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[Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo Primer15
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Finalizado [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Sáb Ago 08, 2015 3:38 am

Sinopsis

Santana López es una exitosa, excéntrica e irresistible empresaria.

Brittany Pierce es sencilla, inteligente y posee una belleza extraordinaria, pero le impide volver a confiar en las personas y posible parejas.

Santana y Brittany se conocerán en Buenos Aires, donde vivirán una noche de pasión y sexo desenfrenado.

Sin embargo, el destino les tiene reservada una segunda oportunidad.

Cuando los sentimientos comienzan a adueñarse de la pareja, aparecen los celos, las intrigas, las culpas y el orgullo, poniendo en peligro su romance.

¿Conseguirá el amor imponerse a los miedos de dos seres atormentados?
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Hola, como dije aquí la siguiente historia, espero que les guste! Gracias por leer y comentar. Saludos =D


PD: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):

Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-final

El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo

A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final

Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final

Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final

Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-resueltofanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-cap-epilogo#538737

Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin#539420

Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-resueltofanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-3-o-dejame-adaptada-epilogo#539712

Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-epilogo#542092

Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891

Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo#544565

Un Vuelo con Escalas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22590-resueltofanfic-brittana-un-vuelo-con-escalas-adaptada-epilogo#544922

Secretos del Pasado: https://gleelatino.forosactivos.net/t22595-resueltofanfic-brittana-secretos-del-pasado-adaptada-epilogo#545275




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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Prólogo

Mensaje por 23l1 Sáb Ago 08, 2015 3:39 am

Prólogo

La vida de la gente que la rodeaba seguía su camino; la de Brittany, en cambio, parecía haberse detenido en el tiempo.

«Soy hija, hermana, cuñada, tía, amiga e intachable administradora de una empresa, pero cuando reflexiono acerca del verdadero sentido de mi vida tengo la sensación de que se esfumó con mis sueños de feliz para siempre», pensó.

Aunque habían pasado dos años, los recuerdos permanecían frescos en su mente. Aquella última visión estaba clavada en su memoria como si hubiera ocurrido el día anterior.

Y no la dejaba seguir adelante.

Faltaba un día para la boda y ella continuaba recibiendo regalos en su casa. Todo ahí era un desorden y aquella noche esperaba la visita de su mamá y de su hermano, que venían desde Mendoza, así que urgía organizar un poco el departamento.

Brittany decidió recoger todos los obsequios y llevarlos al que iba a convertirse en su nuevo hogar.

Al llegar ahí vio que el automóvil de Lauren estaba estacionado en la puerta del edificio y, aunque le extrañó porque no le había avisado de que iría, no le dio más importancia.

Subió en ascensor cargada con los paquetes y con la llave en la mano y, al llegar frente a la entrada del apartamento, las risas y la música la detuvieron.

Agudizó sus sentidos, pegó su oreja a la puerta y de inmediato escuchó las risas de Lauren y de otra voz femenina que le resultaba muy familiar, pero que no lograba reconocer, aunque quizá fuera su mente la que se negaba a hacerlo.

En sus oídos retumbaba la canción que Lauren y ella elegían siempre para hacer el amor.

El corazón de Brittany estaba desbocado, le latía a mil por hora, porque presentía que algo no iba bien ahí dentro. De repente dejó de escuchar las risas y, tras esperar unos minutos, metió la llave en la cerradura intentando no delatarse.

Entró de puntillas, sin hacer ruido, y dio un rápido vistazo al lugar. La ropa desparramada por el suelo demostraba la urgencia, pero en la sala no había rastro de nadie; decidió seguir el camino de las prendas que conducía hacia el dormitorio.

Las piernas le temblaban, le faltaba el aire y, en ese momento, cuando le parecía que iba a perder el sentido, se detuvo en seco en la entrada sin creer del todo lo que veían sus ojos.
No podía ser verdad, deseaba fervientemente que aquella imagen fuera un sueño, un mal sueño.

Al día siguiente era la fecha elegida para casarse.

Lauren estaba tendida de espaldas sobre la cama, aferrada a las nalgas de aquella mujer, que cabalgaba sobre su sexo con desenfreno.

Las palabras no salían de su boca, quería hablar pero estaba muda, paralizada ante lo que estaba viendo. De pronto, pudo articular, con un pequeño hilo de voz, un:

—¿Las ayudo a hacer la cama?

Lauren se sobresaltó y su mejor amiga intentó taparse con las sábanas, mientras Lauren pretendía explicar lo inexplicable.

Sin embargo, Brittany ya no la escuchaba y tampoco la veía, en su mente sólo se había quedado la imagen de aquellos dos cuerpos unidos.


En ese preciso instante, volvió a recordar que habían pasado dos años desde que presenciara aquella escena, pero el dolor, que no cesaba, se agudizó con la imagen de una mujer embarazada que pasó frente a ella.

Las mismas palabras volvieron a su mente:

Soy hija, hermana, cuñada, tía, amiga y administradora intachable de una empresa.

Pero ¿dónde quedó la mujer?

Nadie me espera.

A nadie espero.

Soledad.

Una profunda soledad es la que siento.

¿Podré encontrar algún día a alguien que me haga feliz para siempre?

¿Tendré alguna vez esa oportunidad?



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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Sáb Ago 08, 2015 3:52 am

Esto va a ser bueno!!!!!!
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Mensaje por MeryBrittana Sáb Ago 08, 2015 4:19 am

Wow empieza fuerte la verdad!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Sáb Ago 08, 2015 8:16 am

bienvenida de nuevo, la trama pinta excelente, hasta pronto!
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Mensaje por Jane0_o Sáb Ago 08, 2015 11:51 am

Porfavor si gracias otra increible historia
Saludos
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Mensaje por paroan Sáb Ago 08, 2015 6:59 pm

Ya lo tengo asumidoo volvere a madrugar por otra genial adaptacion tuya...felicitaciones
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Sáb Ago 08, 2015 8:47 pm

monica.santander escribió:Esto va a ser bueno!!!!!!


Hola, jajaj espero y te guste! Saludos =D


MeryBrittana escribió:Wow empieza fuerte la verdad!!


Hola, jajaajaj espero y te guste entonces! Saludos =D


micky morales escribió:bienvenida de nuevo, la trama pinta excelente, hasta pronto!


Hola, jajaaj eso te digo yo, gracias por volver! Espero y te guste! aquí el primer cap! Saludos =D



Jane0_o escribió:Porfavor si gracias otra increible historia
Saludos


Hola, jajaajaj eso quiere decir que ya te gusta! ajajajaj, aquí el primer cap! Saludos =D



paroan escribió:Ya lo tengo asumidoo volvere a madrugar por otra genial adaptacion tuya...felicitaciones


Hola, jajaajajaj eso es bueno para mi xq leerás mi adaptación, xD pero no mucho para ti con eso de madrugar lo siento, pero al culpa es del cambio de horario! jaajajaj. Saludos =D

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 1

Mensaje por 23l1 Sáb Ago 08, 2015 8:49 pm

Capitulo 1


Había sido una jornada agotadora de esas que no terminan nunca, y su superior había estado todo el día de un humor de perros.


«Bien, un día más he conseguido no mandarla a paseo, aunque no la culpo por estar tan malhumorada.», pensó mientras caminaba hacia la salida.


Mientras se alejaba, Brittany consideraba la actitud de su jefa y sacudía la cabeza. Hacía una semana que en la oficina se trabajaba contrarreloj para preparar todos los informes que les habían pedido ante la inminente llegada al país de la hija del dueño de la compañía.

La señorita Santana López era la encargada de inspeccionar las sedes que la empresa familiar poseía en el exterior, y llegaba para recorrer las de Latinoamérica, en especial las de Argentina y Brasil. Estas últimas eran las mejor posicionadas en el mercado, y la casa matriz planeaba una inyección de capital a la que mejor propuesta le presentara; la que lo consiguiera, tenía garantizada su expansión con una campaña que sin duda haría sombra a la competencia.

Necesitaban esa ayuda para echar toda la carne en el asador y posicionarse al año siguiente en primer lugar en ventas. Ambas sedes iban a recibir algún tipo de asistencia, pero quien elaborase el mejor proyecto sería objeto de la más jugosa.


«¿Hasta en esto tenemos que rivalizar con los brasileros, no les basta con que nos destripemos en el fútbol?», pensó Brittany mientras caminaba.


El calor en Buenos Aires era agobiante, estaban casi en diciembre, y eso le hizo recordar que sus ansiadas vacaciones llegarían en sólo un mes; las esperaba ansiosa.


«Enero, querido mío, llegá pronto», pidió en silencio.


Caminaba fastidiada y cargada con su bolso y el maletín del Mac.


«¿Qué llevo acá adentro? ¿Piedras? Cuando llegue a casa voy a revisar la cartera y sacar todo lo innecesario. ¿Por qué las mujeres tenemos la costumbre de cargar con cosas que jamás usamos?»


Aquella mañana—para colmo— había llegado tan apurada que no recordaba dónde había aparcado su coche.


«¡Despiste total! No me extraña, ¡ja!», se reprendió.


De pronto, mirando tres filas a la derecha, divisó el techo negro de su Volkswagen Scirocco y se encaminó hacia él.


«Bueno, después de todo no lo había dejado tan lejos como creía», suspiró mientras se acercaba.


Después desactivó la alarma y el mando a distancia del coche pitó. Pero al abrir la puerta, Kitty la cogió por el brazo y la hizo girarse.

—Lo siento, no era mi intención asustarte—le dijo su compañera a modo de disculpa, después de ver la palidez de su rostro.

—¡Casi me muero de un paro cardíaco, Kitty! ¡Por Dios! ¿Qué hacés?

—Pasé por tu mesa y la secretaria de Natalia me dijo que ya te habías ido.

Estaba agitada y sin aliento, como si hubiera participado en un maratón; se apoyó en el techo del automóvil y, mientras intentaba nutrir sus pulmones de aire otra vez, prosiguió.

—Uf, corrí por todo el estacionamiento para alcanzarte.

—¿Por qué no me llamaste?

—Tenés razón, no se me ocurrió, sólo pensaba en encontrarte.

—Pero... ¿por qué tanta urgencia?

—Britt, hoy trabajé como un burro todo el día y me fue imposible pasar a verte con tanto lío que hay en la oficina por la llegada del yanqui.

Kitty Wilde era su compañera y colega, además de una mujer bastante apuesta: bajita; delgada; cabello rubio y ojos verdes; de hecho, había varias personas del departamento de sueldos que se morían por ella.

Y para su suerte a Kitty le gustaban tanto las mujeres como los hombres, como a Brittany.

Ambas trabajaban como administradores en la planta de finanzas de Mindland, una cadena de indumentaria estadounidense; pero no se conocían de ahí, sino de mucho tiempo atrás. Habían estado juntas ya en la escuela primaria, aunque luego Kitty y su familia se habían mudado de Mendoza al gran Buenos Aires y habían perdido el contacto. Por aquellas casualidades del destino, volvieron a encontrarse mientras estudiaban la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Belgrano, donde en seguida retomaron la amistad de la niñez y se convirtieron en uña y carne.

Brittany siempre se había llevado mejor con los hombres que con las mujeres y eso, según le había contado su mamá, era así desde la guardería. Pero con Kitty fue distinto, era una de las pocas de las mujeres que se llevó bien de inmediato.

En la actualidad, y aunque también tenía algunas otras buenas amigas, prefería encomendar sus confidencias a Kitty y Hanna, su otra mejor amiga; las tres eran inseparables.

—¿Y qué cuernos te pasa?

—Britt, vayamos a tomar algo y te lo cuento. No aguanto más este calor, Buenos Aires hoy está que arde.

—Es que tengo clase de pilates a las seis y media—le dijo mientras miraba su reloj—Vayamos mejor a mi casa y me contás mientras me cambio.

—De acuerdo.

Metida ya en su Scirocco, y después de abrocharse el cinturón de seguridad, Brittany se colocó las gafas de sol y conectó su iPod a los altavoces a todo volumen. Mientras empezaba a tararear las canciones de Sin Bandera, salió de ahí, tocó el claxon al vigilante y éste le abrió con gentileza la barrera, tomó la avenida que la llevaba a Libertador y se adentró en el tránsito.


Mientes tan bien que he llegado a imaginar...

—Qué pena que ya no estén juntos—siguió canturreando mientras conducía.


Que en mi amor llenas tu piel y aunque
todo es de papel mientes tan bien.



Kitty la siguió—podía verla por el retrovisor—Hasta su apartamento, que quedaba muy cerca del trabajo, y Brittany metió el coche en el garaje, puesto que pensaba ir al gimnasio caminando.

Kitty estacionó su automóvil y Brittany se apresuró a sacar sus cosas del asiento trasero, pero Kitty ya la esperaba junto a la puerta del ascensor con la mano extendida para que no se cerrara. Brittany corrió para alcanzarla y sus tacones retumbaron en el aparcamiento subterráneo haciendo eco.

—¡Qué calor hace!—se quejó Brittany.

—Sí, es terrible, sólo a vos se te ocurre ir al gym a sudar en un día como hoy.

—¡Ay, amiga!, es que llega el verano y para lucir mi biquini sin culpa debo bajar los kilitos de más que he acumulado en invierno.

—Pero ¡si estás impresionante, tenés un culo que hace delirar a más de una persona!—Kitty sonrió con picardía mientras se lo miraba con descaro—Sólo basta con fijarse un poco en cómo te miran cuando te paseas por los pasillos de Mindland.

—Dejá de decir estupideces, ¿querés?—Brittany le dio un puñetazo en el brazo para que controlara sus comentarios.

—Federico, el de Archivo, me tiene loco con vos; me pide que quedemos con alguna otra persona y salgamos los cuatro juntos.

—Ni se te ocurra organizar nada, te conozco, y ese chico no me gusta ni un poquito así—le espetó uniendo el índice y el pulgar—No es mi tipo—su tono de voz era concluyente.

—¿Por qué? Es alto, rubio, tiene buen físico y, además, tiene onda. Me contó que tiene una casa en Mar de las Pampas; podríamos ir ahí cualquier fin de semana, a montarnos en su moto acuática. ¿No te gusta la idea? Podría invitar a Marisa e ir las cuatro.

—¡Como si todo eso me importase! ¡Basta, Kitty! Federico no me gusta y, además, ¿cómo con Marisa? ¿Qué pasó con Marley?

—Nos peleamos—dijo apesadumbrada—, Eso es lo que quiero contarte.

Llegaron al noveno piso y, al salir del ascensor, Brittany le preguntó intrigada:

—¿Qué hiciste ahora?

Apenas entraron al departamento, se despojó de los tacones, acomodó el maletín sobre la mesa y tiró su bolso sobre el sillón.

—Nada, te juro que nada, pero...

—Pero ¿qué, Kitty?

La cara con que Brittany miraba a Kitty daba a entender que los «peros» de su amiga siempre encerraban algo más, algo que no solía ser bueno.

Kitty fue a la cocina a buscar bebidas frescas, mientras ella se ocupaba de los refrescos, Brittany puso música. Entre ambas existía una confianza plena, su relación de amistad era tan estrecha que actuaban con mucha naturalidad y, a veces, los extraños se confundían y llegaban a creer que eran algo más que amigas.

En muchas ocasiones, eso les había traído problemas con sus parejas—a Brittany le había generado algunos inconvenientes en su antigua relación con Lauren—, Que no solían entender el trato íntimo que tenían y terminaban por sentir celos.

Brittany fue hasta su dormitorio y se quitó las prendas que llevaba puestas quedándose en ropa interior; no sentía pudor alguno frente a Kitty, porque sabía que ella siempre la miraría con ojos de hermana, además era mujer, tenían lo mismo.

Mientras buscaba su conjunto deportivo en el primer cajón del armario, la atontada de Kitty le apoyó la lata de gaseosa en la espalda desnuda y la hizo gritar.

—¡Aaaaaaaah! ¡Pedazo de bromista, sos una tonta!

Kitty se sonrió y extendió su mano para alcanzarle la bebida. Brittany le dio un gran sorbo y se la devolvió para que se la sostuviera mientras se ponía el pantalón y una camiseta. Kitty estaba apoyada en la entrada del vestidor.

—Bueno, dale, desembuchá, ¿qué estupidez te mandaste ahora con esa pobre chica? ¡Esa mujer soporta más de lo que cualquiera podría aguantar!

Kitty puso cara de «yo no he sido» y a Brittany le pareció una expresión sincera, puesto que sabía reconocer con claridad cuándo le mentía.

—Te lo juro, amiga—volvió a repetir su promesa—, Te juro que no hice nada, pero Marley leyó un mensaje de Laura y se imaginó cualquier cosa.

—¿Laura otra vez, Kitty?—le preguntó con cansancio—¿No me habías dicho que con ella nunca más?

—No ha pasado nada, Brittany, sólo coincidimos el otro día en la casa de Hanna y, cuando me fui, me envió un whatsapp para decirme que se había divertido mucho. La mala suerte hizo que Marley lo leyera, pero te juro que estuvimos hablando, nada más. Fue la primera vez que, al verla, no intento ligármela o cogérmela.

—Hum, no te creo—quiso ponerla a prueba para ver si realmente le estaba diciendo la verdad.

—Necesito tu ayuda—Kitty juntó sus manos a modo de súplica—, Tenés que hablar con Marley y explicarle, no quiere escucharme. Ayer le dejé quince mensajes de voz y no contestó a ninguno de ellos.

—¿Y acaso creés que a mí sí va a creerme? Sabés a la perfección lo que piensa de nosotras, está segura de que nos cubrimos en todo. De todas formas, dejame intentarlo, la llamo y te cuento.

—Gracias, amiga, sabía que podía contar con vos.

La abrazó, le dio una vuelta en el aire y le llenó la mejilla y el cuello de besos.

—Bueno, no festejes tanto que aún hay que ver si la convenzo. ¿O te olvidás de que la última vez te descubrió en la puerta del baño del restaurante de Marcos besándote con ésa?

—Ese día, ¡ella me besó a mí!—intentó defenderse Kitty.

—Ay, sí, claro, pero la tenías bien agarrada de la nuca y te estabas apoyando en ella mientras la devorabas, Kitty, yo también te vi aquel día, así que no te me hagas el santito.

—Pero esta vez te juro que no ha pasado nada de nada. Le podés preguntar a Hanna si no me creés.

—Dale, boba, como si Em no te hubiera hecho de tapadera alguna vez. De todos modos, te creo, pero ni se te ocurra decirle a Marley que le pregunte a Hanna; eso sonaría menos creíble todavía.

—Entonces, si me arreglo con Marley, hablo con Fede y salimos los cuatro, ¿te parece?

—Te acabo de decir que no me gusta—insistió Brittany mientras se calzaba las zapatillas, sentada en el borde de la cama.

—¡Amargada!, últimamente nadie te gusta. ¿Cuándo vas a olvidarte de Lauren? ¡Él ya está casado! Además, ni que fuera Naya Rivera, ni siquiera tiene buen aspecto, sólo es una abogaducha engreída. ¡Date la oportunidad de conocer a alguien más!

—No soy una amargada, Kitty, y lo que me pasa no tiene nada que ver con Lauren. No sé por qué la mencionás, simplemente no quiero liarme con nadie de la oficina y, además, Federico ni me gusta.

—Está bien, no insisto más, ya me quedó claro. ¿Qué hacés esta noche?

—Me he traído trabajo de la oficina.

—¡Uy! ¡La fanática del control! Pero si hoy es viernes, tenés todo el fin de semana para hacerlo. Vamos a ir al Tequila con Hanna y me dijo que te avisara de que había llegado su primo de Nueva York.

—¿Quién, Noah?

—Sí, él.

—¡Uy!, ese bombón tiene buena onda. La última vez que estuvo en Buenos Aires nos fuimos de fiesta durante quince días.

—Lo recuerdo bien, nos fuimos a Punta del Este, ¿te acordás lo bien que lo pasamos?

—Síííííí—se rió Brittany entusiasmada—, ¡Le queríamos enseñar a hablar español!

—Bueno, entonces, ¿venís?

A Brittany le bastaron sólo unos segundos para decidirse; de repente, le entraron unas enormes ganas de despejarse.

—Me convenciste, Kitty.

—¡Hecho! Te vamos a pasar a buscar con Hanna, aunque creo que dejaremos su coche en el hotel del primo, porque parece que Noah vino con un amigo suyo que tiene mucha plata y hasta chofer.

—¿Y vamos a caber todas juntos en un solo coche?

—En todo caso, nosotros nos iremos en un taxi, por eso no te preocupes.

—¿Que no me preocupe? ¿Y si a mitad de la noche te enganchás a alguien y me quedo colgada?

—¡Te digo que no, que tengo el corazón roto! Sólo pienso en Marley, estoy deseando que hoy nos la encontremos.

—De acuerdo, ¿a qué hora me pasan a buscar?

—Sobre las nueve.

—Listo, Kitty, ahora bajemos o llegaré tarde a mi clase.

Se despidieron en la calle con un abrazo, Kitty partió en su coche y Brittany se colocó los auriculares del iPod, mientras caminaba hacia el gimnasio a ritmo de reggaeton.



A las ocho ya estaba de vuelta.

Mientras se preparaba para pegarse una ducha, se tomó una bebida isotónica, se quitó las zapatillas sin desatarlas y se deshizo de la ropa, para meterse bajo el chorro de agua, necesitada de alivio y relax.

En menos que canta un gallo, enjabonó su cuerpo, lavó su larga cabellera rubia y, sin más dilación, cerró el grifo.

Kitty estaba acostumbrada a esperarla y nunca se quejaba, pero Hanna era el ser más quisquilloso del mundo con la puntualidad y no quería escucharla protestar.

Se secó y alisó el pelo con el secador de mano y la plancha, se miró en el espejo del baño y se sintió conforme con el resultado, luego se ocupó de maquillarse. Delineó sus grandes ojos azules, maquilló sus párpados con una sombra gris oscura que combinaba con el vestido de lentejuelas plateadas que pensaba ponerse, añadió un poco de color a sus mejillas y se aplicó abundante brillo labial para que lucieran bien carnosos y apetecibles.


«¡Qué mona, Brittany, qué bien te ves!», se elogió mientras se miraba al espejo.


Estaba entusiasmada con la salida, así que a toda marcha se dirigió al vestidor, se puso un conjunto de ropa interior de encaje negro y acomodó sus senos, levantándolos, para que parecieran más turgentes dentro del sujetador.

Después se enfundó en el vestido que había elegido y, para los pies, eligió unos Ricky Sarkany con quince centímetros de tacón, que estaban de muerte y que hacían que sus piernas parecieran aún más largas. Se echó una última mirada en el espejo.


«Brittany, sin duda, hoy estás muy sexy», pensó para sí misma.


En ese preciso instante, sonó el timbre del portero automático.

—¿Quién es?

—Kitty. ¿Estás lista?

—¡Ya bajo!



El SUV negro de Hanna estaba aparcado en la entrada del edificio y Brittany se acercó para abrir la puerta de atrás. Subió y saludó a ambas mujeres con un beso en la mejilla mientras luchaba, denodadamente con su vestido, que era demasiado corto.

Las tres estaban muy animadas.

—¡Guau!—exclamó Hanna —, Te has tirado todo el frasco de perfume encima y te has pintado como una puerta.

—No seas mala—la defendió Kitty—, Está hermosa.

—No te preocupes, Kitty, los comentarios de esta estúpida no me afectan. Ya estoy acostumbrada a sus burlas y, como le conozco el juego, ni la oigo.

En realidad, el humor ácido de Hanna tenía la clara intención de levantarle el ánimo.

Desde que había pasado lo de Lauren, Hanna consideraba que su obligación era mantener la mente de Brittany ocupada para que no pensara en lo ingrata que la vida había sido con ella. Y aunque había pasado ya bastante tiempo, no abandonaba esa actitud sobreprotectora con su amiga.

Hanna arrancó y la miró por el retrovisor, desternillado de risa, mientras le sacaba la lengua.

—¿Y Emily?—le preguntó Brittany, interesándose por su novia.

—Va directo al Tequila con unas amigas—le contestó Hanna sin levantar la vista de la carretera—Ni ella ni las chicas podían llegar temprano.

—¿Con quién va?—preguntó Brittany al despiste, con la esperanza de que no la acompañara quien ella imaginaba.

—Con Estefanía y Laura.

—¿Con Laura?—exclamó con fastidio y, sin pensarlo, le dio un coscorrón a Kitty—¡Pedazo de desgraciada! Si esta noche pasa algo con Laura, no creas que voy a dar la cara por vos frente a Marley, que te quede bien clarito.

—¡Ay, no seas bruta!

—Sí, ahora hacete la desentendida—le espetó mientras Kitty la miraba sin dejar de sobarse la cabeza.

Hanna, al volante, no paraba de carcajear.

—¡Ja! ¡Si esta noche no te agarra Marley a los golpes, te agarra Brittany!

El viaje continuó mientras hablaban de tonterías. Cuando se encontraban siempre lo pasaban muy bien. Kitty imitaba al chico nuevo de la limpieza a la perfección; le salía igualito y a Brittany le dolía el estómago de tanto reírse con sus ocurrencias.

Llegaron al Hotel Faena Universe, en pleno corazón de Puerto Madero Este, y aparcaron.

—Abrime la puerta, Kitty, demostremos que tenemos buenos modales.

Las tres se rieron mientras Kitty bajaba y le ofrecía su mano para que bajara del coche. Al hacerlo, Brittany recorrió con los ojos la fachada del lugar y no pudo evitar soltar un silbido.

Hanna le entregó las llaves al aparcacoches, luego se dio la vuelta y se apresuró a cogerla también del brazo.

—Guau, me siento como si me hubiera escapado de una película de Hollywood—dijo Brittany, divertida, mientras entraban por un pasillo a media luz con alfombras rojas, espejos y taburetes bajos.

—Te quería ofrecer el brazo rápido—le explicó Hanna en voz baja—Porque con esos zancos que te pusiste, sin duda, te vas a romper una pierna y no quiero terminar en el hospital en vez de en una discoteca—bromeó e intentó contener su risotada, pero sonó tan estridente que ella la miró con sorna y le dio un pellizco de esos que dejan marca.

—¡Qué poco sentido del humor!—se quejó Hanna mientras se sobaba el brazo.

—¡Ustedes dos son incorregibles, compórtense un poco que todos nos miran!—las increpó Kitty por lo bajo.

—Che, tú primito debe de tener una buena posición económica para alojarse acá. ¿En qué trabaja?—le preguntó Brittany, asombrada por el lujo de aquel lugar, y se sintió muy feliz de haberse arreglado como lo había hecho.

—Tiene una agencia de coches, goza de un buen pasar, pero está en este hotel porque ha venido con una amiga que bucea en dinero y tengo entendido que se quedarán un mes.

—Ya lo creo que bucea en plata—dijo Kitty—, No cualquiera puede pagarse este lujo.

Al entrar, se les acercó en seguida el encargado que, después de que ellas le explicaran a quién buscaban, se dispuso a ayudarlos.

—Por favor, señoritas, acompáñenme por aquí—les indicó con muchísima amabilidad, mientras las guiaba hasta el lujoso restaurante biblioteca.

Brittany y Kitty se quedaron esperando a Hanna y ella se fue hasta la recepción.

—¿Y?

—Noah me mandó decir que ya baja—aclaró Hanna al volver.

Sentadas en los oscuros y estilosos sillones del lugar, al cabo de unos minutos vieron entrar a un hombre de cabello castaño oscuro de metro ochenta y cinco, como mínimo, al que Brittany reconoció en seguida. Entonces le tocó el brazo a Hanna para que se diera vuelta.

—Ahí viene Noah.

Hanna se puso de pie con rapidez para que su primo la viera, y él se acercó de inmediato. Se fundieron en un abrazo y besos interminables mientras se, después se apartaron y Noah saludó con otro efusivo abrazo y besos a Kitty, a quien recordaba muy bien. Tras intercambiar algunas palabras en inglés, finalmente miró a Brittany y llevándose la mano al mentón le preguntó:

—¿Brittany?

—Sí, Noah, ¿cómo estás?—le respondió ella, mientras él la abrazaba y le daba vueltas en el aire.

—Luces hermosa, te recordaba más menudita, estás hecha una femme fatale.

—Gracias, vos también estás guapísimo. Y veo que tu español ha mejorado mucho.

—Uf, no tanto, aunque lo manejo mucho mejor que la última vez que estuve en Argentina, y todo es gracias a mi amiga. ¡Qué alegría que hayan podido venir! Apenas llegué, llamé a Hanna y le pedí que las invitara. Me apenó pensar que cabía la posibilidad de que no vinieran.

—Debo reconocer que primero rechacé la invitación, pero al enterarme de que estabas en Argentina, cambié de opinión con rapidez. Me acordé de lo bien que nos lo pasamos la última vez que viniste y por nada del mundo me iba a perder esta noche.

Todos se rieron con la explicación de Brittany.

—¿Y tu amiga?—preguntó Hanna intrigada.

—Ya baja, estaba hablando por teléfono, por eso me adelanté. Pasemos al bar, la esperaremos mientras tomamos algo.

Siguieron los pasos de Noah que les indicaba el rumbo hacia el bar que estaba junto a la piscina. Era cuestión de aprovechar que la temperatura nocturna, en esa época del año, era muy agradable.

—¡Qué hermoso lugar!—Hanna se quedó obnubilada con las lámparas bajas que iluminaban dramáticamente las tumbonas rojas que había alrededor de la piscina.

—San es muy exclusiva, pero no se sientan abrumadas, aunque tiene mucho dinero es una persona muy sencilla. Ya verán que les va a caer muy bien.

—Eso espero—dijo Brittany—, Si no, no voy a poder disfrutar. No es que quiera hacerte quedar mal pero el protocolo es para la oficina; hoy es viernes y quiero disfrutar y distenderme.

—Y lo haremos, Brittany—le prometió Noah—, Te lo aseguro—se rieron mientras se acomodaban en la barra—¿Les parece que bebamos champán?

Las tres amigas asintieron y, después de que el camarero sirviera las bebidas, brindaron por el reencuentro.

Tras sorber su copa, Noah le preguntó a Hanna:

—¿Y tu novia? Creí que vendrías con ella.

—Nos encontraremos con Emy y sus amigas en la disco, no podían quedar tan temprano. De todas formas, vas a estar un mes acá, así que tendremos tiempo de sobra para salir otro día a cenar.

—Claro, le pediré al camarero que nos prepare una mesa para cinco.

Mientras bebían, recordaron diversas anécdotas del viaje anterior. Noah miró la hora en su reloj y, en ese mismo instante, el maître se acercó para indicarles que la mesa estaba lista y los invitó a seguirlo.

Cuando entraron en el Bistró, el restaurante del hotel, todo lucía de un blanco níveo, desde el mobiliario de tapizado fino hasta los manteles y las cortinas; la decoración de aquel espacio era tan impactante que daba la sensación de estar en un recinto palaciego.

—¡Qué lujo! Este lugar es hermoso—exclamó Brittany mientras se sentaban.
En ese momento, Noah levantó la vista y vio que su amiga finalmente había llegado.

—Ahí viene San.

Noah extendió su mano para hacerle señas y que los viera. Santana lo vio de inmediato y, aunque su primera reacción fue estudiar a las personas que estaban con él, su vista se clavó indefectiblemente en la rubia más alta de las tres que acompañaban a Noah.

Aun a lo lejos, Brittany le pareció una mujer muy atractiva, con una boca muy deseable, una estrecha cintura y unos senos normales pero voluptuosos.

Brittany miró hacia la entrada y descubrió a una mujer de metro sesenta y tanto, con cabello negro, que acababa de entrar. Sus hombros eran finos, su espalda bien definida y tenía unos ojos marrones, cuyo intenso color era difícil de adivinar en la distancia si eran marones claros u oscuros.

Brittany supo que era ella a quien esperaban, porque ella asintió levemente con la cabeza mientras se dirigía a paso seguro hacia el lugar donde ellos se encontraban.

De inmediato se sintió atrapada por la seguridad con la que aquella mujer se desplazaba y se movía. Además, su preferencia por las personas pulcras quedaba totalmente colmada con la amiga de Noah, cuyo aspecto no era pulcro sino impecable.

Brittany, que no solía poner demasiada atención en la forma de vestir de la gente, sacó una radiografía de San mientras se acercaba: llevaba unos pantalones vaqueros ceñidos con camisa negra que marcaba su busto, zapatillas informales y una americana gris oscura que, por la confección y la textura de la tela, aparentaba ser muy cara.


«¡Uf, qué apuesta! Esos labios son perfectos. Me encantaría verla solo en ropa interior, realmente creo que estaría muy sexy», pensó mientras la repasaba de arriba abajo.


—Hi, goodnight!

San saludó y se colocó al lado de Brittany. De cerca le pareció aún mucho más bella de lo que había advertido desde lejos.

Brittany estaba embelesada, no podía apartar sus ojos del rostro de la recién llegada y, casi sin disimulo, siguió estudiándola a conciencia durante un rato.

—Perdón por la demora, pero he necesitado contestar unas llamadas.

Brittany consideró que su voz era tan subyugante como la seguridad y el garbo que había desplegado mientras se acercaba y tan femenina, y le pareció muy atento por su parte que se disculpara en un perfecto español.

De inmediato, se sintió atraída por su belleza indiscutible y por la cadencia que adquirían las sílabas que pronunciaba en castellano, con un acento perfecto, y por ese tono seductor que era casi una caricia para sus oídos.

—Buenas noches. No es nada —respondieron las tres amigas a la vez y, sin más dilación.

Noah le presentó a su prima en primer lugar. San le extendió la mano y dio un beso en la mejilla—al parecer de la joven, que todavía lo observaba—, Luego le presentó a Kitty, que también le devolvió el saludo y, en último lugar, hizo lo propio con Brittany.

San giró levemente su cuerpo hacia Brittany rogando que no fuera la novia de ninguno de las otras mujeres.

Brittany, por su parte, se sintió intimidada por la mirada mordaz que San le dedicó y, al fijar sus ojos en su rostro, quedó del todo obnubilada por su belleza; le extendió la mano, pero era obvio que San no tenía intención de cogérsela, así que se apoyó en su asiento, y desplegó toda la seducción de su cuerpo buscando la mejilla de Brittany, en la que depositó un delicado y mullido beso.

Un escalofrío recorrió la espalda de Brittany al contacto con sus carnosos labios y no pudo evitar arrebujarse en la silla.

Al incorporarse, San creyó conveniente resolver la duda desde el principio y con una expresión interrogativa se dirigió a Hanna y a Kitty:

—Your girlfriend?

—No, no—negaron ambas.

Brittany se sumó a la aclaración:

—Solamente amigas.

—No, no te preocupes. Nos gustan tanto las mujeres como los hombres a las tres, pero somos solo amigas—dijo Brittany.


«¡No hace falta que aclares tanto, Brittany!»

Y, de inmediato, sintió el rubor en sus mejillas.


—Noah me dijo que vendrías con tu novia, por eso he preguntado—aclaró San dirigiéndose a Hanna.

—Sí, es verdad. Pensaba que podría, pero al final hemos quedado luego en la disco—le explicó de forma amigable.

—De acuerdo—asintió San mientras se acomodaba en el lugar que habían dejado para ella—¿Ya pidieron?—se interesó mientras fijaba sus enormes ojos oscuros en Brittany.

Brittany, a su vez, se había quedado embobada mirándola; ahora, por fin, podía distinguir el color de sus iris y en los oscuros que eran, jamás había visto un color tan oscuro.


«¡Hey! ¿Me comieron la lengua los ratones?», pensó sin poder pronunciar palabra.

Estaba extasiada por su perfume y por esa mirada cautivadora que, desde que había llegado, buscaba la suya.

—No, recién nos sentamos a la mesa—contestó Kitty al ver su nerviosismo.


«Te amo, amiga, cómo me conocés. Te juro, Kitty, que hablaré con Marley», le prometió Brittany en silencio.


Entonces cogió su copa y bebió hasta terminar lo que quedaba en ella, luego se puso de pie para ir al baño y San saltó de su silla de forma educada. No era una actitud muy común, pero Santana la adoptó con tanta naturalidad, como si fuera una costumbre habitual, que le gustó.


«Vaya, ¿acaso se trata de toda una dama?»


Trató de orientarse para encontrar los rótulos del baño y, entonces, San le indicó con el pulgar:

—Creo que es por allá.

—Gracias.

Se encaminó hacia el lugar y pasó por detrás de Noah encauzando su paso. Brittany no podía verla, pero sintió cómo la mirada de la estadounidense se clavaba en ella.


«Lo único que falta es que con estos tacones se me doble el pie y haga el numerito más vergonzoso de mi vida. Pero ¡qué guapa es esta gringa, mi Dios! ¡Qué ojazos y que voz tiene! Pero ¿qué me pasa? Parezco una colegiala», pensaba mientras caminaba hacia el baño.


Suspiró e intentó tranquilizarse:


«Sólo se trata de una cara bonita y de un cuerpo armonioso, Brittany.»


Ya en el baño, mojó una toalla de papel y se la pasó por la nuca y las muñecas; se sentía muy acalorada. Retocó su maquillaje, se puso perfume de nuevo y volvió a la mesa en seguida.

Hanna y Kitty la vieron acercarse y San hizo el amago de ponerse de pie, pero Brittany descubrió su intención y puso una mano sobre su hombro para detenerla.

Ambas sintieron un cosquilleo y, aunque intentó disimularlo, San de pronto se sintió extraña e insegura.

—No es necesario, San, muchas gracias—le habló Brittany con una voz suave y melosa que la sedujo aún más.

Kitty la miró intrigada por cómo le había hablado a la gringa y le clavó los ojos. No hacía falta que hablaran, con la mirada se lo habían dicho todo.


«Bueno, sí, tenés razón. Fui demasiado obvia, pero ella no me conoce, no sabe cómo hablo», le dijo ella sin pronunciar palabra.


Y supo que Kitty la había entendido.

—Oh, por supuesto que es necesario—se expresó San con calma y se levantó igual, moviéndose con agilidad y gentileza.

Cuando Brittany se sentó, San le arrimó la silla y regresó a su asiento. En ese preciso instante, Hanna comprendió el flirteo entre ambas y se atragantó con el vino.

Brittany casi la fulminó con la mirada.

—Gracias—dijo Brittany.

—Pedí vino, pero tu amiga me dijo que no te gustaba—aclaró San mirando a Kitty—, Pero éste es un buen Chardonnay. He descubierto que tienen una interesante bodega en este lugar. Te sugiero que lo pruebes y, si no te gusta, luego podemos pedir lo que sea de tu agrado—sus ojos estaban fijos en los de Brittany mientras seguía con su explicación—Un buen vino siempre realza los sabores de la comida.

Brittany no se atrevió a rechazarlo puesto que podría haberse entendido como una desconsideración por su parte, así que cogió la copa con torpeza, como si fuera la primera vez que bebía, y le dio un sorbo.

—Exquisito—afirmó—Me quedo con el vino.

Durante el intercambio con San, Kitty la miró, ya que sabía que el vino blanco se le solía subir con facilidad a la cabeza.

Su amiga intuyó lo mismo que Brittany: ¡ridículo al canto!

La conversación era difícil de seguir a ratos. Hablaban un poco en inglés y otro poco en español porque a Noah le costaba comprender un poco el idioma local. Mezclaban ambos y San, además, también hacía de intérprete.

Todo era muy divertido.

El camarero no tardó demasiado en traer los platos y Brittany se sintió desconcertada ya que no recordaba haber pedido nada. Entonces San se apresuró a explicarle, mientras los otros tres no dejaban de parlotear y reírse; parecían ignorarlos.

—Como estabas en el baño y tus amigas me han dicho que eras de paladar amplio, me he tomado la libertad de pedir por vos para que todos los platos llegaran a la vez—le explicó mientras se incorporaba un poco en el asiento para acercarse a Brittany—No te importa, ¿verdad?

—No, no, claro. Gracias.


«Me alegro. Porque para los planes que tengo con vos te necesito con mucha energía. Así que mejor que te alimentes bien.» pensó San.

San se quedó mirándola y Brittany se recriminó por decir sólo «gracias», como una boba. Se sentía estúpida y tenía la sensación de que si hablaba no iba a poder dejar de tartamudear.

San le sonrió de lado, inclinó su cabeza ligeramente y Brittany, entonces, comprendió que estaba derretida.

Entrechocaron sus copas y bebieron vino, aunque los demás no se dieron por enterados.


«Te quiero bien mansa, rubia. Mis ratones están a mil en mi cabeza.» Los pensamientos de San desvelaban sus oscuras intenciones.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Jane0_o Sáb Ago 08, 2015 9:20 pm

Me encanta aunque ya lo habia leido version faberry pero como siempre esta es mejor saludos y regalanos un maratonnnn jejejej
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por paroan Sáb Ago 08, 2015 9:25 pm

Siiii maraton y no hay como las brittana
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Sáb Ago 08, 2015 10:30 pm

Maratón, maratón!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 1

Mensaje por fanybeaHEYA Sáb Ago 08, 2015 11:46 pm

wwwuaaaaoo
a decir verdad ..tengo los libros...se puede decir que los he leido, solo por partes y me saltaba capítulos....pero no sabia que fuera asi de interesantes e intensos ....no me arrepiento de haberme saltados capítulos porque ahora los puedo leer en otra versión y la de mi pareja favorita jjajaj
muy pero muy bueno
lo que no entiendo la Laura que estuvo con kitty no es la misma que estuvo con britt; cierto??, se me fue la onda en esas partes jjijij
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Elita Dom Ago 09, 2015 12:32 am

Te puedes subir otro cap?
Se ve interesante.... e intenso xD
Ya probaste la app? Leíste ya el de 101 razones?
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Ago 09, 2015 2:39 am

Jane0_o escribió:Me encanta aunque ya lo habia leido version faberry pero como siempre esta es mejor saludos y regalanos un maratonnnn jejejej


Hola, jajajaajaj todo es mejor con las brittana, asik bn al leer esta adaptación jaajajaaj y creo que tu la recomendaste, no¿? Mmmm tengo algunos caps, asik si! ajjaaj. Saludos =D



paroan escribió:Siiii maraton y no hay como las brittana


Hola, jajaaj nop, no ai como las brittana jaajajajaj. Como tengo algunos caps, se puede, aquí el maratón! Saludos =D



monica.santander escribió:Maratón, maratón!!!!


Hola, jajajaaj bn, bn, ai algunos caps por ai, asik aquí el maratón! Saludos =D



fanybeaHEYA escribió:wwwuaaaaoo
a decir verdad ..tengo los libros...se puede decir que los he leido, solo por partes y me saltaba capítulos....pero no sabia que fuera asi de interesantes  e intensos ....no me arrepiento de haberme saltados capítulos porque ahora los puedo leer en otra versión y la de mi pareja favorita jjajaj
muy pero muy bueno
lo que no entiendo la Laura que estuvo con kitty no es la misma que estuvo con britt; cierto??, se me fue la onda en esas partes jjijij


Hola, jajajajaaj con las brittana todo es mejor! ajajaja asik si te conviene leer esta adaptación jajaaj, no mentira xD ajajajajaj, bueno no esk vrdd xD jajajajaaj. Yo no lo conocía y alguien de aquí lo recomendo, lo lei y me gusto para las brittana. No, no es la misma ella se acostó con otra mejor amiga de britt y de ai puff murió ya no fue mas la amiga de britt, kitty es su mejor amiga de siempre. Saludos=D

Pd: viste mi mensaje interno, pudiste descargar el libro¿?


Elita escribió:Te puedes subir otro cap?
Se ve interesante.... e intenso xD
Ya probaste la app? Leíste ya el de 101 razones?  



Hola, jajaaj tengo algunos asik se puede. Si, con ellas siempre lo es jajaajajaj. Si se puede para pc!, no aun no tengo tiempo para volver a leer =/ Saludos =D

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 2

Mensaje por 23l1 Dom Ago 09, 2015 2:41 am

Capitulo 2

Hanna, Kitty y Noah se habían pedido de primer plato una ensalada, pero para San y Brittany trajeron mollejas al carbón y provoleta de cabra con almendras.

Brittany miraba su plato y San le preguntó:

—¿Te gustan las mollejas?

—Sí, parece exquisito, gracias.

Brittany se sintió feliz por haber articulado cinco palabras seguidas, pero pensó en silencio:


«Hey Girl! ¡Vaya chica lista! ¿No se te ocurrió que si me sirven todo esto de entrada, no voy a tener lugar para lo que me traigan después? ¡Con una ensaladita verde, como la de mis amigas, hubiera sido suficiente!», recapacitó mientras cortaba un trozo de molleja y se lo llevaba a la boca.


—Brittany, como has bebido alcohol con el estómago vacío, decidí pedir una entrada más consistente, para que el alcohol no te siente mal—le explicó la estadounidense sin perderla de vista.

La miraba llevarse la comida a la boca y no podía dejar de imaginar cómo sería poseer sus labios.

Brittany clavó sus ojos azules en los oscuros de San y volvió a discurrir:


«Read my mind?¿Acaso pensé en voz alta? ¿Me ha contestado a mí? Creo que me estoy volviendo loca y, como es gringa, ya hasta pienso en inglés. Esta morena me impresiona.»


Quería concentrarse en la comida y también participar en la conversación, pero le faltaba coordinación y sus pensamientos se agolpaban en su mente.

Sentía los ojos de Santana aunque no lo mirara y empezaba a encontrarse incómoda, abrumada. Era una sensación difícil de explicar porque le resultaba inquietante y halagador al mismo tiempo.

San, por su lado, aunque lo intentaba, no podía dejar de observar a Brittany y se sentía un tanto estúpida; no comprendía por qué estaba actuando de esa forma, demostrando sin disimulo alguno cuánto le atraía aquella mujer.


«Pero ¿qué me pasa? Es bonita, pero no para tanto, no como para comportarme como lo estoy haciendo», pensó con un deje de enfado.


Mientras San conjeturaba en silencio, Noah ya se había dado cuenta de la atracción que Brittany producía en su amiga y se sintió extrañado ante tanto despliegue.

Por lo general, Santana no cortejaba a las personas, sino al contrario: su amiga tenía la suerte de que eran las personas las que solían tirársele encima, pero San solo tomaba en cuenta a las mujeres.

Cuando les trajeron el último plato, Brittany se bebió de un tirón todo el vino que quedaba en su copa y empezó a cavilar de nuevo:


«Hey, gringuita, ¿te parece que estoy muerta de hambre? ¿Cómo pretendés que me coma todo esto? ¿Por qué no me pediste unos agnolotti como hicieron mis amigas? Y vos, Kitty, ¿qué te pasó por la cabeza para dejar que este tipa pidiera toda esta comida para mí?»


San, como toda una experta, le explicó lo que contenía el plato, pero a esas alturas de la cena Brittany ya estaba tan fastidiada con sus aires de sabelotodo que su mal humor era evidente. En ese momento, empezó a molestarle que San hubiera tenido el atrevimiento de pedir por ella.

Y encima no dejaba de mirarla.

Definitivamente la estaba poniendo nerviosa. Además, era evidente que el vino le estaba sentando mal, algo que Kitty ya había notado, ya que conocía muy bien ese desborde de sensaciones en la cara de Brittany.

—¿Te pido un agua?—le preguntó mientras cruzaba por delante de Hanna y le quitaba de la mano la copa de vino que San había vuelto a llenarle.

—Sí, quítale el vino que esta noche va a terminar en pedo.

La mirada que Brittany le lanzó a Hanna fue más intimidante que la de Pattinson en Crepúsculo

—El vino blanco te hace mal, Susan—siguió él en tono conciliador—, Se te sube en seguida a la cabeza y lo sabés.

Ese «Susan», que a ella le molestaba muchísimo, casi hizo que perdiera el control.

—Veo que ustedes no han cambiado nada en todos estos años—dijo Noah mientras se desternillaba de risa—Siempre están como el perro y el gato.

—No creas—intervino Kitty—, Sí han cambiado: están cada vez más insoportables. Por favor, tengamos la cena en paz.

Kitty bajó su vista al plato y siguió comiendo mientras elogiaba la comida.

San se recostó en su asiento, con el codo en el reposabrazos y la mano en el mentón, observando la escena, algo que molestó a Brittany.


«Como no deje de mirarme con esa mirada de gringa perdonavidas que se cree la mejor de todos los que estamos acá, me levanto y la insulto.»


—¡Susan!—Kitty chasqueó los dedos y la hizo volver.

Kitty era la única persona que podía usar su segundo nombre sin que a Brittany le molestara.

En ese instante sonó el móvil de San y ella estiró la pierna sacándolo con dificultad de su bolsillo, miró la pantalla y se puso en pie para atender la llamada.

Brittany se sintió intrigada, pero Kitty interrumpió sus pensamientos y le cogió la mano por encima de la mesa.

—¿Querés que te acompañe al baño para refrescarte?

—No, estoy bien, sólo me sentí un poco nublada por un momento, pero no voy a tomar más vino. Seguiré bebiendo agua y pronto se me pasará.

San hablaba por teléfono un tanto retirada de la mesa y Brittany se entristeció por que hablara en inglés porque así era imposible leerle los labios.

San parecía animada, se reía y se frotaba el mentón con soltura. Y, como no miraba hacia la mesa, Brittany aprovechó para observar a conciencia y sin tapujos. Era una mujer atractiva por donde se la mirara, de esas personas que llaman la atención y captan las miradas ajenas.

En determinado momento, su conversación telefónica terminó y, al cortar, ¡glups!, la pescó escrutándola. Se sintió incómoda, pero intentó disimular poniéndose a hablar con Noah de la hora a la que habían llegado y otros detalles estúpidos del viaje.


«Bien, rubia, creo que no te soy indiferente», se dijo San.


Sin embargo, y en alusión a lo ocurrido, le dijo mientras volvía a ocupar su lugar:

—El gato se comió al pez, Susan

Le soltó con una sonrisa seductora y entonces Brittany pensó:


«Casi me derrito con esa sonrisa y esos perfecto hoyuelos que se le forman. Pero si hasta creo que me he mojado toda. La entonación que le pone a las palabras hace que su voz tenga un encanto especial cuando utiliza nuestro idioma, aunque me haya llamado por mi segundo nombre.»


—Y por la boca muere el pez—replicó Brittany y se carcajearon.

Poco después llegó el postre y San, tras consultarles qué querían beber, mantuvo un breve intercambio con el camarero:

—¿Tienen Bollinger o Veuve Clicquot?

—Tenemos Veuve Clicquot 1998 Brut y Brut Rosé, señorita.

—Perfecto. Tráiganos La Grande Dame Rosé.

Noah, acostumbrado a los gustos excéntricos de su amiga, no prestaba atención a la conversación, pero las demás intercambiaban miradas, ya que con el Moët & Chandon de antes de la cena se hubieran sentido más que satisfechas.

Como era lógico, todos comieron helado menos San y Brittany.

—¿Y esto qué es?—preguntó Brittany cuando el camarero se alejó.

Hanna prestó atención al plato y enterró su cuchara en el postre llevándose un bocado a la boca.

—Hum, no sé, pero está muy rico.

—Torrija caramelizada con helado de dulce de leche y bananas. Te gustará. Y, si no es así, aunque sea comete las bananas, que contrarrestan el efecto del alcohol—le informó San mientras hundía a su vez su cuchara en el suyo.

—No estoy borracha—se ofendió Brittany sosteniéndole la mirada.

Se sentía molesta con la actitud pedante de San. Aunque si lo que había intentado durante toda la noche era llamar su atención, lo estaba logrando.


«Uf, rubia, me encantás enfadada. Creo que voy a morderte esa boca en cuanto pueda.»


La mente de San iba a mil por hora, pero retomando la cordura le contestó sin mirarla:

—No dije eso, yo tampoco estoy borracha y pedí lo mismo.

Brittany se quedó mirándola y entonces San la imitó; parecía un duelo de pestañeos.


«Esta gringuita insolente no sabe con quién se está metiendo. No me va a hacer callar así porque sí. ¿Qué se cree? ¿Qué puede venir acá y darme lecciones de todo?»


Era obvio que San era muy atractiva. Se movía con soltura, hacía alarde de sus encantos físicos, se desenvolvía con seguridad y, desde un principio, había utilizado la comida como un arma de seducción: quería demostrarle a Brittany los placeres de los que podría gozar a su lado. Y Brittany, a su vez, comenzaba a sentir fastidio ante tanto despliegue de lujos.

De repente, recordó el comentario de Noah, que la había definido como una persona con mucho dinero pero muy sencilla. Estaba cada vez más en desacuerdo con esa explicación. Al contrario, se daba cuenta de que la estadounidense utilizaba sus excentricidades como arma de poder, y, aun así, no podía apartarse de su juego.

El camarero llegó con el champán que San había pedido, destapó la botella con habilidad y florituras y le iba  a servir a Noah para que lo probara, pero el apunto hacia San y el camarero le sirvió a ella para que lo probara. San tomó un sorbo y asintió, el camarero dejó la botella y las copas en la mesa y, cuando iba a retirarse, San lo detuvo:

—Otra agua para la Brittany, por favor—dijo apuntando hacia la rubia mas alta.


«Pero ¡bueno! Esto es una provocación en toda regla. ¿Qué se cree?, ¿qué va a manejar mi voluntad durante toda la noche? Todo el circo que montó con el champán y resulta que ahora quiere que tome agua porque piensa que estoy pasada de copas. Está bien, es muy atractiva, atenta y toda una dama, algo difícil de encontrar en otras personas, pero su autoritarismo me saca de quicio. Supongo que, como empresaria, está acostumbrada a dar órdenes a sus empleados, pero ¡yo no soy uno de sus empleados!», reflexionaba Brittany en silencio, mientras comía el postre, pero para llevarle la contraria dejó las bananas de lado.


Santana se dio cuenta y sonrió, entonces tomó la botella de champán y comenzó a llenar todas las copas excepto la de Brittany. Mantuvo la tensión hasta el final, cuando, sin mirarla, le sirvió también a ella.


«Aaaaaah, esta tipa me enerva, va a conseguir sacar lo peor de mí.»


Cuanto más la ignoraba Brittany, más lo provocaba San, se echó hacia atrás y bebió un sorbo de su copa mientras observaba a Brittany divertida.


«¡Ah! ¿Estás esperando que beba?—se dijo Brittany—Bueno ahora no me da la gana hacerlo. ¡Metete tu champancito de nombre raro en el trasero!»


Mientras la conversación avanzaba, sus pensamientos se convertían en un torbellino.

El camarero le trajo el agua, pero Brittany tampoco la tomó. San seguía recostada en su asiento, mirándola, mientras pensaba en todo lo que le gustaría hacerle y, cada vez que Brittany la miraba, esbozaba una media sonrisa. Se sintió estúpida y empezó a ponerse de mal humor.


«Yo no soy así. ¿Por qué me estoy comportando de esta manera?», reflexionó Brittany.[/i] Acto seguido, cogió la copa con parsimonia, tomó un sorbo, saboreó la bebida y, sin mirar a San, la dejó en la mesa. «Tampoco me iba a quedar con las ganas de probarlo, ¿no? Hum, debo reconocer que tiene buen paladar, se distingue un sabor afrutado y a vainilla exquisito.» De soslayo y con el rabillo del ojo, vio que San la observaba con una sonrisa y le hacía un leve asentimiento con la cabeza. «¡Idiota! Se las da de sabelotodo.»


«¡Cómo quisiera probar tu lengua con sabor a Veuve Clicquot!—pensó San al tiempo que notaba el latido en su entrepierna—Me estás calentando, rubia.»


Terminaron el postre, se bebieron el champán y siguieron charlando un rato más sobre cosas banales. Parecía que San había practicado todos los deportes que existían, algo que explicaba el porqué de su cuerpo fibroso.

Mientras pensaba en ello, Brittany se imaginó tocando sus pechos, abdominales, sus bíceps y su trasero, pero acto seguido se sintió avergonzada por sus pensamientos y se revolvió en su silla para alejarlos.


Era hora de ir hacia la disco.

San llamó al camarero para pedir la cuenta y no dejó de ninguna forma que nadie pagara la factura, con el argumento de que, como era ella quien se hospedaba en ese hotel, todos eran sus invitados.

—Dejen de discutir—intercedió Noah—Todo lo que digan será en vano.

Sonriendo ante la afirmación de su amigo, San sacó su cartera y depositó su tarjeta de crédito dentro de la libreta que contenía la cuenta.

Brittany supo en seguida que esa tarjeta no era de plástico, la reconoció en seguida.


«¡Madre mía! Esta mujer tiene mucha guita.» Su tarjeta era una JP Morgan Palladium; «la tarjeta que tiene Bill Gates», pensó.


Se tomó todo el champán de un tirón y se levantó para ir al baño. Entonces, San volvió a ponerse en pie con educación, aunque su gesto se fue al garete cuando, sin premeditación pero con descaro, sus lascivos ojos se posaron en el culo de Brittany. Intimidada por su mirada y sonrojada por la incomodidad, ella intentó bajar su vestido.


«Atrevida—se ofuscó, pero inmediatamente se sintió triunfante—¡Toma ya! No me tambaleé ni un poquito. Para que veas que no estoy mareada.» Entró en el baño y se dirigió a unos de los lavabos libres. Después, frente al espejo, siguió reflexionando: «Es un bombonazo, pero es demasiado engreída. ¡Bah!, definitivamente no es mi tipo, pero ¡qué hermosos y carnosos labios tiene! ¿Cómo será besarla?» Sacudió la cabeza y se obligó a dejar de imaginarlo.


De vuelta en el comedor, se percató de que San no estaba y que sus amigos la esperaban para ir hacia el Library Lounge. Los primos empezaron a caminar sin dejar de hablar, pero Kitty y Brittany se quedaron un poco más atrás, rezagadas y cogidas de la mano.

—¿Vas a estar en este estado de nervios toda la noche por culpa de la morena?—le preguntó Kitty acercándose a su oído.

—No estoy nerviosa.

—Claro, y yo no me llamo Kitty Wilde. Reconocé que te gusta.

—Bueno, no te voy a negar que me parece atractiva, pero me parece muy presuntuosa.

—¿Viste cómo te miró el culo cuando fuiste al baño?

—¡Kitty!—se sonrojó—Sí la vi.

—¡Ja! Y después decís que no te gusta, estás ruborizada. Y si te ponés así conmigo quiere decir que la morena te tiene muerta.

Brittany frunció el cejo y le sacó la lengua. Kitty tenía razón, San le encantaba, aunque no iba a reconocerlo por completo.

Caminaron por el extenso pasillo y cuando estaban a punto de entrar en el salón, escucharon que les hablaban.

—Friendship has its benefits!

Se dieron la vuelta y comprobaron que quien había hablado era San, que miraba con ironía las manos entrelazadas de las dos amigas.  De inmediato, Kitty levantó su mano y la de Brittany y dijo entre risas:

—¡Ah, ya entiendo! Muchas personas, cuando nos conocen, piensan lo mismo, pero ella es como si fuera una hermana para mí—se justificó.

—Creí que entre ustedes había ciertos... derechos.

—Sólo el derecho de exigirle lealtad por su amistad—aclaró Brittany—, Kitty no es mi tipo—y puso cara de asco.

Las tres se rieron y San pareció satisfecha ante la explicación. Tras unos minutos, el encargado se acercó a ella para informarle:

—Señorita, su vehículo les espera.

—Muchas gracias—contestó San, muy cortés, y se dispusieron a salir.

El único vehículo aparcado frente al hotel era una limusina. San tomó a Brittany por la cintura y, con la palma extendida, la escoltó hasta ella. Un cosquilleo invadió sus cuerpos con el contacto.


«¡Guau! Esta morena tiene más plata que sentido común. ¡Y yo que antes de venir estaba preocupada por si íbamos a caber todos en el coche!»


El chófer los esperaba con la puerta abierta, se acomodaron en el espacioso interior y Brittany quedó sentada contra la ventanilla.

Cuando el automóvil se puso en marcha, San cogió el mando a distancia y encendió el reproductor de música. En ese instante, comenzó a sonar una canción de Reik, que Brittany reconoció de inmediato.

¡La tenía en su iPod y le encantaba!

De pronto se encontró tarareando la letra:


Sabes no pido nada más que estar
entre tus brazos y huir de todo el mal.



—¡Chis! Cantás muy mal—le susurró Hanna en tono de broma y todos se rieron excepto San y Brittany, que volvió a ruborizarse y emitió una tímida disculpa.

—No es importante cantar bien o mal, sino sentir la letra—dijo Santana.

—No es importante mientras no le rompas los tímpanos a nadie—repuso Brittany divertida—Sé que canto fatal.

—No me pareció que lo hicieras tan mal—aseveró Santana.

El ambiente en la limusina era distendido.

Kitty estaba concentradísima enviando mensajes con su móvil y los demás habían abierto una botella de champán que estaba en el frigobar y se preparaban para servirlo.
Noah sostenía una copa en cada mano y le ofreció una a Brittany antes que a nadie, aunque ella la rechazó.

Había bebido demasiado en muy corto tiempo.

—Gracias, quizá luego en la disco beba algo.

San también la rechazó. En ese preciso instante, sonó el iPhone de Brittany y ella lo cogió. Era un mensaje de Mike, su hermano, y no pudo evitar sonreír mientras le respondía. Lo adoraba y siempre le arrancaba una sonrisa; minutos más tarde sonó la respuesta, que le hizo tanta gracia que hasta dejó escapar una risita.

—¿Algún admirador?—se interesó San.

—Tal vez—le contestó con gesto pícaro, sin desvelarle la identidad de su interlocutor.

—¿Tenés muchos?—continuó preguntándole San.

—A ver, dejame pensar... sí, algunos y algunas también—le respondió Brittany con una sonrisa y se aplaudió en silencio.

—No lo dudo—afirmó San mientras la recorría con la mirada y una risa lujuriosa en la cara.


«Hum, esta desgraciada es condenadamente sexy e irrespetuosamente carilinda, pero ¿qué quiso decir? ¿Acaba de insinuar que soy atractiva? ¡Bah! Dejá de alucinar, Brittany, esta morena está acostumbrada a chasquear los dedos y a tener lo que quiere al instante. No te metas en ese terreno», pensó.

Sin embargo, sus acciones le llevaban la contraria y su mirada se iba de forma indefectible hacia los carnosos labios de San.

—¿Tu lista de admiradoras es muy extensa?—contraatacó y pilló a San desprevenida.

San volvió a sonreírle de manera deshonesta, pero no le contestó y se giró hacia la ventanilla. Su actitud, por supuesto, no conformó a Brittany, que insistió de nuevo:

—¿Debo creer, por tu silencio, que es muy extensa?—la provocó.

Entonces, San ladeó su cabeza y la miró a los ojos.

—Más corta de lo que imaginás—contestó mientras pensaba:


«Rubia, no me obligues a ser presuntuosa, ¿acaso no me ves?»


«Mentirosa, ¿quién puede creerte? Como si no supieras lo atractiva que sos morena, como si no te vieses a diario en el espejo»[/i], pensó Brittany.


—¿Qué pasa, no me creés? —preguntó San.

—¿Habría algún motivo para no hacerlo?

—Por supuesto que no.

—¿Qué perfume usás?

—¿Te gusta?—San le sonrió de una manera endiablada.

—Sí, mucho.

Por unos instantes, ambas guardaron silencio, sumidas en sus reflexiones.


«¿El perfume o yo, rubia? ¿Cuál de los dos te gusta más?»


«Toda vos me gustás mucho»—se recriminó Brittany en silencio—«Brittany, te estás oyendo? ¡Por Dios!, sólo falta que te envuelvas en papel de regalo.»


San, que continuaba con la vista perdida en el paisaje de la noche porteña, decidió contestarle de pronto:

—Dolce & Gabbana Rose—desveló, pero Brittany jamás lo había oído nombrar.

—¿Y el tuyo?

—J’adore, de Dior.

—Exquisito en tu piel.


«Por Dios, estamos flirteando de manera visible y lo peor de todo es que no quiero parar»—se asustó Brittany—«Hacía mucho tiempo que no me sentía así de descarada con alguien. Esta morena me hace pasar del enfado a la excitación en un segundo. ¿Cómo lo hace?»


Estaban llegando a la disco.

Tequila era uno de los lugares más exclusivos de Buenos Aires, donde sólo entraba quien podía y esa restricción había sido, entre otras cosas, la que lo había catapultado a la fama. Un nightclub pequeño, íntimo y con clientela fija, que no van a un sector vip diferenciado, porque todo el espacio es una zona vip.

La limusina aparcó en la entrada, San bajó primero, sostuvo la puerta y le ofreció la mano a Brittany para que bajara; un leve contacto que las hizo estremecerse, se resistieron a soltarse.

En la entrada, Kitty, Hanna y Brittany dieron sus nombres y el de sus invitados y entraron sin dilación. Pidieron una mesa y, mientras Hanna se dirigía al punto de encuentro donde había quedado con Emily y sus amigas.

San se aferró a la cintura de Brittany, algo que ella aceptó gustosa, quería que todos vieran que habían llegado juntas.

Sonaba Satisfaction y la música aceleró aún más sus pulsaciones.


«¿Qué me está pasando? Esta morena me está afectando más de la cuenta.»


[i]«Rubia, hubiera querido quedarme en el hotel contigo y que subiéramos a la habitación. No puedo entender cómo me ponés.»



Se acomodaron y San se sentó muy cerca de Brittany.

San tomó las riendas de la situación, llamó a una camarera y, entonces, consultó con los demás si querían seguir con champán. Todos asintieron y, tras preguntar por las marcas que ahí tenían, entregó su tarjeta de crédito y la camarera se retiró.

En ese momento, Kitty se levantó para ir al baño y, en el ínterin, llegaron Hanna, Emily y sus dos amigas. Después de las presentaciones, todos se sentaron a la mesa y Estefanía se pegó a Noah; a Brittany le caía bien esa chica, pero no podía evitar sentir rechazo por Laura, pesar que se intensificó, cuando se dio cuenta de que ella no le quitaba el ojo a San y buscaba, por todos los medios, tema de conversación con ella.

Comenzó a sonar una remezcla de Sean Paul & Coldplay, y Laura empezó a mover sus hombros de manera insolente. Lanzada y descarada, miró a San, le propuso ir a bailar, la cogió de una mano y, como ella aceptó, se fueron.


«Uy, rubia, ¿qué te pasa? ¿No querés que me vaya? Tranquila, ya te va a llegar el turno, creo que te voy a hacer esperar un poquito», pensaba San mientras se alejaba de Brittany.


Mientras se dirigían a la pista, Hanna le hizo un guiño cómplice a su amiga Brittany, sin que los demás lo advirtieran, y ella le sonrió, sintiéndose estúpida y hasta sintiendo pena de sí misma.


«¿Tan obvio fue mi interés por San? Es evidente que sí», se lamentó al ver el gesto de Hanna.


Se sintió sola y entonces se acordó de Kitty. Tardaba mucho y, entre tanta gente, era imposible divisarla, así que se levantó resuelta a encontrarlo. Se encaminó hacia el baño, necesitaba salir de ahí porque, desde donde estaba sentada, podía ver a la perfección a San y a Laura bailando, un espectáculo que no le interesaba en absoluto.

Cruzó la pista y, a lo lejos, en un taburete bajo, vio a Kitty hablando con Marley. Contrariada y desanimada, se detuvo a mitad de camino para no interrumpirlas. Sentía que no pertenecía a aquel lugar; ni siquiera pudo entrar en el asfixiante y repleto baño de mujeres. Meditó qué hacer por un instante: no quería volver a la mesa donde la zorra de Laura seguro que ya había tomado su lugar.


«Ésa es más fácil que la tabla del dos, estoy convencida de que ya se tiró encima de San.»


Pero no podía irse, porque no tenía consigo el bolso. Cuando, sin ganas pero sin otra opción, había decidido volver a la mesa, la cogieron por la cintura. Era Kitty, con Marley de la mano y con cara de haberse reconciliado con ella. Tras el saludo entre ambas amigas, Kitty la interrogó y Brittany se explicó:

—Como no regresabas del baño, fui a buscarte, pero vi desde lejos que estabas en muy buena compañía y entendí tu tardanza—le guiñó un ojo—¡Marley, qué suerte que viniste!—le dijo Brittany con efusividad y expresión sincera.

De camino a la mesa, pasaron por al lado de San y Laura, que le restregaba el trasero por la pelvis mientras San se movía tranquila al compás de la música.


«Pero ¿es que esa mujer no tiene ni un poquito de vergüenza? ¡Hace quince minutos que la conoce!», se escandalizó Brittany.


San las vio pasar y distinguió con claridad la mirada tosca y despreciable que Brittany les ofrecía.

Cuando llegaron al reservado, no quedaba nadie; su bolso estaba cerca de la americana de San y tuvo el impulso de cogerla para poder olfatear su perfume, aunque se contuvo.

Estaba contrariada, después de todo el flirteo entre ellas, al menos pensó que seguirían tonteando, pero eso no estaba ocurriendo. La camarera llegó entonces con las dos botellas de champán que habían pedido y, con ella, aparecieron San y Laura, aunque cada una por su lado.

San volvió a sentarse junto a Brittany y apoyó su mano sobre la pierna de Brittany, que la miró estupefacta. Sin embargo, ese estimulante contacto se vio interrumpido por la camarera, que le devolvía a la estadounidense su tarjeta de crédito.

Laura hablaba muy fuerte y, con total descaro, se acercó a Marley para saludarla como si fuera su mejor amiga. Evidentemente también le dio un beso a Kitty, que parecía estar entre la espada y la pared.

Brittany y San las observaban: el disgusto de la Marley, que estrujaba en silencio la mano de su novia, era notorio, tenía ganas de abofetearla.

Para salir de la situación, Kitty le presentó a San con actitud de cachorrito desvalido. Laura se movía al compás de la música, de forma vulgar y atolondrada; Brittany no podía entender por qué la habían dejado entrar en ese recinto.

—Sos hermosa cuando estás enfadada—la piropeó San al oído.

—No estoy enfadada—le contestó Brittany, también al oído y resaltando cada una de sus palabras.

—¿No? Entonces, decíselo a tu cara.

Durante unos segundos, se sostuvieron la mirada. Brittany quería que sus ojos le transmitieran cuánto le gustaba y, sorprendida, descubrió que ella también le gustaba a San.

A esas alturas, ninguna de las dos estaba dispuesta a que nadie más las interrumpiera.

San se sintió perdida en la profundidad de sus ojos y decidió servir el champán.

Aprovechando la ocasión, Laura intentó entablar conversación con Brittany, pero ella fingió no oírla, en solidaridad con Marley; además, no le importaba quedar como una maleducada. Sorbió su copa, que San le había entregado con un guiño cómplice, y notó que la morena le volvía a apoyar la mano en la pierna y le decía:

—Parece que nadie soporta a esta chica—aseguró en voz baja y se acercó tanto que Brittany sintió cómo su aliento le acariciaba la piel.

—¡No te equivocás! No sé por qué Emily insiste en traerla.

En ese momento, llegaron los demás, acalorados de la pista, y Brittany se alegró porque Laura tendría con quien hablar.


«¡Qué suerte! Por fin Emily se va a hacer cargo de esta idiota.»


San, que no podía apartar la mirada de Brittany, la cogió repentinamente de la mano y se puso de pie.

—Vayamos a bailar.

Brittany se levantó sin pensarlo dos veces, se recompuso su vestido tironeando de su falda y caminó junto a San. Kitty y Marley las siguieron. Bajaron a la pista y cuando llegaron empezó a sonar un reggaeton que impregnó el ambiente de sensualidad con su ritmo. Todos deliraron bailando de forma voluptuosa Ella me seduce, canción que a Brittany le encantaba.

La situación era alucinante: San la agarró de la cintura y la apretó contra su cuerpo, llevó la mano que tenía enlazada a la de Brittany hasta la nuca y, deslizándose y sin soltarla, metió una pierna entre las de ella para comenzar a perrear.


«¡Qué sensual se mueve, Crijjjjtojesuuuu!», pensó Brittany intentando imaginar cómo lo diría su amiga dominicana, Vane.


Se movió con toda la sinuosidad que pudo y, entonces, San le dio la vuelta y se quedó pegada a su espalda rodeando con el brazo su cintura mientras movía sus caderas y le cantaba al oído:


Ella me seduce y me lo pego por detrás.
Haga lo que haga ella se deja llevar.
Mi gata va a fuego, eso sí es verdad,
que no anda con rodeos
a la hora de perrear...



San se abrigó en su cuello y Brittany pudo sentir su respiración, aunque San ni la tocó, sólo la olisqueó.

Desenfrenada, levantó su mano y le enredó sus dedos en el pelo, acoplando sus cuerpos al ritmo de la música.

San hubiera deseado besar a Brittany ahí mismo, pero contuvo su deseo.

Brittany anhelaba que la morena se diera cuenta de que estaba ardiendo. Justo entonces, la tomó de la mano, la giró de nuevo y, volviéndola a acercar a su cuerpo, le plantó un besito en la punta de la nariz.

Brittany se creyó desfallecer.

San se separó un poco para repasarla con la mirada y le guiñó un ojo; sus ojos se volvieron más profundos y el fuego que sentía se transformó, de pronto, en algo desmedido, descontrolado e irracional.


A esas alturas, Brittany estaba alucinando:

«Diooooooooooos, ¿se puede ser más sexy que esta mujer?», se preguntó.


San, a su vez, fantaseó:


«rubia, te quiero en mi cama, quiero beberme todo tu cuerpo.»


Era lo único que ansiaba, tenerla entre sus brazos y perderse en Brittany. Bailaron la canción entera, pero no terminaron la siguiente, una remezcla de Finally found you, de Enrique Iglesias, porque Brittany se le acercó al oído y le dijo:

—No doy más—sus palabras escondían la verdad.

San supuso que eran fruto del cansancio, aunque en realidad Brittany no se veía capaz de seguir bailando con San sin besarla, algo que no le confesó porque la cobardía la pudo.

Desplegando aún más sus aires de seductora, la cogió de la mano y le dio un casto beso en ella, luego la sacó de la pista abriéndole paso entre la gente que bailaba descontrolada.

El contacto con su mano hacía que los deseos y pensamientos de Brittany se volvieran irrefrenables, y se imaginó acariciando su cuerpo sin pudor.

Al llegar a la mesa, San, lejos de soltarla, empezó a acariciarle los nudillos con el pulgar mientras imaginaba qué hacer con ella; necesitaba llevársela, sacarla de ahí, hacerla suya, poseerla.

El ambiente en el reservado estaba muy animado, gracias a los daiquiris, cosmopolitan y a una nueva botella de champán que reposaba en la cubitera y que San no tardó en descorchar.

Sirvió sendas copas y, al entregarle la suya, aprovechó para apartarle un mechón de pelo que caía sobre su cara y colocárselo detrás de la oreja. La sonrisa y el guiño con que acompañó ese gesto produjeron un escalofrío que recorrió todo el cuerpo de Brittany.

Las señales eran claras y San creía no estar equivocada: ya estaba seducida.

Todos reían y hablaban a la vez, excepto ellas, que permanecían en silencio y pendientes la una de la otra.


«¡Rubia, no puedo creer que me pongas tan estúpida con sólo una sonrisita!»


Bailar con Brittany le había desatado demasiadas sensaciones arrebatadoras y decidió, de una vez por todas, dejar de posponer lo inevitable; cogió su chaqueta y el bolso de Brittany y, sin pensarlo más, se puso de pie y la aferró de la mano para que la siguiera.

Brittany asintió sin chistar.

Todos se quedaron mirando cómo se alejaban un tanto sorprendidos, porque ni siquiera habían podido despedirse.

San caminaba delante y la arrastraba a ella hacia la salida. Por el camino, sacó su iPhone del bolsillo e hizo una llamada; lo único que dijo fue:

—Estoy saliendo.

El cuerpo de Brittany parecía no tener voluntad, sólo deseaba rendirse a la de San, que caminaba con tanta urgencia que era difícil seguirla. Se dio la vuelta y, cuando la miró, tenía la mandíbula apretada y una mirada rígida, impaciente y febril.


«Voy morderte esa boca, rubia», parecía decirle con los ojos, en la penumbra de la discoteca.



Llegaron a la calle y la limusina que las había traído se acercó al instante. San abrió la puerta y le indicó que subiera; se acomodaron en el interior y permanecieron en silencio.

Brittany estaba tan nerviosa que su respiración era claramente audible. El cristal que los separaba de la cabina del conductor estaba cerrado y San valoró la opción de arrancarle la ropa ahí mismo, pero contuvo su insensato deseo porque no quería cohibirla.

Apoyó su mano en la pierna de Brittany, se la acarició y le sonrió. Brittany estrujaba la correa de su bolso y le devolvió una tímida sonrisa y una sensual mirada hacia sus labios.

La boca de esa morena la impacientaba y le estaba quitando la razón.

Hacía tiempo que no estaba con nadie y deseaba con locura tener una noche de sexo con San y, aunque se sentía insegura, se había dado permiso para disfrutar sin importarle que ella fuera una perfecta desconocida. Al fin y al cabo, eran dos personas adultas.


«Parece una persona inteligente y, además, es amiga de Noah, aunque por encima de todo es condenadamente apuesta e irresistible. Bien, pasaré la noche con este bombón y mañana, cuando despierte, me sentiré la mujer más bella del mundo, por haber compartido cama con ella. ¡A la mierda mis principios! Será la primera vez que me acueste con una persona a la que recién conozco, pero no me importa; total, no lo volveré a ver», reflexionó.


El viaje era corto, pero a ellas se les hizo interminable.

La limusina estacionó y el chófer bajó para abrirles la puerta. San salió primero y le ofreció su mano a la joven para que bajara. Ésta se lo agradeció y San le besó la nariz, luego le indicó al conductor que regresara a la disco a esperar a los demás.

Ya en el Faena Universe, pidió la llave de su habitación y la guio hasta el ascensor para subir a la Tower Suite.

San mantenía su mano cogida como si fuera enteramente suya y sólo la soltó para abrir la puerta; aferrada al picaporte le hizo un ademán con la cabeza invitándola a pasar.


«¿Es que vamos a seguir en silencio?—se recriminó Brittanny— Brittany, ¡¿serás estúpida?!—recapacitó en seguida—¿Acaso pensás que te trajo a este lugar para hablar? Pensá un poco, por favor, utilizá tus neuronas.»


Entraron a una sala de estar con vistas al río y a la reserva ecológica y Brittany apoyó su bolso en el sofá de cuero rojo con timidez y se quedó quieta junto al sillón.

Desde la puerta de entrada donde se había quedado recostado, San la observaba y advirtió su nerviosismo a la primera.


«Tranquila, rubia, no te voy a hacer nada que no quieras. Prometo que sólo te haré gozar como nunca nadie lo hizo», pensó San mientras le dedicaba la mirada más lasciva que jamás nadie le había regalado.


En su mente, ya la había desnudado una y mil veces; se la estaba comiendo con los ojos. Su mirada, en ese instante, podría haber sido culpable, sin duda, del calentamiento global.

Brittany se sintió tan intimidada que optó por estudiar el recinto, cuya decoración estaba claramente dominada por el color rojo pasión.

Pero San no estaba dispuesta a permitir que se distrajera de su verdadero objetivo y empezó a caminar despacio hasta Brittany. Cada uno de sus movimientos al desplazarse despedía un irrefrenable aroma de seducción. Entonces, la cogió con fuerza por la cintura, la aprisionó contra su cuerpo y metió la cabeza en su pelo para inspirar su perfume. Le retiró el cabello con la mano para descubrir su cuello y, extasiado por el olor de su piel, empezó a regarla con sutiles besos, tomó el lóbulo de su oreja entre sus labios y Brittany sintió que iba a volverse loca de deseo.

San regresó a su cuello con atrevimiento y volvió a esparcir pequeños y mullidos besos hasta que llegó al hombro. Deslumbrada, retiró su cabeza para mirar a Brittany; sus ojos brillaban con un azul incandescente.

Tomó aire, inspiró con fuerza hasta llenar por completo sus pulmones y, sin poder aguantar más, se dispuso a devorarle la boca. Le mordió el labio inferior tirando ligeramente de él y luego le pasó la lengua por los labios hasta que Brittany la dejó entrar en su boca.

Brittany le ofreció su lengua y se confundieron en un beso apasionado, salvaje e intenso. Desenfrenada por el efecto que San le causaba, entrelazó los dedos en su pelo y se lo arremolinó; sentía que su pudor se había esfumado con el asalto de San a su boca.

Ceñida a su cintura, San movía su lengua con frenesí y, empujándola despacio, la condujo hacia atrás, hasta que su cuerpo chocó contra el sofá. Ansiosa por avanzar un poco más, le abrió las piernas con las suyas para que pudiera sentir sus sexos y su calor. Bajó sus manos y se aferró a sus nalgas con tanta fuerza que le causó dolor, pero no podía detenerse.

Brittany la había puesto a mil.

La empujó sobre el sofá y se dejó caer sobre ella, sin pensar. Sólo deseaba probarla, bebérsela, sentirla; atacó de nuevo su cuello y, con besos húmedos, bajó hasta la profundidad del escote que dejaba al descubierto el nacimiento de sus perfectos pechos. Le pasó la lengua, delimitándolas, y levantó su cabeza para tomar aire.

En ese momento, también Brittany aprovechó para respirar; se estaba clavando el bolso, así que y lo lanzó al suelo.

San se colocó entonces a horcajadas y empezó a desabrochar su camisa con una media sonrisa que oscurecía más sus ojos.

Brittany, con sus azules iris en llamas, reptó hacia atrás en el sofá ayudándose de los codos y se despojó de los zapatos, que cayeron de cualquier manera por el suelo.

Pero San necesitaba con urgencia poseer sus labios, así que dejó su camisa a medio desabotonar y atacó su boca de nuevo, la invadió con su lengua y la hurgó por completo; no podía detenerse. Jamás la habían besado con tanta vehemencia.

San estaba a punto de hacerle perder la razón.

Brittany le arrancó a tirones la camisa y le saco el sujetador, se aferró a su espalda y enterró las uñas en ella. Sin voluntad, se entregó al placer de sus besos y abrió sus piernas para darle paso a toda su intimidad, a lo que San respondió empujando su sexo contra el de Brittany y restregándoselo con lujuria.

Como una inexperta y apresurada, empezó a levantarle el vestido, mientras Brittany subía la cabeza y los brazos para ayudarla a desnudarla.
Faltaba poco para que fuera totalmente suya.

La tenía bajo su peso y en ropa interior. Sintió que le faltaba el aliento pero, sin abandonar su boca, movió sus manos y se apoderó de uno de sus senos, lo apretó y, luego, apresó un pezón con los dedos por encima del encaje; era perfecto.

No pudo contenerse más y sacó uno de sus pechos por encima de la copa del sostén, lo devoró dibujando círculos con su lengua, lo sujetó entre sus dientes y lo apretó despacio, cada vez con más y más fuerza, hasta que sintió un leve quejido que escapaba de la boca de Brittany.

En ese mismo instante, Brittany notó una sensación de inmenso placer que le recorría el cuerpo entero hasta la vagina y, de forma involuntaria, levantó su pelvis ondulante contra la de San para exigirle más placer y apretó un pecho de San con fuerza.

San le desabrochó el sujetador con evidente destreza y Brittany levantó sus brazos para que San pudiera quitárselo. Le sostuvo los pechos con ambas manos, los admiró durante unos segundos y comenzó a masajeárselos; se reclinó y les pasó su lengua con apasionamiento, después los soltó y empezó un largo camino de besos hasta el ombligo, que rodeó con delirio.

Continuó bajando, la lamió por encima de la ropa interior y sintió su clítoris hinchado bajo el encaje; se lo mordió, le corrió el tanga hacia un costado e introdujo un dedo en su húmeda vagina.

Brittany se contorsionó al notar la invasión y gimió; el dedo de San entró y salió varias veces mientras ella se derretía entre sus manos. Levantó la cabeza para mirarla y se encontró con una mujer muy concentrada; sus ojos se cruzaron y San le sonrió.

Una sensación de libertad total invadió a Brittany que, a punto de perder los estribos, comenzó a morderse el labio y a acariciar los pechos de San.

Esa noche no quería privarse de nada.

Estaba fascinada y tenía la impresión de que sus sentidos habían estado siempre dormidos, esperando la llegada de San.

Ante su lujuriosa mirada, San sacó el dedo invasor para meter dos, y los enterró en su sexo hasta que desaparecieron mientras le acariciaba el clítoris con el pulgar.

Brittany se tapó la boca con la mano para ahogar un grito, creía estar enloqueciendo de placer. Entonces San retiró sus dedos para quitarle la tanga y Brittany levantó sus caderas para ayudarla.

La admiró un instante: ya estaba desnuda y lista, contoneándose excitada por su intrusión anterior, y, sin dejar de mirarla, se le acercó al oído y le susurró:

—Así es como quise tenerte desde el primer momento en que te vi en el Bistró.

Brittany no daba crédito a sus palabras.

La frase sonó tan provocadora y caliente que pensó que tanto su corazón como su vagina iban a escapársele por la boca; toda ella latía fogosa y creyó que iba a correrse antes de que San hiciera algo más.

Sin perder más tiempo, San desabrochó su pantalón y se los bajó junto con su tanga, mientras Brittany la ayudaba con los talones. De nuevo, San tomó posesión de su boca y su sexo cayo, mojado y caliente en la pelvis de Brittany, que se movió para tener mejor contacto.

Con el roce, San se excitó aún más y gimió en su boca. Entonces, después de morderle los labios, se sentó de golpe en el sofá para quitarse las zapatillas y los pantalones.

Brittany la miraba ansiosa y asombrada, San estaba muy húmeda. Entonces Brittany la toco y la acarició, pero San la frenó y le indicó que se sentara sobre ella.

No pensaba contradecirla.

Deseosa de tenerla junto a ella, la obedeció con agilidad y se situó a horcajadas sobre sus piernas.

San se acomodó para poder unir sus sexos, mientras Brittany se reclinaba contra su pecho para facilitarle el paso. San poco a poco se colocó en la posición perfecta y se unieron a la perfección.


«¡Qué bien se siente!», pensó Brittany, mientras cerraba los ojos.


San estaba tan húmeda.

—Ah, Brittany, esto es perfecto—le dijo después sentir el primer rose perfecto, y se quedó quieta para disfrutar de su unión.

San la tomó por las nalgas para dirigir sus movimientos y empezó a mover sus caderas despacio. Brittany se movía acompasada apoyada en sus hombros. Con su boca, Brittany atrapó uno de sus pechos, lo succionó enloquecida y San se detuvo de forma abrupta. Acto seguido se aferró a su cintura y se quedó quieta un instante, a punto de perder el control.

Todo era demasiado intenso.

San, sin perder la unión, se movió con agilidad para girar a Brittany y depositarla otra vez de espaldas sobre el sofá.

Necesitaba cambiar de posición para poder dirigir sus movimientos.

Brittany enlazó las piernas a su cintura y con sus manos le atrapó las nalgas para invitarla a que se moviera.

—Me estás volviendo loca, Brittany—su voz sonó oscura.

—Vos también, San, por favor, San—repitió su nombre varias veces.

—Tu vagina es hermosa y está caliente.

Se movió despacio y luego se movió con furia, era la perfección enfundada en un cuerpo de una morena mujer. Brittany ya no podía controlar sus gemidos.


«¡Por Dios! ¡Cómo me gusta que esté junto a mí!», pensaba Brittany de forma desordenada, mientras se movía para encontrarla.


—¿Te gusta, Brittany? ¿Te gusta así?

—Sí, San, me encanta, fóllame, San—y se lo repitió en inglés por si no la había entendido—Fuck me, fuck me.

Aceleró el ritmo, mientras Brittany la acompañaba en cada arremetida. Las palabras en su idioma habían hecho estragos en San, que ya estaba demasiado excitada.

Los rostros de ambas mostraban su transformación.

San levantó su cabeza mientras sostenía su cuerpo con los brazos a los lados de Brittany, sus músculos en tensión. Cual si fuera una tabla en el océano, Brittany le masajeo los pechos y bajó las piernas que aún tenía enlazadas hasta su cintura, para poder mover mejor sus caderas. Se encontraron una y otra vez.

—Dame tu orgasmo, Brittany, no aguanto más—le suplicó y de nuevo, en inglés—Give it to me, baby, please.

Al oír su petición, Brittany le soltó los pechos y enterró sus uñas por toda la espalda de San y se dejó ir con el siguiente movimiento de caderas, tembló y gritó pronunciando el nombre de San mientras tiraba la cabeza hacia atrás y arqueaba su cuerpo estremeciéndose una y otra vez.

—Así, Brittany, así me gusta verte.

San seguía moviéndose y Brittany volvió a correrse, pero cuando San notó que Brittany se volvía a derretir, perdida en otro orgasmo que la transportaba a sensaciones inimaginables, se dejó ir y también se corrió con un rugido contenido que le erizó la piel de todo el cuerpo.

Brittany disfrutó viéndola saciar su sed y se sintió responsable y orgullosa de la experiencia. San era bella en todo momento, pero extasiada tenía un aspecto sublime.
Sin fuerzas, se dejó caer sobre el cuerpo de Brittany. Tras unos instantes y, al comenzar a normalizarse su respiración, empezó a moverse y se apoyó en un codo. Tenía a Brittany aprisionada contra el respaldo del sofá, la miró y le besó la punta de la nariz mientras le sonreía.

—¿Dónde está el baño?—le preguntó Brittany rompiendo la magia.

—Tenés uno en la primera planta y otro en la segunda, en el dormitorio—le aclaró.

Brittany no deseaba salir de su cobijo, pero necesitaba refrescarse, así que se levantó y, cuando lo hizo, San le dio un apretón en la nalga que la hizo reír. Con gracia se giró y guiñó un ojo a San, que se había acomodado en el sillón llevando sus brazos a la nuca.

Mientras la miraba alejarse, admiró su perfecto cuerpo y pensó que era tal cual lo había imaginado desde que la había visto vestida, por primera vez.

Brittany desapareció por el hueco de la escalera, ascendió y dio con el baño que ocupaba toda la primera planta de la suite, se sentó en el inodoro para hacer pis y empezó a reflexionar sobre todo lo que acababa de ocurrir:


«¡Qué mujer tan intensa! Nunca había tenido tan buen sexo. ¡Dios! Jamás me habían hecho pasar por tantas sensaciones. ¡Y yo que pensaba que no era tan inexperta!»


Terminó de hacer pis, se limpió y consideró que debía ser muy cariñosa con su pubis, ya que después de cómo lo había tratado la morena necesitaba algunos mimos. Se carcajeó en silencio por sus pensamientos.

—¿Se puede?—preguntó San antes de entrar.

—Sí, pasá—Brittany ya se había levantado y estaba refrescándose la cara.

—Ha sonado tu móvil, pero antes de que pudiera llegar, dejó de hacerlo. Estaba en el suelo, seguramente se cayó de tu bolso.

Se lo entregó y Brittany miró la pantalla y devolvió la llamada.

—Hola, Kitty.

San entrecerró los ojos cuando escuchó el nombre.

—¿Britty? ¿Estás bien?

—Sí, perfectamente.

—¿Dónde estás?

—Durmiendo, ¿viste la hora que es?


A San no le gustó que no le dijera que estaba con ella.

—Sí, lo siento, pero ¿dónde estás?

—¿Y vos? ¿Dónde estás vos?
—le contestó Brittany para evitar responder.

—En un taxi, a punto de llegar a casa. Marley se volvió a enfadar conmigo y quiso que la llevara a la suya. Me acaba de dejar plantada otra vez.

—Algo le habrás hecho.

—¡Brittany! Se supone que sos mi amiga y que estás a mi favor.

—Kitty, no es hora para esto. Es tarde, por favor, mañana hablamos. Ahora andá a dormir.

—Está bien. ¡Qué mala onda!

—Beso y hasta mañana.


Brittany cortó antes de que Kitty pudiera seguir preguntándole.

San la tenía abrazada por detrás y le besaba el cuello, aunque lo había hecho con premeditación para poder oír la conversación.

Cuando Brittany colgó, se puso enfrente y probó su boca con un beso suave, lejos de la urgencia anterior. Brittany se sentía embriagada por sus labios carnosos y sensuales. Se acariciaron las lenguas con cariño.

San besaba muy bien.

Ambas estaban desnudas y San la mantenía aferrada por la nuca, mientras Brittany inclinaba un poco la cabeza para facilitar la labor.

Al separarse, San estaba otra vez húmeda y sus pezones erectos, San le guiñó un ojo y se sonrieron.


«Segunda vuelta—pensó sin salir de su asombro—¿Será que San no es de este planeta? Jamás estuve con una persona que estuviera preparada con tanta rapidez. ¡Vaya! Esto sí que es una sorpresa.»


—Vamos a la cama—murmuró San con voz sensual, mientras le acariciaba la espalda.

Luego cogió a Brittany de la mano y, sin más, subieron hasta el dormitorio. Se quedaron frente a frente en la entrada. San llevó la mano de Brittany hasta su boca y le besó los nudillos sin perder el contacto visual. Después la depositó en su nuca, exigiéndole que la acariciara; con una maniobra muy suave le despejó el pelo de la cara y le indicó que cerrara los ojos.

Brittany esperó expectante mientras San la admiraba, obnubilada. Se acercó despacio y depositó un beso en cada uno de sus párpados:


«Sos hermosa, no puedo esperar más a tenerte de nuevo», pensaba San mientras la besaba.


Al final, la besó en la punta de la nariz y en los labios. Brittany respiraba de forma audible y entrecortada, mientras le acariciaba el cuello con sus dos manos. De pronto, abrió sus ojos, y miró a San y se encontró perdida en los iris oscuros de ella, que bailaban de deseo.

Entregadas, se adoraron en silencio con la mirada.

Esta vez no había urgencia, habían decidido tomarse todo el tiempo para disfrutarse.

San había experimentado sensaciones que hacía mucho no le despertaba ninguna mujer; se sintió desarmada y hasta vulnerable frente a los ojos de la porteña y deseó que ese momento no terminara nunca.

Brittany, por su lado, no podía dejar de admirar la perfección de su rostro, mezcla de seria y faz angelical en su justa medida.

Entonces San levantó sus manos y le acunó la cara, resiguió sus labios con el pulgar y permaneció extasiada en la belleza de aquella mujer que esa noche le pertenecía tan sólo a ella.

Brittany sacó la lengua para humedecer sus labios y, aprovechando la apertura, San metió un dedo dentro de su exquisita boca. Brittany la recibió, rodeándola con su lengua una y otra vez. La caricia hizo que San la imaginara en su sexo en sus pechos y lo deseó con tanta intensidad que arqueó una ceja y se sonrió malicioso.

Brittany fantaseó lo mismo que San, y las alarmas de la excitación volvieron a dispararse: su vagina se humedeció de nuevo y la de San aún más contra la suya.

Quitó su dedo de la boca y se aferró con firmeza a sus hombros, mientras le regalaba una seductora sonrisa, que fue correspondida por otra igual. Animada, Brittany se acercó a sus labios, los lamió y se separó ligeramente para mirar su rostro. En su frente, se habían formado unos pequeños pliegues que acarició y recorrió con su índice.


«¿Qué hay que hacer para entrar en tus pensamientos?», pensó.


Deseaba encontrar la respuesta.

San dejó de fruncir su frente y relajó sus facciones entre las manos de Brittany para disfrutar, entreabrió los labios y dejó escapar un leve gemido.


«Ahora voy a cuidarte mucho, rubia, voy a demostrarte, cuánto placer puedo darte.»


Deslizó una mano por el omóplato de Brittany hasta rodearle la espalda y se movió con rapidez. Por sorpresa, la levantó entre sus fuertes brazos y Brittany se cogió a su cuello embriagada por las notas de sándalo de su exquisito perfume.

Creyó que iba a dejarla sobre la cama, pero no lo hizo, la puso de pie en un costado y siguió acariciándola. Dio un paso atrás y le recorrió todo el cuerpo con la mirada deteniéndose en cada una de sus curvas.

Brittany era hermosa y deseaba hacérselo saber.

San abrió la cama, corrió la colcha y se sentó, semi-recostada, mientras admiraba a Brittany apoyada sobre sus codos en el colchón.

Brittany se inclinó y buscó su boca, que a esas alturas se había convertido en una adicción. Se sintió audaz y empezó a recorrerle el cuello con dulces besos.

San dejó escapar un suspiro contenido y llevó su cabeza hacia atrás para permitir que su lengua reptara por su cuello. Entonces Brittany se arrodilló sobre la cama y empezó a lamer con delicadeza todo su cuerpo, cada músculo, y la sintió temblar.

Brittany quería llevarla hasta un lugar desconocido, deseaba que sus más profundas sensaciones sólo pertenecieran a su boca, anhelaba enloquecerla de placer y que nunca la olvidara.

Besó sus pechos y con su mano los acarició y comenzando un lento descenso por sus abdominales, tensos por sus caricias. Con los ojos afanosos, la miró y descubrió que San permanecía atenta a cada uno de sus movimientos.

La intimidad tomaba fuerza entre ellas de una forma aplastante.

Brittany era consciente de que ésa sería su única oportunidad de disfrutarla sin limitaciones. Lo que no hiciera esa noche no tendría ocasión de volver a probarlo.

San, entregada a sus caricias, yacía perdida entre sus besos, con los labios entreabiertos y los ojos enardecidos y de un oscuro intensísimo. Tras comprobar que la tenía rendida a sus pies, volvió a concentrarse en su tarea y comenzó a acariciarla con la punta de sus dedos.

Contorneó sus caderas, delimitó su triángulo invertido y luego se concentró en el rastro feliz que comenzaba en su ombligo. La recorrió hasta llegar a su sexo y se aferró a él, acarició toda la longitud de su sexo y su clítoris apretándolo un poco y lo masajeaba una y otra vez hasta escucharla temblar y gruñir de placer.

Su humedad era demasiada y, tentada, pasó su lengua para recogerla. Abrió la boca paso la lengua por todo su sexo, se movió sobre él enterrándole la lengua y sacándola varias veces, hasta que San le rogó que parara.


«¡Sí, San!—pensó—Quiero que me supliques. Te voy a llevar al límite; te deseo sin aliento, extasiada, entregada, al borde del delirio.»


San intentó recuperar el control y se apartó de su boca; estaba a punto de correrse en su boca. Le indicó que se recostara de espaldas con unos golpecitos en la cama, le separó las piernas y se situó con la cabeza entre ellas. Suspendida sobre uno de sus antebrazos, le abrió los labios de la vagina con la otra mano.

—Hum, Brittany, me encanta lo mojada que estás.

Hundió un dedo en su sexo, lo metió y lo sacó varias veces girándolo, y le rodeó el clítoris con el pulgar mientras le besaba la entrepierna. Comenzó a aumentar la intensidad de sus besos hasta lamérselo, tensó la lengua y lo rodeó imitando el movimiento que había hecho con su dedo y, cuando lo sintió bien hinchado, lo mordió.


«Rubia, sé que esto te gusta, tu cuerpo me lo está diciendo. Voy a enloquecerte, bonita, tanto como vos a mí hace un instante. Voy a beberte toda y vas a rogarme que pare y luego querrás más, mucho más», se dijo y volvió a tensar la lengua para rodearle el clítoris y mordérselo nuevamente.


El cuerpo de Brittany, agitado por su tortura, era incapaz de quedarse quieto. San repitió sus caricias y mordiscos húmedos una y otra vez hasta que Brittany emitió un quejido ahogado; entonces introdujo otro dedo en la vagina y los metió y sacó varias veces.

—¡San, por favor!—rogó Brittany arrastrando las palabras, pero San no le hizo caso y siguió hasta que ella volvió a suplicarle—S-a-n.

Su nombre salió entrecortado de su boca; ya no era dueña de ninguno de sus actos y volvió a suplicarle mientras temblaba.

—S-a-n.

—Vamos, Brittany, dejate ir, dejame sentir cómo sorbes mis dedos con tu vagina.

Entonces empezó a mover los dedos dentro de Brittany en busca de un punto exacto.

Brittany, entregada por completo, levantó la pelvis y le estrechó los dedos con su sexo hasta que llegó al clímax. En aquel momento, San se arrastró sobre la cama, trepó por encima de Brittany e introdujo los dedos que habían estado en su interior dentro de su boca junto con su lengua. Luego los retiró y la besó con erotismo.

Se apartó y tomó una de las piernas de Brittany y, después de besársela, la dejó sobre su hombro. Acto seguido hizo lo mismo con la otra, hasta que pudo tomarla por las caderas y moverse para que sus piernas quedasen colgando de sus brazos.

Se movió y busco la posición perfecta y junto sus sexos y empezó a dirigir su cuerpo con enérgicas embestidas. Pero tuvo que parar. Le bajó las piernas e intentó valerse de todo su control.


«Rubia, no puedo creer lo que me estás haciendo sentir. Hace tiempo que no disfrutaba tanto con una mujer entre mis brazos. Sos exquisita.»


Mientras sus pensamientos invadían su mente, la giró y le levantó el trasero. Le indicó que se echara ligeramente hacia adelante y que hundiera su cabeza en la almohada. Metido entre sus piernas, apoyó su mano izquierda en la parte baja de su espalda y, con la mano derecha la penetro y comenzó a moverse despacio. Entrando y saliendo varias veces.

San paraba y volvía a empezar; Brittany gemía. Se soltó de las caderas y se recostó ligeramente en su espalda, rodeó su cintura con el brazo libre y mientras que con la otra la penetraba, con el pulgar buscó el clítoris lo acarició con suavidad, mientras empezaba a embestirla despacio. De golpe paraba para comenzar nuevamente, entrando y saliendo más lento aún.

—¿Te gusta, Britt?—le habló muy cerca del oído.

¡Britt!

—Sí, San, sí. Por favor, no pares—giró la cabeza para que la besara.

Necesitaba provocarla para que dejara de moverse de forma tan pausada. Sus lenguas chocaron con desesperación y el beso consiguió lo que ella esperaba. San empezó a arremeter dentro de ella desatando toda su furia contenida.

—Dame tu orgasmo, Britt. Vamos, dámelo, dámelo ya—le suplicó con desesperación sin dejar de moverse.

Y entonces Brittany se estrelló con fuerza contra sus dedos y gritó con poderío, mientras llegaba al éxtasis.

San retiro sus dedos y la dio vuelta, para volver a unir sus sexos y se movió unas cuantas veces hasta que también aulló y se entregó alucinada hasta que terminó de llegar al clímax.

Se dejó caer sobre Brittany y ella aflojó sus piernas trémulas para desparramarse sobre la cama, con todo el peso de San sobre su cuerpo. No lograban recobrar el aliento, pero San, consciente de que la estaba aplastando, le dio un beso en el hombro y se movió un poco para que Brittany se pudiera mover, pero Brittany estaba extenuada y le dolía todo el cuerpo.

Miró a San entre los mechones de su cabello revuelto, que caían sobre la cama como un abanico: un brazo cubría la frente de San, que boqueaba como pez fuera del agua. Cuando su agitación se empezó a normalizar, se colocó de costado y le despejó la cara a Brittany con sus dedos. Ella se aferró a la almohada y así se quedaron un rato, sin decirse nada.

San le acariciaba la espalda con dulzura.


«No quiero que termine esta noche. Ha sido demasiado perfecta—reflexionaba San mientras la mimaba—, pero sé que estás cansada y que debo dejarte dormir.»


Ese gesto amoroso cogió desprevenida a Brittany, que, en seguida y para convencerse, se dijo:


«Sólo fue sexo, Brittany, sólo fue magnífico sexo.»


San se incorporó un poco, alcanzó la sábana y las tapó a las dos, paso con sus dedos los labios de Brittany, hinchados por sus besos, y le habló muy bajito:

—Dormí.

Ambas se resistían a hacerlo porque significaba que al despertar todo habría terminado, pero Brittany estaba tan cansada que se sumió de inmediato en un sueño profundo. San la observó dormirse mientras su cabeza no paraba de repetirse:


«Sólo estás obnubilada por su belleza. Tranquila, es sólo una mujer más, una belleza exótica que se ha dejado follar muy bien. Mañana, cuando despierte, le echarás otro polvo antes de que se vaya.»


Última edición por 23l1 el Dom Ago 09, 2015 4:18 am, editado 1 vez
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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 3

Mensaje por 23l1 Dom Ago 09, 2015 2:43 am

Capitulo 3

La luz matutina entraba por el ventanal de la habitación. Las cortinas se habían quedado abiertas y San estaba aferrada al cuerpo de Brittany con la mejilla apoyada en su espalda. Tenían las piernas entrelazadas y Brittany podía sentir su respiración pausada en el cuello. Aún adormecida, prefirió quedarse quieta para no despertarla.

No quería irse.

Probó a acurrucarse más en su abrazo y, de forma receptiva, afianzó más su agarre; un mar de sensaciones invadían su mente. Durante la noche, cuando se había embarcado en la aventura, no pensó que podría llegar a sentirse como se estaba sintiendo.

Pero ¿qué era lo que sentía?

Aunque era inevitable hacerlo, no quería reflexionar demasiado.

Probó a reprenderse en silencio para convencerse de que lo que había tenido sólo había sido una noche de magnífico sexo.


«No tejas en tu cabeza otras emociones inconcebibles», se dijo mientras ponía en blanco su mente y volvía a dormirse.


Cuando despertó de nuevo, estaba en otra posición, boca arriba otra vez y con el brazo de San enlazado a su cintura y una pierna sobre la de ella.


«¡Qué bien sienta despertarse así!—consideró de inmediato—Hace tanto tiempo que no me despierto con alguien a mi lado...»


Ladeó la cabeza con lentitud para mira a San y se encontró con unos ojos oscuros radiantes que la observaban.

—Hola—le dijo ella con timidez.

—Hi—le contestó San adormilada, y se quedaron mirando durante un buen rato mientras disfrutaban del silencio de la mañana.

Brittany no sabía muy bien qué decir y, de repente, se sintió insegura y tuvo que apartar sus ojos de San y fijar la vista en el techo.

No estaba acostumbrada a despertarse en la cama de una persona desconocida y, menos aún, de una desconocida que la había vuelto loca.

Durante la noche, había llegado a pensar que existía el amor a primera vista.


«No debes sentirte así—se amonestó en un intento por desechar sus cavilaciones—, Debes disfrutar del hoy y del ahora y poner tu mente en blanco», pero San no se lo ponía fácil.


San depositó un beso en su hombro y manipuló su cuerpo con habilidad para colocarla frente a él. A Brittany le encantó volver a sentir sus manos sobre su piel desnuda. La mantuvo agarrada de la cintura y le regaló una dulce sonrisa que le llegó al corazón.

En señal de agradecimiento, Brittany la sorprendió con un beso en la nariz, que fue seguido por una caricia que le recorrió el rostro. San tenía una nariz perfecta, que resiguió con sus dedos, y unos labios en forma de medio corazón, cuyo contorno delineó extasiada. Bajó hasta su mentón, se detuvo ahí.

Estaba irresistiblemente sexy recién despierta.

San subió su mano por la espalda de Brittany con la palma bien abierta y la acarició en toda su extensión mientras tomaba aire.


«¿Qué me vio esta morena tan perfecta para llevarme a la cama con ella?»


Seguía sin encontrar respuestas a los interrogantes que recorrían su mente a una velocidad inusitada. Brittany era consciente de que su figura era armoniosa y se cuidaba para mantenerla, pero la belleza de San era apabullante. Levantó su mano y le apartó un mechón que caía en su frente. Sin dejar de mirarla, le recorrió las mejillas, ensimismada y confusa.

—Hoy están más claros—expresó San con impertérrita calma, rompiendo la magia del silencio.

Brittany frunció el entrecejo porque no entendía a lo que se refería.

—Tus ojos hoy están más claros. Un azul más claro—le repitió San—Anoche los tenías de un azul más oscuros.

Brittany sintió correr mariposas por su cuerpo.


«Dios, ¿cómo puede seducirme sólo con decirme que me cambió el color de los ojos?», se interrogó.


—Son los ojos azules más hermosos que he visto nunca—continuó San.

Se sintió descolocada por el comentario; no era necesario que le dedicara palabras bonitas porque no eran amantes. Se lo agradeció, un tanto desconcertada:

—Gracias, pero los tuyos son más bonitos azules hay muchos, pero oscuros así casi negros como los tuyos no—Santana sonrío—Y esos perfectos hoyuelos que tenes al sonreír también me encantan.

Santana sonrió aún más.

—¿Lo pasaste bien?

—Sí, ¿y vos?

—También.

—San, quiero que sepas que no suelo acostarme con una persona a la que acabo de conocer. Necesito decírtelo porque no quiero que te quedes con una impresión errónea de cómo soy.

—Chis, no te preocupes. Sé exactamente como sos, lo veo en tus ojos.

—Te hablo en serio.

—Yo también.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por creerme.

—¿Qué tenés con Kitty?

Su pregunta y el tono suspicaz con que la hizo la sorprendieron. No entendía muy bien.

¿Creía tener derecho a indagar sobre la relación que tenía con su amiga o con cualquier otra persona?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Curiosidad, sólo eso.

Brittany la miró fijamente y luego le contestó:

—Creo que Kitty y yo te lo explicamos bien ayer. Sólo tenemos una enorme y sincera amistad. Ella estuvo a mi lado en los momentos en que más la necesitaba y siempre de manera incondicional. ¿Acaso sos de las personas que no creen en la amistad, solo la amistad entre las personas?

—A decir verdad, cuando te gustan las mujeres al igual que los hombres, sí lo dudo—le respondió San con sinceridad.

—Te aseguro que sí existe, y sí me gustan también las mujeres como lo pudiste probar tu muy bien, pero Kitty y yo somos solo amigas y somos un claro ejemplo de ello.

San se rió pero no le contestó. Una pregunta terminó con el paréntesis inquisitorio:

—¿Tenés hambre?

—Bastante.

—¿Te gustaría que desayunáramos juntas?

—Me encantaría, pero ¿puedo usar tu ducha antes?

—Claro, pediré el desayuno. ¿Qué te apetece?

—Un café con leche con medialunas de mantequilla, jugo de naranja y... también una ensalada de frutas, por favor.

—¡De acuerdo! Pidamos un buen desayuno para reponer energías—dijo con picardía guiñándole un ojo.

Levantó el teléfono que estaba en la mesilla de noche e hizo el pedido.

Brittany, entretanto, fue hacia el cuarto de baño, pero recordó que su ropa había quedado abajo y continuó bajando la escalera para buscarla; la sala era un reguero de prendas y no pudo evitar sonreír al recordar la urgencia de la noche anterior. Levantó la ropa, dobló la de San y la dejó en el brazo del sofá; volvió a subir al baño con el vestido y el bolso y ahí encontró su móvil, apoyado sobre el lavamanos.

Kitty le había llamado dos veces y su mamá le había dejado un mensaje, que Brittany contestó con rapidez.

Con una toallita desmaquilladora se quitó los restos de la pintura y, luego, se metió en la ducha. Mojó bien su pelo, le aplicó champú, se lo enjuagó con los ojos cerrados para que no le entrara espuma y, mientras se masajeaba el cuero cabelludo, sintió las manos de San que se posaban en su cintura.

Abrió los ojos y le tiró agua en la cara, se rieron y Brittany la arrastró bajo el chorro de agua, que era suficientemente abundante para las dos. Brittany le enterró sus dedos en su largo cabello, se lo mojó bien y, peinándoselo hacia atrás, tomó el champú de la estantería y le indicó:

—Cierra los ojos.

San accedió sorprendida e intentó hacer memoria de cuándo había sido la última vez que le habían cuidado así.

Hacía tanto tiempo que ni lo recordaba.

Como San permanecía con los ojos cerrados, Brittany aprovechó para admirarla sin privarse de nada.


«¡Qué hermosa es!», pensó.


Sus facciones eran armoniosas; su nariz, del tamaño idóneo; el labio superior formaba un medio corazón perfecto y voluptuoso y el inferior era voluptuoso e increíblemente bello; y sus ojos cerrados tenían unas larguísimas pestañas.



«¡Guau! Quisiera quedarme aquí durante toda la eternidad.»


—Ya está—suspiró después de enjuagarle el pelo.

San se pasó las manos por la cara para escurrir el agua, tomó a Brittany por la cintura y se perdieron en un beso dulce y húmedo que llevó, de forma irremediable, al sexo.

Tras saciarse y ducharse, salieron, se secaron y San la dejó sola en el baño. Brittany terminó de arreglarse y bajó a la sala, donde una criada estaba poniendo la mesa para el desayuno.

—Buen día, señorita—saludó la sirvienta.

Le encantó que la llamara así; fantaseó y se sintió estúpida; le devolvió el saludo y, después de apoyar su bolso en el sofá, se sentó a la mesa.

San ocupaba la cabecera; llevaba puestos unos vaqueros azules ceñidos, una camiseta negra ajustada con escote que le quedaba de infarto y unas Nike en los pies.

Estaba concentrada revisando el móvil.

Cuando la chica se retiró, quedaron solas frente a una espléndida mesa de desayuno.

—¿Te sirvo café?

—Sí, por favor—respondió San aún ensimismada en su teléfono.

—¿Azúcar o edulcorante?—preguntó Brittany.

Entonces, San levantó la cabeza y sonriendo le contestó:

—Edulcorante, dos sobres. Muchas gracias.

Brittany los echó, le revolvió el café, se lo acercó y se dispuso a tomarse su taza y a atacar las medialunas mientras San terminaba de contestar mensajes.

—Listo, ya estoy con vos—suspiró San cogiéndola de la mano.

—No te preocupes, atendé tus cosas.

—Trabajo—se disculpó San y ambas sonrieron.

—No me hagas acordar del trabajo. Cuando llegue a casa debo ponerme con unos informes pendientes de la oficina—le comentó Brittany.

—¿A qué te dedicas?

—Soy administradora en una empresa de indumentaria. ¿Y vos?

—Trabajo en las empresas de mi papá—le contó San mientras se comía una tortilla—¿Vivís con tus padres?

—No, vivo sola en Buenos Aires. Mi papá falleció hace ya varios años y mi mamá vive en Mendoza con mi hermano, su esposa y sus dos hijos. Mi familia tiene viñedos allá, es dueña de las Bodegas Saint Paule—continuó explicándole—, Pero del negocio familiar se encarga mi hermano. Tomó las riendas después de que mi papá muriera. Por aquel entonces teníamos un administrador que casi nos llevó a la ruina y mi hermano tuvo que madurar antes de tiempo y sacar la empresa a flote.

—Interesante. Si te soy sincera, no conozco muchas marcas de vinos en tu país, pero sé que hay algunas exquisitas. ¿Ustedes fabrican buenos vinos?

—A partir de 1999, mi hermano introdujo en el país unas uvas provenientes del sur de Francia con las que logró muy buenas cosechas. Hemos ganado premios nacionales y algunos internacionales durante cinco años consecutivos y fabricamos uno de los mejores Malbec del país.

—¿Y qué hacés entonces en una empresa de indumentaria?—preguntó San.

Brittany se encogió de hombros.

—Prefiero vivir en la ciudad. Cuando vine a estudiar la carrera a Buenos Aires, me di cuenta de que no me iba a ir nunca de aquí. Sólo voy a Mendoza en vacaciones o de visita.

En ese punto de la charla, Brittany ya casi había terminado su desayuno; se bebió lo que le quedaba del zumo de naranja, miró la pantalla de su móvil porque vibraba, rechazó una invitación de una amiga para pasar el fin de semana y decidió que era un buen momento para marcharse.

—Bueno, San, me voy.

—Bueno—dijo San, cogió un último sorbo de café, se limpió la boca con la servilleta, la dejó sobre la mesa y luego se puso de pie.

Brittany se acercó al sofá donde reposaba su cartera y se calzó los zapatos que habían quedado junto a la mesa baja, mientras San la seguía con la mirada.

—Me lo he pasado muy bien, San.

—Yo también—cogió su mano, la acercó a ella, tomó su barbilla con la otra mano y depositó tiernos besos en sus labios—Permite que mi chofer te lleve—le pidió San en tono amistoso.

—No es necesario, San, pediré un taxi en conserjería.

—Por favor, dame el gusto de que Artie te acompañe—insistió.

Acto seguido enarcó una ceja y le sonrió esperando una respuesta afirmativa.

—Está bien, gracias por tu amabilidad—respondió Brittany tras considerarlo mejor y totalmente desarmada por la forma en que la había mirado.

San sonrió satisfecha, le dio un ruidoso beso en los labios y buscó su teléfono para avisar a su empleado de que Brittany bajaba en cinco minutos.

Volvió a abrazarla y luego la besó de forma apasionada. Cuando paró, la cogió de la nuca y apoyó su frente en la de Brittany.

—Bye, rubia.

Empezaron a caminar de la mano y la esperanza de Brittany de que le pidiera el teléfono se desvaneció.

Ese corto saludo fue lo último que le dijo.


«Ya está, Brittany, es mejor así—pensó ella—Quedate con el buen recuerdo de una noche magnífica.»


Salieron al pasillo y la acompañó hasta el ascensor en silencio. Antes de que la puerta se cerrara, Brittany también se despidió:

—Adiós, Hoyuelitos.

Le sopló un beso, la puerta se cerró y, tras ella, San desapareció de su vida para siempre.

Brittany se recostó en la pared del fondo, mientras apretaba con fuerza su bolso. Alisó su vestido y, mirándose al espejo, le habló a su imagen reflejada

—¿Qué esperabas, tonta? ¿Qué ilusiones te habías hecho? ¡Te acostaste con una mujer a la que recién conociste!

San, mientras tanto, se había quedado pasmada en el rellano, apoyada en las puertas del ascensor, dudando si llamar a Artie para que detuviera a Brittany, pero pronto se deshizo de esa estúpida ocurrencia.


«¿Qué me pasa? ¿Desde cuándo considero que una aventura puede durar más de una noche? ¡Bah, qué estupidez la mía! Como si no tuviera problemas en la vida. No pienso complicármela más, porque después vienen las exigencias, se creen con derechos y yo no puedo enredarme en una relación que, de repetirse un par de veces más, sin duda se tornaría complicada.»

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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 4

Mensaje por 23l1 Dom Ago 09, 2015 2:44 am

Capitulo 4

Brittany llegó a la planta baja del hotel, llenó sus pulmones de aire y salió a la calle, donde el chófer la esperaba con un BMW M550 gris oscuro.

—Buen día, Artie, ¿verdad?

—Buen día, señorita, así es, ése es mi nombre—le contestó el hombre con cordialidad mientras le sostenía la puerta—Usted dirá, ¿dónde quiere que la lleve?

Brittany le indicó el camino hasta su departamento e intentó distraerse con el paisaje urbano para no pensar.

Al llegar, el conductor le abrió la puerta, ella le dio las gracias una vez más y se despidieron amablemente. Subió en ascensor hasta su casa con la mente en blanco. Entró, tiró el bolso en el sofá y se fue directa al vestidor para quitarse todas las prendas que llevaba puestas desde el día anterior. Se cambió la ropa interior y se puso unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes.

Descalza, anduvo por la casa hasta que encontró el mando del aire acondicionado; a pesar de que era un día primaveral, se sentía sofocada. Luego, en su pequeño estudio, conectó el iPod al sistema de sonido y, por instinto, buscó la canción de Reik que había sonado en la limusina cuando iban a Tequila. La puso en modo «repetición», volvió a la sala y se recostó en el sillón para cantarla en silencio.


¿Sabes? Te quiero confesar que te encuentro irresistible.
No dejo de pensar que haría lo imposible por quedarme cerca de
ti.



De repente, de sus ojos empezó a fluir un río de lágrimas desconsoladas. Lloró durante un buen rato y marcó el número de Kitty.

—Hola, Britt—Brittany no podía hablar, el llanto se lo impedía—Brittany, ¿qué te pasa? Contestame, por favor, no me asustes.

—Vení, por favor, te necesito.

—Calmate, ¿qué pasó?

—Estoy bien, físicamente estoy bien, pero vení, por favor. Necesito tu compañía.

—En un rato voy para allá.


Kitty vivía muy cerca y ella sabía que podía contar con Kitty. Sus amigas eran su familia más querida en Buenos Aires.

Habían pasado sólo quince minutos cuando sonó el timbre y, luego, el ruido de la cerradura. Kitty tenía una llave del departamento y entró agitado. Cerró la puerta y la vio hecha un ovillo en el sillón, donde aún estaba llorando.

Se acercó despacio y se sentó a su lado para ofrecerle cobijo; la colocó en su regazo y la abrazó muy fuerte mientras le besaba el pelo. Necesitaba que se calmara para que pudiera contarle.

Sus cariños y su abrazo pronto le proporcionaron alivio y comprensión y dejó de sollozar para pasar a emitir sólo suspiros cansados. Incapaz de dilucidar el entuerto, Kitty la separó de su pecho, le apartó el pelo de la cara y le secó las lágrimas con sus manos.

—A ver, señorita Pierce, ¿me va a contar, por fin, qué le pasa?

—Me siento la persona más estúpida, vulgar y vacía que existe en la faz de la Tierra.

—Uf, eso es mucho. Dejame decirte, en primer lugar, que no sos ni estúpida ni vulgar, y que no estás vacía. Por el contrario, sos la más bonita, la más inteligente y la única con tan buenos y sinceros sentimientos que existe en la faz, no de la Tierra, del universo. Y yo me siento muy orgullosa de ser tu amiga, pero me gustaría saber por qué te sentís así.

Brittany la miró a los ojos, tomó aire y le explicó.

—Pasé toda la noche con San. Me acosté con ella.

Kitty abrió los ojos como platos, sonrió y le puso el cabello tras la oreja.

—No entiendo, ¿qué tiene que ver eso con tu llanto y con lo que acabás de decirme? ¿Acaso ella no se portó bien con vos?—preguntó con expresión seria y en guardia.

—Sí, sí—afirmó Brittany con rotundidad para que no le quedaran dudas—Todo fue magnífico, nunca me habían hecho el amor como ella me lo hizo. San es irresistible y ardorosa.

Kitty silbó.

—¡Guau! ¡Qué definición! Entonces, Britt, ¿qué es lo que está mal? No te entiendo.

—Todo. Creo que no hice bien en irme con ella. Apenas la conozco, pero es tan linda...

—A ver... a ver, amiga, pensá en esto—dijo y la cogió de las manos—, ¿Hiciste algo que no quisieras hacer?

—No, San es divina—contestó Brittany con un mohín y negando con la cabeza.

—Entonces, ¡disfrutá de lo que viviste! Me estás diciendo que fue linda, pero tu explicación suena contradictoria. A ver, Brittany, no sos una niña, sos una adulta, tenés veintisiete años y viviste toda tu vida con remilgos en tus relaciones. Y en la última, ¿cómo te fue?

—No es necesario que me lo recuerdes, lo que pasó no fue culpa mía.

—No, claro que no fue culpa tuya, lo hemos hablado muchas veces. Justamente por eso creo que ahora tenés que disfrutar y vivir. Hacé lo que tengas ganas, tu esencia no va a cambiar sólo porque una vez hayas decidido vivir el momento. Te fuiste con quien te apetecía y te metiste en la cama de quien te pareció atractiva. Brittany, te conozco y sé que tu vida nunca va a ser promiscua, no te sientas así, no seas tonta.

—Pero... ¿qué debe de pensar ella de mí? Cuando nos despedimos, ni siquiera me pidió el móvil. Ay, Kitty, no sé, no me hagas caso, tengo un lío tremendo en la cabeza.

—Ajá, ya veo—exclamó Kitty y se la quedó mirando.

Brittany ya sabía lo que iba a preguntarle, le había leído la mente.

—¿Te preocupa lo que ella piense de vos o te molesta que no te haya pedido el teléfono?

—Sí... No... No sé.

—No sé ¿qué? ¿Lo primero o lo segundo?

—A decir verdad, no sé lo que me preocupa. En el restaurante, todo se volvió sorprendente y ridículo, tonteamos durante toda la noche y, al final, terminé en su cama.

—Sí, Brittany, fue sexo entre dos personas adultas, sólo eso. No le busques los tres pies al gato. Quizá ni la vuelvas a ver, de hecho, eso es lo más probable. ¿O es justamente eso lo que te afecta?

—Sé que no voy a volver a verla y fue por esa razón por la que anoche decidí irme con San, porque me gustaba mucho y sabía que nunca más me la encontraría. Pensé que podía permitirme salir de mi vida estructurada por unas horas, pero hoy, cuando me desperté a su lado, me sentí muy extraña.

—Pero lo disfrutaste.

—Sí, tarada—se sonrió avergonzada.

—Entonces, dejá de sentirte mal, boba, si hasta yo me puse contenta cuando vi que se iban juntas.

—Tonta.

—Mirá vos, ¡ahora resulta que la boba soy yo!

—Te conozco, Kitty, conozco esa mirada. Ni se te ocurra preguntarme nada más, porque no voy a contarte. Mi intimidad tiene un límite y lo sabés muy bien.

—No voy a preguntarte nada—se quedaron en silencio—¿Cuántas veces lo hicieron?

—Basta, idiota, no voy a decírtelo.

—Dale, quiero saber cómo actúa la morena.

—No te lo voy a decir—negó entre risas Brittany.

Sólo Kitty podía cambiar su humor de esa manera.

—¿Qué te pasó con Marley?—le preguntó Brittany para cambiar de tema.

No quería seguir hablando de Santana.

—Se le metió en la cabeza que estaba mirando a Laura, que estaba bailando muy cerca de nosotras. En un momento, mientras Marley me hablaba, me distraje y empezó a decirme que estaba mirándola y que, por eso, no le prestaba atención y bla, bla, bla.

—¿Y la estabas mirando?

—Noooooo, pero no pude hacérselo entender. ¿Por qué escuchás esa canción tantas veces?—«¡Maldición! ¡A Kitty no se le escapa nada!»—Rubia, la gringa te sentó mal y te dejó atontada. Definitivamente creo que, en realidad, lo que te preocupa es que no te haya pedido el número de teléfono y que sólo haya sido sexo.

Era imposible ocultarle a su amiga sus sentimientos, Kitty siempre descubría lo que le pasaba. Aunque esta vez, no sólo pretendía escondérselos a Kitty, sino también negárselos a ella misma.

—¿Qué tiene que ver esa canción con San? Sólo se quedó ahí, sonando, no sé.

—Yo sí sé, es la canción que se oía en la limusina cuando fuimos a Tequila.

—Creés que sos la más sabelotodo. Ahora la paro y sanseacabó, para mí no significa nada—se levantó y apagó la música.

—¡Qué cabezota sos! Bueno, dale, veamos una peli.

—Te dejo elegirla a vos.

Movieron la mesa baja que estaba frente al sofá y Brittany buscó unas almohadas. Kitty trajo refrescos de la nevera y se tiraron encima de la alfombra frente a la pantalla LCD.

Ninguna de las dos miró la película durante más de cinco minutos.

Brittany se despertó cuando aparecían los créditos y sólo porque había sonado su móvil.

—Hola, mami, estoy un poco perezosa hoy. Anoche salí y me acosté muy tarde, me siento destruida.

—¿Estás alimentándote bien?

—Sí, mamá, no te preocupes.



«¿Por qué las madres siempre piensan que no comemos lo suficiente?»


—Te extraño tanto... Tengo muchas ganas de verte.

—Yo también, mami. Nos vamos a ver en Navidad y ya no falta tanto.

—Lo sé. ¿Te vas a quedar durante las vacaciones?

—Por supuesto, sí, como cada año: quince días con ustedes y quince días con mis amigos.

—Tengo algo que contarte, pero tu hermano no tiene que enterarse de que te lo conté. Mike está haciendo unas pruebas con una cepa nueva. No le digas que ya lo sabes, él quiere dártelo a probar cuando vengas; es un Pinot Noir y algo más. Creo que será un éxito.

—Parecés muy ilusionada.

—Sí, hija, porque en febrero hay una cata importante donde lo va a presentar.

—Suena fantástico, ojalá vaya bien.

—Eso es lo que esperamos. ¿Tus cosas están todas bien?

—Todo tranquilo, como siempre, el trabajo bien, mi vida social tranquila. Estoy bien, mamá, no tenés que preocuparte por nada.

—¿Cuándo me vas a presentar a algún novio o novia? Hace dos años que te peleaste con Lauren, hija; la vida continúa y sos tan joven y tan bonita... ¿No me vas a decir que te faltan candidatos?

—Ya llegará la persona indicada, mami, por ahora sigo sola y sin prisa alguna. ¿Cómo están mis sobrinos?

—Esos mocosos están muy grandes y cada día más hermosos. Dottie sacó calificaciones excelentes en las notas; me recuerda mucho a vos por lo aplicada que es en el colegio. Y Franco, ese muchachito malcriado, ya tiene toda la boca llena de dientes y, en cualquier momento, empieza a caminar.

—Mike me mandó fotos por correo electrónico la semana pasada y es cierto, están los dos bellísimos.

—¿Qué te puedo decir yo, Britty? Soy la abuela más babosa de todo San Rafael. Hija, me quedaría hablando durante horas con vos, pero no te quito más tiempo, te dejo ya. Me alegró el día haberte oído. Me voy a casa de April a jugar a la canasta.

—Disfrutá de tus amigas, mami. Prometo no colgarme tanto y llamarte más seguido. La semana que viene estaré más aliviada en el trabajo y nos conectaremos por Skype. Te quiero, te mando un beso enorme.

—Gracias, yo también te quiero, hija. Cuidate mucho.


Kitty dormía tirada en el suelo y no se despertó con el teléfono ni con la conversación. Brittany la llamó para que se acostara en la cama —le daba pena que siguiera durmiendo ahí— y Kitty se restregó los ojos y preguntó la hora.

—Las ocho, dormimos toda la tarde.

—¡Uy, no!—se afligió Kitty—¡Me voy! Le dije a Marley que iría a su casa a las nueve y media para salir a cenar. ¿Querés venir con nosotras?

—No, andá tranquila. Además, tengo que terminar los formularios que me traje de la oficina.

Cuando Kitty se fue, Brittany sintió hambre. No tenía ganas de cocinar pero—como le había dicho su mamá— tenía que comer.

Encontró una bandeja de ensalada en la nevera y abrió una lata de atún, destapó una Coca-Cola light y se acomodó en la mesa baja del salón, junto al ordenador, para empezar a revisar los archivos, preparar la hoja Excel y calcular los porcentajes que necesitaba para el lunes.

La idea de que llegaba la yanqui le causaba fastidio, ya que estaba segura de que su presencia durante un mes en la oficina sería insoportable. Nerviosa con la perspectiva de tener a la jefaza controlándolo todo, trabajó hasta tarde.


El domingo pasó rápido, entre formularios, hojas de cálculo y porcentajes, y, a ratos, el recuerdo de la mirada más bella que había visto en su vida, la sonrisa más seductora y los besos más hermosos que jamás le habían dado.

Brittany cerraba los ojos y podía sentir sus caricias.

Estaba guardando su Mac cuando, de pronto, se encontró otra vez abstraída en su recuerdo:


«Suficiente, Brittany. Agua que no has de beber, déjala correr. Ha sido hermoso, pero se terminó.»

Se dio una ducha después de cenar y, antes de acostarse, se preparó la ropa para la oficina; quería parecer muy profesional en la junta. Su equipo iba a tener un gran protagonismo en la gestión de capitales, así que necesitaba lucirse.



A las siete, sonó el despertador.

Lo apagó de un manotazo y, sin hacer el remolón, Brittany se levantó para darse una ducha y despabilarse bien. Recogió su cabello en una coleta bien alta, se maquilló de manera muy natural —aunque resaltó bien sus labios con dos capas de brillo—, se vistió con la falda negra y la camisa de gasa blanca que había escogido, y completó su atuendo con unos tacones rojos.

Se perfumó con CH Garden Party —el que siempre usaba para ir a la oficina— y, sin demorarse más, cogió su bolso, el maletín con el Mac, las llaves del coche y bajó al aparcamiento.


Eran las ocho y media y estaba tan alterada como cuando había ido a la entrevista en Mindland por primera vez. López venía a controlarlo todo y Brittany tenía los nervios de punta.

Subió al coche, conectó el iPod al sistema de sonido y empezó muy mal el día.

—¡Mierda! ¡Justo tenía que sonar esta canción!—masculló malhumorada.

El cantante de Reik empezaba a entonar las primeras frases de Sabes y el recuerdo de Santana la invadió de inmediato. Pero no deseaba pensar en ella; era un día importante en la empresa y necesitaba concentrarse en su trabajo.

Debían demostrar que merecían esas aportaciones de capital de la central y no podía defraudar a Natalia bajo ningún concepto, así que pasó de canción hasta dar con una de Andrea Bocelli, ideal para relajarse. Se puso el cinturón de seguridad, se colocó las Ray-Ban y salió rumbo a la oficina.


«¡Odio el tránsito matutino! Siempre es un caos y tardo más de la cuenta en llegar. ¡Aaah! ¡En Buenos Aires parece haber más autos que gente!», protestó en silencio en un semáforo.


Cuando entró en la recepción de la empresa, saludó a Mayra, la recepcionista, y se dirigió hacia los ascensores, donde se encontró con Kitty. Subieron juntas.

Carolina, que estaba frente a la oficina de Natalia, les preguntó qué iban a desayunar —ya que la junta incluía un refrigerio— y les indicó que fueran hacia la sala de reuniones.

—¿Ya llegó la big boss?

—Sí, Brittany, hace algunos minutos. Revisó su oficina, charló un rato con Natalia y ahora está en la sala, con ella y con los de marketing.

—¿Y qué tal es la yanqui?—preguntó Kitty.

—Me sorprendió lo bien que habla el español, parece agradable y, además, es muy joven.

—Dale, Kitty, vayamos. No quiero llegar la última.

Caminaron hasta la sala parloteando durante todo el trayecto, el espacio era diáfano y con paredes de cristal, cubiertas por persianas negras que ese día estaban entreabiertas, pero que no permitían ver hacia adentro.

Natalia las vio llegar y las llamó con un ademán, mientras se disculpaba frente a la mujer que, de espaldas, ocupaba la cabecera de la mesa. A Brittany, desde atrás, le pareció conocida, pero descartó la idea cuando se dio cuenta de que era López.

—Santana, quiero presentarte a mis colaboradores estrellas—dijo Natalia en voz alta cuando estaban ya a unos pasos de López.


«Uy, nos va a presentar a l  big boss», pensó Brittany e intentó caminar bien erguida.


Ambas se acercaban con decisión y con una sonrisa de oreja a oreja. Intentaban dar la impresión de estar muy contentas de tenerla entre ellos, aunque la noticia les había caído a todos, en realidad, como una patada en el hígado. La presencia de la jefe en Mindland obligaría a que su sólido y eficiente equipo tuviera que cambiar sus rutinas para adaptarse a las de la yanqui.

Santana López se puso en pie y se dio la vuelta para saludarlas, y Kitty y Brittany se quedaron petrificadas al verla. De hecho, Brittany adoptó el color del papel y sus ojos parecían los del Coyote cuando descubre al Correcaminos.

Se quedó inmóvil en mitad de la sala y sentía flojear las piernas, su corazón estaba desbocado, las manos le sudaban y un escalofrío empezó a recorrerle el cuerpo de arriba abajo.

Kitty, por suerte, encontró la compostura antes que Brittany y la empujó con delicadeza por la cintura para que siguiera caminando. Brittany pensaba que iba a desmayarse, intentó afirmarse en sus tacones y odió el llevarlos puestos.


«¡Maldición, maldición! ¡Maldita suerte la mía!»


El destino parecía estar en su endiablada contra porque Santana López era, nada más y nada menos, quien Brittany había conocido como «San». Tuvo la sensación de estar en una pesadilla.

¡No podía ser que la mujer con la que se había acostado durante la noche del viernes y la mañana del sábado fuera la big boss!

Pero, muy a su pesar, ésa era la realidad.

Santana se sorprendió tanto como ellas, sin embargo, Natalia, nerviosa y motivada por la visita de la jefa, siguió con el protocolo sin percatarse de nada.

—Te presento a Kitty Wilde y Brittany Pierce, mi gran descubrimiento. San, ella es de quien te estaba hablando, sin desmerecer a Kitty, que también hace un gran trabajo en la empresa.

Brittany no podía reaccionar, sólo apretaba su bolso y el maletín del Mac. Santana, que se dio cuenta de su desconcierto, tensó su mandíbula e hizo una leve mueca con los labios para demostrarle que lamentaba la incómoda situación. Intentó infundirle cierta tranquilidad con una caída de ojos cómplice, y Kitty, atenta a todo, decidió intervenir para distender la tensión y estiró la mano para estrechar la de la estadounidense.

Ambas hicieron como si no se conocieran.

—Encantada, Kitty.

—El gusto es mío, señorita—contestó Kitty tomando su mano con decisión y siguiéndole el juego.

—Kitty, por favor, llamame «San o «Santana», me gusta trabajar en un ambiente cordial. Estoy convencida de que el respeto pasa por otro lado y no creo ser más señorita que vos para merecer ese trato.

—De acuerdo, entonces, ¡bienvenida, San!

—Muchas gracias.

Soltó la mano de Kitty y la estiró en dirección a Brittany mientras la miraba a los ojos.

—Brittany, ¿verdad?


«Sí, estúpida, soy yo, ése es mi nombre. ¿Ya lo olvidaste? Estuvimos haciendo el amor durante toda la noche del viernes, ¿te acordás? Lo gritaste varias veces en medio de un orgasmo.»


Alborotada frente a la inesperada situación, eso es lo que hubiera querido contestarle. Se sentía apabullada por su presencia y enfadada por su mala suerte, pero entendió que debía guardar las formas en el trabajo y, al final, actuó con la corrección que la presentación merecía:

—Así es, encantada—y le ofreció la mano y una sonrisa muy insolente—Bienvenida a nuestro país—continuó con solemnidad, aunque apretó su mano con rabia.

Cuando Santana la soltó, deslizó la suya por la de Brittany acariciándola hasta la punta de los dedos y se batieron en un duelo de miradas.

—Bueno, lo mismo que le dije a Kitty, llamame «San» o «Santana», por favor—contestó mientras pensaba:


«Rubia cómo me gusta el contacto de tu piel con la mía.»


Cada palabra que Santana emitía, la encolerizaba más:


«Oh, gracias por concederme tu permiso. ¿Serás cínica? ¡Me das tu autorización para llamarte “San”, después de todo lo que me permitiste hacerte durante el fin de semana!»


Pero su cólera, en realidad, era producto de que se sentía en desigualdad de condiciones en su lugar de trabajo, después de haber compartido esa intimidad con su jefa.

—Natalia me ha contado maravillas sobre tus capacidades. Tengo la impresión de que sos su consentida.

Brittany intentó retomar la compostura y demostrarle todo lo educada y profesional que podía ser; miró a su jefa y le habló:

—Muchas gracias, Natalia. No sé qué le habrás dicho, pero seguro que exageraste un poco.

—Le dije lo de siempre, Brittany: no sé qué sería de nosotros si no estuvieras aquí.

Natalia siempre resaltaba los méritos de sus empleados, aunque a veces llegara con tanto mal humor que lo olvidaba.

—Por favor, pasen y acomódense. Les reservé un par de sillas a mi lado—les indicó.

Santana ocupaba la cabecera y presidía la junta de ese día y, seguramente, así sería mientras estuviera en el país. Aunque Brittany no la miraba, estaba segura de que Santana sí.

Podía sentirla.

Respiró hondo y se deslizó a paso seguro, apartó la silla con naturalidad y apoyó el Mac sobre la mesa. Kitty hizo lo mismo. Natalia hablaba con el jefe de marketing que estaba preparando el proyector. Entonces, Brittany levantó la vista y se encontró con los ojos de Santana, que la observaban sin disimulo.

Llevaba el pelo suelto, pero bien peinado, un traje gris oscuro, con la chaqueta desabotonada, camisa blanca desabotonada los tres primeros botones. Recostada en la silla, con un codo apoyado en el brazo de su asiento, sosteniendo su cara con la mano y estudiando la situación, estaba escandalosamente apuesta.

Brittany intentó disimular y se propuso demostrarle que su presencia le era indiferente, pero Santana estaba desplegando todas sus herramientas de seducción: se puso en pie, echó sus hombros hacia atrás y dejó que la americana se deslizara por sus brazos para quitársela.

Sabía que Brittany la vigilaba.

Desde donde estaba sentada Brittany, Santana se veía muy alta con esos tacones, inalcanzable.


«Vaya, vaya, rubia, esto sí que es una gran sorpresa. Creo que estás nerviosa y que intentás disimularlo, pero tenés que tranquilizarte. Nadie imagina aquí todo lo que hicimos juntas la otra noche. Por cierto, ahora que te vuelvo a ver, me apetece estar una segunda vez contigo. Hum... estás muy bonita y con ese look de empresaria me calentás más que con el que llevabas en la disco», fantaseaba Santana mientras volvía a sentarse.


De repente, una rubia alta y con muy buen tipo se le acercó e interrumpió sus pensamientos y los de Brittany. Esa mujer no era de la empresa y el trato entre ellas parecía netamente profesional, mantuvieron un breve intercambio de información en inglés.

—San, te envíe un documento con todos los correos de las personas de los departamentos de finanzas y de marketing.

—Gracias—le contestó Santana y prosiguió con algunas indicaciones—Quiero que tomes notas, por favor.

Brittany entendió en seguida que ella era su secretaria.


«¡Desgraciada! Te buscaste una asistente que espanta de tan bonita que es.»


En ese instante, Kitty se acercó y le habló en voz baja:

—¿Estás bien?

—Todo lo bien que puedo—le contestó Brittany cuchicheando.

—Tranquila, la primera impresión ya pasó. Ahora no pienses, intentá concentrarte en tu trabajo, sólo en eso.

Su amiga sabía bien cómo se sentía, así que le cogió la mano que estaba apoyada en la mesa y se la apretó para darle ánimos, gesto que Brittany correspondió con otro apretón.

Aunque agradeció la incondicionalidad de su amiga y asintió con la cabeza —intentaría mostrarse brillante y segura de sí misma—, estaba hundida en su infierno personal.

La junta empezó puntual y, durante su transcurso, se tocaron todos los temas previstos. Santana hizo muchas preguntas, a varias de las cuales tuvo que contestar Brittany. Santana la escuchó con atención, refutó algunos de sus fundamentos, pero Brittany le contra-argumentó y terminó convenciéndola sobre varios aspectos financieros. Natalia la apoyaba en todo.

Luego se proyectaron las precampañas de marketing, frente a las que la estadounidense se mostró muy cautelosa.

Durante toda la reunión no dejó escapar ninguna impresión sobre la información que recibía y se limitó a pedir, entre otras cosas, los informes del cálculo de presupuesto para el año siguiente. Se le entregaron todos los documentos que había solicitado, salvo algunos que quedaron pendientes de entrega, y la primera junta terminó cerca del mediodía.

Poco a poco todos se fueron retirando. Santana estaba de pie y algo alejada, hablaba por teléfono en voz baja frente a uno de los ventanales que daban al exterior del edificio, con la vista perdida en los jardines. Tenía una mano en su cuello y parecía contestar con cierta desgana.

De pronto, oyó algo que la puso de mal humor, hubo un intercambio ofuscado de palabras con esa persona, se masajeó la frente, luego discutió un poco más y colgó. Parecía molesta porque tiró su móvil sobre la mesa cuando volvió a acercarse y, en silencio, comenzó a recoger sus cosas.

Kitty, Natalia y los de marketing hablaban en la otra punta de la sala. Alison, la secretaria de Santana, estaba enganchada a su teléfono muy cerca de la puerta y de espaldas a ellos.

Brittany estudió el entorno y levantó la vista mientras seguía juntando sus cosas y Santana hizo lo mismo. Acto seguido, Santana fingió entregarle algo y su iniciativa la tomó desprevenida. Le estaba ofreciendo una hoja en blanco, en realidad, sólo se trataba de una excusa para poder acercársele.

—¿Cómo estás? Es una gran sorpresa que nos hayamos encontrado acá—le susurró con amabilidad.

Brittany la miró y, sin soltar la hoja, sus ojos se dijeron mucho más de lo que expresaban con las palabras.

—Sí, coincido con vos, es una gran sorpresa—afirmó—Estoy bien, gracias.

Pero por dentro reflexionaba:


«¡Por Dios! Esa mirada me nubla, me detiene en el tiempo y congela todos mis sentidos.»


—Lamento tu gran confusión del principio, yo también me sentí extraña al verte entrar.

Sus pensamientos no obtenían sosiego:


«Hubiese querido abrazarte y que no te sintieras tan desprotegida, Britt.»


Brittany quería contestarle:


«Santana, no me sentí confusa, casi me muero. ¡Si supieras todo lo que pensé en vos este fin de semana! Me quedé atrapada por tus caricias y tus besos. Creo que estábamos predestinadas a cruzarnos en este punto. ¿Qué otra explicación puede haber si no?», pero intentó que en su respuesta no se vislumbrara lo vulnerable que se sentía:


—Ya ves, el mundo es más pequeño de lo que imaginamos.

—Es cierto.

Hablaron en un tono muy formal y adusto, como si sólo estuvieran tratando cuestiones laborales. Brittany, finalmente, le quitó la hoja de la mano y la metió entre los formularios que estaba reuniendo para guardarlos en su maletín.

Necesitaba terminar con ese contacto, porque su mirada se iba de forma irremediable hacia sus labios. Si la seguía teniendo cerca iba a perder por completo la razón.

Cuando Brittany estaba a punto de irse, llegaron Natalia y Kitty, pero Brittany no se detuvo. Salió de la sala confundida, indefensa y fuera de lugar, y eso la fastidiaba mucho ya que, en su trabajo, siempre se había sentido muy cómoda. Caminó hasta su cubículo y tras dejar las cosas en su mesa, se fue al baño, se metió en uno de los compartimentos y bajó la tapa del inodoro para usarlo de asiento. Sin poder creer lo que le acababa de pasar, se agarró la cabeza con las manos y la sacudió, estaba al borde del colapso.


«Maldita suerte la mía. ¿Y esto cómo sigue ahora? ¿Cómo voy a fingir que no la conozco cada hora de cada día, durante todo un mes? Aún recuerdo sus caricias en mi cuerpo; sus manos puestas en cada milímetro de mi piel; su sexo junto al mío, despojándome de todos los sentidos; y sus besos que asaltaron mi boca y mi vagina con su lengua. ¡Dios, se suponía que no la iba a ver más! Y, encima, está buenísima con ese traje entallado. ¡Me deja sin respiración cuando me mira! ¡Quiero tirarme por el hueco del ascensor! ¡Mierda! No es justo que me esté pasando esto.»


Del enfado pasaba a la angustia, de la angustia a la ira y cuando reflexionaba se daba cuenta de que era obvio que no podían hacer público su conocimiento previo, era poco serio.


«Brittany, no seas tonta, ¿qué querías que hiciera Santana? Te habló en cuanto pudo, ¿no?»


Necesitaba calmarse para salir del baño, pero era incapaz. Estaba a punto de ponerse a llorar, cuando oyó que alguien entraba en él y, entonces, respiró hondo e intentó recomponerse. Se puso en pie, abrió la puerta y se acercó al lavamanos para mojar una toalla de papel y pasársela por la nuca; retocó su maquillaje y regresó a su mesa.

De camino, pasó por la oficina de Natalia y por la que se suponía que iba a utilizar Santana, que estaba situada muy cerca de su cubículo. La puerta estaba abierta y Brittany intentó pasar de largo y no mirar hacia adentro.

Necesitaba ponerse a trabajar para concentrarse y dejar de pensar.

No había advertido la hora que era, hasta que Natalia se le paró enfrente y le preguntó:

—¿No vas a comer? Ya es la hora.

Por lo general, se reunían a la hora del almuerzo en un restaurante cercano a la oficina, donde preparaban unos exquisitos menús ejecutivos.

—¡Vamos, Britt! Fue una mañana muy larga, salgamos a reponer fuerzas—la animó su jefa para que aceptara.

—Sí, es cierto. Pensándolo bien, yo también tengo hambre.

Al llegar, saludó a Kitty desde lejos, dio una ojeada a las mesas libres y señaló una para dos, pero Natalia la detuvo:

—Sentémonos allá—le sugirió señalando una mesa más grande—, Ahora viene San.


«¡Mierda! Si lo hubiera sabido no habría venido. Es evidente que hoy no es mi día», se maldijo Brittany.


Pidieron unos refrescos light y Natalia aprovechó para felicitarla por su actuación en la junta. Muy pronto, la conversación quedó truncada por la llegada de Santana.


«¡Qué incomodidad, Dios mío! ¿Cómo voy a hacer para tragar bocado? Debo tranquilizarme, tengo que asumir que estoy con mi jefa», se repetía una y otra vez.


Santana las había localizado de inmediato y caminó con paso seguro, sorteando algunas mesas, hasta llegar a la suya. Se deshizo de su chaqueta con un movimiento ágil y la colgó en la silla.

—Les pido disculpas, me retrasé un poco hablando por teléfono. ¿Hace mucho que me esperan?

Brittany se acordó del día en que se habían conocido; la situación se repetía.

—No te preocupes, San, recién llegamos. Vas a ver que se come muy bien en este sitio, y tienen una excelente selección de vinos—le explicó Natalia.

—¿Ustedes dos ya pidieron?


«¡Dios! ¿Es que todo lo que diga me va a recordar a la noche en que nos encontramos?»


—No, sólo pedimos unas bebidas frescas. Estábamos esperando a que llegaras—volvió a contestar la jefa.

Acto seguido, la estadounidense llamó al camarero con la mano.

—¿Qué plato me recomiendan?—preguntó sin tomarse el trabajo de leer la carta y clavando su mirada en Brittany.

Brittany decidió entonces que no se quedaría muda, como la primera vez que la había visto, quería cambiar el rumbo de la historia.

—Te recomiendo el pollo a la naranja con ensalada caprese, lo preparan muy bien.

—Britt tiene razón, lo cocinan de forma exquisita. Yo comeré eso—opinó Natalia.

—De acuerdo, lo probaré. ¿Me permiten elegir el vino?

—Por supuesto—contestaron las dos al unísono.

El camarero se acercó a tomar nota y Santana pidió una botella de Wolfberger.

—¿Algo más?

—Un agua con gas para mí, por favor—pidió Brittany.

—Perfecto, señorita—el camarero se retiró.

—Lo siento, prefiero no beber vino—se disculpó Brittany.

A Santana casi se le escapó una sonrisa, pero se contuvo. Brittany se ruborizó, no obstante, como Natalia era una excelente interlocutora, comenzó a recordar su último viaje a Nueva York y la situación se distendió.

Santana le preguntó si había ido a ver la ópera que le había recomendado en aquella ocasión y Brittany asintió, elogiando el espectáculo como sólo Natalia podía hacerlo.

—¿Conoces Nueva York, Brittany?—preguntó Santana mientras clavaba sus ojos en Brittany.

—Fui hace años, con mi mamá y con mi hermano, antes de que él se casara.

—¿Te gustó mi ciudad?

La miraba fijamente y, mientras Brittany intentaba hablarle con calma, Santana posó los ojos en su boca de manera descarada. Brittany empezó a ponerse nerviosa.

—¿A quién podría no gustarle Nueva York? Esa ciudad es bella la mires por donde la mires. Sus paredes exudan poder y glamur, pero lo que más me impactó fueron el orden y la legalidad. Se cumplen a rajatabla los códigos de ciudadanía; todo está organizado de una manera muy diferente a Buenos Aires.

—Hablás como una turista típica. Vivir ahí es bastante distinto y muy estresante, hay mucha competitividad y, si no tienes una base firme, la ciudad te devora.

—¿No te gusta vivir en Nueva York?

—Me encanta, pero en el campo de los negocios, a veces, resulta agobiante. De todos modos, confieso que no sabría vivir de otra forma.

—Imagino que será como lo describes—intervino Natalia—, Creo que tanto Brittany como yo sólo hemos tenido la visión del visitante, la que vende.

Por suerte, Brittany logró relajarse durante la comida. La conversación fue de un lado a otro e, incluso, llegaron a tocar algunos temas de la empresa que normalmente ella no manejaba, aunque en todo momento intentaron integrarla a la charla y pidieron su opinión.

Santana se mostraba entusiasmado con el intercambio y ambas se sorprendieron al darse cuenta de que, en algunos asuntos, sus puntos de vista concordaban.

La Santana que estaba frente a Brittany en nada se parecía a la de la noche del viernes. No estaba preparada para la conquista sino distendida, aunque era obvio que Brittany ya estaba conquistada y Santana lo sabía.

—¿Desean tomar algo de postre?—preguntó Santana con educación, pero como nadie quería.

Natalia y Santana decidieron pedirse un café. Brittany miró la hora y les dijo:

—Creo que me tomaré el café en la oficina, mi descanso del mediodía ha terminado.

—Esperá, Brittany. Tomemos el café acá, no te vayas aún que quería comentarte algo, aprovechando que Santana está con nosotras—Santana hizo un gesto de asentimiento con la cabeza—Ella ya está más o menos al tanto y creo que es un muy buen momento para explicártelo a vos; casualmente, hoy cuando llegaste a la junta se lo estaba proponiendo.

—Desde luego. ¿De qué se trata?

—Como sabés, me caso dentro de tres meses. Sin embargo, todavía no te expliqué que también dejo la empresa.

—¡Oh! ¿En serio?

Natalia era una buena jefa y no pudo evitar apenarse.

—Sí. Mi novio recibió una oferta de trabajo en Francia que hacía tiempo que esperaba y cuando nos casemos nos iremos a vivir allá.

—Sin duda, te vamos a echar de menos, más aún cuando nuestro próximo jefe marque otras pautas de trabajo. Con vos, Natalia, estamos muy a gusto.

—Gracias, Brittany.

—¡Guau! La verdad es que ni me lo imaginaba. Realmente me sorprendiste con la noticia.

—Te pido discreción, por favor; aún no quiero decir nada.

—Por supuesto, contá con ello—le aseguró Brittany.

Santana estaba abstraída de la charla, totalmente al margen de la conversación.


«Me encantan tu inocencia y tu frescura, Britt», pensaba Santana mientras las escuchaba.


—Desde luego, Brittany, sé que cuento con tu reserva, pero a lo que quería llegar es que... como me voy y queda una vacante en mi puesto, te propuse como mi sucesora.

—¿Yo? ¡Natalia, no sé qué decir! Esto me agarra por sorpresa, es una responsabilidad muy grande, no sé si puedo estar a tu altura.

Se puso muy nerviosa y empezó a retorcerse los dedos.


«Vamos, Britt, no me defraudes, no después de cómo defendiste tus argumentos en la junta.» Santana quería que aceptara el puesto.


—¡No tengo duda alguna de que estás a mi altura! Sos muy capaz y, además, hablás muy bien inglés, lo que te facilitará la vida en los viajes que vas a tener que hacer. Estoy convencida de que sos la persona adecuada para ocupar la gerencia, Brittany.

Santana, que hasta ese momento las escuchaba en silencio, decidió tomar la palabra:

—Perdón, no querría entrometerme, pero quiero que sepas que considero que hoy en la junta demostraste que estabas a la altura del puesto. Sé que te atosigué a preguntas, muchas veces innecesarias, pero estaba poniéndote a prueba porque Natalia ya me había comentado su decisión de proponerte, lo siento, sé que no te lo puse fácil y que debo de haber resultado bastante arrogante.

—Muchas gracias por tu sinceridad, San. De todas formas, no me hiciste sentir mal en ella. Creo que todas tus preguntas estaban justificadas.

Le habló casi sin mirarla a los ojos; sus elogios la habían intimidado.

—De todos modos, debo informarte de que el puesto se someterá a evaluación de la junta directiva. Yo abogaré por ti sin lugar a dudas—intercedió Natalia—Y, considerando el comentario que acaba de hacer San, creo que ya tenés otro aliado.

Un profundo rubor invadió el rostro de Brittany.

—No saben cómo se lo agradezco. Es una gran oportunidad y es un honor que valoren así mi trabajo, pero, de todas maneras, y si no te lo tomás a mal, Natalia, me gustaría pensarlo.

—Desde luego, tenés quince días para tomar una decisión. Si no aceptás, tendremos que hablar con mi segunda opción. Santana se va dentro de un mes y necesita saber un nombre antes de partir. No obstante, Brittany, realmente me gustaría que lo considerases; es una magnífica ocasión para crecer en tu carrera y estoy convencida de tus capacidades.

—Gracias, no me lo esperaba. Sólo es que soy muy meticulosa en mis decisiones, siempre las pienso y las recapacito.

Pero de pronto se sintió estúpida:


«¡Qué estoy diciendo! ¿Cómo va a creer Santana que siempre valoro bien mis decisiones si me acosté con ella pocas horas después de haberla conocido? ¡Qué vergüenza!»


Se dio cuenta de que sus mejillas habían enrojecido, aun así, la miró y le aclaró mirándola a los ojos:

—Los que me conocen saben que siempre pienso las cosas más de lo que debo, es raro que me deje llevar por el momento.

Sabía que Santana había captado el mensaje.

—Date el tiempo que necesites—le sugirió Santana en tono tranquilizador.

—Lo haré.

—Bueno, ahora sí podemos volver a la oficina—sugirió Natalia—, Pero les pido que me esperen un segundo. Necesito ir al baño—se puso en pie y las dejó solas.

—¿Estás más tranquila?—preguntó Santana en tono muy dulce y extendió su mano aunque no llegó a tocarla; podía haber alguien de la empresa todavía en el restaurante.

—Un poco, sí. En realidad, esta situación es bastante complicada. Hoy cuando entré en la sala de juntas casi me desmayo al verte, seguro que te diste cuenta.

—Sí, pero no creas que para mí fue más fácil. Brittany, quiero decirte que me encantó lo que tuvimos el fin de semana y, cuando te fuiste, me lamenté mucho por no haberte pedido el teléfono. De todas formas, sé dónde vivís, porque Artie te llevó, pero... bueno, esto no es para hablarlo acá, ahí regresa Natalia. Te espero después del trabajo en el hotel. Salís a las cinco, ¿verdad?

Pero Brittany no pudo contestarle porque Natalia ya había llegado.

Como era de esperar, Santana se hizo cargo de la cuenta y volvieron a la empresa, donde Brittany se pasó toda la tarde trabajando sin descanso.

Cuando aún faltaban algunos minutos para que terminara el horario de la oficina, Santana salió de su despacho maletín en mano y, muy formalmente, se puso frente a la mesa de Brittany.

—Brittany, te envié un correo electrónico con algunos documentos que necesitaría para mañana. ¿Podrías revisarlo?

—Sí, por supuesto, ahora mismo me fijo.

—Hasta mañana—sonrió Santana muy seductora.

—Hasta mañana.

Pero Brittany no le correspondió con otra sonrisa, cada vez que le hablaba, se quedaba anonadada.

Santana se fue y Brittany intentó recobrar la compostura; miró la hora y aún faltaban veinte minutos para las cinco, así que abrió el correo para ver qué era lo que quería.


De: Santanamarielópez @ yahoo.com
Para: Brittanysusanpierce @ gmail.com
Fecha:20 de noviembre de 2012 16:30
Asunto:Faena Universe: conversación pendiente
¡Te espero!
San L.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Elita Dom Ago 09, 2015 7:09 am

Jaja no pude con lo del reggaeton xD
Pero vamos, cualquiera se enamora a primera vista, Si es Santana!!! *---*
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Dom Ago 09, 2015 9:47 am

Por Dios me quede enganchada con la historia, es super interesante, ahora viene lo bueno!!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Maratón

Mensaje por fanybeaHEYA Dom Ago 09, 2015 11:00 am

rayoz que mujer es santana...no me gusta cuando la protagonista principal (britt) se da de facil y al final la hacer ver como la culpable o situaciones parecidas y esta historia es asi...
pero bueno, todo muy intenso con esas miradas y todo
ya quiero otro cap, estoy enganchada
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por MeryBrittana Dom Ago 09, 2015 1:14 pm

Aquí otra más a la que tienes enganchada!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Jane0_o Dom Ago 09, 2015 1:35 pm

O si ya recuerdo, gracias por adaptarla a mis brittanaa..o y gracias por el maraton es usted muy amable...


Espezaron a adaptar una que se llamaba "alone" la has leido O escuchado de ella?
Aunque creo que no es el nombre completo....

Saludos y hasta tu pronta actualizacion..


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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Dom Ago 09, 2015 4:27 pm

hola morra,...

me gusta tu nueva adp,..
sobre todo las locaciones jajajaja
noche intensa la de britt y san,..

nos vemos!!!!

PD;es verdad gran problema de comunicación,...!!! a ver como lo arreglamos!!! jajajaja
3:)
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Ago 09, 2015 8:44 pm

Elita escribió:Jaja no pude con lo del reggaeton xD
Pero vamos, cualquiera se enamora a primera vista, Si es Santana!!! *---*


Hola, ajjajaja ellas saben pasarla bn, no¿? jaajajajaj. Oooooo sip, pienso igual jajajaaj. Saludos=D


micky morales escribió:Por Dios me quede enganchada con la historia, es super interesante, ahora viene lo bueno!!!!!


Hola, jajaajaj eso es bueno jajjajajaajaj, esperemos ajajajaj. Saludos =D


fanybeaHEYA escribió:rayoz que mujer es santana...no me gusta cuando la protagonista principal (britt) se da de facil y al final la hacer ver como la culpable o situaciones parecidas y esta historia es asi...
pero bueno, todo muy intenso con esas miradas y todo
ya quiero otro cap, estoy enganchada


Hola, jajajajaaaj o no¿? jajajjja. Mmmm =/ esperemos y no tan así xD ajajajajajaj. Entre ellas como no ser intenso¿? jajajajaajaj. Aquí el siguiente cap! Saludos =D


MeryBrittana escribió:Aquí otra más a la que tienes enganchada!!!


Hola, jajaajajaj eso es bueno, esperemos y siga así ajajajaj. Saludos =D


Jane0_o escribió:O si ya recuerdo, gracias por adaptarla a mis brittanaa..o y gracias por el maraton es usted muy amable...


Espezaron a adaptar una que se llamaba "alone" la has leido O escuchado de ella?
Aunque creo que no es el nombre completo....

Saludos y hasta tu pronta actualizacion..




Hola, jajajajajaaj de nada, gracias a ti por dar ideas para ellas. Jjaajaj de nada, gracias a ti por leer y comentar! Emmm no, no la e leído ni escuchado =/ la están adaptando aquí¿? Aquí el nuevo cap! Saludos =D


3:) escribió:hola morra,...

me gusta tu nueva adp,..
sobre todo las locaciones jajajaja
noche intensa la de britt y san,..

nos vemos!!!!

PD;es verdad gran problema de comunicación,...!!! a ver como lo arreglamos!!! jajajaja


Hola lu, jajaaj eso es bueno, espero y siga así. Jajajajaajaj sabía que dirías algo así jaajajajajajaaj. Uff con ellas como no¿? jajajjajaj. Saludos =D

Pd: mmm gran, GRAN problema la vrdd XD ajjaajajajjjja, tienen solución, vrdd¿? ajajaj

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