[Resuelto]FanFic Brittana: Eres Para Mí (Adaptada) Epílogo

Prólogo

Dicen que la amistad entre personas muy cercanas no existe, pero Brittany y Santana han sido las mejores amigas por años.

Aunque Brittany tenga un sentimiento especial hacia su amiga, Santana solo la ve como una buena compañera.

Santana es una libertina que nunca ha pensado en comprometerse con nadie, mientras que Brittany sueña con que la morena se dé cuenta de que es la indicada para compartir su vida, aunque eso parece ser un sueño muy lejano.

Todo eso cambia cuando Brittany decide alejarse un poco de Santana y de esa amistad que le hace daño.

A Santana se le remece el mundo y sus sentimientos cuando Brittany pone su atención en otra persona y se da cuenta de que sus días sin la rubia no son lo mismo.

Se siente vulnerable ya que por primera vez en su vida siente miedo por lo que siente hacia su amiga.

Ambas tendrán que enfrentar pruebas y malos entendidos y así comprobar qué tan fuerte es esta amistad.

¿Conseguirá Brittany lo que tanto ha soñado con Santana?

¿Dejará Santana sus miedos para entregarse a este nuevo sentimiento?

¿Podrá la amistad convertirse en amor?
 

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Hola, aquí el prólogo de la siguiente historia.

Gracias por leer y comentar!

Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D


Pd2: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):

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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D

Capitulo 1

Lunes por la mañana y Brittany hacía ingreso en el piso diez del edificio de la naviera Pierce.

Ese día, debía de ocuparse de todo en la oficina, ya que su hermana, Kitty, estaba de luna de miel con su flamante esposa.

Estaba feliz por la pareja, pero sobre todo feliz por su hermana que, había dejado de ser una ogra gracias a la dulzura de Marley.

Pero ahora ella tendría que ver todos los asuntos de la naviera por tres semanas y además cuidar a su sobrino Arite que, había quedado a su cargo.

Brittany pensaba en cómo había cambiado la vida de hermana en menos de un año.

Kitty que, después de la muerte de su esposa se había convertido en una persona insufrible, había renacido al amor y había vuelto a la vida.

La verdad es que hasta sentía un poco de envidia de la ex ogra.

Kitty tenía amor en su vida y Brittany estaba sola, y no era porque no tuviera pretendientes, si no que había puesto sus ojos en la persona equivocada, en la persona que no estaba en la misma sintonía, en la persona que no correspondía el sentimiento.

Sacudió la cabeza, como tratando de que ese pensamiento saliera de ella.

Siempre se consolaba diciendose que, algún día, el amor llegaría a su vida.

Brittany era una mujer exigente y estricta en su trabajo, lo que también se reflejaba en su vida sentimental. Ella deseaba el amor, pero el de una persona en especial, y dentro de ella sabía que por eso estaba sola.


Llamó a la que sería su nueva secretaria y comenzó a poner todo en orden para su jornada laboral.

Ya tenía toda su agenda en orden y se preparaba para una reunión en el puerto a la que tendría que asistir en un par de horas, cuando la voz de su secretaria se dejó escuchar por el intercomuncador:

―Señorita Pierce, tengo aquí a la señorita Santana López. No tiene una cita programada con usted, pero me dice que de igual forma usted la recibirá.

Brittany sonrió, ya se imaginaba la cara de Santana cuando la nueva secretaria no la dejó entrar de inmediato.

―Hágala pasar, Sue―dijo Brittany.

La puerta se abrió y una sonriente Santana López ingresó en la oficina de Brittany.

Santana se acercó hasta la rubia y le besó la mejilla. Brittany se erizó ante el contacto.

Siempre era así.

Aunque llevaban años como amigas, el roce de los gruesos labios de Santana en su mejilla, siempre le provocaba deliciosos escalofríos.

―Bueno días, Britt. ¿Qué pasó en esta naviera?

―¿Por qué dices eso? ¿Qué pasa con la naviera, San?

―Bueno, que pasamos de la dulce de Marley a la limón agrio de… ¿cómo se llama tu nueva secretaria?

―Sue, su nombre es Sue, y no es una limón agrio, si no que es muy eficiente.

―Marley era igual de eficiente y nunca me trató como lo acaba de hacer Sue. Casi me taclea al ver que me dirigía a tu puerta.

Brittany sonrió por lo que escuchaba y se imaginó a Sue, una mujer mayor, tacleando a una mujer como Santana.

―Y para colmo te ríes―dijo fingiendo un falsa indignación―, No me parece gracioso, Britt.

―Disculpa, no pude evitarlo. Le diré a Sue que eres nuestra abogada y que no necesitas una cita especial. Pero creo que deberías empezar a ganártela si quieres que te trate bien.

―Ni loca. Capaz que si le digo algo amable me devuelve un ladrido.

―¡Santana!―dijo Brittany dándole un pequeño golpe en el hombro―Bueno y, ¿a qué es lo que venías exactamente?

Santana caminó hasta la silla que se ubicaba frente al escritorio de Brittany y sacó una carpeta desde su maletín.

―Por esto. Necesito tu firma en estos papeles―le dejó los papeles sobre el escritorio y Brittany los comenzó a mirar detenidamente.

Santana la miraba fijamente, le causaba gracia la cara de concentración que ponía Brittany al ver los documentos.

La morena tenía los ojos fijos en sus finos labios y en su nariz que tanto le gustaba. Aunque tenía el ceño fruncido, eso no lograba opacar la belleza de su rostro.

Brittany levantó de golpe los ojos hacia la morena y se encontró con la mirada risueña de su amiga.

―¿Qué?―dijo sintiéndose observada y nerviosa.

―Nada. Solo te estaba mirando, ¿o es que acaso no puedo mirarte?

―¿Por qué no miras tus papeles en vez de mirarme a mí?

―Porque los papeles no son tan fascinantes como tú―dijo con una sonrisa ladina.

Brittany se sonrojó por el comentario de Santana.

No era justo que la morena fuera tan coqueta con ella.

Que jugara con ella como si nada.

Pero Santana no tenía ni idea de los sentimientos de Brittany. La veía como su mejor amiga, esa que siempre estaba ahí para cuando la necesitara.

La historia de ellas era antigua.

Santana era amiga de su hermana Kitty, pero cuando llegó a ser la abogada de la naviera, hace unos siete años atrás, la química entre las dos fue inmediata.

Se llevaban muy bien, tenían el mismo sentido del humor y los mismos gustos musicales y ambas les gustaban las mujeres.

Santana era amiga de Marley, pero en poco tiempo se había convertido en la mejor amiga de Brittany.

Pero todo se complicó una noche.

Brittany y Santana estaban en un bar y luego de unas copas de más, terminaron encamadas.

Al día siguiente, Brittany se despertó en la cama de Santana y pensó que todo cambiaría entre ellas.

Que Santana le haría una declaración amorosa y que se volverían pareja como era su deseo, pero eso no llegó a suceder.

Santana le pidió perdón diciéndole que eso nunca debió de haber pasado.

Como si lo ocurrido entre ellas fuera un gran error.

Brittany se sintió herida y se marchó de su casa y no le volvió a hablar hasta luego de varios días.

Luego de unos meses, retomaron la amistad. Pero ahora Brittany sabía a qué atenerse.

Con Santana podía salir a divertirse como amiga y nada más que como amiga y prefería tenerla así, a no tenerla.

―Bien―dijo devolviéndole los papeles a la abogada―¿Necesitas algo más?

―Sí. Te invito a almorzar.

―No puedo, San…

―Vamos, Britt-Britt. Te invito a comer al restorante Italiano que tanto nos gusta, ¿qué dices?

―No puedo. Por si se te olvida, estoy sola en la naviera. Dentro de media hora salgo para el puerto, tengo una reunión con el gerente. Así que dejémoslo para otro día.

―Está bien―dijo levantándose de la silla para llegar hasta ella―, Te acepto la negativa esta vez.

Santana le levantó la barbilla con la mano y la miró fijamente a los ojos.

Brittany se imaginó que la besaría en los labios, pero no fue así. La boca de Santana se fue a posar en la mejilla de la rubia para darle un beso.

―Adiós, Britt-Britt.

―Adiós, San.

Brittany vio cómo la mujer salía por la puerta de su oficina.

Soltó un suspiro.

Era difícil ser la amiga de la persona de la que se estaba tan enamorada.

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Capitulo 2

Brittany llegó al puerto donde fue recibida por el gerente de éste, el señor Fabray.

Ella lo saludó con un apretón de manos y él le pidió que lo acompañara hasta la sala de reuniones.

Una vez llegaron a destino, Brittany entró en la sala de juntas y se encontró que dentro de ésta había una mujer

La miró de arriba abajo y luego se acercó para saludarla.

―Señorita Pierce―dijo el gerente―, Le presento a mi hija, Quinn.

―Un placer, señorita Pierce―dijo Quinn, estrechándole la mano.

―Brittany, dígame Brittany, por favor―dijo y Quinn le sonrió.

Brittany observó que la rubia más bajita tenía una bella sonrisa, bueno, en realidad, Quinn era muy guapa, pensó.

―Bueno, Brittany, ¿quieres algo de beber?

―Un café estaría perfecto―pidió y el gerente la guio hasta la mesa donde mantendrían la reunión.




Durante una hora, Brittany y los dos Fabray, discutieron de costos y de ganancias.

Brittany era tan dura para negociar como su hermana y eso llamó la atención de Quinn.

Luego de que dejaran todo claro, el señor Fabray la invitó a almorzar y ella encantada aceptó.

Los tres llegaron a un restaurante cerca de la costa y se sentaron a una mesa que tenía una hermosa vista al mar.

Hicieron su pedido, cuando al señor Fabray le sonó el teléfono móvil. El hombre pidió disculpas y levantándose de la mesa tomó la llamada.

Discutía con alguien, se veía enfadado y luego de unos minutos terminó la llamada.

―Señorita Brittany, me va a tener que disculpar, pero me tengo que ir. Surgió algo en el puerto que requiere de mi presencia.

―Lo entiendo, señor Fabray. No se preocupen por mí, vayan a solucionar el problema.

―¿Es necesario que yo vaya, papá?―dijo Quinn a su papá y a éste se le dibujó la sorpresa en la cara.

―No. Creo que me las puedo arreglar solo, Quinn. Me quedaría muy tranquilo si acompañas a la señorita en su almuerzo.

―No te preocupes, papá, no dejaré sola a Brittany―dijo Quinn mirándola y haciendo que ésta se sonrojara.

―Bien―dijo el señor Fabray acercándose a Brittany para estrecharle la mano―Como siempre ha sido un placer tratar con usted señorita Pierce. Espero disfrute de su almuerzo, que tenga una buena tarde.

El hombre se despidió de su hija y se retiró del restaurante dejando a la pareja en la mesa.

Un incómodo silencio se hizo por un momento, el que fue interrumpido por el mesero que traía sus platos.

―Y bien, Quinn, cuéntame algo sobre ti ¿Por qué no te había visto antes en el puerto?

―Estaba trabajando en otra ciudad. Tuve un problema hace unas semanas y le pedí a mi papá me transfiriera aquí.

―Tiene que haber sido un problema muy grande―dijo Brittany sin pensar y pudo notar la incomodidad de su compañera de mesa―Disculpa, no quise ser entrometida, no es mi asunto.

―No, está bien, no tengo problemas en contarte…

―Es que creo que no deberías, recién nos conocemos y…

―¿Puedo hacerte una confesión, Brittany?―dijo y se llevó la copa a la boca para beber un sorbo de vino.

―Claro.

―No sé por qué, pero desde que te vi entrar en la sala de juntas vi algo en ti. Algo que me da confianza. Debes pensar que estoy loca, pero es así, además pretendo verte otra vez y lo mejor es que nos conozcamos.

Brittany no pudo evitar sonrojarse otra vez y se regañó mentalmente por parecer una quinciañera en su primera cita.

―Me siento halagada, Quinn.

―Bien, lo que pasa es lo siguiente. Yo estaba trabajando en otro puerto. Le rogué a mi papá me consiguiera la dirección del puerto en esa ciudad. Mi novia vivía ahí y así podría estar más cerca de ella. Todo marchaba bien, llevábamos dos años de relación y hace unos meses decidí que ya era hora de dar un paso más… el gran paso. Y así fue que le pedí que se casara conmigo.

―Vaya, felicidades ¿Y para cuándo es la boda?―preguntó Brittany y vio lo incómoda que volvió a ponerse Quinn.

¿Por qué no podía pensar antes de hablar?

―No habrá boda, Brittany.

―Pero, pero, si me acabas de decir que se lo propusiste a tu novia.

―Brittany ex novia. Se lo propuse, pero su respuesta fue no.

Brittany se quedó en silencio.

Miró fijamente a Quinn sin saber qué decirle.

Lo que le contaba era muy grande.

―Vaya, Quinn. La verdad no sé qué decirte. Pero, ¿por qué ella no aceptó tu propuesta? ¿Qué fue lo que dijo para su negativa?

―Solo me dijo que no estaba preparada, pero yo pienso que realmente no me ama.

―Pero tal vez ella de verdad no está prepara, quizá tenga miedo. Aunque no lo creas, no todas las mujeres nos morimos por casarnos―dijo con una sonrisa, la que fue secundada por la ojiverde―¿Y has vuelto a hablar con ella del asunto?

―No. No estaba cuando fui a su casa al día siguiente. La estuve llamando por tres días y no me contestó. Así que a la semana de son saber de ella llamé a mi papá y le pedí venir aquí. Creo que nos hará bien alejarnos por un tiempo. Espero que ella se aclare.

―Gracias por confiar en mí, Quinn.

―¿Y qué me cuentas de ti, Brittany? ¿Tienes novio? ¿Novia?

―No, ninguna―dijo como si el tema le diera una enorme pereza.

―No te creo.

―¿Por qué no?

―Bueno, Brittany, eres hermosa. Por lo que me ha dicho mi papá, y pude comprobar hoy, eres una mujer sumamente inteligente. Se te ve segura, no puedo creer que no haya una persona que quiera estar contigo.

―Tal vez sea yo la que no quiere estar con alguien.

―Bueno, no había pensado en eso.

―Sí, me gusta estar completamente soltera, Quinn.

―Tal vez eres muy exigente.

―Tal vez―dijo dando un suspiro.

Aunque Quinn le había confesado una parte importante de su vida, Brittany no le iba a contar sus intimidades a una mujer que acababa de conocer, aunque ésta le inspirara mucha confianza.



Siguieron almorzando, conversando y riendo, hasta que Brittany decidió que ya era hora de volver a la naviera.

Quinn se despidió de la rubia más alta prometiendo invitarla a salir otro día.
Brittany un poco reticente le dijo que sí.






Una vez en su casa, Brittany pensó en lo que Quinn le había contado.

Quinn le había pedido matrimonio a su novia.

Brittany comenzó a imaginarse cómo sería si le hicieran esa propuesta. Por supuesto que estaría feliz si la persona que ella deseaba se lo pedía, eso la haría la mujer más dichosa del universo.

Imaginarse a Santana con una sortija en la mano hizo que a Brittany se le encogiera el corazón.

A pesar de la dura fachada que, usaba para tratar millonarios negocios, Brittany era una romántica pérdida.

Pensó en la situación de Quinn, en qué habría llegado a su novia a darle un no como respuesta a la propuesta de matrimonio.

¿Sería que ella no amaba a Quinn como decía o de verdad estaría asustada como pensaba?

Sabía de mujeres que le temían al compromiso.

No sabía nada de Quinn, pero a simple vista se veía una buena persona y se notaba a leguas que seguía enamorada de su ex novia.

Qué ironía de vida, pensó sonriendo, sentía que en Quinn había ganado a otro amiga.

¿Estaría ella destinada a rodearse de personas que solo buscaban amistad?






Llegó a su casa, cenó con su sobrino y luego se fue a su cuarto.



Después de dar muchas vueltas en la cama pensando en todo lo sucedido ese día, se quedó profundamente dormida.

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Capitulo 3

Eran las nueve de la mañana del día Domingo y unos suaves golpes en la puerta de su dormitorio despertaron a Brittany.

Se incorporó en la cama y le dijo a la persona que estaba tras la puerta que entrara.

Un torbellino llamado Arite entró corriendo en la habitación de su tía y se dejó caer dando un salto sobre la cama de ésta.

―¡Hola tía!―dijo Arite dándole un sonoro beso en la mejilla a Brittany.

―Buenos días, Art ¿Por qué estás despierto tan temprano?

―Me prometiste que hoy me llevarías al zoológico ¿Acaso te has olvidado, tía?

―¡Claro que no! Ya me levanto ¿Ya desayunaste?

―No. Te espero en la cocina.

―Bien, voy enseguida.

Brittany estaba a cargo de su sobrino Arite mientras durara la luna de miel de su hermana.

La verdad es que ella adoraba al pequeño y sus ocurrencias. Le había prometido que, ese día, lo llevaría al zoológico y tendría que cumplir con su palabra.


Se dio una ducha rápida y se vistió con sus jeans favoritos, una camiseta azul manga tres cuartos y complementó todo con unas cómodas sandalias bajas.

Tenía claro que, con su sobrino, tendría que recorrer el zoológico de punta a cabo y que debía ir cómoda.



Llegó a la cocina donde Arite ya la esperaba en la mesa comiéndose un plato de cereal y frutas.

Ella tomó una taza y la llenó de café. Desde la alacena sacó un frasco con galletas de almendras y poniendo unas pocas en un plato se acercó a su sobrino para desayunar.

Arite le hablaba entusiasmado de todo lo que quería ver en el zoológico, como si fuera la primera vez que iban a ese lugar. Brittany escuchaba el vehemente discurso de Arite cuando su teléfono comenzó a sonar.

Lo tomó y vio que era Santana quien llamaba.

Con una sonrisa en la cara le contestó:

―Buenos días.

―Buenos días, Britt. Disculpa, ¿te desperté? Parece que llamé muy temprano.

―No, para nada, estoy levantada tomando desayuno con un apuesto caballero―dijo sonriéndole a su sobrino.

Al otro lado de la línea se hizo el silencio.

Al no escuchar nada preguntó:

―San, ¿sigues ahí?

―Eh… sí, estoy aquí. Disculpa por interrumpir tu desayuno. No quise…

―San.

A Brittany la recorrió una extraña sensación por dentro. Sintió que Santana había cambiado el tono de voz, ¿acaso estaría celosa?

―, El apuesto caballero que me acompaña es Arite.

―Es verdad.

Brittany notó el alivio en la voz de la morena, o al menos eso pensaba.

O quizá se estaba imaginando todo.

―Bueno, entonces mucho mejor que estés con Arite. Los quiero invitar al estadio.

―Creo que no podrá ser hoy.

―¿Por qué ?

―Porque Arite quiere ir al zoológico y prometí llevarlo hoy.

―Pero podemos ir al estadio. Vemos el partido y luego vamos al zoológico.

Para Brittany ese panorama era genial, pero ese día el que elegía era su sobrino.

Por mucho que quisiera estar con Santana, su sobrino estaba primero que todo.

―Gracias, San, pero creo que no…

―Pásame a Arite.

Brittany se demoró un poco en juntar la palabras en su mente.

―¿Qué?

―Que me pases a Arite, quiero hablar con él.

Brittany miró a su sobrino y luego le pasó el teléfono. El niño lo tomó y se dispuso a hablar.

―Hola.

―Hola, Art, ¿cómo estás?

―Bien.

―Tu tía me contó que hoy tienen planes para ir al zoológico.

―¡Sí! Mi tía me va a llevar al zoológico. Quiero ver al oso polar.

―Arite, te gusta el fútbol, ¿verdad?

―¡Sí mucho!

―Qué te parece entonces si vamos los tres al estadio, vemos el partido y luego vamos al zoológico ¿Qué dices?

―¡Sí, genial!

―Bien, ahora pásame a tu tía, por favor.

Brittany tomó el teléfono de vuelta intrigada por aquella conversación y por la eufórica respuesta de Arite.

―¿Qué le dijiste al pequeño?

―Estoy por ahí en veinte minutos―dijo y cortó la llamada dejando a Brittany con la palabra en la boca.

Miró el teléfono en sus manos y luego lo dejó sobre la mesa para tomar un sorbo de café.

Miró a su sobrino y le preguntó:

―¿Qué te dijo San?

―Me preguntó si me gustaba el fútbol, le dije que sí. Me dijo que fuéramos al estadio y luego al zoológico. Yo creo que es genial, ¿y tú, tía?

―Bueno… yo… si a ti te parece genial a mí igual.





Tal como Santana le dijo a Brittany, ésta apareció veinte minutos después en la puerta de su casa.

La ojiazul abrió la puerta y se encontró con su amiga que vestía una camiseta negra con una leyenda que decía “no hables, sólo besa”.

Brittany miró el mensaje y luego a la cara de Santana, quien la miraba risueña.

―¿No eres un poco mayor como para ponerte esa camiseta?―dijo Brittany.

―¿Tú crees? A mí me fascina. Además me ahorra trabajo con las mujeres―respondió guiñándole un ojo para luego besarle la mejilla y pasar al interior de la casa.

Brittany siguió con la mirada a la mujer que, con tanta familiaridad se movía por el salón de su casa.

No podía quitarle los ojos de encima.

Verla vestido tan solo con un jeans y camiseta, hacía que se viera más relajada, más sexy.

Verla vestida de forma formal le encantaba, pero este Santana era como una adolecente rebelde, como la chica mala que traerá problemas a la vida de la chica buena.

―Y bien, ¿ya estamos listos?―dijo Santana metiendo las manos en los bolsillos y balanceándose sobre sus talones.

―Tenías todo planeado, ¿verdad?―dijo Brittany acercándose a la morena.

―¿Yo? No, qué dices.

―Santana, no es posible que pudieras llegar aquí en veinte minutos.

―No había tráfico…

―Aún así. No podías venir tan rápido, entonces me llamaste de camino ¿Y qué hubieras hecho si te decíamos que no?

―Vamos, Britt-Britt, nunca me dices que no.

Brittany sintió que algo le quemaba por dentro.

Pestañeó rápido un par de veces por lo que había escuchado.

―Qué te crees, imbécil―dijo hundiendo su dedo índice en el pecho de Santana.

―Qué hice ahora. ¿Por qué te enojas conmigo?―dijo dando un paso atrás sonriendo.

―Es que no puedo creer lo que has dicho ¿Qué piensas que soy?

Brittany seguía empujándola, Santana seguía retrocediendo y para colmo sonreía divertida por la situación.

Le gustaba ver a Brittany furiosa, le gustaba ver el brillo que despedían sus ojos cuando se enojaba.

―Pero, por qué te enojas, no he dicho nada grave. Deja de hundirme ese dedo.

Brittany seguía con su ataque táctil, y al ver que Santana sonría, más rabia sentía.

―Es que no puedo creer lo que me acabas de decir ¿Cómo que yo nunca me niego a ti? El otro día me invitaste a salir y te dije que no y…

―Britt―se acercó y tomó la mano con la que Brittany la estaba atacando―, Ya deja de pelear conmigo, además reconócelo, te gusta salir conmigo.

―Pero... pero―Brittany estaba con la cara roja.

Santana la tenía agarrada por ambas manos tan cerca que apenas podía pensar.

Tenía mucha rabia por lo que su amiga le decía. Se regañó mentalmente, se dijo que era una tonta.

Tan enamorada estaba de la mujer que tenía enfrente que, siempre estaba ahí para ella y ésta se aprovechaba de la situación.

Estaba furiosa por la forma en la que Santana burlonamente le sonreía que, quería volarle la cara de una bofetada.

Pero sentía que eso no podía seguir así.

Debía hacer algo para empezar a olvidarse de esa locura que era estar enamorada de Santana.

Y tal vez la primera era dejar un poco de lado aquella amistad que solo le hacía daño.

Ese día sería su última salida con su amiga.

Eso estaba decidido.

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Capitulo 4

Brittany sentía que el contacto de las manos de Santana le quemaba.

Trató de soltarse forcejeando un poco, pero la morena no la dejaba libre.

―Disculpa, Britt. No te enojes conmigo, ¿quieres?

―No estoy enojada―dijo tratando de aparentar normalidad, pero no lo logró.

―No mientas, Britt-Britt. Veo que tienes los ojos brillantes de furia. Fui una tonta al decir eso, si quieres no hablaré más en todo el día, pero no estés enojada, por favor.

Brittany la miró y vio sus ojos suplicantes, como los de un cachorro pequeño pidiendo cariño.

En ese momento fue que se dio cuenta de que estaba completamente perdida y que sería una batalla campal sacar a esa mujer de su vida.

―Está bien, tonta―dijo sonriendo.

Santana se acercó para besarle la punta de la nariz, lo que no fue de mucha ayuda para Brittany que, estaba tratando de ordenar sus ideas sobre Santana.

―Gracias, Britt-Britt. Por eso te quiero tanto.

Se quedaron mirando por lo que pareció una eternidad.

Santana se negaba a soltarla y Brittany no quería que lo hiciera, aunque sabía que no era lo mejor.

―¡Tía San!―se escuchó de pronto la voz de Arite interrumpiendo el silencio.

Santana soltó las manos de Brittany y ésta se apartó de la morena dándole espacio para que saludara a Arite.

―¿Estás listo?―le preguntó al entusiasta niño.

―Sí, estoy más que listo. Podemos irnos cuando quieras.

Dicho esto, los tres salieron de la casa y se subieron al auto de Santana para dirigirse al estadio.




Una vez en el recinto, llegaron al palco que los esperaba y se prepararon para que el partido de fútbol comenzara.



El juego avanzaba y los tres entusiasmados veían cómo el equipo al que estaban apoyando no lograba anotar un gol.

Brittany se paraba sin cesar desde su asiento increpando a los jugadores y al árbitro en quien había fijado su ataque.

―¡¡¡Pero qué estás cobrando, hijo de la gran p…

―¡Britt!―le dijo Santana reprendiéndola y cortando la grosería que estaba saliendo de su boca para que Arite no escuchara.

―Lo siento, ¿pero tú has visto? Ese árbitro no sabe nada y nos están robando el partido.

Brittany se volvió a sentar enojada, con los brazos cruzados sobre su pecho, enfurruñada por lo que creía era la injusticia más grande del mundo.

Santana la miraba embelesada.

Siempre que podían Brittany y Santana iban al estadio y con la rubia la experiencia era única.

Era tan apasionada que, si el equipo ganaba, era la felicidad máxima para ella, pero si les tocaba derrota, era capaz de salir llorando desconsolada desde el estadio.

Nunca lo reconocería ante nadie y menos ante ella, pero ir con Brittany a un partido de fútbol, era la mejor cosa del mundo.


El sonido del teléfono móvil, sacó de su estado a Brittany. Lo tomó desde el bolsillo del jeans y miró la pantalla. El número no le era conocido, pero aun así decidió contestar, ya que muy pocas personas tenían ese número y de seguro era algo importante, pensó.

―Hola.

―Hola, Brittany―dijo una profunda voz femenina al otro del teléfono―Soy Quinn, Quinn Fabray.

―Hola, ¿cómo estás?―respondió incorporándose en su asiento.

Vio que Santana la miraba con curiosidad, así es que decidió levantarse para alejarse un poco y hablar con tranquilidad.

―Bien. Disculpa si estoy interrumpiendo algo, pero llamaba para invitarte a salir.

―Quinn, creo que hoy es una mala idea. Estoy a cargo de mi sobrino, así es que este fin de semana soy completamente de y para él.

―¡Qué suerte tiene ese pequeño!―dijo provocando que Brittany sonriera.


Santana, observaba todo desde su asiento y con el ceño fruncido.

Miraba cómo Brittany sonreía a lo que fuera que le estaban diciendo. Estaba segura que, la persona que la había llamado era una persona que le gustaba, ya que el lenguaje corporal coqueto de la ojiazul así se lo manifestaba.

Sonreía seductora y se enrollaba un mechón de cabello con un dedo, para luego morderse el labio inferior.

Santana sintió ganas de levantarse y correr hasta Brittany para quitarle el teléfono y hacerlo mil pedazos contra el suelo.

¿Pero qué le estaba pasando?

Se preguntó enfadada sacudiendo la cabeza y dando un largo sorbo a su bebida para saciar la repentina sed que le había sobrevenido.

Luego de lo que a Santana le parecieron horas, y de haberse perdido el gol de su equipo por estar pendiente de la rubia, vio que una sonriente Brittany volvía otra vez a sentarse en su lugar.

―¡Noooo!―dijo Brittany poniendo las manos sobre su pecho―Me he perdido el gol ¿Cómo estuvo?

―Genial, tía. El número nueve anotó el gol de chilena.

―Vaya, qué lástima. Pero bueno vamos ganando, ¿no?

―¿Una llamada importante?―preguntó Santana buscando la mirada de Brittany, pero ésta la tenía fija en la cancha.

―Una amiga―dijo como sin importancia.

―¿Qué amiga? ¿Y qué tipo?―Santana se acercó un poco a la rubia en el asiento tratando de que lo mirara.

―Una amiga. No la conoces… ¿qué te importa qué tipo de tipo de amiga? ¿Acaso yo te ando preguntando por tus amigas?

Santana tragó en seco el nudo que se le había formado en la garganta. Sabía que con eso de "sus amigas" Brittany se referí a las aventuras que tenía de vez en cuando con alguna mujer.

Brittany era su única amiga, amiga, ninguna otra podía ocupar ese lugar.

―Solo era curiosidad, disculpa si te molestó mi pregunta―dijo Santana.

Brittany no le contestó nada más.




Una vez que terminó el partido, con un triunfo de un gol contra cero para su equipo, salieron del estadio en dirección al zoológico.

Todo lo que duró el trayecto, Brittany y Santana no emitieron ni una sola palabra.

Santana estaba molesta y no sabía por qué.

Brittany en cambio estaba incómoda por el silencio de la morena, así es que mejor mantuvo la boca cerrada.





Llegaron al zoológico y Arite, el más entusiasmado de los tres, corrió en dirección hasta el elefante.

Brittany y Santana reían al ver al pequeño tan emocionado con cada animal que se presentaba ante sus ojos.

Llegaron a los leones y Brittany los dejó para ir por una botella de agua. Santana la siguió con la mirada hasta que llegó a un kiosko.

Estaba ahí parada, mirando a Brittany, cuando de pronto escuchó que Arite le preguntaba:

―Tía San, ¿Estás enamorada de mi tía Britt?

La pregunta que escuchó de parte del pequeño hizo que a Santana se le desencajara la mandíbula.

―¿Qué No… yo… quiero decir… ¿Por qué preguntas eso, Art?

―Porque cuando miras a mi tía, pones la misma cara de enamorada que pone mamá cuando mira a Marley.

Santana abrió los ojos en sorpresa por lo que decía Arite.

¿Ella enamorada de Brittany?

No, eso era imposible, de eso estaba segura.

Brittany era su amiga, y siempre sería así.


Brittany volvió hasta donde había dejado a sus acompañantes y siguió con éstos el recorrido por el zoológico.

Luego almorzaron algo rápido en el mismo recinto para seguir con el paseo.




Ya entrada la tarde, Santana llevó a Arite y Brittany hasta su casa.

Se despidió de ellos y se dirigió hasta su departamento.




Una vez dentro de su espacio se tiró en un sofá de su sala y con el mando a distancia encendió el sistema de sonido y este comenzó a reproducir una canción.

El tema era Carrie del grupo Europe.






Esas baladas rock de los ochentas eran las favoritas de Brittany y tenía que reconocer que también lo eran para ella.

Cerró los ojos mientras dejaba que la música inundara sus oídos llegando hasta su cabeza y anclándose en su corazón.

La primera imagen que se vino a su mente fue la de Brittany, y luego la pregunta de Arite.

―¿Qué mierda estoy pensando?―dijo enojada y tomando el mando a distancia hizo que la música se detuviera.

Luego se fue a su baño para darse una ducha para luego meterse a la cama y tratar de dormir.

Aunque con la cabeza llena de pensamientos como la tenía, dudaba mucho que esa noche conciliara pronto el sueño.

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Capitulo 5

Era lunes y Brittany venía caminando por la calle que albergaba la gran mayoría de las empresas de la ciudad.

Muy temprano por la mañana había tenido que acercarse hasta el banco, donde debía firmar y recuperar unos documentos.

A la naviera la separaban ocho calles del banco, así es que como no tenía nada en su agenda hasta para dentro de unas horas más, decidió volver caminando hasta su oficina.

Estaba por entrar en su edificio, cuando el letrero verde de Starbucks parecía estar llamándola desde el otro lado de la calle. Le entraron una enormes ganas de tomar un Caramel Macchiato, así es que casi sin pensarlo, cruzó la calle y entró al lugar.

Lo primero que vio en un rincón, le aceleró los latidos de su corazón.

Santana estaba bebiendo un café y leyendo el periódico. Y no había reparado en su presencia, así es que Brittany se dirigió disimuladamente hasta la barra para hacer el pedido, esperando que la morena no la notara en el local.

Brittany pidió su café y mientras lo esperaba, no se giró ni una sola vez a ver a Santana.

El último día que estuvieron juntas ella se juró que se alejaría de la pelinegra.

Sabía que iba a ser difícil, más porque Santana trabajaba para la naviera, pero Brittany estaba dispuesta a intentarlo, estaba dispuesta a dejar esa relación de amistad cercana que tanto daño le hacía.

Seguiría siendo su amiga, pero ya no estaría disponible para Santana como lo hacía siempre.

Ya no habría salidas, tal vez uno que otro almuerzo, pero nada más.

―¿Me está siguiendo, señorita Pierce?―preguntó Santana tras ella con su inconfundible voz profunda, lo que hizo que a Brittany le temblaran las piernas.

Mal empezaba con el plan de alejarse de la morena, si el solo escuchar su voz le hacía flaquear su voluntad.

Brittany se giró para contestarle, para seguirle el juego y se encontró con una mujer que la miraba risueña, con esa sonrisa pícara que adoraba.

―Qué más quisieras tú que yo te siguiera―dijo levantando la barbilla, haciendo que Santana soltara una carcajada.

Le gustaba que Brittany tuviera respuesta para todo, que la enfrentara y que la desafiara constantemente.

―¿Cómo estás, Britt? Pensé que ya estabas en tu oficina. Yo terminaba el café y me dirigía para allá.

―Vengo del banco. Tenía que ir temprano por unos documentos. Pero quería un café de estos―levantó su vaso mostrándoselo―, Y crucé la calle. Pero ahora vuelvo.

―Bueno, vamos entonces.

Cruzaron la calle y entraron en el edificio de la naviera. Se subieron al ascensor que las llevó hasta el piso diez.

Conversaban animadas por el pasillo del vestíbulo hasta que se encontraron con el escritorio de Sue.

Brittany se paró de golpe por lo que veía y Santana se detuvo tras ella.

La rubia se acercó despacio, como no creyendo lo que había sobre el escritorio de su secretaria.

―Buenos días, señorita Brittany―dijo Sue saludando a su jefa e ignorando la presencia de la abogada.

―Buenos días para usted también, Sue―dijo Santana con sarcasmo a la secretaria.

―¿Qué es esto, Sue?

―Son para usted, llegaron hace media hora.

Lo que había sobre el escritorio de la secretaria era un enorme ramo de hermosas rosas rojas de tallo largo.

―¿Para mí?―preguntó incrédula.

―Sí, señorita. La tarjeta dice su nombre.

Santana buscó con su mirada la tarjeta y en efecto tenía el nombre de su amiga.

Brittany tomó la tarjeta, la abrió y leyó el mensaje.



Brittany cerró el sobre risueña, Santana la miró curiosa, quería saber quién le enviaba las rosas.

Brittany tomó el arreglo floral y caminó con Santana hasta su oficina. Lo dejó sobre la mesa de centro y luego se sentó en su silla.

―¿Y bien?―dijo Santana tratando de sonsacarle algo a Brittany.

―¿Qué?

―¿Quién te envía esas rosas?

―Una amiga especial.

―Ya, una amiga especial. Tan amiga no es y para pareja no sirve mucho―dijo muy seria―, Ni siquiera sabe que no te gustan las rosas.

―¿Qué dices?

―Que a ti no te gustan las rosas.

―¿Ah no?―dijo levantando una ceja, mirándola divertida.

―No. Tu flor favorita son los lirios, y no cualquiera si no las calas. Tú odias las rosas rojas.

Brittany sintió que el corazón se le iba a salir del pecho.

Santana estaba teniendo un ataque de celos.

Pero lo que más le gustó, fue saber que Santana recordara el detalle de las flores.

A Brittany no le gustaban las rosas rojas, sin embargo adoraba las calas.

―Pero bueno, pueden empezar a gustarme las rosas rojas.

Santana tensó la mandíbula por el comentario de Brittany y con el ceño fruncido se sentó en la silla frente a la rubia.

―Y bien, ¿me vas a decir quién es tu amiga especial misterios?

―Creo que no.

―Britt…

―No, Santana. No te metas en mi vida, ¿quieres? Ahora si me traes algo para que vea o firme, entrégamelo que dentro de poco voy a una reunión al quinto piso.

―¿Por qué no me quieres contar, Britt?

―Porque no corresponde. Hay cosas que no te puedo contar, Santana, por muy amigas que seamos, son parte de mi intimidad.

Santana sintió que algo dentro suyo se removía, algo se impulsaba por salir, algo que nunca antes había sentido.

Enojada como estaba, sacó unos papeles y se los dejó a Brittany sobre el escritorio.

―Estos contratos son los que Kitty me pidió redactar para el negocio en Asia.

―Bien, los…

―Te los dejo―dijo levantándose de la silla sin dejar que terminara la frase―, Mañana vengo por ellos.

―Está bien, pero yo…

―Que tengas un buen día, Brittany.

Santana caminó a paso rápido hasta llegar a la puerta y salir de la oficina de Brittany.

Estaba tan furiosa y lo peor era que no sabía por qué la enojaba tanto que Brittany recibiera flores de otra persona.

Ella era su amiga y debería estar feliz de que Brittany tuviera a alguien especial en su vida, pero no era así.

Además la negativa de la rubia a contarle sobre esta persona misteriosa la enfurecía más de la cuenta.





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Brittany estaba pensativa en su oficina.

No sabía cómo tomar la actitud de su amiga.

Santana se había mostrado celosa al ver que estaba pendiente de otra persona, pero sabía que no debía pensar así.

Los celos de Santana no eran porque algún sentimiento romántico se albergara dentro de ella, si no más bien eran como los de un niño que no le gusta que su mejor amigo le preste atención a otro niño.


Luego de darle muchas vueltas en su cabeza a toda la situación, y con la intención de ir alejando a Santana cada día más de su vida, llamó a Quinn para aceptar su invitación a cenar.

Le haría bien distraerse un rato y Quinn era muy buena compañía. Pasaría un buen rato compartiendo con la ojiverde.

Ese día empezaría su misión… sacar a Santana de su corazón.








Puntualmente a las ocho de la noche una sonriente Quinn llegaba a casa de Brittany.

Abrió la puerta y se encontró con una mujer enfundada en un vestido negro, se veía guapísima pensó Brittany tragando en seco por la impresión que le había causado Quinn.

―Hola, Brittany―dijo acercándose para besarla en la mejilla―Te vez preciosa.

―Gracias, tú también.

―¿Lista para irnos?

―Claro. Vamos.

Llegaron al auto de Quinn y le abrió la puerta del copiloto. Luego puso el auto en marcha y se dirigieron al restaurante que Quinn había elegido.



Brittany sonrió ante la elección de su acompañante.

El restaurante elegido era su favorito. Un elegante restaurante de comida Italiana que Brittany había descubierto hace unos años y el cual se había convertido en su lugar preferido, además la comida que ahí servían era exquisita.

―¿Cómo supiste?―preguntó Brittany mientras ingresaban al lugar.

―¿Qué cosa?

―Que éste es mi restaurante favorito.

―Bueno, adiviné. Pregunté por un restaurante excelente y me recomendaron éste. Me alegro haber acertado en la elección.

Llegaron a la mesa que había sido reservada por Quinn y se sentaron para ver la carta.

Brittany no sabía por qué plato decidirse ya que todo lo que aparecía en la carta le gustaba.

Ella y Quinn, sonreían por los nombres de los platos y se burlaban una de la otra por la pésima pronunciación del Italiano que ambas tenían.




Así, sonriéndose una a la otra, las encontró Santana, que venía entrando en el restaurante y muy bien acompañada por una bella rubia que colgaba de su brazo.

Una extraña sensación se apoderó de la morena al ver a Brittany conversando animadamente con otra mujer.

De seguro ese era la amiga misteriosa de la que Brittany no quería contarle, la amiga especial que le había enviado el ramo de rosas.

Caminó hasta la mesa de Brittany para saludarla y así poder ver quién era su acompañante.




Brittany pestañeó rápido un par de veces al ver que Santana se acercaba hasta ella y que además venía acompañado de una guapa mujer.

―Buenas noches, Britt―dijo con una sonrisa ladina. Se acercó a la ojiazul y le besó la mejilla―Qué sorpresa.

―Hola, Santana―dijo mirando de soslayo a la rubia que estaba al lado de su amiga―Quinn, te presento a mi amiga, Santana. Santana ella es Quinn Fabray.

Quinn se levantó y le extendió la mano a Santana para saludarla. Santana se puso seria y le estrechó la mano a la mujer sin muchas ganas.

―Les presento a Dani―dijo Santana

Brittany esbozó un «hola» casi entre dientes.

―Bien―dijo Santana―, Las dejamos para que continúen con su cena. Buenas noches.

Santana y su acompañante se dirigieron hasta su mesa, desde la cual, podía observar perfectamente cada movimiento de su amiga y su pareja.


Brittany podía sentir el peso de la mirada de Santana sobre ella, pero no se giró ni una sola vez a verla.

Trataba de prestarle la mayor atención posible a Quinn quien resultó ser una perfecta acompañante.



Santana miraba cómo reían y hablaban y hablaban.

¿De qué hablarían tanto? pensó.

Llegó el postre y Brittany pidió mousse de chocolate.

Santana miraba cómo Brittany se llevaba la cuchara a la boca y cerraba los ojos ante el primer bocado del delicioso manjar.

Se removió inquieta en su asiento, ¿qué le pasaba?

De pronto vio que Quinn acercaba la mano a la cara de Brittany y que delicadamente le pasaba su pulgar por la comisura de la boca, limpiándole un poco de chocolate que había quedado ahí.

Brittany sonrió y sintió que un fuego se alojaba en su pecho.

Necesitaba salir de ahí, no podía seguir presenciando esa escena.

Llamó al mesero pidió la cuenta y con una enojada Dani que, no entendía por qué tenían que irse tan de prisa, Santana pasó por delante de Brittany y Quinn sin siquiera despedirse.

―¿Qué pasa Santana? ¿Por qué salimos casi corriendo del restaurante?―preguntó una ofuscada Dani mientras subía al auto de Santana.

―Nada. Pero la verdad es que ya me estaba aburriendo el lugar. Te llevo a casa.

―¿Qué? Pero… pero me prometiste que iríamos a tu casa.

―Lo siento Dani, pero esta noche no.


Santana condujo hasta el domicilio de Dani.

Ni siquiera se molestó en bajarse para abrirle la puerta del auto y acompañarla a la puerta de su departamento.

La mujer se bajó enfurecida y dando un fuerte portazo que hizo que Santana saltara en su asiento.

―¡Parece que quedó mal cerrada, Dani!―le gritó irónica.

―¡Jódete idiota!―dijo furiosa y caminó rápidamente hasta desaparecer dentro del edificio de departamentos.





Santana condujo su auto por una hora sin saber muy bien qué hacer.

Quería volver al restaurante y ver qué estaría haciendo Brittany, pero de seguro ya se habría ido del local.

Luego pensó en ir a su casa, pero desechó esa idea.

Tal vez estaría con la otra rubia que la acompañaba en el restaurante.

Apretó con fuerza el volante con sus manos al pensar en eso. No lograba entender qué le pasaba con Brittany.

No era la primera vez que la veía con una persona que le gustaba a la rubia, pero era la primera vez que la veía tan entusiasmada.

Era la primera vez que la veía tan sonriente y coqueta.

Sintió rabia por sentirse así, cómo si una desesperación se hiciera cargo de ella y no saber por qué ni qué hacer.



Al final y después de dar muchas vueltas por la ciudad, se fue a su casa, se sirvió una copa de licor, se la bebió pensando en Brittany y en todo lo que estaba pasando dentro de ella.

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