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[Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
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monica.santander
Tati.94
claudia1988
7 participantes
Página 3 de 7.
Página 3 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,...
mucho mas que nunca san va a dejar a britt,..
jajaja si fuera por san le arranca la cabeza a noah!!!!
san no tiene la culpa de las idioteces de quinn,.. que tanto habrá hecho???
nos vemos!!!
mucho mas que nunca san va a dejar a britt,..
jajaja si fuera por san le arranca la cabeza a noah!!!!
san no tiene la culpa de las idioteces de quinn,.. que tanto habrá hecho???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Mmmmm espero que Puck no sea una molestia!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Pobre Britt esperó atrapen a los asaltantes antes de que le hagan daño... Y Puck no pudo llegar en mejor momento para que la morena vea lo que puede perder si sigue con su ideas jajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
micky morales escribió:Y ahora entra puck en la ecuacion asi que santana apurate a reclamar lo que es tuyo!!!!
Hola, jajajaajajajaja XD y como siempre a al morena no le gustaría eso, no¿? jajajaajajaj, pero si, q se apure! Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
mucho mas que nunca san va a dejar a britt,..
jajaja si fuera por san le arranca la cabeza a noah!!!!
san no tiene la culpa de las idioteces de quinn,.. que tanto habrá hecho???
nos vemos!!!
Hola lu, eso mismo pienso yo! ajajajajajajaja. JAjajaaj a no si no xD ajajajaja y sería lo mínimo xD Eso mismo, eso mismo... nadie lo sabe xD Saludos =D
monica.santander escribió:Mmmmm espero que Puck no sea una molestia!!
Saludos
Hola, espero lo mismo la vrdd ¬¬ ya tienen suficiente entre ellas xD jajajaja. Saludos =D
JVM escribió:Pobre Britt esperó atrapen a los asaltantes antes de que le hagan daño... Y Puck no pudo llegar en mejor momento para que la morena vea lo que puede perder si sigue con su ideas jajaja
Hola, espero lo mismo... o q san los pille antes la vrdd xD Jajajajajaajajajajja xD dices tu¿? jajajajajajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía II (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
Santana no se dirigió directo al piso, sino que paró en un aparcamiento cercano y estacionó el deportivo en una plaza vacía.
—Tenemos que comer algo. Este es el mejor restaurante italiano de la zona,
pero no te preocupes, no es nada pijo—salió del coche, lo rodeó de una carrera para abrir la puerta del copiloto y ofreció a Brittany la mano para ayudarla a salir.
—Pero es que… No voy muy elegante, que digamos—protestó Brittany.
Llevaba los vaqueros y el jersey que se había puesto para ir a la clínica, y era consciente de que estaba hecha un asco.
Física y emocionalmente.
—Estás preciosa, pero sé que ha sido un día duro. ¿Te apetece entrar?
—Un montón. Me encanta la comida italiana y estoy muerta de hambre.
Y así era.
Por la mañana no había desayunado porque se había quedado dormida y la hora de la comida se les había pasado mientras esperaban en comisaría.
Santana le sujetó la puerta y la invitó a pasar con una mano en la parte baja de la espalda.
¡Madre mía, qué modales!
Brittany tendría que felicitar a Maribel por educar tan bien a su hija. No era capaz de recordar la última vez que una persona había echado a correr para abrirle la puerta.
Probablemente… nunca.
La iluminación del restaurante era tenue. En el centro de cada mesa había una vela ancha y alta.
No era una pijada, pero tampoco era un cuchitril.
—Me alegro de volver a verla, señorita López—comentó una chica guapísima de largas piernas mientras le indicaba una mesa en una esquina y esbozaba una sonrisa que parecía sacada de un anuncio de dentífrico.
Tras sentarse Santana pidió una copa de vino y Brittany un té helado. La castaña zalamera estuvo remoloneando y, cuando por fin se marchó a por las bebidas, Brittany respiró aliviada:
—¡Menuda fresca!
Se arrepintió de aquel comentario en cuanto lo hizo.
¿Qué le importaba a ella si una mujer ligaba con Santana?
Igual a la morena le gustaba.
—¿Quién? ¿ Elaine?
Santana la miró sorprendido mientras cerraba la carta. Obviamente ya había
decidido lo que iba a pedir.
—¿Se llama así? A mí no se me ha presentado. Parecía mucho más interesada en ti.
«Cállate, idiota. Pareces una novia en pleno ataque de celos».
—No estaba ligando conmigo. Soy una cliente habitual. Tiene que ser amable—repuso encogiéndose de hombros.
Madre de Dios, la pobre no se enteraba de nada.
Brittany se concentró en la carta para olvidarse del tema.
—Tú ya conoces el sitio, ¿alguna sugerencia?
—Todo está buenísimo. Yo voy a tomar el pollo al parmesano.
Brittany miraba la carta como un niño delante de una tienda de golosinas. Llevaba tanto tiempo sin ir a comer a un restaurante que ya no estaba acostumbrada a elegir entre tantos platos.
—No sé qué pedir—cuando por fin levantó la mirada de la carta, vio que Santana estaba sonriendo.
—Parece que te estuvieras matando tu cerebro para resolver un problema
complejo.
—¿Se nota que no salgo mucho?—se rio burlándose de sí misma.
Santana le dedicó una mirada tan intensa y penetrante que sintió cómo una ola de calor se propagaba por su cuerpo hasta recorrer cada centímetro de su piel.
—Eres la mujer más adorable que se ha sentado conmigo a una mesa. Las
demás no te llegan ni a la altura de los zapatos.
El comentario bastó para sonrojarla, pero la mirada abrasadora que le dedicó
a continuación en plan «Quiero follarte» acabó de ponerla como un tomate.
Ninguna persona le hacía perder los papeles como Santana. Bastaba una palabra, una frase, una mirada… para que se pusiera como una adolescente en celo.
Brittany se alegró de que viniera a traer la bebida y a tomar nota de la comanda una camarera mayor de pelo oscuro.
Decidió no complicarse la vida y pidió lo mismo que Santana.
Cuando la camarera se hubo marchado, Brittany cogió el vaso perpleja:
—Creo que me han puesto un té con alcohol.
Santana se echó a reír mientras miraba la bebida que tenía Brittany en la mano.
—Claro que tiene alcohol. No pensé que quisieras un té de verdad.
—¿Qué lleva?—preguntó observando el líquido, que tenía un color muy parecido al té helado, pero que estaba servido en un vaso ancho con una cereza en el borde.
En los restaurantes en los que había trabajado nunca habían servido cócteles y no era precisamente una experta en bebidas alcohólicas.
Santana esbozó una sonrisa traviesa.
—Ron, ginebra, tequila, vodka, triple seco…, un chorrito de cola y otro de
sour mix.
¡Mamma mia!
Acabaría bailando encima de la mesa.
Una copa de vino le bastaba para ponerse contentilla. Nunca había tenido gran tolerancia al alcohol; seguramente porque rara vez bebía.
—Prométeme que, cuando me acabe esta copa, no me dejarás bailar desnuda encima de la mesa—elevó una ceja esperando a que aceptara el trato.
Santana soltó una sonora carcajada antes de coger aire para preguntar:
—¿En serio? Por tomarte una o dos copas.
—No tiene gracia. No estoy acostumbrada a beber—repuso a la defensiva.
De pronto, sentada frente a una multimillonaria que ya se las sabía todas—pero todas todas—, se sintió como un bicho raro totalmente fuera de lugar.
Santana esbozó una amplia sonrisa.
—Lo sé. Pruébalo. Si no te gusta, te pido otra cosa—se puso seria y se le iluminaron los ojos con un sentimiento que ella no supo identificar—Y, puedes estar tranquila, te prometo que no bailarás desnuda sobre la mesa a no ser que sea una actuación privada en mi casa—añadió con la voz aterciopelada y una mirada apasionada, como si estuviera imaginando la escena y tuviera muchas ganas de que se hiciera realidad.
Brittany, que tenía un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de tenis,
trató de no mirarlo a los ojos.
¡Qué diablos!
Después de la mañana que había tenido le vendría bien tomarse una copa.
Tomó un sorbito precavido y dejó que el líquido se deslizara por la lengua y le bajara por la garganta pese al nudo que había creado Santana con su comentario picante.
—No está mal—se relamió los labios—No sabe fuerte.
Santana le dedicó otra mirada pícara:
—No te dejes engañar. Es bastante potente.
Disfrutaron comiendo, bebiendo y charlando alegremente.
Santana le contó historias de su familia y algunos proyectos que tenía entre manos.
Brittany comentó algunas anécdotas graciosas de su trabajo de camarera y de los años en la carrera de Enfermería.
Santana termino su plato de pollo al parmesano y, cuando Brittany ya no pudo más, se acabó también el de ella.
Después pidió dos tiramisús y otra ronda.
El postre estaba delicioso, pero Brittany no se lo pudo terminar. Daba igual, la pelinegra estaba más que dispuesta a echarle una mano.
Comía como una lima.
No sabia como podía tener ese cuerpo fibroso y atlético que dejaba a Brittany con la lengua fuera, como un perro delante de un hueso, cada vez que lo veía.
—¿Cómo puedes tener ese cuerpazo con todo lo que comes?
Al momento quiso que se la tragara la tierra.
¿Cómo se había atrevido a decirle eso?
Era el alcohol el que hablaba, no ella.
«Autonota: A partir de ahora no beberé más de una copa de vino y la rebajaré siempre con agua».
Santana la miró con picardía:
—¿Cuerpazo?
Brittany se encogió de hombros.
¿Qué sentido tenía negar la verdad?
Tenía un cuerpazo.
—Bueno sí.
«Un cuerpazo duro como una roca. Para caerse de culo. El cuerpo más sexy del planeta».
—Hago ejercicio en el gimnasio que tengo en casa todos los días. Si te gusta
mi aspecto, supongo que el esfuerzo merece la pena—comentó con incredulidad.
«¡Ya te digo! Merece mucho la pena».
—Se nota—respondió Brittany intentando que no se notara demasiado que
estaba deseando hacerle de todo—Es uno de los motivos por los que las personas como Elaine caen rendidas a tus pies. No es el único, pero es una razón de peso.
«¡Mierda! ¿Lo había dicho en voz alta? ¡Maldito alcohol! Tenía que aprender a morderse la lengua».
—Las personas no admiran ni mi cuerpo ni mi personalidad, ni nada de eso. Solo les gusta mi dinero—afirmó Santana con pragmatismo.
Brittany se quedó mirándolo pasmada.
¿De verdad pensaba eso?
—Ya, ¿así que no afecta para nada que estés como un tren, seas una genio, tengas gracia y además seas un cachito de pan? ¿Lo único que les interesa a las mujeres es la pasta?
Madre mía, la estaba sacando de quicio.
¿No se enteraba de nada?
¿No se daba cuenta de que tenía muchas más cosas que ofrecer aparte de su dinero?
—Eso es.
Brittany sintió una punzada en el corazón al darse cuenta de que Santana estaba convencida de que el dinero era su única virtud.
¿Cómo podía pensar algo así una mujer que le había demostrado lo generosa que era en múltiples ocasiones?
Brittany se la quedó mirando con deseo, incapaz de creer que la persona más atractiva y cautivadora a la que había visto en la vida pudiera pensar eso.
—Te diré—las palabras se escaparon de la boca con premura y Santana se
quedó mirándola desconcertado—Te deseo. Y no tiene nada que ver con tu dinero—la frase salió a borbotones de entre sus labios, sin medias tintas. Desvió la mirada avergonzada por lo que acababa de confesar, pero le estaba sacando de quicio que no fuera capaz de ver lo mucho que valía—Tu dinero me importa una mierda.
—Ya… Me he dado cuenta—respondió con una voz ronca.
Por fin Brittany se atrevió a devolverle la mirada, pero no supo interpretar su
expresión.
¿Perplejidad?
¿Desconfianza?
¿Incredulidad?
¿Esperanza?
Expresaba todas esas emociones, pero no sabía cuál era la predominante.
Inclinó el vaso para acabar el segundo té helado.
—No bebo más.
Si se tomaba otra copa, acabaría arrancándose la ropa y suplicándole que se la tirara en ese preciso momento.
Se preguntó si más tarde se arrepentiría de haber sido tan espontánea y decidió que seguramente no.
Tenía que abrirle los ojos de algún modo, aunque hacerlo le resultara incómodo y bochornoso.
Era una mujer autosuficiente y contenida, pero bajo aquella superficie se ocultaba alguien vulnerable.
En más de una ocasión sus preciosos ojos marrones habían mostrado desconfianza en sí misma, y una mujer tan guapa, tan amable y tan generosa no debería dudar ni por un instante de su capacidad.
No cabía duda de que Santana era una alfa, lo que Brittany ponía en entredicho era que lo que le impulsaba a atar y a vendar los ojos de las mujeres con las que se acostaba fuera el afán de dominación.
Obviamente esa forma de sometimiento resultaba erótica —tanto que cada vez que recordaba lo que había ocurrido la noche anterior empapaba las braguitas—, pero no soportaba la idea de que la desconfianza limitara la vida sexual de Santana.
Por desgracia es lo que sospechaba.
Un instinto visceral le reconcomía por dentro repitiéndole una y otra vez que eso no tenía nada que ver con la dominación, sino con la falta de confianza.
Tras ponerse de pie Santana sacó la cartera y dejó algo de propina sobre la
bandejita de la cuenta.
Brittany suspiró cuando la morena la cogió de la mano y tiró de ella con delicadeza para salir del restaurante.
Estaba oscureciendo y el aire fresco la ayudó a despejar su mente nublada.
No recordaba qué ingredientes tenía el cóctel que había tomado, pero estaba claro que servían para soltarle a uno la lengua.
Aunque el trayecto en coche fue breve, ya que el piso de Santana estaba a pocas manzanas, hubo tiempo de sobra para que Brittany se alterara.
Tenía a Santana demasiado cerca y su olor era demasiado tentador. Además, todavía no se le había pasado el bochorno por haberse sincerado con ella.
Aunque no le hubiera confesado toda la verdad, sí había admitido lo mucho que la deseaba y el hecho de no recibir una respuesta en condiciones la había dejado bastante pensativa.
«¿Qué quería que dijera? Mi objetivo es ayudarla y no debo esperar nada a cambio. Nunca me ha prometido nada, excepto un polvo alucinante. Y esa promesa la ha cumplido. ¡Con creces!».
En realidad ella no esperaba nada de la morena, pero le habría gustado que el deseo hubiera sido recíproco.
Se sentía ridícula y tenía la sensación de haberse puesto en evidencia, por lo que estar a su lado en ese momento era de todo menos cómodo.
«No lo entiendo. No sé qué lo lleva a comportarse así».
Pero quería entenderla.
Lo que más quería en el mundo era entender todos y cada uno de los secretos de Santana López.
Brittany suspiro de alivio al entrar en el piso.
Cruzó la cocina y se dirigió a su dormitorio para pegarse una ducha.
Estaba a punto de desearle buenas noches cuando un brazo la cogió de la cintura y la atrajo contra un cuerpo.
—No te vayas. Todavía no—la voz grave de Santana le rozó el oído y un escalofrío de anhelo le recorrió el cuerpo entero hasta dejarla sin habla.
La cogió en brazos y la meció contra el pecho mientras se dirigía al salón. Se sentó en el sofá con Brittany en su regazo.
—¿Qué te pasa?—preguntó Brittany con dulzura al percibir la intranquilidad y la rigidez de su cuerpo.
Le acarició los hombros y sintió sus músculos en tensión.
—Necesito abrazarte un rato. Por favor. Hoy me has quitado veinte años de
vida. Si sigues teniendo incidentes de este tipo, acabaré siendo una vieja desquiciada y calva como una bola de billar. Las mujeres así de calvas no somos bonitas—la abrazó con fuerza, apretando su cuerpo contra el suyo hasta no dejar ni un hueco entre ellas.
—Lo siento—apoyó la cabeza sobre su hombro y sintió en la mejilla el placentero roce de su mejilla.
Trató de no hacerse ilusiones porque Santana hubiera mencionado un futuro juntas.
—Es que no lo aguanto. No soporto la idea de que te ocurra algo—confesó
con la voz entrecortada.
El salón estaba a oscuras, la única luz que había provenía de la cocina. Brittany se apartó para acariciarle el mentón mientras el corazón le latía cada vez más deprisa.
Santana se preocupaba por su seguridad.
No pudo evitar sentirse conmovida.
Muy pocas personas se habían preocupado tanto por ella, y el único que lo había hecho había sido su papá. En estas circunstancias su ex probablemente le habría quitado importancia y le habría dicho que era culpa suya por ofrecerse como voluntaria en ese barrio.
No era un novio muy cariñoso, que digamos.
Santana le cogió la mano y la posó en sus labios para llenarle la palma de
besos.
—He tenido que reprimirme mucho para no lanzarme a la yugular del policía.
—¿Por qué?
—Por el amor de Dios, Britt, el tío te estaba follando con la mirada en plena
comisaría—respondió con firmeza.
—Solo estaba siendo amable…
—Se estaba imaginando cómo sería echarte un polvo—le informó remarcando las palabras—Soy mujer. Créeme. Sé lo que me digo. Y me estaba cabreando de veras. No me gusta compartir.
«Glups».
¿Estaba insinuando que…?
—No sabía que era tuya.
«¿Era suya?».
—Ahora sí.
—¿Desde cuándo?
—Supongo que desde el primer día que te vi. Sin duda alguna desde la primera vez que te toqué. Y, por supuestísimo, desde anoche—puso su mano tras la nuca de Brittany para acercarse a su boca y le dio la vuelta con gran habilidad sin alejarse ni un milímetro de sus labios.
Así, pasó de estar sentada sobre su regazo a encontrarse tumbada bajo su cuerpo.
La besó hasta dejarla sin aliento, hasta que fue incapaz de pensar, hasta que lo único que pudo hacer fue sentir.
Abrió las piernas para dar la bienvenida a su cuerpo y rodeó con los brazos su espalda, tratando de acercarse a ella lo máximo posible.
Necesitaba que esto ocurriera, la necesitaba a ella.
Deslizó la lengua por la suya, se moría por acercarse aún más, quería meterse dentro de Santana.
Frotó las caderas contra las suyas y, al sentir cómo chocaba con su monte de venus, empezó a gemir ansiosa por sentirla sin ropa.
Arrancó su boca de la de ella y jadeó:
—Necesito que me folles. Por favor.
Con el rostro enterrado en el cuello de ella Santana emitió un sonido gutural:
—Al dormitorio.
—No. Aquí. Ahora. Ahora mismo—resolló Brittany.
No quería moverse de aquel inmenso sofá, esta vez no quería estar atada con los ojos tapados.
Abrazó su cadera con las piernas a modo de ruego silencioso y le agarró el trasero con las manos para acercarlo más a sus ondulantes caderas.
—¡Joder! Cuando haces eso soy incapaz de pensar. Yo tampoco quiero esperar más—afirmó con voz queda y, mientras la cogía del culo para rozarla aún más contra su entrepierna, emitió un gemido atormentado.
—No esperes. Por favor.
El cuerpo de Brittany ardía cual madera en un incendio.
—Sabes que no puedo hacerlo así—le recordó con un tono de enfado y frustración, pero sin dejar de agarrarle el trasero.
—Sí que puedes.
Deseaba que lo hicieran así: con esa espontaneidad, con tanto anhelo.
Descruzó las piernas y se revolvió para meter las manos entre sus cuerpos. Se desabrochó los vaqueros y se bajó la cremallera. Santana tuvo que incorporarse para que Brittany tuviera espacio para bajarse los pantalones y las braguitas, que tiró al suelo de una patada.
—Tócame.
Santana gimió al introducir la mano entre sus cuerpos, al deslizar los dedos en su sexo empapado.
—Joder, estás empapada.
—Por ti—repuso intrépida—Así que no vuelvas a decirme que las mujeres solo están contigo por dinero. Yo estoy tan loca por ti que te ruego, de rodillas si hace falta, que me folles—le dijo furiosa tratando de hacerle comprender que lo que sentía por ella no tenía nada que ver con la economía.
No podía confesarle todo lo que le necesitaba: ni ella estaba preparada para desnudar su alma ni la morena para oír algo así.
Es más, puede que ella tampoco estuviera lista para enfrentarse a esa verdad.
Pero esto sí tendría que aceptarlo: tenían que tener sexo.
Ahora.
El cuerpo de Brittany se estremecía mientras los dedos de Santana se deslizaban por su piel blanda y húmeda, y trazaban círculos en el clítoris.
—Sí, sí… Tócame—se había dejado llevar y su cuerpo reaccionaba a cada sensación, a cada roce de sus dedos.
Dejó caer la cabeza hacia atrás y se abandonó a esas caricias atrevidas y constantes.
—Estás tan excitada. Tan desatada. Me cuesta creer que me desees tanto. Dímelo otra vez—exigió mientras la acariciaba con menos delicadeza y más
exigencia.
—Te necesito, San. Fóllame.
—¿Solo yo?
—Solo tú. Eres la única persona que me pone así.
La única capaz de hacerle perder la cabeza con un solo roce.
Sabía que eso suponía una debilidad, pero en ese momento no le importaba nada.
Santana se incorporó, se desabrochó los vaqueros y se los fue bajando junta a las bragas hasta las rodillas
—Me muero por estar junto a ti, Britt, pero no sé si puedo hacerlo así—su voz transmitía pasión y enfado a la vez.
Comprendió que para ella era crucial dominar la situación. Aunque aún no había averiguado la razón, sabía que Santana necesitaba estar al mando.
—Sujétame de las manos, San. Controla la situación. Fóllame como te haga
falta. Me da igual. Pero fóllame de una vez—se moría de ganas de coger ese culo y unirlas pero, en lugar de hacer eso, levantó los brazos y la cogió de las manos.
Las tenía cerradas con fuerza, pero fue abriéndolas poco a poco hasta envolver las de ella. Entrelazaron los dedos y bajaron juntas las manos hasta posarlas sobre la cabeza de Brittany.
—Ahora estás al mando y me tienes justo donde quieres. Fóllame—le rogó.
Necesitaba que lo hicieran así en lugar de con esposas y vendas porque, aunque la noche anterior había disfrutado mucho, no quería que esa fuera la única manera de hacerlo con Santana.
A partir de ahora deseaba que la única razón por la que Santana quisiera atarla y taparle los ojos fuera porque le pareciera erótico y sexy.
Instintivamente sabía que para recuperar la confianza era crucial que fueran pasito a pasito y que pasaran de echar polvos a hacer el amor.
Cuando recostó su cuerpo sobre el de ella, a Brittany le entraron ganas de llorar.
Gimió al sentir su húmedo sexo junto al suyo, giró las caderas para un mejor roce.
Brittany empezó a jadear mientras la unión era completa y el roce era perfecto.
—Sí… Me encanta…—resolló mientras la abrazaba con las piernas y se deleitaba con las sensaciones.
—Joder, estás empapada. Nada se interpone. Esta sensación es tremenda. Es lo mejor del mundo—jadeó sobre su cuello mientras deslizaba todo el cuerpo arriba y abajo, rozando sus pechos y raspando sus hinchados pezones.
Tenían las manos entrelazadas y Santana se las estaba apretando tanto que los dedos se le estaban empezando a dormir.
Santana volvió a mover las caderas hacia atrás para embestirla y ella le respondió abalanzándose a su encuentro, por lo que se encontraron a medio camino.
Mientras sus cuerpos se unían una y otra vez Brittany sintió una punzada en el corazón al darse cuenta de que estaban viviendo algo extraordinario, un momento especial que lo cambiaría todo.
Le hincó los talones en el culo, que lo tenía duro como una piedra, para empujarla y el roce fuera mejor y más rápido.
Cada movimiento era poderoso, enérgico.
Arriba y abajo.
Una y otra vez.
Santana le comió la boca entera en un beso cargado de violencia con el que se adueñó de ella. Recorría con la lengua, suave como el terciopelo, cada centímetro de su boca, y le poseía entera…, y Brittany se dejó llevar.
Completamente.
Sin reparos.
Deseosa.
Varias lágrimas le recorrieron las mejillas mientras le gemía en la boca y su
cuerpo entero comenzó a convulsionar al sentir el clímax más intenso de su vida.
Su cavidad palpitaba, mientras Santana se movía desenfrenada y furiosa. Gimió en la boca y entrelazó la lengua con la suya mientras se movía por última vez.
Cuando se corrió, su cuerpo empezó a temblar sobre el de ella. Apartó la boca de sus labios y dejó caer el rostro en el cuello de ella.
—Tremendo—exclamó sobre su piel con la voz entrecortada.
Brittany apartó las manos de las de ella para recuperar la circulación y la rodeó con los brazos. Le acarició el cabello empapado de sudor y le posó las manos en la nuca.
Se sentía relajada y satisfecha y, aunque el cuerpo de Santana empezaba a
pesarle, no estaba preparada para que se quitara de encima.
—Creo que acabo de morir—resolló Santana sin haber recuperado el aliento.
—Entonces supongo que yo también he muerto a tu lado porque te he acompañado hasta el final—respondió con un hilito de voz sin dejar de recorrerle el cuero cabello con las manos.
Después Brittany se preguntaría cuánto tiempo habían pasado ahí tumbadas, en un universo propio, sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir.
Pero en ese momento se quedó absorta, disfrutando de la paz que sucedía a la turbulenta tormenta.
Tras un lapso de tiempo indeterminado Santana se quitó de encima.
—Peso mucho. Perdona.
Se acurró a su lado y musitó:
—Estaba bien.
—Ha estado mucho mejor que bien—bromeó con una voz aterciopelada, malinterpretando sus palabras a propósito.
—Gracias, San—susurró con dulzura.
—¿Por qué?—preguntó asombrada mientras la rodeaba con un brazo y le apartaba el pelo de la cara con el otro.
—Por lo que acaba de pasar.
«Por confiar en mí. Por librarte de algún fantasma del pasado. Por darme lo que necesitaba. Por darte lo que necesitabas».
No le veía la cara, pero no le hacía falta: percibía la sonrisa en su voz.
—No me des las gracias, cariño. Debería estar mostrándote mi veneración de rodillas.
Para quitarle hierro al asunto Brittany bromeó respondiendo como si fuera una reina dirigiéndose a un súbdito:
—Ah, bueno… Si es menester…, que así sea.
«Pasito a pasito».
Santana resopló.
—Ahora no puedo. Me has dejado hecha polvo.
—¡Granuja desagradecida!—repuso Brittany con una sonrisa mientras le daba un manotazo en el hombro.
—No hace falta que me ponga de rodillas. Ya te venero—susurró rozándole
la boca con los labios.
La soltó y se fue a poner las bragas y los vaqueros. Brittany se incorporó para buscar los pantalones y las braguitas.
—Ya, ya…, algunas personas son capaces de decir cualquier cosa después de un buen orgasmo—cogió la tela áspera y pegó un brinco para ponerse las braguitas y los vaqueros.
Santana la sujetó de las caderas cuando se estaba dando media vuelta para
marcharse.
—Ha sido mucho más que un polvazo. Te has echado a llorar. Dime si han
sido lágrimas de felicidad o de tristeza—preguntó preocupada.
—De felicidad. Sin duda.
Como no quería revelar nada más, le rozó la boca con los labios y se marchó a regañadientes.
Sabía lo que pensaba Santana de dormir acompañada, así que de momento tendría que contentarse con lo que acababa de ocurrir.
—Necesito pegarme una ducha—comentó antes de irse—Alguien me ha…
empapado—salió para dirigirse a su cuarto y se echó a reír al oír un gruñido a sus espaldas.
Se dio una ducha y se metió en la cama, donde, agotada y satisfecha, no tardó en conciliar el sueño.
—Tenemos que comer algo. Este es el mejor restaurante italiano de la zona,
pero no te preocupes, no es nada pijo—salió del coche, lo rodeó de una carrera para abrir la puerta del copiloto y ofreció a Brittany la mano para ayudarla a salir.
—Pero es que… No voy muy elegante, que digamos—protestó Brittany.
Llevaba los vaqueros y el jersey que se había puesto para ir a la clínica, y era consciente de que estaba hecha un asco.
Física y emocionalmente.
—Estás preciosa, pero sé que ha sido un día duro. ¿Te apetece entrar?
—Un montón. Me encanta la comida italiana y estoy muerta de hambre.
Y así era.
Por la mañana no había desayunado porque se había quedado dormida y la hora de la comida se les había pasado mientras esperaban en comisaría.
Santana le sujetó la puerta y la invitó a pasar con una mano en la parte baja de la espalda.
¡Madre mía, qué modales!
Brittany tendría que felicitar a Maribel por educar tan bien a su hija. No era capaz de recordar la última vez que una persona había echado a correr para abrirle la puerta.
Probablemente… nunca.
La iluminación del restaurante era tenue. En el centro de cada mesa había una vela ancha y alta.
No era una pijada, pero tampoco era un cuchitril.
—Me alegro de volver a verla, señorita López—comentó una chica guapísima de largas piernas mientras le indicaba una mesa en una esquina y esbozaba una sonrisa que parecía sacada de un anuncio de dentífrico.
Tras sentarse Santana pidió una copa de vino y Brittany un té helado. La castaña zalamera estuvo remoloneando y, cuando por fin se marchó a por las bebidas, Brittany respiró aliviada:
—¡Menuda fresca!
Se arrepintió de aquel comentario en cuanto lo hizo.
¿Qué le importaba a ella si una mujer ligaba con Santana?
Igual a la morena le gustaba.
—¿Quién? ¿ Elaine?
Santana la miró sorprendido mientras cerraba la carta. Obviamente ya había
decidido lo que iba a pedir.
—¿Se llama así? A mí no se me ha presentado. Parecía mucho más interesada en ti.
«Cállate, idiota. Pareces una novia en pleno ataque de celos».
—No estaba ligando conmigo. Soy una cliente habitual. Tiene que ser amable—repuso encogiéndose de hombros.
Madre de Dios, la pobre no se enteraba de nada.
Brittany se concentró en la carta para olvidarse del tema.
—Tú ya conoces el sitio, ¿alguna sugerencia?
—Todo está buenísimo. Yo voy a tomar el pollo al parmesano.
Brittany miraba la carta como un niño delante de una tienda de golosinas. Llevaba tanto tiempo sin ir a comer a un restaurante que ya no estaba acostumbrada a elegir entre tantos platos.
—No sé qué pedir—cuando por fin levantó la mirada de la carta, vio que Santana estaba sonriendo.
—Parece que te estuvieras matando tu cerebro para resolver un problema
complejo.
—¿Se nota que no salgo mucho?—se rio burlándose de sí misma.
Santana le dedicó una mirada tan intensa y penetrante que sintió cómo una ola de calor se propagaba por su cuerpo hasta recorrer cada centímetro de su piel.
—Eres la mujer más adorable que se ha sentado conmigo a una mesa. Las
demás no te llegan ni a la altura de los zapatos.
El comentario bastó para sonrojarla, pero la mirada abrasadora que le dedicó
a continuación en plan «Quiero follarte» acabó de ponerla como un tomate.
Ninguna persona le hacía perder los papeles como Santana. Bastaba una palabra, una frase, una mirada… para que se pusiera como una adolescente en celo.
Brittany se alegró de que viniera a traer la bebida y a tomar nota de la comanda una camarera mayor de pelo oscuro.
Decidió no complicarse la vida y pidió lo mismo que Santana.
Cuando la camarera se hubo marchado, Brittany cogió el vaso perpleja:
—Creo que me han puesto un té con alcohol.
Santana se echó a reír mientras miraba la bebida que tenía Brittany en la mano.
—Claro que tiene alcohol. No pensé que quisieras un té de verdad.
—¿Qué lleva?—preguntó observando el líquido, que tenía un color muy parecido al té helado, pero que estaba servido en un vaso ancho con una cereza en el borde.
En los restaurantes en los que había trabajado nunca habían servido cócteles y no era precisamente una experta en bebidas alcohólicas.
Santana esbozó una sonrisa traviesa.
—Ron, ginebra, tequila, vodka, triple seco…, un chorrito de cola y otro de
sour mix.
¡Mamma mia!
Acabaría bailando encima de la mesa.
Una copa de vino le bastaba para ponerse contentilla. Nunca había tenido gran tolerancia al alcohol; seguramente porque rara vez bebía.
—Prométeme que, cuando me acabe esta copa, no me dejarás bailar desnuda encima de la mesa—elevó una ceja esperando a que aceptara el trato.
Santana soltó una sonora carcajada antes de coger aire para preguntar:
—¿En serio? Por tomarte una o dos copas.
—No tiene gracia. No estoy acostumbrada a beber—repuso a la defensiva.
De pronto, sentada frente a una multimillonaria que ya se las sabía todas—pero todas todas—, se sintió como un bicho raro totalmente fuera de lugar.
Santana esbozó una amplia sonrisa.
—Lo sé. Pruébalo. Si no te gusta, te pido otra cosa—se puso seria y se le iluminaron los ojos con un sentimiento que ella no supo identificar—Y, puedes estar tranquila, te prometo que no bailarás desnuda sobre la mesa a no ser que sea una actuación privada en mi casa—añadió con la voz aterciopelada y una mirada apasionada, como si estuviera imaginando la escena y tuviera muchas ganas de que se hiciera realidad.
Brittany, que tenía un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de tenis,
trató de no mirarlo a los ojos.
¡Qué diablos!
Después de la mañana que había tenido le vendría bien tomarse una copa.
Tomó un sorbito precavido y dejó que el líquido se deslizara por la lengua y le bajara por la garganta pese al nudo que había creado Santana con su comentario picante.
—No está mal—se relamió los labios—No sabe fuerte.
Santana le dedicó otra mirada pícara:
—No te dejes engañar. Es bastante potente.
Disfrutaron comiendo, bebiendo y charlando alegremente.
Santana le contó historias de su familia y algunos proyectos que tenía entre manos.
Brittany comentó algunas anécdotas graciosas de su trabajo de camarera y de los años en la carrera de Enfermería.
Santana termino su plato de pollo al parmesano y, cuando Brittany ya no pudo más, se acabó también el de ella.
Después pidió dos tiramisús y otra ronda.
El postre estaba delicioso, pero Brittany no se lo pudo terminar. Daba igual, la pelinegra estaba más que dispuesta a echarle una mano.
Comía como una lima.
No sabia como podía tener ese cuerpo fibroso y atlético que dejaba a Brittany con la lengua fuera, como un perro delante de un hueso, cada vez que lo veía.
—¿Cómo puedes tener ese cuerpazo con todo lo que comes?
Al momento quiso que se la tragara la tierra.
¿Cómo se había atrevido a decirle eso?
Era el alcohol el que hablaba, no ella.
«Autonota: A partir de ahora no beberé más de una copa de vino y la rebajaré siempre con agua».
Santana la miró con picardía:
—¿Cuerpazo?
Brittany se encogió de hombros.
¿Qué sentido tenía negar la verdad?
Tenía un cuerpazo.
—Bueno sí.
«Un cuerpazo duro como una roca. Para caerse de culo. El cuerpo más sexy del planeta».
—Hago ejercicio en el gimnasio que tengo en casa todos los días. Si te gusta
mi aspecto, supongo que el esfuerzo merece la pena—comentó con incredulidad.
«¡Ya te digo! Merece mucho la pena».
—Se nota—respondió Brittany intentando que no se notara demasiado que
estaba deseando hacerle de todo—Es uno de los motivos por los que las personas como Elaine caen rendidas a tus pies. No es el único, pero es una razón de peso.
«¡Mierda! ¿Lo había dicho en voz alta? ¡Maldito alcohol! Tenía que aprender a morderse la lengua».
—Las personas no admiran ni mi cuerpo ni mi personalidad, ni nada de eso. Solo les gusta mi dinero—afirmó Santana con pragmatismo.
Brittany se quedó mirándolo pasmada.
¿De verdad pensaba eso?
—Ya, ¿así que no afecta para nada que estés como un tren, seas una genio, tengas gracia y además seas un cachito de pan? ¿Lo único que les interesa a las mujeres es la pasta?
Madre mía, la estaba sacando de quicio.
¿No se enteraba de nada?
¿No se daba cuenta de que tenía muchas más cosas que ofrecer aparte de su dinero?
—Eso es.
Brittany sintió una punzada en el corazón al darse cuenta de que Santana estaba convencida de que el dinero era su única virtud.
¿Cómo podía pensar algo así una mujer que le había demostrado lo generosa que era en múltiples ocasiones?
Brittany se la quedó mirando con deseo, incapaz de creer que la persona más atractiva y cautivadora a la que había visto en la vida pudiera pensar eso.
—Te diré—las palabras se escaparon de la boca con premura y Santana se
quedó mirándola desconcertado—Te deseo. Y no tiene nada que ver con tu dinero—la frase salió a borbotones de entre sus labios, sin medias tintas. Desvió la mirada avergonzada por lo que acababa de confesar, pero le estaba sacando de quicio que no fuera capaz de ver lo mucho que valía—Tu dinero me importa una mierda.
—Ya… Me he dado cuenta—respondió con una voz ronca.
Por fin Brittany se atrevió a devolverle la mirada, pero no supo interpretar su
expresión.
¿Perplejidad?
¿Desconfianza?
¿Incredulidad?
¿Esperanza?
Expresaba todas esas emociones, pero no sabía cuál era la predominante.
Inclinó el vaso para acabar el segundo té helado.
—No bebo más.
Si se tomaba otra copa, acabaría arrancándose la ropa y suplicándole que se la tirara en ese preciso momento.
Se preguntó si más tarde se arrepentiría de haber sido tan espontánea y decidió que seguramente no.
Tenía que abrirle los ojos de algún modo, aunque hacerlo le resultara incómodo y bochornoso.
Era una mujer autosuficiente y contenida, pero bajo aquella superficie se ocultaba alguien vulnerable.
En más de una ocasión sus preciosos ojos marrones habían mostrado desconfianza en sí misma, y una mujer tan guapa, tan amable y tan generosa no debería dudar ni por un instante de su capacidad.
No cabía duda de que Santana era una alfa, lo que Brittany ponía en entredicho era que lo que le impulsaba a atar y a vendar los ojos de las mujeres con las que se acostaba fuera el afán de dominación.
Obviamente esa forma de sometimiento resultaba erótica —tanto que cada vez que recordaba lo que había ocurrido la noche anterior empapaba las braguitas—, pero no soportaba la idea de que la desconfianza limitara la vida sexual de Santana.
Por desgracia es lo que sospechaba.
Un instinto visceral le reconcomía por dentro repitiéndole una y otra vez que eso no tenía nada que ver con la dominación, sino con la falta de confianza.
Tras ponerse de pie Santana sacó la cartera y dejó algo de propina sobre la
bandejita de la cuenta.
Brittany suspiró cuando la morena la cogió de la mano y tiró de ella con delicadeza para salir del restaurante.
Estaba oscureciendo y el aire fresco la ayudó a despejar su mente nublada.
No recordaba qué ingredientes tenía el cóctel que había tomado, pero estaba claro que servían para soltarle a uno la lengua.
Aunque el trayecto en coche fue breve, ya que el piso de Santana estaba a pocas manzanas, hubo tiempo de sobra para que Brittany se alterara.
Tenía a Santana demasiado cerca y su olor era demasiado tentador. Además, todavía no se le había pasado el bochorno por haberse sincerado con ella.
Aunque no le hubiera confesado toda la verdad, sí había admitido lo mucho que la deseaba y el hecho de no recibir una respuesta en condiciones la había dejado bastante pensativa.
«¿Qué quería que dijera? Mi objetivo es ayudarla y no debo esperar nada a cambio. Nunca me ha prometido nada, excepto un polvo alucinante. Y esa promesa la ha cumplido. ¡Con creces!».
En realidad ella no esperaba nada de la morena, pero le habría gustado que el deseo hubiera sido recíproco.
Se sentía ridícula y tenía la sensación de haberse puesto en evidencia, por lo que estar a su lado en ese momento era de todo menos cómodo.
«No lo entiendo. No sé qué lo lleva a comportarse así».
Pero quería entenderla.
Lo que más quería en el mundo era entender todos y cada uno de los secretos de Santana López.
Brittany suspiro de alivio al entrar en el piso.
Cruzó la cocina y se dirigió a su dormitorio para pegarse una ducha.
Estaba a punto de desearle buenas noches cuando un brazo la cogió de la cintura y la atrajo contra un cuerpo.
—No te vayas. Todavía no—la voz grave de Santana le rozó el oído y un escalofrío de anhelo le recorrió el cuerpo entero hasta dejarla sin habla.
La cogió en brazos y la meció contra el pecho mientras se dirigía al salón. Se sentó en el sofá con Brittany en su regazo.
—¿Qué te pasa?—preguntó Brittany con dulzura al percibir la intranquilidad y la rigidez de su cuerpo.
Le acarició los hombros y sintió sus músculos en tensión.
—Necesito abrazarte un rato. Por favor. Hoy me has quitado veinte años de
vida. Si sigues teniendo incidentes de este tipo, acabaré siendo una vieja desquiciada y calva como una bola de billar. Las mujeres así de calvas no somos bonitas—la abrazó con fuerza, apretando su cuerpo contra el suyo hasta no dejar ni un hueco entre ellas.
—Lo siento—apoyó la cabeza sobre su hombro y sintió en la mejilla el placentero roce de su mejilla.
Trató de no hacerse ilusiones porque Santana hubiera mencionado un futuro juntas.
—Es que no lo aguanto. No soporto la idea de que te ocurra algo—confesó
con la voz entrecortada.
El salón estaba a oscuras, la única luz que había provenía de la cocina. Brittany se apartó para acariciarle el mentón mientras el corazón le latía cada vez más deprisa.
Santana se preocupaba por su seguridad.
No pudo evitar sentirse conmovida.
Muy pocas personas se habían preocupado tanto por ella, y el único que lo había hecho había sido su papá. En estas circunstancias su ex probablemente le habría quitado importancia y le habría dicho que era culpa suya por ofrecerse como voluntaria en ese barrio.
No era un novio muy cariñoso, que digamos.
Santana le cogió la mano y la posó en sus labios para llenarle la palma de
besos.
—He tenido que reprimirme mucho para no lanzarme a la yugular del policía.
—¿Por qué?
—Por el amor de Dios, Britt, el tío te estaba follando con la mirada en plena
comisaría—respondió con firmeza.
—Solo estaba siendo amable…
—Se estaba imaginando cómo sería echarte un polvo—le informó remarcando las palabras—Soy mujer. Créeme. Sé lo que me digo. Y me estaba cabreando de veras. No me gusta compartir.
«Glups».
¿Estaba insinuando que…?
—No sabía que era tuya.
«¿Era suya?».
—Ahora sí.
—¿Desde cuándo?
—Supongo que desde el primer día que te vi. Sin duda alguna desde la primera vez que te toqué. Y, por supuestísimo, desde anoche—puso su mano tras la nuca de Brittany para acercarse a su boca y le dio la vuelta con gran habilidad sin alejarse ni un milímetro de sus labios.
Así, pasó de estar sentada sobre su regazo a encontrarse tumbada bajo su cuerpo.
La besó hasta dejarla sin aliento, hasta que fue incapaz de pensar, hasta que lo único que pudo hacer fue sentir.
Abrió las piernas para dar la bienvenida a su cuerpo y rodeó con los brazos su espalda, tratando de acercarse a ella lo máximo posible.
Necesitaba que esto ocurriera, la necesitaba a ella.
Deslizó la lengua por la suya, se moría por acercarse aún más, quería meterse dentro de Santana.
Frotó las caderas contra las suyas y, al sentir cómo chocaba con su monte de venus, empezó a gemir ansiosa por sentirla sin ropa.
Arrancó su boca de la de ella y jadeó:
—Necesito que me folles. Por favor.
Con el rostro enterrado en el cuello de ella Santana emitió un sonido gutural:
—Al dormitorio.
—No. Aquí. Ahora. Ahora mismo—resolló Brittany.
No quería moverse de aquel inmenso sofá, esta vez no quería estar atada con los ojos tapados.
Abrazó su cadera con las piernas a modo de ruego silencioso y le agarró el trasero con las manos para acercarlo más a sus ondulantes caderas.
—¡Joder! Cuando haces eso soy incapaz de pensar. Yo tampoco quiero esperar más—afirmó con voz queda y, mientras la cogía del culo para rozarla aún más contra su entrepierna, emitió un gemido atormentado.
—No esperes. Por favor.
El cuerpo de Brittany ardía cual madera en un incendio.
—Sabes que no puedo hacerlo así—le recordó con un tono de enfado y frustración, pero sin dejar de agarrarle el trasero.
—Sí que puedes.
Deseaba que lo hicieran así: con esa espontaneidad, con tanto anhelo.
Descruzó las piernas y se revolvió para meter las manos entre sus cuerpos. Se desabrochó los vaqueros y se bajó la cremallera. Santana tuvo que incorporarse para que Brittany tuviera espacio para bajarse los pantalones y las braguitas, que tiró al suelo de una patada.
—Tócame.
Santana gimió al introducir la mano entre sus cuerpos, al deslizar los dedos en su sexo empapado.
—Joder, estás empapada.
—Por ti—repuso intrépida—Así que no vuelvas a decirme que las mujeres solo están contigo por dinero. Yo estoy tan loca por ti que te ruego, de rodillas si hace falta, que me folles—le dijo furiosa tratando de hacerle comprender que lo que sentía por ella no tenía nada que ver con la economía.
No podía confesarle todo lo que le necesitaba: ni ella estaba preparada para desnudar su alma ni la morena para oír algo así.
Es más, puede que ella tampoco estuviera lista para enfrentarse a esa verdad.
Pero esto sí tendría que aceptarlo: tenían que tener sexo.
Ahora.
El cuerpo de Brittany se estremecía mientras los dedos de Santana se deslizaban por su piel blanda y húmeda, y trazaban círculos en el clítoris.
—Sí, sí… Tócame—se había dejado llevar y su cuerpo reaccionaba a cada sensación, a cada roce de sus dedos.
Dejó caer la cabeza hacia atrás y se abandonó a esas caricias atrevidas y constantes.
—Estás tan excitada. Tan desatada. Me cuesta creer que me desees tanto. Dímelo otra vez—exigió mientras la acariciaba con menos delicadeza y más
exigencia.
—Te necesito, San. Fóllame.
—¿Solo yo?
—Solo tú. Eres la única persona que me pone así.
La única capaz de hacerle perder la cabeza con un solo roce.
Sabía que eso suponía una debilidad, pero en ese momento no le importaba nada.
Santana se incorporó, se desabrochó los vaqueros y se los fue bajando junta a las bragas hasta las rodillas
—Me muero por estar junto a ti, Britt, pero no sé si puedo hacerlo así—su voz transmitía pasión y enfado a la vez.
Comprendió que para ella era crucial dominar la situación. Aunque aún no había averiguado la razón, sabía que Santana necesitaba estar al mando.
—Sujétame de las manos, San. Controla la situación. Fóllame como te haga
falta. Me da igual. Pero fóllame de una vez—se moría de ganas de coger ese culo y unirlas pero, en lugar de hacer eso, levantó los brazos y la cogió de las manos.
Las tenía cerradas con fuerza, pero fue abriéndolas poco a poco hasta envolver las de ella. Entrelazaron los dedos y bajaron juntas las manos hasta posarlas sobre la cabeza de Brittany.
—Ahora estás al mando y me tienes justo donde quieres. Fóllame—le rogó.
Necesitaba que lo hicieran así en lugar de con esposas y vendas porque, aunque la noche anterior había disfrutado mucho, no quería que esa fuera la única manera de hacerlo con Santana.
A partir de ahora deseaba que la única razón por la que Santana quisiera atarla y taparle los ojos fuera porque le pareciera erótico y sexy.
Instintivamente sabía que para recuperar la confianza era crucial que fueran pasito a pasito y que pasaran de echar polvos a hacer el amor.
Cuando recostó su cuerpo sobre el de ella, a Brittany le entraron ganas de llorar.
Gimió al sentir su húmedo sexo junto al suyo, giró las caderas para un mejor roce.
Brittany empezó a jadear mientras la unión era completa y el roce era perfecto.
—Sí… Me encanta…—resolló mientras la abrazaba con las piernas y se deleitaba con las sensaciones.
—Joder, estás empapada. Nada se interpone. Esta sensación es tremenda. Es lo mejor del mundo—jadeó sobre su cuello mientras deslizaba todo el cuerpo arriba y abajo, rozando sus pechos y raspando sus hinchados pezones.
Tenían las manos entrelazadas y Santana se las estaba apretando tanto que los dedos se le estaban empezando a dormir.
Santana volvió a mover las caderas hacia atrás para embestirla y ella le respondió abalanzándose a su encuentro, por lo que se encontraron a medio camino.
Mientras sus cuerpos se unían una y otra vez Brittany sintió una punzada en el corazón al darse cuenta de que estaban viviendo algo extraordinario, un momento especial que lo cambiaría todo.
Le hincó los talones en el culo, que lo tenía duro como una piedra, para empujarla y el roce fuera mejor y más rápido.
Cada movimiento era poderoso, enérgico.
Arriba y abajo.
Una y otra vez.
Santana le comió la boca entera en un beso cargado de violencia con el que se adueñó de ella. Recorría con la lengua, suave como el terciopelo, cada centímetro de su boca, y le poseía entera…, y Brittany se dejó llevar.
Completamente.
Sin reparos.
Deseosa.
Varias lágrimas le recorrieron las mejillas mientras le gemía en la boca y su
cuerpo entero comenzó a convulsionar al sentir el clímax más intenso de su vida.
Su cavidad palpitaba, mientras Santana se movía desenfrenada y furiosa. Gimió en la boca y entrelazó la lengua con la suya mientras se movía por última vez.
Cuando se corrió, su cuerpo empezó a temblar sobre el de ella. Apartó la boca de sus labios y dejó caer el rostro en el cuello de ella.
—Tremendo—exclamó sobre su piel con la voz entrecortada.
Brittany apartó las manos de las de ella para recuperar la circulación y la rodeó con los brazos. Le acarició el cabello empapado de sudor y le posó las manos en la nuca.
Se sentía relajada y satisfecha y, aunque el cuerpo de Santana empezaba a
pesarle, no estaba preparada para que se quitara de encima.
—Creo que acabo de morir—resolló Santana sin haber recuperado el aliento.
—Entonces supongo que yo también he muerto a tu lado porque te he acompañado hasta el final—respondió con un hilito de voz sin dejar de recorrerle el cuero cabello con las manos.
Después Brittany se preguntaría cuánto tiempo habían pasado ahí tumbadas, en un universo propio, sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir.
Pero en ese momento se quedó absorta, disfrutando de la paz que sucedía a la turbulenta tormenta.
Tras un lapso de tiempo indeterminado Santana se quitó de encima.
—Peso mucho. Perdona.
Se acurró a su lado y musitó:
—Estaba bien.
—Ha estado mucho mejor que bien—bromeó con una voz aterciopelada, malinterpretando sus palabras a propósito.
—Gracias, San—susurró con dulzura.
—¿Por qué?—preguntó asombrada mientras la rodeaba con un brazo y le apartaba el pelo de la cara con el otro.
—Por lo que acaba de pasar.
«Por confiar en mí. Por librarte de algún fantasma del pasado. Por darme lo que necesitaba. Por darte lo que necesitabas».
No le veía la cara, pero no le hacía falta: percibía la sonrisa en su voz.
—No me des las gracias, cariño. Debería estar mostrándote mi veneración de rodillas.
Para quitarle hierro al asunto Brittany bromeó respondiendo como si fuera una reina dirigiéndose a un súbdito:
—Ah, bueno… Si es menester…, que así sea.
«Pasito a pasito».
Santana resopló.
—Ahora no puedo. Me has dejado hecha polvo.
—¡Granuja desagradecida!—repuso Brittany con una sonrisa mientras le daba un manotazo en el hombro.
—No hace falta que me ponga de rodillas. Ya te venero—susurró rozándole
la boca con los labios.
La soltó y se fue a poner las bragas y los vaqueros. Brittany se incorporó para buscar los pantalones y las braguitas.
—Ya, ya…, algunas personas son capaces de decir cualquier cosa después de un buen orgasmo—cogió la tela áspera y pegó un brinco para ponerse las braguitas y los vaqueros.
Santana la sujetó de las caderas cuando se estaba dando media vuelta para
marcharse.
—Ha sido mucho más que un polvazo. Te has echado a llorar. Dime si han
sido lágrimas de felicidad o de tristeza—preguntó preocupada.
—De felicidad. Sin duda.
Como no quería revelar nada más, le rozó la boca con los labios y se marchó a regañadientes.
Sabía lo que pensaba Santana de dormir acompañada, así que de momento tendría que contentarse con lo que acababa de ocurrir.
—Necesito pegarme una ducha—comentó antes de irse—Alguien me ha…
empapado—salió para dirigirse a su cuarto y se echó a reír al oír un gruñido a sus espaldas.
Se dio una ducha y se metió en la cama, donde, agotada y satisfecha, no tardó en conciliar el sueño.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,...
bueno san ya proclamo su propiedad a lo grande jjajaja
britt y sus celos!!! me divierte verla borracha jajaja
que tanto esconde san??? para que reacción así con las relaciones de pareja??
nos vemos!!
bueno san ya proclamo su propiedad a lo grande jjajaja
britt y sus celos!!! me divierte verla borracha jajaja
que tanto esconde san??? para que reacción así con las relaciones de pareja??
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
pasito a pasito esta muy bien para ir averiguando de a poco que es lo que oculta Santana!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:hola morra,...
bueno san ya proclamo su propiedad a lo grande jjajaja
britt y sus celos!!! me divierte verla borracha jajaja
que tanto esconde san??? para que reacción así con las relaciones de pareja??
nos vemos!!
Hola lu, ajajajajaaj si que si ajajajajajaj además esta bn xq se pertenecen xD Jajajajajaj es una loquilla jajajajaajjajajajaa. Mmm interesante pregunta... la conoceremos¿? ajajajajajajaja, espero y este cap nos traiga algo más! Saludos =D
micky morales escribió:pasito a pasito esta muy bien para ir averiguando de a poco que es lo que oculta Santana!!!!!
Hola, suave suavecito¿? aaah no esa es la canción xD ajjajaajja, pero si van paso a paso en relación a san xq la morena va paso a pazote con la rubia xD ajajajjaa. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía II (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
¿Todo bien?
Brittany sonrió al leer el mensaje de Santana.
Se dirigía a Maribel Place en coche con Blaine, que conducía muy serio.
Llevaba varios días sin hablar con Maribel y habían quedado para tomar un café.
Como su amiga no soportaba alejarse del restaurante, Brittany solía pasarse un rato después de clase, cuando había menos gente.
Contestó con otro mensaje:
Sí, mami. Todo va bien.
Era viernes, casi había pasado una semana desde el incidente de la clínica.
Santana le escribía a diario —varias veces, de hecho— para asegurarse de que todo iba bien.
Aunque le vacilara diciéndole que parecía una mamá superprotectora, en el fondo le conmovía que se preocupara por su seguridad.
No habían tenido contacto físico desde la noche del incidente de la clínica.
Bromeaban y charlaban, pero no follaban.
Era como si a las dos les diera miedo que lo que había ocurrido no se pudiera repetir. O quizá temían lo que pudiera pasar.
Ella sin duda lo sentía así, ya que jamás había vivido una experiencia tan intensa.
Volvió a sonarle el teléfono.
Ten cuidado. Avísame cuando te marches. ¿Ya estás ahí?
Le respondió:
Llegando. A sus órdenes, señora.
Cuando el coche se detuvo delante del restaurante de Maribel, el móvil volvió
a sonar.
Más quisiera yo, pero tú solo estás a mis órdenes en mis sueños.
Le entró la risa porque prácticamente podía oír a Santana pronunciando esas
palabras de mal humor.
Se metió el teléfono en el bolsillo del pantalón y, antes de abrir la puerta, sonrió al amable conductor:
—Gracias, Blaine. Te veo en un ratito.
Él le devolvió una sonrisa de oreja a oreja.
—Disfrute del café, señorita Brittany. La estaré esperando aquí mismo. Dé
saludos a Maribel de mi parte.
La familia de Blaine llevaba muchos años trabajando para la familia y conocía a todo el mundo.
—Lo haré—salió del vehículo y saludó a Blaine con la mano antes de abrir la puerta del restaurante.
En Maribel Place había clientes a todas horas.
El sitio era conocido en la zona por ofrecer comida excelente a precios razonables.
Brittany avanzó hasta una mesa que había en una esquina y, cuando estaba a punto de sentarse, Maribel salió a toda prisa por la puerta de atrás con una amplia sonrisa y los brazos abiertos de par en par.
Brittany la abrazó con fuerza y respiró hondo para inhalar el agradable aroma a vainilla que siempre parecía irradiar la mujer.
Maribel se apartó para coger a Brittany por los hombros.
—¿Qué tal te está tratando mi hija? Tienes buen aspecto. Se te ve descansada.
—Espera, voy a servirnos un café—se metió a la barra para llenar dos tazas de café humeante. Al volver a la mesa cogió una jarrita de leche—Estoy bien. Las clases van estupendamente, pero se acerca la hora de la verdad.
Dejó una taza delante de Maribel antes de sentarse enfrente de ella.
—No hace falta que sirvas el café, cielito. Ya no trabajas aquí—Maribel le dedicó una sonrisa tan parecida a la de Santana que.
Por un momento, a Brittany se le fue el santo al cielo: se apoyó en el respaldo y analizó el rostro de su amiga en busca de otras similitudes con su hija.
No había muchas.
Después de haber visto cientos de fotos de las hermanas con su mamá Brittany había llegado a la conclusión de que Santana debía de parecerse a su papá aunque no había visto ninguna foto de él.
También tenían dos fotos de los padre de Quinn.
Una que salían los amigos juntos y otra de los Fabray con una Quinn de bebé en brazos
Quinn se parecía mucho a su mamá mucho: las dos tenían el pelo rubio y los ojos verdes. Pero la ojiverde había tomado el carácter de las López.
Las tres eran una familia.
Su amiga tenía un estilo de vestir informal, pero elegante.
Ese día llevaba una chaqueta rosa y una falda de cachemira que le llegaba por debajo de la rodilla. Sus delicadas orejas estaban adornadas con largos pendientes rosas que le golpeaban el cuello cada vez que movía la cabeza.
La única muestra de ostentación eran esos llamativos pendientes.
Maribel era una buena mujer y tenía un corazón noble.
Brittany sonrió.
—Necesitaba mi chute de cafeína—sirvió la leche en el líquido humeante—Y aproveché el viaje para traerte otro a ti—añadió azúcar y removió la mezcla con una cucharilla—Santana me trata bien. Más que bien. De maravilla. Es una gran… amiga—casi se atraganta al pronunciar la última palabra, pero al fin y al cabo es lo que era, una amiga.
Maribel suspiró:
—Parece muy feliz. Hablo con ella casi todos los días y hacía tiempo que no se mostraba tan optimista. Está enamorada.
—No lo está—zanjó Brittany de inmediato y casi se le va el café por el lado que no era—No lo estamos. Es decir, somos amigas.
Dios mío, no podía permitir que Maribel creyera que su relación con Santana iba para largo.
—Ya, ya. Y Tana se pasa el día hablándome de ti porque…, ¿por qué?—Maribel le dedicó una mirada burlona por encima de la taza y Brittany se encogió de hombros.
¿Tanto hablaba de ella?
¿En serio?
—Vivo en su casa y me está echando un cable. Es normal que hable de su
compañera de piso. Nos vemos todos los días.
Maribel resopló.
—Cielito, Tana también ve a Quinny todos los días y te aseguro que no se pone tan pesada con ella. Además, hasta ahora nunca me había hablado de ninguna mujer.
Brittany trató de apaciguar a su esperanzado corazón: el hecho de que Santana la mencionara en las conversaciones con su mamá no significaba nada.
—Quinn y ella no viven en la misma casa.
—A ti te gusta ella. Y a ella le gustas tú. Mucho.
Dejó caer los hombros mientras colocaba la taza en la mesa y se ponía a jugar con una servilleta.
Nunca se le había dado bien ocultar cosas a Maribel.
—Sí que me gusta, pero no quiero hacerme ilusiones. A Santana no le agradan los compromisos. Y la entiendo. Más o menos. Ni siquiera ha tenido novia.
Maribel estiró el brazo y puso la mano sobre los dedos de Brittany, que estaban dejando la servilleta hecha trizas.
—Eso no significa ni que no pueda tenerla ni que jamás la vaya a tener—Maribel suspiró—A Tana le ocurrió una cosa a los dieciséis años que la cambió para siempre. Mi niñita se pasaba las horas enfrascada en libros, era muy callada y todo lo aplicada que una mamá podría desear. Pero además era muy compasiva; el tipo de niña que se dedica a rescatar a perritos perdidos. Recuerdo lo mucho que la molestaba Quinny a costa de su tierno corazoncito. Prácticamente todos los días Tana aparecía en casa con algún animal extraviado o se proponía remediar alguna injusticia—incómoda, cambió de postura—Creo que dejó de ser así cuando tenía dieciséis años.
Brittany apretó la mano de Maribel.
—No ha dejado de ser así. Sigue siéndolo. Fíjate en cómo me está ayudando a mí. Aunque desconozco los detalles, sé que le ocurrió algo, pero, en cualquier caso, sigue siendo igual de dulce que de niña.
—A eso voy. No era así antes de conocerte. Eres la única persona que no es de la familia por la que se ha preocupado en un montón de años. Eso me da esperanza.
Brittany se estremeció.
—No te emociones, por favor. Solo somos amigas. Eso es todo. Considérame un perrito extraviado.
Maribel sonrió satisfecha, mientras retiraba la mano de la de Brittany para coger la taza de café. Dedicándole una mirada de complicidad, comentó:
—Ya, bueno, entonces en ese caso eres el primer perrito que ha acogido en casi dieciséis años. En mi opinión es bastante significativo.
Brittany echó cuentas con el corazón acelerado.
¡La fiesta!
«Mañana Santana cumple treinta años».
—Seguro que no soy la primera. Lo que pasa es que no te lo habrá contado.
Era imposible que ella fuera la primera persona a la que hubiera ayudado desde aquel misterioso incidente que lo transformó a los dieciséis años.
Maribel se echó a reír y repuso enigmáticamente:
—Soy su mamá. Tengo ojos en la nuca. Pregúntaselo a mis chicas. Les da mucha rabia que lo sepa todo, incluso cosas que no me han contado.
«¿Sabes que Santana solo puede tener relaciones sexuales cuando la mujer está atada y con los ojos vendados?».
Brittany estaba bastante convencida de que Maribel no estaba al corriente de esa información y, obviamente, tampoco se lo pensaba decir.
Hay cosas que era mejor que una mamá no supiera.
Empezó a dar vueltas a los años de aislamiento durante los cuales Santana
había reprimido sus instintos solidarios y se le encogió el pecho al preguntarse qué le habría ocurrido, qué habría transformado a esa dulce niña en una adulta solitaria e impasible.
¿De verdad estaba cambiando?
Era cierto que a veces se mostraba distante y muy poco sociable, pero a Brittany no le parecía una ermitaña.
Esas reacciones no eran más que… cosas de Santana.
Brusca…, sí.
Gruñona…, sí.
Mandona…, sí.
Controladora…, a veces.
Atenta…, ¡ya te digo!
Bajo su apariencia ruda escondía un corazón de oro.
Sexy…, sí, sí y sí.
Además era ingeniosa, inteligente e irresistible en muchos aspectos.
—Ojalá algún día me confiese lo que le ocurrió—susurró Brittany para sus adentros.
—Eso espero. Necesita desahogarse y pasar página—respondió Maribel en
voz baja.
¡Mierda!
¡La mamá de Santana la había oído!
No solo tenía ojos en la nuca, ¡también contaba con un oído supersónico!
—¿Sabes qué ocurrió?—le preguntó Brittany con curiosidad.
La pregunta pareció incomodar a su amiga, pero aun así respondió:
—A grandes rasgos. Sé que estuvo al borde de la muerte. Me faltan muchos detalles—Maribel parecía atormentada.
—Siento haberte preguntado por un recuerdo tan doloroso.
Brittany se juró no volver a mencionarle el tema.
No soportaba ver tan descorazonada a la mujer que se había convertido en una segunda mamá para ella.
—Muchos recuerdos del pasado lejano son dolorosos y no siempre logro quitármelos de la cabeza. Mis chicas vivieron una infancia que jamás deberían haber vivido, que ningún niño debería vivir. Yo debería haber actuado más y haberles protegido mejor.
Los ojos de Maribel transmitían un dolor atormentado, como si estuviera recordando el angustioso pasado que habían sufrido las tres y lo mucho que les había afectado.
—Basta. Para de inmediato. Santana y Quinn están perfectamente. Puedes estar orgullosa de tus hijas, Maribel. Lo hiciste lo mejor que pudiste y se nota—no soportaba ver a su amiga tan afligida—No tienes que tener una infancia idílica para convertirte en un adulto maravilloso. Mírame a mí—sonrió de oreja a oreja para intentar contagiar a Maribel, que esbozó una tímida sonrisa.
—A veces se me olvidan las penurias que has vivido, cielito. Tus padres se
fueron demasiado pronto, pero te criaron como es debido.
—Y tú a tus hijas. No conozco a Quinn, pero a Santana sí. Es una mujer maravillosa—le dijo con toda franqueza.
Brittany decidió cambiar de tema para que su amiga recuperara la alegría y dejara de martirizarse con la idea de que tenía que haber criado a sus hijas de otro modo.
Conocía bien a Maribel y estaba convencida de que, fueran cuales fueran las circunstancias, había hecho todo lo que había estado en sus manos para educar a sus dos hijas.
—Santana me ha invitado a la fiesta que celebra Quinn mañana.
Maribel se echó a reír.
—La fiesta de cumpleaños que le organiza su querida hermana todos los años. Vas a ir, ¿no?
—Sí. Santana quiere que vaya. ¿Habrá mucha gente?—no logró ocultar la
aprensión que sentía.
¿Cómo rayos iba a relacionarse con todos esos millonarios?
Le había sorprendido que Santana la invitara al evento. Para empezar ni siquiera sabía que iba a ser su cumpleaños y, para más, el cumpleaños de Brittany era precisamente un día después.
—¿Estás nerviosa?—Maribel alzó las cejas y dedicó a Brittany una mirada inquisitiva.
Mierda.
¿Es que no podía ocultar nada a Maribel?
—Un poco. No estoy acostumbrada a juntarme con ese tipo de gente.
Pero no era solo eso.
Tampoco estaba acostumbrada a acudir a eventos sociales para divertirse o relajarse. Entre el trabajo y la universidad nunca había tenido tiempo para eso.
La risa alegre de Maribel inundó el aire alrededor.
—Con los años he aprendido que en realidad los ricos no difieren mucho de la gente normal. Algunos son agradables. Otros no tanto. Ya te las apañarás. Tener dinero no les hace mejores personas que tú, cielito.
Si lo pensaba fríamente, Brittany sabía que Maribel estaba en lo cierto, pero aun así no lograba aplacar los nervios.
Estaba ansiosa no tanto por los ricos que eran los invitados, sino porque no quería decepcionar a Santana delante de sus amigos, socios y familiares.
Sus habilidades sociales estaban oxidadas después de tantos años de abandono, en los que solo las había practicado con los clientes del restaurante y sus jovencísimos compañeros de clase.
El teléfono de Brittany sonó y la devolvió a la realidad.
—Es Santana—informó a Maribel sonriendo mientras leía el mensaje.
¿Ya se han cansado de hablar de mí?
¡Pero, bueno!
¡Como si Maribel y ella no tuvieran temas más interesantes de los que hablar!
Sus dedos revolotearon por la pantalla táctil para contestar al mensaje.
Ni siquiera te hemos nombrado, so creída.
La respuesta no se hizo esperar:
No soy ninguna creída. Conozco a mi mamá. Si no vuelves pronto a casa, me pongo a hacer la cena.
—¡Ay, Dios mío! Tengo que irme—sonrió a Maribel y puso cara de terror.
—¿Por qué?—preguntó perpleja.
—Santana me ha amenazado con ponerse a cocinar si no vuelvo pronto.
La risa de Maribel tintineó en el aire hasta contagiar a Brittany, que se echó a reír con las mismas ganas que su amiga. Maribel cogió aire y comentó divertida:
—Viniendo de Tana es una amenaza de lo más inquietante. Es muy probable que acabe herida.
—Ya te digo. Si le da por preparar algo que no sea un bocadillo o comida en
el micro, será un desastre—respondió mientras escribía en el móvil:
Enseguida voy. Por favor, no cocines
—Qué mujer tan manipuladora y tan maquiavélica—murmuró con cariño, levantándose de la mesa.
—Eso es que te echa de menos. ¡Qué romántica!—suspiró Maribel con una mirada soñadora mientras se ponía de pie—Pero no dejes que se salga siempre con la suya.
A Brittany le hizo gracia y, aunque estaba convencida de que Santana le había escrito porque tenía hambre y no le apetecía cenar un sándwich, no quiso echar por tierra las ilusiones de su mamá, así que se limitó a abrazarla y responder:
—Te veo mañana por la noche.
Al salir buscó con avidez a Blaine y al Mercedes.
Estaba deseando volver al piso con Santana. Quizá ella no la estuviera echando de menos de verdad, pero ella sí que lo hacía.
Su parte favorita del día era la cena, porque pasaban un rato juntas, se contaban lo que habían hecho durante el día y compartían ideas y opiniones.
Hablaban de cosas importantes o de trivialidades.
Daba igual.
«Dios mío, soy lamentable».
Cuando vio a Blaine, aceleró el paso para acercarse al coche y se dio cuenta
espantada de lo sola que había estado antes de conocer a Santana.
Era curioso que nunca se hubiera sentido sola. Había pasado los días rodeada de gente: clientes, estudiantes, muchedumbres…, pero la soledad había estado ahí —enterrada en el fondo de su ser bajo capas de agotamiento, hambre e instinto de supervivencia—, esperándola pacientemente.
Abrió la puerta del coche y se sentó en el asiento del copiloto junto a Blaine,
sin dejar de darle vueltas a por qué no se había dado cuenta hasta ahora de la necesidad que tenía de estar con una persona.
«Porque no la necesitaba. No hasta que conocí a Santana. No quiero a cualquier persona, la quiero a ella».
Esa era la verdad.
Santana tenía algo que la atraía, que la empujaba a acercarse.
Sabía que si seguía aproximándose acabaría quemándose, pero no lograba frenar esa atracción ni resistirse a la tentación.
Le resultaba imposible ignorar las provocativas y seductoras vibraciones que transmitía Santana.
«¿Por qué me atrae tanto? No nos parecemos en nada».
Negó con la cabeza y, mientras sentía el suave roce del asiento de cuero, se reconoció a sí misma que diferían en gustos y en otras cosas sin importancia, pero que, en realidad, en muchos otros aspectos se parecían mucho.
Después de la traición de Rory ella se había vuelto muy recelosa…, igual que Santana.
Las causas eran diferentes y, con toda probabilidad, las de Santana habían
sido mucho más traumáticas, pero las dos se comportaban como niñas asustadas que tienen miedo de acercarse y dudan entre ser amigas o enemigas, entre confiar en la otra o desconfiar.
Valoraba enormemente que Santana le hubiera mostrado la suficiente confianza como para hacerlo con ella sin recurrir a sus habituales esposas y vendas, pero le gustaría saber la causa de esa desconfianza.
¿Por qué tapaba los ojos a las mujeres si tenía un cuerpazo que quitaba el hipo?
Se estremeció y dedicó una débil sonrisa a Blaine, que se incorporó a la carretera para dirigirse sin prisa hacia el piso.
Suspiró temblorosa mientras rezaba por no estar firmando su sentencia de
muerte al involucrarse tanto con un hombre como Santana.
«Déjate llevar. Relájate. Disfruta mientras dure».
Reprimió una risa de desprecio: ella ni se relajaba ni se dejaba llevar, y nunca jamás había sabido vivir el momento.
No es fácil hacerlo cuando tienes que preocuparte por lo que vas a comer hoy o por si este mes lograrás reunir el dinero para pagar el alquiler.
«Pero ya no tienes que preocuparte por todo eso».
No…, ya no.
Quizá no durara mucho, pero de momento sabía que tenía una cama en la que dormir, un techo bajo el que refugiarse y un montón de comida que echarse a la boca.
Gracias a Santana, disponía de tiempo y espacio para respirar.
Le dio un vuelco el corazón al recordar la escena de Santana en el sofá la semana anterior: tan vulnerable y tan fuerte a la vez.
¿Cómo no iba a admirar la fuerza y determinación que había mostrado para enfrentarse a los misteriosos fantasmas del pasado?
«Lo hizo por mí. Porque yo se lo pedí».
Los recuerdos le dieron fuerza y cogió la mochila con determinación.
Había llegado a casa.
Blaine la había traído hasta la puerta del gigantesco edificio.
—Gracias, Blaine—dedicó una sonrisa avergonzada al chófer al darse cuenta de que no le había dirigido la palabra en todo el trayecto.
—No hay de qué, señorita Brittany. Ya lo sabe. Que tenga una velada agradable.
—Dime Britt. Y tú también—se levantó del asiento con la mochila en la mano, cerró la puerta y echó una carrera hacia la entrada.
Claro que tendría una velada agradable.
No podía ser de otro modo.
Una morenaza sumamente atractiva la estaba esperando.
Quizá la morena estuviera deseando cenar, pero ella pensaba darle mucho más que comida.
Había llegado el momento de recompensarle.
A fin de cuentas Santana había confiado en ella, le había ofrecido refugio y la había hecho sentir especial.
Esperaba que tuviera hambre, pero no solo de comida.
Saludó al observador portero y se metió en el ascensor que llevaba al ático.
«Vive el momento. No pienses en el futuro».
Aunque aquel propósito le resultara totalmente ajeno, estaba decidida a intentarlo.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,..
mori con maribel jajaja ya tiene el visto bueno con su suegra britt!!!
que tanto le paso a san para que casi se muera???
vamos a san se le prende fuego el agua cuando lo hierve san jajajajaja
nos vemos!!!
mori con maribel jajaja ya tiene el visto bueno con su suegra britt!!!
que tanto le paso a san para que casi se muera???
vamos a san se le prende fuego el agua cuando lo hierve san jajajajaja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
yo solo espero que Quinn se porte bien y no vea a Britt como otra cosa que la chica que vive con su hermana por alguna razon!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Pues las cosas van bien.. Maribel un amor ....
Y bueno haber como pasan sus cumpleaños!!!
Y bueno haber como pasan sus cumpleaños!!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:hola morra,..
mori con maribel jajaja ya tiene el visto bueno con su suegra britt!!!
que tanto le paso a san para que casi se muera???
vamos a san se le prende fuego el agua cuando lo hierve san jajajajaja
nos vemos!!!
Hola lu, jajajajajajaja xD jajajaajaj la kiere si o si, y eso es muy bueno jajaajaja. Nose... y tmpoco kiero saber si kiero =/ Jjajaajajajajaj si q si xD ajajajajaja pobre! ajjajaajaja, pero es bueno para tener la atención de britt, no¿?... como si hiciera falta xD Saludos =D
micky morales escribió:yo solo espero que Quinn se porte bien y no vea a Britt como otra cosa que la chica que vive con su hermana por alguna razon!!!!
Hola, ufff ni lo digas q pasa! pero espero lo mismo ya q lo dices! SAludos =D
JVM escribió:Pues las cosas van bien.. Maribel un amor ....
Y bueno haber como pasan sus cumpleaños!!!
Hola, si que si! que sigan así noma xD JAjajajaja esta perfecta para suegra! ajajajajajajaj. Espero y este cap nos traiga algo de ella! jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía II (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
Santana empezó a despotricar mientras se colocaba el albornos blanco.
Después de haber estado haciendo ejercicio se había metido del tirón a la ducha que tenía en el gimnasio y se había olvidado por completo de traer ropa limpia del dormitorio.
Estaba cabreada porque el maldito albornos no tenía el cinturón y además no le cerraba porque era más chico.
Miró con asco el chándal sudado y maloliente. Ahora que estaba limpito, no
se lo pensaba volver a poner.
Brittany aún no había llegado a casa, así que, en principio, le daría tiempo a
llegar hasta su cuarto.
Se peinó con los dedos el pelo mojado y abrió la puerta del baño, lista para bajar corriendo las escaleras.
Sintió un golpe de aire frío al salir del baño lleno de vapor.
¡En el gimnasio hacía un frío que pelaba!
Había bajado la temperatura para hacer deporte y ahora estaba congelada.
—San, ¿estás…?
La voz la cogió por sorpresa y se quedó inmóvil en medio del gimnasio.
El corazón empezó a latirle a gran velocidad cuando Brittany entró en la sala
de máquinas con total normalidad.
Mientras Brittany le recorría con los ojos, se estremeció esperando una mirada de repugnancia… o algo peor.
Las cicatrices que tenía en el pecho y el abdomen estaban a la vista, algo que trataba de evitar por todos los medios posibles.
Siempre las ocultaba y, sobre todo, a las mujeres.
Trató de mover los pies para dar media vuelta y volver al baño, pero, cuando
sus ojos se toparon con los de Brittany, se quedó paralizada.
Se estaba acercando muy despacio con los ojos abiertos como platos, pero no parecía horrorizada, sino… ávida. Sacó la lengua para lamerse los labios y susurró extasiada:
—Madre mía, eres hermosa. ¡Qué cuerpo! Sabía que estabas tremenda, pero no que a tu lado una estríper parecería una tirillas—al llegar a su altura tiró la mochila al suelo y Santana tragó saliva:
—Tengo cicatrices.
«¡Como si no se hubiera dado cuenta!».
La tenía tan cerca que la podía oler.
Empezó a excitarse a medida que inhalaba su dulce fragancia y Brittany se movió para mirarla a los ojos con una expresión de deseo que le golpeó las entrañas como un tren de mercancías a gran velocidad.
Aunque le temblaba la voz, Brittany logró pronunciar entre jadeos:
—Por favor, San, no me pidas que no te toque. Necesito tocarte. Si no me dejas, creo que me moriré.
Santana se había imaginado todo tipo de reacciones…, menos esta.
La necesidad de sentir esas manos pálidas y hábiles en su piel propagó un calor abrasador por todo su cuerpo.
¿Cómo podía mirarla con tanto deseo?
—No me gusta que me toquen—replicó con voz grave.
—¿No te gusta o no estás acostumbrada?—preguntó con delicadeza.
¡Menudo mentirosa estaba hecha!
En ese momento nada le apetecía más que sentir las manos de Brittany sobre su cuerpo.
En ese preciso instante.
—No lo sé—respondió con sinceridad, aturdida por la reacción que había desatado en Brittany.
—Tienes un cuerpo muy bonito, San—le dijo levantando las manos para tocarle los pechos.
Santana se armó de valor mientras las manos de Brittany le acariciaban entre los pechos y se deslizaban por su piel.
El contacto era tan erótico, tan sensual, que era como estar haciendo el amor, y todo su ser empezó a arder.
Apretó los dientes forzando a su cuerpo a relajarse…, pero no había manera.
Brittany deslizó los dedos despacio por su vientre hasta que a Santana se le cortó la respiración.
—Estás tan caliente.
Así era.
Estaba hirviendo.
Por todas partes.
—¡Britt!—empezó a jadear cuando los labios húmedos de Brittany se unieron a los intrépidos dedos y la lengua empezó a lamerle el pecho.
—Mmmm…, hueles tan bien. Y sabes aún mejor.
Cuando le mordisqueó un pezón casi se corrió ahí mismo. Acto seguido, le pegó un sensual lengüetazo que le hizo estremecer el cuerpo entero, que ya estaba al borde de la combustión.
—Para—gimió.
«No, no pares».
La agarró del albornos y tiró, el trozo de tela no opuso gran resistencia y Brittany la lanzó al suelo.
—Me encanta cómo sabes, San. No me hagas parar—le rogó cogiéndole con su mano los pechos y luego el sexo—Quiero catarte.
¿En serio?
¿Se refería a…?
—Enterita.
Bueno, sí, se refería a eso.
Sus ojos se tornaron de un azul más intenso cuando le dedicaron una mirada suplicante.
Dios mío, no había escapatoria.
Tenía más necesidad de que aquellos suculentos labios se posaran en sus pechos y sexo que de respirar.
—Britt… Yo nunca… Yo no…
Siempre había necesitado ser la dominante y atar a sus amantes.
Nunca había querido lenguas en su sexo cuando yacían indefensas.
Y tampoco ninguna de ellas había querido que hacerlo.
—Mejor. Así no te darás cuenta si no lo hago bien del todo.
La mirada de vulnerabilidad que Brittany le dedicó la dejó sin respuesta y le
hizo olvidar las cicatrices que cruzaban su cuerpo y que la hacían sentir tan
insegura.
Le entraron ganas de ir a buscar al ex de Brittany para darle una somanta de palos.
—Es imposible que contigo no sea extraordinario—repuso con una mezcla
de rudeza y pasión desenfrenada.
Le apoyó la mano en la nuca para acercarse a su boca mientras le agarraba
del culo con la otra mano para atraerla aún más hacia ella.
«Mis cicatrices le dan igual. Aun así me desea. No hay mujer sobre la faz de la tierra capaz de fingir esa reacción».
Le embistió la boca una y otra vez, tratando de mostrarle de esa manera lo
que había significado para él que le aceptara tal y como era. La rubia le devolvió el beso con una fogosidad que lo puso a cien.
Sus lenguas se entrelazaron y Brittany emitió uno de sus dulces gemiditos dentro de su boca; un sonido que casi logra que Santana pierda la cabeza.
La más alta separó y se fue agachando hasta ponerse de rodillas. A medida que descendía fue recorriendo con la lengua los pechos y el abdomen.
¡Madre de Dios!
Santana no tenía claro si podría aguantarlo.
Perlas de sudor se le acumularon en la frente y comenzaron a caerle por el rostro mientras la sangre le golpeaba los oídos, atacados a su vez por el ensordecedor latido de su corazón.
Lo único que podía hacer era sentir.
El primer roce de su lengua fue algo sublime.
Le chupó el clítoris, que estaba extrasensible, y lamió como si fuera un delicioso caramelo.
—Britt...
Le soltó el pelo y enterró las manos en la suave melena, que se desparramó
formando suaves ondas sobre sus manos.
Respiró hondo cuando Brittany le introdujo le lengua a la que daban paso sus labios y con los dientes mordió su clítoris.
Santana jamás había experimentado una sensación tan exquisita como la que le producía aquella talentosa lengua, que se deslizaba por sexo y la lamía con un placer tan erótico que tenía la impresión de que en cualquier momento le iba a estallar el cuerpo.
La rubia siguió chupando, lamiendo, probando y enroscando la lengua hasta que Santana sintió que se iba a volver loca.
—¡Madre mía!—las palabras se le escaparon de la boca con una voz atormentada que no reconoció como suya.
Bajó la mirada para ver cómo le devoraba el sexo con un placer más que evidente. Brittany abrió los ojos y, cuando sus ardientes miradas se cruzaron, se quedaron enganchadas.
Santana sintió que se le tensaba el cuerpo y que la presión aumentaba.
Estaba a punto de correrse… e iba a hacerlo pero bien.
Echó la cabeza hacia atrás y perdieron el contacto visual, pero la la guio con las manos para que mantuviera un ritmo acelerado.
Brittany la agarró del culo y rozó con las uñas la zona más sensible de su piel.
Santana apenas era capaz de hablar, pero hizo el esfuerzo de mascullar un «Sí… Me voy a correr», porque sabía que tenía que avisar a Brittany de que estaba a punto de explotar como una bomba nuclear.
La rubia no se apartó, sino que siguió gimiendo sobre su sexo, lo que produjo
unas vibraciones que arrastraron a Santana al límite. Luego le clavó las uñas en el culo para atraerla aún más hacia ella. Entonces Santana se dejó ir con un gemido atormentado al que se unieron sus músculos, que se tensaron y destensaron ante aquel intenso orgasmo.
La morena empezó a jadear mientras Brittany continuaba dándole lengüetazos y lamiendo con una languidez sensual hasta la última gota.
Quería besarla, lo necesitaba, pero estaba jadeando tanto que no lograba recuperar el aliento, así que se limitó a levantarla del suelo y rodear su dulce cuerpo con los brazos mientras Brittany se acurrucaba en su cuello.
Santana tragó saliva tratando de meter aire en los pulmones, que le ardían,
mientras Brittany adhería su dulce cuerpo al de ella.
—¿Ha estado bien?—le preguntó con timidez escondiendo la boca en su cuello.
Santana se echó a reír y respondió sin resuello:
—Cariño, si llega a ser mejor, me habrías matado.
Dios mío, qué mujer tan especial, tal dulce, tan sexy, tan… suya.
«Mía».
Le invadió un intenso deseo de poseerla y la abrazó con más fuerza.
—En realidad había subido a preguntarte qué querías de cena—le comentó con un tono tan pragmático que Santana dedujo que sus miedos a no hacerlo bien se habían desvanecido—Pero al verte desnuda se me pasó el hambre. A lo único que me apetecía pegarle un mordisquito era a este cuerpo tan espectacular.
Recorrió su piel con las manos y a Santana se le encogió el corazón al darse
cuenta de que el anhelo que sentía Brittany era auténtico.
Deseaba su cuerpo aunque estuviera lleno de cicatrices.
—No estaba desnuda hasta que me quitaste el albornos—puntualizó para refrescarle la memoria.
—¿Y cómo esperabas que me resistiera? Eres una tentación andante. Una
fuente de feromonas tapada con un mínimo albornos desaborracho—bufó Brittany riéndose por dentro.
Santana se rio entre dientes rozándose con su pelo.
No pudo reprimirse.
Brittany era excepcional.
Y era suya.
—¿Y si la que te pega un mordisquito ahora soy yo?—bromeó Santana, que
estaba de sobra preparada para empuñar las armas y lanzarse al ataque.
Brittany se apartó de para recoger el albornos del suelo y le golpeó en el abdomen mientras respondía:
—De eso nada, morenaza. Estoy muerta de hambre. Aleja eso de mí. Es
peligroso—le tiró la toalla a la altura del pecho y se echó a reír.
La morena lo cogió en el aire y se la puso y la sujeto con sus manos para que no se abriera.
Le resultaba extraño sentirse tan cómoda estando desnuda delante de la ojiazul y seguía sin comprender que a Brittany pudiera gustarle tanto su cuerpo desnudo, pero no pensaba darle más vueltas a algo que le hacía más feliz que… Vamos, más feliz que nunca.
—Venga, preciosa. Solo un mordisquito—insistió acercándose peligrosamente a ella.
—Que no. Ni de coña. Esconde eso. Necesito comer—soltó una carcajada corriendo hacia la puerta.
Santana empezó a reir y la persiguió por las escaleras hasta llegar a la cocina mientras la risa de Brittany retumbaba en todas las esquinas de su casa vacía.
Y llenaba hasta el último centímetro de su corazón vacío.
«¿Qué coño hago con este vestido?».
Al día siguiente Brittany estaba en su dormitorio contemplando su aspecto en un espejo de cuerpo entero.
Santana no tenía ninguna gana de ir a la celebración; de hecho, odiaba las
fiestas de cumpleaños que le organizaba su hermana todos los años.
«¿Quién odia celebrar su cumpleaños?».
Brittany frunció el ceño mientras se giraba a un lado y a otro tratando de decidir si iba demasiado elegante o si se quedaba corta.
El vestido era de un color borgoña precioso, pero, al ser de seda, le marcaba cada curva y, como solo le cubría hasta la mitad del muslo, dejaba al descubierto una parte considerable de las piernas.
Llevaba unos pantis de seda fina que se ajustaban a la parte superior del muslo por medio de un delicado encaje y que apenas abrigaban sus largas piernas.
El vestido solo tenía un tirante, por lo que el hombro derecho iba al descubierto.
Cuando Santana sacó el vestido del armario, a Brittany casi le da un patatús al ver la etiqueta del precio, que aún estaba puesta.
¿Quién se compra un vestido que cuesta como una compra semestral en el súper?
Al ver aquella cantidad desorbitada le habían entrado ganas de guardarlo de nuevo en el armario, pero no lo había hecho porque no tenía nada que ponerse para una ocasión así.
Cogió unos zapatos a juego, con unos tacones de aguja tan altos que estaba
segura de que sería igual de alta que muchos invitados.
Presa de los nervios, se atusó la clara melena que le caía por encima de un hombro.
Puede que dejárselo suelto no fuera la mejor idea del mundo, pero no tenía ni idea de cómo hacerse un recogido. Tener el pelo tan largo era una lata y, de hecho, ya se le había pasado por la cabeza más de una vez cortárselo muy corto.
Volvió a dirigir la mirada al espejo y se fijó en lo grandes que parecían sus ojos con maquillaje.
Casi nunca se maquillaba porque lo consideraba una pérdida de dinero y de tiempo y, además, ni siquiera tenía claro que le gustara cómo le quedaba.
¿La barra de labios de color rojo resultaba demasiado atrevido?
¡Mierda!
No tenía ni idea.
No frecuentaba fiestas ni celebraciones de ese estilo.
De hecho, hacía tantos años que no iba a una fiesta que ni recordaba cuándo había sido la última vez.
Seguramente, cuando sus padres aún estaban vivos.
Después del accidente su vida se había limitado a trabajar y a sobrevivir.
Echó los hombros hacia atrás para ponerse recta y se dijo a sí misma que no se sentiría intimidada.
Santana le había pedido que fuera porque quería que ella estuviera ahí y no pensaba defraudarla.
Lo más fácil sería comportarse como una gallina y decirle a Santana que no podía ir porque no se encontraba bien, pero no podía hacerle algo así.
Santana se había portado muy bien con ella; de hecho, le había salvado la vida.
Literalmente.
Dirigió una última mirada al espejo, cogió un bolsito negro que había sobre la cama y salió hacia la cocina. Se puso una mano sobre el vientre tratando de apaciguar las mariposas que parecían haberle invadido el estómago.
«Relájate, Brittany. Tan solo es una fiesta de cumpleaños. No es nada del otro mundo».
Se detuvo a la entrada de la cocina al ver a Santana, que ya estaba lista para salir, aunque no parecía muy entusiasmada.
Se hallaba de pie delante de un armario y llevaba un vestido color crema.
Iba muy bien peinado, y sus aros iban a juego con su collar y pulsera.
Estaba para comérsela.
«Eso ya lo has hecho. Ayer, precisamente».
Brittany se sonrojó y le entraron los calores del infierno al recordar lo que había ocurrido el día anterior.
Nunca se comportaba así.
¡Había sido tan descarada!
Pero es que ver a Santana en todo su esplendor y que se mostrara insegura, como si se sintiera atrapada, había sido demasiado para ella.
El instinto de protección y la osadía que le había suscitado el verla así la habían sorprendido hasta a ella.
¿Desde cuándo seducía a personas con ese arrojo?
En realidad era bastante mojigata, el tipo de mujer que jamás le entraría a una persona como Santana.
Sin embargo, verla tan insegura la había empujado a insinuarle lo buenísima que estaba, a proponerse como objetivo demostrarle lo tentadora que era en realidad.
Porque lo era.
Claro que tenía cicatrices en el pecho y en el vientre —algunas pequeñas, otras no tanto, todas de un color blanco que contrastaba con su piel oscura—, pero, madre de Dios, marcharse sin tocar aquel cuerpo habría sido superior a sus fuerzas.
Las cicatrices no le restaban atractivo sexual.
Santana era simplemente… soberbia.
—¡Ah, estupendo! Ya estás aquí. Iba a…—al levantar la mirada y verla entrar en la cocina se detuvo a mitad de frase.
—Estoy lista —le informó tratando de parecer segura de sí misma.
A Santana se le fue oscureciendo la mirada a medida que recorría con los ojos el cuerpo de Brittany, que empezó a sentirse abochornada cuando la morena, apretando la mandíbula, continuó su exploración hacia las piernas desnudas.
—Eh…, ¿estoy bien?
Mierda.
Seguro que la había cagado poniéndose ese vestido.
—Estás deslumbrante—repuso con voz queda cuando sus ojos alcanzaron por fin el rostro de Brittany—Pero dejas demasiada carne al descubierto. Y llevas el pelo suelto.
Brittany ladeó la cabeza y preguntó boquiabierta:
—¿Y eso es malo?
—No sé si quiero que otras personas te vean así—dio un paso al frente y se detuvo a pocos centímetros de ella. Dejó caer una mano sobre su hombro desnudo y lo acarició con deleite. Aquel roce sensual hizo estremecer a la rubia—Eres una tentación muy difícil de resistir.
Brittany, que sin darse cuenta había estado aguantando la respiración, exhaló un suspiro de alivio al saber que Santana daba el visto bueno a su atuendo.
—Eres la única persona que piensa eso, San. Deberías ir al oculista.
—Eres tan guapa que mirarte me hace daño—susurró rozándole la sien con los labios—Me he excitado en cuanto has entrado por la puerta.
«Madre mía, qué bien huele esta morena».
Brittany la besó en la mejilla e inhaló su embriagador aroma.
Estiró los dedos sobre su pecho izquierdo y le apretó el pezón.
—Britt, me vuelves loca—susurró Santana mientras atrapaba la mano aventurera y se la llevaba a los labios para darle un beso cálido y lento en la palma—Si empezamos así, no llegaremos a la fiesta. Aunque a mí me da igual…—rezongó.
—Es tu fiesta—respondió divertida ante su actitud—No puedes faltar.
—Bésame y te demostraré lo que puedo y lo que no puedo hacer—respondió
provocándola mientras le rodeaba la cintura con un brazo.
Brittany sentía su cálido aroma sobre la mejilla. Su boca estaba tan cerca, tan sumamente cerca que resistirse a esa tentación le pareció una tortura.
—Tu mamá no me lo perdonaría jamás. Vamos, cumpleañera.
Santana empezó a hacer pucheros como una niña a la que le quitan su juguete favorito, si bien las palabras que salieron de su boca no tenían nada de infantil.
—Tienes que ponerte un abrigo—le advirtió con un tono protector y exigente.
—Tengo uno. Voy a por él. De todos modos, seguro que en casa de Quinn hace calor—comentó en voz baja.
Se marchó a su dormitorio y regresó enseguida a la cocina con una chaqueta
entallada en la mano. La pelinegra alargó el brazo para coger la americana. La extendió para ella y Brittany metió los brazos en la prenda negra, apreciando el suave tacto del forro de seda. La morena dio media vuelta a Brittany para abrocharle los botones.
Todos.
Entonces, frunció el ceño:
—¿No pasarás frío?
—No. Así voy bien. Solo tengo que ir de casa al coche y del coche a la casa.
Seguramente, si no me lo hubieras recordado, ni siquiera habría cogido la chaqueta—suspiró mientras se sacaba la melena de la americana.
Le sorprendía que la emocionaran tanto todos esos pequeños gestos que tenía Santana con ella y que la hacían sentirse arropada. Hacía tanto tiempo que nadie se preocupaba por su bienestar que esas acciones cautivaban y emocionaban a la buscavidas que llevaba sola tanto tiempo.
—Sigue sin hacerme mucha gracia que muestres tanta carne—refunfuñó cogiendo el bolso de Brittany y dirigiéndose a la puerta.
La rubia se mordió el labio inferior y varios escalofríos le recorrieron la espina dorsal. La voz tan sexy de Santana parecía reclamarla como si ella le perteneciera.
«Ni lo sueñes. No significa nada».
—El vestido no es tan sexy, como tu—repuso con una mueca, pero deseaba ser tan irresistible como le hacía sentir.
—Es demasiado sexy. Todas las personas de la fiesta estarán pensando lo mismo que yo—repuso con frustración y esperando a que Brittany saliera de la casa para cerrar la puerta con llave.
La rubia llamó al ascensor y se giró hacia la morena:
—¿El qué?
—Que quiero follarte—respondió con sinceridad mientras ponía su mano en la parte baja de su espalda.
A Brittany se le cortó la respiración en el preciso momento en que sonó el timbre del ascensor y las puertas se abrieron ante ellas.
¿Se acostumbraría algún día a los comentarios tan directos de Santana?
Se había puesto colorada y le habían entrado los calores. De hecho, estaba ardiendo.
Prácticamente en llamas.
—¡San!
Se encogió de hombros y la siguió para entrar al ascensor.
—Es la verdad.
—Eres muy traviesa morena—le reprendió imitando a una maestra.
—Aún no has visto nada. Puedo ser mala. Muy muy mala—le susurró juguetona mientras colocaba una mano a cada lado de su cara y la atrapaba contra la pared del ascensor—Si me besas, intentaré portarme bien. De momento.
Brittany levantó la mirada y vio aquellos ojos brillantes que parecían chocolate fundido.
¡Madre mía, le encantaba el chocolate!
Así que hizo lo que haría un auténtico amante del chocolate: besarla.
Entonces las puertas del ascensor se cerraron y quedaron atrapadas en el silencio de un pequeño mundo exclusivo para ellas.
Después de haber estado haciendo ejercicio se había metido del tirón a la ducha que tenía en el gimnasio y se había olvidado por completo de traer ropa limpia del dormitorio.
Estaba cabreada porque el maldito albornos no tenía el cinturón y además no le cerraba porque era más chico.
Miró con asco el chándal sudado y maloliente. Ahora que estaba limpito, no
se lo pensaba volver a poner.
Brittany aún no había llegado a casa, así que, en principio, le daría tiempo a
llegar hasta su cuarto.
Se peinó con los dedos el pelo mojado y abrió la puerta del baño, lista para bajar corriendo las escaleras.
Sintió un golpe de aire frío al salir del baño lleno de vapor.
¡En el gimnasio hacía un frío que pelaba!
Había bajado la temperatura para hacer deporte y ahora estaba congelada.
—San, ¿estás…?
La voz la cogió por sorpresa y se quedó inmóvil en medio del gimnasio.
El corazón empezó a latirle a gran velocidad cuando Brittany entró en la sala
de máquinas con total normalidad.
Mientras Brittany le recorría con los ojos, se estremeció esperando una mirada de repugnancia… o algo peor.
Las cicatrices que tenía en el pecho y el abdomen estaban a la vista, algo que trataba de evitar por todos los medios posibles.
Siempre las ocultaba y, sobre todo, a las mujeres.
Trató de mover los pies para dar media vuelta y volver al baño, pero, cuando
sus ojos se toparon con los de Brittany, se quedó paralizada.
Se estaba acercando muy despacio con los ojos abiertos como platos, pero no parecía horrorizada, sino… ávida. Sacó la lengua para lamerse los labios y susurró extasiada:
—Madre mía, eres hermosa. ¡Qué cuerpo! Sabía que estabas tremenda, pero no que a tu lado una estríper parecería una tirillas—al llegar a su altura tiró la mochila al suelo y Santana tragó saliva:
—Tengo cicatrices.
«¡Como si no se hubiera dado cuenta!».
La tenía tan cerca que la podía oler.
Empezó a excitarse a medida que inhalaba su dulce fragancia y Brittany se movió para mirarla a los ojos con una expresión de deseo que le golpeó las entrañas como un tren de mercancías a gran velocidad.
Aunque le temblaba la voz, Brittany logró pronunciar entre jadeos:
—Por favor, San, no me pidas que no te toque. Necesito tocarte. Si no me dejas, creo que me moriré.
Santana se había imaginado todo tipo de reacciones…, menos esta.
La necesidad de sentir esas manos pálidas y hábiles en su piel propagó un calor abrasador por todo su cuerpo.
¿Cómo podía mirarla con tanto deseo?
—No me gusta que me toquen—replicó con voz grave.
—¿No te gusta o no estás acostumbrada?—preguntó con delicadeza.
¡Menudo mentirosa estaba hecha!
En ese momento nada le apetecía más que sentir las manos de Brittany sobre su cuerpo.
En ese preciso instante.
—No lo sé—respondió con sinceridad, aturdida por la reacción que había desatado en Brittany.
—Tienes un cuerpo muy bonito, San—le dijo levantando las manos para tocarle los pechos.
Santana se armó de valor mientras las manos de Brittany le acariciaban entre los pechos y se deslizaban por su piel.
El contacto era tan erótico, tan sensual, que era como estar haciendo el amor, y todo su ser empezó a arder.
Apretó los dientes forzando a su cuerpo a relajarse…, pero no había manera.
Brittany deslizó los dedos despacio por su vientre hasta que a Santana se le cortó la respiración.
—Estás tan caliente.
Así era.
Estaba hirviendo.
Por todas partes.
—¡Britt!—empezó a jadear cuando los labios húmedos de Brittany se unieron a los intrépidos dedos y la lengua empezó a lamerle el pecho.
—Mmmm…, hueles tan bien. Y sabes aún mejor.
Cuando le mordisqueó un pezón casi se corrió ahí mismo. Acto seguido, le pegó un sensual lengüetazo que le hizo estremecer el cuerpo entero, que ya estaba al borde de la combustión.
—Para—gimió.
«No, no pares».
La agarró del albornos y tiró, el trozo de tela no opuso gran resistencia y Brittany la lanzó al suelo.
—Me encanta cómo sabes, San. No me hagas parar—le rogó cogiéndole con su mano los pechos y luego el sexo—Quiero catarte.
¿En serio?
¿Se refería a…?
—Enterita.
Bueno, sí, se refería a eso.
Sus ojos se tornaron de un azul más intenso cuando le dedicaron una mirada suplicante.
Dios mío, no había escapatoria.
Tenía más necesidad de que aquellos suculentos labios se posaran en sus pechos y sexo que de respirar.
—Britt… Yo nunca… Yo no…
Siempre había necesitado ser la dominante y atar a sus amantes.
Nunca había querido lenguas en su sexo cuando yacían indefensas.
Y tampoco ninguna de ellas había querido que hacerlo.
—Mejor. Así no te darás cuenta si no lo hago bien del todo.
La mirada de vulnerabilidad que Brittany le dedicó la dejó sin respuesta y le
hizo olvidar las cicatrices que cruzaban su cuerpo y que la hacían sentir tan
insegura.
Le entraron ganas de ir a buscar al ex de Brittany para darle una somanta de palos.
—Es imposible que contigo no sea extraordinario—repuso con una mezcla
de rudeza y pasión desenfrenada.
Le apoyó la mano en la nuca para acercarse a su boca mientras le agarraba
del culo con la otra mano para atraerla aún más hacia ella.
«Mis cicatrices le dan igual. Aun así me desea. No hay mujer sobre la faz de la tierra capaz de fingir esa reacción».
Le embistió la boca una y otra vez, tratando de mostrarle de esa manera lo
que había significado para él que le aceptara tal y como era. La rubia le devolvió el beso con una fogosidad que lo puso a cien.
Sus lenguas se entrelazaron y Brittany emitió uno de sus dulces gemiditos dentro de su boca; un sonido que casi logra que Santana pierda la cabeza.
La más alta separó y se fue agachando hasta ponerse de rodillas. A medida que descendía fue recorriendo con la lengua los pechos y el abdomen.
¡Madre de Dios!
Santana no tenía claro si podría aguantarlo.
Perlas de sudor se le acumularon en la frente y comenzaron a caerle por el rostro mientras la sangre le golpeaba los oídos, atacados a su vez por el ensordecedor latido de su corazón.
Lo único que podía hacer era sentir.
El primer roce de su lengua fue algo sublime.
Le chupó el clítoris, que estaba extrasensible, y lamió como si fuera un delicioso caramelo.
—Britt...
Le soltó el pelo y enterró las manos en la suave melena, que se desparramó
formando suaves ondas sobre sus manos.
Respiró hondo cuando Brittany le introdujo le lengua a la que daban paso sus labios y con los dientes mordió su clítoris.
Santana jamás había experimentado una sensación tan exquisita como la que le producía aquella talentosa lengua, que se deslizaba por sexo y la lamía con un placer tan erótico que tenía la impresión de que en cualquier momento le iba a estallar el cuerpo.
La rubia siguió chupando, lamiendo, probando y enroscando la lengua hasta que Santana sintió que se iba a volver loca.
—¡Madre mía!—las palabras se le escaparon de la boca con una voz atormentada que no reconoció como suya.
Bajó la mirada para ver cómo le devoraba el sexo con un placer más que evidente. Brittany abrió los ojos y, cuando sus ardientes miradas se cruzaron, se quedaron enganchadas.
Santana sintió que se le tensaba el cuerpo y que la presión aumentaba.
Estaba a punto de correrse… e iba a hacerlo pero bien.
Echó la cabeza hacia atrás y perdieron el contacto visual, pero la la guio con las manos para que mantuviera un ritmo acelerado.
Brittany la agarró del culo y rozó con las uñas la zona más sensible de su piel.
Santana apenas era capaz de hablar, pero hizo el esfuerzo de mascullar un «Sí… Me voy a correr», porque sabía que tenía que avisar a Brittany de que estaba a punto de explotar como una bomba nuclear.
La rubia no se apartó, sino que siguió gimiendo sobre su sexo, lo que produjo
unas vibraciones que arrastraron a Santana al límite. Luego le clavó las uñas en el culo para atraerla aún más hacia ella. Entonces Santana se dejó ir con un gemido atormentado al que se unieron sus músculos, que se tensaron y destensaron ante aquel intenso orgasmo.
La morena empezó a jadear mientras Brittany continuaba dándole lengüetazos y lamiendo con una languidez sensual hasta la última gota.
Quería besarla, lo necesitaba, pero estaba jadeando tanto que no lograba recuperar el aliento, así que se limitó a levantarla del suelo y rodear su dulce cuerpo con los brazos mientras Brittany se acurrucaba en su cuello.
Santana tragó saliva tratando de meter aire en los pulmones, que le ardían,
mientras Brittany adhería su dulce cuerpo al de ella.
—¿Ha estado bien?—le preguntó con timidez escondiendo la boca en su cuello.
Santana se echó a reír y respondió sin resuello:
—Cariño, si llega a ser mejor, me habrías matado.
Dios mío, qué mujer tan especial, tal dulce, tan sexy, tan… suya.
«Mía».
Le invadió un intenso deseo de poseerla y la abrazó con más fuerza.
—En realidad había subido a preguntarte qué querías de cena—le comentó con un tono tan pragmático que Santana dedujo que sus miedos a no hacerlo bien se habían desvanecido—Pero al verte desnuda se me pasó el hambre. A lo único que me apetecía pegarle un mordisquito era a este cuerpo tan espectacular.
Recorrió su piel con las manos y a Santana se le encogió el corazón al darse
cuenta de que el anhelo que sentía Brittany era auténtico.
Deseaba su cuerpo aunque estuviera lleno de cicatrices.
—No estaba desnuda hasta que me quitaste el albornos—puntualizó para refrescarle la memoria.
—¿Y cómo esperabas que me resistiera? Eres una tentación andante. Una
fuente de feromonas tapada con un mínimo albornos desaborracho—bufó Brittany riéndose por dentro.
Santana se rio entre dientes rozándose con su pelo.
No pudo reprimirse.
Brittany era excepcional.
Y era suya.
—¿Y si la que te pega un mordisquito ahora soy yo?—bromeó Santana, que
estaba de sobra preparada para empuñar las armas y lanzarse al ataque.
Brittany se apartó de para recoger el albornos del suelo y le golpeó en el abdomen mientras respondía:
—De eso nada, morenaza. Estoy muerta de hambre. Aleja eso de mí. Es
peligroso—le tiró la toalla a la altura del pecho y se echó a reír.
La morena lo cogió en el aire y se la puso y la sujeto con sus manos para que no se abriera.
Le resultaba extraño sentirse tan cómoda estando desnuda delante de la ojiazul y seguía sin comprender que a Brittany pudiera gustarle tanto su cuerpo desnudo, pero no pensaba darle más vueltas a algo que le hacía más feliz que… Vamos, más feliz que nunca.
—Venga, preciosa. Solo un mordisquito—insistió acercándose peligrosamente a ella.
—Que no. Ni de coña. Esconde eso. Necesito comer—soltó una carcajada corriendo hacia la puerta.
Santana empezó a reir y la persiguió por las escaleras hasta llegar a la cocina mientras la risa de Brittany retumbaba en todas las esquinas de su casa vacía.
Y llenaba hasta el último centímetro de su corazón vacío.
«¿Qué coño hago con este vestido?».
Al día siguiente Brittany estaba en su dormitorio contemplando su aspecto en un espejo de cuerpo entero.
Santana no tenía ninguna gana de ir a la celebración; de hecho, odiaba las
fiestas de cumpleaños que le organizaba su hermana todos los años.
«¿Quién odia celebrar su cumpleaños?».
Brittany frunció el ceño mientras se giraba a un lado y a otro tratando de decidir si iba demasiado elegante o si se quedaba corta.
El vestido era de un color borgoña precioso, pero, al ser de seda, le marcaba cada curva y, como solo le cubría hasta la mitad del muslo, dejaba al descubierto una parte considerable de las piernas.
Llevaba unos pantis de seda fina que se ajustaban a la parte superior del muslo por medio de un delicado encaje y que apenas abrigaban sus largas piernas.
El vestido solo tenía un tirante, por lo que el hombro derecho iba al descubierto.
Cuando Santana sacó el vestido del armario, a Brittany casi le da un patatús al ver la etiqueta del precio, que aún estaba puesta.
¿Quién se compra un vestido que cuesta como una compra semestral en el súper?
Al ver aquella cantidad desorbitada le habían entrado ganas de guardarlo de nuevo en el armario, pero no lo había hecho porque no tenía nada que ponerse para una ocasión así.
Cogió unos zapatos a juego, con unos tacones de aguja tan altos que estaba
segura de que sería igual de alta que muchos invitados.
Presa de los nervios, se atusó la clara melena que le caía por encima de un hombro.
Puede que dejárselo suelto no fuera la mejor idea del mundo, pero no tenía ni idea de cómo hacerse un recogido. Tener el pelo tan largo era una lata y, de hecho, ya se le había pasado por la cabeza más de una vez cortárselo muy corto.
Volvió a dirigir la mirada al espejo y se fijó en lo grandes que parecían sus ojos con maquillaje.
Casi nunca se maquillaba porque lo consideraba una pérdida de dinero y de tiempo y, además, ni siquiera tenía claro que le gustara cómo le quedaba.
¿La barra de labios de color rojo resultaba demasiado atrevido?
¡Mierda!
No tenía ni idea.
No frecuentaba fiestas ni celebraciones de ese estilo.
De hecho, hacía tantos años que no iba a una fiesta que ni recordaba cuándo había sido la última vez.
Seguramente, cuando sus padres aún estaban vivos.
Después del accidente su vida se había limitado a trabajar y a sobrevivir.
Echó los hombros hacia atrás para ponerse recta y se dijo a sí misma que no se sentiría intimidada.
Santana le había pedido que fuera porque quería que ella estuviera ahí y no pensaba defraudarla.
Lo más fácil sería comportarse como una gallina y decirle a Santana que no podía ir porque no se encontraba bien, pero no podía hacerle algo así.
Santana se había portado muy bien con ella; de hecho, le había salvado la vida.
Literalmente.
Dirigió una última mirada al espejo, cogió un bolsito negro que había sobre la cama y salió hacia la cocina. Se puso una mano sobre el vientre tratando de apaciguar las mariposas que parecían haberle invadido el estómago.
«Relájate, Brittany. Tan solo es una fiesta de cumpleaños. No es nada del otro mundo».
Se detuvo a la entrada de la cocina al ver a Santana, que ya estaba lista para salir, aunque no parecía muy entusiasmada.
Se hallaba de pie delante de un armario y llevaba un vestido color crema.
Iba muy bien peinado, y sus aros iban a juego con su collar y pulsera.
Estaba para comérsela.
«Eso ya lo has hecho. Ayer, precisamente».
Brittany se sonrojó y le entraron los calores del infierno al recordar lo que había ocurrido el día anterior.
Nunca se comportaba así.
¡Había sido tan descarada!
Pero es que ver a Santana en todo su esplendor y que se mostrara insegura, como si se sintiera atrapada, había sido demasiado para ella.
El instinto de protección y la osadía que le había suscitado el verla así la habían sorprendido hasta a ella.
¿Desde cuándo seducía a personas con ese arrojo?
En realidad era bastante mojigata, el tipo de mujer que jamás le entraría a una persona como Santana.
Sin embargo, verla tan insegura la había empujado a insinuarle lo buenísima que estaba, a proponerse como objetivo demostrarle lo tentadora que era en realidad.
Porque lo era.
Claro que tenía cicatrices en el pecho y en el vientre —algunas pequeñas, otras no tanto, todas de un color blanco que contrastaba con su piel oscura—, pero, madre de Dios, marcharse sin tocar aquel cuerpo habría sido superior a sus fuerzas.
Las cicatrices no le restaban atractivo sexual.
Santana era simplemente… soberbia.
—¡Ah, estupendo! Ya estás aquí. Iba a…—al levantar la mirada y verla entrar en la cocina se detuvo a mitad de frase.
—Estoy lista —le informó tratando de parecer segura de sí misma.
A Santana se le fue oscureciendo la mirada a medida que recorría con los ojos el cuerpo de Brittany, que empezó a sentirse abochornada cuando la morena, apretando la mandíbula, continuó su exploración hacia las piernas desnudas.
—Eh…, ¿estoy bien?
Mierda.
Seguro que la había cagado poniéndose ese vestido.
—Estás deslumbrante—repuso con voz queda cuando sus ojos alcanzaron por fin el rostro de Brittany—Pero dejas demasiada carne al descubierto. Y llevas el pelo suelto.
Brittany ladeó la cabeza y preguntó boquiabierta:
—¿Y eso es malo?
—No sé si quiero que otras personas te vean así—dio un paso al frente y se detuvo a pocos centímetros de ella. Dejó caer una mano sobre su hombro desnudo y lo acarició con deleite. Aquel roce sensual hizo estremecer a la rubia—Eres una tentación muy difícil de resistir.
Brittany, que sin darse cuenta había estado aguantando la respiración, exhaló un suspiro de alivio al saber que Santana daba el visto bueno a su atuendo.
—Eres la única persona que piensa eso, San. Deberías ir al oculista.
—Eres tan guapa que mirarte me hace daño—susurró rozándole la sien con los labios—Me he excitado en cuanto has entrado por la puerta.
«Madre mía, qué bien huele esta morena».
Brittany la besó en la mejilla e inhaló su embriagador aroma.
Estiró los dedos sobre su pecho izquierdo y le apretó el pezón.
—Britt, me vuelves loca—susurró Santana mientras atrapaba la mano aventurera y se la llevaba a los labios para darle un beso cálido y lento en la palma—Si empezamos así, no llegaremos a la fiesta. Aunque a mí me da igual…—rezongó.
—Es tu fiesta—respondió divertida ante su actitud—No puedes faltar.
—Bésame y te demostraré lo que puedo y lo que no puedo hacer—respondió
provocándola mientras le rodeaba la cintura con un brazo.
Brittany sentía su cálido aroma sobre la mejilla. Su boca estaba tan cerca, tan sumamente cerca que resistirse a esa tentación le pareció una tortura.
—Tu mamá no me lo perdonaría jamás. Vamos, cumpleañera.
Santana empezó a hacer pucheros como una niña a la que le quitan su juguete favorito, si bien las palabras que salieron de su boca no tenían nada de infantil.
—Tienes que ponerte un abrigo—le advirtió con un tono protector y exigente.
—Tengo uno. Voy a por él. De todos modos, seguro que en casa de Quinn hace calor—comentó en voz baja.
Se marchó a su dormitorio y regresó enseguida a la cocina con una chaqueta
entallada en la mano. La pelinegra alargó el brazo para coger la americana. La extendió para ella y Brittany metió los brazos en la prenda negra, apreciando el suave tacto del forro de seda. La morena dio media vuelta a Brittany para abrocharle los botones.
Todos.
Entonces, frunció el ceño:
—¿No pasarás frío?
—No. Así voy bien. Solo tengo que ir de casa al coche y del coche a la casa.
Seguramente, si no me lo hubieras recordado, ni siquiera habría cogido la chaqueta—suspiró mientras se sacaba la melena de la americana.
Le sorprendía que la emocionaran tanto todos esos pequeños gestos que tenía Santana con ella y que la hacían sentirse arropada. Hacía tanto tiempo que nadie se preocupaba por su bienestar que esas acciones cautivaban y emocionaban a la buscavidas que llevaba sola tanto tiempo.
—Sigue sin hacerme mucha gracia que muestres tanta carne—refunfuñó cogiendo el bolso de Brittany y dirigiéndose a la puerta.
La rubia se mordió el labio inferior y varios escalofríos le recorrieron la espina dorsal. La voz tan sexy de Santana parecía reclamarla como si ella le perteneciera.
«Ni lo sueñes. No significa nada».
—El vestido no es tan sexy, como tu—repuso con una mueca, pero deseaba ser tan irresistible como le hacía sentir.
—Es demasiado sexy. Todas las personas de la fiesta estarán pensando lo mismo que yo—repuso con frustración y esperando a que Brittany saliera de la casa para cerrar la puerta con llave.
La rubia llamó al ascensor y se giró hacia la morena:
—¿El qué?
—Que quiero follarte—respondió con sinceridad mientras ponía su mano en la parte baja de su espalda.
A Brittany se le cortó la respiración en el preciso momento en que sonó el timbre del ascensor y las puertas se abrieron ante ellas.
¿Se acostumbraría algún día a los comentarios tan directos de Santana?
Se había puesto colorada y le habían entrado los calores. De hecho, estaba ardiendo.
Prácticamente en llamas.
—¡San!
Se encogió de hombros y la siguió para entrar al ascensor.
—Es la verdad.
—Eres muy traviesa morena—le reprendió imitando a una maestra.
—Aún no has visto nada. Puedo ser mala. Muy muy mala—le susurró juguetona mientras colocaba una mano a cada lado de su cara y la atrapaba contra la pared del ascensor—Si me besas, intentaré portarme bien. De momento.
Brittany levantó la mirada y vio aquellos ojos brillantes que parecían chocolate fundido.
¡Madre mía, le encantaba el chocolate!
Así que hizo lo que haría un auténtico amante del chocolate: besarla.
Entonces las puertas del ascensor se cerraron y quedaron atrapadas en el silencio de un pequeño mundo exclusivo para ellas.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,...
que tanto le paso a san para que tenga tantas cicatrices???
mmmm por un besito empieza todo jajajaj llegaran a la fiesta???
nos vemos!!
que tanto le paso a san para que tenga tantas cicatrices???
mmmm por un besito empieza todo jajajaj llegaran a la fiesta???
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Ellas casi estan en una relacion, deberian ponerle nombre, a ver que pasa en esa fiesta!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
No se lo que piensen las demás pero me gusta la personalidad de ésta Santana, parece dura y todo pero no puede contenerse a una Britt descarada jajaja
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Me encanta como van saliendo las cosas entre ellas. Que San vaya perdiendo sus miedos e inseguridades con Britt y pues que acabe pronto esa fiesta para que estén solas jajajajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:hola morra,...
que tanto le paso a san para que tenga tantas cicatrices???
mmmm por un besito empieza todo jajajaj llegaran a la fiesta???
nos vemos!!
Hola lu, nadie lo sabe... o ella, pero no lo quiere decir =/ Jajajajaaajajajajajaj si¿? dices tu¿? mmmm jajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:Ellas casi estan en una relacion, deberian ponerle nombre, a ver que pasa en esa fiesta!!!!
Hola, si que si! jaajajja pero se hacen las locas xD Aquí dejo otro cap para ver q pasa! Saludos =D
Tati.94 escribió:No se lo que piensen las demás pero me gusta la personalidad de ésta Santana, parece dura y todo pero no puede contenerse a una Britt descarada jajaja
Hola, jajjaajajaj toda, pero toda la razón, ella es todo aquí mando yo, yo digo que hacemos y todo eso, pero llega britt y al final la rubia decide las cosas xD ajajajajajaj... más si es así de descarada con su morena ajjaaj. Saludos =D
JVM escribió:Me encanta como van saliendo las cosas entre ellas. Que San vaya perdiendo sus miedos e inseguridades con Britt y pues que acabe pronto esa fiesta para que estén solas jajajajaja
Hola, eso es bueno xq a mi tmbn xD jajajajaa. Eso es muy bueno xq las ayuda a confiar y así es buena una relación jajajaja. Mmm interesante deducción ajajajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía II (Adaptada) Cap 5
Capitulo 5
Brittany se sobresaltó cuando Santana pulsó el botón de parada de emergencia.
Se había dejado llevar por la pasión y su beso la había dejado prácticamente en coma, totalmente ajena al movimiento del ascensor.
El chasquido de la mano al golpear el botón y el trompicón que había pegado el ascensor al detenerse con brusquedad la habían despertado de aquella realidad alternativa.
¡Menudo chasco!
—¿Qué llevas debajo del vestido?—bramó Santana rozándole los labios con la boca mientras exploraba con los dedos la tela que le cubría el trasero.
—Pantis—respondió mordiéndose el labio inferior.
Buscó el dobladillo de la falda, se la levantó y dio media vuelta a Brittany, que estaba tan atónita que se dejó hacer.
—¡Eso no es ropa interior! Vas enseñando el culo—susurró con voz grave mientras acariciaba las suaves nalgas al aire.
Se sonrojó pensando en la diminuta tanga negra que se había puesto con el
sujetador a juego.
Casi toda la ropa interior que le había comprado la ayudante de Santana eran pícaros conjuntos de lencería.
—Lo has comprado tú. Varios conjuntos. Son todos de este estilo.
—No es que no me guste hasta yo los uso, pero…—respondió arrastrando las palabras con un tono provocativo y deslizando los dedos bajo la fina tira.
—¿No habías dicho que te ibas a comportar? —le preguntó con la respiración entrecortada.
A medida que los dedos de Santana seguían deslizándose hacia abajo Brittany iba perdiendo la capacidad de razonar.
—Era mentira. Te lo dije antes de notar el tanga que te habías puesto. Ahora
necesito ver el conjunto completo.
—Dios mío… —gimió Brittany.
Santana volvió a darle media vuelta para tenerla cara a cara y, tras desabrocharle la chaqueta con gran destreza, la tiró al suelo enmoquetado del ascensor.
—San, estamos en un ascensor. No podemos hacerlo aquí—repuso entre la mortificación y el deseo.
La cremallera cedió a sus manos aventureras y Brittany sintió por la espina dorsal el suave roce de sus dedos, que bajaron la cremallera sin encontrar obstáculo alguno.
—Este ascensor es de uso exclusivo para el ático. No va a haber nadie esperando por él—el vestido cayó hasta la cintura y Santana se quedó sin respiración—Eres preciosa.
La rubia jadeó temblorosa mientras Santana le acariciaba la mejilla e iba bajando por el cuello hasta llegar a los pechos, que parecían estar a punto de desbordarse del sujetador de encaje.
Sintió calor entre los muslos y empapó la ínfima prenda que le cubría el sexo.
Santana frotó con delicadeza la fina tela que le cubría los pezones mientras agachaba la cabeza para alcanzar con la boca la ardiente piel de sus senos.
Brittany sentía el seductor roce mientras le lamía, le mordisqueaba y le chupaba las tetas.
El placer fue aumentando hasta que la ojiazul sintió que, si no la penetraba, se volvería loca.
—Huelo tu deseo y se me hace la boca agua solo con pensarlo —susurró Santana levantando la cabeza.
Sus ojos oscuros reflejaban tal avidez que parecían haberse ennegrecido.
Deslizó la mano por el vientre tembloroso hasta meterla por debajo del vestido, que permanecía estancado a la altura de las caderas. Brittany gimió al sentir las yemas de sus dedos bajo la empapada tela del tanga.
En ese momento dejó de preocuparle el hecho de estar medio desnuda en un ascensor.
Lo único que le importaba era estar con Santana.
Le empezaron a temblar las rodillas y colocó las manos sobre sus hombros para mantener el equilibrio.
Estaba dispuesta a aceptar lo que fuera que le ofreciera.
Cuando Santana desvió su fogosa mirada para comenzar a besar su terso vientre, Brittany supo que lo que iba a ofrecerle era el cielo en bandeja de plata, y no pensaba rechazarla.
Le arrancó las delicadas braguitas tirando con fiereza de la tela y, al notar el
contacto del aire, Brittany sintió un cosquilleo en el sexo desnudo. Apretó con fuerza los hombros de Santana mientras este se arrodillaba a sus pies.
Al ver cómo su cabeza de pelo oscuro se sumergía bajo el vestido sintió que le flaqueaban las piernas y que el deseo hacía estremecer todo su cuerpo.
Aquellas manos se dirigieron de las rodillas a los muslos, deslizándose con
facilidad sobre sus finas medias. Brittany mantuvo la respiración mientras la lengua de Santana se dirigía a los muslos y exploraba la piel sensible que quedaba por encima del encaje.
A continuación separó los pliegues de su sexo y lamió la dulce carne escondida entre los labios vaginales.
—¡Dios mío, San!—gimió echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
Deseaba tanto contemplar cómo la devoraba que no era capaz de soportar la intensidad de su anhelo.
A medida que le introducía la lengua más dentro una sensación de calor ardiente serpenteó por su vientre hasta extenderse por todo su cuerpo. La lengua la penetraba cada vez más y le entraron ganas de agarrarla de la cabeza para presionar su boca contra su excitada piel, pero no lo hizo, ya que sabía que con Santana tenía que ir poco a poco.
No quería hacer nada que pudiera hacerla parar.
Clavó las uñas en su piel y se agarró sus hombros como si fuera un salvavidas.
Su cuerpo entero se estremeció cuando la ardiente lengua de Santana alcanzó el clítoris y empezó a pegarle lametadas rápidas y audaces.
Gimió y empujó las caderas hacia delante para rogarle, sin pronunciar palabra, que siguiera.
Y siguió.
Sus manos la cogieron del culo para echarla hacia delante y acercarla aún más a su ávida boca. El sonido de los lengüetazos en el abundante jugo le resultaba extremadamente erótico y la ponía aún más cachonda…, hasta que estalló en la boca de Santana con un largo gemido y una tremenda sacudida.
Su sexo se inundó para dar la bienvenida al alivio y Santana siguió lamiéndola, alargando el clímax hasta que no quedó un palmo del cuerpo de
Brittany que no se hubiera estremecido.
Solo entonces se dio por satisfecha y se levantó para darle un beso.
Brittany se moría por sentirla cerca, así que le rodeó el cuello con los brazos y le empujó la cabeza hacia arriba para alcanzar su boca, la morena la besó con una pasión desenfrenada y, cuando Brittany reconoció su propio sabor en aquellos labios carnosos, comenzó a bambolear las caderas rozando los muslos contra los suyos.
Necesitaba sentirla.
Estaba desesperada.
—Fóllame, San. Por favor—le rogó sin sentir el más mínimo recato.
Estaba convencida de que solo la morena podría llenar el vacío que sentía.
—Vamos a casa—gimió apartando la boca de la suya, pero sin dejar de agarrarla del culo ni de frotarse contra ella.
—Aquí. Ahora—insistió colocándose de cara a la pared. Apoyó las manos en la pared—No moveré las manos de aquí. Hazlo, por favor. Te necesito ahora mismo.
—¡Joder!
Esa exclamación expresaba una terrible frustración, pero también un deseo
desbocado, por lo que Brittany no se sorprendió al sentir que se subía su vestido.
«Sí. Otra victoria».
—Te necesito—murmuró Santana tan bajito que prácticamente fue inaudible.
Brittany se dio cuenta de que no tenía intención de que le oyera, pero lo había hecho. Aquel susurro ronco comenzó a resonarle en la cabeza y despertó en ella una reacción animal que por poco le hace perder la cabeza.
Las paredes del ascensor empezaron a empañarse y el único sonido que se oía en aquel habitáculo estrecho era el de sus respiraciones irregulares y descompasadas.
Brittany jadeaba a la espera de que se rozaran.
—Por favor, San. Ahora.
Cuando notó el roce Brittany sintió tal alivio entre sus piernas abiertas que casi se echa a llorar. Sus manos la cogieron de las caderas con una fuerza salvaje para atraerla hacia ella.
Entonces unio sus sexos.
Sentir que estaba en manos de Santana era suficiente para llenarla de júbilo y hacerla jadear.
—¿Estás bien?—preguntó Santana al notar que el cuerpo de Brittany se tensaba—Estás muy húmeda.
—Si. Si. Me encanta…—reculó para frotarse contra la morena e instarla a que se moviera.
—Joder, Britt. Te mereces algo mejor que un polvo en un ascensor de mierda—comentó mientras se apartaba para sujetarla mejor de las caderas y tener mejor roce—Pero no puedo parar. No quiero parar jamás.
—No puedes parar. Si lo hicieras, no lo soportaría. Dame más rápido San. Dame más—echó la cabeza hacia atrás mientras Santana empezaba a moverse a un ritmo regular.
Sentía que iba a volverse loca.
Santana se movió sobre su cuerpo para rodearla con un abrazo protector sin dejar de embestirla con las caderas.
Una y otra vez.
Brittany se estremeció al sentir en la tierna carne del cuello sus mordiscos y su cálido aliento descontrolado.
Jamás había sentido un deseo tan indomable, tan salvaje.
Se moría por tocarla pero tuvo que contentarse con agarrarse a la barra de metal del ascensor y empujar la pelvis hacia adelante cada vez que la se movían para sentir así un mayor contacto de su piel.
Santana retiró la mano de la cadera y la deslizó entre los muslos de ella para
llegar a su parte delantera. Acarició los rizos del pubis antes de deslizarse más abajo, a pocos milímetros del trocito de carne hinchado que esperaba con anhelo.
—¡Dios mío!
Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo comenzaron a palpitar mientras los dedos de Santana trazaban círculos sobre el clítoris e invitaban a sus caderas a moverse con una fuerza que Brittany no sabía que tenía.
—Tócame, por favor.
—Córrete para mí—exigió la voz grave de Santana mientras continuaba trazando círculos sobre el trocito de carne que tanto disfrutaba de su tacto.
Empezó a gemir y, al echar la cabeza hacia delante, quedó cegada por una
cortina de pelo que se agitaba salvajemente a causa de los movimientos violentos de Santana.
Cerró los ojos sin saber si soportaría las olas de placer que le recorrían el cuerpo entero.
Los dedos de Santana frotaban sin descanso el clítoris, sus cuerpos se fundieron hasta tal punto que Brittany dejó de saber si era la morena o ella quien sentía aquel deseo frenético.
El clímax la inundó como una ola expansiva y comenzó a gritar su nombre mientras su cuerpo, a pesar de encontrarse retenido, convulsionaba con violencia.
Presa de su abrazo, lo único que podía hacer era montar ese orgasmo intenso y eterno que agitaba todo su ser.
—¡Joder!
Santana volvió a apoyar la mano en su cadera para sujetarla con más fuerza
mientras se movía más rápido. Su garganta emitió un gemido de agonía y angustia cuando el calor que provenía de su satisfacción inundó a Brittany.
Si el brazo de acero de Santana no llega a cogerla por la cintura, Brittany se habría caído al suelo, ya que sus piernas ya no lograban sostener el peso.
La morena rodeó su cuerpo sin fuerzas con sus brazos. Las dos respiraban con dificultad, jadeando.
Brittany le rodeó el cuello con los brazos y posó la cabeza sobre su hombro,
incapaz de pensar. Santana la tenía en volandas y le acariciaba el pelo con dulzura, esperando a recuperar el aliento.
La rubia tardó varios minutos en recobrar el habla.
—Estoy hecha un desastre. Tengo que volver al piso un momento—miró los
retazos de su ropa interior tirados por el suelo y añadió—Supongo que tengo que coger otras braguitas.
Santana encogió los hombros reprimiendo una carcajada.
—¿Las has perdido?
Al ver la mirada traviesa y pícara en sus ojos a Brittany se le derritió el corazón.
—No. Una cavernícola me las ha arrancado.
Santana elevó una ceja:
—¡Ha debido de ser un encuentro de lo más apasionado!—bromeó, apartándole el pelo de la cara y atusándoselo con cuidado para volver a colocárselo sobre un hombro—Te compraré más.
Brittany puso los ojos en blanco.
—No necesito nada, tengo cajones llenos de lencería. Podría pasarme un mes sin poner una lavadora. Jamás había tenido tanta ropa interior.
—En cualquier caso tendré que comprarte más porque, si los conjuntos que tienes son tan provocativos como el que me he cargado hoy, no creo que te duren mucho—replicó con voz grave y un toque de advertencia en sus palabras.
Acariciaba su cuerpo a medio vestir con una cálida mirada, que se demoraba
en cada milímetro de su desnudez.
Brittany se estremeció al imaginarse a Santana arrancándole diversas prendas de lencería en un ataque de pasión.
—No puedes romperme toda la lencería. Es muy cara.
—Bueno antes no te has quejado. Te compraré un conjunto de lencería para cada día o te doy las mias si me juras que este será el resultado—su sensual voz reveló una promesa de futuro—Es broma. Lo haría solo para verte sonreír.
Brittany sintió que se le paraba el corazón y que el pecho le dolía de reprimir
tantos sentimientos.
¿Cuánto tiempo aguantaría así?
¿Cuánto tiempo podría seguir ocultando las emociones tan intensas, y en ocasiones dolorosas, que despertaba Santana en ella con un simple comentario o una caricia inocente?
Su mente, que hasta ahora siempre la había guiado en la vida, y su corazón entraron en conflicto.
Sabía que lo máximo a lo que podía aspirar con la increíble mujer que la estaba abrazando como si fuera la persona más importante de su vida era una relación de sexo sin ataduras y una amistad.
Pero, aunque era consciente de eso, la quería.
¡Era penosa!
Brittany se apartó y se colocó el vestido:
—¿Me subes la cremallera?—preguntó confiando en que la voz no la traicionara mientras se daba media vuelta.
—¿Es obligatorio? Podríamos pasar de la fiesta.
—Súbemela—se mordió el labio para reprimir una sonrisa.
Lo había dicho tan esperanzada que no pudo evitar que le hiciera gracia.
Santana no contestó, sino que se limitó a deslizar un dedo perezoso por la
columna vertebral de Brittany antes de subirle la cremallera suspirando.
Le dio media vuelta, dejó una mano sobre su hombro y le levantó la barbilla
con la otra para analizar su expresión con el ceño fruncido.
—¿Te he hecho daño? He sido un poco bestia.
Después de haberla agarrado tan fuerte Brittany sabía que le habría dejado
algún que otro moretón en las caderas, pero esa agresividad, ese desenfreno a la hora de poseerla, era justo lo que ella le había estado reclamando, justo lo que necesitaba.
De haber sido más suave el intenso deseo que sentía por Santana no hubiera quedado satisfecha.
Alzó la mano para acariciarle la barbilla:
—No has sido solo tú, San, yo te lo estaba suplicando. Y no, no me has hecho daño.
Le había regalado un orgasmo apoteósico, sí, pero lo que de verdad conmovía a Brittany era que le preocupara si a ella le molestaban su arrojo y su frenesí.
«No puedo creer que uno de los polvos más intensos de mi vida haya sido en un ascensor».
—¡Dios mío! Espero que no me haya oído nadie—comentó mientras recogía del suelo el bolso, la chaqueta y la braguita hecha jirones, que guardó a toda prisa en el bolso.
—No creo que te haya oído nadie, aunque me sorprende que…
El teléfono del ascensor empezó a sonar interrumpiendo a Santana a mitad de frase y perforando el silencio con un ruido tan estridente que Brittany se sobresaltó.
Santana acabó la frase con una sonrisa de satisfacción:
—No haya llamado nadie.
—Dios mío—Brittany se apoyó en la pared avergonzada.
Mientras había sido presa del éxtasis, no se había parado a pensar en que habría gente preguntándose por qué se había parado el ascensor.
Santana soltó una risilla y cogió el teléfono:
—López—su voz adquirió al instante un tono serio e irritable.
Brittany no oía lo que decía su interlocutor, pero se percató de que era una voz masculina.
Santana cambió de postura para apoyar la cadera contra la barra del ascensor. Escuchaba a su interlocutor con una expresión serena.
¿Cómo lo lograba?
Con esa voz tan plácida e imperturbable nadie se daría cuenta de que Santana y ella acababan de follar como posesas.
Ella, por el contrario, estaba convencida de que parecía como si le acabara de pasar un camión por encima.
—No. No ha habido ningún problema. Necesitaba una cosa y detuve el ascensor para buscarla.
Aunque su voz siguió transmitiendo una absoluta indiferencia Santana dedicó a Brittany una mirada traviesa con los ojos entornados y media sonrisa.
A ella le entraron de nuevo los calores y la fulminó con una mirada asesina.
—Sí. Estoy encantada de haberlo encontrado. Gracias por preguntar. Buenas noches.—colgó el teléfono y pulsó el botón para volver al piso.
Brittany lo golpeó en el hombro.
—¿Cómo puedes soltar semejante discurso sin pestañear?
Santana se encogió de hombros y la abrazó.
—Seguro que he pestañeado: los humanos suelen hacerlo cada diez segundos. Y lo que he dicho es una verdad como un templo—le dio un beso en la frente antes de proseguir—Necesitaba una cosa, la he encontrado en el ascensor y, sin duda, estoy encantada.
Brittany se echó a reír.
No pudo reprimirse.
—Y yo estoy orgásmica perdida.
El ascensor dio un bandazo al pararse con brusquedad.
—Lo sé. Por eso estoy encantada—comentó con voz queda—Los sonidos que emites al correrte es lo más dulce que he oído en la vida.
Brittany tragó saliva para intentar bajar el nudo que se le había hecho en la
garganta.
Cuando Santana le rozó el cuerpo para abrir la puerta del piso, se le volvieron a empitonar los pezones.
Cada palabra que salía audaz de la boca de esa morena estaba cargada de una honestidad brutal.
Como no sabía cómo responder a ese comentario, Brittany se fue directa a su dormitorio en cuanto abrió la puerta de la casa.
—Salgo en un minuto. A ver si esta vez no mojo la braguita.
Oyó una carcajada de satisfacción a sus espaldas.
—Hacer que mojes las braguitas se está convirtiendo en mi principal objetivo
en la vida.
Brittany sonrió al entrar en su cuarto y sacó un conjunto limpio de lencería de un cajón mientras se esforzaba por dejar de darle vueltas a sus confusas emociones.
Santana se la había tirado sin atarla. Por tanto, acababa de demostrarle por
segunda vez que confiaba en ella.
Quizá algún día…
«Pasito a pasito, Brittany. No te emociones. Lo que sea que está rayando a Santana lleva haciéndolo mucho tiempo. Podrías tardar años en ganarte su confianza».
Y ella no disponía de ese tiempo a su lado.
Se peinó la alborotada melena sin ningún tipo de miramiento, hasta que empezó a dolerle el cuero cabelludo e hizo una mueca de dolor.
«Haz todo lo que esté en tu mano. Disfruta de lo que tienes mientras lo tengas. Y, por el amor de Dios, no te tomes esta situación muy a pecho».
El problema no era disfrutar del tiempo que estaba junto a Santana.
Veneraba cada momento que pasaba a su lado porque sentía que era capaz de llenar recovecos de su ser a los que no había llegado nadie antes.
«Soy pobre y, por tanto, pragmática. No creo en las almas gemelas, ni en el destino, ni en que haya una persona ideal para cada mujer».
El problema era que sus padres habían sido así.
Habían vivido pobres como ratas, pero muy felices.
En cierto modo fue una bendición que fallecieran juntos porque Brittany estaba convencida de que ninguno de los dos habría superado la muerte del otro.
Habían sido uña y carne, y cualquiera de los dos se habría sentido totalmente devastado sin la compañía del otro.
Después de ver durante dieciocho años la bonita pareja que hacían sus padres costaba no creer en el amor verdadero ni en las almas gemelas.
Suspiró mientras posaba el cepillo en el tocador.
De acuerdo…, quizá sí que creía que el amor podía ser tan intenso, tan apasionado.
Pero con Santana no.
Con Santana jamás.
Esa mujer le iba a romper el corazón: la morena no se comprometía con ninguna mujer y ella ya sentía demasiado por Santana.
La única forma de sobrevivir a esa relación era no darle importancia y no dejar que se involucraran los sentimientos.
Cogió la chaqueta y el bolso y se dirigió con calma hacia la cocina mientras
dos palabras retumbaban incansables en sus oídos y una risa de desprecio hacía eco en su cabeza.
«Demasiado tarde. Demasiado tarde».
Se había dejado llevar por la pasión y su beso la había dejado prácticamente en coma, totalmente ajena al movimiento del ascensor.
El chasquido de la mano al golpear el botón y el trompicón que había pegado el ascensor al detenerse con brusquedad la habían despertado de aquella realidad alternativa.
¡Menudo chasco!
—¿Qué llevas debajo del vestido?—bramó Santana rozándole los labios con la boca mientras exploraba con los dedos la tela que le cubría el trasero.
—Pantis—respondió mordiéndose el labio inferior.
Buscó el dobladillo de la falda, se la levantó y dio media vuelta a Brittany, que estaba tan atónita que se dejó hacer.
—¡Eso no es ropa interior! Vas enseñando el culo—susurró con voz grave mientras acariciaba las suaves nalgas al aire.
Se sonrojó pensando en la diminuta tanga negra que se había puesto con el
sujetador a juego.
Casi toda la ropa interior que le había comprado la ayudante de Santana eran pícaros conjuntos de lencería.
—Lo has comprado tú. Varios conjuntos. Son todos de este estilo.
—No es que no me guste hasta yo los uso, pero…—respondió arrastrando las palabras con un tono provocativo y deslizando los dedos bajo la fina tira.
—¿No habías dicho que te ibas a comportar? —le preguntó con la respiración entrecortada.
A medida que los dedos de Santana seguían deslizándose hacia abajo Brittany iba perdiendo la capacidad de razonar.
—Era mentira. Te lo dije antes de notar el tanga que te habías puesto. Ahora
necesito ver el conjunto completo.
—Dios mío… —gimió Brittany.
Santana volvió a darle media vuelta para tenerla cara a cara y, tras desabrocharle la chaqueta con gran destreza, la tiró al suelo enmoquetado del ascensor.
—San, estamos en un ascensor. No podemos hacerlo aquí—repuso entre la mortificación y el deseo.
La cremallera cedió a sus manos aventureras y Brittany sintió por la espina dorsal el suave roce de sus dedos, que bajaron la cremallera sin encontrar obstáculo alguno.
—Este ascensor es de uso exclusivo para el ático. No va a haber nadie esperando por él—el vestido cayó hasta la cintura y Santana se quedó sin respiración—Eres preciosa.
La rubia jadeó temblorosa mientras Santana le acariciaba la mejilla e iba bajando por el cuello hasta llegar a los pechos, que parecían estar a punto de desbordarse del sujetador de encaje.
Sintió calor entre los muslos y empapó la ínfima prenda que le cubría el sexo.
Santana frotó con delicadeza la fina tela que le cubría los pezones mientras agachaba la cabeza para alcanzar con la boca la ardiente piel de sus senos.
Brittany sentía el seductor roce mientras le lamía, le mordisqueaba y le chupaba las tetas.
El placer fue aumentando hasta que la ojiazul sintió que, si no la penetraba, se volvería loca.
—Huelo tu deseo y se me hace la boca agua solo con pensarlo —susurró Santana levantando la cabeza.
Sus ojos oscuros reflejaban tal avidez que parecían haberse ennegrecido.
Deslizó la mano por el vientre tembloroso hasta meterla por debajo del vestido, que permanecía estancado a la altura de las caderas. Brittany gimió al sentir las yemas de sus dedos bajo la empapada tela del tanga.
En ese momento dejó de preocuparle el hecho de estar medio desnuda en un ascensor.
Lo único que le importaba era estar con Santana.
Le empezaron a temblar las rodillas y colocó las manos sobre sus hombros para mantener el equilibrio.
Estaba dispuesta a aceptar lo que fuera que le ofreciera.
Cuando Santana desvió su fogosa mirada para comenzar a besar su terso vientre, Brittany supo que lo que iba a ofrecerle era el cielo en bandeja de plata, y no pensaba rechazarla.
Le arrancó las delicadas braguitas tirando con fiereza de la tela y, al notar el
contacto del aire, Brittany sintió un cosquilleo en el sexo desnudo. Apretó con fuerza los hombros de Santana mientras este se arrodillaba a sus pies.
Al ver cómo su cabeza de pelo oscuro se sumergía bajo el vestido sintió que le flaqueaban las piernas y que el deseo hacía estremecer todo su cuerpo.
Aquellas manos se dirigieron de las rodillas a los muslos, deslizándose con
facilidad sobre sus finas medias. Brittany mantuvo la respiración mientras la lengua de Santana se dirigía a los muslos y exploraba la piel sensible que quedaba por encima del encaje.
A continuación separó los pliegues de su sexo y lamió la dulce carne escondida entre los labios vaginales.
—¡Dios mío, San!—gimió echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
Deseaba tanto contemplar cómo la devoraba que no era capaz de soportar la intensidad de su anhelo.
A medida que le introducía la lengua más dentro una sensación de calor ardiente serpenteó por su vientre hasta extenderse por todo su cuerpo. La lengua la penetraba cada vez más y le entraron ganas de agarrarla de la cabeza para presionar su boca contra su excitada piel, pero no lo hizo, ya que sabía que con Santana tenía que ir poco a poco.
No quería hacer nada que pudiera hacerla parar.
Clavó las uñas en su piel y se agarró sus hombros como si fuera un salvavidas.
Su cuerpo entero se estremeció cuando la ardiente lengua de Santana alcanzó el clítoris y empezó a pegarle lametadas rápidas y audaces.
Gimió y empujó las caderas hacia delante para rogarle, sin pronunciar palabra, que siguiera.
Y siguió.
Sus manos la cogieron del culo para echarla hacia delante y acercarla aún más a su ávida boca. El sonido de los lengüetazos en el abundante jugo le resultaba extremadamente erótico y la ponía aún más cachonda…, hasta que estalló en la boca de Santana con un largo gemido y una tremenda sacudida.
Su sexo se inundó para dar la bienvenida al alivio y Santana siguió lamiéndola, alargando el clímax hasta que no quedó un palmo del cuerpo de
Brittany que no se hubiera estremecido.
Solo entonces se dio por satisfecha y se levantó para darle un beso.
Brittany se moría por sentirla cerca, así que le rodeó el cuello con los brazos y le empujó la cabeza hacia arriba para alcanzar su boca, la morena la besó con una pasión desenfrenada y, cuando Brittany reconoció su propio sabor en aquellos labios carnosos, comenzó a bambolear las caderas rozando los muslos contra los suyos.
Necesitaba sentirla.
Estaba desesperada.
—Fóllame, San. Por favor—le rogó sin sentir el más mínimo recato.
Estaba convencida de que solo la morena podría llenar el vacío que sentía.
—Vamos a casa—gimió apartando la boca de la suya, pero sin dejar de agarrarla del culo ni de frotarse contra ella.
—Aquí. Ahora—insistió colocándose de cara a la pared. Apoyó las manos en la pared—No moveré las manos de aquí. Hazlo, por favor. Te necesito ahora mismo.
—¡Joder!
Esa exclamación expresaba una terrible frustración, pero también un deseo
desbocado, por lo que Brittany no se sorprendió al sentir que se subía su vestido.
«Sí. Otra victoria».
—Te necesito—murmuró Santana tan bajito que prácticamente fue inaudible.
Brittany se dio cuenta de que no tenía intención de que le oyera, pero lo había hecho. Aquel susurro ronco comenzó a resonarle en la cabeza y despertó en ella una reacción animal que por poco le hace perder la cabeza.
Las paredes del ascensor empezaron a empañarse y el único sonido que se oía en aquel habitáculo estrecho era el de sus respiraciones irregulares y descompasadas.
Brittany jadeaba a la espera de que se rozaran.
—Por favor, San. Ahora.
Cuando notó el roce Brittany sintió tal alivio entre sus piernas abiertas que casi se echa a llorar. Sus manos la cogieron de las caderas con una fuerza salvaje para atraerla hacia ella.
Entonces unio sus sexos.
Sentir que estaba en manos de Santana era suficiente para llenarla de júbilo y hacerla jadear.
—¿Estás bien?—preguntó Santana al notar que el cuerpo de Brittany se tensaba—Estás muy húmeda.
—Si. Si. Me encanta…—reculó para frotarse contra la morena e instarla a que se moviera.
—Joder, Britt. Te mereces algo mejor que un polvo en un ascensor de mierda—comentó mientras se apartaba para sujetarla mejor de las caderas y tener mejor roce—Pero no puedo parar. No quiero parar jamás.
—No puedes parar. Si lo hicieras, no lo soportaría. Dame más rápido San. Dame más—echó la cabeza hacia atrás mientras Santana empezaba a moverse a un ritmo regular.
Sentía que iba a volverse loca.
Santana se movió sobre su cuerpo para rodearla con un abrazo protector sin dejar de embestirla con las caderas.
Una y otra vez.
Brittany se estremeció al sentir en la tierna carne del cuello sus mordiscos y su cálido aliento descontrolado.
Jamás había sentido un deseo tan indomable, tan salvaje.
Se moría por tocarla pero tuvo que contentarse con agarrarse a la barra de metal del ascensor y empujar la pelvis hacia adelante cada vez que la se movían para sentir así un mayor contacto de su piel.
Santana retiró la mano de la cadera y la deslizó entre los muslos de ella para
llegar a su parte delantera. Acarició los rizos del pubis antes de deslizarse más abajo, a pocos milímetros del trocito de carne hinchado que esperaba con anhelo.
—¡Dios mío!
Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo comenzaron a palpitar mientras los dedos de Santana trazaban círculos sobre el clítoris e invitaban a sus caderas a moverse con una fuerza que Brittany no sabía que tenía.
—Tócame, por favor.
—Córrete para mí—exigió la voz grave de Santana mientras continuaba trazando círculos sobre el trocito de carne que tanto disfrutaba de su tacto.
Empezó a gemir y, al echar la cabeza hacia delante, quedó cegada por una
cortina de pelo que se agitaba salvajemente a causa de los movimientos violentos de Santana.
Cerró los ojos sin saber si soportaría las olas de placer que le recorrían el cuerpo entero.
Los dedos de Santana frotaban sin descanso el clítoris, sus cuerpos se fundieron hasta tal punto que Brittany dejó de saber si era la morena o ella quien sentía aquel deseo frenético.
El clímax la inundó como una ola expansiva y comenzó a gritar su nombre mientras su cuerpo, a pesar de encontrarse retenido, convulsionaba con violencia.
Presa de su abrazo, lo único que podía hacer era montar ese orgasmo intenso y eterno que agitaba todo su ser.
—¡Joder!
Santana volvió a apoyar la mano en su cadera para sujetarla con más fuerza
mientras se movía más rápido. Su garganta emitió un gemido de agonía y angustia cuando el calor que provenía de su satisfacción inundó a Brittany.
Si el brazo de acero de Santana no llega a cogerla por la cintura, Brittany se habría caído al suelo, ya que sus piernas ya no lograban sostener el peso.
La morena rodeó su cuerpo sin fuerzas con sus brazos. Las dos respiraban con dificultad, jadeando.
Brittany le rodeó el cuello con los brazos y posó la cabeza sobre su hombro,
incapaz de pensar. Santana la tenía en volandas y le acariciaba el pelo con dulzura, esperando a recuperar el aliento.
La rubia tardó varios minutos en recobrar el habla.
—Estoy hecha un desastre. Tengo que volver al piso un momento—miró los
retazos de su ropa interior tirados por el suelo y añadió—Supongo que tengo que coger otras braguitas.
Santana encogió los hombros reprimiendo una carcajada.
—¿Las has perdido?
Al ver la mirada traviesa y pícara en sus ojos a Brittany se le derritió el corazón.
—No. Una cavernícola me las ha arrancado.
Santana elevó una ceja:
—¡Ha debido de ser un encuentro de lo más apasionado!—bromeó, apartándole el pelo de la cara y atusándoselo con cuidado para volver a colocárselo sobre un hombro—Te compraré más.
Brittany puso los ojos en blanco.
—No necesito nada, tengo cajones llenos de lencería. Podría pasarme un mes sin poner una lavadora. Jamás había tenido tanta ropa interior.
—En cualquier caso tendré que comprarte más porque, si los conjuntos que tienes son tan provocativos como el que me he cargado hoy, no creo que te duren mucho—replicó con voz grave y un toque de advertencia en sus palabras.
Acariciaba su cuerpo a medio vestir con una cálida mirada, que se demoraba
en cada milímetro de su desnudez.
Brittany se estremeció al imaginarse a Santana arrancándole diversas prendas de lencería en un ataque de pasión.
—No puedes romperme toda la lencería. Es muy cara.
—Bueno antes no te has quejado. Te compraré un conjunto de lencería para cada día o te doy las mias si me juras que este será el resultado—su sensual voz reveló una promesa de futuro—Es broma. Lo haría solo para verte sonreír.
Brittany sintió que se le paraba el corazón y que el pecho le dolía de reprimir
tantos sentimientos.
¿Cuánto tiempo aguantaría así?
¿Cuánto tiempo podría seguir ocultando las emociones tan intensas, y en ocasiones dolorosas, que despertaba Santana en ella con un simple comentario o una caricia inocente?
Su mente, que hasta ahora siempre la había guiado en la vida, y su corazón entraron en conflicto.
Sabía que lo máximo a lo que podía aspirar con la increíble mujer que la estaba abrazando como si fuera la persona más importante de su vida era una relación de sexo sin ataduras y una amistad.
Pero, aunque era consciente de eso, la quería.
¡Era penosa!
Brittany se apartó y se colocó el vestido:
—¿Me subes la cremallera?—preguntó confiando en que la voz no la traicionara mientras se daba media vuelta.
—¿Es obligatorio? Podríamos pasar de la fiesta.
—Súbemela—se mordió el labio para reprimir una sonrisa.
Lo había dicho tan esperanzada que no pudo evitar que le hiciera gracia.
Santana no contestó, sino que se limitó a deslizar un dedo perezoso por la
columna vertebral de Brittany antes de subirle la cremallera suspirando.
Le dio media vuelta, dejó una mano sobre su hombro y le levantó la barbilla
con la otra para analizar su expresión con el ceño fruncido.
—¿Te he hecho daño? He sido un poco bestia.
Después de haberla agarrado tan fuerte Brittany sabía que le habría dejado
algún que otro moretón en las caderas, pero esa agresividad, ese desenfreno a la hora de poseerla, era justo lo que ella le había estado reclamando, justo lo que necesitaba.
De haber sido más suave el intenso deseo que sentía por Santana no hubiera quedado satisfecha.
Alzó la mano para acariciarle la barbilla:
—No has sido solo tú, San, yo te lo estaba suplicando. Y no, no me has hecho daño.
Le había regalado un orgasmo apoteósico, sí, pero lo que de verdad conmovía a Brittany era que le preocupara si a ella le molestaban su arrojo y su frenesí.
«No puedo creer que uno de los polvos más intensos de mi vida haya sido en un ascensor».
—¡Dios mío! Espero que no me haya oído nadie—comentó mientras recogía del suelo el bolso, la chaqueta y la braguita hecha jirones, que guardó a toda prisa en el bolso.
—No creo que te haya oído nadie, aunque me sorprende que…
El teléfono del ascensor empezó a sonar interrumpiendo a Santana a mitad de frase y perforando el silencio con un ruido tan estridente que Brittany se sobresaltó.
Santana acabó la frase con una sonrisa de satisfacción:
—No haya llamado nadie.
—Dios mío—Brittany se apoyó en la pared avergonzada.
Mientras había sido presa del éxtasis, no se había parado a pensar en que habría gente preguntándose por qué se había parado el ascensor.
Santana soltó una risilla y cogió el teléfono:
—López—su voz adquirió al instante un tono serio e irritable.
Brittany no oía lo que decía su interlocutor, pero se percató de que era una voz masculina.
Santana cambió de postura para apoyar la cadera contra la barra del ascensor. Escuchaba a su interlocutor con una expresión serena.
¿Cómo lo lograba?
Con esa voz tan plácida e imperturbable nadie se daría cuenta de que Santana y ella acababan de follar como posesas.
Ella, por el contrario, estaba convencida de que parecía como si le acabara de pasar un camión por encima.
—No. No ha habido ningún problema. Necesitaba una cosa y detuve el ascensor para buscarla.
Aunque su voz siguió transmitiendo una absoluta indiferencia Santana dedicó a Brittany una mirada traviesa con los ojos entornados y media sonrisa.
A ella le entraron de nuevo los calores y la fulminó con una mirada asesina.
—Sí. Estoy encantada de haberlo encontrado. Gracias por preguntar. Buenas noches.—colgó el teléfono y pulsó el botón para volver al piso.
Brittany lo golpeó en el hombro.
—¿Cómo puedes soltar semejante discurso sin pestañear?
Santana se encogió de hombros y la abrazó.
—Seguro que he pestañeado: los humanos suelen hacerlo cada diez segundos. Y lo que he dicho es una verdad como un templo—le dio un beso en la frente antes de proseguir—Necesitaba una cosa, la he encontrado en el ascensor y, sin duda, estoy encantada.
Brittany se echó a reír.
No pudo reprimirse.
—Y yo estoy orgásmica perdida.
El ascensor dio un bandazo al pararse con brusquedad.
—Lo sé. Por eso estoy encantada—comentó con voz queda—Los sonidos que emites al correrte es lo más dulce que he oído en la vida.
Brittany tragó saliva para intentar bajar el nudo que se le había hecho en la
garganta.
Cuando Santana le rozó el cuerpo para abrir la puerta del piso, se le volvieron a empitonar los pezones.
Cada palabra que salía audaz de la boca de esa morena estaba cargada de una honestidad brutal.
Como no sabía cómo responder a ese comentario, Brittany se fue directa a su dormitorio en cuanto abrió la puerta de la casa.
—Salgo en un minuto. A ver si esta vez no mojo la braguita.
Oyó una carcajada de satisfacción a sus espaldas.
—Hacer que mojes las braguitas se está convirtiendo en mi principal objetivo
en la vida.
Brittany sonrió al entrar en su cuarto y sacó un conjunto limpio de lencería de un cajón mientras se esforzaba por dejar de darle vueltas a sus confusas emociones.
Santana se la había tirado sin atarla. Por tanto, acababa de demostrarle por
segunda vez que confiaba en ella.
Quizá algún día…
«Pasito a pasito, Brittany. No te emociones. Lo que sea que está rayando a Santana lleva haciéndolo mucho tiempo. Podrías tardar años en ganarte su confianza».
Y ella no disponía de ese tiempo a su lado.
Se peinó la alborotada melena sin ningún tipo de miramiento, hasta que empezó a dolerle el cuero cabelludo e hizo una mueca de dolor.
«Haz todo lo que esté en tu mano. Disfruta de lo que tienes mientras lo tengas. Y, por el amor de Dios, no te tomes esta situación muy a pecho».
El problema no era disfrutar del tiempo que estaba junto a Santana.
Veneraba cada momento que pasaba a su lado porque sentía que era capaz de llenar recovecos de su ser a los que no había llegado nadie antes.
«Soy pobre y, por tanto, pragmática. No creo en las almas gemelas, ni en el destino, ni en que haya una persona ideal para cada mujer».
El problema era que sus padres habían sido así.
Habían vivido pobres como ratas, pero muy felices.
En cierto modo fue una bendición que fallecieran juntos porque Brittany estaba convencida de que ninguno de los dos habría superado la muerte del otro.
Habían sido uña y carne, y cualquiera de los dos se habría sentido totalmente devastado sin la compañía del otro.
Después de ver durante dieciocho años la bonita pareja que hacían sus padres costaba no creer en el amor verdadero ni en las almas gemelas.
Suspiró mientras posaba el cepillo en el tocador.
De acuerdo…, quizá sí que creía que el amor podía ser tan intenso, tan apasionado.
Pero con Santana no.
Con Santana jamás.
Esa mujer le iba a romper el corazón: la morena no se comprometía con ninguna mujer y ella ya sentía demasiado por Santana.
La única forma de sobrevivir a esa relación era no darle importancia y no dejar que se involucraran los sentimientos.
Cogió la chaqueta y el bolso y se dirigió con calma hacia la cocina mientras
dos palabras retumbaban incansables en sus oídos y una risa de desprecio hacía eco en su cabeza.
«Demasiado tarde. Demasiado tarde».
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,...
pasito a pasito si como no en algunas cosas hacen maratón de 100 m!!!
a estas alturas pongo en duda si llegan a la fiesta??? o como llegan jajaja
nos vemos!!!
pasito a pasito si como no en algunas cosas hacen maratón de 100 m!!!
a estas alturas pongo en duda si llegan a la fiesta??? o como llegan jajaja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
jajajajaja llegaran algun dia a la mentada fiesta?????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Así es demasiado tarde .... Ya ambas sienten algo por la otra sin embargo a San es a la que le costara mas aceptarlo, espero que no le haga daño a Britt en el camino y pues ahora haber si llegan a la fiesta jaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:hola morra,...
pasito a pasito si como no en algunas cosas hacen maratón de 100 m!!!
a estas alturas pongo en duda si llegan a la fiesta??? o como llegan jajaja
nos vemos!!!
Hola lu, jajaja suave suavesito¿? jajaajajaaja nnono, tienes razón xD JAjajajaajajajaja que lleguen a al hora xD ajajajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:jajajajaja llegaran algun dia a la mentada fiesta?????
Hola, jajaajjaajaja esa es la pregunta del millón en vrdd xD jaajjajajajaja espero y este cap nos la responda. Saludos =D
JVM escribió:Así es demasiado tarde .... Ya ambas sienten algo por la otra sin embargo a San es a la que le costara mas aceptarlo, espero que no le haga daño a Britt en el camino y pues ahora haber si llegan a la fiesta jaja
Hola, lo bueno esk si ai sentimientos por la otra, asik ai van bn xD Nononononono ni lo digas q pasa, ya van bn no coloques cosas malas ai xD ajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía II (Adaptada) Cap 6
Capitulo 6
Quinn López-Fabray vivía en una lujosa mansión en South Tampa, una zona tan rica que Brittany, a pesar de haber crecido en la ciudad, nunca había pisado.
Cuando Blaine detuvo el coche en la glorieta que daba acceso a la entrada principal de la residencia palaciega, Brittany estaba tan atónita que le costaba cerrar la boca.
—Es… espectacular—le susurró a Santana cuando este la cogió de la mano
para ayudarla a salir del coche.
—¿Ahora entiendes por qué no he traído el coche?—preguntó con desgana observando la gran cantidad de ostentosos vehículos que estaban aparcados en fila.
—Atrae a las masas, señorita López—le susurró Brittany al oído mientras recorría con los ojos su rostro—Feliz cumpleaños. Tengo un regalo para ti, pero te lo daré luego.
Se le iluminó la cara con una sonrisa traviesa y picarona mientras le dedicaba una mirada fogosa.
—Pensé que ya me lo habías dado anoche. Y otro hace un rato.
—¡San!
Se negaba a volver a sonrojarse.
No lo haría.
Por supuesto que no.
Era una mujer adulta y madura, y no se escandalizaría por una simple indirecta.
Por el amor de Dios, si ya casi era enfermera, una profesional acostumbrada a ver el cuerpo humano vestido y sin vestir. No era ninguna jovencita y le enfurecía que Santana pudiera hacerla sentir como tal.
—Vale, vale… Pero, si quieres volver a hacerlo, yo no opondré resistencia. De hecho, podemos volver a casa ahora y…
—Entra ahora mismo, cumpleañera—se echó a reír mientras la morena la cogía de la cintura y la guiaba hacia la puerta con una tímida sonrisa de satisfacción en los labios.
—Mañana por la noche saldremos las dos solas—masculló agarrándola con más fuerza mientras la guiaba hacia la puerta principal.
—¿Mañana? —preguntó confusa.
—Por tu cumpleaños. Te invito a cenar. Las dos solas.
Tras subir la escalinata de mármol Brittany se detuvo ante la gran puerta de
doble hoja y se giró para mirarlo a los ojos.
—No me vas a invitar a cenar. Ya has hecho bastante. No hace falta.
—Hace muchísima falta—respondió Santana con rotundidad—Quiero hacerlo. Es tu cumpleaños.
La puerta se abrió de par en par antes de que Brittany pudiera responder.
—¿Qué pasa, hermanita? Me alegra que hayas decidido venir a tu fiesta.
Brittany reconoció de inmediato a Quinn López-Fabray. Santana tenía razón: tenía la belleza típica de una estrella de cine. Iba vestida con un estilo parecido al de Santana y llevaba un vestido verde esmeralda, que prácticamente era del mismo color que sus ojos.
Parecía una diosa mitológica: rubio, sexy…, pero a Brittany no le parecía ni la mitad de atractiva que Santana; desde un punto de vista objetivo Quinn tenía unos rasgos muy estéticos y un cuerpo espectacular, pero… no le llegaba ni a la suela del zapato a su hermana menor.
Quinn dio un paso hacia atrás y les indicó con la mano que pasaran. Brittany notó cómo le pasaba revista, cómo la analizaba para tratar de encasillarla.
Mientras cruzaba el vestíbulo de mármol se preguntó qué le habría contado Santana de ella.
—Brittany, este es mi hermana Quinn—los presentó sin formalidades antes de coger la chaqueta que Brittany se estaba quitando.
Un hombre mayor —un mayordomo, era obvio— retiró la americana del brazo de Santana.
—Vaya, hermanita, ahora entiendo por qué últimamente no te he visto el pelo—bromeó Quinn en voz baja.
Brittany estiró el brazo con educación.
—Es un placer conocerte, Quinn. Tu mamá me ha hablado mucho de ti.
—Lo mismo digo—una mano agarró la de Brittany. El apretón de manos duró un poco más de lo normal—Mi mamá también me ha hablado mucho de ti. Todo cosas buenas, claro—respondió Quinn con una sonrisa de oreja a oreja y un tono convincente.
«Se le da bien. Ahora entiendo por qué Maribel dice que cautiva a todo el mundo. Es una pena que su sonrisa no alcance el brillo de sus ojos».
Brittany tiró del brazo para zafarse de su mano y lo dejó caer a un costado.
—Coman, beban, diviértanse…—sugirió Quinn con efusividad mientras daba unas palmaditas en la espalda a Santana—Feliz cumpleaños, hermanita.
—Gracias por la fiesta—refunfuñó Santana fulminándola con una mirada en
plan «Te la devolveré».
Tras lanzarle esa mirada que solo puedes dedicar a un hermana Santana empujó a Brittany hacia la muchedumbre que comía en el salón.
—Me quieres y lo sabes—el tono de Quinn era burlón y arrogante al mismo
tiempo.
—Hoy no—renegó Santana.
Quinn soltó una carcajada traviesa antes de dirigirse a un grupo de invitados
que le hacían gestos para que se acercara.
—Menuda cabrona—murmuró Santana irritada.
Brittany puso los ojos en blanco mientras se reía por dentro.
—Es tu hermana, San.
—Hoy no—repitió acariciándole la espalda, mientras la empujaba hacia las mesas repletas de exquisitos canapés y bebidas.
La casa de Quinn era impresionante.
La llamativa decoración en blanco aportaba gran luminosidad y hacía que el espacio, grande de por sí, pareciera aún más amplio y elegante.
La ropa que llevaban los invitados y la comodidad con la que charlaban en aquel entorno tan suntuoso dejaban patente su estatus y su riqueza.
Brittany intentó que no se notara mucho que prácticamente era una indigente, pero le costaba no mirar boquiabierta todo lo que había alrededor.
Las mujeres, ataviadas con diamantes y piedras preciosas, tenían pinta de estiradas.
Los hombres, que olían a dinero y poder, se agrupaban en círculos en los que, con toda probabilidad, se hablaba de negocios o de fútbol.
Santana se acercó a un gran bufé que reponían constantemente unos camareros en silencio y llenó dos platos con canapés elaborados.
Brittany fue a coger servilletas, pero estaban dobladas con tal precisión que prácticamente se sintió culpable por descolocarlas. Frunció el ceño al darse cuenta de que los platos eran de porcelana fina.
A ella le daría mucha rabia tener que lavar toda esa vajilla y se preguntó cuántos lavaplatos serían necesarios para limpiar todo aquello cuando concluyera la fiesta.
¿Es que los ricos no habían oído hablar de las servilletas y los platos de papel?
Una vez que se hubieron situado en un lugar tranquilo Brittany se dispuso a comer y, aunque no tenía ni la menor idea de lo que se estaba llevando a la boca, no hizo ascos.
Ni mucho menos.
Cada bocado que daba se le derretía en la boca y, cuando acabó con el último manjar, se lamió los labios temiendo que le quedaran migas por la cara.
—Madre mía, estaba todo delicioso—comentó agradecida mientras le entregaba el plato vacío a un camarero.
—¿Desea que le traiga algo más, señorita?—preguntó con cortesía el camarero.
—No, gracias. Estoy llena—sonrió al hombrecillo, que respondió inclinando la cabeza antes de marcharse.
Santana, que ya se había deshecho de su plato, cogió dos copas de champán de la bandeja de una camarera.
—Eso es lo que me encanta de ti —susurró dándole la copa.
—¿El qué?—la miró sorprendida antes de coger la copa. Pegó un sorbito al champán para decidir si le gustaba o no.
Era seco, pero no estaba mal.
—Disfrutas con la comida. Ni le haces ascos ni comes como un pajarito. Cuando te miro casi me da envidia. Se nota que gozas cuando la comida es buena—respondió antes de pegarle un buen trago a la copa—Verte comer es una experiencia erótica.
Brittany se encogió de hombros mientras inclinaba la copa.
—Cuando no tienes una despensa inagotable ni sabes cuándo será la próxima vez que podrás llevarte un bocado a la boca, aprendes a valorar el sabor de la comida.
—¿Comer siempre será una experiencia orgásmica para ti?—preguntó como quien no quiere la cosa, pero con un brillo especial en los ojos.
Intentó reprimir la sonrisa con todas sus fuerzas, pero en cuanto la miró a los ojos sus labios se curvaron.
—Seguramente.
—¡Santana!—una voz masculina de tenor cruzó la sala y los dos se giraron para ver a un hombre de mediana edad con un brazo en alto que trataba de llamar la atención de Santana.
—Date una vuelta, cumpleañera. Eres la invitada de honor—le dijo Brittany sonriendo—Voy a acercarme a hablar un rato con tu mamá.
Aunque la morena no mostró mucho entusiasmo, se alejó de ella y se dirigió hacia el hombre que seguía agitando los brazos para saludarla.
Bebió otro sorbo y observó cómo Santana avanzaba por la sala, saludando a gente con una sonrisa encantadora.
Quizá no tuviera el carisma de Quinn, pero se las apañaba bastante bien.
No mostraba rastro alguno de incomodidad codeándose con esa gente. De hecho, iba de grupo en grupo charlando y manteniendo conversaciones triviales como si fuera lo más natural del mundo.
«Porque para ella lo es. Puede que no le gusten los eventos sociales, pero es capaz de seguir el rollo».
No lograba despegar la mirada de Santana.
Le fascinaba descubrir una faceta que no había visto hasta ese momento.
Santana tenía muchas capas, una personalidad llena de matices.
Se esforzó por dejar de mirarla embobada y empezó a buscar a Maribel, a quien encontró junto al bufé.
Estuvieron hablando un rato hasta que se llevaron a su amiga.
Como no quería que se notara que no conocía a nadie más, se acercó a unas puertas ornamentadas, convencida de que darían al exterior y de que la vista sería espectacular.
En una terraza sobre un jardín se sentaban varios invitados en mesitas al resguardo de curiosos.
No todas se encontraban ocupadas.
Estaba empezando a oscurecer y se había levantado cierta brisa, pero Brittany llevaba tanto tiempo dentro de aquella casa abarrotada que le sentó bien un poco de aire fresco.
Respiró hondo al salir.
Bajo las escaleras nacía un caminito de adoquines que parecía conducir a un embarcadero. Justo antes de decidirse a bajar oyó una conversación que la hizo detenerse en seco.
—Pensé que podríamos pasar un rato juntos, Santana. He visto una pulsera de diamantes divina y me encantaría tenerla—la voz femenina tenía un deje fingido y afectado.
Brittany esperaba no ver a la Santana que prácticamente le acababa de dejar sin aliento en un ascensor, pero necesitaba saberlo, así que se armó de valor y giró la cabeza despacio.
Al ver la espalda, el pelo oscuro y vestido que sabía que llevaba Santana se le cortó la respiración.
Estaba de espaldas a ella a pocos metros.
Unos brazos estilizados le rodeaban el cuello y unas uñas de manicura se apoyaban con naturalidad sobre su nuca.
—Me han hablado del tipo de tratos… que ofreces. Esperaba que pudiéramos llegar a un acuerdo—la edulcorada voz resultaba muy seductora y las manos de la mujer se paseaban por los hombros de Santana como si fueran suyos.
Brittany empezó a sentir náuseas y se alejó de la pareja sin hacer ruido.
No quería que Santana la viera ni que la mujer anónima pensara que las estaba espiando aunque probablemente le daría igual.
Aquella rubia era como un gato clavando las uñas en una presa y no dejaría que la distrajeran de su objetivo.
Aunque la luz no era tan intensa como en el interior de la casa a Brittany le bastó una mirada fugaz para darse cuenta de que la mujer que Santana tenía entre los brazos era todo lo que ella no era.
Es decir…, tan estupenda que daban ganas de vomitar.
Brittany era incapaz de moverse o de reaccionar; tenía los ojos pegados a la pareja y sus pies parecían estar enterrados en cemento.
Oyó susurrar algo a la mujer, pero no pudo descifrar lo que decía. Los labios rojo pasión esbozaron una sonrisa calculada antes de que la rubia agarrara a Santana por la nuca y la acercara a su boca.
Con el corazón a cien por hora Brittany bajó los escalones más rápido de lo que sus delicados tacones de aguja se lo permitían.
Necesitaba escapar cuanto antes de la escena digna de una película de terror que se acababa de proyectar ante sus ojos.
Como los tacones se le enganchaban en los adoquines del camino, se quitó los zapatos sin apenas detenerse y continuó avanzando con ellos en la mano.
«Respira. Concéntrate en respirar».
Llegó al embarcadero jadeando y con el estómago revuelto. Se aferró a la barandilla de madera para recuperar el equilibrio y trató por todos los medios de normalizar la alterada respiración.
«Respira. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. No pasa nada. No pasa nada».
La vida sexual de Santana López no era asunto suyo.
No tenía ningún compromiso con ella y, visto lo visto, la morena con ella menos.
Se habían acostado sin ataduras.
«Inhala. Exhala. Inhala. Exhala otra vez».
Logró volver a respirar con normalidad, pero seguía sintiendo náuseas.
Ahora entendía por qué Santana nunca había tenido novia. Había un sinfín de mujeres haciendo cola para entretenerla… a cambio de algo.
¿Un acuerdo?
¿En serio?
Ahora entendía que Santana nunca hubiera tenido una relación larga.
Las mujeres la utilizaban y la morena las utilizaba a ellas.
El estómago le dio otro vuelco y se agarró con más fuerza a la madera.
«Olvídala. No importa».
No debería importarle…, pero le importaba.
Le dolía que Santana estuviera negociando un acuerdo para follarse a otra mujer cuando estaba tonteando con ella.
Es más, hacía apenas unas horas que habían echado un polvo increíble. O eso pensaba.
Quizá solo había sido decisivo para ella.
Quizá la morena echaba de menos atar a las mujeres, tenerlas indefensas con los ojos vendados.
Quizá es eso lo que necesitaba.
«¿Pensabas que eras alguien especial? ¿La mujer que ayudaría a Santana a librarse de las inseguridades del pasado? Quizá no tiene ninguna. Quizá le gusta vivir así. Quizá lo que pasa es que eres tonta de remate y no sabes entender a una playgirl multimillonaria que puede comprar a la mujer que desee».
Sus pensamientos eran un torbellino que la martirizaba y acabó preguntándose si todo lo que hasta ahora había visto en Santana no era más que un castillo en el aire, una falacia que ella misma se había inventado, una mujer que se había imaginado.
«En el fondo no piensas así».
—El problema es… que ya no sé qué pensar—murmuró para sí misma con
voz temblorosa.
Todas sus ilusiones se habían desvanecido y ya no tenía ni idea de qué pensar.
Había confiado en Santana, la había tomado por una mujer decente con un pasado oscuro, pero su comportamiento la había dejado hecha un lío, se sentía humillada y devastada.
Con la mirada perdida en las luces que parpadeaban en las ondas del agua se frotó los brazos para que dejaran de temblar.
¿Cómo lograría borrar la imagen de Santana besando a un pibón descerebrado, a una mujer tan perfecta que Brittany no entendía qué había visto Santana en ella?
Pestañeó y una lágrima le cayó en silencio por la mejilla.
Lo más probable es que jamás la olvidara.
Esa escena, la sensación de traición y el terrible dolor se quedarían con ella durante un tiempo.
Brittany permaneció ensimismada en sus pensamientos como una sombra inmóvil en el embarcadero.
Había dejado de tener frío.
Ojalá no tuviera que volver a la fiesta ni enfrentarse a la realidad.
Pero lo haría.
Tenía que hacerlo.
Aunque la evitaría todo el tiempo que fuera posible.
Cuando Blaine detuvo el coche en la glorieta que daba acceso a la entrada principal de la residencia palaciega, Brittany estaba tan atónita que le costaba cerrar la boca.
—Es… espectacular—le susurró a Santana cuando este la cogió de la mano
para ayudarla a salir del coche.
—¿Ahora entiendes por qué no he traído el coche?—preguntó con desgana observando la gran cantidad de ostentosos vehículos que estaban aparcados en fila.
—Atrae a las masas, señorita López—le susurró Brittany al oído mientras recorría con los ojos su rostro—Feliz cumpleaños. Tengo un regalo para ti, pero te lo daré luego.
Se le iluminó la cara con una sonrisa traviesa y picarona mientras le dedicaba una mirada fogosa.
—Pensé que ya me lo habías dado anoche. Y otro hace un rato.
—¡San!
Se negaba a volver a sonrojarse.
No lo haría.
Por supuesto que no.
Era una mujer adulta y madura, y no se escandalizaría por una simple indirecta.
Por el amor de Dios, si ya casi era enfermera, una profesional acostumbrada a ver el cuerpo humano vestido y sin vestir. No era ninguna jovencita y le enfurecía que Santana pudiera hacerla sentir como tal.
—Vale, vale… Pero, si quieres volver a hacerlo, yo no opondré resistencia. De hecho, podemos volver a casa ahora y…
—Entra ahora mismo, cumpleañera—se echó a reír mientras la morena la cogía de la cintura y la guiaba hacia la puerta con una tímida sonrisa de satisfacción en los labios.
—Mañana por la noche saldremos las dos solas—masculló agarrándola con más fuerza mientras la guiaba hacia la puerta principal.
—¿Mañana? —preguntó confusa.
—Por tu cumpleaños. Te invito a cenar. Las dos solas.
Tras subir la escalinata de mármol Brittany se detuvo ante la gran puerta de
doble hoja y se giró para mirarlo a los ojos.
—No me vas a invitar a cenar. Ya has hecho bastante. No hace falta.
—Hace muchísima falta—respondió Santana con rotundidad—Quiero hacerlo. Es tu cumpleaños.
La puerta se abrió de par en par antes de que Brittany pudiera responder.
—¿Qué pasa, hermanita? Me alegra que hayas decidido venir a tu fiesta.
Brittany reconoció de inmediato a Quinn López-Fabray. Santana tenía razón: tenía la belleza típica de una estrella de cine. Iba vestida con un estilo parecido al de Santana y llevaba un vestido verde esmeralda, que prácticamente era del mismo color que sus ojos.
Parecía una diosa mitológica: rubio, sexy…, pero a Brittany no le parecía ni la mitad de atractiva que Santana; desde un punto de vista objetivo Quinn tenía unos rasgos muy estéticos y un cuerpo espectacular, pero… no le llegaba ni a la suela del zapato a su hermana menor.
Quinn dio un paso hacia atrás y les indicó con la mano que pasaran. Brittany notó cómo le pasaba revista, cómo la analizaba para tratar de encasillarla.
Mientras cruzaba el vestíbulo de mármol se preguntó qué le habría contado Santana de ella.
—Brittany, este es mi hermana Quinn—los presentó sin formalidades antes de coger la chaqueta que Brittany se estaba quitando.
Un hombre mayor —un mayordomo, era obvio— retiró la americana del brazo de Santana.
—Vaya, hermanita, ahora entiendo por qué últimamente no te he visto el pelo—bromeó Quinn en voz baja.
Brittany estiró el brazo con educación.
—Es un placer conocerte, Quinn. Tu mamá me ha hablado mucho de ti.
—Lo mismo digo—una mano agarró la de Brittany. El apretón de manos duró un poco más de lo normal—Mi mamá también me ha hablado mucho de ti. Todo cosas buenas, claro—respondió Quinn con una sonrisa de oreja a oreja y un tono convincente.
«Se le da bien. Ahora entiendo por qué Maribel dice que cautiva a todo el mundo. Es una pena que su sonrisa no alcance el brillo de sus ojos».
Brittany tiró del brazo para zafarse de su mano y lo dejó caer a un costado.
—Coman, beban, diviértanse…—sugirió Quinn con efusividad mientras daba unas palmaditas en la espalda a Santana—Feliz cumpleaños, hermanita.
—Gracias por la fiesta—refunfuñó Santana fulminándola con una mirada en
plan «Te la devolveré».
Tras lanzarle esa mirada que solo puedes dedicar a un hermana Santana empujó a Brittany hacia la muchedumbre que comía en el salón.
—Me quieres y lo sabes—el tono de Quinn era burlón y arrogante al mismo
tiempo.
—Hoy no—renegó Santana.
Quinn soltó una carcajada traviesa antes de dirigirse a un grupo de invitados
que le hacían gestos para que se acercara.
—Menuda cabrona—murmuró Santana irritada.
Brittany puso los ojos en blanco mientras se reía por dentro.
—Es tu hermana, San.
—Hoy no—repitió acariciándole la espalda, mientras la empujaba hacia las mesas repletas de exquisitos canapés y bebidas.
La casa de Quinn era impresionante.
La llamativa decoración en blanco aportaba gran luminosidad y hacía que el espacio, grande de por sí, pareciera aún más amplio y elegante.
La ropa que llevaban los invitados y la comodidad con la que charlaban en aquel entorno tan suntuoso dejaban patente su estatus y su riqueza.
Brittany intentó que no se notara mucho que prácticamente era una indigente, pero le costaba no mirar boquiabierta todo lo que había alrededor.
Las mujeres, ataviadas con diamantes y piedras preciosas, tenían pinta de estiradas.
Los hombres, que olían a dinero y poder, se agrupaban en círculos en los que, con toda probabilidad, se hablaba de negocios o de fútbol.
Santana se acercó a un gran bufé que reponían constantemente unos camareros en silencio y llenó dos platos con canapés elaborados.
Brittany fue a coger servilletas, pero estaban dobladas con tal precisión que prácticamente se sintió culpable por descolocarlas. Frunció el ceño al darse cuenta de que los platos eran de porcelana fina.
A ella le daría mucha rabia tener que lavar toda esa vajilla y se preguntó cuántos lavaplatos serían necesarios para limpiar todo aquello cuando concluyera la fiesta.
¿Es que los ricos no habían oído hablar de las servilletas y los platos de papel?
Una vez que se hubieron situado en un lugar tranquilo Brittany se dispuso a comer y, aunque no tenía ni la menor idea de lo que se estaba llevando a la boca, no hizo ascos.
Ni mucho menos.
Cada bocado que daba se le derretía en la boca y, cuando acabó con el último manjar, se lamió los labios temiendo que le quedaran migas por la cara.
—Madre mía, estaba todo delicioso—comentó agradecida mientras le entregaba el plato vacío a un camarero.
—¿Desea que le traiga algo más, señorita?—preguntó con cortesía el camarero.
—No, gracias. Estoy llena—sonrió al hombrecillo, que respondió inclinando la cabeza antes de marcharse.
Santana, que ya se había deshecho de su plato, cogió dos copas de champán de la bandeja de una camarera.
—Eso es lo que me encanta de ti —susurró dándole la copa.
—¿El qué?—la miró sorprendida antes de coger la copa. Pegó un sorbito al champán para decidir si le gustaba o no.
Era seco, pero no estaba mal.
—Disfrutas con la comida. Ni le haces ascos ni comes como un pajarito. Cuando te miro casi me da envidia. Se nota que gozas cuando la comida es buena—respondió antes de pegarle un buen trago a la copa—Verte comer es una experiencia erótica.
Brittany se encogió de hombros mientras inclinaba la copa.
—Cuando no tienes una despensa inagotable ni sabes cuándo será la próxima vez que podrás llevarte un bocado a la boca, aprendes a valorar el sabor de la comida.
—¿Comer siempre será una experiencia orgásmica para ti?—preguntó como quien no quiere la cosa, pero con un brillo especial en los ojos.
Intentó reprimir la sonrisa con todas sus fuerzas, pero en cuanto la miró a los ojos sus labios se curvaron.
—Seguramente.
—¡Santana!—una voz masculina de tenor cruzó la sala y los dos se giraron para ver a un hombre de mediana edad con un brazo en alto que trataba de llamar la atención de Santana.
—Date una vuelta, cumpleañera. Eres la invitada de honor—le dijo Brittany sonriendo—Voy a acercarme a hablar un rato con tu mamá.
Aunque la morena no mostró mucho entusiasmo, se alejó de ella y se dirigió hacia el hombre que seguía agitando los brazos para saludarla.
Bebió otro sorbo y observó cómo Santana avanzaba por la sala, saludando a gente con una sonrisa encantadora.
Quizá no tuviera el carisma de Quinn, pero se las apañaba bastante bien.
No mostraba rastro alguno de incomodidad codeándose con esa gente. De hecho, iba de grupo en grupo charlando y manteniendo conversaciones triviales como si fuera lo más natural del mundo.
«Porque para ella lo es. Puede que no le gusten los eventos sociales, pero es capaz de seguir el rollo».
No lograba despegar la mirada de Santana.
Le fascinaba descubrir una faceta que no había visto hasta ese momento.
Santana tenía muchas capas, una personalidad llena de matices.
Se esforzó por dejar de mirarla embobada y empezó a buscar a Maribel, a quien encontró junto al bufé.
Estuvieron hablando un rato hasta que se llevaron a su amiga.
Como no quería que se notara que no conocía a nadie más, se acercó a unas puertas ornamentadas, convencida de que darían al exterior y de que la vista sería espectacular.
En una terraza sobre un jardín se sentaban varios invitados en mesitas al resguardo de curiosos.
No todas se encontraban ocupadas.
Estaba empezando a oscurecer y se había levantado cierta brisa, pero Brittany llevaba tanto tiempo dentro de aquella casa abarrotada que le sentó bien un poco de aire fresco.
Respiró hondo al salir.
Bajo las escaleras nacía un caminito de adoquines que parecía conducir a un embarcadero. Justo antes de decidirse a bajar oyó una conversación que la hizo detenerse en seco.
—Pensé que podríamos pasar un rato juntos, Santana. He visto una pulsera de diamantes divina y me encantaría tenerla—la voz femenina tenía un deje fingido y afectado.
Brittany esperaba no ver a la Santana que prácticamente le acababa de dejar sin aliento en un ascensor, pero necesitaba saberlo, así que se armó de valor y giró la cabeza despacio.
Al ver la espalda, el pelo oscuro y vestido que sabía que llevaba Santana se le cortó la respiración.
Estaba de espaldas a ella a pocos metros.
Unos brazos estilizados le rodeaban el cuello y unas uñas de manicura se apoyaban con naturalidad sobre su nuca.
—Me han hablado del tipo de tratos… que ofreces. Esperaba que pudiéramos llegar a un acuerdo—la edulcorada voz resultaba muy seductora y las manos de la mujer se paseaban por los hombros de Santana como si fueran suyos.
Brittany empezó a sentir náuseas y se alejó de la pareja sin hacer ruido.
No quería que Santana la viera ni que la mujer anónima pensara que las estaba espiando aunque probablemente le daría igual.
Aquella rubia era como un gato clavando las uñas en una presa y no dejaría que la distrajeran de su objetivo.
Aunque la luz no era tan intensa como en el interior de la casa a Brittany le bastó una mirada fugaz para darse cuenta de que la mujer que Santana tenía entre los brazos era todo lo que ella no era.
Es decir…, tan estupenda que daban ganas de vomitar.
Brittany era incapaz de moverse o de reaccionar; tenía los ojos pegados a la pareja y sus pies parecían estar enterrados en cemento.
Oyó susurrar algo a la mujer, pero no pudo descifrar lo que decía. Los labios rojo pasión esbozaron una sonrisa calculada antes de que la rubia agarrara a Santana por la nuca y la acercara a su boca.
Con el corazón a cien por hora Brittany bajó los escalones más rápido de lo que sus delicados tacones de aguja se lo permitían.
Necesitaba escapar cuanto antes de la escena digna de una película de terror que se acababa de proyectar ante sus ojos.
Como los tacones se le enganchaban en los adoquines del camino, se quitó los zapatos sin apenas detenerse y continuó avanzando con ellos en la mano.
«Respira. Concéntrate en respirar».
Llegó al embarcadero jadeando y con el estómago revuelto. Se aferró a la barandilla de madera para recuperar el equilibrio y trató por todos los medios de normalizar la alterada respiración.
«Respira. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. No pasa nada. No pasa nada».
La vida sexual de Santana López no era asunto suyo.
No tenía ningún compromiso con ella y, visto lo visto, la morena con ella menos.
Se habían acostado sin ataduras.
«Inhala. Exhala. Inhala. Exhala otra vez».
Logró volver a respirar con normalidad, pero seguía sintiendo náuseas.
Ahora entendía por qué Santana nunca había tenido novia. Había un sinfín de mujeres haciendo cola para entretenerla… a cambio de algo.
¿Un acuerdo?
¿En serio?
Ahora entendía que Santana nunca hubiera tenido una relación larga.
Las mujeres la utilizaban y la morena las utilizaba a ellas.
El estómago le dio otro vuelco y se agarró con más fuerza a la madera.
«Olvídala. No importa».
No debería importarle…, pero le importaba.
Le dolía que Santana estuviera negociando un acuerdo para follarse a otra mujer cuando estaba tonteando con ella.
Es más, hacía apenas unas horas que habían echado un polvo increíble. O eso pensaba.
Quizá solo había sido decisivo para ella.
Quizá la morena echaba de menos atar a las mujeres, tenerlas indefensas con los ojos vendados.
Quizá es eso lo que necesitaba.
«¿Pensabas que eras alguien especial? ¿La mujer que ayudaría a Santana a librarse de las inseguridades del pasado? Quizá no tiene ninguna. Quizá le gusta vivir así. Quizá lo que pasa es que eres tonta de remate y no sabes entender a una playgirl multimillonaria que puede comprar a la mujer que desee».
Sus pensamientos eran un torbellino que la martirizaba y acabó preguntándose si todo lo que hasta ahora había visto en Santana no era más que un castillo en el aire, una falacia que ella misma se había inventado, una mujer que se había imaginado.
«En el fondo no piensas así».
—El problema es… que ya no sé qué pensar—murmuró para sí misma con
voz temblorosa.
Todas sus ilusiones se habían desvanecido y ya no tenía ni idea de qué pensar.
Había confiado en Santana, la había tomado por una mujer decente con un pasado oscuro, pero su comportamiento la había dejado hecha un lío, se sentía humillada y devastada.
Con la mirada perdida en las luces que parpadeaban en las ondas del agua se frotó los brazos para que dejaran de temblar.
¿Cómo lograría borrar la imagen de Santana besando a un pibón descerebrado, a una mujer tan perfecta que Brittany no entendía qué había visto Santana en ella?
Pestañeó y una lágrima le cayó en silencio por la mejilla.
Lo más probable es que jamás la olvidara.
Esa escena, la sensación de traición y el terrible dolor se quedarían con ella durante un tiempo.
Brittany permaneció ensimismada en sus pensamientos como una sombra inmóvil en el embarcadero.
Había dejado de tener frío.
Ojalá no tuviera que volver a la fiesta ni enfrentarse a la realidad.
Pero lo haría.
Tenía que hacerlo.
Aunque la evitaría todo el tiempo que fuera posible.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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