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[Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
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monica.santander
23l1
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[Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Prólogo
Si no te pierdes, es posible que nunca te encuentren.
Brittany Pierce ha pasado toda su vida preparándose para el escenario.
Ha recibido clases de danza, lecciones de canto e incluso se graduó en Arte Dramático en una de las escuelas de teatro musical más prestigiosas de los Estados Unidos.
Para su sorpresa, en una audición casual, consigue un papel secundario de primera línea en la producción de Broadway más importante que hay de gira por el país en ese momento.
Y, lo que es más emocionante todavía, Brittany descubre que la protagonista es la aclamada estrella de televisión Santana López.
Ha recibido clases de danza, lecciones de canto e incluso se graduó en Arte Dramático en una de las escuelas de teatro musical más prestigiosas de los Estados Unidos.
Para su sorpresa, en una audición casual, consigue un papel secundario de primera línea en la producción de Broadway más importante que hay de gira por el país en ese momento.
Y, lo que es más emocionante todavía, Brittany descubre que la protagonista es la aclamada estrella de televisión Santana López.
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Hola, aquí la sinopsis y el prólogo de la siguiente historia.
Gracias por leer y comentar!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-finalHola, aquí la sinopsis y el prólogo de la siguiente historia.
Gracias por leer y comentar!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo
A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final
Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final
Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final
Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-fanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-prologo#538737
Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin
Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-adaptada-prologo#539712
Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-cap-35#542092
Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891
Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo
Un Vuelo con Escalas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22590-fanfic-brittana-un-vuelo-con-escalas-adaptada-cap-33-final#544923
Secretos del Pasado: https://gleelatino.forosactivos.net/t22595-resueltofanfic-brittana-secretos-del-pasado-adaptada-epilogo
En tus Brazos y Huir de Todo Mal: https://gleelatino.forosactivos.net/t22602-resueltofanfic-brittana-en-tus-brazos-y-huir-de-todo-mal-ii-pasion-adaptada-epilogo
Parejas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22615p195-resueltofanfic-brittana-parejas-adaptada-cap-41-final#547481
La Chica de Servicio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22617-resueltofanfic-brittana-la-chica-de-servicio-3-rindete-adaptada-epilogo-santana
A su Manera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22622-resueltofanfic-brittana-a-su-manera-adaptada-cap-50-final
Pídeme lo que Quiéras 4: Y yo te lo Darpe: https://gleelatino.forosactivos.net/t22630-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-4-y-yo-te-lo-dare-adaptada-epilogo
Angel de Fuego: https://gleelatino.forosactivos.net/t22633-resueltofanfic-brittana-angel-de-fuego-adaptada-cap-39-fin
Después de Todo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22642-fanfic-brittana-despues-de-todo-adaptada-epilogo
Pintando la Luna: https://gleelatino.forosactivos.net/t22644-resueltofanfic-brittana-pintando-la-luna-adaptada-epilogo
La Luna de Media Noche: https://gleelatino.forosactivos.net/t22647-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-media-noche-adaptada-epilogo
Amor en Espera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22651-resueltofanfic-brittana-amor-en-espera-adaptada-epilogo
Storms: https://gleelatino.forosactivos.net/t22657-resueltofanfic-brittana-storms-adaptada-epilogo
Fue un Beso Tonto: https://gleelatino.forosactivos.net/t22660-resueltofanfic-brittana-fue-un-beso-tonto-adaptada-epilogo
La Luna de Santana: https://gleelatino.forosactivos.net/t22664-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-santana-adaptada-epilogo
Con Todo mi Corazón: https://gleelatino.forosactivos.net/t22666-resueltofanfic-brittana-con-todo-mi-corazon-adaptada-epilogo
La Esposa Del Vecino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22668-resueltofanfic-brittana-la-esposa-del-vecino-adaptada-epilogo
Dulce Brittany: https://gleelatino.forosactivos.net/t22671-resueltofanfic-brittana-dulce-brittany-adaptada-epilogo
Eres Para Mí: https://gleelatino.forosactivos.net/t22674-resueltofanfic-brittana-eres-para-mi-adaptada-epilogo
Vampira: https://gleelatino.forosactivos.net/t22679-resueltofanfic-brittana-vampira-adaptada-epilogo
Rojo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22687-resueltofanfic-brittana-rojo-adaptada-cap-34-final
Retroceder el Tiempo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22695-resueltofanfic-brittana-retroceder-el-tiempo-adaptada-epilogo
Dulce Travesura: https://gleelatino.forosactivos.net/t22699-resueltofanfic-brittana-dulce-travesura-adaptada-epilogo
Compañeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22704-resueltofanfic-brittana-companeras-ii-carretera-del-infierno-adaptada-cap-34-y-35-fin
Pequeño Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22711-resueltofanfic-brittana-pequeno-amor-adaptada-epilogo
Por la Eternidad: https://gleelatino.forosactivos.net/t22718-resueltofanfic-brittana-por-la-eternidad-adaptada-epilogo
Besos: https://gleelatino.forosactivos.net/t22720-resueltofanfic-brittana-besos-adaptada-epilogo
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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Miér Abr 12, 2017 12:26 am, editado 1 vez
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Veremos como comienza!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Ambas artistas, haber si al conocerse se llevan bien o no?
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Hola morra...
Artistas!!!!.... mmmmm a ver quien juega con el ego mas grande???
Quiero el primer cap!!!!
Nos vemos!!
Artistas!!!!.... mmmmm a ver quien juega con el ego mas grande???
Quiero el primer cap!!!!
Nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
entre bambalinas, sera muy interesante!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
monica.santander escribió:Veremos como comienza!!!!
Saludos
Hola, aquí dejo el primer cap para saber de eso jajajaj. Saludos =D
JVM escribió:Ambas artistas, haber si al conocerse se llevan bien o no?
Hola, si que lo son! =O esperemos y si, no¿? jajajajaja. Saludos =D
3:) escribió:Hola morra...
Artistas!!!!.... mmmmm a ver quien juega con el ego mas grande???
Quiero el primer cap!!!!
Nos vemos!!
Hola lu, si! Uyy esperemos y no mucho jaajajaj. Aquí lo dejo jajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:entre bambalinas, sera muy interesante!!!!!
Hola, si, eso es bueno jajajajaaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
—¿Cuándo es lo más pronto que puedes estar en Nueva York?
Así había empezado la llamada.
No me había molestado en mirar quién era antes de contestar porque tenía mil millones de cosas en la cabeza que debía hacer antes de dejar mi departamento y marcharme a Nueva York.
Mi plan inicial era mudarme dentro de cuatro días.
—Perdone, ¿quién es?—repliqué.
No me salió en el mejor tono posible, pero estaba liada.
—Soy Finn Hudson, de la Agencia Journey. Venga, Brittany, creía que te había causado mejor impresión.
Hice una mueca.
Para mí vergüenza, acababa de ladrarle a mi nuevo agente, también conocido como el tipo que tenía todas las cartas de mi baraja en sus grandes y resbaladizas manos.
Me reñí mentalmente por el despiste, pero ya me había puesto nerviosa; como acto reflejo me levanté y me miré en el espejo que tenía encima de la
cómoda.
Lo primero que observé fue que estaba hecha un desastre porque llevaba empaquetando cosas casi todo el día.
Me recoloque el pañuelo que llevaba para retirarme la melena rubia de la frente. Me había dejado el pelo largo para los castings, pero entonces recordé que Finn Hudson no podía verme a través del teléfono, así que podía relajarme y mantener la calma.
—Lo siento, señor Hudson. Creo que la línea no funcionaba bien al principio. ¿Cómo está?
—De fábula. ¿Qué se siente teniendo por fin un diploma en la mano?
Abrí la boca para contestar, pero Finn Hudson no tenía intención de dejar de hablar.
—Escucha, tengo una audición a la que quiero que te presentes inmediatamente.
—Oh, guau... Yo... eh... No tiene ni idea de lo mucho que me alegra escuchar eso.
Sí, esas fueron las palabras que oí abandonar mis labios.
Muy bien, Brittany, así se mantiene la calma.
Había conocido a Finn Hudson brevemente en mi espectáculo de último año. La sala estaba llena de agentes y personas de la industria que buscaban nuevos talentos y, después de mi actuación, me dejaron bastantes tarjetas.
Dos días más tarde, la Agencia Journey se ofreció para representarme y yo, por descontado, me abalancé sobre la oportunidad. No podía esperar nada
mucho mejor con veintitrés años y una experiencia interpretativa limitada al circuito universitario y a los teatros regionales.
Acababa de graduarme en el Conservatorio de Música de Cincinnati y no tenía ningún trabajo en el horizonte así que, a finales de semana, iba a irme a Nueva York con los compañeros de clase que tampoco tenían trabajo para ganarme la vida como camarera hasta que consiguiera meterme en la industria.
No era un plan a prueba de bombas, pero era el único que tenía.
—Me gustaría saber algo más del papel, pero ahora mismo cualquier audición es bienvenida.
—¡Perfecto!—me gritó—Voy a ser franco contigo: la convocatoria del casting nos ha llegado hoy y mañana ya empezarán a hacerle la prueba a algunas chicas. Enseguida he pensado en ti. Es una superproducción musical que va de gira y necesitan a alguien para ayer. Encajas con los requisitos y me gustaría que fueras lo antes posible. ¿Puedes estar en Nueva York mañana?
Lo pensé un momento.
¿Podía?
Necesitaba hacer muchas cosas antes de dejar el departamento y mi billete de avión era para finales de semana, pero estaba claro que debía conseguirlo.
No tenía nada más.
—Claro que puedo—contestó—¿Qué tengo que prepararme?
—Trae una canción, un monólogo y ropa cómoda para la audición de danza. Tengo tu dirección de correo electrónico y mi ayudante, Donna, te enviará los detalles el miércoles.
—Gracias, estaré pendiente, señor Hudson—dije aturdida.
La cabeza me iba a mil por hora.
Seguramente había muchas preguntas que debería hacerle, pero aún estaba aturullada.
—Genial, hablamos pronto—concluyó él y colgó.
Sin más.
Me quedé mirando el teléfono que tenía en la mano.
¿De verdad acababa de pasar lo que acababa de pasar?
Bueno sí.
Me había caído una oportunidad del cielo y era el momento de lanzarme.
Aparté enseguida la pila de ropa que estaba ordenando y abrí el portátil para buscar un billete de avión.
Nueva York en junio estaba abarrotada de gente, hada un calor de mil demonios y era maravillosa. No me cansaba de las animadas calles y de la sensación de que en un radio muy pequeño pasaban infinidad de cosas.
Había conseguido encontrar habitación a través de Priceline, en un hotel que estaba a solo cinco manzanas del estudio de ensayo donde se hacían las audiciones.
Aquella mañana me levanté temprano porque quería tomarme mi tiempo y pasar por Starbucks antes de mi audición, que era a las diez.
Mientras me bebía mi vainilla latte a sorbitos, fui repasando para mí el ritmo que quería darle a mi monólogo de Un sombrero lleno de lluvia y las técnicas de respiración para llegar a la nota más alta de Life of the Party, que era la canción que había escogido.
Para cuando llegué al estudio, había conseguido un estado mental de serenidad: aquel era mi espacio, era el lugar donde me había trasladado mentalmente cada vez que había conseguido un papel en el CMC.
Todo era cuestión de demostrarle a aquella gente de lo que era capaz.
Más allá de aquello ya no estaba en mis manos.
Aquel era mi mantra y lo que me repetiría una y otra vez hasta que me tocara entrar.
La convocatoria del casting que me había enviado Finn Hudson era bastante ambigua. Buscaba una actriz de veintitantos para sustituir a una chica de una producción de Broadway que está de gira. El reparto tenía que componerse de actores sindicados, así que el hecho de haberme sacado la tarjeta del sindicato para mis actuaciones regionales me resultaría útil.
Entré en la pequeña sala de espera y me encontré con tres hileras de chicas muy parecidas... a mí. Enseguida me sentí muy poca cosa, pero me obligué a cambiar de mentalidad porque pensar así no me iba a llevar hasta Broadway.
Iba a tener que demostrar lo que valía a cada paso del camino, lo cual no era ninguna sorpresa, así que tocaba aguantarse.
Me presenté ante el chico, claramente irritado, que recogía las fotos de carné.
—Muy bien... Brittany—se rascó la barbilla y apuntó algo en su poderoso sujetapapeles—Siéntate y estúdiate esta escena—me pasó la lectura que tenía que estudiarme sin ni siquiera levantar la vista—Si les gustas a lo mejor te la hacen leer.
Al sentarme me fijé en el título del espectáculo y se me subió el corazón a la garganta.
Iba a leer para Tabula rasa, que había ganado el Tony el último año. Era casi imposible conseguir entradas para verla, la gira había empezado hacía unos
meses y la protagonista, Evan, estaba interpretada por Santana López.
Había recibido un montón de buenas críticas y eso que hacía poco que se
había estrenado. Noté que mi "zona mental" empezaba a desmoronarse.
Aquello era muy grande, era la oportunidad de mi vida. Estaba muy por encima de mis posibilidades.
Antes de que me diera tiempo a reflexionar sobre el nuevo giro en los acontecimientos, el tío irritado me llamó por mi nombre y me hizo pasar a la sala de la audición.
Había una mesa larga con cinco personas. Me presenté a aquel comité y le
pasé mi música al hombre que hacía los acompañamientos.
En ese momento vi a Will Schuester entre los miembros de la mesa. No sólo iba a hacer una audición ante los encargados del casting, sino ante el director de Tabula rasa y otras seis producciones de éxito de Broadway.
Tragué saliva.
Cuando empezó a sonar la música sentí que todo se ralentizaba. Notaba la voz fuerte y eso me infundió valor. Me esforcé por hacer resonar cada una de las notas, le di un tono ligero fino a las partes divertidas de la canción a medida que me acercaba a las notas poderosas y fui mirando a los ojos a todos los miembros de la mesa alternativamente.
Sin miedo.
Debía demostrarles que no tenía miedo.
La canción llegó a su crescendo y me aseguré de controlar la respiración para dejar que la emoción de la letra se transmitiera. Le añadí un poco de movimiento y terminé la canción con una sonrisa juguetona que, con suerte, les demostraría que también tenía frescura.
El comité me aplaudió y se pusieron a hablar entre ellos en voz baja. Al final, la mujer colorina que estaba en el centro se presentó.
—Brittany, soy Emma Pillsbury, una de las directoras de casting del espectáculo. Creo que a todos nos ha gustado poder disfrutar de tu voz, pero querríamos ver más de ti. ¿Te importaría pasar la escena con Noah Puckerman?
¿Que si me importaría?
No, no me importaba.
No había problema.
Noah Puckerman, el actor que estaba ahí para las lecturas, se acercó y se sentó en el taburete que había junto al mío. Repasé el texto una última vez y dejé el papel en el suelo.
La premisa era que sedujera a Puck y que terminara la escena tomándole la cara entre las manos y dándole un beso. Los tíos no eran mi fuerte, pero era actriz y de las buenas, así que fui a por todas.
Incluso llevé la escena un poco más lejos y la terminé en su regazo. Era consciente de que había sido un movimiento arriesgado, pero fue lo que me
salió y siempre me había dejado llevar por mi instinto.
El comité volvió a deliberar en voz baja mientras yo esperaba en silencio.
—Brittany, ¿puedes volver a las cuatro para una audición de danza?
Los miré fijamente.
Sí podía.
—Claro. ¿Tengo que preparar algo?—pregunté esforzándome por sonar segura de mí misma.
—No. Mike, nuestro coreógrafo asistente, te enseñará unas cuantas combinaciones de pasos del musical y veremos qué tal. Gracias, Brittany, nos vemos a las cuatro.
Me invitaron a salir, así que cogí mi bolsa de baile y emprendí el regreso a mi hotel. De camino, llamé a Finn Hudson al número de su tarjeta.
—Brittany, Brittany, Brittany, mi nueva cliente favorita, ¿cómo ha ido?
Por el ruido que se oía de fondo mientras hablaba parecía que estaba en un coche... y posiblemente comiendo algo.
—Creo que ha ido bien. Es decir, me hacen volver a las cuatro para bailar. Escuche, señor Hudson, ¿usted...?
—Finn.
—¿Disculpe?
—Tutéame y llámame Finn. Lo de usted me pone de los nervios. Si voy a representarte, será mejor que nos dejemos de formalismos—dio otro bocado.
¿Era una manzana lo que masticaba?
—Vale... Finn—dije con cautela—¿Sabías que la audición era para Tabula rasa?
—Lo sabía y creo que eres perfecta para el papel. Oye, no dejes que el renombre de la obra te afecte. Tú vuelve esta tarde, baila igual que bailaste cuando te vi en la representación del conservatorio y ya está. No se puede pedir más, ¿verdad?
—Vale. Vale. Muy bien, volveré y bailaré.
Así de sencillo.
Guardé el móvil en el bolso y me fui al hotel.
Una vez en la habitación, me tumbé en la cama y me quedé mirando al techo. Inquieta, cogí la naranja que había dejado en la mesita de noche y me dediqué a lanzarla al aire y a cogerla con la mano derecha.
Era una especie de ritual mío; una manera de pensar con claridad cuando tenía demasiadas cosas en la cabeza.
Mientras contemplaba la naranja volar y aterrizar en mi mano una y otra vez, admití que no había modo alguno de que aquello fuera a salir bien.
De ninguna manera.
«No te hagas ilusiones. No te emociones«
Y no lo hice.
Cuando volví al estudio a las cuatro me había autoconvencido de que hacía
aquella audición para divertirme y para ganar experiencia.
No iba a involucrarme emocionalmente porque lo único que conseguiría sería llevarme una decepción.
Sin embargo, a las cinco de la tarde, de las doce chicas a las que nos habían enseñado el baile quedábamos sólo cinco y ya me costaba mucho más no dejar volar la imaginación.
En uno de los descansos de cinco minutos, rescaté una botella de agua del fondo de mi bolsa y una de las chicas se sentó en el suelo a mi lado.
—¿Soy yo o los últimos cinco ochos son super-difíciles de ejecutar con sólo diez minutos de ensayo?—comentó meneando la cabeza mientras se ataba la zapatilla.
La verdad es que a mí no me lo parecían, pero no quería sonar arrogante.
—No, está claro que quieren que nos dejemos la piel en el final.
Pese a su queja, me había fijado antes en ella y era buena.
Era más baja que yo y la melenita negra, le botaba al bailar. Era cierto que en los primeros ensayos iba medio paso por detrás, pero sus movimientos eran limpios y definidos.
Era mi mayor rival.
—Me llamo Rachel Berry, por cierto. Me puedes decir Rach—entornó los ojos—Pero creo que puedes hacer la bolsa porque el papel es mío.
Enarqué las cejas, sorprendida, pero ella esbozó una sonrisa de oreja a oreja y me dio un golpecito en el hombro con el suyo.
—Estoy de broma. Eres buena. ¿Cómo te llamas?
—Brittany, pero puedes decirme Britt—contesté—Y no creo que tengas de qué preocuparte. Tú también eres bastante buena.
—Ah, bueno, gracias. No te había visto en ninguna de estas, ¿eres nueva? Al final te acostumbras a ver las mismas caras una audición tras otra.
—Bueno en realidad acabo de graduarme. Supongo que podría decirse que me estreno con esta.
—Ajá. Recién salida del cascarón, ¿eh?—me observó detenidamente y asintió. Luego miró por encima de mi hombreo y vio que la reunión al fondo de la habitación empezaba a disolverse—Bueno, encantada de conocerte, Britt, pero creo que Mike y compañía ya están listos para seguir, así que tendríamos que ir para allá. Mucha mierda. La necesitarás—me deseó en tono travieso—Porque está claro que soy su favorita.
Por si acaso, se volvió una vez más y negó con la cabeza para indicar que sabía que no era cierto.
Me eché a reír.
—Mucha mierda, Rach. Gracias.
Volvimos a nuestras posiciones para el baile.
Era agradable tener un rostro familiar en el proceso.
Rachel parecía ser dos o cuatro años mayor que yo, así que probablemente tenía más experiencia. Estaría bien hablar más con ella y que me contara cosas del mundillo si ella quería, claro.
Pero aquello tendría que esperar.
La audición siguió, siguió y siguió.
Dios, cuánto duraba.
Aunque nunca había ido a ninguna audición tan importante, sí sabía que estaba durando más de lo normal.
Cuando acabó la audición de danza, aún nos hicieron leer una escena final antes de darnos las gracias por nuestro tiempo.
—Estaremos en contacto—fue todo lo que nos dijeron.
Y era una pena, porque me moría de ganas de saber cómo lo había hecho y qué pensaban. En lugar de eso me fui al hotel para pasar la noche.
Había hecho todo lo que había podido y había quedado por delante de muchas otras chicas.
Eso no me lo quitaba nadie.
A un par de manzanas del estudio me sonó el móvil y, al sacarlo, vi que era
Finn Hudson.
—No sé dónde estás—dijo en cuanto contesté—, Pero da media vuelta. Quieren volver a verte.
—¿Ahora?
Me detuve en seco en medio de la calle y el chico que iba detrás de mí se chocó contra mi espalda.
—Perdón—le grité cuando me adelantó rezongando improperios.
—Sí, ahora. Te esperan. Debes de estar haciendo algo bien.
Suspiré esperanzada.
—Voy para allá.
Abrí la puerta del estudio y me encontré con la sala vacía.
Dejé la bolsa en el suelo y me volví a poner las zapatillas de baile por si acaso.
Todavía no me había puesto la izquierda cuando entró Rachel y miró en derredor, expectante.
—Hola, ¿Tienes idea de lo que ocurre?
—Supongo que no han terminado con nosotras. Estoy agotada, pero seguiré toda la noche si es necesario.
Lo decía en serio.
A aquellas alturas estaba funcionando sólo a base de adrenalina porque,
después de todo el día, apenas sentía mi cuerpo.
Rachel levantó las cejas e incluso la cabeza.
—Todo lo que puedo decir es: ¡al ataque!
Me eché a reír ante su fogosa declaración.
Aquella chica era muy divertida y estaba un poco loca. Decidí que le pediría su número de teléfono antes de que se fuera. Definitivamente, era una amiga potencial.
Sin embargo, antes de tener oportunidad de pedírselo, Emma Pillsbury irrumpió en el estudio seguida del tío irritado de la inscripción de por la mañana.
—Hola, señoritas. Muchas gracias por volver tan tarde. Hemos tomado nuestra decisión y como tenemos poco tiempo, quería hablar con las dos en
persona. No hay razón para esperar.
Miré a Emma Pillsbury de hito en hito y deseé, contra toda esperanza, que hablara más deprisa.
«Habla más deprisa, Emma Pillsbury»
Al parecer, las candidatas finales éramos Rachel y yo. La miré de reojo y ella me dedicó una sonrisa leve y asintió ligeramente en gesto silencioso de buena suerte.
Emma prosiguió:
—Rachel, nos has impresionado mucho. Nos gustaría ofrecerte un papel de reparto en la gira de Tabula rasa.
Me quedé sin aire al tiempo que a Rachel se le iluminaban los ojos.
—El espectáculo ya ha dado las primeras representaciones en Detroit y nos gustaría que fueras para allá lo antes posible para los ensayos. El objetivo es que salgas a escena dentro de dos semanas cuando la obra llegue a Chicago.
Rachel cerró los ojos y se llevó las manos a la cara. Yo la abracé.
—Enhorabuena, Rach. Te lo mereces. Me alegraba por ella de corazón.
A lo mejor no había ido como yo quería, pero habría más oportunidades y más espectáculos en el camino. Además, ahora tenía experiencia y credibilidad en las audiciones.
Cuando nos volvimos de nuevo hacia Emma Pillsbury, con mi brazo aún alrededor de los hombros de Rachel, esta levantó una mana para indicar que tenía más que decir.
—Y, Brittany, nos gustaría invitarte a que te unas a la gira de Tabula rasa también a ti, para el papel de Alexis. Si aceptas, necesitaríamos que...
Un momento, ¿qué?
Cabeceé para asegurarme de que había oído bien y toda la magnitud de sus
palabras me golpeó de lleno.
—Pero Alexis es la actriz secundaria. Creía que la audición era estrictamente para papeles de reparto.
—Esta audición era estrictamente para papeles de reparto. Las audiciones para emplazar a Alexis fueron la semana pasada. Will vio la actuación hace poco durante la gira, no se sentía satisfecho con la actriz que representaba a Alexis y la despedimos. Teníamos a algunas sustitutas para el papel en casos de emergencia, pero ninguna nos gusta del todo. Tú has proyectado la simpatía que el personaje necesita en la primera mitad de la obra y la fuerza requerida en la segunda. Eso es mucho pedir. Además, a Will le has gustado mucho. A todos, la verdad—me puso la mano en el antebrazo—Eres nueva. Eres fresca. Supongo que podría decirse que eres un riesgo que nos gustaría correr.
En ese momento, Emma Pillsbury dejó a un lado su mirada de «mujer sincera» y le pasó de golpe una pila de carpetas a su ayudante.
Dicho aquello, se marchó.
Rachel y yo nos miramos mutuamente unos segundos antes de ponernos a chillar y a abrazarnos.
Sam puso los ojos en blanco y esperó a que nuestros botes disminuyeran a un nivel razonable antes de recitarnos una serie de fechas y horas. No me enteré de nada, obviamente, estaba demasiado ocupada saboreando la sensación de lo que iba a ser el primer paso hacia mis sueños.
Así había empezado la llamada.
No me había molestado en mirar quién era antes de contestar porque tenía mil millones de cosas en la cabeza que debía hacer antes de dejar mi departamento y marcharme a Nueva York.
Mi plan inicial era mudarme dentro de cuatro días.
—Perdone, ¿quién es?—repliqué.
No me salió en el mejor tono posible, pero estaba liada.
—Soy Finn Hudson, de la Agencia Journey. Venga, Brittany, creía que te había causado mejor impresión.
Hice una mueca.
Para mí vergüenza, acababa de ladrarle a mi nuevo agente, también conocido como el tipo que tenía todas las cartas de mi baraja en sus grandes y resbaladizas manos.
Me reñí mentalmente por el despiste, pero ya me había puesto nerviosa; como acto reflejo me levanté y me miré en el espejo que tenía encima de la
cómoda.
Lo primero que observé fue que estaba hecha un desastre porque llevaba empaquetando cosas casi todo el día.
Me recoloque el pañuelo que llevaba para retirarme la melena rubia de la frente. Me había dejado el pelo largo para los castings, pero entonces recordé que Finn Hudson no podía verme a través del teléfono, así que podía relajarme y mantener la calma.
—Lo siento, señor Hudson. Creo que la línea no funcionaba bien al principio. ¿Cómo está?
—De fábula. ¿Qué se siente teniendo por fin un diploma en la mano?
Abrí la boca para contestar, pero Finn Hudson no tenía intención de dejar de hablar.
—Escucha, tengo una audición a la que quiero que te presentes inmediatamente.
—Oh, guau... Yo... eh... No tiene ni idea de lo mucho que me alegra escuchar eso.
Sí, esas fueron las palabras que oí abandonar mis labios.
Muy bien, Brittany, así se mantiene la calma.
Había conocido a Finn Hudson brevemente en mi espectáculo de último año. La sala estaba llena de agentes y personas de la industria que buscaban nuevos talentos y, después de mi actuación, me dejaron bastantes tarjetas.
Dos días más tarde, la Agencia Journey se ofreció para representarme y yo, por descontado, me abalancé sobre la oportunidad. No podía esperar nada
mucho mejor con veintitrés años y una experiencia interpretativa limitada al circuito universitario y a los teatros regionales.
Acababa de graduarme en el Conservatorio de Música de Cincinnati y no tenía ningún trabajo en el horizonte así que, a finales de semana, iba a irme a Nueva York con los compañeros de clase que tampoco tenían trabajo para ganarme la vida como camarera hasta que consiguiera meterme en la industria.
No era un plan a prueba de bombas, pero era el único que tenía.
—Me gustaría saber algo más del papel, pero ahora mismo cualquier audición es bienvenida.
—¡Perfecto!—me gritó—Voy a ser franco contigo: la convocatoria del casting nos ha llegado hoy y mañana ya empezarán a hacerle la prueba a algunas chicas. Enseguida he pensado en ti. Es una superproducción musical que va de gira y necesitan a alguien para ayer. Encajas con los requisitos y me gustaría que fueras lo antes posible. ¿Puedes estar en Nueva York mañana?
Lo pensé un momento.
¿Podía?
Necesitaba hacer muchas cosas antes de dejar el departamento y mi billete de avión era para finales de semana, pero estaba claro que debía conseguirlo.
No tenía nada más.
—Claro que puedo—contestó—¿Qué tengo que prepararme?
—Trae una canción, un monólogo y ropa cómoda para la audición de danza. Tengo tu dirección de correo electrónico y mi ayudante, Donna, te enviará los detalles el miércoles.
—Gracias, estaré pendiente, señor Hudson—dije aturdida.
La cabeza me iba a mil por hora.
Seguramente había muchas preguntas que debería hacerle, pero aún estaba aturullada.
—Genial, hablamos pronto—concluyó él y colgó.
Sin más.
Me quedé mirando el teléfono que tenía en la mano.
¿De verdad acababa de pasar lo que acababa de pasar?
Bueno sí.
Me había caído una oportunidad del cielo y era el momento de lanzarme.
Aparté enseguida la pila de ropa que estaba ordenando y abrí el portátil para buscar un billete de avión.
Nueva York en junio estaba abarrotada de gente, hada un calor de mil demonios y era maravillosa. No me cansaba de las animadas calles y de la sensación de que en un radio muy pequeño pasaban infinidad de cosas.
Había conseguido encontrar habitación a través de Priceline, en un hotel que estaba a solo cinco manzanas del estudio de ensayo donde se hacían las audiciones.
Aquella mañana me levanté temprano porque quería tomarme mi tiempo y pasar por Starbucks antes de mi audición, que era a las diez.
Mientras me bebía mi vainilla latte a sorbitos, fui repasando para mí el ritmo que quería darle a mi monólogo de Un sombrero lleno de lluvia y las técnicas de respiración para llegar a la nota más alta de Life of the Party, que era la canción que había escogido.
Para cuando llegué al estudio, había conseguido un estado mental de serenidad: aquel era mi espacio, era el lugar donde me había trasladado mentalmente cada vez que había conseguido un papel en el CMC.
Todo era cuestión de demostrarle a aquella gente de lo que era capaz.
Más allá de aquello ya no estaba en mis manos.
Aquel era mi mantra y lo que me repetiría una y otra vez hasta que me tocara entrar.
La convocatoria del casting que me había enviado Finn Hudson era bastante ambigua. Buscaba una actriz de veintitantos para sustituir a una chica de una producción de Broadway que está de gira. El reparto tenía que componerse de actores sindicados, así que el hecho de haberme sacado la tarjeta del sindicato para mis actuaciones regionales me resultaría útil.
Entré en la pequeña sala de espera y me encontré con tres hileras de chicas muy parecidas... a mí. Enseguida me sentí muy poca cosa, pero me obligué a cambiar de mentalidad porque pensar así no me iba a llevar hasta Broadway.
Iba a tener que demostrar lo que valía a cada paso del camino, lo cual no era ninguna sorpresa, así que tocaba aguantarse.
Me presenté ante el chico, claramente irritado, que recogía las fotos de carné.
—Muy bien... Brittany—se rascó la barbilla y apuntó algo en su poderoso sujetapapeles—Siéntate y estúdiate esta escena—me pasó la lectura que tenía que estudiarme sin ni siquiera levantar la vista—Si les gustas a lo mejor te la hacen leer.
Al sentarme me fijé en el título del espectáculo y se me subió el corazón a la garganta.
Iba a leer para Tabula rasa, que había ganado el Tony el último año. Era casi imposible conseguir entradas para verla, la gira había empezado hacía unos
meses y la protagonista, Evan, estaba interpretada por Santana López.
Había recibido un montón de buenas críticas y eso que hacía poco que se
había estrenado. Noté que mi "zona mental" empezaba a desmoronarse.
Aquello era muy grande, era la oportunidad de mi vida. Estaba muy por encima de mis posibilidades.
Antes de que me diera tiempo a reflexionar sobre el nuevo giro en los acontecimientos, el tío irritado me llamó por mi nombre y me hizo pasar a la sala de la audición.
Había una mesa larga con cinco personas. Me presenté a aquel comité y le
pasé mi música al hombre que hacía los acompañamientos.
En ese momento vi a Will Schuester entre los miembros de la mesa. No sólo iba a hacer una audición ante los encargados del casting, sino ante el director de Tabula rasa y otras seis producciones de éxito de Broadway.
Tragué saliva.
Cuando empezó a sonar la música sentí que todo se ralentizaba. Notaba la voz fuerte y eso me infundió valor. Me esforcé por hacer resonar cada una de las notas, le di un tono ligero fino a las partes divertidas de la canción a medida que me acercaba a las notas poderosas y fui mirando a los ojos a todos los miembros de la mesa alternativamente.
Sin miedo.
Debía demostrarles que no tenía miedo.
La canción llegó a su crescendo y me aseguré de controlar la respiración para dejar que la emoción de la letra se transmitiera. Le añadí un poco de movimiento y terminé la canción con una sonrisa juguetona que, con suerte, les demostraría que también tenía frescura.
El comité me aplaudió y se pusieron a hablar entre ellos en voz baja. Al final, la mujer colorina que estaba en el centro se presentó.
—Brittany, soy Emma Pillsbury, una de las directoras de casting del espectáculo. Creo que a todos nos ha gustado poder disfrutar de tu voz, pero querríamos ver más de ti. ¿Te importaría pasar la escena con Noah Puckerman?
¿Que si me importaría?
No, no me importaba.
No había problema.
Noah Puckerman, el actor que estaba ahí para las lecturas, se acercó y se sentó en el taburete que había junto al mío. Repasé el texto una última vez y dejé el papel en el suelo.
La premisa era que sedujera a Puck y que terminara la escena tomándole la cara entre las manos y dándole un beso. Los tíos no eran mi fuerte, pero era actriz y de las buenas, así que fui a por todas.
Incluso llevé la escena un poco más lejos y la terminé en su regazo. Era consciente de que había sido un movimiento arriesgado, pero fue lo que me
salió y siempre me había dejado llevar por mi instinto.
El comité volvió a deliberar en voz baja mientras yo esperaba en silencio.
—Brittany, ¿puedes volver a las cuatro para una audición de danza?
Los miré fijamente.
Sí podía.
—Claro. ¿Tengo que preparar algo?—pregunté esforzándome por sonar segura de mí misma.
—No. Mike, nuestro coreógrafo asistente, te enseñará unas cuantas combinaciones de pasos del musical y veremos qué tal. Gracias, Brittany, nos vemos a las cuatro.
Me invitaron a salir, así que cogí mi bolsa de baile y emprendí el regreso a mi hotel. De camino, llamé a Finn Hudson al número de su tarjeta.
—Brittany, Brittany, Brittany, mi nueva cliente favorita, ¿cómo ha ido?
Por el ruido que se oía de fondo mientras hablaba parecía que estaba en un coche... y posiblemente comiendo algo.
—Creo que ha ido bien. Es decir, me hacen volver a las cuatro para bailar. Escuche, señor Hudson, ¿usted...?
—Finn.
—¿Disculpe?
—Tutéame y llámame Finn. Lo de usted me pone de los nervios. Si voy a representarte, será mejor que nos dejemos de formalismos—dio otro bocado.
¿Era una manzana lo que masticaba?
—Vale... Finn—dije con cautela—¿Sabías que la audición era para Tabula rasa?
—Lo sabía y creo que eres perfecta para el papel. Oye, no dejes que el renombre de la obra te afecte. Tú vuelve esta tarde, baila igual que bailaste cuando te vi en la representación del conservatorio y ya está. No se puede pedir más, ¿verdad?
—Vale. Vale. Muy bien, volveré y bailaré.
Así de sencillo.
Guardé el móvil en el bolso y me fui al hotel.
Una vez en la habitación, me tumbé en la cama y me quedé mirando al techo. Inquieta, cogí la naranja que había dejado en la mesita de noche y me dediqué a lanzarla al aire y a cogerla con la mano derecha.
Era una especie de ritual mío; una manera de pensar con claridad cuando tenía demasiadas cosas en la cabeza.
Mientras contemplaba la naranja volar y aterrizar en mi mano una y otra vez, admití que no había modo alguno de que aquello fuera a salir bien.
De ninguna manera.
«No te hagas ilusiones. No te emociones«
Y no lo hice.
Cuando volví al estudio a las cuatro me había autoconvencido de que hacía
aquella audición para divertirme y para ganar experiencia.
No iba a involucrarme emocionalmente porque lo único que conseguiría sería llevarme una decepción.
Sin embargo, a las cinco de la tarde, de las doce chicas a las que nos habían enseñado el baile quedábamos sólo cinco y ya me costaba mucho más no dejar volar la imaginación.
En uno de los descansos de cinco minutos, rescaté una botella de agua del fondo de mi bolsa y una de las chicas se sentó en el suelo a mi lado.
—¿Soy yo o los últimos cinco ochos son super-difíciles de ejecutar con sólo diez minutos de ensayo?—comentó meneando la cabeza mientras se ataba la zapatilla.
La verdad es que a mí no me lo parecían, pero no quería sonar arrogante.
—No, está claro que quieren que nos dejemos la piel en el final.
Pese a su queja, me había fijado antes en ella y era buena.
Era más baja que yo y la melenita negra, le botaba al bailar. Era cierto que en los primeros ensayos iba medio paso por detrás, pero sus movimientos eran limpios y definidos.
Era mi mayor rival.
—Me llamo Rachel Berry, por cierto. Me puedes decir Rach—entornó los ojos—Pero creo que puedes hacer la bolsa porque el papel es mío.
Enarqué las cejas, sorprendida, pero ella esbozó una sonrisa de oreja a oreja y me dio un golpecito en el hombro con el suyo.
—Estoy de broma. Eres buena. ¿Cómo te llamas?
—Brittany, pero puedes decirme Britt—contesté—Y no creo que tengas de qué preocuparte. Tú también eres bastante buena.
—Ah, bueno, gracias. No te había visto en ninguna de estas, ¿eres nueva? Al final te acostumbras a ver las mismas caras una audición tras otra.
—Bueno en realidad acabo de graduarme. Supongo que podría decirse que me estreno con esta.
—Ajá. Recién salida del cascarón, ¿eh?—me observó detenidamente y asintió. Luego miró por encima de mi hombreo y vio que la reunión al fondo de la habitación empezaba a disolverse—Bueno, encantada de conocerte, Britt, pero creo que Mike y compañía ya están listos para seguir, así que tendríamos que ir para allá. Mucha mierda. La necesitarás—me deseó en tono travieso—Porque está claro que soy su favorita.
Por si acaso, se volvió una vez más y negó con la cabeza para indicar que sabía que no era cierto.
Me eché a reír.
—Mucha mierda, Rach. Gracias.
Volvimos a nuestras posiciones para el baile.
Era agradable tener un rostro familiar en el proceso.
Rachel parecía ser dos o cuatro años mayor que yo, así que probablemente tenía más experiencia. Estaría bien hablar más con ella y que me contara cosas del mundillo si ella quería, claro.
Pero aquello tendría que esperar.
La audición siguió, siguió y siguió.
Dios, cuánto duraba.
Aunque nunca había ido a ninguna audición tan importante, sí sabía que estaba durando más de lo normal.
Cuando acabó la audición de danza, aún nos hicieron leer una escena final antes de darnos las gracias por nuestro tiempo.
—Estaremos en contacto—fue todo lo que nos dijeron.
Y era una pena, porque me moría de ganas de saber cómo lo había hecho y qué pensaban. En lugar de eso me fui al hotel para pasar la noche.
Había hecho todo lo que había podido y había quedado por delante de muchas otras chicas.
Eso no me lo quitaba nadie.
A un par de manzanas del estudio me sonó el móvil y, al sacarlo, vi que era
Finn Hudson.
—No sé dónde estás—dijo en cuanto contesté—, Pero da media vuelta. Quieren volver a verte.
—¿Ahora?
Me detuve en seco en medio de la calle y el chico que iba detrás de mí se chocó contra mi espalda.
—Perdón—le grité cuando me adelantó rezongando improperios.
—Sí, ahora. Te esperan. Debes de estar haciendo algo bien.
Suspiré esperanzada.
—Voy para allá.
Abrí la puerta del estudio y me encontré con la sala vacía.
Dejé la bolsa en el suelo y me volví a poner las zapatillas de baile por si acaso.
Todavía no me había puesto la izquierda cuando entró Rachel y miró en derredor, expectante.
—Hola, ¿Tienes idea de lo que ocurre?
—Supongo que no han terminado con nosotras. Estoy agotada, pero seguiré toda la noche si es necesario.
Lo decía en serio.
A aquellas alturas estaba funcionando sólo a base de adrenalina porque,
después de todo el día, apenas sentía mi cuerpo.
Rachel levantó las cejas e incluso la cabeza.
—Todo lo que puedo decir es: ¡al ataque!
Me eché a reír ante su fogosa declaración.
Aquella chica era muy divertida y estaba un poco loca. Decidí que le pediría su número de teléfono antes de que se fuera. Definitivamente, era una amiga potencial.
Sin embargo, antes de tener oportunidad de pedírselo, Emma Pillsbury irrumpió en el estudio seguida del tío irritado de la inscripción de por la mañana.
—Hola, señoritas. Muchas gracias por volver tan tarde. Hemos tomado nuestra decisión y como tenemos poco tiempo, quería hablar con las dos en
persona. No hay razón para esperar.
Miré a Emma Pillsbury de hito en hito y deseé, contra toda esperanza, que hablara más deprisa.
«Habla más deprisa, Emma Pillsbury»
Al parecer, las candidatas finales éramos Rachel y yo. La miré de reojo y ella me dedicó una sonrisa leve y asintió ligeramente en gesto silencioso de buena suerte.
Emma prosiguió:
—Rachel, nos has impresionado mucho. Nos gustaría ofrecerte un papel de reparto en la gira de Tabula rasa.
Me quedé sin aire al tiempo que a Rachel se le iluminaban los ojos.
—El espectáculo ya ha dado las primeras representaciones en Detroit y nos gustaría que fueras para allá lo antes posible para los ensayos. El objetivo es que salgas a escena dentro de dos semanas cuando la obra llegue a Chicago.
Rachel cerró los ojos y se llevó las manos a la cara. Yo la abracé.
—Enhorabuena, Rach. Te lo mereces. Me alegraba por ella de corazón.
A lo mejor no había ido como yo quería, pero habría más oportunidades y más espectáculos en el camino. Además, ahora tenía experiencia y credibilidad en las audiciones.
Cuando nos volvimos de nuevo hacia Emma Pillsbury, con mi brazo aún alrededor de los hombros de Rachel, esta levantó una mana para indicar que tenía más que decir.
—Y, Brittany, nos gustaría invitarte a que te unas a la gira de Tabula rasa también a ti, para el papel de Alexis. Si aceptas, necesitaríamos que...
Un momento, ¿qué?
Cabeceé para asegurarme de que había oído bien y toda la magnitud de sus
palabras me golpeó de lleno.
—Pero Alexis es la actriz secundaria. Creía que la audición era estrictamente para papeles de reparto.
—Esta audición era estrictamente para papeles de reparto. Las audiciones para emplazar a Alexis fueron la semana pasada. Will vio la actuación hace poco durante la gira, no se sentía satisfecho con la actriz que representaba a Alexis y la despedimos. Teníamos a algunas sustitutas para el papel en casos de emergencia, pero ninguna nos gusta del todo. Tú has proyectado la simpatía que el personaje necesita en la primera mitad de la obra y la fuerza requerida en la segunda. Eso es mucho pedir. Además, a Will le has gustado mucho. A todos, la verdad—me puso la mano en el antebrazo—Eres nueva. Eres fresca. Supongo que podría decirse que eres un riesgo que nos gustaría correr.
En ese momento, Emma Pillsbury dejó a un lado su mirada de «mujer sincera» y le pasó de golpe una pila de carpetas a su ayudante.
Dicho aquello, se marchó.
Rachel y yo nos miramos mutuamente unos segundos antes de ponernos a chillar y a abrazarnos.
Sam puso los ojos en blanco y esperó a que nuestros botes disminuyeran a un nivel razonable antes de recitarnos una serie de fechas y horas. No me enteré de nada, obviamente, estaba demasiado ocupada saboreando la sensación de lo que iba a ser el primer paso hacia mis sueños.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
SE QUE ESTÁN SACANDO MIS ADAPTACIONES, POR "MI" PARTE Y "MIS" ADAPTACIONES NO ME MOLESTA, PERO AL MENOS NOMBREN AL FORO... SI SUBEN OTRO CAPITULO Y NO LO NOMBRAN, "EN CADA CAPITULO QUE SUBAN", VOY A BORRAR MIS ADAPTACIONES Y DENUNCIAR LA ADAPTACIÓN. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Miér Abr 12, 2017 12:26 am, editado 1 vez
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Hola morra....
Un buen comienso para una principiante....
Mmmmmm quiero ver cuando aparesca san..
Y sobretodo los primeros ensayos!!!
Nos vemos!
Un buen comienso para una principiante....
Mmmmmm quiero ver cuando aparesca san..
Y sobretodo los primeros ensayos!!!
Nos vemos!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
excelente un nuevo proyecto y una nueva amistad, ahora a esperar a ver como les va a ambas en la obra, y el tan esperado encuentro con la temible santana lopez!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:Hola morra....
Un buen comienso para una principiante....
Mmmmmm quiero ver cuando aparesca san..
Y sobretodo los primeros ensayos!!!
Nos vemos!
Hola lu, eso mismo pienso yo la vrdd jajajaja. Esperemos y sea en este cap jajajaja. Como dije, esperemos y sea en este cap, no¿? jajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:excelente un nuevo proyecto y una nueva amistad, ahora a esperar a ver como les va a ambas en la obra, y el tan esperado encuentro con la temible santana lopez!!!!!
Hola, eso va bn para ella, no¿? Esperemos y salga mas este cap. Jajajajaajjaja como siempre imponiendo respeto, no¿? jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
El vuelo a Detroit se retrasó dos horas y no era mi estilo malgastar un tiempo precioso, de manera que saqué el guion y las notas enviadas por fax y seguí memorizándolo.
Era consciente de que mi arma secreta era el trabajo duro y un talento con el que había nacido.
Rachel estaba sentada a mi lado leyendo una novela romántica que había comprado en la tienda de regalos. En la portada salía una linda mujer con la mirada hacia el horizonte. No pude evitar una carcajada.
—¿De qué te ríes?—Rachel siguió mi mirada hasta la portada del libro—¿Te ríes de Dianna Agron? Porque, para que lo sepas, está que te mueres de buena. No me importa lo que pienses, va a vivir debajo de mi almohada durante la gira.
—¿Dianna Agron? ¿Es un chiste? —ya no pude aguantarme la risa—Por favor, dime que te lo has inventado.
—Qué respuesta más razonable, sensata y aburrida acabas de darme—dijo con dulzura—Eso ya lo veremos. ¿No te molesta que me gusten las mujeres, verdad?
—No, claro que no. Todo bien, es más a mi también me gustan. Me fijo en la persona, no en si es mujer y hombre.
—Bien, pienso lo mismo la verdad… Nos llevaremos mejor aún.
Cuando aterrizamos en Detroit, un ayudante de producción llamado Ryder nos esperaba para llevarnos en coche al hotel para que dejáramos el equipaje y luego al Teatro Fisher, en donde se representaba Tabula rasa.
Ryder no parecía tener más de dieciséis años, pero, mediante el interrogatorio coqueto de Rachel, nos enteramos de que tenía veinte y estaba acabando sus prácticas en el musical.
—Bueno, háblanos de todo el mundo—pidió Rachel—He trabajado en varias compañías donde el grupo estaba muy unido y varias en las que, digamos, no quieres pasar más tiempo del necesario con los compañeros cuando termina la función. ¿Aquí qué tenemos?
—La gente está bien, de verdad. Siempre hay alguien que va de diva, pero a las personas así se las ve venir enseguida. Más o menos existe un equilibrio, todos se apoyan entre sí, pero tampoco voy a mentiros y a deciros que no son competitivos. ¿Qué actor no lo es, verdad?
Se volvió hacia nosotras y nos hizo un guiño antes de darle al intermitente para girar a la izquierda.
Era mono.
—¿Y qué hay de nuestra protagonista? ¿Es una de las divas que has dicho?
Rachel no pensaba dejar el tema aunque, en realidad, yo también tenía curiosidad por Santana López. Al parecer salía en la mayoría de las escenas en las que estaba yo. Mi personaje era su mejor amiga durante la primera parte del musical y en la segunda le robaba el novio y le daba una puñalada por la espalda, que era una de las cosas horribles que le pasaba a su personaje.
—Eh, no, no diría eso de Santana—contestó Ryder tras pensarlo un segundo—Pero se nota que el espectáculo es importante para ella y no le aguanta tonterías a nadie a la hora de hacer su trabajo lo mejor posible. Personalmente creo que es una mujer sorprendente—sonrió de oreja a oreja mirándonos por el retrovisor.
Guau, aquella era un crítica muy buena por parte de Ryder el becario. A mí me sonaba a que estaba medio enamorado de la estrella de la producción.
De todas maneras, tenía muchas ganas de conocerla. Ya conocía su trabajo, claro está; era famosa desde los catorce años, cuando salía en la serie adolescente de moda Instituto Highland.
Era un placer inconfesable, pero de joven yo también estaba enganchada a la serie.
Eso sí, me daba cuenta de algo que el resto de los Estados Unidos quizá no veía: Santana López tenía mucho más talento que el que le permitía demostrar Instituto Highland.
La había visto actuar en su primera obra de Broadway seis años atrás, en unas vacaciones a Nueva York con mi familia, y su fuerza y voz extraordinarias me habían dejado sin aliento.
Había quien decía que la habían fichado para Tabula rasa solo porque su nombre vendía entradas, pero yo tenía la sensación de que se equivocaban.
Por desgracia, su verdadero talento muchas veces quedaba ensombrecido por los cotilleos de las revistas del corazón, que solían hablar de inacabables
conflictos entre sus padres y ella por el control del dinero que había ganado de adolescente.
Yo ni me lo creía ni me lo dejaba de creer.
Ryder nos informó de que los gerentes de la compañía habían dispuesto que aquella noche viéramos el musical como público antes de incorporarnos a los ensayos a la mañana siguiente.
Nos dio las entradas y nos dejó delante del teatro.
A mí me parecía una idea genial.
Estaría bien sentarse cómodamente y asimilar la historia en directo. También quería tomar notas de la perspectiva que tenía la audiencia en varias escenas que yo ya había empezado a interpretar a mi manera a partir del guion.
Las luces de la sala se atenuaron segundos después de que Rachel y yo tomáramos asiento. Una música lenta y melódica empezó a sonar desde el
foso de la orquesta y un único foco de color azul iluminó a Santana López en el escenario.
Su personaje, Evan, empezó a cantar en voz baja, preguntándose cuándo había dado un giro su vida.
A medida que la canción avanzaba, fue subiendo la voz y su lamento se acrecentó hasta que se llevó un cuchillo a la garganta para quitarse la vida.
La emoción que proyectaba como actriz era tan cruda, tan visceral, que me dolió el corazón por su personaje cuando el musical apenas había empezado.
El resto del primer acto pasó en forma de flashback, y vimos a una Evan darse cuenta que era lesbiana, luego estaba hermosa y feliz graduarse en la universidad, conocer a la chica de sus sueños y luchar por ascender en la industria de la moda.
Yo estaba completamente de su parte, fascinada por su personalidad, y disfrutaba de la vida a través de sus ojos. Era divertida, simpática y guapa, todo lo que se podía desear de una protagonista.
Sin embargo, de fondo, el público veía cómo la gente que la rodeaba actuaba contra ella a sus espaldas y le tendían una trampa para que fracasara.
Ella descubría las diversas traiciones al final del primer acto y durante el descanso el público se quedaba pensando qué haría respecto a las malas pasadas que le habían jugado.
Personalmente tenía el corazón roto por ella, que no dejaba de recibir golpe tras golpe de la gente a la que más quería.
En el segundo acto, los descubrimientos de Evan la sumían en una espiral de desesperación y adicción a los medicamentos. Al final decidía no suicidarse, sino recuperar su vida paso a paso. Se la veía superar sistemáticamente todos los problemas que la oprimían y triunfar.
Su vida quedaba limpia, como una tabla rasa, y podía empezar de nuevo.
Resurgía de los infiernos y lo hacía más fuerte que antes.
Era una historia preciosa, el relato de un triunfo femenino que puso al público en pie al final del último número de Evan en el musical. Yo no solo me levanté y aplaudí como una loca, sino que tenía lágrimas en los ojos.
Me iba a encantar formar parte de aquel proyecto aunque todavía me pareciera todo un poco surrealista.
Presté cuidada atención al personaje de Alexis, que era el que yo iba a interpretar. Fue escrita para ser divertida, seductora y, al final, una hipócrita
contumaz.
La suplente que la interpretaba de momento hizo, en mi opinión, un buen trabajo vocal, pero el papel tenía muchas partes de baile y en esa área sí vi varias cosas que quería mejorar.
También quería llevar la escena de la pelea con Evan a un nivel emocional más alto si el equipo creativo me lo permitía. Me sentía llena de energía y quería ponerme a trabajar enseguida.
Cuando los espectadores empezaron a abandonar el teatro, fuimos a la puerta que nos había enseñado Ryder para acceder a los bastidores. En la zona común de los camerinos conocimos a Blaine, el director de escena de la producción.
Blaine era quien supervisaría nuestros ensayos y decidiría el momento de introducirnos en las representaciones.
Al cabo de quince o veinte minutos los actores empezaron a llegar a los camerinos con el vestuario y el maquillaje más o menos quitado.
Conocimos a Quinn Fabray, la otra actriz protagonista.
Quinn era increíblemente guapa y tenía un cuerpo muy lindo. Estaba claro que tenía muy buenos genes.
Cuando me presentaron como «la nueva Alexis», levantó las cejas y me dio un fuerte y cálido abrazo.
Me cayó muy bien.
Por supuesto, Rachel no quería ser menos y extendió la mano hacia la rubia de ojos verdes. En una voz una octava más baja de la que tenía normalmente, dijo:
—Y yo soy Rachel. Encantada de conocerte, Quinn. Has estado muy bien esta noche y, si me lo permites, eres muy atractiva.
Quinn se sonrojó.
Yo meneé la cabeza conteniendo una sonrisa.
Rachel sabía trabajarse a la gente cuando quería. Ya veía que había puesto su punto de mira en Quinn.
Que Dios se apiadara de la ojiverde.
La siguiente fue Dani Ivy, que era la actriz de reparto que hacía de Alexis hasta que yo la sustituyera en Chicago. Esperaba poder sentarme en algún momento con ella para hablar del personaje y de su visión del mismo.
Después de todo, lo había representado varias veces. También me preguntaba por qué no le habían ofrecido el papel permanentemente.
Después de todo era la primera suplente y, sin duda, no había hecho mal trabajo. Me acerqué a ella con cautela y esperé a que acabara de hablar con otra de las actrices.
Cuando se volvió hacia mí, extendí la mano enseguida.
—Hola, ¿ Dani? Soy Brittany Pierce. Quería presentarme. Soy nueva...
Levantó la mano para detenerme. Su expresión era tan impasible que parecía cincelada en piedra.
—Sé quién eres y por qué estás aquí—me dijo en tono glacial—Enhorabuena, bienvenida a bordo y todo eso. ¿Hemos terminado?—esbozó una sonrisa falsa.
Vaya, no parecía una persona muy dicharachera.
Esperé un segundo.
La chica me había dado una patada antes de saludarla siquiera.
Aquello no era bueno, pero había pasado el suficiente tiempo entre actores para saber que no podías demostrar debilidad ante los que dudarían en abalanzarse sobre ti.
Sosteniéndole la mirada, contesté en tono neutro.
—Hemos terminado si lo quieres así.
—Estupendo —dijo y se marchó.
De acuerdo, puede que no todo el mundo se alegrara de verme.
No lo había previsto y me quedé clavada donde estaba.
Entonces noté que me abrazaban la cintura desde atrás y me susurraban
al oído:
—Está claro que es una bruja profesional, no dejes que te afecte. Es lo que quiere—me dijo Rachel.
Asentí y le di un apretón cariñoso en los brazos.
—Bueno, ¿queréis conocer a Santana?—nos preguntó Blaine.
Me volví hacia él apartando de mi mente lo que acababa de pasar.
—Por supuesto. Vamos—le sonreí.
Con suerte, esta vez iría mejor.
—Yo me quedo a charlar con Quinn—dijo Rachel—Luego, nos vemos.
Le apreté la mano y le sonreí con complicidad. Ella me guiñó un ojo.
Después seguí a Blaine por el pasillo hasta el camerino privado de Santana
López. Llamó a la puerta y, cuando oímos un «adelante» lejano, entramos.
Era una habitación pequeña, con un baño con ducha propia. Santana debía de estar terminando de ducharse porque oímos cómo cerraba el grifo.
Blaine me llevó al pequeño sofá que había delante del tocador.
—Mira, Santana saldrá en un minuto o dos. ¿Por qué no la esperas aquí? Yo mientras voy a ver cómo está el autobús por si la gente quiere regresar al hotel con él, ¿vale? Vuelvo enseguida.
Se marchó antes de que pudiera decir esta boca es mía y me quedé sola en la habitación de una estrella.
Una estrella a la que desesperadamente quería causar una buena impresión...
…Una estrella que estaba saliendo de la ducha.
¿Qué podría haber más incómodo que eso?
Me dije que podía conocer a Santana más tarde y me levanté para irme, pero, antes de que cruzara la habitación, se abrió la puerta del baño y apareció Santana López con el pelo mojado y envuelto en una toalla.
—Oh, hola—saludó educadamente pese a su expresión de perplejidad.
Intentaba mostrarse amistosa, pero diría que también se preguntaba quién diablos era yo y qué hacía en su camerino.
—Siento importunarte—dije—Blaine volverá ahora mismo. Iba a presentarnos porque trabajaremos juntas, supongo, y no tardará nada en volver. Esperaré en el pasillo.
Dios, no sabía que podía hablar tan deprisa.
Santana enarcó las cejas, pero por suerte sonreía.
Un poco.
—No pasa nada—extendió la mano—Soy Santana. ¿Eres Brittany?
«Sí, Brittany, esa soy yo.»
—Sí—me las arreglé para estrecharle la mano—Solo para que conste, normalmente no me planto en el camerino de la gente sin que me inviten.
—Por aquí somos todos bastante informales. Nunca se sabe cuándo uno de nosotros se puede plantar en el camerino de otro. No te preocupes—se sentó en el tocador y empezó a cepillarse el pelo.
«Creo que esto es el pie para que me vaya.»
Giré el pomo de la puerta y empecé a salir, pero me di la vuelta. Había olvidado decir lo que más necesitaba.
—Antes de irme, solo quería decirte que he visto la función de esta noche y tu actuación me ha parecido inspiradora. Estoy muy emocionada de estar aquí y me siento llena.
—Bueno, creo que todo el mundo se alegra de que estés aquí. Tienes que salir con nosotros esta noche. Normalmente vamos a tomar algo después de la función.
—Gracias, será divertido. Tengo muchas ganas de conocer a todo el mundo.
Asentí dos veces y salí del camerino antes de decir alguna otra chorrada por la que después me muriera de vergüenza.
Hasta que no estuve sola en el pasillo no me permití pensar en que Santana
López era diez veces más guapa en persona que en cualquier serie u obra de teatro.
Tenía el pelo largo negro, unos enormes ojos oscuros y una piel morena por la que mataría.
Era preciosa.
Y la toalla no había ayudado mucho, por decirlo de alguna manera...
El Davenport era un bar pequeño que había a dos manzanas del hotel donde nos alojábamos.
Al parecer, en cada ciudad los actores se reunían en algún sitio después de las funciones y, para cuando entramos en el bar, ya había conocido a casi toda la compañía.
Eran un grupo divertido, excepto Dani, que no había vuelto a mirarme desde
nuestro intercambio inicial. Aquella era una relación en la que iba a tener que trabajar en algún momento.
Yo era una persona que tendía a evitar los conflictos y prefería hacer todo lo que estuviera en mi mano para suavizar las cosas en aquel tipo de situaciones.
La compañía se repartió en varias mesas al entrar.
Yo acabé sentada con Rachel, Sugar, Blaine, Kurt y unos cuantos actores de reparto más cuyos nombres aún no había logrado memorizar.
Vi a Santana sentada con Quinn, Dani y otros en una mesa cercana.
Empezaba a captar los diferentes grupitos que había dentro de la compañía.
Sugar llamó al camarero y pidió una ronda de cervezas para todos los de la mesa. No protesté, aunque yo no solía beber, porque quería integrarme.
—No puedo creer que me haya olvidado el brillo de labios en el teatro—anunció Sugar prácticamente a voz en grito—¿Se pueden creer que me haya dejado el brillo de labios en el teatro?—me miraba con los ojos muy abiertos y se la veía muy trastornada por lo del brillo de labios.
—No, no me lo puedo creer. Es horrible—dije sin saber qué más aportar.
—Típico—continuó ella—Si no es una cosa es otra. ¡No me puedo creer que me lo dejara! ¡Espera!—me agarró el brazo por encima de la mesa y se quedó helada.
Yo le devolví la mirada igual de helada. Me apretaba tanto que casi me hacía daño.
Aquella chica era muy intensa.
—Me encanta esta canción. ¿A ti no te encanta esta canción, Brittany?
Le presté atención a la música un momento. Era una canción de los ochenta, Hungry Eyes.
Asentí.
—Es una canción muy buena.
No creo que Sugar me oyera porque ya se había levantado y se dirigía a la pista de baile improvisada que había al otro lado de la sala. Era una lenta, pero no vio necesario bailar con nadie más. Parecía completamente satisfecha bailando y balanceándose al son de la música ella sola.
Otros de nuestro grupo fueron a bailar también.
Di un sorbo de cerveza y no pude evitar mirar a Santana. Se estaba riendo de algo que había dicho Dani. Tuve que sacudir la cabeza, literalmente, para dejar de observarlas, y me volví hacia Rachel.
Estábamos las dos solas en nuestro lado de la mesa.
—Bueno, ¿qué te parece?
—Creo que nos irá bien, no le des vueltas a esa preciosa cabecita tuya. También creo que no deberíamos quedarnos mucho rato. Nosotras tenemos ensayo a primera, hora y ellos no.
Algo a mi espalda le llamó la atención a Rachel.
—Vaya, ahí va toda mi ilusión—suspiró.
Seguí su mirada hacia Quinn, que estaba sacando a Santana a la pista de baile. Tenía que admitir que se les veía bastante cómodas la una con la otra, pero quise consolar a Rachel.
—Solo están bailando, Rach. No significa que esté fuera del mercado.
—Lo que sea. Este no es mi primer curro, nena. Actrices o actores protagonistas, lo pillo. Es la historia más vieja del mundo. Aunque es una pena. Mira a esa rubia—se mordió el nudillo del dedo índice para enfatizar sus palabras.
Yo volví a mirarlas.
Tenía razón, si quisieran tendrían unos hijos preciosos que, sin lugar a dudas, serían estrellas de Broadway cuando crecieran.
—Tienes razón, será mejor que vayamos al hotel a descansar. Me sabría fatal que mañana te cayeras de culo.
Rachel me dio un codazo mientras yo me reía. La agarré del brazo y cogí el bolso con la otra mano.
Al volverme para despedirme de los que tenía más cerca, mi mirada se encontró con la de Santana, que seguía bailando. Me dedicó una sonrisa cortés y me dio las buenas noches con la mano. Aquello bastó para que se me cortara ligeramente la respiración. Cabeceé ante mi reacción y salí por la puerta.
Se hizo de día demasiado temprano, pero el cansancio del largo día anterior no me echó para atrás.
Estaba lista para ir al ensayo y empezar.
Resultó que Mike, el de la audición, también era el capitán de danza del espectáculo, junto con Sue, una señora alta.
Nos encontramos con ellos en la planta de abajo, en una de las espaciosas salas de reuniones del hotel.
A finales de semana ensayaríamos en el estudio, pero de momento el hotel tendría que bastar.
Mike y Sue habían puesto tres espejos enormes en una pared para que, al menos, pudiéramos vernos mientras aprendíamos las combinaciones nuevas.
También pusieron números en el suelo, cerca de los espejos, para ayudarnos a practicar con las distancias y trasladarlas fácilmente al escenario de Tabula rasa, que tenía los números colocados de la misma manera.
Sue se puso a enseñarnos el número de apertura en primer lugar. Al principio
del musical, antes de que presenten al personaje de Alexis, haría de actriz de reparto en las escenas y las coreografías de grupo. El público nunca haría
la conexión y siempre quedaba mejor con un cuerpo más bailando sobre el escenario. Por desgracia el primer número de grupo era, de lejos, el más difícil de aprender porque era muy rápido y requería mucha energía. Lo habían diseñado para impresionar y lo lograban.
Lo repetimos, lo repetimos y lo repetimos una y otra vez hasta que casi me costaba respirar, pero no podíamos tomarnos ni un respiro.
Después de una breve pausa para comer, volvimos al trabajo.
La sesión de la tarde se dividió en dos.
Rachel estuvo trabajando con Mike en el resto de coreografías de grupo mientras que yo trabajaba con Sue en las posiciones para mis escenas.
Me sentía como un pez fuera del agua.
Cuando te incorporas a un espectáculo que ya está en marcha, eres la única que necesita ensayar porque el resto de los compañeros ya se saben los números.
Así que, durante el proceso de aprendizaje, estaba materialmente actuando con gente invisible según Sue me iba indicando dónde estaban y me leía sus líneas.
Cuando el día de ensayo estaba a punto de terminar Blaine nos dijo que aquella noche veríamos el espectáculo entre bastidores, siguiendo a las actrices que hacían nuestros papeles.
Básicamente, podríamos apuntar sus posiciones en los bailes, los cambios de vestuario, las entradas y las salidas.
Genial, seguro que a Dani le haría muchísima ilusión que fuera su sombra detrás del escenario.
Al final no fue tan malo porque Dani fingió que yo no existía.
Por mí mejor, lo prefería así.
De esta manera tuve más posibilidades de tomar notas sobre cómo se desarrollaban las cosas sin que mi presencia afectara a la función.
Ver el espectáculo entre bastidores me dio una perspectiva diferente: me asombraba todo lo que Santana tenía que hacer tanto dentro como fuera del escenario.
Actuaba virtualmente en cada escena así que, cada vez que salía, tenía el tiempo justo de cambiarse de vestuario y volver a escena. Me fascinaba cómo podía con todo y encima ofrecía una actuación tan intensa y poderosa.
Cuando el reparto salió del escenario tras la última bajada del telón, Dani caminaba junto a Santana.
Decidí hacer un esfuerzo.
—Gran actuación esta noche, Dani. Espero no haberte molestado mucho.
Se paró a mi altura y me dio un repaso de arriba abajo. Juro que fue como si la temperatura bajara diez grados. La sonrisa que me dirigió era claramente falsa y forzada.
—Espero que hayas tomado buena nota en esa libretita tuya. Hemos oído que los ensayos no van demasiado bien, qué pena. Nosotros que creíamos
que serías buena.
La observé mientras se alejaba diciéndome a mí misma que Dani solo quería cabrearme y meterse en mi cabeza y que era cosa mía no permitírselo.
Después de todo, había gente mezquina sin más.
Santana se había quedado a mi lado, así que traté de no exteriorizar que el
comentario me hubiera afectado y levanté la mirada hacia ella. Se apoyó en la pared y se acabó su botella de agua.
—Lo primero que tienes que saber sobre este papel es que Dani está convencida de que debería ser suyo—me dijo—Lo segundo de lo que tienes que darte cuenta es de que no es así. Te han traído por un motivo y todos aquí lo sabemos. Lo que hemos oído en realidad es que los ensayos van muy bien y eso la tiene loca. Dani no es mala persona, solo es un poco territorial.
—Yo diría que eso es decir poco, pero gracias—repuse—Ayuda mucho que me lo digas tú.
Ella se quedó pensativa unos segundos.
—Oye, si necesitas a alguien para la lectura del texto, estaré encantada de ayudarte. A estas alturas ya lo repito hasta en sueños, así que ¿por qué no
darle a mi neurosis un buen uso?
Me quedé atónita.
Era una oferta muy generosa y no tenía ninguna obligación de hacérmela.
—Eso es muy amable por tu parte, pero no tienes por qué...
—Ya sé que no tengo por qué. Pero quiero hacerlo. Será divertido. ¿Qué haces mañana por la tarde?
—Tengo ensayo.
—Claro. Lo sabía—se dio un golpecito en la cabeza.
Un golpecito monísimo, debo añadir.
Se echó a reír
—Bueno, ¿y esta noche? Sé que tienes que levantarte pronto, pero yo soy un ave nocturna. Ya sabes, las horas de las funciones.
No pude evitar fijarme en cómo se le iluminaba la cara cuando se reía.
—Sí, te aseguro que sé a lo que te refieres. Mmm, no tengo que madrugar mucho—mentí.
Me daba igual lo cansada que estuviera o que me dolieran todos los músculos y articulaciones del cuerpo porque no pensaba dejar pasar aquella
Oportunidad.
—Si lo dices en serio, me encantaría tener la oportunidad de repasar escenas contigo.
—Claro que lo digo en serio. ¿Por qué no quedamos en el restaurante del hotel en...digamos... treinta minutos?—miró el reloj—Quiero quitarme todo este maquillaje de escena y darme una ducha, nada más. Y me apetece cenar algo.
Yo cogí mi bolso y fui al camerino donde me encontré con Rachel charlando animadamente con Mercedes, la actriz que representaba su papel por el momento.
Me la llevé a un lado y le expliqué los planes que tenía aquella noche. Se le abrieron unos ojos como platos.
—¿Cenas con Santana? Oh, tienes que conseguir detalles sobre Quinn y ella, ¡por favor!
—Veré lo que puedo hacer, pero no te prometo nada. Nos vemos por la mañana—le di un beso en la mejilla y salí por la puerta trasera donde esperaba el autobús, listo para llevar a un primer grupo hasta el hotel.
Dejé la bolsa en mi habitación y me refresqué un poco antes de bajar al vestíbulo en el ascensor.
¿Por qué estaba tan nerviosa?
Santana era una actriz más con la que iba a trabajar.
Había conocido a muchos famosos en el CMC cuando venían como artistas invitados. Hasta había trabajado con ellos, caramba. Aquello era lo mismo, pero aun así sabía que era diferente.
Santana me había cautivado no solo con su actuación en aquel musical, sino con su sinceridad y profesionalidad fuera del escenario.
A lo mejor estaba deslumbrada, pero lo más probable era que me estuviera enamoriscando y tenía que ponerle punto y final a aquello.
Claramente afectaría a mi capacidad de hacer un buen trabajo y eso era lo más importante del mundo para mí.
Llegué al restaurante antes que ella.
Eran las once y media y estaba casi vacío. Me senté en un rincón desde donde podía ver si llegaba Santana, pedí vino tinto para relajarme y esperé.
No tardé en ver entrar en el hotel a Santana con su boina. Se la quitó nada más entrar y se pasó los dedos por la larga melena oscura para ordenarla antes de dirigirse al restaurante que le quedaba a la derecha.
Dentro la luz era algo más tenue, así que esperé a que sus ojos se adaptaran al cambio para llamar su atención con la mano. Sonrió y vino hacia mí.
—Bueno, ya veo que te has puesto cómoda—comentó señalando mi copa de vino.
Me encogí de hombros azorada.
—¿Qué puedo decir? Ha sido un día intenso. Aunque por alguna razón no creo que vaya a ayudar con lo que tienen programado para mí mañana—dije refiriéndome también al vino.
—No, estoy de acuerdo, así que solo voy a beber un sorbo de la tuya—alargó la mano hacia mi copa y, rápida como el rayo, hizo exactamente lo que había anunciado.
Mi copa había sido secuestrada.
—No me puedo creer que hayas hecho eso. ¿No eres una estrella de altos vuelos? Seguro que puedes pagarte la tuya.
—De altos vuelos no sé, pero pareces una persona dispuesta a compartir. Venga, vamos a pedir unas hamburguesas y nos ponemos a trabajar.
Miré el mantel caro y la restra de tenedores que había junto a mi plato.
—Me da a mí en la nariz que aquí no van a tener hamburguesas.
—Vamos a averiguarlo—enarcó una ceja, juguetona, justo cuando el camarero se acercaba a tomar nota—Disculpe, mi amiga y yo nos preguntábamos si sería mucho lío que nos prepararan unas hamburguesas con queso—pidió pestañeando para asegurarse el tiro.
El joven le sonrió.
—Estoy seguro de que no habrá problema, señorita López, cortesía de la casa. Mi mujer y yo tenemos entradas para la función del domingo. Los dos somos fans suyos.
—Bueno, se lo agradezco mucho. Espero que lo pasen muy bien. Salude a su mujer de mi parte y dígale que lo hemos pasado en grande aquí en Detroit.
Contemplé la conversación impresionada por la clase de Santana.
—Vale, vamos a la escena de la biblioteca, a ver cómo la llevas.
Empezamos a leer el texto y me sorprendió saberme tanto.
Al ver la representación de aquella noche se me habían quedado algunas frases más y podía visualizar la acción mientras decía las palabras.
La segunda y la tercera vez que la pasamos, me di cuenta de que Santana cambiaba un poco sus líneas y a veces añadía cosas que yo sabía que no existían.
Cuando empecé a titubear con las réplicas, renuncié.
—Tú intentas provocarme, ¿no?
— ¿Yo?
Fingiendo inocencia, me robó un segundo sorbo de vino de la copa y esbozó una sonrisa triunfante por su logro.
—Yo nunca osaría hacer tal cosa. Pero es mi trabajo mantenerte alerta, ¿no? Además, si crees que esto es malo, espera a ver lo que hago cuando me aburro en el escenario—me advirtió antes de terminarse el último bocado de hamburguesa con queso.
—Estoy impaciente por verlo.
Miré a mi espalda y me di cuenta de que el restaurante estaba más oscuro y silencioso. En algún lugar cercano oí que encendían una aspiradora.
—Creo que están cerrando.
—Siempre podemos acabar las dos escenas que quedan en mi habitación y así dejamos que esta pobre gente se vaya a casa. Puedo hacer un té caliente; es bueno para la voz.
Asentí.
Un té caliente sonaba genial.
Mientras subíamos en el ascensor empecé a notar los efectos del ejercicio del día.
Roté la cabeza adelante y atrás entre los omoplatos para relajar la tensión de los músculos. También me dolía un poco la rodilla y la flexioné unas cuantas veces.
—Ah, te duele, ¿verdad?—Santana me miró con empatía—Yo también he pasado por eso. Si te pones una compresa de calor hace maravillas, por cierto. ¿Tienes alguna?
—No. Ahora me arrepiento de no haberla metido en la maleta. Seguro que puedo comprarme una en la farmacia que hay al final de la calle.
—No te preocupes, te presto la mía.
—Vale, gracias.
Al fin y al cabo, se había ofrecido.
Lo primero que noté al entrar en la habitación de Santana es que era mucho más grande que la mía.
No es broma, mucho.
Al parecer ser la estrella protagonista tenía muchas ventajas.
Decidí tomar buena nota.
—Voy a preparar el té. Ponte cómoda y ve empezando con esas líneas. Podemos gritárnoslas de un lado a otro.
Se metió en un baño que era casi tan grande como toda mi habitación. Yo empecé con la escena. He de admitir que me daba un poco de vergüenza gritar mis frases a través de la habitación, pero había sido idea suya.
Cuando Santana gritó sus réplicas no pude evitar reírme para mí de lo ridícula que era la situación, pero seguí adelante con aquella locura.
Al final, cuando Santana regresó, me miró con expresión interrogativa.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—Ah, no sé. Toda la situación, gritar de un lado a otro, estar en tu habitación gigantesca. A lo mejor sencillamente estoy muerta de cansancio.
—A lo mejor—contestó y me pasó una taza de té—Mira, a ver si te puedo ayudar, date la vuelta.
Levanté la ceja izquierda en ademán de pregunta.
—Confía en mí, prepárate para sorprenderte.
Dejó su taza en la mesita del café y yo la obedecí. Unas manos suaves y fuertes aterrizaron sobre mis hombros y empezó a darme un lento masaje.
La tensión que sentía en músculos y tendones empezó a desvanecerse a medida que Santana manipulaba cada punto de presión con evidente habilidad.
—¿Mejor?—me preguntó en voz queda.
—¿Que si mejor? Debes de estar perdiéndote mis suspiros de satisfacción cada tres segundos. Claro que está mejor. ¿Dónde has aprendido a hacer esto?
—Bueno, necesitaba un plan B si lo de la interpretación no funcionaba. Compré un libro.
— ¿Lo has aprendido en un libro? Oye, eres una actriz muy buena y todo eso, pero creo que esta es tu verdadera vocación.
Cerré los ojos y me concentré en el masaje. Al poco, el dolor muscular empezó a desaparecer y fui muy consciente de las manos de Santana sobre
mi piel.
Las notaba todavía más cuando me acariciaban el pelo subiendo desde el cuello. De repente, daba gracias por habérmelo dejado largo.
Aunque Santana había hecho un gran trabajo acallando mis músculos, empezaba a despertar otras partes de mi cuerpo así que, antes de que se diera cuenta de lo que me estaba haciendo, decidí que lo mejor era irme.
Estiré la mano a mi espalda y detuve sus manos entre las mías un instante antes de volverme en el sofá para mirarla.
—Se hace tarde, será mejor que me vaya.
Ella asintió en silencio, pero yo no me moví. Me miraba de una manera que hacía que quisiera quedarme justo donde estaba.
¿Estaba loca o el deseo que sentía yo era igual al que reflejaban los ojos de Santana?
Se me fueron los ojos a sus labios, casi en contra de mi voluntad, y los encontré entreabiertos.
Para mi sorpresa, se inclinó ligeramente hacia mí y, ya con lo cerca que estábamos, dejó sus labios a un par de centímetros de los míos.
El corazón me iba a cien y reuní el valor suficiente para cruzar la distancia que nos separaba, pero el gesto pareció despertarla del ensalmo y se echó hacia atrás en el sofá con los ojos muy abiertos.
—Buenas noches, Brittany. Que duermas bien.
Nos miramos a los ojos unos segundos más y entonces me levanté y fui hacia la puerta. Me volví antes de salir y dije sencillamente:
—Gracias por ayudarme esta noche.
Santana asintió y me dedicó una sonrisa difícil de interpretar.
Aquella noche estuve tumbada en la cama sin pegar ojo porque no podía dejar de darle vueltas a la cabeza.
Santana y yo habíamos estado a punto de besarnos, de eso estaba segura. Y por mucho que no pudiera dejar de pensar en ella y en la sensación de tenerla tan cerca, con su aliento haciéndome cosquillas en la cara, sabía que la situación era arriesgada.
Había muchas posibilidades de que estuviera liada con otra persona. Además, aquel musical era una oportunidad maravillosa para mí y no quería
fastidiarla.
Lo peor que podría pasarme era meterme en un culebrón que me complicara las cosas en el trabajo.
El resto de la semana fue más de lo mismo.
Ensayos todo el día y luego por la noche ver la función.
Faltaban cuatro días para el ensayo en el que Rachel y yo actuaríamos para el resto de la compañía, como si de público se tratase.
Me sentía confiada en los ensayos, pero solo pensar en mi primera actuación hacía que me cosquilleara el estómago.
Tabula rasa iba a dar las últimas representaciones en Detroit antes de viajar a Chicago, en donde pasaríamos una semana y yo haría el papel de Alexis a tiempo completo.
Hasta ese momento, mi trabajo consistía en dejarme la piel en los ensayos y poner la voz en plena forma, sobre todo para el solo de Alexis, donde revela su lado oscuro a la audiencia por primera vez.
Era cerca de la una de la mañana y estaba a medio masacrar a Rachel en una partida de dardos en el Davenport tras vencer a Kurt.
Había llegado a conocer a los miembros de la compañía bastante bien y la mayoría de ellos estaban ahí, distribuidos en varias mesas por todo el bar.
Las únicas obvias que faltaban eran Quinn y Santana, la última, a la cual había logrado evitar desde la noche que había subido a su habitación.
Rachel me pasó los dardos.
—Bueno, por si no te has dado cuenta, Kurt y Blaine son pareja.
—Sí, que se fueran juntos todas las noches me daba que sospechar. Mierda—rezongué al fallar un doble.
—Esperaba que Quinn saliera con nosotros esta noche. Seguramente estará con la señorita López, las dos solitas dándose arrumacos—resopló como una niña caprichosa—Con todas las noches que pasan juntas, a lo mejor se cansa la una de la otra y rompen. Entonces puedo estar ahí para apoyar a Quinn en un momento de necesidad cuando se dé cuenta de que yo soy la chica que anhela.
—Seguro que solo es cuestión de tiempo, Rach.
El sábado por la noche ya no pude soportarlo más y decidí que tenía que intentar hablar con Santana porque en una semana estaríamos trabajando juntas.
No quería que hubiera sentimientos incómodos entre nosotras.
Como el sábado había función doble, una matiné por la tarde y la función de la noche, Blaine hizo que nos trajeran la cena al teatro.
Yo sabía que después de cenar seguramente Santana estaría un rato en su
camerino descansando para la actuación de la noche. No quería molestarla, pero me sentía en la obligación de hacerlo.
Al acercarme a su puerta vi que estaba abierta y asomé la cabeza sin más
formalidades.
— ¡Hola!
Ella levantó la vista del crucigrama que estaba haciendo y sonrió.
—Hola. ¿Sabes qué palabra de seis letras puede significar «encaje de bolillos»?
Lo pensé un momento.
—Prueba «blonda».
Miró el crucigrama y levantó el puño en el aire en gesto silencioso de triunfo.
—¿Eres una profesional de los bolillos y yo lo desconocía? ¿Cómo sabías eso?
—A mi abuela le gustaban mucho este tipo de manualidades. Yo aprendí lo que pude.
— ¿Estabais muy unidas? —me preguntó.
—Oh, sí, mucho. Cuando decidí dedicarme a la actuación, he la que más me apoyó. Vino a todas mis funciones, hasta cuando tenía que viajar. Murió al final de mi segundo año en el CMC. La echo de menos.
—Si te sirve de algo, tengo la sensación de que todavía ve todas tus funciones —me dijo Santana.
—Sí, yo también siento un poco lo mismo. ¿Y tu familia qué tal?
—Bueno, «unida» no es la palabra que usaría para describir a mi familia—explicó—Seguramente has oído las historias de miedo de los niños actores y los padres que los meten en la industria y luego les roban todo el dinero. Bueno, yo fui una de esas niñas y eso es lo que hicieron mis padres. No creo que ni mi madre ni mi papá puedan decirte cuáles fueron mis primeras palabras, pero seguro que saben de cuánto fue el primer cheque que gané. Ahora están divorciados, pero solo porque cuando cumplí los dieciocho y me marché de casa perdieron su objetivo común. Yo era la empresa que los mantenía juntos. Hace años que no sé nada de mi papá y mi mamá... Mejor no hablo de mi mamá. Ella todavía está, dejémoslo así.
—Qué horrible.
Había visto a aquel tipo de padres yo misma en las audiciones de Boston.
—Lo fue, pero intento no pensar mucho en ello, ¿sabes? Sinceramente, me encanta actuar y no estaría aquí si no hubiera pasado por lo que pasé con ellos.
Asentí.
Era una manera muy madura de verlo.
En su lugar, yo sería una persona amargadísima.
—Bueno, oye, te dejo prepararte para la función—me despedí mientras volvía a la puerta—¿Saldrás con nosotros luego?
Ella titubeó como si se lo pensara.
—Sí, es muy posible.
El Davenport estaba más lleno de lo habitual el fin de semana, pero Kurt se las arregló para cogernos unas cuantas mesas cerca de la pista de baile.
Yo me senté con mi grupo habitual: Blaine, Kurt, Sugar y Rachel. No había visto a Santana después de la función y tenía mis dudas de que se presentara, pero eso no evitó que mirara hacia la puerta cada cinco minutos.
Kurt se dio cuenta de que parecía inquieta y siguió mi mirada hacia la entrada.
—Por mucho que mires el agua no va a hervir antes—comentó—¿Puedo preguntar a quién esperamos?
—No esperamos a nadie en particular—contesté con naturalidad—Solo vigilo si entra algún rezagado y no nos ve.
Kurt y Blaine me observaron con suspicacia y miraron en derredor.
—Cariño, todo el mundo está aquí—afirmó Blaine—Bueno, casi todo el mundo—levantó las cejas—¿Estás vigilando si entra Quinn o Santana?
—¿Qué? ¿Saben que me gustan las mujeres?
—Vaya, menuda novedad—comentó Blaine.
—Para mí no, lo noté a los veinte minutos—apuntó Sugar.
—Yo ya lo sabía, entre nosotras nos entendemos—dijo Rachel rodeándome la espalda con el brazo.
La miré con la boca abierta.
En ese momento entraron Santana y Quinn, y se sentaron tranquilamente en la mesa que estaba al lado de la nuestra.
Rachel las observó, siguiendo mi mirada, y la noté en la cara cuándo cayó en la cuenta y se giró hacia mí.
—Oh, tienes un problema muy gordo—opinó con unos ojos como platos por lo mucho que la divertía aquella vuelta de tuerca.
—No tengo ni idea de qué estás diciendo—le sonreí con fingida inocencia.
Enseguida me escabullí al bar para pedir otra copa. Gracias a Dios, no me pareció que los demás hubieran captado lo mismo que Rachel.
Ya en el bar, aguardé pacientemente a que el camarero me atendiera, aunque parecía dispuesto a tomar nota de los pedidos de todo el mundo menos del mío.
Levanté la mano para intentar llamar su atención hacia mi lado y me sorprendió gratamente cuando levantó las cejas y vino corriendo. Había mejorado.
—¿Qué les pongo, bellas señoritas?
¿Señoritas?
Miré a un lado y me encontré con Santana, que estaba junto a mí y tenía un billete de veinte en la mano.
—Ah, una famosa de verdad—dije—Eso explica su atención repentina. Y yo que creía que era mi atractivo natural.
—¿Cómo sabes qué no? ¿Te has mirado al espejo últimamente?
El comentario me dejó sin palabras unos instantes.
¿Estábamos coqueteando?
Y, si era así, ¿podíamos seguir?
—Yo quiero un Tom Collins—dijo Santana al camarero—¿Tú qué quieres?—me preguntó a mí.
—Una Coors Light estaría bien.
—Ahora mismo —contestó él.
Santana me dio el billete de veinte cuando yo saqué uno de cinco.
—No tan deprisa—apartó mi billete—Deja que te invite a una copa. Es lo menos que puedo hacer después de que aparecieras y me salvaras el crucigrama.
—Eso es verdad, lo hice—cogí mi cerveza y me volví hacia ella completamente seria—Quiero dedicar esta cerveza a las bolilleras y a sus blondas en todo el mundo. No podría haberlo hecho sin ellas.
—Amén a eso—repuso ella sin perder un instante.
—Eh, un momento, jovencita. Si no me equivoco, estás bebiendo. Creía que eso era algo que tú no hacías—señalé la copa que tenía en la mano—¿A qué se debe?
—No lo sé. Hacía tiempo que no me relajaba y me desinhibía un poco y he pensado que, por una noche, me lo he ganado. Pero no demasiado. Tengo
dos funciones más antes de dejar atrás esta ciudad y plantarnos en Chicago. Oye, ¿no es ahí donde harás tu debut mundial como bruja roba novias de la protagonista?
—Bueno sí, ahí será. No podría estar más nerviosa ni proponiéndomelo, así que ¿podemos no hablar de eso?—pedí con un hilo de voz.
—Tus deseos son órdenes para mí. Basta de hablar del musical. Venga, vamos a sentarnos con esos.
Me cogió de la mano y me llevó de vuelta a mi mesa. Entonces, para mi sorpresa, cogió una silla y se sentó con nosotros. La mesa no es que fuera muy grande, pero con una silla más quedamos todos especialmente ajustados.
Por mucho que intentara concentrarme en las bromas y pullas que se intercambiaban Blaine y Santana, no podía dejar de pensar en que esta tenía el muslo derecho pegado contra mi muslo izquierdo.
—¡Un momento, todos callados!—alzó la voz Sugar silenciando a toda la mesa de manera abrupta con su chillido—Si no me equivoco, creo que suena Crazy for You, de Madonna, de 1985 más o menos. Y eso significa que tengo que ir a bailar. Venga, Brittany, hazme el honor—alargó la mano hacia mí y yo me di cuenta de que no tenía elección.
Aquella chica se tomaba las baladas de los ochenta muy seriamente y, por mucho que deseara permanecer al lado de Santana, no estaba dispuesta a desairar a Sugar en un asunto tan importante.
Le di la mano a Sugar y nos plantamos en la pista de baile en un santiamén para no perdernos más trozo de la canción.
Nos unimos a las otras tres parejas que había bailando aquella lenta y, como no podía ser de otra manera dejé que Sugar me llevara aunque yo le sacara muchos centímetros.
A mitad del segundo estribillo, vi que Quinn y Santana salían a bailar también y, a continuación, Kurt y Dani. Aquello era interesante; me preguntaba cómo se desarrollaría.
Y, ciertamente, no tuve que esperar mucho para averiguarlo porque lo siguiente que supe fue que Quinn me daba una palmadita en el hombro.
—¿Te importa que te la robe?—pidió con una educada inclinación de cabeza hacia Sugar.
—Eh, no. Adelante.
Le cedí a Quinn mi baile con Sugar y, cuando me di la vuelta, me encontré cara a cara con Santana.
No pude resistirme.
Sé que no debería haberlo hecho, pero tenía unos ojos tan cautivadores que me dejaron muerta en el sitio.
—¿Bailamos? —propuse.
—Por supuesto. Acaban de dejarme colgada y necesito una inyección de amor propio.
Intenté mantener el mismo tono bromista.
—Bueno ya somos dos.
Le cogí la mano y le rodeé la cintura con el otro brazo. Me aseguré de dejar cierta distancia entre nosotras por educación.
En ese momento me di cuenta de que no éramos igual de altas, ella era unos centímetros mas bajita.
Como si me leyera la mente, Santana me susurró al oído.
—Parece que encajamos de igual manera.
La acerqué un poco más hacia mí en un gesto involuntario.
—Yo también me he dado cuenta.
La música siguió sonando y, poco a poco, disminuyó la distancia entre nuestros cuerpos hasta que bailamos pegadas y yo ya no pude apartar los
ojos de los suyos.
Estaba perdida.
Al final cerré los ojos y me balanceé al son lento de la canción, deleitada con la sensación de estrecharla entre mis brazos.
Cuando sonaron las últimas notas, me sobrevino un intenso miedo y supe que el momento había terminado.
Abrí los ojos y regresé a la realidad.
La música se desvaneció y me di cuenta de toda la gente que nos miraba.
Quinn parecía preocupada.
Dani, cabreada.
Rachel y Sugar tenían sendas expresiones de triunfo.
No pude ver qué cara ponía Santana porque se alejó de mí repentinamente.
De vuelta en mi mesa la vi en la barra hablando con Blaine.
—¿Qué diablos ha pasado ahí?—se reía Sugar con los ojos muy abiertos.
Al parecer, se lo estaba pasando de lo lindo.
Yo sabía a qué se refería, claro está, pero todavía ni yo estaba segura de lo que había pasado, así que ¿cómo iba a explicárselo a otra persona?
Por ese motivo, hice lo que tenía que hacer: hacerme la tonta.
—¿El qué? Me has dejado por Quinn. Tenía que bailar con alguien.
Alzó los ojos al cielo como si tuviera un secreto.
—A mí me ha parecido más que un baile.
—Te diré, claro que lo ha sido—intervino Rachel—A lo mejor resulta que no es tan hetero.
—¿Quién?—preguntó Sugar—¿Santana? ¿Quinn?
Antes de que contestáramos volvieron Blaine y Santana y se sentaron a la mesa. Yo sabía que en algún momento tenía que intentar hablar con ella, pero aquel no parecía el lugar adecuado.
— ¿Qué nos hemos perdido?—quiso saber Santana que removía su segunda copa.
—El musical—solté yo—Solo hablábamos del musical.
—¿Del musical?—se extrañó—Creía que era precisamente de lo que no querías hablar.
—Ah, es Rach la que hablaba del musical. De los ensayos para el musical—farfullé—Yo le he dicho que cerrara el pico.
—Es verdad. Casi me muerde—corroboró Rachel, que también se estaba divirtiendo con todo aquello—Blaine ha sido un verdadero ogro con el programa, ¿eh, Blaine? Pero Sue y Mike son profesionales como la copa de un pino. Les debo a mi primogénito por haberme preparado tan deprisa.
—Solo hago mi trabajo, pequeña, pero todos necesitamos relajarnos un rato de vez en cuando—opinó Blaine—Y, hablando de eso, estábamos pensando en ir a un local gay la última noche que pasemos en la ciudad. Por supuesto, los colegas heteros también están invitados.
—Y ahora que sabemos que son de la familia, Brittany y Rachel, tienen que venir sí o sí—dijo Kurt en un tono que no dejaba lugar a discusión.
Por el rabillo del ojo vi que Santana se volvía a mirarme. Se diría que el comentario la había cogido a contrapié.
Asentí, pero las mejillas me ardían.
—Suena bien. Ya les diré cómo estoy después del ensayo.
—Yo también—dijo Rachel.
Quinn sonrío de forma que nadie lo notara.
Vi que Santana se acababa su copa y cogía el bolso.
—Es tarde, tengo que irme. Hasta mañana, chicos—y se marchó sin esperar a que nadie le respondiera.
¿Qué le pasaba?
Me dije que, al menos, tenía que intentar hablar con ella para ver si todo estaba bien, así que le di las buenas noches a todos y la seguí.
Había empezado a chispear.
Llevaba un paraguas en el bolso, pero no me molesté en sacarlo. Santana estaba a media manzana calle arriba; aceleré el paso y me puse a su altura.
—Eh—la cogí del brazo para que caminara más despacio—Te has ido muy deprisa. ¿Va todo bien?
Un trueno sonó en la distancia.
Ella se detuvo, pensativa, y por fin me miró a la cara.
—No me habías dicho que fueras lesbiana y también Rachel.
«Venga, allá vamos.»
—Supongo que no había salido el tema—hice una pausa para ordenar mis pensamientos—No es que quisiera mantenerlo en secreto, Santana. Lo siento si te molesta. No era esa mi intención. Supongo que, si te soy sincera, puede que no te lo dijera enseguida por eso. Fue una estupidez, ya lo sé, pero...
—No me molesta. Es que no me había dado cuenta. Creo que si lo hubiera sabido...
—¿Si lo hubieras sabido, qué? ¿Qué habrías cambiado?—empezaba a ponerme un poco a la defensiva.
—¿Entonces no habríamos sido amigas?—proseguí—¿Te hace sentir incómoda?
—No, sencillamente habría manejado muchas cosas de manera diferente.
—¿Diferente cómo?
—Así—inclinó la cabeza y me plantó un beso ardiente e inesperado en los labios.
Cuando me liberó, no pude más que quedarme mirándola, anonadada.
—Pero Quinn y tú son...
—Buenas amigas—completó ella.
—Buenas amigas—repetí lentamente rumiando la información.
Si Santana no era pareja de Quinn y estaba soltera, mi mente tenía que recalibrar muchas cosas.
Y, ojo, no tenía nada en contra de recalibrarlas.
—Brittany, estoy soltera y soy lesbiana. Creía que lo sabías. Joder, lo saben todos.
—Guau—me pasé los dedos por el pelo y me di cuenta de que se estaba mojando.
La lluvia empezaba a arreciar, pero yo no había acabado aquella conversación.
Cogí a Santana de la mano y la llevé bajo el toldo de una tienda cercana. Durante unos segundos, nos miramos a los ojos. La luz tenue de una farola le iluminaba la cara lo suficiente para que el modo que tenía de mirarme me desarmara.
Me permití rozarle la mejilla con las yemas de los dedos y ella descansó el rostro en mi mano ligeramente.
—¿Esto es buena idea?
Me arrimé un poco y la besé lenta y suavemente. Era un simple beso, pero note cómo sus efectos me recorrían de arriba abajo hasta los dedos de los pies.
Cuando me aparté me miró con algo parecido a la sorpresa, antes de cerrar los ojos y apoyar su frente en la mía.
—Brittany—dijo en voz queda—Me gustas mucho, pero estoy completamente centrada en este musical y no estoy segura de qué puedo ofrecerte en estos momentos.
—No estoy pidiéndote nada, lo único que sé es que me gusta pasar tiempo contigo. ¿Podemos empezar con eso? Sin ataduras, lo prometo.
Lo sopesó un momento.
—No me importaría que pasáramos algo de tiempo juntas, pero tienes que entender que esta gente espera de mí que sea su líder, tanto dentro como fuera del escenario. Tengo que dar ejemplo y tengo que ser profesional y recordar por qué estoy aquí. Eso no me deja mucho espacio para nada más. Ya lo he hecho alguna vez antes y normalmente no funciona.
Asentí porque comprendía completamente sus reparos.
—Creo que estamos de acuerdo. ¿Por qué no dejamos que fluya y ya está?
—Supongo que podríamos hacerlo, sí. Dejar que fluya—Santana me dio un tierno beso en la mejilla—Dulces sueños, Britt-Britt—dio media vuelta y emprendió el regreso al hotel.
Yo la vi marchar y meneé la cabeza maravillada de lo rápido que podían cambiar las cosas.
Y lo mucho que me gustaba que me dijera “Britt-Britt”.
Era consciente de que mi arma secreta era el trabajo duro y un talento con el que había nacido.
Rachel estaba sentada a mi lado leyendo una novela romántica que había comprado en la tienda de regalos. En la portada salía una linda mujer con la mirada hacia el horizonte. No pude evitar una carcajada.
—¿De qué te ríes?—Rachel siguió mi mirada hasta la portada del libro—¿Te ríes de Dianna Agron? Porque, para que lo sepas, está que te mueres de buena. No me importa lo que pienses, va a vivir debajo de mi almohada durante la gira.
—¿Dianna Agron? ¿Es un chiste? —ya no pude aguantarme la risa—Por favor, dime que te lo has inventado.
—Qué respuesta más razonable, sensata y aburrida acabas de darme—dijo con dulzura—Eso ya lo veremos. ¿No te molesta que me gusten las mujeres, verdad?
—No, claro que no. Todo bien, es más a mi también me gustan. Me fijo en la persona, no en si es mujer y hombre.
—Bien, pienso lo mismo la verdad… Nos llevaremos mejor aún.
Cuando aterrizamos en Detroit, un ayudante de producción llamado Ryder nos esperaba para llevarnos en coche al hotel para que dejáramos el equipaje y luego al Teatro Fisher, en donde se representaba Tabula rasa.
Ryder no parecía tener más de dieciséis años, pero, mediante el interrogatorio coqueto de Rachel, nos enteramos de que tenía veinte y estaba acabando sus prácticas en el musical.
—Bueno, háblanos de todo el mundo—pidió Rachel—He trabajado en varias compañías donde el grupo estaba muy unido y varias en las que, digamos, no quieres pasar más tiempo del necesario con los compañeros cuando termina la función. ¿Aquí qué tenemos?
—La gente está bien, de verdad. Siempre hay alguien que va de diva, pero a las personas así se las ve venir enseguida. Más o menos existe un equilibrio, todos se apoyan entre sí, pero tampoco voy a mentiros y a deciros que no son competitivos. ¿Qué actor no lo es, verdad?
Se volvió hacia nosotras y nos hizo un guiño antes de darle al intermitente para girar a la izquierda.
Era mono.
—¿Y qué hay de nuestra protagonista? ¿Es una de las divas que has dicho?
Rachel no pensaba dejar el tema aunque, en realidad, yo también tenía curiosidad por Santana López. Al parecer salía en la mayoría de las escenas en las que estaba yo. Mi personaje era su mejor amiga durante la primera parte del musical y en la segunda le robaba el novio y le daba una puñalada por la espalda, que era una de las cosas horribles que le pasaba a su personaje.
—Eh, no, no diría eso de Santana—contestó Ryder tras pensarlo un segundo—Pero se nota que el espectáculo es importante para ella y no le aguanta tonterías a nadie a la hora de hacer su trabajo lo mejor posible. Personalmente creo que es una mujer sorprendente—sonrió de oreja a oreja mirándonos por el retrovisor.
Guau, aquella era un crítica muy buena por parte de Ryder el becario. A mí me sonaba a que estaba medio enamorado de la estrella de la producción.
De todas maneras, tenía muchas ganas de conocerla. Ya conocía su trabajo, claro está; era famosa desde los catorce años, cuando salía en la serie adolescente de moda Instituto Highland.
Era un placer inconfesable, pero de joven yo también estaba enganchada a la serie.
Eso sí, me daba cuenta de algo que el resto de los Estados Unidos quizá no veía: Santana López tenía mucho más talento que el que le permitía demostrar Instituto Highland.
La había visto actuar en su primera obra de Broadway seis años atrás, en unas vacaciones a Nueva York con mi familia, y su fuerza y voz extraordinarias me habían dejado sin aliento.
Había quien decía que la habían fichado para Tabula rasa solo porque su nombre vendía entradas, pero yo tenía la sensación de que se equivocaban.
Por desgracia, su verdadero talento muchas veces quedaba ensombrecido por los cotilleos de las revistas del corazón, que solían hablar de inacabables
conflictos entre sus padres y ella por el control del dinero que había ganado de adolescente.
Yo ni me lo creía ni me lo dejaba de creer.
Ryder nos informó de que los gerentes de la compañía habían dispuesto que aquella noche viéramos el musical como público antes de incorporarnos a los ensayos a la mañana siguiente.
Nos dio las entradas y nos dejó delante del teatro.
A mí me parecía una idea genial.
Estaría bien sentarse cómodamente y asimilar la historia en directo. También quería tomar notas de la perspectiva que tenía la audiencia en varias escenas que yo ya había empezado a interpretar a mi manera a partir del guion.
Las luces de la sala se atenuaron segundos después de que Rachel y yo tomáramos asiento. Una música lenta y melódica empezó a sonar desde el
foso de la orquesta y un único foco de color azul iluminó a Santana López en el escenario.
Su personaje, Evan, empezó a cantar en voz baja, preguntándose cuándo había dado un giro su vida.
A medida que la canción avanzaba, fue subiendo la voz y su lamento se acrecentó hasta que se llevó un cuchillo a la garganta para quitarse la vida.
La emoción que proyectaba como actriz era tan cruda, tan visceral, que me dolió el corazón por su personaje cuando el musical apenas había empezado.
El resto del primer acto pasó en forma de flashback, y vimos a una Evan darse cuenta que era lesbiana, luego estaba hermosa y feliz graduarse en la universidad, conocer a la chica de sus sueños y luchar por ascender en la industria de la moda.
Yo estaba completamente de su parte, fascinada por su personalidad, y disfrutaba de la vida a través de sus ojos. Era divertida, simpática y guapa, todo lo que se podía desear de una protagonista.
Sin embargo, de fondo, el público veía cómo la gente que la rodeaba actuaba contra ella a sus espaldas y le tendían una trampa para que fracasara.
Ella descubría las diversas traiciones al final del primer acto y durante el descanso el público se quedaba pensando qué haría respecto a las malas pasadas que le habían jugado.
Personalmente tenía el corazón roto por ella, que no dejaba de recibir golpe tras golpe de la gente a la que más quería.
En el segundo acto, los descubrimientos de Evan la sumían en una espiral de desesperación y adicción a los medicamentos. Al final decidía no suicidarse, sino recuperar su vida paso a paso. Se la veía superar sistemáticamente todos los problemas que la oprimían y triunfar.
Su vida quedaba limpia, como una tabla rasa, y podía empezar de nuevo.
Resurgía de los infiernos y lo hacía más fuerte que antes.
Era una historia preciosa, el relato de un triunfo femenino que puso al público en pie al final del último número de Evan en el musical. Yo no solo me levanté y aplaudí como una loca, sino que tenía lágrimas en los ojos.
Me iba a encantar formar parte de aquel proyecto aunque todavía me pareciera todo un poco surrealista.
Presté cuidada atención al personaje de Alexis, que era el que yo iba a interpretar. Fue escrita para ser divertida, seductora y, al final, una hipócrita
contumaz.
La suplente que la interpretaba de momento hizo, en mi opinión, un buen trabajo vocal, pero el papel tenía muchas partes de baile y en esa área sí vi varias cosas que quería mejorar.
También quería llevar la escena de la pelea con Evan a un nivel emocional más alto si el equipo creativo me lo permitía. Me sentía llena de energía y quería ponerme a trabajar enseguida.
Cuando los espectadores empezaron a abandonar el teatro, fuimos a la puerta que nos había enseñado Ryder para acceder a los bastidores. En la zona común de los camerinos conocimos a Blaine, el director de escena de la producción.
Blaine era quien supervisaría nuestros ensayos y decidiría el momento de introducirnos en las representaciones.
Al cabo de quince o veinte minutos los actores empezaron a llegar a los camerinos con el vestuario y el maquillaje más o menos quitado.
Conocimos a Quinn Fabray, la otra actriz protagonista.
Quinn era increíblemente guapa y tenía un cuerpo muy lindo. Estaba claro que tenía muy buenos genes.
Cuando me presentaron como «la nueva Alexis», levantó las cejas y me dio un fuerte y cálido abrazo.
Me cayó muy bien.
Por supuesto, Rachel no quería ser menos y extendió la mano hacia la rubia de ojos verdes. En una voz una octava más baja de la que tenía normalmente, dijo:
—Y yo soy Rachel. Encantada de conocerte, Quinn. Has estado muy bien esta noche y, si me lo permites, eres muy atractiva.
Quinn se sonrojó.
Yo meneé la cabeza conteniendo una sonrisa.
Rachel sabía trabajarse a la gente cuando quería. Ya veía que había puesto su punto de mira en Quinn.
Que Dios se apiadara de la ojiverde.
La siguiente fue Dani Ivy, que era la actriz de reparto que hacía de Alexis hasta que yo la sustituyera en Chicago. Esperaba poder sentarme en algún momento con ella para hablar del personaje y de su visión del mismo.
Después de todo, lo había representado varias veces. También me preguntaba por qué no le habían ofrecido el papel permanentemente.
Después de todo era la primera suplente y, sin duda, no había hecho mal trabajo. Me acerqué a ella con cautela y esperé a que acabara de hablar con otra de las actrices.
Cuando se volvió hacia mí, extendí la mano enseguida.
—Hola, ¿ Dani? Soy Brittany Pierce. Quería presentarme. Soy nueva...
Levantó la mano para detenerme. Su expresión era tan impasible que parecía cincelada en piedra.
—Sé quién eres y por qué estás aquí—me dijo en tono glacial—Enhorabuena, bienvenida a bordo y todo eso. ¿Hemos terminado?—esbozó una sonrisa falsa.
Vaya, no parecía una persona muy dicharachera.
Esperé un segundo.
La chica me había dado una patada antes de saludarla siquiera.
Aquello no era bueno, pero había pasado el suficiente tiempo entre actores para saber que no podías demostrar debilidad ante los que dudarían en abalanzarse sobre ti.
Sosteniéndole la mirada, contesté en tono neutro.
—Hemos terminado si lo quieres así.
—Estupendo —dijo y se marchó.
De acuerdo, puede que no todo el mundo se alegrara de verme.
No lo había previsto y me quedé clavada donde estaba.
Entonces noté que me abrazaban la cintura desde atrás y me susurraban
al oído:
—Está claro que es una bruja profesional, no dejes que te afecte. Es lo que quiere—me dijo Rachel.
Asentí y le di un apretón cariñoso en los brazos.
—Bueno, ¿queréis conocer a Santana?—nos preguntó Blaine.
Me volví hacia él apartando de mi mente lo que acababa de pasar.
—Por supuesto. Vamos—le sonreí.
Con suerte, esta vez iría mejor.
—Yo me quedo a charlar con Quinn—dijo Rachel—Luego, nos vemos.
Le apreté la mano y le sonreí con complicidad. Ella me guiñó un ojo.
Después seguí a Blaine por el pasillo hasta el camerino privado de Santana
López. Llamó a la puerta y, cuando oímos un «adelante» lejano, entramos.
Era una habitación pequeña, con un baño con ducha propia. Santana debía de estar terminando de ducharse porque oímos cómo cerraba el grifo.
Blaine me llevó al pequeño sofá que había delante del tocador.
—Mira, Santana saldrá en un minuto o dos. ¿Por qué no la esperas aquí? Yo mientras voy a ver cómo está el autobús por si la gente quiere regresar al hotel con él, ¿vale? Vuelvo enseguida.
Se marchó antes de que pudiera decir esta boca es mía y me quedé sola en la habitación de una estrella.
Una estrella a la que desesperadamente quería causar una buena impresión...
…Una estrella que estaba saliendo de la ducha.
¿Qué podría haber más incómodo que eso?
Me dije que podía conocer a Santana más tarde y me levanté para irme, pero, antes de que cruzara la habitación, se abrió la puerta del baño y apareció Santana López con el pelo mojado y envuelto en una toalla.
—Oh, hola—saludó educadamente pese a su expresión de perplejidad.
Intentaba mostrarse amistosa, pero diría que también se preguntaba quién diablos era yo y qué hacía en su camerino.
—Siento importunarte—dije—Blaine volverá ahora mismo. Iba a presentarnos porque trabajaremos juntas, supongo, y no tardará nada en volver. Esperaré en el pasillo.
Dios, no sabía que podía hablar tan deprisa.
Santana enarcó las cejas, pero por suerte sonreía.
Un poco.
—No pasa nada—extendió la mano—Soy Santana. ¿Eres Brittany?
«Sí, Brittany, esa soy yo.»
—Sí—me las arreglé para estrecharle la mano—Solo para que conste, normalmente no me planto en el camerino de la gente sin que me inviten.
—Por aquí somos todos bastante informales. Nunca se sabe cuándo uno de nosotros se puede plantar en el camerino de otro. No te preocupes—se sentó en el tocador y empezó a cepillarse el pelo.
«Creo que esto es el pie para que me vaya.»
Giré el pomo de la puerta y empecé a salir, pero me di la vuelta. Había olvidado decir lo que más necesitaba.
—Antes de irme, solo quería decirte que he visto la función de esta noche y tu actuación me ha parecido inspiradora. Estoy muy emocionada de estar aquí y me siento llena.
—Bueno, creo que todo el mundo se alegra de que estés aquí. Tienes que salir con nosotros esta noche. Normalmente vamos a tomar algo después de la función.
—Gracias, será divertido. Tengo muchas ganas de conocer a todo el mundo.
Asentí dos veces y salí del camerino antes de decir alguna otra chorrada por la que después me muriera de vergüenza.
Hasta que no estuve sola en el pasillo no me permití pensar en que Santana
López era diez veces más guapa en persona que en cualquier serie u obra de teatro.
Tenía el pelo largo negro, unos enormes ojos oscuros y una piel morena por la que mataría.
Era preciosa.
Y la toalla no había ayudado mucho, por decirlo de alguna manera...
El Davenport era un bar pequeño que había a dos manzanas del hotel donde nos alojábamos.
Al parecer, en cada ciudad los actores se reunían en algún sitio después de las funciones y, para cuando entramos en el bar, ya había conocido a casi toda la compañía.
Eran un grupo divertido, excepto Dani, que no había vuelto a mirarme desde
nuestro intercambio inicial. Aquella era una relación en la que iba a tener que trabajar en algún momento.
Yo era una persona que tendía a evitar los conflictos y prefería hacer todo lo que estuviera en mi mano para suavizar las cosas en aquel tipo de situaciones.
La compañía se repartió en varias mesas al entrar.
Yo acabé sentada con Rachel, Sugar, Blaine, Kurt y unos cuantos actores de reparto más cuyos nombres aún no había logrado memorizar.
Vi a Santana sentada con Quinn, Dani y otros en una mesa cercana.
Empezaba a captar los diferentes grupitos que había dentro de la compañía.
Sugar llamó al camarero y pidió una ronda de cervezas para todos los de la mesa. No protesté, aunque yo no solía beber, porque quería integrarme.
—No puedo creer que me haya olvidado el brillo de labios en el teatro—anunció Sugar prácticamente a voz en grito—¿Se pueden creer que me haya dejado el brillo de labios en el teatro?—me miraba con los ojos muy abiertos y se la veía muy trastornada por lo del brillo de labios.
—No, no me lo puedo creer. Es horrible—dije sin saber qué más aportar.
—Típico—continuó ella—Si no es una cosa es otra. ¡No me puedo creer que me lo dejara! ¡Espera!—me agarró el brazo por encima de la mesa y se quedó helada.
Yo le devolví la mirada igual de helada. Me apretaba tanto que casi me hacía daño.
Aquella chica era muy intensa.
—Me encanta esta canción. ¿A ti no te encanta esta canción, Brittany?
Le presté atención a la música un momento. Era una canción de los ochenta, Hungry Eyes.
Asentí.
—Es una canción muy buena.
No creo que Sugar me oyera porque ya se había levantado y se dirigía a la pista de baile improvisada que había al otro lado de la sala. Era una lenta, pero no vio necesario bailar con nadie más. Parecía completamente satisfecha bailando y balanceándose al son de la música ella sola.
Otros de nuestro grupo fueron a bailar también.
Di un sorbo de cerveza y no pude evitar mirar a Santana. Se estaba riendo de algo que había dicho Dani. Tuve que sacudir la cabeza, literalmente, para dejar de observarlas, y me volví hacia Rachel.
Estábamos las dos solas en nuestro lado de la mesa.
—Bueno, ¿qué te parece?
—Creo que nos irá bien, no le des vueltas a esa preciosa cabecita tuya. También creo que no deberíamos quedarnos mucho rato. Nosotras tenemos ensayo a primera, hora y ellos no.
Algo a mi espalda le llamó la atención a Rachel.
—Vaya, ahí va toda mi ilusión—suspiró.
Seguí su mirada hacia Quinn, que estaba sacando a Santana a la pista de baile. Tenía que admitir que se les veía bastante cómodas la una con la otra, pero quise consolar a Rachel.
—Solo están bailando, Rach. No significa que esté fuera del mercado.
—Lo que sea. Este no es mi primer curro, nena. Actrices o actores protagonistas, lo pillo. Es la historia más vieja del mundo. Aunque es una pena. Mira a esa rubia—se mordió el nudillo del dedo índice para enfatizar sus palabras.
Yo volví a mirarlas.
Tenía razón, si quisieran tendrían unos hijos preciosos que, sin lugar a dudas, serían estrellas de Broadway cuando crecieran.
—Tienes razón, será mejor que vayamos al hotel a descansar. Me sabría fatal que mañana te cayeras de culo.
Rachel me dio un codazo mientras yo me reía. La agarré del brazo y cogí el bolso con la otra mano.
Al volverme para despedirme de los que tenía más cerca, mi mirada se encontró con la de Santana, que seguía bailando. Me dedicó una sonrisa cortés y me dio las buenas noches con la mano. Aquello bastó para que se me cortara ligeramente la respiración. Cabeceé ante mi reacción y salí por la puerta.
Se hizo de día demasiado temprano, pero el cansancio del largo día anterior no me echó para atrás.
Estaba lista para ir al ensayo y empezar.
Resultó que Mike, el de la audición, también era el capitán de danza del espectáculo, junto con Sue, una señora alta.
Nos encontramos con ellos en la planta de abajo, en una de las espaciosas salas de reuniones del hotel.
A finales de semana ensayaríamos en el estudio, pero de momento el hotel tendría que bastar.
Mike y Sue habían puesto tres espejos enormes en una pared para que, al menos, pudiéramos vernos mientras aprendíamos las combinaciones nuevas.
También pusieron números en el suelo, cerca de los espejos, para ayudarnos a practicar con las distancias y trasladarlas fácilmente al escenario de Tabula rasa, que tenía los números colocados de la misma manera.
Sue se puso a enseñarnos el número de apertura en primer lugar. Al principio
del musical, antes de que presenten al personaje de Alexis, haría de actriz de reparto en las escenas y las coreografías de grupo. El público nunca haría
la conexión y siempre quedaba mejor con un cuerpo más bailando sobre el escenario. Por desgracia el primer número de grupo era, de lejos, el más difícil de aprender porque era muy rápido y requería mucha energía. Lo habían diseñado para impresionar y lo lograban.
Lo repetimos, lo repetimos y lo repetimos una y otra vez hasta que casi me costaba respirar, pero no podíamos tomarnos ni un respiro.
Después de una breve pausa para comer, volvimos al trabajo.
La sesión de la tarde se dividió en dos.
Rachel estuvo trabajando con Mike en el resto de coreografías de grupo mientras que yo trabajaba con Sue en las posiciones para mis escenas.
Me sentía como un pez fuera del agua.
Cuando te incorporas a un espectáculo que ya está en marcha, eres la única que necesita ensayar porque el resto de los compañeros ya se saben los números.
Así que, durante el proceso de aprendizaje, estaba materialmente actuando con gente invisible según Sue me iba indicando dónde estaban y me leía sus líneas.
Cuando el día de ensayo estaba a punto de terminar Blaine nos dijo que aquella noche veríamos el espectáculo entre bastidores, siguiendo a las actrices que hacían nuestros papeles.
Básicamente, podríamos apuntar sus posiciones en los bailes, los cambios de vestuario, las entradas y las salidas.
Genial, seguro que a Dani le haría muchísima ilusión que fuera su sombra detrás del escenario.
Al final no fue tan malo porque Dani fingió que yo no existía.
Por mí mejor, lo prefería así.
De esta manera tuve más posibilidades de tomar notas sobre cómo se desarrollaban las cosas sin que mi presencia afectara a la función.
Ver el espectáculo entre bastidores me dio una perspectiva diferente: me asombraba todo lo que Santana tenía que hacer tanto dentro como fuera del escenario.
Actuaba virtualmente en cada escena así que, cada vez que salía, tenía el tiempo justo de cambiarse de vestuario y volver a escena. Me fascinaba cómo podía con todo y encima ofrecía una actuación tan intensa y poderosa.
Cuando el reparto salió del escenario tras la última bajada del telón, Dani caminaba junto a Santana.
Decidí hacer un esfuerzo.
—Gran actuación esta noche, Dani. Espero no haberte molestado mucho.
Se paró a mi altura y me dio un repaso de arriba abajo. Juro que fue como si la temperatura bajara diez grados. La sonrisa que me dirigió era claramente falsa y forzada.
—Espero que hayas tomado buena nota en esa libretita tuya. Hemos oído que los ensayos no van demasiado bien, qué pena. Nosotros que creíamos
que serías buena.
La observé mientras se alejaba diciéndome a mí misma que Dani solo quería cabrearme y meterse en mi cabeza y que era cosa mía no permitírselo.
Después de todo, había gente mezquina sin más.
Santana se había quedado a mi lado, así que traté de no exteriorizar que el
comentario me hubiera afectado y levanté la mirada hacia ella. Se apoyó en la pared y se acabó su botella de agua.
—Lo primero que tienes que saber sobre este papel es que Dani está convencida de que debería ser suyo—me dijo—Lo segundo de lo que tienes que darte cuenta es de que no es así. Te han traído por un motivo y todos aquí lo sabemos. Lo que hemos oído en realidad es que los ensayos van muy bien y eso la tiene loca. Dani no es mala persona, solo es un poco territorial.
—Yo diría que eso es decir poco, pero gracias—repuse—Ayuda mucho que me lo digas tú.
Ella se quedó pensativa unos segundos.
—Oye, si necesitas a alguien para la lectura del texto, estaré encantada de ayudarte. A estas alturas ya lo repito hasta en sueños, así que ¿por qué no
darle a mi neurosis un buen uso?
Me quedé atónita.
Era una oferta muy generosa y no tenía ninguna obligación de hacérmela.
—Eso es muy amable por tu parte, pero no tienes por qué...
—Ya sé que no tengo por qué. Pero quiero hacerlo. Será divertido. ¿Qué haces mañana por la tarde?
—Tengo ensayo.
—Claro. Lo sabía—se dio un golpecito en la cabeza.
Un golpecito monísimo, debo añadir.
Se echó a reír
—Bueno, ¿y esta noche? Sé que tienes que levantarte pronto, pero yo soy un ave nocturna. Ya sabes, las horas de las funciones.
No pude evitar fijarme en cómo se le iluminaba la cara cuando se reía.
—Sí, te aseguro que sé a lo que te refieres. Mmm, no tengo que madrugar mucho—mentí.
Me daba igual lo cansada que estuviera o que me dolieran todos los músculos y articulaciones del cuerpo porque no pensaba dejar pasar aquella
Oportunidad.
—Si lo dices en serio, me encantaría tener la oportunidad de repasar escenas contigo.
—Claro que lo digo en serio. ¿Por qué no quedamos en el restaurante del hotel en...digamos... treinta minutos?—miró el reloj—Quiero quitarme todo este maquillaje de escena y darme una ducha, nada más. Y me apetece cenar algo.
Yo cogí mi bolso y fui al camerino donde me encontré con Rachel charlando animadamente con Mercedes, la actriz que representaba su papel por el momento.
Me la llevé a un lado y le expliqué los planes que tenía aquella noche. Se le abrieron unos ojos como platos.
—¿Cenas con Santana? Oh, tienes que conseguir detalles sobre Quinn y ella, ¡por favor!
—Veré lo que puedo hacer, pero no te prometo nada. Nos vemos por la mañana—le di un beso en la mejilla y salí por la puerta trasera donde esperaba el autobús, listo para llevar a un primer grupo hasta el hotel.
Dejé la bolsa en mi habitación y me refresqué un poco antes de bajar al vestíbulo en el ascensor.
¿Por qué estaba tan nerviosa?
Santana era una actriz más con la que iba a trabajar.
Había conocido a muchos famosos en el CMC cuando venían como artistas invitados. Hasta había trabajado con ellos, caramba. Aquello era lo mismo, pero aun así sabía que era diferente.
Santana me había cautivado no solo con su actuación en aquel musical, sino con su sinceridad y profesionalidad fuera del escenario.
A lo mejor estaba deslumbrada, pero lo más probable era que me estuviera enamoriscando y tenía que ponerle punto y final a aquello.
Claramente afectaría a mi capacidad de hacer un buen trabajo y eso era lo más importante del mundo para mí.
Llegué al restaurante antes que ella.
Eran las once y media y estaba casi vacío. Me senté en un rincón desde donde podía ver si llegaba Santana, pedí vino tinto para relajarme y esperé.
No tardé en ver entrar en el hotel a Santana con su boina. Se la quitó nada más entrar y se pasó los dedos por la larga melena oscura para ordenarla antes de dirigirse al restaurante que le quedaba a la derecha.
Dentro la luz era algo más tenue, así que esperé a que sus ojos se adaptaran al cambio para llamar su atención con la mano. Sonrió y vino hacia mí.
—Bueno, ya veo que te has puesto cómoda—comentó señalando mi copa de vino.
Me encogí de hombros azorada.
—¿Qué puedo decir? Ha sido un día intenso. Aunque por alguna razón no creo que vaya a ayudar con lo que tienen programado para mí mañana—dije refiriéndome también al vino.
—No, estoy de acuerdo, así que solo voy a beber un sorbo de la tuya—alargó la mano hacia mi copa y, rápida como el rayo, hizo exactamente lo que había anunciado.
Mi copa había sido secuestrada.
—No me puedo creer que hayas hecho eso. ¿No eres una estrella de altos vuelos? Seguro que puedes pagarte la tuya.
—De altos vuelos no sé, pero pareces una persona dispuesta a compartir. Venga, vamos a pedir unas hamburguesas y nos ponemos a trabajar.
Miré el mantel caro y la restra de tenedores que había junto a mi plato.
—Me da a mí en la nariz que aquí no van a tener hamburguesas.
—Vamos a averiguarlo—enarcó una ceja, juguetona, justo cuando el camarero se acercaba a tomar nota—Disculpe, mi amiga y yo nos preguntábamos si sería mucho lío que nos prepararan unas hamburguesas con queso—pidió pestañeando para asegurarse el tiro.
El joven le sonrió.
—Estoy seguro de que no habrá problema, señorita López, cortesía de la casa. Mi mujer y yo tenemos entradas para la función del domingo. Los dos somos fans suyos.
—Bueno, se lo agradezco mucho. Espero que lo pasen muy bien. Salude a su mujer de mi parte y dígale que lo hemos pasado en grande aquí en Detroit.
Contemplé la conversación impresionada por la clase de Santana.
—Vale, vamos a la escena de la biblioteca, a ver cómo la llevas.
Empezamos a leer el texto y me sorprendió saberme tanto.
Al ver la representación de aquella noche se me habían quedado algunas frases más y podía visualizar la acción mientras decía las palabras.
La segunda y la tercera vez que la pasamos, me di cuenta de que Santana cambiaba un poco sus líneas y a veces añadía cosas que yo sabía que no existían.
Cuando empecé a titubear con las réplicas, renuncié.
—Tú intentas provocarme, ¿no?
— ¿Yo?
Fingiendo inocencia, me robó un segundo sorbo de vino de la copa y esbozó una sonrisa triunfante por su logro.
—Yo nunca osaría hacer tal cosa. Pero es mi trabajo mantenerte alerta, ¿no? Además, si crees que esto es malo, espera a ver lo que hago cuando me aburro en el escenario—me advirtió antes de terminarse el último bocado de hamburguesa con queso.
—Estoy impaciente por verlo.
Miré a mi espalda y me di cuenta de que el restaurante estaba más oscuro y silencioso. En algún lugar cercano oí que encendían una aspiradora.
—Creo que están cerrando.
—Siempre podemos acabar las dos escenas que quedan en mi habitación y así dejamos que esta pobre gente se vaya a casa. Puedo hacer un té caliente; es bueno para la voz.
Asentí.
Un té caliente sonaba genial.
Mientras subíamos en el ascensor empecé a notar los efectos del ejercicio del día.
Roté la cabeza adelante y atrás entre los omoplatos para relajar la tensión de los músculos. También me dolía un poco la rodilla y la flexioné unas cuantas veces.
—Ah, te duele, ¿verdad?—Santana me miró con empatía—Yo también he pasado por eso. Si te pones una compresa de calor hace maravillas, por cierto. ¿Tienes alguna?
—No. Ahora me arrepiento de no haberla metido en la maleta. Seguro que puedo comprarme una en la farmacia que hay al final de la calle.
—No te preocupes, te presto la mía.
—Vale, gracias.
Al fin y al cabo, se había ofrecido.
Lo primero que noté al entrar en la habitación de Santana es que era mucho más grande que la mía.
No es broma, mucho.
Al parecer ser la estrella protagonista tenía muchas ventajas.
Decidí tomar buena nota.
—Voy a preparar el té. Ponte cómoda y ve empezando con esas líneas. Podemos gritárnoslas de un lado a otro.
Se metió en un baño que era casi tan grande como toda mi habitación. Yo empecé con la escena. He de admitir que me daba un poco de vergüenza gritar mis frases a través de la habitación, pero había sido idea suya.
Cuando Santana gritó sus réplicas no pude evitar reírme para mí de lo ridícula que era la situación, pero seguí adelante con aquella locura.
Al final, cuando Santana regresó, me miró con expresión interrogativa.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—Ah, no sé. Toda la situación, gritar de un lado a otro, estar en tu habitación gigantesca. A lo mejor sencillamente estoy muerta de cansancio.
—A lo mejor—contestó y me pasó una taza de té—Mira, a ver si te puedo ayudar, date la vuelta.
Levanté la ceja izquierda en ademán de pregunta.
—Confía en mí, prepárate para sorprenderte.
Dejó su taza en la mesita del café y yo la obedecí. Unas manos suaves y fuertes aterrizaron sobre mis hombros y empezó a darme un lento masaje.
La tensión que sentía en músculos y tendones empezó a desvanecerse a medida que Santana manipulaba cada punto de presión con evidente habilidad.
—¿Mejor?—me preguntó en voz queda.
—¿Que si mejor? Debes de estar perdiéndote mis suspiros de satisfacción cada tres segundos. Claro que está mejor. ¿Dónde has aprendido a hacer esto?
—Bueno, necesitaba un plan B si lo de la interpretación no funcionaba. Compré un libro.
— ¿Lo has aprendido en un libro? Oye, eres una actriz muy buena y todo eso, pero creo que esta es tu verdadera vocación.
Cerré los ojos y me concentré en el masaje. Al poco, el dolor muscular empezó a desaparecer y fui muy consciente de las manos de Santana sobre
mi piel.
Las notaba todavía más cuando me acariciaban el pelo subiendo desde el cuello. De repente, daba gracias por habérmelo dejado largo.
Aunque Santana había hecho un gran trabajo acallando mis músculos, empezaba a despertar otras partes de mi cuerpo así que, antes de que se diera cuenta de lo que me estaba haciendo, decidí que lo mejor era irme.
Estiré la mano a mi espalda y detuve sus manos entre las mías un instante antes de volverme en el sofá para mirarla.
—Se hace tarde, será mejor que me vaya.
Ella asintió en silencio, pero yo no me moví. Me miraba de una manera que hacía que quisiera quedarme justo donde estaba.
¿Estaba loca o el deseo que sentía yo era igual al que reflejaban los ojos de Santana?
Se me fueron los ojos a sus labios, casi en contra de mi voluntad, y los encontré entreabiertos.
Para mi sorpresa, se inclinó ligeramente hacia mí y, ya con lo cerca que estábamos, dejó sus labios a un par de centímetros de los míos.
El corazón me iba a cien y reuní el valor suficiente para cruzar la distancia que nos separaba, pero el gesto pareció despertarla del ensalmo y se echó hacia atrás en el sofá con los ojos muy abiertos.
—Buenas noches, Brittany. Que duermas bien.
Nos miramos a los ojos unos segundos más y entonces me levanté y fui hacia la puerta. Me volví antes de salir y dije sencillamente:
—Gracias por ayudarme esta noche.
Santana asintió y me dedicó una sonrisa difícil de interpretar.
Aquella noche estuve tumbada en la cama sin pegar ojo porque no podía dejar de darle vueltas a la cabeza.
Santana y yo habíamos estado a punto de besarnos, de eso estaba segura. Y por mucho que no pudiera dejar de pensar en ella y en la sensación de tenerla tan cerca, con su aliento haciéndome cosquillas en la cara, sabía que la situación era arriesgada.
Había muchas posibilidades de que estuviera liada con otra persona. Además, aquel musical era una oportunidad maravillosa para mí y no quería
fastidiarla.
Lo peor que podría pasarme era meterme en un culebrón que me complicara las cosas en el trabajo.
El resto de la semana fue más de lo mismo.
Ensayos todo el día y luego por la noche ver la función.
Faltaban cuatro días para el ensayo en el que Rachel y yo actuaríamos para el resto de la compañía, como si de público se tratase.
Me sentía confiada en los ensayos, pero solo pensar en mi primera actuación hacía que me cosquilleara el estómago.
Tabula rasa iba a dar las últimas representaciones en Detroit antes de viajar a Chicago, en donde pasaríamos una semana y yo haría el papel de Alexis a tiempo completo.
Hasta ese momento, mi trabajo consistía en dejarme la piel en los ensayos y poner la voz en plena forma, sobre todo para el solo de Alexis, donde revela su lado oscuro a la audiencia por primera vez.
Era cerca de la una de la mañana y estaba a medio masacrar a Rachel en una partida de dardos en el Davenport tras vencer a Kurt.
Había llegado a conocer a los miembros de la compañía bastante bien y la mayoría de ellos estaban ahí, distribuidos en varias mesas por todo el bar.
Las únicas obvias que faltaban eran Quinn y Santana, la última, a la cual había logrado evitar desde la noche que había subido a su habitación.
Rachel me pasó los dardos.
—Bueno, por si no te has dado cuenta, Kurt y Blaine son pareja.
—Sí, que se fueran juntos todas las noches me daba que sospechar. Mierda—rezongué al fallar un doble.
—Esperaba que Quinn saliera con nosotros esta noche. Seguramente estará con la señorita López, las dos solitas dándose arrumacos—resopló como una niña caprichosa—Con todas las noches que pasan juntas, a lo mejor se cansa la una de la otra y rompen. Entonces puedo estar ahí para apoyar a Quinn en un momento de necesidad cuando se dé cuenta de que yo soy la chica que anhela.
—Seguro que solo es cuestión de tiempo, Rach.
El sábado por la noche ya no pude soportarlo más y decidí que tenía que intentar hablar con Santana porque en una semana estaríamos trabajando juntas.
No quería que hubiera sentimientos incómodos entre nosotras.
Como el sábado había función doble, una matiné por la tarde y la función de la noche, Blaine hizo que nos trajeran la cena al teatro.
Yo sabía que después de cenar seguramente Santana estaría un rato en su
camerino descansando para la actuación de la noche. No quería molestarla, pero me sentía en la obligación de hacerlo.
Al acercarme a su puerta vi que estaba abierta y asomé la cabeza sin más
formalidades.
— ¡Hola!
Ella levantó la vista del crucigrama que estaba haciendo y sonrió.
—Hola. ¿Sabes qué palabra de seis letras puede significar «encaje de bolillos»?
Lo pensé un momento.
—Prueba «blonda».
Miró el crucigrama y levantó el puño en el aire en gesto silencioso de triunfo.
—¿Eres una profesional de los bolillos y yo lo desconocía? ¿Cómo sabías eso?
—A mi abuela le gustaban mucho este tipo de manualidades. Yo aprendí lo que pude.
— ¿Estabais muy unidas? —me preguntó.
—Oh, sí, mucho. Cuando decidí dedicarme a la actuación, he la que más me apoyó. Vino a todas mis funciones, hasta cuando tenía que viajar. Murió al final de mi segundo año en el CMC. La echo de menos.
—Si te sirve de algo, tengo la sensación de que todavía ve todas tus funciones —me dijo Santana.
—Sí, yo también siento un poco lo mismo. ¿Y tu familia qué tal?
—Bueno, «unida» no es la palabra que usaría para describir a mi familia—explicó—Seguramente has oído las historias de miedo de los niños actores y los padres que los meten en la industria y luego les roban todo el dinero. Bueno, yo fui una de esas niñas y eso es lo que hicieron mis padres. No creo que ni mi madre ni mi papá puedan decirte cuáles fueron mis primeras palabras, pero seguro que saben de cuánto fue el primer cheque que gané. Ahora están divorciados, pero solo porque cuando cumplí los dieciocho y me marché de casa perdieron su objetivo común. Yo era la empresa que los mantenía juntos. Hace años que no sé nada de mi papá y mi mamá... Mejor no hablo de mi mamá. Ella todavía está, dejémoslo así.
—Qué horrible.
Había visto a aquel tipo de padres yo misma en las audiciones de Boston.
—Lo fue, pero intento no pensar mucho en ello, ¿sabes? Sinceramente, me encanta actuar y no estaría aquí si no hubiera pasado por lo que pasé con ellos.
Asentí.
Era una manera muy madura de verlo.
En su lugar, yo sería una persona amargadísima.
—Bueno, oye, te dejo prepararte para la función—me despedí mientras volvía a la puerta—¿Saldrás con nosotros luego?
Ella titubeó como si se lo pensara.
—Sí, es muy posible.
El Davenport estaba más lleno de lo habitual el fin de semana, pero Kurt se las arregló para cogernos unas cuantas mesas cerca de la pista de baile.
Yo me senté con mi grupo habitual: Blaine, Kurt, Sugar y Rachel. No había visto a Santana después de la función y tenía mis dudas de que se presentara, pero eso no evitó que mirara hacia la puerta cada cinco minutos.
Kurt se dio cuenta de que parecía inquieta y siguió mi mirada hacia la entrada.
—Por mucho que mires el agua no va a hervir antes—comentó—¿Puedo preguntar a quién esperamos?
—No esperamos a nadie en particular—contesté con naturalidad—Solo vigilo si entra algún rezagado y no nos ve.
Kurt y Blaine me observaron con suspicacia y miraron en derredor.
—Cariño, todo el mundo está aquí—afirmó Blaine—Bueno, casi todo el mundo—levantó las cejas—¿Estás vigilando si entra Quinn o Santana?
—¿Qué? ¿Saben que me gustan las mujeres?
—Vaya, menuda novedad—comentó Blaine.
—Para mí no, lo noté a los veinte minutos—apuntó Sugar.
—Yo ya lo sabía, entre nosotras nos entendemos—dijo Rachel rodeándome la espalda con el brazo.
La miré con la boca abierta.
En ese momento entraron Santana y Quinn, y se sentaron tranquilamente en la mesa que estaba al lado de la nuestra.
Rachel las observó, siguiendo mi mirada, y la noté en la cara cuándo cayó en la cuenta y se giró hacia mí.
—Oh, tienes un problema muy gordo—opinó con unos ojos como platos por lo mucho que la divertía aquella vuelta de tuerca.
—No tengo ni idea de qué estás diciendo—le sonreí con fingida inocencia.
Enseguida me escabullí al bar para pedir otra copa. Gracias a Dios, no me pareció que los demás hubieran captado lo mismo que Rachel.
Ya en el bar, aguardé pacientemente a que el camarero me atendiera, aunque parecía dispuesto a tomar nota de los pedidos de todo el mundo menos del mío.
Levanté la mano para intentar llamar su atención hacia mi lado y me sorprendió gratamente cuando levantó las cejas y vino corriendo. Había mejorado.
—¿Qué les pongo, bellas señoritas?
¿Señoritas?
Miré a un lado y me encontré con Santana, que estaba junto a mí y tenía un billete de veinte en la mano.
—Ah, una famosa de verdad—dije—Eso explica su atención repentina. Y yo que creía que era mi atractivo natural.
—¿Cómo sabes qué no? ¿Te has mirado al espejo últimamente?
El comentario me dejó sin palabras unos instantes.
¿Estábamos coqueteando?
Y, si era así, ¿podíamos seguir?
—Yo quiero un Tom Collins—dijo Santana al camarero—¿Tú qué quieres?—me preguntó a mí.
—Una Coors Light estaría bien.
—Ahora mismo —contestó él.
Santana me dio el billete de veinte cuando yo saqué uno de cinco.
—No tan deprisa—apartó mi billete—Deja que te invite a una copa. Es lo menos que puedo hacer después de que aparecieras y me salvaras el crucigrama.
—Eso es verdad, lo hice—cogí mi cerveza y me volví hacia ella completamente seria—Quiero dedicar esta cerveza a las bolilleras y a sus blondas en todo el mundo. No podría haberlo hecho sin ellas.
—Amén a eso—repuso ella sin perder un instante.
—Eh, un momento, jovencita. Si no me equivoco, estás bebiendo. Creía que eso era algo que tú no hacías—señalé la copa que tenía en la mano—¿A qué se debe?
—No lo sé. Hacía tiempo que no me relajaba y me desinhibía un poco y he pensado que, por una noche, me lo he ganado. Pero no demasiado. Tengo
dos funciones más antes de dejar atrás esta ciudad y plantarnos en Chicago. Oye, ¿no es ahí donde harás tu debut mundial como bruja roba novias de la protagonista?
—Bueno sí, ahí será. No podría estar más nerviosa ni proponiéndomelo, así que ¿podemos no hablar de eso?—pedí con un hilo de voz.
—Tus deseos son órdenes para mí. Basta de hablar del musical. Venga, vamos a sentarnos con esos.
Me cogió de la mano y me llevó de vuelta a mi mesa. Entonces, para mi sorpresa, cogió una silla y se sentó con nosotros. La mesa no es que fuera muy grande, pero con una silla más quedamos todos especialmente ajustados.
Por mucho que intentara concentrarme en las bromas y pullas que se intercambiaban Blaine y Santana, no podía dejar de pensar en que esta tenía el muslo derecho pegado contra mi muslo izquierdo.
—¡Un momento, todos callados!—alzó la voz Sugar silenciando a toda la mesa de manera abrupta con su chillido—Si no me equivoco, creo que suena Crazy for You, de Madonna, de 1985 más o menos. Y eso significa que tengo que ir a bailar. Venga, Brittany, hazme el honor—alargó la mano hacia mí y yo me di cuenta de que no tenía elección.
Aquella chica se tomaba las baladas de los ochenta muy seriamente y, por mucho que deseara permanecer al lado de Santana, no estaba dispuesta a desairar a Sugar en un asunto tan importante.
Le di la mano a Sugar y nos plantamos en la pista de baile en un santiamén para no perdernos más trozo de la canción.
Nos unimos a las otras tres parejas que había bailando aquella lenta y, como no podía ser de otra manera dejé que Sugar me llevara aunque yo le sacara muchos centímetros.
A mitad del segundo estribillo, vi que Quinn y Santana salían a bailar también y, a continuación, Kurt y Dani. Aquello era interesante; me preguntaba cómo se desarrollaría.
Y, ciertamente, no tuve que esperar mucho para averiguarlo porque lo siguiente que supe fue que Quinn me daba una palmadita en el hombro.
—¿Te importa que te la robe?—pidió con una educada inclinación de cabeza hacia Sugar.
—Eh, no. Adelante.
Le cedí a Quinn mi baile con Sugar y, cuando me di la vuelta, me encontré cara a cara con Santana.
No pude resistirme.
Sé que no debería haberlo hecho, pero tenía unos ojos tan cautivadores que me dejaron muerta en el sitio.
—¿Bailamos? —propuse.
—Por supuesto. Acaban de dejarme colgada y necesito una inyección de amor propio.
Intenté mantener el mismo tono bromista.
—Bueno ya somos dos.
Le cogí la mano y le rodeé la cintura con el otro brazo. Me aseguré de dejar cierta distancia entre nosotras por educación.
En ese momento me di cuenta de que no éramos igual de altas, ella era unos centímetros mas bajita.
Como si me leyera la mente, Santana me susurró al oído.
—Parece que encajamos de igual manera.
La acerqué un poco más hacia mí en un gesto involuntario.
—Yo también me he dado cuenta.
La música siguió sonando y, poco a poco, disminuyó la distancia entre nuestros cuerpos hasta que bailamos pegadas y yo ya no pude apartar los
ojos de los suyos.
Estaba perdida.
Al final cerré los ojos y me balanceé al son lento de la canción, deleitada con la sensación de estrecharla entre mis brazos.
Cuando sonaron las últimas notas, me sobrevino un intenso miedo y supe que el momento había terminado.
Abrí los ojos y regresé a la realidad.
La música se desvaneció y me di cuenta de toda la gente que nos miraba.
Quinn parecía preocupada.
Dani, cabreada.
Rachel y Sugar tenían sendas expresiones de triunfo.
No pude ver qué cara ponía Santana porque se alejó de mí repentinamente.
De vuelta en mi mesa la vi en la barra hablando con Blaine.
—¿Qué diablos ha pasado ahí?—se reía Sugar con los ojos muy abiertos.
Al parecer, se lo estaba pasando de lo lindo.
Yo sabía a qué se refería, claro está, pero todavía ni yo estaba segura de lo que había pasado, así que ¿cómo iba a explicárselo a otra persona?
Por ese motivo, hice lo que tenía que hacer: hacerme la tonta.
—¿El qué? Me has dejado por Quinn. Tenía que bailar con alguien.
Alzó los ojos al cielo como si tuviera un secreto.
—A mí me ha parecido más que un baile.
—Te diré, claro que lo ha sido—intervino Rachel—A lo mejor resulta que no es tan hetero.
—¿Quién?—preguntó Sugar—¿Santana? ¿Quinn?
Antes de que contestáramos volvieron Blaine y Santana y se sentaron a la mesa. Yo sabía que en algún momento tenía que intentar hablar con ella, pero aquel no parecía el lugar adecuado.
— ¿Qué nos hemos perdido?—quiso saber Santana que removía su segunda copa.
—El musical—solté yo—Solo hablábamos del musical.
—¿Del musical?—se extrañó—Creía que era precisamente de lo que no querías hablar.
—Ah, es Rach la que hablaba del musical. De los ensayos para el musical—farfullé—Yo le he dicho que cerrara el pico.
—Es verdad. Casi me muerde—corroboró Rachel, que también se estaba divirtiendo con todo aquello—Blaine ha sido un verdadero ogro con el programa, ¿eh, Blaine? Pero Sue y Mike son profesionales como la copa de un pino. Les debo a mi primogénito por haberme preparado tan deprisa.
—Solo hago mi trabajo, pequeña, pero todos necesitamos relajarnos un rato de vez en cuando—opinó Blaine—Y, hablando de eso, estábamos pensando en ir a un local gay la última noche que pasemos en la ciudad. Por supuesto, los colegas heteros también están invitados.
—Y ahora que sabemos que son de la familia, Brittany y Rachel, tienen que venir sí o sí—dijo Kurt en un tono que no dejaba lugar a discusión.
Por el rabillo del ojo vi que Santana se volvía a mirarme. Se diría que el comentario la había cogido a contrapié.
Asentí, pero las mejillas me ardían.
—Suena bien. Ya les diré cómo estoy después del ensayo.
—Yo también—dijo Rachel.
Quinn sonrío de forma que nadie lo notara.
Vi que Santana se acababa su copa y cogía el bolso.
—Es tarde, tengo que irme. Hasta mañana, chicos—y se marchó sin esperar a que nadie le respondiera.
¿Qué le pasaba?
Me dije que, al menos, tenía que intentar hablar con ella para ver si todo estaba bien, así que le di las buenas noches a todos y la seguí.
Había empezado a chispear.
Llevaba un paraguas en el bolso, pero no me molesté en sacarlo. Santana estaba a media manzana calle arriba; aceleré el paso y me puse a su altura.
—Eh—la cogí del brazo para que caminara más despacio—Te has ido muy deprisa. ¿Va todo bien?
Un trueno sonó en la distancia.
Ella se detuvo, pensativa, y por fin me miró a la cara.
—No me habías dicho que fueras lesbiana y también Rachel.
«Venga, allá vamos.»
—Supongo que no había salido el tema—hice una pausa para ordenar mis pensamientos—No es que quisiera mantenerlo en secreto, Santana. Lo siento si te molesta. No era esa mi intención. Supongo que, si te soy sincera, puede que no te lo dijera enseguida por eso. Fue una estupidez, ya lo sé, pero...
—No me molesta. Es que no me había dado cuenta. Creo que si lo hubiera sabido...
—¿Si lo hubieras sabido, qué? ¿Qué habrías cambiado?—empezaba a ponerme un poco a la defensiva.
—¿Entonces no habríamos sido amigas?—proseguí—¿Te hace sentir incómoda?
—No, sencillamente habría manejado muchas cosas de manera diferente.
—¿Diferente cómo?
—Así—inclinó la cabeza y me plantó un beso ardiente e inesperado en los labios.
Cuando me liberó, no pude más que quedarme mirándola, anonadada.
—Pero Quinn y tú son...
—Buenas amigas—completó ella.
—Buenas amigas—repetí lentamente rumiando la información.
Si Santana no era pareja de Quinn y estaba soltera, mi mente tenía que recalibrar muchas cosas.
Y, ojo, no tenía nada en contra de recalibrarlas.
—Brittany, estoy soltera y soy lesbiana. Creía que lo sabías. Joder, lo saben todos.
—Guau—me pasé los dedos por el pelo y me di cuenta de que se estaba mojando.
La lluvia empezaba a arreciar, pero yo no había acabado aquella conversación.
Cogí a Santana de la mano y la llevé bajo el toldo de una tienda cercana. Durante unos segundos, nos miramos a los ojos. La luz tenue de una farola le iluminaba la cara lo suficiente para que el modo que tenía de mirarme me desarmara.
Me permití rozarle la mejilla con las yemas de los dedos y ella descansó el rostro en mi mano ligeramente.
—¿Esto es buena idea?
Me arrimé un poco y la besé lenta y suavemente. Era un simple beso, pero note cómo sus efectos me recorrían de arriba abajo hasta los dedos de los pies.
Cuando me aparté me miró con algo parecido a la sorpresa, antes de cerrar los ojos y apoyar su frente en la mía.
—Brittany—dijo en voz queda—Me gustas mucho, pero estoy completamente centrada en este musical y no estoy segura de qué puedo ofrecerte en estos momentos.
—No estoy pidiéndote nada, lo único que sé es que me gusta pasar tiempo contigo. ¿Podemos empezar con eso? Sin ataduras, lo prometo.
Lo sopesó un momento.
—No me importaría que pasáramos algo de tiempo juntas, pero tienes que entender que esta gente espera de mí que sea su líder, tanto dentro como fuera del escenario. Tengo que dar ejemplo y tengo que ser profesional y recordar por qué estoy aquí. Eso no me deja mucho espacio para nada más. Ya lo he hecho alguna vez antes y normalmente no funciona.
Asentí porque comprendía completamente sus reparos.
—Creo que estamos de acuerdo. ¿Por qué no dejamos que fluya y ya está?
—Supongo que podríamos hacerlo, sí. Dejar que fluya—Santana me dio un tierno beso en la mejilla—Dulces sueños, Britt-Britt—dio media vuelta y emprendió el regreso al hotel.
Yo la vi marchar y meneé la cabeza maravillada de lo rápido que podían cambiar las cosas.
Y lo mucho que me gustaba que me dijera “Britt-Britt”.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Hola morra...
Antes que me olvide.. feliz cumple (atrasado)....!!!
Bueno con respecto al cap... meparese que quinn pudo haber ganado una apuesta con la sexualidad de britt jajaja
Ya esta todo claro para el primer encuentro de las dos.... que fluya!!!
Ya las quiero ver en ecsena!!!
Nos vemos!!!
Antes que me olvide.. feliz cumple (atrasado)....!!!
Bueno con respecto al cap... meparese que quinn pudo haber ganado una apuesta con la sexualidad de britt jajaja
Ya esta todo claro para el primer encuentro de las dos.... que fluya!!!
Ya las quiero ver en ecsena!!!
Nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Amo tus historias !! Son muy geniales ;)
kamilittaz***** - Mensajes : 257
Fecha de inscripción : 08/05/2014
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
excelente historia, como todas las tuyas, listo!, despejada la duda, quinn y santana son las mejores amigas, asi que britt y rach al ataque!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:Hola morra...
Antes que me olvide.. feliz cumple (atrasado)....!!!
Bueno con respecto al cap... meparese que quinn pudo haber ganado una apuesta con la sexualidad de britt jajaja
Ya esta todo claro para el primer encuentro de las dos.... que fluya!!!
Ya las quiero ver en ecsena!!!
Nos vemos!!!
Hola lu, jajajajajajaaj muchas gracias! jajaja lo importante esk te acordaste ajajjajaajja! Jjajajajajajaj si¿? bueno tmbn lo pienso jajajaja. Jajajajaja eso mismo digo yo jajaajaja, que todo fluya! jajajajaja. Jajaja tmbn yo, asik espero q en este cap salga algo jajaja. Saludos =D
kamilittaz escribió:Amo tus historias !! Son muy geniales ;)
Hola, bienvenida¿? Eso es bueno y me parece perfecto! ajajajajajaj espero y siga así jajajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:excelente historia, como todas las tuyas, listo!, despejada la duda, quinn y santana son las mejores amigas, asi que britt y rach al ataque!!!!
Hola, vamos bn entonces! jajajajaja jajajaja eso esta mas q bn jajaajajajajaj. Si, como siempre debe ser jajajaajajajaj. jajaajaj ambas solas x las quinntana jajaajjaajja, espero y se forme Faberytana jaajajja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Cap 3 - Parte I
Capitulo 3 - Parte I
Estaba exhausta.
Más que eso.
Pero era mi último día de ensayos y no pensaba rendirme.
Estaban pasando demasiadas cosas.
Me tomé un multivitamínico y me vestí.
A partir del día siguiente estaría ya por mi cuenta y riesgo y la perspectiva me llenaba de inseguridad.
Me asaltaban un millar de dudas.
¿Y si no estaba preparada?
¿Y si subía al escenario y me olvidaba por completo de los ensayos de las últimas dos semanas?
Hice una lista mental de las cosas que quería repasar con Sue ese día.
El programa estaba compuesto de ensayos personalizados de última hora con los capitanes de baile y los directores de escena, seguidos del gran ensayo general para Rachel y para mí.
Los últimos dos días habíamos estado ensayando en el teatro porque, ahora que ya me sabía mis frases, las canciones, las coreografías y las rutinas fuera del escenario, necesitaba practicar en el escenario real, con el atrezo real.
Algunos de los decorados estaban motorizados y otras piezas caían desde las pasarelas sobre el escenario. Por esta razón, si un actor no estaba atento, podía llegar a hacerse mucho daño.
Había que recordar tantas cosas que me sentía abrumada.
Esperé a Rachel en el vestíbulo del hotel para que fuéramos juntas al teatro. Ya me estaba acostumbrando a que siempre llegara tarde. Cierto, era parte de su encanto, pero no me parecía bien llegar tarde al trabajo y eso era lo que iba a pasar.
Estaba a punto de renunciar a esperarla cuando la vi esprintando desde el ascensor.
—Llego tarde, ya lo sé. No digas nada. Asiente y así sabré que me perdonas y que dejarás de fruncir el ceño del enfado.
Asentí.
—Vámonos antes de que nos echen del musical sin haber debutado siquiera.
—Sí, señora—respondió ella con un saludo burlón.
Caminamos más deprisa que de costumbre para llegar a tiempo.
Yo estaba esforzándome mucho por centrarme en el debut que teníamos entre manos y no pensar en la noche anterior, pero Rachel tenía otras ideas.
—Bueno, ¿y qué pasó exactamente anoche con Santana? Se fueron de repente. Digamos que hubo muchas cejas levantadas.
Yo no quería ahondar mucho en el tema porque podía ser que Santana no quisiera que nuestra conversación estuviera en boca de todos, pero al mismo tiempo estaría bien poder hablarlo con alguien.
—Bueno, para empezar resulta que es lesbiana.
—Eso he oído. Los demás me lo contaron un rato después de que se marcharan anoche.
Estupendo.
No quería ni imaginar lo que debía de comentarse de nosotras.
—Yo creía que eso te alegraría—continuó Rachel—, Pero pareces bastante indiferente al respecto. ¿Por qué?
—Porque me dejó muy claro que no está buscando una relación, pero tampoco lo descartó por completo. A mí me sonó a que no quiere mezclar el trabajo con su vida privada. Puede que ya se haya quemado en el pasado.
—Dani—dijo Rachel sin más.
—¿Qué?
—Dani es su ex. Al parecer tuvieron una relación muy volátil mientras trabajaron juntas en otra obra y afectó a toda la compañía. Era una situación complicada y, cuando Santana terminó con ella, se desató un infierno. Dani se volvió loca de ira y estuvo a punto de perder su trabajo. Blaine era el director de escena en aquel espectáculo y dice que era difícil estar cerca de
ellas en aquella época. Ahora son amigas, pero no les resultó fácil volver a serlo según me han dicho. Seguramente le ha dejado cicatriz a Santana y no quiere volver a pasar por lo mismo.
—Guau, de acuerdo.
Santana no le había dado detalles específicos, pero al menos saber aquello me ayudaba a hacerme una idea de la experiencia que había tenido. Tenía ganas de que lo habláramos y de poder explicarle que nuestra situación no tenía por qué ser igual a la que había vivido con Dani.
Para empezar, yo no era una bruja psicótica como parecía serlo ella.
El ensayo con Sue y Mike se me pasó volando.
Cuando terminamos estaba más segura de mí misma y me apetecía mucho hacer el ensayo de debut.
Los tres trajes que tenía que ponerme durante el musical habían llegado de la modista que me los había adaptado y se me antojaba surrealista ponérmelos junto con la peluca de Alexis personalizada, que era de color caoba y un poco más corta que mi propio pelo.
En pie en el vestuario de las chicas, al mirarme en el espejo caracterizada como Alexis, se me llenaron los ojos de lágrimas. No me reconocía y, por primera vez, me sentí cien por cien conectada a mi personaje.
Estaba lista.
Había nervios, sí, pero lo que notaba era entusiasmo, no miedo.
Llegó el resto del reparto y se pusieron su vestuario y sus pelucas para el ensayo. Íbamos a hacer un pase de principio a fin y la idea era no parar a no ser que algo saliera drásticamente mal.
Dani iba a volver a su rol de actriz de reparto en los números colectivos ahora que yo ya podía sustituirla como Alexis. Aquel día la noté especialmente fría, lo cual podía deberse a que le había quitado un papel que deseaba desesperadamente o, quizás, a que había visto lo que había pasado entre Santana y yo la noche anterior.
No sabría decir cuál era el motivo.
Ni hablé ni vi a Santana antes de que empezara el ensayo, pero la vi cantar su balada de abertura entre bambalinas y al oírla se me puso la piel de gallina.
Tenía la voz más hermosa que había oído nunca y no me parecía que fuera a acostumbrarme en la vida, por muchas veces que la oyera cantar.
Por fin llegó mi turno de salir a escena con el resto de los actores para la coreografía grupal rápida. Era muy estimulante bailar con todo el mundo a mi lado al fin, en lugar de estar sola con Rachel en los ensayos.
Era muy guay ver que todo cobraba forma y que yo era parte de ello.
En mi primera escena con Santana me puse muy nerviosa. La respetaba tanto como actriz que no quería hacer el ridículo o fastidiar la escena.
Durante la primera mitad de la obra Alexis era la compañera inseparable de Evan, su mejor amiga y confidente. Era importante que tuviéramos buena química, pero a los tres minutos de la escena ya estaba más pendiente de la logística de la representación, las entradas y salidas, los pies que daban los focos y mi posición en cada momento.
Fue Santana al cogerme del brazo y la risa sincera de su personaje en respuesta a una de mis frases más divertidas lo que me recordó que se suponía que tenía que sentir además de quedarme en mi marca.
Cuando me di cuenta de que estaba intentando deliberadamente que yo entrara en la escena, todos los pequeños detalles pasaron a un segundo plano e hice que lo principal fuera la relación entre nuestros dos personajes.
Sin embargo, había mucho que recordar y cometí varios errores en momentos clave.
Uno de los más graves fue perder de vista la cruz según la cual tenía que salir de en medio mientras cambiaban de decorado, pero Santana enseguida me cogió de la mano y me guio a mi posición correcta sobre el escenario.
Podría haber dejado que se hiciera el desastre, que se retrasara todo el cambio de decorado y que luego me echaran la bronca en la evaluación.
Había trabajado con muchos actores que habían optado por eso porque su mentalidad era de que o nadas o te ahogas, pero en lugar de dejarme a mi suerte, Santana acudió en mi ayuda.
Durante lo que sería el intermedio, me cambié de vestuario y de peinado para reflejar que había pasado el tiempo en la historia. Cogí una botella de agua y, como tenía unos minutos antes de que empezara el segundo acto, decidí pasar por el camerino de Santana.
Tenía la impresión de que había hecho un esfuerzo extra para facilitarme las
cosas en el escenario y quería que supiera que lo había notado.
La puerta estaba abierta, así que asomé la cabeza. Santana estaba sentada en el tocador mientras la encargada de las pelucas le daba unos retoques finales al pelo de Evan en el segundo acto.
Quinn estaba sentada en el sofá y se reía de algo que había dicho. Santana también sonreía.
—Toc, toc—anuncié en voz queda porque no quería interrumpir.
—Vaya, vaya—dijo Quinn—Pero si es la próxima promesa de Broadway. Lo estás haciendo muy bien, Britt. De verdad, estoy muy impresionada.
—Gracias—respondí.
—Ahora que ya tienes pillado hacer de niña buena, me muero de ganas de ver cómo haces de zorra en el segundo acto.
Me reí.
Tenía razón: mi personaje enseñaba su verdadera cara en la segunda mitad del espectáculo y eso me daba la oportunidad de hacer el papel opuesto. Por esa razón el personaje de Alexis era muy divertido de representar porque iba de un extremo a otro.
Le presté atención a Santana, que no había dicho nada desde que había entrado.
—Quería darte las gracias, Santana, por darlo todo ahí fuera—le dije—Has hecho más de lo que debías para asegurarte de que la escena me salía bien y sin ti habría sido muy diferente.
Dejó de mirarse en el espejo y posó los ojos en mí en el reflejo con expresión cálida.
—No ha sido nada—dijo sin darle importancia—Además, parece que no se te da nada mal esto de actuar después de todo.
—Será mejor que vaya a prepararme.
—Nos vemos ahí fuera.
Mi intención había sido salir apresuradamente, pero la sonrisa de Santana en el reflejo me inmovilizó un segundo más de lo que había previsto.
—Claro. Ya me voy.
Si ya antes me corría la adrenalina por las venas, ahora se me desbordaba.
Tuve que resistir el impulso de volver al escenario dando saltos.
Definitivamente, la vida estaba llena de posibilidades.
El trayecto en autobús de Detroit a Chicago duraba cinco horas.
Todos estaban bastante callados ya que había sido una semana agotadora.
Cuando llevábamos una hora de camino, empecé a sentirme inquieta. Busqué a Rachel y la encontré en la parte trasera del autobús charlando con Quinn.
No quise interrumpir aquel momento tan esperado.
Entonces vi que Santana estaba sentada sola en la parte de delante. Miraba por la ventanilla y veía el mundo pasar. Me pregunté en qué estaría pensando y deseé tener el valor de preguntárselo.
No habíamos hablado demasiado desde la noche que nos paramos en la calle, salvo por nuestra breve conversación en el teatro.
No sabía en qué punto estábamos.
Casi como si me leyera la mente, giró la cabeza y me dedicó una de aquellas
sonrisas capaces de acabar con una guerra. Noté que me quedaba sin respiración. Santana inclinó la cabeza y enarcó las cejas para invitarme a ir a sentarme a su lado y yo no tuve que pensármelo dos veces.
—Bueno, ¿está libre este asiento?—pregunté al llegar al asiento vacío que había junto al suyo.
—Lo estaba reservando para una joven promesa en alza de la actuación, pero supongo que tú servirás.
—Está bien—reí mientras me sentaba—Empezaba a darle demasiadas vueltas a la cabeza ahí detrás. Mirar por la ventana durante horas tiene ese efecto. ¿Tú qué haces para pasar el tiempo?
—Bueno, soy una persona muy aficionada a hacer listas, así que eso siempre es una opción. También aprovecho para ordenar mis pensamientos y organizar un poco mi vida porque durante la semana, con las representaciones, es difícil de hacer. Me relajo, reflexiono sobre mis actuaciones, le mando emails a los amigos, a la familia y, por supuesto, a mi agente. Además, pienso en mis cosas y en lo que pasa en mi vida.
—Guau. Menuda lista.
—Sí, supongo que sí.
—Y, de todo eso, ¿qué es lo que estabas haciendo ahora?
—Mmm. Aunque es un poco personal, si quieres saberlo, estaba pensando en ti con el primer vestuario de Alexis en el primer acto.
Se me quedó la boca seca.
—¿En serio?
Ella asintió despacio.
— ¿Y cuál es el veredicto?
Curvó los labios en lo que me pareció una sonrisa azorada.
—Digamos que te llevas las cuatro estrellas.
Me eché a reír y le di un golpecito en el hombro con el mío.
—Gracias.
Se tapó la cara con la mano y meneó ligeramente la cabeza.
—No me puedo creer que te haya dicho eso.
— ¿Por qué? Me gustaría saber más.
—Normalmente no soy tan... directa. Supongo que sacas esa parte de mí.
Le cogí la mano.
—Eso no es malo, ¿sabes?
—Tú espera a conocerme un poco más. A lo mejor cambias de opinión.
—Lo dudo. ¿Quieres jugar a veo veo?
—Depende de si lo dices en serio o no. ¿Veo veo? ¿Cómo en primaria?
—¿Tengo pinta de bromear sobre algo así?—repliqué—Yo me tomo los juegos de carretera muy en serio.
—Ya lo veo—se rio—Vale, empieza.
Al cabo de varias horas y de varios juegos, llegamos al hotel Congress Plaza de Chicago algo cansadas, pero por lo demás bien.
Mi nivel de energía se disparó enseguida: la agitación de la gran ciudad podía palparse y noté que la excitación me corría por las venas.
Al bajar del autobús inspiré hondo y sonreí; Santana me miró y me devolvió una sonrisa radiante.
—¿Estás preparada para esto?
—¿Bromeas? Esto es lo que he esperado toda la vida.
—Bueno, no podrías haber elegido mejor sitio para debutar. Me da la impresión de que te gustará Chicago.
—Creo que ya me gusta.
Todos charlaban animadamente unos con otros mientras subíamos los peldaños de la entrada del hotel.
Busqué a Santana, pero en algún momento la había perdido entre la gente y el trajín de maletas. Me supo mal no haber podido darle las buenas noches, pero me obligué a calmarme y a recordar que en el futuro próximo iba a verla a diario.
Tras coger la llave que me tendía el encargado de gestionar la gira, me dirigí a la habitación que sería mi casa durante las siguientes dos semanas.
No llevaba ni diez minutos en la habitación cuando llamaron a la puerta. Supuse que sería Rachel y corrí a abrirle ilusionada con mi nuevo hogar. Abrí la puerta de par en par con una sonrisa en la cara y me encontré con Santana.
—Espero no molestarte, pero no he podido darte las buenas noches, así que he pensado pasar a verte.
—Bueno, eso es muy dulce por tu parte—respondí y di un paso hacia ella, que seguía en el pasillo.
—También quería darte las gracias por la compañía durante el día de hoy. Has hecho que se me pase el tiempo volando.
—Eso son buenas noticias. Me preocupaba que siguieras disgustada por tu desastrosa actuación en el Twenty Questions.
—Si hubieras seguido las reglas—afirmó con vehemencia—, Habría arrasado en ese juego y lo sabes. Quiero una revancha en el futuro.
Fingí que rumiaba sobre esa posibilidad.
—Trato hecho.
—Mientras tanto, jovencita...—dijo Santana, que retrocedió y se alejó un poco de la puerta—Descansa mucho esta noche. Nos vemos mañana.
Asentí y la contemplé con su desordenada cola de caballo, los pantalones del pijama y la camiseta que había llevado en el autobús arrugada tras el largo día de viaje.
De alguna manera, pese a todo, se las arreglaba para estar adorable.
Tomé aire y contuve la acuciante necesidad de perseguirla pasillo abajo para robarle el beso de buenas noches que deseaba con toda mi alma.
En lugar de eso, me pasé la mano por el pelo y volví a la tarea poco placentera de sacar mi vida entera de la maleta.
Había llegado el día.
Aquella noche subiría al escenario por primera vez en Tabula rasa y ya notaba las típicas mariposas en el estómago.
Había quedado con Rachel y Sugar para desayunar antes de la prueba de sonido en el teatro.
En lo que respectaba a Santana, había decidido pasar página a partir de aquella misma mañana, sacarla de mi cabeza y centrarme en lo que más importaba en aquel momento: la noche de mi debut.
Llegué a The Little Red Hen a las diez de la mañana y me sorprendió comprobar que Rachel y Sugar ya habían cogido una mesa en la terraza del pintoresco café.
Por una vez, Rachel llegaba pronto.
Estaba claro que también estaba emocionada.
Las dos se estaban tomando un café y me sonrieron cuando llegué.
—Vaya, ¿se han caído de la cama?—ironicé—¿Puedo sacar una fotografía para inmortalizar este momento? No creo que vuelva a ver algo así—me senté y miré la carta.
Los ojos se me fueron a los cafés especiales.
Era una yonqui del café.
Normalmente me limitaba a la mezcla de la casa sin más, pero, en un día tan monumental, decidí darme un pequeño capricho y pedir el latte de canela.
—¿Preparadas para la gran noche?—me preguntó Sugar.
—Preparadas para cualquier cosa—contestó Rachel con aplomo—No podría estar más preparada e impaciente por empezar por fin. Además, Brittany es una Alexis estupenda y me va a encantar ver la cara que se le queda a Dani cuando el público se vuelva loco por ella.
—Eso sería un sueño—dije yo—Pero, ahora en serio, creo que los nervios de saber que vamos a debutar son casi peores que el hecho de salir a escena per se. Pasada la primera representación, será todo cuesta abajo. Si hoy pudiéramos saltarnos todo el día y que fuera ya por la noche, por mí perfecto.
Sugar me dio una palmadita en la mano.
—No tienen nada de qué preocuparse. Deberían haber visto a alguna que otra calamidad que metieron en el musical antes de que estuviera listo. ¡Verdaderas catástrofes! Ustedes dos son profesionales con experiencia y toda la compañía lo ha comentado.
Lo cierto es que oír aquello ayudaba.
—Bueno, señorita Rachel—empecé porque no pude resistirme a cambiar de tema sibilinamente—Ayer en el autobús me fijé en cierta conversación bastante prolongada que tuvo lugar entre usted y una actriz protagonista muy guapa. Ya estás contándonos.
Ella suspiró.
—Todavía no hay mucho que contar. Es la persona más atractiva que he visto jamás. Es divertida, amable y lista, lo cual, debo añadir, no es muy habitual en las personas atractivas.
—¿Pero?
—Pero mi sorprendente habilidad en el arte del flirteo no me ha ayudado demasiado en este caso. Parece inmune. ¿Es gayo, no?—le preguntó a Sugar.
—Como la que más—contestó—Pero no es del tipo de tía que se acuesta con una chica en la primera cita. Tiene clase. Tú relájate e intenta conocerle mejor. Ahí tienes mi brillante consejo—proclamó y le puso la mano sobre la cabeza a Rachel en un gesto teatral—¿Y qué hay de ti? Ayer, querida, te vi charlando con nuestra estrella residente. ¿Estamos hablando de comer las
proverbiales perdices?
—Yo no diría que vaya a haber perdices de momento, pero sí que me gusta. Parece muy buena persona y está claro que el hecho de que sea tan sexy no hace daño.
—Muy sexy—aportó Rachel.
—Además, no está interesada en nada demasiado serio, lo cual es lo mejor. No creo que sea sensato tener un lío serio cuando trabajas con esa persona.
—Eso es más fácil de decir que de hacer, cariño—dijo Sugar—Ten en cuenta que la mayoría de las relaciones en las giras son cortas, apasionadas y complicadas.
Después de la prueba de sonido decidí relajarme un rato en el teatro antes de la función.
Sabía que estaba demasiado nerviosa para lograr dormir en el hotel, así que me agencié un sofá de la zona común y me senté. Deseé con todas mis fuerzas tener una naranja para lanzar al aire, pero como no la tenía apoyé la cabeza en el respaldo y cerré los ojos.
Casi todo el mundo se había ido a cenar algo antes de la hora de convocatoria, así que tenía la sala prácticamente para mí sola, salvo por la presencia de unos cuantos chicos del equipo técnico que estaban preparando el escenario.
Hice los ejercicios de relajación que me habían enseñado en el conservatorio y noté que mi cuerpo respondía poco a poco. Con las palmas hacia arriba y los brazos a los lados, imaginé que todos los pensamientos y emociones negativas abandonaban mi cuerpo al exhalar profundamente y, al inspirar, imaginé que me llenaba solo de energía luminosa y positiva.
Una enorme sensación de calma empezó a invadirme, hice un esfuerzo por relajar todos y cada uno de los músculos, hasta el paladar, y dejé la mente en blanco.
Debí de estar así unos cuarenta y cinco minutos porque pronto empecé a oír retazos de conversaciones cuando la compañía fue pasando por la zona común de camino a los camerinos.
La gente fue muy amable y respetó mi espacio, lo cual agradecí.
No obstante, se acabó mi relajación cuando la ayudante de dirección de escena, Unique, anunció por el altavoz:
—Damas y caballeros, falta media hora para el inicio de la función. Treinta minutos para estar en vuestras posiciones, gracias.
Fui al camerino que compartía con otras tres chicas del musical.
Con cada teatro adonde fuéramos, la organización de los camerinos iría cambiando constantemente. Me habían dicho que a veces todas las chicas compartíamos vestuario, mientras que otras veces los teatros serían algo más lujosos y podríamos distribuirnos en varias salas.
Fuera cual fuera el teatro, eso sí, era un hecho aceptado que las estrellas del musical se quedaban los mejores camerinos y, a partir de ahí, se iba bajando. Por suerte yo no estaba terriblemente lejos de la cima y en el vestuario solo éramos cuatro, en comparación a las nueve que compartían sala al final del pasillo.
Fui al tocador con el espejo y noté calor en el pecho al ver que estaba cubierto de tarjetas y regalitos del equipo y los actores de la compañía para desearme un buen estreno. Rachel me había regalado un marco con varias particiones y en cada una había una foto de las dos en momentos diferentes de nuestro progreso en los ensayos.
Había dejado dos libres para «el futuro de nuestras sorprendentes aventuras juntas», según explicaba la tarjeta incluida.
Consciente de que no tenía tiempo para leer todas las tarjetas, me concentré en el espejo y empecé a maquillarme para el espectáculo. Alexis empezaba con un maquillaje básico para que la audiencia viera en ella a la típica chica normal y corriente durante el primer acto. El diseño del maquillaje del personaje iba haciéndose más extremo hasta bordear el exceso antes de que empezara el segundo acto, para ayudar a que el público la identificara como la mala de la historia.
Estaba terminando con la raya del ojo cuando Ryder llamó a la puerta con delicadeza y entró con un enorme jarrón de flores silvestres de aspecto exótico. Me dejaron sin aliento: había de color naranja, rojo y púrpura, todas originales y únicas. Me tomé un momento para contemplarlas, embelesada, antes de preguntarme quién diantres me las podría haber enviado.
—¿De quién son?—le pregunté a Ryder.
—Yo solo soy el mensajero—contestó alzando las manos en gesto de rendición—Pero creo que llevan una tarjeta.
—Ah, bueno. Gracias, Ryder.
—De nada. Que vaya bien la función esta noche.
—Eso espero.
Abrí la tarjeta.
Santana.
Sus palabras me hicieron sonreír y me di cuenta de que eran completamente ciertas.
Cuando estábamos juntas sobre el escenario, sentía que me apoyaba y al ser consciente de lo importante que era eso, cerré los ojos y me concentré en las palabras de la tarjeta una última vez antes de que la voz de Unique en el altavoz me devolviera a la realidad.
—Damas y caballeros, faltan quince minutos para que empiece la función. Quince minutos para estar en vuestras posiciones, gracias.
Seguí preparándome, me puse pinzas en el pelo y esperé pacientemente a que me colocaran la peluca. Luego el técnico de sonido me colocó el micro en su sitio, sin que se viera sobresalir de la melena caoba de Alexis. Me puse el primer vestuario: una falda de estilo colegiala muy elegante y una camiseta.
—Damas y caballeros, faltan cinco minutos para que empiece la función. Cinco minutos para estar en vuestras posiciones, gracias.
Vale, empezaba a sentir los efectos de la adrenalina. Había ido calentando la voz intermitentemente, pero decidí hacer unas cuantas escalas para soltar las cuerdas vocales de camino al escenario. Los compañeros me dieron apretones en el hombro, chocaron los cinco conmigo y hasta hubo algunos que me besaron en la mejilla para desearme suerte.
Los breves instantes que pasé entre bambalinas antes de que se subiera el telón me parecieron increíblemente caóticos. La mente me iba a toda velocidad, llena de todas las cosas que temía olvidar. Era como si el equipo se moviera a mí alrededor a cámara rápida y mis técnicas de relajación hubiesen dejado de funcionar.
Aproximadamente dos mil personas de público habían pagado mucho dinero para ver el musical y los oía a todos a través del telón.
Las funciones en Chicago ya tenían las entradas agotadas, los reventas estaban vendiendo asientos por el doble de su precio y yo solita podía estropearlo todo con mis propias manos. Nunca había tenido ningún ataque de pánico, pero ahora podría sufrir el primero.
Estaba a punto de darme media vuelta y volver a los camerinos cuando vi a Santana riéndose con Blaine junto a la mesa del director de escena.
En ese momento se volvió.
Aunque entre bastidores la luz era tenue, pude distinguir sus rasgos fácilmente. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sonrió con suavidad y me dedicó un gesto de cabeza tranquilizador.
Era lo que me hacía falta y el mundo volvió a moverse a su velocidad normal.
Le sostuve la mirada a Santana y mi mente también dejó de girar como loca. Asentí en gesto de agradecimiento silencioso y volqué mi atención por completo en el escenario.
—Damas y caballeros, en sus puestos, por favor. Posiciones para el primer acto.
Santana salió al escenario y se puso en posición para abrir el espectáculo.
Al cabo de unos momentos, Blaine dio la primera indicación del guion, la orquesta empezó a tocar el número de abertura y se abrió el telón.
De ese momento en adelante todo transcurrió como borroso. Mi primera escena y mi primer número con Santana fue, probablemente, lo más gratificante que había experimentado nunca.
Oír las risas del público y sus reacciones a nuestras frases te daba mucho subidón, algo que no pasaba en los ensayos. Me hizo querer darles más, pero me recordé que tenía que ajustarme a las directrices que me habían dado y no dejarme llevar.
Durante el resto del espectáculo me permití darlo todo.
Me entregué por completo a cada emoción que sentía Alexis, aunque no siempre estuviera de acuerdo con lo que hacía. Al parecer funcionó: el público respingaba en los momentos más impactantes y aplaudió cuando, al final, Evan triunfó sobre Alexis.
Antes de darme cuenta, el musical había terminado y era hora de que los actores salieran a saludar.
Los actores de relleno saludaron en grupos de seis y los actores con papeles
individuales salieron en parejas.
Los únicos que saludábamos individualmente éramos la doctora de Evan, yo, Quinn, y por supuesto Santana, que cerraba la noche.
Tras haber visto cerrarse el telón muchas veces desde el patio de butacas, sabía que una función se consideraba exitosa si el público se ponía de pie para recibir a Santana cuando salía al escenario.
Esperé entre bambalinas a que terminaran de saludar los actores de relleno y el reparto principal.
Cuando la actriz que hacía de médico de Evan salió, el público la vitoreó. Me aseguré de que no pasara mucho tiempo entre su saludo y el mío, tal como me había indicado Blaine, y salí con energía a la parte baja del escenario.
Me cogió por sorpresa la cantidad de gente que se estaba poniendo de pie mientras yo salía. Hice mi reverencia y sonreí cuando la ovación se extendió
hasta la primera fila. Fue un momento maravilloso, pero sabía que no podía regodearme demasiado rato y rápidamente me hice a un lado para dejar sitio a Quinn.
Después de su saludo, la orquesta empezó a tocar la melodía del regreso de Santana justo cuando esta apareció. La ovación en el teatro Cadillac alcanzó cotas de estrella de rock cuando Santana se inclinó para ellos.
Era como si no se cansaran de ella.
Yo también la aplaudí.
Luego toda la compañía saludamos juntos sobre el escenario como despedida y supe que aquel sería un día que nunca iba a olvidar.
Cuando bajó el telón tenía los ojos húmedos de lágrimas.
Lágrimas de emoción, de agotamiento, de alivio.
Volví al camerino y empecé la transformación que había de volver a convertirme en mí misma.
Las chicas estaban emocionadas con mi debut, pero pronto todo volvió a la rutina habitual. Habían hecho aquella función muchas veces y para ellas solo era una más. Sí que comentaron la reacción loca del público y esperaban que hubiera más noches así en Chicago.
Lo único que podía redondear más aquella experiencia sería compartirla con Santana.
Me había sentido acompañada por ella en todo momento sobre el escenario.
La busqué tras la bajada del telón, pero se había ido a su camerino muy deprisa. Mirando las flores que me había regalado, pensé en lo mucho que me recordaban a ella: preciosas, únicas y elegantes al mismo tiempo.
Kurt pasó por nuestro camerino para decirnos el nombre del restaurante donde íbamos a quedar todos. En ese momento me di cuenta de que me moría de hambre. No había cenado y a la hora del almuerzo solo me había comido una manzana.
Les dije a las demás que se adelantaran porque necesitaba un momento para desconectar.
Sentada en mi tocador, me puse a abrir las tarjetas que me habían dejado los compañeros. Al poco oí que abrían la puerta y miré a mi espalda a través del espejo. Santana estaba apoyada en el marco, con expresión pensativa.
El pelo largo le enmarcaba el rostro en forma de delicados mechones ondulados tras haber estado cogidos con horquillas bajo la peluca del espectáculo.
Me gustaba mucho cómo le quedaba nada más quitársela.
La observé en el reflejo.
—Espero que esa cara no sea por cómo me ha salido la actuación esta noche.
Se rio, pero solo un momento.
—No, claro que no. Has estado increíble. Estoy impresionada. Me has maravillado y eso que era tu primera actuación.
—Gracias—le dije—Estaba súper nerviosa, pero después de oír los aplausos y las risas, creo que no me voy a acostumbrar en la vida.
—Espero que no, Brittany. No me gustaría verte perder la ilusión por actuar, tu inocencia en este negocio. Es algo caro de ver, contagioso y debo decir que maravilloso. Hay muchos actores que van a trabajar cada día y luego vuelven a casa sin recordar por qué se embarcaron en esta aventura. Recuerda las sensaciones de esta noche y recupéralas siempre que lo necesites.
Me levanté y la miré de frente.
—Las recordaré. Gracias.
Nos observamos unos instantes y entonces levantó la mano y me acarició suavemente el labio inferior con el dedo índice. Me miró a los ojos, inclinó la cabeza y se me acercó muy despacio hasta atrapar mis labios entre los suyos.
Yo había pensado en besar a Santana unas cien veces desde aquella noche en la calle y no me podía creer que por fin estuviera ocurriendo.
Al principio me besó con suavidad, pero yo no pude evitarlo e hice el beso más profundo. Fue subiendo las manos poco a poco hasta que me las metió en el pelo y yo ahogué un respingo cuando me metió la lengua en la boca y empezó a explorar. Yo tenía las manos apoyadas en su cintura y la atraje hacia mí con fuerza.
Todo mi cuerpo empezaba a responder a sus caricias, pero en algún lugar recóndito de mi mente registré que se oían pasos fuera y que cada vez sonaban más cerca.
Santana también debió de oírlos porque nos apartamos la una de la otra a la vez y ramos hacia la puerta.
Ryder llamó dos veces antes de asomar la cabeza dentro.
—Ajá, aquí están.
—¿Qué pasa, Ryder?—pregunté haciendo de tripas corazón para sonar natural y respirar acompasadamente.
«Aquí no estaba enrollándose nadie.»
—Todavía queda mucha gente en la salida del escenario y no sabíamos si queríais salir a firmarles unos autógrafos o si les decimos que ya se han ido.
Miré a Santana a ver qué respondía. Al fin y al cabo eran sus fans. La esperaban a ella.
—¿Todavía están ahí? Guau. Diles que ahora salimos, Ryder. Gracias.
Ryder asintió y salió del camerino. Yo me volví hacia Santana y suspiré.
Menudo día.
Ella me sonrió con simpatía y me dio un abrazo y un beso en el cuello en el mismo gesto. Me encantaba el olor de su champú y lo único que quería era
respirarla entera. Pero en lugar de eso la solté a regañadientes.
—Venga, vamos. Hay unos fans devotos esperando que pueden ponerse violentos en cualquier momento. Vamos a salir ahí fuera.
Ella cogió la bolsa que había dejado junto a la puerta.
—Suena bien.
— ¿Vas a venir luego a mi cena? —le pregunté.
Nada más decirlo quise tragarme las palabras.
No quería que se sintiera obligada.
—Si estás demasiado cansada no te preocupes, tampoco es que...
Me hizo callar con un beso antes de responder.
—Calla, anda. Claro que iré.
Me regaló una sonrisa radiante antes de salir del camerino.
¿Podía mejorar algo más el día?
Cuando salí por la puerta del escenario, me sorprendió ver que había al menos unas treinta personas esperando.
Chicago parecía muy entusiasta.
Santana estaba recorriendo la tila, firmando carteles y haciéndose fotos. Decidí dejarle unos metros de espacio hasta que terminase, pero no había dado ni dos pasos cuando me plantaron un rotulador en las narices.
—Brittany, ¿me firmas la camiseta?—preguntó una adolescente esperanzada.
Me quedé atónita de que supiera mi nombre.
—Claro que sí —repuse, y escribí mi nombre en la camiseta de Tabula rasa que la chica había comprado en el mostrador de souvenirs.
—Nos ha encantado la función, ¡has estado fantástica!
—Oh, muchas gracias. Me alegro de que lo hayáis pasado bien —contesté.
Seguí firmando porque se me acercó más gente. Por el rabillo del ojo, no perdía de vista a Santana y vi cómo se tomaba un momento para conversar con cada persona y les agradecía de corazón todas las felicitaciones.
Algunos fans hasta le pidieron que firmara recuerdos de sus tiempos de Instituto Highland, una serie que ella intentaba que se olvidara de una vez, pero fue amable y les dio el gusto. Incluso habló un rato con ellos de su época en la serie.
Entonces se dio cuenta de que la miraba y me guiñó un ojo de manera fugaz antes de volverse hacia un joven que llevaba una cámara. Me daba cuenta de que tenía mucho que aprender de ella y me propuse prestarle más atención en el futuro.
Como si necesitara alguna excusa para ello.
Al cabo de diez minutos, tras firmar el último cartel, Santana se despidió de todos con la mano y volvió conmigo.
—¿Y ahora quién es la superestrella?—me preguntó al acercarse.
—Ha sido una locura. Se me hace muy raro que haya gente que quiera que le firme cosas—meneé la cabeza—Yo no soy nadie.
—No, definitivamente eres alguien—me rodeó la cintura con el brazo mientras caminábamos—Y será mejor que vayas acostumbrándote. Esto no es más que el principio.
—No me imagino que esto vaya a ser mí día a día, pero compro.
Más que eso.
Pero era mi último día de ensayos y no pensaba rendirme.
Estaban pasando demasiadas cosas.
Me tomé un multivitamínico y me vestí.
A partir del día siguiente estaría ya por mi cuenta y riesgo y la perspectiva me llenaba de inseguridad.
Me asaltaban un millar de dudas.
¿Y si no estaba preparada?
¿Y si subía al escenario y me olvidaba por completo de los ensayos de las últimas dos semanas?
Hice una lista mental de las cosas que quería repasar con Sue ese día.
El programa estaba compuesto de ensayos personalizados de última hora con los capitanes de baile y los directores de escena, seguidos del gran ensayo general para Rachel y para mí.
Los últimos dos días habíamos estado ensayando en el teatro porque, ahora que ya me sabía mis frases, las canciones, las coreografías y las rutinas fuera del escenario, necesitaba practicar en el escenario real, con el atrezo real.
Algunos de los decorados estaban motorizados y otras piezas caían desde las pasarelas sobre el escenario. Por esta razón, si un actor no estaba atento, podía llegar a hacerse mucho daño.
Había que recordar tantas cosas que me sentía abrumada.
Esperé a Rachel en el vestíbulo del hotel para que fuéramos juntas al teatro. Ya me estaba acostumbrando a que siempre llegara tarde. Cierto, era parte de su encanto, pero no me parecía bien llegar tarde al trabajo y eso era lo que iba a pasar.
Estaba a punto de renunciar a esperarla cuando la vi esprintando desde el ascensor.
—Llego tarde, ya lo sé. No digas nada. Asiente y así sabré que me perdonas y que dejarás de fruncir el ceño del enfado.
Asentí.
—Vámonos antes de que nos echen del musical sin haber debutado siquiera.
—Sí, señora—respondió ella con un saludo burlón.
Caminamos más deprisa que de costumbre para llegar a tiempo.
Yo estaba esforzándome mucho por centrarme en el debut que teníamos entre manos y no pensar en la noche anterior, pero Rachel tenía otras ideas.
—Bueno, ¿y qué pasó exactamente anoche con Santana? Se fueron de repente. Digamos que hubo muchas cejas levantadas.
Yo no quería ahondar mucho en el tema porque podía ser que Santana no quisiera que nuestra conversación estuviera en boca de todos, pero al mismo tiempo estaría bien poder hablarlo con alguien.
—Bueno, para empezar resulta que es lesbiana.
—Eso he oído. Los demás me lo contaron un rato después de que se marcharan anoche.
Estupendo.
No quería ni imaginar lo que debía de comentarse de nosotras.
—Yo creía que eso te alegraría—continuó Rachel—, Pero pareces bastante indiferente al respecto. ¿Por qué?
—Porque me dejó muy claro que no está buscando una relación, pero tampoco lo descartó por completo. A mí me sonó a que no quiere mezclar el trabajo con su vida privada. Puede que ya se haya quemado en el pasado.
—Dani—dijo Rachel sin más.
—¿Qué?
—Dani es su ex. Al parecer tuvieron una relación muy volátil mientras trabajaron juntas en otra obra y afectó a toda la compañía. Era una situación complicada y, cuando Santana terminó con ella, se desató un infierno. Dani se volvió loca de ira y estuvo a punto de perder su trabajo. Blaine era el director de escena en aquel espectáculo y dice que era difícil estar cerca de
ellas en aquella época. Ahora son amigas, pero no les resultó fácil volver a serlo según me han dicho. Seguramente le ha dejado cicatriz a Santana y no quiere volver a pasar por lo mismo.
—Guau, de acuerdo.
Santana no le había dado detalles específicos, pero al menos saber aquello me ayudaba a hacerme una idea de la experiencia que había tenido. Tenía ganas de que lo habláramos y de poder explicarle que nuestra situación no tenía por qué ser igual a la que había vivido con Dani.
Para empezar, yo no era una bruja psicótica como parecía serlo ella.
El ensayo con Sue y Mike se me pasó volando.
Cuando terminamos estaba más segura de mí misma y me apetecía mucho hacer el ensayo de debut.
Los tres trajes que tenía que ponerme durante el musical habían llegado de la modista que me los había adaptado y se me antojaba surrealista ponérmelos junto con la peluca de Alexis personalizada, que era de color caoba y un poco más corta que mi propio pelo.
En pie en el vestuario de las chicas, al mirarme en el espejo caracterizada como Alexis, se me llenaron los ojos de lágrimas. No me reconocía y, por primera vez, me sentí cien por cien conectada a mi personaje.
Estaba lista.
Había nervios, sí, pero lo que notaba era entusiasmo, no miedo.
Llegó el resto del reparto y se pusieron su vestuario y sus pelucas para el ensayo. Íbamos a hacer un pase de principio a fin y la idea era no parar a no ser que algo saliera drásticamente mal.
Dani iba a volver a su rol de actriz de reparto en los números colectivos ahora que yo ya podía sustituirla como Alexis. Aquel día la noté especialmente fría, lo cual podía deberse a que le había quitado un papel que deseaba desesperadamente o, quizás, a que había visto lo que había pasado entre Santana y yo la noche anterior.
No sabría decir cuál era el motivo.
Ni hablé ni vi a Santana antes de que empezara el ensayo, pero la vi cantar su balada de abertura entre bambalinas y al oírla se me puso la piel de gallina.
Tenía la voz más hermosa que había oído nunca y no me parecía que fuera a acostumbrarme en la vida, por muchas veces que la oyera cantar.
Por fin llegó mi turno de salir a escena con el resto de los actores para la coreografía grupal rápida. Era muy estimulante bailar con todo el mundo a mi lado al fin, en lugar de estar sola con Rachel en los ensayos.
Era muy guay ver que todo cobraba forma y que yo era parte de ello.
En mi primera escena con Santana me puse muy nerviosa. La respetaba tanto como actriz que no quería hacer el ridículo o fastidiar la escena.
Durante la primera mitad de la obra Alexis era la compañera inseparable de Evan, su mejor amiga y confidente. Era importante que tuviéramos buena química, pero a los tres minutos de la escena ya estaba más pendiente de la logística de la representación, las entradas y salidas, los pies que daban los focos y mi posición en cada momento.
Fue Santana al cogerme del brazo y la risa sincera de su personaje en respuesta a una de mis frases más divertidas lo que me recordó que se suponía que tenía que sentir además de quedarme en mi marca.
Cuando me di cuenta de que estaba intentando deliberadamente que yo entrara en la escena, todos los pequeños detalles pasaron a un segundo plano e hice que lo principal fuera la relación entre nuestros dos personajes.
Sin embargo, había mucho que recordar y cometí varios errores en momentos clave.
Uno de los más graves fue perder de vista la cruz según la cual tenía que salir de en medio mientras cambiaban de decorado, pero Santana enseguida me cogió de la mano y me guio a mi posición correcta sobre el escenario.
Podría haber dejado que se hiciera el desastre, que se retrasara todo el cambio de decorado y que luego me echaran la bronca en la evaluación.
Había trabajado con muchos actores que habían optado por eso porque su mentalidad era de que o nadas o te ahogas, pero en lugar de dejarme a mi suerte, Santana acudió en mi ayuda.
Durante lo que sería el intermedio, me cambié de vestuario y de peinado para reflejar que había pasado el tiempo en la historia. Cogí una botella de agua y, como tenía unos minutos antes de que empezara el segundo acto, decidí pasar por el camerino de Santana.
Tenía la impresión de que había hecho un esfuerzo extra para facilitarme las
cosas en el escenario y quería que supiera que lo había notado.
La puerta estaba abierta, así que asomé la cabeza. Santana estaba sentada en el tocador mientras la encargada de las pelucas le daba unos retoques finales al pelo de Evan en el segundo acto.
Quinn estaba sentada en el sofá y se reía de algo que había dicho. Santana también sonreía.
—Toc, toc—anuncié en voz queda porque no quería interrumpir.
—Vaya, vaya—dijo Quinn—Pero si es la próxima promesa de Broadway. Lo estás haciendo muy bien, Britt. De verdad, estoy muy impresionada.
—Gracias—respondí.
—Ahora que ya tienes pillado hacer de niña buena, me muero de ganas de ver cómo haces de zorra en el segundo acto.
Me reí.
Tenía razón: mi personaje enseñaba su verdadera cara en la segunda mitad del espectáculo y eso me daba la oportunidad de hacer el papel opuesto. Por esa razón el personaje de Alexis era muy divertido de representar porque iba de un extremo a otro.
Le presté atención a Santana, que no había dicho nada desde que había entrado.
—Quería darte las gracias, Santana, por darlo todo ahí fuera—le dije—Has hecho más de lo que debías para asegurarte de que la escena me salía bien y sin ti habría sido muy diferente.
Dejó de mirarse en el espejo y posó los ojos en mí en el reflejo con expresión cálida.
—No ha sido nada—dijo sin darle importancia—Además, parece que no se te da nada mal esto de actuar después de todo.
—Será mejor que vaya a prepararme.
—Nos vemos ahí fuera.
Mi intención había sido salir apresuradamente, pero la sonrisa de Santana en el reflejo me inmovilizó un segundo más de lo que había previsto.
—Claro. Ya me voy.
Si ya antes me corría la adrenalina por las venas, ahora se me desbordaba.
Tuve que resistir el impulso de volver al escenario dando saltos.
Definitivamente, la vida estaba llena de posibilidades.
El trayecto en autobús de Detroit a Chicago duraba cinco horas.
Todos estaban bastante callados ya que había sido una semana agotadora.
Cuando llevábamos una hora de camino, empecé a sentirme inquieta. Busqué a Rachel y la encontré en la parte trasera del autobús charlando con Quinn.
No quise interrumpir aquel momento tan esperado.
Entonces vi que Santana estaba sentada sola en la parte de delante. Miraba por la ventanilla y veía el mundo pasar. Me pregunté en qué estaría pensando y deseé tener el valor de preguntárselo.
No habíamos hablado demasiado desde la noche que nos paramos en la calle, salvo por nuestra breve conversación en el teatro.
No sabía en qué punto estábamos.
Casi como si me leyera la mente, giró la cabeza y me dedicó una de aquellas
sonrisas capaces de acabar con una guerra. Noté que me quedaba sin respiración. Santana inclinó la cabeza y enarcó las cejas para invitarme a ir a sentarme a su lado y yo no tuve que pensármelo dos veces.
—Bueno, ¿está libre este asiento?—pregunté al llegar al asiento vacío que había junto al suyo.
—Lo estaba reservando para una joven promesa en alza de la actuación, pero supongo que tú servirás.
—Está bien—reí mientras me sentaba—Empezaba a darle demasiadas vueltas a la cabeza ahí detrás. Mirar por la ventana durante horas tiene ese efecto. ¿Tú qué haces para pasar el tiempo?
—Bueno, soy una persona muy aficionada a hacer listas, así que eso siempre es una opción. También aprovecho para ordenar mis pensamientos y organizar un poco mi vida porque durante la semana, con las representaciones, es difícil de hacer. Me relajo, reflexiono sobre mis actuaciones, le mando emails a los amigos, a la familia y, por supuesto, a mi agente. Además, pienso en mis cosas y en lo que pasa en mi vida.
—Guau. Menuda lista.
—Sí, supongo que sí.
—Y, de todo eso, ¿qué es lo que estabas haciendo ahora?
—Mmm. Aunque es un poco personal, si quieres saberlo, estaba pensando en ti con el primer vestuario de Alexis en el primer acto.
Se me quedó la boca seca.
—¿En serio?
Ella asintió despacio.
— ¿Y cuál es el veredicto?
Curvó los labios en lo que me pareció una sonrisa azorada.
—Digamos que te llevas las cuatro estrellas.
Me eché a reír y le di un golpecito en el hombro con el mío.
—Gracias.
Se tapó la cara con la mano y meneó ligeramente la cabeza.
—No me puedo creer que te haya dicho eso.
— ¿Por qué? Me gustaría saber más.
—Normalmente no soy tan... directa. Supongo que sacas esa parte de mí.
Le cogí la mano.
—Eso no es malo, ¿sabes?
—Tú espera a conocerme un poco más. A lo mejor cambias de opinión.
—Lo dudo. ¿Quieres jugar a veo veo?
—Depende de si lo dices en serio o no. ¿Veo veo? ¿Cómo en primaria?
—¿Tengo pinta de bromear sobre algo así?—repliqué—Yo me tomo los juegos de carretera muy en serio.
—Ya lo veo—se rio—Vale, empieza.
Al cabo de varias horas y de varios juegos, llegamos al hotel Congress Plaza de Chicago algo cansadas, pero por lo demás bien.
Mi nivel de energía se disparó enseguida: la agitación de la gran ciudad podía palparse y noté que la excitación me corría por las venas.
Al bajar del autobús inspiré hondo y sonreí; Santana me miró y me devolvió una sonrisa radiante.
—¿Estás preparada para esto?
—¿Bromeas? Esto es lo que he esperado toda la vida.
—Bueno, no podrías haber elegido mejor sitio para debutar. Me da la impresión de que te gustará Chicago.
—Creo que ya me gusta.
Todos charlaban animadamente unos con otros mientras subíamos los peldaños de la entrada del hotel.
Busqué a Santana, pero en algún momento la había perdido entre la gente y el trajín de maletas. Me supo mal no haber podido darle las buenas noches, pero me obligué a calmarme y a recordar que en el futuro próximo iba a verla a diario.
Tras coger la llave que me tendía el encargado de gestionar la gira, me dirigí a la habitación que sería mi casa durante las siguientes dos semanas.
No llevaba ni diez minutos en la habitación cuando llamaron a la puerta. Supuse que sería Rachel y corrí a abrirle ilusionada con mi nuevo hogar. Abrí la puerta de par en par con una sonrisa en la cara y me encontré con Santana.
—Espero no molestarte, pero no he podido darte las buenas noches, así que he pensado pasar a verte.
—Bueno, eso es muy dulce por tu parte—respondí y di un paso hacia ella, que seguía en el pasillo.
—También quería darte las gracias por la compañía durante el día de hoy. Has hecho que se me pase el tiempo volando.
—Eso son buenas noticias. Me preocupaba que siguieras disgustada por tu desastrosa actuación en el Twenty Questions.
—Si hubieras seguido las reglas—afirmó con vehemencia—, Habría arrasado en ese juego y lo sabes. Quiero una revancha en el futuro.
Fingí que rumiaba sobre esa posibilidad.
—Trato hecho.
—Mientras tanto, jovencita...—dijo Santana, que retrocedió y se alejó un poco de la puerta—Descansa mucho esta noche. Nos vemos mañana.
Asentí y la contemplé con su desordenada cola de caballo, los pantalones del pijama y la camiseta que había llevado en el autobús arrugada tras el largo día de viaje.
De alguna manera, pese a todo, se las arreglaba para estar adorable.
Tomé aire y contuve la acuciante necesidad de perseguirla pasillo abajo para robarle el beso de buenas noches que deseaba con toda mi alma.
En lugar de eso, me pasé la mano por el pelo y volví a la tarea poco placentera de sacar mi vida entera de la maleta.
Había llegado el día.
Aquella noche subiría al escenario por primera vez en Tabula rasa y ya notaba las típicas mariposas en el estómago.
Había quedado con Rachel y Sugar para desayunar antes de la prueba de sonido en el teatro.
En lo que respectaba a Santana, había decidido pasar página a partir de aquella misma mañana, sacarla de mi cabeza y centrarme en lo que más importaba en aquel momento: la noche de mi debut.
Llegué a The Little Red Hen a las diez de la mañana y me sorprendió comprobar que Rachel y Sugar ya habían cogido una mesa en la terraza del pintoresco café.
Por una vez, Rachel llegaba pronto.
Estaba claro que también estaba emocionada.
Las dos se estaban tomando un café y me sonrieron cuando llegué.
—Vaya, ¿se han caído de la cama?—ironicé—¿Puedo sacar una fotografía para inmortalizar este momento? No creo que vuelva a ver algo así—me senté y miré la carta.
Los ojos se me fueron a los cafés especiales.
Era una yonqui del café.
Normalmente me limitaba a la mezcla de la casa sin más, pero, en un día tan monumental, decidí darme un pequeño capricho y pedir el latte de canela.
—¿Preparadas para la gran noche?—me preguntó Sugar.
—Preparadas para cualquier cosa—contestó Rachel con aplomo—No podría estar más preparada e impaciente por empezar por fin. Además, Brittany es una Alexis estupenda y me va a encantar ver la cara que se le queda a Dani cuando el público se vuelva loco por ella.
—Eso sería un sueño—dije yo—Pero, ahora en serio, creo que los nervios de saber que vamos a debutar son casi peores que el hecho de salir a escena per se. Pasada la primera representación, será todo cuesta abajo. Si hoy pudiéramos saltarnos todo el día y que fuera ya por la noche, por mí perfecto.
Sugar me dio una palmadita en la mano.
—No tienen nada de qué preocuparse. Deberían haber visto a alguna que otra calamidad que metieron en el musical antes de que estuviera listo. ¡Verdaderas catástrofes! Ustedes dos son profesionales con experiencia y toda la compañía lo ha comentado.
Lo cierto es que oír aquello ayudaba.
—Bueno, señorita Rachel—empecé porque no pude resistirme a cambiar de tema sibilinamente—Ayer en el autobús me fijé en cierta conversación bastante prolongada que tuvo lugar entre usted y una actriz protagonista muy guapa. Ya estás contándonos.
Ella suspiró.
—Todavía no hay mucho que contar. Es la persona más atractiva que he visto jamás. Es divertida, amable y lista, lo cual, debo añadir, no es muy habitual en las personas atractivas.
—¿Pero?
—Pero mi sorprendente habilidad en el arte del flirteo no me ha ayudado demasiado en este caso. Parece inmune. ¿Es gayo, no?—le preguntó a Sugar.
—Como la que más—contestó—Pero no es del tipo de tía que se acuesta con una chica en la primera cita. Tiene clase. Tú relájate e intenta conocerle mejor. Ahí tienes mi brillante consejo—proclamó y le puso la mano sobre la cabeza a Rachel en un gesto teatral—¿Y qué hay de ti? Ayer, querida, te vi charlando con nuestra estrella residente. ¿Estamos hablando de comer las
proverbiales perdices?
—Yo no diría que vaya a haber perdices de momento, pero sí que me gusta. Parece muy buena persona y está claro que el hecho de que sea tan sexy no hace daño.
—Muy sexy—aportó Rachel.
—Además, no está interesada en nada demasiado serio, lo cual es lo mejor. No creo que sea sensato tener un lío serio cuando trabajas con esa persona.
—Eso es más fácil de decir que de hacer, cariño—dijo Sugar—Ten en cuenta que la mayoría de las relaciones en las giras son cortas, apasionadas y complicadas.
Después de la prueba de sonido decidí relajarme un rato en el teatro antes de la función.
Sabía que estaba demasiado nerviosa para lograr dormir en el hotel, así que me agencié un sofá de la zona común y me senté. Deseé con todas mis fuerzas tener una naranja para lanzar al aire, pero como no la tenía apoyé la cabeza en el respaldo y cerré los ojos.
Casi todo el mundo se había ido a cenar algo antes de la hora de convocatoria, así que tenía la sala prácticamente para mí sola, salvo por la presencia de unos cuantos chicos del equipo técnico que estaban preparando el escenario.
Hice los ejercicios de relajación que me habían enseñado en el conservatorio y noté que mi cuerpo respondía poco a poco. Con las palmas hacia arriba y los brazos a los lados, imaginé que todos los pensamientos y emociones negativas abandonaban mi cuerpo al exhalar profundamente y, al inspirar, imaginé que me llenaba solo de energía luminosa y positiva.
Una enorme sensación de calma empezó a invadirme, hice un esfuerzo por relajar todos y cada uno de los músculos, hasta el paladar, y dejé la mente en blanco.
Debí de estar así unos cuarenta y cinco minutos porque pronto empecé a oír retazos de conversaciones cuando la compañía fue pasando por la zona común de camino a los camerinos.
La gente fue muy amable y respetó mi espacio, lo cual agradecí.
No obstante, se acabó mi relajación cuando la ayudante de dirección de escena, Unique, anunció por el altavoz:
—Damas y caballeros, falta media hora para el inicio de la función. Treinta minutos para estar en vuestras posiciones, gracias.
Fui al camerino que compartía con otras tres chicas del musical.
Con cada teatro adonde fuéramos, la organización de los camerinos iría cambiando constantemente. Me habían dicho que a veces todas las chicas compartíamos vestuario, mientras que otras veces los teatros serían algo más lujosos y podríamos distribuirnos en varias salas.
Fuera cual fuera el teatro, eso sí, era un hecho aceptado que las estrellas del musical se quedaban los mejores camerinos y, a partir de ahí, se iba bajando. Por suerte yo no estaba terriblemente lejos de la cima y en el vestuario solo éramos cuatro, en comparación a las nueve que compartían sala al final del pasillo.
Fui al tocador con el espejo y noté calor en el pecho al ver que estaba cubierto de tarjetas y regalitos del equipo y los actores de la compañía para desearme un buen estreno. Rachel me había regalado un marco con varias particiones y en cada una había una foto de las dos en momentos diferentes de nuestro progreso en los ensayos.
Había dejado dos libres para «el futuro de nuestras sorprendentes aventuras juntas», según explicaba la tarjeta incluida.
Consciente de que no tenía tiempo para leer todas las tarjetas, me concentré en el espejo y empecé a maquillarme para el espectáculo. Alexis empezaba con un maquillaje básico para que la audiencia viera en ella a la típica chica normal y corriente durante el primer acto. El diseño del maquillaje del personaje iba haciéndose más extremo hasta bordear el exceso antes de que empezara el segundo acto, para ayudar a que el público la identificara como la mala de la historia.
Estaba terminando con la raya del ojo cuando Ryder llamó a la puerta con delicadeza y entró con un enorme jarrón de flores silvestres de aspecto exótico. Me dejaron sin aliento: había de color naranja, rojo y púrpura, todas originales y únicas. Me tomé un momento para contemplarlas, embelesada, antes de preguntarme quién diantres me las podría haber enviado.
—¿De quién son?—le pregunté a Ryder.
—Yo solo soy el mensajero—contestó alzando las manos en gesto de rendición—Pero creo que llevan una tarjeta.
—Ah, bueno. Gracias, Ryder.
—De nada. Que vaya bien la función esta noche.
—Eso espero.
Abrí la tarjeta.
Brittany:
Mucha mierda. Esta es tu noche. Que sepas que estaré detrás de ti al 100% siempre.
-S.
Mucha mierda. Esta es tu noche. Que sepas que estaré detrás de ti al 100% siempre.
-S.
Santana.
Sus palabras me hicieron sonreír y me di cuenta de que eran completamente ciertas.
Cuando estábamos juntas sobre el escenario, sentía que me apoyaba y al ser consciente de lo importante que era eso, cerré los ojos y me concentré en las palabras de la tarjeta una última vez antes de que la voz de Unique en el altavoz me devolviera a la realidad.
—Damas y caballeros, faltan quince minutos para que empiece la función. Quince minutos para estar en vuestras posiciones, gracias.
Seguí preparándome, me puse pinzas en el pelo y esperé pacientemente a que me colocaran la peluca. Luego el técnico de sonido me colocó el micro en su sitio, sin que se viera sobresalir de la melena caoba de Alexis. Me puse el primer vestuario: una falda de estilo colegiala muy elegante y una camiseta.
—Damas y caballeros, faltan cinco minutos para que empiece la función. Cinco minutos para estar en vuestras posiciones, gracias.
Vale, empezaba a sentir los efectos de la adrenalina. Había ido calentando la voz intermitentemente, pero decidí hacer unas cuantas escalas para soltar las cuerdas vocales de camino al escenario. Los compañeros me dieron apretones en el hombro, chocaron los cinco conmigo y hasta hubo algunos que me besaron en la mejilla para desearme suerte.
Los breves instantes que pasé entre bambalinas antes de que se subiera el telón me parecieron increíblemente caóticos. La mente me iba a toda velocidad, llena de todas las cosas que temía olvidar. Era como si el equipo se moviera a mí alrededor a cámara rápida y mis técnicas de relajación hubiesen dejado de funcionar.
Aproximadamente dos mil personas de público habían pagado mucho dinero para ver el musical y los oía a todos a través del telón.
Las funciones en Chicago ya tenían las entradas agotadas, los reventas estaban vendiendo asientos por el doble de su precio y yo solita podía estropearlo todo con mis propias manos. Nunca había tenido ningún ataque de pánico, pero ahora podría sufrir el primero.
Estaba a punto de darme media vuelta y volver a los camerinos cuando vi a Santana riéndose con Blaine junto a la mesa del director de escena.
En ese momento se volvió.
Aunque entre bastidores la luz era tenue, pude distinguir sus rasgos fácilmente. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sonrió con suavidad y me dedicó un gesto de cabeza tranquilizador.
Era lo que me hacía falta y el mundo volvió a moverse a su velocidad normal.
Le sostuve la mirada a Santana y mi mente también dejó de girar como loca. Asentí en gesto de agradecimiento silencioso y volqué mi atención por completo en el escenario.
—Damas y caballeros, en sus puestos, por favor. Posiciones para el primer acto.
Santana salió al escenario y se puso en posición para abrir el espectáculo.
Al cabo de unos momentos, Blaine dio la primera indicación del guion, la orquesta empezó a tocar el número de abertura y se abrió el telón.
De ese momento en adelante todo transcurrió como borroso. Mi primera escena y mi primer número con Santana fue, probablemente, lo más gratificante que había experimentado nunca.
Oír las risas del público y sus reacciones a nuestras frases te daba mucho subidón, algo que no pasaba en los ensayos. Me hizo querer darles más, pero me recordé que tenía que ajustarme a las directrices que me habían dado y no dejarme llevar.
Durante el resto del espectáculo me permití darlo todo.
Me entregué por completo a cada emoción que sentía Alexis, aunque no siempre estuviera de acuerdo con lo que hacía. Al parecer funcionó: el público respingaba en los momentos más impactantes y aplaudió cuando, al final, Evan triunfó sobre Alexis.
Antes de darme cuenta, el musical había terminado y era hora de que los actores salieran a saludar.
Los actores de relleno saludaron en grupos de seis y los actores con papeles
individuales salieron en parejas.
Los únicos que saludábamos individualmente éramos la doctora de Evan, yo, Quinn, y por supuesto Santana, que cerraba la noche.
Tras haber visto cerrarse el telón muchas veces desde el patio de butacas, sabía que una función se consideraba exitosa si el público se ponía de pie para recibir a Santana cuando salía al escenario.
Esperé entre bambalinas a que terminaran de saludar los actores de relleno y el reparto principal.
Cuando la actriz que hacía de médico de Evan salió, el público la vitoreó. Me aseguré de que no pasara mucho tiempo entre su saludo y el mío, tal como me había indicado Blaine, y salí con energía a la parte baja del escenario.
Me cogió por sorpresa la cantidad de gente que se estaba poniendo de pie mientras yo salía. Hice mi reverencia y sonreí cuando la ovación se extendió
hasta la primera fila. Fue un momento maravilloso, pero sabía que no podía regodearme demasiado rato y rápidamente me hice a un lado para dejar sitio a Quinn.
Después de su saludo, la orquesta empezó a tocar la melodía del regreso de Santana justo cuando esta apareció. La ovación en el teatro Cadillac alcanzó cotas de estrella de rock cuando Santana se inclinó para ellos.
Era como si no se cansaran de ella.
Yo también la aplaudí.
Luego toda la compañía saludamos juntos sobre el escenario como despedida y supe que aquel sería un día que nunca iba a olvidar.
Cuando bajó el telón tenía los ojos húmedos de lágrimas.
Lágrimas de emoción, de agotamiento, de alivio.
Volví al camerino y empecé la transformación que había de volver a convertirme en mí misma.
Las chicas estaban emocionadas con mi debut, pero pronto todo volvió a la rutina habitual. Habían hecho aquella función muchas veces y para ellas solo era una más. Sí que comentaron la reacción loca del público y esperaban que hubiera más noches así en Chicago.
Lo único que podía redondear más aquella experiencia sería compartirla con Santana.
Me había sentido acompañada por ella en todo momento sobre el escenario.
La busqué tras la bajada del telón, pero se había ido a su camerino muy deprisa. Mirando las flores que me había regalado, pensé en lo mucho que me recordaban a ella: preciosas, únicas y elegantes al mismo tiempo.
Kurt pasó por nuestro camerino para decirnos el nombre del restaurante donde íbamos a quedar todos. En ese momento me di cuenta de que me moría de hambre. No había cenado y a la hora del almuerzo solo me había comido una manzana.
Les dije a las demás que se adelantaran porque necesitaba un momento para desconectar.
Sentada en mi tocador, me puse a abrir las tarjetas que me habían dejado los compañeros. Al poco oí que abrían la puerta y miré a mi espalda a través del espejo. Santana estaba apoyada en el marco, con expresión pensativa.
El pelo largo le enmarcaba el rostro en forma de delicados mechones ondulados tras haber estado cogidos con horquillas bajo la peluca del espectáculo.
Me gustaba mucho cómo le quedaba nada más quitársela.
La observé en el reflejo.
—Espero que esa cara no sea por cómo me ha salido la actuación esta noche.
Se rio, pero solo un momento.
—No, claro que no. Has estado increíble. Estoy impresionada. Me has maravillado y eso que era tu primera actuación.
—Gracias—le dije—Estaba súper nerviosa, pero después de oír los aplausos y las risas, creo que no me voy a acostumbrar en la vida.
—Espero que no, Brittany. No me gustaría verte perder la ilusión por actuar, tu inocencia en este negocio. Es algo caro de ver, contagioso y debo decir que maravilloso. Hay muchos actores que van a trabajar cada día y luego vuelven a casa sin recordar por qué se embarcaron en esta aventura. Recuerda las sensaciones de esta noche y recupéralas siempre que lo necesites.
Me levanté y la miré de frente.
—Las recordaré. Gracias.
Nos observamos unos instantes y entonces levantó la mano y me acarició suavemente el labio inferior con el dedo índice. Me miró a los ojos, inclinó la cabeza y se me acercó muy despacio hasta atrapar mis labios entre los suyos.
Yo había pensado en besar a Santana unas cien veces desde aquella noche en la calle y no me podía creer que por fin estuviera ocurriendo.
Al principio me besó con suavidad, pero yo no pude evitarlo e hice el beso más profundo. Fue subiendo las manos poco a poco hasta que me las metió en el pelo y yo ahogué un respingo cuando me metió la lengua en la boca y empezó a explorar. Yo tenía las manos apoyadas en su cintura y la atraje hacia mí con fuerza.
Todo mi cuerpo empezaba a responder a sus caricias, pero en algún lugar recóndito de mi mente registré que se oían pasos fuera y que cada vez sonaban más cerca.
Santana también debió de oírlos porque nos apartamos la una de la otra a la vez y ramos hacia la puerta.
Ryder llamó dos veces antes de asomar la cabeza dentro.
—Ajá, aquí están.
—¿Qué pasa, Ryder?—pregunté haciendo de tripas corazón para sonar natural y respirar acompasadamente.
«Aquí no estaba enrollándose nadie.»
—Todavía queda mucha gente en la salida del escenario y no sabíamos si queríais salir a firmarles unos autógrafos o si les decimos que ya se han ido.
Miré a Santana a ver qué respondía. Al fin y al cabo eran sus fans. La esperaban a ella.
—¿Todavía están ahí? Guau. Diles que ahora salimos, Ryder. Gracias.
Ryder asintió y salió del camerino. Yo me volví hacia Santana y suspiré.
Menudo día.
Ella me sonrió con simpatía y me dio un abrazo y un beso en el cuello en el mismo gesto. Me encantaba el olor de su champú y lo único que quería era
respirarla entera. Pero en lugar de eso la solté a regañadientes.
—Venga, vamos. Hay unos fans devotos esperando que pueden ponerse violentos en cualquier momento. Vamos a salir ahí fuera.
Ella cogió la bolsa que había dejado junto a la puerta.
—Suena bien.
— ¿Vas a venir luego a mi cena? —le pregunté.
Nada más decirlo quise tragarme las palabras.
No quería que se sintiera obligada.
—Si estás demasiado cansada no te preocupes, tampoco es que...
Me hizo callar con un beso antes de responder.
—Calla, anda. Claro que iré.
Me regaló una sonrisa radiante antes de salir del camerino.
¿Podía mejorar algo más el día?
Cuando salí por la puerta del escenario, me sorprendió ver que había al menos unas treinta personas esperando.
Chicago parecía muy entusiasta.
Santana estaba recorriendo la tila, firmando carteles y haciéndose fotos. Decidí dejarle unos metros de espacio hasta que terminase, pero no había dado ni dos pasos cuando me plantaron un rotulador en las narices.
—Brittany, ¿me firmas la camiseta?—preguntó una adolescente esperanzada.
Me quedé atónita de que supiera mi nombre.
—Claro que sí —repuse, y escribí mi nombre en la camiseta de Tabula rasa que la chica había comprado en el mostrador de souvenirs.
—Nos ha encantado la función, ¡has estado fantástica!
—Oh, muchas gracias. Me alegro de que lo hayáis pasado bien —contesté.
Seguí firmando porque se me acercó más gente. Por el rabillo del ojo, no perdía de vista a Santana y vi cómo se tomaba un momento para conversar con cada persona y les agradecía de corazón todas las felicitaciones.
Algunos fans hasta le pidieron que firmara recuerdos de sus tiempos de Instituto Highland, una serie que ella intentaba que se olvidara de una vez, pero fue amable y les dio el gusto. Incluso habló un rato con ellos de su época en la serie.
Entonces se dio cuenta de que la miraba y me guiñó un ojo de manera fugaz antes de volverse hacia un joven que llevaba una cámara. Me daba cuenta de que tenía mucho que aprender de ella y me propuse prestarle más atención en el futuro.
Como si necesitara alguna excusa para ello.
Al cabo de diez minutos, tras firmar el último cartel, Santana se despidió de todos con la mano y volvió conmigo.
—¿Y ahora quién es la superestrella?—me preguntó al acercarse.
—Ha sido una locura. Se me hace muy raro que haya gente que quiera que le firme cosas—meneé la cabeza—Yo no soy nadie.
—No, definitivamente eres alguien—me rodeó la cintura con el brazo mientras caminábamos—Y será mejor que vayas acostumbrándote. Esto no es más que el principio.
—No me imagino que esto vaya a ser mí día a día, pero compro.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Hola morra....
No te salude antes por que esraba con el.cumple de mi bebe...
Esto se esta poniendo cada vez mejor...
Bueno chicago salio bien para britt y su debut!!!
Cada vez mas serca san y britt.... aunque no quieran jajaja
Nos vemos!!!
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Esto se esta poniendo cada vez mejor...
Bueno chicago salio bien para britt y su debut!!!
Cada vez mas serca san y britt.... aunque no quieran jajaja
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3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:Hola morra....
No te salude antes por que esraba con el.cumple de mi bebe...
Esto se esta poniendo cada vez mejor...
Bueno chicago salio bien para britt y su debut!!!
Cada vez mas serca san y britt.... aunque no quieran jajaja
Nos vemos!!!
Hola lu, aaa osea día importante, no¿? jajajajaajaj. O no¿? jaja pienso igual ajajajaj. Si, esperemos y siga igual, no¿? Sii!!!! jajajaaj esk se pertenecen y aun no lo saben jajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Cap 3 Parte II
Capitulo 3 - Parte II
Era cerca de la medianoche y yo tenía un hambre que me moría.
Caminamos juntas siguiendo las indicaciones que me había dado Kurt para
llegar al restaurante. Estaba a unas cuantas manzanas, de manera que pudimos tener unos minutos a solas antes de reunirnos con los demás.
Paseamos en silencio, disfrutando de la noche y de lo nuevo que estaba creciendo entre nosotras. La llevaba cogida de la mano con delicadeza, pero
cuando nos aproximamos al restaurante ella se soltó deliberadamente.
—Creo que lo mejor será que esto se quede entre nosotras. ¿Te parece bien?
—Me parece bien. Lo que necesites.
Pestañeó y esbozó una sonrisa.
—Eres fantástica, ¿lo sabías?
—No lo sabía, pero una niña de quince años me lo acaba de decir a la salida, así que debe de ser verdad.
Se rio y me dio un codazo juguetón.
— ¿Entramos?
—Entramos.
Dentro del restaurante encontramos a nuestro grupo. En el centro del comedor había dos mesas largas decoradas con sombreros mexicanos y confeti y varias jarras de margarita.
La compañía aplaudió cuando nos vio aparecer y Santana hizo un gesto teatral para anunciar mi llegada. Yo la seguí hacia la mesa.
—Y aquí está nuestra segunda invitada de honor—anunció Quinn—Damas y caballeros, uniéndose al reparto esta noche, la adorable Brittany Pierce. ¡Enhorabuena por un gran espectáculo, pequeña! Hemos decidido que nos quedamos contigo.
Me eché a reír y le di un abrazo de oso.
Luego me condujeron al lugar que me habían pre-asignado, en el centro de la mesa, junto a Rachel. Le di un beso en la mejilla y me senté. Santana se
sentó al otro lado de la mesa, unas sillas más allá.
Rachel y yo no habíamos tenido ocasión de hablar después de la función, pero era evidente que estaba de buen humor. Cogió su copa y me pasó la mía; entonces levantó la suya y me propuso un brindis privado.
—Por un millón de funciones como esta y por mi nueva amiga.
—Y por la mía —respondí y brindé con ella.
Cuando por fin pude comer algo, noté que me volvía la energía y me hice una nota mental de comer siempre alguna cosa antes de un espectáculo.
Observé la mesa y me alegré de ver que todo el mundo se lo estaba pasando bien, se reía e intercambiaba chistes.
Las margaritas ayudaban, claro.
Santana bebía Coca-Cola light y estaba enfrascada en una divertida discusión con Blaine y Dani, riéndose a carcajadas.
Era infantil e injustificado, pero verla reírse con Dani me provocó una punzada de celos. No me gustó sentirme así, pero tampoco podía negarlo.
Me juré en aquel preciso momento que no iba a ser ese tipo de persona, pero por otro lado también me había jurado apartar a Santana de mis pensamientos y luego me había enrollado con ella esa misma tarde.
Por decirlo de alguna manera, mi historial podría haber sido mejor.
Cerca de las dos de la mañana, cuando había acabado de cenar, me dije que era hora de irme a la cama.
Me levanté y les di las gracias a todos por la fiesta.
Tras intercambiar unos cuantos abrazos, Rachel y yo nos dirigimos a la puerta. Yo titubeé porque no sabía si esperar a Santana o no.
¿Cuál era el protocolo?
Parecía muy a gusto donde estaba, así que por lo menos agité la mano en gesto de despedida. Ella asintió sin decir nada, me sonrió y yo le devolví la sonrisa.
Teníamos todo el tiempo del mundo para conocernos mejor, me dije.
La mañana del miércoles llegó y me costó horrores levantarme de la cama.
Todas las emociones de la víspera habían hecho mella en mi cuerpo. Por suerte, no tenía que estar en ninguna parte hasta la hora de convocatoria de la noche en el teatro.
Quería explorar Chicago, quizá ir al Museo de Historia Natural o al Muelle de la Armada.
Terminé de secarme el pelo y me lo dejé suelto. Con la pila de folletos que había cogido de la recepción, me senté en el escritorio y empecé a estudiarlos, pero en ese momento llamaron débilmente a la puerta.
Al abrirla me intrigó la imagen que me encontré: un brazo estirado sin dueño que me ofrecía un vaso de café caliente para llevar. Reí y acepté el café; entonces me asomé por la puerta y encontré a una sonriente Santana con cara de sentirse muy orgullosa de sí misma.
—Buenos días, dormilona. ¿Puedo pasar?
—Claro que sí, gracias—dije señalando el vaso de café.
No había mejor manera de empezar el día que con una mujer preciosa que te trae café.
—También traigo muffins—anunció, y me dio un beso rápido al entrar en la habitación—Pero desayuna deprisa. Tenemos que ir a muchos sitios.
—¿Ah, sí?—comenté levantando una ceja.
—Oh, sí. He pensado que podríamos bajar al muelle y coger un crucero. He reservado plaza, pero puedo cancelarlo si no te apetece. Se me ocurrió que podíamos visitar la ciudad.
Me arrimé un poco a ella.
—No, suena perfecto. Y tú también estás perfecta.
Y lo estaba.
Con sus pantalones cortos tejanos y una camiseta negra de tirantes, se la veía relajada e increíblemente sexy. Le rodeé la cintura con los brazos y la besé debajo de la oreja.
—O podríamos quedarnos aquí—dijo con voz queda.
—Eso también estaría bien.
Santana me hizo despegar los labios de su cuello y los atrapó con los suyos. El beso empezó despacio, pero pronto fue calentándose y de repente sentí que me inflamaba por dentro.
Subí las manos por los costados y, envalentonada, le rocé los pechos. Ella dio un respingo y rompió el beso un segundo.
—Joder. ¿Cómo puedes tener este efecto en mí?—musitó, y me volvió a besar.
—Esto podría volverse peligroso —-jadeé.
—Creo que esto va más allá de la química en el escenario.
— ¿Tú crees? —logré decir sin dejar de besarla.
Santana me empujó sobre la cama y yo estuve encantada de dejarme. Cuando noté el peso de su cuerpo sobre el mío creí que la cabeza me iba a
estallar. Me metió el muslo entre las piernas y me oí gemir contra sus labios.
Fue como si el sonido la hiciera despertar y se apartó de mí lentamente, me miró y suspiró.
—Por mucho que no quiera, Brittany, creo que deberíamos parar. Lo digo ahora porque, como pase un minuto más, no creo que pueda.
Yo asentí, reticente, y le di un beso en la barbilla.
—No es que no quiera comerte entera aquí y ahora, pero ni siquiera hemos tenido una cita todavía y, aunque no te lo creas, dado mi comportamiento reciente—me recorrió la mandíbula con la yema del dedo—, Soy una chica de las de antes.
—Lo eres, ¿no?
—Sí, lo soy. Y si voy a cortejarte con mi dinero y mi popularidad, será mejor que vayamos saliendo. Nuestro yate espera.
—¿Has alquilado un yate entero?
—Bueno, no, pero dos asientos de plástico muy chulos en uno sí.
—Me vale —reí.
El muelle hervía de actividad, lleno de todo tipo de gente.
Sin duda el buen tiempo había ayudado: hacía sol y la temperatura era de unos veintiún grados.
Era difícil imaginar un día más agradable, me dije mientras contemplaba el agua.
Paseamos por el largo muelle mirando los escaparates de las boutiques que lo jalonaban.
Solo reconocieron a Santana un puñado de veces y ella accedió a hacerse fotos y firmar autógrafos a sus admiradores. Yo me aseguré de tener las manos quietas mientras estábamos en público.
Entendía la situación en la que se encontraba Santana: era una actriz famosa con una carrera en la que pensar, y yo no quería hacer nada que la
perjudicara.
Cuando me lo proponía sabía comportarme.
—Oh, mira, tenemos que hacernos uno de esos—exclamó Santana señalando un puesto de tatuajes temporales. Me arrastró hasta él—He querido hacerme un tatuaje desde los dieciséis años, pero son un coñazo de tapar para vestuario.
—Siempre puedes hacerte alguno en un sitio discreto, ya sabes.
—Lo sé, y lo he pensado, pero me preocupa arrepentirme. Son tan... permanentes. No puedes echarte para atrás, ¿sabes? Ojalá tuviera el valor
de hacerlo. ¿Tú llevas algún tatuaje?—me cortó antes de que contestara—Espera, no me lo digas. Hay cosas que prefiero descubrir por mí misma.
Abrí los ojos desmesuradamente y ella me sonrió sin compasión acariciándome el brazo con los dedos, arriba y abajo.
—Venga, vamos a ver qué tienen—propuso.
Empezamos a seleccionar un tatuaje del álbum de diseños del puesto. Santana enseguida se fijó en uno del logo de Superman.
—Si no fuera actriz, me gustaría ser un superhéroe—dijo en tono serio—¿Crees que están bien pagados?
—Si son buenos, claro. Pero no puedes pasarte el día volando contra las paredes. Tendrías que currártelo para aprender.
Asintió.
—Cierto. Lo pondré en mi lista de tareas pendientes. Mientras tanto me voy a poner esta monada—señaló el logo de Superman al artista del aerógrafo y yo me senté a esperar mientras se lo grababa en la parte delantera de la cadera derecha.
Cuando terminó de hacérselo, tuve que admitir que le quedaba muy sexy. Iba a durarle una semana.
—Espero que esta cosa venga con poderes incorporados. Te toca. ¿Qué vas a hacerte?
Orgullosa le mostré el pequeño trébol que había elegido.
—Hablando de poderes, no subestimes a los irlandeses.
—Touchée.
Intenté no reírme mientras me aplicaban el dibujo con el aerógrafo también en la cadera, pero en la izquierda, aunque lo cierto es que hacía muchas cosquillas.
Santana observó mi nuevo adorno con ojo crítico.
—Es muy sexy. Tendrías que considerar hacerte uno de verdad.
—Bueno, nunca se sabe. Quizá algún día.
Llegamos a la pasarela justo a tiempo de embarcar en el Orgullo de Chicago antes de que el yate iniciara el crucero turístico de dos horas.
Encontramos una mesita para dos muy pintoresca en la parte trasera de cubierta y rechazamos educadamente el champán de cortesía que nos ofrecían.
En su lugar pedimos zumo de uva blanca con gas. Alcé mi copa y miré a Santana, que me devolvió la mirada con curiosidad y una sonrisa en los labios.
—Por un día precioso y una compañía todavía más preciosa. No se me ocurre ningún otro sitio donde preferiría estar.
Me sostuvo la mirada.
—Amén a eso.
Entrechocamos las copas y di un sorbo de zumo mientras contemplaba el agua. La vista del cielo azul y del agua que lamía la quilla del barco con suavidad resultaban muy relajantes.
Me sentía cómoda con Santana, y al mismo tiempo salir con ella era muy emocionante.
Era una cita.
No tenía ni idea de adónde iba aquello, pero empezaba a darme cuenta de que quizá me interesaba más de lo que había pensado. Eso me preocupaba un poco y me prometí que no me dejaría llevar.
—Bueno, cuéntame algo más de ti, Britt—pidió Santana, cuya voz me sacó de mi ensimismamiento de golpe—Sé que te has graduado hace poco en Cincinnati, ¿pero de dónde eres?
—De Boston. Pasé la mayor parte de mi niñez allí con mi familia.
— ¿Tienes hermanos o hermanas?
—No, soy hija única y mimada. Tengo la suerte de que me llevo bien con mis padres y ellos, cosa rara en estos días, todavía están casados. Ellos fueron los primeros en introducirme en el teatro cuando tenía cinco años y Starlight Express llegó a la ciudad. Mi papá compró entradas y nos sentamos en la cuarta fila.
— ¿Y entonces?
—Bueno me picó el gusanillo allí mismo. Estaba vendida. Supe lo que quería hacer el resto de mi vida. Ellos se pusieron nerviosos cuando les dije que quería probar fortuna con la actuación, pero también me apoyaron mucho. Estaba bien saber que tenía un lugar seguro a donde volver si las cosas se torcían en una audición y, cuando iban bien, siempre estaban ahí para celebrarlo conmigo. Son buenas personas, mis modelos a seguir, incluso.
—Tienes suerte. Así es como debe ser.
Sin embargo, su postura envarada y la mirada distante en sus ojos me llevaron a pensar que le había tocado un tema sensible. Al recordar nuestra
conversación sobre la difícil relación que Santana tenía con sus padres, me mordí la lengua internamente.
Menuda metedura de pata.
—Siento que no fuera igual para ti. ¿Te importa que te pregunte cómo empezaste en esto?
Ella se encogió de hombros, pero se le notaba que estaba dolida.
—Mi mamá me llevó a mi primera audición para un anuncio de cereales a los cinco años. Un tío le había dado su tarjeta en el súper y le había dicho que con mi cara podía ganar dinero. Ella no quiso perder la oportunidad de ganar unos dólares—negó con la cabeza como si la idea todavía la desconcertara—Conseguí el trabajo y la vida ya no volvió a ser igual. Cada día, después del colegio, me llevaban a un casting diferente. Si conseguía el papel, raras veces se emocionaban: sencillamente había hecho mi trabajo. Si no lo conseguía, siempre tenían una lista de mis defectos: no era lo bastante guapa, no era lo bastante divertida, no tenía suficiente talento. En
mi casa también se daba mucho lo de no hablarme. Si no estaba trabajando, era como si no existiera. El mensaje estaba claro—se encogió de hombros—Crecer sintiendo que había defraudado a todo el mundo no fue la infancia más cálida posible.
Le cubrí la mano con la mía. Se diría que estaba conteniendo las lágrimas, pero no estaba segura.
—A lo mejor no siempre lo parecía, pero estoy segura de que tus padres te querían, San.
Ella me miró a los ojos.
—Bueno, al menos lo cree una de las dos.
Entonces pareció sacudirse de encima el peso de la conversación y se animó visiblemente.
—Estos temas son demasiado serios. ¿Sabes de lo que prefiero hablar? Del rumor insidioso de que en la intimidad eres una yonqui de los realities en televisión. Dime que no es así, por favor.
—Eso sería negar uno de los mejores placeres culpables que se han inventado y, sencillamente, no puedo... no quiero hacerlo.
Me observó con detenimiento y entornó los ojos divertida.
—Eres mona cuando te pones cabezota.
—Es que yo soy muy cabezota.
Santana se echó a reír y se acabó el zumo de uva con un gesto de cabeza hacia atrás. Era el glamour personificado y no parecía darse cuenta.
Iba a ser una tarde genial.
Oí mi señal de entrada desde las bambalinas, pero me di cuenta de que me quedaban varios segundos para terminar de cambiarme de vestuario.
Mi segunda función no estaba yendo tan bien como la primera.
En mi tercera escena le había dado un sonoro golpe al micro que llevaba puesto mientras gesticulaba. Luego tropecé con una pieza del escenario perfectamente marcada porque, de repente, parecía haberme vuelto torpe.
Y ahora llegaba tarde en el cambio.
Pese a los botones que quedaban abiertos, a la espalda de mi vestido, corrí al escenario y llegué por lo menos diez segundos tarde a mi frase. Por suerte, Quinn había estado lo bastante alerta como para improvisar un poco y darme tiempo a entrar.
Al volverme hacia Santana, me fijé en el brillo de diversión en su mirada. Claramente se había dado cuenta de que llevaba el vestido desabrochado.
Hice todo lo que pude para que el público no me viera la espalda y por fortuna escapé de la escena indemne, pero había sido perturbador.
Tenía que afrontar los hechos: no había estado centrada.
Tenía la cabeza en la tarde que había pasado con Santana y me había dejado la concentración en casa.
Mi mente estaba de vuelta en el crucero contemplando sus cautivadores ojos. Por culpa de aquello me había permitido estar distraída y no podía volver a pasar.
Estaba furiosa conmigo misma por no concentrarme en el trabajo. Aquello era lo que había temido que pasara y el motivo por el cual me había dicho a mí misma, antes de incorporarme a la gira, que tenía que dedicarme por entero al trabajo.
El resto de cosas no eran más que distracciones.
Cuando terminó la representación, volví a mi camerino como un vendaval y empecé el ritual de convertirme en Brittany, pronto actriz en paro.
No pasaron ni diez minutos antes de que Blaine llamara a la puerta y se acercara a mi tocador. La mirada que le eché debió de traicionarme.
—Ah, venga. No ha ido tan mal. Sí, has tenido un par de problemas con las entradas y las salidas, pero tu actuación ha estado por encima de eso.
—No me vendas la moto, Blaine. Ha sido un desastre. Lo sabes tú y lo sé yo—estaba a punto de echarme a llorar y no me importaba que él lo viera— Ahora, por favor, dame mis notas para que pueda ir a suicidarme—concluí y apoyé la cabeza teatralmente encima del tocador.
—Tómatelo con calma. Todavía tienes algunas cosas que aprender. ¿Tanto te extraña? ¿Creías que ibas a convertirte en una profesional de la noche a
la mañana?
—Sí —respondí sumisa sin levantar la cabeza de la mesa.
—Vamos a ver si te puedo ayudar en algo.
Me senté derecha y durante quince minutos escuché a Blaine comentar sus notas sobre cómo podía mejorar tanto encima como fuera del escenario. Me aseguré de apuntar todo lo que me decía y me propuse estudiármelo aquella noche hasta que no cupiera duda de que lo tenía aprendido.
Al pasar por la sala común de salida del teatro, vi a Santana charlando con Rachel y con Quinn. Cuando vio que me acercaba, se disculpó con ellas y vino hacia mí. Su expresión se llenó de simpatía al ver la cara que traía yo.
—Hola.
—Ey.
—Pareces un poco triste.
—Podría decirse así.
—Si te hace sentir mejor, mi primera semana en el musical fue diez veces peor. Una vez me olvidé de la letra de la canción final y tarareé toda la segunda estrofa.
—Gracias por decírmelo.
Intentaba ser educada, pero quería salir de ahí.
No me apetecía hablar.
Estaba enfadada conmigo misma y necesitaba estar sola.
—Te digo lo que vamos a hacer. Vente a mi habitación un rato y podemos tumbarnos en la cama y ver una peli. Así olvidamos esta noche.
—Esta noche no puedo. En otra ocasión—di un paso atrás—Nos vemos.
—Britt, espera un segundo.
—Mira, déjame en paz, ¿vale? No quiero hablar de ello. No sé cómo puedo decírtelo más claro.
Me di cuenta de que mis palabras habían sonado mucho más duras de lo que pretendía.
Santana parecía sorprendida por mi arrebato, pero no me quedé a esperar a que me respondiera, sino que me adentré en el frío aire de la noche.
Firmé unos cuantos carteles a la salida y me esforcé por mostrarme alegre para los amables fans que habían esperado a que saliera el reparto.
Luego emprendí el regreso al hotel, a solas con mis pensamientos.
A veces me ponía de mal humor: no era una faceta de mí de la que me sintiera especialmente orgullosa, pero había veces en la vida en que necesitaba espacio, sencillamente.
Y, cuando me sentía fracasada, era una de aquellas ocasiones.
No había caminado ni dos manzanas cuando me asaltaron los remordimientos por mi reacción.
No debería haber pagado mi frustración con Santana y lo sabía.
La culpaba a ella por ser mi distracción, pero no era culpa suya.
Había querido pasar tiempo con ella.
Todavía quería.
Agaché la cabeza cuando fui plenamente consciente de lo idiota que había sido.
Al día siguiente me disculparía.
Con suerte Santana tendría debilidad por las personas que se humillaban a sus pies.
Al llegar a mi habitación me fui directa a la ducha soltando la ropa que me quitaba por el camino.
Puse el agua lo más caliente que pude soportar y repasé mentalmente todo lo que había pasado aquel día mientras estaba debajo del chorro.
Había caído en picado: de maravilloso a desastroso.
Vi claro que gestionar lo mucho que me excitaba Santana en combinación con el trabajo en el musical no me iba a resultar tan sencillo como había previsto. Necesitaba ser más responsable mentalmente y prepararme bien para el trabajo, con Santana o sin ella.
Me puse unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes y me senté en la cama a leer las pautas que me habían dado. Repasé el musical escena a
escena.
Siempre había sido un poco friki con los deberes.
Básicamente, los hacía siempre.
Después de leer las notas una vez, las leí una segunda vez y luego me hice un esquema detallado de mi parte del guion y una lista de las cosas en las que tenía que trabajar antes de salir a escena cada noche.
Me froté la nuca, que me dolía insistentemente desde hacía un rato, y miré el reloj.
Era la 1:38 de la mañana; aunque sabía que lo mejor que podía hacer era intentar dormir un poco, no podía dejar de pensar en cómo había dejado las cosas con Santana a la salida del teatro.
No me había portado bien con ella.
Me tumbé en la cama y miré al techo.
¿Estaría todavía levantada?
Y, si lo estaba, ¿me dirigiría la palabra?
Lancé una naranja al aire y reflexioné sobre ello.
Decidí arriesgarme, si bien nada más poner un pie en el pasillo de camino a su habitación ya empecé a temerme que fuera una mala idea.
A lo mejor se mostraba más comprensiva si no le fastidiaba una noche de sueño que necesitaba más que a mí, solo para que yo me sintiera menos culpable hasta la mañana siguiente.
Sin embargo, también tenía que asumirlo: aquella no era la única razón de mi paseo de madrugada.
También quería verla, así de simple.
Permanecí un instante ante su puerta antes de, finalmente, llamar con suavidad. Oí movimiento en el interior e inspiré hondo cuando la puerta empezó a abrirse.
Y ahí estaba.
Llevaba el pelo recogido en una coleta, pantalones cortos y una camiseta de los Yankees.
Estaba adorable.
Me estudió unos segundos apoyada en la puerta como si no supiera qué decir. Antes de que dijera nada, alcé las manos en gesto de rendición.
—Si tuviera una bandera blanca, la agitaría.
—No necesitas ninguna bandera blanca—repuso ella en voz queda.
—Aun así, perdona por hablarte como lo hice en el teatro. No debería haberlo hecho. Solo quería decírtelo antes de irme a la cama. También siento haberte despertado, si lo he hecho. No quería esperar a mañana. Ya me voy... Buenas noches... eso—sin saber muy bien qué hacer y sintiéndome como una soberana idiota, di media vuelta, pero su voz me detuvo en seco.
—Soy un ave nocturna, no me has despertado—me cogió por la camiseta y tiró de mí con delicadeza para hacerme entrar—Ven, vamos a hablar.
Entré en su habitación y volví a fijarme en las comodidades que tenía con respecto a la mía.
—Una cafetera—comenté señalándola sobre el mostrador al pasar—Yo tengo que bajar al vestíbulo si quiero café.
—Ser cabeza de cartel tiene sus ventajas.
—Sí las tiene.
Santana se sentó en la cama y me tiró del brazo para que me sentara a su lado. La habitación estaba en penumbra va que la única luz que había provenía de la pequeña lamparita del escritorio, y yo deseé poder leer su rostro más claramente.
Por lo que podía ver, estaba seria.
Una sensación incómoda me atenazó la boca del estómago. Ella tomó aire antes de hablar.
—Brittany, necesito que sepas que puedes hablar conmigo. Somos amigas. ¿Qué es lo que pasa?
Inspiré hondo; no estaba segura de por dónde empezar.
—Esta noche no tenía la cabeza en lo que tenía que estar. Hice una actuación terrible porque me permití estar pensando en otras cosas. Y en el camerino reaccioné como lo hice porque supongo que en parte te culpaba por ser esa distracción. Es retorcido y estúpido y lo siento. No es culpa tuya.
De repente me sentía muy tímida. Su respuesta fue inclinarse hacia mí y, muy despacio, rozarme los labios con suyos. Luego se apartó un par de centímetros para mirarme a los ojos.
—Gracias. Y, por si te sirve de algo, lo entiendo Es la razón principal por la que lo nuestro no debería volverse demasiado serio. Nos gustamos. Vamos a dejar que fluya pero sin que nos liemos en algo de lo que no podamos salir.
Asentí en muestra de acuerdo, a sabiendas de que era mejor que podíamos hacer.
El tono de Santana se alegró considerablemente.
— ¿Quieres ver una peli conmigo un rato?
Seguí su mirada hasta la televisión y al reproductor DVD que tenía conectado.
—Estoy viendo Speed. No es para los débiles de corazón.
— ¿Speed? ¿La de Keanu Reeves en un autobús?
—Sí. ¿Te sorprende?
—La verdad es que sí. No me parecías una tan de las películas de acción.
—Eso lo único que demuestra es que todavía hay muchas cosas que no sabes de mí. Te guardo un montón de sorpresas.
—Eso estoy viendo.
Nos acurrucamos en la cama y nos pusimos a ver la película. Santana me rodeó la cintura con el brazo y me apoyó la cabeza en el hombro. Ya me sentía mejor y me gustaba abrazarla y sentirla cerca.
Intenté concentrarme en Keanu Reeves y su autobús fuera de control con todas mis fuerzas pero a los quince minutos va me resultaba cada vez más difícil porque Santana había sacado la mano de mi cintura me la había apoyado sobre el muslo desnudo, justo por debajo del dobladillo de los pantalones cortos.
No estaba segura de si se daba cuenta del efecto que me provocaba.
Decidí fingir que no le daba importancia y me centré en la televisión en lugar de en el tacto de su mano cálida sobre mi piel.
Sin embargo, cuando empezó a acariciarme en círculos con el pulgar, la tarea se hizo considerablemente más ardua.
Como respuesta, le acaricié el pelo distraídamente a la altura de la nuca. Ella tomó aire ligeramente al notar el contacto, pero ninguna de las dos dijo nada y seguí fingiendo que le prestaba atención a la película.
Santana sacó la mano de mi muslo y la subió al estómago, me levantó un poco la camiseta y me pasó las uñas arriba y abajo sobre el abdomen. Cerré los ojos un segundo y reprimí una reacción demasiado notoria.
No estaba segura de lo que pasaba entre nosotras o qué planes tenía para aquella noche, así que dudaba a la hora de tomarme libertades, pero también me daba cuenta de que ella no estaba dejándome demasiadas opciones.
Al cabo de dos minutos ya no podía asegurar que fuera a ser capaz de controlar mis actos.
Seguía sin apartar los ojos de la pantalla, pero deje de acariciarle la nuca y le deslicé la mano bajo la camiseta para acariciarle la parte baja de la espalda. Arrimándola más a mí, le metí los dedos por la costurilla de los pantalones y, al oírla gemir, ya no pude resistirme y la miré.
Ella levantó la cabeza y me miró, a su vez, con los ojos oscurecidos y entrecerrados. Durante unos segundos, nos sostuvimos la mirada y entonces Santana apagó la película con el mando a distancia y nos lanzamos la una sobre la otra.
Santana me cogió el rostro entre las manos y me besó en la boca al tiempo que se me ponía encima. El peso de su cuerpo me arrancó un gemido desde el fondo de la garganta.
Entrelazamos las piernas y tuve la impresión de que la sensación me haría prenderme fuego por combustión espontánea. Le metí la lengua en la boca y me recibió un gemido quedo. Deslicé las manos por debajo de la camiseta para tocarle toda la espalda y me alegré de descubrir que no llevaba sujetador. Entonces le acaricié el contorno de los pechos a tientas.
Santana abrió los ojos de largas pestañas y se incorporó sobre los antebrazos.
—Dios. Britt.
Levanté la mirada hacia ella.
— ¿Estás bien?
Sonrió y me besó con suavidad.
—Es solo... es muy intenso.
— ¿Y eso es bueno?
Me mordisqueó la barbilla.
—SÍ diría que es bueno —su voz se tornó en susurro—Pero está el pequeño detalle de la ropa.
Me encantaba cuando susurraba.
Se sentó a horcajadas sobre mis caderas y me hizo incorporarme hasta que estuvimos cara a cara. Poco a poco me quitó la camiseta por la cabeza y se sentó hacia atrás, para contemplarme desnuda por primera vez.
Al principio no hizo ni dijo nada, me sentí bastante vulnerable, pero al final levantó la vista de mis pechos v me miró a los ojos con expresión reverente.
—Tienes un cuerpo impresionante. Eres preciosa.
Procedió a quitarme el resto de la ropa, prenda a prenda.
Despacio.
Metódicamente.
Era una tortura y era maravilloso y excitante al mismo tiempo.
Aunque quería equilibrar el grado de desnudez, me venció la necesidad de tocarla y le hundí ambas manos en el pelo para besarla, ya no lenta, sino hambrienta y apasionadamente.
La maldita camiseta me molestaba, pero se la quité en un momento.
Enseguida le acaricié los pechos, primero uno y después el otro. Ella contuvo la respiración cuando empecé a rozarle el pezón en círculos con el pulgar.
Noté como sus caderas se movían automáticamente contra mi muslo y lo consideré una buena señal. Entonces capturé su pezón en mi boca, moviendo en círculos la lengua sobre él.
—Me estás volviendo loca, Britt —jadeó.
Me agarró de las caderas y se frotó contra mí con más fuerza. Yo ya no puede esperar más: me deslicé sobre la cama y, apoyada sobre el antebrazo, alargué la otra mano hacia los pantalones de Santana, que arqueó las caderas para recibirme.
La humedad caliente que me encontré en el interior era tan apetecible que no pude contenerme y le bajé los pantalones por la delicada curva de las caderas para tener mejor acceso.
Me acomodé entre sus piernas y Santana me besó al tiempo que me balanceaba sobre ella.
Se adaptó a mi ritmo sin dificultad hasta que apartó la boca con la respiración desbocada.
—Por favor...—fue lo único que logró decir.
Notaba que estaba cerca y, aunque yo también estaba a punto de explotar, me concentré en lo que más deseaba.
Metí la mano entre nuestros cuerpos y le froté el clítoris en círculos con el pulgar al tiempo que la penetraba con dos dedos. Santana echó la cabeza hacia atrás como respuesta y se le escapó un gemido de entre los labios.
La sensación de estar dentro de su cuerpo era casi como un sueño. Igualé el ritmo que había establecido ella y lo aumenté. Cuando noté que estaba al límite, levanté la cabeza y contemplé cómo se arqueaba todo su cuerpo y el placer la inundaba.
Al principio gritó y enseguida, con los labios entreabiertos, me abrazó con fuerza mientras las últimas oleadas del orgasmo la recorrían en silencio. En aquellos momentos me pareció la criatura más radiante que había visto nunca.
Estaba maravillada con ella.
Cuando el último temblor abandonó su cuerpo, yo me la quedé mirando sin
más. Ella me devolvió la mirada, meneó la cabeza y me sostuvo entre sus brazos.
—No podría describirlo ni aunque lo intentara.
— ¿Ha estado bien? ¿He estado...?
— ¿Estabas aquí hace un momento o no?—rio ella nerviosa—Normalmente me controlo un poco más. Me has cogido por sorpresa.
Todavía estaba procesando las bonitas palabras que acababa de decirme Santana cuando noté una sensación cálida en el pecho. Se me escapó el aire cuando se metió uno de mis pezones en la boca y me hizo cosquillas con la lengua.
—Guau. Hablando de efectos —jadeé.
Me hizo darme la vuelta y siguió explorando; pasó al otro pecho y me dejó un reguero húmedo con la lengua hasta el cuello. Eché la cabeza hacia atrás cuando me recorrió a besos ardientes la garganta. Ella no podía saberlo, pero el cuello era una de las partes más sensibles de mi cuerpo.
Alcanzó mi boca y me besó, succionándome el labio inferior con delicadeza.
Dios mío, aquella mujer sabía lo que hacía.
El latido entre mis piernas se hizo más intenso y deseé con todas mis fuerzas que me tocara. Como si me leyera la mente, me separó las piernas con ternura y empezó a explorarme con los dedos. Yo hundí la cara en la almohada y gemí.
—Eres maravillosa, Brittany. Aguanta para mí.
—No sé si puedo.
—Sí que puedes.
Seguía provocándome con los dedos hasta ponerme al límite y luego se apartaba. Mis caderas la buscaban y creo que se me escapaban gemidos de entre los labios. Santana se deslizó hacia abajo y entrelazó los dedos de una mano con los míos. Entonces me rozó el clítoris con la lengua y yo le hundí la mano libre en el pelo, suplicándole más en silencio.
La intensidad de las sensaciones que me arrancaba era nueva y sorprendente al mismo tiempo. La sentía por todas partes, hasta la punta de los dedos de los pies. A medida que me chupaba con más fuerza, noté la familiar sensación electrificante de los músculos que se me empezaban a contraer.
Justo entonces, Santana me metió los dedos e hizo trizas toda la resistencia
que me quedaba. Me penetró con insistencia y no tardé más que un momento en caer al abismo, El éxtasis me llenó las venas y me sacudí de manera incontrolada, aferrada a ella.
Las oleadas postreras de placer me recorrieron como la lava y, poco a poco, desperté del dulce olvido en el que me había sumido Santana. Volví a ser consciente de mi entorno y de Santana, que tenía la mejilla apoyada sobre mi estómago y me rodeaba con los brazos con gesto protector.
Me sentía segura e increíblemente feliz.
—Llevaba tiempo queriendo hacer esto—me dijo—Pero ha sido mucho más de lo que esperaba.
Asentí con gesto de acuerdo silencioso.
Todavía no me salían las palabras.
Santana subió sobre la cama, se acostó a mi lado y me apartó el pelo de la frente. Yo la acaricié con gesto ausente y me detuve en su tatuaje temporal.
—Creo que esta noche hemos descubierto uno o dos super-poderes que ya posees.
Abrió los ojos y sonrió divertida. Entonces hizo que me tumbara más cerca, de manera que estuviera en parte encina de su cuerpo. Anidé la cabeza en el hueco de su hombro, cansada, feliz y unida a ella.
Debí de dormirme en algún momento pero no podría decir cuándo pasó exactamente, porque me aferraba a los retazos de los momentos que habíamos compartido en silencio.
Caminamos juntas siguiendo las indicaciones que me había dado Kurt para
llegar al restaurante. Estaba a unas cuantas manzanas, de manera que pudimos tener unos minutos a solas antes de reunirnos con los demás.
Paseamos en silencio, disfrutando de la noche y de lo nuevo que estaba creciendo entre nosotras. La llevaba cogida de la mano con delicadeza, pero
cuando nos aproximamos al restaurante ella se soltó deliberadamente.
—Creo que lo mejor será que esto se quede entre nosotras. ¿Te parece bien?
—Me parece bien. Lo que necesites.
Pestañeó y esbozó una sonrisa.
—Eres fantástica, ¿lo sabías?
—No lo sabía, pero una niña de quince años me lo acaba de decir a la salida, así que debe de ser verdad.
Se rio y me dio un codazo juguetón.
— ¿Entramos?
—Entramos.
Dentro del restaurante encontramos a nuestro grupo. En el centro del comedor había dos mesas largas decoradas con sombreros mexicanos y confeti y varias jarras de margarita.
La compañía aplaudió cuando nos vio aparecer y Santana hizo un gesto teatral para anunciar mi llegada. Yo la seguí hacia la mesa.
—Y aquí está nuestra segunda invitada de honor—anunció Quinn—Damas y caballeros, uniéndose al reparto esta noche, la adorable Brittany Pierce. ¡Enhorabuena por un gran espectáculo, pequeña! Hemos decidido que nos quedamos contigo.
Me eché a reír y le di un abrazo de oso.
Luego me condujeron al lugar que me habían pre-asignado, en el centro de la mesa, junto a Rachel. Le di un beso en la mejilla y me senté. Santana se
sentó al otro lado de la mesa, unas sillas más allá.
Rachel y yo no habíamos tenido ocasión de hablar después de la función, pero era evidente que estaba de buen humor. Cogió su copa y me pasó la mía; entonces levantó la suya y me propuso un brindis privado.
—Por un millón de funciones como esta y por mi nueva amiga.
—Y por la mía —respondí y brindé con ella.
Cuando por fin pude comer algo, noté que me volvía la energía y me hice una nota mental de comer siempre alguna cosa antes de un espectáculo.
Observé la mesa y me alegré de ver que todo el mundo se lo estaba pasando bien, se reía e intercambiaba chistes.
Las margaritas ayudaban, claro.
Santana bebía Coca-Cola light y estaba enfrascada en una divertida discusión con Blaine y Dani, riéndose a carcajadas.
Era infantil e injustificado, pero verla reírse con Dani me provocó una punzada de celos. No me gustó sentirme así, pero tampoco podía negarlo.
Me juré en aquel preciso momento que no iba a ser ese tipo de persona, pero por otro lado también me había jurado apartar a Santana de mis pensamientos y luego me había enrollado con ella esa misma tarde.
Por decirlo de alguna manera, mi historial podría haber sido mejor.
Cerca de las dos de la mañana, cuando había acabado de cenar, me dije que era hora de irme a la cama.
Me levanté y les di las gracias a todos por la fiesta.
Tras intercambiar unos cuantos abrazos, Rachel y yo nos dirigimos a la puerta. Yo titubeé porque no sabía si esperar a Santana o no.
¿Cuál era el protocolo?
Parecía muy a gusto donde estaba, así que por lo menos agité la mano en gesto de despedida. Ella asintió sin decir nada, me sonrió y yo le devolví la sonrisa.
Teníamos todo el tiempo del mundo para conocernos mejor, me dije.
La mañana del miércoles llegó y me costó horrores levantarme de la cama.
Todas las emociones de la víspera habían hecho mella en mi cuerpo. Por suerte, no tenía que estar en ninguna parte hasta la hora de convocatoria de la noche en el teatro.
Quería explorar Chicago, quizá ir al Museo de Historia Natural o al Muelle de la Armada.
Terminé de secarme el pelo y me lo dejé suelto. Con la pila de folletos que había cogido de la recepción, me senté en el escritorio y empecé a estudiarlos, pero en ese momento llamaron débilmente a la puerta.
Al abrirla me intrigó la imagen que me encontré: un brazo estirado sin dueño que me ofrecía un vaso de café caliente para llevar. Reí y acepté el café; entonces me asomé por la puerta y encontré a una sonriente Santana con cara de sentirse muy orgullosa de sí misma.
—Buenos días, dormilona. ¿Puedo pasar?
—Claro que sí, gracias—dije señalando el vaso de café.
No había mejor manera de empezar el día que con una mujer preciosa que te trae café.
—También traigo muffins—anunció, y me dio un beso rápido al entrar en la habitación—Pero desayuna deprisa. Tenemos que ir a muchos sitios.
—¿Ah, sí?—comenté levantando una ceja.
—Oh, sí. He pensado que podríamos bajar al muelle y coger un crucero. He reservado plaza, pero puedo cancelarlo si no te apetece. Se me ocurrió que podíamos visitar la ciudad.
Me arrimé un poco a ella.
—No, suena perfecto. Y tú también estás perfecta.
Y lo estaba.
Con sus pantalones cortos tejanos y una camiseta negra de tirantes, se la veía relajada e increíblemente sexy. Le rodeé la cintura con los brazos y la besé debajo de la oreja.
—O podríamos quedarnos aquí—dijo con voz queda.
—Eso también estaría bien.
Santana me hizo despegar los labios de su cuello y los atrapó con los suyos. El beso empezó despacio, pero pronto fue calentándose y de repente sentí que me inflamaba por dentro.
Subí las manos por los costados y, envalentonada, le rocé los pechos. Ella dio un respingo y rompió el beso un segundo.
—Joder. ¿Cómo puedes tener este efecto en mí?—musitó, y me volvió a besar.
—Esto podría volverse peligroso —-jadeé.
—Creo que esto va más allá de la química en el escenario.
— ¿Tú crees? —logré decir sin dejar de besarla.
Santana me empujó sobre la cama y yo estuve encantada de dejarme. Cuando noté el peso de su cuerpo sobre el mío creí que la cabeza me iba a
estallar. Me metió el muslo entre las piernas y me oí gemir contra sus labios.
Fue como si el sonido la hiciera despertar y se apartó de mí lentamente, me miró y suspiró.
—Por mucho que no quiera, Brittany, creo que deberíamos parar. Lo digo ahora porque, como pase un minuto más, no creo que pueda.
Yo asentí, reticente, y le di un beso en la barbilla.
—No es que no quiera comerte entera aquí y ahora, pero ni siquiera hemos tenido una cita todavía y, aunque no te lo creas, dado mi comportamiento reciente—me recorrió la mandíbula con la yema del dedo—, Soy una chica de las de antes.
—Lo eres, ¿no?
—Sí, lo soy. Y si voy a cortejarte con mi dinero y mi popularidad, será mejor que vayamos saliendo. Nuestro yate espera.
—¿Has alquilado un yate entero?
—Bueno, no, pero dos asientos de plástico muy chulos en uno sí.
—Me vale —reí.
El muelle hervía de actividad, lleno de todo tipo de gente.
Sin duda el buen tiempo había ayudado: hacía sol y la temperatura era de unos veintiún grados.
Era difícil imaginar un día más agradable, me dije mientras contemplaba el agua.
Paseamos por el largo muelle mirando los escaparates de las boutiques que lo jalonaban.
Solo reconocieron a Santana un puñado de veces y ella accedió a hacerse fotos y firmar autógrafos a sus admiradores. Yo me aseguré de tener las manos quietas mientras estábamos en público.
Entendía la situación en la que se encontraba Santana: era una actriz famosa con una carrera en la que pensar, y yo no quería hacer nada que la
perjudicara.
Cuando me lo proponía sabía comportarme.
—Oh, mira, tenemos que hacernos uno de esos—exclamó Santana señalando un puesto de tatuajes temporales. Me arrastró hasta él—He querido hacerme un tatuaje desde los dieciséis años, pero son un coñazo de tapar para vestuario.
—Siempre puedes hacerte alguno en un sitio discreto, ya sabes.
—Lo sé, y lo he pensado, pero me preocupa arrepentirme. Son tan... permanentes. No puedes echarte para atrás, ¿sabes? Ojalá tuviera el valor
de hacerlo. ¿Tú llevas algún tatuaje?—me cortó antes de que contestara—Espera, no me lo digas. Hay cosas que prefiero descubrir por mí misma.
Abrí los ojos desmesuradamente y ella me sonrió sin compasión acariciándome el brazo con los dedos, arriba y abajo.
—Venga, vamos a ver qué tienen—propuso.
Empezamos a seleccionar un tatuaje del álbum de diseños del puesto. Santana enseguida se fijó en uno del logo de Superman.
—Si no fuera actriz, me gustaría ser un superhéroe—dijo en tono serio—¿Crees que están bien pagados?
—Si son buenos, claro. Pero no puedes pasarte el día volando contra las paredes. Tendrías que currártelo para aprender.
Asintió.
—Cierto. Lo pondré en mi lista de tareas pendientes. Mientras tanto me voy a poner esta monada—señaló el logo de Superman al artista del aerógrafo y yo me senté a esperar mientras se lo grababa en la parte delantera de la cadera derecha.
Cuando terminó de hacérselo, tuve que admitir que le quedaba muy sexy. Iba a durarle una semana.
—Espero que esta cosa venga con poderes incorporados. Te toca. ¿Qué vas a hacerte?
Orgullosa le mostré el pequeño trébol que había elegido.
—Hablando de poderes, no subestimes a los irlandeses.
—Touchée.
Intenté no reírme mientras me aplicaban el dibujo con el aerógrafo también en la cadera, pero en la izquierda, aunque lo cierto es que hacía muchas cosquillas.
Santana observó mi nuevo adorno con ojo crítico.
—Es muy sexy. Tendrías que considerar hacerte uno de verdad.
—Bueno, nunca se sabe. Quizá algún día.
Llegamos a la pasarela justo a tiempo de embarcar en el Orgullo de Chicago antes de que el yate iniciara el crucero turístico de dos horas.
Encontramos una mesita para dos muy pintoresca en la parte trasera de cubierta y rechazamos educadamente el champán de cortesía que nos ofrecían.
En su lugar pedimos zumo de uva blanca con gas. Alcé mi copa y miré a Santana, que me devolvió la mirada con curiosidad y una sonrisa en los labios.
—Por un día precioso y una compañía todavía más preciosa. No se me ocurre ningún otro sitio donde preferiría estar.
Me sostuvo la mirada.
—Amén a eso.
Entrechocamos las copas y di un sorbo de zumo mientras contemplaba el agua. La vista del cielo azul y del agua que lamía la quilla del barco con suavidad resultaban muy relajantes.
Me sentía cómoda con Santana, y al mismo tiempo salir con ella era muy emocionante.
Era una cita.
No tenía ni idea de adónde iba aquello, pero empezaba a darme cuenta de que quizá me interesaba más de lo que había pensado. Eso me preocupaba un poco y me prometí que no me dejaría llevar.
—Bueno, cuéntame algo más de ti, Britt—pidió Santana, cuya voz me sacó de mi ensimismamiento de golpe—Sé que te has graduado hace poco en Cincinnati, ¿pero de dónde eres?
—De Boston. Pasé la mayor parte de mi niñez allí con mi familia.
— ¿Tienes hermanos o hermanas?
—No, soy hija única y mimada. Tengo la suerte de que me llevo bien con mis padres y ellos, cosa rara en estos días, todavía están casados. Ellos fueron los primeros en introducirme en el teatro cuando tenía cinco años y Starlight Express llegó a la ciudad. Mi papá compró entradas y nos sentamos en la cuarta fila.
— ¿Y entonces?
—Bueno me picó el gusanillo allí mismo. Estaba vendida. Supe lo que quería hacer el resto de mi vida. Ellos se pusieron nerviosos cuando les dije que quería probar fortuna con la actuación, pero también me apoyaron mucho. Estaba bien saber que tenía un lugar seguro a donde volver si las cosas se torcían en una audición y, cuando iban bien, siempre estaban ahí para celebrarlo conmigo. Son buenas personas, mis modelos a seguir, incluso.
—Tienes suerte. Así es como debe ser.
Sin embargo, su postura envarada y la mirada distante en sus ojos me llevaron a pensar que le había tocado un tema sensible. Al recordar nuestra
conversación sobre la difícil relación que Santana tenía con sus padres, me mordí la lengua internamente.
Menuda metedura de pata.
—Siento que no fuera igual para ti. ¿Te importa que te pregunte cómo empezaste en esto?
Ella se encogió de hombros, pero se le notaba que estaba dolida.
—Mi mamá me llevó a mi primera audición para un anuncio de cereales a los cinco años. Un tío le había dado su tarjeta en el súper y le había dicho que con mi cara podía ganar dinero. Ella no quiso perder la oportunidad de ganar unos dólares—negó con la cabeza como si la idea todavía la desconcertara—Conseguí el trabajo y la vida ya no volvió a ser igual. Cada día, después del colegio, me llevaban a un casting diferente. Si conseguía el papel, raras veces se emocionaban: sencillamente había hecho mi trabajo. Si no lo conseguía, siempre tenían una lista de mis defectos: no era lo bastante guapa, no era lo bastante divertida, no tenía suficiente talento. En
mi casa también se daba mucho lo de no hablarme. Si no estaba trabajando, era como si no existiera. El mensaje estaba claro—se encogió de hombros—Crecer sintiendo que había defraudado a todo el mundo no fue la infancia más cálida posible.
Le cubrí la mano con la mía. Se diría que estaba conteniendo las lágrimas, pero no estaba segura.
—A lo mejor no siempre lo parecía, pero estoy segura de que tus padres te querían, San.
Ella me miró a los ojos.
—Bueno, al menos lo cree una de las dos.
Entonces pareció sacudirse de encima el peso de la conversación y se animó visiblemente.
—Estos temas son demasiado serios. ¿Sabes de lo que prefiero hablar? Del rumor insidioso de que en la intimidad eres una yonqui de los realities en televisión. Dime que no es así, por favor.
—Eso sería negar uno de los mejores placeres culpables que se han inventado y, sencillamente, no puedo... no quiero hacerlo.
Me observó con detenimiento y entornó los ojos divertida.
—Eres mona cuando te pones cabezota.
—Es que yo soy muy cabezota.
Santana se echó a reír y se acabó el zumo de uva con un gesto de cabeza hacia atrás. Era el glamour personificado y no parecía darse cuenta.
Iba a ser una tarde genial.
Oí mi señal de entrada desde las bambalinas, pero me di cuenta de que me quedaban varios segundos para terminar de cambiarme de vestuario.
Mi segunda función no estaba yendo tan bien como la primera.
En mi tercera escena le había dado un sonoro golpe al micro que llevaba puesto mientras gesticulaba. Luego tropecé con una pieza del escenario perfectamente marcada porque, de repente, parecía haberme vuelto torpe.
Y ahora llegaba tarde en el cambio.
Pese a los botones que quedaban abiertos, a la espalda de mi vestido, corrí al escenario y llegué por lo menos diez segundos tarde a mi frase. Por suerte, Quinn había estado lo bastante alerta como para improvisar un poco y darme tiempo a entrar.
Al volverme hacia Santana, me fijé en el brillo de diversión en su mirada. Claramente se había dado cuenta de que llevaba el vestido desabrochado.
Hice todo lo que pude para que el público no me viera la espalda y por fortuna escapé de la escena indemne, pero había sido perturbador.
Tenía que afrontar los hechos: no había estado centrada.
Tenía la cabeza en la tarde que había pasado con Santana y me había dejado la concentración en casa.
Mi mente estaba de vuelta en el crucero contemplando sus cautivadores ojos. Por culpa de aquello me había permitido estar distraída y no podía volver a pasar.
Estaba furiosa conmigo misma por no concentrarme en el trabajo. Aquello era lo que había temido que pasara y el motivo por el cual me había dicho a mí misma, antes de incorporarme a la gira, que tenía que dedicarme por entero al trabajo.
El resto de cosas no eran más que distracciones.
Cuando terminó la representación, volví a mi camerino como un vendaval y empecé el ritual de convertirme en Brittany, pronto actriz en paro.
No pasaron ni diez minutos antes de que Blaine llamara a la puerta y se acercara a mi tocador. La mirada que le eché debió de traicionarme.
—Ah, venga. No ha ido tan mal. Sí, has tenido un par de problemas con las entradas y las salidas, pero tu actuación ha estado por encima de eso.
—No me vendas la moto, Blaine. Ha sido un desastre. Lo sabes tú y lo sé yo—estaba a punto de echarme a llorar y no me importaba que él lo viera— Ahora, por favor, dame mis notas para que pueda ir a suicidarme—concluí y apoyé la cabeza teatralmente encima del tocador.
—Tómatelo con calma. Todavía tienes algunas cosas que aprender. ¿Tanto te extraña? ¿Creías que ibas a convertirte en una profesional de la noche a
la mañana?
—Sí —respondí sumisa sin levantar la cabeza de la mesa.
—Vamos a ver si te puedo ayudar en algo.
Me senté derecha y durante quince minutos escuché a Blaine comentar sus notas sobre cómo podía mejorar tanto encima como fuera del escenario. Me aseguré de apuntar todo lo que me decía y me propuse estudiármelo aquella noche hasta que no cupiera duda de que lo tenía aprendido.
Al pasar por la sala común de salida del teatro, vi a Santana charlando con Rachel y con Quinn. Cuando vio que me acercaba, se disculpó con ellas y vino hacia mí. Su expresión se llenó de simpatía al ver la cara que traía yo.
—Hola.
—Ey.
—Pareces un poco triste.
—Podría decirse así.
—Si te hace sentir mejor, mi primera semana en el musical fue diez veces peor. Una vez me olvidé de la letra de la canción final y tarareé toda la segunda estrofa.
—Gracias por decírmelo.
Intentaba ser educada, pero quería salir de ahí.
No me apetecía hablar.
Estaba enfadada conmigo misma y necesitaba estar sola.
—Te digo lo que vamos a hacer. Vente a mi habitación un rato y podemos tumbarnos en la cama y ver una peli. Así olvidamos esta noche.
—Esta noche no puedo. En otra ocasión—di un paso atrás—Nos vemos.
—Britt, espera un segundo.
—Mira, déjame en paz, ¿vale? No quiero hablar de ello. No sé cómo puedo decírtelo más claro.
Me di cuenta de que mis palabras habían sonado mucho más duras de lo que pretendía.
Santana parecía sorprendida por mi arrebato, pero no me quedé a esperar a que me respondiera, sino que me adentré en el frío aire de la noche.
Firmé unos cuantos carteles a la salida y me esforcé por mostrarme alegre para los amables fans que habían esperado a que saliera el reparto.
Luego emprendí el regreso al hotel, a solas con mis pensamientos.
A veces me ponía de mal humor: no era una faceta de mí de la que me sintiera especialmente orgullosa, pero había veces en la vida en que necesitaba espacio, sencillamente.
Y, cuando me sentía fracasada, era una de aquellas ocasiones.
No había caminado ni dos manzanas cuando me asaltaron los remordimientos por mi reacción.
No debería haber pagado mi frustración con Santana y lo sabía.
La culpaba a ella por ser mi distracción, pero no era culpa suya.
Había querido pasar tiempo con ella.
Todavía quería.
Agaché la cabeza cuando fui plenamente consciente de lo idiota que había sido.
Al día siguiente me disculparía.
Con suerte Santana tendría debilidad por las personas que se humillaban a sus pies.
Al llegar a mi habitación me fui directa a la ducha soltando la ropa que me quitaba por el camino.
Puse el agua lo más caliente que pude soportar y repasé mentalmente todo lo que había pasado aquel día mientras estaba debajo del chorro.
Había caído en picado: de maravilloso a desastroso.
Vi claro que gestionar lo mucho que me excitaba Santana en combinación con el trabajo en el musical no me iba a resultar tan sencillo como había previsto. Necesitaba ser más responsable mentalmente y prepararme bien para el trabajo, con Santana o sin ella.
Me puse unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes y me senté en la cama a leer las pautas que me habían dado. Repasé el musical escena a
escena.
Siempre había sido un poco friki con los deberes.
Básicamente, los hacía siempre.
Después de leer las notas una vez, las leí una segunda vez y luego me hice un esquema detallado de mi parte del guion y una lista de las cosas en las que tenía que trabajar antes de salir a escena cada noche.
Me froté la nuca, que me dolía insistentemente desde hacía un rato, y miré el reloj.
Era la 1:38 de la mañana; aunque sabía que lo mejor que podía hacer era intentar dormir un poco, no podía dejar de pensar en cómo había dejado las cosas con Santana a la salida del teatro.
No me había portado bien con ella.
Me tumbé en la cama y miré al techo.
¿Estaría todavía levantada?
Y, si lo estaba, ¿me dirigiría la palabra?
Lancé una naranja al aire y reflexioné sobre ello.
Decidí arriesgarme, si bien nada más poner un pie en el pasillo de camino a su habitación ya empecé a temerme que fuera una mala idea.
A lo mejor se mostraba más comprensiva si no le fastidiaba una noche de sueño que necesitaba más que a mí, solo para que yo me sintiera menos culpable hasta la mañana siguiente.
Sin embargo, también tenía que asumirlo: aquella no era la única razón de mi paseo de madrugada.
También quería verla, así de simple.
Permanecí un instante ante su puerta antes de, finalmente, llamar con suavidad. Oí movimiento en el interior e inspiré hondo cuando la puerta empezó a abrirse.
Y ahí estaba.
Llevaba el pelo recogido en una coleta, pantalones cortos y una camiseta de los Yankees.
Estaba adorable.
Me estudió unos segundos apoyada en la puerta como si no supiera qué decir. Antes de que dijera nada, alcé las manos en gesto de rendición.
—Si tuviera una bandera blanca, la agitaría.
—No necesitas ninguna bandera blanca—repuso ella en voz queda.
—Aun así, perdona por hablarte como lo hice en el teatro. No debería haberlo hecho. Solo quería decírtelo antes de irme a la cama. También siento haberte despertado, si lo he hecho. No quería esperar a mañana. Ya me voy... Buenas noches... eso—sin saber muy bien qué hacer y sintiéndome como una soberana idiota, di media vuelta, pero su voz me detuvo en seco.
—Soy un ave nocturna, no me has despertado—me cogió por la camiseta y tiró de mí con delicadeza para hacerme entrar—Ven, vamos a hablar.
Entré en su habitación y volví a fijarme en las comodidades que tenía con respecto a la mía.
—Una cafetera—comenté señalándola sobre el mostrador al pasar—Yo tengo que bajar al vestíbulo si quiero café.
—Ser cabeza de cartel tiene sus ventajas.
—Sí las tiene.
Santana se sentó en la cama y me tiró del brazo para que me sentara a su lado. La habitación estaba en penumbra va que la única luz que había provenía de la pequeña lamparita del escritorio, y yo deseé poder leer su rostro más claramente.
Por lo que podía ver, estaba seria.
Una sensación incómoda me atenazó la boca del estómago. Ella tomó aire antes de hablar.
—Brittany, necesito que sepas que puedes hablar conmigo. Somos amigas. ¿Qué es lo que pasa?
Inspiré hondo; no estaba segura de por dónde empezar.
—Esta noche no tenía la cabeza en lo que tenía que estar. Hice una actuación terrible porque me permití estar pensando en otras cosas. Y en el camerino reaccioné como lo hice porque supongo que en parte te culpaba por ser esa distracción. Es retorcido y estúpido y lo siento. No es culpa tuya.
De repente me sentía muy tímida. Su respuesta fue inclinarse hacia mí y, muy despacio, rozarme los labios con suyos. Luego se apartó un par de centímetros para mirarme a los ojos.
—Gracias. Y, por si te sirve de algo, lo entiendo Es la razón principal por la que lo nuestro no debería volverse demasiado serio. Nos gustamos. Vamos a dejar que fluya pero sin que nos liemos en algo de lo que no podamos salir.
Asentí en muestra de acuerdo, a sabiendas de que era mejor que podíamos hacer.
El tono de Santana se alegró considerablemente.
— ¿Quieres ver una peli conmigo un rato?
Seguí su mirada hasta la televisión y al reproductor DVD que tenía conectado.
—Estoy viendo Speed. No es para los débiles de corazón.
— ¿Speed? ¿La de Keanu Reeves en un autobús?
—Sí. ¿Te sorprende?
—La verdad es que sí. No me parecías una tan de las películas de acción.
—Eso lo único que demuestra es que todavía hay muchas cosas que no sabes de mí. Te guardo un montón de sorpresas.
—Eso estoy viendo.
Nos acurrucamos en la cama y nos pusimos a ver la película. Santana me rodeó la cintura con el brazo y me apoyó la cabeza en el hombro. Ya me sentía mejor y me gustaba abrazarla y sentirla cerca.
Intenté concentrarme en Keanu Reeves y su autobús fuera de control con todas mis fuerzas pero a los quince minutos va me resultaba cada vez más difícil porque Santana había sacado la mano de mi cintura me la había apoyado sobre el muslo desnudo, justo por debajo del dobladillo de los pantalones cortos.
No estaba segura de si se daba cuenta del efecto que me provocaba.
Decidí fingir que no le daba importancia y me centré en la televisión en lugar de en el tacto de su mano cálida sobre mi piel.
Sin embargo, cuando empezó a acariciarme en círculos con el pulgar, la tarea se hizo considerablemente más ardua.
Como respuesta, le acaricié el pelo distraídamente a la altura de la nuca. Ella tomó aire ligeramente al notar el contacto, pero ninguna de las dos dijo nada y seguí fingiendo que le prestaba atención a la película.
Santana sacó la mano de mi muslo y la subió al estómago, me levantó un poco la camiseta y me pasó las uñas arriba y abajo sobre el abdomen. Cerré los ojos un segundo y reprimí una reacción demasiado notoria.
No estaba segura de lo que pasaba entre nosotras o qué planes tenía para aquella noche, así que dudaba a la hora de tomarme libertades, pero también me daba cuenta de que ella no estaba dejándome demasiadas opciones.
Al cabo de dos minutos ya no podía asegurar que fuera a ser capaz de controlar mis actos.
Seguía sin apartar los ojos de la pantalla, pero deje de acariciarle la nuca y le deslicé la mano bajo la camiseta para acariciarle la parte baja de la espalda. Arrimándola más a mí, le metí los dedos por la costurilla de los pantalones y, al oírla gemir, ya no pude resistirme y la miré.
Ella levantó la cabeza y me miró, a su vez, con los ojos oscurecidos y entrecerrados. Durante unos segundos, nos sostuvimos la mirada y entonces Santana apagó la película con el mando a distancia y nos lanzamos la una sobre la otra.
Santana me cogió el rostro entre las manos y me besó en la boca al tiempo que se me ponía encima. El peso de su cuerpo me arrancó un gemido desde el fondo de la garganta.
Entrelazamos las piernas y tuve la impresión de que la sensación me haría prenderme fuego por combustión espontánea. Le metí la lengua en la boca y me recibió un gemido quedo. Deslicé las manos por debajo de la camiseta para tocarle toda la espalda y me alegré de descubrir que no llevaba sujetador. Entonces le acaricié el contorno de los pechos a tientas.
Santana abrió los ojos de largas pestañas y se incorporó sobre los antebrazos.
—Dios. Britt.
Levanté la mirada hacia ella.
— ¿Estás bien?
Sonrió y me besó con suavidad.
—Es solo... es muy intenso.
— ¿Y eso es bueno?
Me mordisqueó la barbilla.
—SÍ diría que es bueno —su voz se tornó en susurro—Pero está el pequeño detalle de la ropa.
Me encantaba cuando susurraba.
Se sentó a horcajadas sobre mis caderas y me hizo incorporarme hasta que estuvimos cara a cara. Poco a poco me quitó la camiseta por la cabeza y se sentó hacia atrás, para contemplarme desnuda por primera vez.
Al principio no hizo ni dijo nada, me sentí bastante vulnerable, pero al final levantó la vista de mis pechos v me miró a los ojos con expresión reverente.
—Tienes un cuerpo impresionante. Eres preciosa.
Procedió a quitarme el resto de la ropa, prenda a prenda.
Despacio.
Metódicamente.
Era una tortura y era maravilloso y excitante al mismo tiempo.
Aunque quería equilibrar el grado de desnudez, me venció la necesidad de tocarla y le hundí ambas manos en el pelo para besarla, ya no lenta, sino hambrienta y apasionadamente.
La maldita camiseta me molestaba, pero se la quité en un momento.
Enseguida le acaricié los pechos, primero uno y después el otro. Ella contuvo la respiración cuando empecé a rozarle el pezón en círculos con el pulgar.
Noté como sus caderas se movían automáticamente contra mi muslo y lo consideré una buena señal. Entonces capturé su pezón en mi boca, moviendo en círculos la lengua sobre él.
—Me estás volviendo loca, Britt —jadeó.
Me agarró de las caderas y se frotó contra mí con más fuerza. Yo ya no puede esperar más: me deslicé sobre la cama y, apoyada sobre el antebrazo, alargué la otra mano hacia los pantalones de Santana, que arqueó las caderas para recibirme.
La humedad caliente que me encontré en el interior era tan apetecible que no pude contenerme y le bajé los pantalones por la delicada curva de las caderas para tener mejor acceso.
Me acomodé entre sus piernas y Santana me besó al tiempo que me balanceaba sobre ella.
Se adaptó a mi ritmo sin dificultad hasta que apartó la boca con la respiración desbocada.
—Por favor...—fue lo único que logró decir.
Notaba que estaba cerca y, aunque yo también estaba a punto de explotar, me concentré en lo que más deseaba.
Metí la mano entre nuestros cuerpos y le froté el clítoris en círculos con el pulgar al tiempo que la penetraba con dos dedos. Santana echó la cabeza hacia atrás como respuesta y se le escapó un gemido de entre los labios.
La sensación de estar dentro de su cuerpo era casi como un sueño. Igualé el ritmo que había establecido ella y lo aumenté. Cuando noté que estaba al límite, levanté la cabeza y contemplé cómo se arqueaba todo su cuerpo y el placer la inundaba.
Al principio gritó y enseguida, con los labios entreabiertos, me abrazó con fuerza mientras las últimas oleadas del orgasmo la recorrían en silencio. En aquellos momentos me pareció la criatura más radiante que había visto nunca.
Estaba maravillada con ella.
Cuando el último temblor abandonó su cuerpo, yo me la quedé mirando sin
más. Ella me devolvió la mirada, meneó la cabeza y me sostuvo entre sus brazos.
—No podría describirlo ni aunque lo intentara.
— ¿Ha estado bien? ¿He estado...?
— ¿Estabas aquí hace un momento o no?—rio ella nerviosa—Normalmente me controlo un poco más. Me has cogido por sorpresa.
Todavía estaba procesando las bonitas palabras que acababa de decirme Santana cuando noté una sensación cálida en el pecho. Se me escapó el aire cuando se metió uno de mis pezones en la boca y me hizo cosquillas con la lengua.
—Guau. Hablando de efectos —jadeé.
Me hizo darme la vuelta y siguió explorando; pasó al otro pecho y me dejó un reguero húmedo con la lengua hasta el cuello. Eché la cabeza hacia atrás cuando me recorrió a besos ardientes la garganta. Ella no podía saberlo, pero el cuello era una de las partes más sensibles de mi cuerpo.
Alcanzó mi boca y me besó, succionándome el labio inferior con delicadeza.
Dios mío, aquella mujer sabía lo que hacía.
El latido entre mis piernas se hizo más intenso y deseé con todas mis fuerzas que me tocara. Como si me leyera la mente, me separó las piernas con ternura y empezó a explorarme con los dedos. Yo hundí la cara en la almohada y gemí.
—Eres maravillosa, Brittany. Aguanta para mí.
—No sé si puedo.
—Sí que puedes.
Seguía provocándome con los dedos hasta ponerme al límite y luego se apartaba. Mis caderas la buscaban y creo que se me escapaban gemidos de entre los labios. Santana se deslizó hacia abajo y entrelazó los dedos de una mano con los míos. Entonces me rozó el clítoris con la lengua y yo le hundí la mano libre en el pelo, suplicándole más en silencio.
La intensidad de las sensaciones que me arrancaba era nueva y sorprendente al mismo tiempo. La sentía por todas partes, hasta la punta de los dedos de los pies. A medida que me chupaba con más fuerza, noté la familiar sensación electrificante de los músculos que se me empezaban a contraer.
Justo entonces, Santana me metió los dedos e hizo trizas toda la resistencia
que me quedaba. Me penetró con insistencia y no tardé más que un momento en caer al abismo, El éxtasis me llenó las venas y me sacudí de manera incontrolada, aferrada a ella.
Las oleadas postreras de placer me recorrieron como la lava y, poco a poco, desperté del dulce olvido en el que me había sumido Santana. Volví a ser consciente de mi entorno y de Santana, que tenía la mejilla apoyada sobre mi estómago y me rodeaba con los brazos con gesto protector.
Me sentía segura e increíblemente feliz.
—Llevaba tiempo queriendo hacer esto—me dijo—Pero ha sido mucho más de lo que esperaba.
Asentí con gesto de acuerdo silencioso.
Todavía no me salían las palabras.
Santana subió sobre la cama, se acostó a mi lado y me apartó el pelo de la frente. Yo la acaricié con gesto ausente y me detuve en su tatuaje temporal.
—Creo que esta noche hemos descubierto uno o dos super-poderes que ya posees.
Abrió los ojos y sonrió divertida. Entonces hizo que me tumbara más cerca, de manera que estuviera en parte encina de su cuerpo. Anidé la cabeza en el hueco de su hombro, cansada, feliz y unida a ella.
Debí de dormirme en algún momento pero no podría decir cuándo pasó exactamente, porque me aferraba a los retazos de los momentos que habíamos compartido en silencio.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Hola morra...
A mm mm a.eso se le dice dejar fluir las cosas si si si jajaja
Bueno todos tenemos un mal día de vez en cuando y a britt ya le tocó y san.no ayuda mucho que digamos jajaja
Nos vemos!
A mm mm a.eso se le dice dejar fluir las cosas si si si jajaja
Bueno todos tenemos un mal día de vez en cuando y a britt ya le tocó y san.no ayuda mucho que digamos jajaja
Nos vemos!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Las cosas se calentaron por demas, ahora a ver como siguen, aunque no se pde negar que en verdad santana es una gran distraccion!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Pues a pesar de que van a dejar que las cosas fluyan lo suyo se esta convirtiendo en algo serio...
Y bueno una noche difícil con Britt que término desquitándose con San pero que al final la reconciliación fue perfecta.
Espero que las cosas vayan mejor que nunca entre ellas
Y bueno una noche difícil con Britt que término desquitándose con San pero que al final la reconciliación fue perfecta.
Espero que las cosas vayan mejor que nunca entre ellas
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:Hola morra...
A mm mm a.eso se le dice dejar fluir las cosas si si si jajaja
Bueno todos tenemos un mal día de vez en cuando y a britt ya le tocó y san.no ayuda mucho que digamos jajaja
Nos vemos!
Hola lu, jajajajaajajajaj eso si k si jajajajajjajajaja. Mmm si es vrdd jajajajajaaj todo mal para ellas en ese día, no? jajajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:Las cosas se calentaron por demas, ahora a ver como siguen, aunque no se pde negar que en verdad santana es una gran distraccion!!!!
Hola, mmm si. Esperemos y mejoren =/ Jajajajajajaja eso mismo pienso yo jaajajajajaj. Saludos =D
JVM escribió:Pues a pesar de que van a dejar que las cosas fluyan lo suyo se esta convirtiendo en algo serio...
Y bueno una noche difícil con Britt que término desquitándose con San pero que al final la reconciliación fue perfecta.
Espero que las cosas vayan mejor que nunca entre ellas
Hola, si q si, osea q fluyan las cosas como quieran, pero ya se pertenecen jajajajajaja. Esk como no¿? despues de cada pelea la reconciliación es lo mejor... i mas con las brittana jajajajaja. Espero lo mismo la vrdd jajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
Debió de ser el sonido del agua de la ducha lo que me despertó de mi profundo sueño.
Al principio pensé que había soñado la noche que había pasado con Santana, pero un vistazo rápido a la habitación de hotel, más grande que la mía, me recordó que había sido todo muy real.
Sonreí contra la almohada y suspiré satisfecha.
Había estado genial.
Me sentía bien.
Solo esperaba que ella se sintiera bien.
No habíamos hablado sobre ello. Yo no había planeado dormir con Santana cuando vine a su habitación la noche anterior, pero mentiría si dijera que la idea no se me había pasado por un nivel profundo del subconsciente.
No pude ahondar en ese detalle porque en ese momento se abrió la puerta del baño y Santana emergió envuelta en una toalla blanca y esponjosa, tan atractiva como siempre. Se detuvo al verme despierta y rae sonrió con timidez.
—Hola.
—Buenos días—contesté, y me senté.
Vino a la cama, se sentó a mi lado y me dio un beso ligero.
—¿Cómo puedes estar tan guapa recién levantada? Es un crimen.
— ¿Lo estoy?
—Lo estás —afirmó y terminó el beso que habíamos empezado.
—Lo de anoche... —comencé.
—Fue inesperado —concluyó en tono práctico.
Inesperado.
Mmm.
Había parte de verdad en aquella afirmación, pero «inesperado» no era lo primero que se me ocurría al pensar en la noche que habíamos compartido.
Yo habría dicho «increíble» o incluso «demoledor», pero eso era yo.
—Sí, fue verdaderamente inesperado.
— ¿Estás bien con todo esto? Primero digo que no tiene que ser nada serio y luego esa misma noche voy y prácticamente te ataco —dijo mientras caminaba hacia la ventana— Es extraño. Es como si cuando estuviera contigo no supiera qué es arriba y qué es abajo. Me tienes vuelta del revés y es un poco inquietante.
Yo la seguí envuelta en la sábana.
—Podemos dejarlo. ¿Preferirías eso?
Ella se volvió para mirarme a los ojos, se mordió el labio y cabeceó con solemnidad.
—No.
—Entonces, mi respuesta es que, sin lugar a dudas, estoy bien con lo que pasó anoche.
Su expresión se dulcificó y me cogió una mano entre las suyas.
—Pero, para que conste —añadí señalando su vestimenta—, Vas a tener que dejar de desfilar con toallas todo el tiempo. No creo que sea capaz de soportarlo.
— ¿Qué quieres decir con todo el tiempo?
—Si te acuerdas, el día que nos conocimos llevabas una toalla. Yo a duras penas no me puse a babear. No te habría causado la mejor de las impresiones así de buenas a primeras.
—Ah —se rio—Te refieres al día que te colaste en mi camerino.
—Sí, ese mismo.
—Bueno, si ese día hubiera sabido lo que se ahora me habría quitado la toalla.
La idea me dejó de piedra.
Santana esbozó una sonrisa de triunfo y no pude sino imaginarme la cara de asombro que se me había quedado.
—Vaya, vaya. Estamos orgullosas de nosotras mismas ¿verdad? —le dije.
La abracé y la besé, que era lo que había desearlo desde que había vuelto a la habitación.
—Lo estamos. Estamos muy orgullosas—repuso e hizo el beso más profundo antes de separarse con ternura— Siento interrumpir, pero tengo cita con la prensa a las once, así que tengo que darme prisa.
Maldición.
—Supongo que eso quiere decir que tengo que soltarte ahora.
Ella asintió compungida.
—Por desgracia así es. Pero pienso verte luego. He oído que hay un musical increíble en la ciudad con una actriz nueva que dicen que es muy sexy. He pensado que iré a verlo.
—Oh, suena interesante. A lo mejor nos vemos ahí entonces.
—Si estás de suerte.
Santana se volvió a dirigir al baño para terminar de arreglarse y yo no pude dejar de observarla. Entonces, como si notara mi atención puesta en ella, dejó caer la toalla en el camino.
—Joder—murmuré para mí.
Me la comí con los ojos, con aire de derrota, hasta que desapareció y la oí reír desde el baño.
Después de que se marchara a su entrevista, me tomé mi tiempo duchándome y arreglando la habitación antes de decidirme a regresar a mis
poco espectaculares aposentos para ponerme al día con el correo electrónico.
Al abrir la puerta me sobresaltó encontrarme cara a cara con Dani, que tenía la mano levantada como si estuviera a punto de llamar a la puerta. Las dos nos miramos, confusas, durante un segundo hasta que ella se recobró lo suficiente para hablar.
—Brittany—saludó en tono frío—Buscaba a Santana. ¿Está...?
Intentaba mirar hacia el interior de la habitación por encima de mi hombro y me di cuenta de que había muy pocas explicaciones con sentido en aquella situación.
—En, no. No está. Creo que tenía una entrevista en la televisión esta mañana. En el Canal 4.
—Ah—musitó aún confusa—¿Entonces qué estás haciendo en su habitación?
Antes de que le respondiera, cayó en la cuenta ella sola y de la confusión pasó rápidamente a la ira.
—¿Has dormido aquí?
¿Qué podía decir?
Santana me había pedido que fuéramos discretas, pero no me había llegado
a pedir que mintiera al respecto. Eso sin mencionar que yo mentía horriblemente mal ya desde primer curso, cuando me dio por cortarme casi todo el pelo y a mi madre le dije que no tenía ni idea de cómo había ocurrido.
Mentir no era una opción.
En cualquier caso, antes de haber tenido tiempo de racionalizar nada más, solté lo primero que se me ocurrió.
—Más o menos.
Muy bien, Brittany.
—¿Más o menos?—repitió Dani burlona.
La situación cada vez se estaba volviendo más oscura.
—No es asunto tuyo, Dani. Seguramente deberías hablar con Santana.
—Bueno, entonces vas a tener que disculparme. No querría interrumpir tu paseíllo de la vergüenza.
Me dedicó la más gélida de su colección de miradas matadoras y antes de que pudiera abrir la boca, dio media vuelta y se marchó pasillo abajo.
Mierda.
Aquella noche llegué al teatro un poco antes de la convocatoria de media hora con la esperanza de poder hablar un momento con Santana.
Debía admitir que tenía un problema con qué hacer con las manos cuando estaba con ella: estaba completamente cautivada por su físico y, además, me gustaba mucho.
Pensaba con ilusión en pasar tiempo con ella y fui consciente de que no podía seguir ignorando las alarmas que me sonaban en la cabeza. También sabía que, para Santana lo más probable era que yo no fuera más que una distracción temporal.
Al fin y al cabo, era lo que habíamos acordado.
No obstante, los sentimientos que empezaba a despertarme me preocupaban.
¿Iba a ser capaz de que las cosas no se pusieran serias con ella?
Aquel tipo de dudas era una mierda.
Firmé mi entrada en el teatro, saludé a unos cuantos compañeros y a continuación me fui derecha a su camerino.
Cuando me acerqué me percaté de que no tenía la puerta abierta como siempre, pero tampoco lo que se diría cerrada. En el interior se oían voces.
Mi primer impulso fue marcharme y respetar su intimidad, pero una parte de mí no pudo evitar captar trozos de lo que se estaba diciendo.
Me quedé parada en el pasillo, muy convenientemente, y me puse a mirar el móvil como si estuviera ocupada con algo importante.
«Oh, tiene botones y una pantalla táctil. Fascinante.»
—No tienes ni idea de lo que estás haciendo y lo sabes—oí que le decía Dani.
—No vamos a discutir esto, Dani, es mi vida y mi elección es no compartir los detalles contigo—repuso Santana que sonaba calmada.
Eso era bueno.
—¿Qué fue de ser profesional, de no dejar que el drama de una relación afectara a la gira? Fueron esas tus palabras, ¿no?—replicó Dani prácticamente a gritos.
—Para empezar, no se trata de eso y, si te tomaras la molestia de hablar con Brittany, te darías cuenta de que estás muy equivocada con ella.
—Si hay algo que pueda decir de esa chica es que trae problemas. Ahora mismo estamos discutiendo por su culpa, eso no lo puedes negar.
—Siento que te duela que pase tiempo con ella, Dani, pero no es importante. No tienes por qué estar celosa.
Se me paró el corazón en el pecho.
Ahí estaba: tenía que ponerle punto y final a mis sentimientos y hacerlo de inmediato.
Oí movimiento dentro del camerino y emprendí una retirada rápida para que
no me vieran. Me sentía culpable por haberlas escuchado a hurtadillas porque realmente no era mi estilo, pero tenía que admitir que seguramente era una conversación que necesitaba oír.
Dani iba a estar de malas conmigo.
Menuda novedad.
No vi a Santana antes de la actuación pero me sentí aliviada cuando nuestros ojos se encontraron entre bambalinas antes del número inicial y me
sonrió.
Era algo que estaba convirtiéndose en una especia de ritual entre las dos antes del espectáculo y me gustaba. También me recordé que ella sabía de mi encontronazo con Dani y aun así todavía me sonreía.
Puede que el mundo siguiera girando en la dirección correcta.
La representación transcurrió en un remolino de intensas canciones y coreografías agotadoras. Los actores lo bordamos y el público nos lo agradeció.
Aproveché al máximo las notas que me había dado Blaine y aquella noche me sentí mucho más segura de mi actuación.
Cuando cayó el telón, Rachel me abrazó por la cintura.
—Creo que vamos a lograrlo, nena, quién lo iba a decir.
Yo me sentía radiante.
— ¡Somos Laverne & Shirley!
—No, Mary Tyler Moore—me corrigió.
—Oh, ¿pero puedo ser Laverne igualmente?
—Claro.
Me di cuenta de que Rachel se sentía como yo; también estaba haciéndose un sitio en el musical y en el elenco. Se acercó y me susurró al oído.
—Que sepas que lo que se dice por ahí es que tienes más de un motivo para estar en las nubes. Espero que me des todos los detalles luego.
Se me cayó el mundo a los pies.
—¿Quién más sabe lo de anoche?
—Di más bien quién no lo sabe.
Vaya, y yo que había querido ser discreta.
Le prometí a Rachel que se lo contaría todo más tarde y le di un beso rápido en la mejilla antes de volver a mi camerino para quitarme el vestuario y el maquillaje.
Al pasar junto al vestidor de Santana, asomé la cabeza de manera impulsiva para ver cómo estaba. La encontré sentada en el sofá del rincón con la mirada perdida, apoyada contra el marco de la puerta, e intrigada por su expresión pensativa, le dije:
—Un penique por tus pensamientos.
Ella se volvió al oírme y me sonrió ligeramente al tiempo que se hundía un poco más en el sofá. Se la veía cansada, pero aquello nunca parecía agriarle el humor.
—Ya posees la mayoría de mis pensamientos estos días, así que me parece que no será necesario que me pagues.
El corazón me dio un vuelco ante sus palabras.
Entré del lodo en la habitación y me sentó en el sofá. Nos miramos a los ojos sin más durante un momento.
Con lo cansado que era el musical tanto a nivel emocional como para mí, no quería ni imaginar cómo era para Santana cuyo papel era mucho más exigente.. Eso sin mencionar que había estado toda la tarde atendiendo a la prensa.
Seguro que estaba completamente agotada.
La cogí de la mano y la puse de pie.
—Venga, vámonos de aquí. Sé lo que te hace falta.
— ¿Y qué es lo que me hace falta? —preguntó levantando una ceja seductoramente.
No pude evitar liarme a reír al sentarla ante el tocador.
—Pórtate bien. No es lo que piensas. Pero antes tenemos que quitarnos esta ropa y yo tengo que hacer un recado primero. ¿Nos vemos en mi habitación dentro de una hora?
—De acuerdo. Pero te aviso de que casi no me puedo mover.
—Por suerte no hará falta moverse—dije y cerré la puerta con delicadeza antes de marcharme.
Al principio pensé que había soñado la noche que había pasado con Santana, pero un vistazo rápido a la habitación de hotel, más grande que la mía, me recordó que había sido todo muy real.
Sonreí contra la almohada y suspiré satisfecha.
Había estado genial.
Me sentía bien.
Solo esperaba que ella se sintiera bien.
No habíamos hablado sobre ello. Yo no había planeado dormir con Santana cuando vine a su habitación la noche anterior, pero mentiría si dijera que la idea no se me había pasado por un nivel profundo del subconsciente.
No pude ahondar en ese detalle porque en ese momento se abrió la puerta del baño y Santana emergió envuelta en una toalla blanca y esponjosa, tan atractiva como siempre. Se detuvo al verme despierta y rae sonrió con timidez.
—Hola.
—Buenos días—contesté, y me senté.
Vino a la cama, se sentó a mi lado y me dio un beso ligero.
—¿Cómo puedes estar tan guapa recién levantada? Es un crimen.
— ¿Lo estoy?
—Lo estás —afirmó y terminó el beso que habíamos empezado.
—Lo de anoche... —comencé.
—Fue inesperado —concluyó en tono práctico.
Inesperado.
Mmm.
Había parte de verdad en aquella afirmación, pero «inesperado» no era lo primero que se me ocurría al pensar en la noche que habíamos compartido.
Yo habría dicho «increíble» o incluso «demoledor», pero eso era yo.
—Sí, fue verdaderamente inesperado.
— ¿Estás bien con todo esto? Primero digo que no tiene que ser nada serio y luego esa misma noche voy y prácticamente te ataco —dijo mientras caminaba hacia la ventana— Es extraño. Es como si cuando estuviera contigo no supiera qué es arriba y qué es abajo. Me tienes vuelta del revés y es un poco inquietante.
Yo la seguí envuelta en la sábana.
—Podemos dejarlo. ¿Preferirías eso?
Ella se volvió para mirarme a los ojos, se mordió el labio y cabeceó con solemnidad.
—No.
—Entonces, mi respuesta es que, sin lugar a dudas, estoy bien con lo que pasó anoche.
Su expresión se dulcificó y me cogió una mano entre las suyas.
—Pero, para que conste —añadí señalando su vestimenta—, Vas a tener que dejar de desfilar con toallas todo el tiempo. No creo que sea capaz de soportarlo.
— ¿Qué quieres decir con todo el tiempo?
—Si te acuerdas, el día que nos conocimos llevabas una toalla. Yo a duras penas no me puse a babear. No te habría causado la mejor de las impresiones así de buenas a primeras.
—Ah —se rio—Te refieres al día que te colaste en mi camerino.
—Sí, ese mismo.
—Bueno, si ese día hubiera sabido lo que se ahora me habría quitado la toalla.
La idea me dejó de piedra.
Santana esbozó una sonrisa de triunfo y no pude sino imaginarme la cara de asombro que se me había quedado.
—Vaya, vaya. Estamos orgullosas de nosotras mismas ¿verdad? —le dije.
La abracé y la besé, que era lo que había desearlo desde que había vuelto a la habitación.
—Lo estamos. Estamos muy orgullosas—repuso e hizo el beso más profundo antes de separarse con ternura— Siento interrumpir, pero tengo cita con la prensa a las once, así que tengo que darme prisa.
Maldición.
—Supongo que eso quiere decir que tengo que soltarte ahora.
Ella asintió compungida.
—Por desgracia así es. Pero pienso verte luego. He oído que hay un musical increíble en la ciudad con una actriz nueva que dicen que es muy sexy. He pensado que iré a verlo.
—Oh, suena interesante. A lo mejor nos vemos ahí entonces.
—Si estás de suerte.
Santana se volvió a dirigir al baño para terminar de arreglarse y yo no pude dejar de observarla. Entonces, como si notara mi atención puesta en ella, dejó caer la toalla en el camino.
—Joder—murmuré para mí.
Me la comí con los ojos, con aire de derrota, hasta que desapareció y la oí reír desde el baño.
Después de que se marchara a su entrevista, me tomé mi tiempo duchándome y arreglando la habitación antes de decidirme a regresar a mis
poco espectaculares aposentos para ponerme al día con el correo electrónico.
Al abrir la puerta me sobresaltó encontrarme cara a cara con Dani, que tenía la mano levantada como si estuviera a punto de llamar a la puerta. Las dos nos miramos, confusas, durante un segundo hasta que ella se recobró lo suficiente para hablar.
—Brittany—saludó en tono frío—Buscaba a Santana. ¿Está...?
Intentaba mirar hacia el interior de la habitación por encima de mi hombro y me di cuenta de que había muy pocas explicaciones con sentido en aquella situación.
—En, no. No está. Creo que tenía una entrevista en la televisión esta mañana. En el Canal 4.
—Ah—musitó aún confusa—¿Entonces qué estás haciendo en su habitación?
Antes de que le respondiera, cayó en la cuenta ella sola y de la confusión pasó rápidamente a la ira.
—¿Has dormido aquí?
¿Qué podía decir?
Santana me había pedido que fuéramos discretas, pero no me había llegado
a pedir que mintiera al respecto. Eso sin mencionar que yo mentía horriblemente mal ya desde primer curso, cuando me dio por cortarme casi todo el pelo y a mi madre le dije que no tenía ni idea de cómo había ocurrido.
Mentir no era una opción.
En cualquier caso, antes de haber tenido tiempo de racionalizar nada más, solté lo primero que se me ocurrió.
—Más o menos.
Muy bien, Brittany.
—¿Más o menos?—repitió Dani burlona.
La situación cada vez se estaba volviendo más oscura.
—No es asunto tuyo, Dani. Seguramente deberías hablar con Santana.
—Bueno, entonces vas a tener que disculparme. No querría interrumpir tu paseíllo de la vergüenza.
Me dedicó la más gélida de su colección de miradas matadoras y antes de que pudiera abrir la boca, dio media vuelta y se marchó pasillo abajo.
Mierda.
Aquella noche llegué al teatro un poco antes de la convocatoria de media hora con la esperanza de poder hablar un momento con Santana.
Debía admitir que tenía un problema con qué hacer con las manos cuando estaba con ella: estaba completamente cautivada por su físico y, además, me gustaba mucho.
Pensaba con ilusión en pasar tiempo con ella y fui consciente de que no podía seguir ignorando las alarmas que me sonaban en la cabeza. También sabía que, para Santana lo más probable era que yo no fuera más que una distracción temporal.
Al fin y al cabo, era lo que habíamos acordado.
No obstante, los sentimientos que empezaba a despertarme me preocupaban.
¿Iba a ser capaz de que las cosas no se pusieran serias con ella?
Aquel tipo de dudas era una mierda.
Firmé mi entrada en el teatro, saludé a unos cuantos compañeros y a continuación me fui derecha a su camerino.
Cuando me acerqué me percaté de que no tenía la puerta abierta como siempre, pero tampoco lo que se diría cerrada. En el interior se oían voces.
Mi primer impulso fue marcharme y respetar su intimidad, pero una parte de mí no pudo evitar captar trozos de lo que se estaba diciendo.
Me quedé parada en el pasillo, muy convenientemente, y me puse a mirar el móvil como si estuviera ocupada con algo importante.
«Oh, tiene botones y una pantalla táctil. Fascinante.»
—No tienes ni idea de lo que estás haciendo y lo sabes—oí que le decía Dani.
—No vamos a discutir esto, Dani, es mi vida y mi elección es no compartir los detalles contigo—repuso Santana que sonaba calmada.
Eso era bueno.
—¿Qué fue de ser profesional, de no dejar que el drama de una relación afectara a la gira? Fueron esas tus palabras, ¿no?—replicó Dani prácticamente a gritos.
—Para empezar, no se trata de eso y, si te tomaras la molestia de hablar con Brittany, te darías cuenta de que estás muy equivocada con ella.
—Si hay algo que pueda decir de esa chica es que trae problemas. Ahora mismo estamos discutiendo por su culpa, eso no lo puedes negar.
—Siento que te duela que pase tiempo con ella, Dani, pero no es importante. No tienes por qué estar celosa.
Se me paró el corazón en el pecho.
Ahí estaba: tenía que ponerle punto y final a mis sentimientos y hacerlo de inmediato.
Oí movimiento dentro del camerino y emprendí una retirada rápida para que
no me vieran. Me sentía culpable por haberlas escuchado a hurtadillas porque realmente no era mi estilo, pero tenía que admitir que seguramente era una conversación que necesitaba oír.
Dani iba a estar de malas conmigo.
Menuda novedad.
No vi a Santana antes de la actuación pero me sentí aliviada cuando nuestros ojos se encontraron entre bambalinas antes del número inicial y me
sonrió.
Era algo que estaba convirtiéndose en una especia de ritual entre las dos antes del espectáculo y me gustaba. También me recordé que ella sabía de mi encontronazo con Dani y aun así todavía me sonreía.
Puede que el mundo siguiera girando en la dirección correcta.
La representación transcurrió en un remolino de intensas canciones y coreografías agotadoras. Los actores lo bordamos y el público nos lo agradeció.
Aproveché al máximo las notas que me había dado Blaine y aquella noche me sentí mucho más segura de mi actuación.
Cuando cayó el telón, Rachel me abrazó por la cintura.
—Creo que vamos a lograrlo, nena, quién lo iba a decir.
Yo me sentía radiante.
— ¡Somos Laverne & Shirley!
—No, Mary Tyler Moore—me corrigió.
—Oh, ¿pero puedo ser Laverne igualmente?
—Claro.
Me di cuenta de que Rachel se sentía como yo; también estaba haciéndose un sitio en el musical y en el elenco. Se acercó y me susurró al oído.
—Que sepas que lo que se dice por ahí es que tienes más de un motivo para estar en las nubes. Espero que me des todos los detalles luego.
Se me cayó el mundo a los pies.
—¿Quién más sabe lo de anoche?
—Di más bien quién no lo sabe.
Vaya, y yo que había querido ser discreta.
Le prometí a Rachel que se lo contaría todo más tarde y le di un beso rápido en la mejilla antes de volver a mi camerino para quitarme el vestuario y el maquillaje.
Al pasar junto al vestidor de Santana, asomé la cabeza de manera impulsiva para ver cómo estaba. La encontré sentada en el sofá del rincón con la mirada perdida, apoyada contra el marco de la puerta, e intrigada por su expresión pensativa, le dije:
—Un penique por tus pensamientos.
Ella se volvió al oírme y me sonrió ligeramente al tiempo que se hundía un poco más en el sofá. Se la veía cansada, pero aquello nunca parecía agriarle el humor.
—Ya posees la mayoría de mis pensamientos estos días, así que me parece que no será necesario que me pagues.
El corazón me dio un vuelco ante sus palabras.
Entré del lodo en la habitación y me sentó en el sofá. Nos miramos a los ojos sin más durante un momento.
Con lo cansado que era el musical tanto a nivel emocional como para mí, no quería ni imaginar cómo era para Santana cuyo papel era mucho más exigente.. Eso sin mencionar que había estado toda la tarde atendiendo a la prensa.
Seguro que estaba completamente agotada.
La cogí de la mano y la puse de pie.
—Venga, vámonos de aquí. Sé lo que te hace falta.
— ¿Y qué es lo que me hace falta? —preguntó levantando una ceja seductoramente.
No pude evitar liarme a reír al sentarla ante el tocador.
—Pórtate bien. No es lo que piensas. Pero antes tenemos que quitarnos esta ropa y yo tengo que hacer un recado primero. ¿Nos vemos en mi habitación dentro de una hora?
—De acuerdo. Pero te aviso de que casi no me puedo mover.
—Por suerte no hará falta moverse—dije y cerré la puerta con delicadeza antes de marcharme.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Bambalinas (Adaptada) Epílogo
Hola morra...
Que tanto tiene san con dani para decirle... "no te tenes que poner celosa"????
Si las cosas salen así solamente fluyendo no me quiero imaginar si le ponen empeño al asunto...
Mmmm por ahora todo sería "normal" sexos casual sin compromiso... ex novia? Celosa...!! Pasos locos... a ver como sigue??
Nos vemos!!!
Que tanto tiene san con dani para decirle... "no te tenes que poner celosa"????
Si las cosas salen así solamente fluyendo no me quiero imaginar si le ponen empeño al asunto...
Mmmm por ahora todo sería "normal" sexos casual sin compromiso... ex novia? Celosa...!! Pasos locos... a ver como sigue??
Nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
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