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[Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
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Elita
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micky morales
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monica.santander
23l1
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Me encantan las reconciliaciones!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
son cosas mias o antes ponias 2 capitulos por dia? me encantan sus reconciliaciones!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Me encantan las reconciliaciones!!!!
Saludos
Hola, aaaaaaa o no¿? si son las mejores! ajjaajaj. Saludos =D
micky morales escribió:son cosas mias o antes ponias 2 capitulos por dia? me encantan sus reconciliaciones!!!!!
Hola, nop, si subo dos caps por días po, como ha esta hora siempre y el otro como tres o cuatro horas después. Y a mí aajaajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 14
Capitulo 14
Santana no permitió que Brittany se levantara, se colocó una bata y fue hasta la cocina a preparar algo de comer.
Antes de regresar a la habitación, caminó hasta la entrada del departamento donde habían quedado sus maletas y buscó el estuche con el regalo que le había comprado en París. Lo metió en el amplio bolsillo de su bata y fue al dormitorio.
Brittany estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas y hablaba por teléfono con Kitty.
—Sí, cabezona, te digo que estoy bien. Lamento no haberte contestado los mensajes, pero tuve unos días muy intensos y desconecté el móvil.
No quería contarle nada de lo ocurrido en Francia.
Santana se sentó frente a Brittany imitando su postura y puso la bandeja en medio de ambas.
—Te llamaba porque tengo algo que contarte—le dijo Kitty.
—¿No me digas que rompiste con Marley?
—No, todo lo contrario, nos fuimos a vivir juntas.
Brittany pegó un grito y Santana se sobresaltó. La miró con el cejo fruncido.
—¡Me acabás de dejar sorda, Britt!
—Lo siento, es que me cogiste por sorpresa. Acá, San está haciendo un montoncito con los dedos porque no entiende mi efusividad.
Le contó rápidamente a Santana qué pasaba para incluirla en la conversación.
—¡Hacele saber que las felicito!
—Ya oí, muchas gracias, estoy un poco asustad, porque ya tuvimos nuestra primera pelea de convivencia.
—Tranquila, Kitty, al principio es normal. No es lo mismo que verse de vez en cuando para compartir alguna que otra noche.
—Sí, eso espero, aunque me parece que vamos a chocar por todo.
—Te digo que es normal. Ahora comparten más horas al día juntas, sus caracteres y costumbres deben amoldarse.
—Tengo miedo de que nos hayamos apresurado y de que lo que teníamos se vaya al garete.
—No seas gallina, Kitty, no te rindas ante la primera dificultad.
—¡No soy gallina, pero no quiero perderla!
—Sí la perdés es porque el amor entre ustedes no es verdadero.
Brittany extendió su mano para buscar la de Santana y entrelazar sus dedos con los de ella.
—Pero, antes de llegar a eso, tenés que luchar. No debe de haber sido tan grave la pelea, Kitty, estoy segura de que se trata de algo que pueden superar.
—Bueno, pero ¡tampoco está bien que crea que puede manejar mi vida porque estamos viviendo juntas!
—De eso se trata la convivencia, de ceder un cincuenta y un cincuenta, sin perder la esencia de uno mismo, con equilibrio.
Mientras hablaba, Brittany fijó sus ojos en Santana y ella levantó su mano para besarle los nudillos.
—Te amo—le dijo Santana gesticulando y mordiéndole un dedo, Brittany le sonrió.
—Ya veo que estás de su lado—protestó Kitty.
—Escuchame, chiquita, yo no estoy del lado de nadie, sólo te estoy aconsejando, pero si no te sirve y estás enojada con Marley, podés decirme, simplemente: «Britt, quiero que me digas esto y esto», ¡y así puedo repetirte, como un loro, lo que deseás escuchar!
—Bueno, bueno.
—¿Y por qué fue la discusión?
—Porque después del trabajo me fui de copas y no le avisé.
—¿Y qué cuernos querías? ¿Qué te aplaudiera por irte de picos pardos?
—Pero ¡no me fui de picos pardos!
—Bueno, Kitty, es una manera de hablar... Pero tendrías que haberla avisado, ahora ya no vivís sola.
—Pero me fui a tomar una cerveza, sólo eso, y no llegué tan tarde como para que me montara el escándalo que me montó.
—¡Estás cegada! Cuando estás así, no pensás y no escuchás.
—Cuando ella salió del gimnasio, también se fue con sus amigas a tomar algo y no vino directamente. Además, cuando llegó, yo ya estaba en la cama.
—¿Eso fue antes o después de que vos lo hicieras?
Kitty no respondía.
—¡Hey! ¿Reformulo la pregunta?
—Después.
—Entonces no te quejes, te pagó con tu propia medicina.
—Lo sé, lo sé.
—¿Entonces?
—Nada, que si lo hablo con vos me cuesta menos reconocer que Marley tenía razón.
Brittany se rió en silencio para que su amiga no se cabreara.
—Ay, yo también extraño nuestras charlas... Podés llamarme cuando lo necesites, Kitty. Sabés que estaré siempre ahí.
—Boba.
—Boba, tu.
—Gracias por escucharme.
—Gracias por llamarme y seguir considerándome tu amiga.
—Sabés que siempre será así.
Terminó de hablar con su amiga y volvió a centrar toda su atención en su amor.
—Lo siento. Kitty necesitaba que habláramos.
—No te preocupes. Ella es tu amiga y yo... yo sé que tengo toda tu atención—le dijo clavando sus ojos oscuros en los azules de Brittany y utilizando una voz muy dulce.
—Vos tenés más que mi atención, Sanny. Tenés todo mi amor, mi alma y mi vida—le aseguró Brittany mientras se estiraba sobre la bandeja para acariciarle la mejilla y apoderarse de sus labios.
Metió la otra mano dentro de la abertura de la bata y la cogió por la cintura. En ese momento, sintió algo duro sobre la mano y se alejó con curiosidad.
—¿Qué tenés ahí?
—Hum, algo que compré para vos. ¿Recordás que te envié una foto en el obelisco? Estaba yendo a buscar esto.
—Quiero mi obsequio.
Brittany quiso sacarlo de su bolsillo pero Santana no la dejó.
—Primero comamos—la esquivó Santana mientras mordía su sándwich—¡Estoy hambrienta!
—¡Sanny! ¡Sabés que soy muy ansiosa!
—Chis, comamos, luego te daré el obsequio, porque tengo una fantasía en mi cabeza y creo que es mejor que nos alimentemos.
—¿Fantasía?
—Ajá—asintió con la cabeza—Comé y después te cuento. Necesito que recuperes tus fuerzas.
Brittany frunció el entrecejo mientras masticaba un bocado.
Cuando terminaron de comer, Santana apartó la bandeja y se sentó más cerca de Brittany. Acto seguido, le pidió que cerrase los ojos.
—Ahora podés abrirlos.
Cuando Brittany lo hizo, se encontró con una caja de cuero con las letras grabadas de Boucheron, que descansaba sobre la palma de la mano de Santana.
—Es para vos, ¡abrila!
Brittany cogió la caja, la miró unos instantes, estudiándola, levantó la vista y apartó el estuche, cogiendo por sorpresa a Santana. Se movió con rapidez, se aferró a su cuello, se acurrucó en su regazo y le habló desde muy cerquita:
—Vos siempre sos el mejor regalo para mí.
Se besaron y luego Santana tomó la caja nuevamente e insistió para que la abriera. Brittany lo hizo y se encontró con el fulgurante brillo de las piezas de joyería exclusiva.
—¿Te gustan?
—Son hermosas, exquisitas, me encantan los pendientes y el brazalete. ¿Qué decirte, Sanny? Vi a muchas actrices en las revistas que los llevan puestos, y siempre los admiré.
Santana sonrió.
—Entonces acerté con el regalo. Y lo más importante es que éstos son tuyos y ya no tendrás que admirar más los de las fotografías.
—Gracias por hacerme sentir siempre tan especial.
—Sos especial para mí, por eso necesito demostrártelo.
Se besaron.
—Aún debo comprarte una sortija de boda, prometo encargarme de eso con celeridad.
—Que sea algo sencillo.
—Chis—le guiñó un ojo—Te dije que me encargo yo.
—Yo también tengo un regalo para vos.
—¿En serio?
Brittany asintió con la cabeza.
—Te salvaste porque te lo compré antes de todo ese mal rollo.
—¿Creés que no me lo merezco?
—Bueno creo que sí, te lo merecés.
Santana le besó la punta de la nariz y le mordió un carrillo. Luego Brittany se levantó de la cama y fue hacia el vestidor. Volvió con dos sobres azules: un estuche de joyería y otro paquete mucho más grande, que acarreó con dificultad.
Primero, le entregó uno de los sobres. Santana lo abrió y sacó un certificado emitido por el Global Star Registry, que indicaba el nombre dado a una estrella, «Sanny y Britt-Britt», también testificaba que el registro se había realizado en la oficina de la propiedad intelectual de Estados Unidos y señalaba, además, sus coordenadas astronómicas.
—¡Mi amor! ¿Una estrella con nuestro nombre?
—Sí, tal vez es un poco cursi, pero me gustó mucho la idea—admitió Brittany encogiéndose de hombros—Después de todo, dicen que el amor es ñoño.
Dejó escapar una risita.
—¿Cursi? ¡No digas eso, me ha encantado! Me parece fantástica la idea de que haya una estrella que lleve nuestros nombres, ¡gracias! Vení acá, mi ñoña.
La cogió por la nuca y besó sus labios con pasión, los succionó y los lamió con mucha ternura.
—Hay más—dijo Brittany señalando el otro sobre.
Entonces, Santana extrajo del paquete un mapa que proporcionaba un trazado exacto para poder navegar por el cielo con un telescopio y localizar la estrella.
En aquel momento, y después de que Santana desplegara el mapa, Brittany gateó sobre la cama para levantar el paquete que había llevado hasta ahí con dificultad, pero como era muy pesado, Santana se movió rápidamente para ayudarla. Entre las dos, abrieron el envoltorio y la caja quedó al descubierto: le había regalado un telescopio astronómico computarizado.
—¡Vaya! ¡Britt-Britt, qué regalo tan fantástico!—exclamó con asombro al descubrir el reluciente aparato de color blanco y cromo.
—¿Te gusta?
—¡Me encanta! Me muero por aprender a usar esto y ubicar nuestra estrella. Vení acá, te merecés otro beso, yo también me siento ñoña.
Se carcajearon y, después, Santana le rodeó el cuello y volvió a tomar sus labios por asalto.
—Me explicaron que se usa muy fácilmente, sólo hay que orientarlo en la línea norte-sur, y con la inclinación de la latitud del lugar, algo que se obtiene fácilmente con un reloj. Creo que con tu Hublot podrás conseguirla fácilmente—Santana asintió—Luego hay que cargar las coordenadas de las estrellas más brillantes en este ordenador, para calibrarlo.
Brittany sacó de la caja un aparato que parecía un mando a distancia pero que, en realidad, era el ordenador del telescopio, y se lo enseñó.
—Trae un software explicativo con las instrucciones.
Mientras Brittany le explicaba, los ojos de Santana bailoteaban extasiados del aparato a su rostro. Esa mujer tenía un poder increíble sobre ella, la tenía fascinada o, como Brittany decía, atarantada.
—Bueno y esto forma parte del kit de la estrella—dijo Brittany entregándole la caja de joyería, que Santana abrió con impaciencia.
En ella encontró un llavero de plata, donde estaba grabado el nombre de la constelación y sus coordenadas exactas.
—Sos increíble, Britt, jamás se me hubiera ocurrido algo así, sólo tu mente pudo haber volado hasta este regalo tan especial.
—Tenía miedo de que no te gustara, es que... ¡tenés de todo!
—No tengo de todo.
—No seas modesta, San.
Brittany se recolocó la bata de seda, que se le había abierto dejando escapar uno de sus senos, y se acurrucó entre los brazos de Santana. Ella la recibió gustosa.
—Me dijiste que tenías una fantasía con tu regalo, ¿no?
—Así es.
—¿Cuál es?
—Hum, despejemos la cama.
Quitaron todas las cosas que había encima de ella y luego Santana le pidió que la esperara ahí. Se dirigió resuelta hacia el vestidor, llevándose consigo la caja de Boucheron. Al regresar, le explicó que había dejado preparado ahí lo que deseaba. Brittany la miró sin entender demasiado, pero se levantó para darle el gusto.
—¡Es ropa!—chilló Brittany desde allá y regresó.
Santana estaba sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabezal.
—¿Adónde vamos?
—Quiero que te vistas y que, después, te desnudes para mí.
—¡Me da vergüenza!
—Pero ¡si ya lo hiciste en el Faena!
—Pero eso nació de forma espontánea.
Santana juntó sus manos y apoyándolas en su boca le suplicó:
—Quiero que me vuelvas loca como aquel día y que te quedes sólo con las joyas y los zapatos puestos.
Brittany gateó sobre la cama.
—¿De verdad te volví loca?
—¡Muy loca! Me enardeciste y me pusiste tan caliente que creí que me iba a correr sin necesidad de tocarte.
Brittany le lamió los labios, luego la estudió mientras decidía y Santana le dedicó una mirada tan pícara que la tentó.
—Esperame acá, Hoyuelitos, ya vuelvo.
Pero cuando Brittany quiso alejarse Santana la cogió por la nuca y la miró oscuramente.
—No tardes—le dijo con voz grave y sensual.
—Lo bueno se hace esperar y mi imaginación se acaba de despertar, así que paciencia. Si querés un espectáculo, dejame prepararme.
Le mordió el labio y se marchó. Regresó con un pañuelo de seda negro entre sus manos, aún no se había cambiado.
—Tenelo a mano—le dijo y le guiñó un ojo—, Cuando te indique quiero que te vendes los ojos.
Santana se quedó pasmada y super-excitada.
—Hum, esto se está poniendo muy interesante.
Después de unos minutos, y antes de aparecer en el dormitorio, Brittany le gritó a Santana que se vendara los ojos, pero no se quedó ahí.
—¿Adónde vas?—Santana oyó sus pasos.
—¡Chis! Ya vuelvo, no hagas trampa y te destapes los ojos. ¡Ah! Y quitate esa bata.
Santana se rió divertida e hizo lo que ella le indicaba.
Brittany fue hasta la cocina y, tras unos minutos, regresó con una copa de champán, fresas en un recipiente y un bote de nata. Apoyó todo con mucho cuidado en una mesilla, intentando no hacer ruido para no delatarse, y luego conectó su iPod al sistema de sonido del dormitorio.
Se reía en silencio por todas las travesuras que su mente estaba maquinando.
La vergüenza se le había esfumado: Santana la desenfrenaba y le hacía vivir y sentir como nunca.
Estaba excitada, nunca hubiera pensado que un juego como ése la podía poner en ese estado. Se había vestido con las prendas que Santana había elegido de entre su ropa: un corsé, unas ligas color caramelo que sostenían sus pantis y un vestido muy ajustado con escote palabra de honor, con lentejuelas negras y plateadas. Se había calzado unos Louboutin con purpurina asimismo plateada y llevaba puestas las joyas que Santana le había regalado.
Entonces, sin más demora, apretó el play para que Etta James comenzara a cantar A sunday kind of love, una melodía muy sugerente que hizo que Santana se removiera sobre el lecho y se pusiera en una actitud expectante. Notó en seguida que la cama se movía y supuso que Brittany se había subido a ella, pero como tenía los ojos vendados no pudo verlo.
Brittany gateó hasta ella, le separó las piernas para hacerse un hueco entre ellas, se le acercó y le respiró sobre el rostro.
Santana estaba muy receptiva.
Se acercó a su oído y le habló susurrando:
—Prohibido tocar, Hoyuelitos—con una voz más oscura aún, le preguntó—¿Entendido?
—Entendido—le contestó Santana.
Brittany había trasladado todos sus complementos a la mesilla de noche, se estiró, tomó una fresa que sumergió en La Grande Dame, la roció con abundante nata y se la colocó en la boca, sosteniéndola entre los dientes, se acercó a la boca de Santana y la apoyó en la de ella.
Santana se sorprendió, encendida, abrió la boca y la aceptó. Brittany introdujo su lengua junto a la fresa y la besó, la succionó tomando plenamente el control.
Santana ya estaba enloquecida, porque Brittany sabía cómo ponerla a mil, su excitación había crecido: estaba húmeda y muy excitada.
Luego cogió la copa de champán y repitió la maniobra anterior, sólo que esta vez le puso la fresa a Santana entre los dientes para que se la pasara a ella.
Santana estaba deseosa de levantar sus manos y asirse a su cuerpo, atraparla y aprisionarla contra ella, pero Brittany no se lo permitía.
—No, López, usted pidió jugar a este juego, así que ahora tiene que aguantarse.
—Britt-Britt, estoy muy caliente.
—Tranquila, vas a tener todo lo que ansías—se acercó a su oído de nuevo y le habló muy cerca—Lo prometo, mi amor, te daré todo lo que tu mente está imaginando. Te amo, Hoyuelitos.
Santana sonrió con ese gesto de perdonavidas que tan bien le sentaba y que a Brittany la descolocaba.
Brittany no pudo resistirse a los encantos de su morena y se aferró a su nuca para poseer sus labios, luego se apartó de Santana.
Santana respiraba entrecortada, intentando oír los movimientos de Brittany, pero la música se lo impedía. De pronto, sintió que Brittany enganchaba su dedo en el pañuelo que le cubría los ojos. La seda se desató con facilidad y pudo disfrutar de una imagen incomparable de Brittany caminando de espaldas a ella.
El vestido resaltaba todas sus curvas, como si estuviera impreso en su cuerpo, su culo, que la enloquecía, parecía realmente grande enfundado en él.
Brittany se detuvo junto al jacuzzi que estaba incorporado en el dormitorio, abrió las piernas y se agachó cogiéndose de los talones. Después se levantó despacio, de manera muy sensual, mientras se acariciaba las piernas. Cuando llegó con sus manos al bajo del vestido, fingió que iba a levantarlo, pero sólo le mostró el muslo, la puntilla de sus medias de seda y el broche de sus ligueros, luego volvió a cubrirse.
Llevó entonces su mano a la cremallera del vestido y la bajó unos centímetros, después se dio vuelta para mirarla de forma seductora, volvió al cierre y terminó de bajarlo. Sostuvo la prenda a la altura de sus senos con un brazo, para evitar que se viera más de la cuenta, y jugó con su pelo. Lo tiró hacia un costado y se pasó un dedo por los labios. Acto seguido bajó sus manos despreocupada y dejó que el vestido se deslizara por su cuerpo.
Santana la miraba alucinada, respirando con dificultad.
Brittany se quedó en corsé y tanga, dos prendas de encaje transparente que dejaban apenas cubiertas, tras el tul, sus partes más íntimas, esas que Santana tanto deseaba.
Desinhibida y excitada, se pasó la mano por el cuello y lo exhibió ante Santana echando su cabeza hacia atrás. Embriagada por el momento, hundió los dedos de su otra mano en su cabello.
A esas alturas, a Santana ya le costaba tragar, su mirada la recorría y seguía cada uno de sus movimientos.
Brittany enderezó la cabeza y clavó la mirada en los duros pezones de Santana y la humedad que cubría su sexo. La deseó, sintió electricidad en su cuerpo, un hormigueo en su vientre y una punzada en su sexo, instintivamente, se llevó la mano al pubis y se acarició por encima de la ropa interior, mientras se relamía.
Entonces, sin poder contenerse más, se aproximó a su morena, se apoderó del pañuelo y volvió a arrastrarse sobre la cama de manera muy sensual.
Mientras gateaba, la cabeza de Santana iba a mil por hora: Brittany se había convertido en fuego, pasión, delirio y Santana se movió un poco esperando recibirla, pero Brittany la sorprendió y le pidió, con una voz muy gutural, que se acostara. Le indicó que levantara ambos brazos por encima de su cabeza y la ató de las muñecas con el pañuelo, después se sentó a horcajadas sobre Santana.
Santana estaba entregada, abandonada a sus exigencias.
Brittany se acercó y le pasó la lengua por los labios, Santana los quiso atrapar, pero Brittany fue muy rápida y se apartó. Se estiró, cogió el bote de nata y escribió «I love» entre los pechos de Santana.
Santana la observaba fascinado.
Brittany se inclinó despacio y posó la lengua en su piel mientras la miraba con verdadera lascivia, hasta que comenzó a lamerle la nata con la que había impregnado su cuerpo, entreteniéndose un poco más en sus pezones.
Santana se sintió sumamente excitada y cerró los ojos dejando escapar un hondo gemido; imaginó que se iba a correr porque estaba muy caliente, pero intentó serenarse.
Brittany enderezó su cuerpo y admiró a su morena, que yacía vulnerable, entregada.
Al notar el movimiento de su cuerpo, Santana abrió los ojos para verla y, entonces, Brittany se desabrochó el corsé y le ofreció sus pechos. Inmovilizada, pero deseando tocarlos, le rogó que le permitiera besarla, pero Brittany se había convertido en una chica muy mala y negó con su cabeza. Se arrodilló en la cama, cogió las tirillas de su tanga y comenzó a deslizarlas, subiéndolas y bajándolas por sus muslos, hasta que, finalmente, de un tirón las rasgó mientras dejaba escapar un gritito de placer contenido.
—¡Dios, Britt, voy a morir en esta cama!
Brittany se había transformado en Afrodita, una deidad del deseo, del amor, de la lujuria: era su diosa de la belleza, la sexualidad y la reproducción, era su divinidad personal, emergida de la espuma del mar y creadora de su propio universo, la única capaz de enamorarla, de hacerla sucumbir, de volverla ciego de amor.
Se sintió Ares, dios de la guerra, amante de la deidad que tenía sentada sobre su cuerpo. Recordando la mitología griega, creyó que tendría que invocar la clemencia de Poseidón por desearla tanto, por claudicar ante ella como un simple mortal sin voluntad que sólo pensaba en amarla, en hacerla suya, en entregarse lujurioso a su cuerpo.
—Dejame tocarte, Britt-Britt, dejame fundir mis manos con tu piel.
—Aún no, López—le negó Brittany.
Brittany se movió con poderío y movió una de sus manos y penetro a Santana, mientras que con la otra masajeaba los morenos pechos haciendo que ambas gimieron aliviadas ante ese contacto tan íntimo. En ese preciso instante empezó a mover sus dedos, los hizo girar una y otra vez, mientras Santana emitía sonidos desconocidos para Brittany.
Santana estaba tan extasiada que parecía otra persona y empezó a arquear con violencia su pelvis para que Brittany entrara más en ella y encontrarla en sus bamboleos. Sus ojos le suplicaban de tal forma que Brittany se apiadó y desató sus muñecas.
Con extrema premura, Santana movió sus manos ávidas para tomarla de la nuca y la besó: necesitaba empaparse de su sabor, devorarla por completo.
Se movió con astucia hasta dejarla bajo su peso, se apoderó de sus muñecas y unió sus sexos, la enloqueció con sus embestidas. La adoró y se movió hasta caer rendida, saciada.
Brittany, por su parte, sintió que las fuerzas la abandonaban, que su cuerpo no le pertenecía y que sus sensaciones eran irreales, míticas. Satisfecha, dejó escapar su nombre entre sus labios y también se dejó ir.
Santana se despertó aturdida y recordó, de pronto, que tenían que ir a cenar a casa de sus padres.
La habitación estaba sumida en la penumbra, así que imaginó que debía de ser bastante tarde. Preocupada, cogió su iPhone y miró la hora, efectivamente, rendidas por el esfuerzo en la práctica de hacer el amor, se habían quedado dormidas hasta casi las ocho de la noche.
Miró a Brittany, que dormía a su lado, desnuda y boca abajo, en ligueros y medias, y se rió recordando lo bien que se lo habían pasado. No pudo resistirse y besó y acarició su espalda, después, con voz de arrullo, la llamó para que se despertarae:
—Vamos, Britt-Britt, nos esperan en el Belaire.
—Hum...
—Venga, Britt, vamos a darnos una ducha rápida y nos vamos.
—¿Qué hora es?
—Las ocho.
—¡Dios! ¡A tus padres les gusta cenar temprano! Pero estoy rendida no puedo levantarme, me duele cada uno de los músculos de mi cuerpo.
—Vamos, bonita, ¿querés que te cargue hasta la ducha?
—No, dejame descansar un poquito más.
Brittany se dio la vuelta y Santana le apartó los mechones de pelo que le tapaban la cara. Sus ojos brillaban en la semioscuridad.
—Soy verdaderamente afortunada.
—¿Ah, sí?, ¿por qué?
—Porque no hay nada más hermoso que despertarme y encontrarme con tus ojos oscuros que me miran amándome.
Santana le dio un casto beso en la boca.
—Vamos, señorita Pierce, debemos irnos.
La reunión en el Belaire, junto a toda la familia, fue encantadora.
Liam y Harry, los mellizos de Jake y Bree, estaban mucho más grandes y compartían más tiempo con sus tíos y abuelos, ya que no dormían tanto.
Brittany se pasó la noche con Liam en brazos, porque el pequeño tenía predilección por ella y, cada vez que la veía, quería sentarse en su regazo.
—Creo que Liam está enamorado de ti, Britt—le dijo Bree mientras intentaba cogerlo en brazos para darle el biberón.
Harry ya se lo había tomado y se había dormido, pero el otro pequeñín lloraba y se aferraba al cuello de Brittany, no quería ir con su mamá.
—¿Sabés? Con mis sobrinos me pasa lo mismo, cuando voy a la plantación no hay quien los despegue de mí, parecen pequeñas garrapatas, mi hermano dice que soy su ídolo.
—Tienes feeling con los niños, se nota—le dijo Bree, mientras Liam chupaba el mentón de Brittany.
—¡Oh, Dios, San! ¡Mirá a tu sobrino! Creo que quiere robarte la novia.
Su cuñada llamó la atención de Santana, que estaba un poco lejos, bebiendo una copa de champán junto a Quinn. Sonrió mientras se les acercaba, besó la mejilla del niño y le hizo monerías en su regordete cuello.
—¡Vamos mal, entonces! Pero te entiendo, Liam, es imposible resistirse a esta belleza, ¿verdad? Creo que definitivamente tiene tan buen gusto como su tía.
El niño pareció escucharla con atención, ya que le clavó la mirada y sonrió achinando sus ojitos y dejando escapar una carcajada. Después agitó las manitas y le estiró los brazos a Santana, que no pudo resistirse y se agachó para levantarlo, después de entregarle su copa a Brittany. Pero cuando el pequeño vio que se separaba de ella, se tiró de nuevo en sus brazos haciendo un puchero.
—¡Hey, hey, no llores! Tu tía no se va a ningún lado, se queda acá con nosotros.
Pero Liam no lo entendía así y Brittany decidió cogerlo en brazos otra vez.
—Dame, Bree, yo le doy el biberón y me encargo de que duerma—se ofreció gustosa Brittany.
—Pero mirá que tenés que acostarte en la cama con él, Liam es el más difícil de dormir.
—No te preocupes, será un placer.
A Santana le generó muchísima ternura descubrir ese lado tan maternal de Brittany y, de pronto, empezó a fantasear.
—Ya vuelvo, amor, voy a darle de comer a este tragón y a hacerlo dormir.
Santana sonrió con el corazón en la mano y le guiñó un ojo.
Brittany estaba tardando más de la cuenta, así que decidió ir hasta el dormitorio que Maribel había preparado para sus nietos. En cuanto entró, Brittany le indicó que no hiciera ruido, llevándose un dedo sobre los labios. Se quedó mirando a Brittany y a Liam, que dormía aferrado a su cuello.
Su corazón dio un vuelco ante esa imagen tan entrañable y sintió cosquillas en el alma. Especuló una vez más con tener un hijo propio y esa idea le gustó más que nunca.
Se acostó con sigilo al otro lado de la cama.
—Chis, se acaba de dormir—le susurró Brittany.
—Estás hermosa con un bebé en los brazos...—le dijo Santana bajito, con un codo apoyado en la cama.
—Me encantan los niños y Liam parece estar encantado conmigo.
—Creeme que lo entiendo.
—Tonta—Brittany hizo una pausa—Mientras lo hacía dormir imaginaba cómo sería un hijo nuestro.
—Hermoso, como la mami Britt.
—Hum, yo quiero que se parezca a vos.
—Y yo quiero que se parezca a ambas.
—¿Te gustaría tener hijos pronto?
—No me molestaría, sería la forma de perpetuar nuestro amor. ¿Y a vos te gustaría?
—Sí, me encantaría que fuera rápido, porque así cuando ya sea grande, tendremos tiempo para nosotras.
—De todos modos, tendremos tiempo para nosotras.
—Sí, lo sé, pero deberemos repartirlo con él.
—O con ella.
—O con él y ella, o con dos varoncitos o dos nenitas, no te olvides de que, siendo vos melliza, las posibilidades son altas.
—Hum, eso sí que sería complicado, ¿verdad? Con dos niños, necesitaríamos ayuda.
—En mi próxima consulta con el doctor Ryder, le preguntaré cuál es el tiempo prudencial que tiene que pasar para que me pueda quedar embarazada o puedes embarazarte tu primero.
—Me parece perfecto, pero me gustaría mucho que la que lleve a nuestro hijo seas tu.
—No puedo creerlo.
—¿El qué?
—Que estemos planeando tener hijos.
—A mí también me cuesta creerlo, antes nunca... nunca me imaginé con un hijo en brazos y hoy, Britt, debo confesar que es uno de mis más grandes anhelos, después de que nos casemos.
Santana la besó y Liam hizo un ruidito, se removió y se estiró, dándole con el pequeño puño en la cara a Santana.
—No quiere que me beses—le advirtió Brittany.
Se rieron y Santana le dio un beso en la manita a Liam...
¡Olía tan bien!
—Dejame ponerlo en la cuna, así podemos volver con los demás.
—Sí, además Maribel está esperando para servir la cena.
Como de costumbre, cuando terminaron de cenar, la reunión se extendió al salón, donde tomaron café y siguieron charlando.
Los temas de conversación en familia siempre eran variados e inagotables, pero, ese día, Rachel y Quinn estaban esperando ansiosas que todos estuvieran preparados porque querían comunicarles algo.
—Tenemos una noticia que darles.
En cuanto Maribel oyó esas palabras, supo en seguida lo que iba a decir su hija y se cubrió la boca.
—Sí, mamá, emocionate, porque en ocho meses va a llegar el primer Fabray-López.
Santana fue el más efusivo de todos los presentes, se levantó como un resorte y se abrazó a su hermana, le besó el cabello y el cuello y se mostró realmente conmovida, y es que la unión que ellas tenían desde el útero era imposible de disimular.
La apartó para contemplarla y le palpó el vientre con perplejidad.
—No puedo creerlo, pendeja, ¡vas a ser mamá!
—Sí, hermanita, podés creértelo porque es cierto.
—¡Dios! ¡Estoy contenta como si una de las madres!
Todos se rieron, Quinn le palmeó la espalda y Santana la abrazó.
—¡No quiero imaginar cómo te vas a poner el día que te enteres de que vas a ser mamá!
—Es cierto que con mis otros sobrinos también lo disfruté—le dijo Santana a Jake—, Pero con el embarazo de Bree estábamos todos tan asustados...
—Te entiendo, hermana, no hace falta que te justifiques.
—Además, todos sabemos cuán unidas están ustedes—añadió Finn—La época de los celos ya se nos pasó. No somos críos.
—¡Desde luego que no son críos, está a punto de llegar mi tercer nieto!
—O nieta, papá.
—¡Vení acá, chiquitina mía, no puedo creerlo!—Alfonso también estaba muy emocionado.
Todos querían felicitar a Rachel, pero como Santana no acababa de soltarla, se abalanzaron a abrazar a Quinn, que esa noche también estaba muy conmovida.
La noche se convirtió en un gran festejo en casa de los López.
No era extraño: la familia se agrandaba y la niña mimada de todos se iba a convertir en mamá.
Por la mañana, Santana se levantó muy temprano. La noche anterior le había dicho a Brittany que quería retomar su actividad física y que saldría a correr antes de ir a la empresa, así que se calzó las zapatillas deportivas, se puso un chándal y, mientras Brittany se quedaba remoloneando en la cama, se fue a trotar.
Pero, en realidad, su verdadera intención era otra.
Lo de salir a correr sólo había servido de excusa para Brittany, porque ella todavía tenía algo pendiente con Sam Evans y pensaba acabar de una buena vez con el asunto.
Se dirigió hacia Broome Street, donde esperó al acecho la oportunidad de que alguien entrara en el edificio de Sam y, finalmente, logró colarse en él.
—Hola, Samo, ¿cómo le va?
Había averiguado el nombre del portero y lo llamó por su nombre para que pensara que se trataba de alguien conocido y no lo detuviera.
Aun así, intentó ocultar su cara.
Subió hasta el ático, golpeó con decisión y, en cuanto se abrió la puerta del departamento, se encontró con él. Entonces, sin mediar palabra, le encajó un puñetazo que cogió a Sam por sorpresa y lo hizo trastabillar.
—¡Hijo de perra! ¡No te acerques más a mi mujer!—le espetó furiosa.
—Brittany aún no es tu mujer—le contestó Sam—Además, si la quisieras tanto como decís, la hubieras cuidado mucho más. ¡Casi la mata una de tus putas!
Sam se envalentonó e intento empujarla, pero Santana supo esquivar muy bien, porque practicaba artes marciales y era muy diestra.
¡Cómo se atrevía a juzgar lo que ella sentía por Brittany!
Santana respondió lanzándole otro puñetazo que le dio de lleno en la mandíbula y le cortó el labio: estaba furiosa.
Sam cayó al suelo y Santana, irascible y totalmente fuera de sí, se abalanzó sobre él y lo cogió por el cuello.
—¡No te metas más en nuestras vidas! ¡No sabés una mierda de mí como para juzgarme de esa forma! ¿Quién te creés que sos para decirle a Brittany las cosas que le dijiste? ¡Olvidate de que ella existe! ¿Me oíste? ¡Olvidate de mi mujer, porque Brittany es mi mujer y muy pronto será mi esposa! No quiero volver a enterarme de que te acercás a ella. Si querés conservar tu salud, ni pienses en ella, porque la próxima vez no te voy a romper tu gran boca de pez, te voy a romper cada uno de tus huesos—le gritó furibunda.
Sam la empujo con fuerza para sacársela de encima, logrando que ella se golpeara la cara contra el suelo, pero Santana se movió con rapidez y le encajó otro en la nariz que le hizo brotar la sangre y lo dejó casi sin sentido por el dolor. Luego lo soltó, dejándolo tirado ahí, y se escurrió por la escalera.
Salió del edificio y corrió hasta el Washington Square Park. Necesitaba serenarse, así que dio una vuelta al parque trotando y después paró un rato, para surtir de aire sus pulmones. Se compró un refresco en uno de los puestos que había por la zona y decidió regresar a casa.
En el ascensor, se dio cuenta de que tenía la camiseta salpicada de sangre, así que cuando entró en el vestíbulo del departamento de la calle Greene, se la quitó y la enrolló en su mano.
Brittany ya estaba a punto de preparar el desayuno para ir luego a la empresa.
Santana entró, se le acercó, la abrazó y le dio un profundo beso, luego se fue a duchar. En el baño, se miró al espejo, pero no tenía rastros en su cara del golpe, mejor así, así no tenía que explicarle nada a Brittany.
Antes de regresar a la habitación, caminó hasta la entrada del departamento donde habían quedado sus maletas y buscó el estuche con el regalo que le había comprado en París. Lo metió en el amplio bolsillo de su bata y fue al dormitorio.
Brittany estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas y hablaba por teléfono con Kitty.
—Sí, cabezona, te digo que estoy bien. Lamento no haberte contestado los mensajes, pero tuve unos días muy intensos y desconecté el móvil.
No quería contarle nada de lo ocurrido en Francia.
Santana se sentó frente a Brittany imitando su postura y puso la bandeja en medio de ambas.
—Te llamaba porque tengo algo que contarte—le dijo Kitty.
—¿No me digas que rompiste con Marley?
—No, todo lo contrario, nos fuimos a vivir juntas.
Brittany pegó un grito y Santana se sobresaltó. La miró con el cejo fruncido.
—¡Me acabás de dejar sorda, Britt!
—Lo siento, es que me cogiste por sorpresa. Acá, San está haciendo un montoncito con los dedos porque no entiende mi efusividad.
Le contó rápidamente a Santana qué pasaba para incluirla en la conversación.
—¡Hacele saber que las felicito!
—Ya oí, muchas gracias, estoy un poco asustad, porque ya tuvimos nuestra primera pelea de convivencia.
—Tranquila, Kitty, al principio es normal. No es lo mismo que verse de vez en cuando para compartir alguna que otra noche.
—Sí, eso espero, aunque me parece que vamos a chocar por todo.
—Te digo que es normal. Ahora comparten más horas al día juntas, sus caracteres y costumbres deben amoldarse.
—Tengo miedo de que nos hayamos apresurado y de que lo que teníamos se vaya al garete.
—No seas gallina, Kitty, no te rindas ante la primera dificultad.
—¡No soy gallina, pero no quiero perderla!
—Sí la perdés es porque el amor entre ustedes no es verdadero.
Brittany extendió su mano para buscar la de Santana y entrelazar sus dedos con los de ella.
—Pero, antes de llegar a eso, tenés que luchar. No debe de haber sido tan grave la pelea, Kitty, estoy segura de que se trata de algo que pueden superar.
—Bueno, pero ¡tampoco está bien que crea que puede manejar mi vida porque estamos viviendo juntas!
—De eso se trata la convivencia, de ceder un cincuenta y un cincuenta, sin perder la esencia de uno mismo, con equilibrio.
Mientras hablaba, Brittany fijó sus ojos en Santana y ella levantó su mano para besarle los nudillos.
—Te amo—le dijo Santana gesticulando y mordiéndole un dedo, Brittany le sonrió.
—Ya veo que estás de su lado—protestó Kitty.
—Escuchame, chiquita, yo no estoy del lado de nadie, sólo te estoy aconsejando, pero si no te sirve y estás enojada con Marley, podés decirme, simplemente: «Britt, quiero que me digas esto y esto», ¡y así puedo repetirte, como un loro, lo que deseás escuchar!
—Bueno, bueno.
—¿Y por qué fue la discusión?
—Porque después del trabajo me fui de copas y no le avisé.
—¿Y qué cuernos querías? ¿Qué te aplaudiera por irte de picos pardos?
—Pero ¡no me fui de picos pardos!
—Bueno, Kitty, es una manera de hablar... Pero tendrías que haberla avisado, ahora ya no vivís sola.
—Pero me fui a tomar una cerveza, sólo eso, y no llegué tan tarde como para que me montara el escándalo que me montó.
—¡Estás cegada! Cuando estás así, no pensás y no escuchás.
—Cuando ella salió del gimnasio, también se fue con sus amigas a tomar algo y no vino directamente. Además, cuando llegó, yo ya estaba en la cama.
—¿Eso fue antes o después de que vos lo hicieras?
Kitty no respondía.
—¡Hey! ¿Reformulo la pregunta?
—Después.
—Entonces no te quejes, te pagó con tu propia medicina.
—Lo sé, lo sé.
—¿Entonces?
—Nada, que si lo hablo con vos me cuesta menos reconocer que Marley tenía razón.
Brittany se rió en silencio para que su amiga no se cabreara.
—Ay, yo también extraño nuestras charlas... Podés llamarme cuando lo necesites, Kitty. Sabés que estaré siempre ahí.
—Boba.
—Boba, tu.
—Gracias por escucharme.
—Gracias por llamarme y seguir considerándome tu amiga.
—Sabés que siempre será así.
Terminó de hablar con su amiga y volvió a centrar toda su atención en su amor.
—Lo siento. Kitty necesitaba que habláramos.
—No te preocupes. Ella es tu amiga y yo... yo sé que tengo toda tu atención—le dijo clavando sus ojos oscuros en los azules de Brittany y utilizando una voz muy dulce.
—Vos tenés más que mi atención, Sanny. Tenés todo mi amor, mi alma y mi vida—le aseguró Brittany mientras se estiraba sobre la bandeja para acariciarle la mejilla y apoderarse de sus labios.
Metió la otra mano dentro de la abertura de la bata y la cogió por la cintura. En ese momento, sintió algo duro sobre la mano y se alejó con curiosidad.
—¿Qué tenés ahí?
—Hum, algo que compré para vos. ¿Recordás que te envié una foto en el obelisco? Estaba yendo a buscar esto.
—Quiero mi obsequio.
Brittany quiso sacarlo de su bolsillo pero Santana no la dejó.
—Primero comamos—la esquivó Santana mientras mordía su sándwich—¡Estoy hambrienta!
—¡Sanny! ¡Sabés que soy muy ansiosa!
—Chis, comamos, luego te daré el obsequio, porque tengo una fantasía en mi cabeza y creo que es mejor que nos alimentemos.
—¿Fantasía?
—Ajá—asintió con la cabeza—Comé y después te cuento. Necesito que recuperes tus fuerzas.
Brittany frunció el entrecejo mientras masticaba un bocado.
Cuando terminaron de comer, Santana apartó la bandeja y se sentó más cerca de Brittany. Acto seguido, le pidió que cerrase los ojos.
—Ahora podés abrirlos.
Cuando Brittany lo hizo, se encontró con una caja de cuero con las letras grabadas de Boucheron, que descansaba sobre la palma de la mano de Santana.
—Es para vos, ¡abrila!
Brittany cogió la caja, la miró unos instantes, estudiándola, levantó la vista y apartó el estuche, cogiendo por sorpresa a Santana. Se movió con rapidez, se aferró a su cuello, se acurrucó en su regazo y le habló desde muy cerquita:
—Vos siempre sos el mejor regalo para mí.
Se besaron y luego Santana tomó la caja nuevamente e insistió para que la abriera. Brittany lo hizo y se encontró con el fulgurante brillo de las piezas de joyería exclusiva.
—¿Te gustan?
—Son hermosas, exquisitas, me encantan los pendientes y el brazalete. ¿Qué decirte, Sanny? Vi a muchas actrices en las revistas que los llevan puestos, y siempre los admiré.
Santana sonrió.
—Entonces acerté con el regalo. Y lo más importante es que éstos son tuyos y ya no tendrás que admirar más los de las fotografías.
—Gracias por hacerme sentir siempre tan especial.
—Sos especial para mí, por eso necesito demostrártelo.
Se besaron.
—Aún debo comprarte una sortija de boda, prometo encargarme de eso con celeridad.
—Que sea algo sencillo.
—Chis—le guiñó un ojo—Te dije que me encargo yo.
—Yo también tengo un regalo para vos.
—¿En serio?
Brittany asintió con la cabeza.
—Te salvaste porque te lo compré antes de todo ese mal rollo.
—¿Creés que no me lo merezco?
—Bueno creo que sí, te lo merecés.
Santana le besó la punta de la nariz y le mordió un carrillo. Luego Brittany se levantó de la cama y fue hacia el vestidor. Volvió con dos sobres azules: un estuche de joyería y otro paquete mucho más grande, que acarreó con dificultad.
Primero, le entregó uno de los sobres. Santana lo abrió y sacó un certificado emitido por el Global Star Registry, que indicaba el nombre dado a una estrella, «Sanny y Britt-Britt», también testificaba que el registro se había realizado en la oficina de la propiedad intelectual de Estados Unidos y señalaba, además, sus coordenadas astronómicas.
—¡Mi amor! ¿Una estrella con nuestro nombre?
—Sí, tal vez es un poco cursi, pero me gustó mucho la idea—admitió Brittany encogiéndose de hombros—Después de todo, dicen que el amor es ñoño.
Dejó escapar una risita.
—¿Cursi? ¡No digas eso, me ha encantado! Me parece fantástica la idea de que haya una estrella que lleve nuestros nombres, ¡gracias! Vení acá, mi ñoña.
La cogió por la nuca y besó sus labios con pasión, los succionó y los lamió con mucha ternura.
—Hay más—dijo Brittany señalando el otro sobre.
Entonces, Santana extrajo del paquete un mapa que proporcionaba un trazado exacto para poder navegar por el cielo con un telescopio y localizar la estrella.
En aquel momento, y después de que Santana desplegara el mapa, Brittany gateó sobre la cama para levantar el paquete que había llevado hasta ahí con dificultad, pero como era muy pesado, Santana se movió rápidamente para ayudarla. Entre las dos, abrieron el envoltorio y la caja quedó al descubierto: le había regalado un telescopio astronómico computarizado.
—¡Vaya! ¡Britt-Britt, qué regalo tan fantástico!—exclamó con asombro al descubrir el reluciente aparato de color blanco y cromo.
—¿Te gusta?
—¡Me encanta! Me muero por aprender a usar esto y ubicar nuestra estrella. Vení acá, te merecés otro beso, yo también me siento ñoña.
Se carcajearon y, después, Santana le rodeó el cuello y volvió a tomar sus labios por asalto.
—Me explicaron que se usa muy fácilmente, sólo hay que orientarlo en la línea norte-sur, y con la inclinación de la latitud del lugar, algo que se obtiene fácilmente con un reloj. Creo que con tu Hublot podrás conseguirla fácilmente—Santana asintió—Luego hay que cargar las coordenadas de las estrellas más brillantes en este ordenador, para calibrarlo.
Brittany sacó de la caja un aparato que parecía un mando a distancia pero que, en realidad, era el ordenador del telescopio, y se lo enseñó.
—Trae un software explicativo con las instrucciones.
Mientras Brittany le explicaba, los ojos de Santana bailoteaban extasiados del aparato a su rostro. Esa mujer tenía un poder increíble sobre ella, la tenía fascinada o, como Brittany decía, atarantada.
—Bueno y esto forma parte del kit de la estrella—dijo Brittany entregándole la caja de joyería, que Santana abrió con impaciencia.
En ella encontró un llavero de plata, donde estaba grabado el nombre de la constelación y sus coordenadas exactas.
—Sos increíble, Britt, jamás se me hubiera ocurrido algo así, sólo tu mente pudo haber volado hasta este regalo tan especial.
—Tenía miedo de que no te gustara, es que... ¡tenés de todo!
—No tengo de todo.
—No seas modesta, San.
Brittany se recolocó la bata de seda, que se le había abierto dejando escapar uno de sus senos, y se acurrucó entre los brazos de Santana. Ella la recibió gustosa.
—Me dijiste que tenías una fantasía con tu regalo, ¿no?
—Así es.
—¿Cuál es?
—Hum, despejemos la cama.
Quitaron todas las cosas que había encima de ella y luego Santana le pidió que la esperara ahí. Se dirigió resuelta hacia el vestidor, llevándose consigo la caja de Boucheron. Al regresar, le explicó que había dejado preparado ahí lo que deseaba. Brittany la miró sin entender demasiado, pero se levantó para darle el gusto.
—¡Es ropa!—chilló Brittany desde allá y regresó.
Santana estaba sentada en la cama con la espalda apoyada en el cabezal.
—¿Adónde vamos?
—Quiero que te vistas y que, después, te desnudes para mí.
—¡Me da vergüenza!
—Pero ¡si ya lo hiciste en el Faena!
—Pero eso nació de forma espontánea.
Santana juntó sus manos y apoyándolas en su boca le suplicó:
—Quiero que me vuelvas loca como aquel día y que te quedes sólo con las joyas y los zapatos puestos.
Brittany gateó sobre la cama.
—¿De verdad te volví loca?
—¡Muy loca! Me enardeciste y me pusiste tan caliente que creí que me iba a correr sin necesidad de tocarte.
Brittany le lamió los labios, luego la estudió mientras decidía y Santana le dedicó una mirada tan pícara que la tentó.
—Esperame acá, Hoyuelitos, ya vuelvo.
Pero cuando Brittany quiso alejarse Santana la cogió por la nuca y la miró oscuramente.
—No tardes—le dijo con voz grave y sensual.
—Lo bueno se hace esperar y mi imaginación se acaba de despertar, así que paciencia. Si querés un espectáculo, dejame prepararme.
Le mordió el labio y se marchó. Regresó con un pañuelo de seda negro entre sus manos, aún no se había cambiado.
—Tenelo a mano—le dijo y le guiñó un ojo—, Cuando te indique quiero que te vendes los ojos.
Santana se quedó pasmada y super-excitada.
—Hum, esto se está poniendo muy interesante.
Después de unos minutos, y antes de aparecer en el dormitorio, Brittany le gritó a Santana que se vendara los ojos, pero no se quedó ahí.
—¿Adónde vas?—Santana oyó sus pasos.
—¡Chis! Ya vuelvo, no hagas trampa y te destapes los ojos. ¡Ah! Y quitate esa bata.
Santana se rió divertida e hizo lo que ella le indicaba.
Brittany fue hasta la cocina y, tras unos minutos, regresó con una copa de champán, fresas en un recipiente y un bote de nata. Apoyó todo con mucho cuidado en una mesilla, intentando no hacer ruido para no delatarse, y luego conectó su iPod al sistema de sonido del dormitorio.
Se reía en silencio por todas las travesuras que su mente estaba maquinando.
La vergüenza se le había esfumado: Santana la desenfrenaba y le hacía vivir y sentir como nunca.
Estaba excitada, nunca hubiera pensado que un juego como ése la podía poner en ese estado. Se había vestido con las prendas que Santana había elegido de entre su ropa: un corsé, unas ligas color caramelo que sostenían sus pantis y un vestido muy ajustado con escote palabra de honor, con lentejuelas negras y plateadas. Se había calzado unos Louboutin con purpurina asimismo plateada y llevaba puestas las joyas que Santana le había regalado.
Entonces, sin más demora, apretó el play para que Etta James comenzara a cantar A sunday kind of love, una melodía muy sugerente que hizo que Santana se removiera sobre el lecho y se pusiera en una actitud expectante. Notó en seguida que la cama se movía y supuso que Brittany se había subido a ella, pero como tenía los ojos vendados no pudo verlo.
Brittany gateó hasta ella, le separó las piernas para hacerse un hueco entre ellas, se le acercó y le respiró sobre el rostro.
Santana estaba muy receptiva.
Se acercó a su oído y le habló susurrando:
—Prohibido tocar, Hoyuelitos—con una voz más oscura aún, le preguntó—¿Entendido?
—Entendido—le contestó Santana.
Brittany había trasladado todos sus complementos a la mesilla de noche, se estiró, tomó una fresa que sumergió en La Grande Dame, la roció con abundante nata y se la colocó en la boca, sosteniéndola entre los dientes, se acercó a la boca de Santana y la apoyó en la de ella.
Santana se sorprendió, encendida, abrió la boca y la aceptó. Brittany introdujo su lengua junto a la fresa y la besó, la succionó tomando plenamente el control.
Santana ya estaba enloquecida, porque Brittany sabía cómo ponerla a mil, su excitación había crecido: estaba húmeda y muy excitada.
Luego cogió la copa de champán y repitió la maniobra anterior, sólo que esta vez le puso la fresa a Santana entre los dientes para que se la pasara a ella.
Santana estaba deseosa de levantar sus manos y asirse a su cuerpo, atraparla y aprisionarla contra ella, pero Brittany no se lo permitía.
—No, López, usted pidió jugar a este juego, así que ahora tiene que aguantarse.
—Britt-Britt, estoy muy caliente.
—Tranquila, vas a tener todo lo que ansías—se acercó a su oído de nuevo y le habló muy cerca—Lo prometo, mi amor, te daré todo lo que tu mente está imaginando. Te amo, Hoyuelitos.
Santana sonrió con ese gesto de perdonavidas que tan bien le sentaba y que a Brittany la descolocaba.
Brittany no pudo resistirse a los encantos de su morena y se aferró a su nuca para poseer sus labios, luego se apartó de Santana.
Santana respiraba entrecortada, intentando oír los movimientos de Brittany, pero la música se lo impedía. De pronto, sintió que Brittany enganchaba su dedo en el pañuelo que le cubría los ojos. La seda se desató con facilidad y pudo disfrutar de una imagen incomparable de Brittany caminando de espaldas a ella.
El vestido resaltaba todas sus curvas, como si estuviera impreso en su cuerpo, su culo, que la enloquecía, parecía realmente grande enfundado en él.
Brittany se detuvo junto al jacuzzi que estaba incorporado en el dormitorio, abrió las piernas y se agachó cogiéndose de los talones. Después se levantó despacio, de manera muy sensual, mientras se acariciaba las piernas. Cuando llegó con sus manos al bajo del vestido, fingió que iba a levantarlo, pero sólo le mostró el muslo, la puntilla de sus medias de seda y el broche de sus ligueros, luego volvió a cubrirse.
Llevó entonces su mano a la cremallera del vestido y la bajó unos centímetros, después se dio vuelta para mirarla de forma seductora, volvió al cierre y terminó de bajarlo. Sostuvo la prenda a la altura de sus senos con un brazo, para evitar que se viera más de la cuenta, y jugó con su pelo. Lo tiró hacia un costado y se pasó un dedo por los labios. Acto seguido bajó sus manos despreocupada y dejó que el vestido se deslizara por su cuerpo.
Santana la miraba alucinada, respirando con dificultad.
Brittany se quedó en corsé y tanga, dos prendas de encaje transparente que dejaban apenas cubiertas, tras el tul, sus partes más íntimas, esas que Santana tanto deseaba.
Desinhibida y excitada, se pasó la mano por el cuello y lo exhibió ante Santana echando su cabeza hacia atrás. Embriagada por el momento, hundió los dedos de su otra mano en su cabello.
A esas alturas, a Santana ya le costaba tragar, su mirada la recorría y seguía cada uno de sus movimientos.
Brittany enderezó la cabeza y clavó la mirada en los duros pezones de Santana y la humedad que cubría su sexo. La deseó, sintió electricidad en su cuerpo, un hormigueo en su vientre y una punzada en su sexo, instintivamente, se llevó la mano al pubis y se acarició por encima de la ropa interior, mientras se relamía.
Entonces, sin poder contenerse más, se aproximó a su morena, se apoderó del pañuelo y volvió a arrastrarse sobre la cama de manera muy sensual.
Mientras gateaba, la cabeza de Santana iba a mil por hora: Brittany se había convertido en fuego, pasión, delirio y Santana se movió un poco esperando recibirla, pero Brittany la sorprendió y le pidió, con una voz muy gutural, que se acostara. Le indicó que levantara ambos brazos por encima de su cabeza y la ató de las muñecas con el pañuelo, después se sentó a horcajadas sobre Santana.
Santana estaba entregada, abandonada a sus exigencias.
Brittany se acercó y le pasó la lengua por los labios, Santana los quiso atrapar, pero Brittany fue muy rápida y se apartó. Se estiró, cogió el bote de nata y escribió «I love» entre los pechos de Santana.
Santana la observaba fascinado.
Brittany se inclinó despacio y posó la lengua en su piel mientras la miraba con verdadera lascivia, hasta que comenzó a lamerle la nata con la que había impregnado su cuerpo, entreteniéndose un poco más en sus pezones.
Santana se sintió sumamente excitada y cerró los ojos dejando escapar un hondo gemido; imaginó que se iba a correr porque estaba muy caliente, pero intentó serenarse.
Brittany enderezó su cuerpo y admiró a su morena, que yacía vulnerable, entregada.
Al notar el movimiento de su cuerpo, Santana abrió los ojos para verla y, entonces, Brittany se desabrochó el corsé y le ofreció sus pechos. Inmovilizada, pero deseando tocarlos, le rogó que le permitiera besarla, pero Brittany se había convertido en una chica muy mala y negó con su cabeza. Se arrodilló en la cama, cogió las tirillas de su tanga y comenzó a deslizarlas, subiéndolas y bajándolas por sus muslos, hasta que, finalmente, de un tirón las rasgó mientras dejaba escapar un gritito de placer contenido.
—¡Dios, Britt, voy a morir en esta cama!
Brittany se había transformado en Afrodita, una deidad del deseo, del amor, de la lujuria: era su diosa de la belleza, la sexualidad y la reproducción, era su divinidad personal, emergida de la espuma del mar y creadora de su propio universo, la única capaz de enamorarla, de hacerla sucumbir, de volverla ciego de amor.
Se sintió Ares, dios de la guerra, amante de la deidad que tenía sentada sobre su cuerpo. Recordando la mitología griega, creyó que tendría que invocar la clemencia de Poseidón por desearla tanto, por claudicar ante ella como un simple mortal sin voluntad que sólo pensaba en amarla, en hacerla suya, en entregarse lujurioso a su cuerpo.
—Dejame tocarte, Britt-Britt, dejame fundir mis manos con tu piel.
—Aún no, López—le negó Brittany.
Brittany se movió con poderío y movió una de sus manos y penetro a Santana, mientras que con la otra masajeaba los morenos pechos haciendo que ambas gimieron aliviadas ante ese contacto tan íntimo. En ese preciso instante empezó a mover sus dedos, los hizo girar una y otra vez, mientras Santana emitía sonidos desconocidos para Brittany.
Santana estaba tan extasiada que parecía otra persona y empezó a arquear con violencia su pelvis para que Brittany entrara más en ella y encontrarla en sus bamboleos. Sus ojos le suplicaban de tal forma que Brittany se apiadó y desató sus muñecas.
Con extrema premura, Santana movió sus manos ávidas para tomarla de la nuca y la besó: necesitaba empaparse de su sabor, devorarla por completo.
Se movió con astucia hasta dejarla bajo su peso, se apoderó de sus muñecas y unió sus sexos, la enloqueció con sus embestidas. La adoró y se movió hasta caer rendida, saciada.
Brittany, por su parte, sintió que las fuerzas la abandonaban, que su cuerpo no le pertenecía y que sus sensaciones eran irreales, míticas. Satisfecha, dejó escapar su nombre entre sus labios y también se dejó ir.
Santana se despertó aturdida y recordó, de pronto, que tenían que ir a cenar a casa de sus padres.
La habitación estaba sumida en la penumbra, así que imaginó que debía de ser bastante tarde. Preocupada, cogió su iPhone y miró la hora, efectivamente, rendidas por el esfuerzo en la práctica de hacer el amor, se habían quedado dormidas hasta casi las ocho de la noche.
Miró a Brittany, que dormía a su lado, desnuda y boca abajo, en ligueros y medias, y se rió recordando lo bien que se lo habían pasado. No pudo resistirse y besó y acarició su espalda, después, con voz de arrullo, la llamó para que se despertarae:
—Vamos, Britt-Britt, nos esperan en el Belaire.
—Hum...
—Venga, Britt, vamos a darnos una ducha rápida y nos vamos.
—¿Qué hora es?
—Las ocho.
—¡Dios! ¡A tus padres les gusta cenar temprano! Pero estoy rendida no puedo levantarme, me duele cada uno de los músculos de mi cuerpo.
—Vamos, bonita, ¿querés que te cargue hasta la ducha?
—No, dejame descansar un poquito más.
Brittany se dio la vuelta y Santana le apartó los mechones de pelo que le tapaban la cara. Sus ojos brillaban en la semioscuridad.
—Soy verdaderamente afortunada.
—¿Ah, sí?, ¿por qué?
—Porque no hay nada más hermoso que despertarme y encontrarme con tus ojos oscuros que me miran amándome.
Santana le dio un casto beso en la boca.
—Vamos, señorita Pierce, debemos irnos.
La reunión en el Belaire, junto a toda la familia, fue encantadora.
Liam y Harry, los mellizos de Jake y Bree, estaban mucho más grandes y compartían más tiempo con sus tíos y abuelos, ya que no dormían tanto.
Brittany se pasó la noche con Liam en brazos, porque el pequeño tenía predilección por ella y, cada vez que la veía, quería sentarse en su regazo.
—Creo que Liam está enamorado de ti, Britt—le dijo Bree mientras intentaba cogerlo en brazos para darle el biberón.
Harry ya se lo había tomado y se había dormido, pero el otro pequeñín lloraba y se aferraba al cuello de Brittany, no quería ir con su mamá.
—¿Sabés? Con mis sobrinos me pasa lo mismo, cuando voy a la plantación no hay quien los despegue de mí, parecen pequeñas garrapatas, mi hermano dice que soy su ídolo.
—Tienes feeling con los niños, se nota—le dijo Bree, mientras Liam chupaba el mentón de Brittany.
—¡Oh, Dios, San! ¡Mirá a tu sobrino! Creo que quiere robarte la novia.
Su cuñada llamó la atención de Santana, que estaba un poco lejos, bebiendo una copa de champán junto a Quinn. Sonrió mientras se les acercaba, besó la mejilla del niño y le hizo monerías en su regordete cuello.
—¡Vamos mal, entonces! Pero te entiendo, Liam, es imposible resistirse a esta belleza, ¿verdad? Creo que definitivamente tiene tan buen gusto como su tía.
El niño pareció escucharla con atención, ya que le clavó la mirada y sonrió achinando sus ojitos y dejando escapar una carcajada. Después agitó las manitas y le estiró los brazos a Santana, que no pudo resistirse y se agachó para levantarlo, después de entregarle su copa a Brittany. Pero cuando el pequeño vio que se separaba de ella, se tiró de nuevo en sus brazos haciendo un puchero.
—¡Hey, hey, no llores! Tu tía no se va a ningún lado, se queda acá con nosotros.
Pero Liam no lo entendía así y Brittany decidió cogerlo en brazos otra vez.
—Dame, Bree, yo le doy el biberón y me encargo de que duerma—se ofreció gustosa Brittany.
—Pero mirá que tenés que acostarte en la cama con él, Liam es el más difícil de dormir.
—No te preocupes, será un placer.
A Santana le generó muchísima ternura descubrir ese lado tan maternal de Brittany y, de pronto, empezó a fantasear.
—Ya vuelvo, amor, voy a darle de comer a este tragón y a hacerlo dormir.
Santana sonrió con el corazón en la mano y le guiñó un ojo.
Brittany estaba tardando más de la cuenta, así que decidió ir hasta el dormitorio que Maribel había preparado para sus nietos. En cuanto entró, Brittany le indicó que no hiciera ruido, llevándose un dedo sobre los labios. Se quedó mirando a Brittany y a Liam, que dormía aferrado a su cuello.
Su corazón dio un vuelco ante esa imagen tan entrañable y sintió cosquillas en el alma. Especuló una vez más con tener un hijo propio y esa idea le gustó más que nunca.
Se acostó con sigilo al otro lado de la cama.
—Chis, se acaba de dormir—le susurró Brittany.
—Estás hermosa con un bebé en los brazos...—le dijo Santana bajito, con un codo apoyado en la cama.
—Me encantan los niños y Liam parece estar encantado conmigo.
—Creeme que lo entiendo.
—Tonta—Brittany hizo una pausa—Mientras lo hacía dormir imaginaba cómo sería un hijo nuestro.
—Hermoso, como la mami Britt.
—Hum, yo quiero que se parezca a vos.
—Y yo quiero que se parezca a ambas.
—¿Te gustaría tener hijos pronto?
—No me molestaría, sería la forma de perpetuar nuestro amor. ¿Y a vos te gustaría?
—Sí, me encantaría que fuera rápido, porque así cuando ya sea grande, tendremos tiempo para nosotras.
—De todos modos, tendremos tiempo para nosotras.
—Sí, lo sé, pero deberemos repartirlo con él.
—O con ella.
—O con él y ella, o con dos varoncitos o dos nenitas, no te olvides de que, siendo vos melliza, las posibilidades son altas.
—Hum, eso sí que sería complicado, ¿verdad? Con dos niños, necesitaríamos ayuda.
—En mi próxima consulta con el doctor Ryder, le preguntaré cuál es el tiempo prudencial que tiene que pasar para que me pueda quedar embarazada o puedes embarazarte tu primero.
—Me parece perfecto, pero me gustaría mucho que la que lleve a nuestro hijo seas tu.
—No puedo creerlo.
—¿El qué?
—Que estemos planeando tener hijos.
—A mí también me cuesta creerlo, antes nunca... nunca me imaginé con un hijo en brazos y hoy, Britt, debo confesar que es uno de mis más grandes anhelos, después de que nos casemos.
Santana la besó y Liam hizo un ruidito, se removió y se estiró, dándole con el pequeño puño en la cara a Santana.
—No quiere que me beses—le advirtió Brittany.
Se rieron y Santana le dio un beso en la manita a Liam...
¡Olía tan bien!
—Dejame ponerlo en la cuna, así podemos volver con los demás.
—Sí, además Maribel está esperando para servir la cena.
Como de costumbre, cuando terminaron de cenar, la reunión se extendió al salón, donde tomaron café y siguieron charlando.
Los temas de conversación en familia siempre eran variados e inagotables, pero, ese día, Rachel y Quinn estaban esperando ansiosas que todos estuvieran preparados porque querían comunicarles algo.
—Tenemos una noticia que darles.
En cuanto Maribel oyó esas palabras, supo en seguida lo que iba a decir su hija y se cubrió la boca.
—Sí, mamá, emocionate, porque en ocho meses va a llegar el primer Fabray-López.
Santana fue el más efusivo de todos los presentes, se levantó como un resorte y se abrazó a su hermana, le besó el cabello y el cuello y se mostró realmente conmovida, y es que la unión que ellas tenían desde el útero era imposible de disimular.
La apartó para contemplarla y le palpó el vientre con perplejidad.
—No puedo creerlo, pendeja, ¡vas a ser mamá!
—Sí, hermanita, podés creértelo porque es cierto.
—¡Dios! ¡Estoy contenta como si una de las madres!
Todos se rieron, Quinn le palmeó la espalda y Santana la abrazó.
—¡No quiero imaginar cómo te vas a poner el día que te enteres de que vas a ser mamá!
—Es cierto que con mis otros sobrinos también lo disfruté—le dijo Santana a Jake—, Pero con el embarazo de Bree estábamos todos tan asustados...
—Te entiendo, hermana, no hace falta que te justifiques.
—Además, todos sabemos cuán unidas están ustedes—añadió Finn—La época de los celos ya se nos pasó. No somos críos.
—¡Desde luego que no son críos, está a punto de llegar mi tercer nieto!
—O nieta, papá.
—¡Vení acá, chiquitina mía, no puedo creerlo!—Alfonso también estaba muy emocionado.
Todos querían felicitar a Rachel, pero como Santana no acababa de soltarla, se abalanzaron a abrazar a Quinn, que esa noche también estaba muy conmovida.
La noche se convirtió en un gran festejo en casa de los López.
No era extraño: la familia se agrandaba y la niña mimada de todos se iba a convertir en mamá.
Por la mañana, Santana se levantó muy temprano. La noche anterior le había dicho a Brittany que quería retomar su actividad física y que saldría a correr antes de ir a la empresa, así que se calzó las zapatillas deportivas, se puso un chándal y, mientras Brittany se quedaba remoloneando en la cama, se fue a trotar.
Pero, en realidad, su verdadera intención era otra.
Lo de salir a correr sólo había servido de excusa para Brittany, porque ella todavía tenía algo pendiente con Sam Evans y pensaba acabar de una buena vez con el asunto.
Se dirigió hacia Broome Street, donde esperó al acecho la oportunidad de que alguien entrara en el edificio de Sam y, finalmente, logró colarse en él.
—Hola, Samo, ¿cómo le va?
Había averiguado el nombre del portero y lo llamó por su nombre para que pensara que se trataba de alguien conocido y no lo detuviera.
Aun así, intentó ocultar su cara.
Subió hasta el ático, golpeó con decisión y, en cuanto se abrió la puerta del departamento, se encontró con él. Entonces, sin mediar palabra, le encajó un puñetazo que cogió a Sam por sorpresa y lo hizo trastabillar.
—¡Hijo de perra! ¡No te acerques más a mi mujer!—le espetó furiosa.
—Brittany aún no es tu mujer—le contestó Sam—Además, si la quisieras tanto como decís, la hubieras cuidado mucho más. ¡Casi la mata una de tus putas!
Sam se envalentonó e intento empujarla, pero Santana supo esquivar muy bien, porque practicaba artes marciales y era muy diestra.
¡Cómo se atrevía a juzgar lo que ella sentía por Brittany!
Santana respondió lanzándole otro puñetazo que le dio de lleno en la mandíbula y le cortó el labio: estaba furiosa.
Sam cayó al suelo y Santana, irascible y totalmente fuera de sí, se abalanzó sobre él y lo cogió por el cuello.
—¡No te metas más en nuestras vidas! ¡No sabés una mierda de mí como para juzgarme de esa forma! ¿Quién te creés que sos para decirle a Brittany las cosas que le dijiste? ¡Olvidate de que ella existe! ¿Me oíste? ¡Olvidate de mi mujer, porque Brittany es mi mujer y muy pronto será mi esposa! No quiero volver a enterarme de que te acercás a ella. Si querés conservar tu salud, ni pienses en ella, porque la próxima vez no te voy a romper tu gran boca de pez, te voy a romper cada uno de tus huesos—le gritó furibunda.
Sam la empujo con fuerza para sacársela de encima, logrando que ella se golpeara la cara contra el suelo, pero Santana se movió con rapidez y le encajó otro en la nariz que le hizo brotar la sangre y lo dejó casi sin sentido por el dolor. Luego lo soltó, dejándolo tirado ahí, y se escurrió por la escalera.
Salió del edificio y corrió hasta el Washington Square Park. Necesitaba serenarse, así que dio una vuelta al parque trotando y después paró un rato, para surtir de aire sus pulmones. Se compró un refresco en uno de los puestos que había por la zona y decidió regresar a casa.
En el ascensor, se dio cuenta de que tenía la camiseta salpicada de sangre, así que cuando entró en el vestíbulo del departamento de la calle Greene, se la quitó y la enrolló en su mano.
Brittany ya estaba a punto de preparar el desayuno para ir luego a la empresa.
Santana entró, se le acercó, la abrazó y le dio un profundo beso, luego se fue a duchar. En el baño, se miró al espejo, pero no tenía rastros en su cara del golpe, mejor así, así no tenía que explicarle nada a Brittany.
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Me parece que San no debería haber hecho lo que hizo!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Me parece que San no debería haber hecho lo que hizo!
Saludos
Hola, nah ese !$"%#$ se lo merecía, así aprende a no meterse donde no lo llaman... vrdd¿? jjaajjaajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 15
Capitulo 15
Elaine estaba recostada en su fría celda del Metropolitan Correctional Center de Nueva York, junto a la plaza Foley y cerca del Palacio de Justicia Federal de Manhattan.
El tamaño de la habitación era más pequeño que el del vestidor de su departamento de Park Avenue South. Las paredes eran de bloques de cemento y el suelo de linóleo. Una litera, un retrete, un armario diminuto y un lóbrego escritorio conformaban todo el mobiliario del calabozo.
Ahí, los días y las noches parecían no tener fin.
Se sentía sofocada en esas diminutas dimensiones, la soledad abrumadora le pesaba como nunca.
El caro abogado que pagaba su papá había conseguido que no tuviera que compartir celda con nadie durante su estancia en el correccional, a la espera del juicio. Y, aunque no había sido tarea fácil, gracias a que no tenía antecedentes penales, pudo lograr ciertos privilegios.
Elaine repasaba en su mente, una y otra vez, la noche vivida con Santana en el departamento de la calle Greene. Le bastaba con cerrar los ojos para poder sentir el peso de su cuerpo sobre el suyo, mientras sus dedos se movían dentro de sus entrañas llenándola con su sexo.
Pensar en eso la sosegaba, si aspiraba con fuerza hasta creía oler su perfume. Se obligaba a recordar, porque no quería que esos momentos se borraran de su mente. Y tejía un reencuentro imaginario con Santana, que pudiera disipar todos sus pesares.
Se imaginaba con Santana en su casa de la playa, tendidas en la arena haciendo el amor, mientras solucionaban todos los malentendidos que, desde su punto de vista, las habían separado.
Pero hacía días que su talante presentaba algunos cambios: estaba distante, retraída, casi no hablaba, parecía no interesarse por mantener contacto con el mundo exterior. Durante las últimas visitas, cuando sus padres habían ido a verla, les habló muy poco y, a ratos, se los quedaba mirando con los ojos vacíos. Ya no les suplicaba que la sacaran de ahí ni hacía uso de las llamadas que tenía permitido hacer.
Bob y Serena Looper estaban convencidos de que Elaine se había sumido en una profunda depresión y se les partía el alma viéndola así, arruinada y acabada, ya que eran muy conscientes de que no encontrarían la forma de poder liberarla.
Por otra parte, su comunicación no sólo había menguado con sus padres, sino que Elaine también había dejado de lado la fluida relación con su abogado, con quien —en un primer momento y debido a su conocimiento de leyes— había intentado trazar una línea clara de defensa que la favoreciera ante las elocuentes pruebas que la incriminaban de manera tangente e irrevocable.
Estaba ojerosa y demacrada.
No quedaba ni la sombra de aquella mujer altiva y elegante, que sólo vestía marcas de diseño y miraba a todos por encima del hombro. Ninguno de sus amigos ni amigas habían ido a visitarla, nadie parecía acordarse de la exitosa abogada que había caído en desgracia, aunque antes siempre destacara en su círculo social.
Ese día tenía visita con su abogado.
Él llegó, enseñó su pase de seguridad, que lo identificaba para el ingreso, y dejó su móvil, el localizador, la billetera y demás objetos prohibidos en un armario del vestíbulo. Después caminó hacia la sala de visitas y ordenó sus papeles.
Entretanto, llegó Elaine, escoltada por un guardia, y se sentó sin mirarlo. Stephen la saludó, pero ella no emitió gesto alguno: su postura era rígida y no demostraba ningún interés en la presencia del abogado, que la visitaba para informarle de las últimas novedades sobre su causa.
De pronto, levantó la vista hacia la silla de al lado, que estaba vacía, y dijo:
—Hola, San, has venido a verme, mi amor.
Su tono era dulzón, en sus ojos se veía cierta emoción y en sus labios se esbozó una sonrisa.
El abogado la contempló unos instantes sin entender.
—Elaine, soy Stephen—le habló.
—Hola, Stephen, gracias por conseguir que San pudiera entrar.
Ella hablaba sin mirarlo, como si se dirigiera a alguien que estaba sentado a su lado.
—Yo también te he echado de menos, mi amor. Sabía que no ibas a dejarme aquí sola. Llévame contigo, San—Elaine se estiró como para tocar a alguien.
—Elaine, ¿te encuentras bien?—le preguntó el abogado mientras cogía su mano.
—Mejor que nunca, con San aquí todo es perfecto.
De pronto, giró la cabeza hacia la izquierda y miró con furia hacia el final de la sala. Se puso en pie con fiereza y comenzó a gritar.
—¡¿Qué hace ella aquí?! ¡Ella me robó a San, ella es la única culpable de que San me abandonara! ¡¿Cómo ha conseguido entrar?! ¿Por qué, San?—volvió a dirigirse hacia la mesa—¿Por qué la has traído contigo?
Caminó con decisión hacia la pared del fondo y empezó a pegar puñetazos al muro de cemento, mientras insultaba y golpeaba, sus nudillos comenzaron a ensangrentarse.
—Tranquila, Elaine, te estás haciendo daño.
El abogado intentó calmarla, se aproximó a ella y probó a sostenerla, pero Elaine parecía tener más fuerza que él.
El carcelero que estaba en la puerta se percató de que algo no iba bien ahí dentro. Stephen comenzó a llamarlo sin parar para que lo ayudara, cuando ella empezó a tirar sillas contra la pared.
—¡Guardia! ¡Guardia!
—¡Perra! ¡Vete a tu país, sal de nuestras vidas, déjanos en paz! Nadie me va a robar a San, ¡ella es mía, ella me ama!
Elaine seguía gritando y arrojando cosas contra la pared. El oficial pidió refuerzos y, con la ayuda del abogado, intentó controlarla, pero ella estaba muy violenta y no había forma de detenerla. Llegaron más carceleros y, entre todos, la sacaron del recinto y la llevaron a la enfermería del correccional, donde el médico de turno le aplicó un sedante. La inmovilizaron hasta que el medicamento surtió efecto en su organismo.
Luego, el abogado salió a informar a su representante legal de lo que estaba ocurriendo. Stephen Wells resolvió y actuó con prontitud, y en menos de dos horas había conseguido su traslado.
Bob y Serena Looper esperaban a su hija en el hospital adonde la habían derivado.
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Ajenos a su suerte, en el departamento de la calle Greene, todo estaba listo para la cena.
Brittany estaba entusiasmada porque iban a comer todos los hermanos de Santana con sus parejas y también Spencer, Toby, Noah y Aria, que estaba en el país.
Aunque Santana había insistido hasta la saciedad en pedir comida preparada, Brittany se había tomado el día libre para cocinar ella y agasajar a sus invitados.
Estaban ya todos en la casa y, de fondo, amenizaba el ambiente una selección de temas que Santana había elegido de Maroon5 y de Usher.
—Me encanta verte haciendo de ama de casa, mientras atendés a nuestros amigos y familiares. Te queda muy bien ese papel—le dijo Santana al tiempo que destapaba unos vinos en la isla de la cocina—Este departamento nunca estuvo tan animado.
—Considerando que estamos a dos meses de la boda, debo ir ejercitándome, porque quiero que esta situación se repita muy seguido.
Se dieron un beso.
—¿Te ayudo, Britt?
—Gracias, Rach, todo está bajo control. Hoy sos nuestra invitada.
Su cuñada insistió y le echó una mano llevando las tapas que Brittany había preparado.
—Les sienta muy bien el papel de anfitrionas, hermanita. Esta faceta nueva de tu vida definitivamente te pega mucho.
Santana le guiñó un ojo a su hermana.
Estaban terminando de cenar.
—Cuñada, debo reconocer que mi hermana tuvo suerte, tenés muy buena mano en la cocina. Sabía todo exquisito, pero esa carne al horno a la mostaza con verduras, humm, estaba para chuparse los dedos.
—Gracias, Jake.
—Pasame la receta, Britt.
—Por supuesto, Bree, después te la anoto.
—Y que esta cena se repita—añadió Finn—¿Podrás creer, Britt, que hace más de dos años que esta incivilizada vivía aquí y nunca nos había invitado?
Brittany le dio un casto beso en los labios, mientras le acariciaba la mejilla.
—Sobre eso estábamos hablando hace un rato en la cocina—agregó Brittany mirando a los ojos a su morena—Nos encanta tenerlos aquí.
Santana asintió mientras terminaba lo que quedaba en su plato. Después se levantó para descorchar varias botellas de La Grande Dame para acompañar el tiramisú que Brittany estaba sirviendo.
De repente, su móvil comenzó a sonar y ella dejó su cometido para atender la llamada.
Brittany notó en seguida que algo no iba bien, porque Santana se alejó y se metió en el estudio para continuar hablando. Ella, desde la cocina, no apartó los ojos de él ni un instante.
Santana parecía discutir con alguien, aunque su rostro estaba angustiado, se cogía la cabeza con la mano. Sin embargo, ninguno de los ahí presentes se había percatado. Brittany miró hacia donde estaban sus amigos y familiares y todos conversaban sin prestarles mayor atención.
En el preciso instante en que Santana levantó la vista y se dio cuenta de que ella la observaba, Brittany corroboró que algo, efectivamente, no iba bien. Su morena se había quedado helada cuando la había descubierto, así que, sin pensarlo, tiró la servilleta sobre la encimera y caminó con decisión hacia el estudio, abrió la puerta corredera y lo que alcanzó a oír fue suficiente.
—Sí, ya se ha dado cuenta, ahí viene, Sebastián, llámame en un rato.
Brittany escuchó el nombre del abogado y se quedó de piedra. Santana cortó la comunicación y esbozó una deslucida sonrisa, atrapó a Brittany entre sus brazos y la apretó con fuerza.
—¿Qué pasa, Sanny? No me mientas, sé que algo no marcha bien... Sobre todo por la hora que es. ¿Para qué te llamó el abogado?
—Tranquila, mi amor.
Brittany se separó de Santana y le cogió el rostro entre las manos, la miró a los ojos, ahí donde sabía que podía encontrar la respuesta si Santana le mentía.
—La verdad, quiero la verdad.
Sus iris oscuros palidecieron, luego los cerró.
—Elaine tuvo un brote psicótico y está internada en el Columbia Psychiatry.
—¿Qué significa eso? ¿La van a sacar de la cárcel?
—No nos apresuremos. Todavía tienen que probar que su estado mental no es bueno y Sebastián no se quedará con los brazos cruzados.
Brittany había comenzado a temblar como una hoja y sus lágrimas brotaban sin contención.
—Por favor, San, por favor.
—Tranquila, mi amor, estoy acá con vos.
La tenía aferrada por la cintura y la aprisionaba con fuerza contra su pecho; intentaba infundirle confianza, aunque él estaba tan asustado como ella.
—Lo sé, pero tengo miedo. No quiero sentirme así, pero no puedo evitarlo.
Santana la sacó de ahí y la llevó hacia la habitación sin dejar de abrazarla.
Rachel y Finn notaron que algo no iba bien y se hicieron señas. Sin pensarlo, la melliza de Santana se levantó para averiguar qué pasaba. Golpeó la puerta de la habitación.
—¿Está todo bien?
—Entrá, Rach—le pidió Santana y, cuando ella estuvo dentro, la puso al corriente.
Brittany no dejaba de temblar.
—¿Querés que llame al doctor Kessel?
—No, San, no quiero hablar con él, sólo quiero estar entre tus brazos... y huir de todo mal.
El móvil de Santana volvió a sonar.
—Dejame atender, Britt, puede ser importante. Rach, quedate con ella.
De hecho, quien de nuevo la llamaba era Sebastián Smythe. Salió de la habitación y, a esas alturas, todos se habían dado cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo.
Finn y Jake se situaron a su lado mientras Santana, desencajada, no paraba de hablar y de pegar puñetazos sobre la mesa. Estaba muy nerviosa y el abogado sólo le hablaba en términos técnicos que no le satisfacían.
—Sebastián, no me vengas con toda esa palabrería barata. No intentes que parezca algo menos grave de lo que en verdad es: eso no funciona conmigo.
—No seas drástica, Santana. Presentaremos una moción que desestime todo lo que quieran probar.
—No me interesa lo que vayas a presentar, sólo quiero saber si dará resultado, ¡porcentajes, Sebastián!, ¡lo mío son los números!
—Tenemos al fiscal de nuestro lado, mañana mismo, ordenará pericias psicológicas y ya está trabajando sobre las cintas de las cámaras donde quedó registrado el incidente.
—¿Y... esas grabaciones son buenas o malas para nosotros?
—Me temo que no son todo lo buenas que quisiéramos.
—¡Mierda! Estoy esperando que me des el porcentaje de posibilidades que tenemos de revertir esta situación—Santana volvió a acorralar al abogado.
—No sé, no quiero mentirte.
—¿Te estoy pagando una fortuna para que me digas que esa perra no volverá a la cárcel?
—Santana, si ella realmente está loca, a los abogados les va a ser muy fácil demostrarlo. De todas maneras, habrá que esperar. Te estoy explicando todo esto antes de tiempo para ponerlas sobre aviso, para que estén preparadas. Es mi obligación hacerlo, pero aún habrá que aguardar las valoraciones de los peritos del fiscal. De ser necesario, también aportaremos los nuestros, debemos ser cautos y aguardar su evolución. Puede haber presentado desvaríos mentales pasajeros que bien podrían revertirse con una medicación determinada. Quizá sólo se trate de un desequilibrio emocional debido al encierro y eso no afecte a su poder de entendimiento como para que un juez pueda llevarla a juicio. Sin embargo, te vuelvo a repetir, esto que ha ocurrido la beneficia porque da argumentos a su abogado para aducir que en el momento del ataque ella no estaba en pleno uso de sus facultades mentales. Ahí es donde nosotros debemos darle la vuelta a la jugada y demostrar que sí lo estaba y que hasta lo había planeado.
—Más te vale que lo logres.
Sonó como se oyó, como una dura advertencia.
Santana estaba desencajada y repleta de ira e impotencia.
—Que no te quepa la menor duda de que intentaré utilizar todos los recursos legales que estén a mi alcance, emplearé hasta la última artimaña que exista en jurisprudencia. Por lo pronto, mañana temprano presentaré un recurso donde estipule que la institución psiquiátrica debe tratarla como una paciente de máxima peligrosidad y que deben mantenerla aislada con seguridad extrema.
—Su papá es médico, le será muy fácil conseguir beneficios de sus colegas.
—Pero también debe cumplir la ley y, si no lo hace o pretende utilizar su buen nombre para que sus colegas se la salten, terminarán todos entre rejas, porque los perseguiré y haré que el peso de la ley caiga sobre todos los implicados. ¿Quieres que hable con Brittany?
—No, Sebastián, ahora no atiende a razones, está muy asustada.
—No es para menos. Buenas noches, Santana, te mantendré informada.
—Por favor. ¡Maldita zorra loca, vas a acabar volviéndonos locos a todos!—gritó mientras tiraba su iPhone sobre la mesa.
Tras el estupor del primer momento, Brittany se había tranquilizado y había decidido que quería hacer frente a la situación.
Entendía que, pasara lo que pasara, no podía rendirse, porque el miedo la anulaba. Dejarse vencer por la histeria no la dejaba pensar con claridad, la paralizaba y ella no era así, siempre había afrontado los problemas.
No iba a cambiar entonces.
Se sentaron en el salón, para que Aria y Finn les explicaran la situación legal de Elaine frente a los acontecimientos que estaban ocurriendo y que Santana les había expuesto.
Todos bebían el café que Alison había preparado, salvo Brittany, que estaba tomándose una tila.
Había hecho un mes de tratamiento y la habían sometido a diferentes evaluaciones psiquiátricas. Ese día, se había dispuesto una nueva revisión de la salud mental de Elaine Looper, solicitada por el juez, para decidir su curso legal. Una psiquiatra del sistema médico correccional junto con otros profesionales que representaban a ambas partes, acusado y demandante, habían diagnosticado a Elaine y su resultado era devastador, claro e irrefutable: tenía esquizofrenia de tipo catatónico, paranoide no residual y un trastorno bipolar importante.
El criterio para el diagnóstico de este tipo incluía: la poca reacción a los estímulos y el mutismo presentado en ciertas ocasiones, la inmovilidad que implicaba la resistencia a ser físicamente trasladada, las formas extravagantes, bizarras y de exaltación que se le habían manifestado durante el brote, y la desconfianza, delirios y alucinaciones que seguía manifestando aún medicada.
Entre los síntomas evidenciados, presentaba ansiedad, enfado y violencia ocasional, sin motivo aparente, contra el personal que la atendía y a quien confundía a veces con otras personas. Sospechaba continuamente y manifestaba ideas extrañas y falsas.
Demostraba, además, falta de contacto con la realidad, ya que se quejaba de que los médicos intentaban leerle el pensamiento para conchabarse contra ella o decía que, por las noches, la vigilaban en secreto y urdían un plan, junto a Brittany, para matarla. Por último, manifestaba que los enfermeros la amenazaban para someterla.
Todo era producto de su imaginación perturbada.
Sebastián Smythe había decidido transmitirles el veredicto del juez personalmente.
Tras la audiencia, se trasladó a Mindland y fue recibido por todos los López y por Brittany en la sala de juntas.
Alison y Quinn también los acompañaron.
El abogado fue lapidario y categórico a la hora de informarles de la decisión tomada con Elaine, basada en los informes médicos. Había sido declarada mentalmente insana y no iba a ser sometida a juicio, ya que la conclusión era que el estado actual era idéntico al que presentaba en el momento del ataque contra Brittany.
Por consiguiente, quedaba en libertad aunque la obligaban a cumplir un tratamiento psiquiátrico que incluyera informes periódicos a los médicos judiciales.
Por último, también quedaba expresamente asentado que Elaine debía permanecer confinada en un centro mental de máxima seguridad para continuar el tratamiento.
—Pero, si se mejora, ¿saldrá de ahí?—preguntó Brittany con un hilo de voz y Santana le cogió la mano con fuerza.
—Lo siento, Brittany, es muy probable, no quiero mentirte, pero ten en cuenta que los médicos también han sido categóricos al decir que su estado mental es prácticamente irrecuperable.
Brittany asintió con la cabeza.
Alison, que estaba sentada a su lado, le acarició la espalda.
Alfonso, de pie junto al ventanal, miraba hacia afuera con las manos en los bolsillos. Pensaba en los sobresaltos que amenazarían siempre la paz en la vida de su hija y su nuera, pero también tuvo un recuerdo para su amigo y se apenó por él, desde el lugar de papá.
Su familia había quedado destrozada.
—Britt, de todas maneras y llegado el caso, un juez tendrá que dictaminar su salida del establecimiento y seremos pertinentemente informados, ¿verdad, Sebastián?—intervino su cuñado.
—Así es, Finn.
Santana había permanecido en silencio, impávida y con la mandíbula apretada. Pegó un grito que retumbó en la sala, se levantó furiosa tirando la silla y le dio una patada a una papelera. Después cogió la silla volcada y la arrojó incrustándola sobre la puerta vidriada que se hizo añicos.
Todos saltaron de sus asientos, atónitos ante la intempestiva reacción de Santana.
Brittany se angustió, tembló, pero en vez de abandonarse a la desesperación, reunió fuerzas y se abrazó a la espalda de Santana. Ella se dio la vuelta y la abrazó, las lágrimas empezaron a brotar incontenibles, y la separó para mirarla a los ojos.
—Perdoname, mi amor, te fallé. Te prometí que no iba a dejar que saliera y no pude cumplirlo.
—Chis, no permitamos que esto paralice nuestras vidas. Anoche lo hablamos, Sanny, sabíamos que podía pasar algo así—Brittany le cogió con dulzura el rostro angustiado y lo acunó entre sus manos—Tenemos planes, mi amor, pensemos en ello. Quizá no tuvo el castigo que pretendíamos, pero tampoco lo está pasando bien: su mente está perdida.
—Lo sé, pero tenía esperanzas de que ocurriera un milagro. ¡Sos tan buena persona!
—No es verdad, no entiendo mucho lo que está pasando, pero debemos continuar con nuestras vidas y aceptar las cosas como son. Siempre me dices, que no debo permitir que el miedo me obnubile y ahora estás dejándote llevar vos.
—No es justo, Britt, que vivamos todo el tiempo con miedo.
Alfonso se acercó y acarició la espalda de su hijo para tranquilizarla.
—Ya has escuchado a tu hermano y también al abogado Smythe. En caso de que se presente una modificación, nos avisarán.
Santana levantó la vista y, sin soltar del todo a Brittany, miró a Smythe.
—Necesito esa tranquilidad, Sebastián.
—Calma, Santana, nos notificarán cualquier cambio en la situación. Y, si no lo hacen, patearemos muchos traseros.
—No quiero patear el trasero de nadie, Smythe—le dijo en un tono nada amistoso—Sólo quiero tener la seguridad de que me enteraré en seguida. Quiero tener la certeza de estar siempre un paso por delante de este sistema de mierda.
—Tranquila, mi amor, el abogado dice que así será.
—Smythe me ha dicho muchas cosas que, al final, no se han cumplido.
—Tana... Sebastián ha hecho su trabajo de manera impecable, no seas injusta—intervino Finn—Con el giro que ha dado la salud de Elaine, era poco lo que podía hacerse.
—Tranquilo, entiendo el estado emocional de Santana—le explicó Sebastián, evitando un enfrentamiento entre ambos hermanos—, Y también entiendo que ella, en su profesión, se maneja con cifras exactas—se justificó sin dejar de mirarla—Esto también es exacto, el Estado debe notificar a los damnificados cualquier cambio.
—Eso espero—volvió su vista a Alison—Liquídale los honorarios al abogado—le indicó a su secretaria—Britt y yo nos vamos.
Cogió a Brittany de la mano y fueron a que recoger sus cosas en sus respectivas oficinas. Se metieron en el Competizione de Santana y ella condujo por Madison Avenue, buscó aparcamiento y la llevó hasta el interior de la catedral de San Patricio.
Brittany estaba extrañada, pero Santana estaba tan acongojada que no se atrevió a preguntarle y se limitó a seguirla.
—Sabés que no soy una creyente ferviente, sólo practico lo justo y necesario, pero después de que esa bala se hundiera en tu cuerpo, empecé a creer que las manos de Dios habían guiado a las de los médicos para que hoy yo pudiera estar acá diciéndote todo esto.
—Tranquilizate, Sanny.
—No puedo. Estoy asustada y me duele sentirme así, porque sé que debo ser tu sostén, pero la angustia se ha apoderado de mí. Te traje hasta aquí porque creo que es oportuno pedirle a Dios que bendiga nuestro amor.
Se sentaron en uno de los bancos del frente y Brittany acarició a Santana.
—Todo irá bien, porque nuestro amor es muy grande.
—Lamento haberte fallado.
—No me fallaste, Sanny, a veces las cosas pasan porque sí, y se nos hace difícil encontrarle una explicación lógica. Lo aprendí con la muerte de mi papá. Mi amor, Dios nos puso a prueba con lo que nos está pasando para unirnos más.
Santana asintió con la cabeza y cerró los ojos, mientras Brittany seguía sosteniéndole la cara, ladeó el rostro y le besó la mano. Emitió un suspiro y sacó una caja de joyería del bolsillo de su americana.
—Deseo reafirmar mi promesa de pedirte matrimonio, creo que es un día especial para hacerlo, porque hoy, más que nunca, quiero que sepas que defenderé nuestro amor con mi vida.
—Mi amor, nunca imaginé que llegaría a vivir momentos como éste. Cosas así son las que hacen que el resto se vuelva insignificante, no sabía que se podía amar tanto a alguien.
Santana abrió el estuche, sacó el anillo y cogió su mano.
—Sólo deseo convertirte en mi esposa.
—Sólo deseo serlo.
—En tus brazos... y huir de todo mal.
Santana leyó la inscripción que había hecho grabar en las sortijas, se la puso en el dedo y la besó, luego Brittany hizo lo mismo, con la sortija de Santana.
Los anillos eran más impresionantes que los anteriores.
Se trataban de un auténtico Harry Winston, con un diamante central en corte esmeralda, flanqueado a cada lado por unos más pequeños del mismo formato y contenidos por una hermosa banda de platino, también adornada con diminutas gemas.
Brittany se quedó extasiada mirando la exclusiva pieza de joyería que Santana había colocado en su dedo.
—¿Te gusta?
—Me fascina, me gusta incluso más que el anterior.
—¡Qué suerte, porque me costó mucho decidirme! El otro tenía un valor emocional diferente, estuve tentada de comprarte el mismo, pero nos hubiera traído malos recuerdos, así que opté por uno distinto, para que su historia también se diferenciara.
El tamaño de la habitación era más pequeño que el del vestidor de su departamento de Park Avenue South. Las paredes eran de bloques de cemento y el suelo de linóleo. Una litera, un retrete, un armario diminuto y un lóbrego escritorio conformaban todo el mobiliario del calabozo.
Ahí, los días y las noches parecían no tener fin.
Se sentía sofocada en esas diminutas dimensiones, la soledad abrumadora le pesaba como nunca.
El caro abogado que pagaba su papá había conseguido que no tuviera que compartir celda con nadie durante su estancia en el correccional, a la espera del juicio. Y, aunque no había sido tarea fácil, gracias a que no tenía antecedentes penales, pudo lograr ciertos privilegios.
Elaine repasaba en su mente, una y otra vez, la noche vivida con Santana en el departamento de la calle Greene. Le bastaba con cerrar los ojos para poder sentir el peso de su cuerpo sobre el suyo, mientras sus dedos se movían dentro de sus entrañas llenándola con su sexo.
Pensar en eso la sosegaba, si aspiraba con fuerza hasta creía oler su perfume. Se obligaba a recordar, porque no quería que esos momentos se borraran de su mente. Y tejía un reencuentro imaginario con Santana, que pudiera disipar todos sus pesares.
Se imaginaba con Santana en su casa de la playa, tendidas en la arena haciendo el amor, mientras solucionaban todos los malentendidos que, desde su punto de vista, las habían separado.
Pero hacía días que su talante presentaba algunos cambios: estaba distante, retraída, casi no hablaba, parecía no interesarse por mantener contacto con el mundo exterior. Durante las últimas visitas, cuando sus padres habían ido a verla, les habló muy poco y, a ratos, se los quedaba mirando con los ojos vacíos. Ya no les suplicaba que la sacaran de ahí ni hacía uso de las llamadas que tenía permitido hacer.
Bob y Serena Looper estaban convencidos de que Elaine se había sumido en una profunda depresión y se les partía el alma viéndola así, arruinada y acabada, ya que eran muy conscientes de que no encontrarían la forma de poder liberarla.
Por otra parte, su comunicación no sólo había menguado con sus padres, sino que Elaine también había dejado de lado la fluida relación con su abogado, con quien —en un primer momento y debido a su conocimiento de leyes— había intentado trazar una línea clara de defensa que la favoreciera ante las elocuentes pruebas que la incriminaban de manera tangente e irrevocable.
Estaba ojerosa y demacrada.
No quedaba ni la sombra de aquella mujer altiva y elegante, que sólo vestía marcas de diseño y miraba a todos por encima del hombro. Ninguno de sus amigos ni amigas habían ido a visitarla, nadie parecía acordarse de la exitosa abogada que había caído en desgracia, aunque antes siempre destacara en su círculo social.
Ese día tenía visita con su abogado.
Él llegó, enseñó su pase de seguridad, que lo identificaba para el ingreso, y dejó su móvil, el localizador, la billetera y demás objetos prohibidos en un armario del vestíbulo. Después caminó hacia la sala de visitas y ordenó sus papeles.
Entretanto, llegó Elaine, escoltada por un guardia, y se sentó sin mirarlo. Stephen la saludó, pero ella no emitió gesto alguno: su postura era rígida y no demostraba ningún interés en la presencia del abogado, que la visitaba para informarle de las últimas novedades sobre su causa.
De pronto, levantó la vista hacia la silla de al lado, que estaba vacía, y dijo:
—Hola, San, has venido a verme, mi amor.
Su tono era dulzón, en sus ojos se veía cierta emoción y en sus labios se esbozó una sonrisa.
El abogado la contempló unos instantes sin entender.
—Elaine, soy Stephen—le habló.
—Hola, Stephen, gracias por conseguir que San pudiera entrar.
Ella hablaba sin mirarlo, como si se dirigiera a alguien que estaba sentado a su lado.
—Yo también te he echado de menos, mi amor. Sabía que no ibas a dejarme aquí sola. Llévame contigo, San—Elaine se estiró como para tocar a alguien.
—Elaine, ¿te encuentras bien?—le preguntó el abogado mientras cogía su mano.
—Mejor que nunca, con San aquí todo es perfecto.
De pronto, giró la cabeza hacia la izquierda y miró con furia hacia el final de la sala. Se puso en pie con fiereza y comenzó a gritar.
—¡¿Qué hace ella aquí?! ¡Ella me robó a San, ella es la única culpable de que San me abandonara! ¡¿Cómo ha conseguido entrar?! ¿Por qué, San?—volvió a dirigirse hacia la mesa—¿Por qué la has traído contigo?
Caminó con decisión hacia la pared del fondo y empezó a pegar puñetazos al muro de cemento, mientras insultaba y golpeaba, sus nudillos comenzaron a ensangrentarse.
—Tranquila, Elaine, te estás haciendo daño.
El abogado intentó calmarla, se aproximó a ella y probó a sostenerla, pero Elaine parecía tener más fuerza que él.
El carcelero que estaba en la puerta se percató de que algo no iba bien ahí dentro. Stephen comenzó a llamarlo sin parar para que lo ayudara, cuando ella empezó a tirar sillas contra la pared.
—¡Guardia! ¡Guardia!
—¡Perra! ¡Vete a tu país, sal de nuestras vidas, déjanos en paz! Nadie me va a robar a San, ¡ella es mía, ella me ama!
Elaine seguía gritando y arrojando cosas contra la pared. El oficial pidió refuerzos y, con la ayuda del abogado, intentó controlarla, pero ella estaba muy violenta y no había forma de detenerla. Llegaron más carceleros y, entre todos, la sacaron del recinto y la llevaron a la enfermería del correccional, donde el médico de turno le aplicó un sedante. La inmovilizaron hasta que el medicamento surtió efecto en su organismo.
Luego, el abogado salió a informar a su representante legal de lo que estaba ocurriendo. Stephen Wells resolvió y actuó con prontitud, y en menos de dos horas había conseguido su traslado.
Bob y Serena Looper esperaban a su hija en el hospital adonde la habían derivado.
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Ajenos a su suerte, en el departamento de la calle Greene, todo estaba listo para la cena.
Brittany estaba entusiasmada porque iban a comer todos los hermanos de Santana con sus parejas y también Spencer, Toby, Noah y Aria, que estaba en el país.
Aunque Santana había insistido hasta la saciedad en pedir comida preparada, Brittany se había tomado el día libre para cocinar ella y agasajar a sus invitados.
Estaban ya todos en la casa y, de fondo, amenizaba el ambiente una selección de temas que Santana había elegido de Maroon5 y de Usher.
—Me encanta verte haciendo de ama de casa, mientras atendés a nuestros amigos y familiares. Te queda muy bien ese papel—le dijo Santana al tiempo que destapaba unos vinos en la isla de la cocina—Este departamento nunca estuvo tan animado.
—Considerando que estamos a dos meses de la boda, debo ir ejercitándome, porque quiero que esta situación se repita muy seguido.
Se dieron un beso.
—¿Te ayudo, Britt?
—Gracias, Rach, todo está bajo control. Hoy sos nuestra invitada.
Su cuñada insistió y le echó una mano llevando las tapas que Brittany había preparado.
—Les sienta muy bien el papel de anfitrionas, hermanita. Esta faceta nueva de tu vida definitivamente te pega mucho.
Santana le guiñó un ojo a su hermana.
Estaban terminando de cenar.
—Cuñada, debo reconocer que mi hermana tuvo suerte, tenés muy buena mano en la cocina. Sabía todo exquisito, pero esa carne al horno a la mostaza con verduras, humm, estaba para chuparse los dedos.
—Gracias, Jake.
—Pasame la receta, Britt.
—Por supuesto, Bree, después te la anoto.
—Y que esta cena se repita—añadió Finn—¿Podrás creer, Britt, que hace más de dos años que esta incivilizada vivía aquí y nunca nos había invitado?
Brittany le dio un casto beso en los labios, mientras le acariciaba la mejilla.
—Sobre eso estábamos hablando hace un rato en la cocina—agregó Brittany mirando a los ojos a su morena—Nos encanta tenerlos aquí.
Santana asintió mientras terminaba lo que quedaba en su plato. Después se levantó para descorchar varias botellas de La Grande Dame para acompañar el tiramisú que Brittany estaba sirviendo.
De repente, su móvil comenzó a sonar y ella dejó su cometido para atender la llamada.
Brittany notó en seguida que algo no iba bien, porque Santana se alejó y se metió en el estudio para continuar hablando. Ella, desde la cocina, no apartó los ojos de él ni un instante.
Santana parecía discutir con alguien, aunque su rostro estaba angustiado, se cogía la cabeza con la mano. Sin embargo, ninguno de los ahí presentes se había percatado. Brittany miró hacia donde estaban sus amigos y familiares y todos conversaban sin prestarles mayor atención.
En el preciso instante en que Santana levantó la vista y se dio cuenta de que ella la observaba, Brittany corroboró que algo, efectivamente, no iba bien. Su morena se había quedado helada cuando la había descubierto, así que, sin pensarlo, tiró la servilleta sobre la encimera y caminó con decisión hacia el estudio, abrió la puerta corredera y lo que alcanzó a oír fue suficiente.
—Sí, ya se ha dado cuenta, ahí viene, Sebastián, llámame en un rato.
Brittany escuchó el nombre del abogado y se quedó de piedra. Santana cortó la comunicación y esbozó una deslucida sonrisa, atrapó a Brittany entre sus brazos y la apretó con fuerza.
—¿Qué pasa, Sanny? No me mientas, sé que algo no marcha bien... Sobre todo por la hora que es. ¿Para qué te llamó el abogado?
—Tranquila, mi amor.
Brittany se separó de Santana y le cogió el rostro entre las manos, la miró a los ojos, ahí donde sabía que podía encontrar la respuesta si Santana le mentía.
—La verdad, quiero la verdad.
Sus iris oscuros palidecieron, luego los cerró.
—Elaine tuvo un brote psicótico y está internada en el Columbia Psychiatry.
—¿Qué significa eso? ¿La van a sacar de la cárcel?
—No nos apresuremos. Todavía tienen que probar que su estado mental no es bueno y Sebastián no se quedará con los brazos cruzados.
Brittany había comenzado a temblar como una hoja y sus lágrimas brotaban sin contención.
—Por favor, San, por favor.
—Tranquila, mi amor, estoy acá con vos.
La tenía aferrada por la cintura y la aprisionaba con fuerza contra su pecho; intentaba infundirle confianza, aunque él estaba tan asustado como ella.
—Lo sé, pero tengo miedo. No quiero sentirme así, pero no puedo evitarlo.
Santana la sacó de ahí y la llevó hacia la habitación sin dejar de abrazarla.
Rachel y Finn notaron que algo no iba bien y se hicieron señas. Sin pensarlo, la melliza de Santana se levantó para averiguar qué pasaba. Golpeó la puerta de la habitación.
—¿Está todo bien?
—Entrá, Rach—le pidió Santana y, cuando ella estuvo dentro, la puso al corriente.
Brittany no dejaba de temblar.
—¿Querés que llame al doctor Kessel?
—No, San, no quiero hablar con él, sólo quiero estar entre tus brazos... y huir de todo mal.
El móvil de Santana volvió a sonar.
—Dejame atender, Britt, puede ser importante. Rach, quedate con ella.
De hecho, quien de nuevo la llamaba era Sebastián Smythe. Salió de la habitación y, a esas alturas, todos se habían dado cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo.
Finn y Jake se situaron a su lado mientras Santana, desencajada, no paraba de hablar y de pegar puñetazos sobre la mesa. Estaba muy nerviosa y el abogado sólo le hablaba en términos técnicos que no le satisfacían.
—Sebastián, no me vengas con toda esa palabrería barata. No intentes que parezca algo menos grave de lo que en verdad es: eso no funciona conmigo.
—No seas drástica, Santana. Presentaremos una moción que desestime todo lo que quieran probar.
—No me interesa lo que vayas a presentar, sólo quiero saber si dará resultado, ¡porcentajes, Sebastián!, ¡lo mío son los números!
—Tenemos al fiscal de nuestro lado, mañana mismo, ordenará pericias psicológicas y ya está trabajando sobre las cintas de las cámaras donde quedó registrado el incidente.
—¿Y... esas grabaciones son buenas o malas para nosotros?
—Me temo que no son todo lo buenas que quisiéramos.
—¡Mierda! Estoy esperando que me des el porcentaje de posibilidades que tenemos de revertir esta situación—Santana volvió a acorralar al abogado.
—No sé, no quiero mentirte.
—¿Te estoy pagando una fortuna para que me digas que esa perra no volverá a la cárcel?
—Santana, si ella realmente está loca, a los abogados les va a ser muy fácil demostrarlo. De todas maneras, habrá que esperar. Te estoy explicando todo esto antes de tiempo para ponerlas sobre aviso, para que estén preparadas. Es mi obligación hacerlo, pero aún habrá que aguardar las valoraciones de los peritos del fiscal. De ser necesario, también aportaremos los nuestros, debemos ser cautos y aguardar su evolución. Puede haber presentado desvaríos mentales pasajeros que bien podrían revertirse con una medicación determinada. Quizá sólo se trate de un desequilibrio emocional debido al encierro y eso no afecte a su poder de entendimiento como para que un juez pueda llevarla a juicio. Sin embargo, te vuelvo a repetir, esto que ha ocurrido la beneficia porque da argumentos a su abogado para aducir que en el momento del ataque ella no estaba en pleno uso de sus facultades mentales. Ahí es donde nosotros debemos darle la vuelta a la jugada y demostrar que sí lo estaba y que hasta lo había planeado.
—Más te vale que lo logres.
Sonó como se oyó, como una dura advertencia.
Santana estaba desencajada y repleta de ira e impotencia.
—Que no te quepa la menor duda de que intentaré utilizar todos los recursos legales que estén a mi alcance, emplearé hasta la última artimaña que exista en jurisprudencia. Por lo pronto, mañana temprano presentaré un recurso donde estipule que la institución psiquiátrica debe tratarla como una paciente de máxima peligrosidad y que deben mantenerla aislada con seguridad extrema.
—Su papá es médico, le será muy fácil conseguir beneficios de sus colegas.
—Pero también debe cumplir la ley y, si no lo hace o pretende utilizar su buen nombre para que sus colegas se la salten, terminarán todos entre rejas, porque los perseguiré y haré que el peso de la ley caiga sobre todos los implicados. ¿Quieres que hable con Brittany?
—No, Sebastián, ahora no atiende a razones, está muy asustada.
—No es para menos. Buenas noches, Santana, te mantendré informada.
—Por favor. ¡Maldita zorra loca, vas a acabar volviéndonos locos a todos!—gritó mientras tiraba su iPhone sobre la mesa.
Tras el estupor del primer momento, Brittany se había tranquilizado y había decidido que quería hacer frente a la situación.
Entendía que, pasara lo que pasara, no podía rendirse, porque el miedo la anulaba. Dejarse vencer por la histeria no la dejaba pensar con claridad, la paralizaba y ella no era así, siempre había afrontado los problemas.
No iba a cambiar entonces.
Se sentaron en el salón, para que Aria y Finn les explicaran la situación legal de Elaine frente a los acontecimientos que estaban ocurriendo y que Santana les había expuesto.
Todos bebían el café que Alison había preparado, salvo Brittany, que estaba tomándose una tila.
Había hecho un mes de tratamiento y la habían sometido a diferentes evaluaciones psiquiátricas. Ese día, se había dispuesto una nueva revisión de la salud mental de Elaine Looper, solicitada por el juez, para decidir su curso legal. Una psiquiatra del sistema médico correccional junto con otros profesionales que representaban a ambas partes, acusado y demandante, habían diagnosticado a Elaine y su resultado era devastador, claro e irrefutable: tenía esquizofrenia de tipo catatónico, paranoide no residual y un trastorno bipolar importante.
El criterio para el diagnóstico de este tipo incluía: la poca reacción a los estímulos y el mutismo presentado en ciertas ocasiones, la inmovilidad que implicaba la resistencia a ser físicamente trasladada, las formas extravagantes, bizarras y de exaltación que se le habían manifestado durante el brote, y la desconfianza, delirios y alucinaciones que seguía manifestando aún medicada.
Entre los síntomas evidenciados, presentaba ansiedad, enfado y violencia ocasional, sin motivo aparente, contra el personal que la atendía y a quien confundía a veces con otras personas. Sospechaba continuamente y manifestaba ideas extrañas y falsas.
Demostraba, además, falta de contacto con la realidad, ya que se quejaba de que los médicos intentaban leerle el pensamiento para conchabarse contra ella o decía que, por las noches, la vigilaban en secreto y urdían un plan, junto a Brittany, para matarla. Por último, manifestaba que los enfermeros la amenazaban para someterla.
Todo era producto de su imaginación perturbada.
Sebastián Smythe había decidido transmitirles el veredicto del juez personalmente.
Tras la audiencia, se trasladó a Mindland y fue recibido por todos los López y por Brittany en la sala de juntas.
Alison y Quinn también los acompañaron.
El abogado fue lapidario y categórico a la hora de informarles de la decisión tomada con Elaine, basada en los informes médicos. Había sido declarada mentalmente insana y no iba a ser sometida a juicio, ya que la conclusión era que el estado actual era idéntico al que presentaba en el momento del ataque contra Brittany.
Por consiguiente, quedaba en libertad aunque la obligaban a cumplir un tratamiento psiquiátrico que incluyera informes periódicos a los médicos judiciales.
Por último, también quedaba expresamente asentado que Elaine debía permanecer confinada en un centro mental de máxima seguridad para continuar el tratamiento.
—Pero, si se mejora, ¿saldrá de ahí?—preguntó Brittany con un hilo de voz y Santana le cogió la mano con fuerza.
—Lo siento, Brittany, es muy probable, no quiero mentirte, pero ten en cuenta que los médicos también han sido categóricos al decir que su estado mental es prácticamente irrecuperable.
Brittany asintió con la cabeza.
Alison, que estaba sentada a su lado, le acarició la espalda.
Alfonso, de pie junto al ventanal, miraba hacia afuera con las manos en los bolsillos. Pensaba en los sobresaltos que amenazarían siempre la paz en la vida de su hija y su nuera, pero también tuvo un recuerdo para su amigo y se apenó por él, desde el lugar de papá.
Su familia había quedado destrozada.
—Britt, de todas maneras y llegado el caso, un juez tendrá que dictaminar su salida del establecimiento y seremos pertinentemente informados, ¿verdad, Sebastián?—intervino su cuñado.
—Así es, Finn.
Santana había permanecido en silencio, impávida y con la mandíbula apretada. Pegó un grito que retumbó en la sala, se levantó furiosa tirando la silla y le dio una patada a una papelera. Después cogió la silla volcada y la arrojó incrustándola sobre la puerta vidriada que se hizo añicos.
Todos saltaron de sus asientos, atónitos ante la intempestiva reacción de Santana.
Brittany se angustió, tembló, pero en vez de abandonarse a la desesperación, reunió fuerzas y se abrazó a la espalda de Santana. Ella se dio la vuelta y la abrazó, las lágrimas empezaron a brotar incontenibles, y la separó para mirarla a los ojos.
—Perdoname, mi amor, te fallé. Te prometí que no iba a dejar que saliera y no pude cumplirlo.
—Chis, no permitamos que esto paralice nuestras vidas. Anoche lo hablamos, Sanny, sabíamos que podía pasar algo así—Brittany le cogió con dulzura el rostro angustiado y lo acunó entre sus manos—Tenemos planes, mi amor, pensemos en ello. Quizá no tuvo el castigo que pretendíamos, pero tampoco lo está pasando bien: su mente está perdida.
—Lo sé, pero tenía esperanzas de que ocurriera un milagro. ¡Sos tan buena persona!
—No es verdad, no entiendo mucho lo que está pasando, pero debemos continuar con nuestras vidas y aceptar las cosas como son. Siempre me dices, que no debo permitir que el miedo me obnubile y ahora estás dejándote llevar vos.
—No es justo, Britt, que vivamos todo el tiempo con miedo.
Alfonso se acercó y acarició la espalda de su hijo para tranquilizarla.
—Ya has escuchado a tu hermano y también al abogado Smythe. En caso de que se presente una modificación, nos avisarán.
Santana levantó la vista y, sin soltar del todo a Brittany, miró a Smythe.
—Necesito esa tranquilidad, Sebastián.
—Calma, Santana, nos notificarán cualquier cambio en la situación. Y, si no lo hacen, patearemos muchos traseros.
—No quiero patear el trasero de nadie, Smythe—le dijo en un tono nada amistoso—Sólo quiero tener la seguridad de que me enteraré en seguida. Quiero tener la certeza de estar siempre un paso por delante de este sistema de mierda.
—Tranquila, mi amor, el abogado dice que así será.
—Smythe me ha dicho muchas cosas que, al final, no se han cumplido.
—Tana... Sebastián ha hecho su trabajo de manera impecable, no seas injusta—intervino Finn—Con el giro que ha dado la salud de Elaine, era poco lo que podía hacerse.
—Tranquilo, entiendo el estado emocional de Santana—le explicó Sebastián, evitando un enfrentamiento entre ambos hermanos—, Y también entiendo que ella, en su profesión, se maneja con cifras exactas—se justificó sin dejar de mirarla—Esto también es exacto, el Estado debe notificar a los damnificados cualquier cambio.
—Eso espero—volvió su vista a Alison—Liquídale los honorarios al abogado—le indicó a su secretaria—Britt y yo nos vamos.
Cogió a Brittany de la mano y fueron a que recoger sus cosas en sus respectivas oficinas. Se metieron en el Competizione de Santana y ella condujo por Madison Avenue, buscó aparcamiento y la llevó hasta el interior de la catedral de San Patricio.
Brittany estaba extrañada, pero Santana estaba tan acongojada que no se atrevió a preguntarle y se limitó a seguirla.
—Sabés que no soy una creyente ferviente, sólo practico lo justo y necesario, pero después de que esa bala se hundiera en tu cuerpo, empecé a creer que las manos de Dios habían guiado a las de los médicos para que hoy yo pudiera estar acá diciéndote todo esto.
—Tranquilizate, Sanny.
—No puedo. Estoy asustada y me duele sentirme así, porque sé que debo ser tu sostén, pero la angustia se ha apoderado de mí. Te traje hasta aquí porque creo que es oportuno pedirle a Dios que bendiga nuestro amor.
Se sentaron en uno de los bancos del frente y Brittany acarició a Santana.
—Todo irá bien, porque nuestro amor es muy grande.
—Lamento haberte fallado.
—No me fallaste, Sanny, a veces las cosas pasan porque sí, y se nos hace difícil encontrarle una explicación lógica. Lo aprendí con la muerte de mi papá. Mi amor, Dios nos puso a prueba con lo que nos está pasando para unirnos más.
Santana asintió con la cabeza y cerró los ojos, mientras Brittany seguía sosteniéndole la cara, ladeó el rostro y le besó la mano. Emitió un suspiro y sacó una caja de joyería del bolsillo de su americana.
—Deseo reafirmar mi promesa de pedirte matrimonio, creo que es un día especial para hacerlo, porque hoy, más que nunca, quiero que sepas que defenderé nuestro amor con mi vida.
—Mi amor, nunca imaginé que llegaría a vivir momentos como éste. Cosas así son las que hacen que el resto se vuelva insignificante, no sabía que se podía amar tanto a alguien.
Santana abrió el estuche, sacó el anillo y cogió su mano.
—Sólo deseo convertirte en mi esposa.
—Sólo deseo serlo.
—En tus brazos... y huir de todo mal.
Santana leyó la inscripción que había hecho grabar en las sortijas, se la puso en el dedo y la besó, luego Brittany hizo lo mismo, con la sortija de Santana.
Los anillos eran más impresionantes que los anteriores.
Se trataban de un auténtico Harry Winston, con un diamante central en corte esmeralda, flanqueado a cada lado por unos más pequeños del mismo formato y contenidos por una hermosa banda de platino, también adornada con diminutas gemas.
Brittany se quedó extasiada mirando la exclusiva pieza de joyería que Santana había colocado en su dedo.
—¿Te gusta?
—Me fascina, me gusta incluso más que el anterior.
—¡Qué suerte, porque me costó mucho decidirme! El otro tenía un valor emocional diferente, estuve tentada de comprarte el mismo, pero nos hubiera traído malos recuerdos, así que opté por uno distinto, para que su historia también se diferenciara.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Sera que todo habrá terminado con Elaine?
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
bueno, yo si estoy totalmente de acuerdo con lo que santana le hizo a la trucha esa, bien merecido se lo tenia por no respetar, esperemos que elaine jamas se recupere y las chicas pdan ser felices al fin sin mas contratiempos!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hoooolaa! me esta costando ponerme al dia para seguir tu fic porque actualizas muy rapido pero me esta gustando^^! aunque santana me pone de los nervios a veces con tantos celos..! aqui tienes una nueva seguidora :)
mystic*** - Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 07/08/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Sera que todo habrá terminado con Elaine?
Saludos
Hola, minino después que la dejan libre ¬¬ no del todo, pero igual. Saludos =D
micky morales escribió:bueno, yo si estoy totalmente de acuerdo con lo que santana le hizo a la trucha esa, bien merecido se lo tenia por no respetar, esperemos que elaine jamas se recupere y las chicas pdan ser felices al fin sin mas contratiempos!!!
Hola, jaajajajaj y yo! ajajajajajajajajaajjaaj y si sigue otro mas le llegara jajajaajajaj. Jajajajajaajaj opino igual que tu con lo de elaine... ojala no se hiciera la loca noma ¬¬. Jjaajajajajaj tienen que ser, shi con todo lo que han vivido ya... Saludos =D
mystic escribió:hoooolaa! me esta costando ponerme al dia para seguir tu fic porque actualizas muy rapido pero me esta gustando^^! aunque santana me pone de los nervios a veces con tantos celos..! aqui tienes una nueva seguidora :)
Hola bienvenida¿?, jajajajaja lo siento XD ajajajjaajaj, pero que bueno que te este gustando, espero y siga así! Jajajajajaja si san... es un caso loco jajajajaaj. Gracias por darte el tiempo de leer, comentar y seguir mis adaptaciones! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 16
Capitulo 16
Faltaba poco más de un mes para la boda y ambas intentaban continuar con sus vidas y, aunque las pesadillas nocturnas de Brittany habían regresado, no eran tan habituales.
Durante el día, estaban abocadas al trabajo y a las entrevistas para concretar los últimos detalles de la fiesta.
La relación entre ellas era perfecta: cada día se entendían mejor, el amor crecía y la pasión parecía no poder ni querer apagarse.
Aunque eran inseparables, cada una se responsabilizaba de sus obligaciones laborales.
Se acercaba la inminente inauguración de Mindland en Francia y eso significaba que Brittany debía ausentarse del país. Si bien, en cierto momento, pensaron en hacer ese viaje juntas, los compromisos de Santana en la empresa lo impidieron.
Brittany y Santana estaban abrazadas en la penumbra, iluminadas sólo por las luces que se colaban por los ventanales de la habitación.
Al día siguiente, ella viajaba a París, aunque no lo haría sola, se iba con Maribel y con su mamá, que volaría hasta la Ciudad de las Luces directamente desde Buenos Aires.
La actividad laboral de Brittany le iba a impedir estar en Nueva York el día en que tenía pactada la entrevista con los diseñadores que confeccionarían su vestido de boda. Dado que ya casi no quedaba tiempo para nada, Brittany decidió comprar su vestido en París y Santana en Nueva York.
Resolvería ahí todo lo que le había quedado pendiente, sin cambiar siquiera de firma, ya que también tenían una sede ahí. De paso, aprovecharía para elegir el resto del ajuar. Le hubiera encantado que Tina y Rachel la acompañaran, pero sus sobrinos habían pillado la varicela y su cuñada no podía dejarlos solos. Rachel, por su parte, tenía un congreso en Vancouver donde le habían propuesto ser una de las principales oradoras.
—Hum, voy a extrañarte, sabés que no puedo estar mucho tiempo sin tu cuerpo.
—Serán pocos días.
Santana la apretaba contra su pecho.
—Sos mi medicina, Britt, cuando me pierdo en vos, se disipa todo mal.
—¡Decime que me amás! Me encanta cerrar los ojos y que me lo digas de cerca y sentir las cosquillas de tu aliento.
—Te amo, mi amor.
Se perdieron entre besos y caricias y se amaron interminablemente.
Santana devorando el cuerpo de Brittany, sintiéndose dueña absoluto de cada una de sus sensaciones. Brittany sabía que sólo ella podía hacerla vibrar así. Alcanzaron el éxtasis, lograron el encantamiento mágico y la unión perfecta. En pleno orgasmo, sus sentimientos se volvían profundos y únicos, el fuego las abrasaba y las transformaba, durante unos instantes, en un solo ser.
Aquella noche, hicieron el amor dos veces, a modo de despedida, porque necesitaban que esas caricias quedaran grabadas en sus cuerpos durante unos cuantos días.
El jueves, Santana tenía una reunión muy importante a la hora en que partía el vuelo, así que no pudo acompañarlas al aeropuerto. En su lugar, fue su papá que, para entonces, ya estaba casi por completo alejado de la empresa.
—¡A punto de embarcar, mi vida! ¡Te amo!
Santana recibió un whatsapp de Brittany, se disculpó unos minutos y salió de la sala de juntas para llamarla.
—Britt-Britt, no vas a irte sin oír mi voz. ¡Te amo!—le dijo Santana en cuanto Brittany atendió.
—¡Yo también!—le respondió Brittany.
Maribel también se acercó al teléfono.
—Adiós, hija, la cuidaré muy bien.
Brittany puso el iPhone en la oreja de su futura suegra.
—Besos, mami, disfruten mucho. Me encanta que te vayas con Britt.
—¡Qué hija tan celosa tenga!
—No es por eso, confío plenamente en mi mujer. Lo digo porque me encanta lo bien que se llevan ustedes dos, eso me hace enormemente feliz.
—Lo sé, era un chiste, Tana. A mí también me colma el alma la relación que tengo con esta preciosidad—le acarició el carrillo a Brittany—Te la paso para que puedan hablar unos minutos más.
Siguieron despidiéndose, diciéndose bobadas y enviándose besos hasta que Santana consideró que debía regresar a la reunión. Además, habían vuelto a llamar a los pasajeros del vuelo por megafonía.
El sábado fue la inauguración de Mindland. Se abrían las tres tiendas parisinas a la vez, pero la ceremonia central y más rimbombante se llevaba a cabo en el local de Saint-Honoré.
Luc Renau y Brittany se habían conocido por videoconferencia, así que en cuanto entraron en el local el empresario y ella se saludaron.
—Señorita Pierce, es un placer, por fin, podemos conocernos en persona.
—Lo mismo digo, Luc, aunque, si mal no recuerdo, nos tuteábamos. ¿No quedamos así en nuestro último contacto vía Skype?
—Cierto, Brittany, tienes razón.
—Te presento a la señora Maribel López, mi futura suegra y la mamá de Santana.
—Un placer, madame—el francés cogió su mano y se la estrechó con muchísima caballerosidad.
—Y ella es mi mamá, Luc.
—Whitney Terranova, encantada—Whitney le extendió su mano mientras se presentaba.
—Bienvenidas a París, espero que disfrutéis de la ciudad.
—Sin duda, así lo haremos—contestó Whitney con vehemencia—Además de la inauguración de Mindland, hemos venido a buscar el vestido de novia de Brittany.
—Por cierto, Brittany, nos llegó la invitación a la boda. Muchas gracias por tenernos en cuenta a Chloé y a mí para compartir ese momento.
—Esperamos que puedan venir.
—Es muy posible que vaya, esta semana te lo confirmaré, sin embargo, la que lo tiene un poco complicado con la fecha es mi hija.
Brittany respiró aliviada al oír eso, ya que habían hecho la invitación sólo por cumplir con el protocolo. Aunque tanto Santana como ella esperaban que Chloé no tuviera la desfachatez de asistir.
—Ocupémonos ahora del negocio, Brittany, quiero presentarte a los empresarios que han venido. Hay algunos amigos inversores que estarían interesados en abrir filiales de Mindland en España, en concreto en Madrid.
—¡Oh, por supuesto, Luc! Cuidemos el negocio, quizá el domingo podrías invitarnos a almorzar y mostrarnos un poco la ciudad, si no estás ocupado.
—Será un placer pasearme por París con estas tres bellas damas. Despreocúpense, yo me encargo de todo, os sorprenderé—dijo el francés mientras fijaba sus ojos en Whitney.
Luego se alejó con Brittany.
—Amiga, el francés te acaba de echar el ojo—le susurró Maribel a Whitney en cuanto se quedaron solas.
—¡Maribel, estoy un poco mayorcita para eso!
—¡Para el amor no hay edad, Whitney! Acordate de lo que te contó Britt en el hotel: él también es viudo, y encima es muy buen partido, ¿o me vas a decir que no es atractivo?
—Dios, me muero de vergüenza, Maribel, ¡estoy acá con mi hija! Además, ya te conté que, después de enviudar, no volví nunca a estar con otro hombre.
—¡Porque estás loca, mujer! Con lo atractiva que sos, te consagraste al celibato. Por otro lado, estoy segura de que tu hija nos habló del estado civil de Renau con doble intención. Tenemos que revertir tu situación, Whitney, debemos encontrarte un buen compañero.
—Ni lo sueñes, no estoy en subasta—afirmó Whitney clamando al cielo.
Casi al final del evento...
—Brittany, ahí llega Chloé.
Luc le hizo señas para que los localizara y se acercara. Pero no venía sola, estaba entrando de la mano de un hombre.
Brittany le hizo una rápida radiografía a la francesa, tenía una figura escultural y aparentaba ser una auténtica devoradora personas, tal como la había imaginado.
—Hola, papá, he venido directamente desde el aeropuerto, así que espero no tener muy mal aspecto. Por suerte, Damien fue a buscarme, si no, no hubiera podido llegar a tiempo.
Su papá la cobijó en su abrazo y le dio un beso en la sien. Brittany, al verla de cerca, sintió más rabia todavía. Su inmensa belleza le causó una punzada de ira y los celos se apoderaron por completo de ella al recordar lo sucedido en la suite de Santana, meses atrás.
—Hola, Damien—saludó Luc de forma cordial y con un abrazo.
—Supongo que tú debes de ser Brittany, ¿no?
—Hola, Chloé, supones bien.
Le extendió la mano, pero la francesa se acercó y le dio un beso en cada mejilla.
—Te presento a Damien Duval, mi novio.
Brittany se puso contenta al saber que ella no estaba sola, pero, de todas formas, la conversación fue un tanto incómoda.
—Whitney Terranova, mi mamá, y Maribel López, mi futura suegra.
Se saludaron con dos besos y Damien estrechó la mano de ambas.
—Vaya, has venido muy bien acompañada, veo que Santana te mandó con guardaespaldas.
—No, nada de eso—le replicó Maribel, percatándose de la ironía en la voz de la francesa—Mi hija confía plenamente en esta belleza, están muy enamoradas y no existen desconfianzas entre ellas.
Brittany le sonrió con dulzura y su futura suegra le hizo una caricia en el mentón. Lo que Brittany no sabía era que Rachel, cuando se había enterado de que su mamá viajaría a París con ella, la había puesto sobre aviso de lo ocurrido meses atrás con Chloé.
«¡Zorra, tomá, chupate esa!», pensó Maribel satisfecha mientras le ofrecía una sonrisa de lo más falsa.
—Sucede que, aparte de venir por negocios, he decidido comprar mi vestido de novia. Maribel y mi mamá me acompañan porque deseo hacerlas partícipes de este momento tan importante para mí, por eso las he invitado.
Brittany se aferró a la cintura de su futura suegra, que la abrazó cariñosamente, y se sintió feliz al demostrarle el vínculo que tenían.
Luc parecía no darse cuenta de la tirantez de la situación: ese hombre estaba tan contento con la inauguración y tan obnubilado con la mamá de Brittany que todo el resto había pasado a un segundo plano.
Whitney no terminaba de comprender muy bien el porqué de tan antipáticos comentarios, notaba la tensión en la voz de Brittany, pero tampoco pudo prestar demasiada atención, ya que la mirada constante y la conversación de Renau la tenían un tanto nerviosa.
Como quedaba poco rato para que la inauguración se acabara, Luc invitó a Damien, que era un abogado muy reconocido en París, a que lo acompañara, ya que deseaba presentarle a algunas personas. Se excusaron brevemente y se alejaron, dejando a las mujeres solas.
Chloé aprovechó entonces y, disculpándose frente a Whitney y la mamá de Santana, llevó a Brittany a un rincón. Ella aceptó, aunque bastante incómoda.
—Te debo una disculpa.
Brittany no le contestó, pero Chloé siguió hablando.
—Me he portado como una verdadera zorra y, aunque no me creas, te aseguro que no soy así. Estaba muy mal anímicamente. Damien me había abandonado, habíamos roto y, aunque Santana jamás me dio pie a que yo creyera que podíamos tener algo más... Yo estaba tan mal que vi en ella a una persona tan educada y atractiva, para qué negarlo...
Su discurso era inconexo, las palabras le fallaban en la disculpa y parecía apenada.
—¡Qué puedo contarte que tú no sepas! Lo siento. Quiero decirte que me tomé libertades que no me correspondían y te pido perdón. Brittany, sé que enviarte esa foto fue algo muy bajo, pero cuando lo hice estaba en pleno ataque de estupidez irracional. Me sentí rechazada, y por aquel entonces todo me salía mal, lo lamento, me siento muy avergonzada, sólo espero que puedas aceptar mis disculpas.
—Disculpas aceptadas—contestó Brittany con sequedad.
—Quiero decirte, además, que Damien es la persona que amo. Lo que intenté con Santana fue una gran estupidez y debo reconocer que sólo lo probé porque quería darle su merecido a mi novio y demostrarle que yo podía olvidarlo. Él nos había visto juntas por casualidad y quise que pensara que... Bueno, mejor no te explico nada más porque tengo miedo de empañar más todo este embrollo. En realidad, Santana siempre se comportó de forma muy correcta conmigo, nuestro trato, por su parte, siempre fue muy profesional.
—Gracias por la aclaración, Chloé, aunque no hacía falta. En realidad, cuando San me lo explicó, todo me quedó más que claro, cristalino. Nuestro amor es muy grande y la confianza que nos tenemos es infinita.
—Me alegro mucho, Brittany, y me quitas un gran peso de encima, porque cada vez que recordaba mi estupidez me sentía muy afligida. Estuve incluso tentada de llamarte, pero no quería seguir faltándote al respeto. Yo sabía que hubieras preferido que no estuviera aquí hoy, pero me fue imposible mantenerme alejada, ya que mi papá está muy ilusionado en Mindland y me rogó que asistiera a la inauguración.
Brittany cerró los ojos asintiendo.
—Una cosa más y no te robo más tiempo: gracias por la deferencia en la invitación a la boda. Puedes estar tranquila, porque no iré, será mi papá quien vaya en representación de la empresa.
—Si lo deseas, puedes venir con tu pareja y no habrá problema. Tu actitud de hoy habla muy bien de ti y, además, tendremos que seguir haciendo negocios, así que estaría bien que fuéramos subsanando nuestras diferencias, en pro del trato comercial que nos confiere.
—Gracias, lo pensaré, pero no quiero que el día más feliz de tu vida te sientas incómoda con mi presencia. Espero que mientras estés en mi país lo pases muy bien y que encuentres un vestido muy especial para tu boda.
—Gracias, Chloé.
Tras la inauguración, todos se fueron a cenar, menos Chloé, que se disculpó poniendo como excusa su cansancio por el viaje.
A media manzana de Saint-Honoré, estaba la tienda de Pronovias donde Brittany había elegido comprar su vestido. En la página de Internet de esa firma comercial, había visto algunos modelos que le encantaron y concertó una cita.
Llegaron puntuales y la gerente las recibió a las tres. Brittany pidió ver de inmediato los tres modelos que más le habían gustado y, cuando se los probó, no era capaz de decidirse.
Maribel y Whitney estaban tan emocionadas viéndola vestida de novia, que no paraban de abrazarse y llorar, y tampoco eran muy objetivas.
Finalmente, con la ayuda de la vendedora, y cuando su mamá y su suegra se serenaron, logró tomar una decisión.
El domingo por la mañana, Brittany alegó que le dolía la cabeza y que prefería no salir.
Maribel también se disculpó aduciendo que iba a aprovechar para visitar a una amiga que vivía en la ciudad, aunque la realidad era otra: ambas se habían confabulado para no ir a la comida con Renau, dado que el francés había expresado sus intenciones con claridad y había llamado a Brittany por teléfono para decirle que no se lo tomarae mal, pero que estaba interesado en su mamá.
Flashback
—¿Luc, me estás pidiendo permiso?
—No, Brittany, sólo deseo ser sincero. Tu mamá me gusta y me parece una mujer super-interesante. Sólo necesito su permiso para las intenciones que tengo, pero como tú y yo tenemos un trato comercial, no me gustaría que las cosas se mezclaran y, por eso, he preferido poner las cartas sobre la mesa.
—Bueno adelante, Luc, mi mamá es mayor de edad y ella decide sobre su vida.
—En ese caso, ¿podría pedirte que buscaras la forma de que viniera sólo ella a la comida del domingo?
Brittany sonreía en silencio al otro lado de la línea telefónica.
—Veré qué puedo hacer, Luc, a veces hay que darle un empujoncito al destino. Te paso un dato útil: mi mamá, por encima de todo, ama el buen humor de las personas. Dicho esto, te deseo suerte.
Fin Flashback
Whitney no quería saber nada de ir sola a la comida.
—¡Mamá, no podemos dejarlo plantado! Andá vos, por favor, ¿qué tiene de malo? Yo prefiero quedarme acostada acá o el viaje de esta noche será un suplicio, no logré conciliar el sueño por la migraña.
Maribel había quedado con una amiga y, como era su último día en París, no tenía posibilidad para arreglar otro encuentro. Finalmente, Whitney accedió y Luc Renau la pasó a buscar por el hotel para ir a almorzar.
—Espero no resultarte atrevido—le dijo el francés saliendo del restaurante—, Pero considerando que esta noche se van, me gustaría decirte que me encantaría que nos volviéramos a ver. Lo he pasado muy bien en tu compañía, Whitney, tanto en la cena anterior como en esta comida.
—Gracias, Luc, yo también he disfrutado, pero, a nuestra edad, tu proposición suena un poco fuera de lugar.
—¿A nuestra edad? Perdón, Whitney, pero creo que para los sentimientos no hay edad. Eres una mujer bellísima.
—Gracias—respondió ella y bajó la mirada, mientras paseaban por los jardines del Trocadéro, tras haber almorzado en la Torre Eiffel.
Luc sacó su móvil y le hizo una fotografía por sorpresa. Whitney sonrió y posó para él con cierta timidez.
—Un pajarito me ha contado que para conseguir enamorarte tenía que hacerte reír, pero cada vez que te ríes, el que se enamora soy yo.
—¡Luc, qué vergüenza! ¿Acaso Britt...?
Él le guiñó un ojo, se aproximó a ella, la abrazó y la besó.
Whitney le siguió la corriente titubeando, pero era imposible ocultar que ese hombre la atraía.
—Lo siento, no pude contenerme. Quiero seguir viéndote, Whitney, aunque, en realidad, me encantaría que prolongaras este viaje para que pudiéramos conocernos mejor.
—Debo regresar, pero tengo que confesarte que también me encantaría poder conocerte más profundamente.
—En ese caso, ¿por qué no dar rienda suelta a esta historia?—le dijo el francés y volvió a besarla.
—¡Me siento una quinceañera, Luc! Desde que enviudé no he estado con nadie y ya no recordaba cómo era sentirse así.
—Me ocurre lo mismo. Me quedé viudo hace tres años y, en todo este tiempo, ninguna mujer me ha provocado esta atracción que siento por ti.
El coche de alquiler que las iba a llevar al aeropuerto las aguardaba en la puerta del hotel.
Las tres mujeres estaban en el vestíbulo.
—Tranquila, mamá, no te sientas mal por la decisión que acabás de tomar. ¿Sabés? Me hace muy feliz que hayas optado por quedarte unos días más.
—Debo confesarte que me da un poco de vergüenza, hija mía.
—¡Fuera esa vergüenza, mami! ¡Animate a ser feliz! Realmente te lo merecés. Quizá Luc no sea el indicado, o tal vez sí, pero si no lo intentás nunca lo sabrás. ¡Vamos! ¡Arriba ese ánimo! Te juro que me voy pletórica dejándote acá, en París.
Le guiñó un ojo, la besó y después de despedirse, ella y Maribel salieron del hotel rumbo al Charles de Gaulle.
Durante el día, estaban abocadas al trabajo y a las entrevistas para concretar los últimos detalles de la fiesta.
La relación entre ellas era perfecta: cada día se entendían mejor, el amor crecía y la pasión parecía no poder ni querer apagarse.
Aunque eran inseparables, cada una se responsabilizaba de sus obligaciones laborales.
Se acercaba la inminente inauguración de Mindland en Francia y eso significaba que Brittany debía ausentarse del país. Si bien, en cierto momento, pensaron en hacer ese viaje juntas, los compromisos de Santana en la empresa lo impidieron.
Brittany y Santana estaban abrazadas en la penumbra, iluminadas sólo por las luces que se colaban por los ventanales de la habitación.
Al día siguiente, ella viajaba a París, aunque no lo haría sola, se iba con Maribel y con su mamá, que volaría hasta la Ciudad de las Luces directamente desde Buenos Aires.
La actividad laboral de Brittany le iba a impedir estar en Nueva York el día en que tenía pactada la entrevista con los diseñadores que confeccionarían su vestido de boda. Dado que ya casi no quedaba tiempo para nada, Brittany decidió comprar su vestido en París y Santana en Nueva York.
Resolvería ahí todo lo que le había quedado pendiente, sin cambiar siquiera de firma, ya que también tenían una sede ahí. De paso, aprovecharía para elegir el resto del ajuar. Le hubiera encantado que Tina y Rachel la acompañaran, pero sus sobrinos habían pillado la varicela y su cuñada no podía dejarlos solos. Rachel, por su parte, tenía un congreso en Vancouver donde le habían propuesto ser una de las principales oradoras.
—Hum, voy a extrañarte, sabés que no puedo estar mucho tiempo sin tu cuerpo.
—Serán pocos días.
Santana la apretaba contra su pecho.
—Sos mi medicina, Britt, cuando me pierdo en vos, se disipa todo mal.
—¡Decime que me amás! Me encanta cerrar los ojos y que me lo digas de cerca y sentir las cosquillas de tu aliento.
—Te amo, mi amor.
Se perdieron entre besos y caricias y se amaron interminablemente.
Santana devorando el cuerpo de Brittany, sintiéndose dueña absoluto de cada una de sus sensaciones. Brittany sabía que sólo ella podía hacerla vibrar así. Alcanzaron el éxtasis, lograron el encantamiento mágico y la unión perfecta. En pleno orgasmo, sus sentimientos se volvían profundos y únicos, el fuego las abrasaba y las transformaba, durante unos instantes, en un solo ser.
Aquella noche, hicieron el amor dos veces, a modo de despedida, porque necesitaban que esas caricias quedaran grabadas en sus cuerpos durante unos cuantos días.
El jueves, Santana tenía una reunión muy importante a la hora en que partía el vuelo, así que no pudo acompañarlas al aeropuerto. En su lugar, fue su papá que, para entonces, ya estaba casi por completo alejado de la empresa.
—¡A punto de embarcar, mi vida! ¡Te amo!
Santana recibió un whatsapp de Brittany, se disculpó unos minutos y salió de la sala de juntas para llamarla.
—Britt-Britt, no vas a irte sin oír mi voz. ¡Te amo!—le dijo Santana en cuanto Brittany atendió.
—¡Yo también!—le respondió Brittany.
Maribel también se acercó al teléfono.
—Adiós, hija, la cuidaré muy bien.
Brittany puso el iPhone en la oreja de su futura suegra.
—Besos, mami, disfruten mucho. Me encanta que te vayas con Britt.
—¡Qué hija tan celosa tenga!
—No es por eso, confío plenamente en mi mujer. Lo digo porque me encanta lo bien que se llevan ustedes dos, eso me hace enormemente feliz.
—Lo sé, era un chiste, Tana. A mí también me colma el alma la relación que tengo con esta preciosidad—le acarició el carrillo a Brittany—Te la paso para que puedan hablar unos minutos más.
Siguieron despidiéndose, diciéndose bobadas y enviándose besos hasta que Santana consideró que debía regresar a la reunión. Además, habían vuelto a llamar a los pasajeros del vuelo por megafonía.
El sábado fue la inauguración de Mindland. Se abrían las tres tiendas parisinas a la vez, pero la ceremonia central y más rimbombante se llevaba a cabo en el local de Saint-Honoré.
Luc Renau y Brittany se habían conocido por videoconferencia, así que en cuanto entraron en el local el empresario y ella se saludaron.
—Señorita Pierce, es un placer, por fin, podemos conocernos en persona.
—Lo mismo digo, Luc, aunque, si mal no recuerdo, nos tuteábamos. ¿No quedamos así en nuestro último contacto vía Skype?
—Cierto, Brittany, tienes razón.
—Te presento a la señora Maribel López, mi futura suegra y la mamá de Santana.
—Un placer, madame—el francés cogió su mano y se la estrechó con muchísima caballerosidad.
—Y ella es mi mamá, Luc.
—Whitney Terranova, encantada—Whitney le extendió su mano mientras se presentaba.
—Bienvenidas a París, espero que disfrutéis de la ciudad.
—Sin duda, así lo haremos—contestó Whitney con vehemencia—Además de la inauguración de Mindland, hemos venido a buscar el vestido de novia de Brittany.
—Por cierto, Brittany, nos llegó la invitación a la boda. Muchas gracias por tenernos en cuenta a Chloé y a mí para compartir ese momento.
—Esperamos que puedan venir.
—Es muy posible que vaya, esta semana te lo confirmaré, sin embargo, la que lo tiene un poco complicado con la fecha es mi hija.
Brittany respiró aliviada al oír eso, ya que habían hecho la invitación sólo por cumplir con el protocolo. Aunque tanto Santana como ella esperaban que Chloé no tuviera la desfachatez de asistir.
—Ocupémonos ahora del negocio, Brittany, quiero presentarte a los empresarios que han venido. Hay algunos amigos inversores que estarían interesados en abrir filiales de Mindland en España, en concreto en Madrid.
—¡Oh, por supuesto, Luc! Cuidemos el negocio, quizá el domingo podrías invitarnos a almorzar y mostrarnos un poco la ciudad, si no estás ocupado.
—Será un placer pasearme por París con estas tres bellas damas. Despreocúpense, yo me encargo de todo, os sorprenderé—dijo el francés mientras fijaba sus ojos en Whitney.
Luego se alejó con Brittany.
—Amiga, el francés te acaba de echar el ojo—le susurró Maribel a Whitney en cuanto se quedaron solas.
—¡Maribel, estoy un poco mayorcita para eso!
—¡Para el amor no hay edad, Whitney! Acordate de lo que te contó Britt en el hotel: él también es viudo, y encima es muy buen partido, ¿o me vas a decir que no es atractivo?
—Dios, me muero de vergüenza, Maribel, ¡estoy acá con mi hija! Además, ya te conté que, después de enviudar, no volví nunca a estar con otro hombre.
—¡Porque estás loca, mujer! Con lo atractiva que sos, te consagraste al celibato. Por otro lado, estoy segura de que tu hija nos habló del estado civil de Renau con doble intención. Tenemos que revertir tu situación, Whitney, debemos encontrarte un buen compañero.
—Ni lo sueñes, no estoy en subasta—afirmó Whitney clamando al cielo.
Casi al final del evento...
—Brittany, ahí llega Chloé.
Luc le hizo señas para que los localizara y se acercara. Pero no venía sola, estaba entrando de la mano de un hombre.
Brittany le hizo una rápida radiografía a la francesa, tenía una figura escultural y aparentaba ser una auténtica devoradora personas, tal como la había imaginado.
—Hola, papá, he venido directamente desde el aeropuerto, así que espero no tener muy mal aspecto. Por suerte, Damien fue a buscarme, si no, no hubiera podido llegar a tiempo.
Su papá la cobijó en su abrazo y le dio un beso en la sien. Brittany, al verla de cerca, sintió más rabia todavía. Su inmensa belleza le causó una punzada de ira y los celos se apoderaron por completo de ella al recordar lo sucedido en la suite de Santana, meses atrás.
—Hola, Damien—saludó Luc de forma cordial y con un abrazo.
—Supongo que tú debes de ser Brittany, ¿no?
—Hola, Chloé, supones bien.
Le extendió la mano, pero la francesa se acercó y le dio un beso en cada mejilla.
—Te presento a Damien Duval, mi novio.
Brittany se puso contenta al saber que ella no estaba sola, pero, de todas formas, la conversación fue un tanto incómoda.
—Whitney Terranova, mi mamá, y Maribel López, mi futura suegra.
Se saludaron con dos besos y Damien estrechó la mano de ambas.
—Vaya, has venido muy bien acompañada, veo que Santana te mandó con guardaespaldas.
—No, nada de eso—le replicó Maribel, percatándose de la ironía en la voz de la francesa—Mi hija confía plenamente en esta belleza, están muy enamoradas y no existen desconfianzas entre ellas.
Brittany le sonrió con dulzura y su futura suegra le hizo una caricia en el mentón. Lo que Brittany no sabía era que Rachel, cuando se había enterado de que su mamá viajaría a París con ella, la había puesto sobre aviso de lo ocurrido meses atrás con Chloé.
«¡Zorra, tomá, chupate esa!», pensó Maribel satisfecha mientras le ofrecía una sonrisa de lo más falsa.
—Sucede que, aparte de venir por negocios, he decidido comprar mi vestido de novia. Maribel y mi mamá me acompañan porque deseo hacerlas partícipes de este momento tan importante para mí, por eso las he invitado.
Brittany se aferró a la cintura de su futura suegra, que la abrazó cariñosamente, y se sintió feliz al demostrarle el vínculo que tenían.
Luc parecía no darse cuenta de la tirantez de la situación: ese hombre estaba tan contento con la inauguración y tan obnubilado con la mamá de Brittany que todo el resto había pasado a un segundo plano.
Whitney no terminaba de comprender muy bien el porqué de tan antipáticos comentarios, notaba la tensión en la voz de Brittany, pero tampoco pudo prestar demasiada atención, ya que la mirada constante y la conversación de Renau la tenían un tanto nerviosa.
Como quedaba poco rato para que la inauguración se acabara, Luc invitó a Damien, que era un abogado muy reconocido en París, a que lo acompañara, ya que deseaba presentarle a algunas personas. Se excusaron brevemente y se alejaron, dejando a las mujeres solas.
Chloé aprovechó entonces y, disculpándose frente a Whitney y la mamá de Santana, llevó a Brittany a un rincón. Ella aceptó, aunque bastante incómoda.
—Te debo una disculpa.
Brittany no le contestó, pero Chloé siguió hablando.
—Me he portado como una verdadera zorra y, aunque no me creas, te aseguro que no soy así. Estaba muy mal anímicamente. Damien me había abandonado, habíamos roto y, aunque Santana jamás me dio pie a que yo creyera que podíamos tener algo más... Yo estaba tan mal que vi en ella a una persona tan educada y atractiva, para qué negarlo...
Su discurso era inconexo, las palabras le fallaban en la disculpa y parecía apenada.
—¡Qué puedo contarte que tú no sepas! Lo siento. Quiero decirte que me tomé libertades que no me correspondían y te pido perdón. Brittany, sé que enviarte esa foto fue algo muy bajo, pero cuando lo hice estaba en pleno ataque de estupidez irracional. Me sentí rechazada, y por aquel entonces todo me salía mal, lo lamento, me siento muy avergonzada, sólo espero que puedas aceptar mis disculpas.
—Disculpas aceptadas—contestó Brittany con sequedad.
—Quiero decirte, además, que Damien es la persona que amo. Lo que intenté con Santana fue una gran estupidez y debo reconocer que sólo lo probé porque quería darle su merecido a mi novio y demostrarle que yo podía olvidarlo. Él nos había visto juntas por casualidad y quise que pensara que... Bueno, mejor no te explico nada más porque tengo miedo de empañar más todo este embrollo. En realidad, Santana siempre se comportó de forma muy correcta conmigo, nuestro trato, por su parte, siempre fue muy profesional.
—Gracias por la aclaración, Chloé, aunque no hacía falta. En realidad, cuando San me lo explicó, todo me quedó más que claro, cristalino. Nuestro amor es muy grande y la confianza que nos tenemos es infinita.
—Me alegro mucho, Brittany, y me quitas un gran peso de encima, porque cada vez que recordaba mi estupidez me sentía muy afligida. Estuve incluso tentada de llamarte, pero no quería seguir faltándote al respeto. Yo sabía que hubieras preferido que no estuviera aquí hoy, pero me fue imposible mantenerme alejada, ya que mi papá está muy ilusionado en Mindland y me rogó que asistiera a la inauguración.
Brittany cerró los ojos asintiendo.
—Una cosa más y no te robo más tiempo: gracias por la deferencia en la invitación a la boda. Puedes estar tranquila, porque no iré, será mi papá quien vaya en representación de la empresa.
—Si lo deseas, puedes venir con tu pareja y no habrá problema. Tu actitud de hoy habla muy bien de ti y, además, tendremos que seguir haciendo negocios, así que estaría bien que fuéramos subsanando nuestras diferencias, en pro del trato comercial que nos confiere.
—Gracias, lo pensaré, pero no quiero que el día más feliz de tu vida te sientas incómoda con mi presencia. Espero que mientras estés en mi país lo pases muy bien y que encuentres un vestido muy especial para tu boda.
—Gracias, Chloé.
Tras la inauguración, todos se fueron a cenar, menos Chloé, que se disculpó poniendo como excusa su cansancio por el viaje.
A media manzana de Saint-Honoré, estaba la tienda de Pronovias donde Brittany había elegido comprar su vestido. En la página de Internet de esa firma comercial, había visto algunos modelos que le encantaron y concertó una cita.
Llegaron puntuales y la gerente las recibió a las tres. Brittany pidió ver de inmediato los tres modelos que más le habían gustado y, cuando se los probó, no era capaz de decidirse.
Maribel y Whitney estaban tan emocionadas viéndola vestida de novia, que no paraban de abrazarse y llorar, y tampoco eran muy objetivas.
Finalmente, con la ayuda de la vendedora, y cuando su mamá y su suegra se serenaron, logró tomar una decisión.
El domingo por la mañana, Brittany alegó que le dolía la cabeza y que prefería no salir.
Maribel también se disculpó aduciendo que iba a aprovechar para visitar a una amiga que vivía en la ciudad, aunque la realidad era otra: ambas se habían confabulado para no ir a la comida con Renau, dado que el francés había expresado sus intenciones con claridad y había llamado a Brittany por teléfono para decirle que no se lo tomarae mal, pero que estaba interesado en su mamá.
Flashback
—¿Luc, me estás pidiendo permiso?
—No, Brittany, sólo deseo ser sincero. Tu mamá me gusta y me parece una mujer super-interesante. Sólo necesito su permiso para las intenciones que tengo, pero como tú y yo tenemos un trato comercial, no me gustaría que las cosas se mezclaran y, por eso, he preferido poner las cartas sobre la mesa.
—Bueno adelante, Luc, mi mamá es mayor de edad y ella decide sobre su vida.
—En ese caso, ¿podría pedirte que buscaras la forma de que viniera sólo ella a la comida del domingo?
Brittany sonreía en silencio al otro lado de la línea telefónica.
—Veré qué puedo hacer, Luc, a veces hay que darle un empujoncito al destino. Te paso un dato útil: mi mamá, por encima de todo, ama el buen humor de las personas. Dicho esto, te deseo suerte.
Fin Flashback
Whitney no quería saber nada de ir sola a la comida.
—¡Mamá, no podemos dejarlo plantado! Andá vos, por favor, ¿qué tiene de malo? Yo prefiero quedarme acostada acá o el viaje de esta noche será un suplicio, no logré conciliar el sueño por la migraña.
Maribel había quedado con una amiga y, como era su último día en París, no tenía posibilidad para arreglar otro encuentro. Finalmente, Whitney accedió y Luc Renau la pasó a buscar por el hotel para ir a almorzar.
—Espero no resultarte atrevido—le dijo el francés saliendo del restaurante—, Pero considerando que esta noche se van, me gustaría decirte que me encantaría que nos volviéramos a ver. Lo he pasado muy bien en tu compañía, Whitney, tanto en la cena anterior como en esta comida.
—Gracias, Luc, yo también he disfrutado, pero, a nuestra edad, tu proposición suena un poco fuera de lugar.
—¿A nuestra edad? Perdón, Whitney, pero creo que para los sentimientos no hay edad. Eres una mujer bellísima.
—Gracias—respondió ella y bajó la mirada, mientras paseaban por los jardines del Trocadéro, tras haber almorzado en la Torre Eiffel.
Luc sacó su móvil y le hizo una fotografía por sorpresa. Whitney sonrió y posó para él con cierta timidez.
—Un pajarito me ha contado que para conseguir enamorarte tenía que hacerte reír, pero cada vez que te ríes, el que se enamora soy yo.
—¡Luc, qué vergüenza! ¿Acaso Britt...?
Él le guiñó un ojo, se aproximó a ella, la abrazó y la besó.
Whitney le siguió la corriente titubeando, pero era imposible ocultar que ese hombre la atraía.
—Lo siento, no pude contenerme. Quiero seguir viéndote, Whitney, aunque, en realidad, me encantaría que prolongaras este viaje para que pudiéramos conocernos mejor.
—Debo regresar, pero tengo que confesarte que también me encantaría poder conocerte más profundamente.
—En ese caso, ¿por qué no dar rienda suelta a esta historia?—le dijo el francés y volvió a besarla.
—¡Me siento una quinceañera, Luc! Desde que enviudé no he estado con nadie y ya no recordaba cómo era sentirse así.
—Me ocurre lo mismo. Me quedé viudo hace tres años y, en todo este tiempo, ninguna mujer me ha provocado esta atracción que siento por ti.
El coche de alquiler que las iba a llevar al aeropuerto las aguardaba en la puerta del hotel.
Las tres mujeres estaban en el vestíbulo.
—Tranquila, mamá, no te sientas mal por la decisión que acabás de tomar. ¿Sabés? Me hace muy feliz que hayas optado por quedarte unos días más.
—Debo confesarte que me da un poco de vergüenza, hija mía.
—¡Fuera esa vergüenza, mami! ¡Animate a ser feliz! Realmente te lo merecés. Quizá Luc no sea el indicado, o tal vez sí, pero si no lo intentás nunca lo sabrás. ¡Vamos! ¡Arriba ese ánimo! Te juro que me voy pletórica dejándote acá, en París.
Le guiñó un ojo, la besó y después de despedirse, ella y Maribel salieron del hotel rumbo al Charles de Gaulle.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
que tal, pues miren a la mama de britt, jajajajajaja no pues me alegro, tiene derecho a volverse a enamorar, en cuanto a la francesa, muy honorable de su parte el disculparse, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Muy bien por la mama de britt
Saludos
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:que tal, pues miren a la mama de britt, jajajajajaja no pues me alegro, tiene derecho a volverse a enamorar, en cuanto a la francesa, muy honorable de su parte el disculparse, hasta pronto!
Hola, jajajaja el amor el amor! ajajjaajaj, obvio amor es amor y si estan solteros xq no¿? jajjaajaj. Bn una menos solo queda el idiota de sam q no entiende un no, unk con el "consejo" de san espero y entendiera jajajajaajaj. Saludos =D
Jane0_o escribió:Muy bien por la mama de britt
Saludos
Hola, sip! van las cosas bn! sigamos asiiiii! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 17
Capitulo 17
No se veían desde el día anterior, cuando ante una jueza y los familiares y amigos más íntimos habían celebrado la boda civil y la cena pre-boda en casa de los López en Los Hamptons.
Ese día, al terminar el evento, Brittany se fue a dormir con sus amigas a casa de Rachel y Santana se quedó ahí, con el resto de su familia y los invitados especiales que habían llegado con antelación para los diferentes acontecimientos.
Ya no tenían que esperar más, el día tan soñado había llegado.
Desde la mañana, Brittany y algunas damas de honor se instalaron en una de las suites del Plaza, al igual que Santana con el resto de las damas de honor, ya que eran demasiadas. Mientras que los pocos padrinos tenían otr suites
Tras prepararse durante todo el día para la gran boda, había llegado el momento de encontrarse. El único contacto que habían tenido durante esa jornada había sido telefónico, para contarse lo que estaban haciendo y dedicarse palabras amorosas.
Ambas estaban ansiosas por verse.
Era la hora y ya estaban listas.
Antes de que su hija saliera de la habitación en busca de Santana, Whitney se fundió en un abrazo con ella.
—Mi amor, sé que serás muy feliz. Te adoro.
—Te amo, mamá, en un rato nos encontraremos para las fotos. ¡No puedo creerlo, llegó el día! No quiero llorar, mami, así que mejor me voy ya.
El encuentro se llevó a cabo en una de las majestuosas escaleras de mármol del hotel, que había sido adornada con infinidad de flores blancas.
Santana estaba de espaldas al final de la escalinata y Brittany empezó a bajar con su traje y su ramo de novia para posar para las fotos y las cámaras de vídeo.
Parecían unas princesas.
Brittany llevaba un vestido con una larga cola de organza de seda, de diez capas superpuestas, con un escote palabra de honor bordado con flores de tela y plumas, al igual que el bajo de la vaporosa y enorme falda. Su estrecha cintura estaba rodeada por un cinturón de cordellate íntegramente bordado con cristales y piedras preciosas. Llevaba el cabello semir-recogido, con ondas muy marcadas y una tira de piedras enredadas entre los amplios rizos.
Le temblaban las piernas, estaba muy nerviosa y, cuando la vio parada ahí, de espaldas, creyó que se caería redonda en ese mismo instante.
Santana se giró cuando el fotógrafo y el camarógrafo le ordenaron y se quedó patitiesa.
No podía creer lo maravillosa que estaba Brittany.
Esperó a que llegara al final y, en ese instante, como si ambas hubieran escapado de un cuento de hadas, Santana le extendió su mano, se la besó y se fundieron en un abrazo.
—Mi amor, estás... hermosa.
Las palabras no le alcanzaban para describir todo lo que sentía.
—Dejame verte—la cogió de la mano y la hizo girar—Parecés una reina, sos mi reina, se me puso la piel de gallina cuando te vi bajar. Abrazame fuerte porque no puedo creer que haya llegado ya el día, nuestro día.
—Vos también estás muy hermosa, tanto que tu belleza es una falta de respeto para el sexo femenino, mi vida. ¿Te dije alguna vez que rozás el pecado con tanta hermosura acumulada?
Se rieron, luego Brittany se acercó a su oído y le dijo.
—Me ponés muy caliente en ese vestido de novia.
Brittany aprovechó y llenó sus fosas nasales con su perfume, ese que la había embriagado desde que la conoció.
Santana se rió, echó su cabeza hacia atrás mientras sostenía a Brittany por la cintura y volvió a acercarse a su oído.
—No me digas eso, Britt-Britt, porque me dan ganas de llevarte a mi habitación y hacerte mía.
Se rieron con complicidad.
Aunque los fotógrafos y los cámaras no podían oír de qué hablaban, porque ellas lo hacían entre susurros, tomaron miles de imágenes del momento y de las expresiones y miradas que ambas se regalaron.
En sus ojos, se notaba el amor infinito que se profesaban.
Luego la familia y todo el cortejo nupcial posaron junto a las novias. Cuando los profesionales consideraron que había suficientes imágenes de la pareja, volvieron a separarse, no antes de pasar para hacer unas tomas dentro del gran salón, que lucía majestuoso con la decoración que los diseñadores habían ideado.
Antes de despedirse, y bajo la atenta mirada de todos sus seres queridos, Santana le dio un beso a Brittany que la dejó sin aliento.
¡Estaban tan felices...!
La terraza del gran hotel Plaza también estaba lista para recibir a los invitados a la boda.
Una selección de música instrumental de Richard Clayderman y Kenny G, especialmente elegida por Brittany, daba la bienvenida a todos.
La sorpresa al entrar en la sala de ceremonias era general. Habían colocado un altar espectacular, diseñado especialmente para las novias, decorado con más de cuatro mil ramas de orquídeas y hortensias blancas, maravillosamente dispuestas.
En ese marco tan romántico, los invitados tenían la sensación de estar rodeados de una armoniosa naturaleza. Las miles de velas votivas dispuestas en la entrada, a lo largo del pasillo central y a los pies del altar, conferían al ambiente un toque novelesco, exclusivo y único.
Aunque, desde el día anterior, habían experimentado una intensa maratón, los organizadores y el personal del Plaza tenían todo a punto para que la ceremonia saliera a la perfección.
Santana esperaba ansiosa y expectante el instante en que sonasen los acordes con que se suponía que debía entrar, eso le indicaría que Brittany también estaba próxima a hacer su aparición, aunque, según su criterio, todo estaba demorándose más de la cuenta.
—¿Por qué tarda tanto? ¡Si ya estaba lista!—preguntó Santana a sus padres en voz alta, en tono impaciente.
—Tranquila, hija, deben de estar dándole tiempo a los invitados rezagados—intentó calmarla Alfonso.
Santana acariciaba su cuello con desenfreno, demasiado nerviosa con tanta espera. No podía estarse quieta: se arreglaba el vestido, se tocaba los pendientes, miraba la hora... Estaba muy impaciente.
—¡Relajate un poco, Tana! Me estás poniendo nerviosa a mí—le pidió Maribel.
Por fin llegó el momento y empezó a sonar una versión instrumental de Todo lo que hago lo hago por ti , entonces, por la puerta lateral entraron el oficiante de la boda, Santana, su mamá y su papá.
—Mamá, me tiemblan las piernas, en mi vida me he sentido así.
—Tranquila, mi tesoro, todo saldrá maravillosamente bien. Respirá hondo y disfrutá. Es tu momento y el de Britt, grabá cada instante en tu memoria y no te prives de nada.
Whitney también estaba en su sitio esperando y le tiró un beso a su yerna, con quien, la noche anterior, había mantenido una extensa, cálida y emotiva charla, en la mansión de Los Hamptons.
Santana le devolvió el gesto con un guiño de ojo y una sonrisa nerviosa.
Todos los ahí presentes vestían de gala.
Santana tomaba bocanadas de aire continuamente, por el pasillo central de la terraza del Plaza, donde se había montado la escenografía para la ceremonia, empezaron a aparecer Kitty, Hanna, Tina y Rachel las damas de honor junto a Noah, el padrino de Brittany. Junto a ellas, entraron Marley, Emily las damas de honor junto a Jake y Finn, los padrinos de Santana, con el acompañamiento de Mozart, Canon in D.
Cuando todos estuvieron situados, la música cambió y sonó Trumpet Tune, de Purcell. En aquel momento, entró Dottie, sobrina de Brittany, que era la encargada de esparcir pétalos por delante de ella hasta llegar al altar, donde Santana la esperaba anhelante.
Cuando la pequeña se colocó junto a Whitney, comenzaron a sonar los primeros acordes de la marcha nupcial y todos se pusieron en pie. En pocos segundos, el recinto se había llenado de emoción y expectación.
Santana creyó que se quedaría sin aire, jamás pensó que podría sentirse así: ella siempre había sido dueña absoluta de su aplomo, pero el amor que sentía por esa rubia la superaba.
Brittany entró del brazo de su hermano. Estaba increíblemente hermosa y también muy emocionada, a duras penas podía contener el temblor de su barbilla.
Para sorpresa de Santana, se había puesto otro vestido. Entonces, ella entendió la tardanza. No le quitaba los ojos de encima, no quería perderse ningún detalle de aquella belleza de película que iba a encontrarse con ella para prometerse, por fin, amor eterno.
El atuendo que Brittany había elegido para casarse era un exquisito modelo con un canesú de encaje transparente, íntegramente bordado con aplicaciones de finos cristales Swarovski. Las mangas translúcidas llegaban hasta los codos y estaban rematadas con el mismo bordado. La prenda dejaba ver el vestido interior, con un escote palabra de honor que permitía vislumbrar el fino y fruncido corpiño. El canesú terminaba en la cintura con un cinturón decorado por los mismos y delicados cristales. La abertura de la espalda llegaba hasta la cintura y dejaba al descubierto su tersa piel.
Era un vestido majestuoso.
La falda vaporosa, con una larga cola, estaba realizada en tafetán, organza de seda y el mismo encaje del canesú y se entremezclaba en ocho capas, que le daban a Brittany el aspecto de una princesa de cuento. Su impecable silueta quedaba realzada por los fruncidos que se marcaban en la cintura. Aunque no se veían, sus zapatos eran de Giuseppe Zanotti y tenían un vertiginoso tacón de aguja, también revestido de brillantes cristales Swarovski; eran fabulosas piezas de joyería.
De su peinado, definido con muchísimas ondas y recogido informalmente en la nuca, salía un larguísimo velo de dos capas, realizado en organza de seda bordada.
Los tres metros y medio de tela partían de una delicada peineta con aplicaciones de la misma pedrería que el vestido.
Brittany era una novia de ensueño.
Complementaban su atuendo unos pendientes de diamantes que habían sido de su abuela materna y que su mamá le había regalado. También llevaba puesta la pulsera con que Santana le había sorprendido para la ocasión. En su temblorosa mano, cargaba un exquisito ramo de orquídeas y lirios de los valles.
Estaba perfecta, inmaculada y radiante.
Santana se estremeció y creyó estar teniendo una alucinación cuando la vio entrar con ese espectacular vestido.
Temía que el corazón se le parara.
La esperaba de pie con las piernas ligeramente abiertas para encontrar un poco más de equilibrio, ya que sintió que se tambaleaba de la emoción. Con un nudo en la garganta, pensó que Brittany no sólo era una novia bellísima, sino que, además, era la mujer de sus sueños.
El aspecto de Santana no era menos majestuoso.
Se había hecho confeccionar el vestido de novia, de una sola pieza, vestido strapless, con cierre de corsé, con detalles en el escote y de un ligero aspecto asimétrico que cae en cascada a lo largo de la falda. Sus zapatos de tacón blancos.
Sin olvidar el más nimio de los detalles, Santana se había colocado los pendientes de brillantes que le habían regalado sus padres. Y, por supuesto, también llevaba una pulsera, de cristal de zafiro transparente y oro blanco, regalo de bodas de Brittany, quien le había hecho grabar: «Me tenés atarantada».
Estaba muy apuesta e impecable.
Quedaban pocos minutos para que confirmaran sus votos, que ya habían pronunciado de manera más informal, frente a los testigos y los familiares más cercanos. Sin embargo, para ellas, ésta era la ceremonia oficial, la que habían preparado cuidando cada detalle.
Al ritmo de la marcha nupcial de Mendelssohn, que helaba las entrañas de emoción, Brittany llegó al altar, donde Mike entregó la mano de su hermana a Santana. Con decisión, Santana la cogió entre las suyas y se la llevó a los labios dejando un suave, generoso y casto beso en ella.
—Te confío al ser más puro y transparente que existe sobre esta tierra, sólo te ruego que la hagas muy feliz.
—Es lo único que deseo, Mike, podés estar tranquilo—le respondió Santana y, después, dirigiéndose a Brittany, le dijo entre dientes—Estás increíble, me sorprendiste mucho con el cambio de vestido.
Brittany le sonrió arrebatadora.
—Me alegra que te guste, mi amor.
Whitney y Maribel no pudieron evitar derramar lágrimas de emoción, el sentimiento de una mamá es siempre inexplicable y ellas estaban pletóricas y rebosantes de alegría.
Alfonso cogió de la mano a su esposa e intentó ofrecerle cierta contención, aunque él también la necesitaba, ya que ver al último de sus hijos realizar sus sueños lo hacía conmoverse como nunca habría imaginado.
Kitty nunca creyó que se iba a enternecer tanto al ver entrar a Brittany por el pasillo central y tuvo que secar sus ojos humedecidos.
Hanna miró a su amiga, en ese momento, y se le hizo un nudo en la garganta a ella también, Brittany era como la hermanita menor de ambas y la fría abogada se estremeció al verla, haciendo que cayera su dura coraza.
Rachel, acorde a su chispeante temperamento, no paraba de sonreír y, si por ella hubiera sido, se hubiera puesto a aplaudir con desenfreno.
Finn y Jake se miraron cómplices, ya que la mayor de las hermanas por fin estaba haciendo realidad su oportunidad de empezar a ser feliz.
Sue, en el primer banco del salón, era estrujada con cariño por Alison y Bree, se estaba casando su muchacha más mimada y ella no paraba de llorar con desconsuelo.
Quinn miraba a su esposa y disfrutaba de su felicidad, que multiplicaba la de ella a la millonésima potencia.
Tina abrazaba a Franco, que se había arrebujado entre sus brazos, y miraba embelesada a su niñita y a su esposo, que estaban magníficos en el altar.
Los abuelos López se sentían orgullosos de la familia que su hijo había constituido y disfrutaban de ver la unión del último de sus nietos.
También estaban ahí Holly y Carl, que había hecho un esfuerzo sobrehumano para subirse al avión, ya que el viejo le temía a volar más que a nada en el mundo, pero la niña de su señor Pierce se casaba y no podía perdérselo.
Cuando terminaron los acordes de la marcha nupcial y se acomodaron todos en sus respectivos sitios, el sacerdote dio comienzo a la ceremonia. Explicó brevemente, y con palabras muy alegóricas, el motivo de la reunión y después dio paso a la lectura de algunos pasajes del Nuevo y del Antiguo Testamento.
Rachel, la dama de honor principal, leyó uno de ellos, pero a mitad del texto tuvo que parar y contener una lágrima que, sin previo aviso, había intentado escurrirse por su mejilla.
Finalmente, llegó el momento de la declaración de intenciones:
—Brittany y Santana, ¿han venido aquí libremente y sin reservas a entregaros la una a la otra en matrimonio?
—Sí, padre—contestaron ambas al unísono.
—¿Van a amarse y honrarse la una a la otra como esposas durante el resto de vuestras vidas?
—Sí, padre—volvieron a responder.
—¿Aceptan amorosamente a los hijos de Dios y los educaran según la ley de Cristo y de su Iglesia?
—Sí, padre—concluyeron nuevamente, mientras se miraban pensando en los niños que vendrían.
—Dado que su intención es contraer matrimonio, unan sus manos derechas y declárense su consentimiento ante Dios.
Brittany y Santana se cogieron de la mano, la de Santana estaba sudorosa y la de Brittany fría y temblorosa.
A pesar de los nervios, Santana intentó calmarse e infundirle paz a Brittany, ése era una de las partes más importantes de la ceremonia. Entonces se miraron fijamente a los ojos y, en ese momento, empezó a sonar de fondo el Arioso de Bach.
Santana tomó una bocanada de aire y comenzó a decir:
—Yo, Santana Marie López, te tomo a ti, Brittany Susan Pierce, como mi legítima esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Santana le ofreció una gran sonrisa cuando concluyó y sus ojos se llenaron de lágrimas, pero logró serenarse. Entonces le dio paso a Brittany, que le sonreía amorosamente, para que hablase.
Brittany también tomó aire y empezó a recitar:
—Yo, Brittany Susan Pierce, te tomo a ti, Santana Marie López, como mi legítima esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Entonces el oficiante concluyó:
—Que el Señor, en su bondad, fortalezca su consentimiento y llene a ambas con sus bendiciones. Que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.
Todos los ahí presentes aplaudieron con fervor.
—Ahora, voy a necesitar los anillos—expresó el sacerdote y Noah, que era el encargado de ellos, buscó en su bolsillo y se los entregó—Señor, bendice estos anillos en tu nombre. Haz que quienes los usen siempre puedan tener una profunda fe en los demás, que vivan siempre juntas en paz, en buena voluntad y en amor.
Finalizada la bendición, comenzó a sonar el Ave María de Schubert, cantado en vivo por una soprano maravillosa, acompañada por un cuarteto de cuerdas que habían contratado para la ocasión. Mientras su voz y la música se colaban en el pecho de todos los asistentes, el clérigo les alcanzó el platillo que contenía los anillos.
Santana cogió el de Brittany para entregárselo primero.
—Brittany, recibe este anillo como símbolo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La alianza de boda, que tenía veintinueve diamantes de corte redondo sobre una base pavé, podía combinarse a la perfección con la sortija de compromiso.
Después de colocarla, le tocó a Santana recibir la suya.
—Santana, recibe este anillo como símbolo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Las dos se miraron a los ojos en todo momento, con un amor infinito.
La alianza de Santana era una réplica a la de Brittany.
Cuando la música terminó, y como era una ceremonia al margen de la misa, el oficiante les permitió expresar sus propios votos. Se cogieron de la mano y empezó hablando Santana mientras de fondo sonaba Love Story. Ella había redactado sus votos la noche anterior, después de hablar con Whitney, las palabras le habían fluido desde el alma.
—Te miro a los ojos y es todo lo que necesito para sentirme en paz, porque sólo a tu lado he encontrado mi refugio perfecto, y en tu alma y en tu corazón he hallado el verdadero sentido de la palabra «amor». Mi amor—le dijo y la admiró un instante—, Tu amor me ilumina cada día y me hace mejor persona, además de infundirme seguridad en la vida. En el mismo instante en que te conocí, supe que te habías metido dentro de mi alma y que no saldrías nunca más de ahí. Eres la magia de mis días, soy tuya y eres mía, de eso estoy totalmente segura.
»Me comprometo a afrontar las dificultades que seguro vendrán, porque nuestro amor se nutrirá con ellas y se hará más fuerte. Me comprometo a cultivar tus sueños, a apoyarte en todo lo que decidas emprender, a ser tu guía, tu compañera y a dejarte ser siempre, porque eso es lo que te hace especial y maravillosa y lo que me enamora de ti cada día. Me comprometo a compartir las alegrías de la vida contigo, porque a tu lado serán mucho más dulces. Me comprometo a cuidarte, a respetarte y a hacerte muy feliz. Seré siempre tu amante y esposa fiel. A partir de hoy, compartiré todo lo que poseo contigo y eso incluye mi corazón. Finalmente, te prometo amor eterno, porque una vida entera no me bastaría para amarte.
Santana le besó la mano y después le tocó el turno a Brittany, que no había podido contener sus lágrimas. Con un pañuelo que tenía escondido en el ramo, se las secó, carraspeó y, con un hilo de voz, empezó a hablar:
—Te amo por tu belleza, por tu inteligencia y por la forma que tienes de hacerme sentir especial. Intentaré cada día que tú también te sientas tan especial como yo. Hoy estás ofreciéndome cumplir el sueño más grande que toda mujer pueda tener, convertirme en tu esposa es todo lo que anhelo. Siempre seré tu compañera, tu confidente, tu amante y tu esposa fiel. Tú también eres para mí todo eso y mucho más, eres mi mayor reto, y, lo que es más importante, eres el gran amor de mi vida. Te amo como jamás imaginé que se podía amar a una persona. Antes de conocerte, mis días eran todos iguales, pero desde que estoy a tu lado me siento verdaderamente viva.
»Hoy, ante todos nuestros seres queridos, prometo acompañarte eternamente en los buenos momentos y ser parte importante de tus alegrías. Así como también prometo estar a tu lado en todos tus pesares, para hacerlos menos arduos en la medida en que pueda. Prometo intentarlo siempre, cada vez que surja una dificultad en nuestra pareja, porque nuestro amor merece ser grande y perpetuo. Eres la alegría de mis días, la realización de mis sueños y la edificación de mis anhelos. Quiero vivir todo contigo, porque nada podría ser peor que no estar a tu lado. Te prometo fidelidad, respeto y amor eterno. Gracias, amor mío, por hacerme sentir tan amada.
El sacerdote dio la última bendición a la pareja y, entonces, sentenció:
—Las declaro formalmente unidas en matrimonio. Santana, puedes besar a la Brittany.
Con los acordes del Aleluya de fondo, se besaron escandalosamente sin importarles nada. Entonces todos comenzaron a aplaudir y a silbar, por supuesto con los barulleros hermanos López a la cabeza.
Aunque ninguna de las dos lo deseaba, se separaron y Santana lanzó un puño al aire en señal de triunfo. Estaba exultante y se mostraba extremadamente feliz.
Empezaron a caminar por el pasillo, mientras saludaban a quienes las felicitaban a su paso.
El cortejo nupcial iba tras ellas.
Cuando salieron del salón, se dirigieron a una nueva sesión de fotos, que consistía en dar un paseo por la ciudad con sus damas de honor y los padrinos de boda.
En el trayecto, la magia de la noche de Nueva York los envolvió.
Santana se detenía a cada rato para darle besos a Brittany, no podía contener su necesidad de demostrarles a todos que esa mujer por fin era suya.
—Felicidades, señora López-Pierce, ya es usted mi esposa. Britt-Britt, te amo, mi amor, te amo más que a mi vida.
—Felicidades, Hoyuelitos, por fin somos esposas, soy tan feliz que me cuesta creerlo, Sanny.
Los fotógrafos aprovechaban cada instante para disparar sus cámaras y capturar cada uno de los gestos de las novias, al igual que los cámaras.
Durante los días previos a la boda, había habido un gran sentido de la anticipación y de la coordinación entre todas las partes implicadas. En el ambiente, se intuía lo magnífico y suntuoso que iba a ser todo.
En el hotel, los invitados habían sido dirigidos al lugar donde se llevaría a cabo el cóctel de recepción y fueron recibidos por los padres de las novias. Ahí, donde debían retirar las tarjetas con sus ubicaciones en las mesas, los esperaba un arreglo exuberante de orquídeas, lirios, rosas y hortensias blancas a modo de bienvenida. Clásicos románticos amenizaban el ambiente, mientras degustaban un tapeo acompañado de Veuve Clicquot y otros aperitivos. Finalmente, las puertas del gran salón se abrieron y dieron paso a los invitados, para que se situaran en los lugares asignados.
El lujo del espacio y la hedonista decoración que habían llevado a cabo los diseñadores de la boda conmovieron a todo el mundo.
A petición especial de Brittany, el salón de baile del hotel Plaza estaba lleno de hermosas flores blancas y candelabros personalizados. En cada mesa, habían colocado altos jarrones de cristal con ramas de orquídeas, lirios, rosas y hortensias blancas. En la base de los floreros, un ramo exuberante de rosas y otras flores, así como estilizados candelabros transparentes con velas centelleantes. Aquel romántico ambiente estaba teñido de azul y en el techo se proyectaban imágenes que recordaban a la Vía Láctea.
Sobre cada mesa, habían dispuesto unas estructuras de las que caían frondosas cortinas de cristal y velas colgantes. Para bailar, habían construido una pista de baile de espejos negros, donde se proyectaban los nombres de Brittany y Santana y la fecha de la boda.
Alrededor del gran salón, colgaban pantallas de plasma donde se proyectaba ese mismo mensaje, y en uno de los balcones, podía admirarse el pastel de boda de cinco pisos, creación exclusiva de la talentosa Sylvia Weinstock, sobre una base de rosas y flores de azúcar idénticas a las de los centros de mesa.
De pronto, las luces se apagaron y sólo quedó iluminada la entrada, empezaron a sonar los acordes de Reik cantando Sabes, y Santana y Brittany, radiantes, entraron de la mano al salón, caminaron hacia el centro de la pista, entre aplausos y silbidos, y ejecutaron su primer baile.
—No puedo creerlo, soy la mujer más feliz del universo, estoy temblando como la primera vez que oí esta canción en la limusina.
—Cantame al oído, mi amor, cantala para mí como aquel día.
Brittany le dio el gusto e hizo lo que Santana le pedía.
Santana la aferró por la cintura y se perdió amorosamente en su cuello, mientras bailaba con Brittany extasiada, como si en aquel lugar tan sólo estuvieran ellas dos.
Cuando concluyó la canción se besaron y Santana la levantó de la cintura y la dejó suspendida en el aire mientras la aprisionaba contra su cuerpo.
Todos volvieron a aplaudirlos.
Después de ese primer baile, empezó a sonar la canción Song for mama, de Boyz II Men, y entonces Santana le guiñó un ojo a Brittany.
—Ya vuelvo—le dijo mientras le besaba la mano con ternura y se apartaba de Brittany, para caminar hasta donde estaba sentada su mamá.
La cogió de la mano, apoyó sus carnosos labios en ella y la invitó a bailar. Maribel se levantó emocionada, acunó el rostro de su hija entre sus manos y la besó para luego cobijarse orgullosa entre sus brazos.
—Gracias, mami, por estar siempre a mi lado—le dijo al oído.
—Te amo, hija querida, hoy estás cumpliendo tu gran sueño y estoy totalmente segura de que serás muy feliz, porque la mujer que has elegido como compañera es maravillosa.
—Yo también lo creo así, mamá.
Maribel le guiñó un ojo, mientras Brittany, a un lado, las miraba extasiada de amor.
Cuando terminó de bailar con su mamá, la canción se enlazó con You raise me up, cantada por Westlife, y entonces las luces se dirigieron a Mike. Él cerró los ojos y se puso de pie para ir al encuentro de su hermana, que caminaba hacia donde él estaba sentado.
—¡Pendeja, cómo te quiero! Verte feliz es uno de mis más profundos deseos.
—Podés estar tranquilo y dejar de preocuparte por mí, ahora, porque soy la mujer más feliz de la Tierra. Gracias por todo, hermanito, gracias por vivir pendiente de mí siempre. ¿Sabés? Papá debe de estar muy orgulloso de vos, porque supiste cuidarnos a todos como él lo hubiera hecho.
Mike le dio interminables besos en la mejilla y la hizo girar en la pista para que ella se luciera con su vestido de novia.
El tema, de manera impredecible, enlazó con Blessed, en la voz de Elton John, y entonces fue el turno de Whitney y de Alfonso para bailar con Santana y Brittany.
—Gracias, San, por hacer realidad los sueños de mi hija.
—Gracias a vos por haberle dado la vida para que hoy yo pueda tenerla. Amo a tu hija, Whitney. Como te dije anoche, a veces el amor que siento por ella me asusta, porque si de Britt se trata no puedo pensar. Tu niña me tiene loca.
Whitney sonrió oronda y la besó en la frente.
—Sos mi nuera preferida—le susurró Alfonso a Brittany—, Pero ése es nuestro secreto, si no, mis demás nueras se pondrán celosas.
—Adulador, no te creo nada. A todas debés de decirnos lo mismo.
Alfonso se rió.
—Britt, sos un ángel que descendió del cielo para demostrarle a mi hija que el amor existe. Quiero muchos nietos, ¿me oíste? Aunque no tantos como para que tengan que desatender Mindland.
Brittany se carcajeó.
—¡Ya decía yo que sos un interesado!
Friends will be friends, en la voz de Freddie Mercury, comenzó a sonar y, entonces, poniéndose frente a Rachel, Santana hizo una reverencia con una mano detrás de su espalda y le extendió la otra para que se acercara. Su hermana, que estaba muy sensible por el embarazo, se puso a llorar y se acercó a Santana, que la esperaba en la pista.
Mientras tanto, Brittany, con un ademán muy histriónico, se acercó a Kitty y la agarró de la mano para ponerla de pie y llevarla hasta la pista, pero antes de retirarse del todo señaló a Hanna:
—Preparate, a mitad de la canción te quiero conmigo—le guiñó un ojo.
—Ay, Tana, en mi vida creí que lloraría tanto como estoy llorando en tu boda, parezco boba, pero es que sé que sos muy feliz y lloro de felicidad. Espero que no te enojes por lo que te voy a decir pero, cuando vos te casaste con Dani, yo lloré mucho de amargura, porque creí que nunca serías dichosa a su lado. Y ahora que la vida te dio esta oportunidad, no puedo contenerme. Además, ¡adoro a Britt! ¡Cómo te quiero, hermana!
—Yo también te quiero, enana, y no llores más que estás angustiando a mi sobrino—Santana se apartó y se inclinó para besarle la barriga.
—O sobrina, ¡ya hablás como Quinny!—la regañó Rachel.
—Prefiero un niño, porque si es niña de seguro sale con tu carácter y no el de la pobre Quinn, y creo que no lo podría soportar, con vos me basta y me sobra.
—¡Mala! Yo te dije cosas hermosas y vos sólo pensás en hacerme enfadar.
Santana le habló al oído.
—Puse mi cuota de humor a tus palabras para no ponerme a llorar como una cría, si no, Quinn, Finn y Jake se burlarán eternamente de mí—después de decirle eso la miró a los ojos—Hermanita querida, hemos terminado siendo cómplices en esto también—Santana ladeó la cabeza y le guiñó un ojo.
—Como siempre. ¿Sabés qué, Tana? No vas a poder librarte jamás de mí—afirmó Rachel.
—Britty—dijo Kitty—, Amiga de mi corazón, mi hermanita de la vida, estoy muy feliz, increíblemente feliz porque por fin tenés todo lo que te merecés.
—Kitty, no puedo creer lo afortunada que soy, amiga. Siento que estoy a punto de tocar el cielo con las manos.
—Te ayudaré a que lo logres, sabés que siempre podés contar conmigo en todo.
Kitty la sorprendió y la levantó en el aire y Brittany extendió sus manos como si, en verdad, con la ayuda de su amiga pudiera tocar el cielo. Entonces miró a un lado y vio a Santana.
—Lo siento, Kitty, esta vez no lo lograré con tu ayuda, porque mi cielo está en la Tierra.
—Lo sé, pero eso no puedo dártelo porque ya lo tenés. Esa morena es tuya, Britty, y no es un sueño.
Hanna interrumpió su baile y Kitty, gustosa, se apartó para ofrecerle su lugar, aunque antes de irse besó la mano de la novia.
—Una vez te dije que te esperaba una vida de ensueño y, al lado de esa morena, la tendrás, y no lo digo por los lujos que pueda darte, sino porque el amor que te profesa es infinito.
—Gracias, Hanna, por estar acá conmigo compartiendo este momento.
—No me lo perdería por nada en el mundo. Además, es la única forma que tengo de confirmar que, por fin, nos hemos librado de ti.
—¡Maldita! ¿Ni en el día de mi boda vas a decirme cosas lindas?
Hanna se carcajeó y la besó en la mejilla.
—Te quiero, Britty, sabés que eso es sólo una pose entre nosotras.
—Lo sé, amiga, por eso te lo permito, yo también te quiero.
La canción terminó y, para finalizar el baile, Santana se acercó de nuevo a Brittany. Entonces comenzó a sonar Amazed, de Lonestar, y empezaron a bailar de forma seductora, mientras Santana se llevaba una mano de Brittany a la nuca y la besaba apasionada.
—Señora López-Pierce, ¿sabe usted una cosa?
—¿Qué, señora Pierce-López?
—Sólo estoy deseando que esta fiesta termine, para por fin poder hacerle el amor a mi esposa.
Brittany echó la cabeza hacia atrás y sonrió.
—Señora Pierce-López, es usted la única culpable de que tengamos que esperar a que termine este fiestón. Le recuerdo que esta gran boda fue idea suya.
Santana asintió con la cabeza.
Cuando terminaron de comer el primer plato, se dio inicio al baile para el resto de los invitados.
Brittany fue a cambiarse el vestido por el que se había puesto antes de la ceremonia.
Se las veía exultantes y sus familiares y amigos estaban contagiados por su felicidad.
Entrada la madrugada, llegó el momento de cortar la tarta y hacer los brindis.
—Ya regreso, mi amor, voy a arreglarme el maquillaje para las fotos.
—Pero no tardes.
—Prometo que estaré aquí de nuevo en un abrir y cerrar de ojos, mientras tu podrías cambiar tu traje.
Brittany desapareció otra vez con sus damas de honor, aunque en realidad había ido a cambiarse de atuendo nuevamente, ésa era su última transformación que había programado para la gran noche.
Muy pronto estuvo lista para volver al salón, con un innovador vestido de líneas muy simples en raso de seda nacarada y escote redondo de tirantes. La prenda estaba adornada con un bonito juego de encajes y una banda que se prolongaba desde el hombro hasta la cintura. La falda era de corte recto y definía sus exquisitas formas a la perfección. En la parte trasera, terminaba con unos graciosos volantes verticales que desembocaban en una elegante cola. El escote de la espalda era redondo y también tenía transparencias de encajes.
Rachel, en complicidad con Brittany, fue a buscar a Santana que justo salía de su suits, ya cambia con un pantalón blanco ceñido y un ajustada polera blanca. Interponiendo una excusa cualquiera para llevarla a su encuentro, ya que su flamante cuñada quería sorprenderla una vez más y que Santana fuera la primera en verla. Brittany lo esperaba a mitad de la escalera, de espaldas. Santana, al verla, volvió a quedarse sin respiración, ya que su esposa estaba tan sexy y majestuosa que parecía una divinidad.
Subió los escalones, mientras Brittany giraba para ofrecerle una nueva perspectiva de su atuendo. Cuando la alcanzó, atrapó su boca con premura y se la bebió por completo, perdiéndose en un beso mágico que a ambas les robó la respiración.
—¡Dios! ¿No vas a dejar de asombrarme? ¿Tres vestidos?
—Tus deseos son órdenes para mí. Querías una boda majestuosa y tenía que convertirme en una novia acorde a las circunstancias. Además, me fue imposible decidirme solamente por uno de ellos.
—¡Me encanta, estás fascinante! Vayamos a cumplir rápido con todo lo que nos queda de protocolo y metámonos en la suite nupcial. ¡Me muero por perderme en tu cuerpo!
El momento del brindis fue de los más emotivos de la noche, ya que Alfonso, Mike y Noah les regalaron a las novias unos discursos cargados de sentimiento.
Brittany y Santana también tomaron la palabra para agradecer la asistencia a sus invitados y, al final, se dedicaron frases amorosas la una a la otra y partieron el pastel.
A lo largo de toda la noche se bailaron ritmos variados y para todos los gustos, pero, como broche de oro, las luces se apagaron y, de pronto, el escenario se iluminó y Santana sorprendió a Brittany cuando salió a cantar junto a la orquesta, el resto de los vocalistas le hacían los coros.
El ambiente se inundó con las notas de Dime que me quieres, el tema que tan famoso había hecho Ricky Martin.
Brittany estaba embelesada, no podía creer lo que su esposa estaba haciendo por ella.
Se sintió increíblemente especial.
Mientras Santana le cantaba y le bailaba sobre el escenario. No podía parar de reírse y de aplaudirla y, al verla tan sensual, recordó su primer baile en Tequila.
Rachel gritaba como loca, como si fuera la presidenta del club de fans de su hermana, y el resto de las personas que estaban ahí, contagiadas, también chillaban como locas, como si se tratase de una gran figura del mundo del espectáculo.
En determinado momento, Santana se inclinó y estiró su mano hacia Brittany, entonces, desde abajo, Kitty y Hanna la subieron al escenario.
Enciende tu motor, yo soy tu dirección.
Las calles de mi amor quitaron el stop.
Ven y ven y ven
y dime que me quieres en la intimidad.
Sabes que me puedes dominar.
No hay nadie como tú, eres mi cara y cruz.
Mi corazón es para ti.
Pon más velocidad, no tardes en llegar.
Las calles de mi amor quitaron el stop.
Después de ese acto tan original, se fundieron en otro escandaloso beso y decidieron que ya era hora de irse.
Brittany fue la primera en tirar ramo, que fue atrapado por Aria, luego fue el turno de Santana en tirar el ramo, que fue atrapado por Emily, luego, con los acordes de Love is in the air, los invitados los despidieron arrojándoles pétalos de flores.
Ese día, al terminar el evento, Brittany se fue a dormir con sus amigas a casa de Rachel y Santana se quedó ahí, con el resto de su familia y los invitados especiales que habían llegado con antelación para los diferentes acontecimientos.
Ya no tenían que esperar más, el día tan soñado había llegado.
Desde la mañana, Brittany y algunas damas de honor se instalaron en una de las suites del Plaza, al igual que Santana con el resto de las damas de honor, ya que eran demasiadas. Mientras que los pocos padrinos tenían otr suites
Tras prepararse durante todo el día para la gran boda, había llegado el momento de encontrarse. El único contacto que habían tenido durante esa jornada había sido telefónico, para contarse lo que estaban haciendo y dedicarse palabras amorosas.
Ambas estaban ansiosas por verse.
Era la hora y ya estaban listas.
Antes de que su hija saliera de la habitación en busca de Santana, Whitney se fundió en un abrazo con ella.
—Mi amor, sé que serás muy feliz. Te adoro.
—Te amo, mamá, en un rato nos encontraremos para las fotos. ¡No puedo creerlo, llegó el día! No quiero llorar, mami, así que mejor me voy ya.
El encuentro se llevó a cabo en una de las majestuosas escaleras de mármol del hotel, que había sido adornada con infinidad de flores blancas.
Santana estaba de espaldas al final de la escalinata y Brittany empezó a bajar con su traje y su ramo de novia para posar para las fotos y las cámaras de vídeo.
Parecían unas princesas.
Brittany llevaba un vestido con una larga cola de organza de seda, de diez capas superpuestas, con un escote palabra de honor bordado con flores de tela y plumas, al igual que el bajo de la vaporosa y enorme falda. Su estrecha cintura estaba rodeada por un cinturón de cordellate íntegramente bordado con cristales y piedras preciosas. Llevaba el cabello semir-recogido, con ondas muy marcadas y una tira de piedras enredadas entre los amplios rizos.
Le temblaban las piernas, estaba muy nerviosa y, cuando la vio parada ahí, de espaldas, creyó que se caería redonda en ese mismo instante.
Santana se giró cuando el fotógrafo y el camarógrafo le ordenaron y se quedó patitiesa.
No podía creer lo maravillosa que estaba Brittany.
Esperó a que llegara al final y, en ese instante, como si ambas hubieran escapado de un cuento de hadas, Santana le extendió su mano, se la besó y se fundieron en un abrazo.
—Mi amor, estás... hermosa.
Las palabras no le alcanzaban para describir todo lo que sentía.
—Dejame verte—la cogió de la mano y la hizo girar—Parecés una reina, sos mi reina, se me puso la piel de gallina cuando te vi bajar. Abrazame fuerte porque no puedo creer que haya llegado ya el día, nuestro día.
—Vos también estás muy hermosa, tanto que tu belleza es una falta de respeto para el sexo femenino, mi vida. ¿Te dije alguna vez que rozás el pecado con tanta hermosura acumulada?
Se rieron, luego Brittany se acercó a su oído y le dijo.
—Me ponés muy caliente en ese vestido de novia.
Brittany aprovechó y llenó sus fosas nasales con su perfume, ese que la había embriagado desde que la conoció.
Santana se rió, echó su cabeza hacia atrás mientras sostenía a Brittany por la cintura y volvió a acercarse a su oído.
—No me digas eso, Britt-Britt, porque me dan ganas de llevarte a mi habitación y hacerte mía.
Se rieron con complicidad.
Aunque los fotógrafos y los cámaras no podían oír de qué hablaban, porque ellas lo hacían entre susurros, tomaron miles de imágenes del momento y de las expresiones y miradas que ambas se regalaron.
En sus ojos, se notaba el amor infinito que se profesaban.
Luego la familia y todo el cortejo nupcial posaron junto a las novias. Cuando los profesionales consideraron que había suficientes imágenes de la pareja, volvieron a separarse, no antes de pasar para hacer unas tomas dentro del gran salón, que lucía majestuoso con la decoración que los diseñadores habían ideado.
Antes de despedirse, y bajo la atenta mirada de todos sus seres queridos, Santana le dio un beso a Brittany que la dejó sin aliento.
¡Estaban tan felices...!
La terraza del gran hotel Plaza también estaba lista para recibir a los invitados a la boda.
Una selección de música instrumental de Richard Clayderman y Kenny G, especialmente elegida por Brittany, daba la bienvenida a todos.
La sorpresa al entrar en la sala de ceremonias era general. Habían colocado un altar espectacular, diseñado especialmente para las novias, decorado con más de cuatro mil ramas de orquídeas y hortensias blancas, maravillosamente dispuestas.
En ese marco tan romántico, los invitados tenían la sensación de estar rodeados de una armoniosa naturaleza. Las miles de velas votivas dispuestas en la entrada, a lo largo del pasillo central y a los pies del altar, conferían al ambiente un toque novelesco, exclusivo y único.
Aunque, desde el día anterior, habían experimentado una intensa maratón, los organizadores y el personal del Plaza tenían todo a punto para que la ceremonia saliera a la perfección.
Santana esperaba ansiosa y expectante el instante en que sonasen los acordes con que se suponía que debía entrar, eso le indicaría que Brittany también estaba próxima a hacer su aparición, aunque, según su criterio, todo estaba demorándose más de la cuenta.
—¿Por qué tarda tanto? ¡Si ya estaba lista!—preguntó Santana a sus padres en voz alta, en tono impaciente.
—Tranquila, hija, deben de estar dándole tiempo a los invitados rezagados—intentó calmarla Alfonso.
Santana acariciaba su cuello con desenfreno, demasiado nerviosa con tanta espera. No podía estarse quieta: se arreglaba el vestido, se tocaba los pendientes, miraba la hora... Estaba muy impaciente.
—¡Relajate un poco, Tana! Me estás poniendo nerviosa a mí—le pidió Maribel.
Por fin llegó el momento y empezó a sonar una versión instrumental de Todo lo que hago lo hago por ti , entonces, por la puerta lateral entraron el oficiante de la boda, Santana, su mamá y su papá.
—Mamá, me tiemblan las piernas, en mi vida me he sentido así.
—Tranquila, mi tesoro, todo saldrá maravillosamente bien. Respirá hondo y disfrutá. Es tu momento y el de Britt, grabá cada instante en tu memoria y no te prives de nada.
Whitney también estaba en su sitio esperando y le tiró un beso a su yerna, con quien, la noche anterior, había mantenido una extensa, cálida y emotiva charla, en la mansión de Los Hamptons.
Santana le devolvió el gesto con un guiño de ojo y una sonrisa nerviosa.
Todos los ahí presentes vestían de gala.
Santana tomaba bocanadas de aire continuamente, por el pasillo central de la terraza del Plaza, donde se había montado la escenografía para la ceremonia, empezaron a aparecer Kitty, Hanna, Tina y Rachel las damas de honor junto a Noah, el padrino de Brittany. Junto a ellas, entraron Marley, Emily las damas de honor junto a Jake y Finn, los padrinos de Santana, con el acompañamiento de Mozart, Canon in D.
Cuando todos estuvieron situados, la música cambió y sonó Trumpet Tune, de Purcell. En aquel momento, entró Dottie, sobrina de Brittany, que era la encargada de esparcir pétalos por delante de ella hasta llegar al altar, donde Santana la esperaba anhelante.
Cuando la pequeña se colocó junto a Whitney, comenzaron a sonar los primeros acordes de la marcha nupcial y todos se pusieron en pie. En pocos segundos, el recinto se había llenado de emoción y expectación.
Santana creyó que se quedaría sin aire, jamás pensó que podría sentirse así: ella siempre había sido dueña absoluta de su aplomo, pero el amor que sentía por esa rubia la superaba.
Brittany entró del brazo de su hermano. Estaba increíblemente hermosa y también muy emocionada, a duras penas podía contener el temblor de su barbilla.
Para sorpresa de Santana, se había puesto otro vestido. Entonces, ella entendió la tardanza. No le quitaba los ojos de encima, no quería perderse ningún detalle de aquella belleza de película que iba a encontrarse con ella para prometerse, por fin, amor eterno.
El atuendo que Brittany había elegido para casarse era un exquisito modelo con un canesú de encaje transparente, íntegramente bordado con aplicaciones de finos cristales Swarovski. Las mangas translúcidas llegaban hasta los codos y estaban rematadas con el mismo bordado. La prenda dejaba ver el vestido interior, con un escote palabra de honor que permitía vislumbrar el fino y fruncido corpiño. El canesú terminaba en la cintura con un cinturón decorado por los mismos y delicados cristales. La abertura de la espalda llegaba hasta la cintura y dejaba al descubierto su tersa piel.
Era un vestido majestuoso.
La falda vaporosa, con una larga cola, estaba realizada en tafetán, organza de seda y el mismo encaje del canesú y se entremezclaba en ocho capas, que le daban a Brittany el aspecto de una princesa de cuento. Su impecable silueta quedaba realzada por los fruncidos que se marcaban en la cintura. Aunque no se veían, sus zapatos eran de Giuseppe Zanotti y tenían un vertiginoso tacón de aguja, también revestido de brillantes cristales Swarovski; eran fabulosas piezas de joyería.
De su peinado, definido con muchísimas ondas y recogido informalmente en la nuca, salía un larguísimo velo de dos capas, realizado en organza de seda bordada.
Los tres metros y medio de tela partían de una delicada peineta con aplicaciones de la misma pedrería que el vestido.
Brittany era una novia de ensueño.
Complementaban su atuendo unos pendientes de diamantes que habían sido de su abuela materna y que su mamá le había regalado. También llevaba puesta la pulsera con que Santana le había sorprendido para la ocasión. En su temblorosa mano, cargaba un exquisito ramo de orquídeas y lirios de los valles.
Estaba perfecta, inmaculada y radiante.
Santana se estremeció y creyó estar teniendo una alucinación cuando la vio entrar con ese espectacular vestido.
Temía que el corazón se le parara.
La esperaba de pie con las piernas ligeramente abiertas para encontrar un poco más de equilibrio, ya que sintió que se tambaleaba de la emoción. Con un nudo en la garganta, pensó que Brittany no sólo era una novia bellísima, sino que, además, era la mujer de sus sueños.
El aspecto de Santana no era menos majestuoso.
Se había hecho confeccionar el vestido de novia, de una sola pieza, vestido strapless, con cierre de corsé, con detalles en el escote y de un ligero aspecto asimétrico que cae en cascada a lo largo de la falda. Sus zapatos de tacón blancos.
Sin olvidar el más nimio de los detalles, Santana se había colocado los pendientes de brillantes que le habían regalado sus padres. Y, por supuesto, también llevaba una pulsera, de cristal de zafiro transparente y oro blanco, regalo de bodas de Brittany, quien le había hecho grabar: «Me tenés atarantada».
Estaba muy apuesta e impecable.
Quedaban pocos minutos para que confirmaran sus votos, que ya habían pronunciado de manera más informal, frente a los testigos y los familiares más cercanos. Sin embargo, para ellas, ésta era la ceremonia oficial, la que habían preparado cuidando cada detalle.
Al ritmo de la marcha nupcial de Mendelssohn, que helaba las entrañas de emoción, Brittany llegó al altar, donde Mike entregó la mano de su hermana a Santana. Con decisión, Santana la cogió entre las suyas y se la llevó a los labios dejando un suave, generoso y casto beso en ella.
—Te confío al ser más puro y transparente que existe sobre esta tierra, sólo te ruego que la hagas muy feliz.
—Es lo único que deseo, Mike, podés estar tranquilo—le respondió Santana y, después, dirigiéndose a Brittany, le dijo entre dientes—Estás increíble, me sorprendiste mucho con el cambio de vestido.
Brittany le sonrió arrebatadora.
—Me alegra que te guste, mi amor.
Whitney y Maribel no pudieron evitar derramar lágrimas de emoción, el sentimiento de una mamá es siempre inexplicable y ellas estaban pletóricas y rebosantes de alegría.
Alfonso cogió de la mano a su esposa e intentó ofrecerle cierta contención, aunque él también la necesitaba, ya que ver al último de sus hijos realizar sus sueños lo hacía conmoverse como nunca habría imaginado.
Kitty nunca creyó que se iba a enternecer tanto al ver entrar a Brittany por el pasillo central y tuvo que secar sus ojos humedecidos.
Hanna miró a su amiga, en ese momento, y se le hizo un nudo en la garganta a ella también, Brittany era como la hermanita menor de ambas y la fría abogada se estremeció al verla, haciendo que cayera su dura coraza.
Rachel, acorde a su chispeante temperamento, no paraba de sonreír y, si por ella hubiera sido, se hubiera puesto a aplaudir con desenfreno.
Finn y Jake se miraron cómplices, ya que la mayor de las hermanas por fin estaba haciendo realidad su oportunidad de empezar a ser feliz.
Sue, en el primer banco del salón, era estrujada con cariño por Alison y Bree, se estaba casando su muchacha más mimada y ella no paraba de llorar con desconsuelo.
Quinn miraba a su esposa y disfrutaba de su felicidad, que multiplicaba la de ella a la millonésima potencia.
Tina abrazaba a Franco, que se había arrebujado entre sus brazos, y miraba embelesada a su niñita y a su esposo, que estaban magníficos en el altar.
Los abuelos López se sentían orgullosos de la familia que su hijo había constituido y disfrutaban de ver la unión del último de sus nietos.
También estaban ahí Holly y Carl, que había hecho un esfuerzo sobrehumano para subirse al avión, ya que el viejo le temía a volar más que a nada en el mundo, pero la niña de su señor Pierce se casaba y no podía perdérselo.
Cuando terminaron los acordes de la marcha nupcial y se acomodaron todos en sus respectivos sitios, el sacerdote dio comienzo a la ceremonia. Explicó brevemente, y con palabras muy alegóricas, el motivo de la reunión y después dio paso a la lectura de algunos pasajes del Nuevo y del Antiguo Testamento.
Rachel, la dama de honor principal, leyó uno de ellos, pero a mitad del texto tuvo que parar y contener una lágrima que, sin previo aviso, había intentado escurrirse por su mejilla.
Finalmente, llegó el momento de la declaración de intenciones:
—Brittany y Santana, ¿han venido aquí libremente y sin reservas a entregaros la una a la otra en matrimonio?
—Sí, padre—contestaron ambas al unísono.
—¿Van a amarse y honrarse la una a la otra como esposas durante el resto de vuestras vidas?
—Sí, padre—volvieron a responder.
—¿Aceptan amorosamente a los hijos de Dios y los educaran según la ley de Cristo y de su Iglesia?
—Sí, padre—concluyeron nuevamente, mientras se miraban pensando en los niños que vendrían.
—Dado que su intención es contraer matrimonio, unan sus manos derechas y declárense su consentimiento ante Dios.
Brittany y Santana se cogieron de la mano, la de Santana estaba sudorosa y la de Brittany fría y temblorosa.
A pesar de los nervios, Santana intentó calmarse e infundirle paz a Brittany, ése era una de las partes más importantes de la ceremonia. Entonces se miraron fijamente a los ojos y, en ese momento, empezó a sonar de fondo el Arioso de Bach.
Santana tomó una bocanada de aire y comenzó a decir:
—Yo, Santana Marie López, te tomo a ti, Brittany Susan Pierce, como mi legítima esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Santana le ofreció una gran sonrisa cuando concluyó y sus ojos se llenaron de lágrimas, pero logró serenarse. Entonces le dio paso a Brittany, que le sonreía amorosamente, para que hablase.
Brittany también tomó aire y empezó a recitar:
—Yo, Brittany Susan Pierce, te tomo a ti, Santana Marie López, como mi legítima esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Entonces el oficiante concluyó:
—Que el Señor, en su bondad, fortalezca su consentimiento y llene a ambas con sus bendiciones. Que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.
Todos los ahí presentes aplaudieron con fervor.
—Ahora, voy a necesitar los anillos—expresó el sacerdote y Noah, que era el encargado de ellos, buscó en su bolsillo y se los entregó—Señor, bendice estos anillos en tu nombre. Haz que quienes los usen siempre puedan tener una profunda fe en los demás, que vivan siempre juntas en paz, en buena voluntad y en amor.
Finalizada la bendición, comenzó a sonar el Ave María de Schubert, cantado en vivo por una soprano maravillosa, acompañada por un cuarteto de cuerdas que habían contratado para la ocasión. Mientras su voz y la música se colaban en el pecho de todos los asistentes, el clérigo les alcanzó el platillo que contenía los anillos.
Santana cogió el de Brittany para entregárselo primero.
—Brittany, recibe este anillo como símbolo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La alianza de boda, que tenía veintinueve diamantes de corte redondo sobre una base pavé, podía combinarse a la perfección con la sortija de compromiso.
Después de colocarla, le tocó a Santana recibir la suya.
—Santana, recibe este anillo como símbolo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Las dos se miraron a los ojos en todo momento, con un amor infinito.
La alianza de Santana era una réplica a la de Brittany.
Cuando la música terminó, y como era una ceremonia al margen de la misa, el oficiante les permitió expresar sus propios votos. Se cogieron de la mano y empezó hablando Santana mientras de fondo sonaba Love Story. Ella había redactado sus votos la noche anterior, después de hablar con Whitney, las palabras le habían fluido desde el alma.
—Te miro a los ojos y es todo lo que necesito para sentirme en paz, porque sólo a tu lado he encontrado mi refugio perfecto, y en tu alma y en tu corazón he hallado el verdadero sentido de la palabra «amor». Mi amor—le dijo y la admiró un instante—, Tu amor me ilumina cada día y me hace mejor persona, además de infundirme seguridad en la vida. En el mismo instante en que te conocí, supe que te habías metido dentro de mi alma y que no saldrías nunca más de ahí. Eres la magia de mis días, soy tuya y eres mía, de eso estoy totalmente segura.
»Me comprometo a afrontar las dificultades que seguro vendrán, porque nuestro amor se nutrirá con ellas y se hará más fuerte. Me comprometo a cultivar tus sueños, a apoyarte en todo lo que decidas emprender, a ser tu guía, tu compañera y a dejarte ser siempre, porque eso es lo que te hace especial y maravillosa y lo que me enamora de ti cada día. Me comprometo a compartir las alegrías de la vida contigo, porque a tu lado serán mucho más dulces. Me comprometo a cuidarte, a respetarte y a hacerte muy feliz. Seré siempre tu amante y esposa fiel. A partir de hoy, compartiré todo lo que poseo contigo y eso incluye mi corazón. Finalmente, te prometo amor eterno, porque una vida entera no me bastaría para amarte.
Santana le besó la mano y después le tocó el turno a Brittany, que no había podido contener sus lágrimas. Con un pañuelo que tenía escondido en el ramo, se las secó, carraspeó y, con un hilo de voz, empezó a hablar:
—Te amo por tu belleza, por tu inteligencia y por la forma que tienes de hacerme sentir especial. Intentaré cada día que tú también te sientas tan especial como yo. Hoy estás ofreciéndome cumplir el sueño más grande que toda mujer pueda tener, convertirme en tu esposa es todo lo que anhelo. Siempre seré tu compañera, tu confidente, tu amante y tu esposa fiel. Tú también eres para mí todo eso y mucho más, eres mi mayor reto, y, lo que es más importante, eres el gran amor de mi vida. Te amo como jamás imaginé que se podía amar a una persona. Antes de conocerte, mis días eran todos iguales, pero desde que estoy a tu lado me siento verdaderamente viva.
»Hoy, ante todos nuestros seres queridos, prometo acompañarte eternamente en los buenos momentos y ser parte importante de tus alegrías. Así como también prometo estar a tu lado en todos tus pesares, para hacerlos menos arduos en la medida en que pueda. Prometo intentarlo siempre, cada vez que surja una dificultad en nuestra pareja, porque nuestro amor merece ser grande y perpetuo. Eres la alegría de mis días, la realización de mis sueños y la edificación de mis anhelos. Quiero vivir todo contigo, porque nada podría ser peor que no estar a tu lado. Te prometo fidelidad, respeto y amor eterno. Gracias, amor mío, por hacerme sentir tan amada.
El sacerdote dio la última bendición a la pareja y, entonces, sentenció:
—Las declaro formalmente unidas en matrimonio. Santana, puedes besar a la Brittany.
Con los acordes del Aleluya de fondo, se besaron escandalosamente sin importarles nada. Entonces todos comenzaron a aplaudir y a silbar, por supuesto con los barulleros hermanos López a la cabeza.
Aunque ninguna de las dos lo deseaba, se separaron y Santana lanzó un puño al aire en señal de triunfo. Estaba exultante y se mostraba extremadamente feliz.
Empezaron a caminar por el pasillo, mientras saludaban a quienes las felicitaban a su paso.
El cortejo nupcial iba tras ellas.
Cuando salieron del salón, se dirigieron a una nueva sesión de fotos, que consistía en dar un paseo por la ciudad con sus damas de honor y los padrinos de boda.
En el trayecto, la magia de la noche de Nueva York los envolvió.
Santana se detenía a cada rato para darle besos a Brittany, no podía contener su necesidad de demostrarles a todos que esa mujer por fin era suya.
—Felicidades, señora López-Pierce, ya es usted mi esposa. Britt-Britt, te amo, mi amor, te amo más que a mi vida.
—Felicidades, Hoyuelitos, por fin somos esposas, soy tan feliz que me cuesta creerlo, Sanny.
Los fotógrafos aprovechaban cada instante para disparar sus cámaras y capturar cada uno de los gestos de las novias, al igual que los cámaras.
Durante los días previos a la boda, había habido un gran sentido de la anticipación y de la coordinación entre todas las partes implicadas. En el ambiente, se intuía lo magnífico y suntuoso que iba a ser todo.
En el hotel, los invitados habían sido dirigidos al lugar donde se llevaría a cabo el cóctel de recepción y fueron recibidos por los padres de las novias. Ahí, donde debían retirar las tarjetas con sus ubicaciones en las mesas, los esperaba un arreglo exuberante de orquídeas, lirios, rosas y hortensias blancas a modo de bienvenida. Clásicos románticos amenizaban el ambiente, mientras degustaban un tapeo acompañado de Veuve Clicquot y otros aperitivos. Finalmente, las puertas del gran salón se abrieron y dieron paso a los invitados, para que se situaran en los lugares asignados.
El lujo del espacio y la hedonista decoración que habían llevado a cabo los diseñadores de la boda conmovieron a todo el mundo.
A petición especial de Brittany, el salón de baile del hotel Plaza estaba lleno de hermosas flores blancas y candelabros personalizados. En cada mesa, habían colocado altos jarrones de cristal con ramas de orquídeas, lirios, rosas y hortensias blancas. En la base de los floreros, un ramo exuberante de rosas y otras flores, así como estilizados candelabros transparentes con velas centelleantes. Aquel romántico ambiente estaba teñido de azul y en el techo se proyectaban imágenes que recordaban a la Vía Láctea.
Sobre cada mesa, habían dispuesto unas estructuras de las que caían frondosas cortinas de cristal y velas colgantes. Para bailar, habían construido una pista de baile de espejos negros, donde se proyectaban los nombres de Brittany y Santana y la fecha de la boda.
Alrededor del gran salón, colgaban pantallas de plasma donde se proyectaba ese mismo mensaje, y en uno de los balcones, podía admirarse el pastel de boda de cinco pisos, creación exclusiva de la talentosa Sylvia Weinstock, sobre una base de rosas y flores de azúcar idénticas a las de los centros de mesa.
De pronto, las luces se apagaron y sólo quedó iluminada la entrada, empezaron a sonar los acordes de Reik cantando Sabes, y Santana y Brittany, radiantes, entraron de la mano al salón, caminaron hacia el centro de la pista, entre aplausos y silbidos, y ejecutaron su primer baile.
—No puedo creerlo, soy la mujer más feliz del universo, estoy temblando como la primera vez que oí esta canción en la limusina.
—Cantame al oído, mi amor, cantala para mí como aquel día.
Brittany le dio el gusto e hizo lo que Santana le pedía.
Santana la aferró por la cintura y se perdió amorosamente en su cuello, mientras bailaba con Brittany extasiada, como si en aquel lugar tan sólo estuvieran ellas dos.
Cuando concluyó la canción se besaron y Santana la levantó de la cintura y la dejó suspendida en el aire mientras la aprisionaba contra su cuerpo.
Todos volvieron a aplaudirlos.
Después de ese primer baile, empezó a sonar la canción Song for mama, de Boyz II Men, y entonces Santana le guiñó un ojo a Brittany.
—Ya vuelvo—le dijo mientras le besaba la mano con ternura y se apartaba de Brittany, para caminar hasta donde estaba sentada su mamá.
La cogió de la mano, apoyó sus carnosos labios en ella y la invitó a bailar. Maribel se levantó emocionada, acunó el rostro de su hija entre sus manos y la besó para luego cobijarse orgullosa entre sus brazos.
—Gracias, mami, por estar siempre a mi lado—le dijo al oído.
—Te amo, hija querida, hoy estás cumpliendo tu gran sueño y estoy totalmente segura de que serás muy feliz, porque la mujer que has elegido como compañera es maravillosa.
—Yo también lo creo así, mamá.
Maribel le guiñó un ojo, mientras Brittany, a un lado, las miraba extasiada de amor.
Cuando terminó de bailar con su mamá, la canción se enlazó con You raise me up, cantada por Westlife, y entonces las luces se dirigieron a Mike. Él cerró los ojos y se puso de pie para ir al encuentro de su hermana, que caminaba hacia donde él estaba sentado.
—¡Pendeja, cómo te quiero! Verte feliz es uno de mis más profundos deseos.
—Podés estar tranquilo y dejar de preocuparte por mí, ahora, porque soy la mujer más feliz de la Tierra. Gracias por todo, hermanito, gracias por vivir pendiente de mí siempre. ¿Sabés? Papá debe de estar muy orgulloso de vos, porque supiste cuidarnos a todos como él lo hubiera hecho.
Mike le dio interminables besos en la mejilla y la hizo girar en la pista para que ella se luciera con su vestido de novia.
El tema, de manera impredecible, enlazó con Blessed, en la voz de Elton John, y entonces fue el turno de Whitney y de Alfonso para bailar con Santana y Brittany.
—Gracias, San, por hacer realidad los sueños de mi hija.
—Gracias a vos por haberle dado la vida para que hoy yo pueda tenerla. Amo a tu hija, Whitney. Como te dije anoche, a veces el amor que siento por ella me asusta, porque si de Britt se trata no puedo pensar. Tu niña me tiene loca.
Whitney sonrió oronda y la besó en la frente.
—Sos mi nuera preferida—le susurró Alfonso a Brittany—, Pero ése es nuestro secreto, si no, mis demás nueras se pondrán celosas.
—Adulador, no te creo nada. A todas debés de decirnos lo mismo.
Alfonso se rió.
—Britt, sos un ángel que descendió del cielo para demostrarle a mi hija que el amor existe. Quiero muchos nietos, ¿me oíste? Aunque no tantos como para que tengan que desatender Mindland.
Brittany se carcajeó.
—¡Ya decía yo que sos un interesado!
Friends will be friends, en la voz de Freddie Mercury, comenzó a sonar y, entonces, poniéndose frente a Rachel, Santana hizo una reverencia con una mano detrás de su espalda y le extendió la otra para que se acercara. Su hermana, que estaba muy sensible por el embarazo, se puso a llorar y se acercó a Santana, que la esperaba en la pista.
Mientras tanto, Brittany, con un ademán muy histriónico, se acercó a Kitty y la agarró de la mano para ponerla de pie y llevarla hasta la pista, pero antes de retirarse del todo señaló a Hanna:
—Preparate, a mitad de la canción te quiero conmigo—le guiñó un ojo.
—Ay, Tana, en mi vida creí que lloraría tanto como estoy llorando en tu boda, parezco boba, pero es que sé que sos muy feliz y lloro de felicidad. Espero que no te enojes por lo que te voy a decir pero, cuando vos te casaste con Dani, yo lloré mucho de amargura, porque creí que nunca serías dichosa a su lado. Y ahora que la vida te dio esta oportunidad, no puedo contenerme. Además, ¡adoro a Britt! ¡Cómo te quiero, hermana!
—Yo también te quiero, enana, y no llores más que estás angustiando a mi sobrino—Santana se apartó y se inclinó para besarle la barriga.
—O sobrina, ¡ya hablás como Quinny!—la regañó Rachel.
—Prefiero un niño, porque si es niña de seguro sale con tu carácter y no el de la pobre Quinn, y creo que no lo podría soportar, con vos me basta y me sobra.
—¡Mala! Yo te dije cosas hermosas y vos sólo pensás en hacerme enfadar.
Santana le habló al oído.
—Puse mi cuota de humor a tus palabras para no ponerme a llorar como una cría, si no, Quinn, Finn y Jake se burlarán eternamente de mí—después de decirle eso la miró a los ojos—Hermanita querida, hemos terminado siendo cómplices en esto también—Santana ladeó la cabeza y le guiñó un ojo.
—Como siempre. ¿Sabés qué, Tana? No vas a poder librarte jamás de mí—afirmó Rachel.
—Britty—dijo Kitty—, Amiga de mi corazón, mi hermanita de la vida, estoy muy feliz, increíblemente feliz porque por fin tenés todo lo que te merecés.
—Kitty, no puedo creer lo afortunada que soy, amiga. Siento que estoy a punto de tocar el cielo con las manos.
—Te ayudaré a que lo logres, sabés que siempre podés contar conmigo en todo.
Kitty la sorprendió y la levantó en el aire y Brittany extendió sus manos como si, en verdad, con la ayuda de su amiga pudiera tocar el cielo. Entonces miró a un lado y vio a Santana.
—Lo siento, Kitty, esta vez no lo lograré con tu ayuda, porque mi cielo está en la Tierra.
—Lo sé, pero eso no puedo dártelo porque ya lo tenés. Esa morena es tuya, Britty, y no es un sueño.
Hanna interrumpió su baile y Kitty, gustosa, se apartó para ofrecerle su lugar, aunque antes de irse besó la mano de la novia.
—Una vez te dije que te esperaba una vida de ensueño y, al lado de esa morena, la tendrás, y no lo digo por los lujos que pueda darte, sino porque el amor que te profesa es infinito.
—Gracias, Hanna, por estar acá conmigo compartiendo este momento.
—No me lo perdería por nada en el mundo. Además, es la única forma que tengo de confirmar que, por fin, nos hemos librado de ti.
—¡Maldita! ¿Ni en el día de mi boda vas a decirme cosas lindas?
Hanna se carcajeó y la besó en la mejilla.
—Te quiero, Britty, sabés que eso es sólo una pose entre nosotras.
—Lo sé, amiga, por eso te lo permito, yo también te quiero.
La canción terminó y, para finalizar el baile, Santana se acercó de nuevo a Brittany. Entonces comenzó a sonar Amazed, de Lonestar, y empezaron a bailar de forma seductora, mientras Santana se llevaba una mano de Brittany a la nuca y la besaba apasionada.
—Señora López-Pierce, ¿sabe usted una cosa?
—¿Qué, señora Pierce-López?
—Sólo estoy deseando que esta fiesta termine, para por fin poder hacerle el amor a mi esposa.
Brittany echó la cabeza hacia atrás y sonrió.
—Señora Pierce-López, es usted la única culpable de que tengamos que esperar a que termine este fiestón. Le recuerdo que esta gran boda fue idea suya.
Santana asintió con la cabeza.
Cuando terminaron de comer el primer plato, se dio inicio al baile para el resto de los invitados.
Brittany fue a cambiarse el vestido por el que se había puesto antes de la ceremonia.
Se las veía exultantes y sus familiares y amigos estaban contagiados por su felicidad.
Entrada la madrugada, llegó el momento de cortar la tarta y hacer los brindis.
—Ya regreso, mi amor, voy a arreglarme el maquillaje para las fotos.
—Pero no tardes.
—Prometo que estaré aquí de nuevo en un abrir y cerrar de ojos, mientras tu podrías cambiar tu traje.
Brittany desapareció otra vez con sus damas de honor, aunque en realidad había ido a cambiarse de atuendo nuevamente, ésa era su última transformación que había programado para la gran noche.
Muy pronto estuvo lista para volver al salón, con un innovador vestido de líneas muy simples en raso de seda nacarada y escote redondo de tirantes. La prenda estaba adornada con un bonito juego de encajes y una banda que se prolongaba desde el hombro hasta la cintura. La falda era de corte recto y definía sus exquisitas formas a la perfección. En la parte trasera, terminaba con unos graciosos volantes verticales que desembocaban en una elegante cola. El escote de la espalda era redondo y también tenía transparencias de encajes.
Rachel, en complicidad con Brittany, fue a buscar a Santana que justo salía de su suits, ya cambia con un pantalón blanco ceñido y un ajustada polera blanca. Interponiendo una excusa cualquiera para llevarla a su encuentro, ya que su flamante cuñada quería sorprenderla una vez más y que Santana fuera la primera en verla. Brittany lo esperaba a mitad de la escalera, de espaldas. Santana, al verla, volvió a quedarse sin respiración, ya que su esposa estaba tan sexy y majestuosa que parecía una divinidad.
Subió los escalones, mientras Brittany giraba para ofrecerle una nueva perspectiva de su atuendo. Cuando la alcanzó, atrapó su boca con premura y se la bebió por completo, perdiéndose en un beso mágico que a ambas les robó la respiración.
—¡Dios! ¿No vas a dejar de asombrarme? ¿Tres vestidos?
—Tus deseos son órdenes para mí. Querías una boda majestuosa y tenía que convertirme en una novia acorde a las circunstancias. Además, me fue imposible decidirme solamente por uno de ellos.
—¡Me encanta, estás fascinante! Vayamos a cumplir rápido con todo lo que nos queda de protocolo y metámonos en la suite nupcial. ¡Me muero por perderme en tu cuerpo!
El momento del brindis fue de los más emotivos de la noche, ya que Alfonso, Mike y Noah les regalaron a las novias unos discursos cargados de sentimiento.
Brittany y Santana también tomaron la palabra para agradecer la asistencia a sus invitados y, al final, se dedicaron frases amorosas la una a la otra y partieron el pastel.
A lo largo de toda la noche se bailaron ritmos variados y para todos los gustos, pero, como broche de oro, las luces se apagaron y, de pronto, el escenario se iluminó y Santana sorprendió a Brittany cuando salió a cantar junto a la orquesta, el resto de los vocalistas le hacían los coros.
El ambiente se inundó con las notas de Dime que me quieres, el tema que tan famoso había hecho Ricky Martin.
Brittany estaba embelesada, no podía creer lo que su esposa estaba haciendo por ella.
Se sintió increíblemente especial.
Mientras Santana le cantaba y le bailaba sobre el escenario. No podía parar de reírse y de aplaudirla y, al verla tan sensual, recordó su primer baile en Tequila.
Rachel gritaba como loca, como si fuera la presidenta del club de fans de su hermana, y el resto de las personas que estaban ahí, contagiadas, también chillaban como locas, como si se tratase de una gran figura del mundo del espectáculo.
En determinado momento, Santana se inclinó y estiró su mano hacia Brittany, entonces, desde abajo, Kitty y Hanna la subieron al escenario.
Enciende tu motor, yo soy tu dirección.
Las calles de mi amor quitaron el stop.
Ven y ven y ven
y dime que me quieres en la intimidad.
Sabes que me puedes dominar.
No hay nadie como tú, eres mi cara y cruz.
Mi corazón es para ti.
Pon más velocidad, no tardes en llegar.
Las calles de mi amor quitaron el stop.
Después de ese acto tan original, se fundieron en otro escandaloso beso y decidieron que ya era hora de irse.
Brittany fue la primera en tirar ramo, que fue atrapado por Aria, luego fue el turno de Santana en tirar el ramo, que fue atrapado por Emily, luego, con los acordes de Love is in the air, los invitados los despidieron arrojándoles pétalos de flores.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
que lindo!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
que boda de ensueño!!!!!! ahora a dedicarse a ser felices!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Me encanto ....
Ahora la luna de miel
Ahora la luna de miel
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió: que lindo!!!!!
Saludos
Hola, aaaa si son las mejores!!!!! jjajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:que boda de ensueño!!!!!! ahora a dedicarse a ser felices!!!!
Hola, o no¿? jajaaj mínimo para las brittana! ajajjajajaja. Si! xfin!... ya era hora igual jajajaaj. Saludos =D
Jane0_o escribió:Me encanto ....
Ahora la luna de miel
Hola, y a mí ajjajaajjajajajaja, ufff a pasarla bn! ajajajajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 18
Capitulo 18
La pasión entre ellas había emergido ya dentro del ascensor que las llevaba al piso de la Suite Royal.
—Britt, no puedo creer cómo te deseo. Anoche no pude pegar ojo, di mil vueltas en la cama porque no te tenía a mi lado.
—Yo también te deseo, San. Con esa ropa estás muy hermosa y, con el último baile, juro que tuve ganas de cogerte de la mano y salir corriendo del escenario hacia la suite nupcial.
Santana la besó mientras la sostenía por la espalda, le lamió los labios y extravió su lengua dentro de su boca.
Salieron del ascensor y cuando Santana se disponía a abrir la puerta de la habitación y Brittany iba a escurrirse adentro de inmediato, Santana la detuvo.
—Un momento, debo entrarte en brazos.
En el interior de la suite, todo era suntuoso, destacaban los dorados y los géneros de fina tapicería en beige y marrón, igual que el piano de cola emplazado en una de las esquinas del salón.
Santana entró y cerró la puerta de un puntapié y, sin demora, se apoderó de sus labios, los acarició con la lengua y los agasajó con ella, una y otra vez, hasta que Brittany abrió su boca. Se desató así una danza loca de lenguas enredadas, de lametazos urgentes.
—¡Al fin solas!—exclamó Santana aferrada a su cuello.
—Al fin solas, señora López-Pierce—corroboró Santana guiñándole un ojo.
Santana la dejó en el suelo y le hizo una sutil caricia con el reverso de su mano, palpando la sedosidad de su piel. Deslizó sus dedos por el hombro de Brittany y por su brazo, hasta llegar a la mano, entonces, enredó sus dedos con los de ella y la separó de su cuerpo para admirarla.
La adoró con los ojos de hito en hito, la anheló con gula.
—¿Sos feliz, mi Sanny?
—Soy la mujer más feliz del mundo. Cada uno de los momentos que hemos vivido esta noche quedarán por siempre en mi memoria. He disfrutado de todos los detalles.
—Yo también. Gracias, Sanny, por mirarme como lo estás haciendo en este mismo instante. Gracias por hacerme sentir tan amada.
—Te amo, bonita, te amo con todo mi ser.
—Lo sé, no hace falta que lo digas, porque me lo hacés notar a cada instante. De todas formas, te pido que nunca dejes de hacerlo, me encanta oírlo.
—Cuando te vi hoy por primera vez, en la escalera, con tu vestido de novia, me faltó la respiración—le explicó Santana mientras la abrazaba y Brittany la escuchaba ilusionada—Estabas esplendorosa, increíblemente bella, lucías muy actual, sofisticada y glamurosa. Luego, cuando entraste en el salón de ceremonias, ¡Dios!, casi me muero de emoción, parecías una ilusión óptica caminando hacia mí, de tu cuerpo salían destellos que se mezclaban con la luz de las velas. Tenías una aureola irreal con ese traje, eras un sueño, mi sueño—le dijo con voz marrullera—Y, ahora...—le susurró, acarició sus labios, la separó de su cuerpo extendiendo el brazo y volvió a recorrerla con la mirada—, Con este vestido... sos Afrodita, Britt. Sos mi diosa hecha mujer, cada traje que escogiste fue perfectamente acorde a cada momento de la noche, porque con este vestido me ponés muy caliente. Esta tela se adapta como un guante a las formas de tu cuerpo y te juro que sólo estoy deseando quitártelo para descubrir una vez más la sinuosidad de tus curvas.
—Sanny, mi cuerpo te pertenece, como también mi alma y todo mi ser.
Se besaron y luego Brittany continuó hablando.
—Hoy, cuando te vi por primera vez, en la escalera, con tu vestido de novia, tuve la misma sensación que el día en que te conocí en el Faena. Fue entonces cuando supe que había sido en ese instante, justo cuando Noah anunció que venías y yo ladeé mi cabeza para mirarte, cuando me había enamorado de vos.
Santana la atrapó nuevamente entre sus brazos.
—Hoy increíblemente, tus ojos lucen hoy del mismo azul que el día que me desperté por primera vez a tu lado. Anoche estaban diferentes.
—¡Dios, recuerdo esa mañana! Casi me muero de un paro cardíaco cuando me dijiste eso.
—Esa mañana, yo también estuve al borde del infarto. En aquel momento, no supe entender lo que sentía, pero ahora lo sé muy bien. Cuando abriste los ojos y me miraste, noté mariposas en la barriga y mi cuerpo se estremeció de pasión al ver que me honrabas con tus ojos. Vos también me tenías perdidamente enamorada, aunque yo todavía no lo sabía.
Se quedaron mirando durante un rato.
—Hagamos un brindis, brindemos por nuestro amor, señora López-Pierce.
—Me encanta cómo suena, me embarga saber que ésa soy yo.
Santana sonrió con franqueza y le besó la punta de la nariz. Luego, destapó la botella de La Grande Dame que descansaba en la cubitera, sirvió dos copas y cruzaron sus brazos chistosamente para beberse el champán.
—¿Querés comer algo de lo que hay acá?—le preguntó Santana señalando una bandeja con frutas y tentempiés.
También les habían llevado pastel de boda.
—A vos, quiero comerte. Haceme el amor, Sanny, eso es lo que quiero. Deseo sentirme tuya, más tuya que nunca, quiero tenerte dentro y junto a mi cuerpo, ya no quiero esperar más, mi vida.
Santana la cogió por el mentón y mordió sus labios, después se los besó. Dejó la copa apoyada en la mesa baja de la sala y le quitó la suya, entonces la guio de la mano hacia el dormitorio. Cuando entraron, un camino de pétalos de rosas les marcaba el camino hacia la cama, donde también había unos cuantos esparcidos. Las lámparas bajas estaban encendidas e iluminaban el ambiente junto con las velas diseminadas por toda la habitación. El entorno refulgía expectante, anticipando el momento de las amantes.
Se quedaron de pie junto a la cama.
—Dejame desvestirte—le pidió Brittany y Santana accedió gustosa.
Brittany enterró las manos en sus hombros y las movió hacia su espalda para desabrochar el corsé y sacárselo, lo apoyó sobre la banqueta emplazada a los pies de la cama y para su sorpresa, no llevaba sujetador.
Con expresión lasciva, reptó su lengua por sus pezones provocándole un escalofrío, después subió hasta su cuello, el mentón y se lo mordió, sin dejar de mirarla. Le pasó la lengua por su labio inferior y entonces Santana, deseosa de mucho más, quiso atrapar su boca, pero Brittany retrocedió. Deseosa de la anatomía de su mujer, le recorrió con las manos los pechos y, sin poder evitar la tentación, se inclinó frente a ellos para dejarle pequeños y húmedos besos.
Santana, mientras tanto, se había quitado los aretes y los sostenía en una mano. La ayudó a levantarse y la guio con determinación hacia el lecho nupcial.
Necesitaba retomar el control.
—Te voy a hacer el amor de forma inolvidable—le susurró al oído—Quiero que esta primera vez como esposas quede grabada en nuestra memoria para siempre.
Los pezones de Brittany se pusieron erectos de repente y casi traspasaron el corsé y el raso del vestido.
Las palabras de Santana la habían encendido de tal forma que hubiera considerado suficiente que le levantara el vestido y uniera sus sexos sin preludio.
Tragó con dificultad y clavó su vista en la boca de Santana, se acercó a sus labios y los poseyó con urgencia. Separándose por breves segundos de Brittany, Santana dejó los aretes sobre la mesilla de noche, después, afanosa, la giró para abrazar su cuerpo y le recorrió el vientre con sus manos abiertas sobre el raso sedoso, le acarició los pechos y los apretó por encima del encaje.
La aprisionó contra sus pechos desnudos y comenzó a devorarle el cuello con húmedos besos y tiernos chuponcitos. Mientras, empezó a desabrochar los pequeños botones de la espalda y, cuando lo hubo conseguido, se lo deslizó por los hombros. El vestido cayó al suelo de inmediato, desvelando el cuerpo y las curvas de Brittany.
Se inclinó para ayudarla a salir de él, lo apartó de sus pies y, haciendo acopio de sus fuerzas, intentó recuperar el dominio de sí mismo. Recorrió con una mano la longitud de su pierna y sus muslos y disfrutó de la tersura de su piel.
Brittany en liguero, medias y conjunto de corsé y tanga estaba sublime. Apretó los dientes y buscó un poco más de cordura, necesitaba contener sus instintos carnales. Hubiera querido arrancarle la tanga, destrozarla con sus manos, pero se contuvo y decidió deslizárselo despacio por las piernas, alargando el momento al máximo.
Los mullidos lametazos con que regaba sus piernas hacían estremecer a Brittany.
Se incorporó moviendo su cuerpo con languidez y, en el trayecto, admiró sus nalgas y las recorrió con las palmas de sus manos, transitando su redondez. Se detuvo en la separación entre ellas y le pasó el dedo de abajo arriba, una y otra vez.
Luego, lo bajó y llegó a su húmeda vagina y lo hundió en ella. Santana entornó los ojos mientras se metía en ella, Brittany estaba con las piernas entreabiertas, expuesta a sus caricias y aventurada a esa lujuriosa intrusión, que detenía todas sus funciones corporales. Santana sacó el dedo y se lo llevó a su boca para probarla.
—Hum, estás exquisita.
A esas alturas, Brittany ya estaba tan sumamente excitada que le dolían los pezones y su vagina le daba punzadas. Se dio la vuelta y, con un hábil movimiento, la derribó sobre la cama. Desenfrenada, le quitó los y terminó de bajarle los pantalones y la ropa interior, para que Santana, totalmente desnuda, le expusiera su perfecto cuerpo.
Sin darse cuenta, y como acto reflejo, Brittany se pasó la lengua por los labios y lanzó un gemido, luego llevó sus manos a la espalda para quitarse el corsé y le mostró sus pechos.
Había quedado tan sólo vestida con las medias, el liguero y los tacones.
En ese instante, Santana se movió apasionada, su esposa era la imagen de la perfección en cuerpo de mujer. Afanosa, se puso en pie y la apretó contra ella poseyendo su boca, mientras le acariciaba la espalda con sus manos vehementes.
Después, transportó sus dedos a sus redondos senos y los acunó entre sus manos. Brittany, aferrada a su nuca, se entregaba a sus besos y caricias, obedeciendo a la sensación de placer que su boca le provocaba. Santana la sorprendió atrapándola de las caderas y la alzó, Brittany enredó las piernas en su cintura y entonces Santana la estampó contra la pared.
Todo se había descontrolado, estaban invadidas por la pasión y habían perdido el juicio por completo, entregadas a sus emociones y necesidades.
Santana bajo su mano y la penetro con tres dedos. Maravillada, se quedó admirándola mientras la penetraba y una profunda espiración se escapó de su boca.
—Sos perfecta, Britt. Para mí, tenerte así es algo soberbio. ¿Te gusta que te tenga así?
—Me encanta que estés dentro de mí. Es perfecto, maravillosamente perfecto.
Santana la bajó, sin dejar de penetrarla y la dejó en el suelo, le levantó una de las piernas y comenzó a mover sus dedos junto a sus caderas.
—Voy a penetrarte de todas las formas en que pueda hacerlo, voy a enloquecerte de placer—le dijo mientras se enterraba en Brittany.
—Sí, mi amor, es lo que deseo.
Santana entraba y salía de Brittany con ímpetu.
Brittany parpadeó ante esa súbita intrusión, con la boca entreabierta y los ojos cada vez más libidinosos. En su rostro se instaló un gesto de entrega, ante la sensación de satisfacción que su morena le generaba con su castigo.
Santana la penetró unas cuantas veces más hasta que se detuvo de repente. Entonces, la hizo girar y le indicó que dejara las piernas entreabiertas. Le pasó los dedos por la hendidura, comprobando lo empapada que estaba, y Brittany se arqueó entre sus manos.
—Te amo, Britt-Britt, te amo más allá de toda prudencia.
Le hundió el dedo despacio en el orificio del ano, lo metió y lo sacó e hizo que Brittany tuviera que tragar saliva.
—Me encanta notarte pérdida entre mis dedos.
—San, no aguanto más.
—¿Qué querés mi vida?
—Te quiero a ti, por favor.
—¿A mí? ¿Acá?—hundió el dedo en su vagina, lo giró y luego lo quitó—¿O acá?—lo hundió en su recto y también lo sacó.
—En ambas partes, en realidad.
—Hum, estás muy ambiciosa y caliente hoy. Sólo deseo complacerte, Britt, sólo vivo para eso.
Introdujo un dedo en su orificio, lentamente, y esperó a que Brittany se acostumbrara a la intrusión, luego empezó con un meneo lento de sus caderas.
—Más rápido, San, por favor, más rápido—Brittany sonó ansiosa.
—Tranquila, Britt, calma, mi amor, aún quiero mucho más, para mi placer y el tuyo.
Ásperos sonidos guturales salían de su garganta mientras continuaba enterrándose en ella. Brittany, desprovista de toda contención, emitía grititos involuntarios de placer que no podía contener. De pronto, Brittany interrumpió su vaivén y un quejido de protesta escapó de la boca de Brittany. Hizo acopio de todo el aire que guardaban sus pulmones y le dijo:
—No pares, mi amor, por favor, no lo hagas.
—Vamos a la cama, mi vida—le pidió Santana con la voz entrecortada—Tranquila, es nuestra noche de bodas y no quiero que termine tan pronto.
La tendió de espaldas en la cama y se subió en ella, la apresó de una nalga con la mano y, de una estocada, volvió a penetrarla, mientras enterraba los dedos de su otra mano en su vagina.
Se movió unas cuantas veces dentro y fuera de ella, despacio, volviendo a entrar con esa parsimonia que lo caracterizaba, con ese dominio absoluto de su cuerpo y de su sexo. Se movió y, en determinado momento, volvió a detener sus embestidas, dejándola más desesperada que antes.
—Vas a matarme, San, me estoy muriendo de ansiedad, ¿qué estás haciéndome?
—Te dije que iba a enloquecerte, pero creo que en el intento voy a terminar yo también perdiendo la razón.
La giró y la colocó boca abajo. Brittany estaba entregada de espaldas a ella. Tentada le besó la columna, le mordió los omóplatos y volvió a hundirse en ella una vez más mientras le hablaba al oído:
—I love you... I need you to feel how much I love you, I need you to understand... I need to imprint it in your body. You are my love, I promise you to love you forever. [Te amo... Necesito que sientas cuánto te amo, necesito que lo entiendas... Necesito grabarlo en tu cuerpo. Eres mi amor, te prometo que te amaré toda la vida.]
Brittany enterró su cara en la almohada y mordió la funda para amortiguar los incontrolables gemidos que sus palabras le habían provocado. Tomó una bocanada de aire y entonces, entre gimoteos, también le habló:
—You are my life too, my source of pleasure. I love you so much, my love. San, I’m gonna come... I can’t take it ! [Sos mi vida también, mi fuente de placer. Te amo demasiado, mi amor. San, voy a correrme... ¡no aguanto más!]
En ese momento de la noche, ambas se entregaron de manera brutal a sentir la indómita pasión que se desataba entre sus cuerpos, que sólo podía ser saciada con la fricción de sus sexos.
Las dos llegaron a un orgasmo demoledor.
Santana gimió su nombre, apretó los dientes y dejó escapar un hálito, mientras cerraba los ojos con fuerza, aferrándose a las manos de Brittany, que permanecían bajo la almohada apretando las sábanas.
Brittany ahogó sus quejidos en el cojín, mientras apretaba las sábanas con desesperación, disfrutando con los ojos cerrados esas reverberaciones de placer que su cuerpo evidenciaba.
Santana se alejó de Brittany respirando con dificultad y se recostó a su lado, para intentar nutrir sus pulmones de aire.
Lo necesitaba.
Brittany se movió para acurrucarse en su abrazo y escuchar los latidos de su corazón, y la elevación de su pecho cada vez que respiraba. No podía dejar de pasear sus manos por sus pechos, acariciándolos, y cerró los ojos para grabar en su mente el placer de su olor y el increíble tacto de su piel.
—No quiero dormirme, pero estoy extenuada. Ha sido un día larguísimo, pero no quiero que se acabe.
—Me pasa lo mismo, Britt-Britt, creo que ya no tengo más energía en el cuerpo. Entre todas las emociones que hemos vivido durante el día y, luego, este orgasmo, me has robado hasta la última gota de mis fuerzas.
—Decime una vez más que me amás, antes de que nos durmamos.
—Te amo, mi amor.
—Yo también te amo.
Santana le besó la coronilla y Brittany, con gran esfuerzo, levantó la cabeza y la miró. Santana ladeó la suya y, con denodado empeño, buscó su mirada, movió su mano para encontrar la de Brittany, le entrelazó los dedos y se la llevó a su pecho.
Durante unos segundos, se quedaron en silencio.
—¿Qué pasa, mi Britt-Britt?
—Te miro, San, porque de todas las imágenes que he asimilado hoy, en mi mente sólo deseo quedarme con la de tus ojos, quiero soñar con ellos.
Santana la recorrió una vez más con su mirada, se dieron un cándido beso y, acurrucados la una en la otra, se durmieron.
—Britt, no puedo creer cómo te deseo. Anoche no pude pegar ojo, di mil vueltas en la cama porque no te tenía a mi lado.
—Yo también te deseo, San. Con esa ropa estás muy hermosa y, con el último baile, juro que tuve ganas de cogerte de la mano y salir corriendo del escenario hacia la suite nupcial.
Santana la besó mientras la sostenía por la espalda, le lamió los labios y extravió su lengua dentro de su boca.
Salieron del ascensor y cuando Santana se disponía a abrir la puerta de la habitación y Brittany iba a escurrirse adentro de inmediato, Santana la detuvo.
—Un momento, debo entrarte en brazos.
En el interior de la suite, todo era suntuoso, destacaban los dorados y los géneros de fina tapicería en beige y marrón, igual que el piano de cola emplazado en una de las esquinas del salón.
Santana entró y cerró la puerta de un puntapié y, sin demora, se apoderó de sus labios, los acarició con la lengua y los agasajó con ella, una y otra vez, hasta que Brittany abrió su boca. Se desató así una danza loca de lenguas enredadas, de lametazos urgentes.
—¡Al fin solas!—exclamó Santana aferrada a su cuello.
—Al fin solas, señora López-Pierce—corroboró Santana guiñándole un ojo.
Santana la dejó en el suelo y le hizo una sutil caricia con el reverso de su mano, palpando la sedosidad de su piel. Deslizó sus dedos por el hombro de Brittany y por su brazo, hasta llegar a la mano, entonces, enredó sus dedos con los de ella y la separó de su cuerpo para admirarla.
La adoró con los ojos de hito en hito, la anheló con gula.
—¿Sos feliz, mi Sanny?
—Soy la mujer más feliz del mundo. Cada uno de los momentos que hemos vivido esta noche quedarán por siempre en mi memoria. He disfrutado de todos los detalles.
—Yo también. Gracias, Sanny, por mirarme como lo estás haciendo en este mismo instante. Gracias por hacerme sentir tan amada.
—Te amo, bonita, te amo con todo mi ser.
—Lo sé, no hace falta que lo digas, porque me lo hacés notar a cada instante. De todas formas, te pido que nunca dejes de hacerlo, me encanta oírlo.
—Cuando te vi hoy por primera vez, en la escalera, con tu vestido de novia, me faltó la respiración—le explicó Santana mientras la abrazaba y Brittany la escuchaba ilusionada—Estabas esplendorosa, increíblemente bella, lucías muy actual, sofisticada y glamurosa. Luego, cuando entraste en el salón de ceremonias, ¡Dios!, casi me muero de emoción, parecías una ilusión óptica caminando hacia mí, de tu cuerpo salían destellos que se mezclaban con la luz de las velas. Tenías una aureola irreal con ese traje, eras un sueño, mi sueño—le dijo con voz marrullera—Y, ahora...—le susurró, acarició sus labios, la separó de su cuerpo extendiendo el brazo y volvió a recorrerla con la mirada—, Con este vestido... sos Afrodita, Britt. Sos mi diosa hecha mujer, cada traje que escogiste fue perfectamente acorde a cada momento de la noche, porque con este vestido me ponés muy caliente. Esta tela se adapta como un guante a las formas de tu cuerpo y te juro que sólo estoy deseando quitártelo para descubrir una vez más la sinuosidad de tus curvas.
—Sanny, mi cuerpo te pertenece, como también mi alma y todo mi ser.
Se besaron y luego Brittany continuó hablando.
—Hoy, cuando te vi por primera vez, en la escalera, con tu vestido de novia, tuve la misma sensación que el día en que te conocí en el Faena. Fue entonces cuando supe que había sido en ese instante, justo cuando Noah anunció que venías y yo ladeé mi cabeza para mirarte, cuando me había enamorado de vos.
Santana la atrapó nuevamente entre sus brazos.
—Hoy increíblemente, tus ojos lucen hoy del mismo azul que el día que me desperté por primera vez a tu lado. Anoche estaban diferentes.
—¡Dios, recuerdo esa mañana! Casi me muero de un paro cardíaco cuando me dijiste eso.
—Esa mañana, yo también estuve al borde del infarto. En aquel momento, no supe entender lo que sentía, pero ahora lo sé muy bien. Cuando abriste los ojos y me miraste, noté mariposas en la barriga y mi cuerpo se estremeció de pasión al ver que me honrabas con tus ojos. Vos también me tenías perdidamente enamorada, aunque yo todavía no lo sabía.
Se quedaron mirando durante un rato.
—Hagamos un brindis, brindemos por nuestro amor, señora López-Pierce.
—Me encanta cómo suena, me embarga saber que ésa soy yo.
Santana sonrió con franqueza y le besó la punta de la nariz. Luego, destapó la botella de La Grande Dame que descansaba en la cubitera, sirvió dos copas y cruzaron sus brazos chistosamente para beberse el champán.
—¿Querés comer algo de lo que hay acá?—le preguntó Santana señalando una bandeja con frutas y tentempiés.
También les habían llevado pastel de boda.
—A vos, quiero comerte. Haceme el amor, Sanny, eso es lo que quiero. Deseo sentirme tuya, más tuya que nunca, quiero tenerte dentro y junto a mi cuerpo, ya no quiero esperar más, mi vida.
Santana la cogió por el mentón y mordió sus labios, después se los besó. Dejó la copa apoyada en la mesa baja de la sala y le quitó la suya, entonces la guio de la mano hacia el dormitorio. Cuando entraron, un camino de pétalos de rosas les marcaba el camino hacia la cama, donde también había unos cuantos esparcidos. Las lámparas bajas estaban encendidas e iluminaban el ambiente junto con las velas diseminadas por toda la habitación. El entorno refulgía expectante, anticipando el momento de las amantes.
Se quedaron de pie junto a la cama.
—Dejame desvestirte—le pidió Brittany y Santana accedió gustosa.
Brittany enterró las manos en sus hombros y las movió hacia su espalda para desabrochar el corsé y sacárselo, lo apoyó sobre la banqueta emplazada a los pies de la cama y para su sorpresa, no llevaba sujetador.
Con expresión lasciva, reptó su lengua por sus pezones provocándole un escalofrío, después subió hasta su cuello, el mentón y se lo mordió, sin dejar de mirarla. Le pasó la lengua por su labio inferior y entonces Santana, deseosa de mucho más, quiso atrapar su boca, pero Brittany retrocedió. Deseosa de la anatomía de su mujer, le recorrió con las manos los pechos y, sin poder evitar la tentación, se inclinó frente a ellos para dejarle pequeños y húmedos besos.
Santana, mientras tanto, se había quitado los aretes y los sostenía en una mano. La ayudó a levantarse y la guio con determinación hacia el lecho nupcial.
Necesitaba retomar el control.
—Te voy a hacer el amor de forma inolvidable—le susurró al oído—Quiero que esta primera vez como esposas quede grabada en nuestra memoria para siempre.
Los pezones de Brittany se pusieron erectos de repente y casi traspasaron el corsé y el raso del vestido.
Las palabras de Santana la habían encendido de tal forma que hubiera considerado suficiente que le levantara el vestido y uniera sus sexos sin preludio.
Tragó con dificultad y clavó su vista en la boca de Santana, se acercó a sus labios y los poseyó con urgencia. Separándose por breves segundos de Brittany, Santana dejó los aretes sobre la mesilla de noche, después, afanosa, la giró para abrazar su cuerpo y le recorrió el vientre con sus manos abiertas sobre el raso sedoso, le acarició los pechos y los apretó por encima del encaje.
La aprisionó contra sus pechos desnudos y comenzó a devorarle el cuello con húmedos besos y tiernos chuponcitos. Mientras, empezó a desabrochar los pequeños botones de la espalda y, cuando lo hubo conseguido, se lo deslizó por los hombros. El vestido cayó al suelo de inmediato, desvelando el cuerpo y las curvas de Brittany.
Se inclinó para ayudarla a salir de él, lo apartó de sus pies y, haciendo acopio de sus fuerzas, intentó recuperar el dominio de sí mismo. Recorrió con una mano la longitud de su pierna y sus muslos y disfrutó de la tersura de su piel.
Brittany en liguero, medias y conjunto de corsé y tanga estaba sublime. Apretó los dientes y buscó un poco más de cordura, necesitaba contener sus instintos carnales. Hubiera querido arrancarle la tanga, destrozarla con sus manos, pero se contuvo y decidió deslizárselo despacio por las piernas, alargando el momento al máximo.
Los mullidos lametazos con que regaba sus piernas hacían estremecer a Brittany.
Se incorporó moviendo su cuerpo con languidez y, en el trayecto, admiró sus nalgas y las recorrió con las palmas de sus manos, transitando su redondez. Se detuvo en la separación entre ellas y le pasó el dedo de abajo arriba, una y otra vez.
Luego, lo bajó y llegó a su húmeda vagina y lo hundió en ella. Santana entornó los ojos mientras se metía en ella, Brittany estaba con las piernas entreabiertas, expuesta a sus caricias y aventurada a esa lujuriosa intrusión, que detenía todas sus funciones corporales. Santana sacó el dedo y se lo llevó a su boca para probarla.
—Hum, estás exquisita.
A esas alturas, Brittany ya estaba tan sumamente excitada que le dolían los pezones y su vagina le daba punzadas. Se dio la vuelta y, con un hábil movimiento, la derribó sobre la cama. Desenfrenada, le quitó los y terminó de bajarle los pantalones y la ropa interior, para que Santana, totalmente desnuda, le expusiera su perfecto cuerpo.
Sin darse cuenta, y como acto reflejo, Brittany se pasó la lengua por los labios y lanzó un gemido, luego llevó sus manos a la espalda para quitarse el corsé y le mostró sus pechos.
Había quedado tan sólo vestida con las medias, el liguero y los tacones.
En ese instante, Santana se movió apasionada, su esposa era la imagen de la perfección en cuerpo de mujer. Afanosa, se puso en pie y la apretó contra ella poseyendo su boca, mientras le acariciaba la espalda con sus manos vehementes.
Después, transportó sus dedos a sus redondos senos y los acunó entre sus manos. Brittany, aferrada a su nuca, se entregaba a sus besos y caricias, obedeciendo a la sensación de placer que su boca le provocaba. Santana la sorprendió atrapándola de las caderas y la alzó, Brittany enredó las piernas en su cintura y entonces Santana la estampó contra la pared.
Todo se había descontrolado, estaban invadidas por la pasión y habían perdido el juicio por completo, entregadas a sus emociones y necesidades.
Santana bajo su mano y la penetro con tres dedos. Maravillada, se quedó admirándola mientras la penetraba y una profunda espiración se escapó de su boca.
—Sos perfecta, Britt. Para mí, tenerte así es algo soberbio. ¿Te gusta que te tenga así?
—Me encanta que estés dentro de mí. Es perfecto, maravillosamente perfecto.
Santana la bajó, sin dejar de penetrarla y la dejó en el suelo, le levantó una de las piernas y comenzó a mover sus dedos junto a sus caderas.
—Voy a penetrarte de todas las formas en que pueda hacerlo, voy a enloquecerte de placer—le dijo mientras se enterraba en Brittany.
—Sí, mi amor, es lo que deseo.
Santana entraba y salía de Brittany con ímpetu.
Brittany parpadeó ante esa súbita intrusión, con la boca entreabierta y los ojos cada vez más libidinosos. En su rostro se instaló un gesto de entrega, ante la sensación de satisfacción que su morena le generaba con su castigo.
Santana la penetró unas cuantas veces más hasta que se detuvo de repente. Entonces, la hizo girar y le indicó que dejara las piernas entreabiertas. Le pasó los dedos por la hendidura, comprobando lo empapada que estaba, y Brittany se arqueó entre sus manos.
—Te amo, Britt-Britt, te amo más allá de toda prudencia.
Le hundió el dedo despacio en el orificio del ano, lo metió y lo sacó e hizo que Brittany tuviera que tragar saliva.
—Me encanta notarte pérdida entre mis dedos.
—San, no aguanto más.
—¿Qué querés mi vida?
—Te quiero a ti, por favor.
—¿A mí? ¿Acá?—hundió el dedo en su vagina, lo giró y luego lo quitó—¿O acá?—lo hundió en su recto y también lo sacó.
—En ambas partes, en realidad.
—Hum, estás muy ambiciosa y caliente hoy. Sólo deseo complacerte, Britt, sólo vivo para eso.
Introdujo un dedo en su orificio, lentamente, y esperó a que Brittany se acostumbrara a la intrusión, luego empezó con un meneo lento de sus caderas.
—Más rápido, San, por favor, más rápido—Brittany sonó ansiosa.
—Tranquila, Britt, calma, mi amor, aún quiero mucho más, para mi placer y el tuyo.
Ásperos sonidos guturales salían de su garganta mientras continuaba enterrándose en ella. Brittany, desprovista de toda contención, emitía grititos involuntarios de placer que no podía contener. De pronto, Brittany interrumpió su vaivén y un quejido de protesta escapó de la boca de Brittany. Hizo acopio de todo el aire que guardaban sus pulmones y le dijo:
—No pares, mi amor, por favor, no lo hagas.
—Vamos a la cama, mi vida—le pidió Santana con la voz entrecortada—Tranquila, es nuestra noche de bodas y no quiero que termine tan pronto.
La tendió de espaldas en la cama y se subió en ella, la apresó de una nalga con la mano y, de una estocada, volvió a penetrarla, mientras enterraba los dedos de su otra mano en su vagina.
Se movió unas cuantas veces dentro y fuera de ella, despacio, volviendo a entrar con esa parsimonia que lo caracterizaba, con ese dominio absoluto de su cuerpo y de su sexo. Se movió y, en determinado momento, volvió a detener sus embestidas, dejándola más desesperada que antes.
—Vas a matarme, San, me estoy muriendo de ansiedad, ¿qué estás haciéndome?
—Te dije que iba a enloquecerte, pero creo que en el intento voy a terminar yo también perdiendo la razón.
La giró y la colocó boca abajo. Brittany estaba entregada de espaldas a ella. Tentada le besó la columna, le mordió los omóplatos y volvió a hundirse en ella una vez más mientras le hablaba al oído:
—I love you... I need you to feel how much I love you, I need you to understand... I need to imprint it in your body. You are my love, I promise you to love you forever. [Te amo... Necesito que sientas cuánto te amo, necesito que lo entiendas... Necesito grabarlo en tu cuerpo. Eres mi amor, te prometo que te amaré toda la vida.]
Brittany enterró su cara en la almohada y mordió la funda para amortiguar los incontrolables gemidos que sus palabras le habían provocado. Tomó una bocanada de aire y entonces, entre gimoteos, también le habló:
—You are my life too, my source of pleasure. I love you so much, my love. San, I’m gonna come... I can’t take it ! [Sos mi vida también, mi fuente de placer. Te amo demasiado, mi amor. San, voy a correrme... ¡no aguanto más!]
En ese momento de la noche, ambas se entregaron de manera brutal a sentir la indómita pasión que se desataba entre sus cuerpos, que sólo podía ser saciada con la fricción de sus sexos.
Las dos llegaron a un orgasmo demoledor.
Santana gimió su nombre, apretó los dientes y dejó escapar un hálito, mientras cerraba los ojos con fuerza, aferrándose a las manos de Brittany, que permanecían bajo la almohada apretando las sábanas.
Brittany ahogó sus quejidos en el cojín, mientras apretaba las sábanas con desesperación, disfrutando con los ojos cerrados esas reverberaciones de placer que su cuerpo evidenciaba.
Santana se alejó de Brittany respirando con dificultad y se recostó a su lado, para intentar nutrir sus pulmones de aire.
Lo necesitaba.
Brittany se movió para acurrucarse en su abrazo y escuchar los latidos de su corazón, y la elevación de su pecho cada vez que respiraba. No podía dejar de pasear sus manos por sus pechos, acariciándolos, y cerró los ojos para grabar en su mente el placer de su olor y el increíble tacto de su piel.
—No quiero dormirme, pero estoy extenuada. Ha sido un día larguísimo, pero no quiero que se acabe.
—Me pasa lo mismo, Britt-Britt, creo que ya no tengo más energía en el cuerpo. Entre todas las emociones que hemos vivido durante el día y, luego, este orgasmo, me has robado hasta la última gota de mis fuerzas.
—Decime una vez más que me amás, antes de que nos durmamos.
—Te amo, mi amor.
—Yo también te amo.
Santana le besó la coronilla y Brittany, con gran esfuerzo, levantó la cabeza y la miró. Santana ladeó la suya y, con denodado empeño, buscó su mirada, movió su mano para encontrar la de Brittany, le entrelazó los dedos y se la llevó a su pecho.
Durante unos segundos, se quedaron en silencio.
—¿Qué pasa, mi Britt-Britt?
—Te miro, San, porque de todas las imágenes que he asimilado hoy, en mi mente sólo deseo quedarme con la de tus ojos, quiero soñar con ellos.
Santana la recorrió una vez más con su mirada, se dieron un cándido beso y, acurrucados la una en la otra, se durmieron.
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FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 19
Capitulo 19
La cama de pronto se movió a su alrededor, pero cuando quiso abrir los ojos, la luz que se filtraba por uno de los ventanales que daban a la Quinta Avenida le produjo una ceguera parcial. Intentó acostumbrarse abriendo primero un ojo y se los restregó, obligándose a separar sus párpados mientras se desperezaba.
Frente a Santana, se encontró de pronto con la lente de una cámara que la apuntaba. Brittany estaba desnuda, de pie y con ambos pies a cada lado de su cuerpo, capturando su sueño en vídeo.
—Hola, ¿qué hacés?—le preguntó Santana adormilada con la voz pastosa.
—Buenos días, esposa mía, estoy grabando tu despertar, tu primer despertar siendo mi esposa.
Santana sonrió, le sacó la lengua y le hizo una carantoña mientras le lanzaba un beso.
—Hum, esto de tener una cámara de vídeo en la mano es sumamente poderoso y sugerente.
—¿Ah, sí?
—Sí, en estos momentos estoy viendo una boca muy tentadora, es una boca perfecta. Apuesto a que esos carnosos labios besan muy bien.
Santana volvió a sonreír y le guiñó un ojo.
—Hum, esa sonrisa enamora. Ahora estoy viendo unos perfectos hoyuelos que me dan ganas de lamer.
—Eso sonó muy apasionado—le dijo Santana mientras le empezaba a acariciar las piernas—¿Y qué más ves?
—Ahora estoy viendo, ¡uf!... unos pechos ¡que me vuelven loca! y donde me encantaría enterrar mis dientes.
—Guau, eso sonó muy... vehemente y hasta un tanto licencioso, señora López-Pierce.
—Esta lente es muy poderosa, creo que me está subiendo la temperatura, ¡madre mía! Acabo de descubrir unos abdominales rectos, que parecen una tableta de chocolate, y tengo el antojo de pasarles por encima mi dedo corazón, ¿o, tal vez, sea mejor mi lengua? Hum, creo que me apetecen ambas cosas.
—¡Uf!... Britt-Britt, me estoy poniendo muy caliente.
Brittany apartó las sábanas con el pie.
—¡Dios! Ansío pasar mi mano por esas crestas ilíacas, quiero perderme en esos huesos innominados, son los más exquisitos que he visto jamás.
Movió un poco la cara y la miró a los ojos, que se habían oscurecido increíblemente, los de Brittany también.
Volvió sus ojos a la lente.
—Creo que estoy rozando el pecado con el objetivo de la cámara, señora Pierce-López.
—Hum, esto se pone realmente interesante, ¿dijiste «pecado»? Creo que mi esposa es una chica muy mala. ¿Qué deseás? Contame más.
—Deseo... pasar mi lengua para recoger esa humedad que escapa de entre tus piernas.
—Definitivamente, está usted por arder en el infierno, señora López-Pierce, me ha provocado una excitación de otro planeta con sus palabras.
—Yo sólo digo lo que deseo, estimulada por lo que veo. Su vagina está muy húmeda, señora Pierce-López—Brittany hizo una pausa analizando sus emociones—Y mi vagina también está... empapada.
—¡Dios, Britt, vas a hacer que me corra sin tocarte siquiera! Dame eso—le quitó la cámara—, Ahora es mi turno.
Se arrodilló en la cama y la obligó a recostarse, aunque primero la besó con vehemencia. Después adoptó la posición que Brittany tenía segundos atrás, pero en vez de ponerse de pie se quedó con ambas rodillas rodeándola.
Brittany le tiró un beso y sacó la lengua relamiéndose los labios, se mostraba descarriada, entonces Santana apartó la cámara y la miró a los ojos mientras elevaba una ceja conmovida por su desenfado.
—Bueno, señora Pierce-López, estoy esperando que me describa lo que ve.
Santana sonrió y volvió a colocar el ojo frente a la lente.
—Estoy viendo, naturalmente, el rostro de la mujer que amo, que tiene una boca muy linda y una sonrisa que me quita el aliento.
—Le aseguro que esta boca es capaz de hacer muchas cosas que le encantarán.
—Hum, no lo dudo, sé muy bien lo que esa boca puede llegar a hacer.
—No se distraiga, por favor, prosiga y cuénteme. ¿Ahora qué ve?
—Muy bien. Puedo divisar el nacimiento de unos pechos que, si no los hubiera acariciado ya, no podría decir a ciencia cierta si son naturales u operados.
Santana estiró su mano y apresó uno de sus senos.
—¿Qué hace, señora Pierce-López? Eso es trampa, el juego no era ése, sólo tenía que ver con el lente de la cámara.
—¡Al diablo con la cámara, Britt! Sólo quiero perderme en tu cuerpo, me calentaste demasiado y no doy más, te aseguro que la humedad que tengo es demasiada.
Dejó la cámara sobre la mesilla de noche, pero olvidó apagarla. Después se movió para apresar su boca. Enterró su lengua ardiente en Brittany y la rodeó una y otra vez de forma desmedida, se la tragó con el beso y apresó sus manos. Se las llevó hacia arriba estirando sus brazos y, como una hiedra, buscó entrelazar sus dedos con los de Brittany, mientras restregaba su sexo caliente y húmedo contra su pelvis.
—Así te quiero, San. Me encanta saber que te excito de esta manera—le dijo Brittany apartándose para tomar aire.
Hicieron el amor apasionadamente.
Eran una fuente inagotable de deseo.
Entre jadeos, gruñidos, lametazos y embestidas llegaron al punto álgido. Mientras vertían sus fluidos, Brittany crispaba su cuerpo, lo arqueaba y se arrebujaba entre las sábanas, y Santana la miraba embobada con los dientes apretados y resoplando.
Habían conseguido juntas un orgasmo espectacular y, aunque estaban agotadas, se quedaron mirando por unos instantes.
Santana sostuvo su cuerpo con la ayuda de sus brazos tambaleantes y le dijo:
—Sos increíble, Britt-Britt.
Santana le besó la punta de la nariz y Brittany levantó sus manos. Le retiró el pelo de la frente con un gesto tierno, le recorrió la cara con el dedo índice y se lo posó en los labios. Santana se lo mordió y le regaló una esplendorosa sonrisa.
—Sos mi dama con armadura de acero, San, eso mismo pensé cuando te conocí. Ahora puedo afirmarlo.
Santana aún permanecía entre las piernas de Brittany, y ella estaba con las piernas enroscadas en su cintura.
Estaban listas para partir.
Artie acababa de avisar a Santana que las esperaba abajo para llevarlas al aeropuerto. Bajaron en el ascensor, muy risueñas y felices.
—Nos espera un mes muy intenso para amarnos mucho.
—Estoy deseando llegar de una vez a esas playas soñadas. Hoyuelitos, gracias por mimarme tanto.
Ya en la planta baja, se detuvieron en conserjería para firmar la cuenta. Santana se aproximó al mostrador y Brittany siguió caminando para esperarlo junto a la salida.
Cuando Santana terminó de pagar, se dio la vuelta para ir en busca de su esposa y, en ese mismo instante, la vio hablando con una mujer a la que reconoció de inmediato, le estaba entregando un sobre.
Caminó hacia ellas con premura y, después de dar unas pocas zancadas, llegó con el rostro desfigurado y la respiración entrecortada.
Estaba presa de una mezcla de sofocación e ira.
—¿Qué mierda quieres de mi mujer, Rose?
—Simplemente, he venido a desearles muchas felicidades, querida yerna, y a entregarles mi regalo de bodas.
Santana la cogió del brazo y la fulminó con la mirada, pero aquella elegante mujer no se amedrentó: sus ojos destilaban el mismo veneno que los de Santana.
—Ahí le he dejado mi obsequio a tu nuevo caprichito, espero que lo disfruten tanto como lo haré yo. Querida, ojalá que Santana no se canse muy pronto de ti, ya que suele ser muy inestable con sus sentimientos.
—¡Lárgate de una vez o te juro que te saco a empujones de aquí!
La mujer se soltó toscamente de Santana y se dispuso a salir del hotel, pero antes de hacerlo se dio la vuelta y volvió a hablarles:
—Happy honeymoon! Bye bye, dear!
Brittany ya había abierto el sobre que Rose le había entregado y encontró en él una citación formal del Tribunal de Justicia de Nueva York, donde se especificaba el inicio de una demanda a Santana reclamándole los óvulos y embriones fecundados. Grapada a la citación había una elocuente fotografía de Santana y Dani besándose de forma muy escandalosa, se notaba que la foto la había hecho Santana con el móvil extendiendo la mano.
Brittany se puso pálida, ya que ver esa imagen era realmente desagradable. Las cuchilladas que le produjo la hicieron sentir como si nadara en el hielo y, aunque le dolió en el alma, intentó serenarse y encontrar cierta mesura.
Santana se la arrebató de las manos y maldijo una y otra vez, mientras insultaba en voz alta a su exsuegra. Cerró los ojos con fuerza y sólo atinó a disculparse:
—Lo siento, Britt-Britt.
—Tranquila—le contestó Brittany con la voz temblorosa—Verlo es muy diferente a imaginarlo, pero ya sé que es tu pasado y no se puede borrar.
Santana hizo ademán de romper la fotografía, pero Brittany se lo impidió.
—¡No! ¿Qué hacés? Entrégasela a Finn, se la daremos a Artie para que se la haga llegar—miró hacia arriba y le señaló una cámara que había en la entrada del hotel—Ahí está la prueba de su acoso. Tranquila, mi amor, estamos juntos en esto.
—Sos increíble, Britt-Britt.
Santana estaba verdaderamente amedrentada.
—Te amo, mi amor. Definitivamente, hoy las cámaras seguirán siendo nuestras cómplices.
Sonrieron recordando lo vivido en la habitación.
—Vamos, Hoyuelitos, o perderemos nuestro avión. No dejemos que nada empañe nuestra felicidad.
—Estoy asustada, no deseo tener hijos que no sean tuyos.
—Es nuestra luna de miel, San—le cogió el rostro con las manos y lo acunó y besó—Borrá toda esa basura de tus pensamientos, Finn se encargará de eso. Ahora no pensemos en nada más que en nosotras, no permitamos que esa mujer consiga lo que vino a buscar.
Santana se pasó la mano por la frente, asintió con la cabeza y se fundieron en un abrazo gigantesco y sanador. Se colocaron sus Ray-Ban y salieron del hotel.
Artie las estaba esperando para llevarlos al JFK.
—Buenas tardes, señora San, señora Britt.
—Buenas tardes, Artie—contestaron ambas a la vez.
Brittany entró en la camioneta y se acomodó en ella. Su ánimo, por más que intentara levantarlo, estaba amilanado, no podía borrar de su mente la imagen de Santana besando apasionadamente a Dani.
Santana, antes de subir, intercambió algunas palabras con su empleado y le entregó el sobre.
—Necesito que hoy mismo le facilites esto a mi hermano y le refieras lo sucedido. Y, por favor, coméntale lo de las cámaras de seguridad del hotel, donde seguro que quedó grabado lo que acaba de acontecer.
—Puede estar tranquila, señora, que así lo haré. Lamento el mal rato que seguramente han pasado. He visto salir a la señora Rose, pero no la he visto entrar, si no, lo hubiera puesto sobre aviso.
—No te preocupes, Artie. Ahora llévanos a tomar nuestro vuelo.
Santana subió a la camioneta y abrazó a Brittany con fuerza, en seguida, notó su cambio de humor, por más que Brittany intentara disimularlo.
—¿Estás bien, mi amor?
—Sí, no te preocupes, tratemos de olvidarnos de lo ocurrido.
—Yo también quiero eso, pero te noto triste y no deseo que estés así. Te amo, Britt-Britt, te amo mucho.
—Lo sé, Hoyuelitos, no te aflijas, ya pasó todo.
—Siento que hayas visto esa fotografía, pero...
—Chis, mi amor. No tenés nada que explicarme, besame y haceme sentir que tus besos son únicos y que son solamente míos, con eso me bastará, porque cuando me besás me olvido del mundo.
A Santana no le costó mucho trabajo acceder a su petición y muy pronto recobraron el buen humor, ya que juntas sentían que todo era posible, siempre.
Llegaron al JFK y Artie se ocupó del equipaje. En la pista, ya las estaba esperando un jet privado para llevarlas en su vuelo al paraíso.
—¡Sorpresa, mi amor! Te presento la nueva adquisición de Mindland Inc.
—Oh, my God! ¡San, finalmente te has dado el gusto!
Santana sonrió con autosuficiencia, mientras Brittany exclamaba, se tapaba la boca y se aferraba a su cuello.
—Finn y yo acabamos convenciendo a papá, ¿te gusta?
—¡Es genial!—aseguró Brittany ante el pasmo que le producía el Gulfstream G650 que había en la pista—¡Ay, Dios! Qué bien queda el nombre de la empresa en él, ¡me encantaaaa!—gritó Brittany emocionada.
Sabía que Santana ansiaba hacía tiempo que la empresa poseyera un jet privado, porque se lo había comentado en varias ocasiones.
Alfonso y ella, por su parte, siempre se habían mostrado un poco reticentes a una inversión de esa índole, su suegro mucho más que ella, aunque también era cierto que la empresa podía permitirse ese pequeño lujo.
—Espera a verlo por dentro, te fascinará.
—¿Cómo es que no me enteré antes de esto?
—Era una sorpresa que me ayudaron a mantener en secreto para vos.
—¡Tramposa, no cambiás más!
Se besaron.
En cuanto se acercaron a los pies de la aeronave, la tripulación les dio la bienvenida. Ascendieron por la escalerilla e inmediatamente se encontraron con la cocina, ubicada en la parte frontal del jet.
Después, estaba el sector de descanso de la tripulación y, separado por una división y una puerta de exquisitos acabados en madera lacada oscura, se hallaban los asientos, una mesa, un sofá cama y, al final, el baño.
Brittany miraba todo embelesada y Santana se mostraba muy divertida, escudriñando el interior junto a ella.
La nave estaba equipada con la última tecnología y muchas comodidades, incluso podía realizar viajes transatlánticos.
Después de ese primer contacto, se colocaron y despegaron.
Hicieron el itinerario en la mitad de tiempo que si hubieran viajado en un vuelo comercial. Llegaron al aeropuerto de Los Cabos, en San José del Cabo, ciudad ubicada en la Baja California Sur, de México.
Tras los trámites migratorios, subieron a un vehículo que los esperaba fuera del aeropuerto para llevarlas al complejo turístico donde Santana había hecho la reserva.
Rodaron por la carretera federal no más de veinte minutos y, después, se desviaron hacia la transpeninsular. Estaba cayendo la tarde cuando llegaron al resort Las Ventanas al Paraíso.
En cuanto entraron, percibieron que ahí hallarían paz, relax y disfrute, ya que el lugar conjugaba a la perfección la belleza natural del espacio con la propia de la región.
Ahí las estaban esperando, todo parecía muy bien organizado. De muy buen ánimo y con acentuada cordialidad, el personal del hotel las guio a la residencia que tenían reservada con vistas al océano. Ingresaron en la amplia sala de estar y comedor, donde el lujo y la calidez las avasallaron.
La persona que las había acompañado se retiró muy discretamente, tras dejar las maletas donde le habían indicado.
Todo estaba preparado de manera exquisita: Santana había especificado que iban de luna de miel cuando efectuó la reserva, así que habían dispuesto la habitación para agasajarlas de forma especial.
La cama tenía esparcidos pétalos de rosa sobre las sábanas de algodón egipcio, mientras que, a petición de Santana, una botella de La Grande Dame los esperaba en la mesa, junto a la cama. El ambiente estaba iluminado por candelabros y lámparas bajas, las cortinas, que los separaban de la terraza, estaban abiertas y eso les permitía contemplar una majestuosa panorámica del mar de Cortés.
—Mi amor, esto realmente es una ventana al paraíso. ¡Me trajiste a nuestro paraíso particular!
Brittany se había arrodillado encima de los sillones y miraba por la barandilla.
—¿Te gusta?
—¿Que si me gusta? Creo que estoy en un sueño, no me despiertes nunca, por favor—Brittany se volvió, la abrazó y la besó—Gracias, mi vida, siempre pensás en maravillarme.
—Te dije que veníamos al paraíso, deberías haberme creído.
—Para mí el paraíso es estar a tu lado.
—Ídem—le rozó la punta de la nariz con la suya y le dijo—Vení, recorramos el resto de la residencia.
Entraron al baño, que estaba decorado de la misma forma que la habitación, con velas y pétalos de flores en el jacuzzi.
Luego exploraron la cocina y después bajaron por una escalera trasera hasta una terraza más baja con piscina propia. Ahí, había una cama emplazada sobre un plinto donde, si lo deseaban, podían dormir bajo las estrellas.
—¿Nos quedaremos el mes entero acá?—le dijo aferrándose a su cintura, mientras Santana permanecía quieta.
—Hum—exclamó Santana entrecerrando los ojos y luego le contestó—No, mi vida, sólo estaremos una semana, luego iremos a Punta Mita. Pero no te adelantaré nada más, quiero volver a sorprenderte.
Los ojos de Brittany estaban chispeantes como los de una niña con un juguete nuevo.
—¿Y ahí nos quedaremos el resto del tiempo?
—¡Qué preguntona estás!—dijo Santana haciendo un gesto con la boca en señal de reprobación.
—No te quejes, me aguanté mucho más de la cuenta, ¡recién empiezo a preguntar ahora!
—Lo sé, sé que te esforzaste—le habló al oído—Luego iremos a Mérida y, por último, a Cancún.
—¡Ah, San! ¡Me encantan los lugares que elegiste!—gritó mientras se colgaba de su cuello.
—¡Qué bien, mi amor! Me dijiste que querías playas para nuestra luna de miel, así que espero que realmente te impacte el recorrido que escogí.
—¡Me encanta, todo me encanta!
Trepó hasta su cintura de un salto y la rodeó con las piernas mientras se apoderaba de sus labios.
—¡Tengo la esposa más complaciente del mundo!
Santana la sostenía de las nalgas y se carcajeaban.
Como tenían mayordomo propio, decidieron cenar en la habitación y pidieron una degustación gourmet.
Después de la cena, el personal, muy atento y discreto, supo retirarse en el momento justo y de manera muy amable. Antes de irse, el empleado les indicó que no dudaran en llamarlo si necesitaban cualquier cosa.
—Gracias, Carlos, es usted muy atento—le dijo Santana.
—Buenas noches, señoras López-Pierce, sepan que es un placer para mí estar a su entero servicio. Espero que disfruten de su primera noche en nuestro resort.
—La cena era exquisita, Carlos, y la atención es inmejorable—lo halagó Brittany, satisfecha y agradecida.
Se quedaron solas en la terraza interior bebiendo unos margaritas que Carlos les había preparado.
—¿Tenés frío?
—Un poquito, no sé si es por el cansancio de todo el trajín de estos días previos o si es que el viento del mar se hace sentir.
—¿Preferís que vayamos adentro?
—No, prefiero que me calientes vos con tu cuerpo.
—Señora López-Pierce, está usted muy pedigüeña.
—Es que mi esposa ha hecho de mí una mujer insaciable.
—¿Muy insaciable?—preguntó Santana.
Brittany bebió un sorbo de su margarita, dejó la copa sobre la mesa baja y se sentó a horcajadas sobre sus piernas.
—Muy insaciable—corroboró Brittany mientras le lamía el lóbulo de la oreja—¿Creés que vas a poder saciarme al menos por un rato?
Santana la recorrió con la mirada, de su boca a sus pupilas, y de pronto el oscuro de sus ojos se tornó muy brillante. Se inclinó para dejar su copa y luego metió la mano bajo la camisa de Brittany.
—Creo que sé muy bien cómo saciarla, señora López-Pierce. Ahora le voy a formular una pregunta muy simple. ¿Está usted dispuesta a dejarme hacer lo que quiera? Porque para eso necesito su completa entrega.
—¡Señora Pierce-López! Usted sabe que no hay nada que me agrade más que ponerme en sus manos para que usted haga y deshaga con mi cuerpo a su antojo.
Se dieron un beso.
—¡Qué bien sabe ese margarita!—exclamó Santana.
—¿Todavía tenés ganas de beber margarita?—insistió Brittany y Santana frunció el cejo sin entender la pregunta.
Entonces, Brittany, sin decir ni pío, se dio la vuelta y cogió la copa de la mesa baja para beberse un sorbo, se arrodilló sobre Santana y buscó su boca para depositar la bebida que guardaba entre sus labios. Santana tragó y saboreó su lengua, se deleitó con ella, mientras que con sus manos se apoderaba de los botones de su blusa.
El ambiente había cambiado con rapidez y las dos se mostraban urgentes.
Santana abandonó su boca y se apropió de sus senos, los lamió en toda su redondez, succionándolos y mordisqueándolos por encima del encaje. Luego levantó su vista para mirarla, Brittany tenía la cabeza echada hacia atrás y se movía sobre su sexo, la costura de sus pantalones le producía una brutal caricia en su clítoris y estaba tan cegada de placer, que no podía dejar de hacerlo.
Santana le bajó los tirantes del sujetador, sacó los senos por encima de la copa y se adueñó de ellos con su lengua, los rodeó una y otra vez. En ese instante, levantó la cabeza de nuevo y le ofreció una sonrisa irresistible. Acto seguido, se movió junto a ella para depositarla sobre el sofá.
Se arrodilló en el hueco que quedaba entre sus piernas, le desprendió el vaquero y enganchó también la tanga para quitárselas a la vez. Así quedó Brittany, desnuda y expuesta para ella.
Santana, insaciable, le acarició el monte de Venus con la palma abierta y palpó la sedosidad de su pelvis depilada. Le recorrió la hendidura con su dedo corazón mientras Brittany se retorcía de placer.
Santana tiró de la abertura de su camiseta y se la sacó por encima de su cabeza, desabrocho su sujetador y se lo saco, desabrochó sus vaqueros con extrema rapidez y también se deshizo de ellos.
—Mi amor, sos mía, sólo mía. Me fascina disfrutarte de todas las formas posibles—le dijo al oído y el cuerpo de Brittany reaccionó al instante.
Mientras se aferraba a su espalda, la notó tensa, le recorrió los omóplatos con sus dedos y la hizo estremecer.
Santana bajó una mano y tanteó la humedad de su vagina, le introdujo un dedo, dos, tres, hasta que se dio cuenta de que estaba muy expandida, los retiró y, en su lugar, unió sus sexos, la miró a los ojos y dejó escapar el aliento contenido en su boca, luego le susurró sobre sus labios.
—Me encanta, jamás tendré suficiente de tu cuerpo, jamás me saciaré de esta pasión que me provocás. Tu olor me calienta, parezco un animal en celo que no piensa, no razona, y que sólo vive para amarte.
Cuando terminó de hablarle, Brittany se movió de tal forma que su pelvis se estrelló contra la de Santana.
Brittany quería provocarla para que comenzara a moverse, pero Santana sólo se dedicaba a sentirla. Brittany le clavó las uñas en la espalda y le dijo apremiada sobre sus labios.
—Movete, San, por favor, ya... movete de una vez, follame, follame sin parar, hacelo ya, necesito que me folles.
Su voz se oyó tan apremiada que Santana no pudo más que ceder a su petición. Ella también lo necesitaba, lo deseaba del mismo modo, así que comenzó de inmediato a moverse brutalmente, la apretaba por las nalgas y se las apretaba con fuerza.
El olor a sexo y los gruñidos de ambas invadieron el ambiente.
Entregadas a su pasión incontenible, se movían desbocadas para encontrarse, para que sus sexos se friccionaran y les dieran el placer que anhelaban.
Tomándola por sorpresa, Brittany se apartó hacia atrás se dio la vuelta bajo su cuerpo y se arrodilló, entonces Santana la penetro con dos dedos, la apresó con el brazo por la cintura y se recostó ligeramente en ella.
Sus latidos eran tan fuertes que redoblaban en su espalda. Así trepado movía su pelvis para entrar y salir sin parar, a la vez que Brittany se contoneaba al mismo ritmo para encontrarla.
Cuando Brittany sintió el primer espasmo de su cuerpo, clavó sus dedos en el sofá e intentó contener sus gritos, pero estaba demasiado excitada, demasiado caliente. Un fuego abrasador le recorrió su interior, un subidón se apoderó de todos sus sentidos y tembló de placer.
El orgasmo de Santana no fue menos, porque al sentir que se hacían agua sus entrañas, también se licuó, mezclando sus humedades, le mordió un hombro, gimió y resopló, mientras conseguía su atenuante.
El deseo las envolvía y las desmembraba.
Brittany dejó caer su cuerpo y Santana se derrumbó agotado sobre ella, aflojó su brazo y salió de ella, mientras recobraban el aliento.
Se quedaron tumbadas durante un rato, la una junta a la otra.
Santana le acariciaba los brazos y le besaba tiernamente el hombro.
—Me estoy durmiendo, Sanny, el día ha sido demasiado largo.
—Hum...—musitó Santana de manera ininteligible.
—Vayamos a dormir.
Se levantaron a desgana y se trasladaron hasta la cama.
Frente a Santana, se encontró de pronto con la lente de una cámara que la apuntaba. Brittany estaba desnuda, de pie y con ambos pies a cada lado de su cuerpo, capturando su sueño en vídeo.
—Hola, ¿qué hacés?—le preguntó Santana adormilada con la voz pastosa.
—Buenos días, esposa mía, estoy grabando tu despertar, tu primer despertar siendo mi esposa.
Santana sonrió, le sacó la lengua y le hizo una carantoña mientras le lanzaba un beso.
—Hum, esto de tener una cámara de vídeo en la mano es sumamente poderoso y sugerente.
—¿Ah, sí?
—Sí, en estos momentos estoy viendo una boca muy tentadora, es una boca perfecta. Apuesto a que esos carnosos labios besan muy bien.
Santana volvió a sonreír y le guiñó un ojo.
—Hum, esa sonrisa enamora. Ahora estoy viendo unos perfectos hoyuelos que me dan ganas de lamer.
—Eso sonó muy apasionado—le dijo Santana mientras le empezaba a acariciar las piernas—¿Y qué más ves?
—Ahora estoy viendo, ¡uf!... unos pechos ¡que me vuelven loca! y donde me encantaría enterrar mis dientes.
—Guau, eso sonó muy... vehemente y hasta un tanto licencioso, señora López-Pierce.
—Esta lente es muy poderosa, creo que me está subiendo la temperatura, ¡madre mía! Acabo de descubrir unos abdominales rectos, que parecen una tableta de chocolate, y tengo el antojo de pasarles por encima mi dedo corazón, ¿o, tal vez, sea mejor mi lengua? Hum, creo que me apetecen ambas cosas.
—¡Uf!... Britt-Britt, me estoy poniendo muy caliente.
Brittany apartó las sábanas con el pie.
—¡Dios! Ansío pasar mi mano por esas crestas ilíacas, quiero perderme en esos huesos innominados, son los más exquisitos que he visto jamás.
Movió un poco la cara y la miró a los ojos, que se habían oscurecido increíblemente, los de Brittany también.
Volvió sus ojos a la lente.
—Creo que estoy rozando el pecado con el objetivo de la cámara, señora Pierce-López.
—Hum, esto se pone realmente interesante, ¿dijiste «pecado»? Creo que mi esposa es una chica muy mala. ¿Qué deseás? Contame más.
—Deseo... pasar mi lengua para recoger esa humedad que escapa de entre tus piernas.
—Definitivamente, está usted por arder en el infierno, señora López-Pierce, me ha provocado una excitación de otro planeta con sus palabras.
—Yo sólo digo lo que deseo, estimulada por lo que veo. Su vagina está muy húmeda, señora Pierce-López—Brittany hizo una pausa analizando sus emociones—Y mi vagina también está... empapada.
—¡Dios, Britt, vas a hacer que me corra sin tocarte siquiera! Dame eso—le quitó la cámara—, Ahora es mi turno.
Se arrodilló en la cama y la obligó a recostarse, aunque primero la besó con vehemencia. Después adoptó la posición que Brittany tenía segundos atrás, pero en vez de ponerse de pie se quedó con ambas rodillas rodeándola.
Brittany le tiró un beso y sacó la lengua relamiéndose los labios, se mostraba descarriada, entonces Santana apartó la cámara y la miró a los ojos mientras elevaba una ceja conmovida por su desenfado.
—Bueno, señora Pierce-López, estoy esperando que me describa lo que ve.
Santana sonrió y volvió a colocar el ojo frente a la lente.
—Estoy viendo, naturalmente, el rostro de la mujer que amo, que tiene una boca muy linda y una sonrisa que me quita el aliento.
—Le aseguro que esta boca es capaz de hacer muchas cosas que le encantarán.
—Hum, no lo dudo, sé muy bien lo que esa boca puede llegar a hacer.
—No se distraiga, por favor, prosiga y cuénteme. ¿Ahora qué ve?
—Muy bien. Puedo divisar el nacimiento de unos pechos que, si no los hubiera acariciado ya, no podría decir a ciencia cierta si son naturales u operados.
Santana estiró su mano y apresó uno de sus senos.
—¿Qué hace, señora Pierce-López? Eso es trampa, el juego no era ése, sólo tenía que ver con el lente de la cámara.
—¡Al diablo con la cámara, Britt! Sólo quiero perderme en tu cuerpo, me calentaste demasiado y no doy más, te aseguro que la humedad que tengo es demasiada.
Dejó la cámara sobre la mesilla de noche, pero olvidó apagarla. Después se movió para apresar su boca. Enterró su lengua ardiente en Brittany y la rodeó una y otra vez de forma desmedida, se la tragó con el beso y apresó sus manos. Se las llevó hacia arriba estirando sus brazos y, como una hiedra, buscó entrelazar sus dedos con los de Brittany, mientras restregaba su sexo caliente y húmedo contra su pelvis.
—Así te quiero, San. Me encanta saber que te excito de esta manera—le dijo Brittany apartándose para tomar aire.
Hicieron el amor apasionadamente.
Eran una fuente inagotable de deseo.
Entre jadeos, gruñidos, lametazos y embestidas llegaron al punto álgido. Mientras vertían sus fluidos, Brittany crispaba su cuerpo, lo arqueaba y se arrebujaba entre las sábanas, y Santana la miraba embobada con los dientes apretados y resoplando.
Habían conseguido juntas un orgasmo espectacular y, aunque estaban agotadas, se quedaron mirando por unos instantes.
Santana sostuvo su cuerpo con la ayuda de sus brazos tambaleantes y le dijo:
—Sos increíble, Britt-Britt.
Santana le besó la punta de la nariz y Brittany levantó sus manos. Le retiró el pelo de la frente con un gesto tierno, le recorrió la cara con el dedo índice y se lo posó en los labios. Santana se lo mordió y le regaló una esplendorosa sonrisa.
—Sos mi dama con armadura de acero, San, eso mismo pensé cuando te conocí. Ahora puedo afirmarlo.
Santana aún permanecía entre las piernas de Brittany, y ella estaba con las piernas enroscadas en su cintura.
Estaban listas para partir.
Artie acababa de avisar a Santana que las esperaba abajo para llevarlas al aeropuerto. Bajaron en el ascensor, muy risueñas y felices.
—Nos espera un mes muy intenso para amarnos mucho.
—Estoy deseando llegar de una vez a esas playas soñadas. Hoyuelitos, gracias por mimarme tanto.
Ya en la planta baja, se detuvieron en conserjería para firmar la cuenta. Santana se aproximó al mostrador y Brittany siguió caminando para esperarlo junto a la salida.
Cuando Santana terminó de pagar, se dio la vuelta para ir en busca de su esposa y, en ese mismo instante, la vio hablando con una mujer a la que reconoció de inmediato, le estaba entregando un sobre.
Caminó hacia ellas con premura y, después de dar unas pocas zancadas, llegó con el rostro desfigurado y la respiración entrecortada.
Estaba presa de una mezcla de sofocación e ira.
—¿Qué mierda quieres de mi mujer, Rose?
—Simplemente, he venido a desearles muchas felicidades, querida yerna, y a entregarles mi regalo de bodas.
Santana la cogió del brazo y la fulminó con la mirada, pero aquella elegante mujer no se amedrentó: sus ojos destilaban el mismo veneno que los de Santana.
—Ahí le he dejado mi obsequio a tu nuevo caprichito, espero que lo disfruten tanto como lo haré yo. Querida, ojalá que Santana no se canse muy pronto de ti, ya que suele ser muy inestable con sus sentimientos.
—¡Lárgate de una vez o te juro que te saco a empujones de aquí!
La mujer se soltó toscamente de Santana y se dispuso a salir del hotel, pero antes de hacerlo se dio la vuelta y volvió a hablarles:
—Happy honeymoon! Bye bye, dear!
Brittany ya había abierto el sobre que Rose le había entregado y encontró en él una citación formal del Tribunal de Justicia de Nueva York, donde se especificaba el inicio de una demanda a Santana reclamándole los óvulos y embriones fecundados. Grapada a la citación había una elocuente fotografía de Santana y Dani besándose de forma muy escandalosa, se notaba que la foto la había hecho Santana con el móvil extendiendo la mano.
Brittany se puso pálida, ya que ver esa imagen era realmente desagradable. Las cuchilladas que le produjo la hicieron sentir como si nadara en el hielo y, aunque le dolió en el alma, intentó serenarse y encontrar cierta mesura.
Santana se la arrebató de las manos y maldijo una y otra vez, mientras insultaba en voz alta a su exsuegra. Cerró los ojos con fuerza y sólo atinó a disculparse:
—Lo siento, Britt-Britt.
—Tranquila—le contestó Brittany con la voz temblorosa—Verlo es muy diferente a imaginarlo, pero ya sé que es tu pasado y no se puede borrar.
Santana hizo ademán de romper la fotografía, pero Brittany se lo impidió.
—¡No! ¿Qué hacés? Entrégasela a Finn, se la daremos a Artie para que se la haga llegar—miró hacia arriba y le señaló una cámara que había en la entrada del hotel—Ahí está la prueba de su acoso. Tranquila, mi amor, estamos juntos en esto.
—Sos increíble, Britt-Britt.
Santana estaba verdaderamente amedrentada.
—Te amo, mi amor. Definitivamente, hoy las cámaras seguirán siendo nuestras cómplices.
Sonrieron recordando lo vivido en la habitación.
—Vamos, Hoyuelitos, o perderemos nuestro avión. No dejemos que nada empañe nuestra felicidad.
—Estoy asustada, no deseo tener hijos que no sean tuyos.
—Es nuestra luna de miel, San—le cogió el rostro con las manos y lo acunó y besó—Borrá toda esa basura de tus pensamientos, Finn se encargará de eso. Ahora no pensemos en nada más que en nosotras, no permitamos que esa mujer consiga lo que vino a buscar.
Santana se pasó la mano por la frente, asintió con la cabeza y se fundieron en un abrazo gigantesco y sanador. Se colocaron sus Ray-Ban y salieron del hotel.
Artie las estaba esperando para llevarlos al JFK.
—Buenas tardes, señora San, señora Britt.
—Buenas tardes, Artie—contestaron ambas a la vez.
Brittany entró en la camioneta y se acomodó en ella. Su ánimo, por más que intentara levantarlo, estaba amilanado, no podía borrar de su mente la imagen de Santana besando apasionadamente a Dani.
Santana, antes de subir, intercambió algunas palabras con su empleado y le entregó el sobre.
—Necesito que hoy mismo le facilites esto a mi hermano y le refieras lo sucedido. Y, por favor, coméntale lo de las cámaras de seguridad del hotel, donde seguro que quedó grabado lo que acaba de acontecer.
—Puede estar tranquila, señora, que así lo haré. Lamento el mal rato que seguramente han pasado. He visto salir a la señora Rose, pero no la he visto entrar, si no, lo hubiera puesto sobre aviso.
—No te preocupes, Artie. Ahora llévanos a tomar nuestro vuelo.
Santana subió a la camioneta y abrazó a Brittany con fuerza, en seguida, notó su cambio de humor, por más que Brittany intentara disimularlo.
—¿Estás bien, mi amor?
—Sí, no te preocupes, tratemos de olvidarnos de lo ocurrido.
—Yo también quiero eso, pero te noto triste y no deseo que estés así. Te amo, Britt-Britt, te amo mucho.
—Lo sé, Hoyuelitos, no te aflijas, ya pasó todo.
—Siento que hayas visto esa fotografía, pero...
—Chis, mi amor. No tenés nada que explicarme, besame y haceme sentir que tus besos son únicos y que son solamente míos, con eso me bastará, porque cuando me besás me olvido del mundo.
A Santana no le costó mucho trabajo acceder a su petición y muy pronto recobraron el buen humor, ya que juntas sentían que todo era posible, siempre.
Llegaron al JFK y Artie se ocupó del equipaje. En la pista, ya las estaba esperando un jet privado para llevarlas en su vuelo al paraíso.
—¡Sorpresa, mi amor! Te presento la nueva adquisición de Mindland Inc.
—Oh, my God! ¡San, finalmente te has dado el gusto!
Santana sonrió con autosuficiencia, mientras Brittany exclamaba, se tapaba la boca y se aferraba a su cuello.
—Finn y yo acabamos convenciendo a papá, ¿te gusta?
—¡Es genial!—aseguró Brittany ante el pasmo que le producía el Gulfstream G650 que había en la pista—¡Ay, Dios! Qué bien queda el nombre de la empresa en él, ¡me encantaaaa!—gritó Brittany emocionada.
Sabía que Santana ansiaba hacía tiempo que la empresa poseyera un jet privado, porque se lo había comentado en varias ocasiones.
Alfonso y ella, por su parte, siempre se habían mostrado un poco reticentes a una inversión de esa índole, su suegro mucho más que ella, aunque también era cierto que la empresa podía permitirse ese pequeño lujo.
—Espera a verlo por dentro, te fascinará.
—¿Cómo es que no me enteré antes de esto?
—Era una sorpresa que me ayudaron a mantener en secreto para vos.
—¡Tramposa, no cambiás más!
Se besaron.
En cuanto se acercaron a los pies de la aeronave, la tripulación les dio la bienvenida. Ascendieron por la escalerilla e inmediatamente se encontraron con la cocina, ubicada en la parte frontal del jet.
Después, estaba el sector de descanso de la tripulación y, separado por una división y una puerta de exquisitos acabados en madera lacada oscura, se hallaban los asientos, una mesa, un sofá cama y, al final, el baño.
Brittany miraba todo embelesada y Santana se mostraba muy divertida, escudriñando el interior junto a ella.
La nave estaba equipada con la última tecnología y muchas comodidades, incluso podía realizar viajes transatlánticos.
Después de ese primer contacto, se colocaron y despegaron.
Hicieron el itinerario en la mitad de tiempo que si hubieran viajado en un vuelo comercial. Llegaron al aeropuerto de Los Cabos, en San José del Cabo, ciudad ubicada en la Baja California Sur, de México.
Tras los trámites migratorios, subieron a un vehículo que los esperaba fuera del aeropuerto para llevarlas al complejo turístico donde Santana había hecho la reserva.
Rodaron por la carretera federal no más de veinte minutos y, después, se desviaron hacia la transpeninsular. Estaba cayendo la tarde cuando llegaron al resort Las Ventanas al Paraíso.
En cuanto entraron, percibieron que ahí hallarían paz, relax y disfrute, ya que el lugar conjugaba a la perfección la belleza natural del espacio con la propia de la región.
Ahí las estaban esperando, todo parecía muy bien organizado. De muy buen ánimo y con acentuada cordialidad, el personal del hotel las guio a la residencia que tenían reservada con vistas al océano. Ingresaron en la amplia sala de estar y comedor, donde el lujo y la calidez las avasallaron.
La persona que las había acompañado se retiró muy discretamente, tras dejar las maletas donde le habían indicado.
Todo estaba preparado de manera exquisita: Santana había especificado que iban de luna de miel cuando efectuó la reserva, así que habían dispuesto la habitación para agasajarlas de forma especial.
La cama tenía esparcidos pétalos de rosa sobre las sábanas de algodón egipcio, mientras que, a petición de Santana, una botella de La Grande Dame los esperaba en la mesa, junto a la cama. El ambiente estaba iluminado por candelabros y lámparas bajas, las cortinas, que los separaban de la terraza, estaban abiertas y eso les permitía contemplar una majestuosa panorámica del mar de Cortés.
—Mi amor, esto realmente es una ventana al paraíso. ¡Me trajiste a nuestro paraíso particular!
Brittany se había arrodillado encima de los sillones y miraba por la barandilla.
—¿Te gusta?
—¿Que si me gusta? Creo que estoy en un sueño, no me despiertes nunca, por favor—Brittany se volvió, la abrazó y la besó—Gracias, mi vida, siempre pensás en maravillarme.
—Te dije que veníamos al paraíso, deberías haberme creído.
—Para mí el paraíso es estar a tu lado.
—Ídem—le rozó la punta de la nariz con la suya y le dijo—Vení, recorramos el resto de la residencia.
Entraron al baño, que estaba decorado de la misma forma que la habitación, con velas y pétalos de flores en el jacuzzi.
Luego exploraron la cocina y después bajaron por una escalera trasera hasta una terraza más baja con piscina propia. Ahí, había una cama emplazada sobre un plinto donde, si lo deseaban, podían dormir bajo las estrellas.
—¿Nos quedaremos el mes entero acá?—le dijo aferrándose a su cintura, mientras Santana permanecía quieta.
—Hum—exclamó Santana entrecerrando los ojos y luego le contestó—No, mi vida, sólo estaremos una semana, luego iremos a Punta Mita. Pero no te adelantaré nada más, quiero volver a sorprenderte.
Los ojos de Brittany estaban chispeantes como los de una niña con un juguete nuevo.
—¿Y ahí nos quedaremos el resto del tiempo?
—¡Qué preguntona estás!—dijo Santana haciendo un gesto con la boca en señal de reprobación.
—No te quejes, me aguanté mucho más de la cuenta, ¡recién empiezo a preguntar ahora!
—Lo sé, sé que te esforzaste—le habló al oído—Luego iremos a Mérida y, por último, a Cancún.
—¡Ah, San! ¡Me encantan los lugares que elegiste!—gritó mientras se colgaba de su cuello.
—¡Qué bien, mi amor! Me dijiste que querías playas para nuestra luna de miel, así que espero que realmente te impacte el recorrido que escogí.
—¡Me encanta, todo me encanta!
Trepó hasta su cintura de un salto y la rodeó con las piernas mientras se apoderaba de sus labios.
—¡Tengo la esposa más complaciente del mundo!
Santana la sostenía de las nalgas y se carcajeaban.
Como tenían mayordomo propio, decidieron cenar en la habitación y pidieron una degustación gourmet.
Después de la cena, el personal, muy atento y discreto, supo retirarse en el momento justo y de manera muy amable. Antes de irse, el empleado les indicó que no dudaran en llamarlo si necesitaban cualquier cosa.
—Gracias, Carlos, es usted muy atento—le dijo Santana.
—Buenas noches, señoras López-Pierce, sepan que es un placer para mí estar a su entero servicio. Espero que disfruten de su primera noche en nuestro resort.
—La cena era exquisita, Carlos, y la atención es inmejorable—lo halagó Brittany, satisfecha y agradecida.
Se quedaron solas en la terraza interior bebiendo unos margaritas que Carlos les había preparado.
—¿Tenés frío?
—Un poquito, no sé si es por el cansancio de todo el trajín de estos días previos o si es que el viento del mar se hace sentir.
—¿Preferís que vayamos adentro?
—No, prefiero que me calientes vos con tu cuerpo.
—Señora López-Pierce, está usted muy pedigüeña.
—Es que mi esposa ha hecho de mí una mujer insaciable.
—¿Muy insaciable?—preguntó Santana.
Brittany bebió un sorbo de su margarita, dejó la copa sobre la mesa baja y se sentó a horcajadas sobre sus piernas.
—Muy insaciable—corroboró Brittany mientras le lamía el lóbulo de la oreja—¿Creés que vas a poder saciarme al menos por un rato?
Santana la recorrió con la mirada, de su boca a sus pupilas, y de pronto el oscuro de sus ojos se tornó muy brillante. Se inclinó para dejar su copa y luego metió la mano bajo la camisa de Brittany.
—Creo que sé muy bien cómo saciarla, señora López-Pierce. Ahora le voy a formular una pregunta muy simple. ¿Está usted dispuesta a dejarme hacer lo que quiera? Porque para eso necesito su completa entrega.
—¡Señora Pierce-López! Usted sabe que no hay nada que me agrade más que ponerme en sus manos para que usted haga y deshaga con mi cuerpo a su antojo.
Se dieron un beso.
—¡Qué bien sabe ese margarita!—exclamó Santana.
—¿Todavía tenés ganas de beber margarita?—insistió Brittany y Santana frunció el cejo sin entender la pregunta.
Entonces, Brittany, sin decir ni pío, se dio la vuelta y cogió la copa de la mesa baja para beberse un sorbo, se arrodilló sobre Santana y buscó su boca para depositar la bebida que guardaba entre sus labios. Santana tragó y saboreó su lengua, se deleitó con ella, mientras que con sus manos se apoderaba de los botones de su blusa.
El ambiente había cambiado con rapidez y las dos se mostraban urgentes.
Santana abandonó su boca y se apropió de sus senos, los lamió en toda su redondez, succionándolos y mordisqueándolos por encima del encaje. Luego levantó su vista para mirarla, Brittany tenía la cabeza echada hacia atrás y se movía sobre su sexo, la costura de sus pantalones le producía una brutal caricia en su clítoris y estaba tan cegada de placer, que no podía dejar de hacerlo.
Santana le bajó los tirantes del sujetador, sacó los senos por encima de la copa y se adueñó de ellos con su lengua, los rodeó una y otra vez. En ese instante, levantó la cabeza de nuevo y le ofreció una sonrisa irresistible. Acto seguido, se movió junto a ella para depositarla sobre el sofá.
Se arrodilló en el hueco que quedaba entre sus piernas, le desprendió el vaquero y enganchó también la tanga para quitárselas a la vez. Así quedó Brittany, desnuda y expuesta para ella.
Santana, insaciable, le acarició el monte de Venus con la palma abierta y palpó la sedosidad de su pelvis depilada. Le recorrió la hendidura con su dedo corazón mientras Brittany se retorcía de placer.
Santana tiró de la abertura de su camiseta y se la sacó por encima de su cabeza, desabrocho su sujetador y se lo saco, desabrochó sus vaqueros con extrema rapidez y también se deshizo de ellos.
—Mi amor, sos mía, sólo mía. Me fascina disfrutarte de todas las formas posibles—le dijo al oído y el cuerpo de Brittany reaccionó al instante.
Mientras se aferraba a su espalda, la notó tensa, le recorrió los omóplatos con sus dedos y la hizo estremecer.
Santana bajó una mano y tanteó la humedad de su vagina, le introdujo un dedo, dos, tres, hasta que se dio cuenta de que estaba muy expandida, los retiró y, en su lugar, unió sus sexos, la miró a los ojos y dejó escapar el aliento contenido en su boca, luego le susurró sobre sus labios.
—Me encanta, jamás tendré suficiente de tu cuerpo, jamás me saciaré de esta pasión que me provocás. Tu olor me calienta, parezco un animal en celo que no piensa, no razona, y que sólo vive para amarte.
Cuando terminó de hablarle, Brittany se movió de tal forma que su pelvis se estrelló contra la de Santana.
Brittany quería provocarla para que comenzara a moverse, pero Santana sólo se dedicaba a sentirla. Brittany le clavó las uñas en la espalda y le dijo apremiada sobre sus labios.
—Movete, San, por favor, ya... movete de una vez, follame, follame sin parar, hacelo ya, necesito que me folles.
Su voz se oyó tan apremiada que Santana no pudo más que ceder a su petición. Ella también lo necesitaba, lo deseaba del mismo modo, así que comenzó de inmediato a moverse brutalmente, la apretaba por las nalgas y se las apretaba con fuerza.
El olor a sexo y los gruñidos de ambas invadieron el ambiente.
Entregadas a su pasión incontenible, se movían desbocadas para encontrarse, para que sus sexos se friccionaran y les dieran el placer que anhelaban.
Tomándola por sorpresa, Brittany se apartó hacia atrás se dio la vuelta bajo su cuerpo y se arrodilló, entonces Santana la penetro con dos dedos, la apresó con el brazo por la cintura y se recostó ligeramente en ella.
Sus latidos eran tan fuertes que redoblaban en su espalda. Así trepado movía su pelvis para entrar y salir sin parar, a la vez que Brittany se contoneaba al mismo ritmo para encontrarla.
Cuando Brittany sintió el primer espasmo de su cuerpo, clavó sus dedos en el sofá e intentó contener sus gritos, pero estaba demasiado excitada, demasiado caliente. Un fuego abrasador le recorrió su interior, un subidón se apoderó de todos sus sentidos y tembló de placer.
El orgasmo de Santana no fue menos, porque al sentir que se hacían agua sus entrañas, también se licuó, mezclando sus humedades, le mordió un hombro, gimió y resopló, mientras conseguía su atenuante.
El deseo las envolvía y las desmembraba.
Brittany dejó caer su cuerpo y Santana se derrumbó agotado sobre ella, aflojó su brazo y salió de ella, mientras recobraban el aliento.
Se quedaron tumbadas durante un rato, la una junta a la otra.
Santana le acariciaba los brazos y le besaba tiernamente el hombro.
—Me estoy durmiendo, Sanny, el día ha sido demasiado largo.
—Hum...—musitó Santana de manera ininteligible.
—Vayamos a dormir.
Se levantaron a desgana y se trasladaron hasta la cama.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Wow!!! Que tal luna de miel y Britt si que es insaciable... Pobre Santana me la dejara muy agotada jajaja saludos señorita del EFECTO... Jajajaja ;)
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
jajajajajajajajaja "Brittany la caliente" esperemos que finn solucione lo de los benditos ovulos!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Lucy LP escribió:Wow!!! Que tal luna de miel y Britt si que es insaciable... Pobre Santana me la dejara muy agotada jajaja saludos señorita del EFECTO... Jajajaja ;)
Hola, jajajaajaj la mejor, no¿? ajajajajajajaj. Nah, el amor todo lo puede jajajjaajaj. Saludos =D
micky morales escribió:jajajajajajajajaja "Brittany la caliente" esperemos que finn solucione lo de los benditos ovulos!!!!
Hola, jajajajaajajajajaj esk como no teniendo a san jaajajajajaja. Esperemos y todo salga bn. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
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