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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 25 Parte I

Mensaje por 23l1 Mar Ago 18, 2015 8:12 pm

Capitulo 25 - Parte I


Siguieron hablando abrazadas en la cama, y con la luz apagada, de los planes para su boda, hasta que el sueño las venció.



Ambas despertaron con el ruido de la alarma.

Estaban durmiendo en perfecta simbiosis, entrelazadas con los brazos y las piernas trabadas, todo parecía haber vuelto a la normalidad.

Por lo general, Brittany siempre remoloneaba en la cama, pero Santana, desde que había llegado de Europa, había dormido tan pocas horas que su cuerpo empezaba a pasarle factura.

Brittany se levantó y se dio una ducha rápida, cuando salió envuelta en la toalla, se la encontró todavía en la cama.

—Vamos, remolona, es hora de levantarse. Dale, Sanny, date una ducha que yo preparo el desayuno—le dijo mientras se inclinaba y le besaba la frente.

Entonces Santana la arrastró a la cama y Brittany perdió la toalla en el camino, el roce con su piel desnuda la despertó de golpe. Brittany terminó montada en su cadera mientras Santana se aferraba a sus pechos y a su trasero con energía.

No les costó mucho llegar a ese instante donde no existe el tiempo, donde el mundo es sólo un eco que se oye a lo lejos, donde todo se olvida y sólo valen las sensaciones, los temblores, los escalofríos, el sonrojo y el rostro del ser amado en un éxtasis total.

Como dice la canción de Miguel Bosé: «Si esto no es felicidad, que baje Dios y lo vea, y aunque no se lo crea, ¡esto es gloria!»

—Sólo deseo que me ames toda la vida—le habló Brittany sobre su pecho.

—Así será, mi amor, y voy a demostrártelo—Santana comenzó a explicarle un juego con las manos—Cada dedo de nuestra mano representa algo. El pulgar es el que sostiene todo, el índice representa a nuestros padres, el corazón a uno mismo, el meñique a nuestros hijos y el anular a nuestra pareja, ahora mirá esto.

Se sentó en la cama y puso sus manos a la altura de su rostro. Hizo coincidir las yemas de los cinco dedos, con los otros cinco y dejó un espacio como de diez centímetros entre las palmas.

—Ahora, como el dedo corazón me representa a mí, voy a hacer que sólo las falanges de estos dedos se junten. Prestá atención porque llegó el momento de la demostración—Brittany la miraba y la escuchaba intrigada—Voy a separar mis dedos índices, ¿ves que se puede?

—Sí—contestó Brittany y seguía sin entender.

—Bueno, esto es posible porque, como éstos representan a nuestros padres, significa que algún día vamos a separarnos de ellos. Ahora es el turno de separar los meñiques—Brittany estaba embelesada—También es posible porque también vamos a separarnos de nuestros hijos. Por último, voy a intentar separar mis dedos anulares, ¿ves que no se puede?, porque nunca me voy a separar de vos, mi amor por vos es para toda la eternidad. Por eso en este dedo se pone el anillo de boda, porque representa a la eternidad, y, además, va en el izquierdo porque se dice que en él se encuentra una vena que se conecta directamente con el corazón.

—Mi amor, qué hermosa historia. Sos tan dulce, Sanny, hacés que cada día me enamore más.

Tomó sus manos y le besó los dedos anulares. Se dieron un beso tan mágico como la historia que Santana acababa de contarle.



Llegaron a la Central de Mindland en el Alfa-Competizione.

Brittany estaba radiante con su vestido negro adherido al cuerpo, llevaba un abrigo de un solo botón, blanco con solapas de seda negra, que había combinado con zapatos negros de tacón blanco.

Santana caminaba orgullosa de la mano de su chica por las calles de Madison Avenue. Entraron en el lujoso vestíbulo del edificio muy sonrientes y se acercaron al mostrador del portero, a quien Santana le solicitó un pase definitivo para Brittany.

Cuando lo consiguieron, sortearon los molinetes y fueron a esperar el ascensor. Brittany había pasado su mano por debajo de la chaqueta de Santana y la tenía aferrada por la cintura. Entonces le besó la coronilla, miró de reojo hacia la entrada y vio que Elaine venía caminando.


«¡Maldición!», pensó Santana y su mal humor se hizo casi imposible de ocultar.


Sólo esperaba que sobria no se fuera de la lengua, pero justo en aquel instante llegó el ascensor y Santana se apresuró a indicarle a su novia que entrara.

—San, para el ascensor, por favor, cariño—gritó Elaine y corrió un poco para no quedarse afuera—¡Buen día, hermosa!—la saludó con un beso en la mejilla.

Santana movió su cara con disimulo para que no fuera a parar a la comisura de sus labios. A Brittany, sin embargo, la saludó de manera despectiva, ofreciéndole su mejilla, pero ésta también se mostró falsa y desinteresada.


«¡Qué mujer tan desagradable! Esta zorra no le quita los ojos de encima a Santana y, además, ella, aunque quiere disimular, se pone incómoda. Pero ¿quién se cree que es para llamarla “cariño” y mirarme con desprecio? ¿Por qué le tiene tanta confianza? Me molesta mucho.»


Brittany se enfurecía y Santana le sonreía nerviosa a su amiga que intentaba sacar algún tema de conversación. El móvil de Brittany comenzó a sonar en el bolso. Le entregó su maletín con el Mac a Santana y aprovechó para marcar territorio.

—¿Podés sostenerlo, mi amor?—le pidió mientras buscaba su teléfono.

Santana le guiñó el ojo y la ayudó, colocándose casi de espaldas a Elaine, que a esas alturas ya estaba a punto de explotar, ya que había visto la misma sortija de compromiso en la mano de Santana y Brittany.

—Era Alfonso—le informó Brittany—, Dice que te llama a tu móvil y salta el contestador. Quería saber dónde estábamos, nos está esperando en la sala de juntas.

Como Santana llevaba las bolsas de papel con el desayuno de ambas, no podía buscar dónde tenía su móvil, entonces se le ocurrió:

—Britt, por favor, fijate en los bolsillos a ver si tengo ahí el teléfono, no sea cosa que me lo haya olvidado en el coche.

Brittany metió la mano en el bolsillo cerca de su pecho  y tuvo la tentación de acariciarlo a través de la tela, pero el ascensor paró de forma inoportuna. Ambas sonrieron porque pensaron lo mismo. Brittany pescó el iPhone y, efectivamente, estaba apagado. Dejaron que Elaine saliera primero y Santana cedió el paso a Brittany y se apresuró a decirle al oído:

—¿De qué te reías? ¿Acaso recordaste algo?

Brittany le hizo una mueca para que se callara, Elaine estaba muy cerca y podía escucharlas.

Pasaron toda la mañana en reuniones.

Brittany fue presentada a los demás miembros de dirección y luego se trataron algunos puntos cruciales que necesitaban atención, como una posible inversión de un grupo canadiense.

Cerca del mediodía quedaron libres. Brittany y Santana se habían instalado las dos en la oficina de la morena, que compartirían hasta que Alfonso liberara la suya.

—Esta noche se va mamá—le informó Brittany.

—Sí, lo recordaba, no te preocupes, la llevaremos al aeropuerto.

—Gracias, mi amor.

Santana estaba pasándole los últimos contratos adquiridos y poniéndola al corriente de temas puntuales de Mindland International.

Mientras que Santana la situaba acerca de ciertas gestiones, Brittany aprovechaba para revisar su correo electrónico, sentada en la mesa de Santana. Había uno de Kitty en que le enviaba todo lo que debía autorizar en Mindland Argentina. También había recibido un mensaje de Hanna en el que le indicaba que el viernes era la firma de la escritura con Lauren. Su cara se transformó mientras leía, ya que sabía que a Santana no le iba a hacer mucha gracia la noticia.

—¿Pasa algo? Parecés preocupada.

—Es que voy a tener que viajar a Buenos Aires, sí o sí.

—¿Problemas en la empresa?

—No, Sanny, Hanna me avisa de que el viernes tengo que firmar la escritura del departamento de Lauren, finalmente llegaron a un arreglo.

La cara de Santana estaba desencajada.

—No puedo viajar esta semana para acompañarte y no quiero que vayas sola—dijo con rotundidad—¿Tenés problemas de dinero, acaso necesitás lo del departamento? Te lo doy yo.

—San, no se trata de dinero, se trata de dejar todo en orden. Además, necesito ir a buscar ropa, únicamente había traído para una semana.

—Eso es lo de menos, compramos ropa y todo lo que necesites acá y ya está.

—Necesito mis cosas, San, cerrar mi casa y dejar todo en orden en la empresa. ¿Cuál es el problema de que viaje a Buenos Aires?

—No quiero que nos separemos.

—Amor, ¿y cuando tenga que viajar por cuestiones de Mindland International?

Santana se levantó, rodeó la mesa y la cogió de una mano para ponerla de pie a su lado.

—Britt, recién hace dos días que estamos juntas otra vez. De eso se trata, no me quiero separar de vos ahora, no tan pronto, Britt-Britt, te deseé durante tanto tiempo...

—Yo tampoco quiero irme, San, pero cuanto antes deje todo arreglado allá, mejor. Así ya nada se interpondrá entre nosotras y podré instalarme de forma definitiva acá. ¡Necesito traer mis cosas!—exclamó con alegría.

Se abrazaron y luego se besaron. La puerta de la oficina se abrió sin que nadie llamara antes y las interrumpió.

—Hermosa, ¿tienes un minuto? ¡Ah, lo siento, San!—dijo Elaine.

Ésta le dedicó una mirada fulminante.

—¡¿Podrías llamar cuando entras, por favor?!—le espetó muy molesta.

—Dije que lo sentía, ya me he disculpado.

—¿Qué necesitas?—le preguntó malhumorada.

Brittany volvió a sentarse frente al Mac y Santana regresó a su lugar. Elaine se dio la vuelta y se apoyó en el hombro de Santana para inclinarse y ponerle enfrente unos papeles. Brittany se sintió fastidiada por la confianza y la proximidad.

¡Ella estaba casi apoyándole los pechos en el hombro!

Se removió en su silla, pero no dijo nada porque no quería que esa zorra se diera cuenta, presentía que lo hacía a propósito.

—Tengo las modificaciones de los contratos de Francia que me pediste, cariño.

Santana cogió la mano que Elaine apoyaba en ella, la apartó y se retrepó en su asiento para alejarse de Elaine y comunicarle:

—Eso, ahora, se lo tenés que pasar a Britt, ella es la nueva directora de Mindland International.

—¿Qué dices? Pero ¡ése es tu puesto, tesoro!

Elaine aún no sabía nada, porque nadie tenía la obligación de comunicárselo, ya que ella era sólo una colaboradora de Finn.

—Lo que has oído, Britt es la nueva directora de Mindland International, así que ahora tendrás que trabajar con ella—Brittany levantó la vista de su ordenador para estudiar la reacción de Elaine—Yo, a partir de ahora, pasaré a ocupar el puesto de mi papá.

—Felicidades, corazón, ¿quién mejor que tú para ocupar el puesto de Alfonso?—se acercó, le dio un abrazo y la besó.

Santana se sintió incómoda y la apartó en seguida. Elaine la estaba fastidiando y, además, había notado que Brittany las observaba. Entonces Brittany, ni corta ni perezosa, se sintió tentada y decidió demostrarle quién tenía el control de las cosas ahí.

—Dejemos trabajar a San, ella está ocupada con otros asuntos. Tú y yo podemos sentarnos aquí, en la zona de estar para que me expliques lo de esos contratos. Tengo tiempo.

Elaine la miró desafiante, pero tuvo que aceptar:

—Por supuesto, como gustes.

Santana las miraba desde su mesa. Brittany estaba haciendo cabrear a Elaine, era algo evidente, y no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

Pensó en su ira y en que ambas mujeres estaban rivalizando por ella y no le gustó la situación.

Brittany estaba en desventaja porque no sabía que ella y Elaine se habían acostado, pero prefería que no lo supiera porque podía malinterpretarlo.

No estaba dispuesta a arriesgar la relación con su Britt-Britt.

Su novia la estaba acribillando a preguntas y le estaba haciendo explicar cosas superfluas a propósito.

Por otro lado, Elaine no era ninguna tonta.

—¿Necesitás saber algo más, Brittany?—le preguntó fastidiada.

Brittany estuvo tentada de hacerle perder más tiempo, pero en realidad prefería que se marchara.

—No, muchas gracias, creo que eso es todo—Elaine ya estaba saliendo cuando Brittany la llamó—¡Elaine!—ella se volvió con desgana—La próxima vez llama a la puerta, no lo olvides.

Se fue llena de odio, sin contestarle, y pegó un portazo.

—Me parece que la hiciste enojar—comentó Santana.

—Me parece que te tiene demasiada confianza, Hoyuelitos.

—Ya te expliqué que nuestras familias son muy amigas, nos conocemos desde pequeñas.

—Sí, claro, y yo me chupo el dedo, cariño—se burló Brittany—Llevame a almorzar, me muero de hambre—le ordenó en tono arrogante, realmente estaba cabreada—Y también llevá tu Mac, así buscamos los teléfonos de los hoteles para la boda y llamamos para pedir cita. Además tengo que sacar un pasaje a Buenos Aires.

—Por favor.

—Por favor, señorita Modales. Ponele un freno a esa tipa y mis modales regresarán.

—Estás siendo necia, Britt, no hay motivos.

—Ponele un freno, Hoyuelitos, y dejá de reírte. Por hoy ya soporté demasiado las indirectas de esa colorina desabrida.



El miércoles a las diez de la noche partió el avión de American Airlines hacia Buenos Aires. A bordo, Brittany observaba alejarse las luces de la ciudad, mientras sobrevolaban el cielo neoyorquino. Confinada en su asiento, recordaba con dicha y congoja los últimos momentos que había vivido en el aeropuerto junto a Santana.


Flashback

—Amor, prometeme que ni bien llegues me vas a llamar, mirá que no voy a pegar ojo en toda la noche.

—Sí, San, ya te dije que sí, no seas obsesiva. Voy a estar bien, además, Hanna me va a ir a buscar al aeropuerto, podés estar tranquila.

—No puedo estar tranquila sabiendo que te vas a tantos kilómetros de distancia. Sabés que no estaba de acuerdo con que hicieras este viaje tan pronto, prometeme que no verás a esa malnacida y que no hablarás con ella.

—San, yo tampoco estoy feliz de irme y de dejarte acá, pero mejor que deje todo en orden cuanto antes tanto en la empresa como en la casa. En cuanto a Lauren, ya te expliqué que Hanna arregló todo para que no nos encontremos. Necesito sacarme todo esto de encima cuanto antes, así a mi regreso podré dedicarme de lleno a planificar la boda. ¡Son muchas las cosas que planear y cuatro meses pasan volando!

Santana la tenía aprisionada contra su pecho. Brittany la besó.

—¿De verdad no querés que vayamos a ver más hoteles cuando vuelvas?

—No, mi amor, está decidido, nos quedamos con el que fuimos a ver ayer, que es el que te gusta más a vos. No te olvides de llamar, así a mi regreso confirmamos la reserva para el 24 de agosto. Acordate de que es la única fecha que tenían disponible para ese mes.

Volvió a besarla.

—Pero yo quiero que el lugar te guste a vos.

—A mí me encanta, dejá de preocuparte, mi amor, ¿quién no podría estar conforme con una boda en el Plaza?

—Te amo, Britt, sólo quiero lo mejor para vos, que sos mi todo. Te aviso que no voy a esperar al sábado para reservar, mañana mismo voy y ya volveremos juntas para hablar con quién sea necesario.

—Bueno, ¡mirá que sos ansiosa!, pero no le digas a nadie que ya tenemos fecha, así el domingo vamos a almorzar a casa de tus padres y lo anunciamos juntas.

—De acuerdo, y también tenemos que ir a Mendoza, quiero conocer a tu hermano y pedirle tu mano formalmente.

—Sí, mi amor, después de la boda de Finn y Alison planearemos ese viaje.

Estaban en la sala vip de American Airlines cuando empezaron a llamar a los pasajeros del vuelo para subir al avión.

Santana la abrazó con más fuerza, no quería dejarla marchar. La llenó de besos en el rostro y devoró su boca con su lengua intrusa, la saboreó con avidez, palmo a palmo, porque quería quedarse con el recuerdo de sus besos.

Iban a ser tres interminables días sin ella en Nueva York, a esas alturas, ya no concebía la vida sin su Britt-Britt, sin su amor.

—Tengo que irme, Sanny.

—No quiero.

—Dale, amor, hace rato que llamaron, va a empezar el embarque y el avión se va a convertir en un caos de gente.

Volvió a besarla una última vez y luego la soltó.

Brittany se daba la vuelta a cada rato y le tiraba besos, que Santana recogía con la mano y guardaba en su abrigo.


Fin Flashback


Cuando ya no la tuvo al alcance de su vista, Santana se dio media vuelta para ir hacia la salida del aeropuerto donde había dejado su deportivo. En la carretera, sonó su teléfono y atendió con el manos libres.

—¡Noah! ¿Tenés novedades de lo que te pedí?

—Hola, amiga, lo tuyo casi está. Como muy tarde, el viernes lo tendrás, llega a última hora.

—¡Sos sencillamente un genio! ¿Tal y como lo quería?

—Con todas tus especificaciones. Como te dije, mi contacto en la planta de montaje me lo consiguió, gracias a esa comisión, sin ningún problema.

—¡Perfecto! Creí que no lo iba a tener para esta semana.

—¿Tan poca fe me tenés?

—No, pero soy muy consciente de que no había demasiado tiempo.

—San, como siempre decís, en estos casos no hay nada que un par de dólares no pueda torcer.

—Tenés razón—se carcajearon.



Como en la clase ejecutiva había Internet y Brittany tenía su Mac con ella, después de cenar le mandó un correo a Santana, que ella contestó de inmediato desde su teléfono.


De: Brittanysusanpierce@gmail. com
Para: Santanamarielopez@yahoo. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:16
Asunto: Extrañándote
Hola, mi amor, ya estoy extrañándote. La cena era deliciosa pero si no estás a mi lado sabe muy mal. ¿Qué hacías? ¿Estás en casa? Quiero estar ahí con vooooooooooooos.
Tu amor, Britt-Britt



Santana sonrió al leerlo, le encantó que Brittany dijera: en casa.

¡Sonaba tan lindo!


De: Santanamarielopez@yahoo. com
Para: Brittanysusanpierce@gmail. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:17
Asunto: Extrañándote... más
Estoy en el Belaire, como te fuiste y no te importé, necesitaba que me mimaran.
Tu Sanny



De: Brittanysusanpierce@gmail. com
Para: Santanamarielopez@yahoo. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:19
Asunto: ¡Traición!
Te fuiste a buscar otro cariño, es imperdonable. ¡Qué pronto me reemplazás!
Tu desilusionada prometida



De: Santanamarielopez@yahoo. com
Para: Brittanysusanpierce@gmail. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:21
Asunto: El amor de mamá es incondicional
Ella jamás me abandona.
Pero tu amor es irreemplazable. Te amo, mi vida, hoy duermo acá, no quiero dormir en casa si no estás.
Tu abandonado amor.



De: Brittanysusanpierce@gmail. com
Para: Santanamarielopez@yahoo. com
Fecha: 03 de Marzo de 2013 23:22
Asunto: Lo has logrado = (
Si lo que querías era hacerme sentir mal, lo has logrado, buaaaaa :’( Me arrepiento de haberme ido, este asiento es muy frío, quiero dormir abrazada a vos.
Tu arrepentido amor



De: Santanamarielopez@yahoo. com
Para: Brittanysusanpierce@gmail. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:24
Asunto: Lo que más voy a extrañar...
Es despertarme y no verte durmiendo a mi lado. Fue tu elección, lo siento, sos la única culpable, pero no te sientas mal, voy a dormirme pensando en vos, te amo más que a nada en esta vida. Mañana, a la hora del almuerzo, tu enamorada va a ocupar su tiempo en ir a reservar el hotel para la boda.
No veo la hora de que seas mi esposa.
Sanny



De: Brittanysusanpierce@gmail. com
Para: Santanamarielopez@yahoo. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:25
Asunto: Amor de mi vida
Sos lo único importante que tengo en esta vida, lo que más anhelo es convertirme en tu esposa. Contaré los días, como los presos que tachan las fechas en un calendario. Extrañame mucho, yo voy a echarte muchísimo de menos. Pensémonos todo el tiempo, así sabremos que estamos juntas en nuestras mentes.
I love you, Sanny



De: Santanamarielopez@yahoo. com
Para: Brittanysusanpierce@gmail. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:27
Asunto: For you (Por ti)
Respite I wake I eat (Respiro, despierto, como)
Alive, just for you, you are my life (Vivo sólo para ti, eres mi vida)
P. D.: Según mi papá tengo cara de estúpida, me pregunta si estoy hablando con vos.



Cuando le decía cosas muy profundas, Santana siempre empleaba su idioma, porque sentía más propias las palabras que le dedicaba. Brittany releyó el correo mil veces, como una boba, pero para no angustiarse por la distancia contestó en alusión a la posdata.


De:Brittanysusanpierce@gmail. com
Para: Santanamarielopez@yahoo. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:29
Asunto: Ja, ja, ja, ja
Por suerte, estoy sola porque tengo la misma cara de estúpida que vos. Me atarantás, mi vida. Voy a intentar dormir, mañana cuando llegue iré directa a la empresa y, además, no quiero que sigan burlándose de vos.
Te amo, te amo, te amo.
P. D.: Mañana, ni bien reserves la fecha de la boda, avisame, ¡please, Hoyuelitos! Estaré esperando ansiosa =)



De:Santanamarielopez@yahoo. com
Para:Brittanysusanpierce@gmail. com
Fecha: 03 de marzo de 2013 23:27
Asunto: Prometo avisarte, rubia. Soñá conmigo, es una orden no un pedido.
¡Te amo mucho más!





Ni bien terminó con los trámites para ingresar en el país, Brittany sacó su móvil y telefoneó a Santana, que no dejó ni que el iPhone sonara.

—¿Llegaste? ¿Cómo estás, mi amor?

—Hola, estoy dejando migraciones y caminando hacia la puerta, como no tengo equipaje, salí la primera. ¿Ya estás despierta?

—Sí, mi amor, recién salida de la ducha para irme a trabajar.

—Te envidio, ¡cómo deseo un baño!, pero de acá me voy a la oficina, ya estoy en el vestíbulo y veo a Hanna esperándome.

—Bueno, mi amor, más tarde te llamo. Te amo.

—Yo más. ¡Ojo con la zorrita esa que tenés en la oficina!


Santana se carcajeó.

—No sé a lo que te referís.

—No te hagas la boba, Black Eyes, que yo tengo de estúpida lo que vos tenés de lenta. Ésa está buscando que la ponga en su lugar. Dejá que vuelva y vas a ver, si no entiende por las buenas va a tener que entender por las malas. Te dejo, ahí me acaba de ver Hanna. Beso, llamame más tarde para contarme cómo te fue en el hotel.



Hanna estaba muy feliz de ver a su amiga, la levantó y le dio vueltas en el aire, parecía que hacía una eternidad que no se abrazaban. La llevó a la empresa y, de camino, Brittany no paró de contarle lo de la boda y mostrarle su anillo constantemente.

—¡Me alegro tanto...! Sos tan buena tipa que te merecés una vida de cuentos de hadas como la que relatás. Estoy segura de que vas a ser muy feliz a su lado. Ahora puedo confesártelo: cuando tuviste el accidente, llamó desesperada y me pidió por favor que no le mintiera, que le dijera de verdad si no estabas bien. Santana se guardó su orgullo y me llamó a pesar de que la traté como el culo y siguió llamando todos los días para asegurarse de que estabas bien.

Brittany amó a Santana mucho más cuando su amiga le contó eso.


Al llegar a Mindland, avisó a Kitty de inmediato para que fuera a su oficina. Se fundieron en un abrazo en cuanto se vieron y, después de mostrarle su anillo, le narró todo lo referente a la boda y cómo se habían arreglado con Santana.

Estaba exultante.

—Se te ve muy feliz, parece que te hubiera tocado la lotería.

—Sí, amiga, San es el premio gordo, la amo.

—Se nota, Britt, se te pone cara de pelotuda cuando hablás de ella, pero ahora más que antes. Creo que durante estos días lo pasaste muy bien... ya sabes a qué me refiero.

—¡Kitty!—fingió ofenderse y luego gritó—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!—y ambas se carcajearon—Es una irrespetuosa, creeme.

—Te creo, amiga, estás radiante.

—Sentémonos, por favor, los pies no me dan más. Alcanzame mi maletín y mi bolso.

Brittany buscó su portabolígrafos y sacó del maletín unos papeles para ponerlos frente a Kitty.

—Tomá, firmá esto, chiquita—dijo mientras le ofrecía su estilográfica.

—¿Qué es?

—Tu nuevo contrato de trabajo, te quedás en mi puesto.

—¿Qué? ¿Me estás jodiendo?

—No, amiga, San, su papá y yo decidimos que sos la indicada. Necesitamos gente de confianza y quién mejor que mi mejor amiga, que es como si fuera mi hermana—Kittty estaba muda, la miraba y no decía nada—Dale, reaccioná—la presionó Brittany—, El barco queda en tus manos. ¡Felicidades, amiga!—le gritó Brittany, la abrazó y la besó en la mejilla—¡Hey! ¿Estás llorando?

—Sí, soy una pelotuda, me emocioné—se rieron.

—Bueno, ¿vas a firmar o no?

—Por supuesto, pasame eso ahora mismo.

—Un momentito, empezamos mal. ¿Cómo vas a firmar algo sin leerlo?

—Confío en vos como confío en mí, seguro que ya lo leíste.

Brittany se rió con muchas ganas, la cogió del mentón y le dio un beso.

—¿Qué hacés? ¿Querés que la yanqui me despida antes de empezar?

—Te lo merecías. Tengo otra noticia.

—¿Algo más?

—Sí, la inyección de capitales finalmente es para Argentina, así que estarás muy holgada en tu gestión.

—Gracias, Britt, no dudes que no te voy a defraudar.



Brittany se había recostado un rato después de haber llenado cinco maletas con ropa y objetos personales. Acababa de darse un merecido baño. Las horas de viaje empezaban a pasarle factura.

Mientras miraba extasiada su anillo de boda, añoraba que su papá no estuviera a su lado para compartir con él su felicidad.

El sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos, y menos mal, porque estaba poniéndose muy melancólica.

—Hola, mi amor.

—Hola
—le contestó Santana a secas.

—¿Pasó algo? Te noto de mal humor.

—La fecha ya está reservada
—dijo Santana con desdén.

—¡No puede ser!—maldijo Brittany y soltó una palabrota—Ya sé que no te gusta que profiera insultos, pero ¡qué mala suerte tenemos! ¿Y ahora, para cuándo?

—La fecha ya está reservada
—volvió a repetir adusta—, Nos casamos el 24 de agosto—Santana largó una carcajada.

—¡San! ¿Por qué jugás así con mi ansiedad?

—Me encanta imaginar tu carita de enojada. Britt-Britt, fue sólo una broma, ¿estás contenta?

—Feliz, mi amor. ¿Y vos?

—Siento que vuelo de alegría.

—¿Y ahora qué sigue, qué te dijeron?

—Crucé unas palabras con la coordinadora de bodas. El lunes nos espera para empezar a definir todo. Una boda como la que nosotros queremos, por lo general, se organiza con más anticipación. Me ha explicado que necesitamos ponernos de acuerdo cuanto antes, me dio los nombres de los proveedores de eventos con los que ellos trabajan, así que tenemos que decidir a quién contratar, florists and designers, photographers, videographers, Dj, orchestras, officiants
—Santana estaba tan vehemente que mezclaba los idiomas sin darse cuenta—En un rato te mando por correo electrónico las páginas para que vayas estudiándolas.

—¡Ay, qué emoción! ¡Tenemos que empezar a elegir todo! ¡No puedo creerlo! San, estoy tan feliz que me pondría a gritar.

—Yo más, mi vida, quisiera tenerte acá para llenarte de besos y abrazarte muy fuerte.

—Yo también, pero guardá los besos y los abrazos para el domingo por la mañana. Mirá que voy a pedirte mucho cariño cuando llegue.

—Todo el que quieras, mi amor.

—También quiero pedirle a Rach que sea una de mis damas de honor principal.

—Uf, te aseguro que estará encantada y te orientará bastante, pero no le permitas que te meta ideas locas en la cabeza, como una boda en la playa, por Dios
—ambas se carcajearon—¿Dónde estás?

—En casa. Estuve empaquetando mi ropa, llené cinco maletas y aún queda más.

—Hablaré con mi primo Blaine para que el domingo te sea más fácil el control en el aeropuerto.



Santana estaba exultante, hubiera querido salir corriendo y contarle a su hermana, a su mamá, a todos, que ya tenía fecha para la boda, pero le había prometido a su prometida que se lo dirían juntas.

Hasta a ella le parecía raro estar tan comunicativa, entonces pensó que era porque se sentía realmente feliz y necesitaba compartirlo con la gente que quería.

Le iba a costar aguantarse hasta el domingo.

Estaba tan ansiosa que decidió llamar a Noah para contarle y, de paso, comprometerlo a ser uno de sus padrinos de honor ese día. Su amigo se alegró muchísimo.


El viernes, acompañada por Hanna, Brittany finiquitó todo lo referente a Lauren. A partir de entonces sí que se convertiría sólo en un mal recuerdo.


El sábado por la tarde, Kitty y Marley pasaron a buscarla por su departamento para llevarla al aeropuerto. También habían ido Hanna y Emily porque todas las maletas no entraban en un único coche.

Llegaron a Ezeiza y la despedida fue muy emotiva. Brittany, esta vez, no se iba de viaje, se estaba mudando y los iba a echar realmente de menos. Se abrazó a ellas y lloró con congoja, aunque no había nada que quisiera más que regresar junto a Santana, pero dejar el país significaba un gran desarraigo.

—¡Prométanme que no se olvidarán de mí!

—Britt, ¿sos tonta? Mirá la estupidez que dijiste, vos sos como mi hermana—le dijo Kitty agarrándola de la cara—Además seguiremos en contacto por el trabajo, ahora sos mi big boss—se carcajeó—Y, por otra parte, me vas a tener que hospedar cuando viaje a Nueva York, porque me pienso ir de vacaciones cada año a tu casa.

—Así que comprate una casa bien grande, porque yo también voy a ir y nos vas a tener que recibir a todas—expresó Hanna.

Se abrazaron las cinco y Brittany comenzó a caminar con desgana hacia la zona de preembarque. Se dio la vuelta, les tiró besos y las saludó con la mano.


A las seis de la mañana, el vuelo aterrizó en el aeropuerto internacional John F. Kennedy, de Nueva York. Brittany salió antes que el resto de los pasajeros por la puerta de la terminal y, en la aduana, un funcionario del aeropuerto se dio a conocer y le indicó que iba a hacerle los controles por indicación de Blaine López.

A pesar de todo el equipaje que traía, su entrada en el país fue muy rápida. Finalmente solicitó un empleado del aeropuerto para que la ayudara con sus valijas y se encaminó a la salida.

En seguida, buscó a Santana entre la gente que esperaba y no le costó trabajo encontrarla, porque Santana siempre resaltaba entre la multitud.

Ahí estaba, una verdadera diosa griega, con su cazadora de cuero blanco y sus vaqueros oscuros ajustados. Miraba la hora con ansiedad por enésima vez. De pronto, levantó la vista y vio que Brittany caminaba a paso seguro y con una gran sonrisa hacia ella.

Dio unas grandes zancadas y salió a su encuentro con ímpetu. Se fundieron en un abrazo y en un beso tan sentido que llegó al alma de todos los que ahí estaban.

Brittany también estaba hermosa, a pesar de las horas de vuelo que llevaba encima. Santana la repasó de pies a cabeza y escrutó su cuerpo enfundado en unas mallas vaqueras, camisa color naranja, botines con tacón y chaqueta de cuero beige, como el calzado.

—Mi amor, te extrañé tanto..., no veía el momento de regresar.

—Mentirosa. No creo que me hayas extrañado más que yo, se te veía muy divertida cenando con tus amigas en la foto que me enviaste. Yo me quedé acá sola—protestó Santana con un mohín.

—Pavote, si sabés que te amo, estos días sin vos fueron interminables, San. Sólo quería volver y estar a tu lado, abrazame fuerte, por favor.

Santana volvió a rodearla con sus brazos, luego dio una propina al empleado del aeropuerto que había empujado el carro con las maletas y lo despidió. En ese preciso instante, se acercó Artie, a quien Brittany no había visto, y se hizo cargo del equipaje.

—Vamos a casa, Britt-Britt. Artie llevará tu equipaje en la camioneta. ¿Dónde pondremos todo esto?

—En el armario de las habitaciones que no se usan.

—Creo que tendremos que mudarnos a una casa con armarios más grandes. Igualmente, la señora Sugar hizo espacio en el mío para que pusieras también tus cosas. Le hice sacar lo que no es de temporada y lo llevó a la otra habitación.

—Amor, la casa es grande, ¿para qué vamos a mudarnos?

—Porque cuando vengan tu mamá y tu hermano no habrá lugar para ellos, supongo que en algún momento también recibiremos a Hanna y a Kitty. En este departamento no hay intimidad y, además, no quiero que hagas nada, así que necesitaremos dependencias de servicio para el personal.

—Dejá de mimarme tanto, San, es demasiado.

Brittany estaba aferrada a su cintura y le cogió de la barbilla para darle un beso.

—Vos sos mi reina y quiero que vivas como tal.

—Me basta con estar a tu lado y me siento una reina.


Llegaron al aparcamiento y Santana se acercó a un Maserati GranTurismo Sport MC blanco y con el interior rojo.

—¿Y este coche? No sabía que tenías otro, creí que sólo conducías el Alfa.

—Es nuevo, ¿te gusta?

—Me encanta, veo que tenés predilección por los automóviles italianos.

—Me fascinan porque tienen máximo confort, tecnología y exclusividad. Tomá, conducilo vos, yo te guío.

Santana le entregó las llaves.

—¿En serio?

—Sí, mi amor, ponete al volante, dale.

Brittany tomó las llaves de inmediato, fascinada con la propuesta. Nunca había conducido un automóvil deportivo de altísima gama, así que se metió en el habitáculo y se puso el cinturón de seguridad. Santana se acomodó a su lado y también se ajustó el cinturón.

—Tranquila, Britt, mirá que agarra mucha velocidad, va de cero a cien kilómetros por hora en 4,7 segundos.

—Guau, me lo voy a tomar con calma, te lo prometo.

Santana le indicaba el camino para salir del aeropuerto y tomar la autopista. Como era domingo y muy temprano, la carretera estaba despejada. Brittany iba gozosa al volante del Maserati, un automóvil realmente divertido de conducir.

—Es un placer manejar este coche, San.

—Sí, ¿verdad?

Acariciaba su pierna mientras Brittany iba al volante. Brittany se mostraba muy feliz y Santana estaba encantada.

—Además, me encanta el interior. Sos una fanática del rojo, ¿verdad?, porque tu otro coche también lo es.

—Creo que me has descubierto—se carcajeó Santana—Maserati permite diseñar el interior como uno quiera y éste lo diseñé yo—le explicó.

—Me encanta, sos tan amante de la estética, mi amor, pensaste en todos los detalles, ¡me fascina!

Habían salido de Williamsburg Bridge y los detuvo un semáforo.

—Amor, estás hermosa al volante de este auto, creo que no me equivoqué.

—¿En qué no te equivocaste?

—En pensar que era el auto perfecto para vos.

Brittany ladeó la cabeza y la miró a los ojos, no sabía si había entendido bien.

—¿Qué?—las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas.

—Es tuyo, mi vida, lo compré para vos, es un regalo que quise hacerte.

—¡San!—gritó Brittany y abrió los ojos desorbitados—Es demasiado—concluyó.

—¿No te gusta?

—Me encanta.

Brittany no quería ofenderla pero era un regalo demasiado caro y no quería que nadie creyera que estaba con ella por interés.

Santana le secó las lágrimas.

—Pero no me parece que tengas que regalarme algo tan lujoso, ¿qué pensarán tus padres y tus hermanos? Yo no estoy a tu lado para tener todo esto.

—Pensarán que estoy locamente enamorada de vos.

Le generó tanta ternura la expresión de su cara que aparcó el coche, se soltó el cinturón de seguridad y la besó furiosamente.

—Yo también te amo locamente, pero basta de estas locuras, San, no quiero que gastes más dinero en mí. Lo acepto porque jamás rechazaría un regalo tuyo, pero no derroches plata de este modo. Además, la fiesta de boda también costará un dineral. Controlate, López, prometeme que no vas a gastar más dinero.

—Amor, vas a ser mi esposa, lo mío será tuyo. Quiero llenarte de lujos y comodidades... Si pudiera también te bajaría la luna. Además, mi vida, con todas las entrevistas que vas a tener para preparar la boda, lo necesitarás para moverte por la ciudad.

—No me hace falta todo eso. A veces me siento obnubilada por cómo vivís. Yo soy más sencilla, ya lo sabés, pero soy consciente de que mi futura esposa viene con un paquete adicional e intento adaptarme. Sin embargo, San, andá despacio, por favor, dejame asimilar todo esto.

Santana se reía mientras Brittany le hablaba y le daba besos en los labios para hacerla callar.

—Me halagás enormemente—siguió Brittany—, Pero no es necesario, de verdad que no lo es. Me basta con tu amor, sólo quiero eso, mi vida, que me ames eternamente.

—Eso ya es un hecho, Britt, ni lo dudes—Santana la cogió de la nuca y atrapó sus labios con su lengua ávida, luego se apartó—Vamos a casa, Britt, me muero por hacerte el amor.

—Yo también, pero no quiero que me hagas el amor.

Santana la miró sin entender lo que estaba diciendo.

—¿No querés que te haga el amor?—le preguntó desilusionada.

—No—Brittany clavó sus ojos abrasadores en los de Santanay le dijo—I want you to fuck me!

Que Brittany le hablara en su idioma la calentó mucho. Su mirada evidenciaba su excitación, sus pupilas se dilataron.

—Vamos, entonces, no perdamos más tiempo.

Llegaron al departamento y bajaron abrazadas, riéndose. Elaine los espiaba desde enfrente, de pie con disimulo en la entrada de un edificio. Llevaba gafas oscuras y chándal negro con capucha.


«¿Por qué, Santana, por qué, mi amor? Ella es tan poca cosa para ti, yo soy quien te conviene. Primero tuve que soportar verte con la insulsa de Dani y, ahora, con esta trepadora. No lo voy a permitir porque eres mía. Si ella no hubiera interferido entre nosotras ahora estaríamos juntas, aún recuerdo tus gemidos haciéndome el amor. Esa zorra es una oportunista y estás ciega. Yo soy igual a ti, me estás rompiendo el corazón, Santana. ¿No te das cuenta?»


La cabeza de Elaine iba a mil por hora. Finalmente, cuando vio que Artie salía, dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria. Temió que la descubriera. Se alejó de la calle y caminó sin sentido durante un rato, hasta que cogió un taxi que la llevó a su departamento. Una vez allí, Elaine tuvo un ataque de ira y rompió todo lo que había en el salón, estaba desquiciada.

No podía concebir la idea de que Santana no fuera suya.

La noche en que se había acostado con Santana, creyó que tendría una oportunidad. Descontrolada, lloró y maldijo a Brittany hasta que decidió salir de ahí nuevamente. Hizo una llamada, buscó entre los cajones y tomó un fajo de dinero. Su objetivo era encontrarse con alguien en un descampado del Bronx.


Ajenos a la ira de Elaine, Santana y Brittany disfrutaban de su mundo.

Al entrar en el piso, empezaron a desvestirse con urgencia, a besarse con desesperación y terminaron desnudas en el sofá.

Brittany yacía de espaldas sobre el cuero y su prometida besaba cada rincón de su cuerpo. Se había apoderado de sus pechos y los apretaba entre sus manos mientras devoraba su boca, luego succionó sus pezones, los mordió, los lamió y los sopló para que asomaran. Bajó hasta el vientre con su boca, le chupó el ombligo y luego llegó a su pubis y al clítoris. Mientras lo rodeaba con la lengua, levantó la vista y se dio cuenta de que Brittany se había incorporado ligeramente para escrutar su hábil tarea.

Sus tórridas miradas se encontraron y Brittany dejó escapar un gemido, mientras Santana acariciaba su órgano con la lengua. Santana sonrió con malicia y siguió entregado a su cometido, Brittany tenía el clítoris muy abultado, así que se lo succionó y luego lo sostuvo entre sus dientes haciendo que se tensara. Introdujo un dedo en su húmeda vagina y lo metió y sacó varias veces.

De repente, Brittany la sorprendió y se puso de pie, la empujó para que se sentara en el sofá y se agachó apoderándose de su vagina con la boca y sus dedos, tal cual Santana lo había hecho.

El rostro de Santana era un poema, entregada al placer, extasiada, perdida.

De su boca salían gemidos guturales que no deseaba contener. Le encantaba que Brittany se apoderara de todas y cada una de sus facultades, deseaba a esa mujer con todas sus fuerzas.

Se fundieron en la intimidad más pura y única que dos seres que se aman pueden tener, se convirtieron en uno solo.

—Vení arriba, amor mío—la invitó Santana.

Brittany se puso a horcajadas sobre Santana y junto sus sexos. Santana la tomó por las nalgas, se movió junto con Brittany, mientras ella le masajeaba los pechos y la miró profundamente a los ojos.

—Te extrañé mi amor.

Le guiñó un ojo y empezó a moverse alternando el ritmo y de forma sinuosa, mientras Brittany le apretaba los pezones y los chupara.

Ambas estaban muy excitadas, esos tres días les habían parecido una eternidad.

De repente, Santana se quedó quieto y volvió a apoderarse de los labios de Brittany. La besó frenéticamente mientras Brittany intentaba contonearse para seguir con el ritmo y la fricción que necesitaba en su vagina, pero Santana no se lo permitía.

—Esperá, mi amor, te deseé demasiado y parezco un adolescente entre tus brazos.

—Lo siento, yo también te necesitaba y temo que estoy algo apurada.

La agarró de las nalgas y se puso en pie sin dejar de mover sus caderas. Brittany permanecía aferrada a sus pechos y a su cuello y Santana la sostenía con sus brazos. La llevó hasta la mesa del comedor y la tendió de espaldas, sólo entonces empezó a moverse. Sus sexos se frotaban una y otra vez, y otra y otra más, hasta que hizo una pausa.

—No pares—le rogó Brittany, pero Santana la hizo callar.

—Chis.

Santana se metió un dedo en la boca para humedecerlo, buscó la entrada del orificio del recto y se lo enterró ahí, Brittany se tensó, pero entonces Santana buscó sus labios para besarlos y se relajó. Movió el dedo metiéndolo y sacándolo, sin parar sus movimientos de caderas, sin dejar de besarla.

Santana movió y enterró dos dedos en Brittany, moviéndolos en círculos. Brittany se retorcía en sus manos. Al sacarlos, los metió lentamente en su ano y los dejó un rato quietos a la espera de que Brittany se acostumbrara a la presión.

Pero su novia no quería esperar, estaba muy caliente, y empezó a moverse para que sus dedos entraran y saliera. Por último, Santana sacó los dedos y  se los enseñó.

—¿Adónde los querés?—le preguntó—Sé muy específica porque si no te entiendo no te voy a dar nada. ¿Dónde te los meto? Pedime.

—En la cola.

—No te entiendo, Britt, y si no te entiendo me voy a autosatisfacer y te voy a dejar muy caliente. Pedime... Vamos, rogame como a mí me gusta— Santana la miraba salvajemente mientras se tocaba el sexo.

—Metémela en el culo.

—¿Qué es lo que querés que te meta en el culo? Dale, decilo en argentino.

—Tu verga, quiero tus dedos en el culo, San, quiero tus dedos en mi culo.

Santana sonrió con lascivia y la complació: enterró dos dedos despacio en el orificio del recto y comenzó a embestirla. Brittany con un acto de reflejo movió su mano y masajeo la vagina de Santana para luego penetrarle en el ano también.

Todo se había vuelto frenético entre ellas, se movían con vehemencia para encontrarse, estaban muy excitadas.

Ambas se enterraban desbocadas en la otra, Santana tomo la otra mano de Brittany y la guio a su propio clítoris y que lo estimulara, para después hacer lo mismo la rubia.

Brittany empezó a edificar su orgasmo y se entregó al placer, pero sin dejar de penetrar a la morena. Santana, al verla tan entregada al gozo y vivaz, también se dejó ir con un quejido áspero.

Brittany saco sus dedos de los orificios de Santana, para tomarla de la cara y besarla. Santana, deshecha se dejó caer sobre su cuerpo y recostó su cabeza entre sus pechos.

—Te amo Brittany.

Brittany le acarició el rostro, le apartó el pelo de la cara y le susurró:

—Te amo, Santana, te amo, mi amor.


Última edición por 23l1 el Mar Ago 18, 2015 8:18 pm, editado 1 vez
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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 25 Parte II

Mensaje por 23l1 Mar Ago 18, 2015 8:15 pm

Capitulo 25 - Parte II

Desde que habían vuelto a encontrarse, las cosas no podían ir mejor entre ellas.

Santana y Brittany estaban conviviendo en el departamento y Santana ya la sentía como su mujer, sólo bastaban unos pocos trámites para que se convirtiera oficialmente en su esposa. En un principio, Brittany había querido alquilar un piso, pero la morena se opuso rotundamente y decidió, casi sin consultarle, que vivirían juntas.

Los planes para la boda ya habían comenzado.

Tenían diseñador y florista, pero aún no habían comentado nada en familia porque no querían quitarle protagonismo a Alison y a Finn, que se casaban el fin de semana siguiente.

Brittany había estado gran parte de la tarde en la oficina de Alfonso. Volvía a la suya justo cuando Santana acababa de colgar el teléfono y se aprestaba a seguir trabajando durante un rato más.

—Me voy, mi amor, tu hermana me espera en veinte minutos en el local del diseñador—Brittany iba a comprarse un vestido para la boda de Alison y Finn—Si continúo demorándome llegaré tarde, no me extrañes.

—Hum, eso es imposible.

—¿Que llegue tarde o que me extrañes?

—Ambas cosas. No extrañarte es bastante improbable. En este momento, por ejemplo, tengo tantas ganas de besarte que eso, seguro, te demorará.

Santana se puso de pie para despedirla, la cogió entre sus brazos y la besó con ímpetu, pegada a su cuerpo, hundiendo los dedos en sus nalgas y apretándola contra su sexo.

La puerta se abrió de repente.

Otra vez Elaine, sin llamar.

Se apartaron y el rostro de Brittany se desencajó. Santana se pasó la mano por el pelo, contrariada. Se había dado cuenta de que Brittany estaba estaba realmente cabreada.

—Lo siento, mil disculpas, ¡perdonad, por Dios! Cariño, es la costumbre de tantos años. Brittany, discúlpame no quise... de verdad.

Fingió arrepentimiento.

Se quedó a un lado sin formular una palabra con unos papeles en la mano y cara de compungida. La argentina la miró con furia, no le contestó, cogió su bolso y le destinó la misma mirada furiosa a Santana.

—Nos vemos en casa.

Con esas palabras le demostraba a Elaine la intimidad que compartían. Necesitaba hacerle entender que Santana era suya, quería salir de la oficina dando un portazo, pero no le iba a dar el gusto a esa zorra de plástico.

Santana esperó a sentir el ruido de la puerta electrónica para asegurarse de que Brittany se había ido, se asomó para corroborarlo, volvió y le gritó a Elaine asiéndola por el brazo:

—¿Cómo mierda tengo que decirte que me dejes en paz? ¡Esto no puede seguir así!

—San, me estás haciendo daño.

—Te juro que es lo que deseo en este momento, para ver si lo entiendes de una buena vez, ¡me tienes harta!

—Mi amor, me duele oírte decir eso.

—No soy tu amor. Elaine, ¿estás loca o qué?

Elaine quiso acariciarla para calmarla pero Santana se apartó y tomó su mano en el aire para impedirlo, luego se la bajó de un manotazo.

—No seas cruel, te amo.

Santana tenía los pelos de punta.

—Pero yo, por ti, no siento absolutamente nada.

Elaine se echó a llorar, Santana se apartó y se paró frente a la ventana de su oficina dándole la espalda. No sabía de qué forma manejar la situación.

Elaine estaba obsesionada con ella.

Tras la borrachera en el cumpleaños de su mamá, había buscado la oportunidad y habían hablado. Elaine se disculpó por la escena horrible que había montado y Santana creyó que había comprendido, pero los días pasaban y Elaine seguía comportándose de manera lanzada en público. Y Brittany ya le había llamado la atención varias veces.

Elaine caminó hasta Santana y la abrazó, Santana agarró sus manos y se las quitó de encima.

—¿Por qué me rechazas, San? Jamás me has tratado así. Venía feliz para anunciarte que la propiedad de Jamesport ya es mía y a decirte que podemos ir cuando quieras.

—Elaine, te escucho y no sé si es cierto lo que está pasando. ¡Parece que no te dieras cuenta que me voy a casar con Brittany!

—Mi amor, yo sé que estás obnubilada con ella, pero tú y yo somos iguales, somos de la misma clase social. Tus padres y los míos siempre bromearon diciendo que seríamos pareja cuando creciéramos.

Volvió a aproximarse a Santana, que dio un paso atrás y estiró sus manos para que no se acercara. No daba crédito a la sarta de estupideces que la colorina le estaba diciendo.

¿Desde cuándo imaginaba que ellas podían llegar a tener algo?

Estaba asustándola, no parecía una persona en su sano juicio.

¡Le hablaba con tanto convencimiento!

—Elaine, ellos bromeaban, acabas de decirlo. Siempre fue eso, sólo una broma. Además, a mí nunca se me pasó por la cabeza que tú y yo pudiéramos tener algo.

—Me hiciste el amor, San, ¿te has olvidado de lo bien que lo pasamos? Te sentí vibrar entre mis brazos, ¿cómo puedes decir eso?

Santana estaba estupefacta, la situación pintaba peor de lo que elña había creído. Santana sólo se la había follado una vez, con un polvo de mierda, y Elaine hablaba como si se hubieran amado profundamente.

—Ven—la tomó de un hombro y la sentó en el sofá—Cálmate, ¿quieres agua?

—Por favor.

Santana le trajo una copa de agua y se la entregó. Elaine aún sollozaba, entonces Santana se le acuclilló enfrente y le cogió una mano para dialogar y hacerla entender.

Le habló con calma y delicadeza.

—Elaine, tú y yo siempre tuvimos una buena relación, siempre fuimos amigas, quizá no las mejores amigas, pero yo siempre aprecié nuestra amistad—intentó buscar las palabras adecuadas y se pasó la mano por la frente—Te pido perdón, te pido mil perdones. No era mi intención confundirte. Si hubiera sabido que guardabas estos sentimientos por mí...

Las palabras le fallaban, no quería herirla aún más, pero necesitaba que lo comprendiera. Hizo una pausa, Elaine la miraba a los ojos expectante.

—Lo que pasó entre nosotras esa noche sólo fue sexo y lo lamento en el alma. Hoy sé que nunca tendría que haber ocurrido, en realidad lo supe en el mismo instante en que sucedió. Me dejé llevar, estaba pasando por un momento de mierda en mi vida y tú te lanzaste y no supe decir que no. Sé que es ruin lo que voy a decirte, pero te utilicé para borrar el rencor que sentía. Quizá pienses que soy una mierda y es posible que tengas razón, pero ese día sólo me quité las ganas. Necesitaba un polvo y, es cierto, no tendría que haber sido contigo.

—Te amo, Santana, eres mi amor—Santana quiso interrumpirla pero Elaine le pidió que la dejase terminar—Siempre te amé en silencio. Cuando estabas con Dani, ni siquiera te fijabas en mí, jamás lo hiciste, ni siquiera cuando te peleabas con ella. Por más que intentaba acercarme, nunca me veías, no existía para ti. Sin embargo, durante este último tiempo, nuestra relación ha cambiado, sobre todo desde que trabajamos juntas. Estoy segura de que si permitieras que me acercara podría hacerte olvidar todo. Déjame demostrarte que sólo estás confundida, que estás ciega. Ella te engatusa y se aprovecha de tu corazón débil.

Santana cerró los ojos, esa conversación no conducía a ninguna parte. Elaine parecía no entender, no escuchaba y no razonaba.

—Elaine, nunca te he amado, no te amo y jamás voy a amarte. Estoy enamorada de Brittany, quiero compartirlo todo con ella y durante el resto de mi vida.

Santana se había sentado y se pasaba la mano por la frente. Mientras le hablaba, pensaba qué hacer.

¿Quizá despedirla?

¿Apartarla de Mindland, alejarla de ahí?

Sabía que no era lo mejor, porque era posible que Elaine montara un escándalo y Brittany se enterara de lo que había pasado entre ellas. No quería poner en riesgo su relación y que las dudas la invadieran otra vez, Brittany era frágil y Santana debía protegerla. Por otra parte, Alfonso no permitiría que se desvinculara de la empresa.

Elaine se precipitó encima de Santana y la quiso besar. Santana se puso de pie.

—¿Estás loca? ¿No me escuchas cuando te hablo?—le gritó—¡No quiero nada contigo! ¿¡No tienes orgullo ni dignidad!? Estoy rechazándote de todas las maneras posibles—Santana la atrapó de los dos brazos y le chillaba mientras la zarandeaba—Voy a tener que pedirte que renuncies a tu trabajo, Elaine. Tú y yo no podemos seguir trabajando juntas, te hace mal.

—No, Santana, por favor, no me pidas eso, no lo hagas—primero fue una súplica, pero luego se transfiguró y le espetó con malicia—Te juro que si me alejas de aquí, le digo a ella que tú y yo somos amantes.

—¡No me amenaces!—le gritó Santana y la tomó de la barbilla advirtiéndola.

Elaine se apartó de Santana, levantó los papeles que había llevado y salió de la oficina hecha una tromba.



Ajena a todo cuanto acontecía en la empresa, Brittany acababa de encontrarse con Rachel.

Llegó sacudiéndose, la había pillado un chaparrón en la calle. Una empleada del lugar recogió su paraguas y su chaquetón de cuero, ese clima era muy típico en Nueva York durante el mes de abril.

—Siento que me hayas tenido que esperar, se me hizo tarde en la oficina y encima no encontraba dónde estacionar—se disculpó por el retraso.

Odiaba llegar tarde.

—No te preocupes, tengo tiempo.

Marisa fue la encargada de atenderlas y les ofreció un café. Se probaron varios vestidos y, al final, ella se decidió por dos modelos en los que Rachel insistió sobremanera.

Para cuando salieron de la tienda, ya había parado de llover y ella, por su parte, ya se había calmado lo suficiente, de manera que decidieron ir a tomar algo.

Caminaron un poco y entraron en el Café Boulud & Bar Pleiades, donde pidieron un cóctel, por sugerencia de Rachel.

—¿Qué te ocurre? Parecés de mal humor...—la interrogó Rachel, que era muy perceptiva—No había nada que te gustara y eso que te probaste cosas verdaderamente hermosas.

—Tenés toda la razón, Rach. La idiota de Elaine me pone de malhumor—Brittany le contó todo, necesitaba desahogarse y concluyó—Le gusta tu hermana.

—¿Qué?—se sorprendió su futura cuñada con falsedad.

—¿No me digas que no te habías dado cuenta? Aparte de que no le quita los ojos de encima, cada vez que puede la toca y la llama «cariño» y «hermosa» delante de quien sea. ¡Un día voy a perder la paciencia y la voy a abofetear!

—Tenemos confianza, Britt, nos conocemos desde niños, por eso la familiaridad.

—¡Vamos, Rach!—Brittany ladeó la cabeza—¡Sólo trata así a Santana! No soy boba y lo que más me molesta es que ya le dije a tu hermana que le pusiera un freno y no lo hizo. En cualquier momento voy a dejar mis buenos modales de lado. Me mira por encima del hombro y me estudia de pies a cabeza, y si le pido algo, ni me contesta. ¡Ay, no, no! Mejor cambiemos de tema, porque se me había pasado el malhumor y ahora me estoy enojando de nuevo.

—No tenés de qué preocuparte, mi hermana sólo tiene ojos para vos.

Brittany estaba enajenada y no paraba de hablarle de todo lo que Elaine le hacía. Rachel no sabía que decirle, no quería meter cizaña, pero era más que obvio que tenía razón.

—Si fuera al revés, San no lo soportaría.

La hermana de Santana le acarició la mano, sin saber qué decirle. Tampoco quería hundirla, así que optó por cambiar de conversación.

—¿Así que mi hermanita tirará la casa por la ventana en una boda en el Plaza?

—Sí, ella está muy entusiasmada y yo también, aunque, si debo decirte la verdad, yo hubiera querido algo más sencillo, no me siento cómoda gastando tanto dinero en una fiesta.

—No te preocupes, si Tana lo hace es porque puede.

—Sí, eso mismo me dijo ella.

—Estuve con mamá ayer y me explicó que aún no les ha contado nada a sus amigas, pero que se muere por hacerlo. Está esperando que pase la boda de Finn para no quitarle relevancia. Está que agoniza por chismorrear sobre la de Tana.

—No quiero ni imaginarme qué dirá cuando se entere de que la ceremonia civil la haremos en Los Hamptons.

Rachel soltó un grito de euforia.

—¡Uy, se pondrá como loca cuando se entere!

—Sí, eso dice tu hermana. Así no tendremos que planear todo, ya que tenemos tan poco tiempo.

—Olvidate de eso, entonces, porque lo va a preparar todo ella. De todas formas, estoy segura de que mami te consultará, no hará nada con lo que no estés de acuerdo.

Pasaron un buen rato hablando y planeando la boda, con lo que el malhumor de Brittany se alejó un poco. Finalmente decidieron irse y ordenaron que les trajeran sus automóviles, el de Brittany llegó primero.

—¿Y este coche? No es de la compañía—observó Rachel y Brittany se ruborizó porque era un tema escabroso para ella.

—Es mío—dijo apenada—, Me lo regaló San—confesó en voz baja.

—¡Ay, debí suponerlo!—exclamó Rachel embelesada ante semejante modelo y con muchísima naturalidad—Mi hermana adora los coches italianos. Pero ¿por qué te ponés así?

—Me costó mucho aceptarlo, Rach, no quiero que se gaste el dinero en mí.

—Britt, dentro de cuatro meses vas a ser una López más, acostumbrate a vivir como ella. Cambiá esa cara, no seas boba, ¡es genial!

Tras admirar el vehículo y todos los lujosos detalles, su futura cuñada la abrazó y la besó, a continuación se despidieron y Brittany se marchó.

El tráfico era un infierno a esa hora, tardó casi cuarenta minutos en llegar al departamento y, cuando entró, iba cargada de paquetes con calzados, bolsos y vestidos.

—¡Hey, amor! No dejaste nada para que compraran los otros—bromeó Santana con una gran sonrisa desde la cocina.

Estaba cortando verduras para empezar a preparar la cena y se quedó expectante ante su reacción. Había imaginado una y mil veces, durante toda la tarde, cómo afrontar la situación con Elaine, porque Brittany se había ido muy enfadada.

Santana no quería que la relación que tenían, y que cada día se afianzaba más, se viera empañada por nada ni por nadie. No podía concebir separarse otra vez de Brittany, porque era la persona más importante de su vida, pero no sabía cómo actuar.

En sus relaciones anteriores, nunca había tenido que pensar en el bienestar de quien estaba a su lado, porque nunca había compartido su vida con nadie que realmente le importase. Ahora, con la argentina, era diferente, se sentía obligada a protegerla y a hacerla feliz, y le encantaba.

Había estudiado la posibilidad de hablar con Brittany y explicarle que entre la colorina y ella había habido algo sin importancia, pero entonces descubriría que ella le había mentido y no quería arriesgarse.

No podía permitirse una pérdida de confianza en ese momento, no quería llegar a eso.

Finn tenía razón: si ella hubiera aprendido a mantener sus manos quetas, se habría evitado muchos problemas.

Santana no era una persona inestable, pero estas situaciones en su relación con Brittany la hacían sentir inquieta y miedosa, unos sentimientos que ella jamás había experimentado con nadie.

Albergaba la esperanza de que la buena compañía de Rachel y el buen humor que siempre contagiaba hubieran mitigado el enfado de Brittany, pero al verla entrar se dio cuenta de inmediato que nada había cambiado.

—Hola—la saludó Brittany con frialdad y se fue directa al dormitorio para dejar sobre la cama las compras.

Estaba cansada porque había trabajado muy duro en la oficina, así que lo primero que hizo fue quitarse el calzado. Le habría pedido a Santana un masaje en los pies, pero ese día no pensaba hacerlo.

¡Al demonio con todo!

Estaba hastiada de que Santana y Elaine se trataran como si ella no existiera. Cuanto más lo pensaba, más se ofendía por el nerviosismo que Santana demostraba cuando intentaba disimular.


«¿Qué mierda hubo entre ellas?», se preguntaba de forma insistente.


Se había despojado del vestido y fue al baño, cuando salió se encontró con Santana tirada en la cama husmeando entre las bolsas. Brittany fue a cogerlas para guardarlas en el armario y Santana la sorprendió tomándola de la muñeca y arrastrándola hacia el lecho.

—Dejame, Santana.

Pero Santana no estaba dispuesta a dejarla ir.

—Dame un beso, ese «hola» tan feo no es un saludo apropiado para alguien que se derrite cuando te ve.

—No, dejame, quiero ordenar todo esto.

—No me niegues un beso, Britt, sabés que eso me trastorna y me cabrea mucho. Mis besos son tuyos y tus besos también me pertenecen.

—Bueno, Santana, entonces recordáselo a la tipa esa.

Santana bufó, Brittany forcejeó y se puso de pie.

—¿Podemos olvidarnos de lo que pasó en la oficina?

—No, no podemos, porque esta situación no puede seguir así—le habló su prometida en tono duro.

—No va a volver a pasar, te lo aseguro.

—Eso espero, porque no lo voy a tolerar más, como tampoco voy a tolerar que te siga llamando «cariño» y que te toque cada vez que pueda.

—¿Estás celosa?

Santana le hablaba desde la cama, intentando impregnar la situación de un tono de humor para restarle importancia, aunque supiera que no era lo correcto.

—Sí, estoy celosa y muy cabreada porque esa estúpida es una desvergonzada y si no se enteró todavía de quién soy en tu vida, yo te aseguro que se lo voy a explicar muy bien, aunque me dejaría más tranquila que lo hicieras vos, porque es lo que corresponde, ¿no te parece?

Santana se levantó y la abrazó mientras le besaba el cuello.

—No es como vos pensás—trató de tranquilizarla—, Tenemos confianza porque nos conocemos desde niñas. ¿Acaso vos y Kitty no tienen la misma confianza y yo tuve que entenderlo?

—No me tomes por estúpida, Santana, no me subestimes, porque eso me enoja todavía más. Prefiero que reconozcas que le gustás y no que me tomes el pelo. Sé muy bien cómo te mira, no compares mi relación con Kitty con la de ustedes, porque sabés de sobra que no tienen nada que ver. ¿Sabés qué? Te propongo algo: o le ponés un freno a esa tipa, o la próxima vez que me llame Sam, lo atiendo, a ver si te gusta.

Santana se enfureció, le saltaban chispas de los ojos.

—¿Me estás hablando en serio? Quiero suponer que no.

—Muy en serio—le contestó Brittany de manera rotunda y sin amedrentarse por el tono que Santana había empleado—Parale los pies o te voy a pagar con tu propia medicina. Además, no sé por qué te preocupa tanto, me acabás de decir que no se va a volver a repetir, ¿verdad?—se burló Brittany.

—¡No seas desubicada!—le gritó con el cejo fruncido, se le había abultado una vena de la frente, se rascaba el cuello y tenía una mano en la cintura en actitud desafiante.

Estaba fuera de sí.

—¡Ja! Resulta que ahora la desubicada soy yo...—se rió Brittany con sorna—No me hagas reír, ella y vos son las desubicadas. Si querés respeto, empezá por ofrecérmelo a mí, creo que no es demasiado pedir.

No pensaba, en realidad, cumplir con su amenaza de hablar con Sam, pero sabía que de sólo pensarlo la sublevaba.

Santana consideró que la tomaba por tonta.

Brittany cogió los paquetes de encima de la cama y se fue al armario a guardar los vestidos. Santana salió malhumorada del dormitorio y se metió en la cocina.

—¿En qué te ayudo?—le preguntó Brittany, que había aparecido después de ponerse cómoda.

—En nada, puedo sola.

—Ya sé que podés sola, pero quiero ayudarte, siempre lo hacemos juntas.

—No hace falta.

A esa terca no había quien le ganara.

—Perfecto, como quieras.

Brittany tampoco iba a dar su brazo a torcer.

Brittany estaba convencida de tener la razón, Santana no tenía derecho a hacerse la ofendida. Tendría que reflexionar y darse cuenta de su error.

Brittany sacó una botella de vino de la pequeña bodega de la cocina, lo destapó y sirvió dos copas. Dejó una en la encimera de mármol para Santana y se fue a sentarse frente a la televisión. La miró un rato sin prestarle mucha atención y se levantó para darse una ducha antes de cenar.

Cuando regresó, Santana ya estaba comiendo y su plato estaba servido, ni siquiera la había llamado... Brittany tenía ganas de ponerse a llorar, pero se contuvo.

¿Cómo era posible que no la entendiera?

Resolvió seguir con la guerra.


«Bien, ¿querés pelear? Encontraste contrincante, morena.»


Cogió su plato, pero se fue a sentar otra vez frente a la tele. Santana terminó de comer, recogió la mesa y fue a acostarse.

Brittany, entretanto, ordenó la cocina y, cuando terminó, entró en la habitación a buscar su Mac y una manta para quedarse un rato trabajando y revisando las páginas de vestidos de novias que Rachel le había pasado.

Santana, en la cama, fingió no verla.

Era una noche fresca y lluviosa.

Brittany se trasladó al salón, donde encendió la estufa y el equipo de sonido, conectó su iPod y seleccionó algunas canciones de la carpeta de Reik.

A medianoche unos brazos se escurrieron bajo su cuerpo y la levantaron del sofá, donde estaba hecha un ovillo por el frío. Santana la llevó en volandas hasta la cama, porque se había quedado dormida ahí y estaba congelada.

—Chis, vamos a la cama, mi amor, acá hace frío.

No tenía ganas de seguir peleando y parecía que Santana tampoco, así que se aferró a su cuello y se acurrucó en su pecho mientras Santana la trasladaba.

Santana le besó la coronilla y la llevó hasta el dormitorio, la depositó en la cama, la cubrió con el edredón de plumas y se acostó a su lado. La abrazó para proporcionarle calor con su cuerpo, le besó el cuello y friccionó sus gélidos brazos con suavidad. Brittany se acurrucó aún más contra la morena, ése era el lugar perfecto.

—¿Tenés frío?—le preguntó casi en un susurro.

—Ya no, abrazame fuerte.

Santana le hizo caso.

—No peleemos más, Britt.

—Tampoco me gusta que peleemos pero...

—Chis—Santana no la dejó seguir, le dio vuelta y la puso de frente a ella—Te amo, te amo, mi vida.

—Yo también.

Se besaron, sus lenguas se enredaron ofreciéndose una caricia de perdón, Brittany enlazó sus piernas a las de Santana y ella la envolvió con sus brazos mientras la besaba y le hablaba sobre los labios.

—Sos mi amor, sos mi vida, no lo dudes nunca, no dudes de lo que siento por vos, te pido que confíes en mí—volvió a besarla con desesperación—No soporto que nos peleemos—Santana sonaba sincero.

Le apartó el pelo de la frente y la miró a los ojos. Acto seguido Brittany le metió las manos bajo la camiseta y se aferró a su espalda, le dio un mordisco, la lamió y, entonces, Santana abrió sus labios y la volvió a besar. Tan pronto como se apoderó de su boca, llevó una de sus manos a sus pechos, los presionó mientras restregaba su pelvis contra ella.

Brittany bajó sus manos para meterlas dentro del ajustado pantalón corto de pijama de Santana y apoderarse de sus nalgas —le encantaba su trasero—, luego, con un movimiento hábil, se los bajó.

—Te amo, Sanny.

Brittany se deshizo de su camiseta y de su pantalón de pijama. Santana no dejaba de besarla ni un momento, necesitaba sus labios, Brittany no podía prohibírselos porque eran suyos, le pertenecían. Ya estaban piel con piel, en perfecto roce.

Brittany le lamió el cuello, Santana olía a su perfume como siempre, le pasó la lengua por la garganta y entonces Santana tragó con dificultad.

—No puedo vivir sin vos a mi lado—le confesó Brittany.

—Yo tampoco, te amo demasiado.

Santana se acomodó para besar sus pechos, los tomó en su boca con mimo, mientras Brittany gemía y se arqueaba.

El repiquetear de la lluvia las acompañaba esa noche como una banda sonora idónea para hacer el amor.

Brittany se puso debajo de Santana y ella la besó de punta a punta, dispuesta ya a unir sus sexos. Le abrió las piernas y buscó la posición perfecta para el roce perfecto.

Era una simbiosis perfecta, sus vaginas, sedosas, calientes y mojadas, se recibían.

Se movían despacio, necesitaban hacerle el amor esa noche.

—Así es cómo quiero estar siempre, así es cómo te quiero—le susurró Brittany mientras apresaba sus labios.

—No hay otro lugar donde me guste estar, mi amor.

Santana se quejaba cada vez que se movían y se rosaban y Brittany le imploraba que siguiera.

Brittany la tomó de las caderas para mayor movilidad, luego la cogió del pelo para atracar su boca, mientras clamaba de placer. Santana no paraba de moverse y ella también la buscaba.

En ese instante, Brittany comenzó a contraer su cuerpo aún más con su vagina y Santana la sintió tensarse de inmediato.

—Dame tu orgasmo, mi amor, dámelo todo, me encanta saber que soy yo quien te hace sentir así.

Hurgaba en su boca con la lengua deseosa y Brittany se dejó llevar mientras retorcía las sábanas. Gritó en sus labios, arrojándose al placer que sólo Santana le daba, gimió y se retorció mientras su cuerpo se deshacía convulsionado por el orgasmo.

Santana sintió que se quemaba, que se perdía y gimió de placer mientras sus humedades se mezclaban. Pero su cuerpo aún persistía, así que se movió, se sentó en la cama y la llevó con ella. Volvió a moverse y la besó de nuevo.

—Quiero más, Britt-Britt, dame otro orgasmo.

Brittany se aferró a su nuca y empezó a moverse, mientras Santana apresaba uno de sus pechos con la boca. Brittany tiraba la cabeza hacia atrás sin dar crédito a la intensidad del momento: Santana era insaciable.

—Me vas a matar—le decía Santana, mientras seguían moviéndose en unísono.

Brittany se movió, necesitaba sentir su peso sobre el cuerpo otra vez. Se estiró boca arriba y Santana se montó en ella para volver a unir sus sexos, gruñendo a cada embestida. Brittany abría sus piernas todo lo que podía para permitirle mejor unión entre ellas, aferrada a sus pechos y los masajeaba.

Santana estaba realmente ida y profería gemidos que retumbaban en la noche, Brittany chillaba a cada arremetida e intentaba unir aún más sus sexos, dejo los pechos de Santana y se agarró a sus nalgas para ayudarla a moverse más rápido, pero no aguantó más y empezó a arquearse, mientras sentía que se aproximaba otro éxtasis demoledor.

—Voy a correrme, no aguanto más.

—Dale, mi amor, dale, vamos juntas.

Brittany ahogó sus gritos en su brazo, mordiéndoselo mientras se entregaba a todas aquellas sensaciones, no existía en el mundo más placer del que estaba sintiendo: temblaba, lloraba, sudaba, no podía más.

Santana se quedó quieta mientras se corría. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y tembló de placer.

Brittany la miraba extasiada y Santana la observaba mordiéndose el labio. Cayó exhausta sobre Brittany y, tras recobrar un poco el aliento, Santana resbaló a un lado y se abrazaron con fuerza.

—Te amo, mi Britt-Britt, sos mi amor.

—Y vos sos mi universo.

Se quedaron mirándose en la penumbra de la noche hasta que se durmieron.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Mar Ago 18, 2015 8:56 pm

cada vez que pasa mas tiempo la relacion peligra por el estupido polvo que santana le dio a la ofrecida esa de la elaine, sera que san no lo entiende?
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Mar Ago 18, 2015 10:18 pm

hola morra,...

me encantan los celos de britt,...
san la esta jodiendo con la omisión,.. y la loca no ayuda mucho!!!

nos vemos!!!

PD; es que ya no estoy en LA,... y creo que por un tiempo no voy,.. tu dime que tipo de info quieres y a ver que averiguo,..
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lucy LP Mar Ago 18, 2015 11:11 pm

Esteee... Creó que alguien prendió la calefacción como que hace demasiado calor!!! Wow... Pero que apasionadas y que específica es Britt... Y que odiosa es Elaine sin querer ser tan perversa porque no haces un capítulo donde Elaine la atropelle un carro y si por la dudas le pase una moto y si dudamos de yapa un trailer no se digo una idea cuidese señorita ;) besoss
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Miér Ago 19, 2015 3:33 am

micky morales escribió:cada vez que pasa mas tiempo la relacion peligra por el estupido polvo que santana le dio a la ofrecida esa de la elaine, sera que san no lo entiende?


Hola, mmm =/ esa san ¬¬ esperemos y no pase nada o la elaine esa no diga nada. Saludos =D




3:) escribió:hola morra,...

me encantan los celos de britt,...
san la esta jodiendo con la omisión,.. y la loca no ayuda mucho!!!

nos vemos!!!

PD; es que ya no estoy en LA,... y creo que por un tiempo no voy,.. tu dime que tipo de info quieres y a ver que averiguo,..


Hola lu, aaaa o no¿? jajajajajaajaj. Mmm sip =/ nop, para nada, esperemos y todo salga bn. Saludos =D

Pd: aaaa vrdd, xD se me fue =P aaaa cualquiera de naya o heather jajaj xD



Lucy LP escribió:Esteee... Creó que alguien prendió la calefacción como que hace demasiado calor!!! Wow... Pero que apasionadas y que específica es Britt... Y que odiosa es Elaine sin querer ser tan perversa porque no haces un capítulo donde Elaine la atropelle un carro y si por la dudas le pase una moto y si dudamos de yapa un trailer no se digo una idea cuidese señorita ;) besoss


Hola, jajajajajaajaja son unas loquillas no¿? jajajaajajajjaj. Esa elaine ¬¬ que ni se acerque mas ¬¬ jajaajaja no estaria nada mal! ajajajaj se lo merece, no¿? jajajaajajajjaajja. Gracias, tu igual! Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 26

Mensaje por 23l1 Miér Ago 19, 2015 3:37 am

Capitulo 26

Después del vendaval del día anterior, Santana y Brittany se despertaron muy amorosas por la mañana.

Brittany se levantó más temprano que Santana y preparó el desayuno, que le llevó en una bandeja a la cama. Entró en la habitación y abrió las cortinas, Santana dormía boca abajo, con la cara hundida en la almohada. Su espalda era sugerente y fina, y Brittany decidió despertarla con un camino de besos que llegó hasta el nacimiento de sus nalgas. Ahí se contuvo, porque su mujer necesitaba recuperar fuerzas, la noche anterior se había portado como una verdadera fiera en la cama.

Santana remoloneaba, esforzándose por abrir los ojos.

—¡Vamos, dormilona!

—Necesito otra dosis de besos para despertarme—bromeó arrastrando la voz.

Brittany largó una risita estúpida, se mordió un dedo y la satisfizo. Esta vez en sentido ascendente, subió por la columna vertebral y le besó cada lunar de la espalda, hasta llegar a su boca, donde introdujo su lengua con dulzura.

—Hum, despertarse así no tiene precio.

—¿Verdad que no?

—Vení acá Britt-Britt—la atrapó con su brazo y se dio la vuelta para quedar frente a ella.

—¿Dormiste bien?—le preguntó Brittany.

—Después de que te trajera a la cama, sí. Antes no pude pegar ojo.

Sus miradas se cruzaron durante un rato en silencio. De pronto, Santana levantó las mantas y miró hacia su desnudez, Brittany bajó la vista como por instinto.

—No es normal que me tengas en este estado, resulta doloroso para mi cuerpo, te lo aseguro.

—¿Y qué podemos hacer para ayudarte?—le preguntó Brittany con picardía—, Porque quizá pueda apiadarme y, con un poco de esfuerzo, hasta pueda brindarte un poco de alivio. Claro, tendrías que guiarme porque yo no sé cómo hacerlo. Además—Brittany volvió a levantar la manta para espiar—, Se ve mucha humedad y me preocupa un poco.

—¿Así que te preocupa?—ambas sofocaron una risita—Te aseguro que yo sabría qué hacer para sacarte el miedo.

—Hum, pero es mucha y tus pezones tan muy duros.

Ese tonteo les resultaba muy excitante.

—Creo que sé de un lugar perfecto donde pueden estar y recibir una dosis de mimos.

—¿Es perfecto ese lugar?

—Sí, es perfecto y mágico.

—¡Ah! Y no estabas cansada.

—No.

—Entonces, ¿ahora no estás cansada?

—Vení acá que voy a demostrarte lo despierta que estoy.

Santana se encaramó a Brittany, asaltó su boca de fuego y metió una mano dentro de su tanga: estaba empapada, enterró dos de sus dedos en su vagina y los movió de manera circular. Brittany empezó a arquearse, entonces los sacó y se los metió en la boca, junto con su lengua para que los dos saborearan los jugosos fluidos.

Eso las excitó mucho.

—Britt, no podés hacer esto conmigo, no podés tenerme en estado de excitación continua, nunca me alcanza, siempre quiero más.

—A mí tampoco me alcanza, San, deseo tener sexo a cada rato con vos.

—Mientras sólo tengas esos deseos conmigo, no hay problema, este cuerpo te pertenece, sólo tenés que pedirlo, mi vida.

Santana y Brittany se perdieron una junto a la otra.

Brittany la recibió y empujo sus caderas y Santana movía sus caderas sin descanso, acariciando o rozando su sexo con el suyo. Se hicieron el amor una y otra vez, perdidas, entregadas y sin razón, sólo querían unirse la una en la otra y permanecer el mayor tiempo así.

Mientras movían sus caderas, le provocó un orgasmo estimulándole el clítoris, Brittany gritó y se volvió agua entre sus manos.

Luego se colocaron en todas las posiciones imaginables, ya que querían probarlo todo, deseaban ver cómo podía unirse, estaban dispuestas a experimentarlo todo.

De pronto, Brittany empezó a construir en su interior esa sacudida que sólo Santana le provocaba cuando la llevaba al éxtasis total. Entonces Santana comenzó a moverse lento. Gritaron, gruñeron, profirieron quejidos agónicos mientras llegaban al orgasmo.

Se corrieron juntas, había sido sencillamente maravilloso.


El desayuno se había enfriado, así que Brittany se levantó para calentarlo de nuevo. Santana le dio un apretón en el trasero cuando gateó en la cama para ir a por la bandeja que descansaba en la mesilla de noche.


Mientras Santana sorbía su café y revisaba su móvil, Brittany la observaba embelesada. Le encantaba ese gesto serio y concentrado. Esa mujer hermosa y perfecta era suya, le pertenecía, con ella compartía la intimidad más perfecta y absoluta que una persona puede aspirar tener. Sus manos eran dueñas de su cuerpo, en ellas se volvía agua, infierno, paraíso y luces.

Santana no se había ni enterado de que Brittany la devoraba con la mirada, hipnotizada por la pantalla de su móvil.

—Hoy cenamos en el Belaire, ¿te acordás, verdad?—le preguntó sin levantar la vista.

No obtuvo respuesta ya que Brittany estaba absorta, soñando despierta con esa diosa griega que tenía sólo para ella.

Santana la miró y, entonces, reaccionó.

—¿Qué ocurre, mi amor?

—Sos tan hermosa—contestó Brittany inclinándose por encima de la bandeja para besarla.

—Uf, mirá que puedo creérmelo.

—No seas presumida, lo hacés a propósito porque sabés que me encanta. Me calienta esa carita de distraída, ¡sabés que sos linda!—Santana se rió echando su cabeza hacia atrás—En la clase de pilates, en Argentina, tengo una amiga dominicana, ¿sabés lo que diría Vane si te viera?—Santana negó con la cabeza—¡Ese mujer es una mardita ejemplá del demonio, crijto jesú, me pone de atrá pa’lante!

Santana se desternilló de risa cuando Brittany imitó la tonada dominicana y la besó en la frente.

Terminaron de desayunar y se fueron a bañar juntas.

Otra vez apareció esa pasión incontenible y volvieron a hacer el amor, aunque esta vez más rápido y expeditivo, dado que no contaban con mucho tiempo porque terminarían llegando tarde a la oficina.

Salieron de la ducha y empezaron a vestirse.

Con toda la locura desatada entre ellas el día anterior, Brittany ni se había preparado la ropa, estaba indecisa y no sabía qué ponerse.

Santana estaba sentada en el borde de la cama colocándose los zapatos y Brittany aún permanecía en ropa interior sin poder decidirse.

—Dale, Britt, vamos a llegar tarde.

—No sé qué ponerme.

—El vestido rojo que me gusta a mí, el del pliegue en el hombro—le sugirió mientras se colocaba los aros frente al espejo del vestidor.

Brittany lo sacó del armario de inmediato y Santana le ayudó con el cierre.

—¿Zapatos rojos o negros?

Le mostró ambos modelos mientras Santana se ponía su reloj.

—Rojos.

—De acuerdo, entonces me pondré el abrigo negro para cortar el rojo y que combine con el bolso, así no tengo que cambiar las cosas.

Brittany se sentó en la cama para ponerse las medias de seda con encaje, se subió a los tacones rojos de ante con un moño al costado del empeine, Tiró todo su cabello hacia adelante y lo secó con el secador de manera informal. Se maquilló con destreza y después salió hacia la cocina en busca de una botella de agua y encontró a Santana revisando su maletín. Volvió corriendo al dormitorio para ponerse unos pendientes y su Serpenti de Bvlgari.

Santana entró a perfumarse, ya estaba lista.

—¿Has acabado ya? Artie nos espera abajo.

—Ya casi, brillo de labios, perfume y listo.

Santana la esperaba con la puerta abierta. Finalmente salieron pero, cuando estaban a punto de subirse al ascensor, Brittany pegó un grito.

—¿Qué pasa?—preguntó Santana asustada.

—¡Mi Mac!

Santana puso los ojos en blanco y detuvo la puerta para que el ascensor no se fuera. Brittany volvió sin haber encontrado la batería del ordenador.

—No importa, usás la mía.

Iban con mucha prisa, ya que tenían una junta de trabajo esa mañana con unos canadienses.

Abrazadas y risueñas entraron a Mindland a paso resuelto, iban con los minutos contados, pero esa mañana la vida les sonreía más que nunca.

Sentían que el amor que los unía era infinito e indestructible.

Al salir del ascensor, la recepcionista las saludó muy cordialmente y ambas contestaron al unísono. Se encontraron con Elaine que salía de su oficina e iba para la de Finn, aunque ella fingió no verlas.

—¡Es tan obvia...!—pensó Brittany en voz alta.

Santana se hizo la despistada y entonces Brittany le pellizcó el culo y se mofó de la pelirroja haciéndole burla en cuanto estuvo de espaldas. Santana abrió la puerta de la oficina con cierta incomodidad y le cedió el paso a Brittany.

—No la soporto, ¡por Dios!, me arruina el día verla, de la misma manera en que a ella se le arruina cuando me ve a mí.

—Britt... no empecemos, con lo de ayer fue suficiente, vení acá, mirame—le suplicó Santana, la cogió de la barbilla y la obligó a acercarse—Separemos el trabajo, hoy es un día importante, concentrémonos en lo nuestro.

—Sí, mi amor, perdón, pero ¡vos sos mía!—insistió.

—¡Por supuesto! Ahora, a trabajar, vamos, no más distracciones, voy hasta el despacho de Alfonso.

—No le digas Alfonso, no me gusta.

—Parecés mi mamá.

—Maribel tiene razón.

—De acuerdo, señorita Mandona, ya me di cuenta de que vos y mi mamá son grandes aliadas.


La reunión con los canadienses no habría podido salir mejor. Al principio, no parecían muy convencidos, aunque Alfonso y Santana se esforzaron por mostrar que su propuesta era transparente y que ambas partes se verían beneficiadas por igual.

Ante la indecisión de los inversionistas, Brittany recordó hábilmente algo que le habían enseñado acerca de las actitudes de un buen negociador, precisamente consistía en demostrar un equilibrio de poder ante los inversores.

Hasta el momento, Brittany se había mantenido casi al margen, sólo aportando datos concretos, cifras y resultados que Santana o Alfonso le pedían. Finn también asistía a su papá y a su hermana con la información legal. Pero Brittany se armó de valor, respiró profundamente y le pidió la palabra a Alfonso. Él dudó un instante, pero en seguida entrecerró levemente los ojos, calculador, y le dio el visto bueno.

Brittany comenzó citando a John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX:

—Cuando usted debe mil dólares al banco—explicó—, Usted está en manos del banco, pero, cuando usted le debe un millón de dólares, el banco está en sus manos—todos la seguían con atención—Se preguntarán por qué traigo esta cita a colación. Intentaré explicarlo de forma gráfica, sin sobrevalorar nuestra estructura. Quiero que saquen ustedes mismos las conclusiones porque creo que, durante el transcurso de esta reunión, los señores López y la señorita López han expuesto información suficiente y han contestado a todas y cada una sus preguntas llenando todos los huecos necesarios. Además, con toda esta información—señaló las hojas que ellos tenían a su disposición—Es muy fácil obtener un cálculo mental acertado.

Santana se acomodó en el asiento para prestar atención a su discurso, Alfonso y Finn también se echaron hacia atrás.

—En los años sesenta, Cuba hizo una compra grande de autobuses a una empresa británica, que representaba un cuarenta por ciento de la producción de ese año. Esa compañía inglesa dependía, en gran medida, de sus ventas a Cuba, circunstancia que ocasionó que las negociaciones no fueran muy intensivas. Ahora bien, señores, esto es bastante simple, Mindland podría seguir funcionando sin su inversión, pero ustedes necesitan mover su capital para que no se estanque. Sus ganancias son nuestro poder actual de negociación frente a la competencia. Dicho esto, no puedo dejar de determinar nuestro MAAN (Mejor Alternativa de Acuerdo Negociado). Acabamos de exponerles los resultados que obtendrán con su inversión; para nosotros es lo mismo que sean ustedes u otros los que inviertan en Mindland, y les aseguro que no son los únicos interesados.

Santana quería disimular la sonrisa de orgullo que asomaba por la comisuras de sus labios.

¡Ésa era su chica guerrera!

—Nosotros no corremos el riesgo de que nuestro capital se estanque.

—Por el momento—le refutó el canadiense.

—Permítame que lo corrija, y no quiero pecar de soberbia, pero los aquí presentes sabemos sobre qué estructura estamos edificados. Ustedes vinieron a buscarnos.

Los ojos chispeantes de Alfonso demostraban su contento frente a la agresividad con que Brittany negociaba la inversión.

—No sé si alguna vez han oído hablar de la estrategia del delfín.

Los canadienses estaban fascinados con la joven, Alfonso lo había notado.

—Estos animales toman una ola y nadan con ella, suben por ella, pero antes de llegar a la cresta saltan al vacío para tomar la siguiente. Y así logran aprovechar al máximo la fuerza de las olas. Estamos llegando a la cresta de la ola, señores: ustedes deciden si se tiran o no al vacío con nosotros. Estamos en pleno auge, supongo que están enterados de nuestra apertura en Milán y estamos en vías de abrir en Roma y en París.

Los inversionistas empezaron a mirarse uno a otro, Brittany los había seducido. Santana tomó el relevo:

—Entendemos perfectamente que quieran tener claro que la inversión es segura. Como ha dicho la señorita Pierce, con este informe les demostramos los resultados que pueden obtener. Ahora, no somos nuevos en este negocio, no queremos sentirnos manipulados ni que ustedes se sientan así. Por eso, al principio de esta reunión, les hemos ofrecido toda la documentación necesaria para que consulten y se encuentren seguros con estos planteamientos. Por favor, avancemos en nuestros objetivos comunes, esto es... ¿cómo decirlo más claramente? Les pondré otro ejemplo clásico: hay una discusión entre dos hermanas por la propiedad de una naranja; una reclama su derecho por ser la mayor; y la otra, por considerar que sus necesidades son vitales porque es más pequeña. Y le reclama a la primera que su deber es protegerla. No llegan a un acuerdo y deciden partir la naranja por la mitad. La mayor la exprime, se toma el zumo y tira la piel; la menor, tira el zumo y ralla la piel para preparar un pastel. Si en vez de discutir sus posiciones, se hubieran preguntado para qué quería cada una la naranja, ambas hubieran quedado más satisfechas y hubieran logrado una solución de «ganar-ganar». Creo que ustedes deben preguntarse para qué necesitan invertir en nuestra empresa. La respuesta, vuelvo a insistir, la tienen en estos datos.

Santana señaló el estado de cuentas nuevamente.

Brittany se sintió feliz al notar su apoyo, Alfonso asentía con una mano en el mentón y Finn se había quedado pasmado por la clase magistral de negociación que Brittany y su hermana habían dado en conjunto y tenía ganas de reírse, pero se contuvo.

En conclusión, los canadienses acabaron firmando un precontrato y se fueron guiados por Mandy. Los cuatro se quedaron en la sala de juntas en silencio y comenzaron a reírse.

Lo habían logrado: el crecimiento exponencial de Mindland estaba asegurado.

Santana abrazo a su papá y a su hermano, que estaban sentados a su lado, y luego Alfonso se abalanzó sobre Brittany, la tomó por los hombros y la puso en pie para darle un paternal beso en la frente. Ella inclinó su cabeza ruborizada por la efusividad de su futuro suegro.

—Britt, salvaste el día, ¡qué digo el día!, el futuro de tus bisnietos.

—No creo haber hecho tanto, Alfonso.

—No seas modesta, mi amor—dijo Santana poniéndose de pie y yendo a abrazarla—Esto iba de mal en peor hasta tu intervención. Cuando comencé a escucharte creí que la que había estudiado en Harvard habías sido vos y no yo.

—Es que no soportaba más su pedantería, nuestra empresa vale mucho más que su dinero. ¡Nosotros somos los sobrevalorados y no sus migajas! Por algo nos buscaron, ¿no? Y, ahí, como por arte de magia rebusqué en mi cabeza y me acordé de mi profesor de técnica de negociación. Él nos martirizó durante un año seguido con todos estos principios y nunca había tenido la oportunidad de usarlos. Entonces pensé: «Perdido por perdido, me lanzo a la piscina».

—Bendito sea tu profesor—exclamó Finn—Y vos también, cuñada. ¡Tenés una mente y una memoria brillantes, venga también un abrazo!

—¡Hay que festejar esto como corresponde!—propuso entusiasmado Alfonso.

Tocó el intercomunicador y le pidió a Mandy que trajera la botella de champán que había en la nevera de su oficina y cuatro copas.

El día había sido perfecto en todos los sentidos.


Estaban terminando de cambiarse para ir a cenar al Belaire, porque Maribel había organizado una cena para despedir la soltería de Finn. Era una comida informal, íntima y familiar. Alison no estaría, ya que se iba a cenar con sus familiares, que habían llegado de Ontario.

Cuando Brittany salió del dormitorio, encontró a Santana recostada en el sillón del salón escuchando My first love. Tarareaba la canción con los ojos cerrados. Brittany se acercó de puntillas y se quedó admirando a su morena, pero ella sintió su presencia y abrió los ojos.

—¡Hey! ¿Hace mucho que estás acá? No te oí acercarte.

—Tan sólo unos instantes.

Brittany estaba poniéndose unos pendientes dorados de aro. Santana se puso en pie la rodeó por la cintura con un brazo y buscó su mano para llevársela a la nuca y bailar cadenciosamente al ritmo de Avant & Keke Wyatt. Hundió la nariz en su cuello y se lo recorrió olisqueándola, subió por él, le mordisqueó el lóbulo de la oreja y entonces le cantó al oído:


Ah baby, you and only
long as I live
long as I live
My first love
You will be my first love
And I choose you again.



Buscó su mano y sin dejar de moverse la apartó para dedicarle una mirada lujuriosa que la recorrió de pies a cabeza. Brittany era su deidad, siempre tenía un aspecto impecable y, vistiera como vistiera, siempre estaba extraordinaria.

Le encantó el atuendo que había elegido para la ocasión: unos vaqueros azul oscuros, un jersey de color crudo y unos botines de ante marrón claro con un tacón de aguja dorado que la hacía aún más esbelta de lo que era.

La hizo girar y la volvió a pegar contra su pecho, metió sus manos en los bolsillos del pantalón para apretarle el trasero mientras le sonreía muy cerca de sus labios. Brittany jugaba con su pelo a la altura de la nuca. Santana sacó su lengua y se la pasó por los labios, como si fuera un helado, entonces Brittany las separó ligeramente para darle paso, pero Santana no lo hizo. Se rió y enarcó una ceja mientras la miraba a centímetros de su boca. Brittany abrió los ojos y se encontró con su mirada mordaz.

—¡San!—protestó Brittany.

—Si te beso no nos vamos y Maribel nos espera para cenar—le explicó.

—No es justo, quiero un beso—se quejó Brittany—Y no llames por su nombre a tu mamá—subió su mano por sorpresa y le presionó ligeramente el pezón—Besame—le ordenó.

—De esta manera, no es justo.

—Lo que no es justo es que tenga que rogarte un beso.

Santana asaltó su boca acariciándole la lengua con la suya y entonces Brittany dejó de apretar y la acarició atrevidamente por encima de la tela. La respiración de Santana empezó a entrecortarse y su corazón latía frenético.

Santana sacó una mano del bolsillo y la llevó bajo el jersey para acariciar la sedosidad de su piel, le recorrió la espalda con la palma extendida hasta llegar al sostén, y delimitó el contorno del elástico con un dedo, entonces Brittany se apartó de ella.

—Me voy a terminar de arreglar—anunció pícara intentando zafarse de sus brazos.

—Un momento, el que ahora no quiere parar soy yo—Brittany le cogió el brazo y le hizo mirar la hora en su reloj—Maribel nos espera.

—¡Que espere!—exclamó y asaltó sus labios con ferocidad. Luego se apartó—Ahora sí, andá a terminar de arreglarte—le dijo y la soltó.

—¡Tramposa! ¡Mandona! ¡Te gusta tener siempre la última palabra!

Santana se rió con autosuficiencia y le dio un apretón en el trasero mientras Brittany se daba la vuelta para ir al dormitorio.

—¡Michael Kors! ¿Hemos ido de compras?—preguntó Santana reconociendo el logo del vaquero.

—Cuando estabas en Italia, me agarró un ataque de consumismo compulsivo y casi dejo mi tarjeta en números rojos.

—De eso tenemos que hablar.

—¿De qué?

Santana la seguía hacia el dormitorio.

—De tu tarjeta. Quiero que tengas una extensión de la mía.

—Ni se te ocurra—Brittany se horrorizó con la propuesta.

—¿Por qué?

—Porque no corresponde.

—Sos mi prometida.

—Precisamente, sólo soy tu prometida. No puedo tener acceso a tu cuenta.

—Pronto serás mi esposa, Britt, ¿qué tiene de malo? Con la cuestión de la boda habrá que hacer pagos. Yo podré hacerlos a veces, pero otras tendrás que hacerlos vos—quiso engatusarla—Además quiero que cuando pases por un escaparate y algo te guste, te lo compres.

—No, San, me opongo. Tengo dinero suficiente para darme mis gustos.

—¿Por qué sos tan cabezota?

—Santana López, ¿precisamente vos me preguntás eso?—Brittany puso los ojos en blanco—Lo que dije de mi tarjeta fue una metáfora por la cantidad de compras que hice ese día, mi economía está en orden.

—De todas formas, me parece estúpido esperar a casarnos para que tengas una extensión de mi tarjeta. Tarde o temprano vas a tener que aceptarla, ¿cuál es la diferencia entre ahora o después? Supongo que cuando nos casemos no rechazarás también el dinero que quiero compartir con vos...

—¡No, no y no! Cuando nos casemos...—hizo una pausa—Veremos.

—Veremos ¿qué, Britt?—Santana sonó contrariada.

—Parecés mi hermano, siempre cree que el dinero que tengo no es suficiente y termina haciendo depósitos en mi cuenta.

—Buena idea, si no querés una extensión, puedo hacerte transferencias a tu cuenta.

—Por favor, San, te lo suplico—se lo pidió con ambas manos unidas—, No me ofendas.

—Mi amor, ¿por qué decís que te ofendo? Quiero compartirlo todo con vos.

—No quiero que la gente hable o piense que estoy con vos por interés.

—Britt-Britt, mirame—Santana le levantó la barbilla para obligarla a mirarla—A mí no me importa lo que piensen los demás, además no sé a quién te referís cuando decís los demás, porque mi familia jamás pensaría eso de vos.

—A ver, San, dejame explicarte algo, para ver si después te quedás más tranquila. No vivo sólo de mi sueldo, también cuento con los beneficios que da la bodega, tengo una participación en ella, mi amor. Si bien mi hermano es quien la trabaja, yo soy tan dueña de ella como él. Mis abuelos testaron a favor de ambos: Saint Susean es de los dos.

—No lo sabía.

—Bueno, ahora lo sabés. Es obvio que no genera lo que genera Mindland, pero nuestro nivel de vida es muy bueno. Quizá no vivimos con los lujos a los que están acostumbrados vos y tu familia, pero tenemos un buen estándar de vida. El año pasado se hicieron muchas inversiones y transformaciones en la bodega y esperamos que este año sea muy productivo. Cuando vayamos, verás a qué me refiero.

—Bueno, claro, es cierto. Vos vestís muy bien, tu departamento es muy bonito, tenés un buen coche y...—se detuvo—, Pero no se trata de eso, sino de que quiero compartir con vos todo lo que es mío. Para mí, vos ya sos mi mujer, el papel que vamos a firmar será para que todos sepan que lo sos. Sólo es una cuestión de formalismos y de que anhelo con toda mi alma que lleves mi apellido y yo el tuyo.

—Todo esto es muy tierno por tu parte y te lo agradezco de corazón—Brittany le besó la punta de la nariz—, Pero dejame conservar mi independencia económica hasta que nos casemos. Se trata de mi orgullo y de mi dignidad, por favor, mi amor. Cuando nos casemos, todo será diferente, te prometo que entonces sí aceptaré con orgullo todo lo que quieras hacer por mí. Será parte del cuidado mutuo que las parejas se prometen.

—Está bien, Britt—aceptó Santana con resignación—, Si para vos es tan importante esperar, lo haremos a tu modo. Para mí es lo mismo, pero lo acepto. Pero entonces no me pidas que no te haga regalos, o una cosa o la otra.

—Está bien, si no ganás, empatás, sos terriblemente cabezona, López. Gracias.

—A vos, por ser tan íntegra. Cualquiera hubiera dicho que sí sin protestar, pero supongo que por eso te amo, porque no sos igual a todas las demás.

—Te amo, mi amor.

—Y yo mucho más.

—Imposible, te aseguro que no existe más amor del que siento por vos.

—Entonces te amo en la misma medida.

Se besaron castamente, tomaron sus abrigos y salieron rumbo al Belaire. En la calle, el viento frío de la noche neoyorquina los atrapó. Brittany esperó al lado del coche, con las solapas levantadas para cubrirse del frío, mientras Santana cerraba la puerta de entrada al edificio con prisas.

—¿Brittany? ¿Sos vos? Decime que no estoy soñando.

—¡Sam!—respondió Brittany con timidez.

Santana había terminado con la puerta y se acercaba.

—¿Qué hacés acá? Pensaba que estabas en Buenos Aires. ¿Por qué no me llamaste? No sabía que habías vuelto—se extrañó él y la cogió del brazo.

—Buenas noches—interrumpió Santana mientras se aferraba a la cintura de Brittany.

Entonces Brittany se apresuró a presentarlos y el mendocino la soltó despacio.

—San, te presento a un amigo, Sam Evans.

Santana extendió su mano.

—Santana López, encantada.

—Igualmente—dijo Sam respondiendo al saludo con un fuerte apretón.

—¿Qué hacés por acá?—se interesó Brittany.

—Vivo muy cerca, a cuatro cuadras.

—Ah.

—¿Y vos, qué haces por acá? Disculpá, no quiero parecer entrometido—le pidió disculpas a Santana mirándola a los ojos.

Era obvio que Sam se había dado cuenta de que estaban juntas, Santana la había pegado a su cuerpo y no tenía intención de soltarla.

Santana asintió levemente con la cabeza sin hacer ningún comentario, estaba muy seria.

El cuerpo de Brittany se había puesto en tensión.

—Vivo acá, Samy, Sam—se corrigió.

No quería ofender a Santana tratando familiarmente a su amigo y señaló con la cabeza el edificio.

—Jamás lo hubiera imaginado.

De pronto, el amigo de Brittany fijó la vista en la mano de ésta, la que sostenía la solapa del abrigo y vio el anillo de compromiso, pero no hizo ninguna referencia. Santana lo notó y se rió para sus adentros, triunfadora. Se sintió muy bien al ver que los papeles habían cambiado, ya que cuando los había visto juntos en el aeropuerto se había sentido un extraño en la vida de Brittany.

Ahora, las cosas eran diferentes, porque el intruso era Sam.

—Bueno, las dejo, estaban saliendo y los he interrumpido, adiós.

Santana le tendió la mano y Sam hizo lo propio. Luego se acercó y besó a Brittany en la mejilla.

—Adiós, Sam, fue un gusto encontrarte.

—El gusto fue mío. Que tengan una buena noche.

El joven siguió caminando y Santana abrió la puerta del coche a Brittany para que entrase. Brittany temblaba, un poco por el frío y otro poco por los nervios del momento. Santana entró también, se abrochó el cinturón de seguridad, puso el Alfa en marcha y salieron de ahí.

Estaban a mitad de camino y ninguna de las dos había dicho ni una sola palabra al respecto. Santana permanecía muy callada y Brittany no sabía qué decir, se sentía incómoda aunque no tenía por qué. Sam había sido muy correcto y ella también, no le habían faltado el respeto a Santana en ningún momento.

Finalmente, fue Santana quien decidió romper el silencio:

—¿Por qué no le dijiste que soy tu prometida y que nos vamos a casar?

Brittany volvió la cara con brusquedad y se la quedó mirando fijamente ante su reproche.

—Fue todo muy rápido, sólo cruzamos unas pocas palabras, lo siento, no pensé que te molestaría que no lo hiciera.

—Igual se dio cuenta... Te miró la mano donde llevás tu anillo.

—Sí, yo también lo noté.

Brittany volvió los ojos hacia la ventanilla.

—Me hubiera gustado que le dijeras quién era yo en tu vida.

—Lo siento, San, no pensé que fuera tan importante que se lo dijera—se excusó sin pensar y Brittany, de pronto, se dio cuenta de lo que acababa de decir—Lo siento mi amor, no quise decir eso—se disculpó tomando la mano que Santana tenía sobre la palanca de cambio.

—Pero lo dijiste.

—San, por favor, quería que nos fuéramos rápido y por eso no entablé ninguna conversación con él, no quería molestarte, ni ofenderte, eso es todo. Por eso no dije nada, si querés y te deja más tranquila, le envío un mensaje de texto explicándole quién sos y que vamos a casarnos.

—¿Aún conservás su número? ¡Qué bien!—estaba ofuscada e hizo una exagerada mueca de asombro.

—Sanny, mi amor, por favor.

—Por favor, ¿qué?

—No quiero que nos peleemos, ¿querés que borre su número? Lo borro.

Brittany comenzó a hurgar en su bolso hasta dar con el iPhone.

—Basta, Britt, no es necesario.

—Sí, sí lo es, para vos lo es, y no quiero hacer nada que te ofenda ni que te incomode.

Santana le arrebató el móvil de la mano.

—No es necesario, me estoy comportando como un estúpido, perdoname.

—No, perdoname vos a mí, no quise faltarte al respeto en ningún momento, te lo juro.

—Lo sé, me puse celosa, lo siento. Soy una tonta.

A Brittany le dio ternura su confesión, Santana no la miraba.

—No tenés por qué ponerte celosa, soy toda tuya—le dijo mientras le acariciaba la nuca, Santana seguía con la vista fija en el camino—Siempre lo he sido desde que te conocí.

—Pero permitiste que él te diera un beso en Mendoza.

—Y te lo expliqué. Si te deja más tranquila, ni recuerdo cómo fue ese beso, sólo sé que cuando lo hizo pensé en vos y me aparté. Quizá hubiera sido mejor que no te lo contara, no quiero sentir esta desconfianza que no merezco.

Santana estaba aferrada al volante con fuerza, sus nudillos se habían puesto blancos. Brittany dejó de acariciarla y se volvió hacia la ventanilla. Santana entonces ladeó su cara y la fulminó con la mirada. Luego, al detenerse en un semáforo, la cogió por la barbilla y la obligó a mirarla.

—Ni se te ocurra nunca ocultarme nada—el tono que usó fue de advertencia, pretencioso y enojado.

—Jamás lo haría, de hecho siempre te he dicho la verdad. Desde el principio, nunca tuve secretos para vos, en cambio vos...

Desafiándola con la mirada, le estampó un gran reproche en la cara, pero no quiso seguir y que todo terminara en una gran discusión, así que le apartó la mano con rabia y volvió la vista hacia el paisaje. Los ojos se le llenaron de lágrimas y, aunque quiso retenerlas por todos los medios, una se escurrió por su mejilla, la recogió rápidamente con el reverso de la mano y se mantuvo inmutable, Santana también.

Cuando llegaron al Belaire, Santana introdujo el coche en el aparcamiento de los López y, en cuanto se detuvo, Brittany se bajó, caminó y se quedó junto al ascensor. Sostenía su bolso con ambas manos mientras se miraba la punta de los botines, cavilando angustiada y con cierta decepción.

El ascensor llegó y Santana le apoyó la mano en la cintura invitándola a entrar. Brittany se colocó al fondo del ascensor, Santana tocó el botón y se quedó con las manos en los lados, casi dándole la espalda.

Un profundo e incómodo silencio se apoderó del espacio, la frialdad entre ellas era casi hiriente.

Santana salió primero y la esperó. Abrió la puerta con su juego de llaves y entraron en el vestíbulo del ático, donde dejaron sus abrigos. Después la cogió de la mano y juntas se dirigieron al salón.

—¡Ah, llegaron!—Rachel se levantó del sofá y fue a recibirlas.

Primero abrazó a Brittany y le dio dos besos, después a su hermana. La miró de reojo y frunció el cejo: de inmediato se había dado cuenta de que algo pasaba entre ellas.

Santana intentó disimular y tomó del hombro a Brittany y le besó el cabello, Brittany, como una cachorra desprotegida, se acurrucó en sus brazos.

—¿Dónde están todos?—preguntó Santana, pero cuando Rachel iba a contestarle, Quinn se acercó a ellas con un cóctel en la mano.

—¡Hola, cuñada!—saludó con alegría.

Quinn y Santana se abrazaron mientras le alcanzaba una Mimosa a su mujer y saludaba a Brittany con un beso en la mejilla.

—¿Les preparo un trago?

—Por favor—aceptó Santana—¿Qué querés, Britt?

—¿Eso es una Mimosa?—dijo Brittany señalando el vaso de Rachel, Quinn asintió—Una igual, entonces.

—Cuñada, ¿y vos? ¿Lo de siempre?

—Sí, por favor, dame tu bolso, Britt—se lo quitó de las manos y lo dejó sobre el sofá—¿Mamá y papá?—volvió a preguntar Santana.

—Mamá está en la cocina y papá, en el despacho con Finn y Elaine.

Santana dio un respingo que nadie notó, salvo Rachel. Una mueca de disgusto se instaló en la cara de Brittany. Se sentó en uno de los sillones y su novia la acompañó y se colocó a su lado.

Un sentimiento de pánico se apoderó de Santana imaginando el motivo de la visita de esa mujer y, entonces, se sintió como una mierda, reclamándole cosas sin sentido a Brittany y haciéndola sentir fatal. Brittany tenía razón, siempre había sido sincera y transparente con ella, mientras que ella sólo metía la pata y le ocultaba cosas.

La abrazó, le besó el cabello nuevamente y le susurró al oído:

—Perdón, mi amor, te amo.

Volvió a besarla detrás del oído. Brittany se estremeció con su aliento y un escalofrío le recorrió el cuerpo. La miró a los ojos y le dio un casto beso en los labios, que Santana devolvió con una franca sonrisa.



Mientras tanto, en el despacho de Alfonso, Elaine les terminaba de comunicar su renuncia.

—¿Estás segura, Elaine? Te echaremos mucho de menos—le dijo Finn mirándola a los ojos, cuando ella les comunicó que dejaba Mindland.

—Sí, lo estoy, Finn, aunque reconozco que me apena mucho, ya que confiaron en mí en cuanto terminé mi carrera y eso es impagable. Pero la oportunidad que me han ofrecido en Bradley & Asociados es muy buena, sobre todo porque se ajusta más a mi especialidad, necesito acción. Y no piensen que menosprecio el puesto que tenía en Mindland.

—Tranquila—la interrumpió Alfonso—, Lo entendemos y te deseamos muchos éxitos. Eres brillante, Elaine, no me extraña que te hayan buscado y te hayan tentado. Me alegro por ti y te deseo de corazón una carrera muy provechosa. Tu paso por Mindland ha sido genial pero siempre supimos que era temporal, ya que como abogada civil, no es justo que tus labores sólo se ciñeran a contratos que encajaran en la legalidad. Es imprescindible que crezcas profesionalmente y estoy seguro de que tu carrera seguirá un ascenso seguro.

Alfonso fue sincero y estrechó entre sus brazos a su ahijada con mucho afecto.
Finn también la abrazó y la besó en el pelo.

—Ahora, si me disculpáis, los dejo, tengo cosas que hacer—dijo ella.

—Nos vemos mañana en el ensayo y en la cena pre-boda, ¿verdad?

—Por supuesto, ¡soy una de las damas de honor!

Alison y ella mantenían una muy buena amistad desde la adolescencia. Elaine había sido quien, en su momento, la había recomendado para el puesto de secretaria de Santana, cuando Finn hacía poco que trabajaba en la empresa familiar.

Salieron del despacho, Sue, Rachel y Maribel, que estaban todas abrazando a Brittany, como si festejaran algo. Una punzada le atravesó el corazón y Elaine no pudo evitar sentir tanto envidia y frustración como un odio profundo.

—Chis, por favor, ahí viene Finn. No hablemos más de nuestra boda, esperemos a que pase la de él—les pidió Brittany a las tres mujeres, ya que Rachel acababa de revelarle a su mamá que la ceremonia civil se haría en Los Hamptons y ésta ya quería comenzar a planearlo todo.

Santana estaba sentada en el sofá charlando con Quinn, cuando advirtió que su hermano, su papá y Elaine salían del despacho. Dio un sorbo a su Bloody Mary e inmediatamente dirigió su mirada a Brittany, que también había advertido la presencia de la pelirroja.

—Hija, ¡no sabía que habían llegado!—exclamó Alfonso acercándose a Santana.

Santana se puso de pie para abrazar a su papá, luego se acercó a Finn, y le dio a Elaine un beso en la mejilla. Mientras tanto, Alfonso saludaba a Brittany con efusividad.

—¡Ha llegado mi nuera favorita y la mejor negociadora de nuestro equipo!—la agasajó él.

—Adulador, terminaré por creer que sos un interesado—Brittany se puso de pie y le habló en son de broma—Creo que me decís eso porque soy la única que está acá.

Todos sonrieron y Alfonso la besó en la sien.

—Hola, Elaine—saludó Brittany desde la distancia.

Ella no le contestó, sólo movió la cabeza. Cada palabra, cada gesto de halago era una daga que se clavaba en el pecho de Elaine, sus ojos destilaban veneno y no podía evitar sentirse así.


«Todos parecen fascinados con esta trepadora oportunista y no se dan cuenta de que ella sólo quiere atrapar a Santana—pensó furiosa. Apretó los dientes y la miró con sorna de arriba abajo como hacía siempre—Resulta que ahora esta zorra se viste de marca. Pronto se te va a acabar todo eso», la amenazó para sus adentros.


Rachel, que advirtió la forma despectiva con que la mujer miraba a su futura cuñada, no dudó en intervenir.

—¿Ya vieron qué linda que está Britt? Querida, creo definitivamente que debés adoptar la moda de Michael Kors, vas a estar radiante en tu coche nuevo.

Santana clamó al cielo con la mirada, porque sabía de sobra lo que Rachel intentaba hacer.

—¿Coche nuevo?—preguntó Maribel.

La joven López se acercó a su melliza y la rescató del lado de Elaine, donde se había quedado de pie al saludar.

—¡Ay, sí! Mi hermanita le regaló a Britt un Maserati GranTurismo con el interior de diseño exclusivo.

—No me extraña que haya elegido ese automóvil para vos—dijo Maribel con naturalidad—Mi hija adora los autos italianos.

Brittany se rebulló en el abrazo de Alfonso y se sonrojó mientras fulminaba a Rachel con la mirada.

—Sin duda, te debe de quedar muy bien un coche así, ¡felicidades, corazón, que lo disfrutes mucho!

—Gracias, Maribel, pero lo considero un regalo demasiado ostentoso e innecesario. San sabe lo que opino al respecto—la miró suplicándole que todo terminase pronto.

—Si mi hija consideró que te lo merecés, tené por seguro que no se ha equivocado—le dijo Alfonso.

—Por supuesto, niña, cambiá esa cara de ternero degollado, ¿sabés cuántas quisieran conseguirse una persona como Tana que las llenara de regalos?—intervino Sue—¡Saboreala! Después de todo, pronto será tu esposa, días más, días menos, para disfrutar de su dinero es lo mismo.

—¿Ves?—Santana ladeó la cabeza mientras le hablaba—Sue es muy inteligente, deberías escucharla más a ella, ya que a mí no querés—le sugirió Santana.

—¡San, por favor!—volvió a rogarle Brittany.

—Lo sé, lo sé, cambiemos de tema, no la abrumemos.

—Me voy—le anunció Elaine a Finn y Quinn, que estaban charlando en la otra punta de la sala.

—¡Mamá, papá, Elaine se va!—les avisó Finn.

—¡Ay, tesoro! ¿No quieres quedarte a cenar con nosotros?—le preguntó Maribel.

En otro momento, la mujer no hubiera dudado en aceptar, pero pensar en compartir la mesa con Brittany, y ver cómo Santana se desvivía por ella, era algo que no podía ni quería soportar; además, para su plan no era bueno demostrar sus emociones.

—¡Quédate! Ya que nos abandonas en la empresa, al menos cena con nosotros esta noche—intentó convencerla Alfonso.

Santana frunció el cejo al escuchar a su papá, no sabía si había entendido bien.

—Se lo agradezco, pero ya he quedado con otra amiga.

—¡Qué pena!—se lamentó Maribel—, Pero ¿cómo dejas la empresa? ¿O he escuchado mal?

—No, mi amor—le aclaró Alfonso—, No lo has entendido mal. Elaine ha recibido una oferta de un bufete de abogados muy importante, que representa una gran oportunidad para su carrera.

Brittany y Rachel se miraron con una expresión de complicidad. La melliza buscó la mirada de Santana, pero ella en ese momento se dirigía a Elaine.

—¡Qué noticia! Te auguro muchos éxitos.

—Gracias, bomb...—se detuvo a mitad de palabra y rectificó—Gracias, San.

Santana se sintió aliviada con la noticia: parecía que Elaine finalmente había entendido que entre ellas no podía existir nada.


Poco después de que se fuera, llegaron Jake, Bree y los mellizos. Los niños venían dormidos en sus sillitas de viaje, así que Brittany, Rachel, Maribel y Sue acompañaron a la joven mamá hasta el dormitorio de invitados para acostarlos, ya que Maribel había comprado unas cunas para cuando sus nietos se quedaban con ellos.

Rachel y Brittany no habían tenido oportunidad de estar a solas para comentar la noticia de la partida de Elaine. Por eso, cuando Rachel la tuvo a tiro, cogió la mano de Brittany y se la apretó. Ella la miró, se rió con disimulo y, gesticulando, le dijo: «Estoy feliz».

Ambas dejaron escapar una risita contenida que nadie notó.

Miraron embelesadas durante un rato a los pequeños, que estaban cada día más guapos y sanos, y se unieron a Santana, Quinn Alfonso, Jake y Finn en la sala.

Finn había puesto música de los ochenta, y, en ese momento, Sue y Soledad trajeron de la cocina unas bandejas con pinchos de tomates, mozzarella marinada, bocaditos de paté de marisco, guacamole con nachos y otras exquisiteces, que consumieron como aperitivo antes de la cena.

La comida transcurrió en un ambiente relajado.

Los hermanos torturaron a Finn, durante toda la noche, con bromas por su inminente abandono de la soltería, a pesar de la defensa férrea de Maribel. Los jóvenes habían acaparado la velada con sus bromas. Desde la cabecera de la mesa, Alfonso y Maribel miraban con orgullo a sus cuatro hijos, a los que esa noche se los veía muy felices. Sólo faltaba Alison a la mesa para que estuviera la familia completa.

Todos ellos tenían a su lado a personas sin malas intenciones y buenos sentimientos.

Bree no sólo era buena esposa y dulce nuera, sino que también era una excelente y amorosa mamá y la única capaz de soportar el mal genio de Jake.

Quinn, con su carácter increíblemente reservado y atento, representaba la cordura y la mesura que Rachel necesitaba a su lado y se había ganado el enorme cariño de sus suegros.

Alison, por su parte, era la frescura personificada, siempre atenta, tierna y muy correcta, había echado la soga al cuello a su hijo mayor cuando él aseguraba que jamás se casaría.

Y, por último, Brittany, que parecía un ángel caído del cielo que había llegado a la vida de Santana para mostrarle que la verdadera felicidad existe y que ella podía disfrutarla. Sólo bastaba con ver cómo lo miraba para darse cuenta del profundo amor que sentía por el benjamín de la familia.

Sue, alerta como de costumbre, se acercó por encima de la mesa a Alfonso y Maribel y les dijo en tono cómplice:

—Hicieron cuatro hermosos muchachos, ¡dejen de babear! Sin el profundo amor que ustedes se profesan no hubiera sido posible.

Alfonso acarició la mano a esa fiel mujer, ya entrada en años, que sabía de sobra cómo se querían porque los había acompañado desde el principio de su historia.

—¡Ay, Sue, querida! Vos también sos parte de este cuento y partícipe de la educación de nuestros hijos. Criar a cuatro niños no ha sido fácil pero vos nos ayudaste siempre. ¡Sos parte de esta gran familia, vieja charlatana!

—¡El viejo sos vos! Mirá todas las canas que tenés, buscá a ver si me ves alguna a mí.

El comentario del ama de llaves hizo que estallaran en una carcajada. Ella siempre ponía un toque de humor a todo, parecía que jamás estuviera a malas con nadie.


Después de cenar, se sentaron en el salón a tomar café y Alfonso aprovechó para sacar algunos retratos familiares, como aficionado a la fotografía que era.

En cierto momento, Santana se levantó del sofá y cogió su móvil, que vibraba en el bolsillo, pero cuando lo sacó se dio cuenta de que no era el suyo, sino el de Brittany.

Lo que vio en la pantalla le puso los pelos de punta y el humor se le agrió al instante: acababa de recibir un mensaje de Sam Evans.

Lo lógico y más sensato hubiera sido devolverle el teléfono, pero los celos incontenibles no lo dejaban pensar.

Se apartó y lo leyó:

Me extrañó mucho verte en Nueva York y no haberme enterado de que aún estabas acá. En realidad, me dolió que no me hubieras avisado. Espero no haber hecho nada que te haya molestado la última vez que nos vimos y que te haya empujado a ignorarme. Lo pasamos tan bien en Mendoza que me encantaría que tomáramos un café o compartiéramos otra cena juntos. Te mando un beso grande, quiero verte pronto. Te llamo.

—¡Este malnacido está buscando que le rompa la cara!—exclamó Santana sin que pudiera oírlo nadie.

Estaba furiosa.

Brittany era suya y ese infeliz parecía no querer darse cuenta.

Volvió a guardar el teléfono en su bolsillo y se acercó a donde estaban todos, cogió de una mano a Brittany e hizo que se levantara.

—Vamos.

Todos se sorprendieron con la actitud hostil de Santana, tenía el ceño fruncido y no se molestaba en disimular. Brittany no entendía el porqué de ese cambio de humor tan repentino.

—¡Hey! ¿Van a irse tan temprano?—protestó Rachel.

—Sí, estoy cansada.

—Dejala, Rach—terció Maribel al observar que su hija estaba contrariada—Hija, esperá un momento, hoy retiré los trajes de los padrinos y vestidos madrinas, y deberías llevarte el tuyo.

—Sí, claro, mamá.

—Vení, Britt. Acompañame a buscarlo y te doy tu bolso también.

Brittany y Maribel desaparecieron y Santana fue hasta el recibidor en busca de sus abrigos.

—¿Y a éste qué bicho le picó?—preguntó Jake.

—Sabemos lo bipolar que es Tana, no va a cambiar de un día a otro porque esté con Britt—concluyó Finn.

—Bueno, bueno, dejen en paz a su hermana—ordenó Alfonso, que no quería que Santana se fuera enfadada con ellos—Sus razones tendrá, respetémosla.

Santana regresó con su abrigo ya puesto y el de Brittany en la mano. Brittany volvió con Maribel y Sue, llevaban el vestido de Santana en una funda. Con cierta prisa, ésta desplegó el abrigo para que Brittany se lo pusiera, se lo deslizó toscamente por los brazos y se despidió.

Maribel le sostuvo la cara afectuosamente con ambas manos, la miró a los ojos intentando dilucidar en ellos el motivo del mal humor y la besó en la frente. Santana cerró los ojos para recibir el amoroso beso de su mamá y emitió un suspiro, luego besó la cabeza de Sue.

—¿Nos vemos mañana a las diez en el ensayo, Tana?—le preguntó Finn.

—Por supuesto, ahí estaré—le aseguró Santana.

Brittany se apresuró a despedirse de todos, Santana la guio hacia afuera y entraron en el ascensor que las llevó directo al estacionamiento.

—¿Ha pasado algo, mi amor?—ante la pregunta, Santana ladeó la cabeza y se la quedó mirando.

—No—contestó con parquedad.

Brittany le acarició la mejilla, se acercó y la besó castamente en los labios, pero Santana permaneció impasible.

—Quiero llegar a casa y que me hagas el amor con música—le dijo sobre sus labios—, Voy a elegir una bonita canción y nos perderemos en la letra mientras nos amamos.

La puerta del ascensor se abrió, Santana la cogió de la mano y la llevó volando hasta el coche.

—San, por favor, no puedo caminar tan rápido con estos botines—se quejó.

Santana optó, entonces, por soltarle la mano y dejarla atrás caminando sola. Brittany empezó a sospechar que el enfado era con ella, pero nada de lo que había pasado durante o después de la cena echaba luz sobre la razón de su enojo.

Más aún: en el momento en que Santana se había puesto en pie para comprobar el móvil, estaban abrazadas riéndose y Santna le daba besos en el pelo.

Cuando Brittany entró en el Alfa Competizione, Santana ya tenía puesto el cinturón de seguridad y, en cuanto cerró la puerta, lo arrancó y salió de ahí haciendo rechinar los neumáticos.

—¿Qué te pasa, San?

—Nada—respondió mirándola con una expresión fulminante.

—Tu cara no dice lo mismo y tu genio tampoco.

Santana se concentró en el camino y Brittany fijó la vista en el paisaje urbano.

No lograba descifrar el mal humor de Santana.

—Vas a conseguir que te pongan una multa conduciendo así.

Santana sólo respetaba los semáforos, pero ningún límite de velocidad.

No le contestó.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lucy LP Miér Ago 19, 2015 5:53 am

En realidad Santana se pasa de sinvergüenza... Pero aún así es linda jejeje saludos Señorita
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Miér Ago 19, 2015 8:42 am

que falta de respeto de ese labios de pescado! si vio que britt esta comprometida como se le ocurre invitarla a salir, entiendo a san pero ella tiene un gran rabo de paja, por otra parte cual sera la venganza de la bruja del cuento?
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por AndreaDaru Miér Ago 19, 2015 5:32 pm

Nunca saldria con una persona como Santana, posesiva y mentirosa. Ella puede de todo pero Britt no.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Miér Ago 19, 2015 7:27 pm

Lucy LP escribió:En realidad Santana se pasa de sinvergüenza... Pero aún así es linda jejeje saludos Señorita


Hola, sip osea ella noma puede¿? jajaajaj pero también tienes razón ai XD jaajjaajajajjajajajaajaj. Saludos =D




micky morales escribió:que falta de respeto de ese labios de pescado! si vio que britt esta comprometida como se le ocurre invitarla a salir, entiendo a san pero ella tiene un gran rabo de paja, por otra parte cual sera la venganza de la bruja del cuento?


Hola, jajajaajajajaj xD maldito lo odio ¬¬ no entiende que perdió, si no lo quiso al principio xq ahora¿? ¬¬ jajajjaaj ya veremos! jajajaja. Saludos =D




AndreaDaru escribió:Nunca saldria con una persona como Santana, posesiva y mentirosa. Ella puede de todo pero Britt no.



Hola, mmmm toda la razón, ella noma puede ¬¬ pero esk igual ai personas así ¬¬ esperemos y mejore su actitud. Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 27

Mensaje por 23l1 Miér Ago 19, 2015 7:30 pm

Capitulo 27


Llegaron al aparcamiento y Santana llevó a Brittany casi a rastras hasta la puerta. Brittany se había armado de paciencia y había decidido no discutir hasta que se metieran en el departamento.

Santana entró, se quitó la chaqueta, la tiró con rabia en el sofá y caminó directo al dormitorio. Brittany recogió la americana y entró en la habitación. Santana ya estaba a medio desvestir y a punto de meterse en la cama. Brittany caminó hasta el armario, buscó una percha y colgó la chaqueta de su novia y empezó a desvestirse con parsimonia.

La oyó pasar hacia el baño y se sobresaltó de golpe por el puñetazo que dio a la pared. Se asomó, la puerta estaba abierta, y justo en ese momento Santana apretaba la descarga del inodoro. Salió casi llevándosela por delante. Brittany no entendía nada, nunca lo había visto en ese estado.

Sin mediar palabra, se lavó las manos y los dientes, mientras Brittany se desmaquillaba en el lavabo contiguo. Brittany se puso el pijama y vio que Santana ya estaba metida en la cama, abrazada a la almohada y lista para dormir de espaldas al lado que Brittany ocupaba.

—Ah, no, Hoyuelitos, si te pasa algo conmigo tenés que explicármelo antes de dormir, no soy una niña para que me trates así.

—No quiero que terminemos peleándonos. Dejame dormir, Britt.

—San, hablemos, ¿qué pasó mi amor?—le preguntó dulcemente, se inclinó y la besó en el oído y en el cuello—¿Qué pasa, mi vida? Contame, ¿por qué estás de tan mal humor?—Santana la apartó y Brittany se la quedó mirando enfadada—Bueno, es evidente que la cosa es conmigo, pero si al menos me dijeras de qué se trata y no te portases como una mocosa caprichosa...

Las palabras tuvieron el efecto deseado, Santana se sentó en la cama como si le hubieran puesto un cohete en el trasero.

—¿Mocosa caprichosa? A ver, ¿cómo reaccionarías vos si yo recibiera un mensaje como éste?

Brittany se asustó por la forma en que la miró.

Santana buscó el móvil de Brittany que había dejado en la mesilla de noche de Brittany, rebuscó el mensaje de Sam y se lo dio a leer. Brittany tardó unos segundos en reaccionar.

—¡Ah, no! No tenés ningún derecho a leer mis mensajes, yo no miro tu móvil.

—Si no tenés nada que ocultar no tiene por qué molestarte que lo haya leído, además fue por equivocación: tenía los dos móviles en el bolsillo, el tuyo había quedado en mi poder cuando llegamos al Belaire y olvidé devolvértelo.

—Ésa no es excusa, porque cuando viste la pantalla y te diste cuenta de que no era el tuyo, lo leíste de todos modos y, además, ¿por quién me tomás? ¿Cómo que «si no tenés nada que ocultar»?—Brittany utilizó un tono burlón al repetir sus palabras y gritaba tanto como Santana—¡Por supuesto que no tengo nada que ocultar! ¿O creés acaso que te hubiera ocultado ese mensaje? Es más, estoy segura de que te hubiera mostrado lo que le contestaba, en caso de que hubiera decidido hacerlo.

—Eso lo decís ahora porque ya lo leí.

—¿Sabés qué, Santana? Me tenés harta con esta desconfianza y estos celos sin sentido. No te doy ningún motivo para que me trates así. ¡Mirá lo preocupada que estaba por mi móvil que ni siquiera me acordé de él! Además, hacen falta dos para bailar un tango, y yo no estoy dispuesta a seguir discutiendo con vos.

Santana la miró provocadora pero Brittany se calló de golpe. Se quedaron sentadas y cruzadas de brazos, apoyadas contra el respaldo de la cama, aunque pronto Brittany empezó a sentir que su barrera de contención estaba a punto de romperse y las lágrimas iban a invadirle el rostro.

No obstante, no quería llorar delante de Santana, así que se levantó de la cama y se fue al baño del salón. Ahí ahogó sus lágrimas y lloró amargamente durante un buen rato hasta que oyó que Santana golpeaba la puerta.

—¡Ahora la que no quiere hablar soy yo, andate!

—Abrime, Britt—le pidió Santana, pero Brittany no le contestó—Tengo toda la noche para esperar a que salgas, no me voy a mover de acá hasta que abras.

Brittany lloraba con desconsuelo y a Santana se le partía el corazón. Quería tirar la puerta abajo para estrecharla entre sus brazos.

Brittany estaba muy angustiada porque pensaba que había sido injustamente agredida por Santana.

Santana dejó que se desahogara y, cuando escuchó que su llanto se había calmado, volvió a insistir:

—Abrime, dejame abrazarte, tenés razón en todo. Soy una estúpida, una necia y una maniática celosa de mierda, pero te amo tanto que no puedo controlarme. Perdoname, Britt, por favor. No quiero comportarme como una idiota, pero no lo sé gestionar y me gana la irracionalidad. Lo siento de verdad, lo siento, mi amor, dejame consolarte y pedirte disculpas como te merecés. Soy una obsesa, una neurasténica, todos los adjetivos que quieras decirme. Britt, nunca antes me había pasado esto de no poder controlar mis celos, porque nunca había sentido celos por nadie. Es un sentimiento nuevo en mí y, tal vez por eso, no sé cómo manejarlo. Britt, perdoname, por lo que más quieras. Salí del baño que hace frío, vamos a la cama.

—Dejame en paz, no quiero escucharte, andate vos a la cama, hoy me hartaste, Santana. Me colmaste la paciencia y te portaste como una grosera conmigo adelante de toda tu familia.

—Abrime, por favor, no me gusta oírte llorar y menos sabiendo que soy la culpable de esas lágrimas.

Brittany no le contestó.

Había pasado un rato y no se la escuchaba llorar más. Santana se había quedado sentada en el suelo con la espalda contra la puerta.

—Abrime, no seas testaruda—volvió a insistir—, En el baño hace frío y te va a hacer mal—Brittany seguía sin contestarle—Britt, no seas caprichosa—aasó otro rato y Santana se levantó y dejó libre la puerta del baño—Está bien, como gustes.

Después de unos minutos, Brittany decidió salir.

Todo estaba a oscuras, así que pensó que Santana se habría metido en el dormitorio. Como Brittany estaba muerta de frío, fue a la cocina a prepararse un té caliente.

Caminó a oscuras y, cuando encendió la luz, se encontró con Santana dormida en el comedor, sentada y con los codos sobre la mesa. Mientras la esperaba, el sueño la había vencido.

Puso a calentar agua, encendió el hogar del salón y fue hasta el dormitorio a buscar una manta para cubrirla. Se acercó a su oído con una taza de café en la mano y le habló en un susurro.

—San, te quedaste dormida, despertate—le acarició el pelo, entonces Sanyana levantó la cabeza adormilada—Preparé algo calentito para tomar.

—Gracias.—Santana le cogió la mano y se quedaron mirando—Sé que hoy te pedí perdón demasiadas veces y también sé que no es justo.

Brittany levantó un dedo y lo apoyó sobre sus labios para hacerla callar, se agachó y le besó la frente para calmar su mente atormentada. Santana la miraba sorprendida.

—¡Sos tan buena...! A veces creo que no te merezco, Britt-Britt.

Se levantó, abrió la manta y las cubrió a ambas mientras la abrazaba. Brittany la dejó hacer, se acurrucó en sus brazos y hundió la cara en su cuello.

—Vamos a tomar la bebida caliente junto al fuego—propuso Santana.

Brittany la siguió con su té, Santana puso la manta en el suelo y la hizo sentar en ella.

—Ya vuelvo.

Mientras esperaba que Santana regresara, miraba el crepitar de las llamas. Finalmente regresó con un edredón, se sentó a su lado y las cubrió a las dos.

—En tres días, batimos nuestro récord de peleas, dos de tres desde que volví. ¡Vaya espectáculo! Y siempre es por terceros.

—A mí también me duele, Britt, pero supongo que nos estamos amoldando a la convivencia.

—Sí, pero esta desconfianza que nos tenemos no es buena. Si nuestro amor es tan grande e inmenso, tendría que ser suficiente para saber lo que cada una siente por la otra. Y me incluyo, San, porque yo también me porté como una necia.

—No más que yo—suspiró profundamente—No me enorgullezco de haberte hecho llorar, cuando en realidad lo único que deseo es hacerte reír. Britt, quiero que seas feliz a mi lado.

—Soy feliz a tu lado, San—Brittany se había apartado un poco para mirarla a los ojos.

—Necesito que me digas que me querés, Britt-Britt—le suplicó Santana.

—Te adoro, mi vida, te amo más allá de la razón—Brittany había dejado la taza y tenía su rostro entre las manos—Sos mi amor, mis sueños, mi felicidad. Sanny, sin vos no existo.

—Y vos sos la mujer de mis sueños, Britt. Me atraés mucho físicamente, pero te amo por tu inteligencia, ¡sos tan culta, tan capaz!, además, te amo por tu sencillez. Sos hermosa por dentro y por fuera, cuando entramos en algún lado noto que todos te comen con la mirada y eso hace que me ponga muy celosa.

—Yo jamás me fijo en esas cosas, San. Me gusta arreglarme para verme en el espejo y sentirme bien, y también para agradarte. Me duermo y me despierto pensando en vos. Y no te hagas el humilde porque a vos te miran todos también. ¡Siempre te mostrás tan segura con tu cuerpo y tu forma de proceder...! Si cierro los ojos, todavía puedo recordar la noche en que entraste en el restaurante del Faena, en cuanto te vi quedé encandilada con tu seguridad.

—Vos sabés que eso es sólo un disfraz. Vos me conocés tal cual soy, con vos puedo mostrarme vulnerable y no me importa, al contrario, me relaja. A tu lado, me convierto en esta mujer inmadura, insegura de sí misma, que te ama más que a nadie en esta vida, que teme perderte y se aterroriza sólo de pensarlo.

—Los celos son el condimento perfecto para una relación, San, siempre y cuando se den en su justa medida. Hasta pueden llegar a ser considerados un halago, pero si dejamos que crezcan más que nuestro amor, terminarán con nosotras.

—No lo digas, Britt-Britt, no lo hagas, no lo pienses, por favor. Jamás vamos a volver a estar alejadas.

—Tampoco lo quiero, Hoyuelitos, no lo resistiría, pero debemos tenernos más confianza. Se supone que eso es edificar una pareja, ¿no creés? Los celos y la desconfianza nos separaron una vez, por mi parte te aseguro que no voy a permitir que vuelvan a cegarme, aprendí la lección... pero me preocupa la forma en que te ponés. San, mi amor—le susurró y la tomó con fuerza de la barbilla para apartarle el pelo de la frente—, No tenía ninguna necesidad de contarte que me había besado con Sam, pero lo hice para que supieras que no existe otra persona en este mundo que sea más importante que vos en mi vida. Te amo, grabátelo acá—le aseguró dándole unos golpecitos en la frente.

—Me enojó ese mensaje, Britt. Él vio el anillo y se dio cuenta de que estabas conmigo. Aun así, insistió en que se lo habían pasado muy bien en Mendoza y mi mente se trastornó, dejé de razonar.

—No te culpo, si yo leyera un mensaje así quizá reaccionaría igual. No le contestaré o quizá sí lo haga y le deje claro que vos y yo estamos a punto de casarnos.

—Gracias por entenderme.

—Te amo demasiado como para no hacerlo—Brittany se acercó a sus labios y la besó de forma inocente, con un gesto tierno.

—Y yo te amo demasiado como para verte llorar otra vez. Haré todo lo posible para controlar estos celos abrasadores que me consumen.

Santana se acercó a sus labios y los besó con delicadeza, los cortejó, los cuidó, los acarició y luego los relamió. Después se apartó.

—¿Aún tenés ganas de hacer el amor con música?

—Con o sin música, siempre tengo ganas de hacer el amor con vos.

Volvieron a besarse, pero Brittany abandonó sus labios y se levantó.

—¿Adónde vas?

—A poner música, voy a elegir yo.

—Lo que vos quieras, mi amor.

Empezó a sonar Quédate, de Lara Fabian, y Brittany se quedó de pie frente a Santana y se mordió un dedo, mientras la letra de la canción rezaba:


Te fuiste aquella vez
y yo, en mis sueños, tantas veces te busqué.
Entre los ángeles tu voz imaginé.
Así me conformé
pero ahora te encontré.
Quédate,
que este tiempo es nuestro
y el amor tiene ganas de volver.
Oh, quédate, no me dejes sola otra vez
que la noche es larga
si no estoy contigo,
si otra vez me lanzas al abismo,
si otra vez te vas.
Quédate,
por favor, por siempre.



Se volvió a sentar, Santana abrió sus piernas para recibirla y la cogió por la cintura. Brittany le acarició el contorno de sus pechos, le delimitó los labios y Santana los abrió para morderle el dedo mientras le regalaba una sonrisa carnal. Brittany contuvo el aliento y emitió un gritito mientras tiraba su cabeza hacia atrás. Le besó la punta de la nariz, luego le recorrió las cejas con sus índices y Santana cerró los ojos.

Brittany le lamió la boca y tomó su labio inferior entre los dientes para darle un tironcito. Entonces Santana abrió los ojos y la miró de manera desvergonzada, Brittany estaba dispuesta a coger todo lo que quería de su morena. Mordió su barbilla y deslizó su lengua hacia el cuello.

Santana echó la cabeza hacia atrás ofreciéndoselo y Brittany le chupó la garganta, su verdadera debilidad, haciendo que Santana se tensara, exactamente lo que Brittany buscaba: desorden, desconcierto, locura.

Levantó sus brazos para que Santana le quitara la camiseta, sus senos saltaron y danzaron mientras la prenda salía de su cuerpo. Santana la miró, tiró la ropa a un lado y quiso tocárselos pero Brittany le hizo un chasquido con la lengua y le indicó que no. Le quitó la camiseta a Santana y quiso acariciarle los senos, pero entonces, imitándola, Santana chasqueó su lengua y Brittany dibujó un mohín con los labios.

Eso la hizo sonreír, entonces tomó la mano de Brittany y la apoyó entre sus senos. Su palma quemaba sobre su piel, su corazón latía desbocado y retumbaba en su mano. Santana se la llevó a la boca, le lamió los dedos uno a uno y besó el anillo de compromiso.

Brittany la imitó y comenzó a juguetear con sus senos, le recorrió el abdomen con el dedo hasta que llegó a su ombligo. Santana volvió a erizarse, la canción seguía avanzando, la letra y el ritmo eran perfectos para hacer el amor.

Sus cuerpos, junto al fuego, se iluminaban con las llamas que ardían como ellas.

Brittany se puso de rodillas y se aferró a su cuello, entonces Santana atrapó su espalda con las manos abiertas y se apoderó de sus labios. Brittany se quitó la tanga y Santana, sin dejar de besarla, se colocó de rodillas y se deshizo de su ropa interior.

Volvieron a sentarse.

Santana abrió sus piernas de nuevo y la recibió en el hueco que quedaba en ellas. Brittany, perdida, abrió también las suyas y las acomodo entre las de Santana. Sus sexos estaban muy próximos y se rozaban, y sentían la necesidad de abrazarse.

Tentándola, Brittany comenzó a moverse en un vaivén cadencioso, haciendo que su vagina rozara la de Santana. Santana dejó su boca y apresó un pecho con los labios y su experimentada lengua, mientras la sostenía de la nuca con fuerza.

Brittany se encorvaba y se mecía para que Santana pudiera chupar mejor su pezón. Sin poder esperar más, Brittany se apoyó en sus pies y se acomodó mejo para que sus sexos se rozaran a la perfección y dejó escapar un gemido. Cuando estaban así, no quería que el momento terminara nunca, porque era el estado perfecto de unión.

Sus sexos se acoplaban y en sus entrañas se tejían todo tipo de sensaciones. Sus clítoris estaban hinchados y latentes, como sus vaginas que estaban pringosas y chorreantes.

—Mírame—le pidió Santana.

Brittany abrió los ojos de inmediato y los clavó en los de Santana. Le había hablado con una voz oscura cargada de erotismo, de desenfreno, de lujuria.

Sus cuerpos comenzaron a frotarse entre sí, preparados para ese momento tan íntimo del clímax.

Brittany era una diosa entre sus brazos y excavaba en ella, mientras se movían acompasados y cadenciosas, al ritmo de la canción.

Parecía extraviada en su cuerpo.

—Britt-Britt, sos mi diosa de la excitación.

—San, seguí, no pares, por favor.

Ambas emitían gemidos involuntarios, que se transformaban en clamores por segundos. A veces en lamentos, producto del gozo que experimentaban, mientras sus sexos se friccionaban para llegar al precipicio y saltar en caída libre como sólo conseguían estando juntas.

El instante estaba muy próximo, Brittany gritó su nombre, lo pronunció varias veces como si fuera una plegaria, y se corrió mientras se arqueaba entre sus brazos. Santana, al verla gozar tan entregada, se sintió vulnerable, se quejó y gritó su nombre, como si fueran palabras mágicas.

Saciaron sus deseos, hirviendo de placer ante la experiencia más exuberante que el ser humano pueda sentir. Se abrazaron con gusto mientras aún permanecían unidas, hasta que Santana se alejó y se estiró para coger unos cojines del sofá y utilizarlos como almohadas se recostaron frente al fuego y se quedaron una frente a la otra, abandonada y exhaustas, acariciándose los rostros.

—¿Estás bien, mi amor?

—Estoy flotando, a tu lado y en el estado perfecto.

Santana le sonrió y le besó la nariz.

—Sos hermosa.

—Vos sos más bella, sos perfecta.

—No, eso no es cierto, soy una cabrona de mierda, no te merezco, pero tampoco puedo estar lejos de ti, mi Britt-Britt.

—Mi morena cabezota.

Se besaron por enésima vez.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Miér Ago 19, 2015 8:51 pm

de verdad no se que escribir, santana ama a brittany pero le oculta cosas y se cree con el derecho de celarla sin razon, se que ese secreto tal vez sea imperdonable!!!! [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 6 4065562827
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Jue Ago 20, 2015 12:09 am

Es contradictoria la actitud de San!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Jue Ago 20, 2015 1:49 am

micky morales escribió:de verdad no se que escribir, santana ama a brittany pero le oculta cosas y se cree con el derecho de celarla sin razon, se que ese secreto tal vez sea imperdonable!!!! [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 6 4065562827


Hola, mmmm san no esta haciendo bien las cosas y no se pone en el lugar de britt, solo esperar a que no pase nada malo =/ Saludos =D




monica.santander escribió:Es contradictoria la actitud de San!!!!


Hola, sip, toda la razón! esa san no entiende! Esperemos y no salgan mal las cosas. Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 28

Mensaje por 23l1 Jue Ago 20, 2015 1:52 am

Capitulo 28

Tenían todo el día para compartirlo con la familia.

Por la mañana era el ensayo de la boda de Alison y Finn, que estaban a punto de cumplir sus sueños, y por la noche era la cena pre-boda.

Santana y Brittany llegaron al hotel donde la coordinadora de bodas esperaba a todos los convocados para hacer un ensayo antes del gran día. Aunque ésta no tenía nada que hacer ahí, y debería haber ido a Mindland a trabajar, Santana se había empeñado en que la acompañara para que viera cómo iba todo y fuera familiarizándose.

Además, aunque Santana era una de las madrinas, no tenía ganas de ir sola. Fueron de las primeras en llegar, los novios ya estaban ahí, acompañados por unas amigas de Alison, las damas de honor en la ceremonia, y por los padres de ella.

Santana aprovechó la ocasión para presentarles a Paul a Brittany. Pronto fueron apareciendo todos los demás. Rachel fue sola, Jake y Bree, sin los niños, Alfonso y Maribel fueron los últimos de la familia en presentarse en el Four Seasons. Luego aparecieron unos amigos de Finn, y Santana, que los conocía de toda la vida, también les presentó a su prometida.

—¡Britt, qué bien que viniste!—le dijo Bree, que tampoco tenía un cometido concreto en el ensayo—¡Jake se empeñó en que lo acompañase!

—San también. Por suerte, como estás vos, no me sentiré tan descolocada.

La coordinadora llamó a los involucrados en el ensayo y ellas dos decidieron sentarse a un lado a hablar. Santana le dio un beso furtivo y se alejó unos metros. En ese momento, irrumpió Elaine como de costumbre, caminando con altivez. Santana estaba escuchando atentamente a la organizadora, pero cuando vio que Elaine se acercaba se puso tensa.

Elaine no se había percatado de que Brittany estaba ahí y, aunque tampoco eso la hubiera detenido, se colgó del cuello de Santana y le dio un beso junto a la comisura de los labios con descaro.

Brittany seguía atenta los movimientos de la colorina desde lejos, pero no pudo ver con claridad dónde lo había besado.

—¡Qué fastidio!

—¿Cómo?—Bree no entendió.

—Lo siento, pensé en voz alta. Me refería a Elaine, no la soporto, no sé qué se cree esa zorra de plástico.

—No te preocupes, nadie la soporta, pero ella no se da por aludida, esa mujer es una cínica.

Santana le dedicó una mirada devastadora, Rachel, que estaba furiosa con Elaine, imaginaba cómo debía de estar Brittany y se encabronaba aún más. Se acercó a su hermana y la apartó de su lado con una excusa.

—Creo que vas a tener que ponerle un freno definitivo a la efusividad de Elaine o te vas a meter en problemas.

—Ya no sé de qué forma hacérselo entender—replicó Santana en un murmullo.

—Me parece que no estás siendo lo suficientemente clara, ¡intentalo mejor, Santana!

—¿Me estás llamando la atención?

—Es preferible que lo haga yo y no Britt, ¿no creés?

Santana sintió de pronto que alguien se aferraba a su cintura y, cuando se volvió, vio a la desubicada de Elaine, que había enganchado su dedo en la presilla de sus vaqueros.

—Alison y Finn están radiantes, ¿verdad?—comentó Elaine intentando entablar conversación con ambas hermanas.

Santana temía desatar su ira, pero no podía permitir esa cercanía por respeto a Brittany. Si las cosas hubieran sido al revés, Santana se hubiera puesto furiosa y, considerando el torbellino de la noche anterior, debía hacer algo rápido.

Sin siquiera mirarla y con contundencia le dijo:

—¿¡Quieres soltarme!? ¿¡Qué haces!?

Aunque Rachel tampoco la soportaba, para salvar la situación y no estropear el ensayo de la boda, se movió con rapidez y se interpuso entre su hermana y Elaine, intentando entablar una conversación.

—No sé cómo Alison está tan tranquila, yo recuerdo que a esta altura ya había enloquecido. ¿Ya has ido a buscar tu vestido?

—No, aún no, iré después del ensayo. ¿Y tú?

—Mi mamá lo fue a buscar ayer, es precioso—le contó Rachel en un intento por distraerla.

—¡Menos mal que sólo tuvimos que respetar el color y no parecer uniformadas!

—Ya no se lleva que todos los vestidos de las damas de honor sean iguales, creo que ésa fue una muy buena decisión.

Era el momento de ensayar la entrada del cortejo nupcial. La coordinadora estableció que Santana entrara con Elaine del brazo, ya que Rachel, encargada del ramo, debía hacerlo con Jake, responsable de los anillos.

Elaine se enroscó como una boa en el brazo de Santana: estaba en su salsa.

—¿Ves? ¿No entiendo por qué no quieres darte cuenta? El destino nos une, cariño.

—Por respeto a Alison y a Finn, no busques arruinarles este momento.

—No es mi intención, mi amor.

—No me llames así. ¡Basta, Elaine! ¿Cómo tengo que hacerte entender que estoy con Brittany?

—Si te sigues enfurruñando así, te juro que voy a dejar de aguantarme y voy a darte un beso, me calientas cuando te pones de ese modo.

—Haz la prueba y te vas a enterar de quién soy yo. Te juro que te voy a hacer pasar la vergüenza más grande de tu vida.

Brittany, aunque intentaba no ponerse de mal humor, estaba que trinaba. Era obvio que Elaine buscaba a Santana con descaro, sus actitudes la delataban: le hablaba de cerca, la tocaba, se reía de todo, estaba mostrando claros signos de seducción y, además, se había presentado con un vestido escotado muy sugerente.

El ensayo terminó y Bree le propuso a Brittany:

—Ven, vamos a acercarnos.

Brittany no dudó.

—Hola, Elaine—la saludó mientras se acercaba a Santana para aferrarla por la cintura.

Santana le pasó un brazo por el hombro y la besó en el cabello.

Elaine no contestó al saludo y se limitó a sonreírle a medias y con fastidio, pero a Brittany no le importó. La colorina se alejó con disimulo y se fue hacia otro grupo de gente porque no soportaba su cercanía.

Finalmente todos empezaron a despedirse hasta la noche, cuando volverían a encontrarse en la cena.

—Mi amor, ¿voy al baño y nos vamos?—sugirió Brittany.

—Dale, rubia, acá te espero—Santana le dio un sonoro beso y se quedó hablando con sus hermanos.

Cuando Brittany entró en el baño, Elaine estaba a punto de salir y pensó que era un buen momento para dejar las cosas claras.

—¡Qué bien que nos hayamos encontrado!

—No tengo interés en hablar contigo—dijo Elaine—, Por suerte ya ni siquiera eres mi superior y, por tanto, no estoy obligada a escucharte, ni en la empresa y mucho menos aquí.

—No, querida, si yo te digo que me vas a escuchar es porque me vas a escuchar. A mí me importa una mierda que seas una pelirroja estirad a o la hija del mejor amigo de mi suegro—le soltó la argentina recalcando la palabra.

—¡Qué vulgar eres!, de verdad que no entiendo cómo San está contigo.

—¿No lo entiendes? Yo te lo explico—sonrió cínica—Santana está conmigo porque me ama, deja de tocarla y de acercarte a ella como si yo no existiera, porque la próxima vez no me voy a quedar en lo verbal—Elaine quiso irse pero Brittany la agarró del brazo—Todavía no he acabado. Te he dicho que me vas a escuchar y vas a hacerlo. Deja de buscarme porque si me llega a salir en serio esa vulgaridad que dices que tengo, te juro que te agarro de los pelos.

Elaine levantó la mano que tenía libre e intentó abofetear a Brittany, pero ella fue más rápida y le encajó un sopapo, entonces la pelirroja la aferró de los pelos y terminaron trenzadas en el suelo del baño pegándose, insultándose y pateándose.

Santana se extrañó porque Brittany tardaba mucho y le pidió a Rachel que fuera a buscarla. En cuanto entró se encontró con un espectáculo bochornoso, quiso separarlas pero le resultó imposible, por lo que fue en busca de Santana.

—¡Vení a ayudarme!—le dijo al oído con disimulo—, ¡Britt y Elaine se están matando en el baño!

Santana salió despedida del salón y las encontró revolcándose en el suelo, blasfemando y pegándose. Brittany estaba a horcajadas sobre Elaine y le pegaba para que ésta le soltara los pelos.

—¿Se han vuelto locas?—gritó mientras agarraba a su novia para sacarla de ahí.

Rachel, mientras tanto, intentaba desenredarle el cabello de los dedos de Elaine.

—Mi amor, por favor, calmate, es el ensayo de la boda de mi hermano—le dijo Santana en voz baja para tranquilizarla.

Rachel hizo otro tanto con Elaine.

Brittany depuso su actitud de inmediato, pero la pelirroja parecía enajenada e incontrolable. Brittany se puso de pie, sacudió su ropa y se arregló un poco. Estaba de espaldas saliendo junto a Santana, cuando Elaine se zafó de Rachel y se tiró nuevamente encima de ella, cogiéndola por sorpresa. Volvió a tirarle del pelo y le torció la cabeza hacia atrás. Aunque Santana la había visto venir, no había podido frenarla. Entonces la agarró por los brazos y la zarandeó.

—¡Suficiente, Elaine, basta, por favor! Piensa en Alison, ella es tu amiga, no le arruinemos este momento—le rogó mirándola a los ojos.

Rachel, mientras tanto, decidió sacar a Brittany de ahí. Bajaron en el ascensor sin mediar palabra, estaba roja, acalorada y resoplaba furiosa como un toro en la arena.

Sólo deseaba seguir pegándole.

Salieron a la calle y, cuando trajeron el coche de Rachel, las dos se metieron en él.

—¿Se han vuelto locas?

—No iba a dejar que me pegara.

—¿Me estás diciendo que ella te pegó primero?

—No importa quién pegó primero, sólo espero que a esa zorra le haya quedado bien claro que Santana está conmigo. ¡Ya estoy harta, cansada! Mi paciencia tiene un límite.

—No puedo creer que hayan terminado en el suelo agarradas de los pelos, Britt... Por suerte nadie se dio cuenta.

En un arranque de cordura, Brittany le dijo:

—Eso espero... Cuando Santana me hizo comprender que podía estropear el momento de Alison y Finn, me sentí muy mal.

En ese instante, Santana salió llevando a Elaine del brazo.

—¿Dónde va?

Rachel no supo qué contestarle.

¿Se había vuelto su hermana loca yéndose con esa buscona?

Entonces trajeron el coche de Elaine y Santana la metió dentro para que se fuera. Justo antes de subir, intentó besar a Santana de nuevo, pero ésta la apartó. Brittany quiso salir despedida del automóvil, pero Rachel puso el seguro.

—No vale la pena, calmate.

—¿Que me calme? ¿Vos viste lo que yo acabo de ver? ¿Ahora Santana me va a seguir diciendo que estoy confundida?

Santana y Elaine intercambiaron un par de palabras más, Elaine intentó besarla pero nuevamente obtuvo su rechazo.

—Dejame bajar, Rach, me van a oír—Brittany intentó quitar el seguro de la puerta pero no pudo.

Cuando Elaine arrancó, Santana sacó su teléfono y la llamó.

—¿Dónde estás, mi amor?—le habló Santana con voz arrulladora.

—Detrás de ti, viendo una cariñosa despedida.

Santana palideció y se dio la vuelta para descubrir que, tres coches más atrás, estaba el de Rachel. Guardó el teléfono y caminó hacia ellas.

—Por favor, Britt, tranquila, no montes un escándalo acá en la puerta del hotel—le pidió Rachel, luego desactivó el seguro de las puertas y le dio un beso para despedirse.

—Gracias por todo, descuidá, estoy muy tranquila. Quien no debería estarlo tanto es tu querida hermana.

Salió del vehículo y se encontró con Santana, que se agachó y saludó a su hermana, cruzando con ella una furtiva mirada.

Santana entendió que todo estaba muy mal con Brittany.

De regreso a la entrada del hotel para pedir que les trajeran el coche, Santana quiso poner una mano en el hombro de Brittany y ella la fulminó con la mirada, pero no le dijo nada, no quería montar un griterío ahí.

Se subieron al deportivo rojo y realizaron todo el trayecto hasta el departamento en un doliente silencio.

Ésta era una olla a punto de ebullición.

Santana no sabía cómo encarar la situación, pero estaba segura de que debía hacerle frente. Brittany viajaba con la vista perdida en el panorama urbano, ensimismada y preocupada, aunque su estado de enajenación había disminuido. Santana intentó acariciarla una vez más, pero la rubia ni siquiera se mosqueó, siguió en su postura.

La estaba ignorando.


«Me mintió—pensaba Brittany con el corazón helado—Santana tuvo algo con Elaine, yo no estaba equivocada, por eso la zorra se creía con tantos derechos. Pero si esa historia pertenecía al pasado, ¿por qué mentirme?—se preguntó y no pudo evitar pensar en el día del cumpleaños de Maribel cuando, habían llegado juntas—No quiero ni imaginarme que entonces ellas aún eran amantes.»


Al llegar, Santana bajó y dio la vuelta al Alfa para abrirle la puerta del vehículo. Brittany, que permanecía absorta en sus tortuosos pensamientos, no aceptó la mano que la morena le ofrecía para ayudarla. Descendió y caminó hacia la entrada del edificio sola.

Subieron al cuarto piso y, entonces, en cuanto entraron, Santana la cogió por los hombros.

—Tenemos que hablar.

—No sé si quiero escuchar lo que tenés que decirme, lo que más me duele es que me mentiste.

—Dejame explicarte.

—Dios, esto parece un déjà-vu, aunque lo peor es que forma parte de la realidad. ¿Ahora también me vas a decir que es cosa de mi imaginación y que la cercanía entre ustedes es porque se conocen desde niñas?—le preguntó Brittany mirándola a los ojos.

Santana no pudo sostenérsela y bajó la cabeza.

—Fue sólo una vez, Britt, nunca tuve nada importante con ella.

—No quiero saber nada, no te pedí ningún detalle, Santana. ¡Me hiciste quedar como una estúpida todo este tiempo! ¡Estuve conviviendo con tu amante en la oficina!—una lágrima corrió por su mejilla, pero se la secó con rapidez—¿Y tuviste el descaro de hacerme un escándalo por Sam? ¡No tenés vergüenza!

Escuchar ese nombre en su boca la encolerizaba, sin embargo Santana debía centrarse en explicar su error.

—Nunca fue mi amante, Britt. Eso me lo enseñaste vos, Britt, los amantes comparten intimidad, con ella fue sólo sexo.

—Basta, San. Te lo ruego, cariño—resaltó con sorna, y Santana sintió una puñalada—No juzgo tu pasado y tampoco pretendo que no lo tuviste. Pero no soporto tu mentira, no la entiendo, ¿por qué? ¿Por qué motivo?

—No imagines nada raro, Britt. No te lo dije porque supuse que, como ella estaba en la empresa y yo no podía hacer nada para sacarla de ahí, sería incómodo para vos saberlo, sólo por eso te lo oculté.

—¿Rach lo sabe?

—¡No!—contestó Santana rotundamente y volvió a mentir porque no quería involucrar a su hermana en esto—Nadie lo sabe, sólo fue una vez y sin importancia.

—Bueno parece que ella no lo sintió así y por algo será. Ya no sé si puedo creerte.

—Te estoy diciendo la verdad—Santana estaba con las manos en los bolsillos del vaquero, de pie frente a Brittany a una corta distancia.

—Pero antes también me lo dijiste.

—Lo siento, ahora te estoy diciendo la verdad.

Brittany se rió con desánimo, dio media vuelta y se fue al dormitorio. Santana no la siguió. Se metió en la cocina, dejó las llaves del coche sobre la mesa, masajeó su frente y se apretó los ojos con el pulgar y el índice. Luego se apoyó en la encimera con ambas manos y dejó caer su cabeza. Le pesaba mucho, tenía una extraña sensación de abatimiento y pensó que una copa de vino le daría vigorosidad a su alma apenada. Sacó una botella de Chardonnay y se sirvió.

¡Menudo lío había montado!

Y lo peor de todo era cómo había descubierto Brittany su mentira. Pensó en la humillación que debió de sentir y se apenó.

Estaba haciendo todo mal, llevaban días peleándose sin tregua.

Fue hacia la sala, bebió un trago de vino y se recostó en el sofá, cubriéndose los ojos con el antebrazo. No podía explicarse cómo había podido permitir que Brittany, una persona tan buena y sensible, se sintiera tan engañada. Pero lo que más le dolía y asustaba era que ésta, aunque estaba enojada, no había estallado en cólera, quizá estaba cansándose de ella.

Le había hablado en todo momento sin levantar el tono de voz, con pesar en sus palabras. Santana hubiera querido abrazarla pero no se había atrevido, porque se sentía muy culpable. Rachel ya le había advertido que la verdad le explotaría en la cara.

Repasó los últimos instantes en la puerta del Four Seasons, recordó que Elaine se le había colgado del cuello e intentado atrapar su boca, mientras le acariciaba la nuca. Imaginó la situación al revés y asumió que el dolor de Brittany era muy grande.

Se levantó del sofá y fue a buscarla, con la copa de vino en la mano. Cuando entró en la habitación, Brittany estaba tendida boca arriba en la cama, atravesada sobre el colchón y con la vista clavada en un punto fijo del techo. Santana no sabía cómo actuar, quería abrazarla, pero no tenía el valor para hacerlo.

Brittany notó su presencia, se incorporó y secó las lágrimas que se le habían escapado. Santana le ofreció su copa, ella suspiró y extendió su mano para cogerla, entonces, Santana se animó y se sentó en el suelo para apoyar la cabeza en su regazo. Le rodeó los muslos con sus brazos y se puso a llorar mientras le pedía perdón.

—Perdón por someterte a esta humillación. Perdón por haberte hecho convivir con ella en el mismo espacio, pero no podía hacer otra cosa. No estaba en mí poder alejarla de la oficina. De todas formas, quiero que sepas que si ella se fue de ahí es porque la última vez que hablamos le dejé bien claro cuáles eran mis sentimientos por vos.

—Debiste habérmelo dicho, debiste prevenirme para que no me sintiera tan estúpida y tan traicionada, San. Yo... siempre fui honesta con vos, hasta con ese inocente beso que me dio Sam fui honesta con vos.

—Para él no fue un beso inocente.

—Pero yo te previne y la otra noche, cuando nos lo encontramos, vos sabías a qué atenerte. ¿O creés que no me di cuenta de que me agarrabas de la cintura para demostrarle quién era mi dueña? Y encima tuviste la desfachatez de enojarte por un encuentro que yo no planeé, mientras me hacías convivir con tu amante a diario. Yo siempre estuve en desventaja frente a ella, San, aunque ya tenía bastante claro que le gustabas. Cuando empecé a notar su desvergüenza y cómo se te lanzaba al cuello, comencé a presentir que, entre ustedes, había existido algo, pero hice el esfuerzo de creerte.

—No lo llames algo, porque lo que pasó entre nosotras no tiene ni esa categoría. No quiero entrar en detalles, Britt, porque me pediste que no lo hiciera, pero si seguís diciendo eso voy a tener que explicártelo, no quiero mentirte más.

Santana seguía llorando mientras le hablaba aferrada a sus piernas. Brittant levantó una mano y le acarició el pelo.

—¿Podrás perdonarme, Britt-Britt?

—Ya lo hice San, si no no estaría acá. Lo que vi fue el intento desesperado de ella por besarte, pero también me di cuenta de que vos la apartabas y es eso lo que te ha dado la amnistía. De todas formas, quiero saber cuándo se terminaron las cosas entre ustedes, porque en Buenos Aires vos tenías mensajes de ella en tu móvil.

Santana pensó antes de hablar, no sabía cómo explicarle que lo de Elaine había pasado durante su separación.

—Sólo nos vimos una vez y, además, fue un polvo de mierda, Britt. Nunca me sentí tan asqueada con una persona como me sentí con ella. Tal vez no me perdones por lo que voy a contarte pero no quiero mentirte más y correré el riesgo—sorbió, secó sus lágrimas y la miró para contestarle—Fue cuando vos y yo nos separamos. Estaba enojada porque no querías escucharme, porque no podía olvidarte y le dejé claro que no esperara nada más de lo que había pasado, pero ella parecía no entender. Te juro, por el amor que te tengo, que nunca la alenté para que se sintiera con derechos sobre mí.

Brittany paró de acariciarle el pelo: se había quedado helada, no podía entender cómo se había acostado con otra, si le había dicho que la echaba tanto de menos. No lo concebía, pero tenía claro que, aunque le doliera, prefería saberlo.

Se levantó y se fue hacia el salón para pensar.

Santana no la siguió.

Brittany apoyó la frente contra uno de los ventanales que daban a la calle Greene, vio la puerta de salida y, sin reflexionarlo, se fue. Caminó durante varias horas sin sentido, pero el paseo le sirvió para cavilar bastante. La soledad la ayudó a evaluar todo lo que había ocurrido.

Estaba con lo puesto, no tenía el móvil encima ni dinero, y tampoco llevaba un abrigo. Había comenzado a refrescar y, entonces, se dio cuenta de que el tiempo había transcurrido. Eran las seis de la tarde y la cena pre-boda de Alison y Finn era a las nueve. Había caminado tanto que no sabía dónde estaba, pudo haber cogido un taxi pero buscó un teléfono y llamó a cobro revertido.

—No sé dónde estoy—le dijo a Santana lloriqueando.

—Mi amor, gracias a Dios. ¿Estás bien? Me tenías tan preocupada, ¿en qué calle estás? ¡Voy a buscarte!

No tardó en hacerlo, descendió como un cohete de su auto móvil y se acercó a Brittany, que estaba parada en la calle esperándola.

—Casi me muero cuando me di cuenta de que te habías ido sin el móvil y sin nada. Estaba desesperada, hace horas que te ausentaste y no sabía nada de vos.

Brittany no le contestó.

Santana entonces le puso un abrigo sobre los hombros, tenía ganas de abrazarla, pero prefirió esperar. Abrió la puerta del coche y la ayudó a entrar, hasta le colocó el cinturón de seguridad.

Durante todo el camino no hablaron, Santana la cogió de la mano por encima de la palanca de cambio y Brittany no se la negó, la tenía helada.

—Estaba desesperada, Britt.

—Lo siento—se disculpó Brittany, aunque Santana pensó que era merecedor de esa angustia.

—Supongo que me lo he ganado. ¿Dónde estuviste durante tantas horas?

—No lo sé, caminando por ahí y pensando.

Santana sintió miedo y no se atrevió a preguntarle, pero su tono de voz era amable.

Llegaron al aparcamiento y Brittany bajó en seguida, sin esperar a que Santana le abriera la puerta. Santana se apresuró a seguirla.

Ya dentro del departamento, Brittany fue directa al dormitorio, se acercó al jacuzzi y empezó a llenarlo: necesitaba un baño bien caliente. Santana estaba apoyada en el marco de la puerta siguiendo todos sus movimientos con la mirada. Brittany entró en el vestidor y sacó dos vestidos, que dejó sobre la cama.

Santana estaba desconcertada.


«¿Acaso piensa ir a la cena y por eso se está preparando la ropa?», pensó, pero no se animó a decir nada.


—¿De qué color es vestido que vas a llevar?—le preguntó Brittany tomándola por sorpresa.

—Gris—contestó Santana.

Brittany tomó los dos vestidos y volvió al armario, de donde regresó con uno gris totalmente drapeado, sin tirantes y con un bordado lateral de espejitos. En la otra mano llevaba uno azul de una tela muy adherente, con un solo hombro y un bordado en plata que rodeaba la cintura. Se los enseñó presentándolos sobre su cuerpo, primero uno y luego otro, y respiró profundo antes de hablar:

—¿Cuál te gusta?—le preguntó con voz cansada.

—El azul—contestó Santana, estupefacta y cruzando los brazos.

Brittany dejó el vestido que Santana había elegido sobre la cama y se fue en busca de unos Louboutin. Cerró los grifos del jacuzzi, que ya estaba lo suficientemente lleno. Echó sales de baño y comenzó a desvestirse ante la mirada de Santana. Se metió en el agua e intentó relajarse. Tenía los ojos cerrados y respiró profundamente mientras sentía que la presión del agua le oprimía el pecho. Luego abrió sus tristes ojos azules y la miró.

—¿No te vas a bañar? Se va a hacer tarde.

—Ahora me doy una ducha rápida—contestó Santana.

—Si querés podés hacerlo conmigo.

Tras esa invitación, Santana se desnudó rápidamente para entrar en el jacuzzi. Brittany le dejó espacio tras ella para que se metiera. Una vez dentro, abrió las piernas y Brittany se recostó en su pecho, emitió un suspiro y cerró sus ojos. Santana la abrazó y Brittany se aferró a sus brazos con desesperación, mientras la ceñía con más fuerza aún. Se sintió agradecida sin decírselo, le acarició las manos y Santana le besó el pelo.

—Sólo quiero que nos quedemos así, que nos bañemos y luego vayamos a la cena. Ahí tenemos que poner nuestra mejor cara, después hablaremos de nosotras, hoy es el día de Alison y Finn y no es justo que lo estropeemos.

—Como vos digas, mi amor, me parece perfecto. De todas formas, gracias por estar acá conmigo y permitirme estar así con vos.

—Chis, no hables. Necesito tu silencio y sentirte cerca de mí, nada más. Te lo ruego, no digas nada, no necesito escucharte, sólo sentirte.

—Sólo vivo para complacerte aunque no lo parezca y aunque lo arruine todo a cada instante. Te juro, Britt, que no deseo otra cosa más que eso.

Después de un rato de sostenerla entre sus brazos, Santana cogió una esponja y le lavó lentamente la espalda, los brazos y, con suaves pasadas, también le enjabonó el resto del cuerpo, como si bañara a un niño muy frágil. La trató con mimo, con cuidado, con muchísimo amor y sin connotaciones sexuales, sólo quería darle alivio y atención.

Brittany se lo merecía y, además, lo necesitaba.

Brittany mantuvo la cabeza baja todo el tiempo. Al final, cuando Santana concluyó, se lavó rápidamente y la volvió a abrazar.

No quería salir de ahí.

Santana también necesitaba sentir el contacto de su piel y cobijarla entre sus brazos. Tomó su mano y la levantó para mirar su anillo de compromiso, jugó un rato con él girándolo en su dedo.

Ninguna de las dos decía nada.

—¿Querés que salgamos? ¿No tenés frío?—le preguntó Santana, el agua estaba tibia.

—¿Podemos agregarle agua caliente y quedarnos un poco más? ¿O se hará tarde?

Santana miró la hora, aún era temprano, así que volvió a abrir el grifo. Enredó sus piernas en las de Brittany y le masajeó los brazos y los hombros.

Brittany se aflojó.

Después de un buen rato, salieron del agua. Santana la secó envolviéndola en una toalla, la arropó y luego la dejó para que pudiera ocuparse de arreglar su cabello. Desganada pero intentando sobreponerse, se lo secó, lo alisó y se peinó con raya al medio y marcó unos rizos en las puntas. Mientras tanto, Santana estaba en el vestidor buscando su ropa.

No se hablaban ni se tocaban, sólo se dedicaban miradas furtivas.

Santana estaba peinándose, cuando Brittany apareció con un corsé negro y una tanga diminuta. Santana la recorrió con la mirada llena de deseo, se moría por besarla y por abrazarla, pero eso no era lo que Brittany le había pedido, así que se resignó y terminó de vestirse. Fue en busca de su perfume y se roció antes de colocarse el vestido.

Brittany, que estaba maquillándose, abrió sus fosas nasales para impregnarse de su olor, no pudo evitar extasiarse con su aroma. El vestido de Brittany era demasiado ajustado y, aunque lo intentó, no podía subirse sola la cremallera, así que tuvo que pedirle ayuda a Santana. Estaba realmente preciosa, pensó, el vestido le quedaba espectacular, pero optó por no decírselo.

—Gracias—le dijo Brittany cuando terminó con el cierre.

Santana no le contestó, pero antes de que Brittany pudiera irse, la aferró de los hombros y le dio un beso en la frente. Cuando Santana se apartó, se miraron un momento a los ojos y Brittany volvió al dormitorio. Santana había intentado decirle «te amo» en silencio. Brittany había terminado de llenar su bolso de fiesta y estaba a punto de ponerse su gabardina, entonces Santana se la quitó de las manos.

—Permitime—le sostuvo caballerosamente la gabardina de raso para que se la colocara.

Brittany ajustó el lazo a la cintura y se fue a por unos pendientes. Artie ya había llamado para avisar que las esperaba afuera.

En el ascensor, Santana le tomó la mano y se atrevió a decirle:

—Estás hermosa, Britt-Britt.

—Vos también. No me dejes sola en el restaurante.

—No pienso hacerlo bajo ningún concepto.

Brittany le apretó la mano, entonces Santana se la levantó y le besó los nudillos.


Llegaron al restaurante BLT Fish, donde Alison y Finn habían decidido hacer la cena pre-boda a la que sólo habían invitado a los más íntimos y la familia. Como se trataba de una cena privada, les habían reservado el salón del segundo piso.

Santana y Brittany esa noche fueron casi de los últimos en llegar. Cuando entraron en el local se habían propuesto que nadie se diera cuenta de que ellas tenían problemas y disimularon su dolor tras una cálida sonrisa.

Tras anunciarse, les flanquearon la entrada y les indicaron que podían subir por el ascensor o por la escalera. Al subir al salón, los recibió un empleado, que recogió la gabardina de Brittany. Un camarero les dio la bienvenida y se les acercó con una bandeja con champán. Santana tomó una copa y se la pasó a Brittany y se hizo con otra para ella, luego, la guio para ir a saludar a los novios.

Finn y su hermana se abrazaron sentidamente, después Santana también estrechó entre sus brazos a quien, a partir del día siguiente, sería su cuñada. Alison estaba radiante con un sencillo vestido de gasa plisada color manteca.

—Estás preciosa—la aduló Brittany al saludarla y no pudo dejar de ponderar el restaurante—Eligieron un hermoso lugar para la cena, es un ambiente muy neoyorquino, felicidades.

Los novios, que estaban muy solicitados, siguieron atendiendo al resto de sus invitados.

Maribel había visto desde lejos que su hija y Brittany habían llegado, así que se acercó a saludarlas.

—Hola, tesoro mío, estás muy elegante hoy.

—Gracias, mamá—le dijo Santana, besándola en la sien.

—Britt, corazón, estás deslumbrante—la halagó Maribel mientras la llenaba de besos.

—Gracias, Maribel, vos no te quedás atrás. Estás despampanante.

—¡Bah! A mi edad, se hace lo que se puede, a esta altura del partido, sólo aspiro a parecer elegante.

—No seas modesta, tenés un físico privilegiado.

Maribel sólo estuvo con ellas unos instantes, ya que Alfonso después de saludarlos se la llevó con él.

Rachel, que estaba atendiendo a sus abuelos, en cuanto acabó se acercó junto con Quinn. Con disimulo, se colocó al lado de Brittany, que permanecía aferrada de la mano de Santana, la morena no tenía intención de soltarla.

—¿Cómo estás?

—¿Cómo estoy? La verdad es que no sé qué contestarte, sólo sé que estoy de pie. No sé si ya lo sabías pero ellas tuvieron algo—Rachel hizo un gesto con la boca pero no le reveló la verdad—Hemos decidido darnos una tregua por esta noche—prosiguió Brittany—Para no arruinar el momento de Alison y Finn. Luego hablaremos de nosotras.

Santana conversaba con Quinn sin prestarle atención y, como ellas hablaban en un tono muy bajo, la música las tapaba.

—Me parece bien—opinó Rachel—, Así se les calmarán los ánimos y podrán hablar con más tranquilidad. Intentá disfrutar de la noche y no dudes de que mi hermana te quiere. Esta tarde me llamó desesperada porque no sabía dónde estabas.

—Sólo salí a caminar y a reflexionar. No pienso dejarle el camino libre a esa zorra, que de eso no te quepa la menor duda.

—Si lo deseás, podemos ir a almorzar un día de esta semana para charlar un rato.

—Gracias, Rach. Desde que llegué a Nueva York, has sido una muy buena amiga para mí. De no ser por vos, me hubiera sentido en muchas ocasiones muy sola.

—¡Bah, tonta! Sos adorable y me caés muy bien.

—Vos también a mí.

Era el momento de disfrutar del banquete.

Los invitaron a pasar y los cuarenta convidados empezaron a acomodarse en dos mesas largas. Brittany y Santana se acercaron para ocupar sus lugares, aunque antes se aproximaron a saludar a Sue y a los abuelos López. En ese preciso instante, advirtieron la presencia de Elaine, que estaba junto a sus padres, mientras hablaban con Alfonso y Maribel.

Brittany se sintió incómoda pensando en la intimidad que habían compartido ellas dos y experimentó cierta repulsión. Santana había advertido las señales que su cuerpo emitía y la abrazó y le besó el pelo.

—Te amo, Britt-Britt—le dijo al oído.

Brittany la miró y le dio un casto beso en los labios, necesitaba marcar territorio, sabía que Elaine las miraba con una expresión fulminante en los ojos.

Brittany elevó un agradecimiento silencioso al ver que no estaba en la misma mesa con ella. La habían situado con los amigos, en su gran mayoría conocidos de ella también, así que pudieron disfrutar de una cena distendida, informal y en familia.

Jake y Bree habían ido sin los mellizos y estaban disfrutando de lo lindo de la velada.

Alfonso y Maribel aprovecharon la cena para entregar los regalos de boda a los novios.

Finn y Alison también intercambiaron los obsequios que cada uno tenía para el otro, como símbolo del maravilloso momento que estaban viviendo. Los comprometidos estaban de muy buen humor, plenos y felices. No pararon de besarse durante toda la noche bajo la mirada orgullosa de sus familiares, que compartían con ellos la alegría que sentían.

Brittany se enteró ahí de que Santana y ella les habían regalado el viaje de bodas, cuyo destino permanecía en secreto para Alison. Ella las tentó de mil y una formas para que le revelaran el lugar, pero Santana se mostró indiferente al acoso de su cuñada.

—Yo no lo sé, sólo le pasé mi número de cuenta, lo juro. No tengo ni idea del lugar que mi hermanita eligió para llevarte.

—No te creo.

—Lo juro, cuñada, y, de saberlo, tampoco te lo revelaría—se burló Santana.

—Britt, decímelo vos, por favor—le suplicó carcomida por la intriga.

—Ali, es que no lo sé. Creo que este par no se arriesgaron a contármelo para que no flaqueara y te lo dijera—todos se rieron—Soy muy blanda, San lo sabe.

—No me consta esa cualidad, Britt, ¿o debo recordarte que me llevó dos meses y medio que me escucharas y que, si no hubiera sido por la indiscreción de mi mamá, no sé si alguna vez lo hubieras hecho?

Volvieron a reírse y Santana, en ese momento, aprovechó para darle un sonoro beso en los labios, delante de todos.

—Me encanta la pareja que hacen—dijo Finn, y Alison asintió.

—A mí también me encanta la pareja que hacemos—afirmó Brittany.

—¡Y a mí, ni que decirlo!—aseveró Santana y le besó el pelo.

Cuando los futuros esposos se apartaron reclamados por otros invitados, Santana se disculpó con Brittany por no haberle dicho lo del regalo de bodas.

—Necesitamos comunicarnos más, San—añadió Brittany como una pequeña reprimenda.

Santana condescendió con una caída de ojos y apretando los labios. Odiaba que tomara decisiones sin consultárselo o, por lo menos, informarla. En ese momento, Brittany levantó la vista y vio que Elaine las observaba, entonces, sorprendiendo a Santana, se aferró de su cuello.


«¡Es mía, idiota, que te carcoma la envidia!», pensó mientras la vigilaba con el rabillo del ojo y le dedicó una desagradable mueca que sólo Elaine advirtió. La miró con autosuficiencia. «¡Tomá, vení a mirarme ahora por encima del hombro! Ya no estoy en desventaja, ya sé a qué atenerme con vos, zorrita, y Santana es toda mía. Este morena me pertenece en cuerpo y alma y ni vos ni ninguna otra estúpida malintencionada puede quitármela.»


Saber que habían estado juntas la hacía sentir poderosa, e intentó transmitirle todos sus pensamientos con la feroz mirada que le dedicó.

La velada no se extendió demasiado, ya que al día siguiente era la boda civil en casa de los padres de Alison, por lo que todos se retiraron temprano. La gran ceremonia sería el sábado, un día después.

Rachel y Quinn se acercaron a despedirse y, entonces, Rachel y Brittany se apartaron con disimulo.

—¡Vaya! Debo felicitarte, la hiciste encabronar con esos besos y abrazos, el aire se cortaba entre sus miradas.

—¡Ja, ja! ¿Te diste cuenta? ¿Tan obvia fui? Que aprenda de quién es Santana, ni con el pensamiento puede atreverse a desearla.

—¡Algunas personas son tan maleables y se creen poderosas...! Miro a mi hermana y no puedo creer el poder que tenés sobre ella, estoy segura de que no sos consciente de eso y yo no sé si debería estar diciéndotelo—se carcajearon cómplices, pero Quinn las interrumpió.

Quedaron que Brittany iría a almorzar durante la semana.

—No olvides pasarme los horarios y direcciones de las entrevistas.

—Tenés razón, lo siento, lo había olvidado. Invité a tu hermana a que nos acompañara a la papelería y a la empresa de iluminación, ¿le pasás las direcciones?—le informó Brittany a Santana y ella miró a su hermana calculando.

—Me imagino que no te importa que vaya—Rachel se puso seria con su hermana.

—No, mientras no le metas ideas raras en la cabeza. No queremos nada ingenioso, estamos planeando una boda tradicional.

—Muy bien, hermanita.

Santana no aguantó y le sonrió.

—Ven aquí, tonta, me encanta que nos acompañes—le confesó y le dio un abrazo y un beso—Eres la dama de honor, ¿cómo crees que no voy a querer compartir este momento tan importante contigo?

—Así está mejor.

Cuando ya gran parte de la concurrencia se había marchado, ellas también decidieron irse. Artie las esperaba afuera. Brittany estaba tan cansada que cuando el automóvil se puso en marcha un sopor se apoderó de ella y se quedó dormida. Santana intentó despertarla para bajar, mientras le desabrochaba el cinturón, con voz tierna y susurrante:

—Vamos, mi amor, llegamos a casa. Dale, dormilona, ¿o voy a tener que cargarte en brazos hasta la cama?

Brittany abrió los ojos despacio y se encontró con su novia inclinada junto a ella en el habitáculo del coche, sonriendo y acariciándole la mejilla.

—Lo siento, me quedé dormida.

Santana le dio un beso inocente en los labios y se apearon del vehículo, se despidieron de Artie y se internaron en el edificio.

Fueron directo al dormitorio.
Brittany estaba rendida tras la larga caminata y por todas las emociones pasadas durante la tarde, así que, sin pensarlo, se dejó caer de espaldas sobre la cama con los brazos abiertos en forma de cruz. Santana se acercó arrodillándose a la cama.

—Dejame desvestirte para acostarte, parecés muy cansada—le susurró en el oído y le dio un tierno beso en el lóbulo de la oreja.

Brittany se lo permitió y Santana, con sus hábiles manos, desató el nudo del cinturón de la gabardina y lo abrió. El esbelto cuerpo y las curvas perfectas de Brittany podían intuirse bajo el vestido. Con la esperanza de que Brittany no se lo tomara a mal, le besó el vientre, luego la sentó y tironeó de las mangas para despojarla del abrigo.

Brittany se dejó caer nuevamente en la cama y, entonces, Santana le quitó los zapatos y le sonrió mientras la contemplaba, estaba exhausta. Le masajeó la planta de los pies, para darle alivio, luego la puso de lado y le bajó la cremallera del vestido para quitárselo.

Brittany en corsé y en tanga era una verdadera tentación, pero debía contenerse, porque ellas aún se debían una conversación.

La metió en la cama y se fue en busca de una toallita desmaquilladora y una camiseta de tirantes, de las que Brittany a veces usaba para dormir, se la colocó y metió sus manos por debajo de la prenda y le desabrochó el corsé para quitárselo. Había preferido vestirla antes, porque no creía poder resistirse a los pechos desnudos de Brittany. Luego se ocupó del maquillaje.

—Me gusta cómo te ves sin maquillaje.

Ambas sonrieron. Luego Santana volvió a concentrarse en su tarea, tenía el mismo gesto lacónico que cuando se desmaquillaba ella y a Brittany le dieron ganas de comérsela a besos.

—Ya está, creo que quedaste bastante bien, ahora a dormir—la arropó con las mantas y Brittany se acomodó en la cama.

Santana fue a tirar la toallita desmaquilladora y, al rato, regresó en ropa interior. Cuando estaba metiéndose en la cama, Brittany, que estaba con los ojos cerrados y aferrada a la almohada, le habló un tanto adormecida:

—¿Puedo abusar de vos un poco más y pedirte agua?

—Creía que dormías... Ahora te la traigo.

Le dio un beso en la mejilla y se fue a la cocina. Cuando volvió, Brittany se sentó para beberla y Santana, mientras tanto, se deslizó a su lado en la cama y se quedó boca arriba esperando que Brittany se acostara para apagar la luz.

La intimidad de la oscuridad y el silencio de la noche las arropó. Sólo se oía la cadencia de sus respiraciones.

Brittany se puso de lado y se apoyó en su pecho, entonces Santana no dudó en acunarla con su brazo y empezó a acariciarle el hombro con el pulgar dibujándole círculos.

—¿Cómo lo pasaste?

—Tu familia siempre se encarga de hacerme pasar momentos agradables, la compañía de ellos siempre es grata.

—¿Y la mía?—le preguntó Santana, que parecía un cachorrito desamparado.

Aunque a Brittany se le encogió el corazón, fue muy austera en su respuesta:

—Estuviste muy atenta, gracias.

Un profundo silencio las rodeó y la noche se empezó a enfriar, se debían una conversación y Santana no quería dilatar más el momento:

—Sé que te había prometido que nunca más te haría llorar y, en menos de veinticuatro horas, rompí esa promesa. Lo hago todo mal, Britt, cuando lo único que deseo es amarte y hacerte feliz. Te amo, Britt-Britt, vos sos mi vida, y si no te tengo mi existencia no tiene sentido. Ayer, cuando me di cuenta de que no estabas, casi me vuelvo loca. No sabía dónde buscarte, estaba desesperada, incluso pensé en ir a la casa del corredor de bolsa para ver si estabas ahí.

—Lo siento.

Su hermosa rubia le decía que lo sentía y Santana, tras escuchar sus palabras, volvió a considerar que su sufrimiento nunca había sido tan merecido.

—No lo sientas, me he estado portando como un verdadero asno durante todo este tiempo.

—Dos no se pelean si uno no quiere, San. También debo tener mi cuota de responsabilidad.

—No, vos no, vos sos siempre muy buena y comprensiva conmigo.

—Estoy asustada, San, todos estos días no paramos de pelearnos—Santana le besó la coronilla—No voy a decirte que haberme enterado de que vos y ella tuvieron algo no me haya afectado, porque no sería cierto—Brittany prefería no nombrarla—, Pero también soy consciente de que no tengo derecho a reprocharte nada porque vos y yo no estábamos juntas cuando estuviste con ella—Santana quiso explicarle, pero ella no la dejó—Dejame hablar... También debo serte sincera y decirte algo que tengo atragantado. No entiendo cómo pudiste acostarte con ella si se suponía que todo el tiempo pensabas en mí. Yo no habría podido estar con nadie y, de hecho, no lo hice, sólo me di un beso inocente con Sam. Y vos te encargaste de hacer que eso pareciera más tortuoso y me hiciera sentir muy culpable.

—Para él no fue inocente.

—Pero acá no importa lo que él sintió, sino lo que sentí yo. Además no pasó de un beso y, aunque él hubiera querido más, yo jamás hubiera permitido que siguiera avanzando. Vos, en cambio, te entregaste a los brazos de otra, mientras decías que no podías vivir sin mí y eso me da vueltas en la cabeza y me tortura—Santana la abrazó más fuerte todavía y emitió un sonoro suspiro—De todas formas, supongo que habrás tenido tus motivos, buscando una respuesta, lo único que se me ocurría es que pensaste que podrías olvidarme de esa forma, pero, como te dije, no tengo ningún derecho a reprochártelo. Vos y yo no estábamos juntas y ambas estábamos intentando olvidarnos de la otra. No obstante, sí tengo derecho a reprocharte que no me hayas dicho la verdad, me sentí estúpida, San, y mermó mi confianza.

Santana cerró los ojos y recordó a Elaine colgada de su cuello en la entrada del Four Seasons y ella luchando por zafarse de sus besos, habían dado la impresión de ser dos amantes discutiendo en la calle. Se odió porque Brittany hubiera tenido que ver eso, sintió que había protegido más a esa mujer que a su novia y se sintió una basura.

Brittany seguía argumentando:

—Todo el tiempo estuve en desventaja conviviendo con tu amante, ella me miraba por encima del hombro y yo no sabía por qué.

—Nunca le di motivos para que se sintiera con derechos, y si me callé fue para que no te sintieras incómoda. Aunque lo pensé varias veces, no estaba en mi mano alejarla de la empresa. Mi papá jamás me lo hubiera permitido, y te juro que para mí también era incómodo. Por último, vuelvo a pedirte que no me digas que tuve algo con ella porque no fue nada y tampoco fue mi amante, con ella sólo fue...

No terminó la frase, porque no quería meter en la cabeza de Brittany una imagen desagradable de ellas follando, aunque sabía que probablemente ya lo había hecho.

—Fue una gran estupidez de la que no me siento orgullosa, Britt. Sé que la utilicé y eso no me hace sentir más persona, pero no cambiaría el hecho de habértelo ocultado, no me arrepiento de haberte intentado proteger, lo hice para no exponerte a una sensación incómoda cada vez que nos vieras trabajando juntas.

—No te preocupes. Aunque no lo sabía con certeza, ella se encargó de dármelo a entender con cada gesto, y ahora me siento la más pelotuda de todas porque confié en vos, San. Quise creer en tus palabras y en que sólo era una cercanía provocada por la infancia compartida. Creí que sólo le gustabas, pero jamás me imaginé que vos y ella se hubieran acostado—había elevado su tono de voz.

—Lo siento.

—Yo también lo siento.

Se abrió otro silencio entre ellas.

—Te amo, Brittany, nunca lo dudes. Jamás compartí tanta intimidad con nadie, nunca conviví con otra mujer, ni siquiera con Dani. Mi relación con ella se pareció más a un amor de adolescentes caprichosas que nunca se dejaban en paz y en el último tiempo sólo me dediqué a ser su enfermera a tiempo completo. No sé cómo se convive con una pareja y, por lo que veo, no lo estoy haciendo bien. De hecho, vos sos mi primera relación madura y responsable, ayudame a encontrar el camino adecuado para que nuestras vidas encajen, Britt-Britt. Vivo por vos y para vos, y me equivoco, pero te juro que lo estoy intentando.

—Yo tampoco sé cómo se hace, San, tampoco conviví nunca con nadie. Toda esta intimidad que tenemos también es nueva para mí y quizá tampoco esté haciéndolo demasiado bien, pero si queremos permanecer juntas debemos encontrar un equilibrio y ¡basta de mentiras, por favor, San!—Brittany levantó la cabeza y la miró en la penumbra de la noche—No me mientas nunca más por favor—su temple se quebró y se echó a llorar en su pecho—¡Fue horrible ver cómo intentaba besarte!

—Chis, mi amor, pensá en los momentos hermosos que pasamos juntas. Dejá de imaginarte cosas desagradables, no llores, Britt-Britt, por favor. Si no tengo ojos más que para vos... Mi corazón y mi alma te pertenecen y también mi cuerpo y mi voluntad.

Santana se movió y la dejó aprisionada bajo su cuerpo, cobijándola. La sujetó de la cara con una de sus manos y con la otra le apartó el pelo, le secó las lágrimas y le besó los ojos, pero Brittany no paraba de llorar. Santana la arrulló pacientemente, acariciándola y, cada tanto, la besaba con ternura en la nariz y en los labios enrojecidos por el llanto.

—Te amo, no llores, Britt-Britt, te juro que te amo más que a mi vida.

—Lo siento, estoy sensible. No voy a mentirte, cuando vi que te abrazaba, mis demonios y mis fantasmas casi se apoderaron de mí.

—No me digas más que lo sentís, Britt, porque es culpa mía. No te disculpes más, por favor, no sos vos quien debe hacerlo, soy yo quien tiene que pedirte perdón hasta el hartazgo.

Santana se encargó de consolarla con paciencia. La abrazó muy fuerte contra su pecho hasta que se calmó, enredaron sus piernas y pegaron sus cuerpos tanto que, bajo las mantas, parecían una sola persona.

Así se durmieron y así se despertaron, en perfecta conjunción.

Brittany empezó a moverse, su móvil sonaba pero ella no podía despertarse del letargo. Al final se habían dormido muy tarde conversando. A manotazos, lo cogió del bolso de fiesta que descansaba encima de la mesita de noche y atendió:

—¿Hola?—contestó anestesiada por el sueño.

—Brittany, lo siento, ¿te he despertado?

—¿Quién habla?

—Soy Sam, hola, linda.


Cuando ella escuchó el nombre se despertó de golpe, se sentó en la cama y se apoyó contra el respaldo.

—¿Cómo estás? Lo siento, no reconocí tu voz y no miré el número antes de atender.

—No te preocupes, parece que trasnochaste, son casi las once. Te llamé porque no pensaba encontrarte durmiendo.

—Sí, me acosté tarde, anoche fuimos a una fiesta.

—Bueno, parece que tenés una vida social muy activa. ¡Y yo que estaba preocupado creyendo que quizá podías sentirte sola en Nueva York...!

—Gracias
—le contestó ella tímidamente, mientras miraba dormir a Santana a su lado.

Pensó en levantarse e irse a hablar a otro lado, pero luego pensó que era mejor hablar ahí para que no hubiera malentendidos con Santana.

—De nada, me atreví a llamarte porque no contestaste mi mensaje.

—Lo siento, Sam, lo iba a hacer, pero después se me pasó.


Santana, al escuchar el nombre que Brittany pronunció, se despertó de inmediato y se sentó en la cama. Nerviosa, se pasó las dos manos por el pelo y se fue al baño, ya que desde ahí también podía oír perfectamente.

—¿Sabés qué pasa, Sam? Estoy muy ocupada, porque ando preparando mi boda.

—¡Vaya, sí que me sorprendiste! Supongo que te arreglaste con tu ex.

—Sí, así es, estamos muy bien. Nos dimos cuenta de que somos dos almas gemelas.

—¿Es con quien te vi el otro día?

—Sí, con la mismo.

—No sabía que tu ex vivía acá en Nueva York. Nunca me lo dijiste.

—Tenés razón, creo que no te lo había mencionado.

—Ahora entiendo por qué no te fuiste.

—Sí, nos hemos reencontrado y, gracias a Dios, hemos arreglado nuestras diferencias.

—¡Vaya si las arreglaron! ¡Me estás diciendo que se casan! Qué pena
—Brittany se quedó callada tras esa última insinuación—Bueno, Brittany, creo que entonces no tengo muchas oportunidades de pedirte que hoy almuerces conmigo—Brittany no supo qué responderle—No te preocupes, no hace falta que me contestes, a buen entendedor, pocas palabras... ¿Puedo aspirar tan siquiera a un café alguna vez?

—Podríamos arreglarlo y que vinieras acá, a casa de Santana, a tomar un exquisito café, desde luego.

—Ah, entiendo
—se carcajeó él—De acuerdo, ¿me avisás?

—Claro, te aviso.

—Adiós, Brittany.

—Adiós, Sam.


Brittany se levantó de la cama y fue hacia el baño. Santana estaba frente al espejo lavándose los dientes, pasó y le besó la espalda. Santana había escuchado todo en silencio y se sentía muy feliz.

—Buen día, Hoyuelitos.

Su novia le sonrió al espejo, porque no podía contestarle. Cuando terminó fue a vestirse y, al volver, se topó con Brittany, la atrapó en su abrazo y la besó posesivamente.

—Buen día, rubia—le dijo y se abrazaron muy fuerte, sin hacer ningún comentario acerca de la llamada.



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Hola, vieron que HeMo va a tener otro bb! =D Saludos =D


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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 29

Mensaje por 23l1 Jue Ago 20, 2015 7:49 pm

Capitulo 29

La llamada de Sam no les aguó el buen humor.

Estaban en la cocina preparando el desayuno, Santana se encargaba del café, la leche y el zumo de naranja y Brittany de las crepes. Con habilidad y concentración, Brittany les daba la vuelta en el aire, animada por la situación y por el buen talante con el que había despertado esa mañana.

Santana pasó por detrás y empezó a hacerle cosquillas. Brittany reaccionó arqueando su cuerpo al instante, por lo que la masa fue a parar de lleno al suelo. Retorciéndose, Brittany no paraba de reírse a pesar del desaguisado. Finalmente, Santana paró y, apresándola contra su cuerpo, le encajó un sonoro beso que Brittany correspondió con un entrañable abrazo.

Luego, entre ambas, limpiaron el pavimento con servilletas de papel. Dispuestos a seguir preparando el desayuno, empezaron a untar las crepes. Brittany levantó la vista, vio a su novia concentrada en su tarea y, sin refrenar su tentación, le puso jarabe de arce en la punta de la nariz. Santana, en respuesta, le embadurnó el carrillo con chocolate fundido y, mancha va, mancha viene, la cocina muy pronto se convirtió en un desmadre.

Terminaron pringadas y revolcándose de forma apasionada por el suelo. Poco a poco fueron quitándose la ropa hasta quedar desnudas, untaron sus cuerpos con jarabe de arce, chocolate y nata, y, lo que había comenzado como un tonteo, terminó como un afrodisíaco juego de lametazos interminables.

Entregada a sus instintos primitivos y sobrepasada por la excitación, Santana la cubrió con su cuerpo experimentado y se metió en el hueco que Brittany le abría entre sus piernas. Dirigió con habilidad su sexo sediento hacia el de Brittany y los unió.

Sedienta por la lujuria erótica que habían construido, Brittany se aferró de sus nalgas y lo empujo contra sus caderas, hasta que sintió dolor. Santana dejó escapar un gemido salvaje, ronco y rudimentario, y empezó a moverse.

—Te necesito así siempre—le dijo extasiada.

Agonizaba de placer en cada embestida, dando rienda suelta a un fuego indomable que sólo podía ser apagado por Brittany.

Sus cuerpos se frotaban desesperados, ambas movían sus caderas con fuerza, mientras succionaba los pechos con lascivia de la otra.

Brittany se arqueaba y movía su pelvis para encontrarla en cada acometida y gemía disfrutando del placer que le proporcionaba. Percibió una repentina sensación de ardor y estuvo a punto de correrse, pero estaba tan deseosa y anhelante por disfrutar de su morena mucho más que la apartó con un rápido movimiento y la colocó de espaldas al suelo. Se subió sobre ella para penetrarla, Santana se aferró a sus caderas mientras Brittany comenzaba a bambolearse y arremetiendo con fuerza.

Santana la miraba con ojos ávidos mientras era penetrada desenfrenadamente por la rubia: le estaba haciendo perder la razón...

Brittany se inclinó para besarla y ambas se devoraron con voluptuosidad. Santana le enterró los dedos en la carne de sus nalgas y se perdió en Brittany. La vagina de Santana envolvía los dedos de Brittany y los arropaba.

Estaban tan pringosas que entre ellas se formaban hilos de melaza, pero nada les importaba, sólo querían consumirse de pasión y llegar al alivio, al éxtasis demoledor.

Se corrieron juntas y, presas del placer, ambas gritaron sus nombres agónicamente y se dejaron ir. Se quedaron durante un rato de espaldas en el suelo.

Santana fue la primero que se movió.

—Hum, demasiado empalagosa—le dijo mientras arrastraba su lengua por el cuello lleno de chocolate.

—Mmm, muy indigesto también—Brittany le chupó el hombro, que chorreaba nata.

Ambas se rieron y se abrazaron con fuerza.

—Te amo, mi amor, no lo dudes nunca.

—Yo también, deseo que el tiempo pase muy rápido para convertirme en tu esposa.

—Sueño con ese día, muy pronto será realidad—admitió Santana.

—¿Sabés, Santana López, que nos acabamos de quedar sin desayuno?

—Yo degusté todos los sabores, no me quejo—se echaron a reír—No quiero ni imaginarme la cara de la señora Sugar si viera todo este desastre, menos mal que le dije que hoy no viniera.

—Vamos a tener que limpiar un poco.

—Nosotras también deberíamos asearnos, esto es un pegote.

—Un emplaste delicioso.

Santana asintió con la cabeza mientras le ofrecía una sonrisa y le daba un beso en la nariz.

—Te invito a almorzar fuera.

—Me parece perfecto. ¿Por dónde empezamos?

—Creo que lo más lógico es empezar por nosotras.

Entraron en el baño abrazadas y se metieron en la ducha. Brittany le mojó el pelo y se lo lavó, Santana no podía estarse quieta y en todo momento buscaba los glúteos de Brittany y se los apretaba.

—No puedo lavarte así—se quejó.

—Hum, es que sos irresistible.

—Si no te estás quieta, te va a entrar jabón en los ojos.

—De acuerdo, los cierro bien fuerte.

—Tramposa, lo que se suponía que tenías que hacer era soltar mis nalgas.

—Tengo un problema, Britt-Britt, mis manos no responden a las órdenes que les envía mi cerebro, sólo buscan tu culo.

Se carcajearon y Brittany le estampó un beso en la boca. Después de enjuagarle el pelo, Brittany puso jabón en la esponja y se dedicó a lavarla.

—¡Qué exquisita! Sos muy atenta lavándome.

—Es que tu cuerpo me pide atenciones.

—¿Ah, sí? Y, aparte de darle un baño, ¿qué otras atenciones quisieras ofrecerle?—Brittany bajó la mirada—Hey, ¿por qué esa timidez?—se extrañó Santana.

—No sé, decirlo es muy diferente a hacerlo.

—Vení acá—Santana la tomó por la barbilla y le dio un beso—No tenés que sentir timidez conmigo, esto que tenemos es lo que hace que nuestra relación sea única. Además, me encanta que te expreses en todo momento y no sólo cuando estamos haciendo el amor—se acercó a su oído—, Sabés que me calienta mucho—volvieron a besarse—Ahora es mi turno, dejame retribuirte la atención y que te lave.

Santana le enjabonó muy bien su larga cabellera rubia y, tras darle unos masajes que hicieron que la rubia soltara unos gemiditos, la situó bajo el chorro de agua y la enjuagó. Después, le frotó el cuerpo con expertas pasadas para terminar de sacarle el pringue.

—¿Me viste bien, San? Soy insignificante a tu lado.

—¿Qué? ¿Me estás hablando en serio?—la miró sorprendida por la pregunta—Sos la mujer más sensual y bella que he visto en mi vida y la más inteligente. Lo que me acabás de preguntar es un chiste, ¿verdad?

—No, no llegas a mí altura ni en tacones, si yo los llevo.

Santana se carcajeó.

—¡Decís cada bobada!

Brittany se aferró a su cuello y le habló al oído:

—Quiero tus dedos dentro de mí.

Al escuchar las palabras de Brittany, el cuerpo de Santana despertó casi instantáneamente, su mirada se oscureció más y sus manos no pensaron en otra cosa que no fuera recorrerle el cuerpo. Enredaron sus lenguas intrincadamente una y otra vez.

Santana le abarcó la espalda con las manos, la envolvió por completo con su cuerpo, le acarició los muslos, le recorrió las nalgas y se las apretó con fuerza y posesión, mientras le besaba el cuello. Le dio la vuelta, levantó sus brazos para apoderarse de sus senos y le pellizcó los pezones hasta hacerle escapar un quejido.

De repente, Brittany se apartó de sus caricias y se apoyó en la pared opuesta, mordiéndose los labios en actitud lasciva. Le miró la vagina deseosa, levantó su mano y la masajeo, la acarició con movimientos de idas y vueltas, una y otra vez, hasta que Santana la detuvo, a punto de perder la cordura. Pero Brittany no estaba dispuesta a ceder, se acuclilló y la tomó con su boca, le rodeó el clítoris con los dientes, le pasó la lengua de arriba abajo y la saboreó por completo. Luego metió su lengua hasta el fondo una y otra vez.

Santana estaba hechizada y Brittany, con todo el poder del que se sabía dueña, se bebió la humedad de la morena. Sin más dominio ante su ataque, mientras se corría en la boca de Brittany.

—Vení acá, Britt-Britt.

Aún estremecida, la hizo poner de pie y la besó probando su propio sabor. Sin separarse de sus labios, la levantó de las nalgas y Brittany rodeó su cintura con las piernas mientras se colgaba de su cuello y Santana con un ágil movimiento la penetro con dos dedos muy profundo. Entonces empezaron a moverse, Santana la apoyó contra la pared y comenzó a embestirla cruelmente, sin pausa ni descanso.

—¡San—gritó Brittany—, Voy a correrme!

—Hacelo, Britt, hacelo.

Siguió irrumpiendo con sus dedos en su vagina, cautiva de la lujuria, y Brittany se corrió tironeándole del pelo. Pero Santana quería brindarle más placer, anhelaba que llegara a otro orgasmo más aplastante que el anterior, así que, sin parar, siguió excavando en Brittany, arremetiendo con sus dedos en su interior hasta que empezó a sentir que ella volvía a contraerse.

—Así, Britt-Britt, así. Disfrutá de todo el placer que puedo darte.

—Te amo, San, te amo, mi amor.

Como un avión en una pista de exhibición que va en caída libre, se entregaron al placer, descendieron al infierno y ascendieron al paraíso que sus cuerpos conectados les entregaban.

Despojada de todo sentido, Santana se corrió y se quedó quieta. Sin aliento ni fuerzas, salió de ella y la bajó despacio. Brittany se apoyó contra la pared y Santana contra su cuerpo, con la cara hundida en su cuello.

Cuando el ritmo de sus respiraciones se tranquilizó, Santana la tomó en brazos y la guio bajo el chorro de agua para aliviar el cansancio, y salieron.


Entre las dos, limpiaron el desorden de la cocina, y luego se fueron a almorzar. La primavera estaba muy próxima, pero el frío aún se hacía sentir en Nueva York, aunque ese día pintaba cálido y acogedor en las calles de Manhattan.

Provistas de sendas gafas de sol, se cogieron de la mano y salieron a caminar.

—Te llevaré a que disfrutes de la más exquisita comida italiana de la ciudad, en un lugar que queda muy cerca.

—Genial, mi amor, el día está precioso para pasear.

El restaurante quedaba a sólo cinco manzanas. Felices y exultantes, llegaron a Lupa, una auténtica trattoria romana en Greenwich Village, con un ambiente romántico y festivo donde se capturaban a la perfección los sabores y la atmósfera de la Toscana.

—Pasá—Santana le abrió la puerta y la invitó a entrar.

Las recibió el encargado de la recepción.

—¿Cómo anda, señorita López? Señorita—la saludó el hombre con una reverencia—Buenos días, su mesa ya está lista, acompáñenme por aquí, por favor.

Santana había aprovechado, mientras esperaba que Brittany terminara de arreglarse, para llamar al local y cerciorarse de que había mesas libres.

—Vas a ver lo bien que se come acá. Aunque no sea el más lujoso, éste es uno de mis restaurantes favoritos del país—le explicó Santana mientras acariciaba su mano.

El sumiller se acercó con la carta de vinos pero Santana la rechazó, porque sabía muy bien lo que iba a pedir, una botella de Veltliner Manni Nossing de 2010 y un agua con gas.

Cuando les trajeron el menú, Santana le cedió a Brittany el placer de elegir la comida.

—Pedí vos, por favor, Sanny. Estoy segura de que sabrás muy bien con qué sabor sorprenderme.

—De acuerdo, Britt, si lo preferís.

—Me pongo en tus manos, confío en vos.

—Gracias—agradeció Santana arqueando una ceja—Lo que acabás de decirme es muy importante.

—¡Tonta! Te amo.

Santana pidió, para empezar, un entrante de escarola, nueces, cebolla roja y queso pecorino, acompañado de jamón de Parma.

¡Ah!, estaba exquisito y, como no habían desayunado, lo devoraron.

—Hum, creo que después de una mañana de sexo, esto es lo que necesitaba: una buena comida con mi amor.

—Se me ilumina el alma oyéndote hablar así—confesó Brittany con una sonrisa alborozada—Sanny, ¿te pusiste a pensar que, hasta hace poco más de dos semanas, nada parecía posible entre nosotras y ahora estamos planeando una boda?

—Una boda inolvidable, tan grande como nuestro amor.

—Gracias por hacerme tan feliz.

—¿Aunque sea una necia que te hace llorar cada dos por tres?

—Chis, no recordemos eso, miremos hacia adelante—la miró fijamente y aseveró—Siempre hacia delante.

—Si es junto a vos, miraré siempre en esa dirección.

El camarero las interrumpió para traerles el siguiente plato, unos espaguetis a la carbonara que estaban para chuparse los dedos. Santana siempre tenía muy buen apetito, pero ese día necesitaba reponer energías después del esfuerzo en la ducha.

—San, ¿puedo preguntarte algo?

—¿Qué pregunta es ésa? Es obvio que podés preguntarme lo que quieras.

Se extrañó la morena y no pudo evitar ponerse alerta.

¿Qué querría saber Brittany que no se atrevía a preguntarlo así, sin más?

Dejó su tenedor y le prestó atención, Brittany se había puesto muy seria.

—¿Pudiste averiguar alguna vez quién hacía las llamadas anónimas a mi teléfono?

Santana le cogió una mano mientras volvía a llenar las copas con vino, Brittany estaba esperando una respuesta.

—No, Britt, lo siento, y eso es algo que me debo, aunque mucho más a vos. Nunca pude enterarme, porque siempre fueron hechas desde teléfonos desechables en diferentes puntos de la ciudad que jamás pude relacionar con nadie conocido.

—Después de que nos separásemos, llamaron algunas veces más, pero yo le expliqué hasta el cansancio que no me molestaran porque no tenía nada más contigo. Al poco tiempo cesaron.

—¿Aún conservás los números?

—No, San. En aquel momento ni me preocupé en guardarlos. Por esa época, sólo quería que todo lo que se relacionaba con vos desapareciera.

Santana esbozó una mueca lamentándolo.

—Britt, hay gente que aún está encargándose de eso, nunca lo dejé de lado. A mí, más que a vos, me interesa saber quién era.

—¿No pudo haber sido Elaine?

—No empieces con ella otra vez, Britt. Sé que no es santo de tu devoción pero no me la imagino haciendo eso. Además, en aquella época no había pasado nada entre ella y yo.

—Está bien, está bien, no quiero detalles que me hagan imaginar cosas, no después de lo de esta mañana.

Los ojos de Santana se oscurecieron más, si eso era posible, con su comentario. Ambas recordaron la intensidad de lo vivido y el deseo renació y despertó de nuevo su erotismo.

Santana atrapó la mano de Brittany, que, nerviosa por sus pensamientos, se bebió el vino de un tirón.

—Tranquila con el vino, Pierce, te juro que con lo que se me está ocurriendo en este momento como menos te prefiero es enajenada.

Ambas sonrieron reflotando la magia entre ellas que alejaba cualquier nubarrón.

—Acordate de que todavía tenemos pendiente un encuentro en el baño de un restaurante. Yo aún espero que te animes.

—¡San!—la amonestó Brittany y se sonrojó.

—¿Qué? Me lo debés y sabés que soy muy testaruda y no pararé hasta conseguirlo.

—¿Lo hiciste alguna vez en un lugar así?

—¿Te contesto con la verdad o te digo lo que te gustaría escuchar?

—¡La verdad, siempre!—le respondió Brittany con total seguridad—Es lo que nos prometimos anoche, ¿te acordás?

—En un restaurante nunca, pero algún que otro baño semipúblico se podría decir que he visitado.

Brittany amó su sinceridad, consideraba que su pasado le había dado la experiencia que atesoraba para amarla como la amaba y para hacerla gozar de mil y una maneras diferentes. Su morena era un gran amante, pensó y, mientras revolvía sus espaguetis, calculó que quizá entre una de esas mujeres a las que ella había hecho gozar debía de estar quien la había acosado por teléfono, alguien que no lo olvidaba.

Brittany sabía muy bien que Santana López era una mujer inolvidable. Intentó alejar sus pensamientos, porque no le apetecía imaginarla en la cama con nadie.

Se llevó el tenedor a la boca e intentó seguir comiendo y también cambiar de tema. Preguntó por la fiesta de la noche y consiguió distenderse. Finalmente, terminaron hablando de su boda. Brittany le contó a Santana que su hermana la estaba ayudando con la elección del maquillaje y que le había pasado algunas direcciones para ir a ver vestidos de novias, pero que era distinta de la que ellas verían. También le contó que quería ponerse de acuerdo con su mamá y su cuñada para intentar que pudieran ir hasta Nueva York para acompañarla en esa elección.

—Mi amor, te prometo que la semana que viene viajamos a Mendoza, no quiero esperar más para conocer a tu hermano y, además, estoy muy intrigada por ver esos viñedos.

—Ay, Sanny, te aseguro que te encantará San Rafael.

—No lo dudo y más si voy con vos.

Almorzaron disfrutando de la charla y la comida en aquel ambiente sencillo y animado, que emulaba con precisión las hosterías de los pueblos pequeños en Italia.

—¿Querés tomar un café? El macchiato de acá no tiene desperdicio.

—¡No, San, por Dios! ¡No me entra nada más! Menos mal que vamos a volver caminando a casa, necesito que me baje toda esta comida o creo que esta noche no me entrará el vestido.

Santana largó una risotada.

—¿Lo pasaste bien?

—Exquisitamente bien, el almuerzo de hoy me recordó mucho a los que compartíamos en Buenos Aires, me encanta este lugar tan natural.

—Y a mí me encantás vos.

—Aduladora.

Santana se estiró por encima de la mesa y pescó sus labios.

—¿Te querés ir ya?—le preguntó Santana.

—Sí, aprovechemos el sol para caminar un poco por el barrio, ¿tenés ganas?

—Contigo al fin del mundo.

—¡Hoyuelitos, decís cada cosa!

—Es cierto, tengo que reconocer que me ponés cursi, pero me encanta ser así con vos—admitió, y volvió a besarla.

—Voy al baño, enseguida vuelvo.

—De acuerdo, me quedo pagando, así nos vamos cuando regresás.

Brittany entró al baño, que era muy pulcro y coqueto, se acercó al espejo y se retocó un poco el pelo. Cuando estaba a punto de entrar al escusado, casi dio un brinco al ver a Santana reflejada en el espejo.

—¿Qué hacés acá?

—Cumplo mis fantasías. ¿Hay alguien más?—le preguntó entre dientes y Brittany negó con la cabeza.

Entonces la tomó de la cintura y la empujó adentro de uno de los escusados. Trabó la puerta y se quedaron encerradas en el cubículo, nadie podía ver quién estaba en su interior.

—¿Estás loca, López?

—Sí, loca por vos y no puedo esperar a llegar a casa, sos mi obsesión, Britt-Britt.

Le saboreó la boca mientras le desabotonaba el pantalón y le bajaba la cremallera. Introdujo su mano bajo la tanga: Brittany estaba tan mojada que eso la humedeció aún más a ella.

La respiración de ambas empezó a entrecortarse, la excitación fue casi inmediata. Le bajó los pantalones hasta la rodilla y la hizo ponerse de cara a la pared, le acarició las nalgas, se agachó y le pasó la lengua por ellas. Apartó su ropa interior y le pasó el dedo corazón de arriba abajo recorriendo su sexo, hasta que lo perdió dentro de su vagina.

Brittany emitió un gritito y Santana la amonestó en el oído con un leve susurro.

—Chis, mi amor, puede entrar alguien.

Brittany, que hasta hacía unos segundos se había sentido insegura de lo que estaban haciendo, estaba en esos momentos tan encendida que nada le importaba.

Santana entró y sacó su dedo varias veces moviéndolo y tentándola. Brittany estaba expectante, entonces se dio la vuelta para ver sus ojos oscuros, que casi estaban negros.

Santana sin tiempo para preámbulos, le introdujo otro dedo más en la vagina y se enterró profundamente. Brittany arqueó su cuerpo para atrapar su boca, por lo que comenzó a moverse con mucha precisión, recorriendo sin mesura el interior de su sexo mullido y caliente.

Era tal el frenesí que sentían que Santana estaba a punto de correrse, salió de Brittany y se bajó rápidamente sus pantalones y su tanga, dio vuelta a la rubia y unió sus sexos, después de unas cuantas embestidas, ambas estaban preparadas para culminar en un orgasmo conmovedor.

Tras volver al presente, se sintió tímida y un tanto sofocada. Se limpiaron con papel rápidamente y se colocaron bien la ropa.

—Tranquila, te aseguro que nadie se dio cuenta, confiá en mí, jamás te expondría a que alguien pensara cosas indecentes de vos. Todo fue muy rápido, mi amor—Brittany asintió mientras terminaba de arreglarse—Ahora salí y te fijás vos visma.

Brittany echó un vistazo y, por suerte, vio el pasillo despejado. Santana salió primero y Brittany esperó unos segundos y después salió. Santana volvió al salón, retiró su tarjeta del mostrador, se puso el abrigo y tomó el de Brittany. Llegó acalorada y tímida, se puso la chaqueta con la ayuda de Santana y se encaminaron hacia la salida.

—¡Que tengan un muy buen día! Señorita López, señorita, las esperamos muy pronto—el encargado se despidió de ellas y salieron del local.

Cogidas de la mano, caminaron unos metros hasta alejarse un poco y empezaron a desternillarse de risa. Santana la abrazó en medio de la calle y la besó tan cargado de sentimiento, que todos los que pasaban junto a ellas se giraban a mirarlas.

—No puedo creer lo que acabamos de hacer, San—dijo Brittany y se tapó la cara avergonzada.

—¿No te gustó?

—¡Me encantó! ¡Me encantó! ¡Por Dios, estamos locas!

—De remate—añadió Santana.

—¿Cuándo repetimos?

Ambas se carcajearon y Santana la levantó en el aire y la hizo dar vueltas.

—Cuando quieras, mi amor.



Santana estaba junto a la ventana del salón mirando hacia la calle. Tenía una mano metida en el bolsillo del pantalón mientras hablaba por teléfono. Ya estaba listo y muy apuesta, enfundada en su vestido negro.

Brittany quería sorprenderla, así que le había pedido que se cambiara en otra habitación y, ahora, estaba esperándola pacientemente. Maroon 5 sonaba en el equipo de sonido, con su famoso tema Crazy little thing called love. En el mismo momento en que empezaron los acordes, Brittany apareció en el salón.

Santana se volvió.

Al verla venir, su corazón empezó a latir con fuerza, porque Brittany estaba despampanante. Sin embargo, lo que más le gustó fue saber que aquella belleza era su mujer.

Cortó rápidamente la llamada y salió a su encuentro, la cogió de una mano y la hizo girar mientras la devoraba con los ojos. En ese momento, Santana se asustó un poco, porque no podía dejar de pensar, constantemente, en hacerle el amor.

Parecía una musa, metida en ese vestido celeste de varias capas de gasa en la falda y con escote palabra de honor, con un bordado de lentejuelas en todo el canesú.

Estaba elegante y sexy a la vez.

Las finas medias negras hacían que Santana se calentara con sólo mirarla y los zapatos de Louboutin, que ya se había convertido en su diseñador favorito, con unas correas cruzadas en el empeine y unos tacazos de veinte centímetros, le daban aún más morbo.

Santana se acercó a su boca y sin importarle el brillo de labios, se los devoró. Entonces se sintió tentada de bailar con ella, así que la animó a seguirlo al ritmo del rock.

Era tan buena bailarina que era muy fácil seguirla. Después de un giro la atrapó entre sus brazos y le cantó:


Crazy little thing called love
There goes my baby
She knows how to Rock’n’Roll
She drives my crazy
She gives me hot and cold fever
Then she leaves me in a cool cool sweat
I gotta be cool relax get hip!



Santana estaba exultante.

Ahora todo estaba en orden entre ellas.

Brittany también se sentía feliz y amada por una mujer a la que adoraba. Estaba segura de sí misma y de todo cuanto la rodeaba. Ahora tenía claro que no había ningún secreto entre ellas y que nada ni nadie podría separarlas.

Volvieron a besarse.

Su mujer se convertía en una máquina candorosa en contacto con su boca, pero, si no paraban ahí, terminarían descontroladas y avasalladas por esa necesidad que sentían mutuamente. Sin embargo, ninguna parecía estar dispuesta a ponerle fin.

Santana había levantado su falda y le acariciaba el encaje de seda de las medias hasta que encontró el liguero. En ese momento, pensó que tal vez un polvo rápido fuera una buena opción: sólo tenía que correrle la tanga, estaban junto al sofá y la imaginó de pie tras el respaldo y apoyada en él con sus pechos. Sin intentar contenerse, siguió acariciándole los muslos hasta que llegó al nacimiento de su redondo y mullido trasero.

—Britt-Britt, tu culo es perfecto—le dijo sobre los labios.

Ascendió con sus caricias y con el dedo corazón le recorrió la separación de las nalgas sobre la tanga. Fue en ese preciso instante cuando su móvil vibró en el bolsillo, rompiendo la magia del fogoso encuentro. Se apartó de Brittany y apresó el móvil, miró la pantalla y, levantando el dedo índice, le ordenó a Brittany que la esperara.

—Artie.

—Señorita, ya estoy abajo esperándolas, podemos irnos cuando lo deseen.


Santana miró la hora y maldijo para sus adentros, ya que iban con el tiempo justo.

—En quince minutos bajamos, gracias—le contesto a Artie—Lo siento, Britt, tendremos que dejar nuestras caricias para cuando volvamos, ahora no tenemos tiempo.

—Estaré esperando ansiosa la hora del regreso—la audacia de Brittany la calentó mucho más.

—Creeme, mi amor, que de no tratara de mi hermana y de no ser yo uno de los testigos, realmente no me importaría llegar tarde—le confesó con resignación.

La guio de la mano hasta la mesa baja del salón, donde tenía preparada una botella de La Grande Dame, la levantó de la cubeta y se la enseñó a Brittany, ella la reconoció de inmediato y sonrió, mientras movía la cabeza incrédula. Santana, sirvió una copa para cada uno.

—Para recordar el día en que nos conocimos—dijo Santana con solemnidad, chocó su copa con la de Brittany y le guiñó un ojo.

—Nunca dejarás de sorprenderme, Sanny, y yo, en cambio, lo hago tan poco.

Santana abrió los ojos como platos.

—¿Y qué es lo que acabás de hacer hace unos instantes? Esa aparición tuya vestida así—volvió a recorrerla con la mirada—Casi se me para el corazón, Britt-Britt, cuando te vi entrar. Saber que elegiste ese vestido para mí me llena de orgullo.

—Gracias por ser tan atenta y por ser tan... Santana.

Santana sonrió con su mueca de perdonavidas que la desarmaba.

—¿Soy muy Santana?—bromeó.

—Sí, muy Santana.

—¿Y eso cómo se traduce?

—Sos linda por fuera y exquisita por dentro.



Tomaron la rampa para incorporarse al túnel Lincoln. Santana estaba aferrada a la mano de Brittany, que miraba distraída el paisaje. Se la comía con los ojos y, cuanto más la adoraba, más regocijo sentía. Brittany se volvió, la miró y se sintió dichosa, alabada por su amor e hipnotizada por ese sentimiento que cada día se hacía más fuerte entre ellas.

—Te amo.

—Yo más, mucho más.

—Ya te dije varias veces que no se puede amar más de lo que yo te amo—insistió Brittany.

—Cierto, lo había olvidado—contestó Santana y se rieron.

El viaje fue muy corto, porque la casa familiar de Alison quedaba muy cerca, en Nueva Jersey. Artie aparcó el automóvil en la entrada de la casa de paredes blancas y techo de pizarra negro, emplazada a orillas del Hudson. Luego bajó y le abrió la puerta a su jefa para que descendiera, Santana cruzó unas breves palabras con su empleado y rodeó el Audi por detrás para ayudar a Brittany a salir. La rodeó por la cintura, le dio un beso en la mejilla y la guio hacia la entrada.

Un fotógrafo y un cámara que estaban ahí apostados tomaron algunas imágenes de su llegada, y ellas posaron gustosas, mostrándose muy felices. Después entraron en la exquisita casa de estilo europeo.

—¡Qué hermosa vivienda!—exclamó Brittany.

El personal a cargo de la ceremonia civil los recibió en el vestíbulo, les preguntaron sus nombres y las hicieron acompañar por otra persona hasta la estancia donde se realizaría la ceremonia. Desde la misma entrada a la residencia, numerosos jarrones con flores indicaban que lo que ahí se celebraba era una boda. En la biblioteca se habían dispuesto banquetas doradas, cuyos respaldos estaban adornados con exquisitos ramilletes de rosas.

Tanto Maribel y Alfonso como los padres de Alison les dieron la bienvenida. El acto iba a ser muy íntimo, sólo para los que habían cenado con la pareja el día anterior, pero todo estaba preparado con un excelente gusto.

Poco a poco, los lugares se fueron llenando y, cuando ya todos estaban colocados, ingresó la magistrada precedida por los novios. La ceremonia fue corta pero muy emotiva, finalmente dieron el sí y fueron declarados marido y mujer ante las leyes de Estados Unidos de América. Vitoreados por todos sus familiares y amigos, Alison y Finn se mostraban muy felices.

—¿Emocionada?

—Sí, mi amor, desde ya sintiendo nuestra boda en la piel.

—Uf... me estaba imaginando lo mismo—confesó Santana.

Tras las firmas en el libro de actas de todos los testigos y de los contrayentes, la jueza dio por concluido el acto y los novios se besaron, compartiendo con todos su infinita felicidad.

La tarde había empezado a caer sobre el río Hudson y, a través de los ventanales que ofrecían una exquisita vista de la ciudad de Nueva York, se podía observar el ocaso. Se repartieron cócteles y aperitivos para todos los presentes y el ánimo festivo en la casa se encendió aún más. S

antana dejó a Brittany con Jake y Bree durante unos breves instantes, ya que Alfonso la había reclamado.

Minutos antes, los cuatro habían estado riéndose a carcajadas mientras le contaban a la argentina el día en que Finn le había pedido matrimonio a Alison en el Belaire. El pobre, por los nervios, había confundido la caja del anillo con una de preservativos que tenía en su bolsillo, sólo a él podía pasarle algo así.

Cuando los tres se quedaron solos, sonó el teléfono de Jake, era la niñera para avisar que uno de los niños estaba con unas décimas de fiebre, así que se disculparon con Brittany y se marcharon.

Mientras esperaba que Santana regresara, se acercó a uno de los ventanales para mirar las luces de la ciudad a lo lejos. En ese momento, sintió que alguien se paraba a su lado, ladeó la cabeza creyendo que era su novia, pero se encontró con Elaine.

—Se te ve muy feliz, parece que la vida te sonríe—le dijo ésta con cinismo.

Brittany la ignoró, porque no pensaba entrar en su juego. La muy zorra la estaba provocando, pero ella no iba a descontrolarse otra vez.

Miró a su alrededor para buscar a Santana, pero no la encontró.

—Te sentís una triunfadora, ¿verdad? Y, además, te creés con derecho a mirarme mofándote. ¡Pobre trepadora!, pronto se te quitará la sonrisa burlona de la cara. No sabés con quién te metiste. ¿O pensabas que me había asustado con tu estúpida advertencia en el baño del hotel? Mi querida, San, tarde o temprano, será mía. Es nuestro destino, siempre lo fue.

Brittany la miró fijamente, mientras valoraba si la molía a palos ahí mismo o la arrastraba de los pelos hasta afuera para hacerlo.

La muy hipócrita sonreía como si ellas fueran las mejores amigas, cuando, en realidad, lo único que estaba haciendo era enseñarle los dientes. Contó hasta diez para contenerse y no montar un escándalo, pero sintió que ya no se aguantaba y estaba a punto de contestarle cuando Elaine se giró por sorpresa y la cogió de la mano.

—Gracias, Brittany, por aceptar mis disculpas—le dijo Elaine.

Santana había llegado justo a tiempo para oír ese falso arrepentimiento, era precisamente lo que Elaine pretendía que Santana escuchase. Brittany entendió lo cínica que era y, de no ser porque Sue también se había acercado, le hubiera cantado las cuarenta delante de Santana. Intentando mostrarse entera, decidió callarse y seguir su juego, le sonrió tímidamente y luego Elaine se marchó.

Al poco rato, Brittany ya se había relajado otra vez, estaban demasiado bien como para prestar atención a las palabras de alguien tan resentido. Consideró que Elaine no podría hacer nada y, mucho menos, quitarle a Santana.

—¿Pasa algo?—le preguntó Santana mirándola a los ojos.

—No, nada, mi amor. Bree y Jake se fueron porque Liam estaba con fiebre.

—Sí, acabo de enterarme, me estaba contando Sue.

—Seguro que no es nada, sólo tenía unas décimas, los críos son así, lo que pasa es que uno siempre se alarma más de la cuenta—explicó el ama de llaves.

Ya entrada la noche, después de infinitos brindis por los recién casados, los invitados empezaron a retirarse. Al día siguiente era la gran fiesta en el Four Seasons y pintaba ser un día de locos.


Artie las llevó de regreso al departamento y bajaron riéndose, abrazadas y besándose. Santana abrió la puerta del edificio y desaparecieron adentro.


Elaine estaba estacionada en la acera de enfrente, casi en la esquina, y nadie había advertido su presencia. Desde la penumbra de la noche, las observaba furiosa aferrada al volante de su Mercedes. Verlas tan juntas la trastornaba y, aunque quería mostrarse fuerte, las lágrimas la traicionaban. No podía creer que Santana se mostrara tan feliz con esa trepadora, el dolor de sentir que lo perdía se estaba tornando insoportable y no iba a permitirlo.

Necesitaba terminar con ese calvario y, para ello, necesitaba quitarla del camino.

—Mi amor, ¿por qué me haces sufrir de esta forma? Yo debería ser quien estuviera subiendo contigo, ese lugar es mío—dijo golpeando el volante—No entiendo por qué siempre te gustan esas astutas sin estilo—sorbió—Pronto estaremos juntas otra vez, te lo prometo, yo voy a hacer que nuestros sueños se hagan realidad.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Jue Ago 20, 2015 9:15 pm

que estara tramando esa vibora? en verdad me preocupa pq es obvio que no esta bien de la cabeza!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Vie Ago 21, 2015 12:56 am

micky morales escribió:que estara tramando esa vibora? en verdad me preocupa pq es obvio que no esta bien de la cabeza!!!!!


Hola, nada bueno ¬¬ esta loca! loca! que ni se acerque a las brittana :@ Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal I: Seducción (Adaptada) Cap 30

Mensaje por 23l1 Vie Ago 21, 2015 12:59 am

Capitulo 30


El reflejo de la luz de la calle que entraba por la ventana del dormitorio reverberaba en los cuerpos desnudos de las amantes que se contorneaban embrujadas por la pasión. Encandiladas por ese fuego indómito que las abrasaba, se abandonaban al fragor de los besos que sólo podían serenar con la mixtura de sus fluidos.

Santana estaba de espaldas con Brittany sobre su cuerpo, y con sus dedos dentro de su sexo, a la espera de tranquilizar sus resuellos. Le acariciaba la espalda para serenarla y ésta, en determinado momento, levantó la cabeza y la miró a los ojos.

—¿Es normal esto que nos pasa, Sanny?

—No sé si es muy normal, sólo sé que me encanta, me tenés... ¿cómo era esa palabra? ¡Ah, sí, ya me acordé! Me tenés atarantada.

Brittany se carcajeó recordando que ella se lo había dicho en Buenos Aires y la amó mucho más porque no olvidaba ningún detalle del idilio que habían vivido en su país.

Salió de encima de Santana sin muchas ganas y se fue hacia el baño. Santana la siguió y le dio una tierna palmada en el trasero por el camino. Cuando regresaron a la cama cayeron exhaustas y, abrazadas, se durmieron.


Por la mañana, Brittany se despertó, estiró su mano y notó que la cama estaba vacía: Santana no estaba a su lado.

Buscó a tientas el reloj de la mesilla y miró la hora: eran poco más de las ocho de la mañana. Se sentó y se desperezó, le dolía todo el cuerpo y tenía punzadas en el vientre, a causa de que el día anterior habían tenido sesión de sexo continuada.

Se cubrió la boca con una sonrisa al recordar el episodio del restaurante, se apoyó en el respaldo y extendió su mano para admirar su sortija de boda. Se sentía inmensamente feliz, muy pronto sería la «señora López-Pierce».

Santana era la persona que toda mujer deseaba encontrar en su camino: bella, exitosa, sensual, educada, era la mejor de los amantes, y mucho mejor persona, además de una muy buena hija.

Incrédula por tanta felicidad, se pellizcó para tener la total seguridad de no estar soñando. Se rebulló en la cama y pataleó gozosa, tenía ganas de ponerse a gritar de alegría. Retiró las mantas y se puso de pie. Volvió a desperezarse, luego buscó una bata en el vestidor y salió hacia la cocina. Santana estaba sentada a la mesa del comedor leyendo el diario, un fuerte aroma a café recién hecho la invadió.

—Britt-Britt, ¿te despertaste? Iba a llevarte el desayuno a la cama.


Brittany se paró a su lado y se inclinó para tomar entre sus manos el maravilloso rostro de su morena y darle un beso.

—Gracias por malcriarme.

—Adoro hacerlo—le confesó, y la sentó en su regazo, le encantó acariciarle la espalda sobre el satén, casi tan sedoso como su piel—¿Preparada para el día de hoy?

—Desde luego, ¿a qué hora nos vamos?

—A las diez.

—¿Viene a buscarnos Artie?

—No, pensaba que podíamos ir en el Alfa.

—Podemos ir con el mío, tengo ganas de conducir, lo hice muy pocas veces.

—¡Por supuesto que podemos ir!

Brittany le encajó un sonoro beso, le apartó el pelo de la frente y le acarició el rostro, la nariz y los labios.

—Quiero que siempre sea así entre nosotras.

—Yo también quiero lo mismo, mi amor.

—Te amo, te amo demasiado... Nunca creí que podía llegar a sentirme así.

Santana le llenó el cuello de besos y se sentaron a la mesa para compartir el desayuno. Brittany puso dos sobres de edulcorante en su café, lo revolvió y se lo pasó, eso ya era un ritual entre ellas y no quería dejar de hacerlo nunca.

Santana estaba contestando unos correos desde su teléfono.

—Britt, en dos semanas vendrán de Francia para negociar la franquicia que quieren obtener para París, acabo de pasarles tu correo electrónico y tu teléfono para que se comuniquen con vos.

—De acuerdo, mi amor, yo me encargo.

—Chloé seguro que te llamará. Me informa de que aprovechará que viene a Washington para vernos con ella en Nueva York.

—¿Chloé? ¿Y cómo es Chloé?

—Su papá, Luc Renau, y ella son quienes pretenden obtener la franquicia de Mindland. Él contactó conmigo en Milán, cené con ambos después y ahí empezamos la negociación. Chloé se encarga de los tratos con el exterior, así que es muy probable que sea ella quien venga. Ya tienen una copia del contrato e imagino que querrá discutir algunos puntos, necesitamos alguien del departamento legal con urgencia porque Finn estará de luna de miel.

—Lo conseguiremos, recuerdo que estuve mirando los contratos con la zorra pero... Yo no te pregunté quién era y a qué venía, sino cómo es.

—¡Britt!—Santana levantó la vista del iPhone—Es trabajo, ¿qué pasa?

—Hum, el nombre me suena a come-parejas.

Santana se carcajeó y, sin dejar de mirar su teléfono, pensó:


«No te equivocás, mi amor, ¡sos tan perceptiva!»


—O sea que es linda, ¿no? Porque si me estás diciendo: «Britt, es trabajo», te estás atajando. ¿Hubo química entre ustedes?

—Britt, amor, ¿qué te estás imaginando? Cuando la conocí sólo quería que pasaran los días y las horas para regresar a tu lado. Mi mente sólo se ocupaba de pensar en vos. Con decirte que, durante la cena, vibraba mi teléfono con mensajes tuyos y yo lo único que quería era irme para leerlos.

Se quedaron mirando unos instantes.

—Lo siento, es que las francesas tienen fama de ser muy sensuales.

Santana la cogió de la barbilla, le dio un beso y le habló sobre sus labios.

—Estamos a punto de casarnos, Britt. ¿Serás una esposa muy celosa aunque tu esposa jamás te dé motivos para ello?—le preguntó Santana.

—Lo siento, supongo que este comentario estúpido es porque, cuando estuviste en Milán y no me contestabas de ninguna forma, pensé que podías haber conocido a alguien. Con ese nombre, mis alarmas sonaron sin sentido y, con respecto a que jamás me das motivos, mejor no toquemos ese tema, hoy no.

Frunció la boca y cerró los ojos. Santana sabía a lo que se refería, pero prefirió seguir por el lado del viaje.

—Tonta, fue el viaje más tortuoso que he tenido que hacer.

Después de un corto silencio Brittany se levantó para ir hasta la nevera a por una botella de agua y volvió a sentarse.

—¡Sanny!

—¿Qué, mi amor?

—Nunca hemos hablado de hijos.

Santana se medió atragantó con un bocado de crepe que se había metido en la boca.

—¿Cuántos querés tener?

—¿Querés tener hijos?—preguntó Brittany tímidamente.

—¿Vos no?

—¡Por supuesto! Creo que con dos estaría bien.

—¿Dos? ¡Yo quiero más!

—¿Más?—preguntó Brittany con los ojos bien abiertos.

—Mi amor, yo estoy acostumbrada a vivir en una familia numerosa.

—Me pondré muy gorda, ¿me vas a querer igual?

—Serás la embarazada más hermosa del mundo y, además, apuesto a que estarás muy sensual con la panza. O me dirás que si yo soy la que queda embarazada, ¿me dejaras de querer?

—No, tonta, te amaría más por llevar a nuestro hijo, pero me encantará llevar a tu hijo en mi vientre.

—Y a mí me encantará el proceso que hay que seguir para ayudar a colocarlo ahí—le dijo con una sonrisa muy pícara, mientras le tocaba la barriga.

—Hoyuelitos, estamos hablando en serio.

—Yo también.

—¡Qué tonta que sos, López!


Era el día de la boda de Alison y Finn y, para mayor comodidad, Santana había reservado una habitación en el Four Seasons. Además, como ella era una de las madrinas, quería que Brittany se pudiera quedar ahí, mientras que ella seguramente iría a hacerse fotos con los novios.

Los López estaban todos en el mismo piso, era un día muy especial para la familia.

Alojadas en el piso 33, Santana y Brittany ocupaban la suite Manhattan, donde gozaban de vistas al Downtown, del Empire State Building y también el edificio Chrysler. Era una habitación espaciosa y moderna de estilo contemporáneo, con salón y comedor, y un lujoso baño con acabados de mármol, ducha acristalada y una bañera con jacuzzi, todo estaba exquisitamente equipado, con batas, toallas y productos de perfumería.


Brittany recorrió cada estancia de la suite, mientras el personal subía el equipaje. El dormitorio principal, con cama extra-grande y un amplio vestidor, estaba separado del salón por una puerta, para ofrecer la máxima privacidad.

—¿Te gusta?

Santana estaba de pie a su lado con las manos en los bolsillos del vaquero.

—Es precioso, mi amor, me encanta y más aún porque la comparto con vos.

Brittany guardó la ropa de ambas en el vestidor. Santana se había empecinado en llamar a una empleada para que lo hiciera o ayudarla ella misma, pero Brittany se negó rotundamente.

Santana se situó en la mesa de la habitación para revisar algunos asuntos pendientes de la oficina, ya que el jueves y el viernes no habían ido. Mandy, muy diligente, le había pasado varios asuntos por correo y estaba conectada con su Mac a la red de la empresa.

Cuando Brittany terminó de ordenarlo todo, también se puso a trabajar un rato. Recibió la llamada de Chloé y estuvieron hablando largo rato. Al final la francesa le pareció bastante agradable y juzgó que se iban a entender muy bien. Cuando cortó, se puso con otros temas aplazados que tenía.

—Amor, ¿sería posible que el lunes me acompañaras al banco para transferir mis cuentas para acá? Es que con el tipo de cambio tengo muchas fugas en mis activos.

—No te preocupes, el lunes llamo por la mañana para que nos atiendan a la hora del almuerzo y lo arreglamos todo.

—Gracias.


Más tarde, pidieron el almuerzo en la habitación, comieron gambas y ensalada romana, salpicada de picatostes y aderezada con queso parmesano. Se dieron de comer en la boca y se adoraron mientras compartían las viandas como hacían a cada minuto del día.

Siguieron conversando sobre la boda, a Brittany le surgían ideas y Santana disfrutaba viéndola planearlo todo, sólo quería complacerla y hacer sus sueños realidad.

Después, como iban bien de tiempo, se metieron en el jacuzzi y, para consentirla un poco más, Santana le dio unos masajitos en los pies. Brittany, relajada y extasiada, emitía sonidos que escapaban de su boca de forma involuntaria.

—Me mimás demasiado, Hoyuelitos, es muy fácil acostumbrarse a esto.

Santana se reía complacida.

—Me encanta hacerlo, de hecho, es lo que tengo planeado para el resto de nuestra vida.

—Eso suena muy prometedor, no te dejaré olvidarlo.

—No te preocupes, porque no pienso hacerlo.

—Porque... ¡yo no te lo permitiré!—exclamó abriendo los ojos y deslizándose en la bañera para acercarse a Santana y abrazarla.

—Yo tampoco permitiré que me prives nunca de esto—le dijo Santana embelesada—Sos mi premio y mi regalo del cielo.

Comenzaron a besarse apasionadas, con ganas de beberse, de saborearse. Santana bajó con sus besos por el cuello, Brittany estaba acurrucada contra su torso, que se insuflaba con cada respiración agitada que salía de sus pulmones.

Brittany la enloquecía y le urgía disfrutar de su cuerpo, esa mujer la había hechizado, la había enamorado como nunca pudo creer que se podría, era su motor, su aire y su vida.

Brittany le acariciaba la espalda y la sentía tensarse, arder con sus besos. Estaba fascinada en los brazos de aquella mujer que sólo la amaba con posesión y con empeño. Echó la cabeza hacia atrás para ofrecerle más cómodamente su cuello y después se enderezó y la miró profundamente. Empezó a acariciarle el pecho con las manos e, insaciable, se acercó a sus labios y le besó en el lado izquierdo.

—Lo que está acá dentro es lo que más amo de vos—dijo Brittany y le señaló su corazón con el dedo índice.

—Vos sos la única culpable de que este corazón se haya ablandado, estás clavada en él.

—Sos una persona extraordinaria.

—Britt-Britt, mi amor, sólo soy una simple mortal que vive para amarte.

La pasión era una parte importante en su relación, pero Brittany y Santana se complementaban, se tenían la una a la otra para transitar por la vida y descubrir caminos o desandar otros.

Serenas y entregadas, se amaron y se veneraron en el agua, hasta que sus cuerpos hallaron el consuelo momentáneo en el orgasmo.


La peluquera llegó con un asistente y dos maquilladoras. Todas las mujeres de la familia se habían congregado en la habitación de Maribel, donde cada una esperaba su turno para ser atendida.

Alfonso había huido de la vocinglería de las damas y se había refugiado en la habitación de Jake, para ver un partido de fútbol americano. En el entretiempo y, como ya se acercaba la hora, los hombres fueron a cambiarse.

Santana tenía preparado un vestido y un collar que los novios habían obsequiado a sus madrinas. Brittany llamó a la puerta de la habitación y esa diosa griega le facilitó la entrada. Ella se quedó fascinada con lo que vio, Santana era irrespetuosamente bella. La tomó de la barbilla y le mordió los labios.

—¡Estás hermosa!

Santana se apartó y posó para que Brittany la admirara dando un paso atrás.

—Sos una irreverente—afirmó Brittany.

Santana sonrió con esa cara de autosuficiencia que la había enamorado el primer día. Brittany llevaba un peinado recogido en un moño bajo y con una onda en la frente, que le despejaba el cuello increíblemente largo y apetecible.

—Me encanta ese peinado—le dijo Santana con un mordisquito en el cuello—Me voy a ver a Finn, así te doy tiempo para que te cambies. Me muero por ver tu vestido.

—No voy a cambiarme todavía, aún es muy temprano, pero estaré lista para cuando regreses de hacer las fotos.

—Estaré ansioso por verte.

Santana hizo un mohín y se rieron.


Brittany ya estaba lista y dándose un último repaso frente al espejo. Llevaba un vestido de tul bordado en negro y forrado en color piel, con un escote delantero en una V muy profunda que terminaba en ondas. El canesú ultra-adherente se ceñía a su cintura y definía su exquisita figura hasta la altura de las caderas, donde la falda se ampliaba para crear un pequeño arrastre en el ruedo y formar una mínima cola. En la espalda, un profundo escote en forma de U con las mismas ondas que el delantero dejaba su sedosa piel al descubierto.

Había seleccionado unos guantes de seda negra que le cubrían todo el antebrazo, aunque en realidad no estaba muy segura de ellos, porque tapaban su sortija. Tras pensarlo durante un rato, concluyó que se lo consultaría a Santana.

Las sandalias altísimas de Giuseppe Zanotti, con talonera y puntera metálicas, le encantaban y la hacían extremadamente provocadora. De pronto, unos golpecitos en la puerta capturaron su atención, Santana había vuelto.

Brittany le abrió y se giró alejándose de ella para que la viera caminar contoneándose mientras le exhibía el sugerente escote de la espalda. Santana se quedó boquiabierta, como si hubiera visto una aparición sobrenatural.

Brittany iba a matarla con tanta sensualidad.

—¡Dios, estoy en el paraíso!

Brittany sonrió mientras echaba sensualmente la cabeza hacia atrás.

—Mi amor, creeme que me dejaste sin palabras. Estás hermosa, pero creo que sentiré muchos celos si alguien te mira. Te prohíbo alejarte de mí durante toda la fiesta.

—Hoyuelitos, te recuerdo que serás vos quien se aleje de mí.

—Cierto, hum, peor aún porque no podré vigilar a tus admiradores.

—Espero que la golfa esa se haya estado quietecita con sus manitos durante las fotos.

—Tranquila, ella estaba en una punta y yo en la otra—Santana la abrazó y le besó el escote—¡Estás irresistible!

—¿Te gusta cómo me arreglé?

—¿Que si me gusta? Estoy sorprendida, absorta, extasiada, deslumbrada, patidifusa, casi al borde del desmayo, ¡absolutamente atarantada!

—¡Exagerada!

—Jamás dudes de mis palabras.

—Quiero consultarte sobre los guantes, ¿qué te parecen?

—Lucís sofisticada con ellos, pero no se ve tu anillo.

—¡Ah! Tuvimos el mismo pensamiento, mejor me los quito. Rach insistió en ellos.

—No, dejátelos. En la cena te los podés quitar, me gustan.

Brittany fue al baño a retocarse el brillo labial. Como única joya, se había puesto su reloj Bvlgari y unos pendientes de pedrería negra con engarce dorado.

Partieron hacia el salón donde se llevaría a cabo la ceremonia y se separaron en la salida del ascensor, ya que Santana debía ir con el cortejo nupcial.

—Black Eyes, mucho cuidado con la sanguijuela.

—Ojalá pudiera no entrar con ella, creeme que si estuviera en mi mano lo haría—le aseguró Santana.

Brittany le pellizcó la mejilla.

—¡Te amo!

—¡Yo también te amo!

Cuando Brittany entró a donde estaba montado el altar, acaparó la mirada de varios de los asistentes. El primo Blaine, que la vio pasar, la reconoció de inmediato y le presentó a su novio, y también saludó a sus padres, a quienes había conocido en el cumpleaños de Maribel. Luego se acomodó en su sitio, junto a Bree, los abuelos López, Quinn y Sue.

Finn ya estaba delante esperando a la novia, llevaba el mismo traje que Jake, pero con chaleco, corbata y pañuelo gris perlado, para diferenciarse de sus padrinos y un boutonniere rojo en el ojal.

Faltaba poco para el momento crucial, hubo un cambio de melodía y entonces el cortejo nupcial empezó a hacer su recorrido. Su morena iba en segundo lugar. Brittany intentó centrarse en ella para no mirar a la golfa que llevaba del brazo. Santana, por su parte, hizo lo mismo. Desde que entró, buscó su mirada y no la apartó de Brittany en ningún momento.

La ceremonia fue muy emotiva, sobre todo la lectura de los votos, la abuela Alma estaba muy afectada y Brittany y ella terminaron cogidas de la mano. Después de la declaración oficial de la unión del matrimonio, los novios salieron precedidos por su cortejo.

Cuando Santana pasó junto a Brittany, le guiñó un ojo y le tiró un beso, Brittany salió apresurada porque quería verla antes de que Santana volviera a irse.

—Sólo un ratito más para unas fotos y prometo no moverme en el resto de la noche de tu lado.

—No te preocupes, Sue y la abuela me están mimando.

—¡Ah! Entonces te dejo en buenas manos, no me cabe la menor duda de que te consentirán mucho.

Había pasado una hora desde la culminación de la ceremonia, y, después de los cócteles y los aperitivos, los invitados empezaron a entrar al salón. Brittany se había sentado a la mesa que le habían asignado, junto a las mismas personas con las que había compartido la ceremonia. Sus suegros atendían a los invitados mientras llegaban los novios.

Al entrar, Santana buscó incesantemente a su rubia hasta dar con ella en una de las mesas. Sin dudarlo, se acercó a paso seguro y apremiado, se saludaron con un sonoro beso.

—¿Rach y Jake?—preguntó Quinn.

—Fueron al baño, ya vienen—le contestó Santana a su cuñada.

—Una gran boda—intervino Bree—, Todo está hermoso. Ahora habrá que esperar a la de ustedes.

—Uf, ahora que pasa la de Alison y Finn, tendrán que conseguirse unos tapones para los oídos, porque juro que los hartaré hablando de los preparativos. ¡Hace dos semanas que me vengo aguantando!—exclamó Brittany gozosa de poder expresar su felicidad a los cuatro vientos.


Después del primer baile de los novios, salieron todos a la pista a bailar. La orquesta se encargó de amenizar la noche con música exquisita, había buen ambiente, comida y bebida abundante, todo era un éxito.

La felicidad de los recién casados inundaba a todo el mundo del mismo sentimiento.

Éstos estaban a punto de retirarse y Alison se dispuso a tirar su ramo. Brittany se colocó cerca con timidez, empujada sobre todo por Bree, Rachel y Santana. Tuvo la suerte de que las flores cayeran en sus manos. Brittany lo levantó triunfal, mientras Santana aplaudía. Y junto Quinn, Jake y Finn, saltándose el protocolo, iniciaron una rechifla ensordecedora para celebrarlo.

Sin más dilación, los novios se retiraron. Entre los invitados se formó un pasillo en el que les tiraron pétalos de flores para despedirlos. No obstante, la fiesta continuó un rato más para los ahí presentes.

—Voy al baño, mi amor.

—Te acompaño.

—No hace falta, vuelvo enseguida, quedate tranquila—le dijo Brittany y se acercó a su oído—Además, sos muy peligrosa en los baños.

Se carcajearon.

Habían pasado varios minutos desde que Brittany se había ido y Santana estaba empezando a impacientarse.

—Rach, ¿por qué no te fijás si Britt está bien? Fue al baño hace rato y no regresa.

—Dejá—interrumpió Bree—, Necesito ir al baño, yo me fijo—Bree volvió desesperada corriendo y gritando, mientras llamaba a Santana—Está lastimada... Britt está lastimada.

Santana atrapó sus manos para escucharla más de cerca, ya que por la ansiedad y el volumen de la música le costaba entenderla. Bree estaba desencajada y la tironeaba.

—¡Está bañada en sangre en el suelo del baño!

Santana y todos los demás salieron disparados, Santana fue la primera en llegar, se tiró a su lado y atrapó su mano, estaba abatida en un charco de sangre, tenía los ojos abiertos y las pupilas dilatadas. Cuando la vio llegar, buscó sus ojos con insistencia.

Santana lloraba, Rachel le decía que no la moviera, Jake llamaba al 911 mientras abrazaba a Bree, y Quinn sólo se agarraba la cabeza y maldecía: todo era caos y desesperación.

—Mi amor, ¿qué te pasó, quién te hizo esto?

Brittany quería hablar pero las palabras no le salían, Santana estaba desconsolada, pronto llegaron Maribel y Alfonso, ya que Quinn los había ido a buscar.

—¡Dios, protege a este ángel! ¿Quién pudo haberle hecho esto?—gritó Maribel y se agachó para cogerle la otra mano y acariciarle la frente, pero Brittany no apartaba los ojos de Santana.

—Tranquila, tesoro, ya viene la ambulancia, te vas a poner bien. ¡Calmate, Tana!—le gritó—, La estás poniendo nerviosa, no le hace bien—regañó Maribel a su hija.

—Jake, dale, buscá a Bob, él es cirujano, por Dios, ¿para qué estamos todos acá sin hacer nada? —gritó Alfonso y Jake salió impulsado maldiciendo por no haberse dado cuenta antes, pero regresó muy pronto y solo.

—Lo siento, el tío Bob, Serena y Elaine ya se fueron.

—¡Ha sido esa malnacida! ¡Estoy segura de que ha sido esa perra!—chillaba Santana.

Se puso de pie y, de pronto, lo comprendió todo. Golpeaba las paredes, estaba furibundo, lloraba y maldecía.

—¡Estoy segura de que fue ella!

Alfonso aferró a su hija, para intentar calmarla.

—¿Qué mierda estás diciendo, Tana?

—Fue ella papá, estoy segura. Yo la rechacé muchas veces y la última vez que hablé con ella me di cuenta de que no estaba en sus cabales. Tuve que haber reaccionado antes, ¡es culpa mía, papá, no he protegido a Britt!

Lloraba en los brazos de su papá, desconsolada y desencajada.

—¡Mierda! ¿Y el médico no llega? ¡No quiero que se muera, papá, no quiero, Britt es mi vida!

Volvió a inclinarse sobre su mujer.

—Britt-Britt, escuchame, mi amor, por favor, mi vida, cerrá los ojos si fue Elaine la que te hizo esto.

Brittany no respondía, su mirada estaba clavada en un punto fijo, ya no la miraba.

—Tana, por Dios, dejala. ¿Qué intentás hacer?—la reprendió Rachel entre sollozos.

Los ojos de Brittany se empezaron a poner blancos y comenzó a perder la conciencia, porque había perdido mucha sangre. Desprovista de todas sus fuerzas, los cerró y una lágrima se escapó de ellos.

—No, mi amor, no... no... Mirame, por favor, mirame, quedate acá conmigo, no me dejes, Britt-Britt, no me dejes, por favor, no lo hagas.

La ambulancia dejaba atrás a toda velocidad las luces de la ciudad y el eco de su sirena ensordecía la madrugada de las calles de Manhattan.

Santana iba aferrada a su mano y era imposible separarla de Brittany, por momentos estorbaba hasta a los médicos que intentaban hacer denodados esfuerzos por estabilizarla.


Continuara...

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Vie Ago 21, 2015 3:39 am

Sabia que algo así iba a pasar!!!!
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Jane0_o Vie Ago 21, 2015 5:34 am

Maratonnnn
Jejejjeje saludos
Cada vez mejor
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Vie Ago 21, 2015 8:14 am

solo espero que a britt no le pase nada malo, nunca debio quedarse sola!!!! [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 6 2824147739
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Vie Ago 21, 2015 7:56 pm

monica.santander escribió:Sabia que algo así iba a pasar!!!!
Saludos


Hola, aaaa esa tonta de elaine ¬¬ Saludos =D




Jane0_o escribió:Maratonnnn
Jejejjeje saludos
Cada vez mejor


Hola, jajaja si oi debía uno, y tengo los caps asik si xD ajajajajaj. Espero y siga así. Saludos =D




micky morales escribió:solo espero que a britt no le pase nada malo, nunca debio quedarse sola!!!! [Resuelto]FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Epílogo - Página 6 2824147739


Hola, no le puede pasar nada! nononon, esperemos y este bn! Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: En tus Brazos y Huir de Todo Mal II: Pasión (Adaptada) Prólogo

Mensaje por 23l1 Vie Ago 21, 2015 7:59 pm

Prólogo

Abril de 2013

Hotel Four Seasons, Nueva York


Elaine había intentado aproximarse a Santana por todos los medios antes de entrar, pero Santana la ignoró y se preocupó, en todo momento, de mantenerse apartada para no tener que cruzar con ella ni una palabra. Al final, llegó el momento de entrar en el salón y no tuvo más remedio que acercarse a ella, quien volvió a la carga con su acoso.

Santana no le hizo ni caso.

—¿Vamos, bombón? ¡Qué guapa estás! Hoy no me has saludado.

Le dio un beso, pero Santana movió su cara a tiempo para ofrecerle su mejilla.

—¿Me das tu brazo?

Santana puso los ojos en blanco, le brindó su apoyo con desgana, ya que no tenía otra posibilidad, y empezaron su marcha.

—Hum, apuesto a que seremos la pareja más atractiva del cortejo.

Los acordes de la canción que marcaba su entrada comenzaron a sonar y, entonces, el cortejo nupcial hizo su ingreso.

Ahí iba Santana, caminando con un porte impecable, ataviada con su vestido de madrina. Brittany intentaba centrarse en ella y hacía esfuerzos para alejar de su mente a la persona que iba de su brazo.


«A ella sólo le importo yo», se repetía una y otra vez mientras miraba a su morena, que en cuanto entró, fijó su atención en sus ojos, dándole la total y plena seguridad de que las cosas eran tal como ella pensaba.

Santana, por su parte, también había decidido borrar de su cabeza que iba con Elaine del brazo, la colorina no le importaba lo más mínimo. En su camino hacia el altar fijó sus ojos oscuros en los profundos iris azules de Brittany, porque no estaba dispuesta a que hubiera ningún malentendido.

Que Santana hubiera tenido que entrar con Elaine fue una circunstancia especial que no había podido obviar, pero, aun así, quería que supiera que sólo tenía pensamientos para ella.

Cuando dejó a su amor atrás, clavó su vista al frente, buscó a su hermano y a sus padres, que estaban expectantes en el altar, y una inmensa felicidad la embargó.


Finn por fin uniría su vida a la de Alison y no pudo evitar soñar que muy pronto sería ella quien estuviera en ese lugar, esperando para unirse con la mujer de sus sueños, la única que le había robado el corazón, el alma y todos los sentidos. Imaginó ese momento y, por un instante, vislumbró lo bonita que estaría Brittany con su vestido de novia.

Una sonrisa se dibujó en sus labios.

El trayecto al altar terminó y cada una ocupó su lugar. Desde su ubicación, buscó con rapidez la mirada de su chica, que ahí estaba, pendiente de la suya. Entonces, le ofreció un guiño cómplice y le lanzó un beso casi imperceptible, pero que Brittany notó y festejó sonriendo satisfecha.

La ceremonia fue corta, pero entrañable.

Santana nunca había visto emocionarse a su hermano y le encantó su sensibilidad.

Tras los novios y los padres de ambos cónyuges, el cortejo nupcial se puso en marcha de nuevo. Santana se encontró con Elaine en el pasillo y le ofreció su brazo. Brittany se adelantó para salir e intercambiar impresiones con Santana, antes de que fuera a hacerse las fotografías de rigor con los recién casados.

En cuanto salieron del recinto, Santana se desprendió de Elaine, buscó a Finn para fundirse con él en un abrazo, y luego también felicitó a su flamante cuñada, demostrándoles cuánto se alegraba de que hubieran podido cumplir sus sueños.

Rachel y Jake también se sumaron y los cuatro hermanos López se fundieron en un abrazo colectivo. Los demás esperaban a que ellos terminaran con el ritual para acercarse a besar a los novios.

—Hey, bonita, saliste antes que todos—dijo Santana mientras se giraba para encontrarse con Brittany, la abrazó y le dio un beso en el cuello para no quitarle el carmín.

—Quería saludarte antes de que te fueras otra vez, estuvo hermosa la ceremonia, ¿no?

—¡Sí y muy pronto seremos nosotras los protagonistas! No veo la hora—respondió Santana.

Brittany se arrebujó entre sus brazos, no había otro lugar donde quisiera estar.

El cortejo se reunió en seguida para partir con los novios, y Santana y Brittany tuvieron que despedirse.

—No te preocupes, la abuela y Sue están pendientes de mí. Ve y disfruta de este momento con tu hermano.

—Prometo que cuando regrese no me apartaré de tu lado.

—Hum, te tomo la palabra. Y quiero que estés bien alejadita de quien ya sabés.

—No tendrás queja alguna, te lo aseguro.

Aunque no quería especular e intentaba, por todos los medios, borrar de su mente esos pensamientos, a medida que pasaba el tiempo y esperaba que Santana regresara, no podía dejar de imaginar que quizá Elaine estuviera tratando de acercarse a Santana, sólo pensarlo la enardecía.

Sus celos eran difíciles de manejar y empezó a sentirse desanimada. Por muchos esfuerzos que hiciera por evitarlo, recordaba cómo Elaine se había colgado de su cuello en la puerta del hotel y, si cerraba los ojos, podía verlas haciendo el amor.


«Tengo que tranquilizarme, no estoy pensando con cordura. Además, Rach está con ellas», se repetía para calmarse.


Había pasado una hora cuando Santana entró en el salón con la mirada ávida, escrutando las mesas para descubrir dónde estaba Brittany, que se encontraba acompañada de Bree, Quinn, los abuelos, Sue y sus padres.

Sus miradas se cruzaron pronto y Santana atravesó el recinto como un ciclón, abriéndose paso entre la gente. Se abrazaron como si hubieran pasado días sin verse.

Santana no podía explicarse por qué sentía esa necesidad de regresar cuanto antes a su lado y, con ese abrazo desmedido, le hizo saber cuánto la había echado de menos.

Bailaron y se divirtieron mucho durante toda la noche.

La fiesta estaba muy animada y el buen humor de los novios se había contagiado a toda la familia. Santana, muy atenta y solícita, no se alejó ni un instante de Brittany, tal como le había prometido, y se deshizo en atenciones, bajo la mirada de todo el mundo.

Se sentía feliz y no lo ocultaba.

Estaba dichosa y orgullosa junto a Brittany y deseaba que todos los presentes se enteraran.


Entrada la madrugada, llamaron a todas las solteras porque Alison iba a tirar el ramo.

—Dale, Britt, andá—la animó Rachel.

—No. Me da vergüenza.

—No seas tímida. Sos la única soltera de la familia, andá en representación nuestra—Bree, también la alentó.

—Andá, mi amor, vamos ¡y atrapemos ese ramo!—la conminó Santana, que la puso de pie y le dio un ligero empujoncito.

Brittany accedió y ambas se acercaron al centro de la pista. Alison arrojó las flores que, como por arte de magia, acabaron cayendo en sus manos. Brittany saltó, a su alrededor se hizo un círculo y, entonces, con la mano en alto, se lo enseñó a Santana, que empezó a silbar para vitorearla. Quinn, Finn y Jake también se sumaron a los vítores. Rachel aplaudía enloquecida y daba saltitos en su lugar y Bree no paraba de reírse.

La mesa de los López era una algarabía celebrando la suerte de Brittany.


Después de hacerse una fotografía con Alison, regresó a su sitio, donde su morena la besó y la abrazó con dulzura.

—No cabe duda de que serás la próxima novia y la más hermosa—afirmó Santana con una caricia.

—Bueno, bueno, conténgase, jovencitas—bromeó Sue mientras ellas se besaban.

—No te pongas celosa, vos siempre tendrás un lugar en mi corazón.

—Callate, mocosa, no reveles nuestros secretos.

Todos soltaron una carcajada. Santana dejó a Brittany, se acercó a ella ama de llaves y le dio un sonoro beso en la mejilla.

—Me parece, Sue, que usted está muy lanzada con mi nieta y recibe más besos que yo, que soy su abuela.

—Para vos también hay, abuela, no te pongas celosa.

Alfonso y Maribel no estaban ya en la mesa, ya que habían ido a despedirse de Finn y Alison, que estaban a punto de irse. En ese instante, el maestro de ceremonias invitó a todos a levantarse para hacer un corro alrededor de los novios y decirles adiós.

Santana cogió a Brittany de la mano y se acercaron para escoltarlos, también Bree, Jake, Rachel y Quinn. Entre aplausos, pétalos de flores y silbidos, los novios partieron para disfrutar de su noche de bodas y de la posterior luna de miel.

—Mi amor, parecían tan felices... ¡la fiesta ha sido hermosa!

—Sí, realmente mi hermano estaba muy feliz, nunca había visto a Finn tan alegre como hoy—convino Santana, que la mantenía aferrada por la parte baja de la cintura, mientras con su mano plana acariciaba la zona desnuda de su piel, en el escote de la espalda—Volvamos a la mesa—sugirió.


A unos metros de ellas, Elaine las observaba maliciosa, odiaba verlas tan juntas. No podía dejar de luchar por Santana, aborrecía la cercanía que demostraban y consideraba que Brittany sólo estaba a su lado por interés. Le causaba un enorme dolor ver que Santana, siempre que podía, se deshacía en halagos y caricias con la chica.


«Zorra trepadora, no vas a salirte con la tuya. Santana es mía, no permitiré que me la quites», pensó y montó en cólera.


Ofuscada, dio media vuelta para dirigirse al baño, no soportaba verlas tan acarameladas. En la soledad del váter, se echó a llorar desconsolada, pero muy pronto pasó de la pena a la ira.

Al abrigar ese sentimiento se recompuso y regresó al salón.

Desde su mesa, el enfado fue in crescendo, las observaba a distancia sin poder apartar sus ojos de ellas, así había sido durante toda la noche. Cada sonrisa, cada atención de Santana para con Brittany la cegaba más, la rabia la consumía y estaba dispuesta a hacer lo que fuera para no seguir sintiéndose así.


—Voy al baño, mi amor—le dijo Brittany a Santana.

—Te acompaño.

—No es necesario, San, además—le susurró al oído para hablarle—, Hoyuelitos, sos un peligro adorable en el baño de.

Ambas sonrieron recordando lo ocurrido en Lupa.

—Cuando quieras, repetimos—Santana se lo dijo en voz alta con una expresión pícara, mientras le guiñaba un ojo, y Brittany se ruborizó, aunque nadie podía entender el porqué.

Sus mejillas se encendieron, así que, sin más dilación, agitó su cabeza y se encaminó hacia el tocador.

Cuando salió del baño, se colocó frente al espejo para retocar su maquillaje. De pronto, vio a Elaine tras ella. De inmediato, pensó que ignorarla era lo mejor.

—Miserable, te has vestido como una golfa—la insultó Elaine.

Brittany cerró los ojos e intentó eliminarla de sus pensamientos. No pensaba entrar en su juego. Toda la familia de Santana estaba ahí y no iba a quedar como una vulgar por culpa de esa zorra.

—Lo siento, Elaine. Mal que te pese, Santana no opina lo mismo, a ella le encanta mi vestido y, ¿sabes qué?, no ve la hora de que estemos solos para poder quitármelo—se rió de forma socarrona—¿Qué pasa? ¿Estás ofuscada porque no te ha prestado atención durante toda la noche? ¡Cuánto lo siento!—exclamó e hizo un mohín—Creo que es hora de que empieces a darte cuenta de que no existes para Santana.

—¿Por qué no te quedaste en tu país? Si no hubieras venido...—empezó a decir, pero no terminó la frase.

—Sólo te folló, estúpida. Se quitó las ganas contigo cómo se las habría podido quitar con una prostituta.

Elaine se asombró de que Brittany estuviera al tanto de lo que había ocurrido entre ellas.

—Y lo hizo porque no podía tenerme a mí, ese revolcón nunca contó para ella: lo olvidó tan pronto como se corrió.

Se clavaron las miradas y ambas sintieron asco y odio la una de la otra.

Brittany no quería terminar dando un espectáculo lamentable y, después de retomar la cordura, hizo un amago para retirarse del lugar. Pero cuando estaba a punto de salir, Elaine sacó la mano que tenía tras la espalda y le enseñó un arma. No la apuntaba, sólo la empuñaba con su brazo relajado al costado de su cuerpo, sin embargo, fue suficiente para que Brittany se quedara congelada.

—Tenías que haberte quedado en tu país, Brittany, tendrías que haberme hecho caso. Y eso que te lo advertí muchas veces por teléfono... Deberías haberte alejado de Santana, pero eres tan buscona que no pudiste hacerlo. Santana es mía. He esperado muchos años a que Dani desapareciera de su vida y, ahora que Santana comienza a mostrarse interesada por mí, ni una zorra como tú ni nadie podrán apartarme de ella.

Brittany descubrió entonces que había sido Elaine quien había hecho las llamadas a Buenos Aires, no se había equivocado al pensarlo, Elaine era quien había conseguido separarlas aquella vez.

—¿Te das cuenta de lo que me estás obligando a hacer? No te vas a quedar con Santana, no vas a aparecer de la nada para arruinar mis planes, golfa, no voy a permitirlo, voy a salvarla. Hasta que te plantaste en su vida, yo tenía una excelente relación con ella y no me lo quitarás—decía Elaine amenazadora mientras movía la mano que empuñaba el arma—Voy a remediar esto de inmediato. Sí, voy a hacerlo, voy a librarla de ti.

—Estás loca... ¿Eras tú la que me llamaba acosándome? Pero... yo no tengo la culpa de que Santana no se haya interesado por ti.

Elaine largó una risotada desquiciada:

—No, no estoy loca—le aseguró mientras seguía riéndose con una extraña expresión—Estoy enamorada, amo a Santana, la he querido durante toda mi vida y, cuando tú ya no existas, Santana me amará—lo dijo ilusionada—, Porque ella antes estaba interesada en mí. Hasta que te conoció, nosotras estábamos muy unidas, ella me necesitaba y, con tu aparición, lo arruinaste todo. Por eso debo terminar con esa obsesión que la ata a ti—su mirada, de golpe, se tornó agresiva—Para que podamos ser felices, tengo que ayudarla, ¡voy a salvarla!

—Guarda esa arma, Elaine, tranquilízate, se te puede escapar un tiro.

Brittany estaba pálida.

Elaine decía incoherencias con la mirada ida, su voz sonaba sin sentimientos, sin inflexiones, vacía.

—¿Qué pasa, Brittany, estás asustada? ¿Esto te da miedo?

Elaine levantó el arma y se la enseñó, mientras la movía y, a ratos, la apuntaba. Brittany pensó en tirarse sobre ella y arrebatársela, pero tenía tanto miedo que estaba paralizada.

—¿Piensas que no sé cómo usarla? Pobrecita, ¿creíste que me asustabas con tu estúpida advertencia? Ayer te lo dije—se rió burlona—, Te advertí que no sabías con quién te habías metido. ¡Eres una trepadora!—le gritó Elaine y la apuntó con la mano muy firme.

Brittany se sobresaltó.

—Haces muy bien en tener miedo. ¡Uy, qué miedo, Brittany! Puedo ver el temor en tus ojos. Créeme que lo estoy disfrutando, me encanta que tiembles así. A ver si, de una vez por todas, te enteras de quién soy—soltó otra risotada y luego...

Elaine apretó el gatillo de la Walther PPK calibre 380 y el proyectil hizo su camino e impactó en el vientre de Brittany. La expresión de su agresora era monstruosa, estaba furiosa y la miraba con tanto odio que Brittany pensó que iba a vaciar el resto del cargador en ella.

Se agarró el abdomen con ambas manos y, en un principio, no sintió dolor, pero muy pronto la sangre empezó a manar de la herida y a quemarla por dentro. Sus manos estaban cubiertas por su propia sangre, su cuerpo comenzó a entumecerse, las piernas a flaquearle y se deslizó amargamente hasta quedar de espaldas en el suelo.

Elaine la observaba sonriente mientras la miraba caer, se acercó despacio y le quitó el anillo de compromiso para colocarlo en su dedo.

—Aquí es donde debe estar—sentenció y luego se marchó, dejándola abatida en el suelo del baño.

A diferencia de lo que suele ocurrir en las películas, la bala que la hirió no había silbado. Sólo había sentido el golpe del impacto en su carne y cómo la desgarraba a su paso.

Su mente estaba nublada, su cuerpo ya no le pertenecía y esperaba despertar pronto y que todo sólo fuera una pesadilla. Aunque intentaba gritar para pedir auxilio, las palabras simplemente no le salían. De todos modos, el estridente sonido de la música no hubiera dejado que nadie la oyera.

—Sanny—alcanzó a decir casi sin aliento.

En ese instante, empezaron a pasar por su mente los recuerdos de momentos vividos junto a Santana: ambas amándose de forma desmedida, abrazadas en el muelle de Los Hamptons, durmiendo con los cuerpos entrelazados, cocinando, bailando en Tequila, reencontrándose en el aeropuerto, pugnando en la empresa por un contrato, extasiadas y embadurnadas de chocolate y sirope.

Como un relámpago, vinieron a ella algunas frases del poema «Inesperado amor», de su amiga Anabel Espinoza Higuera, y empezó a recitarlo en silencio:

[...] El amor es algo irracional, por más que pienso no comprendo,
pues bastó sólo ese beso para mi corazón quererte entregar [...]
[...] Me has enamorado, me has hipnotizado con tu boca y tu olor, con
esa voz has hecho que caiga rendida a tus pies, tú eres mi delirio, mi
pecado, sólo sueño con tenerte aquí a mi lado. Con sólo escucharte, con
sólo mirarte enciendes estrellas en mi interior, eres la luz que toca mi
corazón, no puedo imaginar ya mi vida sin tu amor, eres parte de mi ser mi
locura y mi pasión. [...]


No sabía cuánto rato había pasado, había perdido la noción del tiempo cuando creyó oír que alguien se le acercaba y le hablaba... pero Brittany no podía atender bien, sólo pensaba en Santana.

No se había equivocado, Bree la había descubierto en el suelo del baño, malherida, y había corrido despavorida para buscar ayuda.

Brittany no apartaba de sus pensamientos todos los momentos vividos junto a Santana, pero sentía frío y no paraba de temblar. Imaginaba escenas oníricas que la transportaban a momentos felices y eso le daba esperanzas, sólo deseaba volver a vivir todo aquello y mucho más junto a la mujer que amaba.

De pronto, se dio cuenta de que sus ojos estaban ahí, junto a ella, adorándola, esos iris que la extasiaban y la descontrolaban, pero que también le regalaban calma y certeza, esa mirada que vivía en la suya y que, en ese momento, estaba anegada en lágrimas.

Santana había cubierto su gélido cuerpo. Rachel, a su vez, había juntado toallas de papel del baño y hacía presión en la herida para detener la hemorragia. Santana lloraba de manera desconsolada, mientras Jake llamaba al servicio de urgencias.

—Sé fuerte, mi amor, sé fuerte. Te necesito, no me dejes, por favor. Ya vienen los médicos—le pedía Santana entre sollozos—Te amo, mi amor, te amo, Britt-Britt, quedate acá conmigo, no me abandones, mi vida.

—Tana, por favor, calmate; así no ayudás. Jake, traeme más toallas—ordenó Rachel, que intentaba calmarla mientras taponaba la herida.

Alfonso y Maribel acudieron al lugar después de que su yerna los fuera a buscar.

Quinn se cogió la cabeza con las manos al ver el cuerpo de Brittany con convulsiones.

Bree lloraba sin consuelo en brazos de su esposo, Jake la apartó de su lado unos instantes y se agachó para tomarle el pulso a Brittany.

—Está muy débil y la ambulancia no llega.

Jake volvió a levantarse y, entonces, Maribel se arrodilló junto a ella, le sostuvo la mano y le acarició la frente mientras le hablaba.

—Tranquila, mi cielo, los médicos llegarán en seguida. Te pondrás bien.

—Jake, por favor, andá a buscar a Bob, él es cirujano. ¡Mierda!, ¿qué hacemos todos acá sin hacer nada?—se preguntó Alfonso en un momento de lucidez—Tana, tranquilizate un poco, hija, la estás angustiando. Fijate en cómo te mira—la instó su papá.

—Lo siento. El tío Bob, Serena y Elaine ya se han ido. Estoy intentando llamarlos al móvil pero no me atienden—informó Jake, que había regresado a la carrera.

—¡Fue esa malnacida, fue ella! ¡Estoy segura!

Santana soltó la mano de Brittany y empezó a golpear las paredes. Rachel, al darse cuenta de lo que Santana estaba diciendo, empezó a llorar también. Su hermana estaba desesperado y Brittany se estaba desangrando en sus manos.

—¿Qué decís, Tana? ¿De qué mierda estás hablando?

Alfonso cogió a su hija por los hombros y la zarandeó, luego la abrazó y fue correspondido por Santana.

—Fue ella, papá, fue Elaine, estoy segura. Yo la rechacé y ella no se conformaba. Una de las últimas veces que hablamos parecía perturbada, me hablaba de forma extraña—le contó entre hipos y sollozos—Todo esto es culpa mía, debí prestar más atención. Britt se va a morir por mi culpa, no la protegí lo suficiente, soy una mierda. ¿Por qué dejé que viniera sola al baño?

—¡Ya está, Tana, ya es suficiente!—le chilló Rachel.

Alfonso no entendía nada, nadie entendía, excepto su hermana. Santana se alejó de su papá y volvió a inclinarse sobre Brittany. Ella quería hablarle, tranquilizarla, veía que estaba desesperado, pero la escuchaba como si estuviera muy lejos, su voz resonaba en sus oídos cada vez más lejana.

—Mi amor, mirame, Britt-Britt, por favor, mirame. ¿Fue Elaine? ¿Te lastimó ella?

—¿Qué intentás hacer, Tana? ¡Dejala en paz!—la reprendió Rachel—No es el momento, hermanita, por favor, no la angusties más.

De pronto, Brittany empezó a sentir que las fuerzas la abandonaban y que ya no podía mantener los ojos abiertos durante más tiempo. Aunque no quería cerrarlos, los párpados le pesaban, oía otros gritos, otras voces, pero no quería alejar la vista de Santana, de su Santana, no le interesaba saber de quién eran las otras voces, temía no volver a ver aquellos ojos que tanto amaba.

Ése era su mayor temor.

La mirada de Brittany quedó perdida, clavada en un punto fijo, en nadie en particular.

Todo se oscureció para ella.

Santana empezó a gritar de manera desgarradora.

—¡No, no, no, por Dios, noooo, Britt, no me dejes, mirame...! ¡Britt-Britt... Brittany... Britt-Britt, mi amor, mi vida...!
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El mundo de Brittany

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