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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 5

Mensaje por 23l1 Dom Ago 09, 2015 8:49 pm

Capitulo 5

Sus ojos se quedaron fijos en el mensaje durante largo rato.

Lo leyó y releyó mil veces tratando de decidirse, su cuerpo quería salir corriendo hacia ahí, pero su cerebro se resistía. No podía entender que Santana la pusiera tan nerviosa.

Al final, apagó su ordenador y no le contestó.

A la hora de irse, recogió sus bártulos y salió de la oficina. Buscó su coche en el aparcamiento y se sentó adentro, se abrochó el cinturón de seguridad, sacó las gafas de sol que estaban en la guantera casi como una rutina y luego apoyó la cabeza en el volante, sin saber qué hacer ni adónde ir.


«¿Por qué Santana me dijo eso en el restaurante? ¿Qué quiere, para qué quiere que vaya?»


No encontraba respuestas a su inquietud; puso el coche en marcha, escuchó a su corazón y salió de ahí en dirección al centro: la maldita Santana le gustaba demasiado como para no presentarse a la cita.

Se repetía que lo mejor era hacer frente a la situación, aunque saliera dolida del encuentro.


«Pero ¿a quién querés engañar, Brittany? ¿Vas preparada para lo que sea? Reconocé que vas allá con la esperanza de que te diga que le gustaría que se conocieran más.»


Y aunque lo deseaba con todas sus fuerzas estaba casi segura de que lo que Santana pretendía era dejarle claro que la relación a partir de aquel momento sería la de jefa a empleada y, mientras lo pensaba, se convenció de que la opción de ir era la más acertada.

Era necesario poner las cartas sobre la mesa.


«Pero entonces, ¿por qué me dijo en el restaurante que se había arrepentido de no pedirme el teléfono? Nadie que quiera poner distancia dice algo así. ¡Ah, basta de imaginar! ¡Quiero llegar y escuchar lo que tenga que decirme de su propia boca!»


Aparcó frente al Faena y esperaba al aparcacoches cuando Artie la sorprendió; se acercó a la ventanilla y le dijo:

—Señorita, yo me encargo de su auto. La señorita Santana la espera.

—Gracias, Artie, es usted muy amable.

Tomó su maletín y el bolso, se quitó las gafas de sol, los guardó en la guantera y bajó.

—No es necesario que se anuncie, señorita—le indicó él mientras le sostenía la puerta del coche.

—Perfecto.

Caminó por el gran vestíbulo del Faena directa al ascensor, oprimió el botón de llamada y respiró hondo; le faltaba el aire y estaba muy nerviosa. Por un momento, consideró volver atrás, pero en ese instante se abrió la puerta invitándola a entrar.

Con las piernas trémulas y el corazón exaltado se metió, presionó el piso de la Tower Suite y las puertas se cerraron. Se miró de reojo en el espejo y se alisó la ropa.


«¡Dios mío! ¡Qué alterada estoy!», pensó, y sacó del bolso el perfume para rociárselo.


Se pasó el dedo por el contorno de los ojos corrigiendo el delineado e intentó tranquilizarse.


«Sí, estás bien. Relajate, Brittany, respirá hondo, podés hacerlo. Después de todo lo que hiciste con ella, no podés sentirte insegura.»


El ascensor llegó al séptimo piso, emitió un pitido y, después de una leve sacudida, se abrieron las puertas. Brittany caminó por el pasillo hasta la habitación y dejó su maletín apoyado en el suelo para poder llamar a la puerta, pero cuando estaba a punto de hacerlo ésta se abrió.

—Hola, pasá—la invitó Santana.

Brittany volvió a agacharse para coger el maletín, pero Santan se adelantó y lo hizo por ella.

—Gracias—le dijo Brittany y entró vacilante.

—Creí que no vendrías, porque no contestaste el correo.

Cerró la puerta, caminó hasta uno de los sillones y dejó su carga en él.

—Como, al final, me decidí a venir, pensé que no era necesaria una respuesta. Lo siento.

—¿«Te decidiste a venir»? ¿Acaso pensabas no hacerlo?—la interrogó Santana.

Brittany estaba de pie junto a la cabecera de la mesa, con su bolso colgando del hombro y los labios resecos. Antes de que pudiera humedecérselos para contestarle, Santana recorrió los pasos que las separaban, la agarró por la cintura y le estampó un ardiente beso.

Tomó su boca por asalto, metió su lengua por todos los resquicios mientras la apretaba contra su cuerpo. Finalmente, le mordió el labio y se apartó para volver a dejarla en el suelo. Entonces, cogió el bolso y lo dejó caer con la intención de repetir lo que había ocurrido el viernes anterior, pero Brittany no estaba dispuesta a ponérselo tan fácil.

—¡No, San, no! Vine porque me dijiste que íbamos a hablar—se escabulló de sus brazos—Necesito que aclaremos de una vez todo esto.

No había sonado muy convincente.

Santana se echó el pelo hacia atrás, y volvió a agarrarla por la cintura; estaba con la falda del traje que llevaba puesta por la mañana. Puso cara malhumorada, le clavó los ojos, resopló y le contestó:

—Bien. Si querés hablar, hablemos.

Había apoyado su mano en la silla y repiqueteaba sus dedos en Brittany con cierto nerviosismo. Brittany la miró en silencio y Santana apretó la mandíbula.

—Por Dios, Britt, si no querés hablar, ¿por qué hacés esto tan difícil?

—Sí quiero hablar—le contestó poniendo los brazos en jarras.

Santana se acercó un paso, pero Brittany ni siquiera pestañeó. Volvió a moverse con rapidez, la cogió por la coleta y, acercándose a sus labios, le susurró:

—Britt, lo que quiero es follarte, no quiero hablar. Me calentaste durante todo el día moviendo el culo al caminar.

Volvió a besarla, pero Brittany intentó impedirle la entrada a su boca. Santana le estaba tirando del pelo con firmeza y forcejearon, aunque ese rifirrafe, en vez de enfadarla, la excitó.

Aun así, se resistió e intentó apartarla con la mano, pero Santana le retorció el brazo detrás de la espalda, estaba claro que aunque era vas bajita que Brittany, tenía mucha fuerza y había tomado la clara determinación de meterle la lengua en la boca.

Al final, Brittany se sintió tan excitada que le dio paso y Santana la besó con la boca tan abierta que le succionaba los labios, se los sorbía por completo.


«¡Qué beso más ardiente!», pensó Brittany.


Se dejó llevar por el placer que le proporcionaba, entregada a esa mujer que le robaba la voluntad. Santana le soltó el pelo y la muñeca y se aferró a sus nalgas.

Parecían dos niñas calientes e inexpertos por la urgencia que sentían.

Le levantó la falda para masajearle los glúteos y apretárselos, y después apoyó su pelvis contra la de Brittany. Corrió sus bragas y metió un dedo en su vagina, se apartó de su boca sin dejar de invadirla con el dedo y le preguntó:

—¿Por qué te vestiste así de sexy esta mañana? Eh, ¿por qué?

Brittany no le contestaba y, entonces, Santana hundió el dedo en su sexo con más fuerza.

—Contestame, Britt, ¿por qué?—la interrogaba con desesperación.

—Porque quería verme elegante y presentable—respondió Brittany sin aliento.

—No, Britt, te sentís poderosa vestida así. ¿Para quién te vestiste así? ¿A quién querías calentar?

Santana le preguntaba mientras lamía su boca y movía su dedo con destreza dentro de la vagina.

—Aún no te escucho, Britt, contestame. ¿Para quién te arreglaste así? Quiero una respuesta. La necesito.

—Para mí jefa... porque venía mi jefa y quería impresionarla—susurró Brittany con la voz entrecortada.

—Pero no sabías que yo era tu jefea—le dijo con una sonrisa irónica—O sea que debo entender que no te vestiste así para mí—frunció el ceño mientras seguía hurgando en su interior.

—No... no lo sabía, S-a-n...

La voz de Brittany apenas era audible; estaba tan excitada que contestaba entre jadeos y Santana preguntaba y movía los dedos dentro de su sexo como una fiera sin control. La tenía agarrada de la nuca y le daba tirones en el pelo.

—¿Entonces? Contestame, Britt, ¿por qué lo hiciste? Me estás volviendo loca.

—No sé... no sé...

—Yo sí lo sé, Britt. Querías que tu jefa estuviera así, como yo estuve todo el día.

Le soltó la nuca y tomó su mano para que agarrara su sexo, le hablaba sobre los labios, parecía haber perdido toda su compostura.

—Tocame, ¿ves, Britt? ¿Ves cómo estuve todo el día?

—Sí, sí.

Se retorcía entre sus brazos, estaba tan mojada que sus fluidos le chorreaban por las piernas. Santana la giró e hizo que se apoyara con el pecho sobre la mesa.

—¡Mierda! No puedo esperar.

Estaban demasiado encendidas como para parar.

Bajo sus dedos y los apoyó en la entrada de su vagina y la penetró. Soltó un gemido abrupto y empezó a embestirla.

—Me desencajás, Britt. Estuve todo el día deseándote, todo el día, bonita. Me imaginaba sacándote esa blusa y levantándote la falda. Cuando entraste en la sala de juntas, después del estupor, empecé a fantasear con que te tenía sobre la mesa, desnuda para mí. Así quería tenerte, sólo para mí.

Santana se movía de forma despiadada; sus dedos le llegaban muy hondo y era tan largos que la llenaba por completo. Descontrolada, tomaba su cuerpo como quería y Brittany no podía resistirse.

Sentía sus dedos moviéndose dentro de la vagina, rozándole intempestivamente la piel y el contacto con su carne era maravilloso.

Santana siguió con sus embestidas durante un rato largo, paraba y volvía a empezar, cambiaba el ritmo y otra vez con fuerza.

—San, no aguanto más, voy a explotar.

—Sí, Britt-Britt, dame tu orgasmo—le dijo sin parar de mover sus dedos.

Brittany, alucinada por como la había llamado y por el momento que estaba viviendo, se perdió gritando el nombre de la morena.

Al escucharla, Santana se olvidó de todo su dominio saco sus dedos de Brittany y la volteo. Se movió con rapidez subiéndose la falda y bajándose las bragas, uniendo su sexo con el de Brittany arremetiendo unas veces más y, con un ronco gemido, mezclo sus fluidos.

Saciada, dejó caer su torso sobre Brittany y le acarició las piernas temblorosas mientras le besaba el cuello. Después se subió las bragas y se arregló la falda. Levantó a Brittany entre sus brazos y la dejó recostada en el sofá, donde inmediatamente se desplomó ella también.  La besó con ternura en el nacimiento de sus senos y se cobijó entre ellos.

Mientras intentaban recuperar la compostura, Brittany le acariciaba el pelo y, de repente, sintió unas tremendas ganas de llorar. Su cabeza era una maraña de sensaciones, se sentía indefensa, acongojada y sin poder controlar sus sentimientos. Hacía sólo setenta y dos horas que conocía a Santana, pero estaba convencida de que no iba a poder quitársela de la cabeza y eso la angustiaba porque Santana sólo la tomaba para saciar su deseo y ella, simplemente, se lo permitía.

Santana se levantó para ir al baño y, en ese instante, invadida por una enorme soledad y hecha un desastre, dejó correr algunas lágrimas, que intentó secar en seguida. Pensó en coger todas sus cosas y huir, pero al día siguiente volvería a encontrársela en el trabajo. Se bajó la falda y se quedó en el sofá, intentando recomponer sus emociones maltrechas. Muy a su pesar, una parte de ella deseaba con desmesura permanecer a su lado fuera como fuera.

Mientras, en el dormitorio, Santana se había quedado de pie, apoyada en una de las estanterías.


«¿Qué me ocurre con ella? Me resulta irresistible. Es absurdo que no pueda contenerme, ¿qué te está pasando, Tana?»


Intentó alejar sus pensamientos y regresó con Brittany, se había quitado la camisa, y llevaba puesta una camiseta blanca ajustada que remarcaba sus pechos, caminaba descalza y exudaba sensualidad.

Se acercó a Brittany despacio y le quitó los zapatos para ofrecerle un masaje en los pies, se había dado cuenta de que Brittany tenía las facciones tensas y, en efecto, Brittany recibió el gesto con un temblor.

Santana se dirigió a la cubitera que estaba sobre la mesa baja, sacó una botella de champán y se la enseñó con un gesto travieso.

—¿Bebemos?

—Por favor—le suplicó Brittany.

Mientras Santana descorchaba la botella, Brittany aprovechó para ir al baño. Al alejarse, intentó zarandearse con movimientos sensuales y Santana, hambrienta y receptiva, le guiñó un ojo y no dejó de mirarla hasta que desapareció por el hueco de la escalera.

En el baño, decidió quitarse la braga porque se encontraba incómoda con llevarla puesta; estaba empapada. Rehizo su coleta, se retocó un poco y bajó.

Santana la esperaba sentada en el sofá, con una postura muy sugerente. Se acomodó junto a ella, cogió la copa de champán entre sus dedos y subió los pies.

Santana la invitó a acurrucarse a su lado y, con gesto protector, la cobijó bajo su abrazo, mientras le dibujaba pequeños circulitos en la mano, que Brittany disfrutó en silencio.
Brittany tenía la boca seca, así que dio un sorbo al champán para refrescársela, Santana la imitó y le besó el pelo mientras aspiraba su aroma. Hundió su nariz en el cabello de Brittany y se nutrió de ese olor que, sin darse cuenta, había extrañado tanto.

—Perdón por el arrebato de recién, Britt—se disculpó Santana.

Brittany le contestó con un sonoro beso en el pecho izquierdo y Santana tiró ligeramente de su coleta, le levantó el rostro y la besó en la frente.

—Britt... Britt-Britt...—murmuró Santana.

Esa mujer estaba socavando su coraza.

Se miraron a los ojos durante un segundo, Brittany bebió otro sorbo de champán y dejó la copa en la mesa. Tenía la necesidad de sostenerle el rostro con las manos, le acarició la frente, los pómulos y le delineó la barbilla.

Santana cerró sus ojos y se entregó una vez más a sus caricias. Brittany la mimaba como si fuera una deidad, pasó los dedos por su boca y Santana se los besó.


«Es tan hermosa...—pensó—Sé con seguridad que voy a salir herida si continúo con esto, pero aunque soy consciente de que esto no va a terminar bien, quiero continuar siendo suya y sentir que Santana es mía, sea como sea», pensó y después le pidió:


—Mirame, San, por favor... Mirame...—le rogó.

Aunque Santana intentaba hacerse la dura, Brittany la desarmaba. Abrió sus ojos para complacerla.

—Creo que no puedo continuar con esto. No estoy acostumbrada a una relación así, no suelo tener aventuras pasionales. No sé si voy a poder verte cada día y fingir que no ha pasado nada. Por otra parte, hemos tenido más sexo de lo que hemos hablado y me cuesta concebirlo. No sé explicar lo que siento, me resulta extraña la forma en que nos relacionamos, yo soy diferente. Quizá para vos sea normal un encuentro de este tipo, pero... para mí, no lo es. Kitty siempre me dice que analizo demasiado las cosas y es posible que tenga razón. Yo...—las palabras le fallaron.

—Pasé todo el fin de semana pensando en vos, Britt. Desde que se cerró la puerta del ascensor y te fuiste no pude dejar de hacerlo. Pero...


«Por favor, Santana, seguí con lo que me estabas diciendo, no empieces con los peros», rogó Brittany para sus adentros, aunque sabía que ese «pero» encerraba algo no tan bello.


—Mi vida es complicada, Britt, quizá tengas razón y debamos dejarlo todo acá.

Brittany cerró los ojos y se arrepintió al instante de lo que le había dicho. Tuvo la sensación de haberlo arruinado todo.

Volvió a abrir los ojos

—Britt-Britt—siguió diciendo Santana—, El problema es que no puedo dejarlo todo acá como debería. Estuve resistiéndome todo el fin de semana a mis pensamientos, pero hoy, cuando entraste en la oficina, comprendí que no puedo hacer como si no estuvieras. Britt, me seducís como hace tiempo que ninguna mujer lo hacía, sólo con oírte decir mi nombre, me desmontás, pero cuando te digo que mi vida es complicada, es porque lo es.  Soy una mujer complicada. Aun así, me encanta darte placer y que me lo des, quiero seguir sintiéndote temblar entre mis brazos, pero, por ahora, es lo único que puedo ofrecerte.

—San... Hoyuelitos... yo no quiero un compromiso. Hace sólo algunas horas que te conozco y también me siento muy atraída por vos. De hecho, jamás me había ido a la cama con alguien que acabara de conocer y con vos me permití ese lujo. No anhelo una relación con compromisos, pero me gustaría saber que podemos mantener una conversación coherente como la estamos teniendo ahora y que nuestro trato no sólo se reduce a sacarse las ganas.

Un profundo silencio se apoderó del salón.

—Tenemos un mes para conocernos, ¿no? Además, como vos misma dijiste, nos vamos a relacionar, sí o sí, en la empresa.


«¿Ha dicho verdaderamente lo que creo que ha dicho o escuché mal? No te rías, Brittany, no demuestres tus emociones. Sé cauta y fría, por favor. No seas tonta, no te dejes convencer con tanta facilidad. Mierda, pero si me la quiero comer a besos... ¿Y por qué no voy a hacerlo?»


Necesitaba tomar sus palabras con pinzas, pero cogió nuevamente su cara entre las manos e intentó darle un beso muy casto, moderado, con bajo contenido sexual.


«Dios, ¿cómo sigue esto?», pensó después.


Santana le sonrió con cara de ángel travieso y Brittany sucumbió otra vez a sus encantos.

—San, no te rías así.

—«Así», ¿cómo?—y frunció el cejo.

—Sabés cómo te estás riendo.

—Me río, sólo me río—se encogió de hombros.

—Santana López, tenés varias sonrisas. Conozco unas cuantas y ésa, en particular, me gusta mucho.

—Entonces, es preciso que la ponga más en práctica con vos—le susurró mientras le besaba el cuello—Hum, el de hoy es otro perfume, ¿verdad?

—Sí, es el que uso para ir a la oficina. Sos muy observadora y eso me gusta.

El móvil de Brittany sonó y ella se levantó para atenderlo.

—Hola, Rory, ¿cómo estás?

En ese momento, recordó que había olvidado su clase de tenis, miró a Santana y estaba seria, hasta parecía molesta al oír que un hombre la llamaba.


«Eso también me gusta», se dijo.


Santana se puso de pie, tomó su copa y caminó hasta la ventana. Quien le hablaba era su profesor, pero no iba a revelárselo; una pequeña dosis de celos a veces podía servir como un empujoncito apropiado.

—Lo siento, Rory—prosiguió—, ¿Cómo pude olvidar que habíamos quedado para hoy? Lo lamento de verdad.

Mientras hablaba, observaba con disimulo a Santana. Incluso intentó bajar el tono de voz para que se sintiera intrigada. Estaba disfrutando de la situación, sonreía como una boba para hacerle creer que la conversación la divertía, pero sus gestos nada tenían que ver con la charla que estaba teniendo con su profesor, que se limitaba a decirle los horarios que tenía libres la semana siguiente.


«Uy, ahora sí que está cabreada», se regocijó.


Santana se pasó la mano por el cabello, se tomó el champán de golpe y apoyó la copa en la mesa con brusquedad. No pensaba disimular su malestar y permaneció de pie tocándose la nariz y el mentón mientras la observaba.


«¡Ja! Creo que le picó, sí. Ahora estás enfurecida, ¿no? Dale, Hoyuelitos, hacete la dura ahora.»


—Te pido mil disculpas una vez más por el plantón, Rory. ¡Me siento tan apenada! Tuve un día de locos en la oficina.


«Hum, definitivamente, Hoyuelitos ya está subida a la moto, a punto de arrancar.»


Brittany se rió porque justo cuando pensó en su apodo, Santana entrecerró los ojos como calculando cuál sería su próximo movimiento.

—Bien, Rory, quedamos para el miércoles—se despidió—Te prometo que voy, no volveré a fallarte.

Guardó su móvil y se acercó hasta su copa, terminó de bebérsela y volvió a calzarse los zapatos para ir al encuentro de Santana.

Tras la comedia que había interpretado, se sentía animada, exultante y atrevida. La aferró por la cintura y, sin hacer ningún comentario sobre la llamada, le preguntó:

—¿Cómo es que hablás tan bien español?

Santana ahora tenía las manos a los lados, sin tocarla. Era evidente que estaba enfurruñada, sus músculos se hallaban en tensión.

—Mi mamá es argentina, lo aprendí de ella. El español es mi segundo idioma; en casa se habla todo el tiempo, por eso tengo tantos modismos incorporados.

—Ah, mirá vos, con razón tenías cara de latina, morena. ¿De qué parte de Argentina es tu mamá?

—De acá, de Buenos Aires. Ella vivía en San Isidro.

—Mi mamá también se crió en San Isidro, ¡qué casualidad!

Santana asintió, abrió bien los ojos y le ofreció una sonrisa forzada.

—¿Y tu papá? ¿Él es americano?

—Él es de Puerto Rico, pero se fue a vivir muy niño a Estados Unidos.

Estaba contrariada, contestaba lo justo y necesario y, además, de mala gana.

Brittany se divertía con la situación.


«Santana, vos pusiste las cartas sobre la mesa y me mostraste tu juego. Bien, ahora es mi turno. Esa llamada me llegó en bandeja. Si realmente estás sólo interesada en tener sexo conmigo, no entiendo tu reacción.»


Le hubiera encantado hablarle con esa franqueza, pero no podía hacerlo.

«De acuerdo, Hoyuelitos, vamos a jugar tu juego. No creas que soy tonta. Tomarás de mí lo que yo quiera y prometo no angustiarme más—decidió con firmeza. Santana le gustaba y quería seguir intimando con ella, pero había decidido vivirlo sin culpa—Sí, eso es, disfrutaré de esta mujer durante el tiempo que pueda.»


—¿Ya te vas?

—¿Querés que me vaya?—preguntó extrañada.

—Te lo pregunto porque te calzaste los zapatos—le contestó Santana.

—¡Ah, no! Me los puse para estar más alta aun, así te intimido.

Brittany seguía riéndose ya que se había anotado un tanto doble; sin proponérselo, hasta lo de los zapatos le había salido bien.


«No me subestimes, Santana. La vida me ha golpeado mucho; no te hacés a la idea de cuánto. Quizá haya aprendido algunos truquitos. Sólo debo encauzar mis pensamientos y mis emociones y ponerme la coraza de mujer antimacho alfa.»


La besó y le pasó la lengua por los labios, pero Santana no los abrió, permaneció inalterable.


«¡Ja! Parece que se enfadó en serio.»


Entonces, la tomó de la barbilla con fuerza y, en tono de advertencia, le habló muy cerca:

—No me gusta compartir, que te quede claro, Britt.

—No te preocupes, San, a mí tampoco. No tengo esos gustos, no me imagino en una escena swinger contigo ni con nadie—le contestó irónica.

Santana movió las manos y la abrazó de forma posesiva, se apoderó de sus labios con urgencia y verdadera vehemencia. Después la soltó, cogió su móvil y, como si fuera una orden, le dijo:

—Pasame tu teléfono, Britt.

Santana sonrió y se lo dictó.

—Agregale el 549 porque tu línea es extranjera.

—Tenés razón—asintió Santana enarcando una ceja.
En ese momento sonó el móvil de Brittany, pero antes de que pudiera ir a atenderlo Santana la interrumpió

—Soy yo, ahí te quedó grabado mi número.

—¡Uy, Hoyuelitos, qué seria estás! Gracias—se burló.

—No me tomes por estúpida, Brittany—contestó Santana y fue, claramente, un aviso, sin decir que volvió a llamar “Brittany.”

—He, Hoyuelitos, no te entiendo.

—No entiendo por qué me dices así.

—¿Quién te llamó?

—Ah, ¿por eso tanta seriedad? ¡Hubieras empezado por ahí! Era mi profesor de tenis, cambiamos una clase de la semana pasada para hoy y me había olvidado. Dejé al pobre de plantón esta tarde.


«¡Toma ya! ¡Chupate ésa! Acabás de quedar como una estúpida, Srita. López.»


—De todas maneras, tu pregunta es un poco desconcertante—prosiguió Brittany—Creo que vos y yo no tenemos derecho a exigirnos demasiadas cosas, ¿verdad? Al menos, eso es lo que entendí. Corregime si me equivoco, San, porque si mal no recuerdo, en nuestra conversación anterior quedó claro que teníamos sólo sexo, ¿no es así?

Su mirada la traspasaba, la asustaba, pero Brittany se plantó y apelando a su autocontrol, el mismo del que se valía en su profesión, permaneció fría y firme.

Era necesario que se decidiera.

Santana debía resolver si quería una relación que sólo involucrara el sexo o si, en verdad, pretendía tener ciertos privilegios sobre Brittany. Era obvio que si ése era el caso, esos derechos debían ser recíprocos.

—Te estás pasando de lista, pero debo reconocer que tenés razón, fue lo que dije.

—Perfecto—le sonrió triunfante—Veo que no he perdido mi poder de entendimiento, entonces, todo aclarado. ¿Me regalás una sonrisa? Quiero esa expresión otra vez, esa que tenías antes de la llamada.

Santana seguía mirándola con circunspecta seriedad mientras estudiaba la situación. Brittany tenía razón, Santana no actuaba con cordura.

Si no había nada más que una cama que las uniera, ¿por qué sentirse así de celosa por la llamada de otra persona?

Era indiscutible que no estaba siendo coherente con sus propias convicciones.

Estaba acostumbrada a tener el control de todo lo que la rodeaba y Brittany, simplemente, le había puesto su mundo patas arriba.

Para intentar retomar la magia del momento, Brittany le hizo un mohín para que se relajara, le pasó un dedo entre la cintura de la falda y las bragas, y le regaló una espléndida sonrisa.

Poco a poco, Santana empezó a ceder, esa caricia había sido más que suficiente para que volviera a reírse seductora, con esa mirada tan oscura que la desnudaba.

No podía resistirse a los encantos de Brittany.

La abrazó y la besó mientras acariciaba su espalda, subió y bajó las manos por su dorso; con suavidad, sus dedos expertos buscaron el nudo de la camisa cruzada y lo desataron. Luego, la deslizó por sus brazos, hasta que cayó vaporosa en el suelo.

Brittany estaba aferrada a sus brazos, la piel de Santana quemaba, era de fuego. La aprisionó contra su pecho y ella se apoderó de su cuello, le hundió los dedos en la nuca y le acarició el cabello, a sabiendas de que ese gesto la desencajaba; estaba claro que ésa era una de las zonas más erógenas de su cuerpo y no se equivocaba, ya que su respiración, de pronto, se tornó agitada y desacompasada.

Con resolución, Santana bajó la cremallera de su falda, la acompañó hasta el suelo y quedó deslumbrada al ver que Brittany estaba sin bragas. Frenética, se aferró a sus nalgas para continuar atacando su boca.

Brittany tomó el dobladillo de la camiseta con intención de despojarla de ella y se la quitó, luego le desabrocho el sujetador, necesitaba sentir su piel. Brittany le pasó las manos por los pecho y resiguió la línea imaginaria hasta sus abdominales, que parecían una tabla de lavar, su físico esculpido y, extasiada, disfrutó gustosa de su anatomía.

Le encantaba verla estremecerse con sus caricias; sus ojos se habían puesto de un oscuro intenso y sus pupilas se clavaban lujuriosas en el cuerpo de Brittany.

Brittany estaba desnuda de cintura para abajo, pero muy pronto Santana le quitó el delicado top y, alucinada, le acarició con suavidad los pechos por encima del encaje blanco del sujetador. Con el dedo corazón, dibujó la areola de los pezones y luego se aferró a sus hombros para posar sus labios en ellos.

Depositó húmedos besos en su redondez, deslizó sus manos por los brazos y, cuando llegó a sus manos, se las llevó hasta la boca. Le besó los nudillos y las palmas con ternura.

Santana era muy sensual cuando la tocaba y, a su lado, Brittany se sentía la mujer más erótica y especial del planeta.

—Vamos al dormitorio, quiero verte desnuda en la cama—le dijo guiñándole un ojo.

Brittany le sonrió y la siguió. La llevó hasta la escalera de la mano y, cuando pasó por delante de Santana, le dio una palmada en la nalga.

—¡Hoyuelitos, eso es trampa, de espaldas no puedo defenderme!—protestó Brittany con un mohín.

—Tu culo es irresistible, me provoca y me imagino haciéndole muchas cosas—Santana sonrió, se aferró a su cintura y terminaron de subir.

Llegaron a la habitación cogidas de la mano y la guio hasta la cama, se agachó y acarició con sus largos y expertos dedos el tacón rojo del zapato, el pie, la pierna. La besó en toda su longitud, primero una y, luego, la otra, se levantó y le pidió con convicción:

—Britt, no te quites los zapatos.

Jamás le habían pedido algo así y se excitó sobremanera.

Santana abrió la cama, se desabrochó la falda y se la quitó. Su humedad era demasiada y se hizo evidente bajo las bragas. Se sentó en la cama con las piernas abiertas, puso a Brittany de pie entre ellas y la atrapó de las caderas para acariciar y besar sus muslos.

La tenía desnuda frente a ella, tan sólo con el sujetador y los zapatos puestos. Empezó a pasarle la mano por el vientre, a dibujar círculos en su ombligo y, después, se acercó para imitar el movimiento con la lengua.

Esa caricia la estimuló y, en un arrebato apasionado, Brittany le enterró los dedos en el cabello y se lo arremolinó, pero Santana no pensaba detenerse. Su lengua bajó hasta encontrar el pubis.

—Britt, me encanta que estés toda depilada—le dijo mientras lamía su monte de Venus—Date la vuelta, quiero que te inclines y te agarres de los tobillos.

Aunque su petición le sonó algo extraña, se dejó llevar, hasta que quedó expuesta y con el sexo en su cara. Santana deslizó codicioso su dedo en la hendidura y lo enterró en su vagina. Lo metió y sacó varias veces, lo retiró para lamerla y saboreó sus fluidos.

Brittany la miraba por entre sus piernas. Había liberado su sexo de las bragas y se acariciaba mientras la chupaba. Para Brittany era una escena muy excitante. Santana intentó seguir atacándola con la lengua, pero Brittany ya no podía más y se enderezó para terminar de quitarle la ropa.

Santana se recostó en la cama gustosa y levantó sus caderas hasta quedar totalmente desnuda y con su sexo y sus pechos a la vista. Entonces Brittany se desprendió del sujetador y Santana le sonrió con malicia, mientras se tocaba los pechos y su sexo, una y otra vez.


«Dios, ¡cómo me excita esta morena!», pensó alborozada de placer.


Inclinó su cuerpo sobre Santana y empezó a profanarle el sexo con la boca. Santana gimió maravillada, la cogió por la cabeza y comenzó a acompañar sus embestidas con la mano sugiriéndole el ritmo, a veces más rápido, a veces más lento.

Sus fluidos y la saliva de Brittany se confundían en su sexo resbaladizo y jugoso, sabía a miel, a sexo y a deseo. Brittany sentía impulsos irrefrenables de morderle el clítoris, no podía parar, notaba su vagina empapada. Sólo Santana, entregada por completo a su lengua, extasiada y desencajada, podía ponerla en ese estado de excitación.

De repente, y sin poder contenerse, Santana emitió un sonido gutural y profundo, y tras moverse sobre de su boca como si la estuviera haciendo en su vagina, se dejó ir, y se corrió en ella.

Brittany tragó un poco y otro poco dejó que chorreara por la comisura de sus labios, se limpió la barbilla con el antebrazo y, sin demora, se puso a horcajadas encima de Santana.

—Britt, estás terriblemente sensual. A tu lado me desarmo.

Santana se movió para encajar a la perfección sus sexos y empezó a moverse. Con los ojos fijos en Santana, mientras se movía sin parar, Brittany se reclinó y le beso los pechos, subió hasta su boca y la besó, luego paró y, con un gesto, le pidió que se diera vuelta.

Con Brittany encima de Santana, pero de espaldas a ella, empujó sus dedos hacia abajo dirigiéndola a la entrada de su sexo y la invadió. Brittany sin perder el tiempo hizo lo mismo.

Así podían ver a la perfección cómo entraban y salían la una de la otra.

—¿Te gusta así, Britt? Estamos muy dentro de la otra. No te imaginás lo bien que te ves cuando entras en mí y yo en vos. Me vas a matar, Britt, me encanta follarte y que me folles.

Brittany se quedó quieta; aunque le daba la espalda, sus palabras la quemaban por dentro. Saco los dedos de Brittany junto con los suyos y cambió de posición y se acostó en la cama, quería sentir el peso de su cuerpo sobre Brittany.

Santana se arrodilló con rapidez, le abrió las piernas y la penetro con tres dedos mientras le mordía los pezones. Santana se contoneaba con fuerza, estaba enloqueciéndola y Brittany notaba que el orgasmo se construía en su interior.

—San, me voy. No aguanto más, me voy a correr. ¡Saaaan!—gritó y no pudo contener su libido.

—Britt, estás hermosa cuando tenés un orgasmo; yo tampoco aguanto más.

Y unió sus sexos, arremetió algunas veces más y se dejó ir con un gemido ronco.

Arrebujada contra su pecho y aún junto a Brittany, la besó sonoramente y se movió para quedar tumbada boca abajo, sin energía. Brittany también estaba inmóvil pensando que nunca había tenido un orgasmo de esa magnitud en toda su vida. Quería abrazarla y besarle la espalda, pero se contuvo.

Santana se incorporó un poco y se apoyó sobre su codo para mirarla; entonces Brittany le acarició el cabello y, sin previo aviso, se levantó. Recogió su ropa interior, se fue hacia el baño, se lavó y refrescó, se puso el sostén y regresó al dormitorio. Santana permanecía recostada en la cama, aún desnuda.

—Me voy, San.

Su actitud la sorprendió y la desencajó, no quería que se fuera pero no pensaba rogarle que se quedara. En realidad, Brittany tampoco deseaba alejarse de Santana, pero formaba parte de su plan de seducción.

—¿Ya? Podríamos cenar acá —dijo Santana con cautela y midiendo sus palabras.

Sin embargo, Brittany se mantuvo en sus trece.


«¿Qué pasa, linda, no esperabas que me fuera?—pensó traviesa—Tres a uno, me apunto otro tanto hoy. Simplemente estoy siguiendo tu juego, me dijiste que sólo querías sexo conmigo; bueno bien, si fuéramos amantes, cenaríamos y compartiríamos más que la cama. Y, como eso no entra en esta relación puramente sexual, te voy a dar a probar tu propia medicina.»


Sonrió y luego le habló.

—San, me lo pasé estupendamente hoy, pero estoy cansada, prefiero irme—besó su dedo sin dejar de sonreír y se lo apoyó en el labio—Quiero llegar a casa, quitarme la ropa que paseé por Buenos Aires todo el día, pegarme un buen y relajante baño y vestirme con ropa interior decente.

—Seguro, puedo entenderlo—contestó Santana.

Quería disimular, pero estaba contrariada, no le gustaba que la rechazaran.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por tu comprensión.

Santana se levantó de la cama y fue hacia el baño en busca de una bata. Mientras tanto, Brittany bajó a cambiarse, cogió el neceser de su bolso y se miró en un espejo de mano para constatar que su maquillaje estuviese bien.

Santana apareció en la sala, se sentó en el sofá y empezó a pasarse la mano por el cabello. La seguía con la vista en su vagar por la sala preparándose para irse.


Al final, Brittany se colgó el bolso.

—¿Lista?—le preguntó desde el sofá.

—Así es—le respondió Brittany con su mejor sonrisa.

—Podrías haberte quedado a cenar y te ibas un poco más tarde—le dijo en tono de reproche mientras se ponía de pie para acercarse.

—Te agradezco la invitación, pero me siento cansada. Anoche no dormí muy bien, estaba nerviosa porque no sabía qué tipo de persona era mi jefa y no quería fallar en mi trabajo y en mi proyecto—le contó Brittany echando su cabeza hacia un lado—Después, llegar a la oficina y encontrarte ahí hizo que se me congelaran todos los músculos y, ahora, estas dos sesiones de sexo loco terminaron de extenuarme. Hoy fue un día muy largo.

Santana le sonrió y la cogió de los hombros.

—Y, ahora, ¿ya sabés qué tipo de persona es tu jefa?

Brittany la miró espléndida y movió su cabeza en señal de negación y luego le respondió:

—La verdad, y para serte totalmente sincera, no. No se puede conocer a una persona en tan sólo unas pocas horas de trabajo. El primer día mi jefa se comportó de forma muy amable y accesible, pero con la clara intención de estudiarnos a todos. Veremos, con el correr de los días, cuánto aprecia mi trabajo y, lo más importante, si le satisface.

Se rieron.

—Creí que conocías a tu jefa hasta lo más íntimo.

—¡No! Te equivocás. Conozco su faceta de... ¿cómo llamarlo?—Santana la escuchaba calculando cada una de sus palabras—¿Compañera ocasional de sexo? Sí, creo que podría llamarlo así. Es muy buena, ¿sabés? Así que si te la encontrás podés avisarle de que puede colgarse una medallita.

—¡Vaya! ¿Así que es muy buena?

—Vas a reventar la bata si seguís hinchándote de orgullo—le dijo Brittany mofándose de su expresión.

Santana le acercó la boca y Brittany le ofreció un beso casto.

—Compañera ocasional de sexo—repitió Santana probando las palabras y se quedó mirándola a los ojos—¿Eso es lo que somos? Podrías haber dicho amantes.

—San, los amantes comparten cierta intimidad que va más allá de la cama, ¿no? En realidad, creo que tus palabras me quedaron muy claras—puso los ojos en blanco mientras pensaba cómo seguir—¿Cómo fue que dijiste? Ah, sí, que “únicamente podías ofrecerme sexo”. Fue así, ¿verdad?

Brittany festejó en silencio.


«Tomá, Santana López. Comete tus propias palabras. Te creíste muy hábil y superior y me vas pagar cada una de ellas. Te las pienso recordar hasta la saciedad.»


Santana se rió con cinismo y asintió ante ese torrente de palabras y, como si le hubiera leído el pensamiento, le preguntó:

—¿Vas a recordármelo a cada momento?

—Debo hacerlo. Uno debe hacer caso a sus propias convicciones, ¿no te parece?

—Me estás hinchando las tetas, Britt, lo estás consiguiendo.


«¡Tocada, señorita embra alfa! Sí, eso es lo que quiero», se vengó Brittany en silencio y concluyó:


—Me voy, San, no quiero hincharte las tetas—le contestó muy seria y se zafó de su abrazo mientras recogía su maletín—Hasta mañana, nos vemos en la oficina.

Cuando intentó salir, Santana la tomó del brazo y la nuca con un rápido movimiento y le engulló la boca. La asaltó con la lengua y la soltó.

—Las compañeras ocasionales de sexo también se despiden. Hasta mañana, nos vemos en la oficina.

Brittany abrió la puerta y salió de la suite sin volverse, caminó con paso seguro hasta el ascensor y, mientras lo esperaba, reflexionó sobre lo que acababa de pasar. Era obvio que Santana se había quedado bastante cabreada y, aunque a ella le temblaba todo el cuerpo, había conseguido mostrarse entera.


Artie, que la esperaba en la calle con el coche aparcado en la puerta, le entregó las llaves.

—Buenas tardes, Artie. Muchas gracias—subió en él y se fue rumbo a su piso.


En la habitación del Faena, Santana se dejó caer en el sofá y se agarró la cabeza entre las manos.


«¿Qué te pasa, boluda? ¿La rubia te dejó de vuelta y media? Santana, estás perdiendo tus artes», se dijo.



El móvil de Brittany sonó mientras conducía.

—¿Se puede saber dónde te metiste? Desde la reunión no pude coincidir más con vos.

—Hola, Kitty, ¿qué estás haciendo?

—Nada, estoy en casa intentando hablar con vos. ¿No viste todas mis llamadas perdidas?

—Lo siento, estoy al volante y a punto de llegar a casa. ¿Por qué no venís y te cuento?

—¿De dónde venís?

—Del Faena.

—Ah, bueno, eso me interesa. Ahora entiendo por qué no contestabas el condenado teléfono. De acuerdo, amiguita, en un rato voy para allá.

—Hecho, Kitty, usá tu llave para entrar porque voy a bañarme.


Llegó a su casa, se descalzó y se estiró dos segundos en el sofá del salón, exhausta. De pronto, recordó que no había guardado el teléfono de Santana, así que buscó en su móvil entre las llamadas perdidas y ahí estaba. No pudo resistir la tentación de enviarle un whatsapp. Santana se había quedado picada, pero se lo merecía.

—Hola, hoyuelitos, ya estoy en casa a punto de entrar a la bañera. La mañana de hoy fue una locura, pero la tarde mejoró mi día visiblemente.

Esperó unos segundos hasta que llegó la contestación:

—Qué pena que no pueda estar ahí para frotarte la espalda. Si te hubieras quedado, lo habría hecho encantada y sin duda hubiera conseguido que tu noche fuera la mejor.


—No lo dudo, hoyuelitos, pero debo resistirme un poco a tus encantos, para que no te creas la más irresistible del mundo—le habló al móvil mientras pensaba en qué contestarle.


—Ja, ja, ja... suena tentador.

—Sin embargo, no te quedaste.

—Porque me propusiste cenar, no bañarnos juntas.

—¡Ja, ja, ja! Tenés razón, la próxima vez ya sé con qué tentarte para que te quedes y no me rechaces.


Brittany releyó el mensaje ilusionada.

¡Santana pensaba en una próxima vez!

Santana no tenía ni idea de lo mucho que le gustaba y menos imaginaba lo mucho que le había costado rechazar la cena, cuando lo único que anhelaba era estar con ella y decirle que sí a todo. Hubiera querido escribirle la verdad, pero necesitaba poner freno a sus emociones.

Volvió a releer el mensaje y le gustó saber que Santana se había sentido rechazada. Escribió:

—Si llega a existir una próxima vez y me lo proponés, tal vez lo piense y acepte. Después de todo, la ducha que nos dimos la primera vez que estuvimos juntas no estuvo tan mal.

—¿Tan mal? ¿No te pareció del todo bien? A mí me gustó muchísimo.

—Hum, vanidosa. Te gusta que te alimenten el ego, ¿eh? Me refiero a que creo que siempre podés sorprenderme un poco más.

—De acuerdo, pensaré con qué sorprenderte, Britt. ¡Vaya! Creo que la sorprendida soy yo. Tendré que agilizar mi imaginación con vos.

—¿Y eso te gusta?

—Si estuvieras acá, podrías comprobar muy bien cuánto me gusta este tonteo por Whatsapp.

—No puedo comprobarlo, pero me lo puedo imaginar. Te aseguro que mi imaginación vuela, hoyuelitos.

—Bueno, entonces imaginá y después me lo contás y lo ponemos en práctica. ¿Qué te parece?

—Muy prometedor.

—Para complacerte siempre, Britt-Britt

—Chao, San, voy a bañarme.

—Creo que voy a hacer lo mismo. Después de este tonteo me quedé muy húmeda.

—O_O besos.

—Besos, preciosa.


Ese «tonteo» por Whatsapp dejó a Brittany totalmente ensoñada y abrumada.

Empezó a recordar todo lo que habían hecho por la tarde y no podía pensar en otra cosa que en estar más con esa morena hombre. Su cuerpo y su piel ardían de deseo imaginando sus caricias y sus besos.

En toda su vida, nunca la habían besado tan bien.

Santana ocupaba cada una de sus neuronas y eso la asustaba.[/color]
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por paroan Dom Ago 09, 2015 10:32 pm

Seguire madrugando pir mas...me encantan
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Jane0_o Dom Ago 09, 2015 10:54 pm

Mmm que lastima que no lo conoscas y no aqui no lo estaban adaptando en otra pagina pero solo 2 capitulos y lo eliminaron pero esta muy bueno.

En fin me encanto la historia y nos leemos en tu proxima actualizacion...
Saludos
Jane0_o
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Dom Ago 09, 2015 11:13 pm

hola morra,...

a san se le dio vuelta la moneda,...
estan demaciado enganchadas una por la otra,.. jajaja

nos vemos!!!

PD; bueno britt me ayudo con las característica del 549 para el whatts jajajajaja no se tu dime,..???? señales de humo no puedo por que esta lloviendo y lo veo medio raro jajajaj
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Ago 10, 2015 1:51 am

paroan escribió:Seguire madrugando pir mas...me encantan


Hola, jajaajaj lo siento, jaajaaj sigo culpando al horario jajaajaj. Aquí el siguiente! Saludos =D


Jane0_o escribió:Mmm que lastima que no lo conoscas y no aqui no lo estaban adaptando en otra pagina pero solo 2 capitulos y lo eliminaron pero esta muy bueno.

En fin me encanto la historia y nos leemos en tu proxima actualizacion...
Saludos


Hola, mmmm y no te sabes el nombre completo o el autor como para buscarlo y leerlo¿? Jajajaj espero y siga siendo así, aquí el siguiente cap! Saludos =D



3:) escribió:hola morra,...

a san se le dio vuelta la moneda,...
estan demaciado enganchadas una por la otra,.. jajaja

nos vemos!!!

PD; bueno britt me ayudo con las característica del 549 para el whatts jajajajaja no se tu dime,..???? señales de humo no puedo por que esta lloviendo y lo veo medio raro jajajaj


Hola lu, jajajajajaajajjaaj sip jajaajajaj. Ooo siii, bueno es obvio... son las brittana XD jajaajajajaj. Saludos =D

Pd: aaajajaajajajaj no había entendido, y ahora si xD jajaajajjaajajja. Jajajaj esa es buena idea, pero como dices el agua no ayuda mucho xD jaajaj y claro el viento =/... cartas¿? aunk se demoran mucho en llegar xD jaajajaj

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 6

Mensaje por 23l1 Lun Ago 10, 2015 1:55 am

Capitulo 6

Había salido de la ducha y tenía el cabello envuelto en una toalla cuando escuchó llegar a Kitty.

—¡Britt, ya llegué!

—¡Ya voy, Kitty, todavía estoy en el baño!

Escucha cómo ésta elegía algo de música —una canción de La Ley— y, después de ponerse el pijama, fue hacia el salón, la saludó con un beso en la mejilla y se sentaron en el sofá.

—Hola, amiga, ¡qué día!

—¡Uf! Estoy segura de que fue uno de esos en que no podés distinguir la realidad del sueño. Esta mañana, cuando entramos en la sala de juntas y vimos a San, creí que ibas a caerte redonda al suelo—soltó una risotada—¡Si te hubieras visto la cara! Realmente me asustó tu palidez, eres blanca, pero en ese momento.

—No faltó mucho para que me desmayara, Kitty. ¿Podés creer qué mala suerte? Te juro que todavía no lo pude asimilar del todo.

—Yo estoy igual. Todavía no me creo que San sea nuestra jefa. Pero te aseguro que ella también se sorprendió, ¡qué situación tan extraña!

—¡Sí! Durante los primeros minutos, no podía pensar en nada, pero después de que vos la saludaras y de que ella simulara que no nos conocíamos, ahí recién empecé a reaccionar. Pasé por miles de sensaciones en ese momento: rabia, estupor, indignación, miedo. Lo pasé fatal.

El repartidor de pizzas que Kitty había encargado por el camino tocó el timbre, complementaron el pedido con unas cervezas y se sentaron a comer.

—Contame, Britt, ¿qué te dijo?—le preguntó Kitty intrigada.

—En cuanto nos quedamos solas un segundo, intentó tranquilizarme. ¡Es para no creérselo, Kitty! ¡Me acosté con ella y no le pregunté su nombre!

—Es el destino, Britt. Si te hubieras enterado el viernes de quién era, seguro que no te habrías metido en su cama.

—¡No te quepa la menor duda de eso! Aunque, no sé. Si ella me hubiera intentado seducir, te juro que no sé qué habría hecho.

—Por cierto, ¿a qué fuiste al Faena?—Brittany cerró los ojos y se tapó la cara—¡Mosquita muerta! ¿Te acostaste con ella otra vez?

Brittany seguía con la cara tapada y sin contestarle, mientras Kitty intentaba sacarle la mano.

—Brittany Susan Pierce, ¿podés comportarte como una adulta y contestarme?

Brittany estaba tan roja como el pimiento de la pizza, pero se descubrió la cara y la miró.

—Se suponía que íbamos a hablar. Me lo pidió durante la comida en un momento en que nos quedamos solas. Después me mandó un correo, diciéndome que me esperaba y, al salir del trabajo, intenté resistirme, pero cuando me quise dar cuenta iba en dirección al centro.

—¿Te gusta, Britt?

—Mucho, Kitty. Estoy asustada, San me tiene idiota, perdida—volvió a taparse la cara—Y, encima, me hace el amor como nunca nadie lo hizo antes.

Un profundo silencio se apoderó de la sala. Brittany la espió por entre los dedos y vio que su amiga había dejado de comer y tenía una mueca de preocupación.

—Britt, ¿estás segura de lo que estás haciendo?

Brittany se descubrió la cara.

—No, no estoy segura de nada. Sólo estoy segura de que quiero estar con ella, como pueda.

—Britt, el sábado pasado, cuando vine y te encontré llorando, ya me di cuenta. No quiero que termines hecha una mierda.

—Me confesó que pensó en mí durante todo el fin de semana y que hoy, cuando me vio en la oficina, se dio cuenta de que no podía hacerse a un lado. No sé si creerle, porque luego me contó que su vida era muy complicada y que lo único que podía ofrecerme era sexo y placer.

—Es una cabrona, amiga mía. Vas a terminar hecha pedazos. Alejate de ella, Britt.

—Creeme si te digo que no puedo. Es cierto que tuve más sexo que charlas con ella, pero a veces siento que la seducción es mutua. ¿Sabés? Hoy respondí una llamada de Rory, mi profesor de tenis, y tendrías que haber visto cómo se puso cuando vio que hablaba con otra persona. Quizá ella también sienta cosas que no puede explicar. Hace muy poco que nos conocemos y, además, empezamos en la cama, o sea que no lo hicimos de forma seria.

—No sé, Britt. Sabés que no soy nada puritana y que, para mí, una relación puede comenzar en la cama o en cualquier lado. Aunque sé que no lo es todo, la piel es una parte muy importante para que una relación entre las personas funcione. Sin embargo, en este caso, bueno... es tu jefa. No sé. Eso no tendría que ser mayor impedimento, porque se gustan y no importa el rango de cada una. No obstante, en un mes, San se irá y una relación a distancia no creo que funcione. Eso dando por supuesto que lleguen a tener algo más formal, porque ella ya te dejó claro que sólo quería sexo con vos.

—Lo sé, Kitty, pero ¿qué hago? ¿Cómo la evito? Voy a verla a diario en la oficina y me atrae tanto... Desde que rompí con Lauren no he salido con nadie que me interesara de verdad. Sólo tuve sexo con Gastón y no me sentí a gusto, vos lo sabés.

—¿Y con San te sentiste a gusto?

—Kitty, con San me olvido del mundo.

—¡Britt! ¿En serio?—Brittany se encogió de hombros y asintió con la cabeza—Supongo que, por más que te diga, ya tomaste una decisión.

—¿Decisión? No, sólo estoy improvisando. Con ella a mi lado no puedo pensar y sola tampoco, porque sólo pienso en ella.

Kitty se acercó, le besó la frente y no dijo nada más.

—Pero tengo más que contarte y, por favor, sentate bien, porque no me vas a creer. Hoy, durante la comida, hablamos mucho de trabajo. San quiere ponerse al corriente de todo, porque en Nueva York sólo ven números y estadísticas sobre los resultados. Es normal que quiera empaparse de cómo es la gestión desde otra órbita; lo absurdo es que, delante mío, Natalia y ella trataron temas de los que normalmente no oigo hablar. ¡Hasta el punto de que, en más de una oportunidad, ambas me pidieron opinión! A la hora de irme, Natalia me pidió que me quedara un rato más, pues quería contarme algo, aprovechando que San estaba ahí.

—¿Y?—ya estaba intrigada.

—Me explicó que después de su boda va a dejar el puesto—Kitty la escuchaba con atención mientras comía—Y me soltó, así como así, que me quería proponer para reemplazarla en la vacante de la gerencia.

Kitty se atragantó, Brittany le golpeó la espalda y le pasó la lata de cerveza para que se aclarara la garganta.

—¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo?

—¿Creés que no estoy a la altura de ese puesto?

—¡No! No es eso, ¿cómo podés pensarlo siquiera? Supongo que aceptaste... —preguntó de inmediato, a sabiendas de que no había dado una respuesta.

—Aún no—dijo ella con timidez, previendo el sermón que se le venía encima.

—Brittany, ¿cómo no contestaste? ¿Querés que le den el puesto a otra persona? ¿Sos estúpida? No podés mostrarte insegura, ¡están dándote el mando de una empresa!

—Es mucha responsabilidad para mí, Kitty.

—Es la oportunidad de tu vida, no seas gallina.

—Lo sé, lo sé. Pero ¿y si fallo?

—El proyecto que se presentó esta mañana es prácticamente tuyo. Natalia sabe que sos capaz, por eso te propuso y... ¿San qué dijo?

—Que estaba segura, por mi desenvoltura durante la junta de la mañana, de que mis capacidades estaban a la altura de las circunstancias.

Kitty se rió y la sacudió por los hombros.

—Britt, ¿lo ves? Mañana mismo, cuando llegues, te vas a la oficina de Natalia y le decís que querés el puesto. ¿Me escuchaste? Te juro que si no lo hacés, te agarro a bofetadas adelante de todos. ¿¡Cómo podés ser tan cagona!?

—Eso implicaría que tuviera que viajar a menudo a Nueva York.

—¡Zorra! Eso es lo que más te gusta, sos capaz de aceptar el puesto sólo por eso.

Se carcajearon sin parar, brindaron y bebieron contentos. Poco después, Kitty se fue y Brittany se estaba metiendo en la cama cuando su móvil vibró. Era un whatsapp y, al abrirlo, su corazón dio un salto.

Era Santana, que le escribía:

—Hola, espero no haberte despertado. Tuve la tentación de darte las buenas noches.

Brittany se quedó como una idiota mirando el móvil.

¡Santana pensaba en ella!

Entonces reaccionó y le contestó:

—Buenas noches, no me despertaste, estaba a punto de acostarme.

—¡Qué bien! Entonces, que descanses y hasta mañana.

—Hasta mañana, que descanses también.

¿Cómo iba a poder dormirse después de ese mensaje?

Brittany sentía que se estaba volviendo loca.

Releyó los mensajes unas cuantas veces, hasta que finalmente el sueño se apoderó de ella.



A la mañana siguiente, el ruido del despertador le taladró la cabeza. Se dio una ducha, se puso un vestido de punto que tenía un drapeado en el busto y resaltaba sus tetas, eligió un collar largo y unos pendientes en forma de aro, se calzó sus tacones nude y se miró al espejo. Llevaba el pelo suelto, con algunas ondas. Complacida, pensó entre risas:


«Con este vestido sí que se me nota el culo, me queda como un guante. Creo que a Santana le gustará. Ahora, a mover el culo para ella y a mostrarle el escote.»


Al llegar al aparcamiento, maldijo de lo lindo al darse cuenta de que había olvidado las llaves del coche en el departamento. Volvió a subir y, antes de dejar su casa por segunda vez, paró un segundo, cerró los ojos y salió con el pie derecho.


«¿Desde cuándo soy supersticiosa?», se preguntó y se encogió de hombros.


A partir de ese momento lo sería, si servía para que todas las cosas salieran bien.


«¡Ahora sí! ¡A Mindland! ¡A conquistar todo lo conquistable!»


Ya en el aparcamiento de la empresa, pudo distinguir por el retrovisor que tras ella entraba el coche de Santana.

—¡Sí!—festejó en voz alta y pensó que el encuentro era muy oportuno—Quizá lo del pie derecho funciona.

Aparcó, recogió sus cosas, se echó una ojeada en el espejo e intentó darse prisa para coincidir con Santana.

Mientras cerraba el coche, podía sentir la mirada de ella en su cuerpo. Artie la había dejado en la entrada del edificio, pero una llamada por teléfono la retuvo unos instantes. Llevaba su maletín en la mano y la esperó en la puerta.

Empleando todas sus armas de seducción, Brittany caminó contoneándose con los hombros bien erguidos y, como llevaba puestas las gafas de sol, aprovechó para devorarla con la mirada.


«¡Dios! Es una falta de respeto al sexo femenino ser tan linda», pensó Brittany.


—¡Buenos días!—la saludó lacónica.

—¡Buenos días!—le contestó Brittany.

Hubiera querido decirle «Buenos días, Hoyuelitos. ¿Cómo dormiste?», mientras le encajaba un besazo en la boca, pero visto y considerando el lugar donde estaban, se conformó con ese frío y deslucido saludo.

Santana le dio un beso en la mejilla y Brittany disfrutó de su exquisito perfume.

Santana siempre olía muy bien.

Su rostro estaba inconmovible, sin expresión alguna; era muy buena escondiendo sus emociones en público, pero Brittany supo que le había hecho una radiografía mientras ella se acercaba. Llevaba puesto un traje negro ceñido.

Mayra, la recepcionista, las saludó, como cada mañana, con amabilidad. A veces, Brittany se quedaba charlando un rato con ella, así que conocía su historia: era mamá soltera y, para ella, era una tarea titánica criar a su hija sola.

—Hola, Mayra, buenos días.

—Buenos días, Brittany, buenos días, señorita López.

—Buenos días—contestó Santana con sequedad.

Ya frente al ascensor, Santana oprimió el botón de llamada y se abrieron las puertas. Hizo acto seguido un ademán para darle paso y Brittany subió con rapidez.

De inmediato, levantó la vista para verla entrar por el espejo y la pilló justo cuando le miraba el culo. No pudo menos que sentirse deseada y hasta se le escapó una sonrisa, que intentó contener.

Santana se dio cuenta de que la había visto y también reparó en que todas las personas que subieron se la comían con la mirada, y eso le causó fastidio.

Las puertas se cerraron y Brittany se quitó las gafas. Los otros dos empleados bajaron en el segundo piso y, ya solas, en la semi-intimidad del ascensor, Brittany se recostó en el fondo y Santana se colocó de lado para verla.

—Quiero suponer que, como hoy ya sabías que soy tu jefa, te vestiste así para calentarme a mí—afirmó, mientras le recorría el cuerpo con una mirada lujuriosa que terminó en el escote.

—Creo que tenés un serio problema con mi forma de vestir.

El ascensor dio una sacudida y se paró en el sexto, donde entró más gente. Brittany se enderezó, colgó sus gafas en el escote del vestido y Santana miró al frente y tomó su maletín del asa. Sus compañeros de viaje bajaron dos pisos más arriba y, en cuanto se cerró la puerta, Santana la sorprendió. Le agarró la mano que tenía libre y se la llevó a su pecho derecho, Brittany se sobresaltó y dejó escapar un gritito.

—Éste es el problema que tengo con tu ropa—le susurró mientras le hacía tocar su pecho que remarcaba su duro pezón.

Brittany retiró la mano en seguida, porque tenía miedo de que el ascensor se abriera en el siguiente piso y Santana se carcajeó ante su reacción. Luego sonrió con malicia y en silencio, devorándola con la mirada.

Cuando llegaron a su destino, bajaron. Santana hizo un ademán y le cedió el paso, la muy zorra no quería perderse el espectáculo de verla caminar.



Durante la mañana, Kitty se acercó a la mesa de su amiga para buscar unas carpetas y, en ese momento, Santana abrió todas las persianas de su oficina.


«¡Presumida! Quiere que todos la veamos en plan de jefa», pensó Brittany.


Cuando Kitty pasó por enfrente, inclinó la cabeza a modo de saludo, al que Santana respondió con un pulgar hacia arriba. Se había pasado casi toda la mañana al teléfono. Brittany podía verla a la perfección y tenerla tan cerca la desconcentraba.

La mañana pasó a toda velocidad y, en la pausa del mediodía, Kitty se acercó para invitarla a comer. Cuando salían, Santana se quedó observándolas y no intentó disimular su gesto de irritación.


De camino al restaurante, el móvil de Brittany sonó, era un whatsapp de Santana:

—Creí que podríamos repetir la comida de ayer, pero solas vos y yo. Veo que elegiste a otro acompañante...

—Kitty no es mi acompañante, es mi amiga y compañera de trabajo. Si querés, podés unirte a nosotras.

—Gracias, visto y considerando que encontraste mejor plan que yo, invité a comer a mi secretaria. No te preocupes, seguro que nos vemos en el restaurante.

—Como gustes. Que tengas un buen mediodía con tu secretaria. Estoy segura de que deben de entenderse mucho, lo pasarás muy bien.

—No lo dudes, Britt.

—Sugerencia: probá el bistec en salsa de parmesano y pimienta, una exquisitez.

A Brittany la consumían los celos, Santana lo había logrado, aunque en realidad el que estaba corroído era ella.

¿Acaso pretendía que dejase de lado a Kitty?


«Idiota, no pienso demostrarte una pizca de mis celos, creo que vos deberías manejar mejor los tuyos, Hoyuelitos», pensó.


Esperó unos segundos pero Santana no le contestó, había conseguido ponerla de muy mal humor.

—¿Qué te pasa?—preguntó Kitty al darse cuenta de su enfado.

—Nada, vayamos más rápido, que se nos pasa la hora.


En el restaurante, pidieron y, cuando les traían los platos, entraron Santana y Alison. Santana tenía la mano en su cintura y la guiaba entre las mesas, hasta que pasó al lado de ellas.

—¡Buen provecho!

Kitty levantó la vista y, al unísono, Kitty y Brittany contestaron:

—Muchas gracias—y Brittany agregó—Enjoy too!

Ambas sonrieron.

Brittany estaba muy incómoda, Santana y ella podían verse frente a frente porque se habían sentado a una mesa cercana.

—Estás echando espuma por la boca. Dejá de mostrarte tan afectada, no seas boba—la reprendió Kitty por lo bajito.

—Es que estoy furiosa, mirá cómo se ríen.

—No tenés por qué estar furiosa.

—Te equivocás, quedó con ella para comer porque yo me vine con vos, me lo dijo por Whatsapp. Lo hizo a propósito. Por eso entró con ella de la cintura.

Kitty la miró, mientras engullía un bocado.

—¿Creés que pueden tener alguna historia?

—No lo sé. Intentá ayudarme, por favor. ¿Para qué quiero enemigos, con amigas como vos?

—No te descargues conmigo, Britt.

—Entonces comé y callate la boca.

—¡Uy, qué humor, loca!

Brittany no podía tragar de lo rabiosa que estaba, pero no quería que Santana se diera cuenta de cómo se sentía. En ese momento, su amiga la tomó de la mano y se la besó. Esas muestras de cariño entre ellas eran tan normales que confundían a la gente.

Brittany levantó los ojos y supo, al instante, que la estadounidense las había visto y estaba cabreada.


«Que se joda, ¿acaso ella no llegó con su mano enroscada en la cintura de su secretaria? Además, nosotras no tenemos nada, no hay ninguna relación seria que nos permita recriminarnos ninguna acción», intentó serenarse Brittany.


Odiaba sentirse así, pero no podía evitarlo. Ese sentido de la posesión de Santana la descolocaba. Intentó seguir comiendo tranquila, pero al enterrar la cuchara en su postre, le llegó un texto de Whatsapp. Era de ésta, lo había visto con el móvil en la mano.

—Gracias por la sugerencia en el menú. Alison lo consideró un verdadero placer, aunque sé que puedo hacerla disfrutar muchísimo más de otra forma. Ayer me dijiste que tenías imaginación, apuesto a que te estás imaginando cómo podría hacerlo. ¿Me equivoco?

—¡Qué bastarda!—maldijo Brittany en voz alta.

Kitty la miró y no tardó en preguntar, pero ella le sonrió y entre dientes le dijo que se lo explicaría después. De inmediato, llegó otro mensaje de Santana:

—¡Qué boquita! Aunque, considerando las cosas que sabés hacer con esa boca, no me extraña...

—Sos una grosera, pero tenés razón. Mi boca sabe hacer muchas cosas, entre otras «mandarte bien a la mierda». Espero que hayas entendido lo que te escribí; si no, avisame y te lo traduzco.

Brittany la miró mientras leía, Santana levantó la vista y se rió con autosuficiencia.

La hora de comer había terminado, así que Kitty llamó al camarero y pidió la cuenta, pagaron y se fueron. Salieron a la calle y le llegó otro whatsapp de Santana:

—Te espero en el Faena, después del trabajo.

Brittany no le contestó y, como Kitty volvió a preguntarle, le pasó el móvil para que leyera.

—¡Ah, claro! Tenés razón, es una malnacida, pero es indudable que está celosa de mí y quiere provocarte.

—No lo creo. Es una pedante, se cree irresistible y me restriega que puede tener a la persona que quiera en cualquier momento. Por mí puede irse a la mierda, no estoy para andarme por esos derroteros.

—¿Vas a ir?

—Ni loca, que espere sentado porque se va a cansar. Hasta acá llegó mi aventura con ella.

Kitty la cogió del hombro y se fueron caminando.



Cuando Santana llegó a la oficina, llamó a Alison y estuvieron un buen rato juntas. Brittany se carcomía por dentro, pero estaba listo si creía que iba a salir corriendo para encontrarse con ella después del trabajo.


«Eligió el peor camino, esa táctica que la deje para otra sin orgullo», se repetía convencida, Brittany.


La tarde pasó volando, había mucho trabajo en la oficina y no tuvo tiempo para pensar en otras cosas que no fueran formularios, informes, cálculos y porcentajes; además, se acercaba fin de año y estaban comenzando con los balances.

Se hizo la hora de salir y ella se marchó.


Cuando llegó a su casa tenía un fuerte dolor de cabeza, así que fue a buscar un ibuprofeno y se recostó en el sillón. Al rato, después de una cabezada, la cefalea había desaparecido y su estómago empezó a hacer ruidos.

Era tarde, buscó su móvil para ver la hora y vio que tenía dos llamadas perdidas de Santana.


«¡Guau, Hoyuelitos estuvo llamando!—pensó—¡Ja! Seguro que me intentó localizar porque no fui al Faena—se encogió de hombros y se alegró de no haberlo hecho—Que empiece a darse cuenta de que soy la única persona que tiene poder sobre mis decisiones y que sepa que no voy a salir corriendo cuando a ella se le ocurra.»
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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 6

Mensaje por fanybeaHEYA Lun Ago 10, 2015 2:36 am

LOA CELOS SON UN ARMA MORTAL EN UNA RELACIÓN PERO TAMBIÉN SON DIVERTIDOS, EN ESTE CASO NO HAY RELACIÓN, QUIZÁS NO OFICIAL... MUY BUENO... BRITT NO DEBE DE CEDER TANTO DE SANTANA, PERO QUE SE HAGA LA DIFICIL TAMPOCO ES BUENO HABER QUE PASA CON ESE PLANTÓN QUE LE HIZO.
GRACIAS :) SALUDOS.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Jane0_o Lun Ago 10, 2015 2:39 am

Nooo quedo en la mejor parte pff tratare de buscarlooo, pff tan bueno que estaba pero bueno.. Centremonos en este jejejje
Me encanta saludos y hasta el proximo..
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Lun Ago 10, 2015 3:18 am

jajaja me hacen reir de lo celosas que son!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Lun Ago 10, 2015 7:53 am

estan jugando un juego muy peligroso, si la gente se cela es porque algo mas siente, o no?
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Pao Up Lun Ago 10, 2015 11:42 am

Hola...! Amo tus adaptaciones lo sabes [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 2145353087 Ya tenia tiempo que noo comentaba pero ahora si que por falta de tiempo y ahora lo hago porque requiero de un favor [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 3637566961 Me podrias decir si esto es solo un libro o bien una trilogia y saber de donde la puedo descargar o ya hacer la buena obra del dia y pasarmela [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 3750214905 [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 296517876 Saludos!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por MeryBrittana Lun Ago 10, 2015 12:39 pm

Presiento que Britt va a acabar con el corazón roto dentro de poco.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Ago 10, 2015 7:33 pm

fanybeaHEYA escribió:LOA CELOS SON UN ARMA MORTAL EN UNA RELACIÓN PERO TAMBIÉN SON DIVERTIDOS, EN ESTE CASO NO HAY RELACIÓN, QUIZÁS NO OFICIAL... MUY BUENO...  BRITT NO DEBE DE CEDER TANTO DE SANTANA, PERO QUE SE HAGA LA DIFICIL TAMPOCO ES BUENO HABER QUE PASA CON ESE PLANTÓN QUE LE HIZO.
GRACIAS :) SALUDOS.


Hola, jajajajaja los celos son tan raros no¿? jajajajaajajj. Esk difícil serlo cuando se trata de san no¿? jajajajaajajaj. Esperemos y todo salga bn jaajajaj. De nada, gracias a ti por leer y comentar! Saludos =D


Jane0_o escribió:Nooo quedo en la mejor parte pff tratare de buscarlooo, pff tan bueno que estaba pero bueno.. Centremonos en este jejejje
Me encanta saludos y hasta el proximo..


Hola, jajaj este o el otro fic¿? ajajajajaj. Jajajaj ojala y lo encuentres así vemos si lo adapta =D. Jajjajaaj este esta bn también vrdd¿? jaajajajajajaj. Aquí el siguiente! Saludos =D


monica.santander escribió:jajaja me hacen reir de lo celosas que son!!!!!


Hola, jaajajajja se celan, pero no ai nada... dicho ajajajaj. Saludos =D


micky morales escribió:estan jugando un juego muy peligroso, si la gente se cela es porque algo mas siente, o no?


Hola, sii pienso igual que tu ajajajajaja, ooo siii... o no¿? jajajjajja. Saludos =D


Pao Up escribió:Hola...! Amo tus adaptaciones lo sabes [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 2145353087 Ya tenia tiempo que noo comentaba pero ahora si que por falta de tiempo y ahora lo hago porque requiero de un favor [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 3637566961 Me podrias decir si esto es solo un libro o bien una trilogia y saber de donde la puedo descargar o ya hacer la buena obra del dia y pasarmela [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 3750214905 [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 296517876  Saludos!


Hola, ajjaaj eso es bueno! ajajajajaj. Jajajajaja lo importante esk puedas leer XD la verdad se suponía que era una trilogía, pero juntaron el libro 1 y 2 asik ahora son solo dos jajajaja y yo no lo conocía lo pidieron aquí y no lo podía encontrar xq no era el nombre completo y me lo mandaron, pero después lo tuve que buscar para buscar la reseña y lo encontré dime si lo puedes descargar. Saludos =D

http://librosparacompartiryrecomendar.blogspot.cl/2014/09/en-tus-brazos-y-huir-de-todo-mal.html


MeryBrittana escribió:Presiento que Britt va a acabar con el corazón roto dentro de poco.


Hola, =o esperemos y no =/ Saludos =D

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 7

Mensaje por 23l1 Lun Ago 10, 2015 7:35 pm

Capitulo 7


La semana transcurrió muy rápido.

Santana y Brittany no habían vuelto a dirigirse la palabra tras el plantón del martes. Hablaban lo justo y necesario en el trabajo, se habían terminado los mensajes y tampoco había más llamadas por teléfono ni miradas furtivas en la oficina.

Brittany intentaba retomar el ritmo, aunque se le hacía difícil verla y no hablarle. Sin embargo, el gesto de Santana era siempre el mismo, sin expresión alguna.

Cuando se cruzaban, por más que Brittany buscaba su mirada nunca la encontraba.

Se sentía estúpida y débil.

Era cierto que Brittany había puesto más expectativas de las que debía en sus encuentros.


En los días sucesivos, Santana le había pedido todos los informes financieros por correo electrónico. Pero aquella mañana, Brittany tuvo que llevarle un memorándum para que lo firmara, puesto que su secretaria había regresado a Nueva York después de la ronda de reuniones.

Llamó a su puerta y Santana le dio paso.

—Permiso, Santana.

Santana miró hacia la puerta y, al verla entrar y sin prestarle demasiada atención, siguió ensimismado en la pantalla mientras le preguntaba:

—¿Qué necesitás?

—Te dejo esto para que lo firmes cuando tengas un momento.

Brittany dejó los papeles sobre su mesa y, al darse media vuelta para marcharse, Santana la llamó:

—Esperá, Brittany.

Su corazón dio un vuelco cuando Santana la detuvo, se giró con rapidez, pero sus esperanzas se disiparon en seguida.

Santana tomó el bolígrafo, leyó veloz, firmó y le entregó el informe de inmediato.

Brittany extendió la mano para recogerlo y lo miró a la cara, pero Santana ni siquiera levantó la vista del ordenador.


«¡Ay, eso sí que me dolió!», pensó Brittany.


Su corazón se rompió en mil pedazos y salió de su despacho compungida. Extrañaba demasiado esos ojitos pícaros, que bailoteaban ansiosos por su cuerpo y que le insinuaban las cosas que quería hacerle.

Ése fue todo el contacto que mantuvieron en toda la semana.

Era viernes y Brittany llegó a la empresa muy temprano. Entró en la recepción, saludó a Mayra como cada mañana, le preguntó por su hija y, tras un breve intercambio, se dispuso a esperar el ascensor.

Entró sin reparar en la gente que había subido con ella y, cuando empezó a vaciarse en el segundo piso y la mezcla de aromas comenzó a disiparse, reconoció el embriagador perfume de Santana.

Hacía días que no coincidían a solas en ningún momento.

La última persona que quedaba junto a ellas bajó pocos pisos antes de que ellas llegaran a su planta y, de repente, Santana oprimió el botón de parada. El ascensor se detuvo abruptamente y el corazón de Brittany se encogió de golpe.

Santana se dio la vuelta hacia ella y, como dos titanes, se sostuvieron la mirada.

Brittany la encaró desafiante, no iba a permitir que pisoteara su orgullo otra vez. Para su asombro, Santana cerró los ojos, inspiró hondo y volvió a presionar el botón para que el ascensor continuara. No se dijeron una sola palabra y Brittany sintió una profunda frustración.

Santana, por su parte, apretaba los puños y sus nudillos estaban blancos por la presión.


«Bah, mejor olvidarlo. Te la follaste un par de veces y estuvo muy bien, pero no vale la pena seguir adelante. ¿Para qué complicarte?», intentó auto-convencerse Santana.


El corazón de Brittany palpitaba con fuerza, había sido un momento muy incómodo y la sangre le bombeaba a una velocidad inusitada.

Al llegar al piso del departamento de finanzas, bajaron y, como Santana era toda modales, le flanqueó la salida y caminó a su lado. Ni delante ni detrás, lo que la frustró más todavía.

Mientras se acercaba a su despacho, iba saludando a todos sus empleados; a Brittany no le había dedicado ni eso, ni un miserable «buenos días».


«Basta, Brittany—se recriminó—, no permitas que tus pensamientos tomen ese rumbo sin sentido. Lo de Santana duró lo que canta un gallo. No podías esperar otra cosa, sólo fuiste un buen polvo, nada más que eso.»


A media mañana Brittay fue a por un café con leche y recordó que, a esa hora, Santana siempre se tomaba un café. Como Alison no estaba para llevárselo, lo pensó dos, tres veces y, luego, actuó en consecuencia. Mientras caminaba, se arrepintió y se maldijo, pero siguió adelante.


«¿Brittany, por qué sos tan blanda?»


Golpeó la puerta tímidamente y Santana, sin saber quién era, le dio paso. Tomó la bandeja con una mano y se las arregló para abrir. Al entrar, Santana la miró asombrado y Brittany le explicó:

—Fui a por un café con leche y te traje un café, como Alison no está...

Ladeó la cabeza y Santana se echó hacia atrás en su sillón, apoyó los codos en el apoyabrazos y entrelazó sus dedos mientras hacía girar sus pulgares.

Era el gesto que Brittany menos ansiaba ver: ahí estaba la morena, toda poderosa. Volvió a maldecirse por haberse rebajado como una verdadera estúpida.


«Cuando Kitty se entere, me va a insultar», pensó.


Santana la miró durante unos segundos que a Brittany le parecieron eternos, de pie, humillada y arrepentida por no haber refrenado su necio impulso.


«¿Qué te pasó por la cabeza, boluda? No tengo excusa para haber reaccionado de esta manera tan estúpida y poco inteligente. ¿Dónde quedó mi orgullo? ¿Será que Santana me lo robó?»


Cuando ya no esperaba ninguna reacción por su parte, Santana sonrió incrédula y le hizo una caída de ojos.

—Gracias—le dijo con sinceridad mientras se levantaba para alcanzar su café.

Brittany soltó el aliento contenido, Santana, sin triunfalismos ni petulancia, había dejado escapar por un momento a la mujer educada y considerada que ella conocía muy bien.

—De nada, que lo disfrutes. Dos de edulcorante, ¿verdad?

—Sí, dos.

Tomó los sobres de la bandeja y se quedó mirándola, sus ojos bailoteaban y puso esa sonrisa y aparecieron los hoyuelos que tanto nublaba el pensamiento de Brittany.


«Maldición, Santana, no me sonrías así… malditos hoyuelos», se dijo.


—La tarta de manzana es tuya también—le aclaró Brittany—, Sé que Alison siempre te trae una con el café—concluyó.

Santana tomó la dulce porción de la bandeja sin dejar de sonreírle y negó con la cabeza sin dar crédito a lo que estaba pasando. Brittany parecía haberse fijado en todos los detalles y eso le agradó tanto que se arrepintió de no haberle hablado aquella mañana en el ascensor, su actitud había sido orgullosa y necia y esa mujer, de nuevo, había terminado doblegándola.

Brittany hizo un movimiento para retirarse, pero con rapidez Santana la cogió por el codo.

—Quedate a tomar tu café con leche conmigo—agregó con una voz embriagadora—, ¿Querés?

—Tengo trabajo—contestó Brittany en un tono muy suave.

Pero Santana le quitó la bandeja de la mano, la apoyó en su mesa y cerró la puerta. Brittany sintió que un cosquilleo le recorría el cuerpo, Santana tomó la silla que estaba frente a su mesa y se la ofreció para que se sentara y se acomodó a su lado. Brittany ya había dado un paso yendo hasta ahí, ahora era su turno, tenía que romper el hielo.

—¿Fuiste a tu clase de tenis?

Brittany sonrió al recordar la llamada de Rory.

—Sí, el miércoles.

Santana bebió otro sorbo de café... y esperó unos segundos.

—Tu profesor es demasiado joven y apuesto y, además, creo que te corrige los golpes innecesariamente para acercarse a vos—su mirada era dulce mientras le hablaba—Por otro lado, esos pantalones ajustados de color gris que te ponés me parecen muy provocativos.

—¡San...!

Brittany abrió los ojos como platos y se quedó con la boca abierta. No podía creer lo que Santana acababa de revelarle.

—Lo siento—puso cara de arrepentida—Sé que no debí hacerlo, pero te seguí.

Brittany dejó su café con leche sobre la mesa y apoyó su codo en el mobiliario, seguía boquiabierta.

No sabía si insultarla o comérsela a besos.

Santana le hizo un guiño y le sonrió… y ahí estaban otra sus hermosos hoyuelos:

—No pude evitarlo. Lo siento—siguió diciéndole—No soporto que no nos hablemos y...—le costó confesarlo pero al final lo hizo—Te pido disculpas por lo grosera que fui el otro día durante la comida. Me ganaron los celos, Britt. Siento celos de la cercanía que tenés con Kitty—le explicó con tranquilidad.

Brittany seguía apoyada en la mesa, escuchando incrédula lo que Santana le contaba, tenía miedo de estar soñando.

—Sos tan desconcertante, San—atinó a decirle sin apartar sus ojos—Kitty es sólo una gran amiga, y si a ambas nos gustan las mujeres y los hombres, pero somos grandes amigas y eso jamás va a cambiar por su parte ni por la mía.

De pronto, sintió la necesidad de justificar la relación que tenía con Kitty. También quería decirle que a ella le pasaba lo mismo, que no soportaba el silencio entre las dos, pero se acordó de Alison y dudó.

Santana se puso de pie, frente a Brittany, y la cogió de las manos.

—Alison no es sólo mi secretaria...—empezó a decir Santana e hizo una pausa.

Brittany creyó que se iba a desmayar y empezó a faltarle el aire, pero Santana prosiguió:

—... Es la novia de mi hermano. Lo siento, me porté como...

Brittany la interrumpió:

—Como una pelotuda—dijo con determinación y, por si no la había entendido, se lo repitió en su idioma—Wanker.

—Lo sé, tenés razón.

Tiró de sus manos para ponerla en pie y la abrazó, olió el perfume de su cuello y bajó sus manos por la espalda hasta dejarlas reposadas en la redondez de su trasero.

—Britt-Britt, me estás volviendo loca. Hace una semana que te conozco y no puedo apartarte de mis pensamientos.


«Necesito creerte, Santana, porque a mí me pasa lo mismo», hubiera querido gritarle Brittany, pero se lo guardó y siguió pensando:«No me hagas más daño, no me mientas.»


Santana se acercó a sus labios y la besó con un tierno beso que se transformó en uno muy intenso. Brittany se aferró a su cuello y le acarició la nuca, entonces Santana se separó.

—No me acaricies así, Britt, estamos en la oficina. Mirá cómo me tenés, estoy a punto de explotar—le explicó apoyándole sus pelvis.

Brittany le sonrió con dulzura y le sostuvo el rostro con las manos, le acarició la frente y le acomodó el pelo detrás de los hombros. Brittany aún no había pronunciado palabra después de su confesión y sus disculpas. Tomó aliento, la miró a los ojos y le habló:

—Te extrañé, Hoyuelitos. Yo tampoco entiendo lo que me pasa.

No estaba segura de haber hecho bien al decírselo, pero se sintió aliviada.

Volvieron a besarse sin lujuria, pero con extremo cariño. Santana podía ser muy tierna y también muy apasionada.

—Me encantan tus besos, San—le hizo saber cuándo Santana liberó sus labios.

—No más que a mí los tuyos—apoyó su frente en la de Brittany y le preguntó—¿Cómo sigue esto, Britt-Britt?

Luego se miraron a los ojos y, cuando estaban a punto de contestar a la pregunta, llamaron a la puerta y Brittany se soltó de inmediato. Pero Santana no la dejó, volvió a cogerla de la mano y contestó:

—Adelante.

Natalia entró y se quedó de piedra. Brittany estaba roja de vergüenza y, a la vez, hinchada de felicidad. Santana, en cambio, parecía divertida con la situación.

—Perdón, creí que estabas sola. Si querés vuelvo en otro momento—se disculpó la recién llegada.

—No, está bien. ¿Qué necesitás?—preguntó Santana con cierta seriedad.

Santana seguía de la mano de Brittany y Natalia hacia un evidente esfuerzo por no mirar ese gesto, pero sus ojos se iban indefectiblemente hacia los dedos enlazados.

Entonces Brittany los interrumpió:

—Voy a seguir trabajando—dijo intentando soltarse de Santana.

Santana le besó los nudillos y, antes de permitirle que se fuera, le guiñó el ojo.

Salió de la oficina y fue a ver a Kitty para contarle lo ocurrido, pero ella no estaba, entonces se metió en el baño. Necesitaba gritar, estaba eufórica porque no podía creer lo que Santana acababa de hacer adelante de su jefa. Y, aunque en un momento de lucidez le entró pavor, se reprendió y se dijo a sí misma que debía disfrutar del momento.

Mientras regresaba a su mesa, vio que Natalia salía del despacho de Santana y decidió esperarla.

—¿Podemos hablar?—le preguntó—Si estás muy ocupada vuelvo en otro momento, no tengo prisa.

—Desde luego, Britt, entremos.

La invitó a que se sentara en el sofá de su amplia oficina.

—Quería hablarte porque ya tomé una decisión con respecto a la propuesta de ocupar tu puesto, he decidido aceptar.

Natalia la abrazó.

—¡Cuánto me alegro! Podés contar con todo mi apoyo, Britt. Sé que no me harás quedar mal y quiero que sepas que confío plenamente en tus capacidades para sucederme.

—Gracias por esta oportunidad, Natalia. Estoy muy agradecida por la confianza que me demostrás. Ahora habrá que esperar que la junta apruebe mi nombramiento.

—Estoy casi segura de que lo harán. Voy a escribirte una extensa carta de recomendación, te lo aseguro.

—Y respecto a lo que viste recién en la oficina de Santana, no me gustaría que me juzgaras a la ligera.

—Es tu vida personal y la de Santana, Britt. A mí no me interesa—dijo de forma tajante.

—Gracias. Aun así, dejame decirte que Santana y yo, por esas casualidades del destino, nos conocíamos de antes por un amigo en común, aunque yo no sabía su apellido.

—Vaya, te confieso que el día que las presenté noté algo raro entre ustedes y me alegro de que mi intuición no haya fallado. Britt, quédate tranquila. Santana es una dama, cuando te fuiste de su despacho me explicó lo mismo.


Dispuesta ya a reanudar sus tareas, Brittany salió de la oficina de Natalia, pero una llamada al móvil volvió a interrumpirla.

—Hola, Hanna.

—Hola, amiga, ¿estás ocupada?

—No, decime.

—Te llamo para invitarte a Los Castores. ¿Querés sumarte?

—¿Quién va?

—Los de siempre y, además, pensaba decirle a Noah. Así que necesitamos una acompañante para él y se me ocurrió que podrías invitar a Aria y presentarlos. Sé que también puedo llamarla yo, pero tu poder de convencimiento será mejor. ¿Te acordás de que con Estefanía no funcionó? Ah, sí, y también quería invitar a San. ¿Hay algún problema si lo hago?

—No, por supuesto, invítala.

—Supuse que no tendrías objeción alguna
—se rió al otro lado de la línea.

—¡Boba! En un rato te confirmo si Aria puede y quiere sumarse, sé que andaba liada con un juicio.

—Entonces espero que me llames. Hablamos más tarde y si ella no pudiera, a ver si se te ocurre alguien.

—Sí, tranquila, yo me ocupo. Un beso.

—De acuerdo, un beso.


Cortó con Hanna y le llegó un whatsapp de Santana.

—¿Almorzamos juntas? ;)

Mientras lo leía, sonrió estúpidamente.

—Bueno. =)

—Vamos en quince minutos, ¿te parece?

—Dale, en quince está perfecto. = P


Entonces, tecleó un rápido mensaje para Kitty:

—Hola, amiga, me voy a almorzar con San. ¿Me perdonás que te deje colgada? =( Estuvimos hablando, después te cuento. ¿Vas a Los Castores? Hace un rato me llamó Hanna.

—No te preocupes por mí y disfrutá mucho de tu almuerzo. Me alegro de que hayan hablado, ya no aguantaba más tu cara de amargura. ¡Ja, ja, ja! Sí, voy con Marley, ¿y vos?

—¡Mal amigo! Depende de lo que quiera hacer San. Tengo ganas de pasar el fin de semana con ella.

—Claro, entiendo. Besos.

Santana salió del despacho y la pasó a buscar y, en el ascensor, se cogieron de la mano. Salieron así del edificio hacia el restaurante.

A Brittany le gustaba tanto esta nueva Santana, relajada y a la que no le importaban las habladurías, como la mujer misteriosa que había conocido días atrás.

El contacto de su mano era fascinante y que todos la vieran de ese modo con la morena le parecía un sueño.

—Me acaba de llamar Noah para decirme que su primo nos invita a su casa para pasar el fin de semana.

—Sí, Hanna también me llamó a mí hace un rato. Los fines de semana en Los Castores son un clásico.

—¿Los Castores?—preguntó Santana.

—Así se llama el barrio privado donde está su casa. Es una zona náutica, la propiedad da a un lago con salida al río, un lugar muy bonito y tranquilo. ¿Tenés ganas de ir? No está muy lejos, cerca de donde vivía tu mamá.

—¿Cuándo nos iríamos?

—Por la tarde, después de terminar en la oficina, sobre las siete. ¿Te parece?

—Me parece bien ir donde me lleves, bonita.

Soltó su mano, se aferró de su hombro y la besó en el pelo. Esa demostración de cariño en plena calle la desarmó y sus palabras, aún más.


«Ay, creo que estoy flipando en colores», pensó agitada.


Miró a Santana, le sonrió y la cogió por la cintura, caminaban acompasadas y con una sonrisa boba en la cara.


«Guau, ahora, cuando entremos y nos vean los de la oficina van a empezar los cuchicheos. Pero, ¡bah!, qué me importa. Que digan lo que quieran. Yo lo estoy gozando y no pienso privarme de nada», se convenció Brittany.


El Mundano, el restaurante donde comían a diario, era un muy buen lugar, ubicado en el barrio de Palermo Soho. Se sentaron a una mesa retirada, en busca de un poco de intimidad. Al aparecer abrazadas, todas las miradas de los empleados de Mindland se habían posado en ellas.


«¡Ja! Seremos la comidilla hasta que este chisme sea desplazado por otro, estoy segura. Hablen nomás, sí, me estoy liando con la big boss y no me arrepiento. Además, sé que a más de una persona le gustaría estar en mi lugar, pero por desgracia llegaron tarde para el reparto. Esta morena está conmigo, ¿quedó claro?», se dijo con orgullo.


El camarero les trajo la carta y Brittany pidió pollo con salsa agridulce y patatas cuadradas. Santana optó por un risotto carnaroli, con setas y parmesano, además de pedir una botella de Pinot Noir Séptima Noche, cosecha de 2008, que Brittany le recomendó alegando que era de la bodega de unos amigos de la familia.

—Es un vino relativamente económico en comparación con los que estás acostumbrada a tomar, pero te aseguro que es muy bueno. Probalo, por favor, creo que puede gustarte. ¿Sabés que en Argentina hay muy buenas cepas? Si luego no es de tu agrado, te podés pedir otro, pero sé sincera—la picó—Yo pago éste.

Santana miró al cielo después de su insinuación y respondió:

—Siempre soy sincera, Britt.

Brittany le guiñó el ojo, mientras Santana probaba el vino y daba el visto bueno al camarero para que dejase la botella.

Santana se empecinó en que también tomara del caldo que le había recomendado y Brittany le explicó que sólo se permitía un tinto de vez en cuando, pero nunca en horario de trabajo. Sin embargo, accedió a compartirlo y se pidió también un agua con gas.

—Es un linaje muy suave, joven y delicado, con aromas complejos y abundantes. En este país hay muy buenos linajes en vino y el clima de Mendoza, en especial, es idóneo para el cultivo—le explicó Brittany—Si lo olfateás, notarás la presencia de minerales de olor ahumado y especiado, y también un cuerpo fresco—le dijo mientras lo olía—Si también lo saboreás, y lo dejás un rato en tu boca, también vas a notar que es un vino fresco y elegante.

—Para no beber vino, sonás como toda una experta.

—Algo aprendí en la bodega de mi familia, si no, sería el colmo—sonrió y siguió contándole—Mi papá me enseñó cómo catar un vino, él era muy bueno, aunque debo reconocer que mi hermano es mejor. Hay que educar los sentidos, aprender a memorizar las impresiones percibidas y utilizar un vocabulario que te permita traducirlas en cosas posibles.

Santana la escuchaba con atención, sin soltar su mano, y le replicó:

—La verdad es que yo simplemente lo pruebo y mi paladar me dice si me gusta o no. No sé cómo diferenciar sus sabores, me guío por el instinto. Supongo que es cuestión de aprendizaje.

—Es sencillo, de todas formas creo que tu paladar es perfecto. Tenés claro lo que te gusta—la halagó Brittany—A la práctica, es como si tuvieras que explicarle a alguien que nunca probó una naranja qué sabor tiene, qué sensación te produce en la boca, a qué huele. La cata es un ejercicio personal que describís con tu propio lenguaje.

Durante un rato, Brittany le habló de la bodega de su familia y Santana se interesó mucho y quiso saber dónde se conseguían esos vinos para probarlos. Brittany estaba muy locuaz y de muy buen humor y Santana, por su parte, se sentía relajado y feliz.

La conversación, fresca y deliciosa, pasó de la familia de Brittany a la de Santana, que le habló de su casa de campo en las afueras de Nueva York, en un lugar muy selecto de los Hamptons. Le contó que su familia estaba muy unida y que, por suerte para el negocio, todos se llevaban bien.

Abstraída y fascinada por la nueva Santana que estaba descubriendo, Brittany se había olvidado de llamar a Aria.

—¿Qué pasa?—le preguntó Santana al ver que Brittany se tocaba la cabeza y fruncía el cejo.

—Debo conseguirle una acompañante a Noah—le dijo sonriendo—, Casi me olvido.

—Tengo un dato que quizá te ayuda: le fascinan las castañas—le confesó con frescura.

—¡Ah! Entonces creo que Aria es la persona ideal.

Ambas sonrieron felices y Brittany soltó la mano de Santana, que había permanecido aferrada a la suya durante la mayor parte de la comida, para buscar su teléfono.

Santana escuchó divertida los argumentos y métodos de persuasión que utilizaba Brittany con su amiga, que no era fácil de convencer. Cada tanto, levantaba su mano y se la besaba o la acariciaba con el pulgar mientras Brittany hablaba.

Al final, Aria cedió y aceptó ir, pero le pidió un informe detallado sobre Noah, que Brittany no dudó en darle. Le describió sus rasgos faciales y el trasero y su caja torácica, con la intención de entusiasmarla para que aceptara.

Después del esfuerzo, Aria se había mostrado intrigada por conocerlo, así que quedaron a las seis y media en su casa.

Brittany cortó con expresión triunfal y reparó en la cara de desagrado que Santana no se molestaba en disimular.

—Vaya, no sabía que habías observado tanto a Noah—le reprochó Santana con tono seco, la mandíbula tensa y el cejo fruncido.

—San, por favor, Noah no es mi tipo, pero no soy ciega. Simplemente, resalté todo lo que podía interesarle a Aria.

Santana la miró con mala cara, torció la cabeza hacia un lado y, al final, le sonrió.

—Me parece que, de ahora en adelante, tendré que estar atenta a cuánto lo mirás.

—Boba—le soltó Brittany y le besó la mano—La hora de mi almuerzo ha terminado. ¿Volvemos?

—No te preocupes por la hora, estás con la jefa—contestó Santana con picardía.

—No quiero abusar de mi jefa. Además, no está bien que me tome ciertos privilegios por estar con ella.

—Pero yo sí quiero que abuses de mí, es más, deseo que te aproveches todo lo que puedas de tu jefa—le susurró para darle a entender sus oscuras intenciones y le preguntó—¿Café o postre?

—Postre, estoy muy golosa últimamente.

—Hum, golosa, ¿qué querés comer?

En voz baja, pero empleando toda su seducción, Brittany le respondió:

—Creo que podría pedir una barra de cheesecake de Capuchino con remolinos de chocolate, pero ahora que lo pienso mejor quiero...—hizo una pausa—Te quiero a vos, enterita. ¿Te parece que me podés consentir?—la provocó.

Sus ojos comenzaron a bailotear y su sonrisa se volvió oscura y lujuriosa. Sin perder un segundo, Santana llamó al camarero, pagó la cuenta y se puso en pie, tomándola de la mano.

Cuando salieron a la calle, abrazó a Brittany y le dijo al oído:

—Andá pensando en lo que te apetece, porque vas a tener que pedírmelo si querés que te consienta.

Le besó el lóbulo de la oreja y Brittany se desarmó, entonces, Santana sacó su móvil y llamó a Artie.

—No vengas a buscarme—cuando llegaron al aparcamiento, le indicó—Buscá tu auto, que yo subo a recoger tus cosas y las mías. Esperame acá.

Parada frente a la entrada del edificio y considerablemente nerviosa, Brittany hacía tamborilear sus dedos sobre el volante. Santana no tardó en volver, abrió la puerta trasera, tiró los dos maletines en el asiento y se subió al coche, pero, antes de arrancar, Brittany le preguntó:

—¿Querés conducir?

—No hay problema, Britt, conduce vos.

Esperó a que se abrochara el cinturón de seguridad, metió primera y arrancó. Al frenar en un semáforo, Brittany se giró para buscar su iPod en el bolso y conectarlo al sistema de sonido. Los primeros acordes de Sabes, de Reik, invadieron la atmósfera del coche y las dos sonrieron. Entonces Santana la sorprendió con su voz seductora:

—Canturreala, Britt, como en la limusina.

Lo último que esperaba Brittany era que le pidiera algo así. La letra de esa canción reflejaba sus sentimientos a la perfección y quería creer que para Santana significaba lo mismo.

La tararearon juntas y, luego, Santana apoyó su mano en su hombro para acariciárselo y, sin demora, bajó sus dedos hasta la pierna.


¿Sabes? Te quiero confesar
que te encuentro irresistible.
No dejo de pensar que haría lo imposible por quedarme cerca de
ti.
Cuando llegaste tú, te metiste en mi ser, encendiste la luz,
me llenaste de fe.
Tanto tiempo busqué,
pero al fin te encontré
tan perfecta como te imaginé.



Brittany se aferró al volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos y se le hizo un nudo en la garganta. Embargada por una gran emoción, su corazón era una bomba a punto de estallar y su carótida latía descontrolada.

—Tranquila, Britt-Britt—la tranquilizó Santana mientras le masajeaba el cuello para que se relajara.

—¿A mi casa o al Faena?

—Donde quieras.

—Al hotel, así recogés tus cosas.

—Perfecto.

Llegaron al Faena, donde los esperaba Artie. Aparcaron y Brittany le entregó las llaves del coche. Santana bajó con los maletines y se dirigieron de la mano hacia los ascensores.

Mientras subían, se dieron un beso que los dejó temblando. Santana la aprisionó contra la pared atrapando su cuerpo con tanta intensidad que ambos tuvieron la sensación de que lo que pasaría en la habitación iría demasiado rápido.

Ya en la Tower Suite, Brittany soltó su bolso y Santana dejó los maletines en el sofá. A continuación, se desabrochó los botones de su camisa y se despojó de la americana. Brittany, atenta junto al sofá, seguía sus movimientos.

—Vení acá—le pidió Santana y, cuando la tuvo a tiro, le habló muy cerca de los labios—¿Recordás lo que me dijiste en el restaurante?

—Sí—afirmó Brittany—, Dije que te quería enterita y te pregunté si podías consentirme.

Se rió maliciosa y Santana la besó muy tiernamente mientras le retiraba el pelo de la cara. Acto seguido, Santana dio un paso atrás y abrió sus brazos de par en par.

—Aquí estoy, soy todo tuya, para que hagas lo que quieras conmigo.

—¿Lo que quiera?—preguntó Brittany.

—Lo que quieras—confirmó Santana y pensó:


«No voy a resistirme más al desequilibrio que me provocás, Britt. Me tenés hecho una idiota.»


Brittany se llevó un dedo a la boca mientras pensaba qué hacer con Santana. La tomó de la mano y la llevó hacia la escalera.

—¿A la cama?—preguntó, pero Brittany se dio la vuelta y la hizo callar poniendo un dedo sobre sus labios.

—¡Chis, guío yo!

Santana sonrió y le dio una palmada en la nalga. Subieron la escalera hasta el piso donde estaba el baño y Brittany se detuvo y la dejó de pie en la entrada.

—Vas a hacer sólo lo que yo quiera—la provocó con una voz oscura y sensual.

Por un momento, Santana creyó que no podría dejarla hacer, porque ansiaba con desesperación apoderarse de su cuerpo, pero cerró sus ojos y apeló a su autocontrol, quería experimentar todo lo que a Brittany pudiera hacerla feliz.

De manera muy audaz y dejando escapar a la femme fatale que estaba escondida en su interior, tomó a Santana de la barbilla y le dio un beso profundo y caliente.

Se excito de inmediato y Brittany, como una chica mala, se retiró de su lado pasando levemente la mano por sus pechos y su sexo. Después, caminó con sensualidad hasta el jacuzzi bajo su atenta y exaltada mirada.

Brittany se inclinó despacio para poner el tapón y le ofreció una vista panorámica de su trasero, por debajo de la seductora falda de color blanco que llevaba. Abrió los grifos, se estiró para tomar el frasco de sales y lo echó en el agua.

Todavía de espaldas a Santana y con una gracia increíble, comenzó a bajarse la cremallera de la falda, se giró para poder verla y le sonrió con erotismo. Santana unió la punta de sus dedos y los besó para indicar que había sido un espectáculo exquisito. Brittany no se quitó la falda, sólo la desabrochó, y prosiguió con su tarea de seducción.

Frente a Santana, comenzó a soltar los botones de su blusa de abajo arriba, pero se detuvo justo a la altura del sostén. Deslizó sus manos hacia su abdomen, levantó la cabeza y la echó hacia atrás mientras se mordía el labio inferior. Santana disfrutaba sin mesura de su sensualidad, cada vez estaba más excitada.

Brittany se sentía ardiente y volvió a posar sus manos en los botones de su blusa. Con una mueca le preguntó si seguía con la tarea y Santana, tras levantar una ceja, unió sus manos a modo de súplica, pero no la convenció. Le hizo un mohín, pero Brittany se giró sin compasión.

El agua caía a borbotones y el momento era embriagador. Sólo imaginar lo que iba a ocurrir después potenciaba todos sus sentidos. Brittany se sentía todopoderosa y sugerente, tenía la vagina húmeda y decidió terminar de desabrocharse la blusa.

La deslizó hacia atrás y dejó al descubierto primero uno de sus hombros, y luego el otro, la sostuvo a la altura de los codos y volvió la cabeza para ver la expresión de Santana. Estaba pasmada, su mirada era muy oscura. Brittany comenzó a tejer imágenes en su mente para complacer todas sus fantasías, quería enloquecer a su amante americana.

Santana intentó caminar hacia ella, pero Brittany le indicó que no con la cabeza y chasqueó la lengua. Santana sonrió y negó incrédula, pero continuó de pie en su lugar. Brittany dejó caer la prenda al suelo, llevó sus manos a la espalda y se desabrochó el sujetador.

Con el torso totalmente desnudo, volcó su cabello hacia adelante para que Santana pudiera observar la tersura de su espalda. Después deslizó la falda por sus caderas, empujándola con los pulgares, y dejó al descubierto las bragas.
Se quitó la falda levantando un pie y luego el otro y, para provocarla un poco más, separó sus piernas con sensualidad. Aún llevaba puestos unos zapatos de tacón verde y, temeraria, se inclinó hacia adelante sin flexionar las rodillas, con el firme propósito de tocar el agua con la mano y ofrecerle una panorámica completa de su vagina, tan sólo cubierta por la diminuta prenda interior que llevaba puesta. Santana resopló excitada y, entonces, Brittany se cubrió los pechos con uno de sus brazos y se dio la vuelta.

—Tu turno—le dijo—, Quiero ver cómo te desvestís.

Santana le guiñó un ojo y comenzó con la tarea. Se quitó primero los tacones y los calcetines y, luego, con presteza, desabrochó su falda y la miró. Sus ojos recorrieron el cuerpo de Brittany mientras desabotonaba su camisa, luego desabrochar y quitarse el sujetador.

Al quedarse con el torso desnudo frente a Brittany, se acarició los pechos con las manos y la bonaerense deseó ser ella quien los acariciara. Estaba a punto de despojarse de la falda cuando Brittany le indicó que se acercara con el dedo.

Santana caminó despacio a su encuentro y, en ese preciso instante, Brittany se dio la vuelta para cerrar el grifo. Santana se aferró a su cintura con desesperación y le hundió la nariz en el cuello, para aspirarla íntegramente: la había enloquecido y no podía contenerse más.

Hizo reptar las manos por su vientre y Brittany sintió cómo quemaba, sus dedos eran fuego en su piel. La aprisionó con fuerza contra su cuerpo y apoyó sus caderas contra sus nalgas. Brittany se giró y apoyó sus pechos contra los de Santana, la abrazó y se aferró a su nuca entrelazando los dedos en su pelo. Hizo un amago de besarla pero se contuvo, y Santana se mordió el labio.

Santana no podía más, se veía en sus ojos, que la miraron intensamente y le explicaron, en silencio y a modo de advertencia, todas las cosas obscenas que le apetecía hacerle.

Brittany decidió entonces no dilatar más el contacto y se lanzó a devorar sus labios, la tomó con fuerza por la nuca y enredaron sus lenguas en un beso desesperado y turbio, descontrolado. En un momento de cordura, Brittany entendió que debía poner un freno al ritmo vertiginoso, porque si seguían así, no iban ni a entrar en el agua.

Santana la aprisionaba y casi le quitaba la respiración con su abrazo, Brittany la apartó para tomar aire y Santana permaneció expectante.

—Despacio, San, despacio, Hoyuelitos—le pidió entre jadeos.

—Es difícil, Britt.

—Lo sé, pero quiero disfrutarte más... mucho más.

—Me volviste loca mientras te desnudabas.

—Era la idea—reconoció con una sonrisa pícara.

Luego le pasó un dedo por la cintura, entre la piel y el elástico de la braga, terminó de desabotonar su falda y la bajo, metió la mano para palpar su sexo por encima de la tela de su ropa interior.

Brittany se humedeció los labios con la lengua mientras lo hacía y Santana tiró la cabeza hacia atrás mientras se escapaba un gemido de su boca. Su mano continuaba palpándolo con afán y Brittany comprendió, en ese momento, que ella también estaba ansiosa.

Sin más demoras, se sentó en el borde del jacuzzi y se quitó los zapatos, se puso de pie y deslizó la braga por sus muslos para quedarse totalmente desnuda frente a Santana. Metió los pies dentro del agua, hizo un nudo con su pelo y sumergió todo su cuerpo.

Mientras tanto, Santana terminó de quitarse la falda y la ropa interior sin dejar de mirarla, se amarro el pelo al igual que Brittany y se metió en el agua con ella.

Entrelazaron sus piernas y brazos y Brittany, ardorosa, deslizó su trasero para quedar más cerca de Santana, hasta que pudo sentir su caliente seco contra su pelvis.

Se acariciaron con las manos jabonosas, mientras se dedicaban miradas llenas de placer oculto. Brittany envalentonada, bajó una mano y la sumergió en el agua hasta atrapar con ella su sexo y lo acarició de arriba abajo, hasta que presagió que si no paraba Santana se iba a correr en ese mismo instante.

Santana, entregada a sus manos, la cara de la estadounidense era un poema, estaba perdida en el momento, con la boca entreabierta y los ojos extraviados. Brittany la había dejado al límite y a punto de perder el control. Entonces se levantó del agua y se colocó con las piernas abiertas y ligeramente flexionadas para ofrecerle su vagina.

—Dale, chupame.

Santana se acomodó en el jacuzzi, tiró su cabeza hacia atrás y se situó entre sus piernas, lista para hacer lo que Brittany le exigía. Sedienta de probarla, sacó su lengua y se la pasó por toda la hendidura, con sus dedos, abrió los labios de su vagina y rodeó su clítoris, lamiéndolo deliciosamente, se lo mordió hasta torturarla y hundió dos dedos en su sexo, que entró y sacó varias veces.

Los movía con pericia, en busca de ese punto exacto con que le proporcionaría más placer todavía. Cuando lo encontró, el cuerpo de Brittany comenzó a temblar y Santana paró. Brittany volvió a sentarse en el agua y rodeó sus caderas con las piernas. Santana la envolvió con un brazo y, con la otra mano, tomó su rostro para apoderarse de sus labios con frenesí.

—Britt, me abruma lo fabulosa que me siento a tu lado.

Brittany necesitaba que sus palabras fueran ciertas, anhelaba decirle que se sentía igual, pero la naturaleza de lo que le había tocado vivir en el pasado hacía que moderara sus expresiones, le costaba dejarse llevar por sus sentimientos.

Ambas estaban exaltadas y Brittany la besó con pasión, olvidando que era ella quien tenía el control de la situación. Las manos de Santana se paseaban por su cuerpo, le acariciaban los pechos, se los apretaban y sus dedos le pellizcaban los pezones, mientras sus besos le tapaban la boca.

Brittany tomó aliento para hablarle:

—San, si pudiera te besaría hasta la voz.

Dicho eso, colocó su vagina sobre la de Santana y ella la sostuvo de las nalgas busco la unión perfecta. El primer roce fue tal que se quedaron quietas un instante para disfrutarla.

—¿Te gusta, Britt-Britt?

—Me encanta.

Brittany empezó a contonearse y Santana también comenzó con un vaivén de su pelvis, de arriba hacia abajo. Brittany, aferrada a su cuello, se meneaba despacio, permitiendo que su vagina sintiera el roce de la vagina de Santana.

El frenesí iba en aumento y ellas cambiaban el ritmo para retrasar más el orgasmo, pero al final Brittany sintió que las cosquillas del placer amenazaban con invadirla por completo, su ser la abandonaba y decidió entregarse al éxtasis sin dilación.

—San, me voy, Sanny.

Santana tenía la cara hundida entre sus senos, pero al oírla, levantó la vista para mirarla. Le encanto la forma en como la llamo y le encantaba observarla en ese instante en que sus sentidos desaparecían.

Entonces, comenzó a atacar su sexo con potentes embestidas y Brittany salió a su encuentro con fuertes movimientos ascendentes y descendentes, sus pelvis se estrellaban furiosas a cada encuentro y el agua formaba una espiral alrededor de sus cuerpos. Cada arremetida aumentaba la pasión, se contorsionaban cada vez con más intensidad, incontrolables.

Brittany, notó que el placer se apoderaba de sus entrañas y que se elevaba hacia un sitio donde nunca había planeado llegar, y se dejó ir de nuevo.

Santana, atenta al nuevo orgasmo de Brittany, percibió las contracciones del cuerpo de Brittany y se sintió más excitada que nunca. Santana era la causante de su arrobamiento.

Brittany, fuera de sí, le clavaba las uñas en la espalda y chillaba su nombre sin parar. Sin poder detener por más tiempo el desgobierno que esa mujer le producía, Santana se entregó al placer y gritó apretando los dientes, le oprimió las nalgas con fuerza mientras se corría y sació todos sus deseos de manera desesperada y primitiva. Se deslizó hacia atrás hasta dar con el borde del jacuzzi, y se recostó.

Estaba exhausta.

Brittany se quedó acunada entre sus pechos y hundida en el lugar que le daba el sostén perfecto para recuperar sus fuerzas. Despacio, levantó la cabeza y le beso los pezones para luego mirarla y, entonces, Santana abrió los ojos para decirle:

—Britt-Britt, vas a matarme un día de éstos. Vas a hacer que mi corazón explote.

Brittany necesitaba hacerle saber que había sido colosal.

—Lo disfruté mucho, Sanny—atinó a decir.

Y es que sus palabras se negaban a mostrar lo que había sentido en realidad, sabía que todo cuanto compartían tendría un final.

Peinó el cabello de Santana hacia atrás, despejó su rostro y acunó la cara de su amante con ambas manos, después la besó con mucha ternura.

Aún estaban demasiado agitadas.

—Fuiste exquisitamente sensual, Britt. Me encantó todo lo que me hiciste sentir.

—Hoyuelitos, vos hacés que me sienta libre y que me exprese con el cuerpo como nunca antes lo había hecho.

Volvieron a besarse, no habían tenido suficiente.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lucy LP Lun Ago 10, 2015 8:55 pm

Hola!!!! recien poniendo al dia con tu adaptacion esta muy muy interesante ... por cierto me he dado cuenta que para ti no hay barrera en el lenguaje pasas del español "Hostias tia" , al ingles"girl" y al argentino "vite como sos vos" jajajajajajaja extrañe tus adaptaciones mujer...


Última edición por Lucy LP el Lun Ago 10, 2015 11:06 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Jane0_o Lun Ago 10, 2015 10:05 pm

Como siempre genialll
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Lun Ago 10, 2015 10:12 pm

hola morra,...

el mes mas intenso de las dos jajja,..
juego de celos es bueno asta cierto punto,... si lo saber jajaja

nos vemos!!!

PD; en serio carta??? yo no duro ni dos meses en un solo lugar en el mundo y tu me quieres mandar carta,.. jajajajajaj te mando todas mis direcciones y a ver que carta llega primero jajajajaja o buscamos otra forma,....
3:)
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Club Naya/Santana

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Lun Ago 10, 2015 10:14 pm

Que manera de reconciliarse!! jajaja!!!
Saludos
monica.santander
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Mar Ago 11, 2015 2:07 am

Lucy LP escribió:Hola!!!! recien poniendo al dia con tu adaptacion esta muy muy interesante ... por cierto me he dado cuenta que para ti no hay barrera en el lenguaje pasas del español "Hostias tia" , al ingles"girl" y al argentino "vite como sos vos" jajajajajajaja extrañe tus adaptaciones mujer...


Hola, eso es bueno jaajajjajaj. JAjajajajaajajja nop las ai, es una de mi tantas cualidades [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 2 4061796348 ajajajajajaj xD. Es el efecto que causan las brittana ajajajajaj. Saludos =D


Jane0_o escribió:Como siempre genialll
Saludos


Hola, me gusta que te guste jajajajaajajaj. Saludos =D


3:) escribió:hola morra,...

el mes mas intenso de las dos jajja,..
juego de celos es bueno asta cierto punto,... si lo saber jajaja

nos vemos!!!

PD; en serio carta??? yo no duro ni dos meses en un solo lugar en el mundo y tu me quieres mandar carta,.. jajajajajaj te mando todas mis direcciones y a ver que carta llega primero jajajajaja o buscamos otra forma,....


Hola lu, uffff pienso igual ajajajajajja. =o mmm en todo caso =/... =O experiencia dices tus¿? xD jajaajaj. Saludos =D

Pd: ajjajaajajjaaj xD no xD esk nose me ocurrió otra forma xD jajaajjaajaj Jjaajajajajajajajaajajaja te mandaría la misma carta a todas las direcciones jajajaajajajaj xD Mmm otra forma mejor, mas rápida jajaja xD


monica.santander escribió:Que manera de reconciliarse!! jajaja!!!
Saludos


Hola, jajaajaj efecto brittana jaajajajajaj. Saludos =D

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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 8

Mensaje por 23l1 Mar Ago 11, 2015 2:10 am

Capitulo 8

Santana había elegido vestirse de manera informal, con un vaquero desgastado, que le quedaba muy ajustado y le hacía un trasero perfecto, una camiseta blanca ceñida, que le marcaba sus pechos, y calzado deportivo y llevaba el pelo tomado en una cola de caballo, además, acababa de perfumarse.


«Está para comérsela, creo que me volví adicta a esta morena», pensó Brittany mientras se arreglaba frente al espejo del vestidor.


A su lado, Santana abrió la caja fuerte de la habitación del hotel y guardó su reloj para cambiarlo por otro y es que Santana era exclusiva por dentro y por fuera. Luego preparó una bolsa de mano con algunas mudas para pasar el fin de semana en Los Castores, bajo la atenta mirada de Brittany, que no podía dejar de admirar ese cuerpo que tanto la colmaba de placer, se había vuelto una droga para ella.

Por su parte, Santana también se sentía hechizada y, cada vez que pasaba por su lado, le depositaba besos en su cuello, en la mejilla o en el pelo.

Llamó a Noah para decirle que lo esperaban en el hall del hotel y le contó el plan.

Un rato después, estaban los tres en la calle, listos para partir.

Artie custodiaba el coche de Brittany frente a la entrada del Faena.

—San, ¿querés conducir vos?—insistió ésta, y esta vez Santana aceptó.

Partieron hacia el departamento de Brittany, entusiasmada con la perspectiva del fin de semana, tuvo que contestar a las preguntas que Noah le hizo en el camino, parecía bastante intrigado después de la descripción detallada de Aria.

El departamento de Brittany estaba situado en el barrio del Bajo Belgrano. Era la primera vez que Santana iba a su casa y Brittany se sentía nerviosa y llena de expectativas, quería que se sintiera cómodo y que el lugar le gustara.

Era consciente de que no vivía con grandes lujos, pero aunque su casa era un tanto austera también tenía un diseño interior muy vanguardista. La sala de estar y el comedor formaban un ambiente integrado, y tanto la tapicería como el pesado cortinaje estaban decorados con tonos pasteles muy claros, por lo que todo armonizaba a la perfección.

El espacio presentaba un aspecto impecable y los estilosos muebles combinaban clasicismo y modernidad. Las obras de arte, que había adquirido en una galería de San Telmo a muy buen precio, eran de un artista nacional y embellecían sus paredes de forma notable.
La cocina estaba separada del resto del departamento por un pequeño comedor con taburetes altos tapizados en marrón.

Santana se asomó a la puerta del dormitorio y la de su pequeño estudio para terminar de examinar el lugar.

Noah elogió el departamento y se acomodó en el sofá frente al ventanal, mientras leía los títulos de los libros que estaban sobre la mesa baja.

Santana la abrazó por el hombro y le besó el pelo antes de darle su parecer:

—Me gusta mucho tu departamento, parece muy cómodo y funcional. Es como lo imaginaba, con tu toque personal en cada rincón—confesó y le guiñó un ojo.

Brittany se sintió feliz y ofició de anfitriona:

—¿Quieren tomar algo? ¿Cerveza, zumo, un refresco? Sírvanse lo que deseen del refrigerador mientras me cambio y me preparo la ropa para llevar—se excusó y antes de entrar en su dormitorio, añadió—San el iPod está en mi bolso, por si querés poner música.

—No te preocupes, nosotros nos arreglamos.

Los dejó en la sala y fue a cambiarse. Decidió ponerse unos vaqueros cortos, una camiseta fina cruzada muy ceñida que resaltaba enormemente su busto y unas sandalias de corcho con plataformas. Cogió una bolsa en la que metió la ropa y sus objetos de aseo personal para el fin de semana y volvió a la sala en seguida.

Santana recorrió sus piernas con los ojos mientras tomaba un sorbo de Coronita. Brittany deambulaba por el espacio, consciente de su mirada, mientras sonaba Big girls don’t cry, de Fergie.

—Ya casi estoy lista.

—Tranquila, Britt, estamos muy cómodos—le dijo Santana con una sonrisa, que Brittany devolvió con una sonrisa y un beso al aire.

Sonó el portero automático, Aria acababa de llegar. Brittany guiñó el ojo a Noah. Su amiga no tardó en subir y se abrazaron efusivamente ya que hacía un par de semanas que no se veían. Luego se la presentó a Santana y Noah.

Aria era una abogada muy prestigiosa de uno de los despachos más importantes de Buenos Aires. Su discurso era muy rico y, además hablaba inglés a la perfección, por lo que ella y Noah no tardaron en relacionarse. Las miradas que intercambiaron desde el principio fueron prometedoras.


Durante un rato, conversaron entre los cuatro para que las cosas empezaran a fluir entre ellos y luego Brittany se disculpó, quería terminar de arreglarse.

Santana le preguntó dónde quedaba el baño y Brittany la acompañó al que estaba al lado de su dormitorio.

—¿No tenías otra cosa que ponerte?—le preguntó mientras tironeaba de sus pantalones cortos.

Brittany se rió sin estar segura de sí lo decía en serio o estaba bromeando. No recordaba que Lauren alguna vez le hubiera cuestionado su vestimenta.

—¿Qué tienen mis pantalones? Vamos a una casa de fin de semana, es una buena ocasión para vestirse informal.

—Son muy cortos—respondió Santana mientras la aferraba por la cintura.

—Pero ¿te gusta cómo me quedan o no?

—Ése es el problema: te quedan demasiado bien y las miradas de todos se centrarán en tu enorme trasero—respondió mientras le daba una palmada.

Brittany bajó sus manos hasta las nalgas de Santana y se las apretó.

—Estos vaqueros te quedan muy ajustados y también te hacen un trasero perfecto, te aseguro que vas a calentar a más de una persona y, sin embargo, no te dije nada—replicó entre carcajadas.

—Sos imposible—se rió Santana—Por cierto, tu cama parece muy cómoda, ¿cuándo podremos probarla?

—Qué pena—se lamentó Brittany—, Si ellos no estuvieran en la sala podríamos hacerlo ahora.

—No me tientes, Britt, porque trabo la puerta y mando todo al demonio.

—Me encantará tenerte en mi cama. Cuando gustes estás invitada.

Se besaron, Santana fue al baño y Brittany recogió sus cosas y las llevó para la sala.

Todo estaba listo.

Aria metió su coche en el aparcamiento y se montaron los cuatro en el de Brittany para partir hacia Los Castores. El viaje fue muy placentero, charlaron mucho y se rieron aún más.

A pesar del denso tráfico en la autopista Panamericana, Brittany estaba de muy buen humor, Santana había puesto música y sonaba David Guetta al compás de Gettin’ over you. Después saltó al Gangnam style, pero cuando llegaron a la salida del peaje que indicaba el desvío para Bancalari-Nordelta, la marcha se redujo y Brittany aprovechó para hacer su propia selección musical. Puso I’m addicted to you, una remezcla de Shakira, que cantó como loca, enfatizando el estribillo, mientras miraba a Santana:


I’m addicted to you
porque es un vicio tu piel.
Baby, I’m addicted to you.
Quiero que te dejes querer.



Ya no le importaba quedar en evidencia y tontear abiertamente, incluso Santana lo disfrutaba. Le acariciaba la pierna con esa sonrisa de ángel y demonio que a Brittany le nublaba la razón.

Esa morena la alentaba a no tener vergüenza por nada, se sentía libre a su lado.

Al llegar al barrio privado de Los Castores, los vigilantes les facilitaron el ingreso, gracias a que Hanna los había puesto sobre aviso el día anterior.

Brittany serpenteó entre sus callejuelas hasta llegar a la casa y, al bajar del Scirocco, tanto Noah como Santana comentaron lo hermoso y apacible que era el lugar.

Mientras sacaban las bolsas del maletero, las demás salieron a recibirlos, Kitty y Marley hacía un rato que los esperaban. Hanna y Emily, las anfitriones, ofrecieron un breve recorrido por las instalaciones a Noah y Santana, les mostraron las habitaciones y aprovecharon para subir el equipaje.

El espacio que había reservado para Brittany y Santana era amplio y cómodo y tenía vistas al lago principal, un baño propio y mucha privacidad. Estaban en el dormitorio acabando de instalarse, cuando Brittany se sintió invadida por una enorme emoción. Pensó que iba a ser fascinante pasar todo el fin de semana juntas.

Santana sería lo último que viera al cerrar sus ojos y lo primero al abrirlos. Le sobrevino una tremenda sensación de felicidad que no pudo disimular. Una estúpida sonrisa se instaló en su cara, Santana la miró con curiosidad.

—¿Qué te ocurre?—le preguntó y, entonces, enfervorizada decidió ser sincera.

—Me encanta que vayamos a pasar estos días juntas.

Hubiera querido que Santana le correspondiera con alguna reacción eufórica, pero se limitó a sonreír y hacer gala de sus hoyuelos.


«¿Quizá para ella éste no es un momento especial?—se preguntó Brittany—Bueno, al menos puso buena cara y no mostró indiferencia.»


«Tranquila, rubia, es sólo un fin de semana. No quiero que te imagines cosas que no puedo darte. Me gustás mucho pero no alucines, tomaré tu cuerpo cuando me apetezca, pero nada ha cambiado aunque estemos aquí juntas», reflexionaba Santana con dureza mientras pensaba qué contestarle.


—Espero que no ronques demasiado—dijo al final.

Brittany se dio la vuelta y la miró perpleja.

Tenía claro que Santana estudiaba sus respuestas y por eso no le contestaba de inmediato, Santana elegía qué palabras decir y cuáles no.


«¿Por qué siempre hace lo mismo? ¿Acaso se guarda ciertos pensamientos? Es muy posible. Yo también lo hago. Sin embargo, ella se sinceró conmigo en varias ocasiones y me expuso sus emociones, pero, cuando quiero avanzar, siempre me pone un freno.»


—Por supuesto que no ronco—repuso Brittany haciéndose la ofendida.

—Hum, si no recuerdo mal, cuando te quedaste en el hotel, tus ronquidos me despertaron varias veces—la provocó Santana con la mano en el mentón—, Pero, claro, como habías bebido mucho lo achaqué a tu estado alcohólico.

—Sos una mentirosa, ni bebí tanto esa noche, ni ronco.

Santana puso en duda con la mirada lo que ella decía y lo hizo con tanta seguridad que la dejó vacilante.

—¿De verdad ronco?—le preguntó Brittany con cara de preocupación.

Pero Santana no pudo aguantar más y se desternilló de risa, se acercó a Brittany, la abrazó y le plantó un sonoro beso.

—Mentira, Britt-Britt, estaba bromeando. Sos un ángel cuando dormís.

—Ja, qué chistosa—replicó con sarcasmo mientras simulaba darle un golpe en las costillas.

Santana simuló dolor retorciéndose y sujetándose el costado como si le hubiera pegado de verdad.

—¡¿Serás payasa?!—exclamó Brittany.

Santana se enderezó, la tomó por la cintura y la besó profundamente.

—Britt, no puedo mantener mis manos quietas cuando estoy cerca de ti, sólo deseo besarte y tocarte.

—A mí me pasa igual.

Hacía una semana que se conocían pero habían vivido momentos muy intensos juntas.

A ratos, Brittany se sentía angustiada por su apasionamiento, porque sabía que la aventura con Santana López tenía el 22 de diciembre como fecha de caducidad, el día que tenía planteado irse de Argentina.

Frente a frente, mirándose a los ojos, ambas reflexionaban sobre los acontecimientos de los últimos días.

Santana no podía creer que estaba ahí con Brittany:


«¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo puedo atreverme a compartir esta intimidad con Brittany? No quiero herirla, porque parece una buena chica.»


Mientras cavilaban en silencio, Brittany sintió miedo:


«¿Y si este sentimiento de atracción física pasa a otra fase y me enamoro perdidamente de ella? Santana tiene su familia, sus amigos, el trabajo y su hogar en Estados Unidos. Santana se irá, ésa es la realidad, tenés que tenerlo claro.»


De pronto, Santana interrumpió sus pensamientos:

—No puedo negar que me atraés mucho, Britt, pero no quiero malentendidos. Tengo una vida muy complicada—apoyó su frente en la de Brittany—Y me encantaría ser todo lo que esta cabecita está tejiendo en estos momentos, pero sé que no puedo darte lo que te gustaría.

—¿Cómo sabés lo que quiero? No necesito más de lo que me das, San. Sólo deseo pasármelo bien, sólo eso.

Anheló haber sonado convincente, aunque lo que Santana le acababa de decir casi le hizo saltar las lágrimas.

Otra vez el miedo al compromiso.

Brittany se preguntó dónde estaba el Santana que se había paseado con ella de la mano esa misma mañana, la Santana a la que no le importaba que los vieran abrazadas.

Se sintió idiota por haber entrado nuevamente en su juego.


«Estabas tan emocionada que no te diste cuenta de que ella no tenía nada que perder. Se irá y te vas a quedar en la oficina, a merced de todas las habladurías y conjeturas. ¡Bah! ¿Acaso te importa? Sí, por supuesto que te importa. Ir a trabajar cada día a sabiendas de que todos se mofan de vos porque la big boss te abandonó no debe de ser muy placentero. Pero ¿cómo puedo evitarlo? Aunque sepa que sólo soy el objeto de su deseo, quiero estar entre sus brazos. Santana López, ¿qué estás haciendo conmigo? ¿Por qué me estás robando la cordura?», pensó.


No había respuesta posible a sus dudas.

—Perfecto, Britt, vamos a pasárnoslo muy bien, vas a ver.

Brittany sonrió y le dio un piquito en la boca.


Esa noche les tocaba cocinar a Brittany, Aria Emily y Marley, o, lo que era lo mismo, a solo Brittany, porque las demás no tenían ni idea. Ella tampoco era una experta, pero se le daba bastante bien.

Mientras, Santana, Kitty, Hanna y Noah fueron a comprar el vino y el postre y, ¡cómo no!, el champán.

Cuando volvieron, de la cocina emanaban aromas exquisitos. Santana se acercó a la isla donde estaba Brittany, la abrazó por la espalda y la besó en el pelo.

—Hum, qué bien huele esto. ¿Qué cocinás?

—Lomo a la pimienta con papas fritas y ensalada de rúcula y parmesano.

—¿Querés que te ayude?

—¿Sabés cocinar?—se sorprendió Brittany.

—La verdad es que soy bastante buena en la cocina. Vivo sola, Britt, y me cocino a diario.

—¿En serio? No sé por qué pensé que tenías una persona que se encargaba de eso.

—No, sólo tengo personal para el aseo. No hay ninguna empleada doméstica conviviendo conmigo, me gusta la soledad de mi departamento—le aclaró mientras levantaba la tapa de la cacerola y husmeaba su contenido.

Brittany le sonrió embobada y Santana hizo una mueca sin entender el porqué de su sonrisa.

—Es lo primero que me contás de tu vida—puntualizó Brittany—, Hasta ahora sólo me habías hablado de tu familia.

Y siguió cortando patatas, luego Santana se lavó las manos, cogió un cuchillo y se puso a ayudarla.

—Sos muy organizada en la cocina, te manejás muy bien.

—Me gusta bastante. Cuando papá enfermó, quería que mi mamá estuviera con él todo el tiempo. Entonces empecé a hacerme cargo de la comida. En esa época, las cosas no iban bien económicamente y habíamos tenido que despedir al personal doméstico. Fueron tiempos difíciles, pero «de todo se aprende», como dice mi mamá. A mí me sirvió para aprender a cocinar.

En ese momento, Kitty se acercó y la abrazó por atrás.

—Britt, ¿me vas a hacer empanadas de pollo mañana?

—No jodas, Kitty—respondió Brittany con el cejo fruncido—¿Acaso me trajeron para que les cocinara? Mañana se ocupan ustedes del asado, conmigo no cuenten. Yo quiero sol y piscina todo el día, pienso mantenerme bien lejos de la cocina.

—No seas mala, ¡sabés cuánto me gustan!—le rogó su amiga mientras le besaba el cuello.

Santana miraba la escena entre Kitty y Brittany contrariada. Era obvio que para ellas era normal tanta proximidad, pero para ella no.

Brittany la miró con el rabillo del ojo y se dio cuenta de que su expresión había cambiado. Los surcos de su frente denotaban el malhumor que le causaba la cercanía de Kitty. Se dio la vuelta y abrazó a Kitty con la clara intención de mosquear más a Santana.

—Y, si te hago las empanadas, ¿qué recibo a cambio?

—Te traje crema de arándanos macerados de Freddo y cheesecake con frambuesas de Starbucks, tus preferidos. ¿Viste como pienso en vos y te consiento? ¿Me vas a hacer las empanadas ahora?—le preguntó y le dio un beso en la nariz.

Ése fue el límite de Santana, que dejó el cuchillo y se marchó de su lado.


«¡Si supiera que hasta hemos dormido en la misma cama!—pensó Brittany—Claro, que no de la forma en que ella se lo imaginaría.»


Kitty ni siquiera se había percatado de la situación, porque estaba concentrada en conseguir las dichosas empanadas.

Mientras Brittany cedía con Kitty y le prometía cocinarle, Marley se acercó a Santana, que estaba de pie con la mano en el bolsillo y bebiendo una copa de Pinot Noir. La pared circular de vidrio ofrecía una vista única del lago. Marley le habló brevemente, pero Sanana ni le contestó. Brittany los observaba y despotricaba en silencio:


«Me importa un bledo que esté celosa. No voy a cambiar mi relación con Kitty bajo ningún concepto y menos por una aventura con ella. ¿Qué se cree? ¡Como si tuviera derecho a enfadarse después de lo que acaba de decirme! ¡Grrr, qué mujer tan frustrante!»


Santana no le dirigió la palabra durante toda la cena.

En un momento en que estaba distraída, Hanna, sentada frente a Brittany, le hizo una mueca preguntándole qué le pasaba, pero Brittany se encogió de hombros y le expresó con su cara que no sabía.

Todos ensalzaron la comida menos Santana, que estaba visiblemente molesta. Brittany le pidió que le sirviera una copa de vino e intentó entablar conversación con ella, pero le contestó de mala gana, a pesar de que con los demás se mostraba muy solícita, incluso con Kitty.


Después de cenar, Brittany se levantó para ir en busca de su iPad con la intención de leer un rato. Cogió una manta del armario del dormitorio y, antes de bajar, echó una ojeada desde la galería que daba al comedor, todos estaban sentados, preparándose para tomar el postre y descorchar el champán.

Brittany bajó y se sirvió una copa de la mesa baja, pero no se quedó. Un tanto ofuscada, decidió sentarse en el jardín, junto a la piscina, bajo el cielo estrellado. Brittany sabía que todos sus movimientos habían sido seguidos por Santana, uno tras otro.


«¿Acaso cree que voy a rogarle que me hable?»


El comportamiento infantil de la neoyorquina la alteraba, la actitud de novia despechada no iba con su estilo. Era incomprensible que se creyera digna de montar una escena de celos después de haberle dejado claro que no quería nada serio con ella.

En un momento en que se habían quedado solas Marley y Brittany, su amiga le había contado que había abordado a Santana para explicarle el tipo de relación fraternal que existía entre Kitty y ella, pero sólo había obtenido una sonrisa sarcástica como respuesta.

La noche estaba bastante fresca.

Brittany intentaba concentrarse en el libro, mientras bebía de su copa de Dom Pérignon Rosé, pero las letras bailaban delante de sus ojos y no era precisamente por el alcohol.

De repente, Santana apareció a su lado y la cogió por sorpresa. Llevaba puesto un suéter azul de hilo y, entre las manos, sostenía un plato de cheesecake con frambuesas con una bola de helado de arándanos encima, tal como a ella le gustaba. También llevaba una botella de Dom Pérignon y otra copa.

—¿Compartimos?—le preguntó y, guiñándole un ojo, le explicó—Te traje tu postre preferido, Kitty me dijo que te gusta comer la tarta y el helado juntos, una elección un poco rara, pero sobre gustos no hay nada escrito—añadió en tono de broma.

Brittany no le contestó e intentó retomar su lectura e ignorarla, pero Santana no pensaba irse.

Santana podía ponerse muy terca cuando quería y, como vio que no obtenía respuesta, se sentó en la tumbona igual. Depositó la botella y la copa en el suelo y luego cargó el tenedor con tarta y helado y lo llevó hasta la entrada de la boca de Brittany.

A esas alturas, Brittany ya se había derretido y quería tirarse encima de Santana. En un segundo, había logrado que se olvidara de todo, la tenía hecha un lío.

Masticó despacio, tragó en silencio y Santana volvió a darle de comer en la boca sin perder la conexión con sus ojos.

Cuando quería, podía ser la mujer más seductora del mundo.

—¿Qué leés?—le preguntó.

—Un libro de autoayuda.

—¿Da buenos consejos?

—Recién comienzo, aún no lo sé.

—Me estoy cayendo, ¿me hacés más lugar en la tumbona?


«Aprovechada», pensó Brittany.


Intentó poner sus pies a un lado para que cupiera con comodidad, pero Santana se levantó y le pidió que abriera las piernas.

Había recuperado su tono de directora de empresa otra vez.

Se colocó frente a Brittany a horcajadas, dejó el plato en el suelo y descorchó el champán. Bebieron mientras seguía dándole de comer en la boca.

—¿Puedo probar esta extraña combinación?—preguntó Santana, a lo que Brittany asintió.

A continuación se inclinó y le dio un beso casto y tierno.

La brisa traviesa se empeñaba en desparramar el cabello de Brittany por su rostro. Entonces, Santana, de forma seductora, le retiró el pelo y, con mucha dulzura, comenzó a darle pequeños besitos en las mejillas, la nariz, los ojos y la frente, hasta que se apoderó de sus labios y le fundió la razón y el pensamiento.

La tumbona era lo suficientemente amplia para las dos, así que Santana se estiró a su lado, hundió la cara en su cuello y utilizó la manta para taparlas. Así acurrucadas, se acomodaron frente a frente y se acariciaron el rostro con delicadeza. Las luciérnagas revoloteaban a su alrededor y la quietud y el silencio del lago dibujaban un escenario onírico.

—¿Qué querés saber?—le preguntó Santana de repente.

—¿Qué?—Brittany levantó una ceja sin entender.

—Antes, cuando te conté que me gustaba cocinar, me dijiste que era lo primero que te explicaba sobre mí. ¿Qué más querés saber?

De nuevo, Santana había reflexionado y le contestaba a destiempo. Brittany pensó durante un rato y dudó en utilizar la oportunidad que le brindaba. No sabía si arriesgarse a preguntar algo que Santana no quisiera contestarle.

—De acuerdo a la relación que tenemos, mi respuesta debería de ajustarse a lo que vos quieras contarme—respondió al final encogiéndose de hombros—Sólo pretendo que me expliques cosas que te definan, para conocerte un poco más.

—Sos muy rápida con las indirectas. A cada rato me recordás que vos y yo no tenemos nada serio.

—Soy realista y me ajusto a la realidad que hoy también te encargaste de recordarme. Por eso ninguna de los dos puede exigirle nada a la otra.

—¿A qué te referís con «no exigir nada»?

—Cuando digo «nada», quiero decir «absolutamente nada». No tenemos una verdadera relación, San, sólo somos compañeras ocasionales de sexo, durante un mes o menos, vaya usted a saber.

—Otra vez ese título, «compañeras ocasionales»—repitió Santana e hizo un silencio—¿Pretendés decirme que si estuvieras con otra persona no podría reclamarte nada?

—Seguramente no, pero... San, ¿creés que podría tener dos relaciones a la vez? ¡Ni siquiera cuando era adolescente hice eso!

—Perdón por sugerirlo—se disculpó con sinceridad.

—No es nada. Supongo que la forma de conocernos y de relacionarnos quizá te llevó a pensar eso. ¿Vos sí sos de ésas?

Santana se rió y Brittany pensó:


«¡Qué cínica sos, linda!»


—Tuve una época en que estar con una sola persona me aburría, hasta que me di cuenta que solo me gustaban las mujeres, pero también estar solo con una mujer me aburría. Ahora ya no me siento así, pero durante aquella temporada tuve varias citas con diferentes mujeres, aunque siempre por separado. No me gustan las costumbres morbosas, y siempre fueron compañeras ocasionales, conquistas, oportunidades momentáneas, como quieras llamarlas. Jamás pagué por sexo.


«No me cabe duda, bonita. ¿Quién podría decirte que no? ¡Sos una maldita vanidosa!», se dijo Brittany y, acto seguido, le preguntó:


—Entonces, ¿debo sentirme privilegiada por llevar el título de compañera ocasional?

—Vos insistís en ponerte ese título.

—Tal vez tengamos conceptos diferentes de lo que es una compañía ocasional. Supongo que para una persona que no quiere ningún tipo de compromiso, esa clase de relaciones son ideales.

—Suponés bien, pero ya no siento la necesidad de tener varias citas a la vez. Me preocupo por una y por tenerla contenta hasta que me aburro y paso a la siguiente. Por lo general, muy pocas veces repito.


«Eso fue una puñalada trapera. Brittany, ¡te acaba de decir que se va a aburrir en algún momento!»


Después de analizarlo, Brittany dijo:

—Tené cuidado, Hoyuelitos, también se pueden aburrir las mujeres de vos.

—Es un riesgo, sí, pero teniendo en cuenta que nunca involucro mis sentimientos, no habría problema alguno.


«Tengo la impresión de que esta conversación tiene un doble sentido para ambas, no paramos de lanzarnos indirectas y no me está contando nada.»


La mente de Brittany iba cada vez más rápido:


«Quizá debí haber tomado su oferta y preguntar lo que quería saber en realidad.»


—Sos muy directa, morena.

—Sincera, lo blanco es blanco y lo negro, negro. Me gusta echar siempre las cartas sobre la mesa para que la otra persona sepa a qué atenerse, como en una negociación.

—Ahí discrepo, López, en una negociación no se pone siempre todo sobre la mesa, las partes siempre se guardan un as en la manga.

—¿Y quién te dijo que yo no lo guardo en todo momento?

—¿Te gusta jugar sucio? Esta mañana en el restaurante me dijiste que siempre eras sincera.

—Una nunca debe pensar que tiene la mejor mano y, sí, soy sincera, Britt. Lo estoy siendo mucho ahora.

—Supongo que esa actitud funciona, siempre y cuando el corazón no se involucre.

—Sos rápida e inteligente, Britt—afirmó Santana con serenidad.

—Me considero una persona normal, instruida, ni peor ni mejor que nadie.

—¿Esto es lo que vos querías saber?

—Esto es de lo que vos quisiste hablar. Digamos que también me guardo un as en la manga.

Santana le clavó los ojos con seriedad y Brittany le mantuvo la mirada con mucho esfuerzo.


«¿Y cuál es tu as en la manga, Britt?—reflexionó Santana—Quisiera adivinarlo para no sentirme tan indefensa cuando me mirás y me hablás con esa lengua afilada.»


—¿Cuántos novios o novias tuviste?

—Es una pregunta un poco personal y extraña.

—Podés no contestarla.

—¿Por qué te interesa saber eso?

—Quiero saber cuán activa ha sido tu vida amorosa.

—¿Sólo por eso?

—¿Por qué otro motivo lo preguntaría?

—No sé, decime vos.

—No hay otro motivo, Britt.

Brittany dudó un instante, pero al final le contestó:

—Tuve dos novios formales. El primero fue un hombre en secundaria y la relación duró dos años. En realidad, fue un amor adolescente, mi primer amor. Cuando mi papá enfermó, mis obligaciones en la familia aumentaron y no podía brindarle todo el tiempo que él pretendía, entonces cortamos. Tenía diecisiete años y tantas preocupaciones en mi cabeza que ni sentí su ausencia. Respecto al segundo novio, bueno era mujer... bueno, fue una relación de cinco años, que terminó hace dos y prefiero no hablar de ella. Después de eso, me he besado con varias personas y me he acostado con algunas más, aparte de con vos, pero nunca me fui a la cama con alguien que acabara de conocer. Sos la excepción, Santana. Y otra vez hablé yo un montón y vos no me contaste nada. Como ves, no tengo nada que ocultar, mi vida es transparente y blanca. lo negro no me gusta porque, como solía decir mi papá, a la larga siempre destiñe. ¿Fue suficiente para tu análisis? ¿Qué conclusión sacaste?

—Que sos una buena chica, con muy buenos sentimientos y relaciones normales y duraderas.

—Aburrida, mojigata, no te preocupes, me lo dijeron otras veces, no sería una novedad para mí.

—No—la cortó Santana con rotundidad—, Decente, diría yo. Una chica de la que sería muy fácil enamorarse, en caso de que fuera eso lo que uno buscara. Britt, no creo que seas aburrida en ningún sentido, creeme.

—San, uno no elige enamorarse. Cuando el amor llega, entra a trompicones y se mete sin pedir permiso. Ahí es cuando estallan esas conocidas cosquillitas de las que todo el mundo habla y que todo el mundo desea experimentar en algún momento de su vida. Y después no podés alejar a esa persona de tus pensamientos y empezás a sentir celos, temor, angustia, inseguridad.


«Eso es lo que estoy sintiendo acá y ahora», quería decirle Brittany, pero refrenó sus palabras. No tenía sentido desnudarse así delante de Santana.


—¿Nunca te has enamorado?—le preguntó Brittany.

Santana se quedó un rato reflexionando, como de costumbre, aunque, en realidad, se había quedado estancada en lo que Brittany le había dicho antes.

—Creo que una vez, quizá dos. ¿Y vos?—preguntó Santana mientras pensaba:


«Creo que ese “quizá” sos vos y estoy asustada, Britt-Britt.»


—Creo que una vez, quizá dos.

Brittany imitó su respuesta y cambió de tema porque tenía miedo de que se diera cuenta de que ese «quizá» era ella.

—¿Tenés hermanos?

—Somos cuatro, dos hombres y dos mujeres. Los hombres son los mayores, luego yo y después mi hermana.

Santana respiró sonoramente y también se sintió aliviado al cambiar de tema.

—¿Así que vivís sola?

—Desde hace dos años—le confirmó Santana.

—Vaya, tardaste bastante en conseguir tu independencia.

—Digamos que sí.

—¿Tus hermanos aún viven en la casa de la familia?

—Sólo el mayor, los otros dos están casados.

—Ah... ¿el mayor es el novio de Alison?

—Sí.

—¿Tenés sobrinos?

—Los dos hijos de mi hermano, mi hermana hace muy poco que está casada.

—Mis sobrinos son mi debilidad—se sinceró Brittany—Cuando voy a Mendoza, Dottie y yo nos volvemos inseparables. Franco es muy pequeño todavía y no se separa mucho de su mamá, pero me encanta consentirlo, aunque eso implique que mi cuñada se enfade conmigo. Tiene sólo nueve meses.

Un nuevo silencio se instaló entre ellas, pero Brittany se encargó de romperlo en seguida:

—¿Por qué estabas de tan malhumor durante la cena?

Santana sintió que volvía a estar en terreno inseguro otra vez. Esbozó una mueca casi imperceptible con la boca, que Brittany ya había notado en otras oportunidades.

—¿Hace falta que te lo explique? ¿Realmente no te diste cuenta?

Brittany la miró mientras valoraba qué contestarle y, al final, decidió escuchar los motivos de su propia boca.

—No, no me di cuenta—le dijo mientras se encogía de hombros.

—Sé que te diste cuenta, Britt, sos inteligente y no te creo, pero de todas formas te lo explicaré—hizo una pausa y prosiguió—Soy consciente de que no tengo ningún derecho, me quedó más claro todavía después de la conversación de esta noche. Por eso ahora estoy acá, porque después de pensarlo me di cuenta de que no podía ponerme así. Aun así, no me gusta que te abraces con Kitty, o con quien sea, como lo hiciste hoy, delante de todos, mientras estoy yo.


«¡Vaya! ¡Al final, lo dijo!», pensó Brittany y replicó:


—Entonces, debo entender, y asumiendo que razonaste nuestra conversación, que también sabrás que voy a seguir haciéndolo.

—¿Con Kitty o con quien sea?—le habló Santana desafiante.

—Con Kitty—le confirmó envalentonada.

Santana la agarró por la barbilla.

—Britt, estás tirando demasiado de la cuerda y se puede cortar.

—Quizá sea mejor que se corte ahora y no más adelante, no me amenaces.

—¿Eso es lo que querés? ¿Que todo entre nosotras se acabe? Porque hay cosas para las cuales sigo mis reglas, incluso aunque vos y yo no tengamos nada en firme. No me gusta sentirme estúpida o aparentarlo adelante de los demás.

—¿Y vos qué querés? ¿Querés que todo se acabe?

—Creo habértelo explicado recién. Quiero que el tiempo durante el cual estemos juntas, tengan todos bien claro a quién pertenecés.

Brittany se rió con sarcasmo.

—No era eso lo que te estaba preguntando, pero me parece un poco egoísta por tu parte. Pretendés que modifique mi forma de vivir cuando vos y yo sabemos que lo nuestro tiene fecha de caducidad. La gente no es desechable, Santana. Kitty es mi amiga hoy, y lo será mañana y también pasado, cuando vos ya no estés. Si yo te pertenezco, como dijiste recién, entonces, ¿vos a quién pertenecés? Apuesto a que no vas a contestarme. ¿Quizá me hagas otra pregunta para evadir la respuesta? Porque eso es lo que hacés siempre.

Santana estaba furiosa y Brittany lo sabía. La tenía agarrada con fuerza por la barbilla y no la soltaba. El tono que habían utilizado ambas era muy poco amigable y, por supuesto, Santana no le contestó.

—Sólo te pido respeto—le exigió.

—¿Respeto?—Brittany estalló y abrió los ojos como platos—¡Eso es más gracioso todavía! ¿Te atrevés a pedirme respeto y exclusividad, cuando me acabás de decir que podés aburrirte de mí y pasar a tu siguiente polvo?

—No lo dije así, Britt.

—Bueno, quizá no utilizaste esas palabras pero el significado es el mismo.

—Pero dicho de esa manera suena grosero.

—Perdón, «señorita Modales», con palabras bellas o no, es lo que dijiste. Mirá, Hoyuelitos, una vez le hice daño a Kitty, la deseché de mi lado porque aposté al que creía iba a ser el amor de mis sueños. La saqué de mi vida y de mis sentimientos, la ignoré y le di la espalda aun cuando murió su mamá. Sí, ya sé, soy una mierda, pero ¿sabes qué? Incluso así, cuando la necesité, ella estuvo ahí. Después de una semana sin probar bocado, porque lo único que quería era morirme, ella fue quien me puso su hombro, quien me cuidó de día y de noche, quien me vio llorar hasta quedarme sin lágrimas y ella fue quien me enseñó a sonreír otra vez. Gracias a ella, tengo el trabajo que tengo y soy quien ves ahora. Porque la bastarda de mi novia, el día anterior a nuestra boda, se acostó con mi mejor amiga y las encontré haciendo el amor en el que iba a ser nuestro departamento. ¡Mierda! ¡No te lo quería contar y te lo dije todo! ¡Y vos, como siempre, no contestaste ni una sola de mis preguntas!

Santana se quedó muda después de ese exabrupto.

Las lágrimas de Brittany comenzaron a brotar y Santana, compasiva, se las secó con un siseo para calmarla.

—¿Sabes qué?—tragó saliva—Sé que Kitty será quien me levante de donde sea que me hunda el día que salgas de mi vida. Ya está, ya te lo dije. Si querés irte ahora, quizá sea lo mejor para mí.

La neoyorquina la miraba en silencio mientras secaba sus lágrimas.

—¡Maldición, San! ¿Por qué tuve que conocerte? Decí algo, por favor.

—Quiero hacerte el amor.

—No, San. Vos lo único que querés es follarme—la corrigió—, Vos no querés hacerme el amor. ¿Y sabés qué? Yo también quiero que me folles, quiero poseerte de cualquier forma, no me importa cómo. ¡Sos exasperante! Dejá de mirarme, besame y haceme olvidar todo.

Entonces Brittany tomó su rostro entre las manos y comenzó a besarla con desesperación. Santana respondió de la misma forma y, con la misma urgencia, le acarició la espalda, metió la mano por debajo de su camiseta y se aferró a su piel. Luego la bajó y la metió dentro de los pantalones para acariciarle el trasero mientras acometía su boca con la lengua.

Se apartó para tomar aire.

—Vayamos a la cama—dijo Brittany.

Se levantaron y empezaron a recoger todo lo que había en el suelo, pero cuando fueron a entrar Santana la detuvo:

—Esperá, Britt, estoy tan excitada que no me puedo mover bien.

Se rieron y Brittany le alcanzó la manta.

—Tomá, tapate con eso, como si tener frío.

Entraron, dejaron las copas y el plato en la cocina, todos estaban en el comedor jugando al blackjack y Aria y Noah habían desaparecido. Así que dieron las buenas noches y subieron a la habitación.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Mar Ago 11, 2015 9:03 am

vaya! brittany va a salir lastimada, ya lo veo y en cuanto a sanny pq carajo no se permite darse una oportunidad? hasta pronto.
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Mensaje por paroan Mar Ago 11, 2015 5:28 pm

Brittana for ever!!!!
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Mensaje por monica.santander Mar Ago 11, 2015 6:28 pm

mmm asi no pinta tan bien la cosa!!
Saludos
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Mensaje por 23l1 Mar Ago 11, 2015 8:17 pm

micky morales escribió:vaya! brittany va a salir lastimada, ya lo veo y en cuanto a sanny pq carajo no se permite darse una oportunidad? hasta pronto.


Hola, =O no xq¿? esperemos y no =/ Mmm ojala se sepa algo en este cap! Saludos =D



paroan escribió:Brittana for ever!!!!


Hola, jajaajjaja si, pienso lo mismo ajajaaj. Saludos =D



monica.santander escribió:mmm asi no pinta tan bien la cosa!!
Saludos


Hola, mm nop =/ esperemos y equivocarnos. Saludos =D

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 9

Mensaje por 23l1 Mar Ago 11, 2015 8:20 pm

Capitulo 9


Subieron el último tramo de la escalera muertas de risa y a la carrera. Santana tiró la manta al suelo, abrazó a Brittany y la besó. Ambas se desvistieron hasta quedar en ropa interior. Se miraron durante un rato y, entonces, Santana tomó la iniciativa.

Fiel a su estilo, extendió su mano y, con un leve tirón, la invitó a acercarse un poco más a su cuerpo. Sus respiraciones se oían desacompasadas y expectantes. Santana empleó su otra mano para apartarle el pelo de la cara. Tenía la necesidad de arrullarla a Brittany, quería protegerla y hacerla sentir bien para que olvidara su dolor.


«Voy a curar cada una de tus lágrimas... Pero ¿qué estás haciendo conmigo, Britt-Britt?»


Santana, se acercó para darle un tierno beso en la mejilla, besó las comisuras de sus labios con delicadeza y mucho mimo, luego se los lamió mansamente hasta que Brittany entreabrió la boca para darle paso. Su lengua intrusa se mezcló con la de Brittany, la saboreó e investigó todos sus rincones.

Santana empezó a enloquecer de deseo y a apoyar su pelvis contra la pelvis de Brittany, se frotaba contra Brittany y recorría la extensión de su espalda con sus manos. Lujuriosa, Santana, abandonó su boca para atacar su cuello. Sus cuerpos ardían al mínimo roce y Brittany se sentía embriagada por su olor tan femenino, mezclado con su perfume.

Cuando estaba entre sus brazos, Brittany se daba cuenta de que jamás había experimentado en su cuerpo sensaciones tan intensas. Santana era seductora, cautivadora y enigmática, pero también era toda una dama, inteligente y, por encima de todo, era hermosa.

Un gemido escapó de la boca de Brittany cuando Santana le mordió el hombro. La miró con lascivia, le bajó los tirantes del sujetador con avidez, la acarició y saboreó su clavícula con la lengua, después, sus expertas y pulcras manos se lo desabrocharon.

Santana, deslumbrada, se quedó mirando sus pechos desnudos.

—Sos perfecta, es increíble que tus senos sean naturales y tengan esta turgencia, ¿sabés cuántas desearíamos tenerlos así?

Brittany le sonrió agradecida al recibir sus halagos y se acarició uno de los pezones. Santana se relamió mientras la observaba y, excitada, se desabrocho su sujetador y se lo saco para auto-complacerse tocando sus pechos.

Brittany se sintió intrépida al verla y bajó sus manos trémulas hasta el vientre, enganchó sus pulgares en la tanga y deslizó sus dedos hasta encontrar el clítoris. Santana no esperaba esa reacción y se sintió tan desequilibrada que tuvo que parar con sus caricias. Su rostro se transformó y un gemido escapó de su boca, entrecerró los ojos, movió su cabeza y se mordió el labio inferior. Entonces dejó al descubierto su sexo.

—Vení acá—le indicó.

Caminaron hacia la cama, Santana la cogió de la cintura y la besó. Se arrodilló en el colchón y la arrastró consigo sin dejar de abrazarla con ternura. Se colocó de espaldas y puso a Brittany sobre su cuerpo, para besarla, mientras ella movía su pelvis frotándola contra su sexo húmedo.

Brittany necesitaba tenerla junto a ella sin más dilación, así que se sentó a horcajadas, y busco la posición perfecta para la unión de sus sexos. Santana movió sus caderas aferró su estrecha cintura con las manos y empezaron una danza acompasada de cuerpos y miradas.

Brittany se sentía osada, por lo que apoyó sus manos en las palmas de Santana y entrelazaron sus dedos, le colocó los brazos a la altura de su cabeza y se recostó en su torso, apoyando sus senos contra los de Santana, para volver a buscar su boca.

Sus embestían con velocidad, pero Santana necesitaba controlar la situación. Sin separarse y sin abandonar sus labios, la hizo rodar en la cama para quedar encima. La tenía aprisionada contra el colchón, mientras se movía de forma despiadada.

Santana, estaba tan desenfrenada que, de pronto, tuvo que quedarse quieta, respiró hondo y soltó un gemido para refrenar sus ganas de correrse. Le soltó las manos, separo sus sexos y le pidió que se diera la vuelta. Le colocó una almohada bajo el vientre para elevar un poco el trasero de Brittany y que su vagina quedara más expuesta, y le indicó que no separara sus piernas.

—Vamos a terminar juntos, Britt. Avisame cuando estés por llegar al orgasmo.

Bajo sus dedos, los puso en la entrada de su sexo y la penetró de nuevo. Dejó caer su cuerpo sobre el de Brittany y empezó a moverse con una respiración agitada, que le soplaba en la nuca. Le besó el cuello, le mordió el hombro y la espalda mientras se internaba despacio, a ratos más rápido, o paraba en seco, para comenzar con sus despiadadas embestidas otra vez.

Brittany gemía de excitación ahogadamente sobre el colchón y apretaba las sábanas entre sus dedos para contener el descontrol que le causaba. Santana empezó a decirle cosas muy calientes en inglés, y esas tórridas palabras despertaron el orgasmo inminente en Brittany.

—Dale, Britt, noto cómo tu vagina se contrae y atrapa mis dedos, correte conmigo, Britt-Britt.

—San no aguanto más.

Brittany gritó de manera agónica y dejó que un hormigueo rítmico le invadiera las entrañas y que su cuerpo se colapsara de placer, pero tenía una misión que cumplir.

Como pudo estiro su mano hacia atrás y buscando el sexo de Santana la penetro con tres dedos y los movió con rapidez. Santana se estremeció en ese mismo instante y se corrió, mezclando su humedad con la de Brittany

—Así, Britt, así—le susurraba al oído.

Santana despojada de todas sus fuerzas, la besó en la nuca y se dejó caer sobre su cuerpo, ambas estaban agotadas. Después de acomodarse a su lado en la cama, Brittany salió de Santana y se arrastró hasta su pecho y apoyó la cabeza para escuchar los latidos de su alocado corazón.

Santana la abrazó, le acarició el pelo, la besó en la coronilla y se quedaron dormidas.



Era de madrugada y Brittany se despertó con ganas de ir al baño. Sus cuerpos yacían desnudos, uno junto al otro, en perfecta simbiosis, con sus piernas entrelazadas. Percibía el aliento de su amante como una caricia mágica y se dio cuenta de que Santana aferraba uno de sus pechos con la mano.

Mientras la observaba pensó en lo mucho que le gustaban sus dedos finos y delicados. Sintió tentaciones de besarla, pero como no quería despertarla desistió. Levantó su brazo con mucho cuidado y se irguió intentando no hacer ruido.

Dormía profundamente.

Cuando salió del lavabo, sintió que tenía la boca seca, así que se puso una bata cruzada de satén que le tapaba un poco más abajo del muslo y bajó a buscar algo para beber. Todos dormían y el silencio de la noche invadía todos los rincones de la casa.

Brittany se sirvió agua bien fría y se quedó junto al ventanal curvo del salón mirando hacia afuera. Las luces titilantes de las demás casas brillaban a lo lejos en la penumbra. Apoyada con la frente en el cristal, cerró los ojos y repasó cada uno de los momentos que había vivido en las últimas semanas.

Santana había aparecido como una apisonadora en su estructurada vida, le quitaba la voluntad y la razón y, en pocos días, la había desbaratado por completo.

Se maldijo al recordar la charla en la que le había contado lo de Lauren, porque ahora Santana era consciente de una de sus más secretas debilidades. Sin embargo, jamás se había sentido así de obnubilada por una persona, ni siquiera con su ex. Santana era la primera persona que le despertaba verdadero interés desde que había cancelado su boda.

Decidió regresar a la cama y deshacerse de esos pensamientos que la abrumaban, pero al darse la vuelta tuvo que contener un grito por el susto, Santana estaba detrás de ella observándola.

—Hey, Britt-Britt, soy yo.

—San, no esperaba encontrarte acá, me asustaste mucho—le explicó mientras se acercaba para abrazarla.

—Me desperté y no estabas a mi lado. Tranquila, Britt—la aprisionó contra su pecho y Brittany se acurrucó entre sus brazos—¿No podés dormir?

—Fui al baño y vine a por un vaso de agua. ¿Y vos?

—Lo mismo y, como no sabía dónde estabas, bajé a buscarte.

—Ya me encontraste—le dijo Brittany con una sonrisa y le plantó un beso en la boca—¿Qué querés tomar?

—Agua.

—Vení, te sirvo un poco.

La tomó de la mano y fueron hacia la cocina susurrando.

Santana estaba con una camisa ancha, tan sensual como de costumbre. Brittany sacó un vaso del armario y lo llenó, mientras Santana se aferraba otra vez a su cintura y empezaba a besarle el cuello. Se dio la vuelta y le pasó el vaso para que bebiera, Santana se lo tomó de un tirón.

—¿Más?

—Suficiente.

Se abrazó de nuevo a Brittany, la besó y movió su dedo por el cinturón de la bata para desanudarla. La seda de la prenda se deslizó con facilidad y se abrió, y Santana se quedó hechizada con la exquisita desnudez de su cuerpo.

—Qué pena que no estemos solas en esta casa, porque podría poseerte aquí mismo—le musitó y le besó un pezón.

—San, puede venir alguien—se inquietó Brittany, mientras miraba para todos lados.

—Lo sé, pero es demasiado tentador—le cerró la bata y le anudó el cinturón—Vamos arriba—le dijo dándole un apretón en la nalga.

Subieron al dormitorio y sus sexos volvieron a reclamarles placer. Se besaron, se acariciaron y sucumbieron una vez más para saciar la necesidad de sus cuerpos hambrientos.

—Creo que me estoy volviendo adicto a tu cuerpo.

Brittany tenía la cabeza apoyada entre sus pechos, levantó los ojos para mirarla y le mordió el pezn.

—Me encanta ser tu droga.

—Sos encantadoramente dulce y exquisita, Britt.

—Nunca me habían dicho algo así.

—Es evidente que nunca estuviste antes con alguien de buen paladar.

Se rieron y Brittany pensó:


«No, mi amor, sos vos la que es única e inigualable», pero como no pensaba hincharle el ego de esa manera, sugirió:


—Durmamos, Hoyuelitos, es muy tarde y así mañana podemos disfrutar del sol y la piscina.

—Disfruto de cualquier cosa que haga a tu lado—le contestó Santana.

—No deberías decirme esas cosas, porque puedo llegar a creérmelas—le advirtió.

—Creeme, Britt-Britt, me gusta mucho tu compañía.

Brittany suspiró, la besó en la boca y rogó a Dios que sus palabras no sólo fueran ciertas, sino eternas. Apoyó la cabeza en su corazón para oír sus latidos, el arrullo perfecto para conseguir el sueño. Después de unos minutos, ya estaba casi dormida.

—¿Estás despierta, Britt?—esperó unos segundos, pero Brittany no le contestó—Te dormiste, Britt-Britt. Descansá—Brittany no tenía fuerzas para contestarle—Quisiera cuidarte siempre, ¿por qué tuviste que llegar a mi vida en este momento? ¿Por qué no te conocí antes, mi amor?

Brittany, en silencio, intentó mantener la respiración pausada para que Santana no se diera cuenta de que estaba escuchándola.


«¿Oí bien? ¿Me acaba de decir “mi amor”? ¿Soy su amor? ¿O acaso estoy soñando? ¿Conocerme antes? ¿Antes de qué? Ay... voy a levantar la cabeza y preguntarle. No, no. Es mejor dejar las cosas así, puede que no me guste lo que me dice.»


Se sintió cobarde, muy cobarde. Pero después de esa confesión, las cosas cambiaban. Santana también había desarrollado sentimientos por ella y sus celos, sus deseos de que todos supieran que era suya, entonces eran válidos.


«¿Qué le impide demostrar lo que siente? ¿Es que, acaso, está casada y por eso no podemos estar juntas? No, no quiero que eso sea cierto, porque sería el final de todas mis ilusiones. Pero ¿por qué dijo eso? Ay, Dios mío, no me hagas esto.»


Mientras pensaba e intentaba encontrar una respuesta, se quedó dormida.



Al despertar, le dolía todo el cuerpo.

La sesión de sexo desenfrenado con esa morena la había afectado más que una clase intensiva de pilates. Santana era muy intensa, aunque dormida boca abajo en la cama parecía exhausta. No quería despertarla y aprovechó para admirarla en silencio.

Podía delimitar con claridad toda su musculatura.

Se sintió tentada y levantó las sábanas para espiar su trasero desnudo, sus nalgas parecían una manzana. Recordó con picardía el ímpetu con que se las había apretado la noche anterior durante su orgasmo y se sonrió al darse cuenta de que su vagina, estimulada por sus pensamientos, estaba húmeda otra vez.

La volvió a cubrir, necesitaba calmarse un poco y se dio la vuelta para buscar el iPhone y ver la hora. Era el momento de levantarse y pegarse una ducha.


—Britt-Britt, ya estoy despierta.

Brittany abrió la mampara y la encontró sentada en el inodoro con una mano apoyada en la barbilla mientras hacía pis. Le ofreció un guiño cómplice que Brittany recompensó con un beso al aire.

Estaba encantada de poder compartir esa intimidad con Santana.

Con cara de recién levantada y el pelo hecho un lío, estaba escandalosamente sexy.

Cuando salió de la ducha Santana no estaba. Se secó, envolvió su cuerpo en una toalla, se escurrió el cabello, lo peinó en una coleta alta y fue a buscar su ropa. En ese momento, Santana irrumpió en el dormitorio con una bandeja de desayuno.

—Me ganaste de mano.

—No, vos me ganaste a mí, quería despertarte con el desayuno en la cama.

—Gracias, Hoyuelitos, tuvimos el mismo pensamiento.

—¿Dormiste bien, Britt-Britt?—su voz era muy dulce, un éxtasis para los oídos.

—Muy bien, ¿y vos?

—Como un bebé. Espero que tengas hambre porque traje muchas cosas ricas.

—Me muero de hambre, ¡qué bien huele todo!

Sentada en la cama con las piernas cruzadas como un indio, Santana se comía unos huevos revueltos con tocino, mientras la seguía con la mirada. Obnubilada por su belleza y por la redondez de sus nalgas, se sintió orgullosa de cada una de las sensaciones que ella había despertado en su cuerpo.

—Vamos a desayunar. Terminá de vestirte después porque se está enfriando y, además, me distraés cuando paseás tu culo frente a mí.

Brittany soltó una carcajada, le lanzó un beso y se sentó en la cama con ella. La neoyorquina estaba de muy buen humor y tenía mucho apetito. Brittay le pegó un mordisco a una medialuna y se sintió tentada por unas tostadas con miel y plátano.

—¿Qué es eso?—le preguntó señalándolas con el dedo.

—Tostadas francesas. Probá una, mis favoritas son con jarabe de arce, pero no había.

—¿Cómo están hechas? Hum, tienen un sabor exquisito.

—De acuerdo—dijo Santana—, La próxima vez que te prepare el desayuno las tendré en cuenta para ti también.

Brittany se estiró por encima de la bandeja y la besó.

—¿A quién te parecés físicamente, San? ¿A tu mamá o a tu papá?

—En realidad, soy una mezcla de ambos. Me parezco más a mi papá y el color de ojos también, pero los míos son más oscuros, aunque igual tengo algunos rasgos y gestos a mi mamá.

—Tu mamá debe de ser una señora muy bella. Vos sos muy lindo.

—Gracias por el cumplido.

—¡Vanidosa, como si no lo supieras!

Brittany le hizo cosquillas y Santana tomó su mano y se la besó.

—¿Querés conocer a mis padres?—le preguntó Santana y la imaginación de Brittany voló a años luz hasta la estratosfera, pero pronto aterrizó de nuevo—Creo que tengo una foto en la... ¿cómo se dice wallet?—inquirió Santana.

—«Billetera».

—Eso, «billetera».

Se estiró sobre la mesita de noche para buscarla y sacó una foto de ellos.

—Totalmente de acuerdo, te parecés a tu papá. ¡Qué señora tan elegante es tu mamá! Aunque tu papá también es muy apuesto y muy alto. ¿Cómo se conocieron? Porque me dijiste que tu mamá había nacido acá, en San Isidro, ¿no?

—¡Ah!—exclamó Santana con una sonrisa—Es una gran historia que te encantará escuchar. Mi mamá estudiaba diseño de indumentaria y fue a Nueva York por una beca de estudios que había conseguido en una de las mejores academias de la ciudad. Un día, cruzaba la calle a toda prisa porque llegaba tarde a una de sus clases y mi papá la atropelló con el auto móvil. Bueno, después pasaron muchas cosas, pero, en resumen, se enamoraron y se casaron a los seis meses. Mi mamá nunca más regresó a Argentina.

—¡Guau, qué historia! ¿Y quién tuvo la culpa en el accidente?

—Eso es un gran misterio—se carcajeó—, Porque depende de quién de ellos cuente la historia, el culpable es uno o el otro—ambas rieron y Santana le enseñó otra fotografía—Mirá, éstos son mis hermanos.

—¡Qué parecida a vos que es tu hermana!

—Es mi melliza.

—¿En serio?

—Si.

—Tu hermano más alto son muy diferentes.

—Se parecen a mis abuelos y a mi mamá.

—¿Cuál es el mayor?

—Éste, el más alto—contestó y lo señaló con un dedo.

—¡Ah! Entonces él es el novio de Alison.

—Sí, en realidad, es su prometido. Finn y Alison se casarán dentro de cuatro meses.

—¡Guau! Dentro de poco, estará toda la familia de boda—Santana sonrió—Es mi turno, esperá que busco mis fotos—se levantó y fue hasta su bolso. Volvió a la cama con cara de nostalgia—Acá mi papá ya estaba enfermo—le indicó con mucho cariño mientras le enseñaba una fotografía—, Pero todavía se le veía entero. Murió seis meses después, fue un cáncer fulminante.

—Sí, es una enfermedad terrible. Al final de ese padecimiento, tu ser querido termina no siendo él. Es devastador tanto para el enfermo como para sus familiares. Uno muere a diario, a su lado, viéndolos transformarse en un despojo humano.

—¿Tuviste algún familiar que murió de cáncer?—le preguntó Brittany y Santana la miró ensimismada.

—Sí, un familiar cercano.

Era evidente que su humor había cambiado y la forma en que le habló del cáncer la dejó extrañada. Brittany intentó rescatarla de inmediato y le mostró una foto actual de su mamá.

—Sos muy parecida a tu mamá, no te parecés ni un poquito a tu papá.

—Sí, eso dicen todos, aunque mi papá siempre dijo que el color de mis ojos era igual al de mi abuela Susan y no de mi mamá. Éste es mi hermano—le enseñó otra imagen—Y acá está con mi cuñada y los chicos, ahí Franco tenía seis meses, ahora tiene nueve.

—Tu hermano si es igual a tu papá.

—Así es, uno de cada uno ¿Cómo se llama tu mamá, San? La mía se llama Whitney. Y el nombre de tu papá ya lo sé, Alfonso.

—Mi mamá se llama Maribel.

Cuando terminaron de desayunar, Santana entró a la ducha y Brittany decidió ponerse un biquini.

—Permiso, San, voy a buscar el bronceador y el protector solar. Quiero tomar un poco el sol—le informó.

Santana abrió la mampara de la ducha y se asomó, tomó una toalla de un manotazo y se secó la cara, luego la envolvió en su cuerpo. Echó una ojead a al biquini verde que Brittany llevaba puesto, con la parte de arriba sin tirantes y una tanga en la inferior, con unas argollas sujetas a unas cadenas que encajaban en sus caderas.

—¿Vas a bajar así? Te vas a poner algo encima, imagino.

—Sí, ahora me pongo un vestido.

Brittany sonrió divertida, sus preocupaciones y sus celos, después de lo que había escuchado por la noche, mientras Santana creía que ella dormía, le hacían gracia y le daban alguna esperanza.

Todavía le faltaba descubrir el aparente impedimento que existía para que pudieran estar juntas, pero estaba convencida de que no podía ser nada realmente grave ni insalvable. Escucharla decir «mi amor» había sido algo mágico.

—¿De qué te reís?

No podía decirle que le había escuchado, ése era su as en la manga. Prefería esperar a que Santana se decidiera a confesárselo, pero confiaba en sus propios encantos y, además, tenía un mes por delante para enamorarla.

Se acercó a Santana en actitud mimosa y la agarró por la cintura.

—¿Por qué querés que me cubra? ¿Me queda muy mal?

—Sabés que no es por eso—contestó Santana mientras ladeaba la cara y con otra toalla frotaba su pelo para secarlo un poco.

—Las chicas están acostumbradas a verme en biquini todos los fines de semana. Te puedo asegurar que, en realidad, ni me ven.

—Sí, pero está Noah y también hay otros vecinos. Quiero tener un día en paz, Britt, sin estar al tanto de quién te mira y quién no. Para la piscina, te sacas ese bendito vestido, pero en la casa, te lo dejás puesto.

—De acuerdo, señorita mandona, pero tú andarás igual si usas un biquini. Acabamos de tener un desayuno espléndido y no quiero enzarzarme en una discusión con usted, aunque enojada está tan hermosa como cuando sonríe y aparecen sus hoyuelos—le dijo con picardía y le plantó un beso en la boca.

—Vení acá.

Y Santana la apretó contra ella para darle un beso más profundo. Al apartarse de sus labios se rió triunfadora, pero entonces sonó su teléfono y Santana salió a paso resuelto del baño para responder la llamada.

Brittany advirtió que hablaba con su papá, así que se puso su vestido sin tirantes de color verde, tomó el protector solar, el bronceador, las toallas, las gafas de sol, el iPad para seguir leyendo y le lanzó un beso antes de salir.

Al ver que Brittany se iba, Santana interrumpió a su interlocutor, tapó con su mano el teléfono y le comentó con gesto de desagrado:

—Eso no es un vestido, Britt, eso es un retazo de tela y las dos lo sabemos.

Brittany hizo un mohín de disgusto, dio un giro fastidiada y le contestó:

—¡Si no se me ve nada! Ponete un biquini que yo llevo las toallas. ¡Te espero abajo!

Y, sin permitir que le replicara, salió del dormitorio pensando que su actitud era un poco exagerada. Aun así, su reacción la esperanzó:


«Me gusta que se ponga celosa, me hace sentir importante. Ese deseo de posesión que Santana expresa hacia mí me hace sentir que me necesita.»


Todos se habían reunido para desayunar en la cocina, así que cuando bajó los saludó, cruzó algunas brevísimas palabras con ellos y se dirigió hacia afuera.

Estaba resplandeciente, el intercambio de retratos de las respectivas familias que habían hecho con Santana a primera hora la había dejado con un especial regocijo.

El tiempo se presentaba maravilloso, no había una sola nube en el cielo, que aparecía celeste y diáfano en toda su extensión, incluso a esa hora de la mañana ya podía sentirse un calor sofocante, perfecto para gozar de la piscina.

Alborozada, se acostó en una de las tumbonas tras aplicarse el bronceador y se estiró durante un buen rato. De pronto, una sombra le cubrió el cuerpo y, encandilada por el sol, abrió un ojo para intentar distinguir a la persona que se había parado a su lado.

Al descubrir a su amante en biquini, con unas gafas Armani y un pareo negro, ansió su contacto y extendió una mano para que Santana se acercara. Dejó volar sus fantasías y la imaginó saliendo del agua con gotas de ella por toda su piel y empezó a derretirse.

Santana se inclinó y le dio un beso. Al parecer, lo del vestido había quedado en el olvido y estaba de buen humor.

—He traído tu iPhone, te lo habías dejado sobre la mesilla de noche y sonó un par de veces.

—Muchas gracias, ni me había dado cuenta—se incorporó para revisarlo.

—¿Quién es Mike?—le preguntó como si no tuviera importancia.

Brittany sonrió mientras tecleaba la respuesta. Santana se estaba estirando en la otra tumbona y esperaba una contestación. Terminó de enviar el mensaje, luego hizo una pausa y cogió el protector solar, como ignorando su pregunta y, de manera mansa y despreocupada, se acercó hasta Santana y se sentó a su lado para comenzar a untarle la crema por los hombros, pero su móvil volvió a sonar y la interrumpió.

Sin prisas, se limpió las manos con la toalla y cogió el teléfono que había quedado sobre su tumbona, sonrió al leer la respuesta y dejó escapar una carcajada. Sabía que Santana la miraba, así que levantó la vista y ahí estaba, seria y adusta. Le dio un poco de pena y le respondió:

—Es mi hermano—aclaró y le repitió—Mike es mi hermano.

Santana, inmutable, se quitó las gafas y la cogió por la nuca, llevándola hasta su pecho en un abrazo desmedido, y le devoró la boca hasta dejarla sin respiración. Cuando su ataque frontal cesó, Brittany se separó y Santana se rió licencioso.

—Listilla.

Brittany tecleó otra respuesta y volvió a dejar el móvil.

—Vení acá. Estás muy bronceada ya—bromeó mientras extendía el protector en su cuerpo.

Santana disfrutó de sus caricias mientras le ponía la crema y, cuando terminó, se aplicó, a su vez y con mucho mimo, a ponerle a Brittany. Se tomó todo el tiempo del mundo, a ratos se detenía y le besaba el cuello, le mordía la oreja o la mandíbula, como si no pudiera contener sus deseos.

Cuando llegó el momento de acariciarle las nalgas, le manifestó su parecer:

—Así, brillantes, tus nalgas parecen sacadas de una revista Playboy, en cualquier momento te las muerdo.

—Ni se te ocurra, Santana López, que no estamos solas—la reprendió Brittany mientras levantaba la cabeza y miraba hacia atrás.

—Yo no veo a nadie.

Pero, en ese mismo instante, empezaron a llegar sus amigos a la piscina. Todos también iban enfundadas en sus trajes de baño, listos para tomar el sol.

—Espero que la mirona no seas vos, porque los biquinis de ellas no son mucho más grandes que el mío, hasta el de Noah es muy ajustado.

—Yo sólo tengo ojos para tu culito.

—Sí, claro, sacate las gafas, así puedo controlar mejor a quién mirás—protestó Brittany, en tono de broma.

Santana bajó su cabeza y la miró por encima de las gafas, y entonces se carcajearon. Estaban colocando alrededor de la piscina una mesa de jardín, algunas sillas y sombrillas, así que Santana se alejó de Brittany para prestar un poco de ayuda.

Todo eran risas, jolgorio y bullicio, hablaban todos a la vez y reinaba el buen humor. Hanna, que quería empezar ya con los preparativos en la parrilla, tuvo que aceptar que su primo la ayudara, después de que Noah les contara que le apetecía encender el fuego porque había sido un boy scout. Kitty era la encargada de amenizar el ambiente con buena música.


Pasado el mediodía, Brittany aún permanecía tumbada boca abajo, tomando el sol, y Santana estaba a su lado, boca arriba, y tamborileaba los dedos al compás de la música, sonaba una canción de Axé Bahía, Gata Brasilera, un ritmo muy pegadizo y divertido.
De forma improvisada, Aria, Emily y Marley se pusieron de pie para bailar y no tardaron en acercarse y tironear de Brittany para que se sumara a la iniciativa. Brittany se levantó un poco avergonzada pero fue de todas maneras.

Santana se incorporó en la tumbona para verla mejor y se quitó las gafas. Kitty, se había metido entre todas ellas y llamaba a gritos a Noah y a Hanna para que se unieran a la coreografía. Al final, todos terminaron bailando, incluso Santana y Noah, que no conocían los pasos.

Entre carcajadas y chascarrillos, la ensayaron varias veces hasta que salió bastante bien y, tras el baile agotador, se tiraron a la piscina como bombas para refrescarse.

¡Estaban pasándoselo de lujo!

Aferrada al cuello de Santana mientras flotaban, Brittany la llenó de besos en la cara, sus ojos resplandecían más claros que nunca. Nadaron juntas hasta la parte más baja, ahí se pusieron de pie y Brittany se enlazó con las piernas alrededor de su cintura mientras Santana la sostenía por las nalgas y la besaba apasionada.

—¡Uy! ¡Qué buena foto para enseñar el lunes en la oficina!—bromeó Kitty—¡Big boss, eso es poco serio de su parte!

La aludido se reía pero seguía besándola.

—Te aconsejo que vayas preparando tu carta de renuncia—le espetó Brittany a su amiga mientras la miraba por encima del hombro de Santana, que estaba desternillada de risa y le apretaba el culo con las manos.

—Yo que vos me andaría con pies de plomo—le advirtió Santana—, Mirá que podría no temblarme la mano al firmártela—bromeó y estampó un beso en la mejilla de Brittany mientras le guiñaba un ojo.

—Eso es abuso de autoridad—se defendió Kitty, que cargaba a Marley en su espalda.

En ese momento, Emily les recordó a Hanna y a Noah:

—Ustedes dos están tranquilos acá, pero ¿no eran los responsables del fuego?

—¡Uy, el fuego!—exclamó Hanna llevándose la mano a la frente.

—¡Son un desastre!—afirmó Brittany—La última vez terminamos todas yendo a comer al restaurante porque se pusieron a jugar con la Wii y se quemó el asado.

—No te preocupes, Britt, hoy te voy a hacer un asado de rechupete, la carne todavía está a salvo en el refrigerador.

De inmediato, los encargados de la parrilla dieron un salto y salieron de la piscina con resolución. También Emily y Marley se fueron para preparar las ensaladas y Aria, que no tenía ni idea de cocina, se ofreció a colaborar. Kitty se dedicó al aperitivo y a la bebida, y Santana le brindó ayuda muy gentilmente.

Brittany decidió que terminaría de montar las dichosas empanadas de pollo que tantos dolores de cabeza le habían ocasionado la noche anterior, aunque teniendo en cuenta lo agradable que había sido la reconciliación, le pareció incluso deseable que Santana se pusiera celosa más seguido.

La neoyorquina podía llegar a ser muy posesiva, pero a Brittany le gustaba porque la hacía sentirse cuidada y querida. De hecho, al salir de la piscina, le había extendido su mano para ayudarla a ponerse de pie y, con disimulo, se había acercado a su oído para decirle con un guiño:

—No olvides el vestido.

—No lo olvido, y tú no olvides el pareo—asintió Brittany con una sonrisa piadosa.


El almuerzo fue muy distendido y se prolongó bastante. Entre todos ordenaron y limpiaron la cocina y, durante el resto de la tarde, Hanna, Kitty Santana y Noah jugaron a la Wii y también, por equipos, a fútbol-tenis; Santana y Kitty compitieron con Hanna y Noah.

Mientras tanto, Emily, Marley, Brittany y Aria se dedicaron a tostar su cuerpo al sol y a ponerse al día con los chismes. Entre risas, y en un ambiente de complicidad, Aria les confesó que Noah era muy buen amante. Brittany la escuchaba con atención pero no estaba dispuesta a revelar su intimidad, por más que sus amigas le preguntaran en varias oportunidades.

Aria, sin embargo, reveló ciertos detalles de su alocada noche de sexo, y Brittany supo que no tenía nada que envidiarle. Por suerte, Emily y Marley tampoco estaban dispuestas a confesar sus secretos de alcoba. Brittany no tenía el menor interés en saber de la vida privada de sus mejores amigas, aunque la grosera de Kitty, en algunas ocasiones, le hubiera contado anécdotas de sus aventuras amorosas.

Al final, la charla derivó en la relación que mantenían Santana y Brittany. Ésta las escuchaba descreída, aunque todas insistían en que Santana la miraba de una manera muy especial. Y aunque les confesó que le gustaba más de la cuenta, reafirmó frente a ellas su decisión de no ilusionarse demasiado:

—Sólo viviré el día a día, sin esperar más.

Estaba tendida al sol boca abajo, con los auriculares del iPod puestos y abstraída por las notas de We found love cuando Santana, recién salido de la piscina, se acostó toda mojada sobre ella.

—¡Aaaaaaaaaaah, San!

Sin hacerle caso, la besó en el cuello y se quedó tendido sobre su espalda.

—¿Qué escuchás?

Cogió un auricular y se lo colocó en uno de sus oídos. La letra de esa canción parecía estar hecha para ellas. Brittany cerró sus ojos en la parte del estribillo, porque no podía seguir conteniendo sus emociones. Santana notó que Brittany estaba angustiada y comprendió el motivo de inmediato. La abrazó con fuerza para contenerla.

Hemos encontrado el amor en un lugar sin esperanza.

Cantaba Rihanna y Brittany se sentía desfallecer a cada sílaba.

We found love in a hopeless place.


«¡Que se calle ya!—pensó—No quiero llorar frente a ella. Santana ¿por qué no podemos seguir estando juntas?»


Las frases que Santana había dicho durante la noche, cuando la creía dormida, no la dejaban en paz y la atormentaban, pero, en su cobardía, no se atrevía a preguntarle para salir de dudas.

Por suerte, la canción terminó para dar paso a Addicted de DJ Assad, que Santana tarareó en su oído. Harta y abrumada por tantas especulaciones, intentó deshacerse de ellas y se aferró al cuello de la morena con los ojos cerrados. Santana dejó de cantar y la besó, con uno de esos besos que tanto iba a echar de menos cuando ella ya no estuviera a su lado.


«No quiero dejarla ir, no quiero que se vaya—pensó Brittany—No puede desaparecer de mi vida así. Hasta hace una semana, mi alma estaba vacía y sin sentido, en cambio, a su lado me siento viva, me siento mujer.»


Santana se deshizo de los auriculares, la cogió en sus brazos y salió corriendo con ella en volandas hacia la piscina. Por más que Brittany gritó y pataleó para tratar de impedírselo, no le hizo caso y se lanzó con ella al agua, Santana era una experta en salir airosa de una situación de peligro en que estaban involucrados sus sentimientos, no era la primera vez que lo hacía.

Emergió del agua con Brittany agarrada aún a su cuello, se rieron a carcajadas y luego la besó.

—Sos hermosa, quiero verte reír así siempre, Britt.

—Vos sos mi alegría—se atrevió a decirle ilusionada, pero se encontró con un silencio mortal.


«Creo que no fue buena idea venir a pasar el fin de semana con vos, Britt, no quiero hacerte daño», pensó, arrepentida, Santana en silencio, incómodo por la actitud de Brittany.


Brittany necesitaba escapar de esa situación de incertidumbre pero no era fácil. Decidida, se propuso cambiar de ánimo y se mostró juguetona con Santana, intentó hundirla apoyándose con todo su peso sobre ella, pero no lo logró, trepó a su espalda y comenzó a hacerle cosquillas, pero ni así pudo sumergirla.

Al revés, Santana la levantó con un veloz movimiento y la lanzó al agua, desternillado de risa. De vuelta en la superficie, Brittany nadó hacia Santana y se abrazó a su cuello con los brazos y con las piernas a su cintura, le despejó la cara peinando su cabello hacia atrás y la besó.

Santana empezó a bajar sus manos y la tomó de las nalgas, clavándole los dedos en el trasero, mientras su lengua se apoderaba de su boca con pasión. Brittany se apartó jadeando y miró hacia los lados, eran las únicas dentro de la piscina, todos se habían metido en la casa y no se veía a nadie cerca.

Más tranquilas, nadaron juntas hacia el borde y Santana la apoyó contra la pared cubriéndola con su cuerpo. Brittany volvió a enlazar las piernas a su cintura y Santana se aferró de nuevo a sus nalgas.

—Quedate quieta, Britt—le pidió, aunque sonaba más bien como una orden.


«¿Qué piensa hacer?», pensó Brittany perpleja mientras buscaba sus ojos.


Su mirada era profunda, sombría, sus verdaderas intenciones, cada vez más claras. Santana apartó su biquini con el dedo y lo enterró en su sexo, lo metió y lo sacó, lo hundió bien adentro y lo movió en círculos dentro de su vagina.

—¿Te gusta, Britt? No te muevas, solamente siente.

—San, pueden vernos—dijo Brittany con la voz entrecortada por la excitación.

—No hay nadie, no te preocupes, yo estoy atenta. Vos no dejes de mirarme, pero no te muevas. Así nadie se dará cuenta de lo que en verdad está pasando acá. Disfrutá, Britt-Britt, sólo aprovechate de mis caricias.

Brittany asintió con la cabeza, mientras Santana torturaba su sexo con los dedos.

—San... basta, voy a correrme, San—le advirtió, era obvio que la intensidad de la situación había hecho que su orgasmo surgiera muy rápido.

—Dale, Britt, dale... no te detengas, entregate al placer que te estoy dando, dejame llevarte al éxtasis una vez más. No te muevas, mirame a los ojos, no los cierres, por favor, no te delates, hermosa.

Un gemido silente se escapó de su boca y Brittany apretó sus dedos contra su vagina, mientras Santana seguía con su doliente y perversa caricia. Brittany le tiró del pelo con las manos, no podía moverse, tampoco cerrar sus ojos, pero igual se dejó ir con un orgasmo aplastante.


«¡Dios! ¡Qué momento tan caliente! Nunca había hecho nada así de arriesgado, frente a las miradas de los demás.»


—Así, Britt, así, me encanta darte placer. Relajate y no te pongas nerviosa—le advirtió—, Pero... vienen Hanna y Emily. Disimulá otra vez, recién lo hiciste muy bien—Brittany abrió sus ojos como platos y Santana le hizo un guiño y la besó con ternura—Tranquila, bonita, no te preocupes que nadie se dio cuenta de nada, te lo aseguro, confía en mí—Brittany volvió a asentir, la voz de Santana era calma y segura y la serenaba—Hum, cómo quisiera probarte en este mismo instante.


«Esta morena es un demonio, no para de decirme cosas calientes.»


Hanna se tiró de cabeza a la piscina mientras Emily tocaba el agua con la punta del pie y alegaba que estaba muy fría.

—Dale, no seas miedosa, no está tan fría. ¡Entrá o te voy a buscar!

Sin dejarla decidir comenzó a salpicarla y entonces Emily se lanzó al agua, jugueteaban sin importarles Brittany y Santana, que seguían abrazadas en el borde de la piscina.

Santana le guiñó un ojo de nuevo.

—Tendré que esperar a recibir mi premio. Me debés un orgasmo, Britt-Britt.

Brittany le sonrió mientras tiraba su cabeza hacia atrás y después le encajó un sonoro beso en los labios.

—Nademos un poco para que baje mi calentura, estoy demasiado excitada.


Después de seguir retozando un poco en la piscina, salieron y fueron hasta las tumbonas para secarse. En ese instante, llegó Kitty con una bandeja repleta de daiquiris.

El sol había comenzado a caer y el atardecer sobre el lago parecía una postal. Se reunieron alrededor de la piscina y programaron lo que harían por la noche. Tras un rato de propuestas y contrapropuestas, decidieron que irían a comer sushi, así que se terminaron los cócteles y fueron a prepararse para la salida.

Brittany y Santana intercambiaron una mirada cómplice, ambas sabían de antemano lo que pasaría en cuanto entraran al dormitorio. Del mismo modo, Noah y Aria anunciaron con descaro que se iban a bañar juntos. Entonces, Brittany comenzó a recoger todas las copas para llevarlas adentro y acelerar el trámite, Santana se dispuso a ayudarla.

—Yo me encargo de esto—le indicó Brittany—, Juntá nuestras cosas, por favor.

Santana le plantó un beso en los labios e hizo lo que le había pedido.

—Terminemos pronto con esto, no aguanto más—le susurró mientras enjuagaba las copas y volvía a besarla—Britt, estás hecha de fuego, me quemo por dentro, ¡quiero meterme en vos ya! Sólo espero que no entre nadie, porque estoy muy caliente, Britt.

Lavaron todo y subieron al dormitorio. Nada más entrar, Santana trabó la puerta y ambas se transformaron en manos, besos y lenguas. Todo era urgente, en realidad, más para Santana que para Brittany.

Brittany la tumbó en la cama y le quitó el biquini, dejando al descubierto su desnudes.

—No puedo creerlo, Britt, me tenés en este estado de forma permanente.

Descarada Brittany, acerco su boca a la vagina de Santana y le paso la lengua, Santana gimió descontrolada y le sostuvo la cabeza acompañándola cada vez que le enterraba su lengua y los dientes, devorándola y lamiéndola.

Se detuvo para pasarle la lengua por el clítoris y luego, comenzó otra vez con su ataque brutal. Metió y sacó su lengua muchas veces y acompañó sus movimientos con caricias en su clítoris, apretándolo y masajeándolo.

Esa última caricia la enloqueció, Santana levantó su cabeza para ver cómo se la chupaba y empezó a gemir al ritmo de su lengua, hasta que su salada y caliente humedad invadió toda la boca de Brittany. Se limpió el líquido que chorreaba de su boca y la besó.

Santana la devoró, la puso en pie y le desabrochó la parte de arriba del biquini, luego, con rapidez deslizó por sus muslos la parte de abajo y la tomó de las nalgas para levantarla. Brittany enredó las piernas a su cintura y se aferró a su cuello. Así la llevó a la ducha, abrió el grifo mientras sostenía todo su peso con un brazo y se metió con Brittany bajo el chorro.

Desenfrenada, peinó el largo cabello de Brittany hacia atrás con sus dedos y se lo mojó bajo el agua, le besó la frente y la cara con frenesí, mientras pensaba:


«Rubia, esta mujer sin voluntad no soy yo, ¿qué estás haciendo conmigo?»


Sus sentimientos la devastaban y no lograba encontrarles lógica alguna.

Brittany desenroscó sus piernas y se bajó para que Santana descansara de su peso, entonces Santana cogió el jabón, la miró con lascivia y comenzó a pasárselo por los pechos. Se los acarició una y otra vez, con las manos resbaladizas y sumamente ardientes.

Dirigió el cuerpo enjabonado de Brittany hacia el chorro del agua para enjuagarlo y, cuando le quitó toda la espuma, tomó uno de sus pechos con la boca y le mordió un pezón, lo apretó con sus dientes mientras presionaba el otro con sus dedos, succionó la areola con fuerza y luego volvió a morderlo y se quedó con él entre los dientes mientras la miraba. Brittany tenía la boca entreabierta y jadeaba rendida a su tortura.

—Me encanta, Santana. Todo lo que me hacés me hace perder el sentido.

La giró con decisión y le indicó que se apoyara ligeramente en los grifos, inclinó su cuerpo y le abrió las piernas. Santana quería escuchar y ver como Brittany llegaba al éxtasis otra vez y la penetró con dos dedos muy despacio por detrás para disfrutar de su profundidad.

—Estoy muy dentro de ti, Britt.

Y es que Santana sabía que sus dedos eran largos y le gustaba jactarse de ello. A Brittany, le encantaba.

—Sí, San, los quiero todo dentro de mí—y continuó en su idioma—Fuck me.

Que Brittany le hablara en inglés hizo estallar su animalidad y empezó a mover sus dedos de manera despiadada contra su sexo, entrando y saliendo de ella, mientras se aferraba con la mano libre a sus caderas. Cada vez que se metía hacía presión contra Brittany para enterrarse un poco más.

Santana solo con ver y escuchar a Brittany llego al clímax y se corrieron juntas: Brittany gritó su nombre, gimió y aulló de placer y Santana gritó con ella en una queja agónica, mientras la nombraba.

Ambas terminaron sentadas en el suelo de la ducha para recuperar el aliento. Las piernas de la Brittany no paraban de temblar y Santana la abrazó contra su cuerpo mientras el agua les caía encima.

Cuando se hubieron repuesto un poco, se pusieron de pie para terminar de ducharse.

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