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[Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
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Elita
fanybeaHEYA
paroan
Jane0_o
micky morales
MeryBrittana
monica.santander
23l1
13 participantes
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Holaaaaa
Pfff no eh buscado esa historia pero encontre otra mejor
Se llama "La redencion de Callie y Kayden" creo que son 3 libros por si les quieres hechar un ojo
Saludos y hasta tu pronta actualizacion...
Pfff no eh buscado esa historia pero encontre otra mejor
Se llama "La redencion de Callie y Kayden" creo que son 3 libros por si les quieres hechar un ojo
Saludos y hasta tu pronta actualizacion...
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Muy buen capituloo san no te hagas la dura... pobre britt
paroan* - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 01/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
solo puedo pensar en una palabra para describirlas! "caliente" hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Se van a hacer mucho daño estas chicas!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Jane0_o escribió:Holaaaaa
Pfff no eh buscado esa historia pero encontre otra mejor
Se llama "La redencion de Callie y Kayden" creo que son 3 libros por si les quieres hechar un ojo
Saludos y hasta tu pronta actualizacion...
Hola, jaajajaj no la había escuchado, pero la busque y tengo dos inconvenientes =/
-Que no esta aún traducido el tercero, solo los dos primeros.
-Que el archivo esta protegido, y para adaptarlo toma mas tiempo, y por ahora yo no lo tengo y se me hace mas complicado adaptarlo =/, pero si tienes otro me avisas y yo lo busco!
Aquí el siguiente cap! Saludos =D
paroan escribió:Muy buen capituloo san no te hagas la dura... pobre britt
Hola, vamos bien entonces, mmm esa san, es tan cabeza dura jajaajaj. Si =/ Saludos =D
micky morales escribió:solo puedo pensar en una palabra para describirlas! "caliente" hasta pronto!
Hola, jajajajaajajaj para que decir que no, vrdd¿? jaajjaajajaj. Aquí el siguiente cap! Saludos =D
monica.santander escribió:Se van a hacer mucho daño estas chicas!!!
Hola, noooooo xq!!!!!!! =( Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 10
Capitulo 10
Santana, que siempre se arreglaba muy rápido, había elegido unos vaqueros ceñidos azul oscuro y una camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados, con unos tacones altos y una coleta, para salir a cenar.
Su aspecto era informal pero sumamente atractivo, complementado con el toque exclusivo que le daba siempre su perfume.
Brittany estaba frente al espejo del baño en ropa interior, maquillándose y terminando de arreglarse el pelo.
—Te espero abajo, aprontate tranquila.
—Perfecto. Estás muy linda. Vení acá y dame un beso antes de irte.
Santana se mostró dócil a su demanda y le depositó un beso en la boca, otro en el hombro, le dio una palmada en el trasero y se fue. Brittany había recobrado el ánimo tras esa sesión de sexo que Santana le había ofrecido.
Se vistió con unas mallas negras y una blusa sin mangas de lentejuelas doradas que se adhería lo suficiente al busto como para resaltarlo. Acomodó sus pechos dentro del sostén y los levantó con sus manos para que asomaran en el escote, de manera que parecieran más voluptuosos. Subida en sus tacones de plataformas negras, tiró todo su cabello hacia adelante y luego lo volvió hacia atrás. Optó por unos pendientes dorados, se puso brillo en los labios y se roció su perfume. Después de una última ojeada en el espejo, estaba lista para bajar.
Santana estaba de espaldas a la escalera, sentada en la barra, bebiendo champán y conversando con Kitty sobre Mindland. Kitty advirtió que Brittany bajaba y le hizo una seña a la estadounidense para que la mirara.
Esa noche estaba muy atractiva y se quedó con la boca abierta. Sin ningún disimulo, la repasó con los ojos de pies a cabeza, se levantó y se acercó para ofrecerle su mano. La tomó por la cintura con un movimiento sensual y le acarició el oído con su aliento:
—Me calentaste otra vez, Britt-Britt.
Brittany se rió y escondió la cara en su hombro, pero antes le hizo un guiño a Kitty sin que Santana lo notara. Su amiga levantó su copa y le devolvió el gesto.
—¡Estás hermosa!—siguió lisonjeándola su amante, mientras la apartaba de Santana para seguir admirándola.
—Gracias, Hoyuelitos.
Santana le ofreció su copa y Brittany, seductora, la aceptó, tomó un sorbo y se la devolvió. Santana extendió su mano y la acompañó hasta la barra donde estaba Kitty, divertida con el despliegue de galantería del que fue testigo.
Cuando todos estuvieron listos, partieron de muy buen humor hacia Dashi, un restaurante ubicado en el exclusivo centro comercial Tortugas Open Mall. Ahí encontraron un ambiente exquisito, con una barra bien equipada y dos sectores diferenciados.
Se sentaron en el lounge para disfrutar de una cena distendida, acompañada de cócteles refinados y la música del pinchadiscos. A esa altura, ya todos tenían claro que sería Santana quien pediría la bebida y la dejaron elegir. Por otra parte, sabían que siempre optaba por lo mejor, así que nadie objetó nada.
Todos parecían tener mucho apetito y atacaron la selección de sushi con avidez. Santana estuvo muy atento y solícito con Brittany. Entre beso y beso, no perdió oportunidad para darle de comer en la boca y demostró un diestro manejo de los saibashi, los tradicionales palillos.
Esa noche, Noah se había convertido en el gran orador de la velada con sus anécdotas sobre la venta de automóviles. En cierto momento de la cena, Kitty se aferró al brazo de Brittany, que estaba sentada a su lado, y le hizo una señal hacia otra zona del salón. Por supuesto, el gesto no pasó desapercibido para Santana, que también miró.
Ahí estaba Lauren, su ex pareja, que se acercaba con decisión hacia la mesa. Brittany palideció y Santana, al advertir su estado de nerviosismo, le preguntó con evidente preocupación:
—¿Estás bien?
—Sí, claro, muy bien—le contestó mientras apretaba su mano con fuerza, para encontrar en Santana el apoyo necesario para afrontar la situación.
—¿Quién es?—insistió Santana.
—Es mi ex—le dijo Brittany sin más explicaciones.
—Buenas noches, disculpen la interrupción—saludó Lauren.
Nadie le respondió, pero antes de que alguien pudiera hacerlo Hanna le gritó:
—¿Qué querés? Volvete a tu mesa con tu mujer. Pensé que no ibas a tener la insolencia de acercarte. Sabés perfectamente que no sos bien recibida por ninguna de nosotras—le advirtió con un dedo en alto.
—Sólo necesito intercambiar dos palabras con Brittany y los dejo tranquilos.
—No creo que tengas nada más que hablar con ella—acotó Kitty.
Santana miraba la escena con gesto calculador y, aunque hubiera deseado echar a golpes a esa tipa, recapacitó. No tenía derecho a hacerlo y, sin embargo, su estado de alteración crecía por momentos al ver lo insistente que era y lo humillada y nerviosa que Brittany parecía.
—Tal vez estaría bien que fuera ella la que decidiera si quiere escucharme o no—añadió Lauren en tono desafiante.
Siempre había tenido fama de pendenciera y su actitud lo confirmaba. Además, Kitty y Lauren jamás se habían tragado y Brittany, consciente de que la tensión iba en aumento, tomó a su amiga del brazo para calmarla, Kitty apretaba sus puños con fuerza. Brittany no deseaba escuchar a Lauren, pero menos aún deseaba montar un escándalo en el restaurante.
Santana, que no quería ni podía mantenerse al margen, le habló con un dominio increíble, mientras miraba de manera fulminante a Lauren.
—¿Querés oír lo que esta señorita tiene que decirte, mi amor?
Arrastró las sílabas de modo despectivo al pronunciar la palabra «señorita», dejó atrás la mirada dura y fijó con dulzura sus ojos oscuros en Brittany, a la espera de su respuesta.
El hecho de que Santana interviniera la había tomado más por sorpresa aún que la presencia de Lauren, su frase le había hecho cosquillas en el corazón. Santana mantenía su mano aferrada a la de Brittany y la acariciaba infundiéndole confianza.
Brittany se sintió protegida y accedió a la petición. En el fondo, tener a Lauren enfrente y no sentir nada por ella la hacía muy feliz. Tan sólo unos días atrás, su mente creía que ella aún formaba parte de sus sentimientos, pero ahora sabía que no era así.
Lauren era una mala semilla que pertenecía a su pasado. No obstante, le molestaba lidiar con esa incómoda situación. El día había sido demasiado maravilloso para que el necio de su ex viniera a arruinarlo.
La mayor preocupación de Brittany, en ese momento, era que Santana se sintiera ofendida y, como empujada por una extraña fuerza, decidió que la mejor forma de que Lauren se alejara de una vez por todas era contestar:
—Está bien. Sé breve, por favor. En realidad, no me interesa lo que tengas que decirme, pero soy una persona educada—le respondió mientras miraba a Santana a los ojos, para demostrarle que era la única persona que le importaba.
Santana se sintió asombrada y triunfante por la deferencia Brittany y, con ternura, le besó la mano y asintió, se recostó ligeramente en el respaldo con su mirada de sabelotodo y repasó a Lauren de la cabeza a los pies. Sin desviar la mirada de Santana, que lo retaba desafiante, Lauren habló:
—Brittany, sólo necesito que me pases un teléfono donde pueda llamarte mi abogado para solucionar lo del departamento. Creo que va siendo hora de que pongamos cada cosa en su lugar.
Brittany, que no quería darle ninguna de sus señas, miró a Hanna de inmediato y ella la entendió en seguida e intercedió:
—Yo soy la abogada de Britt, así que pasale mis teléfonos a tu abogado para que se comunique conmigo—Hanna se puso de pie, sacó una tarjeta de su cartera y se la entregó.
—Bueno, ya tenés lo que querías. Ahora, andate por donde viniste y, en lo posible, si pudieras irte del restaurante, mucho mejor. Tu cena ya terminó—le soltó Kitty con un tono agrio.
Lauren dio las buenas noches y no obtuvo respuesta.
—Son todas muy valientes—acotó con sorna.
Después de su estúpido comentario, salió caminando en dirección a su mesa y, en ese momento, Santana perdió el control, tiró la servilleta con furia y se levantó para seguirla, pero Brittany fue más rápida y la retuvo. Noah, que estaba sentado a su lado, también la tomó del brazo para que se calmara.
—No vale la pena—intentó tranquilizarla Brittany—Por favor, no permitamos que estropee nuestra noche y nuestro magnífico día—Brittany le sostenía la cara con las manos para que la mirara a los ojos—Por favor, Sanny, por favor.
El ambiente se distendió finalmente cuando Lauren y su mujer se marcharon del lugar. Era la primera vez que Brittany la veía desde su ruptura y le había quitado un gran peso de encima no sentir nada por ella.
Todos pusieron de su parte para recobrar de nuevo el buen humor y Noah retomó la anécdota de la venta de un Ferrari, que la irrupción de Lauren había dejado a medias. Para culminar con la experiencia culinaria en el lugar, pidieron la carta de postres.
Santana se debatía entre el volcán de chocolate y el famoso «mil pasiones», compuesto de finas láminas de chocolate semi-amargo, intercaladas con una mousse helada de frutas. Decidieron compartir ambos postres entre las dos y los probaron con deseo.
—¡Qué manera de comer! Hoy estás muy goloso, Hoyuelitos—le dijo Brittany, mimosa, mientras le daba una cucharada en la boca.
Santana la abrió bien grande y, luego, se acercó a Brittany y le habló casi en un susurro.
—Me estoy preparando para vos, quiero que la próxima vez que me tomes sea bien dulce.
Brittany la miró extrañada y Santana le musitó entre dientes:
—Es que mi cuerpo varía de sabor en función de la comida y me apetece que sea tan dulce como vos.
—No lo sabía—se sorprendió Brittany.
Santana le guiñó un ojo y Brittany se rió con malicia y se escondió en su cuello, había logrado excitarla.
—Te aseguro que te gustaría tocar lo que provocaste en mi entrepierna con ese comentario—se animó a decirle, traviesa, al oído.
—No me tientes, porque siempre podríamos encontrar algún lugar—hizo una pausa—Como, por ejemplo, el baño. Me levanto y te espero allá, ¿querés?
Brittany le sonrió con lascivia, pero sus tórridos planes duraron poco, porque todos empezaron a levantarse, dando por finalizada la gran comilona.
Salieron del restaurante cogidas de la mano y, después de unos metros, la abrazó y se acercó para hablarle en voz baja:
—Creo que el baño quedará como un asunto pendiente para la próxima vez que salgamos, prometo no olvidarme.
Brittany la miró sin saber si bromeaba o no y Santana la miró con ardor y dejó la proposición flotando en el aire.
Volvieron a Los Castores y todos habían comido tanto que nadie tenía lugar para el café, así que decidieron irse a dormir. Ya en la habitación, Brittany entró al baño para desmaquillarse y salió, tras unos minutos, descalza, con los zapatos colgando de la mano, y se paró junto a la cómoda para terminar de desvestirse.
Santana tenía la camisa y los pantalones desabrochados y estaba sentada en la cama quitándose los tacones, mientras Brittany se deshacía de las mallas y el cinturón con naturalidad. Parecía una escena cotidiana de dos personas acostumbradas a compartir a diario.
—¿Qué sucede?—le preguntó Santana al oír que se lamentaba.
—Olvidé traer agua, seguro que después me da sed—hizo el amago de volver a vestirse, pero Santana la detuvo.
—No te preocupes, voy yo.
Cuando Santana regresó, Brittany estaba metida en la cama, enfundada en un picardías de satén de Victoria’s Secret. La miró de reojo y dejó sobre el mueble una jarra con un vaso, se quitó la camisa y se metió en el baño.
Brittany aprovechó para revisar su móvil y se dio cuenta de que su mamá la había estado llamando repetidas veces. Sintió pena por no haberla atendido, se maldijo por ser tan ingrata y decidió enviarle un mensaje de texto. Su móvil no tardó en sonar.
—Hola, mamita. Perdón por no atenderte antes. No escuché tus llamadas, tenía el teléfono en el bolso y estaba en un restaurante con música.
—No te preocupes, hija. ¿Cómo estás? ¿Así que saliste?
Santana, que estaba metiéndose en la cama en ese momento, se recostó en su vientre mientras Brittany hablaba y jugueteaba con su cabello.
—Sí, mami, salimos a comer con unos amigos. Estoy en la casa de fin de semana de Hanna, con Kitty y otras personas que no conocés.
—¿Algún novio o novia?
—No, maaa, ya te dije que no busco nada.
Brittany se ruborizó, Santana estaba muy cerca y esperaba que no hubiera oído el comentario.
—Hacés mal, hija. Deberías conseguirte una buena persona que te cuidara y te mantuviera, así no tendrías que trabajar tanto.
—Sí, claro, como si me gustara ser una mantenida—se rió Brittany—¡Ni loca, mami! Sólo una vez acepté eso y mejor no recordar cómo me salió.
—Sos tan testaruda como tu papá, Britty. Bueno, estoy contenta porque ya falta menos para vernos.
—Sí, mamá, ya queda poquito para las vacaciones.
—¿Qué día viajás al final? ¿Ya tenés el pasaje?
Su mamá, en esa época del año, siempre se ponía ansiosa.
—Tranquila, ya reservé para el día 23, pero aún no sé el horario del vuelo. Cuando lo tenga, te confirmo para que me vayan a buscar.
—Tu hermano y yo tenemos muchas ganas de verte. Carl ya tiene separada tu botellita de vino, la que siempre te tomás cuando venís a vernos.
—Yo también tengo muchísimas ganas de estar ahí, los extraño, mami. Decile a ese viejo que deje de treparse para buscar botellas, a ver si se cae de la escalera, que él ya no es ningún atleta.
Carl era el empleado de toda la vida de la familia y, aunque ahora las tareas de mantenimiento de la casa las llevaba a cabo su hijo, él seguía ahí, con su esposa, como una piedra más del lugar. De hecho, ellos habían sido de los pocos que se habían quedado durante los tiempos difíciles para hacer frente a la situación, codo a codo con ellos.
—Sí, claro, como si fuera a hacerme caso. Carl está más viejo y testarudo que nunca, no sé cómo lo aguanta Holly. Pero, dale, contame. ¿Estás bien, hija querida?
—Sí, mami, estoy muy bien, quedate tranquila. No sé por qué estás levantada todavía.
—No me regañes, ya me estaba acostando, pero sabía que ibas a llamar en cuanto miraras el móvil.
—No me hagas sentir más culpable de lo que me siento, mami.
—No seas tonta, no te lo digo por eso. Besos, hija, que descanses y a ver cuándo me presentás a un candidato o una candidata. Me alegro de que te lo estés pasando bien con tus amigas, disfrutá, divertite y sé feliz, hija, sobre todo sé feliz.
—Chao, mami, chao. Hoy estás imposible. Besos.
—Besos, hija, te amo.
—Yo más.
Brittany colgó, dejó el teléfono en la mesilla de noche y se deslizó en la cama, quedando cara a cara con Santana.
—Lo siento, cuando hablo con mi mamá es difícil colgar.
—No te preocupes, me encantó el cariño con que le hablabas. Ella parecía un poco preocupada, lo siento, hay cosas que no pude dejar de oír.
—No hay problema. Además mamá exagera. No sé cómo será la tuya, pero la mía siempre está ansiosa e intranquila.
—Uf, si conocieras a la mía, a veces es insoportable. Una vez vino a mi casa y se instaló ahí durante todo un día para cocinarme para toda la semana, porque decía que estaba muy delgada.
—Si mamá viviera cerca de Buenos Aires, no te quepa la menor duda de que me haría lo mismo.
Brittany le acariciaba el pelo despacio y Santana tenía sus brazos enroscados alrededor de su cintura y las piernas enredadas a sus muslos.
—Fue un día maravilloso, San.
—Es cierto, no quiero dormirme para que no se acabe.
—¿De verdad?
—En serio.
Se dieron un beso y luego Santana le acarició el rostro, la peinó para despejarle la cara y le habló con dulzura:
—Sé que no es de mi incumbencia, pero... ¿querés hablar de lo que pasó en el restaurante?
Brittany pensó durante unos minutos antes de contestar y decidió sincerarse.
—Fue una situación incómoda, pasé un mal trago por el encuentro. Es la primera vez que nos topamos después de la ruptura, pero verla no significó nada para mí, es más, creo que hoy he dejado de lado definitivamente a todos mis fantasmas. Lo cierto es que me puse muy nerviosa porque era un trance para el que no estaba preparada.
Santana suspiró, mientras la miraba a los ojos y reseguía sus labios con el dedo.
—Perdón por haberme entrometido, sé que no tenía derecho a hacerlo, pero no me gustó la forma en que te hablaba y te miraba.
—No te preocupes, no me molestó tu intervención, y si lo que te tiene inquieto es lo que dijiste en el restaurante, podés quedarte tranquila, sé perfectamente que no soy tu amor. Soy consciente de que lo hiciste para que no quedara como una estúpida y te lo agradezco, fue muy considerado por tu parte.
En el fondo, Brittany esperaba que Santana le dijera que estaba equivocada, que sí era su amor, pero Santana no lo hizo. No obstante, sus palabras no la dejaron indiferente y tuvo que tragar saliva para poder seguir hablando.
De repente, se sintió imbécil.
—Tenés dos grandes amigas, ¿lo sabés? Creo que Hanna y Kitty se habían dado cuenta de que estaba ahí antes que vos y estuvieron pendientes por si se acercaba, al menos eso me pareció.
Santana cambió de tema, era obvio que sólo hablarían de lo que ella quisiera.
—Sí, yo también lo creo.
—Si no es indiscreción, ¿a qué departamento se refería?—preguntó Santana con delicadeza.
—Cuando estábamos a punto de casarnos, compramos un piso a medias. Yo puse mis ahorros y ella vendió su casa de soltero para adquirirlo. Iba a ser el lugar donde íbamos a vivir y donde calculo que ella está ahora. Tiene que darme lo que me corresponde y así se termina la historia de una vez. No voy a regalarle mi parte, Hanna se encargará de todo.
—Me parece justo.
—No creo que sea tan caradura para pensar que voy a cedérselo. Ahí también metí dinero de mi mamá, que me dio una buena parte para comprarlo, aunque si por ella fuera sé que no le importaría perderlo. Hanna sabrá qué hacer, yo no quiero saber nada del tema, cuando esté el dinero listo, que me lo pase y sanseacabó. No pienso lidiar con Lauren ni con nadie de su entorno.
—¿A qué se dedica ese idiota?
—Es abogada.
—¿Por qué tenés tantos conocidos abogadas?
—Era amiga de Hanna. Nos conocimos por ella, igual que con Aria. Por aquel entonces, trabajaban todas juntas en un bufete muy conocido.
—Entiendo.
—No quiero seguir hablando de Lauren. San, por favor, es un tema enterrado para mí, un mal recuerdo, un muy mal recuerdo.
—Lo siento, Britt-Britt, no quiero que te entristezcas.
—No, Hoyuelitos, no es eso, Lauren ya no significa nada para mí y, precisamente por eso, no me interesa hablar de ella.
Santana la besó dulcemente y después le devoró los labios con desesperación y posesión.
Brittany hubiera querido decirle que era suya, que podía tomar de ella lo que quisiera porque le pertenecía, pero no lo hizo. Santana levantaba una barrera que sólo sus caricias y besos podían derribar, así que lo dejó avanzar.
Esa noche, Santana le hizo el amor y entró en ella para inundar de sensaciones sus entrañas.
Unidas por sus sexos, en un vaivén de sacudidas que devastaban los sentidos y la razón, se enredaron en caricias, abrazos y besos, parecía que su fuego no se mitigaría nunca, porque nunca tenían suficiente la una de la otra.
Tardó mucho rato en separar su cuerpo de Brittany.
Habían conseguido juntas el orgasmo y cruzado los límites del placer.
Brittany sentía que Santana la había amado verdaderamente esa noche, aunque no se lo dijera, su cuerpo lo demostraba. Su físico cada vez emitía más señales y Santana cada vez se cuidaba menos de demostrarlas.
Se apartó de encima de Brittany, acurrucó su cabeza en su cuello y buscó su mano para enlazarla a la suya.
Así se durmieron, unidas y en silencio.
Su aspecto era informal pero sumamente atractivo, complementado con el toque exclusivo que le daba siempre su perfume.
Brittany estaba frente al espejo del baño en ropa interior, maquillándose y terminando de arreglarse el pelo.
—Te espero abajo, aprontate tranquila.
—Perfecto. Estás muy linda. Vení acá y dame un beso antes de irte.
Santana se mostró dócil a su demanda y le depositó un beso en la boca, otro en el hombro, le dio una palmada en el trasero y se fue. Brittany había recobrado el ánimo tras esa sesión de sexo que Santana le había ofrecido.
Se vistió con unas mallas negras y una blusa sin mangas de lentejuelas doradas que se adhería lo suficiente al busto como para resaltarlo. Acomodó sus pechos dentro del sostén y los levantó con sus manos para que asomaran en el escote, de manera que parecieran más voluptuosos. Subida en sus tacones de plataformas negras, tiró todo su cabello hacia adelante y luego lo volvió hacia atrás. Optó por unos pendientes dorados, se puso brillo en los labios y se roció su perfume. Después de una última ojeada en el espejo, estaba lista para bajar.
Santana estaba de espaldas a la escalera, sentada en la barra, bebiendo champán y conversando con Kitty sobre Mindland. Kitty advirtió que Brittany bajaba y le hizo una seña a la estadounidense para que la mirara.
Esa noche estaba muy atractiva y se quedó con la boca abierta. Sin ningún disimulo, la repasó con los ojos de pies a cabeza, se levantó y se acercó para ofrecerle su mano. La tomó por la cintura con un movimiento sensual y le acarició el oído con su aliento:
—Me calentaste otra vez, Britt-Britt.
Brittany se rió y escondió la cara en su hombro, pero antes le hizo un guiño a Kitty sin que Santana lo notara. Su amiga levantó su copa y le devolvió el gesto.
—¡Estás hermosa!—siguió lisonjeándola su amante, mientras la apartaba de Santana para seguir admirándola.
—Gracias, Hoyuelitos.
Santana le ofreció su copa y Brittany, seductora, la aceptó, tomó un sorbo y se la devolvió. Santana extendió su mano y la acompañó hasta la barra donde estaba Kitty, divertida con el despliegue de galantería del que fue testigo.
Cuando todos estuvieron listos, partieron de muy buen humor hacia Dashi, un restaurante ubicado en el exclusivo centro comercial Tortugas Open Mall. Ahí encontraron un ambiente exquisito, con una barra bien equipada y dos sectores diferenciados.
Se sentaron en el lounge para disfrutar de una cena distendida, acompañada de cócteles refinados y la música del pinchadiscos. A esa altura, ya todos tenían claro que sería Santana quien pediría la bebida y la dejaron elegir. Por otra parte, sabían que siempre optaba por lo mejor, así que nadie objetó nada.
Todos parecían tener mucho apetito y atacaron la selección de sushi con avidez. Santana estuvo muy atento y solícito con Brittany. Entre beso y beso, no perdió oportunidad para darle de comer en la boca y demostró un diestro manejo de los saibashi, los tradicionales palillos.
Esa noche, Noah se había convertido en el gran orador de la velada con sus anécdotas sobre la venta de automóviles. En cierto momento de la cena, Kitty se aferró al brazo de Brittany, que estaba sentada a su lado, y le hizo una señal hacia otra zona del salón. Por supuesto, el gesto no pasó desapercibido para Santana, que también miró.
Ahí estaba Lauren, su ex pareja, que se acercaba con decisión hacia la mesa. Brittany palideció y Santana, al advertir su estado de nerviosismo, le preguntó con evidente preocupación:
—¿Estás bien?
—Sí, claro, muy bien—le contestó mientras apretaba su mano con fuerza, para encontrar en Santana el apoyo necesario para afrontar la situación.
—¿Quién es?—insistió Santana.
—Es mi ex—le dijo Brittany sin más explicaciones.
—Buenas noches, disculpen la interrupción—saludó Lauren.
Nadie le respondió, pero antes de que alguien pudiera hacerlo Hanna le gritó:
—¿Qué querés? Volvete a tu mesa con tu mujer. Pensé que no ibas a tener la insolencia de acercarte. Sabés perfectamente que no sos bien recibida por ninguna de nosotras—le advirtió con un dedo en alto.
—Sólo necesito intercambiar dos palabras con Brittany y los dejo tranquilos.
—No creo que tengas nada más que hablar con ella—acotó Kitty.
Santana miraba la escena con gesto calculador y, aunque hubiera deseado echar a golpes a esa tipa, recapacitó. No tenía derecho a hacerlo y, sin embargo, su estado de alteración crecía por momentos al ver lo insistente que era y lo humillada y nerviosa que Brittany parecía.
—Tal vez estaría bien que fuera ella la que decidiera si quiere escucharme o no—añadió Lauren en tono desafiante.
Siempre había tenido fama de pendenciera y su actitud lo confirmaba. Además, Kitty y Lauren jamás se habían tragado y Brittany, consciente de que la tensión iba en aumento, tomó a su amiga del brazo para calmarla, Kitty apretaba sus puños con fuerza. Brittany no deseaba escuchar a Lauren, pero menos aún deseaba montar un escándalo en el restaurante.
Santana, que no quería ni podía mantenerse al margen, le habló con un dominio increíble, mientras miraba de manera fulminante a Lauren.
—¿Querés oír lo que esta señorita tiene que decirte, mi amor?
Arrastró las sílabas de modo despectivo al pronunciar la palabra «señorita», dejó atrás la mirada dura y fijó con dulzura sus ojos oscuros en Brittany, a la espera de su respuesta.
El hecho de que Santana interviniera la había tomado más por sorpresa aún que la presencia de Lauren, su frase le había hecho cosquillas en el corazón. Santana mantenía su mano aferrada a la de Brittany y la acariciaba infundiéndole confianza.
Brittany se sintió protegida y accedió a la petición. En el fondo, tener a Lauren enfrente y no sentir nada por ella la hacía muy feliz. Tan sólo unos días atrás, su mente creía que ella aún formaba parte de sus sentimientos, pero ahora sabía que no era así.
Lauren era una mala semilla que pertenecía a su pasado. No obstante, le molestaba lidiar con esa incómoda situación. El día había sido demasiado maravilloso para que el necio de su ex viniera a arruinarlo.
La mayor preocupación de Brittany, en ese momento, era que Santana se sintiera ofendida y, como empujada por una extraña fuerza, decidió que la mejor forma de que Lauren se alejara de una vez por todas era contestar:
—Está bien. Sé breve, por favor. En realidad, no me interesa lo que tengas que decirme, pero soy una persona educada—le respondió mientras miraba a Santana a los ojos, para demostrarle que era la única persona que le importaba.
Santana se sintió asombrada y triunfante por la deferencia Brittany y, con ternura, le besó la mano y asintió, se recostó ligeramente en el respaldo con su mirada de sabelotodo y repasó a Lauren de la cabeza a los pies. Sin desviar la mirada de Santana, que lo retaba desafiante, Lauren habló:
—Brittany, sólo necesito que me pases un teléfono donde pueda llamarte mi abogado para solucionar lo del departamento. Creo que va siendo hora de que pongamos cada cosa en su lugar.
Brittany, que no quería darle ninguna de sus señas, miró a Hanna de inmediato y ella la entendió en seguida e intercedió:
—Yo soy la abogada de Britt, así que pasale mis teléfonos a tu abogado para que se comunique conmigo—Hanna se puso de pie, sacó una tarjeta de su cartera y se la entregó.
—Bueno, ya tenés lo que querías. Ahora, andate por donde viniste y, en lo posible, si pudieras irte del restaurante, mucho mejor. Tu cena ya terminó—le soltó Kitty con un tono agrio.
Lauren dio las buenas noches y no obtuvo respuesta.
—Son todas muy valientes—acotó con sorna.
Después de su estúpido comentario, salió caminando en dirección a su mesa y, en ese momento, Santana perdió el control, tiró la servilleta con furia y se levantó para seguirla, pero Brittany fue más rápida y la retuvo. Noah, que estaba sentado a su lado, también la tomó del brazo para que se calmara.
—No vale la pena—intentó tranquilizarla Brittany—Por favor, no permitamos que estropee nuestra noche y nuestro magnífico día—Brittany le sostenía la cara con las manos para que la mirara a los ojos—Por favor, Sanny, por favor.
El ambiente se distendió finalmente cuando Lauren y su mujer se marcharon del lugar. Era la primera vez que Brittany la veía desde su ruptura y le había quitado un gran peso de encima no sentir nada por ella.
Todos pusieron de su parte para recobrar de nuevo el buen humor y Noah retomó la anécdota de la venta de un Ferrari, que la irrupción de Lauren había dejado a medias. Para culminar con la experiencia culinaria en el lugar, pidieron la carta de postres.
Santana se debatía entre el volcán de chocolate y el famoso «mil pasiones», compuesto de finas láminas de chocolate semi-amargo, intercaladas con una mousse helada de frutas. Decidieron compartir ambos postres entre las dos y los probaron con deseo.
—¡Qué manera de comer! Hoy estás muy goloso, Hoyuelitos—le dijo Brittany, mimosa, mientras le daba una cucharada en la boca.
Santana la abrió bien grande y, luego, se acercó a Brittany y le habló casi en un susurro.
—Me estoy preparando para vos, quiero que la próxima vez que me tomes sea bien dulce.
Brittany la miró extrañada y Santana le musitó entre dientes:
—Es que mi cuerpo varía de sabor en función de la comida y me apetece que sea tan dulce como vos.
—No lo sabía—se sorprendió Brittany.
Santana le guiñó un ojo y Brittany se rió con malicia y se escondió en su cuello, había logrado excitarla.
—Te aseguro que te gustaría tocar lo que provocaste en mi entrepierna con ese comentario—se animó a decirle, traviesa, al oído.
—No me tientes, porque siempre podríamos encontrar algún lugar—hizo una pausa—Como, por ejemplo, el baño. Me levanto y te espero allá, ¿querés?
Brittany le sonrió con lascivia, pero sus tórridos planes duraron poco, porque todos empezaron a levantarse, dando por finalizada la gran comilona.
Salieron del restaurante cogidas de la mano y, después de unos metros, la abrazó y se acercó para hablarle en voz baja:
—Creo que el baño quedará como un asunto pendiente para la próxima vez que salgamos, prometo no olvidarme.
Brittany la miró sin saber si bromeaba o no y Santana la miró con ardor y dejó la proposición flotando en el aire.
Volvieron a Los Castores y todos habían comido tanto que nadie tenía lugar para el café, así que decidieron irse a dormir. Ya en la habitación, Brittany entró al baño para desmaquillarse y salió, tras unos minutos, descalza, con los zapatos colgando de la mano, y se paró junto a la cómoda para terminar de desvestirse.
Santana tenía la camisa y los pantalones desabrochados y estaba sentada en la cama quitándose los tacones, mientras Brittany se deshacía de las mallas y el cinturón con naturalidad. Parecía una escena cotidiana de dos personas acostumbradas a compartir a diario.
—¿Qué sucede?—le preguntó Santana al oír que se lamentaba.
—Olvidé traer agua, seguro que después me da sed—hizo el amago de volver a vestirse, pero Santana la detuvo.
—No te preocupes, voy yo.
Cuando Santana regresó, Brittany estaba metida en la cama, enfundada en un picardías de satén de Victoria’s Secret. La miró de reojo y dejó sobre el mueble una jarra con un vaso, se quitó la camisa y se metió en el baño.
Brittany aprovechó para revisar su móvil y se dio cuenta de que su mamá la había estado llamando repetidas veces. Sintió pena por no haberla atendido, se maldijo por ser tan ingrata y decidió enviarle un mensaje de texto. Su móvil no tardó en sonar.
—Hola, mamita. Perdón por no atenderte antes. No escuché tus llamadas, tenía el teléfono en el bolso y estaba en un restaurante con música.
—No te preocupes, hija. ¿Cómo estás? ¿Así que saliste?
Santana, que estaba metiéndose en la cama en ese momento, se recostó en su vientre mientras Brittany hablaba y jugueteaba con su cabello.
—Sí, mami, salimos a comer con unos amigos. Estoy en la casa de fin de semana de Hanna, con Kitty y otras personas que no conocés.
—¿Algún novio o novia?
—No, maaa, ya te dije que no busco nada.
Brittany se ruborizó, Santana estaba muy cerca y esperaba que no hubiera oído el comentario.
—Hacés mal, hija. Deberías conseguirte una buena persona que te cuidara y te mantuviera, así no tendrías que trabajar tanto.
—Sí, claro, como si me gustara ser una mantenida—se rió Brittany—¡Ni loca, mami! Sólo una vez acepté eso y mejor no recordar cómo me salió.
—Sos tan testaruda como tu papá, Britty. Bueno, estoy contenta porque ya falta menos para vernos.
—Sí, mamá, ya queda poquito para las vacaciones.
—¿Qué día viajás al final? ¿Ya tenés el pasaje?
Su mamá, en esa época del año, siempre se ponía ansiosa.
—Tranquila, ya reservé para el día 23, pero aún no sé el horario del vuelo. Cuando lo tenga, te confirmo para que me vayan a buscar.
—Tu hermano y yo tenemos muchas ganas de verte. Carl ya tiene separada tu botellita de vino, la que siempre te tomás cuando venís a vernos.
—Yo también tengo muchísimas ganas de estar ahí, los extraño, mami. Decile a ese viejo que deje de treparse para buscar botellas, a ver si se cae de la escalera, que él ya no es ningún atleta.
Carl era el empleado de toda la vida de la familia y, aunque ahora las tareas de mantenimiento de la casa las llevaba a cabo su hijo, él seguía ahí, con su esposa, como una piedra más del lugar. De hecho, ellos habían sido de los pocos que se habían quedado durante los tiempos difíciles para hacer frente a la situación, codo a codo con ellos.
—Sí, claro, como si fuera a hacerme caso. Carl está más viejo y testarudo que nunca, no sé cómo lo aguanta Holly. Pero, dale, contame. ¿Estás bien, hija querida?
—Sí, mami, estoy muy bien, quedate tranquila. No sé por qué estás levantada todavía.
—No me regañes, ya me estaba acostando, pero sabía que ibas a llamar en cuanto miraras el móvil.
—No me hagas sentir más culpable de lo que me siento, mami.
—No seas tonta, no te lo digo por eso. Besos, hija, que descanses y a ver cuándo me presentás a un candidato o una candidata. Me alegro de que te lo estés pasando bien con tus amigas, disfrutá, divertite y sé feliz, hija, sobre todo sé feliz.
—Chao, mami, chao. Hoy estás imposible. Besos.
—Besos, hija, te amo.
—Yo más.
Brittany colgó, dejó el teléfono en la mesilla de noche y se deslizó en la cama, quedando cara a cara con Santana.
—Lo siento, cuando hablo con mi mamá es difícil colgar.
—No te preocupes, me encantó el cariño con que le hablabas. Ella parecía un poco preocupada, lo siento, hay cosas que no pude dejar de oír.
—No hay problema. Además mamá exagera. No sé cómo será la tuya, pero la mía siempre está ansiosa e intranquila.
—Uf, si conocieras a la mía, a veces es insoportable. Una vez vino a mi casa y se instaló ahí durante todo un día para cocinarme para toda la semana, porque decía que estaba muy delgada.
—Si mamá viviera cerca de Buenos Aires, no te quepa la menor duda de que me haría lo mismo.
Brittany le acariciaba el pelo despacio y Santana tenía sus brazos enroscados alrededor de su cintura y las piernas enredadas a sus muslos.
—Fue un día maravilloso, San.
—Es cierto, no quiero dormirme para que no se acabe.
—¿De verdad?
—En serio.
Se dieron un beso y luego Santana le acarició el rostro, la peinó para despejarle la cara y le habló con dulzura:
—Sé que no es de mi incumbencia, pero... ¿querés hablar de lo que pasó en el restaurante?
Brittany pensó durante unos minutos antes de contestar y decidió sincerarse.
—Fue una situación incómoda, pasé un mal trago por el encuentro. Es la primera vez que nos topamos después de la ruptura, pero verla no significó nada para mí, es más, creo que hoy he dejado de lado definitivamente a todos mis fantasmas. Lo cierto es que me puse muy nerviosa porque era un trance para el que no estaba preparada.
Santana suspiró, mientras la miraba a los ojos y reseguía sus labios con el dedo.
—Perdón por haberme entrometido, sé que no tenía derecho a hacerlo, pero no me gustó la forma en que te hablaba y te miraba.
—No te preocupes, no me molestó tu intervención, y si lo que te tiene inquieto es lo que dijiste en el restaurante, podés quedarte tranquila, sé perfectamente que no soy tu amor. Soy consciente de que lo hiciste para que no quedara como una estúpida y te lo agradezco, fue muy considerado por tu parte.
En el fondo, Brittany esperaba que Santana le dijera que estaba equivocada, que sí era su amor, pero Santana no lo hizo. No obstante, sus palabras no la dejaron indiferente y tuvo que tragar saliva para poder seguir hablando.
De repente, se sintió imbécil.
—Tenés dos grandes amigas, ¿lo sabés? Creo que Hanna y Kitty se habían dado cuenta de que estaba ahí antes que vos y estuvieron pendientes por si se acercaba, al menos eso me pareció.
Santana cambió de tema, era obvio que sólo hablarían de lo que ella quisiera.
—Sí, yo también lo creo.
—Si no es indiscreción, ¿a qué departamento se refería?—preguntó Santana con delicadeza.
—Cuando estábamos a punto de casarnos, compramos un piso a medias. Yo puse mis ahorros y ella vendió su casa de soltero para adquirirlo. Iba a ser el lugar donde íbamos a vivir y donde calculo que ella está ahora. Tiene que darme lo que me corresponde y así se termina la historia de una vez. No voy a regalarle mi parte, Hanna se encargará de todo.
—Me parece justo.
—No creo que sea tan caradura para pensar que voy a cedérselo. Ahí también metí dinero de mi mamá, que me dio una buena parte para comprarlo, aunque si por ella fuera sé que no le importaría perderlo. Hanna sabrá qué hacer, yo no quiero saber nada del tema, cuando esté el dinero listo, que me lo pase y sanseacabó. No pienso lidiar con Lauren ni con nadie de su entorno.
—¿A qué se dedica ese idiota?
—Es abogada.
—¿Por qué tenés tantos conocidos abogadas?
—Era amiga de Hanna. Nos conocimos por ella, igual que con Aria. Por aquel entonces, trabajaban todas juntas en un bufete muy conocido.
—Entiendo.
—No quiero seguir hablando de Lauren. San, por favor, es un tema enterrado para mí, un mal recuerdo, un muy mal recuerdo.
—Lo siento, Britt-Britt, no quiero que te entristezcas.
—No, Hoyuelitos, no es eso, Lauren ya no significa nada para mí y, precisamente por eso, no me interesa hablar de ella.
Santana la besó dulcemente y después le devoró los labios con desesperación y posesión.
Brittany hubiera querido decirle que era suya, que podía tomar de ella lo que quisiera porque le pertenecía, pero no lo hizo. Santana levantaba una barrera que sólo sus caricias y besos podían derribar, así que lo dejó avanzar.
Esa noche, Santana le hizo el amor y entró en ella para inundar de sensaciones sus entrañas.
Unidas por sus sexos, en un vaivén de sacudidas que devastaban los sentidos y la razón, se enredaron en caricias, abrazos y besos, parecía que su fuego no se mitigaría nunca, porque nunca tenían suficiente la una de la otra.
Tardó mucho rato en separar su cuerpo de Brittany.
Habían conseguido juntas el orgasmo y cruzado los límites del placer.
Brittany sentía que Santana la había amado verdaderamente esa noche, aunque no se lo dijera, su cuerpo lo demostraba. Su físico cada vez emitía más señales y Santana cada vez se cuidaba menos de demostrarlas.
Se apartó de encima de Brittany, acurrucó su cabeza en su cuello y buscó su mano para enlazarla a la suya.
Así se durmieron, unidas y en silencio.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
esa idiota tiene los ovarios de pararse frente a todos a querer solucionar lo de su estupido apto, yo creo que sin darse cuenta brittany si se esta convirtiendo en el amor de santana, lo que pasa es que todavia no lo saben!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
A ver...
Primero, ya casi vómito todas las adaptaciones donde siempre una de ellas es así de "Todo para mi" es tan.... bah!
Segundo, Brittany es tonta o se hace? Si está claro lo que tienen aunque tengan sentimientos Santana no está como para exigir, aparte me gusta cuando siente celos de Kitty xD es como una forma de ponerla en su lugar..... xD
Luego..... que más? Ah! Cómo pueden tener tanto sexo?! Jaja xD (tuve pensamientos sobre como estaría eso por allá........ xD)
En fin.... eso creo... no me gusta mucho por el echo de posesión pero tiene lo suyo....
Primero, ya casi vómito todas las adaptaciones donde siempre una de ellas es así de "Todo para mi" es tan.... bah!
Segundo, Brittany es tonta o se hace? Si está claro lo que tienen aunque tengan sentimientos Santana no está como para exigir, aparte me gusta cuando siente celos de Kitty xD es como una forma de ponerla en su lugar..... xD
Luego..... que más? Ah! Cómo pueden tener tanto sexo?! Jaja xD (tuve pensamientos sobre como estaría eso por allá........ xD)
En fin.... eso creo... no me gusta mucho por el echo de posesión pero tiene lo suyo....
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Ufff britt deberia resistirse mass,,,
Saludos
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
holap morra,...
britt le hubiese dejado que san le pegue a lauren jajaj
cada ves mas juntas y se estan involucrando demasiado,..
nos vemos!!!
PD; mmmmmmm (estoy pensando) jajajaja a no se penza tu, que a mi me operaron de nuevo de a cabeza y no me funciona bien jajaja aunque nunca me funciono,...
britt le hubiese dejado que san le pegue a lauren jajaj
cada ves mas juntas y se estan involucrando demasiado,..
nos vemos!!!
PD; mmmmmmm (estoy pensando) jajajaja a no se penza tu, que a mi me operaron de nuevo de a cabeza y no me funciona bien jajaja aunque nunca me funciono,...
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Noooo santana deberia abrirse mas
paroan* - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 01/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:esa idiota tiene los ovarios de pararse frente a todos a querer solucionar lo de su estupido apto, yo creo que sin darse cuenta brittany si se esta convirtiendo en el amor de santana, lo que pasa es que todavia no lo saben!!!!
Hola, aaaa si así son algunas personas no¿? ¬¬ Aaaa imposible resistirse, si se pertenecen, si son las brittana. Saludos =D
Elita escribió:A ver...
Primero, ya casi vómito todas las adaptaciones donde siempre una de ellas es así de "Todo para mi" es tan.... bah!
Segundo, Brittany es tonta o se hace? Si está claro lo que tienen aunque tengan sentimientos Santana no está como para exigir, aparte me gusta cuando siente celos de Kitty xD es como una forma de ponerla en su lugar..... xD
Luego..... que más? Ah! Cómo pueden tener tanto sexo?! Jaja xD (tuve pensamientos sobre como estaría eso por allá........ xD)
En fin.... eso creo... no me gusta mucho por el echo de posesión pero tiene lo suyo....
Hola, ajajajajaja esk cuando lo tuyo, es tuyo... es tuyo po! jajajaajaja, no¿? jajajaajaj bueno no, entonces jajajajajaajja. Jajajjajaa se celan, pero no tienen nada! jajjjajaajaj, el amor, el amor! ajajajajaajajaj. Mmmmm el amor¿? jajajajaja esk son las brittana difícil resistirse la una por la otra jajaajajajjajaja. Saludos =D
Jane0_o escribió:Ufff britt deberia resistirse mass,,,
Saludos
Hola, jajaaja debería si, pero como si la otra persona es san¿? jaajajjaaja. Saludos =D
3:) escribió:holap morra,...
britt le hubiese dejado que san le pegue a lauren jajaj
cada ves mas juntas y se estan involucrando demasiado,..
nos vemos!!!
PD; mmmmmmm (estoy pensando) jajajaja a no se penza tu, que a mi me operaron de nuevo de a cabeza y no me funciona bien jajaja aunque nunca me funciono,...
Hola lu, SI! tiene que dejarla y poner en su lugar a esa jum! Aaaa difícil resistirse jaajjaajajaj imposible, si son las brittana! jaajajajaj. Saludos =D
Pd: jajajajajaajajaj yo creo que tenemos muchas opciones, solo ai que elegir una de las que tenemos y listo jajajaajaj. JAjajaajajajaj, no debería ser chistoso xq es una operación, pero me dio risa "nunca me funciono" ajajjaajaj
paroan escribió:Noooo santana deberia abrirse mas
Hola, jajajajaajaj debería de reconocer y decir que quiere a britt y listo, no¿? jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 11
Capitulo 11
Despertaron tarde.
Cuando Brittany abrió los ojos, Santana la miraba. Sus manos estaban aferradas a su trasero y sus piernas enlazadas a las de Brittany. El calor de su cuerpo era el único sitio donde quería estar en ese momento.
Brittany se acurrucó aún más a su lado y cerró los ojos con miedo de que tan sólo fuera un sueño. Cuando los volvió a abrir con cautela, ahí seguía Santana, notó su respiración en la cara y se dio cuenta de que estaba despierta. Le sonrió y Santana la correspondió con otra sonrisa igual de generosa y sus hoyuelos.
Brittany deseaba con desespero expresar lo que en verdad sentía, un sinnúmero de pensamientos pasaron en millonésimas de segundo por su cabeza. Pero no quería que sus ojos se humedecieran, pestañeó y decidió romper la magia:
—Hola, ¿hace mucho rato que estás despierta?
—Hola, sí, un ratito.
—Me podrías haber despertado—le dijo algo adormilada.
—¿Y perderme la oportunidad de verte dormir? Ni loca—contestó Santana y le besó la nariz.
—¿Dormiste bien?
—Tan bien que, cuando desperté a tu lado, creí que era un sueño.
—Hace unos instantes tuve la misma sensación, que estabas en mis sueños.
—No, Britt-Britt, estoy en tu realidad y vos en la mía.
—No quiero levantarme.
—Entonces no nos levantemos.
—Pero tengo hambre.
—¿Mucha hambre?
—Sí, de comida y de vos, como siempre.
—Hum, ¿y de cuál tenés más?—insistió Santana.
Brittany puso los ojos en blanco para pensarlo y respondió:
—De vos, incuestionablemente—le corroboró mientras besaba su barbilla.
—Bueno, eso puede resolverse muy rápido.
—¿Sí? ¿Tenés la solución?—preguntó Brittany con falsa ingenuidad.
—Creo que me sé algunos trucos.
—¿Sólo algunos?
—Bueno, quizá unos cuantos—coqueteó Santana.
—Ah, eso suena mejor, quiero muchos trucos—exigió Brittany.
—¿Insaciable?
—Me parece que me contagié de vos y ahora también soy una adicta.
—Ah, eso es un problema grave, porque no tiene cura—bromeó Santana.
—Mentirosa, sí que la hay.
—Ah sí, ¿y cuál es la cura?—le siguió el juego a Brittany.
—Un boleto de avión en primera a Nueva York—le dijo Brittany.
—¿Querés que me vaya, Britt?
—¿Querés irte, San?—contraatacó Brittany.
—Yo pregunté primero.
—Y yo siempre pregunto y nunca obtengo respuestas, sólo evasivas—protestó.
Santana pensó un rato, como de costumbre y contestó:
—No, por el momento.
Esa respuesta la sacó de quicio:
—Claro, me olvidaba de que aún quedan algunos días más—se puso un dedo en la sien para hacerle notar su olvido y siguió—Aún no es la hora de decir game over, ¿verdad?
—¿Por qué, Britt, por qué llevaste la conversación hasta este punto?
—Tenés razón. No sé por qué lo hice. Debería ser consciente de la situación y no romper las reglas, tus reglas—resaltó—Y aceptar de una vez por todas que vos y yo no podemos llegar a ningún punto significativo. Sólo besos, caricias, tonteos y sexo. Ése es el final de siempre: cama, ducha, jacuzzi, sofá, mesa. Debemos considerar que nos faltan un par de superficies y espacios por explorar. ¿Creés que nos alcanzará el tiempo, San? El plazo máximo es el 22 de diciembre, ¿no? Después, fin del asunto.
—¿Adónde querés llegar, Britt?
—A nada, San, tengo muy claro que con vos no voy a llegar a nada.
Se deshizo de su abrazo, contrariada, y se sentó contra el respaldo. Luego se levantó y, a pesar del enfado, recordó que debía caminar bien sensual, exhibiendo el trasero. Entró en el baño, cerró la puerta de un portazo y el golpe retumbó en todo el dormitorio. Trabó la puerta y se metió bajo la ducha, se deslizó por la pared, abandonó su cuerpo en el suelo y quedó hecha un ovillo, enjuagando sus lágrimas bajo el chorro. Ahogó su llanto para que Santana no la oyera, sus emociones la superaban, ya no podía disimular más ni quería hacerlo.
Santana intentó entrar, golpeó la puerta varias veces y la llamó por su nombre para convencerla de que le abriera, pero Brittany no contestaba. Después de un rato, dejó de insistir.
Brittany estuvo bajo la ducha el tiempo suficiente para calmar su llanto y salió para secarse. Miró su figura reflejada en el espejo, se sentía muy triste.
«¡Mierda! Cuando me desperté no imaginé que la mañana podía terminar así. Pero ¿qué quiere? No soy de piedra, tengo sentimientos y Santana parece que no. ¿Cómo puede no involucrarse? ¿Cómo lo consigue?»
Después de pensar un rato, se dio cuenta de que no podía seguir posponiendo su salida del baño. Necesitaba vestirse, pero aún estaba demasiado enfurecida y no quería ver a Santana, porque temía que con una sonrisa o con un simple beso volviera a convencerla.
Sin embargo, no tenía otra opción, debía salir.
Se envolvió en una toalla y abrió la puerta. Santana permanecía sentada en la cama con los codos apoyados en sus piernas y la cabeza entre las manos, parecía pensativa.
Fue hasta el cajón donde estaban sus prendas y buscó ropa interior, dejó caer la toalla y se puso la braga y el sostén de espaldas a Santana, que no decía nada.
Brittany no pensaba disculparse.
«Es culpa tuya—cavilaba Santana—, no te quejes. Sabías que repetir con Brittany era un riesgo y, encima, además de follártela más de una vez anoche te hiciste la héroe defendiéndola. ¿Qué esperabas? Era obvio que comenzarían a confundirse las cosas. Si no querés reproches, no los hagas, si no querés exigencias, no las tengas. ¿Qué te pasa, boluda? Tu toque con las mujeres está seriamente afectado. Te estás comportando como un perrito faldero, no como una conquistadora. ¡Bah, pero Brittany encima tiene un culo que me gusta!»
Intentó dejar a un lado sus reflexiones y se puso de pie. Brittany la miraba con el rabillo del ojo y vio que se había puesto la ropa interior. Pasó por detrás de ella sin pronunciar palabra y se metió en el baño dando un portazo también. Poco después, se oyó el ruido de la ducha.
Brittany terminó de vestirse, se puso unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas y bajó. Dentro de la casa no había nadie. Desde la pared acristalada pudo ver que todos estaban alrededor de la piscina o remojándose a gusto. Miró la hora, era pasado el mediodía y parecía que nadie pensaba mover un dedo para comer.
Enojada como estaba no quería comer sobras o comida rápida, así que revisó la nevera y se puso a preparar el almuerzo con lo que encontró. Santana bajó al rato y se fue directo hacia el ventanal, sin ver que Brittany estaba en la cocina. Su pelo aún estaba mojado. Llevaba puesto la parte del biquini y en la parte de abajo un short corto y ajustado.
Brittany la admiró en silencio. Su espalda y las piernas eran un espectáculo para la vista de cualquier persona, tenía un físico realmente agraciado. Sin embargo, decidió que no quería distraerse con su exterior, así que se propuso dejar de mirarla y seguir cocinando.
El ruido de una cacerola la hizo darse cuenta de que Brittany estaba ahí, pero no se movió. Brittany también se mantuvo en sus trece. Entonces Santana se acercó a la alacena para tomar un vaso, se sirvió agua y salió de la casa en busca de los demás.
Brittany quería ponerse a gritar, en esos momentos sí que estaba muy cabreada.
«¿Qué se cree? ¿Piensa que puede ignorarme así? Bueno que sepa que también yo puedo hacerlo.»
Enfurruñada siguió descargando su ira contra las verduras, la cocina parecía una buena terapia.
Después de unos cuantos minutos, y un poco de dedicación por su parte, todo estaba listo o en marcha. Entre el horno y el fuego de la cocina, se había quedado muerta de calor, el aire acondicionado de la casa parecía no dar abasto, así que fue a ponerse un traje de baño y bajó como alma que lleva el diablo. Salió de la casa y atravesó el césped sin saludar ni mediar palabra con nadie, se tiró de cabeza a la piscina y recorrió nadando toda su longitud. Cuando llegó al borde, se aferró a él con los brazos hacia atrás y los miró.
—En veinte minutos estará la comida, vayan a poner la mesa—les dijo—Si alguien quiere ir a comprar el postre, un tiramisú o un helado serían ideales para lo que preparé. Si no compraron el pan todavía, vayan a buscarlo porque lo que hice no puede comerse sin pan. Puedo estirar un poco más la cocción si alguno de ustedes empieza a mover el culo ya.
Y después del exabrupto se lanzó a nadar. Justo antes de sumergirse pudo ver que Kitty miraba a Santana con expresión interrogante. Era obvio que se había dado cuenta de que pasaba algo. Noah silbó, sorprendido por sus ínfulas.
—Por lo visto, estamos en un regimiento de caballería—protestó Hanna—Esta mujer se levantó con todo, te compadezco San. ¿Acaso estás en tus días, Britt?—le preguntó fiel a su estilo, sin importarle si esa estúpida pregunta podía molestarla más aún.
Cuando Brittany emergió del agua, todos habían desaparecido, incluso Santana. Miró hacia la casa y la vio caminando hacia la piscina.
—Cogí las llaves de tu auto, voy por el postre. Salí de ahí y andá a retrasar la cocción de la comida, por favor—le pidió resaltando el «por favor» que ella no había utilizado.
Se miraron desafiantes y Brittany se deslizó hacia el borde para salir del agua. Santana estiró su mano para ayudarla, pero Brittany no se la aceptó. Cuando empezó a caminar para alejarse, la tomó del brazo y le advirtió.
—No estoy para soportar escenas, Britt.
—No las soportes. ¿Me visto y te llevo a tu hotel de regreso, querés?
Santana la agarró de la nuca y la besó, quiso meter su lengua, pero Brittany se resistió. Entonces Santana se apartó.
—No me tientes, Britt, hoy estuve a un tris de hacerlo.
—Sos libre de hacer lo que quieras.
Santana la soltó, dio media vuelta y se fue a paso decidido hacia el aparcamiento.
—¿Sabés llegar al centro comercial?—le gritó Brittany y Santana no tardó en girarse y contestarle:
—Quizá si me pierdo te hago un favor.
Se miraron serias y luego se desternillaron de risa, Santana volvió tras sus pasos y Brittany fue a su encuentro, Santana la abrazo y la besó.
—Andá a demorar esa comida, que ahora traigo el postre—le sugirió mientras le palmeaba el trasero.
Santana llegó con varios paquetes y se acercó a la cocina, donde estaba Brittany, Kitty la ayudó a bajar los bultos para guardarlos en el refrigerador. Brittany estaba probando la salsa y Santana se acercó.
—¡Andá ahora mismo a ponerte algo! ¡No quiero que estés en bañador acá!
Por el tono que había empleado no había discusión posible. Le sacó el cucharón de madera con el que estaba revolviendo la salsa y la volvió a mirar. Brittany le sonrió para apaciguar su enojo, la besó en la nariz y subió la escalera.
Cuando regresó en pantalón corto y camiseta, Hanna estaba en la isla de la cocina destapando el vino.
—Parece que te pusieron en tu lugar, saliste corriendo a ponerte ropa decente—se rió—Y esta vez no te hiciste la loca, ¿eh? Sabés exactamente cuándo te aprietan los zapatos.
—Callate, idiota, ¿qué sabés vos?
—No, yo no sé nada, sólo digo lo que veo. ¿Qué te pasaba antes que estabas tan enfadada?
—Después te cuento, ahora no es el momento.
—Lo que sea que te haya sucedido, que te suceda más seguido, por favor, preparaste muchas cosas ricas.
—Sos una tarada. Después de todo, San también salió corriendo a hacer lo que dije.
—En eso tenés razón, debo reconocerlo. Estás loquita por ella, ¿verdad?
—Ay, amiga, más de lo que debería. Eso es lo que me enoja, acabás de dar en el clavo.
—Ella también está loquito por vos, Britt, te lo aseguro.
—¿Vos creés?—le preguntó deseando que no se equivocara.
—Sólo basta fijarse en cómo te mira embobada cuando no te das cuenta.
—¿En serio?
Una chispa se encendió en su interior. Quisiera creerle pero no entendía qué le impedía a Santana abrirse a ella.
—Creeme, San siente más cosas de las que dice—siguió su amiga—Ahora mismo, por ejemplo, no te quita el ojo de encima, supongo que le extraña que hablemos tanto. Espero que no sepa leer los labios.
—Espero que no... ¿Nos está mirando?
—Sí y viene para acá, creo que no aguantó más la intriga.
Ambas se rieron.
—¿Necesitan ayuda?—preguntó Santana mientras se acercaba.
—Sí, traé esa fuente por favor, Hoyuelitos—le indicó Brittany—Yo llevaré ésta, la pasta está lista, así que la dejaré reservada.
Hanna salió caminando por delante de ellas, con dos botellas de vino.
—¿De qué hablaban tanto rato?
«Ay, si será tonta. Me encanta cuando no es capaz de disimular», pensó Brittany divertida.
—Del departamento, San. Le dije que hiciera lo que considerara más adecuado, que tratara de recuperar el máximo de dinero, pero que cuanto antes acabara con todo esto, mucho mejor.
Santana quedó conforme con la explicación y asintió con la cabeza.
La comida estaba para chuparse los dedos. Santana comía como si fuera la última vez y elogiaba a cada momento la pasta.
—Un pasto veramente italianissima, a molto piacere!
—¿Hablás italiano?—le preguntó Brittany asombrada.
—Quasi niente. Aprendí un poco en el colegio y lo que uno practica en los viajes, nada más. ¿Conocés Italia?
—No, conozco gran parte de mi país, bastante de Brasil, de Uruguay, sólo Punta del Este y de tu país, Nueva York. Este verano viajaré a Aruba y a Puerto Vallarta. Es mi programa de vacaciones.
—Ah, ¿cuándo vas? Tenía entendido que viajabas a Mendoza a ver a tu mamá.
—Sí, estaré dos semanas ahí y luego partiré para la playa.
—Ah, mirá vos. Son muy lindas esas playas, seguro que disfrutarás mucho de esos lugares paradisíacos.
—¿Los conocés?
—Sí—Santana se había quedado pensativa—¿Vas sola?
Ahí estaba otra vez, queriendo controlar lo que supuestamente no le pertenecía.
—Hace un par de años que Kitty y yo cogemos las vacaciones juntas. Este año ella está en pareja, así que también irá Marley. Aunque sé que seré mal tercio, ellas me insistieron mucho y, si no me engancho a amigos, mis vacaciones son muy aburridas—le explicó Brittany.
—Seguro.
Santana se mantuvo un rato en silencio, mientras revolvía sus espaguetis.
«Podría pasarlas a tu lado, si quisieras, idiota», hubiera querido decirle Brittany.
Todos los temas de conversación desembocaban en lo mismo. Se hizo la tonta y cambió de asunto:
—Creo que, después de almorzar, estaría bien empezar a juntar nuestras cosas, si no más tarde el tránsito se pone insoportable en la Panamericana. La última vez que me fui después de las cinco, tardé casi una hora y media en llegar.
—Sí—confirmó Hanna—, El regreso a la capital es terrible después de esa hora.
Emprendieron la vuelta sobre el horario previsto. Kitty también decidió evitar la congestión y partir temprano, las anfitrionas se quedaban esa noche en Los Castores, así que se despidieron de ellas, les agradecieron su generosa hospitalidad y se fueron.
Después del maravilloso día que habían pasado el sábado, el domingo estaba resultando fatal para Santana y Brittany. Habían intentado remontarlo por todos los medios, pero no lo conseguían. Brittany puso música en el coche y saltó Troublemaker. Noah empezó a tararearla feliz y a hacer percusión con sus manos, mientras Aria cantaba el estribillo. Estaba claro que se entendían, y es que se habían sentido atraídos desde el primer momento.
Santana y Brittany, en cambio, seguían contrariadas y casi no habían hablado después del almuerzo.
Cuando llegaron al departamento, Aria recogió su coche y, como el Faena quedaba de camino a su casa, se ofreció a llevar a Noah y Santana hasta el hotel. Santana y Brittany se despidieron en el aparcamiento con un beso deslucido y triste.
En cuanto se fueron, Brittany maldijo cómo se sentía y ansió poder resolver todas las dudas que atosigaban su mente. Entró en su departamento y abandonó las bolsas en la sala. Estaba todo bastante oscuro, como su estado de ánimo, y así lo dejó. Agobiada, caminó hasta el dormitorio, se despojó de los zapatos y los vaqueros y se dejó caer sobre la cama con los brazos abiertos.
No tenía ganas de hacer nada y fijó su vista en el techo como si fuera a encontrar ahí las respuestas que necesitaba. Quería dejar de pensar en Santana, pero no lo lograba. Le resultaba inaudito que esa morena se hubiera adueñado de su corazón en tan poco tiempo.
Estaba inquieta, dubitativa y pensó que tal vez era oportuno acabar con la aventura antes de que sus sentimientos se involucraran aún más, pero cuanto más se proyectaba en ello, más imposible le parecía.
«¿Qué me has hecho, Santana? ¿Qué demonios me has hecho?», protestó en silencio.
El ruido del teléfono la despertó. Adormilada, lo cogió de la mesilla de noche y contestó sin pensar. Una voz femenina le hablaba en inglés al otro lado. Brittany se sorprendió.
—¡Hola Tana, la guapa!—dijo la mujer.
—Ho... la...—contestó Brittany atontada por el sueño.
—¿San?—insistió la voz desconocida.
—¿Quién habla?
Brittany no lograba entender que la llamaran a ella buscando a Santana.
—Rachel, ¿está San?
Brittany miró la pantalla y, en ese momento, entendió lo que pasaba. Se habían intercambiado los teléfonos. Se despabiló en un instante y, sin saber qué hacer ni qué decir, colgó y apagó el móvil con torpeza.
«¡Mierda, joder! ¿Quién es Rachel? La verdad es que no tengo nada de suerte, todo me sale al revés. Ahora tengo que avisarle de que tengo su teléfono y ella el mío. Mejor la llamo desde el fijo, no quiero que piense que estuve revisando su móvil, aunque, bien pensado, podría encontrar cosas interesantes si lo hiciera. Realmente es muy tentador tener el teléfono de Santana entre manos. Pero ¿qué hago si encuentro algo que no quiero ver? No obstante, estoy segura de que ella también buscará cosas en el mío. Salvo por las fotos que le saqué durmiendo, no tengo de qué preocuparme. ¡Qué vergüenza! ¡Tengo una foto de su culito desnudo! Bueno, Brittany, lo primero es lo primero. Voy a avisarle y, luego, juntaré coraje y le espiaré un poquito.»
El teléfono sonó tres veces y entonces Santana contestó.
—¡Maldición, Britt, intercambiamos nuestros teléfonos!
—Hola, San, sí, acabo de darme cuenta. Te llamaron y, dormida, atendí la llamada. Te llamó una tal... Rachel, creo.
Brittany oyó con claridad cómo Santana se reía al otro lado del teléfono, porque a pesar de su intento de disimular que no le importaba que una mujer la llamara, había hecho demasiado hincapié en el nombre.
—¿Ah, sí? ¿Y qué dijo?
Brittany tomó aire y reflexionó:
«Está burlándose de mí, sí, estoy segura. Me lo preguntó en tono de guasa.»
Entonces intentó contestarle desinteresadamente otra vez:
—¡Hola, Tana la guapa!, eso es lo que dijo y preguntó por vos varias veces aclarando que era Rachel. Luego no dijo nada más, bueno, no pudo porque le corté y apagué el teléfono cuando me di cuenta de que era el tuyo. San, ¿te estás riendo de mí?
—Rachel es mi hermana, Britt.
—Ah—contestó Brittany sintiéndose en evidencia—, Me da igual quién sea. En todo caso, lo siento por atender, te repito que estaba dormida.
—No hay problema, en un rato mando a Artie a buscarlo y que te devuelva el tuyo. ¿Te parece bien?
«Podrías traerlo vos», contestó desilusionada, pero dijo:
—Sí, perfecto.
—De acuerdo, un beso.
—Otro para vos.—pero Santana seguía ahí—Dale, cortá—le pidió Brittany.
—¿Quién creíste que era Rachel?
«Maldición, ¿por qué me pregunta eso ahora? Si hubiera cortado antes, me hubiera evitado tener que responderle», se desesperó Brittany y se limitó a decir:
—La verdad es que no lo pensé, San, sólo me sentí apenada por haber contestado. No es un asunto de mi incumbencia.
—No pensaste, ¿eh? Yo sí lo hubiera hecho si te hubiera llamado una persona al móvil y más aun un hombre.
«Claro que hice conjeturas, idiota, me estaba devanando los sesos por la ansiedad, pero no te voy a dar el gusto de reconocerlo, ¡engreída! Además, estoy segura de que vos hubieras puesto el grito en el cielo si me hubiera llamado alguien, ¡caradura! Si no hubiera sido tu hermana, te habrías inventado cualquier excusa respecto a la identidad de esa mujer o no me hubieras dicho nada, porque sos una experta en evadir respuestas.»
Lejos de evidenciar sus verdaderos pensamientos, Brittany empleó toda su compostura para responderle:
—Yo no soy vos, San. No tengo ningún derecho sobre tu vida privada para cuestionarte nada y, con respecto a la mía, creo que deberías revisar tu postura. Nuestra relación sólo implica compartir la cama y algún que otro momento más, fueron tus reglas, ¿te acordás?
—Bueno, veo que ni la siesta te cambió el humor. En un rato va Artie para tu casa. Adiós.
Brittany se quedó histérica:
«¡Me cortó! ¡Me cortó! Sencillamente me cortó. ¿Será idiota? Pero ¿quién se cree que es?»
Volvió a llamarla.
—¿Qué pasa?—preguntó Santana al atender.
—Espero que no revises mi móvil porque es de muy mala educación.
—¿Para eso me llamaste?—se rió Santana con sorna—Espero que vos no revises el mío porque es de muy mala educación, Britt—arrastró su nombre con lentitud—¿Quién me da la seguridad de que vos no lo harás?
—Te lo aseguro. Probá y verás que está apagado. Por lo visto, el mío sigue encendido.
—Pudiste hacerlo antes de apagarlo.
—Eso vas a poder confirmarlo fácilmente cuando veas la hora de la llamada de tu hermana—le aclaró utilizando el mismo tono para que supiera que lo ponía en duda—Y la hora de mi llamada. Ahí te podrás dar cuenta de que no tuve tiempo de revisar nada.
—Britt, ¿tenés ganas de pelear? Por lo visto hoy no tenés un buen día, ¿acaso se aproxima tu período?
—Sí tenés razón, tengo ganas de pelear, vos... me buscás, todo el tiempo con ese tonito de sobrada con el que me hablás. Y, para tu información, no se aproxima mi período. Ya pasó y, aunque estuviera en mis días, no suelo tener fuertes cambios de humor. ¿A vos cuando te llega si o siempre sos así de esquiva?
—El mío también ya paso. Voy a cortar, Britt, así Artie puede llevarte el móvil. Podés quedarte tranquila, no me interesa lo que puedas tener guardado en el teléfono.
—Perfecto, me parece muy bien.
Y le cortó.
«Tomá, ahí tenés, quedate vos ahora con la palabra en la boca. Además, sos un idiota. Por supuesto que voy a revisar tu móvil y seguro que vos también vas a hacerlo.»
Acto seguido, cogió el teléfono y se puso a fisgonear. Por supuesto, no lo había apagado aún. Había dos llamadas perdidas más de Rachel y pensó que si no las tocaba estarían ahí cuando lo encendiera.
«¿Dónde voy primero? Sí, a los correos. Alison, millones de correos de ella y todos de trabajo, es lógico, es su secretaria. ¿Finn?—abrió uno para ver quién era—¡Bah, es su hermano! Todos de la empresa también, correos de su papá. Acá no hay nada. ¿Mensajes de texto? ¡Bandeja vacía tanto en “Recibidos” como en “Enviados”, qué ordenadita!—entonces, recordó los suyos—¡Maldición! ¡La cantidad de estupideces que tengo guardadas en los mensajes que me escribo con Kitty sobre Santana! ¡Dios mío, qué vergüenza! Bueno, Brittany, dejá de lamentarte, ya es tarde—y se obligó a continuar—¿Fotos? ¡Fotos! Sí, voy a ver sus fotos. ¿Cuándo me sacó estas fotos? ¡Durante la cena en el Faena la noche en que nos conocimos! ¿Cómo no me di cuenta? Más fotos mías tomando sol en la piscina de Hanna. ¡Será zorra! ¡Son todas de mi trasero! ¡Mirá, una juntas! Sí, ésa sabía que la había sacado. Más fotos juntas... las quiero, las voy a copiar en mi ordenador—caminaba por la casa a toda prisa, no tenía mucho tiempo—¡No tiene nada, sólo fotos nuestras y mías!—mientras se copiaban en el ordenador, siguió mirando las demás carpetas—Acá hay otra carpeta con imágenes. ¡Oh, son de su cumpleaños! ¡Qué hermosa, le da vergüenza apagar las velas! ¡Me la como! También las quiero. Acá está su familia, sus padres, sus hermanos, sus sobrinos y, acá, los amigos, Noah... Agudizá tus sentidos, Brittany. Nadie abrazado a ella que deba tener en consideración, no hay nada. ¿A ver el Whatsapp? Una conversación con esa Rachel, otra con su mamá, con su papá, con Noah, nada interesante. Esto es inútil. Otra conmigo y otra con Elaine Looper. ¿Y ésa quién es?—tuvo miedo—Mejor lo dejo, no está bien lo que estoy haciendo, mejor lo apago, Artie debe de estar por llegar. ¿Quién cuernos es Elaine Looper?»
El nombre quedó dando vueltas en su cabeza y pensó que quizá estaba entre las fotos del cumpleaños. Intentó memorizar su cara en la foto de perfil de Whatsapp para luego buscar con más tranquilidad.
Fue a vestirse de forma decente para atender al hombre cuando llegara. El timbre no tardó en sonar, Brittany contestó el interfono y dio paso al chófer de Santana, pero el timbre volvió a sonar.
—¿Quién es?
—Disculpe, señorita, soy Artie otra vez. La puerta no se abre.
—¿Qué hora es, Artie? —preguntó ella con fastidio.
—Las diez y media, señorita.
—Disculpe, ya bajo a abrirle. Después de las diez, la puerta se cierra con llave.
—Está bien, acá la espero, no tengo prisa.
Cogió las llaves, se calzó los zapatos y bajó. Artie esperaba paciente en la entrada del edificio, con los hombros rectos y los brazos a los lados del cuerpo. Siempre parecía tener postura de militar, siempre muy correcto. Brittany le abrió la puerta y, después de ofrecerle un educado saludo, intercambiaron los móviles y él se marchó.
Ya había cenado y lavado los platos sucios, y era hora de irse a dormir, pero no tenía sueño porque había hecho la siesta durante toda la tarde. Entonces, cogió el móvil para ver si le había llegado algún mensaje y, en cuanto se encendió la pantalla, se desternilló de risa. De fondo de pantalla había una foto de Santana sacando la lengua. Se rió como una estúpida.
«Santana, realmente tenés el poder de aturdirme», pensó y luego besó el iPhone.
Le encantaba la idea de tener una foto de Santana como fondo de pantalla. Entró a su carpeta de Imágenes y pudo comprobar que se había sacado unas cuantas más haciendo monerías o enviándole besos. De entre todas, había una muy especial en la que se veía su cara, al lado de su ordenador y tapándose la boca, mientras en la pantalla del Mac se divisaba la que Brittany le había sacado durmiendo desnuda.
«¿Será boba? Después de todo, sí revisó mi móvil», se dijo y le envió un whatsapp:
—Payasa.
—Atrevida.
—¿Y por casa cómo andamos? Tus fotos no son menos atrevidas que las mías.
—¡Aaaaaaaah! ¡Además de atrevida, mirona!
—Sí, miré, igual que vos. Por cierto, vi demasiadas fotos de mi culo.
—Pero vos tenías puesto ese biquini tan diminuto, en cambio yo salí con el culo al aire y todo morenito.
—Tonta.
—¡No sabía que hablabas de nuestras intimidades con Kitty!
—¡Estuviste leyendo mis mensajes!
—¡Qué pena! :-( Vos no pudiste porque los míos se borran ni bien llegan o los envío. ¿Encontraste algo interesante?
—No, sos muy ordenadita. ¿Qué estabas haciendo? Yo ya estoy acostada, pero como dormí toda la tarde no tengo sueño.
—Yo también estoy acostada y también dormí toda la tarde y tampoco tengo sueño. Estoy trabajando un poco desde mi ordenador.
—Perdón por mi mal humor de todo el día.
—No te preocupes, Britt, me gustás enojada también. Yo espero que nunca me veas de mal humor, porque no sé si te gustaré tanto.
—Me encantás de todas maneras, San, no creo que vayas a dejar de gustarme en estado de enajenación. En realidad, creo que es una faceta tuya que me encantaría descubrir.
—Vos también me gustás de todas formas.
—San, no estaba en mis planes conocerte. Sé que lo que hay entre nosotras no es una relación, pero este fin de semana se ha parecido mucho a eso, con otras parejas a nuestro alrededor, compartiendo nuestra intimidad. Y sumado al encuentro con Lauren y la defensa que hiciste de mi honor, me sentí protegida, no sola como me encuentro siempre. Después llegamos e hicimos el amor y me desperté abrazada a vos... San, me gustás mucho, quizá más de lo que deberías. Perdón nuevamente por haber estado de tan mal humor, creo que no he sabido manejar bien mis sentimientos.
Necesitaba abordar el tema de alguna forma. Volvió a cerrar los ojos, su corazón palpitaba con fuerza. La respuesta tardó en llegar, pero cuando vio lo extensa que era, respiró:
—Lo sé, Britt-Britt. Entiendo todo lo que me decís, porque me pasa lo mismo. Creo que vos y yo este fin de semana compartimos demasiado nuestra intimidad. Esta mañana, mientras dormías y te miraba, pensaba sobre ello. Y también creo que no es bueno que estemos sintiendo estas cosas. No puedo ofrecerte una relación estable, Britt, y creeme que me encantaría que así fuera. Creo que sos muy inteligente y muy bonita, lo que te convierte en una persona sumamente interesante. Eso, combinado con tu sensualidad, te hace alguien irresistible. De hecho, sos irresistible para mí, Britt, pero quiero ser sincera con vos en todos los aspectos. Por momentos, tampoco sé cómo gestionar esto que me pasa y por eso te reclamo sin sentido y me creo tu dueña, más de lo que lo soy. Y soy consciente de que eso también hace que te confundas.
—¿Por qué decís que no podés tener una relación estable? ¿No podés o no querés? (San, por favor, contestame.)
—Creo que no es serio hablar de esto por mensajes. No es mi estilo, aunque supongo que es más fácil para ambas. No puedo ni quiero, Britt. Es un rollo mío que no entenderías. Dejemos las cosas como están, preciosa, por favor. No puedo decirte más. Creeme cuando te digo que mi vida es muy complicada.
—¿Qué querés decir con que «dejemos las cosas como están»? ¿Que hasta acá llegamos? ¿Que todo se termina? ¿Que sigamos como hasta ahora?
—Lo que vos quieras, Britt.
Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Brittany se limpió un poco los ojos para poder seguir escribiendo, veía la pantalla borrosa.
—¿Y vos qué querés, San? Yo sé lo que quiero.
—Yo también sé lo que quiero... quiero estar con vos de la misma manera en que vos querés estar conmigo, pero no se puede.
— San, ¿estás casada o comprometida?
—Sabía que ibas a preguntármelo. NO, NADA DE ESO.
—Entonces, no te entiendo. Decís sentir cosas por mí, pero ¿qué es lo que te impide abrirme tu corazón? ¿Acaso estás enferma?
Brittany recordó la conversación en que habían hablado del cáncer y tuvo pánico a su respuesta.
—NO, TAMPOCO. DEJÁ DE PENSAR EN ESAS COSAS.
—Quiero entenderte, San. Estás libre, sana... Entonces, ¿no te gusto?
Sus lágrimas, en ese punto, ya eran incontenibles.
—Mejor lo hablamos mañana, a la hora del almuerzo. Nos vamos a comer juntas a otro lugar, no donde vamos siempre, y lo hablamos, Britt. ¿Sí?
—No, San, no, no me dejes así. No me importa hablarlo por teléfono o cara a cara, pero, por favor, no te vayas. Seguí acá conmigo. Estuve todo el día muy angustiada. No me dejes así.
El teléfono sonó de repente. Era Santana y Brittany contestó con un hilito de voz.
—Sabía que estabas llorando, no quiero que te sientas así.
—No puedo, San, no puedo—le dijo sollozando—Creeme que intenté, por todos los medios, poner mi mente en blanco y separar mis sentimientos para dejarme llevar por el momento, pero no puedo. No sé lo que me hiciste, ya sé que es muy pronto, incluso no estoy segura de lo que siento, si es verdad lo que quiero o no, pero todo es con vos. No sé si sos sólo un capricho, pero sí que estás en mis pensamientos y en mi piel constantemente. Te apoderaste de mis sentidos y supongo que sabés que no te estoy mintiendo porque leíste mis mensajes con Kitty. A esta altura, es una tontería no decírtelo. Te quiero, San. Ya está, ya te lo dije y si querés olvidarte de mí lo entenderé. Pero, por favor, dame una explicación coherente para poder cerrar esta historia.
Brittany terminó la frase sollozando sin sentido y sin aliento, no podía parar.
—Me estás partiendo el corazón en mil pedazos. Maldita la hora en que nos conocimos, no quiero hacerte sufrir. No soy una mierda aunque lo parezca. También tengo sentimientos y quiero que te calmes para que mañana lo podamos hablar más tranquilas—hizo una pausa esperando a que se serenara—Britt, quisiera estar ahí para poder abrazarte. No quiero que te sientas mal y menos por mi culpa. Yo también te quiero, tal vez no de la manera en que vos lo necesitás, pero no soy tan insensible como para no sentir nada por la persona con la que estoy compartiendo tanta intimidad. No llores más, por favor.
La voz de Santana parecía sincera y le estaba suplicando. Brittany intentó respirar hondo.
—Está bien, perdón por el berrinche. No soy una niña caprichosa... hasta yo me desconozco. Soy consciente de que soy una persona adulta y no estoy actuando como tal.
—No pienso nada de eso. Me gustás tal y como sos y no te apenes, sólo quiero saber que estás mejor o, al menos, más calmada.
—Sí—le dijo Brittany entre suspiros—, Lo estoy.
—¿Mejor o más calmada?
—Más calmada.
—Bien, quiero que descanses, que duermas y que no pienses en nada más por hoy. Mañana hablamos, ¿de acuerdo?
—Sí, San.
Brittany sabía que no iba a poder dejar de pensar, pero no fue capaz de decírselo.
—¿Puedo cortar, entonces?
—Una cosa más.
—¿Qué?
—¿Por qué Tana?
Santana se rió.
—Así me dicen desde que era pequeña.
—Es tierno, bueno hasta mañana, que descanses.
—Hasta mañana, te mando un beso, Britt-Britt.
—Beso.
Brittany colgó.
No tenía sentido seguir estirando el asunto o se pondría a llorar de nuevo.
Volvió a mirar todas las fotos del móvil otra vez y se durmió, entre sollozos y suspiros.
La angustia y el cansancio la habían vencido.
Cuando Brittany abrió los ojos, Santana la miraba. Sus manos estaban aferradas a su trasero y sus piernas enlazadas a las de Brittany. El calor de su cuerpo era el único sitio donde quería estar en ese momento.
Brittany se acurrucó aún más a su lado y cerró los ojos con miedo de que tan sólo fuera un sueño. Cuando los volvió a abrir con cautela, ahí seguía Santana, notó su respiración en la cara y se dio cuenta de que estaba despierta. Le sonrió y Santana la correspondió con otra sonrisa igual de generosa y sus hoyuelos.
Brittany deseaba con desespero expresar lo que en verdad sentía, un sinnúmero de pensamientos pasaron en millonésimas de segundo por su cabeza. Pero no quería que sus ojos se humedecieran, pestañeó y decidió romper la magia:
—Hola, ¿hace mucho rato que estás despierta?
—Hola, sí, un ratito.
—Me podrías haber despertado—le dijo algo adormilada.
—¿Y perderme la oportunidad de verte dormir? Ni loca—contestó Santana y le besó la nariz.
—¿Dormiste bien?
—Tan bien que, cuando desperté a tu lado, creí que era un sueño.
—Hace unos instantes tuve la misma sensación, que estabas en mis sueños.
—No, Britt-Britt, estoy en tu realidad y vos en la mía.
—No quiero levantarme.
—Entonces no nos levantemos.
—Pero tengo hambre.
—¿Mucha hambre?
—Sí, de comida y de vos, como siempre.
—Hum, ¿y de cuál tenés más?—insistió Santana.
Brittany puso los ojos en blanco para pensarlo y respondió:
—De vos, incuestionablemente—le corroboró mientras besaba su barbilla.
—Bueno, eso puede resolverse muy rápido.
—¿Sí? ¿Tenés la solución?—preguntó Brittany con falsa ingenuidad.
—Creo que me sé algunos trucos.
—¿Sólo algunos?
—Bueno, quizá unos cuantos—coqueteó Santana.
—Ah, eso suena mejor, quiero muchos trucos—exigió Brittany.
—¿Insaciable?
—Me parece que me contagié de vos y ahora también soy una adicta.
—Ah, eso es un problema grave, porque no tiene cura—bromeó Santana.
—Mentirosa, sí que la hay.
—Ah sí, ¿y cuál es la cura?—le siguió el juego a Brittany.
—Un boleto de avión en primera a Nueva York—le dijo Brittany.
—¿Querés que me vaya, Britt?
—¿Querés irte, San?—contraatacó Brittany.
—Yo pregunté primero.
—Y yo siempre pregunto y nunca obtengo respuestas, sólo evasivas—protestó.
Santana pensó un rato, como de costumbre y contestó:
—No, por el momento.
Esa respuesta la sacó de quicio:
—Claro, me olvidaba de que aún quedan algunos días más—se puso un dedo en la sien para hacerle notar su olvido y siguió—Aún no es la hora de decir game over, ¿verdad?
—¿Por qué, Britt, por qué llevaste la conversación hasta este punto?
—Tenés razón. No sé por qué lo hice. Debería ser consciente de la situación y no romper las reglas, tus reglas—resaltó—Y aceptar de una vez por todas que vos y yo no podemos llegar a ningún punto significativo. Sólo besos, caricias, tonteos y sexo. Ése es el final de siempre: cama, ducha, jacuzzi, sofá, mesa. Debemos considerar que nos faltan un par de superficies y espacios por explorar. ¿Creés que nos alcanzará el tiempo, San? El plazo máximo es el 22 de diciembre, ¿no? Después, fin del asunto.
—¿Adónde querés llegar, Britt?
—A nada, San, tengo muy claro que con vos no voy a llegar a nada.
Se deshizo de su abrazo, contrariada, y se sentó contra el respaldo. Luego se levantó y, a pesar del enfado, recordó que debía caminar bien sensual, exhibiendo el trasero. Entró en el baño, cerró la puerta de un portazo y el golpe retumbó en todo el dormitorio. Trabó la puerta y se metió bajo la ducha, se deslizó por la pared, abandonó su cuerpo en el suelo y quedó hecha un ovillo, enjuagando sus lágrimas bajo el chorro. Ahogó su llanto para que Santana no la oyera, sus emociones la superaban, ya no podía disimular más ni quería hacerlo.
Santana intentó entrar, golpeó la puerta varias veces y la llamó por su nombre para convencerla de que le abriera, pero Brittany no contestaba. Después de un rato, dejó de insistir.
Brittany estuvo bajo la ducha el tiempo suficiente para calmar su llanto y salió para secarse. Miró su figura reflejada en el espejo, se sentía muy triste.
«¡Mierda! Cuando me desperté no imaginé que la mañana podía terminar así. Pero ¿qué quiere? No soy de piedra, tengo sentimientos y Santana parece que no. ¿Cómo puede no involucrarse? ¿Cómo lo consigue?»
Después de pensar un rato, se dio cuenta de que no podía seguir posponiendo su salida del baño. Necesitaba vestirse, pero aún estaba demasiado enfurecida y no quería ver a Santana, porque temía que con una sonrisa o con un simple beso volviera a convencerla.
Sin embargo, no tenía otra opción, debía salir.
Se envolvió en una toalla y abrió la puerta. Santana permanecía sentada en la cama con los codos apoyados en sus piernas y la cabeza entre las manos, parecía pensativa.
Fue hasta el cajón donde estaban sus prendas y buscó ropa interior, dejó caer la toalla y se puso la braga y el sostén de espaldas a Santana, que no decía nada.
Brittany no pensaba disculparse.
«Es culpa tuya—cavilaba Santana—, no te quejes. Sabías que repetir con Brittany era un riesgo y, encima, además de follártela más de una vez anoche te hiciste la héroe defendiéndola. ¿Qué esperabas? Era obvio que comenzarían a confundirse las cosas. Si no querés reproches, no los hagas, si no querés exigencias, no las tengas. ¿Qué te pasa, boluda? Tu toque con las mujeres está seriamente afectado. Te estás comportando como un perrito faldero, no como una conquistadora. ¡Bah, pero Brittany encima tiene un culo que me gusta!»
Intentó dejar a un lado sus reflexiones y se puso de pie. Brittany la miraba con el rabillo del ojo y vio que se había puesto la ropa interior. Pasó por detrás de ella sin pronunciar palabra y se metió en el baño dando un portazo también. Poco después, se oyó el ruido de la ducha.
Brittany terminó de vestirse, se puso unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas y bajó. Dentro de la casa no había nadie. Desde la pared acristalada pudo ver que todos estaban alrededor de la piscina o remojándose a gusto. Miró la hora, era pasado el mediodía y parecía que nadie pensaba mover un dedo para comer.
Enojada como estaba no quería comer sobras o comida rápida, así que revisó la nevera y se puso a preparar el almuerzo con lo que encontró. Santana bajó al rato y se fue directo hacia el ventanal, sin ver que Brittany estaba en la cocina. Su pelo aún estaba mojado. Llevaba puesto la parte del biquini y en la parte de abajo un short corto y ajustado.
Brittany la admiró en silencio. Su espalda y las piernas eran un espectáculo para la vista de cualquier persona, tenía un físico realmente agraciado. Sin embargo, decidió que no quería distraerse con su exterior, así que se propuso dejar de mirarla y seguir cocinando.
El ruido de una cacerola la hizo darse cuenta de que Brittany estaba ahí, pero no se movió. Brittany también se mantuvo en sus trece. Entonces Santana se acercó a la alacena para tomar un vaso, se sirvió agua y salió de la casa en busca de los demás.
Brittany quería ponerse a gritar, en esos momentos sí que estaba muy cabreada.
«¿Qué se cree? ¿Piensa que puede ignorarme así? Bueno que sepa que también yo puedo hacerlo.»
Enfurruñada siguió descargando su ira contra las verduras, la cocina parecía una buena terapia.
Después de unos cuantos minutos, y un poco de dedicación por su parte, todo estaba listo o en marcha. Entre el horno y el fuego de la cocina, se había quedado muerta de calor, el aire acondicionado de la casa parecía no dar abasto, así que fue a ponerse un traje de baño y bajó como alma que lleva el diablo. Salió de la casa y atravesó el césped sin saludar ni mediar palabra con nadie, se tiró de cabeza a la piscina y recorrió nadando toda su longitud. Cuando llegó al borde, se aferró a él con los brazos hacia atrás y los miró.
—En veinte minutos estará la comida, vayan a poner la mesa—les dijo—Si alguien quiere ir a comprar el postre, un tiramisú o un helado serían ideales para lo que preparé. Si no compraron el pan todavía, vayan a buscarlo porque lo que hice no puede comerse sin pan. Puedo estirar un poco más la cocción si alguno de ustedes empieza a mover el culo ya.
Y después del exabrupto se lanzó a nadar. Justo antes de sumergirse pudo ver que Kitty miraba a Santana con expresión interrogante. Era obvio que se había dado cuenta de que pasaba algo. Noah silbó, sorprendido por sus ínfulas.
—Por lo visto, estamos en un regimiento de caballería—protestó Hanna—Esta mujer se levantó con todo, te compadezco San. ¿Acaso estás en tus días, Britt?—le preguntó fiel a su estilo, sin importarle si esa estúpida pregunta podía molestarla más aún.
Cuando Brittany emergió del agua, todos habían desaparecido, incluso Santana. Miró hacia la casa y la vio caminando hacia la piscina.
—Cogí las llaves de tu auto, voy por el postre. Salí de ahí y andá a retrasar la cocción de la comida, por favor—le pidió resaltando el «por favor» que ella no había utilizado.
Se miraron desafiantes y Brittany se deslizó hacia el borde para salir del agua. Santana estiró su mano para ayudarla, pero Brittany no se la aceptó. Cuando empezó a caminar para alejarse, la tomó del brazo y le advirtió.
—No estoy para soportar escenas, Britt.
—No las soportes. ¿Me visto y te llevo a tu hotel de regreso, querés?
Santana la agarró de la nuca y la besó, quiso meter su lengua, pero Brittany se resistió. Entonces Santana se apartó.
—No me tientes, Britt, hoy estuve a un tris de hacerlo.
—Sos libre de hacer lo que quieras.
Santana la soltó, dio media vuelta y se fue a paso decidido hacia el aparcamiento.
—¿Sabés llegar al centro comercial?—le gritó Brittany y Santana no tardó en girarse y contestarle:
—Quizá si me pierdo te hago un favor.
Se miraron serias y luego se desternillaron de risa, Santana volvió tras sus pasos y Brittany fue a su encuentro, Santana la abrazo y la besó.
—Andá a demorar esa comida, que ahora traigo el postre—le sugirió mientras le palmeaba el trasero.
Santana llegó con varios paquetes y se acercó a la cocina, donde estaba Brittany, Kitty la ayudó a bajar los bultos para guardarlos en el refrigerador. Brittany estaba probando la salsa y Santana se acercó.
—¡Andá ahora mismo a ponerte algo! ¡No quiero que estés en bañador acá!
Por el tono que había empleado no había discusión posible. Le sacó el cucharón de madera con el que estaba revolviendo la salsa y la volvió a mirar. Brittany le sonrió para apaciguar su enojo, la besó en la nariz y subió la escalera.
Cuando regresó en pantalón corto y camiseta, Hanna estaba en la isla de la cocina destapando el vino.
—Parece que te pusieron en tu lugar, saliste corriendo a ponerte ropa decente—se rió—Y esta vez no te hiciste la loca, ¿eh? Sabés exactamente cuándo te aprietan los zapatos.
—Callate, idiota, ¿qué sabés vos?
—No, yo no sé nada, sólo digo lo que veo. ¿Qué te pasaba antes que estabas tan enfadada?
—Después te cuento, ahora no es el momento.
—Lo que sea que te haya sucedido, que te suceda más seguido, por favor, preparaste muchas cosas ricas.
—Sos una tarada. Después de todo, San también salió corriendo a hacer lo que dije.
—En eso tenés razón, debo reconocerlo. Estás loquita por ella, ¿verdad?
—Ay, amiga, más de lo que debería. Eso es lo que me enoja, acabás de dar en el clavo.
—Ella también está loquito por vos, Britt, te lo aseguro.
—¿Vos creés?—le preguntó deseando que no se equivocara.
—Sólo basta fijarse en cómo te mira embobada cuando no te das cuenta.
—¿En serio?
Una chispa se encendió en su interior. Quisiera creerle pero no entendía qué le impedía a Santana abrirse a ella.
—Creeme, San siente más cosas de las que dice—siguió su amiga—Ahora mismo, por ejemplo, no te quita el ojo de encima, supongo que le extraña que hablemos tanto. Espero que no sepa leer los labios.
—Espero que no... ¿Nos está mirando?
—Sí y viene para acá, creo que no aguantó más la intriga.
Ambas se rieron.
—¿Necesitan ayuda?—preguntó Santana mientras se acercaba.
—Sí, traé esa fuente por favor, Hoyuelitos—le indicó Brittany—Yo llevaré ésta, la pasta está lista, así que la dejaré reservada.
Hanna salió caminando por delante de ellas, con dos botellas de vino.
—¿De qué hablaban tanto rato?
«Ay, si será tonta. Me encanta cuando no es capaz de disimular», pensó Brittany divertida.
—Del departamento, San. Le dije que hiciera lo que considerara más adecuado, que tratara de recuperar el máximo de dinero, pero que cuanto antes acabara con todo esto, mucho mejor.
Santana quedó conforme con la explicación y asintió con la cabeza.
La comida estaba para chuparse los dedos. Santana comía como si fuera la última vez y elogiaba a cada momento la pasta.
—Un pasto veramente italianissima, a molto piacere!
—¿Hablás italiano?—le preguntó Brittany asombrada.
—Quasi niente. Aprendí un poco en el colegio y lo que uno practica en los viajes, nada más. ¿Conocés Italia?
—No, conozco gran parte de mi país, bastante de Brasil, de Uruguay, sólo Punta del Este y de tu país, Nueva York. Este verano viajaré a Aruba y a Puerto Vallarta. Es mi programa de vacaciones.
—Ah, ¿cuándo vas? Tenía entendido que viajabas a Mendoza a ver a tu mamá.
—Sí, estaré dos semanas ahí y luego partiré para la playa.
—Ah, mirá vos. Son muy lindas esas playas, seguro que disfrutarás mucho de esos lugares paradisíacos.
—¿Los conocés?
—Sí—Santana se había quedado pensativa—¿Vas sola?
Ahí estaba otra vez, queriendo controlar lo que supuestamente no le pertenecía.
—Hace un par de años que Kitty y yo cogemos las vacaciones juntas. Este año ella está en pareja, así que también irá Marley. Aunque sé que seré mal tercio, ellas me insistieron mucho y, si no me engancho a amigos, mis vacaciones son muy aburridas—le explicó Brittany.
—Seguro.
Santana se mantuvo un rato en silencio, mientras revolvía sus espaguetis.
«Podría pasarlas a tu lado, si quisieras, idiota», hubiera querido decirle Brittany.
Todos los temas de conversación desembocaban en lo mismo. Se hizo la tonta y cambió de asunto:
—Creo que, después de almorzar, estaría bien empezar a juntar nuestras cosas, si no más tarde el tránsito se pone insoportable en la Panamericana. La última vez que me fui después de las cinco, tardé casi una hora y media en llegar.
—Sí—confirmó Hanna—, El regreso a la capital es terrible después de esa hora.
Emprendieron la vuelta sobre el horario previsto. Kitty también decidió evitar la congestión y partir temprano, las anfitrionas se quedaban esa noche en Los Castores, así que se despidieron de ellas, les agradecieron su generosa hospitalidad y se fueron.
Después del maravilloso día que habían pasado el sábado, el domingo estaba resultando fatal para Santana y Brittany. Habían intentado remontarlo por todos los medios, pero no lo conseguían. Brittany puso música en el coche y saltó Troublemaker. Noah empezó a tararearla feliz y a hacer percusión con sus manos, mientras Aria cantaba el estribillo. Estaba claro que se entendían, y es que se habían sentido atraídos desde el primer momento.
Santana y Brittany, en cambio, seguían contrariadas y casi no habían hablado después del almuerzo.
Cuando llegaron al departamento, Aria recogió su coche y, como el Faena quedaba de camino a su casa, se ofreció a llevar a Noah y Santana hasta el hotel. Santana y Brittany se despidieron en el aparcamiento con un beso deslucido y triste.
En cuanto se fueron, Brittany maldijo cómo se sentía y ansió poder resolver todas las dudas que atosigaban su mente. Entró en su departamento y abandonó las bolsas en la sala. Estaba todo bastante oscuro, como su estado de ánimo, y así lo dejó. Agobiada, caminó hasta el dormitorio, se despojó de los zapatos y los vaqueros y se dejó caer sobre la cama con los brazos abiertos.
No tenía ganas de hacer nada y fijó su vista en el techo como si fuera a encontrar ahí las respuestas que necesitaba. Quería dejar de pensar en Santana, pero no lo lograba. Le resultaba inaudito que esa morena se hubiera adueñado de su corazón en tan poco tiempo.
Estaba inquieta, dubitativa y pensó que tal vez era oportuno acabar con la aventura antes de que sus sentimientos se involucraran aún más, pero cuanto más se proyectaba en ello, más imposible le parecía.
«¿Qué me has hecho, Santana? ¿Qué demonios me has hecho?», protestó en silencio.
El ruido del teléfono la despertó. Adormilada, lo cogió de la mesilla de noche y contestó sin pensar. Una voz femenina le hablaba en inglés al otro lado. Brittany se sorprendió.
—¡Hola Tana, la guapa!—dijo la mujer.
—Ho... la...—contestó Brittany atontada por el sueño.
—¿San?—insistió la voz desconocida.
—¿Quién habla?
Brittany no lograba entender que la llamaran a ella buscando a Santana.
—Rachel, ¿está San?
Brittany miró la pantalla y, en ese momento, entendió lo que pasaba. Se habían intercambiado los teléfonos. Se despabiló en un instante y, sin saber qué hacer ni qué decir, colgó y apagó el móvil con torpeza.
«¡Mierda, joder! ¿Quién es Rachel? La verdad es que no tengo nada de suerte, todo me sale al revés. Ahora tengo que avisarle de que tengo su teléfono y ella el mío. Mejor la llamo desde el fijo, no quiero que piense que estuve revisando su móvil, aunque, bien pensado, podría encontrar cosas interesantes si lo hiciera. Realmente es muy tentador tener el teléfono de Santana entre manos. Pero ¿qué hago si encuentro algo que no quiero ver? No obstante, estoy segura de que ella también buscará cosas en el mío. Salvo por las fotos que le saqué durmiendo, no tengo de qué preocuparme. ¡Qué vergüenza! ¡Tengo una foto de su culito desnudo! Bueno, Brittany, lo primero es lo primero. Voy a avisarle y, luego, juntaré coraje y le espiaré un poquito.»
El teléfono sonó tres veces y entonces Santana contestó.
—¡Maldición, Britt, intercambiamos nuestros teléfonos!
—Hola, San, sí, acabo de darme cuenta. Te llamaron y, dormida, atendí la llamada. Te llamó una tal... Rachel, creo.
Brittany oyó con claridad cómo Santana se reía al otro lado del teléfono, porque a pesar de su intento de disimular que no le importaba que una mujer la llamara, había hecho demasiado hincapié en el nombre.
—¿Ah, sí? ¿Y qué dijo?
Brittany tomó aire y reflexionó:
«Está burlándose de mí, sí, estoy segura. Me lo preguntó en tono de guasa.»
Entonces intentó contestarle desinteresadamente otra vez:
—¡Hola, Tana la guapa!, eso es lo que dijo y preguntó por vos varias veces aclarando que era Rachel. Luego no dijo nada más, bueno, no pudo porque le corté y apagué el teléfono cuando me di cuenta de que era el tuyo. San, ¿te estás riendo de mí?
—Rachel es mi hermana, Britt.
—Ah—contestó Brittany sintiéndose en evidencia—, Me da igual quién sea. En todo caso, lo siento por atender, te repito que estaba dormida.
—No hay problema, en un rato mando a Artie a buscarlo y que te devuelva el tuyo. ¿Te parece bien?
«Podrías traerlo vos», contestó desilusionada, pero dijo:
—Sí, perfecto.
—De acuerdo, un beso.
—Otro para vos.—pero Santana seguía ahí—Dale, cortá—le pidió Brittany.
—¿Quién creíste que era Rachel?
«Maldición, ¿por qué me pregunta eso ahora? Si hubiera cortado antes, me hubiera evitado tener que responderle», se desesperó Brittany y se limitó a decir:
—La verdad es que no lo pensé, San, sólo me sentí apenada por haber contestado. No es un asunto de mi incumbencia.
—No pensaste, ¿eh? Yo sí lo hubiera hecho si te hubiera llamado una persona al móvil y más aun un hombre.
«Claro que hice conjeturas, idiota, me estaba devanando los sesos por la ansiedad, pero no te voy a dar el gusto de reconocerlo, ¡engreída! Además, estoy segura de que vos hubieras puesto el grito en el cielo si me hubiera llamado alguien, ¡caradura! Si no hubiera sido tu hermana, te habrías inventado cualquier excusa respecto a la identidad de esa mujer o no me hubieras dicho nada, porque sos una experta en evadir respuestas.»
Lejos de evidenciar sus verdaderos pensamientos, Brittany empleó toda su compostura para responderle:
—Yo no soy vos, San. No tengo ningún derecho sobre tu vida privada para cuestionarte nada y, con respecto a la mía, creo que deberías revisar tu postura. Nuestra relación sólo implica compartir la cama y algún que otro momento más, fueron tus reglas, ¿te acordás?
—Bueno, veo que ni la siesta te cambió el humor. En un rato va Artie para tu casa. Adiós.
Brittany se quedó histérica:
«¡Me cortó! ¡Me cortó! Sencillamente me cortó. ¿Será idiota? Pero ¿quién se cree que es?»
Volvió a llamarla.
—¿Qué pasa?—preguntó Santana al atender.
—Espero que no revises mi móvil porque es de muy mala educación.
—¿Para eso me llamaste?—se rió Santana con sorna—Espero que vos no revises el mío porque es de muy mala educación, Britt—arrastró su nombre con lentitud—¿Quién me da la seguridad de que vos no lo harás?
—Te lo aseguro. Probá y verás que está apagado. Por lo visto, el mío sigue encendido.
—Pudiste hacerlo antes de apagarlo.
—Eso vas a poder confirmarlo fácilmente cuando veas la hora de la llamada de tu hermana—le aclaró utilizando el mismo tono para que supiera que lo ponía en duda—Y la hora de mi llamada. Ahí te podrás dar cuenta de que no tuve tiempo de revisar nada.
—Britt, ¿tenés ganas de pelear? Por lo visto hoy no tenés un buen día, ¿acaso se aproxima tu período?
—Sí tenés razón, tengo ganas de pelear, vos... me buscás, todo el tiempo con ese tonito de sobrada con el que me hablás. Y, para tu información, no se aproxima mi período. Ya pasó y, aunque estuviera en mis días, no suelo tener fuertes cambios de humor. ¿A vos cuando te llega si o siempre sos así de esquiva?
—El mío también ya paso. Voy a cortar, Britt, así Artie puede llevarte el móvil. Podés quedarte tranquila, no me interesa lo que puedas tener guardado en el teléfono.
—Perfecto, me parece muy bien.
Y le cortó.
«Tomá, ahí tenés, quedate vos ahora con la palabra en la boca. Además, sos un idiota. Por supuesto que voy a revisar tu móvil y seguro que vos también vas a hacerlo.»
Acto seguido, cogió el teléfono y se puso a fisgonear. Por supuesto, no lo había apagado aún. Había dos llamadas perdidas más de Rachel y pensó que si no las tocaba estarían ahí cuando lo encendiera.
«¿Dónde voy primero? Sí, a los correos. Alison, millones de correos de ella y todos de trabajo, es lógico, es su secretaria. ¿Finn?—abrió uno para ver quién era—¡Bah, es su hermano! Todos de la empresa también, correos de su papá. Acá no hay nada. ¿Mensajes de texto? ¡Bandeja vacía tanto en “Recibidos” como en “Enviados”, qué ordenadita!—entonces, recordó los suyos—¡Maldición! ¡La cantidad de estupideces que tengo guardadas en los mensajes que me escribo con Kitty sobre Santana! ¡Dios mío, qué vergüenza! Bueno, Brittany, dejá de lamentarte, ya es tarde—y se obligó a continuar—¿Fotos? ¡Fotos! Sí, voy a ver sus fotos. ¿Cuándo me sacó estas fotos? ¡Durante la cena en el Faena la noche en que nos conocimos! ¿Cómo no me di cuenta? Más fotos mías tomando sol en la piscina de Hanna. ¡Será zorra! ¡Son todas de mi trasero! ¡Mirá, una juntas! Sí, ésa sabía que la había sacado. Más fotos juntas... las quiero, las voy a copiar en mi ordenador—caminaba por la casa a toda prisa, no tenía mucho tiempo—¡No tiene nada, sólo fotos nuestras y mías!—mientras se copiaban en el ordenador, siguió mirando las demás carpetas—Acá hay otra carpeta con imágenes. ¡Oh, son de su cumpleaños! ¡Qué hermosa, le da vergüenza apagar las velas! ¡Me la como! También las quiero. Acá está su familia, sus padres, sus hermanos, sus sobrinos y, acá, los amigos, Noah... Agudizá tus sentidos, Brittany. Nadie abrazado a ella que deba tener en consideración, no hay nada. ¿A ver el Whatsapp? Una conversación con esa Rachel, otra con su mamá, con su papá, con Noah, nada interesante. Esto es inútil. Otra conmigo y otra con Elaine Looper. ¿Y ésa quién es?—tuvo miedo—Mejor lo dejo, no está bien lo que estoy haciendo, mejor lo apago, Artie debe de estar por llegar. ¿Quién cuernos es Elaine Looper?»
El nombre quedó dando vueltas en su cabeza y pensó que quizá estaba entre las fotos del cumpleaños. Intentó memorizar su cara en la foto de perfil de Whatsapp para luego buscar con más tranquilidad.
Fue a vestirse de forma decente para atender al hombre cuando llegara. El timbre no tardó en sonar, Brittany contestó el interfono y dio paso al chófer de Santana, pero el timbre volvió a sonar.
—¿Quién es?
—Disculpe, señorita, soy Artie otra vez. La puerta no se abre.
—¿Qué hora es, Artie? —preguntó ella con fastidio.
—Las diez y media, señorita.
—Disculpe, ya bajo a abrirle. Después de las diez, la puerta se cierra con llave.
—Está bien, acá la espero, no tengo prisa.
Cogió las llaves, se calzó los zapatos y bajó. Artie esperaba paciente en la entrada del edificio, con los hombros rectos y los brazos a los lados del cuerpo. Siempre parecía tener postura de militar, siempre muy correcto. Brittany le abrió la puerta y, después de ofrecerle un educado saludo, intercambiaron los móviles y él se marchó.
Ya había cenado y lavado los platos sucios, y era hora de irse a dormir, pero no tenía sueño porque había hecho la siesta durante toda la tarde. Entonces, cogió el móvil para ver si le había llegado algún mensaje y, en cuanto se encendió la pantalla, se desternilló de risa. De fondo de pantalla había una foto de Santana sacando la lengua. Se rió como una estúpida.
«Santana, realmente tenés el poder de aturdirme», pensó y luego besó el iPhone.
Le encantaba la idea de tener una foto de Santana como fondo de pantalla. Entró a su carpeta de Imágenes y pudo comprobar que se había sacado unas cuantas más haciendo monerías o enviándole besos. De entre todas, había una muy especial en la que se veía su cara, al lado de su ordenador y tapándose la boca, mientras en la pantalla del Mac se divisaba la que Brittany le había sacado durmiendo desnuda.
«¿Será boba? Después de todo, sí revisó mi móvil», se dijo y le envió un whatsapp:
—Payasa.
—Atrevida.
—¿Y por casa cómo andamos? Tus fotos no son menos atrevidas que las mías.
—¡Aaaaaaaah! ¡Además de atrevida, mirona!
—Sí, miré, igual que vos. Por cierto, vi demasiadas fotos de mi culo.
—Pero vos tenías puesto ese biquini tan diminuto, en cambio yo salí con el culo al aire y todo morenito.
—Tonta.
—¡No sabía que hablabas de nuestras intimidades con Kitty!
—¡Estuviste leyendo mis mensajes!
—¡Qué pena! :-( Vos no pudiste porque los míos se borran ni bien llegan o los envío. ¿Encontraste algo interesante?
—No, sos muy ordenadita. ¿Qué estabas haciendo? Yo ya estoy acostada, pero como dormí toda la tarde no tengo sueño.
—Yo también estoy acostada y también dormí toda la tarde y tampoco tengo sueño. Estoy trabajando un poco desde mi ordenador.
—Perdón por mi mal humor de todo el día.
—No te preocupes, Britt, me gustás enojada también. Yo espero que nunca me veas de mal humor, porque no sé si te gustaré tanto.
—Me encantás de todas maneras, San, no creo que vayas a dejar de gustarme en estado de enajenación. En realidad, creo que es una faceta tuya que me encantaría descubrir.
—Vos también me gustás de todas formas.
—San, no estaba en mis planes conocerte. Sé que lo que hay entre nosotras no es una relación, pero este fin de semana se ha parecido mucho a eso, con otras parejas a nuestro alrededor, compartiendo nuestra intimidad. Y sumado al encuentro con Lauren y la defensa que hiciste de mi honor, me sentí protegida, no sola como me encuentro siempre. Después llegamos e hicimos el amor y me desperté abrazada a vos... San, me gustás mucho, quizá más de lo que deberías. Perdón nuevamente por haber estado de tan mal humor, creo que no he sabido manejar bien mis sentimientos.
Necesitaba abordar el tema de alguna forma. Volvió a cerrar los ojos, su corazón palpitaba con fuerza. La respuesta tardó en llegar, pero cuando vio lo extensa que era, respiró:
—Lo sé, Britt-Britt. Entiendo todo lo que me decís, porque me pasa lo mismo. Creo que vos y yo este fin de semana compartimos demasiado nuestra intimidad. Esta mañana, mientras dormías y te miraba, pensaba sobre ello. Y también creo que no es bueno que estemos sintiendo estas cosas. No puedo ofrecerte una relación estable, Britt, y creeme que me encantaría que así fuera. Creo que sos muy inteligente y muy bonita, lo que te convierte en una persona sumamente interesante. Eso, combinado con tu sensualidad, te hace alguien irresistible. De hecho, sos irresistible para mí, Britt, pero quiero ser sincera con vos en todos los aspectos. Por momentos, tampoco sé cómo gestionar esto que me pasa y por eso te reclamo sin sentido y me creo tu dueña, más de lo que lo soy. Y soy consciente de que eso también hace que te confundas.
—¿Por qué decís que no podés tener una relación estable? ¿No podés o no querés? (San, por favor, contestame.)
—Creo que no es serio hablar de esto por mensajes. No es mi estilo, aunque supongo que es más fácil para ambas. No puedo ni quiero, Britt. Es un rollo mío que no entenderías. Dejemos las cosas como están, preciosa, por favor. No puedo decirte más. Creeme cuando te digo que mi vida es muy complicada.
—¿Qué querés decir con que «dejemos las cosas como están»? ¿Que hasta acá llegamos? ¿Que todo se termina? ¿Que sigamos como hasta ahora?
—Lo que vos quieras, Britt.
Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Brittany se limpió un poco los ojos para poder seguir escribiendo, veía la pantalla borrosa.
—¿Y vos qué querés, San? Yo sé lo que quiero.
—Yo también sé lo que quiero... quiero estar con vos de la misma manera en que vos querés estar conmigo, pero no se puede.
— San, ¿estás casada o comprometida?
—Sabía que ibas a preguntármelo. NO, NADA DE ESO.
—Entonces, no te entiendo. Decís sentir cosas por mí, pero ¿qué es lo que te impide abrirme tu corazón? ¿Acaso estás enferma?
Brittany recordó la conversación en que habían hablado del cáncer y tuvo pánico a su respuesta.
—NO, TAMPOCO. DEJÁ DE PENSAR EN ESAS COSAS.
—Quiero entenderte, San. Estás libre, sana... Entonces, ¿no te gusto?
Sus lágrimas, en ese punto, ya eran incontenibles.
—Mejor lo hablamos mañana, a la hora del almuerzo. Nos vamos a comer juntas a otro lugar, no donde vamos siempre, y lo hablamos, Britt. ¿Sí?
—No, San, no, no me dejes así. No me importa hablarlo por teléfono o cara a cara, pero, por favor, no te vayas. Seguí acá conmigo. Estuve todo el día muy angustiada. No me dejes así.
El teléfono sonó de repente. Era Santana y Brittany contestó con un hilito de voz.
—Sabía que estabas llorando, no quiero que te sientas así.
—No puedo, San, no puedo—le dijo sollozando—Creeme que intenté, por todos los medios, poner mi mente en blanco y separar mis sentimientos para dejarme llevar por el momento, pero no puedo. No sé lo que me hiciste, ya sé que es muy pronto, incluso no estoy segura de lo que siento, si es verdad lo que quiero o no, pero todo es con vos. No sé si sos sólo un capricho, pero sí que estás en mis pensamientos y en mi piel constantemente. Te apoderaste de mis sentidos y supongo que sabés que no te estoy mintiendo porque leíste mis mensajes con Kitty. A esta altura, es una tontería no decírtelo. Te quiero, San. Ya está, ya te lo dije y si querés olvidarte de mí lo entenderé. Pero, por favor, dame una explicación coherente para poder cerrar esta historia.
Brittany terminó la frase sollozando sin sentido y sin aliento, no podía parar.
—Me estás partiendo el corazón en mil pedazos. Maldita la hora en que nos conocimos, no quiero hacerte sufrir. No soy una mierda aunque lo parezca. También tengo sentimientos y quiero que te calmes para que mañana lo podamos hablar más tranquilas—hizo una pausa esperando a que se serenara—Britt, quisiera estar ahí para poder abrazarte. No quiero que te sientas mal y menos por mi culpa. Yo también te quiero, tal vez no de la manera en que vos lo necesitás, pero no soy tan insensible como para no sentir nada por la persona con la que estoy compartiendo tanta intimidad. No llores más, por favor.
La voz de Santana parecía sincera y le estaba suplicando. Brittany intentó respirar hondo.
—Está bien, perdón por el berrinche. No soy una niña caprichosa... hasta yo me desconozco. Soy consciente de que soy una persona adulta y no estoy actuando como tal.
—No pienso nada de eso. Me gustás tal y como sos y no te apenes, sólo quiero saber que estás mejor o, al menos, más calmada.
—Sí—le dijo Brittany entre suspiros—, Lo estoy.
—¿Mejor o más calmada?
—Más calmada.
—Bien, quiero que descanses, que duermas y que no pienses en nada más por hoy. Mañana hablamos, ¿de acuerdo?
—Sí, San.
Brittany sabía que no iba a poder dejar de pensar, pero no fue capaz de decírselo.
—¿Puedo cortar, entonces?
—Una cosa más.
—¿Qué?
—¿Por qué Tana?
Santana se rió.
—Así me dicen desde que era pequeña.
—Es tierno, bueno hasta mañana, que descanses.
—Hasta mañana, te mando un beso, Britt-Britt.
—Beso.
Brittany colgó.
No tenía sentido seguir estirando el asunto o se pondría a llorar de nuevo.
Volvió a mirar todas las fotos del móvil otra vez y se durmió, entre sollozos y suspiros.
La angustia y el cansancio la habían vencido.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
I Like!!! Me gusta mucho esta adaptación besos y abrazos cibernéticos...
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Pobre britt...
paroan* - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 01/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
ahora si estoy que me llevan los demonios, pq carajo santana no pde corresponderle a brittany, faltara mucho para saberlo?
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
holap morra,...
este cap,.. me dio duro,,,!!!
entiendo perfectamente lo que siente san,....
jodidamente complicada una relacion asi,...
nos vemos,..
PD; ammm face si tu quieres,...!!!
no te preocupes también me tomo a chiste lo de mis operaciones,... tengo un humor medio raro jajaja para bajar la tensión del momento,.. aunque a mi ex y mi familia no les gusta y me mandan a la mierda antes del sermón de todo ya sabes,...
este cap,.. me dio duro,,,!!!
entiendo perfectamente lo que siente san,....
jodidamente complicada una relacion asi,...
nos vemos,..
PD; ammm face si tu quieres,...!!!
no te preocupes también me tomo a chiste lo de mis operaciones,... tengo un humor medio raro jajaja para bajar la tensión del momento,.. aunque a mi ex y mi familia no les gusta y me mandan a la mierda antes del sermón de todo ya sabes,...
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Bah! -.- en serio que es tonta Britt... yo seguro le dejo los dientes en la garganta!
Aparte a Santana que le importa lo que hable con sus amigas? ¿O acaso tiene que pedirle permiso hasta para respirar? >:c
como vez no me agrada mucho... & si, entiendo los celos pero no de este tipo.... es tan..... ENFERMIZO!
Aparte, claramente a Santana le interesa el sexo demasiado...
no se.... yo solo odio las adaptaciones hetero, son tan desesperantes!!!! Hasta me imagino auna de ellas con una cosa entre las piernas xD
Pero cuando son de verdad les o así se ve más.... diferente & no enfermizo, en cuanto a personalidad y eso....
Ahh, ya me voy si no sigo con mi diarrea verbal xD
Aparte a Santana que le importa lo que hable con sus amigas? ¿O acaso tiene que pedirle permiso hasta para respirar? >:c
como vez no me agrada mucho... & si, entiendo los celos pero no de este tipo.... es tan..... ENFERMIZO!
Aparte, claramente a Santana le interesa el sexo demasiado...
no se.... yo solo odio las adaptaciones hetero, son tan desesperantes!!!! Hasta me imagino auna de ellas con una cosa entre las piernas xD
Pero cuando son de verdad les o así se ve más.... diferente & no enfermizo, en cuanto a personalidad y eso....
Ahh, ya me voy si no sigo con mi diarrea verbal xD
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Insisto esto no pinta para nada bien!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Lucy LP escribió:I Like!!! Me gusta mucho esta adaptación besos y abrazos cibernéticos...
Hola, jajajaajaj espero y siga así entonces jajajajjaj. Igual! Saludos =D
paroan escribió:Pobre britt...
Hola, mmm sip =/ esperemos y las cosas mejoren. Saludos =D
micky morales escribió:ahora si estoy que me llevan los demonios, pq carajo santana no pde corresponderle a brittany, faltara mucho para saberlo?
Hola, jajaajajaj aiii esa san! tan cabeza dura ¬¬ mm voy adaptando al día, pero por lo que me acuerdo al leerlo mm como 4 o 6 caps mas... creo =P Saludos =D
3:) escribió:holap morra,...
este cap,.. me dio duro,,,!!!
entiendo perfectamente lo que siente san,....
jodidamente complicada una relacion asi,...
nos vemos,..
PD; ammm face si tu quieres,...!!!
no te preocupes también me tomo a chiste lo de mis operaciones,... tengo un humor medio raro jajaja para bajar la tensión del momento,.. aunque a mi ex y mi familia no les gusta y me mandan a la mierda antes del sermón de todo ya sabes,...
Hola lu, =O de vrdd¿? no lo he vivido, pero por lo que se lee sip, lo es =/ Saludos =D
Pd: sii es lo mejor no¿? jajajajaajaj. Al al tiempo buena cara, no¿? Jajajaajajajajaa "me mandan a la mierda" jaajajaj suele pasar jaajjaajaj.
Elita escribió:Bah! -.- en serio que es tonta Britt... yo seguro le dejo los dientes en la garganta!
Aparte a Santana que le importa lo que hable con sus amigas? ¿O acaso tiene que pedirle permiso hasta para respirar? >:c
como vez no me agrada mucho... & si, entiendo los celos pero no de este tipo.... es tan..... ENFERMIZO!
Aparte, claramente a Santana le interesa el sexo demasiado...
no se.... yo solo odio las adaptaciones hetero, son tan desesperantes!!!! Hasta me imagino auna de ellas con una cosa entre las piernas xD
Pero cuando son de verdad les o así se ve más.... diferente & no enfermizo, en cuanto a personalidad y eso....
Ahh, ya me voy si no sigo con mi diarrea verbal xD
Hola, ajajaj no dicen que cuando nos enamoramos nos volvemos tontos¿? jaajajajajajajajaajaj, jajajaajajaja pobre san en ese caso ajajajajaja xD Aiii san, no la quiere para ella, pero no quiere que sea de otros xD jajajaajajaj. Jajajajajaja no, vrdd¿? jaajajajaj en todo caso ajajajajjaj. Jajajajajaajaj latina, sangre caliente y esas cosas jajajajaajajaja. Jajajajajajajaajajajajajajajajajajaajajajajajajaja xD la vrdd a mi no me a pasado XD o puede que no lo adapte tan bn por eso te pasa eso xD mi culpa lo siento. Jajajaj no esta bn que digas lo que piensas, cada uno tiene su opinión y ai q respetar. Saludos =D
monica.santander escribió:Insisto esto no pinta para nada bien!!!!
Saludos
Hola, por lo que se va sabiendo no vrdd¿? esperemos y equivocarnos =/ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 12
Capitulo 12
Brittany se despertó con un fuerte dolor de cabeza, así que se levantó directa a tomarse un ibuprofeno. Sintió vergüenza de sí misma al recordar la conversación telefónica de la noche anterior, se consideró infantil.
Pasó por el espejo del baño y vio que tenía unas ojeras que no iba a poder tapar ni con tres kilos de corrector. Se dio una ducha corta y se vistió con presteza.
Decidió realzar su imagen con un vestido rojo entallado, fruncido a la altura del pecho y que caía en un drapeado en las caderas. Dedujo que el color disimularía su rostro demacrado, eligió unos zapatos de tacón negro con suela roja y un collar de piedras negras que caía por encima del escote.
Estaba casi lista cuando su móvil vibró, interrumpiendo los últimos retoques al maquillaje. Le había llegado un whatsapp de Santana.
—¡Buenos días!
—¡Hola, buenos días!
Una sonrisa estúpida se apoderó de su cara.
—¿Dormiste bien?
—Sí, finalmente pude hacerlo, quedate tranquila, estoy mejor. Gracias por preguntar.
—A mí también me costó dormirme, me pasé la noche pensando.
Brittany quiso no haber leído esa última frase.
—No quiero parecer grosera, pero no me gustaría llegar tarde al trabajo. Además se supone que, si voy a ocupar el puesto de Natalia, debo dar el ejemplo. Aún me falta terminar de maquillarme y debería estar saliendo en quince minutos.
—Perfecto, sólo quería darte los buenos días, ¿de verdad estás bien?
—Sí, San, no te preocupes más. Me encanta que me des los buenos días, me mal acostumbrás.
—Me encanta hacerlo. Te llamo cuando esté llegando para esperarte y subir juntas a la oficina.
—Dale. Besito.
—Beso, no salgas apurada, por favor. Conducí con cuidado.
—Sí, no te inquietes.
Definitivamente, un color estridente y un buen maquillaje podían hacer milagros y ni hablar de unos cuantos mensajes prometedores de Santana.
Estaba llegando a Mindland cuando sonó su teléfono y, como tenía el manos libres conectado, atendió la llamada.
—¡Llegué!—le informó Santana.
—Estoy a pocas calles, no tardo.
—De acuerdo, te espero en el coche.
Santana aguardó en la entrada y Artie se paró justo donde había lugar para que Brittany aparcara.
Cuando Brittany detuvo el coche, Santana se bajó y se cambió al suyo, impidiendo que Brittany bajara. El chófer de Santana se marchó en seguida.
—Buenos días—la saludó y, acto seguido, le estampó un tremendo besazo que la dejó sin aliento.
Tenía un aspecto impecable, llevaba puesto un traje gris de diseño ceñido a su cuerpo que le quedaba de infarto.
—¡San! ¡Pueden vernos!—Brittany miró hacia todos lados.
—Los vidrios son oscuros, no se ve nada. Además, no sabés las ganas que tenía de darte un beso—le confesó Santana, mientras pensaba en lo mucho que le había costado anoche no ir hasta su casa.
—Claro, a vos no te importa. Pero no pensaste que, cuando te marches, de la que van a reírse y de la que hablarán será de mí.
Santana volvió a darle otro beso para hacerla callar, sin importarle lo que acababa de decirle.
—No quiero pelear, hoy no, Britt, por favor. Con lo de ayer fue suficiente. Es más, necesito que arranques el puto coche y nos vayamos a tu departamento o al hotel. Quiero perderme en vos—y la miró fijamente—Sólo eso quiero.
—Hay mucho trabajo—le dijo Brittany con voz tentadora.
En realidad, Brittany ansiaba lo mismo.
—Soy la jefa—le guiñó un ojo mientras notaba que su entrepierna empezaba a latir con fuerza y humedad.
—San, esto no es lógico.
—Pero es lo que queremos, ¿no?—se quedó mirándola—Britt, si no querés que me ponga así, ¿para qué te vestís de esa forma? ¡Vámonos de una vez de acá!
Brittany apretó el botón de arranque y su Volkswagen cobró vida de nuevo. Santana se abrochó el cinturón de seguridad y reposó la mano sobre la pierna de Brittany, le levantó el vestido y comenzó a acariciarle los muslos.
—Si querés que lleguemos, no me desconcentres.
—Britt-Britt, sos inesperada. Eso es lo que me gusta de vos, Britt. Con vos, jamás es aburrido.
El tráfico de la mañana era denso. Aunque horas atrás había considerado a Santana alguien inalcanzable, volátil e indiferente, ahora la tenía a su lado y le resultaba todo lo contrario, la veía real, verosímil y febril.
Santana tocó la pantalla del equipo de sonido y empezaron a oírse las notas de la canción Your body. Brittany le cantó el estribillo y sonrió:
All I wanna do is love your body
Oooooh, ooooh, oooooh, oooooooh
Tonight’s your lucky night,
I know you want it
Oooooh, ooooh, oooooh, oooooooh
Dispuesta como siempre a ese tonteo, Santana hizo una pantomima para indicarle que le entregaba todo su cuerpo.
«Ay, maldita, sos tan sensual. No aguanto más, quiero devorarte entera, morena—pensó Brittany—¡Maldición! ¿Es que vamos a pillar todos los semáforos en rojo?»
La neoyorquina se rió, era obvio que Brittany estaba igual de ansiosa. No le quitaba el ojo de encima, la recorría de pies a cabeza con la mirada.
—Aun no entiendo cómo podemos conducir con tacones.
—Es cuestión de práctica.
—Somos increíbles.
—Sí.
—You look really hot! Debo reconocerlo.
—Aduladora. No es necesario que sigas piropeándome. Ya estás cerca de conseguir lo que querés, casi llegamos.
Santana le enseñó una vez más su sonrisa de ángel-demonio y sus perfectos hoyuelos y Brittany creyó levitar.
La ansiedad mutua era palpable.
Brittany accionó el portón del garaje e introdujo el coche. Santana bajó antes y la esperó para alcanzarle el bolso, la abrazó y le dio un beso.
—¡Ya falta menos! Sólo nos queda subir en el ascensor—exclamó Santana con entusiasmo.
—Parece que estás apurada, López.
—No te imaginás cuánto. Quiero borrar toda esa basura que nos malogró el día de ayer, necesito vivir cada día como si fuera el último. Escuchá bien, Britt, cada día—le resaltó y aclaró—Y no estoy diciendo cuándo será el último, ¿me explico?
Brittany se quedó anonadada, intentando dar el mismo sentido que Santana a sus palabras.
Mientras Santana llamaba al ascensor, Brittany buscó las llaves del departamento.
—¿Ansiosa también?
—Mucho.
—Te aseguro que no más que yo—le susurró Santana.
Entraron en el ascensor y, como la urgencia era mutua, comenzaron a besarse y a tocarse. Brittany tenía el vestido levantado a la altura de sus muslos, mientras Santana le lamía la boca y hundía los dedos en sus nalgas.
—Puede subir alguien—advirtió Brittany en un arranque de cordura.
—No va a subir nadie—le contestó Santana entre beso y beso.
—Ah, sí, ¿cómo lo sabés?
—Sencillamente, porque no puedo parar.
Llegaron al piso del departamento, Brittany se bajó el vestido y, entre risas, recorrieron el pasillo. Al entrar, Santana ya tenía más de la mitad de lso botones desabrochados, dejó los maletines en el sofá del salón, se quitó la americana y la colgó en una de las sillas.
Brittany había desaparecido de su vista, metida en su pequeño estudio para elegir una canción, ya que quería que le hiciera el amor con música. Buscó una que marcara la intensidad del momento y calmara su urgencia. Al final se decidió por Fix you, la puso en modo repetición y salió.
—¿Estamos exigentes hoy?—le preguntó Santana, la tomó entre sus brazos y comenzó a moverse al ritmo de la música.
Brittany supo que no existía mejor lugar donde cobijarse que entre sus brazos.
—¿Por qué lo decís?
—Basta con oír el ritmo de esta canción. ¿Alguna razón en especial para elegirla?
—La razón que vos quieras, San.
Santana apoyó su frente en la de Brittany, inspiró y espiró profundamente y comenzó a cantar:
When you lose something you can’t replace
When you love someone, but it goes to waste Could it be worse?
La miró por unos instantes y luego descansó sus carnosos labios en los de Brittany. Sus besos eran dulces y suaves, se apartó de su boca para embriagarse con el aroma de su pelo. Brittany bajó sus manos, le acarició la espalda y la sintió tensarse. Tímidamente balbuceó en su oído:
When you’re too in love to let it go
If you never try, then you’ll never know
Just what you’re worth
Santana comenzó con la hábil y sensual tarea de bajarle la cremallera del vestido y, de inmediato, Brittany experimentó una corriente de electricidad que le recorrió el cuerpo. Sólo Santana conseguía hacerla sentir así, mientras le besaba el cuello con su boca húmeda y lasciva.
Sus manos bullían por tocar su piel desnuda y la excitación de la mujer empezó a adquirir preponderancia. Deslizó el vestido por sus brazos para que cayera a sus pies, la tomó de una mano para que saliera de él y, aprovechando la distancia, le dedicó una mirada lujuriosa que le paralizó los sentidos.
—Dejame mirarte, Britt, dejame grabar en mi mente cada una de tus curvas.
Brittany satisfizo su deseo y la dejó recorrer su cuerpo con su mirada perturbada y luego la invitó a que la siguiera hasta la habitación.
De pie junto a la cama, Santana desabrochaba el resto de su camisa no podía dejar de admirar los ojos de Brittany, que ese día lucían más azules.
Se dejó la camisa abierta y se deshizo de sus tacones y calcetines. Brittany se había sentado en la cama, recostada en sus codos, disfrutando del espectáculo abrumador que era verla desvestirse.
Desabrochó su falda con soltura, pero se la dejo puesta. Se quitó el reloj y los aros y los dejo en la mesa de noche: estaba haciendo tiempo a propósito. Sus ojos estaban fijos en los de ella, Brittany podía sentir cómo aumentaba la humedad de su vagina. Juntó sus piernas en un acto reflejo y las retorció de impaciencia.
Entonces Santana sonrió.
Con lentitud, caminó hasta el diván que estaba a los pies de la cama y ahí dejó su camisa con cuidado, después hizo lo propio con su falda. Sus pezones erectos eran evidentes bajo el sostén, al igual que la humedad en su braga.
Volvió tras sus pasos, se paró nuevamente frente a Brittany y con gracia se quitó la ropa interior, Santana sabía cómo excitarla.
Sin más dilación, Santana se tumbó sobre su cuerpo, arrastrando su sexo sobre Brittany y su humedad dejó un rastro en su pierna, que se retorcía de deseo.
Santana buscó sus labios con ternura, mientras le pellizcaba el pezón con los dedos. Le bajó los tirantes del sostén y le liberó los pechos para aferrarse a ellos, los sostuvo entre sus manos y luego los besó. Rodeó un pezón con su lengua, lo succionó y lo mordió, primero uno y después el otro, mientras se movía encima de ella restregándole su sexo y sus pechos.
—Britt-Britt, te deseo.
—Yo también.
Metió su mano por dentro de la braga y pudo comprobar que los fluidos inundaban su vagina.
—Hum, estás muy húmeda para recibirme, estás empapada. Me encanta tenerte así.
Hundió un dedo en Brittany y lo movió hacia adentro y hacia afuera para enloquecerla. Lo sacó para poder deshacerse de su prenda interior y recorrió con su mano desde el nacimiento de sus pechos hasta su vagina, buscó el clítoris y se quedó expectante, mientras observaba la reacción que su caricia le producía.
La boca de Brittany estaba entreabierta y por ella escapaban grititos y gemidos. De forma involuntaria, su pelvis se contraía por el intenso manoseo. De pronto, Santana suspendió las caricias. La canción que sonaba de fondo había vuelto a empezar y, con ella, comenzaba de nuevo la cadencia de la melodía.
Santana volvió a acariciarla imitando el ritmo de la pieza musical y Brittany a punto estaba de perder la razón. Sin perder tiempo, atacó su boca, se perdió en ella, la recorrió con su lengua, devoró sus labios y luego se acostó de espaldas para pedirle que se subiera encima de ella.
Brittany se sentó sobre su pelvis y se restregó en su sexo con sus dedos enredados en su pelo. Frenética, hundió la nariz en su cuello y se perdió en su fragancia, sabiendo que difícilmente la apreciaría en otra persona. Con locura, atacó su boca moviendo su lengua de forma despiadada para saborearla una vez más.
Los besos de Brittany desataron la irracionalidad en Santana.
La mantenía sujeta por el trasero y hundía los dedos en sus nalgas, probó con unas palmaditas y luego las volvió a apretar hasta causarle dolor. Rápidamente, le desabrochó el sujetador y la aprisionó con su abrazo, necesitaba sentir cómo sus senos se aplastaban contra los suyos.
Salvo por los zapatos, su cuerpo estaba totalmente desnudo y Brittany no pensaba quitárselos, porque a Santana le excitaba verla así. Sus piernas estaban enredadas y ningún contacto parecía ser suficiente para calmar su ansiedad.
Esa mujer causaba un verdadero desbarajuste en Santana, la sujetó por el pelo, lo separó y lo tironeó para llevarle la cabeza hacia atrás. Transformada por su excitación, le mordió la barbilla y el lóbulo de la oreja.
—Britt, me quitás la voluntad. Cuando te tengo entre mis brazos, no puedo pensar con claridad.
—Ejercés el mismo poder sobre mí, San. Sólo ansío perderme en tus caricias.
Giró, arrastrando a Brittany con ella, y la dejó bajo su cuerpo. Por fin, se acomodó para unir sus sexos, mientras la miraba.
—San—susurró Brittany.
Era realmente poderosa, porque con sólo pronunciar su nombre, se derretía.
—Britt, tu vagina está muy caliente, puedo sentirla y me enloquece.
Comenzó a moverse y de su boca, escapaban gemidos roncos y agónicos.
—Vos estás muy caliente y húmeda, también puedo sentirte.
—Sí, Britt, estoy tan húmeda por ti. Necesito alivio, no doy más.
La música aceleró su ritmo y Santana también incrementó el de sus embestidas. Engulló el cuerpo de Brittany y se perdió en el momento, junto a Brittany.
Se corrieron mientras se besaban.
Santana gritó mientras mordisqueaba sus labios, Brittany le clavó las uñas en la espalda sin darse cuenta y chocó su pelvis con fuerza contra la suya, para juntar sus humedades.
Agotada, quedó inerte bajo el cuerpo de la morena. La intensidad del orgasmo la había adormecido y se sentía embotada.
Santana levantó su cara para mirarla, aún junto a Brittany, le apartó el pelo y le acarició el rostro.
—¿Estás bien?
—Paralizada, exhausta.
Santana se rió y dejó caer nuevamente su peso sobre el cuerpo de Brittany.
—Estoy igual, Britt-Britt. No tengo más fuerzas. Me quitaste toda la que tenía, me siento como si me hubiera pasado una apisonadora por encima.
Pasó por el espejo del baño y vio que tenía unas ojeras que no iba a poder tapar ni con tres kilos de corrector. Se dio una ducha corta y se vistió con presteza.
Decidió realzar su imagen con un vestido rojo entallado, fruncido a la altura del pecho y que caía en un drapeado en las caderas. Dedujo que el color disimularía su rostro demacrado, eligió unos zapatos de tacón negro con suela roja y un collar de piedras negras que caía por encima del escote.
Estaba casi lista cuando su móvil vibró, interrumpiendo los últimos retoques al maquillaje. Le había llegado un whatsapp de Santana.
—¡Buenos días!
—¡Hola, buenos días!
Una sonrisa estúpida se apoderó de su cara.
—¿Dormiste bien?
—Sí, finalmente pude hacerlo, quedate tranquila, estoy mejor. Gracias por preguntar.
—A mí también me costó dormirme, me pasé la noche pensando.
Brittany quiso no haber leído esa última frase.
—No quiero parecer grosera, pero no me gustaría llegar tarde al trabajo. Además se supone que, si voy a ocupar el puesto de Natalia, debo dar el ejemplo. Aún me falta terminar de maquillarme y debería estar saliendo en quince minutos.
—Perfecto, sólo quería darte los buenos días, ¿de verdad estás bien?
—Sí, San, no te preocupes más. Me encanta que me des los buenos días, me mal acostumbrás.
—Me encanta hacerlo. Te llamo cuando esté llegando para esperarte y subir juntas a la oficina.
—Dale. Besito.
—Beso, no salgas apurada, por favor. Conducí con cuidado.
—Sí, no te inquietes.
Definitivamente, un color estridente y un buen maquillaje podían hacer milagros y ni hablar de unos cuantos mensajes prometedores de Santana.
Estaba llegando a Mindland cuando sonó su teléfono y, como tenía el manos libres conectado, atendió la llamada.
—¡Llegué!—le informó Santana.
—Estoy a pocas calles, no tardo.
—De acuerdo, te espero en el coche.
Santana aguardó en la entrada y Artie se paró justo donde había lugar para que Brittany aparcara.
Cuando Brittany detuvo el coche, Santana se bajó y se cambió al suyo, impidiendo que Brittany bajara. El chófer de Santana se marchó en seguida.
—Buenos días—la saludó y, acto seguido, le estampó un tremendo besazo que la dejó sin aliento.
Tenía un aspecto impecable, llevaba puesto un traje gris de diseño ceñido a su cuerpo que le quedaba de infarto.
—¡San! ¡Pueden vernos!—Brittany miró hacia todos lados.
—Los vidrios son oscuros, no se ve nada. Además, no sabés las ganas que tenía de darte un beso—le confesó Santana, mientras pensaba en lo mucho que le había costado anoche no ir hasta su casa.
—Claro, a vos no te importa. Pero no pensaste que, cuando te marches, de la que van a reírse y de la que hablarán será de mí.
Santana volvió a darle otro beso para hacerla callar, sin importarle lo que acababa de decirle.
—No quiero pelear, hoy no, Britt, por favor. Con lo de ayer fue suficiente. Es más, necesito que arranques el puto coche y nos vayamos a tu departamento o al hotel. Quiero perderme en vos—y la miró fijamente—Sólo eso quiero.
—Hay mucho trabajo—le dijo Brittany con voz tentadora.
En realidad, Brittany ansiaba lo mismo.
—Soy la jefa—le guiñó un ojo mientras notaba que su entrepierna empezaba a latir con fuerza y humedad.
—San, esto no es lógico.
—Pero es lo que queremos, ¿no?—se quedó mirándola—Britt, si no querés que me ponga así, ¿para qué te vestís de esa forma? ¡Vámonos de una vez de acá!
Brittany apretó el botón de arranque y su Volkswagen cobró vida de nuevo. Santana se abrochó el cinturón de seguridad y reposó la mano sobre la pierna de Brittany, le levantó el vestido y comenzó a acariciarle los muslos.
—Si querés que lleguemos, no me desconcentres.
—Britt-Britt, sos inesperada. Eso es lo que me gusta de vos, Britt. Con vos, jamás es aburrido.
El tráfico de la mañana era denso. Aunque horas atrás había considerado a Santana alguien inalcanzable, volátil e indiferente, ahora la tenía a su lado y le resultaba todo lo contrario, la veía real, verosímil y febril.
Santana tocó la pantalla del equipo de sonido y empezaron a oírse las notas de la canción Your body. Brittany le cantó el estribillo y sonrió:
All I wanna do is love your body
Oooooh, ooooh, oooooh, oooooooh
Tonight’s your lucky night,
I know you want it
Oooooh, ooooh, oooooh, oooooooh
Dispuesta como siempre a ese tonteo, Santana hizo una pantomima para indicarle que le entregaba todo su cuerpo.
«Ay, maldita, sos tan sensual. No aguanto más, quiero devorarte entera, morena—pensó Brittany—¡Maldición! ¿Es que vamos a pillar todos los semáforos en rojo?»
La neoyorquina se rió, era obvio que Brittany estaba igual de ansiosa. No le quitaba el ojo de encima, la recorría de pies a cabeza con la mirada.
—Aun no entiendo cómo podemos conducir con tacones.
—Es cuestión de práctica.
—Somos increíbles.
—Sí.
—You look really hot! Debo reconocerlo.
—Aduladora. No es necesario que sigas piropeándome. Ya estás cerca de conseguir lo que querés, casi llegamos.
Santana le enseñó una vez más su sonrisa de ángel-demonio y sus perfectos hoyuelos y Brittany creyó levitar.
La ansiedad mutua era palpable.
Brittany accionó el portón del garaje e introdujo el coche. Santana bajó antes y la esperó para alcanzarle el bolso, la abrazó y le dio un beso.
—¡Ya falta menos! Sólo nos queda subir en el ascensor—exclamó Santana con entusiasmo.
—Parece que estás apurada, López.
—No te imaginás cuánto. Quiero borrar toda esa basura que nos malogró el día de ayer, necesito vivir cada día como si fuera el último. Escuchá bien, Britt, cada día—le resaltó y aclaró—Y no estoy diciendo cuándo será el último, ¿me explico?
Brittany se quedó anonadada, intentando dar el mismo sentido que Santana a sus palabras.
Mientras Santana llamaba al ascensor, Brittany buscó las llaves del departamento.
—¿Ansiosa también?
—Mucho.
—Te aseguro que no más que yo—le susurró Santana.
Entraron en el ascensor y, como la urgencia era mutua, comenzaron a besarse y a tocarse. Brittany tenía el vestido levantado a la altura de sus muslos, mientras Santana le lamía la boca y hundía los dedos en sus nalgas.
—Puede subir alguien—advirtió Brittany en un arranque de cordura.
—No va a subir nadie—le contestó Santana entre beso y beso.
—Ah, sí, ¿cómo lo sabés?
—Sencillamente, porque no puedo parar.
Llegaron al piso del departamento, Brittany se bajó el vestido y, entre risas, recorrieron el pasillo. Al entrar, Santana ya tenía más de la mitad de lso botones desabrochados, dejó los maletines en el sofá del salón, se quitó la americana y la colgó en una de las sillas.
Brittany había desaparecido de su vista, metida en su pequeño estudio para elegir una canción, ya que quería que le hiciera el amor con música. Buscó una que marcara la intensidad del momento y calmara su urgencia. Al final se decidió por Fix you, la puso en modo repetición y salió.
—¿Estamos exigentes hoy?—le preguntó Santana, la tomó entre sus brazos y comenzó a moverse al ritmo de la música.
Brittany supo que no existía mejor lugar donde cobijarse que entre sus brazos.
—¿Por qué lo decís?
—Basta con oír el ritmo de esta canción. ¿Alguna razón en especial para elegirla?
—La razón que vos quieras, San.
Santana apoyó su frente en la de Brittany, inspiró y espiró profundamente y comenzó a cantar:
When you lose something you can’t replace
When you love someone, but it goes to waste Could it be worse?
La miró por unos instantes y luego descansó sus carnosos labios en los de Brittany. Sus besos eran dulces y suaves, se apartó de su boca para embriagarse con el aroma de su pelo. Brittany bajó sus manos, le acarició la espalda y la sintió tensarse. Tímidamente balbuceó en su oído:
When you’re too in love to let it go
If you never try, then you’ll never know
Just what you’re worth
Santana comenzó con la hábil y sensual tarea de bajarle la cremallera del vestido y, de inmediato, Brittany experimentó una corriente de electricidad que le recorrió el cuerpo. Sólo Santana conseguía hacerla sentir así, mientras le besaba el cuello con su boca húmeda y lasciva.
Sus manos bullían por tocar su piel desnuda y la excitación de la mujer empezó a adquirir preponderancia. Deslizó el vestido por sus brazos para que cayera a sus pies, la tomó de una mano para que saliera de él y, aprovechando la distancia, le dedicó una mirada lujuriosa que le paralizó los sentidos.
—Dejame mirarte, Britt, dejame grabar en mi mente cada una de tus curvas.
Brittany satisfizo su deseo y la dejó recorrer su cuerpo con su mirada perturbada y luego la invitó a que la siguiera hasta la habitación.
De pie junto a la cama, Santana desabrochaba el resto de su camisa no podía dejar de admirar los ojos de Brittany, que ese día lucían más azules.
Se dejó la camisa abierta y se deshizo de sus tacones y calcetines. Brittany se había sentado en la cama, recostada en sus codos, disfrutando del espectáculo abrumador que era verla desvestirse.
Desabrochó su falda con soltura, pero se la dejo puesta. Se quitó el reloj y los aros y los dejo en la mesa de noche: estaba haciendo tiempo a propósito. Sus ojos estaban fijos en los de ella, Brittany podía sentir cómo aumentaba la humedad de su vagina. Juntó sus piernas en un acto reflejo y las retorció de impaciencia.
Entonces Santana sonrió.
Con lentitud, caminó hasta el diván que estaba a los pies de la cama y ahí dejó su camisa con cuidado, después hizo lo propio con su falda. Sus pezones erectos eran evidentes bajo el sostén, al igual que la humedad en su braga.
Volvió tras sus pasos, se paró nuevamente frente a Brittany y con gracia se quitó la ropa interior, Santana sabía cómo excitarla.
Sin más dilación, Santana se tumbó sobre su cuerpo, arrastrando su sexo sobre Brittany y su humedad dejó un rastro en su pierna, que se retorcía de deseo.
Santana buscó sus labios con ternura, mientras le pellizcaba el pezón con los dedos. Le bajó los tirantes del sostén y le liberó los pechos para aferrarse a ellos, los sostuvo entre sus manos y luego los besó. Rodeó un pezón con su lengua, lo succionó y lo mordió, primero uno y después el otro, mientras se movía encima de ella restregándole su sexo y sus pechos.
—Britt-Britt, te deseo.
—Yo también.
Metió su mano por dentro de la braga y pudo comprobar que los fluidos inundaban su vagina.
—Hum, estás muy húmeda para recibirme, estás empapada. Me encanta tenerte así.
Hundió un dedo en Brittany y lo movió hacia adentro y hacia afuera para enloquecerla. Lo sacó para poder deshacerse de su prenda interior y recorrió con su mano desde el nacimiento de sus pechos hasta su vagina, buscó el clítoris y se quedó expectante, mientras observaba la reacción que su caricia le producía.
La boca de Brittany estaba entreabierta y por ella escapaban grititos y gemidos. De forma involuntaria, su pelvis se contraía por el intenso manoseo. De pronto, Santana suspendió las caricias. La canción que sonaba de fondo había vuelto a empezar y, con ella, comenzaba de nuevo la cadencia de la melodía.
Santana volvió a acariciarla imitando el ritmo de la pieza musical y Brittany a punto estaba de perder la razón. Sin perder tiempo, atacó su boca, se perdió en ella, la recorrió con su lengua, devoró sus labios y luego se acostó de espaldas para pedirle que se subiera encima de ella.
Brittany se sentó sobre su pelvis y se restregó en su sexo con sus dedos enredados en su pelo. Frenética, hundió la nariz en su cuello y se perdió en su fragancia, sabiendo que difícilmente la apreciaría en otra persona. Con locura, atacó su boca moviendo su lengua de forma despiadada para saborearla una vez más.
Los besos de Brittany desataron la irracionalidad en Santana.
La mantenía sujeta por el trasero y hundía los dedos en sus nalgas, probó con unas palmaditas y luego las volvió a apretar hasta causarle dolor. Rápidamente, le desabrochó el sujetador y la aprisionó con su abrazo, necesitaba sentir cómo sus senos se aplastaban contra los suyos.
Salvo por los zapatos, su cuerpo estaba totalmente desnudo y Brittany no pensaba quitárselos, porque a Santana le excitaba verla así. Sus piernas estaban enredadas y ningún contacto parecía ser suficiente para calmar su ansiedad.
Esa mujer causaba un verdadero desbarajuste en Santana, la sujetó por el pelo, lo separó y lo tironeó para llevarle la cabeza hacia atrás. Transformada por su excitación, le mordió la barbilla y el lóbulo de la oreja.
—Britt, me quitás la voluntad. Cuando te tengo entre mis brazos, no puedo pensar con claridad.
—Ejercés el mismo poder sobre mí, San. Sólo ansío perderme en tus caricias.
Giró, arrastrando a Brittany con ella, y la dejó bajo su cuerpo. Por fin, se acomodó para unir sus sexos, mientras la miraba.
—San—susurró Brittany.
Era realmente poderosa, porque con sólo pronunciar su nombre, se derretía.
—Britt, tu vagina está muy caliente, puedo sentirla y me enloquece.
Comenzó a moverse y de su boca, escapaban gemidos roncos y agónicos.
—Vos estás muy caliente y húmeda, también puedo sentirte.
—Sí, Britt, estoy tan húmeda por ti. Necesito alivio, no doy más.
La música aceleró su ritmo y Santana también incrementó el de sus embestidas. Engulló el cuerpo de Brittany y se perdió en el momento, junto a Brittany.
Se corrieron mientras se besaban.
Santana gritó mientras mordisqueaba sus labios, Brittany le clavó las uñas en la espalda sin darse cuenta y chocó su pelvis con fuerza contra la suya, para juntar sus humedades.
Agotada, quedó inerte bajo el cuerpo de la morena. La intensidad del orgasmo la había adormecido y se sentía embotada.
Santana levantó su cara para mirarla, aún junto a Brittany, le apartó el pelo y le acarició el rostro.
—¿Estás bien?
—Paralizada, exhausta.
Santana se rió y dejó caer nuevamente su peso sobre el cuerpo de Brittany.
—Estoy igual, Britt-Britt. No tengo más fuerzas. Me quitaste toda la que tenía, me siento como si me hubiera pasado una apisonadora por encima.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Owww adorables y se aman aunke no kieran reconocerlo
paroan* - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 01/06/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
paroan escribió:Owww adorables y se aman aunke no kieran reconocerlo
Hola, aaaa o no¿? son las mejores! por eso deben estar juntas jajajaajajajajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 13
Capitulo 13
Ese día no regresaron a la oficina.
Por la tarde, estuvieron trabajando desde el departamento, Brittany en su estudio y Santana en la sala con el Mac sobre la mesa baja, desde donde atendió también varias llamadas telefónicas. Luego fueron hasta el hotel para buscar algo de ropa, puesto que Santana pensaba quedarse a dormir esa noche con Brittany.
Cuando salieron del Faena, pasaron por el mercado para hacer algunas compras y surtir un poco la nevera y la alacena de Brittany, que estaban bajo mínimos.
Santana estaba muy entusiasta y Brittany, fascinada con la faceta de la Santana hogareña.
Pasaron por una bodega, donde Santana compró vino, cerveza y champán. Caminar abrazadas o de la mano por las calles de Buenos Aires había apartado todos los fantasmas que los amenazaban.
Por la noche, Santana se ofreció a preparar la cena, pero, como se suponía que quería sorprenderla, la obligó a encerrarse en el dormitorio hasta que todo estuvo listo. Desde ahí, se podía oír el ruido de los cacharros en la cocina. Brittany se sentía exaltada y conmovida por tantas atenciones.
Cuando todo estuvo listo, la fue a buscar a la habitación, le cubrió los ojos con un pañuelo y, cogiéndola por la cintura, la guió hasta el salón. Los ojos oscuros de Santana centelleaban y le daban un aspecto risueño, estaba entusiasmada y expectante con la sorpresa. Brittany experimentó una oleada de placer cuando los aromas de la comida la invadieron. Santana la abrazó por atrás y, con suma delicadeza, le quitó el vendaje.
—¡La cena está servida! ¡Tatachán!—exclamó Santana.
La mesa del comedor estaba puesta de forma especial. Había dispuesto los platos en una esquina, el florero que descansaba a diario en la mesita baja se había transformado en un centro de mesa y las copas de agua y de vino ya estaban llenas. Las velas de los candelabros, que Brittany jamás había podido estrenar porque nunca había tenido una cena romántica, estaban encendidas.
Había cuidado hasta el último detalle y todo estaba increíble e inmejorable.
—¡Sanny!—gritó asombrada.
—¿Te gusta? Es nuestra primera cena romántica.
Brittany no encontraba las palabras, Santana la había dejado muda.
—Todo está... precioso. Vos sos preciosa—le musitó y se aferró a su cuello para atraerla hacia su boca—Me sorprendiste mucho. Gracias. Nunca me habían tratado así, nunca nadie había hecho algo así por mí.
Santana era único en todos los aspectos.
—Pasemos a la mesa, mademoiselle.
Brittany sonrió y se dejó guiar. Santana la acompañó, movió la silla y esperó a que Brittany se sentara para arrimársela, luego ocupó su lugar y levantó la copa de vino para brindar.
—Exquisito, aunque no sé si es buena idea que beba vino blanco, se me sube a la cabeza con facilidad—dijo Brittany en tono de broma.
—Lo recuerdo muy bien—afirmó Santana y se rieron.
En ese momento, Brittany levantó la servilleta del plato para ponerla en su regazo y quedó al descubierto una nota escrita por Santana:
Vivamos cada día como si fuera el último. Tuya, San L.
Brittany no pudo contenerse, se levantó y corrió a besarla mientras la abrazaba con ímpetu.
—Gracias, sos muy especial.
—Vos lo sos, por eso intento ponerme a tu altura.
A pesar de todas las intenciones y todas las palabras bellas que ese día le había dedicado, todo hacía presuponer que Santana había empezado a planear su despedida.
Mientras Santana servía la cena, Brittany leía y releía la tarjeta, y acariciaba las letras con su dedo índice. Sin duda, era un detalle simple pero increíblemente romántico.
Santana había cocinado atún en salsa de limón y salteado unas verduras en wok, todo exquisito. Terminaron de comer, recogieron la mesa, metieron todo en el fregadero de la cocina y, de pronto, sonó el timbre.
—Debe de ser el postre, he pedido crema helada de arándanos y cheesecake con frambuesas—le informó Santana.
Brittany se conmovió con el detalle, Santana le guiñó un ojo, le dio un beso y bajó a recibir el pedido. Mientras esperaba que regresara, Brittany propició el ambiente y apagó todas las luces, menos la lámpara del salón, cerró las cortinas de los ventanales, y luego fue al estudio para preparar una selección de temas.
Cuando volvió a la cocina, encontró a Santana descorchando una botella de La Grande Dame.
—Me gusta Diana Krall—le confesó Santana—, Creo que es una de las mejores cantantes de jazz actuales.
—Sus versiones de clásicos son magníficas. A mí también me encanta—le aseguró Brittany y añadió—Cuando necesito un momento para mí, siempre la escucho.
Santana la tomó en sus brazos y bailaron Fly me to the moon.
—Esta música es muy sensual—afirmó Santana y se besaron por millonésima vez.
Cuando acabó la canción, Santana llenó las copas y le pasó una. Estaba sentada en uno de los rincones del sofá y Brittany, ligeramente recostada en el otro, con las piernas en su regazo. Mientras conversaban, Santana le había quitado los tacones y le masajeaba los pies. Le habló de los problemas financieros que tenía la sede de Chile. Parecía preocupada porque no lograba posicionarse en el mercado.
Santana tenía un máster en Administración de Empresas en la Universidad de Harvard, era inteligente, intuitiva y muy sagaz con los negocios. Brittany había podido comprobarlo durante esa semana, pero de todas formas Brittany se ofreció a mirar los libros, quizá pudiera encontrar algo que a Santana se le hubiera pasado por alto. Santana se mostró muy agradecido por su interés.
—Me parece que he comido demasiado—comentó Brittany—, Creo que me va a costar dormirme—concluyó mientras se desabrochaba el botón de los vaqueros.
—Por eso no hay problema, podemos buscar cómo entretenernos.
Santana le guiñó el ojo con complicidad, se llevó el pie a su boca y se lo mordió. Movilizada por la tentación, se colocó a horcajadas encima de Santana y se acurrucó en su cuello.
—Fue un día magnífico, Hoyuelitos, me consentiste mucho durante toda la jornada.
—A mí también me pareció un regalo.
Le estaba acariciando el cuello y jugando con el pelo de su nuca, cuando sintió en el bolsillo de su pantalón la vibración de su teléfono. Se apartó para que Santana pudiera atender.
—Mummy—dijo Santana.
Brittany le dio un beso en la mejilla y la dejó para darle un poco de privacidad. Entró al vestidor para prepararse la ropa para el día siguiente y le encantó ver el traje de Santana en su armario. Le había hecho sitio para que pusiera otras mudas de ropa que había llevado.
En ese momento, Santana entró y la sorprendió acariciando su ropa, pero no dijo nada.
—Tenemos una pequeña inversión en zapatos y bolsos en tu vestuario.
—Son mi debilidad—reconoció con una risotada—Paso por una tienda, los miro y me llaman, San—bromeó.
—Te llevarías muy bien con mi hermana, se parecen bastante.
—¿Ah, sí?
—Sí—contestó Santana, la abrazó y le dio un sonoro beso.
Brittany se puso una ligera camisola y Santana entró al baño. Cuando Brittany se asomó, estaba lavándose los dientes, había terminado de ducharse y estaba en pijama.
—Permiso.
—Adelante, como si estuvieras en tu baño—se mofó Santana.
Brittany se rió y le dio un beso en el hombro, se situó frente al otro lavamanos, cogió su cepillo y también se lavó los dientes. La naturalidad con que actuaban hacía que Brittany no pudiera detener sus fantasías.
Al regresar al dormitorio, le encantó la imagen de Santana dentro de su cama, sentada contra el respaldo revisando su móvil. Tenía un aspecto soberbiamente femenino, absorta en la pantalla de su teléfono.
Brittany se metió en la cama, sincronizaron las alarmas y se escurrieron entre las sábanas. Frente a frente, enlazaron piernas y brazos, y se miraron con dulzura. Santana soltó una mano para acariciarle el pelo y la cara, estaban tan cerca la una de la otra que sus palabras le soplaron el rostro:
—Es maravilloso tenerte así y saber que podré dormirme con tu olor.
Sus pensamientos volaron mientras la miraba:
«Quiero disfrutarte, ya he comprendido que no soy capaz de evitarte, Britt. No imaginás lo que estás haciendo con este simple mortal, sos una tentación muy difícil de resistir.»
—Es maravilloso poder tenerte acá, en mi camita.
Sus labios comenzaron a vagar por el rostro de Brittany hasta llegar a su boca. Poseer su lengua la dejaba sin aliento, se impuso abandonarlos, porque si seguía besándola así, se correría sólo con sus labios.
Se colocó sobre Brittany y recorrió todo su cuerpo con la boca. Le levantó la camisola por encima de los pechos para dejarlos al descubierto y los rodeó con sus manos. Le besó el vientre, le quitó el picardías y, con una hábil maniobra, la puso boca abajo para pasarle la lengua por la espalda. Comenzó en la nuca y terminó en su sexo, ahí se perdió un buen rato, con tanto desenfreno que llegó a morderle las nalgas.
Terminaron perdidas la una en la otra, con sus cuerpos danzando acompasados y ondulantes. Se estrellaron, fundidas en un embriagante placer que parecía no tener fin. Exhaustas y saciadas, se durmieron.
Durante aquella semana, compartieron varias noches y días en el departamento de Brittany. Parecían estar hechas la una para la otra, se colmaban a atenciones y mimos. Incluso en la oficina, Santana la llamaba a veces con alguna excusa y se encerraban para besarse.
A mediodía, empezaron a comer en el Kansas, un restaurante americano más alejado para refugiarse de las miradas indiscretas del personal de la oficina. Kitty, que sí estaba al tanto de todo, las acompañaba a veces.
Fueron unos días muy intensos y pasaron volando, el tiempo nunca parecía ser suficiente para ellas.
El sábado llegó y fueron a cenar a Chila, un selecto local de Puerto Madero donde Santana había hecho una reserva, tenía planeada una noche especial.
Santana se había cambiado en el hotel y, aunque Brittany había propuesto acercarse al Faena, Santana se negó y pasó a buscarla por su casa. Aún era temprano, así que cuando Santana tocó el timbre, Brittany todavía estaba terminando con su maquillaje. Dejó la puerta abierta para que entrase y, desde el dormitorio, le gritó que se quedara ahí, quería sorprenderla. Había ido de compras por la mañana y todo lo que llevaba puesto era nuevo.
Santana se quedó en la sala pacientemente y, cuando Brittany salió, se quedó deslumbrada.
—¡Guau! Estás hermosa, despampanante, la espera ha valido la pena, Britt-Britt—la aduló mientras le recorría el cuerpo con la mirada—Serán muchas personas las que hoy se darán la vuelta para admirarte, Britt, estás más preciosa que de costumbre—afirmó Santana con entusiasmo.
Brittany se había puesto un vestido negro muy adherido al cuerpo, totalmente drapeado, con un escote irregular y un hombro al descubierto. El borde del escote estaba adornado con una franja plateada y salpicado de piedras negras. La prenda dibujaba sus curvas a la perfección y, combinada con unos zapatos color plata y tacones de charol negro, además de unos pendientes muy largos, hacía que estuviera espectacular. Se había dejado el cabello suelto, pero había marcado algunas ondas en él.
—Vos también estás muy linda. Hum, cómo me gusta tu perfume, San—le dijo hundiendo la nariz en su cuello.
Santana llevaba puesto un vestido rojo entallado, con tacones negros, unos pendientes de diamante, sus labios de color rojo y llevaba el pelo suelto.
—¿Te gusta más el perfume o quien lo lleva puesto?
—Verdaderamente... quien lo lleva, no tengo duda. Pero ese perfume te identifica, San, me embriaga cuando lo huelo—Santana se quedó pensativo y Brittany arremetió—No digas lo que estás pensando, San, me lo imagino.
—¿Ah, sí? A ver, sabelotodo, ¿qué estoy pensando?
—Que no es la primera vez que te lo dicen. Creo que estoy aprendiendo a reconocer tus gestos—Santana frunció la boca y cerró los ojos, pero no contestó—Black eyes, no te atrevas a ser tan engreída, mirá que tengo un buen revés—bromeó Brittany y se rieron.
—Hoy es una noche especial, tengo una sorpresa para vos.
—¿Una sorpresa?—preguntó extrañada.
—Así es, te vas a enterar cuando lleguemos al restaurante. Vámonos ya, Britt, porque tengo ganas de arrancarte ese vestido y, si lo hago, perderemos nuestras reservas.
Artie las esperaba en el coche y les abrió la puerta trasera. Durante el trayecto, Brittany intentó indagar acerca de la sorpresa, pero Santana se mantuvo hermética.
—Cuánta impaciencia, no sabía que fueras tan curiosa.
Santana se mostraba divertida con su curiosidad y jugaba con eso. Brittany odiaba los acertijos porque era demasiado ansiosa, pensaba y pensaba pero no se le ocurría nada. Decidió no hacer más conjeturas absurdas que luego la desilusionaran.
Durante el viaje, Santana mantuvo su mano aferrada y, en más de una ocasión, la llevó hacia sus labios para besarla, estaba muy cariñosa.
Cuando llegaron al restaurante de fama internacional, Artie abrió la puerta para que Santana bajara, se dio la vuelta, abrió la portezuela de Brittany y le extendió la mano para ayudarla a bajar.
—Te llamo cuando estemos por salir, Artie.
—Por supuesto, señorita. Que disfruten de una hermosa cena.
—Muchas gracias—contestaron al unísono.
Brittany alisó su vestido y entraron al local. El lugar tenía exquisitos detalles de diseño, que creaban un espacio íntimo y elegante. El ambiente era cálido y se oía jazz como telón de fondo.
Una simpática señorita con acento caribeño les dio la bienvenida, Santana le indicó su nombre y le informó de que tenían una reserva. De inmediato, la joven recepcionista lo comprobó y las invitó a pasar a un salón exclusivo para tomar una copa antes.
—¿Te gustaría un aperitivo antes de la cena, Britt?
—Sí, me parece bien—le respondió Brittany con una sonrisa deslumbrante y Santana le guiñó un ojo.
Tras una seña de la recepcionista, un camarero se acercó a ellas y las guio hasta el reservado.
Santana exudaba poder y estilo por los poros, sólo bastaba con darle una ojeada a la ropa que vestía para darse cuenta de su rango. Su acento era otra marca que no pasaba desapercibida y, cuando la gente notaba que era extranjera, se deshacían en atenciones. Brittany no podía evitar sentirse una privilegiada a su lado.
El sitio tenía una iluminación tenue, muy sobria, con un tinte minimalista que le confería el confort idóneo. Les facilitaron la carta de la barra y Santana pidió un Bloody Mary, mientras que Brittany se pidió un Dry Martini.
—Bueno, ya estamos acá. ¿Y la sorpresa?
—No seas ansiosa, todo a su debido tiempo—la contuvo Santana, mientras le besaba la punta de la nariz—Cuando pasemos a cenar te enterarás—Brittany hizo un mohín—¿Te gusta el lugar?—preguntó Santana.
—Me parece bellísimo. Había oído hablar mucho de él, pero jamás había venido. Esperemos que la comida sea tan buena como la decoración.
Entonces Santana se acercó a su oído y le susurró:
—¿Recordás que la última vez que salimos a cenar nos quedó algo pendiente con el baño?
—San, estás bromeando, ¿verdad?—se ruborizó Brittany y miró hacia todos lados mientras bebía de su copa.
—¿A vos qué te parece? Te dije que no me olvidaría.
Brittany abrió los ojos como platos, porque entendió que Santana no bromeaba. De pronto se sintió excitada, juntó aún más sus piernas e intentó bajarse el vestido.
Santana se desternilló de risa.
—¿Excitada?
Brittany le sonrió tímidamente, podía sentir con claridad los latidos de su vulva.
—Britt-Britt, no te imaginás cómo estoy yo sólo de pensarlo, no te sientas culpable, por favor.
La propuesta quedó flotando en el aire una vez más.
Después de terminarse los cócteles, pasaron a la mesa, guiadas por el camarero. Desde donde estaban sentadas tenían una vista maravillosa del dique. Revisaron la carta, pidieron la comida y se les acercó el sumiller para entregarles la selección de vinos y preguntarles, cordialmente, si necesitaban asesoramiento.
Santana, que en un primer momento dijo que sí, al ver los vinos franceses que ofrecían, no dudó y pidió un Château Pichon Longueville 1997 Cru Classé de Bodega Longueville Paulliac.
—Una excelente elección, señorita, ya que para un buen maridaje con las trufas que pidieron, es necesario que el tinto tenga un añejamiento importante que resalte su sabor.
Trajeron el vino, el sumiller lo descorchó y, respetando los pasos de la cata, hizo probar primero a Brittany, que como toda una experta lo olió, lo movió observando su color y lo llevó a su boca, donde lo mantuvo por unos instantes.
Santana sonrió.
—¿Te gusta?
—Exquisito.
Santana también lo probó y dio su visto bueno. Cuando se quedaron solas, levantó la copa con solemnidad.
—Brindo porque esta noche sea realmente inolvidable, pero también brindo, muy especialmente, por la flamante gerente de finanzas de Mindland. Britt-Britt, estás confirmada en el puesto.
Brittany se quedó atónita, realmente no se lo esperaba. Santana se acercó y le dio un cálido beso.
—¿Cómo?—balbuceó Brittany.
—Sí, Britt, envié los informes de tu trabajo junto con la carta de Natalia y ayer a la noche mi papá me llamó para confirmármelo. Estás aprobada.
—Pero se suponía que la decisión se iba a tomar cuando regresaras a Nueva York.
—Sí, pero Natalia habló conmigo el miércoles pasado y me comunicó que quería trabajar sólo hasta enero, así que hubo que acelerar las decisiones. Eso significa que, cuando regreses de tus vacaciones, tomarás oficialmente posesión del puesto. El lunes convocaré una junta y anunciaré el traspaso.
Brittany seguía muda.
—¡Vaya sorpresa!—atinó a decir.
—¡Felicidades, Britt-Britt!—tomó su mano y la besó—¿Estás contenta?
—Pasmada, San, no me lo esperaba, pero... Por supuesto que estoy feliz. Sos muy mala, lo sabías desde ayer y no me dijiste nada—le hizo un mohín—¿Cómo te aguantaste?
—Precisamente por eso planeé esta cena, Britt, quería darte la noticia en un marco especial.
—El especial sos vos, boba, no hacía falta nada más. Me muero por un beso de esos que tanto me gustan.
—Creo que vas a tener que esperar un poco para eso, porque acá no estaría bien darse uno de esos besos que tanto nos gustan. O, si querés, podemos ir al baño a besuquearnos. ¡Vos decidís!
—Creo que me gustan más los que nos damos en la intimidad ¡y basta ya con el baño!—la amonestó y se rieron.
De primero habían pedido una suave crema de trufas, con huevos, chalotes y morcilla. A la vista, parecía un plato perfecto y, cuando lo probaron, estaba sencillamente exquisito.
—¿Y me aceptaron así, a la primera? ¿Cómo fue?
—No sé los detalles, Britt, porque no he hablado en profundidad con mi papá, pero te digo que el informe de control de gastos y las proyecciones que elaboraste para Chile ayudaron mucho. Sedujiste a mi papá con tu talento, Britt, eso sí me lo dijo.
—¡Guau! Creí que lo de Chile era entre nosotras, nunca supuse que se lo entregarías a él.
—Britt, sos brillante en todo, jamás podría desacreditarte. ¡Cómo no iba a decir que era un rescate tuyo! Y no seas tan humilde, no es un cumplido, es realmente lo que creo.
—Gracias, San—dijo Brittany ruborizada—, Gracias por todo. Gracias por pensar en un momento especial para mí, ¡te voy a extrañar tanto cuando te vayas!
—No hablemos de partidas.
—No hablar de ellas no significa que no existan.
—Sí, pero todavía falta y ya lo solucionaremos—concluyó y, de pronto, dejó de hablar.
—¿El qué?
—Digo que buscaremos la forma de seguir viéndonos.
—¿De verdad, San? Es la primera vez que me hablás del futuro.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se contuvo, la noticia la había afectado claramente.
—Britt, ¿acaso creés que yo no voy a extrañarte? Es obvio que me tenés loca, Brittany, y voy a pensar en vos a todas horas.
Entrelazaron sus dedos y sonrieron de oreja a oreja.
—Me tenés atarantada, así es como estoy todo el día.
—Que te tengo ¿qué?—frunció el cejo, no había entendido el término.
—Atontada, aturdida, mareada, azorada, embobada, me absorbiste el seso, Sanny.
—Entendido, entonces yo estoy igual de atarantada también.
—Pellizcame, por favor, no quiero que sea un sueño.
—Boba, vos sos un sueño para mí, pero un sueño del que disfruto despierta. Como dice nuestra canción, encendiste la luz, me llenaste de fe.
—¿Nuestra canción?
—Para mí es nuestra canción, fue la primera que compartimos cuando nos conocimos, ¿te acordás?
—Por supuesto que me acuerdo, para mí también es nuestra canción, pero no sabía que también la sintieras así. Me gusta que digas nuestra, es bueno que tengamos cosas que compartir más allá de la cama.
—¡Britt, hace dos semanas que vos y yo compartimos más que una cama!
—Lo sé y me encanta, pero también me asusta.
—¿Asustarte? ¿Por qué? ¿Hay algo que no esté haciendo bien?
El plato principal llegó e interrumpió la conversación. Les trajeron un magret de pato prometedor. De pronto, al ver que Santana esa noche estaba muy habladora y muy accesible, Brittany decidió lanzarse.
Necesitaba saber más.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal? Algo que vos también me preguntaste y yo, en su momento, ya te contesté.
—Adelante—le respondió Santana, complaciente.
—¿Cuántas parejas tuviste?
Santana la miró, cogió su copa y bebió un sorbo de vino.
—¿Por qué querés saber eso?—le preguntó lo mismo que Brittany le había dicho a ella en aquella ocasión.
—Por curiosidad, para saber más cosas de tu vida—se justificó.
Santana hizo una pausa, tras la que dijo:
—Como te dije antes he salido con hombres y mujeres, pero me di cuenta que solo me gustaban las mujeres y he salidos con muchas, Britt, no llevo la cuenta.
—A lo que me refiero es a alguien especial, San. ¿Estuviste alguna vez de novia formal?
Santana volvió a sorber de su copa, y resopló.
—Hubo una vez alguien muy especial—admitió, cerró los ojos y asintió con la cabeza, como si recordara, sus pestañas eran un abanico ante sus ojos.
—¿Estabas enamorada?
—Creo que ya me lo preguntaste en Los Castores. Sí, creo que estuve muy enamoradoa—y como hizo hincapié en el muy, Brittany sintió celos de aquella mujer desconocida—Supongo que vos también estuviste muy enamorada de Lauren, ¿no?
—Estábamos hablando de vos y no de mí. Esa vez me contestaste que te habías enamorado una o dos veces.
Santana aún no estaba preparada para reconocer que estaba enamorada de Brittany.
—Es incómodo para mí hablar de esto, Britt... Esa vez dije quizá dos, pero ahora estamos hablando de mis relaciones formales.
—Sé que es incómodo y sí, por supuesto, estuve enamorada de Lauren y te conté por qué se terminó. El recuerdo me hace sentir vulnerable y prefiero olvidar ciertas imágenes. Pero volvamos a vos. ¿Cuánto tiempo estuviste con esa mujer a la que amabas?
—Imagino cómo te sentís.
La compadeció Santana y la tomó de la mano para no contestar mientras pensaba:
«Brittany, no arruines la cena, por favor.»
Intentaba salir del ojo de la tormenta, pero Brittany estaba dispuesta a mantenerse en sus trece. Sentía que era el momento y el lugar adecuado y seguía a la espera de una respuesta.
—Debo confesarte—insistió Santana—Que no me gusta saber que Lauren te generó sentimientos importantes, supongo que es porque soy muy posesiva. Entiendo que pertenece a tu pasado, pero hubiera preferido no conocerla. Aunque, si te digo la verdad, no me parece una competidora. Me he preguntado mil veces qué le viste a esa tipa, Britt. Sos demasiado bonita para ella.
—Me parece estar oyendo a Kitty, ella siempre me decía lo mismo. Pero opino diferente a vos, yo prefiero mil veces tener conocimiento a no saber contra qué batallar. No me molesta saber que sentiste cosas importantes por otra mujer. Bueno, para ser sincera, me genera un poco de celos, pero creo que lo importante es lo que sentís ahora. ¿Por qué terminaste con quien tenías esa relación formal?
—También es un recuerdo que me hace sentir vulnerable, Britt.
Sus ojos se enfrentaron y Santana pensó:
«No me obligues a llamar a Artie para que nos vayamos de acá, Britt.»
Mientras tanto, Brittany, analizaba sus palabras:
«Al menos, dijo “recuerdo.”»
Entonces Santana contraatacó.
—¿Aún debería batallar con Lauren?
—Lauren pertenece a un pasado muerto y enterrado. En cuanto a tu pasado, ¿aún tenés sentimientos por esa persona? ¿Seguís amándola? ¿Vas a contestarme a alguna pregunta? Porque, hasta ahora, no respondiste a ninguna.
—No quiero seguir hablando de esto.
Se estaba cabreando y fue muy cortante, pero Brittany lo interpretó de otro modo.
Siguieron comiendo en silencio, no había sido una buena idea abordar el tema, la comodidad inicial se había vuelto tensa.
«Mierda, ¿por qué no quiere hablar? ¿Aún sentirá cosas por esa mujer? Pero dice que lo tengo atarantada, que buscaremos una forma para seguir viéndonos. Me susurra estrofas de una canción amorosa y pretende no contarme nada de ella, de su vida. ¿A qué juega? ¿Por qué tanto misterio?»
La mente de Brittany iba a mil por hora. De pronto, soltó una pregunta a bocajarro:
—¿Quién es Elaine Looper?
—¿Quién?—su mención la tomó por sorpresa—¿De dónde sacaste ese nombre?
—De tu teléfono, tenías una conversación con esa persona.
La miró y le besó la mano, la pregunta de Brittany le había hecho gracia.
—¿La leíste?
—No, no lo hice, sentí pudor de seguir hurgando en tu móvil. Si lo hubiera hecho, no te preguntaría nada.
—Es... simplemente una persona que pertenece al departamento de legales en la central. ¿Por qué no leíste la conversación? Tuviste la oportunidad de hacerlo, yo leí todos tus mensajes.
—Tal vez yo no sea tan curiosa como vos o, simplemente, prefiera enterarme de las cosas por tu boca.
Eso era mentira y Brittany lo sabía. Había tenido miedo de lo que pudiera encontrar y se había sentido cobarde, pero no pensaba admitirlo.
—Sos muy sagaz, siempre tenés una respuesta. Debe de ser muy entretenido tener una discusión con vos. Pero si la hubieras leído, hubiera sido más fácil.
—Más fácil, pero menos emocionante. Me gustaría saber todo de vos, pero porque vos decidís que así sea, no porque me haga la fisgona.
—A mí me gustó saber lo que opinabas de mí y lo que sentías, aunque fuera leyendo los mensajes de tu teléfono y no me sentí una fisgona. Además sé que a mí no me lo dirías como se lo contás a tu amiga. La verdad es que fue una experiencia muy interesante. De todos modos, no te aflijas tanto, si hubieras leído tampoco te hubieras enterado de mucho.
—Si vos me preguntases las cosas, también te las diría. Siempre que lo hiciste, te contesté con el corazón.
—Sí, siempre me respondiste, pero no abiertamente. Como ahora, sé que te guardás muchas cosas.
—Las guardo, San, porque tengo la impresión de estar caminando sobre el agua con vos. Si fueras más abierta conmigo, no tendría problema en sincerarme más yo también.
—¿Eso te hago sentir?
—Todo el tiempo—Santana la miró, luego cogió la botella de vino y sirvió en ambas copas—Salvo cuando tenemos sexo—acotó Brittany—¿De qué podría haberme enterado si hubiera leído esos chats?
—Lo siento, perdiste tu oportunidad—le guiñó el ojo—¿Así que soy engreída? Si mal no recuerdo, eso le decías a Kitty en un mensaje.
—Tenés un poder asombroso para llevar la conversación a donde te conviene—Santana esbozó esa seductora sonrisa de perdonavidas—Como en este momento, estás siendo muy engreída.
—¿Y eso te molesta?
—Ya leíste que no, dejá de hacerte la interesante, sabés que me exaspera. ¿Por qué te cuesta tanto hablar de tu vida personal y de tu pasado?
—Porque mi pasado es eso, Britt, mi pasado. Y si hoy estoy acá con vos, es porque estoy intentando tener un presente.
Santana se estaba sulfurando por dentro:
«Basta, Britt, me estás hinchando las petas. Terminá ya con esta inquisición.»
—Vayamos de a poco, Britt. Cuando llegué a Argentina, no estaba en mis planes conocer a nadie, al menos no de la forma en que vos y yo nos estamos conociendo y relacionando. Mi corazón estaba cerrado, pero creo que tenías razón con lo que me dijiste la otra noche en Los Castores. A veces uno se propone una cosa y el corazón manda otra. Supongo que es lo que sucede cuando se involucran los sentimientos.
—Lo siento, San, no quiero presionarte, pero a veces sos tan contradictoria con lo que decís y con lo que hacés—Brittany buscó su mano—Creo que en mí están surgiendo sentimientos importantes y sólo pretendo saber si puedo darles rienda suelta, no quiero volver a sufrir—sus piró.
—Te conté mucho, Britt, a ver...—la cogió de las dos manos—Britt-Britt, hace dos años que no estoy en pareja. He tenido mis desahogos sexuales en este tiempo, pero en estos dos años no me he acostado más de dos veces con nadie. Cuando te conocí, no eras para mí nada más que un polvo de una noche. Luego pasaste a ser un muy buen polvo, pero increíblemente te metiste en mis pensamientos durante todo aquel fin de semana y, después, el destino nos volvió a juntar en la oficina. Las cosas se han ido dando así entre nosotras—resopló—Me pediste que intimáramos y lo estoy intentando. Yo era reticente a tener una relación, tenía otros planes, pero no hay ningún truco que pueda alejarme de vos—estaba realmente fastidiada con aquel interrogatorio—Me parece que es mucho más sencillo de lo que creés. Ambas estamos intentando dar rienda suelta a esto que sentimos, te halago siempre que puedo y te digo cosas bonitas cuando hacemos el amor, porque hemos hecho el amor, Britt, así lo he sentido. Sé que también hemos follado de forma salvaje y estoy convencida de que eso también es importante para que una relación no se enfríe, pero siempre he sido sincera con las palabras dulces. No especulo con eso sólo para asegurarme de poder tener otro polvo con vos. ¿Cuánto más claro tengo que ser?
—¿Cómo se llama?
—Estoy molesta, Britt, estoy realmente molesta. A veces, te ponés insoportable. Ya veo que no vas a bajarte del burro, es lo último que te contesto, Dani... y fin del asunto.
—No te enojes.
Bueno, al menos, ahora tenía un nombre. «Dani» era de quien debía tener cuidado.
«¿Qué habrá pasado entre ellas? Es obvio que no quería nombrarla, pero ¿por qué motivo?», caviló Brittany.
—No me enfado, sólo quiero disfrutar de la cena, aunque me lo estás poniendo difícil, Pierce. Te he dicho cosas importantes, cosas que no creí que podría decirle a alguien ahora, pero a vos sólo te importa saber un nombre.
—Perdón, perdón. Tenés razón. Lo siento, no quiero parecer necia. Todo lo que me dijiste es hermoso.
Brittany se dio cuenta de que ya no podía seguir tirando de la cuerda y de que, además, Santana tenía razón. Le había dicho muchas cosas bellas y ella, por centrarse en ese maldito nombre, no había reparado en sus sentimientos.
—No quiero que pienses que caminás sobre el agua. Intentemos disfrutar.
—Siempre disfruto cuando estoy con vos. Esas sensaciones las tengo cuando no estás a mi lado o cuando te cerrás en banda.
—Yo también gozo de tu compañía y, cuando no estamos juntas, te extraño, Britt—levantó la mano y se la besó—Hoy por hoy, no existe otra mujer en mi vida.
«¡Dios mío! Si eso no es una declaración, ¿qué más estoy esperando que me diga? De todas formas, la gran incógnita es lo que pasará cuando se vaya y vuelva a su vida normal, a su ambiente, a su hogar, a su familia, a sus amigos y a Dani. Ella está allá y yo voy a quedarme acá.»
El camarero retiró los platos y regresó luego con el postre. Habían pedido dos variedades para compartir, los sabores eran tan exquisitos y sofisticados como su presentación. Se dieron de comer en la boca y la libido de ambas empezó a subir.
Brittany decidió no tocar ningún tema más y deleitarse con la presencia de Santana durante el resto de la noche.
—Gracias, Hoyuelitos, estoy muy feliz.
—Brindemos nuevamente por tu ascenso. ¡Estoy muy orgullosa de vos!
—¿De verdad?
—Por supuesto, Britt-Britt.
—Salvo mi mamá o mi hermano, nunca me habían dicho eso.
—¡Qué bueno que sea la primera! Sos muy inteligente y talentosa.
—Me siento feliz a tu lado, siempre hacés que cada momento sea especial. Me alegra que nos hayamos conocido.
—Yo también me siento muy feliz, Britt, cambiaste mi vida.
—Hoyuelitos, eso suena muy lindo.
—Nunca antes me habían dicho Hoyuelitos y me vuelve loca.
—Me alegra ser la primera que te llame así y que esa palabra tenga ese efecto en vos. Amo tus hoyuelos, San.
—Y yo amo tus ojos. ¿Qué tal si nos vamos?
—Me parece perfecto, quiero esos besos que me prometiste al principio de la cena.
—Estamos a tiempo de ir al baño. Si te animás, no tendríamos que esperar tanto—ironizó Santana.
—¡No, San! Me muero de vergüenza... Podría entrar alguien.
—Pero podría ser muy excitante.
Sus pulsaciones se habían disparado.
—No lo dudo, pero mejor vayamos a casa o al hotel, estamos muy cerca.
—Prefiero tu casa, el ambiente es más íntimo.
Santana llamó al camarero y le entregó su tarjeta sin pedir la cuenta.
Estaba realmente encendida.
Mientras esperaba que le cobrasen, dejó una suculenta propina bajo el cubo de champán, luego sacó su iPhone y llamó a Artie.
De camino al departamento, sus manos no se estaban quietas. Se acercó a su oído y le susurró:
—Voy a hacerte el amor toda la noche, no pienso dejarte dormir—Brittany se rió porque sabía que cuando Santana decía algo lo cumplía—Estás muy linda con ese vestido, no veo el momento de llegar y tener el privilegio de quitártelo.
Se miraron y sus ojos transmitían urgencia. Santana depositó un tierno beso en sus labios.
—Lo compré especialmente para salir con vos.
—Gracias por ponerte tan bella para mí, hoy estás realmente irresistible, aunque, ¡bah!, siempre lo estás.
Llegaron al departamento y Brittany dejó su bolso en la mesa y se dedicó a encender las lámparas bajas y a cerrar las cortinas. Entretanto, Santana puso música y, en segundos, el ambiente se inundó con la voz de Adele que cantaba One and only.
Brittany no podía apartar sus ojos de Santana, fascinada al ver cómo se desplazaba familiarmente por la casa, con su andar sexy y segura de sí misma.
Ya en la sala, Santana la agarró por la cintura y la besó despacio, mientras Brittany se sujetaba expectante de sus hombros.
Brittany se sentía flotar.
—Como adelanto de los muchos besos que quiero no estuvo mal—le dijo mientras abría sus párpados seductora.
—Creo que hoy voy a tener que trabajar muy arduamente, pero... sólo quiero complacerte, Britt-Britt—volvió a comerse su boca y Brittany emitió un jadeo. En ese instante, Santana se apartó—¿Éste estuvo mejor?
—Mucho mejor, quiero muchos más como éste.
Santana volvió a perder la lengua entre sus labios, sus manos ya habían bajado hasta su trasero y lo sostenía con firmeza. La tenía aprisionada contra su sexo.
Desprovista de oxígeno, se apartó de su boca y, con aire sensual, deslizó sus manos por sus hombros hasta su pecho, Santana llevaba un vestido muy ajustado, así que recorrió sus pechos por encima de la tela con sus manos ansiosas, apretándolos y masajeándolos bajo el tejido.
Osada, se acercó aún más y recorrió su cuello con un camino de besos que terminaron en el lóbulo de su oreja, hizo gemirá la morena. Santana sintió que su cuerpo se licuaba. Movió sus manos resuelta y la cogió de la nuca, sus dedos se hundieron en su cabello. Esa caricia enloqueció a Santana, pero Brittany, con calma, volvió a poner las manos sobre sus pechos y empezó a desabrocharle la camisa el vestido.
Santana la dejaba hacer.
Fue bajando el cierre, para después ir bajándolo por sus hombros, sus brazos, mientras se acercaba para besar los montículos de sus pechos.
Santana no llevaba sostén.
Estremecida, se detuvo a la altura del corazón, sus latidos resonaban con intensidad sobre sus labios, lo tenía desbocado, y eso la hizo sentirse omnipotente. Movió la cabeza, le mordió la barbilla y su sonrisa se transformó en una mueca lasciva.
Movió sus manos hasta las orejas de Santana y le saco los aros, que dejo en una mesa. Aprovechando la oportunidad, tocó su sexo por encima del vestido que estaba atrapado en su cintura, y Santana, que no había dejado de observarla en ningún momento, cerró los ojos para entregarse al placer que su intrusa mano le había proporcionado por sorpresa.
—Britt...
Se sintió tambalear, Brittany tenía el poder de desestabilizarla, la consumía.
—¿Qué?—sonó vigorosa al preguntarle.
—Me vas a matar, Britt-Britt. Odio ser reiterativa, pero es lo que siento—le dijo casi sin aliento.
Esa caricia le había parecido trepidante, aún más que si hubiera tenido su sexo expuesto en las manos de la rubia. Enderezó su pelvis, mientras se escapaba otro gemido de su boca.
Santana estaba perdiendo el control.
Sonrió y Santana movió su cabeza a modo de negación, en sus labios se adivinó el gesto de incredulidad que siempre hacía cada vez que Brittany la tocaba. Deseos a de mucho más, apartó la mano y la llevó al vestido nuevamente. Lo fue bajando poco a poco y pasó el dedo por dentro del elástico de su ropa interior, luego recorrió su camino feliz con las manos y siguió hasta sus pechos, acerco sus labios y dejo un rastro de besitos por ellos.
Para Santana, era imposible continuar inerme a su seducción. La tomó de una mano y la atrajo hacia ella con fuerza.
Su cuerpo estaba muy receptivo.
La sostuvo por la barbilla y le besó los labios con ternura. La hizo ponerse de espaldas y empezó a lamerle el cuello y el hombro, mientras le bajaba la cremallera del vestido, pero no se lo quitó. La espalda de la joven quedó semidesnuda y Santana se la acarició con sus largos dedos, su cuerpo se sacudió. Entonces, Santana dibujó una línea de besos desde la nuca hasta el nacimiento de su trasero, se puso de pie y la abrazó por detrás para rozar su piel desnuda con su pecho.
—Sos hermosa, tu piel es sublime y tu olor es embriagador—le susurró al oído.
Deslizó el vestido por su cuerpo, se agachó y esperó a que levantara sus pies para quitárselo por completo. Después se acercó al sillón para dejar el vestido junto a las otras prendas. Brittany giró la cabeza y ahí estaba Santana, de pie, observándola, devorándola, escudriñando su cuerpo con una mirada sombría. Tras unos instantes, volvió a acercarse, le pasó la mano por las nalgas con mucho mimo y, pegando su cuerpo al de Brittany, le musitó:
—Lo quiero, Britt, deseo esto también—dijo mientras pasaba su dedo alrededor de su orificio.
—Yo... nunca...—alcanzó a balbucear, abrió los ojos y apretó el trasero.
Se sintió nerviosa e insegura.
—Tranquila, ahora no, será poco a poco y tú también me lo vas hacer a mí.
Le besó los hombros mientras le desabrochaba el sostén, se lo escurrió por los brazos despacio y entonces la magia volvió. Sus cuerpos se sabían ardientes, preparados y ansiosos para recibir a la otra.
Santana acunó sus pechos con las manos, se apoderó de sus pezones para atormentarlos con sus dedos y empezó a lamer su cuello con la lengua, desenfrenado y con la respiración entrecortada. Ambas eran fuego y Santana ya no podía esperar más para poseerla.
Necesitaba su cuerpo de forma desesperada.
La tomó entre sus brazos y la llevó hasta el sofá en volandas, la recostó en él y la aprisionó con su peso. Sin temor a equivocarse, Brittany dejó constancia en su mente de que no había otro lugar en el mundo donde pudiera sentirse mejor.
Los ojos de la norteamericana habían perdido el oscuro natural y la observaban con fijación. Famélica, se apoderó de sus pechos con la boca, los lamió, jugó con sus pezones, mientras su vagina, ya muy húmedo y atrapado por las bragas y por el vestido, se restregaba por su pierna. Le chupó los pezones y los mordió, succionó su redondez y las apretó sin mesura.
—Sos hermosa, Britt, no puedo aguantar más para tenerte.
Corrió las diminutas bragas a un costado, se bajó lo que quedaba del estido junto con las bragas y busco la posición perfecta para unir sus sexos para disfrutar de esa primera intromisión. Brittany se aferró a su trasero y comenzó con un lento vaivén de embestidas. Su movimiento la desgarraba de placer y la llenaba por completo. El sexo de Santana arremetía contra el de ella, tan extasiada que empezó a necesitar más intensidad.
—Rápido y fuerte, por favor—le suplicó.
—Tranquila, tenemos tiempo.
Santana se alejó de Brittany y la dejó más necesitada aún. Le palmeó el muslo y le indicó que se diera la vuelta, Brittany, obedientemente, asintió a lo que le pedía.
Le encantaba que Santana llevara el control de la situación, era una verdadera mujer alfa, segura de sí misma y tenía más aplomo que todas las personas que habían pasado por su vida. A la hora de hacer el amor, Santana sabía cómo conseguir que una mujer gozara entre sus brazos.
La tenía hipnotizada, la abandonaba la razón y su voluntad dejaba de existir.
En ese momento, sólo le apetecía complacerla y que le diera placer, sólo deseaba tener a Santana y que Santana la necesitara tanto como ella.
Le acarició las nalgas y, de una estocada, introdujo tres dedos en Brittany, volvió a moverse hiriente contra ella, despacio, disfrutando de su abismo. Sus dedos la empujaban, la llenaba y la desesperaba, todo lo que le estaba dando parecía no ser suficiente, necesitaba una dosis extra de adrenalina y de lujuria.
—San, por favor, más rápido.
—También lo quiero yo, pero necesito más, quiero que mi fuego se abrase junto a tu cuerpo.
No estaba entre sus planes que las cosas fueran rápidas esa noche, y es que Santana quería perpetuar el momento. Brittany intentó controlar sus emociones, sus sensaciones y su avidez de Santana, se concentró para gozar como Santana quería que lo hiciera.
Santana, mientras tanto, arremetía sus dedos junto con sus caderas, contra su sexo despacio, nunca había estado tanto tiempo dentro de ella, manteniendo la intensidad de su intromisión, tenía otros planes. De pronto, se detuvo y descansó el cuerpo en su espalda, entonces se sentó en el sofá y le pidió que se subiera a horcajadas en ella.
Brittany se aferró a su cuello y Santana la sujetó por las caderas, guiándola para que se hundiera. Brittany bajo una mano y penetro a Santana con un movimiento profundo y lento, Santana no perdió el tiempo y la penetro otra vez.
Ambas entraban y salían de la otra al mismo ritmo. Aun en silencio, se decían con los ojos todo lo que sentían. De pronto, gemidos, soplidos, jadeos, gritos, besos y lenguas los invadieron y marcaron un punto de inflexión para que cambiaran la intensidad de sus movimientos.
Brittany sentía cómo su cuerpo subía a la cima y sabía que caería, desde ahí, hasta un éxtasis soñado que sólo su amada podía hacerle sentir. Su orgasmo estaba latente, su vagina apretaba los dedos de Santana, como la vagina de Santana apretaba los de ella.
—Dale, Britt, dale, acabemos juntas—le suplicó Santana con la voz entrecortada.
Sus palabras y el tono de su voz hicieron mella y, entonces, Brittany cedió a su ruego. Hubiera querido decirle que la quería así siempre, perdida en ella, pero en vez de hacerlo gritó su nombre y jadeó hasta que escaparon lágrimas de sus ojos por la intensidad del orgasmo.
Nunca antes le habían hecho experimentar esas sensaciones.
Santana también gritó y secó sus lágrimas con los labios. Apoyada en sus hombros, Brittany saco sus dedos de Santana y se hundió en su cuello para esperar a que su cuerpo se calmara un poco.
Santana también salió de Brittany y enroscó los brazos a su alrededor con fuerza, como si fuera una tabla en medio del océano, y la oprimió contra su pecho, quería perpetuar el momento.
Adele estaba terminando de cantar y Brittany tradujo en su mente la frase y le dijo, casi sin aliento:
Prometo que merezco estar entre tus brazos, así que, vamos, dame una oportunidad.
Al escucharla, Santana le llenó la frente de besos. De este modo, permanecieron en silencio durante un rato. Luego se puso de pie y la llevó en brazos hacia el dormitorio, la recostó en la cama y volvió a salir para apagar las luces y la música. Regresó y se dejó caer a su lado.
—Fue grandioso, Sanny.
—Aún tengo más proyectos para esta noche, en el auto te dije que no te iba a dejar dormir.
Brittany rió aniñada, se subió a horcajadas sobre Santana, tomándolo por sorpresa, y entrelazaron sus manos.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo sabes que no quedarás exhausta antes que yo?
—Porque estoy en buena forma física.
—No lo dudo, pero también puedo llegar a consumirte, no me subestimes.
—No, Britt, creeme que no lo hago. A veces tengo miedo de que mi corazón se detenga.
—¡Exagerada!
—No exagero, Britt.
Brittany se inclinó para besarla.
—Quiero estar siempre así con vos, no voy a soportar que te vayas de mi lado.
—No me iré, quizá lo haga de manera transitoria, porque tengo obligaciones que cumplir, pero yo tampoco podré irme por demasiado tiempo, Britt. No quiero alejarme de tu lado, lo solucionaremos.
—¿Me lo prometés?
—Te lo prometo—dijo convincente, y entonces Brittany volvió a acercarse y la besó posesiva.
Necesitaba sentir que era suya, que le pertenecía pero no sólo en cuerpo, sino también en alma.
Sus lenguas se encontraron una vez más danzando dentro de sus bocas y la urgencia se apoderó de ellas de inmediato. Santana estaba preparada para estar de nuevo en Brittany y llenarla de placer.
La fusión de sus cuerpos era perfecta, su destino era estar unidas.
Se perdieron en las caricias, en el momento, en la noche... Entre ellas, desde un primer instante, todo había sido intenso y rápido, como el último orgasmo que compartieron esa noche.
Estaba sedienta y se levantó a beber agua. Cuando regresó, Santana estaba con los ojos cerrados y Brittany se deslizó con cuidado a su lado y se acercó para darle un beso sutil en los labios.
—¡Ah, te atrapé!—gritó Santana.
Brittany chilló espantada y luego se carcajeó. Santana trepó por su cuerpo con un rápido movimiento.
—¡Boba, me asustaste!
—¿Creíste que me había dormido? Te dije que no lo haría, tenés que confiar más en lo que te digo, debés aprender a confiar en mí, Britt.
—Claro que confío.
—¡Mentirosa, sé que no es así!
—Sabelotodo, ¿por qué pensás eso?
—Porque cada vez que te digo cosas importantes, noto incredulidad en tu mirada. A veces siento que clavás tus ojos en los míos y me pedís que sea cierto lo que te estoy diciendo. Entiendo que te defraudaron una vez y que te cuesta volver a creer en alguien, pero soy sincera en todo lo que te expreso, siempre. Vos sos muy transparente, Britt, tu mirada es lo más transparente que tenés.
Brittany se quedó callada.
Todo lo que Santana le estaba diciendo era cierto. Le sonrió tímidamente y estuvo unos segundos pensativa. Le costaba mucho dejar sus miedos de lado, le asustaba pensar que su relación se basaba simplemente en la atracción física. Lo que Santana acababa de decir le la hacía feliz, pero siempre encontraba algún «pero». Además, ahora se había instalado en su mente un nombre: «Dani».
—Juro que quiero creerte, San, pero tengo mucho miedo de que todo entre nosotras se termine.
—No se va a acabar, Britt; ¿cuántas veces tengo que decírtelo para que te convenzas? Sé que al principio no era así, pero las cosas han cambiado sobre la marcha, mis sentimientos se han transformado.
—Es que San...—hizo una pausa, tragó saliva y continuó—Lo que me hace dudar es que hay cosas que no me decís.
—Hoy en el restaurante, te dije todo lo que querías saber.
—No, todo no. Sólo contestaste a las preguntas que quisiste—Santana resopló—¿Ves? Como ahora, estamos hablando, no te gusta y te pones tensa y estoy segura de que vas a intentar cambiar de conversación.
—¿Acaso hay algo más importante que lo que te explico que siento por vos?
—Supongo que no—contestó Brittany y era evidente que, en ese aspecto, Santana tenía razón.
—¿Entonces?
—Quizá tengas razón, debería confiar más en tus sentimientos.
—Eso me gusta más, es agotador estar todo el tiempo esforzándome para convencerte de que lo que te digo es cierto.
—Perdón, te prometo que lo voy a intentar con más fuerza.
—Bien, eso está muy bien.
Había empezado a amanecer, la luz del día los sorprendió charlando. Tenían sus manos enlazadas y Santana jugueteaba con sus dedos mientras hablaba sin parar. Se había propuesto que Brittany confiara en ella y decidió que era una buena idea explicarle cosas de su círculo más íntimo.
Le habló de su casa en Miami, de sus hermanos y sus profesiones—el mayor era abogado, el del medio, psicólogo y su hermana, genetista—El abogado y Santana trabajaban en la empresa con su papá, mientras que los otros, por sus profesiones, tenían una clínica en sociedad.
Le habló del negocio familiar, de sus inicios y le reveló que, al principio, los diseños de Mindland habían sido de su mamá. Así fue como había surgido la idea de crear una marca de ropa, desde muy abajo, nunca vislumbraron que se transformarían en una compañía tan grande.
Le explicó que cuando había nacido el segundo de sus hermanos, su mamá se había apartado de la empresa para dedicarse a la familia, por lo que su papá contrató a otros diseñadores y siguió adelante con la compañía hasta transformarla en lo que en esos momentos era.
De pronto, el silencio del amanecer y el cansancio se apoderaron de Brittany, que se resistía a dormirse. Santana estaba muy comunicativa, pero también sus párpados empezaron a pesarle.
Por la tarde, estuvieron trabajando desde el departamento, Brittany en su estudio y Santana en la sala con el Mac sobre la mesa baja, desde donde atendió también varias llamadas telefónicas. Luego fueron hasta el hotel para buscar algo de ropa, puesto que Santana pensaba quedarse a dormir esa noche con Brittany.
Cuando salieron del Faena, pasaron por el mercado para hacer algunas compras y surtir un poco la nevera y la alacena de Brittany, que estaban bajo mínimos.
Santana estaba muy entusiasta y Brittany, fascinada con la faceta de la Santana hogareña.
Pasaron por una bodega, donde Santana compró vino, cerveza y champán. Caminar abrazadas o de la mano por las calles de Buenos Aires había apartado todos los fantasmas que los amenazaban.
Por la noche, Santana se ofreció a preparar la cena, pero, como se suponía que quería sorprenderla, la obligó a encerrarse en el dormitorio hasta que todo estuvo listo. Desde ahí, se podía oír el ruido de los cacharros en la cocina. Brittany se sentía exaltada y conmovida por tantas atenciones.
Cuando todo estuvo listo, la fue a buscar a la habitación, le cubrió los ojos con un pañuelo y, cogiéndola por la cintura, la guió hasta el salón. Los ojos oscuros de Santana centelleaban y le daban un aspecto risueño, estaba entusiasmada y expectante con la sorpresa. Brittany experimentó una oleada de placer cuando los aromas de la comida la invadieron. Santana la abrazó por atrás y, con suma delicadeza, le quitó el vendaje.
—¡La cena está servida! ¡Tatachán!—exclamó Santana.
La mesa del comedor estaba puesta de forma especial. Había dispuesto los platos en una esquina, el florero que descansaba a diario en la mesita baja se había transformado en un centro de mesa y las copas de agua y de vino ya estaban llenas. Las velas de los candelabros, que Brittany jamás había podido estrenar porque nunca había tenido una cena romántica, estaban encendidas.
Había cuidado hasta el último detalle y todo estaba increíble e inmejorable.
—¡Sanny!—gritó asombrada.
—¿Te gusta? Es nuestra primera cena romántica.
Brittany no encontraba las palabras, Santana la había dejado muda.
—Todo está... precioso. Vos sos preciosa—le musitó y se aferró a su cuello para atraerla hacia su boca—Me sorprendiste mucho. Gracias. Nunca me habían tratado así, nunca nadie había hecho algo así por mí.
Santana era único en todos los aspectos.
—Pasemos a la mesa, mademoiselle.
Brittany sonrió y se dejó guiar. Santana la acompañó, movió la silla y esperó a que Brittany se sentara para arrimársela, luego ocupó su lugar y levantó la copa de vino para brindar.
—Exquisito, aunque no sé si es buena idea que beba vino blanco, se me sube a la cabeza con facilidad—dijo Brittany en tono de broma.
—Lo recuerdo muy bien—afirmó Santana y se rieron.
En ese momento, Brittany levantó la servilleta del plato para ponerla en su regazo y quedó al descubierto una nota escrita por Santana:
Vivamos cada día como si fuera el último. Tuya, San L.
Brittany no pudo contenerse, se levantó y corrió a besarla mientras la abrazaba con ímpetu.
—Gracias, sos muy especial.
—Vos lo sos, por eso intento ponerme a tu altura.
A pesar de todas las intenciones y todas las palabras bellas que ese día le había dedicado, todo hacía presuponer que Santana había empezado a planear su despedida.
Mientras Santana servía la cena, Brittany leía y releía la tarjeta, y acariciaba las letras con su dedo índice. Sin duda, era un detalle simple pero increíblemente romántico.
Santana había cocinado atún en salsa de limón y salteado unas verduras en wok, todo exquisito. Terminaron de comer, recogieron la mesa, metieron todo en el fregadero de la cocina y, de pronto, sonó el timbre.
—Debe de ser el postre, he pedido crema helada de arándanos y cheesecake con frambuesas—le informó Santana.
Brittany se conmovió con el detalle, Santana le guiñó un ojo, le dio un beso y bajó a recibir el pedido. Mientras esperaba que regresara, Brittany propició el ambiente y apagó todas las luces, menos la lámpara del salón, cerró las cortinas de los ventanales, y luego fue al estudio para preparar una selección de temas.
Cuando volvió a la cocina, encontró a Santana descorchando una botella de La Grande Dame.
—Me gusta Diana Krall—le confesó Santana—, Creo que es una de las mejores cantantes de jazz actuales.
—Sus versiones de clásicos son magníficas. A mí también me encanta—le aseguró Brittany y añadió—Cuando necesito un momento para mí, siempre la escucho.
Santana la tomó en sus brazos y bailaron Fly me to the moon.
—Esta música es muy sensual—afirmó Santana y se besaron por millonésima vez.
Cuando acabó la canción, Santana llenó las copas y le pasó una. Estaba sentada en uno de los rincones del sofá y Brittany, ligeramente recostada en el otro, con las piernas en su regazo. Mientras conversaban, Santana le había quitado los tacones y le masajeaba los pies. Le habló de los problemas financieros que tenía la sede de Chile. Parecía preocupada porque no lograba posicionarse en el mercado.
Santana tenía un máster en Administración de Empresas en la Universidad de Harvard, era inteligente, intuitiva y muy sagaz con los negocios. Brittany había podido comprobarlo durante esa semana, pero de todas formas Brittany se ofreció a mirar los libros, quizá pudiera encontrar algo que a Santana se le hubiera pasado por alto. Santana se mostró muy agradecido por su interés.
—Me parece que he comido demasiado—comentó Brittany—, Creo que me va a costar dormirme—concluyó mientras se desabrochaba el botón de los vaqueros.
—Por eso no hay problema, podemos buscar cómo entretenernos.
Santana le guiñó el ojo con complicidad, se llevó el pie a su boca y se lo mordió. Movilizada por la tentación, se colocó a horcajadas encima de Santana y se acurrucó en su cuello.
—Fue un día magnífico, Hoyuelitos, me consentiste mucho durante toda la jornada.
—A mí también me pareció un regalo.
Le estaba acariciando el cuello y jugando con el pelo de su nuca, cuando sintió en el bolsillo de su pantalón la vibración de su teléfono. Se apartó para que Santana pudiera atender.
—Mummy—dijo Santana.
Brittany le dio un beso en la mejilla y la dejó para darle un poco de privacidad. Entró al vestidor para prepararse la ropa para el día siguiente y le encantó ver el traje de Santana en su armario. Le había hecho sitio para que pusiera otras mudas de ropa que había llevado.
En ese momento, Santana entró y la sorprendió acariciando su ropa, pero no dijo nada.
—Tenemos una pequeña inversión en zapatos y bolsos en tu vestuario.
—Son mi debilidad—reconoció con una risotada—Paso por una tienda, los miro y me llaman, San—bromeó.
—Te llevarías muy bien con mi hermana, se parecen bastante.
—¿Ah, sí?
—Sí—contestó Santana, la abrazó y le dio un sonoro beso.
Brittany se puso una ligera camisola y Santana entró al baño. Cuando Brittany se asomó, estaba lavándose los dientes, había terminado de ducharse y estaba en pijama.
—Permiso.
—Adelante, como si estuvieras en tu baño—se mofó Santana.
Brittany se rió y le dio un beso en el hombro, se situó frente al otro lavamanos, cogió su cepillo y también se lavó los dientes. La naturalidad con que actuaban hacía que Brittany no pudiera detener sus fantasías.
Al regresar al dormitorio, le encantó la imagen de Santana dentro de su cama, sentada contra el respaldo revisando su móvil. Tenía un aspecto soberbiamente femenino, absorta en la pantalla de su teléfono.
Brittany se metió en la cama, sincronizaron las alarmas y se escurrieron entre las sábanas. Frente a frente, enlazaron piernas y brazos, y se miraron con dulzura. Santana soltó una mano para acariciarle el pelo y la cara, estaban tan cerca la una de la otra que sus palabras le soplaron el rostro:
—Es maravilloso tenerte así y saber que podré dormirme con tu olor.
Sus pensamientos volaron mientras la miraba:
«Quiero disfrutarte, ya he comprendido que no soy capaz de evitarte, Britt. No imaginás lo que estás haciendo con este simple mortal, sos una tentación muy difícil de resistir.»
—Es maravilloso poder tenerte acá, en mi camita.
Sus labios comenzaron a vagar por el rostro de Brittany hasta llegar a su boca. Poseer su lengua la dejaba sin aliento, se impuso abandonarlos, porque si seguía besándola así, se correría sólo con sus labios.
Se colocó sobre Brittany y recorrió todo su cuerpo con la boca. Le levantó la camisola por encima de los pechos para dejarlos al descubierto y los rodeó con sus manos. Le besó el vientre, le quitó el picardías y, con una hábil maniobra, la puso boca abajo para pasarle la lengua por la espalda. Comenzó en la nuca y terminó en su sexo, ahí se perdió un buen rato, con tanto desenfreno que llegó a morderle las nalgas.
Terminaron perdidas la una en la otra, con sus cuerpos danzando acompasados y ondulantes. Se estrellaron, fundidas en un embriagante placer que parecía no tener fin. Exhaustas y saciadas, se durmieron.
Durante aquella semana, compartieron varias noches y días en el departamento de Brittany. Parecían estar hechas la una para la otra, se colmaban a atenciones y mimos. Incluso en la oficina, Santana la llamaba a veces con alguna excusa y se encerraban para besarse.
A mediodía, empezaron a comer en el Kansas, un restaurante americano más alejado para refugiarse de las miradas indiscretas del personal de la oficina. Kitty, que sí estaba al tanto de todo, las acompañaba a veces.
Fueron unos días muy intensos y pasaron volando, el tiempo nunca parecía ser suficiente para ellas.
El sábado llegó y fueron a cenar a Chila, un selecto local de Puerto Madero donde Santana había hecho una reserva, tenía planeada una noche especial.
Santana se había cambiado en el hotel y, aunque Brittany había propuesto acercarse al Faena, Santana se negó y pasó a buscarla por su casa. Aún era temprano, así que cuando Santana tocó el timbre, Brittany todavía estaba terminando con su maquillaje. Dejó la puerta abierta para que entrase y, desde el dormitorio, le gritó que se quedara ahí, quería sorprenderla. Había ido de compras por la mañana y todo lo que llevaba puesto era nuevo.
Santana se quedó en la sala pacientemente y, cuando Brittany salió, se quedó deslumbrada.
—¡Guau! Estás hermosa, despampanante, la espera ha valido la pena, Britt-Britt—la aduló mientras le recorría el cuerpo con la mirada—Serán muchas personas las que hoy se darán la vuelta para admirarte, Britt, estás más preciosa que de costumbre—afirmó Santana con entusiasmo.
Brittany se había puesto un vestido negro muy adherido al cuerpo, totalmente drapeado, con un escote irregular y un hombro al descubierto. El borde del escote estaba adornado con una franja plateada y salpicado de piedras negras. La prenda dibujaba sus curvas a la perfección y, combinada con unos zapatos color plata y tacones de charol negro, además de unos pendientes muy largos, hacía que estuviera espectacular. Se había dejado el cabello suelto, pero había marcado algunas ondas en él.
—Vos también estás muy linda. Hum, cómo me gusta tu perfume, San—le dijo hundiendo la nariz en su cuello.
Santana llevaba puesto un vestido rojo entallado, con tacones negros, unos pendientes de diamante, sus labios de color rojo y llevaba el pelo suelto.
—¿Te gusta más el perfume o quien lo lleva puesto?
—Verdaderamente... quien lo lleva, no tengo duda. Pero ese perfume te identifica, San, me embriaga cuando lo huelo—Santana se quedó pensativo y Brittany arremetió—No digas lo que estás pensando, San, me lo imagino.
—¿Ah, sí? A ver, sabelotodo, ¿qué estoy pensando?
—Que no es la primera vez que te lo dicen. Creo que estoy aprendiendo a reconocer tus gestos—Santana frunció la boca y cerró los ojos, pero no contestó—Black eyes, no te atrevas a ser tan engreída, mirá que tengo un buen revés—bromeó Brittany y se rieron.
—Hoy es una noche especial, tengo una sorpresa para vos.
—¿Una sorpresa?—preguntó extrañada.
—Así es, te vas a enterar cuando lleguemos al restaurante. Vámonos ya, Britt, porque tengo ganas de arrancarte ese vestido y, si lo hago, perderemos nuestras reservas.
Artie las esperaba en el coche y les abrió la puerta trasera. Durante el trayecto, Brittany intentó indagar acerca de la sorpresa, pero Santana se mantuvo hermética.
—Cuánta impaciencia, no sabía que fueras tan curiosa.
Santana se mostraba divertida con su curiosidad y jugaba con eso. Brittany odiaba los acertijos porque era demasiado ansiosa, pensaba y pensaba pero no se le ocurría nada. Decidió no hacer más conjeturas absurdas que luego la desilusionaran.
Durante el viaje, Santana mantuvo su mano aferrada y, en más de una ocasión, la llevó hacia sus labios para besarla, estaba muy cariñosa.
Cuando llegaron al restaurante de fama internacional, Artie abrió la puerta para que Santana bajara, se dio la vuelta, abrió la portezuela de Brittany y le extendió la mano para ayudarla a bajar.
—Te llamo cuando estemos por salir, Artie.
—Por supuesto, señorita. Que disfruten de una hermosa cena.
—Muchas gracias—contestaron al unísono.
Brittany alisó su vestido y entraron al local. El lugar tenía exquisitos detalles de diseño, que creaban un espacio íntimo y elegante. El ambiente era cálido y se oía jazz como telón de fondo.
Una simpática señorita con acento caribeño les dio la bienvenida, Santana le indicó su nombre y le informó de que tenían una reserva. De inmediato, la joven recepcionista lo comprobó y las invitó a pasar a un salón exclusivo para tomar una copa antes.
—¿Te gustaría un aperitivo antes de la cena, Britt?
—Sí, me parece bien—le respondió Brittany con una sonrisa deslumbrante y Santana le guiñó un ojo.
Tras una seña de la recepcionista, un camarero se acercó a ellas y las guio hasta el reservado.
Santana exudaba poder y estilo por los poros, sólo bastaba con darle una ojeada a la ropa que vestía para darse cuenta de su rango. Su acento era otra marca que no pasaba desapercibida y, cuando la gente notaba que era extranjera, se deshacían en atenciones. Brittany no podía evitar sentirse una privilegiada a su lado.
El sitio tenía una iluminación tenue, muy sobria, con un tinte minimalista que le confería el confort idóneo. Les facilitaron la carta de la barra y Santana pidió un Bloody Mary, mientras que Brittany se pidió un Dry Martini.
—Bueno, ya estamos acá. ¿Y la sorpresa?
—No seas ansiosa, todo a su debido tiempo—la contuvo Santana, mientras le besaba la punta de la nariz—Cuando pasemos a cenar te enterarás—Brittany hizo un mohín—¿Te gusta el lugar?—preguntó Santana.
—Me parece bellísimo. Había oído hablar mucho de él, pero jamás había venido. Esperemos que la comida sea tan buena como la decoración.
Entonces Santana se acercó a su oído y le susurró:
—¿Recordás que la última vez que salimos a cenar nos quedó algo pendiente con el baño?
—San, estás bromeando, ¿verdad?—se ruborizó Brittany y miró hacia todos lados mientras bebía de su copa.
—¿A vos qué te parece? Te dije que no me olvidaría.
Brittany abrió los ojos como platos, porque entendió que Santana no bromeaba. De pronto se sintió excitada, juntó aún más sus piernas e intentó bajarse el vestido.
Santana se desternilló de risa.
—¿Excitada?
Brittany le sonrió tímidamente, podía sentir con claridad los latidos de su vulva.
—Britt-Britt, no te imaginás cómo estoy yo sólo de pensarlo, no te sientas culpable, por favor.
La propuesta quedó flotando en el aire una vez más.
Después de terminarse los cócteles, pasaron a la mesa, guiadas por el camarero. Desde donde estaban sentadas tenían una vista maravillosa del dique. Revisaron la carta, pidieron la comida y se les acercó el sumiller para entregarles la selección de vinos y preguntarles, cordialmente, si necesitaban asesoramiento.
Santana, que en un primer momento dijo que sí, al ver los vinos franceses que ofrecían, no dudó y pidió un Château Pichon Longueville 1997 Cru Classé de Bodega Longueville Paulliac.
—Una excelente elección, señorita, ya que para un buen maridaje con las trufas que pidieron, es necesario que el tinto tenga un añejamiento importante que resalte su sabor.
Trajeron el vino, el sumiller lo descorchó y, respetando los pasos de la cata, hizo probar primero a Brittany, que como toda una experta lo olió, lo movió observando su color y lo llevó a su boca, donde lo mantuvo por unos instantes.
Santana sonrió.
—¿Te gusta?
—Exquisito.
Santana también lo probó y dio su visto bueno. Cuando se quedaron solas, levantó la copa con solemnidad.
—Brindo porque esta noche sea realmente inolvidable, pero también brindo, muy especialmente, por la flamante gerente de finanzas de Mindland. Britt-Britt, estás confirmada en el puesto.
Brittany se quedó atónita, realmente no se lo esperaba. Santana se acercó y le dio un cálido beso.
—¿Cómo?—balbuceó Brittany.
—Sí, Britt, envié los informes de tu trabajo junto con la carta de Natalia y ayer a la noche mi papá me llamó para confirmármelo. Estás aprobada.
—Pero se suponía que la decisión se iba a tomar cuando regresaras a Nueva York.
—Sí, pero Natalia habló conmigo el miércoles pasado y me comunicó que quería trabajar sólo hasta enero, así que hubo que acelerar las decisiones. Eso significa que, cuando regreses de tus vacaciones, tomarás oficialmente posesión del puesto. El lunes convocaré una junta y anunciaré el traspaso.
Brittany seguía muda.
—¡Vaya sorpresa!—atinó a decir.
—¡Felicidades, Britt-Britt!—tomó su mano y la besó—¿Estás contenta?
—Pasmada, San, no me lo esperaba, pero... Por supuesto que estoy feliz. Sos muy mala, lo sabías desde ayer y no me dijiste nada—le hizo un mohín—¿Cómo te aguantaste?
—Precisamente por eso planeé esta cena, Britt, quería darte la noticia en un marco especial.
—El especial sos vos, boba, no hacía falta nada más. Me muero por un beso de esos que tanto me gustan.
—Creo que vas a tener que esperar un poco para eso, porque acá no estaría bien darse uno de esos besos que tanto nos gustan. O, si querés, podemos ir al baño a besuquearnos. ¡Vos decidís!
—Creo que me gustan más los que nos damos en la intimidad ¡y basta ya con el baño!—la amonestó y se rieron.
De primero habían pedido una suave crema de trufas, con huevos, chalotes y morcilla. A la vista, parecía un plato perfecto y, cuando lo probaron, estaba sencillamente exquisito.
—¿Y me aceptaron así, a la primera? ¿Cómo fue?
—No sé los detalles, Britt, porque no he hablado en profundidad con mi papá, pero te digo que el informe de control de gastos y las proyecciones que elaboraste para Chile ayudaron mucho. Sedujiste a mi papá con tu talento, Britt, eso sí me lo dijo.
—¡Guau! Creí que lo de Chile era entre nosotras, nunca supuse que se lo entregarías a él.
—Britt, sos brillante en todo, jamás podría desacreditarte. ¡Cómo no iba a decir que era un rescate tuyo! Y no seas tan humilde, no es un cumplido, es realmente lo que creo.
—Gracias, San—dijo Brittany ruborizada—, Gracias por todo. Gracias por pensar en un momento especial para mí, ¡te voy a extrañar tanto cuando te vayas!
—No hablemos de partidas.
—No hablar de ellas no significa que no existan.
—Sí, pero todavía falta y ya lo solucionaremos—concluyó y, de pronto, dejó de hablar.
—¿El qué?
—Digo que buscaremos la forma de seguir viéndonos.
—¿De verdad, San? Es la primera vez que me hablás del futuro.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se contuvo, la noticia la había afectado claramente.
—Britt, ¿acaso creés que yo no voy a extrañarte? Es obvio que me tenés loca, Brittany, y voy a pensar en vos a todas horas.
Entrelazaron sus dedos y sonrieron de oreja a oreja.
—Me tenés atarantada, así es como estoy todo el día.
—Que te tengo ¿qué?—frunció el cejo, no había entendido el término.
—Atontada, aturdida, mareada, azorada, embobada, me absorbiste el seso, Sanny.
—Entendido, entonces yo estoy igual de atarantada también.
—Pellizcame, por favor, no quiero que sea un sueño.
—Boba, vos sos un sueño para mí, pero un sueño del que disfruto despierta. Como dice nuestra canción, encendiste la luz, me llenaste de fe.
—¿Nuestra canción?
—Para mí es nuestra canción, fue la primera que compartimos cuando nos conocimos, ¿te acordás?
—Por supuesto que me acuerdo, para mí también es nuestra canción, pero no sabía que también la sintieras así. Me gusta que digas nuestra, es bueno que tengamos cosas que compartir más allá de la cama.
—¡Britt, hace dos semanas que vos y yo compartimos más que una cama!
—Lo sé y me encanta, pero también me asusta.
—¿Asustarte? ¿Por qué? ¿Hay algo que no esté haciendo bien?
El plato principal llegó e interrumpió la conversación. Les trajeron un magret de pato prometedor. De pronto, al ver que Santana esa noche estaba muy habladora y muy accesible, Brittany decidió lanzarse.
Necesitaba saber más.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal? Algo que vos también me preguntaste y yo, en su momento, ya te contesté.
—Adelante—le respondió Santana, complaciente.
—¿Cuántas parejas tuviste?
Santana la miró, cogió su copa y bebió un sorbo de vino.
—¿Por qué querés saber eso?—le preguntó lo mismo que Brittany le había dicho a ella en aquella ocasión.
—Por curiosidad, para saber más cosas de tu vida—se justificó.
Santana hizo una pausa, tras la que dijo:
—Como te dije antes he salido con hombres y mujeres, pero me di cuenta que solo me gustaban las mujeres y he salidos con muchas, Britt, no llevo la cuenta.
—A lo que me refiero es a alguien especial, San. ¿Estuviste alguna vez de novia formal?
Santana volvió a sorber de su copa, y resopló.
—Hubo una vez alguien muy especial—admitió, cerró los ojos y asintió con la cabeza, como si recordara, sus pestañas eran un abanico ante sus ojos.
—¿Estabas enamorada?
—Creo que ya me lo preguntaste en Los Castores. Sí, creo que estuve muy enamoradoa—y como hizo hincapié en el muy, Brittany sintió celos de aquella mujer desconocida—Supongo que vos también estuviste muy enamorada de Lauren, ¿no?
—Estábamos hablando de vos y no de mí. Esa vez me contestaste que te habías enamorado una o dos veces.
Santana aún no estaba preparada para reconocer que estaba enamorada de Brittany.
—Es incómodo para mí hablar de esto, Britt... Esa vez dije quizá dos, pero ahora estamos hablando de mis relaciones formales.
—Sé que es incómodo y sí, por supuesto, estuve enamorada de Lauren y te conté por qué se terminó. El recuerdo me hace sentir vulnerable y prefiero olvidar ciertas imágenes. Pero volvamos a vos. ¿Cuánto tiempo estuviste con esa mujer a la que amabas?
—Imagino cómo te sentís.
La compadeció Santana y la tomó de la mano para no contestar mientras pensaba:
«Brittany, no arruines la cena, por favor.»
Intentaba salir del ojo de la tormenta, pero Brittany estaba dispuesta a mantenerse en sus trece. Sentía que era el momento y el lugar adecuado y seguía a la espera de una respuesta.
—Debo confesarte—insistió Santana—Que no me gusta saber que Lauren te generó sentimientos importantes, supongo que es porque soy muy posesiva. Entiendo que pertenece a tu pasado, pero hubiera preferido no conocerla. Aunque, si te digo la verdad, no me parece una competidora. Me he preguntado mil veces qué le viste a esa tipa, Britt. Sos demasiado bonita para ella.
—Me parece estar oyendo a Kitty, ella siempre me decía lo mismo. Pero opino diferente a vos, yo prefiero mil veces tener conocimiento a no saber contra qué batallar. No me molesta saber que sentiste cosas importantes por otra mujer. Bueno, para ser sincera, me genera un poco de celos, pero creo que lo importante es lo que sentís ahora. ¿Por qué terminaste con quien tenías esa relación formal?
—También es un recuerdo que me hace sentir vulnerable, Britt.
Sus ojos se enfrentaron y Santana pensó:
«No me obligues a llamar a Artie para que nos vayamos de acá, Britt.»
Mientras tanto, Brittany, analizaba sus palabras:
«Al menos, dijo “recuerdo.”»
Entonces Santana contraatacó.
—¿Aún debería batallar con Lauren?
—Lauren pertenece a un pasado muerto y enterrado. En cuanto a tu pasado, ¿aún tenés sentimientos por esa persona? ¿Seguís amándola? ¿Vas a contestarme a alguna pregunta? Porque, hasta ahora, no respondiste a ninguna.
—No quiero seguir hablando de esto.
Se estaba cabreando y fue muy cortante, pero Brittany lo interpretó de otro modo.
Siguieron comiendo en silencio, no había sido una buena idea abordar el tema, la comodidad inicial se había vuelto tensa.
«Mierda, ¿por qué no quiere hablar? ¿Aún sentirá cosas por esa mujer? Pero dice que lo tengo atarantada, que buscaremos una forma para seguir viéndonos. Me susurra estrofas de una canción amorosa y pretende no contarme nada de ella, de su vida. ¿A qué juega? ¿Por qué tanto misterio?»
La mente de Brittany iba a mil por hora. De pronto, soltó una pregunta a bocajarro:
—¿Quién es Elaine Looper?
—¿Quién?—su mención la tomó por sorpresa—¿De dónde sacaste ese nombre?
—De tu teléfono, tenías una conversación con esa persona.
La miró y le besó la mano, la pregunta de Brittany le había hecho gracia.
—¿La leíste?
—No, no lo hice, sentí pudor de seguir hurgando en tu móvil. Si lo hubiera hecho, no te preguntaría nada.
—Es... simplemente una persona que pertenece al departamento de legales en la central. ¿Por qué no leíste la conversación? Tuviste la oportunidad de hacerlo, yo leí todos tus mensajes.
—Tal vez yo no sea tan curiosa como vos o, simplemente, prefiera enterarme de las cosas por tu boca.
Eso era mentira y Brittany lo sabía. Había tenido miedo de lo que pudiera encontrar y se había sentido cobarde, pero no pensaba admitirlo.
—Sos muy sagaz, siempre tenés una respuesta. Debe de ser muy entretenido tener una discusión con vos. Pero si la hubieras leído, hubiera sido más fácil.
—Más fácil, pero menos emocionante. Me gustaría saber todo de vos, pero porque vos decidís que así sea, no porque me haga la fisgona.
—A mí me gustó saber lo que opinabas de mí y lo que sentías, aunque fuera leyendo los mensajes de tu teléfono y no me sentí una fisgona. Además sé que a mí no me lo dirías como se lo contás a tu amiga. La verdad es que fue una experiencia muy interesante. De todos modos, no te aflijas tanto, si hubieras leído tampoco te hubieras enterado de mucho.
—Si vos me preguntases las cosas, también te las diría. Siempre que lo hiciste, te contesté con el corazón.
—Sí, siempre me respondiste, pero no abiertamente. Como ahora, sé que te guardás muchas cosas.
—Las guardo, San, porque tengo la impresión de estar caminando sobre el agua con vos. Si fueras más abierta conmigo, no tendría problema en sincerarme más yo también.
—¿Eso te hago sentir?
—Todo el tiempo—Santana la miró, luego cogió la botella de vino y sirvió en ambas copas—Salvo cuando tenemos sexo—acotó Brittany—¿De qué podría haberme enterado si hubiera leído esos chats?
—Lo siento, perdiste tu oportunidad—le guiñó el ojo—¿Así que soy engreída? Si mal no recuerdo, eso le decías a Kitty en un mensaje.
—Tenés un poder asombroso para llevar la conversación a donde te conviene—Santana esbozó esa seductora sonrisa de perdonavidas—Como en este momento, estás siendo muy engreída.
—¿Y eso te molesta?
—Ya leíste que no, dejá de hacerte la interesante, sabés que me exaspera. ¿Por qué te cuesta tanto hablar de tu vida personal y de tu pasado?
—Porque mi pasado es eso, Britt, mi pasado. Y si hoy estoy acá con vos, es porque estoy intentando tener un presente.
Santana se estaba sulfurando por dentro:
«Basta, Britt, me estás hinchando las petas. Terminá ya con esta inquisición.»
—Vayamos de a poco, Britt. Cuando llegué a Argentina, no estaba en mis planes conocer a nadie, al menos no de la forma en que vos y yo nos estamos conociendo y relacionando. Mi corazón estaba cerrado, pero creo que tenías razón con lo que me dijiste la otra noche en Los Castores. A veces uno se propone una cosa y el corazón manda otra. Supongo que es lo que sucede cuando se involucran los sentimientos.
—Lo siento, San, no quiero presionarte, pero a veces sos tan contradictoria con lo que decís y con lo que hacés—Brittany buscó su mano—Creo que en mí están surgiendo sentimientos importantes y sólo pretendo saber si puedo darles rienda suelta, no quiero volver a sufrir—sus piró.
—Te conté mucho, Britt, a ver...—la cogió de las dos manos—Britt-Britt, hace dos años que no estoy en pareja. He tenido mis desahogos sexuales en este tiempo, pero en estos dos años no me he acostado más de dos veces con nadie. Cuando te conocí, no eras para mí nada más que un polvo de una noche. Luego pasaste a ser un muy buen polvo, pero increíblemente te metiste en mis pensamientos durante todo aquel fin de semana y, después, el destino nos volvió a juntar en la oficina. Las cosas se han ido dando así entre nosotras—resopló—Me pediste que intimáramos y lo estoy intentando. Yo era reticente a tener una relación, tenía otros planes, pero no hay ningún truco que pueda alejarme de vos—estaba realmente fastidiada con aquel interrogatorio—Me parece que es mucho más sencillo de lo que creés. Ambas estamos intentando dar rienda suelta a esto que sentimos, te halago siempre que puedo y te digo cosas bonitas cuando hacemos el amor, porque hemos hecho el amor, Britt, así lo he sentido. Sé que también hemos follado de forma salvaje y estoy convencida de que eso también es importante para que una relación no se enfríe, pero siempre he sido sincera con las palabras dulces. No especulo con eso sólo para asegurarme de poder tener otro polvo con vos. ¿Cuánto más claro tengo que ser?
—¿Cómo se llama?
—Estoy molesta, Britt, estoy realmente molesta. A veces, te ponés insoportable. Ya veo que no vas a bajarte del burro, es lo último que te contesto, Dani... y fin del asunto.
—No te enojes.
Bueno, al menos, ahora tenía un nombre. «Dani» era de quien debía tener cuidado.
«¿Qué habrá pasado entre ellas? Es obvio que no quería nombrarla, pero ¿por qué motivo?», caviló Brittany.
—No me enfado, sólo quiero disfrutar de la cena, aunque me lo estás poniendo difícil, Pierce. Te he dicho cosas importantes, cosas que no creí que podría decirle a alguien ahora, pero a vos sólo te importa saber un nombre.
—Perdón, perdón. Tenés razón. Lo siento, no quiero parecer necia. Todo lo que me dijiste es hermoso.
Brittany se dio cuenta de que ya no podía seguir tirando de la cuerda y de que, además, Santana tenía razón. Le había dicho muchas cosas bellas y ella, por centrarse en ese maldito nombre, no había reparado en sus sentimientos.
—No quiero que pienses que caminás sobre el agua. Intentemos disfrutar.
—Siempre disfruto cuando estoy con vos. Esas sensaciones las tengo cuando no estás a mi lado o cuando te cerrás en banda.
—Yo también gozo de tu compañía y, cuando no estamos juntas, te extraño, Britt—levantó la mano y se la besó—Hoy por hoy, no existe otra mujer en mi vida.
«¡Dios mío! Si eso no es una declaración, ¿qué más estoy esperando que me diga? De todas formas, la gran incógnita es lo que pasará cuando se vaya y vuelva a su vida normal, a su ambiente, a su hogar, a su familia, a sus amigos y a Dani. Ella está allá y yo voy a quedarme acá.»
El camarero retiró los platos y regresó luego con el postre. Habían pedido dos variedades para compartir, los sabores eran tan exquisitos y sofisticados como su presentación. Se dieron de comer en la boca y la libido de ambas empezó a subir.
Brittany decidió no tocar ningún tema más y deleitarse con la presencia de Santana durante el resto de la noche.
—Gracias, Hoyuelitos, estoy muy feliz.
—Brindemos nuevamente por tu ascenso. ¡Estoy muy orgullosa de vos!
—¿De verdad?
—Por supuesto, Britt-Britt.
—Salvo mi mamá o mi hermano, nunca me habían dicho eso.
—¡Qué bueno que sea la primera! Sos muy inteligente y talentosa.
—Me siento feliz a tu lado, siempre hacés que cada momento sea especial. Me alegra que nos hayamos conocido.
—Yo también me siento muy feliz, Britt, cambiaste mi vida.
—Hoyuelitos, eso suena muy lindo.
—Nunca antes me habían dicho Hoyuelitos y me vuelve loca.
—Me alegra ser la primera que te llame así y que esa palabra tenga ese efecto en vos. Amo tus hoyuelos, San.
—Y yo amo tus ojos. ¿Qué tal si nos vamos?
—Me parece perfecto, quiero esos besos que me prometiste al principio de la cena.
—Estamos a tiempo de ir al baño. Si te animás, no tendríamos que esperar tanto—ironizó Santana.
—¡No, San! Me muero de vergüenza... Podría entrar alguien.
—Pero podría ser muy excitante.
Sus pulsaciones se habían disparado.
—No lo dudo, pero mejor vayamos a casa o al hotel, estamos muy cerca.
—Prefiero tu casa, el ambiente es más íntimo.
Santana llamó al camarero y le entregó su tarjeta sin pedir la cuenta.
Estaba realmente encendida.
Mientras esperaba que le cobrasen, dejó una suculenta propina bajo el cubo de champán, luego sacó su iPhone y llamó a Artie.
De camino al departamento, sus manos no se estaban quietas. Se acercó a su oído y le susurró:
—Voy a hacerte el amor toda la noche, no pienso dejarte dormir—Brittany se rió porque sabía que cuando Santana decía algo lo cumplía—Estás muy linda con ese vestido, no veo el momento de llegar y tener el privilegio de quitártelo.
Se miraron y sus ojos transmitían urgencia. Santana depositó un tierno beso en sus labios.
—Lo compré especialmente para salir con vos.
—Gracias por ponerte tan bella para mí, hoy estás realmente irresistible, aunque, ¡bah!, siempre lo estás.
Llegaron al departamento y Brittany dejó su bolso en la mesa y se dedicó a encender las lámparas bajas y a cerrar las cortinas. Entretanto, Santana puso música y, en segundos, el ambiente se inundó con la voz de Adele que cantaba One and only.
Brittany no podía apartar sus ojos de Santana, fascinada al ver cómo se desplazaba familiarmente por la casa, con su andar sexy y segura de sí misma.
Ya en la sala, Santana la agarró por la cintura y la besó despacio, mientras Brittany se sujetaba expectante de sus hombros.
Brittany se sentía flotar.
—Como adelanto de los muchos besos que quiero no estuvo mal—le dijo mientras abría sus párpados seductora.
—Creo que hoy voy a tener que trabajar muy arduamente, pero... sólo quiero complacerte, Britt-Britt—volvió a comerse su boca y Brittany emitió un jadeo. En ese instante, Santana se apartó—¿Éste estuvo mejor?
—Mucho mejor, quiero muchos más como éste.
Santana volvió a perder la lengua entre sus labios, sus manos ya habían bajado hasta su trasero y lo sostenía con firmeza. La tenía aprisionada contra su sexo.
Desprovista de oxígeno, se apartó de su boca y, con aire sensual, deslizó sus manos por sus hombros hasta su pecho, Santana llevaba un vestido muy ajustado, así que recorrió sus pechos por encima de la tela con sus manos ansiosas, apretándolos y masajeándolos bajo el tejido.
Osada, se acercó aún más y recorrió su cuello con un camino de besos que terminaron en el lóbulo de su oreja, hizo gemirá la morena. Santana sintió que su cuerpo se licuaba. Movió sus manos resuelta y la cogió de la nuca, sus dedos se hundieron en su cabello. Esa caricia enloqueció a Santana, pero Brittany, con calma, volvió a poner las manos sobre sus pechos y empezó a desabrocharle la camisa el vestido.
Santana la dejaba hacer.
Fue bajando el cierre, para después ir bajándolo por sus hombros, sus brazos, mientras se acercaba para besar los montículos de sus pechos.
Santana no llevaba sostén.
Estremecida, se detuvo a la altura del corazón, sus latidos resonaban con intensidad sobre sus labios, lo tenía desbocado, y eso la hizo sentirse omnipotente. Movió la cabeza, le mordió la barbilla y su sonrisa se transformó en una mueca lasciva.
Movió sus manos hasta las orejas de Santana y le saco los aros, que dejo en una mesa. Aprovechando la oportunidad, tocó su sexo por encima del vestido que estaba atrapado en su cintura, y Santana, que no había dejado de observarla en ningún momento, cerró los ojos para entregarse al placer que su intrusa mano le había proporcionado por sorpresa.
—Britt...
Se sintió tambalear, Brittany tenía el poder de desestabilizarla, la consumía.
—¿Qué?—sonó vigorosa al preguntarle.
—Me vas a matar, Britt-Britt. Odio ser reiterativa, pero es lo que siento—le dijo casi sin aliento.
Esa caricia le había parecido trepidante, aún más que si hubiera tenido su sexo expuesto en las manos de la rubia. Enderezó su pelvis, mientras se escapaba otro gemido de su boca.
Santana estaba perdiendo el control.
Sonrió y Santana movió su cabeza a modo de negación, en sus labios se adivinó el gesto de incredulidad que siempre hacía cada vez que Brittany la tocaba. Deseos a de mucho más, apartó la mano y la llevó al vestido nuevamente. Lo fue bajando poco a poco y pasó el dedo por dentro del elástico de su ropa interior, luego recorrió su camino feliz con las manos y siguió hasta sus pechos, acerco sus labios y dejo un rastro de besitos por ellos.
Para Santana, era imposible continuar inerme a su seducción. La tomó de una mano y la atrajo hacia ella con fuerza.
Su cuerpo estaba muy receptivo.
La sostuvo por la barbilla y le besó los labios con ternura. La hizo ponerse de espaldas y empezó a lamerle el cuello y el hombro, mientras le bajaba la cremallera del vestido, pero no se lo quitó. La espalda de la joven quedó semidesnuda y Santana se la acarició con sus largos dedos, su cuerpo se sacudió. Entonces, Santana dibujó una línea de besos desde la nuca hasta el nacimiento de su trasero, se puso de pie y la abrazó por detrás para rozar su piel desnuda con su pecho.
—Sos hermosa, tu piel es sublime y tu olor es embriagador—le susurró al oído.
Deslizó el vestido por su cuerpo, se agachó y esperó a que levantara sus pies para quitárselo por completo. Después se acercó al sillón para dejar el vestido junto a las otras prendas. Brittany giró la cabeza y ahí estaba Santana, de pie, observándola, devorándola, escudriñando su cuerpo con una mirada sombría. Tras unos instantes, volvió a acercarse, le pasó la mano por las nalgas con mucho mimo y, pegando su cuerpo al de Brittany, le musitó:
—Lo quiero, Britt, deseo esto también—dijo mientras pasaba su dedo alrededor de su orificio.
—Yo... nunca...—alcanzó a balbucear, abrió los ojos y apretó el trasero.
Se sintió nerviosa e insegura.
—Tranquila, ahora no, será poco a poco y tú también me lo vas hacer a mí.
Le besó los hombros mientras le desabrochaba el sostén, se lo escurrió por los brazos despacio y entonces la magia volvió. Sus cuerpos se sabían ardientes, preparados y ansiosos para recibir a la otra.
Santana acunó sus pechos con las manos, se apoderó de sus pezones para atormentarlos con sus dedos y empezó a lamer su cuello con la lengua, desenfrenado y con la respiración entrecortada. Ambas eran fuego y Santana ya no podía esperar más para poseerla.
Necesitaba su cuerpo de forma desesperada.
La tomó entre sus brazos y la llevó hasta el sofá en volandas, la recostó en él y la aprisionó con su peso. Sin temor a equivocarse, Brittany dejó constancia en su mente de que no había otro lugar en el mundo donde pudiera sentirse mejor.
Los ojos de la norteamericana habían perdido el oscuro natural y la observaban con fijación. Famélica, se apoderó de sus pechos con la boca, los lamió, jugó con sus pezones, mientras su vagina, ya muy húmedo y atrapado por las bragas y por el vestido, se restregaba por su pierna. Le chupó los pezones y los mordió, succionó su redondez y las apretó sin mesura.
—Sos hermosa, Britt, no puedo aguantar más para tenerte.
Corrió las diminutas bragas a un costado, se bajó lo que quedaba del estido junto con las bragas y busco la posición perfecta para unir sus sexos para disfrutar de esa primera intromisión. Brittany se aferró a su trasero y comenzó con un lento vaivén de embestidas. Su movimiento la desgarraba de placer y la llenaba por completo. El sexo de Santana arremetía contra el de ella, tan extasiada que empezó a necesitar más intensidad.
—Rápido y fuerte, por favor—le suplicó.
—Tranquila, tenemos tiempo.
Santana se alejó de Brittany y la dejó más necesitada aún. Le palmeó el muslo y le indicó que se diera la vuelta, Brittany, obedientemente, asintió a lo que le pedía.
Le encantaba que Santana llevara el control de la situación, era una verdadera mujer alfa, segura de sí misma y tenía más aplomo que todas las personas que habían pasado por su vida. A la hora de hacer el amor, Santana sabía cómo conseguir que una mujer gozara entre sus brazos.
La tenía hipnotizada, la abandonaba la razón y su voluntad dejaba de existir.
En ese momento, sólo le apetecía complacerla y que le diera placer, sólo deseaba tener a Santana y que Santana la necesitara tanto como ella.
Le acarició las nalgas y, de una estocada, introdujo tres dedos en Brittany, volvió a moverse hiriente contra ella, despacio, disfrutando de su abismo. Sus dedos la empujaban, la llenaba y la desesperaba, todo lo que le estaba dando parecía no ser suficiente, necesitaba una dosis extra de adrenalina y de lujuria.
—San, por favor, más rápido.
—También lo quiero yo, pero necesito más, quiero que mi fuego se abrase junto a tu cuerpo.
No estaba entre sus planes que las cosas fueran rápidas esa noche, y es que Santana quería perpetuar el momento. Brittany intentó controlar sus emociones, sus sensaciones y su avidez de Santana, se concentró para gozar como Santana quería que lo hiciera.
Santana, mientras tanto, arremetía sus dedos junto con sus caderas, contra su sexo despacio, nunca había estado tanto tiempo dentro de ella, manteniendo la intensidad de su intromisión, tenía otros planes. De pronto, se detuvo y descansó el cuerpo en su espalda, entonces se sentó en el sofá y le pidió que se subiera a horcajadas en ella.
Brittany se aferró a su cuello y Santana la sujetó por las caderas, guiándola para que se hundiera. Brittany bajo una mano y penetro a Santana con un movimiento profundo y lento, Santana no perdió el tiempo y la penetro otra vez.
Ambas entraban y salían de la otra al mismo ritmo. Aun en silencio, se decían con los ojos todo lo que sentían. De pronto, gemidos, soplidos, jadeos, gritos, besos y lenguas los invadieron y marcaron un punto de inflexión para que cambiaran la intensidad de sus movimientos.
Brittany sentía cómo su cuerpo subía a la cima y sabía que caería, desde ahí, hasta un éxtasis soñado que sólo su amada podía hacerle sentir. Su orgasmo estaba latente, su vagina apretaba los dedos de Santana, como la vagina de Santana apretaba los de ella.
—Dale, Britt, dale, acabemos juntas—le suplicó Santana con la voz entrecortada.
Sus palabras y el tono de su voz hicieron mella y, entonces, Brittany cedió a su ruego. Hubiera querido decirle que la quería así siempre, perdida en ella, pero en vez de hacerlo gritó su nombre y jadeó hasta que escaparon lágrimas de sus ojos por la intensidad del orgasmo.
Nunca antes le habían hecho experimentar esas sensaciones.
Santana también gritó y secó sus lágrimas con los labios. Apoyada en sus hombros, Brittany saco sus dedos de Santana y se hundió en su cuello para esperar a que su cuerpo se calmara un poco.
Santana también salió de Brittany y enroscó los brazos a su alrededor con fuerza, como si fuera una tabla en medio del océano, y la oprimió contra su pecho, quería perpetuar el momento.
Adele estaba terminando de cantar y Brittany tradujo en su mente la frase y le dijo, casi sin aliento:
Prometo que merezco estar entre tus brazos, así que, vamos, dame una oportunidad.
Al escucharla, Santana le llenó la frente de besos. De este modo, permanecieron en silencio durante un rato. Luego se puso de pie y la llevó en brazos hacia el dormitorio, la recostó en la cama y volvió a salir para apagar las luces y la música. Regresó y se dejó caer a su lado.
—Fue grandioso, Sanny.
—Aún tengo más proyectos para esta noche, en el auto te dije que no te iba a dejar dormir.
Brittany rió aniñada, se subió a horcajadas sobre Santana, tomándolo por sorpresa, y entrelazaron sus manos.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo sabes que no quedarás exhausta antes que yo?
—Porque estoy en buena forma física.
—No lo dudo, pero también puedo llegar a consumirte, no me subestimes.
—No, Britt, creeme que no lo hago. A veces tengo miedo de que mi corazón se detenga.
—¡Exagerada!
—No exagero, Britt.
Brittany se inclinó para besarla.
—Quiero estar siempre así con vos, no voy a soportar que te vayas de mi lado.
—No me iré, quizá lo haga de manera transitoria, porque tengo obligaciones que cumplir, pero yo tampoco podré irme por demasiado tiempo, Britt. No quiero alejarme de tu lado, lo solucionaremos.
—¿Me lo prometés?
—Te lo prometo—dijo convincente, y entonces Brittany volvió a acercarse y la besó posesiva.
Necesitaba sentir que era suya, que le pertenecía pero no sólo en cuerpo, sino también en alma.
Sus lenguas se encontraron una vez más danzando dentro de sus bocas y la urgencia se apoderó de ellas de inmediato. Santana estaba preparada para estar de nuevo en Brittany y llenarla de placer.
La fusión de sus cuerpos era perfecta, su destino era estar unidas.
Se perdieron en las caricias, en el momento, en la noche... Entre ellas, desde un primer instante, todo había sido intenso y rápido, como el último orgasmo que compartieron esa noche.
Estaba sedienta y se levantó a beber agua. Cuando regresó, Santana estaba con los ojos cerrados y Brittany se deslizó con cuidado a su lado y se acercó para darle un beso sutil en los labios.
—¡Ah, te atrapé!—gritó Santana.
Brittany chilló espantada y luego se carcajeó. Santana trepó por su cuerpo con un rápido movimiento.
—¡Boba, me asustaste!
—¿Creíste que me había dormido? Te dije que no lo haría, tenés que confiar más en lo que te digo, debés aprender a confiar en mí, Britt.
—Claro que confío.
—¡Mentirosa, sé que no es así!
—Sabelotodo, ¿por qué pensás eso?
—Porque cada vez que te digo cosas importantes, noto incredulidad en tu mirada. A veces siento que clavás tus ojos en los míos y me pedís que sea cierto lo que te estoy diciendo. Entiendo que te defraudaron una vez y que te cuesta volver a creer en alguien, pero soy sincera en todo lo que te expreso, siempre. Vos sos muy transparente, Britt, tu mirada es lo más transparente que tenés.
Brittany se quedó callada.
Todo lo que Santana le estaba diciendo era cierto. Le sonrió tímidamente y estuvo unos segundos pensativa. Le costaba mucho dejar sus miedos de lado, le asustaba pensar que su relación se basaba simplemente en la atracción física. Lo que Santana acababa de decir le la hacía feliz, pero siempre encontraba algún «pero». Además, ahora se había instalado en su mente un nombre: «Dani».
—Juro que quiero creerte, San, pero tengo mucho miedo de que todo entre nosotras se termine.
—No se va a acabar, Britt; ¿cuántas veces tengo que decírtelo para que te convenzas? Sé que al principio no era así, pero las cosas han cambiado sobre la marcha, mis sentimientos se han transformado.
—Es que San...—hizo una pausa, tragó saliva y continuó—Lo que me hace dudar es que hay cosas que no me decís.
—Hoy en el restaurante, te dije todo lo que querías saber.
—No, todo no. Sólo contestaste a las preguntas que quisiste—Santana resopló—¿Ves? Como ahora, estamos hablando, no te gusta y te pones tensa y estoy segura de que vas a intentar cambiar de conversación.
—¿Acaso hay algo más importante que lo que te explico que siento por vos?
—Supongo que no—contestó Brittany y era evidente que, en ese aspecto, Santana tenía razón.
—¿Entonces?
—Quizá tengas razón, debería confiar más en tus sentimientos.
—Eso me gusta más, es agotador estar todo el tiempo esforzándome para convencerte de que lo que te digo es cierto.
—Perdón, te prometo que lo voy a intentar con más fuerza.
—Bien, eso está muy bien.
Había empezado a amanecer, la luz del día los sorprendió charlando. Tenían sus manos enlazadas y Santana jugueteaba con sus dedos mientras hablaba sin parar. Se había propuesto que Brittany confiara en ella y decidió que era una buena idea explicarle cosas de su círculo más íntimo.
Le habló de su casa en Miami, de sus hermanos y sus profesiones—el mayor era abogado, el del medio, psicólogo y su hermana, genetista—El abogado y Santana trabajaban en la empresa con su papá, mientras que los otros, por sus profesiones, tenían una clínica en sociedad.
Le habló del negocio familiar, de sus inicios y le reveló que, al principio, los diseños de Mindland habían sido de su mamá. Así fue como había surgido la idea de crear una marca de ropa, desde muy abajo, nunca vislumbraron que se transformarían en una compañía tan grande.
Le explicó que cuando había nacido el segundo de sus hermanos, su mamá se había apartado de la empresa para dedicarse a la familia, por lo que su papá contrató a otros diseñadores y siguió adelante con la compañía hasta transformarla en lo que en esos momentos era.
De pronto, el silencio del amanecer y el cansancio se apoderaron de Brittany, que se resistía a dormirse. Santana estaba muy comunicativa, pero también sus párpados empezaron a pesarle.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
confio en santana, espero que no defraude a britt!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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