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[Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
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FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Los médicos y la policía habían llegado al baño guiados por el personal del hotel, a quien ya se había dado el aviso. Para intentar reorganizar la escena los hicieron salir a todos, salvo a Santana, que no quería apartarse de Brittany.
Dos detectives interrogaron a la familia, cuyos integrantes, con grandes esfuerzos, se empeñaban en relatar los pocos hechos que podían referir de lo que ahí había ocurrido.
—Voy a necesitar ver las cámaras—dijo el detective St. James al personal del hotel mientras señalaba los dispositivos instalados en la entrada del baño.
—Por supuesto, el jefe de seguridad lo acompañará.
—¿Me permiten ir con ustedes? Quizá pueda reconocer a alguien.
—Disculpe... ¿Qué parentesco lo une a la víctima?
—Es la prometida de mi hija.
—Venga conmigo, por favor—le indicó el detective y Alfonso lo siguió.
Trasladar a Brittany al hospital era realmente urgente, porque había perdido demasiada sangre y sus constantes vitales no eran alentadoras. Dentro del baño, el servicio de urgencias se esforzaba denodadamente en detener la hemorragia, pero parecía una tarea imposible, así que en cuanto le colocaron las vías, subieron a Brittany a la camilla y partieron a toda velocidad.
Santana los acompañaba sin soltar la mano de su chica. Brittany no había vuelto a recobrar la conciencia y la urgencia de los médicos ponía de manifiesto que su estado era realmente grave.
—¿A qué hospital la llevan?—se interesó Jake.
—Al Lenox Hill.
—Tranquil, Tana, nosotros te seguimos.
Pero Santana parecía no oír nada, sólo estaba centrada en Brittany. Subieron la camilla a la ambulancia y Santana se acomodó donde le indicaron.
Los médicos, entretanto, advirtieron por radio al hospital que ya estaban en camino e informaron de las condiciones de la paciente, para que supieran a qué atenerse cuando llegaran.
Dentro de la ambulancia, el personal médico hizo muchos esfuerzos por estabilizarla. Necesitaban asegurar una respiración y un flujo sanguíneo adecuados, para poder identificar las lesiones implicadas, pero Brittany no reaccionaba a nada.
En pocos minutos, entró en choque hipovolémico, es decir, su corazón se volvió incapaz de bombear suficiente sangre al resto del cuerpo, lo que significaba que la emergencia era aún mayor. Su presión arterial había caído considerablemente y decidieron inyectarle medicación para mejorar su ritmo cardíaco.
Santana se cogía la cabeza sin creerse del todo lo que estaba ocurriendo, sólo quería despertarse y ver que todo había sido una pesadilla. La sirena de la ambulancia abriéndose paso en la madrugada de Manhattan retumbaba en su cabeza.
Brittany estaba muy mal, se daba cuenta, no hacía falta que preguntase nada para saberlo, ella parecía irse por momentos de entre las manos de los médicos.
—Britt-Britt, mi amor, estoy acá, por favor, reaccioná—le suplicaba, mientras se mesaba el cabello con desesperación.
—¡Ha entrado en parada cardiorrespiratoria!—vociferó uno de los médicos y, acto seguido, comenzó con la reanimación y el masaje cardíaco.
Santana se sentía sofocada, creía que ella también iba a dejar de respirar junto con Brittany.
Llegaron al Lenox Hill, donde el equipo de urgencias los estaba esperando. La ingresaron con gran celeridad. La puerta de la sala se cerró delante de Santana y tuvo que quedarse fuera, ahogada en su angustia, anegada de miedos y oprimido por la congoja.
Su mente repasaba lo que había pasado aquel día. Las imágenes iban y venían sin orden en su cabeza, como destellos que aparecían y desaparecían. La veía sonriendo mientras bailaba aferrada a su mano, desfilando para ella en la habitación del Four Seasons, extasiada entre sus brazos dentro del jacuzzi, sosteniendo el ramo que había atrapado y enseñándoselo feliz y, por último, tirada en el baño sobre su propia sangre con la mirada perdida.
Estaba enloqueciendo.
Su familia no tardó en llegar para acompañarla: Quinn se había encargado de llevar a todas las mujeres, mientras Alfonso y Jake se habían quedado con los detectives para hacerse cargo de la situación.
—¡Hija querida!
—Mamá—exclamó Santana con un hilillo de voz al verla.
Se abrazó a su mamá con desesperanza, mientras Rachel le acariciaba la espalda para infundirle consuelo.
—¿Qué sabés?
—Estaba muy mal. Cuando llegamos había sufrido una parada cardiorrespiratoria, no sé nada más... Ya hace rato que espero, pero nadie sale para informarme y estoy desesperado—se aferró a su mamá y hundió la cara en su cuello.
—Tranquila, hija, todo saldrá bien. Tengamos fe.
—No puedo tranquilizarme, mamá, no puedo imaginar que Britt me falte. ¿Qué voy a hacer, mamá?
—Tranquilizate, hermanita. Escuchame, si no salieron todavía, eso indica que pudieron reanimarla—intervino Rachel.
—Claro, hija, tu hermana tiene razón. Si hubiera empeorado, ya habrían venido a informarte.
Hacía cuarenta y cinco minutos que habían llegado y nadie había salido todavía a decirles nada.
Parecía que se habían olvidado de ellas.
Santana caminaba de un lado a otro, se sentaba y se agarraba la cabeza, se secaba las lágrimas que asomaban de sus ojos cuando temía lo peor y volvía a levantarse.
De pronto, la puerta de la sala de urgencias se abrió y un médico se asomó. Santana se abalanzó sobre él buscando información y las demás también se pusieron en pie súbitamente y se acercaron para recibir las noticias.
—Hemos conseguido estabilizarla, ha salido de la parada cardiorrespiratoria y ya está en quirófano. Pueden subir a la décima planta, donde les informarán más tarde.
—Pero... ¿es muy grave?—preguntó Santana, que necesitaba saber.
La incertidumbre la estaba matando.
—Es muy grave, no quiero mentirles. Es una lesión muy delicada y su vida corre peligro, ya que la bala ha tocado el hígado y es necesario extraerla cuanto antes. El cirujano intentará hacer todo lo posible para reparar el daño y detener la hemorragia. Por suerte, estaban muy cerca y el traslado fue muy rápido: eso juega a su favor, pero, aun así, la operación es muy complicada. Lo lamento, quizá no sean las noticias que esperaban oír, pero, aunque resulte cruel, es bueno que sean conscientes de la gravedad de la herida. Por ahora, no puedo decirles más que esto, suban al quirófano y, cuando la intervención termine, el doctor Ryder saldrá a informarles.
—Vamos, hija, hagamos lo que el doctor nos indica.
Santana seguía sin creer lo que estaba sucediendo. Su mente se había oscurecido, no podía pensar, no razonaba, el dolor y el miedo que sentía eran tan grandes que notaba un hueco inmenso en su pecho, le faltaba el aire y deseaba que la puerta del quirófano se abriera y alguien apareciera diciéndole que Brittany ya estaba bien.
Sólo ansiaba que ocurriera eso con todas sus fuerzas.
Pero el tiempo resulta siempre ser un tirano. Había transcurrido otra hora y nadie le explicaba nada.
De repente, se abrió la puerta del ascensor y salieron de él Alfonso y Jake, que caminaron hasta donde estaba sentada toda la familia.
—¿Qué noticias hay?—preguntó éste.
—Están operándola, aún no sabemos nada, sólo que la bala ha tocado el hígado—le informaron.
Jake y Rachel tenían conocimientos médicos y no pudieron evitar cruzar sus miradas, en silencio.
—¿Estuvieron hasta ahora con la policía?—preguntó Maribel.
—Esto es una pesadilla—dijo Alfonso muy apesadumbrado—, Han detenido a Elaine, porque se veía claramente en las cámaras que ella salía del baño guardando el arma en su bolso. He discutido con Bob, que no quería entregarla. Todo ha sido muy penoso.
Santana ladeó la cabeza y miró a su papá: las lágrimas brotaron en sus ojos.
¡Se sentía tan culpable por no haber protegido a Brittany!
Maribel dejó escapar un grito y un ruego.
—¡Virgen santísima! Que la misericordia de Dios y la Virgen puedan perdonarla.
Santana fulminó a su mamá con la mirada.
—¡Que se pudra! Esa malnacida tiene que pudrirse en la cárcel—le espetó en la cara—Yo no le deseo ningún perdón y mejor que no te siga diciendo lo que le deseo, porque sé que mis pensamientos te asustarían—el tono que había empleado Santana intimidó a Maribel, que no le conocía esa mirada.
Sus palabras resonaron en toda la sala de espera.
—¿Llamaron a Whitney?—preguntó Alfonso.
—Yo me encargo—dijo Santana intentando retomar la cordura y las riendas de la situación.
—¿Querés que lo haga yo? ¿Qué te parece, Tana, si antes conseguimos un vuelo privado y después la llamamos? Dejame encargarme de todo, hija, me pondré en contacto con Blaine para ver qué nos puede conseguir.
Santana no se opuso, su mente no estaba para pensar en tantas cosas, así que dejó hacer a su papá.
Cuando tuvo todos los datos, se puso de pie y se apartó de la familia para hablar en privado con su futura suegra. Whitney, al otro lado de la línea, lloraba con desconsuelo, mientras Santana le explicaba los desafortunados hechos, al otro lado de la línea.
La mamá de Brittany estaba ahogada en un hondo clamor que terminó contagiándolo y derrumbándola a ella también.
Santana lloraba a la par de Whitney, ya que entendía perfectamente su dolor, así que Alfonso le quitó el teléfono y continuó hablando él, mientras sus hermanos y su mamá intentaban contenerla.
Bree se había tenido que apartar para que no la viera llorar y se calmara.
Quinn la miraba atónita y se tapaba los oídos, ni cuando había muerto Dani la había visto tan desesperada, parecía incontenible.
Finalmente, Alfonso colgó, en Mendoza, también Whitney había cedido el teléfono y él había terminado hablando con Mike, el hermano de Brittany.
Transcurridas cuatro horas, y ante la falta de noticias, Quinn había ido en busca de café para todos. Santana rehusó: tenía el estómago contraído y no le entraba nada.
—¡Que alguien se apiade y salga para decirme algo! ¡Por favor, me voy a volver loca!—gritó Santana y golpeó una de las paredes.
—Calmate, hermana, es un procedimiento quirúrgico muy delicado—le indicó Jake.
—Pero necesito saber algo, no aguanto más.
—Tana, tenés que tranquilizarte.
—¿Qué quieres que haga, Rach? Me estoy muriendo con cada minuto que transcurre.
Una enfermera salió y Santana se abalanzó sobre ella.
—Necesito saber algo de Brittany Pierce, por favor, la están operando por una herida de bala.
—No puedo contarle nada, señorita, sólo puedo decirle que la operación aún continúa. En cuanto termine, el doctor Ryder saldrá a hablar con ustedes.
Después de casi seis horas, la puerta del quirófano se abrió y apareció el cirujano.
—¿Familiares de Brittany Susan Pierce?—preguntó cerciorándose de que se trataba de ellos.
Santana ya estaba a su lado porque había pegado un salto en cuanto lo había visto salir.
—Soy su prometida—se dio a conocer.
—Soy el doctor Ryder Lynn y he estado a cargo de la operación.
—Santana López—se dieron la mano—Dígame, por favor, ¿cómo está Brittany?
—Ha sido una intervención muy complicada, complicadísima en realidad, y aunque quisiera obviar ciertos detalles deben saber que verdaderamente es un gran milagro que permanezca con vida. Es un gran luchadora.
Maribel y Alfonso abrazaron a Santana, uno a cada lado, conteniéndola.
—Ha llegado con una herida con un orificio de entrada y la bala, en su trayecto, había lesionado el hígado, de ahí la hemorragia. Le hemos hecho una transfusión y ahora le estamos reponiendo los líquidos endovenosos, por suerte, hemos podido extraer la bala y suturar la herida. La paciente, por el momento, se encuentra estable, pero su pronóstico es muy reservado ya que ha sufrido otro paro cardíaco durante la operación.
—¿Qué quiere decir eso, doctor?—se desesperó Santana.
—Que su estado aún es muy crítico, su vida corre peligro todavía, no quiero mentirle.
Sus palabras fueron acompañadas por un gesto de pesar en su cara. Las lágrimas de Santana brotaron.
—Le estamos administrando antibióticos para evitar un cuadro séptico. Además, hay que controlar que la herida interna en el hígado no vuelva a sangrar.
Santana se pasó la mano por la frente, después de secarse las lágrimas que se le habían escapado.
—¿Y cómo se darán cuenta de si la hemorragia ha cesado?—preguntó Maribel.
—La tendremos en observación durante veinticuatro o cuarenta y ocho horas. Hay signos que nos pondrán en alerta si eso ocurre. Por ahora, le administraremos sedantes y analgésicos y permanecerá en cuidados intensivos. Se encuentra con soporte ventilatorio, ya que la intervención ha sido muy larga, poco a poco, se lo iremos retirando y veremos cómo evoluciona. No hay mucho más que les pueda decir de momento. Sólo resta esperar a que la paciente siga estable y comience a progresar.
—¿Puedo verla?
—Vaya a la UVI, señorita López. Autorizaré su entrada. Los demás pueden permanecer en la sala de espera, si así lo desean.
Todos asintieron.
Santana entró en la UVI. Estaba destrozada y sentía que sus fuerzas la abandonaban, verla así fue muy doloroso, parecía frágil, indefensa y Santana se sentía tan impotente...
No podía hacer nada y, lo peor de todo y según le había dicho el médico, no podían asegurar que Brittany se pusiera bien.
Brittany estaba conectada a un monitor cardíaco y, como le había comentado el cirujano, estaba intubada, enchufada a un respirador artificial y a otras máquinas que Santana no podía identificar.
Le estaban pasando una unidad de sangre y, de un soporte, colgaban dos botellas de suero. En el dedo, tenía puesto un dispositivo que medía su oxigenación en sangre.
Santana se acercó a la cabecera y le acarició la frente con sumo cuidado, como si Brittany fuera a romperse. Le delimitó el rostro, los ojos y las cejas, ansiaba con infinito deseo que Brittany volviera a abrir los ojos para mirarla, luego se inclinó y depositó infinidad de besos en toda su cara, parecía resquebrajada, pensó. Aferró su mano, se la besó y entonces le habló:
—Ponete bien, por favor. Te necesito tanto, te amo, Britt-Britt. Tenés que ser fuerte, Britt, tenés que salir adelante para que podamos cumplir nuestros deseos, te necesito a mi lado. Sos mi vida, mi amor, sos la mujer de mis sueños, no me dejes, Britt-Britt, no me dejes, Britt. Me urgen tus besos, tus caricias, tu sonrisa, que me contagies con tu alegría. Necesito seguir aprendiendo de vos, escuchar tu voz a diario—le pasaba sus labios por el rostro, rozándola mientras le susurraba.
Clavada a su lado, se quedó acariciando su frente, besando su mano, colocándole bien las sábanas. Le acercaba la nariz a la mejilla mientras la arrullaba y se impregnaba de su olor.
Una enfermera le alcanzó una silla para que se sentara al lado de la cama. Santana se acomodó y le agradeció el gesto de forma educada, fiel a su estilo. Sin darse cuenta, el ruido rítmico de las máquinas a las que Brittany estaba conectada la hizo entrar en un sopor y, agotada, finalmente se durmió.
De pronto, sintió que alguien le tocaba la espalda y levantó la cabeza sobresaltada y aturdida, su mamá había entrado y estaba junto a ella.
—Tana, mi amor, Artie te ha traído ropa para que te cambies—le susurró.
—No quiero.
—Yo me quedo un rato con Britt, te cambiás y volvés, estás manchada de sangre.
—No, mamá.
—No seas testaruda, yo me quedo cuidándola. Si llega Whitney y te encuentra así, se llevará una muy fea impresión.
Tras considerar las palabras de su mamá, Santana asintió de mala gana.
Afuera, aún permanecían Rachel, Jake, Quinn y Alfonso. Bree se había ido a cuidar a los niños. Su familia, al verla salir, se interesó en saber cómo estaba Brittany.
—Rodeada de máquinas e inconsciente, parece tan vulnerable. Váyanse a descansar, no tiene sentido que se queden acá, no podemos hacer nada, sólo hay que esperar.
—¿Y vos qué vas a hacer?—le preguntó Rachel.
—¿Qué pregunta es ésa? Me quedaré con mi Britt, por supuesto.
—Deberías irte a descansar también—le propuso Jake.
—Si la que estuviera en esa habitación fuera Bree, ¿te apartarías de ella?—su hermano hizo una mueca dándole la razón—Papá, andate y llevate a mamá, por favor. No se queden acá.
Santana no tardó más de diez minutos en regresar a la habitación, sólo deseaba estar al lado de Brittany y nadie iba a impedírselo.
—Ya estoy acá, mamá, volvé a casa.
—No te digo que vos lo hagas, porque sé que no me vas a hacer caso, pero no me pidas que me vaya, hija. Me quedaré en la salita contigua, nadie me va a mover de tu lado y del de Britt.
—No es necesario, mamá, de verdad.
—Vos sos cabezona y yo soy más cabezona que vos. De acá no me voy, mandaré a casa a papá para que luego vaya a recoger a Whitney y a tu cuñado al aeropuerto. Estoy afuera, salí cada tanto y me decís cómo sigue, por favor—le besó la cara mientras lo acariciaba sin parar—Se pondrá bien, Tanita. Debés tener fe. Ya viste lo que dijo el médico, ella es una gran luchadora.
Maribel hizo lo que había dicho, nadie iba a moverla de al lado de Santana. Ya le habían traído ropa para cambiarse, así que pensaba acomodarse en uno de los sillones de la sala de espera y acompañarlo desde ahí.
Santana se instaló de nuevo junto a Brittany, la observó durante largo rato pero ella estaba inerme, totalmente sedada. Luchó contra el cansancio, temía quedarse dormida y no escucharla si necesitaba algo, aunque, así dopada, Brittany ni se movía.
De todas formas, y por más estúpida que pareciera, tenía la sensación de que debía estar despierta. Sin embargo, finalmente se durmió con la cabeza apoyada en la cama, mientras sostenía la mano de su rubia.
De repente, sintió ruido alrededor de la cama y se despertó, había dormido varias horas y Whitney y Mike ya estaban ahí.
—Mi nena, mi nenita.
Santana se puso de pie y se apretó para dejar que Whitney se acercara. Mike, con un gesto adusto, le extendió la mano mientras guiaba a su mamá aferrado a su hombro.
Maribel también estaba adentro.
Whitney lloraba mientras besaba a su hija y le rogaba que se pusiera bien, que no la dejara.
Mike también se acercó y le besó la mano y la frente y, aunque no quería llorar porque debía permanecer fuerte para contener a su mamá, una lágrima se deslizó por su mejilla, aunque se la enjugó con premura antes de que nadie pudiera advertirlo.
—Quiero saber cómo está. Por favor, San, ¿qué te dijeron los médicos? Tiene muy mal aspecto. Alfonso nos contó un poco de camino, pero ¿no te dijeron nada más?
—No, Whitney, sólo que hay que esperar.
—Por Dios, ¿cómo pudo pasar esto?
—Lo siento. Te prometí que la cuidaría y no lo hice—una lágrima se escapó de sus ojos.
—Ya lo creo que no lo has hecho, eso salta a la vista—repuso Mike, que se mostraba muy parco con Santana.
—Lo siento, Mike, daría mi vida por estar yo en su lugar.
—Pero no lo estás y esa mujer se ensañó con mi hermana por tu culpa. No comprendo a Brittany, desde que te conoce sólo la he visto llorar... y ahora esto. Mi hermana tiene una habilidad especial para cruzarse con gente que no le conviene, y cuando encuentra a una buena persona, la desecha. No logro entenderla—su último comentario había sido en alusión a Sam.
—Es suficiente, hijo, por favor, no es el momento ni el sitio—le rogó Whitney.
Santana hubiera querido contestarle, pero en el fondo consideró que Mike tenía razón. Se guardó su orgullo e intentó ponerse en su lugar.
—Cariño, entiendo que estés dolido por ver a tu hermana en este estado, pero todos la queremos mucho—Maribel intentó calmar los ánimos.
—Ya hablaremos tú y yo.
—Cuando gustes—le contestó Santana a Mike muy bien plantada—Aunque comprendo que lo que decís es cierto, está bien que sepas que amo a Brittany más que a mi vida.
La enfermera llegó y se encontró con todos ellos en la habitación y se enfadó muchísimo.
—Señorita López, sólo usted tiene autorización para quedarse aquí. Esto es una UVI.
—Por favor, son su mamá y su hermano, acaban de llegar desde Argentina.
—Lo siento. Sólo puede quedarse una persona, tendrán que pedir autorización al doctor Ryder para que pueda haber alguien más aquí. Los comprendo perfectamente, pero están poniendo en riesgo mi trabajo. Les ruego que se retiren.
—No te preocupes, Whitney, quedate vos en mi lugar, yo iré a buscar al doctor y le pediré otra autorización.
Santana, Mike y Maribel salieron de la habitación, afuera estaba Alfonso. Todos se sentaron en la sala, menos Mike, que permanecía de pie mirando por la ventana. Entonces, aprovechando su distancia, Santana se acercó sigilosamente.
—Lamento que nos tengamos que conocer en estas circunstancias.
Se quedaron mirando como dos titanes, midiéndose el uno a la otra, la tirantez entre ellos era evidente y ninguno pensaba disimular.
—Britt y yo teníamos planeado viajar el próximo fin de semana a Mendoza, quería ir a pedirte su mano, como corresponde.
Mike ladeó la cabeza sin dejar de mirarla a los ojos. Santana no pretendía evitar su enfado, no era su estilo no hacerse cargo de sus acciones, y estaba actuando en consecuencia.
—Lo siento, estoy muy nervioso.
—No te preocupes. Si yo fuera vos y la que estuviera en esa cama fuera mi hermana, probablemente te hubiera partido la cara.
—¿Qué mierda pasó para que esa loca se ensañara así con Britt? Si mi hermana es más buena que el pan.
—No me gusta hacer alardes de mis conquistas, pero esa perra estaba obsesionada. Le expliqué una y mil veces que amaba a Britt. Yo no estaba con tu hermana cuando tuve algo insignificante con ella, fue una relación pasajera, un maldito polvo de una noche, pero ella no lo entendió así y yo debía haber advertido que algo como esto podía pasar, sólo que como era la hija del mejor amigo de mi papá...
—Tu papá me ha dicho que está bajo custodia policial.
—Sinceramente, no sé nada más que eso, sólo puedo pensar en Britt. En este momento, no hay otra cosa que ocupe mis pensamientos.
—Espero que pague lo que le ha hecho a mi hermana.
—No te preocupes, dalo por hecho. Acá, en Estados Unidos, las leyes se cumplen y ella, por mucho dinero y prestigio que mi tío tenga, no saldrá en libertad. No lo permitiré, ansío tanto como vos que pague por esto, quiero sencillamente que se pudra en la cárcel. Pero ahora sólo estoy centrada en que Britt se ponga bien. Cuando ella esté repuesta, te aseguro que me encargaré de eso.
A medida que la conversación avanzaba, la tirantez había empezado a disiparse, aunque de todas maneras, cada vez que Mike se daba cuenta de las condiciones en que estaba su hermana, no podía dejar de enfadarse con Santana.
Se habían cumplido las cuarenta y ocho horas del postoperatorio y Santana no se había despegado de su lado. Por supuesto, el doctor Ryder había autorizado a que ella, Mike y Whitney pudieran permanecer ahí.
Brittany estaba estable y respondía de manera satisfactoria, no había tenido fiebre y todos los signos eran alentadores.
Era martes a primera hora de la noche, Santana estaba de pie al lado de la cabecera de la cama y le hablaba al oído. Era lo que hacía durante la mayor parte del tiempo y, aunque no sabía a ciencia cierta si Brittany la escuchaba, no podía dejar de probarlo.
Necesitaba decirle a cada momento cuánto la amaba.
—Mi amor, me urge que te pongas bien, tenemos que seguir planeando nuestra boda, Britt-Britt. Hay tantas cosas para resolver, por favor, bonita, seguí luchando.
Verla con ese tubo en la boca era desgarrador para Santana, no soportaba más el estado de indefensión en el que Brittany se encontraba, se sentía inútil por no poder hacer nada. Aunque el sonido le diera la seguridad de que Brittany respiraba, el ruido del respirador era lastimoso.
El médico le había explicado que era mejor mantenerla sedada para que no sintiera el dolor, pero obviamente la intubación implicaba un riesgo. Sólo esperaba que Brittany saliera de ese proceso sin ninguna complicación.
Brittany, que siempre era tan avispada y movida, estaba ahora tan quieta que a Santana le dolía. La miraba dormida en esa cama, llena de máquinas, y no podía creerlo.
Era una imagen que quería desterrar pronto.
La puerta de la habitación se abrió y el doctor Ryder entró junto a otro médico, el doctor Fergouson, un anestesista que ya había estado varias veces controlando la sedación de Brittany.
Saludaron a todos y se acercaron a evaluarla, leyeron los monitores, el informe clínico y, entonces, después de deliberar entre ellos en términos médicos, Ryder les informó de que pensaban terminar con la sedación para intentar quitarle el respirador.
La enfermera, que también se encontraba en el lugar, siguió las indicaciones del médico y le retiró una de las botellas de suero. Ahora había que esperar que Brittany despertara.
Esa noche fue interminable.
Al final, de madrugada, los tres habían terminado rindiéndose y se habían dormido. Whitney y Mike estaban en la sala de espera, adormilados en los sillones, y Santana, como cada noche desde que Brittany estaba en el hospital, permanecía sentada junto a Brittany con la cabeza apoyada en la cama y aferrada a su mano.
Brittany abrió los ojos con lentitud y gran esfuerzo, le pesaban los párpados, sentía que había dormido durante un mes seguido. Miró a su alrededor y a priori no reconoció dónde se encontraba. Entonces, quiso moverse pero no pudo, no tenía fuerzas, su cuerpo parecía entumecido. Notó que la tenían aferrada de la mano, así que bajó su vista y vio a Santana dormida.
Intentó hablarle, pero tampoco lo consiguió.
Se sintió confundida, no sabía si estaba despierta o si estaba dentro de un sueño, intentó mover la mano que Santana agarraba, para llamarla, pero no supo a ciencia cierta si lo había conseguido.
De repente, Santana despertó, había notado moverse la mano de Brittany, así que se puso de pie y ahí la vio, mirándola con aquellos hermosos ojos azules que la extasiaban.
No pudo contener su emoción.
La besó por doquier, mientras le hablaba entre beso y beso.
—Te amo, Britt-Britt, te amo, te amo tanto... mi amor.
Brittany intentaba hablar pero estaba intubada y no podía hacerlo.
—Tranquila, mi vida, no intentes hablar. Estás con un tubo en la tráquea y te podés hacer daño. No lo pruebes, Britt-Britt, por favor.
Santana comenzó a tocar el timbre con desespero, para llamar a la enfermera. Se alejó de Brittany con un movimiento fugaz y se asomó vehemente por la puerta.
—¡Mike, Whitney!—los llamó con apremio—¡Britt se despertó!—les gritó a bocajarro para que se despabilaran.
Ellos, sobresaltados, salieron despedidos para la habitación.
—¡Hija querida de mi corazón!—Whitney la besaba mientras le acariciaba la frente y Mike, apostado al lado de su mamá, le besaba la mano.
—Hermanita, te quiero tanto..., ¡qué susto nos diste!
Santana acariciaba sus piernas. Estaba emocionada, pero intentaba contenerse.
En seguida, llegó la enfermera y se encontró con un gran alboroto.
—¡Ah, no, no! Si no se tranquilizan, los hago salir a todos, la paciente necesita estar tranquila.
Llegó el doctor Ryder y les pidió a todos que lo dejaran acercarse.
—Hola, Brittany, no intentes hablar porque te harás daño. Sólo cierra los ojos cuando yo te pregunte. Un parpadeo será un sí, dos veces será un no. ¿Sabes dónde estás?
Brittany se quedó mirándolo durante unos instantes. Aún se sentía muy aturdida, pero había empezado a recordar lo ocurrido en el baño del Four Seasons y entonces supo que estaba en un hospital. Cerró los ojos y los abrió.
—Bien, ¿recuerdas lo que te pasó?
Brittany volvió a parpadear una vez y entonces una lágrima afloró a sus ojos. Buscó a Santana con la mirada, ella estaba expectante a los pies de la cama.
—Tranquila, todo va a salir bien.
Santana intentó sosegarla, notó la angustia en su mirada y Brittany asintió con la cabeza. Santana le tiró un beso estirando los labios.
—Bien, Brittany, bien, buena reacción. Soy el doctor Ryder, tu médico. Vamos a extraerte el tubo para que comiences a respirar por tus propios medios. Por favor, debes estar serena, prometo que será muy rápido, aunque no puedo prometerte que no sea incómodo. ¿Estás preparada?
Movió la cabeza levemente y, con gran esfuerzo, levantó la mano para que su prometida se la cogiera. El doctor esperó a que se acercara y, entonces, Santana mientras se la besaba le rogó calma.
—Tranquila, mi amor, acá estoy. Tenés que hacer todo lo que te indican, no me separaré de tu lado.
Brittany volvió a asentir.
Le quitaron la almohada, bajaron la cama y entonces le retiraron la cinta adhesiva que fijaba el tubo. Brittany apretó la mano de Santana. Luego, el médico, asistido por la enfermera, le indicó que inspirara y, con un rápido movimiento, se lo quitó, provocándole una arcada y una tos inmediata. Acto seguido, le proporcionaron oxígeno por vía.
—Muy bien, Brittany, lo estás haciendo muy bien. Ya está, ahora respira tranquila.
El doctor se quedó evaluando las lecturas del monitor cardíaco y le tomó la presión sanguínea. Dados los resultados, se mostró muy optimista.
—Te molestará la garganta, así que no hables demasiado. Necesitas mantenerte tranquila, en un rato volveré a verte de nuevo.
El médico y la enfermera se retiraron y Brittany se quedó con su mamá, su hermano y Santana, que se agolparon alrededor de su cama.
Santana, por supuesto, se apoderó de sus labios de inmediato, los besó con mimo, con delicadeza y volvió a decirle cuánto la amaba. Brittany levantó su mano, se aferró a su cuello y empezó a llorar.
—Britt, por favor, Britt-Britt, ya pasó todo. Si no te tranquilizás, te juro que me voy a ir—le advirtió Santana y Brittany intentó serenarse.
—¡Mamá!
—Chis, hija, no hables. Ya oíste lo que decía el doctor—Whitney se acercó también para besarla por todo el rostro.
Santana se apartó un momento para permitirle a Mike que se aproximara a saludarla. Mientras tanto, se acercó a la ventana y aprovechó para secar las lágrimas que se le habían escapado y que, por todos los medios, intentaba contener. Sacó su iPhone y llamó a Maribel.
—¡Se ha despertado! ¡Está bien, mamá, ya nos dijo alguna palabra incluso!—le convino atropelladamente, sin ocultar su felicidad.
—¡Mi amor! ¡Qué buena noticia! Siempre supe que se pondría bien. Mandale mis besos y decile que mañana la voy a ver.
Alfonso había saltado de la cama al oír el teléfono: vivían en un continuo sobresalto desde que Brittany estaba hospitalizada.
Maribel le transmitió lo que ocurría para tranquilizarlo.
—Acá, a mi lado, está papá, que también le envía cariños.
Whitney estaba agotada. A Santana le costó convencerla, pero entre Mike y ella lograron convencerla de que se fuera a descansar. Artie recogió a mamá e hijo en el hospital y los llevó al departamento de la calle Greene. Por supuesto, Santana se quedó junto a Brittany.
No iba a irse de su Britt-Britt bajo ningún concepto.
—Tengo la boca seca, necesito tomar agua—Brittany hablaba con la voz rasposa y en un tono muy bajo.
—Mi amor, voy a llamar a la enfermera para ver si podés beber.
Después de que el médico lo autorizara, la enfermera regresó con agua y una pajita para que Brittany bebiera tan sólo algunos sorbos, que tragó con muchísima dificultad, ya que le dolía horrores la garganta.
—Me duele mucho el vientre—le informó a la enfermera—Los dolores que siento son realmente insoportables.
—En un rato te toca la medicación, pero ahora averiguo si puedo adelantarla. No falta tanto, intenta descansar—le dijo con dulzura.
—Es imposible, me duele demasiado.
—Ya vuelvo, mañana ya estarás más aliviada.
La cincuentona y cálida enfermera no tardó en regresar con los calmantes para Brittany.
—Tienes una enfermera de lujo—bromeó ella, mientras le inyectaba el medicamento en la vía—La bombón de tu novia no se ha movido de tu lado en dos días—Brittany sonrió mientras Santana le besaba la frente—No hables porque comenzarás a toser y te va a doler mucho la herida. En seguida se te calmará el dolor, ya lo verás.
Al marcharse la mujer, Santana se dirigió a su novia:
—Ya has oído a la enfermera, no hables, no te esfuerces y no te preocupes por mí. Acá, lo único que cuenta es que vos te pongas bien.
—¿Por qué, San? ¿Por qué se ensañó tanto conmigo? Tuve tanto miedo de morirme, cuando me disparó sólo pensaba en vos.
—Chis, no te angusties. No quiero que te mortifiques porque ya pasó todo y ella está donde debe estar, en la cárcel, y te aseguro que me ocuparé de que no salga de ahí. No debés pensar más en eso. Sólo quiero que sepas que te amo, que sos lo más importante en mi vida y que ella nunca significó nada, jamás le prometí nada para que creyera que podíamos tener una relación importante, ni antes de conocerte ni después. No podría soportar que lo dudaras—le dio un mullido beso en los labios.
Brittany asintió con la cabeza y le correspondió el beso.
—¿Me operaron? Quiero saberlo todo.
—Si me prometés que no vas a hablar más, te cuento todo.
Brittany tosió y una mueca de dolor se evidenció en su rostro.
—¿Ves?—Santana abrió los ojos como platos—Eso es por hablar.
Le dio un sonoro beso, no podía contenerse, estaba feliz de que estuviera consciente y en plena mejoría. Luego, empezó a explicarle.
—Te quitaron la bala, ha sido una operación muy larga y muy difícil porque la tenías alojada en el hígado, pero muy pronto estarás repuesta. La espera de noticias, mientras te intervenían, se me hizo eterna, creí que iba a volverme loca. Vine con vos en la ambulancia y, cuando llegamos al hospital, habías sufrido una parada cardiorrespiratoria, estuviste muy mal, Britt, y yo casi me muero con vos.
—Dijo tantas incoherencias... y disfrutó tanto cuando me disparó. Creí que seguiría y que vaciaría todo el cargador en mi cuerpo, fue horrible, San. Recuerdo que noté cómo se me desgarraba la carne por dentro.
Mientras recordaba, las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas.
—Britt, por favor, no hables. Luego tendremos tiempo, no quiero que te pase nada, el doctor fue muy claro, hacele caso.
—Estoy bien.
—No, mi amor, no estás bien, estás operada de hace dos días.
—¿Pasaron dos días?
Brittany tenía un vacío en su memoria, porque había estado sedada.
—Así es, pero si seguís hablando me voy a ir y te voy a dejar sola.
—Está bien, está bien, me callo, rezongona. Dame un beso y te prometo que no hablaré más.
Santana acercó la silla de nuevo y se acomodó a su lado, mientras le acariciaba los nudillos.
—En cuanto el doctor nos autorice, nos iremos unos días a Miami para que te recuperes allá. Quiero alejarte de esta ciudad y que te sientas relajada. Y, cuando estés mejor, viajaremos a Mendoza para pasar unos días en tu tierra, mientras terminamos de planificar nuestra boda. Quiero cuidarte hasta que estés bien... en realidad, quiero cuidarte el resto de mi vida.
—Te amo, Sanny.
—¡Yo más!
—Imposible amar más de lo que te amo, Hoyuelitos. ¿Sabés? Mis últimos recuerdos del baño del hotel son de tus ojos. Tu mirada me dio fuerzas porque constantemente pensaba que no quería dejar de verlos—volvió a toser.
—Si seguís tosiendo, te va a doler la herida. Britt, por favor, no hables más, intentá dormir.
—De acuerdo, ¿qué hora es?
Santana miró su reloj.
—Las cinco y veinticinco de la madrugada. Dormite.
—Vos también, pero buscá un lugar más cómodo. No podés quedarte ahí, en esa silla.
—No existe mejor lugar que a tu lado.
Brittany sonrió feliz y se calló. Estaba cansada, su cuerpo experimentaba un debilitamiento importante y la pequeña charla la había agotado.
Santana apoyó su cabeza en la cama y le dio infinidad de besos en la mano que tenía aferrada a la suya.
«Gracias, Dios, por devolvérmela, la amo tanto... Prometo cuidarla mejor, de ahora en adelante, viviré por y para ella. Gracias por permitirme volver a oír su voz y por conceder que esos ojos que me enamoraron desde el primer momento vuelvan a glorificarme con su luz», elevó su pensamiento a Dios.
Santana estaba medio adormecida cuando escuchó que Brittany emitía un quejido.
—Sanny, mi amor.
—¿Qué pasa, Britt? ¿Te sentís mal?—dio un respingo y se puso de pie mientras le acariciaba la frente—¿Llamo a la enfermera?
—No, no te asustes. Sólo que recordé algo—Brittany levantó su mano izquierda levemente y con mucha dificultad—Me quitó el anillo—se puso a llorar—Ella era quien llamaba, me lo dijo, y también que si yo me hubiera alejado de vos no hubiera tenido que hacer esto.
—Chis, Britt-Britt, no te angusties. Dejá el brazo quieto, tenés colocada una vía y te vas a hacer daño. No te preocupes por nada y mucho menos te angusties por eso. Te regalaré otra sortija, tendremos otra. Ahora descansá, mi amor, estoy acá a tu lado.
—Prometeme que no va a salir nunca más de la cárcel.
—Hey, Britt-Britt, mirame. ¿Creés que me quedaría tranquila si no fuera así? Sos mi prioridad.
Brittany asintió y Santana se quedó de pie a su lado, mientras le secaba las lágrimas con sus besos y la acariciaba para calmarla.
—Chis, dormí mi vida, acá estoy cuidándote. Descansá que yo no me voy a mover de tu lado.
Recostó su cabeza en la almohada, junto a la suya, y se quedó acariciándole el rostro hasta que Brittany se durmió. Después, caminó hasta la ventana y apoyó su frente en el vidrio, cerró su puño y lo apretó con fuerza.
Estaba realmente furiosa.
«¡Maldita hija de puta! Te vas a pudrir en la cárcel, no permitiré que salgas, lo juro, aunque sea lo último que haga en mi vida. ¿Cómo es que no me di cuenta? Me siento el más estúpida, juro que esa zorra va a pagar por todo.»
Dos detectives interrogaron a la familia, cuyos integrantes, con grandes esfuerzos, se empeñaban en relatar los pocos hechos que podían referir de lo que ahí había ocurrido.
—Voy a necesitar ver las cámaras—dijo el detective St. James al personal del hotel mientras señalaba los dispositivos instalados en la entrada del baño.
—Por supuesto, el jefe de seguridad lo acompañará.
—¿Me permiten ir con ustedes? Quizá pueda reconocer a alguien.
—Disculpe... ¿Qué parentesco lo une a la víctima?
—Es la prometida de mi hija.
—Venga conmigo, por favor—le indicó el detective y Alfonso lo siguió.
Trasladar a Brittany al hospital era realmente urgente, porque había perdido demasiada sangre y sus constantes vitales no eran alentadoras. Dentro del baño, el servicio de urgencias se esforzaba denodadamente en detener la hemorragia, pero parecía una tarea imposible, así que en cuanto le colocaron las vías, subieron a Brittany a la camilla y partieron a toda velocidad.
Santana los acompañaba sin soltar la mano de su chica. Brittany no había vuelto a recobrar la conciencia y la urgencia de los médicos ponía de manifiesto que su estado era realmente grave.
—¿A qué hospital la llevan?—se interesó Jake.
—Al Lenox Hill.
—Tranquil, Tana, nosotros te seguimos.
Pero Santana parecía no oír nada, sólo estaba centrada en Brittany. Subieron la camilla a la ambulancia y Santana se acomodó donde le indicaron.
Los médicos, entretanto, advirtieron por radio al hospital que ya estaban en camino e informaron de las condiciones de la paciente, para que supieran a qué atenerse cuando llegaran.
Dentro de la ambulancia, el personal médico hizo muchos esfuerzos por estabilizarla. Necesitaban asegurar una respiración y un flujo sanguíneo adecuados, para poder identificar las lesiones implicadas, pero Brittany no reaccionaba a nada.
En pocos minutos, entró en choque hipovolémico, es decir, su corazón se volvió incapaz de bombear suficiente sangre al resto del cuerpo, lo que significaba que la emergencia era aún mayor. Su presión arterial había caído considerablemente y decidieron inyectarle medicación para mejorar su ritmo cardíaco.
Santana se cogía la cabeza sin creerse del todo lo que estaba ocurriendo, sólo quería despertarse y ver que todo había sido una pesadilla. La sirena de la ambulancia abriéndose paso en la madrugada de Manhattan retumbaba en su cabeza.
Brittany estaba muy mal, se daba cuenta, no hacía falta que preguntase nada para saberlo, ella parecía irse por momentos de entre las manos de los médicos.
—Britt-Britt, mi amor, estoy acá, por favor, reaccioná—le suplicaba, mientras se mesaba el cabello con desesperación.
—¡Ha entrado en parada cardiorrespiratoria!—vociferó uno de los médicos y, acto seguido, comenzó con la reanimación y el masaje cardíaco.
Santana se sentía sofocada, creía que ella también iba a dejar de respirar junto con Brittany.
Llegaron al Lenox Hill, donde el equipo de urgencias los estaba esperando. La ingresaron con gran celeridad. La puerta de la sala se cerró delante de Santana y tuvo que quedarse fuera, ahogada en su angustia, anegada de miedos y oprimido por la congoja.
Su mente repasaba lo que había pasado aquel día. Las imágenes iban y venían sin orden en su cabeza, como destellos que aparecían y desaparecían. La veía sonriendo mientras bailaba aferrada a su mano, desfilando para ella en la habitación del Four Seasons, extasiada entre sus brazos dentro del jacuzzi, sosteniendo el ramo que había atrapado y enseñándoselo feliz y, por último, tirada en el baño sobre su propia sangre con la mirada perdida.
Estaba enloqueciendo.
Su familia no tardó en llegar para acompañarla: Quinn se había encargado de llevar a todas las mujeres, mientras Alfonso y Jake se habían quedado con los detectives para hacerse cargo de la situación.
—¡Hija querida!
—Mamá—exclamó Santana con un hilillo de voz al verla.
Se abrazó a su mamá con desesperanza, mientras Rachel le acariciaba la espalda para infundirle consuelo.
—¿Qué sabés?
—Estaba muy mal. Cuando llegamos había sufrido una parada cardiorrespiratoria, no sé nada más... Ya hace rato que espero, pero nadie sale para informarme y estoy desesperado—se aferró a su mamá y hundió la cara en su cuello.
—Tranquila, hija, todo saldrá bien. Tengamos fe.
—No puedo tranquilizarme, mamá, no puedo imaginar que Britt me falte. ¿Qué voy a hacer, mamá?
—Tranquilizate, hermanita. Escuchame, si no salieron todavía, eso indica que pudieron reanimarla—intervino Rachel.
—Claro, hija, tu hermana tiene razón. Si hubiera empeorado, ya habrían venido a informarte.
Hacía cuarenta y cinco minutos que habían llegado y nadie había salido todavía a decirles nada.
Parecía que se habían olvidado de ellas.
Santana caminaba de un lado a otro, se sentaba y se agarraba la cabeza, se secaba las lágrimas que asomaban de sus ojos cuando temía lo peor y volvía a levantarse.
De pronto, la puerta de la sala de urgencias se abrió y un médico se asomó. Santana se abalanzó sobre él buscando información y las demás también se pusieron en pie súbitamente y se acercaron para recibir las noticias.
—Hemos conseguido estabilizarla, ha salido de la parada cardiorrespiratoria y ya está en quirófano. Pueden subir a la décima planta, donde les informarán más tarde.
—Pero... ¿es muy grave?—preguntó Santana, que necesitaba saber.
La incertidumbre la estaba matando.
—Es muy grave, no quiero mentirles. Es una lesión muy delicada y su vida corre peligro, ya que la bala ha tocado el hígado y es necesario extraerla cuanto antes. El cirujano intentará hacer todo lo posible para reparar el daño y detener la hemorragia. Por suerte, estaban muy cerca y el traslado fue muy rápido: eso juega a su favor, pero, aun así, la operación es muy complicada. Lo lamento, quizá no sean las noticias que esperaban oír, pero, aunque resulte cruel, es bueno que sean conscientes de la gravedad de la herida. Por ahora, no puedo decirles más que esto, suban al quirófano y, cuando la intervención termine, el doctor Ryder saldrá a informarles.
—Vamos, hija, hagamos lo que el doctor nos indica.
Santana seguía sin creer lo que estaba sucediendo. Su mente se había oscurecido, no podía pensar, no razonaba, el dolor y el miedo que sentía eran tan grandes que notaba un hueco inmenso en su pecho, le faltaba el aire y deseaba que la puerta del quirófano se abriera y alguien apareciera diciéndole que Brittany ya estaba bien.
Sólo ansiaba que ocurriera eso con todas sus fuerzas.
Pero el tiempo resulta siempre ser un tirano. Había transcurrido otra hora y nadie le explicaba nada.
De repente, se abrió la puerta del ascensor y salieron de él Alfonso y Jake, que caminaron hasta donde estaba sentada toda la familia.
—¿Qué noticias hay?—preguntó éste.
—Están operándola, aún no sabemos nada, sólo que la bala ha tocado el hígado—le informaron.
Jake y Rachel tenían conocimientos médicos y no pudieron evitar cruzar sus miradas, en silencio.
—¿Estuvieron hasta ahora con la policía?—preguntó Maribel.
—Esto es una pesadilla—dijo Alfonso muy apesadumbrado—, Han detenido a Elaine, porque se veía claramente en las cámaras que ella salía del baño guardando el arma en su bolso. He discutido con Bob, que no quería entregarla. Todo ha sido muy penoso.
Santana ladeó la cabeza y miró a su papá: las lágrimas brotaron en sus ojos.
¡Se sentía tan culpable por no haber protegido a Brittany!
Maribel dejó escapar un grito y un ruego.
—¡Virgen santísima! Que la misericordia de Dios y la Virgen puedan perdonarla.
Santana fulminó a su mamá con la mirada.
—¡Que se pudra! Esa malnacida tiene que pudrirse en la cárcel—le espetó en la cara—Yo no le deseo ningún perdón y mejor que no te siga diciendo lo que le deseo, porque sé que mis pensamientos te asustarían—el tono que había empleado Santana intimidó a Maribel, que no le conocía esa mirada.
Sus palabras resonaron en toda la sala de espera.
—¿Llamaron a Whitney?—preguntó Alfonso.
—Yo me encargo—dijo Santana intentando retomar la cordura y las riendas de la situación.
—¿Querés que lo haga yo? ¿Qué te parece, Tana, si antes conseguimos un vuelo privado y después la llamamos? Dejame encargarme de todo, hija, me pondré en contacto con Blaine para ver qué nos puede conseguir.
Santana no se opuso, su mente no estaba para pensar en tantas cosas, así que dejó hacer a su papá.
Cuando tuvo todos los datos, se puso de pie y se apartó de la familia para hablar en privado con su futura suegra. Whitney, al otro lado de la línea, lloraba con desconsuelo, mientras Santana le explicaba los desafortunados hechos, al otro lado de la línea.
La mamá de Brittany estaba ahogada en un hondo clamor que terminó contagiándolo y derrumbándola a ella también.
Santana lloraba a la par de Whitney, ya que entendía perfectamente su dolor, así que Alfonso le quitó el teléfono y continuó hablando él, mientras sus hermanos y su mamá intentaban contenerla.
Bree se había tenido que apartar para que no la viera llorar y se calmara.
Quinn la miraba atónita y se tapaba los oídos, ni cuando había muerto Dani la había visto tan desesperada, parecía incontenible.
Finalmente, Alfonso colgó, en Mendoza, también Whitney había cedido el teléfono y él había terminado hablando con Mike, el hermano de Brittany.
Transcurridas cuatro horas, y ante la falta de noticias, Quinn había ido en busca de café para todos. Santana rehusó: tenía el estómago contraído y no le entraba nada.
—¡Que alguien se apiade y salga para decirme algo! ¡Por favor, me voy a volver loca!—gritó Santana y golpeó una de las paredes.
—Calmate, hermana, es un procedimiento quirúrgico muy delicado—le indicó Jake.
—Pero necesito saber algo, no aguanto más.
—Tana, tenés que tranquilizarte.
—¿Qué quieres que haga, Rach? Me estoy muriendo con cada minuto que transcurre.
Una enfermera salió y Santana se abalanzó sobre ella.
—Necesito saber algo de Brittany Pierce, por favor, la están operando por una herida de bala.
—No puedo contarle nada, señorita, sólo puedo decirle que la operación aún continúa. En cuanto termine, el doctor Ryder saldrá a hablar con ustedes.
Después de casi seis horas, la puerta del quirófano se abrió y apareció el cirujano.
—¿Familiares de Brittany Susan Pierce?—preguntó cerciorándose de que se trataba de ellos.
Santana ya estaba a su lado porque había pegado un salto en cuanto lo había visto salir.
—Soy su prometida—se dio a conocer.
—Soy el doctor Ryder Lynn y he estado a cargo de la operación.
—Santana López—se dieron la mano—Dígame, por favor, ¿cómo está Brittany?
—Ha sido una intervención muy complicada, complicadísima en realidad, y aunque quisiera obviar ciertos detalles deben saber que verdaderamente es un gran milagro que permanezca con vida. Es un gran luchadora.
Maribel y Alfonso abrazaron a Santana, uno a cada lado, conteniéndola.
—Ha llegado con una herida con un orificio de entrada y la bala, en su trayecto, había lesionado el hígado, de ahí la hemorragia. Le hemos hecho una transfusión y ahora le estamos reponiendo los líquidos endovenosos, por suerte, hemos podido extraer la bala y suturar la herida. La paciente, por el momento, se encuentra estable, pero su pronóstico es muy reservado ya que ha sufrido otro paro cardíaco durante la operación.
—¿Qué quiere decir eso, doctor?—se desesperó Santana.
—Que su estado aún es muy crítico, su vida corre peligro todavía, no quiero mentirle.
Sus palabras fueron acompañadas por un gesto de pesar en su cara. Las lágrimas de Santana brotaron.
—Le estamos administrando antibióticos para evitar un cuadro séptico. Además, hay que controlar que la herida interna en el hígado no vuelva a sangrar.
Santana se pasó la mano por la frente, después de secarse las lágrimas que se le habían escapado.
—¿Y cómo se darán cuenta de si la hemorragia ha cesado?—preguntó Maribel.
—La tendremos en observación durante veinticuatro o cuarenta y ocho horas. Hay signos que nos pondrán en alerta si eso ocurre. Por ahora, le administraremos sedantes y analgésicos y permanecerá en cuidados intensivos. Se encuentra con soporte ventilatorio, ya que la intervención ha sido muy larga, poco a poco, se lo iremos retirando y veremos cómo evoluciona. No hay mucho más que les pueda decir de momento. Sólo resta esperar a que la paciente siga estable y comience a progresar.
—¿Puedo verla?
—Vaya a la UVI, señorita López. Autorizaré su entrada. Los demás pueden permanecer en la sala de espera, si así lo desean.
Todos asintieron.
Santana entró en la UVI. Estaba destrozada y sentía que sus fuerzas la abandonaban, verla así fue muy doloroso, parecía frágil, indefensa y Santana se sentía tan impotente...
No podía hacer nada y, lo peor de todo y según le había dicho el médico, no podían asegurar que Brittany se pusiera bien.
Brittany estaba conectada a un monitor cardíaco y, como le había comentado el cirujano, estaba intubada, enchufada a un respirador artificial y a otras máquinas que Santana no podía identificar.
Le estaban pasando una unidad de sangre y, de un soporte, colgaban dos botellas de suero. En el dedo, tenía puesto un dispositivo que medía su oxigenación en sangre.
Santana se acercó a la cabecera y le acarició la frente con sumo cuidado, como si Brittany fuera a romperse. Le delimitó el rostro, los ojos y las cejas, ansiaba con infinito deseo que Brittany volviera a abrir los ojos para mirarla, luego se inclinó y depositó infinidad de besos en toda su cara, parecía resquebrajada, pensó. Aferró su mano, se la besó y entonces le habló:
—Ponete bien, por favor. Te necesito tanto, te amo, Britt-Britt. Tenés que ser fuerte, Britt, tenés que salir adelante para que podamos cumplir nuestros deseos, te necesito a mi lado. Sos mi vida, mi amor, sos la mujer de mis sueños, no me dejes, Britt-Britt, no me dejes, Britt. Me urgen tus besos, tus caricias, tu sonrisa, que me contagies con tu alegría. Necesito seguir aprendiendo de vos, escuchar tu voz a diario—le pasaba sus labios por el rostro, rozándola mientras le susurraba.
Clavada a su lado, se quedó acariciando su frente, besando su mano, colocándole bien las sábanas. Le acercaba la nariz a la mejilla mientras la arrullaba y se impregnaba de su olor.
Una enfermera le alcanzó una silla para que se sentara al lado de la cama. Santana se acomodó y le agradeció el gesto de forma educada, fiel a su estilo. Sin darse cuenta, el ruido rítmico de las máquinas a las que Brittany estaba conectada la hizo entrar en un sopor y, agotada, finalmente se durmió.
De pronto, sintió que alguien le tocaba la espalda y levantó la cabeza sobresaltada y aturdida, su mamá había entrado y estaba junto a ella.
—Tana, mi amor, Artie te ha traído ropa para que te cambies—le susurró.
—No quiero.
—Yo me quedo un rato con Britt, te cambiás y volvés, estás manchada de sangre.
—No, mamá.
—No seas testaruda, yo me quedo cuidándola. Si llega Whitney y te encuentra así, se llevará una muy fea impresión.
Tras considerar las palabras de su mamá, Santana asintió de mala gana.
Afuera, aún permanecían Rachel, Jake, Quinn y Alfonso. Bree se había ido a cuidar a los niños. Su familia, al verla salir, se interesó en saber cómo estaba Brittany.
—Rodeada de máquinas e inconsciente, parece tan vulnerable. Váyanse a descansar, no tiene sentido que se queden acá, no podemos hacer nada, sólo hay que esperar.
—¿Y vos qué vas a hacer?—le preguntó Rachel.
—¿Qué pregunta es ésa? Me quedaré con mi Britt, por supuesto.
—Deberías irte a descansar también—le propuso Jake.
—Si la que estuviera en esa habitación fuera Bree, ¿te apartarías de ella?—su hermano hizo una mueca dándole la razón—Papá, andate y llevate a mamá, por favor. No se queden acá.
Santana no tardó más de diez minutos en regresar a la habitación, sólo deseaba estar al lado de Brittany y nadie iba a impedírselo.
—Ya estoy acá, mamá, volvé a casa.
—No te digo que vos lo hagas, porque sé que no me vas a hacer caso, pero no me pidas que me vaya, hija. Me quedaré en la salita contigua, nadie me va a mover de tu lado y del de Britt.
—No es necesario, mamá, de verdad.
—Vos sos cabezona y yo soy más cabezona que vos. De acá no me voy, mandaré a casa a papá para que luego vaya a recoger a Whitney y a tu cuñado al aeropuerto. Estoy afuera, salí cada tanto y me decís cómo sigue, por favor—le besó la cara mientras lo acariciaba sin parar—Se pondrá bien, Tanita. Debés tener fe. Ya viste lo que dijo el médico, ella es una gran luchadora.
Maribel hizo lo que había dicho, nadie iba a moverla de al lado de Santana. Ya le habían traído ropa para cambiarse, así que pensaba acomodarse en uno de los sillones de la sala de espera y acompañarlo desde ahí.
Santana se instaló de nuevo junto a Brittany, la observó durante largo rato pero ella estaba inerme, totalmente sedada. Luchó contra el cansancio, temía quedarse dormida y no escucharla si necesitaba algo, aunque, así dopada, Brittany ni se movía.
De todas formas, y por más estúpida que pareciera, tenía la sensación de que debía estar despierta. Sin embargo, finalmente se durmió con la cabeza apoyada en la cama, mientras sostenía la mano de su rubia.
De repente, sintió ruido alrededor de la cama y se despertó, había dormido varias horas y Whitney y Mike ya estaban ahí.
—Mi nena, mi nenita.
Santana se puso de pie y se apretó para dejar que Whitney se acercara. Mike, con un gesto adusto, le extendió la mano mientras guiaba a su mamá aferrado a su hombro.
Maribel también estaba adentro.
Whitney lloraba mientras besaba a su hija y le rogaba que se pusiera bien, que no la dejara.
Mike también se acercó y le besó la mano y la frente y, aunque no quería llorar porque debía permanecer fuerte para contener a su mamá, una lágrima se deslizó por su mejilla, aunque se la enjugó con premura antes de que nadie pudiera advertirlo.
—Quiero saber cómo está. Por favor, San, ¿qué te dijeron los médicos? Tiene muy mal aspecto. Alfonso nos contó un poco de camino, pero ¿no te dijeron nada más?
—No, Whitney, sólo que hay que esperar.
—Por Dios, ¿cómo pudo pasar esto?
—Lo siento. Te prometí que la cuidaría y no lo hice—una lágrima se escapó de sus ojos.
—Ya lo creo que no lo has hecho, eso salta a la vista—repuso Mike, que se mostraba muy parco con Santana.
—Lo siento, Mike, daría mi vida por estar yo en su lugar.
—Pero no lo estás y esa mujer se ensañó con mi hermana por tu culpa. No comprendo a Brittany, desde que te conoce sólo la he visto llorar... y ahora esto. Mi hermana tiene una habilidad especial para cruzarse con gente que no le conviene, y cuando encuentra a una buena persona, la desecha. No logro entenderla—su último comentario había sido en alusión a Sam.
—Es suficiente, hijo, por favor, no es el momento ni el sitio—le rogó Whitney.
Santana hubiera querido contestarle, pero en el fondo consideró que Mike tenía razón. Se guardó su orgullo e intentó ponerse en su lugar.
—Cariño, entiendo que estés dolido por ver a tu hermana en este estado, pero todos la queremos mucho—Maribel intentó calmar los ánimos.
—Ya hablaremos tú y yo.
—Cuando gustes—le contestó Santana a Mike muy bien plantada—Aunque comprendo que lo que decís es cierto, está bien que sepas que amo a Brittany más que a mi vida.
La enfermera llegó y se encontró con todos ellos en la habitación y se enfadó muchísimo.
—Señorita López, sólo usted tiene autorización para quedarse aquí. Esto es una UVI.
—Por favor, son su mamá y su hermano, acaban de llegar desde Argentina.
—Lo siento. Sólo puede quedarse una persona, tendrán que pedir autorización al doctor Ryder para que pueda haber alguien más aquí. Los comprendo perfectamente, pero están poniendo en riesgo mi trabajo. Les ruego que se retiren.
—No te preocupes, Whitney, quedate vos en mi lugar, yo iré a buscar al doctor y le pediré otra autorización.
Santana, Mike y Maribel salieron de la habitación, afuera estaba Alfonso. Todos se sentaron en la sala, menos Mike, que permanecía de pie mirando por la ventana. Entonces, aprovechando su distancia, Santana se acercó sigilosamente.
—Lamento que nos tengamos que conocer en estas circunstancias.
Se quedaron mirando como dos titanes, midiéndose el uno a la otra, la tirantez entre ellos era evidente y ninguno pensaba disimular.
—Britt y yo teníamos planeado viajar el próximo fin de semana a Mendoza, quería ir a pedirte su mano, como corresponde.
Mike ladeó la cabeza sin dejar de mirarla a los ojos. Santana no pretendía evitar su enfado, no era su estilo no hacerse cargo de sus acciones, y estaba actuando en consecuencia.
—Lo siento, estoy muy nervioso.
—No te preocupes. Si yo fuera vos y la que estuviera en esa cama fuera mi hermana, probablemente te hubiera partido la cara.
—¿Qué mierda pasó para que esa loca se ensañara así con Britt? Si mi hermana es más buena que el pan.
—No me gusta hacer alardes de mis conquistas, pero esa perra estaba obsesionada. Le expliqué una y mil veces que amaba a Britt. Yo no estaba con tu hermana cuando tuve algo insignificante con ella, fue una relación pasajera, un maldito polvo de una noche, pero ella no lo entendió así y yo debía haber advertido que algo como esto podía pasar, sólo que como era la hija del mejor amigo de mi papá...
—Tu papá me ha dicho que está bajo custodia policial.
—Sinceramente, no sé nada más que eso, sólo puedo pensar en Britt. En este momento, no hay otra cosa que ocupe mis pensamientos.
—Espero que pague lo que le ha hecho a mi hermana.
—No te preocupes, dalo por hecho. Acá, en Estados Unidos, las leyes se cumplen y ella, por mucho dinero y prestigio que mi tío tenga, no saldrá en libertad. No lo permitiré, ansío tanto como vos que pague por esto, quiero sencillamente que se pudra en la cárcel. Pero ahora sólo estoy centrada en que Britt se ponga bien. Cuando ella esté repuesta, te aseguro que me encargaré de eso.
A medida que la conversación avanzaba, la tirantez había empezado a disiparse, aunque de todas maneras, cada vez que Mike se daba cuenta de las condiciones en que estaba su hermana, no podía dejar de enfadarse con Santana.
Se habían cumplido las cuarenta y ocho horas del postoperatorio y Santana no se había despegado de su lado. Por supuesto, el doctor Ryder había autorizado a que ella, Mike y Whitney pudieran permanecer ahí.
Brittany estaba estable y respondía de manera satisfactoria, no había tenido fiebre y todos los signos eran alentadores.
Era martes a primera hora de la noche, Santana estaba de pie al lado de la cabecera de la cama y le hablaba al oído. Era lo que hacía durante la mayor parte del tiempo y, aunque no sabía a ciencia cierta si Brittany la escuchaba, no podía dejar de probarlo.
Necesitaba decirle a cada momento cuánto la amaba.
—Mi amor, me urge que te pongas bien, tenemos que seguir planeando nuestra boda, Britt-Britt. Hay tantas cosas para resolver, por favor, bonita, seguí luchando.
Verla con ese tubo en la boca era desgarrador para Santana, no soportaba más el estado de indefensión en el que Brittany se encontraba, se sentía inútil por no poder hacer nada. Aunque el sonido le diera la seguridad de que Brittany respiraba, el ruido del respirador era lastimoso.
El médico le había explicado que era mejor mantenerla sedada para que no sintiera el dolor, pero obviamente la intubación implicaba un riesgo. Sólo esperaba que Brittany saliera de ese proceso sin ninguna complicación.
Brittany, que siempre era tan avispada y movida, estaba ahora tan quieta que a Santana le dolía. La miraba dormida en esa cama, llena de máquinas, y no podía creerlo.
Era una imagen que quería desterrar pronto.
La puerta de la habitación se abrió y el doctor Ryder entró junto a otro médico, el doctor Fergouson, un anestesista que ya había estado varias veces controlando la sedación de Brittany.
Saludaron a todos y se acercaron a evaluarla, leyeron los monitores, el informe clínico y, entonces, después de deliberar entre ellos en términos médicos, Ryder les informó de que pensaban terminar con la sedación para intentar quitarle el respirador.
La enfermera, que también se encontraba en el lugar, siguió las indicaciones del médico y le retiró una de las botellas de suero. Ahora había que esperar que Brittany despertara.
Esa noche fue interminable.
Al final, de madrugada, los tres habían terminado rindiéndose y se habían dormido. Whitney y Mike estaban en la sala de espera, adormilados en los sillones, y Santana, como cada noche desde que Brittany estaba en el hospital, permanecía sentada junto a Brittany con la cabeza apoyada en la cama y aferrada a su mano.
Brittany abrió los ojos con lentitud y gran esfuerzo, le pesaban los párpados, sentía que había dormido durante un mes seguido. Miró a su alrededor y a priori no reconoció dónde se encontraba. Entonces, quiso moverse pero no pudo, no tenía fuerzas, su cuerpo parecía entumecido. Notó que la tenían aferrada de la mano, así que bajó su vista y vio a Santana dormida.
Intentó hablarle, pero tampoco lo consiguió.
Se sintió confundida, no sabía si estaba despierta o si estaba dentro de un sueño, intentó mover la mano que Santana agarraba, para llamarla, pero no supo a ciencia cierta si lo había conseguido.
De repente, Santana despertó, había notado moverse la mano de Brittany, así que se puso de pie y ahí la vio, mirándola con aquellos hermosos ojos azules que la extasiaban.
No pudo contener su emoción.
La besó por doquier, mientras le hablaba entre beso y beso.
—Te amo, Britt-Britt, te amo, te amo tanto... mi amor.
Brittany intentaba hablar pero estaba intubada y no podía hacerlo.
—Tranquila, mi vida, no intentes hablar. Estás con un tubo en la tráquea y te podés hacer daño. No lo pruebes, Britt-Britt, por favor.
Santana comenzó a tocar el timbre con desespero, para llamar a la enfermera. Se alejó de Brittany con un movimiento fugaz y se asomó vehemente por la puerta.
—¡Mike, Whitney!—los llamó con apremio—¡Britt se despertó!—les gritó a bocajarro para que se despabilaran.
Ellos, sobresaltados, salieron despedidos para la habitación.
—¡Hija querida de mi corazón!—Whitney la besaba mientras le acariciaba la frente y Mike, apostado al lado de su mamá, le besaba la mano.
—Hermanita, te quiero tanto..., ¡qué susto nos diste!
Santana acariciaba sus piernas. Estaba emocionada, pero intentaba contenerse.
En seguida, llegó la enfermera y se encontró con un gran alboroto.
—¡Ah, no, no! Si no se tranquilizan, los hago salir a todos, la paciente necesita estar tranquila.
Llegó el doctor Ryder y les pidió a todos que lo dejaran acercarse.
—Hola, Brittany, no intentes hablar porque te harás daño. Sólo cierra los ojos cuando yo te pregunte. Un parpadeo será un sí, dos veces será un no. ¿Sabes dónde estás?
Brittany se quedó mirándolo durante unos instantes. Aún se sentía muy aturdida, pero había empezado a recordar lo ocurrido en el baño del Four Seasons y entonces supo que estaba en un hospital. Cerró los ojos y los abrió.
—Bien, ¿recuerdas lo que te pasó?
Brittany volvió a parpadear una vez y entonces una lágrima afloró a sus ojos. Buscó a Santana con la mirada, ella estaba expectante a los pies de la cama.
—Tranquila, todo va a salir bien.
Santana intentó sosegarla, notó la angustia en su mirada y Brittany asintió con la cabeza. Santana le tiró un beso estirando los labios.
—Bien, Brittany, bien, buena reacción. Soy el doctor Ryder, tu médico. Vamos a extraerte el tubo para que comiences a respirar por tus propios medios. Por favor, debes estar serena, prometo que será muy rápido, aunque no puedo prometerte que no sea incómodo. ¿Estás preparada?
Movió la cabeza levemente y, con gran esfuerzo, levantó la mano para que su prometida se la cogiera. El doctor esperó a que se acercara y, entonces, Santana mientras se la besaba le rogó calma.
—Tranquila, mi amor, acá estoy. Tenés que hacer todo lo que te indican, no me separaré de tu lado.
Brittany volvió a asentir.
Le quitaron la almohada, bajaron la cama y entonces le retiraron la cinta adhesiva que fijaba el tubo. Brittany apretó la mano de Santana. Luego, el médico, asistido por la enfermera, le indicó que inspirara y, con un rápido movimiento, se lo quitó, provocándole una arcada y una tos inmediata. Acto seguido, le proporcionaron oxígeno por vía.
—Muy bien, Brittany, lo estás haciendo muy bien. Ya está, ahora respira tranquila.
El doctor se quedó evaluando las lecturas del monitor cardíaco y le tomó la presión sanguínea. Dados los resultados, se mostró muy optimista.
—Te molestará la garganta, así que no hables demasiado. Necesitas mantenerte tranquila, en un rato volveré a verte de nuevo.
El médico y la enfermera se retiraron y Brittany se quedó con su mamá, su hermano y Santana, que se agolparon alrededor de su cama.
Santana, por supuesto, se apoderó de sus labios de inmediato, los besó con mimo, con delicadeza y volvió a decirle cuánto la amaba. Brittany levantó su mano, se aferró a su cuello y empezó a llorar.
—Britt, por favor, Britt-Britt, ya pasó todo. Si no te tranquilizás, te juro que me voy a ir—le advirtió Santana y Brittany intentó serenarse.
—¡Mamá!
—Chis, hija, no hables. Ya oíste lo que decía el doctor—Whitney se acercó también para besarla por todo el rostro.
Santana se apartó un momento para permitirle a Mike que se aproximara a saludarla. Mientras tanto, se acercó a la ventana y aprovechó para secar las lágrimas que se le habían escapado y que, por todos los medios, intentaba contener. Sacó su iPhone y llamó a Maribel.
—¡Se ha despertado! ¡Está bien, mamá, ya nos dijo alguna palabra incluso!—le convino atropelladamente, sin ocultar su felicidad.
—¡Mi amor! ¡Qué buena noticia! Siempre supe que se pondría bien. Mandale mis besos y decile que mañana la voy a ver.
Alfonso había saltado de la cama al oír el teléfono: vivían en un continuo sobresalto desde que Brittany estaba hospitalizada.
Maribel le transmitió lo que ocurría para tranquilizarlo.
—Acá, a mi lado, está papá, que también le envía cariños.
Whitney estaba agotada. A Santana le costó convencerla, pero entre Mike y ella lograron convencerla de que se fuera a descansar. Artie recogió a mamá e hijo en el hospital y los llevó al departamento de la calle Greene. Por supuesto, Santana se quedó junto a Brittany.
No iba a irse de su Britt-Britt bajo ningún concepto.
—Tengo la boca seca, necesito tomar agua—Brittany hablaba con la voz rasposa y en un tono muy bajo.
—Mi amor, voy a llamar a la enfermera para ver si podés beber.
Después de que el médico lo autorizara, la enfermera regresó con agua y una pajita para que Brittany bebiera tan sólo algunos sorbos, que tragó con muchísima dificultad, ya que le dolía horrores la garganta.
—Me duele mucho el vientre—le informó a la enfermera—Los dolores que siento son realmente insoportables.
—En un rato te toca la medicación, pero ahora averiguo si puedo adelantarla. No falta tanto, intenta descansar—le dijo con dulzura.
—Es imposible, me duele demasiado.
—Ya vuelvo, mañana ya estarás más aliviada.
La cincuentona y cálida enfermera no tardó en regresar con los calmantes para Brittany.
—Tienes una enfermera de lujo—bromeó ella, mientras le inyectaba el medicamento en la vía—La bombón de tu novia no se ha movido de tu lado en dos días—Brittany sonrió mientras Santana le besaba la frente—No hables porque comenzarás a toser y te va a doler mucho la herida. En seguida se te calmará el dolor, ya lo verás.
Al marcharse la mujer, Santana se dirigió a su novia:
—Ya has oído a la enfermera, no hables, no te esfuerces y no te preocupes por mí. Acá, lo único que cuenta es que vos te pongas bien.
—¿Por qué, San? ¿Por qué se ensañó tanto conmigo? Tuve tanto miedo de morirme, cuando me disparó sólo pensaba en vos.
—Chis, no te angusties. No quiero que te mortifiques porque ya pasó todo y ella está donde debe estar, en la cárcel, y te aseguro que me ocuparé de que no salga de ahí. No debés pensar más en eso. Sólo quiero que sepas que te amo, que sos lo más importante en mi vida y que ella nunca significó nada, jamás le prometí nada para que creyera que podíamos tener una relación importante, ni antes de conocerte ni después. No podría soportar que lo dudaras—le dio un mullido beso en los labios.
Brittany asintió con la cabeza y le correspondió el beso.
—¿Me operaron? Quiero saberlo todo.
—Si me prometés que no vas a hablar más, te cuento todo.
Brittany tosió y una mueca de dolor se evidenció en su rostro.
—¿Ves?—Santana abrió los ojos como platos—Eso es por hablar.
Le dio un sonoro beso, no podía contenerse, estaba feliz de que estuviera consciente y en plena mejoría. Luego, empezó a explicarle.
—Te quitaron la bala, ha sido una operación muy larga y muy difícil porque la tenías alojada en el hígado, pero muy pronto estarás repuesta. La espera de noticias, mientras te intervenían, se me hizo eterna, creí que iba a volverme loca. Vine con vos en la ambulancia y, cuando llegamos al hospital, habías sufrido una parada cardiorrespiratoria, estuviste muy mal, Britt, y yo casi me muero con vos.
—Dijo tantas incoherencias... y disfrutó tanto cuando me disparó. Creí que seguiría y que vaciaría todo el cargador en mi cuerpo, fue horrible, San. Recuerdo que noté cómo se me desgarraba la carne por dentro.
Mientras recordaba, las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas.
—Britt, por favor, no hables. Luego tendremos tiempo, no quiero que te pase nada, el doctor fue muy claro, hacele caso.
—Estoy bien.
—No, mi amor, no estás bien, estás operada de hace dos días.
—¿Pasaron dos días?
Brittany tenía un vacío en su memoria, porque había estado sedada.
—Así es, pero si seguís hablando me voy a ir y te voy a dejar sola.
—Está bien, está bien, me callo, rezongona. Dame un beso y te prometo que no hablaré más.
Santana acercó la silla de nuevo y se acomodó a su lado, mientras le acariciaba los nudillos.
—En cuanto el doctor nos autorice, nos iremos unos días a Miami para que te recuperes allá. Quiero alejarte de esta ciudad y que te sientas relajada. Y, cuando estés mejor, viajaremos a Mendoza para pasar unos días en tu tierra, mientras terminamos de planificar nuestra boda. Quiero cuidarte hasta que estés bien... en realidad, quiero cuidarte el resto de mi vida.
—Te amo, Sanny.
—¡Yo más!
—Imposible amar más de lo que te amo, Hoyuelitos. ¿Sabés? Mis últimos recuerdos del baño del hotel son de tus ojos. Tu mirada me dio fuerzas porque constantemente pensaba que no quería dejar de verlos—volvió a toser.
—Si seguís tosiendo, te va a doler la herida. Britt, por favor, no hables más, intentá dormir.
—De acuerdo, ¿qué hora es?
Santana miró su reloj.
—Las cinco y veinticinco de la madrugada. Dormite.
—Vos también, pero buscá un lugar más cómodo. No podés quedarte ahí, en esa silla.
—No existe mejor lugar que a tu lado.
Brittany sonrió feliz y se calló. Estaba cansada, su cuerpo experimentaba un debilitamiento importante y la pequeña charla la había agotado.
Santana apoyó su cabeza en la cama y le dio infinidad de besos en la mano que tenía aferrada a la suya.
«Gracias, Dios, por devolvérmela, la amo tanto... Prometo cuidarla mejor, de ahora en adelante, viviré por y para ella. Gracias por permitirme volver a oír su voz y por conceder que esos ojos que me enamoraron desde el primer momento vuelvan a glorificarme con su luz», elevó su pensamiento a Dios.
Santana estaba medio adormecida cuando escuchó que Brittany emitía un quejido.
—Sanny, mi amor.
—¿Qué pasa, Britt? ¿Te sentís mal?—dio un respingo y se puso de pie mientras le acariciaba la frente—¿Llamo a la enfermera?
—No, no te asustes. Sólo que recordé algo—Brittany levantó su mano izquierda levemente y con mucha dificultad—Me quitó el anillo—se puso a llorar—Ella era quien llamaba, me lo dijo, y también que si yo me hubiera alejado de vos no hubiera tenido que hacer esto.
—Chis, Britt-Britt, no te angusties. Dejá el brazo quieto, tenés colocada una vía y te vas a hacer daño. No te preocupes por nada y mucho menos te angusties por eso. Te regalaré otra sortija, tendremos otra. Ahora descansá, mi amor, estoy acá a tu lado.
—Prometeme que no va a salir nunca más de la cárcel.
—Hey, Britt-Britt, mirame. ¿Creés que me quedaría tranquila si no fuera así? Sos mi prioridad.
Brittany asintió y Santana se quedó de pie a su lado, mientras le secaba las lágrimas con sus besos y la acariciaba para calmarla.
—Chis, dormí mi vida, acá estoy cuidándote. Descansá que yo no me voy a mover de tu lado.
Recostó su cabeza en la almohada, junto a la suya, y se quedó acariciándole el rostro hasta que Brittany se durmió. Después, caminó hasta la ventana y apoyó su frente en el vidrio, cerró su puño y lo apretó con fuerza.
Estaba realmente furiosa.
«¡Maldita hija de puta! Te vas a pudrir en la cárcel, no permitiré que salgas, lo juro, aunque sea lo último que haga en mi vida. ¿Cómo es que no me di cuenta? Me siento el más estúpida, juro que esa zorra va a pagar por todo.»
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FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
Habían llegado al departamento de la calle Greene y Santana estaba terminando de arropar a Brittany, después de ayudarla a que se acostara.
Tras siete días en el hospital, por fin le habían dado el alta, pero debía seguir guardando reposo para recuperarse completamente, aún era todo muy reciente.
—Al fin en casa, Britt-Britt. Ahora, poco a poco, retomaremos la normalidad y todo pasará a ser un mal recuerdo.
—Sí, mi amor, no veía la hora de salir de ese hospital. Además, ya no soportaba verte un día más durmiendo mal e incómoda, primero en la silla de la UVI y luego en el sillón de la habitación.
—Hey, nunca duermo mal si estoy a tu lado.
—Dame un beso, pero de los que me gustan a mí, no de los que me das cuando hay gente.
Santana poseyó sus labios con ternura pero con intensidad. Cuando entraba en su boca sentía que tocaba el cielo con las manos. El contacto de sus lenguas iba más allá de un momento erótico.
Se necesitaban como el aire para respirar.
Whitney aún estaba en Nueva York e, instalada en una de las habitaciones libres del departamento, pensaba quedarse hasta que Brittany estuviera repuesta.
—Perdón, no quise interrumpirlas—Whitney se apenó por entrar mientras estaban en pleno beso.
Ambas se rieron.
—Tranquila, Whitney, nos encanta tenerte acá. Además, tu compañía me permitirá trabajar un rato. El chico de los recados me trajo un cúmulo de papeles de la oficina, con Alison de luna de miel, está todo descontrolado.
—Amor, sólo soy un problema.
—¡Ah, no! Brittany Susan Pierce, que sea la última vez que me decís eso—le advirtió con el cejo fruncido y le puso un dedo sobre los labios para hacerla callar—Vos no sos un problema en mi vida, todo lo contrario. Sos mi bendición, el problema soy yo en la tuya, sino mirá por todo lo que estás pasando por mi culpa.
Brittany negó con la cabeza y le mordió el dedo con el que le acariciaba los labios.
Santana las dejó un rato solas y aprovechó para atender algunos asuntos pendientes.
Whitney le había llevado a Brittany una compota de frutas, ya que necesitaba comer pequeñas cantidades, varias veces al día.
—¿Estás cansada, hija?
—Un poquito. La verdad es que el viaje me cansó, pero no se lo digas a San, está tan asustada que casi ni duerme.
—Lo sé. No te preocupes, que no se lo mencionaré. Yo también la noto agotada, necesita imperiosamente serenarse y descansar. Esperemos que, ahora que ya estás acá, consiga hacerlo. Esa mujer te quiere más que a su vida y te lo ha demostrado.
—La amo, mamá.
—Mi vida, San es un amor. Estoy feliz de que la hayas conocido. A pesar de todo esto que está pasando, creo que es la persona adecuada en tu vida.
—Sanny es maravillosa—Brittany cambió de tema con brusquedad—¿Avisaste a Kitty y a Hanna de que ya salí del hospital?
—Sí, tranquila, anoche hablé con Kitty y le dije que era muy probable que hoy te dieran el alta. Llamaron a San o a mí a diario, querida, preguntando por vos.
—Lo sé. Sanny me pasó con ellas cada vez que la llamaban, hablé con ambas.
Santana estaba abriendo sus correos en el despacho cuando sonó su teléfono.
—¿Qué mierda tienen todos en la cabeza?—era Finn—¿Por qué me entero de todo recién ahora?
—Tranquilo Finny, ya pasó todo.
—Ya sé que ya pasó, papá me lo contó. No puedo creer que hayamos estado todo este tiempo acá sin saber nada, ¿cómo pudieron ocultarnos lo que estaba ocurriendo? ¡Parece que no perteneciéramos a la familia!
—Estás de luna de miel, Finn. Yo les pedí que fuera así. Britt ya está bien, gracias a Dios.
—No es posible que nos hayan tenido al margen y ustedes pasando por todo eso. No puedo creer lo de Elaine. Alison está tanto o más atónita que yo.
—Bueno créanlo. Es una jodida y ya sé, no me lo digas, tendría que haber mantenido mis manos quietas.
—No te lo voy a decir, pero sí. Igualmente, no hay justificación para lo que hizo.
—Jamás le prometí nada. Fue sólo una vez y cuando estaba separada de Britt. Se metió en mi casa, en fin... Aunque le he dado vueltas a esto, creo que, por más que no hubiera pasado algo entre ella y yo, este asunto hubiera terminado así de todas formas. Elaine llegó a llamar a Britt a Buenos Aires, amenazándola, cuando todo lo nuestro comenzó.
—Nos hemos enterado, y Alison está muy apenada. Se siente muy culpable, porque fue ella la que cometió el error de contarle sobre Britt y vos.
—Decile que no se preocupe, sé que lo hizo sin maldad. ¿Sabés? Elaine no está bien, estoy casi seguro de que está desequilibrada mentalmente.
—Eso no es bueno para la causa.
—¿Cómo?
—De comprobarse que no está en su sano juicio, la sacarán de la cárcel y la enviarán a un psiquiátrico.
—¿Estás seguro?
—El derecho penal no es mi especialidad, pero eso lo sabe cualquiera. Te enviaré el teléfono del mejor penalista de Nueva York. Fue mi profesor, pero tiene un bufete particular. Mejor aún... lo llamaré, dejame hablar con él para intentar por todos los medios que lleve el caso de Britt y no lo delegue en nadie. Creeme, Tana, si él no consigue que Ealine quede presa, podés estar segura de que nadie lo conseguirá. Es, sencillamente, el mejor. ¿Britt ya declaró?
—No. Lo he estado alargando por su estado. Es que no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera verla bien, y ni siquiera tenemos abogado todavía, pero no creo que pueda dilatarlo más, ya está en casa.
—Sí, papá me dijo que le habían dado el alta, y me alegro de que esté reponiéndose, pero, escuchame bien, que no declare hasta haber hablado con un abogado. Necesitan guiarla en su declaración, una palabra de más o una de menos y Eline saldrá en seguida.
—Así lo haré. ¿Sabés? Papá se peleó con Bob, quería que retiráramos la demanda, decía que él la internaría.
—¿Cómo se atreve a usar su amistad de esa manera? ¿Te das cuenta de lo que te digo? Van a intentar probar que no está en su sano juicio, si ya el tío avanzó eso...
—Yo también me peleé con papá, Finn, está furioso conmigo, y yo con él. No me dejó explicarle, no me habla. Por supuesto, Britt no está enterada de eso, no quiero angustiarla o empezará a tejer en su cabeza que, por su culpa, estoy distanciada de papá.
—No te preocupes, eso se arreglará. Debe de estar dolido por lo del tío Bob, ellos se conocían de toda la vida y terminó agarrándosela con vos.
Santana hizo una mueca de disgusto.
—Gracias por llamar.
—Lo hubiera hecho mucho antes si no me lo hubieran ocultado.
—Ni loca podía arruinarte la luna de miel.
—Era necesario que estuviéramos allá, acompañándote en lo que pudiéramos. ¡Podríamos haber reanudado el viaje en otro momento, hermana!
—Sé que es lo que hubieran hecho y, aunque no estaban, los sentí a mi lado en todo momento. Pero ese viaje, en otra ocasión, no hubiera sido igual.
—¡Bah! Sos una pendeja testaruda.
Santana se rió.
—Ya me conocés. ¿Cómo está Alison? ¿Qué tal la Polinesia?
—Un paraíso. Alison está acá, junto a mí—Finn la abrazó mientras lo decía—¡Hola, cuñada!—saludó Alison acercándose al teléfono.
—Saludala también de mi parte.
—También está muy enojada porque no nos avisaron.
—Decile que disfrute y no se preocupe más. Es un momento único en sus vidas que no debe empañarse por nada. Además, Britt ya está bien, en unos días le quitarán los puntos.
—¿Por nada? ¿Que a Britt le hayan disparado y casi pierda su vida te parece nada? Me siento inútil a tantos kilómetros de distancia.
—Ya pusiste tu granito de arena, hermano. Aun en la distancia, me acabás de decir que vas a contactar con el mejor penalista, ¿te parece poco? No le des más vuelta al asunto, disfrutá de tu lujosa luna de miel, que me salió por un ojo de la cara.
—¡Maldita engreída!—se carcajearon y se despidieron.
Santana trabajó un rato más, pero le costaba concentrarse después de lo que Finn le había dicho.
Las alarmas habían empezado a sonar.
Durante todos aquellos días, sólo se había preocupado por la salud de Brittany y había pensado muy poco en Elaine y en su condena, pero ahora no tenía su mente en paz.
Estaba ansiosa porque su hermano le enviara el teléfono del abogado.
Que Elaine pudiera salir de la cárcel no había estado nunca en sus planes. No la quería en un psiquiátrico, la necesitaba entre rejas, en un lugar bien seguro.
Dejó lo que estaba haciendo y se fue al dormitorio a ver a Brittany. Ella, ajena a todo el calvario que se había desatado en su cabeza, dormía con placidez. La admiró desde el resquicio de la puerta, luego sigilosamente se recostó a su lado, y así permaneció mirándola por unos instantes, adorándola. Parecía tranquila y Santana no quería que nada la alterara. No le contaría nada sobre lo que Finn le había insinuado.
Le apartó con suavidad un mechón de pelo que le cubría la cara, para admirar mejor sus facciones. Desde que la habían atacado, le encantaba ponerse muy cerca de Brittany y sentir su respiración en el rostro, eso la tranquilizaba, era la forma que tenía de comprobar que Brittany seguía viva, un hábito que había adquirido en el hospital, cuando le habían sacado el respirador.
Su teléfono vibró dentro del bolsillo del pantalón, se apresuró a cogerlo para no despertarla. Se levantó con prontitud y caminó hacia el salón. Era un número desconocido, pero igualmente contestó.
—Hola.
—¿Santana López?
—Sí, ¿quién habla?
—Buenas tardes, mi nombre es Sebastián Smythe. Su hermano Finn me ha pasado su número, soy el abogado de quien le habló hace un rato.
—¡Oh, un placer, abogado! Muchas gracias por tomarse la molestia de llamar.
—El placer es mutuo. Finn me ha explicado un poco la situación y, como nuestra relación de profesor-alumno traspasó esa frontera, voy a aceptar el caso. Estaría bien que nos viéramos cuanto antes: es necesario que pactemos un encuentro para que pueda hablar con la señorita...
—Brittany. Es mi mujer.
—Sí, estaba buscando su nombre, lo tengo aquí apuntado, Brittany Susan Pierce, ¿verdad?
—Ella misma, pero hay un problema. Britt aún no puede trasladarse, hoy mismo ha salido del hospital y no creo que pueda postergarse mucho más su declaración. Mi hermano me aconsejó que, antes de que lo hiciera, consultara con un abogado.
—Por supuesto, eso es primordial. Hagamos una cosa, mañana a las diez en punto iré a su casa para montar una estrategia y, por la tarde, haremos que Brittany declare.
—Perfecto, señor Smythe, le estoy muy agradecida por las molestias. ¿Anota la dirección?
Después de concretar la cita con el abogado, Santana estaba más preocupada que antes. Era evidente que no podría ocultarle a Brittany lo que Finn le había insinuado, pero esperaría a que el abogado Smythe se lo dijera, no iba a angustiarla antes.
Se quedó pensativa junto al ventanal que daba a la calle, mientras se daba golpecitos con el móvil en sus labios, cavilando.
—¿Pasa algo, San? Disculpame que te pregunte, no es que quiera meterme, pero te veo preocupada. Y, además, fue inevitable oír que hablabas con un abogado—Whitney, que estaba en la cocina, no había podido resistirse, notaba que algo no iba bien y se lo hizo saber.
Santana se acercó a la encimera.
—Lo siento, Whitney, no quiero preocuparte pero necesitaré tu apoyo. Presiento que Brittany no va a tomarse esto bien cuando se entere.
—Me estás asustando.
Santana la miró fijamente y, luego, intentando mostrarse calmada, le habló:
—Es muy probable que intenten probar que Elaine es una enferma mental para evitar que vaya a una cárcel común, y presiento que lo lograrán, ya que yo también creo que está perturbada.
—Dios, San, ¿significa eso que no se quedará en la cárcel?
—No nos precipitemos, pero es una posibilidad.
—San, por favor, mi hija seguirá en peligro si ella sale.
—Conseguí un muy buen abogado. Según mi hermano, es el mejor penalista. Whitney, no voy a permitir que no pague por lo que ha hecho, tranquila—le dijo clavando sus ojos en los de ella y acompañando su afirmación con un movimiento de cabeza—Confiá en mí, debemos tranquilizarnos, porque no quiero que Britt se altere ahora. Intentemos que, al menos en esta primera noche en casa, permanezca serena, que disfrute de que salió del hospital, quiero que se sienta a gusto.
Whitney secó las lágrimas que se le habían escapado.
—Tenés razón, somos sus pilares y no podemos permitirnos el lujo de ponernos mal: ella nos necesita íntegros a todos.
—Exacto, sé que es difícil. Y sé también lo que estás sintiendo, porque, a pesar de que quiero mostrarme íntegra, me paraliza el mismo temor que a vos. Pero poniéndonos nerviosas no solucionamos nada, las cosas no se pueden revertir, así que sólo debemos encontrarle una solución. Tenemos que mirar hacia adelante. Britt aún no está repuesta del todo y lo más importante de toda esta mierda que nos tocó vivir es que ella esté bien de salud. Además, mañana por la tarde tendrá que declarar frente a un detective, así que nos necesitará más que nunca. Será muy duro recordar todo de nuevo y es muy probable que deba hacerlo con todo lujo de detalles.
—Lo sé, San, sólo te ruego que no permitas que esa mujer salga en libertad.
—Es lo que menos deseo, Whitney, yo también quiero que lo tengas claro.
Santana abrazó a su futura suegra ofreciéndole contención.
La noche había llegado.
Santana había terminado de darse una ducha y estaba secándose enérgicamente el pelo con una toalla mientras tenía otra enrollada en el pecho.
Brittany la admiraba desde la cama. Su mujer era muy deseable y se la estaba comiendo con los ojos.
Santana sintió que Brittany no la perdía de vista, la estaba repasando de pies a cabeza. Entonces, Santana se dio la vuelta, sonrió y le guiñó un ojo.
¡Menuda sensación la que le causaba que la pillara!
Brittany también se rió y se llevó un dedo a la boca mientras su mente la trasladaba al día en que se habían conocido, su memoria retrocedió, precisamente, al momento en que Santana la había pescado observándola embobada, mientras hablaba por teléfono en el Bistró del Faena.
Aquel día parecía tan lejano y, en realidad, tan sólo habían pasado unos pocos meses, aunque si lo pensaba un poco, todo lo que había sucedido entre ellas había sido increíblemente intenso.
Santana fue al vestidor y salió con un ajustado pantalón corto negro y un top a juego, preparada para meterse en la cama con Brittany. Se sentó contra el respaldo y la invitó a acurrucarse bajo su abrazo, mientras le besaba la coronilla.
—¿Estás cansada?
—No—negó Brittany con la cabeza—, Dormí toda la tarde. ¿Sabés? Estoy muy feliz de estar en casa.
—Yo también estoy feliz, y me encanta que digas en casa: me fascina saber que lo sentís así.
Brittany aún se movía con dificultad por los tironcitos que le daban los puntos de la herida, pero eso no le impidió darse la vuelta y olerla.
—Hum, ¡qué bien olés siempre, mi amor!—le dijo y le besó el cuello.
Santana se retorció con el gesto.
—No soportaba más esa cama de hospital, no hay nada mejor que esto, extrañaba mucho tu contacto.
—También yo, aunque sólo podamos mimarnos así—profundizó su abrazo—Sentir tu cuerpo es de ensueño.
—Te amo, Sanny, te amo tanto..., mi amor. Tuve tanto miedo de no poder decírtelo nunca más...
—Hey...—la apartó y la miró—¿Otra vez con esa angustia? Britt-Britt—le dijo, e hizo una pausa para abrigarla más aún entre sus brazos, con posesión y el convencimiento de que nada más podría pasarle—, No pensemos más en cosas tristes.
—Pero necesito hablar. Sé que no querés que recuerde el ataque de...—dudó antes de decir su nombre—Elaine, pero necesito hacerlo, me urge contártelo y quitarme de encima todas esas sensaciones horribles que tengo guardadas adentro. Ahora recuerdo bien todo, los primeros días me sentía aturdida y sólo rememoraba algunos momentos, pero ahora tengo todo más claro.
—A ver, dejame decirte algo—la miró a los ojos profundamente—Hoy no, Britt. Mañana vendrá un abogado y vas a tener que hacerlo con todo lujo de detalles. Después, por la tarde, se acercará a casa el detective Jesse para tomarte declaración. ¿Es necesario que la primera noche que volvemos a casa lo repasemos también?
Brittany dio un respingo.
—¿Mañana tendré que declarar?
—Sí, Britt-Britt, ya no podemos postergarlo más, ¿te parece que podrás?
—Sí, por supuesto, lo haré.
—Bien. De todos modos, el abogado nos instruirá por la mañana, me lo ha recomendado Finn, que ya se enteró.
—¿Cuándo se enteró?
—Hoy, y se enfadó mucho porque no les habíamos avisado, pero... ahora vamos a acostarnos y a dormir en la paz de nuestro dormitorio.
Brittany asintió con la cabeza y se deslizó en la cama con dificultad. Santana la ayudó y esperó pacientemente para arroparla, luego se acostó a su lado.
Aquél fue un día muy difícil.
Tal y como se lo había advertido Finn, el abogado de Elaine se preparaba para declararla enferma mental. Recordarlo todo con minuciosidad y dos veces en el mismo día había sido agotador.
Primero había tenido que hacerlo con el abogado, rememorando detalles ínfimos, y luego, en un tono más escabroso, con el detective, que la atosigó a preguntas y resultó, incluso, despiadado en su manera de investigar.
Finalmente, Brittany, con la recreación de todos los hechos, terminó llorando desconsolada en brazos de Santana y de su mamá.
—Creo que es suficiente, detective. Ella es la víctima, ¿lo ha olvidado? No es justo que la trate de esta forma. Mire lo angustiada que está—le gritó Santana, mientras intentaba acabar con aquella situación—Lo acompaño a la salida, Britt ya le ha contado todo cuanto quería saber.
—Lo siento, señorita López, era inevitable repasar todos los hechos con detalle, no ha sido mi intención incomodarlas.
—Puede que no, pero lo ha hecho. Mire en qué estado se encuentra Britt por su culpa. Ha sido cruel, ¿le parece que no ha pasado por demasiado ya?
—Estoy bien, San, entiendo que era necesario, pero aun así ha sido muy fuerte volver a revivirlo todo. Todavía puedo sentir el olor a pólvora y el ruido del disparo, fue como volver a experimentarlo de nuevo.
—Detective Jesse, mi cliente ya le ha dicho todo. Creo que si, en algún momento, considera que debe ampliar su declaración no habrá ningún problema, pero lo expuesto es más que suficiente para que presente los hechos ante el fiscal del distrito.
—Así es, abogado Smythe.
—Señorita Pierce, créame que lamento haberla hecho recordar tan penoso momento, pero era imprescindible. Además, como ha pasado un tiempo, necesitaba comprobar que su declaración era correcta y que no estaba omitiendo ningún detalle. Entiéndame, es necesario que usted esté segura de los hechos que me ha relatado.
—Lo sé. Puede estar convencido de que fue como se lo he contado, aunque desee borrarlo de mi mente, jamás olvidaré esos momentos.
El detective se retiró y Brittany, ayudada por Whitney, regresó a la cama. Mientras tanto, Santana se quedó en el salón hablando con el abogado, aunque no tardó en despedirse de él para volver junto a Brittany y terminar de consolarla.
Desde la mañana, había estado acongojada. Desde que el abogado les plantease la defensa y la estrategia para evitar que Elaine ingresara en un psiquiátrico, en vez de en una cárcel común, no se había sentido en paz.
—San, no voy a poder vivir tranquila si ella no está presa.
—Calma, Britt, ya viste lo que nos explicó el abogado. Por más que sea un hospital mental, es un lugar de máxima seguridad.
—No, pero no es lo mismo. Viviré inquieta.
—Britt, aún no es seguro que eso ocurra. Ya oíste al detective, el fiscal del distrito también hará lo imposible para que eso no ocurra.
—Lo sé. Además no sería justo, no me importa que esté loca, ¡casi me mata! Era lo que quería, quería matarme, era lo único que ansiaba, loca o cuerda, ése era su deseo.
—¡Hey! No me lo tenés que decir a mí o ¿acaso creés que yo sí quiero que salga de la cárcel? Pero si así fuera no tenemos que desesperarnos, porque ella estará encerrada de todos modos.
—Pero eso no sería una condena. ¿Y si dicen que está curada y sale? ¿Cuándo se va a acabar esta pesadilla? San, no quiero vivir con miedo.
Santana la abrazó con fuerza y cerró los ojos, intentó calmarse por ella, pero también sentía miedo, aunque no podía dejar escapar sus temores, necesitaba mostrarse íntegra para infundirle seguridad.
Estaban terminando de cenar y Brittany seguía muy irritada. Por momentos, se quedaba abstraída e inmersa en sus pensamientos. Había insistido en cenar en el comedor, alegando que le dolía demasiado la espalda de tanto estar en la cama. Para no contrariarla, Santana y Whitney la habían acomodado en uno de los sillones del salón y habían cenado ahí con ella, pero Brittany casi ni había tocado la comida.
—No cenaste nada, ¿no te gustó lo que te preparé, querés que te haga alguna otra cosa?
—No, mamá, no es eso, solamente estoy desganada.
Whitney y Santana se miraron, no dijeron nada.
—Tenés que alimentarte bien, así te recuperarás antes—le habló Santana sin mirarla, mientras cortaba un bocado y se lo llevaba a la boca.
—Estoy bien, San, no te preocupes. Sólo es que no tengo hambre, no hagan un problema por nada.
Terminaron de comer, Whitney retiró los platos y Santana se puso de pie y fue hasta la nevera. De ahí, trajo una porción de gelatina con frutas, se paró junto al sillón y le enseñó lo que traía. Se rió tentándola y haciendo ruiditos con la boca para demostrarle que estaba muy rica. Brittany frunció la boca y negó con la cabeza, pero Santana no le hizo caso. Se sentó a su lado sobre la alfombra del salón y le ofreció una porción.
Parecía una niña caprichosa que no quería abrir la boca, pero Santana tuvo paciencia hasta que Brittany la engulló.
—Mejor así—Santana se estiró y la besó.
—Sos muy insistente.
—Muy insistente, cabezona e insoportablemente testaruda. Sabés que siempre me salgo con la mía, seguí comiendo.
—Bueno, pero me das otro beso.
—Primero te comés otra porción.
Brittany se rió, abrió la boca y entonces Santana la besó.
—¡Ah, de haber sabido que te robaría tantos besos hubiera hecho lo mismo con la otra comida que ni tocaste!
—¡Aprovechada!
Santana le guiñó un ojo.
Whitney no dejaba de sonreír desde el fregadero de la cocina. Le encantaba ver a su hija tan feliz y no podía disimular su alegría. Había pensado que nunca vería a Brittany así de enamorada, pero Dios era misericordioso y la había escuchado.
Por fin había puesto en su camino a una persona buena y comprensiva que, además, la amaba con locura.
—Siempre que pueda tener tus labios, no me importa la forma en que los consiga—dijo Santana.
—¿Me querés?
—Te amo, Britt, te amo con desesperación.
—Y yo a vos.
Tras siete días en el hospital, por fin le habían dado el alta, pero debía seguir guardando reposo para recuperarse completamente, aún era todo muy reciente.
—Al fin en casa, Britt-Britt. Ahora, poco a poco, retomaremos la normalidad y todo pasará a ser un mal recuerdo.
—Sí, mi amor, no veía la hora de salir de ese hospital. Además, ya no soportaba verte un día más durmiendo mal e incómoda, primero en la silla de la UVI y luego en el sillón de la habitación.
—Hey, nunca duermo mal si estoy a tu lado.
—Dame un beso, pero de los que me gustan a mí, no de los que me das cuando hay gente.
Santana poseyó sus labios con ternura pero con intensidad. Cuando entraba en su boca sentía que tocaba el cielo con las manos. El contacto de sus lenguas iba más allá de un momento erótico.
Se necesitaban como el aire para respirar.
Whitney aún estaba en Nueva York e, instalada en una de las habitaciones libres del departamento, pensaba quedarse hasta que Brittany estuviera repuesta.
—Perdón, no quise interrumpirlas—Whitney se apenó por entrar mientras estaban en pleno beso.
Ambas se rieron.
—Tranquila, Whitney, nos encanta tenerte acá. Además, tu compañía me permitirá trabajar un rato. El chico de los recados me trajo un cúmulo de papeles de la oficina, con Alison de luna de miel, está todo descontrolado.
—Amor, sólo soy un problema.
—¡Ah, no! Brittany Susan Pierce, que sea la última vez que me decís eso—le advirtió con el cejo fruncido y le puso un dedo sobre los labios para hacerla callar—Vos no sos un problema en mi vida, todo lo contrario. Sos mi bendición, el problema soy yo en la tuya, sino mirá por todo lo que estás pasando por mi culpa.
Brittany negó con la cabeza y le mordió el dedo con el que le acariciaba los labios.
Santana las dejó un rato solas y aprovechó para atender algunos asuntos pendientes.
Whitney le había llevado a Brittany una compota de frutas, ya que necesitaba comer pequeñas cantidades, varias veces al día.
—¿Estás cansada, hija?
—Un poquito. La verdad es que el viaje me cansó, pero no se lo digas a San, está tan asustada que casi ni duerme.
—Lo sé. No te preocupes, que no se lo mencionaré. Yo también la noto agotada, necesita imperiosamente serenarse y descansar. Esperemos que, ahora que ya estás acá, consiga hacerlo. Esa mujer te quiere más que a su vida y te lo ha demostrado.
—La amo, mamá.
—Mi vida, San es un amor. Estoy feliz de que la hayas conocido. A pesar de todo esto que está pasando, creo que es la persona adecuada en tu vida.
—Sanny es maravillosa—Brittany cambió de tema con brusquedad—¿Avisaste a Kitty y a Hanna de que ya salí del hospital?
—Sí, tranquila, anoche hablé con Kitty y le dije que era muy probable que hoy te dieran el alta. Llamaron a San o a mí a diario, querida, preguntando por vos.
—Lo sé. Sanny me pasó con ellas cada vez que la llamaban, hablé con ambas.
Santana estaba abriendo sus correos en el despacho cuando sonó su teléfono.
—¿Qué mierda tienen todos en la cabeza?—era Finn—¿Por qué me entero de todo recién ahora?
—Tranquilo Finny, ya pasó todo.
—Ya sé que ya pasó, papá me lo contó. No puedo creer que hayamos estado todo este tiempo acá sin saber nada, ¿cómo pudieron ocultarnos lo que estaba ocurriendo? ¡Parece que no perteneciéramos a la familia!
—Estás de luna de miel, Finn. Yo les pedí que fuera así. Britt ya está bien, gracias a Dios.
—No es posible que nos hayan tenido al margen y ustedes pasando por todo eso. No puedo creer lo de Elaine. Alison está tanto o más atónita que yo.
—Bueno créanlo. Es una jodida y ya sé, no me lo digas, tendría que haber mantenido mis manos quietas.
—No te lo voy a decir, pero sí. Igualmente, no hay justificación para lo que hizo.
—Jamás le prometí nada. Fue sólo una vez y cuando estaba separada de Britt. Se metió en mi casa, en fin... Aunque le he dado vueltas a esto, creo que, por más que no hubiera pasado algo entre ella y yo, este asunto hubiera terminado así de todas formas. Elaine llegó a llamar a Britt a Buenos Aires, amenazándola, cuando todo lo nuestro comenzó.
—Nos hemos enterado, y Alison está muy apenada. Se siente muy culpable, porque fue ella la que cometió el error de contarle sobre Britt y vos.
—Decile que no se preocupe, sé que lo hizo sin maldad. ¿Sabés? Elaine no está bien, estoy casi seguro de que está desequilibrada mentalmente.
—Eso no es bueno para la causa.
—¿Cómo?
—De comprobarse que no está en su sano juicio, la sacarán de la cárcel y la enviarán a un psiquiátrico.
—¿Estás seguro?
—El derecho penal no es mi especialidad, pero eso lo sabe cualquiera. Te enviaré el teléfono del mejor penalista de Nueva York. Fue mi profesor, pero tiene un bufete particular. Mejor aún... lo llamaré, dejame hablar con él para intentar por todos los medios que lleve el caso de Britt y no lo delegue en nadie. Creeme, Tana, si él no consigue que Ealine quede presa, podés estar segura de que nadie lo conseguirá. Es, sencillamente, el mejor. ¿Britt ya declaró?
—No. Lo he estado alargando por su estado. Es que no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera verla bien, y ni siquiera tenemos abogado todavía, pero no creo que pueda dilatarlo más, ya está en casa.
—Sí, papá me dijo que le habían dado el alta, y me alegro de que esté reponiéndose, pero, escuchame bien, que no declare hasta haber hablado con un abogado. Necesitan guiarla en su declaración, una palabra de más o una de menos y Eline saldrá en seguida.
—Así lo haré. ¿Sabés? Papá se peleó con Bob, quería que retiráramos la demanda, decía que él la internaría.
—¿Cómo se atreve a usar su amistad de esa manera? ¿Te das cuenta de lo que te digo? Van a intentar probar que no está en su sano juicio, si ya el tío avanzó eso...
—Yo también me peleé con papá, Finn, está furioso conmigo, y yo con él. No me dejó explicarle, no me habla. Por supuesto, Britt no está enterada de eso, no quiero angustiarla o empezará a tejer en su cabeza que, por su culpa, estoy distanciada de papá.
—No te preocupes, eso se arreglará. Debe de estar dolido por lo del tío Bob, ellos se conocían de toda la vida y terminó agarrándosela con vos.
Santana hizo una mueca de disgusto.
—Gracias por llamar.
—Lo hubiera hecho mucho antes si no me lo hubieran ocultado.
—Ni loca podía arruinarte la luna de miel.
—Era necesario que estuviéramos allá, acompañándote en lo que pudiéramos. ¡Podríamos haber reanudado el viaje en otro momento, hermana!
—Sé que es lo que hubieran hecho y, aunque no estaban, los sentí a mi lado en todo momento. Pero ese viaje, en otra ocasión, no hubiera sido igual.
—¡Bah! Sos una pendeja testaruda.
Santana se rió.
—Ya me conocés. ¿Cómo está Alison? ¿Qué tal la Polinesia?
—Un paraíso. Alison está acá, junto a mí—Finn la abrazó mientras lo decía—¡Hola, cuñada!—saludó Alison acercándose al teléfono.
—Saludala también de mi parte.
—También está muy enojada porque no nos avisaron.
—Decile que disfrute y no se preocupe más. Es un momento único en sus vidas que no debe empañarse por nada. Además, Britt ya está bien, en unos días le quitarán los puntos.
—¿Por nada? ¿Que a Britt le hayan disparado y casi pierda su vida te parece nada? Me siento inútil a tantos kilómetros de distancia.
—Ya pusiste tu granito de arena, hermano. Aun en la distancia, me acabás de decir que vas a contactar con el mejor penalista, ¿te parece poco? No le des más vuelta al asunto, disfrutá de tu lujosa luna de miel, que me salió por un ojo de la cara.
—¡Maldita engreída!—se carcajearon y se despidieron.
Santana trabajó un rato más, pero le costaba concentrarse después de lo que Finn le había dicho.
Las alarmas habían empezado a sonar.
Durante todos aquellos días, sólo se había preocupado por la salud de Brittany y había pensado muy poco en Elaine y en su condena, pero ahora no tenía su mente en paz.
Estaba ansiosa porque su hermano le enviara el teléfono del abogado.
Que Elaine pudiera salir de la cárcel no había estado nunca en sus planes. No la quería en un psiquiátrico, la necesitaba entre rejas, en un lugar bien seguro.
Dejó lo que estaba haciendo y se fue al dormitorio a ver a Brittany. Ella, ajena a todo el calvario que se había desatado en su cabeza, dormía con placidez. La admiró desde el resquicio de la puerta, luego sigilosamente se recostó a su lado, y así permaneció mirándola por unos instantes, adorándola. Parecía tranquila y Santana no quería que nada la alterara. No le contaría nada sobre lo que Finn le había insinuado.
Le apartó con suavidad un mechón de pelo que le cubría la cara, para admirar mejor sus facciones. Desde que la habían atacado, le encantaba ponerse muy cerca de Brittany y sentir su respiración en el rostro, eso la tranquilizaba, era la forma que tenía de comprobar que Brittany seguía viva, un hábito que había adquirido en el hospital, cuando le habían sacado el respirador.
Su teléfono vibró dentro del bolsillo del pantalón, se apresuró a cogerlo para no despertarla. Se levantó con prontitud y caminó hacia el salón. Era un número desconocido, pero igualmente contestó.
—Hola.
—¿Santana López?
—Sí, ¿quién habla?
—Buenas tardes, mi nombre es Sebastián Smythe. Su hermano Finn me ha pasado su número, soy el abogado de quien le habló hace un rato.
—¡Oh, un placer, abogado! Muchas gracias por tomarse la molestia de llamar.
—El placer es mutuo. Finn me ha explicado un poco la situación y, como nuestra relación de profesor-alumno traspasó esa frontera, voy a aceptar el caso. Estaría bien que nos viéramos cuanto antes: es necesario que pactemos un encuentro para que pueda hablar con la señorita...
—Brittany. Es mi mujer.
—Sí, estaba buscando su nombre, lo tengo aquí apuntado, Brittany Susan Pierce, ¿verdad?
—Ella misma, pero hay un problema. Britt aún no puede trasladarse, hoy mismo ha salido del hospital y no creo que pueda postergarse mucho más su declaración. Mi hermano me aconsejó que, antes de que lo hiciera, consultara con un abogado.
—Por supuesto, eso es primordial. Hagamos una cosa, mañana a las diez en punto iré a su casa para montar una estrategia y, por la tarde, haremos que Brittany declare.
—Perfecto, señor Smythe, le estoy muy agradecida por las molestias. ¿Anota la dirección?
Después de concretar la cita con el abogado, Santana estaba más preocupada que antes. Era evidente que no podría ocultarle a Brittany lo que Finn le había insinuado, pero esperaría a que el abogado Smythe se lo dijera, no iba a angustiarla antes.
Se quedó pensativa junto al ventanal que daba a la calle, mientras se daba golpecitos con el móvil en sus labios, cavilando.
—¿Pasa algo, San? Disculpame que te pregunte, no es que quiera meterme, pero te veo preocupada. Y, además, fue inevitable oír que hablabas con un abogado—Whitney, que estaba en la cocina, no había podido resistirse, notaba que algo no iba bien y se lo hizo saber.
Santana se acercó a la encimera.
—Lo siento, Whitney, no quiero preocuparte pero necesitaré tu apoyo. Presiento que Brittany no va a tomarse esto bien cuando se entere.
—Me estás asustando.
Santana la miró fijamente y, luego, intentando mostrarse calmada, le habló:
—Es muy probable que intenten probar que Elaine es una enferma mental para evitar que vaya a una cárcel común, y presiento que lo lograrán, ya que yo también creo que está perturbada.
—Dios, San, ¿significa eso que no se quedará en la cárcel?
—No nos precipitemos, pero es una posibilidad.
—San, por favor, mi hija seguirá en peligro si ella sale.
—Conseguí un muy buen abogado. Según mi hermano, es el mejor penalista. Whitney, no voy a permitir que no pague por lo que ha hecho, tranquila—le dijo clavando sus ojos en los de ella y acompañando su afirmación con un movimiento de cabeza—Confiá en mí, debemos tranquilizarnos, porque no quiero que Britt se altere ahora. Intentemos que, al menos en esta primera noche en casa, permanezca serena, que disfrute de que salió del hospital, quiero que se sienta a gusto.
Whitney secó las lágrimas que se le habían escapado.
—Tenés razón, somos sus pilares y no podemos permitirnos el lujo de ponernos mal: ella nos necesita íntegros a todos.
—Exacto, sé que es difícil. Y sé también lo que estás sintiendo, porque, a pesar de que quiero mostrarme íntegra, me paraliza el mismo temor que a vos. Pero poniéndonos nerviosas no solucionamos nada, las cosas no se pueden revertir, así que sólo debemos encontrarle una solución. Tenemos que mirar hacia adelante. Britt aún no está repuesta del todo y lo más importante de toda esta mierda que nos tocó vivir es que ella esté bien de salud. Además, mañana por la tarde tendrá que declarar frente a un detective, así que nos necesitará más que nunca. Será muy duro recordar todo de nuevo y es muy probable que deba hacerlo con todo lujo de detalles.
—Lo sé, San, sólo te ruego que no permitas que esa mujer salga en libertad.
—Es lo que menos deseo, Whitney, yo también quiero que lo tengas claro.
Santana abrazó a su futura suegra ofreciéndole contención.
La noche había llegado.
Santana había terminado de darse una ducha y estaba secándose enérgicamente el pelo con una toalla mientras tenía otra enrollada en el pecho.
Brittany la admiraba desde la cama. Su mujer era muy deseable y se la estaba comiendo con los ojos.
Santana sintió que Brittany no la perdía de vista, la estaba repasando de pies a cabeza. Entonces, Santana se dio la vuelta, sonrió y le guiñó un ojo.
¡Menuda sensación la que le causaba que la pillara!
Brittany también se rió y se llevó un dedo a la boca mientras su mente la trasladaba al día en que se habían conocido, su memoria retrocedió, precisamente, al momento en que Santana la había pescado observándola embobada, mientras hablaba por teléfono en el Bistró del Faena.
Aquel día parecía tan lejano y, en realidad, tan sólo habían pasado unos pocos meses, aunque si lo pensaba un poco, todo lo que había sucedido entre ellas había sido increíblemente intenso.
Santana fue al vestidor y salió con un ajustado pantalón corto negro y un top a juego, preparada para meterse en la cama con Brittany. Se sentó contra el respaldo y la invitó a acurrucarse bajo su abrazo, mientras le besaba la coronilla.
—¿Estás cansada?
—No—negó Brittany con la cabeza—, Dormí toda la tarde. ¿Sabés? Estoy muy feliz de estar en casa.
—Yo también estoy feliz, y me encanta que digas en casa: me fascina saber que lo sentís así.
Brittany aún se movía con dificultad por los tironcitos que le daban los puntos de la herida, pero eso no le impidió darse la vuelta y olerla.
—Hum, ¡qué bien olés siempre, mi amor!—le dijo y le besó el cuello.
Santana se retorció con el gesto.
—No soportaba más esa cama de hospital, no hay nada mejor que esto, extrañaba mucho tu contacto.
—También yo, aunque sólo podamos mimarnos así—profundizó su abrazo—Sentir tu cuerpo es de ensueño.
—Te amo, Sanny, te amo tanto..., mi amor. Tuve tanto miedo de no poder decírtelo nunca más...
—Hey...—la apartó y la miró—¿Otra vez con esa angustia? Britt-Britt—le dijo, e hizo una pausa para abrigarla más aún entre sus brazos, con posesión y el convencimiento de que nada más podría pasarle—, No pensemos más en cosas tristes.
—Pero necesito hablar. Sé que no querés que recuerde el ataque de...—dudó antes de decir su nombre—Elaine, pero necesito hacerlo, me urge contártelo y quitarme de encima todas esas sensaciones horribles que tengo guardadas adentro. Ahora recuerdo bien todo, los primeros días me sentía aturdida y sólo rememoraba algunos momentos, pero ahora tengo todo más claro.
—A ver, dejame decirte algo—la miró a los ojos profundamente—Hoy no, Britt. Mañana vendrá un abogado y vas a tener que hacerlo con todo lujo de detalles. Después, por la tarde, se acercará a casa el detective Jesse para tomarte declaración. ¿Es necesario que la primera noche que volvemos a casa lo repasemos también?
Brittany dio un respingo.
—¿Mañana tendré que declarar?
—Sí, Britt-Britt, ya no podemos postergarlo más, ¿te parece que podrás?
—Sí, por supuesto, lo haré.
—Bien. De todos modos, el abogado nos instruirá por la mañana, me lo ha recomendado Finn, que ya se enteró.
—¿Cuándo se enteró?
—Hoy, y se enfadó mucho porque no les habíamos avisado, pero... ahora vamos a acostarnos y a dormir en la paz de nuestro dormitorio.
Brittany asintió con la cabeza y se deslizó en la cama con dificultad. Santana la ayudó y esperó pacientemente para arroparla, luego se acostó a su lado.
Aquél fue un día muy difícil.
Tal y como se lo había advertido Finn, el abogado de Elaine se preparaba para declararla enferma mental. Recordarlo todo con minuciosidad y dos veces en el mismo día había sido agotador.
Primero había tenido que hacerlo con el abogado, rememorando detalles ínfimos, y luego, en un tono más escabroso, con el detective, que la atosigó a preguntas y resultó, incluso, despiadado en su manera de investigar.
Finalmente, Brittany, con la recreación de todos los hechos, terminó llorando desconsolada en brazos de Santana y de su mamá.
—Creo que es suficiente, detective. Ella es la víctima, ¿lo ha olvidado? No es justo que la trate de esta forma. Mire lo angustiada que está—le gritó Santana, mientras intentaba acabar con aquella situación—Lo acompaño a la salida, Britt ya le ha contado todo cuanto quería saber.
—Lo siento, señorita López, era inevitable repasar todos los hechos con detalle, no ha sido mi intención incomodarlas.
—Puede que no, pero lo ha hecho. Mire en qué estado se encuentra Britt por su culpa. Ha sido cruel, ¿le parece que no ha pasado por demasiado ya?
—Estoy bien, San, entiendo que era necesario, pero aun así ha sido muy fuerte volver a revivirlo todo. Todavía puedo sentir el olor a pólvora y el ruido del disparo, fue como volver a experimentarlo de nuevo.
—Detective Jesse, mi cliente ya le ha dicho todo. Creo que si, en algún momento, considera que debe ampliar su declaración no habrá ningún problema, pero lo expuesto es más que suficiente para que presente los hechos ante el fiscal del distrito.
—Así es, abogado Smythe.
—Señorita Pierce, créame que lamento haberla hecho recordar tan penoso momento, pero era imprescindible. Además, como ha pasado un tiempo, necesitaba comprobar que su declaración era correcta y que no estaba omitiendo ningún detalle. Entiéndame, es necesario que usted esté segura de los hechos que me ha relatado.
—Lo sé. Puede estar convencido de que fue como se lo he contado, aunque desee borrarlo de mi mente, jamás olvidaré esos momentos.
El detective se retiró y Brittany, ayudada por Whitney, regresó a la cama. Mientras tanto, Santana se quedó en el salón hablando con el abogado, aunque no tardó en despedirse de él para volver junto a Brittany y terminar de consolarla.
Desde la mañana, había estado acongojada. Desde que el abogado les plantease la defensa y la estrategia para evitar que Elaine ingresara en un psiquiátrico, en vez de en una cárcel común, no se había sentido en paz.
—San, no voy a poder vivir tranquila si ella no está presa.
—Calma, Britt, ya viste lo que nos explicó el abogado. Por más que sea un hospital mental, es un lugar de máxima seguridad.
—No, pero no es lo mismo. Viviré inquieta.
—Britt, aún no es seguro que eso ocurra. Ya oíste al detective, el fiscal del distrito también hará lo imposible para que eso no ocurra.
—Lo sé. Además no sería justo, no me importa que esté loca, ¡casi me mata! Era lo que quería, quería matarme, era lo único que ansiaba, loca o cuerda, ése era su deseo.
—¡Hey! No me lo tenés que decir a mí o ¿acaso creés que yo sí quiero que salga de la cárcel? Pero si así fuera no tenemos que desesperarnos, porque ella estará encerrada de todos modos.
—Pero eso no sería una condena. ¿Y si dicen que está curada y sale? ¿Cuándo se va a acabar esta pesadilla? San, no quiero vivir con miedo.
Santana la abrazó con fuerza y cerró los ojos, intentó calmarse por ella, pero también sentía miedo, aunque no podía dejar escapar sus temores, necesitaba mostrarse íntegra para infundirle seguridad.
Estaban terminando de cenar y Brittany seguía muy irritada. Por momentos, se quedaba abstraída e inmersa en sus pensamientos. Había insistido en cenar en el comedor, alegando que le dolía demasiado la espalda de tanto estar en la cama. Para no contrariarla, Santana y Whitney la habían acomodado en uno de los sillones del salón y habían cenado ahí con ella, pero Brittany casi ni había tocado la comida.
—No cenaste nada, ¿no te gustó lo que te preparé, querés que te haga alguna otra cosa?
—No, mamá, no es eso, solamente estoy desganada.
Whitney y Santana se miraron, no dijeron nada.
—Tenés que alimentarte bien, así te recuperarás antes—le habló Santana sin mirarla, mientras cortaba un bocado y se lo llevaba a la boca.
—Estoy bien, San, no te preocupes. Sólo es que no tengo hambre, no hagan un problema por nada.
Terminaron de comer, Whitney retiró los platos y Santana se puso de pie y fue hasta la nevera. De ahí, trajo una porción de gelatina con frutas, se paró junto al sillón y le enseñó lo que traía. Se rió tentándola y haciendo ruiditos con la boca para demostrarle que estaba muy rica. Brittany frunció la boca y negó con la cabeza, pero Santana no le hizo caso. Se sentó a su lado sobre la alfombra del salón y le ofreció una porción.
Parecía una niña caprichosa que no quería abrir la boca, pero Santana tuvo paciencia hasta que Brittany la engulló.
—Mejor así—Santana se estiró y la besó.
—Sos muy insistente.
—Muy insistente, cabezona e insoportablemente testaruda. Sabés que siempre me salgo con la mía, seguí comiendo.
—Bueno, pero me das otro beso.
—Primero te comés otra porción.
Brittany se rió, abrió la boca y entonces Santana la besó.
—¡Ah, de haber sabido que te robaría tantos besos hubiera hecho lo mismo con la otra comida que ni tocaste!
—¡Aprovechada!
Santana le guiñó un ojo.
Whitney no dejaba de sonreír desde el fregadero de la cocina. Le encantaba ver a su hija tan feliz y no podía disimular su alegría. Había pensado que nunca vería a Brittany así de enamorada, pero Dios era misericordioso y la había escuchado.
Por fin había puesto en su camino a una persona buena y comprensiva que, además, la amaba con locura.
—Siempre que pueda tener tus labios, no me importa la forma en que los consiga—dijo Santana.
—¿Me querés?
—Te amo, Britt, te amo con desesperación.
—Y yo a vos.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
excelente, una segunda parte, a esperar el juicio!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hooollllaaa morra,...
volvi,... ya sabes mi costumbre de desaparecer para los finales de tus libros,....
ya me puse al dia con los cap,...
era nomas la loca,... a ver como sigue el proceso,..
nos vemos!!!
PD veré lo que te puedo averiguar pero seguro ya sabe
PD2; en las comunicaciones vamos a destiempo,...
volvi,... ya sabes mi costumbre de desaparecer para los finales de tus libros,....
ya me puse al dia con los cap,...
era nomas la loca,... a ver como sigue el proceso,..
nos vemos!!!
PD veré lo que te puedo averiguar pero seguro ya sabe
PD2; en las comunicaciones vamos a destiempo,...
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Veremos si pueden hacer pagar a la loca!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:excelente, una segunda parte, a esperar el juicio!!!!!
Hola, jjajaaj sip segunda y final! jajaajaj a de morirrr!!!!!! :@ Saludos =D
3:) escribió:hooollllaaa morra,...
volvi,... ya sabes mi costumbre de desaparecer para los finales de tus libros,....
ya me puse al dia con los cap,...
era nomas la loca,... a ver como sigue el proceso,..
nos vemos!!!
PD veré lo que te puedo averiguar pero seguro ya sabe
PD2; en las comunicaciones vamos a destiempo,...
Hola lu, jajajaa si, es tu cabala jajaajajjajaja. Eso es bueno, aquí dejo otro. Esa ¬¬ ha de morir! Saludos =D
Pd:bn, bn, aquí te espero =D
Pd2: mmm jajajaajaja XD sip xDjaajajajajaj.
monica.santander escribió:Veremos si pueden hacer pagar a la loca!!!
Saludos
Hola, tienen que! :@ se lo merece ¬¬ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
Entraron en la habitación a paso lento.
Brittany iba apoyada en Santana, que la sostenía y guiándola. La herida aún le molestaba mucho.
Santana la asistió para que se sentara en el borde de la cama y, luego, con delicadeza la ayudó a desvestirse. Fue al baño a buscar un apósito impermeable para heridas y, con sumo cuidado, se lo colocó sobre el vendaje.
—Listo, ahora vamos a bañarnos.
—Hum, me encantará que me hagas mimos.
—Tramposa, no he parado de mimarte.
—Lo sé, pero no me cansaré jamás de recibirlos.
—Ni yo de hacértelos.
Santana la dejó de pie en la entrada de la ducha y se aprestó a deshacerse de su ropa, que dejó sobre el suelo del baño. Luego abrió el grifo y tocó el agua con la mano hasta que estuvo templada.
—Vamos, entremos, ya está a punto. ¿Seguro que no querés que busque algo para que te sientes?
—No, estoy bien así.
Puso jabón en la esponja y le masajeó la espalda, mientras reunía su pelo en una coleta con la mano. Le frotó el cuello, pero no pudo evitar la tentación y se la besó.
—¿Me extrañas?
—Mucho, pero ya tendremos tiempo cuando estés bien.
—Yo también te extraño, echo muchísimo de menos nuestra intimidad. ¿Creés que es normal que, aun maltrecha, tenga ganas?
Santana se rió.
—Sí, creo que es normal, es por eso por lo que nos amamos.
Le indicó que se diera la vuelta, la puso frente a ella y lentamente pasó la esponja por el resto del cuerpo, dejando para el final la parte de alrededor de la herida.
—¿Te duele?
—No, mi amor, sos muy tierna.
Santana se rió y le besó los labios, pero Brittany no iba a conformarse, poseyó su boca mientras se aferraba a su cuello y Santana le dio entrada. Cuando el beso se estaba desbordando, Santana se apartó y emitió un sonoro suspiro.
—Britt, tranquila.
—Sí, lo sé, lo siento.
—Dejame terminar de bañarte.
—Lo que vos digas—Brittany se movió con brusquedad y la herida le dio un tirón—Sí, creo que es mejor que me bañes, porque me hago la loca y mirá cómo estoy, más cansada que el mecánico de un transformer.
Se carcajearon.
Santana terminó de lavarle el cabello, luego se dio una ducha rápida y cerró el grifo. Le envolvió el cabello en una toalla y con otra la secó despacio. Después Santana fue a ponerse una bata y regresó con una para Brittany.
—Vení, vamos a la cama, así te recostás y te seco bien la herida.
Con extrema delicadeza, le quitó primero el parche impermeable y luego le hizo las curas.
—¡Hum, cuánta concentración, López!
—La tarea lo requiere, no quiero hacerte daño.
—Tus manos jamás podrían hacerme daño, y no te rías con esa sonrisa de perdonavidas, estoy convaleciente y, para más inri, ambas con el período.
—Bueno, eso en otro momento no hubiera sido un problema, ¿no? Podríamos haber usado la puerta trasera, siempre y cuando no tengas cólicos—se carcajearon.
—¡No me hagas reír que estoy sin la faja!
Terminó de curarla con esmero, le puso una venda y, entonces, suavemente, bajó su cabeza hasta su vientre y le depositó un delicadísimo beso.
—Voy a cuidarte siempre, me encanta hacerlo.
—Yo preferiría que no tuvieras que hacerlo por esta razón, pero es lo que me tocó.
—Hey, ¿otra vez triste?
—No me hagas caso, soy una tonta.
La vistió con un pijama, secó su cabello y la ayudó a acostarse, Santana no tardó en hacer lo mismo y meterse en la cama.
—¿Querés que veamos la televisión?
—Sanny... estaba pensando...
—¿Qué pensaba esa cabecita loca?—le preguntó Santana dándole un beso en la frente.
Estaba de lado y con un codo apoyado en la almohada, expectante a lo que Brittany dijera.
—Quizá deberíamos posponer la boda.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loca?
—No, en serio, las entrevistas para definir cada cosa se retrasaron, ¿y si no llegamos a tiempo?
—Ni lo sueñes. Si tengo que pagar el doble por todo lo que haga falta no me importa, pero el 24 de agosto es la fecha y no se moverá.
—Yo tampoco quiero moverla, Sanny, pero intento ser realista... ¿qué ocurrirá si no estoy repuesta del todo?
—Britt, hoy estás negativa. Hace nueve días que te operaron y mirá cómo evolucionaste en poco tiempo. De acá hasta la fecha, esto que nos pasa será sólo un mal recuerdo.
Se miraron a los ojos.
—Tenés razón, debemos continuar con todo y no permitir que esto estropee nuestros planes.
—Exacto, mañana iremos a que te quiten los puntos y, poco a poco, podremos recobrar la normalidad.
—Deseo estar bien, quiero regresar al trabajo.
—Me hacés reír, para eso falta mucho todavía. ¡Dudás de si estarás repuesta para la boda y, de repente, querés volver a la oficina! No sos coherente, Pierce.
—Tampoco falta tanto, hay muchos temas pendientes en la empresa y estar sentada frente a un escritorio no implica mayor esfuerzo. Además, estaba preparando un encuentro con Chloé, seguramente muy pronto habrá que viajar a París.
—¿Pensabas viajar? No lo sabía—Santana frunció el cejo.
—Lo hablamos durante la conversación que tuve con ella en el Four Seasons. Con todo esto, no pude decírtelo, pero se suponía que en estos días lo íbamos a definir. Ella, al final, no podrá venir a Washington y parece que está a punto de conseguir unos locales insuperables.
—¿Y cuándo pensabas decírmelo? ¿Cuándo estuvieras con un pie en el avión? ¿Por qué no me lo comentaste ese mismo día?
—San, creí que tenía plenas facultades en mi puesto como para decidir algo así.
—Lo sé—admitió Santana e hizo una pausa—, Perdoname, creo que sólo pensar en que debemos alejarnos me pone de mal humor.
—Bueno, tendremos que aprender a gestionarlo.
—Sí, igual, por el momento, olvidate del viaje.
—¿No me digas? ¡Como si no lo supiera, mirá cómo estoy!
—Hermosa, estás hermosa, como siempre—le dio un beso en el nacimiento de los senos.
—Sí, encorvada, ojerosa, delgada y dependiendo de vos y mamá.
—Hoy no es tu día. Definitivamente, creo que el período te está afectando más que cual otra, aunque no quieras reconocerlo y digas que no te cambia el humor con él. Yo no estoy de acuerdo, a todas nos lo hace, rubia.
—Vos me cambiás el humor. Quiero estar bien muy pronto para comerte esa boca y más—la tomó del pelo y la besó—Ahora sí, si querés, veamos la tele, pero vos mirás conmigo, nada de traer tu ordenador y ponerte a trabajar.
—Alguien tiene que hacerlo, ¿no?
—Gruñona, pero ahora no, por favor—le pidió uniendo sus manos a modo de súplica.
—De acuerdo, miraremos la tele juntas, ¡cómo decirte que no si me lo rogás de esa forma!
Era de madrugada.
Dormían veladas por la oscuridad y la calma de la noche. Brittany estaba boca arriba, Santana, de lado y aferrada a su mano, ansiaba abrazarla, pero temía hacerle daño.
De pronto, la aparente tranquilidad del sueño de ambas fue interrumpida por los gritos de Brittany.
—Estás soñando, Britt. Tranquila, es sólo un sueño, mi amor.
Brittany se aferró a su cuello.
—Abrazame fuerte, por favor, abrazame—no paraba de llorar.
Santana, por supuesto, la contuvo.
—Chis, tranquila, sólo fue una pesadilla, estamos en casa—le besó el pelo.
—¿Va todo bien, hija? Britty, ¿estás bien? Te oí gritar—su mamá preguntaba desde fuera de la habitación.
—Whitney, tranquila, era sólo una pesadilla. Britt está bien.
—Sí, estoy bien—contestó Brittany entre sollozos—Andá a dormir, mamá, y perdoname que te haya despertado.
Whitney apenada regresó a su habitación y las dejó solas.
—¿Querés tomar agua?
—No—respondió Brittany e hizo un puchero—Era tan real...—continuó explicando—, La veía a los pies de la cama y me apuntaba con el arma.
—No pienses más, estás acá conmigo, fue un sueño.
—Pero parecía muy real. Tuve la misma sensación que cuando lo hizo. No tenía piedad, Elaine me miraba y me odiaba.
—Estás sensible porque hoy tuviste que relatarlo todo dos veces, pero ya pasó. Tranquila, mi amor, acá estoy con vos, cuidándote y protegiéndote.
—No quiero que salga de la cárcel, San, no lo permitas. Por favor, no lo permitas.
—Mi vida, no llores más. Me hace mucho daño verte así. Haré todo lo posible para que eso no ocurra y el abogado y el fiscal también lo harán, pero no te angusties más—Santana le acariciaba la espalda y no paraba de besarla, estaban sentadas en la cama—Chis, calmate, respirá hondo. De tanto llorar, te va a acabar doliendo la herida y mañana tenemos que ir a que te quiten los puntos y luego... tengo una sorpresa para vos.
—¿Qué sorpresa?—preguntó Brittany lloriqueando todavía.
—Si te lo digo ahora, dejará de serlo.
—Pero quiero saber, soy muy ansiosa, Sanny.
—Por eso no te había dicho nada todavía.
—Sabés cómo distraerme, Santana López, sos una tramposa.
Santana se rió y le besó la nariz enrojecida de tanto llorar, y después se apoderó de sus labios.
—Dejaré la luz encendida hasta que te duermas, ahora acostate otra vez, intentemos dormir, por favor.
Santana se puso de costado y, con la mano, le delimitó el contorno de la cara y los labios, le acarició el puente de la nariz y el cejo, intentando que relajara el rictus.
—Te amo, estoy acá, dormí—le susurró muy cerca del oído.
Al final, Brittany consiguió dormirse. Entonces, Santana se dio media vuelta, sin mover demasiado la cama, y apagó la luz, volvió a su posición y se acomodó muy cerca de ella.
«Mi amor, ansío tanto que todo esto pase muy rápido. No soporto que estés así de angustiada, se me parte el alma cuando te veo llorar.»
Brittany iba apoyada en Santana, que la sostenía y guiándola. La herida aún le molestaba mucho.
Santana la asistió para que se sentara en el borde de la cama y, luego, con delicadeza la ayudó a desvestirse. Fue al baño a buscar un apósito impermeable para heridas y, con sumo cuidado, se lo colocó sobre el vendaje.
—Listo, ahora vamos a bañarnos.
—Hum, me encantará que me hagas mimos.
—Tramposa, no he parado de mimarte.
—Lo sé, pero no me cansaré jamás de recibirlos.
—Ni yo de hacértelos.
Santana la dejó de pie en la entrada de la ducha y se aprestó a deshacerse de su ropa, que dejó sobre el suelo del baño. Luego abrió el grifo y tocó el agua con la mano hasta que estuvo templada.
—Vamos, entremos, ya está a punto. ¿Seguro que no querés que busque algo para que te sientes?
—No, estoy bien así.
Puso jabón en la esponja y le masajeó la espalda, mientras reunía su pelo en una coleta con la mano. Le frotó el cuello, pero no pudo evitar la tentación y se la besó.
—¿Me extrañas?
—Mucho, pero ya tendremos tiempo cuando estés bien.
—Yo también te extraño, echo muchísimo de menos nuestra intimidad. ¿Creés que es normal que, aun maltrecha, tenga ganas?
Santana se rió.
—Sí, creo que es normal, es por eso por lo que nos amamos.
Le indicó que se diera la vuelta, la puso frente a ella y lentamente pasó la esponja por el resto del cuerpo, dejando para el final la parte de alrededor de la herida.
—¿Te duele?
—No, mi amor, sos muy tierna.
Santana se rió y le besó los labios, pero Brittany no iba a conformarse, poseyó su boca mientras se aferraba a su cuello y Santana le dio entrada. Cuando el beso se estaba desbordando, Santana se apartó y emitió un sonoro suspiro.
—Britt, tranquila.
—Sí, lo sé, lo siento.
—Dejame terminar de bañarte.
—Lo que vos digas—Brittany se movió con brusquedad y la herida le dio un tirón—Sí, creo que es mejor que me bañes, porque me hago la loca y mirá cómo estoy, más cansada que el mecánico de un transformer.
Se carcajearon.
Santana terminó de lavarle el cabello, luego se dio una ducha rápida y cerró el grifo. Le envolvió el cabello en una toalla y con otra la secó despacio. Después Santana fue a ponerse una bata y regresó con una para Brittany.
—Vení, vamos a la cama, así te recostás y te seco bien la herida.
Con extrema delicadeza, le quitó primero el parche impermeable y luego le hizo las curas.
—¡Hum, cuánta concentración, López!
—La tarea lo requiere, no quiero hacerte daño.
—Tus manos jamás podrían hacerme daño, y no te rías con esa sonrisa de perdonavidas, estoy convaleciente y, para más inri, ambas con el período.
—Bueno, eso en otro momento no hubiera sido un problema, ¿no? Podríamos haber usado la puerta trasera, siempre y cuando no tengas cólicos—se carcajearon.
—¡No me hagas reír que estoy sin la faja!
Terminó de curarla con esmero, le puso una venda y, entonces, suavemente, bajó su cabeza hasta su vientre y le depositó un delicadísimo beso.
—Voy a cuidarte siempre, me encanta hacerlo.
—Yo preferiría que no tuvieras que hacerlo por esta razón, pero es lo que me tocó.
—Hey, ¿otra vez triste?
—No me hagas caso, soy una tonta.
La vistió con un pijama, secó su cabello y la ayudó a acostarse, Santana no tardó en hacer lo mismo y meterse en la cama.
—¿Querés que veamos la televisión?
—Sanny... estaba pensando...
—¿Qué pensaba esa cabecita loca?—le preguntó Santana dándole un beso en la frente.
Estaba de lado y con un codo apoyado en la almohada, expectante a lo que Brittany dijera.
—Quizá deberíamos posponer la boda.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loca?
—No, en serio, las entrevistas para definir cada cosa se retrasaron, ¿y si no llegamos a tiempo?
—Ni lo sueñes. Si tengo que pagar el doble por todo lo que haga falta no me importa, pero el 24 de agosto es la fecha y no se moverá.
—Yo tampoco quiero moverla, Sanny, pero intento ser realista... ¿qué ocurrirá si no estoy repuesta del todo?
—Britt, hoy estás negativa. Hace nueve días que te operaron y mirá cómo evolucionaste en poco tiempo. De acá hasta la fecha, esto que nos pasa será sólo un mal recuerdo.
Se miraron a los ojos.
—Tenés razón, debemos continuar con todo y no permitir que esto estropee nuestros planes.
—Exacto, mañana iremos a que te quiten los puntos y, poco a poco, podremos recobrar la normalidad.
—Deseo estar bien, quiero regresar al trabajo.
—Me hacés reír, para eso falta mucho todavía. ¡Dudás de si estarás repuesta para la boda y, de repente, querés volver a la oficina! No sos coherente, Pierce.
—Tampoco falta tanto, hay muchos temas pendientes en la empresa y estar sentada frente a un escritorio no implica mayor esfuerzo. Además, estaba preparando un encuentro con Chloé, seguramente muy pronto habrá que viajar a París.
—¿Pensabas viajar? No lo sabía—Santana frunció el cejo.
—Lo hablamos durante la conversación que tuve con ella en el Four Seasons. Con todo esto, no pude decírtelo, pero se suponía que en estos días lo íbamos a definir. Ella, al final, no podrá venir a Washington y parece que está a punto de conseguir unos locales insuperables.
—¿Y cuándo pensabas decírmelo? ¿Cuándo estuvieras con un pie en el avión? ¿Por qué no me lo comentaste ese mismo día?
—San, creí que tenía plenas facultades en mi puesto como para decidir algo así.
—Lo sé—admitió Santana e hizo una pausa—, Perdoname, creo que sólo pensar en que debemos alejarnos me pone de mal humor.
—Bueno, tendremos que aprender a gestionarlo.
—Sí, igual, por el momento, olvidate del viaje.
—¿No me digas? ¡Como si no lo supiera, mirá cómo estoy!
—Hermosa, estás hermosa, como siempre—le dio un beso en el nacimiento de los senos.
—Sí, encorvada, ojerosa, delgada y dependiendo de vos y mamá.
—Hoy no es tu día. Definitivamente, creo que el período te está afectando más que cual otra, aunque no quieras reconocerlo y digas que no te cambia el humor con él. Yo no estoy de acuerdo, a todas nos lo hace, rubia.
—Vos me cambiás el humor. Quiero estar bien muy pronto para comerte esa boca y más—la tomó del pelo y la besó—Ahora sí, si querés, veamos la tele, pero vos mirás conmigo, nada de traer tu ordenador y ponerte a trabajar.
—Alguien tiene que hacerlo, ¿no?
—Gruñona, pero ahora no, por favor—le pidió uniendo sus manos a modo de súplica.
—De acuerdo, miraremos la tele juntas, ¡cómo decirte que no si me lo rogás de esa forma!
Era de madrugada.
Dormían veladas por la oscuridad y la calma de la noche. Brittany estaba boca arriba, Santana, de lado y aferrada a su mano, ansiaba abrazarla, pero temía hacerle daño.
De pronto, la aparente tranquilidad del sueño de ambas fue interrumpida por los gritos de Brittany.
—Estás soñando, Britt. Tranquila, es sólo un sueño, mi amor.
Brittany se aferró a su cuello.
—Abrazame fuerte, por favor, abrazame—no paraba de llorar.
Santana, por supuesto, la contuvo.
—Chis, tranquila, sólo fue una pesadilla, estamos en casa—le besó el pelo.
—¿Va todo bien, hija? Britty, ¿estás bien? Te oí gritar—su mamá preguntaba desde fuera de la habitación.
—Whitney, tranquila, era sólo una pesadilla. Britt está bien.
—Sí, estoy bien—contestó Brittany entre sollozos—Andá a dormir, mamá, y perdoname que te haya despertado.
Whitney apenada regresó a su habitación y las dejó solas.
—¿Querés tomar agua?
—No—respondió Brittany e hizo un puchero—Era tan real...—continuó explicando—, La veía a los pies de la cama y me apuntaba con el arma.
—No pienses más, estás acá conmigo, fue un sueño.
—Pero parecía muy real. Tuve la misma sensación que cuando lo hizo. No tenía piedad, Elaine me miraba y me odiaba.
—Estás sensible porque hoy tuviste que relatarlo todo dos veces, pero ya pasó. Tranquila, mi amor, acá estoy con vos, cuidándote y protegiéndote.
—No quiero que salga de la cárcel, San, no lo permitas. Por favor, no lo permitas.
—Mi vida, no llores más. Me hace mucho daño verte así. Haré todo lo posible para que eso no ocurra y el abogado y el fiscal también lo harán, pero no te angusties más—Santana le acariciaba la espalda y no paraba de besarla, estaban sentadas en la cama—Chis, calmate, respirá hondo. De tanto llorar, te va a acabar doliendo la herida y mañana tenemos que ir a que te quiten los puntos y luego... tengo una sorpresa para vos.
—¿Qué sorpresa?—preguntó Brittany lloriqueando todavía.
—Si te lo digo ahora, dejará de serlo.
—Pero quiero saber, soy muy ansiosa, Sanny.
—Por eso no te había dicho nada todavía.
—Sabés cómo distraerme, Santana López, sos una tramposa.
Santana se rió y le besó la nariz enrojecida de tanto llorar, y después se apoderó de sus labios.
—Dejaré la luz encendida hasta que te duermas, ahora acostate otra vez, intentemos dormir, por favor.
Santana se puso de costado y, con la mano, le delimitó el contorno de la cara y los labios, le acarició el puente de la nariz y el cejo, intentando que relajara el rictus.
—Te amo, estoy acá, dormí—le susurró muy cerca del oído.
Al final, Brittany consiguió dormirse. Entonces, Santana se dio media vuelta, sin mover demasiado la cama, y apagó la luz, volvió a su posición y se acomodó muy cerca de ella.
«Mi amor, ansío tanto que todo esto pase muy rápido. No soporto que estés así de angustiada, se me parte el alma cuando te veo llorar.»
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
todo es tan traumatico para britt, santana no podria ser mas perfecta con ella!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
Bueno al menos Santana se esta portando muy muy bien ... Yo también quiero que me venga a cuidar como a Britt jajaja saludos Señorita y gracias por la maratón
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:todo es tan traumatico para britt, santana no podria ser mas perfecta con ella!
Hola, o si, maldita loca ¬¬ pobre britt y bn por san! Saludos =D
Lucy LP escribió:Bueno al menos Santana se esta portando muy muy bien ... Yo también quiero que me venga a cuidar como a Britt jajaja saludos Señorita y gracias por la maratón
Hola, vamos bn! Jjaajajajajajajajajaja xD todos, nop¿? De nada, gracias a ti por leer y comentar! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
Cuando llegaron al consultorio del doctor Ryder, la recepcionista las anunció y las hizo pasar en seguida.
Tras evaluar la buena cicatrización que Brittany presentaba en la herida, el médico decidió quitarle los puntos.
—Brittany, ¡es asombroso lo bien que estás recuperándote! Todos los resultados están perfectos.
Acababa de hacerle un ultrasonido y una resonancia magnética y tanto los análisis de sangre como los cardiológicos también eran correctos. Ryder se mostró optimista.
Brittany estaba sentada en la camilla y Santana, a su lado, le sostenía la mano. Se agachó y la besó en la frente.
—Ahora, cuando te quite los puntos, te sentirás más aliviada, se terminarán esos tironcitos, aunque de todas formas deberás seguir con todos los cuidados. Sin embargo, tendrás más libertad de movimiento. Lo estás haciendo bien, Brittany, eres una paciente muy dócil.
—Espero ir recobrando la movilidad poco a poco, tengo la sensación de ir a cámara lenta.
—Es normal, Brittany, tu lesión fue muy grave, la bala tocó un órgano de vital importancia y sufriste un shock que te provocó una parada cardiorrespiratoria. Eso, sumado a que perdiste mucha sangre, hace que tu organismo esté resentido. Debes tener paciencia, ya volverás a ser quien eras.
—¿Ves, cabezona? Poco a poco—le insistió Santana también.
Después de que el cirujano le extrajera los puntos, Santana la ayudó a vestirse y a incorporarse en la camilla.
—Te espero dentro de diez días para que te sometas a un nuevo control.
—Muchas gracias, doctor.
Intercambiaron una cordial despedida, se estrecharon las manos y salieron del consultorio.
Era cierto lo que el médico le había dicho, si bien seguía caminando despacio, los tirones habían desaparecido, ahora sólo notaba una pequeña molestia.
Llegaron al aparcamiento y Santana la ayudó a subir al automóvil. Habían ido hasta ahí en uno de los Audi A8 híbridos de la empresa, porque el deportivo de Santana era demasiado bajo para Brittany.
De regreso al departamento de la calle Greene, el tráfico era un caos en Manhattan.
—¿Y la sorpresa de la que me hablaste anoche?
—Ansiosa, todo a su debido tiempo.
—Pero, al menos, dame una pista.
—Cuando lleguemos a casa, te lo diré.
Sonó el teléfono de Santana, llamaban de la oficina, así que respondió por el manos libres.
—Dime, Mandy.
—Señorita, tengo en línea a la señorita Chloé Renau, que quería hablar con la señorita Brittany, pero le contesté que intentaría ver si la podía atender usted, ¿se la paso?
—Sí, por favor.
Santana se quedó en línea a la espera.
—Puedo atenderla perfectamente, hablar por teléfono no me supone ningún esfuerzo, San—insistió Brittany.
—Tranquila, amor, vos no te preocupes por nada que no sea recuperarte. Alfonso aún está en la empresa y yo te cubriré mientras tanto—le tiró un beso—Sólo descansá y recuperate pronto para mí—le guiñó un ojo.
—Allô.
—Hello, Chloé.
—¡Santana, qué sorpresa! Pensaba que ya no tendría más trato contigo—dijo ella en un inglés bastante bueno y con cierta melosidad en su voz.
—Britt ha tenido un problema de salud, pero muy pronto estará con nosotros nuevamente.
—Espero que no sea nada grave, aunque también me gusta tratar contigo, inicialmente fue con quien imaginé que tendría que hacerlo.
—Hola, Chloé, estoy bien, no te preocupes. Me han tenido que operar, pero San es un poco exagerada y no quiere que atienda ni al teléfono, aunque bien podría seguir con las negociaciones que habíamos comenzado—intervino Brittany sin contenerse.
—¡Oh, no sabía que estabas ahí!
Santana sonrió sin apartar la vista del camino, extendió su mano para acariciarle el hombro y agitó su cabeza.
—Perdón, pero no entiendo. La persona que me atendió me dijo que no estabas y que me pasaría con Santana, ¿estás en la empresa?
—No, en el coche, estamos en un atasco en medio del tránsito de Nueva York.
—Britt es mi novia, Chloé, por eso estamos juntas—le aclaró sin dejar de reírse.
—Tu prometida, mi amor, soy tu prometida.
—Ah, no lo sabía, disculpad la indiscreción—Chloé se había quedado algo cortada, no esperaba esa noticia.
—Claro, Chloé, no te preocupes. Sólo deseaba saludarte, pero habla con San, ella seguirá con esto hasta que yo me encuentre del todo bien. Espero que no te incomoden tantos cambios, aunque... creo que dijiste que no.
«¡Ah, gabacha, ahora ya sabés que estoy en el medio! Sí, claro, ¿cómo no? ¿Querés trato con San? Bueno andá sabiendo que lo vas a tener, pero sólo profesionalmente.»
—¡Oh, Brittany, te deseo una pronta recuperación, por supuesto que no me molesta!
—Sé que estaban planeando un encuentro con Britt—interrumpió Santana.
—Sí, así es, como mi viaje a Washington se pospuso, quedamos en que buscaría un emplazamiento para Mindland en París y después le enviaría una lista de los lugares para que viniera a conocerlos. Entonces firmaríamos todos los contratos.
—Bueno, como verás, eso no será posible por el momento.
—Es que acabo de encontrar tres lugares perfectos y no me gustaría perderlos. Tengo un contacto en el mercado inmobiliario y me dio cierta prioridad, pero no me esperará por mucho tiempo. Uno de los locales está sobre Champs Elysées, otro en la Rue du Faubourg Saint-Honoré y el último, en las galerías Lafayette Haussmann.
—¡Vaya lugares!—exclamó Santana mirando a Brittany.
Brittany llevó su mano sobre la de Santana, que descansaba en la palanca de cambios y sonrió exultante. Santana le guiñó un ojo con complicidad.
—Necesito que venga alguien para darme su aprobación y hacer la reserva cuanto antes.
—Envíame toda la información a mi correo electrónico, lo revisaré hoy mismo. Yo tampoco quiero perderlos, Chloé.
—Mindland en tres lugares emblemáticos de París est un rêve devenu réalité pour tous! Excuse moi, con la emoción he mezclado los idiomas, te decía que es un sueño hecho realidad para todos.
—Te he entendido, no te preocupes.
—De acuerdo, Santana, espero tu respuesta cuanto antes. Te mando un abrazo.
—Gracias, Britt también te envía saludos—dijo Santana cortés, aunque Brittany hizo una mueca como que no era verdad.
Santana se carcajeó en silencio.
—Otro para ella. Un beso, Santana.
La llamada había terminado.
—¿Eso significa que deberás viajar en mi lugar?
—Britt, mi amor, vos no estás en condiciones de hacer un viaje de esa magnitud.
—Lo sé, pero, aun así, me fastidia—Santana sonrió—¿Mis celos te dan risa?
—No tenés por qué sentirlos, no tengo ojos más que para vos, mi amor.
—Pero las demás personas sí los tienen y sos condenadamente linda y sé que esa gabacha te tiene ganas.
—Britt, ¿de dónde sacaste eso?
—Intuición femenina, mi vida, y el tono de alegría que mostró cuando la atendiste.
—La alegría en su voz es por lo de los locales. Vamos, Britt-Britt, ya casi estamos llegando a casa y vas a recibir tu sorpresa. No perdamos el tiempo hablando de tonterías.
Se quedaron calladas.
—Muy buena ubicación tienen los locales que consiguió, ¿verdad?
—Sí, al parecer son muy buenos emplazamientos.
—¿Podremos ver juntas lo que te envíe? Me había ilusionado con gestionar este proyecto.
—Claro, Britt-Britt, no pensaba hacerlo sola—respondió Santana y le acarició el carrillo.
Brittany cogió su mano y se la besó.
—Gracias.
Llegaron al número 60 de la calle Green y entraron bromeando, subieron en el ascensor y, cuando llegaron al cuarto piso, Santana le hizo cerrar los ojos y se los cubrió con las manos, mientras la guiaba por atrás.
—Tengo miedo de caerme.
—No lo permitiré. Vamos, yo te conduzco, ¿querés tu sorpresa o no?
—Sí, claro.
—Bueno, dale, entonces caminá. Debemos entrar en casa, porque la sorpresa está en el salón.
Entraron al departamento y Santana se detuvo en cuanto lo hicieron y le preguntó:
—¿Estás preparada?
—Sí, por supuesto.
Santana le descubrió la vista y Brittany abrió los ojos. De inmediato, comenzó a gritar y a llorar.
Hubiera querido salir corriendo y abrazarse a ellas, pero entre la emoción y su estado de salud, le era imposible.
No podía creer lo que estaba viendo, se cubrió la cara y siguió sollozando con gran desconsuelo. Kitty, Hanna, Marley, Emily y Aria estaban en el salón del departamento y Brittany no podía creerlo.
Sus amigas habían venido desde Buenos Aires y estaban en su casa.
Kitty se acercó y la abrazó, aunque lo hizo con mucha suavidad, ya que temía hacerle daño.
Hanna se aproximó y le besó la cabeza y le acariciaba la espalda para tranquilizarla.
—¡Hey, si hubiéramos sabido que te pondrías tan triste no habríamos venido! ¿Querés que nos vayamos? Pará de llorar, tonta—la instó Kitty, mientras la llenaba de besos.
—Lo siento, me cogieron por sorpresa.
Todas las demás también se acercaron a saludarla.
—Y, además, estoy más sensible que de costumbre.
—Se lo debés a Santana—le dijo Marley—, Fue idea suya.
—Mi amor, gracias—se dio la vuelta, le agarró la cara entre sus manos y la besó—Sos únicao.
Santana le guiñó el ojo, muy feliz por verla tan emocionada.
—¿Mamá, vos lo sabías?
—Claro, pero era una sorpresa—Whitney también se secaba las lágrimas, mientras dejaba una bandeja con refrescos en la mesita baja del salón.
—¡Ay, Dios, no puedo creer que estén acá!
—Vamos a sentarnos—sugirió Santana, que quería que Brittany se sintiera entre algodones.
Se acomodaron en el sofá, Kitty y Hanna sentadas una a cada lado de Brittany.
—¿Cómo estás, Britt? ¿Te sentís mejor?—le preguntó Kitty.
—Me acaban de quitar los puntos y estoy más suelta sin ellos, aunque ya vieron, parezco un robot al caminar—se carcajearon—No quiero reírme mucho, porque después me duele la herida y estoy harta de tantos calmantes—se tocó el vientre.
—¡Qué susto nos diste! En cuanto me enteré, juro que hubiera cogido el primer avión, a no ser porque justo estaba en medio de un juicio y no podía—Hanna le acariciaba la mejilla mientras le hablaba.
—Y yo justo con un desbarajuste en sueldos—dijo Kitty
—Me disculpo una vez más por no haberlas llamado cuando pasó todo, pero no me daba la cabeza para pensar en nada. Cuando Noah se puso en contacto conmigo me di cuenta de que no les había avisado—se excusó Santana.
—No te preocupes, Santana, lo entendimos perfectamente y Noah nos puso al corriente de inmediato—intervino Kitty.
—Ni siquiera él, que estaba acá, se había enterado. Fue una casualidad que justo me llamara.
—Intento imaginarme lo que pasaron y me cuesta. Fue un shock cuando nos enteramos en Buenos Aires, pero ahora lo importante es que Britt ya está bien y casi repuesta—Marley, como siempre, había sido muy sincera.
—Hay dos días que se perdieron en mi memoria—les contó Brittany—Recuerdo el momento en que pasó todo, aunque preferiría borrarlo de mi mente—explicó e hizo una mueca, mezcla de consternación e incredulidad—Y, luego, cuando me desperté, estuve bastante aturdida. Mamá y San dicen que estuve muy mal.
—Volviste a nacer, hija. El médico nos dijo que muy pocas personas sobreviven a una herida como la que tenías. La mayoría mueren desangrados.
—No era tu momento, Britt. Creo que tenés un ángel que, desde el Cielo, te cuidó con cariño—le manifestó Emily, refiriéndose a su papá.
—Opino lo mismo, amiga—afirmó Aria—Y sabés que no soy muy dogmática, pero mi hermana, que es cirujana, también me explicó que era increíble que estuvieras viva con semejante lesión.
Sonó el timbre. Santana hizo un ademán para ir a atender.
—Dejá, querida, voy yo—Whitney se dirigió al interfono, luego regresó y anunció que Noah había llegado.
Aria se puso de pie para recibirlo y se fundieron en un abrazo y un beso. Hacía veinte días que no se veían y la distancia les pesaba a ambos.
Todos silbaron alentando ese encuentro.
Almorzaron en el departamento. Santana pidió comida en Van Dam Diner; comieron camarones y pasta fresca y, de postre, pastel de manzana y lemon pie. La mesa del comedor rebosaba de gente,
Brittany estaba muy animada y eso a Santana lo alegraba mucho. Desde la cocina, mientras destapaba unos vinos, la miraba extasiada, porque de esa forma es como Santana quería verla siempre, feliz y sin preocupaciones, al menos no con más de las normales.
La hora de comer había pasado volando y también la tarde. Kitty y Marley se quedaron en el departamento como huéspedes, mientras que los demás se fueron a casa de Noah.
Como las recién llegadas estaban agotados por el viaje, después de cenar, se fueron a dormir.
Brittany estaba bastante cansada también, el día había sido muy intenso y con muchas emociones, así que, en la intimidad de su habitación, Santana llenó el jacuzzi y se entregaron al placer de meterse juntos en él.
—Hum, esto es vida. Nada es comparable a un baño de inmersión en tu compañía. Por suerte me quitaron los puntos y ya podemos hacerlo.
Santana la tenía aferrada por detrás, rodeándola con sus brazos, y Brittany estaba apoyada contra su pecho en el hueco entre sus piernas.
—¿Te dije, Britt..?
—¿Qué cosa?
—Que te amo.
—Tonta, yo también te amo.
—Me encanta verte feliz. Hoy se han vuelto a iluminar tus ojos, con tus amigas cerca, aunque debo confesar que he sentido un poco de celos.
—¡Hey, creí que eso estaba superado! Tu lugar es irreemplazable... Si no, pregúntales cómo andaba yo cuando no estábamos juntas.
—No me refiero a eso, sé que este sitio es mío—puso su mano sobre el corazón de Brittany.
—Y, entonces, ¿por qué los celos?
—Porque Kitty y Hanna te levantaron el ánimo de una forma que yo, en todos estos días, no logré.
—A mí me parece que sos una egocéntrica, porque si ellas están acá es gracias a vos. Sanny, mi amor, comparto con vos otros sentimientos que con ellas no puedo. Aunque Kitty y Hanna siempre estuvieron a mi lado en los momentos difíciles, no es comparable a lo que me provoca tu compañía. Sé que tu dolor es el mismo que el mío, te siento en el alma.
Santana frunció la boca y cerró los ojos.
—Gracias por pensar siempre en lo que me hará bien, Sanny.
Santana puso carita de perdonavidas y Brittany la salpicó con el agua.
—¡Hoyuelitos, sos una creída! ¿Te lo dije alguna vez?
Santana se carcajeó.
—¡Ay, cómo te gusta que te adule!—Brittany entrecerró los ojos, calculadora, y Santana sonrió con picardía mientras arqueaba una ceja—Pero me encanta, así que no dejaré de hacerlo—se besaron—Tus besos me alucinan, ¿te dijeron que besás muy bien?
Santana hizo una mueca indicándole que lo estaba pensando.
—No me contestes, engreída.
Santana volvió a besarla.
—No puedo creer cómo has cambiado mi vida. Conocerte ha sido lo más hermoso que me pudo pasar. Sos mi alegría, le das sentido a mis días. Todo lo que hago a tu lado es diferente, lo disfruto de otra forma. Britt, nunca imaginé que estar enamorada sería así de lindo—Santana le acariciaba la mano mientras le hablaba—Debo regalarte otro anillo, no quiero seguir viendo tu mano y la mía sin él.
—Lo siento, no es justo que tengas que volver a gastar, pero el detective Jesse dijo que no lo habían encontrado.
—Chis, no tenés que sentirte apenada. Te compraré uno mejor aún.
—No, quiero que sea más sencillo, no deseo que gastes mucho dinero.
—De eso me encargo yo, vos no te preocupes.
—¿Sabés? Se me ocurrió que, como las chicas están acá, podríamos aprovechar para ir a ver los vestidos de las damas de honor. Mañana llamaré a Rach.
—No quiero que camines mucho todavía, ya oíste al doctor. Te quitó los puntos, pero aún debés guardar reposo.
—Bueno, iremos antes que vuelvan a Argentina—aceptó Brittany e hizo un mohín—Igual, mañana hablaré con tu hermana para que nos pase algunas páginas y poder mirarlo en Internet. O, mejor, le diré que venga. No me gustaría que Rach se pusiera celosa.
—Bien pensado, porque si no la invitás estoy segura de que se pondrá celosa, y Rach celosa es insufrible—se rieron—Salgamos ya, parecemos viejitas de tan arrugadas que estamos.
—No quiero salir, quiero quedarme acá con vos y sentir tu cuerpo junto al mío. Extraño mucho que me hagas el amor.
—Britt... mi cuerpo reacciona a tus palabras, no soy de piedra, mi amor.
—Perdón, lo siento.
—No te disculpes, me encantan las sensaciones que despertás en mí, pero calmarlas es imposible en tu estado y debo confesar que es un poco como un suplicio.
—¿Creés que para mí no lo es? Echo de menos nuestra intimidad, aunque así, tan cuidadosa, también me gustás mucho. Me embriaga que estés todo el tiempo pendiente de mí, voy a extrañar todos estos mimos cuando ya esté bien.
—¿Y quién te dijo que voy a dejar de mimarte?—chasqueó su lengua—Estás muy equivocada si pensás eso—se besaron de nuevo—Salgamos, Britt, el agua está fría y no quiero que te resfríes, tus defensas están bajas. Tenemos que seguir todas las indicaciones del doctor.
—Lo sé, protestona, y también sé que no me dejarás olvidarlo, me ha quedado muy claro.
Santana se puso de pie y, después de envolverse una toalla, salió de la bañera y fue a por más toallas para Brittany. Obsesionada por su cuidado, sólo entonces la hizo salir del agua y la secó con diligencia para que no cogiera frío.
Ambas se arroparon con batas y Santana le secó el cabello, ya que Brittany lo había intentado pero, cuando levantaba el brazo, todavía le dolía la herida.
—Listo, ahora te traigo el pijama y te metés en la cama. Hoy estuviste todo el día en danza.
—Sí, estoy cansada—admitió Brittany y respiró hondo. En ese instante sonó su teléfono—¡Mami!—respondió contenta.
—Hija, llamo para avisarte de que me quedo a dormir en el Belaire.
—Claro, imagino que estarás poniéndote al día con Maribel.
—Como de costumbre—se carcajearon—Esperá que te la paso, quiere saludarte.
—Britt, mi amor, ¿cómo estás?—le preguntó la mamá de Santana.
—Hola, Maribel, estoy bien, gracias. Ahora un poco cansada, porque esta mañana fuimos al médico y luego llegaron mis amigas de Argentina.
—Sí, Whitney me contó que tenías visitas y, al mediodía, hablé con Tana y también me lo explicó. Sólo quería mandarte un beso aprovechando la comunicación, pero ya me despido, si no, mi hija se va a quejar de que no te permito descansar y de que te asfixio. Ya ves, hoy, en vez de llamarte a vos para saber cómo te había ido en el doctor, me comuniqué con ella porque dice que no te dejo respirar si te llamo tantas veces al día.
—¿Tu hija quejándose? Imposible, no te creo[/i]—Brittany la miró y Santana elevó sus ojos al cielo—Últimamente, está hecha una gruñona, no le hagas caso, a mí me encanta que me llames a diario, al menos me divierto hablando con vos.
—Sí, pero esa hija mía es una acaparadora, sólo quiere que hables con ella.
Santana se acercó al teléfono.
—Chao, Maribel, hasta mañana. Britt se estaba acostando.
Brittany la amonestó con la mirada.
—¿Ves lo que te digo?—protestó su futura suegra.
—No le hagas caso, Maribel. ¿Cómo está Alfonso?
—Por el quinto sueño, más o menos.
—Mandale saludos a mi suegro y preguntale si dejé de ser su nuera favorita, porque, desde que salí del hospital, no me ha venido a ver.
—¿Cómo que no te fue a visitar todavía? Ya me va a escuchar.
—No lo regañes, sé por San que está muy ocupado en la empresa, sólo era una broma.
—Por supuesto, querida. Sue también te manda saludos.
—Mandale un beso a esa vieja hermosa. Acá, la celoso de tu hija se queja de que Sue me envía saludos sólo a mí.
—No me extraña, pero que se aguante. Es tu momento, mi vida, nos toca a todos mimarte.
—No me hagas reír, que recién salgo de bañarme y estoy sin la faja.
—Sorry! I’m so sorry, baby, andá a la cama a descansar o, si no, mañana mi hija me llamará y me dará un sermón. Sweet dreams, baby, y un beso a mi bebota.
—Gracias, hasta mañana, se lo daré de tu parte.
—De parte de Sue también, pero hacela sufrir, no se lo digas todavía.
—Basta, me hacés reír, ciao—se despidió Brittany y cortó—Tu mamá es imparable, ¡cómo la quiero!
—Mamá puede llegar a ser muy abrumadora, lo sé, pero tiene un corazón único.
Ya estaban ambas metidas en la cama y Santana había llevado consigo su ordenador para ver lo que Chloé le había enviado. Brittany se acercó a Santana para revisar todos los datos también.
—Sanny, creo que no hay nada que pensar, mi amor. Aunque el local de Lafayette no es de gran tamaño, creo que eso es lo de menos. Encontrar un emplazamiento ahí adentro es una oportunidad muy valiosa, es de los lugares más visitados por los turistas.
—Lo sé, Britt, pero es pequeño, sinceramente, no me convence.
—Pensalo así: vamos a estar en tres de los puntos neurálgicos de París, el local es chiquito, lo sé, pero una vez que estemos en la galería, será más fácil enterarnos si se libera otro y podremos cambiarnos.
—No es lo que estamos acostumbrados a ofrecer.
—Pero es París y es Lafayette.
—Es tu proyecto o sea que, si así lo querés, tenés mi apoyo, pero no estoy segura del todo.
—En Argentina, también tenemos tiendas de ese tamaño y no nos fue tan mal.
—Pero es diferente, acá están puestos los ojos de todo el mundo.
—Lo sé, entiendo perfectamente a qué te referís, pero para mí no representa un verdadero problema. No es el único espacio que abriremos en París y los otros dos tendrán todas las comodidades que siempre damos a nuestros clientes.
—Sí, eso es cierto, pero, cuando Chloé mencionó Lafayette, pensé que éste sería el mejor, creo que por eso me decepcioné tanto.
—Bueno, pero tendremos presencia en la Rue du Faubourg Saint- Honoré.
—Sí, pero mirá el mapa, creo que está un poco alejado de las grandes tiendas. No sé, habría que ir y ver la zona. El de los Champs Elysées es perfecto. Mañana llamaré a Chloé.
—¿Irás a París?
—Tendré que hacerlo.
—Me había ilusionado con ir, no conozco Europa.
—Ya viajaremos.
—¿Por cuántos días te irás?
—Intentaré que sean pocos.
—No te preocupes, andá tranquila y atendé eso que es muy importante, yo creo que mamá se va la semana próxima. Si viajás después, podría quedarme en el Belaire.
—Me parece una idea estupenda, de esa manera estaría muy tranquila y podría concentrarme en los negocios.
—Lo sé, por eso te lo dije, quiero que te centres en la sucursal de Mindland en Francia.
—Bueno, ahora a dormir, que yo también estoy muy cansada.
—¿Puedo pedirte algo?
—Lo que quieras, Britt.
—¿Podemos cambiar de lugar? A ver si logro ponerme del costado donde no está la herida y así podemos dormir abrazadas.
—Claro, me encantará hacerlo, probá si no te resulta incómodo.
Cambiaron de lado de la cama, Brittany reptó con dificultad por encima de las sábanas y Santana se aferró a su cuerpo. Quedaron frente a frente en la oscuridad de la noche.
—¿Estás cómoda?
—Sí, es el estado perfecto para dormir.
—Hum, para mí también—le besó la nariz—Hasta mañana, mi amor.
—Hasta mañana.
—¿Te incomoda mi brazo ahí? Mirá que puedo bajarlo, también puedo poner la mano sobre tus caderas.
—Mejor dejala donde está, Hoyuelitos, lo otro sonó demasiado tentador.
Santana sonrió, le dio un beso en la boca y se durmieron.
Tras evaluar la buena cicatrización que Brittany presentaba en la herida, el médico decidió quitarle los puntos.
—Brittany, ¡es asombroso lo bien que estás recuperándote! Todos los resultados están perfectos.
Acababa de hacerle un ultrasonido y una resonancia magnética y tanto los análisis de sangre como los cardiológicos también eran correctos. Ryder se mostró optimista.
Brittany estaba sentada en la camilla y Santana, a su lado, le sostenía la mano. Se agachó y la besó en la frente.
—Ahora, cuando te quite los puntos, te sentirás más aliviada, se terminarán esos tironcitos, aunque de todas formas deberás seguir con todos los cuidados. Sin embargo, tendrás más libertad de movimiento. Lo estás haciendo bien, Brittany, eres una paciente muy dócil.
—Espero ir recobrando la movilidad poco a poco, tengo la sensación de ir a cámara lenta.
—Es normal, Brittany, tu lesión fue muy grave, la bala tocó un órgano de vital importancia y sufriste un shock que te provocó una parada cardiorrespiratoria. Eso, sumado a que perdiste mucha sangre, hace que tu organismo esté resentido. Debes tener paciencia, ya volverás a ser quien eras.
—¿Ves, cabezona? Poco a poco—le insistió Santana también.
Después de que el cirujano le extrajera los puntos, Santana la ayudó a vestirse y a incorporarse en la camilla.
—Te espero dentro de diez días para que te sometas a un nuevo control.
—Muchas gracias, doctor.
Intercambiaron una cordial despedida, se estrecharon las manos y salieron del consultorio.
Era cierto lo que el médico le había dicho, si bien seguía caminando despacio, los tirones habían desaparecido, ahora sólo notaba una pequeña molestia.
Llegaron al aparcamiento y Santana la ayudó a subir al automóvil. Habían ido hasta ahí en uno de los Audi A8 híbridos de la empresa, porque el deportivo de Santana era demasiado bajo para Brittany.
De regreso al departamento de la calle Greene, el tráfico era un caos en Manhattan.
—¿Y la sorpresa de la que me hablaste anoche?
—Ansiosa, todo a su debido tiempo.
—Pero, al menos, dame una pista.
—Cuando lleguemos a casa, te lo diré.
Sonó el teléfono de Santana, llamaban de la oficina, así que respondió por el manos libres.
—Dime, Mandy.
—Señorita, tengo en línea a la señorita Chloé Renau, que quería hablar con la señorita Brittany, pero le contesté que intentaría ver si la podía atender usted, ¿se la paso?
—Sí, por favor.
Santana se quedó en línea a la espera.
—Puedo atenderla perfectamente, hablar por teléfono no me supone ningún esfuerzo, San—insistió Brittany.
—Tranquila, amor, vos no te preocupes por nada que no sea recuperarte. Alfonso aún está en la empresa y yo te cubriré mientras tanto—le tiró un beso—Sólo descansá y recuperate pronto para mí—le guiñó un ojo.
—Allô.
—Hello, Chloé.
—¡Santana, qué sorpresa! Pensaba que ya no tendría más trato contigo—dijo ella en un inglés bastante bueno y con cierta melosidad en su voz.
—Britt ha tenido un problema de salud, pero muy pronto estará con nosotros nuevamente.
—Espero que no sea nada grave, aunque también me gusta tratar contigo, inicialmente fue con quien imaginé que tendría que hacerlo.
—Hola, Chloé, estoy bien, no te preocupes. Me han tenido que operar, pero San es un poco exagerada y no quiere que atienda ni al teléfono, aunque bien podría seguir con las negociaciones que habíamos comenzado—intervino Brittany sin contenerse.
—¡Oh, no sabía que estabas ahí!
Santana sonrió sin apartar la vista del camino, extendió su mano para acariciarle el hombro y agitó su cabeza.
—Perdón, pero no entiendo. La persona que me atendió me dijo que no estabas y que me pasaría con Santana, ¿estás en la empresa?
—No, en el coche, estamos en un atasco en medio del tránsito de Nueva York.
—Britt es mi novia, Chloé, por eso estamos juntas—le aclaró sin dejar de reírse.
—Tu prometida, mi amor, soy tu prometida.
—Ah, no lo sabía, disculpad la indiscreción—Chloé se había quedado algo cortada, no esperaba esa noticia.
—Claro, Chloé, no te preocupes. Sólo deseaba saludarte, pero habla con San, ella seguirá con esto hasta que yo me encuentre del todo bien. Espero que no te incomoden tantos cambios, aunque... creo que dijiste que no.
«¡Ah, gabacha, ahora ya sabés que estoy en el medio! Sí, claro, ¿cómo no? ¿Querés trato con San? Bueno andá sabiendo que lo vas a tener, pero sólo profesionalmente.»
—¡Oh, Brittany, te deseo una pronta recuperación, por supuesto que no me molesta!
—Sé que estaban planeando un encuentro con Britt—interrumpió Santana.
—Sí, así es, como mi viaje a Washington se pospuso, quedamos en que buscaría un emplazamiento para Mindland en París y después le enviaría una lista de los lugares para que viniera a conocerlos. Entonces firmaríamos todos los contratos.
—Bueno, como verás, eso no será posible por el momento.
—Es que acabo de encontrar tres lugares perfectos y no me gustaría perderlos. Tengo un contacto en el mercado inmobiliario y me dio cierta prioridad, pero no me esperará por mucho tiempo. Uno de los locales está sobre Champs Elysées, otro en la Rue du Faubourg Saint-Honoré y el último, en las galerías Lafayette Haussmann.
—¡Vaya lugares!—exclamó Santana mirando a Brittany.
Brittany llevó su mano sobre la de Santana, que descansaba en la palanca de cambios y sonrió exultante. Santana le guiñó un ojo con complicidad.
—Necesito que venga alguien para darme su aprobación y hacer la reserva cuanto antes.
—Envíame toda la información a mi correo electrónico, lo revisaré hoy mismo. Yo tampoco quiero perderlos, Chloé.
—Mindland en tres lugares emblemáticos de París est un rêve devenu réalité pour tous! Excuse moi, con la emoción he mezclado los idiomas, te decía que es un sueño hecho realidad para todos.
—Te he entendido, no te preocupes.
—De acuerdo, Santana, espero tu respuesta cuanto antes. Te mando un abrazo.
—Gracias, Britt también te envía saludos—dijo Santana cortés, aunque Brittany hizo una mueca como que no era verdad.
Santana se carcajeó en silencio.
—Otro para ella. Un beso, Santana.
La llamada había terminado.
—¿Eso significa que deberás viajar en mi lugar?
—Britt, mi amor, vos no estás en condiciones de hacer un viaje de esa magnitud.
—Lo sé, pero, aun así, me fastidia—Santana sonrió—¿Mis celos te dan risa?
—No tenés por qué sentirlos, no tengo ojos más que para vos, mi amor.
—Pero las demás personas sí los tienen y sos condenadamente linda y sé que esa gabacha te tiene ganas.
—Britt, ¿de dónde sacaste eso?
—Intuición femenina, mi vida, y el tono de alegría que mostró cuando la atendiste.
—La alegría en su voz es por lo de los locales. Vamos, Britt-Britt, ya casi estamos llegando a casa y vas a recibir tu sorpresa. No perdamos el tiempo hablando de tonterías.
Se quedaron calladas.
—Muy buena ubicación tienen los locales que consiguió, ¿verdad?
—Sí, al parecer son muy buenos emplazamientos.
—¿Podremos ver juntas lo que te envíe? Me había ilusionado con gestionar este proyecto.
—Claro, Britt-Britt, no pensaba hacerlo sola—respondió Santana y le acarició el carrillo.
Brittany cogió su mano y se la besó.
—Gracias.
Llegaron al número 60 de la calle Green y entraron bromeando, subieron en el ascensor y, cuando llegaron al cuarto piso, Santana le hizo cerrar los ojos y se los cubrió con las manos, mientras la guiaba por atrás.
—Tengo miedo de caerme.
—No lo permitiré. Vamos, yo te conduzco, ¿querés tu sorpresa o no?
—Sí, claro.
—Bueno, dale, entonces caminá. Debemos entrar en casa, porque la sorpresa está en el salón.
Entraron al departamento y Santana se detuvo en cuanto lo hicieron y le preguntó:
—¿Estás preparada?
—Sí, por supuesto.
Santana le descubrió la vista y Brittany abrió los ojos. De inmediato, comenzó a gritar y a llorar.
Hubiera querido salir corriendo y abrazarse a ellas, pero entre la emoción y su estado de salud, le era imposible.
No podía creer lo que estaba viendo, se cubrió la cara y siguió sollozando con gran desconsuelo. Kitty, Hanna, Marley, Emily y Aria estaban en el salón del departamento y Brittany no podía creerlo.
Sus amigas habían venido desde Buenos Aires y estaban en su casa.
Kitty se acercó y la abrazó, aunque lo hizo con mucha suavidad, ya que temía hacerle daño.
Hanna se aproximó y le besó la cabeza y le acariciaba la espalda para tranquilizarla.
—¡Hey, si hubiéramos sabido que te pondrías tan triste no habríamos venido! ¿Querés que nos vayamos? Pará de llorar, tonta—la instó Kitty, mientras la llenaba de besos.
—Lo siento, me cogieron por sorpresa.
Todas las demás también se acercaron a saludarla.
—Y, además, estoy más sensible que de costumbre.
—Se lo debés a Santana—le dijo Marley—, Fue idea suya.
—Mi amor, gracias—se dio la vuelta, le agarró la cara entre sus manos y la besó—Sos únicao.
Santana le guiñó el ojo, muy feliz por verla tan emocionada.
—¿Mamá, vos lo sabías?
—Claro, pero era una sorpresa—Whitney también se secaba las lágrimas, mientras dejaba una bandeja con refrescos en la mesita baja del salón.
—¡Ay, Dios, no puedo creer que estén acá!
—Vamos a sentarnos—sugirió Santana, que quería que Brittany se sintiera entre algodones.
Se acomodaron en el sofá, Kitty y Hanna sentadas una a cada lado de Brittany.
—¿Cómo estás, Britt? ¿Te sentís mejor?—le preguntó Kitty.
—Me acaban de quitar los puntos y estoy más suelta sin ellos, aunque ya vieron, parezco un robot al caminar—se carcajearon—No quiero reírme mucho, porque después me duele la herida y estoy harta de tantos calmantes—se tocó el vientre.
—¡Qué susto nos diste! En cuanto me enteré, juro que hubiera cogido el primer avión, a no ser porque justo estaba en medio de un juicio y no podía—Hanna le acariciaba la mejilla mientras le hablaba.
—Y yo justo con un desbarajuste en sueldos—dijo Kitty
—Me disculpo una vez más por no haberlas llamado cuando pasó todo, pero no me daba la cabeza para pensar en nada. Cuando Noah se puso en contacto conmigo me di cuenta de que no les había avisado—se excusó Santana.
—No te preocupes, Santana, lo entendimos perfectamente y Noah nos puso al corriente de inmediato—intervino Kitty.
—Ni siquiera él, que estaba acá, se había enterado. Fue una casualidad que justo me llamara.
—Intento imaginarme lo que pasaron y me cuesta. Fue un shock cuando nos enteramos en Buenos Aires, pero ahora lo importante es que Britt ya está bien y casi repuesta—Marley, como siempre, había sido muy sincera.
—Hay dos días que se perdieron en mi memoria—les contó Brittany—Recuerdo el momento en que pasó todo, aunque preferiría borrarlo de mi mente—explicó e hizo una mueca, mezcla de consternación e incredulidad—Y, luego, cuando me desperté, estuve bastante aturdida. Mamá y San dicen que estuve muy mal.
—Volviste a nacer, hija. El médico nos dijo que muy pocas personas sobreviven a una herida como la que tenías. La mayoría mueren desangrados.
—No era tu momento, Britt. Creo que tenés un ángel que, desde el Cielo, te cuidó con cariño—le manifestó Emily, refiriéndose a su papá.
—Opino lo mismo, amiga—afirmó Aria—Y sabés que no soy muy dogmática, pero mi hermana, que es cirujana, también me explicó que era increíble que estuvieras viva con semejante lesión.
Sonó el timbre. Santana hizo un ademán para ir a atender.
—Dejá, querida, voy yo—Whitney se dirigió al interfono, luego regresó y anunció que Noah había llegado.
Aria se puso de pie para recibirlo y se fundieron en un abrazo y un beso. Hacía veinte días que no se veían y la distancia les pesaba a ambos.
Todos silbaron alentando ese encuentro.
Almorzaron en el departamento. Santana pidió comida en Van Dam Diner; comieron camarones y pasta fresca y, de postre, pastel de manzana y lemon pie. La mesa del comedor rebosaba de gente,
Brittany estaba muy animada y eso a Santana lo alegraba mucho. Desde la cocina, mientras destapaba unos vinos, la miraba extasiada, porque de esa forma es como Santana quería verla siempre, feliz y sin preocupaciones, al menos no con más de las normales.
La hora de comer había pasado volando y también la tarde. Kitty y Marley se quedaron en el departamento como huéspedes, mientras que los demás se fueron a casa de Noah.
Como las recién llegadas estaban agotados por el viaje, después de cenar, se fueron a dormir.
Brittany estaba bastante cansada también, el día había sido muy intenso y con muchas emociones, así que, en la intimidad de su habitación, Santana llenó el jacuzzi y se entregaron al placer de meterse juntos en él.
—Hum, esto es vida. Nada es comparable a un baño de inmersión en tu compañía. Por suerte me quitaron los puntos y ya podemos hacerlo.
Santana la tenía aferrada por detrás, rodeándola con sus brazos, y Brittany estaba apoyada contra su pecho en el hueco entre sus piernas.
—¿Te dije, Britt..?
—¿Qué cosa?
—Que te amo.
—Tonta, yo también te amo.
—Me encanta verte feliz. Hoy se han vuelto a iluminar tus ojos, con tus amigas cerca, aunque debo confesar que he sentido un poco de celos.
—¡Hey, creí que eso estaba superado! Tu lugar es irreemplazable... Si no, pregúntales cómo andaba yo cuando no estábamos juntas.
—No me refiero a eso, sé que este sitio es mío—puso su mano sobre el corazón de Brittany.
—Y, entonces, ¿por qué los celos?
—Porque Kitty y Hanna te levantaron el ánimo de una forma que yo, en todos estos días, no logré.
—A mí me parece que sos una egocéntrica, porque si ellas están acá es gracias a vos. Sanny, mi amor, comparto con vos otros sentimientos que con ellas no puedo. Aunque Kitty y Hanna siempre estuvieron a mi lado en los momentos difíciles, no es comparable a lo que me provoca tu compañía. Sé que tu dolor es el mismo que el mío, te siento en el alma.
Santana frunció la boca y cerró los ojos.
—Gracias por pensar siempre en lo que me hará bien, Sanny.
Santana puso carita de perdonavidas y Brittany la salpicó con el agua.
—¡Hoyuelitos, sos una creída! ¿Te lo dije alguna vez?
Santana se carcajeó.
—¡Ay, cómo te gusta que te adule!—Brittany entrecerró los ojos, calculadora, y Santana sonrió con picardía mientras arqueaba una ceja—Pero me encanta, así que no dejaré de hacerlo—se besaron—Tus besos me alucinan, ¿te dijeron que besás muy bien?
Santana hizo una mueca indicándole que lo estaba pensando.
—No me contestes, engreída.
Santana volvió a besarla.
—No puedo creer cómo has cambiado mi vida. Conocerte ha sido lo más hermoso que me pudo pasar. Sos mi alegría, le das sentido a mis días. Todo lo que hago a tu lado es diferente, lo disfruto de otra forma. Britt, nunca imaginé que estar enamorada sería así de lindo—Santana le acariciaba la mano mientras le hablaba—Debo regalarte otro anillo, no quiero seguir viendo tu mano y la mía sin él.
—Lo siento, no es justo que tengas que volver a gastar, pero el detective Jesse dijo que no lo habían encontrado.
—Chis, no tenés que sentirte apenada. Te compraré uno mejor aún.
—No, quiero que sea más sencillo, no deseo que gastes mucho dinero.
—De eso me encargo yo, vos no te preocupes.
—¿Sabés? Se me ocurrió que, como las chicas están acá, podríamos aprovechar para ir a ver los vestidos de las damas de honor. Mañana llamaré a Rach.
—No quiero que camines mucho todavía, ya oíste al doctor. Te quitó los puntos, pero aún debés guardar reposo.
—Bueno, iremos antes que vuelvan a Argentina—aceptó Brittany e hizo un mohín—Igual, mañana hablaré con tu hermana para que nos pase algunas páginas y poder mirarlo en Internet. O, mejor, le diré que venga. No me gustaría que Rach se pusiera celosa.
—Bien pensado, porque si no la invitás estoy segura de que se pondrá celosa, y Rach celosa es insufrible—se rieron—Salgamos ya, parecemos viejitas de tan arrugadas que estamos.
—No quiero salir, quiero quedarme acá con vos y sentir tu cuerpo junto al mío. Extraño mucho que me hagas el amor.
—Britt... mi cuerpo reacciona a tus palabras, no soy de piedra, mi amor.
—Perdón, lo siento.
—No te disculpes, me encantan las sensaciones que despertás en mí, pero calmarlas es imposible en tu estado y debo confesar que es un poco como un suplicio.
—¿Creés que para mí no lo es? Echo de menos nuestra intimidad, aunque así, tan cuidadosa, también me gustás mucho. Me embriaga que estés todo el tiempo pendiente de mí, voy a extrañar todos estos mimos cuando ya esté bien.
—¿Y quién te dijo que voy a dejar de mimarte?—chasqueó su lengua—Estás muy equivocada si pensás eso—se besaron de nuevo—Salgamos, Britt, el agua está fría y no quiero que te resfríes, tus defensas están bajas. Tenemos que seguir todas las indicaciones del doctor.
—Lo sé, protestona, y también sé que no me dejarás olvidarlo, me ha quedado muy claro.
Santana se puso de pie y, después de envolverse una toalla, salió de la bañera y fue a por más toallas para Brittany. Obsesionada por su cuidado, sólo entonces la hizo salir del agua y la secó con diligencia para que no cogiera frío.
Ambas se arroparon con batas y Santana le secó el cabello, ya que Brittany lo había intentado pero, cuando levantaba el brazo, todavía le dolía la herida.
—Listo, ahora te traigo el pijama y te metés en la cama. Hoy estuviste todo el día en danza.
—Sí, estoy cansada—admitió Brittany y respiró hondo. En ese instante sonó su teléfono—¡Mami!—respondió contenta.
—Hija, llamo para avisarte de que me quedo a dormir en el Belaire.
—Claro, imagino que estarás poniéndote al día con Maribel.
—Como de costumbre—se carcajearon—Esperá que te la paso, quiere saludarte.
—Britt, mi amor, ¿cómo estás?—le preguntó la mamá de Santana.
—Hola, Maribel, estoy bien, gracias. Ahora un poco cansada, porque esta mañana fuimos al médico y luego llegaron mis amigas de Argentina.
—Sí, Whitney me contó que tenías visitas y, al mediodía, hablé con Tana y también me lo explicó. Sólo quería mandarte un beso aprovechando la comunicación, pero ya me despido, si no, mi hija se va a quejar de que no te permito descansar y de que te asfixio. Ya ves, hoy, en vez de llamarte a vos para saber cómo te había ido en el doctor, me comuniqué con ella porque dice que no te dejo respirar si te llamo tantas veces al día.
—¿Tu hija quejándose? Imposible, no te creo[/i]—Brittany la miró y Santana elevó sus ojos al cielo—Últimamente, está hecha una gruñona, no le hagas caso, a mí me encanta que me llames a diario, al menos me divierto hablando con vos.
—Sí, pero esa hija mía es una acaparadora, sólo quiere que hables con ella.
Santana se acercó al teléfono.
—Chao, Maribel, hasta mañana. Britt se estaba acostando.
Brittany la amonestó con la mirada.
—¿Ves lo que te digo?—protestó su futura suegra.
—No le hagas caso, Maribel. ¿Cómo está Alfonso?
—Por el quinto sueño, más o menos.
—Mandale saludos a mi suegro y preguntale si dejé de ser su nuera favorita, porque, desde que salí del hospital, no me ha venido a ver.
—¿Cómo que no te fue a visitar todavía? Ya me va a escuchar.
—No lo regañes, sé por San que está muy ocupado en la empresa, sólo era una broma.
—Por supuesto, querida. Sue también te manda saludos.
—Mandale un beso a esa vieja hermosa. Acá, la celoso de tu hija se queja de que Sue me envía saludos sólo a mí.
—No me extraña, pero que se aguante. Es tu momento, mi vida, nos toca a todos mimarte.
—No me hagas reír, que recién salgo de bañarme y estoy sin la faja.
—Sorry! I’m so sorry, baby, andá a la cama a descansar o, si no, mañana mi hija me llamará y me dará un sermón. Sweet dreams, baby, y un beso a mi bebota.
—Gracias, hasta mañana, se lo daré de tu parte.
—De parte de Sue también, pero hacela sufrir, no se lo digas todavía.
—Basta, me hacés reír, ciao—se despidió Brittany y cortó—Tu mamá es imparable, ¡cómo la quiero!
—Mamá puede llegar a ser muy abrumadora, lo sé, pero tiene un corazón único.
Ya estaban ambas metidas en la cama y Santana había llevado consigo su ordenador para ver lo que Chloé le había enviado. Brittany se acercó a Santana para revisar todos los datos también.
—Sanny, creo que no hay nada que pensar, mi amor. Aunque el local de Lafayette no es de gran tamaño, creo que eso es lo de menos. Encontrar un emplazamiento ahí adentro es una oportunidad muy valiosa, es de los lugares más visitados por los turistas.
—Lo sé, Britt, pero es pequeño, sinceramente, no me convence.
—Pensalo así: vamos a estar en tres de los puntos neurálgicos de París, el local es chiquito, lo sé, pero una vez que estemos en la galería, será más fácil enterarnos si se libera otro y podremos cambiarnos.
—No es lo que estamos acostumbrados a ofrecer.
—Pero es París y es Lafayette.
—Es tu proyecto o sea que, si así lo querés, tenés mi apoyo, pero no estoy segura del todo.
—En Argentina, también tenemos tiendas de ese tamaño y no nos fue tan mal.
—Pero es diferente, acá están puestos los ojos de todo el mundo.
—Lo sé, entiendo perfectamente a qué te referís, pero para mí no representa un verdadero problema. No es el único espacio que abriremos en París y los otros dos tendrán todas las comodidades que siempre damos a nuestros clientes.
—Sí, eso es cierto, pero, cuando Chloé mencionó Lafayette, pensé que éste sería el mejor, creo que por eso me decepcioné tanto.
—Bueno, pero tendremos presencia en la Rue du Faubourg Saint- Honoré.
—Sí, pero mirá el mapa, creo que está un poco alejado de las grandes tiendas. No sé, habría que ir y ver la zona. El de los Champs Elysées es perfecto. Mañana llamaré a Chloé.
—¿Irás a París?
—Tendré que hacerlo.
—Me había ilusionado con ir, no conozco Europa.
—Ya viajaremos.
—¿Por cuántos días te irás?
—Intentaré que sean pocos.
—No te preocupes, andá tranquila y atendé eso que es muy importante, yo creo que mamá se va la semana próxima. Si viajás después, podría quedarme en el Belaire.
—Me parece una idea estupenda, de esa manera estaría muy tranquila y podría concentrarme en los negocios.
—Lo sé, por eso te lo dije, quiero que te centres en la sucursal de Mindland en Francia.
—Bueno, ahora a dormir, que yo también estoy muy cansada.
—¿Puedo pedirte algo?
—Lo que quieras, Britt.
—¿Podemos cambiar de lugar? A ver si logro ponerme del costado donde no está la herida y así podemos dormir abrazadas.
—Claro, me encantará hacerlo, probá si no te resulta incómodo.
Cambiaron de lado de la cama, Brittany reptó con dificultad por encima de las sábanas y Santana se aferró a su cuerpo. Quedaron frente a frente en la oscuridad de la noche.
—¿Estás cómoda?
—Sí, es el estado perfecto para dormir.
—Hum, para mí también—le besó la nariz—Hasta mañana, mi amor.
—Hasta mañana.
—¿Te incomoda mi brazo ahí? Mirá que puedo bajarlo, también puedo poner la mano sobre tus caderas.
—Mejor dejala donde está, Hoyuelitos, lo otro sonó demasiado tentador.
Santana sonrió, le dio un beso en la boca y se durmieron.
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FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 5
Capitulo 5
Por la mañana, Brittany despertó con las piernas enredadas a Santana, que aún dormía. Tenía la mano aferrada a sus nalgas y Brittany se quedó extasiada mirándola dormir.
Como cada día que abría los ojos, le pareció que estaba soñando despierta.
La alarma empezó a sonar, pero Brittany no se pudo dar la vuelta con rapidez para detenerla. Le extrañó que Santana la hubiera puesto, sobre todo porque estaban Kitty y Marley en la casa.
«Qué raro, no me dijo que pensaba ir a la empresa», pensó.
Santana abrió los ojos y la vio observándola, le dio un beso, luego se estiró por encima de su cuerpo y apagó la alarma del teléfono, que había quedado sobre la mesilla de noche.
—¡Buenos días!
—Buenos días, linda, ¿vas a ir a la empresa que pusiste la alarma tan temprano?
—No, vamos a salir de paseo. ¿Dormiste bien?—le preguntó algo adormilada aún.
—¿De paseo? ¿Adónde? Ayer no me dijiste nada—dijo Brittany intrigada.
—Porque quería sorprenderte otra vez. ¿Dormiste bien?—volvió a insistir.
—Espectacularmente bien.
—Vamos a levantarnos o se hará tarde, Kitty y Marley ya deben de estar poniéndose en marcha.
—¿Ellas sabían que íbamos a salir?
—Todos lo saben, por eso ayer tu mamá se fue al Belaire, la sorpresa es para vos.
—Bueno gracias por la sorpresa, pero me siento la más estúpida. Esto es como que te pongan los cuernos, parece que soy la última en enterarme.
—Si te ofende, no vamos.
—No, no es eso—Brittany se sintió apenada por su falta de tacto—¡Ay, no me hagas caso, Sanny! Soy una bruta, perdóname, sé que es con buena intención. En realidad, creo que sentí celos de tu complicidad con ellos.
—¡Ah, no me digas eso!, porque entonces la que se pondrá celosa seré yo por querer la exclusividad con tus amigas.
Se rieron y Santana le dio un sonoro beso.
—Vamos o va a hacerse tarde.
—¿Adónde vamos? Supongo que debe de ser algo tranquilo, porque, si no, no lo hubieras planeado.
—Chis, por supuesto que tomé todas las precauciones, tu salud es lo primero. ¡Ahora a vestirse!
Santana ya se había levantado y estaba dentro de unos vaqueros que le quedaban que ni pintados. Se estaba poniendo una camiseta blanca, cuando Brittany justo empezaba a incorporarse en la cama.
—¿Te ayudo?
—No, amor, está bien, aunque lo haga lentamente, tengo que comenzar a arreglármelas sola. No puedo depender siempre de vos y mamá. Aspiro a que cada una vaya recobrando su vida poco a poco.
—Bien, pero te echo una mano con la ropa, Britt, para mí no es molestia.
—Si no puedo, te aviso.
—Vestite con ropa liviana, con algo informal.
—¿Adónde vamos?
—No seas curiosa, ya te enterarás.
Santana y las demás estaban en la cocina preparando el desayuno y parloteando cuando Brittany entró en el salón. Estaba impecable: se había vestido con unos vaqueros blancos, una camisola que parecía un pañuelo, ceñida a la cintura con un lazo, en tonos blancos, celestes y azules, y unas sandalias a juego.
—¡No sean tan obvias! Ya sé que no debo enterarme de adónde vamos, pero dejen de cuchichear y disimulen un poco cuando entro.
—¿Y para qué vamos a disimular si ya estás enterada? No te hagas la ofendida, que no te pega—le dijo Kitty cuando se acercó para darle un beso en la mejilla—¡La sorpresa te va a gustar!
—¡Traidora!—le espetó Brittany en la cara.
—¡Ah, ya veo por dónde va la cosa!—Kitty levantó un dedo a modo de advertencia—¡Traidora no!—le aclaró—Vos sos mi amiga y como tal deberías saber que sé guardar un secreto. Sentate que ahora te servimos el desayuno.
Cuando terminaron de almorzar, acabaron de prepararse. Brittany fue a por su bolso y, finalmente, salieron todas juntas del departamento. En la calle, estaba estacionado el automóvil de Brittany.
—Le pedí a Artie que trajera tu coche, en el mío no íbamos a caber.
—¿Éste es tu coche, Britt?
—Sí, amiguita mía, ¿te gusta? Me lo regaló San.
Kitty silbó.
—¿Que si me gusta? ¡Está de muerte!
A mitad de camino, Brittany volvió a insistir.
—¿Adónde vamos, Sanny?
—Ya estamos a punto de llegar.
—¿Me parece a mí que estamos yendo hacia el aeropuerto?
Santana la miró y sonrió, pero no le contestó.
—¡Ay, díganme, ya no aguanto más la intriga!
Entraron en el estacionamiento del aeropuerto.
—¿Adónde vamos, el doctor autorizó este viaje?
—Tranquila, es un trayecto muy corto. Lo llamé y te dio permiso, aunque me extraña que lo preguntes, ya sabés que no haría nada que él no autorizara. Además, no será un viaje común. Esperá un poco y vas a ver.
Dentro de la terminal, Santana sacó el móvil y llamó a Artie, que se había encargado del equipaje de todas. Después de facturar, les indicaron la puerta, pasaron por migraciones y fueron directos a la pista. Un jet Bombardier Challenger 850 los esperaba ahí.
—¿Vamos a viajar en un jet privado?
—¡Ajá! Necesitaba cerciorarme de que ibas a poder viajar cómoda y de que no serían muchas horas de vuelo.
—¡San, esto es una exageración!
Iban caminando de la mano, cuando llegaron a los pies de la escalinata, la azafata las aguardaba con una silla de ruedas.
—No voy a sentarme ahí—protestó Brittany—, Voy a subir por la escalera, no estoy enferma.
—No lo harás, no te esforzarás y, con respecto a que no estés enferma, no es del todo cierto, porque estás en pleno postoperatorio—la retó Santana en tono autoritario.
—¡No quiero que me suban en una silla de ruedas!
—Muy bien, entonces te levantaré yo y no habrá más discusión.
—¡San!
—¡Britt! ¿Vamos a seguir discutiendo? Por más privado que sea el vuelo, debe salir en hora. Basta de caprichos, no pienso ceder. Si no, nos volveremos a casa y les arruinaremos la estancia a tus amigas, vos decidís.
Se quedaron mirando a los ojos fijamente.
—Está bien, subiré como vos creas que es mejor.
—¿Silla o...?—levantó los brazos y se los enseñó.
—Como vos quieras.
La levantó y la llevó en brazos hasta que entraron en la cabina, donde estaban todos ya acomodados. Los demás habían subido mientras ellas discutían a los pies de la escalera.
Al entrar, el piloto les dio la bienvenida y les presentó a la tripulación. Brittany y Santana los saludaron amablemente con un apretón de manos, entraron y ahí se encontraron con sus amigos.
La tapicería de la aeronave era de cuero en las butacas y de felpilla gris en el diván emplazado en el segundo compartimento del reactor. La mesa extensible era de madera lacada oscura, igual que el resto de los espacios para almacenaje que había en el jet.
Se colocaron en las butacas y, entonces, el piloto dio las indicaciones del vuelo por el altavoz, el tiempo aproximado para llegar a destino y les contó, además, que el clima era excelente. Brittany se enteró en ese momento adónde iban.
—¿Vamos a Miami?
—Así es, pasaremos la semana en compañía de nuestros amigos. Te lo dije en el hospital, cuando te despertaste de la sedación. ¿No te acordás de que te avisé de que iríamos a terminar tu recuperación allá? Creí que, a estas alturas, ya te habrías dado cuenta del destino.
Brittany cogió su cara entre las manos y la besó apasionadamente delante de todos.
—Sanny, basta de tantas atenciones. La verdad es que no lo recordaba, esos días en el hospital estaba bastante aturdida.
—Todos queremos colaborar en tu recuperación, así que te vamos a mimar mucho, Britt—dijo Hanna.
—Tenerlas acá para mí es más que suficiente, debo confesar que las extrañaba mucho.
—Y nosotras a vos. Ahora, dejame decirte algo: sea acá o en Argentina, los problemas te siguen, Britt, ¿cómo mierda hacés para conseguirte tantos?
—¡Ay, Hanna, tengo que reconocer que tenés razón! Soy una experta en atraerlos, ya sabés que es lo que les digo siempre, conmigo jamás se van a aburrir—todos se rieron—Aunque hoy, en particular, deberían agradecérmelo—bromeó mientras asentía con la cabeza—¡Sí, miren dónde estamos, en un avión de lujo volando hacia Miami!—se carcajearon—Y, a propósito, déjenme decirles que son todos unos traidores, porque estaban confabulados con San y yo no sabía nada.
—¿Te miman así y encima te quejás?—Kitty puso los ojos en blanco—Lo tuyo es vergonzoso.
—No me quejo de San—la miró y levantó la mano que tenía aferrada a la suya para besársela—Lo digo por ustedes, que se alían con ella y dicen después que son mis amigas.
—Lo que pasa es que estás celosa. Creo que San te está consintiendo más de la cuenta, estás realmente insufrible, sé lo que te digo, López, estás alimentando a un monstruo.
—¡Kitty Wilde! No puedo creer lo que estoy oyendo, ese comentario podía haberlo esperado de Hanna, pero ¿de vos? ¡Y después te atrevés a decir que sos mi mejor amiga!
—¡Basta! Empiezan bromeando y terminan enojándose en serio, las conozco—las amonestó Marley.
—Britt, no puedo creer que nos vayamos a pasar una semanita en Miami, ¡y pensar que nosotras teníamos planes para venir en estas vacaciones de invierno!
Aria se estiró y aferró la mano de su amiga.
—¿Pensabas venir a Miami?
—Sí, San, ésos eran nuestros planes. Había arreglado mis vacaciones de verano con Kitty y Marley, y las de invierno con Aria.
—¡Vaya! ¡Cómo han cambiado las cosas!—intervino Noah cogiendo la cara de su chica y estampándole un beso en los labios.
—Ya lo creo. Ese viaje a Argentina nos cambió la vida, amigo.
Santana y Noah chocaron las palmas.
—¡Y menos mal que fuimos a Argentina y las conocimos! ¡No quiero ni imaginarme lo que hubieran hecho ellas dos solas en Miami!
—Yo tampoco quiero imaginármelo.
—¡Uf! ¿Estas dos solas en Miami? No, San, mejor no te lo imagines.
Se carcajearon todos con la última acotación de Kitty.
—¿Conocés Miami, Aria?
—Sí, San, y como me gustó tanto, tenté a Britt para que viniéramos durante el invierno argentino.
—¡Estás jodido, primo, tu chica ya estuvo en Miami! ¡Ja! Vos te salvaste, San.
—¡Ja! Esa acotación estuvo de más, Hanna Marín, ya que tu novia es como la cuarta vez que viene, así que mejor callate—Aria le sacó la lengua.
—Conmigo no se metan, que yo no me metí con nadie. Además, no entiendo qué tiene de malo venir a Miami con amigas.
Santana y Noah se miraron con complicidad.
—Mejor acabemos esta conversación aquí—dijo Santana con rotundidad.
—¿De qué te estarás acordando que querés que esto se acabe? Sos una zorra, ya vi cómo mirabas a Noah—le espetó Brittany pellizcándole el brazo a Santana—Creo que nosotras distamos mucho de las señoritas que frecuentarían ustedes dos.
—¡Ay, eso ha dolido!
—Fue lo que quería, listilla.
Santana se llevó la mano de Brittany a la boca y le besó los nudillos.
—No sé a qué amiguitas habrán conocido, pero seguro que ninguna de nosotras somos como ésas.
—¡Eso, amiga!—contestaron al unísono las implicadas.
—¿Y tú anillo de compromiso, Britt?—preguntó Marley al no vérselo puesto en la mano.
—Me lo quitó la zorra de Elaine en el ataque y San se quitó en suyo hasta que no tenga el mío—contestó Brittany con verdadero pesar y Marley no supo dónde meterse, se sintió fatal por haber preguntado y haberla hecho recordar ese trago—No te apenes, no podías saberlo.
—Lo siento, pregunté sin pensar.
—Pronto le regalaré otro, pero no tuve tiempo de comprarlo.
—Cambiando de tema, Britt, amiga de mi corazón... Cuando regresemos a Nueva York, quiero conducir tu coche—Kitty buscó la mirada de Hanna para desviar el tema a propósito—¡Hanna, esta pendeja lleva un Maserati GranTurismo!
—¿Qué?—exclamó Hanna abriendo los ojos como platos.
—Me lo ha regalado San—contó Brittany, mientras le acariciaba el mentón.
—Me lo tenés que agradecer a mí también, Britt, si no hubiera sido por mis contactos no hubieras conseguido ese coche—se pavoneó Noah.
—Sí, es cierto. Noah lo encontró idéntico al que quería y en un tiempo récord. En realidad, todos mis vehículos me los ha procurado él, también los de la compañía—explicó Santana.
—¿Qué coches tenés, San?—le preguntó Hanna con verdadero interés.
—En Nueva York, tengo un Alfa-Competizione y también uso los Audi de la empresa.
—No les cuentes los que tenés en Miami—lo interrumpió Noah—Dejá que se sorprendan cuando los vean, les aseguro que se volverán locas por conducirlos.
—¿Qué vehículos tenés, mi amor? Yo tampoco lo sé, aunque recuerdo una conversación en tu casa cuando compraste el mío. Tu mamá dijo, en esa oportunidad, que en Miami tenías otros coches italianos.
—¡Ah, bueno! Ya estoy intrigada yo también. ¿Tenés un Ferrari?—preguntó Kitty sin contenerse.
—No—dijo Santana con una sonrisa—En realidad, era lo que pensaba comprarme, pero acá mi adorado amigo me terminó convenciendo de que optara por los dos que tengo.
La voz del piloto interrumpió la conversación de repente y les anunció que estaban aproximándose al aeropuerto internacional de Miami y les pidió que se ajustaran los cinturones.
—¡Que rápido se pasó el viaje!—exclamó Brittany y suspiró sobresaltada—¡San, no traje equipaje y vos tampoco!
—Tranquila, mi amor, ayer cuando nos fuimos al médico, Whitney nos preparó todo y Artie nos lo ha traído.
—¡Qué bien que lo organizaron todo! Me tenés tan atarantada que no me di ni cuenta. Y también tenés de cómplice a mi mamá, ¿eh? Hoyuelitos, sos realmente peligrosa—la cogió por el mentón y le dio un besazo.
Habían llegado a la ciudad del sol, el cielo era azul intenso y la temperatura muy cálida.
Descendieron del jet, Santana llevaba abrazada a Brittany como si fuera su trofeo, caminaba feliz a su lado y estaba exultante, ya que los amigos les habían levantado el ánimo.
Se acercaron a la oficina de alquiler de vehículos, en la que, el día anterior, Santana había encargado una furgoneta por teléfono para que pudieran trasladarse juntos hasta su departamento.
Noah, que conocía muy bien el camino, se puso al volante y se encaminó hacia Miami Beach.
El trecho que debían recorrer no era extenso, tan sólo estaban a veinte minutos de su destino. Llegaron a la carretera estatal de Florida, pasaron por la isla Watson, cruzaron el McArthur y tomaron Alton Road hasta llegar al 100 de South Point Drive.
—¡Vaya! ¡Ese edificio es enorme! Miami es como la imaginaba—acotó Brittany, mientras miraba los alrededores.
—Lo pasaremos muy bien, mi amor. Este lugar es muy tranquilo, propicio para que descanses y te recuperes del todo.
—Siempre y cuando esté a tu lado, estoy bien. No me importa dónde.
Bajaron de la furgoneta y accedieron al vestíbulo del edificio. Tras saludar al portero, Santana los guio hasta la zona de los ascensores, donde tuvieron que subir en diferentes aparatos.
En el ático, Santana, aferrada a Brittany y con su llave en la mano, abrió la puerta. Al entrar, dejó el equipaje de ambas en el recibidor. Un pasillo revestido en madera oscura les dio la bienvenida. Pasaron frente a un ascensor y a una escalera, siguieron caminando por el pasillo hasta acceder al salón principal, de grandes dimensiones, cuyas paredes estaban vidriadas por todos lados, ofreciendo una espectacular vista del mar.
—¿Dios, San, este lugar es tuyo?
—Mi amor, lo usamos todos, es patrimonio de la familia.
—¡Es enorme! No sé qué es más impactante, si la casa de Los Hamptons o esto.
Como Noah ya lo conocía, no estaba asombrado, pero las demás se habían quedado boquiabiertas.
—Es un lugar precioso—dijo Aria.
Las otras estaban tan apabulladas por el lujo que no emitían sonido alguno.
—Siéntanse como si estuvieran en su casa. Sé que, a simple vista, este lugar intimida, pero, por favor, no quiero que lo sientan así. Lo digo con humildad, ya que mi familia tenga una buena posición económica no cambia la esencia de las personas, sigo siendo la mismo que conocieron en Buenos Aires, ¿verdad, mi amor?
—Sí, por supuesto. Si no fuera así, no podría estar con ella, ustedes me conocen. Quiero pasear por este lugar, mostranos las estancias, mi vida.
—Claro, ¡hey, vamos! Relájense o me van a hacer sentir mal—les pidió Santana, mientras le palmeaba la espalda a Kitty, al tiempo que Noah hacía lo mismo con su prima.
—Perdón, San, es que este lugar es realmente apabullante. Tu departamento es muy bonito, pero esto es increíble—se sinceró Kitty.
—Hace muchos años que pertenece a mi familia, pero mi hermana, mi cuñada y mi mamá se encargaron de remodelarlo hace un par de años.
—¡Vaya! Tienen un gusto espectacular—exclamó Marley.
—Sí, mi suegra y mi cuñada son exquisitas y Bree, la cuñada de San, también lo es. No me extraña que hayan dejado este lugar así.
—¡Yo quiero una foto en cada rincón para mostrar en la empresa que estuve en la casa de la big boss!
—¡Ay, Kitty, sos tremenda!—dijo Emily—¡Sólo a vos se te puede ocurrir decir eso!
Todos se carcajearon.
—San acaba de decir que me sienta como en mi casa, así que no me voy a poner a fingir, soy así.
—Me parece perfecto, Kitty, vamos a recorrer el ático.
El comedor y el salón estaban integrados, en el espacio había una mesa para doce comensales, sobre la cual pendía una lámpara de caireles enorme y majestuosa, a su alrededor, sillas de estilo barroco español con altos cabezales. La fastuosa sala, en tonos crema, que había dejado a todos patidifusos, tenía tres lugares de reunión delimitados y, en el punto central, había un armario de ébano de grandes dimensiones, que llegaba hasta el techo artesonado. Una obra arquitectónica que parecía el altar de una iglesia. Esa pieza antigua contrastaba con el estilo moderno del resto de los muebles y del ambiente en sí.
Salieron a la terraza que rodeaba el piso. Desde la altura, el mar ofrecía un espectáculo indescriptible.
Caminaron hasta dar con una glorieta, montada sobre una plataforma de madera, donde había sillones preparados para disfrutar de la pantalla que ocupaba toda la pared trasera. Junto a la construcción había una mesa para catorce personas, armarios de almacenaje, un bar y una barbacoa.
Desde ahí, se podía subir por una escalera hasta la otra planta del ático, donde estaban las otras habitaciones.
Siguieron recorriendo la terraza y bordeando el departamento. Así llegaron a la sauna y a una piscina climatizada con pérgolas alrededor, donde estaban montadas algunas tumbonas sobre plataformas de madera y un jacuzzi al aire libre.
—San, este lugar es precioso, gracias por invitarnos—dijo nuevamente Aria.
—Vamos a disfrutar mucho—le contestó Santana.
Los demás siguieron paseando por la terraza, pero Brittany y Santana se quedaron un poco rezagadas.
—Te odio, porque no te voy a poder disfrutar en esta casa como me gustaría—le dijo Brittany al oído y Santana echó su cabeza hacia atrás y sonrió en silencio.
Iba con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, sacó una y la aferró por la cintura.
—Tranquila, la tortura será mutua. Ambas imaginaremos lo que podríamos hacer pero no podemos—enarcó una ceja—, Apenas estés repuesta, volveremos—le susurró—Te prometo que, cuando regresemos, te haré el amor en cada uno de estos lugares.
Brittany se tapó la cara.
—Dios, no te digo lo que me acaba de pasar, porque en el estado en el que estoy creo que es hasta vergonzoso sentirse así.
—Te amo, Britt, quiero que toda esta pesadilla se acabe pronto, que recuperemos nuestra vida, que llegue la fecha de nuestra boda y que el mundo entero se entere de que sos mi esposa, porque no hay otra cosa que desee más en este momento, sólo sueño con el día en que te conviertas en la señora López-Pierce.
—Santana Marie López, no hay nada que anhele más que llevar tu apellido, aunque ya me siento tuya en todos los sentidos—mientras le hablaba, le acariciaba la frente, Santana se acercó seductoramente y la besó.
—Perdón, señorita San, bienvenidas.
—Oh, Emma, ¡buenos días!
—Mi amor, ella es la casera del lugar y será la responsable de nuestra alimentación durante nuestra estadía. Emma cocina como los dioses, ya verás. Le presento a mi prometida, la señorita Brittany.
—Un gusto, señorita.
—El gusto es mío, Emma, pero dime Britt, por favor—Brittany le extendió la mano—La felicito, este sitio está impecable.
—Muchas gracias, pero no lo atiendo sola, la verdad, no creo que pudiera, es tan grande... aunque casi nunca hay gente. Cuento con la colaboración de mi esposo.
—Por cierto, ¿y Will?
—Fue a buscar las compras que hice esta mañana temprano, como usted me avisó ayer de que vendría, hubo que surtir la despensa.
—Claro, Emma. Venga que voy a presentarle al resto de nuestros invitados.
—Déjeme decirle a la señorita Britt, que arreglé la habitación grande para ustedes. Si falta algo, sólo tiene que avisarme y, con gusto, se lo solucionaré.
—Tranquila, Emma, soy muy sencilla, seguro que todo va a estar perfecto.
Se acercaron a los demás, que se habían quedado en el borde de la piscina climatizada.
Noah ya conocía a Emma, así es que se levantó para saludarla y le presentó a Aria en seguida, dándola a conocer como su pareja.
Después de los saludos, entraron en la casa y terminaron de recorrerla.
—Hagan y deshagan en la casa como si fuera de ustedes—les volvió a repetir Santana, para que se sintieran verdaderamente a gusto—Hagan uso de todo y siéntanse muy cómodos, por favor.
Brittany y Santana se fueron hasta la habitación principal, Emma se había encargado de subir sus pertenencias cuando aún estaban de paseo por el ático.
Brittany se detuvo frente a uno de los ventanales y se quedó con la vista perdida, extasiada mirando al infinito. Y es que el diseño de la vivienda invitaba a ello, ya que parecía un mirador gigante con vistas a la bahía, al mar y a la ciudad.
Santana se acercó por detrás y la abrazó cogiéndola por sorpresa.
—¿No estás cansada?—le preguntó al oído, mientras le besaba el cuello.
—No, me siento increíblemente bien, no te preocupes.
—Hum, me gusta mucho cómo te vestiste hoy. Ese color te sienta muy bien.
Brittany levantó su mano sin darse la vuelta y le acarició la nuca. Santana le rozaba el torso con cuidado, sus manos la recorrían y la adoraban, Brittany cerró los ojos para percibir mejor la magia de sus caricias...
En ese instante sintió un tirón en la herida, pero se aguantó e intentó que Santana no lo notara. Desde el ataque, los momentos íntimos con la morena habían sido muy pocos y no quería estropearlo.
Se volvió, le ofreció la boca de manera muy seductora y la besó. Sus lenguas se encontraron de forma exquisita. Entonces, se arrullaron y se mimaron como pudieron, pero sus cuerpos no lograban detener las sensaciones que se les despertaban.
Santana le recorría la espalda con las palmas de las manos, quería devorarla y, de pronto, se apartó, porque a ambas les faltaba el aire. La miró con amor y deseo y, sin contenerse, la levantó para depositarla en la cama. Se quedó unos instantes mirándola, se acostó a su lado, le apartó el pelo de la cara y le acarició los labios con sus manos. La besó con desenfreno, apresó su boca y mordió sus labios, le dio pequeños tironcitos y luego se los lamió.
—Hermosa.
—Hermosa, tú.
Volvió a lamérselos y Brittany le dio entrada a su boca.
Santana no pudo controlarse más y la besó de forma arrebatadora, desató el lazo de la blusa y metió su mano bajo la tela hasta apoderarse de sus senos. Desmedida y sedienta de su cuerpo, los acarició sobre el encaje del sostén, violento, ardiente. Su mano le apretaba uno de sus pechos y se sintió su dueña. Con su boca, bajó hasta el cuello y dejó un sendero de besos en él, hundió su cara por encima de la blusa, pero, de pronto, reaccionó y se quedó estática, suspirando con dificultad.
—Perdón, mi amor, no sé lo que me pasó.
—No, Sanny, no te disculpes. Tus besos y tus caricias son la evidencia de que estoy viva para sentirte.
—Me dejé llevar, Britt, parezco muy inmadura.
—Durante el tiempo que dure mi postoperatorio, quizá podríamos mimarnos como si fuéramos adolescentes. No está mal, después de todo, besos, caricias y guardarnos las ganas de algo más para cuando pueda. A mí no me molesta... Ahora, si para vos es muy incómodo, podemos evitarlo.
—Dios, me había olvidado de cómo era quedarse con tantas ganas de más—suspiró Santana y recostó la cabeza en los senos de Brittany mientras intentaba calmar su respiración—Hum, es hermoso sentir cómo late tu corazón, Britt-Britt.
Como cada día que abría los ojos, le pareció que estaba soñando despierta.
La alarma empezó a sonar, pero Brittany no se pudo dar la vuelta con rapidez para detenerla. Le extrañó que Santana la hubiera puesto, sobre todo porque estaban Kitty y Marley en la casa.
«Qué raro, no me dijo que pensaba ir a la empresa», pensó.
Santana abrió los ojos y la vio observándola, le dio un beso, luego se estiró por encima de su cuerpo y apagó la alarma del teléfono, que había quedado sobre la mesilla de noche.
—¡Buenos días!
—Buenos días, linda, ¿vas a ir a la empresa que pusiste la alarma tan temprano?
—No, vamos a salir de paseo. ¿Dormiste bien?—le preguntó algo adormilada aún.
—¿De paseo? ¿Adónde? Ayer no me dijiste nada—dijo Brittany intrigada.
—Porque quería sorprenderte otra vez. ¿Dormiste bien?—volvió a insistir.
—Espectacularmente bien.
—Vamos a levantarnos o se hará tarde, Kitty y Marley ya deben de estar poniéndose en marcha.
—¿Ellas sabían que íbamos a salir?
—Todos lo saben, por eso ayer tu mamá se fue al Belaire, la sorpresa es para vos.
—Bueno gracias por la sorpresa, pero me siento la más estúpida. Esto es como que te pongan los cuernos, parece que soy la última en enterarme.
—Si te ofende, no vamos.
—No, no es eso—Brittany se sintió apenada por su falta de tacto—¡Ay, no me hagas caso, Sanny! Soy una bruta, perdóname, sé que es con buena intención. En realidad, creo que sentí celos de tu complicidad con ellos.
—¡Ah, no me digas eso!, porque entonces la que se pondrá celosa seré yo por querer la exclusividad con tus amigas.
Se rieron y Santana le dio un sonoro beso.
—Vamos o va a hacerse tarde.
—¿Adónde vamos? Supongo que debe de ser algo tranquilo, porque, si no, no lo hubieras planeado.
—Chis, por supuesto que tomé todas las precauciones, tu salud es lo primero. ¡Ahora a vestirse!
Santana ya se había levantado y estaba dentro de unos vaqueros que le quedaban que ni pintados. Se estaba poniendo una camiseta blanca, cuando Brittany justo empezaba a incorporarse en la cama.
—¿Te ayudo?
—No, amor, está bien, aunque lo haga lentamente, tengo que comenzar a arreglármelas sola. No puedo depender siempre de vos y mamá. Aspiro a que cada una vaya recobrando su vida poco a poco.
—Bien, pero te echo una mano con la ropa, Britt, para mí no es molestia.
—Si no puedo, te aviso.
—Vestite con ropa liviana, con algo informal.
—¿Adónde vamos?
—No seas curiosa, ya te enterarás.
Santana y las demás estaban en la cocina preparando el desayuno y parloteando cuando Brittany entró en el salón. Estaba impecable: se había vestido con unos vaqueros blancos, una camisola que parecía un pañuelo, ceñida a la cintura con un lazo, en tonos blancos, celestes y azules, y unas sandalias a juego.
—¡No sean tan obvias! Ya sé que no debo enterarme de adónde vamos, pero dejen de cuchichear y disimulen un poco cuando entro.
—¿Y para qué vamos a disimular si ya estás enterada? No te hagas la ofendida, que no te pega—le dijo Kitty cuando se acercó para darle un beso en la mejilla—¡La sorpresa te va a gustar!
—¡Traidora!—le espetó Brittany en la cara.
—¡Ah, ya veo por dónde va la cosa!—Kitty levantó un dedo a modo de advertencia—¡Traidora no!—le aclaró—Vos sos mi amiga y como tal deberías saber que sé guardar un secreto. Sentate que ahora te servimos el desayuno.
Cuando terminaron de almorzar, acabaron de prepararse. Brittany fue a por su bolso y, finalmente, salieron todas juntas del departamento. En la calle, estaba estacionado el automóvil de Brittany.
—Le pedí a Artie que trajera tu coche, en el mío no íbamos a caber.
—¿Éste es tu coche, Britt?
—Sí, amiguita mía, ¿te gusta? Me lo regaló San.
Kitty silbó.
—¿Que si me gusta? ¡Está de muerte!
A mitad de camino, Brittany volvió a insistir.
—¿Adónde vamos, Sanny?
—Ya estamos a punto de llegar.
—¿Me parece a mí que estamos yendo hacia el aeropuerto?
Santana la miró y sonrió, pero no le contestó.
—¡Ay, díganme, ya no aguanto más la intriga!
Entraron en el estacionamiento del aeropuerto.
—¿Adónde vamos, el doctor autorizó este viaje?
—Tranquila, es un trayecto muy corto. Lo llamé y te dio permiso, aunque me extraña que lo preguntes, ya sabés que no haría nada que él no autorizara. Además, no será un viaje común. Esperá un poco y vas a ver.
Dentro de la terminal, Santana sacó el móvil y llamó a Artie, que se había encargado del equipaje de todas. Después de facturar, les indicaron la puerta, pasaron por migraciones y fueron directos a la pista. Un jet Bombardier Challenger 850 los esperaba ahí.
—¿Vamos a viajar en un jet privado?
—¡Ajá! Necesitaba cerciorarme de que ibas a poder viajar cómoda y de que no serían muchas horas de vuelo.
—¡San, esto es una exageración!
Iban caminando de la mano, cuando llegaron a los pies de la escalinata, la azafata las aguardaba con una silla de ruedas.
—No voy a sentarme ahí—protestó Brittany—, Voy a subir por la escalera, no estoy enferma.
—No lo harás, no te esforzarás y, con respecto a que no estés enferma, no es del todo cierto, porque estás en pleno postoperatorio—la retó Santana en tono autoritario.
—¡No quiero que me suban en una silla de ruedas!
—Muy bien, entonces te levantaré yo y no habrá más discusión.
—¡San!
—¡Britt! ¿Vamos a seguir discutiendo? Por más privado que sea el vuelo, debe salir en hora. Basta de caprichos, no pienso ceder. Si no, nos volveremos a casa y les arruinaremos la estancia a tus amigas, vos decidís.
Se quedaron mirando a los ojos fijamente.
—Está bien, subiré como vos creas que es mejor.
—¿Silla o...?—levantó los brazos y se los enseñó.
—Como vos quieras.
La levantó y la llevó en brazos hasta que entraron en la cabina, donde estaban todos ya acomodados. Los demás habían subido mientras ellas discutían a los pies de la escalera.
Al entrar, el piloto les dio la bienvenida y les presentó a la tripulación. Brittany y Santana los saludaron amablemente con un apretón de manos, entraron y ahí se encontraron con sus amigos.
La tapicería de la aeronave era de cuero en las butacas y de felpilla gris en el diván emplazado en el segundo compartimento del reactor. La mesa extensible era de madera lacada oscura, igual que el resto de los espacios para almacenaje que había en el jet.
Se colocaron en las butacas y, entonces, el piloto dio las indicaciones del vuelo por el altavoz, el tiempo aproximado para llegar a destino y les contó, además, que el clima era excelente. Brittany se enteró en ese momento adónde iban.
—¿Vamos a Miami?
—Así es, pasaremos la semana en compañía de nuestros amigos. Te lo dije en el hospital, cuando te despertaste de la sedación. ¿No te acordás de que te avisé de que iríamos a terminar tu recuperación allá? Creí que, a estas alturas, ya te habrías dado cuenta del destino.
Brittany cogió su cara entre las manos y la besó apasionadamente delante de todos.
—Sanny, basta de tantas atenciones. La verdad es que no lo recordaba, esos días en el hospital estaba bastante aturdida.
—Todos queremos colaborar en tu recuperación, así que te vamos a mimar mucho, Britt—dijo Hanna.
—Tenerlas acá para mí es más que suficiente, debo confesar que las extrañaba mucho.
—Y nosotras a vos. Ahora, dejame decirte algo: sea acá o en Argentina, los problemas te siguen, Britt, ¿cómo mierda hacés para conseguirte tantos?
—¡Ay, Hanna, tengo que reconocer que tenés razón! Soy una experta en atraerlos, ya sabés que es lo que les digo siempre, conmigo jamás se van a aburrir—todos se rieron—Aunque hoy, en particular, deberían agradecérmelo—bromeó mientras asentía con la cabeza—¡Sí, miren dónde estamos, en un avión de lujo volando hacia Miami!—se carcajearon—Y, a propósito, déjenme decirles que son todos unos traidores, porque estaban confabulados con San y yo no sabía nada.
—¿Te miman así y encima te quejás?—Kitty puso los ojos en blanco—Lo tuyo es vergonzoso.
—No me quejo de San—la miró y levantó la mano que tenía aferrada a la suya para besársela—Lo digo por ustedes, que se alían con ella y dicen después que son mis amigas.
—Lo que pasa es que estás celosa. Creo que San te está consintiendo más de la cuenta, estás realmente insufrible, sé lo que te digo, López, estás alimentando a un monstruo.
—¡Kitty Wilde! No puedo creer lo que estoy oyendo, ese comentario podía haberlo esperado de Hanna, pero ¿de vos? ¡Y después te atrevés a decir que sos mi mejor amiga!
—¡Basta! Empiezan bromeando y terminan enojándose en serio, las conozco—las amonestó Marley.
—Britt, no puedo creer que nos vayamos a pasar una semanita en Miami, ¡y pensar que nosotras teníamos planes para venir en estas vacaciones de invierno!
Aria se estiró y aferró la mano de su amiga.
—¿Pensabas venir a Miami?
—Sí, San, ésos eran nuestros planes. Había arreglado mis vacaciones de verano con Kitty y Marley, y las de invierno con Aria.
—¡Vaya! ¡Cómo han cambiado las cosas!—intervino Noah cogiendo la cara de su chica y estampándole un beso en los labios.
—Ya lo creo. Ese viaje a Argentina nos cambió la vida, amigo.
Santana y Noah chocaron las palmas.
—¡Y menos mal que fuimos a Argentina y las conocimos! ¡No quiero ni imaginarme lo que hubieran hecho ellas dos solas en Miami!
—Yo tampoco quiero imaginármelo.
—¡Uf! ¿Estas dos solas en Miami? No, San, mejor no te lo imagines.
Se carcajearon todos con la última acotación de Kitty.
—¿Conocés Miami, Aria?
—Sí, San, y como me gustó tanto, tenté a Britt para que viniéramos durante el invierno argentino.
—¡Estás jodido, primo, tu chica ya estuvo en Miami! ¡Ja! Vos te salvaste, San.
—¡Ja! Esa acotación estuvo de más, Hanna Marín, ya que tu novia es como la cuarta vez que viene, así que mejor callate—Aria le sacó la lengua.
—Conmigo no se metan, que yo no me metí con nadie. Además, no entiendo qué tiene de malo venir a Miami con amigas.
Santana y Noah se miraron con complicidad.
—Mejor acabemos esta conversación aquí—dijo Santana con rotundidad.
—¿De qué te estarás acordando que querés que esto se acabe? Sos una zorra, ya vi cómo mirabas a Noah—le espetó Brittany pellizcándole el brazo a Santana—Creo que nosotras distamos mucho de las señoritas que frecuentarían ustedes dos.
—¡Ay, eso ha dolido!
—Fue lo que quería, listilla.
Santana se llevó la mano de Brittany a la boca y le besó los nudillos.
—No sé a qué amiguitas habrán conocido, pero seguro que ninguna de nosotras somos como ésas.
—¡Eso, amiga!—contestaron al unísono las implicadas.
—¿Y tú anillo de compromiso, Britt?—preguntó Marley al no vérselo puesto en la mano.
—Me lo quitó la zorra de Elaine en el ataque y San se quitó en suyo hasta que no tenga el mío—contestó Brittany con verdadero pesar y Marley no supo dónde meterse, se sintió fatal por haber preguntado y haberla hecho recordar ese trago—No te apenes, no podías saberlo.
—Lo siento, pregunté sin pensar.
—Pronto le regalaré otro, pero no tuve tiempo de comprarlo.
—Cambiando de tema, Britt, amiga de mi corazón... Cuando regresemos a Nueva York, quiero conducir tu coche—Kitty buscó la mirada de Hanna para desviar el tema a propósito—¡Hanna, esta pendeja lleva un Maserati GranTurismo!
—¿Qué?—exclamó Hanna abriendo los ojos como platos.
—Me lo ha regalado San—contó Brittany, mientras le acariciaba el mentón.
—Me lo tenés que agradecer a mí también, Britt, si no hubiera sido por mis contactos no hubieras conseguido ese coche—se pavoneó Noah.
—Sí, es cierto. Noah lo encontró idéntico al que quería y en un tiempo récord. En realidad, todos mis vehículos me los ha procurado él, también los de la compañía—explicó Santana.
—¿Qué coches tenés, San?—le preguntó Hanna con verdadero interés.
—En Nueva York, tengo un Alfa-Competizione y también uso los Audi de la empresa.
—No les cuentes los que tenés en Miami—lo interrumpió Noah—Dejá que se sorprendan cuando los vean, les aseguro que se volverán locas por conducirlos.
—¿Qué vehículos tenés, mi amor? Yo tampoco lo sé, aunque recuerdo una conversación en tu casa cuando compraste el mío. Tu mamá dijo, en esa oportunidad, que en Miami tenías otros coches italianos.
—¡Ah, bueno! Ya estoy intrigada yo también. ¿Tenés un Ferrari?—preguntó Kitty sin contenerse.
—No—dijo Santana con una sonrisa—En realidad, era lo que pensaba comprarme, pero acá mi adorado amigo me terminó convenciendo de que optara por los dos que tengo.
La voz del piloto interrumpió la conversación de repente y les anunció que estaban aproximándose al aeropuerto internacional de Miami y les pidió que se ajustaran los cinturones.
—¡Que rápido se pasó el viaje!—exclamó Brittany y suspiró sobresaltada—¡San, no traje equipaje y vos tampoco!
—Tranquila, mi amor, ayer cuando nos fuimos al médico, Whitney nos preparó todo y Artie nos lo ha traído.
—¡Qué bien que lo organizaron todo! Me tenés tan atarantada que no me di ni cuenta. Y también tenés de cómplice a mi mamá, ¿eh? Hoyuelitos, sos realmente peligrosa—la cogió por el mentón y le dio un besazo.
Habían llegado a la ciudad del sol, el cielo era azul intenso y la temperatura muy cálida.
Descendieron del jet, Santana llevaba abrazada a Brittany como si fuera su trofeo, caminaba feliz a su lado y estaba exultante, ya que los amigos les habían levantado el ánimo.
Se acercaron a la oficina de alquiler de vehículos, en la que, el día anterior, Santana había encargado una furgoneta por teléfono para que pudieran trasladarse juntos hasta su departamento.
Noah, que conocía muy bien el camino, se puso al volante y se encaminó hacia Miami Beach.
El trecho que debían recorrer no era extenso, tan sólo estaban a veinte minutos de su destino. Llegaron a la carretera estatal de Florida, pasaron por la isla Watson, cruzaron el McArthur y tomaron Alton Road hasta llegar al 100 de South Point Drive.
—¡Vaya! ¡Ese edificio es enorme! Miami es como la imaginaba—acotó Brittany, mientras miraba los alrededores.
—Lo pasaremos muy bien, mi amor. Este lugar es muy tranquilo, propicio para que descanses y te recuperes del todo.
—Siempre y cuando esté a tu lado, estoy bien. No me importa dónde.
Bajaron de la furgoneta y accedieron al vestíbulo del edificio. Tras saludar al portero, Santana los guio hasta la zona de los ascensores, donde tuvieron que subir en diferentes aparatos.
En el ático, Santana, aferrada a Brittany y con su llave en la mano, abrió la puerta. Al entrar, dejó el equipaje de ambas en el recibidor. Un pasillo revestido en madera oscura les dio la bienvenida. Pasaron frente a un ascensor y a una escalera, siguieron caminando por el pasillo hasta acceder al salón principal, de grandes dimensiones, cuyas paredes estaban vidriadas por todos lados, ofreciendo una espectacular vista del mar.
—¿Dios, San, este lugar es tuyo?
—Mi amor, lo usamos todos, es patrimonio de la familia.
—¡Es enorme! No sé qué es más impactante, si la casa de Los Hamptons o esto.
Como Noah ya lo conocía, no estaba asombrado, pero las demás se habían quedado boquiabiertas.
—Es un lugar precioso—dijo Aria.
Las otras estaban tan apabulladas por el lujo que no emitían sonido alguno.
—Siéntanse como si estuvieran en su casa. Sé que, a simple vista, este lugar intimida, pero, por favor, no quiero que lo sientan así. Lo digo con humildad, ya que mi familia tenga una buena posición económica no cambia la esencia de las personas, sigo siendo la mismo que conocieron en Buenos Aires, ¿verdad, mi amor?
—Sí, por supuesto. Si no fuera así, no podría estar con ella, ustedes me conocen. Quiero pasear por este lugar, mostranos las estancias, mi vida.
—Claro, ¡hey, vamos! Relájense o me van a hacer sentir mal—les pidió Santana, mientras le palmeaba la espalda a Kitty, al tiempo que Noah hacía lo mismo con su prima.
—Perdón, San, es que este lugar es realmente apabullante. Tu departamento es muy bonito, pero esto es increíble—se sinceró Kitty.
—Hace muchos años que pertenece a mi familia, pero mi hermana, mi cuñada y mi mamá se encargaron de remodelarlo hace un par de años.
—¡Vaya! Tienen un gusto espectacular—exclamó Marley.
—Sí, mi suegra y mi cuñada son exquisitas y Bree, la cuñada de San, también lo es. No me extraña que hayan dejado este lugar así.
—¡Yo quiero una foto en cada rincón para mostrar en la empresa que estuve en la casa de la big boss!
—¡Ay, Kitty, sos tremenda!—dijo Emily—¡Sólo a vos se te puede ocurrir decir eso!
Todos se carcajearon.
—San acaba de decir que me sienta como en mi casa, así que no me voy a poner a fingir, soy así.
—Me parece perfecto, Kitty, vamos a recorrer el ático.
El comedor y el salón estaban integrados, en el espacio había una mesa para doce comensales, sobre la cual pendía una lámpara de caireles enorme y majestuosa, a su alrededor, sillas de estilo barroco español con altos cabezales. La fastuosa sala, en tonos crema, que había dejado a todos patidifusos, tenía tres lugares de reunión delimitados y, en el punto central, había un armario de ébano de grandes dimensiones, que llegaba hasta el techo artesonado. Una obra arquitectónica que parecía el altar de una iglesia. Esa pieza antigua contrastaba con el estilo moderno del resto de los muebles y del ambiente en sí.
Salieron a la terraza que rodeaba el piso. Desde la altura, el mar ofrecía un espectáculo indescriptible.
Caminaron hasta dar con una glorieta, montada sobre una plataforma de madera, donde había sillones preparados para disfrutar de la pantalla que ocupaba toda la pared trasera. Junto a la construcción había una mesa para catorce personas, armarios de almacenaje, un bar y una barbacoa.
Desde ahí, se podía subir por una escalera hasta la otra planta del ático, donde estaban las otras habitaciones.
Siguieron recorriendo la terraza y bordeando el departamento. Así llegaron a la sauna y a una piscina climatizada con pérgolas alrededor, donde estaban montadas algunas tumbonas sobre plataformas de madera y un jacuzzi al aire libre.
—San, este lugar es precioso, gracias por invitarnos—dijo nuevamente Aria.
—Vamos a disfrutar mucho—le contestó Santana.
Los demás siguieron paseando por la terraza, pero Brittany y Santana se quedaron un poco rezagadas.
—Te odio, porque no te voy a poder disfrutar en esta casa como me gustaría—le dijo Brittany al oído y Santana echó su cabeza hacia atrás y sonrió en silencio.
Iba con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, sacó una y la aferró por la cintura.
—Tranquila, la tortura será mutua. Ambas imaginaremos lo que podríamos hacer pero no podemos—enarcó una ceja—, Apenas estés repuesta, volveremos—le susurró—Te prometo que, cuando regresemos, te haré el amor en cada uno de estos lugares.
Brittany se tapó la cara.
—Dios, no te digo lo que me acaba de pasar, porque en el estado en el que estoy creo que es hasta vergonzoso sentirse así.
—Te amo, Britt, quiero que toda esta pesadilla se acabe pronto, que recuperemos nuestra vida, que llegue la fecha de nuestra boda y que el mundo entero se entere de que sos mi esposa, porque no hay otra cosa que desee más en este momento, sólo sueño con el día en que te conviertas en la señora López-Pierce.
—Santana Marie López, no hay nada que anhele más que llevar tu apellido, aunque ya me siento tuya en todos los sentidos—mientras le hablaba, le acariciaba la frente, Santana se acercó seductoramente y la besó.
—Perdón, señorita San, bienvenidas.
—Oh, Emma, ¡buenos días!
—Mi amor, ella es la casera del lugar y será la responsable de nuestra alimentación durante nuestra estadía. Emma cocina como los dioses, ya verás. Le presento a mi prometida, la señorita Brittany.
—Un gusto, señorita.
—El gusto es mío, Emma, pero dime Britt, por favor—Brittany le extendió la mano—La felicito, este sitio está impecable.
—Muchas gracias, pero no lo atiendo sola, la verdad, no creo que pudiera, es tan grande... aunque casi nunca hay gente. Cuento con la colaboración de mi esposo.
—Por cierto, ¿y Will?
—Fue a buscar las compras que hice esta mañana temprano, como usted me avisó ayer de que vendría, hubo que surtir la despensa.
—Claro, Emma. Venga que voy a presentarle al resto de nuestros invitados.
—Déjeme decirle a la señorita Britt, que arreglé la habitación grande para ustedes. Si falta algo, sólo tiene que avisarme y, con gusto, se lo solucionaré.
—Tranquila, Emma, soy muy sencilla, seguro que todo va a estar perfecto.
Se acercaron a los demás, que se habían quedado en el borde de la piscina climatizada.
Noah ya conocía a Emma, así es que se levantó para saludarla y le presentó a Aria en seguida, dándola a conocer como su pareja.
Después de los saludos, entraron en la casa y terminaron de recorrerla.
—Hagan y deshagan en la casa como si fuera de ustedes—les volvió a repetir Santana, para que se sintieran verdaderamente a gusto—Hagan uso de todo y siéntanse muy cómodos, por favor.
Brittany y Santana se fueron hasta la habitación principal, Emma se había encargado de subir sus pertenencias cuando aún estaban de paseo por el ático.
Brittany se detuvo frente a uno de los ventanales y se quedó con la vista perdida, extasiada mirando al infinito. Y es que el diseño de la vivienda invitaba a ello, ya que parecía un mirador gigante con vistas a la bahía, al mar y a la ciudad.
Santana se acercó por detrás y la abrazó cogiéndola por sorpresa.
—¿No estás cansada?—le preguntó al oído, mientras le besaba el cuello.
—No, me siento increíblemente bien, no te preocupes.
—Hum, me gusta mucho cómo te vestiste hoy. Ese color te sienta muy bien.
Brittany levantó su mano sin darse la vuelta y le acarició la nuca. Santana le rozaba el torso con cuidado, sus manos la recorrían y la adoraban, Brittany cerró los ojos para percibir mejor la magia de sus caricias...
En ese instante sintió un tirón en la herida, pero se aguantó e intentó que Santana no lo notara. Desde el ataque, los momentos íntimos con la morena habían sido muy pocos y no quería estropearlo.
Se volvió, le ofreció la boca de manera muy seductora y la besó. Sus lenguas se encontraron de forma exquisita. Entonces, se arrullaron y se mimaron como pudieron, pero sus cuerpos no lograban detener las sensaciones que se les despertaban.
Santana le recorría la espalda con las palmas de las manos, quería devorarla y, de pronto, se apartó, porque a ambas les faltaba el aire. La miró con amor y deseo y, sin contenerse, la levantó para depositarla en la cama. Se quedó unos instantes mirándola, se acostó a su lado, le apartó el pelo de la cara y le acarició los labios con sus manos. La besó con desenfreno, apresó su boca y mordió sus labios, le dio pequeños tironcitos y luego se los lamió.
—Hermosa.
—Hermosa, tú.
Volvió a lamérselos y Brittany le dio entrada a su boca.
Santana no pudo controlarse más y la besó de forma arrebatadora, desató el lazo de la blusa y metió su mano bajo la tela hasta apoderarse de sus senos. Desmedida y sedienta de su cuerpo, los acarició sobre el encaje del sostén, violento, ardiente. Su mano le apretaba uno de sus pechos y se sintió su dueña. Con su boca, bajó hasta el cuello y dejó un sendero de besos en él, hundió su cara por encima de la blusa, pero, de pronto, reaccionó y se quedó estática, suspirando con dificultad.
—Perdón, mi amor, no sé lo que me pasó.
—No, Sanny, no te disculpes. Tus besos y tus caricias son la evidencia de que estoy viva para sentirte.
—Me dejé llevar, Britt, parezco muy inmadura.
—Durante el tiempo que dure mi postoperatorio, quizá podríamos mimarnos como si fuéramos adolescentes. No está mal, después de todo, besos, caricias y guardarnos las ganas de algo más para cuando pueda. A mí no me molesta... Ahora, si para vos es muy incómodo, podemos evitarlo.
—Dios, me había olvidado de cómo era quedarse con tantas ganas de más—suspiró Santana y recostó la cabeza en los senos de Brittany mientras intentaba calmar su respiración—Hum, es hermoso sentir cómo late tu corazón, Britt-Britt.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
me encanto la sorpresa de San!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
me encanta como consiente san a britt,..
miami es lo mejor para recuperarse jajajaja
cuando se recupere britt,.. nadies las separa jajaj
nos vemos!!!
me encanta como consiente san a britt,..
miami es lo mejor para recuperarse jajajaja
cuando se recupere britt,.. nadies las separa jajaj
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:me encanto la sorpresa de San!!!!
Saludos
Hola, aaa si es la mejor! jajaajjaaj. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
me encanta como consiente san a britt,..
miami es lo mejor para recuperarse jajajaja
cuando se recupere britt,.. nadies las separa jajaj
nos vemos!!!
Hola lu, aaa si no es tierna! JAjjaajajaajjaja lo dices por algo, nose digo yo. O no! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 6
Capitulo 6
—¿Sanny, te dormiste?
Se habían quedado en silencio.
—No—contestó Santana con la voz bastante adormilada—, Pero falta poco. Sabés que me encanta que me toques el cabello, me relaja.
—Creo que estás muy cansada, fueron demasiados días durmiendo mal en el hospital.
—Chis, seguí jugando con mi pelo, rubia.
—Tengo hambre, debería comer algo, acordate que debo consumir alimentos en pequeñas cantidades.
—¿Qué querés comer?
—Quedate descansando, voy a la cocina y a ver qué encuentro.
—De acuerdo, creo que aceptaré tu propuesta.
Santana estaba muy aletargada, así que no se opuso al ofrecimiento, se acomodó en su lado de la cama y se abrazó a la almohada, mientras Brittany se levantaba despacio. Ella fue al baño primero y luego salió hacia la cocina. Ahí se encontró con Emma, que estaba empezando a preparar la comida.
—¿Necesita algo, señorita?
—Hola, Emma, busco alguna cosa para comer. No sé si San le explicó que tengo que ingerir pequeñas cantidades cada tres o cuatro horas, para poder asimilar bien los alimentos.
—Sí, no se preocupe. Ella ayer me dio todas las indicaciones y le he preparado compota de frutas y gelatina, también tiene frutas frescas, porque ella me dijo que es lo que más consumía entre comidas. Para el mediodía, le estoy cocinando un pescadito marinado y vegetales frescos.
—Hum, suena tentador.
—Se va a chupar los dedos, señorita, se lo estoy preparando con mucho amor.
—Gracias, Emma, es usted muy amable.
—Dígame qué quiere comer ahora y en seguida se lo preparo, señorita Britt.
—No se preocupe, Emma, yo me sirvo. No quiero atrasarla en sus quehaceres, además, está cocinando para un batallón—Brittany le acarició la espalda—Y dígame Britt a secas, ese «señorita» nos impone una gran distancia.
—Usted no me retrasa.
Brittany seleccionó algunas frutas de las que estaban en la encimera y las acomodó en un plato que sacó del compartimento donde Emma le indicó que se guardaban, y en uno de los cajones, consiguió un cuchillo y se sentó a la mesa de la cocina. Mientras comía, miraba embelesada el paisaje marítimo.
—¿Cuánto hace que trabaja acá, Emma?
—Ocho años. ¿Sabe? Mi marido es el primo de Sue.
—¿En serio? ¡Mi viejita querida! Adoro a Sue.
—No vaya a creer que andamos chismorreando, pero ella también la quiere mucho a usted. No sé si lo sabe, pero la señorita San es su preferida.
—Sí, claro que lo sé.
La mente de Brittany empezó a ir a mil:
«Emma también debió de conocer a Dani. ¿Habrá venido muchas veces con San acá? Tal vez podría preguntarle. No, no quedaría bien.»
—Señorita Britt, le presento a mi esposo, Will—la voz de la sirvienta la hizo salir de su abstracción.
—Un gusto, Will—se limpió las manos y le ofreció una a modo de saludo.
—El gusto es mío, señorita.
—¿Ustedes son mexicanos, como Sue?
—Sí, de ahí mismito.
—Yo soy argentina.
—¡Ah, como la señora Maribel!—acotó Will.
—Sí, claro, como ella.
Will se disculpó y se retiró para seguir con sus tareas.
—¿Viene muy seguido la familia, Emma?
—Durante los primeros años sí, pero cuando compraron la casa de Los Hamptons, dejaron de hacerlo. Mientras hacían las remodelaciones, la señorita Rach venía a menudo, pero luego ya no. Los demás, cada tanto, se pasan por acá algún fin de semana, pero quien más la usa es la señorita San.
—Ah, y... ¿viene sola?
—Suele venir con el señor Noah.
«Canallas—pensó Brittany—, deben de salir de andanzas. Dale, animate, Brittany y preguntale en confianza.»
Tomó coraje y formuló la pregunta:
—¿Con la señora Dani venía seguido?
—¿Por qué no me preguntás a mí en vez de a Emma?—Santana entró en la cocina, descalza y con el pelo revuelto.
—¡San! Creí que dormías.
—No, sólo dormité un rato.
Se apoyó en la mesa y en el respaldo de la silla y le dio un ruidoso beso en los labios. Cuando se apartó, Brittany le introdujo una fresa en la boca y ambas determinaron dejar el tema de lado.
—Están todos en la piscina, ¿vamos para allá?
—Dejame ponerme ropa más cómoda.
Brittany quiso recoger el plato, pero Emma no se lo permitió.
—Emma, cuando nos vayamos a la terraza, ¿podrías acomodar nuestras prendas en el guardarropa?
—Por supuesto, señorita San, yo me encargo.
—Muchas gracias.
Se metieron en el dormitorio para cambiarse.
—¿Te coloco un parche impermeable para proteger la herida? ¿Por si querés que entremos en el jacuzzi?
—¿Los trajiste?—Santana se los enseñó—Sanny, sencillamente, pensaste en todo, mi amor—le tiró un beso y Santana le guiñó un ojo—¿Y este traje de baño? Esto no es mío—sacó un bañador entero de entre sus pertenencias.
—Sí es tuyo, Rach te lo compró para que la herida no quedase expuesta con tu biquini—Brittany la miró asombrada—Cuando llamé al doctor, me dijo que la protegieras del sol. Creo que debe de haber otro más, si no te gustan después nos vamos de compras y elegís un par a tu gusto.
—O sea que todos eran cómplices en esta sorpresa. Y vos anoche me mandaste a hablar con Rach por teléfono, vení acá, López.
La llamó con el dedo índice y su requerimiento fue casi una orden para Santana, que se aproximó a Brittany sin chistar. Tenía los vaqueros desabrochados y se había quitado la camiseta.
Estaba muy sensual.
Brittany se sentó en el borde de la cama.
—.Ayudame a quitarme los pantalones.
Santana la asistió y aprovechó para besarle las piernas.
—Hum, adoro el aroma de tu piel—le sonrió con picardía—¿Necesitás más ayuda?
—El parche impermeable—le dijo Brittany con voz seductora mientras se quitaba la blusa y le enseñaba dónde colocárselo.
—Estoy tan caliente, Britt, que hasta ponerte el parche me resulta excitante—se carcajearon—Listo. ¿Vas a colocarte la faja?
—Debería.
—Sí, deberías.
Pasaron el tiempo en la terraza, disfrutando del sol de Miami. Almorzaron ahí y luego siguieron gozando del relax al que se habían entregado. Santana y Brittany no pararon de mimarse, recostadas en la pérgola junto a la piscina.
—¿Estás cansada?
—Un poquito.
—Hoy anduviste mucho.
—No fue tanto, pero aún no estoy recuperada del todo, no les puedo seguir el ritmo.
—Chis, cerrá los ojos, dejame acariciarte así—le masajeó la frente, las cejas, le besó los ojos y le recorrió la nariz—¿Qué estabas preguntándole a Emma cuando entré en la cocina?
Brittany abrió los ojos y la miró fijamente.
—No me acuerdo.
—Mentirosa, te acordás muy bien. Le estabas preguntando si yo venía a menudo acá con Dani.
—Si lo sabías, ¿para qué me preguntás? Es de mala educación escuchar tras las puertas.
—Es de muy mala educación interrogar al personal doméstico sobre cosas pasadas.
—Precisamente por eso, como no te gusta hablar del pasado, me animé a preguntarle a Emma.
—¿Y por qué querías saber eso?
—Primero decime vos y yo después te digo el porqué—contestó Brittany.
Santana le dio un beso en los labios.
—Aunque no me creas, Dani nunca durmió acá.
—San, me estás mintiendo, ¿tanta cara de estúpida tengo? ¿Cómo puede ser que, en tantos años, nunca se hayan quedado en esta casa?
—No te miento, a ella no le caía bien mi familia.
—Pero ¡si tu familia es fantástica!—Brittany abrió todavía más los ojos.
Sus manos estaban entrelazadas y jugaban con sus dedos.
—¿Qué problema había entre ellos?—recordó la conversación que había tenido con Rachel.
—Dani siempre creyó que ellos no la querían.
—¿Y era así?
—Bueno un poco sí y un poco no, pero creo que en realidad ella no se hizo querer demasiado.
El rictus de Santana evidenciaba su incomodidad, se mordía el interior de sus mejillas y de los labios.
—¿Te incomoda que hablemos de esto?—Brittany le apartó el pelo de la frente.
—Sí, Britt, pero quiero ser sincera con vos y, si es lo que querés saber, necesito que te enteres por mí. No me gusta que tengas que preguntarle al personal doméstico sobre mi vida privada.
—Lo siento, estuvo mal, tenés razón, pero Emma dijo que vos venías con frecuencia.
—Pero Emma se estaba refiriendo a esta última época, desde hace dos años, antes, cuando venía, nunca lo hacía con ella. Y si viajábamos a Miami juntas, íbamos a algún hotel. Yo pensaba que si ella no quería dormir en el ático cuando estaba mi familia, no era adecuado que viniéramos cuando ellos no estaban. Como mucho, si mi familia estaba en la ciudad, nos acercábamos a almorzar. ¿Sabés? Creo que Rach tiene razón y, aunque me duela reconocerlo, ella quería alejarme de mi entorno, así sentía que me controlaba más.
—¿Por qué permitías eso?
—No lo sé, Britt, hice muchas cosas estúpidas en mi vida. Ahora es tu turno, ¿por qué querías saber si yo venía acá con Dani?
—De pronto, te imaginé aquí con ella y me sentí celosa.
Le acarició la boca, esa boca que la perdía y la extasiaba, y le recorrió el medio corazón y la deseó.
—Pensé que ella podía haber estado acostada en la misma cama que yo, que le habías hecho el amor por toda la casa, como me dijiste que me lo harías a mí. En el departamento de Nueva York, sé que no estuvo. Lo siento, nunca antes me había pasado esto que me ocurre con vos.
Cuando ella nombró el departamento neoyorquino, Santana recordó el revolcón que se había dado con Elaine en el sillón y supo que, tarde o temprano, iba a enterarse, sobre todo con el juicio a la vuelta de la esquina.
—No puedo borrar el pasado, mi amor, pero si te deja más tranquila, mi relación con ella no se pareció en nada a la que tenemos nosotras.
Por la noche, con Noah como guía, que conocía Miami de cabo a rabo, se fueron todos a cenar, aunque Brittany y Santana prefirieron quedarse, ya que Brittany estaba cansada.
Cenaron en el comedor diario y luego Santana se fue al despacho a trabajar un rato.
Brittany, después de comer, se acostó, agotada.
Durante la madrugada, Brittany se despertó sobresaltada, otra vez con pesadillas. Santana dormía a su lado y, como no quería despertarla, se levantó en silencio y fue hasta el salón.
Ahí se apoyó contra el cristal del ventanal y lloró amargamente, aterrada, sin paz. Sintió que una mano se posaba sobre su hombro y se sobresaltó. Dio un respingo y se dio la vuelta. Ahí encontró a su querida amiga, Kitty, que se había levantado a tomar agua y la había descubierto llorando. En ese instante y sin pensarlo, Brittany se abrazó a ella y abrió las compuertas de su llanto, sin contención.
—¿Qué pasa, Britty? ¿Discutiste con Santana?
—No—negó con la cabeza sin dejar de llorar.
—Entonces, ¿por qué estás así?
—No aguanto más.
—Chis, vamos a sentarnos y me contás, pero tranquilizate un poco.
Brittany se recostó en el sillón, con la cabeza apoyada en las piernas de Kitty, y lloró hasta que finalmente pareció que se calmaba.
—Bueno, ¿me vas a contar o vamos a amanecer acá? Te aviso de que tengo todo el pijama mojado con tantas lágrimas.
—Lo siento, no fue mi intención mojarte. Tengo pesadillas, en mis sueños ella me apunta con una pistola, el de hoy fue horrible, me disparaba más de una vez.
—¿Y por qué estabas acá sola?
—Porque San ya no tiene vida por mi culpa. No trabaja, no duerme, vive pendiente de mí y no quiero seguir angustiándola, pero desde que el abogado me dijo que podrían alojarla en un psiquiátrico, no encuentro la paz, tengo mucho miedo, Kitty.
—Bueno, veamos. Para empezar, no está dicha la última palabra.
—Eso mismo me dijo San.
—Es que estás muy fatalista, Britt. Yo entiendo que lo que estás pasando no es fácil, pero no tenés que estar tan negativa. Además, estoy segura de que San hará todo lo posible para que no salga de la cárcel.
—Todo eso lo sé, Kitty, por eso es que no quiero seguir angustiándola con mis miedos, porque San ya no sabe qué hacer. De todas formas, y aunque lo intento, no puedo evitarlo, siento terror. Los sueños parecen tan reales... Tengo el ruido del disparo grabado en mi mente. Cuando yo caí al suelo, ella se reía y lo disfrutaba tanto... Me miró con tanto odio que tuve miedo de que siguiera acribillándome a balazos. No sabés la suerte que tuve de que no lo hiciera, hasta me quitó el anillo y se lo puso.
—Un momento, un momento, me estás mareando. ¿Lo que me estás contando es lo que pasó o lo que soñás?
—Ambas cosas, porque sueño con lo que pasó, todas las horas del día. Si me quedo dormida, me despierto de la misma manera. Mi cerebro no deja de repasar, una y otra vez, lo que pasó. Voy a volverme loca, Kitty, no puedo superarlo, quiero olvidarlo pero las pesadillas no me dejan. No puedo parar de pensar que ella podría salir en libertad bajo tratamiento psiquiátrico.
—Dejame decirte algo, aunque sé que te va a entrar por un oído y te va a salir por el otro, pero necesito que me expliques algo: Britt, ¿por qué tenés la bendita costumbre de creer que siempre sos una carga para los que te quieren? No es así, estoy segura de que San lo hace con gusto. Todo ese sacrificio para ella no es tal, porque el cariño que siente por vos hace que le salga de forma natural.
Brittany asintió de manera imperceptible con la cabeza.
—En segundo lugar, estuvimos hablando con Hanna y ella me contó que, preocupada por tu causa, comentó tu caso con algunos colegas que tienen amigos abogados acá en Estados Unidos. Precisamente, para que le averiguaran cuán diferentes eran las leyes a nuestro país. Ellos estuvieron investigando y, en conclusión, me dijo que, por más deterioro que demuestren las personas con enfermedades mentales, no significa que no sean responsables de sus actos, su deterioro mental debería ser muy grave. En la mayoría de los casos, sus enfermedades pueden afectar a sus comportamientos, pero rara vez eliminan toda capacidad para elegir lo que hacen o dicen. Los abogados de esa mujer tendrán que demostrar que ella realmente no era consciente de sus actos, y tu abogado y el fiscal del distrito no se quedarán de manos cruzadas, buscarán pruebas que demuestren lo contrario. Quizá estaría bien que mañana nos sentáramos con Hanna y, tal vez, con Aria un rato, estoy segura de que ellas podrán aclararte esto mejor que yo. En tercer lugar, en cuanto a tus pesadillas, ¿no pensaste en hacer terapia?
Brittany lo había escuchado hasta ese momento en absoluto silencio.
—No quiero angustiar más a San, Kitty.
—Pero no podés seguir así, de esta manera la estás angustiando mucho más, porque ella no sabe cómo ayudarte. Me acabás de decir que se desvive por vos, y me consta, pero parece no ser suficiente, y por eso se preocupa tanto. Britt, necesitás ayuda profesional para afrontar esto, para aliviarte vos y para descargarla a ella del peso emocional que lleva encima.
—Siempre tenés razón, amiga, por eso me gusta hablar con vos. No sé cómo hacés, pero siempre me obligás a ver lo necesario, lo verdadero, siempre das con la palabra justa, con la que necesito escuchar. Prometeme que nunca vamos a dejar de ser amigas.
—¡Ah, bueno, creo que a vos el balazo no te tocó el hígado, sino el cerebro! ¿No será que tenés una bala ahí y no se dieron cuenta?—bromeó mientras le daba un golpecito en la cabeza—Sos pelotuda, Pierce, ¿qué me estás haciendo prometer? Creo que necesitás una vacuna contra la pelotudez.
Santana apareció por el pasillo con el cabello revuelto y pinta de asustada. Brittany y Kitty estaban sentadas en uno de los sofás y Santana le secaba las últimas lágrimas que habían rodado por su cara.
—¿Qué pasa, Britt-Britt? ¿Te sentís mal?
—No—Brittany sacudió la cabeza.
—Me voy a buscar mi vaso de agua y me voy a dormir. Britt, te contará—le hizo un guiño de ojo que Brittany no advirtió porque estaba mirando al suelo.
—Gracias, amiga.
—No, gracias no. Está desvelada. Esto te va a costar caro, pienso aprovecharme y pedirte un aumento en Mindland.
—Idiota.
—¡Ja! ¿Yo soy idiota y vos qué sos?
Kitty las dejó solas.
—¿Qué pasa, mi amor, estuviste llorando?
Santana se pasó la mano por el pelo, nerviosa. Se frotó la barbilla y cogió las manos de Brittany, mientras se acuclillaba frente a ella.
—Tuve una pesadilla y, como no quería despertarte para que no te angustiaras, me vine para acá y Kitty me encontró llorando.
—¿Por qué no me despertaste?
—Porque necesitás descansar y últimamente no lo hacés, tampoco trabajás, sólo vivís pendiente de mí.
—Y si fuera al revés, Britt, ¿vos no lo harías por mí?
—Por vos daría mi vida.
—¿Y vos creés que yo por vos no? Me enoja que actúes así. Se supone que tenemos que compartirlo todo y, en ese sentido, que aún no estemos casadas no significa nada para mí. ¿Querés que te recite mis votos de matrimonio ahora? Porque no me interesa hacerlo acá o frente a un sacerdote, lo que de verdad me importa es que vos lo tengas claro. Prometo cuidarte en la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos momentos, prometo amarte y respetarte siempre...
—Chis, no hace falta, ya lo sé.
—Bueno no lo parece. Sólo quiero que nos casemos para afirmar estos votos que ya siento, porque yo ya te considero mi mujer aunque no existan papeles. La palabra «novia» o «prometida» son formalismos para los extraños, Britt.
—Bueno, ésta es la segunda regañina de la noche.
—Ah, ¿Kitty te ha regañado?
—Más o menos por lo mismo, pero además cree que debo conseguir ayuda de un terapeuta para enfrentar mis miedos. Ella cree que, de esa manera, nos aliviaremos las dos de esta mierda por la que estamos pasando.
Santana asintió.
—¿Qué pensás hacer?
—Nunca fui a terapia. ¿Vos fuiste alguna vez?
—No, la verdad que no, aunque varias veces la necesité, nunca acepté ir. Pero, ahora, en verdad, creo que nos ayudaría. Incluso si yo también debo ir, estoy dispuesta a hacerlo. Podríamos pedirle a Jake que nos recomiende a alguien, ¿te parece? Porque creo que con él no querrás. ¿Te parece que le pregunte por un colega suyo o querés hacer terapia con mi hermano?
—Sí, me parece bien preguntarle a tu hermano por algún colega, porque con él me da vergüenza.
—Muy bien, ahora vayamos a dormir.
Se cogieron de la mano y subieron en el ascensor hasta la planta donde estaba su dormitorio. Cuando entraron en la habitación, las tonalidades rojizas teñían el ambiente.
Brittany, tentada, abrió uno de los cortinajes. Santana la ayudó y la abrazó por detrás, se quedaron mirando en silencio la salida del sol: era una extraordinaria postal sobre el mar.
—Esto a tu lado es simplemente sublime, quiero ver muchos amaneceres junto a vos.
—Hum, sin duda así será—Santana sonó muy segura.
Le dio la vuelta y la besó, probó su boca, saboreó su lengua, hurgó cada espacio con la suya rozando sus dientes, buscando, mordiendo sus labios que, a ratos, asomaban y, a ratos, se perdían en el interior de su fuego, silencioso y ávido.
Hincó sus manos en los mechones de su cabello, le sostuvo la nuca y se afirmó sosteniéndola contra su pecho. Movió su boca con vivacidad y siguió palpándola con su lengua hasta que la recorrió por completo, aunque sólo pensaba en volver al principio, en volver a saborearla una y otra y otra vez.
Se alejó un poco, la miró a los ojos y le tocó los labios con los dedos, los acarició al verlos enrojecidos por el fragor de su beso, pero, aun así, tuvo el instinto de poseerlos nuevamente y volvió a tomarlos sin permiso. No lo necesitaba porque eran suyos, volvió a degustarlos, a mezclarse con su sabor, a acariciar su lengua, a mezclar su respiración con la de Brittany, a absorber su aliento y a beberla íntegra.
Les faltaba el aire, Brittany fue la que se apartó esta vez y clavó sus pupilas en las de Santana, la traspasó con la mirada. Intentaron serenarse, abrazadas y en silencio, volvieron la vista al sol saliente, el mar, en conjunción perfecta con el astro rey, las había vuelto ambiciosas, avaras, había transformado sus sentidos y los había arrojado al abismo de sus sensaciones.
Cerraron los cortinajes de nuevo, se cogieron de la mano y caminaron hacia la cama, donde se recostaron. Entonces, Santana la abrazó por detrás y, en la misma perfecta armonía que el mar y el sol, ajustó su cuerpo al de Brittany.
—Hum, qué maravilla despertar con tantos besos.
—¡Dormilona, es casi media mañana!
Santana se desperezó y abrió los ojos a desgana. Una mesa con ruedas estaba al lado de la cama y, sobre ella, había un desayuno variado al que no le faltaba absolutamente nada.
—¿Y todo esto? ¿Cómo lo subiste?
—Chis, no me regañes, todo el esfuerzo lo hizo Emma, yo sólo lo acarreé de la entrada hasta acá. Sentate, hoy me toca mimarte a mí.
Desayunaron en la habitación. Zumo de frutas, café, té, diferentes tipos de rosquillas, otras piezas de bollería, donuts, mantequilla, queso cremoso, jalea, mermeladas, también había frutas frescas, cereales secos con yogur, gofres, cruasanes, huevos revueltos con tocino, crepes, sándwiches, tostadas francesas con jarabe de arce y chocolate, huevos fritos sobre tostadas y algo de jamón.
—Cuánto hacía que no comía porridge—dijo Santana refiriéndose a una especie de papilla de avena.
Brittany le daba de comer en la boca y, con cada cucharada, recibía un guiño y un beso.
—¡Mi amor, cuánta comida!
—¡Ah! Es que te quiero fuerte. Hoy estoy exigente y ese cuerpo hay que mantenerlo bien alimentado... Yo he adelgazado y vos también.
—Es que no quiero ser menos que vos—se rieron—¡Te despertaste de muy buen humor!
—Sí, despertarme a tu lado me pone de buen humor. ¿Sabés? Se me ocurrió que, después de desayunar, podríamos bajar a la playa a caminar un rato, ya que el doctor dijo que debía hacerlo.
—Me parece una idea perfecta, pero iremos a recorrer las playas del Soho que son más tranquilas que las de acá. Luego podemos ir a almorzar al Soho Beach House.
—Como siempre, me pondré en tus manos.
—Me gusta cómo suena eso.
Santana se incorporó ligeramente en la cama y se quedó a centímetros de Brittany.
Se la bebió con la mirada.
—¿Te gusta ponerte en mis manos?—le habló seductoramente mientras enarcaba una ceja y clavaba sus profunda mirada oscura en la azul de Brittany, y le recorría con sus ojos la boca.
—Amo ponerme en tus manos, confío plenamente en ellas.
—Hum, cómo quisiera, en este momento, poder hacerte con ellas todo lo que estoy imaginando, pero mejor me voy a bañar, así salimos, presiento que estos días van a ser cada vez más tortuosos—le comió la boca de un beso, luego se apartó y se levantó.
Ya estaban listos para salir y se dirigieron al garaje del edificio. Will se había encargado de devolver la furgoneta con la que habían llegado desde el aeropuerto, así que estaban esperando que trajeran los dos coches de Santana y el BMW Serie 6 que normalmente usaba la familia cuando estaba en Miami.
Tenían planeado ir a las playas del norte.
Cuando el aparcacoches aparcó el Bugatti Veyron azul y negro de Santana, Hanna y Kitty no podían creer lo que estaban viendo, se habían quedado alucinadas con el automóvil.
—¡Noooooo, esto es una nave!
—Tomá, Kitty, conducilo vos—lo invitó Santana mientras le daba las llaves.
—¿Yo voy a ir en este bólido?
—¡Ah, bueno! Me voy a poner celosa, creo que tenés preferencia por Kitty...
En ese preciso momento, llegó el aparcacoches de nuevo con un Lamborghini Veneno rojo que rajaba la tierra.
—¿De qué te quejabas?—ironizó Santana mientras le arrojaba las llaves al aire para que las pillara al vuelo—Nosotras iremos en el BMW y, de regreso, cambiamos. ¿O preferís éste?
—¡Santana, sos una condenada presuntuosa! Durante el vuelo, cuando Noah dijo que nos moriríamos cuando los viésemos, nunca creí que tenías estos coches.
Hanna y todos los demás no salían de su asombro, Brittany no tanto: ya había empezado a acostumbrarse a la familia López.
—Tranquilas, no es para tanto, son sólo automóviles. Espero que disfruten del paseo... Sé que los dejo en buenas manos, yo iré adelante para guiarlas.
Llegaron al Soho Beach House, un hotel situado en el paseo marítimo de Miami Beach, entregaron las llaves a los aparcacoches y entraron.
Santana se presentó en la recepción donde, por supuesto, ya la conocían porque era miembro del Club House. Los demás entraron como sus invitados.
—Buenos días, señorita López, bienvenida, es un gusto tenerla aquí nuevamente.
—Buenos días, he venido a pasar el día con unos amigos y voy a necesitar que registren como miembro también a mi prometida.
—Por supuesto, será un honor contarla entre nuestros socios.
Santana hizo todos los trámites para que pudieran acceder al exclusivo club, aunque el verdadero pase para todos era su Morgan Palladium.
—Adelante, les deseamos una magnífica estancia en el Club House.
El lugar era un paraíso, con tumbonas y cabañas de playa entre el paseo marítimo y el océano Atlántico.
Se acomodaron y en seguida se les aproximó un camarero. Después de consultar brevemente con todos, Santana hizo el pedido: frutas frescas, salpicón de mariscos, guacamole y patatas fritas, agua mineral para Brittany, ya que no podía beber alcohol, daiquiris de la casa y un Perrier Jouet Grand Brut.
La atención en el lugar era excelente.
Todos decidieron bañarse en el mar, pero ellas se quedaron recostadas en las tumbonas, cogidas de la mano, bajo una sombrilla.
—¿Dónde te gustaría ir de luna de miel, Britt-Britt?
—La verdad es que no lo sé, no lo he pensado, pero me encantaría viajar a un lugar con playa, me encanta el mar.
—¿Querés ir a Europa? Me dijiste que no la conocías.
—Bueno no lo tengo claro, porque ahora, con Mindland en París y en Italia, supongo que iremos seguido para allá, creo que preferiría un lugar caribeño. No sé, sorprendeme, me fascina que lo hagas.
—¿De verdad no querés elegir el lugar?
—Sanny, mi amor, aunque lo pasemos bajo un puente, si es con vos, no me importa dónde. Ya te expliqué más o menos mis gustos, decidí vos, ya que estoy segura de que allá donde me lleves me placerá.
—Muy bien, intentaré sorprenderte, veré qué puedo hacer. ¿Tenés ganas de caminar un rato?
—Sí, por supuesto.
—Dejame pasarte un poco de protector solar y poneme un poco a mí también, por favor; el sol está muy fuerte.
Salieron caminando hacia el norte, cogidas de la mano por la orilla del mar.
—En cuanto te canses, me avisás y volvemos.
—Sí, tranquila, recién empezamos a andar.
—Acá se casó Rach, en el Fontainebleau.
A medida que avanzaban, Santana le describía los lugares que iban dejando atrás, parecía que se los conocía todos.
—¡Vaya, es muy bonito!
—Durante la semana, vendremos para que lo conozcas, hay tiendas donde podés comprarte cosas muy bellas. También hay restaurantes, iremos a cenar a Scarpetta, te encantará. Y podríamos alquilar algún bote y salir a navegar. Aquí hay uno de los clubes nocturnos más famosos de Miami... En fin, aún nos quedan varios días para disfrutar.
—¿Estamos muy lejos de Hollywood?
—No, ¿querés que vayamos?
—Sí, me gustaría.
—Muy bien, también iremos, quiero que te distraigas y que dejes de pensar en cosas feas, porque todo lo que nos espera de ahora en adelante es felicidad, ya verás, voy a hacerte la mujer más feliz del mundo.
—Soy la mujer más feliz del mundo sólo con despertar a tu lado cada día.
Se detuvieron un instante, Santana cogió su rostro entre las manos, la besó y reanudaron la caminata.
—¡San...!—llamó alguien desde lejos—¡Santana López!—volvieron a repetir.
—Es a vos a quien llaman.
Brittany se detuvo para ver de dónde venían los gritos, se hizo sombra con la mano para evitar el sol y divisar a la persona.
—¿Quiénes son, Sanny?
Santana agitó su mano y quiso seguir la marcha.
—Unos amigos.
—¿No querés saludarlos?
—No, está bien, sigamos—Sanatan frunció la nariz, pero aquellos individuos siguieron vociferando.
—¡Vamos! No seas descortés con tus amigos, parece que se alegran de verte. Además, el único amigo tuyo que conozco es Noah, ¿tan desagradables son que no querés presentármelos?
Santana aceptó ir a desgana.
—¡San, estabas perdida!—una rubia se acercó a saludarla a medio camino.
—Hola, Audrey, te presento a Brittany.
—¡Hola, Brittany!
—¡Hola!
Se saludaron con un beso en la mejilla y Santana siguió con las presentaciones.
—Brenda, Michelle, Spencer, Caleb, Ezra Toby, les presento a Brittany, mi prometida.
Santana la mantenía aferrada de la cintura, Brittany advirtió que la primera rubia buscaba el anillo de compromiso en su mano.
—¡Vaya, felicidades! Ahora entendemos por qué estabas tan ausente—lo palmeó Ezra en la espalda.
—Gracias.
—¿Dónde se hospedan?—preguntó Michelle.
—Estamos en mi casa, pero hemos venido a pasar el día al Soho.
—¿Noah?—se interesó Toby.
—Se ha quedado en el Club House.
—¡No me ha llamado!—se quejó Michelle y Santana sonrió.
—Suelta a tu novia, San, no le vamos a hacer nada—bromeó la rubia, que la había llamado insistentemente, y a quien Santana había presentado como Audrey.
—¡Qué ocurrencias, Audrey!—le dijo Santana pausadamente.
—Brittany es un nombre lindo, ¿sos de aquí?—preguntó Spencer.
—No, soy argentina—le contestó Brittany.
—Ven, Brittany, siéntate—la invitó Brenda, mientras se incorporaba en la tumbona y le dejaba un sitio.
Santana se quedó hablando con sus Ezra, Caleb y Toby, mientras las mujeres rodearon a Brittany, le ofrecieron champán y los cócteles que bebían, pero ella los rechazó.
—Te lo agradezco mucho, Spencer. ¿Es ése tu nombre?
—Sí, así me llamo.
—Es que no puedo beber alcohol—les explicó—Me operaron hace poco y aún no me lo permiten.
—¿Hace mucho que conoces a San?—se interesó Audrey, mientras bebía un cóctel y la miraba por encima de sus gafas de sol.
Brittany se dio la vuelta y admiró a su morena antes de contestarle.
—Casi cinco meses.
—San dijo que están comprometidos, pero ¿no te ha regalado un anillo?
Brittany levantó la mano y les enseñó que no lo llevaba.
«Sabía que me estaba mirando la mano», pensó para sí misma y respondió:
—Me lo robaron en un asalto en Nueva York—sintetizó.
No tenía ganas de dar demasiadas explicaciones. Todas se azoraron. A Brittany no le gustaba la forma en que Audrey la interrogaba.
—San es un hueso duro de roer... ¿Cómo has conseguido atraparla, nena? Porque mira que a Dani le costó y, pobrecita, cuando lo consiguió...
No terminó la frase.
«¡Qué comentario tan odioso y fuera de lugar. Sabía que no me había equivocado con esta tipa. Menuda grosera. ¿Acaso habrá tenido algo que ver con Santana? ¿Se habrá acostado con ella?», caviló Brittany con rapidez y, después de mirarla de hito en hito, le contestó:
—¿Atraparla? No, no lo considero así, nos hemos enamorado—le respondió con serenidad y sorna.
—Sabías que San estuvo casad, ¿no?
—Sí, Audrey, estoy a punto de casarme con ella, sé todo acerca de su vida—Brittany fue muy tajante.
Las otras tres mujeres se notaban incómodas ante la falta de tacto en los comentarios de su amiga.
—¿Cuándo se casán?—preguntó Spencer.
—En agosto.
No quiso dar la fecha exacta.
—¡Ah, no falta nada! Supongo que estarás a tope con los preparativos.
—Ahora estoy en un impasse, precisamente vinimos a Miami para terminar de recuperarme de mi operación y luego poder continuar con todo lo que falta. ¿Hace mucho que conocen a San?
—¡Uf, nos conocemos desde el bachillerato!—le aseguró Brenda.
—¡Ah...!
Brittany comenzaba a entender: [ii]«Quizá por eso San no quería que nos acercáramos, todas eran amigas de Dani.»[/i]
—No tienes ni idea de quién soy, ¿verdad?
—¿Debería? Ilumíname, Audrey.
—Basta, Audrey—la amonestó Michelle.
—¿Qué? ¿Acaso no acaba de contestarme que está a punto de casarse con San y que sabe todo de su vida?—se quedó mirándola desafiante e hizo una pausa—Soy su cuñada, la hermana de Dani.
Brittany, en un primer momento, se sintió turbada, pero en seguida intentó recobrar la calma.
—Creo que San no tenía obligación de hablarme de ti, sí de tu hermana, por supuesto. Aunque no me creas, siento mucho lo que le pasó.
Audrey, se puso de pie.
—Brittany, nos encantará contarte entre nuestros amigos, apreciamos mucho a San.
—Gracias, Brenda.
Audrey dio media vuelta y se alejó sin despedirse.
—Lo siento, no ha estado bien lo que ha hecho. Ya han pasado dos años, San tiene derecho a ser feliz.
—¡Qué puedo decirte, Michelle! Supongo que hay que entenderla, para ella debe de ser doloroso verme con la esposa de su hermana.
—San no se merece esto—afirmó Spencer—¡Por favor! Además, ¿se hace la ofendida? Si San le diera una mínima oportunidad, te aseguro que de inmediato se olvidaría de su hermana muerta... ¡No la soporto cuando se pone en plan de mártir! Como si no supiéramos que siempre le quiso quitar la novia a Dani.
Brittany no podía creer de lo que se estaba enterando.
—Bueno, bueno, cambiemos de tema—sugirió Michelle—Estamos incomodando a Brittany, que nos acaba de conocer. A este paso, presiento que no querrá vernos más.
—¡Mira, Michelle, que no me toquen a San porque me pongo como una fiera! Ella merece ser feliz—le espetó Spencer mientras cogía de una mano a Brittany—¿Sabes, Brittany? La aprecia mucho, es una gran persona y sólo hace falta ver cómo te mira para darse cuenta de lo que siente por ti. Yo, que la conozco, te lo puedo garantizar. Audrey estaba aquí por casualidad, no vino con nosotros, sólo se había acercado a saludar. Ya me he dado cuenta de que San dudaba en acercarse cuando ella la ha llamado. No sé a ustedes, pero a mí no me interesa caerle bien a ella, si no me habla más, no me importará, en cambio a ti, que serás la esposa de mi amiga, sí quiero conocerte. No voy a seguirle el juego a esa zorra... Ella buscó nuestra complicidad para hacerte sentir mal y no lo voy a permitir. Déjame decirte que, además, no pudiste contestarle de mejor manera.
Brittany se quedó en silencio, sonrió incómodamente sin saber muy bien qué decir, pero notó que Spencer era muy sincera con ella.
—Dime, ¿así que Noah está con ustedes?—la interrogó Michelle—Como te habrás dado cuenta, me vuelve loca.
—Sí, él también ha venido, estamos con otras amigas—contestó Brittany con timidez, no sabía cómo decirle que Noah estaba con su amiga.
—Hace meses que no lo veo, pero ¿cómo explicarte?, la relación con él es así. Brittany, ¿no me digas que está con alguien?
Ella se mordió los labios e hizo un mohín, no quería meterse en la vida de Noah, pero tampoco iba a ser cómplice de una aventura, no estaba bien para Aria.
—No te aflijas, Brittany, entre él y yo funciona así, es una ida y vuelta continua, yo también tengo lo mío.
—¿Alguno de ellos es su pareja?—preguntó Brittany para cambiar de tema.
—Toby y yo somos pareja—contestó Spencer—, Estamos casados.
—¿En serio? ¡Felicidades! ¿Y hace mucho?
—Dos años, nos encontramos en bachillerato, todos somos amigos desde ese entonces.
—¿Cómo conociste a San?—la interrogó Brenda.
—Por casualidad. Noah es primo de una de mis mejores amigas.
—¿En Nueva York?
—No, Michelle, en mi país.
—¿San y Noah estuvieron en Argentina? Esos dos, de un tiempo a esta parte, se han vuelto inseparables—dijo Spencer con convicción.
—Sí, creo que se llevan muy bien. San fue por trabajo y Noah la acompañó y aprovechó para visitar a su familia.
—¿Interrogatorio exhaustivo?—Santana se había acercado y abrazó a Brittany por detrás.
Los demás también se arrimaron.
—Intentando averiguar cómo se conocieron—le contestó Brenda.
—Nos presentó Noah—corroboró Santana.
—Sí, Brittany nos lo estaba contando.
—Así que les estabas contando...—la miró y le besó el carrillo—¿Les estabas contando todo?
—No, chismosa, no se lo he explicado todo.
—Hablen, quiero saber.
—¡Ah, Spencer! Nos conocimos un fin de semana y pensamos que no nos veríamos más, pero luego nos encontramos en la empresa y resultó que yo era su jefa.
—¡Noooo, me muero!
Las tres mujeres no podían salir de su asombro.
—¿Y de qué hablaste para no darse cuenta?
—Piensa, mi amor, piensa un poquito, es obvio que no hablaron demasiado—le dijo Toby a Spencer.
Brittany estaba tan roja como el Bloody Mary que Ezra se estaba tomando.
—¡Oh, Dios mío! ¡No hablaron, claro!
—No te avergüences, amor, son de confianza, ellos, para mí, son como tus amigas para ti.
—Sí, Brittany, no te sientas mal, somos de confianza—intentó tranquilizarla Toby.
—¿Por qué no vienen a cenar a casa esta noche? ¿O tienen otros planes?
Todos se apuntaron a la invitación de Santana.
—Perfecto, haremos una barbacoa.
Santana se mostró entusiasmada y Brittany se puso feliz al verla tan contenta y distendida.
Se habían quedado en silencio.
—No—contestó Santana con la voz bastante adormilada—, Pero falta poco. Sabés que me encanta que me toques el cabello, me relaja.
—Creo que estás muy cansada, fueron demasiados días durmiendo mal en el hospital.
—Chis, seguí jugando con mi pelo, rubia.
—Tengo hambre, debería comer algo, acordate que debo consumir alimentos en pequeñas cantidades.
—¿Qué querés comer?
—Quedate descansando, voy a la cocina y a ver qué encuentro.
—De acuerdo, creo que aceptaré tu propuesta.
Santana estaba muy aletargada, así que no se opuso al ofrecimiento, se acomodó en su lado de la cama y se abrazó a la almohada, mientras Brittany se levantaba despacio. Ella fue al baño primero y luego salió hacia la cocina. Ahí se encontró con Emma, que estaba empezando a preparar la comida.
—¿Necesita algo, señorita?
—Hola, Emma, busco alguna cosa para comer. No sé si San le explicó que tengo que ingerir pequeñas cantidades cada tres o cuatro horas, para poder asimilar bien los alimentos.
—Sí, no se preocupe. Ella ayer me dio todas las indicaciones y le he preparado compota de frutas y gelatina, también tiene frutas frescas, porque ella me dijo que es lo que más consumía entre comidas. Para el mediodía, le estoy cocinando un pescadito marinado y vegetales frescos.
—Hum, suena tentador.
—Se va a chupar los dedos, señorita, se lo estoy preparando con mucho amor.
—Gracias, Emma, es usted muy amable.
—Dígame qué quiere comer ahora y en seguida se lo preparo, señorita Britt.
—No se preocupe, Emma, yo me sirvo. No quiero atrasarla en sus quehaceres, además, está cocinando para un batallón—Brittany le acarició la espalda—Y dígame Britt a secas, ese «señorita» nos impone una gran distancia.
—Usted no me retrasa.
Brittany seleccionó algunas frutas de las que estaban en la encimera y las acomodó en un plato que sacó del compartimento donde Emma le indicó que se guardaban, y en uno de los cajones, consiguió un cuchillo y se sentó a la mesa de la cocina. Mientras comía, miraba embelesada el paisaje marítimo.
—¿Cuánto hace que trabaja acá, Emma?
—Ocho años. ¿Sabe? Mi marido es el primo de Sue.
—¿En serio? ¡Mi viejita querida! Adoro a Sue.
—No vaya a creer que andamos chismorreando, pero ella también la quiere mucho a usted. No sé si lo sabe, pero la señorita San es su preferida.
—Sí, claro que lo sé.
La mente de Brittany empezó a ir a mil:
«Emma también debió de conocer a Dani. ¿Habrá venido muchas veces con San acá? Tal vez podría preguntarle. No, no quedaría bien.»
—Señorita Britt, le presento a mi esposo, Will—la voz de la sirvienta la hizo salir de su abstracción.
—Un gusto, Will—se limpió las manos y le ofreció una a modo de saludo.
—El gusto es mío, señorita.
—¿Ustedes son mexicanos, como Sue?
—Sí, de ahí mismito.
—Yo soy argentina.
—¡Ah, como la señora Maribel!—acotó Will.
—Sí, claro, como ella.
Will se disculpó y se retiró para seguir con sus tareas.
—¿Viene muy seguido la familia, Emma?
—Durante los primeros años sí, pero cuando compraron la casa de Los Hamptons, dejaron de hacerlo. Mientras hacían las remodelaciones, la señorita Rach venía a menudo, pero luego ya no. Los demás, cada tanto, se pasan por acá algún fin de semana, pero quien más la usa es la señorita San.
—Ah, y... ¿viene sola?
—Suele venir con el señor Noah.
«Canallas—pensó Brittany—, deben de salir de andanzas. Dale, animate, Brittany y preguntale en confianza.»
Tomó coraje y formuló la pregunta:
—¿Con la señora Dani venía seguido?
—¿Por qué no me preguntás a mí en vez de a Emma?—Santana entró en la cocina, descalza y con el pelo revuelto.
—¡San! Creí que dormías.
—No, sólo dormité un rato.
Se apoyó en la mesa y en el respaldo de la silla y le dio un ruidoso beso en los labios. Cuando se apartó, Brittany le introdujo una fresa en la boca y ambas determinaron dejar el tema de lado.
—Están todos en la piscina, ¿vamos para allá?
—Dejame ponerme ropa más cómoda.
Brittany quiso recoger el plato, pero Emma no se lo permitió.
—Emma, cuando nos vayamos a la terraza, ¿podrías acomodar nuestras prendas en el guardarropa?
—Por supuesto, señorita San, yo me encargo.
—Muchas gracias.
Se metieron en el dormitorio para cambiarse.
—¿Te coloco un parche impermeable para proteger la herida? ¿Por si querés que entremos en el jacuzzi?
—¿Los trajiste?—Santana se los enseñó—Sanny, sencillamente, pensaste en todo, mi amor—le tiró un beso y Santana le guiñó un ojo—¿Y este traje de baño? Esto no es mío—sacó un bañador entero de entre sus pertenencias.
—Sí es tuyo, Rach te lo compró para que la herida no quedase expuesta con tu biquini—Brittany la miró asombrada—Cuando llamé al doctor, me dijo que la protegieras del sol. Creo que debe de haber otro más, si no te gustan después nos vamos de compras y elegís un par a tu gusto.
—O sea que todos eran cómplices en esta sorpresa. Y vos anoche me mandaste a hablar con Rach por teléfono, vení acá, López.
La llamó con el dedo índice y su requerimiento fue casi una orden para Santana, que se aproximó a Brittany sin chistar. Tenía los vaqueros desabrochados y se había quitado la camiseta.
Estaba muy sensual.
Brittany se sentó en el borde de la cama.
—.Ayudame a quitarme los pantalones.
Santana la asistió y aprovechó para besarle las piernas.
—Hum, adoro el aroma de tu piel—le sonrió con picardía—¿Necesitás más ayuda?
—El parche impermeable—le dijo Brittany con voz seductora mientras se quitaba la blusa y le enseñaba dónde colocárselo.
—Estoy tan caliente, Britt, que hasta ponerte el parche me resulta excitante—se carcajearon—Listo. ¿Vas a colocarte la faja?
—Debería.
—Sí, deberías.
Pasaron el tiempo en la terraza, disfrutando del sol de Miami. Almorzaron ahí y luego siguieron gozando del relax al que se habían entregado. Santana y Brittany no pararon de mimarse, recostadas en la pérgola junto a la piscina.
—¿Estás cansada?
—Un poquito.
—Hoy anduviste mucho.
—No fue tanto, pero aún no estoy recuperada del todo, no les puedo seguir el ritmo.
—Chis, cerrá los ojos, dejame acariciarte así—le masajeó la frente, las cejas, le besó los ojos y le recorrió la nariz—¿Qué estabas preguntándole a Emma cuando entré en la cocina?
Brittany abrió los ojos y la miró fijamente.
—No me acuerdo.
—Mentirosa, te acordás muy bien. Le estabas preguntando si yo venía a menudo acá con Dani.
—Si lo sabías, ¿para qué me preguntás? Es de mala educación escuchar tras las puertas.
—Es de muy mala educación interrogar al personal doméstico sobre cosas pasadas.
—Precisamente por eso, como no te gusta hablar del pasado, me animé a preguntarle a Emma.
—¿Y por qué querías saber eso?
—Primero decime vos y yo después te digo el porqué—contestó Brittany.
Santana le dio un beso en los labios.
—Aunque no me creas, Dani nunca durmió acá.
—San, me estás mintiendo, ¿tanta cara de estúpida tengo? ¿Cómo puede ser que, en tantos años, nunca se hayan quedado en esta casa?
—No te miento, a ella no le caía bien mi familia.
—Pero ¡si tu familia es fantástica!—Brittany abrió todavía más los ojos.
Sus manos estaban entrelazadas y jugaban con sus dedos.
—¿Qué problema había entre ellos?—recordó la conversación que había tenido con Rachel.
—Dani siempre creyó que ellos no la querían.
—¿Y era así?
—Bueno un poco sí y un poco no, pero creo que en realidad ella no se hizo querer demasiado.
El rictus de Santana evidenciaba su incomodidad, se mordía el interior de sus mejillas y de los labios.
—¿Te incomoda que hablemos de esto?—Brittany le apartó el pelo de la frente.
—Sí, Britt, pero quiero ser sincera con vos y, si es lo que querés saber, necesito que te enteres por mí. No me gusta que tengas que preguntarle al personal doméstico sobre mi vida privada.
—Lo siento, estuvo mal, tenés razón, pero Emma dijo que vos venías con frecuencia.
—Pero Emma se estaba refiriendo a esta última época, desde hace dos años, antes, cuando venía, nunca lo hacía con ella. Y si viajábamos a Miami juntas, íbamos a algún hotel. Yo pensaba que si ella no quería dormir en el ático cuando estaba mi familia, no era adecuado que viniéramos cuando ellos no estaban. Como mucho, si mi familia estaba en la ciudad, nos acercábamos a almorzar. ¿Sabés? Creo que Rach tiene razón y, aunque me duela reconocerlo, ella quería alejarme de mi entorno, así sentía que me controlaba más.
—¿Por qué permitías eso?
—No lo sé, Britt, hice muchas cosas estúpidas en mi vida. Ahora es tu turno, ¿por qué querías saber si yo venía acá con Dani?
—De pronto, te imaginé aquí con ella y me sentí celosa.
Le acarició la boca, esa boca que la perdía y la extasiaba, y le recorrió el medio corazón y la deseó.
—Pensé que ella podía haber estado acostada en la misma cama que yo, que le habías hecho el amor por toda la casa, como me dijiste que me lo harías a mí. En el departamento de Nueva York, sé que no estuvo. Lo siento, nunca antes me había pasado esto que me ocurre con vos.
Cuando ella nombró el departamento neoyorquino, Santana recordó el revolcón que se había dado con Elaine en el sillón y supo que, tarde o temprano, iba a enterarse, sobre todo con el juicio a la vuelta de la esquina.
—No puedo borrar el pasado, mi amor, pero si te deja más tranquila, mi relación con ella no se pareció en nada a la que tenemos nosotras.
Por la noche, con Noah como guía, que conocía Miami de cabo a rabo, se fueron todos a cenar, aunque Brittany y Santana prefirieron quedarse, ya que Brittany estaba cansada.
Cenaron en el comedor diario y luego Santana se fue al despacho a trabajar un rato.
Brittany, después de comer, se acostó, agotada.
Durante la madrugada, Brittany se despertó sobresaltada, otra vez con pesadillas. Santana dormía a su lado y, como no quería despertarla, se levantó en silencio y fue hasta el salón.
Ahí se apoyó contra el cristal del ventanal y lloró amargamente, aterrada, sin paz. Sintió que una mano se posaba sobre su hombro y se sobresaltó. Dio un respingo y se dio la vuelta. Ahí encontró a su querida amiga, Kitty, que se había levantado a tomar agua y la había descubierto llorando. En ese instante y sin pensarlo, Brittany se abrazó a ella y abrió las compuertas de su llanto, sin contención.
—¿Qué pasa, Britty? ¿Discutiste con Santana?
—No—negó con la cabeza sin dejar de llorar.
—Entonces, ¿por qué estás así?
—No aguanto más.
—Chis, vamos a sentarnos y me contás, pero tranquilizate un poco.
Brittany se recostó en el sillón, con la cabeza apoyada en las piernas de Kitty, y lloró hasta que finalmente pareció que se calmaba.
—Bueno, ¿me vas a contar o vamos a amanecer acá? Te aviso de que tengo todo el pijama mojado con tantas lágrimas.
—Lo siento, no fue mi intención mojarte. Tengo pesadillas, en mis sueños ella me apunta con una pistola, el de hoy fue horrible, me disparaba más de una vez.
—¿Y por qué estabas acá sola?
—Porque San ya no tiene vida por mi culpa. No trabaja, no duerme, vive pendiente de mí y no quiero seguir angustiándola, pero desde que el abogado me dijo que podrían alojarla en un psiquiátrico, no encuentro la paz, tengo mucho miedo, Kitty.
—Bueno, veamos. Para empezar, no está dicha la última palabra.
—Eso mismo me dijo San.
—Es que estás muy fatalista, Britt. Yo entiendo que lo que estás pasando no es fácil, pero no tenés que estar tan negativa. Además, estoy segura de que San hará todo lo posible para que no salga de la cárcel.
—Todo eso lo sé, Kitty, por eso es que no quiero seguir angustiándola con mis miedos, porque San ya no sabe qué hacer. De todas formas, y aunque lo intento, no puedo evitarlo, siento terror. Los sueños parecen tan reales... Tengo el ruido del disparo grabado en mi mente. Cuando yo caí al suelo, ella se reía y lo disfrutaba tanto... Me miró con tanto odio que tuve miedo de que siguiera acribillándome a balazos. No sabés la suerte que tuve de que no lo hiciera, hasta me quitó el anillo y se lo puso.
—Un momento, un momento, me estás mareando. ¿Lo que me estás contando es lo que pasó o lo que soñás?
—Ambas cosas, porque sueño con lo que pasó, todas las horas del día. Si me quedo dormida, me despierto de la misma manera. Mi cerebro no deja de repasar, una y otra vez, lo que pasó. Voy a volverme loca, Kitty, no puedo superarlo, quiero olvidarlo pero las pesadillas no me dejan. No puedo parar de pensar que ella podría salir en libertad bajo tratamiento psiquiátrico.
—Dejame decirte algo, aunque sé que te va a entrar por un oído y te va a salir por el otro, pero necesito que me expliques algo: Britt, ¿por qué tenés la bendita costumbre de creer que siempre sos una carga para los que te quieren? No es así, estoy segura de que San lo hace con gusto. Todo ese sacrificio para ella no es tal, porque el cariño que siente por vos hace que le salga de forma natural.
Brittany asintió de manera imperceptible con la cabeza.
—En segundo lugar, estuvimos hablando con Hanna y ella me contó que, preocupada por tu causa, comentó tu caso con algunos colegas que tienen amigos abogados acá en Estados Unidos. Precisamente, para que le averiguaran cuán diferentes eran las leyes a nuestro país. Ellos estuvieron investigando y, en conclusión, me dijo que, por más deterioro que demuestren las personas con enfermedades mentales, no significa que no sean responsables de sus actos, su deterioro mental debería ser muy grave. En la mayoría de los casos, sus enfermedades pueden afectar a sus comportamientos, pero rara vez eliminan toda capacidad para elegir lo que hacen o dicen. Los abogados de esa mujer tendrán que demostrar que ella realmente no era consciente de sus actos, y tu abogado y el fiscal del distrito no se quedarán de manos cruzadas, buscarán pruebas que demuestren lo contrario. Quizá estaría bien que mañana nos sentáramos con Hanna y, tal vez, con Aria un rato, estoy segura de que ellas podrán aclararte esto mejor que yo. En tercer lugar, en cuanto a tus pesadillas, ¿no pensaste en hacer terapia?
Brittany lo había escuchado hasta ese momento en absoluto silencio.
—No quiero angustiar más a San, Kitty.
—Pero no podés seguir así, de esta manera la estás angustiando mucho más, porque ella no sabe cómo ayudarte. Me acabás de decir que se desvive por vos, y me consta, pero parece no ser suficiente, y por eso se preocupa tanto. Britt, necesitás ayuda profesional para afrontar esto, para aliviarte vos y para descargarla a ella del peso emocional que lleva encima.
—Siempre tenés razón, amiga, por eso me gusta hablar con vos. No sé cómo hacés, pero siempre me obligás a ver lo necesario, lo verdadero, siempre das con la palabra justa, con la que necesito escuchar. Prometeme que nunca vamos a dejar de ser amigas.
—¡Ah, bueno, creo que a vos el balazo no te tocó el hígado, sino el cerebro! ¿No será que tenés una bala ahí y no se dieron cuenta?—bromeó mientras le daba un golpecito en la cabeza—Sos pelotuda, Pierce, ¿qué me estás haciendo prometer? Creo que necesitás una vacuna contra la pelotudez.
Santana apareció por el pasillo con el cabello revuelto y pinta de asustada. Brittany y Kitty estaban sentadas en uno de los sofás y Santana le secaba las últimas lágrimas que habían rodado por su cara.
—¿Qué pasa, Britt-Britt? ¿Te sentís mal?
—No—Brittany sacudió la cabeza.
—Me voy a buscar mi vaso de agua y me voy a dormir. Britt, te contará—le hizo un guiño de ojo que Brittany no advirtió porque estaba mirando al suelo.
—Gracias, amiga.
—No, gracias no. Está desvelada. Esto te va a costar caro, pienso aprovecharme y pedirte un aumento en Mindland.
—Idiota.
—¡Ja! ¿Yo soy idiota y vos qué sos?
Kitty las dejó solas.
—¿Qué pasa, mi amor, estuviste llorando?
Santana se pasó la mano por el pelo, nerviosa. Se frotó la barbilla y cogió las manos de Brittany, mientras se acuclillaba frente a ella.
—Tuve una pesadilla y, como no quería despertarte para que no te angustiaras, me vine para acá y Kitty me encontró llorando.
—¿Por qué no me despertaste?
—Porque necesitás descansar y últimamente no lo hacés, tampoco trabajás, sólo vivís pendiente de mí.
—Y si fuera al revés, Britt, ¿vos no lo harías por mí?
—Por vos daría mi vida.
—¿Y vos creés que yo por vos no? Me enoja que actúes así. Se supone que tenemos que compartirlo todo y, en ese sentido, que aún no estemos casadas no significa nada para mí. ¿Querés que te recite mis votos de matrimonio ahora? Porque no me interesa hacerlo acá o frente a un sacerdote, lo que de verdad me importa es que vos lo tengas claro. Prometo cuidarte en la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos momentos, prometo amarte y respetarte siempre...
—Chis, no hace falta, ya lo sé.
—Bueno no lo parece. Sólo quiero que nos casemos para afirmar estos votos que ya siento, porque yo ya te considero mi mujer aunque no existan papeles. La palabra «novia» o «prometida» son formalismos para los extraños, Britt.
—Bueno, ésta es la segunda regañina de la noche.
—Ah, ¿Kitty te ha regañado?
—Más o menos por lo mismo, pero además cree que debo conseguir ayuda de un terapeuta para enfrentar mis miedos. Ella cree que, de esa manera, nos aliviaremos las dos de esta mierda por la que estamos pasando.
Santana asintió.
—¿Qué pensás hacer?
—Nunca fui a terapia. ¿Vos fuiste alguna vez?
—No, la verdad que no, aunque varias veces la necesité, nunca acepté ir. Pero, ahora, en verdad, creo que nos ayudaría. Incluso si yo también debo ir, estoy dispuesta a hacerlo. Podríamos pedirle a Jake que nos recomiende a alguien, ¿te parece? Porque creo que con él no querrás. ¿Te parece que le pregunte por un colega suyo o querés hacer terapia con mi hermano?
—Sí, me parece bien preguntarle a tu hermano por algún colega, porque con él me da vergüenza.
—Muy bien, ahora vayamos a dormir.
Se cogieron de la mano y subieron en el ascensor hasta la planta donde estaba su dormitorio. Cuando entraron en la habitación, las tonalidades rojizas teñían el ambiente.
Brittany, tentada, abrió uno de los cortinajes. Santana la ayudó y la abrazó por detrás, se quedaron mirando en silencio la salida del sol: era una extraordinaria postal sobre el mar.
—Esto a tu lado es simplemente sublime, quiero ver muchos amaneceres junto a vos.
—Hum, sin duda así será—Santana sonó muy segura.
Le dio la vuelta y la besó, probó su boca, saboreó su lengua, hurgó cada espacio con la suya rozando sus dientes, buscando, mordiendo sus labios que, a ratos, asomaban y, a ratos, se perdían en el interior de su fuego, silencioso y ávido.
Hincó sus manos en los mechones de su cabello, le sostuvo la nuca y se afirmó sosteniéndola contra su pecho. Movió su boca con vivacidad y siguió palpándola con su lengua hasta que la recorrió por completo, aunque sólo pensaba en volver al principio, en volver a saborearla una y otra y otra vez.
Se alejó un poco, la miró a los ojos y le tocó los labios con los dedos, los acarició al verlos enrojecidos por el fragor de su beso, pero, aun así, tuvo el instinto de poseerlos nuevamente y volvió a tomarlos sin permiso. No lo necesitaba porque eran suyos, volvió a degustarlos, a mezclarse con su sabor, a acariciar su lengua, a mezclar su respiración con la de Brittany, a absorber su aliento y a beberla íntegra.
Les faltaba el aire, Brittany fue la que se apartó esta vez y clavó sus pupilas en las de Santana, la traspasó con la mirada. Intentaron serenarse, abrazadas y en silencio, volvieron la vista al sol saliente, el mar, en conjunción perfecta con el astro rey, las había vuelto ambiciosas, avaras, había transformado sus sentidos y los había arrojado al abismo de sus sensaciones.
Cerraron los cortinajes de nuevo, se cogieron de la mano y caminaron hacia la cama, donde se recostaron. Entonces, Santana la abrazó por detrás y, en la misma perfecta armonía que el mar y el sol, ajustó su cuerpo al de Brittany.
—Hum, qué maravilla despertar con tantos besos.
—¡Dormilona, es casi media mañana!
Santana se desperezó y abrió los ojos a desgana. Una mesa con ruedas estaba al lado de la cama y, sobre ella, había un desayuno variado al que no le faltaba absolutamente nada.
—¿Y todo esto? ¿Cómo lo subiste?
—Chis, no me regañes, todo el esfuerzo lo hizo Emma, yo sólo lo acarreé de la entrada hasta acá. Sentate, hoy me toca mimarte a mí.
Desayunaron en la habitación. Zumo de frutas, café, té, diferentes tipos de rosquillas, otras piezas de bollería, donuts, mantequilla, queso cremoso, jalea, mermeladas, también había frutas frescas, cereales secos con yogur, gofres, cruasanes, huevos revueltos con tocino, crepes, sándwiches, tostadas francesas con jarabe de arce y chocolate, huevos fritos sobre tostadas y algo de jamón.
—Cuánto hacía que no comía porridge—dijo Santana refiriéndose a una especie de papilla de avena.
Brittany le daba de comer en la boca y, con cada cucharada, recibía un guiño y un beso.
—¡Mi amor, cuánta comida!
—¡Ah! Es que te quiero fuerte. Hoy estoy exigente y ese cuerpo hay que mantenerlo bien alimentado... Yo he adelgazado y vos también.
—Es que no quiero ser menos que vos—se rieron—¡Te despertaste de muy buen humor!
—Sí, despertarme a tu lado me pone de buen humor. ¿Sabés? Se me ocurrió que, después de desayunar, podríamos bajar a la playa a caminar un rato, ya que el doctor dijo que debía hacerlo.
—Me parece una idea perfecta, pero iremos a recorrer las playas del Soho que son más tranquilas que las de acá. Luego podemos ir a almorzar al Soho Beach House.
—Como siempre, me pondré en tus manos.
—Me gusta cómo suena eso.
Santana se incorporó ligeramente en la cama y se quedó a centímetros de Brittany.
Se la bebió con la mirada.
—¿Te gusta ponerte en mis manos?—le habló seductoramente mientras enarcaba una ceja y clavaba sus profunda mirada oscura en la azul de Brittany, y le recorría con sus ojos la boca.
—Amo ponerme en tus manos, confío plenamente en ellas.
—Hum, cómo quisiera, en este momento, poder hacerte con ellas todo lo que estoy imaginando, pero mejor me voy a bañar, así salimos, presiento que estos días van a ser cada vez más tortuosos—le comió la boca de un beso, luego se apartó y se levantó.
Ya estaban listos para salir y se dirigieron al garaje del edificio. Will se había encargado de devolver la furgoneta con la que habían llegado desde el aeropuerto, así que estaban esperando que trajeran los dos coches de Santana y el BMW Serie 6 que normalmente usaba la familia cuando estaba en Miami.
Tenían planeado ir a las playas del norte.
Cuando el aparcacoches aparcó el Bugatti Veyron azul y negro de Santana, Hanna y Kitty no podían creer lo que estaban viendo, se habían quedado alucinadas con el automóvil.
—¡Noooooo, esto es una nave!
—Tomá, Kitty, conducilo vos—lo invitó Santana mientras le daba las llaves.
—¿Yo voy a ir en este bólido?
—¡Ah, bueno! Me voy a poner celosa, creo que tenés preferencia por Kitty...
En ese preciso momento, llegó el aparcacoches de nuevo con un Lamborghini Veneno rojo que rajaba la tierra.
—¿De qué te quejabas?—ironizó Santana mientras le arrojaba las llaves al aire para que las pillara al vuelo—Nosotras iremos en el BMW y, de regreso, cambiamos. ¿O preferís éste?
—¡Santana, sos una condenada presuntuosa! Durante el vuelo, cuando Noah dijo que nos moriríamos cuando los viésemos, nunca creí que tenías estos coches.
Hanna y todos los demás no salían de su asombro, Brittany no tanto: ya había empezado a acostumbrarse a la familia López.
—Tranquilas, no es para tanto, son sólo automóviles. Espero que disfruten del paseo... Sé que los dejo en buenas manos, yo iré adelante para guiarlas.
Llegaron al Soho Beach House, un hotel situado en el paseo marítimo de Miami Beach, entregaron las llaves a los aparcacoches y entraron.
Santana se presentó en la recepción donde, por supuesto, ya la conocían porque era miembro del Club House. Los demás entraron como sus invitados.
—Buenos días, señorita López, bienvenida, es un gusto tenerla aquí nuevamente.
—Buenos días, he venido a pasar el día con unos amigos y voy a necesitar que registren como miembro también a mi prometida.
—Por supuesto, será un honor contarla entre nuestros socios.
Santana hizo todos los trámites para que pudieran acceder al exclusivo club, aunque el verdadero pase para todos era su Morgan Palladium.
—Adelante, les deseamos una magnífica estancia en el Club House.
El lugar era un paraíso, con tumbonas y cabañas de playa entre el paseo marítimo y el océano Atlántico.
Se acomodaron y en seguida se les aproximó un camarero. Después de consultar brevemente con todos, Santana hizo el pedido: frutas frescas, salpicón de mariscos, guacamole y patatas fritas, agua mineral para Brittany, ya que no podía beber alcohol, daiquiris de la casa y un Perrier Jouet Grand Brut.
La atención en el lugar era excelente.
Todos decidieron bañarse en el mar, pero ellas se quedaron recostadas en las tumbonas, cogidas de la mano, bajo una sombrilla.
—¿Dónde te gustaría ir de luna de miel, Britt-Britt?
—La verdad es que no lo sé, no lo he pensado, pero me encantaría viajar a un lugar con playa, me encanta el mar.
—¿Querés ir a Europa? Me dijiste que no la conocías.
—Bueno no lo tengo claro, porque ahora, con Mindland en París y en Italia, supongo que iremos seguido para allá, creo que preferiría un lugar caribeño. No sé, sorprendeme, me fascina que lo hagas.
—¿De verdad no querés elegir el lugar?
—Sanny, mi amor, aunque lo pasemos bajo un puente, si es con vos, no me importa dónde. Ya te expliqué más o menos mis gustos, decidí vos, ya que estoy segura de que allá donde me lleves me placerá.
—Muy bien, intentaré sorprenderte, veré qué puedo hacer. ¿Tenés ganas de caminar un rato?
—Sí, por supuesto.
—Dejame pasarte un poco de protector solar y poneme un poco a mí también, por favor; el sol está muy fuerte.
Salieron caminando hacia el norte, cogidas de la mano por la orilla del mar.
—En cuanto te canses, me avisás y volvemos.
—Sí, tranquila, recién empezamos a andar.
—Acá se casó Rach, en el Fontainebleau.
A medida que avanzaban, Santana le describía los lugares que iban dejando atrás, parecía que se los conocía todos.
—¡Vaya, es muy bonito!
—Durante la semana, vendremos para que lo conozcas, hay tiendas donde podés comprarte cosas muy bellas. También hay restaurantes, iremos a cenar a Scarpetta, te encantará. Y podríamos alquilar algún bote y salir a navegar. Aquí hay uno de los clubes nocturnos más famosos de Miami... En fin, aún nos quedan varios días para disfrutar.
—¿Estamos muy lejos de Hollywood?
—No, ¿querés que vayamos?
—Sí, me gustaría.
—Muy bien, también iremos, quiero que te distraigas y que dejes de pensar en cosas feas, porque todo lo que nos espera de ahora en adelante es felicidad, ya verás, voy a hacerte la mujer más feliz del mundo.
—Soy la mujer más feliz del mundo sólo con despertar a tu lado cada día.
Se detuvieron un instante, Santana cogió su rostro entre las manos, la besó y reanudaron la caminata.
—¡San...!—llamó alguien desde lejos—¡Santana López!—volvieron a repetir.
—Es a vos a quien llaman.
Brittany se detuvo para ver de dónde venían los gritos, se hizo sombra con la mano para evitar el sol y divisar a la persona.
—¿Quiénes son, Sanny?
Santana agitó su mano y quiso seguir la marcha.
—Unos amigos.
—¿No querés saludarlos?
—No, está bien, sigamos—Sanatan frunció la nariz, pero aquellos individuos siguieron vociferando.
—¡Vamos! No seas descortés con tus amigos, parece que se alegran de verte. Además, el único amigo tuyo que conozco es Noah, ¿tan desagradables son que no querés presentármelos?
Santana aceptó ir a desgana.
—¡San, estabas perdida!—una rubia se acercó a saludarla a medio camino.
—Hola, Audrey, te presento a Brittany.
—¡Hola, Brittany!
—¡Hola!
Se saludaron con un beso en la mejilla y Santana siguió con las presentaciones.
—Brenda, Michelle, Spencer, Caleb, Ezra Toby, les presento a Brittany, mi prometida.
Santana la mantenía aferrada de la cintura, Brittany advirtió que la primera rubia buscaba el anillo de compromiso en su mano.
—¡Vaya, felicidades! Ahora entendemos por qué estabas tan ausente—lo palmeó Ezra en la espalda.
—Gracias.
—¿Dónde se hospedan?—preguntó Michelle.
—Estamos en mi casa, pero hemos venido a pasar el día al Soho.
—¿Noah?—se interesó Toby.
—Se ha quedado en el Club House.
—¡No me ha llamado!—se quejó Michelle y Santana sonrió.
—Suelta a tu novia, San, no le vamos a hacer nada—bromeó la rubia, que la había llamado insistentemente, y a quien Santana había presentado como Audrey.
—¡Qué ocurrencias, Audrey!—le dijo Santana pausadamente.
—Brittany es un nombre lindo, ¿sos de aquí?—preguntó Spencer.
—No, soy argentina—le contestó Brittany.
—Ven, Brittany, siéntate—la invitó Brenda, mientras se incorporaba en la tumbona y le dejaba un sitio.
Santana se quedó hablando con sus Ezra, Caleb y Toby, mientras las mujeres rodearon a Brittany, le ofrecieron champán y los cócteles que bebían, pero ella los rechazó.
—Te lo agradezco mucho, Spencer. ¿Es ése tu nombre?
—Sí, así me llamo.
—Es que no puedo beber alcohol—les explicó—Me operaron hace poco y aún no me lo permiten.
—¿Hace mucho que conoces a San?—se interesó Audrey, mientras bebía un cóctel y la miraba por encima de sus gafas de sol.
Brittany se dio la vuelta y admiró a su morena antes de contestarle.
—Casi cinco meses.
—San dijo que están comprometidos, pero ¿no te ha regalado un anillo?
Brittany levantó la mano y les enseñó que no lo llevaba.
«Sabía que me estaba mirando la mano», pensó para sí misma y respondió:
—Me lo robaron en un asalto en Nueva York—sintetizó.
No tenía ganas de dar demasiadas explicaciones. Todas se azoraron. A Brittany no le gustaba la forma en que Audrey la interrogaba.
—San es un hueso duro de roer... ¿Cómo has conseguido atraparla, nena? Porque mira que a Dani le costó y, pobrecita, cuando lo consiguió...
No terminó la frase.
«¡Qué comentario tan odioso y fuera de lugar. Sabía que no me había equivocado con esta tipa. Menuda grosera. ¿Acaso habrá tenido algo que ver con Santana? ¿Se habrá acostado con ella?», caviló Brittany con rapidez y, después de mirarla de hito en hito, le contestó:
—¿Atraparla? No, no lo considero así, nos hemos enamorado—le respondió con serenidad y sorna.
—Sabías que San estuvo casad, ¿no?
—Sí, Audrey, estoy a punto de casarme con ella, sé todo acerca de su vida—Brittany fue muy tajante.
Las otras tres mujeres se notaban incómodas ante la falta de tacto en los comentarios de su amiga.
—¿Cuándo se casán?—preguntó Spencer.
—En agosto.
No quiso dar la fecha exacta.
—¡Ah, no falta nada! Supongo que estarás a tope con los preparativos.
—Ahora estoy en un impasse, precisamente vinimos a Miami para terminar de recuperarme de mi operación y luego poder continuar con todo lo que falta. ¿Hace mucho que conocen a San?
—¡Uf, nos conocemos desde el bachillerato!—le aseguró Brenda.
—¡Ah...!
Brittany comenzaba a entender: [ii]«Quizá por eso San no quería que nos acercáramos, todas eran amigas de Dani.»[/i]
—No tienes ni idea de quién soy, ¿verdad?
—¿Debería? Ilumíname, Audrey.
—Basta, Audrey—la amonestó Michelle.
—¿Qué? ¿Acaso no acaba de contestarme que está a punto de casarse con San y que sabe todo de su vida?—se quedó mirándola desafiante e hizo una pausa—Soy su cuñada, la hermana de Dani.
Brittany, en un primer momento, se sintió turbada, pero en seguida intentó recobrar la calma.
—Creo que San no tenía obligación de hablarme de ti, sí de tu hermana, por supuesto. Aunque no me creas, siento mucho lo que le pasó.
Audrey, se puso de pie.
—Brittany, nos encantará contarte entre nuestros amigos, apreciamos mucho a San.
—Gracias, Brenda.
Audrey dio media vuelta y se alejó sin despedirse.
—Lo siento, no ha estado bien lo que ha hecho. Ya han pasado dos años, San tiene derecho a ser feliz.
—¡Qué puedo decirte, Michelle! Supongo que hay que entenderla, para ella debe de ser doloroso verme con la esposa de su hermana.
—San no se merece esto—afirmó Spencer—¡Por favor! Además, ¿se hace la ofendida? Si San le diera una mínima oportunidad, te aseguro que de inmediato se olvidaría de su hermana muerta... ¡No la soporto cuando se pone en plan de mártir! Como si no supiéramos que siempre le quiso quitar la novia a Dani.
Brittany no podía creer de lo que se estaba enterando.
—Bueno, bueno, cambiemos de tema—sugirió Michelle—Estamos incomodando a Brittany, que nos acaba de conocer. A este paso, presiento que no querrá vernos más.
—¡Mira, Michelle, que no me toquen a San porque me pongo como una fiera! Ella merece ser feliz—le espetó Spencer mientras cogía de una mano a Brittany—¿Sabes, Brittany? La aprecia mucho, es una gran persona y sólo hace falta ver cómo te mira para darse cuenta de lo que siente por ti. Yo, que la conozco, te lo puedo garantizar. Audrey estaba aquí por casualidad, no vino con nosotros, sólo se había acercado a saludar. Ya me he dado cuenta de que San dudaba en acercarse cuando ella la ha llamado. No sé a ustedes, pero a mí no me interesa caerle bien a ella, si no me habla más, no me importará, en cambio a ti, que serás la esposa de mi amiga, sí quiero conocerte. No voy a seguirle el juego a esa zorra... Ella buscó nuestra complicidad para hacerte sentir mal y no lo voy a permitir. Déjame decirte que, además, no pudiste contestarle de mejor manera.
Brittany se quedó en silencio, sonrió incómodamente sin saber muy bien qué decir, pero notó que Spencer era muy sincera con ella.
—Dime, ¿así que Noah está con ustedes?—la interrogó Michelle—Como te habrás dado cuenta, me vuelve loca.
—Sí, él también ha venido, estamos con otras amigas—contestó Brittany con timidez, no sabía cómo decirle que Noah estaba con su amiga.
—Hace meses que no lo veo, pero ¿cómo explicarte?, la relación con él es así. Brittany, ¿no me digas que está con alguien?
Ella se mordió los labios e hizo un mohín, no quería meterse en la vida de Noah, pero tampoco iba a ser cómplice de una aventura, no estaba bien para Aria.
—No te aflijas, Brittany, entre él y yo funciona así, es una ida y vuelta continua, yo también tengo lo mío.
—¿Alguno de ellos es su pareja?—preguntó Brittany para cambiar de tema.
—Toby y yo somos pareja—contestó Spencer—, Estamos casados.
—¿En serio? ¡Felicidades! ¿Y hace mucho?
—Dos años, nos encontramos en bachillerato, todos somos amigos desde ese entonces.
—¿Cómo conociste a San?—la interrogó Brenda.
—Por casualidad. Noah es primo de una de mis mejores amigas.
—¿En Nueva York?
—No, Michelle, en mi país.
—¿San y Noah estuvieron en Argentina? Esos dos, de un tiempo a esta parte, se han vuelto inseparables—dijo Spencer con convicción.
—Sí, creo que se llevan muy bien. San fue por trabajo y Noah la acompañó y aprovechó para visitar a su familia.
—¿Interrogatorio exhaustivo?—Santana se había acercado y abrazó a Brittany por detrás.
Los demás también se arrimaron.
—Intentando averiguar cómo se conocieron—le contestó Brenda.
—Nos presentó Noah—corroboró Santana.
—Sí, Brittany nos lo estaba contando.
—Así que les estabas contando...—la miró y le besó el carrillo—¿Les estabas contando todo?
—No, chismosa, no se lo he explicado todo.
—Hablen, quiero saber.
—¡Ah, Spencer! Nos conocimos un fin de semana y pensamos que no nos veríamos más, pero luego nos encontramos en la empresa y resultó que yo era su jefa.
—¡Noooo, me muero!
Las tres mujeres no podían salir de su asombro.
—¿Y de qué hablaste para no darse cuenta?
—Piensa, mi amor, piensa un poquito, es obvio que no hablaron demasiado—le dijo Toby a Spencer.
Brittany estaba tan roja como el Bloody Mary que Ezra se estaba tomando.
—¡Oh, Dios mío! ¡No hablaron, claro!
—No te avergüences, amor, son de confianza, ellos, para mí, son como tus amigas para ti.
—Sí, Brittany, no te sientas mal, somos de confianza—intentó tranquilizarla Toby.
—¿Por qué no vienen a cenar a casa esta noche? ¿O tienen otros planes?
Todos se apuntaron a la invitación de Santana.
—Perfecto, haremos una barbacoa.
Santana se mostró entusiasmada y Brittany se puso feliz al verla tan contenta y distendida.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
con una novia como santana no se necesita de mas en la vida!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
me encanta la colección de autos de san,...
a ver como termina la salida??
y a ver como va la cena de la noche,...
nos vemos!!!
me encanta la colección de autos de san,...
a ver como termina la salida??
y a ver como va la cena de la noche,...
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:con una novia como santana no se necesita de mas en la vida!!!!!!
Hola, totalmente de acuerdo con tu punto de vista jajaajajaj. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
me encanta la colección de autos de san,...
a ver como termina la salida??
y a ver como va la cena de la noche,...
nos vemos!!!
Hola lu, jaajajajaj es interesante no¿? ajajajajajajaj. De lo mejor obvio! jajajaajajaj. También de lo mejor! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 7
Capitulo 7
Habían emprendido el camino de regreso al Club House.
—Mi amor, Noah estará con Aria esta noche y, por lo que entendí, él y Michelle...
—No te preocupes, esos dos están acostumbrados a verse con otras parejas, pero creo que Noah está muy enganchado con Aria. Me parece que Michelle es historia antigua... Además, no nos entrometamos, es su rollo. ¿Te cayeron bien mis amigos?
—Sí, me hicieron sentir muy bien, salvo...
—¿Qué?
—Tu cuñada.
Santana respiró hondo y la miró por encima de sus gafas oscuras.
—¿Cómo sabés que Audrey es mi excuñada?—remarcó mientras fruncía el cejo.
—Ella se encargó de explicármelo. Fue bastante grosera y desagradable.
—Quiero saber qué te dijo exactamente.
—No tiene importancia, la puse en su lugar y tus amigas me apoyaron, terminó marchándose.
—Lo siento. ¿Te das cuenta ahora de por qué dudaba en acercarnos?
—Lo que sé, San, es que otra vez me encontré en desventaja. Podrías haberme advertido—le recriminó Brittany.
—No creí que se comportara así. Quiero saber exactamente lo que te dijo.
—Podrías haberlo considerado, ya que es la hermana de tu mujer, era obvio que no le sentaría bien verme con vos.
—¿Acaso adoptó el papel de hermana dolida? ¿Me estás queriendo decir eso?
—Quiso hacerme sentir mal, utilizando a su hermana.
—Esta conversación no vale la pena, te aseguro que es una hipócrita.
—¿Por qué decís eso?
—Dejemos esta charla sin sentido, Britt, estamos perdiendo el tiempo hablando de Audrey, no me interesa hablar de ella ni de nadie de su familia.
—¿Te referís a tus suegros?
—Mis exsuegros y mi excuñada, basta, por favor.
—¿Tenés una mala relación con ellos?—preguntó Brittany recordando lo que Rachel le había contado de forma confidencial.
—No tengo ni buena ni mala relación con ellos. Desde que Dani falleció, no me hicieron la vida muy fácil, por así decirlo, no quiero ponerme de mal humor, no deseo hablar de ellos.
—Nunca querés hablar de tu pasado.
—De acuerdo, ¿querés que hablemos de mi pasado?—Santana detuvo la marcha—¿Y qué hay del tuyo? ¿Qué me dirías si, en este momento, te pidiera detalles de cuando encontraste a Lauren en la cama con tu mejor amiga? ¿Quién estaba arriba y quién abajo? ¿Cómo fue?
Brittany le clavó la mirada y Santana se la sostuvo.
Brittany se había puesto muy pálida, no era necesario que la hiriera de esa manera, aunque era un tema superado, dicho de esa forma sonaba brutal. De todos modos, envalentonada, le contestó:
—Ella estaba arriba, Lauren la sostenía por las nalgas y escuchaban una canción que normalmente poníamos nosotras cuando follábamos. ¿Qué más querés saber? ¿Te gustaría que te contara si era buena? ¿O, tal vez, querés saber cuántos orgasmos me provocaba?—prosiguió con sorna, mientras se tocaba la sien—Dejame hacer memoria de cuánto fue lo máximo en una noche.
Se quedaron mirando en silencio.
Santana se la hubiera querido comer por ese último comentario y Brittany estaba colérica por lo grosera e hiriente que se había mostrado.
«Tomá, chupate ésa, te creés muy lista y terminaste más cabreada que yo», pensó Brittany con rabia.
Siguieron caminando en silencio.
—Si estás demasiado apurada caminá sola, porque yo no puedo ir a ese paso, me tira la herida y me causa dolor—Brittany le soltó la mano bruscamente, también muy enfadada.
Santana siguió la marcha a su lado, pero aminoró el paso. No volvieron a hablarse durante todo el trayecto hasta el Club House.
—¡Hey, aparecieron!—exclamó Kitty.
—Nos encontramos con unos amigos de San—explicó Brittany.
Santana se había tirado en una de las tumbonas y no había dicho ni mu.
—¿Con quién?—preguntó Noah intrigado.
—Toby, Spencer, Ezra, Caleb, Michelle y Brenda—contestó Santana.
—Y Audrey—agregó Brittany con sorna y se quedó mirándolo.
Santana también la enfrentó.
—Esta noche van a venir a cenar.
—¿Audrey también?—preguntó Noah con inocencia y algo extrañado.
—Dejá de decir idioteces, ¿por qué no pensás antes de preguntar?—espetó Santana y, a continuación, se levantó y se zambulló en el mar.
Mientras Santana se alejaba, Brittany ocupó su lugar en la tumbona y se tiró al sol.
Estaba que se la llevaba los demonios.
Nadie entendía nada, pero Noah intuía lo que había ocurrido, así que, casi en un susurro, les explicó lo que suponía. Sabiendo que se habían encontrado con Audrey, no era difícil imaginar por qué el mal humor.
Tras unos minutos, Brittany se había quedado algo adormecida. Se despertó sobresaltada al sentir que las gotas de agua se esparcían sobre ella, Santana estaba toda mojada, sentada en la tumbona a su lado refrescándola con el agua que se escurría por su cuerpo y su cabello. Entonces se acercó hasta que la distancia entre ellas fue ínfima y le habló al oído.
—Rubia, tenés una lengua muy afilada.
—Vos también.
—Estuve grosera, lo sé—Santana cerró los ojos al hablar y le dibujó una mueca con la boca que le demostraba cuánto lo sentía.
—Muy inoportuna.
—También. Luego, en casa, hablamos, hay algo que quiero contarte.
—¿Qué cosa?
—En casa te explico, ¿sí? Ahora sólo quiero que sepas que mi intención no era herirte, pero soy una tonta y siempre termino haciéndolo.
—Te pido disculpas, yo también fui muy poco delicada.
—Yo te provoqué.
Se besaron.
Después de pasar toda la tarde en la playa, regresaron al ático. Se bañaron y cambiaron, y Santana fue hacia la cocina donde estaba Emma preparando todo para la barbacoa. Había hecho varias ensaladas y unos taquitos mexicanos.
—Gracias, Emma, ya puede desentenderse del resto, nosotros nos encargaremos de lo que falta.
Después de cambiarse, Brittany bajó a la sala y, guiada por el bullicio de las voces, salió a la terraza. Ahí se encontró con todos, menos con Santana, y decidió preguntar por ella.
—Está en la cocina, recién lo dejé ahí—le informó Noah, que estaba preparando la parrilla junto a los demás.
Brittany volvió a entrar, cruzó la sala, se metió en la cocina y la vio, con una mano en el bolsillo del vaquero, junto al ventanal.
Su espalda estaba en tensión mientras discutía con alguien por teléfono. Brittany se quedó en la puerta, Santana no había advertido su presencia.
—Me importan una mierda tus motivos, que además no me creo. Han pasado dos años desde que Dani murió y, si decidí rehacer mi vida, no tengo que darte explicaciones, ni a ti ni a nadie. ¡Encima te atreves a pedirme esto porque yo he vuelto a formar una pareja! Ya decía yo que, tarde o temprano, Audrey te iba a ir con el chisme. Ésa es otra desvergonzada, mejor no me hagas hablar, aunque creo que no te asombraría mi opinión. Apuesto que sabes muy bien a lo que me refiero sobre tu hija.
—Veo que pretender tener un diálogo contigo es inútil, careces de sentimientos—contestó su interlocutora.
—¿Sentimientos? Parece un chiste, me hablas de sentimientos cuando, en verdad, no te importa un carajo lo que tu hija deseaba. ¿Qué se te pasa por la cabeza para hacerme semejante proposición?
—Mi hija quería tener hijos contigo, ella anhelaba esos niños que hoy tú me niegas. ¡No entiendo cómo no te conmueve mi dolor de madre!
—¿Que yo te niego? ¿He escuchado bien? Por Dios, ¿de qué me estás hablando? Dani ya no está y no puedo hacer nada frente a eso. Un hijo es una decisión de dos personas y ella ya no está aquí para decidir. Murió y yo no quiero tener hijos con una persona muerta, olvídate de que esos embriones y óvulos existen y no te hagas la víctima conmigo.
—Lo que pasa es que tú nunca quisiste a mi hija.
—No me vas a hacer sentir culpable, eso ya no funciona. ¿Acaso tú sí la querías? ¡No me hagas reír! Sé que, cuando nos peleábamos, la obligabas a venir a rogarme que volviéramos. Para ti valía mucho más mi cartera que la felicidad de Dani. El amor por tu hija se te despertó demasiado tarde. ¿Tan desesperada estás? ¿Qué pasa? ¿Han dejado de invitarte a las fiestas? ¿La gente no te quiere en los círculos que frecuentabas cuando mi familia y la tuya estaban vinculadas? Hum, qué extraño, ¿verdad? Aunque tú consideres lo contrario, no creo que sea por tu estatus. ¿Por qué será, Rose?
—No te voy a permitir que me hables así. Eres una insolente que cree que todo lo mido con dinero. ¡Tú eres así, el que piensas que todo se soluciona con tu abultada cartera!
—No, por supuesto que no todo se arregla con dinero. De ser así, tu hija no estaría muerta, porque habría dado toda mi fortuna para mantenerla viva.
—Perfecto, no quieres que esos embriones junto con esos óvulos nazcan. Bueno quiero que tengas claro que te voy a hacer la vida imposible, te voy a poner una demanda y conseguiré los óvulos. Hundiré la clínica de tu adorada hermana.
—Hazlo, interponme las demandas que quieras, pero no podrás conseguir nada. Infórmate, tu hija firmó un contrato que te va a hacer caerte de espaldas. Te vas a dar de cara contra la pared. Ve a un psiquiatra, Rose, porque verdaderamente creo que no estás bien.
Santana cortó, la dejó con la palabra en la boca y luego se guardó el teléfono en el bolsillo.
Estaba tan contrariada que Brittany dudó en entrar. S
antana se había quedado apoyada con las dos manos en el vidrio, con la cabeza colgando. Permaneció así unos instantes y, cuando se dio la vuelta, la vio de pie en la entrada.
—Lo siento, no pude evitar escucharte.
Santana se cogió la frente y suspiró de manera audible, sus ojos buscaron los de Brittany con impaciencia.
—¿Estarás preguntándote dónde te metiste?—le preguntó con angustia.
Su mirada estaba apagada, taciturna.
—Te arrastro hacia todos mis problemas, Britt. Lo siento. Siento mucho tener una vida de mierda que ofrecerte.
Brittany recorrió la distancia que las separaba con premura y se echó en sus brazos, la abrazó con fuerza, con ímpetu, necesitaba demostrarle cuánto la amaba y cuánto podía contar con ella para lo que fuera.
Levantó sus manos y le cogió la cara, le acarició la frente para despejarla del pelo.
—Amo todo lo que viene con vos, lo bueno y lo malo, estoy a tu lado de forma incondicional. ¿San, te acordás de lo que me dijiste anoche? ¿Querés que también te recite mis votos de matrimonio ahora? Porque a mí tampoco me interesa dónde lo hago, me da lo mismo hacerlo acá o frente a un sacerdote, lo único que necesito es que lo sepas vos, mi amor—la miró con mirada sincera—Prometo cuidarte en la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos momentos, prometo amarte y respetarte siempre, acompañarte en tus logros y en tus desventuras, en tus alegrías y en tus angustias mucho más, prometo ser tu apoyo y tu sostén, siempre que lo necesites.
Santana la acalló con un beso, se encontraron con desesperación, como si ése fuera el último que fueran a darse. Santana no quería soltarla, le acariciaba la lengua con la suya con urgencia, mientras la ceñía entre sus brazos.
Necesitaba que Brittany sintiera en ese beso todo el amor que le profesaba...
Muy pronto el deseo empezó a consumirlas: parecían descontroladas, una pasión desmedida los ahogaba.
Se apartó despacio para hablarle, sin dejar de besarla.
—Te amo... Te amo... Sos increíblemente especial para mí, sos la cura a todos mis males, mi paz, mi razón. Sos mi amor, Brittany.
—Y vos el mío, Sanny. Sos todo y más para mí, sos mi vida.
—Te necesito tanto, Britt, abrazame por favor, abrazame fuerte.
Permanecieron así, en silencio, hasta que Santana decidió hablar.
—¡Dios, Britt-Britt, cómo necesito hacerte el amor! ¡Cómo te deseo! Me urge demostrarte con mi cuerpo cuánto te amo, siento que si te lo digo no es suficiente—le confesó mientras le besaba la cabeza y le acariciaba la espalda en toda su extensión.
—Yo también te deseo, Hoyuelitos, necesito tenerte dentro y junto a mí, sólo vos me hacés sentir viva.
Santana se separó y apoyó su frente en la de Brittany, mientras emitía un profundo suspiro.
—¿Es esto lo que me querías contar? ¿Es a lo que te referías en la playa?
—Sí, temo que tendré que afrontar un juicio muy pronto, pero no quiero tener hijos que no sean tuyos.
—Se solucionará, tranquila, no te angusties. Estoy segura de que algo se podrá hacer. Hay que asesorarse y estar preparados—sonó el timbre—Creo que ahí llegan tus amigos. Vayamos ahora a disfrutar de su compañía y de la barbacoa, y desliguémonos por un rato de los problemas, mi amor. Más tarde, si aún tenés ganas, lo hablamos. Prometo no forzarte a que me cuentes.
—Soy tan cerrada a veces... Me cuesta tanto compartir lo que me pasa..., pero no lo hago por dejarte a un lado. Siempre resolví las cosas por mi cuenta, Britt, siempre fui muy independiente y nunca compartí con nadie la intimidad que hoy tengo con vos.
—Yo tampoco tuve esta relación tan íntima con nadie, San. Quizá te cueste creerlo, ya que estuve a punto de casarme, pero lo nuestro es diferente. El vínculo que nosotras tenemos es auténtico, porque sale de acá—le tocó el pecho—Aun así, entiendo que tenemos formas distintas y, por eso, intento entenderte, pero también me gustaría que me comprendieras a mí.
—Lo intento, Britt. Sin embargo, a veces, mi naturaleza hace que, por el simple instinto de protegerte, te deje a un lado. Te lo dije muchas veces, sólo ansío hacerte feliz.
—Pero la felicidad no es completa si no hay total confianza.
—No quiero que desconfíes de mí.
—No se trata de desconfianza. Hablo de que debemos tener la certeza de que nos podemos decir todo y la seguridad de expresar nuestros sentimientos sin necesidad de privarnos de ninguna de nuestras emociones. Podés confiar en mí, quiero ser tu compañera de vida. Los problemas compartidos siempre son más llevaderos, porque podemos apoyarnos la una en la otra. Y las discusiones, en fin, los sinsabores también son parte importante de una pareja, porque cultivan la relación y nos vuelven más tolerantes. No quiero decir que nos conformemos, me refiero a que aprendamos a darnos espacio, físico y emocional.
—¡Cuánto tengo que aprender de vos, mi amor! ¡Sos tan sabia en tantas cosas...!
—No, San, no soy sabia, soy una gran improvisadora, pero me gusta meditar un poco las cosas. Vos, en cambio, sos más apasionada, más visceral, quizá ésa sea la razón por la cual nos atraemos tanto, porque nos complementamos.
—¡Y decís que no sos sabia! En mi vida, sólo he admirado a dos personas: a mi papá y a mi mamá y, ahora, a vos.
—¡Uf! ¡Eso es mucho, no exageres! No quiero decepcionarte, es mucha la presión que me imponés. ¡Hoyuelitos, decís cada cosa cuando decidís expresarte...!
—Sé que jamás vas a fallarme, Britt, conozco tu alma como tu cuerpo.
—¡Dios, cómo no amarte, si me dejás tambaleante con tus halagos! Me tenés comiendo de tu mano, Hoyuelitos, sos tan seductora. Me atarantás, me nublás la razón, con sólo mirarme, me derretís.
Santana se reía y enarcaba una ceja por la vehemencia con que Brittany describía sus emociones.
—Además, cuando me ofrecés esa sonrisita de perdonavidas, se me cae el tanga, ¡me hacés decir cada estupidez! ¡No te rías!—Brittany se abanicó con la mano—Sanny, vayamos con tus amigos, salgamos a la terraza porque necesito aire, quiero salir de esta situación. ¡Sos una irrespetuosa! ¡No podés decirme eso sabiendo que estoy convaleciente!—Brittany la cogió por la mano y la arrastró afuera.
—Esperá.
—¿Qué?
—Dame un beso. Estás loca, pero me encanta tu locura.
—Vos me volviste loca ¡y encima me pedís un beso, con el calor que siento!
—Yo también me muero por vos, me tenés totalmente enamorada, sos la dueña de mi voluntad.
Le sostuvo el rostro y la besó despacio, con muchísima ternura. Poco a poco, pudieron distenderse.
Los amigos, la buena comida y la música fueron el condimento especial para una noche tranquila.
Estaban sentados en las tumbonas junto a la piscina, algunos dentro del agua disfrutando del maravilloso clima de Miami y otros conversando en la pérgola, al lado de la parrilla.
Brittany y Santana tenían sus manos entrelazadas, mientras escuchaban a Spencer y Toby, que les contaban que, si era necesario, iban a empezar un tratamiento para encargar un bebé.
—¿No te contó tu hermana que fuimos a su clínica?
—No me dijo nada.
Santana intentó hacer memoria, pero no lo recordaba. Es posible que Rachel le hubiera comentado algo, pero, con todo lo que le había pasado a Brittany, ella estaba segura de no haberlo registrado.
—Estuvimos ahí la semana pasada, estamos cansados de intentarlo sin éxito. De todos modos, hace poco que nos decidimos, pero preferimos que nos hagan todos los estudios y saber de antemano que no hay nada extraño que me impida quedarme embarazada.
—Es que está imposible, San, ¿sabes lo que es aguantarla cada mes cuando le llega el período?
Spencer besó a Toby en la mano, mientras preguntaba:
—¿Ustedes piensan encargar uno pronto?
—No lo sé, aún no nos lo hemos planteado—dijo Brittany mirando a Santana.
—Bueno no sé si esperaremos mucho. Yo sé que quiero muchos niños, eso ya se lo dije, pero el cuándo dependerá de lo que nos diga el médico sobre su recuperación.
—¿De qué te han operado, Britt?—Spencer se mostró intrigada.
Santana y Brittany cruzaron una mirada furtiva.
—¿Te acuerdas de Elaine, la hija de mi tío Bob?
—Sí, la colorina odiosa que siempre estaba en tu casa.
—Sí, ésa—corroboró Brittany—, Se le cruzaron los cables y me pegó un tiro.
—¿Qué? Es broma, ¿verdad?
—No, Spencer, no lo es—Santana fue muy rotunda y abrazó a Brittany y la besó en la sien mientras lo decía.
—Sé que no hay una razón válida para terminar con la vida de nadie, pero ¿por qué lo hizo?
—¡Ah, Toby, es que tu amiga despierta pasiones incontrolables!—intentó bromear Brittany para quitarle presión al momento.
—¡Maldición! ¿Y estás bien, Britt?
—Viva de milagro—afirmó Santana.
—No puedo creerlo, me acabo de quedar sin palabras—Spencer estaba verdaderamente azorada y con los ojos muy abiertos—¿Dónde te disparó? ¿En qué lugar recibiste el tiro?
—En el hígado.
—Pero ¿estás bien?—seguían preguntándole sin salir de su asombro—Tienes buen aspecto, pero ¿no te ha dejado ninguna secuela?
—Aparentemente, no. Por ahora, estoy en plena recuperación, pero el doctor dice que voy bien. Debo cuidarme bastante todavía, comer cada tres o cuatro horas raciones pequeñas para ayudar a que el hígado no produzca tanta bilis y, bueno, no puedo hacer demasiado esfuerzo físico.
—Nunca hubiera imaginado algo así. Cuando dijiste, en la playa, que te habían operado, supuse que había sido una operación común—Spencer se había estirado y había cogido la mano de Brittany.
—En ese momento, no quise entrar en detalles, los acababa de conocer.
—¿Y ella? Está presa, ¿no, San?
—Sí, Spencer, por supuesto, está donde debe estar, pero mejor cambiemos de tema.
—Lo siento, Britt, no fue mi intención que revivas recuerdos tan desagradables.
—No te preocupes, Spencer.
—Dijisteis que se casarían en agosto, ¿no?
—Sí, el 24—respondieron las dos al unísono.
—¡San, no puedo creer que vayas a contraer matrimonio!—bromeó Toby—No es por ti, Britt, no vayas a creer que no creo que pueda casarse contigo, sólo que ver a San, así, tan hogareña, se me hace extraño.
Todos rieron.
—¡Menos mal que eres mi amigo, me estás haciendo quedar genial! Después de todo, ya he estado casada antes.
—No te aflijas, Toby, creo entender a lo que te refieres. Sé que mi morena no pasa desapercibida allá donde entra—le acarició la mejilla y Santana le sonrió por el halago.
—Ese matrimonio, San, aunque no te haga gracia que lo diga, no cuenta. Eso fue un acto de compasión, siempre te lo hemos dicho.
Santana se empezó a sentir incómoda con los derroteros que estaba tomando la conversación.
Brittany le cogió la cara y la besó en los labios.
—Vendrán a nuestra boda, ¿verdad?—Brittany intentó cambiar de tema.
—¡Por supuesto! No me la perdería por nada del mundo. ¿Será en Nueva York?
—Sí, estamos preparando todo allá.
—¿Ustedes vivís aquí?
—No, mi amor, ellos también viven en Nueva York, y muy cerca de casa.
—¡Ah, entonces, ahora que ya nos conocemos, espero que nos veamos a menudo! Realmente es una casualidad que estén mis amigas aquí. Salvo a Rach, no veo a nadie más en la ciudad.
—Ya te llamaré y saldremos de compras para vaciar las cuentas de nuestras parejas.
—¡Más quisiera...!—exclamó Santana, mientras Brittany se acurrucaba entre sus brazos.
—¡Ah, no, nena! Yo te voy a enseñar, a las parejas no hay que acostumbrarlas a gastar poco, porque, si no, cuando gastas de más ponen el grito en el cielo.
Toby puso los ojos en blanco ante el comentario de Spencer.
—Si Britt se empieza a juntar con mi mujercita, creo que muy pronto tendrás tus cuentas en números rojos, no te lo aconsejo.
—La verdad es que no lo creo—Santana se dio la vuelta para mirarla y luego se dirigió a sus amigos para explicarles—Britt es administradora de la empresa y ésa es su especialidad, que no haya números rojos. Es más, no me van a creer, pero aún no ha aceptado una extensión de mi tarjeta.
—¡Miserable! ¡Te has buscado una mujer que cuide de tu fortuna! Britt, yo que tú desconfiaría cuando ésta dice que te ama, creo que sólo te está usando.
Todos se rieron.
Brittany se apretaba el vientre y, aun así, no podía parar.
—¡Si supieran cómo me cuida!—la defendió Brittany frente a las bromas de su amiga.
—¡Por supuesto! Son puras mentiras, mi vida, no la escuches. También es mentira lo que te he dicho hoy sobre que la conocía muy bien.
No podían dejar de reírse.
—Realmente, Britt, no sé cómo lo has hecho, pero la tienes embobada. No se ha separado en toda la noche de tu lado. Amiga, es obvio que te ha picado el bichito del amor. ¿Me entiendes ahora? Cuando llega, no se puede evitar y te conviertes en un perrito faldero.
Santana y Toby chocaron sus copas de champán y Spencer le ofreció un guiño cómplice a Brittany.
—Necesito tomar mis medicamentos, vuelvo en seguida.
Cuando se quedaron los tres solos conversando, Spencer y Toby aprovecharon para interrogar a Santana y enterarse a fondo del episodio de Elaine, hechos que Santana les resumió, centrándose en las cosas más puntuales, antes de que Brittany regresara. También les refirió brevemente el estado de la causa y lo angustiada que estaba Brittany con eso.
—No es para menos, yo creo que si me pasara algo así, no podría salir de casa. Sólo espero que se pudra en la cárcel, no quisiera estar en la piel de Britt. No te preocupes, San—le dijo su amiga mientras le daba una palmadita en la mano—, Intentaré distraerla cuando sus amigas se vayan. Además me ha caído más que bien, me gusta la pareja que hacen.
—Gracias, Spencer, la semana que viene viajaré a París y Britt se quedará en Nueva York, porque aún no tiene autorización médica para hacer un viaje tan largo. Creo que su mamá volverá a Argentina y ella se quedará en el Belaire con mis padres, pero, si pudieras, creo que estaría muy bien que la visitaras, para distraerla.
—Cuenta con ello.
—Aprecio tu amistad... La verdad que supuse que no te caería bien, como eras tan amiga de Dani...
—¿Qué estupidez es ésa? Yo era tan amiga de Dani como tuya, y muchas veces les aconsejé que dejaran esa relación absurda que se empeñaban en continuar. Cualquiera podía darse cuenta de que ninguna de las dos se quería realmente. Ella estaba obsesionada contigo y, cuando parecía convencida de terminar con todo, su mamá la presionaba para que lo arreglaran.
—Ni me hables de Rose, por favor.
—¿Qué pasa?
—Audrey se encargó de comerle la cabeza. Hoy me ha llamado y está dispuesta a hacerme la vida imposible.
—¡Esa sucia de Audrey!
—Chis, que vuelve Britt, ya hablaremos en otro momento.
—Voy a la piscina, ¿vamos, mi amor?
Spencer se levantó, cogió a Toby de la mano y se alejaron. Brittany volvió a ocupar su lugar junto a Santana.
—¿No querés ir a la piscina? Hace calor, date un chapuzón con tus amigos, yo disfruto mirándote desde acá.
—No, mi amor, prefiero quedarme con vos.
—Todos lo están pasando muy bien. Tus amigos y los míos se han integrado en seguida.
Santana sonrió.
—¿No estás cansada? Hoy no has parado.
—No, me siento de maravilla. Creo que el doctor tenía razón: poco a poco, voy a ir recobrando mi energía. Además me pasé todo el día sentada, sólo me moví en la caminata, que fue cortita, y ya está.
—Vení, recostémonos acá.
Se echaron hacia atrás.
Brittany se puso de espaldas y Santana, a su lado, de costado, con un codo apoyado en los almohadones de la tumbona.
—Pensaba que tus amigos eran de Miami.
—No, todos viven en Nueva York, pero, con todas las cosas que nos han estado pasando últimamente, no tuve oportunidad de presentarte a nadie.
—Sí, es verdad, pasaron muchas cosas en muy corto tiempo. Hemos ido de fiesta en fiesta y, después, esas pequeñas vacaciones en el hospital.
—Eso fue lo menos divertido de todo.
—Ya lo creo.
Santana le besó la punta de la nariz.
—De todas formas, aunque hubiera preferido que no ocurriera, siento que ha servido para unirnos más.
—Yo también lo creo así.
—Haber pasado por un momento tan crítico, afrontar la posibilidad de perderte definitivamente, me hizo reafirmar aún más que lo que deseo es tomarte en matrimonio y vivir a tu lado el resto de mi vida.
—A mí me pasó lo mismo. Antes de que esto ocurriera, ¿tuviste dudas de si estábamos haciendo lo correcto al casarnos tan pronto?
—A decir verdad, cuando compré el anillo, era lo que más anhelaba, pero cuando empezamos a discutir tanto, tuve mis dudas y me planteé varias veces si no era todo un tanto apresurado.
—Yo también lo pensé y me lo pregunté una y otra vez, muchas veces. También tenía miedo de que nos estuviéramos equivocando, pero luego pasó todo esto y supe que era a tu lado donde quería estar. ¿Sabés, San? Yo estoy criada a la antigua. En mi familia, el matrimonio es para toda la vida, por eso ésta no era una decisión que tomar a la ligera, aunque una vez estuviera a punto de equivocarme.
—Yo siempre he admirado el matrimonio de mis padres: ellos son una pareja muy sólida, se complementan, se acompañan, nos transmiten su vínculo y nos unen. Por eso, cuando te conocí, supe que eras la persona indicada. Aunque vivías sola y de forma muy independiente, cuando te oí hablar de tu mamá y de tu hermano y de tu familia, me transmitiste cuáles eran los verdaderos valores en tu vida. Por otra parte, ahora tengo claro que si Dani no hubiera enfermado jamás le hubiera pedido matrimonio, y eso lo entendí gracias al amor que te profeso.
Se hizo un silencio.
Brittany estaba encantada de escuchar eso, pero no quería interrumpir la magia del momento, así que le acarició las cejas y decidió sincerarse también ella:
—Si mi papá no hubiera muerto, estoy segura de que amaría a mi mamá como el primer día en que la conoció. ¿Sabés? Ellos se encontraron en una fiesta. Mi papá había llegado a Buenos Aires con uno de sus amigos, para ir al cumpleaños de una prima, mi mamá era amiga de la homenajeada y los presentaron. Mamá siempre me cuenta que, al principio, todo era muy platónico, se pasaban el día hablando por teléfono, ya que antes no se podía viajar tan fácilmente y la distancia entre Buenos Aires y San Rafael era considerable. Una tarde, mi papá la llamó y le dijo que estaba en la capital. Mi mamá no podía creerlo. Ese mismo día, se encontraron y nunca más se separaron. Sin embargo, mi papá no lograba conseguir un buen empleo en Buenos Aires y, entonces, decidieron casarse para irse a vivir juntos a Mendoza, para que él trabajara en la plantación de mi abuelo, donde, además, conseguirían casa y comida. Sólo habían estado tres meses de novios. Creo que lo de ellos fue un gran amor, ya que no me explico por qué mi mamá no volvió a casarse nunca más. Una vez le pregunté y me contestó:
«Britty, lo que viví con tu papá fue tan hermoso que, realmente, no tengo ganas de probar otra cosa».
—¿Nunca volvió a estar en pareja? Whitney es una mujer muy linda y debía de ser muy joven cuando enviudó.
—Bueno, la verdad es que no lo sé, San. Supongo que con alguien habrá salido, lo desconozco, porque ella siempre fue muy reservada. A casa jamás entró otro hombre después de que mi papá muriera y yo me acostumbré a verla sola, pero, ahora que lo pienso, me gustaría que no terminara sus días en soledad. Ella es aún una mujer muy bonita y, aunque no fuera un amor como el que vivió junto a mi papá, bien podría conseguirse otro compañero, alguien que le pusiera el hombro. Mi hermano tiene su familia y, por otra parte, sería egoísta que él se ocupara toda la vida de ella. En cierto modo, al morir papá, Mike se hizo cargo de todo. Yo, en cambio, aunque tampoco me considero mala hija, reconozco que pensé mucho más en mí.
—Tenés una buena relación con tu hermano, ¿no?
—Sí, Mike siempre ha sido uno de mis ídolos. ¡Uf!, mi hermano es un ser pensante desde que se levanta hasta que se acuesta, y creo que, mientras duerme, también cavila. Piensa en mi mamá, en su esposa, en sus hijos, en mí, pero, sobre todo, en la bodega: Mike ama ese viñedo. Cuando papá murió y parecía que todo se iba a pique, él se convirtió en nuestra ave fénix. Estoy convencida de que se exige tanto porque, en cierto modo, desde ese día ocupó el lugar de nuestro papá. Ahora estoy intentando ayudarlo en lo que sé hacer, llevar los libros, ya que no me parece justo que me envíe cheques sin que yo mueva siquiera un dedo. Sin embargo, aunque amo esa tierra, no puedo llegar a involucrarme del todo, porque para mí ese lugar significa la pérdida de mi papá: allá se quedaron todos los recuerdos que guardo de él y, muchas veces, me resulta doloroso volver.
—¿Lo extrañás?
—Mucho. Si bien la resignación me acompaña, porque la vida sigue, siempre hay un momento del día en que lo recuerdo, es inevitable. ¡Cuánto le hubiera gustado que le pidieras mi mano! Él era muy tradicional, todo educado, así como vos, que siempre vivís pendiente de mí. Mi papá también se comportaba así con mi mamá, siempre estaba besándola, o pasaba por su lado y la acariciaba, o levantaba la vista y se quedaba embobado adorándola. A veces, veo esa mirada en vos y me derrito, como ahora, no sé si seguir hablando o comerte esa boca a besos.
—Te amo, Britt-Britt. Si no me sintiera de este modo, no podría mirarte así. Vos hacés que todos mis momentos sean únicos, me quedé embelesada escuchándote, porque es una historia hermosa. Además, me encanta saber todo de vos, pero mi éxtasis viene porque recordé nuestra primera conversación en el Faena, y me di cuenta de que aquel día tuve esta misma sensación de hoy. Cuando me contaste sobre tu familia y sobre Mendoza, mientras desayunábamos, no quería que pararas. Entonces, me pregunté por qué te escuchaba tan fascinada si eras sólo una mujer con la que había tenido muy buen sexo. De pronto, te pusiste de pie y me dijiste «Me voy», y yo quería pedirte que te quedaras, pero no me atreví. Recuerdo que te besé y ansiaba pedirte el teléfono y me contuve, pero no pude resistir la tentación de mandar a Artie a acompañarte para saber dónde vivías. Supongo que si no te hubiera encontrado ese lunes en la empresa, quizá me hubiera apostado en la puerta de tu casa hasta verte salir. Pensé en vos durante todo ese fin de semana. Rememoraba, como un estúpido, cada caricia, cada beso, cada gemido tuyo, y sólo quería volver a tenerte entre mis brazos para hacerte temblar como lo había hecho. Me volviste loca, creo que te estaba esperando y apareciste en mi vida como por arte de magia.
—También podías haberle dicho a Noah que le pidiera mi teléfono a Hanna.
Santana frunció la nariz.
—No, estoy segura de que no hubiera hecho eso. No me gusta que nadie consiga las cosas por mí. Cuanto más me cuestan, más las deseo.
—Pero yo fui bastante fácil, Sanny.
—¿Fácil? ¡Britt, me moría de celos por Kitty! Estaba segura de que tenías algo con ella y también con tu profesor de tenis.
Brittany largó una risotada.
—¿Con Rory? ¡Yo quería que lo creyeras! Recuerdo aquella llamada en el Faena: estabas muy cabreada pero no querías demostrarlo. No te culpo por creer eso, después de todo, con vos me acosté a las pocas horas de conocerte.
—Yo sabía que no eras una mujer ligera, pero los celos me nublaban. Dios, tendremos una hermosa historia de amor para contarles a nuestros hijos y nietos.
—¿Nietos? Aún no tenemos hijos ¿y ya estás pensando en nietos?
Santana la besó.
Las risas de sus amigos las distrajeron, las sacaron de esa ensoñación y, entonces, cayeron en la cuenta de que no estaban solas.
—¿Siempre vienen todos a Miami?
—Sí, desde hace muchos años. Todos tienen propiedades acá y nos juntamos bastante seguido en la ciudad.
—¿Cuánto hacía que no venías?
—Vine justo antes de viajar a Brasil y Argentina. Desde entonces, no había vuelto, el tiempo que no estuvimos juntas, me dediqué a trabajar sin parar.
—Mi amor, Noah estará con Aria esta noche y, por lo que entendí, él y Michelle...
—No te preocupes, esos dos están acostumbrados a verse con otras parejas, pero creo que Noah está muy enganchado con Aria. Me parece que Michelle es historia antigua... Además, no nos entrometamos, es su rollo. ¿Te cayeron bien mis amigos?
—Sí, me hicieron sentir muy bien, salvo...
—¿Qué?
—Tu cuñada.
Santana respiró hondo y la miró por encima de sus gafas oscuras.
—¿Cómo sabés que Audrey es mi excuñada?—remarcó mientras fruncía el cejo.
—Ella se encargó de explicármelo. Fue bastante grosera y desagradable.
—Quiero saber qué te dijo exactamente.
—No tiene importancia, la puse en su lugar y tus amigas me apoyaron, terminó marchándose.
—Lo siento. ¿Te das cuenta ahora de por qué dudaba en acercarnos?
—Lo que sé, San, es que otra vez me encontré en desventaja. Podrías haberme advertido—le recriminó Brittany.
—No creí que se comportara así. Quiero saber exactamente lo que te dijo.
—Podrías haberlo considerado, ya que es la hermana de tu mujer, era obvio que no le sentaría bien verme con vos.
—¿Acaso adoptó el papel de hermana dolida? ¿Me estás queriendo decir eso?
—Quiso hacerme sentir mal, utilizando a su hermana.
—Esta conversación no vale la pena, te aseguro que es una hipócrita.
—¿Por qué decís eso?
—Dejemos esta charla sin sentido, Britt, estamos perdiendo el tiempo hablando de Audrey, no me interesa hablar de ella ni de nadie de su familia.
—¿Te referís a tus suegros?
—Mis exsuegros y mi excuñada, basta, por favor.
—¿Tenés una mala relación con ellos?—preguntó Brittany recordando lo que Rachel le había contado de forma confidencial.
—No tengo ni buena ni mala relación con ellos. Desde que Dani falleció, no me hicieron la vida muy fácil, por así decirlo, no quiero ponerme de mal humor, no deseo hablar de ellos.
—Nunca querés hablar de tu pasado.
—De acuerdo, ¿querés que hablemos de mi pasado?—Santana detuvo la marcha—¿Y qué hay del tuyo? ¿Qué me dirías si, en este momento, te pidiera detalles de cuando encontraste a Lauren en la cama con tu mejor amiga? ¿Quién estaba arriba y quién abajo? ¿Cómo fue?
Brittany le clavó la mirada y Santana se la sostuvo.
Brittany se había puesto muy pálida, no era necesario que la hiriera de esa manera, aunque era un tema superado, dicho de esa forma sonaba brutal. De todos modos, envalentonada, le contestó:
—Ella estaba arriba, Lauren la sostenía por las nalgas y escuchaban una canción que normalmente poníamos nosotras cuando follábamos. ¿Qué más querés saber? ¿Te gustaría que te contara si era buena? ¿O, tal vez, querés saber cuántos orgasmos me provocaba?—prosiguió con sorna, mientras se tocaba la sien—Dejame hacer memoria de cuánto fue lo máximo en una noche.
Se quedaron mirando en silencio.
Santana se la hubiera querido comer por ese último comentario y Brittany estaba colérica por lo grosera e hiriente que se había mostrado.
«Tomá, chupate ésa, te creés muy lista y terminaste más cabreada que yo», pensó Brittany con rabia.
Siguieron caminando en silencio.
—Si estás demasiado apurada caminá sola, porque yo no puedo ir a ese paso, me tira la herida y me causa dolor—Brittany le soltó la mano bruscamente, también muy enfadada.
Santana siguió la marcha a su lado, pero aminoró el paso. No volvieron a hablarse durante todo el trayecto hasta el Club House.
—¡Hey, aparecieron!—exclamó Kitty.
—Nos encontramos con unos amigos de San—explicó Brittany.
Santana se había tirado en una de las tumbonas y no había dicho ni mu.
—¿Con quién?—preguntó Noah intrigado.
—Toby, Spencer, Ezra, Caleb, Michelle y Brenda—contestó Santana.
—Y Audrey—agregó Brittany con sorna y se quedó mirándolo.
Santana también la enfrentó.
—Esta noche van a venir a cenar.
—¿Audrey también?—preguntó Noah con inocencia y algo extrañado.
—Dejá de decir idioteces, ¿por qué no pensás antes de preguntar?—espetó Santana y, a continuación, se levantó y se zambulló en el mar.
Mientras Santana se alejaba, Brittany ocupó su lugar en la tumbona y se tiró al sol.
Estaba que se la llevaba los demonios.
Nadie entendía nada, pero Noah intuía lo que había ocurrido, así que, casi en un susurro, les explicó lo que suponía. Sabiendo que se habían encontrado con Audrey, no era difícil imaginar por qué el mal humor.
Tras unos minutos, Brittany se había quedado algo adormecida. Se despertó sobresaltada al sentir que las gotas de agua se esparcían sobre ella, Santana estaba toda mojada, sentada en la tumbona a su lado refrescándola con el agua que se escurría por su cuerpo y su cabello. Entonces se acercó hasta que la distancia entre ellas fue ínfima y le habló al oído.
—Rubia, tenés una lengua muy afilada.
—Vos también.
—Estuve grosera, lo sé—Santana cerró los ojos al hablar y le dibujó una mueca con la boca que le demostraba cuánto lo sentía.
—Muy inoportuna.
—También. Luego, en casa, hablamos, hay algo que quiero contarte.
—¿Qué cosa?
—En casa te explico, ¿sí? Ahora sólo quiero que sepas que mi intención no era herirte, pero soy una tonta y siempre termino haciéndolo.
—Te pido disculpas, yo también fui muy poco delicada.
—Yo te provoqué.
Se besaron.
Después de pasar toda la tarde en la playa, regresaron al ático. Se bañaron y cambiaron, y Santana fue hacia la cocina donde estaba Emma preparando todo para la barbacoa. Había hecho varias ensaladas y unos taquitos mexicanos.
—Gracias, Emma, ya puede desentenderse del resto, nosotros nos encargaremos de lo que falta.
Después de cambiarse, Brittany bajó a la sala y, guiada por el bullicio de las voces, salió a la terraza. Ahí se encontró con todos, menos con Santana, y decidió preguntar por ella.
—Está en la cocina, recién lo dejé ahí—le informó Noah, que estaba preparando la parrilla junto a los demás.
Brittany volvió a entrar, cruzó la sala, se metió en la cocina y la vio, con una mano en el bolsillo del vaquero, junto al ventanal.
Su espalda estaba en tensión mientras discutía con alguien por teléfono. Brittany se quedó en la puerta, Santana no había advertido su presencia.
—Me importan una mierda tus motivos, que además no me creo. Han pasado dos años desde que Dani murió y, si decidí rehacer mi vida, no tengo que darte explicaciones, ni a ti ni a nadie. ¡Encima te atreves a pedirme esto porque yo he vuelto a formar una pareja! Ya decía yo que, tarde o temprano, Audrey te iba a ir con el chisme. Ésa es otra desvergonzada, mejor no me hagas hablar, aunque creo que no te asombraría mi opinión. Apuesto que sabes muy bien a lo que me refiero sobre tu hija.
—Veo que pretender tener un diálogo contigo es inútil, careces de sentimientos—contestó su interlocutora.
—¿Sentimientos? Parece un chiste, me hablas de sentimientos cuando, en verdad, no te importa un carajo lo que tu hija deseaba. ¿Qué se te pasa por la cabeza para hacerme semejante proposición?
—Mi hija quería tener hijos contigo, ella anhelaba esos niños que hoy tú me niegas. ¡No entiendo cómo no te conmueve mi dolor de madre!
—¿Que yo te niego? ¿He escuchado bien? Por Dios, ¿de qué me estás hablando? Dani ya no está y no puedo hacer nada frente a eso. Un hijo es una decisión de dos personas y ella ya no está aquí para decidir. Murió y yo no quiero tener hijos con una persona muerta, olvídate de que esos embriones y óvulos existen y no te hagas la víctima conmigo.
—Lo que pasa es que tú nunca quisiste a mi hija.
—No me vas a hacer sentir culpable, eso ya no funciona. ¿Acaso tú sí la querías? ¡No me hagas reír! Sé que, cuando nos peleábamos, la obligabas a venir a rogarme que volviéramos. Para ti valía mucho más mi cartera que la felicidad de Dani. El amor por tu hija se te despertó demasiado tarde. ¿Tan desesperada estás? ¿Qué pasa? ¿Han dejado de invitarte a las fiestas? ¿La gente no te quiere en los círculos que frecuentabas cuando mi familia y la tuya estaban vinculadas? Hum, qué extraño, ¿verdad? Aunque tú consideres lo contrario, no creo que sea por tu estatus. ¿Por qué será, Rose?
—No te voy a permitir que me hables así. Eres una insolente que cree que todo lo mido con dinero. ¡Tú eres así, el que piensas que todo se soluciona con tu abultada cartera!
—No, por supuesto que no todo se arregla con dinero. De ser así, tu hija no estaría muerta, porque habría dado toda mi fortuna para mantenerla viva.
—Perfecto, no quieres que esos embriones junto con esos óvulos nazcan. Bueno quiero que tengas claro que te voy a hacer la vida imposible, te voy a poner una demanda y conseguiré los óvulos. Hundiré la clínica de tu adorada hermana.
—Hazlo, interponme las demandas que quieras, pero no podrás conseguir nada. Infórmate, tu hija firmó un contrato que te va a hacer caerte de espaldas. Te vas a dar de cara contra la pared. Ve a un psiquiatra, Rose, porque verdaderamente creo que no estás bien.
Santana cortó, la dejó con la palabra en la boca y luego se guardó el teléfono en el bolsillo.
Estaba tan contrariada que Brittany dudó en entrar. S
antana se había quedado apoyada con las dos manos en el vidrio, con la cabeza colgando. Permaneció así unos instantes y, cuando se dio la vuelta, la vio de pie en la entrada.
—Lo siento, no pude evitar escucharte.
Santana se cogió la frente y suspiró de manera audible, sus ojos buscaron los de Brittany con impaciencia.
—¿Estarás preguntándote dónde te metiste?—le preguntó con angustia.
Su mirada estaba apagada, taciturna.
—Te arrastro hacia todos mis problemas, Britt. Lo siento. Siento mucho tener una vida de mierda que ofrecerte.
Brittany recorrió la distancia que las separaba con premura y se echó en sus brazos, la abrazó con fuerza, con ímpetu, necesitaba demostrarle cuánto la amaba y cuánto podía contar con ella para lo que fuera.
Levantó sus manos y le cogió la cara, le acarició la frente para despejarla del pelo.
—Amo todo lo que viene con vos, lo bueno y lo malo, estoy a tu lado de forma incondicional. ¿San, te acordás de lo que me dijiste anoche? ¿Querés que también te recite mis votos de matrimonio ahora? Porque a mí tampoco me interesa dónde lo hago, me da lo mismo hacerlo acá o frente a un sacerdote, lo único que necesito es que lo sepas vos, mi amor—la miró con mirada sincera—Prometo cuidarte en la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos momentos, prometo amarte y respetarte siempre, acompañarte en tus logros y en tus desventuras, en tus alegrías y en tus angustias mucho más, prometo ser tu apoyo y tu sostén, siempre que lo necesites.
Santana la acalló con un beso, se encontraron con desesperación, como si ése fuera el último que fueran a darse. Santana no quería soltarla, le acariciaba la lengua con la suya con urgencia, mientras la ceñía entre sus brazos.
Necesitaba que Brittany sintiera en ese beso todo el amor que le profesaba...
Muy pronto el deseo empezó a consumirlas: parecían descontroladas, una pasión desmedida los ahogaba.
Se apartó despacio para hablarle, sin dejar de besarla.
—Te amo... Te amo... Sos increíblemente especial para mí, sos la cura a todos mis males, mi paz, mi razón. Sos mi amor, Brittany.
—Y vos el mío, Sanny. Sos todo y más para mí, sos mi vida.
—Te necesito tanto, Britt, abrazame por favor, abrazame fuerte.
Permanecieron así, en silencio, hasta que Santana decidió hablar.
—¡Dios, Britt-Britt, cómo necesito hacerte el amor! ¡Cómo te deseo! Me urge demostrarte con mi cuerpo cuánto te amo, siento que si te lo digo no es suficiente—le confesó mientras le besaba la cabeza y le acariciaba la espalda en toda su extensión.
—Yo también te deseo, Hoyuelitos, necesito tenerte dentro y junto a mí, sólo vos me hacés sentir viva.
Santana se separó y apoyó su frente en la de Brittany, mientras emitía un profundo suspiro.
—¿Es esto lo que me querías contar? ¿Es a lo que te referías en la playa?
—Sí, temo que tendré que afrontar un juicio muy pronto, pero no quiero tener hijos que no sean tuyos.
—Se solucionará, tranquila, no te angusties. Estoy segura de que algo se podrá hacer. Hay que asesorarse y estar preparados—sonó el timbre—Creo que ahí llegan tus amigos. Vayamos ahora a disfrutar de su compañía y de la barbacoa, y desliguémonos por un rato de los problemas, mi amor. Más tarde, si aún tenés ganas, lo hablamos. Prometo no forzarte a que me cuentes.
—Soy tan cerrada a veces... Me cuesta tanto compartir lo que me pasa..., pero no lo hago por dejarte a un lado. Siempre resolví las cosas por mi cuenta, Britt, siempre fui muy independiente y nunca compartí con nadie la intimidad que hoy tengo con vos.
—Yo tampoco tuve esta relación tan íntima con nadie, San. Quizá te cueste creerlo, ya que estuve a punto de casarme, pero lo nuestro es diferente. El vínculo que nosotras tenemos es auténtico, porque sale de acá—le tocó el pecho—Aun así, entiendo que tenemos formas distintas y, por eso, intento entenderte, pero también me gustaría que me comprendieras a mí.
—Lo intento, Britt. Sin embargo, a veces, mi naturaleza hace que, por el simple instinto de protegerte, te deje a un lado. Te lo dije muchas veces, sólo ansío hacerte feliz.
—Pero la felicidad no es completa si no hay total confianza.
—No quiero que desconfíes de mí.
—No se trata de desconfianza. Hablo de que debemos tener la certeza de que nos podemos decir todo y la seguridad de expresar nuestros sentimientos sin necesidad de privarnos de ninguna de nuestras emociones. Podés confiar en mí, quiero ser tu compañera de vida. Los problemas compartidos siempre son más llevaderos, porque podemos apoyarnos la una en la otra. Y las discusiones, en fin, los sinsabores también son parte importante de una pareja, porque cultivan la relación y nos vuelven más tolerantes. No quiero decir que nos conformemos, me refiero a que aprendamos a darnos espacio, físico y emocional.
—¡Cuánto tengo que aprender de vos, mi amor! ¡Sos tan sabia en tantas cosas...!
—No, San, no soy sabia, soy una gran improvisadora, pero me gusta meditar un poco las cosas. Vos, en cambio, sos más apasionada, más visceral, quizá ésa sea la razón por la cual nos atraemos tanto, porque nos complementamos.
—¡Y decís que no sos sabia! En mi vida, sólo he admirado a dos personas: a mi papá y a mi mamá y, ahora, a vos.
—¡Uf! ¡Eso es mucho, no exageres! No quiero decepcionarte, es mucha la presión que me imponés. ¡Hoyuelitos, decís cada cosa cuando decidís expresarte...!
—Sé que jamás vas a fallarme, Britt, conozco tu alma como tu cuerpo.
—¡Dios, cómo no amarte, si me dejás tambaleante con tus halagos! Me tenés comiendo de tu mano, Hoyuelitos, sos tan seductora. Me atarantás, me nublás la razón, con sólo mirarme, me derretís.
Santana se reía y enarcaba una ceja por la vehemencia con que Brittany describía sus emociones.
—Además, cuando me ofrecés esa sonrisita de perdonavidas, se me cae el tanga, ¡me hacés decir cada estupidez! ¡No te rías!—Brittany se abanicó con la mano—Sanny, vayamos con tus amigos, salgamos a la terraza porque necesito aire, quiero salir de esta situación. ¡Sos una irrespetuosa! ¡No podés decirme eso sabiendo que estoy convaleciente!—Brittany la cogió por la mano y la arrastró afuera.
—Esperá.
—¿Qué?
—Dame un beso. Estás loca, pero me encanta tu locura.
—Vos me volviste loca ¡y encima me pedís un beso, con el calor que siento!
—Yo también me muero por vos, me tenés totalmente enamorada, sos la dueña de mi voluntad.
Le sostuvo el rostro y la besó despacio, con muchísima ternura. Poco a poco, pudieron distenderse.
Los amigos, la buena comida y la música fueron el condimento especial para una noche tranquila.
Estaban sentados en las tumbonas junto a la piscina, algunos dentro del agua disfrutando del maravilloso clima de Miami y otros conversando en la pérgola, al lado de la parrilla.
Brittany y Santana tenían sus manos entrelazadas, mientras escuchaban a Spencer y Toby, que les contaban que, si era necesario, iban a empezar un tratamiento para encargar un bebé.
—¿No te contó tu hermana que fuimos a su clínica?
—No me dijo nada.
Santana intentó hacer memoria, pero no lo recordaba. Es posible que Rachel le hubiera comentado algo, pero, con todo lo que le había pasado a Brittany, ella estaba segura de no haberlo registrado.
—Estuvimos ahí la semana pasada, estamos cansados de intentarlo sin éxito. De todos modos, hace poco que nos decidimos, pero preferimos que nos hagan todos los estudios y saber de antemano que no hay nada extraño que me impida quedarme embarazada.
—Es que está imposible, San, ¿sabes lo que es aguantarla cada mes cuando le llega el período?
Spencer besó a Toby en la mano, mientras preguntaba:
—¿Ustedes piensan encargar uno pronto?
—No lo sé, aún no nos lo hemos planteado—dijo Brittany mirando a Santana.
—Bueno no sé si esperaremos mucho. Yo sé que quiero muchos niños, eso ya se lo dije, pero el cuándo dependerá de lo que nos diga el médico sobre su recuperación.
—¿De qué te han operado, Britt?—Spencer se mostró intrigada.
Santana y Brittany cruzaron una mirada furtiva.
—¿Te acuerdas de Elaine, la hija de mi tío Bob?
—Sí, la colorina odiosa que siempre estaba en tu casa.
—Sí, ésa—corroboró Brittany—, Se le cruzaron los cables y me pegó un tiro.
—¿Qué? Es broma, ¿verdad?
—No, Spencer, no lo es—Santana fue muy rotunda y abrazó a Brittany y la besó en la sien mientras lo decía.
—Sé que no hay una razón válida para terminar con la vida de nadie, pero ¿por qué lo hizo?
—¡Ah, Toby, es que tu amiga despierta pasiones incontrolables!—intentó bromear Brittany para quitarle presión al momento.
—¡Maldición! ¿Y estás bien, Britt?
—Viva de milagro—afirmó Santana.
—No puedo creerlo, me acabo de quedar sin palabras—Spencer estaba verdaderamente azorada y con los ojos muy abiertos—¿Dónde te disparó? ¿En qué lugar recibiste el tiro?
—En el hígado.
—Pero ¿estás bien?—seguían preguntándole sin salir de su asombro—Tienes buen aspecto, pero ¿no te ha dejado ninguna secuela?
—Aparentemente, no. Por ahora, estoy en plena recuperación, pero el doctor dice que voy bien. Debo cuidarme bastante todavía, comer cada tres o cuatro horas raciones pequeñas para ayudar a que el hígado no produzca tanta bilis y, bueno, no puedo hacer demasiado esfuerzo físico.
—Nunca hubiera imaginado algo así. Cuando dijiste, en la playa, que te habían operado, supuse que había sido una operación común—Spencer se había estirado y había cogido la mano de Brittany.
—En ese momento, no quise entrar en detalles, los acababa de conocer.
—¿Y ella? Está presa, ¿no, San?
—Sí, Spencer, por supuesto, está donde debe estar, pero mejor cambiemos de tema.
—Lo siento, Britt, no fue mi intención que revivas recuerdos tan desagradables.
—No te preocupes, Spencer.
—Dijisteis que se casarían en agosto, ¿no?
—Sí, el 24—respondieron las dos al unísono.
—¡San, no puedo creer que vayas a contraer matrimonio!—bromeó Toby—No es por ti, Britt, no vayas a creer que no creo que pueda casarse contigo, sólo que ver a San, así, tan hogareña, se me hace extraño.
Todos rieron.
—¡Menos mal que eres mi amigo, me estás haciendo quedar genial! Después de todo, ya he estado casada antes.
—No te aflijas, Toby, creo entender a lo que te refieres. Sé que mi morena no pasa desapercibida allá donde entra—le acarició la mejilla y Santana le sonrió por el halago.
—Ese matrimonio, San, aunque no te haga gracia que lo diga, no cuenta. Eso fue un acto de compasión, siempre te lo hemos dicho.
Santana se empezó a sentir incómoda con los derroteros que estaba tomando la conversación.
Brittany le cogió la cara y la besó en los labios.
—Vendrán a nuestra boda, ¿verdad?—Brittany intentó cambiar de tema.
—¡Por supuesto! No me la perdería por nada del mundo. ¿Será en Nueva York?
—Sí, estamos preparando todo allá.
—¿Ustedes vivís aquí?
—No, mi amor, ellos también viven en Nueva York, y muy cerca de casa.
—¡Ah, entonces, ahora que ya nos conocemos, espero que nos veamos a menudo! Realmente es una casualidad que estén mis amigas aquí. Salvo a Rach, no veo a nadie más en la ciudad.
—Ya te llamaré y saldremos de compras para vaciar las cuentas de nuestras parejas.
—¡Más quisiera...!—exclamó Santana, mientras Brittany se acurrucaba entre sus brazos.
—¡Ah, no, nena! Yo te voy a enseñar, a las parejas no hay que acostumbrarlas a gastar poco, porque, si no, cuando gastas de más ponen el grito en el cielo.
Toby puso los ojos en blanco ante el comentario de Spencer.
—Si Britt se empieza a juntar con mi mujercita, creo que muy pronto tendrás tus cuentas en números rojos, no te lo aconsejo.
—La verdad es que no lo creo—Santana se dio la vuelta para mirarla y luego se dirigió a sus amigos para explicarles—Britt es administradora de la empresa y ésa es su especialidad, que no haya números rojos. Es más, no me van a creer, pero aún no ha aceptado una extensión de mi tarjeta.
—¡Miserable! ¡Te has buscado una mujer que cuide de tu fortuna! Britt, yo que tú desconfiaría cuando ésta dice que te ama, creo que sólo te está usando.
Todos se rieron.
Brittany se apretaba el vientre y, aun así, no podía parar.
—¡Si supieran cómo me cuida!—la defendió Brittany frente a las bromas de su amiga.
—¡Por supuesto! Son puras mentiras, mi vida, no la escuches. También es mentira lo que te he dicho hoy sobre que la conocía muy bien.
No podían dejar de reírse.
—Realmente, Britt, no sé cómo lo has hecho, pero la tienes embobada. No se ha separado en toda la noche de tu lado. Amiga, es obvio que te ha picado el bichito del amor. ¿Me entiendes ahora? Cuando llega, no se puede evitar y te conviertes en un perrito faldero.
Santana y Toby chocaron sus copas de champán y Spencer le ofreció un guiño cómplice a Brittany.
—Necesito tomar mis medicamentos, vuelvo en seguida.
Cuando se quedaron los tres solos conversando, Spencer y Toby aprovecharon para interrogar a Santana y enterarse a fondo del episodio de Elaine, hechos que Santana les resumió, centrándose en las cosas más puntuales, antes de que Brittany regresara. También les refirió brevemente el estado de la causa y lo angustiada que estaba Brittany con eso.
—No es para menos, yo creo que si me pasara algo así, no podría salir de casa. Sólo espero que se pudra en la cárcel, no quisiera estar en la piel de Britt. No te preocupes, San—le dijo su amiga mientras le daba una palmadita en la mano—, Intentaré distraerla cuando sus amigas se vayan. Además me ha caído más que bien, me gusta la pareja que hacen.
—Gracias, Spencer, la semana que viene viajaré a París y Britt se quedará en Nueva York, porque aún no tiene autorización médica para hacer un viaje tan largo. Creo que su mamá volverá a Argentina y ella se quedará en el Belaire con mis padres, pero, si pudieras, creo que estaría muy bien que la visitaras, para distraerla.
—Cuenta con ello.
—Aprecio tu amistad... La verdad que supuse que no te caería bien, como eras tan amiga de Dani...
—¿Qué estupidez es ésa? Yo era tan amiga de Dani como tuya, y muchas veces les aconsejé que dejaran esa relación absurda que se empeñaban en continuar. Cualquiera podía darse cuenta de que ninguna de las dos se quería realmente. Ella estaba obsesionada contigo y, cuando parecía convencida de terminar con todo, su mamá la presionaba para que lo arreglaran.
—Ni me hables de Rose, por favor.
—¿Qué pasa?
—Audrey se encargó de comerle la cabeza. Hoy me ha llamado y está dispuesta a hacerme la vida imposible.
—¡Esa sucia de Audrey!
—Chis, que vuelve Britt, ya hablaremos en otro momento.
—Voy a la piscina, ¿vamos, mi amor?
Spencer se levantó, cogió a Toby de la mano y se alejaron. Brittany volvió a ocupar su lugar junto a Santana.
—¿No querés ir a la piscina? Hace calor, date un chapuzón con tus amigos, yo disfruto mirándote desde acá.
—No, mi amor, prefiero quedarme con vos.
—Todos lo están pasando muy bien. Tus amigos y los míos se han integrado en seguida.
Santana sonrió.
—¿No estás cansada? Hoy no has parado.
—No, me siento de maravilla. Creo que el doctor tenía razón: poco a poco, voy a ir recobrando mi energía. Además me pasé todo el día sentada, sólo me moví en la caminata, que fue cortita, y ya está.
—Vení, recostémonos acá.
Se echaron hacia atrás.
Brittany se puso de espaldas y Santana, a su lado, de costado, con un codo apoyado en los almohadones de la tumbona.
—Pensaba que tus amigos eran de Miami.
—No, todos viven en Nueva York, pero, con todas las cosas que nos han estado pasando últimamente, no tuve oportunidad de presentarte a nadie.
—Sí, es verdad, pasaron muchas cosas en muy corto tiempo. Hemos ido de fiesta en fiesta y, después, esas pequeñas vacaciones en el hospital.
—Eso fue lo menos divertido de todo.
—Ya lo creo.
Santana le besó la punta de la nariz.
—De todas formas, aunque hubiera preferido que no ocurriera, siento que ha servido para unirnos más.
—Yo también lo creo así.
—Haber pasado por un momento tan crítico, afrontar la posibilidad de perderte definitivamente, me hizo reafirmar aún más que lo que deseo es tomarte en matrimonio y vivir a tu lado el resto de mi vida.
—A mí me pasó lo mismo. Antes de que esto ocurriera, ¿tuviste dudas de si estábamos haciendo lo correcto al casarnos tan pronto?
—A decir verdad, cuando compré el anillo, era lo que más anhelaba, pero cuando empezamos a discutir tanto, tuve mis dudas y me planteé varias veces si no era todo un tanto apresurado.
—Yo también lo pensé y me lo pregunté una y otra vez, muchas veces. También tenía miedo de que nos estuviéramos equivocando, pero luego pasó todo esto y supe que era a tu lado donde quería estar. ¿Sabés, San? Yo estoy criada a la antigua. En mi familia, el matrimonio es para toda la vida, por eso ésta no era una decisión que tomar a la ligera, aunque una vez estuviera a punto de equivocarme.
—Yo siempre he admirado el matrimonio de mis padres: ellos son una pareja muy sólida, se complementan, se acompañan, nos transmiten su vínculo y nos unen. Por eso, cuando te conocí, supe que eras la persona indicada. Aunque vivías sola y de forma muy independiente, cuando te oí hablar de tu mamá y de tu hermano y de tu familia, me transmitiste cuáles eran los verdaderos valores en tu vida. Por otra parte, ahora tengo claro que si Dani no hubiera enfermado jamás le hubiera pedido matrimonio, y eso lo entendí gracias al amor que te profeso.
Se hizo un silencio.
Brittany estaba encantada de escuchar eso, pero no quería interrumpir la magia del momento, así que le acarició las cejas y decidió sincerarse también ella:
—Si mi papá no hubiera muerto, estoy segura de que amaría a mi mamá como el primer día en que la conoció. ¿Sabés? Ellos se encontraron en una fiesta. Mi papá había llegado a Buenos Aires con uno de sus amigos, para ir al cumpleaños de una prima, mi mamá era amiga de la homenajeada y los presentaron. Mamá siempre me cuenta que, al principio, todo era muy platónico, se pasaban el día hablando por teléfono, ya que antes no se podía viajar tan fácilmente y la distancia entre Buenos Aires y San Rafael era considerable. Una tarde, mi papá la llamó y le dijo que estaba en la capital. Mi mamá no podía creerlo. Ese mismo día, se encontraron y nunca más se separaron. Sin embargo, mi papá no lograba conseguir un buen empleo en Buenos Aires y, entonces, decidieron casarse para irse a vivir juntos a Mendoza, para que él trabajara en la plantación de mi abuelo, donde, además, conseguirían casa y comida. Sólo habían estado tres meses de novios. Creo que lo de ellos fue un gran amor, ya que no me explico por qué mi mamá no volvió a casarse nunca más. Una vez le pregunté y me contestó:
«Britty, lo que viví con tu papá fue tan hermoso que, realmente, no tengo ganas de probar otra cosa».
—¿Nunca volvió a estar en pareja? Whitney es una mujer muy linda y debía de ser muy joven cuando enviudó.
—Bueno, la verdad es que no lo sé, San. Supongo que con alguien habrá salido, lo desconozco, porque ella siempre fue muy reservada. A casa jamás entró otro hombre después de que mi papá muriera y yo me acostumbré a verla sola, pero, ahora que lo pienso, me gustaría que no terminara sus días en soledad. Ella es aún una mujer muy bonita y, aunque no fuera un amor como el que vivió junto a mi papá, bien podría conseguirse otro compañero, alguien que le pusiera el hombro. Mi hermano tiene su familia y, por otra parte, sería egoísta que él se ocupara toda la vida de ella. En cierto modo, al morir papá, Mike se hizo cargo de todo. Yo, en cambio, aunque tampoco me considero mala hija, reconozco que pensé mucho más en mí.
—Tenés una buena relación con tu hermano, ¿no?
—Sí, Mike siempre ha sido uno de mis ídolos. ¡Uf!, mi hermano es un ser pensante desde que se levanta hasta que se acuesta, y creo que, mientras duerme, también cavila. Piensa en mi mamá, en su esposa, en sus hijos, en mí, pero, sobre todo, en la bodega: Mike ama ese viñedo. Cuando papá murió y parecía que todo se iba a pique, él se convirtió en nuestra ave fénix. Estoy convencida de que se exige tanto porque, en cierto modo, desde ese día ocupó el lugar de nuestro papá. Ahora estoy intentando ayudarlo en lo que sé hacer, llevar los libros, ya que no me parece justo que me envíe cheques sin que yo mueva siquiera un dedo. Sin embargo, aunque amo esa tierra, no puedo llegar a involucrarme del todo, porque para mí ese lugar significa la pérdida de mi papá: allá se quedaron todos los recuerdos que guardo de él y, muchas veces, me resulta doloroso volver.
—¿Lo extrañás?
—Mucho. Si bien la resignación me acompaña, porque la vida sigue, siempre hay un momento del día en que lo recuerdo, es inevitable. ¡Cuánto le hubiera gustado que le pidieras mi mano! Él era muy tradicional, todo educado, así como vos, que siempre vivís pendiente de mí. Mi papá también se comportaba así con mi mamá, siempre estaba besándola, o pasaba por su lado y la acariciaba, o levantaba la vista y se quedaba embobado adorándola. A veces, veo esa mirada en vos y me derrito, como ahora, no sé si seguir hablando o comerte esa boca a besos.
—Te amo, Britt-Britt. Si no me sintiera de este modo, no podría mirarte así. Vos hacés que todos mis momentos sean únicos, me quedé embelesada escuchándote, porque es una historia hermosa. Además, me encanta saber todo de vos, pero mi éxtasis viene porque recordé nuestra primera conversación en el Faena, y me di cuenta de que aquel día tuve esta misma sensación de hoy. Cuando me contaste sobre tu familia y sobre Mendoza, mientras desayunábamos, no quería que pararas. Entonces, me pregunté por qué te escuchaba tan fascinada si eras sólo una mujer con la que había tenido muy buen sexo. De pronto, te pusiste de pie y me dijiste «Me voy», y yo quería pedirte que te quedaras, pero no me atreví. Recuerdo que te besé y ansiaba pedirte el teléfono y me contuve, pero no pude resistir la tentación de mandar a Artie a acompañarte para saber dónde vivías. Supongo que si no te hubiera encontrado ese lunes en la empresa, quizá me hubiera apostado en la puerta de tu casa hasta verte salir. Pensé en vos durante todo ese fin de semana. Rememoraba, como un estúpido, cada caricia, cada beso, cada gemido tuyo, y sólo quería volver a tenerte entre mis brazos para hacerte temblar como lo había hecho. Me volviste loca, creo que te estaba esperando y apareciste en mi vida como por arte de magia.
—También podías haberle dicho a Noah que le pidiera mi teléfono a Hanna.
Santana frunció la nariz.
—No, estoy segura de que no hubiera hecho eso. No me gusta que nadie consiga las cosas por mí. Cuanto más me cuestan, más las deseo.
—Pero yo fui bastante fácil, Sanny.
—¿Fácil? ¡Britt, me moría de celos por Kitty! Estaba segura de que tenías algo con ella y también con tu profesor de tenis.
Brittany largó una risotada.
—¿Con Rory? ¡Yo quería que lo creyeras! Recuerdo aquella llamada en el Faena: estabas muy cabreada pero no querías demostrarlo. No te culpo por creer eso, después de todo, con vos me acosté a las pocas horas de conocerte.
—Yo sabía que no eras una mujer ligera, pero los celos me nublaban. Dios, tendremos una hermosa historia de amor para contarles a nuestros hijos y nietos.
—¿Nietos? Aún no tenemos hijos ¿y ya estás pensando en nietos?
Santana la besó.
Las risas de sus amigos las distrajeron, las sacaron de esa ensoñación y, entonces, cayeron en la cuenta de que no estaban solas.
—¿Siempre vienen todos a Miami?
—Sí, desde hace muchos años. Todos tienen propiedades acá y nos juntamos bastante seguido en la ciudad.
—¿Cuánto hacía que no venías?
—Vine justo antes de viajar a Brasil y Argentina. Desde entonces, no había vuelto, el tiempo que no estuvimos juntas, me dediqué a trabajar sin parar.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
lo del viaje de santana no me gusta mucho pero se que se portara bien, en cuanto a los ovulos, que le pasa a esa vieja interesada, solo quiere un vinculo con santana para disfrutar del status de los lopez!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:lo del viaje de santana no me gusta mucho pero se que se portara bien, en cuanto a los ovulos, que le pasa a esa vieja interesada, solo quiere un vinculo con santana para disfrutar del status de los lopez!!!!
Hola, =o mmm hace dudar, pero como dices se portara bn. Si, pienso igual! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Cap 8
Capitulo 8
La semana había pasado volando, el último día en Miami había llegado y habían decidido pasarlo en el Fontainebleau.
Llegaron al maravilloso complejo hotelero ubicado frente a la bahía Biscayne, en primera línea de mar y que ofrecía vistas espectaculares y un agradable ambiente caribeño. Entregaron los vehículos al aparcacoches y se dirigieron al lujoso vestíbulo de brillantes baldosas.
Todos se quedaron pasmados por el esplendor del espacio, que conjugaba a la perfección el lujo, la modernidad y una exquisita arquitectura. Del techo, colgaban tres majestuosas y frondosas lámparas de cristales Swarovski. La recepción se encontraba a la izquierda y, a la derecha, estaba el bar Bleau, con el suelo transparente iluminado por fibra óptica, al pisar el cual daba la sensación de estar caminando sobre el agua.
—¡Vaya, mi amor, a qué hermoso lugar nos has traído!
Brittany, aferrada a la mano de Santana, se soltó para cogerla por la nuca y darle un beso, que Santana recibió gustosa.
Realmente, durante aquella semana, con la grata compañía de todos sus amigos, ambas habían logrado distraerse y olvidar sus problemas por unos días.
—Lo pasaremos genial—afirmó Noah—, Esto es lo más in de Miami Beach.
—Chicas, acá también pueden hacer algunas compras, así que estoy segura de que más tarde las perderemos de vista—bromeó Santana guiñándole un ojo a Brittany mientras se dirigía a la recepción para comprobar sus reservas y recoger las entradas del nightclub del complejo.
Los demás esperaron en el vestíbulo y, cuando Santana regresó, el personal del hotel los acompañó hasta una cabaña privada junto a la piscina, que contaba con servicio de mayordomo.
—Esto es vida, San—exclamó Hanna mientras miraba a su alrededor.
—Tenés toda la razón—corroboró Santana.
A la hora de comer, les dieron ganas de disfrutar del mejor sushi en Blade, ya que Noah no paraba de elogiar el lugar, pero, luego, consideraron que Brittany no podía comer ese tipo de comida y decidieron ir a La Côte, donde se podía disfrutar de una excelente cocina francesa mediterránea.
El restaurante de dos pisos quedaba entre la piscina y la playa, con extraordinarias vistas al océano y rodeado de palmeras: el entorno era muy romántico.
Se situaron en la terraza para sentir que estaban almorzando en la Riviera francesa. Mesas de pino tea y asientos con cómodos almohadones blancos conformaban un escenario muy placentero donde un disc-jockey amenizaba el ambiente con música hip hop.
—Como entrada, les recomiendo unas tapas de mezze griego y taboulé, con sangría.
—Nunca he comido eso, San—dijo Aria—, ¿Qué es?
Los demás, salvo Noah, tampoco sabían de qué se trataba.
—Se trata de una selección de aperitivos, tacos de queso, berenjenas, tomates, mariscos, pulpo, calamares, langostinos, entre otras cosas, que se acompañan con salsa tzatziki y pan de pita, la salsa está hecha con yogur griego y pepino—les explicó Santana.
—Y el taboulé es una ensalada vegetariana, a base de sémola de trigo, con un sabor muy especial, les gustará—terminó manifestando Noah.
Todos coincidieron en que querían probarla.
—Mi amor, podrías pedirte un jugo de arándanos, es una gran bebida fresca sin alcohol—le propuso Santana a Brittany—Y, como es frutal, no puede hacerte daño.
—Te haré caso, estoy bastante harta de acompañar las comidas con agua.
Santana tomó su mano, la levantó y le besó los nudillos.
Mientras esperaban el pedido, el ambiente en la mesa era muy festivo, como lo había sido durante toda la semana. Hablaban de diferentes temas, Santana, Kitty, Hanna y Noah por un lado y Brittany, Marley, Emily y Aria por el otro.
—¿Britt, pudiste concretar la entrevista en Nueva York?—se interesó Marley.
—Eso mismo quería comentarles. Anoche hablé con Rach y me confirmó que mañana a las cuatro de la tarde nos esperan para ver los vestidos de damas de honor. Mi cuñada es genial, ya van a ver que les caerá muy bien.
—¡Qué bueno que podamos dejar eso arreglado antes de regresar a Buenos Aires!
—¡Sí!—exclamó Aria, dirigiéndose a Marley muy entusiasmada.
—Para mí también será una enorme tranquilidad, chicas, al menos ya no tendré que pensar en ello, es fantástico tenerlas a todas acá para poder concretarlo.
—¡Seguro, Britt! ¿Y qué color querés, el que nos dijiste o vas a esperar para ver mañana lo que hay?
—Hum, Emily, creo que tengo ese color acá metido—contestó Brittany señalándose la cabeza—Y nada podrá hacerme cambiar de parecer.
—A mí me gusta, además me sienta muy bien.
Las demás concluyeron lo mismo que Emily.
La comida, distendida y cómoda, pasó volando, volvieron a la cabaña privada y estuvieron el resto de la jornada tostándose al sol, junto a la piscina.
Por la tarde, Brittany, Marley, Emily y Aria decidieron ir de compras a las tiendas del hotel.
—¿Qué les parece si nos dejan el Bugatti y el Veneno? Ustedes pueden volver en el Serie 6.
Le propuso Brittany exultante a Santana que, por supuesto, la miró con cierta duda, ya que esos automóviles eran sus adquisiciones más preciadas.
—¿Qué pasa? ¿Pensás que no podemos conducirlos?
Santana pensó durante unos instantes más, sin contestarle, se cogió el mentón y continuó calculando los pros y contras.
—De acuerdo—aceptó al final.
Brittany se colgó de su cuello y la besó.
—, Pero, un momento, con una condición.
—Condición, ¿qué condición?
Santana la apartó a un lado, sacó su cartera y extrajo una Morgan Palladium a nombre de Brittany.
—Quiero que pagues tus compras con esto y que no te fijes en los precios, sólo que elijas lo que te guste—le ordenó mirándola con seriedad.
—No es justo, esto es un chantaje.
—¿Por qué no es justo? No te niego nada, mi amor, te complazco en todo, ¿no te parece justo, entonces, que me devuelvas el gesto?
—¡Tramposa!
—Britt-Britt, me encanta cuando ponés esos morritos calculadores.
Santana le dio un beso y Brittany cogió la tarjeta que la morena seguía enseñándole.
—Sin mirar los precios—le recordó Santana nuevamente y le ofreció un guiño.
Al final, los demás se marcharon y el otro grupo se prepararon para recorrer todas las tiendas del hotel.
Al entrar en Ida and Harry, Brittany se quedó fascinada y terminó llevándose varios modelos de las estanterías de Hervé Léger. No pudo resistirse al glamour de esos vestidos que esculpían y se adaptaban a sus formas como un guante, realzando increíblemente su figura. También compró algunos zapatos y bolsos, su perdición. Optó por varios modelos de Sigerson Morrison y Valentino.
Sus amigas también hicieron sus compras, se llevaron diseños de Cavalli, de Alice and Olivia y de Catherine Malandrino.
Llegaron al ático cargadas con muchísimos paquetes. Brittany era la que más había comprado, aunque Aria también había dejado su tarjeta temblando, con todas sus adquisiciones.
—¡Vaya! ¿Dejaron algo en las tiendas?—preguntó Kitty cuando las recién llegadas alinearon los paquetes en el salón.
Santana y Hanna venían desde la cocina con refrescos para todos.
—¡Llegaron! Parece que las compras fueron jugosas—Hanna saludó a su chica.
—Hanna, por poco desplumamos el local—le contestó Emily, mientras se daban un beso.
—Ya lo veo—corroboró Santana—¿Y Britt? ¿Dónde está?
Ladeó su cabeza y miró a Marley, que le estaba mostrando lo que se había comprado a Kitty.
—Entró apuradísima al baño, se estaba haciendo pis—le contestó Aria.
—¿Quién pregunta por mí?—dijo Brittany mientras entraba exultante en la sala.
—Acá, quien más te ama—le respondió Santana.
Brittany se acercó a Santana, le dio un sonoro beso y le habló sobre sus labios.
—Te arrepentirás de haberme dado esa tarjeta, me traje toda la tienda—se carcajeó mientras le mordía el labio—Debo reconocer que fue divertido no preocuparse por rebasar el límite—le guiñó un ojo.
—Me parece perfecto, es lo que esperaba que hicieras.
Era su última noche en Miami y Santana había planeado una gran despedida: quería que todos se fueran con un muy buen recuerdo del viaje.
Había hecho una reserva para cenar en Scarpetta, un lujoso y sofisticado restaurante italiano dentro del Fontainebleau. El lugar tenía un diseño interior inspirado en la náutica, con mosaicos de mármol, aunque el cuero, el acero y los cordeles eran los materiales que predominaban. Las ventanas, que iban del techo al suelo, ofrecían una maravillosa vista panorámica del mar. Desde ahí podía accederse a una hermosa terraza que los rodeaba.
En cuanto llegaron, pasaron a un salón de cócteles, mientras les preparaban la mesa que Santana había reservado.
Después de cenar, se trasladaron al nightclub más famoso de Miami, LIV, un lounge exclusivo donde a diario presentaban sus remezclas diferentes disc-jockeis famosos.
Esa noche el local estaba a tope, pues el invitado era David Guetta. Santana había reservado un lugar único en uno de los palcos privados, donde iban a tener una perspectiva privilegiada del espectáculo.
Brittany estaba y se sentía muy sensual, se había puesto uno de los vestidos de Hervé Léger que había comprado por la tarde. El modelo de franjas en negro se amoldaba a su cuerpo, ya que estaba confeccionado en lycra y se adhería a la perfección, donde se cruzaban las tiras del escote halter se formaba una lágrima que dejaba al descubierto la sinuosidad de sus senos. Por atrás, la exquisita desnudez de su espalda quedaba al descubierto hasta la cintura. Para completar su atuendo había elegido unos zapatos de tiras cruzadas y plataformas adornadas con cristales Swarovski.
Estaba despampanante.
Santana permaneció aferrada a su cintura en todo momento, se lo veía muy feliz. Ella también estaba impecable, fiel a su estilo, vestida íntegramente de negro, majestuosa y atractiva.
—¿Qué les parece el lugar?—preguntó Noah mientras los acomodaban a la mesa.
—¡Fabuloso!—exclamó Kitty mientras miraba hacia el techo y se fijaba en todos los detalles.
Todos estuvieron de acuerdo con ella.
Se sentaron en el palco que Santana había reservado, Brittany se asomó al balcón para inspeccionar ella también la distinguida discoteca.
—¡Vaya, qué buen local! Ahora entiendo su fama, este sitio obnubila—afirmó mientras se volvía para sentarse en uno de los sillones de tapicería dorada.
Santana la miraba embobada, esa mujer despertaba en ella sentimientos que jamás había creído poder sentir. Cuando había aparecido en la sala del ático, con ese vestido, creyó que se había vuelto a enamorar, porque tuvo la misma sensación que cuando la había visto por primera vez en el Faena. Entonces supo, a ciencia cierta, que había sido en ese preciso instante cuando habían comenzado a despertarse sus sentimientos por Brittany.
Una camarera, que parecía conocer muy bien a Noah y Santana, se acercó muy pronto a tomarles nota. Al aproximarse, la chica los había saludado a ambos con un beso en la mejilla.
—¿Qué quieren tomar?—preguntó Santana haciendo extensiva su pregunta a los demás.
Aria, Emily y Marley pidieron Red Bull y Vodka Belvedere. Noah animó a Kitty y a Hanna para que probaran el «Presidencial», una poderosa mezcla de ginebra, zumo de limón y cerveza, él, por su parte, se pidió un Thirty Two, con tequila, pomelo y néctar de agave, y Santana además, pidió dos botellas del exclusivísimo champán Armand de Brignac Rosé, para que pudieran seguir bebiendo cuando terminaran los cócteles que habían pedido.
—Britt, pedite un «Little Pink Pearl», es un cóctel sin alcohol de zumo de pomelo rojo, lima y sirope de almendra.
Brittany asintió y, en cuanto la pelirroja se hubo retirado, la interrogó.
—Esa camarera parecía conocerlos muy bien.
—Sí, eso me pareció a mí también—agregó Aria.
—Hace años que venimos a este lugar—explicó Noah.
—Igualmente, me pareció demasiada confianza—se quejó Aria y, sin poder evitarlo.
Noah se carcajeó, ellos se sentían cada vez más cercanos y habían empezado a surgir sentimientos de posesión.
En ese momento, sonaba S&M, de Rihanna, pero, a lo largo de la noche, se oyeron diferentes temas de rhythm & blues, pop y electrónica y, como a las tres de la mañana, la fiesta se encendió. Al vibrar el tema Titanium, con el que David Guetta arrancó el concierto, la euforia de la gente se desbordó. En medio de múltiples luces robóticas, mucho humo artificial y multitud de bailarinas con vestuarios vanguardistas.
Todos se sacudieron enloquecidos durante las siguientes dos horas al ritmo de: Love is gone, One love, I can only imagine, Memories y Without you, entre otras canciones que el famoso disc-jockey francés mezcló en su presentación.
—¡Ah, no puedo creer que esté así, con esta movilidad tan reducida, tenga frente a mí a David Guetta y no pueda bailar como quisiera hacerlo!—se quejó Brittany tratando de imponerse a la estridencia de la música.
Santana la tenía abrazada por detrás y, aunque lo hacían despacio, intentaban moverse al ritmo de la música.
—¿Te gusta? ¿Estás pasándolo bien?—le preguntó Santana al oído y su aliento le acarició el lóbulo de la oreja.
—Mi amor, ¿que si lo estoy disfrutando? ¡Estoy flipando, San! No puedo creer que esté viéndolo en vivo y que, además, lo tenga tan cerca.
—Disfrutá, mi amor, me encanta verte feliz—la besó.
Los demás estaban bailando descontrolados.
Les habían repartido gafas con logotipos en los cristales con el nombre de la disco y el de Guetta, y también unas varas luminosas que agitaban en sus manos al ritmo de la música.
En el punto álgido de la noche, empezaron a caer papelitos plateados y la gente, emocionadísima, sólo quería seguir danzando, sin parar, al ritmo del discjockey.
Llegaron al maravilloso complejo hotelero ubicado frente a la bahía Biscayne, en primera línea de mar y que ofrecía vistas espectaculares y un agradable ambiente caribeño. Entregaron los vehículos al aparcacoches y se dirigieron al lujoso vestíbulo de brillantes baldosas.
Todos se quedaron pasmados por el esplendor del espacio, que conjugaba a la perfección el lujo, la modernidad y una exquisita arquitectura. Del techo, colgaban tres majestuosas y frondosas lámparas de cristales Swarovski. La recepción se encontraba a la izquierda y, a la derecha, estaba el bar Bleau, con el suelo transparente iluminado por fibra óptica, al pisar el cual daba la sensación de estar caminando sobre el agua.
—¡Vaya, mi amor, a qué hermoso lugar nos has traído!
Brittany, aferrada a la mano de Santana, se soltó para cogerla por la nuca y darle un beso, que Santana recibió gustosa.
Realmente, durante aquella semana, con la grata compañía de todos sus amigos, ambas habían logrado distraerse y olvidar sus problemas por unos días.
—Lo pasaremos genial—afirmó Noah—, Esto es lo más in de Miami Beach.
—Chicas, acá también pueden hacer algunas compras, así que estoy segura de que más tarde las perderemos de vista—bromeó Santana guiñándole un ojo a Brittany mientras se dirigía a la recepción para comprobar sus reservas y recoger las entradas del nightclub del complejo.
Los demás esperaron en el vestíbulo y, cuando Santana regresó, el personal del hotel los acompañó hasta una cabaña privada junto a la piscina, que contaba con servicio de mayordomo.
—Esto es vida, San—exclamó Hanna mientras miraba a su alrededor.
—Tenés toda la razón—corroboró Santana.
A la hora de comer, les dieron ganas de disfrutar del mejor sushi en Blade, ya que Noah no paraba de elogiar el lugar, pero, luego, consideraron que Brittany no podía comer ese tipo de comida y decidieron ir a La Côte, donde se podía disfrutar de una excelente cocina francesa mediterránea.
El restaurante de dos pisos quedaba entre la piscina y la playa, con extraordinarias vistas al océano y rodeado de palmeras: el entorno era muy romántico.
Se situaron en la terraza para sentir que estaban almorzando en la Riviera francesa. Mesas de pino tea y asientos con cómodos almohadones blancos conformaban un escenario muy placentero donde un disc-jockey amenizaba el ambiente con música hip hop.
—Como entrada, les recomiendo unas tapas de mezze griego y taboulé, con sangría.
—Nunca he comido eso, San—dijo Aria—, ¿Qué es?
Los demás, salvo Noah, tampoco sabían de qué se trataba.
—Se trata de una selección de aperitivos, tacos de queso, berenjenas, tomates, mariscos, pulpo, calamares, langostinos, entre otras cosas, que se acompañan con salsa tzatziki y pan de pita, la salsa está hecha con yogur griego y pepino—les explicó Santana.
—Y el taboulé es una ensalada vegetariana, a base de sémola de trigo, con un sabor muy especial, les gustará—terminó manifestando Noah.
Todos coincidieron en que querían probarla.
—Mi amor, podrías pedirte un jugo de arándanos, es una gran bebida fresca sin alcohol—le propuso Santana a Brittany—Y, como es frutal, no puede hacerte daño.
—Te haré caso, estoy bastante harta de acompañar las comidas con agua.
Santana tomó su mano, la levantó y le besó los nudillos.
Mientras esperaban el pedido, el ambiente en la mesa era muy festivo, como lo había sido durante toda la semana. Hablaban de diferentes temas, Santana, Kitty, Hanna y Noah por un lado y Brittany, Marley, Emily y Aria por el otro.
—¿Britt, pudiste concretar la entrevista en Nueva York?—se interesó Marley.
—Eso mismo quería comentarles. Anoche hablé con Rach y me confirmó que mañana a las cuatro de la tarde nos esperan para ver los vestidos de damas de honor. Mi cuñada es genial, ya van a ver que les caerá muy bien.
—¡Qué bueno que podamos dejar eso arreglado antes de regresar a Buenos Aires!
—¡Sí!—exclamó Aria, dirigiéndose a Marley muy entusiasmada.
—Para mí también será una enorme tranquilidad, chicas, al menos ya no tendré que pensar en ello, es fantástico tenerlas a todas acá para poder concretarlo.
—¡Seguro, Britt! ¿Y qué color querés, el que nos dijiste o vas a esperar para ver mañana lo que hay?
—Hum, Emily, creo que tengo ese color acá metido—contestó Brittany señalándose la cabeza—Y nada podrá hacerme cambiar de parecer.
—A mí me gusta, además me sienta muy bien.
Las demás concluyeron lo mismo que Emily.
La comida, distendida y cómoda, pasó volando, volvieron a la cabaña privada y estuvieron el resto de la jornada tostándose al sol, junto a la piscina.
Por la tarde, Brittany, Marley, Emily y Aria decidieron ir de compras a las tiendas del hotel.
—¿Qué les parece si nos dejan el Bugatti y el Veneno? Ustedes pueden volver en el Serie 6.
Le propuso Brittany exultante a Santana que, por supuesto, la miró con cierta duda, ya que esos automóviles eran sus adquisiciones más preciadas.
—¿Qué pasa? ¿Pensás que no podemos conducirlos?
Santana pensó durante unos instantes más, sin contestarle, se cogió el mentón y continuó calculando los pros y contras.
—De acuerdo—aceptó al final.
Brittany se colgó de su cuello y la besó.
—, Pero, un momento, con una condición.
—Condición, ¿qué condición?
Santana la apartó a un lado, sacó su cartera y extrajo una Morgan Palladium a nombre de Brittany.
—Quiero que pagues tus compras con esto y que no te fijes en los precios, sólo que elijas lo que te guste—le ordenó mirándola con seriedad.
—No es justo, esto es un chantaje.
—¿Por qué no es justo? No te niego nada, mi amor, te complazco en todo, ¿no te parece justo, entonces, que me devuelvas el gesto?
—¡Tramposa!
—Britt-Britt, me encanta cuando ponés esos morritos calculadores.
Santana le dio un beso y Brittany cogió la tarjeta que la morena seguía enseñándole.
—Sin mirar los precios—le recordó Santana nuevamente y le ofreció un guiño.
Al final, los demás se marcharon y el otro grupo se prepararon para recorrer todas las tiendas del hotel.
Al entrar en Ida and Harry, Brittany se quedó fascinada y terminó llevándose varios modelos de las estanterías de Hervé Léger. No pudo resistirse al glamour de esos vestidos que esculpían y se adaptaban a sus formas como un guante, realzando increíblemente su figura. También compró algunos zapatos y bolsos, su perdición. Optó por varios modelos de Sigerson Morrison y Valentino.
Sus amigas también hicieron sus compras, se llevaron diseños de Cavalli, de Alice and Olivia y de Catherine Malandrino.
Llegaron al ático cargadas con muchísimos paquetes. Brittany era la que más había comprado, aunque Aria también había dejado su tarjeta temblando, con todas sus adquisiciones.
—¡Vaya! ¿Dejaron algo en las tiendas?—preguntó Kitty cuando las recién llegadas alinearon los paquetes en el salón.
Santana y Hanna venían desde la cocina con refrescos para todos.
—¡Llegaron! Parece que las compras fueron jugosas—Hanna saludó a su chica.
—Hanna, por poco desplumamos el local—le contestó Emily, mientras se daban un beso.
—Ya lo veo—corroboró Santana—¿Y Britt? ¿Dónde está?
Ladeó su cabeza y miró a Marley, que le estaba mostrando lo que se había comprado a Kitty.
—Entró apuradísima al baño, se estaba haciendo pis—le contestó Aria.
—¿Quién pregunta por mí?—dijo Brittany mientras entraba exultante en la sala.
—Acá, quien más te ama—le respondió Santana.
Brittany se acercó a Santana, le dio un sonoro beso y le habló sobre sus labios.
—Te arrepentirás de haberme dado esa tarjeta, me traje toda la tienda—se carcajeó mientras le mordía el labio—Debo reconocer que fue divertido no preocuparse por rebasar el límite—le guiñó un ojo.
—Me parece perfecto, es lo que esperaba que hicieras.
Era su última noche en Miami y Santana había planeado una gran despedida: quería que todos se fueran con un muy buen recuerdo del viaje.
Había hecho una reserva para cenar en Scarpetta, un lujoso y sofisticado restaurante italiano dentro del Fontainebleau. El lugar tenía un diseño interior inspirado en la náutica, con mosaicos de mármol, aunque el cuero, el acero y los cordeles eran los materiales que predominaban. Las ventanas, que iban del techo al suelo, ofrecían una maravillosa vista panorámica del mar. Desde ahí podía accederse a una hermosa terraza que los rodeaba.
En cuanto llegaron, pasaron a un salón de cócteles, mientras les preparaban la mesa que Santana había reservado.
Después de cenar, se trasladaron al nightclub más famoso de Miami, LIV, un lounge exclusivo donde a diario presentaban sus remezclas diferentes disc-jockeis famosos.
Esa noche el local estaba a tope, pues el invitado era David Guetta. Santana había reservado un lugar único en uno de los palcos privados, donde iban a tener una perspectiva privilegiada del espectáculo.
Brittany estaba y se sentía muy sensual, se había puesto uno de los vestidos de Hervé Léger que había comprado por la tarde. El modelo de franjas en negro se amoldaba a su cuerpo, ya que estaba confeccionado en lycra y se adhería a la perfección, donde se cruzaban las tiras del escote halter se formaba una lágrima que dejaba al descubierto la sinuosidad de sus senos. Por atrás, la exquisita desnudez de su espalda quedaba al descubierto hasta la cintura. Para completar su atuendo había elegido unos zapatos de tiras cruzadas y plataformas adornadas con cristales Swarovski.
Estaba despampanante.
Santana permaneció aferrada a su cintura en todo momento, se lo veía muy feliz. Ella también estaba impecable, fiel a su estilo, vestida íntegramente de negro, majestuosa y atractiva.
—¿Qué les parece el lugar?—preguntó Noah mientras los acomodaban a la mesa.
—¡Fabuloso!—exclamó Kitty mientras miraba hacia el techo y se fijaba en todos los detalles.
Todos estuvieron de acuerdo con ella.
Se sentaron en el palco que Santana había reservado, Brittany se asomó al balcón para inspeccionar ella también la distinguida discoteca.
—¡Vaya, qué buen local! Ahora entiendo su fama, este sitio obnubila—afirmó mientras se volvía para sentarse en uno de los sillones de tapicería dorada.
Santana la miraba embobada, esa mujer despertaba en ella sentimientos que jamás había creído poder sentir. Cuando había aparecido en la sala del ático, con ese vestido, creyó que se había vuelto a enamorar, porque tuvo la misma sensación que cuando la había visto por primera vez en el Faena. Entonces supo, a ciencia cierta, que había sido en ese preciso instante cuando habían comenzado a despertarse sus sentimientos por Brittany.
Una camarera, que parecía conocer muy bien a Noah y Santana, se acercó muy pronto a tomarles nota. Al aproximarse, la chica los había saludado a ambos con un beso en la mejilla.
—¿Qué quieren tomar?—preguntó Santana haciendo extensiva su pregunta a los demás.
Aria, Emily y Marley pidieron Red Bull y Vodka Belvedere. Noah animó a Kitty y a Hanna para que probaran el «Presidencial», una poderosa mezcla de ginebra, zumo de limón y cerveza, él, por su parte, se pidió un Thirty Two, con tequila, pomelo y néctar de agave, y Santana además, pidió dos botellas del exclusivísimo champán Armand de Brignac Rosé, para que pudieran seguir bebiendo cuando terminaran los cócteles que habían pedido.
—Britt, pedite un «Little Pink Pearl», es un cóctel sin alcohol de zumo de pomelo rojo, lima y sirope de almendra.
Brittany asintió y, en cuanto la pelirroja se hubo retirado, la interrogó.
—Esa camarera parecía conocerlos muy bien.
—Sí, eso me pareció a mí también—agregó Aria.
—Hace años que venimos a este lugar—explicó Noah.
—Igualmente, me pareció demasiada confianza—se quejó Aria y, sin poder evitarlo.
Noah se carcajeó, ellos se sentían cada vez más cercanos y habían empezado a surgir sentimientos de posesión.
En ese momento, sonaba S&M, de Rihanna, pero, a lo largo de la noche, se oyeron diferentes temas de rhythm & blues, pop y electrónica y, como a las tres de la mañana, la fiesta se encendió. Al vibrar el tema Titanium, con el que David Guetta arrancó el concierto, la euforia de la gente se desbordó. En medio de múltiples luces robóticas, mucho humo artificial y multitud de bailarinas con vestuarios vanguardistas.
Todos se sacudieron enloquecidos durante las siguientes dos horas al ritmo de: Love is gone, One love, I can only imagine, Memories y Without you, entre otras canciones que el famoso disc-jockey francés mezcló en su presentación.
—¡Ah, no puedo creer que esté así, con esta movilidad tan reducida, tenga frente a mí a David Guetta y no pueda bailar como quisiera hacerlo!—se quejó Brittany tratando de imponerse a la estridencia de la música.
Santana la tenía abrazada por detrás y, aunque lo hacían despacio, intentaban moverse al ritmo de la música.
—¿Te gusta? ¿Estás pasándolo bien?—le preguntó Santana al oído y su aliento le acarició el lóbulo de la oreja.
—Mi amor, ¿que si lo estoy disfrutando? ¡Estoy flipando, San! No puedo creer que esté viéndolo en vivo y que, además, lo tenga tan cerca.
—Disfrutá, mi amor, me encanta verte feliz—la besó.
Los demás estaban bailando descontrolados.
Les habían repartido gafas con logotipos en los cristales con el nombre de la disco y el de Guetta, y también unas varas luminosas que agitaban en sus manos al ritmo de la música.
En el punto álgido de la noche, empezaron a caer papelitos plateados y la gente, emocionadísima, sólo quería seguir danzando, sin parar, al ritmo del discjockey.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
despedida a lo grande de miami,...
no se,.. se me hace que Audrey o la ex suegra latosa van a hacer algo,...
mmmm a ver como va el viaje de san y britt sola en NY,..
nos vemos!!!
despedida a lo grande de miami,...
no se,.. se me hace que Audrey o la ex suegra latosa van a hacer algo,...
mmmm a ver como va el viaje de san y britt sola en NY,..
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo
yo quiero ir a una fiseta asi!! ajajjaa!!
saludos
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
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