lado bn ai por britt jajaajajjaajaj. Esa morena es de palabra jajajaj, bueno aquí dejo otro cap para eso! ajajajja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
—¿Crees que estarán enfadadas?—preguntó Brittany, mientras subían a paso ligero la colina en la que se hallaba la casa.
—No. Lo que habrán hecho es guardarnos un plato mientras ellas se zampan el resto y se dedican a contarse historias para no dormir—dijo Santana.
En realidad, habían guardado la cena entera y se habían zampado la bandeja de entremeses sin dejar ni una sola miga.
Cuando llegaron Brittany y Santana, estaban disputando una acalorada partida de póquer.
Tina era una auténtica entusiasta del póquer.
En realidad, Tina concentraba en una sola persona las características que más asustaban a Brittany: era escandalosa, intransigente y agresiva a la hora de ganar.
Retrocedió y se quedó pegada a la pared, pero Santana le cogió la mano.
—Acompáñame. Será mejor que nos escondamos en la cocina con Rachel, que no juega a póquer. Ya te presentaremos a Tina más tarde. Total, mientras dure la partida, no se les puede ni hablar—susurró Santana.
Tenía razón.
Ni siquiera parecieron advertir la presencia de las recién llegadas. Lo único que éstas escucharon fue una acalorada discusión sobre las reglas del póquer.
Rachel estaba muy atareada en la cocina, pero se le iluminó la cara en cuanto entró Santana.
—Más valdrá que empiecen a cenar. A ésas ya no las para nadie. Seguramente cenarán mientras siguen jugando.
—Lo siento, Rachel, no pretendía estropearte la cena—dijo Santana.
—Tranquila, cielo, no la has estropeado. Me alegro mucho de que hayas venido. Buen trabajo, Brittany. Siéntense en la sala. No veo motivos para que no disfruten de una buena cena. Yo voy enseguida.
La sala estaba de lo más elegante.
Sobre el mantel bordado, la plata y el cristal resplandecían a la luz de las velas.
—Qué bonito —dijo Brittany.
—A Rachel y a Quinn se les da muy bien preparar cenas de postín—asintió Santana.
—Me siento fatal. Lo hemos estropeado todo—dijo Brittany. Se sentó, con una expresión un tanto abatida.
—No, lo he estropeado yo. Pero habrá más cenas... y, en este pueblo, una buena partida de póquer eclipsa cualquier otra celebración. Ya tendrás tiempo de comprobarlo.
Rachel trajo panecillos y dos tazones humeantes de gumbo.
—Lo demás está en la mesa, chicas. Adelante, sin cumplidos.
—Siéntate, Rach—dijo Santana, mientras le cogía la mano.
—No, cielo, llevo toda la tarde picando. Además, tengo que mantener a raya a las fieras y darles de comer. Son un pozo sin fondo—respondió Rachel. Atrajo a Santana hacia sí y le acarició el pelo—Tienes que prometerme unas cuantas cosas, cariño—dijo, mirándola.
—Ya lo sé —contestó Santana.
—Y ahora, a comer. Ábrele el vino a Brittany.
La rubia se preguntó qué querría decir con eso, pero se imaginó que tarde o temprano lo descubriría, como la mayoría de cosas que iba a aprender aquel verano.
Cuando Santana le sirvió a Brittany la tercera copa de vino y a sí misma el tercer vaso de agua con gas, dijo:
—No bebes alcohol, ¿verdad?
—Ya no. Tuve un problemilla. Bueno, en realidad fue algo más que un problemilla, pero…—dijo.
Se miraron durante un segundo.
—¿Es otra historia muy larga?
—Sí—asintió, mientras contemplaba la temblorosa luz de la vela a través del vaso de agua y se perdía en sus recuerdos.
Santana no había vuelto a probar una gota de alcohol desde la noche en que Kitty la rescató del estanque.
Por poco se ahoga aquella noche, pero no por ello dejó de llorar y de gritarle a Kitty que la dejara en paz.
Estaba cubierta de barro de los pies a la cabeza, completamente empapada y muerta de frío. Le dijo a Kitty que quería morir ahí, borracha y tragándose el barro del estanque.
Kitty la sacó de ahí a toda prisa y la metió en la cama, donde se quedó durante varios días.
Jamás había vomitado tanto en toda su vida.
Era el punto culminante de una serie de borracheras y ataques de rabia fue encarcelada dos veces por perturbar la vida en el convento y en otra ocasión se plantó en la colina que había justo sobre el convento y suplicó que le permitieran hablar con Elaine, hasta que las monjas, viendo que Elaine se negaba a hablar con ella, tuvieron que llamar a la policía para que se la llevara.
—¿Me contarás todas esas historias algún día? —preguntó Brittany.
Sus miradas se cruzaron de nuevo, esta vez con un aire desafiante.
Eran unas miradas que prometían mucho sin decir nada, unas miradas cargadas de misteriosos significados.
Así fue como las encontró Quinn cuando irrumpió inesperadamente en la sala.
Las dos desviaron la mirada a toda prisa.
—¡Santana! Cariño mío, ya he ganado cincuenta dólares y Tina está que arde. ¿Seguro que no quieres echar una mano?
—No, Quinn, pero gracias. Me tengo que ir pronto. Mañana por la mañana voy a Grover's Córner.
—Vale, morena. Me alegro de verte—dijo Quinn, con una sonrisa radiante, mientras le daba una palmadita en la espalda.
Llevaron los platos a la cocina y se quedaron unos minutos.
—¿Ya te vas? —preguntó Brittany.
—Sí —contestó Santana, tímidamente.
—¿Te acompaño? —preguntó Brittany.
—Claro.
Santana le dio las gracias a Rachel por la cena y se disculpó ante las mujeres que estaban jugando a póquer y que cada vez armaban más escándalo.
Kitty le guiñó un ojo a Brittany.
Había botellines de cerveza por todas partes y el humo de los puros era tan denso que a Brittany se le llenaron los ojos de lágrimas.
Brittany y Santana se quedaron un rato en el porche.
Estaban solas y, de repente, se sintieron un tanto incómodas.
—Gracias por venir —dijo Brittany.
—Gracias por obligarme a venir—repuso Santana—Bueno, entonces...—prosiguió, balanceándose sobre los talones con las manos en los bolsillos—¿Les apetece a Kitty y a ti venir a ver el estudio? Después podemos ir a comer. A esa hora ya habré vuelto. Bueno, si no tienen otros planes, claro.
—¿Dónde está el estudio? Me han dicho que vives ahí—preguntó Brittany, mientras pensaba que no había visto ninguna escultura cuando iba de un lado para otro en la tercera planta, que no tenía paredes.
—En la cuarta planta.
—¿Qué? No me digas que eres la dueña de esa ruina de bloque—se sorprendió Brittany.
—Bueno sí. Es un cuchitril, pero es mi casa—respondió Santana, sonriendo.
—Me encantará ver tu estudio. Buenas noches —se despidió.
—Buenas noches, mi querida amiguita —dijo Santana. Dio media vuelta y se alejó en mitad de la noche fresca y despejada de verano.
Brittany se quedó mirándola durante unos instantes, mientras experimentaba sensaciones extrañas y se preguntaba en qué consistían exactamente.
Estaba agotada y le dijo a Rachel que se iba a dormir, ésta le sonrió.
—Has estado muy bien esta noche, Brittany. Alguien tiene que ayudar a Santana y ese alguien podrías ser tú.
Brittany la miró, perpleja.
—Buenas noches, querida—le dijo Rachel, antes de besarla en la frente.
Brittany sonrió mientras subía las escaleras y se dirigía hacia la buhardilla que compartía con Kitty.
«Una familia encantadora», pensó al cepillarse los dientes.
Durante un segundo, observó su expresión en un espejo antiguo, adornado con un bisel.
¿Qué era lo que veían los demás y que a ella se le escapaba?
Brittany sólo veía a una mujer joven de aspecto cansado, enferma y asustada.
¿Cómo iba ella a ayudar a los demás, si se sentía completamente perdida?
—Se acabarán enamorando, ya lo verán—les dijo Quinn a Kitty y a Rachel, mientras estaban las tres en la cocina terminando lo que quedaba del pastel de arándanos.
—Tienes toda la boca manchada de arándanos, Quinny—dijo Rachel.
—Límpiame con un beso, enanita linda—respondió Quinn, frunciendo los labios.
Rachel obedeció sus deseos.
Antes de que amaneciera, caerían la una en brazos de la otra.
«Menos mal que su habitación está en la otra punta de la casa», pensó Kitty, porque era lo último que Brittany necesitaba oír.
Quinn era bastante escandalosa y la mamá de Kitty no era precisamente una amante silenciosa.
Kitty recordaba haber entrado de niña en la habitación que las dos mujeres compartían y haberlas encontrado juntas, no haciendo el amor pero sí fundidas en un estrecho abrazo.
Sus dos mamás... Quinn no era exactamente una mamá, pero sí una amiga y consejera.
Kitty nunca la llamaba «mamá» y ella tampoco esperaba que lo hiciera.
Quinn había dejado que Rachel se encargara de criar a la niña, mientras ella se ocupaba de calmar los ánimos, curar las rodillas despellejadas y conseguir que Kitty y su mamá se reconciliaran después de cada una de sus batallas campales, en las que los bofetones, los tirones de pelo y los gritos estaban a la orden del día.
Kitty las observó a las dos, mientras pensaba.
—¿Te refieres a Brittany y Santana?—preguntó, un tanto asombrada por la predicción de Quinn.
—Bueno claro, Kitty-Kit. ¿A quién si no?—dijo Quinn y se asomó para mirarla por detrás de Rachel, con quien estaba bailando muy despacio, preparándose, recordando, adelantando acontecimientos.
Kitty deseó que, cuando ella encontrara por fin a su alma gemela, les fuera tan bien imitas como a Rachel y Quinn.
Siempre las había visto perdidamente enamoradas la una de la otra.
—Pero Brittany tiene novia —dijo Kitty.
—¿Y desde cuándo eso es un impedimento? —preguntó Rachel.
—Para mí lo fue —dijo Quinn.
—Eso es sólo porque siempre has estado locamente enamorada de mí—dijo Rachel, sonriendo y pellizcándole el culo a Quinn.
—Es verdad. Estoy locamente enamorada de ti.
—¿Después de tantos años? —dijo en tono coqueto.
—Por supuesto.
—Además, cuando conoces a la persona que llevas buscando toda la vida, las novias no importan mucho. La gente renuncia a cosas más importantes que una novia—dijo Quinn.
—Mira el Duque de Windsor, sin ir más lejos—repuso Rachel.
—¡Bien! Aprendes rápido —dijo Quinn.
Le había enseñado a Rachel todo lo que ella sabía acerca de la historia inglesa. Si Judy, la mamá de Quinn, odiaba la madre patria, Quinn sentía un intenso amor por la vieja Inglaterra.
—Entonces... ¿Hanna no es más que una nova y Santana es el verdadero amor de Brittany? Quinn, no creo que Brittany se haya pasado la vida buscando a nadie. Ni siquiera es capaz de encontrarse a sí misma... —dijo Kitty, mientras arqueaba una ceja en un gesto de escepticismo.
—Ay, cariño, me parece que aún tengo que enseñarte muchas cosas. La mayoría de veces, ni siquiera sabemos que estamos buscando algo o que lo hemos perdido. Y ese algo se manifiesta en otras cosas, por ejemplo no ser feliz y no saber por qué. No cuidarse, como hacen Brittany y Santana. Notar que te falta algo y no saber qué es, algo que te duele por dentro y que no deja de dolerte hagas lo que hagas. Por mucho que bebas, no desaparece, ni tampoco puedes borrarlo o huir. Es como si tuvieras un nudo en el corazón, y ahí se queda hasta que aparece en tu vida la persona que ha de salvarte. Estas dos se salvarán mutuamente, te lo digo yo—afirmó Quinn, sacudiendo la cabeza de un lado a otro. Después miró a Rachel y exclamó— ¡Amor mío, llévame a la cama y enciende mi deseo!
Se marcharon y dejaron a Kitty perdida en sus propias cavilaciones.
Las oyó subir la escalera, riendo y cuchicheando como dos colegialas y no tardó mucho en imitarlas.
Cuando llegó a su habitación, se encontró a Brittany tumbada en la cama.
—Tendrías que estar durmiendo —la reprendió Kitty.
Brittany se apoyó en un codo.
—Estaba medio dormida.
—¿Hasta que te han despertado mi mamá y Quinn? Lo siento.
—Tranquila, no pasa nada. Me siento mucho mejor, Kitty. Creo que esto me va a ir muy bien.
—Me alegra. Me alegra mucho que hayas venido—se desvistió.
Brittany se tumbó de espaldas y se tapó con las mantas hasta el cuello, como hacía cuando era niña.
Ya a oscuras, Brittany preguntó:
—Kitty, ¿a la gente le parece curioso que te hayas criado con dos lesbianas y que tú también seas lesbiana?
—¿Te refieres a que si la gente cree que el hecho de tener dos madres lesbianas me ha condicionado?
—Eh, sí—respondió Brittany.
Llevaba todo el día dándole vueltas al tema.
—No especialmente, por lo menos aquí, pero en Nueva York sí que me lo preguntaban. Una vez salí con una estudiante de psicología que quería hacer una tesis sobre mi familia. No, yo jamás lo he pensado. Siempre me han atraído las mujeres. Nunca he tenido que engañarme pensando que era heterosexual porque siempre he sabido que era lesbiana. Me enamoré de Santana y me inicié sexualmente, así de fácil.
Brittany casi se cayó de la cama.
—¿Tú y Santana?
—¿Tan difícil es de creer? —preguntó Kitty.
—No lo sé. A mí Santana me parece inaccesible, peligrosa. Y, desde luego, no es tu tipo.
—¿Y quién es mi tipo?—preguntó Kitty—A lo mejor, gracias a tu perspicacia, encuentro a mi alma gemela y vivimos felices para siempre.
—No seas mala. Me da la sensación de que te gustan las mujeres más tranquilas y dóciles. Vamos, que si esto fuera una cacería, tú serías el cazador y no el zorro.
—Lo que estás diciendo es que me gustan las mujeres aburridas, las que te dan seguridad. Bueno vale, gracias.
—No, pero Santana parece de armas tomar y a ti te gustan las mujeres que no requieren tanta dedicación.
—¿Y Santana requiere mucha dedicación?
—Sí —respondió Brittany.
—Tienes razón, pero no creo que pueda querer a otra mujer tanto como la quise a ella. A veces pienso que cada mujer tiene un gran amor en su vida... Que luego pasen juntas el resto de sus días es otra historia, pero siempre hay alguien a quien se ama más que a las otras. En mi caso, esa persona es Santana —dijo Kitty, mientras contemplaba el techo.
—¿Y qué pasó?
—Elaine, eso fue lo que pasó. Elaine apareció en la vida de Santana y jamás se marchó del todo. Ni siquiera ahora se ha marchado del todo.
—¿Y dónde está Elaine?
—En el convento de Grover's Corner.
—¿Es monja? —dijo Brittany.
—Habrás oído hablar de las monjas lesbianas, digo yo.
—Sí, pero... ¿no tienen por costumbre fugarse de los conventos?
—Bueno, esta lesbiana en concreto se metió en uno, lo cual es otra larga y sórdida historia. En fin, que Santana nunca ha vuelto a ser la misma.
—Qué triste —dijo Brittany.
—Sí que lo es. Brittany, ¿Hanna es el gran amor de tu vida?
—No. Quiero a Hanna, pero entre nosotras siempre ha habido algo que no acababa de funcionar. Supongo que quiero seguir con ella. Si aprendo a imponerme un poco más y ella aprende a tranquilizarse un poco, es posible que aún tengamos otra oportunidad. Yo no estoy preparada para dejarlo.
—Eso está bien.
—¿Por qué dices eso?—preguntó Brittany, un tanto confusa tras escuchar la respuesta de Kitty.
Ésta no le tenía demasiado cariño a Hanna y, en más de una ocasión, se había ofrecido para darle cobijo a Brittany si finalmente decidía dejar a su novia.
—Porque eres mi amiga y porque quiero que seas feliz y que no sufras.
—¿Y quién me hará sufrir?
—No lo sé. Será mejor que duermas un poco —dijo Kitty.
—¿Kitty?—la llamó Brittany, en la oscuridad del dormitorio.
—¿Sí?
—¿Crees que Santana y tú podrían arreglar las cosas algún día?
—No, cariño, me parece que eso ya no es posible. Por favor, pero si teníamos dieciséis años cuando nos enamoramos. Éramos unas crías. Y ahora hemos vivido demasiadas cosas como para volver a ser amantes, pero siempre seremos amigas. Además, tú has dicho antes que Santana requiere mucha dedicación.
—Lo sé, pero quiero que encuentres a alguien que valga la pena.
—Ya llegará—dijo Kitty.
Estaba pensando que ya había encontrado a alguien que valía la pena; pero, por desgracia, todas las mujeres que valían la pena ya estaban comprometidas.
Kitty se quedó despierta, pensando en la primera vez que había hecho el amor con Santana.
Por aquel entonces, tenía sólo dieciséis años y nunca había besado a nadie.
En cuanto a Santana, era un verdadero trasto, pero era muy divertida.
Kitty jamás se había divertido tanto en toda su vida.
Santana llevaba de cabeza a su propio papá y ése fue el motivo por el cual pasó varios años en refinados internados del sur.
El pobre hombre no podía con ella; en realidad, nadie podía con Santana.
Quería lo mejor para ella y tenía el dinero suficiente para dárselo: la envió a una escuela privada tras otra y de todas la expulsaron por saltarse las normas.
Finalmente, a los dieciséis años volvió a casa, prometió portarse bien y fue a la escuela pública con el resto de adolescentes del pueblo.
Rachel le había dicho a Alfonso López que su hija se portaba mal porque quería volver a casa. Y cuando finalmente se lo permitió, Santana se portó bien. Pero también se convirtió en la única cosa que su padre no deseaba: una lesbiana.
Por eso la había enviado a estudiar fuera, porque pensaba que al no vivir en Heroy la niña desarrollaría unos gustos normales.
Sin embargo, no fue así.
Del último internado en el que estuvo, la expulsaron por haberse acostado con otra niña.
La directora del colegio las había sorprendido juntas en la cama, entre una maraña de brazos y piernas. Santana se negó a contar lo sucedido y la expulsaron del colegio.
Alfonso López se rindió: que Santana hiciera lo que le diera la gana.
La quería mucho, pero dejó de intentar convertirla en algo que no era y a partir de ese momento permitió que Rachel se encargara de su educación.
Y así fue como Kitty y Santana empezaron a verse.
A Rachel le pareció una buena idea que Kitty, una chica muy bien educada, socializara a Santana y acabara con su rudeza, pero no contó con la posibilidad de que se enamoraran.
Sin embargo, ¿cómo iba Kitty a resistirse a Santana, una joven de mundo, con experiencia, alocada y, además, guapa?
Kitty se enamoró como una colegiala casi sin darse cuenta.
Recordó la primera vez que Santana la había besado: estaban sentadas tras el granero de los Schuester y, apoyadas en un almiar, bebiendo vino de fresas, que era malísimo.
Flashback
Santana miró fijamente a Kitty con sus maravillosos ojos oscuros y le dijo:
—¿Sabes que me gustaría hacer en este momento?
Y Kitty, como una tonta, respondió:
—¿Qué?
—Me gustaría besarte.
Santana se inclinó, la besó muy despacio y después volvió a besarla. La besó en el cuello y bajó hasta uno de sus pechos, que recorrió con los labios.
Kitty jamás había sentido nada igual.
Fin Flashback
Santana la llevó hasta lugares en los que jamás había estado y después, cuando terminaron, la abrazó y temió haberle hecho daño.
Kitty estaba desnuda, con la cabeza apoyada en el pecho de Santana, absolutamente convencida de que estaba viviendo el momento más maravilloso de su corta existencia.
A partir de ese instante, Kitty dedicó todos sus pensamientos a Santana: al
tacto y al sabor de su piel, a su olor, a todas y cada una de las curvas de su cuerpo...
Hasta que una vez la mamá de Kitty las sorprendió a las dos en la cama individual de Kitty, durmiendo tras una larga noche de pasión.
Santana estaba entre las piernas de Kitty y dormía apoyada sobre su estómago.
Rachel se puso hecha una fiera, pero Quinn estaba encantada y la cocina se convirtió en el escenario de una discusión monumental.
Flashback
—Mi niña ya no es una niña —dijo Quinn, abrazando a Kitty, pero su mamá le plantó delante un plato de huevos y le lanzó una mirada feroz.
Kitty supo que estaba a punto de pasar algo gordo.
—Quería que la convirtieras en una dama, no que te acostaras con ella—estalló Rachel finalmente.
Kitty se atragantó con el café y fue necesario que Quinn le diera unas cuantas palmaditas en la espalda para que recobrara la serenidad.
—¿Qué?
—No te hagas la tonta, jovencita. Esta mañana las he visto—le gritó su mamá.
—No entiendo por qué estás tan enfadada. Pensaba que Santana te caía bien—dijo Kitty, mirando a Quinn en busca de ayuda.
—¿Lo has pensado bien?
—¿El qué?—le preguntó Kitty a su mamá.
—Las connotaciones sociales que tiene en un pueblo como éste.
—¿Qué connotaciones sociales?—preguntó Kitty, que no entendía nada.
—Que acostarte con una mujer te convierte en lesbiana—dijo Rachel, con los brazos en jarras.
—¿Y? —preguntó Kitty.
—¿Eso es lo que quieres ser? —le preguntó Rachel.
—¿Qué tiene de malo? Tú lo eres.
—Pero a lo mejor no quería que tú lo fueras —le espetó Rachel, entre dientes.
—Esto es increíble. Como tú eres lesbiana, yo no puedo serlo, ¿no?—dijo Kitty, al mismo tiempo que se ponía en pie—¿Qué va a pensar la gente? ¿Qué me has convertido en lesbiana? Por favor, ¿y a quién le importa eso en Heroy?
—¿Vas a vivir toda la vida en Heroy? —gritó Rachel cuando Kitty empezó a subir ruidosamente la escalera.
—¡No te oigo! —respondió Kitty.
Rachel quiso ir tras ella, pero Quinn la agarró del brazo y se lo impidió.
—Déjala.
Rachel le lanzó una mirada feroz a Quinn, pero finalmente asintió.
Flashback
La solución que aportó Quinn fue comprarle a Kitty una cama de matrimonio.
Kitty regresó de la escuela y encontró en su habitación una cama preciosa de hierro forjado, adornada con un lazo rojo gigantesco.
Rachel dejó un poco de lado su hostilidad y Quinn se dedicó a consolarla.
—¿Acaso hubieras preferido que anduviera por ahí haciéndole mamadas a cualquier chico del pueblo, pongamos Noah Puckerman, que acabara embarazada, convertida en la esposa de alguien, con la mirada vacía y sus aspiraciones frustradas? —dijo Quinn.
—No todas las parejas de heteros son así, Quinn —respondió Rachel.
—Yo pensaba que te haría feliz que fuera lesbiana.
—¿Por qué? ¿Para que la consideren una pervertida? En todas partes no es como en Heroy. Tú y yo hemos estado en otros sitios y ya sabes lo que es. Kitty ha tenido mucha suerte hasta ahora, pero... ¿qué pasará cuando vaya a la universidad?
—Ah, sí, no hay nada mejor que las universidades mixtas, llenas de chicas con esos jerseycitos tan ceñidos... —dijo Quinn, rememorando sus días de juventud.
—Oh, ¡es imposible hablar contigo!
—Se lo pasará bien, conocerá a otras lesbianas, follará como una loca y aprenderá muchas cosas sobre sí misma. Los tiempos han cambiado, Rach. Las cosas ya no son tan difíciles como antes.
—Lo sé, pero me preocupo por ella. No quiero que sufra.
—Sufrir forma parte de la vida. Y Kitty ya no es ninguna niña.
Fue entonces cuando Quinn entendió por qué Rachel lo estaba pasando tan mal: lo que de verdad le preocupaba no era que su hija fuera lesbiana, sino que se hubiera enamorado de Santana.
Rachel había estado enamorada de la mamá de Santana.
Un día que Rachel había salido, Quinn cogió a Kitty por banda, se sentaron en el café a tomar una Coca-Cola y le contó lo que había ocurrido.
—¿O sea que... follaron? —preguntó Kitty.
—En aquellos tiempos, era más una amistad, la mamá de Santana era como 10 años mayor que tu mamá, pero Maribel quería tener una familia, quería casarse. A Rachel le costó dejarla. Y después, cuando Maribel murió al nacer Santana, todas enloquecimos de dolor—le contó Quinn, recordando la última vez que habían visto a Maribel con vida.
Ella y Rachel se habían tumbado en la cama junto a Maribel y le habían acariciado la barriga mientras trataban de imaginar cómo sería el bebé que
estaba dentro.
—Y entonces me tuvieron a mí. Cuéntame la historia.
—No, es una historia muy larga. Otro día te la cuento. Chist, ahí está tu mamá. Quiero que seas amable con ella y que trates de entender por qué se siente así.
—Pero es que no lo entiendo. Ella quería a la mamá de Santana, sin decir que no le importaba al edad, pero yo no puedo querer a Santana que somos casi de la misma.
—No, es que le trae recuerdos dolorosos. Cuando seas mayor, entenderás que a veces el pasado resulta muy doloroso. Hasta entonces, hazme caso. ¿Me prometes que serás amable con ella?
—Te prometo que seré amable. ¿Puedo invitar a Santana a pasar la noche en mi nueva cama?
—Son insaciables... Sí, pero no hagan mucho ruido—dijo Quinn, mientras recordaba la época en la que ella también era insaciable.
Se echó a reír.
Seguía siendo insaciable.
«¿A quién quieres engañar?», se dijo.
Fin flashback[/i]
«Quinn aún no me ha contado la historia de cómo llegué al mundo—pensó Kitty, medio dormida—[/i]Algún día le pediré que me la cuente.»[/i]
—No. Lo que habrán hecho es guardarnos un plato mientras ellas se zampan el resto y se dedican a contarse historias para no dormir—dijo Santana.
En realidad, habían guardado la cena entera y se habían zampado la bandeja de entremeses sin dejar ni una sola miga.
Cuando llegaron Brittany y Santana, estaban disputando una acalorada partida de póquer.
Tina era una auténtica entusiasta del póquer.
En realidad, Tina concentraba en una sola persona las características que más asustaban a Brittany: era escandalosa, intransigente y agresiva a la hora de ganar.
Retrocedió y se quedó pegada a la pared, pero Santana le cogió la mano.
—Acompáñame. Será mejor que nos escondamos en la cocina con Rachel, que no juega a póquer. Ya te presentaremos a Tina más tarde. Total, mientras dure la partida, no se les puede ni hablar—susurró Santana.
Tenía razón.
Ni siquiera parecieron advertir la presencia de las recién llegadas. Lo único que éstas escucharon fue una acalorada discusión sobre las reglas del póquer.
Rachel estaba muy atareada en la cocina, pero se le iluminó la cara en cuanto entró Santana.
—Más valdrá que empiecen a cenar. A ésas ya no las para nadie. Seguramente cenarán mientras siguen jugando.
—Lo siento, Rachel, no pretendía estropearte la cena—dijo Santana.
—Tranquila, cielo, no la has estropeado. Me alegro mucho de que hayas venido. Buen trabajo, Brittany. Siéntense en la sala. No veo motivos para que no disfruten de una buena cena. Yo voy enseguida.
La sala estaba de lo más elegante.
Sobre el mantel bordado, la plata y el cristal resplandecían a la luz de las velas.
—Qué bonito —dijo Brittany.
—A Rachel y a Quinn se les da muy bien preparar cenas de postín—asintió Santana.
—Me siento fatal. Lo hemos estropeado todo—dijo Brittany. Se sentó, con una expresión un tanto abatida.
—No, lo he estropeado yo. Pero habrá más cenas... y, en este pueblo, una buena partida de póquer eclipsa cualquier otra celebración. Ya tendrás tiempo de comprobarlo.
Rachel trajo panecillos y dos tazones humeantes de gumbo.
—Lo demás está en la mesa, chicas. Adelante, sin cumplidos.
—Siéntate, Rach—dijo Santana, mientras le cogía la mano.
—No, cielo, llevo toda la tarde picando. Además, tengo que mantener a raya a las fieras y darles de comer. Son un pozo sin fondo—respondió Rachel. Atrajo a Santana hacia sí y le acarició el pelo—Tienes que prometerme unas cuantas cosas, cariño—dijo, mirándola.
—Ya lo sé —contestó Santana.
—Y ahora, a comer. Ábrele el vino a Brittany.
La rubia se preguntó qué querría decir con eso, pero se imaginó que tarde o temprano lo descubriría, como la mayoría de cosas que iba a aprender aquel verano.
Cuando Santana le sirvió a Brittany la tercera copa de vino y a sí misma el tercer vaso de agua con gas, dijo:
—No bebes alcohol, ¿verdad?
—Ya no. Tuve un problemilla. Bueno, en realidad fue algo más que un problemilla, pero…—dijo.
Se miraron durante un segundo.
—¿Es otra historia muy larga?
—Sí—asintió, mientras contemplaba la temblorosa luz de la vela a través del vaso de agua y se perdía en sus recuerdos.
Santana no había vuelto a probar una gota de alcohol desde la noche en que Kitty la rescató del estanque.
Por poco se ahoga aquella noche, pero no por ello dejó de llorar y de gritarle a Kitty que la dejara en paz.
Estaba cubierta de barro de los pies a la cabeza, completamente empapada y muerta de frío. Le dijo a Kitty que quería morir ahí, borracha y tragándose el barro del estanque.
Kitty la sacó de ahí a toda prisa y la metió en la cama, donde se quedó durante varios días.
Jamás había vomitado tanto en toda su vida.
Era el punto culminante de una serie de borracheras y ataques de rabia fue encarcelada dos veces por perturbar la vida en el convento y en otra ocasión se plantó en la colina que había justo sobre el convento y suplicó que le permitieran hablar con Elaine, hasta que las monjas, viendo que Elaine se negaba a hablar con ella, tuvieron que llamar a la policía para que se la llevara.
—¿Me contarás todas esas historias algún día? —preguntó Brittany.
Sus miradas se cruzaron de nuevo, esta vez con un aire desafiante.
Eran unas miradas que prometían mucho sin decir nada, unas miradas cargadas de misteriosos significados.
Así fue como las encontró Quinn cuando irrumpió inesperadamente en la sala.
Las dos desviaron la mirada a toda prisa.
—¡Santana! Cariño mío, ya he ganado cincuenta dólares y Tina está que arde. ¿Seguro que no quieres echar una mano?
—No, Quinn, pero gracias. Me tengo que ir pronto. Mañana por la mañana voy a Grover's Córner.
—Vale, morena. Me alegro de verte—dijo Quinn, con una sonrisa radiante, mientras le daba una palmadita en la espalda.
Llevaron los platos a la cocina y se quedaron unos minutos.
—¿Ya te vas? —preguntó Brittany.
—Sí —contestó Santana, tímidamente.
—¿Te acompaño? —preguntó Brittany.
—Claro.
Santana le dio las gracias a Rachel por la cena y se disculpó ante las mujeres que estaban jugando a póquer y que cada vez armaban más escándalo.
Kitty le guiñó un ojo a Brittany.
Había botellines de cerveza por todas partes y el humo de los puros era tan denso que a Brittany se le llenaron los ojos de lágrimas.
Brittany y Santana se quedaron un rato en el porche.
Estaban solas y, de repente, se sintieron un tanto incómodas.
—Gracias por venir —dijo Brittany.
—Gracias por obligarme a venir—repuso Santana—Bueno, entonces...—prosiguió, balanceándose sobre los talones con las manos en los bolsillos—¿Les apetece a Kitty y a ti venir a ver el estudio? Después podemos ir a comer. A esa hora ya habré vuelto. Bueno, si no tienen otros planes, claro.
—¿Dónde está el estudio? Me han dicho que vives ahí—preguntó Brittany, mientras pensaba que no había visto ninguna escultura cuando iba de un lado para otro en la tercera planta, que no tenía paredes.
—En la cuarta planta.
—¿Qué? No me digas que eres la dueña de esa ruina de bloque—se sorprendió Brittany.
—Bueno sí. Es un cuchitril, pero es mi casa—respondió Santana, sonriendo.
—Me encantará ver tu estudio. Buenas noches —se despidió.
—Buenas noches, mi querida amiguita —dijo Santana. Dio media vuelta y se alejó en mitad de la noche fresca y despejada de verano.
Brittany se quedó mirándola durante unos instantes, mientras experimentaba sensaciones extrañas y se preguntaba en qué consistían exactamente.
Estaba agotada y le dijo a Rachel que se iba a dormir, ésta le sonrió.
—Has estado muy bien esta noche, Brittany. Alguien tiene que ayudar a Santana y ese alguien podrías ser tú.
Brittany la miró, perpleja.
—Buenas noches, querida—le dijo Rachel, antes de besarla en la frente.
Brittany sonrió mientras subía las escaleras y se dirigía hacia la buhardilla que compartía con Kitty.
«Una familia encantadora», pensó al cepillarse los dientes.
Durante un segundo, observó su expresión en un espejo antiguo, adornado con un bisel.
¿Qué era lo que veían los demás y que a ella se le escapaba?
Brittany sólo veía a una mujer joven de aspecto cansado, enferma y asustada.
¿Cómo iba ella a ayudar a los demás, si se sentía completamente perdida?
***
—Se acabarán enamorando, ya lo verán—les dijo Quinn a Kitty y a Rachel, mientras estaban las tres en la cocina terminando lo que quedaba del pastel de arándanos.
—Tienes toda la boca manchada de arándanos, Quinny—dijo Rachel.
—Límpiame con un beso, enanita linda—respondió Quinn, frunciendo los labios.
Rachel obedeció sus deseos.
Antes de que amaneciera, caerían la una en brazos de la otra.
«Menos mal que su habitación está en la otra punta de la casa», pensó Kitty, porque era lo último que Brittany necesitaba oír.
Quinn era bastante escandalosa y la mamá de Kitty no era precisamente una amante silenciosa.
Kitty recordaba haber entrado de niña en la habitación que las dos mujeres compartían y haberlas encontrado juntas, no haciendo el amor pero sí fundidas en un estrecho abrazo.
Sus dos mamás... Quinn no era exactamente una mamá, pero sí una amiga y consejera.
Kitty nunca la llamaba «mamá» y ella tampoco esperaba que lo hiciera.
Quinn había dejado que Rachel se encargara de criar a la niña, mientras ella se ocupaba de calmar los ánimos, curar las rodillas despellejadas y conseguir que Kitty y su mamá se reconciliaran después de cada una de sus batallas campales, en las que los bofetones, los tirones de pelo y los gritos estaban a la orden del día.
Kitty las observó a las dos, mientras pensaba.
—¿Te refieres a Brittany y Santana?—preguntó, un tanto asombrada por la predicción de Quinn.
—Bueno claro, Kitty-Kit. ¿A quién si no?—dijo Quinn y se asomó para mirarla por detrás de Rachel, con quien estaba bailando muy despacio, preparándose, recordando, adelantando acontecimientos.
Kitty deseó que, cuando ella encontrara por fin a su alma gemela, les fuera tan bien imitas como a Rachel y Quinn.
Siempre las había visto perdidamente enamoradas la una de la otra.
—Pero Brittany tiene novia —dijo Kitty.
—¿Y desde cuándo eso es un impedimento? —preguntó Rachel.
—Para mí lo fue —dijo Quinn.
—Eso es sólo porque siempre has estado locamente enamorada de mí—dijo Rachel, sonriendo y pellizcándole el culo a Quinn.
—Es verdad. Estoy locamente enamorada de ti.
—¿Después de tantos años? —dijo en tono coqueto.
—Por supuesto.
—Además, cuando conoces a la persona que llevas buscando toda la vida, las novias no importan mucho. La gente renuncia a cosas más importantes que una novia—dijo Quinn.
—Mira el Duque de Windsor, sin ir más lejos—repuso Rachel.
—¡Bien! Aprendes rápido —dijo Quinn.
Le había enseñado a Rachel todo lo que ella sabía acerca de la historia inglesa. Si Judy, la mamá de Quinn, odiaba la madre patria, Quinn sentía un intenso amor por la vieja Inglaterra.
—Entonces... ¿Hanna no es más que una nova y Santana es el verdadero amor de Brittany? Quinn, no creo que Brittany se haya pasado la vida buscando a nadie. Ni siquiera es capaz de encontrarse a sí misma... —dijo Kitty, mientras arqueaba una ceja en un gesto de escepticismo.
—Ay, cariño, me parece que aún tengo que enseñarte muchas cosas. La mayoría de veces, ni siquiera sabemos que estamos buscando algo o que lo hemos perdido. Y ese algo se manifiesta en otras cosas, por ejemplo no ser feliz y no saber por qué. No cuidarse, como hacen Brittany y Santana. Notar que te falta algo y no saber qué es, algo que te duele por dentro y que no deja de dolerte hagas lo que hagas. Por mucho que bebas, no desaparece, ni tampoco puedes borrarlo o huir. Es como si tuvieras un nudo en el corazón, y ahí se queda hasta que aparece en tu vida la persona que ha de salvarte. Estas dos se salvarán mutuamente, te lo digo yo—afirmó Quinn, sacudiendo la cabeza de un lado a otro. Después miró a Rachel y exclamó— ¡Amor mío, llévame a la cama y enciende mi deseo!
Se marcharon y dejaron a Kitty perdida en sus propias cavilaciones.
Las oyó subir la escalera, riendo y cuchicheando como dos colegialas y no tardó mucho en imitarlas.
Cuando llegó a su habitación, se encontró a Brittany tumbada en la cama.
—Tendrías que estar durmiendo —la reprendió Kitty.
Brittany se apoyó en un codo.
—Estaba medio dormida.
—¿Hasta que te han despertado mi mamá y Quinn? Lo siento.
—Tranquila, no pasa nada. Me siento mucho mejor, Kitty. Creo que esto me va a ir muy bien.
—Me alegra. Me alegra mucho que hayas venido—se desvistió.
Brittany se tumbó de espaldas y se tapó con las mantas hasta el cuello, como hacía cuando era niña.
Ya a oscuras, Brittany preguntó:
—Kitty, ¿a la gente le parece curioso que te hayas criado con dos lesbianas y que tú también seas lesbiana?
—¿Te refieres a que si la gente cree que el hecho de tener dos madres lesbianas me ha condicionado?
—Eh, sí—respondió Brittany.
Llevaba todo el día dándole vueltas al tema.
—No especialmente, por lo menos aquí, pero en Nueva York sí que me lo preguntaban. Una vez salí con una estudiante de psicología que quería hacer una tesis sobre mi familia. No, yo jamás lo he pensado. Siempre me han atraído las mujeres. Nunca he tenido que engañarme pensando que era heterosexual porque siempre he sabido que era lesbiana. Me enamoré de Santana y me inicié sexualmente, así de fácil.
Brittany casi se cayó de la cama.
—¿Tú y Santana?
—¿Tan difícil es de creer? —preguntó Kitty.
—No lo sé. A mí Santana me parece inaccesible, peligrosa. Y, desde luego, no es tu tipo.
—¿Y quién es mi tipo?—preguntó Kitty—A lo mejor, gracias a tu perspicacia, encuentro a mi alma gemela y vivimos felices para siempre.
—No seas mala. Me da la sensación de que te gustan las mujeres más tranquilas y dóciles. Vamos, que si esto fuera una cacería, tú serías el cazador y no el zorro.
—Lo que estás diciendo es que me gustan las mujeres aburridas, las que te dan seguridad. Bueno vale, gracias.
—No, pero Santana parece de armas tomar y a ti te gustan las mujeres que no requieren tanta dedicación.
—¿Y Santana requiere mucha dedicación?
—Sí —respondió Brittany.
—Tienes razón, pero no creo que pueda querer a otra mujer tanto como la quise a ella. A veces pienso que cada mujer tiene un gran amor en su vida... Que luego pasen juntas el resto de sus días es otra historia, pero siempre hay alguien a quien se ama más que a las otras. En mi caso, esa persona es Santana —dijo Kitty, mientras contemplaba el techo.
—¿Y qué pasó?
—Elaine, eso fue lo que pasó. Elaine apareció en la vida de Santana y jamás se marchó del todo. Ni siquiera ahora se ha marchado del todo.
—¿Y dónde está Elaine?
—En el convento de Grover's Corner.
—¿Es monja? —dijo Brittany.
—Habrás oído hablar de las monjas lesbianas, digo yo.
—Sí, pero... ¿no tienen por costumbre fugarse de los conventos?
—Bueno, esta lesbiana en concreto se metió en uno, lo cual es otra larga y sórdida historia. En fin, que Santana nunca ha vuelto a ser la misma.
—Qué triste —dijo Brittany.
—Sí que lo es. Brittany, ¿Hanna es el gran amor de tu vida?
—No. Quiero a Hanna, pero entre nosotras siempre ha habido algo que no acababa de funcionar. Supongo que quiero seguir con ella. Si aprendo a imponerme un poco más y ella aprende a tranquilizarse un poco, es posible que aún tengamos otra oportunidad. Yo no estoy preparada para dejarlo.
—Eso está bien.
—¿Por qué dices eso?—preguntó Brittany, un tanto confusa tras escuchar la respuesta de Kitty.
Ésta no le tenía demasiado cariño a Hanna y, en más de una ocasión, se había ofrecido para darle cobijo a Brittany si finalmente decidía dejar a su novia.
—Porque eres mi amiga y porque quiero que seas feliz y que no sufras.
—¿Y quién me hará sufrir?
—No lo sé. Será mejor que duermas un poco —dijo Kitty.
—¿Kitty?—la llamó Brittany, en la oscuridad del dormitorio.
—¿Sí?
—¿Crees que Santana y tú podrían arreglar las cosas algún día?
—No, cariño, me parece que eso ya no es posible. Por favor, pero si teníamos dieciséis años cuando nos enamoramos. Éramos unas crías. Y ahora hemos vivido demasiadas cosas como para volver a ser amantes, pero siempre seremos amigas. Además, tú has dicho antes que Santana requiere mucha dedicación.
—Lo sé, pero quiero que encuentres a alguien que valga la pena.
—Ya llegará—dijo Kitty.
Estaba pensando que ya había encontrado a alguien que valía la pena; pero, por desgracia, todas las mujeres que valían la pena ya estaban comprometidas.
Kitty se quedó despierta, pensando en la primera vez que había hecho el amor con Santana.
Por aquel entonces, tenía sólo dieciséis años y nunca había besado a nadie.
En cuanto a Santana, era un verdadero trasto, pero era muy divertida.
Kitty jamás se había divertido tanto en toda su vida.
Santana llevaba de cabeza a su propio papá y ése fue el motivo por el cual pasó varios años en refinados internados del sur.
El pobre hombre no podía con ella; en realidad, nadie podía con Santana.
Quería lo mejor para ella y tenía el dinero suficiente para dárselo: la envió a una escuela privada tras otra y de todas la expulsaron por saltarse las normas.
Finalmente, a los dieciséis años volvió a casa, prometió portarse bien y fue a la escuela pública con el resto de adolescentes del pueblo.
Rachel le había dicho a Alfonso López que su hija se portaba mal porque quería volver a casa. Y cuando finalmente se lo permitió, Santana se portó bien. Pero también se convirtió en la única cosa que su padre no deseaba: una lesbiana.
Por eso la había enviado a estudiar fuera, porque pensaba que al no vivir en Heroy la niña desarrollaría unos gustos normales.
Sin embargo, no fue así.
Del último internado en el que estuvo, la expulsaron por haberse acostado con otra niña.
La directora del colegio las había sorprendido juntas en la cama, entre una maraña de brazos y piernas. Santana se negó a contar lo sucedido y la expulsaron del colegio.
Alfonso López se rindió: que Santana hiciera lo que le diera la gana.
La quería mucho, pero dejó de intentar convertirla en algo que no era y a partir de ese momento permitió que Rachel se encargara de su educación.
Y así fue como Kitty y Santana empezaron a verse.
A Rachel le pareció una buena idea que Kitty, una chica muy bien educada, socializara a Santana y acabara con su rudeza, pero no contó con la posibilidad de que se enamoraran.
Sin embargo, ¿cómo iba Kitty a resistirse a Santana, una joven de mundo, con experiencia, alocada y, además, guapa?
Kitty se enamoró como una colegiala casi sin darse cuenta.
Recordó la primera vez que Santana la había besado: estaban sentadas tras el granero de los Schuester y, apoyadas en un almiar, bebiendo vino de fresas, que era malísimo.
Flashback
Santana miró fijamente a Kitty con sus maravillosos ojos oscuros y le dijo:
—¿Sabes que me gustaría hacer en este momento?
Y Kitty, como una tonta, respondió:
—¿Qué?
—Me gustaría besarte.
Santana se inclinó, la besó muy despacio y después volvió a besarla. La besó en el cuello y bajó hasta uno de sus pechos, que recorrió con los labios.
Kitty jamás había sentido nada igual.
Fin Flashback
Santana la llevó hasta lugares en los que jamás había estado y después, cuando terminaron, la abrazó y temió haberle hecho daño.
Kitty estaba desnuda, con la cabeza apoyada en el pecho de Santana, absolutamente convencida de que estaba viviendo el momento más maravilloso de su corta existencia.
A partir de ese instante, Kitty dedicó todos sus pensamientos a Santana: al
tacto y al sabor de su piel, a su olor, a todas y cada una de las curvas de su cuerpo...
Hasta que una vez la mamá de Kitty las sorprendió a las dos en la cama individual de Kitty, durmiendo tras una larga noche de pasión.
Santana estaba entre las piernas de Kitty y dormía apoyada sobre su estómago.
Rachel se puso hecha una fiera, pero Quinn estaba encantada y la cocina se convirtió en el escenario de una discusión monumental.
Flashback
—Mi niña ya no es una niña —dijo Quinn, abrazando a Kitty, pero su mamá le plantó delante un plato de huevos y le lanzó una mirada feroz.
Kitty supo que estaba a punto de pasar algo gordo.
—Quería que la convirtieras en una dama, no que te acostaras con ella—estalló Rachel finalmente.
Kitty se atragantó con el café y fue necesario que Quinn le diera unas cuantas palmaditas en la espalda para que recobrara la serenidad.
—¿Qué?
—No te hagas la tonta, jovencita. Esta mañana las he visto—le gritó su mamá.
—No entiendo por qué estás tan enfadada. Pensaba que Santana te caía bien—dijo Kitty, mirando a Quinn en busca de ayuda.
—¿Lo has pensado bien?
—¿El qué?—le preguntó Kitty a su mamá.
—Las connotaciones sociales que tiene en un pueblo como éste.
—¿Qué connotaciones sociales?—preguntó Kitty, que no entendía nada.
—Que acostarte con una mujer te convierte en lesbiana—dijo Rachel, con los brazos en jarras.
—¿Y? —preguntó Kitty.
—¿Eso es lo que quieres ser? —le preguntó Rachel.
—¿Qué tiene de malo? Tú lo eres.
—Pero a lo mejor no quería que tú lo fueras —le espetó Rachel, entre dientes.
—Esto es increíble. Como tú eres lesbiana, yo no puedo serlo, ¿no?—dijo Kitty, al mismo tiempo que se ponía en pie—¿Qué va a pensar la gente? ¿Qué me has convertido en lesbiana? Por favor, ¿y a quién le importa eso en Heroy?
—¿Vas a vivir toda la vida en Heroy? —gritó Rachel cuando Kitty empezó a subir ruidosamente la escalera.
—¡No te oigo! —respondió Kitty.
Rachel quiso ir tras ella, pero Quinn la agarró del brazo y se lo impidió.
—Déjala.
Rachel le lanzó una mirada feroz a Quinn, pero finalmente asintió.
Flashback
La solución que aportó Quinn fue comprarle a Kitty una cama de matrimonio.
Kitty regresó de la escuela y encontró en su habitación una cama preciosa de hierro forjado, adornada con un lazo rojo gigantesco.
Rachel dejó un poco de lado su hostilidad y Quinn se dedicó a consolarla.
—¿Acaso hubieras preferido que anduviera por ahí haciéndole mamadas a cualquier chico del pueblo, pongamos Noah Puckerman, que acabara embarazada, convertida en la esposa de alguien, con la mirada vacía y sus aspiraciones frustradas? —dijo Quinn.
—No todas las parejas de heteros son así, Quinn —respondió Rachel.
—Yo pensaba que te haría feliz que fuera lesbiana.
—¿Por qué? ¿Para que la consideren una pervertida? En todas partes no es como en Heroy. Tú y yo hemos estado en otros sitios y ya sabes lo que es. Kitty ha tenido mucha suerte hasta ahora, pero... ¿qué pasará cuando vaya a la universidad?
—Ah, sí, no hay nada mejor que las universidades mixtas, llenas de chicas con esos jerseycitos tan ceñidos... —dijo Quinn, rememorando sus días de juventud.
—Oh, ¡es imposible hablar contigo!
—Se lo pasará bien, conocerá a otras lesbianas, follará como una loca y aprenderá muchas cosas sobre sí misma. Los tiempos han cambiado, Rach. Las cosas ya no son tan difíciles como antes.
—Lo sé, pero me preocupo por ella. No quiero que sufra.
—Sufrir forma parte de la vida. Y Kitty ya no es ninguna niña.
Fue entonces cuando Quinn entendió por qué Rachel lo estaba pasando tan mal: lo que de verdad le preocupaba no era que su hija fuera lesbiana, sino que se hubiera enamorado de Santana.
Rachel había estado enamorada de la mamá de Santana.
Un día que Rachel había salido, Quinn cogió a Kitty por banda, se sentaron en el café a tomar una Coca-Cola y le contó lo que había ocurrido.
—¿O sea que... follaron? —preguntó Kitty.
—En aquellos tiempos, era más una amistad, la mamá de Santana era como 10 años mayor que tu mamá, pero Maribel quería tener una familia, quería casarse. A Rachel le costó dejarla. Y después, cuando Maribel murió al nacer Santana, todas enloquecimos de dolor—le contó Quinn, recordando la última vez que habían visto a Maribel con vida.
Ella y Rachel se habían tumbado en la cama junto a Maribel y le habían acariciado la barriga mientras trataban de imaginar cómo sería el bebé que
estaba dentro.
—Y entonces me tuvieron a mí. Cuéntame la historia.
—No, es una historia muy larga. Otro día te la cuento. Chist, ahí está tu mamá. Quiero que seas amable con ella y que trates de entender por qué se siente así.
—Pero es que no lo entiendo. Ella quería a la mamá de Santana, sin decir que no le importaba al edad, pero yo no puedo querer a Santana que somos casi de la misma.
—No, es que le trae recuerdos dolorosos. Cuando seas mayor, entenderás que a veces el pasado resulta muy doloroso. Hasta entonces, hazme caso. ¿Me prometes que serás amable con ella?
—Te prometo que seré amable. ¿Puedo invitar a Santana a pasar la noche en mi nueva cama?
—Son insaciables... Sí, pero no hagan mucho ruido—dijo Quinn, mientras recordaba la época en la que ella también era insaciable.
Se echó a reír.
Seguía siendo insaciable.
«¿A quién quieres engañar?», se dijo.
Fin flashback[/i]
«Quinn aún no me ha contado la historia de cómo llegué al mundo—pensó Kitty, medio dormida—[/i]Algún día le pediré que me la cuente.»[/i]
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
dentro de todo fue bien y van bien las cosas entre san y britt!!!
demasiado complicado lo de san y Elaine y en la forma en que termino,...
historia "pesada" la de san a ver hasta donde llega britt y si se cumple la premonición de quinn y rachel!!!
nos vemos!!!
PD; óigame que mal concepto el que tienes de yo,.. con lo de la bañera pues,.. ammm son leyendas que se dicen por ahi jajajajajajajaja
mejor que quede ahi SSSHHHHHHHHHHHHHHH!!! jajaja
dentro de todo fue bien y van bien las cosas entre san y britt!!!
demasiado complicado lo de san y Elaine y en la forma en que termino,...
historia "pesada" la de san a ver hasta donde llega britt y si se cumple la premonición de quinn y rachel!!!
nos vemos!!!
PD; óigame que mal concepto el que tienes de yo,.. con lo de la bañera pues,.. ammm son leyendas que se dicen por ahi jajajajajajajaja
mejor que quede ahi SSSHHHHHHHHHHHHHHH!!! jajaja
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Jajajaaa amo a Quinn su forma de ser única!
Y para su primer encuentro obligado solas de las brittana creo que todo salio muy bien.
Haber como les va ahora en la visita a su taller ....
Y para su primer encuentro obligado solas de las brittana creo que todo salio muy bien.
Haber como les va ahora en la visita a su taller ....
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
dentro de todo fue bien y van bien las cosas entre san y britt!!!
demasiado complicado lo de san y Elaine y en la forma en que termino,...
historia "pesada" la de san a ver hasta donde llega britt y si se cumple la premonición de quinn y rachel!!!
nos vemos!!!
PD; óigame que mal concepto el que tienes de yo,.. con lo de la bañera pues,.. ammm son leyendas que se dicen por ahi jajajajajajajaja
mejor que quede ahi SSSHHHHHHHHHHHHHHH!!! jajaja
Hola lu, van avanzando bn las cosas entre todas y eso es bueno... mucho mejor q sea tmbn las brittana jajajajaja. Si =/ pobre morena, dejo lo que tenia por otra q pensaba q sería lo mejor...y todo fue para peor =/ Jajajajajaja espero que lo que dicen las faberry sea 100% vrdd y real jajajajaa. Saludos =D
Pd: jajajajajajajajaja nooo nada q ver! ajjajajaja. Mmmm leyendas... sisisi, obvio que te creo...JAjajajajaja lo q pense jajaja.
JVM escribió:Jajajaaa amo a Quinn su forma de ser única!
Y para su primer encuentro obligado solas de las brittana creo que todo salio muy bien.
Haber como les va ahora en la visita a su taller ....
Hola, jajajajaja o no¿?! jajaajaja es la mejor! ajajajajajajajajajajaja. Si, pienso igual y tmbn espero q siga así jajajajajaja. Espero q bn la vrdd osea, si estan avanzando tan bn xq no seguir así¿? jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Cap 5
Capitulo 5
Brittany y Kitty subieron casi arrastrándose los cuatro tramos de escalones y, cuando llegaron, se encontraron a Santana sudando copiosamente y moviendo cajones de embalaje de un lado a otro.
—Más oportunas no podan ser. Aún me quedan un par de viajes—dijo Santana, con una sonrisa.
—Genial. Nos invitas a comer, pero primero quieres hacernos trabajar—se quejó Kitty, en un tono algo insolente.
—Venga ya, Kitty. Estos trastos pesan un huevo y estoy muy cansada—suplicó Santana.
—Entonces haberte comprado un edificio con ascensor—contestó Kitty.
—Ya tiene ascensor, pero no funciona —dijo Santana.
—Bueno entonces haberte montado el estudio en la primera planta—replicó Kitty.
—No puedo. La luz no es adecuada y, además, tengo claustrofobia.
—¿Es verdad que tienes claustrofobia? —preguntó Brittany.
—Jamás se había quejado hasta que se vio obligada a pasar tres días en unas dependencias un tanto reducidas.
—¿Dónde?—preguntó Brittany, que estaba tratando de imaginar a qué clase de dependencias reducidas se refería Kitty—No, no digas nada. Se trata de otra larga historia que no me vas a contar.
Santana se la quedó mirando durante unos instantes, fijamente.
—No, te puedo contar la versión abreviada. Una noche se me fue la olla y, en lugar de llevarme al calabozo, pensaron que estaría mejor en un psiquiátrico. Bueno, no estuve mejor. Me metieron en una habitación muy pequeña, muy silenciosa y muy oscura, donde faltó un pelo para que me volviera más loca de lo que ya estaba. De hecho, si no hubiera sido porque Tina Chang-Cohen-Chang tiene muchos y muy poderosos contactos, aún estaría ahí—dijo Santana.
—Lo siento—musitó Brittany, deseando no haber sido tan indiscreta.
—No lo sientas. A finales de verano, te habrás enterado de los detalles más escabrosos de todos los habitantes de este pueblo.
—Y eso, por supuesto, te incluye también a ti —dijo Santana, volviéndose un poco para mirar a sus dos amigas.
Bajaron dificultosamente la escalera y terminaron de cargar el misterioso
envío de Santana.
Santana y Kitty levantaron, cada una por un extremo, un cajón de embalaje muy grande.
La ojivede la miró.
—¿Todavía te acuerdas?
—Me acuerdo. Lo huelo y aparece en mis sueños. A veces me siento como si no pudiera respirar. Trabajo de noche para huir de mis pesadillas—respondió Santana.
No era de extrañar que tuviera pesadillas.
Flashback
Santana a la puerta del convento, llorando y gritando, exigiendo ver a su mujer, poder hablar con ella.
La madre superiora diciéndole que ahora Elaine estaba casada con Dios y que lo que había hecho con Santana eraun pecado, no un matrimonio.
La morena arremetiendo contra la monja, Santana detenida por la policía... Y después, un infierno que duró tres días.
Tres días en los que no se enteró de nada, en los que se limitó a estar sentada, mecerse y llorar hasta que la vencía el sueño.
Finalmente, se abrió la puerta y ahí estaba Tina, cuya figura se recortaba contra la luz. Santana entrecerró los ojos para poder verla, mientras pensaba que se trataba de una alucinación.
Pero Tina la sacó de ahí y la llevó a casa de Rachel.
Santana dejó de merodear por el convento, pero se entregó a la bebida y fue entonces cuando por poco se ahoga en el estanque.
Fin Flashback
Con el tiempo, había conseguido mantener un precario equilibrio que le impedía precipitarse de nuevo a las aguas estancadas en que se habían convertido sus dolorosos recuerdos.
Tanto Kitty como Santana sabían que algo se había roto, pero ninguna de las dos parecía capaz de recomponerlo.
—Estas mujeres son fantásticas —dijo Brittany, contemplando las figuras.
Se sentó en un banco, junto a una estatua de bronce que representaba a una mujer retorciéndose de sufrimiento, una mujer que sufría en su cuerpo el tormento del dolor.
Era una obra que reflejaba de forma sobrecogedora la desesperación humana.
Brittany rodeó la escultura con un brazo, como si quisiera ofrecerle consuelo.
Kitty y Santana presenciaron aquel gesto y quisieron que se las tragara la tierra.
—¿Qué pasa? ¿No se pueden tocar?—preguntó Brittany, apartando rápidamente el brazo.
—Sí, claro que se pueden tocar. Es que ésa, precisamente, tiene un significado muy especial—confesó Santana.
Era la última escultura que había hecho de Elaine y transmitía la angustia que las dos sentían por culpa de una historia de amor que no había terminado bien.
Mercedes, la agente de Santana, quería venderla a toda costa, pero Santana se negaba.
—En realidad—dijo—, Lo que has hecho es justo lo que necesitaba.
—Lo siento —dijo Brittany.
—No lo sientas. Te contaré la historia mientras comemos, si tú me cuentas algo de esa novia de la que estás huyendo. ¿Trato hecho?—propuso Santana.
—Supongo que te cambiarás de camisa antes de irnos, ¿no?—dijo Kitty, que se había fijado en lo sucia que llevaba la parte delantera.
—Bueno no lo tenía pensado, la verdad—para remediar la situación, Santana se sacudió el polvo.
—Ya te estás cambiando. Ponte algo presentable. Te recuerdo que vamos a comer.
—No sabía que el café fuera un restaurante de lujo—dijo Santana, mientras lo revolvía todo en busca de otra camisa.
La que eligió, llena de agujeros, no mejoraba mucho su aspecto.
—Jesús, ¿no tienes nada mejor? Eso deberías usarlo como trapos—dijo Kitty, que también empezó a rebuscar.
—Esta camisa me la regalaste tú—replicó Santana, dolida.
—Sí, hace siglos. ¿Qué te ha pasado? En otros tiempos, ibas a la moda. Es más, eras muy elegante —la reprendió Kitty.
Santana miró a Brittany y se dedicó a hacer muecas, imitando a Kitty.
La ojiazul se echó a reír.
—Mira que eres cría, ¿eh?—dijo Kitty, que había encontrado una camisa presentable—Tendré que decirle a Brittany que te lleve de compras. Tiene muy buen gusto y está claro que a ti te hace falta renovar el vestuario. Me parece increíble que Mercedes te permita vestirte así. ¿Cómo te las apañas en las exposiciones?
—Ya no me deja ir. Dice que soy maleducada—respondió Santana.
—¿De verdad? No me lo creo—se burló Kitty.
Santana miró de nuevo a Brittany.
—Kitty hace lo mismo cada verano. Intenta reformarme, pero lo que no sabe es que, en cuanto se marcha, vuelvo a mis malas costumbres.
—Sí que lo sé, pero al menos no tengo que verlo mientras estoy aquí—dijo Kitty.
Se dirigieron al café, donde Quinn y las chicas que habían montado la carpa estaban jugando a cartas.
Como de costumbre, ganaba Quinn.
—Hola, chicas. Les presento a mis nuevas amigas: Clarke, Lexa, Dani y Marley.
Los dos grupos de chicas intercambiaron unas cuantas miradas.
Santana murmuró «Hola» y se alejó en busca de Rachel.
Brittany y Kitty se sentaron con las demás.
—¿Santana siempre es tan maleducada cuando hay gente?—le preguntó Brittany a Kitty.
—Tiene fobia a las lesbianas —afirmó Kitty, con rotundidad.
—Pero... ella también lo es, ¿no? —preguntó Brittany, un tanto perdida.
—Sí, pero eso no significa que le gusten.
—Bueno no lo entiendo.
—Santana no quiere saber nada de las mujeres. Después de partirme el corazón, y de que a ella le partieran el suyo, pasa de enamorarse. Y lo más curioso es que parece que eso de ser artista atrae a las mujeres, pero Santana no se lía con ninguna. Mierda, ojalá yo tuviera tantas admiradoras. Me da la sensación de que se muestra muy fría para no tener nada que ver con ellas. Obviamente, eso aún las atrae más. Espera y verás.
—Tu mamá es una cocinera fantástica—dijo Santana, al regresar de la cocina con un trozo de pastel de cerezas a medio comer.
—¿No podías esperar? —la reprendió Kitty.
—No se me da bien acatar las normas —dijo Santana.
—Como si no lo supiéramos.
Después de comer, mientras tomaban café y comían pastel, Santana le habló a Brittany de Elaine.
Kitty aportaba los datos que Santana había olvidado por culpa de sus borracheras.
—Y ya está, fin de la historia, fin de mi vida con las mujeres—dijo Santana, bastante satisfecha de haberse quitado un peso de encima.
Jamás le había contado la historia a nadie.
Se sintió bien al pronunciar las palabras, porque fue como si se liberara de ellas.
Las imágenes adquirieron una extraña apariencia, borrosa, como si pertenecieran al pasado de otra persona.
Y le parecieron lo bastante melodramáticas como para resultar cómicas.
—¿Sabes una cosa, Kitty? Jamás pensé que un día me reiría de aquellos tiempos. Creo que empiezo a estar mejor—dijo Santana.
—Yo no diría tanto. Si conseguimos que salgas con alguien, eso sí que será estar mejor —dijo Kitty.
—No tiene nada de malo ser soltera toda la vida. A veces, hasta me parece que es mejor. No soy la compañía más agradable del mundo. Y así es más fácil: yo no hago daño a nadie y nadie me hace daño a mí.
—Te gusta lo seguro, ¿no? —dijo Kitty.
—Lo seguro es mejor que el caos. No puedo crear nada sí mi vida constituye un trastorno permanente. Para mí, el amor se reduce a eso: estar en la cumbre de la montaña y después caer al abismo.
—Y si encontraras a alguien que valiera la pena, que no te atormentara, que fuera un complemento en tu vida, que le cuidara y fuera amable contigo, que te apoyara, que no fuera ni un felpudo ni una tirana..., ¿compartirías tu vida con una mujer así?—le preguntó Kitty.
—No—respondió Santana, en un tono contundente.
—¿Por qué no?
—Porque no existe una persona así, y menos una mujer.
—Serás cínica —dijo Kitty.
—No, los hechos me dan la razón. ¿Conoces a alguien así? No. Ni siquiera tu querida amiguita la ha encontrado, y a mí me parece que tu querida amiguita sí que vale la pena. No me lo digas: tú eres el felpudo y ella es la tirana. Como ya no lo soportas más, te largas. Pero... ¿crees que todo será mejor cuando vuelvas? No. El amor no trae nada bueno —dijo Santana.
—¿Qué me dices de mamá y Quinn? —preguntó Kitty.
—Para decirlo lisa y llanamente, pura chiripa.
—En el pueblo hay otras parejas felices —insistió Kitty.
—No, felices no. Sólo se toleran mutuamente.
Como si quisieran demostrar que Santana estaba en lo cierto, Morrigan y Lauren entraron precipitadamente en el café: la primera perseguía sin descanso a la segunda.
—Maldita sea, que no me sigas—dijo Morrigan, apretando los dientes.
—No te estoy siguiendo. Estoy intentando hablar contigo—contestó Lauren, mientras las dos se sentaban frente al mostrador.
—Un café, por favor—dijo Lauren y le sonrió a Rachel, como si quisiera aparentar que no pasaba nada.
—Una pareja feliz y enamorada—dijo Santana—Mira, la morena, Morrigan, es la tirana; y Lauren, la que es la rubia y más guapa, es el felpudo. Morrigan no la trata muy bien, pero, cada vez que cree que Lauren ha encontrado a otra, se pone las pilas y hace lo imposible por recuperarla. ¿Te acuerdas de aquella vez que Morrigan ató con cadenas todo lo que tenían porque Lauren se había liado con Bo Clark?—dijo Santana.
—Sí—respondió Kitty, entre risas.
—Literalmente, Morrigan ató con cadenas todo lo que habían comprado juntas y puso un montón de candados, porque no quería que Lauren se llevara nada que después pudiera utilizar también Bo. Morrigan odia a Bo Clark porque lo de Lauren y Bo viene de hace tiempo. Lauren tendría que haberse casado con Bo y no con Morrigan—afirmó Santana.
—Seguramente, les habría ido mejor—dijo Kitty.
La conversación frente al mostrador iba subiendo de tono por momentos. Rachel las miró con una expresión de fastidio.
—¿Qué les habrá pasado esta vez?—se preguntó Kitty.
—Bueno lo mismo de siempre, supongo. Estoy segura de que si nos quedamos aquí sentadas un rato más acabaremos por descubrirlo—respondió Santana.
Rachel les trajo unas cervezas, cortesía de las chicas que estaban montando las carpas.
—Oh, no, ya estamos otra vez—dijo Santana, mientras dejaba su cerveza frente a Brittany—Ya veo los titulares: «BOLLERAS RECIÉN LLEGADAS VEN EN LAS CHICAS DEL PUEBLO POSIBLES LIGUES DE VERANO»—añadió, con cara de asco.
—Mira, sé que te estás acostando con ella. ¡No me mientas!—gritó Morrigan, incapaz de contener su rabia.
—No me estoy acostando con ella. Sólo somos amigas—respondió Lauren, en el mismo tono de voz.
Santana se puso de pie de repente.
—¡Ya he escuchado bastantes gilipolleces por hoy!
Brittany y Kitty la contemplaron, perplejas.
Se acercó hacia donde estaban Morrigan y Lauren.
—¿Quieren que les diga una cosa? Mira, Morrigan, Lauren probablemente se acostaría contigo si no fueras tan capulla; y Lauren, ya va siendo hora de que dejes de decir mentiras. Que yo sepa, siempre has estado enamorada de Bo y las he visto escaparos juntas por la noche. Ya va siendo hora de que tomes una decisión... y la mantengas—salió dando un portazo, seguida de cerca por las miradas de los presentes en el café.
—¡Será hijaputa! Yo la mato —dijo Morrigan, se bajó del taburete y se dirigió a la puerta.
—¡Quieta!—gritó Rachel, al mismo tiempo que bloqueaba la puerta—Santana es la única en este pueblo que tiene ovarios para decirte las cosas a la cara. Si le pones la mano encima, lo lamentarás toda tu vida.
Morrigan volvió a sentarse y Rachel le sirvió otro café. Mientras, Brittany miró a Kitty.
—¡Madre mía!
—Bueno sí. Bienvenida a Heroy—dijo Kitty.
Aquella noche, Brittany se fue a dormir pensando que Santana era la mujer más hermosa y salvaje que había conocido en toda su vida.
Una tarde, Brittany se hallaba tumbada sobre la balaustrada del porche.
Se había quedado medio dormida y el libro que estaba leyendo reposaba sobre su estómago. Oyó a medias una especie de chirrido que procedía de la acera.
Santana observó a Brittany y se fijó en la curva de sus piernas, se fijó también en la curva de su cuello y en la delicada y sinuosa línea de sus hombros.
En ocasiones como aquélla, lamentaba no tener cerca su cuaderno de bosquejos, ya que el deseo de dibujar le producía un cosquilleo en los dedos.
Quizá podría convencer a Brittany para que posara en su estudio, pero supo al instante que una mujer con la clase y el estilo de la rubia jamás se dejaría convencer para posar desnuda.
Santana produjo un ruido metálico al subir los escalones y Brittany abrió un ojo para ver quién era.
—El libro debe de ser muy bueno: te has dormido—dijo Santana, sonriendo.
Brittany se echó a reír.
—En realidad, lo escribió Hanna. Es una de sus obras feministas. Hace tiempo que intento leerlo, para averiguar qué clase de ideas tiene mi novia en la cabeza.
—Más que tu novia, es tu mujer, ¿no?
—Supongo que sí—Brittany se sentó.
—¿Cuánto hace que están juntas?—le preguntó Santana, mientras alcanzaba el libro para leer el título.
—Tres años.
Santana le dio la vuelta al libro. En la contracubierta había una foto de Hanna Marin: era alta, tenía los ojos claros, el pelo rubio y una mirada inteligente.
—Es muy atractiva —dijo Santana.
—E imponente —añadió Brittany.
—Oye, siento mucho lo del otro día. Soy una maleducada, pero es que no puedo evitarlo —dijo Santana con timidez y se sentó, se desató los patines y se los quitó para desentumecerse los tobillos.
Brittany se sentó junto a ella y cogió un patín. Hizo girar las ruedas. Miró a Santana y arqueó una ceja.
—Patinar es divertido, ¿no?
—¿Qué pasa? ¿Tu mami no te deja probar porque es muy peligroso?—se burló Santana. Brittany se sonrojó—. Lo siento. Si te pones rodilleras y casco, no pasa nada.
—Cosa que tú no haces.
—Pero yo soy autodestructiva y tú no.
—No estés tan segura.
—Si quieres, te enseño. Hanna no tiene por qué enterarse —se ofreció Santana.
Brittany sonrió.
—Por probar, no pasa nada, ¿verdad?
—Claro que no. ¿Qué tal mañana?
—Perfecto—Brittany hizo girar las ruedas otra vez y se imaginó a sí misma deslizándose a toda velocidad por la acera—, ¿Por qué estabas tan enfadada el otro día? —preguntó, recordando de repente el motivo que había llevado a Santana hasta ahí.
—Por ese rollo del amor. Todo el mundo quiere estar enamorado y todo el mundo sufre cuando lo está. Me pregunto si vale la pena. Pero los demás se dedican a buscarte citas, como Quinn la otra tarde. Les dijo a aquellas mujeres que nosotras tres estamos más o menos libres. Yo no quiero ser el ligue de verano de nadie, pero eso es lo único que busca la gente. No entiendo qué tiene de malo estar sola y querer estar sola.
—El ser humano es sociable... y el amor también tiene cosas buenas.
—Que enseguida se convierten en malas. La parte buena del amor no dura mucho. Prefiero ser mala conmigo misma que hacer daño a otra persona. Eso es lo bueno de estar sola.
—Y, por lo que me han contado, eso es lo que has estado haciendo últimamente, ¿no?
—Intento remediarlo. Además, tú tampoco puedes hablar mucho. ¿Qué has ganado estando enamorada? Ha habido más momentos malos que momentos buenos, ¿no?
Brittany se miró las manos.
En otros tiempos, Hanna se moría de deseo sólo con mirar los largos dedos de Brittany e imaginarlos acariciando su cuerpo.
Pero todo había cambiado y ya no tenían ni el tiempo ni la energía necesarios para entregarse al amor.
Siempre lo hacían con prisas, para satisfacer una necesidad. Y Brittany no
soportaba que fuera así.
Santana rompió el hechizo al coger una de las manos inmóviles de Brittany y observarla.
—Tienes unas manos muy bonitas. Si te enseño a patinar..., ¿me permites a cambio esculpir tus manos?
Brittany vaciló.
—Supongo que es justo.
—Bueno, pero no has contestado a mi pregunta. ¿Qué has ganado estando enamorada? Quiero decir que tú estás aquí, pero ella no. Si fueras mi verdadero amor, no te dejaría alejarte tanto, porque no lo soportaría. Te echaría mucho de menos.
—Pero a lo mejor yo no soy la compañera ideal —dijo Brittany, mirando a Santana.
Cada una contempló los ojos de la otra.
—No, yo creo que eres muy buena. Te preocupas por las cosas y te preocupa mucho ser mala. No tienes líos con otras, ¿verdad?
—No. A veces he sentido la tentación, pero nunca lo he hecho.
—Yo sí tenía líos por ahí. Cuando estaba con Kitty y también al principio de estar con Elaine. Pero cuando llegamos aquí, ya no. Para entonces me portaba bien. La verdad es que es muy feo. ¿Ves como yo no sirvo para el amor? Es mejor que me quede al margen.
—Santana, ¿cuántos años tienes?
—Veinte y ocho.
—Bueno eres demasiado joven para tirar la toalla. Haces lo mismo que las mujeres que enviudan muy jóvenes y no vuelven a casarse nunca. Te estás negando una segunda oportunidad de ser feliz.
—¿Te has fijado en los modelos de conducta que tengo por aquí? Ya has visto cómo son Morrigan y Lauren, y el pueblo está lleno de mujeres como ellas. Yo no quiero ser así.
—A lo mejor es porque no has encontrado a la mujer adecuada. A lo mejor Lauren tendría que casarse con Bo Clark; a lo mejor todas serían mucho más felices. Yo creo que a veces terminamos con la persona equivocada y por eso nos comportamos tan mal, porque en el fondo sabemos que no estamos donde deberíamos estar. Cada una le impide a la otra seguir buscando. Pero es difícil dejarlo y admitir el fracaso.
—Y tú estás en ese punto...
Brittany la miró.
—Seguramente.
—O sea, que Hanna no es la mujer adecuada.
—En el fondo, no.
—Pero te sirve.
—Sí.
—¿Y por qué te conformas, después de decirme que deberíamos buscar a la persona adecuada?
—Porque dar consejos es muy fácil, pero aplicárselos a una misma, no tanto.
—Hagamos un trato. Yo volveré a creer en el amor cuando tú encuentres a la mujer adecuada.
—¿Cómo voy a hacer un trato así?
—Muy fácil. Sólo tienes que decir: «Vale, Santana, trato hecho».
Brittany sonrió.
—Lo interpretaré como un sí. Mañana me paso por aquí y vamos a patinar—dijo Santana, mientras se ponía los patines y se alejaba a toda prisa del porche.
Kitty salió al sol de la mañana.
En una mano llevaba una taza de café, mientras con la otra buscaba sus gafas de sol.
—¿Qué coño están haciendo?—dijo, al mirar hacia la acera.
Vio a Santana sujetando a Brittany de las manos y ayudándola a desplazarse hacia delante sobre sus patines.
La más alta llevaba rodilleras, coderas, guantes y casco.
—Santana me está enseñando a patinar—dijo Brittany, con una expresión de alegría en el rostro.
—Eso ya lo veo —replicó Kitty, sonriendo.
—Y me ha comprado unos patines —añadió Brittany.
Le dedicó a Santana una sonrisa de agradecimiento.
La tarde anterior, la morena se había acercado a toda prisa a Grover's Corner y había comprado los patines.
Había actuado con astucia, al pedirle a Quinn que subiera a la habitación de Brittany y averiguara qué número calzaba.
Quería que todo fuera perfecto.
No sabía por qué, pero todo tenía que ser perfecto.
La expresión del rostro de Brittany al ver los patines había constituido una recompensa más que suficiente.
Parecía una niña que en Navidad hubiera recibido el regalo que más deseaba.
Santana estaba contentísima.
—Genial. Ahora ya tenemos dos peligros públicos en el pueblo. ¿Y este casco?—dijo Kitty, dándole un golpecito al que llevaba Santana.
—Bueno, no quería ponérselo a menos que yo también me lo pusiera. Ayer vi la foto de Hanna y, la verdad, me parece que no le haría mucha gracia que le devolviera a su novia convertida en un montón de chatarra.
Brittany sonrió.
—Bueno, vayan con cuidado. Y, por favor, no la enseñes a saltar por encima de las bocas de incendios. No me gusta que hagas eso—dijo Kitty.
Kitty las observó mientras Santana enseñaba a Brittany lo que tenía que hacer y se alejaban tambaleándose en dirección al juzgado, que estaba en una plaza amplia y despejada, con unos escalones que a Santana le encantaba saltar.
Kitty rezó para que tampoco le enseñara eso a Brittany.
Volvió a la cocina a buscar otro café y se encontró con Quinn, que estaba repasando la quiniela hípica mientras tomaba una Coca-Cola.
—¿Cómo puedes beberte eso por la mañana? —dijo Kitty.
—Bueno igual que tú te bebes eso—respondió Quinn, señalando la taza de café de Kitty.
—¿Has visto a Santana y Brittany? —preguntó Kitty, todavía perpleja por la escena que había presenciado.
—Sí, qué monas son —sonrió Quinn.
—Santana ha sido muy atenta. Diría que hasta amable.
—Ya te dije que estas dos se acabarán enamorando—dijo Quinn, sacudió la cabeza y guardó la quiniela.
—No, yo sigo pensando que te equivocas. Pero terminarán siendo muy amigas y eso será bueno para las dos.
—¿Hacemos una apuesta? Veinte billetes a que acaban juntas.
—Eres una jugadora compulsiva, pero vale: acepto —dijo Kitty, antes de estrechar la mano que Quinn ya le había tendido.
—Puede que sea una jugadora compulsiva, pero también soy muy afortunada. Cuando recibas la pequeña anualidad que te tengo reservada, ya verás si soy afortunada o no.
—¿Has ahorrado para mí el dinero que ganas jugando?—preguntó Kitty.
Era la primera vez que oía hablar de ese tema.
—Sí. Quiero que tengas una casa y un buen comienzo en la vida cuando termines tus estudios. Juego con un objetivo, ya lo ves—dijo Quinn, mientras rodeaba a Kitty con un brazo.
—Más oportunas no podan ser. Aún me quedan un par de viajes—dijo Santana, con una sonrisa.
—Genial. Nos invitas a comer, pero primero quieres hacernos trabajar—se quejó Kitty, en un tono algo insolente.
—Venga ya, Kitty. Estos trastos pesan un huevo y estoy muy cansada—suplicó Santana.
—Entonces haberte comprado un edificio con ascensor—contestó Kitty.
—Ya tiene ascensor, pero no funciona —dijo Santana.
—Bueno entonces haberte montado el estudio en la primera planta—replicó Kitty.
—No puedo. La luz no es adecuada y, además, tengo claustrofobia.
—¿Es verdad que tienes claustrofobia? —preguntó Brittany.
—Jamás se había quejado hasta que se vio obligada a pasar tres días en unas dependencias un tanto reducidas.
—¿Dónde?—preguntó Brittany, que estaba tratando de imaginar a qué clase de dependencias reducidas se refería Kitty—No, no digas nada. Se trata de otra larga historia que no me vas a contar.
Santana se la quedó mirando durante unos instantes, fijamente.
—No, te puedo contar la versión abreviada. Una noche se me fue la olla y, en lugar de llevarme al calabozo, pensaron que estaría mejor en un psiquiátrico. Bueno, no estuve mejor. Me metieron en una habitación muy pequeña, muy silenciosa y muy oscura, donde faltó un pelo para que me volviera más loca de lo que ya estaba. De hecho, si no hubiera sido porque Tina Chang-Cohen-Chang tiene muchos y muy poderosos contactos, aún estaría ahí—dijo Santana.
—Lo siento—musitó Brittany, deseando no haber sido tan indiscreta.
—No lo sientas. A finales de verano, te habrás enterado de los detalles más escabrosos de todos los habitantes de este pueblo.
—Y eso, por supuesto, te incluye también a ti —dijo Santana, volviéndose un poco para mirar a sus dos amigas.
Bajaron dificultosamente la escalera y terminaron de cargar el misterioso
envío de Santana.
Santana y Kitty levantaron, cada una por un extremo, un cajón de embalaje muy grande.
La ojivede la miró.
—¿Todavía te acuerdas?
—Me acuerdo. Lo huelo y aparece en mis sueños. A veces me siento como si no pudiera respirar. Trabajo de noche para huir de mis pesadillas—respondió Santana.
No era de extrañar que tuviera pesadillas.
Flashback
Santana a la puerta del convento, llorando y gritando, exigiendo ver a su mujer, poder hablar con ella.
La madre superiora diciéndole que ahora Elaine estaba casada con Dios y que lo que había hecho con Santana eraun pecado, no un matrimonio.
La morena arremetiendo contra la monja, Santana detenida por la policía... Y después, un infierno que duró tres días.
Tres días en los que no se enteró de nada, en los que se limitó a estar sentada, mecerse y llorar hasta que la vencía el sueño.
Finalmente, se abrió la puerta y ahí estaba Tina, cuya figura se recortaba contra la luz. Santana entrecerró los ojos para poder verla, mientras pensaba que se trataba de una alucinación.
Pero Tina la sacó de ahí y la llevó a casa de Rachel.
Santana dejó de merodear por el convento, pero se entregó a la bebida y fue entonces cuando por poco se ahoga en el estanque.
Fin Flashback
Con el tiempo, había conseguido mantener un precario equilibrio que le impedía precipitarse de nuevo a las aguas estancadas en que se habían convertido sus dolorosos recuerdos.
Tanto Kitty como Santana sabían que algo se había roto, pero ninguna de las dos parecía capaz de recomponerlo.
—Estas mujeres son fantásticas —dijo Brittany, contemplando las figuras.
Se sentó en un banco, junto a una estatua de bronce que representaba a una mujer retorciéndose de sufrimiento, una mujer que sufría en su cuerpo el tormento del dolor.
Era una obra que reflejaba de forma sobrecogedora la desesperación humana.
Brittany rodeó la escultura con un brazo, como si quisiera ofrecerle consuelo.
Kitty y Santana presenciaron aquel gesto y quisieron que se las tragara la tierra.
—¿Qué pasa? ¿No se pueden tocar?—preguntó Brittany, apartando rápidamente el brazo.
—Sí, claro que se pueden tocar. Es que ésa, precisamente, tiene un significado muy especial—confesó Santana.
Era la última escultura que había hecho de Elaine y transmitía la angustia que las dos sentían por culpa de una historia de amor que no había terminado bien.
Mercedes, la agente de Santana, quería venderla a toda costa, pero Santana se negaba.
—En realidad—dijo—, Lo que has hecho es justo lo que necesitaba.
—Lo siento —dijo Brittany.
—No lo sientas. Te contaré la historia mientras comemos, si tú me cuentas algo de esa novia de la que estás huyendo. ¿Trato hecho?—propuso Santana.
—Supongo que te cambiarás de camisa antes de irnos, ¿no?—dijo Kitty, que se había fijado en lo sucia que llevaba la parte delantera.
—Bueno no lo tenía pensado, la verdad—para remediar la situación, Santana se sacudió el polvo.
—Ya te estás cambiando. Ponte algo presentable. Te recuerdo que vamos a comer.
—No sabía que el café fuera un restaurante de lujo—dijo Santana, mientras lo revolvía todo en busca de otra camisa.
La que eligió, llena de agujeros, no mejoraba mucho su aspecto.
—Jesús, ¿no tienes nada mejor? Eso deberías usarlo como trapos—dijo Kitty, que también empezó a rebuscar.
—Esta camisa me la regalaste tú—replicó Santana, dolida.
—Sí, hace siglos. ¿Qué te ha pasado? En otros tiempos, ibas a la moda. Es más, eras muy elegante —la reprendió Kitty.
Santana miró a Brittany y se dedicó a hacer muecas, imitando a Kitty.
La ojiazul se echó a reír.
—Mira que eres cría, ¿eh?—dijo Kitty, que había encontrado una camisa presentable—Tendré que decirle a Brittany que te lleve de compras. Tiene muy buen gusto y está claro que a ti te hace falta renovar el vestuario. Me parece increíble que Mercedes te permita vestirte así. ¿Cómo te las apañas en las exposiciones?
—Ya no me deja ir. Dice que soy maleducada—respondió Santana.
—¿De verdad? No me lo creo—se burló Kitty.
Santana miró de nuevo a Brittany.
—Kitty hace lo mismo cada verano. Intenta reformarme, pero lo que no sabe es que, en cuanto se marcha, vuelvo a mis malas costumbres.
—Sí que lo sé, pero al menos no tengo que verlo mientras estoy aquí—dijo Kitty.
Se dirigieron al café, donde Quinn y las chicas que habían montado la carpa estaban jugando a cartas.
Como de costumbre, ganaba Quinn.
—Hola, chicas. Les presento a mis nuevas amigas: Clarke, Lexa, Dani y Marley.
Los dos grupos de chicas intercambiaron unas cuantas miradas.
Santana murmuró «Hola» y se alejó en busca de Rachel.
Brittany y Kitty se sentaron con las demás.
—¿Santana siempre es tan maleducada cuando hay gente?—le preguntó Brittany a Kitty.
—Tiene fobia a las lesbianas —afirmó Kitty, con rotundidad.
—Pero... ella también lo es, ¿no? —preguntó Brittany, un tanto perdida.
—Sí, pero eso no significa que le gusten.
—Bueno no lo entiendo.
—Santana no quiere saber nada de las mujeres. Después de partirme el corazón, y de que a ella le partieran el suyo, pasa de enamorarse. Y lo más curioso es que parece que eso de ser artista atrae a las mujeres, pero Santana no se lía con ninguna. Mierda, ojalá yo tuviera tantas admiradoras. Me da la sensación de que se muestra muy fría para no tener nada que ver con ellas. Obviamente, eso aún las atrae más. Espera y verás.
—Tu mamá es una cocinera fantástica—dijo Santana, al regresar de la cocina con un trozo de pastel de cerezas a medio comer.
—¿No podías esperar? —la reprendió Kitty.
—No se me da bien acatar las normas —dijo Santana.
—Como si no lo supiéramos.
Después de comer, mientras tomaban café y comían pastel, Santana le habló a Brittany de Elaine.
Kitty aportaba los datos que Santana había olvidado por culpa de sus borracheras.
—Y ya está, fin de la historia, fin de mi vida con las mujeres—dijo Santana, bastante satisfecha de haberse quitado un peso de encima.
Jamás le había contado la historia a nadie.
Se sintió bien al pronunciar las palabras, porque fue como si se liberara de ellas.
Las imágenes adquirieron una extraña apariencia, borrosa, como si pertenecieran al pasado de otra persona.
Y le parecieron lo bastante melodramáticas como para resultar cómicas.
—¿Sabes una cosa, Kitty? Jamás pensé que un día me reiría de aquellos tiempos. Creo que empiezo a estar mejor—dijo Santana.
—Yo no diría tanto. Si conseguimos que salgas con alguien, eso sí que será estar mejor —dijo Kitty.
—No tiene nada de malo ser soltera toda la vida. A veces, hasta me parece que es mejor. No soy la compañía más agradable del mundo. Y así es más fácil: yo no hago daño a nadie y nadie me hace daño a mí.
—Te gusta lo seguro, ¿no? —dijo Kitty.
—Lo seguro es mejor que el caos. No puedo crear nada sí mi vida constituye un trastorno permanente. Para mí, el amor se reduce a eso: estar en la cumbre de la montaña y después caer al abismo.
—Y si encontraras a alguien que valiera la pena, que no te atormentara, que fuera un complemento en tu vida, que le cuidara y fuera amable contigo, que te apoyara, que no fuera ni un felpudo ni una tirana..., ¿compartirías tu vida con una mujer así?—le preguntó Kitty.
—No—respondió Santana, en un tono contundente.
—¿Por qué no?
—Porque no existe una persona así, y menos una mujer.
—Serás cínica —dijo Kitty.
—No, los hechos me dan la razón. ¿Conoces a alguien así? No. Ni siquiera tu querida amiguita la ha encontrado, y a mí me parece que tu querida amiguita sí que vale la pena. No me lo digas: tú eres el felpudo y ella es la tirana. Como ya no lo soportas más, te largas. Pero... ¿crees que todo será mejor cuando vuelvas? No. El amor no trae nada bueno —dijo Santana.
—¿Qué me dices de mamá y Quinn? —preguntó Kitty.
—Para decirlo lisa y llanamente, pura chiripa.
—En el pueblo hay otras parejas felices —insistió Kitty.
—No, felices no. Sólo se toleran mutuamente.
Como si quisieran demostrar que Santana estaba en lo cierto, Morrigan y Lauren entraron precipitadamente en el café: la primera perseguía sin descanso a la segunda.
—Maldita sea, que no me sigas—dijo Morrigan, apretando los dientes.
—No te estoy siguiendo. Estoy intentando hablar contigo—contestó Lauren, mientras las dos se sentaban frente al mostrador.
—Un café, por favor—dijo Lauren y le sonrió a Rachel, como si quisiera aparentar que no pasaba nada.
—Una pareja feliz y enamorada—dijo Santana—Mira, la morena, Morrigan, es la tirana; y Lauren, la que es la rubia y más guapa, es el felpudo. Morrigan no la trata muy bien, pero, cada vez que cree que Lauren ha encontrado a otra, se pone las pilas y hace lo imposible por recuperarla. ¿Te acuerdas de aquella vez que Morrigan ató con cadenas todo lo que tenían porque Lauren se había liado con Bo Clark?—dijo Santana.
—Sí—respondió Kitty, entre risas.
—Literalmente, Morrigan ató con cadenas todo lo que habían comprado juntas y puso un montón de candados, porque no quería que Lauren se llevara nada que después pudiera utilizar también Bo. Morrigan odia a Bo Clark porque lo de Lauren y Bo viene de hace tiempo. Lauren tendría que haberse casado con Bo y no con Morrigan—afirmó Santana.
—Seguramente, les habría ido mejor—dijo Kitty.
La conversación frente al mostrador iba subiendo de tono por momentos. Rachel las miró con una expresión de fastidio.
—¿Qué les habrá pasado esta vez?—se preguntó Kitty.
—Bueno lo mismo de siempre, supongo. Estoy segura de que si nos quedamos aquí sentadas un rato más acabaremos por descubrirlo—respondió Santana.
Rachel les trajo unas cervezas, cortesía de las chicas que estaban montando las carpas.
—Oh, no, ya estamos otra vez—dijo Santana, mientras dejaba su cerveza frente a Brittany—Ya veo los titulares: «BOLLERAS RECIÉN LLEGADAS VEN EN LAS CHICAS DEL PUEBLO POSIBLES LIGUES DE VERANO»—añadió, con cara de asco.
—Mira, sé que te estás acostando con ella. ¡No me mientas!—gritó Morrigan, incapaz de contener su rabia.
—No me estoy acostando con ella. Sólo somos amigas—respondió Lauren, en el mismo tono de voz.
Santana se puso de pie de repente.
—¡Ya he escuchado bastantes gilipolleces por hoy!
Brittany y Kitty la contemplaron, perplejas.
Se acercó hacia donde estaban Morrigan y Lauren.
—¿Quieren que les diga una cosa? Mira, Morrigan, Lauren probablemente se acostaría contigo si no fueras tan capulla; y Lauren, ya va siendo hora de que dejes de decir mentiras. Que yo sepa, siempre has estado enamorada de Bo y las he visto escaparos juntas por la noche. Ya va siendo hora de que tomes una decisión... y la mantengas—salió dando un portazo, seguida de cerca por las miradas de los presentes en el café.
—¡Será hijaputa! Yo la mato —dijo Morrigan, se bajó del taburete y se dirigió a la puerta.
—¡Quieta!—gritó Rachel, al mismo tiempo que bloqueaba la puerta—Santana es la única en este pueblo que tiene ovarios para decirte las cosas a la cara. Si le pones la mano encima, lo lamentarás toda tu vida.
Morrigan volvió a sentarse y Rachel le sirvió otro café. Mientras, Brittany miró a Kitty.
—¡Madre mía!
—Bueno sí. Bienvenida a Heroy—dijo Kitty.
Aquella noche, Brittany se fue a dormir pensando que Santana era la mujer más hermosa y salvaje que había conocido en toda su vida.
Una tarde, Brittany se hallaba tumbada sobre la balaustrada del porche.
Se había quedado medio dormida y el libro que estaba leyendo reposaba sobre su estómago. Oyó a medias una especie de chirrido que procedía de la acera.
Santana observó a Brittany y se fijó en la curva de sus piernas, se fijó también en la curva de su cuello y en la delicada y sinuosa línea de sus hombros.
En ocasiones como aquélla, lamentaba no tener cerca su cuaderno de bosquejos, ya que el deseo de dibujar le producía un cosquilleo en los dedos.
Quizá podría convencer a Brittany para que posara en su estudio, pero supo al instante que una mujer con la clase y el estilo de la rubia jamás se dejaría convencer para posar desnuda.
Santana produjo un ruido metálico al subir los escalones y Brittany abrió un ojo para ver quién era.
—El libro debe de ser muy bueno: te has dormido—dijo Santana, sonriendo.
Brittany se echó a reír.
—En realidad, lo escribió Hanna. Es una de sus obras feministas. Hace tiempo que intento leerlo, para averiguar qué clase de ideas tiene mi novia en la cabeza.
—Más que tu novia, es tu mujer, ¿no?
—Supongo que sí—Brittany se sentó.
—¿Cuánto hace que están juntas?—le preguntó Santana, mientras alcanzaba el libro para leer el título.
—Tres años.
Santana le dio la vuelta al libro. En la contracubierta había una foto de Hanna Marin: era alta, tenía los ojos claros, el pelo rubio y una mirada inteligente.
—Es muy atractiva —dijo Santana.
—E imponente —añadió Brittany.
—Oye, siento mucho lo del otro día. Soy una maleducada, pero es que no puedo evitarlo —dijo Santana con timidez y se sentó, se desató los patines y se los quitó para desentumecerse los tobillos.
Brittany se sentó junto a ella y cogió un patín. Hizo girar las ruedas. Miró a Santana y arqueó una ceja.
—Patinar es divertido, ¿no?
—¿Qué pasa? ¿Tu mami no te deja probar porque es muy peligroso?—se burló Santana. Brittany se sonrojó—. Lo siento. Si te pones rodilleras y casco, no pasa nada.
—Cosa que tú no haces.
—Pero yo soy autodestructiva y tú no.
—No estés tan segura.
—Si quieres, te enseño. Hanna no tiene por qué enterarse —se ofreció Santana.
Brittany sonrió.
—Por probar, no pasa nada, ¿verdad?
—Claro que no. ¿Qué tal mañana?
—Perfecto—Brittany hizo girar las ruedas otra vez y se imaginó a sí misma deslizándose a toda velocidad por la acera—, ¿Por qué estabas tan enfadada el otro día? —preguntó, recordando de repente el motivo que había llevado a Santana hasta ahí.
—Por ese rollo del amor. Todo el mundo quiere estar enamorado y todo el mundo sufre cuando lo está. Me pregunto si vale la pena. Pero los demás se dedican a buscarte citas, como Quinn la otra tarde. Les dijo a aquellas mujeres que nosotras tres estamos más o menos libres. Yo no quiero ser el ligue de verano de nadie, pero eso es lo único que busca la gente. No entiendo qué tiene de malo estar sola y querer estar sola.
—El ser humano es sociable... y el amor también tiene cosas buenas.
—Que enseguida se convierten en malas. La parte buena del amor no dura mucho. Prefiero ser mala conmigo misma que hacer daño a otra persona. Eso es lo bueno de estar sola.
—Y, por lo que me han contado, eso es lo que has estado haciendo últimamente, ¿no?
—Intento remediarlo. Además, tú tampoco puedes hablar mucho. ¿Qué has ganado estando enamorada? Ha habido más momentos malos que momentos buenos, ¿no?
Brittany se miró las manos.
En otros tiempos, Hanna se moría de deseo sólo con mirar los largos dedos de Brittany e imaginarlos acariciando su cuerpo.
Pero todo había cambiado y ya no tenían ni el tiempo ni la energía necesarios para entregarse al amor.
Siempre lo hacían con prisas, para satisfacer una necesidad. Y Brittany no
soportaba que fuera así.
Santana rompió el hechizo al coger una de las manos inmóviles de Brittany y observarla.
—Tienes unas manos muy bonitas. Si te enseño a patinar..., ¿me permites a cambio esculpir tus manos?
Brittany vaciló.
—Supongo que es justo.
—Bueno, pero no has contestado a mi pregunta. ¿Qué has ganado estando enamorada? Quiero decir que tú estás aquí, pero ella no. Si fueras mi verdadero amor, no te dejaría alejarte tanto, porque no lo soportaría. Te echaría mucho de menos.
—Pero a lo mejor yo no soy la compañera ideal —dijo Brittany, mirando a Santana.
Cada una contempló los ojos de la otra.
—No, yo creo que eres muy buena. Te preocupas por las cosas y te preocupa mucho ser mala. No tienes líos con otras, ¿verdad?
—No. A veces he sentido la tentación, pero nunca lo he hecho.
—Yo sí tenía líos por ahí. Cuando estaba con Kitty y también al principio de estar con Elaine. Pero cuando llegamos aquí, ya no. Para entonces me portaba bien. La verdad es que es muy feo. ¿Ves como yo no sirvo para el amor? Es mejor que me quede al margen.
—Santana, ¿cuántos años tienes?
—Veinte y ocho.
—Bueno eres demasiado joven para tirar la toalla. Haces lo mismo que las mujeres que enviudan muy jóvenes y no vuelven a casarse nunca. Te estás negando una segunda oportunidad de ser feliz.
—¿Te has fijado en los modelos de conducta que tengo por aquí? Ya has visto cómo son Morrigan y Lauren, y el pueblo está lleno de mujeres como ellas. Yo no quiero ser así.
—A lo mejor es porque no has encontrado a la mujer adecuada. A lo mejor Lauren tendría que casarse con Bo Clark; a lo mejor todas serían mucho más felices. Yo creo que a veces terminamos con la persona equivocada y por eso nos comportamos tan mal, porque en el fondo sabemos que no estamos donde deberíamos estar. Cada una le impide a la otra seguir buscando. Pero es difícil dejarlo y admitir el fracaso.
—Y tú estás en ese punto...
Brittany la miró.
—Seguramente.
—O sea, que Hanna no es la mujer adecuada.
—En el fondo, no.
—Pero te sirve.
—Sí.
—¿Y por qué te conformas, después de decirme que deberíamos buscar a la persona adecuada?
—Porque dar consejos es muy fácil, pero aplicárselos a una misma, no tanto.
—Hagamos un trato. Yo volveré a creer en el amor cuando tú encuentres a la mujer adecuada.
—¿Cómo voy a hacer un trato así?
—Muy fácil. Sólo tienes que decir: «Vale, Santana, trato hecho».
Brittany sonrió.
—Lo interpretaré como un sí. Mañana me paso por aquí y vamos a patinar—dijo Santana, mientras se ponía los patines y se alejaba a toda prisa del porche.
***
Kitty salió al sol de la mañana.
En una mano llevaba una taza de café, mientras con la otra buscaba sus gafas de sol.
—¿Qué coño están haciendo?—dijo, al mirar hacia la acera.
Vio a Santana sujetando a Brittany de las manos y ayudándola a desplazarse hacia delante sobre sus patines.
La más alta llevaba rodilleras, coderas, guantes y casco.
—Santana me está enseñando a patinar—dijo Brittany, con una expresión de alegría en el rostro.
—Eso ya lo veo —replicó Kitty, sonriendo.
—Y me ha comprado unos patines —añadió Brittany.
Le dedicó a Santana una sonrisa de agradecimiento.
La tarde anterior, la morena se había acercado a toda prisa a Grover's Corner y había comprado los patines.
Había actuado con astucia, al pedirle a Quinn que subiera a la habitación de Brittany y averiguara qué número calzaba.
Quería que todo fuera perfecto.
No sabía por qué, pero todo tenía que ser perfecto.
La expresión del rostro de Brittany al ver los patines había constituido una recompensa más que suficiente.
Parecía una niña que en Navidad hubiera recibido el regalo que más deseaba.
Santana estaba contentísima.
—Genial. Ahora ya tenemos dos peligros públicos en el pueblo. ¿Y este casco?—dijo Kitty, dándole un golpecito al que llevaba Santana.
—Bueno, no quería ponérselo a menos que yo también me lo pusiera. Ayer vi la foto de Hanna y, la verdad, me parece que no le haría mucha gracia que le devolviera a su novia convertida en un montón de chatarra.
Brittany sonrió.
—Bueno, vayan con cuidado. Y, por favor, no la enseñes a saltar por encima de las bocas de incendios. No me gusta que hagas eso—dijo Kitty.
Kitty las observó mientras Santana enseñaba a Brittany lo que tenía que hacer y se alejaban tambaleándose en dirección al juzgado, que estaba en una plaza amplia y despejada, con unos escalones que a Santana le encantaba saltar.
Kitty rezó para que tampoco le enseñara eso a Brittany.
Volvió a la cocina a buscar otro café y se encontró con Quinn, que estaba repasando la quiniela hípica mientras tomaba una Coca-Cola.
—¿Cómo puedes beberte eso por la mañana? —dijo Kitty.
—Bueno igual que tú te bebes eso—respondió Quinn, señalando la taza de café de Kitty.
—¿Has visto a Santana y Brittany? —preguntó Kitty, todavía perpleja por la escena que había presenciado.
—Sí, qué monas son —sonrió Quinn.
—Santana ha sido muy atenta. Diría que hasta amable.
—Ya te dije que estas dos se acabarán enamorando—dijo Quinn, sacudió la cabeza y guardó la quiniela.
—No, yo sigo pensando que te equivocas. Pero terminarán siendo muy amigas y eso será bueno para las dos.
—¿Hacemos una apuesta? Veinte billetes a que acaban juntas.
—Eres una jugadora compulsiva, pero vale: acepto —dijo Kitty, antes de estrechar la mano que Quinn ya le había tendido.
—Puede que sea una jugadora compulsiva, pero también soy muy afortunada. Cuando recibas la pequeña anualidad que te tengo reservada, ya verás si soy afortunada o no.
—¿Has ahorrado para mí el dinero que ganas jugando?—preguntó Kitty.
Era la primera vez que oía hablar de ese tema.
—Sí. Quiero que tengas una casa y un buen comienzo en la vida cuando termines tus estudios. Juego con un objetivo, ya lo ves—dijo Quinn, mientras rodeaba a Kitty con un brazo.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
bueno inconscientemente britt se gano la confianza a pleno de san!!!
mmmm quinn tenia que apostar mas a ver si gana jajaja
a ver como va la clase de patín?? y el resto???
nos vemos!!!
PD: son solo leyendas urbanas!!!! nada mas!!! jajajaja
bueno inconscientemente britt se gano la confianza a pleno de san!!!
mmmm quinn tenia que apostar mas a ver si gana jajaja
a ver como va la clase de patín?? y el resto???
nos vemos!!!
PD: son solo leyendas urbanas!!!! nada mas!!! jajajaja
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
bueno inconscientemente britt se gano la confianza a pleno de san!!!
mmmm quinn tenia que apostar mas a ver si gana jajaja
a ver como va la clase de patín?? y el resto???
nos vemos!!!
PD: son solo leyendas urbanas!!!! nada mas!!! jajajaja
Hola lu, si que si! y como no¿?... es el efecto brittana entre ellas jaajajajajajaaj. XD ajajajaja quinn es la mejor! ajajajajajaj. Aquí el siguiente cap para saber! ajajaj. Saludos =D
Pd: ajajajaja si tu dices yo te creo... no¿? jajajajajaajaja.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Cap 6
Capitulo 6
Brittany, Kitty y Rachel estaban a punto de ir a Grover's Corner para hacer unas cuantas compras cuando sonó el teléfono.
Quinn contestó, pero la llamada era para Brittany. Un tanto perpleja cogió el auricular y escuchó una voz conocida.
Kitty y Rachel esperaron pacientemente mientras Brittany intentaba explicarle a Hanna que estaban a punto de salir, pero no hubo manera.
Hanna quería charlar en aquel preciso momento y así tenía que ser. La rubia se encogió de hombros y les indicó por señas que se marcharan. La dejaron en el pasillo, de pie y con la cabeza apoyada en la pared.
La misma historia de siempre.
Kitty resopló con fuerza y miró a su mamá.
—Odio a esa mujer. Joder, es que siempre le hace lo mismo a Brittany. Deja lo que estés haciendo, cielo, que necesito que me distraigas un poco. Es como si a Britt no se le permitiera vivir una vida al margen de la que Hanna le ha planeado.
—Vale, Brittany—estaba diciendo Hanna—, Ya sé que querías pasar ahí todo el verano, pero tienes que dar la asignatura de Sugar. No puedes dejar pasar esta oportunidad. Además, es del segundo semestre, lo cual significa que aún te quedan cuatro semanas de vacaciones y luego empiezas. Por favor. Te echo mucho de menos.
—No lo sé, Hanna. No tenía pensado dar clases este verano.
—Mira, yo te inscribo y tú te lo piensas. Pero quiero que vayas. Y si estás dispuesta a asumir un segundo grupo, te licenciarás más o menos cuando Evans se traslade, lo cual sería perfecto. Estoy convencida de que no tendré muchos problemas para enchufarte en la facultad. Sí, sería perfecto.
Cuando Hanna terminó de hablar, a Brittany le dolía el estómago y notaba la misma sensación de ansiedad que ya había experimentado en otras ocasiones.
Necesitaba a Kitty, pero la ojiverde tardaría horas en volver, así que se fue a buscar a Quinn.
Terminó sentada frente a Santana, que se había desplomado sobre la mesa y dormía profundamente, con una manta sobre los hombros.
—¿Qué le pasa? —preguntó Brittany.
—Ha vuelto a tener pesadillas. Trabaja toda la noche para huir de ellas, después viene aquí a tomar café y se queda dormida antes de terminárselo—le contó Quinn.
Santana aún sujetaba la taza de café con los dedos.
—¿Estás bien, cielo?—le preguntó Quinn a Brittany, al darse cuenta de que estaba muy pálida. Antes de que Brittany pudiera contestar, sonó el timbre de la puerta trasera—Mierda, el repartidor. Tengo que decirle una cuantas cosas. Para empezar, que las lechugas que me trae están llenas de babosas. Sírvete una taza de café, que yo vuelvo enseguida.
Brittany se dedicó a contemplar a Santana y recordó el día que habían ido a patinar.
Recordó que Santana la había escuchado con mucha atención cuando le contaba sus cosas y que, cuando se detuvieron a descansar en el parque, no había dejado de mirarla ni una sola vez.
Aquel interés no tenía nada que ver con la atención parcial que prestaba Hanna.
Santana la hacía sentir importante.
Y cuando le llegó a ella el turno de hablar, sólo levantaba la vista de vez en cuando para mirar a Brittany de reojo, como si le diera vergüenza mirarla abiertamente.
Le contó cosas que Hanna no sabía, cosas que no se había molestado en saber. Y sabía que Santana hablaba de cosas que llevaban mucho tiempo enterradas.
Aquella tarde se hicieron amigas.
El día se les pasó volando y, antes de que pudieran darse cuenta, ya había oscurecido.
Cenaron en casa de Rachel.
La cocina resultaba muy acogedora, gracias a la cálida brisa veraniega que se colaba por las ventanas abiertas.
Comida y risas.
La peculiar sonrisa de Santana y la mirada risueña de Rachel, que estaba contenta porque las niñas que más quebraderos de cabeza le daban se estaban divirtiendo.
Santana y Brittany alargaron el momento de la despedida, como si entre ellas ya hubiera surgido algo.
La rubia permaneció despierta en la cama, recordando el maravilloso día que habían pasado juntas.
Y recordó que aquella noche se había sentido bien, deseosa de revivir cosas que ya casi había olvidado.
Santana se movió y uno de sus cabellos fue a parar al interior de la taza de café. Brittany lo apartó con cuidado y lo sostuvo un momento entre los dedos.
Era un mechón de pelo suave y espeso.
Le encantaba el pelo de Santana.
Se imaginó a sí misma acariciándolo con los dedos, lavándoselo. Si el pelo podía resultar erótico, el de Santana lo era, sin duda.
Se sonrojó.
Soltó el cabello y Santana abrió los ojos, tratando de enfocar la vista. Se restregó los ojos con las manos y echó un vistazo a su alrededor, para orientarse.
—Ah, vale, me he vuelto a quedar dormida en el café. Querida amiguita, ¿qué haces aquí? No he sido una compañía muy agradable, ¿verdad? Tenías que haberme despertado. ¡Mierda! ¿Qué hora es?—dijo Santana, al mirar hacia el exterior y ver que ya había salido el sol.
Brittany consultó su reloj.
—Las diez y media.
—Llego tarde, tardísimo, a una cita muy importante—dijo y se puso en pie de repente y después miró a Brittany—Ven conmigo. Así conocerás a Mercedes, mi agente, que es una auténtica ogra—añadió, mientras la cogía de la mano y la obligaba a cruzar la calle corriendo, en dirección al estudio.
Mercedes ya había llegado.
Estaba paseando de un lado a otro, mientras fumaba un cigarrillo largo y oscuro. Llevaba un traje de chaqueta negro, entallado, muy a la moda.
Repasó brevemente a Brittany.
—Joder, Santana, serías capaz de llegar tarde a tu propio funeral.
—Bueno de no haber sido por mi querida amiguita aquí presente, aún seguiría echando cabezadas en el café.
—¿Y cómo se llama tu amiga?
—Brittany Pierce—dijo Brittany, mientras le tendía la mano.
Se preguntó si Santana recordaba su nombre. Tampoco es que fuera muy importante, ya que al parecer se las apañaban muy bien sin él.
Santana las llevó a las dos a ver las obras que se exhibirían en la próxima exposición, a finales de agosto.
Mercedes se mostró complacida con los progresos que había hecho Santana, pero Brittany se sintió observada y tuvo la sensación de que la agente estaba intentando decidir si era un obstáculo o una musa.
Cuando Mercedes se marchó, Santana lanzó un suspiro de alivio.
—Bueno, soy libre durante un par de meses—dijo, mientras sacaba una Coca-Cola de la nevera—¿Quieres un whisky? Aún tengo la botella. Tienes pinta de necesitar una copa. Mercedes no te habrá molestado, ¿verdad? A veces se pasa un poco, pero vende un montón de obras de arte, así que todo el mundo le tolera esa mala leche neoyorquina que se gasta. ¿Estás bien?
Brittany se sentó.
—Creo que me voy a tomar ese whisky.
Santana se lo sirvió de inmediato y después se sentó junto a ella en el raído sofá.
—¿Qué pasa? —preguntó, mirándola de hito en hito.
—Me ha llamado Hanna.
—Ah—dijo Santana y se pasó la lengua por el labio superior, tratando de decidir cuál era el significado de aquella revelación.
—Quiere que vuelva para el segundo semestre y que dé una asignatura que no me interesa en absoluto, para poder así licenciarme antes y obtener una plaza de profesora que no quiero para nada—estalló Brittany—Bueno, no quería decirlo así—se disculpó de inmediato.
—Bueno yo creo que sí—dijo Santana, se puso en pie y volvió a llenar el vaso de Brittany.
La más alta la miró.
—Tienes razón—dijo, y se echó a reír.
—Me encanta tu risa—Santana también sonreía.
—Una de las pocas cosas buenas que tengo—dijo Brittany, en un tono sarcástico.
—¿Por qué dices eso? Eres demasiado dura contigo misma. Eres genial. ¿No lo sabes?
—No, yo soy inútil, no valgo nada. Y aún valdré menos si no termino el doctorado y empiezo a dar clases.
—¿Y por qué tienes que hacer cosas que no quieres hacer?
—Porque se supone que tengo que hacerlas—dijo Brittany, con un suspiro de resignación.
—Ya, ¿y quién lo dice? ¿Hanna?
—Y mi mamá, que piensa que, si es absolutamente imprescindible que yo sea lesbiana, lo mínimo que puedo hacer es tener una profesión como Dios manda. Lo más curioso es que en realidad da igual. El año que viene empiezo a cobrar mi fondo fiduciario. O sea, que no tengo necesidad de convertirme en alguien que gane mucho dinero.
—Entonces, ¿es una cuestión de prestigio?
—Supongo que sí.
—¿Y tú qué quieres hacer?
Brittany la miró.
—Prométeme que no te reirás si te lo cuento.
Santana se quedó perpleja.
—¿Tan malo es?—preguntó.
—No, malo no. Es bastante normalito. A mí lo que me gustaría es estar felizmente casada. Ya sabes preparar la comida, tener un jardín, vivir fuera, cuidar de alguien...
—¿Y ese alguien no es Hanna?
—No, ella no es así. Ella quiere una compañera intelectual, alguien a quien pueda presentar por ahí como la mortal que reúne las condiciones necesarias para ser su pareja. Jamás estaré a la altura de sus expectativas.
—¿Y por eso te marchaste?
—Sí.
—¿Y ése es el motivo por el cual aún no estás preparada para volver?
—Sí.
—Bueno dile que se vaya a la mierda. Que volverás a casa cuando estés preparada.
—Santana, no es tan fácil.
—Sí que lo es. Lo único que tienes que hacer es decirle: «Mira, Hanna, todavía no estoy preparada para volver. No me obligues, ni me esperes». ¿Lo ves? Es fácil—dijo Santana se puso en pie y se acercó a un armario de madera, de cuyas profundidades rescató un antiguo teléfono de oficina. Acto seguido empezó a buscar—Tiene que estar por aquí, en alguna parte.
—Santana, ¿qué estás haciendo?—preguntó inquieta.
—Vas a llamar a Hanna—contestó Santana, mientras apartaba una pila de lienzos polvorientos—Ah, aquí está.
—No puedo—replicó Brittany, muy nerviosa, al mismo tiempo que se servía otro whisky.
—Lo que no puedes es dejar que te intimide. Vale, ya está. ¿Me dices el número?—preguntó, con el dedo preparado para marcar.
Brittany permaneció en silencio.
—Mira, o me das el número o llamo a información y lo pido.
Aun sabiendo que era un error, Brittany se lo dio. Santana marcó y Hanna respondió. La pelinegra le pasó el teléfono a la rubia, que sufrió un repentino ataque de pánico y se negó a ponerse.
Oyó la voz de Hanna, que repetía «¿Diga?» una y otra vez.
—Hanna, soy Santana López, una amiga de tu novia. Verás, no piensa volver a casa hasta el semestre de otoño. Se le han puesto los pelos de punta sólo de pensarlo. En todo caso, llámala otra vez a finales de agosto..., más o menos.
—¿Qué?—exclamó Hanna—¿Está ahí? Quiero hablar con ella ahora mismo.
Santana apartó un poco el teléfono y tapó el auricular con la mano.
—Quiere hablar contigo.
Brittany se cubrió la cara con las manos.
—Oh, Santana, no me puedo creer lo que has hecho.
—Bueno, yo lo he empezado, a ti te toca terminarlo. Puedes hacerlo, estoy segura.
Brittany miró a Santana durante un instante, mientras pensaba:
[i]«Todavía no estoy preparada para volver. Todavía no te he peinado, ni he aprendido a saltar con los patines. Y tú todavía no has esculpido mis manos».
Cogió el auricular.
—Brittany, ¿qué pasa? ¿Y quién es esa mujer?
—Es una amiga, una amiga que se preocupa por mí. Hanna, me lo he pensado bien. Se me hace un nudo en el estómago sólo de pensar en la idea de volver a clase. Me voy a tomar el verano libre, así que no me inscribas, ¿vale? Lo digo en serio. No volveré hasta agosto. Necesito un descanso—dijo en tono firme.
Inesperadamente, Hanna lo aceptó.
—De acuerdo, cielo. No pretendía agobiarte. Ya intentaré encontrar la manera de escaparme entre trimestre y trimestre para hacerte una visita. Cuídate mucho, Brittany. Te echo de menos.
—Yo también te echo de menos.
—¿Es verdad?—le preguntó Santana, cuando colgó.
—¿El qué?
—Que la echas de menos.
Brittany reflexionó durante un minuto.
—No. Debería, pero no la echo de menos. Noto un gran alivio cuando no estoy con ella.
—Bueno eso no es bueno.
—Ya lo sé.
—¿Por qué vives con alguien que te pone de los nervios?
—Porque antes no me ponía de los nervios. Me hacía sentir llena de energía, feliz, como si estuviera colocada.
—Y ahora que te estás desintoxicando, te das cuenta de los errores que has cometido—dijo Santana, mientras guardaba de nuevo el teléfono en el misterioso armario.
—Creía que Quinn había dicho que no tenías teléfono.
—Y no tengo. Vamos a comer. Te invito.
—Buena idea—exclamó Brittany, con la mirada mucho más alegre.
Mientras bajaban la escalera, Santana dijo:
—Estoy muy orgullosa de ti, porque te has hecho valer.
—Gracias por haberme ayudado.
—Entonces..., ¿no estás enfadada?—preguntó Santana, en un tono algo vacilante.
—No, no estoy enfadada.
—Bien.
Kitty miró por la ventana del café y vio a Brittany y a Santana saltando en círculos en mitad del parque.
—Quinn, ¿tú sabes qué están haciendo?—preguntó.
Quinn se acercó y se quedó junto a ella.
—Me parece que los llaman giros de 360 grados. O mucho me equivoco, o Santana está enseñando a Brittany a saltar.
—Con los patines, el truco de la escalera del juzgado... Oh, no. Tengo que poner fin a esto de inmediato—dijo Kitty.
Quinn la agarró por el brazo.
—Tú no vas a ninguna parte.
—¿Por qué no?
—Porque Santana le está enseñando a Brittany la lección más importante de su vida.
—¿El qué? ¿La está enseñando a partirse la crisma?
—No, a creer en sí misma. Santana no permitirá que se haga daño. La quiere.
—Oh, no, otra vez con eso.
—Es verdad. Míralas. Todavía no han consumado nada, pero eso no quiere decir que no se estén enamorando.
Kitty las contempló durante unos segundos.
Brittany consiguió finalmente completar un giro de 360 grados y luego chocaron las palmas de las manos. Santana le dio un golpecito en la espalda y luego le revolvió el pelo.
—Joder, lo has hecho muy bien. Pronto podrás hacerlo con los patines—dijo Santana, con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Cuándo? ¿Probamos ahora?—preguntó Brittany, entusiasmada.
—No, todavía no. Todavía tenemos que hacer unos cuantos simulacros. Hanna me odiará si te mando a casa escayolada o sin dientes—dijo Santana.
—No quiero pensar en volver. Sólo quiero vivir sin pensar en el futuro—replicó Brittany.
—De acuerdo, entonces vamos a pensar en el presente y en tomar algo, ¿vale?—dijo Santana.
Aquella noche, Kitty se sentó en la cama frente a Brittany y ésta le contó que Santana la había sacado de un apuro.
Kitty sonrió.
—Me alegro de que no te hayas dejado intimidar. Y me alegro de que te quedes.
—Kitty, creo que he juzgado mal a Santana. La verdad es que es una chica encantadora—dijo Brittany.
—Sí que lo es. De hecho, pienso que ha madurado bastante y que finalmente ha superado lo de Elaine, lo cual es muy bueno. Lo necesitaba.
—¿Cómo la trataba Elaine? ¿Era amable con Santana?
Kitty se sentó en su cama y reflexionó durante unos instantes.
—Yo no soy quién para juzgarla, pero tengo la sensación de que volvía loca a Santana sólo porque le divertía. Y estaba celosa, muy celosa, de su talento. Le encantaba sabotearlo todo y joder a Santana cuando ella tenía que trabajar—dijo Kitty.
—Espero que algún día encuentre a una chica que valga la pena—musitó Brittany, mientras se arrebujaba entre las mantas.
Kitty apagó la luz.
«Ya la ha encontrado», pensó.
Quinn contestó, pero la llamada era para Brittany. Un tanto perpleja cogió el auricular y escuchó una voz conocida.
Kitty y Rachel esperaron pacientemente mientras Brittany intentaba explicarle a Hanna que estaban a punto de salir, pero no hubo manera.
Hanna quería charlar en aquel preciso momento y así tenía que ser. La rubia se encogió de hombros y les indicó por señas que se marcharan. La dejaron en el pasillo, de pie y con la cabeza apoyada en la pared.
La misma historia de siempre.
Kitty resopló con fuerza y miró a su mamá.
—Odio a esa mujer. Joder, es que siempre le hace lo mismo a Brittany. Deja lo que estés haciendo, cielo, que necesito que me distraigas un poco. Es como si a Britt no se le permitiera vivir una vida al margen de la que Hanna le ha planeado.
***
—Vale, Brittany—estaba diciendo Hanna—, Ya sé que querías pasar ahí todo el verano, pero tienes que dar la asignatura de Sugar. No puedes dejar pasar esta oportunidad. Además, es del segundo semestre, lo cual significa que aún te quedan cuatro semanas de vacaciones y luego empiezas. Por favor. Te echo mucho de menos.
—No lo sé, Hanna. No tenía pensado dar clases este verano.
—Mira, yo te inscribo y tú te lo piensas. Pero quiero que vayas. Y si estás dispuesta a asumir un segundo grupo, te licenciarás más o menos cuando Evans se traslade, lo cual sería perfecto. Estoy convencida de que no tendré muchos problemas para enchufarte en la facultad. Sí, sería perfecto.
Cuando Hanna terminó de hablar, a Brittany le dolía el estómago y notaba la misma sensación de ansiedad que ya había experimentado en otras ocasiones.
Necesitaba a Kitty, pero la ojiverde tardaría horas en volver, así que se fue a buscar a Quinn.
Terminó sentada frente a Santana, que se había desplomado sobre la mesa y dormía profundamente, con una manta sobre los hombros.
—¿Qué le pasa? —preguntó Brittany.
—Ha vuelto a tener pesadillas. Trabaja toda la noche para huir de ellas, después viene aquí a tomar café y se queda dormida antes de terminárselo—le contó Quinn.
Santana aún sujetaba la taza de café con los dedos.
—¿Estás bien, cielo?—le preguntó Quinn a Brittany, al darse cuenta de que estaba muy pálida. Antes de que Brittany pudiera contestar, sonó el timbre de la puerta trasera—Mierda, el repartidor. Tengo que decirle una cuantas cosas. Para empezar, que las lechugas que me trae están llenas de babosas. Sírvete una taza de café, que yo vuelvo enseguida.
Brittany se dedicó a contemplar a Santana y recordó el día que habían ido a patinar.
Recordó que Santana la había escuchado con mucha atención cuando le contaba sus cosas y que, cuando se detuvieron a descansar en el parque, no había dejado de mirarla ni una sola vez.
Aquel interés no tenía nada que ver con la atención parcial que prestaba Hanna.
Santana la hacía sentir importante.
Y cuando le llegó a ella el turno de hablar, sólo levantaba la vista de vez en cuando para mirar a Brittany de reojo, como si le diera vergüenza mirarla abiertamente.
Le contó cosas que Hanna no sabía, cosas que no se había molestado en saber. Y sabía que Santana hablaba de cosas que llevaban mucho tiempo enterradas.
Aquella tarde se hicieron amigas.
El día se les pasó volando y, antes de que pudieran darse cuenta, ya había oscurecido.
Cenaron en casa de Rachel.
La cocina resultaba muy acogedora, gracias a la cálida brisa veraniega que se colaba por las ventanas abiertas.
Comida y risas.
La peculiar sonrisa de Santana y la mirada risueña de Rachel, que estaba contenta porque las niñas que más quebraderos de cabeza le daban se estaban divirtiendo.
Santana y Brittany alargaron el momento de la despedida, como si entre ellas ya hubiera surgido algo.
La rubia permaneció despierta en la cama, recordando el maravilloso día que habían pasado juntas.
Y recordó que aquella noche se había sentido bien, deseosa de revivir cosas que ya casi había olvidado.
Santana se movió y uno de sus cabellos fue a parar al interior de la taza de café. Brittany lo apartó con cuidado y lo sostuvo un momento entre los dedos.
Era un mechón de pelo suave y espeso.
Le encantaba el pelo de Santana.
Se imaginó a sí misma acariciándolo con los dedos, lavándoselo. Si el pelo podía resultar erótico, el de Santana lo era, sin duda.
Se sonrojó.
Soltó el cabello y Santana abrió los ojos, tratando de enfocar la vista. Se restregó los ojos con las manos y echó un vistazo a su alrededor, para orientarse.
—Ah, vale, me he vuelto a quedar dormida en el café. Querida amiguita, ¿qué haces aquí? No he sido una compañía muy agradable, ¿verdad? Tenías que haberme despertado. ¡Mierda! ¿Qué hora es?—dijo Santana, al mirar hacia el exterior y ver que ya había salido el sol.
Brittany consultó su reloj.
—Las diez y media.
—Llego tarde, tardísimo, a una cita muy importante—dijo y se puso en pie de repente y después miró a Brittany—Ven conmigo. Así conocerás a Mercedes, mi agente, que es una auténtica ogra—añadió, mientras la cogía de la mano y la obligaba a cruzar la calle corriendo, en dirección al estudio.
Mercedes ya había llegado.
Estaba paseando de un lado a otro, mientras fumaba un cigarrillo largo y oscuro. Llevaba un traje de chaqueta negro, entallado, muy a la moda.
Repasó brevemente a Brittany.
—Joder, Santana, serías capaz de llegar tarde a tu propio funeral.
—Bueno de no haber sido por mi querida amiguita aquí presente, aún seguiría echando cabezadas en el café.
—¿Y cómo se llama tu amiga?
—Brittany Pierce—dijo Brittany, mientras le tendía la mano.
Se preguntó si Santana recordaba su nombre. Tampoco es que fuera muy importante, ya que al parecer se las apañaban muy bien sin él.
Santana las llevó a las dos a ver las obras que se exhibirían en la próxima exposición, a finales de agosto.
Mercedes se mostró complacida con los progresos que había hecho Santana, pero Brittany se sintió observada y tuvo la sensación de que la agente estaba intentando decidir si era un obstáculo o una musa.
Cuando Mercedes se marchó, Santana lanzó un suspiro de alivio.
—Bueno, soy libre durante un par de meses—dijo, mientras sacaba una Coca-Cola de la nevera—¿Quieres un whisky? Aún tengo la botella. Tienes pinta de necesitar una copa. Mercedes no te habrá molestado, ¿verdad? A veces se pasa un poco, pero vende un montón de obras de arte, así que todo el mundo le tolera esa mala leche neoyorquina que se gasta. ¿Estás bien?
Brittany se sentó.
—Creo que me voy a tomar ese whisky.
Santana se lo sirvió de inmediato y después se sentó junto a ella en el raído sofá.
—¿Qué pasa? —preguntó, mirándola de hito en hito.
—Me ha llamado Hanna.
—Ah—dijo Santana y se pasó la lengua por el labio superior, tratando de decidir cuál era el significado de aquella revelación.
—Quiere que vuelva para el segundo semestre y que dé una asignatura que no me interesa en absoluto, para poder así licenciarme antes y obtener una plaza de profesora que no quiero para nada—estalló Brittany—Bueno, no quería decirlo así—se disculpó de inmediato.
—Bueno yo creo que sí—dijo Santana, se puso en pie y volvió a llenar el vaso de Brittany.
La más alta la miró.
—Tienes razón—dijo, y se echó a reír.
—Me encanta tu risa—Santana también sonreía.
—Una de las pocas cosas buenas que tengo—dijo Brittany, en un tono sarcástico.
—¿Por qué dices eso? Eres demasiado dura contigo misma. Eres genial. ¿No lo sabes?
—No, yo soy inútil, no valgo nada. Y aún valdré menos si no termino el doctorado y empiezo a dar clases.
—¿Y por qué tienes que hacer cosas que no quieres hacer?
—Porque se supone que tengo que hacerlas—dijo Brittany, con un suspiro de resignación.
—Ya, ¿y quién lo dice? ¿Hanna?
—Y mi mamá, que piensa que, si es absolutamente imprescindible que yo sea lesbiana, lo mínimo que puedo hacer es tener una profesión como Dios manda. Lo más curioso es que en realidad da igual. El año que viene empiezo a cobrar mi fondo fiduciario. O sea, que no tengo necesidad de convertirme en alguien que gane mucho dinero.
—Entonces, ¿es una cuestión de prestigio?
—Supongo que sí.
—¿Y tú qué quieres hacer?
Brittany la miró.
—Prométeme que no te reirás si te lo cuento.
Santana se quedó perpleja.
—¿Tan malo es?—preguntó.
—No, malo no. Es bastante normalito. A mí lo que me gustaría es estar felizmente casada. Ya sabes preparar la comida, tener un jardín, vivir fuera, cuidar de alguien...
—¿Y ese alguien no es Hanna?
—No, ella no es así. Ella quiere una compañera intelectual, alguien a quien pueda presentar por ahí como la mortal que reúne las condiciones necesarias para ser su pareja. Jamás estaré a la altura de sus expectativas.
—¿Y por eso te marchaste?
—Sí.
—¿Y ése es el motivo por el cual aún no estás preparada para volver?
—Sí.
—Bueno dile que se vaya a la mierda. Que volverás a casa cuando estés preparada.
—Santana, no es tan fácil.
—Sí que lo es. Lo único que tienes que hacer es decirle: «Mira, Hanna, todavía no estoy preparada para volver. No me obligues, ni me esperes». ¿Lo ves? Es fácil—dijo Santana se puso en pie y se acercó a un armario de madera, de cuyas profundidades rescató un antiguo teléfono de oficina. Acto seguido empezó a buscar—Tiene que estar por aquí, en alguna parte.
—Santana, ¿qué estás haciendo?—preguntó inquieta.
—Vas a llamar a Hanna—contestó Santana, mientras apartaba una pila de lienzos polvorientos—Ah, aquí está.
—No puedo—replicó Brittany, muy nerviosa, al mismo tiempo que se servía otro whisky.
—Lo que no puedes es dejar que te intimide. Vale, ya está. ¿Me dices el número?—preguntó, con el dedo preparado para marcar.
Brittany permaneció en silencio.
—Mira, o me das el número o llamo a información y lo pido.
Aun sabiendo que era un error, Brittany se lo dio. Santana marcó y Hanna respondió. La pelinegra le pasó el teléfono a la rubia, que sufrió un repentino ataque de pánico y se negó a ponerse.
Oyó la voz de Hanna, que repetía «¿Diga?» una y otra vez.
—Hanna, soy Santana López, una amiga de tu novia. Verás, no piensa volver a casa hasta el semestre de otoño. Se le han puesto los pelos de punta sólo de pensarlo. En todo caso, llámala otra vez a finales de agosto..., más o menos.
—¿Qué?—exclamó Hanna—¿Está ahí? Quiero hablar con ella ahora mismo.
Santana apartó un poco el teléfono y tapó el auricular con la mano.
—Quiere hablar contigo.
Brittany se cubrió la cara con las manos.
—Oh, Santana, no me puedo creer lo que has hecho.
—Bueno, yo lo he empezado, a ti te toca terminarlo. Puedes hacerlo, estoy segura.
Brittany miró a Santana durante un instante, mientras pensaba:
[i]«Todavía no estoy preparada para volver. Todavía no te he peinado, ni he aprendido a saltar con los patines. Y tú todavía no has esculpido mis manos».
Cogió el auricular.
—Brittany, ¿qué pasa? ¿Y quién es esa mujer?
—Es una amiga, una amiga que se preocupa por mí. Hanna, me lo he pensado bien. Se me hace un nudo en el estómago sólo de pensar en la idea de volver a clase. Me voy a tomar el verano libre, así que no me inscribas, ¿vale? Lo digo en serio. No volveré hasta agosto. Necesito un descanso—dijo en tono firme.
Inesperadamente, Hanna lo aceptó.
—De acuerdo, cielo. No pretendía agobiarte. Ya intentaré encontrar la manera de escaparme entre trimestre y trimestre para hacerte una visita. Cuídate mucho, Brittany. Te echo de menos.
—Yo también te echo de menos.
—¿Es verdad?—le preguntó Santana, cuando colgó.
—¿El qué?
—Que la echas de menos.
Brittany reflexionó durante un minuto.
—No. Debería, pero no la echo de menos. Noto un gran alivio cuando no estoy con ella.
—Bueno eso no es bueno.
—Ya lo sé.
—¿Por qué vives con alguien que te pone de los nervios?
—Porque antes no me ponía de los nervios. Me hacía sentir llena de energía, feliz, como si estuviera colocada.
—Y ahora que te estás desintoxicando, te das cuenta de los errores que has cometido—dijo Santana, mientras guardaba de nuevo el teléfono en el misterioso armario.
—Creía que Quinn había dicho que no tenías teléfono.
—Y no tengo. Vamos a comer. Te invito.
—Buena idea—exclamó Brittany, con la mirada mucho más alegre.
Mientras bajaban la escalera, Santana dijo:
—Estoy muy orgullosa de ti, porque te has hecho valer.
—Gracias por haberme ayudado.
—Entonces..., ¿no estás enfadada?—preguntó Santana, en un tono algo vacilante.
—No, no estoy enfadada.
—Bien.
***
Kitty miró por la ventana del café y vio a Brittany y a Santana saltando en círculos en mitad del parque.
—Quinn, ¿tú sabes qué están haciendo?—preguntó.
Quinn se acercó y se quedó junto a ella.
—Me parece que los llaman giros de 360 grados. O mucho me equivoco, o Santana está enseñando a Brittany a saltar.
—Con los patines, el truco de la escalera del juzgado... Oh, no. Tengo que poner fin a esto de inmediato—dijo Kitty.
Quinn la agarró por el brazo.
—Tú no vas a ninguna parte.
—¿Por qué no?
—Porque Santana le está enseñando a Brittany la lección más importante de su vida.
—¿El qué? ¿La está enseñando a partirse la crisma?
—No, a creer en sí misma. Santana no permitirá que se haga daño. La quiere.
—Oh, no, otra vez con eso.
—Es verdad. Míralas. Todavía no han consumado nada, pero eso no quiere decir que no se estén enamorando.
Kitty las contempló durante unos segundos.
Brittany consiguió finalmente completar un giro de 360 grados y luego chocaron las palmas de las manos. Santana le dio un golpecito en la espalda y luego le revolvió el pelo.
***
—Joder, lo has hecho muy bien. Pronto podrás hacerlo con los patines—dijo Santana, con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Cuándo? ¿Probamos ahora?—preguntó Brittany, entusiasmada.
—No, todavía no. Todavía tenemos que hacer unos cuantos simulacros. Hanna me odiará si te mando a casa escayolada o sin dientes—dijo Santana.
—No quiero pensar en volver. Sólo quiero vivir sin pensar en el futuro—replicó Brittany.
—De acuerdo, entonces vamos a pensar en el presente y en tomar algo, ¿vale?—dijo Santana.
***
Aquella noche, Kitty se sentó en la cama frente a Brittany y ésta le contó que Santana la había sacado de un apuro.
Kitty sonrió.
—Me alegro de que no te hayas dejado intimidar. Y me alegro de que te quedes.
—Kitty, creo que he juzgado mal a Santana. La verdad es que es una chica encantadora—dijo Brittany.
—Sí que lo es. De hecho, pienso que ha madurado bastante y que finalmente ha superado lo de Elaine, lo cual es muy bueno. Lo necesitaba.
—¿Cómo la trataba Elaine? ¿Era amable con Santana?
Kitty se sentó en su cama y reflexionó durante unos instantes.
—Yo no soy quién para juzgarla, pero tengo la sensación de que volvía loca a Santana sólo porque le divertía. Y estaba celosa, muy celosa, de su talento. Le encantaba sabotearlo todo y joder a Santana cuando ella tenía que trabajar—dijo Kitty.
—Espero que algún día encuentre a una chica que valga la pena—musitó Brittany, mientras se arrebujaba entre las mantas.
Kitty apagó la luz.
«Ya la ha encontrado», pensó.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Hola morra...
Vale el empujoncito de san al respecto de hanna.... Para que deje de "controlar" a britt!!!
Me divierte mucho cuando están juntas.. Y las locuras que le enseña san a britt!!! Va a salir experta en patín jaja...
Mmmmm mepa que Kitty esta en la misma sintonía que quinn respecto a la "amistad" de san y britt!!,
Nos vemos!!!
Vale el empujoncito de san al respecto de hanna.... Para que deje de "controlar" a britt!!!
Me divierte mucho cuando están juntas.. Y las locuras que le enseña san a britt!!! Va a salir experta en patín jaja...
Mmmmm mepa que Kitty esta en la misma sintonía que quinn respecto a la "amistad" de san y britt!!,
Nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Me encanta Quinn, y San enseñándola a patinar a Britt es lindo. Me parece divertido que ya digan que las chicas se van a enamorar y ellas en su mundo ni se enteran jajaj
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Los Sentidos (Adaptada) Epílogo
Disculpen mi desaparicion pero aqui estoy de nuevo!!!!! como me encanta esta historia, estas chicas van a terminar complementandose muy pero que muy bien, a esa Hanna la tengo atravezada en la garganta y solo espero el dia que Britt tenga el valor de mandarla a la m...... ahora a esperar a ver como siguen las cosas!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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