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[Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin Primer15
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Finalizado [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Jue Mar 05, 2015 1:47 am

Prólogo.


Dos mujeres con un fogoso pasado descubren que los ajustes de cuentas son, a veces, un infierno… y abrasan.

La primera intención de Brittany Pierce fue arrojar a la basura la invitación a la fiesta conmemorativa de los diez años de graduación de su promoción del instituto. No en vano había pasado gran parte de su vida adulta tratando de olvidar aquella época y, sobre todo, a su acosadora, Santana López. Pero dar rienda suelta a la venganza es una buena razón para asistir.

Curiosamente, Santana sólo tiene un motivo para acudir a la fiesta: quiere mirar a la cara a la compañera que provocó que la expulsasen del centro cuando le faltaban escasas semanas para graduarse… y disculparse de la mejor manera que sabe.

Decididamente, la venganza no es un plato que se sirve frío.

**************************************************************************************

Hola, como dije antes, aquí dejo otra historia (adaptada). La forma de actualizar sera la misma de estas ultimas semanas. Saludos =D

PD: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):

Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-final

El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo

A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final

Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final

Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final

Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-resueltofanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-cap-epilogo#538737


Última edición por 23l1 el Miér Oct 14, 2015 10:38 pm, editado 1 vez
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por monica.santander Jue Mar 05, 2015 2:22 am

pues a seguir leyendo!!!!1
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por JanethValenciaaf Jue Mar 05, 2015 8:01 am

Me encanto
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Jue Mar 05, 2015 7:53 pm

monica.santander escribió:pues a seguir leyendo!!!!1


Hola, jajaajj gracias por seguir mis adaptaciones, leer y comentar! Saludos =D


JanethValenciaaf escribió:Me encanto


Hola, jajaaj gracias por leer y comentar! Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 1

Mensaje por 23l1 Jue Mar 05, 2015 8:00 pm

Capitulo 1

Celebración del décimo aniversario de la promoción del Instituto de William Mckinley.

A Brittany le pareció un buen plan.

Todo iba muy bien hasta que notó un hormigueo en el clítoris.

En cuanto ocurrió tal cosa, lo mejor hubiera sido olvidar viejos demonios y mandar al infierno la celebración del décimo aniversario de su instituto.

Disfrutaba de buena posición, había montado su propio negocio al licenciarse en la universidad y se había reinventado mental y físicamente.

¿Qué le importaba que aquella gente se enterara de lo bien que le había salido todo?

Se había pasado más de una hora entre ellos sin que nadie la saludara.

Sí, los vio murmurar mientras intentaban identificarla. Y le pareció que uno de ellos, un tipo bajo y con un pelo como una nube, con pecas  y unas gafas que parecían de saldo, la reconocía.

A Brittany no le molestaba que no la reconocieran y que no la saludaran.

La mujer con el pelo largo, con un vestido negro corto y zapatos de tacón a juego, era muy distinta a la chica de cabellos un poco más debajo de los hombros, flaca y en mala forma física de diez años antes. Brittany no se había puesto un vestido o una falda hasta su segundo año en la universidad, y por eso le gustaban tanto.

Se sentía como si se hubiera disfrazado.

En realidad, no le hacía falta disfrazarse para asistir a una reunión del instituto. Si les hubieran preguntado una semana después de graduarse, dudaba que ninguna de aquellas personas hubiera identificado a Brittany Pierce en una rueda de reconocimiento.

Se había refugiado en un rincón, donde, con la espalda apoyada en la pared, se dedicaba a observar a personas, a las que apenas reconocía, que se dirigían con aire nervioso al gimnasio.

El hormigueo en el clítoris comenzó cuando vio en la entrada a una deslumbrante morena vestida con una camisa blanca y pantalones negros. A Brittany la sorprendió su excitación.

Es increíble. Nada durante meses y de repente se despiertan todos mis sentidos al ver a Santana López, precisamente.

Brittany ignoró su tendencia a esconderse tras el pelo que le había crecido con los años y la miró sin disimulo.

La foto que le habían dado de Santana López no le hacía justicia.

En la imagen no se veía su aire de confianza al inclinarse para dar su nombre a la mujer de la mesa de inscripciones.
Una foto no podía acelerar el corazón de Brittany como se aceleró al ver la sonrisa de Santana mientras se ponía su etiqueta identificativa.

Santana dijo algo a la esposa del antiguo delegado de su clase mientras se colocaba la etiqueta en la camisa, sobre sus generosos pechos.

¡Oh, Dios, ayúdame!

¿Cómo había olvidado algo así?

Brittany recordaba que los pechos de Santana eran más pequeños que los suyos. No era plana, ni mucho menos, pero estaba muy lejos de aquel par perfecto que Brittany tenía ante sí.

¿Un par perfecto? ¿Qué diablos...? No olvides con quién tratas y por qué estás aquí.

Santana sonreía y hablaba con la gente que se le acercaba, pero sin integrarse en ningún grupo. De vez en cuando alzaba la cabeza y recorría el lugar con la vista, como si estuviera buscando a alguien o creyera que la observaban.

Brittany apretó la mandíbula y se apartó de la pared, pero dejó de moverse cuando Santana la miró.

La sonrisa que adornaba la cara de Santana desapareció.

A Brittany se le aceleró el pulso mientras miraba a los ojos de la única persona que esperaba que la recordara. Desde aquella distancia Brittany notó que el rostro de Santana cambiaba de color.

¿Se había ruborizado?

La Santana que ella recordaba nunca se ruborizaría.

Brittany se dio cuenta de que estaba muy excitada, a pesar de que hacía mucho tiempo que no sentía algo tan intenso. Santana no hizo ademán de dirigirse a ella, pero, a juzgar por su reacción, era evidente que la había reconocido. El plan, si realmente tenía alguno, se había ido al garete. No sentía lo que había esperado sentir.

¿Dónde estaban la furia y la justa indignación?

—¿Brittany Pierce? ¡Eres la última persona del mundo que esperaba ver en esta farsa!—de mala gana, Brittany desvió la vista de Santana para fijarse en un par de alegres ojos café. El brillante cabello de color negro, pero la expresión traviesa bastó para que Brittany reconociese a Rachel Berry, su compañera de laboratorio en el instituto y miembro, como ella, del grupo menos popular.

—¡Qué vestido tan bonito, Britt! ¿Tú también te has operado?

—¿Operado?— Brittany se miró los pechos—No, son míos.

—¿De verdad?—Rachel se acercó a ella y miró el interior del escote—Preciosos, pero no me refería a ellos, sino al LASIK. ¿A qué es lo mejor para no tener que seguir usando gafas bifocales?

—Sí, es fantástico.

Brittany estiró el cuello para localizar a Santana, que se había escondido en alguna parte.  Brittany se centró entonces en Rachel y se relajó al darse cuenta de que su amiga había cambiado mucho en un sentido y muy poco en otro. El carácter teatral de Rachel se había desarrollado. Llevaba el brillante pelo castaño recogido en lo alto de la cabeza y completaba el peinado con unos largos pendientes de margaritas multicolores. Milagrosamente, Rachel había logrado encontrar un vestido que tenía casi todos los colores de los pendientes. Cuando estudiaba en el instituto, su pelo era negrísimo.

Brittany no entendía por qué la habían invitado.

Su único afán había sido no desentonar, aprobar y pasar totalmente inadvertida. Lo había conseguido en gran parte, salvo con Santana López.

Brittany se inclinó para dar a Rachel, el abrazo de niña buena con el cuerpo separado, pero Rachel la rodeó con los brazos y la besó directamente en la boca.

Brittany parpadeó y retrocedió.

—¿A qué ha venido eso?

Rachel se encogió de hombros.

—Siempre me he preguntado cómo sería besar a una mujer, y tú eres una de las pocas lesbianas que conozco.

Brittany torció el gesto.

—¿Cómo sabes que soy lesbiana?

Rachel arqueó las expresivas cejas.

—¿Acaso no lo eres?

Brittany suspiró.

—Sí, claro, pero ¿cómo...?

Brittany percibió un movimiento por el rabillo del ojo y se volvió. Santana estaba muy cerca, con una extraña expresión en el rostro.

¿Había visto cómo la besaba Rachel?

Y si lo había visto, ¿qué?

Brittany se sintió angustiada por una pregunta para la que no tenía respuesta.

Recordó haber experimentado una sensación similar en el instituto, en las escasas ocasiones en las que había hablado con Santana. Con gran alivio vio que alguien se ponía delante de Santana e impedía el contacto.

—Vaya, antes odiabas el gimnasio y ahora parece como si vivieras en él.

—¿Qué? Ah, sí, hago un poco de ejercicio.

—Ya, un poco. Yo apenas aguanto Tres minutos de abdominales. Me gusta tu peinado. El pelo largo te sienta de maravilla, pero podrías hacerte unas mechas. Toma mi tarjeta. Vives en New York, ¿no?—Brittany asintió—No hace falta que pidas cita. ¿Cuándo vuelves a casa?

—Aún no lo he decidido. Pensaba quedarme el fin de semana.
—¿En Lima, Ohio? ¿Y para qué? Yo regreso a New York mañana temprano.
Brittany iba a dar la misma explicación que había dado en su empresa sobre la necesidad de tomarse unas vacaciones, pero su atención se centró de nuevo en Santana. La recordaba como una figura amenazante y nunca habría imaginado que se convertiría en una mujer tan hermosa.

Brittany reconoció la sonrisa y esos hoyuelos que se le formaban.

Jamás se la había dedicado a ella, pero la forma de mirar, de ladear la cabeza mientras escuchaba, incluso la blancura de sus dientes le resultaban familiares. Era como si los años se hubieran esfumado y ambas estuvieran otra vez en el instituto.

—¡Caray, qué guapa es!—susurró Brittany.

Rachel siguió su mirada hasta la pareja que mantenía lo que parecía ser una conversación íntima en el centro de la estancia.

—Sí que lo es.

Brittany miró a Rachel y, luego, a Santana.

—Parece como si ese tipo se le fuera a echar encima.

—¿No estará perdiendo el tiempo? Siempre creí que era homosexual.

Brittany no miró a Rachel cuando respondió:

—Está casada.

—¡No me digas! ¿Estás segura de que no es lesbiana?

Ni la menor idea.

Brittany se esforzó por no manifestar su irritación.

¿Cómo se había enterado Rachel de algo así, y ella no?

En el instituto siempre había pensado que Santana era heterosexual. Nunca se la había imaginado teniendo ningún tipo de relación, a menos que se contaran como tal las burlas, los empujones y las malas caras. Diez años antes había dos clases de alumnos en el instituto de William Mckinley: los maltratadores y los que llevaban el dinero de la comida en dos bolsillos, para que así les quedara algo con que comprar una bolsa de patatas fritas. Santana López era su maltratadora, su torturadora, la única persona que no había logrado arrinconar en lo más profundo de su memoria a pesar de los años transcurridos.

—Chica, bebía los vientos por ti—comentó Rachel.

—¿Por mí? La expulsaron por mi culpa, ¿te acuerdas? Me odiaba, y el sentimiento era mutuo.

—Creo que ahora se te presenta la ocasión de hablar de ese sentimiento mutuo. Viene para acá—a Brittany se le paralizó la lengua antes de responder. En efecto, Santana iba hacia ellas. Su mirada directa no dejaba lugar a dudas: tenía un objetivo, que era Brittany—Me ha encantado verte. Espero que mantengamos el contacto. Hasta luego.

Brittany iba a decirle a Rachel que no se marchara, pero su amiga ya se había perdido entre la multitud, ebria y tambaleante.

Brittany miró hacia la derecha, sonrió, saludó a alguien que no conocía y procuró disimular su nerviosismo.

¿Por qué tenía tanto miedo?

Había pasado mucho tiempo y las cosas habían cambiado.

Ella había cambiado.

Ya no era una adolescente flacucha y torpe, atormentada por una agresora mucho más fuerte, aunque fuera más baja.

—Hola, Brittany. Seguro que no te acuerdas de mí, pero...

—Claro que me acuerdo—se apresuró a decir y le sorprendió la frialdad de su propia voz. Santana se puso pálida cuando Brittany añadió—¿Crees que diez años bastan para olvidar todo lo que me hiciste?

Santana torció el gesto.

—Vaya..., no me refería a eso.

—Oh, ¿creíste que me había olvidado de lo horrible que fue para mí el instituto por tu culpa?

—Tampoco me refería a eso. Esperaba que me dejaras darte una explicación—alguien chocó con Brittany, haciendo que le salpicara el ponche de la copa que tenía en la mano. Santana la sujetó por los brazos para que no cayera. La reprimenda murió en los labios de Brittany, interrumpida por la mirada asesina que Santana lanzó a la persona que la había empujado. A Brittany le pareció oír una dócil disculpa y Santana bajó la vista, más calmada. Se sorprendió al reparar en que aún seguía sujetándola por los brazos, pero tardó unos segundos en soltarla—Lo siento.

Brittany le habría preguntado ¿por qué? si hubiera sido capaz de hablar.

Se puso colorada de la cabeza a los pies.

Aquello no tenía que ser así.

Había pensado echarle en cara a Santana todas las cosas horribles que le había hecho. Quería demostrarle que no era la chica flacucha y blandengue de otro tiempo; y, sin embargo, se estaba comportando como una adolescente loca de amor.

No, no, nada de loca de amor.

¡Qué desafortunada combinación de palabras.

—¿Podemos ir a algún lado y hablar unos minutos, por favor?

Brittany estudió a la mujer de aspecto serio que tenía delante y se le ocurrieron unos cuantos comentarios mordaces, ninguno de los cuales afloró a su boca.

Lo que más la impresionó fue el «por favor». Brittany jamás habría imaginado que oiría esa palabra en labios de Santana López, y mucho menos dirigida a ella.

Santana se mordió el labio inferior, un gesto insignificante e inocente que Brittany no habría notado si no estuvieran tan cerca la una de la otra para hacerse oír por encima de la estruendosa música.

En la mente de Brittany anidó una idea familiar: Sus ojos son negros. Si no fueran negros, serían del color castaño más oscuro que existe.

—Te concedo dos minutos—dijo Brittany con severidad—Pero creo que pierdes el tiempo.
Santana soltó un audible suspiro.

—¿Qué te parece ahí?—preguntó.

Brittany siguió la mirada de Santana hasta una puerta que daba al vestuario de chicas y se le erizó el vello de los brazos.

Debía de estar bromeando.

¿Acaso había olvidado que el vestuario era el último sitio en el que se habían visto antes de que se desatara la catástrofe?

¿Era otro tipo de asqueroso acoso entre adultos?

¿Fingir que no sabes que estás provocando que los malos recuerdos se agolpen en la cabeza de la otra persona?

Muy bien.

Si quería jugar, jugarían.

Brittany asintió con la cabeza y se dirigió rápidamente al vestuario.

No tienes ni jodida idea de con quien estás jugando.

Brittany empujó las puertas de vaivén del vestuario, se volvió y esperó con los brazos cruzados y las piernas firmes.

Santana entró y se detuvo bruscamente al verla a escasos metros de la entrada.

—Di lo que tengas que decir—apuro Brittany, encantada de parecer más segura de lo que se sentía.

—En primer lugar, quería decirte que estás estupenda.

Brittany se habría quedado boquiabierta si la sorpresa no la hubiera dejado sin expresión.

¿Qué demonios era aquello?

¿Un cumplido?

—¿Me has pedido que venga aquí para que te cuente mis trucos de belleza?

—No, yo... yo...

¿Otra vez el rubor?

¿Y el tartamudeo?

Aquella mujer era buena, realmente buena.

—No creo que vinieras para algo así.

Brittany había pensado no asistir a la reunión al menos media docena de veces. En el último momento alquiló un coche y condujo horas desde New York. Se le ofrecía una oportunidad de oro de demostrar a Santana López cuánto se había equivocado. Era una mujer de éxito, no una «insignificante don nadie», como había oído que Santana le decía a una de sus amigas.

Se fue de su ciudad y llegó a ser alguien.

Ya no era la rarita aterrorizada que se escondía detrás de su melena, al fondo de la clase. Quería restregarle todo aquello a Santana por las narices, y si de paso podía sacarle algún trapo sucio, mejor que mejor.

Pero la mujer que tenía delante no se parecía nada a la muchacha que había conocido. Oh sí, existía una similitud, pero los espesos cabellos negros no estaban recogidos en una austera cola de caballo, y el uniforme de Cheerios de Santana, haciendo gala de su bien formado cuerpo. No obstante, seguía siendo Santana López, la chica que la había llevado a empujones hasta los vestuarios sin previo aviso y la había llamado flaca y jirafa, endiñándole el dolorosamente acertado calificativo de flaca/jirafa.

Brittany sintió un escalofrío y se frotó los brazos para entrar en calor. Los ojos de Santana repararon en el gesto, se detuvieron brevemente en los pechos de Brittany y se posaron en su rostro. No era la primera vez que Brittany veía a una mujer heterosexual admirando sus pechos. Pero la expresión que captó fugazmente en la cara de Santana no tenía nada que ver con la valoración de los supuestos atributos de su oponente.

Deseo.

Antes había albergado ciertas dudas sobre la sexualidad de Santana, pero se disiparon en aquel momento.

Se le endurecieron los pezones, y tendría que quitarse las reducidas braguitas que llevaba si quería estar cómoda el resto de la velada.

¿Es eso?

¿Me pongo como una moto porque una mala pécora del pasado me mira de reojo?

Es increíble.

—Estoy aquí, y tus dos minutos casi se han acabado—dijo Brittany, a la defensiva.

—Siento mucho haberte tratado tan mal cuando éramos pequeñas.

La sorpresa la dejó sin habla. No esperaba una disculpa tan rápida y, al parecer, sincera.

—No éramos pequeñas. Yo tenía diecisiete años. Y tú... ¿diecinueve?

—No, éramos de la misma edad. Tal vez te llevo unos meses, pero...

En ese momento fue Brittany la que dudó:

—Me habían dicho que...

—¿Iba retrasada? ¿Y te lo creíste?— Santana sonrió, otra vez esos hoyulos—Era mentira. Antes de que mis papás se trasladaran aquí, vivíamos junto a la frontera de Tijuana. Ahí era fácil conseguir documentos de identidad falsos, y la edad mínima para consumir alcohol en Tijuana eran los dieciocho años—Santana se encogió de hombros—De ese modo hice amigos rápidamente, comprándoles tabaco. Si me preguntaban las cajeras, les decía que iba retrasada. El rumor se extendió y la gente creyó que yo era una delincuente perversa que había perdido cursos mientras estaba en el reformatorio. Y yo seguí el rollo.

—Tú... ¿lo seguiste? Entonces tienes...

—Veintiocho años, igual que tú.

—Yo tengo veintisiete—la corrigió Brittany, con mala cara.

Santana respondió en tono burlón, pero con aire amable y divertido.

—De acuerdo, tú ganas. Soy más vieja.

¿Qué diablos era aquello?

¿Ahora nos dedicamos a jugar?

No, no se dedicaban a jugar, sino a flirtear.

Santana López estaba flirteando con ella, y ella le correspondía.

No podía ser.

De ninguna manera.

—En efecto. Se te ha acabado el tiempo. Me alegro de verte y todo eso que se dice—Brittany pasó rozando a Santana y estaba a punto de abrir la puerta cuando una mano la sujetó por el brazo. Brittany lo retiró como si la hubiera tocado un hierro candente y giró en redondo con el puño cerrado, más a modo de advertencia que con verdadera intención de pegar—No te atrevas a tocarme. Ahora devuelvo los golpes

Escupió las palabras con más violencia de la que merecía la mano que delicadamente la estaba reteniendo.

Santana retrocedió.

No le habría sorprendido que Brittany le propinara un puñetazo para subrayar sus palabras.

—Jamás te haría daño—dijo Santana, y sus palabras sonaron de un modo tan posesivo que Brittany se sintió desorientada y confusa—Brittany, no era mi intención provocar algo así. Sólo quería que me dieras la oportunidad de decirte cuánto lamento todo lo que te hice en aquella época.

—Muy bien, bueno ya me lo has dicho. ¿Te sientes mejor?

Santana se mordió el interior del labio. Brittany rozó con la lengua su propio labio en solidaridad y se enfadó al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

—No.

—Lo lamento. Estoy segura de que puedes pagar a personas para que te escuchen contar tu jodida niñez. Por mi parte no tengo el más mínimo interés

El dolor se reflejó en el rostro de Santana, pero Brittany se resistió a ceder.

—Me gustaría enmendar lo que hice, en la medida de lo posible.

—Han pasado años. ¿Ahora qué más da?

Brittany observó a Santana. Sus ojos eran más sinceros, su rostro más serio, incluso su estatura parecía diferente de lo que recordaba. Pero había una familiaridad que contrastaba drásticamente con el nerviosismo que transmitía aquella mujer. No recordaba que la Santana adolescente tuviera miedo de nada.

Ni que se conociesen tanto.

—No sé. Creo que debo hacerlo.

—¿Después de diez años? ¿Qué te ocurre?—preguntó Brittany—A ver si lo adivino. Has estado a punto de morir y ahora te encuentras en una fase de auto-superación, en la que tienes que disculparte con todas las personas a las que hiciste daño en el pasado.

Santana se mostró sorprendida y, luego, se echó a reír. Brittany estuvo a punto de imitarla, pero la hizo enmudecer una idea traidora.

Nunca me cansaría de oír su risa.

—No exactamente. Digamos que en mi vida hay alguien que hace que quiera ser mejor
persona y que lamente un montón de decisiones que tomé en la juventud.

—Debe de ser una persona muy especial.

Especial, rico y hombre, pensó Brittany con amargura.

Santana López era un fraude.

Tan heterosexual como la propia Brittany.

Los Anderson tenían razón: Santana no debía haberse casado con su hijo.

Santana sonrió y se encogió de hombros, y el orgullo y la lealtad de aquella sonrisa hicieron que Brittany se sintiese mezquina y rara. Cuando eran más jóvenes, estaba segura de que su venganza consistiría en ver a Santana sola en una casucha de mala muerte, mientras ella gozaba de popularidad y tenía una familia.

Brittany se daba cuenta de que trabajaba demasiado y de que apenas tenía vida social.

Diablos, aparte de la vida social, hacía seis meses que no mantenía relaciones sexuales y las últimas ni siquiera habían sido gran cosa.

Tal vez ahí radicase todo.

Estaba excitada y la deprimía que Santana pareciera más equilibrada que ella.

—Veo que aún me odias y no quiero que sigamos así.

—¿Y a ti qué te importa? Ya no vivo aquí.

Brittany hubiera preferido que Santana le respondiera en un tono airado, pero su voz era serena y su mirada firme cuando respondió:

—Me importa lo suficiente como para procurar que las cosas mejoren entre nosotras. Me importa mucho más de lo que imaginas. Siempre me importó.

—Demuéstralo—replicó Brittany, sorprendiendo a Santana y sorprendiéndose a sí misma.

—¿Cómo?

—No sé. ¿No dices que te importa? Demuéstrame cuánto

¿Adónde diablos pretendía llegar con todo aquello?

La expresión consternada del rostro de Santana se transformó poco a poco en otra cosa. El deseo que se había apresurado en disimular, regresó. Avanzó lentamente con los ojos clavados en los labios de Brittany.

—¿Te parece bien si...?

Brittany parpadeó.

¿Por qué le tenía que ocurrir aquello a ella?

La orden que había dado a Santana de que no la tocase afloró de nuevo. Tenía que anularla si quería ver adonde las llevaba aquella inesperada atracción.

Brittany suspiró y asintió con la cabeza. Antes de cerrar los ojos, notó los carnosos labios de Santana sobre los suyos, apremiándolos para que se abrieran. La fuerza que siempre la había asustado la aplastaba en aquel momento contra el torso de Santana.

Brittany desfalleció, y si no hubiera sido por los brazos y el pecho de Santana, que la sostenían, se hubiera caído al suelo. Brittany quería rematar aquel beso y continuar besando a Santana.

La decisión se le fue de las manos cuando oyó taconeos y las típicas risitas provocadas por
el alcohol.

Santana también debió de oír las voces, porque apartó la boca. Parecía como si quisiese decir algo. Brittany retrocedió, estremeciéndose al perder el contacto del cálido y excitado cuerpo de Santana.

—¿Confías en mí?—preguntó Santana en un tono implorante.

Brittany asintió sin pensarlo, sin la menor duda.

Los brazos de Santana la rodearon por la cintura, la levantaron y la llevaron hasta una de las duchas. Brittany oyó que la puerta se abría en el momento en que Santana la dejaba en el suelo. Se quedó sin aliento cuando su espalda chocó contra los fríos azulejos, segundos antes de que la mano de Santana se posara en su cabeza.

Dos mujeres se reían a carcajadas mientras comentaban lo mucho que había envejecido otra.

Pero Brittany dejó de oír las voces mientras se enfrentaba a la mayor tormenta de su vida.

Aunque eso no era del todo cierto.

Había visto aquel mismo tornado de confusiones en el rostro de Santana diez años antes.

Y entonces, igual que en aquel momento, no había sabido cómo enfrentarse a él.



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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D




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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 3:) Jue Mar 05, 2015 8:46 pm

holap morra,....

me encanta tu nueva adpt!!!!
si las venganzas o reencuentros!!!!,...
a ver como sigue!!!

nos vemos!!!!

PD: noooooooooooooooooooooooooooooooo,.... definitivamente tu me vacilaste,... y el mundo me jodio,... jajaja
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por AngySalas Jue Mar 05, 2015 8:59 pm

Hola !!

Qué tal te trata la vida ??

Solo he leído el prólogo y me gusto !!
Así que, que la lectura se apiade de mi !!

Dios Te Bendiga.

<(^^,)>
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por JanethValenciaaf Vie Mar 06, 2015 12:47 am

Santana se caso con blaine
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Vie Mar 06, 2015 2:13 am

3:) escribió:holap morra,....

me encanta tu nueva adpt!!!!
si las venganzas o reencuentros!!!!,...
a ver como sigue!!!

nos vemos!!!!

PD: noooooooooooooooooooooooooooooooo,.... definitivamente tu me vacilaste,... y el mundo me jodio,... jajaja


Hola lu, jajaaj si es interesante jajajaajaj. =O mmm un poco de una y mas de la otra¿? ajjaajaj, aquí el siguiente cap, a ver como avanzan las cosas jaajajaj. Saludos =D

Pd: =O ajajajjajajaj xq dices que te vacile¿?... =o y xq el mundo te jodio¿? necesito respuestas lu.


AngySalas escribió:Hola !!

Qué tal te trata la vida ??

Solo he leído el prólogo y me gusto !!
Así que, que la lectura se apiade de mi !!

Dios Te Bendiga.

<(^^,)>


Hola, bn, bn y a ti¿? =O eso es bueno quiere decir q el prologo llama la atención ajajajjajajaajaj espero y lo haga para que puedas leer el siguiente cap! Gracias, a ti también, saludos =D


JanethValenciaaf escribió:Santana se caso con blaine


Hola, =O... emmm =/... sip xD jajaajaj, esperemos y este cap nos diga mas... Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 2

Mensaje por 23l1 Vie Mar 06, 2015 2:16 am

Capitulo 2


Flashback


Instituto William Mckinley, 1996

Brittany se dirigía al comedor cuando recordó que había olvidado su anuario en el vestuario de chicas. Quería que Mercedes Jones se lo firmara, pero nunca había tenido el valor de pedírselo.

En los pasillos del instituto se oían voces femeninas exageradamente agudas y voces masculinas exageradamente graves. Brittany suspiró mientras iba hacia el vestuario. Cuando llegó había una cola muy larga, así que tendría que conformarse con lo que quedara en el comedor, lo cual podía ser una ventaja, dependiendo de cuál fuera el menú del día.

Brittany odiaba la comida.

Le daba la impresión de que todos la observaban y reparaban en el hecho de que comía sola. Aunque no los consideraba amigos, siempre coincidía con otros miembros del club glee. La mayoría se traía la comida de casa y, por tanto, dedicaban la hora de comer a buscar canciones, sin perder el obligado cuarto de hora en la cola. A Brittany también le habría gustado prescindir de la comida, pero su mamá nunca iba al supermercado, con lo cual en casa no había nada para comer.

El desayuno consistía en lo que estuviese de oferta en el Burger City. Y la cena provenía de la cafetería del otro lado de la calle. A Brittany le encantaban las ensaladas de pollo frito con aliño ranchero. El cocinero cuarentón casi siempre añadía más pollo para ella. El recuerdo de la sonrisa lasciva del hombre cuando le entregaba la comida le revolvía un poco el estómago, pero no tanto como ver a Santana López sentada en un banco con su anuario en el regazo, escribiendo algo.

—¿Qué estás haciendo? Es mío.

Las palabras salieron de los labios de Brittany antes de que pudiera darse cuenta de su error.  La expresión sorprendida de Santana habría resultado graciosa si se hubiera prolongado, pero no duró. Enseguida la sustituyó una emoción que Brittany conocía bien.

La ira.

Santana cerró el anuario de golpe, lo dejó sobre el banco y se levantó con amenazante decisión.

—¿Tuyo? ¿Y cómo sé que es tuyo?—repuso—Podría pertenecer a cualquiera.

A otra persona que no fuera Santana López, Brittany le habría preguntado por qué firmaba un anuario si no sabía a quién pertenecía. Pero Brittany no había aprobado los cursos por la cara.

—Mi nombre está en la contraportada. Te lo enseñaré—se acercó a Santana, rozándole la pierna con la mano sin querer. Santana ahogó un grito y retrocedió. Brittany se apartó con las manos vacías—Lo siento —dijo, aunque apenas la había tocado.

Tenía la mala costumbre de disculparse por cosas que no eran culpa suya, sobre todo cuando estaba nerviosa.

Santana cogió el libro y lo miró como si no lo hubiera visto antes.

—Si es esto lo que quieres, ven a buscarlo—Brittany se enorgulleció de dudar sólo un instante antes de extender la mano y coger el libro por el borde. Su idea era hacerse con el anuario, educadamente por supuesto, y salir corriendo de ahí. La sonrisa de Santana fue la primera señal de que no iba a ser tan fácil, pero Brittany estaba dispuesta a intentarlo. El rostro de Brittany puso a Santana sobre aviso, ya que de repente sujetó el anuario y lo metió bajo el brazo—Un momento, ¿y cómo sé que es tuyo?

Brittany, a punto de llorar, señaló el anuario con la cabeza.

—Si lo abres, en la portada verás que pone: «Este libro pertenece a Brittany Pierce». Oh, vaya. Ésa soy yo. Tengo...—Brittany se palpó los bolsillos de los vaqueros—Mi carnet de estudiante.

—Sé quién eres.

—¿De verdad?

Santana asintió, pero no dijo nada.

¿Por qué está tan nerviosa?

Brittany se puso en guardia, por si una de las compinches de Santana salía de detrás de una taquilla y le daba una paliza. En realidad, hasta el momento Santana se había limitado a robarle novelitas románticas, a empujarla contra la taquilla cuando iba camino del comedor o a pedirle «prestado» un dólar que ambas sabían que nunca devolvería, pero había una primera vez para todo.

Brittany hizo ademán de retirarse.

—¿A dónde vas? Creí que querías esto.

—Puedes quedártelo—dijo Brittany, que quería alejarse de Santana a toda costa.

Como si se encendiera un interruptor, surgió la expresión furiosa a la que Brittany estaba acostumbrada. Santana salvó la distancia que las separaba en dos zancadas. Sin dar tiempo a que Brittany reaccionara, la cogió por la parte delantera de la camisa y la atrajo hacia sí, de modo que Brittany percibió el olor a menta que emanaba de su aliento.

Brittany esperaba una bofetada, pero no la recibió.

—No quiero tu anuario. Sólo quería pedirte una cosa.

—La hora de comer casi ha acabado. Puedo... dejarte un dólar si andas escasa de dinero.

Brittany se buscó en su bolsillo. Si le daba un dólar a Santana, no le llegaría para patatas fritas y tendría que comer la hamburguesa sola, pero valía la pena si se libraba de la humillación y el dolor de recibir una paliza.

La alivió oír carcajadas de gente que entraba en el vestuario.

—Lo sé. Dios, ¿pero quién se cree que es para pedirme que salga con él? Como si yo fuera...

Brittany se quedó sin aliento cuando de pronto se vio arrastrada a la zona de duchas del vestuario. En los dos años que llevaba en el instituto de William Mckinley nunca había visto que nadie usara las duchas más que para vestirse. Brittany jamás había sudado en la clase de gimnasia, pero al menos se lavaba lo esencial en el cuarto de baño. La mayoría de las chicas de su clase se limitaban a vestirse e ir a comer.

La espalda de Brittany chocó contra la pared y no pudo reprimir un grito sofocado. No sabía qué había hecho, pero Santana tenía una expresión muy extraña en la cara.

—No vuelvas a ponerte esa blusa—susurró Santana.

—Yo... Pero ¿por qué? Me la compró mi mamá.

—Me importa un bledo quién te la haya comprado. No te la pongas.

El puño de Santana estrujó la blusa con fuerza.

—De acuerdo. No lo haré.

Brittany torció el gesto mientras pensaba qué le diría a su mamá cuando le preguntara por qué sólo se ponía la blusa los fines de semana. Se trataba de un regalo caro, algo que su familia apenas podía permitirse.

Santana estaba mirando algo y, cuando Brittany bajó la vista, se fijó en sus pechos, que destacaban bajo el tejido, y en los pezones, bien visibles incluso a través del sujetador.

Brittany sintió que el rubor le subía por el cuello.

Santana la soltó de pronto y miró la camisa arrugada.

—Lo siento—dijo en voz baja. Brittany abrió la boca por costumbre para decirle que daba igual, pero no logró articular las palabras. No se trataba de alguien que había tropezado con ella en el pasillo, sino de la persona que la aterrorizaba siempre que la veía. Alguien que hacía que levantarse cada día e ir a aquel agujero fuera cada vez más difícil. Y de repente se creía que bastaba con disculparse. Brittany apretó los labios y bajó la vista—¿Eh?—exclamó Santana en tono afectuoso. A Brittany se le pasó el enfado tan rápidamente como se había iniciado. Lo que había alterado a Santana se estaba disipando, y Brittany corría el peligro de ganarse una patada en el culo—Te he dicho que siento lo de la blusa, ¿de acuerdo?

Santana levantó la mano y Brittany se encogió y cerró los ojos para no ver el golpe que supuestamente se avecinaba. El golpe fue sustituido por una suave presión sobre su pecho. Brittany bajó la vista, la deslizó sobre las uñas irregulares y la posó en la mano sorprendentemente femenina que reposaba sobre su pecho.

Se muerde las uñas.

¿Qué es lo que ponía a Santana López tan nerviosa y la inducía a morderse las uñas?

La idea resultaba tan intrigante que Brittany tardó unos instantes en darse cuenta de que la mano de Santana acariciaba su blusa, realizando un movimiento giratorio sobre el pecho.

¿Estaba intentando planchar las arrugas que le había hecho o tranquilizar a Brittany?

Fuera cual fuera el motivo, el pulso de Brittany se serenó y los músculos de su espalda se relajaron. Se pasó la lengua por los labios, suspiró y se apresuró a ponerse derecha, cuando se dio cuenta de que casi había bajado la guardia.

—Quieres que la gente te vea con esta blusa, ¿verdad?—preguntó Santana, mientras trataba de alisar las arrugas infructuosamente.

La pregunta parecía seria, como si Santana quisiera averiguar algo.

—¿Qué? No...—Brittany lo entendió de pronto. Está como una cabra, y nadie sabe que estoy aquí sola con ella—No quiero que nadie me mire.

Santana tomó aliento y miró a Brittany. Parecía confundida, incluso asustada.

Brittany se preguntó por qué nunca se había fijado en la perfección de sus gruesos labios, pero sacudió la cabeza, negándose a admirar a alguien que había estado a punto de pegarle. Además, nadie en su sano juicio admiraba la forma de unos labios.

Tal vez no fuera Santana la que estaba loca.

—¿Tienes novio? ¿Te has puesto la blusa para él?

—Sabes muy bien que no.

La incredulidad se reflejó en la voz de Brittany antes de que pudiera disimularla.

—¿De verdad? No es eso lo que me han contado.

Una sensación de alivio inundó el estómago de Brittany, relajando la tensión nerviosa, mientras comprendía de qué iba todo aquello.

—¿Te refieres... a Sam? No es mi novio... ¿Es el tuyo?

Sam Evans había tenido la osadía de besarla. Brittany recordaba su empeño por apartar la boca de aquellos gigantescos labios y aliento, mezcla de cigarrillos Pall Mall y de chicle de melón Bubbaloo.

La expresión de Santana pasó de la sorpresa a la diversión. Cuando su diversión se reflejó en una sonrisa de oreja a oreja, haciendo gala de sus hoyuelos, Brittany decidió que, por muy loca que estuviera, Santana tenía unos labios preciosos y, en aquel momento en que podía verlos, unos dientes estupendos. Brittany se olvidó del miedo y miró a Santana a los ojos. Ésta se puso colorada y sus largas pestañas aletearon como si quisiera ocultar sus emociones. Brittany también bajó la vista, inexplicablemente avergonzada por ambas.

—Entonces, ¿por qué dejaste que te besara?—preguntó Santana.

Brittany sacudió la cabeza, confundida por la pregunta y por el tono tierno que había empleado Santana.

—No le dejé... Me pareció horrible. Lo aparté de un empujón.

—Él me dijo que te había gustado. Que querías que lo hiciera.

—Sí, claro, me encantó que me besara ese boca trucha delante de todo el mundo.

Brittany se puso seria. No era la primera vez que tenía problemas por hablar de más, pero Santana no pareció molesta.

—Estupendo, porque no lo volverá a hacer. Le dije que, si lo hacía, acabaría caminando como un pato el resto de su vida.

Santana estudió la cara de Brittany y, luego, asintió, como si hubiera oído algo.

—¿Cómo sabes lo que ocurrió? No estabas ahí.

Brittany estaba cada vez más confundida.

¿Cómo?

¿Ahora es mi protectora?

Genial.

Se quedará con todo el dinero de mi comida, en vez de conformarse con la mitad.

—Lo oí pavonearse delante de sus amigos. Dijo... dijo que besabas muy bien.

—¿En serio?

Brittany no esperaba algo así.

—Sí, lo dijo. Aunque yo no lo creí. Le dije que no sabía lo que era un buen beso ni aunque lo viera en el cine—Santana soltó la frase siguiente a toda prisa—Me parece que debo probar, aunque sólo sea para ver a qué viene tanta emoción.

Santana la miró como si esperara oír algo.

Brittany separó los labios y los humedeció, pero no fue más allá.

De pronto, Santana se estiro, alzó la cabeza y los labios de ambas se encontraron.

El sudor cubrió la frente constantemente húmeda de Brittany y sus gafas resbalaron sobre la nariz. La mano de Santana soltó la blusa de Brittany mientras la besaba, y todo se hundió en el silencio.

Brittany sintió algo.

Dios mío, ¿ésa es su mano?

Algo rozó su pecho a través de la blusa de seda.

Seguramente era una prueba.

Santana pararía enseguida, se reiría de ella y la acusaría de pervertida delante de todo el mundo.

Brittany puso la mano sobre el pecho de Santana para apartarla. Pensaba que Santana era dura, todo músculos. Y lo era, pero también era suave.

¿Por qué no podía abrir los ojos?

El calor se extendió por su estómago y luego descendió. Aquella sensación no le resultaba extraña. Sabía cómo presionar y dónde tocar para alcanzar el máximo placer. Como si la hubiera oído, Santana introdujo una pierna entre las de Brittany y la rozó con ella. Brittany se apartó, ahogando un grito que murió sobre el hombro de Santana.

—¿Estás bien?

La pregunta de Santana acarició su oído. Por segunda vez en dos días la habían besado a la fuerza. Pero en esa ocasión, aunque muy a su pesar, le gustó. Brittany se encorvó, vencida, y asintió. No se atrevía a levantar la vista por miedo a que Santana se riera de ella. Estaba pensando en una novela que acababa de leer, en la que la chica esperaba sin respirar que el protagonista la besara.

Esto es lo que siente al quedarse sin respiración.

Santana apoyó la frente en la de Brittany, sin importarle la humedad del sudor. En la garganta de Brittany brotó un gemido, que no cobró forma hasta que ambas se besaron de nuevo.  Esta vez los labios de Santana se mostraron tímidos, como si le dieran la oportunidad de rechazarla. Cuando Santana abrió más la boca, Brittany se vio obligada a hacer lo mismo. Con profunda sorpresa, se dio cuenta de que Santana introducía la lengua dentro de su boca. Aquello no era más que una broma, ¿verdad? Brittany se estremeció y se le aceleró la respiración a medida que el beso se tornaba más exigente. El aire que exhalaba la nariz de Santana le acarició el labio superior y Brittany empezó a pensar que se desmayaría si no respiraba.

Entonces Santana se apartó.

—Tienes que respirar por la nariz —dijo, en un tono afable.

Brittany asintió con la cabeza como una loca.  Santana observó su rostro. Parecía como si esperara alguna reacción, y Brittany obedeció mansamente, como tenía por costumbre.

—¿Qué... qué estás haciendo?

Sentía la lengua adormecida.

—¿A ti qué te parece?—Santana subrayó la pregunta con otro beso desgarrador—¿Qué te hace sentir lo que estoy haciendo?—se sentía como si le hubieran dado una patada en el estómago. Brittany quería preguntarle por qué la besaba de aquella manera. Y, a continuación, por qué había dejado de besarla. No sabía lo que tenía que sentir hasta que las lágrimas asomaron a sus Ojos. Sus labios entumecidos por los besos se separaron como si quisieran decir «oh, no» antes de que la primera lágrima resbalase por su mejilla—¿Por qué lloras? Yo no...

De repente, el cuerpo de Santana dejó de presionarla contra la pared y Brittany sintió una paradójica mezcla de alivio y decepción. Tardó un minuto en comprender por qué Santana se había apartado de ella.

La entrenadora Sue Sylvester, profesora de gimnasia de Brittany en la segunda clase y entrenadora de las Cheerios, cogió a Santana por el brazo y la arrastró fuera de la ducha.

Era tan alta, casi el doble de Santana.

—Te he pillado, Santana López—dijo, poniéndose delante de ella.

Brittany las siguió, tratando de recuperar el aliento para decirle a la  entrenadora Sylvester que estaba en un error.

—¿Britt? Brittany, dile que no te he hecho daño. Espere, entrenadora Sylvester, por favor—Santana trató de agarrarse a la puerta y miró a Brittany con expresión implorante.

—Un momento, entrenadora Sylvester—gritó Brittany—Usted no lo entiende...

¿Qué se suponía que tenía que decir?

¿Qué le había encantado que Santana López la besase?

¿Que era algo que deseaba?

¿Cómo podía explicárselo a la entrenadora Sylvester?

Brittany se tapó la boca con la mano en el preciso momento en que Santana la miraba a los ojos por los costados de la entrenadora Sylvester.

¿Cómo iba a contarle a nadie algo así?

Santana la miró durante lo que a Brittany le parecieron años; sus ojos rogaban como habían rogado los de Brittany en la ducha.

¿Qué quiere de mí?

La entrenadora Sylvester desprendió a la fuerza los dedos de Santana del marco de la puerta.

Una sonrisa retorcida se dibujó en el rostro de Santana.

—Ha sido divertido, Brittany.

Había un tono de crispación en su voz que hizo que Brittany se encogiera de miedo.

Brittany las siguió, incapaz de decir nada.

Santana consiguió en tres ocasiones que la entrenadora Sylvester aflojara el paso para mirar hacia atrás, y en cada ocasión el gesto se volvía más distante al ver que Brittany no decía nada.

La entrenadora Sylvester abrió la pesada puerta del despacho y empujó a Santana para que entrara.

—Vete a clase, Brittany. Yo me ocupo de esto.

Brittany quería que la puerta se cerrara de golpe para librarse de las maldiciones que seguramente Santana López lanzaría contra ella.

Pero no ocurrió tal cosa.

Vio cómo la puerta se cerraba lentamente.

Y, como en un sueño, Brittany se limitó a girar sobre sus talones y hacer lo que le habían
ordenado.

Ir a clase.




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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D




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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 3:) Vie Mar 06, 2015 8:56 am

holap morra,...

mmm medio rara la forma que tiene san de demostrar (quizás) algo con britt!!!
a ver que hace la entrenadora,....???

nos vemos!!!

PD: yo quería la otra adap pero no importa esta me encanta!!!!!!!!!!!!!!!!!
PD2: vistes que nay pueda entrar en Fashion Police para remplazar a Kelly Osbourne pero por ahora son solo rumores, ademas ella es la que mas trabajo,... entre la serie, el prog de tv y su libro!!!! a estuve averiguando lo del cd de nay,.. esta hecho pero no se si a ella o a los productores no les gusto como quedo por eso nunca salio,... (esta es toda la info que te conseguí estando en argentina jajaja)
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por :) Vie Mar 06, 2015 2:50 pm

Hola me gusta la historia la actitud de san es muy rara pero voy a ir comprendiendo que paso Cap a cap saludos
:)
:)
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Vie Mar 06, 2015 6:53 pm

3:) escribió:holap morra,...

mmm medio rara la forma que tiene san de demostrar (quizás) algo con britt!!!
a ver que hace la entrenadora,....???

nos vemos!!!

PD: yo quería la otra adap pero no importa esta me encanta!!!!!!!!!!!!!!!!!
PD2: vistes que nay pueda entrar en Fashion Police para remplazar a Kelly Osbourne pero por ahora son solo rumores, ademas ella es la que mas trabajo,... entre la serie, el prog de tv y su libro!!!! a estuve averiguando lo del cd de nay,.. esta hecho pero no  se si a ella o a los productores no les gusto como quedo por eso nunca salio,... (esta es toda la info que te conseguí estando en argentina jajaja)


Hola lu, =O si al vrdd esk si, pero igual estaban en el colegio osea nose xD jajaajja, esperemos y los siguientes caps nos digan mas! Saludos =D

Pd: =O y cual¿? xq no me dijiste¿? (mmm si era "pídeme lo que quieras" recuerda que adaptaría otra historia (osea esta) para ver si volvía a actualizar... en todo caso igual le mande un mp para ver si actualizaría... y si al termina esta historia no responde o no actualiza lo voy hacer yo)... si era esa xD

Pd2: sii vi eso, pero no sabia de su libro! =O... =o tampoco sabia lo del cd =O esk igual su canción... nah que salga igual no¿? ajajajaj xD. Jajajajaja bn mi querida informante! muchas gracias por tus informaciones, espero mas! jajajaja


:) escribió:Hola me gusta la historia la actitud de san es muy rara pero voy a ir comprendiendo que paso Cap a cap saludos


Hola, jajaajaj esk esta en el colegio igual es difícil decir lo que se siente no¿? jaajajaj esperemos y como dices san se explique mejor al pasar los caps ajajaj. Saludos =D

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Finalizado FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 3

Mensaje por 23l1 Vie Mar 06, 2015 6:56 pm

Capitulo 3


Reunión de la promoción de 1996 del Instituto de William Mckinley.

—No—dijo Brittany, pero los suaves, carnoso y apetitosos labios de Santana ahogaron sus palabras.

¿Qué quería decir?

¿No qué?

¿No me beses?

¿No hagas que te desee?

Tal vez Santana se hubiera tomado la orden en serio si Brittany no le hubiera acariciado la nuca, animándola a seguir.

Como hace diez años.

Santana la empujó contra la pared de la ducha, pero las vacilantes exploraciones de la adolescencia habían quedado muy atrás.

Santana besaba muy bien.

Perfecto.

¡Qué buena es!

Su marido es un hombre afortunado.

La idea fue como un jarro de agua fría sobre brasas.

Brittany apartó la cabeza, parpadeando para reprimir las lágrimas. Sólo se oía su trabajosa respiración resonando contra las paredes de azulejos.

—He soñado con hacer esto, Britt—dijo Santana.

¡Oh, pero como le gustaba cuando la llamaba así!

Pero la ira de Brittany explotó entre ardientes llamas avivadas por el reconocimiento de que ella también lo había soñado.

Sujetó a Santana por la nuca y la besó con pasión para borrar la sensación de fantasía del momento.

No se trataba de ser cariñosa, sino de placer y de follar, de ajustar cuentas y de soltar lastre.

¿O no?

Brittany cogió el rostro de Santana entre las manos y lo echó hacia atrás para mirarlo.

—¿Aún quieres disculparte conmigo?—preguntó Brittany con ternura. Santana se humedeció los labios y asintió, mostrándose excitada e inocente a un tiempo. ¿Cómo había podido considerarla una amenaza?—No recuerdo la última vez que mantuve relaciones sexuales. Y mucho menos el último orgasmo—la sorpresa que reflejaba el rostro de Santana la hizo sonreír—¿Qué ocurre? ¿Tienes que ser tú la agresora?

—No, yo... sólo...

—No importa. Seguramente ha sido un error.

¿Qué diablos pretendía que hiciera?

—No ha sido un error. ¿Te alojas en un hotel?

La sonrisa de Brittany desapareció.

Contaba con que Santana diera marcha atrás.

Entonces se iría.

Venganza: breve y dulce.

No se le ocurrió que pudiera aceptar su oferta.

Brittany se sobresaltó cuando se dio cuenta de que Santana seguía esperando una respuesta.

—Sí, pero creo que deberías disculparte aquí. Ahora mismo. Con esa preciosa boca que tienes—¿Por qué había dicho aquello? No era propio de ella. Nada de lo que estaba ocurriendo lo era. Brittany se estremeció. Odiaba la respuesta de su cuerpo, que se plasmaba en la instantánea humedad de sus bragas. Sintió una incómoda dureza en el clítoris y cambió de postura. Parecía como si Santana quisiera darle otro beso de los que quitan el hipo, pero Brittany alzó la mano para impedírselo—Nada de eso.

Sostuvo la mirada hasta que supo a ciencia cierta que Santana entendía lo que quería decir. El corazón de Brittany brincaba en su caja torácica como un pájaro tratando de huir de su jaula. Supuso que Santana daría la vuelta y saldría del vestuario lanzándole insultos.

En vez de hacer tal cosa, Santana envolvió a Brittany en un estrecho abrazo, que la sorprendió hasta el punto de corresponderle. Santana giró la cabeza levemente y acercó la boca a la oreja de Brittany, agitando recuerdos de novelas de amor baratas, leídas en secreto los fines de semana que debería haber pasado con amigos.

—Sé lo que estás haciendo, Britt—dijo Santana—¿Me prometes que después me dejarás hablar?

¿Después?

¿Después de qué?

Para, Brittany.

Dile lo que estás haciendo. Explícale por qué estás aquí.

Una oleada de orgullo distrajo a Brittany cuando las manos de Santana se deslizaron bajo su camisa y acariciaron las ondas de sus abdominales. Se preguntó si estaría comparando su cuerpo con el que tenía diez años antes.

¡Qué locura!

Aquel beso había sido distinto: pretendía humillarla y ponerla en evidencia.

Al menos ésa fue la conclusión a la que llegó Brittany tras días de repasar mil veces el momento. Comprendió que la necesidad y la excitación de Santana eran producto de la imaginación hiperactiva de una adolescente que empezaba a sospechar que era lesbiana.

Brittany regresó de pronto al presente cuando Santana se arrodilló y le subió el vestido sobre las caderas. Es hora de parar. Las cosas han ido demasiado lejos. Pero, consciente de lo que Santana quería hacer, lo que ella misma quería desesperadamente que hiciera, a Brittany le costaba pensar con claridad.

Por fin sujetó a Santana por las muñecas y la obligó a levantarse. Antes de pronunciar las palabras que ninguna de las dos deseaba oír, Santana le hizo guardar silenció poniéndole un dedo sobre los labios.

—No digas nada, Britt. Déjame hacerlo.

La protesta de Brittany murió en su garganta cuando Santana acarició el promontorio empapado de sus bragas. Poco después, sus cálidos dedos apartaron el levísimo tejido, separaron los labios mayores y comenzaron a acariciar el clítoris con demasiada suavidad. Brittany tuvo que apretar los dientes con fuerza para no implorar más. Apoyó la frente en el hombro de Santana, agradeciendo la diferencia de estatura, ya que le permitía ocultar cómo se mordía el labio inferior para no gritar como una posesa. Santana la penetró sin dudar y enseguida encontró el ritmo perfecto. Con mano firme y dedos potentes y suaves a un tiempo.

En cualquier momento voy a empezar a chillar de tal forma que toda mi clase pensará que estoy follando como una loca. Seguro que después de esto se acuerdan de mí.

La idea surtió el efecto calmante que necesitaba. Santana se enderezó y miró a Brittany con una expresión intensa. Resultaba evidente que estaba tan excitada como ella.

Maldición, ¿siempre fue tan apasionada?

¿Cuándo se volvió tan sexy?

—Un momento—a Brittany tendría que haberle gustado ver la decepción en el rostro de Santana, pero resultaba difícil pensar así mientras los dedos de Santana, y el placer que le habían proporcionado, se retiraban. El clítoris de Brittany vibró dolorosamente, como si dijese: «¿Por qué has hecho eso, bruja estúpida?». La pared y el torso de Santana eran lo único que la mantenía en pie—Deja que me mueva. No voy a ningún sitio. Te lo prometo—Santana retrocedió de mala gana y sus cuerpos dejaron de estar en contacto. Brittany no apartó los ojos de los de Santana mientras metía la mano bajo el vestido, se bajaba las bragas y se las quitaba. Santana cogió las bragas y se las guardó en el bolsillo del pantalón—¡Vaya, cuánto has progresado! ¿Bragas en vez del dinero de la comida o de novelas románticas?

Santana arqueó una ceja.

—También entonces me habría encantado quedarme con tus bragas.

La respuesta de Brittany quedó en el aire cuando Santana se colocó entre sus piernas, le subió el vestido sobre las caderas e introdujo la costura de sus pantalones en la vagina abierta de Brittany. Brittany lanzó un suspiro sonoro y excitado. En esa ocasión no hubo disimulo. Santana devoró la boca de Brittany, que prescindió de fingimientos y la besó, mientras movía las caderas con creciente intensidad. Ya no había motivos para fingir. Santana sabía lo excitada que estaba desde que la había penetrado. Brittany soltó otro gemido y procuró despejar la mente. Si quería que aquello durase algo más que unos instantes, tenía que mantener la cabeza clara.

Santana se arrodilló entre las piernas de Brittany, abierta ante ella y desnuda. La expectación, unida al miedo, empujó sus sentimientos a la deriva. Brittany se puso colorada cuando Santana contempló su sexo durante un buen rato.

—Sabía que eras preciosa—dijo Santana antes de inclinarse y besarle los labios mayores, con un beso tierno, dulce y entregado, que arrancó gemidos a Brittany.

Brittany recordó lo pequeña que se había sentido diez años antes, cuando Santana se había erguido son su pose de superioridad sobre ella en aquel mismo vestuario. Seguía sintiéndose pequeña, pero apreciada.

Santana la abrió con la lengua y le lamió el clítoris con tanta dedicación que Brittany pensó que no aguantaría en pie. Apoyó la mano en la cabeza de Santana, sin guiarla ni alentarla, sólo esperando que recordase dónde estaba.

Se oyó un golpe sordo en el vestuario y Brittany se puso rígida.

—¿Has visto lo gorda que está? Dios mío, tendría que haber parado después del cuarto hijo

O Santana estaba demasiado concentrada en lo que hacía o no le importó, porque sus labios y su lengua no vacilaron. Brittany agarró los cabellos de Santana, pero no logró apartarse de ella.

—Sí, lo sé. A mí no me va a pasar lo mismo. Su marido es bastante majo. ¿Lo has visto?

El ruido de las cisternas ahogó las carcajadas.

Brittany adelantó las caderas involuntariamente para que Santana pudiera abordarla mejor, y Santana se aprovechó, le rodeó las caderas con las manos y hundió la lengua en lo más hondo de su abertura. A Brittany se le pusieron los ojos en blanco. Estaba a punto. Tenía que conseguir que Santana parase antes de...

—En el instituto era una putilla. ¿Crees que todos esos niños son hijos de él?

Santana se movía tan rápido que Brittany no tenía tiempo para pensar. Santana utilizó su considerable fuerza para sentarla sobre sus hombros. Brittany arqueó la espalda, con los hombros pegados a los azulejos, para permitirle pleno acceso. Luego apretó los dientes y hundió las manos en los cabellos de Santana. Era demasiado y, al mismo tiempo, era justamente lo que siempre había querido. El ruido que hacían se intensificó. Brittany esperaba oír una de las voces diciendo de pronto: «¿Has oído eso?». De todas formas, no sería capaz de parar. Que se fueran a la mierda. Sabía que no podía parar y, si Santana lo intentaba, la emprendería con ella hasta hacerle daño. Pero Santana seguía concentrada en penetrarla. Brittany estiró la mano e hizo un débil intento de echar hacia atrás la cabeza de Santana, pero ésta hizo un gesto en señal de negación, lo que le transmitió una oleada de placer.

Se rindió; no podía hacer nada.

Su pretensión de humillarla se había vuelto contra ella.

—Salgamos antes de que nos arrebaten a todos los solteros...

La puerta se cerró de golpe.

Santana hundió la lengua en las entrañas de Brittany y, luego, la sacó y la deslizó sobre el clítoris, antes de hundirla de nuevo. Brittany jadeó, moviendo las caderas en busca de más placer, y Santana se lo proporcionó, hasta que por fin se hundió en un mar de sensaciones placenteras. Brittany aún temblaba cuando Santana la puso en el suelo con delicadeza: primero el pie derecho, luego el izquierdo, y por último le alisó la falda sobre las caderas. Santana sacó las bragas de Brittany del bolsillo y lentamente se limpió la boca con ellas. Brittany sintió un estremecimiento provocado por los ecos del orgasmo y la promesa implícita. Santana le estaba diciendo, con toda claridad, que estaba dispuesta a darle más.

—¿Hablamos ahora, Britt?—preguntó Santana.

Sus palabras y el frío que sintió Brittany en el pecho le hicieron ver la gravedad de lo que acababa de ocurrir.

—No, yo... no puedo. Tengo que irme. Lo siento, Santana—Brittany salió de la ducha y se dirigió a la puerta.

—¿Brittany? ¿Qué diablos sucede?

Brittany dio la vuelta y miró a Santana. Esperaba ver furia —ella, en su lugar, estaría furiosa—, pero vio dolor.

Simple y llano.

Nada de fingimientos, sólo alguien que sufría.

—Lo siento. No puedo hacer esto. Contigo no.

Brittany giró sobre sus talones y salió del vestuario.

Brittany hizo cola ante la mesa del ponche para recoger las llaves de su coche. Todo eran carcajadas y bromas, que ponían a prueba su paciencia. Algunos no lograban demostrar que estaban en condiciones de conducir y se veían obligados a pedir un taxi. Brittany se dio cuenta de que no había bebido lo suficiente como para soportar un posible enfrentamiento con Santana.

¿Qué diablos había ocurrido?

Había pasado de querer exorcizar antiguos demonios, de querer venganza..., a querer sin más.

Lo raro era que aquello no resultaba tan distinto a lo que había sentido en el instituto.

¿No había experimentado siempre aquella extraña descarga de adrenalina cada vez que veía a Santana?

A Brittany se le paralizó el corazón cuando la vio salir del vestuario.

—¿Tienes el resguardo?

Brittany miró a la mujer que, según su etiqueta identificativa, era la esposa de Mike Chang (quienquiera que fuese aquel tal Chang).

—Hum, no. He debido de perderlo—Sí, mientras me daba un revolcón en un cuarto de baño público con una mujer que llevaba años sin ver—No importa. Cogeré un taxi.

La esposa de Mike Chang se fijó en el arrugado vestido y en los cabellos despeinados, y asintió, muy seria.

—Buena idea. A alguien se le fue la mano con el ron del ponche.

—Sí, claro—Brittany se apartó y tropezó con Santana en el preciso instante en que sonaba Regresa a mí, de Toni Braxton, en los potentes altavoces. Junto a ellas pasó un tipo que se había excedido con la colonia Drakkar. Brittany se sentía como borracha, a pesar de que sólo había bebido un sorbo de ponche. Los ojos de Santana eran oscuros y su mirada resultaba difícil de descifrar, a diferencia de la expresión tenazmente vacía de su rostro. O alguien había subido el volumen de Toni Braxton o el calor del local le hacía daño, porque Brittany se tambaleó. Una expresión de alarma cruzó fugazmente por el rostro de Santana, que se apresuró a sostenerla—No—dijo Brittany con voz clara, retrocediendo—Estoy bien. Es sólo cansancio. Había mucho tráfico. Hay un largo trayecto desde New York. Me voy directa al hotel.

Santana se hizo a un lado y Brittany la dejó atrás.

Después de que la esposa de alguien le diera su abrigo, salió al fresco aire nocturno y aspiró hondo, con la esperanza de despejar la cabeza.

—No lo han organizado muy bien—se quejaba a dos personas una mujer que Brittany creyó reconocer—Debería haber taxis esperando fuera, si querían que los usásemos.

Brittany se unió a los otros tres «borrachos» que esperaban un taxi. Un hombre alto, de prominente barriga, la saludó con un gesto. Brittany reconoció al que había sido un popular jugador de baloncesto. Diez años antes era delgadísimo y, según los cotilleos de las chicas en el baño, «¡una verdadera monada!».

Brittany suspiró.

A aquel paso, sería mejor esperar a que Santana se fuera para buscar el resguardo y recuperar las llaves de su coche. Aunque seguramente la esposa de Mike Chang no la creería si le decía que estaba en condiciones de conducir. La puerta del gimnasio se abrió de golpe y salió Santana.

Parecía tan sorprendida de ver a Brittany como Brittany de verla a ella.

Parece triste.

La punzada de culpabilidad que sintió enfureció a Brittany. Después de todas las crueldades que aquella mujer le había hecho, ¿por qué tenía que importarle que estuviera triste?

Y, sin embargo, no podía dejar de mirar a Santana a hurtadillas.

—Por fin, aquí viene uno. Si alguno de ustedes va al hotel, podemos compartirlo. De lo contrario, tendrán que esperar muchísimo

La mujer, cuyo nombre empezaba por K, según recordaba Brittany (Kitty, Kristie o algo parecido), se rio, y Brittany ponderó la posibilidad de esperar el siguiente taxi cuando olió el ron en el aliento de la mujer. Uno por uno, todos dijeron que iban al hotel. Sin mediar palabra, el antiguo jugador de baloncesto se acomodó en el asiento delantero y se abrochó el cinturón.

—Supongo que a los demás nos toca ir atrás—comentó Brittany.

—¿Y usted? ¿No va al hotel?—preguntó el taxista a Santana.

—Cerca, pero esperaré el siguiente.

—Tal vez tarde bastante—explicó el taxista—Esta noche hay mucho movimiento en el aeropuerto. Puede subir con esta gente. De lo contrario, tendrá que esperar a que vuelva a recogerla—Brittany sintió que se le erizaban los pelos de la nuca cuando Santana se acercó a ella. Ambas hicieron todo lo posible por ignorarse mutuamente. La mujer cuyo aliento olía a ron y sus dos acompañantes ya habían entrado en el taxi. La puerta trasera estaba abierta y sólo había sitio para otra persona. El taxista miró el reloj—Hoy no hay polis por aquí. Si alguien está dispuesto a llevarla en el regazo...

—No, gracias. Prefiero esperar.

El taxista se encogió de hombros y se sentó en el asiento del conductor. Brittany estaba a punto de entrar en el taxi cuando echó un vistazo al oscuro aparcamiento y se estremeció. Santana nunca había sido una esmirriada y, a juzgar por su aspecto, había seguido haciendo ejercicio. Brittany no dudaba de su capacidad para cuidar de sí misma, pero no le gustaba la idea de dejarla sola en medio de un aparcamiento desierto, esperando un taxi.

—Puedes sentarte en mi regazo si quieres —le ofreció, aunque acto seguido sintió ganas de darse de cabezazos.

Primero la dejaba plantada después de pedirle que la follara y ahora le ofrecía llevarla sentada en el regazo.

—Gracias por el ofrecimiento—dijo Santana en tono amable—, pero tú tienes las piernas demasiado largas y seria incómodo para ti, y yo peso mucho más de lo que parece.

—Vamos. Hace frío.

Brittany se agachó para reñir a Kitty, pero ésta tenía la cabeza inclinada, igual que el tipo sentado junto a ella. El del asiento delantero se había quedado dormido. Su cabeza oscilaba hacía delante y su nariz emitía un ronquido lento y sordo. El taxista parecía encantado de que el taxímetro corriera.

Brittany entró en el vehículo y miró a Santana.

—¿No vienes? ¿Te parece que no puedo aguantar tu peso? Te vas a morir de frío—Santana se acercó a la puerta de mala gana y Brittany se acomodó en el asiento para dejarle sitio. Daba la impresión de que Santana quería seguir protestando, pero entró en el taxi, se sentó a regañadientes sobre el regazo de Brittany y cerró la puerta. El vehículo abandonó el aparcamiento y se deslizó sobre la carretera. Brittany estaba pensando que Santana no pesaba tanto como había dicho hasta que reparó en las manos, blancas por el esfuerzo, que se aferraban al asiento delantero—Deja de hacer eso—dijo Brittany, irritada por alguna razón—No voy a morderte—su voz era un susurro que esperaba sólo oyera Santana—Échate hacia atrás.

Santana miró a la derecha para cerciorarse de que las dos oscuras figuras sentadas junto a ellas estaban tan dormidas como parecía, y luego se echó hacia atrás para decirle a Brittany:

—Deberías haber dejado que esperara el taxi siguiente. Sé que esto te resulta incómodo.

Dios, ¿por qué se muestra tan considerada?

Santana continuó sosteniéndose hasta que Brittany le puso los brazos en torno a la cintura y la obligó a sentarse. El estómago de Santana se contrajo bajo sus manos y Brittany extendió los dedos, fascinada por el tacto de su sedosa piel. Evidentemente, Santana había dedicado mucho tiempo a mantenerse en forma. Incluso estaba mejor que cuando estudiaban en el instituto. Aunque ya entonces estaba muy bien.

Brittany se recreó en la última idea.

¿Se había fijado en el cuerpo de Santana en el instituto?

¿Y cómo?

El noventa y nueve por ciento de las veces Santana llevaba ese uniforme de cheerios.

El estómago de Santana no se relajó bajo las manos de Brittany, que comenzó a frotarlo sin darse cuenta mientras seguía absorta en sus reflexiones. Todos los recuerdos que tenía de Santana eran desagradables. Bueno, la última vez que se habían visto antes de aquella noche no había sido... desagradable.

En realidad, no.

En absoluto.

—Relájate—susurrar al oído de Santana.

Santana no dejó de aferrar el asiento delantero, a pesar de que Brittany le había pedido que se echara hacia atrás. Brittany se movió para que su peso se distribuyera de forma más equitativa. Santana no había mentido: pesaba mucho más de lo que parecía, pero a Brittany le gustaba sentirla. Sus suaves frotamientos no surtían efecto, así que le subió la camisa sobre los pantalones y le acarició el estómago desnudo. Santana tomó aliento y Brittany disfrutó de unos instantes de felicidad frotando los músculos, lisos y duros como piedras, de Santana. Brittany iba al gimnasio cuatro veces a la semana como mínimo, entre tres cuartos de hora y una hora cada sesión, pero Santana debía de pasarse la vida ahí. Brittany miró a los otros pasajeros del taxi y al conductor, que se hallaba atareado ajustando algo en el taxímetro y siguiendo con la cabeza los sonidos de una canción que sólo él escuchaba.

Brittany susurró sobre el hombro de Santana:

—Estás muy bien—Santana se estremeció y por fin pareció que se relajaba—¿No te encuentras más cómoda?—Santana asintió con la cabeza, pero no dijo nada.
Los dedos de Brittany se hundieron bajo la cintura del pantalón de Santana y ésta tomó aliento de forma bien audible. Brittany jugueteó con los botones del pantalón, más para ver cómo reaccionaba que porque quisiera desabrocharlos. Pero cuando Santana levantó un poco las caderas con el fin de darle capacidad de maniobra, Brittany se excitó y reaccionó levantando a su vez sus propias caderas. Los botones del pantalón de Santana se desabrocharon fácilmente y Brittany no perdió la ocasión de sumergirse en las húmedas braguitas y deslizar un dedo entre los cálidos pliegues. Santana dio un brinco. Si Brittany no hubiera ladeado la cabeza, se habría hecho daño al echar la cabeza hacia atrás bruscamente. El dedo índice de Brittany le acarició el clítoris y, al hacerlo, comprendió que Santana estaba dolorosamente excitada. Miró las figuras dormidas de sus acompañantes y al taxista, para cerciorarse de que no les lanzaba miradas furtivas por el retrovisor. Con una seña, atrajo a Santana hacia sí y la penetró. Sintió el temblor de sus muslos y le pareció oír un gemido. Santana echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el hombro de Brittany. Ésta le susurró al oído—Siento no haberme ocupado de esto antes. Apártate del asiento. Santana obedeció y el pasajero de delante cabeceó—Bien, ahora abre las piernas todo lo que puedas—en el atestado asiento trasero Santana sólo pudo moverse unos centímetros, pero fueron suficientes. Brittany enderezó el cuerpo, levantando consigo a Santana y penetrando más en su cálido interior. A Santana le costaba respirar y Brittany no dejaba de vigilar al taxista para asegurarse de que no las veía. Era un error hacer aquello, pero no podía evitarlo. Con Santana no. Había algo dolorosamente atractivo en ella. Las manos de Santana se aferraron al asiento del coche y Brittany le volvió a decir que se soltara. Santana obedeció y su mano guio la muñeca de Brittany para ayudarla a penetrar mejor—Ahora échate hacia atrás. Voy a hacer que te corras. ¿Estás lista?

Cuando Santana asintió, Brittany levantó las caderas y apretó los muslos, irguiendo momentáneamente el cuerpo de Santana y penetrándola con vigor. Le introdujo dos dedos mientras apretaba el clítoris con el pulgar. El cuerpo de Santana se puso rígido y Brittany aceleró el ritmo.

Si sus dos acompañantes no hubieran estado tan borrachos, el movimiento los habría despertado, pero no habían abierto los ojos desde que entraron en el taxi. Brittany miró otra vez el espejo retrovisor para cerciorarse de que el taxista no las veía.

Los muslos de Santana se cerraron contra su mano y Brittany temió que gritara. Pero las manos de Santana soltaron las muñecas de Brittany para tapar su propia boca y, con cierta decepción, Brittany vio que reprimía un grito mientras sus caderas saltaban salvajemente bajo su mano.

El temor de Santana de aplastar a Brittany desapareció de pronto, ya que se dejó caer todo su peso sobre ella.

Brittany le abotonó muy despacio los pantalones. Remeter la camisa fue imposible, pero dudaba que los demás se dieran cuenta.

El taxi tardó cinco minutos en frenar en la calzada circular del hotel y Santana necesitó todo ese tiempo para recuperar la respiración.

—Ya hemos llegado, amigos.
La voz del taxista resonó en el silencio del vehículo. La mujer que se hallaba sentada junto a ellas se incorporó de un salto, lanzando un resoplido impregnado de ron.

Santana abrió la puerta y salió con paso vacilante.

Los otros tres pasajeros pagaron su parte de la tarifa, mientras Brittany observaba a Santana.

—¿Quieres subir?

Santana la miró durante unos segundos, como si lo estuviera pensando, y luego sacudió la cabeza.

—Lo siento, pero no puedo.

—¿Te espera alguien en casa?—Brittany reprimió una ráfaga de ira. ¿Por qué se molestaba en preguntar si ya conocía la respuesta?—No importa. Da igual. Me voy mañana, así que...

Santana se sobresaltó.

—¿Mañana? ¿Puedo verte antes de que te vayas?

—Yo... no. El lunes tengo varias citas con unos clientes y debo prepararlas.

—Sí, claro.

El rostro de Santana expresó la decepción que no desvelaron sus palabras. Su empeño en manifestar sus emociones confundió de nuevo a Brittany. No era tan abierta cuando iban al instituto.

¿Qué había provocado un cambio tan drástico en ella?

—Me gustaría llamarte alguna vez. Quizá pudiéramos...

La frase de Brittany fue interrumpida por el amistoso saludo de Kitty:

—Adiós a las dos.

Brittany la saludó con la mano y se volvió hacia Santana.

—Podríamos quedar para comer en algún sitio.

A Brittany le pareció que su ofrecimiento sonaba pobre después de lo que acababan de hacer, pero Santana asintió.

—Me gustaría. Aún quiero explicarte lo del instituto.

Brittany recordó de pronto lo que estaba haciendo y con quién. No necesitaba que le dijeran que había cometido un error al mantener relaciones sexuales con Santana, pero ¿por qué hacía planes con ella? El sexo era una cosa, pero la conversación... ¿Qué sentido tenía?

—Será mejor que continuemos, señoras—dijo el taxista.

Brittany se apresuró a sacar un billete del minúsculo bolsillo que llevaba oculto en la costura de su vestido.

—Espérela. Vive cerca—Brittany rodeó torpemente la cintura de Santana con los brazos—Adiós, Santana—dijo, y Santana correspondió a su abrazo.

—Llámame, ¿de acuerdo?

Brittany asintió y, sin mirarla a los ojos, entró en el hotel.

¿Qué diablos estaba haciendo?

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 3:) Vie Mar 06, 2015 7:58 pm

holap morra,...

linda forma de reencuentro después de 10 años,... y con todo lo que paso???
uff si que la pasaron bien,... son WANKY!!!

nos vemos!!!

PD; no te preocupes te estaba haciendo una broma,...
PD2; lo del CD esta en suspenso por ahora pero creo que no va a estar la canción "sorry" con el aborto de mono (big sean), pero creo que puede estar con pitbull,... lo del libro va en marcha,...!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Vie Mar 06, 2015 11:12 pm

3:) escribió:holap morra,...

linda forma de reencuentro después de 10 años,... y con todo lo que paso???
uff si que la pasaron bien,... son WANKY!!!

nos vemos!!!

PD; no te preocupes te estaba haciendo una broma,...
PD2; lo del CD esta en suspenso por ahora pero creo que no va a estar la canción "sorry" con el aborto de mono (big sean), pero creo que puede estar con pitbull,... lo del libro va en marcha,...!!!!!

Hola lu, jaajaja no esta mal después de tanto tiempo no¿? ajaajajaj ellas siempre lo pasan bn juntas jajajaja. Saludos =D

Pd: jaajajja si cache, esk igual quiero como ver si actualiza o me responde, para que cuando ve (si es así) que la re-adapte no se sienta o algo xD... esperemos un tiempo mas y si las cosas van bn esa sera la próxima adaptación!
Pd2: aaaa menos mal, me car mal el ¬¬ no era para naya jaajajaja =O esperemos y cuente todo no xD jajaaja
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Finalizado FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 4

Mensaje por 23l1 Vie Mar 06, 2015 11:14 pm

Capitulo 4


Pierce Security, Inc., New York.

Brittany miró la foto unos instantes antes de cerrar la carpeta y coger su taza de café ya frío.

Hacía mucho tiempo que no tenía un fallo de discernimiento tan grave.

Por Dios, no era una adolescente hambrienta de sexo.

Le faltaba nada para cumplir treinta años y había aguantado bien varios meses sin sexo.

Entonces, ¿por qué no había sido capaz de dejar pasar aquella ocasión?

¿Y por qué de pronto había perdido la cabeza por Santana López, precisamente?

Brittany se llevó las manos a las mejillas para refrescarlas. Cada vez que pensaba en ella, en lo que habían hecho, se ponía colorada.

Llevaba tres días, desde que estaba en New York, reviviendo aquella sensación y el contacto de Santana. Aunque no intercambiaron números de teléfono, Santana sabía que a Brittany no le costaría mucho encontrarla.

Brittany suspiró.

Santana tenía razón.

A Brittany le bastaba con encender el ordenador para averiguar un número de teléfono, aunque no figurara en las guías. En el caso de Santana, era aún más fácil.

El interfono que estaba sobre la mesa sonó. Brittany apretó el botón y disimuló el cansancio.

—Que pasen, Emma—dijo, sin esperar a que su secretaria anunciase a los visitantes.

Brittany se levantó y rodeó la mesa, mientras Arnult y Pam Anderson entraban en el despacho como dos estrellas de cine caminando sobre la alfombra roja, entre filas de fotógrafos.

¿Qué tenía aquella pareja de adultos mayores impecablemente vestidos, que atacaba los nervios de Brittany?

Los Anderson se sentaron sin que los invitara a hacerlo, y Brittany asomó la cabeza por la puerta y miró a Emma con aire cómplice.

—Estaré un rato con los Anderson. Por favor, no me pases llamadas.

Emma hizo un gesto afirmativo. Nunca le pasaba llamadas cuando estaba con clientes. Brittany sólo se lo recordaba cuando quería que la interrumpiera si la reunión duraba demasiado. Media hora bastaba para solventar el problema de un cliente. En el caso de los Anderson, esperaba que fuera menos. La curiosidad la había llevado a aceptar su visita, en vez de atenderlos por teléfono. Apenas había cerrado la puerta cuando Arnult Anderson empezó a hablar.
—Señorita Pierce, gracias por recibirnos. ¿Puedo confiar en que se encargue personalmente de nuestro asunto?—de pronto comprendió lo que le fastidiaba de aquella pareja. Presuponían que su edad y su posición económica les daban derecho a recibir un trato especial—La primera vez que hablamos con usted me dio la impresión de que pensaba que no valía la pena perder el tiempo con nuestro caso.

El tono condescendiente de Arnult no contribuyó a facilitar las cosas. Pero tenía razón: Brittany no pensaba que Pierce Security tuviera que perder el tiempo en un caso de infidelidad hasta que abrió la carpeta que le habían entregado. La armadura en la que se había refugiado durante los diez años anteriores se vino abajo en cuestión de segundos.

—Todos los casos valen la pena, señor Anderson. Pero no puedo encargarme de todos personalmente. Por eso tengo colaboradores. Seguro que lo entiende.

Brittany intentó apelar a la faceta empresarial de Arnult, pero, cuando el matrimonio se miró con gesto incómodo y luego la miraron a ella, comprendió que deseaban decirle algo más.

Pam Anderson habló primero.

—Seguro que usted entiende lo delicado de nuestra situación tras leer el expediente que le hemos dado.

Brittany deslizó el pulgar sobre los labios en un ademán de frustración. No había leído todo el expediente. En realidad, no había pasado de la primera foto y la biografía del sujeto. Aún estaba recuperándose del impacto.

Arnult Anderson recogió el testigo de su mujer y continuó:

—Nuestro hijo Blaine tiene intención de dedicarse a la política algún día. Si esto trascendiese, sería la ruina. Un viejo amigo mío, Will Schuester, nos habló muy bien de usted.

Brittany asintió, agradecida. Por fin Arnult mostraba sus cartas. La intrigaba que los Anderson recurrieran a ella por un asunto tan intrascendente en apariencia. Sin duda, Will le había contado a su «colega» cuánto dinero ingresaba Brittany todos los años, gracias a su despacho de abogados. No, Arnult no había dejado caer aquel nombre por casualidad, sino que le estaba explicando del modo más educado por qué debía encargarse ella personalmente del asunto. En cualquier otra circunstancia Brittany se habría reído. Su negocio notaría la pérdida de Will Schuester como cliente, pero no sería una catástrofe. Brittany nunca había puesto todos los huevos en la misma cesta. En consecuencia, el dinero había dejado de ser un factor decisivo en los casos que aceptaba.

No, la razón de que los Anderson estuvieran ante ella en aquel momento era una y sólo una.

Su nuera era Santana López.

Brittany hizo una pirámide con los dedos y miró primero al señor Anderson y, luego, a la señora Anderson.

—¿Qué harán con la prueba, si se la proporciono?

A la señora Anderson se le pusieron los ojos como platos.
—Nada, naturalmente. Tenemos tanto interés como ella en que la información no se divulgue. Se trata sólo de una especie de póliza de seguros para nuestro hijo.

—¿Demostrar que la mujer de su hijo es lesbiana es una póliza de seguros?

La expresión confiada se borró del rostro de Arnult y Pam Anderson palideció. Brittany sintió un leve estremecimiento de placer y ni un ápice de culpa.

—Ella piensa pedir el divorcio.

—¿Santana va a pedir el divorcio?—Brittany habló sin pensar. No contaba con aquello, ni con la sensación de alivio que la invadió. Aunque, a continuación, se le ocurrió algo que le dio miedo. Tal vez no fue sólo la aventura de una noche—¿Su hijo sabe que su mujer quiere divorciarse de él?

—Sí. Aún no nos lo han comunicado, pero supongo que lo harán en cualquier momento.

A Brittany le dio la sensación de que se ahogaba.

—Entonces, ¿qué más les da que ella salga con otra persona? ¿O les importa porque la otra persona es una mujer?

—Creemos que hubo muchas otras personas. Lo cierto es que no deseamos que a nuestro hijo lo pille desprevenido por otros motivos. Estamos seguros de que no sabe que su esposa le ha sido infiel hasta ese punto.

Y ustedes no saben lo bien que se lo monta.

Brittany ahuyentó aquel fugaz pensamiento.

—Nuestro hijo es bueno, señorita Pierce. Seguirá manteniendo la relación con su mujer a menos que le demostremos que ella no se lo merece. No piensa en su futuro. Pero nosotros sí.

—¿Su futuro?

Brittany sabía que debía contarles la verdad. Al menos, en parte. Creía que no tenía que aceptar el caso, puesto que había estudiado en el mismo instituto que su nuera. Naturalmente, no podía hablar del tema sexual ni de que había sido incapaz de olvidarla desde entonces. Además, si les contaba eso, sin duda saldrían de ahí y buscarían a otra persona.

Un momento. ¿No se trata de eso?

—Nuestra familia tiene una larga historia de servicio público—explicó Pam Anderson con orgullo—El divorcio está mal visto en nuestro círculo—¿Lima, Ohio tiene círculos? A Brittany le costaba trabajo mantenerse seria—Pero si demostramos que ella ha tenido muchas aventuras... con otras mujeres, nadie culpará a Blaine del divorcio. Incluso podría beneficiarle a largo plazo. Sobre todo, si encuentra a una pareja más adecuada.

—Entiendo—dijo Brittany, y lo entendía. Era cuestión de estatus dentro de la comunidad. Algo que ni ella ni sus papás habían tenido ni les había preocupado—¿Cómo se enteraron?
—Nuestro hijo tuvo la sensatez de llamar al abogado de la familia para que le recomendara un abogado especialista en divorcios. Nuestro abogado creyó oportuno avisarnos.

—Tal vez fuera oportuno, pero no sé si es muy ético por su parte contarles el problema de su hijo. Les preguntaba cómo se enteraron de que su nuera era lesbiana.

Pam torció el gesto, se aclaró la garganta y sacó un pañuelo del bolso, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

—La han visto, y no sólo una vez. Es promiscua, y nada nos gustaría más que nuestro hijo se alejase de ella.

¡Mierda!

Si un vendaval hubiera subido por la escalera hasta el noveno piso del edificio en el que estaba su despacho, habría arrastrado a Brittany.

¿Promiscua?

¿Cómo diablos se le había ocurrido mantener relaciones sexuales sin protección con una desconocida?

En realidad, no lo pensó.

Simplemente se limitó a sentir.

La habían embaucado.

La había embaucado una profesional y le había costado bastante más de un dólar.

Tendría que haberse dado cuenta. Debería haber comprendido que nadie cambia tanto.

Naturalmente, Santana era diferente.

No debería sorprenderle que las matonas del instituto, al crecer, se convirtieran en fulanas manipuladoras y ávidas de dinero, que se complacían en seducir a mujeres de escasas luces y llevarlas a la cama o, en su caso, al vestuario. Pero había algo que no cuadraba: si Brittany era una de tantas conquistas, ¿por qué Santana se había mostrado tan afectada cuando Brittany se separó de ella?

Brittany sintió un brote de ira, pero se calmó.

¿Para qué enfadarse?

Lo había pasado bien con Santana.

Sin embargo, no sólo era la ira lo que alimentaba sus deseos de echar a los Anderson del despacho para estar sola.

Sí, le habría encantado ver la cara de Santana cuando se enterara de que Brittany trabajaba para sus suegros, pero estaba demasiado metida en la situación para ser objetiva. De hecho, la objetividad desapareció cuando abrió el expediente y vio la foto de Santana López.

En realidad, no importaba.

No importaba que renunciara al caso; encontrarían a alguien que les proporcionaría la información.

Y esa persona no tendría vínculos personales.

Santana recibiría su castigo, fuera cual fuera.

Brittany no tenía por qué intervenir. Le bastaba con cerrar la boca y mantenerse al margen.

—¿Señorita Pierce?

Arnult Anderson sacó su talonario de cheques como si fuera la respuesta a las preocupaciones de Brittany. Brittany miró el talonario. En cuanto diera un no definitivo, Arnult buscaría a otra persona. Alguien aprovecharía la ocasión para hundir a Santana y lo haría sin el rencor que sentía ella.

—De acuerdo, me ocuparé del asunto—dijo Brittany, y se le cayó el alma a los pies, donde debían de estar también su cerebro y su sentido común.

—¿Personalmente?—insistió Arnult, aunque su tono daba a entender que conocía la respuesta.

—Sí, personalmente.

Con mucho gusto.

—Bien. Me alegro—Arnult se levantó.

—Al doble de mi tarifa habitual, dado que se trata de una situación delicada que debo llevar personalmente. Puede extender el cheque a nombre de Pierce Security. Gracias.

Arnult se sentó y asintió, como si hubiera sido suya la idea de pagarle aquel precio exorbitante. Extendió el cheque sin decir nada, lo despegó del talonario y se lo entregó a Brittany con gesto rimbombante. Brittany se levantó, les dio la mano a los dos y los acompañó a la puerta. Estaba contemplando el cheque cuando volvió Emma.

—Creí que ibas a rechazar el caso.

—Las buenas noticias corren. Hazme un favor y busca todos los antecedentes de Santana López... Anderson.

—Sí. Y que quede claro que nadie me lo ha dicho. Parece que ese tipo acaba de devorar una tiendecita familiar para convertirla en sucursal de unos grandes almacenes. ¿Por qué has cambiado de idea?

Brittany carraspeó.

—Es amigo de Will.

La boca de Emma dibujó una exclamación, como si eso lo explicase todo. Su reacción sacó de quicio a Brittany.

¿En qué estaría pensando al meterse en aquel asunto?

Debería haber puesto de patitas en la calle a Arnult y a Pam.

¡Qué diablos!

Ni siquiera tendría que haberles dado cita. Y, desde luego, no debería haber aceptado que se reunieran con ella otra vez. Pero, cuando abrió el expediente y vio la foto de Santana, se sintió atrapada. Reunirse con ellos era una forma de demostrarse a sí misma que su reacción no había dejado de ser una fantasía, que verla en persona la curaría de cualquier trastorno que pudiera afectar a su sentido común.

Maldición, estaba perdiendo los papeles.

—De acuerdo, ya entiendo por qué Pierce Security ha aceptado el caso, pero ¿por qué lo vas a llevar tú? Podría encargarse cualquiera. No haces este tipo de cosas desde... desde que yo estoy aquí.

—Me crie en su pueblo y fui al instituto con su nuera.

No contó que la nuera le había hecho la vida imposible.

¿Qué sentido tenía echar más leña al fuego?

—Entonces, ¿se trata de algo personal?

—Sí, más o menos.

—Supongo que debemos organizar tu agenda.

Emma cogió un cuaderno y el cheque con los honorarios.

—Hum, será mejor que me ponga con esto. Le he cobrado el doble porque me cae mal, pero preferiría no verme en la papeleta de tener que devolverle el dinero si la pifiamos.

—¿Crees que acabaremos pronto?

Brittany esbozó una sonrisa forzada.

—Si es tan promiscua como los Anderson creen, será cosa de un día, dos como mucho.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por monica.santander Vie Mar 06, 2015 11:57 pm

Terrible encuentro jaja!!! 
Ojala tengan esa charla creo que Britt se va a llevar tremenda sorpresa!!!!
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Sáb Mar 07, 2015 1:14 am

monica.santander escribió:Terrible encuentro jaja!!! 
Ojala tengan esa charla creo que Britt se va a llevar tremenda sorpresa!!!!
Saludos


Hola, jajaaj no salio bn del todo xD jajaja, pero tampoco salio mal xD jajaajajaj. Tienen que tenerla, así solucionan todo altiro y quedan juntas... omitamos a blaine xD. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 5

Mensaje por 23l1 Sáb Mar 07, 2015 1:18 am

Capitulo 5

Gimnasio Fit Life, Lima, Ohio.

Como entrenadora personal, a Santana le parecía esencial dedicar su atención a las nuevas clientas al cien por cien. No todo lo que decían le resultaba fascinante —casi siempre obtenía la información que deseaba en los primeros segundos de la conversación—, pero sabía que muchas veces le ocultaban cosas después de conocerla. Como si creyeran que la decepcionarían si le confesaban que lo que les importaba era tener buen aspecto, no estar en forma.

El motivo que le impedía concentrarse en su trabajo era el mismo que la había estado agobiando la última semana: no había vuelto a saber nada de Brittany Pierce. En el fondo tampoco lo esperaba, pero le fastidiaba haber mantenido relaciones con ella y, al mismo tiempo, la atormentaban los recuerdos de lo magníficas que habían sido.

La sesión de dos minutos en la cinta de correr terminó, y su nueva clienta potencial parecía un poco sofocada, pero no exhausta. A Santana le pareció raro, porque en el impreso informativo había declarado que llevaba años sin hacer ejercicio de forma habitual. Santana observó su cuerpo y se fijó en el sujetador deportivo y en los shorts ceñidos a los muslos. Llevaba zapatillas de correr, no el típico «calzado deportivo» que se rompía a los pocos meses de usarlo.

—Gran trabajo.

Reconoció Santana y le dio una toalla limpia a la mujer cuando descendió con elegancia de la cinta. Normalmente no sometía a las clientas nuevas a un ejercicio tan duro, pero le había parecido que aquella mujer podía aguantarlo.

Sin decir nada, asintió cuando Santana le comentó que la haría correr durante dos minutos en la cinta inclinada. Santana omitió el nombre provisionalmente y luego se enteró de que se llamaba Dani, sonrió y se secó la frente, aunque no había sudado mucho.

Dani le sonrió.

—Uff, tengo ganas de vomitar.

Santana frunció el entrecejo. No tenía pinta de ir a vomitar. En realidad, parecía en muy buena forma física. Santana, inquieta, sintió un leve cosquilleo cuando Dani contempló su cuerpo sin disimulo, esbozando una sonrisa que Santana interpretó como una insinuación.

—¿Recuerdas dónde están las duchas?

Santana nunca se había sentido tan desbordada. Había recibido atenciones de sobra por parte de los hombres. Las mujeres eran otra historia, y la que tenía delante sin duda era muy atractiva.

Pero aunque Santana no se hubiera impuesto el principio de no salir con clientas, tampoco habría aceptado la invitación de aquella mujer. Estaba demasiado reciente el asunto de Brittany. Además, había algo en Dani que le desagradaba. A Santana le daba la impresión de que era demasiado perfecta.

—Sí, lo recuerdo. ¿Y tú? Dijiste que yo era tu última clienta. ¿Me acompañas?

Santana se puso colorada.

Habían avanzado desde las insinuaciones sutiles hasta lo más obvio demasiado rápido.

¿Ocurrían cosas así?

No según su buena amiga Quinn.

Quinn decía que, si Santana quería echar un polvo de vez en cuando, tendría que tomar la iniciativa, porque encajaba demasiado bien en las etiquetas que a las lesbianas les gustaba adjudicarse.

Santana no había tenido el valor de contarle lo ocurrido con Brittany. Quinn no entendería que buscara algo más que sexo. Quinn le había preguntado, pero Santana sólo le había dicho que Brittany y ella tenían asuntos pendientes.

Le habría gustado resolverlos, pero le daba la impresión de que el sexo había dado al traste con todos los planes. Aún se excitaba al recordarlo, pero confiaba en que las cosas fueran distintas si se le presentaba otra oportunidad.

—Me refería a la ducha de al lado. Además, estoy muerta de hambre. Quería invitarte a cenar—Siguió Dani.

Santana se libró de responder gracias a un sonoro y alegre saludo.

Blaine entró luciendo una sonrisa que habría derretido el corazón de la mayoría de las mujeres heterosexuales.

Santana suspiró.

—Lo siento, llego tarde—se disculpó.

—Hum, Dani, éste es mí... marido—se volvió hacia Blaine y explicó—Dani acaba de tener su primera clase conmigo.

—Oh, encantado de conocerte.

Blaine extendió la mano y Dani se la estrechó, aunque a Santana le pareció notar cierto aire de fastidio en la mujer.

—Me voy a duchar. Si cambias de idea en lo que respecta a la cena...—sonrió de nuevo, despejando cualquier duda que Santana pudiera tener sobre sus intenciones.

Dani se alejó, y Santana y Blaine se quedaron mirándola. Blaine fue el primero en hablar:

—¿Qué coño ha sido eso?

—Estaba a punto de preguntarte lo mismo—dijo Santana, sin apartar la mirada de las duchas.

—Nunca había visto una insinuación tan descarada. Y delante de mis narices—Blaine torció el gesto—No se lo has contado a nadie, aparte de tu mamá, ¿verdad?

—Sólo a Quinn, y está tan contenta de que por fin, me divorcie de ti que no haría nada por estropearlo. Por cierto, llegas bastante tarde. Tenías que haber venido hace dos horas.

—Lo siento—Blaine se inclinó y le dio un beso en la mejilla—Pero más bien parece que llego demasiado pronto. ¿Vas a tirártela?

Santana añadió un poco de peso al saco de arena que puso sobre el hombro de Blaine.

—Te dejo solo. Tengo papeleo que resolver. Deja las pesas en su sitio cuando acabes, y no pongas la música a todo volumen.

Santana estaba a punto de llegar a su despacho cuando Blaine le gritó:

—No te olvides de lo de mañana. He reservado mesa para las siete y media en ese restaurante francés que le gusta a mi mamá—Santana lo miró, dando a entender: «¿Cómo iba a olvidarlo?» y siguió su camino—¿Eh? ¿Estás segura de que quieres hacer esto, Santana? Ya sabes que por mí todo puede continuar como hasta ahora.

Blaine retorció una toalla entre las manos. Santana se fijó en su expresión de ansiedad. Hacía mucho tiempo que lo conocía. Era uno de sus mejores amigos. La había ayudado cuando su mamá no pudo y le había hecho un regalo que compensaba la tranquilidad mental que ella le había aportado en los últimos años.
Pero Santana necesitaba una vida propia. Y comprendió que su marido se daba cuenta al ver su cara.

—Ojalá pudiera, Blaine, pero no puedo seguir así. Sabes que siempre...

La repentina sonrisa de Blaine la dejó sin palabras.

—Lo sé. Sólo quería comprobarlo.

Santana le devolvió la sonrisa, aunque con menos entusiasmo, y fue hasta su despacho.

Los dos sabían que aquello era lo mejor.

No tenía sentido vivir en una mentira, pero iba a resultar doloroso. A pesar de las buenas intenciones de Blaine, estaba segura de que Pam y Arnult Anderson harían todo lo posible por incordiar.

Santana no tocó los papeles.

Sus pensamientos vagaban entre la temida cena con sus suegros y Brittany.

La arrancó de su ensimismamiento la sensación de que alguien la estaba observando. Levantó la vista, esperando ver a Blaine en la puerta. Pero se encontró con su nueva clienta, Dani, que llevaba blusa blanca, corta, y una falda que dejaba al descubierto sus piernas.

Santana apartó los ojos del estómago desnudo de la mujer.

—Hola, Dani. ¿Tienes alguna duda?

Las pesas resonaron por encima del ruido de la música, cargada de efectos graves, que Blaine utilizaba para hacer ejercicio.

—Sí. Me ha parecido oportuno cerciorarme de si se te ha abierto el apetito mientras me estaba duchando—Santana dejó el bolígrafo a un lado y contempló a Dani. Sin duda, era muy guapa, y Santana tendría que haberse sentido halagada, pero había algo raro en aquella mujer. Tenía demasiado interés. Parecía de las que no aceptaban un no por respuesta. Aunque llevaba varios años al margen de los ambientes de chicas, Santana nunca había logrado ligar con una mujer fuera de los lugares abiertamente gays desde que había dejado el ejército. A ella no le ocurrían cosas como aquélla, pero tampoco había sido normal lo de hacer el amor con su obsesión del instituto en un vestuario del gimnasio. ¡Sí, y qué bien había salido!—Si cambias de idea, tienes mi número en el impreso.

La sonrisa de Dani cuando se volvió para irse indicaba que esperaba que Santana cambiara de idea, lo cual la fastidió y la empujó a actuar.

—¿Dani?

—¿Sí?

Dani dio la vuelta con una expresión rebosante de confianza, que crispó los nervios de Santana.

—Estoy casada y, aunque no lo estuviera, no salgo con clientas.

La sonrisa desapareció y Dani bajó la cabeza en un gesto de rendición.

Santana cogió el bolígrafo, decidida a resolver el papeleo, pero no logró escribir ni una palabra. Dejó de nuevo el bolígrafo sobre la mesa y extendió las manos con las palmas hacia arriba.

De repente, se vio entre las piernas de Brittany, apartándole los muslos mientras intentaba borrar el recuerdo de lo mal que se había portado con ella en el instituto.

Santana oyó el alegre saludo de despedida de Blaine. Si Dani respondió, hasta ella no llegó la respuesta.

Aquella mujer no la tentaba.

¿Por qué había olvidado todas las precauciones con Brittany?

Había arriesgado demasiado por una sola noche.

Santana se frotó la frente. No creyó que fuera sólo una noche. Esperaba más y, mientras, aprovechó lo que se le ofrecía. Era una de las cosas que creía superadas; y, sin embargo, una mirada, un destello del pasado la convertían de nuevo en la niñita asustada que la emprendía a golpes con lo primero que no estuviera en condiciones de devolvérselos.

¡Maldita sea, Santana!

Se supone que lo habías superado.

Sintió que la invadía la tristeza y deseó recibir un abrazo de la persona que más quería en el mundo.
Si no puedes manejar una aventura de una noche, ¿cómo vas a enfrentarte a los padres de Blaine cuando se enteren del divorcio?

Con sólo pensarlo le daban ganas de llorar.

Tenía que volver a casa. Tenía que insistir en que valía la pena, pasara lo que pasara.

Santana estaba inclinada hacia delante, con la frente hundida entre las manos, cuando sonó el teléfono de la mesa. Frunció el entrecejo cuando se iluminó el diodo electrónico. No reconoció el número y pasaban de las ocho de la tarde. Era normal desviar la llamada al buzón de voz. Su mamá siempre se olvidaba el móvil en la cocina de su casa.

¿Y si era ella, que la llamaba desde el teléfono de una amiga?

Si ocurría algo y Santana no respondía a la llamada, nunca se lo perdonaría.

—Fit Life, soy Santana.

—Hola.

Santana reconoció la voz de Brittany, pero no contestó inmediatamente. Toda la ansiedad y la confusión desaparecieron.

—Hola, ¿qué tal? —dijo, dulcemente.

—Me sorprende que aún estés trabajando un viernes por la noche.

—Tenía papeleo que resolver. Los horarios interminables son el único inconveniente que tiene trabajar por cuenta propia.

Brittany sofocó una risita que hizo sonreír a Santana.

—Sé muy bien a qué te refieres. Yo también tengo mi propio negocio.

—¿Cómo has conseguido mi número?

Brittany dudó.

—Rachel me habló de tu gimnasio en la fiesta.

—Oh—Santana iba a decir algo, pero cambió de idea, aunque en el último instante se decidió—Me sorprende tu llamada.

—¿De veras? ¿Por qué?

Santana hizo una pausa. Temía ponerse en evidencia si le decía a Brittany que había tardado mucho en llamarla.

—Ha pasado casi una semana.

—Lo sé y lo lamento. He tenido muchísimo trabajo.

—¿Estás trabajando ahora?

—No te llamo para hablar de trabajo. Pero sí, más o menos.

—Me alegra saber que no soy la única que trabaja un viernes por la noche.

—No, claro que no. Sin embargo, preferiría estar en tu gimnasio a estar aquí.

—No parece que escatimes el tiempo para ir al gimnasio.

Santana percibió el placer en la voz de Brittany.

—Gracias por el cumplido. Empecé en la universidad. Me encanta. Ayuda a descargar la tensión del trabajo.

—¿Qué es lo que haces, exactamente?—Brittany tardó en responder y Santana se apresuró a disculparse—Lo siento. No pretendía curiosear. Acabas de decir que era algo muy tenso.

—Tranquila, no pasa nada. Tengo una empresa de seguridad. El noventa por ciento del trabajo son asuntos empresariales. Violación de software, malversaciones de los empleados y cosas por el estilo.

—Tendría que haberme dado cuenta de que acabarías en algo relacionado con los ordenadores. Se te daban bien en el instituto.

Santana se arrepintió al instante de sacar a colación el instituto.

—Creía que no sabías nada de mí.

La sorpresa enterneció la voz de Brittany. Santana la imaginó sentada tras una mesa mucho más bonita que la suya.

—Sé algunas cosas. Lo siento mucho, Brittany. En aquella época no era capaz de comunicarme con la gente.

—Deja de disculparte, por favor. En realidad, no tuvo tanta importancia—Santana apretó los dientes. Para ella sí que había tenido importancia. Había hecho daño. Siempre había querido conocer a Brittany, y seguramente había destruido cualquier posibilidad de conseguirlo. Otra de sus muchas malas ideas—¿Qué estás haciendo en este momento?

Aunque no parecía interesada en colgar, Santana percibió cierto cansancio en la voz de Brittany.

—Estoy en mi despacho, entre papeles. ¿Y tú?

—Trabajando también. Mirando por la ventana y deseando estar en otro sitio.

—¿Algún lugar en especial?

—Tal vez.

Brittany soltó una risita.  Santana sonrió ante el tono de flirteo de Brittany.

—¿Cómo se visten las propietarias de gimnasios?

Santana contempló su camiseta, que no hacía juego con los shorts.

—No puedo hablar en nombre de todas, pero yo llevo unos shorts muy cortos y monísimos, a juego con una camiseta sin mangas.

—¿En serio?—Brittany se rió con ganas—¿El calzado también hace juego?

Santana extendió las sucias zapatillas New Balance y asintió.

—Pues claro que sí. Lo mismo que el escudo de los calcetines tobilleros. El conjunto es deslumbrante. ¡Qué lástima que no puedas verme!

Las carcajadas de Brittany hicieron que Santana se sintiera muy bien por dentro.

—Apuesto a que estás estupenda—Santana no supo qué decir—¿Y el pelo? ¿Lo llevas suelto o recogido?

—Hum, suelto—dijo Santana, retirando la cinta de la cabeza y arrojándola al suelo, mientras el pelo caía en cascada sobre sus hombros. Brittany susurró un tenue «preciosa» que estremeció a Santana—¿Y qué me dices de ti? ¿Qué llevas puesto?

—Traje de ejecutiva.

—¿Pantalones o falda?

—Falda. Una falda cortísima.

Cierto matiz en su tono de voz le indicó a Santana que Brittany también estaba disfrazando la verdad.

—Así que cortísima, ¿eh?

—Huuum, y tacones—Santana sonrió al imaginar las pantorrillas de Brittany sobre los tacones; luego recordó el roce de aquellas pantorrillas contra sus omóplatos y se puso colorada—¿En qué piensas ahora mismo?

La voz de Brittany sonaba tan clara que a Santana le dio la impresión de que estaba a su lado.

—Estaba pensando en cómo me sentía con tus piernas sobre mis hombros.

El largo silencio hizo que Santana se llevara la mano a la frente y a la boca. ¡Mierda! Pero Brittany habló con dulzura:

—No he sido capaz de borrarlo de mi mente.

El corazón de Santana dio un brinco de esperanza.

—¿Y podemos hacer algo al respecto?

—¿Al respecto de qué?

—De lo nuestro. Tal vez podríamos ver hasta dónde nos lleva.

Brittany no dijo nada y, cuando habló, parecía como si estuviera ante una cristalera. Santana la imaginó contemplando las luces de la ciudad con el teléfono pegado a la oreja. Sólo de pensarlo se sintió excitada de la cabeza a los pies.

—No sé si verte sería buena idea, San.

¡Oh!

Como le gusto que Brittany le digiera “San” y sabía que había posibilidades de seguir con lo subo.

—¿Por qué no, Britt?

—Porque aún estoy pensando en lo que hicimos la última vez.

—¿Y te parece mal?

—Cuando me despierto sudando o estoy reunida con clientes, en lo único que puedo pensar es en mis dedos sobre tu cuerpo—Santana respiró hondo, cerró los ojos y se abandonó al recuerdo—Tienes los ojos cerrados, ¿verdad?

—¿Cómo lo sabes?

—No los abras. Mantenlos cerrados. Imagina que estoy contigo.

—De acuerdo—Santana cerró los ojos, obediente.

—¿Abrirías las piernas si te lo pido, San?

—Sí.

A Brittany se le aceleró la respiración.

—¿Te masturbas cuando piensas en mí?

Santana tragó saliva y se humedeció los labios.

—Sí.

—¿Cuántas veces?

—Cuatro, me parece. Me cuesta... dormir.

—¿Y masturbarte te ayuda?—preguntó Brittany.

—Sí.

—¿Me harías un favor?

—Cualquier cosa—se apresuró a decir Santana.

—¿Te masturbarías ahora? Podrías imaginar que estoy contigo, San.

Santana abrió los ojos y contempló la oscuridad al otro lado de la ventana.

—Britt, yo...

—Lo siento, San. No sé en qué estaría pensando.

—No te disculpes. ¿Me permites un segundo?—Santana dejó el teléfono sobre la mesa y fue hasta la puerta, la cerró y pasó el cerrojo. Se dirigía hacia la mesa para no hacer esperar a Brittany cuando un rayo de luz en la ventana le advirtió que sería mejor cerrar las persianas. Las cerró con el mando a distancia y cogió el teléfono—¿Britt?

—¿San?

—¿Qué quieres que haga?

Brittany no disimuló un profundo suspiro, y Santana imaginó los labios de Brittany sobre su cuello y sus hombros.

—¿Estás sentada ante la mesa?—La pregunta de Brittany sonó como un susurro íntimo al oído de Santana.

—Sí—afirmó Santana.

—Apártate.

—Pero hay una ventana.

—Está cerrada, ¿no? No te ve nadie, ¿verdad, San?

Santana obedeció. Apartó la silla de la mesa y de los papeles que se amontonaban sobre ella.

—Ya está.

—¿Me prometes que mantendrás los ojos cerrados, San?

—Te lo prometo.

—Si estuviera ahí, te tocaría los pechos. Los cogería entre mis manos. ¿Lo haces tú? Dime qué sientes—Santana sujetó el teléfono entre la oreja y el hombro para tener las manos libres y acariciarse los pechos. Sus pezones se endurecieron al pensar que Brittany la estaba tocando—¿Están duros?

—Desde que supe que estabas al otro lado del teléfono.

—¿Los estás frotando?

—Sí.

—Si estuviera ahí, te besaría. Sé que tienes tus carnosos labios abiertos. Lo sé porque te oigo respirar. Me colocaría entre tus piernas y te besaría hasta que me rogaras que parase—Santana separó las piernas, imaginando a Brittany entre ellas—¿San?—la voz de Brittany se tensó—¿Te quitas el sujetador deportivo?

Santana hundió un dedo entre los pechos, dispuesta a quitarse el sujetador por la cabeza, pero algo le dijo que se relajara, que prolongara el momento. Lentamente apartó un brazo y luego el otro antes de deslizar el sujetador sobre los pechos.

—Ya está, me lo he quitado—dijo, tímidamente.

Lo dejó caer al suelo y se reclinó contra el frío cuero de la silla.  Santana cogió los pechos entre las manos y, al sentir los duros pezones, imaginó las manos de Brittany tocándolos.

—Ojalá te hubiera besado los pechos—susurró Brittany, y Santana la vio detrás de ella, besándole los pechos—Son perfectos.

Santana sonrió.

—¿Cómo sabes que son perfectos?

Brittany se quedó callada un rato.

—Me basta con mirarte. Quise tocarlos desde el instante en que te vi. Quise besarte el ombligo, deslizar la lengua sobre tu cuerpo hasta que me pidieras que parara—Brittany estaba provocando semejante incendio en su cuerpo que Santana tuvo que cerrar las piernas para contenerse—Abre las piernas, Santana.

Santana obedeció al momento y apretó los ojos con fuerza, a pesar de que ya los tenía cerrados.

—Britt, tenemos que ir más despacio. Estoy a punto...

—No pasa nada. Bájate los shorts—la voz de Brittany sonaba apagada, tierna, excitada, acalorada, apasionada, todo lo que Santana estaba sintiendo—Imagina que estoy dentro de ti y que te toco—Santana comprendió que Brittany le había dado una orden, así que obedeció—No presionaría demasiado, sino que sería muy delicada. ¿Puedes abrirte un poco más, San?—Santana asintió, recordó que Brittany no estaba ahí y articuló un «sí» casi inaudible. La silla crujió cuando abrió las piernas todo lo que pudo. El aire acarició su humedad e imaginó a Brittany contemplando su pubis—No tienes ni idea de cuánto deseo tocarte. Si estuviera ahí, besaría tus preciosos muslos hasta que no aguantásemos más. Luego te besaría en los labios y te metería la lengua—Santana utilizó las yemas de los dedos para hacer lo que acababa de describir Brittany—Si la silla tiene brazos, ¿puedes poner las piernas sobre ellos?—Santana así lo hizo, aunque perdió momentáneamente la capacidad de hablar. Brittany asumió que la había obedecido, porque poco después suspiró y dijo—¡Dios, qué bien estás! ¿Te gustaría que te besara?

—Sí, por favor.

—Te besaría ahí mismo. Deslizaría la lengua sobre tu clítoris—Santana gimió mientras se perdía en el sonido de la voz de Brittany—Capturaría tu clítoris entre los labios y lo saborearía con la lengua—Santana apartó la boca del teléfono. Estaba jadeando. Recordó la expresión del rostro de Brittany cuando la condujo hasta el orgasmo en la fiesta—Apuesto a que estás muy mojada, San. Si quisiera introducir un dedo, podría hacerlo sin problema, ¿verdad?

—Sí.

—Me encantaría hacerlo. ¿Qué te parece?

—¡Oh, Dios, sí!—exclamó Santana y le pareció oír cómo Brittany se alejaba del teléfono y gemía.

—Cuéntame qué me estoy perdiendo—dijo Brittany.

Y Santana introdujo un dedo en el ardor provocado por la mujer que deseaba en secreto desde hacía tantos años.

—Estoy mojada y... casi a punto. Creo que si no tengo cuidado...

Brittany la interrumpió.

—No quiero que te corras, San. Aún no.

—De acuerdo—aceptó Santana, mordiéndose el labio inferior.

—Saca el dedo—Santana protestó—Por favor, San.

—Está bien—Santana retiró el dedo muy despacio y notó un hilillo de humedad entre las nalgas.

—Mételo en la boca. Dime a qué sabe—Santana deslizó la lengua sobre el labio inferior, se introdujo los dedos húmedos en la boca y casi lanzó un gemido. Su cuerpo experimentó una sacudida mientras su mente evocaba de nuevo la imagen del cuerpo y el rostro de Brittany retorciéndose de placer. A Santana le había encantado el sabor de Brittany en aquel momento—Dímelo—ordenó Brittany.

—Sabe a ti. Igual que sabías tú. Dulce y salado a la vez, y a...

—¿Y a qué?

—A sexo. Sabe a deseo, a necesidad y a...

—Mételos de nuevo—Santana lo hizo, separando los labios de la vagina, de modo que el clítoris hinchado y orgullosamente erecto quedó expuesto al aire refrescante. Deslizó el dedo por un lado y luego por el otro, y lo apretó antes de moverlo rápidamente arriba y abajo—Ahora mete dos dedos—Santana obedeció, jadeó, se sacudió y casi se corrió, pero cerró las piernas contra su propia mano para contenerse—No cierres las piernas, San. Déjame entrar.

Brittany parecía muy sofocada.

Santana puso las piernas sobre los brazos de la silla y echó la cabeza hacia atrás, sujetando el teléfono entre la oreja y el hombro. Imaginó a Brittany penetrándola, con los dedos de los pies curvados, y reprimió el inminente orgasmo. Un leve jadeo fue lo único que oyó durante varios minutos, mientras introducía los dedos, los sacaba lentamente y, luego, volvía a penetrarse, hasta que le pareció que las piernas no formaban parte de su cuerpo y que sus caderas se despegaban de la silla. Santana murmuró el nombre de Brittany y la parte inferior de su cuerpo se sacudió.

—Brittany—repitió, y entonces ocurrió. Todo su cuerpo se aferró a sus dedos. Creyó oír a Brittany animándola, pero se contuvo como siempre que se lo ponían fácil. Trató de reprimirse, de demorar el final, pero no pudo. Se arqueó contra los dedos y sintió las oleadas del orgasmo en su interior con tanta fuerza que no logró mantener el teléfono en su sitio. Oyó que caía al suelo, mientras su cuerpo se sacudía por última vez, se dobló sobre los dedos hundidos en el orgasmo y vio el rostro de Brittany cuando ella le proporcionó el suyo—¿Sigues ahí?

—Claro—susurró Brittany.

Le dolían los labios de tanto mordérselos. Su aliento provocó una mancha fantasmal en el exterior de la ventana de Santana, que desapareció lentamente. Hubiera debido sentirse avergonzada, pero no se sentía así.

Estaba demasiado excitada para albergar la menor culpa.

Tal vez si Santana hubiera aceptado la oferta de Dani, habría sido más fácil resistir. Habría ido a ver a los Anderson y les habría contado lo que querían oír. A Dani se la había recomendado encarecidamente un investigador privado cuya especialidad eran los casos de infidelidad. Brittany se dio cuenta, al ver la expresión ofendida de la mujer al salir del gimnasio, que no estaba acostumbrada a que la rechazaran.

Brittany tenía que buscar la forma de avisar a Santana de la poca privacidad que ofrecían las persianas de la ventana. Cualquier curioso podía apostarse en el exterior y hacer lo que había hecho ella: espiar a través de los agujeritos oblongos de las tablillas.

Brittany sabía que Santana vivía en la inseguridad.

—Si crees que hemos ido demasiado lejos, lo lamento —se disculpó Brittany.

Su mano se acercó a la ventana para tocarla, pero retrocedió y la dejó caer.

—No lo lamentes. No has sido tú. Ha sido un día extraño.

—¿Quieres decir que no practicas sexo telefónico con una persona casi desconocida todos los días?

Maldita sea, ¿por qué me siento tan culpable?

Aunque no fuera cierto lo que decían los Anderson, Santana podría haber evitado aquello en cualquier momento. No era culpa de ella.

De acuerdo. Sólo estabas aquí fuera, con la frente pegada al cristal, como una vulgar mirona.

—Por desgracia, no. No suelo tener ocasión de practicar sexo telefónico con una mujer despampanante.  

Santana sonreía y Brittany podría haber seguido mirándola hasta el fin de sus días. Pero Santana se dio la vuelta y se puso de cara a la mesa, de modo que Brittany sólo veía la parte superior de su cabeza y una mano delgada aferrada al tapizado de la silla.

—Creí que las mujeres te perseguían.

Fue una afirmación estúpida, pero era la única manera de darle pie a reconocer que estaba casada, reconocer algo, aunque no lo hizo. Las emociones de Brittany oscilaban desde la decepción con Santana por no ser sincera hasta la ira contra sí misma por empeñarse en confiar en ella.

¿Qué más daba si Santana decía la verdad?

Aquella mujer estaba casada. Y ése era el meollo del asunto.

—No, yo... Es curioso, pero hoy he tenido una nueva clienta que ha manifestado claramente su interés.

Brittany se mordió el labio inferior. Dani había manifestado claramente su interés. Había hecho de todo, salvo tirar a Santana al suelo y sentarse encima de ella. Para eso la había contratado. Brittany se sorprendió muchísimo al ver salir a Dani del gimnasio con expresión frustrada y segura de que Santana no era gay. Recordó la fiesta y la hábil lengua de Santana, pero no dijo nada. Debía caminar el largo trecho que había hasta su coche e irse.

Tenía que llamar a los Anderson y decirles... ¿qué?

¿Que su nuera no era gay?

Sería una mentira. Santana era gay sin la menor duda.

—¿Acaso no era tu tipo? Eso suponiendo que no aceptases su oferta.

—Supones bien. No diría que no era mi tipo, precisamente.

—Sin embargo, hay un «pero».

Brittany contempló la nuca de Santana, aunque no obtuvo pistas sobre sus pensamientos hasta que habló.

—No me acuesto con todo el mundo, Brittany. Sé que tal vez te cueste creerlo, después de lo que ocurrió en la fiesta y de lo que acaba de suceder, pero hace mucho tiempo que no estoy con nadie.

—Déjalo, por favor.

Brittany no supo de dónde salió aquel brote de furia, pero no soportaba que Santana le mintiera.

—¿Qué he dicho, Britt?

—Nada. Sólo quiero verte—Mierda. Tenía que sacarse a aquella mujer de la cabeza para poder seguir con su vida. Exprimir a los Anderson y su dinero. Aquello iba mucho más lejos. Había metido la pata al liarse con Santana y la única forma de solucionarlo era contándole la verdad—Necesito verte, Santana. ¿Quieres verme?—preguntó, aunque sus pensamientos se precipitaban en otra dirección.

Dime que no, San. Dime que estás casada y que has cometido un error. Dime que no me deseas como yo te deseo a ti, que todo era un juego.

—¿Cuándo?

Con una sola palabra Santana consiguió romper el corazón de Brittany y llenarlo de esperanza a la vez.

—Mañana. Puedo estar ahí a las ocho. En el mismo hotel en que me alojé durante la fiesta.

Ver de nuevo a Santana era un error, Brittany lo sabía, pero tenía que solucionar aquello. Tenía que descubrir qué clase de vínculo la unía a aquella mujer. De lo contrario, no podría apartarla de su mente.

Tal vez sólo fuese sexo.

Sí, tenía que ser sólo sexo.

Pero nunca le había gustado mantener relaciones con mujeres heterosexuales, y mucho menos casadas y con suegros como los Anderson. Aquello era pedir guerra abiertamente.

¿O no?

—No puedo—respondió Santana.

Brittany tragó saliva.

—¿No puedes o no quieres?

—Lo siento. Tengo una cita mañana por la noche y no me es posible aplazarla.

Brittany tragó saliva de nuevo.

—De acuerdo. ¿Y después de la cita?

Santana pareció dudar.

—No sé cuánto durará.

Tal vez no quiere verme.

Sólo de pensarlo Brittany se sintió tan decepcionada que le dio miedo.

Esto no es bueno.

—Escucha, no importa.

—No digas eso, Britt. No pretendo escaquearme. Me he pasado la semana pensando en ti—afirmó Santana—Créeme, si pudiera librarme de esa cita, lo haría.

—Te creo, San—dijo Brittany, cuya boca dibujó una sonrisa bobalicona. Se sentía como una adolescente con su primer ligue—Bien. Estás sonriendo, ¿verdad, San?—preguntó.

—Sí. ¿Y tú?

—Quizá.

—¿Por qué quizá?

—Depende de cómo respondas a la siguiente pregunta.

—De acuerdo, pregunta.

—¿Te gustó tu clienta? ¿La que te tiró los tejos? ¿Es por eso que...?

—No, en absoluto. Sólo pensaba en ti.

Brittany suspiró. Podría haber dicho algo estúpido, como «¡qué bien!», pero se abrió una puerta y la situó en la realidad.

—Te llamaré mañana desde el hotel—dijo y colgó.

Brittany trató de esconderse entre las sombras, pero se dio cuenta de que Blaine Anderson la había visto, pues dudó y luego se dirigió hacia ella.

Mierda, mierda, mierda, susurró Brittany, se agachó e hizo como si estuviera vomitando.

—Eh, ¿se encuentra bien?

Blaine parecía tan preocupado que Brittany se sorprendió. Dudaba que los padres de Blaine se hubieran molestado en comprobar qué le ocurría a una desconocida.

—Sí, estoy bien. Es algo que me ha sentado mal en el estómago.

—De acuerdo. No pensará conducir, ¿verdad?—preguntó Blaine con suspicacia.

Brittany prefería que Blaine pensase que estaba borracha a que estaba haciendo lo que había hecho: espiar a su mujer mientras practicaba sexo telefónico con ella.

Al diablo con todo.

—No, por supuesto—Brittany se irguió, pero mantuvo el rostro oculto.

Miró de reojo y pudo distinguir lo que amaba el gel Blaine ya que su cabello estaba más que llego de él.

Blaine Anderson parecía demasiado indolente para alguien como Santana. Ella había cambiado mucho en diez años, pero seguía rebosando vehemencia.

—Oiga, ¿quiere que llame a alguien o que la lleve a algún sitio?

—Estoy bien. Sólo es algo que he comido.

Blaine seguía con el entrecejo fruncido cuando Brittany empezó a caminar.

—¿Vive por aquí?—preguntó, obligándola a parar y haciendo que se le helara el corazón.

Brittany se recuperó enseguida.

—No, he venido por motivos de trabajo. Gracias por su interés, pero estoy bien.

Brittany se volvió y reanudó la marcha. Tendría que dar un rodeo para ir hasta el coche. Al doblar la esquina, miró por encima del hombro y vio que Blaine miraba primero la ventana del despacho de Santana y luego hacia donde ella estaba.

Mierda, ¿qué tenía aquella mujer que le hacía perder la cabeza?

Casi la habían sorprendido espiando y ¿para qué?

Brittany parpadeó, temiendo responder su propia pregunta. Aquello era ridículo. Tenía que acabar de una vez. Tenía que darles a los Anderson la información que buscaban, o mandarlos al infierno. Tenía que alejarse de Santana López antes de que olvidara por qué la odiaba tanto.


*******************************************************************************************


Santana y Blaine entraron en el restaurante juntos, como dos guerreros preparados para el combate. Como habían supuesto, los padres de Blaine ya estaban esperando, y la expresión borrosa de Pam daba a entender que se había tomado unas cuantas consumiciones: unos Martini tan secos que su olor hizo toser a Santana.

—¡Oh, genial! Creo que mi mamá está como una cuba.

Blaine dominaba el arte de hablar sin mover los labios. Santana asintió.

—Eso parece, pero no te confíes demasiado.

Blaine debería conocer mejor a sus padres, pero era más optimista que Santana. Creyó que sus padres se alegrarían cuando les dijo que se iba a casar con Santana cuatro años antes.

Y se equivocó.

Santana siguió a Blaine hasta la mesa: se sentía muy cansada y pensaba dejar que Blaine tomara la iniciativa.

—Buenas noches, papá, mamá.

Blaine besó a su mamá en la mejilla y estrechó la mano de su papá.

Santana besó la mejilla reseca de Pam y reprimió la tos cuando el olor de la copa de la mujer le irritó las fosas nasales. Luego rozó la mejilla de su suegro y le preguntó por su partido de golf. Como era de esperar, el golf rompió el hielo, y Arnult se lanzó a contar una divertida historia. Santana supuso que era divertida porque Arnult no paraba de reírse. Intentó imitarlo, pero no lo logró. Pam la miró por encima del borde de su copa.

Era la víbora de la pareja.

Callada, impredecible y cruel.

Por suerte, su única debilidad era fácil de conseguir.

Santana llamó al camarero.

—¿Podría traernos un vaso de agua con lima y otra copa para mi suegra?

Santana miró a Pam como si le pidiera permiso y, como suponía, Pam asintió. Le dio las gracias al camarero y sonrió a Pam, pero ésta no le correspondió.

—Tienes los hombros demasiado firmes para llevar un vestido sin mangas, querida.

Santana se miró el vestido, que se había comprado para la ocasión, porque Blaine le había dicho que, si iba con pantalones, molestaría a su mamá innecesariamente.

—Al fin y al cabo mi profesión tiene que ver con los músculos y un cuerpo firme y cuidado.

—A mí me parece que San está fantástica, mamá.
Santana miró a Blaine, sorprendida de que la defendiera en un asunto tan banal, cuando en el pasado la había dejado sola ante cuestiones mucho más importantes.

—En fin, en mis tiempos las mujeres se conformaban con caminar—Lo dijo con una altivez que habría resultado ofensiva si Santana no supiera que aún quedaba lo peor.

—Las cosas han cambiado desde nuestros tiempos, Pam. Deja en paz a Santana.

En ese momento fue Arnult quien la sorprendió.

El camarero apareció con las consumiciones y les preguntó si querían pedir la cena. Pam le dijo que sí, pasando por alto el hecho de que ni Santana ni Blaine habían visto el menú. Mientras Pam y Arnult pedían la cena, Santana echó un vistazo al menú. Blaine pediría lo de siempre: un plato de pasta cubierta de crema o de queso.

—Blaine, cariño, estás engordando—Todos se quedaron callados—¿Por qué no pides la ensalada Nicoise? Es estupenda y no le ponen muchas patatas.

El camarero esperó al lado de Pam, con el bolígrafo preparado. Una oleada de emociones se reflejó en el atractivo rostro de Blaine. Como siempre, Santana sufría por él y esperaba que se revelara contra sus padres, aunque fueraa por algo tan intrascendente como la cena.

—Tienes razón, mamá. La ensalada Nicoise me parece muy bien.

Santana perdió el apetito y pidió una sopa de cebolla con una guarnición de ensalada.

El camarero se alejó con el pedido, y Santana bebió un poco de agua. Era el momento de abordar el tema desagradable. Aunque Pam no tenía inconveniente en ridiculizar a su hijo delante de los demás, jamás se ridiculizaba a sí misma, por eso Santana y Blaine habían querido reunirse en aquel lugar con sus padres. El restaurante tenía fama de atender con rapidez; por tanto, si actuaban con celeridad, podrían tardar como mucho una hora. Los pensamientos de Santana se centraron en Brittany, que la esperaba en el hotel, pero enseguida se obligó a abordar la desagradable tarea que la esperaba.

—Pam, Arnult, los hemos invitado a venir aquí porque tenemos que deciros algo—Pam clavó los fríos ojos café en Santana, pero no dijo nada. Santana tragó saliva y, sorprendida, vio que Blaine le cogía la mano sobre la mesa en una muestra de solidaridad. ¿O sólo se estaba preparando para lo que les esperaba?—No es fácil decir algo así—continuó Santana—Por tanto, me limitaré a decirlo y espero que me... nos... den ocasión de explicarlo.

—Nos vamos a divorciar—declaró Blaine.

Santana se puso tensa y miró a Arnult y a Pam.

En vez de mostrarse sorprendidos, los padres de Blaine apenas se inmutaron.

—¿Has pensado en tu carrera?—preguntó Arnult.

—Hay muchos contables divorciados—respondió Blaine.

—Se refiere a tus aspiraciones políticas—precisó Pam.

Su tono de voz hizo que a Santana le dieran ganas de gritar «idiotas» y salir corriendo del restaurante.

—Mamá, no estoy muy seguro de que me interese la política.

—Tu abuelo decía lo mismo. Es una especie de vocación entre los hombres de nuestra familia.

Santana esperó que Pam terminara su tercera copa antes de hablar.

—No se trata sólo de Blaine, Pam. Los dos nos hemos dado cuenta de que nuestro matrimonio no funciona.

—¿Y qué pasa con Emily?—preguntó Pam.

Santana habría deseado que aquella pregunta precediera a la pregunta sobre la carrera de Blaine. El hecho de que consideraran a su nieta algo secundario no contribuía a mejorar la idea que tenía de aquella gente.

Deberías haberlo pensado antes de casarte y entrar en la familia.

—Em es demasiado pequeña para entenderlo, Pam. Pero, cuando tenga la edad suficiente, se lo explicaremos. Que nos queremos mucho, pero que cometimos un bonito error al casarnos. Bonito porque la tuvimos a ella, pero error al fin y al cabo, porque, aunque nos queremos, no estamos enamorados—Santana miró a Blaine y le sonrió.

—Eso es lo esencial del asunto—dijo Blaine cuando apareció el camarero con las ensaladas, aplazando las réplicas de Pam.

Cuando el camarero se retiró, Pam dijo:

—Las mujeres jóvenes están obsesionadas con criar solas a los hijos. La maternidad es una gran responsabilidad—Santana se mordió el interior de la mejilla para no decir: A menos que te puedas permitir el lujo de tener una niñera permanente hasta que los hijos tengan edad para enviarlos a un internado.—No puedes salir, ver a quién te dé la gana y hacer lo que te apetezca—continuó Pam—Tenlo en cuenta cuando hables de divorcio. Los niños son muy impresionables.

La mirada de Pam no vaciló, y Santana tuvo la incómoda sensación de que había averiguado lo de la fiesta de aniversario, lo del taxi o, Dios no lo quisiera, lo del sexo telefónico.

—No pienso ir a ningún sitio, mamá. Sigo siendo el papá de Em. Y ustedes son sus abuelos. Sigue teniendo los mismos padres. Sólo que no viviremos bajo el mismo techo.

Los otros clientes del restaurante se reían y hablaban de la comida, mientras en la mesa de Santana se comía en silencio. Tal vez fuera la última vez que tenía que soportar la pesada presencia de los Anderson en su vida. Aquella idea le produjo una sensación de alegría que sólo disminuyó cuando miró a Blaine. Él nunca sentiría tanto alivio como ella, al menos mientras no quedara completamente limpio ante ellos. Por mucho que quisiera a Blaine, sabía que nunca haría aquello por su propia voluntad. Blaine era débil ante sus padres. Santana esperaba que su hija no tuviera que mentir sobre sí misma para complacerla a ella.

Miró el reloj.

Pasaban de las ocho.

Le había dicho a Brittany que llegaría tarde, pero ¿en qué momento sería demasiado tarde?

Lo intentaría de todas formas.

Tenía que conjurar el frío provocado por la mirada glacial de Pam Anderson.
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Mensaje por Sanny25 Sáb Mar 07, 2015 5:10 am

La verdad si que esta historia es realmente un un conjunto de secretos, es como si Blaine siempre supiera que a San le gustaban las mujeres, pero a la vez acaba de mostrarse que tienen una hija en comun?? Parece que en verdad que eso que San estuvo con muchas mujeres es una total mentira, pero y cuando eso se rebele y Britt se entere qu San tiene una hija??

Muy Buena historia
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por micky morales Sáb Mar 07, 2015 9:51 am

ok es obvio que el matrimonio es una farsa pero entonces pq tuvieron una hija? en fin, que pasara cuando britt se entere que santana no es lo que ella piensa?
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Mensaje por 3:) Sáb Mar 07, 2015 11:50 am

holap morra,....

mmmm no se pero no se me hace buena espina las aderson y mas metiendo a britt en el medio!!!!
detesto al los padres de blaine, en serio piensan mas en la carrera de político antes de emily o en su propio hijo,..
ya dije san y britt juntas o no son WANKY`S,....

nos vemos!!!

PD; VISTES LA PANCITA DE NAY!!!!!! ojala quiero el CD,... el aborto de mono no era para nay,... esta haciendo exactamente lo mismo con adriana x ej en la apariencia,...
PD2, ya te aviso por ahí me desaparezco por semanas,... empiezo a entrenar para torneos de artes marciales mixtas,... pero igual voy a tratar de terminar la historias!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por :) Sáb Mar 07, 2015 4:28 pm

Hola me ebcanta ojala san pueda ver a britt
:)
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Mensaje por 23l1 Sáb Mar 07, 2015 7:28 pm

Sanny25 escribió:La verdad si que esta historia es realmente un un conjunto de secretos, es como si Blaine siempre supiera que a San le gustaban las mujeres, pero a la vez acaba de mostrarse que tienen una hija en comun?? Parece que en verdad que eso que San estuvo con muchas mujeres es una total mentira, pero y cuando eso se rebele y Britt se entere qu San tiene una hija??

Muy Buena historia


Hola, la vrdd esk sip, ai muchos secretos y verdades no dichas entre san y britt... ojala y una de el paso y le diga la vrdd antes que se sepa por otra parte no¿? o que britt descubra lo de san =/. Yo tampoco creo que san estuvo con muchas mujeres, mentiras que le inventan noma ¬¬. Saludos =D


micky morales escribió:ok es obvio que el matrimonio es una farsa pero entonces pq tuvieron una hija? en fin, que pasara cuando britt se entere que santana no es lo que ella piensa?


Hola, mmm una noche de borrachera¿? jaajajaj, puede ser no¿? =o esperemos y sea pronto y no haga nada tonto... mas de lo que ya hizo xD jaajaj. Saludos =D


3:) escribió:holap morra,....

mmmm no se pero no se me hace buena espina las aderson y mas metiendo a britt en el medio!!!!
detesto al los padres de blaine, en serio piensan mas en la carrera de político antes de emily o en su propio hijo,..
ya dije san y britt juntas o no son WANKY`S,....

nos vemos!!!

PD; VISTES LA PANCITA DE NAY!!!!!! ojala quiero el CD,... el aborto de mono no era para nay,... esta haciendo exactamente lo mismo con adriana x ej en la apariencia,...
PD2, ya te aviso por ahí me desaparezco por semanas,... empiezo a entrenar para torneos de artes marciales mixtas,... pero igual voy a tratar de terminar la historias!!!


Hola lu, mmm esos viejos interesados en lo que dirán, sip yo también ¬¬ :@. Jajajajajaaj sip tienes toda la razón, lo son! jajajaaj Saludos =D

Pd: =O NO!! donde, donde, donde!!!! sip seria bueno que saliera... Jajajaajajaaj sip aprovechador noma ¬¬ solo quiere fama, insisto me cae mal :@
Pd2: =O jajaajaj mientras te reportes para ver como estas y algo de información todo bn... =O artes marciales mixtas! osea pobre del que te haga enojar! jajaaj, pero así sabras defenderte muy bn! espero y te vaya bn!


:) escribió:Hola me ebcanta ojala san pueda ver a britt


Hola, jajaajaj esk son las mejores... aunk tengras algunos secretos jajajaajaj. Ojala y se digan las cosas, antes de que pase algo =/. Saludos =D
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