[Resuelto]FanFic Brittana: Arco Iris (Adaptada) Epílogo

Prólogo

Mientras la diseñadora de interiores Santana López observa su relación a largo plazo poco a poco deshacerse, se topa con – literalmente – la diseñadora de paisajes Brittany Pierce.

A medida que sus caminos se cruzan, tanto profesional como personalmente, se desarrolla una amistad, una que cada una intenta mantener a pesar de la obvia atracción entre ellas.

Pero aun así, Santana no está dispuesta a tirar una relación de ocho años, incluso cuando se vuelve dolorosamente obvio que el final está cerca.

Esta historia es de una mujer luchando con la pérdida del amor y el compromiso de uno mismo, y la posibilidad de encontrar todo otra vez con alguien nuevo.

Capitulo 1

—Pídeme un margarita—Santana dijo—Estoy en el semáforo—hizo una pausa y sonrió[i]—Y antes de que lo digas, sí, soy la idiota que sugirió que viniéramos a las cinco.

Termino la llama y tiró el teléfono en el asiento a su lado, sus dedos tamborileando impacientemente en el volante mientras esperaba a que la luz se volviera verde.

El tráfico de las cinco de la tarde hacía que el centro de la ciudad se moviera a paso de caracol, pero podía ver la luz intermitente de su bar favorito de mujeres.

Aunque bar era un tramo de la imaginación.

Era realmente sólo una grasienta hamburguesería que servía las mejores margaritas en el centro de Lima, Ohio.

Su mirada se deslizó de la luz roja a la calle, tratando de espiar un lugar de estacionamiento a una distancia razonable cuando vio algo mucho más atractivo.

Unos shorts de color verde ejercito—altos y delgados que escondían lo que parecían ser unos fantásticos muslos, y una gorra de beisbol con una cola corta de cabello rubio que asomaba por la espalda—la mujer se inclinó y deslizó los pies en sandalias de cuero marrón.

Bonitos pies.

Bonito trasero.

Un bocinazo detrás de ella señaló que la luz había cambiado y Santana se movió adelante, mirando a un lado para ver por última vez. Pero su mandíbula se abrió cuando la mujer se quitó la camiseta, su torso pálido brillando en nada más que un sostén deportivo rojo brillante.

—¡Oh, Dios mío!—murmuró, con los ojos clavados en la mujer que ahora tenía en sus manos una camiseta sin mangas blanca.

Ella es hermosa.

Pero sus pensamientos—y su movimiento—se detuvieron cuando su diminuto híbrido ahorrador de gas se estrelló en la parte trasera de una camioneta traga gasolina.




Brittany sacudió la cabeza, mirando fijamente incrédula mientras el diminuto coche golpeaba la parte trasera de su nueva camioneta antes de rebotar.

—Hijo de puta—murmuró.

Mi camioneta.

La camioneta apenas tenía un mes. Ella arrojó la camiseta blanca limpia en la acera sin pensar y corrió al coche.

—¿Estás bien?

Pero dio un paso atrás ante los ojos muy abiertos y asustados que la miraban fijamente.

Muy abiertos ojos oscuros.

De hecho, el par de ojos oscuros más bonitos que había visto.

Dios, es linda.

Y ella acaba de golpear mi camioneta.




Con los ojos bien abiertos, Santana agarró el volante, su corazón palpitando rápidamente en su pecho mientras trataba de aclarar su cabeza.

—Oh, Dios mío—jadeó—¿Estás bien?

La voz urgente en su ventana la llevó alrededor y ella miró muda a la mujer que miraba adentro.

Oh Dios mío.

Sacudió la cabeza lentamente, con la esperanza de ser tragada por el pavimento, o al menos esperando que la camioneta gigante que acababa de chocar continuara comiendo su coche diminuto, pero no hubo tal suerte.

—¿Estás herida?

Santana sacudió la cabeza de nuevo, luego se avergonzó aún más cuando su mirada se fijó en el sujetador deportivo rojo.

—Creo que tu puerta está atascada—dijo la mujer mientras la empujaba. Luego se detuvo y sonrió—O tal vez podrías simplemente desbloquearla? Eso probablemente ayudaría.

Santana podía sentir su rostro volviéndose otra sombra de rojo mientras golpeaba las cerraduras eléctricas.

La mujer abrió la puerta y ofreció su mano galantemente. Santana la miró fijamente por un largo momento antes de colocar la suya.

—He oído que estos pequeños coches consiguen un gran consumo de gasolina—dijo la mujer mientras ayudaba a Santana a salir—Sin embargo, creo que no les va muy bien en accidentes—llevó a Santana a la acera, luego fue a inspeccionar el daño—Pero no está mal—se dejó caer de rodillas y miró por debajo del coche.

Los ojos de Santana estaban pegados a su trasero.

—No hay fluidos, pero no estoy segura de que me arriesgaría a conducirlo. El frente está destrozado.

Santana asintió con la cabeza, sus ojos nunca dejaron a la mujer mientras se levantaba de nuevo.

La mujer se acercó, con la cabeza inclinada hacia un lado.

—¿Hablas, o estás en shock?—preguntó suavemente.

—Oh, Dios—Santana murmuró. la miró a los ojos, un extraño color de azul. Azul claro a oscuro—¿Puedes por favor ponerte una camisa?—preguntó mientras apartaba su mirada del sujetador deportivo rojo.

—Oh, por supuesto, lo siento. La dejé caer ahí con toda la emoción—se apresuró los pocos pies por la acera para recuperarla—Así que, querías este lugar de estacionamiento con locura, ¿eh?

Fue entonces cuando Santana se dio cuenta de que su coche estaba estacionado junto a la acera, junto a un hidrante de incendios, fuera de la línea de tráfico.

—Soy una idiota—respiró hondo—Y tengo que llamar a la policía—se movió a su coche, buscando el teléfono que había tirado en el asiento antes.

Había caído al suelo por el impacto.

—No parece que haya ningún daño en la camioneta, tal vez una pequeña abolladura, no me molestaría con la policía.

—Bueno, estoy segura de que el dueño de la camioneta le gustaría esa opción—Santana dijo mientras se inclinaba para recuperar el teléfono—Además, creo que es necesario.

—Brittany Pierce, pero puedes decirme Britt. Un placer conocerte.

Santana entrecerró los ojos al sol.

—¿Huh?

—Soy la dueña de la camioneta.

Santana inclinó la cabeza hacia atrás y miró al cielo, maldiciéndose en silencio.

—Por supuesto que es tu camioneta ¿Por qué no sería tu camioneta?

Maldita sea mi suerte hoy.

—¿Huh?

Santana sacudió la cabeza.

Se negó a decirle a la mujer la razón por la que se había estrellado contra ella. Y con toda justicia, ya que era culpa de la mujer por prácticamente desnudarse ahí mismo en la calle, si ella tenía algún sentido de la decencia en absoluto, se ofrecería a pagar los daños.

—Bueno, escucha, estaba a punto de acercarme a Mercedes, ¿por qué no me dejas que te compre un trago, algo para calmar los nervios?, podemos intercambiar cosas de seguros ahí si quieres.

—¡Qué casualidad! Yo me dirigía a Mercedes.

—Una sugerencia sin embargo, es posible que desees intentar mover tu coche. Un poco cerca del hidrante de incendios ahí.

Santana miró hacia arriba y abajo de la calle, sin ver otro lugar de estacionamiento dentro de la cuadra.

—Estará bien.

Brittany se encogió de hombros y se dirigió hacia el bar. El aire acondicionado frío golpeó inmediatamente y Santana inconscientemente tiró de su blusa, abanicándose.

Encontró a Quinn en su mesa de siempre y agitó la mano.

—Oh, te reunirás con alguien—Brittany dijo—Lo siento, debería haberlo sabido.

—Sólo Quinn, mi mejor amiga, necesitaba una sesión de terapia.

—Oh, ya veo.

Santana se echó a reír.

—Nada tan grave—se detuvo en la mesa—Quinn Fabray, te presento a Brittany Pierce.

Santana vio las cejas de Quinn alzarse al techo. Finalmente, la ojiverde extendió su mano, sacudiendo la de Brittany.

—Encantada de conocerte.

Antes de que Brittany pudiera responder, Mercedes se acercó con una tarro congelado, asintiendo con la cabeza en ambas direcciones.

—San, esta es tu ‘rita’—dijo colocándola sobre la mesa al lado de Quinn—¿Britt, quieres una cerveza?

—Hola, Mercedes, sí, por favor—ella frunció el ceño—San, ¿es ese tu nombre?

—Oh, lo siento, ni siquiera me he presentado, Santana López, San, todo el mundo me llama San—sacó una silla, señalando la otra—Únete a nosotras.

Brittany asintió, mirando a Quinn.

—¿Está bien contigo?"

Quinn miró de una a otra, luego frunció el ceño.

—Espera un minuto, ¿quién eres?

Santana se echó a reír.

—Lo siento, Quinn, Brittany es dueña de la camioneta que acabo de golpear.

—¿Has golpeado una camioneta con esa pequeña lata que puedes manejar? ¿Sobreviviste?

—Muy graciosa, esa ... esa lata puede llegar a sesenta millas por galón, muchas gracias.

—Va a necesitar mucho trabajo—Brittany dijo—Ya estaba estacionada, así que no me estaba moviendo. Mi camioneta está bien. Tal vez sólo una pequeña abolladura en el parachoques.

—Eso es porque es un maldito tanque y logra, qué, ¿cinco millas por galón?

Brittany sonrió.

—Doce, y es un diesel.

Quinn se inclinó hacia adelante.

—No la hagas empezar. Todo el mundo tiene que tener una causa, San es la economía del combustible.

—Bueno, es mi camioneta de trabajo. Es mi oficina—sacó una tarjeta de negocios del bolsillo de sus shorts—Paisajismo Pierce—se inclinó hacia atrás mientras Mercedes colocaba un tarro helado delante de ella—Gracias, Mercedes.

—He visto tus camiones—Santana dijo—Haces nuevas subdivisiones, ¿verdad?

—Sí, en su mayoría, ¿cómo lo sabes?

—Trabajaba para Tanaka y Ryan Designs.

—Sí, tengo un contrato con Carl Howell. Creo que Tanaka y Ryan también.

—Sí—Santana sonrió—Y son unos cerdos.

Brittany se rió.

—Ya veo, ¿y solías trabajar para ellos?

—Empecé mi propia compañía de diseño, me cansé de hacer todo el trabajo y obtener poco crédito.

—O dinero—Quinn dijo.

Santana se encogió de hombros.

—De todos modos, Tanaka y Ryan tienen la mayor parte del mercado. Son enormes. Tengo mis tarjetas en toda la ciudad y no puedo conseguir que un constructor me dé la hora del día.

—Bueno, también tengo contratos con algunos pequeños constructores independientes, si tienes algunas tarjetas de negocios, estaré encantada de recomendarte, no todo el mundo puede permitirse a Tanaka y Ryan.

—¿Me recomendarías?—Santana se inclinó hacia delante, volviendo a preguntarse si esos ojos podían ser de ese color azul—No sabes nada de mi trabajo, no has visto mi portafolio, podría ser un asco.

Brittany alzó una ceja.

—¿Eres un asco?

—No. Creo que estoy muy bien.

—Está bien entonces, dame tus tarjetas.

Santana abrió su bolso y sacó su porta-tarjetas de cuero de negocios. Le entregó cinco o seis tarjetas, luego tomó una.

—Casi olvido que golpeé tu camioneta—dijo mientras daba vuelta a la tarjeta, escribiendo rápidamente—El número en la parte delantera es mi celular. Este es mi número de casa y dirección, pero por lo general puede localizarme en mi celular. Insisto en pagar para tener tu parachoques reparado.

—Es sólo una pequeña abolladura.

—Sin embargo, tu camioneta se ve bastante nueva. Ahora he puesto una abolladura en ello—le entregó la tarjeta—Por favor, me siento como una idiota por golpear tu camioneta para empezar.

—Sí. ¿Y cómo pasó eso de nuevo?

Santana sintió que su cara se ruborizaba de vergüenza y rápidamente miró a Quinn para un escape, pero también tenía las cejas fruncidas.

—Realmente—Quinn dijo—, Quieres decir, que ella ya estaba estacionada y le pegaste en la parte trasera? ¿Cómo ocurrió eso?

Santana frunció el ceño a su amiga y luego miró a Brittany con una leve sonrisa.

—Es bastante vergonzoso, y preferiría no compartirlo.

Quinn se echó a reír.

—Oh, ahora tienes que decírnoslo.

Brittany tomó un trago de su cerveza, su sonrisa iluminando su rostro mientras asentía.

—Por favor sí, supongo que estabas distraída—dijo, sus ojos bailando con diversión.

Santana se echó a reír.

—Muy bien. Sí, distraída. Cuando eres una mujer hermosa como tú—dijo, señalando a Brittany—Cuando te desnudas en la acera en plena luz del día, probablemente habrá consecuencias.

—No me desnudaba. Me estaba cambiando de camisa.

—En un sostén deportivo rojo—Santana se volvió hacia Quinn—Una monja habría corrido en la parte de atrás de su camioneta.

—Bueno, una monja, seguro. Ya sabes lo que dicen de las monjas—Brittany se rió—Lo siento. Si hubiera sabido que el verme casi desnuda podría causar tal estrago, me habría quedado en mi camisa sucia y maloliente.

—Y botas.

—¿No te gustan las sandalias?—Brittany preguntó, levantando una pierna para mostrar el zapato ofensivo.

—Ella tiene un fetiche de pies—Quinn respondió y recibió una rápida patada bajo la mesa de Santana.

—¿Para qué es eso?

—¿No te gustan los pies?—Brittany preguntó.

—No, no. Para algunas mujeres, es el pecho. Otras es el culo, San, ella mira los pies.

—Oh, ya veo.

—Quinn, cállate—Santana siseó—Y no tengo un fetiche de pies. Es simplemente, se puede decir mucho sobre una persona por sus pies. ¿Podemos dejar de hablar de esto, por favor?

Brittany se rió de nuevo y Santana la miró, adorando su risa, amando sus ojos.

Dios mío, tiene unos ojos increíbles.

Apartó la mirada, mirando un lugar más seguro, mirando a Quinn en cambio.

—Tengo que irme de todos modos—Brittany dijo—Sólo me detuve para refrescarme—apartó su vaso vacío y apoyó los codos sobre la mesa—Me ha gustado mucho conocerlas. A ambas—añadió con una rápida mirada a Quinn—De hecho, tal vez podríamos reunirnos alguna vez—se encontró con los ojos de Santana, reteniéndolos—¿Cenar?

—¿Cenar? Oh, bueno ... tal vez, claro, cenar sería —

Quinn tosió fuertemente y le dio una patada en el tobillo debajo de la mesa. Santana sacudió su cabeza, mirando. Quinn alzó ambas cejas. La morena suspiró y puso los ojos en blanco.

Emily.

—Pensándolo bien, tal vez debería pasar.

Brittany se echó hacia atrás.

—Oh. De acuerdo. Es sólo que pensé ... bueno, no importa.

Se levantó para marcharse pero Santana la detuvo con un ligero toque en su brazo.

—Es sólo que ... estoy un poco en una relación. Quiero decir, estoy en una relación. Cenar probablemente no sería una gran idea.

—Ya veo. Por supuesto. Mis disculpas—se puso de pie en toda su altura, alejándose un paso de la mesa—Bueno, aún así fue un placer conocerte—se inclinó más cerca, sonriendo—No puedo pensar en nadie más que preferiría para que mi camioneta fuera chocada.

Santana y Quinn se quedaron mirando su trasero mientras la ojiazul se alejaba, suspirando en voz alta mientras la puerta se cerraba detrás de ella.

—Wow. De ensueño, vaporosa y cremosa todo en uno.

Santana asintió con la cabeza.

—Eso es grosero, pero tendré que estar de acuerdo contigo.

—Espero que estés de acuerdo conmigo. Casi has aceptado una cita a cenar con ella—Quinn le dio una palmada en el brazo—¿Te olvidaste de Emily, verdad?

Santana se echó a reír.

—Sí, por un minuto, sí—se encogió de hombros—No la he visto despierta desde el sábado pasado, y eso fue sólo por una hora.

—¿Cómo está funcionando?, quiero decir, qué es lo que está teniendo, como cuatro horas de sueño por noche?

—Si eso. Ella está completamente obsesionada con ello, si no consigue ser socia, no estoy segura de que va a sobrevivir. Pero por supuesto que va a conseguir ser socia. Eso o morir intentando.

—¿Has hablado con ella? ¿Se ha mejorado?

Santana sacudió la cabeza.

—No, no mejor, estuvo en la oficina más de cien horas la semana pasada. Es una locura.

—Lo que es una locura es que todavía vivan juntas.

Santana sorbió de su margarita, mirando el vaso de cerveza vacío del que Brittany Pierce había estado bebiendo.

Suspiró, empujando su bebida lejos de ella.

—Se me ocurrió lo disfuncional que es la oficina—dijo—Nadie está casado, nadie tiene hijos—se encogió de hombros—Bueno, excepto por el viejo Figgins. Aparte de eso, no hay niños. ¿No es extraño?

—¿Figgins?

—Figgins y April. Esa es la firma.

—¿Por qué pensé que era Weston y algo así?

—Weston fue hace años. Ella lleva tres años trabajando con esta firma.

—Entonces, ¿por qué Emily cree que va a conseguir ser socia?

—Ella ha traído a toneladas de clientes, toneladas de dinero, eso es todo lo que se necesita. Por supuesto, una vez que consigues ser socio, va a trabajar tanto, si no más, sólo para probarse a sí misma. El viejo Figgins, bueno, él piensa que las mujeres aún deben ser secretarias—volvió a sacudir la cabeza—Así que, con el estímulo de los jóvenes Figgins, Emily está fuera para demostrar que está equivocado. Y me siento exhausta pensando en las horas que ella pone.

Quinn agarró su brazo y apretó.

—Pero San, nunca se ven la una a la otra, han pasado qué, ¿seis meses?

—Más como ocho.

—Maldición. ¿Por cuánto tiempo puedes pasar?

—No lo sé. Quiero decir, tenemos casi ocho años juntas. Tenemos una casa, una vida. No puedo simplemente desecharla, Q. Ella está tratando de hacerlo bien. Está tratando de hacer un nombre por sí misma. Tengo que respetar eso.

—¿Así que se ven quizá una vez por semana? ¿Y vives en la misma casa?

—Lo sé. Es una locura. Pero sigo pensando en cómo solía ser. Solíamos divertirnos. Solíamos ... bueno, solíamos estar juntas. Como lo son Rach y tu hasta ahora.

—¿Y ahora es una silenciosa pareja?

—Sí. Aunque me va a matar por esta chatarra. Estoy en su seguro.

—Sólo te matará si sabe por qué le pegaste a la camioneta.

Santana sonrió, pensando en una excusa.

—¿Qué tal si una abeja voló por mi ventana? Estaba moviéndose por mi cabeza y perdí el control.

—Bien. Excepto que es Junio. Noventa y cinco grados. ¿Por qué abriste la ventana?

Santana frunció el ceño.

—Buen punto. De acuerdo, ¿qué tal si me desvié para esquivar una linda ardilla que se había quedado frente a mí?

—Ese también es bueno. Pero en el tráfico del centro a las cinco en punto. No sé cuántas pequeñas ardillas van de un lado a otro.

—Maldita sea—entonces Santana sonrió maliciosamente—¡Ok, algún pendejo casi me choca! Me desvié para evitarlo y bam, le pegué a la camioneta.

Quinn se echó a reír.

—Excelente, eso colará.

La sonrisa de Santana se desvaneció cuando volvió a tomar su vaso casi vacío.

—Y si la veo el Jueves, le contaré ese cuento.

—¿Entonces el Jueves sigue siendo el día de tu cita para cenar?

—Así fue como empezó. Ahora se ha convertido en ella tratando de llegar a casa antes de que yo esté en la cama.

Quinn negó con la cabeza, luego se recogió el pelo rubio detrás de las orejas. Era un gesto que Santana había aprendido a reconocer en los diez años que tenían de conocerse.

Quinn estaba a punto de hacer una declaración profunda.

—San, tienes que hablar con ella.

—He hablado con ella, Q.

—No. Quiero decir realmente hablar con ella, porque esto va a terminar mal si no lo haces.

Santana suspiró y cepilló sus mechones de pelo en su frente.

—Hablé con ella, Quinn. Y fue malo, tienes razón, me acusó de ser egoísta.

—¿Qué?

—Me gusta el prestigio, y el dinero, de su posición, pero no estoy dispuesta a sacrificarme por ello. Quiero el pastel y comerlo también, aparentemente.

—¿Qué diablos? No podría importarte menos el prestigio—levantó la mano a Mercedes.

—Tráenos otra, Mercedes—miró a Santana—Eso me molesta. Fue su idea comprar esa casa grande. Recuerdo tus argumentos sobre eso. Y tu acuerdo era que si ella lo quería, ella iba a pagar por eso.

—Correcto.

—¿Y así es como se mantiene?

—Sí. Quiero decir, dividimos las facturas. Pero el pago de la casa, sí, eso es todo suyo—se inclinó hacia delante—¿Te he dicho cuánto cubrían nuestras facturas de electricidad el verano pasado?

—Sí. Casi lo mismo que mi renta mensual.

Ambas alcanzaron sus vasos congelados al mismo tiempo cuando Mercedes trajo otra margarita para ellas.

—Gracias.

—De todos modos, nos metimos en una gran pelea, no logré nada más que tener sexo reconciliatorio, que déjame decirte, no es tan bueno como parece.

—¿Y ahora qué?

Santana se encogió de hombros.

—Nada. Sólo necesitaba una sesión de terapia para hablar de ello, y esto—dijo, cogiendo su vaso—Porque como sabes, ya no tengo una vida social. Tú lo eres, me temo.

—Muchas gracias.

Capitulo 2

Brittany pasó el estrecho camino de entrada a su casa y se dirigió a la parte trasera de la propiedad, estacionando su camioneta bajo la cochera que había construido el año pasado.

Había tres camionetas, pero todos sabían que Brittany tenía ese espacio sombreado al final.

Sonrió.

Una de las ventajas de ser el jefe.

Tres de sus cuatro camionetas estaban de vuelta, y echó un vistazo a los números, notando que Blaine y su equipo todavía estaban fuera.

Marcando rápidamente su número mientras caminaba hacia la parte trasera de su camioneta, su mano moviéndose inconscientemente a lo largo del parachoques liso, deteniéndose para tocar la pequeña abolladura con su dedo índice.

Maldita sea, la morena era linda.

—Oye, Blaine, soy yo, solo te estoy comprobando. Son las seis.

—Estamos terminando, Britt. Los planos estaban mal. Casi excavamos su sistema séptico tratando de conseguir ese árbol en el suelo.

Brittany asintió con la cabeza.

Era una ocurrencia común con casas más viejas.

Algunos de los planos eran simplemente mapas dibujados a mano que marcaban el sistema séptico y las líneas de campo, y sistemas de rociadores.

Habían desenterrado su parte de tuberías a lo largo de los años.

—Pero confío en que no lo hayas desenterrado.

—Por supuesto que no, movimos el árbol unos tres metros.

—¿Necesitas que llame al dueño?

—No. Él estaba aquí, todo está bien.

—Muy bien, genial. Bueno, me dirijo a casa. Nos vemos mañana.

Brittany dio un paso atrás y giró un círculo lento, con su mirada hacia las camionetas y el equipo que había acumulado en los últimos ocho años.

Sus abuelos le habían dejado la casa y la propiedad, pero el negocio lo había iniciado por su cuenta.

Su abuelo seguía vivo cuando empezó.

Por eso estaba agradecida.

Él se había sentido muy orgulloso.

La menor de cuatro hermanas, todas las demás de diez años o más que ella, había sido la única que aún vivía en casa cuando su papá se había enfermado.

Ese verano, la enviaron a Lima, Ohio para quedarse con sus abuelos, lo cual estaba bien con ella.

Nada más que días perezosos que parecían durar para siempre que alternaba entre el lago, a sólo diez minutos de distancia, y la piscina de manantial que su abuelo había construido en los años sesenta.

Después de ese verano, se convirtió en la norma.

Cada año, cuando la escuela terminaba, la llevaban a Lima, Ohio, y cada año, ella permanecía hasta el fin de semana antes de que comenzara el nuevo año escolar.

Y cuando llegó la hora de la universidad, no hubo mucha indecisión para Brittany.

Quería estar en Lima, Ohio con sus abuelos.

Ella simplemente no sabía lo que quería ser.

Así que, siguiendo el consejo de su abuelo, dejó la universidad un año y fue a trabajar con él en el minúsculo vivero de plantas que había abierto sólo para mantenerlo ocupado, decía su abuela.

Pero fue ahí donde Brittany encontró su vocación.

Así que en la universidad justo en el camino, ella se especializó en horticultura, un título que sus padres y hermanas pensaban que estaba loca por conseguir.

¿Cómo podría ella ganarse la vida con ese tipo de título?

Sonrió mientras se alejaba del área de la tienda, como le gustaba llamarla, y se dirigió por el camino hacia la casa.

Era la casa de sus abuelos, sí, pero la había remodelado y rediseñado dos veces.

Apenas se parecía a la casa que recordaba.

El jardín y la piscina, sin embargo, permanecía casi como su abuelo lo había mantenido, con sólo unas pocas modernas mejoras.

Se dirigió ahí, cerrando la puerta de madera detrás de ella, cerrando el mundo, y el calor del verano, mientras caminaba hacia la sombra, sus sandalias se movían silenciosamente sobre las piedras planas que su abuelo había puesto a mano hace casi cincuenta años.

Fue una de las cosas que le encantó de la piscina y el jardín.

Ningún cemento moderno.

Sólo piedras y argamasa, una mezcla de piedra caliza, acarreada desde Hill Country al oeste de la ciudad, y adoquines, roca lisa plana que bordeaba el área de la piscina y proporcionaba caminos a través del jardín.

La piscina en sí, en forma de un patrón de S curva, estaba bien sombreada ahora.

Cuando era niña, los árboles eran jóvenes, los arbustos apenas medían dos pies y las flores dominaban.

Hoy, la piscina y el jardín se mantenían frescos y sombreados por los robles autóctonos que su abuelo había plantado.

Alrededor de los árboles se veían los laureles de la montaña floreciendo y los brotes rojos, las llamativas flores duraban semanas durante los días fríos y húmedos de Abril.

La zona de estar cubierta, su adición al jardín, proporcionaba todas las comodidades modernas de una cocina al aire libre, con electricidad y agua corriente.

Ella giró el ventilador de techo, luego se quitó su camiseta blanca y la tiró sobre el sofá de mimbre antes de abrir el pequeño refrigerador.

Movió las mini botellas de jugo de naranja a un lado y seleccionó una de las muchas variedades de bebidas de vino que guardaba ahí.

De pie en toda su altura, abrió la botella y tomó un gran trago, disfrutando del sabor refrescante del líquido fresco.

Sin pensárselo, se quitó las sandalias, luego jaló del sujetador rojo sobre su cabeza y lo tiró al lado de su camisa.

Sus shorts pronto siguieron y caminó con confianza al borde de la piscina, su piel que temblaba en anticipación del agua fresca del manantial. Tomando una respiración profunda, se zambulló suavemente en la piscina, su cuerpo deslizándose justo debajo de la superficie, tomando las curvas de la piscina con familiar facilidad.

Era una rutina que mantenía la mayoría de los días, excepto en los meses más fríos del invierno.

Pero incluso entonces, de vez en cuando, se daba un rápido chapuzón.

La temperatura del agua se mantenía bastante estable a sesenta y seis grados, tanto en invierno como en verano.

Siguió las curvas, saliendo a la superficie sólo una vez para tomar aliento antes de continuar hacia el extremo opuesto, el lado poco profundo más cercano a la casa.

Ahí se detuvo y se puso de pie, buscando el parche de luz del sol mientras se sacudía el pelo, recordándose que necesitaba un corte.

Luego se volvió y se deslizó otra vez bajo el agua, recorriendo su ruta hasta el fondo de la piscina.

Hizo cinco vueltas, finalmente se detuvo y salió de la piscina. Se quedó ahí desnuda, recuperando el aliento, dejando que la ligera brisa la secara mientras volvía a torcer el pelo detrás de la espalda, escurriéndose el agua, como lo había estado haciendo desde que era una niña.

A lo lejos, oyó una camioneta, sabiendo que Blaine la había regresado.

Nunca llegaban a la casa, estaba fuera de los límites.

Era su espacio y solo suyo.

La propiedad era de sólo cinco hectáreas, pero ahora era de cinco hectáreas de excelentes bienes raíces. La ciudad se había esparcido, creciendo alrededor de ella, pero no le importaba.

La tierra era de su abuelo y ella le había prometido al principio que no vendería y dejaría que se engullera por algún desarrollador que quería poner condominios o algo igual de desagradable.

Tomó una toalla limpia del gabinete, se secó, escuchando que el coche de Blaine empezaba a alejarse.

Estaba sola de nuevo.

Suspiró. Pero no por mucho.

Había aceptado una cita para cenar. Una amiga de una amiga de una amiga.

Había sonado como una buena idea la semana pasada. Pero hoy ... no tanto.

Estaba cansada.

Había sido un día largo y caluroso.

Luego sonrió, recordando a la linda rubia que había chocado contra su camioneta. Santana.

—Dios, esos ojos.

Capitulo 3

—No, no dañe su camioneta—Santana rodó los ojos—Y no, ella no va a demandarme.

—Nunca se sabe con la gente, San. Tienen hambre de dinero.

Santana entró en la cocina, mirando la botella de vino en la encimera. Metió el teléfono contra su hombro mientras pescaba por el sacacorchos.

—Realmente no creo que vaya a ser un problema, Emily, como dije, fue sólo una pequeña abolladura.

—He visto traumatismos cervicales provocados con menos.

Santana sirvió el vino, viendo el líquido burdeos llenar el vaso.

—Ella no estaba en la camioneta en ese momento.

—Bueno, eso es una ventaja. Mira, simplemente estoy abrumada, San, voy a dejar que te ocupes de esto, tienes el número de nuestro seguro, si hay un indicio de problema, avísame.

—Por supuesto—hizo una pausa—Yo ... bueno, también conseguí una multa.

—¿Por qué? Pensé que ni siquiera llamaste a la policía.

Santana se masticó el labio inferior.

—Al parecer estaba demasiado cerca de un hidrante de incendios o algo así—volvió a rodar los ojos mientras sorbía el vino.

—Genial—Emily dijo secamente—¿Qué te va a costar?

—No fue mucho—mintió—Sólo estaba preocupada por lo que afecta a tu seguro también. Tal vez debería obtener mi propia póliza.

—Es mucho más barato ir a través de la mía. Ya hemos hablado de esto antes, San. Además de que probablemente ellos van a ir por el total de tu coche. Tal vez deberías utilizar tu furgoneta por el momento. Por muy vieja que sea, el seguro es mínimo—suspiró—Ahora de verdad tengo que irme.

—¿Cuándo estarás en casa?

—Oh, San, ni siquiera puedo empezar a decirlo, ¿qué hora es, de todos modos?

Santana miró el reloj de la pared.

—Casi las nueve.

—¿De verdad? Bueno, tengo al menos un par de horas más ¿Cenaste?

Santana asintió con la cabeza.

—Sí, estoy bien, es sólo ... bueno, siento que no te he visto en una semana.

—Lo sé. Por favor ten paciencia, San, te lo prometo, trataré de hacer un día corto mañana.

Santana asintió de nuevo.

Era una declaración que había escuchado diariamente durante meses. Así que dio su respuesta estándar, la misma que había estado usando durante los últimos tres meses.

—Eso sería genial, Emily. Quizás podríamos cenar juntas.

—Claro, San. Vamos a planearlo, trataré de no despertarte cuando llegue a casa.

Santana cerró su teléfono y lo deslizó a lo largo de la encimera, recogiendo su vino en su lugar.

Sonrió sin humor.

—Claro, voy a planificarlo, Em. Como siempre.

Y como siempre, tomó la botella de vino con ella mientras entraba en su oficina, cerrando la puerta.

Siempre se sentía mejor aquí.

Era su espacio y reflejaba su personalidad.

La casa, totalmente de Emily.

Pero esta habitación, este espacio, era suyo.

Aquí era donde guardaba pequeñas chucherías y recuerdos que había coleccionado a lo largo de los años.

Aquí era donde guardaba su única foto familiar, la de su abuela, cuidadosamente enmarcada y exhibida en la estantería.

Aquí estaba su colección de CD’s, el puñado de DVDs que le gustaba ver una y otra vez, los libros de novelas románticas que Emily pensaba que era infantil para aferrarse, y su posesión más preciada: un mini casco de fútbol de los Cowboys autografiado por Troy Aikman, Emmitt Smith y Michael Irvin.

Ella lo miró cariñosamente, contando silenciosamente cuántos meses hasta la temporada de fútbol, su solitaria pasión deportiva.

Hubo un tiempo, al principio, cuando Emily la sorprendía con entradas para al menos un juego cada temporada. Pero los últimos dos años, había estado demasiado ocupada para ni siquiera recordar el cumpleaños de Santana, mucho menos la temporada de fútbol.

—Feliz noviazgo—murmuró, luego se rió de su intento de ser sarcástica.

Ya no funcionaba.



Meneando el ratón inalámbrico, vio el protector de pantalla desaparecer, reemplazado con la hoja de cálculo que había estado trabajando.

Sólo tenía dos proyectos en marcha ahora, los dos estaban casi terminados.

La hoja de cálculo era su lista de constructores y los contactos que había hecho en los últimos seis meses o así.

El único contratista con el que tuvo una relación de trabajo era Puckerman y Hudson, pero se especializaban en la remodelación, no en casas nuevas.

Ellos habían puesto algunos negocios en su camino, pero ella había encontrado a la mayoría de la gente, al momento en que ellos contrataron a alguien para remodelar, ya tenía un nuevo diseño y esquema de colores en mente.

Ellos no estaban realmente interesados en sus ideas en ese momento.

Al final de la página estaba el nuevo nombre que había añadido.

Brittany Pierce Paisajismo.

La mujer a la que había conocido ayer.

La mujer con los ojos increíbles.

La mujer que dijo que estaría encantada de recomendar a Santana a algunos de sus amigos constructores.

Volviendo a llenar su copa de vino, Santana miró la tarjeta de negocios colocada prominentemente en su escritorio, un recordatorio para llamar después de hablar con la compañía de seguros.

Por supuesto, una pequeña abolladura, podría ser mejor simplemente pagar de su bolsillo en lugar de presentar una reclamación de seguro.

Emily probablemente lo preferiría, pero por supuesto era su propio talonario de cheques que iba a sufrir.

Un talonario de cheques que podría tener más clientes.

Miró el reloj de su computadora, ahora pasaban de las nueve.

¿Era demasiado tarde?

—¿Vive sola?

Cogió su teléfono, volteándolo una y otra vez en la mano.

Probablemente vivía sola, viendo como le había pedido a Santana salir.

Sonrió, haciendo una pausa para beber de su vino.

¿Cuándo fue la última vez que le habían tirado los tejos?

Bueno, sucedía ocasionalmente en Mercedes. Pero nunca por alguien parecida como Brittany Pierce.

—Oh, diablos—dijo mientras desbloqueaba el teléfono.

Debería llamarla.

Al menos hacerle saber que no se había olvidado de su camioneta.

Después de marcar, casualmente volvió a poner la tarjeta en su escritorio, apoyándose en su silla mientras esperaba. En el cuarto timbrazo, justo cuando esperaba que el correo de voz saliera, escuchó su voz.

—Britt aquí.

Santana se aclaró la garganta.

—Hola. Soy San... Santana López. La que golpeó tu camioneta—sonrió cuando escuchó la risa tranquila en el otro extremo.

—¿Crees que te olvide, Santana López? Nunca.

Santana se echó a reír.

—Estoy segura de que hay una abolladura para recordarte. Y por favor llámame San.

—Está bien, pero tu a mi Britt. Me alegro de que hayas llamado. Hoy he hablado con un constructor. Le he dado tu tarjeta. Parece que está enojado con Tanaka y Ryan.

Santana se sentó derecha.

—¿Le has dado mi tarjeta?

—No conozco todos los detalles, pero subcontrataron parte de su trabajo, pero todavía lo cobraban como si lo hubieran hecho todo. Algo así.

—Solían hacer eso todo el tiempo.

—Bueno, es Carl Howell, hablé con Artie Abrams. Él es un buen tipo—rió—Le dije que eres realmente buena. Estoy asumiendo que tu portafolio me respaldará?

—Sí, por supuesto. Realmente aprecio eso, Britt. Sobre todo porque nunca has visto nada de mi trabajo.

—No hay problema. Odio ver cómo el pequeño tipo es exprimido. Sé cómo se siente.

—¿Todavía te consideras un tipo pequeño?

—Bueno, hemos crecido. Sin duda nada como Kurt Hummel con sus cincuenta o sesenta equipos. Pero somos la mayor empresa de decoración de jardines orgánica en la zona.

Santana se relajó, recostándose en su silla y volviendo a llenar su copa de vino por tercera vez.

—No tenía idea de que eras orgánica. ¿Cómo empezó eso?

—Mi abuelo. Él tenía un pequeño vivero en el sur de Lima, Ohio, cuando el sur de este estaba todavía fuera de la ciudad.

—Oh, Dios mío. ¿Pierce Nursery? Voy ahí todo el tiempo.

—Sí. Ese era suyo. Mantuvieron el nombre.

—Entonces…

—Él murió hace siete años. Pero era el único vivero orgánico de la época. Joe Hart lo posee ahora. Había trabajado para mi abuelo durante años. Era natural que se lo vendiera. Estaba demasiado ocupada con mi negocio para quedármelo.

—Pequeño mundo—dijo en voz baja.

—Eso es. Me sorprende que no nos hemos topado antes.

—En serio. Especialmente cuando trabajaba para Tanaka y Ryan. Estaba alrededor de la nueva construcción todo el tiempo.

Santana se movió de su silla de la computadora a la cómoda butaca reclinada en una esquina de la oficina, colocando cuidadosamente la copa de vino sobre la mesa baja junto a ella.

Se sorprendió de lo a gusto que estaba hablando con Brittany mientras su conversación derivó a cosas más personales, como la universidad y la familia.

Pero lo más sorprendente fue la rapidez con que el tiempo pasó volando mientras charlaban como viejas amigas.

—Oh, Dios mío, son más de las diez—dijo más tarde—No tenía ninguna intención de tomar esta gran parte de tu tiempo.

Brittany se rió.

—Y las diez es mi hora de dormir en una noche de trabajo. No hago excepciones por cualquier persona, sabes.

—Y pensar que en realidad sólo llame para ver acerca de tu camioneta.

—La abolladura no vale la pena repararla, San. Probablemente puedo llevarlo a algún lugar y hacerlos que lo quiten del parachoques. No te molestes en reclamarlo en tu seguro.

Santana hizo una pausa.

—Emily teme que vayas a demandar.

—¿Demandar? ¿Por qué? Y Emily es tu ... pareja?

—Sí. Ella es también una abogada así que está paranoica de esa manera.

—Ya veo. Bueno, puedes decirle que no voy a demandar. Es sólo una pequeña abolladura, San.

—Y todavía me siento muy mal por chocarte. Por favor prométeme que me harás saber el costo cuando te lo arreglen.

—Si eso te hace sentir mejor, seguro.

—Bien. Ahora que he tomado bastante de tu tiempo—se puso de pie, estirando su espalda—Ve a acostarte.




Brittany corto la llamada, inconscientemente conectándolo para cargarlo.

Normalmente, odiaba hablar por teléfono.

Lo odiaba.

Indique su asunto, haga sus preguntas, cuelgue.

Pero esta noche la conversación fluyó fácilmente.

No hubo momentos incómodos, ni de calma.

¿Por qué las mujeres más interesantes están siempre ocupadas?

—Debido a que son interesantes—dijo, afirmando lo obvio.

Pero sospechaba que Santana era alguien con quien podía llegar a ser amiga, a pesar de estar en una relación.

Tenían mucho en común, y a pesar de que sus caminos no se habían cruzado antes, profesionalmente, anticipaba que se cruzarían con frecuencia ahora.

Especialmente si Santana estaba involucrada en el diseño interior de una casa cuando Brittany estuviera ocupada trabajando en el exterior.

Finalmente se movió, empujando sus pensamientos.

Era tarde y tenía un ocupado día mañana.

Capitulo 4

—Has de saber que esta ya a 95 afuera.

—Uh huh—Santana asintió a su camarero, casi desgarrando el té helado de la mano y tomando un gran trago—Dios, esto es bueno—miró a Quinn por encima del borde del vaso—Sólo una persona demente podría usar pantimedias.

Quinn rodó los ojos.

—No otra vez.

—Sólo estoy diciendo, ¿falda y medias? Eso es arcaico. No puedo creer que Rach no te diga nada.

—El código de vestimenta, San. Y mi enanita lo entiende.

—Lo cual es otro concepto arcaico. Por Dios, es verano—puso el vaso abajo—En Ohio.

—Sé dónde vivimos.

—Ni siquiera deberían vender medias durante el verano.

—Como hemos discutido desde hace varios veranos ... firma de corredores de bolsa, código de vestimenta, clientes muy importantes. O ¿has olvidado donde trabajo?

—Es una locura. Eso es todo lo que digo.

—¿Por qué debemos tener esta conversación cada verano? ¿Por qué?

Santana sacudió la cabeza.

—Debido a que es una locura, y me estás poniendo acalorada.

Quinn sonrió.

—Oh, nena. Ha pasado un tiempo desde que alguien, además de Rach, me ha dicho que los pongo calientes.

Santana se rió.

—Porque todos saben lo celosa y lo que sería capaz de hacer Rachel si te dicen algo—dijo con una sonrisa burlona—Hablando de caliente, hablé con Brittany Pierce la otra noche.

—¿Brittany? ¿La mujer que chocaste?

—Sí. Hablamos durante más de una hora.

Quinn la miró fijamente.

—¿Ahora quién está loca?

—Fue tan fácil—se echó hacia atrás, relajándose—Ella me puso en contacto con un constructor. Le dio mi tarjeta. Así que me reuní con él esta mañana. Le gustó mi portafolio, y sólo así, conseguí un trabajo—sonrió mientras Tina, la ayudante de la hora del almuerzo de Mercedes, trajo sus hamburguesas y papas fritas—Gracias, Tina. ¿Cómo esta Mike? ¿Y los niños?

—¿Tina? Mi mayonesa?

—Ellos están bien. Lo siento, Quinn. La traeré enseguida.

—Ella sabe que me gusta la mayonesa—Quinn se quejó después de que Tina estaba fuera del alcance del oído—Ella sabe que sumerjo mis papas fritas en mayonesa. ¿Por qué no sólo la trae la primera vez? ¿Por qué siempre debo pedirla?

—Eso es un poco loco también—Santana dijo mientras empujaba dos papas fritas en su boca—Y engorda.

—Siempre las he comido, no comiences conmigo—hizo una pausa—Y dice que la loca soy yo—murmuró en voz baja.

Santana se rió.

—Lo siento. No debería molestarte. Eres mi única amiga, además de Rachel.

—Sí. Trata de recordar eso.

Santana reconoció el sutil guiño que Tina le dio cuando regresó con la mayonesa.

Lo que comenzó inocentemente—olvidar la mayonesa—se había convertido en un juego para Tina. Uno que al parecer disfrutaba mucho más que Quinn.

—Voy a tratar de no olvidar tu propina esta vez, Tina—Quinn murmuró mientras masticaba su primer fritura cargada con cremosa mayonesa—¿Ahora, qué hay con este trabajo?

Santana se limpió la boca con la servilleta.

—Ellos hacen las mejores hamburguesas. Dios. Podría comer aquí todos los días.

—Prácticamente lo haces. Si no te conociera mejor, pensaría que estas esperando encontrarte con Brittany de nuevo.

Santana se burló.

—Pero lo sabes mejor.

—Entonces, sobre el trabajo.

—Oh, sí. Es con W y E Schuester. Son una empresa pequeña. Creo que probablemente sólo tienen dos o tres casas funcionando al mismo tiempo. No son sitios en construcción. Ellos las diseñan para ser de encargo, por lo que son muy agradables. Y probablemente ya que son una compañía tan pequeña, Tanaka y Ryan no querían desperdiciar su talento en ellos, por lo que subcontrataron. El Sr. Abrams se enteró y se enojó—dijo, recordando las palabras de Brittany.

Artie Abrams, cuando se conocieron, no dijo tal cosa.

—¿Entonces qué has conseguido? ¿Sólo una casa?

Santana sonrió.

—Esa es la gran parte. Creo que tenía la intención de darme una casa, sólo para probarme. Pero le encantó mi portafolio. De hecho, él dijo que mi estilo era justo lo que estaba buscando—sabía que estaba radiante, pero no podía evitarlo—Tengo tres.

—Oh, wow, San, eso es fabuloso. Estoy muy orgullosa.

Santana se inclinó sobre la mesa y apretó la mano de Quinn.

—Gracias. Me siento como si quizás, finalmente, mi gran oportunidad está aquí.

—¿Entonces por qué no salimos a celebrar esta noche? A Rachel le encantaría—Quinn mordió su hamburguesa, masticando rápidamente—O ¿está Emily haciéndose disponible, ya que es Viernes y todo?

—Ni siquiera le he dicho a Emily todavía—se puso de pie—Voy a traernos un poco más de té—en el mostrador, le hizo un guiño a Tina mientras tomaba una jarra medio llena de té y la llevaba de vuelta a su mesa—Además, los Viernes por la noche no son diferentes de cualquier otra noche para ella.

Quinn sacudió la cabeza, pero Santana no estaba de humor para escuchar lo mala que era Emily.

No necesitaba que Quinn se lo dijera.

—Entonces, ¿qué tienes en mente?

—¿Ver una película?—Quinn sugirió.

Santana pensó por un momento, luego sacudió la cabeza.

—Soy demasiado nerviosa para sentarme quieta tanto tiempo. Además ambas sabemos que Rachel va a querer ver esas películas de musicales y que tu estarás a su favor.

—¿Bailar?

—Por Dios, no. ¿Tú y Rachel?— Santana echó un vistazo a la pizarra detrás del pequeño escenario, notando que uno de sus cantantes favoritos estaba tocando esta noche.

Ella no había salido a escuchar a Dani George desde el verano pasado.

—¿Qué hay de margaritas?

—Eso significa aquí.

— Dani George.

Quinn giró la cabeza, con los ojos abiertos mientras leía el tablero.

—Wow genial—asintió—Muy bien, pero va a estar lleno de gente.

Santana sabía que lo estaría, pero sería divertido.

Una noche fuera.

Y sabía que a Emily no le importaría. Ella sospechaba que esto era un peso menos de la mente de Emily saber que Santana tenía una amiga como Quinn.

Quinn estaba en una larga relación con Rachel Berry, pero siempre estaba para ella cuando necesitaba una distracción, al igual que Rachel.

—Lleno de gente está muy bien—Santana dijo mientras recogía su hamburguesa de nuevo—Además, tal vez tengas suerte.

Quinn resopló.

—He estado aquí cuando está lleno. Vienen saliendo del peligro. Y francamente, la mayoría de las mujeres que vienen saliendo del peligro me asustan—hundió una fritura en su taza de mayonesa, y luego señaló a Santana—Pero ¿podrías estar esperando que haya mucha gente para un avistamiento de Brittany Pierce?

—Oh, no seas tonta—Santana dijo, consternada al sentir su cara ruborizada de vergüenza.

El pensamiento había pasado por su cabeza, admitió.

—De acuerdo. Y fingiré que no te vi ruborizarte.

—Oh, está bien—concedió—¿Sería tan malo si estuviera aquí? Tengo que darle las gracias de todos modos. Mi nuevo trabajo y todo.

—Podrías sólo llamarla. Porque tanto como odio lo que Emily te está haciendo, creo que esta persona Brittany va a ser un problema.

—¿Problema? ¿Cómo es eso?

Quinn alzó las cejas.

—De ensueño, vaporosa y cremosa.

Capitulo 5

—Buen Dios, tienes razón—Santana dijo mientras se aferraba al brazo de Quinn—¿De dónde han salido todas estas mujeres?

Su bar normalmente tranquilo estaba saltando con cuerpos de pared a pared, el nivel de ruido alcanzaba un decibelio estridente.

— Dani George es linda, talentosa, rica y soltera—Quinn dijo en voz alta—Y casi todo el mundo aquí tiraría a su novia por estar con ella.

—Oh, eso es una locura. Me encanta su música, sí. Y ella es un poco linda.

—¿Un poco? ¿En qué mundo estás viviendo?

—Pero ella no es material de relación. ¿Y cómo puede ser? Viaja todo el tiempo. A menos que fueras con ella, nunca llegarían a verse. ¿Cómo puede ella tener algún tipo de relación?—Santana de detuvo abruptamente mientras Quinn se daba la vuelta.

—¿Has oído lo que incluso acabas de decir?"

Santana parpadeó varias veces, y luego entrecerró los ojos.

—¿Qué estás insinuando?

—¿Sólo te estoy preguntando si escuchaste las palabras que salieron de tu boca? Sobre no ser capaz de tener una relación cuando no se llegan a ver entre sí. Esas palabras.

—Cállate, Q. Sin sesión de terapia esta noche, ¿por favor?—metió la mano en el hueco del codo de Quinn, conduciéndola a través de la multitud de mujeres, tratando de encontrar la barra—Dios, espero que Tina y Mercedes estén aquí esta noche. Sam y Mike pueden hacerse cargo de los niños y la casa, ¿no? Ni siquiera conozco a la mitad de las personas que trabajan en el bar.

—Ahí está Mercedes.

Quinn se abrió paso entre tres mujeres, tirando de Santana con ella a la barra.

Mercedes las saludo con una gran sonrisa.

—¿Puedes creer este lugar?—preguntó mientras rellenaba un recipiente con cacahuetes—Se acabará antes de que termine la noche. Estoy pensando en pedirle a Sam que me traiga unas cajas de reserva.

Santana agarró un puñado y comenzó a agrietar la cáscara.

—¿Cuáles son las posibilidades de conseguir un 'rita’?

—Tengo que mantener a mis clientes habituales felices, ¿no? Marchando.

Santana se dio la vuelta y se apoyó en la barra, escudriñando la multitud.

Unas pocas caras conocidas, eso era todo.

— Dani George tiene treinta años. ¿Qué están haciendo todas estas chicas aquí?—Quinn preguntó por encima de la música.

Santana rodó los ojos.

—¿Así que ahora que tienes veintinueve años, te sientes vieja?

Quinn hizo una mueca.

"Simplemente no tengo nada en común con la edad de veintiún años.

—Mercedes necesita tener música en vivo más a menudo. Este lugar tiene una energía esta noche, ¿verdad?

—Sí, jóvenes cuerpos sudorosos acalorados lo hará.

Santana se giró, su ingenioso comentario olvidado mientras sus ojos se encontraron con un par de azules a través de la habitación.

Brittany Pierce.

Pasaron unos segundos, luego Brittany asintió ligeramente antes de volver su atención a una atractiva mujer a su lado.

—Dios, ella es tan malditamente linda—murmuró.

—¿Qué dices?—Quinn preguntó en voz alta.

Santana la agarró del brazo y la apretó.

—Ella está aquí.

—¿Ella? ¿Ella quién?

—¿Quién crees?

—¿Brittany?

Santana se dio la vuelta, de espaldas a la multitud.

—Ella tiene una cita.

—¿Pensaste que no lo haría?

—No, sólo estoy diciendo que ella está aquí con alguien por lo que dudo que incluso hablaremos.

—Piensa otra vez.

Santana se volvió hacia la multitud, sus ojos se ensancharon cuando Brittany Pierce se dirigió hacia ellas y sonrió a modo de saludo, deseando no estar tan feliz de verla.

—Hola, señoritas—dijo en voz alta, justo antes de un rugido de la multitud cuando miembros de la banda subieron al escenario—Qué bueno verte de nuevo.

Antes de que pudiera detenerse, Santana agarró el brazo de Brittany y la atrajo hacia sí.

—Conseguí un trabajo—casi gritó.

—Eso escuche. A él le encantaron tus cosas.

Santana se rió.

—Lo sé. Muchas gracias por hacer eso.

Pero Brittany sacudió la cabeza.

—Todo lo que hice fue entregarle tu tarjeta. No hay nada que agradecerme.

—Bueno, no puedo esperar para empezar. A primera hora el Lunes.

—Entonces tal vez nos encontremos. Tengo esas mismas tres casas.

—¿Quieres un trago?—Quinn interrumpió—Mercedes viene por aquí.

Brittany declinó.

—Debo volver. Supongo que no estoy haciendo una muy buena impresión en la primera cita, parada aquí hablando con dos hermosas mujeres—le hizo un guiño a Santana—Tal vez te vea la próxima semana.

Antes de que Santana pudiera responder, Brittany había desaparecido entre la multitud, dejando a la morena mirándola.

Ella es simplemente perfecta.

Hermosa, encantadora ... perfecta.

—Tierra llamando a San.

—¿Hmm?

—Estás casi casada.

Santana suspiro.

Sí.

Relación.

—Ella es tan... tan hermosa—miró por encima de la multitud, pero no vio a Brittany—Quiero decir... simplemente preciosa.

—Cierto—la banda se puso en marcha y la multitud rugió cuando Dani George salió. Quinn se acercó más, hablando directamente al oído—Pero tienes a Emily.

¿Y dónde estaba Emily?

¿Estaba siquiera consciente de que era Viernes por la noche?

¿Sabía que Santana estaba fuera en el bar?

Siquiera le importaba, Emily estaba en la oficina, y no, no sabía que era Viernes, no sabía dónde estaba Santana... y no, probablemente a ella no le importaba.

Así que Santana agarró su margarita fresca y tomó un sorbo, dejando que sus ojos se cerraran por unos breves segundos mientras la música penetraba.

Luego se volvió hacia la multitud, con la cabeza balanceándose al ritmo, su mirada aterrizando en Dani George.

Sí, definitivamente era atractiva, simplemente rebosante de energía en bruto.

Pero mientras las caderas de Dani giraban y se balanceaba, Santana sintió muy poco.

Miró a Quinn, cuya mirada estaba fija en cada movimiento de la cantante, así como la mayoría de los demás en el bar.

Sintió una curiosa sensación de desconexión, de aislamiento.

Sintió que había un lugar al que pertenecía, pero no estaba aquí.

Una pesadez se asentó sobre ella, la multitud se volvió casi claustrofóbica mientras sus ojos se movían a través de la barra, las mujeres moviéndose al unísono con la música.

La habitación parecía tener vida propia, expandiéndose y respirando mientras la multitud de mujeres se movían y balanceaban, todos los ojos en Dani George.

Puso rápidamente su bebida en la barra, agarrando el brazo de Quinn y acercándola más.

—Tengo que tomar un poco de aire—dijo en voz alta.

Quinn asintió, su mirada volviendo de nuevo al escenario mientras Santana se alejaba rápidamente.