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[Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
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monica.santander
Tati.94
claudia1988
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FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
Santana daba vueltas en la sala de informática como un tigre enjaulado.
Sabía que seguramente era un poco exagerado pensar que Brittany la iba a abandonar, pero en ese momento no estaba siendo racional precisamente.
Durante un rato se había encontrado mejor, ya que su hermana Quinn le había hecho entrar en razón, pero después había recibido un mensaje de Brittany diciéndole que llegaría a casa más tarde de lo normal, y eso había vuelto a disparar las alarmas y a ponerla de los nervios.
La forma en la que Brittany había contestado a sus mensajes —con respuestas de lo más evasivas— no la había tranquilizado en absoluto.
Lo único que la consolaba un poco era que le había enviado un mensaje para decirle que la quería: «Te quiero muchísimo. No tardaré en volver a casa».
Santana se detuvo para leer de nuevo el mensaje con la esperanza de que la animara un poco y le quitara los malos rollos de la cabeza.
Quizá lo habría logrado si en ese momento no hubiera visto por el rabillo del ojo el maldito acuerdo prenupcial.
«Si esto es lo que quiere, quizá debería firmarlo y santas pascuas. ¿Qué más da? ¿Qué importancia tiene un estúpido trozo de papel?».
Siempre cuidaría de Brittany, hubiera contrato de por medio o no.
Santana cogió el acuerdo de la mesa y lo hojeó. Apretó los dientes, cogió un bolígrafo y firmó utilizando más fuerza de la necesaria. Tiró el boli sobre los papeles y masculló:
—¡Hala! Ya está. El mundo no se termina por que haya firmado esa gilipollez.
No pensaba dejarla en la vida y removería cielo y tierra para que la rubia no la abandonara.
Esos asquerosos papeles cogerían polvo en el despacho de algún picapleitos mientras Santana pasaba la vida junto a la mujer que amaba.
—Lo único que quiero es que sea feliz—susurró con rabia, esperando que esa firma aliviara la tristeza de Brittany.
La forma en que se estaba comportando últimamente la estaba volviendo loca.
A pesar de lo dura que había sido la vida con ella su chica era una persona serena, optimista y positiva, por lo que siempre estaba sonriendo y las pocas veces que no lo hacía Santana lo pasaba fatal.
Si lo que necesitaba para quedarse tranquila era un acuerdo prenupcial, firmaría todos los que quisiera.
Obviamente no le hacía gracia que Brittany tuviera dudas sobre su relación y que se planteara una separación en el futuro, pero haría todo lo que estuviera en su mano para convencerla de que estaba equivocada.
Quizá lo único que necesitaba era tiempo.
Brittany le había dado muchísimas cosas ese último año, pero las más importantes eran su apoyo y su amor incondicional.
Si la rubia era capaz de aguantarla cuando se ponía gruñona e irascible —y casi siempre sin quejarse—, ella podía firmar un absurdo papel.
—Debería haberlo hecho antes—comentó en voz baja, enfadada consigo misma por haber discutido tanto por un tema tan trivial.
Sabía lo mucho que afectaba a Brittany la diferencia económica que existía entre ellas. Esperaba que lo superara y que empezara a hacerse a la idea de que todo lo que era suyo también le pertenecía a ella, pero suponía que aún no había llegado ese momento.
—¿El qué?
La aterciopelada voz le rozó con suavidad la espalda como una tela de seda fina.
Santana se dio media vuelta y se quedó embelesada contemplando a la mujer que amaba mientras el corazón se le aceleraba.
—Debería haber firmado el documento cuando me lo pediste en lugar de haberte echado la bronca—le explicó con voz ronca mientras sentía la apremiante necesidad de rodear con los brazos aquel uniforme de enfermera color rosa bebé para sentir junto a su piel la cálida suavidad de Brittany.
Como llevaba zapatillas de deporte, rodeó la mesa sin hacer ruido y, al coger los papeles, el bolígrafo con el que Santana había firmado los documentos rodó por el escritorio.
—¿Lo has firmado?—parecía sorprendida, atónita.
—Sí. Siento lo que te dije.
Y Santana lo sentía de verdad; más de lo que era capaz de expresar, ya que nunca se le habían dado bien los discursos elocuentes ni elegir las palabras adecuadas para Brittany.
La verdad era que se pasaba la mayor parte del tiempo obsesionada con poseerla o con protegerla.
La ternura y las palabras dulces no eran precisamente su punto fuerte.
La mirada de Brittany se dirigió a su rostro para examinarla con detenimiento como quien busca algo.
—¿Por qué? Pensé que no querías.
—Y no quiero—se encogió de hombros—Pero deseo que seas feliz y sé que el tema del dinero te molesta—la fulminó con una oscura mirada—Lo he firmado por ti. Pero no me vas a dejar aunque lo haya hecho. En la vida.
Jamás usarían esos papeles ni tendrían importancia alguna.
Para Santana aquellos documentos no eran más que una triste forma de malgastar árboles.
Brittany esbozó una sonrisa y, sin dejar de mirarla a los ojos, cogió el acuerdo y lo rompió en dos.
Y después otra vez.
Y otra vez.
—Tienes razón. No te voy a dejar. Al menos no mientras me ames.
A Santana se le aceleró el pulso y repuso:
—Te amaré mientras me lata el corazón. ¿Por qué lo has hecho?—preguntó contemplando los trocitos de papel desperdigados por la mesa.
—Porque jamás debí permitir que el dinero se interpusiera entre nosotras. Lo siento, San. Lo siento de veras—se le quebró la voz mientras rodeaba el escritorio para lanzarse a sus brazos.
Santana la abrazó con fuerza y cerró los ojos con alivio, extasiada por tenerla tan cerca. La besó en la sien y en la mejilla, apretándola contra su piel, pero sin llegar a aplastarla.
—No debí decir lo que dije.
—No, soy yo la que te he hecho daño por culpa de mis inseguridades. Nunca has dejado que el dinero sea un problema entre nosotras y yo tampoco debí hacerlo. Tenías razón y yo me he equivocado—masculló apoyada en su pecho.
Santana posó con delicadeza la cabeza de Brittany en su hombro para que se apoyara con comodidad .
«Este es su sitio. Siempre lo será».
—Te quiero. Lo único que deseo es que vuelvas a ser feliz. Estás triste y no me gusta.
Brittany se retiró lo justo para poder mirarle a los ojos.
—No estoy triste. Estoy sensible.
—Bueno prefiero verte sensible en plan feliz que en plan triste—bramó antes de besarle con cariño la punta de la nariz.
La ojiazul la cogió de la barbilla con dulzura y respondió:
—Eres una mujer increíble, Santana López. Siempre te estás preocupando por que esté feliz y a salvo. Siempre dispuesto a sacrificarte por mí. Te quiero tanto que a veces me da miedo.
Santana le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma:
—Nunca he sacrificado nada por ti. Te quiero y tú puedes quererme todo lo que quieras. Te aseguro que no me quejaré—no pudo reprimir una sonrisa al pensar que jamás se cansaría de que le dijera lo mucho que la amaba aunque lo repitiera cien veces al día.
Brittany también esbozó una tímida sonrisa:
—Hoy he gastado dinero. Tu dinero. Esto…, o sea, nuestro dinero. He decidido que necesito un coche. O quizá un monovolumen. Y quiero una luna de miel larga. ¿Podemos coger el avión?
—Por supuesto. A donde tú quieras—«Gracias a Dios». Sonrió de oreja a oreja mientras preguntaba con picardía—¿Te ha dolido?
Brittany no tuvo que preguntar a qué se refería. Santana la entendía a la perfección.
—Muchísimo. Empecé buscando en las ofertas, pero no encontraba nada que me gustara, así que fui a los artículos de temporada.
—¡Au, eso duele!—«¡Adoro a esta mujer!»—¿Y qué tal fue?
—Bien. La mano solo me tembló un poquito al pasar la tarjeta de débito—admitió con desazón—Y luego me fui a hacerme la manicura y la pedicura. ¡Nunca me las había hecho! Fue… raro…, pero quería probarlo.
Santana rio mientras abrazaba a Brittany con fuerza. La pobre había tenido poquísimos caprichos en la vida y no había disfrutado de muchas de las cosas que ella misma como mujer hacían a diario sin darle la menor importancia.
—¿Qué has comprado?
—Alguna cosilla…, eh…, ropa. De talla grande—comentó en voz baja con nerviosismo.
—¿Te propones engordar?
A ella no le importaba.
Podía tener la talla que quisiera, lo único que ocurriría si metiera más carne a ese cuerpo serrano es que sus curvas serían aún más exuberantes.
—Temporalmente. Es que… ¡No lo soporto más! Será mejor que te lo diga de una vez—se retiró para colocarle una mano a cada lado de la cabeza y posó sus ojos pensativos en la mirada aún traviesa de Santana—Te quería dar un regalo y una sorpresa por todo lo que hemos vivido… y me sometí a un tratamiento para quedar embazara con tu óvulos…y funciono. Estoy embarazada. Vamos a tener un bebé. Por eso estoy tan sensible. Las hormonas se están apoderando de mi cerebro.
Santana se quedó boquiabierta, con cara de asombro y, con la mirada clavada en los ojos de Brittany, empezó a mover la boca sin pronunciar sonido alguno.
«¿Embarazada? ¿Va a tener un bebé?».
Las emociones se le empezaron a agolpar en su interior una tras otra.
Miedo.
Felicidad.
Ansiedad.
Y una sana dosis de necesidad de poseerla.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Eran preguntas estúpidas, pero aun así le salieron de la boca, ya que en ese momento su cerebro iba más despacio que su corazón.
Brittany se echó a llorar, le caían lagrimones por las mejillas mientras se le retorcía la cara de remordimiento.
—Lo siento. Debí pensar mejor las cosas o pensar en otra cosa. Pero un día me acorde que me contaste que tenías guardado tus óvulos para cuando quisieras ser mamá… y bueno, solo lo hice. Tendría que haber pensado mejor las cosas. Tengo los papeles que explican todo para que los veas…sé que ahora mismo no quieres ser mamá, pero es que ya adoro a nuestro bebé…
«Nuestro bebé. Nuestro. Un bebé».
Sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho, la abrazó con todas sus fuerzas mientras la mecía con delicadeza.
—Chsss… No necesito ver nada, confió en ti. Todo saldrá bien. Yo…, ¡madre mía! ¡Voy a ser mamá!—sintió un torbellino de júbilo en su interior y se le hinchó el corazón de tal modo que tuvo la sensación de que le iba a estallar.
—Lo siento—se lamentó apoyada en su hombro.
—No lo sientas, cariño. No es por tu culpa. ¿Estás preparada para ser mamá?—tartamudeó al final de la frase, ya que todavía no se creía que estuviera embarazada de su hijo; un bebé que fuera como fuera había sido concebido con tanto amor que iba a explotar de orgullo.
Porque para que Brittany hubiera hecho para demostrar cuanto la quería era un gran acto de amor.
—Sí. Estoy loca por tenerlo, pero sé que tú no porque nunca has querido hablar del tema y lo único que has dicho al respecto es que quieres esperar—se sorbió la nariz y se acurrucó junto a la morena.
—No es que no quiera tener un hijo contigo. Es que no quiero que sufras tanto dolor ni que te ocurra nada. Es peligroso. Hay mujeres que mueren en el parto. Es más, pensaba ser yo la que se sometiera al tratamiento.
No soportaba la idea de que su rubia sufriera, fuera por la razón que fuera.
No se había dado cuenta hasta entonces de que con esa actitud había cortado las alas a Brittany, pero es que era incapaz de aceptar que tuviera que aguantar todo ese dolor para tener a su hijo.
Se estremeció solo con volver a pensarlo.
Las emociones libraron una batalla en su interior, ya que, aunque deseaba que fuera la mamá de sus hijos con un anhelo tan intenso que la estaba matando por dentro, la idea de que pudiera ocurrirle algo malo le hacía perder los estribos y volverse completamente loca.
Santana quería tenerla siempre protegida y no perderla de vista ni por un instante.
Quizá lo lograra.
Al menos la mayor parte del tiempo.
—No es peligroso, San. Nosotras damos a luz todos los días. La mayoría de dice que el dolor se te olvida en cuanto estrechas al bebé entre los brazos—dijo esperanzada y con la voz vacilante—¿No te importa?
—Sí que me importa, pero en el buen sentido.
Estaba molesta porque no lograba quitarse de la cabeza el dolor que sufriría Brittany.
Pensaba triplicarle la escolta, le gustara o no.
Su rubia estaba embarazada y eso la hacía más vulnerable.
—Quiero que sea niña rubia y de ojos azules—una bonita réplica de su rubia mamá—Tenemos que mudarnos a una casa en las afueras para que pueda jugar en el jardín. Y tener un perro. Bueno, lo que sea que la haga feliz. Tenemos que vivir en un barrio en el que haya buenos colegios. Será tan guapa como tú. No dejaré que salga con chicos o chicas hasta que tenga por lo menos treinta años—frunció el ceño al pensar en una persona poniendo la mano encima a su hija. Levantó la cabeza al oír la risa de Brittany, que se había apartado un poco para dedicarle una sonrisa.
—Yo quiero una morenita de ojitos oscuros. Una morenita dulce como su mami.
—Rubiecita de ojos azules.
—Morenita de ojos oscuros.
—Rubiecita de ojos azules—bufó.
Brittany suspiró.
—Que esté sano. Saltaré de alegría si nuestro bebé está sano y es feliz. Lo demás me da igual. Lo querremos mucho, sea niño o niña. Rubia o morena. De ojos azules u oscuros.
Santana sintió tal júbilo en su interior que pensó que no lo podría soportar y, aunque seguía obsesionada con que Brittany no sufriera dolor alguno, notó que se le humedecían los ojos.
—Yo también, mi vida. Me encantará tener un niño o una niña cualquier sea su color de pelo, piel u ojos. Solo espero que se parezca a ti. Amaré a ese bebé con locura y le daré todo lo que yo nunca tuve—«Una infancia estable y feliz. Equilibrio y amor»—¿Te encuentras bien? Has dicho que estabas sensible. ¿Estás enferma? Deberíamos ir a ver al médico. ¿Qué más tenemos que hacer? ¿Qué necesitas? Dímelo y te lo traeré—exigió con ansiedad y desesperación mientras un instinto visceral de protegerla le reconcomía por dentro.
Santana necesitaba entender cuanto antes los entresijos del embarazo y así descubrir lo que tenía que hacer Brittany para estar como un roble durante ese periodo.
¿No necesitábamos cosas cuando estábamos encinta?
¿Cosas especiales?
Madre mía, no tenía ni puñetera idea de lo que suponía un embarazo, pero necesitaba cambiar eso de inmediato.
¿Cómo iba a proteger a Brittany si no tenía ni idea de qué debía hacer para defenderla?
—Necesito tu cuerpazo y un helado gigante—respondió con voz seductora—Pero antes tengo que pegarme una ducha.
—¿A mí? ¿Me necesitas a mí? ¿Podemos hacerlo?
Cuando estábamos embarazadas podríamos tener sexo, ¿verdad?
Ay, madre, tenía que investigar todo eso cuanto antes.
—Claro que sí. Deberíamos hacerlo sin parar. Estoy cachonda a todas horas. Es por las hormonas—susurró mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
«Ay, Dios».
Con Brittany era incapaz de controlar sus instintos y la necesidad de unirse a ella hizo palpitar todo su ser.
—Deberíamos tener cuidado—respondió con la mente llena de pensamientos eróticos.
La cavernícola que llevaba dentro parecía querer ponerse al mando.
«Mi mujer. Embarazada. Mi bebé. Mía. Completamente mía».
—Necesito sexo apasionado. Hacerlo sin parar. Sexo sudoroso y desbocado—comentó Brittany con entusiasmo—Y, como tú serás la mamá también, espero que satisfagas mis necesidades.
Era cierto.
—¿Cómo de desbocado, exactamente? ¿Qué podemos hacer?
—Todo lo que se me antoje. Tan solo estoy de cinco semanas. Hay mujeres que durante el primer trimestre están cansadas, tienen náuseas o pierden el apetito sexual, pero yo no. Quiero que nos acostemos por lo menos cinco veces al día—se rozó con sensualidad contra su cuerpo mientras gemía—Que no te dé miedo hacer el amor conmigo. No es peligroso. Y te necesito. En todos los sentidos.
En ese momento a Santana le entraron ganas de saciar todas las necesidades de Brittany, de ponerle en bandeja todo lo que deseara.
—Yo cuidaré de ti, cariño. Toda la vida. Y tú siempre me contarás todo lo que sientas, ¿vale?
Si lo que deseaba era que la abrazara, que la idolatrara y que estuviera a su lado, lo haría encantada.
Puede que su bestia interior estuviera echando fuego por la manera en que Brittany seguía frotándose contra su cuerpo, pero las necesidades de su rubia siempre serían su prioridad.
—Ahora lo que quiero es una ducha. Y un orgasmo. Y helado—respondió zafándose de su abrazo y dirigiéndose hacia la puerta balanceando con sensualidad las caderas.
¿Cómo no iba a actuar como una maniaca posesiva si iba a casarse con la embarazada más sexy del planeta?
—Me apunto.
«Yo y mi cuerpo entero»[/i].
Fue tras Brittany y, cuando la alcanzó en el rellano, la abrazó por la espalda acariciándole la tripa, que todavía estaba como una tabla, y susurró:
—Te quiero. Pídeme lo que quieras y lo tendrás sin que te haga preguntas, sin negarme a nada.
El cuerpo de Brittany se relajó y se apoyó contra el de ella.
—¡Ya te lo he pedido!—se echó a reír y entrelazó los dedos con los de ella, que seguían protegiéndole el vientre—Lo único que deseo… es a ti. Estoy muy caprichosa. Ahora mismo soy otra persona. No te tomes nada de lo que digo o hago como algo personal. No es por ti. Es por las hormonas. Se están comiendo mi cerebro.
—Ponte caprichosa. Ponte gruñona. Ni siquiera te pediré que no llores.
Bueno…, al menos lo intentaría.
Esperaba que no le diera por llorar, porque, en tal caso, para cuando naciera el bebé Santana estaría hecha un asco.
—Pero no me pidas que no me preocupe, que no trate de protegerte ni que no me raye con tu felicidad o tu seguridad. No puedo evitarlo—refunfuñó apretándole los dedos.
—¿No te pondrás mandona?
Santana tragó saliva.
—No.
Bueno…, quizá con menos frecuencia.
—¿Ni exigente?
Eh…, podría contenerse, ¿no?
—No.
—¿Dominante? ¿Controladora?
¡Le estaba dando en todos sus puntos débiles!
—Lo intentaré—afirmó con sinceridad.
Brittany se echó a reír a mandíbula batiente.
Santana llevaba más de dos semanas sin oír semejante carcajada y el cautivador sonido le animó el corazón.
Se rio tan fuerte que acabó resoplando.
—Te doy veinticuatro horas. Esa forma de ser la llevas en el ADN. No podrías reprimirla ni un día—siguió riéndose mientras avanzaba hacia el dormitorio.
A Santana se le quedó la boca seca al ver que Brittany se quitaba la parte de arriba del uniforme revelando su suave y fina piel.
También se rio porque sabía que seguramente tenía razón, pero aun así lo intentaría por todos los medios.
—¡Una semana por lo menos!—gritó con arrogancia.
La risa de Brittany cobró fuerza y sonoridad y retumbó por el pasillo hasta llegar en forma de eco a los oídos de Santana, que sonrió de oreja a oreja.
La conocía demasiado bien.
Moviendo la cabeza, se dirigió a la cocina para servir un helado a su chica.
Sabía que seguramente era un poco exagerado pensar que Brittany la iba a abandonar, pero en ese momento no estaba siendo racional precisamente.
Durante un rato se había encontrado mejor, ya que su hermana Quinn le había hecho entrar en razón, pero después había recibido un mensaje de Brittany diciéndole que llegaría a casa más tarde de lo normal, y eso había vuelto a disparar las alarmas y a ponerla de los nervios.
La forma en la que Brittany había contestado a sus mensajes —con respuestas de lo más evasivas— no la había tranquilizado en absoluto.
Lo único que la consolaba un poco era que le había enviado un mensaje para decirle que la quería: «Te quiero muchísimo. No tardaré en volver a casa».
Santana se detuvo para leer de nuevo el mensaje con la esperanza de que la animara un poco y le quitara los malos rollos de la cabeza.
Quizá lo habría logrado si en ese momento no hubiera visto por el rabillo del ojo el maldito acuerdo prenupcial.
«Si esto es lo que quiere, quizá debería firmarlo y santas pascuas. ¿Qué más da? ¿Qué importancia tiene un estúpido trozo de papel?».
Siempre cuidaría de Brittany, hubiera contrato de por medio o no.
Santana cogió el acuerdo de la mesa y lo hojeó. Apretó los dientes, cogió un bolígrafo y firmó utilizando más fuerza de la necesaria. Tiró el boli sobre los papeles y masculló:
—¡Hala! Ya está. El mundo no se termina por que haya firmado esa gilipollez.
No pensaba dejarla en la vida y removería cielo y tierra para que la rubia no la abandonara.
Esos asquerosos papeles cogerían polvo en el despacho de algún picapleitos mientras Santana pasaba la vida junto a la mujer que amaba.
—Lo único que quiero es que sea feliz—susurró con rabia, esperando que esa firma aliviara la tristeza de Brittany.
La forma en que se estaba comportando últimamente la estaba volviendo loca.
A pesar de lo dura que había sido la vida con ella su chica era una persona serena, optimista y positiva, por lo que siempre estaba sonriendo y las pocas veces que no lo hacía Santana lo pasaba fatal.
Si lo que necesitaba para quedarse tranquila era un acuerdo prenupcial, firmaría todos los que quisiera.
Obviamente no le hacía gracia que Brittany tuviera dudas sobre su relación y que se planteara una separación en el futuro, pero haría todo lo que estuviera en su mano para convencerla de que estaba equivocada.
Quizá lo único que necesitaba era tiempo.
Brittany le había dado muchísimas cosas ese último año, pero las más importantes eran su apoyo y su amor incondicional.
Si la rubia era capaz de aguantarla cuando se ponía gruñona e irascible —y casi siempre sin quejarse—, ella podía firmar un absurdo papel.
—Debería haberlo hecho antes—comentó en voz baja, enfadada consigo misma por haber discutido tanto por un tema tan trivial.
Sabía lo mucho que afectaba a Brittany la diferencia económica que existía entre ellas. Esperaba que lo superara y que empezara a hacerse a la idea de que todo lo que era suyo también le pertenecía a ella, pero suponía que aún no había llegado ese momento.
—¿El qué?
La aterciopelada voz le rozó con suavidad la espalda como una tela de seda fina.
Santana se dio media vuelta y se quedó embelesada contemplando a la mujer que amaba mientras el corazón se le aceleraba.
—Debería haber firmado el documento cuando me lo pediste en lugar de haberte echado la bronca—le explicó con voz ronca mientras sentía la apremiante necesidad de rodear con los brazos aquel uniforme de enfermera color rosa bebé para sentir junto a su piel la cálida suavidad de Brittany.
Como llevaba zapatillas de deporte, rodeó la mesa sin hacer ruido y, al coger los papeles, el bolígrafo con el que Santana había firmado los documentos rodó por el escritorio.
—¿Lo has firmado?—parecía sorprendida, atónita.
—Sí. Siento lo que te dije.
Y Santana lo sentía de verdad; más de lo que era capaz de expresar, ya que nunca se le habían dado bien los discursos elocuentes ni elegir las palabras adecuadas para Brittany.
La verdad era que se pasaba la mayor parte del tiempo obsesionada con poseerla o con protegerla.
La ternura y las palabras dulces no eran precisamente su punto fuerte.
La mirada de Brittany se dirigió a su rostro para examinarla con detenimiento como quien busca algo.
—¿Por qué? Pensé que no querías.
—Y no quiero—se encogió de hombros—Pero deseo que seas feliz y sé que el tema del dinero te molesta—la fulminó con una oscura mirada—Lo he firmado por ti. Pero no me vas a dejar aunque lo haya hecho. En la vida.
Jamás usarían esos papeles ni tendrían importancia alguna.
Para Santana aquellos documentos no eran más que una triste forma de malgastar árboles.
Brittany esbozó una sonrisa y, sin dejar de mirarla a los ojos, cogió el acuerdo y lo rompió en dos.
Y después otra vez.
Y otra vez.
—Tienes razón. No te voy a dejar. Al menos no mientras me ames.
A Santana se le aceleró el pulso y repuso:
—Te amaré mientras me lata el corazón. ¿Por qué lo has hecho?—preguntó contemplando los trocitos de papel desperdigados por la mesa.
—Porque jamás debí permitir que el dinero se interpusiera entre nosotras. Lo siento, San. Lo siento de veras—se le quebró la voz mientras rodeaba el escritorio para lanzarse a sus brazos.
Santana la abrazó con fuerza y cerró los ojos con alivio, extasiada por tenerla tan cerca. La besó en la sien y en la mejilla, apretándola contra su piel, pero sin llegar a aplastarla.
—No debí decir lo que dije.
—No, soy yo la que te he hecho daño por culpa de mis inseguridades. Nunca has dejado que el dinero sea un problema entre nosotras y yo tampoco debí hacerlo. Tenías razón y yo me he equivocado—masculló apoyada en su pecho.
Santana posó con delicadeza la cabeza de Brittany en su hombro para que se apoyara con comodidad .
«Este es su sitio. Siempre lo será».
—Te quiero. Lo único que deseo es que vuelvas a ser feliz. Estás triste y no me gusta.
Brittany se retiró lo justo para poder mirarle a los ojos.
—No estoy triste. Estoy sensible.
—Bueno prefiero verte sensible en plan feliz que en plan triste—bramó antes de besarle con cariño la punta de la nariz.
La ojiazul la cogió de la barbilla con dulzura y respondió:
—Eres una mujer increíble, Santana López. Siempre te estás preocupando por que esté feliz y a salvo. Siempre dispuesto a sacrificarte por mí. Te quiero tanto que a veces me da miedo.
Santana le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma:
—Nunca he sacrificado nada por ti. Te quiero y tú puedes quererme todo lo que quieras. Te aseguro que no me quejaré—no pudo reprimir una sonrisa al pensar que jamás se cansaría de que le dijera lo mucho que la amaba aunque lo repitiera cien veces al día.
Brittany también esbozó una tímida sonrisa:
—Hoy he gastado dinero. Tu dinero. Esto…, o sea, nuestro dinero. He decidido que necesito un coche. O quizá un monovolumen. Y quiero una luna de miel larga. ¿Podemos coger el avión?
—Por supuesto. A donde tú quieras—«Gracias a Dios». Sonrió de oreja a oreja mientras preguntaba con picardía—¿Te ha dolido?
Brittany no tuvo que preguntar a qué se refería. Santana la entendía a la perfección.
—Muchísimo. Empecé buscando en las ofertas, pero no encontraba nada que me gustara, así que fui a los artículos de temporada.
—¡Au, eso duele!—«¡Adoro a esta mujer!»—¿Y qué tal fue?
—Bien. La mano solo me tembló un poquito al pasar la tarjeta de débito—admitió con desazón—Y luego me fui a hacerme la manicura y la pedicura. ¡Nunca me las había hecho! Fue… raro…, pero quería probarlo.
Santana rio mientras abrazaba a Brittany con fuerza. La pobre había tenido poquísimos caprichos en la vida y no había disfrutado de muchas de las cosas que ella misma como mujer hacían a diario sin darle la menor importancia.
—¿Qué has comprado?
—Alguna cosilla…, eh…, ropa. De talla grande—comentó en voz baja con nerviosismo.
—¿Te propones engordar?
A ella no le importaba.
Podía tener la talla que quisiera, lo único que ocurriría si metiera más carne a ese cuerpo serrano es que sus curvas serían aún más exuberantes.
—Temporalmente. Es que… ¡No lo soporto más! Será mejor que te lo diga de una vez—se retiró para colocarle una mano a cada lado de la cabeza y posó sus ojos pensativos en la mirada aún traviesa de Santana—Te quería dar un regalo y una sorpresa por todo lo que hemos vivido… y me sometí a un tratamiento para quedar embazara con tu óvulos…y funciono. Estoy embarazada. Vamos a tener un bebé. Por eso estoy tan sensible. Las hormonas se están apoderando de mi cerebro.
Santana se quedó boquiabierta, con cara de asombro y, con la mirada clavada en los ojos de Brittany, empezó a mover la boca sin pronunciar sonido alguno.
«¿Embarazada? ¿Va a tener un bebé?».
Las emociones se le empezaron a agolpar en su interior una tras otra.
Miedo.
Felicidad.
Ansiedad.
Y una sana dosis de necesidad de poseerla.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Eran preguntas estúpidas, pero aun así le salieron de la boca, ya que en ese momento su cerebro iba más despacio que su corazón.
Brittany se echó a llorar, le caían lagrimones por las mejillas mientras se le retorcía la cara de remordimiento.
—Lo siento. Debí pensar mejor las cosas o pensar en otra cosa. Pero un día me acorde que me contaste que tenías guardado tus óvulos para cuando quisieras ser mamá… y bueno, solo lo hice. Tendría que haber pensado mejor las cosas. Tengo los papeles que explican todo para que los veas…sé que ahora mismo no quieres ser mamá, pero es que ya adoro a nuestro bebé…
«Nuestro bebé. Nuestro. Un bebé».
Sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho, la abrazó con todas sus fuerzas mientras la mecía con delicadeza.
—Chsss… No necesito ver nada, confió en ti. Todo saldrá bien. Yo…, ¡madre mía! ¡Voy a ser mamá!—sintió un torbellino de júbilo en su interior y se le hinchó el corazón de tal modo que tuvo la sensación de que le iba a estallar.
—Lo siento—se lamentó apoyada en su hombro.
—No lo sientas, cariño. No es por tu culpa. ¿Estás preparada para ser mamá?—tartamudeó al final de la frase, ya que todavía no se creía que estuviera embarazada de su hijo; un bebé que fuera como fuera había sido concebido con tanto amor que iba a explotar de orgullo.
Porque para que Brittany hubiera hecho para demostrar cuanto la quería era un gran acto de amor.
—Sí. Estoy loca por tenerlo, pero sé que tú no porque nunca has querido hablar del tema y lo único que has dicho al respecto es que quieres esperar—se sorbió la nariz y se acurrucó junto a la morena.
—No es que no quiera tener un hijo contigo. Es que no quiero que sufras tanto dolor ni que te ocurra nada. Es peligroso. Hay mujeres que mueren en el parto. Es más, pensaba ser yo la que se sometiera al tratamiento.
No soportaba la idea de que su rubia sufriera, fuera por la razón que fuera.
No se había dado cuenta hasta entonces de que con esa actitud había cortado las alas a Brittany, pero es que era incapaz de aceptar que tuviera que aguantar todo ese dolor para tener a su hijo.
Se estremeció solo con volver a pensarlo.
Las emociones libraron una batalla en su interior, ya que, aunque deseaba que fuera la mamá de sus hijos con un anhelo tan intenso que la estaba matando por dentro, la idea de que pudiera ocurrirle algo malo le hacía perder los estribos y volverse completamente loca.
Santana quería tenerla siempre protegida y no perderla de vista ni por un instante.
Quizá lo lograra.
Al menos la mayor parte del tiempo.
—No es peligroso, San. Nosotras damos a luz todos los días. La mayoría de dice que el dolor se te olvida en cuanto estrechas al bebé entre los brazos—dijo esperanzada y con la voz vacilante—¿No te importa?
—Sí que me importa, pero en el buen sentido.
Estaba molesta porque no lograba quitarse de la cabeza el dolor que sufriría Brittany.
Pensaba triplicarle la escolta, le gustara o no.
Su rubia estaba embarazada y eso la hacía más vulnerable.
—Quiero que sea niña rubia y de ojos azules—una bonita réplica de su rubia mamá—Tenemos que mudarnos a una casa en las afueras para que pueda jugar en el jardín. Y tener un perro. Bueno, lo que sea que la haga feliz. Tenemos que vivir en un barrio en el que haya buenos colegios. Será tan guapa como tú. No dejaré que salga con chicos o chicas hasta que tenga por lo menos treinta años—frunció el ceño al pensar en una persona poniendo la mano encima a su hija. Levantó la cabeza al oír la risa de Brittany, que se había apartado un poco para dedicarle una sonrisa.
—Yo quiero una morenita de ojitos oscuros. Una morenita dulce como su mami.
—Rubiecita de ojos azules.
—Morenita de ojos oscuros.
—Rubiecita de ojos azules—bufó.
Brittany suspiró.
—Que esté sano. Saltaré de alegría si nuestro bebé está sano y es feliz. Lo demás me da igual. Lo querremos mucho, sea niño o niña. Rubia o morena. De ojos azules u oscuros.
Santana sintió tal júbilo en su interior que pensó que no lo podría soportar y, aunque seguía obsesionada con que Brittany no sufriera dolor alguno, notó que se le humedecían los ojos.
—Yo también, mi vida. Me encantará tener un niño o una niña cualquier sea su color de pelo, piel u ojos. Solo espero que se parezca a ti. Amaré a ese bebé con locura y le daré todo lo que yo nunca tuve—«Una infancia estable y feliz. Equilibrio y amor»—¿Te encuentras bien? Has dicho que estabas sensible. ¿Estás enferma? Deberíamos ir a ver al médico. ¿Qué más tenemos que hacer? ¿Qué necesitas? Dímelo y te lo traeré—exigió con ansiedad y desesperación mientras un instinto visceral de protegerla le reconcomía por dentro.
Santana necesitaba entender cuanto antes los entresijos del embarazo y así descubrir lo que tenía que hacer Brittany para estar como un roble durante ese periodo.
¿No necesitábamos cosas cuando estábamos encinta?
¿Cosas especiales?
Madre mía, no tenía ni puñetera idea de lo que suponía un embarazo, pero necesitaba cambiar eso de inmediato.
¿Cómo iba a proteger a Brittany si no tenía ni idea de qué debía hacer para defenderla?
—Necesito tu cuerpazo y un helado gigante—respondió con voz seductora—Pero antes tengo que pegarme una ducha.
—¿A mí? ¿Me necesitas a mí? ¿Podemos hacerlo?
Cuando estábamos embarazadas podríamos tener sexo, ¿verdad?
Ay, madre, tenía que investigar todo eso cuanto antes.
—Claro que sí. Deberíamos hacerlo sin parar. Estoy cachonda a todas horas. Es por las hormonas—susurró mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
«Ay, Dios».
Con Brittany era incapaz de controlar sus instintos y la necesidad de unirse a ella hizo palpitar todo su ser.
—Deberíamos tener cuidado—respondió con la mente llena de pensamientos eróticos.
La cavernícola que llevaba dentro parecía querer ponerse al mando.
«Mi mujer. Embarazada. Mi bebé. Mía. Completamente mía».
—Necesito sexo apasionado. Hacerlo sin parar. Sexo sudoroso y desbocado—comentó Brittany con entusiasmo—Y, como tú serás la mamá también, espero que satisfagas mis necesidades.
Era cierto.
—¿Cómo de desbocado, exactamente? ¿Qué podemos hacer?
—Todo lo que se me antoje. Tan solo estoy de cinco semanas. Hay mujeres que durante el primer trimestre están cansadas, tienen náuseas o pierden el apetito sexual, pero yo no. Quiero que nos acostemos por lo menos cinco veces al día—se rozó con sensualidad contra su cuerpo mientras gemía—Que no te dé miedo hacer el amor conmigo. No es peligroso. Y te necesito. En todos los sentidos.
En ese momento a Santana le entraron ganas de saciar todas las necesidades de Brittany, de ponerle en bandeja todo lo que deseara.
—Yo cuidaré de ti, cariño. Toda la vida. Y tú siempre me contarás todo lo que sientas, ¿vale?
Si lo que deseaba era que la abrazara, que la idolatrara y que estuviera a su lado, lo haría encantada.
Puede que su bestia interior estuviera echando fuego por la manera en que Brittany seguía frotándose contra su cuerpo, pero las necesidades de su rubia siempre serían su prioridad.
—Ahora lo que quiero es una ducha. Y un orgasmo. Y helado—respondió zafándose de su abrazo y dirigiéndose hacia la puerta balanceando con sensualidad las caderas.
¿Cómo no iba a actuar como una maniaca posesiva si iba a casarse con la embarazada más sexy del planeta?
—Me apunto.
«Yo y mi cuerpo entero»[/i].
Fue tras Brittany y, cuando la alcanzó en el rellano, la abrazó por la espalda acariciándole la tripa, que todavía estaba como una tabla, y susurró:
—Te quiero. Pídeme lo que quieras y lo tendrás sin que te haga preguntas, sin negarme a nada.
El cuerpo de Brittany se relajó y se apoyó contra el de ella.
—¡Ya te lo he pedido!—se echó a reír y entrelazó los dedos con los de ella, que seguían protegiéndole el vientre—Lo único que deseo… es a ti. Estoy muy caprichosa. Ahora mismo soy otra persona. No te tomes nada de lo que digo o hago como algo personal. No es por ti. Es por las hormonas. Se están comiendo mi cerebro.
—Ponte caprichosa. Ponte gruñona. Ni siquiera te pediré que no llores.
Bueno…, al menos lo intentaría.
Esperaba que no le diera por llorar, porque, en tal caso, para cuando naciera el bebé Santana estaría hecha un asco.
—Pero no me pidas que no me preocupe, que no trate de protegerte ni que no me raye con tu felicidad o tu seguridad. No puedo evitarlo—refunfuñó apretándole los dedos.
—¿No te pondrás mandona?
Santana tragó saliva.
—No.
Bueno…, quizá con menos frecuencia.
—¿Ni exigente?
Eh…, podría contenerse, ¿no?
—No.
—¿Dominante? ¿Controladora?
¡Le estaba dando en todos sus puntos débiles!
—Lo intentaré—afirmó con sinceridad.
Brittany se echó a reír a mandíbula batiente.
Santana llevaba más de dos semanas sin oír semejante carcajada y el cautivador sonido le animó el corazón.
Se rio tan fuerte que acabó resoplando.
—Te doy veinticuatro horas. Esa forma de ser la llevas en el ADN. No podrías reprimirla ni un día—siguió riéndose mientras avanzaba hacia el dormitorio.
A Santana se le quedó la boca seca al ver que Brittany se quitaba la parte de arriba del uniforme revelando su suave y fina piel.
También se rio porque sabía que seguramente tenía razón, pero aun así lo intentaría por todos los medios.
—¡Una semana por lo menos!—gritó con arrogancia.
La risa de Brittany cobró fuerza y sonoridad y retumbó por el pasillo hasta llegar en forma de eco a los oídos de Santana, que sonrió de oreja a oreja.
La conocía demasiado bien.
Moviendo la cabeza, se dirigió a la cocina para servir un helado a su chica.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Wow bebé en camino! Jajajaja San se volverá mas protectora con Britt jaja no creo que logre controlarse por mucho y pues a cumplirle todos los caprichos y antojos ;)
Y espero que las cosas entre Q y Rach se arreglen!
Y espero que las cosas entre Q y Rach se arreglen!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,..
combinación perfecta sexo y helado,..!! jajaja
san va a tener que tener energía de sobra si britt la va a quiere todo el dia!!!
super babas va a andar san con el pulpito!!!
nos vemos!!!
combinación perfecta sexo y helado,..!! jajaja
san va a tener que tener energía de sobra si britt la va a quiere todo el dia!!!
super babas va a andar san con el pulpito!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Que maravilla, san lo tomo de lo mejor, ahora a ver como se pone Britt con ese embarazo mas adelante!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
JVM escribió:Wow bebé en camino! Jajajaja San se volverá mas protectora con Britt jaja no creo que logre controlarse por mucho y pues a cumplirle todos los caprichos y antojos ;)
Y espero que las cosas entre Q y Rach se arreglen!
Hola, si! aii q emoción ajjaajajajaja. XD ajajajajajaj te creo! jajajajaja intentara ser protectora con ambos, pero ell@s saldrán ganando igual ajajajajaja. Espero lo mismo =/ Saludos =D
3:) escribió:hola morra,..
combinación perfecta sexo y helado,..!! jajaja
san va a tener que tener energía de sobra si britt la va a quiere todo el dia!!!
super babas va a andar san con el pulpito!!!
nos vemos!!!
Hola lu, jajaajajaj dices tu¿? mmm jajaajaja. XD ajajajaja jajaajaj xD ajajaj si q si, aunk diga q es insaciable de su rubia... nose nose jajaajajajaj. SI! eso mismo pienso yo jajaajaj. SAludos =D
micky morales escribió:Que maravilla, san lo tomo de lo mejor, ahora a ver como se pone Britt con ese embarazo mas adelante!!!!
Hola, aiii si es una parte más de la rubia y ella misma jajaajjaaja. Mmmm con más ganas de su morena¿? jajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
Rachel Berry se mordía la uña del pulgar con cara de concentración mientras examinaba el historial médico de un paciente de la clínica.
Eran las siete de la tarde y hacía horas que se debería haber ido a casa a descansar, pero había algo en ese caso que le obsesionaba.
Tenía que habérsele pasado algo por alto, algo importante.
Timmy tenía cinco años, sentía fatiga y falta de energía, y padecía diarrea y vómitos ocasionales. El pobre chiquillo llevaba semanas así, por lo que no podía deberse exclusivamente a un virus.
Rachel suspiró y se reclinó en la silla de su despacho, haciendo una mueca porque se había pasado mordiéndose la uña.
Tendría que consultar a un pediatra y hacerle más pruebas.
Rezó en silencio por que la mamá de Timmy acompañara a su hijo en la próxima visita y cerró la carpeta. El niño no tenía una vida fácil y su mamá no es que fuera precisamente un gran apoyo.
—Hola, Rachel.
Una voz grave y sensual que provenía del umbral de su despacho le hizo ponerse de pie de un brinco, lista para pulsar el botón de emergencia que tenía bajo la mesa.
La clínica gratuita estaba en un barrio conflictivo y, de hecho, a Brittany le había faltado el canto de un duro para que le pegaran un tiro en esa misma habitación.
—No pretendía asustarte.
Rachel sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral, no se debía al miedo, sino a que había reconocido la voz.
Entrecerró los ojos para observar el cuerpo que acompañaba a esa voz dulce
como el terciopelo y el rostro de la mujer que tenía delante.
—¿Cómo has logrado sortear a los seguratas de Santana? ¿Y qué diantres haces aquí?
Quinn López se encogió de hombros y entró en el despacho como si fuera suyo. Aunque iba vestida con unos sencillos vaqueros y un jersey de punto trenzado color.
—También son mis seguratas, encanto. Forman parte de la plantilla de López Corporation. ¿Qué otra cosa iban a hacer más que dejarme pasar saludándome amablemente?
«¡Menuda arrogante está hecho esta capullo!».
A Rachel se le aceleró el pulso y le empezaron a sudar las manos. Se las secó en los vaqueros deseando no haberse duchado ni cambiado de ropa en el diminuto aseo que tenía en la parte trasera de la clínica.
Quizá hubiera sido más fácil enfrentarse a Quinn vestida con su bata de profesional y con el pelo recogido en un moño recatado.
Se metió por detrás de la oreja un cabellos color castaño oscuro y estiró la espalda para parecer más alta de lo que era; metro cincuenta y cinco.
—¿Qué quieres, Quinn? Este barrio te queda bastante a desmano. Y no creo que te hagan falta los servicios de una prostituta—le espetó con voz crispada.
¡Maldita sea!
¿Por qué no podía comportarse con indiferencia?
Desde aquel terrible desengaño habían pasado muchas primaveras y ya ni quiera conocía a la mujer que tenía delante.
Entonces, ¿por qué no lograba tratarla como a una desconocida?
Se acercó a ella y preguntó con voz grave:
—¿Acaso te molestaría, encanto? ¿Te importaría que me tirara a todas las mujeres de la ciudad?
—¡Ja! Como si no lo hubieras hecho ya. Y deja de llamarme «encanto». Es ridículo. ¿Qué te crees? ¿Que soy un perrito?—respondió Rachel con sarcasmo, pero no pudo controlar sus instintos: se le aceleró el pulso y se le cortó la respiración cuando Quinn continuó aproximándose hasta que estuvo tan cerca de ella que pudo oler su cautivador aroma a perfume y su esencia, un olor especiado que la hizo sentirse un poco mareada.
Su aroma no había cambiado.
Seguía siendo igual de tentadora que en aquel tiempo lejano.
—¿Qué haces a estas horas aquí? Mis agentes de seguridad me llamaron para advertirme de que seguías en la clínica a pesar de que ya era de noche. Deberías estar en casa. Este barrio es peligroso de día, así que por la noche ni te cuento—gruñó en voz baja.
—Son los seguratas de Santana—puntualizó Rachel.
Por muy hermanas que fueran, Rachel no lograba ver el parentesco entre esas dos mujeres: Santana era una persona amable que escondía bajo su arisca actitud un corazón de oro mientras que Quinn era el diablo en persona; Satán disfrazado de modelo de la revista y con más dinero y poder de los que nadie debería tener.
Y menos aún una mujer como Lucy Quinn Fabray, o como ella se le gustaba que la llamaran Quinn López.
—¿Y si algún canalla lograra esquivar a los seguratas y te encontrara aquí sola y vulnerable?—se acercó un poco más a la morena.
Estaba tan cerca que Rachel sentía su cálido aliento en la sien.
¡Dios mío, era tan alta para ella!
Cuando la conoció, hacía muchos años, Quinn trabajaba mucho en todo lo que podía y esos trabajos tan duros le había dado a cambio un cuerpo perfecto.
Era curioso que no hubiera cambiado ni un ápice.
¿Cómo diablos lograba mantener ese cuerpazo pasando tantas horas sentada en un despacho?
Rachel se echó hacia atrás para tratar de separarse de su intimidatoria presencia, pero se golpeó con el trasero en la mesa y no pudo alejarse ni un paso más.
—Alguien podría aprovecharse de una mujer sola en un despacho vacío—prosiguió en voz baja y con un tono intimidante.
Rachel estaba arrinconada entre Quinn y la mesa, y le empujó el pecho para hacerse un poco de hueco.
—Aparta. Quítate, Lucy, o te dejo sin descendencia.
Rachel sabía que lo gusta que la llamaran por su primer nombre, con más ganas le decía así.
Quinn posó su muslo sobre el de la castaña para que no pudiera pegarle un rodillazo en la entrepierna.
—Ese golpe te lo enseñé yo, ¿recuerdas? Jamás reveles tus intenciones al agresor, Rachel.
La castaña levanto el cuello para mirarla a la cara. Sus ojos verde esmeralda la observaban con atención. Tal y como le había ocurrido hacía años, se quedó embelesada ante su belleza.
Siempre le había recordado a algún diosa rubia de la antigüedad; un cuerpo y unos rasgos tan perfectos que deberían inmortalizarse en mármol.
Sin embargo, aunque tuviera la dureza de esa piedra, en ese momento no mostraba su frialdad, todo lo contrario: su cuerpo transmitía olas de calor y sus ojos abrasadores parecían estar a punto de derretirse.
—Que te follen, Lucy.
Quinn trató de reprimir una sonrisa, pero, a pesar de sus esfuerzos, sus labios dibujaron una curva.
Le colocó las manos en la espalda para atraer todo su cuerpo hacia ella y le susurró al oído:
—Preferiría que lo hicieras tú, encanto. Sería mucho más placentero. Sigues siendo la mujer más guapa que he visto en la vida. Aún más guapa de lo que ya eras hace años.
«Mentirosa. Es una mentirosa empedernida. Si entonces me hubieras deseado tanto, no habrías hecho lo que hiciste».
—Suéltame ahora mismo. Largo de mi despacho.
La muy cerda estaba tratando de engatusarla.
Era intolerable.
Ni era guapa ni se parecía en nada a las modelos rubias y flacas como palos con las que paseaba del brazo antes de llevárselas a la cama.
—Primero dame un beso. Demuéstrame que no queda nada entre nosotras—repuso Quinn con una voz exigente y ruda, y chispazos de fuego en sus ojos verdes.
—Lo único que queda pendiente entre nosotras es que jamás te has disculpado por lo que hiciste. Te dio absolutamente igual. No…
Rachel no pudo terminar la frase.
La boca fina y ardiente de Quinn ahogó las palabras amargas sin pedir permiso, exigiéndole que reaccionara.
Sus ágiles manos le recorrieron la espalda y la agarraron del culo para sentarla en la mesa, así facilitaba la tarea de devorarle la boca.
Quinn nunca se había limitado a besar; iba más allá, dejaba su huella, su marca.
Rachel le gimió en la boca mientras la ojiverde le metía y le sacaba la lengua, una y otra vez, hasta dejarla sin aliento. Se rindió rodeándole el cuello con los brazos y aferrándose a los cabellos de seda mientras las yemas de sus dedos se recreaban con tanta suavidad. Le rodeó las caderas con las piernas, ya que necesitaba agarrarse a algo para que la oleada de sensualidad no la arrastrara, y dejó que su lengua retara a duelo a la de la más alta.
Entonces, Quinn empezó a bambolear las caderas al ritmo al que le metía lengüetazos.
LA rubia empezó a gemir mientras metía las manos por debajo de la camiseta y acariciaba con las yemas de los dedos la espalda desnuda. Rachel se estremeció ahogándose en un mar de deseo, donde una fuerza más potente que su voluntad la arrastraba hacia el fondo.
«Tengo que parar. Debo poner fin a esta situación antes de que se me vaya de las manos».
Echó la cabeza hacia atrás para arrancar la boca de la de la de rubia y se quedó jadeando extasiada.
Quinn la cogió de la cabeza para que la apoyara sobre su palpitante pecho.
—Rach, Rach…—susurró metiendo la mano entre sus cabellos y acariciándoselos apasionadamente.
«Ay, Dios. No».
No podía volver a caer en las garras de Quinn López.
De ninguna manera.
La empujó con fuerza para que se apartara, bajó las piernas y apoyó los pies en el suelo.
—Suéltame.
Sintió que la ira crecía en su interior como una hoguera fuera de control.
¿Cómo se atrevía a utilizarla de esa manera?
¿Qué pasaba?
¿Que estaba aburrida y, como no había otra mujer en el edificio, había venido a jugar con ella?
Quinn era una mujeriega que se llevaba a las mujeres a la cama y que, en cuanto encontraba otro juguete con el que entretenerse, las dejaba tiradas.
¿Es que no tenía conciencia?
¿Se preocupaba por alguien que no fuera ella misma?
A Rachel le entraron ganas de protegerse haciéndose un ovillo.
Se sentía avergonzada por haber reaccionado así ante la rubia aun sabiendo que era una auténtica víbora.
¿En qué tipo de mujer la convertía eso?
Sin mirarla siquiera a la cara se dio media vuelta para salir a toda prisa por la puerta.
—Rach. Espera—imploró, o más bien exigió, Quinn con su ronca voz. La agarró del brazo y la giró antes de que pudiera alcanzar la puerta.
Rachel la fulminó con la mirada mientras la ira y el miedo libraban una batalla en su interior.
—No me vuelvas a tocar. En la vida. Ya no soy la chica inocente y bobalicona que conociste una vez y que confió en ti. Me lo he perdonado porque era joven, pero no volveré a caer en esa trampa. Ya no puedo justificar un error semejante con la excusa de la edad.
—Aún me deseas—respondió Quinn apasionadamente, recorriendo con la mirada su cuerpo entero antes de detenerse en su rostro.
La miró a los ojos y respondió furiosa:
—No, ya no. Puede que mi cuerpo responda ante una mujer atractiva, pero eso tan solo es una reacción sexual, fisiológica. Tú—le espetó golpeándole el pecho—Ya no significas nada para mí.
—Estás deseando que te lo haga hasta que te deje sin aliento. Todavía sé cómo hacerte ronronear, gatita—afirmó con arrogancia dibujando una presuntuosa sonrisa de satisfacción en su atractivo rostro.
Rachel se encogió de hombros tratando de reprimir las ganas de borrarle la sonrisa de una bofetada.
—La verdad es que no lo sé…, porque nunca nos hemos acostado y nunca lo haremos.
En cuestión de segundos se zafó de su brazo, se fue del despacho, cogió la chaqueta del perchero que había en recepción y salió de la clínica por la puerta principal sin mirar atrás.
Era superior a sus fuerzas.
Uno de los agentes de seguridad de López Corporation la escoltó hasta el coche y Rachel arrancó a toda velocidad, como un criminal perseguido por la ley.
Lo que más deseaba en ese momento era alejarse todo lo posible de Quinn.
Condujo en un estado de turbación absoluta durante el cual su cerebro se limitó a reproducir dos palabras como un disco rayado: «Nunca más. Nunca más».
Quinn avanzó despacio por la recepción de la clínica, absorta en sus pensamientos.
¿Qué diablos acababa de ocurrir?
Se había preocupado porque Rachel seguía en la clínica a esas horas y había decidido pasarse un momento a ver si se encontraba bien.
Tan solo quería asegurarse de que no había ningún problema.
¡Maldita sea!
¿Es que no podía ver a esa mujer sin que le entrara una necesidad irrefrenable de poseerla, de lograr que la castaña la deseara tanto como ella la deseaba?
«Nunca has superado esa relación y seguramente no lo logres jamás. Ha sido tu obsesión durante años. Se te metió bajo la piel como una astilla que no hay quien la vuelva a sacar y que produce irritación y molestia de por vida» .
Al salir a la calle, cerró la puerta principal a sus espaldas y, mirando a uno de los agentes de seguridad, ordenó:
—Cierra con llave.
El hombre asintió con la cabeza.
—Sí, señorita. Espero que su encuentro con la doctora Berry fuera satisfactorio.
Quinn se rio de sí misma soltando una carcajada sin gracia:
—Sí. Ha sido muy revelador—saludó con la mano al resto de escoltas mientras se dirigía hacia el coche.
Sí.
«El encuentro ha sido un gran éxito», pensó apesadumbrada mientras entraba en el Bugatti.
«Jamás te has disculpado por lo que hiciste».
Las palabras de Rachel la atormentaban y se dio cuenta de que posiblemente la torturarían para siempre.
Frustrada, Quinn pegó un manotazo al volante.
No.
Nunca le había pedido perdón.
Aunque tampoco Rachel le había dado la oportunidad.
En cualquier caso, se lo debería haber pedido, debería haber encontrado el modo de disculparse.
En aquella época no tuvo ocasión y ahora acababa de malgastar su segunda oportunidad.
¿Qué tenía Rachel que le hacía perder la cabeza?
«Te estás comportando como una gilipollas porque a ella ya no le importas y eso te reconcome por dentro. Si logras seducirla, puede que logres que te entregue su cuerpo…, pero jamás te dará su corazón. Eso no volverá a suceder».
Hubo una época, hacía muchos años, en la que Rachel la adoraba, en la que sus ojos reflejaban la admiración que sentía por ella; pero una sandez, un incidente estúpido, había bastado para borrar para siempre esa mirada de sus preciosos ojos.
Apoyó la frente en el volante y cerró los párpados recordando vivamente a la Rachel que un día la miró con afecto y respeto a pesar de que en aquella época no tenía dónde caerse muerta.
Resultaba irónico que, ahora que se había convertido en una de las personas más ricas del mundo, la mirara como si fuera un insecto que debe ser pisoteado o un roedor que hay que exterminar.
«Volverás a verla. En la boda de Santana y Brittany tendrá que hablar contigo».
El enlace se iba a celebrar en casa de Rachel, así que la castaña no tendría elección.
Ambas era las damas de honor.
Como mínimo, tendría que guardar las formas, y Quinn sabía que lo haría.
Rachel era una mujer considerada y fiel con sus amigos y dejaría sus sentimientos a un lado para que en la boda de Brittany todo fuera como la seda.
«No me afectará cómo me trate o cómo me mire. No volveré a comportarme como una imbécil con ella».
Quinn se apoyó en el respaldo suspirando y arrancó el coche preguntándose si no era demasiado tarde para eso.
Lo cierto era que los años la habían hecho cambiar y que ya no tenía claro si le gustaba la persona en la que se había convertido.
«Busca a una mujer, alguien que te quite a Rachel de la cabeza».
Se abrochó el cinturón y sacó el coche de la plaza de aparcamiento mientras respiraba hondo y repasaba una lista mental de mujeres disponibles…, pero entonces olió un aroma cautivador, una tentadora fragancia que había impregnado su jersey.
Era el aroma de Rachel.
El recordatorio de lo que acababa de ocurrir en la clínica.
—No puedo hacerlo. No puedo estar con otra mujer. Ahora mismo no—se dijo a sí misma, cabreada por haberla besado.
Después de haberse rozado con las irresistibles curvas de Rachel pensar en pasar la noche con otra mujer no le interesaba lo más mínimo.
Quinn frenó a la salida del aparcamiento, echó un vistazo al reloj y sonrió cuando decidió girar a la izquierda en lugar de a la derecha, en dirección al piso de Santana.
«Ya es hora».
Su hermana la había llamado hacía rato para informarle de que iba a ser tía y para pedirle un favor, algo insólito en Santana.
La verdad es que no había nada en el mundo que Quinn no estuviera dispuesta a hacer por su hermana pequeña.
En una ocasión no había podido protegerla y eso no volvería a pasar jamás.
Necesitará lo que necesitara, Quinn siempre la apoyaría.
Por suerte, Santana había conocido a Brittany.
Quinn tenía a la ojiazul en un pedestal porque el amor que sentía por su hermana pequeña era incondicional.
Gracias a la ojiazul Santana era más feliz de lo que había sido en la vida y por eso Quinn la adoraba.
Su hermana merecía esa felicidad y también que una mujer sintiera tal devoción por ella.
Por desgracia ver a Santana y a su prometida juntas le hacía pensar en lo vacía que estaba su vida y en lo superficial que era su existencia.
Besar a Rachel y abrazarla después de tantos años había empeorado aún más las cosas.
Era como si se le hubiera despertado algo en el fondo de su ser; una sensación que le resultaba a la vez familiar y desconocida.
Y que, sin lugar a dudas, la incomodaba.
«Olvídate de ella. Olvida lo que sentiste al perderte en su suavidad, al oler su aroma y al rozar sus exuberantes curvas y su ávida boca».
Quinn empezó a despotricar al darse cuenta de que esa noche la pasaría sola y que tendría que satisfacerse ella misma mientras fantaseaba con Rachel.
Y esta vez los recuerdos serían más vívidos, más recientes y más reales que nunca.
¡No iba a ser nada fácil!
Eran las siete de la tarde y hacía horas que se debería haber ido a casa a descansar, pero había algo en ese caso que le obsesionaba.
Tenía que habérsele pasado algo por alto, algo importante.
Timmy tenía cinco años, sentía fatiga y falta de energía, y padecía diarrea y vómitos ocasionales. El pobre chiquillo llevaba semanas así, por lo que no podía deberse exclusivamente a un virus.
Rachel suspiró y se reclinó en la silla de su despacho, haciendo una mueca porque se había pasado mordiéndose la uña.
Tendría que consultar a un pediatra y hacerle más pruebas.
Rezó en silencio por que la mamá de Timmy acompañara a su hijo en la próxima visita y cerró la carpeta. El niño no tenía una vida fácil y su mamá no es que fuera precisamente un gran apoyo.
—Hola, Rachel.
Una voz grave y sensual que provenía del umbral de su despacho le hizo ponerse de pie de un brinco, lista para pulsar el botón de emergencia que tenía bajo la mesa.
La clínica gratuita estaba en un barrio conflictivo y, de hecho, a Brittany le había faltado el canto de un duro para que le pegaran un tiro en esa misma habitación.
—No pretendía asustarte.
Rachel sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral, no se debía al miedo, sino a que había reconocido la voz.
Entrecerró los ojos para observar el cuerpo que acompañaba a esa voz dulce
como el terciopelo y el rostro de la mujer que tenía delante.
—¿Cómo has logrado sortear a los seguratas de Santana? ¿Y qué diantres haces aquí?
Quinn López se encogió de hombros y entró en el despacho como si fuera suyo. Aunque iba vestida con unos sencillos vaqueros y un jersey de punto trenzado color.
—También son mis seguratas, encanto. Forman parte de la plantilla de López Corporation. ¿Qué otra cosa iban a hacer más que dejarme pasar saludándome amablemente?
«¡Menuda arrogante está hecho esta capullo!».
A Rachel se le aceleró el pulso y le empezaron a sudar las manos. Se las secó en los vaqueros deseando no haberse duchado ni cambiado de ropa en el diminuto aseo que tenía en la parte trasera de la clínica.
Quizá hubiera sido más fácil enfrentarse a Quinn vestida con su bata de profesional y con el pelo recogido en un moño recatado.
Se metió por detrás de la oreja un cabellos color castaño oscuro y estiró la espalda para parecer más alta de lo que era; metro cincuenta y cinco.
—¿Qué quieres, Quinn? Este barrio te queda bastante a desmano. Y no creo que te hagan falta los servicios de una prostituta—le espetó con voz crispada.
¡Maldita sea!
¿Por qué no podía comportarse con indiferencia?
Desde aquel terrible desengaño habían pasado muchas primaveras y ya ni quiera conocía a la mujer que tenía delante.
Entonces, ¿por qué no lograba tratarla como a una desconocida?
Se acercó a ella y preguntó con voz grave:
—¿Acaso te molestaría, encanto? ¿Te importaría que me tirara a todas las mujeres de la ciudad?
—¡Ja! Como si no lo hubieras hecho ya. Y deja de llamarme «encanto». Es ridículo. ¿Qué te crees? ¿Que soy un perrito?—respondió Rachel con sarcasmo, pero no pudo controlar sus instintos: se le aceleró el pulso y se le cortó la respiración cuando Quinn continuó aproximándose hasta que estuvo tan cerca de ella que pudo oler su cautivador aroma a perfume y su esencia, un olor especiado que la hizo sentirse un poco mareada.
Su aroma no había cambiado.
Seguía siendo igual de tentadora que en aquel tiempo lejano.
—¿Qué haces a estas horas aquí? Mis agentes de seguridad me llamaron para advertirme de que seguías en la clínica a pesar de que ya era de noche. Deberías estar en casa. Este barrio es peligroso de día, así que por la noche ni te cuento—gruñó en voz baja.
—Son los seguratas de Santana—puntualizó Rachel.
Por muy hermanas que fueran, Rachel no lograba ver el parentesco entre esas dos mujeres: Santana era una persona amable que escondía bajo su arisca actitud un corazón de oro mientras que Quinn era el diablo en persona; Satán disfrazado de modelo de la revista y con más dinero y poder de los que nadie debería tener.
Y menos aún una mujer como Lucy Quinn Fabray, o como ella se le gustaba que la llamaran Quinn López.
—¿Y si algún canalla lograra esquivar a los seguratas y te encontrara aquí sola y vulnerable?—se acercó un poco más a la morena.
Estaba tan cerca que Rachel sentía su cálido aliento en la sien.
¡Dios mío, era tan alta para ella!
Cuando la conoció, hacía muchos años, Quinn trabajaba mucho en todo lo que podía y esos trabajos tan duros le había dado a cambio un cuerpo perfecto.
Era curioso que no hubiera cambiado ni un ápice.
¿Cómo diablos lograba mantener ese cuerpazo pasando tantas horas sentada en un despacho?
Rachel se echó hacia atrás para tratar de separarse de su intimidatoria presencia, pero se golpeó con el trasero en la mesa y no pudo alejarse ni un paso más.
—Alguien podría aprovecharse de una mujer sola en un despacho vacío—prosiguió en voz baja y con un tono intimidante.
Rachel estaba arrinconada entre Quinn y la mesa, y le empujó el pecho para hacerse un poco de hueco.
—Aparta. Quítate, Lucy, o te dejo sin descendencia.
Rachel sabía que lo gusta que la llamaran por su primer nombre, con más ganas le decía así.
Quinn posó su muslo sobre el de la castaña para que no pudiera pegarle un rodillazo en la entrepierna.
—Ese golpe te lo enseñé yo, ¿recuerdas? Jamás reveles tus intenciones al agresor, Rachel.
La castaña levanto el cuello para mirarla a la cara. Sus ojos verde esmeralda la observaban con atención. Tal y como le había ocurrido hacía años, se quedó embelesada ante su belleza.
Siempre le había recordado a algún diosa rubia de la antigüedad; un cuerpo y unos rasgos tan perfectos que deberían inmortalizarse en mármol.
Sin embargo, aunque tuviera la dureza de esa piedra, en ese momento no mostraba su frialdad, todo lo contrario: su cuerpo transmitía olas de calor y sus ojos abrasadores parecían estar a punto de derretirse.
—Que te follen, Lucy.
Quinn trató de reprimir una sonrisa, pero, a pesar de sus esfuerzos, sus labios dibujaron una curva.
Le colocó las manos en la espalda para atraer todo su cuerpo hacia ella y le susurró al oído:
—Preferiría que lo hicieras tú, encanto. Sería mucho más placentero. Sigues siendo la mujer más guapa que he visto en la vida. Aún más guapa de lo que ya eras hace años.
«Mentirosa. Es una mentirosa empedernida. Si entonces me hubieras deseado tanto, no habrías hecho lo que hiciste».
—Suéltame ahora mismo. Largo de mi despacho.
La muy cerda estaba tratando de engatusarla.
Era intolerable.
Ni era guapa ni se parecía en nada a las modelos rubias y flacas como palos con las que paseaba del brazo antes de llevárselas a la cama.
—Primero dame un beso. Demuéstrame que no queda nada entre nosotras—repuso Quinn con una voz exigente y ruda, y chispazos de fuego en sus ojos verdes.
—Lo único que queda pendiente entre nosotras es que jamás te has disculpado por lo que hiciste. Te dio absolutamente igual. No…
Rachel no pudo terminar la frase.
La boca fina y ardiente de Quinn ahogó las palabras amargas sin pedir permiso, exigiéndole que reaccionara.
Sus ágiles manos le recorrieron la espalda y la agarraron del culo para sentarla en la mesa, así facilitaba la tarea de devorarle la boca.
Quinn nunca se había limitado a besar; iba más allá, dejaba su huella, su marca.
Rachel le gimió en la boca mientras la ojiverde le metía y le sacaba la lengua, una y otra vez, hasta dejarla sin aliento. Se rindió rodeándole el cuello con los brazos y aferrándose a los cabellos de seda mientras las yemas de sus dedos se recreaban con tanta suavidad. Le rodeó las caderas con las piernas, ya que necesitaba agarrarse a algo para que la oleada de sensualidad no la arrastrara, y dejó que su lengua retara a duelo a la de la más alta.
Entonces, Quinn empezó a bambolear las caderas al ritmo al que le metía lengüetazos.
LA rubia empezó a gemir mientras metía las manos por debajo de la camiseta y acariciaba con las yemas de los dedos la espalda desnuda. Rachel se estremeció ahogándose en un mar de deseo, donde una fuerza más potente que su voluntad la arrastraba hacia el fondo.
«Tengo que parar. Debo poner fin a esta situación antes de que se me vaya de las manos».
Echó la cabeza hacia atrás para arrancar la boca de la de la de rubia y se quedó jadeando extasiada.
Quinn la cogió de la cabeza para que la apoyara sobre su palpitante pecho.
—Rach, Rach…—susurró metiendo la mano entre sus cabellos y acariciándoselos apasionadamente.
«Ay, Dios. No».
No podía volver a caer en las garras de Quinn López.
De ninguna manera.
La empujó con fuerza para que se apartara, bajó las piernas y apoyó los pies en el suelo.
—Suéltame.
Sintió que la ira crecía en su interior como una hoguera fuera de control.
¿Cómo se atrevía a utilizarla de esa manera?
¿Qué pasaba?
¿Que estaba aburrida y, como no había otra mujer en el edificio, había venido a jugar con ella?
Quinn era una mujeriega que se llevaba a las mujeres a la cama y que, en cuanto encontraba otro juguete con el que entretenerse, las dejaba tiradas.
¿Es que no tenía conciencia?
¿Se preocupaba por alguien que no fuera ella misma?
A Rachel le entraron ganas de protegerse haciéndose un ovillo.
Se sentía avergonzada por haber reaccionado así ante la rubia aun sabiendo que era una auténtica víbora.
¿En qué tipo de mujer la convertía eso?
Sin mirarla siquiera a la cara se dio media vuelta para salir a toda prisa por la puerta.
—Rach. Espera—imploró, o más bien exigió, Quinn con su ronca voz. La agarró del brazo y la giró antes de que pudiera alcanzar la puerta.
Rachel la fulminó con la mirada mientras la ira y el miedo libraban una batalla en su interior.
—No me vuelvas a tocar. En la vida. Ya no soy la chica inocente y bobalicona que conociste una vez y que confió en ti. Me lo he perdonado porque era joven, pero no volveré a caer en esa trampa. Ya no puedo justificar un error semejante con la excusa de la edad.
—Aún me deseas—respondió Quinn apasionadamente, recorriendo con la mirada su cuerpo entero antes de detenerse en su rostro.
La miró a los ojos y respondió furiosa:
—No, ya no. Puede que mi cuerpo responda ante una mujer atractiva, pero eso tan solo es una reacción sexual, fisiológica. Tú—le espetó golpeándole el pecho—Ya no significas nada para mí.
—Estás deseando que te lo haga hasta que te deje sin aliento. Todavía sé cómo hacerte ronronear, gatita—afirmó con arrogancia dibujando una presuntuosa sonrisa de satisfacción en su atractivo rostro.
Rachel se encogió de hombros tratando de reprimir las ganas de borrarle la sonrisa de una bofetada.
—La verdad es que no lo sé…, porque nunca nos hemos acostado y nunca lo haremos.
En cuestión de segundos se zafó de su brazo, se fue del despacho, cogió la chaqueta del perchero que había en recepción y salió de la clínica por la puerta principal sin mirar atrás.
Era superior a sus fuerzas.
Uno de los agentes de seguridad de López Corporation la escoltó hasta el coche y Rachel arrancó a toda velocidad, como un criminal perseguido por la ley.
Lo que más deseaba en ese momento era alejarse todo lo posible de Quinn.
Condujo en un estado de turbación absoluta durante el cual su cerebro se limitó a reproducir dos palabras como un disco rayado: «Nunca más. Nunca más».
***
Quinn avanzó despacio por la recepción de la clínica, absorta en sus pensamientos.
¿Qué diablos acababa de ocurrir?
Se había preocupado porque Rachel seguía en la clínica a esas horas y había decidido pasarse un momento a ver si se encontraba bien.
Tan solo quería asegurarse de que no había ningún problema.
¡Maldita sea!
¿Es que no podía ver a esa mujer sin que le entrara una necesidad irrefrenable de poseerla, de lograr que la castaña la deseara tanto como ella la deseaba?
«Nunca has superado esa relación y seguramente no lo logres jamás. Ha sido tu obsesión durante años. Se te metió bajo la piel como una astilla que no hay quien la vuelva a sacar y que produce irritación y molestia de por vida» .
Al salir a la calle, cerró la puerta principal a sus espaldas y, mirando a uno de los agentes de seguridad, ordenó:
—Cierra con llave.
El hombre asintió con la cabeza.
—Sí, señorita. Espero que su encuentro con la doctora Berry fuera satisfactorio.
Quinn se rio de sí misma soltando una carcajada sin gracia:
—Sí. Ha sido muy revelador—saludó con la mano al resto de escoltas mientras se dirigía hacia el coche.
Sí.
«El encuentro ha sido un gran éxito», pensó apesadumbrada mientras entraba en el Bugatti.
«Jamás te has disculpado por lo que hiciste».
Las palabras de Rachel la atormentaban y se dio cuenta de que posiblemente la torturarían para siempre.
Frustrada, Quinn pegó un manotazo al volante.
No.
Nunca le había pedido perdón.
Aunque tampoco Rachel le había dado la oportunidad.
En cualquier caso, se lo debería haber pedido, debería haber encontrado el modo de disculparse.
En aquella época no tuvo ocasión y ahora acababa de malgastar su segunda oportunidad.
¿Qué tenía Rachel que le hacía perder la cabeza?
«Te estás comportando como una gilipollas porque a ella ya no le importas y eso te reconcome por dentro. Si logras seducirla, puede que logres que te entregue su cuerpo…, pero jamás te dará su corazón. Eso no volverá a suceder».
Hubo una época, hacía muchos años, en la que Rachel la adoraba, en la que sus ojos reflejaban la admiración que sentía por ella; pero una sandez, un incidente estúpido, había bastado para borrar para siempre esa mirada de sus preciosos ojos.
Apoyó la frente en el volante y cerró los párpados recordando vivamente a la Rachel que un día la miró con afecto y respeto a pesar de que en aquella época no tenía dónde caerse muerta.
Resultaba irónico que, ahora que se había convertido en una de las personas más ricas del mundo, la mirara como si fuera un insecto que debe ser pisoteado o un roedor que hay que exterminar.
«Volverás a verla. En la boda de Santana y Brittany tendrá que hablar contigo».
El enlace se iba a celebrar en casa de Rachel, así que la castaña no tendría elección.
Ambas era las damas de honor.
Como mínimo, tendría que guardar las formas, y Quinn sabía que lo haría.
Rachel era una mujer considerada y fiel con sus amigos y dejaría sus sentimientos a un lado para que en la boda de Brittany todo fuera como la seda.
«No me afectará cómo me trate o cómo me mire. No volveré a comportarme como una imbécil con ella».
Quinn se apoyó en el respaldo suspirando y arrancó el coche preguntándose si no era demasiado tarde para eso.
Lo cierto era que los años la habían hecho cambiar y que ya no tenía claro si le gustaba la persona en la que se había convertido.
«Busca a una mujer, alguien que te quite a Rachel de la cabeza».
Se abrochó el cinturón y sacó el coche de la plaza de aparcamiento mientras respiraba hondo y repasaba una lista mental de mujeres disponibles…, pero entonces olió un aroma cautivador, una tentadora fragancia que había impregnado su jersey.
Era el aroma de Rachel.
El recordatorio de lo que acababa de ocurrir en la clínica.
—No puedo hacerlo. No puedo estar con otra mujer. Ahora mismo no—se dijo a sí misma, cabreada por haberla besado.
Después de haberse rozado con las irresistibles curvas de Rachel pensar en pasar la noche con otra mujer no le interesaba lo más mínimo.
Quinn frenó a la salida del aparcamiento, echó un vistazo al reloj y sonrió cuando decidió girar a la izquierda en lugar de a la derecha, en dirección al piso de Santana.
«Ya es hora».
Su hermana la había llamado hacía rato para informarle de que iba a ser tía y para pedirle un favor, algo insólito en Santana.
La verdad es que no había nada en el mundo que Quinn no estuviera dispuesta a hacer por su hermana pequeña.
En una ocasión no había podido protegerla y eso no volvería a pasar jamás.
Necesitará lo que necesitara, Quinn siempre la apoyaría.
Por suerte, Santana había conocido a Brittany.
Quinn tenía a la ojiazul en un pedestal porque el amor que sentía por su hermana pequeña era incondicional.
Gracias a la ojiazul Santana era más feliz de lo que había sido en la vida y por eso Quinn la adoraba.
Su hermana merecía esa felicidad y también que una mujer sintiera tal devoción por ella.
Por desgracia ver a Santana y a su prometida juntas le hacía pensar en lo vacía que estaba su vida y en lo superficial que era su existencia.
Besar a Rachel y abrazarla después de tantos años había empeorado aún más las cosas.
Era como si se le hubiera despertado algo en el fondo de su ser; una sensación que le resultaba a la vez familiar y desconocida.
Y que, sin lugar a dudas, la incomodaba.
«Olvídate de ella. Olvida lo que sentiste al perderte en su suavidad, al oler su aroma y al rozar sus exuberantes curvas y su ávida boca».
Quinn empezó a despotricar al darse cuenta de que esa noche la pasaría sola y que tendría que satisfacerse ella misma mientras fantaseaba con Rachel.
Y esta vez los recuerdos serían más vívidos, más recientes y más reales que nunca.
¡No iba a ser nada fácil!
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
hola morra,..
definitivamente rachel bloqueo de por vida a quinn jajaja
ahora el por que del odio de rachel!!!
a ver que hace quinn para reconquistar a rachel la tiene difícil!!!
nos vemos!!!
definitivamente rachel bloqueo de por vida a quinn jajaja
ahora el por que del odio de rachel!!!
a ver que hace quinn para reconquistar a rachel la tiene difícil!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Que seria lo que Quinn le hizo a Rachel????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Porque tendrá que disculparse Quinn, en que habrá fallado .... Aunque ese error le salio muy caro porque perdió a Rach cuando fue la única que la quiso por lo que es..... Pero en este reencuentro la cago jajaja no era forma de arreglar las cosas!!
En fin haber que favor necesita San, haber con que locura sale para su rubia jaja
En fin haber que favor necesita San, haber con que locura sale para su rubia jaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:hola morra,..
definitivamente rachel bloqueo de por vida a quinn jajaja
ahora el por que del odio de rachel!!!
a ver que hace quinn para reconquistar a rachel la tiene difícil!!!
nos vemos!!!
Hola lu, uff si q si xD y no creo q se pueda solucionar la vrdd XD Si que si ¿? Espereo q de todo la vrdd xq ufff difícil la cosa esta xD ajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:Que seria lo que Quinn le hizo a Rachel????
Hola, solo ellas lo saben, pero se ve q fue la cosa fea... espero y se mejoren las cosas la vrdd =/ Saludos =D
JVM escribió:Porque tendrá que disculparse Quinn, en que habrá fallado .... Aunque ese error le salio muy caro porque perdió a Rach cuando fue la única que la quiso por lo que es..... Pero en este reencuentro la cago jajaja no era forma de arreglar las cosas!!
En fin haber que favor necesita San, haber con que locura sale para su rubia jaja
Hola, jajajaajjaaj las cosas están difíciles la vrdd para la rubia y se ve complicado q se puedan solucionar entre ellas =/ JAjajaaja no xD no partio bn la rubia xD ajjajaajaj. JAjajajaajajajajajaj esa cosa si q es difícil xD ajajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Capitulo 5 - Fin
—¡Sí!—Brittany lanzó un puñetazo al aire, eufórica por haber pasado el primer nivel del último juego de Santana.
En realidad, el juego era de ella: su prometida lo había diseñado especialmente para ella.
«Las aventuras de Brittany» era una pasada aunque eso no le sorprendía.
Santana era una genio y cada videojuego que había creado resultaba especial. No era de extrañar que siempre se enganchara a todo lo que la morena creaba.
Acarició la pantalla del ordenador con la mano y suspiró.
¿Qué persona dedicaría un sinfín de horas a diseñar un videojuego exclusivo para ella, un juego que no pensaba sacar jamás al mercado?
«Solo Santana, Mi Santana».
Se recostó en la silla para mirar el reloj.
«¡Huy!».
Se había metido tanto en el juego que llevaba en la sala de informática más tiempo del que se había propuesto.
Pero es que le encantaba, ¡era tan adictivo!
Santana se lo había regalado por San Valentín, entre otras muchas cosas.
Para ella siempre sería un regalo muy especial porque lo había hecho su morena y porque probablemente había dedicado semanas enteras de su inexistente tiempo libre diseñándolo con el único objetivo de que ella se lo pasara bien.
Su prometida la había guiado hasta la habitación hacía más de una hora para darle la sorpresa.
Se había marchado con una sonrisa de oreja a oreja cuando ella se había sentado frente al ordenador impaciente por dominar otra de sus creaciones.
Brittany apagó el ordenador entusiasmada, deseando ir a buscar a Santana para darle las gracias como se merecía.
El diamante que llevaba en la mano izquierda reflejó la abundante luz que había en la sala y, al verlo brillar con tanta intensidad, sintió que el corazón se le contraía.
«Santana es mía. Vamos a casarnos y a tener un bebé».
La tristeza y las dudas se habían evaporado como por arte de magia.
Brittany volvía a sentirse como siempre con Santana. Se había dado cuenta de que todos esos miedos irracionales se debían a que había sospechado que estaba embarazada y no había querido aceptarlo por miedo a la reacción de Santana.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
¿Cuándo la había defraudado la mujer de la que estaba enamorada?
En todo caso, estaba más protectora de lo necesario, pero esa era su forma de ser y a ella le encantaba tal y como era, aunque le cabreara que a veces se pusiera en plan déspota.
Brittany sonrió al recordar que le había prometido intentar no ser tan dominante y controladora.
Se había portado muy bien durante toda la tarde: atendiéndola y haciéndole el amor con cuidado, como si se fuera a romper por estar embarazada.
A decir verdad, después de las últimas semanas, en las que había estado tan alterada emocionalmente, necesitaba justo eso y esa íntima ternura le había reconfortado.
Sin embargo…, había llegado el momento de despertar a su Santana desatada.
No es que Brittany disfrutara cuando Santana se ponía en plan dominante en la cama, es que la volvía loca de placer.
Santana era mitad ternura, mitad hormonas. Y ya era hora de que su faceta cavernícola viniera a jugar con ella.
Se detuvo para ajustarse la bata de seda roja que se había puesto.
Era raro que llevara más de una hora sin ver a Santana. Normalmente se sentaba a su lado y trabajaba en algún juego mientras ella se entretenía en el ordenador de pruebas de la sala de informática.
Como iba descalza, no hizo ruido alguno al bajar las escaleras enmoquetadas. Sus uñas recién pintadas asomaban por debajo de la bata a cada peldaño que descendía.
Se miró los dedos al bajar el último escalón y decidió que igual se volvía a hacer la pedicura en el futuro.
Tenía los pies suaves como la piel de un bebé y la experiencia había sido muy relajante.
Podía ir con Rachel antes de la boda.
De su boda.
Santana iba a ser su esposa.
Brittany López-Pierce era un nombre que siempre llevaría con orgullo, a sabiendas de lo mucho que se habían sacrificado las dos hermanas para alcanzar su posición social.
—¿San?—la llamó al entrar en la cocina.
Se quedó atónita al no encontrarla ahí.
Dormida seguro que no estaba, jamás se iba a la cama sin ella.
—¡Ven al dormitorio!—exigió Santana con su voz ronca.
Esbozó una sonrisilla mientras avanzaba hacia el cuarto.
Santana no pedía; daba órdenes y Brittany la obedecía cuando le apetecía y en ese momento se sintió tentada a seguir sus instrucciones.
Avanzó por el pasillo con curiosidad. La puerta del dormitorio estaba entornada y se abrió de par en par sin hacer el menor ruido cuando Brittany apoyó una mano en la madera y empujó con suavidad.
Se le cortó la respiración al posar los ojos en Santana: estaba atada a la cama y lo único que llevaba puesto era la cadena de oro con el penique de la suerte y la ropa interior de seda decorados con corazones y diablillos.
Con el pulso acelerado corrió hacia la cama:
—Pero ¡qué haces, San!
Brittany había estado atada varias veces: la primera vez porque era la única manera en que Santana podía hacerlo al principio y las demás porque les resultaba erótico y sexy.
Teniendo en cuenta lo que le había ocurrido a Santana, Brittany no daba crédito a lo que veían sus ojos.
Parpadeó y volvió a parpadear.
Santana abrió el puño para enseñarle uno de los corazones de cartón que ella le regalaba en todas las celebraciones; un diminuto corazón canjeable por un deseo, por cualquier cosa que quisiera de ella.
El papelillo revoloteó sobre la palma de su mano atada.
—Deseo que te des cuenta de que confío en ti al cien por cien.
—No, San. No—subió a la cama y tiró de las vendas presa del pánico, pero no logró desatarlas. Se sintió frustrada al no ser capaz de liberarlo y le rogó—Dime cómo se desata esto—empezó a tirar con todas sus fuerzas de una de las vendas que le sujetaban el brazo.
Necesitaba soltarla como fuera.
No soportaba verla así de indefensa.
Estar así tenía que estar matándola.
«¡Maldita Santana!».
¿Había algo que no estuviera dispuesta a hacer para demostrarle su fe en ella?
—No hacía falta que hicieras esto. Ya confío en ti al cien por cien.
—Quieta. Para o te harás daño—el tono severo la hizo frenar en seco.
Brittany nunca la había oído tan seria.
Con un tono más relajado añadió:
—No estoy incómoda. Bueno…, excepto porque tengo cierta humedad en una parte de mi cuerpo…
Brittany posó la mano sobre su corazón acelerado y, por primera vez desde que había entrado en el dormitorio, miró a Santana a la cara: estaba sonriendo.
Al ver que tenía una sonrisa de oreja a oreja se relajó un poco y analizó la situación.
¡Madre del amor hermoso, la mujer estaba como un tren!
Tenía atadas las cuatro extremidades y lo único que había en la cama era una sábana de seda negra bajo su cuerpo. La ropa interior negra eran nuevas, uno de los muchos regalos que le había hecho ella por San Valentín, y se amoldaban perfectamente a sus curvas.
¿Estaba húmeda?
¿Excitada?
¿Cómo era eso posible?
Después de las cosas que le habían ocurrido en el pasado, ¿cómo podía hacer esto sin sentirse angustiada o afligida?
Buscó alguna señal de molestia en el rostro de Santana …, pero no encontró ninguna.
La devoraba con una mirada apasionada, sin rastro alguno de malestar.
—¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has logrado atarte a ti misma?
A juzgar por lo poco que habían cedido las vendas cuando Brittany había tratado de desatarlo los nudos estaban muy apretados.
—Ha sido Quinn—respondió contrariada—Creo que la muy cabrona me ha atada demasiado fuerte.
Brittany se llevó una mano a la boca para intentar reprimir la risa…, pero la carcajada se le escapó igualmente de los labios.
—¿Ha sido tu hermana?
—Esto me lo va a estar recordando toda la vida. Yo quería estar desnuda, pero insistió en que al menos me tapara mis partes…como si no tuviera lo mismo que yo—respondió Santana malhumorada.
Madre mía, Brittany hubiera dado cualquier cosa por ver ese momento, pero tenía que conformarse con imaginarse a Quinn atando a su hermana a la cama e insistiéndole en que se tapara sus partes.
Como Quinn no conocía todos los secretos de Santana, lo más probable es que, en lugar de alarmarse con la situación, se lo hubiera tomado como una extravagancia, con la que podría estar vacilando a su hermana pequeña eternamente.
—No puedo creerme que hayas hecho esto—cogió el corazón de cartón de la mano de Santana, lo rompió en pedazos y lanzó los trocitos hacia el techo—Deseo concedido. Pero ya confiaba en ti al cien por cien. Ya te he dicho que fue por culpa de las hormonas. Además, he estado pensando y ahora entiendo que hayas podido interpretar mi comportamiento como una muestra de rechazo o de vacilación, pero todo han sido paranoias mías, no tiene nada que ver contigo.
—Quería asegurarme de que confiabas en mí, pero tócame de una vez o me va a dar un síncope—exigió con sus ojos oscuros.
Brittany se detuvo a mirarla y se le cortó la respiración al asimilar lo que tenía ante sus ojos: estaba ahí tendida a su merced.
Santana era como un tigre encadenado listo para atacar y le resultaba embriagador y tremendamente erótico tenerla inmovilizada.
Aquel cuerpo era una promesa de placer y Brittany se moría por acariciar hasta el último centímetro de su morena piel.
—Eres la persona más sexy del planeta—afirmó con una voz seductora cargada de deseo.
—Creo que tienes que ir a que te revisen la vista. Siempre lo he pensado. Estoy llena de cicatrices, cariño, y son muy feas.
Sí.
Santana tenía cicatrices, un testimonio de su fuerza y de su valentía. A Brittany jamás le parecerían feas o desagradables.
—Como una guerrera, la héroe de mis sueños—estiró el brazo desabrocharle el sujetador y quitárselo, luego le acaricio el pecho con la palma de la mano y repasó con el dedo cada una de sus cicatrices antes de inclinarse para lamerlas con la lengua.
—Estás loca—gimió tirando de las vendas que le ataban los brazos.
—Tú me vuelves loca—replicó riéndose sin dejar de lamerle el pecho. Le mordisqueó un pezón con cuidado mientras le masajeaba el sexo por encima de la seda.
Tener a Santana a su merced era algo completamente nuevo y tentador.
Se arrodilló para quitarse la bata. Tenía tantas ganas de tocarla que casi se olvida de la sorpresa que le había preparado.
—¡Madre de Dios! ¿Qué llevas puesto?—preguntó atormentada.
Brittany le dedicó una sonrisa traviesa y seductora.
—Otro regalo de San Valentín para ti.
Era el conjunto más picante que se había puesto jamás y eso era mucho decir porque a Santana le encantaba la lencería sexy; si bien el interés en la ropa le duraba muy poco, ya que no tardaba en quitársela, a mordiscos si era necesario.
El vestidito rojo estaba reducido a su mínima expresión: tenía unos tirantes muy finos, la parte de arriba apenas le tapaba los pezones y las delgadas tiras de tela que tenía junto a la tripa eran transparentes.
La braguita era ínfima y dejaba al descubierto el trasero y gran parte del sexo.
—Obviamente me he tenido que depilar. Del todo. Esta braguita no tapa gran cosa.
Santana tragó saliva mientras recorría con ojos apasionados su cuerpo deseando hacerlo suyo.
—¿Depilada… del todo?—casi se atraganta al pronunciar la última palabra—Hace un momento no lo estabas.
Tiró la bata al suelo y se giró hacia su morena para rozarle con la yema del dedo su sexo húmedo.
—Me depilé cuando me puse el conjunto, justo antes de que me llevaras arriba a probar el nuevo juego. Estas muy húmeda, San. Una auténtica pasada.
—Sí, lo sé, estoy más húmeda de lo normal—gruñó resoplando cada vez más fuerte.
—¡Qué tonta! No me refería a tus partes, sino al juego—se echó a reír y, al bajarle el elástico de las bragas.
—Ahora mismo el juego ese me importa un comino—resolló.
En cuanto le puso la mano encima Brittany también perdió todo el interés en el videojuego. Le agarró su suave sexo mientras se inclinaba para besarla rozando sus sensibles pezones contra los de ella.
Santana le metió la lengua en la boca y reaccionó levantando las caderas cuando ella le agarró con fuerza el clítoris entre los dedos.
Santana la besaba como si estuviera poseída y ella le contestaba con el mismo frenesí mientras le acariciaba la parte del cuerpo que se moría por tener juntas.
Pero eso podía esperar.
Santana había hecho todo esto por ella y Brittany estaba decidida a que gozara con la experiencia.
Y que gozara mucho.
Pensaba sacar a la cavernícola que llevaba dentro antes de centrarse en sus propias necesidades.
Le liberó la boca y se arrodilló junto a su morena sin dejar de acariciar su húmedo sexo.
Sus manos recorrieron sin prisa alguna cada centímetro de su piel, ya que no sabía si se le volvería a presentar esta oportunidad y quería tocar su cuerpo entero.
—Tengo un antojo—le comentó con sensualidad antes de soltarla y bajarse de la cama.
—Britt, vuelve—suplicó con una voz insistente.
Se fue corriendo a la cocina y regresó con un bote de nata montada. Lo agitó con erotismo, inclinó la cabeza, abrió la boca y lanzó un chorro de crema entre sus labios.
—Mmmm…, ¡está buenísimo!—se lamió los labios mientras tragaba la dulce espuma.
Santana la contemplaba embelesada con una mirada de deseo amenazante que hizo estremecer a Brittany.
—Solo hay una cosa que me sabría aún mejor si me estallara en la boca. Algo de lo que tengo antojo—avanzó a cuatro patas por la cama, entre las piernas atadas de Santana.
—Britt—le advirtió Santana, pero ella no le hizo caso.
Le echó la nata por el terso vientre, los muslos y su sexo húmedo.
Primero le lamió el vientre, recorriendo con la lengua deleitándose en el dulce sabor de la nata montada. Santana se retorció lo que las vendas le permitieron y gruñó:
—Me las vas a pagar.
Brittany sonrió lamiéndole el muslo.
—Cuento con ello, morenaza. Eres linda en todo. Ya me entiendes.
Su cuerpo entero no dejó de palpitar mientras ella se acercaba al otro muslo y empezaba a mordisquearlo y lamerlo hasta dejar una marca con los dientes en la dulce piel.
Cuando por fin se dirigió hacia su entrepierna, sintió que el sexo se le contraía y que empapaba la atrevida braguita.
Empezó a gemir al recorrer la entrepierna con la lengua, lamiendo la nata montada con lentitud y a conciencia.
—No voy a durar mucho. Maldita sea, Britt. Desátame—su voz se debatía entre la frustración y la excitación.
Brittany levantó la cabeza para buscar en sus ojos marrones alguna señal que indicara que estaba incómodo en algún plano que no fuera el sexual.
No la encontró.
A Santana le consumía el placer carnal, gozaba contemplándola y lo único que le frustraba era no ser capaz de compensarla con el mismo placer.
—Pensé que querías satisfacer todos mis antojos—le susurró con sensualidad—Tengo antojo de ti.
Santana gruñó y dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras Brittany le metía la lengua en el sexo y trazaba círculos con la lengua sobre el clítoris.
—Me vas a matar—jadeó mientras ella le pasaba el lengua por todo el sexo.
«De placer, morenaza».
Brittany rodeo sus dientes con los labios y le mordió el clítoris y succionó, Santana empezó a bambolear las caderas, empujándolas contra su boca cada vez que ella presionaba hacia abajo. Brittany levantó la mirada y vio cómo se tensaban los músculos de ese cuerpo perfecto y cómo se aferraban sus manos a las vendas que la mantenían atada.
Se quedó cautivada de la expresión que tenía Santana en ese momento: embriagada por la pasión, había perdido el control por completo y se había dejado llevar por el éxtasis.
—Britt, cariño. Ahhhh… Dios mío. Síííí…
A medida que ella se movía más rápido y ejercía más presión su morena empezó a gritar palabras sin ton ni son hasta que explotó con el cuerpo encharcado en sudor.
Su alivio inundó en forma de líquido caliente, Brittany le paso la lengua gimiendo hasta dejarla limpia. Después de lamer hasta la última gota, gateó a cuatro patas hasta llegar a sus labios y la besó para que probara su propio sabor entre sus brazos.
Santana se recreó en su boca, pero acabó apartando los labios de los suyos para exigir:
—Tu sexo depilado. Ahora—tiró de las vendas con desesperación deseando estar suelta.
Sí, era hora de liberar a su cavernícola.
—Ayúdame—le pidió ella, ya que no tenía ni idea de cómo soltarla.
Santana le dio instrucciones concisas y ella logró liberar las manos. Entonces, sin dejar de jadear, se incorporó y desató ella misma los nudos que le sujetaban las piernas y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo sudoroso estaba encima de ella.
Santana había encontrado a su presa y estaba desbocada.
Dios mío, Brittany adoraba a esta mujer.
Le bastaron dos zarpazos para arrancarle la lencería, que cayó al suelo hecha pedazos. Brittany suspiró cautivada por esa fuerza y por la facilidad con la que era capaz de desnudarla.
Hacía tiempo que había dejado de reprenderle cada vez que le destrozaba la ropa interior o al suya misma.
Ya compraría más.
Merecía la pena solo por ver cómo la pasión le hacía perder los estribos.
Como de costumbre, se puso como una fiera con la ropa, pero a ella no le hizo ningún daño.
—Dios mío, eres preciosa—jadeó mientras contemplaba su sexo depilado—Es hora de la revancha. ¿Querías jugar, rubia? Bueno prepárate.
Brittany estaba más que preparada para el tipo de castigo que Santana tenía en mente: un castigo que la dejaría sin respiración y que la haría gimotear y suplicar.
Gimió al sentir sus dedos acariciándole los pezones hinchados y con la sensibilidad a flor de piel.
Estaba más que lista.
—Por favor, San.
—Por favor, ¿qué? ¿Qué es lo que quieres?—le preguntó con brusquedad.
—Hazme el amor, por favor.
—Creo que no. La que tiene un antojo ahora soy yo. Se me hace la boca agua pensando en tu miel. ¿Estás mojada, cariño?
¿Mojada?
Madre mía…, estaba empapada.
—Sí—bamboleó las caderas, pero fue incapaz de mover ni un milímetro el cuerpo duro como una roca que tenía encima.
Aunque estaban piel contra piel, su morena apoyaba la mayor parte de su peso en sus brazos. Ella miró hacia arriba para encontrarse con sus intensos ojos oscuros y exigirle con el cuerpo que la hiciera suya.
—Vas a correrte para mí mientras te como entera—susurró con una voz áspera.
Enterró la cara entre su pelo antes de mordisquearle el cuello y empezar a descender hacia sus senos lamiéndole la piel.
Brittany gimió mientras le lamía los pechos —primero uno y luego otro—, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para idolatrar aquellos pezones erectos.
Sintió que se estremecía por dentro cuando Santana se dirigió hacia la tripa, donde se detuvo para lamerle el ombligo y llenarle de besos húmedos y cálidos el vientre.
Por fin, justo antes de que empezara a gritar de frustración, Santana le separó las piernas y Brittany se estremeció al sentir el cálido aliento de su prometido sobre su sexo al descubierto.
—Huelo tu excitación y veo lo empapada que estás—bramó acariciando la piel desnuda.
Brittany echó la cabeza hacia atrás desesperada por que su boca la tocara.
—Por favor, San. Te necesito.
Rozó con el dedo sus pliegues empapados, introduciéndolo cada vez más.
—¿Así? —preguntó con exigencia.
—Más —le rogó.
Si no hacía que se corriera de inmediato, se iba a volver loca.
—¿Así?—su dedo se deslizaba con facilidad sobre la piel resbaladiza y empezó a trazar círculos en el clítoris.
—Más. ¡Más!—su cuerpo lo deseaba tanto que estaba empezando a perder los papeles.
—¿Así?—acercó la lengua hacia la mullida piel y le lamió la excitación con la lengua.
Ay, Dios.
Sí.
Sí.
Sí.
Levantó las caderas para que su lengua la penetrara aún más. Santana separó los pliegues de su sexo con los pulgares y enterró la cabeza entre sus muslos para devorarla con un ansia sin paliativos.
Le frotó el clítoris mientras le comía hasta las entrañas emitiendo un sonido
reverberante.
—Sí. Por favor, San. Necesito correrme—metió los dedos entre sus cabellos para agarrarla de la cabeza y atraerla aún más hacia ella.
Gimió y balanceó las caderas mientras su morena le daba todo el placer que su ardiente boca podía darle.
Santana gruñó sobre su carne, lo que generó unas vibraciones que la arrastraron despacio hacia la locura. Siguió lamiendo hasta que Brittany perdió el sentido y se dejó llevar por un clímax abrumador que la consumió por completo y que la hizo arder de pasión.
En lugar de sollozar aliviada, que es lo que tenía ganas de hacer, Brittany gritó su nombre mientras continuas olas de placer le recorrían el cuerpo entero.
Después de haber exprimido hasta la última gota de satisfacción que podía ofrecerle con su increíble boca, Santana se quitó las bragas y trepó por el cuerpo de Brittany, que abrió los ojos para ver a la mujer de la que estaba enamorada y que en ese momento se mostraba feroz y desbocada, tal como le gustaba a ella.
Tal como ella la amaba.
Aunque el cuerpo de Brittany estaba satisfecho, la necesidad de unirse con su morena en un solo ser era tan apremiante que la superaba.
—Hazme el amor, San. Ahora.
Su sexo se acercó peligrosamente a su sexo, que aún no había dejado de estremecerse.
—Eres mía—rugió—Siempre lo serás.
—Sí. Siempre.
Santana acomodo su empapado sexo junto al de Brittany y las unió para que tuvieran un perfecto roce, dicho roce que la dejó sin respiración y le rodeó la cintura con las piernas y el cuello con los brazos, tratando de acercarse al máximo a su morena.
La boca de Santana cubrió la suya insuflando calor en todo su cuerpo y arrastrándola a un lugar en el que solo existían ellas dos.
Se movían una y otra vez, retrocediendo las caderas sin llegar a sacarla del todo, mientras Brittany se entregaba en cuerpo.
La estaba haciendo suya y ella quería que así fuera.
—Dime que eres mía. Te necesito. Te quiero. No me abandonarás en la vida—exigió Santana entre jadeos tras arrancar la boca de la de ella.
—Siempre seré tuya. Nada se interpondrá jamás entre nosotras. Te quiero.
Apenas había salido aquel jadeo de su boca cuando sintió que el orgasmo se acercaba; entonces apretó con más fuerza las piernas alrededor de la cintura de Santana para responder a sus intensas embestidas, de modo que sus cuerpos empapados en sudor se fundieron en uno solo.
Brittany sintió que el cuerpo se le hacía añicos entre temblores y, mientras su cavidad palpitaba, le clavó las uñas en la espalda. Gritó su nombre sin dejar de bambolear su cuerpo fogoso contra el de su morena hasta que alcanzó un éxtasis arrebatador que empapó a Santana y del que tardó un buen rato en sobreponerse.
—Britt. Britt…—susurró antes de correrse.
Cuando las cosas se calmaron Brittany se quitó de encima sin soltarla, manteniéndola en el refugio de sus brazos. Mientras se le hinchaba y deshinchaba el pecho, preguntó:
—¿Te he hecho daño?
Brittany negó con la cabeza mientras su cuerpo entero seguía estremeciéndose.
—No—suspiró entre jadeos—Me has dado justo lo que necesitaba—Brittany lo besó en la frente por haber saciado sus necesidades y después escondió el rostro en su cuello para tratar de recuperarse.
No tenía ni idea de cómo lo hacía, pero Santana siempre sabía lo que necesitaba en cada momento.
Esa noche, en su segundo San Valentín juntas, le había ofrecido una pasión desenfrenada y su amor incondicional.
Obviamente no tenía que atarse a la cama para demostrarle nada, pero el hecho de que hubiera querido hacerlo y que se hubiera puesto a su merced la emocionaba.
Brittany suspiró preguntándose cómo podía ser tan afortunada de haberse cruzado con una persona como Santana, una mujer a quien podía entregarse por completo, ya que siempre trataría con cuidado su amor, su confianza y su alma.
—Te quiero. Feliz día de San Valentín—susurró junto a su cuello.
—Feliz día de San Valentín, cariño. Te querré siempre—murmuró Santana sobre su hombro, estrechándola entre los brazos con el mismo afán de protegerla que de poseerla.
Fueran cuales fueran los retos que les aguardaban, Santana y Brittany se enfrentarían a ellas juntas.
—Siempre estaré a tu lado—musitó Brittany adormilada.
—Lo sé, Britt-Britt. Soy la mujer más afortunada del mundo—afirmó con orgullo.
Brittany se durmió con una sonrisa en los labios por el nuevo apodo que le había puesto y con la satisfacción de saber que había encontrado el amor eterno.
Para una mujer que durante un tiempo había estado tan sola era el mejor regalo de San Valentín que podía recibir.
En realidad, el juego era de ella: su prometida lo había diseñado especialmente para ella.
«Las aventuras de Brittany» era una pasada aunque eso no le sorprendía.
Santana era una genio y cada videojuego que había creado resultaba especial. No era de extrañar que siempre se enganchara a todo lo que la morena creaba.
Acarició la pantalla del ordenador con la mano y suspiró.
¿Qué persona dedicaría un sinfín de horas a diseñar un videojuego exclusivo para ella, un juego que no pensaba sacar jamás al mercado?
«Solo Santana, Mi Santana».
Se recostó en la silla para mirar el reloj.
«¡Huy!».
Se había metido tanto en el juego que llevaba en la sala de informática más tiempo del que se había propuesto.
Pero es que le encantaba, ¡era tan adictivo!
Santana se lo había regalado por San Valentín, entre otras muchas cosas.
Para ella siempre sería un regalo muy especial porque lo había hecho su morena y porque probablemente había dedicado semanas enteras de su inexistente tiempo libre diseñándolo con el único objetivo de que ella se lo pasara bien.
Su prometida la había guiado hasta la habitación hacía más de una hora para darle la sorpresa.
Se había marchado con una sonrisa de oreja a oreja cuando ella se había sentado frente al ordenador impaciente por dominar otra de sus creaciones.
Brittany apagó el ordenador entusiasmada, deseando ir a buscar a Santana para darle las gracias como se merecía.
El diamante que llevaba en la mano izquierda reflejó la abundante luz que había en la sala y, al verlo brillar con tanta intensidad, sintió que el corazón se le contraía.
«Santana es mía. Vamos a casarnos y a tener un bebé».
La tristeza y las dudas se habían evaporado como por arte de magia.
Brittany volvía a sentirse como siempre con Santana. Se había dado cuenta de que todos esos miedos irracionales se debían a que había sospechado que estaba embarazada y no había querido aceptarlo por miedo a la reacción de Santana.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
¿Cuándo la había defraudado la mujer de la que estaba enamorada?
En todo caso, estaba más protectora de lo necesario, pero esa era su forma de ser y a ella le encantaba tal y como era, aunque le cabreara que a veces se pusiera en plan déspota.
Brittany sonrió al recordar que le había prometido intentar no ser tan dominante y controladora.
Se había portado muy bien durante toda la tarde: atendiéndola y haciéndole el amor con cuidado, como si se fuera a romper por estar embarazada.
A decir verdad, después de las últimas semanas, en las que había estado tan alterada emocionalmente, necesitaba justo eso y esa íntima ternura le había reconfortado.
Sin embargo…, había llegado el momento de despertar a su Santana desatada.
No es que Brittany disfrutara cuando Santana se ponía en plan dominante en la cama, es que la volvía loca de placer.
Santana era mitad ternura, mitad hormonas. Y ya era hora de que su faceta cavernícola viniera a jugar con ella.
Se detuvo para ajustarse la bata de seda roja que se había puesto.
Era raro que llevara más de una hora sin ver a Santana. Normalmente se sentaba a su lado y trabajaba en algún juego mientras ella se entretenía en el ordenador de pruebas de la sala de informática.
Como iba descalza, no hizo ruido alguno al bajar las escaleras enmoquetadas. Sus uñas recién pintadas asomaban por debajo de la bata a cada peldaño que descendía.
Se miró los dedos al bajar el último escalón y decidió que igual se volvía a hacer la pedicura en el futuro.
Tenía los pies suaves como la piel de un bebé y la experiencia había sido muy relajante.
Podía ir con Rachel antes de la boda.
De su boda.
Santana iba a ser su esposa.
Brittany López-Pierce era un nombre que siempre llevaría con orgullo, a sabiendas de lo mucho que se habían sacrificado las dos hermanas para alcanzar su posición social.
—¿San?—la llamó al entrar en la cocina.
Se quedó atónita al no encontrarla ahí.
Dormida seguro que no estaba, jamás se iba a la cama sin ella.
—¡Ven al dormitorio!—exigió Santana con su voz ronca.
Esbozó una sonrisilla mientras avanzaba hacia el cuarto.
Santana no pedía; daba órdenes y Brittany la obedecía cuando le apetecía y en ese momento se sintió tentada a seguir sus instrucciones.
Avanzó por el pasillo con curiosidad. La puerta del dormitorio estaba entornada y se abrió de par en par sin hacer el menor ruido cuando Brittany apoyó una mano en la madera y empujó con suavidad.
Se le cortó la respiración al posar los ojos en Santana: estaba atada a la cama y lo único que llevaba puesto era la cadena de oro con el penique de la suerte y la ropa interior de seda decorados con corazones y diablillos.
Con el pulso acelerado corrió hacia la cama:
—Pero ¡qué haces, San!
Brittany había estado atada varias veces: la primera vez porque era la única manera en que Santana podía hacerlo al principio y las demás porque les resultaba erótico y sexy.
Teniendo en cuenta lo que le había ocurrido a Santana, Brittany no daba crédito a lo que veían sus ojos.
Parpadeó y volvió a parpadear.
Santana abrió el puño para enseñarle uno de los corazones de cartón que ella le regalaba en todas las celebraciones; un diminuto corazón canjeable por un deseo, por cualquier cosa que quisiera de ella.
El papelillo revoloteó sobre la palma de su mano atada.
—Deseo que te des cuenta de que confío en ti al cien por cien.
—No, San. No—subió a la cama y tiró de las vendas presa del pánico, pero no logró desatarlas. Se sintió frustrada al no ser capaz de liberarlo y le rogó—Dime cómo se desata esto—empezó a tirar con todas sus fuerzas de una de las vendas que le sujetaban el brazo.
Necesitaba soltarla como fuera.
No soportaba verla así de indefensa.
Estar así tenía que estar matándola.
«¡Maldita Santana!».
¿Había algo que no estuviera dispuesta a hacer para demostrarle su fe en ella?
—No hacía falta que hicieras esto. Ya confío en ti al cien por cien.
—Quieta. Para o te harás daño—el tono severo la hizo frenar en seco.
Brittany nunca la había oído tan seria.
Con un tono más relajado añadió:
—No estoy incómoda. Bueno…, excepto porque tengo cierta humedad en una parte de mi cuerpo…
Brittany posó la mano sobre su corazón acelerado y, por primera vez desde que había entrado en el dormitorio, miró a Santana a la cara: estaba sonriendo.
Al ver que tenía una sonrisa de oreja a oreja se relajó un poco y analizó la situación.
¡Madre del amor hermoso, la mujer estaba como un tren!
Tenía atadas las cuatro extremidades y lo único que había en la cama era una sábana de seda negra bajo su cuerpo. La ropa interior negra eran nuevas, uno de los muchos regalos que le había hecho ella por San Valentín, y se amoldaban perfectamente a sus curvas.
¿Estaba húmeda?
¿Excitada?
¿Cómo era eso posible?
Después de las cosas que le habían ocurrido en el pasado, ¿cómo podía hacer esto sin sentirse angustiada o afligida?
Buscó alguna señal de molestia en el rostro de Santana …, pero no encontró ninguna.
La devoraba con una mirada apasionada, sin rastro alguno de malestar.
—¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has logrado atarte a ti misma?
A juzgar por lo poco que habían cedido las vendas cuando Brittany había tratado de desatarlo los nudos estaban muy apretados.
—Ha sido Quinn—respondió contrariada—Creo que la muy cabrona me ha atada demasiado fuerte.
Brittany se llevó una mano a la boca para intentar reprimir la risa…, pero la carcajada se le escapó igualmente de los labios.
—¿Ha sido tu hermana?
—Esto me lo va a estar recordando toda la vida. Yo quería estar desnuda, pero insistió en que al menos me tapara mis partes…como si no tuviera lo mismo que yo—respondió Santana malhumorada.
Madre mía, Brittany hubiera dado cualquier cosa por ver ese momento, pero tenía que conformarse con imaginarse a Quinn atando a su hermana a la cama e insistiéndole en que se tapara sus partes.
Como Quinn no conocía todos los secretos de Santana, lo más probable es que, en lugar de alarmarse con la situación, se lo hubiera tomado como una extravagancia, con la que podría estar vacilando a su hermana pequeña eternamente.
—No puedo creerme que hayas hecho esto—cogió el corazón de cartón de la mano de Santana, lo rompió en pedazos y lanzó los trocitos hacia el techo—Deseo concedido. Pero ya confiaba en ti al cien por cien. Ya te he dicho que fue por culpa de las hormonas. Además, he estado pensando y ahora entiendo que hayas podido interpretar mi comportamiento como una muestra de rechazo o de vacilación, pero todo han sido paranoias mías, no tiene nada que ver contigo.
—Quería asegurarme de que confiabas en mí, pero tócame de una vez o me va a dar un síncope—exigió con sus ojos oscuros.
Brittany se detuvo a mirarla y se le cortó la respiración al asimilar lo que tenía ante sus ojos: estaba ahí tendida a su merced.
Santana era como un tigre encadenado listo para atacar y le resultaba embriagador y tremendamente erótico tenerla inmovilizada.
Aquel cuerpo era una promesa de placer y Brittany se moría por acariciar hasta el último centímetro de su morena piel.
—Eres la persona más sexy del planeta—afirmó con una voz seductora cargada de deseo.
—Creo que tienes que ir a que te revisen la vista. Siempre lo he pensado. Estoy llena de cicatrices, cariño, y son muy feas.
Sí.
Santana tenía cicatrices, un testimonio de su fuerza y de su valentía. A Brittany jamás le parecerían feas o desagradables.
—Como una guerrera, la héroe de mis sueños—estiró el brazo desabrocharle el sujetador y quitárselo, luego le acaricio el pecho con la palma de la mano y repasó con el dedo cada una de sus cicatrices antes de inclinarse para lamerlas con la lengua.
—Estás loca—gimió tirando de las vendas que le ataban los brazos.
—Tú me vuelves loca—replicó riéndose sin dejar de lamerle el pecho. Le mordisqueó un pezón con cuidado mientras le masajeaba el sexo por encima de la seda.
Tener a Santana a su merced era algo completamente nuevo y tentador.
Se arrodilló para quitarse la bata. Tenía tantas ganas de tocarla que casi se olvida de la sorpresa que le había preparado.
—¡Madre de Dios! ¿Qué llevas puesto?—preguntó atormentada.
Brittany le dedicó una sonrisa traviesa y seductora.
—Otro regalo de San Valentín para ti.
Era el conjunto más picante que se había puesto jamás y eso era mucho decir porque a Santana le encantaba la lencería sexy; si bien el interés en la ropa le duraba muy poco, ya que no tardaba en quitársela, a mordiscos si era necesario.
El vestidito rojo estaba reducido a su mínima expresión: tenía unos tirantes muy finos, la parte de arriba apenas le tapaba los pezones y las delgadas tiras de tela que tenía junto a la tripa eran transparentes.
La braguita era ínfima y dejaba al descubierto el trasero y gran parte del sexo.
—Obviamente me he tenido que depilar. Del todo. Esta braguita no tapa gran cosa.
Santana tragó saliva mientras recorría con ojos apasionados su cuerpo deseando hacerlo suyo.
—¿Depilada… del todo?—casi se atraganta al pronunciar la última palabra—Hace un momento no lo estabas.
Tiró la bata al suelo y se giró hacia su morena para rozarle con la yema del dedo su sexo húmedo.
—Me depilé cuando me puse el conjunto, justo antes de que me llevaras arriba a probar el nuevo juego. Estas muy húmeda, San. Una auténtica pasada.
—Sí, lo sé, estoy más húmeda de lo normal—gruñó resoplando cada vez más fuerte.
—¡Qué tonta! No me refería a tus partes, sino al juego—se echó a reír y, al bajarle el elástico de las bragas.
—Ahora mismo el juego ese me importa un comino—resolló.
En cuanto le puso la mano encima Brittany también perdió todo el interés en el videojuego. Le agarró su suave sexo mientras se inclinaba para besarla rozando sus sensibles pezones contra los de ella.
Santana le metió la lengua en la boca y reaccionó levantando las caderas cuando ella le agarró con fuerza el clítoris entre los dedos.
Santana la besaba como si estuviera poseída y ella le contestaba con el mismo frenesí mientras le acariciaba la parte del cuerpo que se moría por tener juntas.
Pero eso podía esperar.
Santana había hecho todo esto por ella y Brittany estaba decidida a que gozara con la experiencia.
Y que gozara mucho.
Pensaba sacar a la cavernícola que llevaba dentro antes de centrarse en sus propias necesidades.
Le liberó la boca y se arrodilló junto a su morena sin dejar de acariciar su húmedo sexo.
Sus manos recorrieron sin prisa alguna cada centímetro de su piel, ya que no sabía si se le volvería a presentar esta oportunidad y quería tocar su cuerpo entero.
—Tengo un antojo—le comentó con sensualidad antes de soltarla y bajarse de la cama.
—Britt, vuelve—suplicó con una voz insistente.
Se fue corriendo a la cocina y regresó con un bote de nata montada. Lo agitó con erotismo, inclinó la cabeza, abrió la boca y lanzó un chorro de crema entre sus labios.
—Mmmm…, ¡está buenísimo!—se lamió los labios mientras tragaba la dulce espuma.
Santana la contemplaba embelesada con una mirada de deseo amenazante que hizo estremecer a Brittany.
—Solo hay una cosa que me sabría aún mejor si me estallara en la boca. Algo de lo que tengo antojo—avanzó a cuatro patas por la cama, entre las piernas atadas de Santana.
—Britt—le advirtió Santana, pero ella no le hizo caso.
Le echó la nata por el terso vientre, los muslos y su sexo húmedo.
Primero le lamió el vientre, recorriendo con la lengua deleitándose en el dulce sabor de la nata montada. Santana se retorció lo que las vendas le permitieron y gruñó:
—Me las vas a pagar.
Brittany sonrió lamiéndole el muslo.
—Cuento con ello, morenaza. Eres linda en todo. Ya me entiendes.
Su cuerpo entero no dejó de palpitar mientras ella se acercaba al otro muslo y empezaba a mordisquearlo y lamerlo hasta dejar una marca con los dientes en la dulce piel.
Cuando por fin se dirigió hacia su entrepierna, sintió que el sexo se le contraía y que empapaba la atrevida braguita.
Empezó a gemir al recorrer la entrepierna con la lengua, lamiendo la nata montada con lentitud y a conciencia.
—No voy a durar mucho. Maldita sea, Britt. Desátame—su voz se debatía entre la frustración y la excitación.
Brittany levantó la cabeza para buscar en sus ojos marrones alguna señal que indicara que estaba incómodo en algún plano que no fuera el sexual.
No la encontró.
A Santana le consumía el placer carnal, gozaba contemplándola y lo único que le frustraba era no ser capaz de compensarla con el mismo placer.
—Pensé que querías satisfacer todos mis antojos—le susurró con sensualidad—Tengo antojo de ti.
Santana gruñó y dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras Brittany le metía la lengua en el sexo y trazaba círculos con la lengua sobre el clítoris.
—Me vas a matar—jadeó mientras ella le pasaba el lengua por todo el sexo.
«De placer, morenaza».
Brittany rodeo sus dientes con los labios y le mordió el clítoris y succionó, Santana empezó a bambolear las caderas, empujándolas contra su boca cada vez que ella presionaba hacia abajo. Brittany levantó la mirada y vio cómo se tensaban los músculos de ese cuerpo perfecto y cómo se aferraban sus manos a las vendas que la mantenían atada.
Se quedó cautivada de la expresión que tenía Santana en ese momento: embriagada por la pasión, había perdido el control por completo y se había dejado llevar por el éxtasis.
—Britt, cariño. Ahhhh… Dios mío. Síííí…
A medida que ella se movía más rápido y ejercía más presión su morena empezó a gritar palabras sin ton ni son hasta que explotó con el cuerpo encharcado en sudor.
Su alivio inundó en forma de líquido caliente, Brittany le paso la lengua gimiendo hasta dejarla limpia. Después de lamer hasta la última gota, gateó a cuatro patas hasta llegar a sus labios y la besó para que probara su propio sabor entre sus brazos.
Santana se recreó en su boca, pero acabó apartando los labios de los suyos para exigir:
—Tu sexo depilado. Ahora—tiró de las vendas con desesperación deseando estar suelta.
Sí, era hora de liberar a su cavernícola.
—Ayúdame—le pidió ella, ya que no tenía ni idea de cómo soltarla.
Santana le dio instrucciones concisas y ella logró liberar las manos. Entonces, sin dejar de jadear, se incorporó y desató ella misma los nudos que le sujetaban las piernas y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo sudoroso estaba encima de ella.
Santana había encontrado a su presa y estaba desbocada.
Dios mío, Brittany adoraba a esta mujer.
Le bastaron dos zarpazos para arrancarle la lencería, que cayó al suelo hecha pedazos. Brittany suspiró cautivada por esa fuerza y por la facilidad con la que era capaz de desnudarla.
Hacía tiempo que había dejado de reprenderle cada vez que le destrozaba la ropa interior o al suya misma.
Ya compraría más.
Merecía la pena solo por ver cómo la pasión le hacía perder los estribos.
Como de costumbre, se puso como una fiera con la ropa, pero a ella no le hizo ningún daño.
—Dios mío, eres preciosa—jadeó mientras contemplaba su sexo depilado—Es hora de la revancha. ¿Querías jugar, rubia? Bueno prepárate.
Brittany estaba más que preparada para el tipo de castigo que Santana tenía en mente: un castigo que la dejaría sin respiración y que la haría gimotear y suplicar.
Gimió al sentir sus dedos acariciándole los pezones hinchados y con la sensibilidad a flor de piel.
Estaba más que lista.
—Por favor, San.
—Por favor, ¿qué? ¿Qué es lo que quieres?—le preguntó con brusquedad.
—Hazme el amor, por favor.
—Creo que no. La que tiene un antojo ahora soy yo. Se me hace la boca agua pensando en tu miel. ¿Estás mojada, cariño?
¿Mojada?
Madre mía…, estaba empapada.
—Sí—bamboleó las caderas, pero fue incapaz de mover ni un milímetro el cuerpo duro como una roca que tenía encima.
Aunque estaban piel contra piel, su morena apoyaba la mayor parte de su peso en sus brazos. Ella miró hacia arriba para encontrarse con sus intensos ojos oscuros y exigirle con el cuerpo que la hiciera suya.
—Vas a correrte para mí mientras te como entera—susurró con una voz áspera.
Enterró la cara entre su pelo antes de mordisquearle el cuello y empezar a descender hacia sus senos lamiéndole la piel.
Brittany gimió mientras le lamía los pechos —primero uno y luego otro—, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para idolatrar aquellos pezones erectos.
Sintió que se estremecía por dentro cuando Santana se dirigió hacia la tripa, donde se detuvo para lamerle el ombligo y llenarle de besos húmedos y cálidos el vientre.
Por fin, justo antes de que empezara a gritar de frustración, Santana le separó las piernas y Brittany se estremeció al sentir el cálido aliento de su prometido sobre su sexo al descubierto.
—Huelo tu excitación y veo lo empapada que estás—bramó acariciando la piel desnuda.
Brittany echó la cabeza hacia atrás desesperada por que su boca la tocara.
—Por favor, San. Te necesito.
Rozó con el dedo sus pliegues empapados, introduciéndolo cada vez más.
—¿Así? —preguntó con exigencia.
—Más —le rogó.
Si no hacía que se corriera de inmediato, se iba a volver loca.
—¿Así?—su dedo se deslizaba con facilidad sobre la piel resbaladiza y empezó a trazar círculos en el clítoris.
—Más. ¡Más!—su cuerpo lo deseaba tanto que estaba empezando a perder los papeles.
—¿Así?—acercó la lengua hacia la mullida piel y le lamió la excitación con la lengua.
Ay, Dios.
Sí.
Sí.
Sí.
Levantó las caderas para que su lengua la penetrara aún más. Santana separó los pliegues de su sexo con los pulgares y enterró la cabeza entre sus muslos para devorarla con un ansia sin paliativos.
Le frotó el clítoris mientras le comía hasta las entrañas emitiendo un sonido
reverberante.
—Sí. Por favor, San. Necesito correrme—metió los dedos entre sus cabellos para agarrarla de la cabeza y atraerla aún más hacia ella.
Gimió y balanceó las caderas mientras su morena le daba todo el placer que su ardiente boca podía darle.
Santana gruñó sobre su carne, lo que generó unas vibraciones que la arrastraron despacio hacia la locura. Siguió lamiendo hasta que Brittany perdió el sentido y se dejó llevar por un clímax abrumador que la consumió por completo y que la hizo arder de pasión.
En lugar de sollozar aliviada, que es lo que tenía ganas de hacer, Brittany gritó su nombre mientras continuas olas de placer le recorrían el cuerpo entero.
Después de haber exprimido hasta la última gota de satisfacción que podía ofrecerle con su increíble boca, Santana se quitó las bragas y trepó por el cuerpo de Brittany, que abrió los ojos para ver a la mujer de la que estaba enamorada y que en ese momento se mostraba feroz y desbocada, tal como le gustaba a ella.
Tal como ella la amaba.
Aunque el cuerpo de Brittany estaba satisfecho, la necesidad de unirse con su morena en un solo ser era tan apremiante que la superaba.
—Hazme el amor, San. Ahora.
Su sexo se acercó peligrosamente a su sexo, que aún no había dejado de estremecerse.
—Eres mía—rugió—Siempre lo serás.
—Sí. Siempre.
Santana acomodo su empapado sexo junto al de Brittany y las unió para que tuvieran un perfecto roce, dicho roce que la dejó sin respiración y le rodeó la cintura con las piernas y el cuello con los brazos, tratando de acercarse al máximo a su morena.
La boca de Santana cubrió la suya insuflando calor en todo su cuerpo y arrastrándola a un lugar en el que solo existían ellas dos.
Se movían una y otra vez, retrocediendo las caderas sin llegar a sacarla del todo, mientras Brittany se entregaba en cuerpo.
La estaba haciendo suya y ella quería que así fuera.
—Dime que eres mía. Te necesito. Te quiero. No me abandonarás en la vida—exigió Santana entre jadeos tras arrancar la boca de la de ella.
—Siempre seré tuya. Nada se interpondrá jamás entre nosotras. Te quiero.
Apenas había salido aquel jadeo de su boca cuando sintió que el orgasmo se acercaba; entonces apretó con más fuerza las piernas alrededor de la cintura de Santana para responder a sus intensas embestidas, de modo que sus cuerpos empapados en sudor se fundieron en uno solo.
Brittany sintió que el cuerpo se le hacía añicos entre temblores y, mientras su cavidad palpitaba, le clavó las uñas en la espalda. Gritó su nombre sin dejar de bambolear su cuerpo fogoso contra el de su morena hasta que alcanzó un éxtasis arrebatador que empapó a Santana y del que tardó un buen rato en sobreponerse.
—Britt. Britt…—susurró antes de correrse.
Cuando las cosas se calmaron Brittany se quitó de encima sin soltarla, manteniéndola en el refugio de sus brazos. Mientras se le hinchaba y deshinchaba el pecho, preguntó:
—¿Te he hecho daño?
Brittany negó con la cabeza mientras su cuerpo entero seguía estremeciéndose.
—No—suspiró entre jadeos—Me has dado justo lo que necesitaba—Brittany lo besó en la frente por haber saciado sus necesidades y después escondió el rostro en su cuello para tratar de recuperarse.
No tenía ni idea de cómo lo hacía, pero Santana siempre sabía lo que necesitaba en cada momento.
Esa noche, en su segundo San Valentín juntas, le había ofrecido una pasión desenfrenada y su amor incondicional.
Obviamente no tenía que atarse a la cama para demostrarle nada, pero el hecho de que hubiera querido hacerlo y que se hubiera puesto a su merced la emocionaba.
Brittany suspiró preguntándose cómo podía ser tan afortunada de haberse cruzado con una persona como Santana, una mujer a quien podía entregarse por completo, ya que siempre trataría con cuidado su amor, su confianza y su alma.
—Te quiero. Feliz día de San Valentín—susurró junto a su cuello.
—Feliz día de San Valentín, cariño. Te querré siempre—murmuró Santana sobre su hombro, estrechándola entre los brazos con el mismo afán de protegerla que de poseerla.
Fueran cuales fueran los retos que les aguardaban, Santana y Brittany se enfrentarían a ellas juntas.
—Siempre estaré a tu lado—musitó Brittany adormilada.
—Lo sé, Britt-Britt. Soy la mujer más afortunada del mundo—afirmó con orgullo.
Brittany se durmió con una sonrisa en los labios por el nuevo apodo que le había puesto y con la satisfacción de saber que había encontrado el amor eterno.
Para una mujer que durante un tiempo había estado tan sola era el mejor regalo de San Valentín que podía recibir.
FIN¿?
Voy a subir altiro el prólogo de la parte entre “Quinn y Rach”, obvio en Brittana.
También tendrá algunos cambios, como que por si no los entienden me pregunten.
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Hola, aquí el fin de otra linda historia. Muchas gracias a todas las personas que se dieron el tiempo de leerla y más aun de comentarla.
MUCHAS GRACIAS!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd2: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, aquí el fin de otra linda historia. Muchas gracias a todas las personas que se dieron el tiempo de leerla y más aun de comentarla.
MUCHAS GRACIAS!
Pd: como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Hola morra...
Muy buen regalo de san valentin jajajaja
Ventajas De antojos lleva britt jaja
Nos vemos!
Muy buen regalo de san valentin jajajaja
Ventajas De antojos lleva britt jaja
Nos vemos!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Jajajaja no bueno sus san valentin súper únicos haber que mas se les ocurre para los que vienen jajaja
Y pobre Quinn que idea de la morena jajajaajja
Y pobre Quinn que idea de la morena jajajaajja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
que verguenza, jajajajajaja quinn atando a san, a esperar ese prologo y gracias por tan buena historia!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
Quinn atando a San jajaj seguro fue divertido!! Y el echo de que San lo hiciera por Britt, después de lo que vivió significa muchísimo que linda.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN
3:) escribió:Hola morra...
Muy buen regalo de san valentin jajajaja
Ventajas De antojos lleva britt jaja
Nos vemos!
Hola lu, dices tu¿? jajajajaja xq yo tmbn ajajajajajaj. AJajajajajajajaj xD jajaaj si q las lleva jajaja. Saludos =D
JVM escribió:Jajajaja no bueno sus san valentin súper únicos haber que mas se les ocurre para los que vienen jajaja
Y pobre Quinn que idea de la morena jajajaajja
Hola, jajajajaja si, si q lo son la vrdd ajajajajajaj... jamas se aburriran jaajajajaj. XD ajajajajajaja xD ajjajaajaj son unas loquillas ajjajaaj. Saludos =D
micky morales escribió:que verguenza, jajajajajaja quinn atando a san, a esperar ese prologo y gracias por tan buena historia!!!!
Hola, jajajajaaj cosas de hermanas, no¿? ajajajajajajaj. Ya lo subo ya! De nada, gracias a ti por leerla y comentarla! Saludos =D
Tati.94 escribió:Quinn atando a San jajaj seguro fue divertido!! Y el echo de que San lo hiciera por Britt, después de lo que vivió significa muchísimo que linda.
Hola, jajajajaaj pienso igual ajajajajajajjaa. Aiii si es un amor, xq esas cosas demuestran lo linda y enamorada q esta! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
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