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[Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
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monica.santander
Tati.94
claudia1988
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[Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Prólogo
Brittany atraviesa el peor momento de su vida.
Santana tiene una propuesta difícil de rechazar.
Pero la pasión no estaba en el trato.
La estudiante de enfermería y camarera Brittany Pierce no pasa por su mejor momento.
Su ya desesperada situación económica acaba de sufrir un golpe que puede dejarla a un paso de vivir en la calle.
Cuando necesita poco menos que un milagro que la salve, Brittany es rescatada por una benefactora insólita y arrolladora.
La multimillonaria Santana López le hace una oferta que es imposible rechazar, pero que resulta aterrador aceptar viniendo de una mujer a la que no conoce.
¿Será la atractiva millonario la solución a sus problemas o acabará siendo una complicación aún mayor y un peligro para su salud emocional?
Santana le pide solo una noche de sexo a cambio de su ayuda y Brittany no puede resistirse a sus encantos.
Santana tiene una propuesta difícil de rechazar.
Pero la pasión no estaba en el trato.
La estudiante de enfermería y camarera Brittany Pierce no pasa por su mejor momento.
Su ya desesperada situación económica acaba de sufrir un golpe que puede dejarla a un paso de vivir en la calle.
Cuando necesita poco menos que un milagro que la salve, Brittany es rescatada por una benefactora insólita y arrolladora.
La multimillonaria Santana López le hace una oferta que es imposible rechazar, pero que resulta aterrador aceptar viniendo de una mujer a la que no conoce.
¿Será la atractiva millonario la solución a sus problemas o acabará siendo una complicación aún mayor y un peligro para su salud emocional?
Santana le pide solo una noche de sexo a cambio de su ayuda y Brittany no puede resistirse a sus encantos.
*********************************************************************************************************************************
Hola, aquí les dejo el principio de esta nueva historia, espero y les guste!
Gracias por leer y comentar!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
Wallbanger: https://gleelatino.forosactivos.net/t22310-resueltofanfic-brittanawallbanger-2-rustynailed-adaptada-finalHola, aquí les dejo el principio de esta nueva historia, espero y les guste!
Gracias por leer y comentar!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Pd3: aquí mis anteriores historias (adaptadas todas):
El Affaire López: https://gleelatino.forosactivos.net/t22380-fanfic-brittana-el-affaire-lopez-4-algo-raro-y-preciso-adaptada-epilogo
A los 17: https://gleelatino.forosactivos.net/t22434-resueltofanfic-brittana-a-los-17-adaptada-cap-43-final
Tras el Telón de Pino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22474-resueltofanfic-brittana-tras-el-telon-de-pino-adaptada-cap-36-final
Sin Condiciones: https://gleelatino.forosactivos.net/t22505-resueltofanfic-brittana-sin-condiciones-adaptada-cap-47-final
Blonde Girl: https://gleelatino.forosactivos.net/t22520-fanfic-brittana-blonde-girl-adaptada-prologo#538737
Ajuste de Cuentas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22532-resueltofanfic-brittana-ajuste-de-cuentas-adaptada-cap-12-fin
Pídeme lo que Quíeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22535-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-adaptada-prologo#539712
Mi Mujer: https://gleelatino.forosactivos.net/t22564-fanfic-brittana-mi-mujer-3-confesion-adaptada-cap-35#542092
Sorpréndeme: https://gleelatino.forosactivos.net/t22576-resueltofanfic-brittana-sorprendeme-adaptada-epilogo#543891
Palabras para Ti: https://gleelatino.forosactivos.net/t22583-resueltofanfic-brittana-palabras-para-ti-adaptada-epilogo
Un Vuelo con Escalas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22590-fanfic-brittana-un-vuelo-con-escalas-adaptada-cap-33-final#544923
Secretos del Pasado: https://gleelatino.forosactivos.net/t22595-resueltofanfic-brittana-secretos-del-pasado-adaptada-epilogo
En tus Brazos y Huir de Todo Mal: https://gleelatino.forosactivos.net/t22602-resueltofanfic-brittana-en-tus-brazos-y-huir-de-todo-mal-ii-pasion-adaptada-epilogo
Parejas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22615p195-resueltofanfic-brittana-parejas-adaptada-cap-41-final#547481
La Chica de Servicio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22617-resueltofanfic-brittana-la-chica-de-servicio-3-rindete-adaptada-epilogo-santana
A su Manera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22622-resueltofanfic-brittana-a-su-manera-adaptada-cap-50-final
Pídeme lo que Quiéras 4: Y yo te lo Darpe: https://gleelatino.forosactivos.net/t22630-fanfic-brittana-pideme-lo-que-quieras-4-y-yo-te-lo-dare-adaptada-epilogo
Angel de Fuego: https://gleelatino.forosactivos.net/t22633-resueltofanfic-brittana-angel-de-fuego-adaptada-cap-39-fin
Después de Todo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22642-fanfic-brittana-despues-de-todo-adaptada-epilogo
Pintando la Luna: https://gleelatino.forosactivos.net/t22644-resueltofanfic-brittana-pintando-la-luna-adaptada-epilogo
La Luna de Media Noche: https://gleelatino.forosactivos.net/t22647-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-media-noche-adaptada-epilogo
Amor en Espera: https://gleelatino.forosactivos.net/t22651-resueltofanfic-brittana-amor-en-espera-adaptada-epilogo
Storms: https://gleelatino.forosactivos.net/t22657-resueltofanfic-brittana-storms-adaptada-epilogo
Fue un Beso Tonto: https://gleelatino.forosactivos.net/t22660-resueltofanfic-brittana-fue-un-beso-tonto-adaptada-epilogo
La Luna de Santana: https://gleelatino.forosactivos.net/t22664-resueltofanfic-brittana-la-luna-de-santana-adaptada-epilogo
Con Todo mi Corazón: https://gleelatino.forosactivos.net/t22666-resueltofanfic-brittana-con-todo-mi-corazon-adaptada-epilogo
La Esposa Del Vecino: https://gleelatino.forosactivos.net/t22668-resueltofanfic-brittana-la-esposa-del-vecino-adaptada-epilogo
Dulce Brittany: https://gleelatino.forosactivos.net/t22671-resueltofanfic-brittana-dulce-brittany-adaptada-epilogo
Eres Para Mí: https://gleelatino.forosactivos.net/t22674-resueltofanfic-brittana-eres-para-mi-adaptada-epilogo
Vampira: https://gleelatino.forosactivos.net/t22679-resueltofanfic-brittana-vampira-adaptada-epilogo
Rojo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22687-resueltofanfic-brittana-rojo-adaptada-cap-34-final
Retroceder el Tiempo: https://gleelatino.forosactivos.net/t22695-resueltofanfic-brittana-retroceder-el-tiempo-adaptada-epilogo
Dulce Travesura: https://gleelatino.forosactivos.net/t22699-resueltofanfic-brittana-dulce-travesura-adaptada-epilogo
Compañeras: https://gleelatino.forosactivos.net/t22704-resueltofanfic-brittana-companeras-ii-carretera-del-infierno-adaptada-cap-34-y-35-fin
Pequeño Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22711-resueltofanfic-brittana-pequeno-amor-adaptada-epilogo
Por la Eternidad: https://gleelatino.forosactivos.net/t22718-resueltofanfic-brittana-por-la-eternidad-adaptada-epilogo
Besos: https://gleelatino.forosactivos.net/t22720-resueltofanfic-brittana-besos-adaptada-epilogo
Bambalinas: https://gleelatino.forosactivos.net/t22725-resueltofanfic-brittana-bambalinas-adaptada-epilogo
Razonable: https://gleelatino.forosactivos.net/t22733-resueltofanfic-brittana-razonable-iii-adaptada-epilogo
Seducción: https://gleelatino.forosactivos.net/t22737-resueltofanfic-brittana-seduccion-adaptada-epilogo
Dilo a Otra: https://gleelatino.forosactivos.net/t22740-resueltofanfic-brittana-dilo-a-otra-adaptada-epilogo-parte-ii
En Equilibrio: https://gleelatino.forosactivos.net/t22741-resueltofanfic-brittana-en-equilibrio-adaptada-epilogo
Simplemente: https://gleelatino.forosactivos.net/t22743-fanfic-brittana-simplemente-ii-adaptada-cap-3
Nunca: https://gleelatino.forosactivos.net/t22747-fanfic-brittana-nunca-i-adaptada-cap-1#561488
Sexy Amor: https://gleelatino.forosactivos.net/t22748p175-resueltofanfic-brittana-sexy-amor-adaptada-epilogo#562089
Sentimientos: https://gleelatino.forosactivos.net/t22752-resueltofanfic-brittana-los-sentidos-adaptada-epilogo
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
ah vaya, pero que interesante!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,..
mmm interesante!!!
a ver que hace britt acepta o no??
nos vemos!!!
mmm interesante!!!
a ver que hace britt acepta o no??
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Se ve interesante, es G!p? :)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Haber si acepta Britt.. Además una noche no creo que les sea suficiente ...haber que tal les va
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
micky morales escribió:ah vaya, pero que interesante!!!!!
Hola, si¿? osea q vamos bn¿? jajajaj espero y siga así xD Saludos =D
3:) escribió:hola morra,..
mmm interesante!!!
a ver que hace britt acepta o no??
nos vemos!!!
Hola lu, si¿? eso es bueno¿? espero y sea así! ajajajajajaja. Uff interesante pregunta... además q es san... como no¿? jajajaja. Saludos =D
claudia1988 escribió:Se ve interesante, es G!p? :)
Hola perdida, jajajajaaja. Eso es bueno, espero y siga así ajajajaja. No xD lo siento! Saludos =D
JVM escribió:Haber si acepta Britt.. Además una noche no creo que les sea suficiente ...haber que tal les va
Hola, esa pregunta espero responderla con este cap..., pero es san... ajajajajajaja. Eso mismo pienso yo..., además repito... es san! ajajajajaj. Aquí dejo un cap para saberlo! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía I (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Santana López permanecía de pie, oculta en la penumbra del lujoso vestíbulo.
Tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros y un hombro apoyado contra el marco del ventanal que miraba a la calle.
Su cuerpo entero estaba en tensión mientras observaba la acera con una intensidad y una concentración obsesivas.
«Pero ¿dónde se habrá metido? Ya son las once menos cuarto».
Sabía que Brittany había ido al trabajo.
Tras pasar dos días indispuesta se había incorporado hoy a Maribel Place, donde trabajaba de camarera en el turno de noche.
Santana se lo había preguntado a su mamá, que era la dueña de ese coqueto restaurante. Aunque solía responder a todas sus preguntas sin reservas, Santana había actuado con cautela, ya que no quería que su progenitora le diera la lata hasta descubrir por qué le interesaba la vida de Brittany.
Si se le pasara por la cabeza que Santana no solo preguntaba para darle conversación, su mamá, una mujer maravillosa pero bastante entrometida, se comportaría como un sabueso olfateando un rastro y le daría la lata sin descanso hasta descubrir exactamente qué intenciones tenía con Brittany.
Santana frunció el ceño.
¡Como si tuviera alguna intención!
Lo único que tenía era fantasías.
Se imaginaba a Brittany tumbada en la cama y abierta de piernas gritando su nombre mientras le hacía alcanzar el orgasmo una y otra vez.
Santana respiró hondo y exhaló el aire despacio para intentar liberar la tensión acumulada mientras se decía a sí misma que tenía que estar mal de la cabeza para esperar noche tras noche en el mismo sitio a una mujer que ni siquiera había conocido oficialmente.
Pero ahí estaba… otra vez.
Daba la espalda al entrometido del conserje mientras observaba la calle con una lascivia propia de un acosador desequilibrado y con un único objetivo: ver, aunque solo fuera un instante, a Brittany Pierce.
Por alguna razón esa mujer despertaba en ella unos instintos territoriales y un afán de protección a los que no estaba acostumbrada y que la forzaban a plantarse ahí cada noche a hacer guardia mientras la rubia regresaba desde el trabajo a su casa.
Cuando la viera, haría lo mismo que hacía todas las noches: la seguiría a cierta distancia para no alarmarla y esperaría hasta que entrara en su portal sana y salva.
Luego daría media vuelta y volvería a casa.
No hablaría con la rubia ni se le acercaría.
No lo había hecho nunca.
No porque no le apeteciera, sino porque Brittany estudiaba Enfermería, trabajaba a jornada completa en el restaurante y, por lo que le había contado su mamá, se negaba en redondo a salir con nadie, ya que a la rubia le gustaban ambos sexos… y a ella solo las mujeres, porque no disponía ni de la energía ni del tiempo necesario para mantener una relación.
Y probablemente llevaba razón.
La muy insensata apenas dormía ni comía.
Nadie se preocupaba por ella, solo la mamá de Santana… y Santana.
¡En el último año se había interesado por la rubia más de lo que lo hubieran hecho sus familiares!
¡Y ni siquiera eran amigas!
El problema era… que no eran familia y que sus sentimientos hacia la ojiazul no eran precisamente fraternales.
«¡Es que está imponente!».
Santana tuvo que contener un gemido de frustración al recordar la primera vez que había visto a Brittany: sus ojos azules brillaban con simpatía, se le habían soltado algunos cabellos rubios y sedosos de la coleta que siempre llevaba y su ágil cuerpo se movía con gracia entre las mesas del restaurante de su mamá.
A los veintiocho años aún conservaba una mirada inocente y un aspecto vulnerable que, sin que ella se lo hubiera propuesto, habían hecho prisionero a Santana, que permanecía cautiva en aquella telaraña desde el primer día que la vio.
La mamá de Santana hablaba de Brittany como si fuera su hija.
Santana sabía que tenían un vínculo especial; no les unía la sangre, sino una íntima amistad.
Vamos, que, si Brittany fuera más joven, Santana estaba convencido de que su mamá la habría adoptado.
Como lo hizo con su hermana Quinn.
Los padres de Quinn, Russel y Judy Fabray, eran muy amigos de los padres de Santana, Alfonso y Maribel López. Desafortunadamente cuando Quinn era un bebé sus padres tuvieron un accidente y murieron.
Los López se hicieron cargo de la pequeña Quinn, quien se había criado como una López más, sin olvidar quienes eran sus verdaderos padres.
Dos años después los López tuvieron a Santana, ella y Quinn se criaron como hermanas.
Eran hermanas.
Apretó los labios al pensar que su mamá tuviera la esperanza de que, en un futuro, la tratara como a una hermana como lo hacía con Quinn.
Ni de coña.
Se calentaba cada vez que la veía.
Se ponía en ebullición.
¿Qué coño tenía esta mujer en concreto para ponerla tan nerviosa y alterarla de esta manera?
Santana se había tirado a mujeres más atractivas y más sofisticadas, pero ninguna de ellas había despertado en ella sentimiento alguno.
Era una ermitaña que prefería invertir su tiempo en el ordenador que en eventos sociales, pero a veces tenía necesidades físicas que ella sola no podía satisfacer, que únicamente podía aliviar la compañía de una mujer.
Santana conocía a varias candidatas idóneas para tales ocasiones, ya que le permitían tener en la cama el control que necesitaba —que le resultaba imprescindible— y ni hacían demasiadas preguntas ni exigían nada a cambio.
¡Maldita sea!
Con eso se había contentado… hasta que vio a Brittany.
Hizo una mueca sin despegar la mirada de la calle, introdujo las manos aún más en los bolsillos y cambió de postura, apoyando la cadera contra la pared para liberar el peso del hombro.
¡Dios mío, empezaba a dar pena!
¿Cuánto tiempo seguiría contemplando embelesado a una mujer que ni siquiera conocía?
¿Hasta que acabara la carrera y se marchara de la ciudad?
¿Hasta que se casara?
Le entraron ganas de gruñir al imaginar las manos de otra persona acariciando el irresistible cuerpo de Brittany.
Reprimió el instinto animal que le generaba la idea de que otra persona tocara a esa mujer que era suya.
«No es tuya, capullo. Contrólate».
Por primera vez en la vida deseó parecerse más a su hermana mayor, la otra socio de López Corporation.
Quinn no se lo pensaría dos veces antes de abordar a Brittany, ya que a la ojiverde también le gustaban las mujeres.
El estilo de su hermana consistía en engatusar, conquistar y desechar. Es más, la posibilidad de que la ojiverde la rechazara ni se le pasaría por la cabeza.
Seguramente porque todas caían rendidas a sus pies.
Su única hermana se comportaba con la población femenina del mismo modo que una persona trata a un paquete de pañuelos cuando está resfriada.
Quinn echaría abajo las murallas que Brittany había construido para defenderse, la camelaría para que se quitara las braguitas y después la abandonaría en busca de la siguiente conquista.
«¡Ni hablar!».
Santana quería a su hermana, pero Quinn tendría que pasar por encima de su cadáver antes de seducir a Brittany. Es más, ni siquiera le haría gracia que estuvieran juntas en la misma habitación.
«Es mía».
Santana negó con la cabeza, atónita ante sus pensamientos.
Sí…, le gustaba tener el control, de hecho, lo necesitaba, pero hasta ahora jamás había deseado a ninguna mujer en concreto y, sin embargo, ahora en lo único en lo que podía pensar era en la bonita camarera en la que se había fijado hacía justo un año.
«Le tienes miedo».
La idea le hizo fruncir el ceño.
¡Y una mierda!
A ella no le daba miedo nada y menos aún Brittany Pierce.
Las posibilidades de llevársela a la cama eran remotas, así que ¿para qué
seguir dándole vueltas?
Ella solo follaba.
No salía con nadie.
Y eso era lo que quería seguir haciendo.
Su hermana Quinn era la cara visible de la compañía, la empresario. Santana era una friqui de la informática y prefería quedarse en segundo plano.
¿Qué sabía ella sobre el arte de la seducción?
Jamás había tenido que engatusar a ninguna mujer para llevársela a la cama.
Las mujeres a las que se tiraba se iban con ella a cambio de un beneficio.
Tenía fama de ser una amante generosa. No era tan tonta como para pensar que esas chicas sentían algo por ella.
Esa situación la entendía.
Y la sabía manejar.
«Quizá lo único que tengo que hacer para superar esta absurda obsesión es tirármela».
¿Se contentaría con eso?
¿Dejaría de estar obsesionada con Brittany si encontrara el modo de llevársela a la cama?
¡Joder, tenía que hacer algo!
Esa irracional fijación con Brittany había ido en aumento en los últimos doce meses y le impedía desear a ninguna otra.
Desde hacía más de un año su vida sexual se limitaba al placer que le ofrecían sus manos, y ya no podía aguantarlo más. Sin embargo, era incapaz de hacer nada al respecto.
Cuando se proponía tomar cartas en el asunto y llamar a otra mujer, recordaba la dulce carita de Brittany y colgaba el teléfono.
«¡Joder, estoy rayadísima con esta rubia!».
Santana se percató de que alguien se acercaba.
Como era una mujer de pelo rubio que llevaba una minifalda negra de cuero y un jersey rojo chillón, prácticamente la descartó de inmediato.
Siempre había visto a Brittany en vaqueros con una camiseta con el logo del
restaurante; el atuendo informal que solían llevar las camareras del bistró de su mamá.
A medida que ella se aproximaba Santana no daba crédito a lo que vislumbraban sus ojos y, cuando por fin vio con claridad su rostro, se quedó boquiabierta.
¡La Mierda!
Sí que era Brittany.
Estaba tan cerca que veía a la perfección sus facciones, aquel rostro que se le aparecía en sus sueños húmedos cada maldita noche, pero esa ropa…
«¿Qué coño lleva puesto?».
La falda era tan tan corta que dejaba al descubierto prácticamente cada centímetro de sus largas, esbeltas y torneadas piernas. La ropa se le ajustaba a los pechos, el torso y el trasero como un guante.
Santana se calento de inmediato y sacó las manos de los bolsillos. Apretó los puños mientras una gota de sudor le resbalaba por la cara. Y después otra.
Y otra.
«¡Maldita sea! ¿Cómo se le ocurre vestirse así? Está pidiendo a gritos que la aborde cualquier desconocido por la calle».
Juró por Dios que ella sería esa desconocida.
No pensaba brindar esa oportunidad a otra persona, a alguien que quizá le hiciera daño.
«¿No se da cuenta de que estamos en una gran ciudad? Tampa no es una aldea por la que puedas deambular a tus anchas por la noche sin que nadie te moleste».
Sin despegar la mirada de la mujer que seguía acercándose, Santana estiró la mano para apoyarse en el marco del ventanal. Apretó los dientes mientras se hacía a la idea de que ese era el día en que tendría que aproximarse a ella, situarse más cerca de la rubia de lo que jamás había estado.
Ya no podía controlar esos desenfrenados instintos animales.
No le gustaban, no estaba acostumbrada a ellos.
Lo único que deseaba era recuperar la cordura, volver a enfrascarse en su gran pasión, la creación de videojuegos, sin que le interrumpieran fantasías eróticas cuya protagonista era Brittany.
Sensatez.
Raciocinio.
Control.
Ese era su estilo de vida.
Para volver a ser ella misma, para recuperar su estado de ánimo habitual, tenía que recuperar esas cualidades, y lo conseguiría costara lo que costara.
Encontraría la manera de purgarse de este ridículo deseo incontrolable que sentía por Brittany Pierce.
Una vez tomada esa decisión se separó del ventanal y permaneció inmóvil mientras se ponía la «máscara» con la que ocultaba toda emoción de su rostro.
Esconder lo que sentía se le daba bien.
Se había criado en una zona de Los Ángeles en la que la gente normal no se atrevería ni a parar; un lugar en el que mostrar un ápice de debilidad, torpeza o fragilidad podía suponer la destrucción.
Santana López era, como mínimo, una superviviente.
Oculta tras su disfraz, apartó la mirada de la calle, se giró con brusquedad y avanzó con paso decidido hacia la puerta.
¡Menudo día de perros había tenido Brittany Pierce!
Volvió a colocarse la mochila sobre el hombro para sujetarla con más firmeza y se tiró del dobladillo de la falda.
Se sentía ridícula con aquella falda, que era tan corta que apenas le tapaba el culo. A Lisa, una compañera de clase, le sentaba muy bien esa ropa pero, claro, Lisa medía varios centímetros menos y era siete años menor.
Por desgracia, a Brittany, que era más alta, no le quedaba igual. Su pecho iba embutido en aquel jersey y la falda era sumamente corta.
Se había criado en una de las zonas más problemáticas de Lima, Ohio y para superar aquella experiencia sin un solo rasguño había tenido que espabilarse.
Brittany sabía de sobra cómo cuidar de sí misma y cómo evitar llamar la atención de quien no quería.
Pero, entonces, ¿qué hacía así vestida?
¿Buscar jaleo?
«Eres tonta, Brittany. Tonta de remate».
Frunció el ceño y se obligó a no aminorar la marcha.
No pasaría nada.
Estaba en un buen barrio, ¿qué más daba que pareciera una gatita en celo con zapatillas de deporte?
Le quedaban ocho manzanas para llegar a casa y, una vez ahí, podría ponerse cómoda y cambiar ese conjunto ridículo por unos vaqueros y una camiseta.
Brittany suspiró centrando toda su atención en un objetivo: llegar al minúsculo departamento que compartía con otra estudiante.
Como tenía las piernas congeladas y había empezado a temblar, apresuró la marcha para entrar en calor.
Durante el mes de enero en Lima, Ohio hace buena temperatura por el día, pero por la noche refresca. Esa mañana debería haber cogido la cazadora, pero había salido a toda prisa porque llegaba tarde.
Nunca se hubiera imaginado que acabaría con las piernas descubiertas y el trasero prácticamente al aire.
«Ya queda poco para que acabe el día».
¡Gracias a Dios!
Por la mañana se le había caído un café y se había manchado los vaqueros y la camiseta. Como no le daba tiempo de ir a casa a cambiarse antes del trabajo, Brittany había aceptado agradecida la ropa limpia que le había ofrecido Lisa, una compañera que siempre llevaba algún trapito de sobra en el coche.
No es que Brittany no apreciara su amabilidad, todo lo contrario; sin embargo, le daba rabia no saber llevar esa ropa con la actitud con la que lo
hacía Lisa.
Pero es que… era incapaz.
Estaba acostumbrada a pasar inadvertida y le mortificaba la idea de parecer una prostituta de lujo con unas zapatillas de deporte que no le pegaban ni con cola.
Se había pasado la mañana y la tarde ruborizada tratando por todos los medios de no agacharse.
Al llegar al restaurante, su amable jefa, Maribel López, se había apiadado de ella y había estado rebuscando en los cajones hasta encontrar un mandil que le llegara a las rodillas y le cubriera el trasero.
Mientras pensaba con frustración que ojalá se hubiera llevado el delantal puesto, volvió a tirar del dobladillo de la ceñida falda con la esperanza de que lo único que estuviera mostrando fuera un muslo desnudo.
Le pesaba el agotamiento y le rugían las tripas.
Había estado tan ocupada en el trabajo que no le había dado tiempo a comer. Como era viernes, habían tenido más gente de lo normal en el acogedor bistró.
En realidad, se alegraba de que hubiera habido tantos clientes, ya que el dinero que había conseguido con las propinas era lo único que la alejaba de
una cuenta bancaria completamente vacía.
Quizá podría comprar algo de comida.
La despensa de su casa estaba vacía y todo apuntaba a que la situación económica de su compañera de piso era aún más precaria que la suya. Lydia nunca compraba nada y, en cuanto Brittany llevaba algo de comida a casa, desaparecía como por arte de magia.
«¡Solo queda un semestre! ¡Tú puedes!».
Caray…, los últimos cuatro años se le habían hecho muy largos y Brittany, a sus veintiocho años, se sentía mucho más vieja de lo que realmente era.
Es más, se sentía vieja.
¡Punto!
Mientras sus compañeros de clase apenas tenían veinte años y lo único que les preocupaba era salir de fiesta, en lo único en lo que pensaba Brittany era en que cada día que pasaba estaba un pasito más cerca de la graduación.
A los dieciocho años Brittany había perdido a sus padres en un accidente de coche y desde entonces había tenido que enfrentarse ella sola a la vida.
Tras varios años trabajando de camarera y sobreviviendo a duras penas se había dado cuenta de que tenía dos opciones: matricularse en la universidad o resignarse a una vida muy complicada en la que la pobreza sería una amenaza permanente.
Aunque no se arrepentía de su decisión, estudiar una carrera había sido muy duro; un camino arduo y solitario cuyo final por fin vislumbraba.
«Lo lograrás. ¡Ya casi lo tienes!».
Brittany se paró en seco al sentir que la acera se inclinaba y que se le nublaba la vista.
Ay, Dios.
Estiró un brazo para agarrarse a una farola y tratar de recuperar el equilibrio mientras la cabeza le daba vueltas y le temblaba el cuerpo entero.
El mareo le impedía seguir adelante, continuar avanzando.
«Mierda. Debería haber hecho una pausa para comer».
—¡Brittany!—una voz logró abrirse paso entre su mente nublada y alcanzar sus oídos.
Era un tono brusco y serio, pero la tranquilizaba saber que estaba cerca alguien que la conocía y que la había reconocido.
Movió la cabeza tratando de recuperar la visión y se aferró con fuerza al poste de metal, concentrando sus esfuerzos en no desmayarse y caer en la fría y dura acera, pero su cuerpo se tambaleaba con precariedad preparándose para la caída.
Tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros y un hombro apoyado contra el marco del ventanal que miraba a la calle.
Su cuerpo entero estaba en tensión mientras observaba la acera con una intensidad y una concentración obsesivas.
«Pero ¿dónde se habrá metido? Ya son las once menos cuarto».
Sabía que Brittany había ido al trabajo.
Tras pasar dos días indispuesta se había incorporado hoy a Maribel Place, donde trabajaba de camarera en el turno de noche.
Santana se lo había preguntado a su mamá, que era la dueña de ese coqueto restaurante. Aunque solía responder a todas sus preguntas sin reservas, Santana había actuado con cautela, ya que no quería que su progenitora le diera la lata hasta descubrir por qué le interesaba la vida de Brittany.
Si se le pasara por la cabeza que Santana no solo preguntaba para darle conversación, su mamá, una mujer maravillosa pero bastante entrometida, se comportaría como un sabueso olfateando un rastro y le daría la lata sin descanso hasta descubrir exactamente qué intenciones tenía con Brittany.
Santana frunció el ceño.
¡Como si tuviera alguna intención!
Lo único que tenía era fantasías.
Se imaginaba a Brittany tumbada en la cama y abierta de piernas gritando su nombre mientras le hacía alcanzar el orgasmo una y otra vez.
Santana respiró hondo y exhaló el aire despacio para intentar liberar la tensión acumulada mientras se decía a sí misma que tenía que estar mal de la cabeza para esperar noche tras noche en el mismo sitio a una mujer que ni siquiera había conocido oficialmente.
Pero ahí estaba… otra vez.
Daba la espalda al entrometido del conserje mientras observaba la calle con una lascivia propia de un acosador desequilibrado y con un único objetivo: ver, aunque solo fuera un instante, a Brittany Pierce.
Por alguna razón esa mujer despertaba en ella unos instintos territoriales y un afán de protección a los que no estaba acostumbrada y que la forzaban a plantarse ahí cada noche a hacer guardia mientras la rubia regresaba desde el trabajo a su casa.
Cuando la viera, haría lo mismo que hacía todas las noches: la seguiría a cierta distancia para no alarmarla y esperaría hasta que entrara en su portal sana y salva.
Luego daría media vuelta y volvería a casa.
No hablaría con la rubia ni se le acercaría.
No lo había hecho nunca.
No porque no le apeteciera, sino porque Brittany estudiaba Enfermería, trabajaba a jornada completa en el restaurante y, por lo que le había contado su mamá, se negaba en redondo a salir con nadie, ya que a la rubia le gustaban ambos sexos… y a ella solo las mujeres, porque no disponía ni de la energía ni del tiempo necesario para mantener una relación.
Y probablemente llevaba razón.
La muy insensata apenas dormía ni comía.
Nadie se preocupaba por ella, solo la mamá de Santana… y Santana.
¡En el último año se había interesado por la rubia más de lo que lo hubieran hecho sus familiares!
¡Y ni siquiera eran amigas!
El problema era… que no eran familia y que sus sentimientos hacia la ojiazul no eran precisamente fraternales.
«¡Es que está imponente!».
Santana tuvo que contener un gemido de frustración al recordar la primera vez que había visto a Brittany: sus ojos azules brillaban con simpatía, se le habían soltado algunos cabellos rubios y sedosos de la coleta que siempre llevaba y su ágil cuerpo se movía con gracia entre las mesas del restaurante de su mamá.
A los veintiocho años aún conservaba una mirada inocente y un aspecto vulnerable que, sin que ella se lo hubiera propuesto, habían hecho prisionero a Santana, que permanecía cautiva en aquella telaraña desde el primer día que la vio.
La mamá de Santana hablaba de Brittany como si fuera su hija.
Santana sabía que tenían un vínculo especial; no les unía la sangre, sino una íntima amistad.
Vamos, que, si Brittany fuera más joven, Santana estaba convencido de que su mamá la habría adoptado.
Como lo hizo con su hermana Quinn.
Los padres de Quinn, Russel y Judy Fabray, eran muy amigos de los padres de Santana, Alfonso y Maribel López. Desafortunadamente cuando Quinn era un bebé sus padres tuvieron un accidente y murieron.
Los López se hicieron cargo de la pequeña Quinn, quien se había criado como una López más, sin olvidar quienes eran sus verdaderos padres.
Dos años después los López tuvieron a Santana, ella y Quinn se criaron como hermanas.
Eran hermanas.
Apretó los labios al pensar que su mamá tuviera la esperanza de que, en un futuro, la tratara como a una hermana como lo hacía con Quinn.
Ni de coña.
Se calentaba cada vez que la veía.
Se ponía en ebullición.
¿Qué coño tenía esta mujer en concreto para ponerla tan nerviosa y alterarla de esta manera?
Santana se había tirado a mujeres más atractivas y más sofisticadas, pero ninguna de ellas había despertado en ella sentimiento alguno.
Era una ermitaña que prefería invertir su tiempo en el ordenador que en eventos sociales, pero a veces tenía necesidades físicas que ella sola no podía satisfacer, que únicamente podía aliviar la compañía de una mujer.
Santana conocía a varias candidatas idóneas para tales ocasiones, ya que le permitían tener en la cama el control que necesitaba —que le resultaba imprescindible— y ni hacían demasiadas preguntas ni exigían nada a cambio.
¡Maldita sea!
Con eso se había contentado… hasta que vio a Brittany.
Hizo una mueca sin despegar la mirada de la calle, introdujo las manos aún más en los bolsillos y cambió de postura, apoyando la cadera contra la pared para liberar el peso del hombro.
¡Dios mío, empezaba a dar pena!
¿Cuánto tiempo seguiría contemplando embelesado a una mujer que ni siquiera conocía?
¿Hasta que acabara la carrera y se marchara de la ciudad?
¿Hasta que se casara?
Le entraron ganas de gruñir al imaginar las manos de otra persona acariciando el irresistible cuerpo de Brittany.
Reprimió el instinto animal que le generaba la idea de que otra persona tocara a esa mujer que era suya.
«No es tuya, capullo. Contrólate».
Por primera vez en la vida deseó parecerse más a su hermana mayor, la otra socio de López Corporation.
Quinn no se lo pensaría dos veces antes de abordar a Brittany, ya que a la ojiverde también le gustaban las mujeres.
El estilo de su hermana consistía en engatusar, conquistar y desechar. Es más, la posibilidad de que la ojiverde la rechazara ni se le pasaría por la cabeza.
Seguramente porque todas caían rendidas a sus pies.
Su única hermana se comportaba con la población femenina del mismo modo que una persona trata a un paquete de pañuelos cuando está resfriada.
Quinn echaría abajo las murallas que Brittany había construido para defenderse, la camelaría para que se quitara las braguitas y después la abandonaría en busca de la siguiente conquista.
«¡Ni hablar!».
Santana quería a su hermana, pero Quinn tendría que pasar por encima de su cadáver antes de seducir a Brittany. Es más, ni siquiera le haría gracia que estuvieran juntas en la misma habitación.
«Es mía».
Santana negó con la cabeza, atónita ante sus pensamientos.
Sí…, le gustaba tener el control, de hecho, lo necesitaba, pero hasta ahora jamás había deseado a ninguna mujer en concreto y, sin embargo, ahora en lo único en lo que podía pensar era en la bonita camarera en la que se había fijado hacía justo un año.
«Le tienes miedo».
La idea le hizo fruncir el ceño.
¡Y una mierda!
A ella no le daba miedo nada y menos aún Brittany Pierce.
Las posibilidades de llevársela a la cama eran remotas, así que ¿para qué
seguir dándole vueltas?
Ella solo follaba.
No salía con nadie.
Y eso era lo que quería seguir haciendo.
Su hermana Quinn era la cara visible de la compañía, la empresario. Santana era una friqui de la informática y prefería quedarse en segundo plano.
¿Qué sabía ella sobre el arte de la seducción?
Jamás había tenido que engatusar a ninguna mujer para llevársela a la cama.
Las mujeres a las que se tiraba se iban con ella a cambio de un beneficio.
Tenía fama de ser una amante generosa. No era tan tonta como para pensar que esas chicas sentían algo por ella.
Esa situación la entendía.
Y la sabía manejar.
«Quizá lo único que tengo que hacer para superar esta absurda obsesión es tirármela».
¿Se contentaría con eso?
¿Dejaría de estar obsesionada con Brittany si encontrara el modo de llevársela a la cama?
¡Joder, tenía que hacer algo!
Esa irracional fijación con Brittany había ido en aumento en los últimos doce meses y le impedía desear a ninguna otra.
Desde hacía más de un año su vida sexual se limitaba al placer que le ofrecían sus manos, y ya no podía aguantarlo más. Sin embargo, era incapaz de hacer nada al respecto.
Cuando se proponía tomar cartas en el asunto y llamar a otra mujer, recordaba la dulce carita de Brittany y colgaba el teléfono.
«¡Joder, estoy rayadísima con esta rubia!».
Santana se percató de que alguien se acercaba.
Como era una mujer de pelo rubio que llevaba una minifalda negra de cuero y un jersey rojo chillón, prácticamente la descartó de inmediato.
Siempre había visto a Brittany en vaqueros con una camiseta con el logo del
restaurante; el atuendo informal que solían llevar las camareras del bistró de su mamá.
A medida que ella se aproximaba Santana no daba crédito a lo que vislumbraban sus ojos y, cuando por fin vio con claridad su rostro, se quedó boquiabierta.
¡La Mierda!
Sí que era Brittany.
Estaba tan cerca que veía a la perfección sus facciones, aquel rostro que se le aparecía en sus sueños húmedos cada maldita noche, pero esa ropa…
«¿Qué coño lleva puesto?».
La falda era tan tan corta que dejaba al descubierto prácticamente cada centímetro de sus largas, esbeltas y torneadas piernas. La ropa se le ajustaba a los pechos, el torso y el trasero como un guante.
Santana se calento de inmediato y sacó las manos de los bolsillos. Apretó los puños mientras una gota de sudor le resbalaba por la cara. Y después otra.
Y otra.
«¡Maldita sea! ¿Cómo se le ocurre vestirse así? Está pidiendo a gritos que la aborde cualquier desconocido por la calle».
Juró por Dios que ella sería esa desconocida.
No pensaba brindar esa oportunidad a otra persona, a alguien que quizá le hiciera daño.
«¿No se da cuenta de que estamos en una gran ciudad? Tampa no es una aldea por la que puedas deambular a tus anchas por la noche sin que nadie te moleste».
Sin despegar la mirada de la mujer que seguía acercándose, Santana estiró la mano para apoyarse en el marco del ventanal. Apretó los dientes mientras se hacía a la idea de que ese era el día en que tendría que aproximarse a ella, situarse más cerca de la rubia de lo que jamás había estado.
Ya no podía controlar esos desenfrenados instintos animales.
No le gustaban, no estaba acostumbrada a ellos.
Lo único que deseaba era recuperar la cordura, volver a enfrascarse en su gran pasión, la creación de videojuegos, sin que le interrumpieran fantasías eróticas cuya protagonista era Brittany.
Sensatez.
Raciocinio.
Control.
Ese era su estilo de vida.
Para volver a ser ella misma, para recuperar su estado de ánimo habitual, tenía que recuperar esas cualidades, y lo conseguiría costara lo que costara.
Encontraría la manera de purgarse de este ridículo deseo incontrolable que sentía por Brittany Pierce.
Una vez tomada esa decisión se separó del ventanal y permaneció inmóvil mientras se ponía la «máscara» con la que ocultaba toda emoción de su rostro.
Esconder lo que sentía se le daba bien.
Se había criado en una zona de Los Ángeles en la que la gente normal no se atrevería ni a parar; un lugar en el que mostrar un ápice de debilidad, torpeza o fragilidad podía suponer la destrucción.
Santana López era, como mínimo, una superviviente.
Oculta tras su disfraz, apartó la mirada de la calle, se giró con brusquedad y avanzó con paso decidido hacia la puerta.
***
¡Menudo día de perros había tenido Brittany Pierce!
Volvió a colocarse la mochila sobre el hombro para sujetarla con más firmeza y se tiró del dobladillo de la falda.
Se sentía ridícula con aquella falda, que era tan corta que apenas le tapaba el culo. A Lisa, una compañera de clase, le sentaba muy bien esa ropa pero, claro, Lisa medía varios centímetros menos y era siete años menor.
Por desgracia, a Brittany, que era más alta, no le quedaba igual. Su pecho iba embutido en aquel jersey y la falda era sumamente corta.
Se había criado en una de las zonas más problemáticas de Lima, Ohio y para superar aquella experiencia sin un solo rasguño había tenido que espabilarse.
Brittany sabía de sobra cómo cuidar de sí misma y cómo evitar llamar la atención de quien no quería.
Pero, entonces, ¿qué hacía así vestida?
¿Buscar jaleo?
«Eres tonta, Brittany. Tonta de remate».
Frunció el ceño y se obligó a no aminorar la marcha.
No pasaría nada.
Estaba en un buen barrio, ¿qué más daba que pareciera una gatita en celo con zapatillas de deporte?
Le quedaban ocho manzanas para llegar a casa y, una vez ahí, podría ponerse cómoda y cambiar ese conjunto ridículo por unos vaqueros y una camiseta.
Brittany suspiró centrando toda su atención en un objetivo: llegar al minúsculo departamento que compartía con otra estudiante.
Como tenía las piernas congeladas y había empezado a temblar, apresuró la marcha para entrar en calor.
Durante el mes de enero en Lima, Ohio hace buena temperatura por el día, pero por la noche refresca. Esa mañana debería haber cogido la cazadora, pero había salido a toda prisa porque llegaba tarde.
Nunca se hubiera imaginado que acabaría con las piernas descubiertas y el trasero prácticamente al aire.
«Ya queda poco para que acabe el día».
¡Gracias a Dios!
Por la mañana se le había caído un café y se había manchado los vaqueros y la camiseta. Como no le daba tiempo de ir a casa a cambiarse antes del trabajo, Brittany había aceptado agradecida la ropa limpia que le había ofrecido Lisa, una compañera que siempre llevaba algún trapito de sobra en el coche.
No es que Brittany no apreciara su amabilidad, todo lo contrario; sin embargo, le daba rabia no saber llevar esa ropa con la actitud con la que lo
hacía Lisa.
Pero es que… era incapaz.
Estaba acostumbrada a pasar inadvertida y le mortificaba la idea de parecer una prostituta de lujo con unas zapatillas de deporte que no le pegaban ni con cola.
Se había pasado la mañana y la tarde ruborizada tratando por todos los medios de no agacharse.
Al llegar al restaurante, su amable jefa, Maribel López, se había apiadado de ella y había estado rebuscando en los cajones hasta encontrar un mandil que le llegara a las rodillas y le cubriera el trasero.
Mientras pensaba con frustración que ojalá se hubiera llevado el delantal puesto, volvió a tirar del dobladillo de la ceñida falda con la esperanza de que lo único que estuviera mostrando fuera un muslo desnudo.
Le pesaba el agotamiento y le rugían las tripas.
Había estado tan ocupada en el trabajo que no le había dado tiempo a comer. Como era viernes, habían tenido más gente de lo normal en el acogedor bistró.
En realidad, se alegraba de que hubiera habido tantos clientes, ya que el dinero que había conseguido con las propinas era lo único que la alejaba de
una cuenta bancaria completamente vacía.
Quizá podría comprar algo de comida.
La despensa de su casa estaba vacía y todo apuntaba a que la situación económica de su compañera de piso era aún más precaria que la suya. Lydia nunca compraba nada y, en cuanto Brittany llevaba algo de comida a casa, desaparecía como por arte de magia.
«¡Solo queda un semestre! ¡Tú puedes!».
Caray…, los últimos cuatro años se le habían hecho muy largos y Brittany, a sus veintiocho años, se sentía mucho más vieja de lo que realmente era.
Es más, se sentía vieja.
¡Punto!
Mientras sus compañeros de clase apenas tenían veinte años y lo único que les preocupaba era salir de fiesta, en lo único en lo que pensaba Brittany era en que cada día que pasaba estaba un pasito más cerca de la graduación.
A los dieciocho años Brittany había perdido a sus padres en un accidente de coche y desde entonces había tenido que enfrentarse ella sola a la vida.
Tras varios años trabajando de camarera y sobreviviendo a duras penas se había dado cuenta de que tenía dos opciones: matricularse en la universidad o resignarse a una vida muy complicada en la que la pobreza sería una amenaza permanente.
Aunque no se arrepentía de su decisión, estudiar una carrera había sido muy duro; un camino arduo y solitario cuyo final por fin vislumbraba.
«Lo lograrás. ¡Ya casi lo tienes!».
Brittany se paró en seco al sentir que la acera se inclinaba y que se le nublaba la vista.
Ay, Dios.
Estiró un brazo para agarrarse a una farola y tratar de recuperar el equilibrio mientras la cabeza le daba vueltas y le temblaba el cuerpo entero.
El mareo le impedía seguir adelante, continuar avanzando.
«Mierda. Debería haber hecho una pausa para comer».
—¡Brittany!—una voz logró abrirse paso entre su mente nublada y alcanzar sus oídos.
Era un tono brusco y serio, pero la tranquilizaba saber que estaba cerca alguien que la conocía y que la había reconocido.
Movió la cabeza tratando de recuperar la visión y se aferró con fuerza al poste de metal, concentrando sus esfuerzos en no desmayarse y caer en la fría y dura acera, pero su cuerpo se tambaleaba con precariedad preparándose para la caída.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Y ahi es donde aparece Santana y la salva de caer desmayada!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra.....
mmmm san se callo de la banqueta viendo lo que es britt jajaja
y mas que seguro que no la va a dejar ni a sol ni a sombra,..
a ver quien salva a britt de su desmayo???
nos vemos!!!
mmmm san se callo de la banqueta viendo lo que es britt jajaja
y mas que seguro que no la va a dejar ni a sol ni a sombra,..
a ver quien salva a britt de su desmayo???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Me pierdo a veces pero es que entro desde mi cel y si se me cierra la sesión me cuesta volver a entrar, entonces solo puedo leer (⌒_⌒;)
PD: Espero que sea Santana en acción (͡° ͜ʖ ͡°)
PD: Espero que sea Santana en acción (͡° ͜ʖ ͡°)
claudia1988* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 21/08/2016
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
micky morales escribió:Y ahi es donde aparece Santana y la salva de caer desmayada!!!!!
Hola, jajajaajjajajaj eso crees o dices tu¿? Pero espero y sea así jajajaj. Saludos =D
3:) escribió:hola morra.....
mmmm san se callo de la banqueta viendo lo que es britt jajaja
y mas que seguro que no la va a dejar ni a sol ni a sombra,..
a ver quien salva a britt de su desmayo???
nos vemos!!!
Hola lu, jajajajaajjajajaa eso parece ajajjajjaj. Tampoco lo creo y espero sea así tmbn xD jajaajajajja. Espero y sea uan linda morena jajaja. Saludos =D
claudia1988 escribió:Me pierdo a veces pero es que entro desde mi cel y si se me cierra la sesión me cuesta volver a entrar, entonces solo puedo leer (⌒_⌒;)
PD: Espero que sea Santana en acción (͡° ͜ʖ ͡°)
Hola, jajajajajaaj suele pasar y todo bn jajaajaja. Lo importante esk puedas leer! y que puedas entrar otra vez XD jajajajajajaa. Saludos =D
Pd: Espero lo mismo la vrdd! jajajaja.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía I (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
—Madre mía, ¡estás hecha un asco!
Entre el desconcierto y el mareo oyó de nuevo la impaciente voz grave, y sintió que unos brazos finos la ponían de pie y la apoyaban contra un pecho.
Cálido…, tan cálido que no pudo reprimirse y se hizo un ovillo al calor de aquella figura recia con la esperanza de que aquella fuente de energía desbloqueara sus músculos ateridos por el frío.
La cabeza seguía dándole vueltas y la apoyó en aquel hombro.
Exhaló un suspiro mientras aquella mujer misteriosa le hacía cruzar una puerta para entrar en un edificio cálido.
En el fondo sabía que lo sensato sería zafarse de aquella individua desconocida, cuya voz no reconocía, pero no tenía fuerzas para enfrentarse a ella…, además que le impresionaba la fuerza que tenia.
Brittany reconoció el pitido típico de un ascensor y sintió que el estómago le daba un vuelco cuando aquella caja de metal despegó a una velocidad de vértigo.
Poco después la depositaron con delicadeza sobre una mullida cama y la cubrieron con un edredón, gracias al cual no tardó en entrar en calor.
Al percatarse de que le quitaban las zapatillas con brusquedad y las tiraban al suelo abrió los ojos, pero no logró ver con claridad. Tampoco fue capaz de incorporarse, y unas manos se apoyaron en sus hombros y la empujaron de nuevo contra los almohadones.
—Estate quieta. No muevas ni una pestaña.
—Estoy bien. Cogí un virus insignificante y pensaba que ya me había curado. Tan solo ha sido un mareo sin importancia—replicó tratando de incorporarse de nuevo.
—No estás bien—ladró la mujer—Ha venido a verte un médico. Observó desde su ventana cómo prácticamente te estampabas de bruces contra la acera.
—¿Un médico?—alarmada, desvió la mirada de aquella mandona y vio que a sus espaldas había un hombre—No necesito ningún médico.
En realidad lo que pasaba era que no tenía dinero para pagarlo.
—Demasiado tarde. Ya ha venido y te va a hacer una revisión.
—Puedo negarme a que me la haga—respondió dubitativa mientras posaba la mirada por primera vez en los oscuros ojos de la mujer, linda mujer, que la había rescatado.
—No lo harás—repuso ella con tono de advertencia.
Su aspecto agresivo la tenía tan impresionada que reprimió el impulso de replicarle.
¡Madre mía, era tan linda!
Mientras Santana se agachaba para ponerse de cuclillas junto a la cama, sus hombros ocuparon el campo de visión de Brittany.
Ya había notado su cuerpo cuando la había socorrido en la calle, pero, ahora que había recuperado la visión y la sensación de mareo se iba disipando, podía además percibir con los ojos de aquel cuerpo.
Fino.
Curvilíneo.
Peligroso.
Los ojos azules de Brittany se encontraron con los ojos oscuros de Santana.
Casi sintió miedo al contemplar una mirada tan salvaje. Santana se pasó la mano por el cabello, largo y negro, con expresión seria y una impaciencia evidente.
Tenía una belleza al uso—unos rasgos definidos y dos pequeñas cicatrices, una en la sien y otra en la mejilla izquierda, malograban su tez morena—, pero…, ¡madre mía!, era irresistible.
Brittany sintió cómo la intensa vibración que despedía aquella mujer penetraba en su cuerpo hasta ponerle los pezones duros y sensibles.
—¿Quién eres?—susurró al recordar que la había llamado por su nombre.
—Santana López. La hija de Maribel López—respondió mientras se ponía de pie y retrocedía unos pasos para dejar paso al hombre.
¿La hija de Maribel?
Santana.
Brittany no conocía ni a Quinn ni a Santana, pero su jefa, una mujer que con el paso del tiempo se había convertido en una amiga íntima, le había hablado
mucho de ellas.
Santana era la más grande.
Rondaba la treintena.
Era una crack de la informática, la creadora de los videojuegos que habían convertido López Corporation en una empresa multimillonaria.
—Tengo entendido que has estado enferma, jovencita. Soy el doctor Abrams. Permíteme que te eche un vistazo.
Un rostro amable reemplazó a doña Cachas Refunfuñona. Brittany exhaló un suspiro de alivio antes de dedicar media sonrisa al jovial médico.
—Estoy bien. Es que tuve un virus. Supongo que aún no estoy recuperada del todo y no tenía la energía necesaria para afrontar un día tan largo como el de hoy—le explicó al médico, deseando volver a ponerse las desgastadas zapatillas de deporte cuanto antes y salir corriendo de aquella situación que la hacía sentir tan pequeña.
Santana estaba de pie detrás del amable doctor con los brazos cruzados y una expresión imponente.
Madre mía…, ¡menuda fiera!
A lo largo de la vida Brittany había visto cientos de personas de aspecto temible, pero Santana tenía algo que hacía que su corazón latiera más fuerte y que su cuerpo entero permaneciera en alerta.
Brittany dejó que el médico la examinara.
El doctor Abrams era atento y eficiente, y consiguió sacarle una sonrisa con una conversación distraída y una amabilidad de lo más profesional.
Le dio varias instrucciones y le hizo las preguntas de rigor. Ella respondió de la manera más escueta que supo, ya que quería acabar cuanto antes con esa situación y poder alejarse de la asfixiante presencia de Santana López.
El doctor Abrams esbozó una sonrisa amable cuando dio el reconocimiento médico por concluido.
—Lo que necesitas es reposo, comida y algo más de tiempo para superar ese virus. Hoy te habrás sentido mejor porque te había bajado la fiebre, pero te ha vuelto a subir y aún no has expulsado el virus. Estás exhausta y me da la impresión de que ni duermes ni comes lo suficiente—amplió la sonrisa—Es típico de nuestro gremio. Aunque haya pasado mucho tiempo desde que hice la carrera de Medicina, aún recuerdo con nitidez aquella época—hizo una pausa antes de preguntar con un tono profesional—¿Hay alguna posibilidad de que estés embarazada?
Brittany lanzó una mirada avergonzada a Santana mientras sentía cómo le ardían las mejillas.
¿Era imprescindible que se enterara de eso?
Los ojos de Santana se clavaron en los de Brittany mientras su cuerpo permanecía en tensión a la espera de una respuesta.
—No. Es totalmente imposible—respondió con una timidez que no era propia de su forma de ser.
No había ni la más remota posibilidad de que estuviera embarazada; a no ser que ahora los vibradores fueran capaces de hacerle a una un bombo.
Además, últimamente no había tenido tiempo ni para eso.
La universidad y el trabajo a jornada completa inhibían por completo su apetito sexual. Lo único que ocurría en su cama era que, bien entrada la noche y después de una larga sesión de estudio, Brittany, y solo Brittany, se tendía unas pocas horas a descansar ahí.
El médico cambió de tema sin darle importancia alguna y le recomendó que
guardara reposo y que combatiera los síntomas con medicamentos sin receta.
Brittany le dio las gracias y le dedicó una sonrisa trémula. El médico se giró hacia Santana y salieron juntos conversando en voz baja.
Se incorporó de inmediato, pero lo hizo demasiado rápido y el dormitorio empezó a darle vueltas. Tardó un minuto en recuperar el equilibrio.
¡Madre de Dios, la fiebre y la inanición la habían dejado tan débil!
Se inclinó despacito, cogió las deportivas del suelo y se sentó al borde de la cama para ponérselas sin siquiera desatar los cordones.
—Pero ¿adónde te crees que vas?
Brittany, que aún no había acabado de ponerse las zapatillas, pegó un bote al oír aquella voz atronadora.
—Tengo que ir a casa —respondió.
Estar a solas con Santana la hacía sentirse incómoda.
Era demasiado intimidante, demasiado brusca, demasiado exigente, demasiado de todo.
Con la morena se sentía inestable y esa sensación no tenía nada que ver con el virus.
Santana volvió a extenderle las piernas sobre la cama y le quitó las deportivas.
¡Mierda!
¡Tanto esfuerzo para nada!
Le había costado mucho calzarse y no le hacía ninguna gracia tener que volver a hacerlo.
—Estás enferma y vas a quedarte aquí—afirmó con rotundidad mientras la
fulminaba con sus ojos oscuros y hacía una mueca.
—No puedo. Mañana trabajo. Necesito dormir un rato.
—No volverás al trabajo hasta la semana que viene como pronto. Ya he llamado a mi mamá y le he dicho que te busque una sustituta—mantuvo un gesto de desaprobación mientras la tapaba con el edredón y se sentaba sobre él; estaba atrapada—Como no sabía si tu compañera estaría en casa, también me he tomado la libertad de cogerte las llaves de la mochila para que mi asistenta vaya a tu piso a por algo de ropa.
—Pero…
—¡Deja de rechistar! ¡Se acabó la discusión! Voy a prepararte algo de cena y te lo vas a comer. Después te irás a dormir—se puso de pie y se marchó, pero sus órdenes se quedaron resonando en el espacioso dormitorio.
Brittany se incorporó furiosa y se preguntó si se atrevería a salir de un salto de la cama y cruzar la puerta de lo que parecía un piso.
¡Un piso impresionante!
El dormitorio era inmenso, y en él se combinaban los tonos canela y negro.
Dominaban el espacio una suntuosa alfombra color café con leche y unos muebles de tonalidad oscura y líneas femeninas.
La cama era gigante y estaba encastrada en una base de hierro negro, sobre la que se apoyaba un dosel, que combinaba lo que a la vista parecía seda color canela con lanas negras y marrones.
Era un cuarto precioso, oscuro y atrevido… Igual que su dueña.
¿De verdad esta morena pensaba que iba a quedarse aquí?
Vale, era hija de su jefa, que era una buena amiga, pero a no la conocía y ni siquiera tenía claro si le caía bien.
Era una mandona impaciente que daba por hecho que, cuando la morena decía «salta», todo el mundo saltaba y que, cuando decía «quieto», todo el mundo se quedaba quieto, igual que los perros amaestrados.
Pero, por desgracia para ella, Brittany no estaba acostumbrada a recibir órdenes.
Llevaba dirigiendo el rumbo de su vida desde que sus padres fallecieron y lo último que necesitaba era que una multimillonaria dominante se dedicara a tomar decisiones por ella.
A ella lo único que le interesaba del dinero era la estabilidad que ofrecía.
Una vez garantizada esa seguridad, los caprichos que se pudieran comprar le daban totalmente igual.
Nadie echa de menos lo que no ha tenido nunca.
«¿Ha llamado a Maribel para que busque a una sustituta?».
No podía permitirse perder una semana de trabajo. Faltar dos días ya había hecho mella en su cuenta vacía.
Para llegar a fin de mes necesitaba ganar propinas y nadie le daría ninguna si se quedaba en casa rascándose la barriga.
Había faltado dos días porque le había resultado totalmente imposible ir: aquel virus se la había tragado, después la había escupido y finalmente la había dejado postrada en la cama.
Llevaba sin ponerse tan enferma desde que era una niña.
Exhaló un suspiró y se reclinó sobre los almohadones.
Estaba exhausta y se sentía sumamente débil.
En el fondo, lo que le apetecía de verdad era taparse con el edredón hasta la nariz y dormir en esa cama tan cómoda y tan calentita hasta sentirse totalmente descansada.
¿Cómo sería esa sensación?
No recordaba la última vez que no se había sentido agotada. Estaba más que acostumbrada a ese estado: llevaba cuatro años durmiendo muy poco y comiendo de manera esporádica lo que podía pagar en cada momento.
Brittany levantó la mirada al oír un tintineo y vio que Santana entraba en el dormitorio haciendo malabares con unos platos.
Reprimió una sonrisa: ¡menos mal que se había dedicado a la informática porque como camarera no tenía mucho futuro!
Llevaba un vaso en una mano y un plato en la otra, y sujetaba con gran dificultad un cuenco entre el codo y el pecho. Le entraron ganas de explicarle que le resultaría más fácil si pusiera el cuenco sobre el plato, pero se contuvo.
—No sé lo que te gusta—refunfuñó mientras posaba el vaso sobre la mesita de noche y le entregaba el cuenco. La falta de información parecía ponerlo de mal humor—Sopa. Tómatela.
«Eso sí que es ser parco en palabras».
Lanzaba órdenes como si fuera un sargento dando instrucción militar.
—Santana, no puedo quedarme—repuso con cautela mientras cogía el cuenco humeante.
Sopa de tallarines con pollo.
Su favorita.
El tentador aroma que emanaba del cuenco hizo que le rugiera el estómago, así que cogió la cuchara y probó la sopa con cuidado de no quemarse. Se notaba que era de lata, pero a Brittany le pareció deliciosa y su impaciente estómago la animó a devorarla como una auténtica muerta de hambre.
—Te vas a quedar aquí. Tómate esto—la miró frunciendo el ceño y dejó un puño suspendido en el aire.
Cuando ella le mostró la palma de la mano, dejó caer dos pastillas de un potente paracetamol. Agradecida, se las metió en la boca y estiró el brazo para coger el vaso de zumo, pero Santana se lo acercó antes de que pudiera alcanzarlo. Tragó las pastillas y devolvió el vaso a Santana, que esperaba con la mano extendida.
—Tengo que ir al trabajo. No puedo permitirme dejar de trabajar. Ya me cogí dos días libres porque estaba enferma. Seguro que mañana me encontraré mejor.
—Puedes apostar tu lindo trasero a que sí. Yo me encargo de eso—respondió con un tono irascible.
Brittany siguió tomándose la sopa sin dejar de observar el semblante de Santana.
Estaba muy seria.
Mucho.
¿Cómo era posible que una mujer con tan malas pulgas fuera la hija de una mujer tan encantadora como Maribel?
—No eres mi jefa.
—No, pero mi mamá sí, y no quiere que vayas a trabajar. No se había dado cuenta de que no te habías recuperado del todo—repuso malhumorada—No sé cómo se le pudo pasar por alto. ¡Hay que estar ciega para no verlo! Pareces un mapache con esas pedazo de ojeras. Tienes una pinta de muerto viviente que no puedes con ella. Está claro que mamá está perdiendo facultades. Siempre ha sido capaz de oler los problemas y de sonsacar los secretos por muy dolorosos que resulten—refunfuñó como si estuviera rememorando esas malas experiencias.
—Por la tarde me encontraba mejor y me buscó algo de ropa con la que taparme un poco—le explicó con calma mientras se acababa la sopa.
—¿De dónde leches has sacado esa indumentaria? Siempre te he visto con vaqueros—preguntó en voz baja recorriendo la cama con la mirada.
Brittany sintió el peligro y se estremeció.
Tenía la sensación de que Santana podía ver a través del edredón la escasa tela que le cubría el cuerpo.
—Me la han prestado—respondió mientras Santana retiraba el cuenco y le ofrecía un sándwich con muy buena pinta que ella aceptó de inmediato—Es que soy idiota… Esta mañana me tiré un café encima y, como no me daba tiempo a pasar por casa antes de ir al trabajo, me presenté ahí llena de manchas.
—Tú no eres idiota —afirmó Santana con rotundidad.
Brittany le lanzó una mirada de asombro mientras tragaba un bocado del delicioso sándwich de ensalada de huevo.
—No nos conocemos. ¿Cómo me reconociste? ¿Cómo sabes la ropa que suelo llevar?
Se encogió de hombros y desvió la mirada.
—Te he visto en el restaurante.
—Yo a ti no.
—Voy a menudo a ver a mi mamá, pero no suelo pasar por la entrada principal.
Aquello tenía sentido, ya que el despacho de Maribel estaba en la parte de atrás.
Permaneció en silencio mientras devoraba lo que le quedaba de sándwich.
Madre mía, estaba muerta de hambre… y le estaba muy agradecida por aquella comida.
—Gracias —le dijo de corazón mientras le devolvía el plato, que la morena dejó sobre la mesilla.
—Tienes que comer y dormir—acarició las ojeras de Brittany con el dedo índice—Como nunca había estado tan cerca de ti, no me había percatado de lo exhausta que se te ve.
—El virus me ha dejado hecha un asco —murmuró sin darle importancia.
Se sentía a gusto no solo por tener el estómago lleno, sino también por la
preocupación que veía en el ceño fruncido de Santana.
—Me encuentro bien. Mañana podré ir a trabajar.
Le entregó el vaso de zumo antes de contestar:
—Ni lo sueñes. Acábate eso y a dormir.
Estaba demasiado cansada para discutir, así que se acabó el zumo y, como Santana seguía con la mano extendida, le devolvió el vaso.
Ya lo discutirían después.
Se le caían los párpados de sueño y sentía el peso del agotamiento como una losa sobre su cuerpo.
Necesitaba cerrar los ojos.
Suspiró, apoyó la cabeza en la almohada y se acurrucó bajo el edredón.
Hacía años que no se sentía así: llena, cómoda y… a salvo.
Aunque fuera un poco gruñona, Santana parecía haberse adjudicado la misión de proteger a Brittany y aquello resultaba en cierto modo reconfortante.
Siguió dándole vueltas a aquella insólita idea hasta que se quedó dormida.
Entre el desconcierto y el mareo oyó de nuevo la impaciente voz grave, y sintió que unos brazos finos la ponían de pie y la apoyaban contra un pecho.
Cálido…, tan cálido que no pudo reprimirse y se hizo un ovillo al calor de aquella figura recia con la esperanza de que aquella fuente de energía desbloqueara sus músculos ateridos por el frío.
La cabeza seguía dándole vueltas y la apoyó en aquel hombro.
Exhaló un suspiro mientras aquella mujer misteriosa le hacía cruzar una puerta para entrar en un edificio cálido.
En el fondo sabía que lo sensato sería zafarse de aquella individua desconocida, cuya voz no reconocía, pero no tenía fuerzas para enfrentarse a ella…, además que le impresionaba la fuerza que tenia.
Brittany reconoció el pitido típico de un ascensor y sintió que el estómago le daba un vuelco cuando aquella caja de metal despegó a una velocidad de vértigo.
Poco después la depositaron con delicadeza sobre una mullida cama y la cubrieron con un edredón, gracias al cual no tardó en entrar en calor.
Al percatarse de que le quitaban las zapatillas con brusquedad y las tiraban al suelo abrió los ojos, pero no logró ver con claridad. Tampoco fue capaz de incorporarse, y unas manos se apoyaron en sus hombros y la empujaron de nuevo contra los almohadones.
—Estate quieta. No muevas ni una pestaña.
—Estoy bien. Cogí un virus insignificante y pensaba que ya me había curado. Tan solo ha sido un mareo sin importancia—replicó tratando de incorporarse de nuevo.
—No estás bien—ladró la mujer—Ha venido a verte un médico. Observó desde su ventana cómo prácticamente te estampabas de bruces contra la acera.
—¿Un médico?—alarmada, desvió la mirada de aquella mandona y vio que a sus espaldas había un hombre—No necesito ningún médico.
En realidad lo que pasaba era que no tenía dinero para pagarlo.
—Demasiado tarde. Ya ha venido y te va a hacer una revisión.
—Puedo negarme a que me la haga—respondió dubitativa mientras posaba la mirada por primera vez en los oscuros ojos de la mujer, linda mujer, que la había rescatado.
—No lo harás—repuso ella con tono de advertencia.
Su aspecto agresivo la tenía tan impresionada que reprimió el impulso de replicarle.
¡Madre mía, era tan linda!
Mientras Santana se agachaba para ponerse de cuclillas junto a la cama, sus hombros ocuparon el campo de visión de Brittany.
Ya había notado su cuerpo cuando la había socorrido en la calle, pero, ahora que había recuperado la visión y la sensación de mareo se iba disipando, podía además percibir con los ojos de aquel cuerpo.
Fino.
Curvilíneo.
Peligroso.
Los ojos azules de Brittany se encontraron con los ojos oscuros de Santana.
Casi sintió miedo al contemplar una mirada tan salvaje. Santana se pasó la mano por el cabello, largo y negro, con expresión seria y una impaciencia evidente.
Tenía una belleza al uso—unos rasgos definidos y dos pequeñas cicatrices, una en la sien y otra en la mejilla izquierda, malograban su tez morena—, pero…, ¡madre mía!, era irresistible.
Brittany sintió cómo la intensa vibración que despedía aquella mujer penetraba en su cuerpo hasta ponerle los pezones duros y sensibles.
—¿Quién eres?—susurró al recordar que la había llamado por su nombre.
—Santana López. La hija de Maribel López—respondió mientras se ponía de pie y retrocedía unos pasos para dejar paso al hombre.
¿La hija de Maribel?
Santana.
Brittany no conocía ni a Quinn ni a Santana, pero su jefa, una mujer que con el paso del tiempo se había convertido en una amiga íntima, le había hablado
mucho de ellas.
Santana era la más grande.
Rondaba la treintena.
Era una crack de la informática, la creadora de los videojuegos que habían convertido López Corporation en una empresa multimillonaria.
—Tengo entendido que has estado enferma, jovencita. Soy el doctor Abrams. Permíteme que te eche un vistazo.
Un rostro amable reemplazó a doña Cachas Refunfuñona. Brittany exhaló un suspiro de alivio antes de dedicar media sonrisa al jovial médico.
—Estoy bien. Es que tuve un virus. Supongo que aún no estoy recuperada del todo y no tenía la energía necesaria para afrontar un día tan largo como el de hoy—le explicó al médico, deseando volver a ponerse las desgastadas zapatillas de deporte cuanto antes y salir corriendo de aquella situación que la hacía sentir tan pequeña.
Santana estaba de pie detrás del amable doctor con los brazos cruzados y una expresión imponente.
Madre mía…, ¡menuda fiera!
A lo largo de la vida Brittany había visto cientos de personas de aspecto temible, pero Santana tenía algo que hacía que su corazón latiera más fuerte y que su cuerpo entero permaneciera en alerta.
Brittany dejó que el médico la examinara.
El doctor Abrams era atento y eficiente, y consiguió sacarle una sonrisa con una conversación distraída y una amabilidad de lo más profesional.
Le dio varias instrucciones y le hizo las preguntas de rigor. Ella respondió de la manera más escueta que supo, ya que quería acabar cuanto antes con esa situación y poder alejarse de la asfixiante presencia de Santana López.
El doctor Abrams esbozó una sonrisa amable cuando dio el reconocimiento médico por concluido.
—Lo que necesitas es reposo, comida y algo más de tiempo para superar ese virus. Hoy te habrás sentido mejor porque te había bajado la fiebre, pero te ha vuelto a subir y aún no has expulsado el virus. Estás exhausta y me da la impresión de que ni duermes ni comes lo suficiente—amplió la sonrisa—Es típico de nuestro gremio. Aunque haya pasado mucho tiempo desde que hice la carrera de Medicina, aún recuerdo con nitidez aquella época—hizo una pausa antes de preguntar con un tono profesional—¿Hay alguna posibilidad de que estés embarazada?
Brittany lanzó una mirada avergonzada a Santana mientras sentía cómo le ardían las mejillas.
¿Era imprescindible que se enterara de eso?
Los ojos de Santana se clavaron en los de Brittany mientras su cuerpo permanecía en tensión a la espera de una respuesta.
—No. Es totalmente imposible—respondió con una timidez que no era propia de su forma de ser.
No había ni la más remota posibilidad de que estuviera embarazada; a no ser que ahora los vibradores fueran capaces de hacerle a una un bombo.
Además, últimamente no había tenido tiempo ni para eso.
La universidad y el trabajo a jornada completa inhibían por completo su apetito sexual. Lo único que ocurría en su cama era que, bien entrada la noche y después de una larga sesión de estudio, Brittany, y solo Brittany, se tendía unas pocas horas a descansar ahí.
El médico cambió de tema sin darle importancia alguna y le recomendó que
guardara reposo y que combatiera los síntomas con medicamentos sin receta.
Brittany le dio las gracias y le dedicó una sonrisa trémula. El médico se giró hacia Santana y salieron juntos conversando en voz baja.
Se incorporó de inmediato, pero lo hizo demasiado rápido y el dormitorio empezó a darle vueltas. Tardó un minuto en recuperar el equilibrio.
¡Madre de Dios, la fiebre y la inanición la habían dejado tan débil!
Se inclinó despacito, cogió las deportivas del suelo y se sentó al borde de la cama para ponérselas sin siquiera desatar los cordones.
—Pero ¿adónde te crees que vas?
Brittany, que aún no había acabado de ponerse las zapatillas, pegó un bote al oír aquella voz atronadora.
—Tengo que ir a casa —respondió.
Estar a solas con Santana la hacía sentirse incómoda.
Era demasiado intimidante, demasiado brusca, demasiado exigente, demasiado de todo.
Con la morena se sentía inestable y esa sensación no tenía nada que ver con el virus.
Santana volvió a extenderle las piernas sobre la cama y le quitó las deportivas.
¡Mierda!
¡Tanto esfuerzo para nada!
Le había costado mucho calzarse y no le hacía ninguna gracia tener que volver a hacerlo.
—Estás enferma y vas a quedarte aquí—afirmó con rotundidad mientras la
fulminaba con sus ojos oscuros y hacía una mueca.
—No puedo. Mañana trabajo. Necesito dormir un rato.
—No volverás al trabajo hasta la semana que viene como pronto. Ya he llamado a mi mamá y le he dicho que te busque una sustituta—mantuvo un gesto de desaprobación mientras la tapaba con el edredón y se sentaba sobre él; estaba atrapada—Como no sabía si tu compañera estaría en casa, también me he tomado la libertad de cogerte las llaves de la mochila para que mi asistenta vaya a tu piso a por algo de ropa.
—Pero…
—¡Deja de rechistar! ¡Se acabó la discusión! Voy a prepararte algo de cena y te lo vas a comer. Después te irás a dormir—se puso de pie y se marchó, pero sus órdenes se quedaron resonando en el espacioso dormitorio.
Brittany se incorporó furiosa y se preguntó si se atrevería a salir de un salto de la cama y cruzar la puerta de lo que parecía un piso.
¡Un piso impresionante!
El dormitorio era inmenso, y en él se combinaban los tonos canela y negro.
Dominaban el espacio una suntuosa alfombra color café con leche y unos muebles de tonalidad oscura y líneas femeninas.
La cama era gigante y estaba encastrada en una base de hierro negro, sobre la que se apoyaba un dosel, que combinaba lo que a la vista parecía seda color canela con lanas negras y marrones.
Era un cuarto precioso, oscuro y atrevido… Igual que su dueña.
¿De verdad esta morena pensaba que iba a quedarse aquí?
Vale, era hija de su jefa, que era una buena amiga, pero a no la conocía y ni siquiera tenía claro si le caía bien.
Era una mandona impaciente que daba por hecho que, cuando la morena decía «salta», todo el mundo saltaba y que, cuando decía «quieto», todo el mundo se quedaba quieto, igual que los perros amaestrados.
Pero, por desgracia para ella, Brittany no estaba acostumbrada a recibir órdenes.
Llevaba dirigiendo el rumbo de su vida desde que sus padres fallecieron y lo último que necesitaba era que una multimillonaria dominante se dedicara a tomar decisiones por ella.
A ella lo único que le interesaba del dinero era la estabilidad que ofrecía.
Una vez garantizada esa seguridad, los caprichos que se pudieran comprar le daban totalmente igual.
Nadie echa de menos lo que no ha tenido nunca.
«¿Ha llamado a Maribel para que busque a una sustituta?».
No podía permitirse perder una semana de trabajo. Faltar dos días ya había hecho mella en su cuenta vacía.
Para llegar a fin de mes necesitaba ganar propinas y nadie le daría ninguna si se quedaba en casa rascándose la barriga.
Había faltado dos días porque le había resultado totalmente imposible ir: aquel virus se la había tragado, después la había escupido y finalmente la había dejado postrada en la cama.
Llevaba sin ponerse tan enferma desde que era una niña.
Exhaló un suspiró y se reclinó sobre los almohadones.
Estaba exhausta y se sentía sumamente débil.
En el fondo, lo que le apetecía de verdad era taparse con el edredón hasta la nariz y dormir en esa cama tan cómoda y tan calentita hasta sentirse totalmente descansada.
¿Cómo sería esa sensación?
No recordaba la última vez que no se había sentido agotada. Estaba más que acostumbrada a ese estado: llevaba cuatro años durmiendo muy poco y comiendo de manera esporádica lo que podía pagar en cada momento.
Brittany levantó la mirada al oír un tintineo y vio que Santana entraba en el dormitorio haciendo malabares con unos platos.
Reprimió una sonrisa: ¡menos mal que se había dedicado a la informática porque como camarera no tenía mucho futuro!
Llevaba un vaso en una mano y un plato en la otra, y sujetaba con gran dificultad un cuenco entre el codo y el pecho. Le entraron ganas de explicarle que le resultaría más fácil si pusiera el cuenco sobre el plato, pero se contuvo.
—No sé lo que te gusta—refunfuñó mientras posaba el vaso sobre la mesita de noche y le entregaba el cuenco. La falta de información parecía ponerlo de mal humor—Sopa. Tómatela.
«Eso sí que es ser parco en palabras».
Lanzaba órdenes como si fuera un sargento dando instrucción militar.
—Santana, no puedo quedarme—repuso con cautela mientras cogía el cuenco humeante.
Sopa de tallarines con pollo.
Su favorita.
El tentador aroma que emanaba del cuenco hizo que le rugiera el estómago, así que cogió la cuchara y probó la sopa con cuidado de no quemarse. Se notaba que era de lata, pero a Brittany le pareció deliciosa y su impaciente estómago la animó a devorarla como una auténtica muerta de hambre.
—Te vas a quedar aquí. Tómate esto—la miró frunciendo el ceño y dejó un puño suspendido en el aire.
Cuando ella le mostró la palma de la mano, dejó caer dos pastillas de un potente paracetamol. Agradecida, se las metió en la boca y estiró el brazo para coger el vaso de zumo, pero Santana se lo acercó antes de que pudiera alcanzarlo. Tragó las pastillas y devolvió el vaso a Santana, que esperaba con la mano extendida.
—Tengo que ir al trabajo. No puedo permitirme dejar de trabajar. Ya me cogí dos días libres porque estaba enferma. Seguro que mañana me encontraré mejor.
—Puedes apostar tu lindo trasero a que sí. Yo me encargo de eso—respondió con un tono irascible.
Brittany siguió tomándose la sopa sin dejar de observar el semblante de Santana.
Estaba muy seria.
Mucho.
¿Cómo era posible que una mujer con tan malas pulgas fuera la hija de una mujer tan encantadora como Maribel?
—No eres mi jefa.
—No, pero mi mamá sí, y no quiere que vayas a trabajar. No se había dado cuenta de que no te habías recuperado del todo—repuso malhumorada—No sé cómo se le pudo pasar por alto. ¡Hay que estar ciega para no verlo! Pareces un mapache con esas pedazo de ojeras. Tienes una pinta de muerto viviente que no puedes con ella. Está claro que mamá está perdiendo facultades. Siempre ha sido capaz de oler los problemas y de sonsacar los secretos por muy dolorosos que resulten—refunfuñó como si estuviera rememorando esas malas experiencias.
—Por la tarde me encontraba mejor y me buscó algo de ropa con la que taparme un poco—le explicó con calma mientras se acababa la sopa.
—¿De dónde leches has sacado esa indumentaria? Siempre te he visto con vaqueros—preguntó en voz baja recorriendo la cama con la mirada.
Brittany sintió el peligro y se estremeció.
Tenía la sensación de que Santana podía ver a través del edredón la escasa tela que le cubría el cuerpo.
—Me la han prestado—respondió mientras Santana retiraba el cuenco y le ofrecía un sándwich con muy buena pinta que ella aceptó de inmediato—Es que soy idiota… Esta mañana me tiré un café encima y, como no me daba tiempo a pasar por casa antes de ir al trabajo, me presenté ahí llena de manchas.
—Tú no eres idiota —afirmó Santana con rotundidad.
Brittany le lanzó una mirada de asombro mientras tragaba un bocado del delicioso sándwich de ensalada de huevo.
—No nos conocemos. ¿Cómo me reconociste? ¿Cómo sabes la ropa que suelo llevar?
Se encogió de hombros y desvió la mirada.
—Te he visto en el restaurante.
—Yo a ti no.
—Voy a menudo a ver a mi mamá, pero no suelo pasar por la entrada principal.
Aquello tenía sentido, ya que el despacho de Maribel estaba en la parte de atrás.
Permaneció en silencio mientras devoraba lo que le quedaba de sándwich.
Madre mía, estaba muerta de hambre… y le estaba muy agradecida por aquella comida.
—Gracias —le dijo de corazón mientras le devolvía el plato, que la morena dejó sobre la mesilla.
—Tienes que comer y dormir—acarició las ojeras de Brittany con el dedo índice—Como nunca había estado tan cerca de ti, no me había percatado de lo exhausta que se te ve.
—El virus me ha dejado hecha un asco —murmuró sin darle importancia.
Se sentía a gusto no solo por tener el estómago lleno, sino también por la
preocupación que veía en el ceño fruncido de Santana.
—Me encuentro bien. Mañana podré ir a trabajar.
Le entregó el vaso de zumo antes de contestar:
—Ni lo sueñes. Acábate eso y a dormir.
Estaba demasiado cansada para discutir, así que se acabó el zumo y, como Santana seguía con la mano extendida, le devolvió el vaso.
Ya lo discutirían después.
Se le caían los párpados de sueño y sentía el peso del agotamiento como una losa sobre su cuerpo.
Necesitaba cerrar los ojos.
Suspiró, apoyó la cabeza en la almohada y se acurrucó bajo el edredón.
Hacía años que no se sentía así: llena, cómoda y… a salvo.
Aunque fuera un poco gruñona, Santana parecía haberse adjudicado la misión de proteger a Brittany y aquello resultaba en cierto modo reconfortante.
Siguió dándole vueltas a aquella insólita idea hasta que se quedó dormida.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Hola morra...
Andale que salio ma donsita san jaja
Una semana??? La va a tener ahí adentro??
El primer encuentro seria medio productivo!!!
Nos vemos!!!
Andale que salio ma donsita san jaja
Una semana??? La va a tener ahí adentro??
El primer encuentro seria medio productivo!!!
Nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
¿A quién no le gusta la Santana un poco mandona?! Jajaja. Aunque la manera de observarla siempre de lejos sin que se de cuenta es un poco creepy pero se l dejamos pasar ¿no?
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:Hola morra...
Andale que salio ma donsita san jaja
Una semana??? La va a tener ahí adentro??
El primer encuentro seria medio productivo!!!
Nos vemos!!!
Hola lu, jajajajaaj si q si xD ella tiene el poder jajajajaja. Mmm mínimo yo creo xD jajajajaajaja. Jajajajajajaja dices tu¿? jajajaja. Saludos =D
Tati.94 escribió:¿A quién no le gusta la Santana un poco mandona?! Jajaja. Aunque la manera de observarla siempre de lejos sin que se de cuenta es un poco creepy pero se l dejamos pasar ¿no?
Hola, jajajaajaa interesante pregunta, mmm a todas ajajajajaj. Jajajajajajaj xD ajjaajjaajajjaajaj si, osea obvio es san asik si ajajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía I (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
A la mañana siguiente, bien entrado el día, Brittany se despertó sintiéndose en plena forma.
No tenía ni idea de dónde diablos estaba hasta que se acordó del incidente que había sufrido en la calle y de cómo Santana López había aparecido de la nada para rescatarla.
¿Estaría en la casa o se habría ido al trabajo?
Salió de aquella cama inmensa sin hacer el menor ruido y asomó la cabeza por la puerta del dormitorio.
Reinaba un silencio sepulcral.
Cogió una bata de seda negra que con toda probabilidad sería de Santana, abrió la puerta que había en el otro extremo de la habitación y se sintió aliviada al encontrarse con un baño.
Cerró el pestillo, se quitó el pasador para soltarse el pelo y se desnudó en un santiamén dejando caer la ropa a los pies.
Se moría por pegarse una ducha ¡y por tomar un café!
Después de asearse se sentía más persona. Se puso de nuevo la bata de Santana y se quedó mirando con anhelo el cepillo y la pasta de dientes que había sobre la encimera de mármol, junto al lavabo doble.
No sabía qué hacer porque no quería invadir su intimidad, pero se moría por lavarse los dientes, así que empezó a abrir armarios hasta que encontró un cepillo de dientes nuevo, aún envuelto en el plástico.
Estaba tan contenta que casi le dio la risa.
Tras pegarse un buen cepillado trató de domar el pelo húmedo con el cepillo de Santana.
Entonces se le pasó por la cabeza que quizá le molestaría que usara sus cosas, pero ya era demasiado tarde.
«Siéntete como en casa, Brittany».
¡Cómo si un lugar así se pareciera en algo a su casa!
Todo era tan lujoso que se sentía un poco abrumada.
Suspiró contemplando la bañera ovalada, ¡lo que daría por meterse una hora o dos en esa gran bañera!
No era materialista, pero sabía apreciar una bañera de ese calibre. En su piso solo había una ducha minúscula y era consciente de que no podría pegarse un buen remojón hasta que acabara la carrera y tuviera un piso para ella sola.
«Tendrá bañera».
En ese preciso momento decidió que sería uno de los requisitos de su futuro hogar.
Se dio media vuelta para no caer en la tentación de meterse en aquella gigante bañera, se ajustó la bata y recogió del suelo la ropa y la toalla, tratando de no imaginarse el cuerpo desnudo de Santana introduciéndose en el agua.
«¡Serás tonta! Deja de fantasear con la hija de tu jefa, busca tu maldita mochila y sal pitando de esta casa».
Vaciló al salir del dormitorio, ya que no sabía hacia dónde tenía que dirigirse.
El piso era enorme.
Al otro extremo del largo pasillo había varias habitaciones de invitados decoradas con un gusto exquisito. Avanzó por el corredor y entró en un espacioso salón que la dejó boquiabierta: el techo parecía el de una catedral y tenía unos muebles preciosos de cuero.
¡Madre mía!
¡Jamás había visto un televisor tan grande!
La pantalla ocupaba la pared entera, parecía una sala de cine.
«¿Qué pinto yo aquí? ¡Qué poco pego en esta casa!».
Sus pies descalzos avanzaron por la aterciopelada alfombra hasta pisar un suave azulejo: había entrado en una cocina que sería el sueño de cualquier chef.
Combinaba el verde hierba con el color crema y disponía de todos los utensilios que pudieras necesitar en algún momento de tu vida y varios que Brittany ni siquiera supo identificar.
Divisó su mochila sobre la isla de la cocina, abrió la cremallera y metió en el
bolsillo grande la ropa que le habían prestado, sin soltar la toalla que acababa de usar para secarse porque no sabía muy bien qué hacer con ella.
—¿Cómo te encuentras?
Un susurro inquisitivo interrumpió el silencio de la cocina y sobresaltó a Brittany, que se tapó el pecho con una mano temblorosa, mientras el corazón le latía cada vez más rápido.
Se giró hacia Santana, que la contemplaba en silencio desde el umbral, con un brazo apoyado contra el marco de la puerta y una actitud desenfadada.
Tenía el pelo mojado como si se acabara de duchar y llevaba puestos unos vaqueros que resaltaban sus impresionantes piernas y un suéter verde que marcaba sus pechos.
Estaba imponente.
Sus radiantes ojos marrones recorrían una y otra vez el cuerpo de Brittany y, a medida que lo hacían, su brillo aumentaba.
Arriba y abajo.
Arriba y abajo.
Brittany se ajustó la bata.
—Perdona. No tenía que ponerme.
Santana se encogió de hombros y se separó del marco de la puerta.
—A ti te queda cien veces mejor que a mí—respondió con voz sugerente mientras avanzaba hacia un armario que estaba al otro extremo de la cocina—¿Un café?
«¡Claro que sí!».
Habría reaccionado con el mismo entusiasmo si le hubiera preguntado si tenía ganas de acabar la carrera.
Estaba enganchadísima al café.
—Sí, por favor. Si no es molestia.
—Siéntate. Deberías guardar reposo.
Santana se acercó a la isla de la cocina y ella se sentó en un taburete alto. La contempló mientras colocaba una taza en la cafetera e introducía café en una ranura antes de bajar la tapa.
La máquina cobró vida con un petardeo y el café estuvo listo en cuestión de segundos.
—Es el sueño de todo cafetero—suspiró Brittany mientras Santana le acercaba una taza humeante.
—Espero que te gusten los sabores intensos—comentó mientras sacaba la leche de la nevera y la dejaba junto al azucarero delante de Brittany—Es una mezcla con mucho cuerpo.
Brittany inhaló el delicioso aroma que desprendía la taza humeante y comentó mientras se le hacía la boca agua:
—Huele que alimenta.
Santana le ofreció una cucharilla y, al cogerla, sus dedos se rozaron. Una cálida sensación de hormigueo se propagó desde la mano de Brittany hacia todo su cuerpo.
La morena estaba muy cerca, tanto que cuando extendió el brazo hacia las piernas de ella Brittany inhaló su aroma, femenino y fresco.
En el momento en que los dedos de Santana rozaron la seda que cubría las piernas de Brittany la sensación de calor se dirigió como un rayo a su sexo, lo que la dejó sin respiración.
—Me llevo esto—explicó Santana cogiendo la toalla húmeda del regazo de Brittany.
Al quitarle la toalla dejó que sus nudillos se deslizaran despacio por los muslos de la rubia, que se estremeció al sentir ese ligero roce aparentemente involuntario.
Madre de Dios, se había echado a temblar.
Se dio cuenta de que, si no quería perder los estribos, lo mejor era que se alejara de la pelinegra y que se quedara en algún sitio donde no pudiera olerle, donde no percibiera ni el calor ni las vibraciones sexuales que Santana desprendía.
—Gracias—respondió Brittany soltando la toalla con un hilillo de voz y suspiró aliviada al ver que Santana se marchaba a un cuarto contiguo.
No tardó en regresar sin la toalla y en preguntarle de nuevo:
—No has respondido a mi pregunta. ¿Cómo te encuentras?
Despegó la mirada del irresistible cuerpo de Santana para echar azúcar y leche al café.
—Estupendamente. Ya no tengo fiebre. Gracias por ayudarme, pero tengo que irme.
Cerró los ojos para probar el café de primera calidad que Santana acababa de prepararle y casi se le escapa un gemido cuando el intenso sabor alcanzó su paladar.
—No puedes marcharte. Ni hoy ni mañana—afirmó con un tono neutral mientras se acercaba a la cafetera, metía más café en la máquina y bajaba la tapa con más fuerza de la necesaria.
—¿Por qué no? —preguntó con los ojos abiertos de par en par y una mirada
extrañada.
Santana clavó la mirada en la taza humeante de café, se sentó frente a Brittany en otro taburete, cogió la cucharilla de la mesa y se echó un chorrito de leche.
—Las han desahuciado.
Brittany se sobresaltó de tal modo que derramó el café y, con los dedos manchados, lanzó una mirada fulminante a Santana, incapaz de dar crédito a lo que le acababa de oír.
—Eso es imposible. Lydia paga el alquiler. Le entrego mi parte todos los meses—estiró el brazo para alcanzar el servilletero que estaba en el centro de la mesa y se limpió los dedos.
Lo que acababa de decirle Santana la había impactado tanto que ni siquiera le dolía la leve quemadura que acababa de hacerse.
¿Estaba de coña?
¿Tan retorcido era su sentido del humor?
¿Acaso no sabía que no tenía ninguna gracia bromear sobre algo así con una mujer que vivía al borde de la miseria?
Santana la miró por fin a los ojos y tenía una expresión seria que dejaba entrever cierta compasión.
—Me temo que tu compañera se ha esfumado y que lo único que ha dejado en el piso ha sido un par de cajas con tus expedientes académicos, tu partida de nacimiento y algún documento más.
A Brittany le empezaron a temblar las manos, así que las cruzó y las apoyó sobre la encimera de mármol.
No podía ser cierto.
No lo era.
—Tiene que haber un error.
—No hay ningún error. Mi asistenta habló con el casero a primera hora de la mañana. Han desahuciado a tu compañera de piso. Hace tiempo que se inició el proceso de desalojo y ayer acababa el plazo—pegó un sorbo al café sin dejar de mirarla a los ojos.
«¡Dios mío, Dios mío, Dios mío!», la mente de Brittany empezó a ir a cien por hora mientras pensaba en las implicaciones que tendría lo que Santana acababa de revelarle.
No tenía casa.
No tenía nada.
¿Y ahora qué?
—Tiene que haber un error—susurró de nuevo con la mirada clavada en la taza de café.
«Por favor, tiene que tratarse de un error».
No podía pagar el alquiler atrasado ni reemplazar sus pertenencias.
Eso era imposible.
—¿Dónde están mis cosas? ¿Y mi ropa?
—Tu compañera no ha dejado nada. Tan solo un par de cajas.
—Quizá se han equivocado de piso.
—No nos hemos equivocado, Brittany. Lo siento—dijo de carrerilla la dirección, el nombre del casero y el de la compañera de piso—¿Es correcto?
Brittany asintió con la cabeza, pues un nudo en la garganta le impedía hablar. Sus ojos azules se le llenaron de lágrimas.
Santo Dios… Llevaba años manteniendo el equilibrio sobre una cuerda floja y sin red, y justo ahora que estaba a punto de llegar al otro extremo se precipitaba con un traspié al vacío, a una muerte segura.
No hablaba mucho con Lydia, aunque jamás se le había pasado por la cabeza que su compañera fuera capaz de hacer algo así. Mantenían una relación cordial, pero, como el poco tiempo que Brittany pasaba en casa lo dedicaba a dormir o a estudiar, las conversaciones con Lydia eran muy poco frecuentes.
Una vez al mes Brittany dejaba el dinero de su parte del alquiler y de los gastos sobre la estrecha mesa de la cocina y daba por hecho que su compañera lo empleaba en pagar las facturas.
Pero por lo visto no.
«Esto no puede estar pasando», se repetía con la sensación de que el mundo entero se le había caído encima.
Y así era.
Unas pocas palabras—una catástrofe, una traición—habían bastado para echar abajo su vida entera.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Santana con indecisión mientras daba un sorbo al café y la observaba con cautela.
—Sí. No. No lo sé—seguía atónita. Tomó una bocanada de aire—Tengo que
pensar. Pensar qué hacer. ¡Dónde vivir!—apartó la taza de café y enterró la cabeza entre los brazos.
Santo Dios…, qué desastre.
«Piensa, Brittany. Piensa».
—No tenía ni la más remota idea. ¿Cómo iba a haberlo sabido?—preguntó a Santana aunque en el fondo se lo preguntaba a sí misma, intentando comprender cómo podía haberle pasado algo así.
—Tu compañera dejó la universidad el semestre pasado. Todo apunta a que te ocultó el asunto para que siguieras dándole el dinero hasta que la echaran—explicó Santana con un tono airado—Lo siento, Brittany. Ya tenías bastantes dificultades antes de que ocurriera todo esto.
Confundida y aterrada, alzó la cabeza y se sorprendió al ver la expresión de enfado en el rostro de Santana.
Estaba cabreada.
Con Lydia.
Con las circunstancias.
Era obvio que tenía buen corazón.
—¿Se ha llevado… todo? ¿Los muebles, las cosas de mi cuarto, todas mis pertenencias…?—balbuceó mientras las lágrimas le formaban otro nudo en la garganta.
—Mi asistenta, Mercedes, ha traído las únicas cajas que había en el piso. Están en el cuarto de invitados—le informó con un tono muy serio—Lo he comprobado todo, Brittany. Han actuado dentro de la legalidad. Tu compañera se llevó todo el último día. Si ayer hubieras llegado a casa, te habrías encontrado con un piso vacío. Me alegro de que anoche te ahorraras esa sorpresa. Mercedes ha devuelto la llave al casero. Van a cambiar las cerraduras. No puedes volver.
«Sin casa. Sin cama. Sin un lugar adonde ir».
La desesperación y la angustia se le fueron acumulando en las entrañas hasta que no pudo ni respirar ni pensar.
Lágrimas silenciosas le recorrieron las mejillas mientras daba vueltas a todos los esfuerzos y los sacrificios que había realizado en los últimos cuatro años.
Para nada.
Todo eso para nada.
Acabaría viviendo en un albergue, si es que encontraba uno que tuviera plazas. Tendría que dejar la universidad hasta que se recuperara de este golpe.
—¡Ay, no! ¡Dios mío!—trató de aplastar el ataque de pánico que se le venía encima con una bocanada de aire profunda, pero no lo logró.
Ocultó el rostro con las manos y, mientras el cuerpo entero le temblaba, Brittany Pierce hizo algo que no había hecho desde la muerte de sus padres.
Se echó a llorar.
No tenía ni idea de dónde diablos estaba hasta que se acordó del incidente que había sufrido en la calle y de cómo Santana López había aparecido de la nada para rescatarla.
¿Estaría en la casa o se habría ido al trabajo?
Salió de aquella cama inmensa sin hacer el menor ruido y asomó la cabeza por la puerta del dormitorio.
Reinaba un silencio sepulcral.
Cogió una bata de seda negra que con toda probabilidad sería de Santana, abrió la puerta que había en el otro extremo de la habitación y se sintió aliviada al encontrarse con un baño.
Cerró el pestillo, se quitó el pasador para soltarse el pelo y se desnudó en un santiamén dejando caer la ropa a los pies.
Se moría por pegarse una ducha ¡y por tomar un café!
Después de asearse se sentía más persona. Se puso de nuevo la bata de Santana y se quedó mirando con anhelo el cepillo y la pasta de dientes que había sobre la encimera de mármol, junto al lavabo doble.
No sabía qué hacer porque no quería invadir su intimidad, pero se moría por lavarse los dientes, así que empezó a abrir armarios hasta que encontró un cepillo de dientes nuevo, aún envuelto en el plástico.
Estaba tan contenta que casi le dio la risa.
Tras pegarse un buen cepillado trató de domar el pelo húmedo con el cepillo de Santana.
Entonces se le pasó por la cabeza que quizá le molestaría que usara sus cosas, pero ya era demasiado tarde.
«Siéntete como en casa, Brittany».
¡Cómo si un lugar así se pareciera en algo a su casa!
Todo era tan lujoso que se sentía un poco abrumada.
Suspiró contemplando la bañera ovalada, ¡lo que daría por meterse una hora o dos en esa gran bañera!
No era materialista, pero sabía apreciar una bañera de ese calibre. En su piso solo había una ducha minúscula y era consciente de que no podría pegarse un buen remojón hasta que acabara la carrera y tuviera un piso para ella sola.
«Tendrá bañera».
En ese preciso momento decidió que sería uno de los requisitos de su futuro hogar.
Se dio media vuelta para no caer en la tentación de meterse en aquella gigante bañera, se ajustó la bata y recogió del suelo la ropa y la toalla, tratando de no imaginarse el cuerpo desnudo de Santana introduciéndose en el agua.
«¡Serás tonta! Deja de fantasear con la hija de tu jefa, busca tu maldita mochila y sal pitando de esta casa».
Vaciló al salir del dormitorio, ya que no sabía hacia dónde tenía que dirigirse.
El piso era enorme.
Al otro extremo del largo pasillo había varias habitaciones de invitados decoradas con un gusto exquisito. Avanzó por el corredor y entró en un espacioso salón que la dejó boquiabierta: el techo parecía el de una catedral y tenía unos muebles preciosos de cuero.
¡Madre mía!
¡Jamás había visto un televisor tan grande!
La pantalla ocupaba la pared entera, parecía una sala de cine.
«¿Qué pinto yo aquí? ¡Qué poco pego en esta casa!».
Sus pies descalzos avanzaron por la aterciopelada alfombra hasta pisar un suave azulejo: había entrado en una cocina que sería el sueño de cualquier chef.
Combinaba el verde hierba con el color crema y disponía de todos los utensilios que pudieras necesitar en algún momento de tu vida y varios que Brittany ni siquiera supo identificar.
Divisó su mochila sobre la isla de la cocina, abrió la cremallera y metió en el
bolsillo grande la ropa que le habían prestado, sin soltar la toalla que acababa de usar para secarse porque no sabía muy bien qué hacer con ella.
—¿Cómo te encuentras?
Un susurro inquisitivo interrumpió el silencio de la cocina y sobresaltó a Brittany, que se tapó el pecho con una mano temblorosa, mientras el corazón le latía cada vez más rápido.
Se giró hacia Santana, que la contemplaba en silencio desde el umbral, con un brazo apoyado contra el marco de la puerta y una actitud desenfadada.
Tenía el pelo mojado como si se acabara de duchar y llevaba puestos unos vaqueros que resaltaban sus impresionantes piernas y un suéter verde que marcaba sus pechos.
Estaba imponente.
Sus radiantes ojos marrones recorrían una y otra vez el cuerpo de Brittany y, a medida que lo hacían, su brillo aumentaba.
Arriba y abajo.
Arriba y abajo.
Brittany se ajustó la bata.
—Perdona. No tenía que ponerme.
Santana se encogió de hombros y se separó del marco de la puerta.
—A ti te queda cien veces mejor que a mí—respondió con voz sugerente mientras avanzaba hacia un armario que estaba al otro extremo de la cocina—¿Un café?
«¡Claro que sí!».
Habría reaccionado con el mismo entusiasmo si le hubiera preguntado si tenía ganas de acabar la carrera.
Estaba enganchadísima al café.
—Sí, por favor. Si no es molestia.
—Siéntate. Deberías guardar reposo.
Santana se acercó a la isla de la cocina y ella se sentó en un taburete alto. La contempló mientras colocaba una taza en la cafetera e introducía café en una ranura antes de bajar la tapa.
La máquina cobró vida con un petardeo y el café estuvo listo en cuestión de segundos.
—Es el sueño de todo cafetero—suspiró Brittany mientras Santana le acercaba una taza humeante.
—Espero que te gusten los sabores intensos—comentó mientras sacaba la leche de la nevera y la dejaba junto al azucarero delante de Brittany—Es una mezcla con mucho cuerpo.
Brittany inhaló el delicioso aroma que desprendía la taza humeante y comentó mientras se le hacía la boca agua:
—Huele que alimenta.
Santana le ofreció una cucharilla y, al cogerla, sus dedos se rozaron. Una cálida sensación de hormigueo se propagó desde la mano de Brittany hacia todo su cuerpo.
La morena estaba muy cerca, tanto que cuando extendió el brazo hacia las piernas de ella Brittany inhaló su aroma, femenino y fresco.
En el momento en que los dedos de Santana rozaron la seda que cubría las piernas de Brittany la sensación de calor se dirigió como un rayo a su sexo, lo que la dejó sin respiración.
—Me llevo esto—explicó Santana cogiendo la toalla húmeda del regazo de Brittany.
Al quitarle la toalla dejó que sus nudillos se deslizaran despacio por los muslos de la rubia, que se estremeció al sentir ese ligero roce aparentemente involuntario.
Madre de Dios, se había echado a temblar.
Se dio cuenta de que, si no quería perder los estribos, lo mejor era que se alejara de la pelinegra y que se quedara en algún sitio donde no pudiera olerle, donde no percibiera ni el calor ni las vibraciones sexuales que Santana desprendía.
—Gracias—respondió Brittany soltando la toalla con un hilillo de voz y suspiró aliviada al ver que Santana se marchaba a un cuarto contiguo.
No tardó en regresar sin la toalla y en preguntarle de nuevo:
—No has respondido a mi pregunta. ¿Cómo te encuentras?
Despegó la mirada del irresistible cuerpo de Santana para echar azúcar y leche al café.
—Estupendamente. Ya no tengo fiebre. Gracias por ayudarme, pero tengo que irme.
Cerró los ojos para probar el café de primera calidad que Santana acababa de prepararle y casi se le escapa un gemido cuando el intenso sabor alcanzó su paladar.
—No puedes marcharte. Ni hoy ni mañana—afirmó con un tono neutral mientras se acercaba a la cafetera, metía más café en la máquina y bajaba la tapa con más fuerza de la necesaria.
—¿Por qué no? —preguntó con los ojos abiertos de par en par y una mirada
extrañada.
Santana clavó la mirada en la taza humeante de café, se sentó frente a Brittany en otro taburete, cogió la cucharilla de la mesa y se echó un chorrito de leche.
—Las han desahuciado.
Brittany se sobresaltó de tal modo que derramó el café y, con los dedos manchados, lanzó una mirada fulminante a Santana, incapaz de dar crédito a lo que le acababa de oír.
—Eso es imposible. Lydia paga el alquiler. Le entrego mi parte todos los meses—estiró el brazo para alcanzar el servilletero que estaba en el centro de la mesa y se limpió los dedos.
Lo que acababa de decirle Santana la había impactado tanto que ni siquiera le dolía la leve quemadura que acababa de hacerse.
¿Estaba de coña?
¿Tan retorcido era su sentido del humor?
¿Acaso no sabía que no tenía ninguna gracia bromear sobre algo así con una mujer que vivía al borde de la miseria?
Santana la miró por fin a los ojos y tenía una expresión seria que dejaba entrever cierta compasión.
—Me temo que tu compañera se ha esfumado y que lo único que ha dejado en el piso ha sido un par de cajas con tus expedientes académicos, tu partida de nacimiento y algún documento más.
A Brittany le empezaron a temblar las manos, así que las cruzó y las apoyó sobre la encimera de mármol.
No podía ser cierto.
No lo era.
—Tiene que haber un error.
—No hay ningún error. Mi asistenta habló con el casero a primera hora de la mañana. Han desahuciado a tu compañera de piso. Hace tiempo que se inició el proceso de desalojo y ayer acababa el plazo—pegó un sorbo al café sin dejar de mirarla a los ojos.
«¡Dios mío, Dios mío, Dios mío!», la mente de Brittany empezó a ir a cien por hora mientras pensaba en las implicaciones que tendría lo que Santana acababa de revelarle.
No tenía casa.
No tenía nada.
¿Y ahora qué?
—Tiene que haber un error—susurró de nuevo con la mirada clavada en la taza de café.
«Por favor, tiene que tratarse de un error».
No podía pagar el alquiler atrasado ni reemplazar sus pertenencias.
Eso era imposible.
—¿Dónde están mis cosas? ¿Y mi ropa?
—Tu compañera no ha dejado nada. Tan solo un par de cajas.
—Quizá se han equivocado de piso.
—No nos hemos equivocado, Brittany. Lo siento—dijo de carrerilla la dirección, el nombre del casero y el de la compañera de piso—¿Es correcto?
Brittany asintió con la cabeza, pues un nudo en la garganta le impedía hablar. Sus ojos azules se le llenaron de lágrimas.
Santo Dios… Llevaba años manteniendo el equilibrio sobre una cuerda floja y sin red, y justo ahora que estaba a punto de llegar al otro extremo se precipitaba con un traspié al vacío, a una muerte segura.
No hablaba mucho con Lydia, aunque jamás se le había pasado por la cabeza que su compañera fuera capaz de hacer algo así. Mantenían una relación cordial, pero, como el poco tiempo que Brittany pasaba en casa lo dedicaba a dormir o a estudiar, las conversaciones con Lydia eran muy poco frecuentes.
Una vez al mes Brittany dejaba el dinero de su parte del alquiler y de los gastos sobre la estrecha mesa de la cocina y daba por hecho que su compañera lo empleaba en pagar las facturas.
Pero por lo visto no.
«Esto no puede estar pasando», se repetía con la sensación de que el mundo entero se le había caído encima.
Y así era.
Unas pocas palabras—una catástrofe, una traición—habían bastado para echar abajo su vida entera.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Santana con indecisión mientras daba un sorbo al café y la observaba con cautela.
—Sí. No. No lo sé—seguía atónita. Tomó una bocanada de aire—Tengo que
pensar. Pensar qué hacer. ¡Dónde vivir!—apartó la taza de café y enterró la cabeza entre los brazos.
Santo Dios…, qué desastre.
«Piensa, Brittany. Piensa».
—No tenía ni la más remota idea. ¿Cómo iba a haberlo sabido?—preguntó a Santana aunque en el fondo se lo preguntaba a sí misma, intentando comprender cómo podía haberle pasado algo así.
—Tu compañera dejó la universidad el semestre pasado. Todo apunta a que te ocultó el asunto para que siguieras dándole el dinero hasta que la echaran—explicó Santana con un tono airado—Lo siento, Brittany. Ya tenías bastantes dificultades antes de que ocurriera todo esto.
Confundida y aterrada, alzó la cabeza y se sorprendió al ver la expresión de enfado en el rostro de Santana.
Estaba cabreada.
Con Lydia.
Con las circunstancias.
Era obvio que tenía buen corazón.
—¿Se ha llevado… todo? ¿Los muebles, las cosas de mi cuarto, todas mis pertenencias…?—balbuceó mientras las lágrimas le formaban otro nudo en la garganta.
—Mi asistenta, Mercedes, ha traído las únicas cajas que había en el piso. Están en el cuarto de invitados—le informó con un tono muy serio—Lo he comprobado todo, Brittany. Han actuado dentro de la legalidad. Tu compañera se llevó todo el último día. Si ayer hubieras llegado a casa, te habrías encontrado con un piso vacío. Me alegro de que anoche te ahorraras esa sorpresa. Mercedes ha devuelto la llave al casero. Van a cambiar las cerraduras. No puedes volver.
«Sin casa. Sin cama. Sin un lugar adonde ir».
La desesperación y la angustia se le fueron acumulando en las entrañas hasta que no pudo ni respirar ni pensar.
Lágrimas silenciosas le recorrieron las mejillas mientras daba vueltas a todos los esfuerzos y los sacrificios que había realizado en los últimos cuatro años.
Para nada.
Todo eso para nada.
Acabaría viviendo en un albergue, si es que encontraba uno que tuviera plazas. Tendría que dejar la universidad hasta que se recuperara de este golpe.
—¡Ay, no! ¡Dios mío!—trató de aplastar el ataque de pánico que se le venía encima con una bocanada de aire profunda, pero no lo logró.
Ocultó el rostro con las manos y, mientras el cuerpo entero le temblaba, Brittany Pierce hizo algo que no había hecho desde la muerte de sus padres.
Se echó a llorar.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,...
no jodas,.. a britt (muy a lo vulgar) la acaba de mear un elefante encima,.!!!
por suerte que le paso el desmayo a britt y no vio todo lo que dejo la otra,..
a ver que hace san ahora???
nos vemos!!!
no jodas,.. a britt (muy a lo vulgar) la acaba de mear un elefante encima,.!!!
por suerte que le paso el desmayo a britt y no vio todo lo que dejo la otra,..
a ver que hace san ahora???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
¿San no tuvo nada que ver verdad? Bueno es una pequeña duda nada más. Tengo curiosidad sobre San ¿Que hará con Britt en su casa? Porque se quiere ir pero igual no tiene a donde.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Pobre Britt y que perra la compañera de cuarto .... Pero esta sera na excusa para que vivan juntas o eso espero..... Pero estoy segura que la morena no se alejara de su lado
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Esa desgraciada, espero que aparezca en algun momento y pague a trompadas lo que hizo!!!!! san no la dejara en la calle, lo se!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:hola morra,...
no jodas,.. a britt (muy a lo vulgar) la acaba de mear un elefante encima,.!!!
por suerte que le paso el desmayo a britt y no vio todo lo que dejo la otra,..
a ver que hace san ahora???
nos vemos!!!
Hola lu, si q si =/ (jajajaajjajaja morí xD ajajajajajajaj). Uff te imaginas, pobre si así noam dolio =/ DE todo yo creo jajajajaja. Saludos =D
Tati.94 escribió:¿San no tuvo nada que ver verdad? Bueno es una pequeña duda nada más. Tengo curiosidad sobre San ¿Que hará con Britt en su casa? Porque se quiere ir pero igual no tiene a donde.
Hola, =o no creo y espero que no la vrdd, no la creo para eso =/ Esa morena es una loquilla xD y hace las cosas sin decir nada xD jajaja. Saludos =D
JVM escribió:Pobre Britt y que perra la compañera de cuarto .... Pero esta sera na excusa para que vivan juntas o eso espero..... Pero estoy segura que la morena no se alejara de su lado
Hola, si que si =/ si q lo es! la odio! JAjaajajajaj espero lo mismo la vrdd xD ajajajajajajaj. Ni yo lo creo la vrdd xD Saludos =D
micky morales escribió:Esa desgraciada, espero que aparezca en algun momento y pague a trompadas lo que hizo!!!!! san no la dejara en la calle, lo se!!!!
Si q lo es! ni q la vea, pero si kiero q aparezca y san le de su merecido! No q no! jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía I (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
El hielo que cubría el corazón de Santana se resquebrajó un poco al ver cómo aquella rubia desolada, totalmente destrozada, se deshacía en lágrimas delante de ella.
Sus sollozos de desesperación la removieron por dentro.
Si pudiera dar con la cabrona de su compañera de piso, le haría pagar por todo lo que estaba sufriendo Brittany.
Incapaz de reprimirse, Santana se acercó a la ojiazul, la abrazó y la puso de pie con sumo cuidado, ésta le rodeó el cuello con los brazos y apoyó el rostro sobre su pecho.
Estaban cuerpo contra cuerpo y Santana sintió el estremecimiento de aquella figura, que trataba de apoyar parte del peso de su desesperación en su hombro.
—Tranquila. Todo saldrá bien. Yo cuidaré de ti—acarició el pelo rubio y sedoso de Brittany, consciente de que lo había dicho totalmente en serio.
No lo decía para tranquilizarla ni para aliviar su dolor, lo decía porque quería cuidar de esta mujer que había soportado con un coraje digno de admiración los múltiples apuros y vicisitudes que la vida le había deparado.
Sin duda era una persona muy especial y faltó poco para que sus lágrimas le emocionaran.
Tomó aire y abrazó con más fuerza su esbelta cintura y recorrió su espalda con una mano y trazó relajantes círculos para calmarla.
Brittany se sentía muy a gusto en sus brazos.
Al inhalar la seductora fragancia de ella se empalmó. Olía a una mezcla de primavera y de Brittany: una fragancia natural y cautivadora que le hizo la boca agua.
Deseó que su cuerpo se mantuviera tranquilo mientras apretaba contra su pecho el cuerpo de Brittany. Sabía que no era un buen momento para ponerse cachonda, pero le parecía inconcebible estar a un kilómetro de la rubia sin ponerse como una moto.
Santana quería que todos los problemas de Brittany desaparecieran, que se esfumaran sin dejar rastro, como si jamás hubieran existido.
—Lo solucionaremos, Brittany. Yo te ayudaré.
Se apartó de la morena secándose las lágrimas con ambas manos.
—Te he mojado entera—susurró entre sollozos secándole con la mano la parte delantera.
A Santana le entraron ganas de ponerse a llorar cuando Brittany se apartó de ella, pero se limitó a decir:
—Da igual.
Tras recuperar la compostura Brittany afirmó con determinación:
—De nada sirve seguir lloriqueando como un bebé. Tengo que ir a buscar un albergue. Ahora mismo estoy en la ruina.
—Déjate de albergues. Quédate aquí. Tengo espacio de sobra—repuso Santana tratando de guardar las formas aunque, si Brittany se empeñaba en irse, estaba dispuesta a sujetarla para impedírselo.
No dejaría que pisara un albergue.
Puede que ahora estuviera arruinada, pero era una situación temporal.
—Sé sensata. Necesitas ayuda y yo estoy dispuesta a ayudarte. Puedes quedarte aquí hasta que acabes el semestre.
—¿Por qué? ¿Por qué querrías que me quedase aquí? No me conoces de nada.
Le hubiera gustado responderle que sí que la conocía, que sabía quién era desde el primer momento que la vio.
Había despertado algo en ella, un sentimiento franco y primitivo.
—Necesitas ayuda. A todos nos pasa alguna vez. Yo tuve la suerte de tener a mi hermana.
—Santana, no puedo aprovecharme así de ti.
«Que sí, que sí. Y siempre que quieras».
Santana volvió a sentarse y la rubia también se sentara para coger la taza de café.
—No te estarías aprovechando de mí. Tan solo estarías dejando que te ayudara un poco.
Brittany soltó un resoplido antes de tomar un sorbo del tibio café.
—Es más que «un poco». Aún me quedan más de cuatro meses en la universidad y no tengo dinero, ni ropa, ni nada de nada.
Santana le hubiera respondido que por ella podía pasearse desnuda y a sus anchas por el piso, pero en lugar de eso contestó:
—Mercedes te comprará algo de ropa. No te preocupes—respiró profundamente antes de añadir—Solo tengo una condición. Si me prometes eso, te ayudaré en todo lo que necesites.
—¿Cuál?—preguntó mirándola con cautela por encima de la taza.
—No quiero que trabajes mientras estudias—tuvo que reprimir una sonrisa al ver la transformación del rostro de Brittany, que la miraba ahora con un gesto testarudo e implacable.
No iba a ser fácil convencerla, pero ella tampoco pensaba darse fácilmente por vencida.
—No puedo dejar el trabajo. Lo necesito para vivir. No tengo nada—afirmó con rotundidad.
—No trabajarás. Yo te ayudaré en el plano económico. Ya pasas cuarenta horas a la semana en la universidad y eso sin contar lo que estudias en casa. Esa es mi oferta. La tomas o la dejas—se negaba a quedarse de brazos cruzados mientras ella malvivía.
Tan solo había dormido una noche como Dios manda y ya casi se le habían quitado las ojeras.
Santana quería ser testigo de cómo desaparecían por completo y de cómo se alimentaba en condiciones.
Aunque su interior fuera duro como el acero, Brittany tenía un cuerpo frágil.
—Pero yo…
—Ese es el trato, ¿lo tomas o lo dejas?—se quedó contemplando su rostro: vio cómo se le ponía la cara roja y la mirada de desprecio que le dedicaba.
Aunque le latía el corazón cada vez más rápido y se había quedado sin respiración, Santana no hizo el menor ruido.
Era una estrategia arriesgada, pero Brittany no tenía adónde ir.
¿Qué alternativa le quedaba?
A pesar de todo, por un momento —un instante que le pareció una eternidad—, estuvo convencido de que Brittany le iba a mandar a la mierda.
Le estaba dando órdenes, diciéndole cómo vivir su vida, y su instinto le pedía que se revelara.
Brittany soltó un resoplido de frustración.
La expresión de Santana era inquebrantable e inflexible.
Estaba claro que no había margen de maniobra.
O lo hacían a su manera o no lo hacían.
¿Tenía alternativa?
Podría buscar un albergue, pero entonces tendría que abandonar temporalmente los estudios y eso supondría tirar por la borda todo el curso.
—¿Qué pasaría con mi seguro médico? ¿Y con el subsidio por desempleo? ¿Y con el restaurante?
—Mamá se las apañará. Tiene camareros que quieren trabajar más horas.
Brittany se estremeció, ya que sabía que Santana estaba en lo cierto. Tenía compañeros que estaban deseando trabajar a jornada completa.
—Me encargaré de que mantengas el seguro. No dejaré que pierdas la cobertura médica.
Escudriñó los ojos de Santana tratando de averiguar lo que pensaba, pero aquella mujer era un misterio para ella.
¿Por qué hacía todo esto?
¿Podía fiarse de ella?
Apenas la conocía.
Pero confiaba en Maribel, y Maribel adoraba a sus hijas.
—De acuerdo, lo haré. Pero tendrás que tomar nota de todos los gastos porque te devolveré el dinero en cuanto pueda.
—No hay trato.
—Me acabas de decir que solo había una condición—como le habían empezado a temblar las manos, agarró con fuerza la taza de café y la inclinó para tomarse hasta la última gota.
—Puesto que tratas de modificar las condiciones iniciales me veo obligado a añadir una cláusula—repuso Santana encogiéndose de hombros.
—¿Qué sacas tú con todo esto? Voy a invadir tu intimidad, a quedarme con tu dinero, ¿y tú no obtienes nada a cambio?—le preguntó atónita, desconcertada ante semejante acuerdo.
—No quiero tu dinero. ¿No puedes dejar que te ayude sin cuestionar mis motivos? Quiero ayudar. Eso es todo—zanjó con irritación e impaciencia. Le dio el último trago al café y, al dejar la taza sobre la mesa, pegó un manotazo.
—No puedo aceptarlo así como así. Quiero darte algo a cambio de tanta molestia. Siempre me he mantenido a mí misma—estaba nerviosa y se levantó para recoger las tazas, las llevó al fregadero y las pasó por agua antes de meterlas en el lavavajillas.
Lo cierto era que debería estar besándole los pies como muestra de gratitud, pero, por alguna razón, estar en deuda con Santana le molestaba.
No estaba acostumbrada a que le regalaran nada, a que nadie le regalara nada.
Era una superviviente que hacía malabarismos para mantenerse al menos un paso por delante de la pobreza.
Esta situación le resultaba totalmente ajena y la aturdía.
Al darse la vuelta Brittany se chocó con el cuerpo de Santana, que la impedía avanzar sin ejercer el más mínimo esfuerzo.
La morena era como un bloque de cemento y para no perder el equilibrio Brittany apoyó las manos en sus hombros:
—Perdona—masculló, pero no se apartó—Solo quiero una cosa a cambio, Brittany—le susurró con voz sugerente mientras parecía olfatear su aroma.
Entonces colocó las manos de un golpe sobre la encimera y le cerró el paso.
Santana era como una olla a presión y todas las hormonas de su cuerpo de la rubia se elevaron excitadas para ponerse a su altura, respondiendo con entusiasmo a la llamada del cuerpo de la morena.
La tenía rodeada, apresada como a un esclavo.
Brittany se derritió por dentro, deseando someterse a su dominación y dejarse caer en sus brazos.
«Pero ¿qué…?».
¿Qué querría de ella?
Santana se acercó aún más y ella se estremeció al sentir el calor que irradiaba su cuerpo.
Descalza medía metro setenta, pero la morena no era más grande que ella, debía medir metro sesenta y cinco y con tacos uno setenta, pero de todas formas la superaba en fuerza y potencia.
Santana le rozó la oreja con los labios.
—Tú. En mi cama. Una noche. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.
Una llamarada de fuego recorrió el cuerpo entero de Brittany al oír aquel susurro seductor.
—¿Yo?—se le escapó un chillido mientras los labios hambrientos de Santana le recorrían el cuello y el anhelo la hacía estremecerse por dentro y humedecer las braguitas.
—Tú. Una noche—repitió bajando las manos hasta sus caderas, acariciando la bata de seda, explorando con avidez sus formas femeninas.
Brittany dejó caer la cabeza a un lado dándole vía libre para explorar la sensible piel de su cuello.
Santo Dios, cuánto placer.
Y qué bien olía.
Cuando la carnosa boca de Santana descendió hacia la suya, perdió por completo la capacidad de pensar.
La morena no preguntaba, exigía.
Empujó con la lengua la puerta de sus labios hasta que cedieron, se dejó hacer y Santana se apropió de su boca con exigentes lengüetazos.
A Brittany se le escapó un gemido; aquel beso la hacía sentir extasiada y abrumada, y su reacción impulsiva fue de deseo.
Empujó la lengua y la enroscó con la suya, explorándola, catándola…
Siguió abrazándola con pasión mientras le desataba la bata y amasaba imperioso su cuerpo entero, pero sobre todo sus pezones duros, que reaccionaban con entusiasmo.
Para aumentar su deseo fue combinando las caricias con los pellizcos hasta que logró que perdiera el control por completo. Le metió entre las piernas el muslo, aquel músculo enfundado en unos vaqueros, y ella se frotó contra, atormentada por el deseo, Brittany recorrió su cabello oscuro con las manos y, cuando la ola de placer se hizo aún más intensa, se agarró a ella con fuerza.
Santana separó su boca de la de ella y empezó a jadear como si acabara de correr un maratón.
—Madre mía, Brittany, me pones a cien. Eres brutal. ¡Y tan receptiva!
A Brittany le palpitaba el cuerpo entero y Santana le posó la mano en el vientre antes de repetir:
—Quiero una noche.
La rubia pegó un respingo cuando los dedos de Santana le tocaron el sexo, que estaba empapado. Retiró el muslo para explorarla con más facilidad y poder estimular a sus anchas el anhelado trocito de carne rosada.
—Estás tan húmeda, tan dispuesta…—susurró trazando círculos en el clítoris—Huelo tu excitación y me estoy poniendo a mil. Quiero tenerte.
—Oh, sí… Por favor—se dejó llevar por las sensaciones.
Le ardía cada terminación nerviosa de su cuerpo y, para no perder el equilibrio y poder mantenerse de pie, apoyó las manos en los hombros de Santana.
—Eres tan dulce… —le murmuró Santana al oído.
Entonces empezó a lamerle el cuello a un ritmo que imitaba lo que le gustaría hacer en otro sitio; exactamente en el mismo sitio al que Brittany deseaba que llegara pronto, ya que ardía en deseos de sentir aquella lengua de terciopelo entre sus muslos.
Tanto la deseaba que comenzó a bambolear las caderas para lograr que el contacto fuera más intenso, para sentir más el roce de aquellos dedos maravillosos que la estaban volviendo loca.
—Santana, necesito…
—Sé lo que necesitas. ¡Exactamente lo mismo que yo! Pero de momento solo puedo ofrecerte esto—trazó otro círculo en su pubis hambriento y deslizó los dedos entre sus pliegues empapados hasta encontrar el lugar exacto que necesitaba que le tocaran.
La ojiazul empezó a jadear cada vez más alto a medida que la morena aumentaba el ritmo y la intensidad.
Tenía la sensación de que, si no la penetraba de inmediato, se moriría, y tuvo que expresar su frustración con un gimoteo, ya que Santana no cejaba en aquella erótica tortura: con una mano le amasaba los pechos y con la otra asaltaba implacable el inflamado clítoris.
—Sí, oh, sí…
Aunque Brittany sabía que esa voz ardiente y excitada era la suya, le costaba
reconocerla. Esa voz aguda imploraba que la satisficiera, pero la boca de Santana se tragó sus gemidos como si quisiera poseer cada ápice de su gozo.
Brittany reaccionó mordiéndole el labio y se abrió de piernas para invitarlo a que la poseyera, para entregarse en cuerpo y alma.
Apretó las entrañas y sintió que el inminente clímax se acercaba desde la punta de los pies. Arrancó su boca de la de la morena, dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió desatada, invadida por un potente orgasmo, engullida por unas olas de placer que jamás había experimentado.
Apoyó la cabeza en el hombro de la pelinegra mientras las olas de placer continuaban produciéndole espasmos.
—Dios mío, ¿qué ha sido eso?—jadeó mientras Santana le cerraba la bata y apoyaba su exhausto cuerpo contra el de ella.
—Placer. Acabas de catar una muestra de lo que podríamos experimentar en la cama—respondió con tranquilidad mientras la mecía balanceando ligeramente su cuerpo—Me gustaría pasar una noche contigo, Brittany. No estás obligada a hacerlo, pero tú también lo deseas. Te ayudaré sea cual sea tu decisión. Tú decides si estás dispuesta a concederme lo que deseo. Pero te advierto una cosa… Me gusta controlar la situación.
Brittany, que aún no se había recuperado y era incapaz de pensar con claridad, preguntó vacilante:
—¿Qué quieres decir exactamente?
—Sumisión absoluta—susurró con una voz sugerente y vibrante que revelaba una pasión desenfrenada—Piénsatelo. Dime que sí y te daré todo el placer que soy capaz de ofrecer.
—Pero es que… no tengo mucha experiencia. Te defraudaré.
Llevaba más de cinco años sin acostarse con nadie y solo había mantenido
relaciones sexuales con una persona: su exnovio.
Después de salir cinco años juntos habían acabado muy mal.
—No quiero acostarme con una mujer experimentada; quiero acostarme contigo—afirmó con rotundidad mientras se apartaba un poco para dejarle espacio.
Brittany se fijó en la tensión que reflejaban los ojos de Santana y en los surcos que perfilaban su boca.
Santana se inclinó hacia delante y la besó en la frente.
—Ya lo decidirás más tarde. Hoy has tenido un día muy largo y necesitas recuperarte de la enfermedad. Descansa. Come. Relájate. Estaré arriba, en la sala de informática, si me necesitas. Mercedes no tardará en llegar con tu ropa. Puedes quedarte con la bata. Te sienta muy bien. Pero que sepas que me calentare cada vez que te la veo puesta. Fantasearé con las deliciosas reacciones con las que has respondido a cada una de mis caricias y con todos los dulces sonidos que has emitido mientras te corrías en mis brazos.
Brittany se aferró a la encimera que tenía a sus espaldas con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos.
Santana se dio media vuelta, se alejó sin prisa y salió de la cocina como si no hubiera pasado nada, tensando y destensando los perfectos músculos del trasero y de la espalda.
«¿De verdad acaba de pasar lo que acaba de pasar?», susurró perpleja con la esperanza de que el día entero no fuera más que una pesadilla de la que se despertaría en la cama de su minúsculo piso.
Santana López era un peligro para su salud y tenía que alejarse de ella; cuanto más, mejor.
Cuatro meses.
¿Sería capaz de superar esta prueba?
Estiró la columna y se ajustó la bata.
Era una superviviente y sobreviviría.
Santana le había explicado que acostarse con ella no era una condición sine qua non.
No tenía por qué ocurrir.
Brittany respiró hondo tratando de relajarse. Haría todo lo que estuviera en su mano para ayudar a Santana excepto acostarse con la morena.
Cocinaría, limpiaría y le echaría una mano en todo lo que necesitara.
Llevaba toda la vida currando, por lo que encontrarse de pronto sin nada que hacer iba a ponerla un poco de los nervios. Seguro que encontraba otras maneras de recompensarlo.
«Quieres hacerlo. En el fondo sabes que le deseas».
Agitó la cabeza tratando de silenciar sus díscolos pensamientos.
Tener una relación con Santana López no era una buena idea.
La genio multimillonario era la clase de persona que la dejaría hecha polvo.
Aquí tenía la prueba: ni siquiera se habían acostado y ya le había puesto el mundo del revés.
«Lo malo es que ahora sabes que sería una noche increíble que jamás olvidarías».
Sí, sería increíble.
De eso era precisamente de lo que tenía miedo Brittany.
De que fuera demasiado memorable.
Negó con la cabeza y entonces se acordó de que debería haber ido a la clínica por la mañana.
«¡Mierda! Tengo que llamar a Rachel. ¿Cómo he podido olvidarme?».
Todos los sábados por la mañana Brittany acudía como voluntaria a la clínica infantil gratuita de la doctora Rachel Berry. Había empezado un año antes y no había faltado ni un solo sábado.
Aunque aún no tenía licencia para ejercer como enfermera, echaba una mano en todas las tareas para las que estaba capacitada y, de ese modo, Rachel podía atender a más niños.
Brittany se abalanzó sobre un teléfono inalámbrico que había en la encimera de la cocina y marcó a toda prisa el número de la clínica. Le explicó a Rachel lo que le había ocurrido y le pidió disculpas por no haber ido.
—Aunque obviamente valoro mucho que vengas a ayudarme, no tienes las
obligaciones de un empleado, Britt. ¿Estás bien? ¿Necesitas alojamiento?
La voz de Rachel transmitía preocupación y Brittany se sintió arropada.
Rachel era tan generosa, tan atenta… Pero no pensaba complicarle la vida a su amiga.
Rachel invertía todo el dinero que podía en la clínica gratuita y eso que prácticamente acababa de terminar la carrera de Medicina. Su amiga le había comentado más de una vez, medio en broma, medio en serio, que cuando se jubilara seguiría pagando los créditos que había solicitado para poder hacer la carrera.
—No. Estoy bien. Una… amiga me está echando un cable—respondió con la esperanza de que su voz no la traicionara.
Se hizo un silencio tras el cual Rachel afirmó con gravedad:
—Si necesitas algo, me llamas. Lo harás, ¿verdad?
—Sí, te lo prometo. ¡Hasta el sábado!
—Cuídate. Si por casualidad te encuentras con la zorra de tu excompañera de piso, no dudes en llamarme. Le pegaré una buena paliza—dijo Rachel indignada.
Brittany se echó a reír.
—Vas a tener que hacer cola porque estoy tan cabreada que la paliza se la daré yo.
Tras insistir un par de veces en que se las apañaría sin problemas Brittany colgó el teléfono.
Seguidamente cogió aire y se dispuso a ir a su piso para ver qué quedaba de sus bienes.
«Saldrás de esta. Has luchado mucho para llegar hasta aquí. Cuatro meses son pan comido. Ya habrá tiempo para recuperar lo que te han quitado».
Mientras buscaba la habitación de invitados en la que estaban sus pocas pertenencias, un cosquilleo le recorrió la espina dorsal, pues presentía que los cuatro meses que tenía por delante supondrían un desafío mayor que los retos a los que se había enfrentado hasta ese momento.
¡Pobreza!
¡Soledad!
¡Rechazo!
¡Inestabilidad!
¡Miedo!
Todo eso parecía fácil comparado con pasar varios meses junto a Santana López.
Le iba a costar mucho resistirse a la tentación.
Sus sollozos de desesperación la removieron por dentro.
Si pudiera dar con la cabrona de su compañera de piso, le haría pagar por todo lo que estaba sufriendo Brittany.
Incapaz de reprimirse, Santana se acercó a la ojiazul, la abrazó y la puso de pie con sumo cuidado, ésta le rodeó el cuello con los brazos y apoyó el rostro sobre su pecho.
Estaban cuerpo contra cuerpo y Santana sintió el estremecimiento de aquella figura, que trataba de apoyar parte del peso de su desesperación en su hombro.
—Tranquila. Todo saldrá bien. Yo cuidaré de ti—acarició el pelo rubio y sedoso de Brittany, consciente de que lo había dicho totalmente en serio.
No lo decía para tranquilizarla ni para aliviar su dolor, lo decía porque quería cuidar de esta mujer que había soportado con un coraje digno de admiración los múltiples apuros y vicisitudes que la vida le había deparado.
Sin duda era una persona muy especial y faltó poco para que sus lágrimas le emocionaran.
Tomó aire y abrazó con más fuerza su esbelta cintura y recorrió su espalda con una mano y trazó relajantes círculos para calmarla.
Brittany se sentía muy a gusto en sus brazos.
Al inhalar la seductora fragancia de ella se empalmó. Olía a una mezcla de primavera y de Brittany: una fragancia natural y cautivadora que le hizo la boca agua.
Deseó que su cuerpo se mantuviera tranquilo mientras apretaba contra su pecho el cuerpo de Brittany. Sabía que no era un buen momento para ponerse cachonda, pero le parecía inconcebible estar a un kilómetro de la rubia sin ponerse como una moto.
Santana quería que todos los problemas de Brittany desaparecieran, que se esfumaran sin dejar rastro, como si jamás hubieran existido.
—Lo solucionaremos, Brittany. Yo te ayudaré.
Se apartó de la morena secándose las lágrimas con ambas manos.
—Te he mojado entera—susurró entre sollozos secándole con la mano la parte delantera.
A Santana le entraron ganas de ponerse a llorar cuando Brittany se apartó de ella, pero se limitó a decir:
—Da igual.
Tras recuperar la compostura Brittany afirmó con determinación:
—De nada sirve seguir lloriqueando como un bebé. Tengo que ir a buscar un albergue. Ahora mismo estoy en la ruina.
—Déjate de albergues. Quédate aquí. Tengo espacio de sobra—repuso Santana tratando de guardar las formas aunque, si Brittany se empeñaba en irse, estaba dispuesta a sujetarla para impedírselo.
No dejaría que pisara un albergue.
Puede que ahora estuviera arruinada, pero era una situación temporal.
—Sé sensata. Necesitas ayuda y yo estoy dispuesta a ayudarte. Puedes quedarte aquí hasta que acabes el semestre.
—¿Por qué? ¿Por qué querrías que me quedase aquí? No me conoces de nada.
Le hubiera gustado responderle que sí que la conocía, que sabía quién era desde el primer momento que la vio.
Había despertado algo en ella, un sentimiento franco y primitivo.
—Necesitas ayuda. A todos nos pasa alguna vez. Yo tuve la suerte de tener a mi hermana.
—Santana, no puedo aprovecharme así de ti.
«Que sí, que sí. Y siempre que quieras».
Santana volvió a sentarse y la rubia también se sentara para coger la taza de café.
—No te estarías aprovechando de mí. Tan solo estarías dejando que te ayudara un poco.
Brittany soltó un resoplido antes de tomar un sorbo del tibio café.
—Es más que «un poco». Aún me quedan más de cuatro meses en la universidad y no tengo dinero, ni ropa, ni nada de nada.
Santana le hubiera respondido que por ella podía pasearse desnuda y a sus anchas por el piso, pero en lugar de eso contestó:
—Mercedes te comprará algo de ropa. No te preocupes—respiró profundamente antes de añadir—Solo tengo una condición. Si me prometes eso, te ayudaré en todo lo que necesites.
—¿Cuál?—preguntó mirándola con cautela por encima de la taza.
—No quiero que trabajes mientras estudias—tuvo que reprimir una sonrisa al ver la transformación del rostro de Brittany, que la miraba ahora con un gesto testarudo e implacable.
No iba a ser fácil convencerla, pero ella tampoco pensaba darse fácilmente por vencida.
—No puedo dejar el trabajo. Lo necesito para vivir. No tengo nada—afirmó con rotundidad.
—No trabajarás. Yo te ayudaré en el plano económico. Ya pasas cuarenta horas a la semana en la universidad y eso sin contar lo que estudias en casa. Esa es mi oferta. La tomas o la dejas—se negaba a quedarse de brazos cruzados mientras ella malvivía.
Tan solo había dormido una noche como Dios manda y ya casi se le habían quitado las ojeras.
Santana quería ser testigo de cómo desaparecían por completo y de cómo se alimentaba en condiciones.
Aunque su interior fuera duro como el acero, Brittany tenía un cuerpo frágil.
—Pero yo…
—Ese es el trato, ¿lo tomas o lo dejas?—se quedó contemplando su rostro: vio cómo se le ponía la cara roja y la mirada de desprecio que le dedicaba.
Aunque le latía el corazón cada vez más rápido y se había quedado sin respiración, Santana no hizo el menor ruido.
Era una estrategia arriesgada, pero Brittany no tenía adónde ir.
¿Qué alternativa le quedaba?
A pesar de todo, por un momento —un instante que le pareció una eternidad—, estuvo convencido de que Brittany le iba a mandar a la mierda.
Le estaba dando órdenes, diciéndole cómo vivir su vida, y su instinto le pedía que se revelara.
Brittany soltó un resoplido de frustración.
La expresión de Santana era inquebrantable e inflexible.
Estaba claro que no había margen de maniobra.
O lo hacían a su manera o no lo hacían.
¿Tenía alternativa?
Podría buscar un albergue, pero entonces tendría que abandonar temporalmente los estudios y eso supondría tirar por la borda todo el curso.
—¿Qué pasaría con mi seguro médico? ¿Y con el subsidio por desempleo? ¿Y con el restaurante?
—Mamá se las apañará. Tiene camareros que quieren trabajar más horas.
Brittany se estremeció, ya que sabía que Santana estaba en lo cierto. Tenía compañeros que estaban deseando trabajar a jornada completa.
—Me encargaré de que mantengas el seguro. No dejaré que pierdas la cobertura médica.
Escudriñó los ojos de Santana tratando de averiguar lo que pensaba, pero aquella mujer era un misterio para ella.
¿Por qué hacía todo esto?
¿Podía fiarse de ella?
Apenas la conocía.
Pero confiaba en Maribel, y Maribel adoraba a sus hijas.
—De acuerdo, lo haré. Pero tendrás que tomar nota de todos los gastos porque te devolveré el dinero en cuanto pueda.
—No hay trato.
—Me acabas de decir que solo había una condición—como le habían empezado a temblar las manos, agarró con fuerza la taza de café y la inclinó para tomarse hasta la última gota.
—Puesto que tratas de modificar las condiciones iniciales me veo obligado a añadir una cláusula—repuso Santana encogiéndose de hombros.
—¿Qué sacas tú con todo esto? Voy a invadir tu intimidad, a quedarme con tu dinero, ¿y tú no obtienes nada a cambio?—le preguntó atónita, desconcertada ante semejante acuerdo.
—No quiero tu dinero. ¿No puedes dejar que te ayude sin cuestionar mis motivos? Quiero ayudar. Eso es todo—zanjó con irritación e impaciencia. Le dio el último trago al café y, al dejar la taza sobre la mesa, pegó un manotazo.
—No puedo aceptarlo así como así. Quiero darte algo a cambio de tanta molestia. Siempre me he mantenido a mí misma—estaba nerviosa y se levantó para recoger las tazas, las llevó al fregadero y las pasó por agua antes de meterlas en el lavavajillas.
Lo cierto era que debería estar besándole los pies como muestra de gratitud, pero, por alguna razón, estar en deuda con Santana le molestaba.
No estaba acostumbrada a que le regalaran nada, a que nadie le regalara nada.
Era una superviviente que hacía malabarismos para mantenerse al menos un paso por delante de la pobreza.
Esta situación le resultaba totalmente ajena y la aturdía.
Al darse la vuelta Brittany se chocó con el cuerpo de Santana, que la impedía avanzar sin ejercer el más mínimo esfuerzo.
La morena era como un bloque de cemento y para no perder el equilibrio Brittany apoyó las manos en sus hombros:
—Perdona—masculló, pero no se apartó—Solo quiero una cosa a cambio, Brittany—le susurró con voz sugerente mientras parecía olfatear su aroma.
Entonces colocó las manos de un golpe sobre la encimera y le cerró el paso.
Santana era como una olla a presión y todas las hormonas de su cuerpo de la rubia se elevaron excitadas para ponerse a su altura, respondiendo con entusiasmo a la llamada del cuerpo de la morena.
La tenía rodeada, apresada como a un esclavo.
Brittany se derritió por dentro, deseando someterse a su dominación y dejarse caer en sus brazos.
«Pero ¿qué…?».
¿Qué querría de ella?
Santana se acercó aún más y ella se estremeció al sentir el calor que irradiaba su cuerpo.
Descalza medía metro setenta, pero la morena no era más grande que ella, debía medir metro sesenta y cinco y con tacos uno setenta, pero de todas formas la superaba en fuerza y potencia.
Santana le rozó la oreja con los labios.
—Tú. En mi cama. Una noche. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.
Una llamarada de fuego recorrió el cuerpo entero de Brittany al oír aquel susurro seductor.
—¿Yo?—se le escapó un chillido mientras los labios hambrientos de Santana le recorrían el cuello y el anhelo la hacía estremecerse por dentro y humedecer las braguitas.
—Tú. Una noche—repitió bajando las manos hasta sus caderas, acariciando la bata de seda, explorando con avidez sus formas femeninas.
Brittany dejó caer la cabeza a un lado dándole vía libre para explorar la sensible piel de su cuello.
Santo Dios, cuánto placer.
Y qué bien olía.
Cuando la carnosa boca de Santana descendió hacia la suya, perdió por completo la capacidad de pensar.
La morena no preguntaba, exigía.
Empujó con la lengua la puerta de sus labios hasta que cedieron, se dejó hacer y Santana se apropió de su boca con exigentes lengüetazos.
A Brittany se le escapó un gemido; aquel beso la hacía sentir extasiada y abrumada, y su reacción impulsiva fue de deseo.
Empujó la lengua y la enroscó con la suya, explorándola, catándola…
Siguió abrazándola con pasión mientras le desataba la bata y amasaba imperioso su cuerpo entero, pero sobre todo sus pezones duros, que reaccionaban con entusiasmo.
Para aumentar su deseo fue combinando las caricias con los pellizcos hasta que logró que perdiera el control por completo. Le metió entre las piernas el muslo, aquel músculo enfundado en unos vaqueros, y ella se frotó contra, atormentada por el deseo, Brittany recorrió su cabello oscuro con las manos y, cuando la ola de placer se hizo aún más intensa, se agarró a ella con fuerza.
Santana separó su boca de la de ella y empezó a jadear como si acabara de correr un maratón.
—Madre mía, Brittany, me pones a cien. Eres brutal. ¡Y tan receptiva!
A Brittany le palpitaba el cuerpo entero y Santana le posó la mano en el vientre antes de repetir:
—Quiero una noche.
La rubia pegó un respingo cuando los dedos de Santana le tocaron el sexo, que estaba empapado. Retiró el muslo para explorarla con más facilidad y poder estimular a sus anchas el anhelado trocito de carne rosada.
—Estás tan húmeda, tan dispuesta…—susurró trazando círculos en el clítoris—Huelo tu excitación y me estoy poniendo a mil. Quiero tenerte.
—Oh, sí… Por favor—se dejó llevar por las sensaciones.
Le ardía cada terminación nerviosa de su cuerpo y, para no perder el equilibrio y poder mantenerse de pie, apoyó las manos en los hombros de Santana.
—Eres tan dulce… —le murmuró Santana al oído.
Entonces empezó a lamerle el cuello a un ritmo que imitaba lo que le gustaría hacer en otro sitio; exactamente en el mismo sitio al que Brittany deseaba que llegara pronto, ya que ardía en deseos de sentir aquella lengua de terciopelo entre sus muslos.
Tanto la deseaba que comenzó a bambolear las caderas para lograr que el contacto fuera más intenso, para sentir más el roce de aquellos dedos maravillosos que la estaban volviendo loca.
—Santana, necesito…
—Sé lo que necesitas. ¡Exactamente lo mismo que yo! Pero de momento solo puedo ofrecerte esto—trazó otro círculo en su pubis hambriento y deslizó los dedos entre sus pliegues empapados hasta encontrar el lugar exacto que necesitaba que le tocaran.
La ojiazul empezó a jadear cada vez más alto a medida que la morena aumentaba el ritmo y la intensidad.
Tenía la sensación de que, si no la penetraba de inmediato, se moriría, y tuvo que expresar su frustración con un gimoteo, ya que Santana no cejaba en aquella erótica tortura: con una mano le amasaba los pechos y con la otra asaltaba implacable el inflamado clítoris.
—Sí, oh, sí…
Aunque Brittany sabía que esa voz ardiente y excitada era la suya, le costaba
reconocerla. Esa voz aguda imploraba que la satisficiera, pero la boca de Santana se tragó sus gemidos como si quisiera poseer cada ápice de su gozo.
Brittany reaccionó mordiéndole el labio y se abrió de piernas para invitarlo a que la poseyera, para entregarse en cuerpo y alma.
Apretó las entrañas y sintió que el inminente clímax se acercaba desde la punta de los pies. Arrancó su boca de la de la morena, dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió desatada, invadida por un potente orgasmo, engullida por unas olas de placer que jamás había experimentado.
Apoyó la cabeza en el hombro de la pelinegra mientras las olas de placer continuaban produciéndole espasmos.
—Dios mío, ¿qué ha sido eso?—jadeó mientras Santana le cerraba la bata y apoyaba su exhausto cuerpo contra el de ella.
—Placer. Acabas de catar una muestra de lo que podríamos experimentar en la cama—respondió con tranquilidad mientras la mecía balanceando ligeramente su cuerpo—Me gustaría pasar una noche contigo, Brittany. No estás obligada a hacerlo, pero tú también lo deseas. Te ayudaré sea cual sea tu decisión. Tú decides si estás dispuesta a concederme lo que deseo. Pero te advierto una cosa… Me gusta controlar la situación.
Brittany, que aún no se había recuperado y era incapaz de pensar con claridad, preguntó vacilante:
—¿Qué quieres decir exactamente?
—Sumisión absoluta—susurró con una voz sugerente y vibrante que revelaba una pasión desenfrenada—Piénsatelo. Dime que sí y te daré todo el placer que soy capaz de ofrecer.
—Pero es que… no tengo mucha experiencia. Te defraudaré.
Llevaba más de cinco años sin acostarse con nadie y solo había mantenido
relaciones sexuales con una persona: su exnovio.
Después de salir cinco años juntos habían acabado muy mal.
—No quiero acostarme con una mujer experimentada; quiero acostarme contigo—afirmó con rotundidad mientras se apartaba un poco para dejarle espacio.
Brittany se fijó en la tensión que reflejaban los ojos de Santana y en los surcos que perfilaban su boca.
Santana se inclinó hacia delante y la besó en la frente.
—Ya lo decidirás más tarde. Hoy has tenido un día muy largo y necesitas recuperarte de la enfermedad. Descansa. Come. Relájate. Estaré arriba, en la sala de informática, si me necesitas. Mercedes no tardará en llegar con tu ropa. Puedes quedarte con la bata. Te sienta muy bien. Pero que sepas que me calentare cada vez que te la veo puesta. Fantasearé con las deliciosas reacciones con las que has respondido a cada una de mis caricias y con todos los dulces sonidos que has emitido mientras te corrías en mis brazos.
Brittany se aferró a la encimera que tenía a sus espaldas con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos.
Santana se dio media vuelta, se alejó sin prisa y salió de la cocina como si no hubiera pasado nada, tensando y destensando los perfectos músculos del trasero y de la espalda.
«¿De verdad acaba de pasar lo que acaba de pasar?», susurró perpleja con la esperanza de que el día entero no fuera más que una pesadilla de la que se despertaría en la cama de su minúsculo piso.
Santana López era un peligro para su salud y tenía que alejarse de ella; cuanto más, mejor.
Cuatro meses.
¿Sería capaz de superar esta prueba?
Estiró la columna y se ajustó la bata.
Era una superviviente y sobreviviría.
Santana le había explicado que acostarse con ella no era una condición sine qua non.
No tenía por qué ocurrir.
Brittany respiró hondo tratando de relajarse. Haría todo lo que estuviera en su mano para ayudar a Santana excepto acostarse con la morena.
Cocinaría, limpiaría y le echaría una mano en todo lo que necesitara.
Llevaba toda la vida currando, por lo que encontrarse de pronto sin nada que hacer iba a ponerla un poco de los nervios. Seguro que encontraba otras maneras de recompensarlo.
«Quieres hacerlo. En el fondo sabes que le deseas».
Agitó la cabeza tratando de silenciar sus díscolos pensamientos.
Tener una relación con Santana López no era una buena idea.
La genio multimillonario era la clase de persona que la dejaría hecha polvo.
Aquí tenía la prueba: ni siquiera se habían acostado y ya le había puesto el mundo del revés.
«Lo malo es que ahora sabes que sería una noche increíble que jamás olvidarías».
Sí, sería increíble.
De eso era precisamente de lo que tenía miedo Brittany.
De que fuera demasiado memorable.
Negó con la cabeza y entonces se acordó de que debería haber ido a la clínica por la mañana.
«¡Mierda! Tengo que llamar a Rachel. ¿Cómo he podido olvidarme?».
Todos los sábados por la mañana Brittany acudía como voluntaria a la clínica infantil gratuita de la doctora Rachel Berry. Había empezado un año antes y no había faltado ni un solo sábado.
Aunque aún no tenía licencia para ejercer como enfermera, echaba una mano en todas las tareas para las que estaba capacitada y, de ese modo, Rachel podía atender a más niños.
Brittany se abalanzó sobre un teléfono inalámbrico que había en la encimera de la cocina y marcó a toda prisa el número de la clínica. Le explicó a Rachel lo que le había ocurrido y le pidió disculpas por no haber ido.
—Aunque obviamente valoro mucho que vengas a ayudarme, no tienes las
obligaciones de un empleado, Britt. ¿Estás bien? ¿Necesitas alojamiento?
La voz de Rachel transmitía preocupación y Brittany se sintió arropada.
Rachel era tan generosa, tan atenta… Pero no pensaba complicarle la vida a su amiga.
Rachel invertía todo el dinero que podía en la clínica gratuita y eso que prácticamente acababa de terminar la carrera de Medicina. Su amiga le había comentado más de una vez, medio en broma, medio en serio, que cuando se jubilara seguiría pagando los créditos que había solicitado para poder hacer la carrera.
—No. Estoy bien. Una… amiga me está echando un cable—respondió con la esperanza de que su voz no la traicionara.
Se hizo un silencio tras el cual Rachel afirmó con gravedad:
—Si necesitas algo, me llamas. Lo harás, ¿verdad?
—Sí, te lo prometo. ¡Hasta el sábado!
—Cuídate. Si por casualidad te encuentras con la zorra de tu excompañera de piso, no dudes en llamarme. Le pegaré una buena paliza—dijo Rachel indignada.
Brittany se echó a reír.
—Vas a tener que hacer cola porque estoy tan cabreada que la paliza se la daré yo.
Tras insistir un par de veces en que se las apañaría sin problemas Brittany colgó el teléfono.
Seguidamente cogió aire y se dispuso a ir a su piso para ver qué quedaba de sus bienes.
«Saldrás de esta. Has luchado mucho para llegar hasta aquí. Cuatro meses son pan comido. Ya habrá tiempo para recuperar lo que te han quitado».
Mientras buscaba la habitación de invitados en la que estaban sus pocas pertenencias, un cosquilleo le recorrió la espina dorsal, pues presentía que los cuatro meses que tenía por delante supondrían un desafío mayor que los retos a los que se había enfrentado hasta ese momento.
¡Pobreza!
¡Soledad!
¡Rechazo!
¡Inestabilidad!
¡Miedo!
Todo eso parecía fácil comparado con pasar varios meses junto a Santana López.
Le iba a costar mucho resistirse a la tentación.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,...
buuueeennooo san ya dejo claro lo que quiere!!!
y sobretodo la dejo probar a britt!!!
a ver si silo va a ser una noche???
nos vemos!!!
buuueeennooo san ya dejo claro lo que quiere!!!
y sobretodo la dejo probar a britt!!!
a ver si silo va a ser una noche???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Preparate Britt pq se te vienen 4 meses muy interesantes!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Pues San ya le dio una pequeña prueba de lo que pasaría si acepta su propuesta jajajaja ahora hay que ver cuanto dura negándose Britt ...
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
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