[Resuelto]FanFic Brittana: Ajuste de Cuentas (Adaptada) Cap 12 - Fin

Capitulo 11

Al día siguiente Santana supo, por el dolor pulsátil que sentía en las sienes y el malestar en la espalda, que se había dormido hasta muy pasadas las siete. Gruñó y se puso boca arriba. El recuerdo de la noche anterior acudió a ella como una especie de fría venganza.

Brittany.

No podía pensar en ella sin sentir la punzada de la traición, el ardor de la furia.

¿Por qué no había salido de la habitación la noche anterior?

Se moría de rabia; sin embargo, estaba como clavada al suelo. Brittany había demostrado su argumento. Pero Santana no se sentía menos espiada. La ira no mitigaba el dolor sordo que atravesaba su pecho.

Brittany se había ido.

Ella le había dicho que quería que saliera de su casa, de su vida.

Santana se frotó la frente con el dorso de la muñeca. El ruido de ollas y sartenes procedentes de la cocina se filtraba a través de los conductos de ventilación. El sábado era el día que su mamá preparaba sus famosas tortitas con jarabe de arándanos casero. A Santana no le apetecía explicar por qué Brittany se había marchado sin desayunar. Tardó un cuarto de hora en ir a tumbos hasta la ducha. Se frotó hasta casi irritarse la piel. Jamás admitiría que Brittany tenía razón, pero no había sido capaz de abandonar la habitación, a pesar de lo furiosa que estaba. No obstante, eso no disculpaba lo que había hecho Brittany. Tendría que haberle contado lo ocurrido aquella noche. El agua estaba tibia y Santana tenía los dedos arrugados como pasas cuando salió de la ducha. Al verse de refilón en el espejo parcialmente empañado, se dio cuenta de que su mamá averiguaría que había reñido con Brittany. Vería sus ojos hinchados y enrojecidos, y le pediría una explicación. Santana se puso unos vaqueros y una camiseta, y recordó que tenía que cambiarse antes de comer con los Anderson. Bajó las escaleras con dificultad, pasó por delante de la habitación de invitados y se dirigió a la cocina. Se moría de ganas de tomar un café.

Entró en la cocina y se quedó de piedra.

El cuchillo de Brittany se detuvo en el aire. Aunque parecía imposible, Brittany tenía peor aspecto que ella. Su mamá se fijó en los ojos hinchados de ambas, sumó dos y dos, y dedujo que se había producido una riña de enamoradas.

Santana deseó que hubiera sido sólo eso.

—Siéntate. Te he calentado el plato, Tana—Maribel puso el plato al lado del de Brittany. Santana no quería sentarse en aquel lugar, ni siquiera quería estar en la misma habitación que Brittany. ¿Qué hacía Brittany ahí? ¿Por qué se había sobresaltado tanto al verla?—¡Qué fastidio! Se ha acabado el jarabe. Tengo que ir a buscar más a la despensa.

—Yo lo traeré, mamá—Santana se levantó, deseosa de aprovechar la ocasión para escapar.

—No Tana, quédate con Britt. No se siente muy bien—su mamá salió de la cocina con el entrecejo fruncido—La verdad es que tú tampoco estás en tu mejor momento.

—Lo siento—dijo Brittany, sin levantar la vista del plato, cuando se quedaron solas.

—Anoche dijiste lo mismo.

Santana cortó en trozos su tortita. Los sábados era capaz de pisotear a su propia hija para desayunar tortitas. Aquella mañana la mera idea de tragar le daba asco. Si su mamá no había notado que ocurría algo raro entre Brittany y ella, lo sabría sin duda cuando viese intacto el plato de Santana.

—Quiero decir que siento seguir aquí.

Santana dejó el tenedor sobre la servilleta y la miró fijamente.

—Tienes razón. Esperaba que te hubieras marchado.

—Lo sé, por eso lo lamento—cuando Brittany alzó la vista un instante, a Santana le costó mantener la seriedad. Parecía como si Brittany se hubiera pasado la noche llorando o combatiendo con un peso pesado—Pretendía demostrar algo y lo que hice fue humillarme. Quería que supieras que entiendo cómo te sientes. Sé que eso no cambia las cosas, pero...

Brittany clavó los ojos en su plato y Santana se dio cuenta de lo encorvada que estaba y de lo mucho que le costaba mirarle a la cara.

Se muere de vergüenza.

Dejando a un lado el enfado, Santana no quería que Brittany se sintiera como si hubiera hecho algo malo. Sí, había pasado una noche horrorosa pensando en lo que Brittany había dicho y hecho. Pero mentiría si dijera que no había disfrutado un poco mirando, muchísimo en realidad.

Como Brittany no la miraba, Santana aprovechó la ocasión para analizar su lenguaje corporal. Le ponía nerviosa la forma en que Brittany estaba sentada, como si quisiera parecer más pequeña o pasar inadvertida. Santana recordó a la Brittany que caminaba por los pasillos del instituto de Mckinley. Nunca se había dado cuenta hasta ese momento, pero le molestaba percibir una especie de polvorín oculto bajo aquella apacibilidad.

—Creo que tu mamá sabe que hemos tenido una...

Santana entendió la duda que se le planteó a Brittany.

¿Cómo se llamaba lo que habían tenido?

¿Una riña o una pelea de amantes?

¿Eran amantes?

¿Y todo porque a Santana le había molestado que Brittany la mirara en vez de limitarse a escuchar cuando tenía su orgasmo?

Tampoco habría parado si hubiera sabido que Brittany estaba ahí. En realidad, había pasado gran parte de la noche pensando en aquello. Santana se puso colorada.

Posó la mano en el brazo de Brittany.

—Mírame Britt, por favor—cuando Brittany la miró, Santana vio en ella tristeza y confusión, y se le ablandó el corazón—Creo que me he pasado.

Brittany esbozó una sonrisa de desaprobación.

—Soy yo quien se ha pasado.

Santana tragó saliva.

—Britt, las dos empezamos con mal pie en la fiesta. Ése es el problema. No hemos pasado mucho tiempo de pie, precisamente. Cuando supe que me habías espiado, me dio vergüenza. No, espera, déjame terminar—Santana alzó la mano para detenerla antes de que hablara—Ya te has disculpado de sobra. No digo todo esto para que continúes—tomó aliento—Tú y yo no somos amigas—Brittany se hundió en la silla. Santana tardó unos segundos en continuar—Y deberíamos ser amigas. Creo que podríamos haber sido amigas en el instituto, pero yo tenía tantos problemas en casa que supongo que le saltaba a la yugular a todo el mundo.

—¿Por qué nunca te acercaste a saludarme?

—¿Acaso no lo sabes?—Brittany sacudió la cabeza y Santana sonrió con aire triste—Estaba colada por ti, Britt.

Brittany la miró, boquiabierta.

—Eso dijo Rachel en la fiesta, pero creí que estaba borracha.

—¿Lo dijo? Ojalá me lo hubiese dicho a mí. En aquella época no entendía por qué me gustabas tanto. Sólo sabía que me sacabas de quicio. Mi papá debió de captar vibraciones lésbicas o algo por el estilo, porque lo averiguó mucho antes que yo.

—¿De verdad? Bueno yo no noté nada.

—Tal vez fueran todos aquellos carteles de mujeres deportistas pegados en las paredes de mi habitación. No lo sé. Éramos muy amigos y, de pronto, fue como si yo me hubiera convertido en un trapo rojo y él en un toro de lidia. Nada más verme, me atacaba. Me llamaba marimacho y, poco antes de marcharme de casa, empezó a decirme que iría al infierno por tener aquellos sentimientos. No se lo conté a nadie, pero me pareció que todos lo sabían. Las cosas empeoraron cuando me expulsaron.

Brittany se mostró afligida.

—Siempre me sentí culpable de eso. Aquel día debería haber dicho algo.

Santana se encogió de hombros.

—No habría servido de nada. Era fácil encontrar un motivo para expulsarme. Estaba demasiado confundida. No entendía por qué mi papá me odiaba tanto. Daba rienda suelta a mis fantasías porque estaba confundida.

—¿Y tu mamá?

—Como podrás imaginar, estaba demasiado ocupada tratando de salvar su matrimonio para darse cuenta de mi calvario. No era fácil vivir con mi papá. Yo lo quería, pero se portaba tan mal con mi mamá como conmigo. No creo que ella entendiera el daño que me hacían las cosas que él decía. Mi mamá ha cambiado mucho desde que se divorció. Nunca habíamos estado muy unidas. Supongo que, para ella, ayudarme con Em es una forma de compensarme.

—¿Por eso te casaste con Blaine? ¿Para complacer a tu papá?

Santana suspiró.

—Hice un montón de cosas para agradar a mi papá. Quería que se sintiera orgulloso de mí. Fue el motivo de que ingresara en el ejército. Sí, supongo que también me casé con Blaine para complacerlo a él. Blaine y yo compartíamos apartamento y es mi mejor amigo. Me convencí de que le estaba haciendo un favor. Él quería que sus padres lo dejaran tranquilo y yo quería... quería hacer feliz a mi papá. Probablemente fue una de las decisiones más absurdas que tomamos. Ambos buscábamos una forma de encajar en nuestras respectivas familias y la encontramos casándonos. Creo que en el instituto encontré lo que buscaba en ti, pero no sabía cómo abordarte. Con Blaine fue fácil... No existía atracción.

—Ojalá hubiéramos hablado de esto cuando éramos más jóvenes.

—¿Sugieres que no te gustó saltarte la fase de las conversaciones y pasar directamente a ver cómo nos masturbábamos?—Brittany se puso rígida y miró hacia la puerta—¿Qué ocurre, Britt? ¿No quieres que mi mamá sepa que te masturbas? Es una suerte que no nos viera anoche en el sofá.

—¿Quieres callarte, San? Volverá en cualquier momento.

Brittany parecía crispada, pero su expresión reflejaba alivio.

—Tardará un poco. Sabe que nos peleamos y nos está dando la oportunidad de reconciliarnos.

—Yo no le he contado nada.

Santana arqueó una ceja.

—No hace falta. Las madres saben esas cosas.

Le arrancó otra sonrisa a Brittany y su corazón brincó de alegría y más escuchar el “San” otra vez.

—San, ¿a qué te referías antes cuando dijiste que no éramos amigas?

—Quería decir que en realidad no nos conocemos. No sé qué significo para ti. Mis suegros te contrataron para que contaras mis trapos sucios y tú aceptaste el trabajo—Santana levantó las manos—Sí, me dijiste que les habías devuelto el cheque y te creo, en serio, pero no puedo olvidar que en un primer momento aceptaste el trabajo. Aparte de que tú y yo no hemos hecho nada, salvo odiarnos o mantener relaciones sexuales: nada más. No hay un punto intermedio. Tengo la sensación y la esperanza de que puede haber algo más, por eso no quiero seguir acostándome contigo.

—¿Qué significa eso?

Santana notó la decepción en la voz de Brittany y se esforzó por hablar en un tono desenfadado.

—No lo tengo muy claro.

—Entonces, ¿por qué crees que puede haber algo más?

—Es un presentimiento.

Tal vez Santana reparó en que Brittany apenas hablaba, pero se comportó como si todo fuera normal, igual que Maribel. No se volvió a hablar de que Brittany se marchara. Incluso ayudó a preparar la comida y escuchó en silencio mientras Maribel y Santana hablaban de todo lo habido y por haber, desde el gimnasio hasta Emily.



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Brittany siempre había creído que no se le daban bien los niños, pero por algún motivo Emily le había cogido cariño.

En cuanto la niña entró en casa, fue corriendo hacia ella con los brazos abiertos. Brittany no estaba preparada para recibir el impacto de la cabecita de Emily en su abdomen; sin embargo, reaccionó bastante bien e incluso le dio palmaditas en la espalda. Miró a Santana en busca de ayuda, pero Santana estaba demasiado atareada cogiendo las cosas de Emily de manos de Blaine e interesándose por lo que habían hecho durante el día festivo.

Brittany se libró con mucho cuidado de los brazos de Emily y se agachó porque suponía que era lo que se hacía con los niños.

—¿Lo has pasado bien?—Emily asintió y se embarcó en un confuso relato sobre su papá y ella que dejó a Brittany agotada. Por fin, Maribel salió de la cocina y se llevó a la niña para contarle un cuento y hacer que durmiera la siesta. Cuando Brittany se dio cuenta de que, tanto Blaine como Santana la miraban, dijo en tono dubitativo—Es un encanto de niña.

La sorprendieron las expresiones idénticas de orgullo en los padres de la pequeña.

A Brittany seguía sin convencerle Blaine. No le gustaba que dejara a Santana la parte más pesada, pero estaba segura de que amaba a su hija y de que lucharía por ella.

—He llamado a mis padres cuando venía hacia acá. Estaban en el club, en los dos últimos hoyos. Llegarán dentro de una hora, más o menos—Blaine miró los vaqueros, la camiseta y las sandalias Keen de Santana—Te vas a cambiar, ¿verdad?

Brittany estuvo a punto de decir algo en defensa de Santana, pero se contuvo. No tenía derecho a inmiscuirse en la conversación.

—La verdad es que había pensado cambiarme—respondió Santana—, pero no pienso ponerme de tiros largos como tú. ¿Quién te ha vestido? ¿Tu mamá?

Brittany sonrió mientras contemplaba la camisa rosa pastel, los pantalones blancos y los zapatos náuticos a juego que llevaba Blaine. Realmente parecía como si lo hubiera vestido Pam Anderson.

—Tu hija me ayudó a escoger la ropa.

Santana entrecerró los ojos.

—Mentiroso. Em odia el rosa. Y si los pantalones fueran un poquitín más ceñidos, tendrías que poner el letrero de sólo para mayores en la entrepierna. Es un modelo especial de Pam y lo sabes.

Blaine miró sus ropas y se rió, ante la sorpresa de Brittany.

—No está tan mal, pero ¿puedes creer que después de todos estos años aún sabe mi talla? No es un modelo tan horrible. Creo que mi mamá compró todo lo que vio en la foto del catálogo. Lo recibí por correo las Navidades pasadas, ¿recuerdas? Envuelto en papel de regalo de la tienda, con una tarjeta escrita por otra persona.

—Sí, pero no tenía ni idea de lo espantoso que era. Oye, ¿no venía con un pañuelo a juego?

—Ni lo nombres—dijo Blaine con cariño, y Brittany se fijó en que Santana y Blaine habían encontrado un agradable cauce para su relación.

Se comportaban como dos hermanos, más que como un matrimonio. Brittany seguía sin entender qué había ganado Santana al casarse. Podrían haber tenido a Emily sin pasar por la vicaría. No obstante, comprendía el deseo de tener una familia y unas raíces. Ella lo había sepultado en lo más oscuro de su mente al hacerse adulta, pero seguía ahí.

Mientras se vestía lentamente para la comida con los Anderson, Brittany no paraba de analizar lo que Santana había dicho, en relación al hecho de que podía «haber algo más» entre ellas. Lo cierto era que sentía algo por Santana. En caso contrario, habría aceptado su ultimátum y habría regresado a New York, cosa mucho más llevadera desde el punto de vista emocional. No se habría visto en el brete de enfrentarse a sus propios sentimientos, pero no podía dejar las cosas inacabadas.

Brittany se miró al espejo. Tenía un aspecto profesional, incluso atractivo, pero la ropa de trabajo hacía que se sintiera fuera de lugar. Santana no le había pedido que se cambiara, pero sabía, sin necesidad de que se lo dijeran, que los Anderson torcerían el gesto ante alguien vestido con vaqueros.

Brittany permaneció en la habitación de invitados todo lo que pudo antes de ir a la sala, donde Santana esperaba que conversasen civilizadamente. Santana había dicho que se iba cambiar de ropa, pero Brittany no imaginaba que se cambiaría tanto. No quedaba ni rastro de la chica con vaqueros flojos y sudadera. Ni rastro de la atractiva profesora de gimnasia.

Santana había efectuado una transformación camaleónica y Brittany no sabía dónde mirar. Siempre había sido guapa. Incluso en el instituto, a Brittany le había costado no encontrarla atractiva. Santana se había recogido el pelo con un elegante adorno de piel. Llevaba pantalones de lino, sandalias y una camiseta de tiras. Brittany admiró sus poderosos hombros y brazos. Ojalá tuviera derecho a acercarse a ella, besarla y decirle que estaba estupenda, pero no lo tenía. En realidad, ni siquiera tenía derecho a estar ahí. Se trataba de un asunto familiar y ella no formaba parte de la familia.

No, pero me gustaría.

Santana levantó la vista, como si hubiera oído sus pensamientos, y sorprendió su mirada.

El timbre de la puerta las salvó de un momento embarazoso.

—Abro yo—dijo Blaine y salió corriendo como si Santana o Brittany tuvieran intención de disputarle aquel privilegio.

Brittany se acercó a Santana y le dio una palmada en la mano.

—No te preocupes San, ¿vale?

Santana sonrió tímidamente.

—Me alegro de que no te marcharas anoche, Britt.

Brittany no tuvo ocasión de analizar aquella frase, porque enseguida oyó dos voces quejumbrosas, alternadas con otra conciliatoria.

Arnult y Pam entraron en la sala como si la casa fuera suya. Resultaba evidente, por las camisas Penguin a rayas y los pantalones blancos que ambos llevaban, que habían interrumpido un partido de golf para asistir a la reunión con su hijo y la que pronto sería su ex nuera.

La incómoda situación que Brittany esperaba cuando la pareja se diera cuenta de que estaba ella ahí no se produjo.

—Señorita Pierce, ¿qué tal está?—dijo Arnult con naturalidad, como si se hubieran encontrado en la sección de congelados del supermercado.

Brittany consiguió sobreponerse y bajar la barbilla en una especie de saludo.

Blaine estaba pálido y no se atrevía a mirar a Santana. A los Anderson no les extrañó ver a Brittany.

Lo cual significa que sabían que yo estaba aquí. El único modo que tenían de saberlo es que alguien se lo hubiera dicho.

A Brittany se le encogió el estómago ante la sospecha de que la espiaban. Quería preguntarles a los Anderson quién diablos se creían que eran, pero se contuvo.

No se trataba de ella.

Estaba ahí para apoyar a Santana si lo necesitaba. En caso contrario, pensaba mantener la boca cerrada.

—Supongo que no hemos venido a comer, ¿verdad? ¡Qué lástima, porque me apetece picar algo!—Pam Anderson consiguió mostrarse suspicaz y frívola al mismo tiempo.

Brittany empezaba a verla con ojos muy distintos y no para bien.

—¿Te preparo una copa, mamá?—preguntó Blaine.

—Acabo de decir que tengo hambre—repuso Pam con aspereza, mientras miraba el reloj—, no sed. Además, aún no son las dos.

Blaine estaba tan desconcertado que Brittany tuvo que reprimir una carcajada.

Su cara expresaba claramente lo que no había dicho en voz alta: ¿Desde cuándo te guías por el reloj para tomar una copa?

—Mi mamá y yo hemos preparado comida, pero nos gustaría hablar antes—Santana parecía tan tranquila que Brittany aprovechó la ocasión para mirarla. A diferencia de la de Blaine, la expresión de Santana era serena. En realidad, su rostro carecía de expresión, por decirlo de una forma más precisa—¿No se sientan?

Brittany se fijó en que alguien había llevado más sillas y se sentó en la más próxima a Santana.

—Parece obvio que no nos han hecho venir sólo para comer. ¿De qué se trata entonces?—preguntó Arnult.

También en esa ocasión respondió Santana:

—De la gente que contratan para que me investigue.

Las cejas de Arnult dibujaron un gesto burlón, como de sorpresa, y Brittany lo imitó. No esperaba que se pusieran a hablar del tiempo, pero tampoco que Santana fuera al grano de entrada.

—La verdad es que me asombra que la señorita Pierce no respete la confidencialidad de sus clientes.

—Brittany no nos lo contó. Los vi en el hotel, ¿recuerdas?

Brittany giró la cabeza para mirar a Blaine, que se hallaba sentado al otro lado de Santana.

Curioso que Blaine me defienda.

—¿Y te contó también que se acuesta con tu mujer?—preguntó Pam Anderson en un tono desenfadado.

—No—respondió Blaine—Santana se dejó eso en el tintero.

Brittany aplaudió mentalmente a Blaine. No la fascinaba, pero tenía que reconocer que Blaine lo estaba intentando y había ganado puntos sólo por la expresión de sorpresa que veló la cara de Pam. Brittany se dio cuenta de que su composición familiar era como un juego de niños en comparación con la de aquella gente.

—No me parece apropiado que esté aquí—Arnult se dirigió directamente a Brittany—¿Siempre tiene una relación tan personal con sus clientes?

Brittany se preguntó a qué se debía tanta atención centrada en ella y se dio cuenta de que Arnult estaba intentando ganar terreno, así que decidió no concedérselo.

—Sí, en efecto. Con todos.

Sonrió al ver la cara de incredulidad de Arnult.

Fin de la conversación, imbécil. Esto no va conmigo y tú lo sabes.

—¿Qué esperaban ganar investigándome?—preguntó Santana al fin—Blaine y yo ya les hemos dicho que nuestra relación se ha acabado.

—Te vas a divorciar de nuestro hijo—explicó Pam.

—Es un divorcio amistoso.

—Los divorcios nunca son totalmente amistosos. Queremos proteger a Blaine porque es demasiado ignorante y no sabe proteger sus propios intereses.

—Gracias, mamá—intervino Blaine con acritud.

Brittany se dio cuenta, al ver cómo se ruborizaba, que no era la primera vez que sus padres le llamaban tonto en público.

—Es lo que hacen todos los padres—comentó Pam en tono condescendiente.

—Eso es lo que no entiendo. ¿De dónde sacas que soy un peligro para Blaine? Su nombre ya no figura en la escritura de la casa. Puede ver a Emily siempre que lo desee y el dinero de la pensión de la niña se invierte en un fondo para pagar sus estudios. ¿Qué crees que voy a arrebatarle?

Brittany reaccionó de forma instintiva. Estiró el brazo y cogió la mano de Santana. Brittany la miró y la frustración que vio en su rostro fue tal que le dolió no poder abrazarla.

Pam abrió el enorme bolso que llevaba y sacó una carpeta.

—Cuando tienes un hijo, se acaban las diversiones—dijo en tono desenfadado.

—¿Acaso pretendes enseñarme a ser mamá?

El rostro de Santana dejó de mostrarse inexpresivo y se puso lívida. Cada palabra que salía de sus labios destilaba veneno.

—Mamá, no deberías...—se atrevió a decir Blaine.

—En eso tienes mucha razón, no debería. Deja que te diga algo. A mi hija no le da miedo estar conmigo. No se morirá de angustia cuando tenga que cenar conmigo una vez al mes ni tendrá que considerar mis sentimientos antes de tomar cualquier decisión cuando sea adulta.

Brittany estuvo a punto de levantarse y aplaudir a Santana, pero Pam ni se inmutó. Se diría que no había escuchado ni una palabra de lo que había dicho Santana.

—¿Y cómo crees que se sentirá cuando vea esto?—Pam abrió la carpeta y la dejó sobre la mesa. Todos se inclinaron y vieron una foto de Santana caminando por la calle en compañía de alguien y riéndose. Brittany reprimió una punzada de celos. Era evidente que las dos mujeres de la foto salían de una discoteca. Ambas sonreían y Brittany tuvo que reconocer que hacían buena pareja. Pam apartó la foto y mostró otra en la que aparecía un coche desconocido aparcado ante la casa de Santana y el mismo coche aparcado al día siguiente por la mañana. Brittany se puso como un tomate—Cuando nos dimos cuenta de la magnitud del asunto, nos pareció preferible recurrir a alguien un poco más discreto—Pam se recostó en la silla y miró a Brittany—Al menos lo intentamos.

Por tanto, no fui la primera persona que los Anderson contrataron para espiar a Santana.

Brittany miró a Santana esperando ver rabia, no una expresión de profundo disgusto.

Santana sacudió la cabeza.

—¿Y eso es todo? No me lo puedo creer.

—Quinn es amiga de Santana—replicó Blaine.

—Blaine, no hace falta que me defiendas—Santana miró a los Anderson y trató de hablar con educación—Lo que hago en mis ratos libres no es de su incumbencia. Y mucho menos ahora.

—Estás educando a nuestra nieta. No queremos que se avergüence porque han visto salir a su mamá de un conocido local de ambiente homosexual. Con una...

—¿Lesbiana?—sugirió Brittany, amablemente.

—Quinn se quedó en casa esa noche. Había bebido demasiado. Durmió en la habitación de invitados. No sé por qué me molesto en daros explicaciones.

—¡Qué suerte que tengas una habitación de invitados! ¿Es dónde se aloja la señorita Pierce?—Pam dejó bien claro que pensaba que Santana utilizaba la habitación de invitados para esconder a sus ligues—Por cierto, esa foto se hizo antes de que le solicitaras el divorcio a mi hijo.

—Mamá, estaba al tanto de todo. Sabía que Santana había ido a la discoteca y que Quinn había dormido aquí. Es la casa de Santana. Puede invitar a quien le apetezca.

A Brittany le estaba costando mucho morderse la lengua. Blaine intervenía cuando podía, pero sin hacer nada por desviar la atención de Santana. No se comprometía, y al mismo tiempo parecía como si defendiera a Santana.

—No queremos que nuestra nieta se eduque en semejante ambiente.

Santana los miró.

Brittany se puso rígida, a causa del miedo y los nervios.

—¿Su nieta? Dime una cosa, Pam. ¿Cuándo es su cumpleaños?—Pam no respondió y Santana le lanzó una mirada de desprecio, como si no pudiera soportarla. Brittany conocía aquella mirada y se alegró de que no fuera destinada a ella—¿Cuál es el color favorito de Emily? ¿Y los dibujos animados que más le gustan? Resulta que no sabes nada de tu nieta. Entonces, ¿por qué narices te preocupa tanto el ambiente en el que vive?

—Mamá, quiero a mi hija. No la dejaría en un lugar en el que no estuviera bien, y Santana opina lo mismo. Agradecemos tu interés, pero déjalo ya. Ahora mismo.

¡Vaya, mira quién ha sacado pecho!, pensó Brittany, mientras continuaba revisando el contenido de la carpeta, como si estuviera viendo fotos de las vacaciones. Pam tenía más fotos de Santana y de su amiga Quinn saliendo de la discoteca y una foto de Santana despidiéndose de Quinn al día siguiente, lo que a Brittany le costó asimilar. También había una instantánea de la noche anterior, de la propia Brittany delante de la ventana con cara de angustia.

—¿Qué diablos es esto?—Brittany se inclinó y cogió la foto para verla bien—¿Es de anoche? ¿Cómo han...?

Pam Anderson torció la boca.

—Me han dicho que las cámaras digitales son estupendas.

—¿Qué quieren en realidad?—preguntó Santana en un tono cansado y abatido, que a Brittany le dolió oír.

Blaine cogió la carpeta y examinó su contenido.

—Queremos que reconsideren su divorcio.

Santana y Blaine se quedaron boquiabiertos, pero Santana reaccionó antes.

—¿Y por qué diablos íbamos a hacer semejante cosa?

—Por favor, mide tus palabras, Santana. Por lo visto los dos han perdido la perspectiva. ¿Creen que nos molestan los flirteos? En absoluto—Pam y Arnult se miraron—Pero sabemos las consecuencias que puede tener una mala decisión. ¿Tienen idea de lo difícil que lo tendrá la niña cuando quieran matricularla en una escuela privada? Hoy en día se mira todo.

—¿En Lima, Ohio?—preguntó Brittany en tono jocoso.

No sabía que hubiera escuelas privadas en Lima, Ohio, y mucho menos de las que tenían en cuenta el estado civil y la sexualidad de los padres.

Pam continuó como si no la hubiera oído.

—Si no va a un buen centro preescolar, no entrará en la mejor escuela primaria y olvídate de la escuela preparatoria.

—¿Me estás tomando el jodido pelo?

La pregunta de Santana reprodujo a la perfección los pensamientos de Brittany. Brittany esperaba una reprimenda por parte de Pam, cuya expresión indicaba, sin embargo, que había clasificado a Santana como caso perdido. A Brittany le gustaba aquella faceta de Santana. Se había estado preguntando cuándo reaccionaría y en ese momento la encontraba fascinante.

—Tus padres están divorciados, así que no comprendes la importancia de todo esto, pero en nuestras familias nunca ha habido divorcios. Tratamos de disuadir a Blaine de que se casara contigo, pero no nos hizo caso. Tienen una hija. No pueden alejarse como si no hubiera un compromiso.

—¿Compromiso? Esto no tiene nada que ver con compromisos. Ni siquiera con Emily—repuso Santana—Se trata de lo que ustedes y sus amigos piensen. Les importa más lo que piensen los desconocidos que la felicidad de su propio hijo.

Arnult debió de creer que Santana no merecía respuesta porque se dirigió a su hijo:

—Blaine, ¿y qué pasa con tus aspiraciones políticas? Los electores de Ohio no van a votar a alguien incapaz de mantener unida a su propia familia.

Por fin llegamos al meollo de la cuestión.

¿Los electores de Ohio?

¿Viven en la Edad Media?

¿Qué cono les importa a los electores de Ohio que Blaine se divorcie?, pensó Brittany.

Blaine tenía las manos entrelazadas, colgando entre las piernas. Cuando levantó la vista, Brittany percibió su agotamiento: llevaba años oyendo lo que tenía que hacer con su vida. En comparación, su propia niñez parecía un sueño.

—¿A qué viene todo esto? Ya les he dicho que no tengo claro que quiera dedicarme a la política. Bastante atareado estoy.

Brittany se mordió el interior de la mejilla.

Eso de que no lo tienes "claro" no significa nada para ellos, monada.

Arnult sonrió.

—Cuentas con empleados eficientes en los que puedes confiar. Déjales que se ocupen de los asuntos rutinarios. Debes supervisar las cosas, pero a estas alturas te conviene diversificar tu carrera.

—¿No han oído lo que ha dicho? No quiere dedicarse a la política—aclaró Santana, harta.

Pam alzó una mano.

—Los Anderson siempre han participado en la vida política de Ohio de alguna manera. Es su obligación. No tiene nada que ver con lo que él quiere. Si insistes en divorciarte, nadie te lo impedirá—Pam torció el gesto y miró a Brittany como si fuera una mancha en una alfombra nueva.

Aquella gente iba en serio. No les importaba destrozar la vida de su hijo, lo cual significaba que su esposa, al margen de que fuera a divorciarse de Blaine, también era un blanco que había que derribar. Santana había confesado que había cometido algunos errores en su vida. Desde luego, casarse con Blaine Anderson ocupaba un lugar muy alto entre ellos.

Blaine abrió la carpeta de nuevo.

—¿Han visto todas estas fotos?

Pam se estremeció.

—Bueno claro que no. ¿Para qué?

—Deberíais verlas. Son de lo más interesante—Blaine cogió una foto y la puso sobre la mesa—Sobre todo ésta—Brittany se inclinó hacia delante, igual que Santana y los Anderson, para ver bien. Era una foto muy buena de Blaine acompañado por el tipo con el que Brittany lo había visto en el restaurante del hotel. Estaban jugando junto a una piscina. Blaine cogió otra foto—Ésta es mejor.

Blaine abrazaba a su amigo. A Brittany la asombró la perfección de los detalles captados por la imagen. Todo se veía clarísimo, incluso las gotas de agua que perlaban las pestañas de Blaine.

—Tienes razón—comentó Santana en voz baja—Es guapo.

—Si continúan con esto, me aseguraré de que todo Ohio se entere de por qué San y yo nos llevamos tan bien.

Caramba, Blaine, valiente, lo has dicho sin perder la compostura. Has estado sensacional.

—Blaine, esto es muy desagradable.

—Papá, me estás llamando desagradable. Tal vez a ti te lo parezca, pero se trata de mi vida. No permitiré que se acerquen a mi hija si no me respetan ni respean a su mamá. Estoy harto de fingir y de pedir a mis amigos que finjan. Se acabó. Dejen tranquila a Santana si no quieren que salga del armario en la primera página del Lima, Ohio Repórter.

Pam se habría alejado más de las fotos si hubiera podido. Había adoptado una postura tan erguida que Brittany temía que tuvieran que insuflarle aire en los pulmones a través de los cenicientos labios.

Brittany se aclaró la garganta. Había llegado el momento de intervenir.

—Ya pasan de las dos. Supongo que ahora le apetecerá esa copa.

Capitulo 12

—¿Creen que nos dejarán en paz?—preguntó Santana cuando entró en la sala, después de acompañar a Pam y a Arnult hasta la puerta.

Blaine estaba absorto en sus pensamientos y fue Brittany la que respondió:

—No lo sé, pero has dado en el clavo con esos dos. Sólo les importan las apariencias. Mientras piensen que su hijo saldrá del armario si montan un escándalo, se mantendrán alejados—Brittany se dirigió a Blaine, cosa que Santana agradeció. Le costaba trabajo hablar con Brittany—Has hecho lo mejor para cortar esto de raíz.

Blaine asintió dos veces, pero parecía como si le hubieran arrancado el corazón.

—Aún no puedo creer que lo sepan—Blaine miró a Santana en busca de apoyo.

—Sabías que algún día tendrías que decírselo—comentó Santana con delicadeza.

Blaine parpadeó.

—Sí. Pero creí que me sentiría más aliviado—se dio una palmada en los muslos y se los frotó. Sonrió, pero su cara reflejaba aturdimiento, no alegría—Creo que esto hay que celebrarlo con un helado y una película. ¿Se apuntan?

Brittany se aclaró la garganta.

—Gracias por la invitación, pero debo volver a New York.

Blaine miró a Santana y ésta desvió la vista. Brittany no apartaba los ojos de ella.

Así se acaba la historia.

Blaine se levantó, claramente incómodo por la tensión reinante.

—Voy arriba a ver si a Maribel y a Em les apetece salir a dar una vuelta. Brittany, en otras circunstancias...—Blaine extendió la mano y Brittany se la estrechó.

Santana esperó a que Blaine saliera de la sala.

—¿Seguro que no quieres quedarte otro día? Si te apetece, puedes hacerlo.

Brittany la miró. Santana parecía decepcionada.

—Prefiero no conducir de noche si puedo evitarlo. Es mejor que recoja mis cosas.

Santana dejó que Brittany se fuera porque no sabía qué más podía hacer. Ciertamente no quería que se marchara, pero tampoco la había engañado.

Necesitaba algo más que sexo de vez en cuando.


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Santana sonrió para complacer a su hija, pero le dio la sensación de que Blaine y su mamá no eran tan fáciles de engañar. El abrazo de despedida que le dio su mamá duró demasiado, teniendo en cuenta que sólo iban a tomar un helado y a ver una película.

En cuanto la puerta se cerró, la sonrisa de Santana desapareció.

Le dio tiempo a Brittany hasta que ya no pudo más y se dirigió a la habitación de invitados. Tenía el estómago convertido en conjunto de nervios. Santana llamó a la puerta, pero no esperó a que Brittany le respondiera.

Brittany estaba en medio de la habitación, con una mirada interrogante. Santana se acercó a ella y la abrazó. El abrazo le proporcionó el contacto que tanto ansiaba, pero no le dejó percibir la confusión de Brittany.

—Lo estás poniendo muy difícil, San—dijo Brittany contra el hombro de Santana.

—No quiero que sea fácil.

—Pero dijiste...

—Ya sé lo que dije, Britt.

Santana quería que Brittany entendiera que no la había rechazado. Intentaba explicarle que deseaba una relación basada en algo más que el sexo y en discusiones sobre quién había hecho daño a quién diez años antes.

Estaba harta de ocultar sus sentimientos.

Había tenido una segunda oportunidad de mostrarle a Brittany su verdadera identidad y había fracasado. Santana se derrumbó y Brittany la estrechó entre sus brazos como si quisiera trasmitirle su fuerza.

Santana hundió las manos en los cabellos de Brittany, y se besaron. Y en ese beso de despedida Santana expresó todo lo que llevaba dentro.

A Santana se le agarrotó la garganta cuando recordó que Brittany vivía a horas de camino, tenía una empresa, no le había prometido nada ni había dado a entender que buscara algo más que sexo en su relación.

Ella no podía seguir ofreciéndole sexo, pero sí podía hacerle el amor, demostrarle lo que era incapaz de expresar con palabras.

Hizo ademán de desabrocharle la camisa, pero Brittany, la detuvo.

—San, mírame—Santana obedeció y se arrepintió enseguida—Me desconciertas totalmente.

—Sí, yo también estoy desconcertada. Pero quiero hacer el amor contigo. Ahora. Por favor, Britt.

El deseo de Brittany se impuso sobre su confusión.

De acuerdo, no quiero hablar. Pero tenemos que hablar.

Santana dejó a un lado aquellas reflexiones mientras desnudaba a Brittany. No perdió el tiempo haciendo lo propio: se quitó la ropa de cualquier manera y la arrojó al suelo. Tenía el vello erizado cuando tendió a Brittany sobre la cama y se acostó junto a ella. Santana abrazó a Brittany. Comprendió que se estaba despidiendo de ella, y le dolió más que si pensara que había sido una relación meramente sexual.

Debería decírselo ahora. Si se lo digo, tal vez no se marche. Pero si se lo digo y se marcha...

Brittany había logrado ajustar cuentas por fin, pero no lo sabía.

Santana dejó de obsesionarse y cubrió con su boca la areola de Brittany. Lamió el pezón lentamente hasta que formó un durísimo punto de placer. Brittany enterró los dedos entre sus cabellos, apremiándola para que continuara. Santana, incapaz de contenerse, colocó el cuerpo entre las piernas de Brittany y apretó el estómago contra la sedosa humedad. Le arrancó un gemido a Brittany antes de deslizarse hacia abajo. Le rodeó los muslos con sus brazos y la levantó hasta que la tuvo ante sí, abierta y hermosa. Temblaba mientras deslizaba la lengua sobre los sensibles labios mayores de Brittany, propagando calor y humedad antes de acercar la boca al clítoris y acariciándolo hábilmente con la punta de la lengua. Aspiró el aroma de Brittany, procurando ignorar las vibraciones de su propio clítoris. Luego, tras decidir que ambas habían aguantado demasiado, puso las manos bajo sus nalgas, induciéndola a que se abriera. Mientras la acariciaba, su lengua se introdujo en el lugar donde no le importaría pasar horas y horas. Empujó la lengua todo lo que pudo, extendiéndola para que lamiera las temblorosas paredes de la vagina. Santana obtuvo todo lo que Brittany podía ofrecer. Las caderas de Brittany se movieron dibujando un sensual ocho que marcó un cómodo ritmo durante varios minutos. Santana casi lamentó que los dedos que acariciaban sus cabellos se mostrasen cada vez más apremiantes. Brittany ya no controlaba los movimientos de las caderas y su respiración era trabajosa. Santana podía ralentizar las cosas, ganar unos minutos más de maravillosa unión, pero su propio deseo aumentaba con el de Brittany. Entendió lo que quería Brittany cuando la sujetó con más fuerza e insistencia. Incluso entendió su reticencia ante el inevitable fin cuando la oyó gemir:

—Oh, no.

No había vuelta atrás. Brittany, agotada toda resistencia, estaba al borde del orgasmo. Santana retiró las manos, situadas bajo el cuerpo de Brittany para sostenerla como en un sacrificio, e introdujo dos dedos en su interior mientras elevaba la lengua y la acariciaba hasta conducirla ante las puertas del orgasmo. Cuando éstas se abrieron, Brittany se arqueó con violencia. Santana estaba preparada y se apoyó en un brazo, negándose a apartar la boca hasta que hubiera saboreado la última gota del placer de Brittany como si fuera suyo. Consiguió bloquear mentalmente el fuego que ardía en sus propias entrañas hasta que los gritos se convirtieron en suaves suspiros. Santana apoyó la cabeza en la cadera de Brittany y se preguntó cuántas veces recordaría sus gritos de placer en sueños cuando regresara a New York. Hundió los dedos entre las sábanas y separó las piernas para evitar la fricción. Se quedó sin respiración cuando observó que su cuerpo estaba decidido a arrastrarla hasta donde aún no deseaba ir.

—No te atrevas, San—murmuró Brittany.

Y, en una sorprendente manifestación de fuerza, hizo que ambas rodaran y se colocó entre las piernas de Santana. Ésta trató de ayudar, pero se le cerraban los párpados. No le quedaba más remedio que recibir el placer, aunque se daba cuenta de que significaba el fin. Recordó y repitió el «oh, no» de Brittany mientras su cuerpo galopaba en la cama. Brittany la penetró con caricias rápidas y seguras, apuntaladas por su muslo. Santana gritó ante aquella gloriosa invasión. Su cuerpo se cerró contra los dedos de Brittany, negándose a perderla, mientras el orgasmo nacía en las yemas de los dedos de Brittany y ascendía en oleadas por su cuerpo hasta la cabeza, para descender luego otra vez hasta las puntas de los dedos de los pies.


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Se ducharon, tocándose con respeto, y se vistieron sin decir palabra. Santana salió de la habitación en silencio mientras Brittany guardaba sus cosas en el bolso.

Por fin había llegado la hora de que Brittany se fuera.

Brittany notaba algo espeso y molesto en la garganta cuando entró en la sala.

Santana estaba en el centro de la habitación con los brazos cruzados.

—¿No quieres quedarte a cenar? Em se disgustará si no se despide de ti.

Brittany clavó los ojos en su rostro. No creía que Emily se disgustara por su marcha. Sólo la había visto dos veces, aunque la niña siempre había manifestado alegría al verla.

—¿Y si te despides de ella en mi nombre?—sugirió Brittany. ¿Qué significaba todo aquello? Se suponía que tenía que salir por la puerta sin mirar atrás, para no volver nunca. Santana había dicho que no podía mantener una relación de aquella clase con ella, por tanto ¿no se había acabado todo?—¿Te importaría darle también las gracias a Maribel de mi parte?

Santana asintió:

—Lo haré.

—Ahora sí que me marcho. Seguro que me espera una montaña de trabajo.

Era mentira.

Emma la habría llamado si hubiera algo urgente. No habría ningún trabajo abrumador que sofocase aquel dolor cuando volviera a New York: sólo un departamento de paredes desnudas y muebles casi sin usar, que había elegido un decorador profesional.

—¿Me llamarás cuando llegues a casa, Britt?

Santana parecía preocupada, pero Brittany se animó al instante. Aquello no era una despedida y, si lo era, no se trataba de algo definitivo.

—Sí, te lo prometo, San.

Sin darse cuenta, Brittany tenía el bolso apretado contra el pecho. Santana extendió la mano para cogérselo, se lo quitó con suavidad y se acercó a la curva de su cuerpo.

Dijo que quería que la llamara al llegar a New York. No se ha acabado todo.

Bueno claro que se ha acabado.

Vives a horas de aquí.

Te explicó que necesitaba más de lo que tú puedas ofrecerle.

¿Por qué resulta tan doloroso?

Brittany rozó con los labios la mandíbula de Santana. Ambas mujeres permanecieron unidas y, si no hubiera sido por el leve tic-tac de un reloj, Brittany casi habría creído que su oración pidiendo que el tiempo se detuviera había sido escuchada.

Vete, Brittany. Vete de una vez.

—Te llamaré—dijo y Santana asintió.

Llamaría.

No sería capaz de no llamar, pero temía que con el tiempo se alejaran. Las dos se dedicarían a sus respectivos trabajos y las conversaciones serían cada vez menos frecuentes, hasta que una de ellas, seguramente Santana, olvidara llamar. O peor, hasta que encontrara lo que buscaba en otra persona. Entonces no quedaría nada, salvo un agujero en el lugar que antes ocupaba el corazón.

La iniciativa del beso partió de Santana y Brittany se aferró a él, pero Santana no deseaba prolongarlo. Acercó la mano a la nuca de Brittany y con un dedo comenzó a dibujar caricias que casi arrancaron gemidos a Brittany. Santana buscó de nuevo sus labios y le dio breves besos, dulces e increíblemente dolorosos a la vez.

Brittany se imaginó con la espalda pegada a una dura pared de azulejos e imaginó también la agitación que uno experimentaba cuando le pedían, en realidad, cuando le imploraban, algo que no sabía hacer.

Santana alzó la cabeza por fin, pero Brittany se resistió a abrir los ojos por miedo a la expresión de la otra mujer.

—Tengo algo para ti—Santana se apartó y cogió algo del sofá que Brittany no había visto: un paquete rectangular envuelto en una bolsa de papel y atado con cordel blanco. Se lo entregó a Brittany con manos temblorosas. Parecía distante, inexpresiva—Ábrelo cuando llegues a casa, Britt.

Brittany asintió con la cabeza. Cogió el bolso y salió de la casa de Santana López, con los ojos borrosos, tratando de explicarse por qué diablos se sentía tan entumecida. Puso el bolso en el asiento trasero del coche y el paquete de Santana delante. Parecía un marco de fotos, pero no le creía propio de Santana regalarle una foto enmarcada. Brittany puso el coche en marcha y salió a la carretera. Poco después estaba en la autopista de New York, con la música a buen volumen para alejar de la mente ideas que la perturbaban. Sintonizó la emisora de música de los años noventa que le recordaba el instituto, lo cual ya no resultaba tan desalentador. Llamaría a Santana en cuanto llegara a casa para agradecerle el regalo. Brittany miró el paquete que estaba en el asiento del acompañante y se preguntó qué sería. Era evidente que Santana deseaba mantener algún tipo de relación con ella; de lo contrario, no le habría hecho un regalo ni le habría pedido que la llamara al llegar a casa. Condujo durante cinco minutos sin poder apartar los ojos del paquete. Una señal le indicó que, tras la salida de Sisters Road, no había otra hasta después de cinco kilómetros.

Brittany tomó la primera salida.

Tras pisar el freno de emergencia y con el coche aún en marcha, Brittany rompió la bolsa de papel marrón y vio que contenía un libro. Lo reconoció a través de las lágrimas. Santana le había dado una copia del anuario del instituto. Siempre lamentó haber olvidado el suyo en el banco aquel día. Lo abrió y reprimió un sollozo cuando reconoció su torpe caligrafía en la solapa interior.

No era una copia.

Era su anuario del instituto.

El que no había vuelto a ver desde aquel día en el vestuario, cuando había sorprendido a Santana garabateando algo en él. Brittany fue a la última página y miró por encima los mensajes de chicas que apenas recordaba o que no recordaba en absoluto, hasta que, por fin, encontró el mensaje firmado por Santana:


En el futuro espero que olvides mi cara y mi voz diciendo cosas tan crueles y falsas. Si recuerdas algo de mí, por favor, que sea esto: siempre lamentaré no haber tenido el valor de decirte que estoy enamorada de ti. Santana López.


Brittany cerró el libro y lo apretó contra su pecho. La primera lágrima brotó al saber que Santana había albergado aquellos sentimientos hacia ella. También ella había experimentado enamoramientos en el instituto. Primero con chicos. Hasta que entró en la universidad no se dio cuenta de que las chicas le provocaban sensaciones mucho más intensas.

En cierto sentido, Santana le había parecido guapa, pero ¿la había visto como algo más que una enemiga?

No lo sabía.

En parte se alegraba de no haber encontrado el anuario. Seguramente era demasiado joven para entender el valor que había tenido Santana al escribir aquello. Sobre todo cuando sabía que eso le había costado romper con su papá.

Con dedos temblorosos Brittany cogió el teléfono móvil y buscó en su agenda de números hasta que encontró el de Santana. Él teléfono sonó y, finalmente, saltó un buzón de voz.

—San..., ¿por favor..., podrías llamarme cuando recibas este mensaje?

Brittany dio su número, por si acaso, y colgó. Tal vez debería haber añadido algo más, que había leído la inscripción del anuario, pero no era capaz de decir algo así al buzón de voz. Le parecía algo demasiado íntimo para arriesgarse a que lo oyera Maribel primero.

Brittany abrió el libro de nuevo, releyó las palabras de Santana y deslizó el dedo sobre el torpe corazoncito con la flecha que lo atravesaba, mientras intentaba imaginar cómo habría reaccionado si hubiera leído aquello a los diecisiete años.

¿Tenía entonces la madurez suficiente para comprenderlo?

Brittany se sobresaltó cuando sonó el móvil, pero enseguida se desanimó al no reconocer el número que figuraba en el identificador de llamadas como el de Santana.

—¿Britt? Anoche me olvidé de poner el inalámbrico en la base y se ha agotado la batería. Te llamo por el móvil. ¿Qué ocurre?—el temor teñía la voz de Santana. Brittany quería tranquilizarla, pero, cuando intentó hablar, sólo salió de su garganta un sollozo ronco. Santana dijo algo, pero sonó como si hubiera puesto la mano sobre el auricular. A Brittany le pareció oír la voz de Maribel—Britt, tienes que calmarte para que te entienda. ¿Has sufrido un accidente? ¿Estás herida? ¿Puedes explicarme dónde te encuentras?—Brittany oyó el ruido de la puerta de un coche al cerrarse, una música estruendosa y luego un taco—Britt, por favor, dime ¿dónde estás?

—Junto a la Autopista Cinco, en Sisters Road—logró decir Brittany antes de que otro sollozo la ahogara.

—De acuerdo, muy bien—Santana parecía aliviada—¿Has tenido un accidente? ¿Estás herida? ¿Has llamado al 911?

Brittany tomó aliento y se cubrió la boca con la mano hasta que se cercioró de que no iba a llorar.

No sabía qué le ocurría.

¿Acaso se podía estar feliz y triste al mismo tiempo?

—He leído lo que habías escrito en mi anuario, San—dijo al fin.

Santana lanzó un suspiro de alivio.

—¿Y te ha hecho llorar como una loca?

—Sí.

—¿Te importaría explicarme por qué?

—Porque creo que siempre lo supe, pero estaba demasiado asustada para hacer nada al respecto—en ese momento a Brittany le pareció que Santana lloraba—Lo que escribiste es precioso, San.

—Era una cursilada. Britt—Santana habló como si se sintiera avergonzada—Leí todas aquellas novelas románticas que te arrebataba con la esperanza de que me ayudaran a encontrar algo que decir, pero nunca tuve el valor de expresarlo. Además, en aquella época me odiabas a muerte.

—Nunca me han escrito nada tan bonito.

—Britt, ¿crees...?

—Sí, San, si—respondió Brittany.

—Ni siquiera sabes lo que voy a preguntar, Britt—dijo Santana, aunque su alivio era evidente.

—Siempre lo supe. La respuesta es sí. Encontraremos una solución, San—Santana permaneció callada durante tanto tiempo que Brittany pensó que se había interrumpido la comunicación—San, ¿qué haces?

—Conducir a ciento cuarenta kilómetros por hora por la Autopista Cinco, en dirección a Sisters Road.

Hola, bueno aquí termina otra lindas historia, sip fue mas cortita que las demás, pero igual de linda!

MUCHAS GRACIAS! a todas las personas que se dieron el tiempo de leer y comentar esta historia. También a todas las personas que siguen mis adaptaciones =D

Como dije antes y como digo siempre que termina una historia, dejo el prólogo de otro, para que no de tanta "pena" dejar esta!

Otra vez Muchas Gracias! Saludos =D