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[Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
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[Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Sinopsis
Santana llega a Madrid con la ilusión de conseguir un puesto de fotógrafa en una prestigiosa revista.
Su anhelo se ve truncado cuando Brittany le arrebata dicho puesto y Santana se ve obligada a ser su subordinada.
Desde el primer momento surge entre ellas una atracción casi letal.
Fría e inaccesible, Brittany no le pondrá las cosas fáciles a Santana, quien estará dispuesta a jugar duro para hacerse respetar.
La tensión entre ellas irá en aumento hasta que un vuelo marcará el pasado, presente y futuro de ambas, obligándolas a tomar las riendas de su vida para volver a salir a flote.
************************************************************************************************Su anhelo se ve truncado cuando Brittany le arrebata dicho puesto y Santana se ve obligada a ser su subordinada.
Desde el primer momento surge entre ellas una atracción casi letal.
Fría e inaccesible, Brittany no le pondrá las cosas fáciles a Santana, quien estará dispuesta a jugar duro para hacerse respetar.
La tensión entre ellas irá en aumento hasta que un vuelo marcará el pasado, presente y futuro de ambas, obligándolas a tomar las riendas de su vida para volver a salir a flote.
Hola, aquí la siguiente historia y espero que les guste. Gracias por leer, comentar y seguir mis adaptaciones.
PD: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-finalPD: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo
A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final
Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final
Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final
Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-resueltofanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-cap-epilogo#538737
Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin#539420
Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-resueltofanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-3-o-dejame-adaptada-epilogo#539712
Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-epilogo#542092
Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891
Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo#544565
***************************************************************************************************************************
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Mar Abr 11, 2017 11:56 pm, editado 3 veces
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Prólogo
Prólogo
Comprobó los datos de su billete antes de abandonar el mostrador de facturación.
Vuelo IB282. Salida desde Madrid, el 13 de Junio de 2008 a las doce cero cero de la mañana. Destino El Cairo. Llegada a las dieciséis cincuenta. No fumador. Clase: Business Asiento 2 C.
Todo correcto.
Su equipaje de mano consistía en ordenador portátil, una pequeña maleta trolley con algo de ropa y una mochila, la cual llevaba colgada de los hombros y conteniendo su tesoro más preciado: la mejor cámara réflex profesional del mercado.
Se acercó hasta un kiosco para comprar varias revistas del corazón. Después atracó, casi literalmente una tienda de golosinas de la terminal. Con la bolsa de gomitas en la mano, Dani se acercó hasta unos de los paneles informativos para ver la puerta de embarque para su vuelo.
Miles de personas permanecían sentadas a la espera de un espacio en el que el tiempo estaba encerrado entre paredes grises y pilares amarillos de diseño.
Aprovechando que su novia Santana no estaba ahí para evitarlo y para matar el aburrimiento, se metió a la boca un puñado de ositos de colores sobradamente dulces que en dos días reactivarían su ocasional acné.
Una vez entregada la tarjeta de embarque, Dani atravesó el finger hasta la entrada delantera del avión. Ahí la recibieron dos sonrisas blanquísimas vestidas de uniforme azul y medias negras.
Tras meter todos sus bultos en el compartimiento para el equipaje, estuvo lista para sentase en su asiento de primera clase (cuanto le gustabas esas dos palabras) que le había reservado con bastante antelación, su chica.
Y es que trabajar en una de las revistas de viajes más prestigiosas del mundo le brindaba la oportunidad, de vez en cuando, de poder disfrutar de esos pequeños placeres que solo están al alcance de unos pocos.
Se abrochó el cinturón y se reclinó cómodamente en el respaldo de su mullido asiento. El personal de la cabina explicaba el protocolo de seguridad haciendo una mímica apática y rutinaria, mientras que el avión comenzaba a rodar por la pista de aterrizaje.
El pasajero del asiento de al lado, un ejecutivo de unos cincuenta años, bigote poblado y gafas, leía un periódico despreocupado. El titular, en grandes letras de luto, no vaticinaba demasiadas esperanzas de paz en el Oriente Medio.
Al levantar la vista, se percató de que una pasajera situada un asiento por delante del suyo estaba mirándola de soslayo. En un segundo sus miradas se cruzaron. Un par de iris azules se clavaron en los marrones suyos, tratando de mantener un pulso invisible y excitante que nadie más parecía percibir.
Su intrépida espía tenía dos cosas que a Dani le gustaron nada más echarle el ojo; una melena negra brillante que le caía sensualmente por los hombros y una clavícula suavemente marcada que pedía a gritos que alguien la recorriera con los labios.
Aquella mujer anónima, sin previo aviso, le guiñó el ojo. Y ella se quedó helada. No sabía ni que pensar ni cómo reaccionar ante la pequeña provocación que le acababan de lanzar. En su cabeza comenzaron a desfilar, veloces, posibles finales alternativos para incipiente historia: sexo en los servicios del avión, un pique constante de eróticas torturas codificadas de gestos y miradas hasta que el pajarraco hubiera aterrizado, con el consiguiente recalentón de ambas (o al menos, el suyo); o quizás no habría ningún final para algo que, simplemente, tenía pinta de no ser más que un jugueteo de una mujer que parecía aburrida (o desesperada).
Que fácil y divertido era especular, a veces, sobre las vidas ajenas…
Una suave música instrumental se adivinaba entre la sonatina indefinible de voces desiguales procedentes de la zona turista.
Aún quedaban un par de minutos para el despegue, de modo que Dani zanjó lo que podría haber sido una curiosa anécdota de avión. Se negó a seguir jugando al gato y al ratón y devolvió toda su atención a la prensa rosa.
Así mataría el tiempo hasta que estuviese permitida la conexión a Internet a través del sistema WIFI (otro lujazo reservado para la bussines Class)
Una voz ronca y enlatada anunció el inminente despegue del MD-88. Levantó la vista y vio que las azafatas ya se habían sentado y colocado sus cinturones. Continuaban sonriendo como cuando le dieron la bienvenida, por lo que Dani permaneció tranquila.
Y es que las azafatas eran las protagonistas de su macabra y personal teoría sobre los accidentes aéreos. De hecho ellas eran las primeras en hacer patente, mediante la expresión de sus caras, si las cosas marchaban mal.
Las azafatas mujeres de coraje, conscientes de que cualquier día, en cualquier momento, podrían morir junto con el resto del pasaje, eran para Dani los censores humanos de la catástrofe.
Sintió como si un ser invisible empujase bruscamente su asiento desde atrás. Las ruedas del avión ya habían dejado de tocar el suelo. A pesar de llevar años viajando a través del aire, seguía maravillándose ante el hecho de que un cacharro tan grande y pesado pudiera volar y mantenerse flotando a través de las nubes gracias al avance tecnológico ya que la impresión de estar sentada a tantos metros de altura no era nada especial o novedosa (las turbulencias eran otra historia).
La señal acústica indicó que el período de despegue había llegado a su fin. A los pocos segundos, se oyeron por toda la cabina unos chasquidos metálicos muy particulares, dando a entender que muchos pasajeros se habían despojado del cinturón de seguridad. A partir de entonces, el silencio receloso guardado inconscientemente por el pasaje se rompió en mil palabras políglotas.
Dani se abandonó a las revistas en el bolsillo que había detrás de la bandeja que acababa de desplegar y se levantó para coger el PC portátil guardado al poco de entra al avión. Fue entonces cuando vio por primera vez el paisaje aéreo desde la ventana (porque a ella, en su billete, le había tocado pasillo) El señor que estaba a su lado le había tapado la visión hasta el momento con su gran periódico de hojas DIN A3 (y sin grapa, por lo que su manejo era más dificultoso y conllevaba recibir unos cuantos codazos de su lector de vez en cuando , por no hablar del perpetuo crujir de las páginas pugnando por doblarse hacia abajo, en un baile continuo de grisáceo papel reciclado)
Por sus retinas entraba la potente luz del sol, que iluminaba cientos de metros hacia abajo un mapa de cuadraditos de colores verdes y marrones. El suelo estaba demasiado lejos y Dani se divirtió pensando que lo que veía, a través de la pequeña ventana que tenía en frente, no era más que una maqueta, y que en vez de ir en un avión, estaba una excursión turística de las que se viaja en uno de esos lentos trencitos que se dedican a enseñar ciudades en miniatura.
Fue entonces cuando la notó.
La notó en su estómago.
La sintió en sus vísceras.
Se ordenó a si misma dejar de bombear sangre a toda velocidad. Y estuvo a punto de conseguirlo, pero de nuevo sus pies mandaron una señal nerviosa a su cerebro: la segunda turbulencia había desequilibrado su estabilidad.
No tardaron mucho en multiplicarse.
En un instante se sucedieron las sacudidas que parecían reproducirse con la precisión propia de las contracciones de un parto. Los pasajeros estaban visiblemente inquietos. Aún no se escuchaban gritos, mas todo parecía indicar que no tardarían en oírse.
En apenas treinta segundos, el circuito eléctrico del avión se atenuó. Las luces se prendían y se apagaban en un desagradable baile intermitente. El suelo vibraba bajo los pies de Dani, mientras esta trataba de sentarse y abrocharse el cinturón con las manos temblorosas por la incertidumbre. Lo único que su paralizado cuerpo le permitía hacer en aquel momento fue mirar inconscientemente a las azafatas.
Más concretamente, la expresión de sus caras.
Quería saber qué demonios estaba ocurriendo, y aquella era, según su particular hipótesis, la mejor forma de obtener información de primera mano.
Si iba a morir, quería saberlo ya.
Las sonrisas de anuncio de dentífrico se habían esfumado y daban paso a forzadas muecas de autocontrol. Dos manojos de uñas de color rojo, propiedad de una asustada azafata se clavaban en los reposabrazos tratando de aferrarse desesperadamente a la vida. Una de sus compañeras salió a los tumbos de la cabina del piloto.
Dani la miró fijamente. Sus ojos no mentían: las cosas se estaba poniendo feas.
—Señoras y señores, les rogamos que en ningún momento se desabrochen sus cinturones de seguridad, porque en breves momentos vamos a realizar un aterrizaje de emergencia por problemas técnicos.
Un chaval que estaba sentado justo detrás de Dani hizo un inoportuno e incómodo comentario.
—Ponte guapa, cariño, que hoy salimos en la foto.
—¿Quieres callarte? No tiene gracia—contestó la joven, que trataba de tomar con todas sus fuerzas al brazo de su novio.
—Vamos no te preocupes. ¿No ves que lo tienen todo controlado?
—¿Que es lo que está pasando? ¡Queremos más información!—gritó uno de los alterados pasajeros.
La azafata, colocándose de nuevo en su asiento, cumplió con su deber.
—Por favor, guarden la calma—suplicó.
La actitud de la auxiliar de vuelo confirmaba los peores presagios de Dani. Su compañero de asiento, que momentos antes estaba leyendo el diario de la mañana, ahora se desabrochaba frenéticamente la camisa. Parecía estar padeciendo de los síntomas preliminares de un infarto.
De repente, como si de un milagro se tratara, las luces de la cabina de pasajeros dejaron de tintinear y la estabilidad del aparato pareció afianzarse. Todos callaron, incrédulos. Después, sonrieron aliviados. Segundo a segundo, suspiro a suspiro, el silencio místico que se había creado se fue diluyendo.
En el momento en que la situación parecía estar controlada, una nueva y gigantesca sacudida hizo estremecerse el aparato. A continuación, un sonido ensordecedor provocó que los más asustados soltaran terribles gritos de pánico. Las mascarillas de oxígeno cayeron de los compartimientos violentamente, acrecentando, aún más si cabe, un ambiente de total crispación y miedo.
Todo el mundo se colocó la suya para inhalar desesperadamente el aire necesario para seguir respirando con normalidad.
Dani observaba a la mujer que le había guiñado un ojo al poco de subirse al avión. Pero ya no lo hacía para participar de ningún juego sensual, sino para comprobar sin estaba tan asustada como ella.
Entablaron una expresiva conversación insonora de miradas.
Los ojos azules de su interlocutora no dejaban lugar a duda: ambas sabían que no les quedaba demasiado tiempo.
Como en un acto reflejo, miró el anillo que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda aquel que le había colocado Santana el día en que le pidió matrimonio, tres meses atrás.
—¡Díganos la verdad de una vez!
Una mujer corpulenta de unos cincuenta años gritó desde el final de la hilera de asientos, mientras se enjuagaba las lágrimas negras que brotaban de sus ojos excesivamente maquillados.
La misma azafata, que hacía unos instantes había tratado de poner orden, suspiró hondo y acto seguido comenzó a hablar lo más serenamente que pudo, con su mejor y más cordial sonrisa.
—Señores pasajeros, el personal de la cabina me ha informado que dos de los cuatro motores del avión…
Una tremenda explosión procedente de las turbinas interrumpió cualquier explicación posible.
Dani no tuvo tiempo de pensar en nada más que en un rostro, antes de que todo desapareciera en una gran bola de fuego.
En el único.
El de Santana.
Vuelo IB282. Salida desde Madrid, el 13 de Junio de 2008 a las doce cero cero de la mañana. Destino El Cairo. Llegada a las dieciséis cincuenta. No fumador. Clase: Business Asiento 2 C.
Todo correcto.
Su equipaje de mano consistía en ordenador portátil, una pequeña maleta trolley con algo de ropa y una mochila, la cual llevaba colgada de los hombros y conteniendo su tesoro más preciado: la mejor cámara réflex profesional del mercado.
Se acercó hasta un kiosco para comprar varias revistas del corazón. Después atracó, casi literalmente una tienda de golosinas de la terminal. Con la bolsa de gomitas en la mano, Dani se acercó hasta unos de los paneles informativos para ver la puerta de embarque para su vuelo.
Miles de personas permanecían sentadas a la espera de un espacio en el que el tiempo estaba encerrado entre paredes grises y pilares amarillos de diseño.
Aprovechando que su novia Santana no estaba ahí para evitarlo y para matar el aburrimiento, se metió a la boca un puñado de ositos de colores sobradamente dulces que en dos días reactivarían su ocasional acné.
Una vez entregada la tarjeta de embarque, Dani atravesó el finger hasta la entrada delantera del avión. Ahí la recibieron dos sonrisas blanquísimas vestidas de uniforme azul y medias negras.
Tras meter todos sus bultos en el compartimiento para el equipaje, estuvo lista para sentase en su asiento de primera clase (cuanto le gustabas esas dos palabras) que le había reservado con bastante antelación, su chica.
Y es que trabajar en una de las revistas de viajes más prestigiosas del mundo le brindaba la oportunidad, de vez en cuando, de poder disfrutar de esos pequeños placeres que solo están al alcance de unos pocos.
Se abrochó el cinturón y se reclinó cómodamente en el respaldo de su mullido asiento. El personal de la cabina explicaba el protocolo de seguridad haciendo una mímica apática y rutinaria, mientras que el avión comenzaba a rodar por la pista de aterrizaje.
El pasajero del asiento de al lado, un ejecutivo de unos cincuenta años, bigote poblado y gafas, leía un periódico despreocupado. El titular, en grandes letras de luto, no vaticinaba demasiadas esperanzas de paz en el Oriente Medio.
Al levantar la vista, se percató de que una pasajera situada un asiento por delante del suyo estaba mirándola de soslayo. En un segundo sus miradas se cruzaron. Un par de iris azules se clavaron en los marrones suyos, tratando de mantener un pulso invisible y excitante que nadie más parecía percibir.
Su intrépida espía tenía dos cosas que a Dani le gustaron nada más echarle el ojo; una melena negra brillante que le caía sensualmente por los hombros y una clavícula suavemente marcada que pedía a gritos que alguien la recorriera con los labios.
Aquella mujer anónima, sin previo aviso, le guiñó el ojo. Y ella se quedó helada. No sabía ni que pensar ni cómo reaccionar ante la pequeña provocación que le acababan de lanzar. En su cabeza comenzaron a desfilar, veloces, posibles finales alternativos para incipiente historia: sexo en los servicios del avión, un pique constante de eróticas torturas codificadas de gestos y miradas hasta que el pajarraco hubiera aterrizado, con el consiguiente recalentón de ambas (o al menos, el suyo); o quizás no habría ningún final para algo que, simplemente, tenía pinta de no ser más que un jugueteo de una mujer que parecía aburrida (o desesperada).
Que fácil y divertido era especular, a veces, sobre las vidas ajenas…
Una suave música instrumental se adivinaba entre la sonatina indefinible de voces desiguales procedentes de la zona turista.
Aún quedaban un par de minutos para el despegue, de modo que Dani zanjó lo que podría haber sido una curiosa anécdota de avión. Se negó a seguir jugando al gato y al ratón y devolvió toda su atención a la prensa rosa.
Así mataría el tiempo hasta que estuviese permitida la conexión a Internet a través del sistema WIFI (otro lujazo reservado para la bussines Class)
Una voz ronca y enlatada anunció el inminente despegue del MD-88. Levantó la vista y vio que las azafatas ya se habían sentado y colocado sus cinturones. Continuaban sonriendo como cuando le dieron la bienvenida, por lo que Dani permaneció tranquila.
Y es que las azafatas eran las protagonistas de su macabra y personal teoría sobre los accidentes aéreos. De hecho ellas eran las primeras en hacer patente, mediante la expresión de sus caras, si las cosas marchaban mal.
Las azafatas mujeres de coraje, conscientes de que cualquier día, en cualquier momento, podrían morir junto con el resto del pasaje, eran para Dani los censores humanos de la catástrofe.
Sintió como si un ser invisible empujase bruscamente su asiento desde atrás. Las ruedas del avión ya habían dejado de tocar el suelo. A pesar de llevar años viajando a través del aire, seguía maravillándose ante el hecho de que un cacharro tan grande y pesado pudiera volar y mantenerse flotando a través de las nubes gracias al avance tecnológico ya que la impresión de estar sentada a tantos metros de altura no era nada especial o novedosa (las turbulencias eran otra historia).
La señal acústica indicó que el período de despegue había llegado a su fin. A los pocos segundos, se oyeron por toda la cabina unos chasquidos metálicos muy particulares, dando a entender que muchos pasajeros se habían despojado del cinturón de seguridad. A partir de entonces, el silencio receloso guardado inconscientemente por el pasaje se rompió en mil palabras políglotas.
Dani se abandonó a las revistas en el bolsillo que había detrás de la bandeja que acababa de desplegar y se levantó para coger el PC portátil guardado al poco de entra al avión. Fue entonces cuando vio por primera vez el paisaje aéreo desde la ventana (porque a ella, en su billete, le había tocado pasillo) El señor que estaba a su lado le había tapado la visión hasta el momento con su gran periódico de hojas DIN A3 (y sin grapa, por lo que su manejo era más dificultoso y conllevaba recibir unos cuantos codazos de su lector de vez en cuando , por no hablar del perpetuo crujir de las páginas pugnando por doblarse hacia abajo, en un baile continuo de grisáceo papel reciclado)
Por sus retinas entraba la potente luz del sol, que iluminaba cientos de metros hacia abajo un mapa de cuadraditos de colores verdes y marrones. El suelo estaba demasiado lejos y Dani se divirtió pensando que lo que veía, a través de la pequeña ventana que tenía en frente, no era más que una maqueta, y que en vez de ir en un avión, estaba una excursión turística de las que se viaja en uno de esos lentos trencitos que se dedican a enseñar ciudades en miniatura.
Fue entonces cuando la notó.
La notó en su estómago.
La sintió en sus vísceras.
Se ordenó a si misma dejar de bombear sangre a toda velocidad. Y estuvo a punto de conseguirlo, pero de nuevo sus pies mandaron una señal nerviosa a su cerebro: la segunda turbulencia había desequilibrado su estabilidad.
No tardaron mucho en multiplicarse.
En un instante se sucedieron las sacudidas que parecían reproducirse con la precisión propia de las contracciones de un parto. Los pasajeros estaban visiblemente inquietos. Aún no se escuchaban gritos, mas todo parecía indicar que no tardarían en oírse.
En apenas treinta segundos, el circuito eléctrico del avión se atenuó. Las luces se prendían y se apagaban en un desagradable baile intermitente. El suelo vibraba bajo los pies de Dani, mientras esta trataba de sentarse y abrocharse el cinturón con las manos temblorosas por la incertidumbre. Lo único que su paralizado cuerpo le permitía hacer en aquel momento fue mirar inconscientemente a las azafatas.
Más concretamente, la expresión de sus caras.
Quería saber qué demonios estaba ocurriendo, y aquella era, según su particular hipótesis, la mejor forma de obtener información de primera mano.
Si iba a morir, quería saberlo ya.
Las sonrisas de anuncio de dentífrico se habían esfumado y daban paso a forzadas muecas de autocontrol. Dos manojos de uñas de color rojo, propiedad de una asustada azafata se clavaban en los reposabrazos tratando de aferrarse desesperadamente a la vida. Una de sus compañeras salió a los tumbos de la cabina del piloto.
Dani la miró fijamente. Sus ojos no mentían: las cosas se estaba poniendo feas.
—Señoras y señores, les rogamos que en ningún momento se desabrochen sus cinturones de seguridad, porque en breves momentos vamos a realizar un aterrizaje de emergencia por problemas técnicos.
Un chaval que estaba sentado justo detrás de Dani hizo un inoportuno e incómodo comentario.
—Ponte guapa, cariño, que hoy salimos en la foto.
—¿Quieres callarte? No tiene gracia—contestó la joven, que trataba de tomar con todas sus fuerzas al brazo de su novio.
—Vamos no te preocupes. ¿No ves que lo tienen todo controlado?
—¿Que es lo que está pasando? ¡Queremos más información!—gritó uno de los alterados pasajeros.
La azafata, colocándose de nuevo en su asiento, cumplió con su deber.
—Por favor, guarden la calma—suplicó.
La actitud de la auxiliar de vuelo confirmaba los peores presagios de Dani. Su compañero de asiento, que momentos antes estaba leyendo el diario de la mañana, ahora se desabrochaba frenéticamente la camisa. Parecía estar padeciendo de los síntomas preliminares de un infarto.
De repente, como si de un milagro se tratara, las luces de la cabina de pasajeros dejaron de tintinear y la estabilidad del aparato pareció afianzarse. Todos callaron, incrédulos. Después, sonrieron aliviados. Segundo a segundo, suspiro a suspiro, el silencio místico que se había creado se fue diluyendo.
En el momento en que la situación parecía estar controlada, una nueva y gigantesca sacudida hizo estremecerse el aparato. A continuación, un sonido ensordecedor provocó que los más asustados soltaran terribles gritos de pánico. Las mascarillas de oxígeno cayeron de los compartimientos violentamente, acrecentando, aún más si cabe, un ambiente de total crispación y miedo.
Todo el mundo se colocó la suya para inhalar desesperadamente el aire necesario para seguir respirando con normalidad.
Dani observaba a la mujer que le había guiñado un ojo al poco de subirse al avión. Pero ya no lo hacía para participar de ningún juego sensual, sino para comprobar sin estaba tan asustada como ella.
Entablaron una expresiva conversación insonora de miradas.
Los ojos azules de su interlocutora no dejaban lugar a duda: ambas sabían que no les quedaba demasiado tiempo.
Como en un acto reflejo, miró el anillo que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda aquel que le había colocado Santana el día en que le pidió matrimonio, tres meses atrás.
—¡Díganos la verdad de una vez!
Una mujer corpulenta de unos cincuenta años gritó desde el final de la hilera de asientos, mientras se enjuagaba las lágrimas negras que brotaban de sus ojos excesivamente maquillados.
La misma azafata, que hacía unos instantes había tratado de poner orden, suspiró hondo y acto seguido comenzó a hablar lo más serenamente que pudo, con su mejor y más cordial sonrisa.
—Señores pasajeros, el personal de la cabina me ha informado que dos de los cuatro motores del avión…
Una tremenda explosión procedente de las turbinas interrumpió cualquier explicación posible.
Dani no tuvo tiempo de pensar en nada más que en un rostro, antes de que todo desapareciera en una gran bola de fuego.
En el único.
El de Santana.
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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Mar Abr 11, 2017 11:55 pm, editado 1 vez
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
buenisimo!! siguelo!!! :3
Paola Perry** - Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 05/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Mmmm interesante ... vuelvo a seguir tu historia
paroan* - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 01/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Me encanto!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
por Dios que manera de comenzar! a esperar el primer capitulo!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Hola chicas de las adaptaciones...
Una vez mas aqui comentando otra tus hermosas historias.
El inicio es muy bueno, pero es un poco cruel que Santana pierda a Dani a tres meses de pedirle matrimonio
Ya veremos como sigue, muchas gracias por tomarte el tiempo de adaptar otra historia y darnos gusto a tus lectoras.
Saludos.
Una vez mas aqui comentando otra tus hermosas historias.
El inicio es muy bueno, pero es un poco cruel que Santana pierda a Dani a tres meses de pedirle matrimonio
Ya veremos como sigue, muchas gracias por tomarte el tiempo de adaptar otra historia y darnos gusto a tus lectoras.
Saludos.
Daniela Gutierrez***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 03/07/2014
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Ay! :/
Desde el principio tuve esa pequeña incertidumbre & sentí mi corazón palpitar tan rápido que casi se me sale!
Actualiza pronto si?
Desde el principio tuve esa pequeña incertidumbre & sentí mi corazón palpitar tan rápido que casi se me sale!
Actualiza pronto si?
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Interesante tu adaptación como siempre saludos...
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Paola Perry escribió:buenisimo!! siguelo!!! :3
Hola, jajaja que bueno que te gusto, espero que te siga gustando! Saludos =D
paroan escribió:Mmmm interesante ... vuelvo a seguir tu historia
Hola, jajajaa gracias por eso, espero que te guste! Saludos =D
monica.santander escribió:Me encanto!!
Saludos
Hola, jajaja que bueno espero que siga siendo así jaajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:por Dios que manera de comenzar! a esperar el primer capitulo!
Hola, o no¿?! jaajajaj aquí el primer cap! Saludos =D
Daniela Gutierrez escribió:Hola chicas de las adaptaciones...
Una vez mas aqui comentando otra tus hermosas historias.
El inicio es muy bueno, pero es un poco cruel que Santana pierda a Dani a tres meses de pedirle matrimonio
Ya veremos como sigue, muchas gracias por tomarte el tiempo de adaptar otra historia y darnos gusto a tus lectoras.
Saludos.
Hola dani, jajaaj gracias por eso! O sip, es triste =( Esperemos y siga bn para que les guste. Jajajaj de nada, pero en vrdd gracias a ustedes por leerlas y comentarlas! Saludos =D
Elita escribió:Ay! :/
Desde el principio tuve esa pequeña incertidumbre & sentí mi corazón palpitar tan rápido que casi se me sale!
Actualiza pronto si?
Hola, siii! sentimientos encontrado igual no¿? Obvio, aquí el cap! Saludos =D
Lucy LP escribió:Interesante tu adaptación como siempre saludos...
Hola, jajajque bueno que la encontrate ajajajajaj, espero y te guste! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Santana cargó la última caja y cerró de golpe la puerta de la furgoneta. Echó un último vistazo a su balcón, ahora sin macetas, sin ropa tendida en los cordeles. Las puertas cerradas, las persianas echadas.
Sin vida.
Vacío.
Y un letrero en letras naranjas que, junto a un número de teléfono, anunciaba: Se alquila.
—Adiós—dijo en voz baja mientras se subía al vehículo y lo ponía en marcha.
Tras llenar el depósito al máximo en la gasolinera más cercana, desplegó el mapa de carreteras y señaló con un rotulador rojo la ruta de vías hacia Madrid. Después, encendió la radio, sintonizó una emisora con música decente para sus oídos y emprendió la marcha a la capital desde su ciudad natal, Sevilla.
Eran casi las ocho de la mañana y el cielo se teñía de un rosa pálido que acompañaba bien aquella sensación tan extraña que albergaba Santana en sus adentros.
Era una mezcla de sentimientos agridulces, pero estaba decidida a dar el paso. No había sido nada fácil tomar la decisión de dejar su casa, sus amigos, su familia… en definitiva, la vida que tenía ahí por una buena oferta de trabajo.
Pero no era una oferta cualquiera: era la OFERTA.
La oportunidad de su vida. La revista Boyare le había ofrecido un puesto como fotógrafa y parecía que nada ni nadie podrían impedir que Santana cumpliera aquel sueño.
Comenzaban a fulgurar los primeros destellos de sol que entorpecían la visión de la interminable carretera, de modo que las gafas oscuras de la muchacha dejaron de ejercer de diadema para su larga melena negra y pasaron a ejecutar su función principal.
Sus ojos oscuros ahora estaban ocultos tras unos cristales tostados en los que se reflejaba una interminable hilera de postes de electricidad que se iban sucediendo a su lado y se desdibujaban a medida que el vehículo iba aumentando la velocidad.
Y no podía dejar de sonreír.
Santana era una de esas mujeres que, cuando sonreían, sonreían desde los labios hasta los ojos. Se podría decir que en ese momento era feliz.
Desde la muerte de Dani, había permanecido alejada del mundo y de todos. Sus sueños de futuro se habían esfumado: su matrimonio, la ilusión de vivir con su mujer… Ahora ya no le quedaba nada.
Y como no tenía nada que perder, decidió darse la oportunidad de volver a vivir… temiéndose sólo a sí misma.
Unos días más tarde, ya instalada en Madrid, Santana madrugó como nunca. En tres cuartos de hora logró llegar a las oficinas de la revista.
Aguardó pacientemente sentada en una salita pequeña, aunque acogedora, a ser atendida por la encargada de Recursos Humanos.
No estaba sola.
En la silla de enfrente, una rubia de cabello liso ojeaba una revista, ajena a toda forma de vida exterior.
No era un portento.
No era una top model.
Sin embargo sus ojos escanearon rápidamente cada centímetro de su piel.
Sus pecas se marcaban cerca su nariz, respingona, remataba una cara de niña inocente y virginal. El blancor de su tez podía hacer pensar que era extranjera, pero aquellos rasgos denotaban su origen mediterráneo.
Ninguna de las dos hablaba.
No tenían nada que decirse, ya que no se conocían. Gracias al cielo, antes de que la situación se tornara realmente incómoda, apareció una mujer de unos cuarenta años, con gafas y traje de chaqueta. Caminaba con un aire de superioridad que ni el mismísimo Rey Sol. Sus tacones sonaban acompasadamente sobre el mármol del suelo.
—Santana Marie López, supongo—la encargada le habló mientras se recolocaba las gafas de pasta que la hacían parecer una mujer aún más seca.
—Sí. Vengo a por lo de…
Santana fue cortada en seco.
—Sí, sí… Verá, señorita… Tras estudiar detenidamente su currículum, hemos decidido darle el puesto a una candidata con más experiencia que usted.
—Pero si me dijeron que…
—Lo siento, pero la dirección ha barajado la posibilidad de admitir a otra persona y, tras una ardua deliberación, he de comunicarle que la señorita Pierce será—la ejecutiva señaló entonces a la muchacha de las pecas—, Sintiéndolo mucho por usted, nuestra nueva fotógrafa.
Santana le lanzó una mirada de odio a la maldita rubia con cara de no haber roto un plato y piel color palangana de loza, por haberle robado el trabajo.
Ya no le parecía sexy.
Ni tampoco atractiva.
Ahora simplemente la quería estampar contra la pared de una patada en el higadillo. Estaba claro que había habido enchufe.
—Por favor, señorita Pierce, acompáñeme—añadió la de Recursos Humanos.
Y en un segundo, las dos mujeres se fueron una detrás de la otra. Antes de desaparecer de la sala entre cumplidos innecesarios, la mujer estirada se dio la vuelta porque había olvidado algo.
—Adiós, señorita López. Y no se preocupe, que nos quedamos con su curriculum para futuras selecciones—fue lo único que aquella traidora trajeada se atrevió a decir después de todo lo ocurrido.
Un rato después, tras fumarse medio paquete de cigarrillos apoyada en su coche, se encontró con su particular ladrona de sueños. No le dio ninguna opción a disculparse, ya que no quería que la otra pensara que incluso podrían llegar a confraternizar.
Al enemigo ni agua.
Si algo tenía por seguro era que jamás volvería a mirarla a la cara.
¿Y ahora qué iba a hacer?
Se sentía perdida.
Perdida en una ciudad que no era la suya, entre gente a la que no conocía y vagando de un sitio a otro como un perro abandonado.
Una vez convencida de que se había venido completamente abajo y que de su paquete de cigarrillos sólo salían restos de tabaco desprendido del fondo vacío, regresó a su guarida con el rabo entre las piernas.
Paró de llorar sentada en el sofá de su apartamento. Instantes antes se había dado una ducha y todavía estaba en albornoz. Se levantó y se dispuso a tomarse una aspirina, porque le dolía muchísimo la cabeza del sofocón que se había cogido ella sola.
En las manos tenía un vaso con una pastilla efervescente crepitando en el agua y un cigarrillo a medio acabar (en el camino a casa, había comprado un cartón entero de tabaco bajo en alquitrán y nicotina, sabiendo que le haría falta más de una cajetilla diaria en su etapa inaugural de depresión).
Estaba cansada de tanto hablar sola y darle vueltas a lo mismo.
“Un momento… ¿Hablar sola? Yo no hablo sola. ¿Verdad que no, Santana? Vale. Me estoy volviendo loca.”
Un martillo pugnaba por echar abajo los tabiques de su cerebro. Un repiqueteo incesante en su sesera la estaba sacando de quicio. Y se entretuvo en mirar por la ventana como si esperase algo que no llegaba, pensando en cómo había sido su vida hasta ahora.
Imaginado vagamente el futuro.
No se había secado el pelo después de ducharse, así que lo tenía empapado. Se olvidó de traer el secador de Sevilla. Esperaba que la calefacción cumpliera su cometido. Notaba el frío de los cristales cerca de la nariz y la boca.
Y no le resultaba desagradable.
Prefería el frío al calor.
Adoraba el invierno.
Eran las siete y cuarto de la tarde y ya estaba casi todo oscuro. Ahí, en Madrid, se empezaba a sentir el regustillo de un invierno muy frío.
Su primer invierno en soledad.
Su respiración formaba vaho en la ventana de manera intermitente. Estaba a punto de abandonar y volverse a casa de su mamá. Ella ya sabía que aquello sólo era cuestión de días. Aún tenía las cajas esparcidas por la casa y algunas, por suerte, sin desembalar.
Todo estaba patas arriba, como su cabeza.
Como su vida.
Quizás había sido una idea absurda eso de coger carretera y manta y huir del lugar en donde los recuerdos de Dani le hacían daño. Resultaba increíble cómo echaba de menos la presencia de su difunta pareja en un piso nuevo.
A pesar de que se esforzaba por ser optimista, había traído a Dani con ella, en su corazón y sus pensamientos.
Perderla fue un mazazo.
Como si la hubieran abducido de un plumazo.
Caput.
Ya no estaba, Dani se había ido.
Estaba fuera de su vida.
Y la echaba inmensamente de menos. En realidad no sabía qué hacer. Quizá necesitara la ayuda de un psicoanalista, de alguien que le echara un cable para encauzar, de ahora en adelante, sus pasos. No recordaba el motivo por el cual se dijo a sí misma que podría conseguir llegar a Madrid y besar el Santo.
Por fin se bebió la aspirina disuelta en el agua. Estaba asquerosa, eso tenía un pase, pero lo que más la enervaba era el polvillo residual que se le quedaba en la garganta.
Deseó que el remedio actuase rápido.
El dolor la estaba poniendo de muy mala leche. Aún no tenía línea telefónica y la batería de su móvil seguía cargándose en el enchufe, con lo cual no podía llamar a nadie para hincharle las narices y hacerle perder la paciencia con sus neuras.
Perfecto… No, un momento.
Todavía podía salir por la puerta y si te he visto no me acuerdo.
¿Pero qué dirían de ella?
¿Qué pensarían todos aquellos que le habían brindado su apoyo?
A la porra con ellos y con su ayuda.
Como en casa de mamá, en ningún sitio.
Llamaron a la puerta. Su primera visita. No estaba nada emocionada. Llevaba menos de diez días en ese pequeño zulo de quinientos cincuenta euros al mes y, por fin, alguien se había fijado en ella y había notado su existencia.
“Supongo que debo ser todo un fenómeno sociológico vecinal. Claro, será por la novedad. De alguien habrá que hablar en este bloque durante las próximas semanas. Maravilloso. Justo lo que menos necesito para llevar una vida normal y anónima.”
Se miró al espejo de la entrada y ensayó una sonrisa cordial. Se ató con fuerza el cinturón del albornoz de rizo. Abrió. Una chica de no más de dieciocho años apareció ante ella y le mostró sin pudor una dentadura perfecta.
—¡Hola! Soy la vecina de abajo. Eres la nueva inquilina del ático A, ¿verdad?
—Sí—contestó Santana algo seria.
—Eh, sí, bueno… ¡Bienvenida a la comunidad!—la saludó la jovencita sin mucho énfasis—Verás, es que desde hace un buen rato ha empezado a filtrarse agua de tu ducha y ha empapado todo el techo de mi cuarto de baño. Acabamos de darnos cuenta mi compañera de piso y yo, porque llevamos toda la tarde fuera, de compras. ¡Y fíjate! Con menudo show nos hemos encontrado al llegar… Ahora mismo hay varias ampollas enormes amenazando con estallar sobre el váter y el bidé. Y es que ya no damos abasto con la fregona.
“Joder. Hoy no es mi día, todo se estropea. Empiezo a pensar que me timaron cuando alquilé esta casa”.
—Vaya, bueno lo siento mucho. Enseguida llamo al dueño para que lo reparen cuanto antes—contestó Santana intentando dar a entender que estaba todo controlado.
“Bien, Santana… Qué mejor forma de entablar una nueva amistad en el bloque que inundar el cuarto de baño de dos vecinas, posiblemente encantadoras, por culpa de las puñeteras tuberías picadas de tu ducha…”.
—Bueno, entonces… En realidad eso es todo. Ya sabes dónde estamos, si necesitas algo—zanjó la joven, despidiéndose con una sonrisa.
—Gracias. ¡Y lo siento de nuevo!—añadió Santana antes de cerrar la puerta.
“Estoy apañada. No me lo explico. ¿Todo me tiene que pasar a mí? Hoy no es martes y trece. Tampoco es el día de los Inocentes. Quizá sea el día de los pardillos, porque entonces yo estoy camino de la canonización. Dios, si estás ahí y me escuchas, te ruego que el único problema que me dé esta casa sea el de las dichosas tuberías”.
No tenía ganas de ponerse a seguir desempaquetando sus cosas, pero sabía que si lo dejaba para más tarde existía el peligro de dejar esa tarea para nunca.
Ahora lo que necesitaba era volver a tener una rutina, una normalidad hogareña, una estabilidad social y emocional…
Los libros a las estanterías, las fotos en lo más profundo de un cajón y sus perfumes en la repisa del baño. Todo estaba resultando ser más duro de lo que pensaba.
Y sentía que… estaba empezando a tener frío.
Y eso que hacía bastante que había encendido la calefacción a toda leche. Comprobó con estupor que la calefacción tampoco funcionaba y su pelo continuaba chorreando.
Dio un grito desesperado.
No resolvió con ello gran cosa. Un escalofrío traicionero recorrió su sistema nervioso de principio a fin.
Estornudó.
Estornudó otra vez.
Sus ojos se humedecieron en un acto reflejo. Estornudó una tercera vez cuando tropezó con una de las cajas, al ir en busca de un Kleenex, y respiró de pronto una considerable cantidad de polvo acumulado.
“¿Alguien da más?”.
No pudo esperar. Cogió el móvil, que ya tenía algo de batería, y llamó al dueño del cuchitril. Con mucha paciencia le contó todo. El caballero, que amablemente le atendía, la invitaba a calmarse. Consiguió que el casero le prometiera solucionarle el entuerto de humedades y calefacción lo antes posible.
Santana no sabía cuánto de esa frase debía creerse. Mejor era no hacerse ilusiones. Finalizada la conversación, volvió a colocar el teléfono en el cargador. Aquel aparato le dio calambre. Farfulló una serie de improperios mientras movía compulsivamente la mano.
“Paciencia.”
Se animó mentalmente, mientras se dejaba caer en el sofá, presa del desaliento. Encendió la televisión. Se acomodó en el cojín que tenía tras su espalda. Respiró hondo. Estaba dispuesta a tragarse cualquier cosa que emitieran y le impidiera pensar.
“Gracias, Señor, por permitir que se inventaran los realities. Doce personas encerradas durante tropecientos días en una choza inmunda en medio de una ciénaga. Al menos, tengo la satisfacción de saber que ellos viven peor que yo. ¡Viva Gran Pantano!”.
Y así, Santana se dejó lobotomizar hasta que se quedó dormida.
Sin vida.
Vacío.
Y un letrero en letras naranjas que, junto a un número de teléfono, anunciaba: Se alquila.
—Adiós—dijo en voz baja mientras se subía al vehículo y lo ponía en marcha.
Tras llenar el depósito al máximo en la gasolinera más cercana, desplegó el mapa de carreteras y señaló con un rotulador rojo la ruta de vías hacia Madrid. Después, encendió la radio, sintonizó una emisora con música decente para sus oídos y emprendió la marcha a la capital desde su ciudad natal, Sevilla.
Eran casi las ocho de la mañana y el cielo se teñía de un rosa pálido que acompañaba bien aquella sensación tan extraña que albergaba Santana en sus adentros.
Era una mezcla de sentimientos agridulces, pero estaba decidida a dar el paso. No había sido nada fácil tomar la decisión de dejar su casa, sus amigos, su familia… en definitiva, la vida que tenía ahí por una buena oferta de trabajo.
Pero no era una oferta cualquiera: era la OFERTA.
La oportunidad de su vida. La revista Boyare le había ofrecido un puesto como fotógrafa y parecía que nada ni nadie podrían impedir que Santana cumpliera aquel sueño.
Comenzaban a fulgurar los primeros destellos de sol que entorpecían la visión de la interminable carretera, de modo que las gafas oscuras de la muchacha dejaron de ejercer de diadema para su larga melena negra y pasaron a ejecutar su función principal.
Sus ojos oscuros ahora estaban ocultos tras unos cristales tostados en los que se reflejaba una interminable hilera de postes de electricidad que se iban sucediendo a su lado y se desdibujaban a medida que el vehículo iba aumentando la velocidad.
Y no podía dejar de sonreír.
Santana era una de esas mujeres que, cuando sonreían, sonreían desde los labios hasta los ojos. Se podría decir que en ese momento era feliz.
Desde la muerte de Dani, había permanecido alejada del mundo y de todos. Sus sueños de futuro se habían esfumado: su matrimonio, la ilusión de vivir con su mujer… Ahora ya no le quedaba nada.
Y como no tenía nada que perder, decidió darse la oportunidad de volver a vivir… temiéndose sólo a sí misma.
Unos días más tarde, ya instalada en Madrid, Santana madrugó como nunca. En tres cuartos de hora logró llegar a las oficinas de la revista.
Aguardó pacientemente sentada en una salita pequeña, aunque acogedora, a ser atendida por la encargada de Recursos Humanos.
No estaba sola.
En la silla de enfrente, una rubia de cabello liso ojeaba una revista, ajena a toda forma de vida exterior.
No era un portento.
No era una top model.
Sin embargo sus ojos escanearon rápidamente cada centímetro de su piel.
Sus pecas se marcaban cerca su nariz, respingona, remataba una cara de niña inocente y virginal. El blancor de su tez podía hacer pensar que era extranjera, pero aquellos rasgos denotaban su origen mediterráneo.
Ninguna de las dos hablaba.
No tenían nada que decirse, ya que no se conocían. Gracias al cielo, antes de que la situación se tornara realmente incómoda, apareció una mujer de unos cuarenta años, con gafas y traje de chaqueta. Caminaba con un aire de superioridad que ni el mismísimo Rey Sol. Sus tacones sonaban acompasadamente sobre el mármol del suelo.
—Santana Marie López, supongo—la encargada le habló mientras se recolocaba las gafas de pasta que la hacían parecer una mujer aún más seca.
—Sí. Vengo a por lo de…
Santana fue cortada en seco.
—Sí, sí… Verá, señorita… Tras estudiar detenidamente su currículum, hemos decidido darle el puesto a una candidata con más experiencia que usted.
—Pero si me dijeron que…
—Lo siento, pero la dirección ha barajado la posibilidad de admitir a otra persona y, tras una ardua deliberación, he de comunicarle que la señorita Pierce será—la ejecutiva señaló entonces a la muchacha de las pecas—, Sintiéndolo mucho por usted, nuestra nueva fotógrafa.
Santana le lanzó una mirada de odio a la maldita rubia con cara de no haber roto un plato y piel color palangana de loza, por haberle robado el trabajo.
Ya no le parecía sexy.
Ni tampoco atractiva.
Ahora simplemente la quería estampar contra la pared de una patada en el higadillo. Estaba claro que había habido enchufe.
—Por favor, señorita Pierce, acompáñeme—añadió la de Recursos Humanos.
Y en un segundo, las dos mujeres se fueron una detrás de la otra. Antes de desaparecer de la sala entre cumplidos innecesarios, la mujer estirada se dio la vuelta porque había olvidado algo.
—Adiós, señorita López. Y no se preocupe, que nos quedamos con su curriculum para futuras selecciones—fue lo único que aquella traidora trajeada se atrevió a decir después de todo lo ocurrido.
Un rato después, tras fumarse medio paquete de cigarrillos apoyada en su coche, se encontró con su particular ladrona de sueños. No le dio ninguna opción a disculparse, ya que no quería que la otra pensara que incluso podrían llegar a confraternizar.
Al enemigo ni agua.
Si algo tenía por seguro era que jamás volvería a mirarla a la cara.
¿Y ahora qué iba a hacer?
Se sentía perdida.
Perdida en una ciudad que no era la suya, entre gente a la que no conocía y vagando de un sitio a otro como un perro abandonado.
Una vez convencida de que se había venido completamente abajo y que de su paquete de cigarrillos sólo salían restos de tabaco desprendido del fondo vacío, regresó a su guarida con el rabo entre las piernas.
Paró de llorar sentada en el sofá de su apartamento. Instantes antes se había dado una ducha y todavía estaba en albornoz. Se levantó y se dispuso a tomarse una aspirina, porque le dolía muchísimo la cabeza del sofocón que se había cogido ella sola.
En las manos tenía un vaso con una pastilla efervescente crepitando en el agua y un cigarrillo a medio acabar (en el camino a casa, había comprado un cartón entero de tabaco bajo en alquitrán y nicotina, sabiendo que le haría falta más de una cajetilla diaria en su etapa inaugural de depresión).
Estaba cansada de tanto hablar sola y darle vueltas a lo mismo.
“Un momento… ¿Hablar sola? Yo no hablo sola. ¿Verdad que no, Santana? Vale. Me estoy volviendo loca.”
Un martillo pugnaba por echar abajo los tabiques de su cerebro. Un repiqueteo incesante en su sesera la estaba sacando de quicio. Y se entretuvo en mirar por la ventana como si esperase algo que no llegaba, pensando en cómo había sido su vida hasta ahora.
Imaginado vagamente el futuro.
No se había secado el pelo después de ducharse, así que lo tenía empapado. Se olvidó de traer el secador de Sevilla. Esperaba que la calefacción cumpliera su cometido. Notaba el frío de los cristales cerca de la nariz y la boca.
Y no le resultaba desagradable.
Prefería el frío al calor.
Adoraba el invierno.
Eran las siete y cuarto de la tarde y ya estaba casi todo oscuro. Ahí, en Madrid, se empezaba a sentir el regustillo de un invierno muy frío.
Su primer invierno en soledad.
Su respiración formaba vaho en la ventana de manera intermitente. Estaba a punto de abandonar y volverse a casa de su mamá. Ella ya sabía que aquello sólo era cuestión de días. Aún tenía las cajas esparcidas por la casa y algunas, por suerte, sin desembalar.
Todo estaba patas arriba, como su cabeza.
Como su vida.
Quizás había sido una idea absurda eso de coger carretera y manta y huir del lugar en donde los recuerdos de Dani le hacían daño. Resultaba increíble cómo echaba de menos la presencia de su difunta pareja en un piso nuevo.
A pesar de que se esforzaba por ser optimista, había traído a Dani con ella, en su corazón y sus pensamientos.
Perderla fue un mazazo.
Como si la hubieran abducido de un plumazo.
Caput.
Ya no estaba, Dani se había ido.
Estaba fuera de su vida.
Y la echaba inmensamente de menos. En realidad no sabía qué hacer. Quizá necesitara la ayuda de un psicoanalista, de alguien que le echara un cable para encauzar, de ahora en adelante, sus pasos. No recordaba el motivo por el cual se dijo a sí misma que podría conseguir llegar a Madrid y besar el Santo.
Por fin se bebió la aspirina disuelta en el agua. Estaba asquerosa, eso tenía un pase, pero lo que más la enervaba era el polvillo residual que se le quedaba en la garganta.
Deseó que el remedio actuase rápido.
El dolor la estaba poniendo de muy mala leche. Aún no tenía línea telefónica y la batería de su móvil seguía cargándose en el enchufe, con lo cual no podía llamar a nadie para hincharle las narices y hacerle perder la paciencia con sus neuras.
Perfecto… No, un momento.
Todavía podía salir por la puerta y si te he visto no me acuerdo.
¿Pero qué dirían de ella?
¿Qué pensarían todos aquellos que le habían brindado su apoyo?
A la porra con ellos y con su ayuda.
Como en casa de mamá, en ningún sitio.
Llamaron a la puerta. Su primera visita. No estaba nada emocionada. Llevaba menos de diez días en ese pequeño zulo de quinientos cincuenta euros al mes y, por fin, alguien se había fijado en ella y había notado su existencia.
“Supongo que debo ser todo un fenómeno sociológico vecinal. Claro, será por la novedad. De alguien habrá que hablar en este bloque durante las próximas semanas. Maravilloso. Justo lo que menos necesito para llevar una vida normal y anónima.”
Se miró al espejo de la entrada y ensayó una sonrisa cordial. Se ató con fuerza el cinturón del albornoz de rizo. Abrió. Una chica de no más de dieciocho años apareció ante ella y le mostró sin pudor una dentadura perfecta.
—¡Hola! Soy la vecina de abajo. Eres la nueva inquilina del ático A, ¿verdad?
—Sí—contestó Santana algo seria.
—Eh, sí, bueno… ¡Bienvenida a la comunidad!—la saludó la jovencita sin mucho énfasis—Verás, es que desde hace un buen rato ha empezado a filtrarse agua de tu ducha y ha empapado todo el techo de mi cuarto de baño. Acabamos de darnos cuenta mi compañera de piso y yo, porque llevamos toda la tarde fuera, de compras. ¡Y fíjate! Con menudo show nos hemos encontrado al llegar… Ahora mismo hay varias ampollas enormes amenazando con estallar sobre el váter y el bidé. Y es que ya no damos abasto con la fregona.
“Joder. Hoy no es mi día, todo se estropea. Empiezo a pensar que me timaron cuando alquilé esta casa”.
—Vaya, bueno lo siento mucho. Enseguida llamo al dueño para que lo reparen cuanto antes—contestó Santana intentando dar a entender que estaba todo controlado.
“Bien, Santana… Qué mejor forma de entablar una nueva amistad en el bloque que inundar el cuarto de baño de dos vecinas, posiblemente encantadoras, por culpa de las puñeteras tuberías picadas de tu ducha…”.
—Bueno, entonces… En realidad eso es todo. Ya sabes dónde estamos, si necesitas algo—zanjó la joven, despidiéndose con una sonrisa.
—Gracias. ¡Y lo siento de nuevo!—añadió Santana antes de cerrar la puerta.
“Estoy apañada. No me lo explico. ¿Todo me tiene que pasar a mí? Hoy no es martes y trece. Tampoco es el día de los Inocentes. Quizá sea el día de los pardillos, porque entonces yo estoy camino de la canonización. Dios, si estás ahí y me escuchas, te ruego que el único problema que me dé esta casa sea el de las dichosas tuberías”.
No tenía ganas de ponerse a seguir desempaquetando sus cosas, pero sabía que si lo dejaba para más tarde existía el peligro de dejar esa tarea para nunca.
Ahora lo que necesitaba era volver a tener una rutina, una normalidad hogareña, una estabilidad social y emocional…
Los libros a las estanterías, las fotos en lo más profundo de un cajón y sus perfumes en la repisa del baño. Todo estaba resultando ser más duro de lo que pensaba.
Y sentía que… estaba empezando a tener frío.
Y eso que hacía bastante que había encendido la calefacción a toda leche. Comprobó con estupor que la calefacción tampoco funcionaba y su pelo continuaba chorreando.
Dio un grito desesperado.
No resolvió con ello gran cosa. Un escalofrío traicionero recorrió su sistema nervioso de principio a fin.
Estornudó.
Estornudó otra vez.
Sus ojos se humedecieron en un acto reflejo. Estornudó una tercera vez cuando tropezó con una de las cajas, al ir en busca de un Kleenex, y respiró de pronto una considerable cantidad de polvo acumulado.
“¿Alguien da más?”.
No pudo esperar. Cogió el móvil, que ya tenía algo de batería, y llamó al dueño del cuchitril. Con mucha paciencia le contó todo. El caballero, que amablemente le atendía, la invitaba a calmarse. Consiguió que el casero le prometiera solucionarle el entuerto de humedades y calefacción lo antes posible.
Santana no sabía cuánto de esa frase debía creerse. Mejor era no hacerse ilusiones. Finalizada la conversación, volvió a colocar el teléfono en el cargador. Aquel aparato le dio calambre. Farfulló una serie de improperios mientras movía compulsivamente la mano.
“Paciencia.”
Se animó mentalmente, mientras se dejaba caer en el sofá, presa del desaliento. Encendió la televisión. Se acomodó en el cojín que tenía tras su espalda. Respiró hondo. Estaba dispuesta a tragarse cualquier cosa que emitieran y le impidiera pensar.
“Gracias, Señor, por permitir que se inventaran los realities. Doce personas encerradas durante tropecientos días en una choza inmunda en medio de una ciénaga. Al menos, tengo la satisfacción de saber que ellos viven peor que yo. ¡Viva Gran Pantano!”.
Y así, Santana se dejó lobotomizar hasta que se quedó dormida.
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Hola, solo preguntar si a ustedes también se le cambiaron algunos detalles de la pagina o solo a mi¿? Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
vaya pense que era mi laptop la que estaba loca con los cambios, jejejeje por cierto otro capitulo anda si porfis?
marcy3395***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 21/06/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Pobre San le pasan todas juntas!!!
No he prestado atención si ha habido algún cambio.
Saludos
No he prestado atención si ha habido algún cambio.
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
marcy3395 escribió:vaya pense que era mi laptop la que estaba loca con los cambios, jejejeje por cierto otro capitulo anda si porfis?
Hola, o sea que si ai cambios =/ Jajajajaj aquí otro cap! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
Lo sucedido en la pequeña sala de redacción de la revista Voyager había sido una terrible y decepcionante experiencia.
Santana no sabía que la chica de las pecas había acudido a lo mismo que ella. Y ver como la escogían en su lugar, y de sopetón, había sido un duro golpe.
En su segundo cigarrillo de la mañana recibió una sorpresiva llamada de teléfono.
La encargada de Recurso Humanos, la cual la había largado con viento fresco un día antes, había vuelto interesarse por ella.
—Señorita López, la llamo para comunicarle la posibilidad de que se incorpore a nuestra revista como ayudante de fotografía, ya que para la sección que usted optaba, la de Iberia, sólo necesitábamos a una y ya fue seleccionada, como usted bien sabe—dijo la mujer con cierta incomodidad.
—¿Y en otra sección?—preguntó Santana, quemando su último cartucho.
—Un momento, ¿Es que acaso a usted no le interesa el puesto que le ofrecemos?
—¡Por supuesto que me interesa! La cosa es que ayer, en la sala de espera—Santana rezó para que colara la trola que le quería soltar—, Estuve charlando con la otra chica y… bueno, parece ser que tiene menos experiencia. Como sabe, yo he trabajado para una revista pequeña en Sevilla, pero de fotografía principal.
—Ella cubre el perfil que buscábamos y por eso la escogimos. Nos parece que es joven y tiene buenas ideas…
"Ah, claro… Necesitan una jovencita. ¿Y yo qué soy? ¿La vieja de las Chicas de Oro?”
—Lo que necesita esta revista es sangre nueva y Brittany puede encajar muy bien en ese perfil…
"Con que se llama Brittany… como la de Troya. ¡Peligro, peligrooo!"
—Estoy convencida de que logrará adaptarse rápido. Rebosa frescura—la de Recursos Humanos prosiguió con la explicación.
"De eso no me cabe duda. A la legua se ve que fresca es un rato. Vamos, la reina de las frescas. Aunque en mi pueblo la llamaríamos de otra manera."
—Igualmente, contar con su experiencia, Santana, puede resultar crucial en el tándem que queremos formar con ustedes dos…
[i]"¿Yo ser la subordinada de esa niñata? ¡Ja!"
—Evidentemente su sueldo sería algo inferior, pero llegaría a mil euros mensuales. No sé si le sigue interesando, Señorita López.
—Por ahora, no tengo otra oferta mejor—admitió Santana con cierta vergüenza.
—Entonces, la esperamos miércoles a las ocho.
La conversación terminó y Santana no supo muy bien qué pensar. Al menos aspiraba al mileurismo.
Le vino enseguida la frase que su mamá tantas veces le había dicho: "No quieras hacer una casa empezando por el tejado".
Durante la tarde de aquel martes, Santana condujo por todo Madrid para tratar de relajarse.
Al no albergar ninguna esperanza de encontrar trabajo, el hecho de haber conseguido una segunda oportunidad por sorpresa la había descolocado sobremanera.
La comían los nervios.
Las tornas habían cambiado.
Ahora era ella quien no estaba en disposición de exigir nada en aquel trabajo, puesto que sería la segunda de a bordo, la chica de los recados de una mujer que desde el minuto uno ya le caía gorda.
Inconscientemente, se vio deteniendo su coche en el parking de la redacción de la revista Voyager.
Ahí la vio de nuevo.
No podría olvidar su cara mientras viviera. Brittany salía del edificio seguramente tras haber tenido un día duro, porque en su cara había signo de mosqueo.
"Los comienzos siempre son duros, chica. No te quejes, porque de las dos eres la que ha salido ganando".
Su nueva "jefa" se detuvo a unos cinco metros de la plaza en la que ella había estacionado. Encendió un cigarrillo para darle una calada ansia. En silencio y cabizbaja, se echó a llorar.
Como atraída por la fuerza de un enorme imán, Santana se bajó del coche. Sus pies caminaron hasta quedar a unos pasos de ella.
Brittany se percató de su presencia y se sorprendió: la reconoció al instante.
Sin decir una palabra, lanzó el pitillo al suelo, entró enseguida en su Mini, arrancó y desapareció velozmente, dejando tras de sí una humareda plomiza y dos surcos en la gravilla.
Santana no sabía que la chica de las pecas había acudido a lo mismo que ella. Y ver como la escogían en su lugar, y de sopetón, había sido un duro golpe.
En su segundo cigarrillo de la mañana recibió una sorpresiva llamada de teléfono.
La encargada de Recurso Humanos, la cual la había largado con viento fresco un día antes, había vuelto interesarse por ella.
—Señorita López, la llamo para comunicarle la posibilidad de que se incorpore a nuestra revista como ayudante de fotografía, ya que para la sección que usted optaba, la de Iberia, sólo necesitábamos a una y ya fue seleccionada, como usted bien sabe—dijo la mujer con cierta incomodidad.
—¿Y en otra sección?—preguntó Santana, quemando su último cartucho.
—Un momento, ¿Es que acaso a usted no le interesa el puesto que le ofrecemos?
—¡Por supuesto que me interesa! La cosa es que ayer, en la sala de espera—Santana rezó para que colara la trola que le quería soltar—, Estuve charlando con la otra chica y… bueno, parece ser que tiene menos experiencia. Como sabe, yo he trabajado para una revista pequeña en Sevilla, pero de fotografía principal.
—Ella cubre el perfil que buscábamos y por eso la escogimos. Nos parece que es joven y tiene buenas ideas…
"Ah, claro… Necesitan una jovencita. ¿Y yo qué soy? ¿La vieja de las Chicas de Oro?”
—Lo que necesita esta revista es sangre nueva y Brittany puede encajar muy bien en ese perfil…
"Con que se llama Brittany… como la de Troya. ¡Peligro, peligrooo!"
—Estoy convencida de que logrará adaptarse rápido. Rebosa frescura—la de Recursos Humanos prosiguió con la explicación.
"De eso no me cabe duda. A la legua se ve que fresca es un rato. Vamos, la reina de las frescas. Aunque en mi pueblo la llamaríamos de otra manera."
—Igualmente, contar con su experiencia, Santana, puede resultar crucial en el tándem que queremos formar con ustedes dos…
[i]"¿Yo ser la subordinada de esa niñata? ¡Ja!"
—Evidentemente su sueldo sería algo inferior, pero llegaría a mil euros mensuales. No sé si le sigue interesando, Señorita López.
—Por ahora, no tengo otra oferta mejor—admitió Santana con cierta vergüenza.
—Entonces, la esperamos miércoles a las ocho.
La conversación terminó y Santana no supo muy bien qué pensar. Al menos aspiraba al mileurismo.
Le vino enseguida la frase que su mamá tantas veces le había dicho: "No quieras hacer una casa empezando por el tejado".
Durante la tarde de aquel martes, Santana condujo por todo Madrid para tratar de relajarse.
Al no albergar ninguna esperanza de encontrar trabajo, el hecho de haber conseguido una segunda oportunidad por sorpresa la había descolocado sobremanera.
La comían los nervios.
Las tornas habían cambiado.
Ahora era ella quien no estaba en disposición de exigir nada en aquel trabajo, puesto que sería la segunda de a bordo, la chica de los recados de una mujer que desde el minuto uno ya le caía gorda.
Inconscientemente, se vio deteniendo su coche en el parking de la redacción de la revista Voyager.
Ahí la vio de nuevo.
No podría olvidar su cara mientras viviera. Brittany salía del edificio seguramente tras haber tenido un día duro, porque en su cara había signo de mosqueo.
"Los comienzos siempre son duros, chica. No te quejes, porque de las dos eres la que ha salido ganando".
Su nueva "jefa" se detuvo a unos cinco metros de la plaza en la que ella había estacionado. Encendió un cigarrillo para darle una calada ansia. En silencio y cabizbaja, se echó a llorar.
Como atraída por la fuerza de un enorme imán, Santana se bajó del coche. Sus pies caminaron hasta quedar a unos pasos de ella.
Brittany se percató de su presencia y se sorprendió: la reconoció al instante.
Sin decir una palabra, lanzó el pitillo al suelo, entró enseguida en su Mini, arrancó y desapareció velozmente, dejando tras de sí una humareda plomiza y dos surcos en la gravilla.
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FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
A las ocho en punto de la mañana del miércoles, tal y como le habían ordenado, Santana iba a subir en el ascensor hasta la segunda planta cuando alguien dijo su nombre.
—¡Santana, espera!
Al cerrarse las puertas, eran dos en el cubículo elevador.
"Anda, ¡pero si ya se sabe hasta mi nombre! ¡Qué chica más lista es esta Brittany madre!”
Estaba a pocos centímetros de su enemiga. En aquel instante no podía pensar. Si la hubieran pinchado, no le hubieran encontrado sangre. Tenerla tan cerca la estaba poniendo de los nervios.
—Ho…Hola—dijo finalmente Santana, muy incómoda, para que el silencio no fuera dañino.
—Buenos días—contestó Brittany, sin mirarla a la cara, pero con una sonrisa.
En el tiempo que pasó hasta que el ascensor llegó a la planta ordenada, Santana se preguntó por qué su superior parecía ser tan bipolar.
Porque lo que el día anterior había vivido en el parking podía haber se extraído de un final de capítulo de Pasión de Gavilanes y hoy parecía que hasta le caía bien, siendo la primera vez que cruzaban una palabra.
—Oye… ayer parecía estar mal—el ascensor abrió sus puertas—Sé que no nos conocemos, pero si necesitas algo…
—Claro que lo voy a necesitar, Santana. Por eso soy tu jefa.
Y ahí la dejó, con la boca abierta y el alma por los suelos.
Brittany se alejó golpeando el suelo con sus tacones de charol negro y su caminar de zorrita astuta con garra retráctiles de adamantium.
—Éstas me la pagas, so guarra—dijo, en un tono poco audible, la pobre Santana, a la que no le dio tiempo de reaccionar y fue conducida de nuevo a la planta baja por alguien que había llamado el ascensor desde ahí.
Llegó el despacho de la Recursos Humanos con tres minutos de retraso y con cara de pocos amigos. Llamó a la puerta de la enchaquetada y esperó el permiso para entrar.
Una vez frente a ella, esperó las órdenes.
—Creo que ya te has encontrado a Brittany. Me ha dicho que seguro que se llevaran bien.
"Mira que tiene mala baba, la jodía. Levarnos bien… como Mariñas y Karmele Marchante. Así de bien".
—No le digo yo que no, la verdad es que parece muy maja—añadió Santana, riéndose por dentro de su patraña.
"¡Que va! ¡pero si no puedo veeeerrr a ese bicho!".
—Sinceramente, creo que van a conectar enseguida. Además, el ambiente laboral por aquí es muy bueno. Somos una pequeña gran familia. Ya verá como todos estarán dispuestos a ayudarla para que se aclimate.
Santana asintió fingiendo estar feliz de la vida. Pero dudaba por cuánto tiempo sería capaz de mantener la careta.
—Bien, bueno si tiene la amabilidad de acompañarme, la llevaré hasta su puesto y le presentaré a sus compañeros.
Salieron de aquel despacho que olía a ambientador barato encubierto en dispensador caro y llegaron juntas hasta las mesas de la sección Iberia.
Sus futuros colegas inmersos en lo suyo. Los estores de los grandes ventanales que tenía al lado estaban abiertos hasta arriba, dejando entrar la luz natural a toda potencia.
La de Recursos Humanos, carraspeó para hacerse notar.
—Bien, sólo quería presentarles a la nueva compañera. Ella es Santana López y será la ayudante de Brittany en su sección. Espero que la apoyen en sus comienzos y la ayuden con las dudas que le puedan surgir.
Los redactores levantaron un segundo sus cabezas de los ordenadores para saludar a Santana tímidamente con las manos.
—Bueno, por mi parte eso es todo. Ya sabes dónde está en mi despacho, para lo que necesites. Éste será su sitio.
La mujer le señaló su mesa.
Un modesto escritor, con una silla un poco cutre, pero con espalda regulable. Una papelera de rejilla negra, con parte de la rejilla oxidada. Un PC con carcasa gris "año de la polca", que ya estaba encendido y con un salvapantalla de unos pececitos en un acuario. Un flexo del IKEA modelo "Jrandel" y un ratón inalámbrico algo grande para su mano.
—Es… perfecto—otra sonrisa falsa más y se le relajaría las comisuras de los labios—¿Y ahí quién está?—preguntó la incauta.
—Ese es mi sitio.
De pronto apareció Brittany que venía del baño, y se sentó frente a ella, en su cómoda silla nueva y ante un portátil Toshiba de última generación.
"¿Por qué no me meteré yo la lengua en el culo?".
Cuando la de Recursos Humanos se hubo marchado (y el ánimo de Santana no había podido caer más bajo), unos ojos azules la acecharon a las doce en punto, marcando sus sienes como los láseres de dos francotiradores.
—¿Querías algo?—le dijo a Brittany algo le molesta.
—Estoy intentando ordenar el caos que tiene esta tostadora de ordenador.
La ceja rubia derecha de Brittany se levantó como resorte de un muñeco de una caja de música.
—¿No crees que estás un poco tensa? No me hagas ponerme seria contigo en tu primer día. Esos no son modos de hablar conmigo.
Aprovechando que las mesas de ambas estaban algo más alejadas de las del resto, Santana se permitió el lujo de decidir lo que pensaba en un tono poco audible para los demás.
—No es mi intención caerte mal, pero si vas por ese camino te vas a llevar el premio gordo conmigo.
—¡Ah! Con que esa tenemos, ¿no? Así que te molesta que alguien más joven que tú te dé órdenes. Es eso, ¿verdad? pobrecita, me temo que vas a tener que empezar a cambiar tu carácter, si quieres durar aquí al menos hasta el fin de semana.
—Por favor, dime lo que quieras que haga y para esto aquí. Sabes de sobra que necesito el empleo, así que no juegues conmigo—le lanzó una mirada de odio que a Brittany le hizo reí.
—Quiero que entres en la sala de revelado y le des una buena limpieza. Tira los negativos que sean inutilizables y con lo que sobre actualiza el archivo.
—Está bien—respondió con desgana Santana, que se levantaba de mal humor.
—Hacia el otro lado. Si sigues por ahí vas a la cafetería.
Brittany se lo estaba pasando de lo lindo.
La subordinada suspiró hondo, se rascó la frente y dio media vuelta, rumbo a la leonera con luz color rojo club de carretera.
Un par de horas más tardes, Santana sacaba un café cortado de la máquina del office.
—Invítame a un café—algo dentro de Brittany hizo que escupiera una sugerencia, al ver a su ayudante nada más entrar en la sala.
—¿Qué?—los ojos de Santana se abrieron como platos.
—Que me invites a un café—su faceta de segura de sí misma apareció sin avisar y poseyó el cuerpo de Brittany.
"Si le digo que no, malo. Y si le digo que sí, me dejo pisotear. ¿Qué me conviene en este momento? Trabajar, San, seguir trabajando, que no está la cosa para derroches".
—Hecho—Santana le sonrió.
Santana se sorprendió al comprobar que era perfectamente capaz de hacerse la simpática si quería, Incluso comprobó que se podía permitir el lujo de hablar con ironía.
—Pero me sorprende…—continuó Santana—Con lo que cobrarás, tendrás para café, ¿no?
"Cojonudo, un redoble de tambor por ese reproche chisposo digno de un cutre talk show."
Brittany se rió bruscamente por el dardo que le acababa de lanzar. Su ayudante le dio el vasito de café mientras esperaba una constatación hiriente.
Pero eso no ocurriría.
—Gracias—se limitó a decir su jefa, moviendo el azúcar con la cucharilla de plástico—Parece que hoy va a llover. He salido a fumar y hay una ventolera increíble.
Santana se arrepintió enseguida de su actitud para con ella. La miró beber con la mirada gacha, como si intentara disimular que aquel comentario suyo no la hubiera molestado.
Era evidente que disimulaba muy mal, que era más que transparente de lo que trataba de aparentar.
"No, si ahora encima te va a dar pena y todo. Menuda manipuladora está hecha la enana ésta".
—Sí, la verdad es que parece que va a caer un buen chaparrón. El cielo se está poniendo muy oscuro—Santana se sintió absurda prolongando aquella conversación de ascensor—Oye, ¿quieres algún dulce de la máquina? Me muero de hambre, yo me voy a coger uno.
—No, gracias. De quererlo, me lo pagaría yo, que para eso cobro bien.
Se bebió de un trago el café que le quedaba, arrugo el vaso y encestó en la papelera que había al lado de la puerta justo antes de marcharse y dejar a Santana con la boca abierta.
—¡Santana, espera!
Al cerrarse las puertas, eran dos en el cubículo elevador.
"Anda, ¡pero si ya se sabe hasta mi nombre! ¡Qué chica más lista es esta Brittany madre!”
Estaba a pocos centímetros de su enemiga. En aquel instante no podía pensar. Si la hubieran pinchado, no le hubieran encontrado sangre. Tenerla tan cerca la estaba poniendo de los nervios.
—Ho…Hola—dijo finalmente Santana, muy incómoda, para que el silencio no fuera dañino.
—Buenos días—contestó Brittany, sin mirarla a la cara, pero con una sonrisa.
En el tiempo que pasó hasta que el ascensor llegó a la planta ordenada, Santana se preguntó por qué su superior parecía ser tan bipolar.
Porque lo que el día anterior había vivido en el parking podía haber se extraído de un final de capítulo de Pasión de Gavilanes y hoy parecía que hasta le caía bien, siendo la primera vez que cruzaban una palabra.
—Oye… ayer parecía estar mal—el ascensor abrió sus puertas—Sé que no nos conocemos, pero si necesitas algo…
—Claro que lo voy a necesitar, Santana. Por eso soy tu jefa.
Y ahí la dejó, con la boca abierta y el alma por los suelos.
Brittany se alejó golpeando el suelo con sus tacones de charol negro y su caminar de zorrita astuta con garra retráctiles de adamantium.
—Éstas me la pagas, so guarra—dijo, en un tono poco audible, la pobre Santana, a la que no le dio tiempo de reaccionar y fue conducida de nuevo a la planta baja por alguien que había llamado el ascensor desde ahí.
Llegó el despacho de la Recursos Humanos con tres minutos de retraso y con cara de pocos amigos. Llamó a la puerta de la enchaquetada y esperó el permiso para entrar.
Una vez frente a ella, esperó las órdenes.
—Creo que ya te has encontrado a Brittany. Me ha dicho que seguro que se llevaran bien.
"Mira que tiene mala baba, la jodía. Levarnos bien… como Mariñas y Karmele Marchante. Así de bien".
—No le digo yo que no, la verdad es que parece muy maja—añadió Santana, riéndose por dentro de su patraña.
"¡Que va! ¡pero si no puedo veeeerrr a ese bicho!".
—Sinceramente, creo que van a conectar enseguida. Además, el ambiente laboral por aquí es muy bueno. Somos una pequeña gran familia. Ya verá como todos estarán dispuestos a ayudarla para que se aclimate.
Santana asintió fingiendo estar feliz de la vida. Pero dudaba por cuánto tiempo sería capaz de mantener la careta.
—Bien, bueno si tiene la amabilidad de acompañarme, la llevaré hasta su puesto y le presentaré a sus compañeros.
Salieron de aquel despacho que olía a ambientador barato encubierto en dispensador caro y llegaron juntas hasta las mesas de la sección Iberia.
Sus futuros colegas inmersos en lo suyo. Los estores de los grandes ventanales que tenía al lado estaban abiertos hasta arriba, dejando entrar la luz natural a toda potencia.
La de Recursos Humanos, carraspeó para hacerse notar.
—Bien, sólo quería presentarles a la nueva compañera. Ella es Santana López y será la ayudante de Brittany en su sección. Espero que la apoyen en sus comienzos y la ayuden con las dudas que le puedan surgir.
Los redactores levantaron un segundo sus cabezas de los ordenadores para saludar a Santana tímidamente con las manos.
—Bueno, por mi parte eso es todo. Ya sabes dónde está en mi despacho, para lo que necesites. Éste será su sitio.
La mujer le señaló su mesa.
Un modesto escritor, con una silla un poco cutre, pero con espalda regulable. Una papelera de rejilla negra, con parte de la rejilla oxidada. Un PC con carcasa gris "año de la polca", que ya estaba encendido y con un salvapantalla de unos pececitos en un acuario. Un flexo del IKEA modelo "Jrandel" y un ratón inalámbrico algo grande para su mano.
—Es… perfecto—otra sonrisa falsa más y se le relajaría las comisuras de los labios—¿Y ahí quién está?—preguntó la incauta.
—Ese es mi sitio.
De pronto apareció Brittany que venía del baño, y se sentó frente a ella, en su cómoda silla nueva y ante un portátil Toshiba de última generación.
"¿Por qué no me meteré yo la lengua en el culo?".
Cuando la de Recursos Humanos se hubo marchado (y el ánimo de Santana no había podido caer más bajo), unos ojos azules la acecharon a las doce en punto, marcando sus sienes como los láseres de dos francotiradores.
—¿Querías algo?—le dijo a Brittany algo le molesta.
—Estoy intentando ordenar el caos que tiene esta tostadora de ordenador.
La ceja rubia derecha de Brittany se levantó como resorte de un muñeco de una caja de música.
—¿No crees que estás un poco tensa? No me hagas ponerme seria contigo en tu primer día. Esos no son modos de hablar conmigo.
Aprovechando que las mesas de ambas estaban algo más alejadas de las del resto, Santana se permitió el lujo de decidir lo que pensaba en un tono poco audible para los demás.
—No es mi intención caerte mal, pero si vas por ese camino te vas a llevar el premio gordo conmigo.
—¡Ah! Con que esa tenemos, ¿no? Así que te molesta que alguien más joven que tú te dé órdenes. Es eso, ¿verdad? pobrecita, me temo que vas a tener que empezar a cambiar tu carácter, si quieres durar aquí al menos hasta el fin de semana.
—Por favor, dime lo que quieras que haga y para esto aquí. Sabes de sobra que necesito el empleo, así que no juegues conmigo—le lanzó una mirada de odio que a Brittany le hizo reí.
—Quiero que entres en la sala de revelado y le des una buena limpieza. Tira los negativos que sean inutilizables y con lo que sobre actualiza el archivo.
—Está bien—respondió con desgana Santana, que se levantaba de mal humor.
—Hacia el otro lado. Si sigues por ahí vas a la cafetería.
Brittany se lo estaba pasando de lo lindo.
La subordinada suspiró hondo, se rascó la frente y dio media vuelta, rumbo a la leonera con luz color rojo club de carretera.
Un par de horas más tardes, Santana sacaba un café cortado de la máquina del office.
—Invítame a un café—algo dentro de Brittany hizo que escupiera una sugerencia, al ver a su ayudante nada más entrar en la sala.
—¿Qué?—los ojos de Santana se abrieron como platos.
—Que me invites a un café—su faceta de segura de sí misma apareció sin avisar y poseyó el cuerpo de Brittany.
"Si le digo que no, malo. Y si le digo que sí, me dejo pisotear. ¿Qué me conviene en este momento? Trabajar, San, seguir trabajando, que no está la cosa para derroches".
—Hecho—Santana le sonrió.
Santana se sorprendió al comprobar que era perfectamente capaz de hacerse la simpática si quería, Incluso comprobó que se podía permitir el lujo de hablar con ironía.
—Pero me sorprende…—continuó Santana—Con lo que cobrarás, tendrás para café, ¿no?
"Cojonudo, un redoble de tambor por ese reproche chisposo digno de un cutre talk show."
Brittany se rió bruscamente por el dardo que le acababa de lanzar. Su ayudante le dio el vasito de café mientras esperaba una constatación hiriente.
Pero eso no ocurriría.
—Gracias—se limitó a decir su jefa, moviendo el azúcar con la cucharilla de plástico—Parece que hoy va a llover. He salido a fumar y hay una ventolera increíble.
Santana se arrepintió enseguida de su actitud para con ella. La miró beber con la mirada gacha, como si intentara disimular que aquel comentario suyo no la hubiera molestado.
Era evidente que disimulaba muy mal, que era más que transparente de lo que trataba de aparentar.
"No, si ahora encima te va a dar pena y todo. Menuda manipuladora está hecha la enana ésta".
—Sí, la verdad es que parece que va a caer un buen chaparrón. El cielo se está poniendo muy oscuro—Santana se sintió absurda prolongando aquella conversación de ascensor—Oye, ¿quieres algún dulce de la máquina? Me muero de hambre, yo me voy a coger uno.
—No, gracias. De quererlo, me lo pagaría yo, que para eso cobro bien.
Se bebió de un trago el café que le quedaba, arrugo el vaso y encestó en la papelera que había al lado de la puerta justo antes de marcharse y dejar a Santana con la boca abierta.
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Hola, dos capítulos xq el anterior es muy cortito. Saludos =D
Pd: osea que los cambios no los vi solo yo¿?
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Ahora que lo dices yo no puedo acceder al chat es raro??? Porfa deja más capítulos jejejeje
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Hola :D
Sólo esto ¡Brittany NO me gusta!
PD: exactamente que le cambió a la pag?
Sólo esto ¡Brittany NO me gusta!
PD: exactamente que le cambió a la pag?
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Pobre de San tener que aguantar una bipolar muy hermosa eso sera dificil.
Canek** - Mensajes : 87
Fecha de inscripción : 30/09/2014
Edad : 31
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Hola tu...
Dios la drama que se va armar entre estas dos, esperemos que salga algo bueno de eso.
Y San tiene que tener mucha pero muuuuuucha paciencia con la loca bipolar de Britt.
Saludos, cuidate mucho.
Te pinches amo.
P.D: Aun no he notado nada raro
Pero cualquier cosa te lo digo.
Dios la drama que se va armar entre estas dos, esperemos que salga algo bueno de eso.
Y San tiene que tener mucha pero muuuuuucha paciencia con la loca bipolar de Britt.
Saludos, cuidate mucho.
Te pinches amo.
P.D: Aun no he notado nada raro
Pero cualquier cosa te lo digo.
Daniela Gutierrez***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 03/07/2014
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Mamitaaaaaaaa que relación!!!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
brittany es una perra amargada!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Lucy LP escribió:Ahora que lo dices yo no puedo acceder al chat es raro??? Porfa deja más capítulos jejejeje
Hola, mmm yo culpa a mi actualización update ¬¬ no¿? jajajjajja. Aquí el siguiente cap! Saludos =D
Elita escribió:Hola :D
Sólo esto ¡Brittany NO me gusta!
PD: exactamente que le cambió a la pag?
Hola, jajaajajajaj bn no empezó bn, no¿? jajaajajaj. Saludos =D
Pd: como en los fondos, que ahora son blancos, para comentar en un cuadrado o rectángulo mas chico o la palabra "citar-multicipar" ahora son blancas y no plomas como antes, pero creo q la culpa es de mi pc y sus actualizaciones ¬¬
Canek escribió:Pobre de San tener que aguantar una bipolar muy hermosa eso sera dificil.
Hola, jjajaajajajajajajjajaja "bipolar muy hermosa" ajajajajaja esperemos y las cosas mejoren! Saludos =D
Daniela Gutierrez escribió:Hola tu...
Dios la drama que se va armar entre estas dos, esperemos que salga algo bueno de eso.
Y San tiene que tener mucha pero muuuuuucha paciencia con la loca bipolar de Britt.
Saludos, cuidate mucho.
Te pinches amo.
P.D: Aun no he notado nada raro
Pero cualquier cosa te lo digo.
Hola dani, esperemos y si! osea amor ya! jajajaajaj. JAjajajaaj sip , la verdad esk si no¿? ojala la tenga en todo caso ajajajajajaj. Gracias tu igual! Jajaja es el efecto que causo Saludos =D
Pd: jajaajajaj creo que la culpa es de las actualizaciones de windows update ¬¬
monica.santander escribió:Mamitaaaaaaaa que relación!!!!!!!
Saludos
Hola, jajaajajajaj puro amor no¿? jaajajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:brittany es una perra amargada!
Hola, jajajajaajjaajajajajajaj xD jajaajajajajaj es difícil no¿? jajajajaajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
Después de aquel día, la relación entre ambas no experimentó grandes cambios. Coincidían reiteradamente en el office y en el parking, pero sus conversaciones eran frías y estrictamente profesionales.
Brittany estaba empecinada en hacerla la vida imposible a su subordinada o, al menos, siempre se encargaba de recordarla quién mandaba en su sección.
Con lo cual, Santana la odiaba hasta extremos insospechados. Llevaba realmente mal sentirse una segundona, pero lo que peor le sentaba era la actitud de aquella amargada que quería compensar su falta de profesionalidad con un carácter autoritario de jefaza insoportable y quisquillosa.
No había acercamiento posible.
Entre ellas existía un muro infranqueable que se le hacía cada vez más grande y pesado a Santana, que había intentado ya mil formas de tratar de congeniar con su superior.
Al salir de la oficina tras un viernes muy duro, la ayudante de la fotógrafa abandonó el edificio rememorando mentalmente el tedioso día que había soportado junto a Brittany en una reserva natural de Madrid, con el propósito de preparar un reportaje sobre especies vegetales autóctonas.
Tenía el ánimo por los suelos y no era para menos.
Durante la sesión de fotos a arbustos y arbolitos varios, se le había caído el trípode con la cámara a un barrizal, cosa que provocó la ira de Brittany y su posterior charla aleccionadora sobre las cosas que deben y no deben hacerse cuando uno está sacando fotos en un exterior.
Entró en el aparcamiento al aire libre con unas ganas tremendas de llorar. Se sentía ninguneada y realmente hundida, llegando a preguntarse, incluso, si debería dejar aquel trabajo y buscar suerte por otro lado.
De nuevo un cigarrillo como único aliado para calmar sus penas. Se sentó encima del capó de un coche rojo que había a algunos metros del suyo. Miró la oscuridad del cielo.
Odiaba que el día durara tan poco y la noche apareciera apenas comenzada la tarde.
—Te vas a quedar helada.
Santana se vio descubierta.
Dio un respingo al no esperarse aquella interrupción. Brittany había aparecido de la nada y la observaba detenida a un par de pasos de distancia. Llevaba su abrigo de paño negro abotonado hasta arriba y una gruesa bufanda de colores que daba un toque alegre a una vestimenta tan seria.
—¿Acaso te importa mucho si me cojo una pulmonía o la gripe del pollo?
—Por supuesto—sacó del bolsillo del abrigo su paquete de cigarrillos y se encendió uno tranquilamente—Lo que menos me interesa en este momento es que te des de baja, con el macro reportaje que nos espera en Doñana la semana que viene. Así que, tú verás…
Santana la miró incrédula.
¿Acaso podía ser verdad que aquel engendro careciera totalmente de sentimientos?
—Mira, no es asunto tuyo lo que haga o deje de hacer con mi vida fuera del horario de trabajo—le espetó Santana, con muy mala leche, a su interlocutora.
—Bueno es una lástima, porque como mi ayudante eres la mejor—otra calada y actitud altiva.
—No sé lo que pretendes, pero si lo que quieres es conseguir que me vaya, lo llevas claro—Santana volvió a la carga—Y sí, puede que sea la mejor, de hecho lo soy más que tú. ¿Sabes?, no soy la única que se pregunta cómo has conseguido llegar hasta dónde estás, pero te aseguro que no ha sido por tu currículum. Se te ve a la legua que eres una niña de papá. Si supieras la de cosas que circulan por la redacción sobre ti…—por un momento, Brittany perdió la tranquilidad en su gesto—Y puedes decirme lo que quieras, mandarme hacer cosas odiosas, pero aunque me trates como a un felpudo, en el fondo sabes que yo merecía tu puesto.
Santana se había arrancado y la sinceridad escapaba sin control por su boca.
Brittany lanzó el pitillo al suelo, cabreada, se recolocó el bolso y se alejó de ahí a paso ligero, mientras Santana continuaba la batalla dialéctica.
—Encontraré una manera de hacerte caer, Brittany. No te preocupes, que tarde o temprano lo conseguiré. Porque no te tengo miedo.
En esto, la otra mujer se volvió un momento, para decir la última palabra.
—Da gracias a que tienes un trabajo, porque mañana lo podrías perder.
Santana tiró también el cigarrillo, que se apagó en un pequeño charco de agua al instante. Corrió hasta donde estaba su jefa y la obligó a mirarla dándole la vuelta tirando del brazo.
Lejos de estar asustada, Brittany escuchó todo lo que la otra tenía que decirle.
—¿Se puede saber qué te pasa conmigo? Joder, si lo único que quiero hacer es tener buen rollo contigo… ¡Pero tú siempre te las arreglas para hacer que te coja más tirria!
La otra no dijo nada. La miraba, como queriendo decirle muchas cosas a través de sus expresivos ojos, pero sin emitir un solo sonido. Parecía guardar a duras penas un secreto oculto que la quemaba por dentro.
—Por favor, sólo te estoy pidiendo hablar con franqueza. No quiero problemas ni los busco. ¿Tan complicado es que tú y yo trabajemos en paz?—Santana gesticulaba rápidamente con sus manos—Es cierto que hemos empezado mal, reconozco que me molesta que…
—Alguien como yo esté por encima de ti, ¿no es así?—acertó su jefa.
—¿Por qué no podemos llevarnos bien?—la pregunta sonó a una súplica lastimera en boca de Santana.
—Porque tú y yo somos de mundos distintos.
—No lo entiendo—respondió Santana, que notaba ya los estragos del frío en su cuerpo—Este tira y afloja que tienes conmigo… Por la mañana me echas la bronca porque parezco una fotógrafa aficionada y ahora me dices que soy tu mejor ayudante. ¿Tú crees que eso es lógico o es que esnifas pegamento de barra?
—No sabes nada de mí, así que no te atrevas a juzgarme. Nadie tiene derecho a hacerlo. Me dan igual las habladurías de la oficina, me da igual lo que pienses de mí. Sólo pretendo que hagas bien tu trabajo, nada más. Para eso me pagan. Así que lo tomas o lo dejas.
—¿Y por qué no me das la oportunidad?
—Ya te la han dado, contratándote. Además, el trabajo es el trabajo y mi vida es sólo para mí. No voy a ser tu amiga, si es lo que estás buscando. Lo siento, no soy de las jefas que van de coleguillas—esto último lo dijo alejándose de Santana—Y métete en el coche, que te vas a congelar. Estás temblando.
Su jefa se marchó en su Mini y Santana volvía a quedarse a cuadros con las salidas de Brittany.
“Esta tía me está volviendo loca. Pero ahora no es buen momento para pensar en cambiar de trabajo. Ahora no. Tengo que aguantar. ¡Tengo que ganármela como sea! Por mis muelas que lo voy a hacer “.
Santana entró en su automóvil. Arrancó el vehículo y estornudó. Se rascó la nariz y volvió a estornudar. Recordó de pronto las palabras de Brittany sobre su baja laboral.
—Y una mierda me voy a poner mala. No te voy a dar el gustazo, pedazo de amargada—dijo hablándole a una Brittany que ya no podía oírla—Yo vuelvo a la oficina aunque se me caiga el culo a cachos.
Brittany estaba empecinada en hacerla la vida imposible a su subordinada o, al menos, siempre se encargaba de recordarla quién mandaba en su sección.
Con lo cual, Santana la odiaba hasta extremos insospechados. Llevaba realmente mal sentirse una segundona, pero lo que peor le sentaba era la actitud de aquella amargada que quería compensar su falta de profesionalidad con un carácter autoritario de jefaza insoportable y quisquillosa.
No había acercamiento posible.
Entre ellas existía un muro infranqueable que se le hacía cada vez más grande y pesado a Santana, que había intentado ya mil formas de tratar de congeniar con su superior.
Al salir de la oficina tras un viernes muy duro, la ayudante de la fotógrafa abandonó el edificio rememorando mentalmente el tedioso día que había soportado junto a Brittany en una reserva natural de Madrid, con el propósito de preparar un reportaje sobre especies vegetales autóctonas.
Tenía el ánimo por los suelos y no era para menos.
Durante la sesión de fotos a arbustos y arbolitos varios, se le había caído el trípode con la cámara a un barrizal, cosa que provocó la ira de Brittany y su posterior charla aleccionadora sobre las cosas que deben y no deben hacerse cuando uno está sacando fotos en un exterior.
Entró en el aparcamiento al aire libre con unas ganas tremendas de llorar. Se sentía ninguneada y realmente hundida, llegando a preguntarse, incluso, si debería dejar aquel trabajo y buscar suerte por otro lado.
De nuevo un cigarrillo como único aliado para calmar sus penas. Se sentó encima del capó de un coche rojo que había a algunos metros del suyo. Miró la oscuridad del cielo.
Odiaba que el día durara tan poco y la noche apareciera apenas comenzada la tarde.
—Te vas a quedar helada.
Santana se vio descubierta.
Dio un respingo al no esperarse aquella interrupción. Brittany había aparecido de la nada y la observaba detenida a un par de pasos de distancia. Llevaba su abrigo de paño negro abotonado hasta arriba y una gruesa bufanda de colores que daba un toque alegre a una vestimenta tan seria.
—¿Acaso te importa mucho si me cojo una pulmonía o la gripe del pollo?
—Por supuesto—sacó del bolsillo del abrigo su paquete de cigarrillos y se encendió uno tranquilamente—Lo que menos me interesa en este momento es que te des de baja, con el macro reportaje que nos espera en Doñana la semana que viene. Así que, tú verás…
Santana la miró incrédula.
¿Acaso podía ser verdad que aquel engendro careciera totalmente de sentimientos?
—Mira, no es asunto tuyo lo que haga o deje de hacer con mi vida fuera del horario de trabajo—le espetó Santana, con muy mala leche, a su interlocutora.
—Bueno es una lástima, porque como mi ayudante eres la mejor—otra calada y actitud altiva.
—No sé lo que pretendes, pero si lo que quieres es conseguir que me vaya, lo llevas claro—Santana volvió a la carga—Y sí, puede que sea la mejor, de hecho lo soy más que tú. ¿Sabes?, no soy la única que se pregunta cómo has conseguido llegar hasta dónde estás, pero te aseguro que no ha sido por tu currículum. Se te ve a la legua que eres una niña de papá. Si supieras la de cosas que circulan por la redacción sobre ti…—por un momento, Brittany perdió la tranquilidad en su gesto—Y puedes decirme lo que quieras, mandarme hacer cosas odiosas, pero aunque me trates como a un felpudo, en el fondo sabes que yo merecía tu puesto.
Santana se había arrancado y la sinceridad escapaba sin control por su boca.
Brittany lanzó el pitillo al suelo, cabreada, se recolocó el bolso y se alejó de ahí a paso ligero, mientras Santana continuaba la batalla dialéctica.
—Encontraré una manera de hacerte caer, Brittany. No te preocupes, que tarde o temprano lo conseguiré. Porque no te tengo miedo.
En esto, la otra mujer se volvió un momento, para decir la última palabra.
—Da gracias a que tienes un trabajo, porque mañana lo podrías perder.
Santana tiró también el cigarrillo, que se apagó en un pequeño charco de agua al instante. Corrió hasta donde estaba su jefa y la obligó a mirarla dándole la vuelta tirando del brazo.
Lejos de estar asustada, Brittany escuchó todo lo que la otra tenía que decirle.
—¿Se puede saber qué te pasa conmigo? Joder, si lo único que quiero hacer es tener buen rollo contigo… ¡Pero tú siempre te las arreglas para hacer que te coja más tirria!
La otra no dijo nada. La miraba, como queriendo decirle muchas cosas a través de sus expresivos ojos, pero sin emitir un solo sonido. Parecía guardar a duras penas un secreto oculto que la quemaba por dentro.
—Por favor, sólo te estoy pidiendo hablar con franqueza. No quiero problemas ni los busco. ¿Tan complicado es que tú y yo trabajemos en paz?—Santana gesticulaba rápidamente con sus manos—Es cierto que hemos empezado mal, reconozco que me molesta que…
—Alguien como yo esté por encima de ti, ¿no es así?—acertó su jefa.
—¿Por qué no podemos llevarnos bien?—la pregunta sonó a una súplica lastimera en boca de Santana.
—Porque tú y yo somos de mundos distintos.
—No lo entiendo—respondió Santana, que notaba ya los estragos del frío en su cuerpo—Este tira y afloja que tienes conmigo… Por la mañana me echas la bronca porque parezco una fotógrafa aficionada y ahora me dices que soy tu mejor ayudante. ¿Tú crees que eso es lógico o es que esnifas pegamento de barra?
—No sabes nada de mí, así que no te atrevas a juzgarme. Nadie tiene derecho a hacerlo. Me dan igual las habladurías de la oficina, me da igual lo que pienses de mí. Sólo pretendo que hagas bien tu trabajo, nada más. Para eso me pagan. Así que lo tomas o lo dejas.
—¿Y por qué no me das la oportunidad?
—Ya te la han dado, contratándote. Además, el trabajo es el trabajo y mi vida es sólo para mí. No voy a ser tu amiga, si es lo que estás buscando. Lo siento, no soy de las jefas que van de coleguillas—esto último lo dijo alejándose de Santana—Y métete en el coche, que te vas a congelar. Estás temblando.
Su jefa se marchó en su Mini y Santana volvía a quedarse a cuadros con las salidas de Brittany.
“Esta tía me está volviendo loca. Pero ahora no es buen momento para pensar en cambiar de trabajo. Ahora no. Tengo que aguantar. ¡Tengo que ganármela como sea! Por mis muelas que lo voy a hacer “.
Santana entró en su automóvil. Arrancó el vehículo y estornudó. Se rascó la nariz y volvió a estornudar. Recordó de pronto las palabras de Brittany sobre su baja laboral.
—Y una mierda me voy a poner mala. No te voy a dar el gustazo, pedazo de amargada—dijo hablándole a una Brittany que ya no podía oírla—Yo vuelvo a la oficina aunque se me caiga el culo a cachos.
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
jajaja son de terror!!!!
Saludos
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monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
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