[Resuelto]FanFic Brittana: Arco Iris (Adaptada) Epílogo

Capitulo 6

Santana se paró en el centro de la habitación, sosteniendo las muestras, tratando de decidir en qué tono de marrón iba a ir.

Más temprano, después de mucha indecisión, había elegido un rojo óxido para las paredes del comedor, pero el contraste de las cenefas y los bordes estaba resultando una elección difícil.

Principalmente porque odiaba el rojo óxido.

—Entonces, ¿por qué lo elegí?—preguntó, su voz resonando baja en la casa vacía.

Ayer, mientras terminaba la falsa pintura en la sala de estar, su especialidad, había tenido que pelear contra el último de los carpinteros mientras terminaban de pintar los armarios de la cocina.

Hoy, estaba completamente sola, y había pasado de una habitación a otra, escogiendo colores y diseños.

Mañana comenzaría la pintura real.

Rachel, la pareja de Quinn, a quien conoció cuando aún estaba en Tanaka y Ryan, y gracias a eso se había formado la pareja con la ojiverde, le servía como su ayuda a tiempo parcial, muy feliz de estampar la pintura en las paredes todo el día mientras cantaba junto con su iPod.

Lo que estaba bien con Santana.

Podía divertirse con la falsa pintura durante horas, pero cuando se trataba de colores uniformes, se aburría con facilidad.

Lo cual era a lo que se acercaba rápidamente mientras trataba de decidir sobre esta, su última habitación.

—¿Qué estás haciendo?

Santana saltó, su grito se convirtió en un gruñido, viendo centenares de muestras caer al suelo mientras su mano fue a su corazón acelerado.

Brittany Pierce estaba ahí, una diminuta camiseta que apenas cubría la parte superior del cuerpo, shorts cortos sueltos manchados de tierra que cubría la parte inferior.

Santana no pudo contenerse mientras su mirada se movió sobre la mujer, haciendo una pausa en sus pies, que estaban calzados con seguridad dentro de las botas de trabajo.

Finalmente respiró de nuevo.

—Me diste un susto de muerte—dijo, rompiendo en una sonrisa.

—Lo siento, no fue mi intención. Pensé que me habías escuchado—Brittany se inclinó para recoger las muestras caídas y Santana hizo lo mismo—Espero que estos no estuvieran en ningún orden en particular.

—Todo buen diseñador podría decirte por supuesto que estaban en algún tipo de orden—Santana sonrió—Se me hace difícil mantenerlos de esa manera—hizo una pausa—¿Estás empezando en el patio?

El Sr. Abrams le había dicho que Brittany estaría en algún momento de esta semana, no es que Santana la había estado buscando ni nada.

—Sí. Debería haber estado aquí el Lunes, pero nos quedamos atrás. Estábamos a medio hacer con esta otra casa cuando se vendió. El nuevo propietario quería que algunas cosas cambiaran.

—¿Pueden hacer eso?

—Sí, claro. Si quieren pagar. Los constructores ya me han pagado y me han fijado en el costo de diseño de jardines dentro del precio de la casa. Eso no va a cambiar. Pero los nuevos propietarios pueden plantar lo que quieran. Desde luego no quieren ir a la dificultad de poner en mis cosas sólo para tenerlos rompiéndolas. Así que trato de trabajar con ellos en el costo.

Se pararon, Brittany le entregó a Santana su parte de las muestras.

—Gracias—dijo, lo que permitió a Brittany capturar sus ojos.

Ahora sabía por qué había elegido ese color particular de azul para el dormitorio principal.

Simplemente rezumaba sexualidad.

—Será mejor que me ocupe. No escucho ningún trabajo que se realice así que supongo que los chicos me están esperando.

—Está bien, sí. Yo debería terminar también.

—Oh ¿Ya terminaste la jornada?

Brittany sonaba decepcionada y Santana sacudió la cabeza.

—Sólo con escoger el último de los colores. Entonces iré a comprar la pintura.

—Tú no haces todo esto, ¿verdad?

—Cualquier tipo de pintura falsa, sí. Pero tengo a alguien que me ayuda con la pintura de la pared. Ella es una graduada universitaria con un título en ingeniería que no quiere dejar Lima, Ohio—Santana se encogió de hombros—Y trabaja por cincuenta centavos más que el salario mínimo.

—Muy buen trato entonces—Brittany dijo con una risa. Se dirigió a la puerta, luego se detuvo—Si estás dispuesta, podríamos pasar por Mercedes para tomar un trago más tarde.

Lo dijo de manera casual, tan amigable, que Santana no podía pensar en ninguna razón para rechazar. Así que sonrió y asintió con la cabeza.

—Me encantaría.

—Estupendo.

Santana la vio marcharse, su mirada pegada a su trasero mientras bajaba los escalones y salía al patio.

Era sexy, razonó.

Una margarita fría caería muy bien después del trabajo.

Se dio la vuelta, con una sonrisa en su cara. No debería haber aceptado, lo sabía. Pero Brittany Pierce no era alguien a quien pudiera resistir.

Se detuvo en seco, su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido.

¿Resistir?

Oh, por supuesto que podía resistirse a ella. Eso no era lo que quería decir.

Era sólo que ... bueno, que hacía calor.






—Nunca te volví a ver. ¿Saliste temprano?—Brittany preguntó mientras se sentaba en el reservado frente a Santana.

Se había cambiado de camisa, en la intimidad de su camioneta esta vez, antes de unirse a Santana en la acera.

Y a pesar del intento de la morena de parecer desinteresada, Brittany vio su mirada en la cabina de la camioneta muchas veces.

Sabía que Santana estaba en una relación, sabía que no estaba interesada en ella, pero aún así, a veces, cuando Santana la miraba, tenía la impresión de que la morena estaba luchando consigo misma.

—Tengo claustrofobia. No sé lo que era. Todas esas mujeres, todo ese ruido—Santana agitó la mano con desdén—Sólo necesitaba un poco de aire.

—Sí. Estaba un poco lleno. Hace años, me encantaba Dani George. Pero ella ha crecido, yo he crecido. Ella simplemente no hace nada más por mí.

Santana se rió.

—Sé lo que quieres decir. Estaba pensando lo mismo—se inclinó más cerca—Y todas esas chicas jóvenes ahí. ¿Cómo saben siquiera que es Dani George?

—Bueno, ella sigue siendo atractiva y todavía puede rockear.

—Y al parecer atraer a una multitud.

Brittany hizo una pausa, esperando mientras Mercedes traía sus bebidas. Una margarita para Santana y una cerveza para ella.

—Aquí tienen, damas. Papas fritas y salsa, de la casa. Disfruten.

—Gracias, Mercedes.

—Solo no hagas trabajar tanto a mi Sam.

Brittany sonrió mientras miraba a Santana llegar a su bebida, el suspiro audible se convirtió en un gemido satisfecho.

—Dios, esto es bueno—alzó la vista—Creo que soy adicta a ellas.

Brittany levantó la cerveza.

—Nunca he desarrollado un gusto por el tequila—sonrió—Y no le digas a nadie, pero tengo una afición por las bebidas afrutadas.

—Quieres arruinar tu imagen, ¿verdad?

—Oh, absolutamente—Brittany metió una papa en su boca después de recoger salsa.

—¿Cómo estuvo tu cita la otra noche? Dijiste que era la primera—Santana preguntó.

—Ella es la amiga de una novia de una amiga mía.

—¿Huh?

Brittany se rió.

—Mi amiga Marley, su novia, Kitty, es buena amiga de ella. Sheila.

—Oh. ¿Y cómo funcionó eso?

—Estaba bien. Es un poco joven para mí, creo. Ella quería ir de bar en bar en clubes heteros después de Dani George. Francamente, no podía seguir el ritmo. Dudo que habrá una segunda cita.

—¿Tiene estas citas a ciegas a menudo?

—Con demasiada frecuencia, me temo. Las amigas no pueden soportar verme soltera y no pueden entender cómo puedo estar contenta de ir a un hogar a una casa vacía cada noche—levantó el tarro de cerveza vacío hacia Mercedes, y luego miró hacia la copa de Santana, todavía medio llena—Pero trabajo duro durante la semana. Normalmente estoy demasiado agotada para salir.

—¿Y por qué exactamente sigues soltera?

Brittany ladeó la cabeza.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Eres atractiva, eres dueña de tu propio negocio. ¿Por qué alguien no te ha atrapado?—Santana sonrió—¿O es que tienes algunos hábitos muy molestos que las ahuyentan?

—No que yo sepa. Pero en esta etapa de mi vida, no estoy sólo buscando un buen momento. Puedes conseguirlo en cualquier lugar. Tengo esta imagen en mi mente del tipo de mujer con el que me gustaría pasar mi vida—se inclinó hacia delante—Ciertas cualidades que me atraen. Y hasta ahora, no la he encontrado. Y así que estoy contenta de ir a un hogar a una casa vacía. No quiero sólo conformarme.

—¿Cuántos tienes? ¿Veinte y siete años?

—Cerca. Treinta. ¿Tú?

—Veinte y nueve—hizo girar su copa, luego levantó la vista, encontrando los ojos de Brittany—¿Puedo preguntarte algo personal?

Brittany asintió.

—Me encanta tu nombre. Pero Brittany ... ¿de dónde vino?

Brittany se rió.

—Cuando dijiste que querías preguntarme algo personal, pensé que iba a ser sobre mi vida amorosa.

—No te conozco muy bien todavía—Santana tomó una papa, saltándose la salsa.

—Ya veo—Brittany tomó la cerveza de Mercedes—Gracias.

—¿Ustedes damas se quedaran para la cena?

—Oh, no—Santana dijo—Sólo una copa.

—Muy bien. Si quieres algo para picar aparte de papas fritas, házmelo saber.

—Gracias, Mercedes—volvió a mirar a Brittany—¿Tu nombre?

—Mi nombre. Bueno, soy la menor de cuatro chicas. Mi mamá tiene como tradición colocar el nombre de Susan, por abuela y esas cosas. Y yo no iba a ser la excepción. Pero para no seguir siendo Susan cuarta decidieron que sería mi segundo nombre—se encogió de hombros—Hubiera preferido que fuera el primero o que mi primer nombre fuera otro sin embargo.

Santana sacudió la cabeza.

—¿Por qué?

—Por que suena como la cantante. Tuve por un tiempo su nombre en mi. Brittany Susan Pierce. Brittany S. Pierce, es igual a Britney Spears.

—A mí me gusta. Creo que fue una gran elección.

—Bueno, mi mamá estaría muy feliz. Gracias—sus ojos se sostuvieron por un momento, y de nuevo Brittany estaba confundida por lo que vio en ellos.

Si esta fuera cualquier otra mujer, no una que estuviera en una relación a largo plazo, reconocería la atracción, reconocería las sutiles corrientes subterráneas de electricidad que fluían entre ellas.

Pero esta era Santana, una mujer con la que había hablado un puñado de veces, una mujer a la que le había pedido salir a cenar y le dijo un educado no, ella estaba en una relación.

Por lo tanto, Brittany desestimó esos pensamientos y en su lugar se entregó a su propia curiosidad.

—¿Qué pasa con tu nombre? ¿Santana?

—Oh, nada emocionante. De hecho, lo odiaba al principio. Era Santana, lo cual me venía muy bien. Pero en la escuela secundaria, lo encontraban muy largo y a veces complicado de pronunciar, así que obviamente, los apodos abundaban. San se quedó conmigo—rió.

—¿Dónde estaba la escuela secundaria? ¿Eres de Lima, Ohio?

Santana sonrió.

—Soy de descendencia latina, pero fui a Fort Shawnee.

—Ouch.

—Sí. La axila. Pero me quedé ahí el tiempo suficiente para un par de años de la universidad. Y entonces, bueno, las cosas pasaron.

Brittany alzó una ceja.

—¿La familia?

—Sí, la familia. No había novio. Empezaron a hacer preguntas. Tanto así que mi hermano comenzó a seguirme. No pasó mucho tiempo para entender las cosas, ya sabes.

—Lo siento.

—No hubo un final feliz. Y sé que sucede mucho, sólo que nunca pensé que iba a pasarme. Nunca imaginé que mi padre me corriera de la casa, agitando una Biblia en mí. Estoy totalmente distanciada de mi familia todavía. No he tratado de contactar con ellos desde que me fui, y por lo que sé, no han tratado de buscarme.

—Wow. Eso es triste. Un hermano, ¿eso es todo?

—Una hermana más joven. No éramos cercanas. Y mi abuela. Yo era muy cercana a ella. La llamé después de que ocurriera, llorando, pero me colgó—se quedó mirando la copa vacía por un momento antes de levantar la vista—Tenía veinte años cuando me fui, así que ha pasado un tiempo. Pero mi abuela, eso me dolió. Ella era especial para mí. Supongo que la extraño más.

Brittany asintió.

—No veo mucho a mi familia, pero no es porque estamos distanciados ni nada. Están todos aún en Houston. Y cuando tengo un descanso del trabajo y quiero escapar, Houston no es ello—dijo con una sonrisa—Me aseguro de pasar Navidad sin embargo.

—¿Nunca vienen aquí?

—Mis padres vienen de vez en cuando. La salud de mi papá no es muy buena. Mis hermanas, no. Están todas casadas con un grupo de chicos. Son chicas de la gran ciudad. Piensan en Lima, Ohio como una ciudad universitaria todavía. La última vez que estuvieron aquí fue cuando murió mi abuelo.

—Echo de menos tener una familia—Santana dijo. Miró a su alrededor por Mercedes, levantando su copa vacía con una sonrisa—No debería tener otra, pero qué demonios.

—Pero tienes tu propia familia ahora, ¿verdad?

Santana frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

—Emily—Brittany alzó una ceja mientras un leve rubor se deslizaba sobre el rostro de Santana.

—Cierto, Emily—asintió—Claro. Es decir, hemos estado juntas ocho años. Es sólo que, bueno, ella trabaja mucho, casi nunca la veo. El año pasado, de todos modos.

Brittany asintió, sin saber qué decir.
—Pero sí, ella es mi única familia, de verdad. Y Quinn, ella ha sido mi roca. Ella siempre está ahí. Ella y su novia Rachel.

—¿Tu terapeuta?

Santana se rió.

—Correcto. Mis sesiones de terapia.

Brittany se encontró con su mirada, manteniendo sus ojos cautivos por un momento.

—Bueno, si estás agregando amigos a tu vida, espero que me consideres. Porque me gusta mucho tu compañía.

Capitulo 7

Santana arrojó las llaves en la barra, todavía sorprendida en ese momento.

Su bebida rápida se había convertido en dos, junto con un plato de nachos que compartían.

Y habían hablado.

Y hablado.

No podía entender por qué disfrutaba estar alrededor de Brittany tanto. Era más allá de la atracción física que sentía.

—Whoa—dijo en voz alta.

¿Atracción física?

Seguro, Brittany era linda, encantadora.

Pero no era como si se sentía atraída por ella de esa manera.

No en serio, de todas formas.

Había bromeado con Quinn al respecto, eso era una cosa.

Sólo bromear.

Porque estaba Emily.

—Correcto. Esta Emily.

Y aquí estaba, a las ocho y media de la noche y su teléfono nunca sonó.

No hubo convocatoria en curso de que Emily se preguntara por qué no habían hablado durante todo el día. Sin llamada para comprobarla, y sin ninguna llamada sólo para saludar.

Santana ladeó la cabeza, tratando de recordar la última vez que hablaron.

¿Ayer?

No, sólo habían intercambiado mensajes de voz.

El Domingo, Santana tenía un vago recuerdo de Emily en la cama con ella, pero eso era todo. Había pasado la mañana en su oficina recorriendo muestras, y había pasado la tarde con Quinn y Rachel en la piscina de Barton Springs.

Y el Sábado, al día siguiente de que había salido del bar temprano, que había estado de humor para la compañía de nadie y ni siquiera había considerado quejarse con Emily por su falta de tiempo juntas.

Cuando llegó a casa desde el bar la noche del Viernes, la casa estaba oscura y vacía.

Ella se había ido directamente a la cama. Emily había llegado a casa a las dos de la mañana, se había metido en la cama después de ducharse y había intentado despertar a Santana, con ganas de hacer el amor.

Había rodado simplemente alejándose y se quedó dormida de nuevo.

Cuando se despertó, Emily ya se había ido.

Así que subió las escaleras, pasó por su dormitorio y entró en su pequeña oficina. Cerró la puerta detrás de ella como si eso pudiera excluir la realidad de lo que se había convertido su vida.

Lo que le había dicho a Brittany era cierto.

Emily era su única familia.

Durante ocho años, había sólo siempre sido Emily. Oh, tenían un pequeño círculo de amigos, pero no cerca, amigos cercanos.

Nadie a quien consideraría donar un riñón o algo así.

Y para Santana, estaba Quinn y Rachel. Este último año, ni siquiera podía imaginar lo que su vida habría sido si no fuera por Quinn ni Rachel.

Pero de nuevo, ese sentimiento de no pertenencia, esa molesta sensación que dejaba su estómago hecho nudos, esa sensación de aprensión, de inquietud se apoderó de ella.

Se sentía casi desconectada de su mundo mientras se movía a su sillón reclinable, inclinándose hacia atrás y cerrando los ojos.

Sola.

Eso era todo lo que estaba.

Sola.

Capitulo 8

—Sabes, hemos hecho esto cien veces, Britt. No tienes que supervisar—Sam le dijo días después mientras plantaban arbustos alrededor del frente de la casa.

—No estoy supervisando. Me gusta hacer este tipo de cosas.

—Odias los arbustos.

Brittany se puso de pie y se secó el sudor de la frente.

—Sí. Los arbustos son aburridos—sonrió—Así que voy a dejar que ustedes chicos terminen y voy a ir dentro de la casa, donde escucho el aire acondicionado funcionando, y ver si Santana me deja lavarme.

—Pensé que se supone no debíamos poner un pie en el interior de una casa nueva. ¿Qué pasó con esa regla?

—Esa regla todavía se aplica a ti, Sam. Pero como yo hago las reglas, puedo romperlas.

Sam se rió.

—Entonces supongo que si fuera, digamos a Sebastián Smythe de Tanaka y Ryan en esa casa, no estarías tan interesada en entrar cuatro o cinco veces al día.

—San tiene una clara ventaja sobre Sebastián Smythe, sí. Pero no es como piensas. Ella está emparejada. Sólo somos amigas.

—Sí, sólo tu suerte, ¿eh?

La sonrisa de Brittany se desvaneció.

Sí, sólo su suerte.

Ella y Santana se estaban convirtiendo rápidamente en amigas. Estaban cómodas en la presencia de la otra. La conversación nunca faltaba.

Y siempre, ese grado subyacente de atracción estaba ahí, ambas ignorándolo tanto como Brittany podía decirlo.

Santana rara vez hablaba de Emily.

De hecho, a veces Brittany se preguntaba si la morena olvidaba que Emily existía.

Pero no importaba.

Brittany conocía sus limitaciones en lo que se refería a Santana.

Amigas.

Nada más.

Y eso era suficiente.

Aunque Santana nunca lo dijera, sospechaba que la morena anhelaba su amistad tanto como ella misma lo hacía con Santana.

No podía explicarlo.

Estaba justo ahí.

Desde el momento en que se conocieron, desde el momento en que Santana chocó con su camioneta y Brittany la había mirado a los ojos, estaba ahí.

Así que por eso ahora subió los escalones, haciendo una pausa para quitarse las botas sucias antes de entrar.





—¿No crees que es demasiado oscuro?—Santana se giró en un círculo, mirando las paredes, luego de nuevo a Rachel—¿Demasiado rojo?

—Esto es la última cosa.

—¿Cómo puedes disfrutar de una comida con todo este rojo?

—La gente usa sus comedores formales quizás tres veces al año—Rachel declaró—Y una bonita mesa y sillas con cojines de terciopelo rojo encajaría perfectamente.

—Bueno, lo odio.

—Yo también.

Santana se volvió, sorprendida de encontrar a Brittany parada ahí observándolas.

Sonrió.

—Hey, tú. Lo odias, ¿eh?

—Un poco en el lado rojo.

—Se supone que debe ser—Rachel dijo.

—De hecho, es tan rojo, que podría ser el factor decisivo para no comprar la casa.

Santana asintió.

—Estoy de acuerdo—se volvió hacia Rachel—Tenemos que bajar el tono un poco. ¿Qué tal un borgoña ligero?

—¿El borde beige?

—Podríamos hacer un ajuste de beige con sólo un toque de borgoña a juego. ¿No?

—La última vez que intentamos sólo una pizca de algo, ¿recuerdas lo que pasó?

Santana se rió y miró a Brittany.

—Terminamos con verde vómito. Era repugnante. No importa lo que hicimos, las paredes eran todavía verde vómito—caminó hacia Rachel, apretando suavemente el hombro—Inténtalo, ¿de acuerdo?—tomó el brazo de Brittany y la condujo fuera de la habitación—Ella es del tipo creativa—susurró cuando estaban fuera del alcance del oído.

Dejó que su mano se deslizara del brazo de Brittany, maldiciendo en silencio su necesidad de contacto físico.

En cambio, cruzó las manos bajo los brazos, mirando a Brittany.

—¿Qué pasa?

Brittany bajó la cabeza, un ligero rubor estropeando sus facciones.

—Nada. Sólo quería refrescarme.

—Ya veo. ¿Aprovechando el aire acondicionado? Y como jefe puedes hacer eso—miró a los pies de Brittany—Y tuviste la amabilidad de quitarte las botas.

Brittany siguió su mirada hacia sus calcetines sucios.

—Supongo que estos no están mucho más limpios—dijo mientras movía los dedos de los pies.

—¿Quieres lavarte?

—¿Me lees la mente?

—Estás sucia.

—Es parte de mi encanto.

—Lo es—Santana dijo antes de que pudiera detenerse—se encontró con los ojos de Brittany rápidamente, luego desvió la mirada. Señaló al final del pasillo—Usa el baño libre. Tengo toallas ahí ya—observó mientras caminaba, paseando, alejándose—Simplemente ignora las manchas de pintura—dijo.
Se dio la vuelta, apretando los puños, odiando, absolutamente odiando su atracción por Brittany.

Podrían ser buenas amigas.

Realmente, podrían serlo.

¿Ellas podrían? ¿

Sería como si fuera con Quinn o Rachel?

¿Podría decirle algo a Brittany y esperar nada más que el apoyo de ella?

¿Podría dormir en su casa cuando Emily estuviera lejos y quedarse hablando media noche?.

Rodó los ojos.

Correcto.

No, no era estúpida.

Tampoco lo era Brittany.

Y si no tenía cuidado, si ambas no tenían cuidado, acabarían totalmente arruinando su emergente amistad.

—Oye.

Santana se dio la vuelta otra vez, encontrando a Brittany observándola. Y cayó en sus ojos, ni siquiera tratando de detenerse.

Simplemente no podía evitarlo.

Ninguna mujer debería tener los ojos de ese color.

—Azul oscuro—murmuró.

Brittany frunció el ceño.

—¿Huh?

—Tus ojos—dijo en voz baja—Me encantan tus ojos.

Brittany asintió.

—Me gustan un poco los tuyos también.

Santana tragó con dificultad, finalmente apartándose, de espaldas a Brittany.

—Debería volver a ello, supongo.

—Sí, yo también.

Brittany se acercó.

Podía sentirla.

Dejó de respirar.

—No estaré aquí el día de mañana, San.

Santana se volvió, sus cejas arqueadas.

—Tengo otro patio para empezarlo.

Santana asintió.

—Muy bien.

—¿Quieres ir a Mercedes tal vez después?

Santana apartó la mirada.

Debería declinar, sabía que debería.

Solo decir no.

Pero como cualquier drogadicto, no podía.

—De acuerdo.

Brittany inclinó la cabeza.

—¿O tal vez Emily te estará esperando?

La risa rápida de Santana era amarga, pero no pudo evitarlo.

—No, Emily definitivamente no estará esperando.

—¿Cuándo me vas a contar acerca de eso?

—¿Contar qué?

—Acerca de Emily. Parece que tienes un montón de tiempo libre—se acercó más—Si yo fuera Emily, estaría en casa todos los días a las cinco, sólo para estar contigo. Pero algo la mantiene lejos.

Oh Dios

¿Brittany no tiene ni idea de lo que su presencia le hacía?

—Emily está tratando de hacerse socia. Trabaja como mil horas a la semana. Apenas nos vemos. En realidad, eso era una exageración. Apenas hablaban en estos días—se alejó de Brittany, caminando deliberadamente de regreso al comedor y Rachel, donde estaba a salvo, donde no estarían solas.

—¿Entonces quieres comer una hamburguesa?

Santana asintió.

—Claro. Llámame cuando estés decente.

Brittany se rió.

—Puede que no sea capaz de asearme. Es posible que tengas que lidiar con un mal olor con una camisa limpia.

—Con tal de que te cambies antes de llegar ahí—Santana se detuvo—Espera un minuto. Nunca me dijiste lo que te debo por la abolladura.

—Nada, ya te lo dije.

—Y te dije que iba a pagar por ello.

—Bueno, no hay nada que pagar. No he conseguido arreglarlo.

—¿Por qué no?

—Decidí que me gustaba.

Se miraron la una a la otra, ambas mirándose.

—¿Te gusta la abolladura?

Brittany asintió.

Santana sonrió.

—Creo que quieres dejarlo así para que tengas algo para reprocharme.

—Quizás—Brittany se movió a la puerta, haciendo una pausa—Nos vemos mañana. Te llamaré.

—No puedo esperar.

Por desgracia, era la verdad.

Con un suspiro, se volvió hacia Rachel, encontrándola mirándola.

—¿Qué?

—Ella es linda.

—Lo sé.

—Realmente linda.

—Lo sé.

—Ella quiere algo contigo.

Santana sacudió la cabeza, a punto de negarlo, pero no lo hizo.

—Lo sé—dijo en cambio.

—Y eso va en ambos sentidos, sospecho.

Santana tomó una respiración profunda, dejándolo salir lentamente.

—Sí, lo sé.

—Y Quinny piensa igual que yo, ¿no?

—Sí.

Capitulo 9

—Necesito una sesión de terapia.

—Pensé que estabas curada. No he sabido nada de ti durante toda la semana.

—¿Quieres venir? Podríamos nadar.

—¿En la mansión? No, gracias.

Santana se echó a reír.

—Me gustaría sugerir Mercedes, pero he estado ahí tres veces esta semana.

—¿Y con quién estás saliendo?

Santana se mordió el labio inferior.

—Britt.

—Oh, Dios mío—Quinn prácticamente gritó en el teléfono—¿Estás loca?

—Como he dicho, necesito una sesión de terapia.

—Vamos al departamento. Pediremos una pizza. Rach ha tenido que ir donde sus padres.

—Eres un encanto. Estaré ahí mismo.

Santana corto la llamada y arrojó su teléfono sobre el asiento.

Lo que realmente quería era a Quinn para hablar de su cita para cenar mañana por la noche.

Bueno, no, lo que realmente quería era que Quinn dijera que estaba bien cenar con Brittany.

Serán sólo hamburguesas en el bar, después de todo.

—Correcto. Quinn estará analizando mucho eso—dijo sarcásticamente.

Condujo rápidamente, tomando la salida de MoPac y yendo a West Lake Hills.

Su propia casa, escondida en las colinas cerca de Balcones, no era más que un tiro de piedra a través de las colinas.

Pero aquí en el departamento, era difícil imaginar la tranquilidad de su espacioso cedro y bastante roble.

No es que al complejo de departamentos de las Faberry le faltara carácter.

Era mejor que la mayoría, con árboles nativos metidos en cada lugar disponible, tratando de ocultar el concreto y pavimento que lo había arruinado para empezar.

Se apresuró a través del estacionamiento, el calor del verano aún penetraba mientras el asfalto brillaba incluso después de que el sol se había deslizado por debajo de los árboles.

Llamó a la puerta, esperando a que Quinn la desbloqueara y la dejara entrar.

El aire fresco golpeó su cara mientras se deslizaba dentro y se dejó caer contra la puerta, abanicándose.

—Odio los veranos.

—No te quejabas el otro día cuando estábamos en la piscina.

—Eso es diferente. La piscina Barton Springs es un ritual—se empujó de la puerta y arrojó su bolso en el sofá, siguiendo a Quinn en la cocina, espiando la licuadora en la encimera.

—¿Vas a hacer margaritas?

—Sí. Tengo una nueva mezcla.

—Fabuloso. Pero ¿que estaba mal con la que tenías?

—Nada. Esto es simplemente diferente—Quinn se agachó, buscando la botella de tequila—¿Y adivina qué? Mañana llevare a una cita a Rach por la noche.

Santana sonrió.

—¿En serio? Maravilloso. ¿Motivo en especial ?

—Si…quiero pedirle matrimonio.

—Eso es magnífico Quinn—dijo mientras la abrazaba.

Quinn se encogió de hombros.

—Lo sé. La amor como nunca ame a nadie. Y creo que ya es tiempo. He hablado con sus padres y están de acuerdo—se detuvo—Quiero hacerlo pronto… también estoy pensando en tener bebés. Ella saco el tema en más de una conversa, pero se que no me quiere presionar. Pero yo estoy lista.

—Claro que lo estas. Ambas lo están. La enana estará más que feliz—alzó las cejas—Practica para el bebé, ¿verdad?

Quinn sonrio.

—Eso ayudaría para darnos algún indicio de como poder hacer al bebé.

—¿Eso quiere decir que se pronto la boda?

Quinn se encogió de hombros.

—No lo sé. Quiero decir, quiero hacerlo lo más pronto posible, pero quiero que ella ponga la fecha.

—No dejes que la enana controle todo Q.

—Deja de decirle así. Y no la dejo controlar nada. Ella está un poco más ocupada con el trabajo y tú lo sabes muy bien, trabajas con ella, creo que es junto que ella elija la fecha.

Los ojos de Santana se ensancharon.

—Eres una mujer atrapada, Q.

—Por ella sería cualquier cosa.

—¿Y los bebés?

Quinn se rió.

—No quiero esperar mucho y estoy segura que ella tampoco.

—Eso quiere decir que seré madrina pronto, ¿no?

—Está bien, San. Serás la madrina.

—Oh, mi Dios, lo dices como si fuera un compromiso u obligación.

—Lo juro, eres una exagerada. Claro que serás la madrina de mi boda y del futuro bebé Faberry.

—Ya lo sabía, no hace falta que me lo pidas o ruegues.

—Aunque no sé si Rach tenga alguien más en mente.

—Eres tan mala. Tal vez eres la que necesitas una sesión de terapia. La enana me ama.

El timbre sonó y Quinn detuvo a Santana mientras iba a su bolso.

—Está vez me toca a mí.


Santana tomó la pizza de regreso a la barra, sacando un taburete de la barra y de un tirón abriendo la caja antes de que Quinn incluso hubiera pagado.

—¿No has comido hoy?

Santana sacudió la cabeza.

—Ni un mordisco—dijo con la boca llena.

Quinn vertió hielo en la licuadora y pulsó el botón. Santana observó el hielo girar, su boca haciéndose agua mientras esperaba a que la ojiverde terminara.

—Prueba esto—Quinn dijo, deslizando un vaso a su manera—Tiene más un fuerte sabor a lima.

Santana tomó un sorbo, moviendo la cabeza.

—Bueno. Diferente, pero bueno.

—Pensé que te gustaría—Quinn sacó un taburete de la barra y se unió a Santana, recogiendo un pedazo de pizza—Sólo tenía una ensalada para el almuerzo. La pizza sonaba bien.

—No estoy acostumbrada a trabajar, supongo—Santana dijo—Tengo que empezar a hacerme un sándwich o algo así. En el momento en que conduces a un lugar a donde comer y regresar, has perdido casi dos horas.

—Entonces, ¿qué pasa con esta sesión de terapia?

Santana puso su pizza en la mesa y agarró su bebida en cambio.

—He ido a almorzar con ella. Y fuimos al bar para tomar una copa el otro día después del trabajo. Pero no cenamos, sólo un plato de nachos.

—¿Entonces qué te preocupa?

—Me pidió que la encontrara ahí para cenar mañana.

—¿Y tú dijiste?

Santana apartó la mirada.

—Dije que sí.

—San, San, San. Sólo estás buscando problemas, ¿verdad?

—Somos amigas. No hay nada de malo en cenar. Tú y yo, Rach y yo lo hacemos todo el tiempo.

—Un poco diferente.

—¿Cómo es eso?

—No te ensucias las bragas cada vez que me ves. Y espero no lo hagas cuando vez a mi Rach.

—Oh, eso es tan grosero—dijo Santana con una risa—Y eso no es verdad.
—¿Qué? No te ensucias las bragas cuando me ves?

Santana casi escupió su bebida.

—¡No! Ya sabes lo que quiero decir. Además, Britt sabe de Emily. Ella sabe que es sólo amistad entre nosotras.

—Ella puede saber que Emily existe en tu vida, pero ¿sabe cómo este último año ha sido? ¿Sabe ella que Emily ha estado ausente durante los últimos ocho meses? ¿Sabe lo infeliz que eres?

Santana la miró fijamente.

—No soy infeliz.

—Oh, San, no tienes que decirlo para que lo sepa. Tú eres infeliz. Tuviste un ataque de ansiedad la otra noche, ¿verdad?—agarró su mano—¿Cuándo saliste del bar?

Santana asintió.

—Si sientes como tu relación con Emily está fallando, pasar tiempo junto a Britt no va a resolver nada. Simplemente va a empeorar las cosas.

—¿Empeorar para quién?

—Para todo el mundo, San. Emily puede estar totalmente cegada por esto. Ella puede no tener ni idea de lo infeliz que eres. De hecho, lo juro. Ella no está lo suficientemente cerca para saberlo. Y conociéndote, no se lo has dicho. Tú solamente has ido junto con este plan loco de ella, dejándola trabajar en una muerte temprana, sólo para hacerse socia de una firma conocida por suprimir a las mujeres. Por Dios, con su reputación, probablemente podría ir a cualquier firme en la ciudad y fijar su precio. Pero no, ella quiere demostrar algo, quiere ser la primera.

—Es una locura, lo sé.

—Así que tienes que decirle. Sé que has dicho que hablaste, pero ¿realmente le has dicho lo miserable que has estado?

—¿Cómo puede no saber? Dios mío, nos vemos menos que los compañeros de habitación lo harían—se levantó para volver a llenar su vaso—Y la otra noche, llegó a casa después de la medianoche, casi las dos, y quería tener relaciones sexuales.

—¿Y no lo hiciste?

—No—respiró hondo—No. Quiero decir, tengo tanta ... tanta rabia dentro de mí. ¿Cómo no puede ver eso? ¿No significa nada nuestra relación para ella? ¿No significa más que su maldita carrera?

Las cejas de Quinn se dispararon y Santana sonrió disculpándose.

—Lo siento. Sé que odias esa palabra.

—Entonces, ¿estás enojada con Emily por el deterioro de tu relación?

—Sí.

—¿Y ahí es donde Britt entra?

Santana sacudió la cabeza.

—No, no tengo ningún interés romántico en Britt. Me gusta. Disfruto su compañía. Y no veo nada de malo en cenar con ella.

—Estás tan llena de mierda. Lléname—Quinn dijo mientras le entregaba el vaso a Santana—Así que si no ves nada malo en ello, ¿por qué estás aquí queriendo que te dé mi bendición.

—Porque me siento culpable—Santana dijo.

—¿Por qué?

—Porque ... maldita sea, ella es linda y atractiva y ... y tal vez estoy un poco atraída por ella.

—¿Un poco?

—Está bien, mucho. Jesús, eres buena en esto—dijo con una risa.

—Ahí, lo hemos sacado a la luz finalmente. Estás atraída por Britt, te sientes culpable por verla, ¿y qué más?

—Te juro, Quinn, a veces te odio.

—¿Para qué están las amigas?

—Así que no debería ir a cenar con ella, ¿verdad?

Quinn se rió.

—Ambas sabemos que vas a cenar con ella. Pero creo que tienes que decidir hasta qué punto vas a tomarlo. Creo que deberías ser honesta con ella. Decirle sobre Emily, y decirle que estás atraída por ella.

—¿Estás loca? No lo haré.

—¿Por qué?

—Porque, por eso. Debido a eso.

—¿Porque sabes que ella se siente atraída por ti también? Porque si lo admites a ella, entonces, ¿quién sabe qué va a pasar?

—Oh, Quinn... sí y sí—puso su vaso en la mesa y empezó a pasearse, moviéndose detrás de Quinn—Sí, tenemos esta cosa. Lo sé. Ella lo sabe. Pero no hemos dicho nada, ya sabes. Está justo ahí. Y quiero decir, realmente, es una locura. Hemos salido a solas un puñado de veces, hablamos por teléfono, nos vemos durante el día cuando estamos en la misma casa, pero aún así, nosotras no hemos dicho una palabra al respecto. Y es, además, es porque se debe a Emily. Britt sabe que existe y sabe que no estoy soltera. Así que tal vez ella está bien con nosotras sólo siendo amigas. Es decir, tal vez esta sólo contenta de pasar el rato.

—Y estás viviendo en un mundo de sueños.

—¿Así que no debería salir con ella?

—Si crees este diatriba que estás vomitando, no. Pero ¿por qué no puedes ser honesta con ella?

—La honestidad es aterradora.

—La honestidad es la mejor norma.

Santana se rió y se dirigió a Quinn, envolviendo sus brazos alrededor de ella.

—Te quiero. Te lo juro tienes sentido incluso cuando no tienes sentido.

—Lo sé. Soy la mejor amiga siempre.

—Lo eres.

—Gracias. Y te quiero también.

Capitulo 10

A las 16:30, sonó su teléfono.

Y no era la llamada que estaba esperando.

Era Emily.

—Hola.

—Bueno, hola, extraña.

¿Extraña?

Santana retuvo su respuesta sarcástica y forzó una sonrisa.

—¿Tomando un descanso?—preguntó casualmente.

—Acabo de salir de una reunión. Pensé en llamar ya que tuve la oportunidad. ¿Dónde estás?

—En una de las nuevas casas. Terminando la cocina—dijo, mirando a la pared pintada.

—¿Cómo va eso?

—Bueno. Ya hemos terminado de pintar la primera casa. Sólo empezando en la segunda.

—¿Y quién es nosotros otra vez?

Santana tomó una respiración profunda, tratando de fingir que Emily estaba interesada.

Era al menos la tercera vez que había hecho la pregunta.

—Rachel.

—Oh, salúdala de mi parte. Bueno, sólo quería decirte que sé que es Jueves, pero dudo que vaya a llegar a casa a tiempo para la cena. Esta reunión realmente me retrasó varias horas.

Santana movió su mirada hacia el techo.

Sorpresa, sorpresa.

Emily no había hecho una cena del Jueves en las últimas seis semanas.

—Está bien.

—Te prometo que voy a compensártelo.

—Por supuesto.

—Dices eso como si no me creyeras.

Santana se mordió el labio.

No quería entrar en ello con Emily por teléfono.

—Lo siento. Estoy segura de que vas a compensármelo—hizo una pausa—¿Y qué es lo que estás haciendo?—preguntó, incapaz de resistir.

—San, por favor no empieces. He tenido una semana muy mala. Estaba pensando, tal vez me deje el fin de semana libre. ¿Cómo suena eso?

—¿Libre? ¿Cómo no ir a trabajar?

—Bueno, voy a tener que llevar a casa el trabajo, por supuesto. Pero pensé que tal vez podría hacer un día corto él Sábado, decir que voy a casa al mediodía. Luego sólo trabajar desde casa el Domingo. ¿Qué te parece?

Parece que todavía estarás trabajando.

Pero dio la respuesta esperada.

—Suena muy bien, Em. Tal vez podamos comer juntas.

—Maravilloso. Vamos a planificarlo, entonces.

La línea se cortó antes de que pudiera responder, y Santana simplemente se fue deslizando por la pared hasta el piso.

Cerró los ojos.

¿Era Emily con quién estaba enojada o con ella misma?

No importaba lo mucho que pretendía que todavía tenían una relación, sabía que estaba desapareciendo rápidamente.

Sospechaba que Emily también lo sabía.

Era el estado actual de su relación el resultado de que Emily trabajaba tanto y estaba ausente, o ¿el estar trabajando era una excusa para que Emily pudiera estar ausente?

Ocho años era mucho tiempo.

Un montón de años para tirarlos.

¿Era por eso que estaban resistiendo?

¿Fingiendo?


El teléfono de Santana volvió a sonar, deteniendo sus pensamientos.

Esta vez era Brittany.

Sintió un poco de su tristeza elevarse.

—Hola, tú.

—Estoy decente.

—¿Lo estás ahora? ¿Y limpia?

—Un poco. Tienen una piscina aquí.

—¿Te has lavado en la piscina?

—Hice algunas vueltas.

Santana cerró los ojos.

—¿Usando qué?—preguntó en voz baja.

—Usando nada, San.

Trató de no imaginarla desnuda, realmente lo hizo.

Pero recordó el torso pálido que había visto aquel primer día, cubierto sólo en un sujetador deportivo rojo.

No se necesitó mucha imaginación quitar el sujetador y shorts.

Dulce Jesús.

—Eso fue malo.

—Tu preguntaste.

—Ropa mojada habría sido la respuesta apropiada.

Brittany se rió.

—Mi cabello se ve terrible. ¿Eso ayuda?

—Un poco.

—¿Entonces todavía quieres que nos reunamos?

—Sí—dijo sin dudar.

—¿Nos vemos en Mercedes? ¿O quieres ir a otro lugar?

—No. Una hamburguesa suena bien.

—¿Puedes salir ahora?

—Sí. Ya he terminado.

—Genial. Nos vemos en un rato.

Santana corto la llamada, estirando las piernas en el suelo mientras se apoyaba contra la pared, con los ojos cerrados.

Emily la derribó.

Brittany la levantó.

Que desastre.






Brittany hizo una seña mientras Santana entraba, coincidiendo una sonrisa en su cara.

Santana estaba vestida de manera similar, shorts caqui y camiseta sin mangas dentro del pantalón, sandalias en sus pies.

Se veía fresca, desmintiendo los casi cien grados afuera.

—Tu cabello se ve como siempre lo hace—Santana dijo.

Brittany pasó sus dedos a través de él, sintiendo la humedad todavía.

—No estoy segura de que sea un cumplido.

—Por supuesto que lo es—sacó una silla y se sentó frente a ella, sus ojos cálidos cuando se encontraron con los de Brittany.

—¿Sería mejor si dijera que extrañaba verte hoy?

Santana sonrió.

—Adelante, sí. Pero extrañaba tu compañía también.

—Supongo que es una mala cosa, ¿eh?

—Bastante mala, sí.

—Así que supongo que lamentas que chocaste con mi camioneta ese día, ¿verdad?

—Absolutamente no—Santana dijo con una sonrisa—Pero sí plantea un problema.

—¿Cómo es eso?

Santana se encontró con su mirada.

—¿No podemos tomar una copa primero?

Brittany asintió.

—En camino. Le dije a Mercedes lo de siempre. No estaba segura de si tenías una margarita especial o no—observó a Santana, preguntándose qué pensamientos pasaban por su mente esta noche.

Sus ojos, aunque cálidos, tenían una cautela en ellos que no estaba segura de haber visto antes.

Santana apoyó los codos sobre la mesa, mirando a Brittany, sosteniendo sus ojos.

No podía apartar la mirada incluso si lo intentaba.

—Estoy teniendo un problema—Santana dijo finalmente.

Brittany no dijo nada, esperando.

—Emily y yo hemos estado juntas ocho años. Y sobre todo, fueron unos buenos ocho años. Pero ahora, ella se ha convertido en una adicta psicópata al trabajo—dijo, apartando su mirada—Durante el último año, ha trabajado todos los días, cada fin de semana. Donde apenas nos vemos, apenas hablamos.

—No es de extrañar que tengas tanto tiempo libre.

—Sí. Ahí es donde doy gracias por Quinn. Ella siempre está ahí cuando necesito una amiga—hizo una pausa, sonriendo a Tina que trajo sus bebidas—¿Estás trabajando en el turno de la tarde hoy, Tina?

—Sugar llamó reportándose enferma, así que estoy doblando—colocó la margarita frente a Santana y deslizó la cerveza a Brittany—Quieres tu hamburguesa habitual, San?

—Por favor.

—¿Britt? ¿Cuál es tu antojo esta noche?

—Creo que voy a tener la cesta de bagre frito.

—¿Con dos camarones al costado?

—Si puedes colocarlo.

—Como siempre. Marchando.

Brittany esperó a que Santana bebiera de su bebida antes de continuar. Tenía la sensación de que sabía a dónde iba la conversación, pero quería que la pelinegra la tuviera que decir.

—Así que de todos modos, no tengo idea de dónde se dirige mi relación, ni idea del tiempo que va a durar. Y entonces te conozco—Santana dijo en voz baja. Alzó la vista, encontrándose con los ojos de Brittany de nuevo—Supongo que no es ningún secreto para ti, que me siento atraída por ti.

Brittany se encogió de hombros.

—El sentimiento es mutuo.

—Sí, eso es lo que me da miedo. Por eso no creo que sea una buena idea que nos veamos.

Brittany intentó sonreír.

—¿Estás rompiendo conmigo ya?

Santana también sonrió.

—No puedo ofrecerte nada, Britt. Mi vida es un desastre en este momento. Y necesito averiguar lo que voy a hacer. No quiero que seas un factor.

Brittany apoyó los brazos sobre la mesa, alcanzando a través para agarrar la mano de Santana.

—Si piensas que estoy esperando que estés soltera, ese no es el caso. Sé dónde estoy contigo, San. Sé cuáles son las reglas, cuáles son mis límites—soltó la mano de la morena—Disfruto de tu compañía. Creo que disfrutas de la mía. Creo que tenemos los ingredientes de una muy buena amistad. Así que por favor no creas que me siento aquí desvistiéndote con los ojos todo el tiempo. No soy tan superficial. En serio me gustas.

Santana giró lentamente su copa sobre la mesa, haciendo anillos de agua mientras el hielo se derretía.

Finalmente la miró y ella cayó en esos ojos oscuros.

Sí, sabía cuáles eran sus límites, pero eso no lo hacía más fácil.

No podía recordar la última vez que estaba tan cautivada con alguien.

—¿Así que piensas que podemos ser amigas? ¿Solo amigas?

Brittany asintió.

—Sí. De hecho, tengo una cita a ciegas mañana por la noche. Alguna abogada. Podría tener suerte.

Santana se echó a reír.

—Aquí es donde te digo que corras. Nunca salgo con una abogada.

—Ella se supone que es muy agradable. Es una cita para cenar en cuarteto.

—¿Quién es ella? Tal vez la conozca.

—Oh, ni siquiera sé su nombre. Hemos quedado por filetes en The Pinnacle.

—¿Y una romántica puesta de sol sobre el lago?

—Bueno, será una puesta de sol. No sé qué tan romántico será—Brittany hizo una pausa—¿Que hay contigo? ¿Algún plan para el fin de semana?

Santana dio una sonrisa brillante pero Brittany sospechaba que había sido forzada.

—Emily planea tomarse con calma este fin de semana. Sólo trabajar hasta el mediodía del Sábado, luego trabajar desde casa el Domingo. Supongo que no voy a saber qué hacer si realmente llego a verla.

Capitulo 11

Después de pasar un miserable Viernes tratando de pintar en una casa cuyo aire acondicionado no funcionaba, y donde no había ninguna señal de Brittany o cualquiera de su equipo, Santana se dio por vencida a las dos.

—Vamos a terminar por el día. Estoy sofocándome.

—Hemos estado sofocadas desde las nueve de la mañana.

—El Sr. Abrams prometió que el aire acondicionado estaría funcionando para el Lunes. Vamos a recoger entonces.

—Estupendo. Me voy a casa, me meto en mi bikini, y golpeo la piscina.

Bikini.

La única vez que Santana enfrento un bikini estaba en su propio patio trasero.

—Voy a limpiar, Rach. Ve a saltar a tu piscina y a pasar tiempo con tu rubia. Buen fin de semana.

—Fabuloso. Haz lo mismo. Sabes que puedes venir, ¿no?

—Si. Y gracias. Pero después de la proporción que te hizo Q deben celebrar todo el tiempo que pueda.

Rachel miro su mano y ahí brillaba su anillo de compromiso y se le formo una sonrisa.

—Estoy muy feliz. Bien, me voy con mi Quinny.

Se había ido sin decir nada más, y Santana se movió en silencio alrededor de la habitación, cerrando la pintura y recogiendo sus paños.

Cogió el cubo donde había tirado los cepillos utilizados. Los limpiaría después con aguarrás.

Ahora, sólo quería salir del calor.



Después de una última comprobación a través de la casa, cerró.

Se paró en el camino de entrada, mirando la tierra que rodeaba la casa, preguntándose por qué de Brittany no se había presentado hoy.

Por supuesto, probablemente estaban terminando en la otra casa. Y entonces, bueno, tenía una cita esta noche.

Era probable que hiciera un día temprano.

Suspiró, odiando la forma en que estaba sintiendo.

Sospechaba que Brittany se había mantenido alejada intencionalmente, tratando de hacerle saber que no era una amenaza.

Pero podría al menos haber llamado.

Santana miró su reloj.

Supuso que no le haría daño llamarla. Sólo para decirle que lo pasara bien esta noche.

Así que, después de guardar todo su equipo y suministros en la camioneta, hizo lo que aborrecía en otras personas. Se sentó en la camioneta con el motor en marcha, el aire acondicionado en lo alto, y sacó su celular.

Y después de cuatro timbrazos, cuando sospechó que había un buzón de voz, escuchó la voz de Brittany sin aliento.

—¿De dónde te he sacado?

—La piscina.

—¿De nuevo?

—La mía esta vez.

Santana oyó el chapoteo del agua.

—¿Y estás de vuelta en ella?

—Hace calor como el infierno hoy.

—Dímelo a mí. Estábamos en la nueva casa. Sin aire acondicionado.

—Oh, estás bromeando. Estoy agradecida de no haber ido entonces.

Santana se detuvo.

—¿Y por qué fue eso?

—Bueno, terminamos la otra casa esta mañana. Y hacía mucho calor, y es Viernes, les dije a los chicos que se retiraran.

—Eres tú un buen jefe.

—¿Qué hay de ti? ¿Cerrando temprano?

—Sí. Envié a Rachel a casa con Quinn. Hace demasiado calor para trabajar. Además que tienen que celebrar su reciente compromiso.

Hubo un silencio en el teléfono, algo que nunca habían tenido antes. Santana inclinó la cabeza hacia atrás, preguntándose qué decir.

—¿San?

—¿Hmm?

—Me mantuve alejada a propósito, lo sabes, ¿no?

Santana asintió.

—Sí, lo sé.

—Y realmente espero que ustedes tengan un buen fin de semana. Lo digo en serio.

Santana se mordió el labio.

—Y espero que tengas una gran cita a ciegas esta noche.

—Nos pondremos al día la próxima semana, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.—echó el teléfono en el asiento como siempre lo hacía, inclinando la cabeza hacia atrás, mirando a la nada.

Ambas estaban mintiendo.

Y ambas lo sabían.

—Espero que tengas una noche horrible.




Brittany puso su teléfono en la superficie plana de la piedra caliza, y luego se metió de nuevo bajo el agua.

Hacía calor como el infierno, pero eso no era por qué estaba pasando la tarde en su piscina.

La verdad era que estaba trabajando hasta el agotamiento, tratando de sacarse a Santana López de la cabeza.

Había dicho todo lo correcto anoche en la cena. Y en ese momento, se refería a ellas.

Pero cuando llegó a casa y entró y estaba vacía, se dio cuenta de que había estado mintiendo.

Finalmente, después de todos estos años, había conocido a una mujer que la cautivó, que mantuvo su atención, que la hacía reír, que era brillante e inteligente... y que era honesta y leal.

Pero fiel a otra persona.
Y lo suficientemente honesta como para admitir sus sentimientos.

Pero al menos habían hablado de ello. Al menos admitieron que había algo entre ellas.

Por lo menos estaba al aire ahora.

No es que nada salga de ello. Debido a que iban a ser amigas.

Y por eso se había mantenido al margen.

Podrían haber comenzado en la nueva casa, debería haber comenzado.

Estarían reventándose el culo la próxima semana para terminarla. Pero no se atrevía a ver a Santana, mirarla, sabiendo que había mentido anoche.

Sí, desvistió a Santana con sus ojos.

Sí, anhelaba que Santana fuera soltera y disponible, y no, no estaba perfectamente contenta de ser sólo amigas.

Por eso es que, con suerte, su cita a ciegas resultaría fantástica. Tal vez tan fantástica que se convertiría en una segunda cita. Y una segunda cita podría implicar sexo.

Y tal vez, sólo tal vez, ella podría sacar a Santana de su mente.

Capitulo 12

No era que estaba realmente contando con Emily manteniendo su palabra, pero por si acaso, sería bueno pasar la tarde en la piscina, siendo perezosa.

Luego más tarde, asaría a la parrilla un filete para cada una, tal vez tener una cena temprana.

¿Es eso lo que quería?

Una cena temprana.

Temprano a la cama.

Tiempo para estar juntas, tal vez incluso hacer el amor como solían hacerlo.

¿Es eso lo que quería?

Es lo que quería, se dio cuenta.

En realidad, sabía que estaba simplemente pasando por los movimientos.

Dudaba que ella y Emily en realidad pudieran pasar dos días juntas. No estaba segura de que todavía supieran cómo hablar entre sí.

¿Y de qué demonios iban a hablar?

A Emily no le importa nada el negocio de Santana, aparentemente a punto de florecer finalmente.

Había recibido una llamada de otro constructor ayer por la tarde, un constructor que Artie Abrams le había recomendado. Pero a Emily no le importaría eso.

El negocio de Santana no era más que un hobby, algo para mantenerla ocupada, mientras que Emily traía a casa el dinero real.

Así que, acabarían hablando sobre la apretada agenda de Emily, sus clientes, su potencial y su futuro.

Todo lo cual era mucho más importante que lo de Santana.

Se paró en el patio viendo el brillo del agua, el ventilador de techo que soplaba aire fresco.

No se había dado cuenta de lo amarga que se había convertido en el último año.

Endurecida y amarga.

Sintió que sus hombros se hundían, sintió que el peso desconocido se asentaba de nuevo.

Quería ser feliz, quería disfrutar de su vida otra vez.

Quería ser esa chica despreocupada, tranquila que solía ser. La que había dejado Lubbock en un autobús Greyhound con destino a Lima, Ohio, sin estar llena de pesar, sino llena de optimismo.

Odiaba su vida en Lubbock, odiaba esconderse de su familia, odiaba ser la marginada.

En Lima, Ohio, ella sería libre, podía hacer lo que quisiera, ser quien quería ser.

Y al principio, lo era.

Había ahorrado suficiente dinero para no llegar a la miseria. Y no tenía miedo de trabajar.

Tenía suficientes clases de diseño y suficiente talento natural que Tanaka y Ryan contrataron a tiempo completo después de sólo seis meses.

Ella estaba feliz.

Tenía ingresos.

Tenía un departamento.

Y había conocido a Quinn y Rachel, de quien se había hecho amiga rápidamente.

Cómo ella y Emily terminaron saliendo seguía siendo un misterio.

No era como que tenían amigos en común.

Se conocieron por casualidad en el parque Zilker un día, literalmente corriendo entre sí en la pista de caminata y en bicicleta. Una cita al café se convirtió en el almuerzo, lo que llevó a una cita para cenar.

Recordó haber estado fascinada por Emily, amando sus aspiraciones, su pasión por su profesión elegida.

Se había enamorado de ella tan rápidamente, que no tuvo la oportunidad de ver más allá del culto al héroe que había desarrollado.

Se mudó de su departamento a la casa de Emily, una vieja pero espaciosa casa en Hyde Park.

Habían vivido ahí tres años antes de que Emily construyera la mansión, como Quinn la llamaba.

Ahora, cinco años viviendo entre los ricos en Lima, Ohio, Santana no estaba más cerca de aceptar su vida aquí de lo que era cuando se habían mudado.

Odiaba la casa.
Oh, por supuesto que disfrutaba de las comodidades, como la piscina, como el servicio de limpieza que venía dos veces por semana, el jardinero, la señora que recogía su ropa tres veces a la semana.

Todas esas cosas eran agradables.

No era normal, sin duda, pero agradable.

Porque de vez en cuando, disfrutaba de pasar la aspiradora, disfrutaba de lavar y doblar su propia ropa, y disfrutaba de mantener la casa.

Porque no importaba lo duro que Emily trató de cambiarla, Santana seguía siendo la hija de en medio de una familia de clase media trabajadora que vivía en las afueras de Lubbock.

Nunca sería de la alta sociedad que Emily era.

Ella no procedía de dinero y no sabía cómo gastarlo libremente.

Aún ahorraba cada centavo que podía para un día lluvioso, como solía decir su abuela, y todavía fruncía el ceño ante las compras extravagantes.

Y ahora aquí estaba, mirando la piscina de aguas cristalinas, una piscina que era atendida dos veces por semana por tres ratas de gimnasio bronceados que disfrutaban desfilando en nada más que sus Speedos mientras limpiaban piscina tras piscina aquí en las colinas del noroeste de Lima, Ohio.

En un ataque de desafío, Santana arrancó la camiseta sobre su cabeza y dejó caer sus shorts donde estaba, buceando desnuda en la piscina.

No le importaba que sus vecinos, con su casa de tres pisos, podían ver el patio trasero.

No le importaba que era casi mediodía, un momento en que Emily dijo que estaría en casa.

No le importaba, y punto.

Nadó a lo largo de la piscina, sus brazos se movían poderosamente a través del agua, luego pateó la pared y nadó de espalda.

Se sentía bien, el agua fría, la actividad.

Sintió que la sangre fluía, sintió que un poco de su anterior amargura se desvanecía.

Esta era su vida ahora, la vida que había elegido, una vida con Emily.

Y otro de los dichos de su abuela vino a la mente... hiciste tu cama, ahora te encuentras en ella.

Se puso de pie en la parte menos profunda, una sonrisa convirtiéndose en una risa.

Se peinó el pelo hacia atrás y miró a su alrededor.

No, esta ciertamente no era la vida que había elegido, no esta enorme casa y esta magnífica piscina.

Suspiró, su sonrisa desapareció.

Ambas habían cambiado, sin duda, pero la mujer en que Emily había evolucionado no estaba cerca de la mujer de la que se había enamorado todos esos años atrás.

Pero ella había hecho su cama... y esta era su vida ahora.

—Para bien o para mal—murmuró, finalmente salió de la piscina y recogió su ropa desechada.

A pesar del calor, no podía soportar estar encerrada dentro de su pequeña oficina.

Así que sacó su portátil, su libro de diseño, y su pila de muestras al patio cubierto, giró los ventiladores de techo alto, y tomó un sorbo de un vaso de té helado mientras trabajaba.



Y a medida que el tiempo pasaba más cerca de las dos, había renunciado a Emily.

El mediodía había ido y venido sin ninguna señal de ella, y ninguna llamada telefónica.

No se sorprendió.

Emily sin duda había olvidado por completo sus planes para el fin de semana.


Por eso, unos minutos más tarde, su cabeza se sacudió cuando oyó la puerta del garaje abrirse.

Mi Dios, ella en realidad está en casa.

Pero la puerta del patio trasero al garaje no se abrió, así que Santana la buscó adentro, mirándola caminar hacia las puertas dobles, ahí de pie mirando hacia fuera.

Ella todavía era sorprendente. Su largo cabello negro era espeso y brillante, sus rasgos tan perfectos como el día en que se conocieron.

Todavía le sorprendía que algunos pensaran en ellas como hermanas, ambas morenas y de ojos oscuros.

Pero Emily fue siempre mucho más atractiva, llevándose con una confianza nacida del dinero y prestigio, algo de lo que Santana no sabía nada.

Emily se detuvo en la puerta, mirando a Santana a través de los cristales transparentes. Finalmente la abrió y Santana notó la sonrisa de su novia obligada en su rostro.

Se dio cuenta de que ella estaba haciendo lo mismo.

—¿Qué diablos estás haciendo afuera? Debes estar mal.

Santana se levantó la camisa, dejando al descubierto su traje de baño.

—Tome un chapuzón para refrescarme, luego me senté bajo el ventilador. No está mal. Pero, ¿tú debes estar mal. ¿Un traje? ¿En un Sábado?

Emily se encogió de hombros.

—El hábito. Déjame ir a cambiarme. En realidad, un chapuzón en la piscina suena bastante bien. Creo que me uniré a ti.

Santana la vio marcharse, su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido.

Era la primera vez que veía a Emily afuera a la luz del día en las últimas semanas.

Parecía cansada.

Sus ojos estaban casi sin vida.

Sacudió la cabeza.

Nadie podía existir con cuatro horas de sueño al día indefinidamente. Al parecer, había alcanzado a Emily.

Dejó su ordenador portátil a un lado y siguió a Emily en la casa.

—¿Quieres algo de beber?—gritó subiendo las escaleras—Tengo una jarra de té.

—Preferiría algo más fuerte. Algo frío para afuera. ¿Qué tal un Tom Collins?

—Por supuesto.

¿Ginebra? ¿A esta hora?

Santana fue a la barra, encontrando la mezcla de ginebra y Tom Collins. Cortó un limón y lo pegó al lado del vaso, luego tomó una rodaja de limón y la añadió a su té helado.

Tomó las dos bebidas afuera y esperó a que Emily regresara.

Y cuando lo hizo, de pie ahí en su traje de baño, las cejas de Santana se dispararon.

—Dios mío, ¿cuánto peso has perdido?—exclamó sin pensar.

Emily parecía más delgada.

—Lo sé. No he estado comiendo. El estrés.

—¿Cuánto tiempo más puedes seguir con esto, Em? Te estás matando.

Ella esbozó una sonrisa encantadora.

—Apenas me mato. Pero no va a ser mucho más tiempo.

—¿Ser socia está haciendo valer la pena todo esto?

—¿Socia? Oh, eso está en la bolsa, corazón. Esta echo. Pero en otro mes, estaré llevando más clientes y más dinero de lo que nadie ha hecho en la historia de la firma. El viejo Figgins tiene un infarto cada semana cuando mira los números. Me encanta—con eso, se zambulló en la piscina, nadando bajo el agua hasta que llegó al otro lado, luego flotó sobre su espalda mientras pataleó perezosamente—Y después de absorber a todos sus clientes, voy a iniciar mi propia firma. ¿No será genial?

—Maravilloso—Santana dijo, tratando de reunir un poco de entusiasmo.

—Oh, olvidé decirte a quién me encontré ayer en el almuerzo. ¿Recuerdas que te conté de esa chica que conocí en la escuela de leyes? ¿Hanna Marin?

Santana asintió.

—Tu primera novia, ¿verdad? ¿Ella terminó siendo hetero?

Emily se rió.

—Ella quería ser hetero, sí. De todos modos, la vi ayer en el restaurante de Jake durante el almuerzo. Ya lleva de regreso en la ciudad cinco meses. No puedo creer que no me la haya topado antes.

—¿De verdad?

¿Almuerzo?

¿Toma tiempo para el almuerzo?

—¿Qué está haciendo de nuevo?

—Está divorciada. Parece ser que hetero no funcionó para ella—Emily dijo con una sonrisa—Ella está trabajando en Bateman.

—Qué casualidad.

—Sí, eso pensé—Emily nadó más cerca—Vamos a reunirnos la próxima semana para comer un día para ponernos al corriente. Pensé que sería bueno tenerla tal vez para cenar una noche. ¿Te importaría cocinar?

—Por supuesto que no. Pero, ¿te unirás a nosotras?

—Muy graciosa. Por supuesto que me uniré a ti. Sólo tendré que hacer un propósito para salir temprano del trabajo.

Santana no estaba segura de si su repentino estallido de ira se basaba en los celos o no.

Pero, en realidad, Emily ¿incluso escuchaba lo que estaba diciendo?

Se reúne con la antigua amiga en el almuerzo, sin embargo nunca puede tomar un descanso cuando ella sugiere que se reúnan para un bocado rápido.

¿Y cenar?

¿Cuándo fue la última vez que Emily hizo un propósito para llegar a casa temprano para cenar?

No, estaba demasiado ocupada como para hacer tiempo para Santana.

Sin embargo, ¿para una antigua novia?

Claro, no hay problema.

—Es curioso, en realidad—Emily dijo mientras salpicaba alrededor en el agua—En la escuela de leyes, ella simplemente se moriría si alguien dijera que era gay. Deberías verla ahora. Ella está toda ahí afuera, ya sabes. Dijo que estar casada le abrió los ojos. No podía soportar tener que responder a un hombre—se rió—Ahora está trabajando para Bateman. Hablando de un maniático del control. Ella no va a durar ahí el año.

—Bueno, si comienzas tu propia firma, tal vez puedas traerla a bordo—Santana dijo a la ligera.

—Ya he pensado en eso. Por supuesto, sólo porque ella es una vieja amiga no dará mucho peso si no tiene los clientes—se dio la vuelta a su espalda—¿Por qué no te unes a mí?

Santana vaciló, queriendo declinar.

Pero en realidad, ¿cuándo fue la última vez que habían tenido un Sábado por la tarde juntas?

—Por supuesto.

—¿Qué tienes planeado para la cena?

Santana se sumergió en la piscina, emergiendo a varios pies de Emily.

—Pensé que podríamos asar carne aquí. Ha pasado un tiempo.

—Suena bien. Y no me importaría una cena temprana. Estoy agotada, de verdad. Fue una buena idea tener un corto fin de semana por una vez.

—Sí, lo fue. Y perdóname por decir esto, pero Em, te ves terrible.

Emily se rió.

—Cariño, gracias.

—En serio. Parece que podrías colapsar. No estoy segura de que puedas pasar otro mes como este.

—Tengo que hacerlo. Y no será un problema. Cuando anuncien mi nueva posición, voy a ser capaz de tomarme un tiempo libre—se puso de pie en la piscina, retorciendo su pelo largo detrás de ella—Pensé que tal vez podríamos irnos a alguna parte—miró a Santana—¿Qué hay de Hawai?

—¿Hawai?

—Nunca has estado, ¿verdad?

Santana apenas resistió rodar los ojos.

Por supuesto que nunca había estado. Emily lo sabía.

—No, no he tenido el placer.

—Bueno, entonces tal vez vamos a pensar en hacer eso. Yo invito, por supuesto—salió de la piscina y se dejó caer en una de las sillas de la sala en la sombra—Tienes razón. Es muy agradable aquí después de nadar.

—Sí, lo es—respondió antes de meterse bajo el agua otra vez y nadar hasta el otro extremo.

¿Hawai?

Buen Dios, ¿que se le había metido?

Emily se cubrió la boca cuando otro bostezo se apoderó de ella.

—Lo siento. Supongo que no estoy acostumbrada a tiempo de inactividad.

—Tal vez tu cuerpo está tratando de decirte algo.

Emily tomó un sorbo de su cuarto Tom Collins de la tarde.

—Me dice que me estoy muriendo de hambre. Esos filetes huelen maravilloso.

—Y van a estar listos en un segundo. ¿Quieres comer aquí o adentro?

—Oh, estamos todavía en nuestros trajes de baño. Vamos a permanecer afuera.

—Está bien. Déjame traer los espárragos y patatas, ya vuelvo—se apresuró a entrar, ignorando la mesa que ya había preparado para la cena. Se puso de puntillas, tratando de alcanzar el gran plato de servir y fracaso—Mierda—murmuró.

Sacó el pequeño taburete del cuarto de servicio, jalando la bandeja de acero inoxidable que rara vez se utilizaba.

En ella, colocó dos platos y utensilios de cocina, servilletas de tela, el plato de patatas y los espárragos al vapor.

Se apresuró a salir, abriendo la puerta con el pie, con el ceño fruncido en el humo que salía de la parrilla.

—Em, da vuelta a los filetes—dijo.

Emily levantó la tapa, apartándose del humo antes de voltear sus filetes. Miró a Santana por encima del borde de la parrilla de gas.

—¿Nos quedamos sin filete mignon?

—Lo siento. Vas a tener que conformarte con filetes.

—Deberías hacer una nota para abastecerte. Yo los prefiero mucho.

Santana se mordió el labio mientras ponía la mesa afuera.

—Por supuesto, Em. Pero estos son de corte de primera—se acercó a la parrilla—Y están listos para salir—tomó las pinzas de Emily—Ve a sentarse. Los traeré.

Emily tomó su bebida y se alejó. Se quedó mirando hacia la piscina, finalmente se giró a Santana.

—Eres muy buena para mí, ya sabes.

—¿Lo crees?

—Sí. No he sido muy buena para ti este año pasado.

Santana vaciló, debatiéndose entre estar de acuerdo con ella y tal vez tener esa discusión que Quinn le había instado a tener... o simplemente ignorar la declaración y cenar.

Se encontró con los ojos de Emily, todavía tan sin vida.

Prefirió ignorarlo.

—Has estado muy ocupada, Em, lo sé. Y he estado ocupada con mi negocio. Está empezando a despegar, creo.

Emily asintió, pero no hizo ningún comentario.

—Siéntate. Prepárate un plato. ¿Quieres otra copa?

—No, creo que he tenido suficiente—se sentó—Pero, ¿dónde está mi salsa de carne?

—Lo siento. Lo olvidé. Vuelvo enseguida—Santana se apresuró a volver a la casa, casi agotada, sólo de servir la cena. Se detuvo en la cocina, tomando una respiración.

¿Siempre había sido así?

¿Siempre había sido la cuidadora?

¿Emily había sido siempre la reina?

Sí.

Y sin previo aviso, ese peso pesado se instaló de nuevo a su alrededor, haciendo que sus hombros dolieran, haciendo su pecho pesado.

Una sensación de encierro, de prisión, se apoderó de ella, haciendo que su respiración fuera difícil de atrapar, sus pulmones apretados.

Se apoyó en la encimera, los ojos cerrados, tratando de evitar el mareo.

¿Ataque de ansiedad?

Pero pasó tan pronto como empezó, con la cabeza despejada, el dolor dejando los hombros.

—Cristo—murmuró, frotándose la nuca.

—¿San?

Santana se volvió, esperando que Emily se encontrara parada ahí. Pero todavía estaba en el patio.

—Ya voy—encontró la salsa de carne favorita de Emily en el refrigerador y se apresuró a salir.

—El condimento es estupendo en estos. Casi no necesito la salsa.

Santana apretó los dientes y colocó la salsa de carne al alcance de Emily.

—Bueno, por si acaso.