[Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo

Capitulo 13

Santana cruzó lentamente a través de la zona del crimen, esa parte de la ciudad frecuentada por prostitutas y hombres que buscaban su compañía, traficantes de droga, gente de la calle, y otros que la sociedad había expulsado u olvidado.

Las prostitutas en sus faldas de entrepierna alta y tops reveladores apoyadas contra edificios o paseando con languidez por las calles esparcidas de basura.

A muchos reconoció de vista, a más de uno por su nombre.

Arrestarlos no era su objetivo, no eran más criminales que los hambrientos que robaban por comida.

Cuando los ciudadanos de las zonas circundantes aburguesados se quejaron de que la actividad no deseada estaba invadiendo sus barrios, los policías habían reunido algunas de las chicas, a sabiendas de que todas ellas volverían a las calles en horas.

Todos los participantes sabían que era un gesto inútil.

Decidió en cambio mantener un ojo por las caras nuevas, sobre todo las más jóvenes, con la esperanza de llegar a unas cuantas antes de que las calles se convirtieran en una forma de vida.

De vez en cuando ella tuvo éxito.

Se detuvo frente a un bar que llevaba un letrero de neón parpadeante, “Chicas–Chicas en Vivo Desnudas”.

Se preguntó distraídamente si alguien además de ella encontraba el anuncio absurdo.

No era el bar en el que estaba interesada, sino en la mujer castaña delgada en frente de él.

Media cerca de 1.50 pesadamente maquillada, con una extensión de pierna mostrando que dejaba poco a la imaginación.

Su cabello castaño, en un corte hasta los hombros, y mantenía un ojo puesto en los coches que pasaban mientras hablaba con varias otras mujeres.

Cuando dicha mujer la vio salir de su coche, su rostro se torció en una mueca.

—Hola, Rachel—dijo en voz baja mientras se acercaba.

Los otros del grupo comenzaron a desplazarse rápidamente.

—Jesús, López—la chica dijo entre dientes, mirando rápidamente por encima del hombro—¿Qué estás tratando de hacerme? Seré el veneno para cada Will en la calle esta noche.

—Así puedes conseguir una buena noche de sueño entonces—dijo, girando su espalda al bar, manteniendo un ojo vigilante en la calle.

Estaba sola, y no era un secreto que era un policía.

—Necesito hablar contigo—continuó.

—¿Eso es todo?—Rachel dijo con desprecio.

Ella había tenido demasiada experiencia con los policías que querían algo más que información para confiar en ninguno de ellos.

Santana se encontró con su mirada enojada de manera uniforme.

—Eso es todo por ahora.

—No tengo mucha elección, ¿verdad?

—No, no la tienes.

—¿Podemos hablar dentro? Estás matando mi negocio aquí.

Santana asintió y siguió a la chica en el bar oscuro, tomando una mesa bien lejos de la pequeña plataforma en la que una mujer hizo un golpe cansado y molió para los pocos clientes.

Rachel pidió una bebida.

Ella puso un billete de veinte sobre la mesa.

—Entonces, qué es lo que necesita, oficial—Rachel preguntó con voz aburrida.

—Dos policías fueron asesinados el día antes de ayer. ¿Qué has escuchado al respecto?

Rachel sorbo su bebida y la miró con frialdad.

A ella en realidad no le gustaba el poli grande; de hecho, la morena frente a ella era una de los pocos policías que no acosaban a las chicas que trabajaban.

Incluso la había dejado fuera de la furgoneta de la policía una noche después de una incursión en lugar de llevarla a su centro para la farsa vacía de la reserva.

Aun así, no quería que ella tuviera la idea de que era una especie de chivato.

Y no ayudaba a la reputación de cualquiera parecer demasiado amistosa con los policías.

Había algo diferente en la alta y morena detective esta noche, sin embargo.

Ella parecía casi humana, como si tuviera sentimientos.

Estás perdiendo esto, Rachel Berry, ¡policías con sentimientos!

—No hay nada siguiendo que haya escuchado—dijo finalmente, que era más o menos cierto.

Todos habían oído hablar de eso, por supuesto.

Por lo general, cuando algo así sucedía llevaba a toda la fuerza sobre ellos, como si fueran la fuente de todos los problemas de la ciudad.

Tal vez este policía era sólo el primero de muchos.

—¿Qué pasa con el negocio de pollo? ¿Algunos caras nuevas en la ciudad?

Rachel resopló con disgusto.

Odiaba a los compradores y la pornografía infantil tanto como odiaba a los traficantes.

Al igual que la mayor parte de sus amigas, ella se mantenía alejado de ellos.

—Desde aquel busto grande hace seis meses, ha estado tranquilo. He oído que podría haber una nueva casa abierta en algún sitio en un lugar muy lujoso, pero no está aquí.

—¿Quién dirige eso?—Santana preguntó con indiferencia, ocultando su sorpresa por la información.

Ella había sido fundamental en la limpieza de media docena de establecimientos de suministros de niños para todo tipo de entretenimiento en la medida por toda la ciudad a la que Rachel se refiere.

Si estaban conectados y funcionando de nuevo, tenía que haber grandes cantidades de dinero detrás de ello.

¿Podría haber sido sobre lo que Carmichael estaba?

—Nadie lo sabe, y esa es la verdad. Hay más de unas pocas personas a quienes les gustaría saber.

—Sí—Santana murmuró—Donde hay niños, hay dinero—miró a la joven delante de ella, ya cínica y endurecida contra la vida.

No había nada que pudiera hacer para cambiar su futuro, pero tal vez podría hacer una diferencia con algunas de las realmente jóvenes.

Empujó su silla hacia atrás, dejando otros veinte con el cambio en la mesa.

—Gracias, Rachel mantén tus oídos abiertos. Regresaré.

—Hey, López—llamó—¿Quiénes eran los policías que lo consiguieron?

—Sólo policías.

Capitulo 14

Santana estaba todavía en el coche cuando salió el sol.

Se detuvo en un restaurante de toda la noche para desayunar antes de un desvío rápido a su departamento para ducharse y cambiarse de ropa.

El tráfico era ligero, y su mente deambulaba, regresando espontáneamente a los recuerdos de la noche anterior.

Sólo recordando el sonido de la voz de Brittany trajo el fuego a su sangre.

Imágenes de la rubia, atrevida y apasionada, amenazaban con trastornarla.

Estar con Brittany era a la vez la experiencia más cómoda y excitante que había tenido. Era más de lo que jamás había soñado, y sin duda lo más aterrador.

Se sintió aliviada cuando la comisaría apareció, y entró en el estacionamiento con los neumáticos chirríando.

El trabajo era justo lo que necesitaba para poner a Brittany Pierce en perspectiva.

Era demasiado pronto para que el turno de día llegara, y caminó desapercibida por los pasillos silenciosos.

Cuando abrió la puerta preparada para la habitación se sorprendió al ver a Mike Chang en su escritorio con una pizza a medio comer en frente de él. No estaba segura, pero le pareció que llevaba el mismo traje que el día anterior.

Él era el único en la habitación.

Él la miró a su modo, gruñendo un saludo mientras alcanzaba otra rebanada de la pizza congelada ahora.

—Estaba a punto de llamarte, López—dijo con la boca llena de pan y queso.

—¿Qué es tan importante a las cinco y media de la mañana?—comentó, en realidad sin preocuparse de lo que tenía que decirle.

No podía soportar verlo sentado en la silla de Jeff.

Se dio cuenta de una pila de carpetas al lado de la mesa, sus expedientes abiertos.

¿Mike podría realmente estar trabajando?

—Pensé que te gustaría leer el periódico de la mañana—dijo, sacudiendo la edición Early Bird en su escritorio.

Volvió a comer, mascando la corteza fría, con el rostro inexpresivo.

—¡Qué demonios!—explotó mientras echaba un vistazo a los titulares—¡Testigo Encontrado en Violación Riverside!—lo miró con asombro.

Él sacudió la cabeza con gravedad.

—Léelo. Es muy interesante.

Comenzó a leer en voz alta, su voz tensa y enfadada.

—Las fuentes revelan que un testigo de la brutal violación de una estudiante universitaria la semana pasada en River Drive pudo haber sido encontrada.

Lo que siguió fue una revisión sensacionalista de los dos asaltos anteriores, pero fue el último párrafo que causó que apretara los puños en frustración.

—La Dra. Brittany Pierce, una notable psiquiatra en la Universidad declinó hacer comentarios, pero fuentes no identificadas confirman su participación con un paciente que fue testigo del ataque más reciente. El nombre del paciente aún no ha sido dado a conocer, ni tienen una descripción del agresor que haya sido hecha pública.

El artículo terminó con una acusación a la policía por no mantener informado al público.

—Jesucristo—maldijo, arrojando el periódico a un lado—No puedo creer que el idiota puso el nombre de Brittany en el periódico. Él bien podría haber puesto el de Hanna Marin, también. Vamos a tener que reforzar la seguridad ahí hoy. Brittany no quiere que pongamos un guardia con el chica, pero tendremos que hacerlo ahora.

Este tipo de información de los medios sólo hacia su trabajo más difícil.

Generaba la desconfianza del público, y en este caso podría muy bien poner en peligro la investigación.

Esto podría apuntar al violador para cambiar su patrón o detenerse temporalmente, dejándolos en el vacío.

Podría trasladarse a otra ciudad por completo.

Incluso era posible que pudiera tratar de silenciar a Hanna Marin, ahora que sabía dónde estaba.

—Parece que alguien habló—Mike comentó con disgusto—Probablemente la psiquiatra.

—No fue ella—declaró rotundamente, sabiendo que la Brittany nunca pondría en peligro a Hanna Marin.

—Ella sabe casi tanto como nosotros—Mike continuó imperturbable, tocando los informes—Ella ha estado presente cada vez que has hablado con la chica Marin.

—Te lo digo, Chang, no fue ella. Ahora déjalo caer—dijo enojada

Su paciencia se había agotado, y sintió la fatiga asentarse a su alrededor como un manto.

—Ve a buscar al pequeño imbécil del Daily y sacúdelo después del informe de la mañana—dijo levantándose lentamente—Me voy a casa.

Mike no estaba convencido, pero sabía que no debía provocarla más allá.

No le preguntó nada más.

Capitulo 15

Brittany terminó su segunda taza de café y levantó la vista hacia el reloj de la cafetería.

Eran las 07:15 am.

Los residentes y estudiantes comenzaban a reunirse en grupos cansados para discutir los acontecimientos de la noche y las demandas del día durante el desayuno.

Era uno de los empleados pocos presentes a esa hora.

El verdadero negocio del hospital no comenzaría hasta que las consultas externas comenzaran a las 8:30 am. Había llegado temprano por una razón específica, para interceptar a Sue Sylvester antes de que la apretada agenda de la jefa de Psiquiatría le hiciera inaccesible para el día.

Vio la figura familiar en movimiento a través de la línea de café a las 7:30 am precisamente, llevando un café y pastelillo como lo había hecho cada mañana durante los quince años que le había conocido.

Estaba cerca de los sesenta años, su paso ligero y penetrante mirada rápida eran tan juvenil como siempre.

La cara de Sue Sylvester registró una leve sorpresa cuando la vio haciéndole señas a ella a través del cuarto.

Mientras se acomodaba en la silla frente a su colega, ella dijo:

—No creo que esto sea sólo una agradable coincidencia, ¿verdad?

Brittany enrojeció de vergüenza.

Ella siempre tenía la intención de llamar a Sue sólo para charlar, o tal vez para cenar, pero su agenda no parecía dejar tiempo para ello.

Sue había sido su supervisora cuando ella era una residente, y se habían convertido en amigas. Quizás más que cualquier otra persona que conocía, valoraba la opinión de Sue.

Ella tenía la capacidad de proporcionar una visión sin juicio, y la sabiduría para mantener su consejo hasta que el paciente, o amigo, estuviera listo para aceptarlo.

—No, no lo es—respondió—Tengo un problema profesional que quería hablar contigo. ¿Te importaría interrumpir tu hora del desayuno?—sabía que este era probablemente uno de los pocos momentos privados que Sue tendría en todo el día.

—Tu compañía es siempre un placer, Brittany—la jefa de psiquiatría respondió—Dime acerca de tu problema.

Brittany transmitió los detalles de la participación de Hanna Marin con el reciente ataque y la amnesia que le siguió.

—No estoy segura cuán duro debe estar tratando de revertir la amnesia—afirmó—Obviamente, es vital saber exactamente de lo que ella fue testigo. Es fundamental para la investigación policial. Por otro lado, tengo que pensar en la psique de Hanna primero. Ella es una víctima de abuso sexual. Su hermano la violó repetidamente a lo largo de su infancia. Estoy segura de que el shock de ser testigo del ataque esta semana provocó muchos terrores viejos para ella.

—¿Lo suficiente para justificar la amnesia?—Sue preguntó, mojando la esquina de su queso danés en el vaporoso café negro.

Se encogió de hombros.

—La paliza que tomó por sí sola puede explicar la amnesia, pero está empezando a tener escenas retrospectivas de su temprana infancia. Previamente olvidados episodios de abuso. Esto es consecuencia de ser testigo de la violación, estoy segura.

—Debe de ser muy frágil en este momento—Sue comentó.

—Lo es, por supuesto. Ella ha estado trabajando conmigo individualmente y en grupo, desde hace algún tiempo. Ha hecho un gran progreso. Todo este evento ha traído una gran cantidad para que ella lo pueda manejar a la vez.

Sue empujó su silla hacia atrás ligeramente y se sentó silenciosamente con respecto a Brittany Pierce.

La rubia había sido la residente más brillante que jamás había entrenado, y ahora era la psiquiatra más dotada de su personal. Esperaba verla asumir su propia posición como jefe de psiquiatría cuando se retirara.

Ella la conocía por ser a la vez una terapeuta empática y teórica dotada. Sabía que cuando Brittany buscaba su consejo, a menudo era simplemente para confirmar lo que ya creía.

—¿Qué crees que le pasaría a Hanna si tratara de recordar los detalles de este trauma reciente antes de que esté preparada para ello?—preguntó finalmente.

Brittany pensó cuidadosamente antes de responder.

—No puedo estar segura - hay una buena posibilidad de que lo manejaría bien. Ella tiene una pareja apoyándola, y ha hecho un gran progreso con la solución de gran parte de su confusión en cuanto a su propia culpa, o falta de ella, por el abuso en su infancia—vaciló, pensando en voz alta—Pero todavía hay una posibilidad de que podría ver su incapacidad para prevenir esta violación como un reflejo de lo que ella considera ser su incapacidad para protegerse a sí misma de su hermano. Podría ser perjudicial.

—Esa es tu respuesta, entonces, ¿no es así?—declaró con calma—Ella va a recordar cuándo sea seguro para ella recordar.

Asintió una oleada de alivio como solía ocurrir cuando Sue captaba la esencia de algún dilema profesional y lo reducía a su forma más simple.

Por supuesto, su primera responsabilidad era para el bienestar de su paciente, sin tener en cuenta el riesgo potencial que existía si el violador no era detenido rápidamente.

Si existía alguna duda en cuanto al bienestar de Hanna, ella debía ser cautelosa.

—Por supuesto. Estas en lo cierto—dijo en voz baja—Me temo que momentáneamente perdí de vista exactamente lo que mis problemas son.

Sue reconoció el aspecto de auto-acusación que cruzó los finos rasgos de su antigua estudiante, nublándolos por un instante de auto-dudas.

Siempre perfeccionista, pensó.

—No seas tan dura contigo misma, Britt—dijo suavemente, usando el apodo que pocas personas conocían—Esto no es un asunto sencillo. ¿Está la policía presionándote para que fuerces a Hanna?

—Oh, no—respondió rápidamente—Santana ha sido maravillosa con Hanna.

Sue captó inmediatamente el cambio de tono de Brittany, pero no hizo ningún comentario sobre el mismo.

Ella, sin embargo, se sonrojó ligeramente y se apresuró a explicar.

—Santana López es la detective encargada de la investigación de violación. Es muy buena con Hanna. Ella está frustrada, por supuesto, porque no tiene mucho para seguir adelante. Pero, me ha permitido manejar a Hanna a mi propio modo.

—Suena inusual para la policía—señaló con sequedad.

No había sido su experiencia que la policía fuera particularmente sensible acerca de cómo obtenían la información.

—Santana es inusual. Es una oficial de policía, hasta su última célula, pero también es una mujer sensible, tierna. No creo que esto haya sido fácil para ella—mientras hablaba, se acordó de la mujer agotada que había buscado consuelo en sus brazos tan sólo unas horas antes, y su cuerpo se calentó ante el recuerdo.

Sue la conocía demasiado bien para no notarlo.

—¿Qué tan serio es esto, con esta mujer policía?—preguntó directamente.

Encontró la mirada de azul de la jefa de psiquiatría de manera uniforme, pero sus ojos traicionaron su incertidumbre.

Suspiró profundamente y sacudió la cabeza.

—Oh, Sue. Desearía poder contestar eso. Apenas la conozco, realmente, y, sin embargo, mis sentimientos por ella son tan fuertes! Ella está endurecida por su trabajo y emocionalmente atrincherada a causa de ello, pero también esconde su miedo y su ternura y su cuidado sólo para mantener el equilibrio—extendió las manos en un gesto poco común de impotencia—Me temo que estoy bastante prendada de ella.

Sue no estaba tan sorprendida.

Era probablemente la persona que más conocía a Brittany mejor, y la había visto mantenerse apartada de posibles relaciones, insatisfecha por encuentros ocasionales, no dada a aventuras sexuales, buscando, procurando alguna conexión más profunda y continuamente siendo decepcionada.

Sabía que había pasado algunos años desde que la rubia siquiera había salido con nadie en serio, y que su desprendimiento había crecido de su desilusión con el amor.

Para todos los de la formación y el conocimiento de la vida de Brittany, se mantenía, en su esencia, una verdadera romántica. Y ella seguía siendo una mujer, temía, que nunca podría encontrar la compañera del alma que deseaba.

—Bueno—Sue dijo finalmente—Creo que puedo entender tu dilema mejor ahora—levantó una mano para detener la rápida respuesta de Brittany—Oh, ni por un instante dudo de tu criterio profesional, o tu capacidad para proteger a tu paciente. Pero la cabeza de alguien es apenas clara cuando uno se enamora.

La rubia se sonrojó completamente y se miró las manos.

—¿Crees que soy una tonta?—preguntó en voz baja.

Sue se inclinó sobre la mesa, tocándole la mano con suavidad.

—Ni un poco—respondió—Es normal y saludable, y ya era hora.

—Esto puede convertirse en un desastre—continuó, expresando su miedo por primera vez—Ella tiene miedo, siento, de ser herida. No estoy segura de que es incluso capaz de conocer sus sentimientos por mí, o por alguien.

—Ella no está sola en esto, Britt—dijo tristemente—, Pero ella te ha tocado de una manera que nadie lo ha hecho en años, y dudo que pudiera haberlo hecho si estuviera en verdad irrevocablemente perdida por sus sentimientos. Confía a la vez, y trata de tener cuidado.

Brittany sonrió su agradecimiento y enderezó los hombros. Empujándose hacia atrás de la mesa declaró:

—Tengo que hacer rondas.


Se acompañaron mutuamente en amistoso silencio, como siempre reforzado por su encuentro.

Capitulo 16

Santana se detuvo en el estacionamiento del hospital justo antes de las 11 am y tomó la ruta ya familiar para el ala de psiquiatría.

Necesitaba información de Brittany, y estaba tratando sin éxito de separar sus sentimientos personales de sus obligaciones profesionales.

No podía negar la aceleración de los latidos de su corazón, o la ligera excitación interna que agitaba sólo de la anticipación de ver a la rubia de ojos azules.

A pesar de que estaba exhausta y todavía aturdida por el shock de la muerte de Jeff, el recuerdo del cuerpo de Brittany al lado de ella cargó el aire a su alrededor.

Salió del elevador en la sala silenciosa de hospitalización y trató de asumir una actitud profesional.

Un hombre estaba inclinado sobre una pila de tablas plegables de metal detrás del mostrador blanco de la estación de enfermer@s, afanosamente verificando las tarjetas de medicación. Levantó la vista y le sonrió cuando la oyó acercarse.

—Lo siento—él dijo—, Las horas de visita no son hasta la una.

Sacó la carpeta delgada de cuero negro del bolsillo y mostró su identificación.

—Estoy buscando a la Dra. Pierce—explicó—¿Ella está alrededor?

Él hombre de pelo castaño claro, cuyo nombre en su etiqueta de identificación la identificaba como Jesse St.James, RN, miró su reloj y respondió:

—Ella debería terminar con los residentes en unos minutos. Hay una sala de conferencias al final del pasillo. ¿Desea esperarla ahí?

Asintió.

—Eso está bien. Lo encontraré—agregó, haciendo señas a la enfermera para que permanecería sentada.

Hubo un poco de interés en la sala de conferencias, y dejó que su mente vagara hacia atrás en los acontecimientos de la última semana, esperando levantar algún detalle que pudiera proporcionar la dirección en su investigación.

Había algo que seguía inquietándola, algo que había visto u oído que podría ser significativo, y no podía ponerlo en foco.

Esa sensación no era desconocida.

Tenía la idea de que todos los buenos investigadores la experimentaron, las impresiones que se arremolinan que finalmente consolidaron en una imagen, trayendo la imagen mayor en un alivio repentino.

La tentadora "pista" que era a menudo la clave de un rompecabezas cuyas piezas separadas caían rápidamente en su lugar. Estaba lo suficientemente familiarizada con el proceso de saber que no podía ser apresurado.

Eventualmente, su mente inconsciente trabajaría ese pequeño fragmento libre y le permitiría flotar a la superficie.

Entonces, esperaba, comenzaría a cerrar la brecha entre ella y el hombre que buscaba.

La puerta se abrió y Brittany entró.

—No te ves como una mujer que ha estado levantada hasta la media noche—dijo cuándo se sentó en la pequeña mesa de conferencias.

La calidez en su sonrisa y la intimidad en sus ojos azules la alcanzaron como una caricia.

Sintió sus mejillas ruborizarse a pesar de su decisión de permanecer al margen, y apartó la mirada por un momento.

—No es sobre anoche—comenzó con un tono más rígido de lo que pretendía.

Brittany la estudió con atención, respondiendo en voz baja.

—Una visita oficial, ¿entonces?

—Necesito saber sobre el reportero con el que hablaste.

—¿El reportero?—dijo inexpresivamente.

—¿Has visto el periódico?

—No.

—Hay un artículo de hoy que revela el hecho de que tenemos un testigo de la violación—dijo, incapaz de ocultar la rabia en su voz.

—Oh, Dios. Por supuesto. Había un hombre joven aquí ayer, haciendo preguntas—se detuvo y la miró, con los ojos llenos de preocupación—¿Piensas que le dije?

—¿Lo hiciste?

—No, pero él parecía saber que la policía estaba involucrada con el caso de Hanna. Te aseguro, Santana, no le dije nada.

Alcanzó rápidamente la mano de blanca y la apretó brevemente.

—Te creo. ¿Puedes pensar en alguien que podría haber hablado con él?

El rostro de Brittany reveló su frustración.

—Una docena de personas. Un hospital es el lugar menos privado en el mundo. Todo el mundo está ansioso por una historia, y cada pizca de drama humano es la harina para el molino de chismes. Podría haber sido cualquiera.

Santana asintió.

—Tenía miedo de eso. No hay mucho que podamos hacer al respecto ahora, pero, hace que sea aún más importante que sepamos lo que Hanna vio. ¿Me puedes ayudar con esto?

Estuvo en silencio por un momento, clasificando a través de sus pensamientos. La vista del rostro demacrado y cansado de la morena estaba desgarrándola.

Deseaba tanto ser capaz de ofrecer algún alivio. Pero tenía una obligación más profunda, en este caso aún mayor que su creciente afecto por la mujer que tenía delante.

—Santana, voy a hacer todo lo que pueda. Estaré viendo esta noche a Hanna y Emily. Si me entero de algo en absoluto, te lo diré de inmediato.

—Puede que tenga Hanna que ser entrevistada por el psiquiatra de la policía, Brittany—dijo en voz baja.

Vio el cuerpo de la ojiazul tensarse, y temía que la había ofendido.

No quería eso, profesional o personalmente.

—Él puede que sea capaz de reconocer algo que tú no lo haces.

—Por supuesto—Brittany respondió formalmente—No soy un psiquiatra forense.

Santana sacudió la cabeza con impaciencia.

—¡No estoy sugiriendo que no eres competente, Brittany! Pero, él está entrenado en investigación criminal.

—¿Puedo estar presente en la entrevista?—preguntó.

Santana pensó rápidamente.

—No veo por qué no - puede que sea más fácil para Hanna.

—No me gusta esto, Santana, pero puedo ver que tienes que hacer esto.

—Gracias—dijo en voz baja, dándose cuenta en ese momento lo asustada que había estado.

No podía tolerar pensar en la rubia enojada con ella.

—Hay algo más que necesito de ti—continuó.

Brittany no pudo reprimir una sonrisa, la morena era ciertamente implacable.

—¿Hay más?

—¿Qué sabes acerca de los violadores seriales? Esto no parece encajar con lo que estoy acostumbrada a ver.

Brittany asintió.

—Este tipo de violador modelo, serial es inusual. La mayoría de las violaciones se producen entre conocidos, o en contextos determinados, grupos, o colectivas, en los bares o en las fiestas. Y, por supuesto, la repetida violación de niños pequeños por abusadores sexuales adultos, generalmente miembros de la familia. El tipo de violación que estamos tratando aquí es una actividad sociópata, un crimen perpetrado por alguna psicopatología de raíces profundas.

—¿Cómo cuál?

—Oh, cualquier número de cosas. Baja autoestima, atribuido, a menudo de forma incorrecta, con poderosas figuras femeninas, una mamá dominante, una relación fallida con una mujer, enojo por sentimientos de impotencia o falta de control, la incapacidad para dirigir acontecimientos de su entorno. El violador a menudo se siente como una víctima de las injusticias sociales o personales y se traduce en ira contra mujeres. Rara vez es puramente motivación sexual, pero, por supuesto, el sexo es comparado con el poder, especialmente en nuestra cultura. Por lo tanto, la violaciones representan un intento de controlar los acontecimientos, para ganar superioridad sobre el perseguidor percibido.

—¿Qué puedo esperar en términos del modelo de estos ataques?—preguntó, tomando notas mientras escuchaba.

—Es difícil de decir. No hay nada particularmente sobre ellos. Por lo que yo sé, las únicas similitudes son el sitio, y el hecho de que todas las víctimas son corredoras.

—Hay algo más—Santana dijo—Todas las víctimas fueron sodomizadas, no hubo penetración vaginal.

Brittany levantó una ceja mientras consideraba esta nueva información.

—Bueno, podría teorizar, por supuesto, pero dudo que te ayudaría mucho.

—Adelante. Nunca se sabe lo que puede ayudar.

—Podría ser que el violador es potente solamente de esa manera, miedo del coito vaginal, de 'perder' el pene de uno, no es tan poco común con los hombres sexualmente inadaptados. Hay también la posibilidad de que está actuando una fantasía en la cual la femineidad de la víctima es un detractor.

Santana dejó de escribir y miró hacia arriba.

—¿Quieres decir una fantasía homosexual?

—Posiblemente.

—Genial—dijo con disgusto—Eso definitivamente ayudaría a la opinión pública de los homosexuales.

—No es probable que él sea conscientemente gay, Santana. Sería mucho más probable que él este suprimiendo la idea homosexual, y, como he dicho, sólo estoy teorizando.

Cerró su cuaderno de golpe y se frotó la cara en frustración.

—No puedo hacer otra cosa que esperar su siguiente movimiento, y eso significa esperar que ataque a otra mujer.

—¿Qué pasa con el replanteo de la zona?

—Tratamos—Santana resopló—, Pero es bastante difícil con sólo unas pocas personas para cubrir veinte millas de la orilla del río.

—Me gustaría poder ayudar más.

—Puedes. Puedes ayudar a averiguar lo que Hanna Marin vio esa noche.

La rubia permaneció en silencio, debatiéndose entre emociones en conflicto…por fin, se levantó, no queriendo irse pero sabiendo que debía.

—Quiero verte de nuevo, Santana—dijo al fin—No aquí, y no sobre un asunto policial. Quiero estar en algún lugar contigo donde podamos hablar y descansar. Quiero ser capaz de tocarte.

Se volvió rápidamente hacia la ojiazul, acercándola contra ella, besándola con firmeza en la boca. Sus manos recorrieron la longitud de su espalda, acariciando cada curva con manos temblorosas.

Cuando dio un paso atrás, su corazón estaba acelerado.

—Y he estado queriendo hacerlo desde que entraste en la habitación—dijo sin aliento.

Le tocó la mejilla suavemente y luego se deslizó rápidamente de la habitación.

Brittany era consciente de que la morena había evitado con éxito de nuevo su sugerencia de cualquier intimidad entre ellas.

Y también era consciente de lo bien que las manos de Santana se sentían en ella

Capitulo 17

El beeper de Santana sonó antes de que el elevador del hospital tocara la planta baja.

Abriéndose camino a través del atasco del registro de sillas de ruedas, pacientes ancianos arrastrando los pies detrás de los caminantes con armazón de acero, y grupos de visitantes desorientados, llegó a un teléfono público y llamó a la estación.

—López, aquí—anunció en el teléfono.

Bordeo su manera para salir del camino de un adolescente apresurado y esperó con impaciencia a su llamada para ser puesta a través.

—Aquí Chang—la voz masculina pesada entonó con voz aburrida.

—¿Qué quieres, Chang?—dijo bruscamente, incapaz de ocultar su disgusto por su nueva pareja.

—Una llamada entró en el turno de noche, un recepcionista de Delroy encontró una prostituta muerta en una de las habitaciones de arriba.

Esperó más y fue recompensada con el zumbido de fondo tenue de la línea telefónica.

—Chang—dijo con exasperación—, No tenemos tiempo para localizar a algún John anónimo que se hizo demasiado duro con una puta. Gíralo a Homicidios.

—Sí. Probablemente tengas razón. La puta era sólo una niña, trece, dijeron.

Dejó salir una respiración entrecortada.

—¡Joder! Tenía la esperanza de que habíamos calmado aquella acción allá.

—Lo curioso de ello. El M.F; dijo en un informe preliminar, parece que la chica fue golpeada hasta la muerte en primer lugar, luego sodomizada. El análisis de semen mostró tipo O.

—¡Jesús!—exclamó—¿Por qué no dijiste que podría ser nuestro hombre directamente? Dame la dirección, nos encontraremos ahí.

Conocía el lugar.

El Hotel Viceroy.

Una vez había sido un hotel respetable, alojamiento de inquilinos a largo plazo y el turista ocasional.

Con el declive de la vecindad y la gravitación de los drogadictos, prostitutas y traficantes de droga en esta área, cualquiera que pudiera permitírselo se había mudado.

Ahora el hotel era una parada de prostitutas y sus clientes, drogadictos esperando su próxima dosis, y borrachos solitarios que habían gorreado el precio de un colchón delgado para pasar la noche.




Hizo el viaje atravesando la ciudad con facilidad, a pesar de la prisa del tráfico de la hora de almuerzo.

Chang estaba esperando en frente del edificio de cuatro pisos, viéndose apático y aburrido.

Su traje arrugado, demasiado apretado a través de su figura musculosa, había sido una vez caro pero ahora reflejaba el abandono y desinterés que era evidente en el hombre mismo.

Sabía que una vez había sido considerado como un detective agudo, pero al parecer, algo había cambiado.

Él se veía cada pulgada de su cuerpo cansado, sólo pasando el tiempo hasta que su pensión llegara. S

No quería tener que cargar con él; era claramente un perdedor.

Se unió a él sin decir nada, y ellos empujaron a través de las puertas de entrada dobles del hotel en un vestíbulo húmedo débilmente alumbrado. Las sillas raídas colocadas al azar sobre una alfombra de color indeterminado.

Las pilas de revistas viejas yacían al azar sobre la superficie de una mesa de café con marcas.

Más allá de esta área de espera había un pequeño mostrador donde el empleado de recepción estaba apoyado en un codo, observándolos impasible.

La habitación estaba vacía excepto por una anciana que estaba reclinada en un sofá contra una pared, roncando suavemente.

El empleado les leyó claramente como policías y siguió mirándolos sin hablar.

A medida que se acercaban, Chang mostró su placa abierta y se apoyó en el escritorio lleno de marcas de cigarrillos.

—¿Eres Bailey?—él dijo sin preámbulos.

—Eso es correcto—dijo el hombre.

Su aliento olía a licor, y no se veía como si su cara hubiera visto una navaja de afeitar en días.

—¿Usted encontró el cuerpo?—continuó, sin hacer ningún esfuerzo por introducirla.

Ella estaba irritada, pero no vio ninguna ventaja en realizar un espectáculo de ello.

Dejó a Chang llevar el caso.

—Sí, lo encontré.

Él asiático asintió levemente.

—Dice en el informe que llamó a las 3:42 am.

—Probablemente. Yo no miré ningún reloj.

—¿Cómo es que estás en el escritorio ahora? ¿Dónde está el turno de día?

El hombre miró a Mike sin comprender.

—Yo trabajo el turno de día.

Mike se detuvo por un momento, un ceño confundido en su rostro.

—¿Qué tal? Entonces cómo es que estaba aquí en medio de la noche? ¿Trabajas el turno de noche también?

La cara del recepcionista registró consternación, y él miró rápidamente alrededor de la habitación.

Santana tuvo la sensación de que él estaba buscando una salida, y dio un paso ligeramente a la izquierda, bloqueando la sección giratoria del mostrador que llevaba desde el estrecho espacio entre los buzones de correo y la recepción de registro.

Lentamente movió la mano para desabrocharse la chaqueta, permitiéndole el acceso a su automática.

No estaba segura de lo que Chang tenía en mente, pero sin duda él estaba detrás de algo.

Habría ayudado si le hubiera informado primero.

Mike estudió al empleado, su rostro todavía plegada con la confusión.

—¿Tienes otro trabajo aquí, tal vez?

—¿Cómo cuál?—el delgado hombre canoso preguntó con inquietud.

—¿Cómo tal vez manejar algunas de las chicas tú mismo?

En la sugerencia de Mike el hombre dio un resoplido asustado y se apartó del mostrador.

—De ninguna manera, de ninguna manera en absoluto. Nunca un chulo, lo-lo juro. Sólo…—tartamudeó en el silencio.

—¿Tú sólo qué?—Mike preguntó.

—Nada.

El detective se volvió hacia ella y levantó una ceja interrogante.

—¿Qué piensa, Detective López? ¿No es conseguir clientes para prostitutas un delito grave en este estado? ¿Tal vez deberíamos llevar al señor Bailey aquí para un paseo al centro?

Siguió su ejemplo, asintió con la cabeza y respondió:

—Tiene razón, Detective Chang. El señor Bailey parece una clara violación de la ley.

Bailey chirriaba en protesta, las palabras salían de su boca aprisa.

—¡Espera un minuto! No busque clientes para nadie. La chica llevaba ahí mucho tiempo, y sólo fui a ver. ahí ella estaba, tendida sobre la cama, desnuda a excepción de los pantalones cortos alrededor de sus tobillos. Ella ya estaba fría. Me di cuenta desde la puerta. Así que llamé a la policía, eso es lo que se supone que un ciudadano debe hacer, ¿no es así?

Él miró de uno a otro, esperando una señal de aprobación. Ellos devolvieron la mirada impasible.

Santana dio un paso más cerca al mostrador y dijo suavemente,

—¿Por qué estaba mirándola, Sr. Bailey?

Él parecía incómodo y cambió de un pie al otro. Parecía llegar a alguna decisión, hablando lentamente.

—Me pagan un poco para vigilar a las muchachas. Ya sabe, para ver cuántos clientes ellas giran, si están manteniéndose alejadas de sus proxenetas. No hago nada más que vigilar el tráfico, por así decirlo.

—¿Quién le paga, señor Bailey?—preguntó, manteniendo su cuerpo entre Bailey y Chang.

Ellos estaban jugando al poli bueno y poli malo muy bien. Sólo deseaba que Chang le hubiera dado algún aviso.

—No puede detenerme por ver prostitutas, ¡no es ningún crimen!

Chang se acercó a ella.

—Se trata de si eres cómplice del acto, lo cual eres, Bailey.

Bailey palideció pero permaneció en silencio.

—¿Quién subió ahí con ella, señor Bailey?—Santana preguntó de repente.

—No lo vi—respondió rápidamente.

Se volvió a Chang.

—Tal vez el señor Bailey recordaría si lo llevamos al centro. ¿Qué te parece, Chang?

Ésta parecía estar pensando, su frente fruncida en consternación.

—Sí, puede que tengas razón, López Pero entonces tendríamos que llenar todos esos informes y probablemente pasar a Bailey a través de la computadora. Sabes cuánto tiempo toman los controles informáticos...—suspiró como si la idea no le atrajera mucho.

Bailey los observó, apenas respirando. Finalmente, su silencio lo llevó a hablar.

—Mire. No le presto mucha atención a los Johns, ellos están dentro y fuera de aquí todo el tiempo. Decenas de ellos. Esta chica Patty, era muy popular, ¿ya saben? Material joven así atrae mucha acción. Ella estaba arriba y abajo de las escaleras diez veces por la noche.

Santana reprimió un escalofrío, empujando la imagen de una joven trabajando bajo los cuerpos de innumerables hombres de su mente.

Mantuvo su mirada evasivamente en la cara pálida de Bailey.

—El último tipo, sólo levante la vista cuando pasaron. Él era joven, recuerdo eso. Me hizo preguntarme por un segundo por qué un tipo tan joven tendría que pagar por ello—se encogió de hombros—¿Quién sabe? Tal vez él era virgen.

—¿Nunca lo viste antes?—Santana preguntó, esperando animar a Bailey para continuar sus reflexiones.

—Nah. Probablemente lo habría recordado si él fuera un cliente habitual.

—¿Hay algo que le pareció inusual sobre el tipo?—Mike preguntó.

Bailey parecía estar considerando la pregunta, pero su rostro permanecía en blanco.

Lo más probable era que había llegado a ser demasiado inmerso en la decadencia a su alrededor para notar detalles.

—No lo creo—él dijo lentamente. De repente, su rostro se iluminó, como si hubiera tenido una revelación—Recuerdo que tenía una bolsa con él, una de esas bolsas de gimnasio—se rió distraídamente el mismo—Tal vez guardó esos shorts ahí.

—¿Qué shorts?—pregunto, mirando a Chang.

Ésta sacudió ligeramente la cabeza, notablemente no tenía idea de lo que Bailey se refería.

—Ya sabe—Bailey dijo—, Esos pequeños shorts que ella llevaba puestos. Ella no los llevaba cuando subió las escaleras.

Santana sintió una oleada de emoción.

—¿Qué llevaba ella puesto?

—Una de esas pequeñas faldas de cuero y un…, ¿cómo es que lo llaman? ¿Camisetas sin mangas?

—¿Estaba su ropa en la habitación cuando la encontraste?—Mike preguntó.

Bailey sacudió su cabeza.

—No los vi, pero no miré demasiado cerca.

Santana sabía que podían comprobar esto en el informe del uniformado que respondió a la llamada que estaría archivado.

Pensó que tenían suficiente de Bailey por ahora, y le explicó que lo iban a necesitar para reunirse con el dibujante de la policía para bosquejar un compuesto del hombre que había acompañado a Patty Harris en su último cliente.

A pesar de su protesta de que él realmente no vio al tipo, accedió a reunirse con ellos en la estación más tarde ese día. Parecía más dispuestos a cooperar ahora que ellos habían "olvidado" acerca de su papel en el negocio de la prostitución.

Santana y Mike se acercaron a la escena del crimen, pero no esperaban encontrar mucho.

Una cama de soporte de hierro situada en el centro de una habitación de paredes grises que una vez habían sido blancas. El colchón era delgado y manchado.

No había alfombras en el piso de madera desgastado, y sólo un remanente de cortina para bloquear la vista de un edificio abandonado en la calle. Una sola bombilla colgaba de un accesorio fijo en el techo, su globo mucho tiempo roto.

Era un lugar vacío, abandonado, al igual que las personas que lo utilizaron para sus acoplamientos precipitados.

La opresión de la habitación impregnó su conciencia rápidamente, y se fueron después de una revisión rápida, ninguno de los dos habló.

Una vez fuera, se volvió hacia Mike, donde él estaba tratando de encender un cigarrillo. Su fósforo siguió apagándose.

—Ese fue un buen trabajo con Bailey, Chang—dijo.

Su interrogatorio había sido afilado, y habían trabajado bien juntos.

El cigarrillo finalmente se encendió, y él le dio una calada profunda. No reconoció su observación ya que comenzó a ir hacia el coche.

—Supongo que tendremos que empezar a interrogar a todas las prostitutas aquí—él comentó mientras abría la puerta de su maltratado sedán Dodge verde—A ver si hay un John alrededor a quién le gustan las chicas en shorts de gimnasio.

Asintió, sus pensamientos en sintonía con los de él. Podría ser simplemente una coincidencia, pero era la única pista que tenían.

Sin duda era mejor que el enfriamiento de sus talones esperando que su violador atacara de nuevo.

—Tengo algunos contactos aquí, déjame seguir esto un rato—respondió.

Mike se encogió de hombros.

—Me queda bien. Voy a tomar el almuerzo

Él no la invitó, y ella no sugirió que fueran juntos.

Estuvo de acuerdo con reunirse con él en la estación después de ver lo que Bailey y el dibujante de la policía reunirían.

Tal vez, finalmente, tendrían un descanso.

Eran después de las ocho, y Brittany estaba agotada.

Había pasado la tarde en su oficina, atendiendo a pacientes privados.

Amaba su trabajo, pero había veces cuando tomaba todo su esfuerzo para mantenerse conectada y centrada durante una sesión.

Era una buena terapeuta, y estaba casi siempre presente para sus clientes.

En días como hoy, se alegraba de ver el último cliente irse.

Mientras empujaba el montón de archivos de pacientes en su maletín, el teléfono sonó, lo miró, deseando poder ignorarlo.

Su recepcionista se había marchado.

La centralita lo recogería en unos toques más. Entonces se le ocurrió que podría ser Santana, y agarró el teléfono levantándolo.

—Hola—dijo una esperanza anticipada en su voz.

—¿Dra. Pierce?—una suave voz masculina preguntó.

—Sí—respondió, tratando de mantener la decepción de su voz.

—¿Ella se siente mejor ahora?—la voz continuó.

Frunció el ceño, molesta y confundida.

—Lo siento, ¿quién es? no sé a quién te refieres.

—La conoce Dra. Pierce—él dijo en un tono ronco—La chica que me vio en el parque. La que me vio cogiendo a esa otra.

Tomó una respiración lenta y profunda y mantuvo la voz firme, a pesar de la repentina carrera de su corazón.

—Me alegra que hayas llamado. ¿Cómo te llamo?

Hubo una risa suave a través de la línea.

—Sabes que no puedo decirle eso. Están buscándome, ya sabes. Pero son demasiado estúpidos para encontrarme.

—¿Por qué es eso?

—No tienen imaginación—otra risa suave—¿Usted tiene, Dra. Pierce?

—Creo que sí—respondió.

—¿Se imagina tendida en el suelo, su cara en la hierba, con una gran verga dura en el culo?

Él podría haberle estado preguntando si le gustaría dar un paseo en el parque.

Su tono era casual, casi distante.

—¿Eso es lo que estás imaginando ahora mismo?—le preguntó.

—Le diré qué, Doctora—él respondió, un borde en su voz por primera vez—No puedo decirle a nadie, pero verás, ¿verdad?. La próxima vez que lo haga, verás.

—¿Qué vas a hacer?—preguntó.

El clic de la línea desconectada fue la única respuesta.

—Maldita sea—murmuró mientras se apoyaba en su escritorio.

Comenzó a temblar ligeramente y se dio cuenta de cuán sacudida estaba por la llamada.

La parte profesional de su mente estaba fascinada, pero, personalmente, estaba repelida por la voz suave, fría que se acercó a ella como una caricia no deseada.

Sólo había una voz que ella quería oír en este momento.

Capitulo 19

—Hey, López—el sargento de noche llamó a través de la sala de la brigada—Hay una llamada para ti.

Frunció el ceño y señaló "no" con la mano. Ella y Mike estaban esperando a que Bailey terminara con el dibujante de la policía en cualquier momento, y estaba deseosa de echar un vistazo a la cara de su sospechoso.

El sargento de escritorio se encogió de hombros.

—La señora dice que es una emergencia.

Molesta, cruzó la habitación casi vacía y cogió el receptor.

—López—anunció escuetamente.

—Soy Brittany, Santana. No habría llamado, pero…

—Tonterías—interrumpió inmediatamente, detectando una diferencia en la voz por lo general tranquila de la rubia—¿Qué pasa?

[i]—Tu sospechoso, el violador, me acaba de llamar. Al menos, creo que fue él—respondió, su voz curiosamente plana.

Se sintió un poco distanciada de todo en este momento.

Se quedó sin aliento, llena de una ira repentina.

Este hombre anónimo, sin rostro había ido demasiado lejos. Había tocado a alguien que significaba mucho para ella.

—¿Dónde estás?

—En mi oficina.

—Quiero que cierres la puerta de tu oficina, te alejes de la ventana, y me esperes. No le abras la puerta a nadie. Estaré ahí en diez minutos.

—Estoy bien, Santana—dijo, algo de su control de costumbre evidente en su tono.

—Lo sé. Sólo haz lo que te digo.

—Por supuesto lo haré.

Se apresuró a través del cuarto por su chaqueta y fue interceptada por Mike mientras se dirigía hacia la puerta.

—¿A dónde vas?—él preguntó, dando un paso indiferentemente entre ella y la salida.

Se le quedó mirando mientras trataba de tomar una decisión.

Sabía que debía decirle acerca de un posible contacto del sospechoso, pero quería ver a Brittany a solas, para asegurarse de que estaba bien.

Permaneció sin palabras, y él la observó, sin ninguna expresión en su rostro. Tomando una respiración profunda, respondió:

—Podemos tener un contacto telefónico de nuestro chico. Él pudo haber acabado de llamar a Brittany Pierce. Voy ahí ahora.

Mike levantó ambas cejas y silbó suavemente.

—Las cosas se están calentando, ¿no es así? Supongo que será mejor que te acompañe.

Sabía que no podía impedirle que la acompañara, por mucho que quería ir sola.

¡Maldición de trabajo a veces!

—Vamos entonces—dijo resueltamente, consumida por la necesidad de llegar a Brittany.




Cuando tocó a la puerta de la oficina, llamando a la rubia, inconscientemente contuvo la respiración hasta que oyó la cerradura siendo girada. La puerta se abrió y Brittany dio un paso adelante, pálida pero compuesta.

Se detuvo en seco cuando vio a Mike detrás de ella, sus ojos se encontraron.

—Gracias por venir, Detective—dijo en voz baja.

Quería envolverla en sus brazos, deseando tocarla sólo por un momento.

En cambio, asintió con la cabeza ligeramente y siguió a la rubia en la sala de espera. Dejo pasar a Mike y sugirió que se sentaran así la rubia podría contarles su historia.


Brittany transmitió en detalle la breve conversación.

Su memoria era excelente, perfeccionada durante años de retención de sesiones de toda una hora con clientes.

Ella y Mike cada uno tomaron notas.

Se puso rígida cuando la ojiazul declaró clínicamente las insinuaciones sexuales de la persona que llamó. Sintió una rabia que rara vez experimentaba a pesar de todos sus encuentros con brutalidad y perversiones.

Esta vez era Brittany que fue amenazada.

Cuando la rubia terminó, estaba sin palabras, luchando con sus emociones.

Comenzó hablar ligeramente cuando Mike preguntó:

—¿Reconoció la voz, Doctora?

Había olvidado que él estaba ahí.

Brittany negó con la cabeza, con una expresión de leve sorpresa en su cara.

—No—dijo—, Por supuesto que no.

Mike dio un encogimiento evasivo.

—Nunca se sabe. Podría ser alguien que conoce, o tal vez alguien que ha tratado.

Brittany consideró la cara del hombre sentado al lado de la morena pensativamente. Asintió una mente inteligente detrás de la fachada de aparente desinterés.

Su curiosidad se despertó, y se preguntó dónde él estaba guiando el tren de sus pensamientos.

Sin darse cuenta conscientemente, se deslizó en su mentalidad profesional y comenzó a ver los acontecimientos objetivamente, como si le hubieran ocurrido a otra persona.

—Podría reconocer la voz, estoy segura de eso. Él era informal, y aún así, tan íntimo.

No se dio cuenta del leve estremecimiento de la morena en su elección de palabras.

Mike no dio señales de notarlo tampoco.

—Él está tratando de hacer contacto. Quiere a alguien para compartir su experiencia—pensó en voz alta.

—¿Qué quieres decir?—Santana preguntó, tratando de mantener su voz aún.

Maldita sea el infierno por involucrar a Brittany en esto.

No quería interrumpir la evaluación de la rubia de lo que había ocurrido al permitir que sus propias reacciones interfirieran.

Se obligó a bajar la rabia que amenazaba su objetividad, y trató de ver a Brittany como el componente crítico que se había convertido en este caso.

Sin embargo, era consciente de un débil náusea que hacía difícil que tragara.

Mike la miró con indiferencia, sin dar ninguna señal de que había notado la tensión en su voz o la forma rígida que sostenía su cuerpo.

—Él está satisfecho de sí mismo—dijo, sus ojos girando hacia la morena.

Su mirada estaba ligeramente desenfocada como sus pensamientos siguieron formándose.

—Él ha realizado un importante acto, que se ve, y él mismo ha establecido, haber hecho algo poderoso, ganó una pequeña victoria. Y quiere estar seguro de que alguien aprecia esto.

—¿Entonces por qué llamarla?—Mike dijo.

La rubia se encogió de hombros.

—No lo sé.

—Brittany—comenzó con urgencia—, Esto es muy importante. Estás segura de que no es un paciente, ¿alguien que conoces?

Ésta negó con la cabeza.

—No trato a muchos hombres. Estoy segura de que lo sabría.

—Qué acerca de usar sus archivos de todos los hombres que ha visto, digamos en los últimos cinco años—Mike dijo—Tal vez podamos encontrar algo ahí que sacuda su memoria.

Brittany se enderezó en la silla con un salto.

—Absolutamente no, Detective. Está fuera de cuestión.

—Mire, Doc—Mike súbitamente interrumpió—Este tipo la escoge, de todas las personas en la ciudad, para tener una pequeña charla. Él le llama para compartir algunos detalles 'íntimos' de su última cogida. Ahora tengo que pensar que esto no es una coincidencia. Como por ejemplo, ¿él tiene una pequeña cosa por ti o algo?

—Retrocede, Chang—Santana ordenó, luchando por controlar su temperamento.

El crudo interrogatorio de Chang a Brittany la enfureció, y si la rubia no hubiera estado presente, ella le habría dicho que cerrara su puta boca.

Como estaba, era lo único que podía hacer para mantener sus manos fuera de él.

—Si la Dra. Pierce dice que no es un paciente, entonces no lo es.

Mike se acomodó atrás en su silla aparentemente imperturbable.

—Sí, si tú lo dices.

—Voy a revisar todos mis archivos, Detective—Brittany ofreció—Si hay algo ahí en absoluto creo que pueda ser relevante, los examinaré.

—¡Absolutamente no!—Santana explotó—¡No puedes seguir en contacto con alguien que crees que podría estar involucrado con este caso! Por amor de Dios, Brittany, este hombre es un psicópata, ya ha matado a dos mujeres y una tercera puede morir.

—Oh, no sé, López—Mike reflexionó suavemente—Puede que no sea una mala idea. Tal vez la doc puede llegar a algo para nosotros. No hemos conseguido una mierda ahora.

—Déjala en paz, Chang—dijo, la furia fría en su voz. Miró a la rubia, sus ojos azul con una mezcla de ira y miedo que ella no podía ocultar bastante—Prométemelo, Brittany—dijo con urgencia, sin preocuparle que Chang estaba sentado a su lado.

Brittany se desesperó en la angustia en los ojos oscuros, y odiaba el conflicto que su participación había creado para ella.

Lo último que quería hacer para Santana era que su trabajo que ya era abrumadoramente duro más difícil.

—Sí, por supuesto—respondió rápidamente.

Fue recompensada por la ligera relajación de la rigidez en los hombros de la morena.

—Vamos a tener que pinchar tu teléfono—Santana dijo, su mente comenzando a funcionar de nuevo—Voy a poner un hombre en tu oficina, también.

Brittany suspiró profundamente, odiando las palabras que tenía que decir.

—No puedo dejar que hagas eso, Santana.

La morena levantó la vista de su cuaderno, asombro que inundó su cara.

Chang parecía casi divertido.

—¿Qué?—explotó.

—No puedo tener mi línea monitoreada. Es una invasión de la privacidad de mis pacientes. Y un hombre merodeando en mi sala de espera sería demasiado inquietante para algunos de mis clientes. Simplemente no puedo permitirlo—dijo lo más suavemente posible.

—Brittany—comenzó, su tono oscuro con exasperación.

Esto es demasiado.

No podía hacer frente a esta mierda profesional por más tiempo, no cuando ponía en riesgo a Brittany.

La confidencialidad era una cosa, pero esto era llevarlo malditamente demasiado lejos.

No sólo tenía que proteger a Brittany, sino que tenía que tener acceso a este tipo si él llamaba nuevamente.

Antes de que pudiera continuar, Chang interrumpió.

—Qué tal esto, Doc—él sugirió—¿Ponemos una grabadora en su teléfono, y si nuestro chico llama, lo graba. Y tendremos a alguien mirando su oficina desde un coche en la calle?

Brittany consideró cuidadosamente por un momento.

—La grabadora suena bien, pero no puedo tener a alguien observando a mis clientes ir y venir.

—Maldito sea, al infierno—Santana ladró.

—Bien por ahora—Mike dijo, golpeándose el muslo con fuerza. Se volvió hacia la morena, su rostro cuidadosamente revelando nada—¿Puedo hablar contigo afuera por un momento, López?—se levantó y se dirigió deliberadamente a la puerta de la oficina, dejándola seguirlo enfadadamente detrás.


—¿Qué coño te crees que estás haciendo, Chang?—rugió tan pronto como la puerta se cerró detrás de ella—No depende de ti cómo dirigimos este caso. Estoy a cargo aquí, y voy a decir cómo manejamos esta vigilancia—su cara estaba a dos pulgadas más baja que la de él, y tomó todo su control para no perforar su cara ya deforme.

Chang alcanzó impasiblemente en el bolsillo de su chaqueta y buscó un cigarrillo. Lo encendió, dio una larga calada y exhaló lentamente.

—Me parece que la psiquiatra es una señora obstinada. Si vamos a conseguir algo de ella, tenemos que ir muy lento y suave, como una virgen en su primera cita.

—Jesucristo—murmuró—Eres el peor pedazo de mierda que he encontrado en años. Si piensas que voy a dejarla aquí como un pedazo de cebo, eres más estúpido de lo que pareces—estaba teniendo problemas para pensar con claridad, pero no parecía ser capaz de despejar su cabeza.

Había estado funcionando durante casi tres días seguidos con sólo unas pocas horas de sueño.

Jeff estaba muerto, por el amor de Dios, y ahora algún pedazo de limo se había deslizado en su mundo y tocado a la mujer que ella... ¿ella qué, por el amor de Cristo?

¿La mujer que la dejó abrazarla cuando su corazón se rompía?

¿La mujer que le dio su cuerpo para la comodidad y la paz de unas horas?

¿Oh, Dios, qué estaba haciendo?

¿Cómo había podido permitir que esto sucediera ahora, en medio de un caso como éste?

Se dejó caer ligeramente contra la pared y miró aturdidamente al asiático, que continuó soplando con satisfacción a su cigarrillo.

—Lo siento, Chang—dijo al fin—Tienes razón. No podemos obligarla a hacer nada, e incluso una grabadora es mejor que nada. Probablemente no se pueda utilizar como evidencia sin embargo.

—No importa si cogemos al chico. Tendremos una coincidencia de ADN del semen.

Lo miró sin decir nada.

Él tenía razón otra vez.

—Vamos a ver si Britt... si la Dra. Pierce tiene algo más que agregar—dijo con cansancio, sintiéndose ineficaz e inexplicablemente derrotada.

Mike se dio la vuelta yéndose, diciendo:

—Tú hazlo. No hay mucho más ahí, y estoy listo para finalizar el día—se alejó, dejándola mirando su espalda retirándose.

Capitulo 20

Brittany, ya cansadamente se desplomo en su silla, escuchando el murmullo de voces enfadadas fuera de su puerta.

La emoción de las últimas horas se había disipado, dejándola drenada.

Sabía que Santana estaba enojada, y entendía, o pensó que lo hacia tanto como alguien podría, la frustración y la impotencia de la detective que debía sentir en este momento.

Para tener a este hombre, cuya identidad había eludido a la policía tan a fondo, de pronto revelar su presencia de una manera tan arrogante y burlona era un insulto demasiado amargo para contemplar.

Y, también sabía que su implicación indispuesta con él colocó una gran tensión en la morena, que ahora debía sentirse dividida entre su obligación profesional de mantener el contacto con el perpetrador y su deseo personal de protegerla de él.

Su inhabilidad de cooperar de la manera que la morena requiere ciertamente no ayudó a aliviar la situación.

Se quedó mirando inquietamente la puerta de su oficina, preguntándose qué dificultades futuras al regreso de los dos detectives traerían. Claramente, Santana y su asociado no estaban de acuerdo sobre la mejor manera de proceder.

Se imaginó que debía ser muy difícil para ella hacer frente a una nueva pareja tan pronto después de la muerte de Jeff, sobre todo porque no tuvo una verdadera oportunidad para llorar la pérdida de su amigo.

—Por supuesto, nunca tendrá tiempo para ocuparse de su muerte mientras pueda conducir sus sentimientos en algún rincón oculto trabajando veinte horas al día—reflexionó para sí misma—Supongo que me está colocando en la misma categoría, alguien que crea sentimientos que preferiría evitar.

Suspiró suavemente y apoyó la cabeza en el alto respaldo de la silla de cuero.

A veces era difícil ser una psiquiatra, era demasiado duro enfrentar lo que muchos otros nunca vieron. De vez en cuando deseaba vivir sólo el momento al momento al igual que la mayor parte del mundo, sin saber realmente, o preocuparse, por hacer o sentir algo.

Deseaba abandonar sólo por unas horas su conciencia de la lucha que era solamente para sobrevivir.



Cuando Santana volvió a la oficina, encontró a la rubia dormida.

Habían mantenido las luces bajas deliberadamente por si alguien estaba mirando desde la calle. Ahora la calma era completa excepto por la respiración constante suave de la mujer que tenía delante.

Se dejó caer en la silla frente a ella y la estudió en silencio.

Su rostro era suave durante el sueño, con sólo un indicio de líneas sobre sus labios finos para sugerir que eran besables. El pelo le caía en los hombros, que le daba el aspecto distinguido que le sentaba tan bien.

Se veía muy hermosa, que se levantó finalmente y le tocó el hombro.

—Brittany—llamó suavemente.

Una leve sonrisa tocó sus labios mientras los ojos azules se abrieron.

Su mirada se amplió con el placer cuando la encontró inclinada sobre la morena, aun cuando notó la tensión alrededor de la gruesa boca y sus ojos hundidos.

Y también vio un cansancio que nunca había visto antes en los ojos marrones, ni siquiera cuando había llegado a ella en las primeras horas después de la muerte de Jeff.

Instintivamente se acercó a acariciar el rostro fuerte ante ella.

—¿Qué pasa, amor?—preguntó en voz baja.

El corazón de Santana dio un vuelco en las palabras.

Deseaba decirle a la rubia sus miedos. Que podría estar en peligro, que no podía soportar la idea de este mal tocándola de cualquier modo, incluso con palabras, y que no estaba segura de poder funcionar si pensaba que pudiera ser lastimada.

Pero se obligó a mantener a sus demonios para sí misma.

Ya era hora de que comenzara a actuar como un policía en lugar de permitir a la ojiazul que la cuidara una y otra vez.

—Tengo que llevarte a casa—contestó en voz baja. Giró un poco la cabeza y besó los dedos que aún descansaban contra su cara.

Brittany reconoció la barrera que la morena había levantado entre ellas, y, a pesar de su comprensión, estaba herida por ello.

Necesitaba conocer de esta mujer, todo de ella, no sólo las partes que Santana permitía que el mundo viera.

Conocía sus fortalezas, podía verlas en su cuerpo, sentirlo en su toque, escucharlas en sus palabras.

¿Pero los miedos y necesidades de Santana?

¿Siempre le estarían cerrados para ella?

Asintió, sabiendo que ahora no era el momento para buscar respuestas. Santana había sufrido un golpe emocional enorme de la muerte de Jeff, y la investigación estaba cobrando un precio alto de sus reservas físicas y emocionales.

—Tengo mi coche aquí—respondió.

La morena negó con la cabeza.

—No quiero que conduzcas sola. Te llevo y te recogeré por la mañana. Puedes volver por tu coche.

Empezó a protestar pero luego lo pensó mejor. Un argumento que ahora no ayudaría a cualquiera de ellas, y de repente se dio cuenta que estaba agotada.

Eran casi las diez en punto, y, una vez más, se había perdido la comida.

—¿Nos detenemos por hamburguesa en el camino?—preguntó, levantándose de la silla con rigidez.

La morena al fin sonrió.

—Voy a hacer mejor que eso. Voy a invitarte pizza.

—Estás siendo la mejor—respondió, deslizándole un brazo alrededor de la cintura delgada.

Tiró de la rubia hacia ella rápidamente y la abrazó ferozmente.

—Tengo que salir de nuevo—susurró en el cabello rubio—Las cosas están empezando a moverse en este caso, y tengo que estar al tanto de ello. Me gustaría poder quedarme contigo, pero voy a tener una de las patrullas blanca y negra por tu lugar cada media hora más o menos.

Se apoyó en los brazos de la detective, sus claros ojos azules encontrándose con los marrones oscuros profundos ahora llenos de preocupación.

—Estaré bien, pero aprecio que estés cuidando de mí. Sé que tienes que hacer lo que está haciendo ahora, pero estoy preocupada. No has dormido lo suficiente en tres días para contar por una buena noche de sueño, y no serás muy eficaz si no puedes pensar con claridad.

Santana la besó entonces, un beso lento profundo que encendió el deseo de ambas. Cuando se separó por fin, estaban jadeando. Las manos viajaban espontáneamente a la plenitud redonda de sus pechos, sintiendo la suavidad de la seda bajo sus dedos.

Se apretó contra Brittany, fusionando su cuerpo delgado a las curvas suaves y planas de su cuerpo. La rubia retrocedió ligeramente hasta que su espalda tocó el borde de su escritorio, y deslizó sus manos debajo de la chaqueta de Santana.

Trazó el músculo de la espalda de Santana hasta la firmeza de sus muslos.

Gimió cuando los dedos morenos se cerraron sobre sus pezones, y el líquido caliente brilló en su centro. Manos que eran insistentes ahora, una levantando su falda, presionando contra las restricciones de su ropa interior, la otra buscando a tientas con los botones de su blusa.

—Voy a cerrar la puerta—Brittany murmuró, hurgando en la hebilla del cinturón de Santana.

—Al diablo con eso, tengo un arma—dijo y levantó la cabeza del pecho y mirando salvajemente sobre ella.

Sin decir una palabra, deslizó su brazo por detrás de las rodillas de la rubia y la levantó en brazos, llevándola unos pocos pasos al sofá de la habitación.

Posándola hacia abajo, rápidamente le quitó las prendas a un lado y se arrodilló ante ella. Presionando su cara contra la cálida carne de los muslos, aspiró su aroma embriagador. Sus labios buscaron la fuente, consumida por la necesidad de tocarla, saborearla, absorberla en cada célula.

Gimió cuando la humedad le dio la bienvenida.

Se sumergió en ello, buscando y explorando de la misma alma de Brittany. Deslizó ambas manos debajo de las nalgas, levantándole las caderas acercándola más.

—Oh Dios, Santana—gritó, sus manos retorcidas en el pelo grueso—Se siente tan bien, tan bien. Oh sí, ¡justo ahí! ¡Oh!

Santana gimió, sintiendo a Brittany ponerse aún más dura bajo su lengua.

Llevó una mano entre sus muslos, buscando la entrada con dos dedos. Empujó hacia adentro mientras chupaba más fuerte en el rápidamente tembloroso eje entre sus labios.

—Sí, Santana, hazme correrme—respiraba, su voz un susurro urgente—Oh, por favor, haz que me corra.

Incluso cuando oyó las palabras, sintió los espasmos internos, y sabía que había comenzado.

Aumentó la presión con la lengua, agarró a la rubia cuando sus caderas empujaron hacia arriba. Siguió acariciando la carne palpitante con los labios y la lengua después de que los gritos de Brittany habían cesado y sus extremidades tranquilizado.

Finalmente, se puso en posición vertical y se tendió a su lado en el sofá, tirando de la mujer saciada en sus brazos. Los brazos blancos llegaron a su alrededor; sintiendo los suaves labios en su cuello.

—Eres maravillosa—Brittany suspiró con satisfacción—Estoy completamente aniquilada.

Se rió en voz baja, sus brazos apretando sobre el cuerpo flexible de la rubia.

—Necesitaba tocarte tanto que no pude detenerme—miró hacia su rostro—Tenía que estar cerca de ti.

—Lo sé, Santana—dijo suavemente—Y yo estoy aquí.

Todas las demás realidades desaparecieron mientras se deslizaban en el sueño.