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[Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
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monica.santander
23l1
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
despedida a lo grande de miami,...
no se,.. se me hace que Audrey o la ex suegra latosa van a hacer algo,...
mmmm a ver como va el viaje de san y britt sola en NY,..
nos vemos!!!
Hola lu, jajaajajaj nada más y nada menos, no¿? jajaajjajajjaja. =o nononono, ya se fue una loca, para que mas¿? =O de lo mas bn... vrdd¿? Saludos =D
monica.santander escribió:yo quiero ir a una fiseta asi!! ajajjaa!!
saludos
Hola, jajajajaaj creo que no eres la única jjajaajajajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 9
Capitulo 9
Después de esos días en Miami habían regresado a Nueva York.
El ánimo de Brittany estaba bastante afianzado. Sin duda, traer a sus amigas de Buenos Aires y terminar su recuperación en esa jubilosa ciudad había sido muy buena idea.
Como habían acordado de antemano con su cuñada, ese mismo día Brittany y sus amigas quedaron con Rachel para ir a escoger los vestidos de las damas de honor.
Brittany sólo les había pedido que todos fueran de color plata. En cuanto al modelo, que cada una eligiera el que le sentara mejor. La tienda se convirtió en un verdadero cotilleo de salón hasta que se pusieron de acuerdo.
Finalmente todas salieron de ahí satisfechas por su elección. Brittany se encargaría de recogerlos cuando los arreglos estuvieran listos.
El martes por la mañana, todos partían hacia Argentina, Whitney también, así que Santana y Brittany fueron a despedirlas a todas al aeropuerto.
—Mamá, voy a extrañarte, me había acostumbrado a tenerte en casa.
—Yo también te voy a echar de menos, hija, pero regresaré pronto, cuando vayas a elegir tu vestido de boda.
—Sí, en cuanto concrete la cita, te aviso y, por favor, decile a Tina que también la quiero acá, conmigo, para ese momento.
—Estoy segura de que le encantará acompañarte y Dottie, ¡uf!, estará encantada de venir a casa de su tía.
Estaban llamando para embarcar y Brittany se abrazó incansablemente con cada una de las viajeras.
—Pendeja, te vamos a extrañar.
—¿Lo pasaste bien, Hanna?
—Excelente.
Hanna le agradeció mucho la estadía a Santana y Kitty, por su parte, hizo lo mismo.
—Todos nos llevamos un gran recuerdo de este viaje, son unos anfitriones excelentes tanto vos como San—agregó Marley
Todas asintieron.
—¡Ah, lo bueno siempre se acaba!—le dijo Aria a Noah, que la cobijaba entre sus brazos, sin querer que se fuera de su lado.
—Cada vez se me hace más difícil separarme de vos, linda.
—¿Vas a extrañarme?
—No dudes que así será. ¿Qué estás haciendo conmigo, chiquilla? Me tenés estúpido, nena.
Santana y Brittany se abrazaron mientras despedían a sus amigas y a Whitney con señas mientras ellas se alejaban. Les hacían ademanes sin parar y agitaban la mano saludándolos.
Noah, cabizbajo y en silencio, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se quedó observando cómo Aria se distanciaba. Se lo notaba profundamente triste y le importó muy poco disimular.
Al final, todas desaparecieron tras la puerta de embarque.
Santana notó la amargura de su amigo y le palmeó la espalda para darle ánimos.
—¡Cuánta seriedad, Noah Puckerman, no te conocía ese gesto! ¡Vamos, levantá ese ánimo que tres semanas pasan pronto! Cuando quieras acordarte, Aria y vos volverán a reencontrarse—intentó animarlo Brittany también.
—Britt, debo reconocer que tu amiga me tiene totalmente pelotudo—le dijo.
—Creo que, en realidad, te tiene enamorado. ¡Cómo les cuesta, a ustedes, los hombres, reconocer sus sentimientos!
El miércoles por la tarde, Santana partía hacia París en un Boeing 777 de Air France, que salía a las 18.15 horas desde el aeropuerto JFK.
Brittany la había acompañado para despedirla: se iba durante seis días y era la primera vez que se separaban tras el ataque.
—Mañana, cuando salgas del médico, me llamás para contarme qué te dijo y no te olvides de preguntarle cuándo podremos volver a hacer el amor—le guiñó un ojo.
—Sí, mi amor, no te preocupes: también yo estoy interesada en eso—se carcajearon y Santana le mordió la barbilla—Lo que no tengo muy claro es cómo voy a hacerlo para consultarlo con Maribel a mi lado, acordate de que ella me quiere acompañar.
—Buscá la manera, Britt, por favor, me urge saber cuándo podremos retomar nuestra intimidad. Te deseo, Pierce.
—Yo también siento esa urgencia, Sanny. Espero que el doctor Ryder me dé el alta ya.
—Bueno, no te apures, todo a su debido tiempo. Si tenemos que seguir esperando, esperaremos. Después de todo, mi «amiga»—dijo mientras levantaba su mano y se la enseñaba—Se está portando muy bien.
Se carcajearon.
Brittany le dio un sonoro beso y luego le delimitó los labios con su dedo índice.
—Hoyuelitos, llamame en cuanto llegues a París. Mirá que voy a estar despierta, esperando que lo hagas.
Se habían quedado abrazadas, Santana la tenía pegada a su cuerpo y Brittany estaba aferrada a su cuello.
—Prometo que, en cuanto pise el aeropuerto, te llamo.
Se miraron y se olisquearon un instante más.
—¡Uf, Britt-Britt! ¡Cómo nos cuesta separarnos!
Habían empezado a llamar a los pasajeros del vuelo de Santana.
—Pero tenemos que hacerlo, debemos retomar nuestras vidas y cumplir con nuestras obligaciones. No podemos vivir pegadas, necesitamos recuperar una vida normal, en todos los sentidos, para dejar atrás todo lo malo que nos ha pasado.
—Es cierto, tenés toda la razón, necesitamos cierta normalidad en nuestras vidas, pero me encanta vivir pegada a vos; se me da muy bien hacerlo.
Sonrieron y se besaron.
—¿Vas a extrañarme?
—Ya estoy extrañándote—le contestó Brittany de forma marrullera.
A Santana le encantaba que le hablara así.
Volvieron a llamar al vuelo de Air France con destino a París y no podían estirar más la despedida. Se besaron de manera arrebatadora y se abrazaron con desmesura.
No podían apartarse, pero tenían que hacerlo.
Santana le dio otro beso y luego la soltó, deslizó sus manos por los brazos de Brittany hasta llegar a sus manos, le lanzó un último beso al aire y empezó a caminar, alejándose de ella.
Mientras la miraba partir, Brittany se acariciaba los labios que Santana había poseído hasta último momento.
Santana se dio la vuelta una última vez, antes de traspasar la puerta, y entonces Brittany le gesticuló un «Te amo» silencioso, que Santana contestó diciéndole: «Yo más». Luego, se marchó.
Brittany dio media vuelta y salió del lounge. A pesar de lo que significaba la despedida, no podía dejar de sonreír, se sentía amada, Santana era todo lo que alguna vez había soñado que fuera y eso la contentaba, la hacía sentir plena y dichosa.
Afuera de la sala vip, Artie la esperaba, pacientemente sentado en una de las banquetas de la terminal, para llevarla hasta el Belaire.
El aeropuerto era un caos, acababan de llegar varios vuelos y la gente bullía.
Le pareció oír gritar su nombre y la voz le resultó conocida, pero no le dio importancia. Siguió caminando hacia donde la esperaba Artie, él se puso de pie para escoltarla hasta el estacionamiento, ya que Santana le había encargado que no la dejara ni por un instante.
Era imposible que no sintiera miedo después de lo que le había pasado.
En ese mismo instante, volvieron a gritar su nombre y entonces ella sí se dio la vuelta y se encontró con Sam Evans, que venía caminando desde la zona de llegadas, bastante apremiado por alcanzarla, no paraba de hacerle señas.
—Aguarde un segundo, Artie, ya vamos.
—Por supuesto, señorita Britt, no se preocupe.
Sam continuó apurando su paso, hasta que llegó a su lado.
—Brittany, cuando te vi, imaginé que eras una visión.
—Hola, Sam—le contestó ella con frialdad, sin darse por enterada de su insinuación.
—¿Cómo estás?
La cogió por un brazo, le dio un beso en la mejilla y la estudió a conciencia de los pies a la cabeza.
—Vengo de Mendoza, vi a tu hermano y me contó lo que te había ocurrido. ¿Estás bien, Britt? Me preocupé mucho cuando me enteré. En realidad, me hubiera gustado saberlo cuando ocurrió, para poder acompañarte.
—Estoy perfectamente bien, gracias, ya pasó todo.
—¡Dios! Me explicó que habías estado muy grave, estuve llamándote—le dijo con angustia.
Entonces la abrazó y Brittany tensó su cuerpo. Sam notó su incomodidad y la soltó de inmediato.
—, Pero nunca me devolviste las llamadas.
—Lo siento, es que mi móvil se perdió y ahora tengo otro número, uno local—le explicó ella.
—¡Ah, ya entiendo! Entonces, ¿no es que no me hayas querido contestar?—le preguntó y la miró ilusionado, pero ella no le contestó—Tomemos algo en el Starbucks de la terminal.
—Me está esperando el chofer—se excusó ella, aunque el argumento resultó tonto y débil, pero fue el único que se le ocurrió.
—Brittany, es sólo un café.
Ella se quedó mirándolo y él también, mientras esperaba una respuesta. Resignada y sin poder encontrar mejor excusa para rechazarlo, aceptó su propuesta.
Se dio la vuelta y le pidió a Artie que la acompañara: no quería malentendidos con Santana.
Caminaron hacia el local. Artie, como siempre muy discreto, los seguía rezagado a escasos metros y pensaba en lo mucho que se iba a disgustar su jefa cuando se enterara. De todos modos, decidió que no iba a contarle nada si no le preguntaba, ya que asumía que ella lo haría.
Sencillamente, no deseaba quedar como un soplón.
Brittany, mientras caminaba, discurría lo mismo que Artie y, aunque Sam le hablaba, ella realmente no lo escuchaba. En su mente, sólo cabía Santana y su reacción cuando se enterara.
Finalmente, se acomodaron en una de las mesas del café. Sam se pidió un frapuccino y Brittany un té Earl Grey.
—¿Qué hacías en el aeropuerto?
—Vine a despedir a San, que tuvo que viajar por trabajo. ¿Y vos me dijiste que venías de Mendoza?
—Mi papá no anda muy bien y aproveché un parón en el trabajo para ir a verlo.
—¿Es grave?
—Debe tener cuidado, anda con la tensión un poco alta, pero además es bastante cabezón y no se cuida. Precisamente, por eso fui, para sermonearlo y que le facilite las cosas a mi mamá, que sólo se preocupa por cuidarlo, la está volviendo loca, pobrecita.
—Lo siento, espero que se estabilice.
Él asintió con un movimiento de cabeza.
—Y vos, ¿cómo estás?—le cogió la mano y Brittany, con premura aunque sin ser muy brusca, la retiró.
Sabía que Artie los observaba.
En seguida, tomó el recipiente que contenía el té y bebió un poco para disimular.
—¿Qué pasa? ¿El chofer es el informante de tu novia?
Brittany lo miró, él estaba en lo cierto pero no pensaba aceptarlo.
—No entiendo a lo que te referís. Por otro lado, de ser así no habría nada que pudiera contarle más que esto—dijo y señaló con su mano las cosas que había sobre la mesa—, Sólo estamos tomando un café y un té, mientras charlamos como dos amigos.
Sam clavó su mirada en la de ella y Brittany no pudo sostenérsela. Acto seguido, cogió un sobre de edulcorante y fingió juguetear con él mientras lo esquivaba. Él sonrió con resignación.
—Te pregunté cómo estabas, aunque se te ve bastante repuesta, pero mucho más delgada.
—Estoy muy bien, te lo dije antes, apenas nos encontramos y, sí, estás en lo cierto, perdí bastante peso, pero ahora estoy recuperándolo.
—Estás muy distante conmigo, no parecemos los mismos de Mendoza—ella no le contestó—¡Cuántas complicaciones te provoca esa tipa!
Brittany lo miró fijamente.
—A mí no me lo parece, lo que me ocurrió no es culpa de San. No sabés el trasfondo como para poder emitir esa opinión, así que te informo de que no resulta nada correcta tu teoría.
—¿No es acertada? ¡Brittany!—exclamó Sam y la cogió del mentón para que lo mirara—En San Rafael, no dejabas de llorar por los rincones recordándola, aunque te había abandonado, luego te dijo dos palabras y te engatusó de nuevo y, ahora, ¡te pegaron un tiro por su culpa!
—Dejame decirte que tu análisis de la situación es bastante superficial. Para empezar, San no me engatusó con dos palabras. Que vos creas eso realmente me ofende, ya que me da a entender que me considerás una mujer muy fácil. Ella me enamora a diario, nuestra relación es un compromiso que reforzamos cada día con la inmensidad de nuestro amor, y es por eso por lo que vamos a casarnos. En segundo lugar, el disparo que recibí fue producto de la locura de una mujer despechada, una historia sin importancia que San tuvo mientras no estaba conmigo, sólo que la mujer no lo asumió del mismo modo—le explicó Brittany en un tono hostil.
—Lo siento, no quise ofenderte, pero es que, aunque quiero evitarlo, no puedo dejar de sentirme celoso. Brittany, no puedo olvidarte. En Mendoza, me ilusioné con que lo nuestro podría ir más allá de una amistad, pero sólo te veo pasando penas por ella y vos aceptás que no te respete.
—Creo que mejor me voy, los dos estamos perdiendo el tiempo acá. Amo a Santana y no puedo quedarme sentada escuchándote, sin pensar en que estoy faltándole a la mujer que adoro. No está bien que me quede consintiendo que te me declares.
—¡Vaya, no conocía a esta Brittany aguerrida! Me duele mucho que la defiendas con tanta vehemencia. Aunque no te interese oírme, ésta es la única oportunidad que tengo para decirte lo que pienso. Brittany, si hubieras estado a mi lado te hubiera cuidado con mi vida y nada de esto te hubiera pasado. Estoy enamorado de vos, te dije una vez que te esperaría y hoy vuelvo a repetírtelo. Estoy seguro de que ella te defraudará de nuevo. La persona con quien estás no tiene un buen historial con las mujeres, no sabe asumir compromisos profundos con nadie.
—No sé de dónde sacaste algo así, creo que vos y Santana no se conocen lo suficiente como para que afirmes todo eso.
—Ordené que la investigaran, no te enojes—volvió a coger su mano, ella no podía creer lo que estaba oyendo—, Porque creo que necesitás saber con quién estás. Creeme, ella no te conviene, es una niña bonita que sólo sabe seducir y dejar a las mujeres con las que sale, si no mirá cómo enloqueció a esa que terminó disparándote. Brittany, te quiero bien y debo prevenirte: esa mujer no te conviene.
—Lo siento, Sam, no quiero ser grosera. Acepté venir porque creí que habías entendido que vos y yo sólo podíamos ser amigos, pero si vas a insinuarte y, por si fuera poco, atreverte a hablarme con tanto desparpajo de Santana, creo que es mejor que me vaya.
Brittany se puso de pie y él le cogió la mano. Se quedaron mirando.
—¿Me das tu teléfono?
Ella clavó sus ojos en él, pero no le contestó y apartó la mano.
—¡Esperá, Brittany!
Sam extrajo de su billetera una tarjeta de presentación y un bolígrafo, garabateó con premura su dirección y se la entregó.
—Por favor, quiero que tengas mi dirección por si necesitas cualquier cosa. No estás sola en Nueva York, me tenés a mí para lo que necesites.
Ella no dijo nada pero aceptó la tarjeta que él le puso en la mano, luego salió del lugar.
Sam no intentó retenerla.
Brittany fue hacia la salida y él se quedó observándola alejarse mientras se acariciaba el pelo.
«Sé que es cuestión de tiempo. Voy a esperarte, hermosa, la morena te va a desencantar de nuevo y ahí voy a estar yo para consolarte y ofrecerte mi amor.»
El ánimo de Brittany estaba bastante afianzado. Sin duda, traer a sus amigas de Buenos Aires y terminar su recuperación en esa jubilosa ciudad había sido muy buena idea.
Como habían acordado de antemano con su cuñada, ese mismo día Brittany y sus amigas quedaron con Rachel para ir a escoger los vestidos de las damas de honor.
Brittany sólo les había pedido que todos fueran de color plata. En cuanto al modelo, que cada una eligiera el que le sentara mejor. La tienda se convirtió en un verdadero cotilleo de salón hasta que se pusieron de acuerdo.
Finalmente todas salieron de ahí satisfechas por su elección. Brittany se encargaría de recogerlos cuando los arreglos estuvieran listos.
El martes por la mañana, todos partían hacia Argentina, Whitney también, así que Santana y Brittany fueron a despedirlas a todas al aeropuerto.
—Mamá, voy a extrañarte, me había acostumbrado a tenerte en casa.
—Yo también te voy a echar de menos, hija, pero regresaré pronto, cuando vayas a elegir tu vestido de boda.
—Sí, en cuanto concrete la cita, te aviso y, por favor, decile a Tina que también la quiero acá, conmigo, para ese momento.
—Estoy segura de que le encantará acompañarte y Dottie, ¡uf!, estará encantada de venir a casa de su tía.
Estaban llamando para embarcar y Brittany se abrazó incansablemente con cada una de las viajeras.
—Pendeja, te vamos a extrañar.
—¿Lo pasaste bien, Hanna?
—Excelente.
Hanna le agradeció mucho la estadía a Santana y Kitty, por su parte, hizo lo mismo.
—Todos nos llevamos un gran recuerdo de este viaje, son unos anfitriones excelentes tanto vos como San—agregó Marley
Todas asintieron.
—¡Ah, lo bueno siempre se acaba!—le dijo Aria a Noah, que la cobijaba entre sus brazos, sin querer que se fuera de su lado.
—Cada vez se me hace más difícil separarme de vos, linda.
—¿Vas a extrañarme?
—No dudes que así será. ¿Qué estás haciendo conmigo, chiquilla? Me tenés estúpido, nena.
Santana y Brittany se abrazaron mientras despedían a sus amigas y a Whitney con señas mientras ellas se alejaban. Les hacían ademanes sin parar y agitaban la mano saludándolos.
Noah, cabizbajo y en silencio, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se quedó observando cómo Aria se distanciaba. Se lo notaba profundamente triste y le importó muy poco disimular.
Al final, todas desaparecieron tras la puerta de embarque.
Santana notó la amargura de su amigo y le palmeó la espalda para darle ánimos.
—¡Cuánta seriedad, Noah Puckerman, no te conocía ese gesto! ¡Vamos, levantá ese ánimo que tres semanas pasan pronto! Cuando quieras acordarte, Aria y vos volverán a reencontrarse—intentó animarlo Brittany también.
—Britt, debo reconocer que tu amiga me tiene totalmente pelotudo—le dijo.
—Creo que, en realidad, te tiene enamorado. ¡Cómo les cuesta, a ustedes, los hombres, reconocer sus sentimientos!
El miércoles por la tarde, Santana partía hacia París en un Boeing 777 de Air France, que salía a las 18.15 horas desde el aeropuerto JFK.
Brittany la había acompañado para despedirla: se iba durante seis días y era la primera vez que se separaban tras el ataque.
—Mañana, cuando salgas del médico, me llamás para contarme qué te dijo y no te olvides de preguntarle cuándo podremos volver a hacer el amor—le guiñó un ojo.
—Sí, mi amor, no te preocupes: también yo estoy interesada en eso—se carcajearon y Santana le mordió la barbilla—Lo que no tengo muy claro es cómo voy a hacerlo para consultarlo con Maribel a mi lado, acordate de que ella me quiere acompañar.
—Buscá la manera, Britt, por favor, me urge saber cuándo podremos retomar nuestra intimidad. Te deseo, Pierce.
—Yo también siento esa urgencia, Sanny. Espero que el doctor Ryder me dé el alta ya.
—Bueno, no te apures, todo a su debido tiempo. Si tenemos que seguir esperando, esperaremos. Después de todo, mi «amiga»—dijo mientras levantaba su mano y se la enseñaba—Se está portando muy bien.
Se carcajearon.
Brittany le dio un sonoro beso y luego le delimitó los labios con su dedo índice.
—Hoyuelitos, llamame en cuanto llegues a París. Mirá que voy a estar despierta, esperando que lo hagas.
Se habían quedado abrazadas, Santana la tenía pegada a su cuerpo y Brittany estaba aferrada a su cuello.
—Prometo que, en cuanto pise el aeropuerto, te llamo.
Se miraron y se olisquearon un instante más.
—¡Uf, Britt-Britt! ¡Cómo nos cuesta separarnos!
Habían empezado a llamar a los pasajeros del vuelo de Santana.
—Pero tenemos que hacerlo, debemos retomar nuestras vidas y cumplir con nuestras obligaciones. No podemos vivir pegadas, necesitamos recuperar una vida normal, en todos los sentidos, para dejar atrás todo lo malo que nos ha pasado.
—Es cierto, tenés toda la razón, necesitamos cierta normalidad en nuestras vidas, pero me encanta vivir pegada a vos; se me da muy bien hacerlo.
Sonrieron y se besaron.
—¿Vas a extrañarme?
—Ya estoy extrañándote—le contestó Brittany de forma marrullera.
A Santana le encantaba que le hablara así.
Volvieron a llamar al vuelo de Air France con destino a París y no podían estirar más la despedida. Se besaron de manera arrebatadora y se abrazaron con desmesura.
No podían apartarse, pero tenían que hacerlo.
Santana le dio otro beso y luego la soltó, deslizó sus manos por los brazos de Brittany hasta llegar a sus manos, le lanzó un último beso al aire y empezó a caminar, alejándose de ella.
Mientras la miraba partir, Brittany se acariciaba los labios que Santana había poseído hasta último momento.
Santana se dio la vuelta una última vez, antes de traspasar la puerta, y entonces Brittany le gesticuló un «Te amo» silencioso, que Santana contestó diciéndole: «Yo más». Luego, se marchó.
Brittany dio media vuelta y salió del lounge. A pesar de lo que significaba la despedida, no podía dejar de sonreír, se sentía amada, Santana era todo lo que alguna vez había soñado que fuera y eso la contentaba, la hacía sentir plena y dichosa.
Afuera de la sala vip, Artie la esperaba, pacientemente sentado en una de las banquetas de la terminal, para llevarla hasta el Belaire.
El aeropuerto era un caos, acababan de llegar varios vuelos y la gente bullía.
Le pareció oír gritar su nombre y la voz le resultó conocida, pero no le dio importancia. Siguió caminando hacia donde la esperaba Artie, él se puso de pie para escoltarla hasta el estacionamiento, ya que Santana le había encargado que no la dejara ni por un instante.
Era imposible que no sintiera miedo después de lo que le había pasado.
En ese mismo instante, volvieron a gritar su nombre y entonces ella sí se dio la vuelta y se encontró con Sam Evans, que venía caminando desde la zona de llegadas, bastante apremiado por alcanzarla, no paraba de hacerle señas.
—Aguarde un segundo, Artie, ya vamos.
—Por supuesto, señorita Britt, no se preocupe.
Sam continuó apurando su paso, hasta que llegó a su lado.
—Brittany, cuando te vi, imaginé que eras una visión.
—Hola, Sam—le contestó ella con frialdad, sin darse por enterada de su insinuación.
—¿Cómo estás?
La cogió por un brazo, le dio un beso en la mejilla y la estudió a conciencia de los pies a la cabeza.
—Vengo de Mendoza, vi a tu hermano y me contó lo que te había ocurrido. ¿Estás bien, Britt? Me preocupé mucho cuando me enteré. En realidad, me hubiera gustado saberlo cuando ocurrió, para poder acompañarte.
—Estoy perfectamente bien, gracias, ya pasó todo.
—¡Dios! Me explicó que habías estado muy grave, estuve llamándote—le dijo con angustia.
Entonces la abrazó y Brittany tensó su cuerpo. Sam notó su incomodidad y la soltó de inmediato.
—, Pero nunca me devolviste las llamadas.
—Lo siento, es que mi móvil se perdió y ahora tengo otro número, uno local—le explicó ella.
—¡Ah, ya entiendo! Entonces, ¿no es que no me hayas querido contestar?—le preguntó y la miró ilusionado, pero ella no le contestó—Tomemos algo en el Starbucks de la terminal.
—Me está esperando el chofer—se excusó ella, aunque el argumento resultó tonto y débil, pero fue el único que se le ocurrió.
—Brittany, es sólo un café.
Ella se quedó mirándolo y él también, mientras esperaba una respuesta. Resignada y sin poder encontrar mejor excusa para rechazarlo, aceptó su propuesta.
Se dio la vuelta y le pidió a Artie que la acompañara: no quería malentendidos con Santana.
Caminaron hacia el local. Artie, como siempre muy discreto, los seguía rezagado a escasos metros y pensaba en lo mucho que se iba a disgustar su jefa cuando se enterara. De todos modos, decidió que no iba a contarle nada si no le preguntaba, ya que asumía que ella lo haría.
Sencillamente, no deseaba quedar como un soplón.
Brittany, mientras caminaba, discurría lo mismo que Artie y, aunque Sam le hablaba, ella realmente no lo escuchaba. En su mente, sólo cabía Santana y su reacción cuando se enterara.
Finalmente, se acomodaron en una de las mesas del café. Sam se pidió un frapuccino y Brittany un té Earl Grey.
—¿Qué hacías en el aeropuerto?
—Vine a despedir a San, que tuvo que viajar por trabajo. ¿Y vos me dijiste que venías de Mendoza?
—Mi papá no anda muy bien y aproveché un parón en el trabajo para ir a verlo.
—¿Es grave?
—Debe tener cuidado, anda con la tensión un poco alta, pero además es bastante cabezón y no se cuida. Precisamente, por eso fui, para sermonearlo y que le facilite las cosas a mi mamá, que sólo se preocupa por cuidarlo, la está volviendo loca, pobrecita.
—Lo siento, espero que se estabilice.
Él asintió con un movimiento de cabeza.
—Y vos, ¿cómo estás?—le cogió la mano y Brittany, con premura aunque sin ser muy brusca, la retiró.
Sabía que Artie los observaba.
En seguida, tomó el recipiente que contenía el té y bebió un poco para disimular.
—¿Qué pasa? ¿El chofer es el informante de tu novia?
Brittany lo miró, él estaba en lo cierto pero no pensaba aceptarlo.
—No entiendo a lo que te referís. Por otro lado, de ser así no habría nada que pudiera contarle más que esto—dijo y señaló con su mano las cosas que había sobre la mesa—, Sólo estamos tomando un café y un té, mientras charlamos como dos amigos.
Sam clavó su mirada en la de ella y Brittany no pudo sostenérsela. Acto seguido, cogió un sobre de edulcorante y fingió juguetear con él mientras lo esquivaba. Él sonrió con resignación.
—Te pregunté cómo estabas, aunque se te ve bastante repuesta, pero mucho más delgada.
—Estoy muy bien, te lo dije antes, apenas nos encontramos y, sí, estás en lo cierto, perdí bastante peso, pero ahora estoy recuperándolo.
—Estás muy distante conmigo, no parecemos los mismos de Mendoza—ella no le contestó—¡Cuántas complicaciones te provoca esa tipa!
Brittany lo miró fijamente.
—A mí no me lo parece, lo que me ocurrió no es culpa de San. No sabés el trasfondo como para poder emitir esa opinión, así que te informo de que no resulta nada correcta tu teoría.
—¿No es acertada? ¡Brittany!—exclamó Sam y la cogió del mentón para que lo mirara—En San Rafael, no dejabas de llorar por los rincones recordándola, aunque te había abandonado, luego te dijo dos palabras y te engatusó de nuevo y, ahora, ¡te pegaron un tiro por su culpa!
—Dejame decirte que tu análisis de la situación es bastante superficial. Para empezar, San no me engatusó con dos palabras. Que vos creas eso realmente me ofende, ya que me da a entender que me considerás una mujer muy fácil. Ella me enamora a diario, nuestra relación es un compromiso que reforzamos cada día con la inmensidad de nuestro amor, y es por eso por lo que vamos a casarnos. En segundo lugar, el disparo que recibí fue producto de la locura de una mujer despechada, una historia sin importancia que San tuvo mientras no estaba conmigo, sólo que la mujer no lo asumió del mismo modo—le explicó Brittany en un tono hostil.
—Lo siento, no quise ofenderte, pero es que, aunque quiero evitarlo, no puedo dejar de sentirme celoso. Brittany, no puedo olvidarte. En Mendoza, me ilusioné con que lo nuestro podría ir más allá de una amistad, pero sólo te veo pasando penas por ella y vos aceptás que no te respete.
—Creo que mejor me voy, los dos estamos perdiendo el tiempo acá. Amo a Santana y no puedo quedarme sentada escuchándote, sin pensar en que estoy faltándole a la mujer que adoro. No está bien que me quede consintiendo que te me declares.
—¡Vaya, no conocía a esta Brittany aguerrida! Me duele mucho que la defiendas con tanta vehemencia. Aunque no te interese oírme, ésta es la única oportunidad que tengo para decirte lo que pienso. Brittany, si hubieras estado a mi lado te hubiera cuidado con mi vida y nada de esto te hubiera pasado. Estoy enamorado de vos, te dije una vez que te esperaría y hoy vuelvo a repetírtelo. Estoy seguro de que ella te defraudará de nuevo. La persona con quien estás no tiene un buen historial con las mujeres, no sabe asumir compromisos profundos con nadie.
—No sé de dónde sacaste algo así, creo que vos y Santana no se conocen lo suficiente como para que afirmes todo eso.
—Ordené que la investigaran, no te enojes—volvió a coger su mano, ella no podía creer lo que estaba oyendo—, Porque creo que necesitás saber con quién estás. Creeme, ella no te conviene, es una niña bonita que sólo sabe seducir y dejar a las mujeres con las que sale, si no mirá cómo enloqueció a esa que terminó disparándote. Brittany, te quiero bien y debo prevenirte: esa mujer no te conviene.
—Lo siento, Sam, no quiero ser grosera. Acepté venir porque creí que habías entendido que vos y yo sólo podíamos ser amigos, pero si vas a insinuarte y, por si fuera poco, atreverte a hablarme con tanto desparpajo de Santana, creo que es mejor que me vaya.
Brittany se puso de pie y él le cogió la mano. Se quedaron mirando.
—¿Me das tu teléfono?
Ella clavó sus ojos en él, pero no le contestó y apartó la mano.
—¡Esperá, Brittany!
Sam extrajo de su billetera una tarjeta de presentación y un bolígrafo, garabateó con premura su dirección y se la entregó.
—Por favor, quiero que tengas mi dirección por si necesitas cualquier cosa. No estás sola en Nueva York, me tenés a mí para lo que necesites.
Ella no dijo nada pero aceptó la tarjeta que él le puso en la mano, luego salió del lugar.
Sam no intentó retenerla.
Brittany fue hacia la salida y él se quedó observándola alejarse mientras se acariciaba el pelo.
«Sé que es cuestión de tiempo. Voy a esperarte, hermosa, la morena te va a desencantar de nuevo y ahí voy a estar yo para consolarte y ofrecerte mi amor.»
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
que porqueria es esta, que le pasa a ese labios de trucha en cautiverio!!!! santana se pondra furiosa cuando se entere! brittany es bruta o que????? me llevan los demonios!!!!!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Que tipo rompe bolas!!! Que se compre una vida!!! i
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:que porqueria es esta, que le pasa a ese labios de trucha en cautiverio!!!! santana se pondra furiosa cuando se entere! brittany es bruta o que????? me llevan los demonios!!!!!!!!!!
Hola, jajjaajajajjaajjajaja xD jajajaajjajajajajjaja "labios de trucha en cautiverio" jajajajaajajjaja jaajjaajajajaj... maldito ¬¬ :@ Mmmm me lo temo =/ jajajaj xD aquí el siguiente cap para ver que pasa. Saludos =D
monica.santander escribió:Que tipo rompe bolas!!! Que se compre una vida!!! i
Saludos
Hola, o no¿? maldito :@ y se vaya a la !"#$%& Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 10
Capitulo 10
La cena había terminado en el Belaire y Brittany estaba sentada en la sala, entre Alfonso y Maribel, tomando una infusión caliente.
Sus futuros suegros no paraban de mimarla desde que había llegado.
—Espero que el doctor mañana me dé el alta, no veo la hora de regresar al trabajo.
—Calma, no te apures, tenés que reintegrarte cuando estés repuesta del todo.
—Tana no permitiría que fuera de otro modo—acotó Maribel sin temor a equivocarse—Por cierto, estaría bien, Alfonso, que fueras limando asperezas con tu hija, no me gusta verlos tan distanciados.
—¿Qué? ¿Cómo que vos y San están distanciados?—se extrañó Brittany—¿No es cierto, verdad?
Alfonso puso los ojos en blanco.
—¿Qué pasó? ¿Por qué no me había enterado?
—Porque son los dos muy testarudos y orgullosos, y prefieren que no te enteres para que no te sientas en medio de ambos.
—Alfonso, ¿por qué están enojados, acaso es por el trabajo?
—Ay, Britt, no es por el trabajo, es por lo que ha pasado con Elaine. Tana no es una adolescente para comportarse como lo hace. No justifico lo que ella te hizo, pero mi hija tendría que haber previsto que su ligereza al liarse con ella podía acabar involucrando a toda la familia.
—No es que justifique que San se haya tirado a Elaine, y perdón por la expresión, pero, en realidad, creo que ella estaba obsesionada con San desde mucho antes. Cuando me disparó, fue muy clara, dijo que había esperado mucho tiempo para acercarse a ella y que, ahora que Dani había muerto, yo no iba a interponerme entre ellas. ¡Incluso me sugirió que la naturaleza había retirado del camino a Dani sin que ella hubiera tenido que intervenir! Además, te recuerdo que sus amenazas empezaron mucho antes, en Buenos Aires, cuando San aún ni le había hecho caso. Alfonso, ella tendría que haber entendido su rechazo, lo que ha pasado no es culpa de San.
—Todo se ha mezclado, Britt, ella es la hija de mi mejor amigo.
—Creo que lo que más te duele es eso, que hayas quedado en medio de todo, pero no culpes a San por la pérdida de tu amistad con él. Tu amigo defiende a su hija y es lógico, porque es su sangre.
—Me duele mucho todo, Britt, conozco a esa niña desde que nació. Estoy muy apenado, lo siento, no la justifico, no me malinterpretes, no te enfades como Tana.
—Te entiendo a vos y también a San.
—Tana te necesita a su lado, Alfonso, nuestra hija te necesita. Bob es, o fue, tu amigo, pero Tana es de tu familia y lo será siempre. Ya ves que Bob también hizo una elección y, por supuesto, optó por su hija—le dijo Maribel.
—Yo también elegí a mi hija, pero tal vez si Tana no hubiera alimentado esa obsesión que ella tenía con Tana...
—¿Cómo saberlo?—le interrumpió Brittany—Elaine tenía estos planes desde hacía mucho, Alfonso. Ideó las llamadas que me hacía, este desenlace lo pensó hace mucho tiempo y estoy segura de que hubiera actuado de la misma forma con cualquiera que ella considerara que se interponía entre ambas. Mirá hasta dónde llegó que incluso se hizo con un arma. ¡Sabe Dios cuánto hace que la tenía! Sólo espero que la justicia valore eso y que pague por lo que ha hecho, porque, si no es así, no podremos vivir tranquilos.
—No puedo creer que su mente sea tan maquiavélica, realmente me cuesta entenderlo, pero es obvio que lo planificó todo. Hace tiempo que comprendí que no podía recriminarle eso a Tana ni hacerla la única responsable. Debo reconocer que necesitaba un chivo expiatorio para justificar que Bob y yo nunca más seremos lo que éramos. Lo siento, Britt, acá la única víctima sos vos. Tana tiene razón en eso, pero, a mi edad, el orgullo a veces es difícil de vencer.
—No, mi amor, no es la única víctima, sí la que se llevó la peor parte, pero todos nos hemos visto damnificados por este ardid.
—Maribel tiene razón—Brittany palmeó la mano de su futuro suegro—En menor o mayor medida, todos nos hemos visto involucrados en esta situación que generó la mente enferma de Elaine. No permitas que tu orgullo te mantenga alejado de tu hija, Alfonso.
—Pero ¡Tana es una terca que nunca escucha! ¿Por qué es tan cabezota mi hija?
—¡Ja! ¡No tiene a quién salir! ¿Te estás oyendo? Tu hija lleva tus genes en la sangre y no sé cuál es más tozudo de los dos—le espetó Maribel, mientras estiraba su mano por detrás de Brittany y le acariciaba el cuello a su esposo.
Brittany sonrió.
—Prometo que, cuando San vuelva, solucionaré las cosas con ella.
Alfonso cogió la mano de su esposa y se la apretó con fuerza, luego le dio un beso en el cabello a Brittany. Cuando terminó su café, anunció que se iba a descansar, estiró sus brazos hacia adelante y se despidió de ambas dejándolas solas en la sala.
Maribel y Brittany aprovecharon la ocasión para definir los detalles de la boda civil que se llevaría a cabo en Los Hamptons.
Su futura suegra era una experta en la preparación de eventos, siempre le quedaban estéticamente muy bien, además de ser muy exitosos.
Era tarde ya, pero Brittany no quería acostarse hasta que Santana la avisara de que su avión había llegado a París. De repente, sonó el aviso del teléfono, era un mensaje de texto de Santana:
—Hola, mi amor, apenas estoy poniendo un pie en el aeropuerto. Cuando llegue al hotel, te llamo. Beso. Te amo.
—Gracias por avisar, yo también te amo. Estoy definiendo con Maribel algunos detalles de la boda en Los Hamptons. Espero ansiosa tu llamada, estoy deseosa de escuchar tu voz.
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Santana leyó el mensaje mientras recogía su equipaje de la cinta y sonrió radiante.
Después de salir del aeropuerto y conseguir transporte, llegó al Le Bristol, un lujoso hotel de estilo palaciego en el área metropolitana de París, próximo a las tiendas y a todas las atracciones de la ciudad. Se acercó a la recepción para que comprobaran su reserva y, entonces, el amable conserje hizo que la acompañaran.
El personal que le habían asignado le ofreció una breve visita por las instalaciones del vestíbulo, en la planta baja, donde se encontraban el restaurante y el bar, y luego lo guió hasta la Suite Deluxe, donde se alojaría los días que estuviese en París. La habitación estaba decorada con tapicerías y cortinas de seda, cretonas y tafetanes que armonizaban con los colores blanco, miel, limón y carmesí de sofás y colchas. El tallado de los muebles era de estilo Luis XV y XVI; los candelabros, de cristal; los tapices y las alfombras, persas. La suite contaba con una espaciosa sala de estar, una entrada independiente y un dormitorio amplio.
Desde ahí, se podían divisar los magníficos jardines de estilo francés y la terraza, embellecida por macizos de flores. El ambiente estaba perfumado con un intenso aroma a verbena y limón, proveniente de los productos de Anne Semonin distribuidos por el cuarto de baño.
Sobre la mesa, una fuente repleta de frutas y agua embotellada le daban la bienvenida. Santana se acercó a ella y picoteó unas fresas, más por tentación que por apetito, ya que había desayunado en el avión.
Inmediatamente, miró su reloj y calculó la hora que era en Estados Unidos, ahí eran más de las tres de la madrugada, pero como le había prometido a Brittany que la llamaría, marcó el número.
Santana también necesitaba de forma imperiosa escucharla.
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Después de que el timbre sonara tres veces, Brittany contestó con voz adormilada.
—Mi amor, me quedé dormida en el sofá de la sala mientras esperaba tu llamada.
—Hola, mi vida, dudé en hacerlo cuando calculé la hora que era allá, pero como te lo había prometido...
—Y bien que hiciste, porque si me despertaba y veía que no me habías llamado, me iba a angustiar. ¿Cómo fue el viaje?
—Tranquilo, hubo un rato de turbulencias, pero el resto estuvo bien. Dormí unas cuantas horas, así que por ahora no tengo síntomas de jet lag.
—¿Qué tal el hotel?
—Cálido, correcto y el personal es muy amable. Mi amor, te dejo para que descanses, voy a darme una ducha, porque dentro de un rato me encuentro con Chloé para ir a visitar los locales. Llamame cuando salgas del médico.
—Por supuesto. Te amo, mi Sanny, extrañame mucho.
—No hace falta que me lo digas, sabés de sobra que así será. Vos también extrañame mucho.
Brittany estuvo tentada de contarle el encuentro con Sam. En realidad, tenía que hacerlo, de eso no cabía duda, pero pensó que no era el momento adecuado.
Decidió que lo haría cuando la llamara al regresar de su revisión médica. Quería dejar que Santana se relajara tras el viaje y que se ocupara de todo durante su primer día en París. Sabía que no se quedaría de buen humor cuando se enterara, así que no quiso arruinarle el día desde el comienzo.
Respiró hondo y fue hacia la habitación, escuchar su voz le había infundido serenidad y templanza absoluta. Ahora sí podría dormir sabiendo que Santana ya estaba a resguarda y lista para empezar su día de trabajo.
Esa morena representaba su vida misma y había transformado todos sus anhelos.
Santana representaba su fortaleza, el sosiego, la seguridad y el amor, a veces, incluso se asustaba de sentirlo con tanta intensidad y es que, a esas alturas, ella era consciente de que dependía mucho de Santana.
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Santana, por su parte, se había dejado caer en uno de los sillones de fina tapicería y se había relajado escuchándola. Tras la corta conversación que habían mantenido, se dijo que empezaría el día con buen pie.
Mientras sonreía embobada, repasaba cada palabra que se habían dicho. La charla no había sido trascendente, y le costaba creer que sólo escuchar su voz lo hubiera dejado en ese estado de fascinación: esa rubia era su droga, una gloria para ella.
Los días serían largos sin su presencia a su lado. Pero, a pesar de eso, debía concentrarse en los negocios, necesitaba que esos días en París fueran productivos, debía conseguir los objetivos que se había propuesto.
Su teléfono sonó mientras ella estaba extasiada pensando en Brittany. Miró la pantalla e identificó que se trataba de Chloé, la atendió y quedaron en encontrarse en una hora en el vestíbulo del hotel. Chloé pasaría a buscarla.
Santana dio el visto bueno a todos los locales, aunque seguía sin estar demasiado convencida del de Lafayette Haussmann.
—¿Sabes si el contrato de algún local está a punto de vencerse a corto plazo en esas galerías?—le preguntó Santana a Chloé.
Chloé decidió llamar a un amigo, que era el agente inmobiliario que había conseguido los locales. Él les respondió:
—Hay tres, pero lo más probable es que dos de ellos se renueven, el tercero, que corresponde a un local más grande incluso que el de Faubourg Saint-Honoré, es del que no estoy seguro, pero aún faltan algunos meses para que se acabe. Les aseguro que estaré atento y tendrán prioridad, les doy mi palabra de que si se desocupa será para ustedes.
—Perfecto, es importante que sus dimensiones sean mayores que las de éste—le contestó Santana.
Finalmente, había decidido seguir el consejo de Brittany y esperar a encontrar un mejor lugar una vez ya estuvieran situados dentro de la galería.
Chloé la invitó a almorzar, había hecho una reserva en un restaurante. Santana estaba famélica y ni siquiera pensó en rechazar la invitación. Se trasladaron en el Porsche Panamera de Chloé hacia la zona de Champs Elysées, a L’Atelier Étoile de Joël Robuchon.
Santana se sorprendió de que el lugar no fuera un típico restaurante francés, sino un local emplazado en el sótano de una farmacia.
Estaba decorado en tonalidades rojas y negras, con una iluminación puntual y un tanto estrambótica, que le daba al ambiente un intenso dramatismo. Aunque había mesas, lo mejor era la experiencia de vivir todo el proceso del arte culinario contemplando la preparación de los platillos, como en un bar de sushi. El mejor emplazamiento, por tanto, era en la barra, así que el personal de recepción constató su reserva y, tras esperar unos breves instantes, los acomodaron en un lugar privilegiado.
Como atención de la casa por la espera, mientras decidían lo que iban a pedir, los invitaron a una copa de champán. Ambas se decidieron por el menú degustación y el sumiller les sugirió que lo acompañasen con un Touraine-Azay-le-Rideau 2009 Château de la Roche.
Mientras les preparaban el pedido, Chloé levantó su copa para realizar un brindis.
—Santana, tú y yo nos llevaremos muy bien, presiento que haremos muchas cosas juntas.
La miró con picardía y una clara doble intención se desprendió de su comentario, luego agregó.
—Haremos grandes negocios.
Santana le sonrió y levantó su copa respondiendo al brindis que Chloé había formulado.
—Por el nacimiento de Mindland Francia—agregó Santana—, Conseguiremos que la marca se posicione en el primer puesto frente a la competencia que, sin duda, ya debe de estar enterada de que hemos desembarcado también en París.
Ambas se rieron satisfechos.
La seducción femenina es siempre un tema muy complejo, pero Santana era una experta en advertir las señales.
Chloé le había dado signos, durante toda la mañana, de estar interesada en ella más allá del ámbito de los negocios, su lenguaje corporal así se lo había demostrado. Se cruzaba de piernas de manera provocativa e intentaba rozarla cada vez que encontraba la oportunidad de hacerlo. Cuando le hablaba, se inclinaba una y otra vez aproximándose a ella y hasta se había atrevido a cogerla de la mano en diversas ocasiones.
Pero aunque a Santana le parecía divertido, no estaba en sus planes sucumbir a sus intentos de conquista, sólo se mostraba agradable para tener un buen marco de negociación.
En realidad, en esa situación, se sentía como pez en el agua.
La conversación se centró mayormente en los negocios, pero Chloé, en más de una ocasión, la había llevado a un terreno más íntimo, deseosa de averiguar detalles sobre su vida personal. Pero Santana encauzaba en seguida la conversación y la retornaba al campo laboral, sin resultar incorrecto ni descortés.
Chloé era una mujer realmente hermosa y muy seductora. Su agraciado rostro estaba rodeado de un bonito cabello castaño oscuro, su boca tenía unos labios carnosos perfectos y más que apetecibles y su mirada era de un verde profundo muy sugerente.
Tenía todas las características físicas de una supermodelo de Vogue. Se mostraba segura de su cuerpo, era consciente de que sus curvas exquisitas eran irresistibles para cualquier persona, llevaba la blusa desabrochada hasta el nacimiento de sus senos y, en más de una ocasión, se arregló el escote esperando que los ojos de Santana se centraran en él.
Además, le hablaba paseando su vista por sus labios de forma sensual, sin embargo, por más que la seducción de Chloé fuera más que evidente, Santana misma se desconocía. En otros tiempos, no hubiera dudado en llevarla hasta la habitación del hotel para acostarse en ella, sólo por el hecho de descargar su poderío.
No obstante, en ese momento, sólo deseaba que existiera una mayor distancia entre ellas, le hubiera gustado estar comiendo en un restaurante más tradicional, para poner una mesa, al menos, de por medio. Pensó en su rubia y la diversión que había sentido en un primer momento por la abierta entrega de Chloé se esfumó de inmediato.
Brittany había intuido que esa mujer tenía otras intenciones con ella y se asombró de su sagacidad.
Por otra parte, Chloé era perseverante y estaba decidida a obtener lo que más anhelaba de Santana. Se sentía muy atraída por esa morena y no iba a desaprovechar la oportunidad de desplegar, a su lado, todas sus armas de seducción.
—¿Tienes planes para esta noche? Quizá podríamos ir a cenar y luego a alguna disco, me encantaría enseñarte el ambiente nocturno de mi ciudad.
—Quizá otro día Chloé, estoy cansada. Creo que estoy empezando a notar el jet lag. Desde que bajé del avión, no he descansado nada y he dormido muy poco durante el vuelo.
—Jure-moi... qu’avant que tu ne partes, nous sortirons.
Santana sólo sonrió, porque, aunque su francés no era muy bueno, la había entendido perfectamente.
No le contestó.
Después de comer, Chloé se ofreció a llevarla a su hotel, pero Santana adujo que necesitaba despejarse con un poco de aire fresco y que prefería caminar las pocas manzanas que lo separaban de Le Bristol.
A Chloé no le hicieron mucha gracia sus continuos desplantes, pero tuvo que acceder. Se despidieron en la entrada de L’Atelier Étoile. Chloé se montó en su vehículo y partió.
Cuando ella se hubo alejado, Santana comenzó a caminar por los Champs Elysées hasta que se encontró, de pronto, frente a la Place de la Concorde. Sacó su móvil, estiró su mano y se sacó una foto con el obelisco al fondo y mandando un beso. Abrió el whatsapp y le envió la foto y un mensaje a Brittany.
—La próxima vez vendremos juntas. Te amo, Britt-Britt.
—Sanny, te tomo la palabra. Te extraño, mi vida, me encanta esa foto. Estoy con Maribel de camino al médico, cuando salga de la consulta te llamo.
Siguió por la Rue de Rivoli, pasó la Terrasse des Feuillants y llegó hasta la Rue Castiglione que la llevaba hasta la Place de Vendôme, donde estaban las más prestigiosas joyerías y la emblemática columna napoleónica.
En cuanto Santana mandó esa foto, supo lo que quería hacer, no podía irse de Francia sin llevarle un obsequio para compensarla por haberse alejado de su lado.
En la plaza, entró en la famosa boutique de Frédéric Boucheron, un elegante local con paredes revestidas de nogal, arañas de caireles y orlas. El diseño interior era una exquisitez y conjuntaba a la perfección con las joyas que ahí se exhibían.
Se acercó a las vitrinas donde las alhajas se exponían sobre paños de color púrpura y quedó fascinado. El solícito vendedor le enseñó las piezas de orfebrería y Santana, después de imaginarlos puestos en Brittany, sin preguntar siquiera el precio sacó su Morgan Palladium y le indicó que se llevaba unos pendientes largos y también un brazalete con numerosos diamantes redondos.
—Por favor, preferiría que me los enviaran al hotel Le Bristol, no quisiera andar por la calle con esto encima.
—Por supuesto, mlle López, se lo haremos llegar.
—Parfait, merci beaucoup.
La distancia que la separaba del hotel no era demasiada pero, debido al cambio horario, su cuerpo comenzaba a sentir el cansancio, así que prefirió coger un taxi.
En el camino, sintió que los párpados le pesaban y hasta le pareció dar un par de cabezaditas mientras esperaban en un atasco. Llegó al hotel y se acercó a conserjería para avisar al gerente de que le llegaría un envío de Boucheron, luego, subió a la habitación, se quitó la chaqueta y los zapatos y se dejó caer, rendido, en la espaciosa cama.
Una llamada telefónica la despertó y, adormilada, cogió el iPhone y atendió.
—Hola, mi amor, ¿te he despertado?
—Me había quedado dormida, aún tengo el horario cambiado.
—Lo siento, Hoyuelitos.
—No lo sientas, no hay nada más maravilloso que despertarme con el sonido de tu voz.
—¡Aduladora! Sabés bien cómo decir marrullerías.
—No son marrullerías, es lo que me provocás, entre otras cosas.
Brittany la escuchaba embobada.
—¿Cómo te fue con el doctor?
—Me dio el alta a medias.
—¿Cómo es eso?
Santana se acomodó en la cama, sentada contra el respaldo.
—Puedo hacer todo lo que quiera, mientras sienta que no estoy forzando la herida, eso significa que los límites los pondrá mi cuerpo.
—¿Sexo? ¿Podemos tener hacer el amor?—le preguntó ansiosa.
—Casi me muero de vergüenza por preguntarle eso delante de tu mamá.
Santana se carcajeó.
—Y no vas a creerme. Al ver lo que intentaba plantear, Maribel se anticipó y formuló ella la pregunta. Casi me da un infarto, creo que mi rostro en ese momento se puso carmesí.
—Dios, claro que te creo, con mi mamá todo es posible.
—Incluso me regañó adelante del médico, y me dio un sermón, diciéndome que no me preocupara, que era lo más natural, que era obvio que tengo esa intimidad con vos... Hasta que le dije: «Maribel, por favor, es suficiente, me estoy poniendo violeta de vergüenza, no aclares más», y ahí entonces paró.
—En el fondo tiene razón, Britt-Britt, es obvio que tenemos una intimidad juntas, despreocupate por eso.
—No me apeno porque ella sea consciente, sino por el papelón que me hizo pasar frente al médico. Ya sabés cómo es tu mamá: cuando empieza con un tema no para. Pero, en fin, el doctor dijo que lo intentáramos sin miedo, que mi cuerpo ya dirá lo que tolera. Y, escuchá bien, porque no vas a dar crédito a lo que voy a contarte. ¡Tu mamá le preguntó si sugería alguna postura que fuera menos brusca!
Santana estaba desternillada al otro lado de la línea.
—Dejá de reírte, te aseguro que para mí no fue nada gracioso, me sentí muy incómoda. Te juro que yo, en ese momento, sólo quería que Ryder no volviera a hablar del tema, porque entonces tu mamá sabría de qué forma lo hacemos.
Santana seguía riéndose, pero intentó seguir averiguando.
—Bueno, dejando de lado la desfachatez de mi mamá, ¿podemos o no?
—Sí, el médico me aseguró que podemos con total tranquilidad.
—Quiero tomarme un avión de regreso ya, Britt-Britt, mandar todo al demonio acá para llegar y hacerte el amor. Estos días van a ser una tortura, mientras espero para perderme en vos, mi amor.
—Yo también quiero que vuelvas, no puedo pensar en otra cosa.
—No me digas eso Britt, no seas cruel.
—No soy más cruel que vos, ¿acaso no oíste lo que acabás de decirme? ¿Cómo creés que reacciona mi cuerpo a tus palabras? Mejor cambiemos de tema, Hoyuelitos, me estoy poniendo colorada de nuevo. ¿Cómo te fue con los locales? Contame, ¿qué tal están?
—¡Perfectos! Hasta el de Lafayette lo es. Dentro del marco imponente de esa galería pasan desapercibidas sus dimensiones. De todas formas, nos cambiaremos a otro más grande en cuanto se desocupe uno.
—¡Ah, qué ganas de estar ahí viendo todo con mis propios ojos!
—Para la inauguración, vendremos juntas. Mañana nos reuniremos con los arquitectos y los diseñadores de interiores. El local de Faubourg Saint-Honoré, por su tamaño, da para crear un proyecto bien pretencioso, como me dijiste que querías.
—Estoy super-emocionada, San, mañana, cuando salgas de la reunión, quiero que me lo mandes todo.
—Lo haré, Britt-Britt, pero tomatelo con calma.
—Tranquila, el doctor me dio permiso para trabajar media jornada. Me sugirió que retomara, poco a poco, todas mis actividades para no someterme a tanta presión y que mis órganos no se estresaran. Pero también valoramos que me vendría bien para despejar mi mente, ya que le comenté que quería hacer terapia. Le expliqué que me costaba conciliar el sueño y me dio el nombre de un terapeuta, el doctor Kessel. Tengo acá su tarjeta, pero hoy hablé con Jake y, ¡vas a ver qué coincidencia!, me recomendó el mismo que Ryder. Me dijo que es especialista en traumas pos-violencia y que es un excelente profesional, que no dude en acudir a él. Me disculpé por no escogerlo a él como terapeuta y me dijo que lo entendía, que, además, siendo mi cuñado, no era muy adecuado. Así que le pediré una cita, porque quiero que recobremos por completo nuestras vidas.
—Lo haremos, mi amor, claro que sí, todo pasará. Dentro de poco, sólo pensaremos en nosotras y en la felicidad que nos espera a lo largo de nuestra vida, porque seremos muy felices, Britt, de eso no me cabe la menor duda. Lo malo va a terminarse, vas a ver.
—Sí, Sanny, tiene que pasar esta fase, aunque aún nos queda afrontar el juicio. El doctor me dijo que la terapia me ayudaría también en eso.
—Perfecto, pedí una cita cuanto antes.
—Lo haré, claro que lo haré.
Brittany fue cobarde y no se atrevió a mencionarle nada sobre Sam. Después de cortar, la invadió una culpa muy honda por no haberlo hecho. Temía que Santana se comunicara con Artie y terminara enterándose así de aquel desafortunado encuentro, que la había dejado con muy mal sabor de boca.
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Era viernes por la noche y Chloé estaba tendida en la cama de su departamento pensando en Santana. Esa mujer se estaba convirtiendo en una obsesión y, además, la había conocido en un momento de su vida en que se sentía débil emocionalmente.
Necesitaba que la cuidaran y que la hicieran encontrarse bien.
La educación de Santana la cautivaba, le parecía una mujer enigmática y quería conocerla más íntimamente.
El teléfono la sacó de sus pensamientos, miró la pantalla y era Damien. Lo atendió a desgana.
—Allô?
—¡Por fin te dignas a atenderme!
—Damien, por favor, ¿para qué me llamas?
—Hoy te he visto, ibas muy bien acompañada en tu coche. ¿Quién es esa tipa? ¿Es tu nueva conquista?
—No tengo por qué darte explicaciones, tú decidiste terminar con nuestra relación.
—¿Tan pronto me has encontrado un reemplazo? ¿Ése es el amor que decías tenerme?
—Piensa lo que quieras, realmente me tiene sin cuidado. Después de todo, tú también vives tu vida, ¿no?
—Chloé, te echo de menos. Hoy cuando te he visto acompañada, me he dado cuenta de que ese tiempo que te pedí no tiene sentido.
—Lo siento, ahora la que necesita un poco de tiempo soy yo.
—¿Me estás hablando en serio?
—Muy en serio.
—Voy para tu casa.
—No, no vengas, no quiero verte.
—Chloé, estoy diciéndote que te echo de menos.
—No, Damien, tú echas de menos que yo viva desesperada por ti, mientras te dedicas a ignorarme.
Le cortó, pero estaba segura de que Damien ya estaba en camino, así que después de colgar, Chloé se levantó de la cama con ímpetu y se metió en el vestidor.
Se quitó el pijama rápidamente y se puso un vestido de punto que resaltaba sus sinuosas curvas, se subió la cremallera a toda prisa y buscó un calzado adecuado. Fue hasta el baño, donde cepilló su cabello, se maquilló sutilmente para resaltar la luminosidad de sus profundos ojos verdes, aplicó bastante brillo para destacar sus labios y salió. Después de coger su bolso, bajó al aparcamiento.
Vivía en la avenida Foche y Trocadéro.
Ya en el coche, se desvió hacia la Rue du Courson, donde aparcó un momento frente a Nicolas para comprar una botella de La Grande Dame Rosé.
Nunca había hecho lo que estaba a punto de hacer, pero la empujaba una sensación de asfixia, de placer y de mareo, no le importaba saltarse todas las reglas, sabía que estaba actuando a ciegas, pero confiaba en sus encantos.
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Santana había terminado de cenar en su habitación.
El hotel tenía piscina y sauna, así que con esas comodidades a su alcance, se dispuso a disfrutarlas. Subió a la azotea para dar unas brazadas, cansarse un poco y así poder conciliar mejor el sueño. Después de nadar durante unos treinta minutos, salió de la piscina y regresó a la habitación.
Le había llegado un whatsapp de Brittany:
—Hola, mi amor... ¿qué estás haciendo?
—Tuvimos el mismo pensamiento, estaba por enviarte un whats, recién regreso de la piscina del hotel. ¿Qué hacías vos?
—Estoy esperando a Spencer, vamos a ir de compras y luego nos encontramos con Toby, Rach y Quinn para cenar en Per Se.
—¡Qué buen plan!
—Ah, no creas que tenía demasiadas ganas, me tuvieron que insistir bastante para que aceptara.
—Disfrutá, es un bonito lugar, apuesto a que cenarás muy bien. Te recomiendo que pruebes la degustación de verduras, estoy segura de que te encantará. Cuando voy a ese lugar es lo que pido siempre.
—De acuerdo, lo pediré por vos. Sanny, necesito contarte algo, esperá que te llamo.
Brittany respiró hondo y marcó el número de Santana.
—Hola, bonita, ¿qué pasa?
—Hola, mi amor, nada, no te alarmes. Sólo quería comentarte algo que, por un motivo u otro no hice hasta ahora, pero no quiero dejar pasar otro día sin hacerlo. No tiene importancia, pero quiero que lo sepas.
—¿Qué es Britt?
Brittany cerró los ojos e intentó utilizar un tono despreocupado.
—El día que viajaste, cuando estaba a punto de salir del aeropuerto, me encontré con Sam Evans que llegaba en un vuelo desde Mendoza.
Con sólo oír ese nombre, las alarmas y los celos de Santana se pusieron a flor de piel, aunque quiso disimularlo.
—Y...
—Y nada, se había encontrado con mi hermano en San Rafael y Mike le contó lo que me había pasado, estaba preocupado.
—Le dijiste que estabas bien y te fuiste, supongo.
De los ojos de Santana salían chispazos y apretaba con fuerza su puño.
—Insistió en que tomáramos un café y fuimos al Starbucks del aeropuerto.
—¡Vaya, qué bien! ¿Te divertiste?—comentó Santana con socarronería.
—San, no pienses nada raro. Sólo estaba interesado en mi estado y, además, me contó que su papá no estaba bien, que por eso había viajado. Se limitó sólo a eso, además Artie nos acompañó, podés preguntarle, si querés, porque él lo presenció todo.
—¡Me importa una mierda! Tardaste dos días en decírmelo, ¡andá a otro con el cuento de que te habías olvidado!—le gritó Santana.
—Me estás gritando, no te comportes como una estúpida irracional.
—No, ya sé que soy una estúpida, no hace falta que me lo digas. Yo, en París, trabajando y la señorita tomando un café con su examante.
—¡Santana, sos una grosera! Sabés de sobra que Sam no fue mi amante y, si aún tenés esos pensamientos a pesar de que te dije hasta el cansancio que entre nosotros no pasó nada, bueno, en ese caso... no sé qué mierda hacés a mi lado si no confiás en mí.
—Ahora comprendo todo, ya entiendo por qué me lo contás, porque estaba Artie, si no hubiera sido así, te habrías hecho la despistada, ¿verdad?
—¿Pensás eso de mí? Claro, lo que pasa es que la señorita López mide a todos con su misma vara. Eso es lo que vos hubieras hecho, ¿verdad? Contame, ¿no fuiste a comer ni a cenar aún con Chloé? Porque esa francesa, a pesar de que asegures que tu relación con ella es sólo profesional, tiene ganas de hincarte el diente. ¿O me vas a decir otra vez que estoy equivocada? Porque esa postura tuya la reconozco muy bien, la aprendí con Elaine—Brittany también gritaba y hablaba sin parar[i]—Y a mí también me importa una mierda lo que me digas, no soy estúpida, sé darme cuenta de los signos que lanza una mujer cuando está interesada en una persona. Pero ¿sabés qué? ¡Creo en tu amor y creo en vos por encima de todo! ¡Y andate a cagar, Santana, me hartás con tu desconfianza! Me están tocando el timbre. Ciao.
Brittany cortó y la dejó con la palabra en la boca.
Santana estaba furiosa, si hubiera estado en Nueva York habría ido hasta la casa de Sam Evans para dejarle bien claro que se alejara de Brittany. Tenía ganas de molerlo a palos porque parecía no entender que con Brittany no podía tener nada.
—¡Maldición, cuando llegue a Nueva York, ese bróquer boca trucha de mierda me va a escuchar!
Marcó el número de Brittany, pero ella no le atendió. Le envió un whatsapp.
—Atendeme, Britt, porque me estás cabreando mucho.
—Ja, ja, ja, yo también estoy enfadada y no quiero escucharte. Andá a hacerte otros largos a la piscina, así se te pasa la calentura, chulita.
Llamaron a la puerta de la habitación de Santana.
«¿Quién mierda será? No he pedido nada...», pensó.
Abrió la puerta con tanto ímpetu que casi la arrancó del marco. Al abrirla, se encontró ahí con quien menos esperaba: Chloé estaba ahí, de pie, de manera provocativa con una botella de champán en la mano, entró sin permiso, caminó hasta la sala y dejó apoyada la botella de La Grande Dame Rosé en la mesita baja, junto a su bolso. Se dio la vuelta y se quedó quieta mirándola.
Santana se pasó la mano por el cabello, pero no dijo nada.
Chloé, con un rápido movimiento, llevó sus manos a su espalda y se bajó la cremallera del vestido, que cayó al suelo. Salió de dentro con habilidad y lanzó ligeramente la prenda en dirección a Santana.
Chloé había quedado desnuda frente a Santana, no llevaba ropa interior. Sus senos redondos y turgentes quedaron apuntando hacia Santana.
Decidida a conseguir lo que había ido a buscar, se agachó con elegancia y cogió la botella que descansaba en la mesita, caminó hacia Santana y le habló muy de cerca.
—¿Lo destapamos antes o después?—le dijo con una voz muy seductora, casi hablándole sobre sus labios.
Santana le quitó la botella de la mano y después caminó hacia donde había quedado su vestido, se agachó y lo cogió. Chloé permanecía expectante de espaldas a ella, con los ojos cerrados.
La esperaba ansiosa.
La oyó aproximarse tras ella, pero Santana la sorprendió colocándole el vestido sobre los hombros y hablándole al oído.
—Eres hermosa—le dijo mientras le pasaba su mano por el brazo y la hacía estremecer—En otro momento, ni siquiera hubieras tenido que venir de esta forma y desnudarte tomando la iniciativa, porque lo hubiera hecho yo, y créeme que lo hubiera hecho hace tiempo. Me siento muy halagada, de verdad, pero estoy enamorada de Brittany y voy a casarme con ella en unos pocos meses.
Chloé cerró sus ojos con fuerza y frunció sus labios. Jamás hubiera creído que Santana la rechazaría teniéndola desnuda frente a ella, expuesta y entregada.
Se dio la vuelta y la miró fijamente a los ojos, posó su mano en uno de los hombros de Santana y con el dedo índice de la otra le recorrió el puente de la nariz, bajó a sus labios y le robó un beso sutil, apoyando sus carnosos labios en la morena.
Pero no obtuvo respuesta.
Santana se apartó y enarcó una ceja, luego, sin hablar, frunció su boca, entrecerró los ojos y negó con la cabeza.
—Si quieres podemos tomarnos el champán—le propuso Santana mientras la recorría con la mirada de arriba abajo.
Chloé tenía un cuerpo armonioso imposible de no admirar.
—Es todo lo que podemos disfrutar juntas.
—No conozco a Brittany, pero siento envidia de ella—suspiró con desánimo—¡Ay, Santana, nos hubiéramos podido divertir mucho!
Chloé cogió el vestido que Santana tenía aún en sus manos y se lo puso. Después le dio la espalda y le pidió ayuda con la cremallera, educadamente, Santana cogió el cierre intentando no tocarla y lo subió con prontitud.
—Me siento triste.
—No pienses mal, Chloé. Eres una mujer muy bella, es mi responsabilidad, no la tuya.
—Creo que es mejor que me vaya, Santana. Es una pena porque podríamos haberlo pasado muy bien sin que Brittany se enterara: hubiera sido nuestro secreto.
Cogió su bolso y salió de la habitación.
Estaba contrariada y rabiosa, aunque no quería demostrarlo frente a Santana.
No podía creer que Santana la hubiera rechazado después de que ella se le ofreciera en bandeja.
En el pasillo, sacó una foto de la puerta de la habitación con su móvil y se marchó.
Sus futuros suegros no paraban de mimarla desde que había llegado.
—Espero que el doctor mañana me dé el alta, no veo la hora de regresar al trabajo.
—Calma, no te apures, tenés que reintegrarte cuando estés repuesta del todo.
—Tana no permitiría que fuera de otro modo—acotó Maribel sin temor a equivocarse—Por cierto, estaría bien, Alfonso, que fueras limando asperezas con tu hija, no me gusta verlos tan distanciados.
—¿Qué? ¿Cómo que vos y San están distanciados?—se extrañó Brittany—¿No es cierto, verdad?
Alfonso puso los ojos en blanco.
—¿Qué pasó? ¿Por qué no me había enterado?
—Porque son los dos muy testarudos y orgullosos, y prefieren que no te enteres para que no te sientas en medio de ambos.
—Alfonso, ¿por qué están enojados, acaso es por el trabajo?
—Ay, Britt, no es por el trabajo, es por lo que ha pasado con Elaine. Tana no es una adolescente para comportarse como lo hace. No justifico lo que ella te hizo, pero mi hija tendría que haber previsto que su ligereza al liarse con ella podía acabar involucrando a toda la familia.
—No es que justifique que San se haya tirado a Elaine, y perdón por la expresión, pero, en realidad, creo que ella estaba obsesionada con San desde mucho antes. Cuando me disparó, fue muy clara, dijo que había esperado mucho tiempo para acercarse a ella y que, ahora que Dani había muerto, yo no iba a interponerme entre ellas. ¡Incluso me sugirió que la naturaleza había retirado del camino a Dani sin que ella hubiera tenido que intervenir! Además, te recuerdo que sus amenazas empezaron mucho antes, en Buenos Aires, cuando San aún ni le había hecho caso. Alfonso, ella tendría que haber entendido su rechazo, lo que ha pasado no es culpa de San.
—Todo se ha mezclado, Britt, ella es la hija de mi mejor amigo.
—Creo que lo que más te duele es eso, que hayas quedado en medio de todo, pero no culpes a San por la pérdida de tu amistad con él. Tu amigo defiende a su hija y es lógico, porque es su sangre.
—Me duele mucho todo, Britt, conozco a esa niña desde que nació. Estoy muy apenado, lo siento, no la justifico, no me malinterpretes, no te enfades como Tana.
—Te entiendo a vos y también a San.
—Tana te necesita a su lado, Alfonso, nuestra hija te necesita. Bob es, o fue, tu amigo, pero Tana es de tu familia y lo será siempre. Ya ves que Bob también hizo una elección y, por supuesto, optó por su hija—le dijo Maribel.
—Yo también elegí a mi hija, pero tal vez si Tana no hubiera alimentado esa obsesión que ella tenía con Tana...
—¿Cómo saberlo?—le interrumpió Brittany—Elaine tenía estos planes desde hacía mucho, Alfonso. Ideó las llamadas que me hacía, este desenlace lo pensó hace mucho tiempo y estoy segura de que hubiera actuado de la misma forma con cualquiera que ella considerara que se interponía entre ambas. Mirá hasta dónde llegó que incluso se hizo con un arma. ¡Sabe Dios cuánto hace que la tenía! Sólo espero que la justicia valore eso y que pague por lo que ha hecho, porque, si no es así, no podremos vivir tranquilos.
—No puedo creer que su mente sea tan maquiavélica, realmente me cuesta entenderlo, pero es obvio que lo planificó todo. Hace tiempo que comprendí que no podía recriminarle eso a Tana ni hacerla la única responsable. Debo reconocer que necesitaba un chivo expiatorio para justificar que Bob y yo nunca más seremos lo que éramos. Lo siento, Britt, acá la única víctima sos vos. Tana tiene razón en eso, pero, a mi edad, el orgullo a veces es difícil de vencer.
—No, mi amor, no es la única víctima, sí la que se llevó la peor parte, pero todos nos hemos visto damnificados por este ardid.
—Maribel tiene razón—Brittany palmeó la mano de su futuro suegro—En menor o mayor medida, todos nos hemos visto involucrados en esta situación que generó la mente enferma de Elaine. No permitas que tu orgullo te mantenga alejado de tu hija, Alfonso.
—Pero ¡Tana es una terca que nunca escucha! ¿Por qué es tan cabezota mi hija?
—¡Ja! ¡No tiene a quién salir! ¿Te estás oyendo? Tu hija lleva tus genes en la sangre y no sé cuál es más tozudo de los dos—le espetó Maribel, mientras estiraba su mano por detrás de Brittany y le acariciaba el cuello a su esposo.
Brittany sonrió.
—Prometo que, cuando San vuelva, solucionaré las cosas con ella.
Alfonso cogió la mano de su esposa y se la apretó con fuerza, luego le dio un beso en el cabello a Brittany. Cuando terminó su café, anunció que se iba a descansar, estiró sus brazos hacia adelante y se despidió de ambas dejándolas solas en la sala.
Maribel y Brittany aprovecharon la ocasión para definir los detalles de la boda civil que se llevaría a cabo en Los Hamptons.
Su futura suegra era una experta en la preparación de eventos, siempre le quedaban estéticamente muy bien, además de ser muy exitosos.
Era tarde ya, pero Brittany no quería acostarse hasta que Santana la avisara de que su avión había llegado a París. De repente, sonó el aviso del teléfono, era un mensaje de texto de Santana:
—Hola, mi amor, apenas estoy poniendo un pie en el aeropuerto. Cuando llegue al hotel, te llamo. Beso. Te amo.
—Gracias por avisar, yo también te amo. Estoy definiendo con Maribel algunos detalles de la boda en Los Hamptons. Espero ansiosa tu llamada, estoy deseosa de escuchar tu voz.
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Santana leyó el mensaje mientras recogía su equipaje de la cinta y sonrió radiante.
Después de salir del aeropuerto y conseguir transporte, llegó al Le Bristol, un lujoso hotel de estilo palaciego en el área metropolitana de París, próximo a las tiendas y a todas las atracciones de la ciudad. Se acercó a la recepción para que comprobaran su reserva y, entonces, el amable conserje hizo que la acompañaran.
El personal que le habían asignado le ofreció una breve visita por las instalaciones del vestíbulo, en la planta baja, donde se encontraban el restaurante y el bar, y luego lo guió hasta la Suite Deluxe, donde se alojaría los días que estuviese en París. La habitación estaba decorada con tapicerías y cortinas de seda, cretonas y tafetanes que armonizaban con los colores blanco, miel, limón y carmesí de sofás y colchas. El tallado de los muebles era de estilo Luis XV y XVI; los candelabros, de cristal; los tapices y las alfombras, persas. La suite contaba con una espaciosa sala de estar, una entrada independiente y un dormitorio amplio.
Desde ahí, se podían divisar los magníficos jardines de estilo francés y la terraza, embellecida por macizos de flores. El ambiente estaba perfumado con un intenso aroma a verbena y limón, proveniente de los productos de Anne Semonin distribuidos por el cuarto de baño.
Sobre la mesa, una fuente repleta de frutas y agua embotellada le daban la bienvenida. Santana se acercó a ella y picoteó unas fresas, más por tentación que por apetito, ya que había desayunado en el avión.
Inmediatamente, miró su reloj y calculó la hora que era en Estados Unidos, ahí eran más de las tres de la madrugada, pero como le había prometido a Brittany que la llamaría, marcó el número.
Santana también necesitaba de forma imperiosa escucharla.
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Después de que el timbre sonara tres veces, Brittany contestó con voz adormilada.
—Mi amor, me quedé dormida en el sofá de la sala mientras esperaba tu llamada.
—Hola, mi vida, dudé en hacerlo cuando calculé la hora que era allá, pero como te lo había prometido...
—Y bien que hiciste, porque si me despertaba y veía que no me habías llamado, me iba a angustiar. ¿Cómo fue el viaje?
—Tranquilo, hubo un rato de turbulencias, pero el resto estuvo bien. Dormí unas cuantas horas, así que por ahora no tengo síntomas de jet lag.
—¿Qué tal el hotel?
—Cálido, correcto y el personal es muy amable. Mi amor, te dejo para que descanses, voy a darme una ducha, porque dentro de un rato me encuentro con Chloé para ir a visitar los locales. Llamame cuando salgas del médico.
—Por supuesto. Te amo, mi Sanny, extrañame mucho.
—No hace falta que me lo digas, sabés de sobra que así será. Vos también extrañame mucho.
Brittany estuvo tentada de contarle el encuentro con Sam. En realidad, tenía que hacerlo, de eso no cabía duda, pero pensó que no era el momento adecuado.
Decidió que lo haría cuando la llamara al regresar de su revisión médica. Quería dejar que Santana se relajara tras el viaje y que se ocupara de todo durante su primer día en París. Sabía que no se quedaría de buen humor cuando se enterara, así que no quiso arruinarle el día desde el comienzo.
Respiró hondo y fue hacia la habitación, escuchar su voz le había infundido serenidad y templanza absoluta. Ahora sí podría dormir sabiendo que Santana ya estaba a resguarda y lista para empezar su día de trabajo.
Esa morena representaba su vida misma y había transformado todos sus anhelos.
Santana representaba su fortaleza, el sosiego, la seguridad y el amor, a veces, incluso se asustaba de sentirlo con tanta intensidad y es que, a esas alturas, ella era consciente de que dependía mucho de Santana.
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Santana, por su parte, se había dejado caer en uno de los sillones de fina tapicería y se había relajado escuchándola. Tras la corta conversación que habían mantenido, se dijo que empezaría el día con buen pie.
Mientras sonreía embobada, repasaba cada palabra que se habían dicho. La charla no había sido trascendente, y le costaba creer que sólo escuchar su voz lo hubiera dejado en ese estado de fascinación: esa rubia era su droga, una gloria para ella.
Los días serían largos sin su presencia a su lado. Pero, a pesar de eso, debía concentrarse en los negocios, necesitaba que esos días en París fueran productivos, debía conseguir los objetivos que se había propuesto.
Su teléfono sonó mientras ella estaba extasiada pensando en Brittany. Miró la pantalla e identificó que se trataba de Chloé, la atendió y quedaron en encontrarse en una hora en el vestíbulo del hotel. Chloé pasaría a buscarla.
Santana dio el visto bueno a todos los locales, aunque seguía sin estar demasiado convencida del de Lafayette Haussmann.
—¿Sabes si el contrato de algún local está a punto de vencerse a corto plazo en esas galerías?—le preguntó Santana a Chloé.
Chloé decidió llamar a un amigo, que era el agente inmobiliario que había conseguido los locales. Él les respondió:
—Hay tres, pero lo más probable es que dos de ellos se renueven, el tercero, que corresponde a un local más grande incluso que el de Faubourg Saint-Honoré, es del que no estoy seguro, pero aún faltan algunos meses para que se acabe. Les aseguro que estaré atento y tendrán prioridad, les doy mi palabra de que si se desocupa será para ustedes.
—Perfecto, es importante que sus dimensiones sean mayores que las de éste—le contestó Santana.
Finalmente, había decidido seguir el consejo de Brittany y esperar a encontrar un mejor lugar una vez ya estuvieran situados dentro de la galería.
Chloé la invitó a almorzar, había hecho una reserva en un restaurante. Santana estaba famélica y ni siquiera pensó en rechazar la invitación. Se trasladaron en el Porsche Panamera de Chloé hacia la zona de Champs Elysées, a L’Atelier Étoile de Joël Robuchon.
Santana se sorprendió de que el lugar no fuera un típico restaurante francés, sino un local emplazado en el sótano de una farmacia.
Estaba decorado en tonalidades rojas y negras, con una iluminación puntual y un tanto estrambótica, que le daba al ambiente un intenso dramatismo. Aunque había mesas, lo mejor era la experiencia de vivir todo el proceso del arte culinario contemplando la preparación de los platillos, como en un bar de sushi. El mejor emplazamiento, por tanto, era en la barra, así que el personal de recepción constató su reserva y, tras esperar unos breves instantes, los acomodaron en un lugar privilegiado.
Como atención de la casa por la espera, mientras decidían lo que iban a pedir, los invitaron a una copa de champán. Ambas se decidieron por el menú degustación y el sumiller les sugirió que lo acompañasen con un Touraine-Azay-le-Rideau 2009 Château de la Roche.
Mientras les preparaban el pedido, Chloé levantó su copa para realizar un brindis.
—Santana, tú y yo nos llevaremos muy bien, presiento que haremos muchas cosas juntas.
La miró con picardía y una clara doble intención se desprendió de su comentario, luego agregó.
—Haremos grandes negocios.
Santana le sonrió y levantó su copa respondiendo al brindis que Chloé había formulado.
—Por el nacimiento de Mindland Francia—agregó Santana—, Conseguiremos que la marca se posicione en el primer puesto frente a la competencia que, sin duda, ya debe de estar enterada de que hemos desembarcado también en París.
Ambas se rieron satisfechos.
La seducción femenina es siempre un tema muy complejo, pero Santana era una experta en advertir las señales.
Chloé le había dado signos, durante toda la mañana, de estar interesada en ella más allá del ámbito de los negocios, su lenguaje corporal así se lo había demostrado. Se cruzaba de piernas de manera provocativa e intentaba rozarla cada vez que encontraba la oportunidad de hacerlo. Cuando le hablaba, se inclinaba una y otra vez aproximándose a ella y hasta se había atrevido a cogerla de la mano en diversas ocasiones.
Pero aunque a Santana le parecía divertido, no estaba en sus planes sucumbir a sus intentos de conquista, sólo se mostraba agradable para tener un buen marco de negociación.
En realidad, en esa situación, se sentía como pez en el agua.
La conversación se centró mayormente en los negocios, pero Chloé, en más de una ocasión, la había llevado a un terreno más íntimo, deseosa de averiguar detalles sobre su vida personal. Pero Santana encauzaba en seguida la conversación y la retornaba al campo laboral, sin resultar incorrecto ni descortés.
Chloé era una mujer realmente hermosa y muy seductora. Su agraciado rostro estaba rodeado de un bonito cabello castaño oscuro, su boca tenía unos labios carnosos perfectos y más que apetecibles y su mirada era de un verde profundo muy sugerente.
Tenía todas las características físicas de una supermodelo de Vogue. Se mostraba segura de su cuerpo, era consciente de que sus curvas exquisitas eran irresistibles para cualquier persona, llevaba la blusa desabrochada hasta el nacimiento de sus senos y, en más de una ocasión, se arregló el escote esperando que los ojos de Santana se centraran en él.
Además, le hablaba paseando su vista por sus labios de forma sensual, sin embargo, por más que la seducción de Chloé fuera más que evidente, Santana misma se desconocía. En otros tiempos, no hubiera dudado en llevarla hasta la habitación del hotel para acostarse en ella, sólo por el hecho de descargar su poderío.
No obstante, en ese momento, sólo deseaba que existiera una mayor distancia entre ellas, le hubiera gustado estar comiendo en un restaurante más tradicional, para poner una mesa, al menos, de por medio. Pensó en su rubia y la diversión que había sentido en un primer momento por la abierta entrega de Chloé se esfumó de inmediato.
Brittany había intuido que esa mujer tenía otras intenciones con ella y se asombró de su sagacidad.
Por otra parte, Chloé era perseverante y estaba decidida a obtener lo que más anhelaba de Santana. Se sentía muy atraída por esa morena y no iba a desaprovechar la oportunidad de desplegar, a su lado, todas sus armas de seducción.
—¿Tienes planes para esta noche? Quizá podríamos ir a cenar y luego a alguna disco, me encantaría enseñarte el ambiente nocturno de mi ciudad.
—Quizá otro día Chloé, estoy cansada. Creo que estoy empezando a notar el jet lag. Desde que bajé del avión, no he descansado nada y he dormido muy poco durante el vuelo.
—Jure-moi... qu’avant que tu ne partes, nous sortirons.
Santana sólo sonrió, porque, aunque su francés no era muy bueno, la había entendido perfectamente.
No le contestó.
Después de comer, Chloé se ofreció a llevarla a su hotel, pero Santana adujo que necesitaba despejarse con un poco de aire fresco y que prefería caminar las pocas manzanas que lo separaban de Le Bristol.
A Chloé no le hicieron mucha gracia sus continuos desplantes, pero tuvo que acceder. Se despidieron en la entrada de L’Atelier Étoile. Chloé se montó en su vehículo y partió.
Cuando ella se hubo alejado, Santana comenzó a caminar por los Champs Elysées hasta que se encontró, de pronto, frente a la Place de la Concorde. Sacó su móvil, estiró su mano y se sacó una foto con el obelisco al fondo y mandando un beso. Abrió el whatsapp y le envió la foto y un mensaje a Brittany.
—La próxima vez vendremos juntas. Te amo, Britt-Britt.
—Sanny, te tomo la palabra. Te extraño, mi vida, me encanta esa foto. Estoy con Maribel de camino al médico, cuando salga de la consulta te llamo.
Siguió por la Rue de Rivoli, pasó la Terrasse des Feuillants y llegó hasta la Rue Castiglione que la llevaba hasta la Place de Vendôme, donde estaban las más prestigiosas joyerías y la emblemática columna napoleónica.
En cuanto Santana mandó esa foto, supo lo que quería hacer, no podía irse de Francia sin llevarle un obsequio para compensarla por haberse alejado de su lado.
En la plaza, entró en la famosa boutique de Frédéric Boucheron, un elegante local con paredes revestidas de nogal, arañas de caireles y orlas. El diseño interior era una exquisitez y conjuntaba a la perfección con las joyas que ahí se exhibían.
Se acercó a las vitrinas donde las alhajas se exponían sobre paños de color púrpura y quedó fascinado. El solícito vendedor le enseñó las piezas de orfebrería y Santana, después de imaginarlos puestos en Brittany, sin preguntar siquiera el precio sacó su Morgan Palladium y le indicó que se llevaba unos pendientes largos y también un brazalete con numerosos diamantes redondos.
—Por favor, preferiría que me los enviaran al hotel Le Bristol, no quisiera andar por la calle con esto encima.
—Por supuesto, mlle López, se lo haremos llegar.
—Parfait, merci beaucoup.
La distancia que la separaba del hotel no era demasiada pero, debido al cambio horario, su cuerpo comenzaba a sentir el cansancio, así que prefirió coger un taxi.
En el camino, sintió que los párpados le pesaban y hasta le pareció dar un par de cabezaditas mientras esperaban en un atasco. Llegó al hotel y se acercó a conserjería para avisar al gerente de que le llegaría un envío de Boucheron, luego, subió a la habitación, se quitó la chaqueta y los zapatos y se dejó caer, rendido, en la espaciosa cama.
Una llamada telefónica la despertó y, adormilada, cogió el iPhone y atendió.
—Hola, mi amor, ¿te he despertado?
—Me había quedado dormida, aún tengo el horario cambiado.
—Lo siento, Hoyuelitos.
—No lo sientas, no hay nada más maravilloso que despertarme con el sonido de tu voz.
—¡Aduladora! Sabés bien cómo decir marrullerías.
—No son marrullerías, es lo que me provocás, entre otras cosas.
Brittany la escuchaba embobada.
—¿Cómo te fue con el doctor?
—Me dio el alta a medias.
—¿Cómo es eso?
Santana se acomodó en la cama, sentada contra el respaldo.
—Puedo hacer todo lo que quiera, mientras sienta que no estoy forzando la herida, eso significa que los límites los pondrá mi cuerpo.
—¿Sexo? ¿Podemos tener hacer el amor?—le preguntó ansiosa.
—Casi me muero de vergüenza por preguntarle eso delante de tu mamá.
Santana se carcajeó.
—Y no vas a creerme. Al ver lo que intentaba plantear, Maribel se anticipó y formuló ella la pregunta. Casi me da un infarto, creo que mi rostro en ese momento se puso carmesí.
—Dios, claro que te creo, con mi mamá todo es posible.
—Incluso me regañó adelante del médico, y me dio un sermón, diciéndome que no me preocupara, que era lo más natural, que era obvio que tengo esa intimidad con vos... Hasta que le dije: «Maribel, por favor, es suficiente, me estoy poniendo violeta de vergüenza, no aclares más», y ahí entonces paró.
—En el fondo tiene razón, Britt-Britt, es obvio que tenemos una intimidad juntas, despreocupate por eso.
—No me apeno porque ella sea consciente, sino por el papelón que me hizo pasar frente al médico. Ya sabés cómo es tu mamá: cuando empieza con un tema no para. Pero, en fin, el doctor dijo que lo intentáramos sin miedo, que mi cuerpo ya dirá lo que tolera. Y, escuchá bien, porque no vas a dar crédito a lo que voy a contarte. ¡Tu mamá le preguntó si sugería alguna postura que fuera menos brusca!
Santana estaba desternillada al otro lado de la línea.
—Dejá de reírte, te aseguro que para mí no fue nada gracioso, me sentí muy incómoda. Te juro que yo, en ese momento, sólo quería que Ryder no volviera a hablar del tema, porque entonces tu mamá sabría de qué forma lo hacemos.
Santana seguía riéndose, pero intentó seguir averiguando.
—Bueno, dejando de lado la desfachatez de mi mamá, ¿podemos o no?
—Sí, el médico me aseguró que podemos con total tranquilidad.
—Quiero tomarme un avión de regreso ya, Britt-Britt, mandar todo al demonio acá para llegar y hacerte el amor. Estos días van a ser una tortura, mientras espero para perderme en vos, mi amor.
—Yo también quiero que vuelvas, no puedo pensar en otra cosa.
—No me digas eso Britt, no seas cruel.
—No soy más cruel que vos, ¿acaso no oíste lo que acabás de decirme? ¿Cómo creés que reacciona mi cuerpo a tus palabras? Mejor cambiemos de tema, Hoyuelitos, me estoy poniendo colorada de nuevo. ¿Cómo te fue con los locales? Contame, ¿qué tal están?
—¡Perfectos! Hasta el de Lafayette lo es. Dentro del marco imponente de esa galería pasan desapercibidas sus dimensiones. De todas formas, nos cambiaremos a otro más grande en cuanto se desocupe uno.
—¡Ah, qué ganas de estar ahí viendo todo con mis propios ojos!
—Para la inauguración, vendremos juntas. Mañana nos reuniremos con los arquitectos y los diseñadores de interiores. El local de Faubourg Saint-Honoré, por su tamaño, da para crear un proyecto bien pretencioso, como me dijiste que querías.
—Estoy super-emocionada, San, mañana, cuando salgas de la reunión, quiero que me lo mandes todo.
—Lo haré, Britt-Britt, pero tomatelo con calma.
—Tranquila, el doctor me dio permiso para trabajar media jornada. Me sugirió que retomara, poco a poco, todas mis actividades para no someterme a tanta presión y que mis órganos no se estresaran. Pero también valoramos que me vendría bien para despejar mi mente, ya que le comenté que quería hacer terapia. Le expliqué que me costaba conciliar el sueño y me dio el nombre de un terapeuta, el doctor Kessel. Tengo acá su tarjeta, pero hoy hablé con Jake y, ¡vas a ver qué coincidencia!, me recomendó el mismo que Ryder. Me dijo que es especialista en traumas pos-violencia y que es un excelente profesional, que no dude en acudir a él. Me disculpé por no escogerlo a él como terapeuta y me dijo que lo entendía, que, además, siendo mi cuñado, no era muy adecuado. Así que le pediré una cita, porque quiero que recobremos por completo nuestras vidas.
—Lo haremos, mi amor, claro que sí, todo pasará. Dentro de poco, sólo pensaremos en nosotras y en la felicidad que nos espera a lo largo de nuestra vida, porque seremos muy felices, Britt, de eso no me cabe la menor duda. Lo malo va a terminarse, vas a ver.
—Sí, Sanny, tiene que pasar esta fase, aunque aún nos queda afrontar el juicio. El doctor me dijo que la terapia me ayudaría también en eso.
—Perfecto, pedí una cita cuanto antes.
—Lo haré, claro que lo haré.
Brittany fue cobarde y no se atrevió a mencionarle nada sobre Sam. Después de cortar, la invadió una culpa muy honda por no haberlo hecho. Temía que Santana se comunicara con Artie y terminara enterándose así de aquel desafortunado encuentro, que la había dejado con muy mal sabor de boca.
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Era viernes por la noche y Chloé estaba tendida en la cama de su departamento pensando en Santana. Esa mujer se estaba convirtiendo en una obsesión y, además, la había conocido en un momento de su vida en que se sentía débil emocionalmente.
Necesitaba que la cuidaran y que la hicieran encontrarse bien.
La educación de Santana la cautivaba, le parecía una mujer enigmática y quería conocerla más íntimamente.
El teléfono la sacó de sus pensamientos, miró la pantalla y era Damien. Lo atendió a desgana.
—Allô?
—¡Por fin te dignas a atenderme!
—Damien, por favor, ¿para qué me llamas?
—Hoy te he visto, ibas muy bien acompañada en tu coche. ¿Quién es esa tipa? ¿Es tu nueva conquista?
—No tengo por qué darte explicaciones, tú decidiste terminar con nuestra relación.
—¿Tan pronto me has encontrado un reemplazo? ¿Ése es el amor que decías tenerme?
—Piensa lo que quieras, realmente me tiene sin cuidado. Después de todo, tú también vives tu vida, ¿no?
—Chloé, te echo de menos. Hoy cuando te he visto acompañada, me he dado cuenta de que ese tiempo que te pedí no tiene sentido.
—Lo siento, ahora la que necesita un poco de tiempo soy yo.
—¿Me estás hablando en serio?
—Muy en serio.
—Voy para tu casa.
—No, no vengas, no quiero verte.
—Chloé, estoy diciéndote que te echo de menos.
—No, Damien, tú echas de menos que yo viva desesperada por ti, mientras te dedicas a ignorarme.
Le cortó, pero estaba segura de que Damien ya estaba en camino, así que después de colgar, Chloé se levantó de la cama con ímpetu y se metió en el vestidor.
Se quitó el pijama rápidamente y se puso un vestido de punto que resaltaba sus sinuosas curvas, se subió la cremallera a toda prisa y buscó un calzado adecuado. Fue hasta el baño, donde cepilló su cabello, se maquilló sutilmente para resaltar la luminosidad de sus profundos ojos verdes, aplicó bastante brillo para destacar sus labios y salió. Después de coger su bolso, bajó al aparcamiento.
Vivía en la avenida Foche y Trocadéro.
Ya en el coche, se desvió hacia la Rue du Courson, donde aparcó un momento frente a Nicolas para comprar una botella de La Grande Dame Rosé.
Nunca había hecho lo que estaba a punto de hacer, pero la empujaba una sensación de asfixia, de placer y de mareo, no le importaba saltarse todas las reglas, sabía que estaba actuando a ciegas, pero confiaba en sus encantos.
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Santana había terminado de cenar en su habitación.
El hotel tenía piscina y sauna, así que con esas comodidades a su alcance, se dispuso a disfrutarlas. Subió a la azotea para dar unas brazadas, cansarse un poco y así poder conciliar mejor el sueño. Después de nadar durante unos treinta minutos, salió de la piscina y regresó a la habitación.
Le había llegado un whatsapp de Brittany:
—Hola, mi amor... ¿qué estás haciendo?
—Tuvimos el mismo pensamiento, estaba por enviarte un whats, recién regreso de la piscina del hotel. ¿Qué hacías vos?
—Estoy esperando a Spencer, vamos a ir de compras y luego nos encontramos con Toby, Rach y Quinn para cenar en Per Se.
—¡Qué buen plan!
—Ah, no creas que tenía demasiadas ganas, me tuvieron que insistir bastante para que aceptara.
—Disfrutá, es un bonito lugar, apuesto a que cenarás muy bien. Te recomiendo que pruebes la degustación de verduras, estoy segura de que te encantará. Cuando voy a ese lugar es lo que pido siempre.
—De acuerdo, lo pediré por vos. Sanny, necesito contarte algo, esperá que te llamo.
Brittany respiró hondo y marcó el número de Santana.
—Hola, bonita, ¿qué pasa?
—Hola, mi amor, nada, no te alarmes. Sólo quería comentarte algo que, por un motivo u otro no hice hasta ahora, pero no quiero dejar pasar otro día sin hacerlo. No tiene importancia, pero quiero que lo sepas.
—¿Qué es Britt?
Brittany cerró los ojos e intentó utilizar un tono despreocupado.
—El día que viajaste, cuando estaba a punto de salir del aeropuerto, me encontré con Sam Evans que llegaba en un vuelo desde Mendoza.
Con sólo oír ese nombre, las alarmas y los celos de Santana se pusieron a flor de piel, aunque quiso disimularlo.
—Y...
—Y nada, se había encontrado con mi hermano en San Rafael y Mike le contó lo que me había pasado, estaba preocupado.
—Le dijiste que estabas bien y te fuiste, supongo.
De los ojos de Santana salían chispazos y apretaba con fuerza su puño.
—Insistió en que tomáramos un café y fuimos al Starbucks del aeropuerto.
—¡Vaya, qué bien! ¿Te divertiste?—comentó Santana con socarronería.
—San, no pienses nada raro. Sólo estaba interesado en mi estado y, además, me contó que su papá no estaba bien, que por eso había viajado. Se limitó sólo a eso, además Artie nos acompañó, podés preguntarle, si querés, porque él lo presenció todo.
—¡Me importa una mierda! Tardaste dos días en decírmelo, ¡andá a otro con el cuento de que te habías olvidado!—le gritó Santana.
—Me estás gritando, no te comportes como una estúpida irracional.
—No, ya sé que soy una estúpida, no hace falta que me lo digas. Yo, en París, trabajando y la señorita tomando un café con su examante.
—¡Santana, sos una grosera! Sabés de sobra que Sam no fue mi amante y, si aún tenés esos pensamientos a pesar de que te dije hasta el cansancio que entre nosotros no pasó nada, bueno, en ese caso... no sé qué mierda hacés a mi lado si no confiás en mí.
—Ahora comprendo todo, ya entiendo por qué me lo contás, porque estaba Artie, si no hubiera sido así, te habrías hecho la despistada, ¿verdad?
—¿Pensás eso de mí? Claro, lo que pasa es que la señorita López mide a todos con su misma vara. Eso es lo que vos hubieras hecho, ¿verdad? Contame, ¿no fuiste a comer ni a cenar aún con Chloé? Porque esa francesa, a pesar de que asegures que tu relación con ella es sólo profesional, tiene ganas de hincarte el diente. ¿O me vas a decir otra vez que estoy equivocada? Porque esa postura tuya la reconozco muy bien, la aprendí con Elaine—Brittany también gritaba y hablaba sin parar[i]—Y a mí también me importa una mierda lo que me digas, no soy estúpida, sé darme cuenta de los signos que lanza una mujer cuando está interesada en una persona. Pero ¿sabés qué? ¡Creo en tu amor y creo en vos por encima de todo! ¡Y andate a cagar, Santana, me hartás con tu desconfianza! Me están tocando el timbre. Ciao.
Brittany cortó y la dejó con la palabra en la boca.
Santana estaba furiosa, si hubiera estado en Nueva York habría ido hasta la casa de Sam Evans para dejarle bien claro que se alejara de Brittany. Tenía ganas de molerlo a palos porque parecía no entender que con Brittany no podía tener nada.
—¡Maldición, cuando llegue a Nueva York, ese bróquer boca trucha de mierda me va a escuchar!
Marcó el número de Brittany, pero ella no le atendió. Le envió un whatsapp.
—Atendeme, Britt, porque me estás cabreando mucho.
—Ja, ja, ja, yo también estoy enfadada y no quiero escucharte. Andá a hacerte otros largos a la piscina, así se te pasa la calentura, chulita.
Llamaron a la puerta de la habitación de Santana.
«¿Quién mierda será? No he pedido nada...», pensó.
Abrió la puerta con tanto ímpetu que casi la arrancó del marco. Al abrirla, se encontró ahí con quien menos esperaba: Chloé estaba ahí, de pie, de manera provocativa con una botella de champán en la mano, entró sin permiso, caminó hasta la sala y dejó apoyada la botella de La Grande Dame Rosé en la mesita baja, junto a su bolso. Se dio la vuelta y se quedó quieta mirándola.
Santana se pasó la mano por el cabello, pero no dijo nada.
Chloé, con un rápido movimiento, llevó sus manos a su espalda y se bajó la cremallera del vestido, que cayó al suelo. Salió de dentro con habilidad y lanzó ligeramente la prenda en dirección a Santana.
Chloé había quedado desnuda frente a Santana, no llevaba ropa interior. Sus senos redondos y turgentes quedaron apuntando hacia Santana.
Decidida a conseguir lo que había ido a buscar, se agachó con elegancia y cogió la botella que descansaba en la mesita, caminó hacia Santana y le habló muy de cerca.
—¿Lo destapamos antes o después?—le dijo con una voz muy seductora, casi hablándole sobre sus labios.
Santana le quitó la botella de la mano y después caminó hacia donde había quedado su vestido, se agachó y lo cogió. Chloé permanecía expectante de espaldas a ella, con los ojos cerrados.
La esperaba ansiosa.
La oyó aproximarse tras ella, pero Santana la sorprendió colocándole el vestido sobre los hombros y hablándole al oído.
—Eres hermosa—le dijo mientras le pasaba su mano por el brazo y la hacía estremecer—En otro momento, ni siquiera hubieras tenido que venir de esta forma y desnudarte tomando la iniciativa, porque lo hubiera hecho yo, y créeme que lo hubiera hecho hace tiempo. Me siento muy halagada, de verdad, pero estoy enamorada de Brittany y voy a casarme con ella en unos pocos meses.
Chloé cerró sus ojos con fuerza y frunció sus labios. Jamás hubiera creído que Santana la rechazaría teniéndola desnuda frente a ella, expuesta y entregada.
Se dio la vuelta y la miró fijamente a los ojos, posó su mano en uno de los hombros de Santana y con el dedo índice de la otra le recorrió el puente de la nariz, bajó a sus labios y le robó un beso sutil, apoyando sus carnosos labios en la morena.
Pero no obtuvo respuesta.
Santana se apartó y enarcó una ceja, luego, sin hablar, frunció su boca, entrecerró los ojos y negó con la cabeza.
—Si quieres podemos tomarnos el champán—le propuso Santana mientras la recorría con la mirada de arriba abajo.
Chloé tenía un cuerpo armonioso imposible de no admirar.
—Es todo lo que podemos disfrutar juntas.
—No conozco a Brittany, pero siento envidia de ella—suspiró con desánimo—¡Ay, Santana, nos hubiéramos podido divertir mucho!
Chloé cogió el vestido que Santana tenía aún en sus manos y se lo puso. Después le dio la espalda y le pidió ayuda con la cremallera, educadamente, Santana cogió el cierre intentando no tocarla y lo subió con prontitud.
—Me siento triste.
—No pienses mal, Chloé. Eres una mujer muy bella, es mi responsabilidad, no la tuya.
—Creo que es mejor que me vaya, Santana. Es una pena porque podríamos haberlo pasado muy bien sin que Brittany se enterara: hubiera sido nuestro secreto.
Cogió su bolso y salió de la habitación.
Estaba contrariada y rabiosa, aunque no quería demostrarlo frente a Santana.
No podía creer que Santana la hubiera rechazado después de que ella se le ofreciera en bandeja.
En el pasillo, sacó una foto de la puerta de la habitación con su móvil y se marchó.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
holap morra,...
mmmm empezaron a moverse las fichas,..
y la distancia va a pasar factura,..!!!
a ver como lo arreglan??
nos vemos!!!
mmmm empezaron a moverse las fichas,..
y la distancia va a pasar factura,..!!!
a ver como lo arreglan??
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
BRITTANY LA CAGO Y PUNTO, QUE NO SE HAGA AHORA LA QUE CONFIA Y ESAS TONTERIAS, SAN SI QUE SE PORTO BIEN RECHAZANDO A LA OFRECIDA ESA!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Uffff lo de la foto traera problemas
Mas por favor jejeje
Mas por favor jejeje
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
mmmm aquí la confianza es lo fundamental y creo que es el punto débil de las chicas.
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:holap morra,...
mmmm empezaron a moverse las fichas,..
y la distancia va a pasar factura,..!!!
a ver como lo arreglan??
nos vemos!!!
Hola lu, mm se va una y llega otra ¬¬ Esperemos y no =/ Con mucho amor! ajajajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:BRITTANY LA CAGO Y PUNTO, QUE NO SE HAGA AHORA LA QUE CONFIA Y ESAS TONTERIAS, SAN SI QUE SE PORTO BIEN RECHAZANDO A LA OFRECIDA ESA!!!!!!
Hola, pero si britt igual lo hizo pensando en la reacción de san, x eso no lo contó antes, osea igual se entiende, no¿? Y san era lo que tenia que hacer asik XD Saludos =D
Jane0_o escribió:Uffff lo de la foto traera problemas
Mas por favor jejeje
Hola, sip... yo pienso igual =/ jajaja aquí el siguiente! Saludos =D
monica.santander escribió:mmmm aquí la confianza es lo fundamental y creo que es el punto débil de las chicas.
Saludos
Hola, siiii y sii otra vez XD jajajajajaja esperemos y se solucione rápido! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 11
Capitulo 11
Rachel y Quinn ya estaban en Per Se, esperando a los demás. Spencer y Brittany llegaron en seguida y ella saludó a su cuñada de forma efusiva. Sólo faltaba Toby, pero había avisado que estaba aparcando el coche, así que decidieron pedir un aperitivo mientras lo esperaban.
El iPhone de Brittany vibró en su bolso, era un whatsapp. Lo miró pensando que era de Santana, que debía de seguir insistiendo, pero al desbloquear la pantalla vio que era de Chloé. Entonces lo abrió y vio que, con el mensaje, había llegado una foto de la puerta de una habitación.
—Britney, amiga, estoy nerviosa como si fuera la primera vez. Ella me pone en este estado, me paraliza y, cuando me habla, pierdo la razón. Estoy a punto de llamar a su puerta. Mañana te contaré cómo me fue con Santana, pero intuyo que es una gran amante, me encantan sus manos, no veo la hora de que, por fin, me haga suya.
Brittany empalideció, se mareó y hasta sintió náuseas. Volvió a releer el mensaje, no podía creerlo y tenía la esperanza de haberse equivocado al hacerlo por primera vez, pero no, no había error posible.
Santana estaba a punto de traicionarla, de tirar por la borda todo lo que tenían.
Guardó el teléfono y miró a Rachel con desesperación, ella había notado en seguida la lividez de su rostro y la cogió de la mano.
—¿Pasa algo? ¿Te sentís mal?
—Creo que me bajó la tensión de golpe.
Estaba consternada.
La miró a los ojos y vio en ellos los de Santana.
—Vamos al baño—le sugirió Rachel.
Spencer quiso ponerse de pie, pero Brittany la frenó, sin importarle resultar grosera, y le indicó que su cuñada la acompañaba. Ya en el baño, se apoyó sobre el lavamanos.
Sentía que las piernas le cedían.
—Britt, me estás asustando, estás muy pálida. ¿Llamo a urgencias?
—¡No!
Sacó el móvil de su bolso, buscó el mensaje y se lo enseñó a la Rachel.
—La mato, la mato... Te juro que la mato.
Inmediatamente, Rachel rebuscó su teléfono en el bolso.
—¿Qué vas a hacer?
—Llamar a la malnacida de mi hermana e interrumpirle el polvo.
—¡Noooo!—gritó Brittany con vehemencia—Ya todo ha terminado, dejala que se siga revolcando con esa zorra, con ella seguramente tendrá lo que merece.
Brittany recordó las palabras de Sam en la cafetería y se tambaleó.
—No me interesa nada más, sacame de acá, Rach, por favor, llevame... no sé dónde, pero sacame de acá, no quiero que me vean así de destruida. Tu hermana acaba de aniquilarme.
—No llores, no lo hagas, Santana no merece una sola de tus lágrimas.
Rachel le secó las que habían escapado de sus ojos.
—No puedo creerlo, no me entra en la cabeza que me haga una cosa así.
—Pero... ¿por qué esa calentona te envió ese mensaje a vos?
—Supongo que se confundió. Ella es la inversionista con quien Santana fue a negociar la apertura de Mindland en París. Su amiga debe de llamarse Britney, mi nombre estará arriba del de ella, o no sé, es obvio que ese mensaje no era para mí. Por favor, no quiero regresar a la mesa ni al Belaire.
—Salí a la calle que yo busco a Quinny y nos vamos a casa. Te juro que la voy a asesinar con mis propias manos, esto no tiene perdón. No te preocupes por nada, no estás sola, Britt, yo estoy a tu lado—le dijo y la abrazó con fuerza.
Rachel se disculpó frente a Spencer y Toby, les dijo que Brittany no se encontraba bien y que la llevaba al Belaire para llamar a su médico personal. Le sugirió a Quinn que se apresurara en pedir el coche, porque Brittany esperaba afuera, había salido para que le diera el aire fresco en la cara.
—Me siento culpable, ¿será que caminó demasiado? San va a matarme.
—No, Spencer, no es culpa tuya.
Le acarició la espalda intentando quitarle presión, parecía muy angustiada.
—No te preocupes, cuando venga el médico te llamo para contarte qué nos ha dicho.
—Por favor, no dejes de hacerlo, ¡hemos pasado una tarde fantástica!
En cuanto Rachel se separó de la mesa, y mientras salía a la calle, marcó el número de su hermana haciendo caso omiso a lo que Brittany le había pedido.
El teléfono sonó unas cuantas veces antes de que Santana atendiera.
—¡Agarrá el teléfono, maldición! ¡Atendé Santana! ¡Dejá de follarte a esa zorra y atendeme!
—Hola, ¿le pasa algo a Britt?
Santana sabía que iban a cenar juntas y se alarmó.
—¡Sos una jodida! ¿Ya te la tiraste o te interrumpí justo en mitad del polvo?
—¿Qué? ¿De qué hablás?
—¿Cuál es el número de tu habitación?
—No entiendo nada, Rach, ¿de qué mierda estás hablando?
—¿Cuál es el número de tu habitación? Santana, no seas tan jodida, no me tomes por estúpida. ¿Cuál es el maldito número de tu habitación?—le gritó Rachel y varias personas que estaban en el lugar la miraron.
—El 118.
Rachel cerró los ojos, la última gota de esperanza se había escapado: era el mismo número que aparecía en la foto.
—Tenés a esa zorra ahí dentro, ¿no? ¿Cómo pudiste hacerle eso a Brittany? No puedo creerlo, jamás pensé que podías llegar a ser tan ruin. Me siento sumamente decepcionada. Lo siento, hermana, en ésta no voy a acompañarte, me defraudaste. Olvidate de que existo.
—¿Qué? ¿Estás loca? No sé de qué me estás hablando.
—De la zorra esa que tenés en tu habitación, ¡de Chloé te hablo!
—¿Cómo sabés el nombre de Chloé?
—Suficiente, ya me dijiste todo lo que necesitaba saber.
Rachel cortó y tiró el teléfono en su bolso.
Estaba colérica, agresiva.
Llegó hasta el vestíbulo del restaurante, se cogió la cabeza entre las manos y salió a la calle. Quinn y Brittany esperaban en el coche a que ella saliera.
—¿Qué está pasando, Rach? ¿Podrías explicármelo? Le pregunto a Britt y no para de llorar... Que alguien me cuente algo, por favor.
—Vamos a casa, mi amor, ahora te explico. Mi hermana ha metido la pata hasta el fondo. Te juro que lo que ha hecho no tiene perdón.
El teléfono de Rachel no paraba de sonar. Santana la llamaba frenéticamente sin poder entender bien el embrollo.
—¿Cómo mierda sabe Rach que Chloé estuvo acá?—se preguntó en voz alta mientras intentaba volver a comunicarse con ella.
Le escribió un mensaje de texto.
—¡Atendeme, estúpida! Te juro que cuando llegue a Nueva York te vas a arrepentir. Atendeme y explicame lo que creés y por qué. ¿Cómo mierda supiste que Chloé había estado en mi habitación? Te juro que tengo ganas de molerte a palos como cuando éramos crías. Cogería un avión sólo para ir a patearte el culo, enana.
Rachel estaba furiosa con Santana y no pensaba contestarle.
«¡Encima tiene la desfachatez de exigir y hacerse la nerviosa!», pensó.
Iba sentada atrás, arrullando a Brittany, que no dejaba de llorar. Llegaron a su casa en seguida.
****************************************************************************************************
La noche no podía ir peor para Santana.
Primero se había enterado de que Brittany y el bróquer bocha trucha se habían encontrado.
Después se le había presentado Chloé en la habitación y se había desnudado frente a ella esperando que se la follara.
Y, ahora, la llamaba Rachel y daba por sentado que sí se había follado a Chloé.
—Pero ¿cómo mierda supo que Chloé había estado acá?—gritó sin poder entender nada.
La cabeza le iba a estallar.
Estaba sentada en el borde de la cama y se apretaba las sienes mientras intentaba, una y otra vez, que Rachel la atendiera. Como sabía que la testaruda de su hermana no iba a hacerlo, pensó en llamar a Brittany, pero desistió de la idea de inmediato: era más que obvio que ella tampoco iba a responder a su llamada. Además, quería saber antes qué era lo que Brittany suponía. Finalmente, decidió probar con su cuñada.
—¿Quinn?
—Hola, San.
—Pasame con Rach.
—No creo que quiera atenderte, está furiosa con vos y además está con Britt.
—¿Están todavía en el Per Se?
—No, Britt se descompuso y nos vinimos para casa.
—¿Cómo que Britt se descompuso?
Se puso de pie mientras se pasaba la mano por el pelo, desesperada.
—¿Qué tiene, Quinn? ¿Llamaron al médico? No me asustes, ¿qué le pasa?
—Está destrozada, ¿qué le va a pasar? No para de llorar después del mensaje y de la foto que recibió de la francesa. Cuñada, no sé cómo vas a salir de ésta. Lo que hiciste no tiene escapatoria, estás jodida.
—No entiendo nada, Quinn, pasame con Britt.
—Vas a conseguir que me pelee con tu hermana.
—¡Quinn, no me jodas, pasame con Britt!—le gritó.
Su cuñada golpeó la puerta de la habitación de huéspedes, donde Rachel seguía consolando a Brittany, entró y le dijo que Santana quería hablar con ella. Entonces, ésta chilló para que Santana pudiera oírla:
—¡Que se vaya a la mierda, no quiero hablar con ella nunca más, que se olvide de que existo!
Quinn se puso el teléfono en la oreja.
—San, lo siento.
—Ya la escuché, ponele el teléfono en la oreja—le ordenó.
—No quiere, San, no la puedo obligar.
Rachel se levantó y le arrebató el móvil de la mano después de mirarla con furia.
—¿Qué carajo querés? ¿No entendés que no quiere hablar con vos? Nadie acá quiere hablar con vos. ¡Sos una maldita infeliz, Santana!
—No me cortes, no te pongas histérica y contestame a lo que te pregunto: ¿qué foto y qué mensaje le llegó a Britt?
Rachel miró a Quinn como si se la quisiera comer, apartó el teléfono de su oreja y le habló a su esposa:
—Sos una soplona Lucy Quinn Fabray.
Volvió a colocarse el móvil en la oreja, se la llevó por delante y salió de la habitación.
—La francesa le mandó un mensaje a Britt por equivocación justo cuando estaba entrando para follar con vos. Supuestamente era para una tal «Britney». ¡Se te atragantó la aventurita que pensabas echarte en París sin que Britt se enterara! Y la foto era de la puerta de tu habitación. No tenés excusa ni perdón, Santana, ¡te fuiste a la mierda!
—¡Mierda! ¡Maldita hija de puta! Pasame con Britt y dejame que le explique, no pasó nada. Es cierto que Chloé vino, pero la rechacé, te lo juro, Rach, no pasó nada.
—No te creo.
—¿Por qué no me crees? ¡Sabés de sobra cuánto amo a Britt! ¿Pensás que, después de todo lo que pasó, voy a arriesgarme a perderla? ¡Esto es una gran putada, Rachel!—le gritó Santana desesperada—¡No seas estúpida enana, amo a Britt más que a mi propia vida, te juro que la he rechazado! Pasale el teléfono, por favor, porque esta vez no puede ser como en Buenos Aires, tiene que dejarme que le explique, ¡ponme con Britt!
Rachel entró de nuevo en la habitación, pero el llanto y el cansancio habían vencido a Brittany. Estaba adormilada y dopada, ya que su cuñada le había dado un calmante, era obvio que le había hecho efecto.
—San, se ha dormido. ¿Por qué no dejás que descanse? Mañana va a estar más tranquila y te escuchará más predispuesta.
—Necesito aclarar esto ahora mismo, no quiero que crea algo que no es cierto. No deseo que sufra por nada.
—¿De verdad no te acostaste con la francesa? Jurame que puedo creerte.
—¡Te digo que no! ¿Cómo podés desconfiar de lo que siento por ella? He cambiado, Rach. Britt ha transformado mi vida, con la única persona con la que quiero estar es con ella... ¿Tanto te cuesta creerlo? Yo no la invité, se me apareció y la despedí inmediatamente.
—Es que ese mensaje se puede interpretar de varias maneras, o que ella fue o que vos la invitaste.
—¿Qué mierda decía el mensaje?
—No recuerdo bien.
—Buscá el móvil de Britt y leémelo.
—Esperá que baje al salón, creo que el bolso de Britt quedó ahí.
—Leeme el mensaje y despertá a Britt, necesito que me pases con ella, no es justo que crea algo que no es.
—No seas cabezona, de tanto llorar, hace un rato le dolía la herida, dejala que descanse. Le di un calmante para que se relajara.
Al otro lado, se hizo un profundo silencio, sólo se oía la respiración acongojada y cansada de Santana.
—No es justo que nos pasen todas estas cosas, Rach. Te juro que quiero descuartizar a esa zorra de Chloé. No puedo creerme que esté pasando esto. Leémelo y mañana la llamo.
—Mejor te lo envío a tu número.
—Muy bien.
Santana leyó y releyó el mensaje, y no paraba de insultar a Chloé mientras lo hacía.
Tenía ganas de romperlo todo.
Era realmente increíble, parecía que los problemas las perseguían y que nunca se alejarían de ellas.
Pensaba en Brittany, en lo mucho que se habría angustiado, y no podía dejar de sentirse impotente.
Odiaba estar tan lejos de ella.
Al final, entre el ahogo y la desazón que sentía en su pecho, terminó durmiéndose cuando ya despuntaba el día.
El iPhone de Brittany vibró en su bolso, era un whatsapp. Lo miró pensando que era de Santana, que debía de seguir insistiendo, pero al desbloquear la pantalla vio que era de Chloé. Entonces lo abrió y vio que, con el mensaje, había llegado una foto de la puerta de una habitación.
—Britney, amiga, estoy nerviosa como si fuera la primera vez. Ella me pone en este estado, me paraliza y, cuando me habla, pierdo la razón. Estoy a punto de llamar a su puerta. Mañana te contaré cómo me fue con Santana, pero intuyo que es una gran amante, me encantan sus manos, no veo la hora de que, por fin, me haga suya.
Brittany empalideció, se mareó y hasta sintió náuseas. Volvió a releer el mensaje, no podía creerlo y tenía la esperanza de haberse equivocado al hacerlo por primera vez, pero no, no había error posible.
Santana estaba a punto de traicionarla, de tirar por la borda todo lo que tenían.
Guardó el teléfono y miró a Rachel con desesperación, ella había notado en seguida la lividez de su rostro y la cogió de la mano.
—¿Pasa algo? ¿Te sentís mal?
—Creo que me bajó la tensión de golpe.
Estaba consternada.
La miró a los ojos y vio en ellos los de Santana.
—Vamos al baño—le sugirió Rachel.
Spencer quiso ponerse de pie, pero Brittany la frenó, sin importarle resultar grosera, y le indicó que su cuñada la acompañaba. Ya en el baño, se apoyó sobre el lavamanos.
Sentía que las piernas le cedían.
—Britt, me estás asustando, estás muy pálida. ¿Llamo a urgencias?
—¡No!
Sacó el móvil de su bolso, buscó el mensaje y se lo enseñó a la Rachel.
—La mato, la mato... Te juro que la mato.
Inmediatamente, Rachel rebuscó su teléfono en el bolso.
—¿Qué vas a hacer?
—Llamar a la malnacida de mi hermana e interrumpirle el polvo.
—¡Noooo!—gritó Brittany con vehemencia—Ya todo ha terminado, dejala que se siga revolcando con esa zorra, con ella seguramente tendrá lo que merece.
Brittany recordó las palabras de Sam en la cafetería y se tambaleó.
—No me interesa nada más, sacame de acá, Rach, por favor, llevame... no sé dónde, pero sacame de acá, no quiero que me vean así de destruida. Tu hermana acaba de aniquilarme.
—No llores, no lo hagas, Santana no merece una sola de tus lágrimas.
Rachel le secó las que habían escapado de sus ojos.
—No puedo creerlo, no me entra en la cabeza que me haga una cosa así.
—Pero... ¿por qué esa calentona te envió ese mensaje a vos?
—Supongo que se confundió. Ella es la inversionista con quien Santana fue a negociar la apertura de Mindland en París. Su amiga debe de llamarse Britney, mi nombre estará arriba del de ella, o no sé, es obvio que ese mensaje no era para mí. Por favor, no quiero regresar a la mesa ni al Belaire.
—Salí a la calle que yo busco a Quinny y nos vamos a casa. Te juro que la voy a asesinar con mis propias manos, esto no tiene perdón. No te preocupes por nada, no estás sola, Britt, yo estoy a tu lado—le dijo y la abrazó con fuerza.
Rachel se disculpó frente a Spencer y Toby, les dijo que Brittany no se encontraba bien y que la llevaba al Belaire para llamar a su médico personal. Le sugirió a Quinn que se apresurara en pedir el coche, porque Brittany esperaba afuera, había salido para que le diera el aire fresco en la cara.
—Me siento culpable, ¿será que caminó demasiado? San va a matarme.
—No, Spencer, no es culpa tuya.
Le acarició la espalda intentando quitarle presión, parecía muy angustiada.
—No te preocupes, cuando venga el médico te llamo para contarte qué nos ha dicho.
—Por favor, no dejes de hacerlo, ¡hemos pasado una tarde fantástica!
En cuanto Rachel se separó de la mesa, y mientras salía a la calle, marcó el número de su hermana haciendo caso omiso a lo que Brittany le había pedido.
El teléfono sonó unas cuantas veces antes de que Santana atendiera.
—¡Agarrá el teléfono, maldición! ¡Atendé Santana! ¡Dejá de follarte a esa zorra y atendeme!
—Hola, ¿le pasa algo a Britt?
Santana sabía que iban a cenar juntas y se alarmó.
—¡Sos una jodida! ¿Ya te la tiraste o te interrumpí justo en mitad del polvo?
—¿Qué? ¿De qué hablás?
—¿Cuál es el número de tu habitación?
—No entiendo nada, Rach, ¿de qué mierda estás hablando?
—¿Cuál es el número de tu habitación? Santana, no seas tan jodida, no me tomes por estúpida. ¿Cuál es el maldito número de tu habitación?—le gritó Rachel y varias personas que estaban en el lugar la miraron.
—El 118.
Rachel cerró los ojos, la última gota de esperanza se había escapado: era el mismo número que aparecía en la foto.
—Tenés a esa zorra ahí dentro, ¿no? ¿Cómo pudiste hacerle eso a Brittany? No puedo creerlo, jamás pensé que podías llegar a ser tan ruin. Me siento sumamente decepcionada. Lo siento, hermana, en ésta no voy a acompañarte, me defraudaste. Olvidate de que existo.
—¿Qué? ¿Estás loca? No sé de qué me estás hablando.
—De la zorra esa que tenés en tu habitación, ¡de Chloé te hablo!
—¿Cómo sabés el nombre de Chloé?
—Suficiente, ya me dijiste todo lo que necesitaba saber.
Rachel cortó y tiró el teléfono en su bolso.
Estaba colérica, agresiva.
Llegó hasta el vestíbulo del restaurante, se cogió la cabeza entre las manos y salió a la calle. Quinn y Brittany esperaban en el coche a que ella saliera.
—¿Qué está pasando, Rach? ¿Podrías explicármelo? Le pregunto a Britt y no para de llorar... Que alguien me cuente algo, por favor.
—Vamos a casa, mi amor, ahora te explico. Mi hermana ha metido la pata hasta el fondo. Te juro que lo que ha hecho no tiene perdón.
El teléfono de Rachel no paraba de sonar. Santana la llamaba frenéticamente sin poder entender bien el embrollo.
—¿Cómo mierda sabe Rach que Chloé estuvo acá?—se preguntó en voz alta mientras intentaba volver a comunicarse con ella.
Le escribió un mensaje de texto.
—¡Atendeme, estúpida! Te juro que cuando llegue a Nueva York te vas a arrepentir. Atendeme y explicame lo que creés y por qué. ¿Cómo mierda supiste que Chloé había estado en mi habitación? Te juro que tengo ganas de molerte a palos como cuando éramos crías. Cogería un avión sólo para ir a patearte el culo, enana.
Rachel estaba furiosa con Santana y no pensaba contestarle.
«¡Encima tiene la desfachatez de exigir y hacerse la nerviosa!», pensó.
Iba sentada atrás, arrullando a Brittany, que no dejaba de llorar. Llegaron a su casa en seguida.
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La noche no podía ir peor para Santana.
Primero se había enterado de que Brittany y el bróquer bocha trucha se habían encontrado.
Después se le había presentado Chloé en la habitación y se había desnudado frente a ella esperando que se la follara.
Y, ahora, la llamaba Rachel y daba por sentado que sí se había follado a Chloé.
—Pero ¿cómo mierda supo que Chloé había estado acá?—gritó sin poder entender nada.
La cabeza le iba a estallar.
Estaba sentada en el borde de la cama y se apretaba las sienes mientras intentaba, una y otra vez, que Rachel la atendiera. Como sabía que la testaruda de su hermana no iba a hacerlo, pensó en llamar a Brittany, pero desistió de la idea de inmediato: era más que obvio que ella tampoco iba a responder a su llamada. Además, quería saber antes qué era lo que Brittany suponía. Finalmente, decidió probar con su cuñada.
—¿Quinn?
—Hola, San.
—Pasame con Rach.
—No creo que quiera atenderte, está furiosa con vos y además está con Britt.
—¿Están todavía en el Per Se?
—No, Britt se descompuso y nos vinimos para casa.
—¿Cómo que Britt se descompuso?
Se puso de pie mientras se pasaba la mano por el pelo, desesperada.
—¿Qué tiene, Quinn? ¿Llamaron al médico? No me asustes, ¿qué le pasa?
—Está destrozada, ¿qué le va a pasar? No para de llorar después del mensaje y de la foto que recibió de la francesa. Cuñada, no sé cómo vas a salir de ésta. Lo que hiciste no tiene escapatoria, estás jodida.
—No entiendo nada, Quinn, pasame con Britt.
—Vas a conseguir que me pelee con tu hermana.
—¡Quinn, no me jodas, pasame con Britt!—le gritó.
Su cuñada golpeó la puerta de la habitación de huéspedes, donde Rachel seguía consolando a Brittany, entró y le dijo que Santana quería hablar con ella. Entonces, ésta chilló para que Santana pudiera oírla:
—¡Que se vaya a la mierda, no quiero hablar con ella nunca más, que se olvide de que existo!
Quinn se puso el teléfono en la oreja.
—San, lo siento.
—Ya la escuché, ponele el teléfono en la oreja—le ordenó.
—No quiere, San, no la puedo obligar.
Rachel se levantó y le arrebató el móvil de la mano después de mirarla con furia.
—¿Qué carajo querés? ¿No entendés que no quiere hablar con vos? Nadie acá quiere hablar con vos. ¡Sos una maldita infeliz, Santana!
—No me cortes, no te pongas histérica y contestame a lo que te pregunto: ¿qué foto y qué mensaje le llegó a Britt?
Rachel miró a Quinn como si se la quisiera comer, apartó el teléfono de su oreja y le habló a su esposa:
—Sos una soplona Lucy Quinn Fabray.
Volvió a colocarse el móvil en la oreja, se la llevó por delante y salió de la habitación.
—La francesa le mandó un mensaje a Britt por equivocación justo cuando estaba entrando para follar con vos. Supuestamente era para una tal «Britney». ¡Se te atragantó la aventurita que pensabas echarte en París sin que Britt se enterara! Y la foto era de la puerta de tu habitación. No tenés excusa ni perdón, Santana, ¡te fuiste a la mierda!
—¡Mierda! ¡Maldita hija de puta! Pasame con Britt y dejame que le explique, no pasó nada. Es cierto que Chloé vino, pero la rechacé, te lo juro, Rach, no pasó nada.
—No te creo.
—¿Por qué no me crees? ¡Sabés de sobra cuánto amo a Britt! ¿Pensás que, después de todo lo que pasó, voy a arriesgarme a perderla? ¡Esto es una gran putada, Rachel!—le gritó Santana desesperada—¡No seas estúpida enana, amo a Britt más que a mi propia vida, te juro que la he rechazado! Pasale el teléfono, por favor, porque esta vez no puede ser como en Buenos Aires, tiene que dejarme que le explique, ¡ponme con Britt!
Rachel entró de nuevo en la habitación, pero el llanto y el cansancio habían vencido a Brittany. Estaba adormilada y dopada, ya que su cuñada le había dado un calmante, era obvio que le había hecho efecto.
—San, se ha dormido. ¿Por qué no dejás que descanse? Mañana va a estar más tranquila y te escuchará más predispuesta.
—Necesito aclarar esto ahora mismo, no quiero que crea algo que no es cierto. No deseo que sufra por nada.
—¿De verdad no te acostaste con la francesa? Jurame que puedo creerte.
—¡Te digo que no! ¿Cómo podés desconfiar de lo que siento por ella? He cambiado, Rach. Britt ha transformado mi vida, con la única persona con la que quiero estar es con ella... ¿Tanto te cuesta creerlo? Yo no la invité, se me apareció y la despedí inmediatamente.
—Es que ese mensaje se puede interpretar de varias maneras, o que ella fue o que vos la invitaste.
—¿Qué mierda decía el mensaje?
—No recuerdo bien.
—Buscá el móvil de Britt y leémelo.
—Esperá que baje al salón, creo que el bolso de Britt quedó ahí.
—Leeme el mensaje y despertá a Britt, necesito que me pases con ella, no es justo que crea algo que no es.
—No seas cabezona, de tanto llorar, hace un rato le dolía la herida, dejala que descanse. Le di un calmante para que se relajara.
Al otro lado, se hizo un profundo silencio, sólo se oía la respiración acongojada y cansada de Santana.
—No es justo que nos pasen todas estas cosas, Rach. Te juro que quiero descuartizar a esa zorra de Chloé. No puedo creerme que esté pasando esto. Leémelo y mañana la llamo.
—Mejor te lo envío a tu número.
—Muy bien.
Santana leyó y releyó el mensaje, y no paraba de insultar a Chloé mientras lo hacía.
Tenía ganas de romperlo todo.
Era realmente increíble, parecía que los problemas las perseguían y que nunca se alejarían de ellas.
Pensaba en Brittany, en lo mucho que se habría angustiado, y no podía dejar de sentirse impotente.
Odiaba estar tan lejos de ella.
Al final, entre el ahogo y la desazón que sentía en su pecho, terminó durmiéndose cuando ya despuntaba el día.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
De verdad lo vas a dejar ahí??????
Dale una chance a San por favor!!!
saludos
Dale una chance a San por favor!!!
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Otro capítulo no me puedes dejar así porfaaaa :(
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
y este capitulo pq fue tan corto? esto no pde estar pasando!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
a ver como arreglan las cosas san ahora,...
si que la hizo bien la frecensea,...
nos vemos!!!
a ver como arreglan las cosas san ahora,...
si que la hizo bien la frecensea,...
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:De verdad lo vas a dejar ahí??????
Dale una chance a San por favor!!!
saludos
Hola, jajaajaj aquí el siguiente =D y veremos que pasa. Saludos =D
Lucy LP escribió:Otro capítulo no me puedes dejar así porfaaaa :(
Hola, jajaajajajajaj aquí el siguiente jaajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:y este capitulo pq fue tan corto? esto no pde estar pasando!
Hola, nose, nose me pregunto =/ lo bueno esk aquí viene el siguiente y veremos que pasa. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
a ver como arreglan las cosas san ahora,...
si que la hizo bien la frecensea,...
nos vemos!!!
Hola lu, con paciencia y amor... como las dos son tan sensatas, escuchan y entienden la postura de la otra =D Se va una loca, llega otro, se elimina y llega otra ¬¬ :@ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 12
Capitulo 12
Brittany había dormido realmente muy poco. Se sentó en la cama y, de pronto, recordó la tarjeta que Sam le había dado y se sintió tentada de llamarlo.
No paraba de pensar en lo que él le dijo en el aeropuerto.
Santana era realmente la persona que Sam había descrito. Se sentía confusa y odió con todas sus fuerzas que él tuviera razón, inmediatamente desistió de llamarlo: no tenía sentido recurrir a él por despecho.
Ella no era así.
No conseguía entender cómo después de todo, Santana se había comportado de esa forma.
¿Dónde había quedado todo el amor que decía sentir por ella?
Rachel preparó una bandeja con el desayuno y se fue a despertarla, al no verla se asustó, pero la encontró en el baño, entonces, respiró aliviada.
—Hola, Britt, te traje el desayuno.
—No tengo apetito, gracias.
Brittany estaba ojerosa y demacrada, tenía los ojos hinchados, se notaba que había seguido llorando.
—Vení.
La cogió de la mano y la llevó hacia la cama, hizo que se sentara y Rachel se acomodó a su lado. La abrazó y le acarició la espalda para reconfortarla, porque Brittany parecía un cachorrito indefenso.
—Anoche hablé durante largo rato con San. Creo que nos precipitamos con ese mensaje. Sé lo que parecía pero estoy convencida de que no pasó nada.
—Rach, por favor, leíste el mensaje y viste la foto.
—Lo sé, lo sé, pero no te ciegues—cogió sus manos y le habló mirándola a los ojos—No cometas el mismo error que cuando no permitiste que San te explicara en Buenos Aires.
—Yo entiendo que ella es tu hermana y que vas a abogar por ella, pero no puedo seguir pasando por tonta. Santana se cagó en mis sentimientos, en nuestro amor. Se ha mofado de todo cuanto teníamos, le importaron una mierda todos nuestros planes. Por unas tetas y un culo, se olvidó de todas nuestras promesas, Rach.
—No es así, tenés que tranquilizarte. No se trata de pasar o no por tonta, se trata de escuchar lo que tiene que decirte y luego decidir si le creés o no. Britt, vos sabés que mi hermana es linda, es un bombón, la desgraciada, y siempre habrá personas al acecho. Es algo con lo que vas a tener que aprender a convivir, pero anoche la noté muy sincera cuando me hablaba. Yo, más que nadie, sé cuándo San está mintiendo y creeme que si hubiera metido la pata, no lo consentiría. En ésta, estoy de tu lado, Britt.
Llamaron a la puerta y Quinn les habló desde afuera.
—¡Britt, está sonando tu móvil en el bolso!
—Pasánoslo, amor, debe de ser mi hermana. Britt, atendele, escuchala, después de todo, no perdés nada. Según vos, a estas alturas, está todo perdido, ¿no?—le dijo mientras la cogía por los hombros.
Brittany no sabía qué hacer, pero quizá era cierto que debían hablar. El móvil dejó de sonar, pero ella titubeante le devolvió la llamada.
—¿Qué querés?
Rachel se levantó y la dejó sola.
—Hola, mi amor, ¿te sentís mejor? Anoche Rach me dijo que no te habías sentido muy bien.
—Te pregunté qué querías.
El tono de Brittany era muy distante.
—Que hablemos, estoy desesperada, no dormí nada, sólo quiero sacarte de la cabeza todos esos pensamientos que tenés, Britt... Jamás pondría en riesgo nuestra relación después de todo lo que ha pasado, de que creí que podías morirte. ¿Cómo pensás que podría arriesgar nuestro amor por una simple aventura?
Santana estaba en el balcón con una mano en el cuello mientras hablaba, mirando hacia el patio del hotel con la vista perdida.
—Te amo, sólo quiero estar con vos, no necesito una aventura con nadie, vos hacés que me sienta completa.
—Son sólo palabras bonitas, pero yo me remito a los hechos.
Un profundo silencio se instaló entre ellas, un silencio que helaba el alma, que hacía más largas las distancias.
Brittany necesitaba creer lo que Santana acababa de decirle, pero debía ser realista. Inspiró con fuerza y continuó hablando:
—Me llegaron por error una foto y un mensaje que no iban destinados a mí. De no ser así, nunca me habría enterado, ¿o me equivoco?
—No, quizá no te equivocás del todo—le contestó Santana intentando parecer serena, estaba muy apenada y utilizó un tono más grave de lo normal—Quizá tengas razón. No creo que me hubiera atrevido a contarte que ella llegó a mi habitación sin invitación, porque te juro que no la invité ni la alenté para que creyera que podía presentarse así.
Brittany agitaba su cabeza, con la vista fija en el techo, se había dejado caer en la cama.
—Llamó a mi puerta y entró sin que pudiera decirle que no, y en cuanto entró se quitó el vestido. Venía decidida a hacerlo, pero la rechacé. Te juro que eso fue todo lo que pasó. Le dije que jamás te traicionaría, que te amaba y que iba a casarme con vos y se fue. Britt, mi amor...
Brittany seguía en silencio, pero Santana escuchaba su respiración.
Santana le hablaba suplicante.
—Decime algo, por favor.
—¿Qué puedo decirte? No sé, todo resulta muy difícil de creer.
—Creeme.
—Una parte de mí quiere hacerlo, Santana, pero no sé si debo.
—¿Acaso en ese mensaje decía que yo la había invitado?
—No tenía por qué decirlo, somos adultos y ambas sabemos que, a veces, uno no precisa invitación para leer entre líneas.
—No le di ninguna señal para que creyera que podía hacerlo, Britt.
—Es evidente que tu habilidad para hacérselo entender no fue muy exitosa.
La rudeza de sus palabras y la entonación de su voz dejaban claro que Santana no estaba siendo muy convincente.
—Britt, yo te entiendo, te juro que te entiendo, pero te pido que me creas. No pasó nada. Entró, se desnudó frente a mí, cogiéndome por sorpresa, le alcancé el vestido para que se cubriera y le pedí que se fuera. Estuviste en mis pensamientos todo el tiempo, te juro que no me movió ni un pelo verla desnuda frente a mí.
Santana le hablaba con toda la tranquilidad que podía. Intentaba calmarse, pero sentía que la voz le temblaba.
—¡Qué historia más estúpida! ¿Y pretendés que te crea?
—Britt, por Dios, tenés que creerme, nunca le rogué nada a ninguna mujer, pero con vos todo es diferente, no me importa hacerlo. Me tenés loca de amor, si me pedís que me vuelva y deje todo esto a medias, te juro que lo hago. Y, cuando vos puedas viajar, ya te encargarás. Si pudiéramos rescindir el contrato con su compañía, también lo haríamos, sólo deberíamos buscar la forma, aunque tuviéramos pérdidas, no me importa. Si te pierdo, no sé lo que haría, no puedo imaginar cómo sería mi vida sin vos. Mi amor, mi vida, te amo, Britt-Britt, no puedo arriesgarme a perderte, además, no me interesa otra mujer que no seas vos. Britt, te juro que no son sólo palabras lindas, te estoy hablando desde el corazón, estoy expresando mis sentimientos como nunca lo hice con nadie.
Brittany la escuchó sin interrumpirla, no había pronunciado una sola palabra.
—Dejá de vacilarme, Santana, ¿cómo podés creer que voy a tragarme el cuento de que se te puso enfrente desnuda y la rechazaste? Tu historia es grotesca.
—¡Fue así, mierda! ¡Te juro que fue así!—le gritó y Brittany se despabiló de repente.
—¿Qué estarías pensando vos, en este momento, si hubieras leído un mensaje como el que leí yo?—le gritó Brittany más fuerte.
—Probablemente lo mismo que estás pensando vos, lo sé, pero no es lo que parece. No pasó nada y no ocurrió porque no quise, porque no lo necesito.
—Siempre va a ser así, Santana. No sé si voy a poder soportar que cada persona que se te acerque quiera tener algo con vos.
En el fondo, Brittany necesitaba creer que Santana estaba siendo sincera.
—En ese caso, estamos a la par, Britt. Decime que el estúpido del bróquer boca trucha no volvió a insinuarse—se hizo un silencio—Britt, contestame, no te quedes callada.
—Sí, lo hizo, claro que lo hizo, pero lo frené y me fui.
—¡Desgraciado, lo sabía! Cuando regrese a Nueva York le voy a romper la cara... Te juro que se la voy a partir, porque parece que no entiende.
—No estábamos hablando de Sam.
—No, pero, ya ves, vos también guardás tus trapos sucios debajo de la alfombra.
—Pero mis trapos sucios no son comparables a los tuyos.
—Pero son trapos sucios, al fin.
Se quedaron de nuevo en silencio.
—¿Estás ahí?
—Sí, acá estoy—le contestó Santana de mala manera.
—Sam no me interesa, nadie me interesa, sólo vos y nunca nadie podría llegar a tanto conmigo, Santana. Yo te respeto.
—Yo también te respeto, a mí también sólo me interesás vos.
Volvieron a quedarse calladas.
—Britt, decime qué creés de mí, no soporto tus dudas.
—Es evidente que no me respetás lo suficiente, porque una mujer se metió en tu habitación y se te ofreció, según tu versión, claro está.
—No dudes, Britt, fue así como te digo.
—¿Cómo no tenerlas, Santana? Todo lo que nos pasa tiene que ver con vos y resulta que siempre sos inocente—le dijo Brittany con sorna y Santana suspiró sonoramente.
—Quiero saber algo, Britt. Algo que me da vueltas en la cabeza desde anoche y que, quizá, pueda demostrar que lo que te digo es cierto.
—¿Qué cosa?
—Rach me llamó a las tres y media de la madrugada, pero Chloé vino a mi habitación a las diez de la noche y no pasó adentro más de diez minutos. ¿A qué hora te mandó ese mensaje? Por lógica, si se lo envió a su amiga cuando estaba entrando, tuvo que haber llegado antes de las diez, o sea antes de las cuatro de la tarde de Estados Unidos. Britt, en conclusión, tiene que haberte llegado al rato de que nosotras cortáramos, porque no pasó mucho tiempo entre que nosotras hablamos por teléfono y ella llegó a mi habitación.
Brittany se quedó pensando.
—¿Me has oído? Contestame.
—Me llegó en el restaurante, pero me acabás de hacer un lío con los horarios en la cabeza.
—¡Lo hizo a propósito! ¿Te das cuenta? ¡Se vengó porque la rechacé!
—El mensaje pudo haber llegado más tarde, eso no tiene nada que ver, además, es tu palabra contra la imagen y el texto que yo recibí.
—Britt, por favor, no le busques cinco pies al gato, ¿qué más pruebas querés que los horarios?
—En realidad, lo que querría es que nada de esto hubiera pasado... Es un sentimiento horrible no poder confiar en vos, no saber a ciencia cierta si me estás hablando en serio o si me estás vacilando.
—¿Qué hago para que vuelvas a confiar en mí? Britt-Britt, no hice nada, te juro que nada pasó entre Chloé y yo. Esto es agotador, no sé cómo justificar algo que nunca ocurrió.
—No sé, Santana, dejame procesar un poco todo esto. dejame pensar en todo lo que ha sucedido, suponiendo que nada haya pasado...
—¡No pasó nada!—la cortó Santana.
—Suponiendo que nada haya pasado—retomó la frase Brittany—Ella se desnudó.
—Pero ¡yo no la desnudé, Britt, se quitó el vestido antes de que pudiera reaccionar!
—¡Ah, sí, claro! Santana, te conozco.
—Precisamente porque me conocés, tendrías que saber que te amo.
—Sí, pero vos y yo... hace tiempo que no tenemos intimidad y seguro que ella te excitó.
—Aunque suene chistoso e increíble, me dio miedo, ésa fue mi reacción, porque sólo pensaba en vos, en que podía perderte.
—Son mentiras.
—No seas necia, Britt, estoy que me muero por follar, pero sólo quiero hacerlo con vos. Pensá en lo que te dije de los horarios, por favor, Britt-Britt. Ahora mismo cojo un avión y me vuelvo, sólo quiero estar a tu lado. ¿Tan mierda me creés como para pensar que, después de que te hayan pegado un tiro, puedo pensar en acostarme con otra, cuando ni siquiera estás repuesta del todo? ¿Tan poco creés en mis sentimientos? ¿Qué hacés a mi lado, entonces?
—Dejá de atacarme, ahora resulta que la víctima sos vos—Brittany intentó calmarse—No sé, es todo muy confuso, no sé... necesito pensar.
—Supongo que no tengo otra opción.
Aunque estaba cabreada por no poder convencerla, por la situación y porque Brittnay desconfiaba, tenía que ser realista.
Había un motivo claro para que Brittany dudara y Santana tuvo que obligarse a pensar las cosas al revés para poder entenderla.
—Creo que no tenés otra opción[/i—repitió Brittany.
[i]—Sólo me queda una reunión el lunes por la tarde y, para que te quedes tranquila, pediré que sea con su papá. Exigiré seguir tratando con Luc Renau.
—Hacé lo que quieras.
—No me hables así, con tanta frialdad.
—¿Y cómo querés que te hable? Pensé durante toda la noche que te habías revolcado con ésa, ahora te escucho muy predispuesta, me decís que no pasó nada, pero que se desnudó delante de ti. No sé qué creer, Santana, todo es... ¡es tan confuso!
—No me llames más Santana, me hacés acordar a Maribel cuando me regañaba.
Brittany puso los ojos en blanco.
—¿Y encima pretendés que te trate como si nada hubiera pasado? ¿Por qué no sos más coherente? ¡Te pusiste furiosa porque me tomé un simple café con Sam!
—Ni lo nombres, no quiero que pronuncies su nombre. Te juro que ese malnacido se va a enterar.
—¡Ja! ¿No querés que lo nombre? ¿Imaginate, entonces, cómo estarías si lo que supuestamente te pasó a vos me hubiera ocurrido a mí? ¡Me hubieras metido en la guillotina como a María Antonieta!
—Dejemos de pelearnos ya. No pasó nada más que lo que te he contado, sólo eso.
Volvieron a quedarse en silencio.
—Te llamo más tarde, ¿puedo?
Le pareció que era bueno dejarla procesar toda la conversación, aunque se moría de ganas por escucharla convencida, sabía que debía permitirle pensar un poco.
—Te llamo yo.
Brittany colgó e inmediatamente Santana volvió a llamarla.
—¿Qué querés?—preguntó Brittany con sequedad.
—Sólo decirte que te amo, no me dejaste despedirme.
—Adiós.
—¡No, Britt, adiós no! Prefiero un ciao deslucido, pero «adiós» suena a «nunca más». Voy a estar esperando tu llamada.
Brittany volvió a cortar la comunicación.
Santana colgó con Brittany y llamó a Chloé.
—¡Santana, no esperaba tu llamada! ¡Qué sorpresa!
—¡Cínica! Te ha salido todo mal, no previste el horario en que mandaste el mensaje y subestimaste a Britt. Pensaste que se cegaría y que no se daría cuenta.
En realidad, no había sido exactamente así, pero Santana pretendía que lo creyera.
—No entiendo de qué hablas.
—No te hagas la despistada, ¡fue muy estúpido lo que hiciste! Me has demostrado muy poca inteligencia, de todos modos ni a mí ni a Britt nos interesa. La realidad es que te llamo para exigir que, de ahora en adelante, las negociaciones prosigan con tu papá, porque si no es así, rescindiremos el contrato con Renau Société. No quiero verte el lunes en la reunión o te juro que revocaré todas las negociaciones con ustedes.
—¡Santana, cálmate, no es para tanto! Mandé un mensaje por equivocación y no sabía cómo disculparme, me siento apenada por todo lo que ha pasado.
—No lo hiciste por equivocación, la hora delata tus intenciones. Te vuelvo a repetir que no te he llamado para discutir sobre eso. Lo que tengo con Britt es muy grande y puro como para malgastar mi tiempo polemizando sobre algo que, ni con el pensamiento, pudo haber ocurrido. No quiero verte el lunes ahí, ¿está claro? Así que ve pensando en una buena excusa para darle a Luc, porque ni Britt ni yo queremos negociar contigo.
Santana colgó.
El miércoles, a las 12.35 horas, la nave de Air France aterrizó en Nueva York.
Brittany la había llamado el domingo muy brevemente y no habían hablado más, sólo alguna que otra efímera cadena de mensajes que siempre iniciaba Santana.
Artie la recogió en el aeropuerto.
—Bienvenido, señorita, yo me encargo de su equipaje.
De ahí, fueron directamente a Mindland.
—¿Alguna novedad, Artie?
—Nada, señorita.
Santana se lo quedó mirando.
—¿Qué pasa, Artie? ¿Ya no te interesa trabajar conmigo?
—¿Cómo, señorita? No entiendo por qué dice eso.
Santana frunció la boca.
—Creo que se te olvidó contarme que el bróquer boca trucha se encontró con Britt en el aeropuerto, ¿o acaso no pensabas decírmelo?
—Disculpe, pensé que la señorita Britt se lo diría, no quise saltármela.
Santana lo miró fulminándolo.
—¡Te pago para que me mantengas al tanto de todo y eso incluye que me informes sobre quién se acerca a Britt!—le gritó—Por eso te dejé en Nueva York, para que te mantuvieras alerta. Sinceramente, me siento muy decepcionada.
—Lo siento, señorita San, es que fue un encuentro fortuito. La señorita Britt no lo había planeado, pero veo que ella misma se lo dijo, como supuse.
—¡Como has supuesto! ¡Y una mierda! Quiero saber todo con lujo de detalles, ¡todo, Artie! Desde que le dijo «hola» hasta que le dijo «adiós» y espero que hayas estado lo suficientemente cerca como para oír completamente todo lo que hablaron, porque, si no, ya puedes considerarte despedido.
El horno realmente no estaba para bollos.
Lo que Artie le contó la puso furiosa, pero su enfado no era con Brittany, sino con Sam Evans.
—¡Ese malnacido, parece que no entiende!
Finalmente, llegaron a Mindland. Santana entró en la empresa y saludó brevemente a todos los que se cruzaron en su camino y casi ignoró a Alison, que ya se había reincorporado al trabajo.
Sus pasos eran urgentes.
Necesitaba verla, necesitaba que, de una vez por todas, las cosas se arreglaran entre ellas, que entendiera que la amaba, que la necesitaba como nunca creyó que podría necesitar a otro ser humano.
Entró en la oficina de Brittany y encontró ahí a Finn, que estaba discutiendo con ella la legalidad de unos contratos.
En pocas zancadas, llegó hasta donde su amada estaba sentada, hermosa como siempre.
Su corazón se derretía cuando la tenía enfrente.
Sin importarle que estuviera su hermano, la puso de pie y se fundió en un abrazo desmedido con Brittany, su gesto fue tan colosal que empezó a tener efectos curativos. Ese simple contacto físico, de pronto, compensó y mejoró la angustia contenida durante tantos días.
Santana sintió un gran alivio emocional.
Brittany, en un primer momento, reaccionó con frialdad, pero luego, al captar las connotaciones que tenía ese abrazo, levantó sus brazos y también la envolvió.
Brittany también la necesitaba.
Santana cerró sus ojos y hundió sus dedos en la espalda de Brittany, la quería traspasar, y Brittany simplemente se echó a llorar en su hombro.
Finn se dio cuenta de que estaba de más y, sin que lo advirtieran, salió de la oficina y las dejó solas.
Entonces, Santana se apartó de Brittany y le cogió el rostro entre sus manos, la besó y le habló sobre los labios.
—No llores, Britt-Britt. Basta de lágrimas, por favor, no quiero que llores más. Te aseguro que te amo mucho más de lo que tus dudas te dejan ver.
La incertidumbre de Brittany se disipó al verla y supo, en ese mismo instante en que Santana la aprisionó contra su pecho, que utilizaría su sabiduría intuitiva y escucharía a su corazón, ese que le decía que necesitaba a esa mujer en su vida, con sus aciertos y sus errores, con todo y más.
Ese abrazo significó la sanación a tantas indecisiones, alguien que no la amara realmente no hubiera podido abrazarla como Santana lo había hecho, se sintió protegida, en confianza, con fortaleza y segura, por encima de todo.
Santana tocó el borde de su boca con la lengua, la palpó y examinó esos labios, dulces como la miel y ardientes como el fuego, que ansiaba poseer con locura.
Los sedujo con los suyos, los acarició una y otra vez con su lengua experta, proporcionándoles cariño y cuidado, hasta que se abrieron dándole paso a todos los rincones de su boca. Entonces su lengua ansiosa y voluptuosa se encontró con la suave y mansa de Brittany, que se entregaba para permitir que la complaciera. Trazó con ella una danza alocada de pasión y urgencia que parecía no tener fin.
En ese momento, se separó de sus labios por un instante y, sin aliento y de manera exacerbada, le habló:
—No puedo esperar para tenerte. No es la forma en que soñé volver a reanudar nuestra intimidad, pero no puedo aguardar más, Britt.
Se alejó un poco de ella y trabó la puerta. Luego se acercó de nuevo y volvió a asaltar su boca, probando el sabor de su aliento y las caricias de su respiración.
Le levantó el vestido hasta la cintura y se aferró a sus nalgas con posesión, marcando territorio mientras le hundía sus dedos abrasadores. La alzó sosteniéndola por el trasero y apretándola contra su cuerpo.
Brittany, entonces, le enredó las piernas en la cintura y afianzó los dedos en su cabello para darle más profundidad al beso.
Santana la apoyó contra la pared y se refregó en su entrepierna, no podía pensar, sólo anhelaba que Brittany sintiera cuánto la deseaba. Sin soltarle las nalgas, la sentó en el escritorio y se apartó unos minutos para admirarla.
Necesitaba que sus ojos oscuros se fundieran con su cuerpo, quería glorificarla, para sus pupilas, era una celebración poder encandilarse con Brittany.
Se acercó de nuevo y se perdió en el escote de Brittany, lamió el nacimiento de sus senos y, aunque intentó liberar uno de ellos, la hechura del vestido no se lo permitió, pero no iba a seguir perdiendo el tiempo. Bajó sus manos hasta sus caderas y se las acarició, la sedosidad de su piel era perfecta, Brittany estaba expuesta y casi sin respiración frente a ella.
Enganchó sus dedos en la tanga y la deslizó por sus piernas, se agachó y besó su bajo vientre. Se quedó embelesada durante un momento con su monte de Venus depilado, lo acarició y deslizó sus dedos entre los pliegues de su vagina. Brittany estaba muy húmeda, preparada para ella, se había hecho agua entre sus manos y, entonces, un cúmulo de ansiedad se apoderó de sus entrañas.
Santana se bajó los pantalones hasta la rodilla junto con la tanga, se acercó a Brittany y se acomodó de la mejor manera para que sus sexos se unieran, mientras cerraba los ojos. En ese mismo instante, dejó escapar un gemido contenido y tembló.
Brittany, en cambio, permanecía expectante a todas sus emociones: necesitaba verla gozar más que nunca, estudiar cada una de sus expresiones, ya que descubriría en ellas lo que Santana sentía de verdad.
Aquella morena estaba perdida, entregada.
Su rostro, extasiado, era más perfecto aún. Los músculos de su cara estaban en tensión. En ese preciso momento, abrió los ojos y clavó su profunda mirada oscura en la de Brittany.
—Esto es todo lo que necesito, esto es la gloria.
Tras permanecer unos segundos unidas, comenzó a moverse muy lentamente, una y otra vez, se balanceaba, acariciándola con su sexo, le apretaba las caderas sin dejar de mirarla. La boca de Santana estaba entreabierta y, con cada movimiento, dejaba escapar el aliento.
Brittany metió sus manos por dentro de la camiseta para enterrar las uñas en su espalda y ayudarla a ir más allá en sus embestidas, mientras abría sus piernas lo más que podía para que tuvieran un mejor roce.
—No me duele, San, acelerá un poco, por favor, necesito más.
—Britt, tengo miedo de hacerte daño.
—Es mi cuerpo, yo te diré hasta dónde, más fuerte, por favor, Sanny.
Susurraban para que nadie las oyera.
Entonces, Santana le cogió las piernas y se contoneó como Brittany le pedía, aunque sintió que así todo iría más rápido de lo que quería. Sin embargo, en una ráfaga de conciencia, pensó que estaban en la oficina y decidió que era lo mejor. Brittany le habló al oído.
—Juntas, Sanny, lleguemos juntas.
Santana enarcó una ceja y le sonrió oscuramente, la contempló mientras seguía bamboleándose y buscaba ese éxtasis al que sólo Brittany podía hacerla llegar.
Brittany esperaba ansiosa esas cosquillas en su vientre, sentía que estaban muy cerca y, aunque le hubiera encantado que el momento no terminara nunca, tuvo la lucidez de pensar que estaban en Mindland.
Su vagina empezó a contraerse y Santana lo notó de inmediato: ambas estaban muy receptivas a pesar de la urgencia.
—Te amo, Britt-Britt, te amo... Esto es sublime.
—Voy a correrme.
—Lo sé, yo también, terminemos juntas, mi vida.
Se menearon algunas veces más hasta que un abanico de sensaciones las invadió y expelieron todos sus fluidos.
Se quedaron respirando sin resuello, jadeando.
Santana la tenía aferrada de las caderas y mantenía su frente apoyada en ella. Brittany le había clavado sus manos en la nuca. Santana levantó los brazos, le acarició la espalda y la aprisionó un poco más contra ella, para brindarle calor.
Brittany se agarró con fuerza a su cintura y la rodeó con las piernas.
—Te amo, Sanny, necesito confiar en vos.
—Podés hacerlo, Britt-Britt. Te juro que, desde que me enamoré de vos cuando te conocí, me he convertido en la persona más transparente del mundo. Me has cambiado la vida, Britt.
Se limpiaron y compusieron sus ropas.
—¡Qué vergüenza, San! ¿En qué momento se fue Finn?
—No te aflijas.
—Pero ¿cómo salgo ahora de acá?
—De mi mano, Britt.
—Estamos locas.
Se carcajearon.
—Vayamos a saludar a mi hermano y a mi papá, y nos vamos a casa, ¿te parece?
—No, esperá, dejame recomponerme un poco, me siento avergonzada.
Se abanicó con la mano.
—Vamos, Britt, nadie notará lo que acaba de pasar acá.
Fueron al despacho de Finn y entraron sonrientes.
Santana soltó a Brittany y abrazó a su hermano, a quien no había visto desde la boda.
—¡Ah, veo que te acordaste de que tenías un hermano!
—Lo siento, no quería ser desconsiderada, pero fue una semana intensa en París y no veía la hora de encontrarme con Britt.
—Ya me di cuenta, ni siquiera se enteraron cuando me fui, me quedó bastante claro que estaban en su mundo.
Brittany se removió incómoda.
—Pero las comprendo; hoy, antes de venir para acá, comentábamos con Alison que tenemos suerte de trabajar en el mismo lugar, porque después de los días compartidos en la luna de miel, nos hubiera costado horrores separarnos.
Santana había vuelto a cobijar a Brittany entre sus brazos y le besaba el cabello, la sien y la nariz.
—¿Cómo fue esa luna de miel?
—¡Increíble! Un viaje soñado—Finn le acaricio la espalda a su hermana—Les recomiendo esa escapada para ustedes también. ¿Ya saben dónde van a ir de luna de miel?
—Aún no lo hemos decidido—contestó Brittany, mientras se daba la vuelta y miraba a Santana a los ojos.
—Pasaron tantas cosas que nuestros planes se detuvieron un poco, recién ahora estamos retomando nuestra normalidad—explicó Santana y Finn hizo una mueca para demostrarles que lo sentía.
—Pero no cambiaron la fecha, ¿verdad?
—¡No!—contestaron ambas al unísono.
Llamaron a la puerta y Alfonso se asomó, después de que Finn le indicara que entrara.
—Alison me dijo que estaban acá. Me enteré de que habías llegado, Tana, y fui a tu oficina.
Se estrecharon en un abrazo que los dos necesitaban desde hacía semanas. Alfonso le guiñó un ojo a Brittany, para indicarle que todo volvería a estar bien con su hija, luego se apartó, le palmeó el carrillo y le retiró el pelo de la cara.
—¿Todo bien por Francia?
—Todo perfecto, papá.
—Britt me contó alguna cosa.
—Cuando llegaste, estábamos revisando todo lo que nos habías enviado—acotó Finn.
—¿Por qué no van a casa?—les sugirió Alfonso a Santana y a Brittany—Andá a descansar del viaje, hija, y por la noche vienen a cenar al Belaire con nosotros. Ahora que estamos todos en el país de nuevo, tu mamá estará encantada de tenerlos ahí. Le pediré que avise a Jake y a Rach también. ¿Qué les parece?—buscó la mirada de Finn, que asintió.
—Me parece perfecto—contestó Santana—La verdad es que necesito descansar unas cuantas horas, uno nunca duerme del todo bien en un avión.
En realidad, en este último viaje no había pegado ni ojo, porque sólo deseaba llegar y ver a Brittany.
—Ustedes también vienen, ¿verdad?—insistió Alfonso mirando a su otro hijo.
—Sí, viejo, seguro—le prometió Finn.
No paraba de pensar en lo que él le dijo en el aeropuerto.
Santana era realmente la persona que Sam había descrito. Se sentía confusa y odió con todas sus fuerzas que él tuviera razón, inmediatamente desistió de llamarlo: no tenía sentido recurrir a él por despecho.
Ella no era así.
No conseguía entender cómo después de todo, Santana se había comportado de esa forma.
¿Dónde había quedado todo el amor que decía sentir por ella?
Rachel preparó una bandeja con el desayuno y se fue a despertarla, al no verla se asustó, pero la encontró en el baño, entonces, respiró aliviada.
—Hola, Britt, te traje el desayuno.
—No tengo apetito, gracias.
Brittany estaba ojerosa y demacrada, tenía los ojos hinchados, se notaba que había seguido llorando.
—Vení.
La cogió de la mano y la llevó hacia la cama, hizo que se sentara y Rachel se acomodó a su lado. La abrazó y le acarició la espalda para reconfortarla, porque Brittany parecía un cachorrito indefenso.
—Anoche hablé durante largo rato con San. Creo que nos precipitamos con ese mensaje. Sé lo que parecía pero estoy convencida de que no pasó nada.
—Rach, por favor, leíste el mensaje y viste la foto.
—Lo sé, lo sé, pero no te ciegues—cogió sus manos y le habló mirándola a los ojos—No cometas el mismo error que cuando no permitiste que San te explicara en Buenos Aires.
—Yo entiendo que ella es tu hermana y que vas a abogar por ella, pero no puedo seguir pasando por tonta. Santana se cagó en mis sentimientos, en nuestro amor. Se ha mofado de todo cuanto teníamos, le importaron una mierda todos nuestros planes. Por unas tetas y un culo, se olvidó de todas nuestras promesas, Rach.
—No es así, tenés que tranquilizarte. No se trata de pasar o no por tonta, se trata de escuchar lo que tiene que decirte y luego decidir si le creés o no. Britt, vos sabés que mi hermana es linda, es un bombón, la desgraciada, y siempre habrá personas al acecho. Es algo con lo que vas a tener que aprender a convivir, pero anoche la noté muy sincera cuando me hablaba. Yo, más que nadie, sé cuándo San está mintiendo y creeme que si hubiera metido la pata, no lo consentiría. En ésta, estoy de tu lado, Britt.
Llamaron a la puerta y Quinn les habló desde afuera.
—¡Britt, está sonando tu móvil en el bolso!
—Pasánoslo, amor, debe de ser mi hermana. Britt, atendele, escuchala, después de todo, no perdés nada. Según vos, a estas alturas, está todo perdido, ¿no?—le dijo mientras la cogía por los hombros.
Brittany no sabía qué hacer, pero quizá era cierto que debían hablar. El móvil dejó de sonar, pero ella titubeante le devolvió la llamada.
—¿Qué querés?
Rachel se levantó y la dejó sola.
—Hola, mi amor, ¿te sentís mejor? Anoche Rach me dijo que no te habías sentido muy bien.
—Te pregunté qué querías.
El tono de Brittany era muy distante.
—Que hablemos, estoy desesperada, no dormí nada, sólo quiero sacarte de la cabeza todos esos pensamientos que tenés, Britt... Jamás pondría en riesgo nuestra relación después de todo lo que ha pasado, de que creí que podías morirte. ¿Cómo pensás que podría arriesgar nuestro amor por una simple aventura?
Santana estaba en el balcón con una mano en el cuello mientras hablaba, mirando hacia el patio del hotel con la vista perdida.
—Te amo, sólo quiero estar con vos, no necesito una aventura con nadie, vos hacés que me sienta completa.
—Son sólo palabras bonitas, pero yo me remito a los hechos.
Un profundo silencio se instaló entre ellas, un silencio que helaba el alma, que hacía más largas las distancias.
Brittany necesitaba creer lo que Santana acababa de decirle, pero debía ser realista. Inspiró con fuerza y continuó hablando:
—Me llegaron por error una foto y un mensaje que no iban destinados a mí. De no ser así, nunca me habría enterado, ¿o me equivoco?
—No, quizá no te equivocás del todo—le contestó Santana intentando parecer serena, estaba muy apenada y utilizó un tono más grave de lo normal—Quizá tengas razón. No creo que me hubiera atrevido a contarte que ella llegó a mi habitación sin invitación, porque te juro que no la invité ni la alenté para que creyera que podía presentarse así.
Brittany agitaba su cabeza, con la vista fija en el techo, se había dejado caer en la cama.
—Llamó a mi puerta y entró sin que pudiera decirle que no, y en cuanto entró se quitó el vestido. Venía decidida a hacerlo, pero la rechacé. Te juro que eso fue todo lo que pasó. Le dije que jamás te traicionaría, que te amaba y que iba a casarme con vos y se fue. Britt, mi amor...
Brittany seguía en silencio, pero Santana escuchaba su respiración.
Santana le hablaba suplicante.
—Decime algo, por favor.
—¿Qué puedo decirte? No sé, todo resulta muy difícil de creer.
—Creeme.
—Una parte de mí quiere hacerlo, Santana, pero no sé si debo.
—¿Acaso en ese mensaje decía que yo la había invitado?
—No tenía por qué decirlo, somos adultos y ambas sabemos que, a veces, uno no precisa invitación para leer entre líneas.
—No le di ninguna señal para que creyera que podía hacerlo, Britt.
—Es evidente que tu habilidad para hacérselo entender no fue muy exitosa.
La rudeza de sus palabras y la entonación de su voz dejaban claro que Santana no estaba siendo muy convincente.
—Britt, yo te entiendo, te juro que te entiendo, pero te pido que me creas. No pasó nada. Entró, se desnudó frente a mí, cogiéndome por sorpresa, le alcancé el vestido para que se cubriera y le pedí que se fuera. Estuviste en mis pensamientos todo el tiempo, te juro que no me movió ni un pelo verla desnuda frente a mí.
Santana le hablaba con toda la tranquilidad que podía. Intentaba calmarse, pero sentía que la voz le temblaba.
—¡Qué historia más estúpida! ¿Y pretendés que te crea?
—Britt, por Dios, tenés que creerme, nunca le rogué nada a ninguna mujer, pero con vos todo es diferente, no me importa hacerlo. Me tenés loca de amor, si me pedís que me vuelva y deje todo esto a medias, te juro que lo hago. Y, cuando vos puedas viajar, ya te encargarás. Si pudiéramos rescindir el contrato con su compañía, también lo haríamos, sólo deberíamos buscar la forma, aunque tuviéramos pérdidas, no me importa. Si te pierdo, no sé lo que haría, no puedo imaginar cómo sería mi vida sin vos. Mi amor, mi vida, te amo, Britt-Britt, no puedo arriesgarme a perderte, además, no me interesa otra mujer que no seas vos. Britt, te juro que no son sólo palabras lindas, te estoy hablando desde el corazón, estoy expresando mis sentimientos como nunca lo hice con nadie.
Brittany la escuchó sin interrumpirla, no había pronunciado una sola palabra.
—Dejá de vacilarme, Santana, ¿cómo podés creer que voy a tragarme el cuento de que se te puso enfrente desnuda y la rechazaste? Tu historia es grotesca.
—¡Fue así, mierda! ¡Te juro que fue así!—le gritó y Brittany se despabiló de repente.
—¿Qué estarías pensando vos, en este momento, si hubieras leído un mensaje como el que leí yo?—le gritó Brittany más fuerte.
—Probablemente lo mismo que estás pensando vos, lo sé, pero no es lo que parece. No pasó nada y no ocurrió porque no quise, porque no lo necesito.
—Siempre va a ser así, Santana. No sé si voy a poder soportar que cada persona que se te acerque quiera tener algo con vos.
En el fondo, Brittany necesitaba creer que Santana estaba siendo sincera.
—En ese caso, estamos a la par, Britt. Decime que el estúpido del bróquer boca trucha no volvió a insinuarse—se hizo un silencio—Britt, contestame, no te quedes callada.
—Sí, lo hizo, claro que lo hizo, pero lo frené y me fui.
—¡Desgraciado, lo sabía! Cuando regrese a Nueva York le voy a romper la cara... Te juro que se la voy a partir, porque parece que no entiende.
—No estábamos hablando de Sam.
—No, pero, ya ves, vos también guardás tus trapos sucios debajo de la alfombra.
—Pero mis trapos sucios no son comparables a los tuyos.
—Pero son trapos sucios, al fin.
Se quedaron de nuevo en silencio.
—¿Estás ahí?
—Sí, acá estoy—le contestó Santana de mala manera.
—Sam no me interesa, nadie me interesa, sólo vos y nunca nadie podría llegar a tanto conmigo, Santana. Yo te respeto.
—Yo también te respeto, a mí también sólo me interesás vos.
Volvieron a quedarse calladas.
—Britt, decime qué creés de mí, no soporto tus dudas.
—Es evidente que no me respetás lo suficiente, porque una mujer se metió en tu habitación y se te ofreció, según tu versión, claro está.
—No dudes, Britt, fue así como te digo.
—¿Cómo no tenerlas, Santana? Todo lo que nos pasa tiene que ver con vos y resulta que siempre sos inocente—le dijo Brittany con sorna y Santana suspiró sonoramente.
—Quiero saber algo, Britt. Algo que me da vueltas en la cabeza desde anoche y que, quizá, pueda demostrar que lo que te digo es cierto.
—¿Qué cosa?
—Rach me llamó a las tres y media de la madrugada, pero Chloé vino a mi habitación a las diez de la noche y no pasó adentro más de diez minutos. ¿A qué hora te mandó ese mensaje? Por lógica, si se lo envió a su amiga cuando estaba entrando, tuvo que haber llegado antes de las diez, o sea antes de las cuatro de la tarde de Estados Unidos. Britt, en conclusión, tiene que haberte llegado al rato de que nosotras cortáramos, porque no pasó mucho tiempo entre que nosotras hablamos por teléfono y ella llegó a mi habitación.
Brittany se quedó pensando.
—¿Me has oído? Contestame.
—Me llegó en el restaurante, pero me acabás de hacer un lío con los horarios en la cabeza.
—¡Lo hizo a propósito! ¿Te das cuenta? ¡Se vengó porque la rechacé!
—El mensaje pudo haber llegado más tarde, eso no tiene nada que ver, además, es tu palabra contra la imagen y el texto que yo recibí.
—Britt, por favor, no le busques cinco pies al gato, ¿qué más pruebas querés que los horarios?
—En realidad, lo que querría es que nada de esto hubiera pasado... Es un sentimiento horrible no poder confiar en vos, no saber a ciencia cierta si me estás hablando en serio o si me estás vacilando.
—¿Qué hago para que vuelvas a confiar en mí? Britt-Britt, no hice nada, te juro que nada pasó entre Chloé y yo. Esto es agotador, no sé cómo justificar algo que nunca ocurrió.
—No sé, Santana, dejame procesar un poco todo esto. dejame pensar en todo lo que ha sucedido, suponiendo que nada haya pasado...
—¡No pasó nada!—la cortó Santana.
—Suponiendo que nada haya pasado—retomó la frase Brittany—Ella se desnudó.
—Pero ¡yo no la desnudé, Britt, se quitó el vestido antes de que pudiera reaccionar!
—¡Ah, sí, claro! Santana, te conozco.
—Precisamente porque me conocés, tendrías que saber que te amo.
—Sí, pero vos y yo... hace tiempo que no tenemos intimidad y seguro que ella te excitó.
—Aunque suene chistoso e increíble, me dio miedo, ésa fue mi reacción, porque sólo pensaba en vos, en que podía perderte.
—Son mentiras.
—No seas necia, Britt, estoy que me muero por follar, pero sólo quiero hacerlo con vos. Pensá en lo que te dije de los horarios, por favor, Britt-Britt. Ahora mismo cojo un avión y me vuelvo, sólo quiero estar a tu lado. ¿Tan mierda me creés como para pensar que, después de que te hayan pegado un tiro, puedo pensar en acostarme con otra, cuando ni siquiera estás repuesta del todo? ¿Tan poco creés en mis sentimientos? ¿Qué hacés a mi lado, entonces?
—Dejá de atacarme, ahora resulta que la víctima sos vos—Brittany intentó calmarse—No sé, es todo muy confuso, no sé... necesito pensar.
—Supongo que no tengo otra opción.
Aunque estaba cabreada por no poder convencerla, por la situación y porque Brittnay desconfiaba, tenía que ser realista.
Había un motivo claro para que Brittany dudara y Santana tuvo que obligarse a pensar las cosas al revés para poder entenderla.
—Creo que no tenés otra opción[/i—repitió Brittany.
[i]—Sólo me queda una reunión el lunes por la tarde y, para que te quedes tranquila, pediré que sea con su papá. Exigiré seguir tratando con Luc Renau.
—Hacé lo que quieras.
—No me hables así, con tanta frialdad.
—¿Y cómo querés que te hable? Pensé durante toda la noche que te habías revolcado con ésa, ahora te escucho muy predispuesta, me decís que no pasó nada, pero que se desnudó delante de ti. No sé qué creer, Santana, todo es... ¡es tan confuso!
—No me llames más Santana, me hacés acordar a Maribel cuando me regañaba.
Brittany puso los ojos en blanco.
—¿Y encima pretendés que te trate como si nada hubiera pasado? ¿Por qué no sos más coherente? ¡Te pusiste furiosa porque me tomé un simple café con Sam!
—Ni lo nombres, no quiero que pronuncies su nombre. Te juro que ese malnacido se va a enterar.
—¡Ja! ¿No querés que lo nombre? ¿Imaginate, entonces, cómo estarías si lo que supuestamente te pasó a vos me hubiera ocurrido a mí? ¡Me hubieras metido en la guillotina como a María Antonieta!
—Dejemos de pelearnos ya. No pasó nada más que lo que te he contado, sólo eso.
Volvieron a quedarse en silencio.
—Te llamo más tarde, ¿puedo?
Le pareció que era bueno dejarla procesar toda la conversación, aunque se moría de ganas por escucharla convencida, sabía que debía permitirle pensar un poco.
—Te llamo yo.
Brittany colgó e inmediatamente Santana volvió a llamarla.
—¿Qué querés?—preguntó Brittany con sequedad.
—Sólo decirte que te amo, no me dejaste despedirme.
—Adiós.
—¡No, Britt, adiós no! Prefiero un ciao deslucido, pero «adiós» suena a «nunca más». Voy a estar esperando tu llamada.
Brittany volvió a cortar la comunicación.
Santana colgó con Brittany y llamó a Chloé.
—¡Santana, no esperaba tu llamada! ¡Qué sorpresa!
—¡Cínica! Te ha salido todo mal, no previste el horario en que mandaste el mensaje y subestimaste a Britt. Pensaste que se cegaría y que no se daría cuenta.
En realidad, no había sido exactamente así, pero Santana pretendía que lo creyera.
—No entiendo de qué hablas.
—No te hagas la despistada, ¡fue muy estúpido lo que hiciste! Me has demostrado muy poca inteligencia, de todos modos ni a mí ni a Britt nos interesa. La realidad es que te llamo para exigir que, de ahora en adelante, las negociaciones prosigan con tu papá, porque si no es así, rescindiremos el contrato con Renau Société. No quiero verte el lunes en la reunión o te juro que revocaré todas las negociaciones con ustedes.
—¡Santana, cálmate, no es para tanto! Mandé un mensaje por equivocación y no sabía cómo disculparme, me siento apenada por todo lo que ha pasado.
—No lo hiciste por equivocación, la hora delata tus intenciones. Te vuelvo a repetir que no te he llamado para discutir sobre eso. Lo que tengo con Britt es muy grande y puro como para malgastar mi tiempo polemizando sobre algo que, ni con el pensamiento, pudo haber ocurrido. No quiero verte el lunes ahí, ¿está claro? Así que ve pensando en una buena excusa para darle a Luc, porque ni Britt ni yo queremos negociar contigo.
Santana colgó.
El miércoles, a las 12.35 horas, la nave de Air France aterrizó en Nueva York.
Brittany la había llamado el domingo muy brevemente y no habían hablado más, sólo alguna que otra efímera cadena de mensajes que siempre iniciaba Santana.
Artie la recogió en el aeropuerto.
—Bienvenido, señorita, yo me encargo de su equipaje.
De ahí, fueron directamente a Mindland.
—¿Alguna novedad, Artie?
—Nada, señorita.
Santana se lo quedó mirando.
—¿Qué pasa, Artie? ¿Ya no te interesa trabajar conmigo?
—¿Cómo, señorita? No entiendo por qué dice eso.
Santana frunció la boca.
—Creo que se te olvidó contarme que el bróquer boca trucha se encontró con Britt en el aeropuerto, ¿o acaso no pensabas decírmelo?
—Disculpe, pensé que la señorita Britt se lo diría, no quise saltármela.
Santana lo miró fulminándolo.
—¡Te pago para que me mantengas al tanto de todo y eso incluye que me informes sobre quién se acerca a Britt!—le gritó—Por eso te dejé en Nueva York, para que te mantuvieras alerta. Sinceramente, me siento muy decepcionada.
—Lo siento, señorita San, es que fue un encuentro fortuito. La señorita Britt no lo había planeado, pero veo que ella misma se lo dijo, como supuse.
—¡Como has supuesto! ¡Y una mierda! Quiero saber todo con lujo de detalles, ¡todo, Artie! Desde que le dijo «hola» hasta que le dijo «adiós» y espero que hayas estado lo suficientemente cerca como para oír completamente todo lo que hablaron, porque, si no, ya puedes considerarte despedido.
El horno realmente no estaba para bollos.
Lo que Artie le contó la puso furiosa, pero su enfado no era con Brittany, sino con Sam Evans.
—¡Ese malnacido, parece que no entiende!
Finalmente, llegaron a Mindland. Santana entró en la empresa y saludó brevemente a todos los que se cruzaron en su camino y casi ignoró a Alison, que ya se había reincorporado al trabajo.
Sus pasos eran urgentes.
Necesitaba verla, necesitaba que, de una vez por todas, las cosas se arreglaran entre ellas, que entendiera que la amaba, que la necesitaba como nunca creyó que podría necesitar a otro ser humano.
Entró en la oficina de Brittany y encontró ahí a Finn, que estaba discutiendo con ella la legalidad de unos contratos.
En pocas zancadas, llegó hasta donde su amada estaba sentada, hermosa como siempre.
Su corazón se derretía cuando la tenía enfrente.
Sin importarle que estuviera su hermano, la puso de pie y se fundió en un abrazo desmedido con Brittany, su gesto fue tan colosal que empezó a tener efectos curativos. Ese simple contacto físico, de pronto, compensó y mejoró la angustia contenida durante tantos días.
Santana sintió un gran alivio emocional.
Brittany, en un primer momento, reaccionó con frialdad, pero luego, al captar las connotaciones que tenía ese abrazo, levantó sus brazos y también la envolvió.
Brittany también la necesitaba.
Santana cerró sus ojos y hundió sus dedos en la espalda de Brittany, la quería traspasar, y Brittany simplemente se echó a llorar en su hombro.
Finn se dio cuenta de que estaba de más y, sin que lo advirtieran, salió de la oficina y las dejó solas.
Entonces, Santana se apartó de Brittany y le cogió el rostro entre sus manos, la besó y le habló sobre los labios.
—No llores, Britt-Britt. Basta de lágrimas, por favor, no quiero que llores más. Te aseguro que te amo mucho más de lo que tus dudas te dejan ver.
La incertidumbre de Brittany se disipó al verla y supo, en ese mismo instante en que Santana la aprisionó contra su pecho, que utilizaría su sabiduría intuitiva y escucharía a su corazón, ese que le decía que necesitaba a esa mujer en su vida, con sus aciertos y sus errores, con todo y más.
Ese abrazo significó la sanación a tantas indecisiones, alguien que no la amara realmente no hubiera podido abrazarla como Santana lo había hecho, se sintió protegida, en confianza, con fortaleza y segura, por encima de todo.
Santana tocó el borde de su boca con la lengua, la palpó y examinó esos labios, dulces como la miel y ardientes como el fuego, que ansiaba poseer con locura.
Los sedujo con los suyos, los acarició una y otra vez con su lengua experta, proporcionándoles cariño y cuidado, hasta que se abrieron dándole paso a todos los rincones de su boca. Entonces su lengua ansiosa y voluptuosa se encontró con la suave y mansa de Brittany, que se entregaba para permitir que la complaciera. Trazó con ella una danza alocada de pasión y urgencia que parecía no tener fin.
En ese momento, se separó de sus labios por un instante y, sin aliento y de manera exacerbada, le habló:
—No puedo esperar para tenerte. No es la forma en que soñé volver a reanudar nuestra intimidad, pero no puedo aguardar más, Britt.
Se alejó un poco de ella y trabó la puerta. Luego se acercó de nuevo y volvió a asaltar su boca, probando el sabor de su aliento y las caricias de su respiración.
Le levantó el vestido hasta la cintura y se aferró a sus nalgas con posesión, marcando territorio mientras le hundía sus dedos abrasadores. La alzó sosteniéndola por el trasero y apretándola contra su cuerpo.
Brittany, entonces, le enredó las piernas en la cintura y afianzó los dedos en su cabello para darle más profundidad al beso.
Santana la apoyó contra la pared y se refregó en su entrepierna, no podía pensar, sólo anhelaba que Brittany sintiera cuánto la deseaba. Sin soltarle las nalgas, la sentó en el escritorio y se apartó unos minutos para admirarla.
Necesitaba que sus ojos oscuros se fundieran con su cuerpo, quería glorificarla, para sus pupilas, era una celebración poder encandilarse con Brittany.
Se acercó de nuevo y se perdió en el escote de Brittany, lamió el nacimiento de sus senos y, aunque intentó liberar uno de ellos, la hechura del vestido no se lo permitió, pero no iba a seguir perdiendo el tiempo. Bajó sus manos hasta sus caderas y se las acarició, la sedosidad de su piel era perfecta, Brittany estaba expuesta y casi sin respiración frente a ella.
Enganchó sus dedos en la tanga y la deslizó por sus piernas, se agachó y besó su bajo vientre. Se quedó embelesada durante un momento con su monte de Venus depilado, lo acarició y deslizó sus dedos entre los pliegues de su vagina. Brittany estaba muy húmeda, preparada para ella, se había hecho agua entre sus manos y, entonces, un cúmulo de ansiedad se apoderó de sus entrañas.
Santana se bajó los pantalones hasta la rodilla junto con la tanga, se acercó a Brittany y se acomodó de la mejor manera para que sus sexos se unieran, mientras cerraba los ojos. En ese mismo instante, dejó escapar un gemido contenido y tembló.
Brittany, en cambio, permanecía expectante a todas sus emociones: necesitaba verla gozar más que nunca, estudiar cada una de sus expresiones, ya que descubriría en ellas lo que Santana sentía de verdad.
Aquella morena estaba perdida, entregada.
Su rostro, extasiado, era más perfecto aún. Los músculos de su cara estaban en tensión. En ese preciso momento, abrió los ojos y clavó su profunda mirada oscura en la de Brittany.
—Esto es todo lo que necesito, esto es la gloria.
Tras permanecer unos segundos unidas, comenzó a moverse muy lentamente, una y otra vez, se balanceaba, acariciándola con su sexo, le apretaba las caderas sin dejar de mirarla. La boca de Santana estaba entreabierta y, con cada movimiento, dejaba escapar el aliento.
Brittany metió sus manos por dentro de la camiseta para enterrar las uñas en su espalda y ayudarla a ir más allá en sus embestidas, mientras abría sus piernas lo más que podía para que tuvieran un mejor roce.
—No me duele, San, acelerá un poco, por favor, necesito más.
—Britt, tengo miedo de hacerte daño.
—Es mi cuerpo, yo te diré hasta dónde, más fuerte, por favor, Sanny.
Susurraban para que nadie las oyera.
Entonces, Santana le cogió las piernas y se contoneó como Brittany le pedía, aunque sintió que así todo iría más rápido de lo que quería. Sin embargo, en una ráfaga de conciencia, pensó que estaban en la oficina y decidió que era lo mejor. Brittany le habló al oído.
—Juntas, Sanny, lleguemos juntas.
Santana enarcó una ceja y le sonrió oscuramente, la contempló mientras seguía bamboleándose y buscaba ese éxtasis al que sólo Brittany podía hacerla llegar.
Brittany esperaba ansiosa esas cosquillas en su vientre, sentía que estaban muy cerca y, aunque le hubiera encantado que el momento no terminara nunca, tuvo la lucidez de pensar que estaban en Mindland.
Su vagina empezó a contraerse y Santana lo notó de inmediato: ambas estaban muy receptivas a pesar de la urgencia.
—Te amo, Britt-Britt, te amo... Esto es sublime.
—Voy a correrme.
—Lo sé, yo también, terminemos juntas, mi vida.
Se menearon algunas veces más hasta que un abanico de sensaciones las invadió y expelieron todos sus fluidos.
Se quedaron respirando sin resuello, jadeando.
Santana la tenía aferrada de las caderas y mantenía su frente apoyada en ella. Brittany le había clavado sus manos en la nuca. Santana levantó los brazos, le acarició la espalda y la aprisionó un poco más contra ella, para brindarle calor.
Brittany se agarró con fuerza a su cintura y la rodeó con las piernas.
—Te amo, Sanny, necesito confiar en vos.
—Podés hacerlo, Britt-Britt. Te juro que, desde que me enamoré de vos cuando te conocí, me he convertido en la persona más transparente del mundo. Me has cambiado la vida, Britt.
Se limpiaron y compusieron sus ropas.
—¡Qué vergüenza, San! ¿En qué momento se fue Finn?
—No te aflijas.
—Pero ¿cómo salgo ahora de acá?
—De mi mano, Britt.
—Estamos locas.
Se carcajearon.
—Vayamos a saludar a mi hermano y a mi papá, y nos vamos a casa, ¿te parece?
—No, esperá, dejame recomponerme un poco, me siento avergonzada.
Se abanicó con la mano.
—Vamos, Britt, nadie notará lo que acaba de pasar acá.
Fueron al despacho de Finn y entraron sonrientes.
Santana soltó a Brittany y abrazó a su hermano, a quien no había visto desde la boda.
—¡Ah, veo que te acordaste de que tenías un hermano!
—Lo siento, no quería ser desconsiderada, pero fue una semana intensa en París y no veía la hora de encontrarme con Britt.
—Ya me di cuenta, ni siquiera se enteraron cuando me fui, me quedó bastante claro que estaban en su mundo.
Brittany se removió incómoda.
—Pero las comprendo; hoy, antes de venir para acá, comentábamos con Alison que tenemos suerte de trabajar en el mismo lugar, porque después de los días compartidos en la luna de miel, nos hubiera costado horrores separarnos.
Santana había vuelto a cobijar a Brittany entre sus brazos y le besaba el cabello, la sien y la nariz.
—¿Cómo fue esa luna de miel?
—¡Increíble! Un viaje soñado—Finn le acaricio la espalda a su hermana—Les recomiendo esa escapada para ustedes también. ¿Ya saben dónde van a ir de luna de miel?
—Aún no lo hemos decidido—contestó Brittany, mientras se daba la vuelta y miraba a Santana a los ojos.
—Pasaron tantas cosas que nuestros planes se detuvieron un poco, recién ahora estamos retomando nuestra normalidad—explicó Santana y Finn hizo una mueca para demostrarles que lo sentía.
—Pero no cambiaron la fecha, ¿verdad?
—¡No!—contestaron ambas al unísono.
Llamaron a la puerta y Alfonso se asomó, después de que Finn le indicara que entrara.
—Alison me dijo que estaban acá. Me enteré de que habías llegado, Tana, y fui a tu oficina.
Se estrecharon en un abrazo que los dos necesitaban desde hacía semanas. Alfonso le guiñó un ojo a Brittany, para indicarle que todo volvería a estar bien con su hija, luego se apartó, le palmeó el carrillo y le retiró el pelo de la cara.
—¿Todo bien por Francia?
—Todo perfecto, papá.
—Britt me contó alguna cosa.
—Cuando llegaste, estábamos revisando todo lo que nos habías enviado—acotó Finn.
—¿Por qué no van a casa?—les sugirió Alfonso a Santana y a Brittany—Andá a descansar del viaje, hija, y por la noche vienen a cenar al Belaire con nosotros. Ahora que estamos todos en el país de nuevo, tu mamá estará encantada de tenerlos ahí. Le pediré que avise a Jake y a Rach también. ¿Qué les parece?—buscó la mirada de Finn, que asintió.
—Me parece perfecto—contestó Santana—La verdad es que necesito descansar unas cuantas horas, uno nunca duerme del todo bien en un avión.
En realidad, en este último viaje no había pegado ni ojo, porque sólo deseaba llegar y ver a Brittany.
—Ustedes también vienen, ¿verdad?—insistió Alfonso mirando a su otro hijo.
—Sí, viejo, seguro—le prometió Finn.
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
si tienen forma de arreglarse no importa donde jajaja
se fueron dos y quedan??? aparte de idiota,...
quiero que san le pegeeeee,.. jajaja
nos vemos
si tienen forma de arreglarse no importa donde jajaja
se fueron dos y quedan??? aparte de idiota,...
quiero que san le pegeeeee,.. jajaja
nos vemos
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Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
gracias Dios ya me dolian las rodillas de tanto orar para que britt dejara la terquedad!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Me encanto
Otro porfa
Gracias
Saludos
Otro porfa
Gracias
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Gracias Rachel!!!
Creo que es la mediadora perfecta!!!
saludos
Creo que es la mediadora perfecta!!!
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
si tienen forma de arreglarse no importa donde jajaja
se fueron dos y quedan??? aparte de idiota,...
quiero que san le pegeeeee,.. jajaja
nos vemos
Hola lu, jajaajjaaj nop jaajajajajajajaaj xD ajajajajajajaj. Ninguno, que ya se olviden de las brittana y las dejen en paz! A todos los que se meten! jajajja. Saludos =D
micky morales escribió:gracias Dios ya me dolian las rodillas de tanto orar para que britt dejara la terquedad!!!!
Hola, jajajaajajajajajaajajajajaajjaaj xD jaajajajaja "ya me dolian las rodillas de tanto orar" ajajajajajajajajajaa xD ajajaj lo bueno esk las plegarias sirvieron! Saludos =D
Jane0_o escribió:Me encanto
Otro porfa
Gracias
Saludos
Hola, aaaa si con ellas todo va mejor! jaajaj aquí el siguiente! De nada, gracias a ti por leer y comentar! Saludos =D
monica.santander escribió:Gracias Rachel!!!
Creo que es la mediadora perfecta!!!
saludos
Hola, siiiiii! vamos rach! toda la razón jaajajajaaj, es una fan brittana jajaajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 13
Capitulo 13
Santana caminó orgullosa llevándola de la mano hasta que salieron de Mindland.
Artie las llevó hasta el departamento de la calle Greene. Entraron y Brittany dejó su bolso sobre el sofá, se acercó a la nevera y cogió una botella de agua, que bebió sedienta.
Santana cerró la puerta de entrada y se encontró con Brittany en la intimidad del hogar.
Ahí estaban, sólo ellas dos, para vivir la vida.
Santana se quedó mirándola de pie, al lado de una de las columnas, con las manos en la espalda y una sonrisa de incredulidad en el rostro.
—¿Qué?—Brittany dejó de beber para formular la pregunta.
Santana negó con la cabeza, le guiñó un ojo y le ofreció una sonrisa franca. Brittany estiró su mano para ofrecerle agua, pero Santana dio la vuelta a la isla de la cocina y, cuando la tuvo cerca, la abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo.
—¿No querés agua?—preguntó Brittany.
—Quiero beberte entera a vos, Britt, hacés conmigo lo que querés, rubia—le susurró con una voz muy sensual y a muy corta distancia.
—Vos y yo aún tenemos que hablar—le advirtió Brittany.
—Lo sé.
—Bueno, hagámoslo.
—Chis, ahora no quiero hablar.
—¿Y cuándo hablaremos?
Santana la besó para hacerla callar, succionó sus labios.
—San, nuestras reconciliaciones siempre son al revés, primero tenemos sexo y después hablamos, quiero que charlemos. En la oficina, ya te saliste con la tuya nuevamente.
—No me pareció que estuvieras en desacuerdo—ladeó la cabeza, se quedó observándola y luego continuó—En la oficina tuvimos sexo, ahora quiero hacerte el amor.
—No me vas a engatusar, hablemos, López.
—No rompas este momento, Britt, no destroces la magia que nos rodea cuando estamos juntas.
—¿Por qué siempre doblegás mis intenciones y terminás haciendo lo que querés conmigo?
Santana le mordió el labio, se rió y se empapó del olor de su cuello.
—¿Eso hago con vos?—tiró su cabeza hacia atrás mientras sonreía—No creo que sea así, vos podés ser muy testaruda y también me hacés rogar mucho.
—Hablemos, San.
—Tes-ta-ru-da como estás siendo ahora.
—Actuemos como personas normales y racionales.
La insistencia de Brittany hizo que de los ojos de Santana empezaran a salir chispazos.
—¿Por qué tenemos que revivir toda esa mierda ahora? ¡Recién nos encontramos! Quisiera borrar de mi memoria los días que acabo de pasar en Francia. ¡Sólo quiero disfrutarte!
Se quedaron mirando, pero Santana intentó distender su rostro y volvió a hablarle de manera sugerente.
—¡Vamos a la cama, Britt! ¿Cuánto tiempo hace que esperamos para estar juntas? Terminemos con las intromisiones, no permitamos que terceras persona sigan interponiéndose de una forma u otra en nuestra relación.
Brittany levantó los brazos y le rodeó el cuello, la estudió a conciencia y reflexionó sobre sus palabras. Entonces, haciendo caso a sus miradas ardientes, acortaron la distancia que los separaba —estaban tan cerca que su respiración era una caricia— y empezaron a tocarse.
La presión que Santana ejercía sobre ella la transportaba y la obligaba a beber de esa pasión incontrolable que Santana le ofrecía.
Provocaron sus bocas, respiraron sus alientos y se embrujaron, una vez más, para acabar perdiéndose en un beso descarriado, vicioso. Se abandonaron al momento, tormentosamente agitadas, trémulas.
Sin darse cuenta, Brittany relajó tanto la mano con que sostenía la botella, que el agua se derramó sobre Santana y le provocó un sobresalto que terminó en una carcajada de ambas. Se apartaron un poco y entonces Santana se quitó la camiseta junto con el sujetador hacia adelante, por encima de su cabeza. Hizo un bulto con ellos en su mano y, con la otra, cogió la de Brittany y la guio hasta el dormitorio.
Apartó la colcha y las sábanas y le regaló un guiño seductor. Despedía sensualidad y sexualidad por todos sus poros, para Brittany era irresistible.
En el iPod, conectado al equipo de música, Santana buscó una canción, giró su cuerpo para mirarla y la pilló admirando el borde de sus pechos desnudos.
Los acordes de la guitarra de Amaury Gutiérrez invadieron la habitación. El corazón de Brittany se paralizó con la letra. Su chica caminó seductoramente hasta donde ella estaba plantada, sonriendo a cada paso, mientras se desabrochaba el vaquero y le dejaba ver el elástico de su tanga y parte de sus caderas.
Se aproximó y le cantó al oído:
¿Quién me puede prohibir que yo mencione tu nombre?
¿Quién me puede prohibir que te sueñe por las noches?
¿Quién nos puede dividir si este amor es diferente?
¿Quién me puede prohibir?
¿Quién va a robarme esos momentos de felicidad infinita?
¿Quién va a prohibirme que te quiera, que tú seas siempre mía?
Santana empezó a acariciarle la espalda con zigzagueos ansiosos, hasta que encontró la cremallera de su vestido y la bajó con habilidad, sin parar de cantarle al oído.
Estremecida, las manos de Brittany le rodearon la cintura. En ella, comenzaron a despertarse multitud de sensaciones inimaginables, con sólo rozarla, Santana la embriagaba de placer. Con cada frase que emergía de su boca, Brittany se conmovía y temblaba entre sus brazos. Se dio cuenta de lo mucho que la había echado de menos y comprendió que sólo su proximidad la hacía feliz, íntegra y mujer.
Y aunque haya un muro entre nosotros para mí no estás prohibida.
¿Quién va a prohibirme que te entregue lo mejor que hay en mi
Vida?
Cuando no quede en este mundo una persona que te quiera,
aquí estaré para decirte que te espero hasta que muera
y te repito una y mil veces para mí no estás prohibida.
¿Quién va a prohibirme que te entregue lo mejor que hay en mi
vida?
Le quitó el vestido y la ayudó a salir de él. Siguiendo la cadencia de la canción, la desnudó por completo. Brittany le dejaba hacer, entregada a sus competentes manos y ansiosa por sentir sus caricias.
Con el dedo corazón, Santana trazó una línea que comenzó en el cuello y terminó en su pubis. Volvió a ascender y le acarició la cicatriz, se inclinó y depositó un beso sobre ella, luego la cogió en brazos y la colocó sobre la cama. Se arrodilló para quitarle los zapatos y le acarició los pies, pero se incorporó sin demora y terminó de desvestirse.
Brittany la esperaba con urgencia, las señales de excitación se habían disparado en su piel. La siguió con la mirada, recorrió su cuerpo de arriba abajo y, de pronto, se sintió más viva que nunca.
Santana se tendió sobre ella con cuidado y se apoderó de su cuello, le pasó la lengua y aspiró con fuerza para llenar sus fosas nasales y embriagarse con el olor de su piel, que era una pócima afrodisíaca para ella.
Yacía fascinada.
Se apartó para mirarla a los ojos, le retiró el pelo de la cara y recapacitó mientras la contemplaba en silencio:
«No puedo creer lo que hiciste conmigo, Britt-Britt. ¿Es esto estar enamorada? No me dejás pensar, te apoderás de todo mi ser, me inutilizás, Britt, ni te imaginás el poder que tenés sobre mí.»
Aunque le hubiera gustado gritarlo a viva voz, se lo guardó para ella, como un secreto indescifrable, y optó por besarle los ojos y la boca. Sin abandonar sus labios, bajó una de sus manos y le acarició el muslo en toda su extensión, entonces, Brittany levantó su pierna y le rodeó la cintura. Santana buscó su pubis y hundió los dedos en su vulva, provocando que ella se ondulara entre sus manos.
«¡Cómo me gusta tenerte así!», pensó mientras intensificaba sus caricias.
Brittany se abrió más todavía y empezó a gemir sobre sus labios, la contempló mientras Santana la besaba y se encontró con su mirada, pendiente de todas sus sensaciones.
Santana bajó por su cuello y le pasó la lengua entre los senos, atrapados por sus manos. Levantó la cabeza y la miró: la boca de Brittany estaba entreabierta y resoplaba anhelante. Santana tomó un pezón entre los dientes y se lo mordió, luego lo lamió, giró su lengua sobre él y lo introdujo en su boca.
—Sanny...
Brittany dejó escapar su nombre mientras se arqueaba y Santana siguió descendiendo, le acarició el vientre con la lengua y ella se sacudió. Llegó a su monte de Venus y se perdió en su olor a sexo.
Era exquisita y era suya.
La probó con su lengua, estaba tan mojada... Su clítoris estaba exageradamente abultado: la estaba esperando. Lo lamió una y otra vez, acariciándolo.
Brittany gemía, suplicaba y se encorvaba en su boca. Introdujo uno de sus dedos en su eje del placer, lo perdió en Brittany y lo giró.
—¿Me extrañaste, mi amor?
—Mucho.
—¿Te gusta así?
Brittany abrió los ojos y se incorporó para mirarla maliciosamente.
—Me encanta.
Se quedó observando cómo Santana enterraba los dedos en su vagina y luego le habló.
—¿Y vos, me extrañaste?
Santana levantó la cabeza sin dejar de mover sus dedos.
—¡Te eché tanto de menos!—le contestó con una voz turbia.
Entonces Brittany se arrastró hacia atrás y se sentó en la cama, se arrodilló con rapidez y quedaron ambas una frente a la otra. Acercó su rostro al de Santana y se abrazaron para besarse.
Brittany le pidió que se recostara y Santana, complaciente, se tendió de espaldas en el colchón. Brittany trepo sobre Santana para alcanzar su cuello y se lo lamió.
Santana tragó con dificultad, Brittany era la sensualidad, el erotismo, la pasión: era su amor.
La tenía cogida por la cintura, Brittany se movió con prontitud y buscó sus manos, entrelazando sus dedos para llevárselas hacia atrás, mientras seguía besándola. Santana dejó escapar un gemido, estaba muy excitada.
Sin soltar sus manos, y nublada por la pasión, se giró, la dejó abajo y la miró con tiranía, la tenía a su merced bajo su cuerpo. La aprisionó con gusto y se restregó contra la sinuosidad de sus pechos.
Avasalladora, se colocó sobre Brittany y unió sus sexos. Brittany apretó los ojos y dejó escapar un sonido salvaje de su boca mientras se mordía los labios. Santana la observaba, perdida en su abismo.
—Look at me, Britt-Britt—le pidió suplicante para que Brittany abriera los ojos.
Comenzó a moverse sin dejar de admirarla. Con su repetitivo vaivén, le acariciaba su cavidad, acometiéndola una y otra vez. Bajó la cabeza y le acercó los labios al oído, sin dejar de contonearse volvió a cantarle:
¿Quién va a robarme esos momentos de felicidad infinita?
¿Quién va a prohibirme que te quiera, que tú seas siempre mía?
La besó, sin parar sus movimientos, se atiborraban con sus movimientos, se llenaban y se amaban.
—Te amo, mi amor—le dijo Brittany cuando Santana se apartó, por un instante, de su boca.
—Britt, yo también, más que a mi vida.
Se corrieron juntas.
Brittany gritó ahogadamente su nombre y Santana gimió mientras su humedad se mezclaba.
Hubiera querido dejarse caer sobre Brittany, pero aún seguía tratándola como si fuera de cristal. Se colocó de costado y la arrastró contra ella.
La canción continuaba sonando.
—Me encanta este tema, no lo conocía.
—Te lo dedico íntegro. Creo que resume todo lo que nos ha estado pasando—le dijo y le besó la nariz—¿Aún querés que hablemos?
Brittany se perdió en la inmensidad de su mirada oscura.
—No—le acarició las cejas y bajó hasta el arco de Cupido de sus labios—Este momento fue demasiado hermoso como para que permitamos que otras personas se entrometan en nuestras vidas.
Santana sonrió con satisfacción.
—Nunca dudes de lo que siento por vos, Britt. Mi amor es tan grande que no me alcanzan las palabras para explicarlo.
—Vos tampoco dudes de mí, San, sos todo y más en mi vida. Te amo más allá de la razón. Dejame que te diga esto y no tocaré más el tema: cuando recibí ese mensaje y la foto se me desgarró el corazón, no me entraba en la cabeza que me hicieras una cosa así.
—Ni por un instante, se me cruzó por la mente engañarte. Pero dijimos que no arruinaríamos este momento maravilloso. Me ha encantado volver a hacerte el amor, echaba mucho de menos tu cuerpo.
—A mí también me gustó mucho, fue asombroso volver a sentirme tuya.
—Sos mía en cuerpo y en alma.
—Sí, mi vida, soy toda tuya y vos sos mía, sólo mía.
—Sólo tuya, todo tuya—Santana se movió y apagó la música con el mando a distancia—Me muero de hambre—le dijo, rompiendo la magia del instante y en ese preciso instante sus tripas hicieron un sonido—¿Ves? No te miento.
Se rieron.
—¿Qué querés comer?
—Cualquier cosa, preparemos unos sándwiches. ¿Habrá algo en la nevera?
—De todo. Ayer le pasé una lista de la compra a la señora Sugar por teléfono y hoy surtió el refrigerador y la despensa.
—¡Ah, eso significa que me esperabas!—le hizo cosquillas.
—¡No, Sanny, no, por favor!—le suplicaba entre carcajadas, pero Santana no paraba—¡Sí, sí, te esperaba! Puse en orden toda la casa para tu regreso.
Santanadetuvo las cosquillas.
—Pero ¡me hiciste sufrir todos estos días sin hablarme!
—Para que aprendieras que no debés dejar entrar zorras a tu habitación y menos permitirles que se desnuden. Estoy segura de que la miraste... Mejor no me hagas acordar.
Santana la colocó de espaldas y se sentó a horcajadas sobre ella.
—No la vi ni un poquito—le dijo en tono guasón—, Ni siquiera sé si sus tetas son grandes o pequeñas.
—¡Encima te hacés el chistosa!
Brittany le atizó un golpe con el puño cerrado en el abdomen que la pilló desprevenida.
—¡Eso dolió!—se quejó Santana con unos ojos abiertos como platos.
—¡Jodete, López! Te lo merecías.
—Te amo, Britt-Britt, te amo.
Artie las llevó hasta el departamento de la calle Greene. Entraron y Brittany dejó su bolso sobre el sofá, se acercó a la nevera y cogió una botella de agua, que bebió sedienta.
Santana cerró la puerta de entrada y se encontró con Brittany en la intimidad del hogar.
Ahí estaban, sólo ellas dos, para vivir la vida.
Santana se quedó mirándola de pie, al lado de una de las columnas, con las manos en la espalda y una sonrisa de incredulidad en el rostro.
—¿Qué?—Brittany dejó de beber para formular la pregunta.
Santana negó con la cabeza, le guiñó un ojo y le ofreció una sonrisa franca. Brittany estiró su mano para ofrecerle agua, pero Santana dio la vuelta a la isla de la cocina y, cuando la tuvo cerca, la abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo.
—¿No querés agua?—preguntó Brittany.
—Quiero beberte entera a vos, Britt, hacés conmigo lo que querés, rubia—le susurró con una voz muy sensual y a muy corta distancia.
—Vos y yo aún tenemos que hablar—le advirtió Brittany.
—Lo sé.
—Bueno, hagámoslo.
—Chis, ahora no quiero hablar.
—¿Y cuándo hablaremos?
Santana la besó para hacerla callar, succionó sus labios.
—San, nuestras reconciliaciones siempre son al revés, primero tenemos sexo y después hablamos, quiero que charlemos. En la oficina, ya te saliste con la tuya nuevamente.
—No me pareció que estuvieras en desacuerdo—ladeó la cabeza, se quedó observándola y luego continuó—En la oficina tuvimos sexo, ahora quiero hacerte el amor.
—No me vas a engatusar, hablemos, López.
—No rompas este momento, Britt, no destroces la magia que nos rodea cuando estamos juntas.
—¿Por qué siempre doblegás mis intenciones y terminás haciendo lo que querés conmigo?
Santana le mordió el labio, se rió y se empapó del olor de su cuello.
—¿Eso hago con vos?—tiró su cabeza hacia atrás mientras sonreía—No creo que sea así, vos podés ser muy testaruda y también me hacés rogar mucho.
—Hablemos, San.
—Tes-ta-ru-da como estás siendo ahora.
—Actuemos como personas normales y racionales.
La insistencia de Brittany hizo que de los ojos de Santana empezaran a salir chispazos.
—¿Por qué tenemos que revivir toda esa mierda ahora? ¡Recién nos encontramos! Quisiera borrar de mi memoria los días que acabo de pasar en Francia. ¡Sólo quiero disfrutarte!
Se quedaron mirando, pero Santana intentó distender su rostro y volvió a hablarle de manera sugerente.
—¡Vamos a la cama, Britt! ¿Cuánto tiempo hace que esperamos para estar juntas? Terminemos con las intromisiones, no permitamos que terceras persona sigan interponiéndose de una forma u otra en nuestra relación.
Brittany levantó los brazos y le rodeó el cuello, la estudió a conciencia y reflexionó sobre sus palabras. Entonces, haciendo caso a sus miradas ardientes, acortaron la distancia que los separaba —estaban tan cerca que su respiración era una caricia— y empezaron a tocarse.
La presión que Santana ejercía sobre ella la transportaba y la obligaba a beber de esa pasión incontrolable que Santana le ofrecía.
Provocaron sus bocas, respiraron sus alientos y se embrujaron, una vez más, para acabar perdiéndose en un beso descarriado, vicioso. Se abandonaron al momento, tormentosamente agitadas, trémulas.
Sin darse cuenta, Brittany relajó tanto la mano con que sostenía la botella, que el agua se derramó sobre Santana y le provocó un sobresalto que terminó en una carcajada de ambas. Se apartaron un poco y entonces Santana se quitó la camiseta junto con el sujetador hacia adelante, por encima de su cabeza. Hizo un bulto con ellos en su mano y, con la otra, cogió la de Brittany y la guio hasta el dormitorio.
Apartó la colcha y las sábanas y le regaló un guiño seductor. Despedía sensualidad y sexualidad por todos sus poros, para Brittany era irresistible.
En el iPod, conectado al equipo de música, Santana buscó una canción, giró su cuerpo para mirarla y la pilló admirando el borde de sus pechos desnudos.
Los acordes de la guitarra de Amaury Gutiérrez invadieron la habitación. El corazón de Brittany se paralizó con la letra. Su chica caminó seductoramente hasta donde ella estaba plantada, sonriendo a cada paso, mientras se desabrochaba el vaquero y le dejaba ver el elástico de su tanga y parte de sus caderas.
Se aproximó y le cantó al oído:
¿Quién me puede prohibir que yo mencione tu nombre?
¿Quién me puede prohibir que te sueñe por las noches?
¿Quién nos puede dividir si este amor es diferente?
¿Quién me puede prohibir?
¿Quién va a robarme esos momentos de felicidad infinita?
¿Quién va a prohibirme que te quiera, que tú seas siempre mía?
Santana empezó a acariciarle la espalda con zigzagueos ansiosos, hasta que encontró la cremallera de su vestido y la bajó con habilidad, sin parar de cantarle al oído.
Estremecida, las manos de Brittany le rodearon la cintura. En ella, comenzaron a despertarse multitud de sensaciones inimaginables, con sólo rozarla, Santana la embriagaba de placer. Con cada frase que emergía de su boca, Brittany se conmovía y temblaba entre sus brazos. Se dio cuenta de lo mucho que la había echado de menos y comprendió que sólo su proximidad la hacía feliz, íntegra y mujer.
Y aunque haya un muro entre nosotros para mí no estás prohibida.
¿Quién va a prohibirme que te entregue lo mejor que hay en mi
Vida?
Cuando no quede en este mundo una persona que te quiera,
aquí estaré para decirte que te espero hasta que muera
y te repito una y mil veces para mí no estás prohibida.
¿Quién va a prohibirme que te entregue lo mejor que hay en mi
vida?
Le quitó el vestido y la ayudó a salir de él. Siguiendo la cadencia de la canción, la desnudó por completo. Brittany le dejaba hacer, entregada a sus competentes manos y ansiosa por sentir sus caricias.
Con el dedo corazón, Santana trazó una línea que comenzó en el cuello y terminó en su pubis. Volvió a ascender y le acarició la cicatriz, se inclinó y depositó un beso sobre ella, luego la cogió en brazos y la colocó sobre la cama. Se arrodilló para quitarle los zapatos y le acarició los pies, pero se incorporó sin demora y terminó de desvestirse.
Brittany la esperaba con urgencia, las señales de excitación se habían disparado en su piel. La siguió con la mirada, recorrió su cuerpo de arriba abajo y, de pronto, se sintió más viva que nunca.
Santana se tendió sobre ella con cuidado y se apoderó de su cuello, le pasó la lengua y aspiró con fuerza para llenar sus fosas nasales y embriagarse con el olor de su piel, que era una pócima afrodisíaca para ella.
Yacía fascinada.
Se apartó para mirarla a los ojos, le retiró el pelo de la cara y recapacitó mientras la contemplaba en silencio:
«No puedo creer lo que hiciste conmigo, Britt-Britt. ¿Es esto estar enamorada? No me dejás pensar, te apoderás de todo mi ser, me inutilizás, Britt, ni te imaginás el poder que tenés sobre mí.»
Aunque le hubiera gustado gritarlo a viva voz, se lo guardó para ella, como un secreto indescifrable, y optó por besarle los ojos y la boca. Sin abandonar sus labios, bajó una de sus manos y le acarició el muslo en toda su extensión, entonces, Brittany levantó su pierna y le rodeó la cintura. Santana buscó su pubis y hundió los dedos en su vulva, provocando que ella se ondulara entre sus manos.
«¡Cómo me gusta tenerte así!», pensó mientras intensificaba sus caricias.
Brittany se abrió más todavía y empezó a gemir sobre sus labios, la contempló mientras Santana la besaba y se encontró con su mirada, pendiente de todas sus sensaciones.
Santana bajó por su cuello y le pasó la lengua entre los senos, atrapados por sus manos. Levantó la cabeza y la miró: la boca de Brittany estaba entreabierta y resoplaba anhelante. Santana tomó un pezón entre los dientes y se lo mordió, luego lo lamió, giró su lengua sobre él y lo introdujo en su boca.
—Sanny...
Brittany dejó escapar su nombre mientras se arqueaba y Santana siguió descendiendo, le acarició el vientre con la lengua y ella se sacudió. Llegó a su monte de Venus y se perdió en su olor a sexo.
Era exquisita y era suya.
La probó con su lengua, estaba tan mojada... Su clítoris estaba exageradamente abultado: la estaba esperando. Lo lamió una y otra vez, acariciándolo.
Brittany gemía, suplicaba y se encorvaba en su boca. Introdujo uno de sus dedos en su eje del placer, lo perdió en Brittany y lo giró.
—¿Me extrañaste, mi amor?
—Mucho.
—¿Te gusta así?
Brittany abrió los ojos y se incorporó para mirarla maliciosamente.
—Me encanta.
Se quedó observando cómo Santana enterraba los dedos en su vagina y luego le habló.
—¿Y vos, me extrañaste?
Santana levantó la cabeza sin dejar de mover sus dedos.
—¡Te eché tanto de menos!—le contestó con una voz turbia.
Entonces Brittany se arrastró hacia atrás y se sentó en la cama, se arrodilló con rapidez y quedaron ambas una frente a la otra. Acercó su rostro al de Santana y se abrazaron para besarse.
Brittany le pidió que se recostara y Santana, complaciente, se tendió de espaldas en el colchón. Brittany trepo sobre Santana para alcanzar su cuello y se lo lamió.
Santana tragó con dificultad, Brittany era la sensualidad, el erotismo, la pasión: era su amor.
La tenía cogida por la cintura, Brittany se movió con prontitud y buscó sus manos, entrelazando sus dedos para llevárselas hacia atrás, mientras seguía besándola. Santana dejó escapar un gemido, estaba muy excitada.
Sin soltar sus manos, y nublada por la pasión, se giró, la dejó abajo y la miró con tiranía, la tenía a su merced bajo su cuerpo. La aprisionó con gusto y se restregó contra la sinuosidad de sus pechos.
Avasalladora, se colocó sobre Brittany y unió sus sexos. Brittany apretó los ojos y dejó escapar un sonido salvaje de su boca mientras se mordía los labios. Santana la observaba, perdida en su abismo.
—Look at me, Britt-Britt—le pidió suplicante para que Brittany abriera los ojos.
Comenzó a moverse sin dejar de admirarla. Con su repetitivo vaivén, le acariciaba su cavidad, acometiéndola una y otra vez. Bajó la cabeza y le acercó los labios al oído, sin dejar de contonearse volvió a cantarle:
¿Quién va a robarme esos momentos de felicidad infinita?
¿Quién va a prohibirme que te quiera, que tú seas siempre mía?
La besó, sin parar sus movimientos, se atiborraban con sus movimientos, se llenaban y se amaban.
—Te amo, mi amor—le dijo Brittany cuando Santana se apartó, por un instante, de su boca.
—Britt, yo también, más que a mi vida.
Se corrieron juntas.
Brittany gritó ahogadamente su nombre y Santana gimió mientras su humedad se mezclaba.
Hubiera querido dejarse caer sobre Brittany, pero aún seguía tratándola como si fuera de cristal. Se colocó de costado y la arrastró contra ella.
La canción continuaba sonando.
—Me encanta este tema, no lo conocía.
—Te lo dedico íntegro. Creo que resume todo lo que nos ha estado pasando—le dijo y le besó la nariz—¿Aún querés que hablemos?
Brittany se perdió en la inmensidad de su mirada oscura.
—No—le acarició las cejas y bajó hasta el arco de Cupido de sus labios—Este momento fue demasiado hermoso como para que permitamos que otras personas se entrometan en nuestras vidas.
Santana sonrió con satisfacción.
—Nunca dudes de lo que siento por vos, Britt. Mi amor es tan grande que no me alcanzan las palabras para explicarlo.
—Vos tampoco dudes de mí, San, sos todo y más en mi vida. Te amo más allá de la razón. Dejame que te diga esto y no tocaré más el tema: cuando recibí ese mensaje y la foto se me desgarró el corazón, no me entraba en la cabeza que me hicieras una cosa así.
—Ni por un instante, se me cruzó por la mente engañarte. Pero dijimos que no arruinaríamos este momento maravilloso. Me ha encantado volver a hacerte el amor, echaba mucho de menos tu cuerpo.
—A mí también me gustó mucho, fue asombroso volver a sentirme tuya.
—Sos mía en cuerpo y en alma.
—Sí, mi vida, soy toda tuya y vos sos mía, sólo mía.
—Sólo tuya, todo tuya—Santana se movió y apagó la música con el mando a distancia—Me muero de hambre—le dijo, rompiendo la magia del instante y en ese preciso instante sus tripas hicieron un sonido—¿Ves? No te miento.
Se rieron.
—¿Qué querés comer?
—Cualquier cosa, preparemos unos sándwiches. ¿Habrá algo en la nevera?
—De todo. Ayer le pasé una lista de la compra a la señora Sugar por teléfono y hoy surtió el refrigerador y la despensa.
—¡Ah, eso significa que me esperabas!—le hizo cosquillas.
—¡No, Sanny, no, por favor!—le suplicaba entre carcajadas, pero Santana no paraba—¡Sí, sí, te esperaba! Puse en orden toda la casa para tu regreso.
Santanadetuvo las cosquillas.
—Pero ¡me hiciste sufrir todos estos días sin hablarme!
—Para que aprendieras que no debés dejar entrar zorras a tu habitación y menos permitirles que se desnuden. Estoy segura de que la miraste... Mejor no me hagas acordar.
Santana la colocó de espaldas y se sentó a horcajadas sobre ella.
—No la vi ni un poquito—le dijo en tono guasón—, Ni siquiera sé si sus tetas son grandes o pequeñas.
—¡Encima te hacés el chistosa!
Brittany le atizó un golpe con el puño cerrado en el abdomen que la pilló desprevenida.
—¡Eso dolió!—se quejó Santana con unos ojos abiertos como platos.
—¡Jodete, López! Te lo merecías.
—Te amo, Britt-Britt, te amo.
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