[Resuelto]FanFic Brittana: Un Vuelo con Escalas (Adaptada) Epílogo

Capitulo 28

Santana entró en la redacción con cara de no haber dormido nada. Saludó sin ganas a sus compañeros.

Blaine fue el único que pudo arrancarle más de tres palabras, pero pronto se dio cuenta de que forzar la situación era estúpido. Estaba claro que su colega venía hecha una mierda y no le apetecía hablar de ello. La iba conociendo demasiado como para no saber que el motivo era Brittany, siempre Brittany.

—Toma, Blaine. Aquí tienes las fotos de archivo que querías—Santana le entregó un CD sin tan siquiera mirarle a la cara.

El muchacho se levantó de su escritorio y fue a su encuentro.

—Tú sabes que no puedes seguir así, ¿verdad?

Por fin las miradas de ambos se cruzaron y cada una tenía un matiz radicalmente distinto.

La de él, de cierta preocupación.

La de ella, de total cansancio.

—Anda, sé bueno y tráeme un cafetito.

Santana le dejó cincuenta céntimos sobre la mesa y volvió a la pantalla de su ordenador.

Las cejas de Blaine se alzaron, asombradas por el pasotismo absoluto que mostraba su interlocutora. Apoyó las manos en la mesa de Santana y le habló acercando peligrosamente su rostro al de ella.

—¿Por qué no te vienes conmigo y te invito in situ al cortado?

Los ojos verdes de Blaine relucían por la luz que entraba directa a través de los grandes ventanales de la oficina.

—Tengo mucho trabajo atrasado. Brittany no está y ya sabes que me toca currar por las dos. ¿Tenemos día ya para lo del viaje a Roma?

—No—él resopló—Y no me cambies de tema, San.

—Si no me vas a traer el café, entonces déjame en paz, ¿quieres?

Su lado antipático salió con quien menos se lo merecía. Y Santana se arrepintió al segundo de haberle soltado aquella bordería.

Pero ya era tarde para disculparse: él se había marchado camino del office.

Santana dio un golpe en la mesa, con fastidio, reprochándose su actitud infantil con quien sólo pretendía ayudarla, como tantas veces había hecho ya.



“Ah, muy bien… San. Tu único confidente y vas tú y lo echas de tu lado a patadas, como la burra que eres. No me extrañaría nada que no volviera a dirigirte la palabra, porque es lo que te mereces”.


Se levantó, impulsada por un resorte interno, y fue en su busca. Pero para su sorpresa, no lo encontró en la máquina de café. En su lugar estaba Kitty, su antigua compañera de Iberia.

—¡Anda! ¿Y tú qué haces aquí?

—Se ha estropeado la máquina de nuestra planta y yo, si no me meto cafeína, es que me quedo vegetal todo el día—contestó la rubia—¿Y tú qué tal? ¿Sabes algo nuevo de Brittany?

El rostro de Santana era un témpano de hielo. Kitty no sabía que acababa de meter, sin querer, el dedo en la llaga.

—Ella… está bien. Vamos, quiero decir que…

—Va mejorando—le ayudó—¿Y a ti qué te pasa, que estás como en otro planeta?

—No duermo demasiado bien últimamente. Vamos, hablando en plata… que no duermo una mierda—apuntilló la morena.

—¡Ya! De nuevo Dani, ¿no?

La cara de Santana reflejó un pasmo increíble.

Se acababa de dar cuenta, gracias a la afirmación de su compañera, que por primera vez en su vida, si no dormía no era porque los recuerdos de su antigua pareja la asaltaban sin remedio.

Por primera vez en mucho tiempo, pudo achacar la “culpa” a otra cosa bien distinta, porque existía un sentimiento diferente.

Sus ojos se abrieron de par en par, como si se hubiera acordado de algo muy importante.

La moneda que iba a introducir en la máquina fue guardada de nuevo en su bolsillo. Acto seguido, Santana dio media vuelta y salió de ahí corriendo, dejando a Kitty plantada y con cara de gilipollas.

Al llegar a su mesa, cogió el teléfono y marcó los nueve números que más se sabía de memoria. Esperó cuatro tonos para cesar aquel movimiento compulsivo de su pie chocando contra el suelo.

Se sentó al comenzar a hablar.

—Q… Quinn, escúchame. ¿Te viene bien que nos veamos hoy?

—Bueno… Sí, vamos, si puedes esperar a que salga del trabajo, básicamente para que no me echen y me quede en paro, vaya.

—Tenemos que hablar—dijo Santana, con desesperación.

—Anda, S… ¿Qué pasa, cariño…? ¿Qué me vas a dejar?—dijo con cachondeo su amiga.

—Déjate de chorradas… Es que me he dado cuenta de una cosa muy fuerte y tenemos que comentar la jugada ya.

—Te has dado cuenta de que eres lesbiana—Quinn siguió con las bromas—No, si ya sabía yo que…

—Que no, joder… Que creo que me gusta Brittany más de lo que yo pensaba. Vamos, que me he enamorado en plan brutal.

—O sea, ¡a ti te va la marcha!—exclamó Quinn, alucinando.

—Ya, ya lo sé. Pero es que… es como si lo de Dani ya…

—Por fin has pasado página—Quinn fue más precisa en la explicación.

—Me siento fatal, Quinny…

—Ni hablar. Eso lo puedo solucionar yo. ¿Te hace un chocolate calentito con unas tortitas con nata?

—Quinn, no creo que en todo el día de hoy pueda comer.

—Bueno, entonces me lo zampo yo y problema resuelto—dijo Quinn riendo.

—¿A las siete en el bar de siempre?—sugirió Santana casi con una súplica.

—Ahí estaré, Sanny.

Al colgar su teléfono, una sensación de vértigo inundó su cuerpo. Tan fuerte era, que tuvo que sentarse porque se iba a caer. Le sudaban las manos a pesar de tenerlas heladas.

—Joder, joder… ¡Joder!

—¿Qué te pasa? ¡Parece como si te fuera a dar un ictus!

Blaine aparecía nuevamente al rescate.

Santana se abalanzó sobre el muchacho para abrazarlo, arrepentida.

—Oye, perdóname por lo de antes… Estoy ahora mismo como un gato persa en un cable de alta tensión.

Blaine rió a carcajadas las palabras exageradas de su compañera y estrechó el abrazo, acariciándole el pelo para tratar de comunicarle toda la calma posible.

—No pasa nada, ¿eh? Cuando quieras, hablamos.

Santana le agradeció con un beso que su amigo respetara su silencio aquella mañana.

Capitulo 29

Sentadas frente a una tila y un chocolate, las dos amigas comenzaron la urgente conversación.

Quinn no se olvidó de pedir sus tortitas con nata, ante la mirada divertida de Santana.

—Tienes que hacer algo. Si ella te está dando muestras inequívocas…

—¿Qué muestras? ¡Si lo que me da es una de cal y una de arena! Además, ni siquiera sé por qué me besó. Se niega a sincerarse conmigo. La última vez que la vi, me echó de su casa con su actitud de niña consentida. Vete tú a saber si sólo soy un capricho y está jugando conmigo.

—Aquí lo grave es que te gusta más de lo que pensábamos. El problema principal lo tienes que solventar contigo misma. De Brittany ya hablaremos luego.

Santana suspiró. El humo de la taza rozaba su nariz.

Quinn vio que se venía abajo y, cariñosamente, le acarició la mano.

—Quinny, te juro que no entiendo nada. Es una situación que me ha sobrepasado—explicó la morena—Ni siquiera sé cómo he llegado aquí.

—Sanny, eso es el amor. Una nunca elige con quién. Se presenta y ya está. A lidiar como se pueda.

—Ya… Pero es que yo no estoy preparada.

—¿Cómo qué no? Si tú misma me has llamado esta mañana para decirme que…—la rubia chasqueó la lengua—Bueno, que ya podías pensar en alguien que no fuera Dani.

Quinn trató de medir todo lo posible sus palabras para no hacerle daño a Santana.

Santana se tapó la cara con las manos y suspiró fuertemente. Luego se sujetó la cabeza, apoyando los codos en la mesa.

—¿Y qué cojones hago yo ahora? Me refiero a que… no sé si esto está bien. Es como si estuviera engañando a Dani. No estoy tranquila.

—Ni hablar… No te voy a dejar que te culpes por algo que es natural y bueno. ¡Era justo lo que necesitabas!

Santana miró a su amiga con dudas.

Quinn le contestó asintiendo con la cabeza.

—¿Y si es hetero y sólo quiere probar? Por lo que he podido averiguar de ella, tiene un repertorio de novios bastante extenso. Así que nadie me asegura que…

—Te besó en la boca, S—replicó la rubia con rotundidad.

—Ya—suspiró—Si es que creo que trato de darme razones a mí misma para salir huyendo, porque veo el peligro. Lo último que soportaría ahora es enamorarme de un imposible, para acabar con el corazón hecho trizas.

—Yo que tú, hablaba con ella y me dejaba ya de tonterías. Que son dos adultas, por Dios, para seguir jugando al ratón y al gato.

Santana sabía que Quinn llevaba razón, así que no intentó objetarle nada.

—¿Sabes lo que haría yo en tu lugar?—Santana negó con un gesto de su cabeza—La llamaría ahora mismo, para quedar con ella.

—Tú estás loca—protestó Santana

—Y tú estás pillada hasta las trancas y estás cagada, S.

—Touché.

—Pos eso—zanjó Quinn, para después atacar con gula las tortitas que se le estaban enfriando.


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Eran las ocho y veintiún minutos de la tarde.

Brittany veía la tele sin verla.

Su mamá preparaba la cena mientras pensaba en la nueva faceta desconocida de su retoño.


“Desde luego, la niña lo tiene clarísimo. Lo que no sé es cómo se lo va a tomar su papá… Lo importante es que si ella es feliz, no tenemos por qué meternos. Pero claro, es que no me lo esperaba para nada… Quién se iba a pensar que a la niña le gustaban las mujeres, cuando siempre ha estado con chicos y de muy buena planta…”


El timbre de la puerta sacó a Whitney de sus pensamientos. Fue a abrir, secándose las manos con un paño de cocina.

Al otro lado del umbral encontró a la culpable del revuelo en la estabilidad emocional de su hija.

—Santana … ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

—He venido a traerle estas flores a Brittany. Son de parte de toda la oficina—mintió Santana—¿Puedo pasar a verla?

—Sí… Sí, claro. Adelante.

Whitney estaba de una pieza.

Las dos llegaron al sofá y encontraron a Brittany dormida.

—Vaya… Casi mejor me voy, no quiero molestarla.

Santana vio la excusa perfecta para salir pitando de ahí.

—Mi hija se duerme hasta en un palo, ¡como las gallinas! No te preocupes, que ha dormido bien hoy. Lo que pasa es que ya duerme por puro vicio.

Santana no pudo evitar reírse.

Whitney se acercó al sofá y, con cuidado, despertó a Brittany.

—Cariño… Han venido a visitarte.

Whitney le habló esperanzada de que su hija reaccionara bien.

—¿Hum…?—Brittany se desperezó y giró la cabeza a su derecha—¿¡Tú!?

Whitney se autodesignó mediadora de aquel encuentro.

—Mira lo que te ha traído—añadió Whitney, señalando el ramo que aún estaba en las manos de Santana.

—Por mí te las puedes comer todas, a lo mejor así vas más al baño y aprendes a tener sentido del humor.

Santana encajó el reproche lo mejor que pudo y miró al suelo, esperando el próximo.

Whitney vio, entonces, la hora de marcharse.

—Mi vida, ya que está aquí Santana, aprovecho para salir. Tu papá me ha llamado y quiere llevarme a cenar a no sé qué sitio nuevo.

—Ah, vale… ¡Genial!—respondió Brittany, claramente con ironía.

Su mamá se inclinó, tras coger el bolso y su chaquetón, para darle un beso que recibió de mala gana.

—No seas mala, anda—le suplicó en voz baja, cerca del oído—Dame un beso.

Brittany obedeció sin más.

Whitney se puso de espaldas a Santana para decirle algo más sin que pudiera ser escuchada.

—No pierdas esta oportunidad. Si lo haces es que eres tonta, hija.

—Pero… ¿tú qué opinas, mamá?

—Que a mí me gusta esa niña.

Brittany sonrió y dejó que su mamá se marchara. Una vez a solas, invitó a la visita a tomar asiento a su lado.

Santana le entregó el ramo y ella lo olió.

—Qué maravilla de ramo…—añadió mirando a Santana a los ojos.

—Los chicos de la redacción te mandan muchos besos. Ha sido un detalle de todos.

Santana comenzó a ponerse nerviosa.

—Ajá… Bueno dales las gracias de mi parte. Lo que no sé es cómo se han enterado de que mis flores favoritas son las orquídeas.

Brittany volvió a meter la nariz en el ramo como forma de disimule ante su pregunta bomba.

—Es que las he comprado yo. Me he encargado de recaudar el dinero y de elegir las flores, claro.

Brittany vio el efecto que estaba surtiendo en el ánimo de Santana y asintió con la cabeza para dejar de presionarla.

—Bueno son preciosas. Has acertado de pleno.

Aquellas palabras fueron acompañadas por una luminosa sonrisa.

Santana carraspeó y trató de llevar la conversación por otros derroteros.

—Que… que yo he venido también por… Bueno, que he estado pensando en lo del otro día y quizás tengas razón. Mi reacción fue algo desmesurada…

—Me tiraste la Fanta encima—se justificó Brittany—Te la debía.

—Ya…

Santana se dio por derrotada, incapaz de seguir.

—Yo también pude ser un poquito menos mala contigo—reconoció Brittany—¿En paz, entonces?

Por fin Santana levantó la mirada del suelo. No podía creer que la mujer que tenía al lado se hubiera disculpado tan fácilmente y tan rápido.

Brittany tomó el control de la situación y facilitó las cosas. Comenzó por contarle el progreso de su recuperación. Los dolores habían remitido en parte por los calmantes que se estaba tomando. Le comentó también el incidente que había sufrido con su mamá en la ducha, obviando, por supuesto, el verdadero origen.

—Es que mi mamá tiene el pulso como para robar panderetas, ¿sabes?

Una simpatiquísima Brittany estaba sorprendiendo, minuto a minuto, a Santana.

Entre risas y comentarios jocosos llegaron a la parte cruda de la conversación.

—¿Cuándo piensas contarme la razón, la verdadera razón, por la cual estás aquí, Santana?

El corazón de Santana dio un brinco tan grande que casi se le sale del pecho. Brittany era a veces tan tajante e inesperada que era muy difícil seguirle el ritmo sin salir perjudicada.

—He venido por… He venido a hablarte de mí.

Brittany aguantó las emociones como pudo y amarró sus nervios para aparentar que no los tenía de barro, sino de acero.

—Verás, creo que… nunca te he contado esto… en parte porque es algo muy íntimo. Y tú y yo aún no hemos llegado a ese punto. No sé ni siquiera si tú y yo llegamos al grado de amigas—Brittany asintió, con el corazón desbocado—Supongo que nunca te lo habría dicho, pero el beso del otro día…

—Mira, ese beso fue…

—Por favor, déjame terminar. Esto no es fácil para mí—le rogó—Ahora que me he arrancado no puedo volverme atrás.

—Está bien… Continúa—le respondió Brittany, con un leve temblor en la voz y la garganta seca; viendo que el momento crucial se acercaba a pasos agigantados.

Santana sacó su cartera del bolso. La abrió y sacó la foto de Dani que guardaba dentro.

Los ojos de Brittany reconocieron esa imagen, imagen que era sinónimo de incertidumbre para ella.

—Es Dani. El amor de mi vida—Santana trató de continuar sin llorar—La mujer que ha compartido conmigo los cinco mejores años de mi vida.

Hasta ahí pudo escuchar. Porque ya estaba sintiendo el dolor del desamor en sus adentros.

—Muy bien, Santana. Pero no quiero saberlo.

—Pero yo quiero cont…

—Cállate, por favor.

Brittany fue intransigente, como las lágrimas que ya asomaban por sus ojos.

—Déjame que te explique, Britt…

—Lo único que quiero es que te vayas de mi casa. ¡Me da igual si eres lesbiana, si sales con chicas, con chicos o con escarabajos peloteros! ¡Es que lo sabía! ¡Eres detestable! ¡Pretendes que me haga amiguita tuya para que luego yo te cuente cosas que después utilizarás contra mí para conseguir tus propósitos!

Brittany de nuevo recurrió a la ya manida excusa, que acababa utilizando siempre, para no mostrar los celos que la comían por dentro.

Santana permaneció sentada, sin mover un solo músculo.

Brittany se echó a llorar, presa de su propia rabia. Entre hipidos, se enjugaba con las mangas de su jersey.

—Por… ¿Por qué no te has ido?—ahora Brittany se sentía culpable, porque su defensa era siempre un ataque contra Santana—¿Cómo puedes continuar todavía aquí, con las cosas que te he dicho?

Santana, que no soportaba verla, le ofreció sus brazos.

Brittany se dejó llevar por la mirada sincera de Santana y se refugió en el pecho de ésta, llorando desconsoladamente.

—Shhh… Venga, ya está, Britt…

Las caricias de Santana reconfortaban a Brittany, que tenía enterrada la cabeza en su cuello.

—No sé por qué te quedas… Si no paro de hacerte daño, San.

Santana despegó lentamente a Brittany de su cuerpo para hablarle cara a cara.

—¿Quieres saber por qué?—Brittany quedó expectante—Porque la Brittany que ahora mismo está llorando es la misma que conocí en Teherán. Que además es la verdadera Brittany, no ese monstruo que tira a matar en horario de oficina.

—Supongo que ya no puedo engañarte…

Brittany se vio acorralada y descubierta.

Santana sonrió de medio lado y le retiró un mechón de la cara. A pesar de que tenía los ojos y las mejillas rojos por llorar, la encontró realmente entrañable. La habría besado en ese mismo instante de no ser porque no era el momento más oportuno.

—Dime. ¿Por qué me besaste el otro día, Britt?

A Brittany le encantaba cuando Santana le decía así, pero no se vio con las fuerzas suficientes como para ser sincera. Aquella confesión era el último reducto que a Santana le quedaba por conquistar. Su orgullo hizo que se le encendiera el piloto rojo de su señal de peligro interna.

—Olvídalo. Fue una estupidez. Como lo es esta situación. Olvídalo todo. Te agradezco que hayas venido y que te preocupes por mí, pero lo mejor es que te marches a casa.

—Britt, yo no quiero dejar esto así.

—Yo sí.

—Las cosas han cambiado. Yo no puedo ser tan cínica de tratarte como si nada hubiera sucedido en la oficina.

—Bueno deberías, si quieres conservar tu empleo.

—Muy bien, entonces eso es lo que vas a tener que hacer si quieres deshacerte verdaderamente de mí. Echarme. Porque tú y yo sabemos perfectamente lo que nos está sucediendo.

Con estas palabras, Santana se levantó enfadada, cogió la puerta y se marchó.

Brittany, confundida, volvió a echarse a llorar, dando puñetazos de rabia en el reposabrazos del sofá.

Capitulo 30

Un mes transcurrió desde que Brittany y Santana se vieran por última vez. Ninguna de las dos hizo nada por saber la una de la otra. Aquel acuerdo tácito de no intervención puso a prueba la paciencia de ambas, pero la cabezonería siempre llevaba las de ganar.

En más de una ocasión, Brittany tuvo que morderse las uñas para no descolgar el teléfono, a pesar de la insistencia de Whitney, que no veía nada bien aquella actitud de su hija.

Por su parte, Santana había pasado demasiadas veces por delante del apartamento de su jefa, variando su recorrido habitual del trabajo a casa. Se detenía con el coche delante del portal, para luego arrepentirse y proseguir su camino.

En la oficina, Santana eludía cualquier tema relacionado con Brittany, hasta tal punto que se molestaba si alguien le preguntaba por ella.

Con Blaine directamente dejó de relacionarse, porque sabía que él acabaría sonsacándole todo.

No estaba el horno para bollos.

Hizo el trabajo de las dos sin rechistar, a pesar de que tuvo que echarle muchas horas libres.

No le importó.

Estaba cobrando más notoriedad de forma individual que junto con su responsable directa.

Finalmente fue a Roma a primeros de marzo, pero no con Blaine, sino con otro redactor que estaba mejor documentado. Sus fotos gustaron mucho y Will se dio cuenta de sus verdaderas capacidades como profesional.

A pesar de haber dado un paso de gigante y de estar mejor considerada, en el fondo, en su corazón, había una pena tremenda.

Le faltaba algo.

Le faltaba Brittany.

La que la complementaba.

De nada servía escalar si no lo hacía a su lado, porque sin ella estaba sola, sin ella no podía celebrar su triunfo.


“No. Hoy también te vas a aguantar y no vas a hacer nada. ¿Me entiendes? ¿No quiere mantenerte al margen de su vida? Bueno tú tienes más clase que ella y la vas a ignorar, directamente, a pesar de que hacerlo te esté rompiendo el ánimo en mil pedazos… A pesar de que cada noche te acuestas llorando… A pesar de que no puedes negar que la quieres con todas tus ganas, porque a ti esa niñata te encanta. Y no puedes evitarlo”.


Santana miraba la pantalla pero realmente pensaba en Brittany, como siempre, como cada día… como a cada momento. Tan distraída estaba que no oyó la algarabía del fondo de la sala.

Palabras de alegría por la vuelta de alguien muy esperado.

—¿Y qué tal tu pierna?—dijo un redactor.

—Bueno mejorando. Por el momento tengo que andar con estas muletas y tengo que hacer rehabilitación. Ya sabes… paseos cortos porque es casi como volver a aprender a caminar—respondió Brittany, mientras escrutaba con la vista a todo el personal de la oficina, buscando a Santana.

—¿Y notas mucha molestia?—preguntó Will.

—Bueno… Ahí ando. Y cuando me duele mucho, pastilla al canto.

—Ahí, ahí… Tú drógate bien—dijo Blaine, con tono de guasa.

El círculo en el que la habían encerrado se abrió cuando comenzó a caminar en dirección a Santana.

Blaine se adelantó y se puso a su altura para ponerla en antecedentes.

—No es por nada, pero desde que tú no estás, parece que te ha calcado hasta en la forma de ser… Está de un borde insoportable.

Brittany le levantó la ceja a su compañero. Le había hecho gracia su sinceridad y, aún más, el hecho de descubrir la reacción de Santana después de su última vis a vis.


“Así que está insoportable… Aaaaalguien está picaaaada con aaaaalguieeeeen… Jeje. Mírala. Cuando se enfada pone morritos. Y está para comérsela. Lástima que seamos las dos igual de tozudas, porque todo sería más sencillo. Si se cree que me va a dar pena, la lleva clara.”


Blaine fue el encargado se sacar a Santana de su mundo paralelo.

—Oye, San… ¿Puedes despegar la cabeza de la pantalla del ordenador un segundo? Han venido a verte.

Inconscientemente, Santana obedeció, sin esperarse en absoluto que iba a encontrase, frente a frente, con su verdugo.

Su cara era un poema.

Ahí estaba, delante de sus narices, Brittany.

Permanecía apoyada en sus dos muletas, llevaba el pelo recogido en una cola y una chaqueta que le sentaba genial.

—Hola—la saludó Brittany, con un inusual tono amigable—Cuánto tiempo sin verte…

—Lo mismo digo—contesto Santana, algo molesta porque a ella no conseguiría engañarla con su cara de no haber roto un plato—Veo que ya puedes andar.

—Sí. Con estas dos patas de palo… Bueno, metálicas, de las que pitan en los aeropuertos, vaya—intentó de que su reencuentro fuera de todo menos molesto—Blaine, ¿me acercas mi silla?

—Pero… ¿ya te incorporas? ¿Tan pronto?

Brittany asintió.

—Es que me aburro en casa. Y no es bueno darle tantas vueltas al coco.

—¿Y quién te ha traído?—el chico sintió curiosidad.

—He venido en taxi.

—Bueno de aquí a que ya puedas moverte bien…

Blaine hablaba mientras recogía de otra mesa el asiento de Brittany, que había sido usado durante su tiempo de ausencia como mesita supletoria para más clasificadores y carpetas.

—Brittany, ¿te pasas luego por mi mesa? Hay que pasarle a administración lo de tu alta—Will le dio una palmadita en el hombro a la mujer.

—No hay problema—zanjó ella—Bueno, bueno, bueno…—volvió su atención a Santana—¿Qué? ¿No me vas a contar novedades? ¿Qué tenemos para este mes?

Santana la miró seria. Aquel intento por ser simpática no le pegaba nada, teniendo en cuenta que ya la conocía de sobra.

Aun así, ella también trató de ser cordial, ya que que sus problemas personales no debían influir dentro de la oficina.

Una vez puesta al día sobre el trabajo que Santana había realizado durante la baja, conoció los nuevos reportajes que se iban a repartir entre los integrantes de la sección Plus Ultra.

—Es una pena que me haya perdido lo de Roma…—comentó Brittany mientras veía los resultados de aquel trabajo pasado—¡Vaya! Estas fotos de la Fontana de Trevi son buenísimas—se asombró al ver las imágenes que había hecho Santana.

—Lo… ¿Lo dices en serio?—Santana permanecía a la espera de que ahora viniera el comentario negativo—La verdad es que a Will también le han gustado.

—No me extraña… Y éstas de la Plaza de San Pedro también están muy bien. Por lo que veo…—Brittany la miró con media sonrisa—, Aprendes rápido. Me quedo muy tranquila al saber que se te puede dejar solita.

—Hace mucho tiempo que no uso pañales, ¿sabes?

A Santana no le hizo ninguna gracia la última frase que le había soltado Brittany, porque notó cierto retintín maligno.

Brittany pudo contestarle con algo mejor, pero lo dejó estar. Bajó su nivel de azufre para poder continuar trabajando.


Una vez reunida con su jefe, arreglado lo de su baja y enterada del próximo reportaje a realizar, regresó a su mesa.

—Ya tenemos curro.

—Uhhh… Genial—contestó Santana, irónica, mientras desechaba unos carretes en mal estado.

—Ésa no es la actitud, pero vaya se ve que es la única que tenemos hoy, ¿uhm?—replicó Brittany—Bueno, aquí te dejo el informe de Will. Échale un vistazo si quieres y, si no, bueno nada. Como si lo metes en la trituradora con carpeta y todo. Yo me voy a fumar un piti—sentenció y dejándola sola a Santana—Blaine, ¿te vienes?—le hizo al chico un gesto de fumar.

—Como las balas—dijo él, corriendo hasta donde estaba Brittany y acompañándola al ascensor muy contento.

Santana no esperaba encontrarse a Brittany tan pasota. Incluso llegó a molestarse por ello. Eso de salir a fumar tan despreocupadamente, cuando meses atrás no habría cambiado su vicio por el trabajo que tuviera pendiente… Le resultaba tan extraño que incluso llegó a sentir celos por no haber sido ella la acompañante.


“Para una vez que actúa como una persona normal, va y se pira con el otro… Nada, como si yo no existiera… Desde luego, ésta no es mi Brittany. La escayola de la pierna se le está filtrando al cerebro. ¿Se habrá olvidado de mí? ¡Argh!… Me están violando las bragas, no vuelvo a comprármelas en los chinos… A ver qué me ha dejado la petarda de Brittany por aquí… Qué carpeta más endeble, cada día ahorramos más en material. Uy, esto tiene muchas páginas, a Will se le ha ido la pinza, porque ha escrito la Biblia. Oh, Dios mío… no puede ser… ¡ese cabrón nos acaba de encargar un reportaje sobre bodas en Las Vegas!”.

Capitulo 31

Cuando Santana llegó a casa, todavía conservaba la misma sensación de incertidumbre con la que había salido del trabajo.

Estaba agobiada consigo misma, porque había analizado una y mil veces las reacciones que había tenido con Brittany. Y había llegado a la conclusión de que ella misma era una contradicción con piernas.

No tardó en agarrar el inalámbrico para llamar a Quinn.

—¿Qué quieres?—contestó su amiga—¡Estaba en la ducha… y con Rach!

—Esto es un meidei, Quinn.

—Dame un segundo que me ponga aunque sea la toalla en la cabeza, que tengo el pelo chorreando. Rach entenderá.

—No estaría mal que también te pusieras algo de ropa, porque esto va ir para largo, dile eso a Rach también y mis disculpas.

—No te preocupes, que yo me ducho vestida—bromeó—Y tranquila San, Rach entiende.

Santana se tiró en el sofá con el teléfono pegado a la oreja. Esperó a que su amiga se adecentara para comenzar la ansiada conversación-terapia.

—Bueno que me he perdido, Quinny. Eso es lo que pasa. Que ya no sé por dónde van los tiros.

—¿La has vuelto a ver? ¿Pero no estaba de baja?

—Ha reaparecido hoy y me ha pillado en bragas—Santana se rascó la nariz y prosiguió—No me lo esperaba… Como hacía tanto que no habíamos vuelto a hablar…

—Te recuerdo que a ti no te dio la gana, porque yo bien que te lo dije. Los malentendidos se aclaran hablando. Que parecen dos niñas chicas, por favor… y tienen ya mucho pelo en el…

—¡Vale!, ya sé lo que quieres decir, Q—Santana la detuvo antes de que le soltara la bordería—Pero esto ya no es un malentendido. Ella tiene miedo. Mira que trato de hacerle entender que puede confiar en mí… Tengo el presentimiento de que es como si no quisiera que la juzgara por algo. O definitivamente, en las distancias cortas, hay algo de mí que la asusta. ¡Y encima hoy no me ha hecho ni caso!

—¡Pero cómo no le vas a asustar si cuando fuiste a verla querías sacarle el tema de Dani! ¡No era el momento, noooo eraaa el momento! ¡Y te loooo diiiijeee!

—Sosiega, Quinny…—le rogó Santana—¡Sosiega!

—Perdona que me emocione, pero es que es para tomarlas a las dos, meterlas en una jaula y tirarles cacahuetes mientras se aparean.

—Ya estamos…

Santana se llevó la mano a la frente, mientras negaba.

—Es que es eso lo que están necesitando ya, San. Un buen polvo y adiós a la tensión sexual y a sus gilipolleces. Mira, mañana en la oficina, te la llevas al office y le haces lo mismo que te hizo ella. Es que no la vas a dejar ni hablar. La agarras por sorpresa y le plantas un beso en tós los morros.

—Tú lo solucionas todo igual… pobre Rach.

Santana por vencida porque no iba a recibir de su amiga ningún otro consejo mejor.

—Bueno Tana, como debe ser y Rach lo agradece—zanjó Quinn.




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Brittany, en esos momentos, y sin saberlo, hacía lo mismo que Santana, pero con otra persona distinta.

Su amiga Marley aguantaba el chaparrón estoicamente mientras su oreja derecha se recalentaba y enrojecía.

—Yo esto no lo veo claro—confesó Brittany, mientras caminaba despacio, con sus muletas, a la cocina para prepararse una infusión.

—Bueno dime tú qué es eso taaaannn importante que no te deja decidirte e ir a por ella.

—No sé…—se hizo la pensativa—Quizás… ¿qué tiene novia?

Brittany respondió cínica.

—Ya, pero cuando fue a verte… ¿no trató de contarte algo sobre ella?

—Sí, pero…

—¿No la dejaste?—ahora la irónica era su amiga.

—…

—Mira, yo es que soy partidaria de arriesgarme. Total, el no ya lo tenemos.

—Paso de meterme en medio de una relación…

—Primero hay que ver qué queda de esa relación—apuntilló Marley—Así que, por tu mamá, la próxima vez que la veas, déjala explicarse o te doy una paliza.

—Esto se ha enredado tanto que no sé cómo seguir—Brittany soltó un pensamiento en voz alta.

—¿Te he contado ya que el lunes me fui a trabajar con una percha en el culo?

—¿Qué?

—Me puse mi gabardina nueva… Pero al sacarla del armario creo que se desprendió una percha y se me quedó colgada del cinto. La paseé unos treinta metros hasta que una chica, en medio de la calle Toledo, tuvo la bondad de indicármelo, aguantando la risa. Nunca me había puesto tan colorada…

—Si es que esas cosas siempre te pasan a ti—afirmó Brittany.

—Lo sé. Soy un puto desastre. Pero ahí reside mi encanto personal, supongo.



Tanto Brittany como Santana se fueron a la cama pensativas.

La primera en dormirse fue Brittany, quien se había tomado un relajante muscular para el dolor de pierna y se había quedado roque.

Por su parte, Santana se formulaba mil y una preguntas.


“¿Será que ya no… no quiere saber nada de mi? ¿Cómo lo habrá conseguido? Porque yo, a pesar de haberlo intentado, no he podido… No logro arrancármela de adentro. Está ahí la tía grabada a fuego y por mucho que intento desahuciarla, me monta siempre un piquete okupa contra el que es imposible luchar. No sé durante cuánto tiempo podré soportarlo… Hoy ha sido realmente duro el notar que prescindía de mí. Desde luego, si su comportamiento ha sido premeditado, le ha funcionado a la muy jodía. Pero si ha sido premeditado es porque todavía piensa en mí y desea atraer mi atención, quiere tenerme de nuevo comiendo de su mano… Y son las tres de la madrugada, mañana entro a las ocho y no sé cómo voy a mantenerme en pie. Vamos, que pasó del café, porque me voy a tener que beber un par de Redbules… Ojalá no me venga mañana con los cables cruzados… porque cuando se pone chunga, no hay quien la soporte. No puedo consentir que siga jugando conmigo de esta manera. Hay que aclarar las cosas ya. Y yo siempre, manteniendo la dignidad. Dignidad ante todo… Por favor, Brittany, pónmelo fácil o dimito”.

Capitulo 32

—¡Buenos días, Brittany!—la saludó Blaine nada más verla aparecer por el ascensor.

—Hummmnos días…—Brittany contestó con casi un gruñido y mostrando una cara de sueño espantosa.

—¿Qué…? Ayer trasnochamos, ¿eh?

—Anda, sé bueno y píllame un café. Sólo. Sin azúcar. A ver si así me espabilo de golpe—le pidió.

No se sentó.

Brittany se desplomó literalmente en su silla y, acto seguido, enterró la cabeza entre los brazos, queriendo descansar aunque fueran cinco minutos más.

—Habrase visto… ¿Y no va la tía y me ataca lanzándome un pato de goma? Mira que me han tirado cosas en la vida, ¿eh?

Santana salía del ascensor hablando en un tono bastante alto, acompañada de Will, al que había encontrado a la entrada del edificio.

—Cojines, botellas de plástico, bolas de papel… Pero un pato de goma, de los que se usan en la bañera… ¡never!

—Mujer—Will trataba de contener la risa—, Que la chica estaba tirándoselo al perro para que jugara…

—Bueno que tenga mejor puntería, ¡cojones! ¡Qué me ha puesto la gabardina perdida de babas!

Santana entró en la redacción y pasó al lado de Brittany sin ni siquiera reparar en ella, por la indignación que traía.

—Menudas horas para ponerse a jugar con el perro en plena calle, ¡cuando es la hora de ir a trabajar!

—Vaya, hoy no estás de muy buen humor, que digamos—añadió su Will.

—Si te digo la verdad… O me baja la regla ya o es que me voy a comer a un niño por la calle…

—Por tu mamá, no grites…

Una voz débil detuvo el relato de aquella anécdota divertida.

Santana se giró y encontró a Brittany hecha un trapo, desparramada en la silla, con los ojos cerrados y en posición de irse a dormir en breve sobre el escritorio.

—Aquí está tu café.

Blaine apareció y dejó el vaso humeante delante de las narices de Brittany.

—Gracias, Blaine… Te debo un… un… ¡Uaaaargh!

Brittany bostezó y cambió de posición, porque los brazos se le estaban durmiendo.

—No me debes nada, tonta—Blaine miró a Santana y le habló al oído—Yo que tú, le suministraba cafeína cada dos horas, porque ésta se te va a quedar como un tronco en cuanto te despistes. Creo que ayer se fue de farra…

—¿Cómo se va a ir de fiesta, con la pierna aún como la tiene?—replicó Santana que seguía de pie, pasmada por el estado de Brittany.

Blaine se encogió de hombros y se fue a su sitio, para ponerse manos a la obra con un artículo que tenía pendiente.

Santana se sentó en su puesto, frente a Brittany. Preparó, como cada día, su espacio vital: encendió el ordenador, dejó el móvil encima de su mesa y de pronto tuvo una idea que le pareció brillante.


“No sé si se habrá tirado toda la noche por ahí pero, desde luego, no le voy a pasar ni una. Si cree que le voy a dejar dormir como si tal cosa… Con la de veces que ella no me ha permitido ni ir al baño porque había “Otras prioridades”. Hummm… ¿A qué huelo? Ah, sí… Es el dulce olor de la venganza, jeje…”.


Santana cogió su móvil, buscó en la agenda, encontró lo que quería y le dio a la tecla de llamada.

A los pocos segundos, el teléfono de Brittany comenzó a sonar, asustándola y haciéndole dar un brinco.

—¿Humm… quéee? ¿Quéeee pasa?—Brittany salió de su ensoñación.

Santana escondió el teléfono bajo la mesa para que Brittany no la descubriera.

Brittany buscaba su móvil, nerviosa, en un bolso que parecía el de Mary Poppins.

—Mierda… ¿Dónde lo habré puesto? Maldito teléfono…

Santana se reía de Brittany que rebuscaba sacando cosas, mientras la potente melodía que había seleccionado como tono de llamada retumbaba por media oficina, rompiendo la quietud de aquellas tempranas horas.

Justo cuando Brittany iba a encontrarlo, Santana colgó.

—¡Anda! Encima cuelgan justo cuando… Un momento…—Brittany vio quién había realizado esa llamada perdida y se quedó inmóvil—Me voy a cagar en todo lo que se menea—asesinó a Santana con una mirada de congelador abierto—¿Tú eres gilipollas?

Santana se echó a reír escandalosamente, mientras Brittany deseaba practicarle una traqueotomía con el primer bolígrafo que encontrara a su alcance.

—Serás hija de puta…

Brittany contuvo su rabia cerrando los puños, impotente por no haber podido evitar que Santana le hubiera gastado semejante broma.

—O sea… es que no le veo la gracia—añadió seria.

—Me encanta tu puta cara de enojo, Brittany—dijo Santana, que todavía estaba llorando de las carcajadas que soltaba.

Brittany se puso de pie, ofendida.

No sabía muy bien cómo tomarse aquel comentario, ya que no estaba claro si había sido un cumplido o estaba siendo, de nuevo, víctima del cachondeo de Santana.

—¿Me he perdido algo? Creo que todavía no estamos en carnavales…

Pero Santana se estaba enjugando las lágrimas con el dorso de sus manos.

Brittany se dio cuenta de que todos sus compañeros habían visto el ridículo que acababa de hacer y también se estaban riendo. Así que cogió su café, aún sin tocar, se lo bebió de un trago, agarró sus muletas y salió del edificio con la intención de calmar su ánimo con ayuda de la nicotina.

Blaine miró entonces a Santana, con un gesto de clara desaprobación, y entonces ésta se dio cuenta de que a lo mejor ya era hora de parar aquello. Se levantó y fue hasta la mesa de su amigo, para pedir consejo.

—Tú crees que…—Santana no pudo acabar porque fue interrumpida.

—Ya te vale a ti también guapa…—la riñó Blaine—A este paso, con estas ideas de bombero que tienes, harán las paces cuando Alcobendas sea sede olímpica. ¿O es que en el fondo a ti te va la marcha?

Aquella pregunta retórica fue el detonante de un monólogo interior que tuvo lugar, automáticamente, en la cabeza de Santana.


“Blaine tiene razón Joder, San… Si sabes que la respuesta a eso es NO… ¿Por qué ahora te revuelves contra tus propios deseos? Hoy habíamos venido a por un todo o nada… Incluso le has hecho caso a Quinn y te has puesto tu “camiseta de pilingui”… ¿A qué vienen estas ganas de quedar por encima de ella si tú lo que quieres es quedarte a su lado? Vamos a centrarnos, ¿eh? Va, sal a por ella. Sal a por todas… Y que sea lo que Dios quiera”.


Reaccionó, por fin, y caminó todo lo rápido que pudo en dirección al ascensor, completamente decidida.

—¿A dónde vas?—preguntó Blaine cuando Santana estaba pulsando el botón de bajada.

Lo último que vieron los ojos de Blaine fue la enorme sonrisa que su compañera le dedicó antes de que las puertas del elevador se cerraran.

Santana encontró a Brittany apoyada en su coche, fumando un cigarrillo mientras miraba el suelo, misma situación que la de aquella primera vez en que coincidieron en el aparcamiento.

En esta ocasión Brittany también lloraba, sin emitir un solo gemido.

Caminó lentamente queriendo comparar aquella imagen con la de meses atrás y comprobó que había entre ellas sólo tres diferencias.

La primera, que Brittany llevaba muletas y una pierna escayolada, la segunda que aún no había atardecido y la tercera, que esta vez ella sentía algo por Brittany que llevaba bastante tiempo tratando de evitar.

Antes de que Brittany advirtiera su presencia y tirara el cigarrillo a medio consumir, Santana apresuró el paso y, sin decir una palabra, puso sus manos en el rostro de Brittany, lo atrajo hacia sí y besó sus labios.

La suavidad de la boca de Brittany contrastaba con el contacto frío de sus amargas lágrimas empapando las mejillas de ambas.

El calor del otro cuerpo al que abrazaba envolvió a Santana en una agradable sensación de placidez. Notaba unas manos en su espalda que la abrigaban más que cualquier jersey.

Ya no había nada que temer.

Ya era una realidad…

Un empujón provocó que sus bocas se separaran bruscamente.

—¿Qué coño te has creído?—le espetó Brittany cuando se apartó de ella, caminando hacia atrás.

—Ya estamos empatadas. Tú me debías explicaciones y ahora yo también te las debo a ti—contestó Santana, que se acercaba sin miedo cada vez más a Brittany.

Una vez recuperada la distancia adecuada entre ambas, Santana extendió las manos para retirar, cariñosamente, las lágrimas de Brittany.

—¿Quieres empezar tú, o lo hago yo?

—Yo…—los ojos de Brittany miraron al suelo mientras se dejaba acariciar—Lo siento, tú primero.

Santana sonrió, asintiendo, y se aproximó más a Brittany, sin brusquedad, para no provocar rechazo.

—¿Sabes cuánto me ha costado darme cuenta de que estaba enamorada de ti?

Santana empezó su exposición recortando la distancia, centímetro a centímetro, porque se moría por volver a abrazarla.

—Mucho tiempo. Muchas preguntas. Muchos reproches.

Brittany no entendía nada. No conocía la lucha interna que Santana había llevado a cabo en un pasado muy reciente.

—Porque para que tú comenzaras a ocupar todos mis pensamientos, primero tuve que dejar ir a otra persona. A otra mujer…

Los ojos de Brittany, que aún lloraba en silencio, se abrieron como platos. En su mente apareció la foto de la chica con la que pensaba que Santana mantenía actualmente una relación.

Santana estaba a cinco centímetros de ella.

Se detuvo.

Continuó hablando, seria, concentrada, no queriendo evitar ningún olvido, ningún detalle.

—Hace ya casi dos años… perdí a la que a día de hoy sería mi mujer.

—¿Dos años…?

Brittany frunció el ceño, estaba totalmente perdida.

—Sí—tragó saliva, la garganta se le estaba cerrando en un nudo amargo—Murió.

—Lo… lo siento—todo iba adquiriendo sentido—No sabía que… Bueno, sí sabía que tenías pareja, o eso pensaba… Pero creía que seguías estando con ella. Al principio me sorprendió. Ya sabes, eso de que te gustaran las mujeres, pero más me sorprendió que no me hubieras contado nada de tu vida privada.

—Bueno, tú tampoco lo hiciste.

Esas palabras no incluían ningún atisbo de resentimiento, ya que fueron acompañadas de un suave tono de voz conciliador.

—Nunca hablamos del tema. Así que yo tampoco sabía nada de ti más que lo estrictamente profesional.

—Ya…

Brittany sacó un pañuelo con el que se limpió las lágrimas negras que se habían grabado en sus mejillas por efecto del rímel.

—Espera. Te ayudo.

Santana le cogió el pañuelo e, instintivamente, Brittany se pegó más a ella. Santana pasó suavemente el pañuelo de papel por el rostro de Brittany y continuó con su monólogo.

—Después de que Dani muriera, el mundo se me vino abajo. Cuando a una le sucede algo así, llega a la firme determinación de que jamás podrá enamorarse de nuevo. Porque yo quería a esa mujer con locura, con devoción… con admiración. Era mía, mi niña, mi princesa, por la que me hubiera cambiado, sin pestañear, si llego a saber lo que le iba a ocurrir.

—¿De qué murió?—preguntó Brittany, mirándola a los ojos y sintiendo una honda tristeza.

—¿No puedes imaginártelo? Ya conoces mi punto débil…

—Dios, por eso te da tanto pánico volar.

Brittany se llevó la mano a la frente cuando se hizo a la idea de lo que le había sucedido a Dani.

Santana, que le quitaba de la cara los restos de maquillaje, asintió y se guardó en el bolsillo el pañuelo usado.


“Y pensar que todo este tiempo he estado perdiendo oportunidades con Santana porque creía que tenía pareja… ¿Por qué no la dejaría terminar de hablar, aquella tarde en que me vino a ver a casa, cuando mi mamá me dejó el camino libre? Pobrecita, mira qué cara se le ha quedado. Ay, mi amor…”


Sin poderlo evitar, Brittany sujetó levemente la cabeza de Santana para hablarle con franqueza.

—Santana… Siento todas las veces en las que he tratado de hacerte daño con comentarios sobre aviones. No sabía nada de esto…

—No hablo de ello para que los demás no me tengan compasión, de hecho no suelo hablar de mis cosas con nadie a no ser que haya confianza—contestó Santana con calma, sosteniéndole la mirada.

—Y siento todas las veces en las que te he tratado mal, en las que he querido quedar por encima—Brittany volvía a emocionarse y sus ojos se humedecían lentamente—, En las que he intentado alejarte a patadas de mí.

El corazón de Santana dio un vuelco: sus pulsaciones galoparon con la velocidad de un caballo de carreras cuando Brittany pasó sus brazos por su cuello, para engancharse a su cuerpo.

—No sé cómo lo has hecho, pero has conseguido lo imposible—reconoció Santana, con un gesto de negación—Te has colado dentro de mí y no he conseguido sacarte ni a tirones, Britt.

—Lo has logrado tú solita, viendo desde un principio lo que había en mí. No he logrado engañarte, a pesar de mis intentos desesperados—confesó Brittany, que acercaba su rostro más y más.

—Te quiero, Britt-Britt—Santana no pudo contenerse más—Si no te lo digo, reviento. Y si reviento no voy a estar nada guapa.

Brittany rió por primera vez desde que empezaran la conversación.

—Eres una payasa… Y me gusta que me digas Britt, pero más me gusta el “Britt-Britt”.

—Sí, sabía que te gustaría—contestó Santana, segura de sí misma.

Sin que hubiera ninguna música de fondo sonando, ambas mujeres estaban balanceándose, bailando una lenta melodía en medio del aparcamiento.

—Supongo que es mi turno…—Brittany no dejaba de mirarla con ternura.

—No, si crees que no es el momento—aclaró Santana, para que Brittany no se sintiera obligada.

—¿Sabes que todas esas habladurías que has escuchado en la redacción, son ciertas?

Brittany apoyó la barbilla en el hombro de Santana para seguir más cómodamente el compás de aquella danza íntima.

Santana no dijo nada, ya que presentía que ella misma iba a contestarle enseguida.

—Si estoy aquí es por mi papá. Soy tu jefa porque soy una enchufada. Te quité el puesto por los contactos de mi papá—se apartó para ver la reacción de Santana, pero ésta, al parecer, no parecía muy afectada—No me contrataban donde yo quería porque no tengo tanta experiencia, como tú ya sabes… Pero como mi papá ha contratado publicidad millonaria en la Voyager de sus catálogos de joyería pues me echó un cable y así fue cómo entré a trabajar aquí. Si no, ¿de qué iba yo a dar el pelotazo, con mi currículum, en una de las revistas más prestigiosas del país?

—No quise creerles, Britt. Siempre he confiado en ti, a pesar de tu faceta de jefa cabrona—le replicó Santana—Muchos compañeros me avisaron de que no debía fiarme de las apariencias

—Te he decepcionado, ¿verdad?—por un instante, la danza se detuvo—Por esto tenía tanto miedo de decírtelo, de que lo descubrieras…

Santana suspiró hondamente. Cerró los ojos mientras estrechaba el abrazo y valoró la situación.

—Mira, en este momento me da igual el pasado, el cómo llegaste a la revista y cómo llegué yo. Lo único que me importa, lo que realmente me interesa saber, es por qué has tenido durante tanto tiempo esa actitud conmigo de distancia agresiva. Antes podía justificarte, al pensar que tratabas de hacerte valer, de dejar a todos claro que ese puesto lo merecías más que nadie porque eras una fuera de serie a pesar de tu edad. Pero ahora que sé que tenías el puesto más que asegurado… No logro entenderlo. ¿Qué te hice yo? ¿Tanto te molestó que me admitieran, aunque fuera como tu ayudante?

En esta ocasión, era Brittany la que suspiraba pesadamente, acto que anunciaba el preámbulo del alivio de una verdad que había sido encubierta durante meses.

—Si estás ahora mismo trabajando y no en la cola del paro. Es por mí. Yo se lo pedí a la de Recursos Humanos.

La cara de Santana era un poema. Tan afectada estaba que caminó hasta sentarse en el capó porque se iba a caer de bruces.

—¿Recuerdas el día en que me viste aquí, que estaba casi anocheciendo?—continuó Brittany.

—Sss…Sí. Fue la misma tarde en que me llamaron para decirme que me habían contratado, a pesar de que el día anterior te habían seleccionado a ti. Recuerdo que estabas llorando. Fui a preguntarte qué te pasaba, pero enseguida saliste en estampida. Como si alguien hubiera gritado eso de… ¡JUMANJI!

De nuevo, el comentario jocoso de Santana hacía gracia a Brittany.

—Me fui así porque estaba avergonzada. ¿Cómo iba a mirarte a la cara sabiendo que te había robado el puesto? No me gusta que mi papá ande sacándome las castañas del fuego, pero tengo que estarle enormemente agradecida porque, si no llega a ser por él, jamás hubiera tenido esta oportunidad.

—O sea, qué es cierto que eres una niña pija, una niña de papá—contestó Santana, con cierta malicia mal camuflada.

Los ojos de Brittany recalcaron un bochorno considerable.


“Cuando Brittany me pone esas miraditas de «yo no he roto un plato, que yo no he sido», es que le ponía un piso. Aunque no sé cómo, porque la que tiene una familia que está forrada es ella”.


—Lo siento, San…—añadió—Tenía que habértelo contado antes, pero no me atrevía. Creía que si lo hacía, te revolverías contra mí. Y me caíste tan bien, desde el principio…

—¡Bueno quién lo diría!

—Tengo un carácter bastante puñetero, lo sé. Aunque me hiciste sacar mi verdadera personalidad cuando viajamos a Teherán. Me sentía tan cómoda…

—Me daba en la nariz que tú no eras así de borde veinticuatro horas con el resto de la gente… Es curioso, hasta que tu mamá no me dijo en el hospital que hablabas bien de mí en tu casa, me preocupaba que realmente me odiaras. Especulé varias razones. Y siempre me quedaba con la misma: que tenías miedo de que yo te comiera terreno.

—No ibas desencaminada.

—¿Ah, no?—contestó Santana, sorprendida.

—Tenía miedo de que ganaras terreno, pero no en la oficina, sino aquí—Brittany señaló con su dedo el corazón de su ayudante—Y aquí—luego hizo lo mismo en la cabeza.

—Pero tú… pensaba que tus anteriores parejas habían sido hombres.

—Ajá.

—Entonces… ¿Cómo es posible que te fijaras en mí?

—Te devuelvo la pregunta. ¿Cómo es posible que yo pudiera atraerte, con los malos ratos que te he hecho pasar?

—Supongo que uno no preselecciona a la persona de la cual se enamora.

Santana se contestó a sí misma con una reflexión.

Brittany afirmó con un gesto y se acercó a Santana, que continuaba sentada en la misma posición.

—Y porque yo era una mujer—prosiguió Santana—, ¿Te producía ese rechazo que te encargabas de mostrarme una y otra vez? ¿Estabas tan liada que no sabías realmente si era lo que querías?

—No exactamente. Todas esas reacciones que tenía, los malos modos, incluso ese acoso y derribo, porque no lo voy a negar, vienen argumentados por otro miedo atroz muy distinto al que tú pensabas. No porque fueras de mí mismo sexo temía algún tipo de relación contigo extra-profesional. Más bien fue al contrario. Porque me estabas empezando a atraer no quería acabar colgándome de ti, porque en cierto modo presentía que acabarías gustándome más allá de un capricho.

—Si me permites el inciso… Estoy flipando.

Brittany rió.

—No me extraña, San—admitió Brittany—Y te comprendo.

—Sigue, por favor…—le rogó Santana, con una sonrisa al oír otra vez su nombre.

—Al principio me lo tomé como un juego de poder. Quería saber hasta qué punto deseabas tanto el puesto que yo ocupaba. Por eso jugaba, te picaba, te hacía entender que no podrías conmigo. Luego fui viendo, con el tiempo, que eras tan profesional como yo, que tu trabajo era impecable. Y que la que tenía que aprender era yo. Pero a tus ojos no podía mostrarme ni débil ni insegura, en parte, porque si llegabas a enterarte de la verdad, de que yo había entrado por recomendación, estaría perdida. De modo que te vigilaba, te perseguía hasta el baño si hacía falta.

Santana asentía con la boca abierta.

—Y cuando nos ofrecieron lo de Irán, a esas alturas yo ya había caído en tus redes. Porque es imposible no quererte—Brittany se ruborizó al desnudar sus sentimientos—Eres tan atenta, tan dulce… que cada vez que tenías un detalle conmigo, me derretías y a la vez me hacías tener más remordimientos, porque no quería que derribaras mi muralla.

Santana reaccionó ante aquella confesión y sonrió con la ilusión de una quinceañera enamorada.

—Fueron unos días maravillosos. Estar lejos de Madrid fue una liberación. Y tú me diste una confianza tan grande, me tratabas de una forma tan especial…

—Porque tú me lo permitiste—interrumpió Santana, sin perder la cara de embobada que tenía.

—…Que llegó un punto en el que no podía fingir. ¡Nos veíamos todo el santo día! Al final lograste que bajara la guardia, y a la vez me diste a entender que lo que sentía por ti no tenía vuelta atrás.

—Entonces, ¿por qué tantos inconvenientes, tantos pasos en falso? Porque jamás me diste una pista, un atisbo de lo que tú…

—San, yo era incapaz de confiar en nadie. Desde lo de Sam…

Santana le cogió de las manos para transmitirle la fuerza que necesitaba en aquel momento.

—Sam fue un novio que tuve muy jovencita. Estuvimos cinco años juntos y estaba perdidamente enamorada de él. Incluso hicimos planes de futuro. Veíamos una posibilidad incluso de boda porque… me quedé embarazada. A él le entró el pánico y acabo yéndose con otra.

—Joder…—fue todo lo que pudo añadir Santana.

—Decidí que iba a tenerlo, pero no pudo ser. Lo perdí al mes y medio—de nuevo, sus lágrimas mojaron rápidamente sus mejillas.

Santana tiró de ella para abrazarla, saltando del capó y poniéndose de pie, acto seguido.

Brittany se dejó, hundida en sus tristes recuerdos, mientras su cuerpo se sacudía por el fuerte sollozo.

—Vamos… Ya, ya lo has sacado… Venga—la animaba a la vez que le acariciaba el cabello—Tuviste que pasarlo realmente mal… Pero no tienes por qué temer.

—No puedo evitar la desconfianza. Prefiero provocar dolor a que me lo provoquen. Mi mejor defensa es siempre un buen ataque. Tumbar al otro en el primer asalto. Por eso las relaciones que tuve a raíz de aquello eran superficiales y perecederas. Yo misma me encargaba de ponerles a todas fecha de caducidad. No podía dejarme enamorar de nuevo de la manera en que me enamoré de él, porque sabía que, si lo hacía, acabaría siendo tu juguete, el guiñapo con el que podrías hacer lo que te pareciera.

—Bueno, entonces, es que tienes una opinión muy equivocada de mí—Santana deshizo lentamente el abrazo, para hablarle mirándola a los ojos—No soy como él. El resto de la gente, tampoco. Y ya era hora de que volvieras, porque el mundo te ha echado de menos.

Las manos de Santana acariciaron el rostro de Brittany con mucha suavidad, provocando que ésta cerrara los ojos ante el tierno contacto.

Su boca atrapó gradualmente la de Brittany para besarla con lentitud, sin prisas, para arrancarle toda esa angustia contenida con aquel gesto de amor.


Eran las nueve y veinte de la mañana cuando Blaine Anderson, redactor de la sección Plus Ultra, sacó la cabeza por la ventana para avisar a sus compañeras de que se estaban retrasando demasiado.

Las vio morro a morro “haciendo las paces” en medio del parking, provocándole, ipso facto, una repentina bajada de tensión.

—Ay, cojones… ¡Ustedesssss! ¡Ya están subiendo las dos! ¡Y quiero explicaciones con pelos y señales, so guarrrraaaaasss!—gritó desde el tercer piso, como un arrabalero en medio de la plaza de abastos.

Santana y Brittany cesaron de besarse, no pudiendo contener la risa de sentirse pilladas. Miraron hacia arriba para asentir y saludar, al estilo monárquico español, a Blaine que las observaba con los ojos como platos.

Capitulo 33 - Final

Se despertaron abrazadas.

Santana envolvía con sus brazos un cuerpo de un color de pial más blanco que el suyo.

Un cuerpo de mujer.

En una habitación que no pertenecía a su casa.

—Buenos días, mi Sanny—Brittany le dio un beso.

Santana sonrió, le encantaba en nuevo diminutivo que le había puesto Brittany.

—Buenos días—contestó Santana, con un ojo abierto y otro cerrado—Todavía no me puedo creer que esto sea verdad y que tú seas real, que me estés acariciando y que pueda sentir el olor de tu pelo, de tu piel.

Santana pasó una pierna por encima de las de Brittany y fue ella en esta ocasión la que rozó sus labios sutilmente con los de Brittany.

—Tenemos que levantarnos ya. El avión sale a las dos y hemos quedado con Blaine en la terminal a las doce menos cuarto.

—No quiero—dijo en tono infantil Santana—Me has dejado hecha tapioca, Britt-Britt.

Brittany sonrió de medio lado, maliciosa, y metió la mano bajo los finos pantalones del pijama de Santana, buscando algo que sabía dónde encontrar.

—Yo sé cómo hacer que te levantes, San…—le susurró al oído mientras palpaba bajo la ropa.

—¡Pero serás malota!—Santana dio un violento respingo—¡Por Dios Santo! ¡Tienes la mano helada!—huyendo del feroz acecho de Brittany, la muchacha se cayó de la cama.

—Si es que no tienes remedio, Sanny…

Brittany que aún estaba recostada se rascó la frente, dándose por vencida ante la falta de coordinación de Santana.

—Me duele el culo—Santana, dolorida, frunció el ceño, buscando compasión—¿Es que no te doy penita?

—Conmigo no funciona el chantaje emocional.

—¿Sabes que ayer abrí la puerta del congelador y me acordé de ti?—contestó desde el suelo con un ácido comentario sobre la frialdad de su pareja.

Brittany respondió al ataque lanzándole a la cara su almohada y acertando de lleno.


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Se reunieron con Blaine a la hora acordada.

Después de facturar el equipaje, se tomaron un café en el bar de la T2 de Barajas.

Las dos mujeres tenían una cara de cansancio tremenda, cosa que Blaine utilizó para mofarse de ellas de lo lindo.

—O sea, que anoche fue un no parar, ¿no? Se habrán quedado con la mano tonta, vamos…

—No, si todavía vas a volar a Las Vegas, pero de una patada en el culo—dijo Brittany.

—Si es lo que yo decía… Un buen revolcón a tiempo y se hubieran quitado las tonterías poco pronto. Mano de santo, chicas.

Blaine seguía con la broma.

—¿Qué pasa? ¿Tienes envidia o qué?—comentó Santana, que luchaba por continuar con los párpados abiertos.

—¿Yoooo? Ay, San no subestimes el poder de mi Kurt… que me deja siempre planchaaadiiiito. Lo que pasa es que este finde está en el pueblo, viendo a la mamá.

—Eso es muy de película de Almodóvar, ¿no?

—No, Brittany. Lo suyo sí que lo es, que están locas del coño, cariño. Porque menos mal que se han puesto de acuerdo, que ya tenían a toda la redacción de los nervios.

La pantalla en la que venían detalladas las salidas renovó los datos. La puerta de embarque para el vuelo a Las Vegas fue añadida y los tres compañeros se desplazaron tranquilamente hasta ella.

—¿Llevas el pasaporte, Britt?—preguntó Santana, mientras ella extraía el suyo de su mochila para ponerlo junto con su tarjeta de embarque.

—Sí. El problema es que no sé dónde está. No hay quien encuentre nada en este bolso.

—Si hicieras como yo, que solo meto las llaves, la cartera y el móvil…

—Qué bonito, sólo llevan una semana juntas y ya estoy presenciando la primera riña de tortolitas—se rió Blaine, mientras se cruzaba de brazos para ver la escena.

—Eso, tú ayuda, encima—le recriminó Brittany, que rebuscaba nerviosa por todos los bolsillos interiores.

—Anda, déjame que te ayude, Britt-Britt.

Brittany arrugó el entrecejo.

Algo dentro de ella la alertaba de que no debía fiarse de las buenas intenciones de Santana, porque ya iba conociendo los métodos radicales que tenía para resolver cosas en las que hacía falta tener paciencia.

No tuvo tiempo, porque ella ya le había quitado el bolso, se había arrodillado en el suelo y lo había volcado completamente, sacudiendo para que todo lo que contuviera se desparramara en el suelo.

—Coño, así también lo hago yo—comentó Blaine, conteniendo la risa.

—Yo te mato… ¡Es que te mato, Santana!

Pero Santana ya había recogido la cartera, que había caído encima de un foulard de seda rojo.

—Aquí tienes, Britt.

Le entregó el monedero con una sonrisa de enorme satisfacción por haber cumplido con éxito su misión.

—¡Ay, mi pañuelo de seda por el sueeelooo!—gimoteó Brittany, que recogía con sumo cuidado sus pertenencias.

—Eso, cariño… Que es un pañuelo, no una máquina de diálisis—respondió Santana, quitándole dramatismo al asunto mientras que Blaine se descojonaba vivo.

Formaron cola para embarcar.

Por megafonía les ordenaron entrar más tarde, porque sus asientos estaban comprendidos entre la fila uno y la quince.

Ambas mujeres llevaban como equipaje de mano sus respectivas cámaras y Blaine portaba un maletín acolchado que contenía su ordenador portátil.

Los tres se aferraban a sus bolsas como si llevaran consigo el Arca de la Alianza, debido a los numerosos robos de equipaje valioso que tenían lugar en el aeropuerto.

Por fin les llegó su turno.

Presentaron sus tarjetas, que fueron validadas en la máquina de la entrada al finger.

Una vez en el pasillo metálico que las conducía hasta la puerta delantera del Boeing, Brittany sacó una bolsa de chucherías que había comprado en una tienda de duty free una vez pasado el control policial.

Al verla, Santana se quedó con la boca abierta.

—Pero tú… ¿Cómo puedes comer eso antes de volar?

—Ya sabes, cariño… Soy de digestión rápida y tengo el metabolismo agresivo, por lo visto, Sanny…

Brittany ladeo la cabeza y puso carita de niña buena para que su novia no le echara la bronca por pasarse con las gominolas.

Blaine, que caminaba retrasado, de nuevo se alegraba por haberse decidido acompañarlas en ese viaje que pintaba tan bien ahora que los tres eran buenos amigos.

Y más aun teniendo una nueva atracción: ellas.

—Si es que no tienes remedio, ¿eh?

Santana acarició el cabello de su chica porque no podía luchar contra aquella sonrisa que Brittany le regalaba.

Instintivamente, Santana paró en seco al llegar al acceso de la cabina. Se detuvo tan bruscamente que Blaine casi se tropieza y cae encima de ellas.

La azafata, que en ese momento saludaba a los que iban entrando, se percató de la palidez de la nueva pasajera que tenía ante sus ojos.

—¿Se encuentra bien, señorita?

—No se preocupe, que ya me encargo yo—respondió Brittany, tranquilizadora.

Santana tenía la mirada clavada en el avión. El sonido de las turbinas de otros aviones, que aterrizaban o despegaban, la estaba poniendo histérica.

Brittany lo vio en sus ojos.

Vio el pánico.

Vio el mismísimo miedo a la muerte.

Pero ella sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

Cogió a su chica del mentón y le dejó un beso tierno que sacó a Santana del universo de las catástrofes aéreas de su cabeza.

—¿Vamos, cariño?

Brittany le tendió la mano con una sonrisa en la que trató de transmitir toda la seguridad del mundo.

—¿Vienes conmigo, Sanny?

—Claro que sí.

Santana aceptó el ofrecimiento de buena gana y, con una expresión de tranquilidad, subió al avión de la mano de su mujer, Brittany.

Ya han pasado cinco años desde que Santana conoció a Brittany y se reencontró con el amor.

Durante esos años las cosas no habían sido fáciles para Santana y Brittany.

Santana amaba locamente a Brittany, pero su genio en ciertas situaciones la sacaban de quicio, pero como ella misma sabia, Brittany la miraba con la cara de niña y con un puchero y Santana no se podía resistir.

Al año de estar como parejas, Santana le propuso a Brittany que se fueran a vivir juntas, y ahí hubo discusión de que departamento era el mejor para vivir, y como siempre los encantos de la rubia podían con Santana y se fueron a vivir al departamento de Brittany.

Al año siguiente Santana le propuso matrimonio a Brittany quien acepto encantada y le dijo que ella también tenía planeado pedirle martirio para su cumpleaños, pero que ella se le adelanto.

Durante el tercer año tenía siempre la misma discusión, un hijo.

Brittany le encantaba la idea, pero tenía miedo de que la que quedara embarazada le pasara lo mismo que a ella y terminara perdiendo a su bebé.

Santana le decía que no se preocupara que nada iba a pasar ni a la que quedara embarazada y al bebé. Y que tenía que superar el miedo y que ella la iba a ayudar, como Brittany la ayudo a su miedo a los aviones.

Brittany enternecida y más enamorada que nunca con las palabras dichas por Santana, acepto a ser ella la que quedara embarazada.

Así fue como nació la pequeña Susan una réplica exacta de Brittany.

Susan era todo para ellas.

Santana no le podía negar nada a su mini-Brittany, y mucho menos a su Brittany.

Como la vez que encontraron a un gato en el parque, Brittany y Susan decidieron que sería la nueva mascota de la casa, a lo que Santana no le gustó mucho la idea, diciendo que era un gato mugriento y de la calle que mejor compraban uno.

Brittany y Susan la miraron ladeando la cabeza, ojitos de perrito y un lindo puchero y obviamente Santana no se pudo negar, y así fue como Lord Tubbington es ahora el nuevo integrante de la familia López-Pierce.

Dos años después Santana fue la que quedo embaraza y nació el pequeño Santiago.

Él era igual a Santana.

Moreno y con los mismos ojos de Santana. Y como sus dos rubias, otra gran debilidad para Santana.

Ahora en la actualidad Santana estaba comiéndose las uñas mientras iba hacia la sala de partos, para acompañar a Brittany y ver nacer al o a la nueva integrante de la familia.

Su tercer bebé estaba por nacer.

—¿Dónde estabas?—dijo entre dientes Brittany.

—Lo siento, amor no me podía poner el traje de los nervios—dijo Santana mientras la tomaba de la mano y la besaba—Ya llegaron tus padres. Y mis padres traerán más tarde a los niños.

—Bien Britt, aquí vamos—dijo la doctora—Empuja.

Brittany apretó con fuerza la mano de Santana mientras hacía fuerza para que naciera su bebé.

—Un poco más Britt, ya tenemos la cabeza—dijo otra vez la doctora.

—Vas muy bien Britt-Britt, te amo—dijo Santana mientras besaba le besaba la frente.

Brittany después de unos minutos y haciendo toda la fuerza posible, pudo escuchar el llanto de su bebé.

—Aquí está su hija—dijo la doctora mientras envolvía a la bebé en una manta y se la pasaba a Brittany.

—Hola amor—dijo Brittany tomando a la bebé en sus brazos—Mira Sanny, aquí esta Sugar.

—Hola—Santana acariciando con un dedo la manito de Sugar—Soy tu mamá—dijo con lágrimas en los ojos.

—No llores San—dijo Brittany limpiándole una rebelde lágrima que caía por la mejilla de Santana.

—Es perfecta Britt, gracias. Te amo—dijo Santana mientras besaba a Brittany en los labios.


Ya habían pasado tres semanas del nacimiento de Sugar. Y la familia López-Pierce se encontraba en el living disfrutando de un día en familia.

Susan y Santiago estaban jugando con Lord Tubbington bajo la atenta mirada de Sugar—que estaba en su soporte de bebés—, quien veía jugar a sus hermanos con el gato.

Mientras tanto Santana y Brittany estaban abrazadas en el sillón viendo a sus hijos.

—Gracias por darme esto Britt.

—Gracias a ti San, por hacerme creer en el amor otra vez, por no rendirte y ayudarme a perder el miedo a ser mamá.

—No Britt, gracias a ti por devolverme el amor a mi vida, y darme lo mejor que me ha pasado. Gracias por entrar en mi vida y sacarme de la tristeza que estaba viviendo.

Brittany miro a Santana y la tomo por sus mejillas y la beso con ansia.

—Te amo San.

—Y yo te amo a ti Britt.

Hola, aquí el final de otra historia. Muchas Gracias a todas las personas que se dieron el tiempo de leer y comentar!
Y como siempre digo, para que no de "pena" por el fin, ya subo el prólogo de otro. Saludos =D

MUCHAS GRACIAS!