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[Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
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23l1
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Pobre San le pasan todas juntas!!!
No he prestado atención si ha habido algún cambio.
Saludos
Hola, =O me acabo de dar cuenta de tu comentario nose que paso la vrdd. Jajjaaj si pobre =( esperemos y las cosas cambien. Gracias por responder! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 5
Capitulo 5
Un año y cinco meses después de la catástrofe del MD—88, la alegría de Santana se iba recomponiendo tan lentamente como el caer de cada grano en un reloj de arena.
Madrid se le había hecho una ciudad demasiado grande, demasiado ajena, demasiado solitaria.
El ruido del granizo rebotando en el cristal de la ventana de su habitación hizo que volviera a la cruda realidad. Una vez más, aquella urbe gris le daba un nuevo motivo para no salir de casa durante el fin de semana.
El estado depresivo en el que estaba sumida no iba a mejorar aquella tarde por culpa del mal tiempo, aunque esa era una excusa muy barata para no hacer el esfuerzo de intentar cambiar de actitud.
Se había cansado de escribir (siempre hacía lo mismo cuando se empezaba a agobiar en aquel piso tan enorme para ella sola), así que esta vez se prometió a sí misma acabarse en una tarde la trilogía completa de Matrix.
Al menos así no pensaría en nada más que en seguir la enrevesada trama de la película.
El timbre de la puerta interrumpió la sesión cinematográfica. Una chica de unos treinta años, piel clara, cabello rubio, ojos verdes y mirada curiosa, apareció al otro lado del umbral, cargada de bolsas.
—Hola, soy yo—la muchacha parecía estar calada hasta los huesos.
—Hola Quinn. ¡¿Pero cuántas bolsas llevas ahí?!
—Bueno en total no lo sé. Es lo que tiene comprar compulsivamente.
—Anda, pasa, que vienes empapada.
—Se me olvidó coger el paraguas. Como esta mañana hacía tanto sol… Al menos la lluvia me ha limpiado el coche, que ya le iba haciendo falta.
La conocida intrusa dejó las compras en el suelo y se sentó en el sofá, cansada. Se recogió su largo y mojado cabello en una coleta.
—Bueno, a ver, ¿cómo va esa depre pre-regla?
—Media tableta de chocolate… ¡y entre pan!—contestó Santana cabizbaja.
—Bravo. Esto sí que es progresar. Al menos no ha sido tableta y media, como ayer.
—Necesito salir de esta ciudad—confesó Santana mientras se sentaba junto a su amiga—Me asfixio, Q.
—Y yo, pero aquí estamos—le dio una palmadita en el hombro.
—Pero lo tuyo es distinto—Santana suspiró profundamente—A ti la vida te ha tratado bien.
—Vaya, gracias por odiar mi felicidad.
—Lo siento, es que he de reconocer que me molesta que el mundo siga girando después de lo de…
—Tú no tuviste la culpa del accidente. ¿Eres piloto, acaso?—contestó Quinn con ironía.
Hubo un silencio incómodo de miradas al suelo. Ninguna sabía qué añadir a un tema que habían trillado hasta la saciedad. Pero la morena sintió la necesidad de continuar desahogándose.
—¿Sabes? Sé que Dani no va a volver. No voy volver a recibir una llamada de teléfono suya, ni tampoco un mensaje diciendo que va a tener que retrasar la vuelta de su viaje. Son todo fantasías mías que me esfuerzo en no crear en mi mente, pero que me asaltan cada noche. Y no puedo dejar de llorarla. Después de todo este tiempo siento que hay algo dentro de mí que sigue esperando algo.
—Bueno como no sea a que te entre una diabetes…—Quinn trató de cambiar de tema con una de sus bromas—Deberías comer más sano. Salir, intentar divertirte. ¿Desde cuándo no te da el aire? Todo el día de casa a la redacción y de la redacción a casa. No me extraña que estés asfixiada, hija. ¡Qué te me estás chuchurriendo toda!
—Escucha, lo último que me apetece en este momento es que me sermoneé mi mejor amiga, así que haz algo rápido para animarme—una media sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Santana.
—Esta vez no pienso enseñarte mi sujetador, San. Rach no lo entendería.
—Vaya, quizá la próxima vez haya más suerte—contestó la morena con pena fingida—Oye, ahora en serio… No sé qué haría sin ti. Es un milagro que te hayas venido para Madrid…
—Lo cierto es que Rach ha tenido suerte aprobando las oposiciones. No se esperaba que la destinaran aquí. Ella se adapta mejor a los cambios que yo, ya sabes—suspiró—Me aflato enseguida.
—No te quejes, que ser la novia de una famosa actriz no está nada mal. Vamos, que has dado en lo mejor, guapa.
—La suerte la tuvo ella encontrándome a mí, morena—aclaró Quinn con rotundidad—Todavía tengo que encontrar mi sitio por aquí… Si todo va bien, para el mes que viene empiezo en una agencia de abogados muy bien catalogada.
—Al final apareció el instinto maternal—Santana se rió de un tema tabú para su amiga.
—Ni lo nombres, que Rach es lo único que quiere, a mí me dejas en paz—le dio un leve manotazo en la pierna a Santana como forma de desaprobación.
Trascurrieron un par de horas en las que la tormenta cesó, dando paso a una oscuridad nocturna de un frío invernal muy húmedo.
Unas manos claras trataban de enhebrar un trozo de hilo negro en una pequeña aguja con cabeza dorada mientras Santana hacía cena para dos.
—Bueno a mí el que me gusta es Totti. Además de jugar bien, es un pepinazo. Ojalá pudiera irme a Roma para enseñarle yo a ése lo que es una buena delantera—dijo Quinn con cara lasciva y medio gritando para que Santana pudiera oírla desde la cocina.
—¿Te das cuenta? Te estás poniendo cachonda con una hipótesis. En serio, háztelo mirar, porque estás enferma—su amiga la trajo de vuelta al mundo real.
—Mira quién fue a hablar… Por cierto, hace mucho tiempo que tú y yo no vamos juntas de compras.
—Bueno no vamos a joder esa racha por una tontería… ¡Coño, que me quemo!
Se quejó la morena mientras se oía el sonido de un cacharro metálico chocar contra la encimera.
—Es que ir con Rach es para largo.
—Hablar contigo también—Santana seguía juguetona.
—Vete a la mierda, S.
Quinn dejó de coser para mirar a Santana con cara de mala leche.
—¿Me estás cosiendo un botón o me estás haciendo un traje de luces?
Santana apareció chupándose el dedo índice por la quemadura.
—Si tardo es porque también te estoy arreglando el dobladillo del pantalón.
—Joder, entonces me estás metiendo el bajo, la batería y la guitarra.
—¿Qué pasa? ¿Hoy has desayunado con Arévalo? ¿A qué te tiro el pantalón por la ventana y te dan por culo?
—Perdoooona… Es que hoy tengo el azufre en alerta roja.
—Ya veo, ya. Bueno, qué… ¿Salimos mañana o no?—Quinn no esperaba una negativa, precisamente.
—¿De compras?—la fotógrafa se sentó al lado de su invitada.
—No, de putas… No te jode—Quinn la miró enfadada.
—¿Mañana? No me apetece.
—Y a mí no me apetece aguantarte todos los días entre estas cuatro paredes. Sal por lo menos a hacer la fotosíntesis—Quinn volvió a fijar la vista en la aguja—Mierda, ya se me ha salido el hilo.
Santana resopló contrariada.
—Está bien.
—¿A qué se debe este milagro?—de nuevo, Quinn se puso a enhebrar con muy mal pulso.
—Todo sea para que cierres la boca de una vez, Quinny.
El sábado por la mañana, a eso de las once y media, ambas mujeres ascendían por las escaleras del metro de Sol. Primera parada: El Corte Inglés.
A Santana no le importaban lo más mínimo las cosas que su amiga le contaba mientras se probaba una chaqueta vaquera que estaba a mitad de precio.
—Me gustas cuando callas, porque estás como ausente—comenzó a decir Quinn para ver si alguien la escuchaba—Y si ahora yo voy desnudándome lentamente y embadurno mi cuerpo con mermelada y toco unas maracas… Nada oye… ¡Qué te estoy hablando a ti!
—No hace falta que me chilles—Santana se llevó las manos a los oídos.
—Llevas ignorándome todo el rato—refunfuñó Quinn.
—Es que aquí me aburro, ya lo sabes—la morena miró a ambos lados y se vio rodeada de marujas en busca de ofertas.
—Anda, vamos a la sección de cine—una sonrisa de aprobación apareció en el rostro de su amiga—Verás cómo te animas.
—Te recuerdo que la que se anima comprando eres tú—Santana la señaló con un dedo acusador.
—Podrías cooperar un poquito…
Santana se rió a carcajadas y se cogió del brazo de su acompañante mientras se dirigían a la zona de los DVD’s.
—Verás, es que ando pensando… Estoy hecha un lío.
—A ver, cuéntame esas penas, S.
Quinn caminaba sin perder ojo de los trapitos que estaban a su paso, por si veía alguna ganga.
—Nos conocemos desde hace siete años… Si no te hubieras venido a Madrid hace un mes, ahora estaría pasando este mal trago yo sola. Y no sabes cuánto te agradezco toda tu paciencia y todo tu afán por ayudarme a salir de esta maldita depresión.
—Uy, uy… ¡Te estás poniendo tremenda! Mira… Me estás preocupando—de nuevo su amiga había captado toda su atención—¿Acaso hay alguien nuevo en tu vida?
—¡Qué va! Bueno, aparecer sí que ha aparecido alguien, pero para mal, porque es mi jefa.
—No me digas que te gusta ella… ¡Eso es estupendo! Es justo lo que te hacía falta.
—¿Tú te pinchas? Te estoy diciendo que para mal, ¡para mal Quinn!—subió ligeramente el tono de voz—La odio con todas mis fuerzas, cada vez que la veo tengo ganas de desollarla y hacerme con ella un tambor rociero. Tiene casi dos años menos que nosotras, no tiene ni puta idea de nada, está ahí por enchufe y encima, según ella, todo lo hago mal. Pero cuando le da el punto, soy la mejor del mundo. Vamos, que parece que es menopáusica precoz.
Los ojos de Quinn hablaron por sí solos.
—Estoy flipando… Qué lástima de chica. ¿Y qué vas a hacer?
Santana se rascó la frente y continuó hablando. Quedaban unos metros para entrar en la sección de cine y ya había visto el apartado de películas rebajadas de precio.
—Eso es lo que no sé. Por un lado me entran ganas de tirar la toalla y buscar curro de fotógrafa en prensa deportiva, por ejemplo. De eso nunca falta trabajo.
—No te veo yo en el Bernabéu haciéndole retratos a la Sharápova ésa…
—Sabes que lo que a mí me gusta es lo que he hecho siempre, desde que conocí a Dani…
—Ya, ya, los animalitos y las setas—Quinn afirmó con la cabeza.
—Qué cabrona eres—se rió con ella—Pero sí, eso es.
Avanzaron por los estrechos pasillos y rodearon varios estantes repletos de películas de ayer, hoy y siempre.
—Mira, un pack de Clint Eastwood—Quinn miró el reverso para ver los títulos que contenía—Dios, me encanta este tipo. Cuando vi Million Dollar Baby me quedé esperando en el cine hasta el final de los títulos para ver si volaba algún puente. Pero ha sido hacerse mayor y volverse un blandengue. Ay, dónde quedaron los años mozos del pistolero…
Santana echó un vistazo a otro cofre con varios DVD’s que le hicieron más gracia.
—Yo no sé qué le ves a Woody Allen. Es… repulsivo no, lo siguiente—comentó Quinn viendo que su compañera de compras cogía el DVD de Annie Hall—¡Se acuesta con su hija!
—Los caminos del amor son inescrutables, querida. Tú te lo pierdes.
Replicó la fotógrafa a pesar de que Quinn le puso cara de “eso no me consuela.”
—¿Bueno sabes lo que haría yo?—dijo de pronto su amiga.
—¿Acostarte también con tu…
—Con tu papá, con tu papá me voy a acostar—la interrumpió Quinn—¡Hablo de lo de tu jefa!
—Ah…
—Le tendería una trampa. Algo como para dejarla en ridículo delante de los compañeros. Seguro que así se le bajan los humos y deja de ponerse flamenca contigo.
—Ya lo he pensado, pero piensa que me juego el puesto—la fotógrafa la miró algo asustada.
—Mujer, no seas bestia. Tampoco te digo que electrifiques su silla conectándola a la batería del coche.
Ambas rieron ante esa idea tan exagerada.
—Bueno no te creas—comentó Santana, llevándose una mano a la barbilla, haciendo como que tramaba algo—Se me acaba de ocurrir algo mejor…
Madrid se le había hecho una ciudad demasiado grande, demasiado ajena, demasiado solitaria.
El ruido del granizo rebotando en el cristal de la ventana de su habitación hizo que volviera a la cruda realidad. Una vez más, aquella urbe gris le daba un nuevo motivo para no salir de casa durante el fin de semana.
El estado depresivo en el que estaba sumida no iba a mejorar aquella tarde por culpa del mal tiempo, aunque esa era una excusa muy barata para no hacer el esfuerzo de intentar cambiar de actitud.
Se había cansado de escribir (siempre hacía lo mismo cuando se empezaba a agobiar en aquel piso tan enorme para ella sola), así que esta vez se prometió a sí misma acabarse en una tarde la trilogía completa de Matrix.
Al menos así no pensaría en nada más que en seguir la enrevesada trama de la película.
El timbre de la puerta interrumpió la sesión cinematográfica. Una chica de unos treinta años, piel clara, cabello rubio, ojos verdes y mirada curiosa, apareció al otro lado del umbral, cargada de bolsas.
—Hola, soy yo—la muchacha parecía estar calada hasta los huesos.
—Hola Quinn. ¡¿Pero cuántas bolsas llevas ahí?!
—Bueno en total no lo sé. Es lo que tiene comprar compulsivamente.
—Anda, pasa, que vienes empapada.
—Se me olvidó coger el paraguas. Como esta mañana hacía tanto sol… Al menos la lluvia me ha limpiado el coche, que ya le iba haciendo falta.
La conocida intrusa dejó las compras en el suelo y se sentó en el sofá, cansada. Se recogió su largo y mojado cabello en una coleta.
—Bueno, a ver, ¿cómo va esa depre pre-regla?
—Media tableta de chocolate… ¡y entre pan!—contestó Santana cabizbaja.
—Bravo. Esto sí que es progresar. Al menos no ha sido tableta y media, como ayer.
—Necesito salir de esta ciudad—confesó Santana mientras se sentaba junto a su amiga—Me asfixio, Q.
—Y yo, pero aquí estamos—le dio una palmadita en el hombro.
—Pero lo tuyo es distinto—Santana suspiró profundamente—A ti la vida te ha tratado bien.
—Vaya, gracias por odiar mi felicidad.
—Lo siento, es que he de reconocer que me molesta que el mundo siga girando después de lo de…
—Tú no tuviste la culpa del accidente. ¿Eres piloto, acaso?—contestó Quinn con ironía.
Hubo un silencio incómodo de miradas al suelo. Ninguna sabía qué añadir a un tema que habían trillado hasta la saciedad. Pero la morena sintió la necesidad de continuar desahogándose.
—¿Sabes? Sé que Dani no va a volver. No voy volver a recibir una llamada de teléfono suya, ni tampoco un mensaje diciendo que va a tener que retrasar la vuelta de su viaje. Son todo fantasías mías que me esfuerzo en no crear en mi mente, pero que me asaltan cada noche. Y no puedo dejar de llorarla. Después de todo este tiempo siento que hay algo dentro de mí que sigue esperando algo.
—Bueno como no sea a que te entre una diabetes…—Quinn trató de cambiar de tema con una de sus bromas—Deberías comer más sano. Salir, intentar divertirte. ¿Desde cuándo no te da el aire? Todo el día de casa a la redacción y de la redacción a casa. No me extraña que estés asfixiada, hija. ¡Qué te me estás chuchurriendo toda!
—Escucha, lo último que me apetece en este momento es que me sermoneé mi mejor amiga, así que haz algo rápido para animarme—una media sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Santana.
—Esta vez no pienso enseñarte mi sujetador, San. Rach no lo entendería.
—Vaya, quizá la próxima vez haya más suerte—contestó la morena con pena fingida—Oye, ahora en serio… No sé qué haría sin ti. Es un milagro que te hayas venido para Madrid…
—Lo cierto es que Rach ha tenido suerte aprobando las oposiciones. No se esperaba que la destinaran aquí. Ella se adapta mejor a los cambios que yo, ya sabes—suspiró—Me aflato enseguida.
—No te quejes, que ser la novia de una famosa actriz no está nada mal. Vamos, que has dado en lo mejor, guapa.
—La suerte la tuvo ella encontrándome a mí, morena—aclaró Quinn con rotundidad—Todavía tengo que encontrar mi sitio por aquí… Si todo va bien, para el mes que viene empiezo en una agencia de abogados muy bien catalogada.
—Al final apareció el instinto maternal—Santana se rió de un tema tabú para su amiga.
—Ni lo nombres, que Rach es lo único que quiere, a mí me dejas en paz—le dio un leve manotazo en la pierna a Santana como forma de desaprobación.
Trascurrieron un par de horas en las que la tormenta cesó, dando paso a una oscuridad nocturna de un frío invernal muy húmedo.
Unas manos claras trataban de enhebrar un trozo de hilo negro en una pequeña aguja con cabeza dorada mientras Santana hacía cena para dos.
—Bueno a mí el que me gusta es Totti. Además de jugar bien, es un pepinazo. Ojalá pudiera irme a Roma para enseñarle yo a ése lo que es una buena delantera—dijo Quinn con cara lasciva y medio gritando para que Santana pudiera oírla desde la cocina.
—¿Te das cuenta? Te estás poniendo cachonda con una hipótesis. En serio, háztelo mirar, porque estás enferma—su amiga la trajo de vuelta al mundo real.
—Mira quién fue a hablar… Por cierto, hace mucho tiempo que tú y yo no vamos juntas de compras.
—Bueno no vamos a joder esa racha por una tontería… ¡Coño, que me quemo!
Se quejó la morena mientras se oía el sonido de un cacharro metálico chocar contra la encimera.
—Es que ir con Rach es para largo.
—Hablar contigo también—Santana seguía juguetona.
—Vete a la mierda, S.
Quinn dejó de coser para mirar a Santana con cara de mala leche.
—¿Me estás cosiendo un botón o me estás haciendo un traje de luces?
Santana apareció chupándose el dedo índice por la quemadura.
—Si tardo es porque también te estoy arreglando el dobladillo del pantalón.
—Joder, entonces me estás metiendo el bajo, la batería y la guitarra.
—¿Qué pasa? ¿Hoy has desayunado con Arévalo? ¿A qué te tiro el pantalón por la ventana y te dan por culo?
—Perdoooona… Es que hoy tengo el azufre en alerta roja.
—Ya veo, ya. Bueno, qué… ¿Salimos mañana o no?—Quinn no esperaba una negativa, precisamente.
—¿De compras?—la fotógrafa se sentó al lado de su invitada.
—No, de putas… No te jode—Quinn la miró enfadada.
—¿Mañana? No me apetece.
—Y a mí no me apetece aguantarte todos los días entre estas cuatro paredes. Sal por lo menos a hacer la fotosíntesis—Quinn volvió a fijar la vista en la aguja—Mierda, ya se me ha salido el hilo.
Santana resopló contrariada.
—Está bien.
—¿A qué se debe este milagro?—de nuevo, Quinn se puso a enhebrar con muy mal pulso.
—Todo sea para que cierres la boca de una vez, Quinny.
El sábado por la mañana, a eso de las once y media, ambas mujeres ascendían por las escaleras del metro de Sol. Primera parada: El Corte Inglés.
A Santana no le importaban lo más mínimo las cosas que su amiga le contaba mientras se probaba una chaqueta vaquera que estaba a mitad de precio.
—Me gustas cuando callas, porque estás como ausente—comenzó a decir Quinn para ver si alguien la escuchaba—Y si ahora yo voy desnudándome lentamente y embadurno mi cuerpo con mermelada y toco unas maracas… Nada oye… ¡Qué te estoy hablando a ti!
—No hace falta que me chilles—Santana se llevó las manos a los oídos.
—Llevas ignorándome todo el rato—refunfuñó Quinn.
—Es que aquí me aburro, ya lo sabes—la morena miró a ambos lados y se vio rodeada de marujas en busca de ofertas.
—Anda, vamos a la sección de cine—una sonrisa de aprobación apareció en el rostro de su amiga—Verás cómo te animas.
—Te recuerdo que la que se anima comprando eres tú—Santana la señaló con un dedo acusador.
—Podrías cooperar un poquito…
Santana se rió a carcajadas y se cogió del brazo de su acompañante mientras se dirigían a la zona de los DVD’s.
—Verás, es que ando pensando… Estoy hecha un lío.
—A ver, cuéntame esas penas, S.
Quinn caminaba sin perder ojo de los trapitos que estaban a su paso, por si veía alguna ganga.
—Nos conocemos desde hace siete años… Si no te hubieras venido a Madrid hace un mes, ahora estaría pasando este mal trago yo sola. Y no sabes cuánto te agradezco toda tu paciencia y todo tu afán por ayudarme a salir de esta maldita depresión.
—Uy, uy… ¡Te estás poniendo tremenda! Mira… Me estás preocupando—de nuevo su amiga había captado toda su atención—¿Acaso hay alguien nuevo en tu vida?
—¡Qué va! Bueno, aparecer sí que ha aparecido alguien, pero para mal, porque es mi jefa.
—No me digas que te gusta ella… ¡Eso es estupendo! Es justo lo que te hacía falta.
—¿Tú te pinchas? Te estoy diciendo que para mal, ¡para mal Quinn!—subió ligeramente el tono de voz—La odio con todas mis fuerzas, cada vez que la veo tengo ganas de desollarla y hacerme con ella un tambor rociero. Tiene casi dos años menos que nosotras, no tiene ni puta idea de nada, está ahí por enchufe y encima, según ella, todo lo hago mal. Pero cuando le da el punto, soy la mejor del mundo. Vamos, que parece que es menopáusica precoz.
Los ojos de Quinn hablaron por sí solos.
—Estoy flipando… Qué lástima de chica. ¿Y qué vas a hacer?
Santana se rascó la frente y continuó hablando. Quedaban unos metros para entrar en la sección de cine y ya había visto el apartado de películas rebajadas de precio.
—Eso es lo que no sé. Por un lado me entran ganas de tirar la toalla y buscar curro de fotógrafa en prensa deportiva, por ejemplo. De eso nunca falta trabajo.
—No te veo yo en el Bernabéu haciéndole retratos a la Sharápova ésa…
—Sabes que lo que a mí me gusta es lo que he hecho siempre, desde que conocí a Dani…
—Ya, ya, los animalitos y las setas—Quinn afirmó con la cabeza.
—Qué cabrona eres—se rió con ella—Pero sí, eso es.
Avanzaron por los estrechos pasillos y rodearon varios estantes repletos de películas de ayer, hoy y siempre.
—Mira, un pack de Clint Eastwood—Quinn miró el reverso para ver los títulos que contenía—Dios, me encanta este tipo. Cuando vi Million Dollar Baby me quedé esperando en el cine hasta el final de los títulos para ver si volaba algún puente. Pero ha sido hacerse mayor y volverse un blandengue. Ay, dónde quedaron los años mozos del pistolero…
Santana echó un vistazo a otro cofre con varios DVD’s que le hicieron más gracia.
—Yo no sé qué le ves a Woody Allen. Es… repulsivo no, lo siguiente—comentó Quinn viendo que su compañera de compras cogía el DVD de Annie Hall—¡Se acuesta con su hija!
—Los caminos del amor son inescrutables, querida. Tú te lo pierdes.
Replicó la fotógrafa a pesar de que Quinn le puso cara de “eso no me consuela.”
—¿Bueno sabes lo que haría yo?—dijo de pronto su amiga.
—¿Acostarte también con tu…
—Con tu papá, con tu papá me voy a acostar—la interrumpió Quinn—¡Hablo de lo de tu jefa!
—Ah…
—Le tendería una trampa. Algo como para dejarla en ridículo delante de los compañeros. Seguro que así se le bajan los humos y deja de ponerse flamenca contigo.
—Ya lo he pensado, pero piensa que me juego el puesto—la fotógrafa la miró algo asustada.
—Mujer, no seas bestia. Tampoco te digo que electrifiques su silla conectándola a la batería del coche.
Ambas rieron ante esa idea tan exagerada.
—Bueno no te creas—comentó Santana, llevándose una mano a la barbilla, haciendo como que tramaba algo—Se me acaba de ocurrir algo mejor…
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:jajaja son de terror!!!!
Saludos
Hola, otra vez no vi tu comentario, creo que algo le pasa a mi pc contra la pagina xD jaajajajajaj. Ufs ninguna se rinde no¿? jajajja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Mmmm... Qué será eso tan bueno que se le ha ocurrido a San??? Me esta gustando mucho esta nueva historia, juro que el prólogo hizo que me temblaran las rodillas y se me pusiera el corazón a mil.
MeryBrittana*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 19/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
espero que santana no haga algo muy malo, aunque brittany es una perra amargada, aun no se sabe pq es asi!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Hola chica de las adaptaciones....
Uuuuuy que estaran planeando Santana y Quinn.
Ya hace falta que le den una lección a Britt.
P.D: MIRA CASI MUERO EN CUANTO LA VI....
Creí que solo nos tomaba el pelo cuando dijo que lo escribiría.
estas lista para otra adaptación de esta hermosa historia....
Uuuuuy que estaran planeando Santana y Quinn.
Ya hace falta que le den una lección a Britt.
P.D: MIRA CASI MUERO EN CUANTO LA VI....
Creí que solo nos tomaba el pelo cuando dijo que lo escribiría.
estas lista para otra adaptación de esta hermosa historia....
Daniela Gutierrez***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 03/07/2014
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
MeryBrittana escribió:Mmmm... Qué será eso tan bueno que se le ha ocurrido a San??? Me esta gustando mucho esta nueva historia, juro que el prólogo hizo que me temblaran las rodillas y se me pusiera el corazón a mil.
Hola, jajaaj esperemos y no sea algo tan malo no¿? jaajajajaja. Que bueno que te este gustando, espero y siga así. O si, el prólogo fue de emociones no¿? Saludos =D
micky morales escribió:espero que santana no haga algo muy malo, aunque brittany es una perra amargada, aun no se sabe pq es asi!
Hola, y yo, jajaaj lo es si, es vrdd xD esperemos y pronto se sepa o q ya estén juntas jajajaaja. Saludos =D
Daniela Gutierrez escribió:Hola chica de las adaptaciones....
Uuuuuy que estaran planeando Santana y Quinn.
Ya hace falta que le den una lección a Britt.
P.D: MIRA CASI MUERO EN CUANTO LA VI....
Creí que solo nos tomaba el pelo cuando dijo que lo escribiría.
estas lista para otra adaptación de esta hermosa historia....
Hola dani, jajajajaj esperemos y no sea nada tan malo no¿? Jajajaaj si se lo merece, pero igual xD jajaajajajaj. Saludos =D
Pd: a ver que sera... Q! =O yo no tenia idea que la seguiría, pensé que ese era su fin, osea para que darle mas a la historia no¿? cual sera el trama ahora¿? jaajajajaj. JAjajaajajajajaajja obvio, solo reabrimos el fic y terminamos la historia en un solo fic... pero ya lo publico¿?
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 6
Capitulo 6
Todos estaban en la redacción algo tensos: a la fotógrafa de la sección Iberia no le gustaba cumplir años y aquel día, veintitrés de noviembre, pasaría a tener veintinueve añazos.
Llevaba poco tiempo en aquel trabajo y su relación con el resto de las personas con las que trabajaba era básicamente superficial, de modo que no hubo regalos para ella.
De cualquier manera, no habrían acertado con nada.
No conocían sus gustos, ni tampoco la conocían a ella con tanta seguridad como para comprarle algo demasiado personal. Así que se limitaron a los dos besos y la palmadita amigable en el hombro.
Brittany agradeció amablemente las muestras de cariño recibidas, ya que no le interesaba quedar mal delante de todos.
Santana también había pasado por el mal trago de fingir que le alegraba que la persona a la cual detestaba se hiciera un año más mayor. Se puso a la cola, como los demás, y los besos que le dio en la mejilla le costaron más que aquella vez que probó unas hormigas fritas, por compromiso, que Dani le había traído de un viaje a Centroamérica.
Pero sabía que había llegado su momento, el de la venganza.
Tras hacer el revelado de varios carretes que tenía pendiente, pidió permiso a Brittany para salir de la oficina, diciendo que tenía que ir al banco a pagar un recibo.
Por supuesto, era una trola como un piano.
Caminó tres calles y cruzó dos semáforos en verde, para después llegar hasta el supermercado más cercano. Entró por las puertas automáticas de cristal y un golpe de calor abofeteó su cara.
La calefacción estaba en modo estepa rusa.
Nunca había estado en Mercadescuento, así que no conocía qué le aguardaba en cada pasillo repleto de productos. Fiambres, pavo, pollo, suavizante al aroma de Marsella, champú para bebés, pan de molde, vino peleón de mesa, ensalada variada gourmet, batido de soja con chocolate…
“Puajjjj, soja…”.
Dos vueltas más hicieron falta para que Santana encontrara el Arca Perdida. Llegó a la sección de alimentos para el desayuno y rechazó con la vista los tentadores productos de bollería. También obvió las galletas.
Se detuvo al encontrar lo que venía buscando en primer lugar. Después, metió en su cesta dos productos más que ya había localizado y se colocó en la caja.
—Siete con ochenta y tres—le indicó la cajera mientras mascaba con desidia un chicle que hacía horas había perdido todo color, aroma y sabor.
Santana sacó un billete de diez euros. La empleada del súper hurgó en la caja y contó monedas hasta tener la vuelta lista.
—Ni se te ocurra darme monedas pequeñas. Ya no sé dónde meter los céntimos—añadió Santana, mientras embolsaba su compra.
Pero la cajera ya le había extendido la mano y Santana había colocado la suya debajo por un acto reflejo. La empleada se despedía de su clienta sonriendo con mala uva.
—¡Muchas graaciaaaaas!
La del chicle miró a la señora mayor que había tras Santana con cara de no tener paciencia para aguantar otra batallita mientras la atendía.
“¡Será hija puta! Mírala, me ha soltao toda la chatarra. Hala, para el monedero, que pesa ya más que el bolso. Diez céntimos en suelto… desde luego ya hay que tener mala leche. Bueno a ver qué hago con esto, porque ni la máquina del café las quiere. En cuanto vea un chino abierto entro y compro unos chicles”.
Volvió a la redacción riéndose por dentro. Si le salía bien lo que tenía pensado, iba a poner a prueba a Brittany delante de sus compañeros. Y no podría tomar represalias contra ella, a menos que quisiera que todos supieran que no tenía sentido del humor.
El ascensor se detuvo en su planta y salió decidida a todo.
Una bolsa de hipermercado fue colocada delante de las narices de Brittany. La fotógrafa levantó la mirada y encontró a Santana detrás del plástico, con una mueca de felicidad un tanto sospechosa.
—Toma. Para ti—le dijo su ayudante sin añadir nada más.
Como era de esperar, los redactores se giraron raudos para no perder detalle del acontecimiento. Tenían curiosidad por saber qué le había regalado Santana a su jefa.
Lentamente, casi con miedo, Brittany miró dentro. Sus ojos revelaron una gran sorpresa.
—¿Qué es?
La jefa de redacción no pudo soportar por más tiempo la incertidumbre.
—¿Qué te ha comprado?
Brittany no contestó. Sólo se dedicó a sacar a la luz sus “obsequios”. Primero, extrajo de la bolsa una caja de cereales con fibra. Luego, un pack de yogures con bífidus de ciruela y, en último lugar, cuatro rollos de papel higiénico.
Los espectadores enmudecieron.
Si en esa oficina hubiera habido grillos, el sonido de su canto habría hecho eco en aquella gran sala. Todos captaron al segundo las intenciones que había tenido la auxiliar de fotógrafa entregándole a Brittany esos productos.
—¿Qué? ¿No te gusta?
Santana estaba eufórica, había dejado en ridículo a Brittany ante su superior y demás trabajadores que ahí estaban, incluyendo a otro jefe de sección que pasaba por ahí, proveniente del office, que se había detenido un instante también por la curiosidad.
“A ver si cagas ahora, jodía, y me dejas en paz”.
Los redactores esperaron una respuesta, un sonido, algo por parte de Brittany. Ella continuaba con la mirada fija en aquel set laxante y alucinaba en Technicolor.
“Ay, madre… ¿Y si le da por despedirme en este preciso momento? No, no puede. Tiene que demostrar que sabe encajar una broma. ¿Verdad, Brittany, que tienes sentido del humor?”.
—Muy bueno, Santana. Jajajaja…—Brittany rezó para que aquella risa no pareciera forzada—¡Qué graciosa, cómo me has pillado!
Por fin todos pudieron soltar su tensión, acompañándola a carcajada limpia. Fue como cuando en las películas de mafiosos, el capo da permiso a sus esbirros de reírse de sus propias ocurrencias.
—La verdad es que has captado mi esencia. Cómo me conoces
Brittany le habló a Santana con una sonrisa amplia y sin aparente rabia en los ojos.
—Es el regalo más curioso que me hayan hecho en mi vida.
—Bueno, de eso se trataba. De marcar la diferencia—se giró para hablarles a sus compañeros—¿Ven como no es tan siesa?
Brittany se llevó una mano a la frente, aprovechando que ya no era el centro de atención, y pensó cómo era posible que aquella mujer pudiera ser tan lerda.
A la hora del almuerzo, no se hablaba de otra cosa en el comedor de la oficina. Lo bueno de aquel acto heroico—terrorista (con tintes de suicidio laboral) fue que Santana no había ganado a una enemiga, puesto que ya la tenía, pero sí que había conseguido hacer nuevas amistades.
Sus compañeros valoraron muy positivamente aquella broma bien gastada a la estreñida de Brittany.
Llevaba poco tiempo en aquel trabajo y su relación con el resto de las personas con las que trabajaba era básicamente superficial, de modo que no hubo regalos para ella.
De cualquier manera, no habrían acertado con nada.
No conocían sus gustos, ni tampoco la conocían a ella con tanta seguridad como para comprarle algo demasiado personal. Así que se limitaron a los dos besos y la palmadita amigable en el hombro.
Brittany agradeció amablemente las muestras de cariño recibidas, ya que no le interesaba quedar mal delante de todos.
Santana también había pasado por el mal trago de fingir que le alegraba que la persona a la cual detestaba se hiciera un año más mayor. Se puso a la cola, como los demás, y los besos que le dio en la mejilla le costaron más que aquella vez que probó unas hormigas fritas, por compromiso, que Dani le había traído de un viaje a Centroamérica.
Pero sabía que había llegado su momento, el de la venganza.
Tras hacer el revelado de varios carretes que tenía pendiente, pidió permiso a Brittany para salir de la oficina, diciendo que tenía que ir al banco a pagar un recibo.
Por supuesto, era una trola como un piano.
Caminó tres calles y cruzó dos semáforos en verde, para después llegar hasta el supermercado más cercano. Entró por las puertas automáticas de cristal y un golpe de calor abofeteó su cara.
La calefacción estaba en modo estepa rusa.
Nunca había estado en Mercadescuento, así que no conocía qué le aguardaba en cada pasillo repleto de productos. Fiambres, pavo, pollo, suavizante al aroma de Marsella, champú para bebés, pan de molde, vino peleón de mesa, ensalada variada gourmet, batido de soja con chocolate…
“Puajjjj, soja…”.
Dos vueltas más hicieron falta para que Santana encontrara el Arca Perdida. Llegó a la sección de alimentos para el desayuno y rechazó con la vista los tentadores productos de bollería. También obvió las galletas.
Se detuvo al encontrar lo que venía buscando en primer lugar. Después, metió en su cesta dos productos más que ya había localizado y se colocó en la caja.
—Siete con ochenta y tres—le indicó la cajera mientras mascaba con desidia un chicle que hacía horas había perdido todo color, aroma y sabor.
Santana sacó un billete de diez euros. La empleada del súper hurgó en la caja y contó monedas hasta tener la vuelta lista.
—Ni se te ocurra darme monedas pequeñas. Ya no sé dónde meter los céntimos—añadió Santana, mientras embolsaba su compra.
Pero la cajera ya le había extendido la mano y Santana había colocado la suya debajo por un acto reflejo. La empleada se despedía de su clienta sonriendo con mala uva.
—¡Muchas graaciaaaaas!
La del chicle miró a la señora mayor que había tras Santana con cara de no tener paciencia para aguantar otra batallita mientras la atendía.
“¡Será hija puta! Mírala, me ha soltao toda la chatarra. Hala, para el monedero, que pesa ya más que el bolso. Diez céntimos en suelto… desde luego ya hay que tener mala leche. Bueno a ver qué hago con esto, porque ni la máquina del café las quiere. En cuanto vea un chino abierto entro y compro unos chicles”.
Volvió a la redacción riéndose por dentro. Si le salía bien lo que tenía pensado, iba a poner a prueba a Brittany delante de sus compañeros. Y no podría tomar represalias contra ella, a menos que quisiera que todos supieran que no tenía sentido del humor.
El ascensor se detuvo en su planta y salió decidida a todo.
Una bolsa de hipermercado fue colocada delante de las narices de Brittany. La fotógrafa levantó la mirada y encontró a Santana detrás del plástico, con una mueca de felicidad un tanto sospechosa.
—Toma. Para ti—le dijo su ayudante sin añadir nada más.
Como era de esperar, los redactores se giraron raudos para no perder detalle del acontecimiento. Tenían curiosidad por saber qué le había regalado Santana a su jefa.
Lentamente, casi con miedo, Brittany miró dentro. Sus ojos revelaron una gran sorpresa.
—¿Qué es?
La jefa de redacción no pudo soportar por más tiempo la incertidumbre.
—¿Qué te ha comprado?
Brittany no contestó. Sólo se dedicó a sacar a la luz sus “obsequios”. Primero, extrajo de la bolsa una caja de cereales con fibra. Luego, un pack de yogures con bífidus de ciruela y, en último lugar, cuatro rollos de papel higiénico.
Los espectadores enmudecieron.
Si en esa oficina hubiera habido grillos, el sonido de su canto habría hecho eco en aquella gran sala. Todos captaron al segundo las intenciones que había tenido la auxiliar de fotógrafa entregándole a Brittany esos productos.
—¿Qué? ¿No te gusta?
Santana estaba eufórica, había dejado en ridículo a Brittany ante su superior y demás trabajadores que ahí estaban, incluyendo a otro jefe de sección que pasaba por ahí, proveniente del office, que se había detenido un instante también por la curiosidad.
“A ver si cagas ahora, jodía, y me dejas en paz”.
Los redactores esperaron una respuesta, un sonido, algo por parte de Brittany. Ella continuaba con la mirada fija en aquel set laxante y alucinaba en Technicolor.
“Ay, madre… ¿Y si le da por despedirme en este preciso momento? No, no puede. Tiene que demostrar que sabe encajar una broma. ¿Verdad, Brittany, que tienes sentido del humor?”.
—Muy bueno, Santana. Jajajaja…—Brittany rezó para que aquella risa no pareciera forzada—¡Qué graciosa, cómo me has pillado!
Por fin todos pudieron soltar su tensión, acompañándola a carcajada limpia. Fue como cuando en las películas de mafiosos, el capo da permiso a sus esbirros de reírse de sus propias ocurrencias.
—La verdad es que has captado mi esencia. Cómo me conoces
Brittany le habló a Santana con una sonrisa amplia y sin aparente rabia en los ojos.
—Es el regalo más curioso que me hayan hecho en mi vida.
—Bueno, de eso se trataba. De marcar la diferencia—se giró para hablarles a sus compañeros—¿Ven como no es tan siesa?
Brittany se llevó una mano a la frente, aprovechando que ya no era el centro de atención, y pensó cómo era posible que aquella mujer pudiera ser tan lerda.
A la hora del almuerzo, no se hablaba de otra cosa en el comedor de la oficina. Lo bueno de aquel acto heroico—terrorista (con tintes de suicidio laboral) fue que Santana no había ganado a una enemiga, puesto que ya la tenía, pero sí que había conseguido hacer nuevas amistades.
Sus compañeros valoraron muy positivamente aquella broma bien gastada a la estreñida de Brittany.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 7
Capitulo 7
Brittany no pudo hacer otra cosa que aguantar el chaparrón.
Su subordinada había sido más lista que ella y había pagado las consecuencias.
De modo que decidió no darle tregua nunca más.
La poca confianza personal que había depositado en ella se había esfumado aquella mañana.
Salió cinco minutos para echar el pitillo de la una de la tarde, antes de la hora de rigor para comer, y en las puertas del edificio permaneció fumando rodeada sólo por sus pensamientos.
Le gustaba estar sola, sin el sonido de los teléfonos, las fotocopiadoras y los faxes.
En aquel instante sólo estaban ella y su cigarrillo, que ni hablaba, ni le ordenaba.
Sólo se dejaba fumar.
Pero nada es eterno. El sonido de su móvil la trajo de sopetón a la triste realidad.
—Dime, papá—contestó sin mucho afán.
—Felicidades, cariño. Si es que ya eres toda una mujer—el hombre transmitía gran emoción en sus palabras.
—No, papá… No me digas que te vas a poner a llorar…
—Qué quieres, hija…—su papá ya tenía un nudo en la garganta que casi ni le dejaba hablar—Es que uno se da cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y… ¿Qué quieres, Whitney? (…) Espera, que estoy hablando con la niña. (…) Oye, que te pasó con tu mamá, que no me deja en paz.
Brittany no pudo evitar reírse al imaginarse la escena. Su mamá intentando quitarle el teléfono a su papá antes de que se pusiera demasiado ñoño.
Como siempre.
—Hola, mi niña—una voz femenina llena de ternura se escuchó al otro lado de la línea.
—¿Qué hay, mamá?—Brittany no podía reprimir la sonrisa.
—Hija, ya sabes cómo es tu papá… Si le dejo, se pone a contarte otra vez lo de aquella vez que te cagaste en las cortinas de la vecina cuando tenías cuatro años. (…) Si, Pierce, que estás ya de un chocho que no hay quien te aguante. Que estás pitopáusico perdido. (…) Dios, qué vejez me vas a dar…
Brittany dio una calada a su cigarrillo y continuó riéndose de una de las muchas escenas de matrimonio a las que estaba acostumbrada desde pequeña.
—Va, mamá, déjale al pobre, que está deseando hablar
Brittany se cambió de oreja el teléfono porque la otra se le estaba empezando a recalentar.
—Espera, que pongo el altavoz.
—¿Ya?
Brittany miró su reloj: le quedaban dos minutos.
—Sí… Oye, cariño, que felicidades y que salgas esta noche y te diviertas—añadió su papá.
—Mañana trabajo, papá, así que no creo que me desmelene mucho.
—¿Has quedado con tus amigas?—esta vez fue su mamá la que rompió el silencio.
—Bueno no. Mercedes está en Parla con los preparativos de su boda y anda liadísima con las pruebas de maquillaje y el vestido. Becky está missing. Supongo que andará quemando contenedores con sus amigos antisistema. Y Marley está en Inglaterra, de viaje de placer.
—Al menos te habrán llamado.
—Sí, sí… eso sí. Pero vamos, que no te preocupes, que hoy tampoco tengo yo el chirri pa’ verbena.
—Hija, qué vocabulario… Eso no lo soltarás en la oficina, ¿no?—le increpó su mamá.
—¿No estarás mala…?—su papá ya se puso tremendista.
—Que no, es que simplemente no me apetece.
—¿Y tus compañeros de trabajo?—de nuevo el hombre trató de sonsacarle información a su hija.
—Papá, ¿por qué no me preguntas directamente lo que quieres saber? No, no hay nadie que me interese en este momento. Y te aseguro que de querer buscarlo lo haría fuera de la oficina.
—Bueno a lo mejor ahí puedes hacer buenos amigos—su mamá intentó no perder la esperanza con la antisocial de su hija.
—Sí, seguro… Los mejores—dijo con ironía acordándose de la gilipollas de Santana.
—Si es que eres un cardito… Que ya nos conocemos…
—Mamá, me tengo que ir.
Antes de que el tema fuera incómodo, lanzó el pitillo casi consumido a la acera y dio por zanjada la conversación.
—Te llamo esta semana, ¿vale? Un beso a los dos y gracias por llamarme.
Una vez en su planta, se sentó en su mesa y su corazón dio un respingo al encontrar una nota para ella escrita a mano. Dirigió su mirada al final de la misma, en donde pudo encontrar la firma de su autor.
Era de Santana.
Espero que no te haya molestado la pequeña broma de hace un rato. Como ves, estoy dispuesta a todo. Como amiga soy muy buena, pero como enemiga soy mejor.
No entiendo por qué te empeñas en mantener una situación tan tensa conmigo. Le he estado dando vueltas al coco con eso que me dijiste de que proveníamos de mundos distintos. Y creo que estás equivocada. Porque de saberlo con certeza sería porque me conoces, pero se da el caso de que no, que ni tú ni yo sabemos nada la una de la otra, de modo que sin pruebas tu teoría no puede sostenerse.
Cuando empecé a trabajar para ti pensé que todo había sido un milagro. A pesar de que ibas a ser mi jefa, conseguir este empleo iba a ser el mejor de los regalos que había tenido en mucho tiempo. A veces la vida da malas cartas… y hace un año y medio el destino me dio la peor mano posible.
Tenía tantas esperanzas puestas en que todo cambiaría… y tú formabas parte de esa ilusión de cambio. Todo esto lo cuento por aquí porque sé que en persona ni podría, ni me darías la opción, a pesar de tenerme cada día pegada a tu mesa…
Brittany levantó por un momento la vista y se topó con los ojos de Santana. Las dos rechazaron aquel contacto y rápidamente agacharon la cabeza, sintiendo la vergüenza que sienten los que son descubiertos por hacer algo que no deben.
Quiero pedirte perdón, porque sé que ayer me puse muy borde. Ésas no eran formas. Yo no soy así. Y no quiero seguir pareciéndolo. Lo de hoy ha sido mi pequeño toque de atención. Puede que sea tu subordinada, pero soy una persona que siente y padece.
Pienso que estabas llegando a unos extremos conmigo que no creo que mereciera. No tengo la culpa de que los de Recursos Humanos me hayan elegido a mí y no a otra para ser tu chica de los recados.
¿Sabes? Me pregunto si la inquina que sientes hacia mí es personal, o viene simplemente por el hecho de que te han endosado a una ayudante pensando que no podrías hacer todo el trabajo tú sola.
¿Ves? En eso nos parecemos… Siempre pensamos que somos imprescindibles, no nos gusta pedir ayuda…
Dudo que me consideres inferior. Al contrario, creo que conmigo ves peligro. En el poco tiempo que llevamos trabajando juntas, he de reconocer que tienes la suficiente experiencia y conocimientos como para poder considerarte como mi igual, lo que pasa es que el orgullo no siempre nos deja ver lo que tenemos delante de nuestras narices.
Bueno desde ya te digo una cosa: que no tienes nada que temer. No quiero robarte nada. Lo que me dé la vida me lo habré ganado. Y si quieres continuar esta conversación, te estaré esperando a las cinco delante de la máquina de café.
SANTANA.
Su subordinada había sido más lista que ella y había pagado las consecuencias.
De modo que decidió no darle tregua nunca más.
La poca confianza personal que había depositado en ella se había esfumado aquella mañana.
Salió cinco minutos para echar el pitillo de la una de la tarde, antes de la hora de rigor para comer, y en las puertas del edificio permaneció fumando rodeada sólo por sus pensamientos.
Le gustaba estar sola, sin el sonido de los teléfonos, las fotocopiadoras y los faxes.
En aquel instante sólo estaban ella y su cigarrillo, que ni hablaba, ni le ordenaba.
Sólo se dejaba fumar.
Pero nada es eterno. El sonido de su móvil la trajo de sopetón a la triste realidad.
—Dime, papá—contestó sin mucho afán.
—Felicidades, cariño. Si es que ya eres toda una mujer—el hombre transmitía gran emoción en sus palabras.
—No, papá… No me digas que te vas a poner a llorar…
—Qué quieres, hija…—su papá ya tenía un nudo en la garganta que casi ni le dejaba hablar—Es que uno se da cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y… ¿Qué quieres, Whitney? (…) Espera, que estoy hablando con la niña. (…) Oye, que te pasó con tu mamá, que no me deja en paz.
Brittany no pudo evitar reírse al imaginarse la escena. Su mamá intentando quitarle el teléfono a su papá antes de que se pusiera demasiado ñoño.
Como siempre.
—Hola, mi niña—una voz femenina llena de ternura se escuchó al otro lado de la línea.
—¿Qué hay, mamá?—Brittany no podía reprimir la sonrisa.
—Hija, ya sabes cómo es tu papá… Si le dejo, se pone a contarte otra vez lo de aquella vez que te cagaste en las cortinas de la vecina cuando tenías cuatro años. (…) Si, Pierce, que estás ya de un chocho que no hay quien te aguante. Que estás pitopáusico perdido. (…) Dios, qué vejez me vas a dar…
Brittany dio una calada a su cigarrillo y continuó riéndose de una de las muchas escenas de matrimonio a las que estaba acostumbrada desde pequeña.
—Va, mamá, déjale al pobre, que está deseando hablar
Brittany se cambió de oreja el teléfono porque la otra se le estaba empezando a recalentar.
—Espera, que pongo el altavoz.
—¿Ya?
Brittany miró su reloj: le quedaban dos minutos.
—Sí… Oye, cariño, que felicidades y que salgas esta noche y te diviertas—añadió su papá.
—Mañana trabajo, papá, así que no creo que me desmelene mucho.
—¿Has quedado con tus amigas?—esta vez fue su mamá la que rompió el silencio.
—Bueno no. Mercedes está en Parla con los preparativos de su boda y anda liadísima con las pruebas de maquillaje y el vestido. Becky está missing. Supongo que andará quemando contenedores con sus amigos antisistema. Y Marley está en Inglaterra, de viaje de placer.
—Al menos te habrán llamado.
—Sí, sí… eso sí. Pero vamos, que no te preocupes, que hoy tampoco tengo yo el chirri pa’ verbena.
—Hija, qué vocabulario… Eso no lo soltarás en la oficina, ¿no?—le increpó su mamá.
—¿No estarás mala…?—su papá ya se puso tremendista.
—Que no, es que simplemente no me apetece.
—¿Y tus compañeros de trabajo?—de nuevo el hombre trató de sonsacarle información a su hija.
—Papá, ¿por qué no me preguntas directamente lo que quieres saber? No, no hay nadie que me interese en este momento. Y te aseguro que de querer buscarlo lo haría fuera de la oficina.
—Bueno a lo mejor ahí puedes hacer buenos amigos—su mamá intentó no perder la esperanza con la antisocial de su hija.
—Sí, seguro… Los mejores—dijo con ironía acordándose de la gilipollas de Santana.
—Si es que eres un cardito… Que ya nos conocemos…
—Mamá, me tengo que ir.
Antes de que el tema fuera incómodo, lanzó el pitillo casi consumido a la acera y dio por zanjada la conversación.
—Te llamo esta semana, ¿vale? Un beso a los dos y gracias por llamarme.
Una vez en su planta, se sentó en su mesa y su corazón dio un respingo al encontrar una nota para ella escrita a mano. Dirigió su mirada al final de la misma, en donde pudo encontrar la firma de su autor.
Era de Santana.
Espero que no te haya molestado la pequeña broma de hace un rato. Como ves, estoy dispuesta a todo. Como amiga soy muy buena, pero como enemiga soy mejor.
No entiendo por qué te empeñas en mantener una situación tan tensa conmigo. Le he estado dando vueltas al coco con eso que me dijiste de que proveníamos de mundos distintos. Y creo que estás equivocada. Porque de saberlo con certeza sería porque me conoces, pero se da el caso de que no, que ni tú ni yo sabemos nada la una de la otra, de modo que sin pruebas tu teoría no puede sostenerse.
Cuando empecé a trabajar para ti pensé que todo había sido un milagro. A pesar de que ibas a ser mi jefa, conseguir este empleo iba a ser el mejor de los regalos que había tenido en mucho tiempo. A veces la vida da malas cartas… y hace un año y medio el destino me dio la peor mano posible.
Tenía tantas esperanzas puestas en que todo cambiaría… y tú formabas parte de esa ilusión de cambio. Todo esto lo cuento por aquí porque sé que en persona ni podría, ni me darías la opción, a pesar de tenerme cada día pegada a tu mesa…
Brittany levantó por un momento la vista y se topó con los ojos de Santana. Las dos rechazaron aquel contacto y rápidamente agacharon la cabeza, sintiendo la vergüenza que sienten los que son descubiertos por hacer algo que no deben.
Quiero pedirte perdón, porque sé que ayer me puse muy borde. Ésas no eran formas. Yo no soy así. Y no quiero seguir pareciéndolo. Lo de hoy ha sido mi pequeño toque de atención. Puede que sea tu subordinada, pero soy una persona que siente y padece.
Pienso que estabas llegando a unos extremos conmigo que no creo que mereciera. No tengo la culpa de que los de Recursos Humanos me hayan elegido a mí y no a otra para ser tu chica de los recados.
¿Sabes? Me pregunto si la inquina que sientes hacia mí es personal, o viene simplemente por el hecho de que te han endosado a una ayudante pensando que no podrías hacer todo el trabajo tú sola.
¿Ves? En eso nos parecemos… Siempre pensamos que somos imprescindibles, no nos gusta pedir ayuda…
Dudo que me consideres inferior. Al contrario, creo que conmigo ves peligro. En el poco tiempo que llevamos trabajando juntas, he de reconocer que tienes la suficiente experiencia y conocimientos como para poder considerarte como mi igual, lo que pasa es que el orgullo no siempre nos deja ver lo que tenemos delante de nuestras narices.
Bueno desde ya te digo una cosa: que no tienes nada que temer. No quiero robarte nada. Lo que me dé la vida me lo habré ganado. Y si quieres continuar esta conversación, te estaré esperando a las cinco delante de la máquina de café.
SANTANA.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Jajajajajja me ha encantado la broma!! Y me está enca
MeryBrittana*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 19/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Encantando también que se ubique en Madrid ya que es donde yo vivo y me hace ilusión imaginar a Britt y San aquí.
PD: leí el comentario de Dani sobre la nueva parte de Pídeme lo que quieras, tengo más ganas de leer tu adaptación, que el propio libro, jajaja!
PD: leí el comentario de Dani sobre la nueva parte de Pídeme lo que quieras, tengo más ganas de leer tu adaptación, que el propio libro, jajaja!
MeryBrittana*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 19/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
Hola Chica de nombre desconocido....
jajaja que bromita la de San, pero al menos ya llamo la atención de Britt para hablar como ella quería.
Ahora a esperar que Britt vaya a la maquina de café a las 5 y que puedan arreglarse.
Saludos.
Cuídate muchísimo
TE AMO
Besos y abrazos hasta tu casa *si no estas en ella, cuando llegues lo vas a encontrar ahí*
P.D: El libro tiene fecha de lanzamiento para el mes de Noviembre, el día exacto aun no esta dicho.
Solo nos queda a esperar a que sea un libro con drama y juegos.
Björn y Mel, tambien tomaran parte en esta historia. Así que sera muy genial.
jajaja que bromita la de San, pero al menos ya llamo la atención de Britt para hablar como ella quería.
Ahora a esperar que Britt vaya a la maquina de café a las 5 y que puedan arreglarse.
Saludos.
Cuídate muchísimo
TE AMO
Besos y abrazos hasta tu casa *si no estas en ella, cuando llegues lo vas a encontrar ahí*
P.D: El libro tiene fecha de lanzamiento para el mes de Noviembre, el día exacto aun no esta dicho.
Solo nos queda a esperar a que sea un libro con drama y juegos.
Björn y Mel, tambien tomaran parte en esta historia. Así que sera muy genial.
Daniela Gutierrez***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 03/07/2014
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
MeryBrittana escribió:Jajajajajja me ha encantado la broma!! Y me está enca
MeryBrittana escribió:Encantando también que se ubique en Madrid ya que es donde yo vivo y me hace ilusión imaginar a Britt y San aquí.
PD: leí el comentario de Dani sobre la nueva parte de Pídeme lo que quieras, tengo más ganas de leer tu adaptación, que el propio libro, jajaja!
Hola, jajaajjaa se las mando san, jaajaj ni muy pesada ni muy fuerte no¿? el toque justo jajaajajjjaajaj xD Aaaa punto a favor entonces¿? espero que te siga gustando! Saludos =D
Pd: jajajajaj gracias! esperemos que la pagina siga viva para ese momento y que el libro salga rápido también!
Daniela Gutierrez escribió:Hola Chica de nombre desconocido....
jajaja que bromita la de San, pero al menos ya llamo la atención de Britt para hablar como ella quería.
Ahora a esperar que Britt vaya a la maquina de café a las 5 y que puedan arreglarse.
Saludos.
Cuídate muchísimo
TE AMO
Besos y abrazos hasta tu casa *si no estas en ella, cuando llegues lo vas a encontrar ahí*
P.D: El libro tiene fecha de lanzamiento para el mes de Noviembre, el día exacto aun no esta dicho.
Solo nos queda a esperar a que sea un libro con drama y juegos.
Björn y Mel, tambien tomaran parte en esta historia. Así que sera muy genial.
Hola dani ajajajajajaajajaja, jajajaajaj estuvo en su punto justo encuentro yo no¿? jaajajajajaj, además como dices ahora vienen un avance... vrdd¿? Osea tiene que ir ¬¬ Gracias, tu igual! Jajajaja es el efecto que causo en las personas Jajajajaajaj igual para ti! Saludos =D
Pd: =O esperemos que la pagina este viva para ese entonces ¬¬ y que se traduzca rápido al español también XD jajaajajaja. Su casamiento¿? jajaajaja quien sera quien, si se adapta¿? jaajajajajaja
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 8
Capitulo 8
Una impaciente Santana aguardaba frente al lugar indicado en la nota a su jefa. Los dedos de su mano derecha tamborileaban en la mesa alta que había junto a las máquinas de vending.
Se había sentado un momento porque no aguantaba más de pie, dando vueltas como un mulo en un molino. Había mirado ya varias veces su reloj de pulsera.
Lo hizo una vez más.
Eran las cinco y cinco. Y no había nadie más que ella en la sala.
“Seguro que se le ha pasado. Teniendo en cuenta que estaba bastante liada cuando me vine para acá a por el café… No sé. Leerla la ha leído, otra cosa es que haga caso a mi carta. Lo cierto es que ya me espero cualquier cosa de ella”.
Lo que Santana no sabía es que en cuanto se levantó para acudir a la cita clandestina, su superior había arrugado la hoja de papel, la había convertido en un gurruño y la había lanzado a su papelera, haciendo una canasta de tres puntos.
Viendo que, finalmente, Brittany no aparecería, se tomó un cortado a la velocidad de la luz, abrasándose todo el esófago por intentar no tardar demasiado, ya que había consumido demasiado tiempo libre en aquella espera infructífera.
Caminó por el pasillo que conducía a la sección de Iberia como una plusmarquista de cincuenta kilómetros marcha, pero no le sirvió de nada.
Los ojos azules acusadores de su jefa recorrieron su cuerpo de pies a cabeza, haciendo que Santana se temiera lo peor.
Sus sospechas no eran infundadas, quizás aquella carta se había vuelto un arma arrojadiza con la que poder devolverle la pesada broma. Y se arrepintió de haber sido la creadora de aquellas líneas que habían nacido con la sana intención de ser clara.
—Santana, ¿no crees que ya era hora de volver?
Brittany comenzó una conversación en la que su subordinada tenía las de perder.
“Mierda… ¡No! Lo va a hacer…”
—Bueno…—respondió con las orejas gachas.
—Te has pasado tres pueblos, dos aldeas y una pedanía. Una cosa es tomarse un café con leche y otra muy distinta es tirarte veinte minutos rascándote la barriga.
“Hay que ser mala persona… Es que no se puede ser más bruja…”.
—Pero es que…—Santana no pudo terminar la frase.
—Dame una buena razón que justifique el tiempo que has estado ausente.
“¡Pero si la sabes! ¡Tú mejor que nadie! ¿Qué pasa? ¿No mencionas lo de mi carta? ¿Te da vergüenza o qué? Claro que sí, eres una cobarde. Estabas esperando la mínima para volver a cazarme y yo he sido tan tonta que te la he servido en bandeja. Está bien, Brittany… Ahora estamos uno a uno, empataditas”.
Santana se restregó la mano por la cara, tratando de armarse de paciencia ante su evidente derrota.
—Bueno, es que además he ido al baño… porque lo necesitaba. Estoy algo rara del estómago y… bueno, ya sabes, creo que no hace falta que te describa lo que hago sentada en la taza, ¿no?
Se escuchó una risa contenida y luego otra, claramente nacida del contagio.
Brittany miró a todos.
La jefa de sección en ese momento no estaba, por lo que se pudo permitir el lujo de ser especialmente borde con el resto de compañeros para hacerse respetar.
—¿Hay algo que les haga gracia?—preguntó sabiendo que no sería respondida por nadie—Bueno vaya—se dirigió nuevamente a su ayudante—, Se ve que tú tienes el problema contrario que yo, ¿no?—añadió con una risa ladina de placentera victoria.
“No has tardado ni un día en hacérmela pagar… Te felicito, Brittany. Has batido un récord. Vale, ahora hay que contar hasta diez, relajarse, y volver al trabajo. Uno, dos, tres, cuatro…”
Santana cerró los ojos y encajó el golpe. Prefirió mantener, mientras durara el chaparrón, una actitud de perrillo desvalido con el rabo entre las piernas.
Se dirigió a su asiento.
Antes de llegar a poner sus posaderas en la silla, sus oídos escucharon lo que menos se esperaba.
—Lo siento, pero tendré que comunicar esto, porque es una falta. Leve, pero una falta en toda regla.
—Creo que esto es desproporcionado. O sea, es que me estás montando un pollo monumental por retrasarme diez minutos. Y da la casualidad de que no nos dedicamos a hacer operaciones a corazón abierto, ¡ni controlamos una central nuclear!
Las rubias cejas de Brittany cobraron vida propia y se alzaron en la frente como las dos partes de un puente levadizo.
—Lo estás arreglando, Santana, si insinúas que lo que hacemos aquí carece de importancia. A lo mejor cambias de opinión cuando te pongan de patitas en la calle, ¿no?
“Bravo, San, di que sí, tú no te quedes con nada dentro no vaya a ser que te dé una embolia… ¿No hemos quedado en que ibas a estar calladita? ¡Por Dios, es que no puedo! ¡Esta tía me saca de mis casillas! Es la persona más injusta y mezquina que he conocido en mi vida. Seguro que tiene un trauma de la infancia porque la abandonaron en el torno de las monjas nada más nacer… ¡No me extraña, leches! Si es la reencarnación del mal…”.
—Vale, Brittany… lo que tú digas, no tengo ganas de discutir más contigo—contestó Santana con cansancio en su actitud—Si lo que quieres es acabar conmigo, hazlo. Es que ya me dan igual tú y tu pedazo de ego. En serio, si te hace feliz aplastar a lo demás, te sugiero que te compres una vida, porque la que tienes es muy triste. No me extraña que siempre andes sola. Tú te lo ganas a pulso.
Y diciendo esto, Santana recogió su abrigo, su bolso y salió a paso tranquilo de la Redacción camino de su casa.
Brittany, que en ningún caso esperaba ese final en la discusión, se quedó preocupada. Realmente aquella mujer le había demostrado que no se achantaba ante nada ni nadie, porque su dignidad quedaba siempre por delante.
No se dio cuenta de que su jefa ya estaba de vuelta y traía varias capetas con artículos de archivo.
—¿Ha pasado algo?—preguntó la responsable de la sección.
—Nada, Sue, que Santana se sentía indispuesta y se ha ido—le replicó Brittany inmediatamente, para impedir cualquier intento de chivateo por parte de sus compañeros.
Evidentemente, todos la miraron mal, excepto Sue, porque sabían que había mentido.
Continuaron trabajando hasta la hora de salir y en la calle ya no había luz del sol. Se despidió sin muchas ganas de los chicos de la redacción y caminó lentamente por el parking para montarse en su coche.
Echó de menos encontrar cerca el de Santana. Sólo pudo ver la plaza que había ocupado, que estaba vacía.
La sensación que Brittany se llevó ese día para su casa era de total culpabilidad.
Se había sentado un momento porque no aguantaba más de pie, dando vueltas como un mulo en un molino. Había mirado ya varias veces su reloj de pulsera.
Lo hizo una vez más.
Eran las cinco y cinco. Y no había nadie más que ella en la sala.
“Seguro que se le ha pasado. Teniendo en cuenta que estaba bastante liada cuando me vine para acá a por el café… No sé. Leerla la ha leído, otra cosa es que haga caso a mi carta. Lo cierto es que ya me espero cualquier cosa de ella”.
Lo que Santana no sabía es que en cuanto se levantó para acudir a la cita clandestina, su superior había arrugado la hoja de papel, la había convertido en un gurruño y la había lanzado a su papelera, haciendo una canasta de tres puntos.
Viendo que, finalmente, Brittany no aparecería, se tomó un cortado a la velocidad de la luz, abrasándose todo el esófago por intentar no tardar demasiado, ya que había consumido demasiado tiempo libre en aquella espera infructífera.
Caminó por el pasillo que conducía a la sección de Iberia como una plusmarquista de cincuenta kilómetros marcha, pero no le sirvió de nada.
Los ojos azules acusadores de su jefa recorrieron su cuerpo de pies a cabeza, haciendo que Santana se temiera lo peor.
Sus sospechas no eran infundadas, quizás aquella carta se había vuelto un arma arrojadiza con la que poder devolverle la pesada broma. Y se arrepintió de haber sido la creadora de aquellas líneas que habían nacido con la sana intención de ser clara.
—Santana, ¿no crees que ya era hora de volver?
Brittany comenzó una conversación en la que su subordinada tenía las de perder.
“Mierda… ¡No! Lo va a hacer…”
—Bueno…—respondió con las orejas gachas.
—Te has pasado tres pueblos, dos aldeas y una pedanía. Una cosa es tomarse un café con leche y otra muy distinta es tirarte veinte minutos rascándote la barriga.
“Hay que ser mala persona… Es que no se puede ser más bruja…”.
—Pero es que…—Santana no pudo terminar la frase.
—Dame una buena razón que justifique el tiempo que has estado ausente.
“¡Pero si la sabes! ¡Tú mejor que nadie! ¿Qué pasa? ¿No mencionas lo de mi carta? ¿Te da vergüenza o qué? Claro que sí, eres una cobarde. Estabas esperando la mínima para volver a cazarme y yo he sido tan tonta que te la he servido en bandeja. Está bien, Brittany… Ahora estamos uno a uno, empataditas”.
Santana se restregó la mano por la cara, tratando de armarse de paciencia ante su evidente derrota.
—Bueno, es que además he ido al baño… porque lo necesitaba. Estoy algo rara del estómago y… bueno, ya sabes, creo que no hace falta que te describa lo que hago sentada en la taza, ¿no?
Se escuchó una risa contenida y luego otra, claramente nacida del contagio.
Brittany miró a todos.
La jefa de sección en ese momento no estaba, por lo que se pudo permitir el lujo de ser especialmente borde con el resto de compañeros para hacerse respetar.
—¿Hay algo que les haga gracia?—preguntó sabiendo que no sería respondida por nadie—Bueno vaya—se dirigió nuevamente a su ayudante—, Se ve que tú tienes el problema contrario que yo, ¿no?—añadió con una risa ladina de placentera victoria.
“No has tardado ni un día en hacérmela pagar… Te felicito, Brittany. Has batido un récord. Vale, ahora hay que contar hasta diez, relajarse, y volver al trabajo. Uno, dos, tres, cuatro…”
Santana cerró los ojos y encajó el golpe. Prefirió mantener, mientras durara el chaparrón, una actitud de perrillo desvalido con el rabo entre las piernas.
Se dirigió a su asiento.
Antes de llegar a poner sus posaderas en la silla, sus oídos escucharon lo que menos se esperaba.
—Lo siento, pero tendré que comunicar esto, porque es una falta. Leve, pero una falta en toda regla.
—Creo que esto es desproporcionado. O sea, es que me estás montando un pollo monumental por retrasarme diez minutos. Y da la casualidad de que no nos dedicamos a hacer operaciones a corazón abierto, ¡ni controlamos una central nuclear!
Las rubias cejas de Brittany cobraron vida propia y se alzaron en la frente como las dos partes de un puente levadizo.
—Lo estás arreglando, Santana, si insinúas que lo que hacemos aquí carece de importancia. A lo mejor cambias de opinión cuando te pongan de patitas en la calle, ¿no?
“Bravo, San, di que sí, tú no te quedes con nada dentro no vaya a ser que te dé una embolia… ¿No hemos quedado en que ibas a estar calladita? ¡Por Dios, es que no puedo! ¡Esta tía me saca de mis casillas! Es la persona más injusta y mezquina que he conocido en mi vida. Seguro que tiene un trauma de la infancia porque la abandonaron en el torno de las monjas nada más nacer… ¡No me extraña, leches! Si es la reencarnación del mal…”.
—Vale, Brittany… lo que tú digas, no tengo ganas de discutir más contigo—contestó Santana con cansancio en su actitud—Si lo que quieres es acabar conmigo, hazlo. Es que ya me dan igual tú y tu pedazo de ego. En serio, si te hace feliz aplastar a lo demás, te sugiero que te compres una vida, porque la que tienes es muy triste. No me extraña que siempre andes sola. Tú te lo ganas a pulso.
Y diciendo esto, Santana recogió su abrigo, su bolso y salió a paso tranquilo de la Redacción camino de su casa.
Brittany, que en ningún caso esperaba ese final en la discusión, se quedó preocupada. Realmente aquella mujer le había demostrado que no se achantaba ante nada ni nadie, porque su dignidad quedaba siempre por delante.
No se dio cuenta de que su jefa ya estaba de vuelta y traía varias capetas con artículos de archivo.
—¿Ha pasado algo?—preguntó la responsable de la sección.
—Nada, Sue, que Santana se sentía indispuesta y se ha ido—le replicó Brittany inmediatamente, para impedir cualquier intento de chivateo por parte de sus compañeros.
Evidentemente, todos la miraron mal, excepto Sue, porque sabían que había mentido.
Continuaron trabajando hasta la hora de salir y en la calle ya no había luz del sol. Se despidió sin muchas ganas de los chicos de la redacción y caminó lentamente por el parking para montarse en su coche.
Echó de menos encontrar cerca el de Santana. Sólo pudo ver la plaza que había ocupado, que estaba vacía.
La sensación que Brittany se llevó ese día para su casa era de total culpabilidad.
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 9
Capitulo 9
Entró en su pequeño apartamento de la avenida Doctor Esquerdo a eso de las nueve de la noche.
Por primera vez en mucho tiempo, su casa no era sinónimo de tranquilidad.
Había estado rehuyendo el momento de volver a su guarida desde que salió de la redacción y había ido de cafetería en cafetería apurando las horas hasta que ya se le había hecho demasiado tarde como para andar deambulando sola por la ciudad.
Dejó su maletín de piel sobre el sofá, se quitó el abrigo de paño, la bufanda de colores y dejó todo bien colgado en el armario de su habitación.
Antes de cambiarse de ropa, seleccionó el jersey del día siguiente de entre la pila que tenía pulcramente colocada en un estante y contenía toda la gama del arco iris.
Se colocó el pijama rojo con estampados de Hello Kitty y se encendió un pitillo en el salón. Miró unos segundos la tele apagada. La encendió con el mando y eligió un canal al azar.
No le gustaba el silencio que había a su alrededor, porque acentuaba aún más su propia soledad.
El presentador del informativo hablaba en un tono neutro para dar una noticia de masacre en Gaza, mientras en su cabeza algo muy distinto la distraía de lo presente.
No podía quitarse a Santana del pensamiento.
Se le había olvidado qué era tener remordimientos. Aquél podía haber sido un día normal de trabajo. Eso era lo que ella había pretendido nada más entrar en la oficina, pero su cumpleaños le había dejado un mal sabor de boca (no por el trauma de pasar a ser un año más vieja, sino por cómo había terminado gracias a su ayudante).
Se suponía que la tarde anterior había imaginado cómo iba a ser la víspera de su cumpleaños: las felicitaciones de rigor y, en un par de horas, todo habría vuelto a la normalidad, sin más tonterías innecesarias para quedar bien con sus compañeros.
Era evidente que no esperaba ningún regalo.
Si mantenía aquella imagen de mujer fría era porque lo buscaba conscientemente. Por ese motivo, Santana había conseguido dejarla fuera de combate, no sólo por haber tenido con ella un detalle que el resto no tuvo, sino porque el regalo fue utilizado para tratar de cambiar el statu quo inamovible al que ella se aferraba con uñas y dientes.
Y más tratándose, finalmente, de una pesada broma.
Repasó en sus recuerdos todas las ocasiones en las que había acabado discutiendo con Santana, que no eran pocas precisamente. En todas ellas se dio cuenta de que se producía un momento de empate.
Su subordinada sabía cómo llegar a ella, con qué palabras, con qué reproches…
¿Acaso se podía leer tan claramente a través de sus ojos?
¿Era realmente efectiva la coraza que siempre llevaba puesta?
Un leve golpeteo en los cristales la hizo parpadear varias veces para aterrizar desde las nubes.
Estaba diluviando.
Se acercó a la puerta de su pequeña terraza. Las luces de neón se distorsionaban a través de los goterones de agua que se agolpaban y resbalaban por el frío cristal. El tráfico era poco fluido y pudo escuchar la coral de cláxones que pugnaban en una batalla para ver quién pitaba más fuerte.
Y la noche era tan oscura como aquella mancha que se agrandaba dentro de su pecho.
—Joder, me voy a volver loca… Necesito que esto pare.
Se sujetó la cabeza con las dos manos, cerró los ojos fuertemente y deseó que el dolor de cabeza que hacía rato la acompañaba desapareciera de una vez.
—Tranquila, Brittany… sólo es estrés. Mañana habrá pasado. No debiste tomarte esas dos cañas tan seguidas, eso es todo—se autoengañó.
Apagó el cigarrillo que estaba en las últimas y se encendió otro. Hizo zapping.
Nada que ver.
Dejó una teleserie que jamás había visto y fue en busca de su bolso para coger el teléfono móvil. Marcó el número de su amiga Marley. Necesitaba hablar con alguien que le ayudara a ordenar las paranoias de su cabeza, pero saltó de pronto el buzón de voz.
No dejó ningún mensaje y colgó, desalentada.
Se dio cuenta de que había dejado abierto el bolso. Cuando iba a cerrarlo, encontró en primer término, por encima de su monedero, la nota de Santana que había rescatado de la basura una vez ésta se había marchado terriblemente contrariada.
Conservaba los pliegues desiguales de su anterior estado: una bola de papel. La abrió, le pasó varias veces la mano para aplanar la hoja escrita y después la leyó una vez más.
Eran las diez y veinte cuando una llamada de teléfono la despertó. Se había quedado sopa en el sofá, con la carta en la mano.
Pulsó el botón para descolgar el teléfono inalámbrico.
—¡Por fin te localizo!—dijo la voz al otro lado del aparato—He visto tu llamada… estaba hablando con mi mamá. Y para cuando he querido devolvértela, tu teléfono me salía como apagado o fuera de cobertura.
—Ajá…—cogió su móvil para ver si tenía registradas las llamadas—Vaya, me temo que me quedé sin batería, Marley.
—Bueno, no pasa nada. Dime, ¿qué querías?
—Es que… necesito aclararme. Estoy fatal.
Brittany se volvió a desparramar en el sofá.
—Ya hija, no digas más. Hombres, ¿no?—un suspiro fue lo que su amiga escuchó por respuesta—Uy… ¿y eso? No me digas que te me has enamorado. Bueno dime ahora mismo si está bueno, que últimamente te andabas enrollando con cada cosa… Tú vales mucho, nena. No eres ninguna ONG de novias para frikis.
—No es eso, tonta—Brittany no sabía cómo explicarse[/i]—A ver, es que hay alguien…
—¿Ves? Hay alguien. Yo tenía razón.
—Cállate y déjame acabar. La ronda de preguntas del tercer grado para el final, por favor.
—Vale, vale[/i]—Marley se rió al notar a su amiga demasiado seria—Pero tú a mí no me engañas, porque te lo noto.
Brittany se sonrojó.
Marley era su amiga desde que iban al colegio. No había secretos entre ellas. Por eso le costaba tanto abrirse en algunas ocasiones, porque delante de ella siempre acababa por ser ella misma: sensible, vulnerable, frágil… e insegura.
—La persona de la que te hablo empezó siendo invisible. Fue contratada en mi empresa al día siguiente de entrar yo, para ser mi ayudante… Bueno, de ese día hay algo más que ahora no me apetece contarte… Vuelvo al tema importante. Bien, desde entonces no hemos tenido lo que se dice un buen comienzo. Es como si fuéramos de dos planetas diferentes. Hay veces en las que me saca de quicio. Otras en las que admiro su capacidad de trabajo, su profesionalidad, su autoconfianza, el trato tan bueno que tiene con sus compañeros… Todos hablan bien, adoran su simpatía y su amabilidad. A mí me pareció que tenía trastienda… ya sabes, que escondía algo detrás, unas intenciones no muy buenas. Pensé que quería escalar, porque le repateaba que me hubieran escogido a mí para el puesto que ahora desempeño… Me encargué de poner las cosas claras. La distancia me sirvió para no dejar que a la primera de cambio se me subiera a la chepa. Llegué a pensar que su “buen rollo” era una trampa y que se valdría del peloteo que tenía con todos para dar un golpe de estado.
—En serio, Britt, deja ya los tripis. Pobre muchacho. ¿No has caído en que, a lo mejor, él es simpático porque no es un cardo, como tú?
—Ya… A pesar de que en un principio prejuzgué negativamente, esa opinión está cambiando tan rápidamente que me da miedo. Y encima…Joder, hoy me he portado fatal y le hice daño.
—Un momento, ¿insinúas que te sientes mal por haberle dado un repertorio de tus mejores frases hirientes a tu ayudante?
—Sí…—dijo culpable.
—¿Tú, Brittany Susan Pierce, me estás diciendo que por fin alguien te ha tocado la fibra y que te está removiendo ahí dentro?
—Ajá…
—¿Y se puede saber qué cosa tan grave ha hecho para que le hayas montado la de Dios es Cristo y que ahora te sientas culpable? Porque, que yo sepa, de lo único por lo que has tendido remordimientos en tu vida fue de no haberte sacado el carnet de conducir porque tu papá te dijo que te regalaría un BMW por tu cumpleaños, y en plena edad del pavo.
—Oye, ¿a ti te parece que soy una niña de papá?—Brittany la interrumpió y formuló la pregunta con mucho interés.
—Rubia… Nunca te ha faltado de nada—la voz serena de Marley iba calmando la ansiedad de Brittany[/i]—Tienes la vida resuelta y un papá con un talonario infinito. Problemas reales no tienes, hija. Tú jamás has tenido dificultades para llegar a fin de mes. Tú no sabes lo que es el Lidl.
—Ya, pero no me voy regodeando por ahí del dinero de mi familia.
—No, eso desde luego que no[/i]—Marley se dio cuenta de por dónde quería ir su amiga—¿Me has preguntado eso porque ese chico te ha echado en cara que eres una pija?
Se hizo el silencio.
Se cumplió aquel refrán que dice: “Quien calla, otorga”.
Ese mutismo fue el telón perfecto para un instante de reflexión por parte de Brittany y de completa comprensión para Marley.
—Mira—prosiguió su amiga—, Podría darle muchos nombres a esto, pero en realidad hay una solución más sencilla. Amiga, siento decírtelo, pero… ¡te estás encoñando!—exclamó Marley—Ahora dime cuál es el problema.
—Bueno… que quien me gusta es una mujer…—al fin, Brittany explotó y desveló aquel sentimiento escondido—Una mujer…
Por primera vez en mucho tiempo, su casa no era sinónimo de tranquilidad.
Había estado rehuyendo el momento de volver a su guarida desde que salió de la redacción y había ido de cafetería en cafetería apurando las horas hasta que ya se le había hecho demasiado tarde como para andar deambulando sola por la ciudad.
Dejó su maletín de piel sobre el sofá, se quitó el abrigo de paño, la bufanda de colores y dejó todo bien colgado en el armario de su habitación.
Antes de cambiarse de ropa, seleccionó el jersey del día siguiente de entre la pila que tenía pulcramente colocada en un estante y contenía toda la gama del arco iris.
Se colocó el pijama rojo con estampados de Hello Kitty y se encendió un pitillo en el salón. Miró unos segundos la tele apagada. La encendió con el mando y eligió un canal al azar.
No le gustaba el silencio que había a su alrededor, porque acentuaba aún más su propia soledad.
El presentador del informativo hablaba en un tono neutro para dar una noticia de masacre en Gaza, mientras en su cabeza algo muy distinto la distraía de lo presente.
No podía quitarse a Santana del pensamiento.
Se le había olvidado qué era tener remordimientos. Aquél podía haber sido un día normal de trabajo. Eso era lo que ella había pretendido nada más entrar en la oficina, pero su cumpleaños le había dejado un mal sabor de boca (no por el trauma de pasar a ser un año más vieja, sino por cómo había terminado gracias a su ayudante).
Se suponía que la tarde anterior había imaginado cómo iba a ser la víspera de su cumpleaños: las felicitaciones de rigor y, en un par de horas, todo habría vuelto a la normalidad, sin más tonterías innecesarias para quedar bien con sus compañeros.
Era evidente que no esperaba ningún regalo.
Si mantenía aquella imagen de mujer fría era porque lo buscaba conscientemente. Por ese motivo, Santana había conseguido dejarla fuera de combate, no sólo por haber tenido con ella un detalle que el resto no tuvo, sino porque el regalo fue utilizado para tratar de cambiar el statu quo inamovible al que ella se aferraba con uñas y dientes.
Y más tratándose, finalmente, de una pesada broma.
Repasó en sus recuerdos todas las ocasiones en las que había acabado discutiendo con Santana, que no eran pocas precisamente. En todas ellas se dio cuenta de que se producía un momento de empate.
Su subordinada sabía cómo llegar a ella, con qué palabras, con qué reproches…
¿Acaso se podía leer tan claramente a través de sus ojos?
¿Era realmente efectiva la coraza que siempre llevaba puesta?
Un leve golpeteo en los cristales la hizo parpadear varias veces para aterrizar desde las nubes.
Estaba diluviando.
Se acercó a la puerta de su pequeña terraza. Las luces de neón se distorsionaban a través de los goterones de agua que se agolpaban y resbalaban por el frío cristal. El tráfico era poco fluido y pudo escuchar la coral de cláxones que pugnaban en una batalla para ver quién pitaba más fuerte.
Y la noche era tan oscura como aquella mancha que se agrandaba dentro de su pecho.
—Joder, me voy a volver loca… Necesito que esto pare.
Se sujetó la cabeza con las dos manos, cerró los ojos fuertemente y deseó que el dolor de cabeza que hacía rato la acompañaba desapareciera de una vez.
—Tranquila, Brittany… sólo es estrés. Mañana habrá pasado. No debiste tomarte esas dos cañas tan seguidas, eso es todo—se autoengañó.
Apagó el cigarrillo que estaba en las últimas y se encendió otro. Hizo zapping.
Nada que ver.
Dejó una teleserie que jamás había visto y fue en busca de su bolso para coger el teléfono móvil. Marcó el número de su amiga Marley. Necesitaba hablar con alguien que le ayudara a ordenar las paranoias de su cabeza, pero saltó de pronto el buzón de voz.
No dejó ningún mensaje y colgó, desalentada.
Se dio cuenta de que había dejado abierto el bolso. Cuando iba a cerrarlo, encontró en primer término, por encima de su monedero, la nota de Santana que había rescatado de la basura una vez ésta se había marchado terriblemente contrariada.
Conservaba los pliegues desiguales de su anterior estado: una bola de papel. La abrió, le pasó varias veces la mano para aplanar la hoja escrita y después la leyó una vez más.
Eran las diez y veinte cuando una llamada de teléfono la despertó. Se había quedado sopa en el sofá, con la carta en la mano.
Pulsó el botón para descolgar el teléfono inalámbrico.
—¡Por fin te localizo!—dijo la voz al otro lado del aparato—He visto tu llamada… estaba hablando con mi mamá. Y para cuando he querido devolvértela, tu teléfono me salía como apagado o fuera de cobertura.
—Ajá…—cogió su móvil para ver si tenía registradas las llamadas—Vaya, me temo que me quedé sin batería, Marley.
—Bueno, no pasa nada. Dime, ¿qué querías?
—Es que… necesito aclararme. Estoy fatal.
Brittany se volvió a desparramar en el sofá.
—Ya hija, no digas más. Hombres, ¿no?—un suspiro fue lo que su amiga escuchó por respuesta—Uy… ¿y eso? No me digas que te me has enamorado. Bueno dime ahora mismo si está bueno, que últimamente te andabas enrollando con cada cosa… Tú vales mucho, nena. No eres ninguna ONG de novias para frikis.
—No es eso, tonta—Brittany no sabía cómo explicarse[/i]—A ver, es que hay alguien…
—¿Ves? Hay alguien. Yo tenía razón.
—Cállate y déjame acabar. La ronda de preguntas del tercer grado para el final, por favor.
—Vale, vale[/i]—Marley se rió al notar a su amiga demasiado seria—Pero tú a mí no me engañas, porque te lo noto.
Brittany se sonrojó.
Marley era su amiga desde que iban al colegio. No había secretos entre ellas. Por eso le costaba tanto abrirse en algunas ocasiones, porque delante de ella siempre acababa por ser ella misma: sensible, vulnerable, frágil… e insegura.
—La persona de la que te hablo empezó siendo invisible. Fue contratada en mi empresa al día siguiente de entrar yo, para ser mi ayudante… Bueno, de ese día hay algo más que ahora no me apetece contarte… Vuelvo al tema importante. Bien, desde entonces no hemos tenido lo que se dice un buen comienzo. Es como si fuéramos de dos planetas diferentes. Hay veces en las que me saca de quicio. Otras en las que admiro su capacidad de trabajo, su profesionalidad, su autoconfianza, el trato tan bueno que tiene con sus compañeros… Todos hablan bien, adoran su simpatía y su amabilidad. A mí me pareció que tenía trastienda… ya sabes, que escondía algo detrás, unas intenciones no muy buenas. Pensé que quería escalar, porque le repateaba que me hubieran escogido a mí para el puesto que ahora desempeño… Me encargué de poner las cosas claras. La distancia me sirvió para no dejar que a la primera de cambio se me subiera a la chepa. Llegué a pensar que su “buen rollo” era una trampa y que se valdría del peloteo que tenía con todos para dar un golpe de estado.
—En serio, Britt, deja ya los tripis. Pobre muchacho. ¿No has caído en que, a lo mejor, él es simpático porque no es un cardo, como tú?
—Ya… A pesar de que en un principio prejuzgué negativamente, esa opinión está cambiando tan rápidamente que me da miedo. Y encima…Joder, hoy me he portado fatal y le hice daño.
—Un momento, ¿insinúas que te sientes mal por haberle dado un repertorio de tus mejores frases hirientes a tu ayudante?
—Sí…—dijo culpable.
—¿Tú, Brittany Susan Pierce, me estás diciendo que por fin alguien te ha tocado la fibra y que te está removiendo ahí dentro?
—Ajá…
—¿Y se puede saber qué cosa tan grave ha hecho para que le hayas montado la de Dios es Cristo y que ahora te sientas culpable? Porque, que yo sepa, de lo único por lo que has tendido remordimientos en tu vida fue de no haberte sacado el carnet de conducir porque tu papá te dijo que te regalaría un BMW por tu cumpleaños, y en plena edad del pavo.
—Oye, ¿a ti te parece que soy una niña de papá?—Brittany la interrumpió y formuló la pregunta con mucho interés.
—Rubia… Nunca te ha faltado de nada—la voz serena de Marley iba calmando la ansiedad de Brittany[/i]—Tienes la vida resuelta y un papá con un talonario infinito. Problemas reales no tienes, hija. Tú jamás has tenido dificultades para llegar a fin de mes. Tú no sabes lo que es el Lidl.
—Ya, pero no me voy regodeando por ahí del dinero de mi familia.
—No, eso desde luego que no[/i]—Marley se dio cuenta de por dónde quería ir su amiga—¿Me has preguntado eso porque ese chico te ha echado en cara que eres una pija?
Se hizo el silencio.
Se cumplió aquel refrán que dice: “Quien calla, otorga”.
Ese mutismo fue el telón perfecto para un instante de reflexión por parte de Brittany y de completa comprensión para Marley.
—Mira—prosiguió su amiga—, Podría darle muchos nombres a esto, pero en realidad hay una solución más sencilla. Amiga, siento decírtelo, pero… ¡te estás encoñando!—exclamó Marley—Ahora dime cuál es el problema.
—Bueno… que quien me gusta es una mujer…—al fin, Brittany explotó y desveló aquel sentimiento escondido—Una mujer…
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
al fin! me causa mucha gracia algunas expresiones que no entiendo chirri pa verbena, un cardo, encoñando en fin me doy una idea mas o menos de lo que pden significar, bueno la historia va de lo mejor, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:al fin! me causa mucha gracia algunas expresiones que no entiendo chirri pa verbena, un cardo, encoñando en fin me doy una idea mas o menos de lo que pden significar, bueno la historia va de lo mejor, hasta pronto!
Hola, jajajaaj me pasa igual, pero como es una historia hecha por y para españa, preferí no cambiar nada jaajjaajaj, pero igual como que se sabe que puede ser no¿? jaajjajajaj. Bn espero y siga así jaajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 10
Capitulo 10
Abrió los ojos ante la inevitable tragedia: era lunes.
Dejó caer el despertador barato del “todo a cien” al suelo (con toda la mala la intención del mundo) y, de nuevo, hizo un descomunal esfuerzo para salir de la cama y enfrentarse sola al mundo.
El contacto de sus pies con el piso helado le hizo acordarse de que la noche anterior había dejado abandonadas las zapatillas en el salón.
Una vez más, se había ido a la cama descalza.
Su vagancia estaba llegando a unos límites insospechados.
Sus calcetines formaban parte de la anárquica decoración de su dormitorio: el del pie derecho descansaba en el respaldo de la silla del ordenador y el del izquierdo… ni conocía su actual paradero, ni tenía el tiempo suficiente como para averiguarlo.
Una vez rescatadas las zapatillas, se dirigió al cuarto de baño adormilada aún. Se bajó los pantalones del pijama de ovejitas rosas, luego las bragas y, después, se sentó sin mirar en el WC.
—¡Joder! ¡Vaya mierda!
La tapa del váter estaba bajada y Santana había estado a punto de orinar en ella. Esto habría provocado, como alguna vez le había pasado, un encharcamiento del suelo con su propio producto.
Suspiró.
Abrió la tapa de un golpe, cabreada, y le dio un respiro a su vejiga. Se lavó las manos y la cara con agua helada.
“A ver si así espabilas, que vas a llegar tarde… si es que no te encuentras con tu carta de despido en la misma plaza de parking”.
El frío y transparente líquido hacía palidecer, aún más, su rostro. Ante el espejo se fijó en la chica que la miraba fijamente.
Tenía el pelo enmarañado y una expresión lastimera. En sus pupilas marrones no se adivinaba chispa de vida alguna. Detrás de aquellos ojos no logró encontrar nada, ni siquiera a la mujer que fue feliz no hacía demasiado tiempo.
Desayunó poca cosa para después darse una ducha. Se vistió en tiempo récord con lo primero que encontró limpio en su armario, se desenredó su larga melena oscura y, cuando se hubo perfumado, cogió su bolso bandolera, su teléfono móvil y salió de casa.
Estaba echando la llave cuando se acordó de que no se había maquillado.
—Total, ¿para qué?
Ya en la calle, retiró algo de escarcha de la luna delantera del coche de su difunta novia. Lo seguía cogiendo cada día porque no se atrevía a venderlo. A pesar de los recuerdos, lo conducía. No quería que se estropeara por el desuso, como si con ello fuera a lograr conservar un pedacito de Dani.
Sentada al volante, puso en marcha el vehículo y comprobó, para su decepción, que la calefacción seguía sin funcionar correctamente.
“Claro, como no lo llevas a arreglar, ¿qué quieres, gilipollas?”
Eran las siete de la mañana y a esa hora no estaban puestas ni las calles. Ni un alma por las aceras, todo el mundo iba a sus respectivos trabajos en sus coches o en el transporte público.
En el primer semáforo en el que paró, se topó con una cuadrilla de barrenderos, abrigados hasta las cejas, limpiando la basura que otros habían dejado como regalo.
Aún no había cambiado el disco a verde, así que metió uno de los CD’s que le gustaba tanto poner cuando viajaba junto a Dani. Subió el volumen y dejó que las lágrimas inundaran sus cansados ojos. Éstas resbalaban libres por su mejilla, un sabor entre salado y amargo se instaló en su garganta una vez más.
Una mañana más.
Nuevamente, Dani en sus recuerdos, en su memoria.
En su presente.
Las Navidades estaban a la vuelta de la esquina. Y el tiempo pasaba tan despacio a veces…
El semáforo cambió a verde y Santana estaba tan absorta que no se dio cuenta de la cola que tenía detrás. Una tormenta de cláxones sonando al unísono la hicieron reaccionar.
Se alteró tanto que se le caló el coche. Trató de arrancar un par de veces sin conseguirlo.
—Vale. No te pongas nerviosa, que es peor.
A la tercera, Dios (o quien quiera que fuese) escuchó sus plegarias.
Cuarenta y cinco minutos más tarde ya había dejado su vehículo en el aparcamiento de personal. Entró en el gran edificio blanco, propiedad de la revista Voyager, y saludó con la mano mecánicamente a todos los de la planta baja, como cada mañana.
De hecho, al hacerlo no miraba a nadie en concreto, sino más bien al impersonal vacío.
Todavía llevaba el abrigo abotonado hasta la barbilla, con las solapas tapándole los labios, a modo de mordaza autoimpuesta. Era la excusa perfecta para no tener que abrir la boca más que lo necesario.
Caminó lentamente hasta el ascensor, que la recibía con las puertas abiertas. Pulsó el botón de la segunda planta.
—¡Espera! ¡ Santana, espérame!—una voz de mujer suplicó agitada.
Tarde.
Santana no sintió ningún remordimiento por no haber evitado que las puertas metálicas se cerraran. Se felicitó a sí misma por haberse zafado de una molesta y trivial conversación de ascensor.
Su boca seguía atrincherada y resguardada de cualquier virus invernal, y amenazaba con continuar con la huelga.
Al llegar a su mesa, encontró una nota de Sue.
Buenos días, Santana. En cuanto puedas, pásate por mi mesa. Tengo algo interesante que proponerte. Creo que te va a gustar.
Sue.
Sin prestarle más atención, devolvió el papel al mismo lugar de donde lo había cogido. Colgó la bandolera y el abrigo en el perchero situado al lado de su mesa de trabajo y abandonó el teléfono móvil cerca del teclado de su ordenador.
Anduvo hasta la máquina de café para tomarse un cortado. Sacó el humeante vaso, removió el azúcar y se bebió el contenido en dos largos sorbos.
Miró a su alrededor.
Toda la planta estaba vacía, tranquila, en paz.
—¿Te parece bonito haberme dejado ahí abajo con la palabra en la boca?
Adiós al silencio.
—Hola, Brittany—dijo en un gruñido gutural casi murmurado.
—Ni hola ni leches. ¿A ti qué coño te pasa, tía?
No pensaba responder a aquella pregunta retórica, pero su inactiva lengua le jugó, a traición, una mala pasada.
—Lo mismo que a todo el mundo. ¿O es que acaso no lo sabes? Como yo soy aquí la última mierda, actúo como tal.
La mujer que tenía enfrente respiró hondo para tratar de tragarse la rabia que la consumía por dentro.
Sus ojos azules, que en su estado natural, eran dos manantiales, podían llegar a ser tan fríos como en aquel momento.
—Has pasado de mí y me has cerrado las puertas del ascensor en las narices…
—¿Algo más que reprocharme?—añadió Santana tranquilamente para luego volver a beber de su vaso.
—Mira, tía… Paso—respondió Brittany mientras se daba la media vuelta para marcharse de ahí.
—Oye, perdóname—Santana tuvo que caminar deprisa para alcanzarla—Perdóname. Es que no puedo evitarlo…
—Esperaba haber podido hablar contigo. Pero da igual—suspiró—Me voy a trabajar, que para eso me pagan, no para beber café.
Nuevamente, Brittany se despedía con una pulla para Santana. Ésta se cruzó con Kitty, que venía a lo mismo que estaba haciendo la fotógrafa.
—Ay, esto es un infierno…—la rubia bajita entró despotricando.
—Los hombres—Santana acertó, como lo hacía siempre, con ella.
—Me agobio.
—Qué raro… ¿Ya te has vuelto a colgar de un hippy perroflauta?
Santana metió el dedo en el vaso y se puso a rebañar el azúcar que quedaba en el fondo para luego comérselo.
—Hasta las chanclas—Kitty respondió sintiéndose culpable.
—Ah… Estupendo—la morena se chupaba el dedo índice, que estaba pegajoso.
—Eso digo yo. Si es que no aprendo…
—Otro “espíritu libre”, supongo.
Santana fue hasta el fregadero y se lavó las manos con el jabón líquido que había en un dispensador de pared.
—La excusa de siempre—Kitty estaba bastante dolida.
—Espero que a éste no le oliera el sobaco como el de hace dos semanas. Levantaba el alerón y no veas, a perro muerto… Un espíritu libre… ¡Libre de jabón!—aquel comentario jocoso le hizo gracia a su compañera.
Kitty sonrió mientras le daba un inocente golpe en el brazo a su confidente de oficina.
—¿Y tú cómo estás?—preguntó la rubia.
—Ayer estuve de terapia con Quinn. Creo que voy progresando, pero sigue siendo tan duro salir a la calle y ver que todo sigue igual, que nadie se ha dado cuenta de que Dani ya no está… Y sé que tengo que cambiar, que no me puedo quedar todo el fin de semana vegetando en casa, con el pijama puesto y comiendo helado mientras veo la Teletienda hasta las tantas… Pero es que no me apetece hacer nada. Lo único que me importaba se ha ido de este mundo y por eso ya no merece la pena seguir en él.
—¿Sabes?—Kitty se sacó un cortado de la máquina—Mi mamá me dijo hace mucho tiempo una cosa que pienso que, en parte, es cierta—Santana enarcó una ceja a modo de interrogación—Que nadie es totalmente indispensable en la vida—respondió Kitty, sin mirarla, ya que se concentró en remover el azúcar del vaso.
Lo único que Kitty obtuvo como respuesta a aquella cita fue un sonoro suspiro de dolorosa desaprobación.
—La vida sigue, aunque tú no lo creas o no quieras verlo. Conocerás a otra persona. Nunca será como Dani, de modo que no trates de compararla. Nunca lo hagas. Eso no se debe hacer con nadie, ya que todos tenemos algo distinto y ese algo es el signo de distinción en donde reside el encanto de cada uno.
—Tú y yo vemos la vida y las relaciones personales de manera distinta, me temo… Pero gracias por el consejo, rubia—Santana abrazó fuerte a Kitty.
Los demás compañeros habían ido entrando por las acristaladas puertas como un goteo incesante.
Cuando se quisieron dar cuenta, casi eran las únicas que no se habían puesto manos a la obra en sus respectivos puestos de trabajo. Santana miró su reloj y se percató de que se le había hecho algo tarde.
—Discúlpame, pero tengo que ir a ver a Sue. Me ha dejado una nota. A ver qué quiere.
Santana se despidió con la mano. Se dio prisa en volver y encontró a la mujer que le había escrito el mensaje mirando unos reportajes en su ordenador.
—¡Qué prisa te has dado en venir!… Menos mal que no me estaba muriendo—Sue y su particular sentido del humor mañanero.
—Perdona, es que hoy no me he cogido el helicóptero.
Sue la miró a los ojos con cierta sorpresa.
—Vaya, hoy te has levantado sarcástica—sus ojos volvieron a la pantalla.
—Hoy me he levantado y mucho es. A ver… ¿Qué era eso tan importante que tenías que proponerme? ¿Al fin me vas a dejar cobrar sin tener que venir a trabajar?
—Te aseguro que en cuanto admitan esa cláusula en los contratos seré la primera en probarla—añadió mientras buscaba unos documentos en el primer cajón de su mesa—Siéntate, que te tengo que hablar de un asunto.
—Dispara, Sue.
Santana cogió una silla que había libre al lado de una maceta, la puso frente a la de Sue y se acomodó en ella.
—Tengo una propuesta que hacerte. Pero me tienes que contestar cuanto antes.
—¿De qué se trata?—Santana frunció el ceño.
—El director de contenidos me ha propuesto hacer un documental en Irán con gente de nuestra sección para dentro de un mes, porque todos los de Plus Ultra ya tienen reportajes asignados y no dan abasto. Y he pensado en ti y en Brittany para llevarlo a cabo.
Un invisible jarro de agua fría fue lanzado desde lo alto sobre Santana.
Dejó caer el despertador barato del “todo a cien” al suelo (con toda la mala la intención del mundo) y, de nuevo, hizo un descomunal esfuerzo para salir de la cama y enfrentarse sola al mundo.
El contacto de sus pies con el piso helado le hizo acordarse de que la noche anterior había dejado abandonadas las zapatillas en el salón.
Una vez más, se había ido a la cama descalza.
Su vagancia estaba llegando a unos límites insospechados.
Sus calcetines formaban parte de la anárquica decoración de su dormitorio: el del pie derecho descansaba en el respaldo de la silla del ordenador y el del izquierdo… ni conocía su actual paradero, ni tenía el tiempo suficiente como para averiguarlo.
Una vez rescatadas las zapatillas, se dirigió al cuarto de baño adormilada aún. Se bajó los pantalones del pijama de ovejitas rosas, luego las bragas y, después, se sentó sin mirar en el WC.
—¡Joder! ¡Vaya mierda!
La tapa del váter estaba bajada y Santana había estado a punto de orinar en ella. Esto habría provocado, como alguna vez le había pasado, un encharcamiento del suelo con su propio producto.
Suspiró.
Abrió la tapa de un golpe, cabreada, y le dio un respiro a su vejiga. Se lavó las manos y la cara con agua helada.
“A ver si así espabilas, que vas a llegar tarde… si es que no te encuentras con tu carta de despido en la misma plaza de parking”.
El frío y transparente líquido hacía palidecer, aún más, su rostro. Ante el espejo se fijó en la chica que la miraba fijamente.
Tenía el pelo enmarañado y una expresión lastimera. En sus pupilas marrones no se adivinaba chispa de vida alguna. Detrás de aquellos ojos no logró encontrar nada, ni siquiera a la mujer que fue feliz no hacía demasiado tiempo.
Desayunó poca cosa para después darse una ducha. Se vistió en tiempo récord con lo primero que encontró limpio en su armario, se desenredó su larga melena oscura y, cuando se hubo perfumado, cogió su bolso bandolera, su teléfono móvil y salió de casa.
Estaba echando la llave cuando se acordó de que no se había maquillado.
—Total, ¿para qué?
Ya en la calle, retiró algo de escarcha de la luna delantera del coche de su difunta novia. Lo seguía cogiendo cada día porque no se atrevía a venderlo. A pesar de los recuerdos, lo conducía. No quería que se estropeara por el desuso, como si con ello fuera a lograr conservar un pedacito de Dani.
Sentada al volante, puso en marcha el vehículo y comprobó, para su decepción, que la calefacción seguía sin funcionar correctamente.
“Claro, como no lo llevas a arreglar, ¿qué quieres, gilipollas?”
Eran las siete de la mañana y a esa hora no estaban puestas ni las calles. Ni un alma por las aceras, todo el mundo iba a sus respectivos trabajos en sus coches o en el transporte público.
En el primer semáforo en el que paró, se topó con una cuadrilla de barrenderos, abrigados hasta las cejas, limpiando la basura que otros habían dejado como regalo.
Aún no había cambiado el disco a verde, así que metió uno de los CD’s que le gustaba tanto poner cuando viajaba junto a Dani. Subió el volumen y dejó que las lágrimas inundaran sus cansados ojos. Éstas resbalaban libres por su mejilla, un sabor entre salado y amargo se instaló en su garganta una vez más.
Una mañana más.
Nuevamente, Dani en sus recuerdos, en su memoria.
En su presente.
Las Navidades estaban a la vuelta de la esquina. Y el tiempo pasaba tan despacio a veces…
El semáforo cambió a verde y Santana estaba tan absorta que no se dio cuenta de la cola que tenía detrás. Una tormenta de cláxones sonando al unísono la hicieron reaccionar.
Se alteró tanto que se le caló el coche. Trató de arrancar un par de veces sin conseguirlo.
—Vale. No te pongas nerviosa, que es peor.
A la tercera, Dios (o quien quiera que fuese) escuchó sus plegarias.
Cuarenta y cinco minutos más tarde ya había dejado su vehículo en el aparcamiento de personal. Entró en el gran edificio blanco, propiedad de la revista Voyager, y saludó con la mano mecánicamente a todos los de la planta baja, como cada mañana.
De hecho, al hacerlo no miraba a nadie en concreto, sino más bien al impersonal vacío.
Todavía llevaba el abrigo abotonado hasta la barbilla, con las solapas tapándole los labios, a modo de mordaza autoimpuesta. Era la excusa perfecta para no tener que abrir la boca más que lo necesario.
Caminó lentamente hasta el ascensor, que la recibía con las puertas abiertas. Pulsó el botón de la segunda planta.
—¡Espera! ¡ Santana, espérame!—una voz de mujer suplicó agitada.
Tarde.
Santana no sintió ningún remordimiento por no haber evitado que las puertas metálicas se cerraran. Se felicitó a sí misma por haberse zafado de una molesta y trivial conversación de ascensor.
Su boca seguía atrincherada y resguardada de cualquier virus invernal, y amenazaba con continuar con la huelga.
Al llegar a su mesa, encontró una nota de Sue.
Buenos días, Santana. En cuanto puedas, pásate por mi mesa. Tengo algo interesante que proponerte. Creo que te va a gustar.
Sue.
Sin prestarle más atención, devolvió el papel al mismo lugar de donde lo había cogido. Colgó la bandolera y el abrigo en el perchero situado al lado de su mesa de trabajo y abandonó el teléfono móvil cerca del teclado de su ordenador.
Anduvo hasta la máquina de café para tomarse un cortado. Sacó el humeante vaso, removió el azúcar y se bebió el contenido en dos largos sorbos.
Miró a su alrededor.
Toda la planta estaba vacía, tranquila, en paz.
—¿Te parece bonito haberme dejado ahí abajo con la palabra en la boca?
Adiós al silencio.
—Hola, Brittany—dijo en un gruñido gutural casi murmurado.
—Ni hola ni leches. ¿A ti qué coño te pasa, tía?
No pensaba responder a aquella pregunta retórica, pero su inactiva lengua le jugó, a traición, una mala pasada.
—Lo mismo que a todo el mundo. ¿O es que acaso no lo sabes? Como yo soy aquí la última mierda, actúo como tal.
La mujer que tenía enfrente respiró hondo para tratar de tragarse la rabia que la consumía por dentro.
Sus ojos azules, que en su estado natural, eran dos manantiales, podían llegar a ser tan fríos como en aquel momento.
—Has pasado de mí y me has cerrado las puertas del ascensor en las narices…
—¿Algo más que reprocharme?—añadió Santana tranquilamente para luego volver a beber de su vaso.
—Mira, tía… Paso—respondió Brittany mientras se daba la media vuelta para marcharse de ahí.
—Oye, perdóname—Santana tuvo que caminar deprisa para alcanzarla—Perdóname. Es que no puedo evitarlo…
—Esperaba haber podido hablar contigo. Pero da igual—suspiró—Me voy a trabajar, que para eso me pagan, no para beber café.
Nuevamente, Brittany se despedía con una pulla para Santana. Ésta se cruzó con Kitty, que venía a lo mismo que estaba haciendo la fotógrafa.
—Ay, esto es un infierno…—la rubia bajita entró despotricando.
—Los hombres—Santana acertó, como lo hacía siempre, con ella.
—Me agobio.
—Qué raro… ¿Ya te has vuelto a colgar de un hippy perroflauta?
Santana metió el dedo en el vaso y se puso a rebañar el azúcar que quedaba en el fondo para luego comérselo.
—Hasta las chanclas—Kitty respondió sintiéndose culpable.
—Ah… Estupendo—la morena se chupaba el dedo índice, que estaba pegajoso.
—Eso digo yo. Si es que no aprendo…
—Otro “espíritu libre”, supongo.
Santana fue hasta el fregadero y se lavó las manos con el jabón líquido que había en un dispensador de pared.
—La excusa de siempre—Kitty estaba bastante dolida.
—Espero que a éste no le oliera el sobaco como el de hace dos semanas. Levantaba el alerón y no veas, a perro muerto… Un espíritu libre… ¡Libre de jabón!—aquel comentario jocoso le hizo gracia a su compañera.
Kitty sonrió mientras le daba un inocente golpe en el brazo a su confidente de oficina.
—¿Y tú cómo estás?—preguntó la rubia.
—Ayer estuve de terapia con Quinn. Creo que voy progresando, pero sigue siendo tan duro salir a la calle y ver que todo sigue igual, que nadie se ha dado cuenta de que Dani ya no está… Y sé que tengo que cambiar, que no me puedo quedar todo el fin de semana vegetando en casa, con el pijama puesto y comiendo helado mientras veo la Teletienda hasta las tantas… Pero es que no me apetece hacer nada. Lo único que me importaba se ha ido de este mundo y por eso ya no merece la pena seguir en él.
—¿Sabes?—Kitty se sacó un cortado de la máquina—Mi mamá me dijo hace mucho tiempo una cosa que pienso que, en parte, es cierta—Santana enarcó una ceja a modo de interrogación—Que nadie es totalmente indispensable en la vida—respondió Kitty, sin mirarla, ya que se concentró en remover el azúcar del vaso.
Lo único que Kitty obtuvo como respuesta a aquella cita fue un sonoro suspiro de dolorosa desaprobación.
—La vida sigue, aunque tú no lo creas o no quieras verlo. Conocerás a otra persona. Nunca será como Dani, de modo que no trates de compararla. Nunca lo hagas. Eso no se debe hacer con nadie, ya que todos tenemos algo distinto y ese algo es el signo de distinción en donde reside el encanto de cada uno.
—Tú y yo vemos la vida y las relaciones personales de manera distinta, me temo… Pero gracias por el consejo, rubia—Santana abrazó fuerte a Kitty.
Los demás compañeros habían ido entrando por las acristaladas puertas como un goteo incesante.
Cuando se quisieron dar cuenta, casi eran las únicas que no se habían puesto manos a la obra en sus respectivos puestos de trabajo. Santana miró su reloj y se percató de que se le había hecho algo tarde.
—Discúlpame, pero tengo que ir a ver a Sue. Me ha dejado una nota. A ver qué quiere.
Santana se despidió con la mano. Se dio prisa en volver y encontró a la mujer que le había escrito el mensaje mirando unos reportajes en su ordenador.
—¡Qué prisa te has dado en venir!… Menos mal que no me estaba muriendo—Sue y su particular sentido del humor mañanero.
—Perdona, es que hoy no me he cogido el helicóptero.
Sue la miró a los ojos con cierta sorpresa.
—Vaya, hoy te has levantado sarcástica—sus ojos volvieron a la pantalla.
—Hoy me he levantado y mucho es. A ver… ¿Qué era eso tan importante que tenías que proponerme? ¿Al fin me vas a dejar cobrar sin tener que venir a trabajar?
—Te aseguro que en cuanto admitan esa cláusula en los contratos seré la primera en probarla—añadió mientras buscaba unos documentos en el primer cajón de su mesa—Siéntate, que te tengo que hablar de un asunto.
—Dispara, Sue.
Santana cogió una silla que había libre al lado de una maceta, la puso frente a la de Sue y se acomodó en ella.
—Tengo una propuesta que hacerte. Pero me tienes que contestar cuanto antes.
—¿De qué se trata?—Santana frunció el ceño.
—El director de contenidos me ha propuesto hacer un documental en Irán con gente de nuestra sección para dentro de un mes, porque todos los de Plus Ultra ya tienen reportajes asignados y no dan abasto. Y he pensado en ti y en Brittany para llevarlo a cabo.
Un invisible jarro de agua fría fue lanzado desde lo alto sobre Santana.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 11
Capitulo 11
—De culo y contra el viento, Quinn, así voy—dijo Santana a su amiga, que la escuchaba al otro lado de la línea, mientras encendía el tercer cigarrillo de la tarde—Se me hizo rarísimo que no tomara medidas por haberme largado con aquel descaro. Creo que la asusté de verdad… o yo qué sé—remató haciendo aspavientos con la mano que sostenía el pitillo.
La fotógrafa daba vueltas por su diminuto salón. Se oía música clásica de Jean Baptiste Lully desde la minicadena conectada en su dormitorio. La obertura del Ballet de la Nuit sonaba majestuosa, con sus timbales y violines al servicio de Luis XIV.
—No, ayer sólo tuvimos un encontronazo a primera hora de la mañana. (…) Sí, actuó como si no hubiera ocurrido nada. De hecho, la noté distinta. No sacó el tema, pero era evidente que mi actitud había calado en ella. Digamos que estaba más suave, sin tantas palabras negativas ni regañinas. (…) Ya, ya sé que puede que esté tramando algo, no me fío ni un pelo. Pero… ¿y si de verdad la he hecho recapacitar? (…) Sí, la tengo. Y la prueba es que me han dicho los de mi sección que Brittany le ocultó a Sue la verdadera razón por la que me marché el jueves antes de mi hora. (…) Puede que lo hiciera por guardarse las espaldas, pero viendo cómo actúa ahora conmigo… he llegado a creer que hizo eso por no dejarme en ridículo con lo de la carta. (…) Oye, guapa, la que chocheas eres tú. Si te cuento esto es porque lo he visto con mis propios ojos. A Atila le pasa algo, que te lo digo yo. Lo que más miedo me da es no saber su siguiente movimiento, por dónde me va a salir la próxima vez. A lo mejor sólo es que está con la regla…
El reloj en el display marcaba las nueve y media de la noche. A pesar de estar inmersa en la conversación, Santana se moría de hambre. Le sonaron las tripas un par de veces. Se llevó una mano a la barriga con cara de fastidio, porque no podía dejar a Quinn con la palabra en la boca.
—Bueno, pero es que no te he contado lo mejor de todo. (…) Siéntate, porque seguro que te da un chungo. (…) Tuve una reunión con Sue, ¿y a que no sabes qué? (…) Resulta que nos ha propuesto a Atila y a mí como fotógrafas de un reportaje que quieren hacer los de la sección Plus Ultra sobre Irán. Sí, nosotras somos de la sección nacional, pero por lo visto el fotógrafo que iba a encargarse de eso está de baja y el resto de gente no puede hacerse cargo. Nada, rubia, que les hemos caído en gracia. (…) Mujer, eso es un plus de dinerillo que me aseguro, pero te vuelvo a decir que sería ir de viaje, no de placer, eso seguro, con la amargada de Brittany. No sé si mi cuerpo y mi ánimo lo resistirán, la verdad. (…) No, ni tampoco si ella ha aceptado. Ayer estuve bastante liada con los preparativos para el reportaje que haremos la semana que viene en el Parque Nacional de Doñana.
Quince minutos más de parloteo y Santana ya no aguantaba más sin comer. Un nuevo rugido estomacal dio punto y final a la animada charla.
Se disculpó con su amiga y colgó, sintiéndose aliviada de haberla puesto al día, ya que contarle las novedades era lo mejor que podía hacer para no agobiarse demasiado.
Quinn siempre encontraba el punto divertido al drama.
Se zampó en tiempo récord una ensalada y un filete a la plancha. Una vez recuperadas las fuerzas, pensó que lo mejor que podía hacer para entretener la cabeza era poner algo de orden en su pequeño departamento. Se puso a limpiar el baño con un par de guantes verdes cuando su teléfono sonó desde la lejanía.
“¡Buenooooo…! ¿Y ahora quién será? No, si yo hoy no voy a poder hacer nada. Me van a dar las cuatro de la mañana, ya verás. ¡Cagüentó!”.
Dejó lo que estaba haciendo y fue al salón. Le sudaban las manos por culpa del plástico de los guantes. Al quitárselos, se dio involuntariamente con ellos un latigazo que le enrojeció el antebrazo.
“¡Ay, cojones! Mira que llego a ser pato…”.
Se puso un mechón rebelde detrás de la oreja, cogió el inalámbrico y contestó.
Era Quinn, una vez más.
—Que estaba yo barruntando… ¿Lo saben tus padres?
—No—Santana se rascó la cabeza—, Todavía no se lo he dicho a nadie. Excepto a ti, claro. Eres la primera.
—Gracias por la exclusiva. Es un honor—contestó Quinn, satisfecha—Bueno… ¿sabes qué pienso?
—¿Tú pensar, Q? Malo, malo…
—Que te den, San—le dijo Quinn cabreada.
—Va, dime. Que era bromita, Quinny—se disculpó con vocecit de niña arrepentida.
—Bueno que creo que es lo mejor en este momento. Quiero decir que es justo lo que necesitabas. Alejarte de tu Baticueva para que te dé el sol y reaparezca tu melanina.
—Fue a hablar la que se cayó de pequeña en la marmita de lejía.
—Hablo en serio, jodía.
Quinn se rió por el comentario a cerca de su tono claro de piel.
—¿Y si en vez de ayudarme, me agudiza la depresión?—Santana no lo veía tan positivo[i]—Quizá ahora no estemos todo el día peleando, pero puede volver a la carga en cuanto le dé el ataque de menopausia transitoria al que ya me tiene acostumbrada.
—Bueno te pillas el billete de vuelta y que cojan a otra. Te conocen demasiado bien como para no ponerte ninguna pega.
—Ya, pero tampoco quiero decepcionar a nadie.
Santana sacó un cigarrillo de la cajetilla.
—Lo principal es no decepcionarte a ti misma. A los demás que les den. Tú lo que tienes que hacer, es ver mundo y salir de aquí, porque exceptuando Madrid y Sevilla…
—Oye, guapa, que tú tampoco es que seas Willy Fog.
Santana giró la ruedecilla del mechero y encendió el pitillo que tenía aprisionado entre los labios.
—Yo que tú decía ya que sí. ¿Quién sabe? Quizás tu vida dé un giro inesperado cuando menos te lo esperes. Estoy convencida de que será bueno para ti. Además, debe ser toda una experiencia… Con lo que me gusta a mí la comida con especias…
—No te embales tanto—la morena exhaló el humo de la primera calada—Que tú enseguida lo ves todo bonito…
—¿Me estás llamando insensata? Me duele mucho en el alma que pienses que puedo ser así, San—dijo Quinn con sarcasmo.
—Mira que llegas a ser teatrera, Quinny…
—Quien no arriesga, no gana. Y ha llegado el momento de comenzar a rehacer tu vida. Te va a venir genial, ya verás… Aunque eso signifique perder de vista una buena temporada a mi mejor amiga…—añadió con tristeza fingida—¿Y con quién discuto y critico a gusto yo ahora?
—Bueno con tu novia—dijo Santana, tajante.
—Ya sabes que Rach no tiene malicia, la pobre—Quinn hablaba con cierta guasa—Es una blandita.
—Es una santa sólo por el hecho de aguantar tu mala leche matutina de cada día, que a ti no se te puede hablar hasta las doce. Y cuando estás hambrienta y no has desayunado, no tienes ni papá ni mamá.
—Anda y pírate ya.
—Te echaré de menos, Quinny—le replicó Santana con sinceridad.
—Seguro Tana, seguro…
La fotógrafa daba vueltas por su diminuto salón. Se oía música clásica de Jean Baptiste Lully desde la minicadena conectada en su dormitorio. La obertura del Ballet de la Nuit sonaba majestuosa, con sus timbales y violines al servicio de Luis XIV.
—No, ayer sólo tuvimos un encontronazo a primera hora de la mañana. (…) Sí, actuó como si no hubiera ocurrido nada. De hecho, la noté distinta. No sacó el tema, pero era evidente que mi actitud había calado en ella. Digamos que estaba más suave, sin tantas palabras negativas ni regañinas. (…) Ya, ya sé que puede que esté tramando algo, no me fío ni un pelo. Pero… ¿y si de verdad la he hecho recapacitar? (…) Sí, la tengo. Y la prueba es que me han dicho los de mi sección que Brittany le ocultó a Sue la verdadera razón por la que me marché el jueves antes de mi hora. (…) Puede que lo hiciera por guardarse las espaldas, pero viendo cómo actúa ahora conmigo… he llegado a creer que hizo eso por no dejarme en ridículo con lo de la carta. (…) Oye, guapa, la que chocheas eres tú. Si te cuento esto es porque lo he visto con mis propios ojos. A Atila le pasa algo, que te lo digo yo. Lo que más miedo me da es no saber su siguiente movimiento, por dónde me va a salir la próxima vez. A lo mejor sólo es que está con la regla…
El reloj en el display marcaba las nueve y media de la noche. A pesar de estar inmersa en la conversación, Santana se moría de hambre. Le sonaron las tripas un par de veces. Se llevó una mano a la barriga con cara de fastidio, porque no podía dejar a Quinn con la palabra en la boca.
—Bueno, pero es que no te he contado lo mejor de todo. (…) Siéntate, porque seguro que te da un chungo. (…) Tuve una reunión con Sue, ¿y a que no sabes qué? (…) Resulta que nos ha propuesto a Atila y a mí como fotógrafas de un reportaje que quieren hacer los de la sección Plus Ultra sobre Irán. Sí, nosotras somos de la sección nacional, pero por lo visto el fotógrafo que iba a encargarse de eso está de baja y el resto de gente no puede hacerse cargo. Nada, rubia, que les hemos caído en gracia. (…) Mujer, eso es un plus de dinerillo que me aseguro, pero te vuelvo a decir que sería ir de viaje, no de placer, eso seguro, con la amargada de Brittany. No sé si mi cuerpo y mi ánimo lo resistirán, la verdad. (…) No, ni tampoco si ella ha aceptado. Ayer estuve bastante liada con los preparativos para el reportaje que haremos la semana que viene en el Parque Nacional de Doñana.
Quince minutos más de parloteo y Santana ya no aguantaba más sin comer. Un nuevo rugido estomacal dio punto y final a la animada charla.
Se disculpó con su amiga y colgó, sintiéndose aliviada de haberla puesto al día, ya que contarle las novedades era lo mejor que podía hacer para no agobiarse demasiado.
Quinn siempre encontraba el punto divertido al drama.
Se zampó en tiempo récord una ensalada y un filete a la plancha. Una vez recuperadas las fuerzas, pensó que lo mejor que podía hacer para entretener la cabeza era poner algo de orden en su pequeño departamento. Se puso a limpiar el baño con un par de guantes verdes cuando su teléfono sonó desde la lejanía.
“¡Buenooooo…! ¿Y ahora quién será? No, si yo hoy no voy a poder hacer nada. Me van a dar las cuatro de la mañana, ya verás. ¡Cagüentó!”.
Dejó lo que estaba haciendo y fue al salón. Le sudaban las manos por culpa del plástico de los guantes. Al quitárselos, se dio involuntariamente con ellos un latigazo que le enrojeció el antebrazo.
“¡Ay, cojones! Mira que llego a ser pato…”.
Se puso un mechón rebelde detrás de la oreja, cogió el inalámbrico y contestó.
Era Quinn, una vez más.
—Que estaba yo barruntando… ¿Lo saben tus padres?
—No—Santana se rascó la cabeza—, Todavía no se lo he dicho a nadie. Excepto a ti, claro. Eres la primera.
—Gracias por la exclusiva. Es un honor—contestó Quinn, satisfecha—Bueno… ¿sabes qué pienso?
—¿Tú pensar, Q? Malo, malo…
—Que te den, San—le dijo Quinn cabreada.
—Va, dime. Que era bromita, Quinny—se disculpó con vocecit de niña arrepentida.
—Bueno que creo que es lo mejor en este momento. Quiero decir que es justo lo que necesitabas. Alejarte de tu Baticueva para que te dé el sol y reaparezca tu melanina.
—Fue a hablar la que se cayó de pequeña en la marmita de lejía.
—Hablo en serio, jodía.
Quinn se rió por el comentario a cerca de su tono claro de piel.
—¿Y si en vez de ayudarme, me agudiza la depresión?—Santana no lo veía tan positivo[i]—Quizá ahora no estemos todo el día peleando, pero puede volver a la carga en cuanto le dé el ataque de menopausia transitoria al que ya me tiene acostumbrada.
—Bueno te pillas el billete de vuelta y que cojan a otra. Te conocen demasiado bien como para no ponerte ninguna pega.
—Ya, pero tampoco quiero decepcionar a nadie.
Santana sacó un cigarrillo de la cajetilla.
—Lo principal es no decepcionarte a ti misma. A los demás que les den. Tú lo que tienes que hacer, es ver mundo y salir de aquí, porque exceptuando Madrid y Sevilla…
—Oye, guapa, que tú tampoco es que seas Willy Fog.
Santana giró la ruedecilla del mechero y encendió el pitillo que tenía aprisionado entre los labios.
—Yo que tú decía ya que sí. ¿Quién sabe? Quizás tu vida dé un giro inesperado cuando menos te lo esperes. Estoy convencida de que será bueno para ti. Además, debe ser toda una experiencia… Con lo que me gusta a mí la comida con especias…
—No te embales tanto—la morena exhaló el humo de la primera calada—Que tú enseguida lo ves todo bonito…
—¿Me estás llamando insensata? Me duele mucho en el alma que pienses que puedo ser así, San—dijo Quinn con sarcasmo.
—Mira que llegas a ser teatrera, Quinny…
—Quien no arriesga, no gana. Y ha llegado el momento de comenzar a rehacer tu vida. Te va a venir genial, ya verás… Aunque eso signifique perder de vista una buena temporada a mi mejor amiga…—añadió con tristeza fingida—¿Y con quién discuto y critico a gusto yo ahora?
—Bueno con tu novia—dijo Santana, tajante.
—Ya sabes que Rach no tiene malicia, la pobre—Quinn hablaba con cierta guasa—Es una blandita.
—Es una santa sólo por el hecho de aguantar tu mala leche matutina de cada día, que a ti no se te puede hablar hasta las doce. Y cuando estás hambrienta y no has desayunado, no tienes ni papá ni mamá.
—Anda y pírate ya.
—Te echaré de menos, Quinny—le replicó Santana con sinceridad.
—Seguro Tana, seguro…
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
excelente un viaje juntas al otro lado del mundo, muchas cosas pden pasar!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:excelente un viaje juntas al otro lado del mundo, muchas cosas pden pasar!
Hola, ajajaajaja toda la razón y esperemos y todas ellas sean buenas jajaajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 12 y 13
Capitulo 12
No paraba quieta.
Estaba atacada.
Había ordenado su armario dos veces, primero juntando la ropa por colores y luego según su uso. Después, fregó toda la casa, puso la lavadora y tendió.
Pero Brittany continuaba con esa angustia que no la dejaba tranquila. Tenía una lucha consigo misma desde que confesó a su amiga Marley sus verdaderos sentimientos hacia Santana.
Para ella fue toda una sorpresa que Sue la buscara a la hora del cigarrito post-almuerzo. Como siempre estaba sola, pudieron hablar con la tranquilidad de no ser espiadas por nadie.
Así fue cómo se enteró de que tanto ella como la mujer que últimamente ocupaba sus pensamientos habían sido seleccionadas para un reportaje de más envergadura a la que estaban acostumbradas.
Sin duda era la oportunidad de afianzarse profesionalmente, de demostrar lo que valía, a pesar de su juventud (aunque ya tenía sus años, claro, mal que le pesara).
Y luego estaba la parte no tan divertida, que era que tendría que viajar con ella, convivir con ella durante las veinticuatro horas del día y, por supuesto, trabajar en equipo, cosa que no sabía si llegaría a ser capaz de hacer.
“Esto es una locura… que va a salir mal, seguro. Se supone que tengo que pensar en mí, en lo bueno que esto me va a traer… Quizá, si les gusta nuestro trabajo, nos cambien de sección… y eso sí que sería un pelotazo”.
Brittany no sabía que, aquel mismo día, Santana estaba pensando y dudando sobre lo mismo en su salón, fumando como un carretero y revolucionándose por momentos.
Pero ambas eran tan tozudas que, aunque se morían de curiosidad por saber qué opinaría la otra, no eran capaces de tratar de averiguarlo, escogiendo el camino de la autoflagelación mental.
“¿Estará dispuesta a ofrecerse o le dirá que no a Sue? Lo segundo es lo más probable, porque no me aguanta y desde lo de mi cumpleaños todavía menos. Además, no sé si estará preparada. Que sepa hacer fotos de paisajes, vale, pero un reportaje social… No sé, ahí seguro que vemos cosas muy fuertes, y con lo inmadura que es Santana, seguro que se me coge un trauma o algo”.
Se fue a la cocina para prepararse una infusión relajante. Sus nervios crecían y la sensación era como si tuviera varios hámsteres en el estómago corriendo en ruedas giratorias.
No sabía cómo liberar aquella tensión y, de seguir así, esa noche la volvería a pasar en vela.
“Brittany, va, recapitula. Ella te odia. Tú a ella… ya no tanto. Peeeeero ni siquiera sabes bien el por qué te has intentado mantener lejos de Santana de esa manera… Jamás te había ocurrido con nadie. Y menos con alguien de tu mismo sexo. Sabes que te atrae y a la vez te da tanto miedo… ¿Será porque es una mujer? ¿O porque sabes que es tu igual? Le das una de cal y cuatro de arena, para después arrepentirte… Por favor, Brittany… ¡qué eres una persona madura! Ya no tienes quince años, de hecho tienes casi el doble. Siempre has conseguido lo que querías, aunque a veces no de la forma más honesta. Pero que si lo que quieres ahora es saber si Santana ha aceptado ir de viaje contigo, ve al salón, coge el teléfono móvil y pregúntale de una puñetera vez… Que pareces tontita, hija”.
Hizo caso a su conciencia.
Tenía ya el móvil en la mano cuando se dio cuenta de que no tenía el teléfono de Santana guardado en sus contactos. Abrió el bolso y sacó su agenda roja.
Ahí estaba.
El número de su ayudante, el cual había conseguido al pedir prestado el currículum de Santana a la de Recursos Humanos con la excusa de echarle un ojo a su trayectoria profesional.
Miró aquellas nueve cifras un momento, como para darse fuerzas para hacer lo que tenía que hacer. Aquella simple acción le estaba costando más de lo que creía, para ello tenía que luchar contra su orgullo, que no era precisamente pequeño.
“Si no pierdes nada… ¡No te puede tener más desprecio! Te presentas, finges que te preocupa saber qué tal está, para no quedar de maleducada… y cuando veas el momento oportuno, te lanzas. Lo más importante es tener cuidado en no aparentar ser una interesada… Respira, respira… Eso es. Vigila tus pulsaciones. Espira lentamente, suelta el aire despaciiiiiito… Eso es, guapetona… ¿Ves cómo puedes hacerlo? Si controlas tus nervios ahora, con la llamada, lo mismo”.
Seis. Dos. Seis. Cero. Dos. Cinc… Inmediatamente, Brittany retiró el dedo índice del teclado.
“Esto es una tontería. ¿Por qué tendría yo que dar el primer paso? Además, me da igual si viene o no. Jamás podremos llevarnos bien. A partir de ya, pienso quitármela de la cabeza como sea. Y lo conseguiré”.
********************************************************************************************************
A la mañana siguiente ambas mujeres se encontraron por los pasillos que conducían al baño un par de veces.
No se dijeron nada.
Tampoco se dirigían la palabra estando sentadas frente a frente. De vez en cuando, Brittany le mandaba a hacer alguna cosa y la otra se limitaba a cumplirla sin rechistar.
Santana no le estaba dando opción ni a protestar, ni a amonestarla por no hacer lo que le pedía… A nada.
No había ocasión para hablar de nada en absoluto.
Fue un día bastante tranquilo, pero esa calma enervaba mucho más a Brittany, porque no sabía qué estaría pasando por la cabeza de su ayudante.
[i]“Antes, al menos, refunfuñaba. Pero hoy es que está como ida. Y no es normal, es como si no fuera ella”.
En un momento en el que Santana fue a por café, la fotógrafa se levantó y se dirigió rápidamente a la mesa se su jefa.
—Hola, Sue. Verás—se sentía como una chiquilla delante de su profesora de guardería—, Venía a preguntarte si sabes ya lo que ha decidido Santana.
—¿Y por qué no se lo preguntas tú misma?—le soltó Sue, sorprendida por la actitud de Brittany.
Brittany miró a ambos lados antes de responder, ya que se sentía incomoda hablando de ese tema en medio de la oficina.
—Bueno, es vox populi la noticia de que ella y yo… no nos llevamos.
—Ya. Y tú quieres que yo sea la mamá que las regañe y les pida que se den un besito para que se reconcilien—dijo Sue con sarcasmo—Bueno no, no las voy a dar en el culete a ninguna de las dos, creo que ya tienen suficientes pelos ahí abajo como para solucionar sus rencillas ustedes solitas. Y si no lo hacen por beneficio personal, háganlo por el profesional.
La cara de Brittany era de pasmo total.
A veces, las salidas de su jefa la dejaban tan descolocada que no sabía cómo reaccionar. Pero en el fondo, a pesar de las formas, sabía que Sue llevaba razón.
Estaba todavía frente a su jefa cuando vio aparecer de nuevo a Santana. Venía del office con mala cara, y tenía ambas manos puestas a la altura del estómago.
—Sue—dijo la morena con cierto mohín de malestar en el habla—, Me voy a ir a casa. No me encuentro bien…
—¿Qué te pasa?
Sue levantó la vista mientras Brittany seguía clavada en el mismo sitio.
—Me duelen las tripas… y he ido dos veces al baño, desde que me he tomado el café. Estoy escagarriñá.
—Si es que no me extraña que estés cagalistrosa, maja… Ese mejunje es una porquería… Anda, vete. Mañana hablamos, que todavía tienes que darme una respuesta. Y ya que estás aquí, Brittany—volvió la cara a la mujer que tenía delante—, Te comento. Las quiero a las dos en el despacho de Recursos Humanos a eso de las diez, ¿ok?
Santana asintió con la cabeza.
—Chao.
Santana se despidió con la mano y desapareció de la oficina rápidamente, sin darle tiempo a Brittany de acercarse a ella para interesarse por su estado.
Estaba atacada.
Había ordenado su armario dos veces, primero juntando la ropa por colores y luego según su uso. Después, fregó toda la casa, puso la lavadora y tendió.
Pero Brittany continuaba con esa angustia que no la dejaba tranquila. Tenía una lucha consigo misma desde que confesó a su amiga Marley sus verdaderos sentimientos hacia Santana.
Para ella fue toda una sorpresa que Sue la buscara a la hora del cigarrito post-almuerzo. Como siempre estaba sola, pudieron hablar con la tranquilidad de no ser espiadas por nadie.
Así fue cómo se enteró de que tanto ella como la mujer que últimamente ocupaba sus pensamientos habían sido seleccionadas para un reportaje de más envergadura a la que estaban acostumbradas.
Sin duda era la oportunidad de afianzarse profesionalmente, de demostrar lo que valía, a pesar de su juventud (aunque ya tenía sus años, claro, mal que le pesara).
Y luego estaba la parte no tan divertida, que era que tendría que viajar con ella, convivir con ella durante las veinticuatro horas del día y, por supuesto, trabajar en equipo, cosa que no sabía si llegaría a ser capaz de hacer.
“Esto es una locura… que va a salir mal, seguro. Se supone que tengo que pensar en mí, en lo bueno que esto me va a traer… Quizá, si les gusta nuestro trabajo, nos cambien de sección… y eso sí que sería un pelotazo”.
Brittany no sabía que, aquel mismo día, Santana estaba pensando y dudando sobre lo mismo en su salón, fumando como un carretero y revolucionándose por momentos.
Pero ambas eran tan tozudas que, aunque se morían de curiosidad por saber qué opinaría la otra, no eran capaces de tratar de averiguarlo, escogiendo el camino de la autoflagelación mental.
“¿Estará dispuesta a ofrecerse o le dirá que no a Sue? Lo segundo es lo más probable, porque no me aguanta y desde lo de mi cumpleaños todavía menos. Además, no sé si estará preparada. Que sepa hacer fotos de paisajes, vale, pero un reportaje social… No sé, ahí seguro que vemos cosas muy fuertes, y con lo inmadura que es Santana, seguro que se me coge un trauma o algo”.
Se fue a la cocina para prepararse una infusión relajante. Sus nervios crecían y la sensación era como si tuviera varios hámsteres en el estómago corriendo en ruedas giratorias.
No sabía cómo liberar aquella tensión y, de seguir así, esa noche la volvería a pasar en vela.
“Brittany, va, recapitula. Ella te odia. Tú a ella… ya no tanto. Peeeeero ni siquiera sabes bien el por qué te has intentado mantener lejos de Santana de esa manera… Jamás te había ocurrido con nadie. Y menos con alguien de tu mismo sexo. Sabes que te atrae y a la vez te da tanto miedo… ¿Será porque es una mujer? ¿O porque sabes que es tu igual? Le das una de cal y cuatro de arena, para después arrepentirte… Por favor, Brittany… ¡qué eres una persona madura! Ya no tienes quince años, de hecho tienes casi el doble. Siempre has conseguido lo que querías, aunque a veces no de la forma más honesta. Pero que si lo que quieres ahora es saber si Santana ha aceptado ir de viaje contigo, ve al salón, coge el teléfono móvil y pregúntale de una puñetera vez… Que pareces tontita, hija”.
Hizo caso a su conciencia.
Tenía ya el móvil en la mano cuando se dio cuenta de que no tenía el teléfono de Santana guardado en sus contactos. Abrió el bolso y sacó su agenda roja.
Ahí estaba.
El número de su ayudante, el cual había conseguido al pedir prestado el currículum de Santana a la de Recursos Humanos con la excusa de echarle un ojo a su trayectoria profesional.
Miró aquellas nueve cifras un momento, como para darse fuerzas para hacer lo que tenía que hacer. Aquella simple acción le estaba costando más de lo que creía, para ello tenía que luchar contra su orgullo, que no era precisamente pequeño.
“Si no pierdes nada… ¡No te puede tener más desprecio! Te presentas, finges que te preocupa saber qué tal está, para no quedar de maleducada… y cuando veas el momento oportuno, te lanzas. Lo más importante es tener cuidado en no aparentar ser una interesada… Respira, respira… Eso es. Vigila tus pulsaciones. Espira lentamente, suelta el aire despaciiiiiito… Eso es, guapetona… ¿Ves cómo puedes hacerlo? Si controlas tus nervios ahora, con la llamada, lo mismo”.
Seis. Dos. Seis. Cero. Dos. Cinc… Inmediatamente, Brittany retiró el dedo índice del teclado.
“Esto es una tontería. ¿Por qué tendría yo que dar el primer paso? Además, me da igual si viene o no. Jamás podremos llevarnos bien. A partir de ya, pienso quitármela de la cabeza como sea. Y lo conseguiré”.
********************************************************************************************************
A la mañana siguiente ambas mujeres se encontraron por los pasillos que conducían al baño un par de veces.
No se dijeron nada.
Tampoco se dirigían la palabra estando sentadas frente a frente. De vez en cuando, Brittany le mandaba a hacer alguna cosa y la otra se limitaba a cumplirla sin rechistar.
Santana no le estaba dando opción ni a protestar, ni a amonestarla por no hacer lo que le pedía… A nada.
No había ocasión para hablar de nada en absoluto.
Fue un día bastante tranquilo, pero esa calma enervaba mucho más a Brittany, porque no sabía qué estaría pasando por la cabeza de su ayudante.
[i]“Antes, al menos, refunfuñaba. Pero hoy es que está como ida. Y no es normal, es como si no fuera ella”.
En un momento en el que Santana fue a por café, la fotógrafa se levantó y se dirigió rápidamente a la mesa se su jefa.
—Hola, Sue. Verás—se sentía como una chiquilla delante de su profesora de guardería—, Venía a preguntarte si sabes ya lo que ha decidido Santana.
—¿Y por qué no se lo preguntas tú misma?—le soltó Sue, sorprendida por la actitud de Brittany.
Brittany miró a ambos lados antes de responder, ya que se sentía incomoda hablando de ese tema en medio de la oficina.
—Bueno, es vox populi la noticia de que ella y yo… no nos llevamos.
—Ya. Y tú quieres que yo sea la mamá que las regañe y les pida que se den un besito para que se reconcilien—dijo Sue con sarcasmo—Bueno no, no las voy a dar en el culete a ninguna de las dos, creo que ya tienen suficientes pelos ahí abajo como para solucionar sus rencillas ustedes solitas. Y si no lo hacen por beneficio personal, háganlo por el profesional.
La cara de Brittany era de pasmo total.
A veces, las salidas de su jefa la dejaban tan descolocada que no sabía cómo reaccionar. Pero en el fondo, a pesar de las formas, sabía que Sue llevaba razón.
Estaba todavía frente a su jefa cuando vio aparecer de nuevo a Santana. Venía del office con mala cara, y tenía ambas manos puestas a la altura del estómago.
—Sue—dijo la morena con cierto mohín de malestar en el habla—, Me voy a ir a casa. No me encuentro bien…
—¿Qué te pasa?
Sue levantó la vista mientras Brittany seguía clavada en el mismo sitio.
—Me duelen las tripas… y he ido dos veces al baño, desde que me he tomado el café. Estoy escagarriñá.
—Si es que no me extraña que estés cagalistrosa, maja… Ese mejunje es una porquería… Anda, vete. Mañana hablamos, que todavía tienes que darme una respuesta. Y ya que estás aquí, Brittany—volvió la cara a la mujer que tenía delante—, Te comento. Las quiero a las dos en el despacho de Recursos Humanos a eso de las diez, ¿ok?
Santana asintió con la cabeza.
—Chao.
Santana se despidió con la mano y desapareció de la oficina rápidamente, sin darle tiempo a Brittany de acercarse a ella para interesarse por su estado.
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Cap 12 y 13
Capitulo 13
A las diez en punto del día siguiente, Brittany y Santana esperaban en silencio a que la responsable de Recursos Humanos les abriera.
Dentro ya estaba Sue, ultimando los detalles para el traspaso provisional de sus fotógrafas.
Las dos mujeres cruzaban miradas incómodas. No sabían qué decirse ni de qué hablar, no fuera a ser que comenzaran a discutir.
Brittany se había quedado preocupada desde la tarde del día anterior por la repentina marcha de su ayudante. Y no sabía cómo provocar un acercamiento para preguntarle el motivo directamente. Quería saber si se encontraba mejor, porque esa mañana no tenía buena cara.
Santana, por su parte, no se explicaba por qué su jefa la observaba de soslayo. Sentía sus ojos escudriñando su expresión, por lo que sus nervios crecían a cada minuto que pasaba.
Ella también la miraba, a veces con gesto incrédulo para, de nuevo, devolver toda su atención a las vetas de mármol del suelo.
La puerta se abrió, para alivio de ambas, y Sue salió para indicarles que ya podían pasar.
La mujer a la que ya conocían las aguardaba en su sillón negro. En frente, tres sillas vacías que fueron ocupadas por las chicas que estaban de pie. Tras saludarse cortésmente, comenzó la reunión.
—Bien, como ya sabrán hoy es el día de decidirse. He de deciros que tanto Sue como yo estamos seguras de que harán un papel estupendo, por lo que nos encantaría promocionaros para que se quedarán en Plus Ultra.
—Aunque perdamos a las dos mejores fotógrafas que hemos tenido nunca—remarcó Sue.
Brittany y Santana se miraron sonrientes y orgullosas.
—Así que espero que su respuesta no sea otra que el sí—la mujer del sillón negro cruzó las manos, expectante.
—Por mi parte, ya está todo más que atado. Tengan. Sólo tienen que firmar.
Sue les enseñó el nuevo contrato y les dio dos estilográficas para que los rubricaran.
Se detuvo el tiempo.
Santana y Brittany se vieron de pronto pensando en el futuro inmediato, en ese viaje que aún estaba por realizar del que no sabían si acabaría resultando una buena idea.
Aún no habían dejado sus firmas, en sus manos estaban las dos plumas, listas para imprimir con tinta su conformidad… pero permanecían quietas.
Un último cruce de miradas, una última oportunidad para echarse atrás…
“Mírala… Si hoy parece hasta buena persona. Está como tímida. No, más bien está catatónica. Parece que le hubiera dado una parálisis facial. ¿Tendrá miedo? No, no puede ser. ¿Brittany? ¡Ja! ¿A qué lo va a tener? ¿A mí? ¡Pero si es ella la que siempre está dando por saco! Nada… ni mu. Se ve que le ha comido la lengua el gato. Bueno si no dice nada, yo tampoco. ¿Qué se le estará pasando por la cabeza?”.
Brittany también se regaló unos segundos para tomar la decisión final. A su derecha tenía a Santana, que le preguntaba con la mirada si ya estaba lista para pronunciarse. Pero ella ya no pensaba en el viaje, ni en el ascenso, sino en que su firme propósito de olvidarla se vería seriamente obstaculizado por el trabajo mano a mano que tendría que llevar a cabo con ella.
Lo que se había prometido días atrás, si ambas aceptaban, sería realmente difícil de lograr, por no decir imposible.
Brittany había constatado una realidad: los días anteriores no había podido quitársela de la cabeza, a pesar de haberlo intentado; pero si encima la iba a tener pegadita durante todo lo que durase su estancia en Irán… lo iba a llevar fatal.
Su curiosidad, sus ganas de conocerla… le hacían desear con todas sus fuerzas que Santana dijera también que sí a aquella gran oportunidad.
Firmaron casi al mismo tiempo. Le entregaron los contratos a la mujer enchaquetada. Sue asintió con la cabeza y les dio la enhorabuena.
—Brittany, a partir de mañana comenzarás a organizar el viaje con Santana. Pueden pasar por la segunda planta. Ahí las esperará Will, el jefe de sección de Pus Ultra, para programar las localizaciones del reportaje. Además, les tiene que presentar al redactor, que creo que será Blaine Anderson, si no me han informado mal.
—Estupendo. Ya te iremos contando qué tal va la cosa.
Sue dio por zanjada la conversación, satisfecha de haber conseguido que sus dos chicas hubieran promocionado en la revista.
Una vez de vuelta a Iberia, sus compañeros las felicitaron con abrazos, besos y demás muestras cariñosas.
Aunque fue más que evidente que con la que más se volcaron fue con Santana. Debido al subidón, la ayudante de fotógrafa invitó a todos los que quisieron a un café.
En el office, les contó los pormenores de la reunión que acababa de tener en el despacho de su superior.
En ese corrillo faltaba Brittany, que se había automarginado y había bajado sola a fumarse un cigarrillo.
—¿Qué? ¿Otra vez sola?—Sue siempre aparecía cuando menos lo esperaba—Perdona si te he asustado, es que con estos zapatos soy sigilosa como un minino con silenciador, jaja…
—No pasa nada—contestó Brittany mientras le daba una calada a su cigarrillo—La verdad es que me duele la cabeza y me apetecía que me diera el fresco. El aire está demasiado cargado ahí arriba.
—Ya…—a Sue no podía engañarla—Llevas unos días súper rara. A ti te pasa algo.
La fotógrafa se giró para encararla con semblante estupefacto.
—¿Y qué me va a pasar? Estaba pensando en lo del viaje a Doñana de pasado mañana… ¿A quién vas a poner a redactar el artículo?
—Seguramente que a Tina. Creo que es la que más domina el tema de las reservas naturales. Así que hoy mismo se lo diré para que le vayan comentando cómo quieren enfocarlo y obtener un buen archivo gráfico.
—Me parece bien—respondió Brittany, volviendo a mirar hacia el parking.
—Vale, y ahora vas a dejarte de historias y me vas a decir la verdad, ¿a que sí? Es por Santana, ¿me equivoco?
Brittany se rió al sentirse descubierta totalmente.
—¿Qué quieres saber?—de nuevo otra profunda calada.
—Bueno… ¿por qué te llevas tan mal con ella? Me parece una pena que dos profesionales tan buenas no puedan llegar a un entendimiento. Ahora tienen una buena oportunidad para conseguirlo. ¿O acaso me equivoco y es por algo del viaje?
—Ni yo misma lo sé, Sue… Estoy más perdida que una horquilla en el moño de Amy Winehouse… Pero tengo que intentarlo…
—¿El qué?
Sue le robó una calada del cigarrillo a Brittany.
—Recobrar su confianza.
Dentro ya estaba Sue, ultimando los detalles para el traspaso provisional de sus fotógrafas.
Las dos mujeres cruzaban miradas incómodas. No sabían qué decirse ni de qué hablar, no fuera a ser que comenzaran a discutir.
Brittany se había quedado preocupada desde la tarde del día anterior por la repentina marcha de su ayudante. Y no sabía cómo provocar un acercamiento para preguntarle el motivo directamente. Quería saber si se encontraba mejor, porque esa mañana no tenía buena cara.
Santana, por su parte, no se explicaba por qué su jefa la observaba de soslayo. Sentía sus ojos escudriñando su expresión, por lo que sus nervios crecían a cada minuto que pasaba.
Ella también la miraba, a veces con gesto incrédulo para, de nuevo, devolver toda su atención a las vetas de mármol del suelo.
La puerta se abrió, para alivio de ambas, y Sue salió para indicarles que ya podían pasar.
La mujer a la que ya conocían las aguardaba en su sillón negro. En frente, tres sillas vacías que fueron ocupadas por las chicas que estaban de pie. Tras saludarse cortésmente, comenzó la reunión.
—Bien, como ya sabrán hoy es el día de decidirse. He de deciros que tanto Sue como yo estamos seguras de que harán un papel estupendo, por lo que nos encantaría promocionaros para que se quedarán en Plus Ultra.
—Aunque perdamos a las dos mejores fotógrafas que hemos tenido nunca—remarcó Sue.
Brittany y Santana se miraron sonrientes y orgullosas.
—Así que espero que su respuesta no sea otra que el sí—la mujer del sillón negro cruzó las manos, expectante.
—Por mi parte, ya está todo más que atado. Tengan. Sólo tienen que firmar.
Sue les enseñó el nuevo contrato y les dio dos estilográficas para que los rubricaran.
Se detuvo el tiempo.
Santana y Brittany se vieron de pronto pensando en el futuro inmediato, en ese viaje que aún estaba por realizar del que no sabían si acabaría resultando una buena idea.
Aún no habían dejado sus firmas, en sus manos estaban las dos plumas, listas para imprimir con tinta su conformidad… pero permanecían quietas.
Un último cruce de miradas, una última oportunidad para echarse atrás…
“Mírala… Si hoy parece hasta buena persona. Está como tímida. No, más bien está catatónica. Parece que le hubiera dado una parálisis facial. ¿Tendrá miedo? No, no puede ser. ¿Brittany? ¡Ja! ¿A qué lo va a tener? ¿A mí? ¡Pero si es ella la que siempre está dando por saco! Nada… ni mu. Se ve que le ha comido la lengua el gato. Bueno si no dice nada, yo tampoco. ¿Qué se le estará pasando por la cabeza?”.
Brittany también se regaló unos segundos para tomar la decisión final. A su derecha tenía a Santana, que le preguntaba con la mirada si ya estaba lista para pronunciarse. Pero ella ya no pensaba en el viaje, ni en el ascenso, sino en que su firme propósito de olvidarla se vería seriamente obstaculizado por el trabajo mano a mano que tendría que llevar a cabo con ella.
Lo que se había prometido días atrás, si ambas aceptaban, sería realmente difícil de lograr, por no decir imposible.
Brittany había constatado una realidad: los días anteriores no había podido quitársela de la cabeza, a pesar de haberlo intentado; pero si encima la iba a tener pegadita durante todo lo que durase su estancia en Irán… lo iba a llevar fatal.
Su curiosidad, sus ganas de conocerla… le hacían desear con todas sus fuerzas que Santana dijera también que sí a aquella gran oportunidad.
Firmaron casi al mismo tiempo. Le entregaron los contratos a la mujer enchaquetada. Sue asintió con la cabeza y les dio la enhorabuena.
—Brittany, a partir de mañana comenzarás a organizar el viaje con Santana. Pueden pasar por la segunda planta. Ahí las esperará Will, el jefe de sección de Pus Ultra, para programar las localizaciones del reportaje. Además, les tiene que presentar al redactor, que creo que será Blaine Anderson, si no me han informado mal.
—Estupendo. Ya te iremos contando qué tal va la cosa.
Sue dio por zanjada la conversación, satisfecha de haber conseguido que sus dos chicas hubieran promocionado en la revista.
Una vez de vuelta a Iberia, sus compañeros las felicitaron con abrazos, besos y demás muestras cariñosas.
Aunque fue más que evidente que con la que más se volcaron fue con Santana. Debido al subidón, la ayudante de fotógrafa invitó a todos los que quisieron a un café.
En el office, les contó los pormenores de la reunión que acababa de tener en el despacho de su superior.
En ese corrillo faltaba Brittany, que se había automarginado y había bajado sola a fumarse un cigarrillo.
—¿Qué? ¿Otra vez sola?—Sue siempre aparecía cuando menos lo esperaba—Perdona si te he asustado, es que con estos zapatos soy sigilosa como un minino con silenciador, jaja…
—No pasa nada—contestó Brittany mientras le daba una calada a su cigarrillo—La verdad es que me duele la cabeza y me apetecía que me diera el fresco. El aire está demasiado cargado ahí arriba.
—Ya…—a Sue no podía engañarla—Llevas unos días súper rara. A ti te pasa algo.
La fotógrafa se giró para encararla con semblante estupefacto.
—¿Y qué me va a pasar? Estaba pensando en lo del viaje a Doñana de pasado mañana… ¿A quién vas a poner a redactar el artículo?
—Seguramente que a Tina. Creo que es la que más domina el tema de las reservas naturales. Así que hoy mismo se lo diré para que le vayan comentando cómo quieren enfocarlo y obtener un buen archivo gráfico.
—Me parece bien—respondió Brittany, volviendo a mirar hacia el parking.
—Vale, y ahora vas a dejarte de historias y me vas a decir la verdad, ¿a que sí? Es por Santana, ¿me equivoco?
Brittany se rió al sentirse descubierta totalmente.
—¿Qué quieres saber?—de nuevo otra profunda calada.
—Bueno… ¿por qué te llevas tan mal con ella? Me parece una pena que dos profesionales tan buenas no puedan llegar a un entendimiento. Ahora tienen una buena oportunidad para conseguirlo. ¿O acaso me equivoco y es por algo del viaje?
—Ni yo misma lo sé, Sue… Estoy más perdida que una horquilla en el moño de Amy Winehouse… Pero tengo que intentarlo…
—¿El qué?
Sue le robó una calada del cigarrillo a Brittany.
—Recobrar su confianza.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
perfecto, las cosas van bien encaminadas!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:perfecto, las cosas van bien encaminadas!
Hola, jajajaaj esperemos y sigan así ajjaajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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