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[Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
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[Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Prólogo.
Santana es una atractiva abogada a quien la vida siempre le ha sonreído. Es una mujer ardiente, alérgica al compromiso, pero a la que le encanta disfrutar de la compañía femenina en sus juegos sexuales.
Brittany es una mujer de acción. Como piloto del ejército americano está acostumbrada a llevar una vida al límite, sin embargo, su principal misión es la de luchar como mamá soltera por sacar adelante a su hija.
Cuando el destino les pone cara a cara la tensión entre ellas se hace evidente.
Pero lo que en un principio fue un encuentro hostil, poco a poco irá convirtiéndose en una atracción irreflenable.
¿Conseguirán estas dos titanes llegar a entenderse?
Brittany es una mujer de acción. Como piloto del ejército americano está acostumbrada a llevar una vida al límite, sin embargo, su principal misión es la de luchar como mamá soltera por sacar adelante a su hija.
Cuando el destino les pone cara a cara la tensión entre ellas se hace evidente.
Pero lo que en un principio fue un encuentro hostil, poco a poco irá convirtiéndose en una atracción irreflenable.
¿Conseguirán estas dos titanes llegar a entenderse?
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Hola, bueno aquí otra historia (adaptada) La forma de actualizar sera igual que la adaptación pasada! Gracias por leer, comentar y seguir mis adaptaciones! Saludos =D
PD: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-finalPD: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo
A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final
Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final
Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final
Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-resueltofanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-cap-epilogo#538737
Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin#539420
Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-resueltofanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-3-o-dejame-adaptada-epilogo#539712
Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-epilogo#542092
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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Mar Abr 11, 2017 11:53 pm, editado 2 veces
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
que tal, ya me encanta!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Mi querida escritora, me encanto esta historia, britt con hija woahhhhhhhh.
Cuando podremos leer el primer capitulo.
Cuando podremos leer el primer capitulo.
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Hola chica de las adaptaciones…
Otra adaptación, la cual en lo personal me encanta.
Ya leí el libro y tú lo sabes.
Me ganaste la idea de adaptar este libro, que mal. Creo que buscare otro libro de tantos…
Desde ya, y como siempre me tienes de fiel lectora, y espero que puedes actualizar esta historia muy pronto.
Nos leemos.
Cuídate, besos y abrazos psicológicos desde mi casita.
Otra adaptación, la cual en lo personal me encanta.
Ya leí el libro y tú lo sabes.
Me ganaste la idea de adaptar este libro, que mal. Creo que buscare otro libro de tantos…
Desde ya, y como siempre me tienes de fiel lectora, y espero que puedes actualizar esta historia muy pronto.
Nos leemos.
Cuídate, besos y abrazos psicológicos desde mi casita.
Daniela Gutierrez***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 03/07/2014
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Me encanta esta historia!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Ya quiero empezar a leer esta..
Saludos
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
holap morra,...
lo adaptaste jajajja me encanta,..
a ver como va san de abogada jajaja
nos vemos!!!
lo adaptaste jajajja me encanta,..
a ver como va san de abogada jajaja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
micky morales escribió:que tal, ya me encanta!!!!!!
Hola, jajajaajaj esperemos que siga así no¿? jajajaajajaja. Saludos =D
JanethValenciaaf escribió:Mi querida escritora, me encanto esta historia, britt con hija woahhhhhhhh.
Cuando podremos leer el primer capitulo.
Hola, jajajajajj que bueno que te guste. Jajajaja algo nuevo no¿? jajajaaja. Aquí el primer cap! Saludos =D
Daniela Gutierrez escribió:Hola chica de las adaptaciones…
Otra adaptación, la cual en lo personal me encanta.
Ya leí el libro y tú lo sabes.
Me ganaste la idea de adaptar este libro, que mal. Creo que buscare otro libro de tantos…
Desde ya, y como siempre me tienes de fiel lectora, y espero que puedes actualizar esta historia muy pronto.
Nos leemos.
Cuídate, besos y abrazos psicológicos desde mi casita.
Hola dani, si, por lo menos una mas xD (ya no tengo más xD) y que bueno que te guste! Sip, yo sabia que tu eras de una de las personas que "nombro" esta historia! jajaajajaj osea que en parte x ti la adapte! jajajajaajajaj, aquí el siguiente cap! Obvio... yo leí el tuyo =(. Jajaja gracias, tu igual! Saludos =D
monica.santander escribió:Me encanta esta historia!!!
Hola, jajaajaj bn, vamos bn entones. Saludos=D
Jane0_o escribió:Ya quiero empezar a leer esta..
Saludos
Hola, jajaajaja aquí el siguiente cap! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Alta...Morena...
Ojos oscuros...
Sexy...
Simpática...
Así es Santana López.
Disfrutar de una noche de sexo caliente en el Sensations para una mujer como ella era lo más fácil y divertido del mundo.
Los hombres, e incluso algunas mujeres, se volvían locos porque fijara su leonina mirada en ellos y les propusiera entrar en un reservado.
Santana era caliente... muy caliente.
Por norma, las mujeres que entraban solas en ese o en cualquier otro local de intercambio de parejas tenían derecho a elegir. Ellas eran las que elegían.
Y a Santana le encantaba esa norma.
Ella escogía.
Ella decidía.
Ella seleccionaba.
Esa noche, tras una semana de mucho estrés y trabajo, conducía su elegante deportivo gris hacia el Sensations mientras escuchaba en el CD de su vehículo Let’s stay together, de Al Green, uno de sus cantantes preferidos.
I’m, I’m so in love with you
Whatever you want to do
is all right with me
‘Cause you make me feel so brand new
And I want to spend my life with you.
La música, como solía decir su buena amiga Rachel, amansaba a las fieras, y tararear música soul mientras conducía la relajaba y estimulaba para la noche de sexo que deseaba tener por delante. No había llamado a ninguna de sus conquistas.
No lo necesitaba.
Sólo quería sexo, sin cenas ni charlas de por medio. Las mujeres le encantaban y por eso era lesbiana. Se lo pasaba bien con ellas. Eran maravillosas y excitantes.
Por ello intentaba rodearse de las que eran como ella.
Que pensaban como ella.
Que actuaban como ella.
Que sólo demandaban sexo.
Sólo sexo.
Al llegar al Sensations, Santana metió el coche en un parking cercano. La vigilante sonrió al verla. Santana había ido ahí más veces y cuando la miraba se sentía especial.
Una vez salió del aparcamiento, Santana entró en el local y al llegar a la barra se encontró con varios amigos. Charló con ellos cordialmente hasta que vio a una pareja que conocía y con la mirada se entendieron.
Minutos después, en compañía de dos de sus amigos, Blaine y Samara, Santana se acercó a la pareja. Carl y Holly sonrieron al verlos. No era la primera vez que jugaban juntos, y minutos después los cinco se encaminaron hacia uno de los reservados.
No hacía falta hablar.
Todos sabían lo que querían.
Todos sabían lo que buscaban.
La noche prometía ser morbosa y calentita. Al entrar en el reservado, Carl se sentó en la cama mientras los otros se quedaron de pie. Holly, una mujer de hermosa figura y pelo largo y sedoso, estaba dispuesta a disfrutar del sexo con esas personas y, mirándolos, se mordió los labios a la espera de que comenzara su caliente juego. Sus pezones ya estaban duros y su vagina lubricada. Temblaba mientras pensaba en el placer.
Santana sonreía. Le gustaba sentir la excitación de las mujeres. Por ello, tras dejar su copa sobre una mesita, se acercó a ella y le preguntó al oído:
—¿Estás preparada, Holly?
—Sí.
—¿Dispuesta a que juguemos contigo?—insistió pasándole las manos por el pecho.
Ella asintió y se le aceleró la respiración. Sin necesidad de tocarla, por su gesto, Santana ya sabía que sus fluidos traspasaban la fina tela de sus bragas.
Nunca, ninguna mujer, en sus treinta y dos años de vida, había rechazado ese íntimo acercamiento.
Les gustaba.
Les ponía.
Santana era tan sexy, tan femenina, que todas, absolutamente todas las personas, caían bajo su influjo, y más cuando miraban sus ojos oscuros.
A Holly le gustaba jugar con varias personas a la vez. Su apetito sexual era insaciable y a su marido le encantaba verla en esa tesitura.
Era su juego.
Eran sus normas y les encantaba disfrutar del morbo y del placer. Holly se daba la vuelta para mirar a Santana de frente. Su mirada lujuriosa hablaba por sí sola.
La deseaba.
Deseaba que la tocara. Se moría por sentir placer y se empapaba al imaginar cómo iban a jugar con ella esas personas. Lentamente, comenzó a desabrocharle los botones de la blusa, mientras la respiración de ella se aceleraba. Dos segundos después, vio sus pechos erguidos, sus duros pezones, y murmuró:
—Holly, me encantan tus pechos.
—Son para ti—ofreció ella.
Santana sonrió. Se sentó en la cama y le hizo una señal con el dedo para que se acercara mientras todos observaban. Ella obedeció y cuando estuvo frente a Santana, excitada llevó su maravilloso pezón derecho hasta la boca de Santana, que lo aceptó gustosa. Durante varios minutos, lo lamió y succionó hasta ponérselo duro como una piedra.
Ella sonrió.
Carl, el marido de Holly, se levantó. Le bajó la cremallera de la falda, que cayó a sus pies. Acto seguido, desabrochó dos cadenitas doradas que unían el tanga y éste cayó al suelo también, dejando al descubierto su afeitado pubis y su redondo y apetecible trasero.
—Interesante—susurró Samara, acercándose para darle un cachete en el culo.
Carl, el marido, sonrió.
Comenzó el juego.
Se desabrochó el pantalón y se lo quitó junto con los calzoncillos. Se sentó en la cama y, tocándose el duro pene, miró a Blaine y murmuró:
—Yo también quiero jugar.
Blaine se acercó a él sin demora, y Carl le quitó el pantalón y los calzoncillos. Ante él apareció una caliente erección y sin pensarlo se la metió en la boca. La degustó. La disfrutó mientras Blaine cerraba los ojos y apretaba sus nalgas hacia él con placer.
Holly, excitada al presenciar la escena, suspiró mientras Santana, cada vez más gustosa, le chupaba los pezones y Samara comenzaba a tocarla por atrás. La intensidad del momento subía. Holly y Carl habían encontrado lo que habían ido a buscar en ese local. Santana disfrutaba del manjar que ella le ofrecía sin reservas. Pero cuando la mujer intentó desnudarla, Santana la paró y musitó.
—Lo haré yo.
—¿No quieres que te ayude?
Santana negó con la cabeza. No le gustaba estar en manos de nadie. Ella decidía cuándo se quitaba la ropa o cuándo se la ponía.
Ése era su juego.
Todas lo aceptaban y Holly no iba a ser menos. Mientras Santana se desnudaba y dejaba su ropa sobre la silla, pulcramente doblada, Samara había masturbado a la mujer, que ya estaba empapada y deseosa del cuerpo que ante ella se mostraba.
Santana sonrió.
Sabía de su magnetismo. Se sentó desnuda en la cama y, sin apartar los ojos de Holly, recorrió su depilado monte de Venus y le indicó.
—Acércate.
Ella lo hizo y Santana la tocó. Bajó su mano lentamente hasta meterla entre sus piernas y comprobó que estaba mojada, muy mojada. Samara, desde atrás, le estrujó los pezones mientras ella cerraba los ojos como signo de goce y su marido continuaba con su placentera felación.
Durante varios minutos, Santana paseó una y otra vez sus dedos por la humedecida hendidura, hasta que ella separó las piernas para facilitarle el acceso. Santana se arrodilló ante ella y posó su boca sobre el pubis. Lo mordió. Y cuando la sintió vibrar de placer, con sus dedos le abrió los labios vaginales y metió su boca entre sus piernas.
Holly jadeó.
La boca de Santana era impetuosa, y cuando le chupó el clítoris con deleite, ella sólo pudo jadear y disfrutar. Minutos después, Santana se dio por satisfecha. Se incorporó y, cogiéndola por la cintura, la acercó un poco más a ella. Sin hablar, metió un dedo en su mojada vagina y segundos después otro.
—¿Te gusta que juegue contigo así?
Holly tembló y asintió. Separó más las piernas y se agarró a sus hombros, dejándose masturbar con fuerza por Santana, mientras Samara le estrujaba las cachas del culo y le susurraba cosas calientes y muy... muy subidas de tono al oído que a ella la volvían loca.
Un gruñido de satisfacción les hizo saber que Blaine había llegado al clímax con la felación de Carl. Santana, que continuaba masturbándola con los dedos, de pronto paró y dijo:
—Súbete a la cama y ponte de rodillas sobre tu marido.
Estimulada y deseosa de sexo, hizo lo que esa diosa le había pedido. Una vez la tuvo como deseaba, Santana se subió a la cama tras ella y acercando la boca a su oído, murmuró:
—Ahora ponte sobre él y deja caer tus pechos en su cara—cuando Santana vio que Carl se los metía en la boca, musitó—Quiero que le digas a tu marido lo que deseas que pase y luego cuánto disfrutas mientras te follo.
—Sí—jadeó excitada.
—Abre las piernas, Holly.
No era la primera vez que jugaban a eso. Instantes después, mientras Santana la masturbaba, ella comenzó a decirle a su marido que quería que se la follaran todos. Deseaba varios cuerpos para ella y que no pararan en horas. Carl, al oírla, se masturbó con fuerza bajo su cuerpo. A ambos les gustaba jugar y Santana, excitada por eso, lentamente introducía sus dedos en ella, mientras Holly jadeaba.
—Así... todos... todos...
Santana paró y, dándole un cachete en el trasero, exigió:
—No me pidas nada. Cuéntale a tu marido lo que te hago, ¿entendido?
Encendida por su voz y por lo que éste le pedía, susurró:
—Santana me ha abierto las piernas y me está follando—la mencionada dio una profunda arremetida con sus dedos y ella, jadeando, añadió—Me ha metido todos los dedos, cariño. Me gusta. Me siento llena... más...
Abrasado al escuchar lo que ella relataba, el marido la agarró por la cintura y la movió para encajarla más en Santana.
—Más. Quiero que te folle más—siseó.
Santana sonrió al oírlo y se incrustó en ella hasta tenerla totalmente empalada.
—¿Así, Carl? ¿Quieres que me folle así a tu mujer?
Holly jadeó. La lujuria y el morbo que sentía en ese instante no la dejaban hablar y Carl, enloquecido por el momento, afirmó:
—Así... fóllatela así.
Santana sonrió. Le gustaban esos juegos y con una fuerte estocada murmuró asiéndola del pelo para que levantara la cabeza:
—Cuando yo salga de ti, entrará Blaine y después Samara. El último en tomarte será tu marido y cuando él acabe, te volveré a follar, ¿quieres eso, Holly?
—Sí... sí...
Ese tipo de sexo era duro, caliente, morboso, desinhibido y a todos les gustaba. En especial a Holly y Carl, que eran quienes lo demandaban.
Santana incrementó su ritmo mientras los pechos de ambas, bamboleantes, pero los de Holly caían sobre la cara de su marido, que se masturbaba mientras escuchaba toda clase de proposiciones subidas de tono por parte de Blaine y Samara.
Deleite.
Placer.
Eso era lo que todos sentían en ese instante.
Una a una, las personas fueron penetrando a Holly.
Una a una de esas personas, Holly las recibió gustosa.
Una a una de esas personas, la poseyeron como ella demandaba hasta llegar al éxtasis, y cuando el marido finalizó, Santana la cogió de la mano, la llevó hasta la ducha y allí mismo, volvió a penetrarla. Cuando acabó ese nuevo ataque, la llevó de nuevo a la cama y preguntó:
—¿Qué te parece cómo lo pasa tu marido?
Acalorada a pesar de la ducha que se acababa de dar, miró a Carl. Éste disfrutaba mientras era penetrado por Blaine por el ano y éste penetraba con la lengua a Samara.
Durante varios minutos, jadeos varoniles y femeninos tomaron el reservado. Santana los observó junto a Holly. Ese tipo de sexo no era lo que le gustaba, a ella le gustaban las mujeres, solo las mujeres, pero disfrutaba observando.
Cuando el trío llegó al clímax y se levantaron para ducharse, la cama quedó libre. Santana, excitada, dijo mirándola:
—Siéntate sobre mí.
Holly se unió en Santana a horcajadas. Con maestría, Santana la movió en busca de su propio placer. Le gustaba llevar la voz cantante y ahora quería disfrutar ella.
Holly jadeó ante la unión perfecta y cuando creía que no podía ser mejor, Santana se movió con rotundidad. Ella gritó y al ver que Santana sonreía, murmuró:
—Me gusta cómo me haces tuya.
—Dime cuánto te gusta—exigió Santana.
—Mucho... mucho... ¡Oh, sí!—gritó, mientras Santana se movia una y otra vez.
Las otras tres personas salieron de la ducha y se quedaron alrededor de la cama. Santana, al verlos, dijo moviéndose de nuevo:
—Holly, dile a tu marido por qué te gusta que te folle.
—Me llena entera. Es rápida... muy ágil... no pares—chilló, abriéndose más para Santana.
Y Santana no paró y continuó disfrutando de lo que más le gustaba.
El sexo.
El sexo sin compromiso.
El sexo por puro placer.
El sexo sin amor.
El sexo caliente y morboso.
Excitado por los chillidos de su mujer, Carl no pudo más y exigió participar. Santana sonrió. Apretó a Holly sobre ella y segundos después su marido introdujo sus dedos por el mismo lugar por donde ahora Santana la penetraba también. Entre los dos le llenaron la vagina mientras se oían sus placenteros gemidos y sus excitadas respiraciones.
Holly chillaba de placer. Eso era lo que deseaba. Le gustaba sentirse totalmente follada. Se relamía de gusto mientras ellos dos tomaban su cuerpo y disfrutaban. Una y otra vez se hundieron en ella y cuando Santana no pudo más, se dejó ir.
Cuando ambos salieron de ella, Santana se levantó y fue directo a la ducha, mientras Samara y Blaine ocupaban su lugar y Holly volvía a ser penetrada.
Ella quería.
Ella lo deseaba.
Ella se entregaba gustosa a esas personas, ansiosa de dar y recibir placer.
Mientras el agua corría por su cuerpo, Santana cerró los ojos. El sexo la relajaba, la cautivaba, pero una parte de su vida estaba incompleta. No lo quería reconocer, pero algo en ella quería tener lo que otros amigos como Frida y Andrés o Quinn y Rachel tenían.
Una vida sexual plena con una pareja acorde.
El problema era que ella era muy exigente y no le valía cualquier mujer. A los dos minutos de conocerla, todas babeaban por ella y eso la desconcertaba. Ella necesitaba conocer a una mujer que la sorprendiera.
¡Que la volviera loco!
Pero nunca ninguna la sorprendía lo suficiente como para que su interés fuera más allá de la primera cita. Tenía amigas. Muchas amigas. Pero ninguna especial.
Una vez cerró el agua de la ducha, observó cómo los demás continuaban con su particular baile sobre la cama. Se tocó la vagina. Se la rozó con los dedos y sintió que se humedecía otra vez. El sexo era excitante y lo que aquellos hacían la excitaba.
Cuando vio que el orgasmo había tomado el cuerpo de Blaine, y mojada, se dirigió de nuevo a la cama, agarró a Samara y la penetró. Ella gritó. Y cuando la tuvo empalada, agarró con fuerza sus caderas y comenzó a moverla a su antojo mientras ella jadeaba enloquecida. Carl, al verlo, rápidamente se colocó delante de Samara y le introdujo el pene en la boca. Samara relamió, chupó y ninguno paró hasta notar que sus cuerpos se tensaban y finalmente se dejaban llevar por el placer.
Tres horas después, Santana salió solo del local. Fue hasta el garaje donde había dejado su coche y, tras saludar a la vigilante, que al verla se sonrojó, se montó en él y se dirigió a su casa mientras la música de Al Green volvía a sonar.
Tenía que descansar.
Ojos oscuros...
Sexy...
Simpática...
Así es Santana López.
Disfrutar de una noche de sexo caliente en el Sensations para una mujer como ella era lo más fácil y divertido del mundo.
Los hombres, e incluso algunas mujeres, se volvían locos porque fijara su leonina mirada en ellos y les propusiera entrar en un reservado.
Santana era caliente... muy caliente.
Por norma, las mujeres que entraban solas en ese o en cualquier otro local de intercambio de parejas tenían derecho a elegir. Ellas eran las que elegían.
Y a Santana le encantaba esa norma.
Ella escogía.
Ella decidía.
Ella seleccionaba.
Esa noche, tras una semana de mucho estrés y trabajo, conducía su elegante deportivo gris hacia el Sensations mientras escuchaba en el CD de su vehículo Let’s stay together, de Al Green, uno de sus cantantes preferidos.
I’m, I’m so in love with you
Whatever you want to do
is all right with me
‘Cause you make me feel so brand new
And I want to spend my life with you.
La música, como solía decir su buena amiga Rachel, amansaba a las fieras, y tararear música soul mientras conducía la relajaba y estimulaba para la noche de sexo que deseaba tener por delante. No había llamado a ninguna de sus conquistas.
No lo necesitaba.
Sólo quería sexo, sin cenas ni charlas de por medio. Las mujeres le encantaban y por eso era lesbiana. Se lo pasaba bien con ellas. Eran maravillosas y excitantes.
Por ello intentaba rodearse de las que eran como ella.
Que pensaban como ella.
Que actuaban como ella.
Que sólo demandaban sexo.
Sólo sexo.
Al llegar al Sensations, Santana metió el coche en un parking cercano. La vigilante sonrió al verla. Santana había ido ahí más veces y cuando la miraba se sentía especial.
Una vez salió del aparcamiento, Santana entró en el local y al llegar a la barra se encontró con varios amigos. Charló con ellos cordialmente hasta que vio a una pareja que conocía y con la mirada se entendieron.
Minutos después, en compañía de dos de sus amigos, Blaine y Samara, Santana se acercó a la pareja. Carl y Holly sonrieron al verlos. No era la primera vez que jugaban juntos, y minutos después los cinco se encaminaron hacia uno de los reservados.
No hacía falta hablar.
Todos sabían lo que querían.
Todos sabían lo que buscaban.
La noche prometía ser morbosa y calentita. Al entrar en el reservado, Carl se sentó en la cama mientras los otros se quedaron de pie. Holly, una mujer de hermosa figura y pelo largo y sedoso, estaba dispuesta a disfrutar del sexo con esas personas y, mirándolos, se mordió los labios a la espera de que comenzara su caliente juego. Sus pezones ya estaban duros y su vagina lubricada. Temblaba mientras pensaba en el placer.
Santana sonreía. Le gustaba sentir la excitación de las mujeres. Por ello, tras dejar su copa sobre una mesita, se acercó a ella y le preguntó al oído:
—¿Estás preparada, Holly?
—Sí.
—¿Dispuesta a que juguemos contigo?—insistió pasándole las manos por el pecho.
Ella asintió y se le aceleró la respiración. Sin necesidad de tocarla, por su gesto, Santana ya sabía que sus fluidos traspasaban la fina tela de sus bragas.
Nunca, ninguna mujer, en sus treinta y dos años de vida, había rechazado ese íntimo acercamiento.
Les gustaba.
Les ponía.
Santana era tan sexy, tan femenina, que todas, absolutamente todas las personas, caían bajo su influjo, y más cuando miraban sus ojos oscuros.
A Holly le gustaba jugar con varias personas a la vez. Su apetito sexual era insaciable y a su marido le encantaba verla en esa tesitura.
Era su juego.
Eran sus normas y les encantaba disfrutar del morbo y del placer. Holly se daba la vuelta para mirar a Santana de frente. Su mirada lujuriosa hablaba por sí sola.
La deseaba.
Deseaba que la tocara. Se moría por sentir placer y se empapaba al imaginar cómo iban a jugar con ella esas personas. Lentamente, comenzó a desabrocharle los botones de la blusa, mientras la respiración de ella se aceleraba. Dos segundos después, vio sus pechos erguidos, sus duros pezones, y murmuró:
—Holly, me encantan tus pechos.
—Son para ti—ofreció ella.
Santana sonrió. Se sentó en la cama y le hizo una señal con el dedo para que se acercara mientras todos observaban. Ella obedeció y cuando estuvo frente a Santana, excitada llevó su maravilloso pezón derecho hasta la boca de Santana, que lo aceptó gustosa. Durante varios minutos, lo lamió y succionó hasta ponérselo duro como una piedra.
Ella sonrió.
Carl, el marido de Holly, se levantó. Le bajó la cremallera de la falda, que cayó a sus pies. Acto seguido, desabrochó dos cadenitas doradas que unían el tanga y éste cayó al suelo también, dejando al descubierto su afeitado pubis y su redondo y apetecible trasero.
—Interesante—susurró Samara, acercándose para darle un cachete en el culo.
Carl, el marido, sonrió.
Comenzó el juego.
Se desabrochó el pantalón y se lo quitó junto con los calzoncillos. Se sentó en la cama y, tocándose el duro pene, miró a Blaine y murmuró:
—Yo también quiero jugar.
Blaine se acercó a él sin demora, y Carl le quitó el pantalón y los calzoncillos. Ante él apareció una caliente erección y sin pensarlo se la metió en la boca. La degustó. La disfrutó mientras Blaine cerraba los ojos y apretaba sus nalgas hacia él con placer.
Holly, excitada al presenciar la escena, suspiró mientras Santana, cada vez más gustosa, le chupaba los pezones y Samara comenzaba a tocarla por atrás. La intensidad del momento subía. Holly y Carl habían encontrado lo que habían ido a buscar en ese local. Santana disfrutaba del manjar que ella le ofrecía sin reservas. Pero cuando la mujer intentó desnudarla, Santana la paró y musitó.
—Lo haré yo.
—¿No quieres que te ayude?
Santana negó con la cabeza. No le gustaba estar en manos de nadie. Ella decidía cuándo se quitaba la ropa o cuándo se la ponía.
Ése era su juego.
Todas lo aceptaban y Holly no iba a ser menos. Mientras Santana se desnudaba y dejaba su ropa sobre la silla, pulcramente doblada, Samara había masturbado a la mujer, que ya estaba empapada y deseosa del cuerpo que ante ella se mostraba.
Santana sonrió.
Sabía de su magnetismo. Se sentó desnuda en la cama y, sin apartar los ojos de Holly, recorrió su depilado monte de Venus y le indicó.
—Acércate.
Ella lo hizo y Santana la tocó. Bajó su mano lentamente hasta meterla entre sus piernas y comprobó que estaba mojada, muy mojada. Samara, desde atrás, le estrujó los pezones mientras ella cerraba los ojos como signo de goce y su marido continuaba con su placentera felación.
Durante varios minutos, Santana paseó una y otra vez sus dedos por la humedecida hendidura, hasta que ella separó las piernas para facilitarle el acceso. Santana se arrodilló ante ella y posó su boca sobre el pubis. Lo mordió. Y cuando la sintió vibrar de placer, con sus dedos le abrió los labios vaginales y metió su boca entre sus piernas.
Holly jadeó.
La boca de Santana era impetuosa, y cuando le chupó el clítoris con deleite, ella sólo pudo jadear y disfrutar. Minutos después, Santana se dio por satisfecha. Se incorporó y, cogiéndola por la cintura, la acercó un poco más a ella. Sin hablar, metió un dedo en su mojada vagina y segundos después otro.
—¿Te gusta que juegue contigo así?
Holly tembló y asintió. Separó más las piernas y se agarró a sus hombros, dejándose masturbar con fuerza por Santana, mientras Samara le estrujaba las cachas del culo y le susurraba cosas calientes y muy... muy subidas de tono al oído que a ella la volvían loca.
Un gruñido de satisfacción les hizo saber que Blaine había llegado al clímax con la felación de Carl. Santana, que continuaba masturbándola con los dedos, de pronto paró y dijo:
—Súbete a la cama y ponte de rodillas sobre tu marido.
Estimulada y deseosa de sexo, hizo lo que esa diosa le había pedido. Una vez la tuvo como deseaba, Santana se subió a la cama tras ella y acercando la boca a su oído, murmuró:
—Ahora ponte sobre él y deja caer tus pechos en su cara—cuando Santana vio que Carl se los metía en la boca, musitó—Quiero que le digas a tu marido lo que deseas que pase y luego cuánto disfrutas mientras te follo.
—Sí—jadeó excitada.
—Abre las piernas, Holly.
No era la primera vez que jugaban a eso. Instantes después, mientras Santana la masturbaba, ella comenzó a decirle a su marido que quería que se la follaran todos. Deseaba varios cuerpos para ella y que no pararan en horas. Carl, al oírla, se masturbó con fuerza bajo su cuerpo. A ambos les gustaba jugar y Santana, excitada por eso, lentamente introducía sus dedos en ella, mientras Holly jadeaba.
—Así... todos... todos...
Santana paró y, dándole un cachete en el trasero, exigió:
—No me pidas nada. Cuéntale a tu marido lo que te hago, ¿entendido?
Encendida por su voz y por lo que éste le pedía, susurró:
—Santana me ha abierto las piernas y me está follando—la mencionada dio una profunda arremetida con sus dedos y ella, jadeando, añadió—Me ha metido todos los dedos, cariño. Me gusta. Me siento llena... más...
Abrasado al escuchar lo que ella relataba, el marido la agarró por la cintura y la movió para encajarla más en Santana.
—Más. Quiero que te folle más—siseó.
Santana sonrió al oírlo y se incrustó en ella hasta tenerla totalmente empalada.
—¿Así, Carl? ¿Quieres que me folle así a tu mujer?
Holly jadeó. La lujuria y el morbo que sentía en ese instante no la dejaban hablar y Carl, enloquecido por el momento, afirmó:
—Así... fóllatela así.
Santana sonrió. Le gustaban esos juegos y con una fuerte estocada murmuró asiéndola del pelo para que levantara la cabeza:
—Cuando yo salga de ti, entrará Blaine y después Samara. El último en tomarte será tu marido y cuando él acabe, te volveré a follar, ¿quieres eso, Holly?
—Sí... sí...
Ese tipo de sexo era duro, caliente, morboso, desinhibido y a todos les gustaba. En especial a Holly y Carl, que eran quienes lo demandaban.
Santana incrementó su ritmo mientras los pechos de ambas, bamboleantes, pero los de Holly caían sobre la cara de su marido, que se masturbaba mientras escuchaba toda clase de proposiciones subidas de tono por parte de Blaine y Samara.
Deleite.
Placer.
Eso era lo que todos sentían en ese instante.
Una a una, las personas fueron penetrando a Holly.
Una a una de esas personas, Holly las recibió gustosa.
Una a una de esas personas, la poseyeron como ella demandaba hasta llegar al éxtasis, y cuando el marido finalizó, Santana la cogió de la mano, la llevó hasta la ducha y allí mismo, volvió a penetrarla. Cuando acabó ese nuevo ataque, la llevó de nuevo a la cama y preguntó:
—¿Qué te parece cómo lo pasa tu marido?
Acalorada a pesar de la ducha que se acababa de dar, miró a Carl. Éste disfrutaba mientras era penetrado por Blaine por el ano y éste penetraba con la lengua a Samara.
Durante varios minutos, jadeos varoniles y femeninos tomaron el reservado. Santana los observó junto a Holly. Ese tipo de sexo no era lo que le gustaba, a ella le gustaban las mujeres, solo las mujeres, pero disfrutaba observando.
Cuando el trío llegó al clímax y se levantaron para ducharse, la cama quedó libre. Santana, excitada, dijo mirándola:
—Siéntate sobre mí.
Holly se unió en Santana a horcajadas. Con maestría, Santana la movió en busca de su propio placer. Le gustaba llevar la voz cantante y ahora quería disfrutar ella.
Holly jadeó ante la unión perfecta y cuando creía que no podía ser mejor, Santana se movió con rotundidad. Ella gritó y al ver que Santana sonreía, murmuró:
—Me gusta cómo me haces tuya.
—Dime cuánto te gusta—exigió Santana.
—Mucho... mucho... ¡Oh, sí!—gritó, mientras Santana se movia una y otra vez.
Las otras tres personas salieron de la ducha y se quedaron alrededor de la cama. Santana, al verlos, dijo moviéndose de nuevo:
—Holly, dile a tu marido por qué te gusta que te folle.
—Me llena entera. Es rápida... muy ágil... no pares—chilló, abriéndose más para Santana.
Y Santana no paró y continuó disfrutando de lo que más le gustaba.
El sexo.
El sexo sin compromiso.
El sexo por puro placer.
El sexo sin amor.
El sexo caliente y morboso.
Excitado por los chillidos de su mujer, Carl no pudo más y exigió participar. Santana sonrió. Apretó a Holly sobre ella y segundos después su marido introdujo sus dedos por el mismo lugar por donde ahora Santana la penetraba también. Entre los dos le llenaron la vagina mientras se oían sus placenteros gemidos y sus excitadas respiraciones.
Holly chillaba de placer. Eso era lo que deseaba. Le gustaba sentirse totalmente follada. Se relamía de gusto mientras ellos dos tomaban su cuerpo y disfrutaban. Una y otra vez se hundieron en ella y cuando Santana no pudo más, se dejó ir.
Cuando ambos salieron de ella, Santana se levantó y fue directo a la ducha, mientras Samara y Blaine ocupaban su lugar y Holly volvía a ser penetrada.
Ella quería.
Ella lo deseaba.
Ella se entregaba gustosa a esas personas, ansiosa de dar y recibir placer.
Mientras el agua corría por su cuerpo, Santana cerró los ojos. El sexo la relajaba, la cautivaba, pero una parte de su vida estaba incompleta. No lo quería reconocer, pero algo en ella quería tener lo que otros amigos como Frida y Andrés o Quinn y Rachel tenían.
Una vida sexual plena con una pareja acorde.
El problema era que ella era muy exigente y no le valía cualquier mujer. A los dos minutos de conocerla, todas babeaban por ella y eso la desconcertaba. Ella necesitaba conocer a una mujer que la sorprendiera.
¡Que la volviera loco!
Pero nunca ninguna la sorprendía lo suficiente como para que su interés fuera más allá de la primera cita. Tenía amigas. Muchas amigas. Pero ninguna especial.
Una vez cerró el agua de la ducha, observó cómo los demás continuaban con su particular baile sobre la cama. Se tocó la vagina. Se la rozó con los dedos y sintió que se humedecía otra vez. El sexo era excitante y lo que aquellos hacían la excitaba.
Cuando vio que el orgasmo había tomado el cuerpo de Blaine, y mojada, se dirigió de nuevo a la cama, agarró a Samara y la penetró. Ella gritó. Y cuando la tuvo empalada, agarró con fuerza sus caderas y comenzó a moverla a su antojo mientras ella jadeaba enloquecida. Carl, al verlo, rápidamente se colocó delante de Samara y le introdujo el pene en la boca. Samara relamió, chupó y ninguno paró hasta notar que sus cuerpos se tensaban y finalmente se dejaban llevar por el placer.
Tres horas después, Santana salió solo del local. Fue hasta el garaje donde había dejado su coche y, tras saludar a la vigilante, que al verla se sonrojó, se montó en él y se dirigió a su casa mientras la música de Al Green volvía a sonar.
Tenía que descansar.
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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Mar Abr 11, 2017 11:53 pm, editado 1 vez
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
hola hola hola, me toco esperar un montón de tiempo a que acabaras la otra historia, que desespero, se que es mi culpa pero bueno....en fin, me parece una historia muy buena vamos a ver si hay mas paridad entre Santana y Britt, estaré ansiosa por la actualización y haré todo lo posible por no leer la original y seguir tu ritmo de actualización
atercio********- - Mensajes : 650
Fecha de inscripción : 02/04/2012
Edad : 32
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
por todos los polvos de la estratosfera, esta historia si que va a ser candente!!!!!! hasta pronto.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Ya quiero leer como estra britt en esta historia
Saludos
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
atercio escribió:hola hola hola, me toco esperar un montón de tiempo a que acabaras la otra historia, que desespero, se que es mi culpa pero bueno....en fin, me parece una historia muy buena vamos a ver si hay mas paridad entre Santana y Britt, estaré ansiosa por la actualización y haré todo lo posible por no leer la original y seguir tu ritmo de actualización
Hola, jajajajajjaajajajaj lo siento XD ajajjaa suele pasar no¿? Jajajajajaj esperemos y si te guste! y pronto...pronto! ajajajjjaajjaja. Aquí el siguiente cap! Jjaajajajajajajajajajaja sip, eso también suele pasar xD jaajajjaajja. Saludos =D
micky morales escribió:por todos los polvos de la estratosfera, esta historia si que va a ser candente!!!!!! hasta pronto.
Hola, jajajajajaajajajjajaajajajajajajajajajajjaajajajajajjajaa xD ajajajajajajajajajajajajajajjaajjajaja... nose que decir a eso xD ajajajajajajaj. Aquí el siguiente cap xD jajajajaaj. Saludos =D
Jane0_o escribió:Ya quiero leer como estra britt en esta historia
Saludos
Hola, jajaajaja aquí viene! jajaaj Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
El cielo estaba precioso.
Era uno de aquellos días en que disfrutaba pilotando, mientras cantaba I gotta feeling de The Black Eyed Peas.
I gotta feeling that tonight’s gonna be a good night
That tonight’s gonna be a good night
That tonight’s gonna be a good, good night
Tonight’s the night Let’s live it up
I got my money
Let’s spend it up
Brittany miró su reloj. Las 15.18. En treinta y cinco minutos tomarían tierra en la base estadounidense de Ramstein, al oeste de Alemania. Ahí los esperaban varias ambulancias militares que se encargarían de llevar a los norteamericanos que ella transportaba en su avión heridos de bala o por explosivos.
Se tocó los ojos. Estaba cansada, pero el subidón de adrenalina que le proporcionaba la música la mantenía despierta. Pilotar desde Afganistán agotaba a cualquiera, y en esa última fase del viaje, las ganas de aterrizar se acrecentaban. Bajó el volumen de la música para dirigirse a Artie:
—Pásame el agua.
Éste giró su sillón y Finn, que estaba detrás de él, le entregó una botellita. Brittany, Britt para los amigos, bebió y les dio las gracias.
Brittany, Artie y Finn eran piloto, copiloto y jefe de carga del Air Force C-17 Globemaster, respectivamente y regresaban de Afganistán. Habían llevado provisiones a algunas bases estadounidenses operativas y regresaban con algunos militares heridos que serían atendidos en el hospital militar norteamericano de Landstuhl.
—¿A qué hora saldremos para Múnich?—preguntó Artie.
Brittany sonrió. Estaba deseando ver a su hija, pero hasta el día siguiente no podría ser. Tanto ella como Artie tenían lo que más querían esperándolas en Múnich. Ambos estaban deseando llegar a lo que llamaban «hogar».
—A primerísima hora—respondió.
—No despegues sin mí. Estoy deseando ver a mi familia.
Brittany asintió, volvió a subir el volumen de la música y los tres comenzaron a cantar a voz en grito. Cuando acabó la canción y el silencio tomó la cabina, Finn apuntó:
—Teniente, recuerda que esta vez voy con ustedes a Múnich.
—¿Alguien especial esperándote?—preguntó la joven, divertida.
Finn, al oírla, murmuró:
—Una preciosa azafata de largas piernas y boca escandalosa.
Artie soltó una carcajada y Brittany se mofó.
—Capullo.
Finn la miró y, divertido, respondió:
—Teniente, no sólo de pan vive el hombre y yo no soy de piedra.
Brittany rió. Ella no era de piedra, aunque sus compañeros así lo pensaran y, mirando a Finn, añadió:
—Esta vez no te puedo ofrecer el sofá de mi casa. Mi mamá está ahí.
—No te preocupes. Mónica me ofrece su cama.
—Guau... aquí hay tema—se mofó Artie.
Finn sonrió y le chocó la mano a éste:
—Dulce y tentadora, así es Monica—bromeó, lo que provocó la risa de sus compañeros.
—¿Ése es el pájaro de Robert?—preguntó Finn señalando un avión.
Los tres observaron el avión que se alejaba y la teniente respondió:
—No. He quedado con él para jugar un billar y tomar unas cervezas esta tarde. Me habría avisado por radio si hubiera partido—un silencio tomó la cabina del avión hasta que Brittany preguntó—¿Qué pasa con la música?
Divertidos, ellos dos sonrieron y, sin necesidad de hablar, Artie cambió el CD. Dio al play y la voz de Bon Jovi llenó el cubículo. Los primeros acordes de It’s my life empezaron a sonar y los tres comenzaron a mover la cabeza y a cantar a viva voz mientras se ponían sus gafas de sol. Aquello era un ritual.
Su ritual.
Siempre la misma canción. Eso significaba que llegaban a casa.
A su hogar.
It’s my life
It’s now or never
I ain’t gonna live forever
I just want to live while I’m alive
Esa canción y su significado era especial para ellos. La escuchaban siempre cuando partían o llegaban de un viaje. Era el principio y el fin de todo. Y como decía Bon Jovi: «No voy a vivir para siempre, sólo quiero vivir mientras esté vivo».
Vida... esas cuatro letras para ellos lo representaban todo.
Por su trabajo, veían demasiadas cosas desagradables.
Por su trabajo, habían aprendido a ser unos supervivientes.
Por su trabajo, Brittany perdió al hombre que quería.
Mientras la joven tarareaba, se concentraba en aterrizar. Restó potencia y levantó el morro del avión. Cuando el tren central tocó la pista, Brittany extendió los frenos aéreos al máximo y activó los del tren de aterrizaje mientras la aeronave reducía poco a poco su velocidad. Una vez bajó a 40 o 50 nudos, redujo la potencia de los motores y el avión se fue deteniendo hasta que ella, tomando de nuevo los mandos, lo guió hasta el hangar que le indicaban sus compañeros de tierra. Una vez paró los motores, abrió el portón trasero del avión y comenzó el desembarco. Artie, Finn y ella se quedaron a rellenar unos informes. Cuando acabaron y bajó de la cabina, oyó:
—Teniente Pierce.
Ella miró y, tras un formal saludo militar, respondió:
—Teniente Smith.
Una vez bajaron las manos, ambos sonrieron. Ante ella estaba Robert Smith, un buen amigo y piloto de otro C-17.
—¿Cómo ha ido el vuelo, Britt?
—Normal... como siempre.
Ambos rieron y él añadió:
—Esta vez no podremos tomarnos unas cervezas. Salgo para el Líbano en cuanto carguen mi pájaro.
—¿Despegas hoy?
Robert asintió y dijo:
—Sí. En teoría no iba a ser hasta mañana, pero necesitan urgentemente suministros y nos han adelantado un día el viaje.
Ambos asintieron. Sus vidas eran así y Brittany, guiñándole un ojo, preguntó:
—¿Cómo está Savannah?
El hombre al pensar en su mujer sonrió y respondió:
—Contenta por el traslado. Ahora está en Fort Worth acondicionando la casa. Yo espero estar con ella en el plazo de unos meses. Por cierto, le tengo que dar las gracias a tu papá. Me ha dicho Savannah que la está ayudando con el papeleo.
Brittany asintió.
—Papá te conoce, eres mi amigo, y sabe que a mis amigos hay que cuidarlos.
Ambos rieron y él dijo:
—Dale un beso grande a la princesa.
—Mi mamá está aquí en Alemania con ella.
Al oírla, Robert maldijo y luego añadió:
—Joder, me hubiera gustado ver a Whitney. Dale un saludo de mi parte y sobre todo muchos besos a esa muñequita llamada Sami que es mi debilidad.
—Lo sé—rió Brittany y al ver que se acercaba García, la copiloto de Robert murmuró—Quedan pendientes esas cervezas para otra ocasión, ¿te parece?
El hombre asintió y, tras una sonrisa, la volvió a saludar con la mano y se alejó. Brittany lo miró alejarse recordando los buenos momentos que habían pasado juntos.
Volviendo a la realidad, se centró de nuevo en revisar su pájaro. Una vez acabaron Brittany y sus hombres, cogió unos papeles que le entregaba Artie y dijo:
—Iré a entregárselos al comandante Lodwud.
Finn y Artie asintieron y ella echó a andar hacia la oficina del hangar 12. En su camino, varios hombres la saludaron con disciplina militar y ella les devolvió el saludo.
Una vez llegó ante el despacho del comandante, llamó a la puerta con determinación. Pronto oyó la voz grave del comandante y sin dudarlo entró. El hombre, un militar de unos cuarenta años, alto y fornido, se levantó de la mesa al verla y ella dijo:
—Señor, se presenta ante usted la teniente Pierce.
El comandante asintió.
—Teniente Pierce.
Brittany esbozó una sonrisa. Tiró los papeles sobre la mesa y dijo mientras echaba el pestillo de la puerta y se bajaba la cremallera del mono militar:
—Tenemos veinte minutos. Aprovechémoslos.
Sin demora, el comandante se le acercó y, mientras paseaba su boca por el cuello de ella, se entregaba al disfrute del sexo.
Nada de besos...
Nada de cariños...
Nada de amor...
Sexo en estado puro demandaban los dos, y cuando las manos de él ascendieron hasta los pechos de ella y los miró, Brittany murmuró:
—El tiempo es oro, comandante.
El hombre, enloquecido por la entrega que siempre le mostraba en sus escarceos sexuales aquella joven, no lo dudó. Con rudeza, se metió los pechos en la boca para succionárselos, mientras la cogía entre sus brazos y la ponía sobre la mesa. Los papeles que había encima cayeron al suelo cuando Brittany quedó tendida en ella y su ropa, junto a la del comandante, comenzó a volar por la estancia.
—Teniente...—susurró él, duro como una piedra, cuando ella se ofreció abriéndose de piernas.
Brittany sonrió. Quería lo que había ido a buscar y, mirándolo, exigió:
—Hagámoslo. El tiempo pasa y mis hombres me esperan.
Deseosos de continuar con aquello, el comandante la cogió en brazos y se introdujo con ella en el baño del despacho. Sus jadeos ahí no se oirían. Cuando él cerró la puerta, la miró y, dejándola en el suelo, murmuró:
—Dese la vuelta.
Brittany, provocándolo, susurró:
—Démela usted..., señor.
El comandante sonrió y, con brusquedad, le dio la vuelta. Acercó su erección a su trasero y, restregándose contra ella, dijo mientras cogía del armarito del baño un preservativo y lo abría:
—Separe las piernas y agáchese—Brittany obedeció—Sujétese al borde de la bañera. Una vez se puso el preservativo y ella estuvo como él quería, acercó la boca a su oído y murmuró—Recuerde, teniente, nada de jadeos o todo el mundo se enterará.
—Recuérdelo usted también, comandante—replicó ella.
La joven deseaba sexo. Le urgía y, dejándose manejar como una muñeca, permitió que él le abriese más las piernas, le separase los húmedos labios vaginales y la penetrara. El ataque fue tan asolador que tuvo que morderse el labio inferior para no gritar. Una vez estuvo dentro, el hombre le masajeó las nalgas y preguntó:
—¿Le gusta así, teniente?
—Sí..., señor...
Él volvió a penetrarla una y otra... y otra vez. Aquello era una maravilla. Lo deseaba, lo gozaba y cuando recuperó el control de su cuerpo, con un rápido movimiento se apartó del hombre, se dio la vuelta y exigió:
—Siéntese, señor—sorprendido por el cambio de juego, él fue a protestar cuando ella, cogiéndole el pene con la mano, insistió mientras le mordía la barbilla—Siéntese... he dicho.
El hombre, excitado, hizo lo que ella pedía y se sentó sobre el retrete. Sin demora Brittany se colocó sobre él para introducirse el duro pene en su totalidad en su interior. Sin dejarle hablar, guió uno de sus pechos hasta la boca de él, que rápidamente se lo mordisqueó.
—Así..., chúpemelos.
Sus movimientos se hicieron más intensos. El morbo entre ambos estaba servido y el calor en el baño era inmenso. Las caderas de Brittany bailaban de adelante hacia atrás, introduciéndose el pene una y otra vez, a un ritmo asolador, mientras el comandante la sujetaba de las caderas y la ayudaba en su loco movimiento.
Los jadeos de él subían de tono y ella, enloquecida, se agarraba a sus hombros y le metía sus pechos en la boca para mitigar el sonido. Un placer demoledor llenó el cuerpo de Brittany y por fin explotó.
Cuando todo acabó, durante unos segundos se quedaron el uno en brazos del otro.
No hablaron.
No se besaron.
No se acariciaron.
Hasta que ella se levantó y, tras limpiarse, sin mirarlo, salió al despacho, donde cogió su ropa y comenzó a vestirse. Segundos después, él se reunió con ella en su despacho y cuando estuvieron vestidos Brittany esbozó una sonrisa y murmuró:
—Como siempre, ha sido un placer, comandante Lodwud.
El hombre sonrió y, dejándose de formalismos, se acercó a ella y preguntó:
—Creía que llegarías antes. ¿Qué ha ocurrido?
—Problemas en la recogida.
Él asintió. Paseó sus ojos castaños por ella y preguntó:
—¿Haces noche aquí?
—Sí.
—Tengo una reserva para hoy en un hotel. Buena cena, buena compañía... sexo. ¿Qué me dices, Britt?—la joven tendió la mano con descaro. El comandante sonrió. Abrió el cajón de su mesita y, tirándole una llave, dijo—Hotel Bristol. Habitación 168 a las veinte treinta.
—Ahí estaré.
Lodwud sonrió. El sexo con Brittany y sus juegos siempre eran morbosos, y cuando vio que ella se cerraba el mono caqui, añadió:
—Hasta luego, teniente.
—Adiós, señor.
Caminó hacia la puerta, abrió el pestillo y, saliendo del despacho, regresó junto a sus hombres y su avión, de donde no se movió hasta que estuvo completamente vacío.
A las seis de la tarde, tras despedirse de sus hombres y quedar con Finn y Artie en el aeropuerto a las siete de la mañana del día siguiente, cogió un taxi y llegó al hotel. Con la llave que el comandante le había dado, abrió la puerta y sin demora se desnudó.
Necesitaba con urgencia una ducha.
Cuando salió del baño, puso música en su móvil. Le gustaba mucho un grupo español llamado La Musicalité. En especial la canción Cuatro elementos y cantó.
Dolor que no quiero ver,
dolor que nunca se va,
no puedo decir adiós,
ni quiero decir jamás,
tumbado al amanecer,
llorando porque tú vuelvas otra vez.
Eso era lo que ella sentía.
Dolor.
Un dolor que no quería ver y al que no podía decir adiós. Sam no la dejaba.
¿O quizá no se dejaba ella misma?
Bailó.
Se subió a la cama como una chiquilla y bailó descontrolada hasta que, cansada, abrió su petate, sacó ropa interior limpia y se la puso. Después miró la bolsita de maría que un amigo le había facilitado y, sin dudarlo, se lió un cigarrillo.
Con los ojos velados por los recuerdos, se lo fumó. Sabía que no estaba bien que fumara aquello, pero en ese momento le daba igual.
Estaba sola.
En ese instante era dueña de su vida y hacía lo que quería. Tras ese cigarrillo llegó otro y después otro y cuando miró el reloj no se sorprendió al ver que eran las 20:21. El comandante no tardaría en llegar y así fue. Escasos minutos después, la puerta se abrió y al verla sentada en ropa interior en la cama, fumando, él sonrió. Sin hablar, se quitó la gorra y la chaqueta, se sentó junto a ella y preguntó, cogiéndole el cigarrillo de la mano para dar una calada:
—¿Estás bien?
Sin querer dejarle ver sus emociones, Brittany respondió:
—Sí.
—¿Y qué haces fumando esta mierda?
Ella sonrió.
—Evadiéndome un poco.
Lodwud la entendió, pero dispuesto a que no continuara por aquel camino, dijo:
—Esta mierda no es buena, Britt.
—Lo sé y es la última vez que me permito fumarla—ambos rieron y ella prosiguió—Tampoco es bueno lo que hacemos aquí o en el despacho del hangar y seguimos haciéndolo. Ah, y por cierto, esta mierda no es buena, pero bien que estás fumándotela ahora.
Ambos sonrieron y finalmente él dijo, dando otra calada:
—El día que tú o yo encontremos a alguien que nos importe, dejaremos de hacerlo, ¿no crees?
Brittany se encogió de hombros. No tenía la más mínima intención de encontrar a nadie.
—Eso está por ver. Pero hasta que eso suceda, quiero seguir divirtiéndome contigo. Tú y yo nos conocemos. Sabemos que esto es sexo sin compromiso y respetamos unas normas—respondió. Ambos sonrieron. No se besaban y no se pedían explicaciones. Ésas eran sus condiciones y Brittany, abrazándolo, añadió—Vaya dos que estamos hechos tú y yo. El amor nos ha destrozado la vida y sólo nos quedan estos momentos tontos que en cierto modo fabricamos. Ni Daiana ni Sam se lo merecen, pero aquí estamos tú y yo... como siempre.
Lodwud asintió. Daiana era la cruel mujer que lo abandonó por un alemán.
Pasados unos minutos, el comandante tomó las riendas del juego y, sacándose un pañuelo oscuro del bolsillo, fue a vendarle los ojos a ella, pero Brittany se negó. Eso lo sorprendió.
—¿No quieres pensar en Sam?
—Sí. Como siempre, tú serás Sam y yo seré Daiana. Pero no quiero pañuelo. Estoy tan fumada que hoy no lo necesito.
—De acuerdo.
Cogió la mano de ella y se la llevó a la entrepierna para que lo tocara.
—Quiero una Daiana caliente, receptiva y segura de lo que desea y, cuando esté saciado de ella, quiero que Daiana finalice el juego como ya sabes—murmuró en su oído.
Tocándolo como sabía que le gustaba, Brittany bajó el tono de voz y respondió:
—Sam..., vamos a jugar.
Aquél era un juego peligroso entre los dos. Dos almas resentidas. Dos personas carentes de cariño que de vez en cuando se reunían en la habitación de un hotel e imaginaban que eran otros quienes los poseían.
—Ponte de rodillas, Daiana.
Brittany aceptó y sin necesidad de que dijera más, hizo lo que a Sam le gustaría. Le quitó los pantalones, el calzoncillo y se metió su pene en la boca. Durante varios minutos lo chupó, lo degustó, lo provocó hasta tenerlo duro como una piedra. El comandante se dejó hacer mientras pensaba que quien lo succionaba era Daiana y, cuando no pudo más, sacó el pene de su boca e indicó:
—Desnúdate y siéntate en la cama.
Cuando estuvo totalmente desnuda ante él, Brittany se sentó. Lodwud sonrió y, poniéndose de rodillas ante ella, murmuró:
—Me encantan tus pezones, cariño.
Ella sonrió y musitó con voz sensual:
—Y a mí me encanta que me los chupes, Sam.
La invitación fue formalmente aceptada y el comandante devoró lo que ella le ofrecía. Con sensualidad, Brittany puso su mano en la cabeza de él y lo apretó contra sus pechos. Lodwud se volvió loco. Chupó, mordisqueó y cuando ella tuvo los pezones como a él le gustaban, dijo:
—Abre las piernas... así... así... muy bien, Daiana—la lujuria tomó sus ojos al ver brillar los jugos de ella y pidió—Ábrete con los dedos. Quiero ver cómo me invitas a chuparte.
Excitada al escuchar a Sam pidiéndole eso, con el índice y el anular hizo lo que le pedía y murmuró mientras lo sentía entre sus piernas:
—Así... así te gusta.
Lodwud, sentado en el suelo, le agarró las piernas y, tirando de ella, acercó la boca directamente al centro de su deseo. El grito de Brittany ante aquel ataque fue devastador, mientras él mordisqueaba los labios de su vagina enloquecido.
—Sam, cariño, estoy a punto de caerme de la cama.
El comandante la cogió de la cintura y, tumbándose en el suelo, colocó su boca debajo de ella y continuó. Su lengua parecía estar en todas partes y Brittany jadeó al sentir cómo tiraba de su clítoris arrancándole oleadas de placer.
La cama les sobró.
El suelo fue su colchón y en él se revolcaron de todas las maneras habidas y por haber, mientras imaginaban a dos personas que nunca más regresarían a ellos.
—Vamos..., entrégate a mí. Pon las piernas alrededor de mi cintura y búscame—exigió él, dándole un azote en el trasero—¡Búscame, Daiana!
Cuando Brittany lo hizo, el comandante jadeó y ella se arqueó.
—Sam...
—¿Te gusta lo que te hago?
—Me encanta, Sam..., me encanta. Sigue...
Durante varias horas, el sexo frío e impersonal reinó en la habitación. Ése era el sexo que en los últimos años habían practicado y que a ambos les satisfacía. Tras varios asaltos en los que los dos se corrieron, fumaban desnudos tirados en la cama, cuando ella preguntó:
—¿Qué hora es?
Lodwud miró el reloj que tenía en la mesilla.
—Las doce y veinte de la noche—el silencio tomó de nuevo la habitación y de pronto él preguntó—¿Por qué seguimos pensando en Daiana y Sam?
—Porque somos idiotas—rió con amargura Brittany e, intentando no pensar más en ello, añadió—Y ahora voy a continuar con ello y voy a buscar a un tercero que quiera jugar.
Lodwud sonrió.
—Aún recuerdo la mujer que encontré para nuestra última cita. Se volvió loca entre tú y yo.
Brittany soltó una carcajada y cuchicheó:
—Tú sí que te volviste loco entre ella y yo.
Levantándose de la cama, se puso las bragas, una camiseta y los pantalones de camuflaje. No contaba con más ropa para cautivar. Una vez se hubo vestido, miró a Lodwud y éste dijo:
—Es la una en punto. Si a las dos no has vuelto, seré yo quien elija.
—Ni hablar. Hoy decido yo.
Una vez salió de la habitación del hotel, caminó con decisión hacia el bar. Por norma, elegían hoteles cercanos al aeropuerto para verse. Por norma, la gente que se alojaba en esos lugares estaba de paso y buscaba en la mayoría de las ocasiones una noche divertida sin ataduras.
Cuando Brittany entró en el bar, escaneó el lugar con decisión. Varias parejas charlaban amigablemente y algunos hombres o mujeres bebían solos en la barra. A ella le gustaban tanto las mujeres como los hombres, pero ahora ella buscaba un hombre y los observó con cuidado. El primero que vio no le valió, demasiado mayor y barrigón. El segundo no estaba mal, pero se quedó con el tercero: un ejecutivo de su edad. Acercándose hasta la barra, dijo, mirando al camarero:
—Un whisky doble con hielo.
No fallaba. Era pedir esa bebida una mujer y el hombre que estuviera al lado miraba sí o sí. Sin tiempo que perder, Brittany sonrió y, tras un par de parpadeos, él giró su silla. Ella miró el reloj, la una y diez.
Iba bien de tiempo.
Con una sonrisa en los labios, habló con el hombre. Su nombre era Ludvig. Era sueco y estaba de paso por Alemania. Era perfecto. Le explicó que trabajaba para una empresa de automóviles y que estaba de viaje visitando varios países.
A la una y veinte Ludvig ya le había mirado el pecho en varias ocasiones y a la una y media ella ya le había puesto una mano en la pierna. A las dos menos veinte el sueco ya se había insinuado y Brittany le había hecho su caliente propuesta de un trío. A las dos menos diez, el sueco aceptó y a la una y cincuenta y dos, Brittany abría la puerta de su habitación y, mirando a Lodwud, que sonrió al verla entrar, comentó:
—Vamos, chicos..., quiero jugar.
Tras dos calientes asaltos con aquellos dos hombres, todo terminó. Brittany despidió al sueco, que se fue encantado de la habitación. Cuando cerró la puerta y se volvió hacia Lodwud, éste, mirándola, caminó hacia ella y observó:
—Daiana, eres una chica... muy... muy mala.
Brittany sonrió y, tocando su erección, asintió.
—Sí, Sam..., reconozco que lo soy.
A la mañana siguiente, Brittany se fue al aeropuerto militar. Al llegar, un muchacho se acercó a ella y, tras saludarla con un movimiento de la mano, dijo:
—Buenos días, teniente Pierce.
—Buenos días, sargento.
Él, con gesto serio, añadió:
—Teniente, el mayor Pierce está al teléfono y quiere hablar con usted.
Sorprendida por la hora, Brittany cogió el teléfono que le tendía y separándose unos metros, saludó:
—Buenos días, mayor.
—Teniente, ¿cómo fue ayer el vuelo?
Brittany sonrió. Su papá. Aquel hombre al que muchos temían por su mal carácter, con ella era un padrazo, y respondió:
—Bien. Todo fue perfecto, como siempre.
—Me han dicho que ahora sales para Múnich.
—Sí.
—¿Has descansado lo suficiente?
Pensó en la noche loca que había pasado con Lodwud y afirmó:
—Sí, papá. He descansado.
Todos se preocupaban por ella y su vida. Algo innecesario. Brittany se había convencido de que podía con todo lo que se propusiera y dijo:
—Papá, llevo fuera de casa doce días y estoy deseando ver a Sami y...
—Vale—la cortó—Lo entiendo... lo entiendo. Pero habla con tu mamá. Me ha llamado dos veces y ya sabes lo pesadita que se pone.
Al oír eso, Brittany sonrió. Sus padres se habían separado hacía poco más de un año.
—Tranquilo. Lo haré.
—Por cierto, ¿has vuelto a pensar en lo de Fort Worth?
—No, papá...
—Debes hacerlo, Brittany. Quiero tenerlas cerca a ti y a la niña. Tu hermana regresará el año que viene y...
—¿Y mamá?
—Tu mamá ya es mayorcita para saber qué quiere hacer—respondió él en tono cortante.
Brittany sonrió y prefirió no preguntar más del tema, por lo que dijo:
—Papá, dejemos el asunto del traslado para otro momento.
—De acuerdo, hija. Pero recuerda, tu familia está aquí. En Alemania no tienes nada.
Para Cedric Pierce no era fácil vivir tan lejos de sus hijas y de su mujer. Especialmente de Brittany, su mayor orgullo.
Después de varios minutos hablando con su papá, ella cerró el móvil y cogió un sobre que le ofrecía el mismo militar que le había llevado el teléfono.
—Teniente, aquí tiene lo que solicitó.
Brittany cogió con fuerza el sobre. Dentro estaban las llaves del helicóptero que la llevaría junto a su hija y, abriéndolo, preguntó:
—¿Todo bien por aquí, sargento?
El joven asintió y una vez la volvió a saludar con la mano, se dio la vuelta y se marchó. En ese instante llegaron Artie y Finn.
—Joder..., dormiría un mes—murmuró Finn rascándose los ojos.
—Yo también, tío. Estoy agotado.
La teniente Pierce al oír a sus amigos sonrió.
—Vamos, muñequitas, suban en el helicóptero, quiero ver a mi hija—se mofó.
Aquel mismo día, después una hora de vuelo, llegaron al aeropuerto de Múnich sobre las nueve de la mañana. Ahí, tras dejar el helicóptero en un hangar particular, con sus petates a cuestas, cogieron un taxi. Primero dejaron a Artie y después continuaron hacia la casa de Brittany. Cuando llegaron, la mamá de ésta la abrazó al verla.
—¡Qué alegría tenerte aquí de nuevo, cariño!
Dejándose abrazar, Brittany cerró los ojos y, feliz, murmuró:
—Hola, mamá.
Segundos después, Whitney saludó a Finn mientras Brittany soltaba su petate y corría a ver a su hija. Abrió con cuidado la puerta de la habitación y entró. Con una sonrisa, observó a la pequeña Samantha dormida en su cuna.
Era preciosa.
La niña más bonita que había visto nunca y, sin poder remediarlo, los ojos se le llenaron de lágrimas. Era igualita a su papá. Su pelo, su sonrisa...
—Cariño—susurró Whitney entrando en la habitación—Vamos, he preparado algo de comer para ti y para Finn. Seguro que estarán hambrientos.
—En seguida voy, mamá. Dame un segundo.
Whitney asintió. Le partía el alma ver la triste mirada de su niña al contemplar a su hija dormida. Todos habían intentado con ahinco que Brittany rehiciera su vida, pero no había dado resultado.
Se negaba.
No podía olvidarse de Sam.
Cuando se quedó sola de nuevo en la habitación con su hija, con cuidado se acercó a ella, le tocó los rizos rubios y sonrió.
—Hola...—cuchicheó Finn tras ella.
La conocía.
La conocía muy bien y sabía que tras aquella dura apariencia de teniente del ejército de Estados Unidos, sufría. Nunca olvidaría su reacción cuando supo lo que le había sucedido a Sam. Su desesperación, sus lloros y su impotencia al enterarse tras su muerte de cosas poco agradables.
Embarazada de siete meses, Brittany se encerró en sí misma y no quiso hablar de ello con nadie. Sólo era feliz cuando estaba con la pequeña Sami o pilotando su C-17. Pero a pesar de la felicidad que la niña le proporcionaba, sus ojos nunca más volvieron a brillar como lo hacían antaño. Desconfiaba de todas las personas, pero más de los hombres y eso sólo se lo debía a Sam.
Al hombre que quiso y que la defraudó.
—¿Qué te parece cómo está la princesa?—preguntó Brittany, tragándose sus lágrimas.
Finn sonrió.
—Preciosa. ¿Cuánto tiempo tiene ya?
—Casi veinticinco meses—los dos se miraron en silencio y Brittany murmuró—Cómo pasa el tiempo, ¿verdad?
Ambos asintieron y Finn, intentando desviar el tema, bromeó:
—Esta niña va a romper muchos corazones. Y te lo digo yo, que de eso sé mucho—se rieron y Finn, cogiéndola por la cintura, murmuró—He hablado con mi azafata. Llegará al aeropuerto esta tarde.
—Perfecto.
Con cuidado, salieron de la habitación. Entraron en la cocina, donde Whitney les había preparado una tortilla de patatas y, mientras comían, la mujer le dijo a su hija que debía regresar a Asturias. Su abuela, Sue, tenía que ir al médico y se había negado a hacerlo con Becky, su hermana.
—La abuela y Becky—rió Brittany—No quiero ni imaginármelas a las dos solas.
—Tu hermana en ocasiones es peor que tu abuela—dijo Whitney—Te lo puedo asegurar. Cuando se enfada, amenaza con marcharse a Fort Worth y tengo que convencerla de que no lo haga ante los gruñidos de tu abuela.
—Mamá, Becky terminará marchándose. Sabes que se trasladó a Asturias sólo por un tiempo.
—Lo sé, hija, lo sé.
Finn las escuchaba, pero no decía nada. Hacía unos años, Becky y él habían tenido algo que sólo Brittany conocía y que se rompió cuando Becky vio a su hermana sufrir por la pérdida de Sam. De un día para otro decidió dejar a Finn y a éste no le quedó más remedio que aceptar. En su momento lo pasó fatal, pero finalmente lo aceptó. Aquélla era su vida y entendía que ella no quisiera formar parte de la misma.
Una hora después, el cansancio acumulado por el largo viaje se hizo evidente. Whitney los miró a los dos y dijo:
—Finn, Britty, ¡a descansar!
—Mamááááá...
Finn soltó una risotada y mirando a la mamá de su amiga, contestó:
—Gracias por la comida, pero yo me voy. Tengo planes con una preciosa mujer—Whitney sonrió y Finn, levantándose, dijo—Ahora a dormir en la camita, mi teniente. Tienes cara de no haber descansado bien anoche.
Brittany asintió. Su noche de sexo loco le estaba pasando factura.
Entró con cuidado en la habitación y sonrió al ver a la pequeña sentada en la cuna. La niña abrió sus bracitos y se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
—Mamiiiiiiiii.
Sin demora, la teniente Pierce corrió a abrazar a su hija. Aspiró su olor a inocencia y sonrió encantada al escucharla hablar con su media lengua.
Feliz, la sacó de la cuna y la dejó en la cama mientras ella se desnudaba y se ponía el pijama. Una vez terminó, se metió en la cama con la pequeña y comenzaron a jugar.
La risa de Sami era lo mejor.
Lo más bonito que había en el mundo, y eso, como siempre, la llenaba de felicidad.
¡Qué maravilla estar con su hija en casa!
Pasados unos minutos, la pequeña se acurrucó contra su cuerpo y, contenta por estar junto a su mamá, se relajó y durmió. Con cariño, Brittany observó el rostro plácido de su hija. Era preciosa, maravillosa, divina, y le dio un beso de amor en la frente. Con cuidado de no despertarla, cogió su cartera, de donde sacó una carta. Una carta dolorosa, pero que releía cientos de veces. Con la luz de una linterna, la iluminó y leyó:
Mi querida Britt.
Si tienes esta carta en tus manos es porque nuestro buen amigo Conrad te la ha hecho llegar y eso significará que yo he muerto. Quiero que sepas que eres lo mejor que he tenido en mi vida a pesar de que en ocasiones me he comportado como un idiota contigo.
Siempre has sido demasiado buena para mí y tú lo sabes, ¿verdad?
El motivo de esta carta es para disculparme por todo lo que vas a descubrir ahora de mí. Me avergüenza pensarlo, pero así es mi vida y ante eso nada puedo hacer, salvo pedirte disculpas y esperar que no me odies eternamente.
Deseo que conozcas a una persona especial. Una persona que te cuide, te lleve de fiesta con ella, baile contigo, quiera a nuestro hijo y te dé esa familia que yo sé que tú siempre has querido formar.
Espero que esa persona sepa valorarte como yo no he sabido y que seas lo primero para ella. Te lo mereces, Britt. Te mereces encontrar a una persona así. No todas las personas son como yo y, aunque sabes que te quise a mi manera, también sabes que eso nunca fue suficiente para ti.
A nuestro bebé dile que su papá lo hubiera querido mucho, pero deja que quiera como a un papá a ese hombre u otra mamá a esa mujer, que espero que algún día llegue a tu vida.
Eres fuerte, Britt, y sé que saldrás adelante. Tienes que rehacer tu vida.
Prométemelo y rompe esta carta después.
Los quiere,
Sam
Como siempre que terminaba de leer la carta, lloró y no la rompió.
Era uno de aquellos días en que disfrutaba pilotando, mientras cantaba I gotta feeling de The Black Eyed Peas.
I gotta feeling that tonight’s gonna be a good night
That tonight’s gonna be a good night
That tonight’s gonna be a good, good night
Tonight’s the night Let’s live it up
I got my money
Let’s spend it up
Brittany miró su reloj. Las 15.18. En treinta y cinco minutos tomarían tierra en la base estadounidense de Ramstein, al oeste de Alemania. Ahí los esperaban varias ambulancias militares que se encargarían de llevar a los norteamericanos que ella transportaba en su avión heridos de bala o por explosivos.
Se tocó los ojos. Estaba cansada, pero el subidón de adrenalina que le proporcionaba la música la mantenía despierta. Pilotar desde Afganistán agotaba a cualquiera, y en esa última fase del viaje, las ganas de aterrizar se acrecentaban. Bajó el volumen de la música para dirigirse a Artie:
—Pásame el agua.
Éste giró su sillón y Finn, que estaba detrás de él, le entregó una botellita. Brittany, Britt para los amigos, bebió y les dio las gracias.
Brittany, Artie y Finn eran piloto, copiloto y jefe de carga del Air Force C-17 Globemaster, respectivamente y regresaban de Afganistán. Habían llevado provisiones a algunas bases estadounidenses operativas y regresaban con algunos militares heridos que serían atendidos en el hospital militar norteamericano de Landstuhl.
—¿A qué hora saldremos para Múnich?—preguntó Artie.
Brittany sonrió. Estaba deseando ver a su hija, pero hasta el día siguiente no podría ser. Tanto ella como Artie tenían lo que más querían esperándolas en Múnich. Ambos estaban deseando llegar a lo que llamaban «hogar».
—A primerísima hora—respondió.
—No despegues sin mí. Estoy deseando ver a mi familia.
Brittany asintió, volvió a subir el volumen de la música y los tres comenzaron a cantar a voz en grito. Cuando acabó la canción y el silencio tomó la cabina, Finn apuntó:
—Teniente, recuerda que esta vez voy con ustedes a Múnich.
—¿Alguien especial esperándote?—preguntó la joven, divertida.
Finn, al oírla, murmuró:
—Una preciosa azafata de largas piernas y boca escandalosa.
Artie soltó una carcajada y Brittany se mofó.
—Capullo.
Finn la miró y, divertido, respondió:
—Teniente, no sólo de pan vive el hombre y yo no soy de piedra.
Brittany rió. Ella no era de piedra, aunque sus compañeros así lo pensaran y, mirando a Finn, añadió:
—Esta vez no te puedo ofrecer el sofá de mi casa. Mi mamá está ahí.
—No te preocupes. Mónica me ofrece su cama.
—Guau... aquí hay tema—se mofó Artie.
Finn sonrió y le chocó la mano a éste:
—Dulce y tentadora, así es Monica—bromeó, lo que provocó la risa de sus compañeros.
—¿Ése es el pájaro de Robert?—preguntó Finn señalando un avión.
Los tres observaron el avión que se alejaba y la teniente respondió:
—No. He quedado con él para jugar un billar y tomar unas cervezas esta tarde. Me habría avisado por radio si hubiera partido—un silencio tomó la cabina del avión hasta que Brittany preguntó—¿Qué pasa con la música?
Divertidos, ellos dos sonrieron y, sin necesidad de hablar, Artie cambió el CD. Dio al play y la voz de Bon Jovi llenó el cubículo. Los primeros acordes de It’s my life empezaron a sonar y los tres comenzaron a mover la cabeza y a cantar a viva voz mientras se ponían sus gafas de sol. Aquello era un ritual.
Su ritual.
Siempre la misma canción. Eso significaba que llegaban a casa.
A su hogar.
It’s my life
It’s now or never
I ain’t gonna live forever
I just want to live while I’m alive
Esa canción y su significado era especial para ellos. La escuchaban siempre cuando partían o llegaban de un viaje. Era el principio y el fin de todo. Y como decía Bon Jovi: «No voy a vivir para siempre, sólo quiero vivir mientras esté vivo».
Vida... esas cuatro letras para ellos lo representaban todo.
Por su trabajo, veían demasiadas cosas desagradables.
Por su trabajo, habían aprendido a ser unos supervivientes.
Por su trabajo, Brittany perdió al hombre que quería.
Mientras la joven tarareaba, se concentraba en aterrizar. Restó potencia y levantó el morro del avión. Cuando el tren central tocó la pista, Brittany extendió los frenos aéreos al máximo y activó los del tren de aterrizaje mientras la aeronave reducía poco a poco su velocidad. Una vez bajó a 40 o 50 nudos, redujo la potencia de los motores y el avión se fue deteniendo hasta que ella, tomando de nuevo los mandos, lo guió hasta el hangar que le indicaban sus compañeros de tierra. Una vez paró los motores, abrió el portón trasero del avión y comenzó el desembarco. Artie, Finn y ella se quedaron a rellenar unos informes. Cuando acabaron y bajó de la cabina, oyó:
—Teniente Pierce.
Ella miró y, tras un formal saludo militar, respondió:
—Teniente Smith.
Una vez bajaron las manos, ambos sonrieron. Ante ella estaba Robert Smith, un buen amigo y piloto de otro C-17.
—¿Cómo ha ido el vuelo, Britt?
—Normal... como siempre.
Ambos rieron y él añadió:
—Esta vez no podremos tomarnos unas cervezas. Salgo para el Líbano en cuanto carguen mi pájaro.
—¿Despegas hoy?
Robert asintió y dijo:
—Sí. En teoría no iba a ser hasta mañana, pero necesitan urgentemente suministros y nos han adelantado un día el viaje.
Ambos asintieron. Sus vidas eran así y Brittany, guiñándole un ojo, preguntó:
—¿Cómo está Savannah?
El hombre al pensar en su mujer sonrió y respondió:
—Contenta por el traslado. Ahora está en Fort Worth acondicionando la casa. Yo espero estar con ella en el plazo de unos meses. Por cierto, le tengo que dar las gracias a tu papá. Me ha dicho Savannah que la está ayudando con el papeleo.
Brittany asintió.
—Papá te conoce, eres mi amigo, y sabe que a mis amigos hay que cuidarlos.
Ambos rieron y él dijo:
—Dale un beso grande a la princesa.
—Mi mamá está aquí en Alemania con ella.
Al oírla, Robert maldijo y luego añadió:
—Joder, me hubiera gustado ver a Whitney. Dale un saludo de mi parte y sobre todo muchos besos a esa muñequita llamada Sami que es mi debilidad.
—Lo sé—rió Brittany y al ver que se acercaba García, la copiloto de Robert murmuró—Quedan pendientes esas cervezas para otra ocasión, ¿te parece?
El hombre asintió y, tras una sonrisa, la volvió a saludar con la mano y se alejó. Brittany lo miró alejarse recordando los buenos momentos que habían pasado juntos.
Volviendo a la realidad, se centró de nuevo en revisar su pájaro. Una vez acabaron Brittany y sus hombres, cogió unos papeles que le entregaba Artie y dijo:
—Iré a entregárselos al comandante Lodwud.
Finn y Artie asintieron y ella echó a andar hacia la oficina del hangar 12. En su camino, varios hombres la saludaron con disciplina militar y ella les devolvió el saludo.
Una vez llegó ante el despacho del comandante, llamó a la puerta con determinación. Pronto oyó la voz grave del comandante y sin dudarlo entró. El hombre, un militar de unos cuarenta años, alto y fornido, se levantó de la mesa al verla y ella dijo:
—Señor, se presenta ante usted la teniente Pierce.
El comandante asintió.
—Teniente Pierce.
Brittany esbozó una sonrisa. Tiró los papeles sobre la mesa y dijo mientras echaba el pestillo de la puerta y se bajaba la cremallera del mono militar:
—Tenemos veinte minutos. Aprovechémoslos.
Sin demora, el comandante se le acercó y, mientras paseaba su boca por el cuello de ella, se entregaba al disfrute del sexo.
Nada de besos...
Nada de cariños...
Nada de amor...
Sexo en estado puro demandaban los dos, y cuando las manos de él ascendieron hasta los pechos de ella y los miró, Brittany murmuró:
—El tiempo es oro, comandante.
El hombre, enloquecido por la entrega que siempre le mostraba en sus escarceos sexuales aquella joven, no lo dudó. Con rudeza, se metió los pechos en la boca para succionárselos, mientras la cogía entre sus brazos y la ponía sobre la mesa. Los papeles que había encima cayeron al suelo cuando Brittany quedó tendida en ella y su ropa, junto a la del comandante, comenzó a volar por la estancia.
—Teniente...—susurró él, duro como una piedra, cuando ella se ofreció abriéndose de piernas.
Brittany sonrió. Quería lo que había ido a buscar y, mirándolo, exigió:
—Hagámoslo. El tiempo pasa y mis hombres me esperan.
Deseosos de continuar con aquello, el comandante la cogió en brazos y se introdujo con ella en el baño del despacho. Sus jadeos ahí no se oirían. Cuando él cerró la puerta, la miró y, dejándola en el suelo, murmuró:
—Dese la vuelta.
Brittany, provocándolo, susurró:
—Démela usted..., señor.
El comandante sonrió y, con brusquedad, le dio la vuelta. Acercó su erección a su trasero y, restregándose contra ella, dijo mientras cogía del armarito del baño un preservativo y lo abría:
—Separe las piernas y agáchese—Brittany obedeció—Sujétese al borde de la bañera. Una vez se puso el preservativo y ella estuvo como él quería, acercó la boca a su oído y murmuró—Recuerde, teniente, nada de jadeos o todo el mundo se enterará.
—Recuérdelo usted también, comandante—replicó ella.
La joven deseaba sexo. Le urgía y, dejándose manejar como una muñeca, permitió que él le abriese más las piernas, le separase los húmedos labios vaginales y la penetrara. El ataque fue tan asolador que tuvo que morderse el labio inferior para no gritar. Una vez estuvo dentro, el hombre le masajeó las nalgas y preguntó:
—¿Le gusta así, teniente?
—Sí..., señor...
Él volvió a penetrarla una y otra... y otra vez. Aquello era una maravilla. Lo deseaba, lo gozaba y cuando recuperó el control de su cuerpo, con un rápido movimiento se apartó del hombre, se dio la vuelta y exigió:
—Siéntese, señor—sorprendido por el cambio de juego, él fue a protestar cuando ella, cogiéndole el pene con la mano, insistió mientras le mordía la barbilla—Siéntese... he dicho.
El hombre, excitado, hizo lo que ella pedía y se sentó sobre el retrete. Sin demora Brittany se colocó sobre él para introducirse el duro pene en su totalidad en su interior. Sin dejarle hablar, guió uno de sus pechos hasta la boca de él, que rápidamente se lo mordisqueó.
—Así..., chúpemelos.
Sus movimientos se hicieron más intensos. El morbo entre ambos estaba servido y el calor en el baño era inmenso. Las caderas de Brittany bailaban de adelante hacia atrás, introduciéndose el pene una y otra vez, a un ritmo asolador, mientras el comandante la sujetaba de las caderas y la ayudaba en su loco movimiento.
Los jadeos de él subían de tono y ella, enloquecida, se agarraba a sus hombros y le metía sus pechos en la boca para mitigar el sonido. Un placer demoledor llenó el cuerpo de Brittany y por fin explotó.
Cuando todo acabó, durante unos segundos se quedaron el uno en brazos del otro.
No hablaron.
No se besaron.
No se acariciaron.
Hasta que ella se levantó y, tras limpiarse, sin mirarlo, salió al despacho, donde cogió su ropa y comenzó a vestirse. Segundos después, él se reunió con ella en su despacho y cuando estuvieron vestidos Brittany esbozó una sonrisa y murmuró:
—Como siempre, ha sido un placer, comandante Lodwud.
El hombre sonrió y, dejándose de formalismos, se acercó a ella y preguntó:
—Creía que llegarías antes. ¿Qué ha ocurrido?
—Problemas en la recogida.
Él asintió. Paseó sus ojos castaños por ella y preguntó:
—¿Haces noche aquí?
—Sí.
—Tengo una reserva para hoy en un hotel. Buena cena, buena compañía... sexo. ¿Qué me dices, Britt?—la joven tendió la mano con descaro. El comandante sonrió. Abrió el cajón de su mesita y, tirándole una llave, dijo—Hotel Bristol. Habitación 168 a las veinte treinta.
—Ahí estaré.
Lodwud sonrió. El sexo con Brittany y sus juegos siempre eran morbosos, y cuando vio que ella se cerraba el mono caqui, añadió:
—Hasta luego, teniente.
—Adiós, señor.
Caminó hacia la puerta, abrió el pestillo y, saliendo del despacho, regresó junto a sus hombres y su avión, de donde no se movió hasta que estuvo completamente vacío.
A las seis de la tarde, tras despedirse de sus hombres y quedar con Finn y Artie en el aeropuerto a las siete de la mañana del día siguiente, cogió un taxi y llegó al hotel. Con la llave que el comandante le había dado, abrió la puerta y sin demora se desnudó.
Necesitaba con urgencia una ducha.
Cuando salió del baño, puso música en su móvil. Le gustaba mucho un grupo español llamado La Musicalité. En especial la canción Cuatro elementos y cantó.
Dolor que no quiero ver,
dolor que nunca se va,
no puedo decir adiós,
ni quiero decir jamás,
tumbado al amanecer,
llorando porque tú vuelvas otra vez.
Eso era lo que ella sentía.
Dolor.
Un dolor que no quería ver y al que no podía decir adiós. Sam no la dejaba.
¿O quizá no se dejaba ella misma?
Bailó.
Se subió a la cama como una chiquilla y bailó descontrolada hasta que, cansada, abrió su petate, sacó ropa interior limpia y se la puso. Después miró la bolsita de maría que un amigo le había facilitado y, sin dudarlo, se lió un cigarrillo.
Con los ojos velados por los recuerdos, se lo fumó. Sabía que no estaba bien que fumara aquello, pero en ese momento le daba igual.
Estaba sola.
En ese instante era dueña de su vida y hacía lo que quería. Tras ese cigarrillo llegó otro y después otro y cuando miró el reloj no se sorprendió al ver que eran las 20:21. El comandante no tardaría en llegar y así fue. Escasos minutos después, la puerta se abrió y al verla sentada en ropa interior en la cama, fumando, él sonrió. Sin hablar, se quitó la gorra y la chaqueta, se sentó junto a ella y preguntó, cogiéndole el cigarrillo de la mano para dar una calada:
—¿Estás bien?
Sin querer dejarle ver sus emociones, Brittany respondió:
—Sí.
—¿Y qué haces fumando esta mierda?
Ella sonrió.
—Evadiéndome un poco.
Lodwud la entendió, pero dispuesto a que no continuara por aquel camino, dijo:
—Esta mierda no es buena, Britt.
—Lo sé y es la última vez que me permito fumarla—ambos rieron y ella prosiguió—Tampoco es bueno lo que hacemos aquí o en el despacho del hangar y seguimos haciéndolo. Ah, y por cierto, esta mierda no es buena, pero bien que estás fumándotela ahora.
Ambos sonrieron y finalmente él dijo, dando otra calada:
—El día que tú o yo encontremos a alguien que nos importe, dejaremos de hacerlo, ¿no crees?
Brittany se encogió de hombros. No tenía la más mínima intención de encontrar a nadie.
—Eso está por ver. Pero hasta que eso suceda, quiero seguir divirtiéndome contigo. Tú y yo nos conocemos. Sabemos que esto es sexo sin compromiso y respetamos unas normas—respondió. Ambos sonrieron. No se besaban y no se pedían explicaciones. Ésas eran sus condiciones y Brittany, abrazándolo, añadió—Vaya dos que estamos hechos tú y yo. El amor nos ha destrozado la vida y sólo nos quedan estos momentos tontos que en cierto modo fabricamos. Ni Daiana ni Sam se lo merecen, pero aquí estamos tú y yo... como siempre.
Lodwud asintió. Daiana era la cruel mujer que lo abandonó por un alemán.
Pasados unos minutos, el comandante tomó las riendas del juego y, sacándose un pañuelo oscuro del bolsillo, fue a vendarle los ojos a ella, pero Brittany se negó. Eso lo sorprendió.
—¿No quieres pensar en Sam?
—Sí. Como siempre, tú serás Sam y yo seré Daiana. Pero no quiero pañuelo. Estoy tan fumada que hoy no lo necesito.
—De acuerdo.
Cogió la mano de ella y se la llevó a la entrepierna para que lo tocara.
—Quiero una Daiana caliente, receptiva y segura de lo que desea y, cuando esté saciado de ella, quiero que Daiana finalice el juego como ya sabes—murmuró en su oído.
Tocándolo como sabía que le gustaba, Brittany bajó el tono de voz y respondió:
—Sam..., vamos a jugar.
Aquél era un juego peligroso entre los dos. Dos almas resentidas. Dos personas carentes de cariño que de vez en cuando se reunían en la habitación de un hotel e imaginaban que eran otros quienes los poseían.
—Ponte de rodillas, Daiana.
Brittany aceptó y sin necesidad de que dijera más, hizo lo que a Sam le gustaría. Le quitó los pantalones, el calzoncillo y se metió su pene en la boca. Durante varios minutos lo chupó, lo degustó, lo provocó hasta tenerlo duro como una piedra. El comandante se dejó hacer mientras pensaba que quien lo succionaba era Daiana y, cuando no pudo más, sacó el pene de su boca e indicó:
—Desnúdate y siéntate en la cama.
Cuando estuvo totalmente desnuda ante él, Brittany se sentó. Lodwud sonrió y, poniéndose de rodillas ante ella, murmuró:
—Me encantan tus pezones, cariño.
Ella sonrió y musitó con voz sensual:
—Y a mí me encanta que me los chupes, Sam.
La invitación fue formalmente aceptada y el comandante devoró lo que ella le ofrecía. Con sensualidad, Brittany puso su mano en la cabeza de él y lo apretó contra sus pechos. Lodwud se volvió loco. Chupó, mordisqueó y cuando ella tuvo los pezones como a él le gustaban, dijo:
—Abre las piernas... así... así... muy bien, Daiana—la lujuria tomó sus ojos al ver brillar los jugos de ella y pidió—Ábrete con los dedos. Quiero ver cómo me invitas a chuparte.
Excitada al escuchar a Sam pidiéndole eso, con el índice y el anular hizo lo que le pedía y murmuró mientras lo sentía entre sus piernas:
—Así... así te gusta.
Lodwud, sentado en el suelo, le agarró las piernas y, tirando de ella, acercó la boca directamente al centro de su deseo. El grito de Brittany ante aquel ataque fue devastador, mientras él mordisqueaba los labios de su vagina enloquecido.
—Sam, cariño, estoy a punto de caerme de la cama.
El comandante la cogió de la cintura y, tumbándose en el suelo, colocó su boca debajo de ella y continuó. Su lengua parecía estar en todas partes y Brittany jadeó al sentir cómo tiraba de su clítoris arrancándole oleadas de placer.
La cama les sobró.
El suelo fue su colchón y en él se revolcaron de todas las maneras habidas y por haber, mientras imaginaban a dos personas que nunca más regresarían a ellos.
—Vamos..., entrégate a mí. Pon las piernas alrededor de mi cintura y búscame—exigió él, dándole un azote en el trasero—¡Búscame, Daiana!
Cuando Brittany lo hizo, el comandante jadeó y ella se arqueó.
—Sam...
—¿Te gusta lo que te hago?
—Me encanta, Sam..., me encanta. Sigue...
Durante varias horas, el sexo frío e impersonal reinó en la habitación. Ése era el sexo que en los últimos años habían practicado y que a ambos les satisfacía. Tras varios asaltos en los que los dos se corrieron, fumaban desnudos tirados en la cama, cuando ella preguntó:
—¿Qué hora es?
Lodwud miró el reloj que tenía en la mesilla.
—Las doce y veinte de la noche—el silencio tomó de nuevo la habitación y de pronto él preguntó—¿Por qué seguimos pensando en Daiana y Sam?
—Porque somos idiotas—rió con amargura Brittany e, intentando no pensar más en ello, añadió—Y ahora voy a continuar con ello y voy a buscar a un tercero que quiera jugar.
Lodwud sonrió.
—Aún recuerdo la mujer que encontré para nuestra última cita. Se volvió loca entre tú y yo.
Brittany soltó una carcajada y cuchicheó:
—Tú sí que te volviste loco entre ella y yo.
Levantándose de la cama, se puso las bragas, una camiseta y los pantalones de camuflaje. No contaba con más ropa para cautivar. Una vez se hubo vestido, miró a Lodwud y éste dijo:
—Es la una en punto. Si a las dos no has vuelto, seré yo quien elija.
—Ni hablar. Hoy decido yo.
Una vez salió de la habitación del hotel, caminó con decisión hacia el bar. Por norma, elegían hoteles cercanos al aeropuerto para verse. Por norma, la gente que se alojaba en esos lugares estaba de paso y buscaba en la mayoría de las ocasiones una noche divertida sin ataduras.
Cuando Brittany entró en el bar, escaneó el lugar con decisión. Varias parejas charlaban amigablemente y algunos hombres o mujeres bebían solos en la barra. A ella le gustaban tanto las mujeres como los hombres, pero ahora ella buscaba un hombre y los observó con cuidado. El primero que vio no le valió, demasiado mayor y barrigón. El segundo no estaba mal, pero se quedó con el tercero: un ejecutivo de su edad. Acercándose hasta la barra, dijo, mirando al camarero:
—Un whisky doble con hielo.
No fallaba. Era pedir esa bebida una mujer y el hombre que estuviera al lado miraba sí o sí. Sin tiempo que perder, Brittany sonrió y, tras un par de parpadeos, él giró su silla. Ella miró el reloj, la una y diez.
Iba bien de tiempo.
Con una sonrisa en los labios, habló con el hombre. Su nombre era Ludvig. Era sueco y estaba de paso por Alemania. Era perfecto. Le explicó que trabajaba para una empresa de automóviles y que estaba de viaje visitando varios países.
A la una y veinte Ludvig ya le había mirado el pecho en varias ocasiones y a la una y media ella ya le había puesto una mano en la pierna. A las dos menos veinte el sueco ya se había insinuado y Brittany le había hecho su caliente propuesta de un trío. A las dos menos diez, el sueco aceptó y a la una y cincuenta y dos, Brittany abría la puerta de su habitación y, mirando a Lodwud, que sonrió al verla entrar, comentó:
—Vamos, chicos..., quiero jugar.
Tras dos calientes asaltos con aquellos dos hombres, todo terminó. Brittany despidió al sueco, que se fue encantado de la habitación. Cuando cerró la puerta y se volvió hacia Lodwud, éste, mirándola, caminó hacia ella y observó:
—Daiana, eres una chica... muy... muy mala.
Brittany sonrió y, tocando su erección, asintió.
—Sí, Sam..., reconozco que lo soy.
A la mañana siguiente, Brittany se fue al aeropuerto militar. Al llegar, un muchacho se acercó a ella y, tras saludarla con un movimiento de la mano, dijo:
—Buenos días, teniente Pierce.
—Buenos días, sargento.
Él, con gesto serio, añadió:
—Teniente, el mayor Pierce está al teléfono y quiere hablar con usted.
Sorprendida por la hora, Brittany cogió el teléfono que le tendía y separándose unos metros, saludó:
—Buenos días, mayor.
—Teniente, ¿cómo fue ayer el vuelo?
Brittany sonrió. Su papá. Aquel hombre al que muchos temían por su mal carácter, con ella era un padrazo, y respondió:
—Bien. Todo fue perfecto, como siempre.
—Me han dicho que ahora sales para Múnich.
—Sí.
—¿Has descansado lo suficiente?
Pensó en la noche loca que había pasado con Lodwud y afirmó:
—Sí, papá. He descansado.
Todos se preocupaban por ella y su vida. Algo innecesario. Brittany se había convencido de que podía con todo lo que se propusiera y dijo:
—Papá, llevo fuera de casa doce días y estoy deseando ver a Sami y...
—Vale—la cortó—Lo entiendo... lo entiendo. Pero habla con tu mamá. Me ha llamado dos veces y ya sabes lo pesadita que se pone.
Al oír eso, Brittany sonrió. Sus padres se habían separado hacía poco más de un año.
—Tranquilo. Lo haré.
—Por cierto, ¿has vuelto a pensar en lo de Fort Worth?
—No, papá...
—Debes hacerlo, Brittany. Quiero tenerlas cerca a ti y a la niña. Tu hermana regresará el año que viene y...
—¿Y mamá?
—Tu mamá ya es mayorcita para saber qué quiere hacer—respondió él en tono cortante.
Brittany sonrió y prefirió no preguntar más del tema, por lo que dijo:
—Papá, dejemos el asunto del traslado para otro momento.
—De acuerdo, hija. Pero recuerda, tu familia está aquí. En Alemania no tienes nada.
Para Cedric Pierce no era fácil vivir tan lejos de sus hijas y de su mujer. Especialmente de Brittany, su mayor orgullo.
Después de varios minutos hablando con su papá, ella cerró el móvil y cogió un sobre que le ofrecía el mismo militar que le había llevado el teléfono.
—Teniente, aquí tiene lo que solicitó.
Brittany cogió con fuerza el sobre. Dentro estaban las llaves del helicóptero que la llevaría junto a su hija y, abriéndolo, preguntó:
—¿Todo bien por aquí, sargento?
El joven asintió y una vez la volvió a saludar con la mano, se dio la vuelta y se marchó. En ese instante llegaron Artie y Finn.
—Joder..., dormiría un mes—murmuró Finn rascándose los ojos.
—Yo también, tío. Estoy agotado.
La teniente Pierce al oír a sus amigos sonrió.
—Vamos, muñequitas, suban en el helicóptero, quiero ver a mi hija—se mofó.
Aquel mismo día, después una hora de vuelo, llegaron al aeropuerto de Múnich sobre las nueve de la mañana. Ahí, tras dejar el helicóptero en un hangar particular, con sus petates a cuestas, cogieron un taxi. Primero dejaron a Artie y después continuaron hacia la casa de Brittany. Cuando llegaron, la mamá de ésta la abrazó al verla.
—¡Qué alegría tenerte aquí de nuevo, cariño!
Dejándose abrazar, Brittany cerró los ojos y, feliz, murmuró:
—Hola, mamá.
Segundos después, Whitney saludó a Finn mientras Brittany soltaba su petate y corría a ver a su hija. Abrió con cuidado la puerta de la habitación y entró. Con una sonrisa, observó a la pequeña Samantha dormida en su cuna.
Era preciosa.
La niña más bonita que había visto nunca y, sin poder remediarlo, los ojos se le llenaron de lágrimas. Era igualita a su papá. Su pelo, su sonrisa...
—Cariño—susurró Whitney entrando en la habitación—Vamos, he preparado algo de comer para ti y para Finn. Seguro que estarán hambrientos.
—En seguida voy, mamá. Dame un segundo.
Whitney asintió. Le partía el alma ver la triste mirada de su niña al contemplar a su hija dormida. Todos habían intentado con ahinco que Brittany rehiciera su vida, pero no había dado resultado.
Se negaba.
No podía olvidarse de Sam.
Cuando se quedó sola de nuevo en la habitación con su hija, con cuidado se acercó a ella, le tocó los rizos rubios y sonrió.
—Hola...—cuchicheó Finn tras ella.
La conocía.
La conocía muy bien y sabía que tras aquella dura apariencia de teniente del ejército de Estados Unidos, sufría. Nunca olvidaría su reacción cuando supo lo que le había sucedido a Sam. Su desesperación, sus lloros y su impotencia al enterarse tras su muerte de cosas poco agradables.
Embarazada de siete meses, Brittany se encerró en sí misma y no quiso hablar de ello con nadie. Sólo era feliz cuando estaba con la pequeña Sami o pilotando su C-17. Pero a pesar de la felicidad que la niña le proporcionaba, sus ojos nunca más volvieron a brillar como lo hacían antaño. Desconfiaba de todas las personas, pero más de los hombres y eso sólo se lo debía a Sam.
Al hombre que quiso y que la defraudó.
—¿Qué te parece cómo está la princesa?—preguntó Brittany, tragándose sus lágrimas.
Finn sonrió.
—Preciosa. ¿Cuánto tiempo tiene ya?
—Casi veinticinco meses—los dos se miraron en silencio y Brittany murmuró—Cómo pasa el tiempo, ¿verdad?
Ambos asintieron y Finn, intentando desviar el tema, bromeó:
—Esta niña va a romper muchos corazones. Y te lo digo yo, que de eso sé mucho—se rieron y Finn, cogiéndola por la cintura, murmuró—He hablado con mi azafata. Llegará al aeropuerto esta tarde.
—Perfecto.
Con cuidado, salieron de la habitación. Entraron en la cocina, donde Whitney les había preparado una tortilla de patatas y, mientras comían, la mujer le dijo a su hija que debía regresar a Asturias. Su abuela, Sue, tenía que ir al médico y se había negado a hacerlo con Becky, su hermana.
—La abuela y Becky—rió Brittany—No quiero ni imaginármelas a las dos solas.
—Tu hermana en ocasiones es peor que tu abuela—dijo Whitney—Te lo puedo asegurar. Cuando se enfada, amenaza con marcharse a Fort Worth y tengo que convencerla de que no lo haga ante los gruñidos de tu abuela.
—Mamá, Becky terminará marchándose. Sabes que se trasladó a Asturias sólo por un tiempo.
—Lo sé, hija, lo sé.
Finn las escuchaba, pero no decía nada. Hacía unos años, Becky y él habían tenido algo que sólo Brittany conocía y que se rompió cuando Becky vio a su hermana sufrir por la pérdida de Sam. De un día para otro decidió dejar a Finn y a éste no le quedó más remedio que aceptar. En su momento lo pasó fatal, pero finalmente lo aceptó. Aquélla era su vida y entendía que ella no quisiera formar parte de la misma.
Una hora después, el cansancio acumulado por el largo viaje se hizo evidente. Whitney los miró a los dos y dijo:
—Finn, Britty, ¡a descansar!
—Mamááááá...
Finn soltó una risotada y mirando a la mamá de su amiga, contestó:
—Gracias por la comida, pero yo me voy. Tengo planes con una preciosa mujer—Whitney sonrió y Finn, levantándose, dijo—Ahora a dormir en la camita, mi teniente. Tienes cara de no haber descansado bien anoche.
Brittany asintió. Su noche de sexo loco le estaba pasando factura.
Entró con cuidado en la habitación y sonrió al ver a la pequeña sentada en la cuna. La niña abrió sus bracitos y se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
—Mamiiiiiiiii.
Sin demora, la teniente Pierce corrió a abrazar a su hija. Aspiró su olor a inocencia y sonrió encantada al escucharla hablar con su media lengua.
Feliz, la sacó de la cuna y la dejó en la cama mientras ella se desnudaba y se ponía el pijama. Una vez terminó, se metió en la cama con la pequeña y comenzaron a jugar.
La risa de Sami era lo mejor.
Lo más bonito que había en el mundo, y eso, como siempre, la llenaba de felicidad.
¡Qué maravilla estar con su hija en casa!
Pasados unos minutos, la pequeña se acurrucó contra su cuerpo y, contenta por estar junto a su mamá, se relajó y durmió. Con cariño, Brittany observó el rostro plácido de su hija. Era preciosa, maravillosa, divina, y le dio un beso de amor en la frente. Con cuidado de no despertarla, cogió su cartera, de donde sacó una carta. Una carta dolorosa, pero que releía cientos de veces. Con la luz de una linterna, la iluminó y leyó:
Mi querida Britt.
Si tienes esta carta en tus manos es porque nuestro buen amigo Conrad te la ha hecho llegar y eso significará que yo he muerto. Quiero que sepas que eres lo mejor que he tenido en mi vida a pesar de que en ocasiones me he comportado como un idiota contigo.
Siempre has sido demasiado buena para mí y tú lo sabes, ¿verdad?
El motivo de esta carta es para disculparme por todo lo que vas a descubrir ahora de mí. Me avergüenza pensarlo, pero así es mi vida y ante eso nada puedo hacer, salvo pedirte disculpas y esperar que no me odies eternamente.
Deseo que conozcas a una persona especial. Una persona que te cuide, te lleve de fiesta con ella, baile contigo, quiera a nuestro hijo y te dé esa familia que yo sé que tú siempre has querido formar.
Espero que esa persona sepa valorarte como yo no he sabido y que seas lo primero para ella. Te lo mereces, Britt. Te mereces encontrar a una persona así. No todas las personas son como yo y, aunque sabes que te quise a mi manera, también sabes que eso nunca fue suficiente para ti.
A nuestro bebé dile que su papá lo hubiera querido mucho, pero deja que quiera como a un papá a ese hombre u otra mamá a esa mujer, que espero que algún día llegue a tu vida.
Eres fuerte, Britt, y sé que saldrás adelante. Tienes que rehacer tu vida.
Prométemelo y rompe esta carta después.
Los quiere,
Sam
Como siempre que terminaba de leer la carta, lloró y no la rompió.
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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Mar Abr 11, 2017 11:54 pm, editado 1 vez
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Woahh un comienzo muy cachondo, hasta me sonrojé , jjajajajajajj, espero leer más de esto, cuando aparecerá britt
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
No espere eso de britt
Pero ya quiero leer como se conoceran las brittana
Saludos
Pero ya quiero leer como se conoceran las brittana
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Esa carta me hizo llorar, que habrá hecho sam para que el le pida disculpas a britt, la niña tiene 2 años verdad.
Esa britt también me salio cachonda
Esa britt también me salio cachonda
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
estas dos mujeres parecen vivir en una hoguera, par de joyitas!!!!!! jajajajajajajajaja
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Hola chica de las adaptaciones...
Dios, empezamos fuerte tanto con San como con Britt.
Ya veremos como sera el primer encuentro de estas diosas del sexo.
Saludines
Cuidate y te quiero
Dios, empezamos fuerte tanto con San como con Britt.
Ya veremos como sera el primer encuentro de estas diosas del sexo.
Saludines
Cuidate y te quiero
Daniela Gutierrez***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 03/07/2014
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
JanethValenciaaf escribió:Woahh un comienzo muy cachondo, hasta me sonrojé , jjajajajajajj, espero leer más de esto, cuando aparecerá britt
Hola, jajajajaajajajjaj xD son unas loquillas no¿? ajjjaajja xD Bueno algo debe de pasar con ellas no¿? jajaajaja. Saludos =D
Jane0_o escribió:No espere eso de britt
Pero ya quiero leer como se conoceran las brittana
Saludos
Hola, jaajajjajajaja xD ni yo jajajajaajaj. Aquí el siguiente cap! esperemos y ya no¿? jajajaja. Saludos =D
JanethValenciaaf escribió:Esa carta me hizo llorar, que habrá hecho sam para que el le pida disculpas a britt, la niña tiene 2 años verdad.
Esa britt también me salio cachonda
Hola de nuevo! jjajajajajaajja, tonteras po que mas hace sam ¬¬... emm sip¿? ajajajajaj. XD jajajaajaj lo son sip XD jajajaajaj. Saludos =D
micky morales escribió:estas dos mujeres parecen vivir en una hoguera, par de joyitas!!!!!! jajajajajajajajaja
Hola, jajajajaajajajaja xD o no¿? jajaajajaj aiaiaaia xD jajajaajajaj. Saludos =D
Daniela Gutierrez escribió:Hola chica de las adaptaciones...
Dios, empezamos fuerte tanto con San como con Britt.
Ya veremos como sera el primer encuentro de estas diosas del sexo.
Saludines
Cuidate y te quiero
Hola dani, o no¿? jajajaja no pierden el tiempo cuando lo tienen xD jajajajaajajaj. Ufff de lo mejor no¿? ajajajaja. Gracias, tu igual! es el efecto que causo Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
En los juzgados, aquel día todo salió bien para Santana. Había ganado dos juicios y eso la hacía estar satisfecha.
—¿Quedamos esta noche?—le preguntó una rubia espectacular.
Santana sonrió. Era la abogada de la parte contraria. Paseó sus oscuros ojos por el cuerpo de ella y, abriendo una agenda, le pidió:
—Dame tu teléfono. Si no te llamo esta noche, te llamaré cualquier otra, ¿te parece?
La mujer sonrió y, tras apuntarle su teléfono, le guiñó un ojo, se dio la vuelta y se marchó. Santana la siguió con la mirada hasta que ella desapareció de su vista. Después miró su agenda y sonrió cuando leyó el número de teléfono y el nombre de Tamara.
Una vez abandonó los juzgados, fue directo a Jokers, el restaurante de su papá:
—Papá, ponme una cerveza bien fría—le pidió nada más entrar.
Con una gran sonrisa, Santiago hizo lo que su hija le pedía y le puso la jarra delante.
—¿Has tenido un buen día hoy, Tana?—se interesó.
Santana dio un gran trago y con complicidad cuchicheó:
—Buenísimo. He ganado el juicio de Henry Drochen y el de Alf Bermeulen.
Santiago aplaudió. Estaba muy orgulloso de ella. Él conocía las preferencias sexuales de su hija, pero eso no le importaba. Santana además de ser una excelente hija, era una gran abogada y una conquistadora, como él decía, el gen López.
Durante un rato, Santana le explicó lo ocurrido en los juzgados con sus casos, y el hombre disfrutó escuchándolo. Cuando llegó la hora de comer, Santiago dijo:
—Tu hermano ha llamado esta mañana.
Santana sonrió al pensar en Jake, su único hermano, y preguntó:
—¿Cómo le va en Londres?
—Bien, hija, ya lo conoces—rió Santiago—Como siempre, le va bien en lo suyo. Ah..., me ha dicho que lo llames. Por lo visto, mañana viene a Múnich con una flota de coches y entre ellos uno que tú querías.
Al oír eso, Santana miró a su papá y preguntó:
—¿Va a traer el Aston?
—No lo sé, hija. Sólo me ha dicho que lo llames.
Sin dudarlo, Santana lo llamó. Dos timbrazos y Jake descolgó.
—No me digas que vas a traerme el coche que quiero pero con el volante a la izquierda.
Jake soltó una carcajada y respondió:
—Te lo digo... y te lo confirmo. Un precioso Vanquish, color burdeos, ¿sigues interesado en él?
—Por supuesto. Siempre y cuando me hagas buen precio y te quedes con el Aston que tengo ahora.
—No hay problema, Tana. Tu Aston se venderá fácilmente y el buen precio ¡ni lo dudes! Eres mi hermana, joder.
Ambos rieron y, tras hablar un rato, se despidieron hasta el día siguiente.
Después de comer con su papá, Santana salió de Jokers, y pasó por su despacho. Durante un par de horas se concentró en preparar los juicios que tenía para dos días después, hasta que le sonó el móvil.
Era su amiga Quinn.
—¿Qué pasa, gilipollas?
Quinn, al oír ese saludo, soltó una risotada y puntualizó:
—Eso sólo me lo llama mi mujercita. No te acostumbres—ambas rieron y Quinn prosiguió—El domingo Rach hará una comida en casa, vendrás, ¿verdad?
—¿Irán mujeres guapas?
Quinn soltó una carcajada y contestó:
—Más guapa que mi mujer, ¡imposible!
Ahora la que soltó la carcajada fue Santana. Su amiga se había casado con una española encantadora y algo loca y estaba totalmente enamorada de ella.
Eran como la noche y el día, pero se adoraban.
—Como se te ocurra no venir, Rach te busca y te trae de la oreja.
—No lo dudo—afirmó Santana divertida.
Si algo tenía claro de Rachel es que era una fuera de serie. Le encantaba su personalidad, su decisión y, sobre todo, la confianza que siempre había depositado en ella para todo.
—Iré. Dile que ahí me tendrá. ¿Llevo el vino?
—Vale. ¿Vendrás con compañía?
—¿Hace falta llevarla?
—No. Pero es por saber cuántos seremos.
Divertida, Santana murmuró:
—Llevaré el vino y compañía.
—De acuerdo. Ahora te dejo, que tengo una reunión en diez minutos.
Una vez colgaron, Santana sonrió. Quinn y Rachel eran sus mejores amigas. Unas amigas que siempre estaban para lo bueno y para lo malo.
Con una sonrisa maliciosa, al pensar en la esposa de su amiga, abrió su móvil y marcó un número.
—Hola, preciosa—dijo en tono meloso.
La mujer, al oírla, bajó su tono de voz y respondió:
—Hola, Santana, justamente pensaba en ti.
—¿Pensamientos buenos o malos?[/i}
La risa cristalina de ella resonó y contestó:
[i]—Ambas cosas. Buenos porque son placenteros y malos porque eras muy... muy mala.
—Interesante—susurró Santana al escucharla.
Aquella sensual y morbosa mujer era una de sus conquistas. Se llamaba Dani Turpin y era una de las presentadoras más guapas y conocidas de la CNN alemana. Su relación era excepcional.
Sexo... sexo y más sexo, sin exigencias ni ataduras. Una combinación perfecta, porque era lo que ambas buscaban.
—¿Qué haces el domingo, Dani?
—Desnudarme para ti... si lo deseas.
Ambas rieron y Santana aclaró:
—Nada me gustaría más, pero me acaba de llamar mi amiga Quinn. El domingo va a haber una comida en su casa, ¿te apetece ser mi acompañante?
—Comida... en plan familia.
Al entenderla, Santana explicó:
—Sólo comida y prometo que Rach ni se te acercará.
Dani valoró la proposición. Conocía a los amigas de Santana y precisamente Rachel, la mujer de Quinn, y ella nunca habían hecho buenas migas. No le gustaba nada cómo la miraba. Pero comer con Santana significaba sexo nocturno en su casa o en la de ella. Y sin pensarlo dos veces, contestó:
—De acuerdo. Te acompañaré.
—¡Perfecto!—continuaron hablando hasta que preguntó—¿Dónde estás?
—En este momento llegando a casa. Ha sido un día agotador. Por lo que ahora me desnudaré y me meteré en un relajante y maravilloso jacuzzi lleno de espuma.
—¿Sola?
Dani, tras soltar el bolso sobre su carísimo sofá de diseño, respondió:
—Todo depende de ti.
Santana miró su reloj y, levantándose, musitó:
—Desnúdate y prepárate. En veinte minutos estoy en tu casa con una amiga.
Colgó el teléfono. Dani era caliente, y eso le gustaba. Metió en su maletín el portátil y unos documentos. Como su casa y el despacho sólo estaban separados por una puerta, dejó el maletín sobre la mesa del comedor y, sin quitarse el carísimo traje que llevaba, bajó al garaje y cogió su deportivo tras telefonear a su amiga Emily.
Cuando llegó a la puerta de la casa de Dani, llamó al portero automático. Subió en el ascensor y, al llegar al rellano del lujoso edificio, vio la puerta abierta. Al oír la música que provenía del interior, sonrió. Sade cantaba No ordinary love. Sin demora, abrió la puerta, entró y la cerró. Acto seguido, ante ella apareció una sensual Dani vestida únicamente con una bata de raso rojo.
Se miraron.
No hablaron mientras ella se desabrochaba la bata y ésta resbalaba por su cuerpo hasta caer al suelo. Santana la observó con deleite. Sus ojos devoraron el bonito y fino cuerpo de aquella mujer, mientras notaba cómo su humedad comenzaba a crecer. Sin apartar los ojos de ella, se quitó el largo abrigo de cuero que llevaba. Después la chaqueta oscura.
—Acércate y date la vuelta—pidió Santana.
Dani hizo lo que le decía. Santana se quitó la camisa blanca junto con el sujetador y los dejó sobre una silla. Después se deshizo del cinturón, se acercó a ella y, pasándoselo por el trasero desnudo, preguntó cerca de su oído:
—¿Has sido buena?
—No. Hoy he sido muy... muy mala—la contestación la hizo sonreír y con el cinturón le dio un azote en el trasero. Ella jadeó y suplicó—Otro.
Repitió la operación y ella volvió a jadear. Acto seguido, Santana soltó el cinturón, que cayó al suelo al tiempo que se desabrochaba el pantalón y las bragas. Cuando se quedó desnuda como ella y siseó:
—Te voy a follar como se folla a las chicas malas.
No dijo nada más. No hacía falta. Le abrió las piernas con rotundidad, la expuso a ella y de un duro y certero movimiento la penetró con dos dedos. Dani gritó mientras penetraba a Santana también. Santana buscaba su propio placer moviendo las caderas al ritmo a la muñeca de Dani, mientras ella encontraba el suyo.
Ambas eran egoístas en eso.
Su placer primaba sobre el de la otra persona y, enloquecidas, se volvieron a empalar al una en la otra sin importar nada más.
Ése era su juego.
Un juego buscado y consentido por las dos.
Una vez alcanzaron el orgasmo, cuando ambas salieron de la otra, Dani murmuró:
—Tengo el jacuzzi preparado.
En ese instante sonó el timbre de la casa y Santana comentó.
—Perfecto, Emily ya está aquí.
Aquella noche, cuando Santana llegó a su casa estaba cansada y saciada de sexo.
**************************************************************************************
Al día siguiente, no muy lejos de la casa de Santana, la teniente Brittany Pierce hablaba con su mamá mientras ésta hacia la maleta para regresar a Asturias.
—Robert me dio recuerdos para ti.
—¿Robert Smith?
—Sí, mamá. Iba a ir a tomar algo con él ayer, pero le adelantaron la hora de despegue y no pudo ser.
Whitney, al pensar en aquel muchacho amigo de su hija de toda la vida, sonrió.
—Qué majo que es Robert y qué monada es Savannah. Aún recuerdo su boda, ¡qué bien lo pasamos!
Al recordar aquella boda, un año antes, Brittany sonrió y su mamá preguntó:
—¿Consiguieron el traslado a Fort Worth?
—Sí. Y, por cierto, papá les está ayudando mucho con todo el papeleo.
Oír hablar de su marido, a Whitney le hizo perder la sonrisa.
—Tu papá, cuando quiere es un amor y cuando no, ¡un ogro!—cuchicheó. Brittany soltó una carcajada y su mamá prosiguió—¿Cómo vas con el curso de diseño que estás haciendo por Internet?
—Abandonado, mamá. Apenas tengo tiempo.
Whitney suspiró y añadió:
—A Peggy Sue ya le he echado comida. Por cierto, qué asquito me dan esas ratas.
—Mamá, no es una rata, es el hámster de Sami—rió Brittany al recordar que Robert se la había comprado a la niña.
—No le echen tanto de comer, está tan ceporra que casi no se puede mover—insistió Whitney mirando aquel bichejo blanco.
Brittany miró a Peggy Sue y sonrió. El hámster verdaderamente estaba muy gordo.
—Vale, mamá. Intentaré controlar a Sami—respondió.
Whitney sonrió, pero mirando a su hija, musitó:
—Me voy preocupada por ti, que lo sepas.
—Mamá, no tienes por qué preocuparte.
—¿Cómo no me voy a preocupar, Britty?—protestó la mujer—Eres igualita que tu papá. El ejército corre por tus venas y ante eso nada puedo hacer. Pero tienes que pensar en tu hija. Ella te necesita. Necesita una mamá que la cuide y la mime y, sobre todo, ¡que le dure muchos años! Pero ¿no te das cuenta de que tu trabajo no es compatible con tu vida?
Su mamá tenía razón.
Por su situación de mamá soltera todo era muy complicado. Cada vez que tenía que partir en alguno de sus viajes se las veía y deseaba para dejar a la pequeña. Aunque con esfuerzo y tesón siempre lo conseguía. En Múnich, Sugar, una vecina de su edad y sobre todo de total confianza, se ocupaba de la niña cuando ella hacía viajes cortos, aunque cuando duraban más de cuatro días, era la propia Whitney la que se trasladaba a Múnich para cuidar a su nieta o Brittany se la llevaba a Asturias.
—Escucha, mamá, me gusta lo que hago y...
—Ya sé que te gusta lo que haces. Te repito que eres como tu papá. Él antepuso el ejército a la familia y mira lo que pasó—Brittany resopló y su mamá continúo—No entiendo cómo tú hermana y tú pueden ser tan diferentes. Ella nunca ha querido saber nada del ejército, pero tú...
—Mamá, Becky es Becky y yo soy yo. ¿Cuándo te vas a dar cuenta de eso?
—Nunca—gritó la mujer, enfadada—Yo quiero una hija que no corra peligro. Quiero una hija que sea feliz con una familia. Quiero una hija que se deje cuidar por un buen esposo o una buena esposa. ¿Por qué no piensas lo que digo?
Molesta por la misma cantinela de cada vez que se veían, miró a su mamá y replicó:
—Tú tenías todo eso. Una vida sin peligros, una familia feliz y un hombre que te cuidaba. Creo que precisamente tú eres la persona menos indicada para hablar así.
Al oírla, Whitney cerró los ojos y, sentándose en la cama, respondió:
—Tienes razón. Yo tenía todo eso. Pero no olvides que también vivía con la incertidumbre de si tu papá regresaría de sus misiones o no. También vivía con sus drásticos cambios de humor. También vivía con sus pesadillas nocturnas cuando regresaba de sus misiones. ¿Quieres que continúe?
Brittany negó con la cabeza. No había sido justa con su mamá y, abrazándola, murmuró:
—Vale, mamá, perdona. Tienes razón y yo no soy nadie para decirte lo que te he dicho.
—Escucha, Britty, sabes que adoro a tu papá. Lo quiero a pesar de que él me odie por haberme separado. Pero lo que no quiero es que algún día alguien te odie a ti porque antepongas el ejército a la familia.
—Mamáááá...
—No quiero que tengas pesadillas como él. No quiero que tu vida sea sólo el ejército. Quiero que tu vida se normalice y puedas ser feliz con una persona que...
—No tengo intención de emparejarme con nadie.
—Pero ¿por qué, cariño? Sam era un hombre bueno, pero estoy segura de que podrás encontrar a otra persona que te llene por completo el corazón.
Whitney no sabía la triste realidad de lo que descubrió sobre Sam e, intentando que guardara el recuerdo que de él tenía, Brittany añadió:
—No necesito un hombre o una mujer, mamá. Vivo muy bien como lo hago. Yo soy la dueña de mi vida y no necesito que nadie venga a mangonearme.
—A lo que tú llamas «mangonear», yo lo llamo «querer». ¿No vas a volver a querer a nadie?
—Ya los quiero a ti, a papá, a Sami, a Becky, a la abuela...
Desesperada por la cabezonería de su hija, Whitney insistió:
—Sami crecerá.
—Eso espero, mamá. Los pañales son muy caros—se mofó.
—¿Cómo crees que se tomará ella que tú te vayas y la dejes sola?
—Nunca estará sola. Para eso los tengo a ustedes.
—Por supuesto que nos tienes a nosotros, cariño, pero la pequeña te lo reprochará a ti—siseó Whitney mirando a su hija—Ya ha perdido a su papá y no puede perderte a ti también.
—Mamáááá...
—¿Has olvidado las cosas que le decías a tu papá cuando eras pequeña y se marchaba? ¿Crees que Sami no te las dirá a ti?
—Mamáááá...
—¿Has olvidado cómo llorabas cuando se iba o cómo te asustabas cuando regresaba de alguna misión y tenía aquellas horribles pesadillas?
—Yo no tengo pesadillas, mamá.
—¡Las tendrás!
La joven cerró los ojos. Su mamá tenía razón. Había comenzado a tener pesadillas. Pero nada, excepto su propia hija, la ataba al mundo e, intentando no pensar en ello, se levantó y murmuró:
—Mira, mamá, de momento quiero seguir con lo que hago. No hay ninguna persona en mi vida y soy feliz. Tengo lo que necesito y...
—¿Cómo que tienes lo que necesitas?
—Mamááááá...
—Tú necesitas estabilidad emocional, hija. Una persona que te abrace, que te quiera, que te mime...
—Paso de todo eso, mamá... Paso... paso.
Whitney no se daba por vencida.
—Desde que ocurrió lo de Sam, ¿has vuelto a tener alguna cita?—insistió.
—No.
—Entonces, ¿cómo puedes tener todo lo que necesitas?
Sin querer desvelar su vida íntima, miró a su mamá y musitó:
—Si te refieres a si me he acostado con algún hombre o mujer, la respuesta es sí. Ese terreno lo tengo muy bien cubierto.
Boquiabierta, Whitney la miró y susurró:
—Uy... qué sinvergüenza.
Ese comentario hizo que ambas rieran; abrazando a su mamá, Brittany murmuró:
—Tú tranquila, mamá. Hasta el momento mi vida va bien. Tengo un trabajo que me gusta, una familia que me cuida, una hija preciosa y un amplio abanico de hombres o mujeres que me dan lo que yo necesito, cuando yo quiero y como yo quiero.
—No quiero escuchar más.
—Pero si has sido tú quien me ha preguntado...—replicó Brittany.
—Brittany Susan Pierce Muñiz, he dicho que no quiero escuchar más.
Ella sonrió. Siempre que se enfadaba, su mamá decía sus nombre y apellidos al completo.
Whitney, horrorizada por lo que su hija insinuaba, cerró la maleta y añadió:
—Tú y yo volveremos a hablar de esto, jovencita. No me hace ninguna gracia que vayas de flor en flor, como seguro que hace tu papá.
—Mamáááááá...
—Ahora, vamos, llévame al aeropuerto o perderé el avión de regreso a España.
Media hora después, abuela, hija y nieta se dirigían al aeropuerto. A la salida, un mimo le regaló a la pequeña una pegatina con una carita sonriente. Brittany sonrió y pensó que aquello era una buena señal.
¡Había que sonreír más!
—¿Quedamos esta noche?—le preguntó una rubia espectacular.
Santana sonrió. Era la abogada de la parte contraria. Paseó sus oscuros ojos por el cuerpo de ella y, abriendo una agenda, le pidió:
—Dame tu teléfono. Si no te llamo esta noche, te llamaré cualquier otra, ¿te parece?
La mujer sonrió y, tras apuntarle su teléfono, le guiñó un ojo, se dio la vuelta y se marchó. Santana la siguió con la mirada hasta que ella desapareció de su vista. Después miró su agenda y sonrió cuando leyó el número de teléfono y el nombre de Tamara.
Una vez abandonó los juzgados, fue directo a Jokers, el restaurante de su papá:
—Papá, ponme una cerveza bien fría—le pidió nada más entrar.
Con una gran sonrisa, Santiago hizo lo que su hija le pedía y le puso la jarra delante.
—¿Has tenido un buen día hoy, Tana?—se interesó.
Santana dio un gran trago y con complicidad cuchicheó:
—Buenísimo. He ganado el juicio de Henry Drochen y el de Alf Bermeulen.
Santiago aplaudió. Estaba muy orgulloso de ella. Él conocía las preferencias sexuales de su hija, pero eso no le importaba. Santana además de ser una excelente hija, era una gran abogada y una conquistadora, como él decía, el gen López.
Durante un rato, Santana le explicó lo ocurrido en los juzgados con sus casos, y el hombre disfrutó escuchándolo. Cuando llegó la hora de comer, Santiago dijo:
—Tu hermano ha llamado esta mañana.
Santana sonrió al pensar en Jake, su único hermano, y preguntó:
—¿Cómo le va en Londres?
—Bien, hija, ya lo conoces—rió Santiago—Como siempre, le va bien en lo suyo. Ah..., me ha dicho que lo llames. Por lo visto, mañana viene a Múnich con una flota de coches y entre ellos uno que tú querías.
Al oír eso, Santana miró a su papá y preguntó:
—¿Va a traer el Aston?
—No lo sé, hija. Sólo me ha dicho que lo llames.
Sin dudarlo, Santana lo llamó. Dos timbrazos y Jake descolgó.
—No me digas que vas a traerme el coche que quiero pero con el volante a la izquierda.
Jake soltó una carcajada y respondió:
—Te lo digo... y te lo confirmo. Un precioso Vanquish, color burdeos, ¿sigues interesado en él?
—Por supuesto. Siempre y cuando me hagas buen precio y te quedes con el Aston que tengo ahora.
—No hay problema, Tana. Tu Aston se venderá fácilmente y el buen precio ¡ni lo dudes! Eres mi hermana, joder.
Ambos rieron y, tras hablar un rato, se despidieron hasta el día siguiente.
Después de comer con su papá, Santana salió de Jokers, y pasó por su despacho. Durante un par de horas se concentró en preparar los juicios que tenía para dos días después, hasta que le sonó el móvil.
Era su amiga Quinn.
—¿Qué pasa, gilipollas?
Quinn, al oír ese saludo, soltó una risotada y puntualizó:
—Eso sólo me lo llama mi mujercita. No te acostumbres—ambas rieron y Quinn prosiguió—El domingo Rach hará una comida en casa, vendrás, ¿verdad?
—¿Irán mujeres guapas?
Quinn soltó una carcajada y contestó:
—Más guapa que mi mujer, ¡imposible!
Ahora la que soltó la carcajada fue Santana. Su amiga se había casado con una española encantadora y algo loca y estaba totalmente enamorada de ella.
Eran como la noche y el día, pero se adoraban.
—Como se te ocurra no venir, Rach te busca y te trae de la oreja.
—No lo dudo—afirmó Santana divertida.
Si algo tenía claro de Rachel es que era una fuera de serie. Le encantaba su personalidad, su decisión y, sobre todo, la confianza que siempre había depositado en ella para todo.
—Iré. Dile que ahí me tendrá. ¿Llevo el vino?
—Vale. ¿Vendrás con compañía?
—¿Hace falta llevarla?
—No. Pero es por saber cuántos seremos.
Divertida, Santana murmuró:
—Llevaré el vino y compañía.
—De acuerdo. Ahora te dejo, que tengo una reunión en diez minutos.
Una vez colgaron, Santana sonrió. Quinn y Rachel eran sus mejores amigas. Unas amigas que siempre estaban para lo bueno y para lo malo.
Con una sonrisa maliciosa, al pensar en la esposa de su amiga, abrió su móvil y marcó un número.
—Hola, preciosa—dijo en tono meloso.
La mujer, al oírla, bajó su tono de voz y respondió:
—Hola, Santana, justamente pensaba en ti.
—¿Pensamientos buenos o malos?[/i}
La risa cristalina de ella resonó y contestó:
[i]—Ambas cosas. Buenos porque son placenteros y malos porque eras muy... muy mala.
—Interesante—susurró Santana al escucharla.
Aquella sensual y morbosa mujer era una de sus conquistas. Se llamaba Dani Turpin y era una de las presentadoras más guapas y conocidas de la CNN alemana. Su relación era excepcional.
Sexo... sexo y más sexo, sin exigencias ni ataduras. Una combinación perfecta, porque era lo que ambas buscaban.
—¿Qué haces el domingo, Dani?
—Desnudarme para ti... si lo deseas.
Ambas rieron y Santana aclaró:
—Nada me gustaría más, pero me acaba de llamar mi amiga Quinn. El domingo va a haber una comida en su casa, ¿te apetece ser mi acompañante?
—Comida... en plan familia.
Al entenderla, Santana explicó:
—Sólo comida y prometo que Rach ni se te acercará.
Dani valoró la proposición. Conocía a los amigas de Santana y precisamente Rachel, la mujer de Quinn, y ella nunca habían hecho buenas migas. No le gustaba nada cómo la miraba. Pero comer con Santana significaba sexo nocturno en su casa o en la de ella. Y sin pensarlo dos veces, contestó:
—De acuerdo. Te acompañaré.
—¡Perfecto!—continuaron hablando hasta que preguntó—¿Dónde estás?
—En este momento llegando a casa. Ha sido un día agotador. Por lo que ahora me desnudaré y me meteré en un relajante y maravilloso jacuzzi lleno de espuma.
—¿Sola?
Dani, tras soltar el bolso sobre su carísimo sofá de diseño, respondió:
—Todo depende de ti.
Santana miró su reloj y, levantándose, musitó:
—Desnúdate y prepárate. En veinte minutos estoy en tu casa con una amiga.
Colgó el teléfono. Dani era caliente, y eso le gustaba. Metió en su maletín el portátil y unos documentos. Como su casa y el despacho sólo estaban separados por una puerta, dejó el maletín sobre la mesa del comedor y, sin quitarse el carísimo traje que llevaba, bajó al garaje y cogió su deportivo tras telefonear a su amiga Emily.
Cuando llegó a la puerta de la casa de Dani, llamó al portero automático. Subió en el ascensor y, al llegar al rellano del lujoso edificio, vio la puerta abierta. Al oír la música que provenía del interior, sonrió. Sade cantaba No ordinary love. Sin demora, abrió la puerta, entró y la cerró. Acto seguido, ante ella apareció una sensual Dani vestida únicamente con una bata de raso rojo.
Se miraron.
No hablaron mientras ella se desabrochaba la bata y ésta resbalaba por su cuerpo hasta caer al suelo. Santana la observó con deleite. Sus ojos devoraron el bonito y fino cuerpo de aquella mujer, mientras notaba cómo su humedad comenzaba a crecer. Sin apartar los ojos de ella, se quitó el largo abrigo de cuero que llevaba. Después la chaqueta oscura.
—Acércate y date la vuelta—pidió Santana.
Dani hizo lo que le decía. Santana se quitó la camisa blanca junto con el sujetador y los dejó sobre una silla. Después se deshizo del cinturón, se acercó a ella y, pasándoselo por el trasero desnudo, preguntó cerca de su oído:
—¿Has sido buena?
—No. Hoy he sido muy... muy mala—la contestación la hizo sonreír y con el cinturón le dio un azote en el trasero. Ella jadeó y suplicó—Otro.
Repitió la operación y ella volvió a jadear. Acto seguido, Santana soltó el cinturón, que cayó al suelo al tiempo que se desabrochaba el pantalón y las bragas. Cuando se quedó desnuda como ella y siseó:
—Te voy a follar como se folla a las chicas malas.
No dijo nada más. No hacía falta. Le abrió las piernas con rotundidad, la expuso a ella y de un duro y certero movimiento la penetró con dos dedos. Dani gritó mientras penetraba a Santana también. Santana buscaba su propio placer moviendo las caderas al ritmo a la muñeca de Dani, mientras ella encontraba el suyo.
Ambas eran egoístas en eso.
Su placer primaba sobre el de la otra persona y, enloquecidas, se volvieron a empalar al una en la otra sin importar nada más.
Ése era su juego.
Un juego buscado y consentido por las dos.
Una vez alcanzaron el orgasmo, cuando ambas salieron de la otra, Dani murmuró:
—Tengo el jacuzzi preparado.
En ese instante sonó el timbre de la casa y Santana comentó.
—Perfecto, Emily ya está aquí.
Aquella noche, cuando Santana llegó a su casa estaba cansada y saciada de sexo.
**************************************************************************************
Al día siguiente, no muy lejos de la casa de Santana, la teniente Brittany Pierce hablaba con su mamá mientras ésta hacia la maleta para regresar a Asturias.
—Robert me dio recuerdos para ti.
—¿Robert Smith?
—Sí, mamá. Iba a ir a tomar algo con él ayer, pero le adelantaron la hora de despegue y no pudo ser.
Whitney, al pensar en aquel muchacho amigo de su hija de toda la vida, sonrió.
—Qué majo que es Robert y qué monada es Savannah. Aún recuerdo su boda, ¡qué bien lo pasamos!
Al recordar aquella boda, un año antes, Brittany sonrió y su mamá preguntó:
—¿Consiguieron el traslado a Fort Worth?
—Sí. Y, por cierto, papá les está ayudando mucho con todo el papeleo.
Oír hablar de su marido, a Whitney le hizo perder la sonrisa.
—Tu papá, cuando quiere es un amor y cuando no, ¡un ogro!—cuchicheó. Brittany soltó una carcajada y su mamá prosiguió—¿Cómo vas con el curso de diseño que estás haciendo por Internet?
—Abandonado, mamá. Apenas tengo tiempo.
Whitney suspiró y añadió:
—A Peggy Sue ya le he echado comida. Por cierto, qué asquito me dan esas ratas.
—Mamá, no es una rata, es el hámster de Sami—rió Brittany al recordar que Robert se la había comprado a la niña.
—No le echen tanto de comer, está tan ceporra que casi no se puede mover—insistió Whitney mirando aquel bichejo blanco.
Brittany miró a Peggy Sue y sonrió. El hámster verdaderamente estaba muy gordo.
—Vale, mamá. Intentaré controlar a Sami—respondió.
Whitney sonrió, pero mirando a su hija, musitó:
—Me voy preocupada por ti, que lo sepas.
—Mamá, no tienes por qué preocuparte.
—¿Cómo no me voy a preocupar, Britty?—protestó la mujer—Eres igualita que tu papá. El ejército corre por tus venas y ante eso nada puedo hacer. Pero tienes que pensar en tu hija. Ella te necesita. Necesita una mamá que la cuide y la mime y, sobre todo, ¡que le dure muchos años! Pero ¿no te das cuenta de que tu trabajo no es compatible con tu vida?
Su mamá tenía razón.
Por su situación de mamá soltera todo era muy complicado. Cada vez que tenía que partir en alguno de sus viajes se las veía y deseaba para dejar a la pequeña. Aunque con esfuerzo y tesón siempre lo conseguía. En Múnich, Sugar, una vecina de su edad y sobre todo de total confianza, se ocupaba de la niña cuando ella hacía viajes cortos, aunque cuando duraban más de cuatro días, era la propia Whitney la que se trasladaba a Múnich para cuidar a su nieta o Brittany se la llevaba a Asturias.
—Escucha, mamá, me gusta lo que hago y...
—Ya sé que te gusta lo que haces. Te repito que eres como tu papá. Él antepuso el ejército a la familia y mira lo que pasó—Brittany resopló y su mamá continúo—No entiendo cómo tú hermana y tú pueden ser tan diferentes. Ella nunca ha querido saber nada del ejército, pero tú...
—Mamá, Becky es Becky y yo soy yo. ¿Cuándo te vas a dar cuenta de eso?
—Nunca—gritó la mujer, enfadada—Yo quiero una hija que no corra peligro. Quiero una hija que sea feliz con una familia. Quiero una hija que se deje cuidar por un buen esposo o una buena esposa. ¿Por qué no piensas lo que digo?
Molesta por la misma cantinela de cada vez que se veían, miró a su mamá y replicó:
—Tú tenías todo eso. Una vida sin peligros, una familia feliz y un hombre que te cuidaba. Creo que precisamente tú eres la persona menos indicada para hablar así.
Al oírla, Whitney cerró los ojos y, sentándose en la cama, respondió:
—Tienes razón. Yo tenía todo eso. Pero no olvides que también vivía con la incertidumbre de si tu papá regresaría de sus misiones o no. También vivía con sus drásticos cambios de humor. También vivía con sus pesadillas nocturnas cuando regresaba de sus misiones. ¿Quieres que continúe?
Brittany negó con la cabeza. No había sido justa con su mamá y, abrazándola, murmuró:
—Vale, mamá, perdona. Tienes razón y yo no soy nadie para decirte lo que te he dicho.
—Escucha, Britty, sabes que adoro a tu papá. Lo quiero a pesar de que él me odie por haberme separado. Pero lo que no quiero es que algún día alguien te odie a ti porque antepongas el ejército a la familia.
—Mamáááá...
—No quiero que tengas pesadillas como él. No quiero que tu vida sea sólo el ejército. Quiero que tu vida se normalice y puedas ser feliz con una persona que...
—No tengo intención de emparejarme con nadie.
—Pero ¿por qué, cariño? Sam era un hombre bueno, pero estoy segura de que podrás encontrar a otra persona que te llene por completo el corazón.
Whitney no sabía la triste realidad de lo que descubrió sobre Sam e, intentando que guardara el recuerdo que de él tenía, Brittany añadió:
—No necesito un hombre o una mujer, mamá. Vivo muy bien como lo hago. Yo soy la dueña de mi vida y no necesito que nadie venga a mangonearme.
—A lo que tú llamas «mangonear», yo lo llamo «querer». ¿No vas a volver a querer a nadie?
—Ya los quiero a ti, a papá, a Sami, a Becky, a la abuela...
Desesperada por la cabezonería de su hija, Whitney insistió:
—Sami crecerá.
—Eso espero, mamá. Los pañales son muy caros—se mofó.
—¿Cómo crees que se tomará ella que tú te vayas y la dejes sola?
—Nunca estará sola. Para eso los tengo a ustedes.
—Por supuesto que nos tienes a nosotros, cariño, pero la pequeña te lo reprochará a ti—siseó Whitney mirando a su hija—Ya ha perdido a su papá y no puede perderte a ti también.
—Mamáááá...
—¿Has olvidado las cosas que le decías a tu papá cuando eras pequeña y se marchaba? ¿Crees que Sami no te las dirá a ti?
—Mamáááá...
—¿Has olvidado cómo llorabas cuando se iba o cómo te asustabas cuando regresaba de alguna misión y tenía aquellas horribles pesadillas?
—Yo no tengo pesadillas, mamá.
—¡Las tendrás!
La joven cerró los ojos. Su mamá tenía razón. Había comenzado a tener pesadillas. Pero nada, excepto su propia hija, la ataba al mundo e, intentando no pensar en ello, se levantó y murmuró:
—Mira, mamá, de momento quiero seguir con lo que hago. No hay ninguna persona en mi vida y soy feliz. Tengo lo que necesito y...
—¿Cómo que tienes lo que necesitas?
—Mamááááá...
—Tú necesitas estabilidad emocional, hija. Una persona que te abrace, que te quiera, que te mime...
—Paso de todo eso, mamá... Paso... paso.
Whitney no se daba por vencida.
—Desde que ocurrió lo de Sam, ¿has vuelto a tener alguna cita?—insistió.
—No.
—Entonces, ¿cómo puedes tener todo lo que necesitas?
Sin querer desvelar su vida íntima, miró a su mamá y musitó:
—Si te refieres a si me he acostado con algún hombre o mujer, la respuesta es sí. Ese terreno lo tengo muy bien cubierto.
Boquiabierta, Whitney la miró y susurró:
—Uy... qué sinvergüenza.
Ese comentario hizo que ambas rieran; abrazando a su mamá, Brittany murmuró:
—Tú tranquila, mamá. Hasta el momento mi vida va bien. Tengo un trabajo que me gusta, una familia que me cuida, una hija preciosa y un amplio abanico de hombres o mujeres que me dan lo que yo necesito, cuando yo quiero y como yo quiero.
—No quiero escuchar más.
—Pero si has sido tú quien me ha preguntado...—replicó Brittany.
—Brittany Susan Pierce Muñiz, he dicho que no quiero escuchar más.
Ella sonrió. Siempre que se enfadaba, su mamá decía sus nombre y apellidos al completo.
Whitney, horrorizada por lo que su hija insinuaba, cerró la maleta y añadió:
—Tú y yo volveremos a hablar de esto, jovencita. No me hace ninguna gracia que vayas de flor en flor, como seguro que hace tu papá.
—Mamáááááá...
—Ahora, vamos, llévame al aeropuerto o perderé el avión de regreso a España.
Media hora después, abuela, hija y nieta se dirigían al aeropuerto. A la salida, un mimo le regaló a la pequeña una pegatina con una carita sonriente. Brittany sonrió y pensó que aquello era una buena señal.
¡Había que sonreír más!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
holap morra,...
va a ser intenso jajja,..
san volvió a las andadas y britt uf ni se diga jajajaja
si que la pasan bien!!! jajajajaj
nos vemos!!!
PD; duda,... Eric y Judith nombres??, Frida y Andrés siguen siendo los mismos????
va a ser intenso jajja,..
san volvió a las andadas y britt uf ni se diga jajajaja
si que la pasan bien!!! jajajajaj
nos vemos!!!
PD; duda,... Eric y Judith nombres??, Frida y Andrés siguen siendo los mismos????
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Quiero mass
Sabes como esta empezando la historia yo creo que nos merecemos....espera .....espera.......un MARATON..
Jejje bueno solo si tienes tiempo
Saludos
Sabes como esta empezando la historia yo creo que nos merecemos....espera .....espera.......un MARATON..
Jejje bueno solo si tienes tiempo
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
Me encanta, veremos como sigue la historia!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sorpréndeme (Adaptada) Epilogo
3:) escribió:holap morra,...
va a ser intenso jajja,..
san volvió a las andadas y britt uf ni se diga jajajaja
si que la pasan bien!!! jajajajaj
nos vemos!!!
PD; duda,... Eric y Judith nombres??, Frida y Andrés siguen siendo los mismos????
Hola lu...la desaparecida en acción! ¬¬ O sí! jajajajjaajajajajajja. Son iguales no... deberían estar juntas ya! jajajaaja o no¿? jaajjaajajaj. Saludos =D
Pd: nones ellos ahora serán... nones... esos si serán sus nombres xq no aparecen
Jane0_o escribió:Quiero mass
Sabes como esta empezando la historia yo creo que nos merecemos....espera .....espera.......un MARATON..
Jejje bueno solo si tienes tiempo
Saludos
Hola, jajajajaajajajaj XD ajajaj x ahora no tengo caps adelantados xD podría ser para el viernes¿? jjajajajaaj. Saludos =D
monica.santander escribió:Me encanta, veremos como sigue la historia!!!!!
Saludos
Hola, jaajajaj eso es bueno! ajajaj, aquí el siguiente cap para ver! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
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