[Resuelto]FanFic Brittana: Tras el Telón de Pino (Adaptada) Cap 36 - Final

Prologo

En esta novela de los encontrados sentimientos que despierta el retorno de Santana López a su ciudad natal en Lima, Ohio, lugar al que vuelve tras quince años de ausencia para hacerse cargo de los negocios familiares tras el fallecimiento de su papá.

Por un lado se encuentra de nuevo con una mamá intransigente y una sociedad cerrada, que la rechazó durante su adolescencia por su condición de lesbiana; por otro, su gran amiga de la infancia, Brittany Pierce, surge de nuevo en su vida, despertando unos ambiguos sentimientos que en su día la empujaron a huir.

Una romántica historia llena de sensualidad en la que Santana se encuentra ante un dilema: volver a entrar de nuevo en el armario o recuperar la libertad que le ofrecía su vida en Los Ángeles. Pero también Brittany deberá tomar importantes decisiones con respecto a su vida y tendrá algo que decir al final de esta historia…

Hola, aqui yo otra vez jajaaj les traigo otra historia (adaptada) jajajaaj. Si bien en la historia pasada (A los 17) odiamos a la mamá de britt y amamos a la de san... aqui nop jajaaj sera todo al reves, amaremos a la mamá de britt y odiaremos a la de san XD jajajaaj. Bueno espero que les guste esta nueva historia, sino la elimino xD jajaajaj.
Saludos =D

Capitulo 1

Santana no hizo el menor caso al persistente timbre del teléfono, aunque una vez más se preguntó por qué narices no se levantaba a apagar el maldito aparato, sencillamente. Detuvo su trabajo y se quedó mirando fijamente las palabras que acababa de escribir, mientras tamborileaba con los dedos sobre el teclado sin darse cuenta. Un momento después sonó el móvil. Echó un vistazo a la pantalla para ver quién era y lo cerró de golpe.

—¡Por Dios, Quinn, intento trabajar!—murmuró.

Sin embargo, ya había perdido la concentración. Se echó hacia atrás en su asiento, cruzando los brazos tras la nuca, antes de quitarse las gafas y frotarse los ojos lentamente.

Llevaba trabajando desde las siete de la mañana, descansando tan sólo una vez para volver a llenar la taza de café. Estaba en racha, y había aprendido a aprovechar esos momentos; se había pasado demasiados días ahí sentada, luchando por plasmar sus pensamientos con la coherencia necesaria para formar frases.

Se puso en pie, tiró sobre la mesa las gafas de esbelta montura y tomó el móvil. Mientras abría la nevera fue marcando el número de Quinn.

—Soy yo.

Olisqueó el zumo de naranja. Hacía cuatro días que había caducado, pero llenó el vaso de todas formas.

—¿Dónde demonios estabas, Santana?—quiso saber Quinn.

—Aquí, trabajando. Tal como me dijiste hace dos días, tengo «una fecha de entrega que cumplir»—dijo Santana, imitando su tono.

—¡Llevo horas llamándote!

—Lo sé. No he querido descolgar.

El zumo de naranja estaba agrio. Lo tiró y miró hacia la cafetera.

—Un tipo ha estado intentando localizarte. Dijo que era por una emergencia familiar.

Santana se detuvo, volviendo a dejar la cafetera sobre el calentador eléctrico sin mirarla siquiera.

—¿Familiar? ¿De qué familia?

—Supuse que la tuya, pero ni siquiera sabía que tuvieras familia.

—No la tengo—murmuró Santana.

Se irritó consigo misma al notar cómo se apoderaba de ella el nerviosismo, cómo comenzaba a circular la adrenalina, acelerando los latidos de su corazón.

Respiró hondo.

—¿Cómo se llamaba ese hombre, Quinn?

Aguardó mientras escuchaba a su agente revolviendo entre los papeles del escritorio.

—Will  Schuester.

Santana se apoyó en la encimera mientras los ojos se le cerraban de golpe.


—¡Papi!

—Estoy aquí, Tanita.

Santana se quedó en el umbral de la puerta del despacho de su papá, mirando fijamente al desconocido que estaba sentada en uno de los grandes sillones de cuero, justo enfrente de su papá.

—¿Dónde te has dejado los zapatos, jovencita?

Santana se miró los sucios y descalzos pies, y sonrió.

—He estado jugando afuera, papi.

—Ya puedes lavarte bien antes de que regrese tu mamá, o tendremos que oírla—le advirtió él.

—Vale. Pero antes, ¿puedo ir con la bici hasta la ciudad? Todavía es temprano. Quiero ir a casa de Britt-Britt.

—Está bien, pero ten cuidado.

Santana volvió a mirar hacia el desconocido.

—¿Quién es?

—Es mi nuevo abogado, Tana. Te presento al señor Schuester.


—¿Lo conoces?—preguntó Quinn, haciéndola volver al presente.

—Sí, lo conozco. Dame su número, Quinn por favor—contestó mientras se dirigía hacia el escritorio.

Después de farfullar una despedida colgó el teléfono y comenzó a recorrer la sala de un lado a otro, deteniéndose de vez en cuando para contemplar las vistas de la bahía desde su ventana. La niebla se había disipado, dando paso a un radiante sol que intentaba ahuyentar el frío, aunque no consiguió hacer que Santana dejase de estremecerse.

No pensaba llamarlo, fueran cuales fueran las noticias que tuviera que darle.

Seguramente tendrían que ver con sus padres, pero le daba igual. De hecho, la idea misma de que Will Schuester hubiera intentado localizarla le parecía sorprendente.

Después de todo, ya habían pasado... quince años.

«¡Quince años!» dijo para sí,

Moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro.

Toda una eternidad.

Ni siquiera era capaz de recordar la última vez que había pensado en ellos.

¡Y Brittany!

Dios, hacía tantísimo tiempo que no pensaba siquiera en Brittany... Y sin embargo recordó enseguida la carita sonriente de su amiga de la infancia, su mejor amiga.

Su amistad con Brittany fue otra víctima de la guerra que sus padres desencadenaron sobre ella, por supuesto.

Aunque había sido una guerra muy breve.

Y ganaron ellos.

Se dirigió rápidamente a la cocina y tomó una copa de vino del estante.

Eran sólo las dos, pero ya no escribiría más ese día; de eso se había ocupado ya Will Schuester.

Sacó de la nevera la botella de chardonnay que había abierto la noche anterior. Al lado estaba la cena que no se había molestado en comer. Tras tomar el primer sorbo, su estómago le recordó que tampoco había desayunado.

La fecha de entrega estaba cada vez más cercana, pero ese no era el motivo por el que trabajaba sin detenerse a comer siquiera, sino simplemente porque estaba en racha. Desde hacía dos días las palabras surgían con facilidad, llenando página tras página. Esperaba acabar el primer borrador en tres semanas y sin embargo ya lo tenía listo, aunque no se lo había dicho a Quinn, porque cuando adelantaba trabajo ella tenía la costumbre de acortarle los plazos.

Por eso pensaba esperar al último día para enviárselo.

No, en lo que estaba trabajando ahora era en una novela completamente nueva, de la que Quinn no sabía nada. No le gustaba compartir los primeros esbozos de un nuevo libro hasta tener las tres cuartas partes ya terminadas.

Le había ocurrido demasiadas veces el tener planteada ya media historia y descubrir que no se sostenía. Acababa descartándola, pero entonces se encontraba con que Quinn no dejaba de insistirle para que terminase un libro que ya no le interesaba en absoluto.

Volvió hacia el escritorio y se quedó mirando el papel en el que había garabateado el número de teléfono de Will Schuester. Tal vez debería llamarlo para enterarse de lo que ocurría.

Salió a la espaciosa terraza y se quedó mirando las impresionantes vistas de la bahía. El helado viento se había calmado un poco, pero aquel día de inicios de primavera seguía siendo frío. A lo lejos se veían las montañas, que solían estar ocultas a causa de la niebla. Para cuando contestaron a su llamada, estaba tranquila y relajada.

—Will Schuester. ¿En qué puedo ayudarle?

Tragó saliva.

—Señor Schuester, soy Santana López. Me han dicho que está intentando localizarme.

—Santana, gracias por llamar. ¿Cómo te ha ido en todo este tiempo?

Santana se quedó un momento en silencio, mientras recorría la bahía con la mirada.

—Bien, muy bien. ¿Qué puedo hacer por usted—preguntó sin rodeos.

—Tengo malas noticias que darte sobre tu papá, Santana.

—Señor Schuester, hace quince años que no sé nada de mi papá. No empiece lo que quiera anunciarme diciendo que son malas noticias. ¿Por qué no me dice simplemente que tiene noticias que darme sobre mi papá?

Al otro lado del teléfono se hizo una pausa, y después se oyó un ahogado carraspeo.

—Por supuesto, tiene usted razón. Lo siento, señora López, su papá murió ayer, en un accidente de coche. Su  mamá está grave, aunque se espera que pueda recuperarse. Está en el hospital. Tiene fracturas en la cadera, en ambas piernas y en la espalda. Las costillas rotas le han perforado un pulmón, y esa es la herida más grave de todas.

Santana se quedó inmóvil, con la vista fija en las lejanas montañas. Analizó lo que estaba escuchando y se dio cuenta de que no sentía pena, ni remordimiento alguno por ello.

Ambos habían desaparecido de su vida desde hacía más de quince años.

Tiempo atrás había llorado a su familia perdida, pero ahora ya no tenía nada más que ofrecerles.

—Entiendo —dijo haciendo una pausa antes de continuar—Señor Schuester, me pregunto por qué ha creído necesario compartir conmigo esta información. Estoy segura de que está usted al corriente de que mis padres me expulsaron de su vida hace ya bastante tiempo.

—El deseo de su papá era que me pusiese en contacto con usted. No hago más que cumplir sus órdenes.

—Entiendo—repitió ella—Muy bien, pues gracias por la información. Buenos días.

Antes de que le diera tiempo a colgar el teléfono, oyó que él intentaba decirle algo.

—¡Aguarde! Esperaba poder convencerla de que viniera a Lima, Ohio. Su tío Ricardo está ocupándose de todo, dado que su mamá está en el hospital, pero creo que debería asistir usted al funeral—dijo atropelladamente.

—¿Y por qué se le ocurre pensar eso? Señor Schuester, mis padres me metieron en un autobús cuando tenía diecisiete años y me enviaron fuera de la ciudad. Desde entonces no he vuelto a saber de ellos. No pienso asistir a ningún funeral.

—De verdad que creo que le interesa a usted estar aquí, señora López. Si no viene en persona, tal vez pueda enviar a su abogado.

—¿Mi abogado?

—Señora López, seguramente no es usted consciente de la cantidad de negocios que poseía su papá. No puedo revelarle el contenido de su testamento, que obviamente todavía no ha sido leído, pero le recomiendo encarecidamente que venga usted a Lima, Ohio, señora López.

Santana cerró los ojos y se frotó suavemente la frente con los dedos, intentando ahuyentar la inminente jaqueca.

¿Ir a Lima, Ohio?

Negó con un gesto.

Había jurado que nunca volvería a poner los pies en aquel lugar.

Hola, solo les quería recordar que aquí nos caerá mal la mamá de san, pero no la de britt.  Y las letras de color azul y cursiva son recuerdo, x si las dudas =P. Saludos =D.

PD: todos los Viernes subiré 3 cap! ya que ese día dan Glee! asik es especial jajaajaj

PD2: gracias por leer y comentar! =D

Capitulo 2

—¿Cómo dices? ¿Qué vas adonde?—preguntó Quinn.

—Me voy a Lima, Ohio—repitió Santana.

Iba de un lado a otro del dormitorio, con el teléfono encajado en el hombro mientras sacaba ropa del armario y la arrojaba sobre la cama.

—¿A Lima, Ohio?—hizo una pausa—¡A LIMA, OHIO! ¿Es que te has vuelto loca? ¡Hemos acordado una fecha de entrega, por si lo has olvidado! ¡No puede ser que quieras irte a Lima!—aulló Quinn al teléfono.

—Mi papá ha muerto en un accidente de coche—contestó sencillamente Santana—, y he de resolver ciertos papeleos legales.

—¿Tu papá? Oh, lo siento mucho, San. Nunca me habías dicho que tuvieras familia. Cuánto lo siento.

Santana dobló el suave pantalón vaquero que tenía en las manos y se preguntó por qué no le habría hablado nunca de su infancia. Quinn era su agente, pero también eran amigas. No sabía por qué nunca había surgido el tema.

—Salí de casa a los diecisiete años, y nunca he vuelto a ella.

—¿Por qué?

Santana dejó de ir de un lado a otro del dormitorio. Su mirada vagó por todos aquellos objetos, tan familiares, sin ver ninguno de ellos.

—Soy lesbiana.

—Ya lo sé, y yo también.

Santana dejó escapar un brevísimo esbozo de sonrisa.

—Era lesbiana, de modo que en mi casa ya no había lugar para mí, y tampoco en Lima—explicó.

—Entonces, ¿por qué vuelves, San?

Es cierto.

¿Por qué vuelves, Santana?

¿Por qué regresar a un pueblo donde se reían de ti?

¿Por qué volver junto a una mamá que te dijo que eras anormal, que eras la vergüenza de la familia?

—Para finiquitarlo todo—dijo en voz baja.

Y era cierto.

La habían expulsado del pueblo con tantas prisas que no había tenido tiempo de despedirse de nadie.

Pensaba sobre todo en Brittany.

No había tenido tiempo para aceptar sus sentimientos, ni siquiera para analizar lo que estaba sucediendo con su vida. Simplemente, se había levantado una mañana y de pronto se encontró subida a un autobús, saliendo de Lima, Ohio.

—¿Finiquitarlo?

—Sí, finiquitarlo. Y tal vez decida ir a ver a mi mamá, para demostrarle que he conseguido sobrevivir.

—Estoy segura de que sabe que has sobrevivido, San, a menos que haya estado viviendo en una cueva todo este tiempo. Después de que hayan llevado al cine dos de tus novelas, seguro que han tenido noticias de ti incluso en Lima, Ohio, por muy alejado que esté.

Santana volvió hacia la sala.

Necesitaba espacio, y también contemplar de nuevo la bahía. Abrió las puertas correderas y salió a la terraza, sin importarle la niebla y el frío viento que le apartaba del rostro los trigueños cabellos.

—Cuando yo iba al instituto, mi papá era el alcalde de Lima—continuó, apoyándose cansadamente en la baranda de la terraza—Mi familia poseía el mayor aserradero de Lima, Ohio, de modo que eran muy conocidos. Por supuesto, al tener una hija lesbiana eran la comidilla del pueblo. Me metieron en un autobús con dinero en el bolsillo, y me dijeron que no volviera hasta haber recuperado la razón.

—¡Dios mío! ¿Lo dices en serio, San?

—Muy en serio.

—¿Y por qué demonios tendrías que volver ahí? ¿Acaso crees que les debes algo?

—No, no les debo nada. Tal vez lo que quiero es que vean que he conseguido triunfar—admitió Santana.

Había sobrevivido, a pesar de que su mamá le advirtió de que volvería arrastrándose de rodillas, rogándoles que le permitiesen quedarse.

Y estaba muy orgullosa de ello.

No les debía nada, desde luego.

Oyó que Quinn suspiraba. Sabía que la mujer estaría retorciéndose los rubios mechones de pelo de las sienes y contando hasta diez antes de sacar a colación el libro.

—San, no quiero que creas que no me preocupo ni nada de eso, pero... ¿qué ocurrirá con el libro?

—No te preocupes, Lucy. Me llevaré el portátil y te enviaré por correo electrónico lo que necesites.

—Dios, Santana, cómo odio que me llames Lucy, solo mi mamá y Rach me dicen así cuando están enojadas.

—Ya lo sé. Te prometo que cumpliré la fecha de entrega.

—¿Te llevarás también el móvil?

—Por supuesto.

—¿Crees que ahí tendrán cobertura?

Esta vez Santana se rio con ganas.

—¡No me voy a ningún país del tercer mundo, Quinn!

—Ya lo sé. Perdona, es que...

—¿He dejado de cumplir alguna vez con las fechas de entrega?

—No.

—¿Ves? Deja de preocuparte. Tal vez esté de vuelta esta misma semana.

—Mantenme informada, por favor. Sabes que mi presión sanguínea ya no es lo que era.

Santana colgó el teléfono.

Seguía en la terraza, contemplando el paso de las nubes sobre la bahía. Dejó que su mente retrocediese hasta los despreocupados días de su infancia.



—Venga, Britt-Britt, puedes hacerlo.

—No sé, Sanny... Está bastante alto.

—Te prometo que no te dejaré caer.

Santana se inclinó hacia ella y le ofreció la mano. Brittany no dudó en aceptarla. Dejó que Santana tirara de ella árbol arriba, hasta llegar a la primera rama, y se sentó a horcajadas sobre ella, igual que su amiga.

—¿Ves? Pan comido, Britt-Britt. Si podemos subir hasta ahí—señaló Santana—, habrá bastante sitio para que nos sentemos las dos, y estaremos tan altas que Mike no podrá venir a molestarnos.

—Yo no puedo subir tan alto, Sanny. Si mamá se entera me molerá a palos.

Santana se echó a reír.

—¡Eso sólo lo hará si te caes, Britt!

A continuación se apoyó en el hombro de Brittany para equilibrarse y escaló por entre las ramas y el tronco del viejo roble con sus sucias zapatillas de deporte, subiendo más todavía. Bajó la vista hacia Brittany, que la miraba espantada.

—Venga, vamos, sígueme.

Los azules ojos de Brittany se encontraron con los oscuros ojos de Santana, y de pronto Brittany compuso un gesto decidido y comenzó a seguir a Santana árbol arriba. Esta encontró la rama que buscaba, lo bastante ancha para que ambas pudiesen sentarse. Se arrodilló en el lugar donde se unía con el tronco principal y volvió a ofrecerle la mano a su amiga. Las dos niñas se tendieron de espaldas, jadeando pesadamente tras su excursión.

En ese momento, Brittany comenzó a reír a carcajadas.

—¿Qué es lo que te parece tan divertido, Britt?

—No haría esto por nadie más—contestó ella.

—¿El qué?

—Subir tan alto. Sabes que me dan miedo las alturas. ¿Recuerdas cuando me caí del tejado del granero?

—Sí. Pero lo has conseguido, ¿ves? ¡Y aquí estamos, en la cima del mundo!—dijo Santana, abriendo los brazos para señalar las copas de los árboles.


Santana dejó escapar una risita.

Aquella había sido la primera de las muchas veces que ambas se encaramaron al viejo roble que crecía en el patio trasero de Brittany.

La primera vez que las pilló la mamá de esta, las amenazó con un cinturón, y no podía culparla por ello, ya que por entonces ambas no tenían más de diez años.

Volvió a apoyarse en la baranda y cerró los ojos al recordar la última vez que habían subido a aquel maldito árbol. Estaban ya en el último curso del instituto. Santana necesitaba hablar, contarle a Brittany lo que le ocurría y cómo se sentía por ello. Le parecía que, si no se lo decía a alguien, acabaría explotando.

Y ¿qué lugar mejor que su árbol?

Sobre sus ramas habían mantenido largas charlas, hacían grandes planes, cotilleaban, se escondían de Kitty... Durante aquellos años habían hablado de lo divino y lo humano, pues entre ellas no existían los secretos.

Excepto uno.

Porque, al final, Santana no había sido capaz de contarle a Brittany que era lesbiana. Temía que, al decírselo, ella ya no quisiera ser más su amiga.

Brittany era su mejor amiga, la única en realidad, la única que le importaba.

Sin embargo, pronto se la arrebataron.

Tan sólo unas semanas después, se vio en un autobús, saliendo de la ciudad para nunca volver. Se enderezó de nuevo mientras su mirada vagaba sobre el Pacífico.

Para nunca volver... hasta ahora.[/i]

Hola, solo escribo para decir que hasta que dure glee de lunes a jueves subiré dos cap durante el día. Los viernes subiré tres cap durante el día (xq dan glee). Y los sábados y domingos uno XD jajaajajajajaj. Pero si algún día no subo cap, al día siguiente subiré los que corresponden =D... Osea como lo hice la semana pasada XD. Saludos =D