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[Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
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FanFic Brittana: Justicia IV (Adaptada) Cap 30
Capitulo 30
Domingo, 11:00 p.m.
Marley estaba en la puerta de la habitación de invitados observando a Kitty teclear la contraseña de la caja fuerte, sobre un estante del armario.
La expresión de su cara no era nada que antes hubiera visto. Parecía fría y peligrosa.
Esa dureza hizo que se le encogiera el estómago.
Guardando silencio, sacar una fonda de cuero, donde guardaba una pistola automática enorme. Al menos para ella, el arma parecía demasiado grande.
—¿Kitty?—le preguntó suavemente.
Girándose hacia ella, con su arma en la mano, la miró fijamente.
—Tranquila no es nada.
—Si llevas eso encima es que esperas que pueda ocurrir algo.
—Es simplemente por precaución. Voy a estar de vigilancia con Santana, esta noche, y debo ir armada. No creo que tenga que usarla. La llevo sólo por si hay algún tipo de emergencia—Kitty sonrió, recortó la pistolera detrás de su cinturón, y luego deslizó el arma dentro—Tengo licencia de armas—se metió una cartera de cuero dentro del bolsillo del pantalón, dejando a la vista el distintivo de oficial con sus credenciales federales—Es solo el procedimiento. No hay nada de qué preocuparse.
La lógica de la rubia siempre era su lógica, pero sabía que la operación les podía poner en peligro. Podía notar la preocupación de Kitty, a pesar de que ésta intentara ocultarlo.
—Si él está ahí, en alguna parte, prométeme que no harás nada. Absolutamente nada.
No había necesidad de preguntar a quién se refería con él, porque ambas lo sabían.
La rubia le había contado una parte de la historia del contrabando de mujeres y parecía razonable, para ella, que el hombre que casi la había matado, en el intento de asesinato de la ojiverde pudiera ser uno de los guardaespaldas que llevaba a las jóvenes de un lado a otro.
Y si ese fuera el caso, Kitty podría tomarse con él, durante la vigilancia o en el transcurso de los arrestos.
No quería a su amante cerca de ese hombre mientras llevara un arma.
—No será un problema—Kitty aseguró lisamente.
Negando con la cabeza, cruzó el cuarto y llevó sus brazos alrededor del cuello de su rubia. Estaba lo suficientemente cercana para besarla, pero no lo hizo. En lugar de eso, estudió las profundidades de los ojos verdes de su amante, evaluando su paisaje emocional que cambia con sus sentimientos.
—Aunque quisieras acabar con los responsables de llevarme al hospital, por venganza, no te llevaría a nada. Tomaría algo de ti. Destruiría algo en tu interior—cuando la rubia comenzó a protestar, negó con la cabeza otra vez—Te quiero. Te necesito no lo olvides.
La ojiverde gruñó y enterró su cara dentro de su pelo y la abrazó y la meció en sus brazos.
—Si supieras cómo me sentí cuando pensé que.. cuando pensé que te había perdido. Oh Jesús.
Le agarró del pelo, le inclinó hacia atrás obligándola a aceptar la verdad en sus ojos.
—Te quiero. Nunca te dejaré. Pero tienes que prometerme lo mismo. Tienes que prometerme que tendrás cuidado—llevó la mano de su ojiverde a su pecho, y la dejó sobre su corazón—Aquí. Aquí es donde te necesito.
—Te lo prometo—le respondió con voz ronca—Te lo prometí, y siempre cumplo mis promesas. No haré nada que pueda lastimarte.
—Estoy segura que nunca dejarás que nadie me haga daño—Marley susurró, con sus dedos todavía sepultados en el pelo rubio. Tiró de ella para saborearla, se tomó su tiempo, la besó con fuerza hasta tener la seguridad de que sentía lo mismo. Luego, regañadientes, renunció a la boca de su amante—Te quiero.
Kitty cerró los ojos y descansó su mejilla contra la de su castaña. Su cólera se esfumó por la fuerza poderosa que habían compartido.
—No te preocupes. No voy a dejar que nadie destruya lo que tenemos.
—Nada ni nadie podría, cariño—Marley se quejó, y la besó otra vez—Ten mucho cuidado esta noche. Te veré cuando vuelvas a casa.
Rachel contestó al golpe en la puerta y la abrió encontrándose a Santana.
—Hola, Rachel—dijo echando una ojeada rápida al pequeño estudio.
Estaba tan limpio como lo recordaba de la vez anterior que había estado ahí. El pequeño sofá-cama, estaba cerrado y cubierto con almohadas de colores, la mesita de café ligeramente rascada delante del mismo, y la cocina pequeña y compacta limpia y brillante formaban el lugar.
—Hola—respondió la joven sin mucha animosidad.
—¿Está Quinn lista?
La castaña cruzó los brazos sobre su pecho e inclinó la cabeza señalando el cuarto de baño.
—Saldrá enseguida.
Se acercó a la mesita de café y dejó una pequeña bolsa de deportes de lona, que llevaba en la mano. Poniéndose en cuclillas, abrió la cremallera y sacó el contenido, poniendo el equipo necesitaría. Oyó el sonido de la puerta del cuarto de baño abriéndose.
—Quinn—la saludó.
Quincy se acercó, vestido con pantalones ajustados y camisa negra. Su pecho estaba plano, su cara larga y cuadrada vociferando, y su entrepierna ligeramente llena. Si no la conociera, diría que era un joven de unos veinte años.
Señalando el transmisor le preguntó
—¿Tienes sito para esto?
—¿Cuál sería el mejor lugar?—Quincy insinuó, deslizando sus manos en los bolsillos de los pantalones.
—La mayoría de los tipos lo llevarían en la parte trasera de sus pantalones, tal vez adelante u ocasionalmente en su entrepierna.
La boca del rubio se abrió bruscamente, e inconscientemente acarició la protuberancia.
—No creo tenga más sitio aquí.
—Bien—Santana dijo secamente. Se levantó con el transmisor en la mano derecha junto a los alambres adjuntos—¿Dónde crees que Irina no te tocará?
—Uh—Quincy desvió, rápidamente, su mirada hacia su castaña que estaba en silencio, muy cerca suyo. Con la cara colorada y sin despegar sus ojos de su novia respondió—Probablemente atrás.
La más baja soltó un bufido. Santana no hizo caso y continuó con lo que tenía que hacer.
—De acuerdo—luego dio un tirón a su camisa fuera y se dio la vuelta. Subió la camisa para que la teniente pudo ver la venda delgada rodeando su torso—Creo que si lo coloco bajo el borde inferior de la venda, será la mejor forma esconderlo, especialmente con la camisa por encima.
—De acuerdo—él respondió, quedándose quieto mientras la teniente trabajaba—¿Qué debo hacer si ella quiere llevarme a algún sitio?
—Engatúsala.
—¿Y si no puedo?
—Encontrarás la manera de hacerlo. No estamos listos para esta noche, y no quiero que termines en una situación en la que no puedas salir rápidamente.
—Sí, pero…
—Si ella insiste—Rachel intervino suavemente—, Haz que se corra ahí mismo, en la barra, pero no la folles. Se sepa que estás esperando para una ocasión especial.
El ojiverde se sonrojó, y el sudor se desató sobre todo su cuerpo.
—Jesús—Santana se quejó—Tendrás que buscar la forma de engañarla—recurrió a la castaña—¿Me puedes traer una toalla?
—Claro.
—Me acabará matando antes de que esto termine—Quincy dijo cuándo su novia entró en el cuarto de baño.
—Ella estará bien—le contestó—Simplemente recuerda quién eres, y por qué estás ahí. Haz lo que necesites hacer, y luego lo dejas ahí.
La castaña volvió con una toalla en la mano, sin dar señales de haber escuchado a Santana, pero su fiera expresión se había mitigado.
—Sería un poco agradable si todos ustedes los protegen y no termina de nuevo herida.
—Rach—Quincy comenzó a protestar.
—Estará bien. Estaremos grabando todo lo que ocurra de ahora en adelante—Santana presionó la última tira de adhesivo, y reacomodó la venda sobre el pecho, enrollándola, alisando las arrugas con su mano—Mete la camisa—esperó hasta que lo hizo y luego caminó alrededor de él, estudiando su parte de atrás críticamente—Bien. No se notará. Simplemente mantén las manos de ella fuera de ahí.
—No creo que vaya a llevar sus manos ahí—Rachel comentó.
El rubio gimió suavemente y le dio a su novia una mirada implorante. Una cierta expresión de diversión pasó por la cara de la pelinegra mientras le tocaba el hombro.
—Kitty está abajo en el coche. Comprobaremos que la trasmisión funcione. Te esperaré ahí.
—Sí, señora—Quincy dijo con absoluta certeza—Iré poniéndome la pistolera en el tobillo.
La morena inclinó la cabeza asintiendo.
—Bien. Eso es algo que un tipo como Quincy podría hacer, así que si alguien lo nota, simplemente di que alguna vez tuviste algún problema y que ahora siempre estás preparado—llegando a la puerta continuó—Si no nos avisas entenderemos que no tienes problemas. Recuerda, todo lo que queremos esta noche es que restablezcas contacto con Irina y que la convenzas de que quieres pasar más tiempo con ella, pero en su casa. De momento no hay necesidad de nada más. Una vez dentro deberías fijarte en los guardas, su posición, el número. Debemos haceros una idea de lo que nos podemos encontrar—con la mirada fija en el ojiverde continuó—Tu trabajo es inteligencia. Serás nuestros ojos, ¿entiendes?
—Sí, señora.
Quincy tuvo presentimiento de que alguien le observaba.
Dejó su bebida en la parte superior de la barra y se bajó del taburete. Tomándose su tiempo, se dirigió hacia el pasillo que llevaba a la parte trasera donde estaban los cuartos de baño y cualquier cosa que pudiera estar escondida en los intestinos del edificio.
Ella estaba ahí, dentro en las sombras.
—Hola—Quincy dijo, apoyando un hombro contra la pared.
Al final del pasillo se podrí ver un cartel de neón que indicaba “salida”
A pesar de saber que había más cuartos oscuros alrededor, sintió como si estuvieran solos.
—Hola—Irina ronroneó, colocando la palma de su palma en el centro del pecho de él, mientras se apoyaba para besarlo ligeramente en la boca.
El rubio deslizó un brazo alrededor de su cintura y la atrajo contra él. Esta noche ella llevaba puestos una especie de pantalones flojos de color rojo oscuro, que marcaban su voluptuoso cuerpo, y una blusa que era más una realidad que un indicio de lo que quería mostrar.
La blusa era tan baja, que podía ver las tiras del sujetados que contenía sus pechos y el matiz oscuro de sus pezones. Cuando ella se movió sobre él, dividió sus muslos y se reacomodó en su entrepierna contra el pene de él, encajonado en el tejido de los vaqueros pulcramente anidado entre sus piernas.
Esta vez, estaba preparado para la oleada repentina de presión, y cuando chocó su pelvis en ella, que fue Irina la que se quedó sin aliento.
—Le dije que estaría aquí. Me alegro de volver a verte.
Ella le acarició la mandíbula.
—Siempre estoy aquí.
Por un segundo, el rubio consideró preguntarle, tratar de sacarle algo de información sobre las chicas, pero entonces se dio cuenta de que si hacía preguntar ella podría darse cuenta. Él no podía permitirse el lujo de que ella sospechara.
En lugar de eso, él acarició con la nariz su cuello, y deslizó su boca sobre su oreja.
—Debería llevarme a tu casa, en alguna ocasión.
Riéndose, ella inclinó la cabeza y él le lamió el cuello.
—No hasta que todos los niñitos se hayan ido a casa felices.
Mientras él deslizaba su lengua por su garganta, llevó sus manos hacia su culo y la presionó contra su entrepierna.
—¿Es que son más importantes que yo?
—Eres muy curioso—ella respiraba con dificultad. Lo volvió a besar de nuevo, haciéndole caricias con la lengua, a lo largo de la superficie interior de sus labios, entrando y saliendo rápidamente de su boca, acabando por morderle el labio inferior—Quincy. Sabes muy bien.
—Me haces sentir tan bien—mientras hablaban, el rubio se dio cuenta del transmisor, en su parte trasera, e intentó no pensar en que su teniente y Kitty estaban escuchando la conversación. Se alegró, al menos, de que Mike no estuviera escuchando—Quiero hacerte sentir de todo.
—No sé por qué—Irina dijo mientras llevaba una mano en medio de ambos, y ahuecaba la hinchazón sobre los pantalones vaqueros del rubio—. Pero creo que tú...
—Tal vez—Quincy intervino, intentando ignorar la reacción de su cuerpo.
Le acarició suavemente un pezón erecto, a través de la fina tela, viendo la reacción de ella en sus ojos. Cuando él cómo ella abría los ojos, atrapó el pezón con los dedos y lo estrujó. Ella gimió, y él apretó otra vez.
—Pero recuerda lo que te dije anoche. Quiero hacer que te corras.
—Hazlo otra vez—susurró, su voz apremiante y urgente.
Con los ojos medio cerrados, sus caderas rodaron rítmicamente contra él. Cuando agarró el otro pezón, trabajando sobre ambos, a la vez, su corazón empezó a latir con rapidez deseando que aquello continuara.
—Ayer me corrí pensando en ti.
A pesar de intentar mantener el control, se dio cuenta de sus respuestas físicas. Bajo el pene, podía notar su sexo duro y dolorido. Roncamente, dijo:
—Oh sí. Durante toda la noche.
—Yo también imaginé que me follabas—Irina sonrió—Hasta me corrí gritando.
La besó mientras la sujetaba con las manos enmarañadas en su pelo. Su sujetó su cabeza mientras continuaba besándola, hasta que ella se estremeció en sus brazos y él supo que la tenía donde quería. Apartó su cabeza y tomó su respiración.
—Quiero follarte hasta que grites para mí. Pero no aquí. Lléveme a tu casa.
Ella negó con la cabeza. Él la hizo girar contra la pared y deslizó ambos brazos contra de ella. Sujetándola con las manos alrededor de sus muñecas. Empujó su duro pene contra los muslos, moviéndose contra ella, obligándola a abrir las piernas mientras continuaba besándola. Siguió presionando su pene hasta que la oyó lloriquear y se contorsionó bajo él, luego él se separó, echándole hacia atrás.
—Llévame a tu casa así te podré dar lo que quieres.
—¿Qué quiero?—le preguntó con la boca doloridas, los pechos erectos y expuestos bajo la ropa casi transparente. Tomó un aliento bastante trémulo y enfocó sus ojos—Ahí no puedo llevarte. Hay más personas. No puedo.
—Bien, entonces podemos ir a alguna otra parte. Un hotel.
—No. Debo quedarme aquí. No puedo salir.
Él sacudió con fuerza una de su manos y la llevó entre sus piernas, apretando los dedos de ella alrededor de su pene.
—Tócame. Sé que quieres hacerlo—dejó caer su frente sobre la de ella, temblando por intentar mantener el control de su propio cuerpo—Por favor, Irina. Por favor. Por favor.
—Después—Ella susurró urgentemente—Puedes venir después de que los demás se hayan dormido.
—¿Cuándo? ¿Dónde?—sabía que sonaba desesperado, porque realmente lo estaba.
Se obligó a apartar sus manos, porque sabía que si continuaba con aquella estimulación no podría parar.
—Te diré cuándo…—luego se apartó a la fuerza de él—Simplemente quédate aquí.
Quincy se apoyó contra la pared y la observó desaparecer en la oscuridad, al final del pasillo. Inclinando su cabeza cerró los ojos, obligándose a tranquilizarse.
Cuando pensó que podía caminar sin tropezar, regresó a la barra e hizo una señal a Jazmín.
Cinco minutos más tarde, Jazmín se encontraron en el coche, mientras conducían seis calles, en silencio, antes de estacionar en la cuneta.
Un oscuro Ford escord se detuvo detrás de ellos, y Santana se acercó al lado del conductor. Miró con atención, a través de la ventana abierta a Jazmín y a él.
—¿Todo bien?—Santana preguntó, deteniendo su mirada fija en el rubio.
Quien saludó con la cabeza en silencio.
—Bien. Buen trabajo—se dirigiéndose a Jazmín y le dijo—, Llévalo a casa.
Quincy entró en el departamento.
Se abrió paso cuidadosamente dentro de la oscuridad hacia el cuarto de baño, y cerró la puerta detrás de él antes de encender la luz. Se desnudó y lanzó sus ropas en un montón, luego retiró la envoltura del pecho y el arnés con el pene, depositando todo sobre el asiento del inodoro.
A continuación retiró la cinta adhesiva del aparato de escucha y lo amontó con el resto de cosas. Luego se metió bajo la ducha medio fría. Con los ojos cerrado, se lavó el olor de humo y cerveza, y los secretos oscuros de su piel.
Eventualmente se sintió limpia, al menos por fuera. Se secó con una toalla, cepilló sus dientes, y apagó la luz, antes de abrir la puerta.
Se acercó al sofá-cama, cuidadosamente levantó las sábanas y se deslizó dentro. Se tumbó boca arriba, con los ojos mirando al techo. Podía sentir el calor del cuerpo de Rachel, sólo a unos centímetros de ella, pero no la tocó.
Yació ahí, recordando el golpe de Irina, dentro de su boca, el apretujón de sus pechos contra el suyo, su mano jugando entre sus muslos, excitándola más y más. Pensó en las mentiras, y se preguntó qué parte de ello era real y qué parte solo una actuación. Su mente y cuerpo estaban en total confusión y, peor, cociendo a fuego lento deseo, pero no podía tocar a Rachel.
No ahora.
Eso estaría mal.
No se dio cuenta de las lágrimas que corrían por sus mejillas hasta que notó los dedos de la castaña limpiando su rostro.
—Ven cariño—le dijo suavemente, mientras acercaba la cabeza de la rubia sobre su pecho.
—Rach, esta noche, yo...—no pudo continuar hablado ya que no sabía qué decir.
—Está bien, Shh—le besó la frente—No necesito saber lo que has tenido que hacer. Ahora estas aquí, y es lo único que importa.
Se puso de lado y se abrigó alrededor de los brazos de Rachel, llevando un muslo encima del cuerpo de su novia, haciendo un intento por estar lo más cerca posible de ella.
Cerró los ojos y la abrazó fuerte.
—Te quiero.
—Lo sé, cariño, lo sé.
La expresión de su cara no era nada que antes hubiera visto. Parecía fría y peligrosa.
Esa dureza hizo que se le encogiera el estómago.
Guardando silencio, sacar una fonda de cuero, donde guardaba una pistola automática enorme. Al menos para ella, el arma parecía demasiado grande.
—¿Kitty?—le preguntó suavemente.
Girándose hacia ella, con su arma en la mano, la miró fijamente.
—Tranquila no es nada.
—Si llevas eso encima es que esperas que pueda ocurrir algo.
—Es simplemente por precaución. Voy a estar de vigilancia con Santana, esta noche, y debo ir armada. No creo que tenga que usarla. La llevo sólo por si hay algún tipo de emergencia—Kitty sonrió, recortó la pistolera detrás de su cinturón, y luego deslizó el arma dentro—Tengo licencia de armas—se metió una cartera de cuero dentro del bolsillo del pantalón, dejando a la vista el distintivo de oficial con sus credenciales federales—Es solo el procedimiento. No hay nada de qué preocuparse.
La lógica de la rubia siempre era su lógica, pero sabía que la operación les podía poner en peligro. Podía notar la preocupación de Kitty, a pesar de que ésta intentara ocultarlo.
—Si él está ahí, en alguna parte, prométeme que no harás nada. Absolutamente nada.
No había necesidad de preguntar a quién se refería con él, porque ambas lo sabían.
La rubia le había contado una parte de la historia del contrabando de mujeres y parecía razonable, para ella, que el hombre que casi la había matado, en el intento de asesinato de la ojiverde pudiera ser uno de los guardaespaldas que llevaba a las jóvenes de un lado a otro.
Y si ese fuera el caso, Kitty podría tomarse con él, durante la vigilancia o en el transcurso de los arrestos.
No quería a su amante cerca de ese hombre mientras llevara un arma.
—No será un problema—Kitty aseguró lisamente.
Negando con la cabeza, cruzó el cuarto y llevó sus brazos alrededor del cuello de su rubia. Estaba lo suficientemente cercana para besarla, pero no lo hizo. En lugar de eso, estudió las profundidades de los ojos verdes de su amante, evaluando su paisaje emocional que cambia con sus sentimientos.
—Aunque quisieras acabar con los responsables de llevarme al hospital, por venganza, no te llevaría a nada. Tomaría algo de ti. Destruiría algo en tu interior—cuando la rubia comenzó a protestar, negó con la cabeza otra vez—Te quiero. Te necesito no lo olvides.
La ojiverde gruñó y enterró su cara dentro de su pelo y la abrazó y la meció en sus brazos.
—Si supieras cómo me sentí cuando pensé que.. cuando pensé que te había perdido. Oh Jesús.
Le agarró del pelo, le inclinó hacia atrás obligándola a aceptar la verdad en sus ojos.
—Te quiero. Nunca te dejaré. Pero tienes que prometerme lo mismo. Tienes que prometerme que tendrás cuidado—llevó la mano de su ojiverde a su pecho, y la dejó sobre su corazón—Aquí. Aquí es donde te necesito.
—Te lo prometo—le respondió con voz ronca—Te lo prometí, y siempre cumplo mis promesas. No haré nada que pueda lastimarte.
—Estoy segura que nunca dejarás que nadie me haga daño—Marley susurró, con sus dedos todavía sepultados en el pelo rubio. Tiró de ella para saborearla, se tomó su tiempo, la besó con fuerza hasta tener la seguridad de que sentía lo mismo. Luego, regañadientes, renunció a la boca de su amante—Te quiero.
Kitty cerró los ojos y descansó su mejilla contra la de su castaña. Su cólera se esfumó por la fuerza poderosa que habían compartido.
—No te preocupes. No voy a dejar que nadie destruya lo que tenemos.
—Nada ni nadie podría, cariño—Marley se quejó, y la besó otra vez—Ten mucho cuidado esta noche. Te veré cuando vuelvas a casa.
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Rachel contestó al golpe en la puerta y la abrió encontrándose a Santana.
—Hola, Rachel—dijo echando una ojeada rápida al pequeño estudio.
Estaba tan limpio como lo recordaba de la vez anterior que había estado ahí. El pequeño sofá-cama, estaba cerrado y cubierto con almohadas de colores, la mesita de café ligeramente rascada delante del mismo, y la cocina pequeña y compacta limpia y brillante formaban el lugar.
—Hola—respondió la joven sin mucha animosidad.
—¿Está Quinn lista?
La castaña cruzó los brazos sobre su pecho e inclinó la cabeza señalando el cuarto de baño.
—Saldrá enseguida.
Se acercó a la mesita de café y dejó una pequeña bolsa de deportes de lona, que llevaba en la mano. Poniéndose en cuclillas, abrió la cremallera y sacó el contenido, poniendo el equipo necesitaría. Oyó el sonido de la puerta del cuarto de baño abriéndose.
—Quinn—la saludó.
Quincy se acercó, vestido con pantalones ajustados y camisa negra. Su pecho estaba plano, su cara larga y cuadrada vociferando, y su entrepierna ligeramente llena. Si no la conociera, diría que era un joven de unos veinte años.
Señalando el transmisor le preguntó
—¿Tienes sito para esto?
—¿Cuál sería el mejor lugar?—Quincy insinuó, deslizando sus manos en los bolsillos de los pantalones.
—La mayoría de los tipos lo llevarían en la parte trasera de sus pantalones, tal vez adelante u ocasionalmente en su entrepierna.
La boca del rubio se abrió bruscamente, e inconscientemente acarició la protuberancia.
—No creo tenga más sitio aquí.
—Bien—Santana dijo secamente. Se levantó con el transmisor en la mano derecha junto a los alambres adjuntos—¿Dónde crees que Irina no te tocará?
—Uh—Quincy desvió, rápidamente, su mirada hacia su castaña que estaba en silencio, muy cerca suyo. Con la cara colorada y sin despegar sus ojos de su novia respondió—Probablemente atrás.
La más baja soltó un bufido. Santana no hizo caso y continuó con lo que tenía que hacer.
—De acuerdo—luego dio un tirón a su camisa fuera y se dio la vuelta. Subió la camisa para que la teniente pudo ver la venda delgada rodeando su torso—Creo que si lo coloco bajo el borde inferior de la venda, será la mejor forma esconderlo, especialmente con la camisa por encima.
—De acuerdo—él respondió, quedándose quieto mientras la teniente trabajaba—¿Qué debo hacer si ella quiere llevarme a algún sitio?
—Engatúsala.
—¿Y si no puedo?
—Encontrarás la manera de hacerlo. No estamos listos para esta noche, y no quiero que termines en una situación en la que no puedas salir rápidamente.
—Sí, pero…
—Si ella insiste—Rachel intervino suavemente—, Haz que se corra ahí mismo, en la barra, pero no la folles. Se sepa que estás esperando para una ocasión especial.
El ojiverde se sonrojó, y el sudor se desató sobre todo su cuerpo.
—Jesús—Santana se quejó—Tendrás que buscar la forma de engañarla—recurrió a la castaña—¿Me puedes traer una toalla?
—Claro.
—Me acabará matando antes de que esto termine—Quincy dijo cuándo su novia entró en el cuarto de baño.
—Ella estará bien—le contestó—Simplemente recuerda quién eres, y por qué estás ahí. Haz lo que necesites hacer, y luego lo dejas ahí.
La castaña volvió con una toalla en la mano, sin dar señales de haber escuchado a Santana, pero su fiera expresión se había mitigado.
—Sería un poco agradable si todos ustedes los protegen y no termina de nuevo herida.
—Rach—Quincy comenzó a protestar.
—Estará bien. Estaremos grabando todo lo que ocurra de ahora en adelante—Santana presionó la última tira de adhesivo, y reacomodó la venda sobre el pecho, enrollándola, alisando las arrugas con su mano—Mete la camisa—esperó hasta que lo hizo y luego caminó alrededor de él, estudiando su parte de atrás críticamente—Bien. No se notará. Simplemente mantén las manos de ella fuera de ahí.
—No creo que vaya a llevar sus manos ahí—Rachel comentó.
El rubio gimió suavemente y le dio a su novia una mirada implorante. Una cierta expresión de diversión pasó por la cara de la pelinegra mientras le tocaba el hombro.
—Kitty está abajo en el coche. Comprobaremos que la trasmisión funcione. Te esperaré ahí.
—Sí, señora—Quincy dijo con absoluta certeza—Iré poniéndome la pistolera en el tobillo.
La morena inclinó la cabeza asintiendo.
—Bien. Eso es algo que un tipo como Quincy podría hacer, así que si alguien lo nota, simplemente di que alguna vez tuviste algún problema y que ahora siempre estás preparado—llegando a la puerta continuó—Si no nos avisas entenderemos que no tienes problemas. Recuerda, todo lo que queremos esta noche es que restablezcas contacto con Irina y que la convenzas de que quieres pasar más tiempo con ella, pero en su casa. De momento no hay necesidad de nada más. Una vez dentro deberías fijarte en los guardas, su posición, el número. Debemos haceros una idea de lo que nos podemos encontrar—con la mirada fija en el ojiverde continuó—Tu trabajo es inteligencia. Serás nuestros ojos, ¿entiendes?
—Sí, señora.
*****
Quincy tuvo presentimiento de que alguien le observaba.
Dejó su bebida en la parte superior de la barra y se bajó del taburete. Tomándose su tiempo, se dirigió hacia el pasillo que llevaba a la parte trasera donde estaban los cuartos de baño y cualquier cosa que pudiera estar escondida en los intestinos del edificio.
Ella estaba ahí, dentro en las sombras.
—Hola—Quincy dijo, apoyando un hombro contra la pared.
Al final del pasillo se podrí ver un cartel de neón que indicaba “salida”
A pesar de saber que había más cuartos oscuros alrededor, sintió como si estuvieran solos.
—Hola—Irina ronroneó, colocando la palma de su palma en el centro del pecho de él, mientras se apoyaba para besarlo ligeramente en la boca.
El rubio deslizó un brazo alrededor de su cintura y la atrajo contra él. Esta noche ella llevaba puestos una especie de pantalones flojos de color rojo oscuro, que marcaban su voluptuoso cuerpo, y una blusa que era más una realidad que un indicio de lo que quería mostrar.
La blusa era tan baja, que podía ver las tiras del sujetados que contenía sus pechos y el matiz oscuro de sus pezones. Cuando ella se movió sobre él, dividió sus muslos y se reacomodó en su entrepierna contra el pene de él, encajonado en el tejido de los vaqueros pulcramente anidado entre sus piernas.
Esta vez, estaba preparado para la oleada repentina de presión, y cuando chocó su pelvis en ella, que fue Irina la que se quedó sin aliento.
—Le dije que estaría aquí. Me alegro de volver a verte.
Ella le acarició la mandíbula.
—Siempre estoy aquí.
Por un segundo, el rubio consideró preguntarle, tratar de sacarle algo de información sobre las chicas, pero entonces se dio cuenta de que si hacía preguntar ella podría darse cuenta. Él no podía permitirse el lujo de que ella sospechara.
En lugar de eso, él acarició con la nariz su cuello, y deslizó su boca sobre su oreja.
—Debería llevarme a tu casa, en alguna ocasión.
Riéndose, ella inclinó la cabeza y él le lamió el cuello.
—No hasta que todos los niñitos se hayan ido a casa felices.
Mientras él deslizaba su lengua por su garganta, llevó sus manos hacia su culo y la presionó contra su entrepierna.
—¿Es que son más importantes que yo?
—Eres muy curioso—ella respiraba con dificultad. Lo volvió a besar de nuevo, haciéndole caricias con la lengua, a lo largo de la superficie interior de sus labios, entrando y saliendo rápidamente de su boca, acabando por morderle el labio inferior—Quincy. Sabes muy bien.
—Me haces sentir tan bien—mientras hablaban, el rubio se dio cuenta del transmisor, en su parte trasera, e intentó no pensar en que su teniente y Kitty estaban escuchando la conversación. Se alegró, al menos, de que Mike no estuviera escuchando—Quiero hacerte sentir de todo.
—No sé por qué—Irina dijo mientras llevaba una mano en medio de ambos, y ahuecaba la hinchazón sobre los pantalones vaqueros del rubio—. Pero creo que tú...
—Tal vez—Quincy intervino, intentando ignorar la reacción de su cuerpo.
Le acarició suavemente un pezón erecto, a través de la fina tela, viendo la reacción de ella en sus ojos. Cuando él cómo ella abría los ojos, atrapó el pezón con los dedos y lo estrujó. Ella gimió, y él apretó otra vez.
—Pero recuerda lo que te dije anoche. Quiero hacer que te corras.
—Hazlo otra vez—susurró, su voz apremiante y urgente.
Con los ojos medio cerrados, sus caderas rodaron rítmicamente contra él. Cuando agarró el otro pezón, trabajando sobre ambos, a la vez, su corazón empezó a latir con rapidez deseando que aquello continuara.
—Ayer me corrí pensando en ti.
A pesar de intentar mantener el control, se dio cuenta de sus respuestas físicas. Bajo el pene, podía notar su sexo duro y dolorido. Roncamente, dijo:
—Oh sí. Durante toda la noche.
—Yo también imaginé que me follabas—Irina sonrió—Hasta me corrí gritando.
La besó mientras la sujetaba con las manos enmarañadas en su pelo. Su sujetó su cabeza mientras continuaba besándola, hasta que ella se estremeció en sus brazos y él supo que la tenía donde quería. Apartó su cabeza y tomó su respiración.
—Quiero follarte hasta que grites para mí. Pero no aquí. Lléveme a tu casa.
Ella negó con la cabeza. Él la hizo girar contra la pared y deslizó ambos brazos contra de ella. Sujetándola con las manos alrededor de sus muñecas. Empujó su duro pene contra los muslos, moviéndose contra ella, obligándola a abrir las piernas mientras continuaba besándola. Siguió presionando su pene hasta que la oyó lloriquear y se contorsionó bajo él, luego él se separó, echándole hacia atrás.
—Llévame a tu casa así te podré dar lo que quieres.
—¿Qué quiero?—le preguntó con la boca doloridas, los pechos erectos y expuestos bajo la ropa casi transparente. Tomó un aliento bastante trémulo y enfocó sus ojos—Ahí no puedo llevarte. Hay más personas. No puedo.
—Bien, entonces podemos ir a alguna otra parte. Un hotel.
—No. Debo quedarme aquí. No puedo salir.
Él sacudió con fuerza una de su manos y la llevó entre sus piernas, apretando los dedos de ella alrededor de su pene.
—Tócame. Sé que quieres hacerlo—dejó caer su frente sobre la de ella, temblando por intentar mantener el control de su propio cuerpo—Por favor, Irina. Por favor. Por favor.
—Después—Ella susurró urgentemente—Puedes venir después de que los demás se hayan dormido.
—¿Cuándo? ¿Dónde?—sabía que sonaba desesperado, porque realmente lo estaba.
Se obligó a apartar sus manos, porque sabía que si continuaba con aquella estimulación no podría parar.
—Te diré cuándo…—luego se apartó a la fuerza de él—Simplemente quédate aquí.
Quincy se apoyó contra la pared y la observó desaparecer en la oscuridad, al final del pasillo. Inclinando su cabeza cerró los ojos, obligándose a tranquilizarse.
Cuando pensó que podía caminar sin tropezar, regresó a la barra e hizo una señal a Jazmín.
Cinco minutos más tarde, Jazmín se encontraron en el coche, mientras conducían seis calles, en silencio, antes de estacionar en la cuneta.
Un oscuro Ford escord se detuvo detrás de ellos, y Santana se acercó al lado del conductor. Miró con atención, a través de la ventana abierta a Jazmín y a él.
—¿Todo bien?—Santana preguntó, deteniendo su mirada fija en el rubio.
Quien saludó con la cabeza en silencio.
—Bien. Buen trabajo—se dirigiéndose a Jazmín y le dijo—, Llévalo a casa.
*****
Quincy entró en el departamento.
Se abrió paso cuidadosamente dentro de la oscuridad hacia el cuarto de baño, y cerró la puerta detrás de él antes de encender la luz. Se desnudó y lanzó sus ropas en un montón, luego retiró la envoltura del pecho y el arnés con el pene, depositando todo sobre el asiento del inodoro.
A continuación retiró la cinta adhesiva del aparato de escucha y lo amontó con el resto de cosas. Luego se metió bajo la ducha medio fría. Con los ojos cerrado, se lavó el olor de humo y cerveza, y los secretos oscuros de su piel.
Eventualmente se sintió limpia, al menos por fuera. Se secó con una toalla, cepilló sus dientes, y apagó la luz, antes de abrir la puerta.
Se acercó al sofá-cama, cuidadosamente levantó las sábanas y se deslizó dentro. Se tumbó boca arriba, con los ojos mirando al techo. Podía sentir el calor del cuerpo de Rachel, sólo a unos centímetros de ella, pero no la tocó.
Yació ahí, recordando el golpe de Irina, dentro de su boca, el apretujón de sus pechos contra el suyo, su mano jugando entre sus muslos, excitándola más y más. Pensó en las mentiras, y se preguntó qué parte de ello era real y qué parte solo una actuación. Su mente y cuerpo estaban en total confusión y, peor, cociendo a fuego lento deseo, pero no podía tocar a Rachel.
No ahora.
Eso estaría mal.
No se dio cuenta de las lágrimas que corrían por sus mejillas hasta que notó los dedos de la castaña limpiando su rostro.
—Ven cariño—le dijo suavemente, mientras acercaba la cabeza de la rubia sobre su pecho.
—Rach, esta noche, yo...—no pudo continuar hablado ya que no sabía qué decir.
—Está bien, Shh—le besó la frente—No necesito saber lo que has tenido que hacer. Ahora estas aquí, y es lo único que importa.
Se puso de lado y se abrigó alrededor de los brazos de Rachel, llevando un muslo encima del cuerpo de su novia, haciendo un intento por estar lo más cerca posible de ella.
Cerró los ojos y la abrazó fuerte.
—Te quiero.
—Lo sé, cariño, lo sé.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Pd: VOLVIÓ EL FIC "SOBRVIVIENDO" AQUÍ EL LINK: https://gleelatino.forosactivos.net/t22808-fic-sobreviviendo-vuelve#569565
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FanFic Brittana: Justicia IV (Adaptada) Cap 31
Capitulo 31
Lunes, 7:20 a.m., Oficinas de Kitty Seguridad…
Santana le ofreció a Quinn una taza de café.
—Hiciste un muy buen trabajo anoche, Detective.
Estaban solas en la sala de juntas, esperando a Kurt y Kitty para revisar los datos preliminares, que Rachel había obtenido de los vídeos.
La rubia más alta descansó sus caderas contra del mueble mostrador y se quedó con la mirada fija en su café.
—Gracias, Teniente.
—El trabajo clandestino es uno de los trabajos más duros que un policía puede hacer—le dijo apoyándose a su lado. Sorbió su café y miró, a través de las ventanas, el cielo azul frente a ellas—Un policía clandestino es el activo más importante para un equipo como este.
—He intentado hacerlo lo mejor posible.
—Lo sé. Nunca he dudado de ello—Santana se ladeó y estudió el rostro de la joven.
—Quincy es único. Él nos mete en lugares que nadie más podría. Es un añadido muy importante. También sé la presión a la que te estamos sometiendo.
—Es todo tan nuevo—Quinn admitió—Quincy, el trabajo, cómo funcionan juntos. Rachel y yo.
La morena inclinó la cabeza.
—Son muchas cosas para manejar en muy poco tiempo, y lo estás haciendo realmente bien. No te pondría ahí fuera si no confiara en ti. Si no supera que podrás hacer frente a cualquier cosa que surja. Ningún arresto es más importante que mis hombres.
—Simplemente no quiero decepcionarte.
—No podrías. No si te mantienes centrada—tomó otro sorbo de su café—¿Qué tal con Rachel?
La ojiverde se sonrojó.
—Ella está bien—movió su taza de café y la vació. No sabía qué más decir—Creo que entiende lo que hago, que sólo es mi trabajo.
—No me refería al trabajo—le insinuó—Creo que eres más afortunada de lo que piensas.
—No—Quinn dijo suavemente—Sé lo afortunada que soy.
—Si tienes algún problema con el trabajo o en casa, puedes venir recurría a mí, siempre que lo necesites. Lo resolveremos juntas.
—Sí, señora. Gracias, Teniente.
La morena se incorporó cuando vio entrar a Kitty y Kurt.
—Bien, pongámonos manos a la obra—cada uno se sentó en su lugar de siempre, e iniciaron la reunión—Díganme que tienen algo para mí.
El castaño les pasó unas copias impresas a la morena y a la rubia más alta.
—No todo, todavía no. Pero tenemos algunas cosas.
La morena estudió atentamente la lista de fechas, mentalmente contando los intervalos entre ellas.
—El un patrón suelto, pero es un patrón—miró a Kurt y luego a Kitty—¿Podemos conseguir más hoy?
—Rachel está con ello. Creo que podremos conseguir más en un par de horas. Quiero echar un vistazo a los ordenadores centrales de la Autoridad Portuaria—Kitty dijo.
—Haré unas llamadas—Santana contestó—El capitán de ahí abajo está dispuesto a ayudarnos. Creo que ella prefiere manejar esto fuera de los canales habituales. Mike se reunirá esta mañana con ella, así que lo puedes coordinar con él.
La ojiverde más baja inclinó la cabeza asintiendo.
—¿Cuándo vamos a explicar todo esto al Capitán Schuester?—Quinn preguntó.
La morena se encogió de hombros.
—Cuando le pueda llevar un paquete sólido de pruebas y un plan para convencerle de que no necesitamos a los federales en la operación.
—Bien—Kitty masculló.
—En algún momento—Santana continuó, con sus ojos sobre Kitty—Puckerman se involucrará. El contrabando humano internacional, está dentro de las competencias de los federales. Pero antes de que nos quiten el caso, quiero tener al tipo que mató a Hogan y a Cruz.
La rubia más alta intervino.
—Probablemente sea el encargado de la parte dura del crimen organizado. Y seguro que la persona que supervisa el reembarque de las chicas del puerto para llevarlas a su alojamiento, y probablemente sea también el que las proteja de los clientes, en caso de algún tipo de problema.
—Estoy de acuerdo—Santana dio apariencia de estar contenta con el razonamiento de su detective.
—Si nos hacemos con él antes, podremos detenerlo por asesinato de dos policías y el de una joven inocente, pero si interviene Puckerman, lo querrá para hacer algún tipo de trato para llegar a los de arriba, como siempre hacen los federales, y al final nos dejarán sin nada.
—Entonces debemos movernos rápido—Kitty dijo, con los ojos brillando—Necesito ir primero al edificio de las oficinas de la policía, para supervisar a mis chicos nuevos, que están trabajando en el sistema de red. Luego iré a hablar con la autoridad portuaria.
—Creo que Irina se moverá esta noche con Quincy—Santana dijo—Tendremos que organizarnos para que todo esté bien coordinado.
LA rubia más baja sonrió abiertamente.
—Tenemos tiempo de sobra.
La capitana Carla Reiser ofreció a Mike un plato lleno de respondería, mientras se encontraba sentado frente a ella, en un sofá tomándose una taza de café.
Señaló, con su taza en las manos, hacia una pila de hojas impresas delante de Él.
—Éstos son los barcos que más probablemente se ajustan a las fechas que me habéis solicitado.
Mike se fijó en la pila de hojas, canturreando suavemente.
—Veo que has estado ocupada. Necesitaremos saber a dónde fue la mercancía, cuando estos barcos tomaron puerto, y también cuándo y hacia dónde fueron.
—Estoy revisando todo ello en el ordenador.
—¿Cómo si no?—Mike la miró, mientras mordía un enorme bollo cubierto de azúcar glaseado. Él masticó, tragó, y se estremeció favorablemente—Me alegro de que estés compartiendo esta información con nosotros.
Carla tomó un mordisco sano de su bollo cubierto de azúcar glaseado y lo miró atentamente.
—¿Por qué no debería hacerlo?
La miro sonriendo
—La cooperación entre agencias no es algo con lo que nos encontremos de forma habitual.
—Éste es un puerto grande, Detective. Toneladas de mercancía se mueven a través aquí anualmente. Te podría decir que nadie puede seguirle la pista a todo, y realmente sería verdad—levantó la pila de papeles y la dejó caer sobre la mesa delante de ambos, con un golpe—Si hay alguna prueba entre toda esta documentación, que indique que se ha estado realizando cualquier tiempo de clase de contrabando en mi puerto quiero saberlo. Y más, si alguno de mis empleados les está ayudando—sus ojos de chocolate se hicieron aún más oscuros por la furia que sentía de sólo pensarlo—Quiero saber si alguien de los míos está usando mi territorio como su campo de juego personal para enriquecerse.
—Así es como me gusta que sean los policías—Mike dijo mostrando una sonrisa feliz.
—Toda esta información deberá ser revisada haciendo referencias cruzadas. La teniente López me ha dicho que enviará a una experta en informática para ordenar todo esto y atar todos los cabos.
—Esa debe ser Kitty—Mike le aclaró—Si alguien lo puede juntar toda esta información es ella. Necesitará un lugar desde el que trabajar segura, fuera de la vista del personal.
—Podrá usar mi oficina—Carla se levantó—Déjame hacer una excursión rápida, alrededor de los muelles, antes de que ella llegue. Entiendo que nos llevará un tiempo, así que iré a por el almuerzo.
—Nah, déjame que me encargue yo de eso—Mike intervino—Me está gustando trabajar contigo.
—Sí, lo mismo digo—cuando ella alcanzó la puerta, volvió la mirada atrás—Pero el almuerzo está fuera de discusión. Lo traeré yo, esta vez.
El siguió con la mirada, sonriendo abiertamente. Todavía sonreían cuando Kitty entró unos pocos minutos más tarde.
—Por favor dime qué es lo que te hace parecer tan feliz—Kitty dijo saludándolo—Agradezco poder trabajar, por una vez, con una mujer a la que le gusten los penes.
—¿Sí?—la atención de Kitty se desvió hacia el ordenador situado en la mesa de la capital Reiser. Cuando se sentó en su silla giratoria, masculló, como quien no quiere la cosa—He oído que todavía quedan alguna que otra mujer con ese tipo de gustos.
El detective cogió los horarios y manifiestos navieros y le entregó parte de ellos a Kitty.
—Sí, sí. Anda, empecemos con el trabajo.
Pensando en Marley, inclinó la cabeza, con su dedos ya moviéndose a gran velocidad sobre el teclado.
Quinn descansó sus manos sobre los hombros de Rachel, y se dobló para besar su mejilla.
—¿Cómo te está yendo?
La castaña se inclinó hacia atrás y dijo suspirando.
—Casi terminando.
—Vimos el primer video en el que aparece Trudy—Kurt le informó—Deberías echar un vistazo al video.
—¿Por qué?
En silencio, el castaño le puso el video, corriendo la imagen hasta detenerla donde él quería que mirara. La detective se agachó al lado de la castaña descansando una mano en la rodilla de su novia, mientras clavaba los ojos en el monitor.
El trasfondo era genérico: un dormitorio difícil de describir, sin decoración y con apenas luz. Dos mujeres desnudas y un hombre yacían enmarañados conjuntamente sobre unas sábanas arrugadas. Observó con atención cómo las dos mujeres se arrodillaron sobre el hombre. Una de ellas se puso sobre el pene erecto del hombre y la otra sobre su cara. Luego se inclinaron y se besaron. La mujer que se mecía rítmicamente por encima de su boca era Irina.
—Joder—Quinn dijo.
—Parece como si estuviera enseñando a las chicas—Kurt comentó Probablemente ella también empezó de la misma manera.
—Seguro.
—¿Es…?—Rachel preguntó suavemente y miró a su rubia—¿Esa es la mujer?
La rubia intentó buscar las palabras adecuadas, pero sin saber qué decir, respondió:
—Si esa es ella.
La ojimarrón estrechó los ojos estudiando las imágenes.
—Tiene un cuerpo bonito.
—Apágalo, Kurt, ya es suficiente—Quinn dijo de manera concisa. Tomó aliento, mientras luchaba por aclarar su cabeza—¿Podemos usar esto de alguna forma?
—No lo sé—Kurt dijo—Tal vez fue algo circunstancial. Alguna forma de agarrar a las chicas en Ziggies. Por sí mismo, esto es solo un pedazo más de la investigación.
—Sí—Quinn se levantó y trató de liberar la tensión de sus hombros—¿Qué hay sobre lo que Trudy y sus amigos hicieron? ¿Algo sobre lo que estaba investigando Hogan sobre los barcos?
—Si.
—¿Crees que esto será suficiente para que la teniente vaya al capitán Schuester?
—Si Mike y Kitty vuelven con algo concreto del Puerto, creo que sí…
Un músculo en mandíbula de la ojvierde saltó.
—Bien. Estoy lista para acabar con esto.
Cambió de dirección y acercó a mirar por las ventanas hacia la parte alta del río.
Apoyó las manos contra el marco de las ventanas y se quedó con la mirada fija, sin ver realmente nada, ni los barcos, el agua ni el puente.
Recordó las caras de las mujeres cuando habían sido captadas por las cámaras. No mostraban ningún tipo de expresión. Apenas se movió cuando sintió que los brazos de la castaña la rodeaban desde atrás.
Sabía que el toque de su novia la fortalecía más que cualquier palabra que le pudiera decir.
—¿En qué piensas?—le preguntó, descansando su mejilla sobre un hombro de Quinn.
—Pensaba que no soy mejor que el tipo de ese video. La única diferencia es que yo la estoy utilizando en nombre de la justicia, y por ello me creo que soy mejor—su tono era amargado, su cuerpo tieso e inquebrantable.
—No es cierto, no te pareces nada a ese tipo—le dijo. Estaba de pie, de puntillas, y le besó la parte trasera del cuello su rubia mientras cruzaba sus brazos por la cintura—Porque ese tipo nunca ha pensado ni un minuto en esas chicas, y tú te estás sintiendo mal por algo de lo que no eres responsable. Eres mucho mejor que eso. Eres la mejor persona que he conocido en toda mi vida, novata.
—La teniente me dijo esta mañana lo importante que es ser un policía infiltrado, y lo bien que lo estaba haciendo—su voz vaciló—No estoy segura de poder hacerlo.
Movió sus caderas obligando a su ojiverde a girarse para tenerla de frente. Llevó las manos a su pecho.
—Deja de castigarte. ¿Qué es lo que realmente te preocupa? ¿Mentir a Irina o mentirte a ti misma?
La más alta frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando?
—¿Qué sientes acerca de ello?—le preguntó lentamente, como si le hablara a un niño.
—¿Te sientes mal porque esa tal Irina, a la que estás utilizando, no sabe que eres policía o porque en el fondo quieres follartela?
—Me siento mal por eso, por hacerte daño a ti y a ella—Quinn dijo quedamente—, Pero no me la quiero follar.
Llevó sus dedos a los labios de su rubia y la besó dulcemente en la boca.
—Sé que estas sufriendo, sino no serías tú, pero no quiero que te preocupes por mí.
A pesar de sí misma, la ojiverde le sonrió.
—No quiero que pienses que ella me importa, no modo en que tú lo haces.
Solemnemente, la castaña negó con la cabeza.
—Uh-uh—movió su mano sobre corazón de su ojiverde—Lo único que me importa es lo que hay en tu interior. Es una de las cosas que amo eso de ti.
A más alta la acercó en un abrazo, levantándola del suelo. La besó, sujetándola en el aire, perdiéndose en aquel beso. Sólo cuando la castaña la agarró del pelo para echar atrás su cabeza, tomó conciencia de dónde estaban.
—Jesús, cariño, basta ya—le ordenó—Estamos trabajando aquí.
La ojiverde la bajó al suelo pero sin deshacer el abrazo, dejando sus brazos sobre la cintura de su castaña.
—Te quiero. Siempre sabes cómo hacerme sentir bien.
La más baja sonrió.
—Yo también te quiero, novata.
—¿Crees que podremos mantener a Puckerman al margen de esto?—Mike le preguntó a Santana cuando salían del ascensor.
—No estoy del todo segura. Espero que todo esto sea suficiente.
—¿Crees que deberíamos esperar a hablar con el capitán Schuester?
Negó con la cabeza, mientras se acercasen a las oficinas de la comisaría.
—Necesitamos tener de nuevo, esta noche, a Quincy en Ziggie o si no Irina empezará a sospechar. No creo que ella espera otra cosa que pasar un buen rato a solas con Quincy, pero no quiero arriesgarme. Tenemos que avisar a Schuester por si necesitamos respaldo. No podemos arriesgarnos a poner a Quincy en peligro.
—¿Cuándo vas a dejarme escuchar esa cinta de ayer por la noche?—Mike pidió por décima vez.
—Estás empezando a molestarme mucho, Mike—le avisó.
—Si me hubieras dejado está contigo de vigilancia en el coche, en vez de Kitty, no te lo estaría pidiendo—su tono se volvió triste—Apuesto a que el niño es muy refinado.
La morena se paró repentinamente delante de la puerta de la oficina de Schuester.
—Mike, ¿lo que está tratando de decirme es que quieres aprender algo de él?
—¿Pero te has fijado con cómo lo mira Rachel? ¿Parece como si fuera un perro muerto de hambre que florece cuento lo mira?
—Te estás pasando—negó con la cabeza y llamó a la puerta del capitán—Fin de la conversación.
—De todos modos—Mike continuó hablando mientras entraba en la oficina de su capitán—Solo quería saber si habían hablado de algo importante.
Luego el sonido de la voz profunda de Schuester dominó su atención, cuando la puerta se cerró tras ellos.
—Hiciste un muy buen trabajo anoche, Detective.
Estaban solas en la sala de juntas, esperando a Kurt y Kitty para revisar los datos preliminares, que Rachel había obtenido de los vídeos.
La rubia más alta descansó sus caderas contra del mueble mostrador y se quedó con la mirada fija en su café.
—Gracias, Teniente.
—El trabajo clandestino es uno de los trabajos más duros que un policía puede hacer—le dijo apoyándose a su lado. Sorbió su café y miró, a través de las ventanas, el cielo azul frente a ellas—Un policía clandestino es el activo más importante para un equipo como este.
—He intentado hacerlo lo mejor posible.
—Lo sé. Nunca he dudado de ello—Santana se ladeó y estudió el rostro de la joven.
—Quincy es único. Él nos mete en lugares que nadie más podría. Es un añadido muy importante. También sé la presión a la que te estamos sometiendo.
—Es todo tan nuevo—Quinn admitió—Quincy, el trabajo, cómo funcionan juntos. Rachel y yo.
La morena inclinó la cabeza.
—Son muchas cosas para manejar en muy poco tiempo, y lo estás haciendo realmente bien. No te pondría ahí fuera si no confiara en ti. Si no supera que podrás hacer frente a cualquier cosa que surja. Ningún arresto es más importante que mis hombres.
—Simplemente no quiero decepcionarte.
—No podrías. No si te mantienes centrada—tomó otro sorbo de su café—¿Qué tal con Rachel?
La ojiverde se sonrojó.
—Ella está bien—movió su taza de café y la vació. No sabía qué más decir—Creo que entiende lo que hago, que sólo es mi trabajo.
—No me refería al trabajo—le insinuó—Creo que eres más afortunada de lo que piensas.
—No—Quinn dijo suavemente—Sé lo afortunada que soy.
—Si tienes algún problema con el trabajo o en casa, puedes venir recurría a mí, siempre que lo necesites. Lo resolveremos juntas.
—Sí, señora. Gracias, Teniente.
La morena se incorporó cuando vio entrar a Kitty y Kurt.
—Bien, pongámonos manos a la obra—cada uno se sentó en su lugar de siempre, e iniciaron la reunión—Díganme que tienen algo para mí.
El castaño les pasó unas copias impresas a la morena y a la rubia más alta.
—No todo, todavía no. Pero tenemos algunas cosas.
La morena estudió atentamente la lista de fechas, mentalmente contando los intervalos entre ellas.
—El un patrón suelto, pero es un patrón—miró a Kurt y luego a Kitty—¿Podemos conseguir más hoy?
—Rachel está con ello. Creo que podremos conseguir más en un par de horas. Quiero echar un vistazo a los ordenadores centrales de la Autoridad Portuaria—Kitty dijo.
—Haré unas llamadas—Santana contestó—El capitán de ahí abajo está dispuesto a ayudarnos. Creo que ella prefiere manejar esto fuera de los canales habituales. Mike se reunirá esta mañana con ella, así que lo puedes coordinar con él.
La ojiverde más baja inclinó la cabeza asintiendo.
—¿Cuándo vamos a explicar todo esto al Capitán Schuester?—Quinn preguntó.
La morena se encogió de hombros.
—Cuando le pueda llevar un paquete sólido de pruebas y un plan para convencerle de que no necesitamos a los federales en la operación.
—Bien—Kitty masculló.
—En algún momento—Santana continuó, con sus ojos sobre Kitty—Puckerman se involucrará. El contrabando humano internacional, está dentro de las competencias de los federales. Pero antes de que nos quiten el caso, quiero tener al tipo que mató a Hogan y a Cruz.
La rubia más alta intervino.
—Probablemente sea el encargado de la parte dura del crimen organizado. Y seguro que la persona que supervisa el reembarque de las chicas del puerto para llevarlas a su alojamiento, y probablemente sea también el que las proteja de los clientes, en caso de algún tipo de problema.
—Estoy de acuerdo—Santana dio apariencia de estar contenta con el razonamiento de su detective.
—Si nos hacemos con él antes, podremos detenerlo por asesinato de dos policías y el de una joven inocente, pero si interviene Puckerman, lo querrá para hacer algún tipo de trato para llegar a los de arriba, como siempre hacen los federales, y al final nos dejarán sin nada.
—Entonces debemos movernos rápido—Kitty dijo, con los ojos brillando—Necesito ir primero al edificio de las oficinas de la policía, para supervisar a mis chicos nuevos, que están trabajando en el sistema de red. Luego iré a hablar con la autoridad portuaria.
—Creo que Irina se moverá esta noche con Quincy—Santana dijo—Tendremos que organizarnos para que todo esté bien coordinado.
LA rubia más baja sonrió abiertamente.
—Tenemos tiempo de sobra.
Lunes, 8:45 a.m; El Puerto de Filadelfia…
La capitana Carla Reiser ofreció a Mike un plato lleno de respondería, mientras se encontraba sentado frente a ella, en un sofá tomándose una taza de café.
Señaló, con su taza en las manos, hacia una pila de hojas impresas delante de Él.
—Éstos son los barcos que más probablemente se ajustan a las fechas que me habéis solicitado.
Mike se fijó en la pila de hojas, canturreando suavemente.
—Veo que has estado ocupada. Necesitaremos saber a dónde fue la mercancía, cuando estos barcos tomaron puerto, y también cuándo y hacia dónde fueron.
—Estoy revisando todo ello en el ordenador.
—¿Cómo si no?—Mike la miró, mientras mordía un enorme bollo cubierto de azúcar glaseado. Él masticó, tragó, y se estremeció favorablemente—Me alegro de que estés compartiendo esta información con nosotros.
Carla tomó un mordisco sano de su bollo cubierto de azúcar glaseado y lo miró atentamente.
—¿Por qué no debería hacerlo?
La miro sonriendo
—La cooperación entre agencias no es algo con lo que nos encontremos de forma habitual.
—Éste es un puerto grande, Detective. Toneladas de mercancía se mueven a través aquí anualmente. Te podría decir que nadie puede seguirle la pista a todo, y realmente sería verdad—levantó la pila de papeles y la dejó caer sobre la mesa delante de ambos, con un golpe—Si hay alguna prueba entre toda esta documentación, que indique que se ha estado realizando cualquier tiempo de clase de contrabando en mi puerto quiero saberlo. Y más, si alguno de mis empleados les está ayudando—sus ojos de chocolate se hicieron aún más oscuros por la furia que sentía de sólo pensarlo—Quiero saber si alguien de los míos está usando mi territorio como su campo de juego personal para enriquecerse.
—Así es como me gusta que sean los policías—Mike dijo mostrando una sonrisa feliz.
—Toda esta información deberá ser revisada haciendo referencias cruzadas. La teniente López me ha dicho que enviará a una experta en informática para ordenar todo esto y atar todos los cabos.
—Esa debe ser Kitty—Mike le aclaró—Si alguien lo puede juntar toda esta información es ella. Necesitará un lugar desde el que trabajar segura, fuera de la vista del personal.
—Podrá usar mi oficina—Carla se levantó—Déjame hacer una excursión rápida, alrededor de los muelles, antes de que ella llegue. Entiendo que nos llevará un tiempo, así que iré a por el almuerzo.
—Nah, déjame que me encargue yo de eso—Mike intervino—Me está gustando trabajar contigo.
—Sí, lo mismo digo—cuando ella alcanzó la puerta, volvió la mirada atrás—Pero el almuerzo está fuera de discusión. Lo traeré yo, esta vez.
El siguió con la mirada, sonriendo abiertamente. Todavía sonreían cuando Kitty entró unos pocos minutos más tarde.
—Por favor dime qué es lo que te hace parecer tan feliz—Kitty dijo saludándolo—Agradezco poder trabajar, por una vez, con una mujer a la que le gusten los penes.
—¿Sí?—la atención de Kitty se desvió hacia el ordenador situado en la mesa de la capital Reiser. Cuando se sentó en su silla giratoria, masculló, como quien no quiere la cosa—He oído que todavía quedan alguna que otra mujer con ese tipo de gustos.
El detective cogió los horarios y manifiestos navieros y le entregó parte de ellos a Kitty.
—Sí, sí. Anda, empecemos con el trabajo.
Pensando en Marley, inclinó la cabeza, con su dedos ya moviéndose a gran velocidad sobre el teclado.
Lunes, 1:00 p.m., Kitty Security…
Quinn descansó sus manos sobre los hombros de Rachel, y se dobló para besar su mejilla.
—¿Cómo te está yendo?
La castaña se inclinó hacia atrás y dijo suspirando.
—Casi terminando.
—Vimos el primer video en el que aparece Trudy—Kurt le informó—Deberías echar un vistazo al video.
—¿Por qué?
En silencio, el castaño le puso el video, corriendo la imagen hasta detenerla donde él quería que mirara. La detective se agachó al lado de la castaña descansando una mano en la rodilla de su novia, mientras clavaba los ojos en el monitor.
El trasfondo era genérico: un dormitorio difícil de describir, sin decoración y con apenas luz. Dos mujeres desnudas y un hombre yacían enmarañados conjuntamente sobre unas sábanas arrugadas. Observó con atención cómo las dos mujeres se arrodillaron sobre el hombre. Una de ellas se puso sobre el pene erecto del hombre y la otra sobre su cara. Luego se inclinaron y se besaron. La mujer que se mecía rítmicamente por encima de su boca era Irina.
—Joder—Quinn dijo.
—Parece como si estuviera enseñando a las chicas—Kurt comentó Probablemente ella también empezó de la misma manera.
—Seguro.
—¿Es…?—Rachel preguntó suavemente y miró a su rubia—¿Esa es la mujer?
La rubia intentó buscar las palabras adecuadas, pero sin saber qué decir, respondió:
—Si esa es ella.
La ojimarrón estrechó los ojos estudiando las imágenes.
—Tiene un cuerpo bonito.
—Apágalo, Kurt, ya es suficiente—Quinn dijo de manera concisa. Tomó aliento, mientras luchaba por aclarar su cabeza—¿Podemos usar esto de alguna forma?
—No lo sé—Kurt dijo—Tal vez fue algo circunstancial. Alguna forma de agarrar a las chicas en Ziggies. Por sí mismo, esto es solo un pedazo más de la investigación.
—Sí—Quinn se levantó y trató de liberar la tensión de sus hombros—¿Qué hay sobre lo que Trudy y sus amigos hicieron? ¿Algo sobre lo que estaba investigando Hogan sobre los barcos?
—Si.
—¿Crees que esto será suficiente para que la teniente vaya al capitán Schuester?
—Si Mike y Kitty vuelven con algo concreto del Puerto, creo que sí…
Un músculo en mandíbula de la ojvierde saltó.
—Bien. Estoy lista para acabar con esto.
Cambió de dirección y acercó a mirar por las ventanas hacia la parte alta del río.
Apoyó las manos contra el marco de las ventanas y se quedó con la mirada fija, sin ver realmente nada, ni los barcos, el agua ni el puente.
Recordó las caras de las mujeres cuando habían sido captadas por las cámaras. No mostraban ningún tipo de expresión. Apenas se movió cuando sintió que los brazos de la castaña la rodeaban desde atrás.
Sabía que el toque de su novia la fortalecía más que cualquier palabra que le pudiera decir.
—¿En qué piensas?—le preguntó, descansando su mejilla sobre un hombro de Quinn.
—Pensaba que no soy mejor que el tipo de ese video. La única diferencia es que yo la estoy utilizando en nombre de la justicia, y por ello me creo que soy mejor—su tono era amargado, su cuerpo tieso e inquebrantable.
—No es cierto, no te pareces nada a ese tipo—le dijo. Estaba de pie, de puntillas, y le besó la parte trasera del cuello su rubia mientras cruzaba sus brazos por la cintura—Porque ese tipo nunca ha pensado ni un minuto en esas chicas, y tú te estás sintiendo mal por algo de lo que no eres responsable. Eres mucho mejor que eso. Eres la mejor persona que he conocido en toda mi vida, novata.
—La teniente me dijo esta mañana lo importante que es ser un policía infiltrado, y lo bien que lo estaba haciendo—su voz vaciló—No estoy segura de poder hacerlo.
Movió sus caderas obligando a su ojiverde a girarse para tenerla de frente. Llevó las manos a su pecho.
—Deja de castigarte. ¿Qué es lo que realmente te preocupa? ¿Mentir a Irina o mentirte a ti misma?
La más alta frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando?
—¿Qué sientes acerca de ello?—le preguntó lentamente, como si le hablara a un niño.
—¿Te sientes mal porque esa tal Irina, a la que estás utilizando, no sabe que eres policía o porque en el fondo quieres follartela?
—Me siento mal por eso, por hacerte daño a ti y a ella—Quinn dijo quedamente—, Pero no me la quiero follar.
Llevó sus dedos a los labios de su rubia y la besó dulcemente en la boca.
—Sé que estas sufriendo, sino no serías tú, pero no quiero que te preocupes por mí.
A pesar de sí misma, la ojiverde le sonrió.
—No quiero que pienses que ella me importa, no modo en que tú lo haces.
Solemnemente, la castaña negó con la cabeza.
—Uh-uh—movió su mano sobre corazón de su ojiverde—Lo único que me importa es lo que hay en tu interior. Es una de las cosas que amo eso de ti.
A más alta la acercó en un abrazo, levantándola del suelo. La besó, sujetándola en el aire, perdiéndose en aquel beso. Sólo cuando la castaña la agarró del pelo para echar atrás su cabeza, tomó conciencia de dónde estaban.
—Jesús, cariño, basta ya—le ordenó—Estamos trabajando aquí.
La ojiverde la bajó al suelo pero sin deshacer el abrazo, dejando sus brazos sobre la cintura de su castaña.
—Te quiero. Siempre sabes cómo hacerme sentir bien.
La más baja sonrió.
—Yo también te quiero, novata.
Lunes, 5:20 p.m., Vigile Plaza…
—¿Crees que podremos mantener a Puckerman al margen de esto?—Mike le preguntó a Santana cuando salían del ascensor.
—No estoy del todo segura. Espero que todo esto sea suficiente.
—¿Crees que deberíamos esperar a hablar con el capitán Schuester?
Negó con la cabeza, mientras se acercasen a las oficinas de la comisaría.
—Necesitamos tener de nuevo, esta noche, a Quincy en Ziggie o si no Irina empezará a sospechar. No creo que ella espera otra cosa que pasar un buen rato a solas con Quincy, pero no quiero arriesgarme. Tenemos que avisar a Schuester por si necesitamos respaldo. No podemos arriesgarnos a poner a Quincy en peligro.
—¿Cuándo vas a dejarme escuchar esa cinta de ayer por la noche?—Mike pidió por décima vez.
—Estás empezando a molestarme mucho, Mike—le avisó.
—Si me hubieras dejado está contigo de vigilancia en el coche, en vez de Kitty, no te lo estaría pidiendo—su tono se volvió triste—Apuesto a que el niño es muy refinado.
La morena se paró repentinamente delante de la puerta de la oficina de Schuester.
—Mike, ¿lo que está tratando de decirme es que quieres aprender algo de él?
—¿Pero te has fijado con cómo lo mira Rachel? ¿Parece como si fuera un perro muerto de hambre que florece cuento lo mira?
—Te estás pasando—negó con la cabeza y llamó a la puerta del capitán—Fin de la conversación.
—De todos modos—Mike continuó hablando mientras entraba en la oficina de su capitán—Solo quería saber si habían hablado de algo importante.
Luego el sonido de la voz profunda de Schuester dominó su atención, cuando la puerta se cerró tras ellos.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia IV (Adaptada) Cap 32
Capitulo 32
Lunes, 6:40 p.m., El Hospital Universitario…
—Bueno bien—Brittany dijo, desacelerando cuando se acercó a Santana, que estaba apoyó contra una columna en el vestíbulo del hospital—Qué sorpresa tan agradable.
La morena se alejó de la columna y la besó en la mejilla.
—¿Has terminado por hoy aquí?
Llevó su brazo a través de los de su morena cambiando de dirección, saliendo del hospital.
—Tengo que ver algunos pacientes esta tarde. ¿Y tú estás trabajas?
—Sí, tengo que trabajar más tarde. He pensado que podíamos ir a comer algo, a menos que quieras comida para llevar a casa.
—Comamos algo rápido, y luego me cuentas a qué se debe esta grata visita.
—¿No puedes pensar que te he echado de menos y que sólo quiero verte?
Sonrió suavemente.
—Oh, con toda seguridad lo es. Cualquier razón por la que quieras verme es perfecta para mí—apretó el agarre—Pero contigo siempre hay una razón.
Su morena dejó escapar un suspiro.
—No sé cómo has llegado a conocerme tan bien.
En la acera delante del hospital, se detuvo para mirar a su amante y la besó rápidamente en los labios.
—Oh, cariño. Esto es lo que pasa cuando quieres a alguien.
—Y eso me gusta, estás haciendo un buen trabajo en ese aspecto. Pero…—la voz de Santana sonaba verdaderamente preocupada—Muchas veces no tengo ni idea de cómo mostrarte cuanto te quiero.
—No tienes que preocuparte de eso. Sé lo mucho que me quieres.
—Suerte para mí—Santana masculló.
Viendo su cara de preocupación, intentó cambiar de conversación:
—¿Bueno qué tal algo pecaminoso como unas costillas y patata fritas a la francesa?
—Me parece perfecto—Santana dijo sonriendo—Eso es algo que puedo hacer.
Quince minutos más tarde estaban sentadas entre un montículo de nachos supremos, una cerveza para Brittany y un café para Santana.
La rubia comió ruidosamente un nacho y estudió a su amante.
—¿Qué pasa esta noche?
—Volvemos otra vez a Ziggie—le respondió después de vacilar guante uno segundos—Tenemos una buena posibilidad de que Quincy sea invitado a una casa donde tienen a las chicas retenidas. Si lo consigue, los tendremos.
—¿Eso es lo que querías no?—su corazón se aceleró ante la ansiedad repentina.
Sabía, sin necesidad de que nadie se lo indicara, que asaltar un lugar donde tenían retenidas ilegalmente a chicas para practicas sexo u otros propósitos prácticos, sería muy peligroso ya que estaría custodiado por hombres que no dudarían en disparar contra la policía.
—Sí, pero la operación es más grande que sólo el piso donde están las chicas retenidas. Una vez que entremos en la casa, estaremos expuestos. Pondremos a las chicas en peligro. Todos los implicados en intentarán correr para cubrirse, incluyendo los del puerto que les deben estar ayudando.
—Ya veo. Necesita coordinar todos esos arrestos.
La morena suspiró.
—Desafortunadamente, necesitamos coordinarlo con los federales. Es la única forma de poder rodear el puerto.
—Y eso quiere decir a Puckerman.
—Sí.
—¿Ya lo sabe?
—No, pero Will ha programado una reunión a las nueve con Puckerman—sorbió su café e hizo una mueca—Estoy esperando información de Kitty. Lleva casi todo el día en el puerto investigando. He hablado con ella, antes de venir a buscarte, me ha dicho que lo tiene ya casi todo atado.
La rubia se incorporó sobre la mesa y cubrió con su mano, la mano de su morena.
—Sé cuánto necesitas poner fin a este abuso de las chicas, y atrapar al hombre que mató a Jeff.
La pelinegra entrelazó sus dedos con los de su amante.
—Es mi trabajo. Es para lo que me pagan—tomó un soplo de aliento—Y sí, es cierto, también es personal, esta vez.
Le sonrió.
—Pero no puedo dejar que mis sentimientos por Jeff anulen mi juicio. No puedo poner en riesgo la vida de Quinn. Ella es mi prioridad esta noche.
No dijo nada. Se quedó esperando.
—Y no me voy a hacer el héroe—le hizo esa concesión y le besó la mano—No voy a dejar que me ocurra nada. Lo prometo.
Brittany dijo suavemente.
—Lo sé. Solo quiero que recuerdes que te necesito en mi vida.
Las puertas del ascensor se abrieron silenciosamente, y la castña entró en el loft.
Directamente se dirigió a su habitación, cuando vio a su rubia tumbada en uno de los sofás. Era una vista tan inusual, que simplemente aguantó y se quedó mirando.
No había duda que estaba dormida. Cuidadosamente, colocó su maletín sobre el suelo y se acercó de puntillas. Se arrodilló al lado del sofá, y le acarició la frente, retirando parte de un mechón de pelo que le cubría la cara. Luego se inclinó y le besó suavemente en los labios.
—Mmm, qué gusto— Kitty se quejó, todavía con los ojos cerrados, mientras empezaba a desperezarse. Llevó sus manos a la parte trasera de la cabeza de su amante, y le devolvió el beso, antes de abrir los ojos—Hola.
—Hola—Marley dijo suavemente. Apoyó su codo sobre el sofá y sostenido su barbilla en su palma, le acarició la mejilla con la mano libre—¿Por qué no me has llamado para decirme que estabas en casa? No he te visto desde hace mucho tiempo.
—No sabía cuánto tiempo tendría que estar fuera—le explicó—He estado demasiadas horas delante del ordenador, pero ya tengo lo que necesitábamos. Simplemente necesitaba descansar un poco.
Se levantó, e indicó a su rubia que se incorporada. Le hizo sitio en el sofá y se acostó junto a ella, deslizándose en su regazo. Le acarició el pelo y le confesó:
—De verdad estoy bien. Créeme no quiero terminar agotada en la cama—se rió suavemente—Bueno, al menos no por tener dolor de cabeza.
La ojiverde volvió a sonreír abiertamente y restregó su mejilla contra el pecho de su amante.
—Si tuviera un poco más de tiempo, te llevaría a la cama sin sutilezas.
—Cariño, puedes estar segura que nunca querré sutilezas cuando haga el amor contigo—deslizó su mano por el cuerpo de su rubia, bajando por su pecho hasta descansar su mano en la pretina de los pantalones.
Ésta gimió.
—Tengo que trabajar esta noche.
Continuó.
—¿Vigilancia otra vez?
—Sí. Más una reunión en comisaría en una hora. Sólo necesitaba verte un rato—volvió a sonreír—Pero no pretendía quedarme dormida.
—No—Marley se quejó, manteniendo su mano sobre el estómago de su amante.
—Es todo tan inusual. ¿Estás bien? No quiero que te preocupes por mí—le susurró Kitty.
—No me pidas cosas imposibles—Marley dijo con voz suave. Se volvió a inclinar y la besó otra vez—Necesitas descansar.
La ojiverde podía sentir su fatiga.
—No me digas. Estos tipos estaban jugando un juego bastante ingenioso, moviendo contenedores de un lugar a otro, y convenientemente olvidando registrar, en el sistema, esos nuevos destinos. Se están saltando las inspecciones aduaneras. Una vez que las chicas son recogidas y transportadas fuera de los muelles, vuelven a traer los contenedores a su situación original y alteran la documentación almacenada en el ordenador.
—¿Y nadie notó las discrepancias?
La más baja negó con la cabeza.
—No había ninguna razón para revisar esos registros, con tal de que toda esa mercancía llegara a su destino. En los mismos contendores que traen a las chicas, llega la mercancía legítima. Por ello no hay razón de rastrear su contenido, ya que la mercancía siempre llega a su destino. Estos tipos ya cuentan con ello.
—Suena demasiado simple surtir efecto.
—Exactamente—respondió con un indicio de respeto—La forma más simple de estafar es hacerlo de forma desapercibido.
—¿Esta noche acabareis con ello?
Los ojos verdes se oscurecieron y su expresión se endureció.
—Sí, de una forma o de otra.
Atrajo la cabeza de su amante más cerca hacia sus pechos para abrazarla con fuerza. Todo lo que necesitaban decirse ya se lo habían dicho.
Kitty se lo había prometido, y confiaba en ella para conservarlo.
Santana se apoyó unánimemente contra la pared, con los brazos cruzados a través de su pecho, mirando a los demás, a la espera de que la reunión empezara.
Noah Puckerman, frente a ella, se mantenía con las manos holgadamente colocadas en la base de su columna vertebral, con las piernas ligeramente abiertas.
Daba la apariencia de no estar atento al zumbido bajo de la conversación dentro del cuarto, pero no tenía ninguna duda de que era completamente consciente de todo lo que ocurría.
Kitty se sentó en la pequeña mesa de reuniones, con su ordenador portátil, aparentemente absorta en lo que estaba mirando.
No tenía duda de que la ojiverde también, sabía exactamente donde estaba todo el mundo situado y lo que estaban haciendo.
Quinn ocupaba otra silla en la mesa y, con sus piernas estiradas y sus manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros, parecía genuinamente calmada.
Mike, parecía aburrido, pasando sus dedos sobre la mesa.
La puerta se abrió y Will entró. Sin mira a ninguno de los presentes, se dirigió a la cabecera de la mesa. No se sentó, simplemente apoyó sus manos sobre la mesa.
—Teniente empecemos la reunión.
Se enderezó, dándose cuenta que Puckerman se había movido, mirándola fijamente.
Sin hacer caso a su mirada, empezó a explicar detalladamente lo que había averiguado, sin desviar su mirada de su capitán. Acabó diciendo:
—Debemos suponer que tendremos algún tipo de opción cuando lleguemos a la casa donde creemos tienen retenidas a las chicas. No estoy segura de cuántos más implicados puede haber, pero podremos sacar más información cuando los detengamos.
—Si no puedes saberlo—Puckerman dijo suavemente—, Los que puedan avisarán a toda la organización y los perderás.
—Si es así, entre los que detengamos, bien sea los hombres del puerto, guardaespaldas o las chicas, con alguno de ellos podremos llegar a algún tipo de acuerdo a cambio de información—le contestó muy seria.
—Si esperamos más tiempo—Will intervino—, Les estaremos dando tiempo para que se muevan y nos echen por tierra toda la investigación, o se filtre—hizo una mueca—Dios sabe, que últimamente estamos teniendo demasiadas fugas de información.
—Estoy trabajando en ello, capitán—Kitty dijo con garbo.
Will simplemente gruñó.
—Desde el momento en que empezamos a investigar la pornografía por internet.
Santana continuó:
—La organización sabía que podríamos ir a por ellos. No podemos arriesgarnos a esperar más tiempo o perderemos toda la operación. Recomiendo que vayamos ahora.
—Estoy de acuerdo—Will dijo—Haré algunas llamadas.
—Creo que nos olvidamos—Puckerman intervino—, Que nosotros tenemos la jurisdicción para…
—Pueden tener jurisdicción—Santana antagonizó lisamente, intentando mantener la calma—, Sobre algunos aspectos de la investigación, pero no la tiene sobre la casa donde están las chicas, ¿está claro? Si quieres participar y detener a los hombres del puerto serás mi invitado, pero del resto nos encargamos nosotros—ella recurrió al rubio.
—Parece justo—asintió Will mirando a Puckerman—Teniente, ¿por qué no coordinas con Puckerman los detalles? Pediré un equipo de salto por si fuera necesario. Tu dirijas el asalto a la casa, teniente.
—Sí, señor—ella respondió, sin mostrar su triunfo.
Esperó hasta que su capitán salió para hacer las llamas y conseguir las autorizaciones necesarias, antes de volver su atención completamente sobre Puckerman.
—Ahora quiero saber toda la información que Jimmy Hogan consiguió para ti.
—No sabemos mucho—le contestó—Tenemos conocimiento de algún tipo de contrabando de mujeres provenientes del este de Europa y de México, pero no llegó a averiguar ni sus puntos de salida ni sus destinos. Supongo que estaba acercándose demasiado y por eso lo mataron, pero no pudo informarme antes.
—Si nos lo hubieras dicho antes—Kitty intervino seria—, Podríamos haber relacionado todo esto mucho antes.
—Si les lo hubiera contado ahora no estaríamos aquí.
—Bravo—Mike—Bueno déjanos hacer nuestro trabajo, y siguieres te puedes llevar el crédito de ello.
Puckerman sonrió.
—No quiero el crédito, Detective. Sólo quiero una buena fuente de información…
—Bueno bien—Santana dijo—, Tendrás lo que quieres.
—Será esta noche, ¿verdad?—Rachel le preguntó, mientras la observaba colocarse la pistolera en su tobillo, por debajo de los pantalones vaqueros.
—Probablemente.
Llevó las piernas sobre el sofá, rodeándolas con los brazos y apoyando la barbilla sobre las mismas.
—¿Crees que el que mató a Trudy estará ahí?
—La teniente así lo cree—Quinn se sentó al lado de su novia y la rodeó pasando un brazo sobre los hombros—Yo también lo creo. Él tiene que ser uno de los que está participando es la operación, desde abajo. Este tipo sabe quiénes somos.
—¿Crees que él conoce a Quincy?
Apretó su abrazo y la besó en la mejilla.
—No lo sé cariño. Pero es posible.
—Estarás dentro de esa casa sola con ella, Q.
—Rach, yo no…
—No me importa lo que hagas con ella—dijo suavemente, besándole el cuello, y luego en la boca—Sólo no te hagas la héroe. Sal de ahí entera.
—No pienses eso—Quinn se quejó, acariciándola la mejilla, antes de besarla otra vez.
Finalmente se separó y tomó un aliento bastante trémulo. Extendiendo su mano le dijo:
—Bien, vamos. Es la hora de Quincy.
—Bueno bien—Brittany dijo, desacelerando cuando se acercó a Santana, que estaba apoyó contra una columna en el vestíbulo del hospital—Qué sorpresa tan agradable.
La morena se alejó de la columna y la besó en la mejilla.
—¿Has terminado por hoy aquí?
Llevó su brazo a través de los de su morena cambiando de dirección, saliendo del hospital.
—Tengo que ver algunos pacientes esta tarde. ¿Y tú estás trabajas?
—Sí, tengo que trabajar más tarde. He pensado que podíamos ir a comer algo, a menos que quieras comida para llevar a casa.
—Comamos algo rápido, y luego me cuentas a qué se debe esta grata visita.
—¿No puedes pensar que te he echado de menos y que sólo quiero verte?
Sonrió suavemente.
—Oh, con toda seguridad lo es. Cualquier razón por la que quieras verme es perfecta para mí—apretó el agarre—Pero contigo siempre hay una razón.
Su morena dejó escapar un suspiro.
—No sé cómo has llegado a conocerme tan bien.
En la acera delante del hospital, se detuvo para mirar a su amante y la besó rápidamente en los labios.
—Oh, cariño. Esto es lo que pasa cuando quieres a alguien.
—Y eso me gusta, estás haciendo un buen trabajo en ese aspecto. Pero…—la voz de Santana sonaba verdaderamente preocupada—Muchas veces no tengo ni idea de cómo mostrarte cuanto te quiero.
—No tienes que preocuparte de eso. Sé lo mucho que me quieres.
—Suerte para mí—Santana masculló.
Viendo su cara de preocupación, intentó cambiar de conversación:
—¿Bueno qué tal algo pecaminoso como unas costillas y patata fritas a la francesa?
—Me parece perfecto—Santana dijo sonriendo—Eso es algo que puedo hacer.
Quince minutos más tarde estaban sentadas entre un montículo de nachos supremos, una cerveza para Brittany y un café para Santana.
La rubia comió ruidosamente un nacho y estudió a su amante.
—¿Qué pasa esta noche?
—Volvemos otra vez a Ziggie—le respondió después de vacilar guante uno segundos—Tenemos una buena posibilidad de que Quincy sea invitado a una casa donde tienen a las chicas retenidas. Si lo consigue, los tendremos.
—¿Eso es lo que querías no?—su corazón se aceleró ante la ansiedad repentina.
Sabía, sin necesidad de que nadie se lo indicara, que asaltar un lugar donde tenían retenidas ilegalmente a chicas para practicas sexo u otros propósitos prácticos, sería muy peligroso ya que estaría custodiado por hombres que no dudarían en disparar contra la policía.
—Sí, pero la operación es más grande que sólo el piso donde están las chicas retenidas. Una vez que entremos en la casa, estaremos expuestos. Pondremos a las chicas en peligro. Todos los implicados en intentarán correr para cubrirse, incluyendo los del puerto que les deben estar ayudando.
—Ya veo. Necesita coordinar todos esos arrestos.
La morena suspiró.
—Desafortunadamente, necesitamos coordinarlo con los federales. Es la única forma de poder rodear el puerto.
—Y eso quiere decir a Puckerman.
—Sí.
—¿Ya lo sabe?
—No, pero Will ha programado una reunión a las nueve con Puckerman—sorbió su café e hizo una mueca—Estoy esperando información de Kitty. Lleva casi todo el día en el puerto investigando. He hablado con ella, antes de venir a buscarte, me ha dicho que lo tiene ya casi todo atado.
La rubia se incorporó sobre la mesa y cubrió con su mano, la mano de su morena.
—Sé cuánto necesitas poner fin a este abuso de las chicas, y atrapar al hombre que mató a Jeff.
La pelinegra entrelazó sus dedos con los de su amante.
—Es mi trabajo. Es para lo que me pagan—tomó un soplo de aliento—Y sí, es cierto, también es personal, esta vez.
Le sonrió.
—Pero no puedo dejar que mis sentimientos por Jeff anulen mi juicio. No puedo poner en riesgo la vida de Quinn. Ella es mi prioridad esta noche.
No dijo nada. Se quedó esperando.
—Y no me voy a hacer el héroe—le hizo esa concesión y le besó la mano—No voy a dejar que me ocurra nada. Lo prometo.
Brittany dijo suavemente.
—Lo sé. Solo quiero que recuerdes que te necesito en mi vida.
Lunes, 7:45 p.m., Residencia de Kitty y Marley…
Las puertas del ascensor se abrieron silenciosamente, y la castña entró en el loft.
Directamente se dirigió a su habitación, cuando vio a su rubia tumbada en uno de los sofás. Era una vista tan inusual, que simplemente aguantó y se quedó mirando.
No había duda que estaba dormida. Cuidadosamente, colocó su maletín sobre el suelo y se acercó de puntillas. Se arrodilló al lado del sofá, y le acarició la frente, retirando parte de un mechón de pelo que le cubría la cara. Luego se inclinó y le besó suavemente en los labios.
—Mmm, qué gusto— Kitty se quejó, todavía con los ojos cerrados, mientras empezaba a desperezarse. Llevó sus manos a la parte trasera de la cabeza de su amante, y le devolvió el beso, antes de abrir los ojos—Hola.
—Hola—Marley dijo suavemente. Apoyó su codo sobre el sofá y sostenido su barbilla en su palma, le acarició la mejilla con la mano libre—¿Por qué no me has llamado para decirme que estabas en casa? No he te visto desde hace mucho tiempo.
—No sabía cuánto tiempo tendría que estar fuera—le explicó—He estado demasiadas horas delante del ordenador, pero ya tengo lo que necesitábamos. Simplemente necesitaba descansar un poco.
Se levantó, e indicó a su rubia que se incorporada. Le hizo sitio en el sofá y se acostó junto a ella, deslizándose en su regazo. Le acarició el pelo y le confesó:
—De verdad estoy bien. Créeme no quiero terminar agotada en la cama—se rió suavemente—Bueno, al menos no por tener dolor de cabeza.
La ojiverde volvió a sonreír abiertamente y restregó su mejilla contra el pecho de su amante.
—Si tuviera un poco más de tiempo, te llevaría a la cama sin sutilezas.
—Cariño, puedes estar segura que nunca querré sutilezas cuando haga el amor contigo—deslizó su mano por el cuerpo de su rubia, bajando por su pecho hasta descansar su mano en la pretina de los pantalones.
Ésta gimió.
—Tengo que trabajar esta noche.
Continuó.
—¿Vigilancia otra vez?
—Sí. Más una reunión en comisaría en una hora. Sólo necesitaba verte un rato—volvió a sonreír—Pero no pretendía quedarme dormida.
—No—Marley se quejó, manteniendo su mano sobre el estómago de su amante.
—Es todo tan inusual. ¿Estás bien? No quiero que te preocupes por mí—le susurró Kitty.
—No me pidas cosas imposibles—Marley dijo con voz suave. Se volvió a inclinar y la besó otra vez—Necesitas descansar.
La ojiverde podía sentir su fatiga.
—No me digas. Estos tipos estaban jugando un juego bastante ingenioso, moviendo contenedores de un lugar a otro, y convenientemente olvidando registrar, en el sistema, esos nuevos destinos. Se están saltando las inspecciones aduaneras. Una vez que las chicas son recogidas y transportadas fuera de los muelles, vuelven a traer los contenedores a su situación original y alteran la documentación almacenada en el ordenador.
—¿Y nadie notó las discrepancias?
La más baja negó con la cabeza.
—No había ninguna razón para revisar esos registros, con tal de que toda esa mercancía llegara a su destino. En los mismos contendores que traen a las chicas, llega la mercancía legítima. Por ello no hay razón de rastrear su contenido, ya que la mercancía siempre llega a su destino. Estos tipos ya cuentan con ello.
—Suena demasiado simple surtir efecto.
—Exactamente—respondió con un indicio de respeto—La forma más simple de estafar es hacerlo de forma desapercibido.
—¿Esta noche acabareis con ello?
Los ojos verdes se oscurecieron y su expresión se endureció.
—Sí, de una forma o de otra.
Atrajo la cabeza de su amante más cerca hacia sus pechos para abrazarla con fuerza. Todo lo que necesitaban decirse ya se lo habían dicho.
Kitty se lo había prometido, y confiaba en ella para conservarlo.
Lunes, 9:00 p.m., Una Plaza de Policía…
Santana se apoyó unánimemente contra la pared, con los brazos cruzados a través de su pecho, mirando a los demás, a la espera de que la reunión empezara.
Noah Puckerman, frente a ella, se mantenía con las manos holgadamente colocadas en la base de su columna vertebral, con las piernas ligeramente abiertas.
Daba la apariencia de no estar atento al zumbido bajo de la conversación dentro del cuarto, pero no tenía ninguna duda de que era completamente consciente de todo lo que ocurría.
Kitty se sentó en la pequeña mesa de reuniones, con su ordenador portátil, aparentemente absorta en lo que estaba mirando.
No tenía duda de que la ojiverde también, sabía exactamente donde estaba todo el mundo situado y lo que estaban haciendo.
Quinn ocupaba otra silla en la mesa y, con sus piernas estiradas y sus manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros, parecía genuinamente calmada.
Mike, parecía aburrido, pasando sus dedos sobre la mesa.
La puerta se abrió y Will entró. Sin mira a ninguno de los presentes, se dirigió a la cabecera de la mesa. No se sentó, simplemente apoyó sus manos sobre la mesa.
—Teniente empecemos la reunión.
Se enderezó, dándose cuenta que Puckerman se había movido, mirándola fijamente.
Sin hacer caso a su mirada, empezó a explicar detalladamente lo que había averiguado, sin desviar su mirada de su capitán. Acabó diciendo:
—Debemos suponer que tendremos algún tipo de opción cuando lleguemos a la casa donde creemos tienen retenidas a las chicas. No estoy segura de cuántos más implicados puede haber, pero podremos sacar más información cuando los detengamos.
—Si no puedes saberlo—Puckerman dijo suavemente—, Los que puedan avisarán a toda la organización y los perderás.
—Si es así, entre los que detengamos, bien sea los hombres del puerto, guardaespaldas o las chicas, con alguno de ellos podremos llegar a algún tipo de acuerdo a cambio de información—le contestó muy seria.
—Si esperamos más tiempo—Will intervino—, Les estaremos dando tiempo para que se muevan y nos echen por tierra toda la investigación, o se filtre—hizo una mueca—Dios sabe, que últimamente estamos teniendo demasiadas fugas de información.
—Estoy trabajando en ello, capitán—Kitty dijo con garbo.
Will simplemente gruñó.
—Desde el momento en que empezamos a investigar la pornografía por internet.
Santana continuó:
—La organización sabía que podríamos ir a por ellos. No podemos arriesgarnos a esperar más tiempo o perderemos toda la operación. Recomiendo que vayamos ahora.
—Estoy de acuerdo—Will dijo—Haré algunas llamadas.
—Creo que nos olvidamos—Puckerman intervino—, Que nosotros tenemos la jurisdicción para…
—Pueden tener jurisdicción—Santana antagonizó lisamente, intentando mantener la calma—, Sobre algunos aspectos de la investigación, pero no la tiene sobre la casa donde están las chicas, ¿está claro? Si quieres participar y detener a los hombres del puerto serás mi invitado, pero del resto nos encargamos nosotros—ella recurrió al rubio.
—Parece justo—asintió Will mirando a Puckerman—Teniente, ¿por qué no coordinas con Puckerman los detalles? Pediré un equipo de salto por si fuera necesario. Tu dirijas el asalto a la casa, teniente.
—Sí, señor—ella respondió, sin mostrar su triunfo.
Esperó hasta que su capitán salió para hacer las llamas y conseguir las autorizaciones necesarias, antes de volver su atención completamente sobre Puckerman.
—Ahora quiero saber toda la información que Jimmy Hogan consiguió para ti.
—No sabemos mucho—le contestó—Tenemos conocimiento de algún tipo de contrabando de mujeres provenientes del este de Europa y de México, pero no llegó a averiguar ni sus puntos de salida ni sus destinos. Supongo que estaba acercándose demasiado y por eso lo mataron, pero no pudo informarme antes.
—Si nos lo hubieras dicho antes—Kitty intervino seria—, Podríamos haber relacionado todo esto mucho antes.
—Si les lo hubiera contado ahora no estaríamos aquí.
—Bravo—Mike—Bueno déjanos hacer nuestro trabajo, y siguieres te puedes llevar el crédito de ello.
Puckerman sonrió.
—No quiero el crédito, Detective. Sólo quiero una buena fuente de información…
—Bueno bien—Santana dijo—, Tendrás lo que quieres.
Lunes, 11:30 p.m., La Séptima Parte y Fitzpatrick…
—Será esta noche, ¿verdad?—Rachel le preguntó, mientras la observaba colocarse la pistolera en su tobillo, por debajo de los pantalones vaqueros.
—Probablemente.
Llevó las piernas sobre el sofá, rodeándolas con los brazos y apoyando la barbilla sobre las mismas.
—¿Crees que el que mató a Trudy estará ahí?
—La teniente así lo cree—Quinn se sentó al lado de su novia y la rodeó pasando un brazo sobre los hombros—Yo también lo creo. Él tiene que ser uno de los que está participando es la operación, desde abajo. Este tipo sabe quiénes somos.
—¿Crees que él conoce a Quincy?
Apretó su abrazo y la besó en la mejilla.
—No lo sé cariño. Pero es posible.
—Estarás dentro de esa casa sola con ella, Q.
—Rach, yo no…
—No me importa lo que hagas con ella—dijo suavemente, besándole el cuello, y luego en la boca—Sólo no te hagas la héroe. Sal de ahí entera.
—No pienses eso—Quinn se quejó, acariciándola la mejilla, antes de besarla otra vez.
Finalmente se separó y tomó un aliento bastante trémulo. Extendiendo su mano le dijo:
—Bien, vamos. Es la hora de Quincy.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia IV (Adaptada) Cap 33
Capitulo 33
Martes, 1:40 a.m., La Décima Parte y el Arco…
—¿Jesús no puedes ajustar el sonido?—preguntó Santana a Kitty, dentro del coche, en el que estaban de vigilancia.
La rubia notó el tono borde, poco característico, de ansiedad en la voz de la morena, mientras intentaba hacer algunos ajustes en el aparato receptor.
—Probablemente Quincy está cerca de alguna columna o alguna de cemento que interfiere en el sonido.
—Pensé que podrías pasar a través de cualquier cosa con eso. Cristo, necesito saber lo que está ocurriendo cada segundo—miró hacia fuera, a través de la ventana tintada del conductor, hacia la puerta del local.
Había muy poco tráfico, y la calle estaba misteriosamente obscura.
A pesar de que había algunas farolas encendidas, apenas había iluminación, tan sólo se veía el cartel luminoso rojo que anunciaba “Ziggie”. Volvió a mirar a través del retrovisor comprobado la situación de Mike.
Este estaba sentado en otro vehículo del departamento, en el lado contrario de la calle, un poco más atrás de ellas.
—No te preocupes, esta clase de interferencias son normales—le empezó a explicarle Kitty, cuando volvió la comunicación.
—Hola. Llegas tarde—era la voz de Irina.
—¿No me digas? ¿Estabas esperándome?—se oyó a Quincy.
—Dame tu mano. Mmm, ¿lo sientes? ¿Qué crees?
—Creo que tus pezones están tan duros porque me te los has imaginado dentro de mi boca—la voz de llegó a través del aparato receptor—Y apuesto a que también estás mojada.
—Tal vez. Pero tal vez no sea por ti.
—Oh no. Eso sí que es por mí.
—¿Por qué crees saber lo que quiero, Quincy?
—Dame tu mano. Ahora siente esto—Se escuchó un gemido profundo.
—Noto que también has estado pensando en mí—se escuchó una risa triunfante—Desde luego puedo sentir lo grande y dura que la tienes.
—Ajá, esto es lo que pasa cuando pienso en ti. Jesús, no sigas por ahí.
—¿Por qué? Podrías correrte ahora mismo en mi mano? Estoy segura que lo estás deseando.
—No aquí. No de esta manera—se volvió a escuchar el sonido de dos respiraciones jadeantes—Irina, no sigas, necesito que te detengas. Vamos, cariño. Sabes que necesito correrme dentro de ti.
—Aquí dentro podemos tener un cuarto. Quiero que me folles ahora mismo.
—No. No. Quiero tocarte. Quieto tomarme mi tiempo. Hacer que disfrutes——se volvió a escuchar un susurro junto a un gemido—Estás tan mojada. Quiero hacer que te corras toda la noche—otro quejido—Lléveme a casa donde pueda hacerte el amor, Irina. Por favor.
En el vestíbulo, Irina se arqueó bajo las manos de Quincy, con los ojos cerrados, y haciendo presión sobre la mano de él, mientras esta se metía cada vez más entre los muslos de ella.
Pudo comprobar lo mojada y endurecida que estaba. Acariciándole el clítoris supo que estaba a punto de correrse, por lo que retiró sus dedos y alivió la peligrosa presión.
—Por favor—ella gimió—Quincy, Quincy.
—Quiero hacer que te corras, quiero tocarte—se quejó, con su boca contra el cuello—Lo prometo. Haré que te corras hasta que grites de placer. Solo tienes que llevarme a casa contigo.
Con los ojos entre abiertos, y los pechos levantándose, le clavó las uñas en el brazo.
—Por favor haz que me corra ahora.
Él movió los dedos de entre sus piernas y ahuecó su pecho, restregándole un pulgar suavemente sobre su pezón.
—Un momento, cariño. Un momento. Será mucho mejor cuando te lo pueda hacer bien.
Sin poder aguantar más Irina lo miró fijamente, ante una mezcla de cólera y necesidad. Le agarró la mano que tenía sobre su pecho, lo besó y llevó uno de sus dedos chupándolo en su boca hasta que él empezó a gemir.
—Vamos, vamos—Santana masculló, clavando los ojos en el aparato rectangular de metal que tenían entre los asientos delanteros.
Sus manos estaban apretadas sobre sus muslos, deseando saltar del coche y entrar en el edificio.
—Maldita sea hija de puta, danos una dirección.
—Casi lo tiene—Kitty dijo. Cada pocos segundos hacía ajustes sobre los diales, para modular el sonido amortiguado de fondo.
—¡Serás bastardo!
—Oh, vamos, cariño, sólo piensa en mí dentro de ti. En lo bueno que será. Lo sé.
—No sé. Tengo que está aquí. Alguien nos puede ver.
—¿Quién? ¿Quién nos verá?
—No es importante. Ven en una hora.
—Una hora es mucho tiempo para mantenerla así de dura.
Ella se rió.
—¿Estás seguro de eso?
—No me digas, cariño. Estoy deseando correrme. Y eras tan…—se volvieron a escuchar varios gemidos.
Cinco minutos más tarde, Jazmín salía del club y caminaba rápido calle abajo.
Nadie lo entendió, pero después de andar unos metros, cruzó directamente la calle, volviendo hacia el coche de Mike, entrando en el lado del pasajero.
Diez minutos más tarde, Quincy salió por la puerta y caminó a grandes pasos directamente hacia el coche, donde le esperaban Mike y Jazmín. Arrancaron el coche y se dirigieron hacia el norte.
—Ha conseguido la dirección—Kitty dijo con satisfacción.
La voz del ojiverde llegó a través del orador claramente.
—Tienes que aparcar en un callejón detrás del edificio Levick, en la 5000, al Norte, ella está yendo por delante para dejarme entrar, por la puerta trasera, dentro una hora. No me ha dado la dirección exacta, pero me ha dicho que me haría una señal, dos veces con la luz, cuando pudiera abrirme. Está siendo muy cuidadosa.
—Demasiado cuidadosa para llevar a un desconocido a esa casa—Santana dijo frunciéndole ceño, frustrada por la falta de comunicación bidireccional—¿Me preocupa la diferencia de tiempo. No me gusta. Por qué ha accedido a invitarle a la casa?
—Quincy no es exactamente un desconocido. Él ha venido a través de clientes habituales, y la tiene en el bote. Probablemente no está pensando con la cabeza—Kitty se rió.
—Jesús, no me gusta, ella es peligrosa.
—Cálmate. Quincy sabe el plan. Sabe lo que está haciendo.
—Debemos asegurarnos—Santana comprobó su reloj de pulsera—Esperaremos hasta asegurarnos que Irina y las chicas se van. Luego las seguiremos y aseguraremos el perímetro, por si fuera necesario.
La voz del ojiverde volvió a sonar.
—Estaré conduciendo durante una rato, no quiero que nadie me vea aquí fuera esperando—se hizo de nuevo silencio.
Santana observó moverse el coche de Quincy, saliendo hacia la autopista.
—Soy la Teniente Santana López, pidiendo respaldo en la siguiente posición—su mente era clara y estaba totalmente enfocada. La caza había comenzado.
Quinn estaba sentada en el coche, en la oscuridad de un callejón estrecho, situado detrás de una serie de casas adosadas idénticas, al norte de Filadelfia.
Los garajes estaban situados en la planta baja de cada casa, junto a los cuales había una puerta trasera. Supuso que esa puerta daría a algún tipo de vestíbulo que conduciría a las escaleras del interior de la casa.
Con suerte, esa entrada no estaría vigilada. Lo creía así porque era la única entrada por la que Irina pensaba dejarle entrar. Comprobó su reloj de pulsera y miró con atención hacia el extremo más alejado del callejón. Se preguntó dónde habría establecido la Teniente el perímetro de seguridad.
Ella estaría ahí afuera, de eso no tenía ninguna duda. Sabía que la teniente y el resto del equipo estaban ahí para apoyarla. Esperó otro minuto, luego salió del coche y cuidadosamente lo cerró, lo más silenciosamente posible.
Empezó a dirigirse lentamente por el callejón, escudriñando la parte posterior de los edificios delanteros. Una suave luz, con dos movimientos, le hizo saber cuál era la puerta por la que debía entrar. Tomó un suspiró, susurró su posición y se dirigió a su destino.
—Shh. Estate quieto. Los demás están dormidos.
—Jesús, está todo muy oscuro aquí abajo.
—Ven. Toma mi mano.
—¿Estas segura que no despertaremos a todo el mundo?
—No. Todos ellos están arriba. Mi cuarto está en el primer piso.
—Aquí López—Santana dijo en su radio—Mantengan sus posiciones hasta que dé la orden—luego cambió de canal—¿Mike? ¿Me oyes?
—Estoy en medio del bloque de viviendas, frente al edificio, con dos uniformados. Sin novedad. ¿Qué tienes?
—Quinn está dentro, octava casa de la esquina. Sigue mis instrucciones.
—Conforme. Vigila tu espalda.
—Gracias. Tú también—cortó la conexión y recurrió a Kitty—Quiero acercarme al edificio. Contactaré por radio. Me llevo el receptor.
—Bien, pero voy contigo. Necesitas las manos y los ojos. Mientras yo puedo monitorear las transmisiones de Quinn.
—Puedes bajar por el callejón, pero te quedas detrás una vez entremos en el interior.
— Tengo puesto el chaleco. Se usar un arma—le respondió retándola.
—No. Eres una civil.
—Tengo credenciales federales—le respondió mientras abría la puerta del coche—Puedes necesitar mi ayuda. Vamos.
—Conforme—le concedió finalmente, porque sabía que la rubia tenía razón.
Necesitaba toda la ayuda posible, ya que cualquier error estúpido podría costar la vida a Quinn.
—Pero mantente detrás de mí cuando entremos por la puerta.
La rubia sonrió abiertamente.
—Sí, señora.
—¿Cómo sabes que están todos dormidos?
—Lo están. No te preocupes.
—¿Así que podremos estar solos? Dios mío, quiero sentir tu piel en contra la mía, por todo mi cuerpo.
—Quincy, hay alguien más aquí. Un hombre.
—¿Cristo, tu novio? ¿Tu marido?.”
—No, no Quincy. No es eso.
—¿Entonces quién es?
—Él trabaja aquí.
—¿Dónde está?
—Vamos—Santana intervino, con los ojos en la parte posterior del edificio—Vamos Irina, dinos donde está él.
—¿Eso es suficiente para una causa probable?—Kitty preguntó.
—No. Necesitamos que por lo menos insinué que esas chicas están siendo retenidas contra de su voluntad o que están aquí de forma ilegal. Cualquiera de esas dos cosas sería suficiente para nosotros.
—¿Y si ella no lo hace?
Clavó los ojos en la rubia.
—Quinn está dentro. No la voy a dejar ahí, así que si tenemos algún problema con la recepción, y no sabemos lo que está ocurriendo, entraré por esa puerta. Si quieres venir eso sólo depende de ti.
—No hay problema. Si eso pasa, entraré contigo.
—Él está arriba. Mi cuarto está aquí abajo, en la parte trasera. Venga, Quincy, estamos en la recta final.
—¿Está él dormido?
—No. Él sólo observa
—¿Vigila? ¿Irina, a quién está vigilando?
—¿A nadie que debas saber?
—No. Irina, ¿a quién?
—A nosotros. Él nos observa. Así es que nos quedamos.
—Bien. Voy a dar la orden a Puckerman para que intervenga en la autoridad portuaria, luego nos movemos—hojeó su radio—Aquí equipo rojo. Equipo azul proceda—cambió de nuevo de canal—Mike proteger el piso superior. Las chicas están ahí. Entraremos en silencio desde atrás, y una vez en posición, entramos. Espera mi señal.
—¿Qué pasa con Quinn?
—El dormitorio, en la primer piso. La pondremos a cubierto.
—De Acuerdo, corto.
Miró a Kitty.
—¿Lista para entrar?
Ésta inclinó la cabeza, con sus ojos destellando bajo la luz de la luna.
—Bien, veamos cómo lo hacéis los federales.
Kitty tiró del cerrojo. Mantuvo la puerta abierta, y Santana entró dentro, arma en mano. Empezó a dar pasos cuidadosamente en la oscuridad.
—Las escaleras—Santana susurró.
Una astilla de luz, en lo alto del hueco de la escalera, les dio la dirección que debían seguir. La casa estaba a oscuras y tan tranquila que era difícil de creer que alguien la habitaba.
Su cuerpo zumbaba, pero su pulso era constante y lento. En lo alto de las escaleras se detuvo, y apoyó su hombro sobre la esquina.
—Ve por la izquierda.
Sin esperar de una respuesta, dio vueltas en el vestíbulo, con su brazo del arma extendido. Sentía a la rubia moverse en dirección opuesta. Los cuartos al frente de ellas, daban la apariencia de estar desocupadas.
Señaló hacia la izquierda del vestíbulo, donde una escalera subía para el segundo piso.
La ojiverde asintió con la cabeza.
No vio ninguna indicación de sensores de movimiento, en las paredes o el cielo raso, ninguna cámara, ninguna luz resplandeciente que cruzara el pasillo que pudiera provocar el salto de alguna alarma. Todo daba a entender que nadie esperaba visita.
Con toda probabilidad, el guarda estaba ahí, más por intimidación sobre los ocupantes de la casa que por seguridad. Se acercó a las escaleras cuidadosamente, pegada contra la pared, con su arma apuntando hacia arriba, mientras subía cuidadosamente las escaleras.
Al oír pasos abajo, se detuvo y presionó su radio sobre su boca.
—Mike, adelante.
Silenciosamente, contó hasta diez y volvió a avanzar lentamente hacia el vestíbulo superior. Una luz, probablemente de alguna televisión, brillaba proporcionando algo de claridad.
Con un gesto le indicó a la más baja que se quedara atrás para cubrirla. Casi había llegado a la puerta del cuarto cuando oyó que la puerta principal se abría con un estallido. Con ambos brazos extendidos, se meció en la intemperie y barrió el cuarto.
Vio movimiento, por la esquina de su ojo y se desvió hacia esa dirección, gritando simultáneamente:
—Cuidado.
Oyó lo que parecía un petardo de los que se lanzaban el Cuatro de Julio, mientras sentía el impacto de la bala. El impacto la lanzó hacia atrás golpeándose contra la pared opuesta, perdiendo su estabilidad, terminado por caer en el suelo. Trató de levantar su arma, pero su brazo derecho estaba entumecido.
Él se acercaba con su automática apuntándole a la cabeza.
Britt-Britt, lo siento.
Oyó los siguientes disparos, pero sin percibir su alcance.
La rubia notó el tono borde, poco característico, de ansiedad en la voz de la morena, mientras intentaba hacer algunos ajustes en el aparato receptor.
—Probablemente Quincy está cerca de alguna columna o alguna de cemento que interfiere en el sonido.
—Pensé que podrías pasar a través de cualquier cosa con eso. Cristo, necesito saber lo que está ocurriendo cada segundo—miró hacia fuera, a través de la ventana tintada del conductor, hacia la puerta del local.
Había muy poco tráfico, y la calle estaba misteriosamente obscura.
A pesar de que había algunas farolas encendidas, apenas había iluminación, tan sólo se veía el cartel luminoso rojo que anunciaba “Ziggie”. Volvió a mirar a través del retrovisor comprobado la situación de Mike.
Este estaba sentado en otro vehículo del departamento, en el lado contrario de la calle, un poco más atrás de ellas.
—No te preocupes, esta clase de interferencias son normales—le empezó a explicarle Kitty, cuando volvió la comunicación.
—Hola. Llegas tarde—era la voz de Irina.
—¿No me digas? ¿Estabas esperándome?—se oyó a Quincy.
—Dame tu mano. Mmm, ¿lo sientes? ¿Qué crees?
—Creo que tus pezones están tan duros porque me te los has imaginado dentro de mi boca—la voz de llegó a través del aparato receptor—Y apuesto a que también estás mojada.
—Tal vez. Pero tal vez no sea por ti.
—Oh no. Eso sí que es por mí.
—¿Por qué crees saber lo que quiero, Quincy?
—Dame tu mano. Ahora siente esto—Se escuchó un gemido profundo.
—Noto que también has estado pensando en mí—se escuchó una risa triunfante—Desde luego puedo sentir lo grande y dura que la tienes.
—Ajá, esto es lo que pasa cuando pienso en ti. Jesús, no sigas por ahí.
—¿Por qué? Podrías correrte ahora mismo en mi mano? Estoy segura que lo estás deseando.
—No aquí. No de esta manera—se volvió a escuchar el sonido de dos respiraciones jadeantes—Irina, no sigas, necesito que te detengas. Vamos, cariño. Sabes que necesito correrme dentro de ti.
—Aquí dentro podemos tener un cuarto. Quiero que me folles ahora mismo.
—No. No. Quiero tocarte. Quieto tomarme mi tiempo. Hacer que disfrutes——se volvió a escuchar un susurro junto a un gemido—Estás tan mojada. Quiero hacer que te corras toda la noche—otro quejido—Lléveme a casa donde pueda hacerte el amor, Irina. Por favor.
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En el vestíbulo, Irina se arqueó bajo las manos de Quincy, con los ojos cerrados, y haciendo presión sobre la mano de él, mientras esta se metía cada vez más entre los muslos de ella.
Pudo comprobar lo mojada y endurecida que estaba. Acariciándole el clítoris supo que estaba a punto de correrse, por lo que retiró sus dedos y alivió la peligrosa presión.
—Por favor—ella gimió—Quincy, Quincy.
—Quiero hacer que te corras, quiero tocarte—se quejó, con su boca contra el cuello—Lo prometo. Haré que te corras hasta que grites de placer. Solo tienes que llevarme a casa contigo.
Con los ojos entre abiertos, y los pechos levantándose, le clavó las uñas en el brazo.
—Por favor haz que me corra ahora.
Él movió los dedos de entre sus piernas y ahuecó su pecho, restregándole un pulgar suavemente sobre su pezón.
—Un momento, cariño. Un momento. Será mucho mejor cuando te lo pueda hacer bien.
Sin poder aguantar más Irina lo miró fijamente, ante una mezcla de cólera y necesidad. Le agarró la mano que tenía sobre su pecho, lo besó y llevó uno de sus dedos chupándolo en su boca hasta que él empezó a gemir.
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—Vamos, vamos—Santana masculló, clavando los ojos en el aparato rectangular de metal que tenían entre los asientos delanteros.
Sus manos estaban apretadas sobre sus muslos, deseando saltar del coche y entrar en el edificio.
—Maldita sea hija de puta, danos una dirección.
—Casi lo tiene—Kitty dijo. Cada pocos segundos hacía ajustes sobre los diales, para modular el sonido amortiguado de fondo.
—¡Serás bastardo!
—Oh, vamos, cariño, sólo piensa en mí dentro de ti. En lo bueno que será. Lo sé.
—No sé. Tengo que está aquí. Alguien nos puede ver.
—¿Quién? ¿Quién nos verá?
—No es importante. Ven en una hora.
—Una hora es mucho tiempo para mantenerla así de dura.
Ella se rió.
—¿Estás seguro de eso?
—No me digas, cariño. Estoy deseando correrme. Y eras tan…—se volvieron a escuchar varios gemidos.
*****
Cinco minutos más tarde, Jazmín salía del club y caminaba rápido calle abajo.
Nadie lo entendió, pero después de andar unos metros, cruzó directamente la calle, volviendo hacia el coche de Mike, entrando en el lado del pasajero.
Diez minutos más tarde, Quincy salió por la puerta y caminó a grandes pasos directamente hacia el coche, donde le esperaban Mike y Jazmín. Arrancaron el coche y se dirigieron hacia el norte.
—Ha conseguido la dirección—Kitty dijo con satisfacción.
La voz del ojiverde llegó a través del orador claramente.
—Tienes que aparcar en un callejón detrás del edificio Levick, en la 5000, al Norte, ella está yendo por delante para dejarme entrar, por la puerta trasera, dentro una hora. No me ha dado la dirección exacta, pero me ha dicho que me haría una señal, dos veces con la luz, cuando pudiera abrirme. Está siendo muy cuidadosa.
—Demasiado cuidadosa para llevar a un desconocido a esa casa—Santana dijo frunciéndole ceño, frustrada por la falta de comunicación bidireccional—¿Me preocupa la diferencia de tiempo. No me gusta. Por qué ha accedido a invitarle a la casa?
—Quincy no es exactamente un desconocido. Él ha venido a través de clientes habituales, y la tiene en el bote. Probablemente no está pensando con la cabeza—Kitty se rió.
—Jesús, no me gusta, ella es peligrosa.
—Cálmate. Quincy sabe el plan. Sabe lo que está haciendo.
—Debemos asegurarnos—Santana comprobó su reloj de pulsera—Esperaremos hasta asegurarnos que Irina y las chicas se van. Luego las seguiremos y aseguraremos el perímetro, por si fuera necesario.
La voz del ojiverde volvió a sonar.
—Estaré conduciendo durante una rato, no quiero que nadie me vea aquí fuera esperando—se hizo de nuevo silencio.
Santana observó moverse el coche de Quincy, saliendo hacia la autopista.
—Soy la Teniente Santana López, pidiendo respaldo en la siguiente posición—su mente era clara y estaba totalmente enfocada. La caza había comenzado.
Martes, 2:46 a.m., Filadelfia del Norte…
Quinn estaba sentada en el coche, en la oscuridad de un callejón estrecho, situado detrás de una serie de casas adosadas idénticas, al norte de Filadelfia.
Los garajes estaban situados en la planta baja de cada casa, junto a los cuales había una puerta trasera. Supuso que esa puerta daría a algún tipo de vestíbulo que conduciría a las escaleras del interior de la casa.
Con suerte, esa entrada no estaría vigilada. Lo creía así porque era la única entrada por la que Irina pensaba dejarle entrar. Comprobó su reloj de pulsera y miró con atención hacia el extremo más alejado del callejón. Se preguntó dónde habría establecido la Teniente el perímetro de seguridad.
Ella estaría ahí afuera, de eso no tenía ninguna duda. Sabía que la teniente y el resto del equipo estaban ahí para apoyarla. Esperó otro minuto, luego salió del coche y cuidadosamente lo cerró, lo más silenciosamente posible.
Empezó a dirigirse lentamente por el callejón, escudriñando la parte posterior de los edificios delanteros. Una suave luz, con dos movimientos, le hizo saber cuál era la puerta por la que debía entrar. Tomó un suspiró, susurró su posición y se dirigió a su destino.
*****
—Shh. Estate quieto. Los demás están dormidos.
—Jesús, está todo muy oscuro aquí abajo.
—Ven. Toma mi mano.
—¿Estas segura que no despertaremos a todo el mundo?
—No. Todos ellos están arriba. Mi cuarto está en el primer piso.
—Aquí López—Santana dijo en su radio—Mantengan sus posiciones hasta que dé la orden—luego cambió de canal—¿Mike? ¿Me oyes?
—Estoy en medio del bloque de viviendas, frente al edificio, con dos uniformados. Sin novedad. ¿Qué tienes?
—Quinn está dentro, octava casa de la esquina. Sigue mis instrucciones.
—Conforme. Vigila tu espalda.
—Gracias. Tú también—cortó la conexión y recurrió a Kitty—Quiero acercarme al edificio. Contactaré por radio. Me llevo el receptor.
—Bien, pero voy contigo. Necesitas las manos y los ojos. Mientras yo puedo monitorear las transmisiones de Quinn.
—Puedes bajar por el callejón, pero te quedas detrás una vez entremos en el interior.
— Tengo puesto el chaleco. Se usar un arma—le respondió retándola.
—No. Eres una civil.
—Tengo credenciales federales—le respondió mientras abría la puerta del coche—Puedes necesitar mi ayuda. Vamos.
—Conforme—le concedió finalmente, porque sabía que la rubia tenía razón.
Necesitaba toda la ayuda posible, ya que cualquier error estúpido podría costar la vida a Quinn.
—Pero mantente detrás de mí cuando entremos por la puerta.
La rubia sonrió abiertamente.
—Sí, señora.
—¿Cómo sabes que están todos dormidos?
—Lo están. No te preocupes.
—¿Así que podremos estar solos? Dios mío, quiero sentir tu piel en contra la mía, por todo mi cuerpo.
—Quincy, hay alguien más aquí. Un hombre.
—¿Cristo, tu novio? ¿Tu marido?.”
—No, no Quincy. No es eso.
—¿Entonces quién es?
—Él trabaja aquí.
—¿Dónde está?
—Vamos—Santana intervino, con los ojos en la parte posterior del edificio—Vamos Irina, dinos donde está él.
—¿Eso es suficiente para una causa probable?—Kitty preguntó.
—No. Necesitamos que por lo menos insinué que esas chicas están siendo retenidas contra de su voluntad o que están aquí de forma ilegal. Cualquiera de esas dos cosas sería suficiente para nosotros.
—¿Y si ella no lo hace?
Clavó los ojos en la rubia.
—Quinn está dentro. No la voy a dejar ahí, así que si tenemos algún problema con la recepción, y no sabemos lo que está ocurriendo, entraré por esa puerta. Si quieres venir eso sólo depende de ti.
—No hay problema. Si eso pasa, entraré contigo.
—Él está arriba. Mi cuarto está aquí abajo, en la parte trasera. Venga, Quincy, estamos en la recta final.
—¿Está él dormido?
—No. Él sólo observa
—¿Vigila? ¿Irina, a quién está vigilando?
—¿A nadie que debas saber?
—No. Irina, ¿a quién?
—A nosotros. Él nos observa. Así es que nos quedamos.
—Bien. Voy a dar la orden a Puckerman para que intervenga en la autoridad portuaria, luego nos movemos—hojeó su radio—Aquí equipo rojo. Equipo azul proceda—cambió de nuevo de canal—Mike proteger el piso superior. Las chicas están ahí. Entraremos en silencio desde atrás, y una vez en posición, entramos. Espera mi señal.
—¿Qué pasa con Quinn?
—El dormitorio, en la primer piso. La pondremos a cubierto.
—De Acuerdo, corto.
Miró a Kitty.
—¿Lista para entrar?
Ésta inclinó la cabeza, con sus ojos destellando bajo la luz de la luna.
—Bien, veamos cómo lo hacéis los federales.
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Kitty tiró del cerrojo. Mantuvo la puerta abierta, y Santana entró dentro, arma en mano. Empezó a dar pasos cuidadosamente en la oscuridad.
—Las escaleras—Santana susurró.
Una astilla de luz, en lo alto del hueco de la escalera, les dio la dirección que debían seguir. La casa estaba a oscuras y tan tranquila que era difícil de creer que alguien la habitaba.
Su cuerpo zumbaba, pero su pulso era constante y lento. En lo alto de las escaleras se detuvo, y apoyó su hombro sobre la esquina.
—Ve por la izquierda.
Sin esperar de una respuesta, dio vueltas en el vestíbulo, con su brazo del arma extendido. Sentía a la rubia moverse en dirección opuesta. Los cuartos al frente de ellas, daban la apariencia de estar desocupadas.
Señaló hacia la izquierda del vestíbulo, donde una escalera subía para el segundo piso.
La ojiverde asintió con la cabeza.
No vio ninguna indicación de sensores de movimiento, en las paredes o el cielo raso, ninguna cámara, ninguna luz resplandeciente que cruzara el pasillo que pudiera provocar el salto de alguna alarma. Todo daba a entender que nadie esperaba visita.
Con toda probabilidad, el guarda estaba ahí, más por intimidación sobre los ocupantes de la casa que por seguridad. Se acercó a las escaleras cuidadosamente, pegada contra la pared, con su arma apuntando hacia arriba, mientras subía cuidadosamente las escaleras.
Al oír pasos abajo, se detuvo y presionó su radio sobre su boca.
—Mike, adelante.
Silenciosamente, contó hasta diez y volvió a avanzar lentamente hacia el vestíbulo superior. Una luz, probablemente de alguna televisión, brillaba proporcionando algo de claridad.
Con un gesto le indicó a la más baja que se quedara atrás para cubrirla. Casi había llegado a la puerta del cuarto cuando oyó que la puerta principal se abría con un estallido. Con ambos brazos extendidos, se meció en la intemperie y barrió el cuarto.
Vio movimiento, por la esquina de su ojo y se desvió hacia esa dirección, gritando simultáneamente:
—Cuidado.
Oyó lo que parecía un petardo de los que se lanzaban el Cuatro de Julio, mientras sentía el impacto de la bala. El impacto la lanzó hacia atrás golpeándose contra la pared opuesta, perdiendo su estabilidad, terminado por caer en el suelo. Trató de levantar su arma, pero su brazo derecho estaba entumecido.
Él se acercaba con su automática apuntándole a la cabeza.
Britt-Britt, lo siento.
Oyó los siguientes disparos, pero sin percibir su alcance.
¡ Feliz Navidad!
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia IV (Adaptada) Cap 34
Capitulo 34
Martes, 3:23 a.m…
Ante el sonido del derribo de la puerta de entrada, por parte de Mike y su equipo, y de los disparos, el aire sacudió las paredes.
—¿Qué es eso?—la voz de Irina aumentó despavoridamente.
El rugido fue reemplazado por un silencio ominoso.
—Quédate aquí—Quinn dijo seriamente, mientras se acercaba a la puerta del dormitorio y salía, cerrándola detrás suyo.
En cuanto salió, oyó gritos, palabras indescifrables en el piso superior, pero a corta distancia. Pensó en sacar su arma acudir de inmediato, pero su instinto le advirtió que debía esperar un momento.
Sólo los miembros más cercanos de equipo sabían que era un policía infiltrado, y recibir un disparo por una equivocación con su identidad era simplemente exponerse a algo estúpido.
Se alejó de la puerta y salió al vestíbulo con las manos en alto.
Un coro de voces gritó.
—¡Al suelo! ¡Al suelo! Las manos sobre de la cabeza.
Cuando Quinn divisó a unos de los uniformados que le apuntaba con la pistola en el pecho, se dejó caer boca abajo.
—Irina, corre—gritó hacia el dormitorio, antes de que la agarraran con fuerza los brazos hacia atrás y la esposaran.
—Lleva un arma aquí—el policía uniformado gritó.
—Dámela—Mike dijo, cuando el uniforme le retiró el revólver de la pistolera del tobillo de Quinn.
—Hay un civil en el dormitorio—una voz masculina gritó simultáneamente.
—¡Usted dos! Saquen al civil del edificio y pedir más apoyo. Dejar a este aquí por ahora—cuando los dos uniformados sacaron arrastras a Irina por la puerta principal, Mike se arrodilló junto a Quinn—¿Te parece bien?
—Sí, pero suéltame. Jesús—Quinn sacudió con fuerza sus brazos—Quítame esto de encima.
El asiático le ayudó a levantarse y ambos se pusieron de pie. Le entregó su arma.
—Aquí ya está todo despejado—le explicó—Ponte la placa de policía no sea que estos uniformados ansiosos te disparen.
Ella insistió, buscando su placa en el bolsillo de su pantalón.
—No llevas el chaleco puesto, así que te quedas aquí abajo por ahora.
—Pero podrías necesitarme.
—Si te necesito, te avisaré—y salió corriendo escaleras arriba.
En el vestíbulo todo era un caos.
Olor a sangre, gritos de las chicas asustadas. Mike vio el cuerpo en el suelo, del que salía sangre a borbotones de sus pulmones, como si hubiera recibido un puñetazos en su intestino.
Oh, no Dios, no puedo estar viendo esto.
Kitty giró sobre un eje hacia él, con su arma extendida, y le gritó:
—Policía.
Mike le respondió:
—Kitty, soy yo.
—Joder—los ojos de Kitty estaban demasiado oscuros—Abajo, ¿ésta todo despejado?
—Quinn lo está barriendo—le respondió sin mirarla. Tenía su mirada fija en el cuerpo de Santana contra la pared—Jesucristo.
—Pide una ambulancia y un médico forense—Kitty se enfundó su arma, y se giró a mirar al grupo de jóvenes de apariencia rusa, amontonadas conjuntamente en el extremo más alejado del vestíbulo.
La mayoría estaban vestidas con ropa de dormir o camisas holgadas, descalzas y claramente aterrorizadas.
—No hay nadie más aquí arriba aquí—volvió a dirigirse al moreno—, Pero quiero asegurarme. Quédate con Santana.
Éste se arrodilló junto a la morena que lo miraba con los ojos abiertos pero sin poder enfocar. La sangre caía lentamente bajando por su cara hasta el cuello.
—Cálmate, teniente. La ambulancia estará aquí en un momento.
Él esperó, manteniendo su aliento, pero no obtuvo ninguna respuesta.
Brittany abrió los ojos en la oscuridad, con el corazón corriendo a gran velocidad.
El reloj, junto a la cama, marcaba las 4:26 a.m. Creyó oír el sonido de la llave en el cerrojo, pero sólo había silencio. Se incorporó y trató de alcanzar su bata.
Tuvo un mal sentimiento.
Su pecho contuvo el aire de sus pulmones y sus extremidades empezaron a temblar. Se apoyó en la cama, y después de ponerse la bata, sobre el cuerpo desnudo, se dirigió a la sala de estar.
No se asombró al oír un golpe en la puerta.
No podía moverse.
En ese instante entendió la potencia real de negación.
Si no abría la puerta, no sufriría su pérdida.
Si no oía las palabras, no experimentaría su angustia.
Si no lo aceptaba no sería real.
El golpe se repitió.
Intentó fortalecerse y abrió la puerta. En cuanto vio a Kitty, no quiso preguntar, simplemente salió un susurro angustiado de su boca No.
—Está herida, pero está vida. Está en urgencias del hospital universitario. Sam Evans está con ella.
—Sólo necesito un minuto—Brittany dijo uniformemente, pero cuando se dio media vuelta, sus piernas fallaron.
La ojiverde rápidamente la alcanzó y la sujetó por la cintura.
—Va a estar bien—Kitty le dijo, mientras la acompañaba al dormitorio.
—Dime qué pasó.
La más baja evitó mirarla, cuando aparentemente olvidando su presencia, se quitó la bata, quedando desnuda, mientras buscaba en el armario algo de ropa.
—Entramos en la casa. Había un hombre armado.
—Oh Dios—Brittany cerró los ojos, apoyando una mano contra la puerta del armario.
—Ella llevaba puesto el chaleco, Britt—Kitty acercó rápidamente—No puedo decirlo con seguridad, pero creo que no recibió el disparo.
—Si no hubiera recibido el disparo, ella misma me habría llamado. ¿Qué me estás queriendo decir?
—Tienes una herida en la cabeza. No estoy seguro de su gravedad.
Dio un grito pequeño antes de controlar sus nervios. Despejando su mente, se puso una blusa, y unos pantalones flojos, sin darse cuenta que no llevaba ropa interior.
Se puso unos zapatos de tacón bajo, cogió una chaqueta de sport, y se dirigió a la puerta de la calle, con la más baja detrás suyo.
—¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Quién estaba con ella?
—Yo.
Apenada miró directamente en la ojiverde.
—¿Están todos los demás bien?
—Sí.
—¿Y la persona que le disparó a ella?
—No tienes que preocuparte por eso—Kitty continuó hablando—Mi coche está ahí.
—¿Tu lo mataste?
—Sí—Kitty pulsó el mando del control remoto y abrió la puerta del pasajero para la más alta.
—¿Estás bien con eso?
La miró mientras se colocaba el cinturón de seguridad.
—Si estoy bien.
Brittany no recordó nada del breve y rápido viaje al hospital.
Estaba fuera del coche casi antes de que Kitty pudiera detener su Porsche, delante de la entrada de emergencias del hospital. Entró corriendo por las puertas automáticas, atravesando el caos familiar del área de trauma.
Esta noche la sala de espera estaba llena de uniformados.
Esta noche, el departamento de policía había cambiado de dirección, en apoyo a uno de sus hermanos caídos. Mientras pensaba en ello, agarró a una enfermera que pasaba junto a ella.
—La teniente López. La policía herida esta noche. ¿Dónde está ella?
—Creo que en trauma uno.
—Gracias.
La ojiverde se acercó a Brittany antes de que ésta pudiera entrar a través de las cortinas de los cuartos de examen.
—Tal vez deberías esperar hasta que Sam nos dé una actualización.
—No. Quiero verla ahora.
—De acuerdo—Kitty dijo—Esperaré fuera.
Antes de que pudiera volverse para que alguien le diera algo de información, escuchó el profundo sonido de una voz familiar.
—Dra. Pierce—el capitán Schuester le saludo sorprendentemente tranquilo—Siento que nos tengamos que volver a vernos en estas circunstancias. ¿Puedo hacer algo ti?
—¿Dónde está ella?—Brittany preguntó inmediatamente.
—En radiología, en menos es lo último oí—él deslizó un brazo debajo su codo—Nadie nos dice gran cosa, solo que está en estado crítico. Por qué no vienes a sentarte con toda la familia.
—¿No está en la sala de operaciones?
Schuester la miró perplejo.
—No. Nos dijeron algo de una imagen de CAT.
Una parte de la presión terrible alrededor del corazón se alivió. Si no la habían llevado directamente a la sala de operaciones, eso quería decir que no estaba en peligro serio.
Podía estar herida pero no se estaba muriendo.
Por favor, deja que eso sea cierto.
—Iré a radiología a preguntar—Brittany dijo.
—Por supuesto—Schuester contestó.
—¿Quieres vaya contigo?—Kitty preguntó.
Negó con la cabeza.
—No, estoy bien—le sonrió a Kitty—Gracias por venir a buscarme. Deberías llamar a Marley. Debe estar preocupada—repentinamente, su expresión cambió—¿Todos los demás están bien? ¿Quinn? ¿Mike?
La ojiverde inclinó la cabeza.
—Todos están bien.
—Bien, vale. Tengo que ir.
Lo primero que vio, nada más llegar al hueco de la escalera, fue a Mike caminando con pasos largos y espaciados, en un círculo apretado, con un cigarrillo apagado es los labios.
Luego vio a Quinn, con los brazos cruzados, y apoyada sobre un hombro contra la pared, al lado de la entrada de radiología. Su imagen calmada en pantalones vaqueros negros ajustados y chaqueta de motocicleta, con los rasgos de su rostro serios y oscuros, parecía un animal joven peligroso. Excepto sus ojos, que cuando se encontraron con los de ella, estaban llenos de dolor.
Cuando Mike la vio, se acercó.
—Yo quería haber ido a buscarte, pero Kitty quiso…
—Está bien—Brittany dijo suavemente—Está bien que te hayas quedado a velar por ella—su mirada fija se mudó hacia las puertas cerradas—¿Está todavía ahí dentro?
—Sí, y ellos no nos han querido decir nada.
—Bueno bien, a mí tendrán que decírmelo—y se abrió paso a empujones a través de las puertas.
Nada más entrar, vio a Sam Evans, apoyado sobre el hombreo de un técnico de rayos X, que miraban una serie de imágenes delante de una pantalla de ordenador.
—Déjeme ver los cortes craneales otra vez—dijo el cirujano de trauma.
—Sam—Brittany dijo—¿Cómo está ella?
Sam Evans se dio vuelta sorprendido.
—Hola Brittany. Creo que ha tenido mucha suerte. Cuando llegó estaba inconsciente, pero no veo nada más que una cierta cantidad de hinchazón en la zona occipital.
—¿Dónde fue golpeada?—casi no pudo terminar de preguntar, pero se obligó a hacerlo.
Mientras le hacía toda serie de preguntas, miraba a través de la ventana al cuarto donde una máquina enorme amortajaba el cuerpo de su amante.
—El chaleco recibió la mayor parte del impacto—Sam dijo—Le hemos hecho un escáner CAT del pecho, y tiene considerables magulladuras sobre la mitad del tórax. Puede que tenga el esternón fracturado, pero mi principal preocupación es su cabeza. Tiene una laceración temporal profunda, en el cuero cabelludo, causada por la herida de una bala.
Por unos segundos, perdió la visión, y tuvo que apoyarse para no perder el control.
—¿Puedo verla?
El rubio le acercó una silla rodante y la obligó a sentarse.
—Como muy pronto, cuando estén hechas las tomografías. Necesito esa información, Brittany.
—¿Pero va a estar bien?
—¿Déjame que termine mi evaluación, y luego podremos hablar, vale?—su noto fue cortés pero firme. Su atención volvió hacia las imágenes del monitor que había estado mirando—Vuelve a poner la misma serie, otra vez.
Agarradas de la mano, Marley y Rachel se abrieron paso entre la gran cantidad de policías que estaban en la sala de espera.
—¡Ahí!—Marley señaló hacia Kitty que la veía junto con una Jazmín completamente perturbada, a un lado de los ascensores.
En cuando oyó su voz, su ojiverde las miró y ambas ser acercaron a ellas.
—Hola—Kitty dijo besándola rápidamente.
Ésta apoyó una mano sobre el pecho de su rubia, deslizándola por todo su cuerpo, como si tuviera la necesidad de comprobar que no estaba herida.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
Ensartando un brazo alrededor de su cintura, miró a Jazmín.
—Blaine llegará de un momento a otro. La llamé de camino. Ha ido a coger algo de ropa por si te quieres cambiar.
—Gracias. Por el momento, nadie me ha prestado demasiada atención—le respondió, mirando su vestido rojo ajustado y tacones de aguja.
En ese mismo momento, Blaine salió del ascensor con una bolsa bajo el brazo. Cuando vio el grupo, se acercó a ellos, con cara de preocupación.
—Hola—dijo mientras besaba a Jazmín en la boca—¿Cómo está Santana?
—De momento no nos han dicho nada—Jazmín apretó su mano—Vuelvo enseguida. Necesito hacer una llamada.
—¿Dónde está Q?—Rachel preguntó.
Marley la había recogido, después de que Kitty la avisa llamado. Cuando el teléfono había sonado, ella no estaba dormida.
Estaba esperando. Haciendo un intento por no pensar en lo que estaba haciendo su novia. En lo que Irina le estaría haciendo. Ahora lo único que quería era ver por sí misma, que Quinn estaba bien. Ya no le importaba nada lo pudiera haber hecho con Irina.
—Está abajo con Mike, esperando a Santana.
—De acuerdo, gracias—dio un giro de 360 grados y bajó corriendo las escaleras.
En cuando llegó a su destino, inmediatamente vio a su ojiverde. Las prisas por aliviar su nerviosismo habían provocado que se sintiera débil. Pero eso no era nada, comparado con lo que mostraba la cara de Quinn.
Parecía una mezcla de miedo y fuerza el mismo tiempo.
Dio tres pasos hacia su rubia mientras esta se acercaba y terminaban por encontrarse, en el centro del vestíbulo, envueltos en un abrazo.
—¿Estás bien?—Rachel susurró, moviendo sus manos de arriba abajo sobre la espalda de su rubia.
—Han disparado a Santana—Quinn dijo, con la cara apoyada sobre la curva de su cuello—Dios mío, Rach.
El pequeño temblor en su voz hizo que se estremeciera.
—Tranquila ella se pondrá bien. Ella es muy fuerte.
—Estoy tan contenta de que hayas venido—con esfuerzo, Quinn se enderezó.
—Parece como si fueras a tener una crisis nerviosa, novata—le sonrió—López estará bien. Lo sé porque…—se encogió de hombros—Porque ella es la que nos mantiene a todos unidos. Tú la necesitas y ella lo sabe. Ella nunca nos abandonaría.
—¿Eso es lo que crees?—Quinn susurró, necesitando desesperadamente creerlo.
Sonrió y le acarició la mejilla.
—Si.
Unos metros detrás de ellas, Mike oyó esas palabras y susurró una oración silenciosa para que Rachel tuviera razón.
El sonido del arma volvió a la cabeza de Santana.
El olor de la adrenalina, el miedo y el metal caliente permearon su conciencia. Y en alguna parte, el forcejeo para dominar todas las demás sensaciones, fue la urgente necesidad para volver a Brittany.
Brittany.
Tenía que verla. Tocarla. Decirle que no se preocupara.
—Britt—se quejó.
—Estoy aquí. Sanny, cariño, estoy aquí—le acarició la frente, sin soltar su mano—Estarás bien, cariño.
—Lo siento—Santana intentó abrir los ojos, parpadeó, pero sólo podía ver las luces apagadas, del cuarto de cuidados intensivos.
Después de unos segundos, de seguir intentándolo, pudo enfocar su visión sobre su rubia. Vio la enorme angustia en sus ojos.
Se estremeció.
—Lo siento. No pretendía asustarte.
—Lo sé—Brittany levantó su mano le besó lo nudillos uno por uno—Lo sé. No te preocupes, sólo descansa.
— ¿Kitty, Quinn, ni equipo están heridos?
—No, cariño. Todos están bien—la besó suavemente.
Sólo tú.
¿Siempre será así?
La morena frunció el ceño.
Había cosas que no podía recordar. Se vio en el callejón oscuro y estrecho, la puerta trasera de la casa, la subida por la escalera, avanzar por el pasillo. Se veía avanzando en silencio. Después sólo recordaba el ruido de un arma.
—¿Qué es?—Brittany exclamó viendo la lectura del ritmo cardíaco en la pantalla sobre la cama de su amante. Había saltado veinte puntos y las alarmas empezaron a sonar—¿Te duele? Estás bien?
—Él debía estar observándonos—Santana hizo una mueca—El muy bastardo fue cuidadoso.
No hacía falta imaginarse a aquel hombre esperando, listo para matar a su amante, pero sabía que para la morena hablar de ello, era como si estuviera resolviendo el momento, era su mejor forma de sanar.
—No lo podías saber.
—Caí al suelo y él siguió viniendo hacia mí—hablando lentamente, todavía de forma ambigua, todavía adolorida, miró a los ojos a su amante—Tuve miedo. Tuve miedo de que me matara. Tuve miedo de no volver a verte.
La rubia se mordió el labio inferior, pero era demasiado tarde para poder detener sus lágrimas.
—Te quiero. Oh dios, te quiero.
—Britt-Britt, te quiero. Siento haberte preocupado. No puedo perderte. No podría vivir sin ti.
Ésta apartó sus lágrimas.
—Yo tampoco puedo perderte. No quiero volver a verte herida.
Entrecerró los ojos al sentir el torrente de dolor.
—Cristo, me va a estallar la cabeza.
—Tienes una fuerte contusión—le explicó mientras miraba los monitores rápidamente. Todo parecía estable. Volvió a mirar hacia su amante. Te dolerá todavía durante un tiempo. Tu memoria podría estar un poco borrosa.
—Recuerdo al que me disparó. Ahora lo recuerdo—llevó la mano de su rubia a su pecho.
—Shsssss—Brittany cerró los ojos intentando alejar las imágenes que le vinieron de forma inesperada.
Imágenes de su pelinegra en el suelo del almacén, un río de sangre diluviando de su pecho. El cuerpo de su amante, pálida e inmóvil, en la unidad de cuidados intensivos.
Cerrado su mente ante tal pesadilla; su cama vacía, su casa en silencio, su vida árida, se obligó a sonreír.
—Sam dijo que en unos días podrás salir de aquí.
—Bien.
La morena cerró los ojos durante tanto tiempo que la rubia pensó que estaba dormida. Sin embargo, cuando trató de soltar su mano, la teniente entrelazó sus dedos con más fuerza.
Con los ojos todavía cerrados, le dijo:
—Si nos separáramos, no tendrías que volver a pasar por esto.
—Lo sé—le besó suavemente en los labios—Sé qué harías lo que fuera para no hacerme daño. Y es por eso que te quiero tanto.
—¿Qué es eso?—la voz de Irina aumentó despavoridamente.
El rugido fue reemplazado por un silencio ominoso.
—Quédate aquí—Quinn dijo seriamente, mientras se acercaba a la puerta del dormitorio y salía, cerrándola detrás suyo.
En cuanto salió, oyó gritos, palabras indescifrables en el piso superior, pero a corta distancia. Pensó en sacar su arma acudir de inmediato, pero su instinto le advirtió que debía esperar un momento.
Sólo los miembros más cercanos de equipo sabían que era un policía infiltrado, y recibir un disparo por una equivocación con su identidad era simplemente exponerse a algo estúpido.
Se alejó de la puerta y salió al vestíbulo con las manos en alto.
Un coro de voces gritó.
—¡Al suelo! ¡Al suelo! Las manos sobre de la cabeza.
Cuando Quinn divisó a unos de los uniformados que le apuntaba con la pistola en el pecho, se dejó caer boca abajo.
—Irina, corre—gritó hacia el dormitorio, antes de que la agarraran con fuerza los brazos hacia atrás y la esposaran.
—Lleva un arma aquí—el policía uniformado gritó.
—Dámela—Mike dijo, cuando el uniforme le retiró el revólver de la pistolera del tobillo de Quinn.
—Hay un civil en el dormitorio—una voz masculina gritó simultáneamente.
—¡Usted dos! Saquen al civil del edificio y pedir más apoyo. Dejar a este aquí por ahora—cuando los dos uniformados sacaron arrastras a Irina por la puerta principal, Mike se arrodilló junto a Quinn—¿Te parece bien?
—Sí, pero suéltame. Jesús—Quinn sacudió con fuerza sus brazos—Quítame esto de encima.
El asiático le ayudó a levantarse y ambos se pusieron de pie. Le entregó su arma.
—Aquí ya está todo despejado—le explicó—Ponte la placa de policía no sea que estos uniformados ansiosos te disparen.
Ella insistió, buscando su placa en el bolsillo de su pantalón.
—No llevas el chaleco puesto, así que te quedas aquí abajo por ahora.
—Pero podrías necesitarme.
—Si te necesito, te avisaré—y salió corriendo escaleras arriba.
******
En el vestíbulo todo era un caos.
Olor a sangre, gritos de las chicas asustadas. Mike vio el cuerpo en el suelo, del que salía sangre a borbotones de sus pulmones, como si hubiera recibido un puñetazos en su intestino.
Oh, no Dios, no puedo estar viendo esto.
Kitty giró sobre un eje hacia él, con su arma extendida, y le gritó:
—Policía.
Mike le respondió:
—Kitty, soy yo.
—Joder—los ojos de Kitty estaban demasiado oscuros—Abajo, ¿ésta todo despejado?
—Quinn lo está barriendo—le respondió sin mirarla. Tenía su mirada fija en el cuerpo de Santana contra la pared—Jesucristo.
—Pide una ambulancia y un médico forense—Kitty se enfundó su arma, y se giró a mirar al grupo de jóvenes de apariencia rusa, amontonadas conjuntamente en el extremo más alejado del vestíbulo.
La mayoría estaban vestidas con ropa de dormir o camisas holgadas, descalzas y claramente aterrorizadas.
—No hay nadie más aquí arriba aquí—volvió a dirigirse al moreno—, Pero quiero asegurarme. Quédate con Santana.
Éste se arrodilló junto a la morena que lo miraba con los ojos abiertos pero sin poder enfocar. La sangre caía lentamente bajando por su cara hasta el cuello.
—Cálmate, teniente. La ambulancia estará aquí en un momento.
Él esperó, manteniendo su aliento, pero no obtuvo ninguna respuesta.
******
Brittany abrió los ojos en la oscuridad, con el corazón corriendo a gran velocidad.
El reloj, junto a la cama, marcaba las 4:26 a.m. Creyó oír el sonido de la llave en el cerrojo, pero sólo había silencio. Se incorporó y trató de alcanzar su bata.
Tuvo un mal sentimiento.
Su pecho contuvo el aire de sus pulmones y sus extremidades empezaron a temblar. Se apoyó en la cama, y después de ponerse la bata, sobre el cuerpo desnudo, se dirigió a la sala de estar.
No se asombró al oír un golpe en la puerta.
No podía moverse.
En ese instante entendió la potencia real de negación.
Si no abría la puerta, no sufriría su pérdida.
Si no oía las palabras, no experimentaría su angustia.
Si no lo aceptaba no sería real.
El golpe se repitió.
Intentó fortalecerse y abrió la puerta. En cuanto vio a Kitty, no quiso preguntar, simplemente salió un susurro angustiado de su boca No.
—Está herida, pero está vida. Está en urgencias del hospital universitario. Sam Evans está con ella.
—Sólo necesito un minuto—Brittany dijo uniformemente, pero cuando se dio media vuelta, sus piernas fallaron.
La ojiverde rápidamente la alcanzó y la sujetó por la cintura.
—Va a estar bien—Kitty le dijo, mientras la acompañaba al dormitorio.
—Dime qué pasó.
La más baja evitó mirarla, cuando aparentemente olvidando su presencia, se quitó la bata, quedando desnuda, mientras buscaba en el armario algo de ropa.
—Entramos en la casa. Había un hombre armado.
—Oh Dios—Brittany cerró los ojos, apoyando una mano contra la puerta del armario.
—Ella llevaba puesto el chaleco, Britt—Kitty acercó rápidamente—No puedo decirlo con seguridad, pero creo que no recibió el disparo.
—Si no hubiera recibido el disparo, ella misma me habría llamado. ¿Qué me estás queriendo decir?
—Tienes una herida en la cabeza. No estoy seguro de su gravedad.
Dio un grito pequeño antes de controlar sus nervios. Despejando su mente, se puso una blusa, y unos pantalones flojos, sin darse cuenta que no llevaba ropa interior.
Se puso unos zapatos de tacón bajo, cogió una chaqueta de sport, y se dirigió a la puerta de la calle, con la más baja detrás suyo.
—¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Quién estaba con ella?
—Yo.
Apenada miró directamente en la ojiverde.
—¿Están todos los demás bien?
—Sí.
—¿Y la persona que le disparó a ella?
—No tienes que preocuparte por eso—Kitty continuó hablando—Mi coche está ahí.
—¿Tu lo mataste?
—Sí—Kitty pulsó el mando del control remoto y abrió la puerta del pasajero para la más alta.
—¿Estás bien con eso?
La miró mientras se colocaba el cinturón de seguridad.
—Si estoy bien.
Brittany no recordó nada del breve y rápido viaje al hospital.
Estaba fuera del coche casi antes de que Kitty pudiera detener su Porsche, delante de la entrada de emergencias del hospital. Entró corriendo por las puertas automáticas, atravesando el caos familiar del área de trauma.
Esta noche la sala de espera estaba llena de uniformados.
Esta noche, el departamento de policía había cambiado de dirección, en apoyo a uno de sus hermanos caídos. Mientras pensaba en ello, agarró a una enfermera que pasaba junto a ella.
—La teniente López. La policía herida esta noche. ¿Dónde está ella?
—Creo que en trauma uno.
—Gracias.
La ojiverde se acercó a Brittany antes de que ésta pudiera entrar a través de las cortinas de los cuartos de examen.
—Tal vez deberías esperar hasta que Sam nos dé una actualización.
—No. Quiero verla ahora.
—De acuerdo—Kitty dijo—Esperaré fuera.
Antes de que pudiera volverse para que alguien le diera algo de información, escuchó el profundo sonido de una voz familiar.
—Dra. Pierce—el capitán Schuester le saludo sorprendentemente tranquilo—Siento que nos tengamos que volver a vernos en estas circunstancias. ¿Puedo hacer algo ti?
—¿Dónde está ella?—Brittany preguntó inmediatamente.
—En radiología, en menos es lo último oí—él deslizó un brazo debajo su codo—Nadie nos dice gran cosa, solo que está en estado crítico. Por qué no vienes a sentarte con toda la familia.
—¿No está en la sala de operaciones?
Schuester la miró perplejo.
—No. Nos dijeron algo de una imagen de CAT.
Una parte de la presión terrible alrededor del corazón se alivió. Si no la habían llevado directamente a la sala de operaciones, eso quería decir que no estaba en peligro serio.
Podía estar herida pero no se estaba muriendo.
Por favor, deja que eso sea cierto.
—Iré a radiología a preguntar—Brittany dijo.
—Por supuesto—Schuester contestó.
—¿Quieres vaya contigo?—Kitty preguntó.
Negó con la cabeza.
—No, estoy bien—le sonrió a Kitty—Gracias por venir a buscarme. Deberías llamar a Marley. Debe estar preocupada—repentinamente, su expresión cambió—¿Todos los demás están bien? ¿Quinn? ¿Mike?
La ojiverde inclinó la cabeza.
—Todos están bien.
—Bien, vale. Tengo que ir.
Lo primero que vio, nada más llegar al hueco de la escalera, fue a Mike caminando con pasos largos y espaciados, en un círculo apretado, con un cigarrillo apagado es los labios.
Luego vio a Quinn, con los brazos cruzados, y apoyada sobre un hombro contra la pared, al lado de la entrada de radiología. Su imagen calmada en pantalones vaqueros negros ajustados y chaqueta de motocicleta, con los rasgos de su rostro serios y oscuros, parecía un animal joven peligroso. Excepto sus ojos, que cuando se encontraron con los de ella, estaban llenos de dolor.
Cuando Mike la vio, se acercó.
—Yo quería haber ido a buscarte, pero Kitty quiso…
—Está bien—Brittany dijo suavemente—Está bien que te hayas quedado a velar por ella—su mirada fija se mudó hacia las puertas cerradas—¿Está todavía ahí dentro?
—Sí, y ellos no nos han querido decir nada.
—Bueno bien, a mí tendrán que decírmelo—y se abrió paso a empujones a través de las puertas.
Nada más entrar, vio a Sam Evans, apoyado sobre el hombreo de un técnico de rayos X, que miraban una serie de imágenes delante de una pantalla de ordenador.
—Déjeme ver los cortes craneales otra vez—dijo el cirujano de trauma.
—Sam—Brittany dijo—¿Cómo está ella?
Sam Evans se dio vuelta sorprendido.
—Hola Brittany. Creo que ha tenido mucha suerte. Cuando llegó estaba inconsciente, pero no veo nada más que una cierta cantidad de hinchazón en la zona occipital.
—¿Dónde fue golpeada?—casi no pudo terminar de preguntar, pero se obligó a hacerlo.
Mientras le hacía toda serie de preguntas, miraba a través de la ventana al cuarto donde una máquina enorme amortajaba el cuerpo de su amante.
—El chaleco recibió la mayor parte del impacto—Sam dijo—Le hemos hecho un escáner CAT del pecho, y tiene considerables magulladuras sobre la mitad del tórax. Puede que tenga el esternón fracturado, pero mi principal preocupación es su cabeza. Tiene una laceración temporal profunda, en el cuero cabelludo, causada por la herida de una bala.
Por unos segundos, perdió la visión, y tuvo que apoyarse para no perder el control.
—¿Puedo verla?
El rubio le acercó una silla rodante y la obligó a sentarse.
—Como muy pronto, cuando estén hechas las tomografías. Necesito esa información, Brittany.
—¿Pero va a estar bien?
—¿Déjame que termine mi evaluación, y luego podremos hablar, vale?—su noto fue cortés pero firme. Su atención volvió hacia las imágenes del monitor que había estado mirando—Vuelve a poner la misma serie, otra vez.
******
Agarradas de la mano, Marley y Rachel se abrieron paso entre la gran cantidad de policías que estaban en la sala de espera.
—¡Ahí!—Marley señaló hacia Kitty que la veía junto con una Jazmín completamente perturbada, a un lado de los ascensores.
En cuando oyó su voz, su ojiverde las miró y ambas ser acercaron a ellas.
—Hola—Kitty dijo besándola rápidamente.
Ésta apoyó una mano sobre el pecho de su rubia, deslizándola por todo su cuerpo, como si tuviera la necesidad de comprobar que no estaba herida.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
Ensartando un brazo alrededor de su cintura, miró a Jazmín.
—Blaine llegará de un momento a otro. La llamé de camino. Ha ido a coger algo de ropa por si te quieres cambiar.
—Gracias. Por el momento, nadie me ha prestado demasiada atención—le respondió, mirando su vestido rojo ajustado y tacones de aguja.
En ese mismo momento, Blaine salió del ascensor con una bolsa bajo el brazo. Cuando vio el grupo, se acercó a ellos, con cara de preocupación.
—Hola—dijo mientras besaba a Jazmín en la boca—¿Cómo está Santana?
—De momento no nos han dicho nada—Jazmín apretó su mano—Vuelvo enseguida. Necesito hacer una llamada.
—¿Dónde está Q?—Rachel preguntó.
Marley la había recogido, después de que Kitty la avisa llamado. Cuando el teléfono había sonado, ella no estaba dormida.
Estaba esperando. Haciendo un intento por no pensar en lo que estaba haciendo su novia. En lo que Irina le estaría haciendo. Ahora lo único que quería era ver por sí misma, que Quinn estaba bien. Ya no le importaba nada lo pudiera haber hecho con Irina.
—Está abajo con Mike, esperando a Santana.
—De acuerdo, gracias—dio un giro de 360 grados y bajó corriendo las escaleras.
En cuando llegó a su destino, inmediatamente vio a su ojiverde. Las prisas por aliviar su nerviosismo habían provocado que se sintiera débil. Pero eso no era nada, comparado con lo que mostraba la cara de Quinn.
Parecía una mezcla de miedo y fuerza el mismo tiempo.
Dio tres pasos hacia su rubia mientras esta se acercaba y terminaban por encontrarse, en el centro del vestíbulo, envueltos en un abrazo.
—¿Estás bien?—Rachel susurró, moviendo sus manos de arriba abajo sobre la espalda de su rubia.
—Han disparado a Santana—Quinn dijo, con la cara apoyada sobre la curva de su cuello—Dios mío, Rach.
El pequeño temblor en su voz hizo que se estremeciera.
—Tranquila ella se pondrá bien. Ella es muy fuerte.
—Estoy tan contenta de que hayas venido—con esfuerzo, Quinn se enderezó.
—Parece como si fueras a tener una crisis nerviosa, novata—le sonrió—López estará bien. Lo sé porque…—se encogió de hombros—Porque ella es la que nos mantiene a todos unidos. Tú la necesitas y ella lo sabe. Ella nunca nos abandonaría.
—¿Eso es lo que crees?—Quinn susurró, necesitando desesperadamente creerlo.
Sonrió y le acarició la mejilla.
—Si.
Unos metros detrás de ellas, Mike oyó esas palabras y susurró una oración silenciosa para que Rachel tuviera razón.
******
El sonido del arma volvió a la cabeza de Santana.
El olor de la adrenalina, el miedo y el metal caliente permearon su conciencia. Y en alguna parte, el forcejeo para dominar todas las demás sensaciones, fue la urgente necesidad para volver a Brittany.
Brittany.
Tenía que verla. Tocarla. Decirle que no se preocupara.
—Britt—se quejó.
—Estoy aquí. Sanny, cariño, estoy aquí—le acarició la frente, sin soltar su mano—Estarás bien, cariño.
—Lo siento—Santana intentó abrir los ojos, parpadeó, pero sólo podía ver las luces apagadas, del cuarto de cuidados intensivos.
Después de unos segundos, de seguir intentándolo, pudo enfocar su visión sobre su rubia. Vio la enorme angustia en sus ojos.
Se estremeció.
—Lo siento. No pretendía asustarte.
—Lo sé—Brittany levantó su mano le besó lo nudillos uno por uno—Lo sé. No te preocupes, sólo descansa.
— ¿Kitty, Quinn, ni equipo están heridos?
—No, cariño. Todos están bien—la besó suavemente.
Sólo tú.
¿Siempre será así?
La morena frunció el ceño.
Había cosas que no podía recordar. Se vio en el callejón oscuro y estrecho, la puerta trasera de la casa, la subida por la escalera, avanzar por el pasillo. Se veía avanzando en silencio. Después sólo recordaba el ruido de un arma.
—¿Qué es?—Brittany exclamó viendo la lectura del ritmo cardíaco en la pantalla sobre la cama de su amante. Había saltado veinte puntos y las alarmas empezaron a sonar—¿Te duele? Estás bien?
—Él debía estar observándonos—Santana hizo una mueca—El muy bastardo fue cuidadoso.
No hacía falta imaginarse a aquel hombre esperando, listo para matar a su amante, pero sabía que para la morena hablar de ello, era como si estuviera resolviendo el momento, era su mejor forma de sanar.
—No lo podías saber.
—Caí al suelo y él siguió viniendo hacia mí—hablando lentamente, todavía de forma ambigua, todavía adolorida, miró a los ojos a su amante—Tuve miedo. Tuve miedo de que me matara. Tuve miedo de no volver a verte.
La rubia se mordió el labio inferior, pero era demasiado tarde para poder detener sus lágrimas.
—Te quiero. Oh dios, te quiero.
—Britt-Britt, te quiero. Siento haberte preocupado. No puedo perderte. No podría vivir sin ti.
Ésta apartó sus lágrimas.
—Yo tampoco puedo perderte. No quiero volver a verte herida.
Entrecerró los ojos al sentir el torrente de dolor.
—Cristo, me va a estallar la cabeza.
—Tienes una fuerte contusión—le explicó mientras miraba los monitores rápidamente. Todo parecía estable. Volvió a mirar hacia su amante. Te dolerá todavía durante un tiempo. Tu memoria podría estar un poco borrosa.
—Recuerdo al que me disparó. Ahora lo recuerdo—llevó la mano de su rubia a su pecho.
—Shsssss—Brittany cerró los ojos intentando alejar las imágenes que le vinieron de forma inesperada.
Imágenes de su pelinegra en el suelo del almacén, un río de sangre diluviando de su pecho. El cuerpo de su amante, pálida e inmóvil, en la unidad de cuidados intensivos.
Cerrado su mente ante tal pesadilla; su cama vacía, su casa en silencio, su vida árida, se obligó a sonreír.
—Sam dijo que en unos días podrás salir de aquí.
—Bien.
La morena cerró los ojos durante tanto tiempo que la rubia pensó que estaba dormida. Sin embargo, cuando trató de soltar su mano, la teniente entrelazó sus dedos con más fuerza.
Con los ojos todavía cerrados, le dijo:
—Si nos separáramos, no tendrías que volver a pasar por esto.
—Lo sé—le besó suavemente en los labios—Sé qué harías lo que fuera para no hacerme daño. Y es por eso que te quiero tanto.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Por Dios, por un momento pense que Santana estaria al borde de la muerte, parece que al final todo salio segun lo esperado, ahora a esperar!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:Por Dios, por un momento pense que Santana estaria al borde de la muerte, parece que al final todo salio segun lo esperado, ahora a esperar!!!!
Hola, pense que ya esta actualizando para leer o para terminar la historia xD jajajaaj. YO tmbn! mas cuando decian sagre y santana XD Esperemos y sea así jajaja. Aki otro cap para saber más! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia IV (Adaptada) Cap 35 - Último
Capitulo 35 - Último
Martes…
—Maté a un hombre anoche.
Kitty soltó aquellas palabras, intentando alejarse de su amante. Cuando Marley entendió el significado de aquello, la abrazó con más fuerza, sin permitirle que se alejara.
Descansó su mejilla sobre la parte superior de cabeza rubia y lentamente le acarició su parte de atrás.
—¿Por eso estuviste hablando tanto tiempo con los detectives en el hospital?
—Sí, me estaban tomando declaración—le explicó, manteniendo los ojos cerrados, saboreando el calor y olor de la piel de su amante—También se llevaron mi arma, hasta que la investigación se cierre.
—¿Estás en problemas?
—No lo creo. Disparé contra el tipo que disparó a Santana. Simplemente tienen que seguir el protocolo.
Notó el tono fresco y constante en la voz de su amante.
—¿Era el hombre que..?
La rubia guardó silencio, durante un largo momento.
—Realmente no lo sé. Podría ser—se encogió de hombros—Creo que es lo más seguro, pero nunca lo sabremos.
—Si así fuera, ¿podrías vivir con ello? ¿Podrías dejarlo pasar? ¿Lo harías por nosotras?
—Sí—Kitty inclinó su cabeza y abrió los ojos, le sonrío—Lo único importante eres tú. Para mí estará bien, si ambas estamos bien.
Sonrió y la besó suavemente. Cuando se separó, su expresión se volvió seria.
—¿Habías disparado alguna vez contra alguien antes?
—No.
—¿Estás bien con eso?
—Él iba a matar a Santana. Después vendría a por todos los demás—sus ojos nunca vacilaron. Su voz se mantuvo constante y en calma—No lo disfruté. Tampoco ahora, pero lo volvería a hacer. Lo haría si alguien intentara herirte.
Inclinó la cabeza.
—Creo que lo mejor es que, de ahora en adelante, te limites a los ordenadores.
La ojiverde sonrió abiertamente.
—Creo que tienes tota la razón.
—Hola—Mike saludó—Creía que ya no estarías por aquí.
Carla Reiser sonrió, mientras lo mirada desde su escritorio.
—Ni en sueños. Tengo demasiado trabajo como para irme.
—¿Todo bien?—Mike entró en el despacho de la mujer y se apoyó sobre el sofá—¿Los federales han vuelto?
—Ni me los menciones—Carla dijo fervientemente.
El detective se rió ahogadamente.
—Me imagino que te gustó pasar la noche con Puckerman.
—Sí, fue una maravilla. Estoy deseando repetir la experiencia.
—Si ya sabía yo que eras una mujer muy astuta. Como el resto de las mujeres con las que trabajo—se encogió de hombros—Ya no sé qué pensar.
Carla sonrió, viendo que se ponía nervioso.
—¿Cómo fue la operación?—preguntó el detective.
—Como un mecanismo de relojería. Una vez que Kitty nos dio la información, pudimos poner audio y vigilancia en los sospechosos, tanto aquí como fuera—Carla se levantó y caminó, en dirección opuesta, donde se sirvió una taza de café recién hecho.
—Tan pronto como obtuvimos luz verde de la teniente López, entramos y detuvimos a todos. Sólo uno de los sospechosos murió. Puckerman tenía equipos secundarios de apoyo, en las detenciones. No tuvimos ningún problema.
—¿Puckerman está haciendo los interrogatorios?
—Eso es lo que tengo entendido—Carla levantó el café y se lo ofreció al detective.
Ante de aceptación de la misma, sirvió una nueva taza y se la entregó. A continuación se sentó en el sofá, junto a él.
—Puckerman le dejó claro, que la operación de contrabando era de su jurisdicción.
—De cualquier manera—Mike dijo, sorbiendo un poco de su café—La organización de Zamora está muy dañada. Creo que ha sido un gran éxito. Personalmente, no creo que Puckerman vaya a conseguir que alguien delate a Zamora, pero los federales podrán arrestar a otros muchos hombre de alto nivel. Creo que será suficiente para ellos.
—Estoy de acuerdo—Carla dijo—Con tal de que mis muelles estén limpios, de nuevo, no me importa quién se lleve la gloria.
Mike inclinó la cabeza favorablemente.
—Si tienes razón.
—Sí, cuídate. Es agradable hablar contigo.
El detective se sonrojó y pensó en salir de ahí lo más rápido posible.
Rachel retiró a un lado las sábanas, mientras observaba a Quinn hablar por teléfono.
—Mira, lo único que quiero saber es saber lo que ocurrirá con ellas—Quinn habló de forma frustrada—De acuerdo, bien. Lo supongo—caminó con pasos largos y lentos—Si, gracias. Hablaremos más tarde—colgó su teléfono, lo dejó sobre una silla, se desnudó y se deslizó bajo las sábanas, junto a ella.
—¿Estás bien?—le preguntó
—¿Huh?
La rubia la puso sobre ella y la abrazó. Un segundo más tarde, Rachel estaba a horcajadas sobre ella. Su corazón y otras partes de su cuerpo daban bandazos ante la sensación de calor y humedad contra su piel. Gimió suavemente.
La castaña llevó los talones a ambos lados de su cuerpo y acarició los músculos apretados de su novia.
—¿Qué te dijo?
—No tiene importancia—respondió entre dientes, con los ojos cerrados.
—No seas cabezota. ¿Qué está pasando?—se movió llevando sus manos sobre el cuello de la rubia acariciándole.
—Están en manos del Servicio Internacional de Inmigración—levantó las caderas y sintió el empujón de su castaña, al principio lento, luego más rápido, cada vez más rápido y más fuerte excitándola terriblemente.
—¿Qué harán con ellas? ¿Enviarlas de vuelta a dondequiera que vinieron?—Rachel llevó una mano entre las piernas de su novia.
—Jesús—la detective contuvo su aliento, luchando por enfocar—No lo sé. Están aquí ilegalmente, pero también son víctimas.
—¿Detendrán a Irina?—le preguntó, mientas continuaba moviendo la mano sobre el sexo de su rubia.
—Sí, creo que sí. Supongo que formaba parte de todo ello—Quinn empezó a mover sus caderas, y cambió de dirección, poniéndose sobre el cuerpo de la castaña.
—¿Por qué haces esto?
—Quiero ver tu cara si hablamos de estas cosas—le abrió los muslos y metió sus caderas sobre el cuerpo moreno. Mantuvo un curvado alrededor de la pequeña cintura de su novia—Sabes que me vuelves loca.
—Lo sé—le respondió con una sonrisa pequeña—Pero también te relaja. Y además no pones cuidado cuando hablamos de cosas de las que no te gusta hablar.
La ojiverde levantó su cuello y atrapó la boca de la más baja en un hambriento beso, que le hizo olvidar lo que estaban hablando. Cuando dejó caer su cabeza de regreso sobre la almohada, su cuerpo zumbaba.
—Ella te gusta.
—No de la forma que piensas—Quinn la miró directamente a los ojos—No la quiero. No la amo. Sólo siento que la he estado utilizando.
La ojimarrón mantuvo su mirada.
—Novata, no lo pienses más. Oblígala a que vea esos vídeos y que explique lo que hacían con ellas.
—Lo sé. Si se la relaciona con ello la utilizaremos.
—La mayoría de los policías no se preocuparía por ella. Sólo Santana lo haría.
—Sí, sí—se estiró sobre el cuerpo de la rubia y le acarició el cuello con la nariz—Si ella siempre se preocupa—continuó acariciándole suavemente el pecho, el abdomen, la flor de la canela de sus muslos .
—Supongo que los federales querrán retenerla hasta que terminen con la investigación. Probablemente las chicas también pueden saber algo—atrapó la mano morena y la presionó entre sus muslos, conservando sus dedos sobre los de su novia—No creo que haya nada que pueda hacer para ayudarlas.
Deslizó un dedo sobre el clítoris de su ojiverde.
—Pero de todas formas lo intentaras.
—Si—respondió con dificultad. Dejó que la castaña continuara con lo que estaba haciendo, libreando su mano—Probablemente.
—Bien.
—¿Te parece bien?
La más baja le deslizaba la lengua sobre los labio, introduciéndose en su boca, jugando en su interior, mientras continuaba moviendo sus dedos entre las piernas de la ojiverde.
Observó los ojos vidriados de su amante, sabiendo que a conversación había terminado. Sin poder resistirse presión sus caricias hasta hacer que se corriera.
Santana ladeó la cabeza hacia la puerta, cuando ésta se abrió.
—Pensé que irías a casa a dormir un poco.
—Lo intenté—se acercó a la cama, se inclinó y la besó—Pero no podía dormir—le acaricio la mejilla—¿Cómo te sientes?
—Mejor—cuidadosamente, Santana se movió dejando espacio a su lado para hacerle sitio—¿Quieres acompañarme?
La rubia se quitó los zapatos, luego le desabotonó la chaqueta del traje y lo dejó sobre una silla cercana. Había ido a casa, se había duchado, pero su rostro seguía mostrando sus temores y preocupaciones. Se deslizó junto al cuerpo de su amante.
La tomó de la mano, y entrelazó su dedo. Recostó su mejilla sobre el hombro de la morena.
—Sabes que me cuesta mucho dormir cuando no está junto a mí.
Ésta llevó sus labios sobre el pelo rubio.
—Lo sé. De ahora en adelante, haré lo que sea para volver a casa lo antes posible.
—Eso me gustaría—Brittany la cerró los ojos y dijo suspirando—¿La investigación ha terminado?
—Al menos, y por ahora, nuestra parte ha terminado—le contestó—Hemos puesto al descubierto la operación de tráfico ilegal de personas, la pornografía por internet, y liberado a muchas de sus víctimas. Eso ha hecho mucho daño a la organización de Zamora. Eso nos ayudará en el futuro.
—Simplemente un capítulo más del libro—Brittany se quejó.
—Sí—Santana estuvo de acuerdo—El trabajo policía nunca termina—cerró sus ojos, y conjuntamente, se durmieron.
Kitty soltó aquellas palabras, intentando alejarse de su amante. Cuando Marley entendió el significado de aquello, la abrazó con más fuerza, sin permitirle que se alejara.
Descansó su mejilla sobre la parte superior de cabeza rubia y lentamente le acarició su parte de atrás.
—¿Por eso estuviste hablando tanto tiempo con los detectives en el hospital?
—Sí, me estaban tomando declaración—le explicó, manteniendo los ojos cerrados, saboreando el calor y olor de la piel de su amante—También se llevaron mi arma, hasta que la investigación se cierre.
—¿Estás en problemas?
—No lo creo. Disparé contra el tipo que disparó a Santana. Simplemente tienen que seguir el protocolo.
Notó el tono fresco y constante en la voz de su amante.
—¿Era el hombre que..?
La rubia guardó silencio, durante un largo momento.
—Realmente no lo sé. Podría ser—se encogió de hombros—Creo que es lo más seguro, pero nunca lo sabremos.
—Si así fuera, ¿podrías vivir con ello? ¿Podrías dejarlo pasar? ¿Lo harías por nosotras?
—Sí—Kitty inclinó su cabeza y abrió los ojos, le sonrío—Lo único importante eres tú. Para mí estará bien, si ambas estamos bien.
Sonrió y la besó suavemente. Cuando se separó, su expresión se volvió seria.
—¿Habías disparado alguna vez contra alguien antes?
—No.
—¿Estás bien con eso?
—Él iba a matar a Santana. Después vendría a por todos los demás—sus ojos nunca vacilaron. Su voz se mantuvo constante y en calma—No lo disfruté. Tampoco ahora, pero lo volvería a hacer. Lo haría si alguien intentara herirte.
Inclinó la cabeza.
—Creo que lo mejor es que, de ahora en adelante, te limites a los ordenadores.
La ojiverde sonrió abiertamente.
—Creo que tienes tota la razón.
*****
—Hola—Mike saludó—Creía que ya no estarías por aquí.
Carla Reiser sonrió, mientras lo mirada desde su escritorio.
—Ni en sueños. Tengo demasiado trabajo como para irme.
—¿Todo bien?—Mike entró en el despacho de la mujer y se apoyó sobre el sofá—¿Los federales han vuelto?
—Ni me los menciones—Carla dijo fervientemente.
El detective se rió ahogadamente.
—Me imagino que te gustó pasar la noche con Puckerman.
—Sí, fue una maravilla. Estoy deseando repetir la experiencia.
—Si ya sabía yo que eras una mujer muy astuta. Como el resto de las mujeres con las que trabajo—se encogió de hombros—Ya no sé qué pensar.
Carla sonrió, viendo que se ponía nervioso.
—¿Cómo fue la operación?—preguntó el detective.
—Como un mecanismo de relojería. Una vez que Kitty nos dio la información, pudimos poner audio y vigilancia en los sospechosos, tanto aquí como fuera—Carla se levantó y caminó, en dirección opuesta, donde se sirvió una taza de café recién hecho.
—Tan pronto como obtuvimos luz verde de la teniente López, entramos y detuvimos a todos. Sólo uno de los sospechosos murió. Puckerman tenía equipos secundarios de apoyo, en las detenciones. No tuvimos ningún problema.
—¿Puckerman está haciendo los interrogatorios?
—Eso es lo que tengo entendido—Carla levantó el café y se lo ofreció al detective.
Ante de aceptación de la misma, sirvió una nueva taza y se la entregó. A continuación se sentó en el sofá, junto a él.
—Puckerman le dejó claro, que la operación de contrabando era de su jurisdicción.
—De cualquier manera—Mike dijo, sorbiendo un poco de su café—La organización de Zamora está muy dañada. Creo que ha sido un gran éxito. Personalmente, no creo que Puckerman vaya a conseguir que alguien delate a Zamora, pero los federales podrán arrestar a otros muchos hombre de alto nivel. Creo que será suficiente para ellos.
—Estoy de acuerdo—Carla dijo—Con tal de que mis muelles estén limpios, de nuevo, no me importa quién se lleve la gloria.
Mike inclinó la cabeza favorablemente.
—Si tienes razón.
—Sí, cuídate. Es agradable hablar contigo.
El detective se sonrojó y pensó en salir de ahí lo más rápido posible.
*****
Rachel retiró a un lado las sábanas, mientras observaba a Quinn hablar por teléfono.
—Mira, lo único que quiero saber es saber lo que ocurrirá con ellas—Quinn habló de forma frustrada—De acuerdo, bien. Lo supongo—caminó con pasos largos y lentos—Si, gracias. Hablaremos más tarde—colgó su teléfono, lo dejó sobre una silla, se desnudó y se deslizó bajo las sábanas, junto a ella.
—¿Estás bien?—le preguntó
—¿Huh?
La rubia la puso sobre ella y la abrazó. Un segundo más tarde, Rachel estaba a horcajadas sobre ella. Su corazón y otras partes de su cuerpo daban bandazos ante la sensación de calor y humedad contra su piel. Gimió suavemente.
La castaña llevó los talones a ambos lados de su cuerpo y acarició los músculos apretados de su novia.
—¿Qué te dijo?
—No tiene importancia—respondió entre dientes, con los ojos cerrados.
—No seas cabezota. ¿Qué está pasando?—se movió llevando sus manos sobre el cuello de la rubia acariciándole.
—Están en manos del Servicio Internacional de Inmigración—levantó las caderas y sintió el empujón de su castaña, al principio lento, luego más rápido, cada vez más rápido y más fuerte excitándola terriblemente.
—¿Qué harán con ellas? ¿Enviarlas de vuelta a dondequiera que vinieron?—Rachel llevó una mano entre las piernas de su novia.
—Jesús—la detective contuvo su aliento, luchando por enfocar—No lo sé. Están aquí ilegalmente, pero también son víctimas.
—¿Detendrán a Irina?—le preguntó, mientas continuaba moviendo la mano sobre el sexo de su rubia.
—Sí, creo que sí. Supongo que formaba parte de todo ello—Quinn empezó a mover sus caderas, y cambió de dirección, poniéndose sobre el cuerpo de la castaña.
—¿Por qué haces esto?
—Quiero ver tu cara si hablamos de estas cosas—le abrió los muslos y metió sus caderas sobre el cuerpo moreno. Mantuvo un curvado alrededor de la pequeña cintura de su novia—Sabes que me vuelves loca.
—Lo sé—le respondió con una sonrisa pequeña—Pero también te relaja. Y además no pones cuidado cuando hablamos de cosas de las que no te gusta hablar.
La ojiverde levantó su cuello y atrapó la boca de la más baja en un hambriento beso, que le hizo olvidar lo que estaban hablando. Cuando dejó caer su cabeza de regreso sobre la almohada, su cuerpo zumbaba.
—Ella te gusta.
—No de la forma que piensas—Quinn la miró directamente a los ojos—No la quiero. No la amo. Sólo siento que la he estado utilizando.
La ojimarrón mantuvo su mirada.
—Novata, no lo pienses más. Oblígala a que vea esos vídeos y que explique lo que hacían con ellas.
—Lo sé. Si se la relaciona con ello la utilizaremos.
—La mayoría de los policías no se preocuparía por ella. Sólo Santana lo haría.
—Sí, sí—se estiró sobre el cuerpo de la rubia y le acarició el cuello con la nariz—Si ella siempre se preocupa—continuó acariciándole suavemente el pecho, el abdomen, la flor de la canela de sus muslos .
—Supongo que los federales querrán retenerla hasta que terminen con la investigación. Probablemente las chicas también pueden saber algo—atrapó la mano morena y la presionó entre sus muslos, conservando sus dedos sobre los de su novia—No creo que haya nada que pueda hacer para ayudarlas.
Deslizó un dedo sobre el clítoris de su ojiverde.
—Pero de todas formas lo intentaras.
—Si—respondió con dificultad. Dejó que la castaña continuara con lo que estaba haciendo, libreando su mano—Probablemente.
—Bien.
—¿Te parece bien?
La más baja le deslizaba la lengua sobre los labio, introduciéndose en su boca, jugando en su interior, mientras continuaba moviendo sus dedos entre las piernas de la ojiverde.
Observó los ojos vidriados de su amante, sabiendo que a conversación había terminado. Sin poder resistirse presión sus caricias hasta hacer que se corriera.
*****
Santana ladeó la cabeza hacia la puerta, cuando ésta se abrió.
—Pensé que irías a casa a dormir un poco.
—Lo intenté—se acercó a la cama, se inclinó y la besó—Pero no podía dormir—le acaricio la mejilla—¿Cómo te sientes?
—Mejor—cuidadosamente, Santana se movió dejando espacio a su lado para hacerle sitio—¿Quieres acompañarme?
La rubia se quitó los zapatos, luego le desabotonó la chaqueta del traje y lo dejó sobre una silla cercana. Había ido a casa, se había duchado, pero su rostro seguía mostrando sus temores y preocupaciones. Se deslizó junto al cuerpo de su amante.
La tomó de la mano, y entrelazó su dedo. Recostó su mejilla sobre el hombro de la morena.
—Sabes que me cuesta mucho dormir cuando no está junto a mí.
Ésta llevó sus labios sobre el pelo rubio.
—Lo sé. De ahora en adelante, haré lo que sea para volver a casa lo antes posible.
—Eso me gustaría—Brittany la cerró los ojos y dijo suspirando—¿La investigación ha terminado?
—Al menos, y por ahora, nuestra parte ha terminado—le contestó—Hemos puesto al descubierto la operación de tráfico ilegal de personas, la pornografía por internet, y liberado a muchas de sus víctimas. Eso ha hecho mucho daño a la organización de Zamora. Eso nos ayudará en el futuro.
—Simplemente un capítulo más del libro—Brittany se quejó.
—Sí—Santana estuvo de acuerdo—El trabajo policía nunca termina—cerró sus ojos, y conjuntamente, se durmieron.
Continuará…
*******************************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Excelente, todo en calma por ahora. Se acerca el fin de año!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:Excelente, todo en calma por ahora. Se acerca el fin de año!!!!!
Hola, si. SI y eso es lo bueno...esperemos y siga así jajajaaj. SI! y es oi! Que lo pases muy bn y este sea un gran año! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Prólogo
Prólogo
—Repítemelo otra vez, Vicent, ¿cómo es que en seis meses he perdido un tercio de mis ingresos?
Antes de que el hombre que estaba de pie, delante de su escritorio, con visible sudoración, pudiera responder, Kratos Zamora giró su silla de cuero para ponerse de frente, hacia las ventanas de cristal.
Su oficina, en el vigésimo quinto piso, del rascacielos de su propiedad, en el Centro Ciudad, dominaba la vista del centro de Filadelfia, a través del Río Delaware, en el sur de New Jersey.
El panorama mostraba el puente Benjamin Franklin, hacia el norte, y el Walt Whitman, al sur.
El Puerto de Filadelfia se extendía a su derecha y, mientras se mantenía en silencio unos segundos, contempló cómo un buque de carga pesado se deslizaba hacia el muelle de carga, con varios contenedores apilados, unos sobre otros...
Algunos de los llevaban sus productos legítimos, pero otros deberían haber
levado su otra mercancía mucho más lucrativa.
Y ahí estaba su problema.
Desviando los ojos, por el sol de la tarde, continuó en un tono de conversación, como si leyera una lista de compras.
—El setenta y cinco por ciento de los ingresos de entretenimiento, y más de la mitad de los servicios de escoltas se han secado. Y ahora—se detuvo a girar de nuevo alrededor—, Me estás diciendo que nuestra línea directa con el Ayuntamiento, ha desaparecido. ¿He oído bien?
—No exactamente desaparecido—el hombre grande, vestido con un traje rancio, respondió con timidez—Más bien... muerto.
Kratos se estremeció por dentro, porque a pesar de que sus oficinas, eran sistemáticamente barridas de los dispositivos de vigilancia, al inicio de cada turno de ocho horas, todavía evitaba hablar de sus negocios en el interior.
Prefería tener estar fuera de cualquier posibilidad, donde el ruido del tráfico y los obstáculos físicos podrían interferir en cualquier audio de gran alcance.
Sin embargo, la mayoría de sus hombres había crecido de una forma diferente, y se demoraban en volver a formarse. Había heredado el negocio de su papá, tan sólo cinco años antes, a la edad de treinta y dos, a pesar de que su hermano Gregorio era el primer hijo.
Gregor tenía su talento, pero tendía a ser físico.
Kratos se había ganado su MBA en Wharton, y su papá, en una ruptura con la tradición, le había nombrado heredero de las Empresas Zamora.
Sorprendentemente, Gregor no se había opuesto y ahora ejercía como jefe de seguridad de Kratos. Muchas personas pensaban que Gregor debía dirigir a la familia de Kratos, y se sintió feliz de la falacia de quedar sin respuesta.
Había ventajas de ser visto como un hombre de negocios legítimo.
De hecho, él se consideraba un empresario moderno, aunque en ocasiones empleaban métodos que no eran cubiertos en su plan de estudios en la Universidad de Pennsylvania.
Un enfoque flexible era necesario para garantizar sus objetivos.
—No ha respondido a mi pregunta inicial—empujó suavemente.
Él sabía la respuesta, por supuesto, pero en lugar de matar al mensajero, se limitaba a hacerle sufrir. Cruzó las rodillas y casualmente, agitó una arruga inexistente fuera de la pierna de sus pantalones de traje, gris oscuro, con una expresión suave.
Vicent, uno de sus capitanes de mayor confianza, cruzó las manos en la entrepierna y se quedó mirando hacia el espacio.
—Hay una nueva unidad... de alto perfil.
—Sí, soy consciente de ello—Kratos echó un vistazo a la hoja de papel en el centro de su escritorio.
Una lista de nombres, y nada más, estaba escrito en el lado izquierdo:
El perfil de la Unidad de Delitos de Espaciales. Formada por una extraña mezcla de policiales locales y consultores civiles, destinados a acabar con una red de pornografía infantil en Internet.
Esta operación de entretenimiento, acababa de ser cuidadosamente desmantelada, perteneciente a una de las empresas subsidiarias de las empresas Zamora Empresa, y su pérdida había sido costosa.
Hace sólo unos días, esta unidad contra el crimen, había interceptado un envío de jóvenes destinadas a convertirse en estrellas de películas de alta demanda de pornografía, así para ser utilizadas para un servicio de acompañantes exclusivo, también a cargo de sus empresas.
—Lo que no entiendo es cómo han logrado hacer, en pocos meses, lo que una fuerza de policía completa no ha sido capaz, en dos décadas.
—No lo sé, jefe.
—Piensa, Vincent—Kratos necesitaba hombres como Vicent.
Hombres que estaban cerca de la calle, mucho más cerca de la sangre y de la suciedad de lo que había sido nunca. Mientras él le daba la bienvenida a 10.000 dólares por un plato en cenas benéficas, con demasiada frecuencia con el alcalde, personalmente, nunca había apretado el gatillo en un enemigo.
Nunca había caminado por las calles, excepto como un niño bajo la protección de su papá. Él no estaba preocupado por el hecho de que había cosas que sus hombres podrían hacer mejor que él, mientras él no tuviera que saberlo.
—Ordenadores—dijo Vincent, parpadeando mientras un hilo de sudor se establecía en la esquina de su ojo.
Interesado, se inclinó hacia delante y cruzó las manos en el centro de su escritorio, en la parte superior de la lista de infractores. La luz del sol se reflejaba en el sello de oro macizo que llevaba el anillo, en el dedo pequeño de su mano derecha.
El borde de su prístino brazalete blanco cubría una parte de la lista, así que lo único que podía ver era el nombre de Santana.
—¿Qué quieres decir?
—No es como en los viejos tiempos, ¿sabes? Solían ser policías que estaban todo el día en las calles, haciendo preguntas y escuchando a sus soplones. Ahora pueden conseguir cualquier tipo de información con sólo ese pequeño chip en su teléfono móvil. Ni siquiera tienen que salir de su coche.
—¿Estás diciendo que nuestra seguridad electrónica es un problema?
Vicent bajó la mirada para encontrarse con los ojos de Kratos.
—No digo que ese sea nuestro problema. El rastro de nuestro hombre, en el interior en el Ayuntamiento, fue rápidamente localizado, y se detuvieron a todos los distribuidores de pornografía de nivel medio, mediante el seguimiento a través de sus ordenadores. Son buenos, jefe.
—Tenemos a alguien a quién podemos recurrir, en ese ámbito—Kratos, pensó en la pelirroja, de piernas largas, que había creado el software espía que habían estado utilizando en última instancia, y que les había dado acceso a los archivos confidenciales en el Ayuntamiento y en edificio principal de la Policía.
Ella era buena, muy buena. Pero una de las primeras cosas que había aprendido de su papá, era no entrar en una pelea con un solo plan de ataque.
—¿Qué pasa si rompemos esta unidad?
—Tenemos tiempo. Tal vez de forma permanente—los ojos de Vicent brillaron—¿Quieres que arregle y simule algunos accidentes?
Kratos suspiró, preocupado tanto por la pregunta indiscreta como por la respuesta que tenía en mente. El asesinato no era su método preferido, no porque él mismo fuera a neutralizar a sus adversarios, sino porque el asesinato era generalmente descuidado, y siempre llama la atención no deseada.
Se había opuesto a la eliminación de los agentes encubiertos, que habían llegado demasiado cerca de la operación de pornografía infantil, pero finalmente había aceptado, con el fin de mitigar a sus nuevos socios comerciales de Rusia.
El compromiso parecía necesario para obtener un mayor porcentaje de las ganancias, pero como resultado, él y sus empresas fueron sometidas al escrutinio, mucho más que las de los rusos.
Él no quería invitar a nadie más.
—Tal vez hay otra manera—dijo, recordando otra de las lecciones de su papá.
Donde había un obstáculo, por lo general había una oportunidad también.
—Después de todo, necesitamos un nuevo infiltrado en el edificio principal de la Policía.
—¿Detrás de los policías?—Vincent rió, entonces rápidamente sofocado su sonrisa—Por lo que he oído, todos son un grupo de Boy Scouts.
Kratos se echó hacia atrás y golpeó la lista con un dedo. Cinco personas: tres mujeres, dos hombres.
—Búscame el eslabón más débil.
—He oído que algunos de ellos son gays.
—Si lo has oído, entonces es de conocimiento común y el chantaje, no tendría sentido. No—reflexionó Kratos—, No va a ser la codicia que proporciona la palanca que necesitamos, y no será el poder. Ni siquiera será el miedo a la muerte—él sonrió, disfrutando el desafío—Será el amor.
—¿Jefe?—Vincent frunció el ceño.
—Tráeme todo lo que puedes encontrar acerca de sus familias.
Antes de que el hombre que estaba de pie, delante de su escritorio, con visible sudoración, pudiera responder, Kratos Zamora giró su silla de cuero para ponerse de frente, hacia las ventanas de cristal.
Su oficina, en el vigésimo quinto piso, del rascacielos de su propiedad, en el Centro Ciudad, dominaba la vista del centro de Filadelfia, a través del Río Delaware, en el sur de New Jersey.
El panorama mostraba el puente Benjamin Franklin, hacia el norte, y el Walt Whitman, al sur.
El Puerto de Filadelfia se extendía a su derecha y, mientras se mantenía en silencio unos segundos, contempló cómo un buque de carga pesado se deslizaba hacia el muelle de carga, con varios contenedores apilados, unos sobre otros...
Algunos de los llevaban sus productos legítimos, pero otros deberían haber
levado su otra mercancía mucho más lucrativa.
Y ahí estaba su problema.
Desviando los ojos, por el sol de la tarde, continuó en un tono de conversación, como si leyera una lista de compras.
—El setenta y cinco por ciento de los ingresos de entretenimiento, y más de la mitad de los servicios de escoltas se han secado. Y ahora—se detuvo a girar de nuevo alrededor—, Me estás diciendo que nuestra línea directa con el Ayuntamiento, ha desaparecido. ¿He oído bien?
—No exactamente desaparecido—el hombre grande, vestido con un traje rancio, respondió con timidez—Más bien... muerto.
Kratos se estremeció por dentro, porque a pesar de que sus oficinas, eran sistemáticamente barridas de los dispositivos de vigilancia, al inicio de cada turno de ocho horas, todavía evitaba hablar de sus negocios en el interior.
Prefería tener estar fuera de cualquier posibilidad, donde el ruido del tráfico y los obstáculos físicos podrían interferir en cualquier audio de gran alcance.
Sin embargo, la mayoría de sus hombres había crecido de una forma diferente, y se demoraban en volver a formarse. Había heredado el negocio de su papá, tan sólo cinco años antes, a la edad de treinta y dos, a pesar de que su hermano Gregorio era el primer hijo.
Gregor tenía su talento, pero tendía a ser físico.
Kratos se había ganado su MBA en Wharton, y su papá, en una ruptura con la tradición, le había nombrado heredero de las Empresas Zamora.
Sorprendentemente, Gregor no se había opuesto y ahora ejercía como jefe de seguridad de Kratos. Muchas personas pensaban que Gregor debía dirigir a la familia de Kratos, y se sintió feliz de la falacia de quedar sin respuesta.
Había ventajas de ser visto como un hombre de negocios legítimo.
De hecho, él se consideraba un empresario moderno, aunque en ocasiones empleaban métodos que no eran cubiertos en su plan de estudios en la Universidad de Pennsylvania.
Un enfoque flexible era necesario para garantizar sus objetivos.
—No ha respondido a mi pregunta inicial—empujó suavemente.
Él sabía la respuesta, por supuesto, pero en lugar de matar al mensajero, se limitaba a hacerle sufrir. Cruzó las rodillas y casualmente, agitó una arruga inexistente fuera de la pierna de sus pantalones de traje, gris oscuro, con una expresión suave.
Vicent, uno de sus capitanes de mayor confianza, cruzó las manos en la entrepierna y se quedó mirando hacia el espacio.
—Hay una nueva unidad... de alto perfil.
—Sí, soy consciente de ello—Kratos echó un vistazo a la hoja de papel en el centro de su escritorio.
Una lista de nombres, y nada más, estaba escrito en el lado izquierdo:
Teniente Detective. Santana López, primer detective Mike Chang, detective Tercera Quinn Fabray, Kitty Wilde, y Kurt Hummel.
El perfil de la Unidad de Delitos de Espaciales. Formada por una extraña mezcla de policiales locales y consultores civiles, destinados a acabar con una red de pornografía infantil en Internet.
Esta operación de entretenimiento, acababa de ser cuidadosamente desmantelada, perteneciente a una de las empresas subsidiarias de las empresas Zamora Empresa, y su pérdida había sido costosa.
Hace sólo unos días, esta unidad contra el crimen, había interceptado un envío de jóvenes destinadas a convertirse en estrellas de películas de alta demanda de pornografía, así para ser utilizadas para un servicio de acompañantes exclusivo, también a cargo de sus empresas.
—Lo que no entiendo es cómo han logrado hacer, en pocos meses, lo que una fuerza de policía completa no ha sido capaz, en dos décadas.
—No lo sé, jefe.
—Piensa, Vincent—Kratos necesitaba hombres como Vicent.
Hombres que estaban cerca de la calle, mucho más cerca de la sangre y de la suciedad de lo que había sido nunca. Mientras él le daba la bienvenida a 10.000 dólares por un plato en cenas benéficas, con demasiada frecuencia con el alcalde, personalmente, nunca había apretado el gatillo en un enemigo.
Nunca había caminado por las calles, excepto como un niño bajo la protección de su papá. Él no estaba preocupado por el hecho de que había cosas que sus hombres podrían hacer mejor que él, mientras él no tuviera que saberlo.
—Ordenadores—dijo Vincent, parpadeando mientras un hilo de sudor se establecía en la esquina de su ojo.
Interesado, se inclinó hacia delante y cruzó las manos en el centro de su escritorio, en la parte superior de la lista de infractores. La luz del sol se reflejaba en el sello de oro macizo que llevaba el anillo, en el dedo pequeño de su mano derecha.
El borde de su prístino brazalete blanco cubría una parte de la lista, así que lo único que podía ver era el nombre de Santana.
—¿Qué quieres decir?
—No es como en los viejos tiempos, ¿sabes? Solían ser policías que estaban todo el día en las calles, haciendo preguntas y escuchando a sus soplones. Ahora pueden conseguir cualquier tipo de información con sólo ese pequeño chip en su teléfono móvil. Ni siquiera tienen que salir de su coche.
—¿Estás diciendo que nuestra seguridad electrónica es un problema?
Vicent bajó la mirada para encontrarse con los ojos de Kratos.
—No digo que ese sea nuestro problema. El rastro de nuestro hombre, en el interior en el Ayuntamiento, fue rápidamente localizado, y se detuvieron a todos los distribuidores de pornografía de nivel medio, mediante el seguimiento a través de sus ordenadores. Son buenos, jefe.
—Tenemos a alguien a quién podemos recurrir, en ese ámbito—Kratos, pensó en la pelirroja, de piernas largas, que había creado el software espía que habían estado utilizando en última instancia, y que les había dado acceso a los archivos confidenciales en el Ayuntamiento y en edificio principal de la Policía.
Ella era buena, muy buena. Pero una de las primeras cosas que había aprendido de su papá, era no entrar en una pelea con un solo plan de ataque.
—¿Qué pasa si rompemos esta unidad?
—Tenemos tiempo. Tal vez de forma permanente—los ojos de Vicent brillaron—¿Quieres que arregle y simule algunos accidentes?
Kratos suspiró, preocupado tanto por la pregunta indiscreta como por la respuesta que tenía en mente. El asesinato no era su método preferido, no porque él mismo fuera a neutralizar a sus adversarios, sino porque el asesinato era generalmente descuidado, y siempre llama la atención no deseada.
Se había opuesto a la eliminación de los agentes encubiertos, que habían llegado demasiado cerca de la operación de pornografía infantil, pero finalmente había aceptado, con el fin de mitigar a sus nuevos socios comerciales de Rusia.
El compromiso parecía necesario para obtener un mayor porcentaje de las ganancias, pero como resultado, él y sus empresas fueron sometidas al escrutinio, mucho más que las de los rusos.
Él no quería invitar a nadie más.
—Tal vez hay otra manera—dijo, recordando otra de las lecciones de su papá.
Donde había un obstáculo, por lo general había una oportunidad también.
—Después de todo, necesitamos un nuevo infiltrado en el edificio principal de la Policía.
—¿Detrás de los policías?—Vincent rió, entonces rápidamente sofocado su sonrisa—Por lo que he oído, todos son un grupo de Boy Scouts.
Kratos se echó hacia atrás y golpeó la lista con un dedo. Cinco personas: tres mujeres, dos hombres.
—Búscame el eslabón más débil.
—He oído que algunos de ellos son gays.
—Si lo has oído, entonces es de conocimiento común y el chantaje, no tendría sentido. No—reflexionó Kratos—, No va a ser la codicia que proporciona la palanca que necesitamos, y no será el poder. Ni siquiera será el miedo a la muerte—él sonrió, disfrutando el desafío—Será el amor.
—¿Jefe?—Vincent frunció el ceño.
—Tráeme todo lo que puedes encontrar acerca de sus familias.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Cap 1
Capitulo 1
Santana López estudió su rostro en el espejo, sobre el lavabo pequeño, en el baño de su habitación del hospital.
La luz dura institucional destacó, sin piedad, el color púrpura y verde de un hematoma, que se extendía desde la sien izquierda por la mejilla hasta el ángulo de la mandíbula. Su párpado superior estaba tan hinchado que apenas podía distinguir el borde azul de su iris. Al menos, la sangre en el pelo se había ido.
Por fin había conseguido una ducha, después de dos días de insistir a las enfermeras que era perfectamente capaz de ponerse de pie. En realidad, la primera vez que había tratado de salir de la cama, la habitación o la cabeza, o posiblemente ambas, habían hilado tan mal que casi había vomitado.
Gracias a Dios que Brittany no había estado ahí para presenciar el episodio.
No se molestó por el desorden que la bala había hecho de su cara. A su modo de pensar, si estaba de pie y era capaz de ver los daños, estaba muy por delante del juego.
Lo que le molestaba era que cada vez que su amante, la Dra. Brittany Pierce, la miraba, le recordaba lo cerca que había estado a ser una víctima.
La rubia trató de ocultar su preocupación y su miedo, pero las sombras vacilantes, justo debajo de la superficie de sus ojos, le delataban.
Para ella el dolor de ser disparada, no era nada comparado con el dolor de saber que su ojiazul estaba sufriendo, por su culpa.
Abrió y cerró la mandíbula con cuidado. Estaba rígida y le dolía, pero por el resto, funcionaba bien. Durante unos segundos, pensó en cubrir los golpes con maquillaje, pero lo descartó, pensando que simplemente llamaría más la atención de sus lesiones.
Ningún intento de camuflaje podría disminuir la realidad de lo que había sucedido. Se apartó del espejo, apagó las luces, y volvió descalza a su habitación.
La rubia estaba frente a la ventana, con los brazos cruzados, debajo de los pechos, dándole la espalda. Llevaba un traje verde salvia de seda, una la falda corta, justo por encima de las rodillas, con una chaqueta ceñida en la cintura.
Su pelo caía en ondas sobre los hombros, y por primera vez, se dio cuenta que era un ángel.
Era elegante y hermosa, tierna y sabia.
También fuerte e intuitiva. Era todo lo que ella no era, y aún no podía entender lo que aquella mujer podía necesitar de ella.
Se detuvo al final de la cama, con sensación de desventaja, vistiendo nada más que una bata de hospital y un par de pantalones de gimnasia.
—¿No se supone que deberías estar en la clínica?
—Estoy haciendo novillos—Brittany se apartó de la ventana, dirigiendo su mirada, de inmediato, a la contusión. Rápidamente sonrió, pero no lo suficientemente rápido como para ocultar su angustia—Es bueno verte fuera de la cama.
—Estoy limpia, también. Por fin me he podido duchar.
—Incluso mejor—se acercó a ella y la besó en la mejilla—¿Cómo te sientes?
—No está mal. ¿Supongo que no sabes cuándo me podré ir de aquí?
—Como cuestión de hecho, lo sé—Brittany trató de mantener su tono ligero—Como sabía que esa sería tu primera pregunta, he hecho algunas llamadas antes de venir.
Estudió los daños en la cara de su amante. A pesar de que sabía que, racionalmente, se curarían, no pudo evitar la sensación de hundimiento, que se le puso en la boca del estómago, viendo sus lesiones.
La bala había rebotado en el cráneo, justo por encima de la sien. El impacto había sido suficiente para desollar parte de cuero cabelludo y dejarle una fisura, pero los neurocirujanos aseguraron, una vez resuelta la conmoción, no habría ningún daño permanente.
Sin embargo, era imposible de borrar la imagen de Santana tan pálido y quieta en una camilla, con su pelo rubio manchado de sangre coagulada.
Trató de decirse a sí misma que era porque su morena era tan hábil, tan buena en lo que hacía, que había logrado evitar una lesión grave. Si reflexionó sobre la posibilidad de que fuera sólo la suerte, que la bala hubiera impactado un centímetro más abajo o un centímetro más a la derecha, la habría matado instantáneamente.
Nunca sería capaz de dormir, de nuevo, cuando la pelinegra estuviera en las calles. La suerte estaba siendo una inconstante dama para ser el guardián de la vida de su amante.
—Sam dijo que pasará, por tan pronto como se haya terminado en el quirófano, y si le prometes cuidarte, te dejará ir.
—Le prometeré lo que quiera—dijo Santana.
La rubia arqueó una ceja.
—Es bueno que Sam Evans confíe.
—Se puede confiar en mí—deslizó su brazo alrededor de la cintura de su rubia y la besó. Cuando sintió su resistencia, soltó su presa y retrocedió. Miró hacia otro lado, por temor a lo que podía ver en los ojos azules—Debería vestirme.
—Te ayudo.
—Yo puedo hacerlo—se dirigió al alto y estrecho armario, junto a la puerta—Sé que tienes pacientes esperando.
—Quiero llevarte a casa.
—No te preocupes—dijo Santana rápidamente—Llamaré a alguno del equipo—abrió el armario.
Cogió una camisa limpia y un par de pantalones, colgados de las perchas, donde la más alta los había colocado, cuando los había traído de casa. Ellas no estaban oficialmente viviendo juntas, pero así era. Santana todavía tenía su pequeño departamento, al sur de Filadelfia, pero pasaba casi todas las noches en casa de la rubia, cerca del Hospital Universitario donde era jefe adjunto de psiquiatría.
Habían estado hablando de vivir juntas, pero eso había sido antes de ser herida. Era la segunda vez que había recibido un disparo, en el cumplimiento del deber, desde que ella y Brittany estaban juntas.
No me sorprendería si Brittany quiere pensárselo.
Todas las demás mujeres, con las que había estado, con el tiempo acababan dejándola, debido a las exigencias y los riesgos de su trabajado. Aquellas otras mujeres no habían podido lidiar con ello.
—Deberías volver al trabajo—dijo sin volverse.
Un par de manos se deslizaron sobre sus hombros, y la rubia se inclinó suavemente contra su espalda. Con la boca muy cerca de su oreja, susurró:
—Yo no voy a ninguna parte si no me puedes seguir.
—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?—Santana miró en el armario.
No se había dado cuenta de que tenía frío, hasta que el calor del cuerpo de su amante la había calentado. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba a aquella mujer.
Cubrió una de las manos pálidas.
—Lo siento.
—Date la vuelta.
Poco a poco se volvió.
El corazón de Brittany se detuvo, ante el miedo que vislumbró en el rostro
de su amante. Santana era la mujer más valiente y más fuerte que había conocido, y no podía soportar la idea de que nada de lo que había dicho o hecho, podría haber puesto esa mirada en los ojos oscuros.
—¿Me amas?
—Más que a mi vida—susurró Santana.
Entrelazó los brazos alrededor del cuello moreno.
—Mientras eso sea cierto, estaré aquí.
La pelinegra se apretó a su cintura, y la besó de nuevo. Esta vez nada se interpuso entre ellas. Inmediatamente, su corazón se sentía más ligero.
La rubia era unos cuantos centímetros más alta ella, y le encantaba la forma en su cuerpo se acoplaba al suyo. Sabiendo que Brittany era de ella, era como el brillo de una luz en los lugares oscuros de su alma.
—Te amo.
—Eso es todo lo que necesito, San—le acarició el pelo—Es realmente así de simple.
Apoyó la frente contra la de su rubia.
—¿Por qué no puedo entender eso?
—Cariño, tu…
La puerta de la habitación se abrió, al mismo tiempo que un fuerte golpe sonó, y un rubio con bata quirúrgica entró en la habitación. Sam Evans, cirujano de trauma de la morena y un buen amigo de ambas, plantó los puños en sus delgadas caderas, y las miró socarronamente.
—¿Por qué cada vez que tengo un policía de paciente, termino por encontrarlo abrazando a una mujer guapa, incluso antes de poder firmar los papeles de alta?
La ojiazul rompió el abrazo.
—Esto no es sólo un abrazo. Eso es para los adolescentes. Lo que estás presenciando es un verdadero abrazo.
—Uh-huh. ¡Se parecía mucho a otra cosa!—Sam señaló hacia la cama—Santana, a la cama.
—Me siento bien—protestó.
—Arriba—repitió Sam con un cierto gruñido.
—Está bien. Muy bien—se tendió en la cama estrecha. Tan pronto como se dio cuenta de que su dolor de cabeza volvía, decidió mantener esa información para sí misma.
—¿Algo de visión doble?—Sam encendió la luz de una linterna de bolsillo de ida y vuelta entre los ojos oscuros.
—No.
—¿Dolor de cabeza?
—No.
—Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Dolor de cabeza?
Por el rabillo del ojo, la morena podía ver la expresión interrogante de su amante.
—Un poco. Nada peor que una mala resaca.
Sam sacó el estetoscopio de su cuello, lo conectó en sus oídos, y apretó el timbre en el pecho de la más baja.
—Toma una respiración profunda. Otra vez. Una vez más—luego se enderezó y se colgó el estetoscopio sobre su hombro—Afortunadamente, los rayos X no muestran ninguna evidencia de fracturas de costillas o del esternón. No espero que tengas ningún tipo de problema pulmonar, como cuando te hirieron en el pecho.
Lo último que quería era que Sam le recordara a Brittany su anterior roce con la muerte.
—Mira, esto no era nada. Yo llevaba el chaleco e hizo su trabajo. Los chicos de ER deberían haberme enviado a casa con un par de puntos.
—Todos sabemos lo que pasó, cariño—dijo Brittany en voz baja—Y también sabemos lo que pudo haber sucedido. Vamos a…
Otro golpe sonó, y un hombre con alto cabello de color negro con un traje marrón entró y rápidamente miró al techo.
—¿Estás cubierta? Espero que sí.
—Eres muy afortunado—Santana nunca había estado tan feliz de ver a su compañero, Mike Chang.
No había querido trabajar con él, al principio, pero habían sido asignados como compañeros, cuando su anterior compañero había sido asesinado junto con otro policía, que estaba trabajando encubierto, hacía poco menos de un año antes.
Sin embargo, su capitán había insistido, y al final se había dado cuenta de que Mike, no era el tipo de policía que parecía ser.
Era astuto, trabajador a su estilo, y lo más importante para ella, podía confiar en él.
Éste sonrió, sus ojos marrones brillaban en su rostro de rasgos asiáticos.
—Siempre pensé que esas pequeñas batas de hospital tenían su punto. Sobre todo si se ven por la espalda.
—Jesús—Santana murmuró—¡Fuera de aquí, que voy a vestirme!
—Espero fuera ¿verdad?
—Sí, y tú eres mi chofer.
—Claro. Bien. Esperaré fuera—asintió con la cabeza los rubios mientras se dirigía hacia la puerta—Damas.
—Puedo llevarte a casa, cariño—Brittany miró al rubio—¿Si la dejas salir?
Éste se apartó de la cama.
—El escáner CT muestra un pequeño hematoma justo debajo de la fractura, en la zona temporal izquierda. El noventa y nueve punto nueve por ciento de veces, se resuelve en el curso de unas pocas semanas. En muy raras ocasiones termina en sangrado. Sólo como consecuencia de algún tipo de ejercicio excesivo o algo de hipertensión severa. Lo que significa es que necesitas tomar las cosas con calma. No puedes conducir durante dos semanas. Nada entrenamientos, nada de correr, y nada de sexo fuerte.
—Lo tengo—dijo Santana con los dientes apretados.
—Hay una posibilidad aún más pequeña, tal vez una de cada cinco mil, que este hematoma pueda resolverse con una pequeña zona de la cicatriz. Las cicatrices en el cerebro son iguales a un foco de irritación, y a veces vemos convulsiones. Si observas algo como debilidad, entumecimiento, alteraciones del olfato, pérdida de memoria, temblores, necesito saberlo de inmediato.
—¿Qué pasa con Dilantin profiláctico?—preguntó Brittany.
La morena apretó el estómago en el ligero temblor en la voz de su amante. Odiaba verla preocupada.
Él ojiverde sacudió la cabeza.
—El riesgo es menor, y es posible que tenga algún problema por las complicaciones potenciales de tomar el medicamento. Prefiero esperar y ver—volvió su mirada hacia su paciente—Si me das tu palabra de que Seguirás las instrucciones.
La pelinegra tomó la mano de su rubia.
—La tienes.
—Muy bien. Dejaré recetas para ti en la zona de enfermería. Las puedes recoger al salir. Quiero verte la próxima semana en la clínica—Sam se dirigió hacia la puerta, y luego miró por encima del hombro—Me alegro de que estés bien. Mantén al resto de la gente de esa manera también.
—Esa es mi intención—respondió Santana.
Él asiático estaba encorvado contra la pared, junto a la puerta cuando la morena y la rubia salieron.
—Deberías ir sentada, en una silla de ruedas—murmuró Brittany.
Mike las miró, y le lanzó una mirada.
—Ya me sentaré en el coche. ¿Lo tienes aparcado frente a la salida no Mike?
—Correcto.
—Muy bien. Vámonos.
La ojiazul suspiró.
—No puedo pelear con los dos.
Entonces se acercó al detective.
—Cuento contigo para cuides de ella, Mike.
La sonrisa desapareció de la cara del detective, y se enderezó, sonrojado.
—Sí, señora. Cuenta con ello.
—¡Muévete, Mike!—Santana refunfuñó. Lo último que necesitaba era una niñera. Besó en la mejilla de su rubia—Nos vemos más tarde. No te preocupes.
Ésta le acarició la mejilla ilesa, con los dedos.
—Descansa un poco.
—No voy a hacer nada extenuante. Te lo prometo.
Los tres entraron juntos en el ascensor, y luego se separaron en frente del hospital, mientras Brittany se dirigía a atender a sus pacientes. Santana se acomodó en el asiento delantero del coche de su compañero, que al parecer lo usaba como su casa.
El interior olía a humo de sus cigarrillos, y el suelo, estaba lleno de envases vacíos de comida del McDonald's. Por primera vez, en días, se sintió como siempre.
Él moreno arrancó y se incorporó al tráfico.
—En tu casa o a la de la doctora.
—A ninguna de la dos. Vayamos directo a la oficina.
—Yo no quiero perder mis pelotas. Se supone que debes tomártelo con calma.
—Nadie dijo que no podía sentarse en una silla y hablar—echó atrás la cabeza y cerró los ojos—Reúne a las tropas.
—Mierda. Tu mujer me va a matar—Mike murmuró.
—¡Cállate, Mike!—Santana sonrió cuando escuchó su risa feliz.
Kitty Wilde atendió la llamada justo después de 2:00 p.m.
En el mensaje de Mike, le pedía se reuniera en la sede oficial de la HPCU, en su edificio de oficinas privado, lo que le permitía un respiro a su sentencia de cadena perpetua.
Acababa de pasar las últimas cinco horas de trabajo con dos detectives que, junto con ella, formaban la naciente Unidad de Vigilancia Electrónica en el Departamento de Policía de Filadelfia.
En un momento de locura pura, había firmado para ser la consultora civil para ayudar a establecer esa unidad y formar a los detectives asignados recientemente, cuyo conocimiento de informática empezaba por ser capaces de encender un ordenador y terminar por enviar un correo electrónico.
Afortunadamente, compensaban por su falta de conocimiento con entusiasmo. A pesar de ello, había un límite a cuánto tiempo podría controlar su temperamento, y ese no era uno de sus talentos.
—Me tengo que ir, muchachos—dijo, volviendo a colocar su teléfono en el cinturón—Sigan adelante y empezar a descargas los archivos.
Lloyd Elliott, de pelo rubio, un detective con apariencia juvenil, se enderezó en su silla de alarma.
—¿Sin ti? ¿Qué pasa si…?
La rubia agitó una mano y se dirigió a la puerta.
—No hay nada que puedas hacer que no se pueda arreglar. Divertíos.
Escuchando sus quejas, aceleró el paso y se rió.
En su camino a su Porsche, hizo otra llamada.
—Oficina de Marley Rose—una voz suave y sofisticada respondió.
—Soy Kitty. ¿Está ella?
—Por supuesto, Sra. Kitty. Le paso con ella.
—Sólo Kitty—dijo automáticamente.
No estaba segura de por qué la asistente ejecutiva de su compañera no podía obtener ese derecho. Mientras esperaba, bajó la ventanilla y tomó una bocanada de aire fresco de otoño.
El sol brillaba, pero le faltaba calor.
Probablemente debería haber sacado su chaqueta de cuero del baúl, porque tendría frio con sólo su camiseta blanca habitual y pantalones vaqueros, pero no se molestó.
No salía mucho, y cuando lo hacía le gustaba la libertad del aire que sopla contra de su piel. Había pasado tres días, tras las rejas, hacía ya mucho tiempo, y aquello fue suficiente como para odiar cualquier tipo de confinamiento para el resto de su vida.
Apartó aquel pensamiento. Todo aquello había quedado atrás.
—¿Kitty?
—Hola, cariño.
—Qué agradable sorpresa—dijo Marley.
Se estremeció con tan sólo oírla hablar.
La castaña no sólo tenía una especie de belleza tipo Lauren Bacall belleza, sino su misma voz.
—Voy de camino a la oficina. Santana está fuera del hospital.
—Es una noticia maravillosa.
—¿Cómo te sientes?—Kitty preguntó.
Su castaña había sido herida, había no mucho tiempo atrás, y había vuelto a trabajar en Innova, su empresa de diseño, apenas unos días antes.
—Estoy bien.
—¿No tienes migrañas?— Kitty puso el motor en marcha y lo dejó inactivo mientras hablaba.
—Realmente no, cariño. Sólo un poco cansada, tal vez, pero estoy bien.
—No exageres, ¿vale?
—Te lo prometo. Te veré en casa en un rato.
—Todavía podría estar en la oficina cuando llegues—dijo Kitty.
La empresa de cyber investigación, que había fundado con otro ex agente federal, Kurt Hummel, después de que había sido injustamente detenido y destituido de su cargo de Justicia, ocupaba el tercer piso de un almacén reformado en la parte antigua de la ciudad.
Llevaba compartiendo su departamento, tipo loft , en el piso superior con su ojiceleste durante los últimos dos años.
—Llámame cuando llegues a casa.
—Kitty—dijo Marley reprendió suavemente.
—Sabes muy bien si estás en medio de algo, no serás capaz de arrastrar tu culo arriba.—riendo aceleró y se incorporó a la carretera que le llevaría por el puente Benjamin Franklin, en dirección este—Cariño, quiero verte. Y lo de arrastrar mi culo suena divertido.
—Oh, estoy segura de que puedo pensar en otras cosas más divertidas.
—No puedo esperar a verte. Nos vemos pronto.
La castaña se despidió y colgaron, sin que apenas tuviera tiempo de volver a preguntarle si estaba segura de que estaba bien. Se había mostrado en contra de su regreso a su trabajo tan pronto, pero comprendió su necesidad de trabajar.
Hasta que ella se enamoró de Marley, lo único que tenía era su trabajo. Incluso ahora, cuando estaba trabajando, la caza la consumía. A veces no podía ver la diferencia entre ser el cazador y el cazado, y lo único que podía hacer era seguir corriendo por el complejo laberinto del ciberespacio hasta que ganar o caer.
Sólo la castaña había sido capaz de entrar en su corazón…
—Diles que no—murmuró Rachel Berry, envolviendo su brazo delgado, alrededor de la cintura estrecha de Quinn Fabray y agarrando con una pierna sus muslos.
—Es trabajo, Rach—Quinn le susurró, tratando infructuosamente de liberarse a su agarre.
No es que quisiera ir a ninguna parte. Rachel podría ser la mitad de su tamaño, pero tenía curvas en todos los lugares correctos y su piel era tan suave, que podría perderse, durante horas, recorriendo cada centímetro de su cuerpo.
A veces sentía que sólo podía pasarse horas y horas tocándola. La única cosa, en el mundo, que podría sacarla de la cama con su castaña, era la llamada del deber.
La única cosa que amaba tanto como amaba a Rachel era ser policía. Era el miembro más joven de la unidad, formada hacía pocos meses, y todavía apenas podía creer que formara parte del equipo. Haría cualquier cosa para probarse a sí misma.
—Me tengo que ir, Rach.
—A la mierda, Q. Es tu día libre—Rachel apoyó la cabeza en el codo, mostrando su corto y puntiagudo cabello castaño—Incluso los policías y las putas tienen su día de descanso.
—Tú no eres una puta. Nunca lo fuiste.
La castaña puso los ojos en blanco.
—Está bien. Incluso prostitutas con clase.
—He tenido un día libre. Bueno, la mayor parte del día. Y tú me has mantenido ocupada—se incorporó contra las almohadas, retirando los mechones de cabello de su cara.
La castaña automáticamente se acurrucó contra su pecho, y la rubia le acarició el cabello.
—La teniente ha salido del hospital.
La más baja dejó de jugar con el pezón rosado, gracias a Dios, y se sentó frente a su novia.
—¿López está bien?
—Supongo que sí, o no la hubieran dejado salir. Te dije que debíamos haberla visitado.
No estaba loca por el hecho de que la castaña fuera la informante confidencial de su teniente. De hecho, odiaba el riesgo que Rachel tomaba, cada vez que salía a la calle para conseguir información. Había llegado a pensar que la castaña pudiera estar un poco enamorada de Santana López.
Rachel confiaba en la teniente. Ella confiaba en Rachel. Era sólo que no podía imaginar que alguien pusiera los ojos sobre su novia.
Santana no sólo era sólo una buena policía, era una policía impresionante. Pensó que si pudiera llegar a ser la mitad de lo valiente e inteligente que era su jefa, estaría satisfecha.
—Había demasiada gente a su alrededor—Rachel dijo despectivamente. Pasó el dedo por el centro del muslo de su rubia y ésta sonrió cuando se contrajo como si una corriente eléctrica se hubiera disparado a través de ella—¿Seguro que tienes que ir?
La rubia agarró su mano.
—Sabes que sí. Y estaré pensando en esto todo el tiempo.
La más baja la besó, y frotó su pecho suavemente sobre la rubia.
—¿Sí?
—Sí—Quinn la agarró y la puso de espalda. Luego se instaló entre las piernas de la ojimarrón, y suavemente le mordió el cuello. Podía disponer de diez minutos.
La luz dura institucional destacó, sin piedad, el color púrpura y verde de un hematoma, que se extendía desde la sien izquierda por la mejilla hasta el ángulo de la mandíbula. Su párpado superior estaba tan hinchado que apenas podía distinguir el borde azul de su iris. Al menos, la sangre en el pelo se había ido.
Por fin había conseguido una ducha, después de dos días de insistir a las enfermeras que era perfectamente capaz de ponerse de pie. En realidad, la primera vez que había tratado de salir de la cama, la habitación o la cabeza, o posiblemente ambas, habían hilado tan mal que casi había vomitado.
Gracias a Dios que Brittany no había estado ahí para presenciar el episodio.
No se molestó por el desorden que la bala había hecho de su cara. A su modo de pensar, si estaba de pie y era capaz de ver los daños, estaba muy por delante del juego.
Lo que le molestaba era que cada vez que su amante, la Dra. Brittany Pierce, la miraba, le recordaba lo cerca que había estado a ser una víctima.
La rubia trató de ocultar su preocupación y su miedo, pero las sombras vacilantes, justo debajo de la superficie de sus ojos, le delataban.
Para ella el dolor de ser disparada, no era nada comparado con el dolor de saber que su ojiazul estaba sufriendo, por su culpa.
Abrió y cerró la mandíbula con cuidado. Estaba rígida y le dolía, pero por el resto, funcionaba bien. Durante unos segundos, pensó en cubrir los golpes con maquillaje, pero lo descartó, pensando que simplemente llamaría más la atención de sus lesiones.
Ningún intento de camuflaje podría disminuir la realidad de lo que había sucedido. Se apartó del espejo, apagó las luces, y volvió descalza a su habitación.
La rubia estaba frente a la ventana, con los brazos cruzados, debajo de los pechos, dándole la espalda. Llevaba un traje verde salvia de seda, una la falda corta, justo por encima de las rodillas, con una chaqueta ceñida en la cintura.
Su pelo caía en ondas sobre los hombros, y por primera vez, se dio cuenta que era un ángel.
Era elegante y hermosa, tierna y sabia.
También fuerte e intuitiva. Era todo lo que ella no era, y aún no podía entender lo que aquella mujer podía necesitar de ella.
Se detuvo al final de la cama, con sensación de desventaja, vistiendo nada más que una bata de hospital y un par de pantalones de gimnasia.
—¿No se supone que deberías estar en la clínica?
—Estoy haciendo novillos—Brittany se apartó de la ventana, dirigiendo su mirada, de inmediato, a la contusión. Rápidamente sonrió, pero no lo suficientemente rápido como para ocultar su angustia—Es bueno verte fuera de la cama.
—Estoy limpia, también. Por fin me he podido duchar.
—Incluso mejor—se acercó a ella y la besó en la mejilla—¿Cómo te sientes?
—No está mal. ¿Supongo que no sabes cuándo me podré ir de aquí?
—Como cuestión de hecho, lo sé—Brittany trató de mantener su tono ligero—Como sabía que esa sería tu primera pregunta, he hecho algunas llamadas antes de venir.
Estudió los daños en la cara de su amante. A pesar de que sabía que, racionalmente, se curarían, no pudo evitar la sensación de hundimiento, que se le puso en la boca del estómago, viendo sus lesiones.
La bala había rebotado en el cráneo, justo por encima de la sien. El impacto había sido suficiente para desollar parte de cuero cabelludo y dejarle una fisura, pero los neurocirujanos aseguraron, una vez resuelta la conmoción, no habría ningún daño permanente.
Sin embargo, era imposible de borrar la imagen de Santana tan pálido y quieta en una camilla, con su pelo rubio manchado de sangre coagulada.
Trató de decirse a sí misma que era porque su morena era tan hábil, tan buena en lo que hacía, que había logrado evitar una lesión grave. Si reflexionó sobre la posibilidad de que fuera sólo la suerte, que la bala hubiera impactado un centímetro más abajo o un centímetro más a la derecha, la habría matado instantáneamente.
Nunca sería capaz de dormir, de nuevo, cuando la pelinegra estuviera en las calles. La suerte estaba siendo una inconstante dama para ser el guardián de la vida de su amante.
—Sam dijo que pasará, por tan pronto como se haya terminado en el quirófano, y si le prometes cuidarte, te dejará ir.
—Le prometeré lo que quiera—dijo Santana.
La rubia arqueó una ceja.
—Es bueno que Sam Evans confíe.
—Se puede confiar en mí—deslizó su brazo alrededor de la cintura de su rubia y la besó. Cuando sintió su resistencia, soltó su presa y retrocedió. Miró hacia otro lado, por temor a lo que podía ver en los ojos azules—Debería vestirme.
—Te ayudo.
—Yo puedo hacerlo—se dirigió al alto y estrecho armario, junto a la puerta—Sé que tienes pacientes esperando.
—Quiero llevarte a casa.
—No te preocupes—dijo Santana rápidamente—Llamaré a alguno del equipo—abrió el armario.
Cogió una camisa limpia y un par de pantalones, colgados de las perchas, donde la más alta los había colocado, cuando los había traído de casa. Ellas no estaban oficialmente viviendo juntas, pero así era. Santana todavía tenía su pequeño departamento, al sur de Filadelfia, pero pasaba casi todas las noches en casa de la rubia, cerca del Hospital Universitario donde era jefe adjunto de psiquiatría.
Habían estado hablando de vivir juntas, pero eso había sido antes de ser herida. Era la segunda vez que había recibido un disparo, en el cumplimiento del deber, desde que ella y Brittany estaban juntas.
No me sorprendería si Brittany quiere pensárselo.
Todas las demás mujeres, con las que había estado, con el tiempo acababan dejándola, debido a las exigencias y los riesgos de su trabajado. Aquellas otras mujeres no habían podido lidiar con ello.
—Deberías volver al trabajo—dijo sin volverse.
Un par de manos se deslizaron sobre sus hombros, y la rubia se inclinó suavemente contra su espalda. Con la boca muy cerca de su oreja, susurró:
—Yo no voy a ninguna parte si no me puedes seguir.
—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?—Santana miró en el armario.
No se había dado cuenta de que tenía frío, hasta que el calor del cuerpo de su amante la había calentado. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba a aquella mujer.
Cubrió una de las manos pálidas.
—Lo siento.
—Date la vuelta.
Poco a poco se volvió.
El corazón de Brittany se detuvo, ante el miedo que vislumbró en el rostro
de su amante. Santana era la mujer más valiente y más fuerte que había conocido, y no podía soportar la idea de que nada de lo que había dicho o hecho, podría haber puesto esa mirada en los ojos oscuros.
—¿Me amas?
—Más que a mi vida—susurró Santana.
Entrelazó los brazos alrededor del cuello moreno.
—Mientras eso sea cierto, estaré aquí.
La pelinegra se apretó a su cintura, y la besó de nuevo. Esta vez nada se interpuso entre ellas. Inmediatamente, su corazón se sentía más ligero.
La rubia era unos cuantos centímetros más alta ella, y le encantaba la forma en su cuerpo se acoplaba al suyo. Sabiendo que Brittany era de ella, era como el brillo de una luz en los lugares oscuros de su alma.
—Te amo.
—Eso es todo lo que necesito, San—le acarició el pelo—Es realmente así de simple.
Apoyó la frente contra la de su rubia.
—¿Por qué no puedo entender eso?
—Cariño, tu…
La puerta de la habitación se abrió, al mismo tiempo que un fuerte golpe sonó, y un rubio con bata quirúrgica entró en la habitación. Sam Evans, cirujano de trauma de la morena y un buen amigo de ambas, plantó los puños en sus delgadas caderas, y las miró socarronamente.
—¿Por qué cada vez que tengo un policía de paciente, termino por encontrarlo abrazando a una mujer guapa, incluso antes de poder firmar los papeles de alta?
La ojiazul rompió el abrazo.
—Esto no es sólo un abrazo. Eso es para los adolescentes. Lo que estás presenciando es un verdadero abrazo.
—Uh-huh. ¡Se parecía mucho a otra cosa!—Sam señaló hacia la cama—Santana, a la cama.
—Me siento bien—protestó.
—Arriba—repitió Sam con un cierto gruñido.
—Está bien. Muy bien—se tendió en la cama estrecha. Tan pronto como se dio cuenta de que su dolor de cabeza volvía, decidió mantener esa información para sí misma.
—¿Algo de visión doble?—Sam encendió la luz de una linterna de bolsillo de ida y vuelta entre los ojos oscuros.
—No.
—¿Dolor de cabeza?
—No.
—Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Dolor de cabeza?
Por el rabillo del ojo, la morena podía ver la expresión interrogante de su amante.
—Un poco. Nada peor que una mala resaca.
Sam sacó el estetoscopio de su cuello, lo conectó en sus oídos, y apretó el timbre en el pecho de la más baja.
—Toma una respiración profunda. Otra vez. Una vez más—luego se enderezó y se colgó el estetoscopio sobre su hombro—Afortunadamente, los rayos X no muestran ninguna evidencia de fracturas de costillas o del esternón. No espero que tengas ningún tipo de problema pulmonar, como cuando te hirieron en el pecho.
Lo último que quería era que Sam le recordara a Brittany su anterior roce con la muerte.
—Mira, esto no era nada. Yo llevaba el chaleco e hizo su trabajo. Los chicos de ER deberían haberme enviado a casa con un par de puntos.
—Todos sabemos lo que pasó, cariño—dijo Brittany en voz baja—Y también sabemos lo que pudo haber sucedido. Vamos a…
Otro golpe sonó, y un hombre con alto cabello de color negro con un traje marrón entró y rápidamente miró al techo.
—¿Estás cubierta? Espero que sí.
—Eres muy afortunado—Santana nunca había estado tan feliz de ver a su compañero, Mike Chang.
No había querido trabajar con él, al principio, pero habían sido asignados como compañeros, cuando su anterior compañero había sido asesinado junto con otro policía, que estaba trabajando encubierto, hacía poco menos de un año antes.
Sin embargo, su capitán había insistido, y al final se había dado cuenta de que Mike, no era el tipo de policía que parecía ser.
Era astuto, trabajador a su estilo, y lo más importante para ella, podía confiar en él.
Éste sonrió, sus ojos marrones brillaban en su rostro de rasgos asiáticos.
—Siempre pensé que esas pequeñas batas de hospital tenían su punto. Sobre todo si se ven por la espalda.
—Jesús—Santana murmuró—¡Fuera de aquí, que voy a vestirme!
—Espero fuera ¿verdad?
—Sí, y tú eres mi chofer.
—Claro. Bien. Esperaré fuera—asintió con la cabeza los rubios mientras se dirigía hacia la puerta—Damas.
—Puedo llevarte a casa, cariño—Brittany miró al rubio—¿Si la dejas salir?
Éste se apartó de la cama.
—El escáner CT muestra un pequeño hematoma justo debajo de la fractura, en la zona temporal izquierda. El noventa y nueve punto nueve por ciento de veces, se resuelve en el curso de unas pocas semanas. En muy raras ocasiones termina en sangrado. Sólo como consecuencia de algún tipo de ejercicio excesivo o algo de hipertensión severa. Lo que significa es que necesitas tomar las cosas con calma. No puedes conducir durante dos semanas. Nada entrenamientos, nada de correr, y nada de sexo fuerte.
—Lo tengo—dijo Santana con los dientes apretados.
—Hay una posibilidad aún más pequeña, tal vez una de cada cinco mil, que este hematoma pueda resolverse con una pequeña zona de la cicatriz. Las cicatrices en el cerebro son iguales a un foco de irritación, y a veces vemos convulsiones. Si observas algo como debilidad, entumecimiento, alteraciones del olfato, pérdida de memoria, temblores, necesito saberlo de inmediato.
—¿Qué pasa con Dilantin profiláctico?—preguntó Brittany.
La morena apretó el estómago en el ligero temblor en la voz de su amante. Odiaba verla preocupada.
Él ojiverde sacudió la cabeza.
—El riesgo es menor, y es posible que tenga algún problema por las complicaciones potenciales de tomar el medicamento. Prefiero esperar y ver—volvió su mirada hacia su paciente—Si me das tu palabra de que Seguirás las instrucciones.
La pelinegra tomó la mano de su rubia.
—La tienes.
—Muy bien. Dejaré recetas para ti en la zona de enfermería. Las puedes recoger al salir. Quiero verte la próxima semana en la clínica—Sam se dirigió hacia la puerta, y luego miró por encima del hombro—Me alegro de que estés bien. Mantén al resto de la gente de esa manera también.
—Esa es mi intención—respondió Santana.
Él asiático estaba encorvado contra la pared, junto a la puerta cuando la morena y la rubia salieron.
—Deberías ir sentada, en una silla de ruedas—murmuró Brittany.
Mike las miró, y le lanzó una mirada.
—Ya me sentaré en el coche. ¿Lo tienes aparcado frente a la salida no Mike?
—Correcto.
—Muy bien. Vámonos.
La ojiazul suspiró.
—No puedo pelear con los dos.
Entonces se acercó al detective.
—Cuento contigo para cuides de ella, Mike.
La sonrisa desapareció de la cara del detective, y se enderezó, sonrojado.
—Sí, señora. Cuenta con ello.
—¡Muévete, Mike!—Santana refunfuñó. Lo último que necesitaba era una niñera. Besó en la mejilla de su rubia—Nos vemos más tarde. No te preocupes.
Ésta le acarició la mejilla ilesa, con los dedos.
—Descansa un poco.
—No voy a hacer nada extenuante. Te lo prometo.
Los tres entraron juntos en el ascensor, y luego se separaron en frente del hospital, mientras Brittany se dirigía a atender a sus pacientes. Santana se acomodó en el asiento delantero del coche de su compañero, que al parecer lo usaba como su casa.
El interior olía a humo de sus cigarrillos, y el suelo, estaba lleno de envases vacíos de comida del McDonald's. Por primera vez, en días, se sintió como siempre.
Él moreno arrancó y se incorporó al tráfico.
—En tu casa o a la de la doctora.
—A ninguna de la dos. Vayamos directo a la oficina.
—Yo no quiero perder mis pelotas. Se supone que debes tomártelo con calma.
—Nadie dijo que no podía sentarse en una silla y hablar—echó atrás la cabeza y cerró los ojos—Reúne a las tropas.
—Mierda. Tu mujer me va a matar—Mike murmuró.
—¡Cállate, Mike!—Santana sonrió cuando escuchó su risa feliz.
********
Kitty Wilde atendió la llamada justo después de 2:00 p.m.
En el mensaje de Mike, le pedía se reuniera en la sede oficial de la HPCU, en su edificio de oficinas privado, lo que le permitía un respiro a su sentencia de cadena perpetua.
Acababa de pasar las últimas cinco horas de trabajo con dos detectives que, junto con ella, formaban la naciente Unidad de Vigilancia Electrónica en el Departamento de Policía de Filadelfia.
En un momento de locura pura, había firmado para ser la consultora civil para ayudar a establecer esa unidad y formar a los detectives asignados recientemente, cuyo conocimiento de informática empezaba por ser capaces de encender un ordenador y terminar por enviar un correo electrónico.
Afortunadamente, compensaban por su falta de conocimiento con entusiasmo. A pesar de ello, había un límite a cuánto tiempo podría controlar su temperamento, y ese no era uno de sus talentos.
—Me tengo que ir, muchachos—dijo, volviendo a colocar su teléfono en el cinturón—Sigan adelante y empezar a descargas los archivos.
Lloyd Elliott, de pelo rubio, un detective con apariencia juvenil, se enderezó en su silla de alarma.
—¿Sin ti? ¿Qué pasa si…?
La rubia agitó una mano y se dirigió a la puerta.
—No hay nada que puedas hacer que no se pueda arreglar. Divertíos.
Escuchando sus quejas, aceleró el paso y se rió.
En su camino a su Porsche, hizo otra llamada.
—Oficina de Marley Rose—una voz suave y sofisticada respondió.
—Soy Kitty. ¿Está ella?
—Por supuesto, Sra. Kitty. Le paso con ella.
—Sólo Kitty—dijo automáticamente.
No estaba segura de por qué la asistente ejecutiva de su compañera no podía obtener ese derecho. Mientras esperaba, bajó la ventanilla y tomó una bocanada de aire fresco de otoño.
El sol brillaba, pero le faltaba calor.
Probablemente debería haber sacado su chaqueta de cuero del baúl, porque tendría frio con sólo su camiseta blanca habitual y pantalones vaqueros, pero no se molestó.
No salía mucho, y cuando lo hacía le gustaba la libertad del aire que sopla contra de su piel. Había pasado tres días, tras las rejas, hacía ya mucho tiempo, y aquello fue suficiente como para odiar cualquier tipo de confinamiento para el resto de su vida.
Apartó aquel pensamiento. Todo aquello había quedado atrás.
—¿Kitty?
—Hola, cariño.
—Qué agradable sorpresa—dijo Marley.
Se estremeció con tan sólo oírla hablar.
La castaña no sólo tenía una especie de belleza tipo Lauren Bacall belleza, sino su misma voz.
—Voy de camino a la oficina. Santana está fuera del hospital.
—Es una noticia maravillosa.
—¿Cómo te sientes?—Kitty preguntó.
Su castaña había sido herida, había no mucho tiempo atrás, y había vuelto a trabajar en Innova, su empresa de diseño, apenas unos días antes.
—Estoy bien.
—¿No tienes migrañas?— Kitty puso el motor en marcha y lo dejó inactivo mientras hablaba.
—Realmente no, cariño. Sólo un poco cansada, tal vez, pero estoy bien.
—No exageres, ¿vale?
—Te lo prometo. Te veré en casa en un rato.
—Todavía podría estar en la oficina cuando llegues—dijo Kitty.
La empresa de cyber investigación, que había fundado con otro ex agente federal, Kurt Hummel, después de que había sido injustamente detenido y destituido de su cargo de Justicia, ocupaba el tercer piso de un almacén reformado en la parte antigua de la ciudad.
Llevaba compartiendo su departamento, tipo loft , en el piso superior con su ojiceleste durante los últimos dos años.
—Llámame cuando llegues a casa.
—Kitty—dijo Marley reprendió suavemente.
—Sabes muy bien si estás en medio de algo, no serás capaz de arrastrar tu culo arriba.—riendo aceleró y se incorporó a la carretera que le llevaría por el puente Benjamin Franklin, en dirección este—Cariño, quiero verte. Y lo de arrastrar mi culo suena divertido.
—Oh, estoy segura de que puedo pensar en otras cosas más divertidas.
—No puedo esperar a verte. Nos vemos pronto.
La castaña se despidió y colgaron, sin que apenas tuviera tiempo de volver a preguntarle si estaba segura de que estaba bien. Se había mostrado en contra de su regreso a su trabajo tan pronto, pero comprendió su necesidad de trabajar.
Hasta que ella se enamoró de Marley, lo único que tenía era su trabajo. Incluso ahora, cuando estaba trabajando, la caza la consumía. A veces no podía ver la diferencia entre ser el cazador y el cazado, y lo único que podía hacer era seguir corriendo por el complejo laberinto del ciberespacio hasta que ganar o caer.
Sólo la castaña había sido capaz de entrar en su corazón…
*******
—Diles que no—murmuró Rachel Berry, envolviendo su brazo delgado, alrededor de la cintura estrecha de Quinn Fabray y agarrando con una pierna sus muslos.
—Es trabajo, Rach—Quinn le susurró, tratando infructuosamente de liberarse a su agarre.
No es que quisiera ir a ninguna parte. Rachel podría ser la mitad de su tamaño, pero tenía curvas en todos los lugares correctos y su piel era tan suave, que podría perderse, durante horas, recorriendo cada centímetro de su cuerpo.
A veces sentía que sólo podía pasarse horas y horas tocándola. La única cosa, en el mundo, que podría sacarla de la cama con su castaña, era la llamada del deber.
La única cosa que amaba tanto como amaba a Rachel era ser policía. Era el miembro más joven de la unidad, formada hacía pocos meses, y todavía apenas podía creer que formara parte del equipo. Haría cualquier cosa para probarse a sí misma.
—Me tengo que ir, Rach.
—A la mierda, Q. Es tu día libre—Rachel apoyó la cabeza en el codo, mostrando su corto y puntiagudo cabello castaño—Incluso los policías y las putas tienen su día de descanso.
—Tú no eres una puta. Nunca lo fuiste.
La castaña puso los ojos en blanco.
—Está bien. Incluso prostitutas con clase.
—He tenido un día libre. Bueno, la mayor parte del día. Y tú me has mantenido ocupada—se incorporó contra las almohadas, retirando los mechones de cabello de su cara.
La castaña automáticamente se acurrucó contra su pecho, y la rubia le acarició el cabello.
—La teniente ha salido del hospital.
La más baja dejó de jugar con el pezón rosado, gracias a Dios, y se sentó frente a su novia.
—¿López está bien?
—Supongo que sí, o no la hubieran dejado salir. Te dije que debíamos haberla visitado.
No estaba loca por el hecho de que la castaña fuera la informante confidencial de su teniente. De hecho, odiaba el riesgo que Rachel tomaba, cada vez que salía a la calle para conseguir información. Había llegado a pensar que la castaña pudiera estar un poco enamorada de Santana López.
Rachel confiaba en la teniente. Ella confiaba en Rachel. Era sólo que no podía imaginar que alguien pusiera los ojos sobre su novia.
Santana no sólo era sólo una buena policía, era una policía impresionante. Pensó que si pudiera llegar a ser la mitad de lo valiente e inteligente que era su jefa, estaría satisfecha.
—Había demasiada gente a su alrededor—Rachel dijo despectivamente. Pasó el dedo por el centro del muslo de su rubia y ésta sonrió cuando se contrajo como si una corriente eléctrica se hubiera disparado a través de ella—¿Seguro que tienes que ir?
La rubia agarró su mano.
—Sabes que sí. Y estaré pensando en esto todo el tiempo.
La más baja la besó, y frotó su pecho suavemente sobre la rubia.
—¿Sí?
—Sí—Quinn la agarró y la puso de espalda. Luego se instaló entre las piernas de la ojimarrón, y suavemente le mordió el cuello. Podía disponer de diez minutos.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Cap 2
Capitulo 2
Santana golpeó a Mike, cuando éste le ayudó a subir las escaleras, en la entrada del edificio de Kitty.
—¿Quieres dejar de hacer de niñera? Estoy bien—miró a la cámara de vigilancia oculta en el rincón—Santana López y Mike Chang.
Éste se inclinó hacia adelante para que la cámara pudiera recoger su rostro.
—Te ves como la mierda—murmuró sin mover los labios.
—Gracias. Ahora que ya se ha grabado tu opinión, dejémoslo estar.
Cuando la puerta no se abrió automáticamente, con un clic, sabía que eran los primeros en llegar. Unos segundos después, sonó un pitido débil y rápidamente introdujo su código de seguridad. La puerta se abrió y entró en el nivel del suelo cavernoso, con el moreno sobre sus talones.
—Solo estaba diciendo, que...
—A menos que quieras quedarte fuera—intervino ella, pulsando el botón del ascensor—, Será mejor que no me lo vuelvas a repetir—su voz se hizo eco en las paredes de ladrillo sin terminar.
Las vigas de madera alcanzaban veinte metros de altura, cerrando el espacio que albergaba a los vehículos de Kitty y los mecanismos sofisticados de control del edificio.
La seguridad de la ojiverde estaba más allá del estado actual de tecnología conocida, y el centro de vigilancia electrónica de su compañía hacía que la NSA pareciera anticuada.
Con su equipo de alta tecnología, aquel edificio era el lugar perfecto para sus instalaciones.
—Hombre—Mike murmuró, apresurándose a entrar en el ascensor—, Lo bien que yo estaba, estos días, sin que nadie me gritara.
—Apuesto a que lo pasaste muy bien—dijo Santana cuando el ascensor los llevó en silencio hacia arriba—¿Te aburriste mucho?
—Lo suficiente como para hacerme llorar.
La morena sonrió mientras salían del ascensor.
Dos grandes estaciones de trabajo, en forma de U, tenían más de una docena de ordenadores enfrentados entre sí, en torno a un área central abierta. En ese momento, no había nadie trabajando, pero los datos se transmitían a través de muchos monitores de plasma de gran tamaño.
—Estaré en la sala de conferencias. ¿Crees que puedes improvisar algo de café?
El asiático frunció el ceño.
—¿Está bien, pero crees que deberías tomar café? Quiero decir, el café es como un estimulante, ¿verdad? Hace que tu presión arterial suba.
—No me digas que estabas escuchando detrás de la puerta—ya era suficiente malo que Brittany se preocupara por ella.
Parecer débil frente a sus colegas, especialmente ante los que mandaba, acabaría por añadir un insulto a su lesión.
Él más alto levantó ambas manos.
—Vale, no he dicho nada.
—El café. Negro. Fuerte. Ahora, Mike.
Tan pronto como se dirigió a la cocina pequeña escondida en un rincón, la morena se dirigió a la zona delimitada a modo de sala de reuniones. La sala de estaba formada por una enorme mesa de madera antigua, rodeada de diez sillas, un mostrador en la parte trasera donde una cafetera que nunca se vaciaba, por lo general se asentaba en un calentador, y toda una pared llena de monitores.
Las pantallas ofrecían imágenes de las calles en el frente y parte trasera del edificio, en ambas direcciones, el hueco de la entrada, el ascensor, y de todas partes dentro y fuera del edificio, excepto de la vivienda en el piso de arriba que compartían Kitty y Marley.
Un ordenador portátil descansaba sobre la mesa, donde se sentaban Kitty y Kurt. Se acomodó en una silla, en su lugar a la derecha de la ojiverde feliz de estar fuera ahí.
Tenía que ser capaz de pensar, y cuanto menos se moviera, menos le molestaría la cabeza. Se sentía bien estando de vuelta en el trabajo.
Había sido parte de la unidad especial de delitos sexuales hasta que su compañero anterior, Jeff Cruz, había sido asesinado. Ella había estado en el centro de una intensa búsqueda de un violador en serie, y entre el estrés del caso y la muerte de Jeff, casi había colapsado.
Pero había conocido a Brittany, y su vida había cambiado de maneras que nunca había soñado. Luego, su capitán le había asignado a la cabeza de ese nuevo equipo. Había trabajado en grupos de trabajo multijurisdiccionales antes, pero no con asesores civiles.
Se había resistido al principio, aunque ambos, Kitty y Kurt, eran ex agentes federales altamente cualificados. Ahora no podía imaginar su equipo, sin ellos, más de lo que podía imaginar su vida sin Brittany.
—Aquí tienes—Mike deslizó una taza de café, en frente de ella, y puso el resto, en la parte posterior de la sala, en su propio sitio, para que se mantuviera caliente. Luego se sentó en una silla frente a ella y suspiró—Hogar, dulce hogar.
La morena estaba a punto de responder cuando se captó movimiento por el
rabillo del ojo.
—Ya era hora de que aparecieran—dijo a Kitty, que llegaba con el cabello despeinado por el viento, y con la cara enrojecida por el aire frío del exterior.
Kurt Hummel, un esbelto castaño, con unos penetrantes ojos azules, la siguió. Como de costumbre, estaba impecablemente vestido, con una camisa abierta de color azul claro con cuello y pantalones oscuros. Parecía un joven empresario de éxito, realmente lo era. Pero lo que todos en el equipo sabían, pero otros pocos, era que él también era un travesti impresionante y hermoso llamado Jasmine.
—¿Cómo te sientes, Santana?—Kitty preguntó, mientras ella y Kurt tomaron sus asientos.
—Bien.
Los sonidos de unos pasos rápidos anunciaron la llegada del último miembro del equipo, la Detective Quinn Fabray. Cabello rubio, ojos verdes, delgada , que vestía vaqueros negros, una camiseta, también negra, que se ajustaba a su torso delgado, botas negras lustrosas, y una igualmente gastada chaqueta de cuero de motorista. A primera vista, se podría pensar que era un joven muy apuesto o un niño hermoso.
A veces, ella también lo era.
— ¡Teniente!—los ojos de Quinn brillaron de bienvenida—Hey. Me alegro de
verte.
—Detective—a pesar de su dolor de cabeza y fatiga, Santana intentó sonar fuerte en su voz.
El equipo podía funcionar sin ella, pero tanto como que tenía que estar aquí, tenían que saber que estaba en forma y lista para dirigir.
—Perdón por interrumpir tu día libre.
—No hay problema—Quinn se encorvó en una silla, con las piernas abiertas por casualidad—Es tan bueno verte...—se sonrojó—Quiero decir…
—Entonces—Santana la interrumpió, ahorró a la ojiverde más alta y a ella misma más vergüenza—, ¿Alguien me puede contar qué infierno hemos logrado la otra noche?
Había recibido un disparo, en medio de una redada y, a pesar de sus demandas, ninguno de su equipo le había contado nada. En consecuencia, no tenía idea de en qué punto estaba con su investigación en curso sobre una red de tráfico de personas y esclavitud sexual, que se extendía desde el Puerto de Filadelfia hasta el corazón de la ciudad.
—Acabamos con la escoria que te disparó, para empezar—Mike dijo, con su mirada dura y plana.
La morena odiaba dar a entender, que no podía recordar exactamente lo que había sucedido, pero sabía que le habían salvado la vida.
—Gracias, Kitty.
Ésta asintió. En el instante en que había apretado el gatillo, no había estado pensando en nada, excepto que si no le dispara el tipo, éste lo haría contra ella, y mataría a la morena también. Después, confió en que el muerto fuera el que casi había matado a Marley, durante un intento frustrado contra su propia vida.
Quería venganza por las lesiones de Marley, aún más, de lo que quería poner fin a los abusos de las niñas y desmantelar la organización que estaba detrás de la prostitución, pornografía y drogas.
—¿Algo nuevo de balística?
La peliengra dudaba que lo que la rubia más baja deseaba fuera cierto, pero cosas más raras habían ocurrido antes. El trabajo de la policía normalmente era más que un montón de sudor, trabajo pesado, a veces, de vez en cuando la suerte también surgía.
—No se encontró nada en el sistema—Mike dijo—Estaba usando una semiautomática. Estos chicos probablemente las importaron para la ocasión.
—Así que el arma utilizada para matar a Jeff y a Jimmy todavía existe. Y, presumiblemente, el tirador es el mismo—resumió Santana.
Inicialmente habían teorizado sobre el trabajo encubierto de Jimmy Hogan, el cual había sido ejecutado por un asesino a sueldo, que seguramente habría salido del país. Pero cuando, el asistente de fiscal de distrito, George Beecher, había sido asesinado, poco antes de la redada, habían descubierto que habían utilizado el mismo arma, por lo que ya no estaban seguros de quién había sido el asesino.
—Entonces, ¿qué estamos pensando? ¿Que el tirador es local? ¿Un mafioso, tal vez?—intervino Quinn.
—Tendría que tener suficientes cojones para matar a un policía—Mike dijo.
—Sí, sí estamos hablando de los sospechosos de siempre—explicó Santana.
A los jefes del crimen organizado no les gustaba tirar piedras sobre sus propios tejados. Los asesinatos fueron una escalada que sugería la participación directa de los jugadores fuera de los intereses extranjeros, más probable, ya que las niñas estaban siendo objeto de tráfico ilícito, en barcos de la Europa del Este.
—Quinn—dijo—, Toma la pizarra e iremos escribiendo lo que sabemos y lo que sospechamos.
Pasaron varias horas compartiendo información y especulando.
Por último, la rubia más alta terminó de escribir, y todos miraron los nombres y las flechas, tratando de completar el cuadro.
—¿Qué sabemos?—Santana miró alrededor de la mesa—¿Quién trae a estas niñas y cómo?
—Tienen que tener contactos locales para mover los contenedor en los muelles y ponerlos a trabajar en los clubs de sexo—dijo Kitty—Ese es el territorio de Zamora.
—Probablemente—Santana estuvo de acuerdo—Pero Zamora no está en esto por sí solo. ¿Estamos obteniendo toda la información de Irina?
Quinn Fabray se puso roja brillante.
Había estado trabajando de incógnito como Quincy, para establecer contacto con una joven rusa, Irina, que al parecer era la que supervisaba a un grupo de niñas, objeto de tráfico sexual, y bailes en los clubes de striptease locales.
Quincy había necesitado seducir a Irina, para descubrir la dirección donde las niñas estaban retenidas, bajo vigilancia armada.
Algunos, del equipo de vigilancia, habían escuchado su seducción, un hecho que todavía avergonzaba a la joven detective.
Después de un minuto, la ojiverde dijo:
—Traté de obtener información sobre las niñas, que estaban en la casa, incluyendo Irina. Al parecer están en manos de inmigración, que reclamó su competencia y las han trasladado a una instalación federal. Desde entonces, nadie me ha sabido decir nada.
La peliengra se pellizcó el puente de la nariz, tratando, sin éxito, a retroceder el dolor de cabeza que se aceleraba por momentos.
—No creo sea inmigración. Probablemente es Justicia, y casi con total seguridad Noah Puckerman. Inmigración no tiene la fuerza necesaria para meterse en medio de una operación como ésta. Pero Puckerman y el Departamento de Justicia sí. Maldita sea. Cada vez que nos acercamos a información privilegiada, se cierra a nosotros—inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos—Mike y yo vamos a hablar con él, y veremos que sabe.
Sintiendo su cansancio y frustración, él más alto recogió el balón.
—Sabemos mucho más de lo que sabíamos hace una semana. Sabemos que los rusos están trayendo a las niñas a través del puerto, en contenedores y sabemos que algunos de ellas estaban trabajando. Lo que necesitamos es conectar a la organización Zamora a esas niñas, porque si podemos, será un delito federal y estarán arrestados por un tiempo largo plazo.
—Necesitamos ojos y oídos de nuevo en los clubes—Santana se enderezó y miró a la rubia más alta—¿Permanece intacta tu cobertura?
—Sí, señora—dijo Quinn—En lo que se sabe, incluyendo Irina, yo sólo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Estoy bastante segura de que ella me vio detenido.
—Bien. Entonces quiero que Quincy vuelva a conectar con sus compañeros y vuelva a los clubes. Jasmine también, para respaldarle. Habrá mucha información en las calles, y tendremos nuestros IC con sus fuentes trabajando duro.
—¡Oh bien!—Kurt respiró en un susurro, al puro estilo de Jasmine.
—Sí, señora—dijo Quinn con rigidez.
Rachel era una de las IC de Santana. Una amiga suya había sido asesinada pocos días antes, cuando se había acercado demasiado a algunos hombres importantes en el negocio del cine porno, y ella quería a su castaña fuera de las calles, pero no estaba en sus manos.
Si la obligaba, la castaña se enfadaría, y probablemente ella se metería en problemas.
Él castaño se inclinó hacia delante.
—Alguien tiene que estar haciendo un gran trabajo con los ordenadores, en el puerto, para redireccionar los contenedores con las niñas y esconder los manifiestos de carga. La verdad es que no creo que nadie de los de ahí sepa tanto como para eso.
—Es más—Kitty añadió—, Alguien ha introducido un virus troyano en el sistema de red del Ayuntamiento para introducirse en archivos confidenciales.
—¿Qué estás diciendo?—preguntó Santana—¿Que tenemos un alto nivel de hackers trabajando para el lado opuesto?
—Sin duda—dijo Kitty.
—¿Puedes encontrarlos?
La ojiverde más baja sonrió, sus ojos de añil oscuro con el aroma de la caza.
—Oh, sí. Ahora tenemos dos intrusiones, una en el puerto y otra en el Ayuntamiento. Incluso el mejor hacker siempre deja huellas dactilares.
—Hazlo—dijo Santana—Mike, Te necesito para allanar el camino al puerto para nuestra gente. Y tu entrada con el equipo de delincuencia organizada, y ver si tienen cualquier cosa que nos pueda relacionar con las actividades de Zamora—tomó una respiración profunda—Nuestro principal objetivo es Zamora. Los federales perseguirán a los rusos. Si llegamos a tropezar con ellos, mejor que mejor. Pero tenemos que limpiar nuestra casa primero.
—A los chicos de OC no les gusta que nadie hurgue en su propio terreno—Mike señaló suavemente.
La morena se encogió de hombros.
—Tenemos jurisdicción de división transversal. Seremos amables, pero iremos a donde el sendero nos lleve.
Él asiático se echó a reír de nuevo. El día se estaba poniendo mejor que nunca.
Marley llegó a la esquina de su casa, con un suspiro de alivio mental.
Había estado inmersa, durante varias horas, en una reunión sobre un proyecto importante, y no se había dado cuenta de lo cansada que estaba.
Sólo conducir ya le estaba pareciendo algo interminable. Sus ojos le dolían como si no hubiera dormido en las últimas semanas, cuando lo único que parecía haber hecho era precisamente dormir.
A medida que se redujo para entrar en el garaje, vio una figura familiar apoyada contra una farola, a pocos metros por delante.
Rachel parecía aún más joven, que sus dieciocho años, bajo el resplandor apagado de la farola. También parecía que debía tener frío, viendo que estaba vestida con tan solo una falda muy corta y su fina chaqueta de cuero rojo de imitación. Abrazándose a sí misma, la castaña se acercó tan pronto como ella se bajó del coche.
—Espero que no estés esperando un autobús—dijo Marley—, Ya que ninguno de ellos circula por estas calles.
Ésta sonrió con timidez, como si hubiera sido pillado haciendo algo desfavorable.
—Podría estar esperando un autobús que nunca llegará. No sería muy diferente a estar esperando a Quinn, mientras está reunida.
—Ah—Marley cambió el maletín a su otro hombro. Dios, le dolía todo el cuerpo—Te entiendo. Seguro que están ahí trabajando sin parar.
—O eso, o que están ahí sentados tomando cerveza y viendo la televisión.
La ojiceleste se rió.
—Creo sinceramente que no. Ya sabes que prefieren hablar de trabajo que hacer otra cosa—tocó el hombro de la joven—Vamos arriba. Voy a hacer un poco de té.
—Oh—Rachel, dijo rápidamente—, No te preocupes. Estoy bien aquí.
—Me gustaría algo de compañía, y este es el momento perfecto. Pensaba llamarte mañana—sabía que la más baja era sensible acerca de su historia en las calles.
A pesar de ser una persona muy orgullosa, era autosuficiente y muy valiente.
Era su amiga y la admiraba. Lo último que quería era hacerla sentir incómoda.
—Hay algo que quería hablar contigo.
La ojimarrón la miró con cara de preocupación.
—¿Pasa algo?
—No—respondió, agarrándola suavemente de la mano—Vamos arriba. Te lo diré.
—Está bien, vale—Rachel caminó junto a ella, sonriendo nerviosamente, aún con la mano de la más alta en la suya.
Cruzando la calle y a seis pisos de altura, Angelo DeVito estaba junto a la ventana, a oscuras, con su cámara de vídeo observando el edificio. Se agachó y se tocó la entrepierna, mientras filmaba a las dos chicas rubias, ya caminaban juntas de la mano.
La primera parecía una puta caliente, poco parecía ser algo más para la otra mujer de piernas largas, alta, con el pelo hasta los hombros y con cara de estrella de cine. Le hubiera gustado que aquello fuera una realizada. Por lo que sabía de sus objetivos, sólo podría tener la oportunidad.
Apagó la cámara cuando la mujer desapareció en el interior, y tomó nota de la hora para marcarla en la cinta, así como el número de matrícula del coche.
Luego se sentó en la silla delante de la ventana a esperar.
—¿Quieres dejar de hacer de niñera? Estoy bien—miró a la cámara de vigilancia oculta en el rincón—Santana López y Mike Chang.
Éste se inclinó hacia adelante para que la cámara pudiera recoger su rostro.
—Te ves como la mierda—murmuró sin mover los labios.
—Gracias. Ahora que ya se ha grabado tu opinión, dejémoslo estar.
Cuando la puerta no se abrió automáticamente, con un clic, sabía que eran los primeros en llegar. Unos segundos después, sonó un pitido débil y rápidamente introdujo su código de seguridad. La puerta se abrió y entró en el nivel del suelo cavernoso, con el moreno sobre sus talones.
—Solo estaba diciendo, que...
—A menos que quieras quedarte fuera—intervino ella, pulsando el botón del ascensor—, Será mejor que no me lo vuelvas a repetir—su voz se hizo eco en las paredes de ladrillo sin terminar.
Las vigas de madera alcanzaban veinte metros de altura, cerrando el espacio que albergaba a los vehículos de Kitty y los mecanismos sofisticados de control del edificio.
La seguridad de la ojiverde estaba más allá del estado actual de tecnología conocida, y el centro de vigilancia electrónica de su compañía hacía que la NSA pareciera anticuada.
Con su equipo de alta tecnología, aquel edificio era el lugar perfecto para sus instalaciones.
—Hombre—Mike murmuró, apresurándose a entrar en el ascensor—, Lo bien que yo estaba, estos días, sin que nadie me gritara.
—Apuesto a que lo pasaste muy bien—dijo Santana cuando el ascensor los llevó en silencio hacia arriba—¿Te aburriste mucho?
—Lo suficiente como para hacerme llorar.
La morena sonrió mientras salían del ascensor.
Dos grandes estaciones de trabajo, en forma de U, tenían más de una docena de ordenadores enfrentados entre sí, en torno a un área central abierta. En ese momento, no había nadie trabajando, pero los datos se transmitían a través de muchos monitores de plasma de gran tamaño.
—Estaré en la sala de conferencias. ¿Crees que puedes improvisar algo de café?
El asiático frunció el ceño.
—¿Está bien, pero crees que deberías tomar café? Quiero decir, el café es como un estimulante, ¿verdad? Hace que tu presión arterial suba.
—No me digas que estabas escuchando detrás de la puerta—ya era suficiente malo que Brittany se preocupara por ella.
Parecer débil frente a sus colegas, especialmente ante los que mandaba, acabaría por añadir un insulto a su lesión.
Él más alto levantó ambas manos.
—Vale, no he dicho nada.
—El café. Negro. Fuerte. Ahora, Mike.
Tan pronto como se dirigió a la cocina pequeña escondida en un rincón, la morena se dirigió a la zona delimitada a modo de sala de reuniones. La sala de estaba formada por una enorme mesa de madera antigua, rodeada de diez sillas, un mostrador en la parte trasera donde una cafetera que nunca se vaciaba, por lo general se asentaba en un calentador, y toda una pared llena de monitores.
Las pantallas ofrecían imágenes de las calles en el frente y parte trasera del edificio, en ambas direcciones, el hueco de la entrada, el ascensor, y de todas partes dentro y fuera del edificio, excepto de la vivienda en el piso de arriba que compartían Kitty y Marley.
Un ordenador portátil descansaba sobre la mesa, donde se sentaban Kitty y Kurt. Se acomodó en una silla, en su lugar a la derecha de la ojiverde feliz de estar fuera ahí.
Tenía que ser capaz de pensar, y cuanto menos se moviera, menos le molestaría la cabeza. Se sentía bien estando de vuelta en el trabajo.
Había sido parte de la unidad especial de delitos sexuales hasta que su compañero anterior, Jeff Cruz, había sido asesinado. Ella había estado en el centro de una intensa búsqueda de un violador en serie, y entre el estrés del caso y la muerte de Jeff, casi había colapsado.
Pero había conocido a Brittany, y su vida había cambiado de maneras que nunca había soñado. Luego, su capitán le había asignado a la cabeza de ese nuevo equipo. Había trabajado en grupos de trabajo multijurisdiccionales antes, pero no con asesores civiles.
Se había resistido al principio, aunque ambos, Kitty y Kurt, eran ex agentes federales altamente cualificados. Ahora no podía imaginar su equipo, sin ellos, más de lo que podía imaginar su vida sin Brittany.
—Aquí tienes—Mike deslizó una taza de café, en frente de ella, y puso el resto, en la parte posterior de la sala, en su propio sitio, para que se mantuviera caliente. Luego se sentó en una silla frente a ella y suspiró—Hogar, dulce hogar.
La morena estaba a punto de responder cuando se captó movimiento por el
rabillo del ojo.
—Ya era hora de que aparecieran—dijo a Kitty, que llegaba con el cabello despeinado por el viento, y con la cara enrojecida por el aire frío del exterior.
Kurt Hummel, un esbelto castaño, con unos penetrantes ojos azules, la siguió. Como de costumbre, estaba impecablemente vestido, con una camisa abierta de color azul claro con cuello y pantalones oscuros. Parecía un joven empresario de éxito, realmente lo era. Pero lo que todos en el equipo sabían, pero otros pocos, era que él también era un travesti impresionante y hermoso llamado Jasmine.
—¿Cómo te sientes, Santana?—Kitty preguntó, mientras ella y Kurt tomaron sus asientos.
—Bien.
Los sonidos de unos pasos rápidos anunciaron la llegada del último miembro del equipo, la Detective Quinn Fabray. Cabello rubio, ojos verdes, delgada , que vestía vaqueros negros, una camiseta, también negra, que se ajustaba a su torso delgado, botas negras lustrosas, y una igualmente gastada chaqueta de cuero de motorista. A primera vista, se podría pensar que era un joven muy apuesto o un niño hermoso.
A veces, ella también lo era.
— ¡Teniente!—los ojos de Quinn brillaron de bienvenida—Hey. Me alegro de
verte.
—Detective—a pesar de su dolor de cabeza y fatiga, Santana intentó sonar fuerte en su voz.
El equipo podía funcionar sin ella, pero tanto como que tenía que estar aquí, tenían que saber que estaba en forma y lista para dirigir.
—Perdón por interrumpir tu día libre.
—No hay problema—Quinn se encorvó en una silla, con las piernas abiertas por casualidad—Es tan bueno verte...—se sonrojó—Quiero decir…
—Entonces—Santana la interrumpió, ahorró a la ojiverde más alta y a ella misma más vergüenza—, ¿Alguien me puede contar qué infierno hemos logrado la otra noche?
Había recibido un disparo, en medio de una redada y, a pesar de sus demandas, ninguno de su equipo le había contado nada. En consecuencia, no tenía idea de en qué punto estaba con su investigación en curso sobre una red de tráfico de personas y esclavitud sexual, que se extendía desde el Puerto de Filadelfia hasta el corazón de la ciudad.
—Acabamos con la escoria que te disparó, para empezar—Mike dijo, con su mirada dura y plana.
La morena odiaba dar a entender, que no podía recordar exactamente lo que había sucedido, pero sabía que le habían salvado la vida.
—Gracias, Kitty.
Ésta asintió. En el instante en que había apretado el gatillo, no había estado pensando en nada, excepto que si no le dispara el tipo, éste lo haría contra ella, y mataría a la morena también. Después, confió en que el muerto fuera el que casi había matado a Marley, durante un intento frustrado contra su propia vida.
Quería venganza por las lesiones de Marley, aún más, de lo que quería poner fin a los abusos de las niñas y desmantelar la organización que estaba detrás de la prostitución, pornografía y drogas.
—¿Algo nuevo de balística?
La peliengra dudaba que lo que la rubia más baja deseaba fuera cierto, pero cosas más raras habían ocurrido antes. El trabajo de la policía normalmente era más que un montón de sudor, trabajo pesado, a veces, de vez en cuando la suerte también surgía.
—No se encontró nada en el sistema—Mike dijo—Estaba usando una semiautomática. Estos chicos probablemente las importaron para la ocasión.
—Así que el arma utilizada para matar a Jeff y a Jimmy todavía existe. Y, presumiblemente, el tirador es el mismo—resumió Santana.
Inicialmente habían teorizado sobre el trabajo encubierto de Jimmy Hogan, el cual había sido ejecutado por un asesino a sueldo, que seguramente habría salido del país. Pero cuando, el asistente de fiscal de distrito, George Beecher, había sido asesinado, poco antes de la redada, habían descubierto que habían utilizado el mismo arma, por lo que ya no estaban seguros de quién había sido el asesino.
—Entonces, ¿qué estamos pensando? ¿Que el tirador es local? ¿Un mafioso, tal vez?—intervino Quinn.
—Tendría que tener suficientes cojones para matar a un policía—Mike dijo.
—Sí, sí estamos hablando de los sospechosos de siempre—explicó Santana.
A los jefes del crimen organizado no les gustaba tirar piedras sobre sus propios tejados. Los asesinatos fueron una escalada que sugería la participación directa de los jugadores fuera de los intereses extranjeros, más probable, ya que las niñas estaban siendo objeto de tráfico ilícito, en barcos de la Europa del Este.
—Quinn—dijo—, Toma la pizarra e iremos escribiendo lo que sabemos y lo que sospechamos.
Pasaron varias horas compartiendo información y especulando.
Por último, la rubia más alta terminó de escribir, y todos miraron los nombres y las flechas, tratando de completar el cuadro.
—¿Qué sabemos?—Santana miró alrededor de la mesa—¿Quién trae a estas niñas y cómo?
—Tienen que tener contactos locales para mover los contenedor en los muelles y ponerlos a trabajar en los clubs de sexo—dijo Kitty—Ese es el territorio de Zamora.
—Probablemente—Santana estuvo de acuerdo—Pero Zamora no está en esto por sí solo. ¿Estamos obteniendo toda la información de Irina?
Quinn Fabray se puso roja brillante.
Había estado trabajando de incógnito como Quincy, para establecer contacto con una joven rusa, Irina, que al parecer era la que supervisaba a un grupo de niñas, objeto de tráfico sexual, y bailes en los clubes de striptease locales.
Quincy había necesitado seducir a Irina, para descubrir la dirección donde las niñas estaban retenidas, bajo vigilancia armada.
Algunos, del equipo de vigilancia, habían escuchado su seducción, un hecho que todavía avergonzaba a la joven detective.
Después de un minuto, la ojiverde dijo:
—Traté de obtener información sobre las niñas, que estaban en la casa, incluyendo Irina. Al parecer están en manos de inmigración, que reclamó su competencia y las han trasladado a una instalación federal. Desde entonces, nadie me ha sabido decir nada.
La peliengra se pellizcó el puente de la nariz, tratando, sin éxito, a retroceder el dolor de cabeza que se aceleraba por momentos.
—No creo sea inmigración. Probablemente es Justicia, y casi con total seguridad Noah Puckerman. Inmigración no tiene la fuerza necesaria para meterse en medio de una operación como ésta. Pero Puckerman y el Departamento de Justicia sí. Maldita sea. Cada vez que nos acercamos a información privilegiada, se cierra a nosotros—inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos—Mike y yo vamos a hablar con él, y veremos que sabe.
Sintiendo su cansancio y frustración, él más alto recogió el balón.
—Sabemos mucho más de lo que sabíamos hace una semana. Sabemos que los rusos están trayendo a las niñas a través del puerto, en contenedores y sabemos que algunos de ellas estaban trabajando. Lo que necesitamos es conectar a la organización Zamora a esas niñas, porque si podemos, será un delito federal y estarán arrestados por un tiempo largo plazo.
—Necesitamos ojos y oídos de nuevo en los clubes—Santana se enderezó y miró a la rubia más alta—¿Permanece intacta tu cobertura?
—Sí, señora—dijo Quinn—En lo que se sabe, incluyendo Irina, yo sólo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Estoy bastante segura de que ella me vio detenido.
—Bien. Entonces quiero que Quincy vuelva a conectar con sus compañeros y vuelva a los clubes. Jasmine también, para respaldarle. Habrá mucha información en las calles, y tendremos nuestros IC con sus fuentes trabajando duro.
—¡Oh bien!—Kurt respiró en un susurro, al puro estilo de Jasmine.
—Sí, señora—dijo Quinn con rigidez.
Rachel era una de las IC de Santana. Una amiga suya había sido asesinada pocos días antes, cuando se había acercado demasiado a algunos hombres importantes en el negocio del cine porno, y ella quería a su castaña fuera de las calles, pero no estaba en sus manos.
Si la obligaba, la castaña se enfadaría, y probablemente ella se metería en problemas.
Él castaño se inclinó hacia delante.
—Alguien tiene que estar haciendo un gran trabajo con los ordenadores, en el puerto, para redireccionar los contenedores con las niñas y esconder los manifiestos de carga. La verdad es que no creo que nadie de los de ahí sepa tanto como para eso.
—Es más—Kitty añadió—, Alguien ha introducido un virus troyano en el sistema de red del Ayuntamiento para introducirse en archivos confidenciales.
—¿Qué estás diciendo?—preguntó Santana—¿Que tenemos un alto nivel de hackers trabajando para el lado opuesto?
—Sin duda—dijo Kitty.
—¿Puedes encontrarlos?
La ojiverde más baja sonrió, sus ojos de añil oscuro con el aroma de la caza.
—Oh, sí. Ahora tenemos dos intrusiones, una en el puerto y otra en el Ayuntamiento. Incluso el mejor hacker siempre deja huellas dactilares.
—Hazlo—dijo Santana—Mike, Te necesito para allanar el camino al puerto para nuestra gente. Y tu entrada con el equipo de delincuencia organizada, y ver si tienen cualquier cosa que nos pueda relacionar con las actividades de Zamora—tomó una respiración profunda—Nuestro principal objetivo es Zamora. Los federales perseguirán a los rusos. Si llegamos a tropezar con ellos, mejor que mejor. Pero tenemos que limpiar nuestra casa primero.
—A los chicos de OC no les gusta que nadie hurgue en su propio terreno—Mike señaló suavemente.
La morena se encogió de hombros.
—Tenemos jurisdicción de división transversal. Seremos amables, pero iremos a donde el sendero nos lleve.
Él asiático se echó a reír de nuevo. El día se estaba poniendo mejor que nunca.
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Marley llegó a la esquina de su casa, con un suspiro de alivio mental.
Había estado inmersa, durante varias horas, en una reunión sobre un proyecto importante, y no se había dado cuenta de lo cansada que estaba.
Sólo conducir ya le estaba pareciendo algo interminable. Sus ojos le dolían como si no hubiera dormido en las últimas semanas, cuando lo único que parecía haber hecho era precisamente dormir.
A medida que se redujo para entrar en el garaje, vio una figura familiar apoyada contra una farola, a pocos metros por delante.
Rachel parecía aún más joven, que sus dieciocho años, bajo el resplandor apagado de la farola. También parecía que debía tener frío, viendo que estaba vestida con tan solo una falda muy corta y su fina chaqueta de cuero rojo de imitación. Abrazándose a sí misma, la castaña se acercó tan pronto como ella se bajó del coche.
—Espero que no estés esperando un autobús—dijo Marley—, Ya que ninguno de ellos circula por estas calles.
Ésta sonrió con timidez, como si hubiera sido pillado haciendo algo desfavorable.
—Podría estar esperando un autobús que nunca llegará. No sería muy diferente a estar esperando a Quinn, mientras está reunida.
—Ah—Marley cambió el maletín a su otro hombro. Dios, le dolía todo el cuerpo—Te entiendo. Seguro que están ahí trabajando sin parar.
—O eso, o que están ahí sentados tomando cerveza y viendo la televisión.
La ojiceleste se rió.
—Creo sinceramente que no. Ya sabes que prefieren hablar de trabajo que hacer otra cosa—tocó el hombro de la joven—Vamos arriba. Voy a hacer un poco de té.
—Oh—Rachel, dijo rápidamente—, No te preocupes. Estoy bien aquí.
—Me gustaría algo de compañía, y este es el momento perfecto. Pensaba llamarte mañana—sabía que la más baja era sensible acerca de su historia en las calles.
A pesar de ser una persona muy orgullosa, era autosuficiente y muy valiente.
Era su amiga y la admiraba. Lo último que quería era hacerla sentir incómoda.
—Hay algo que quería hablar contigo.
La ojimarrón la miró con cara de preocupación.
—¿Pasa algo?
—No—respondió, agarrándola suavemente de la mano—Vamos arriba. Te lo diré.
—Está bien, vale—Rachel caminó junto a ella, sonriendo nerviosamente, aún con la mano de la más alta en la suya.
Cruzando la calle y a seis pisos de altura, Angelo DeVito estaba junto a la ventana, a oscuras, con su cámara de vídeo observando el edificio. Se agachó y se tocó la entrepierna, mientras filmaba a las dos chicas rubias, ya caminaban juntas de la mano.
La primera parecía una puta caliente, poco parecía ser algo más para la otra mujer de piernas largas, alta, con el pelo hasta los hombros y con cara de estrella de cine. Le hubiera gustado que aquello fuera una realizada. Por lo que sabía de sus objetivos, sólo podría tener la oportunidad.
Apagó la cámara cuando la mujer desapareció en el interior, y tomó nota de la hora para marcarla en la cinta, así como el número de matrícula del coche.
Luego se sentó en la silla delante de la ventana a esperar.
¡Feliz Año Nue vo !
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
El trabajo de un detective nunca acaba. Que haremos con San, siempre se lastima. Pobre Britt tambien. Y Quinn que decir con el trabajo que le tocó hacer, y qué trabajo le tocara hacer ahora.
Por un momento pensé que el trabaji de Rechael sería un problema para su relación pero no, más bien puede ser el de Quinn.
Por un momento pensé que el trabaji de Rechael sería un problema para su relación pero no, más bien puede ser el de Quinn.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
oka, sospecho que en esta parte de la historia estare mas que furiosa pq es obvio que el idiota del Zamora ese vas tras las parejas de las chicas y eso es muy pero que muy malo, asi que a esperar a ver que pasa y como lo tomaran Santana, Kitty y Quinn!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Tati.94 escribió:El trabajo de un detective nunca acaba. Que haremos con San, siempre se lastima. Pobre Britt tambien. Y Quinn que decir con el trabajo que le tocó hacer, y qué trabajo le tocara hacer ahora.
Por un momento pensé que el trabaji de Rechael sería un problema para su relación pero no, más bien puede ser el de Quinn.
Hola, ooooh nones...lo cual no es nada bueno =/ Pff es un caso perdido con eso xD Tener que aguantar cosas así...además de lo suyo =/ ¬¬ nose si se tiene q hacer o no =/ Si, pensamos mal la vrdd XD...pero esperemos q salgan de esta, al igual q las brittana XD Saludos =D
micky morales escribió:oka, sospecho que en esta parte de la historia estare mas que furiosa pq es obvio que el idiota del Zamora ese vas tras las parejas de las chicas y eso es muy pero que muy malo, asi que a esperar a ver que pasa y como lo tomaran Santana, Kitty y Quinn!!!!
Hola, ¬¬ nose xq tmbn te creo y tmbn creo q sera así ¬¬ :@ Esperemos q todas salgan bn y q ese pague por todo :@ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Cap 3
Capitulo 3
—Perdóname—le dijo Rachel cuando en su teléfono sonó la melodía de I Kissed a Girl. Lo sacó fuera de su bolsillo de la chaqueta y se alejó de la barra de desayuno, donde había estado bebiendo té y hablando.
—Hola, cariño—dijo Quinn—Estoy en Kitty. Estamos terminando, pero todavía voy a estar un poco más. ¿Estás en algún lugar?
—¿Qué te parece arriba?
—Oh, hey, eso es bueno—Quinn no parecía muy contenta.
—¿Qué pasa?
—La teniente está aquí. Ella quiere hablar contigo.
—¿En persona? ¿Ahora?
—Sí.
—Iré en un momento—colgó y se encogió de hombros—Lo siento. López me quiere abajo.
—Por supuesto. Lo entiendo. ¿Todavía le estás ayudando a...?—Marley vaciló.
—Bueno, no tienes que decirme, si no puedes.
—No creo que sea un secreto. Quiero decir, Kitty, probablemente te lo contará todo, ¿verdad?
La ojiceleste sonrió, pero no dijo nada.
—Q me cuenta cosas. No mucho. Ella es todo acerca de las normas, cuando se trata de cosas de la policía—Rachel sonrió—, Pero se está soltando un poco desde que está tanto tiempo con Jazmín.
—A Kitty tampoco le gusta hablar mucho sobre su trabajo—dijo Marley—De hecho, cuando está involucrada en un caso, casi se olvida de comer, de dormir, o hacer cualquier otra cosa, que no sea trabajar.
—Eso te preocupa, ¿eh?
—Oh—dijo Marley rápidamente—No quise decir... bueno, ya sabes, ella es muy intensa. Me enamoré de ella, por esa forma que tiene de estar tan centrada, como impulsada. Cómo...—ella se sonrojó—En fin, que es muy apasionada, en todo lo que hace.
—Sí, te entiendo muy bien—Rachel se rió.
—Cualquier chica con un corazón latiendo conseguiría eso de Kitty.
—Aparentemente—Marley se rió—He tenido que acostumbrarme a ello muy rápidamente. Afortunadamente no soy celosa.
—Yo sí lo soy.
—No creo que tengas mucho de qué preocuparte, por lo que he podido ver, —dijo Marley en voz baja.
—Yo no sabía que fuera celosa, de esa manera. Hasta Q—Rachel encogió de hombros—Q es la primera persona que realmente me ha importado, ya sabes.
La más alta asintió.
—Lo sé. Ya sé a qué te refieres.
La ojimarrón sonrió.
Había tenido otras novias, en cierto modo. Niñas que trabajaban en la calle. Niñas que se cuidaban y preocupaban unas por otras. Pero sobre todo eran una vía de escape, una forma de olvidar a los clientes, proxenetas e incluso policías con la mano demasiado larga.
Hasta que conoció a Santana López.
Ella era una policía diferente. Siempre se había portado bien con ella. Había permitido que ella y Quinn estuvieran juntas.
—Debería irme. López se irrita si la tienes mucho tiempo esperando.
—¿Segura?—Marley se rió—Nunca ha sido conmigo nada más que completamente caballerosa.
Se miraron a los ojos, y luego se echaron a reír juntas. Cubrió con su brazo alrededor del hombro de la ojimarrón y la acompañó hasta la puerta.
—¿Pensarás lo que te dije?
—Lo haré. Pero antes debería hablar con Q, ¿sabes?
—Absolutamente. Tómate todo el tiempo que necesites.
—Gracias—dijo la joven, sintiendo mucho más que gratitud, pero sin saber muy bien qué decir.
—No es necesario que me des las gracias, —respondió con suavidad—Somos amigas.
—Sí—Rachel dijo con una sensación de asombro cuando entró en el ascensor—Lo somos.
—Hola, López—dijo Rachel cuando se dejó caer en una silla en la mesa de la sala de conferencias.
En su camino, a través de la sala principal, había visto a Quinn junto a Kurt y Kitty, delante de los ordenadores, pero la morena estaba sola.
Santana nunca hablaba con ella sobre cosas de la calle frente de los demás, sobre todo, delante de su ojiverde.
—Te ves como una mierda.
—Lo he oído demasiadas veces hoy.
—¿Estás bien o estás jugando a ser la poli dura?—añadió sin tener miedo de decirlo, a pesar de lo duro que había sido saber que la habían herido de bala en un ataque.
Aquella mujer era muy especial de una manera que no sabía explicar. A veces, López era como un dolor en el culo, pero nunca la había mentido, siempre le había dicho lo que necesitaba de ella.
Ya en los primeros días, cuando ella estaba ejerciendo en las calles, y López le pidió información, nunca se había aprovechado de ella, como hacían otros policías.
La morena siempre pagaba y la trataba como si le importara. Ella fue la primera persona que ha tenido o sentido cerca.
—Estoy bien, de verdad—dijo Santana—¿Tu? ¿Todo tranquilo?
—Por lo que sé. Porque no he estado fuera desde la otra noche, las cosas están un poco raras—miró por la puerta abierta, hacia donde estaba su rubia, pero ésta estaba muy ocupada tecleando en un ordenador.
Quinn siempre estaba concentrada cuando trabajaba para Santana. Le gustaba que su novia se preocupara por ella, pero no que lo hiciera demasiado.
También le gustaba que se pusiera un poco celosa.
Bueno muy celosa. Le gustaba esa sensación de ser especial para alguien.
Toda su vida había tenido que hacer cosas para sobrevivir, pero nunca jugaría con Quinn.
La más alta la miró pensativa.
—Vamos a dar un paseo.
—¿Estás bromeando? Sí parece que vas a…
—Ya lo has dicho antes. Vamos. No iremos lejos.
Sacudió la cabeza, pero la siguió ascensor. Su ojiverde la miró caminar por la habitación, y rápidamente volvió a su teclado. Ella mantuvo la distancia mientras iban hacia abajo, consciente de las cámaras por todas partes. Pero una vez fuera, en la calle, pasó un brazo a través del de la morena sin ser invitada.
La miró, y le espetó:
—No pareces muy firme. No me gustaría que te cayeras y te atropellaran. Para empezar, yo no debería estar aquí, vine para cenar con Q.
—Vamos a comer algo ahí, en la esquina—dijo Santana, moviendo el brazo alrededor de su hombro—¿Por qué diablos no te pones más ropa? Estás temblando.
—Estoy acostumbrada a ello.
—Eso no es lo que tu cuerpo está diciendo.
—Estoy a cargo de mi cuerpo—Rachel dijo categóricamente.
Santana dijo nada.
Unos minutos más tarde, entraron en un local que olía a cebollas fritas, café fuerte, y la salsa de tomate. Se sentaron en una mesa al final del local, y una camarera les preguntó qué querían, sin molestarse en ofrecerles los menús.
La más alta pidió un bocadillo y café. Se lo pensó mejor y cambió el café por agua. Todavía tenía dolor de cabeza y tal vez la cafeína no era tan buena idea.
—Sólo una Bud—Rachel dijo.
La camarera ladeó la cabeza y asintió...
—Entonces, ¿cuál es el trato?—Rachel preguntó.
—Las cosas han cambiado—dijo Santana—Hemos entorpecido la línea de suministro de las chicas en el puerto. Estoy segura de que todavía hay muchas chicas extranjera de esas aquí, pero mi suposición es las tendrán escondidas y serán muy cautelosos durante un tiempo. Eso significa que tus amigos tendrán más acción.
Le dio un sorbo a la cerveza.
—¿Quieres decir yo y mis amigos?
—No, si no estás conectando, que no lo estás, ¿no?
—¡Caray, empiezas a sonar como Q!
La pelinegra frunció el ceño.
—¿Tenéis Quinn y tu problemas con esto?
—No—respondió rápidamente, con miedo de meter a Quinn en problemas—Ella es, ya sabes... sobreprotectora. Debe ser cosa de policías.
—Sí, debe ser—esperó hasta que la camarera llegó con bocadillo y lo dejó sobre la mesa.
No estaba realmente hambrienta, pero no podía recordar la última vez que había comido. Sabía que necesitaba comer, por lo que se obligó a tomar un bocado.
—Quiero que me encuentres un sustituto.
—¿Para Q?—dijo, con el corazón en la garganta.
Mierda, Quinn se volvería loca si Santana la dejaba ir.
—No—dijo, exasperada, tratando de no mover la cabeza—Para ti.
—¿Por qué? Tengo los contactos, me gusta el dinero, y además sabes que puedes confiar en mí.
—Como dije, la situación ahora es diferente. Es más peligrosa.
Había pensado mucho, mientras estaba tumbada en una cama del hospital.
Cualquier informante confidencial fiable era muy valioso, y Rachel no sólo era digna de confianza, sino que era inteligente y conocedora de la calle.
Era tanto un miembro del equipo como cualquiera del resto. Pero también era la menos capacitada, y probablemente la menos capaz de cuidar de sí misma.
La había utilizado intencionadamente, la había puesto en riesgo, más de una vez. Era necesario porque había necesitado que la joven hiciera su trabajo.
El trabajo siempre lo había sido todo, más importante que sus amantes, más importante que su propia vida. Pero algo había cambiado, y no estaba muy segura de cómo o qué.
Hace seis meses, si hubieran herido a ella mientras recopilaba información para ella, no se hubiera enojado. Si la joven hubiera sido asesinada, habría estado triste, herida.
Habría perseguido a su asesino, sin importar el tiempo que le llevara, porque era su trabajo, y porque Rachel trabajaba para ella.
Ahora, si ella se metía en problemas, si resultaba herida, Santana no estaba segura de poder vivir con ello. Sabía que Quinn no sería capaz de hacerlo.
Cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz de nuevo.
¿Cómo diablos había permitido que se relacionara con unos de sus CEI?
¿Y pero, cómo había dejado que un policía de su equipo tuviera una relación personal con su CI, una prostituta nada menos?
Era una receta para el desastre, totalmente en contra del protocolo.
¿Por qué no puso fin a esa situación?
En momentos como éste, pensaba que tal vez todavía debía.
—Mira—Rachel dijo, agarrándole el brazo—Soy cuidadosa. Soy inteligente. Y tengo amigos ahí. La gente que me importa, al igual que tú te preocupas por Q, Kurt y Kitty. Infierno. Incluso te preocupas por ese mantecas.
—Ese deber ser el detective Mike—dijo sofocando una sonrisa—Yo siempre cuidaré de mis amigos. Ese es mi trabajo.
—Sí, sí. Cuidarás de todo el mundo. Eso seguro. Mírate. Estás tan gris como el suelo—Rachel sacó su teléfono de su chaqueta—Voy a llamar a tu mujer para que venga a buscarte.
En posición vertical la morena se sacudió y se estremeció.
—¡No! Me iré a casa pronto—miró a su muñeca y por décima vez recordó que no tenía su reloj.
Brittany debía haberlo llevado a casa, desde el hospital, porque no lo había visto con el resto de sus personales.
—¿Qué hora es?
La joven miró por encima del hombro hacia un reloj redondo en la pared, con el logo de helados Hershey, situado en la pared detrás del mostrador.
—Casi las seis y media.
—¡Oh, Cristo! —Santana susurró.
Brittany llegará a casa en cualquier momento. Sacó dinero de su bolsillo y lo dejó caer sobre el mostrador.
Afortunadamente, su ojiverde se había asegurado de que tuviera dinero en efectivo, cuando salió del hospital.
—Tengo que irme. Hablaremos de esto mañana.
—No estarás conduciendo, ¿verdad?
—No, Mike es mi chofer. Volvió a la sede para terminar algunos trámites. Le voy a llamar para que me recoja fuera de Kitty.
Dio un salto, y le pasó el brazo alrededor de la cintura, cuando se tambaleó.
—Dame tu maldito teléfono y dime su número.
—Es el número dos de la marcación rápida.
No se resistió la ayuda. Realmente se sentía como una mierda.
—Así que—le preguntó Vicent a Angelo cuando cogió el teléfono—, ¿No estás haciendo nada ahí, además de tirar de la manivela?
—Claro que sí—Angelo movió el hombro izquierdo para sujetar el teléfono al oído, mientras manejaba la cámara de vídeo—¿Estás seguro de que no estás viendo una especie de casa de putas? Hay más acción en ese edificio que en algunas de nuestras fiestas.
—¿Sí? ¿Cómo qué?
—Ya sabes, donde las niñas vienen y se marchan.
—Oído. ¿Recibes sus IDs?
—No sé sus nombres pero he sacado muchas imágenes grandes. Material realmente bueno.
—Sólo mantenla dentro de tus pantalones. El jefe quiere saber quién se acuesta con quién.
—Hay una rubia que parece ser la que dirige al equipo. Ella tiene que saber mucho. Tenemos que poner a uno de los chicos en su punto de mira.
—No te preocupes. Los chicos van a estar bastante ocupados en breve. ¡Nos vemos por la mañana, y es mejor tener más de tetas y culos en las películas!
—Créeme, tengo suficiente—Angelo colgó el teléfono móvil y lo dejó sobre el alféizar de la ventana, mientras hacía zoom sobre la cara de una mujer rubia y un poco alta, vestida con ropa de sport, que se metía en el asiento del pasajero de un vehículo.
Tenía que ser un policía. Cuando el coche arrancó, la puta flaca de la chaqueta de cuero rojo, volvió a entrar en el edificio. Él se acomodó en la silla y se rió de su propia broma.
—Oye, Rach—dijo Quinn, cuando Rachel se apoyó en su espalda y le rodeó con sus brazos por detrás.
Se estremeció cuando la besó a un lado de su cuello. Técnicamente, no estaba de servicio, pero estaba revisando los manifiestos de carga del puerto, para Kurt, en busca de las discrepancias que podrían indicar otras entregas de niñas desde Europa del Este.
—Digamos que estoy trabajando aquí.
—Y yo tengo hambre. Y tal vez ganas de algunas otras cosas también.
La ojiverde sonrió, cerró el expediente en el que estaba trabajando, y giró la silla.
—¿Sí? ¿Ya?
La castaña soltó su chillido característico, cuando su rubia tiró de ella hacia abajo, en su regazo, y le acarició el cuello.
—Jesús Q—replicó, empujándola a una cierta distancia—¿Y si nos ve Kitty?
—A ella no le importa.
—Bueno, pero López podría patearte el culo.
La rubia se puso rígida.
—¿Ella aún está aquí?
—No. Mike la está llevando a su casa. No debería haber estado aquí en toda la tarde. ¿Qué pasa con ustedes?
—Ella es el jefe. Ella es la que lleva la voz cantante.
Resopló.
—¿Qué, me vas a llevar a algún lugar para cenar o tengo que irme solo?
—Ya he terminado aquí por ahora. Quítate la chaqueta.
Le dio un puñetazo.
—Aquí no novata. Caray. ¿Qué te pasa?
La rubia se levantó, sacó su chaqueta de cuero de la parte posterior de una silla cercana, y se la tendió.
—No quiero tu chaqueta.
—Tendrás que ponértela si vamos a dar un paseo. Te vas a congelar, con lo que estás usando—Quinn esperaba—Además, me enciendes cuando usas esa ropa.
Puso los ojos en blanco, pero accedió y se quitó su fija cazadora de vinilo y se puso la de cuero negro de su novia, que le quedaba muy grande.
—¿Y tú?
—Seguro que sabrás mantenerme caliente.
—Eso si tienes suerte—Rachel poco a poco pasó la punta de la lengua por su labio inferior.
—Siempre tengo suerte—Quinn la besó rápidamente y le mostró cinco dedos cuando comenzó a distanciarse—Nos vemos abajo.
Cuando Quinn se detuvo delante del edificio, en su Ducati, Rachel subió a su espalda, dejando la chaqueta de cuero pesada abierta. Se acopó a su espalda, cuando le rodeó con sus brazos por la cintura a la más alta.
La única cosa, entre sus pechos y la espalda de la rubia, era su sostén delgado y la camiseta.
Se le endurecieron los pezones.
—Ya no tengo hambres—respiró, lamiendo el borde de la oreja de la ojiverde—Tal vez deberíamos volver a casa.
Ésta le tomó una mano y la llevó a su entrepierna.
—Vamos a recoger algo de comida para llevar y la comeremos en la cama. Más tarde.
Se rió y le apretó la mano hasta que arrancó la mano.
—Si. Mucho más tarde"
Angelo estiró el cuello para ver como la moto rugía por la calle. Luego apagó su cámara de vídeo.
—Las pillé.
—Hola, cariño—dijo Quinn—Estoy en Kitty. Estamos terminando, pero todavía voy a estar un poco más. ¿Estás en algún lugar?
—¿Qué te parece arriba?
—Oh, hey, eso es bueno—Quinn no parecía muy contenta.
—¿Qué pasa?
—La teniente está aquí. Ella quiere hablar contigo.
—¿En persona? ¿Ahora?
—Sí.
—Iré en un momento—colgó y se encogió de hombros—Lo siento. López me quiere abajo.
—Por supuesto. Lo entiendo. ¿Todavía le estás ayudando a...?—Marley vaciló.
—Bueno, no tienes que decirme, si no puedes.
—No creo que sea un secreto. Quiero decir, Kitty, probablemente te lo contará todo, ¿verdad?
La ojiceleste sonrió, pero no dijo nada.
—Q me cuenta cosas. No mucho. Ella es todo acerca de las normas, cuando se trata de cosas de la policía—Rachel sonrió—, Pero se está soltando un poco desde que está tanto tiempo con Jazmín.
—A Kitty tampoco le gusta hablar mucho sobre su trabajo—dijo Marley—De hecho, cuando está involucrada en un caso, casi se olvida de comer, de dormir, o hacer cualquier otra cosa, que no sea trabajar.
—Eso te preocupa, ¿eh?
—Oh—dijo Marley rápidamente—No quise decir... bueno, ya sabes, ella es muy intensa. Me enamoré de ella, por esa forma que tiene de estar tan centrada, como impulsada. Cómo...—ella se sonrojó—En fin, que es muy apasionada, en todo lo que hace.
—Sí, te entiendo muy bien—Rachel se rió.
—Cualquier chica con un corazón latiendo conseguiría eso de Kitty.
—Aparentemente—Marley se rió—He tenido que acostumbrarme a ello muy rápidamente. Afortunadamente no soy celosa.
—Yo sí lo soy.
—No creo que tengas mucho de qué preocuparte, por lo que he podido ver, —dijo Marley en voz baja.
—Yo no sabía que fuera celosa, de esa manera. Hasta Q—Rachel encogió de hombros—Q es la primera persona que realmente me ha importado, ya sabes.
La más alta asintió.
—Lo sé. Ya sé a qué te refieres.
La ojimarrón sonrió.
Había tenido otras novias, en cierto modo. Niñas que trabajaban en la calle. Niñas que se cuidaban y preocupaban unas por otras. Pero sobre todo eran una vía de escape, una forma de olvidar a los clientes, proxenetas e incluso policías con la mano demasiado larga.
Hasta que conoció a Santana López.
Ella era una policía diferente. Siempre se había portado bien con ella. Había permitido que ella y Quinn estuvieran juntas.
—Debería irme. López se irrita si la tienes mucho tiempo esperando.
—¿Segura?—Marley se rió—Nunca ha sido conmigo nada más que completamente caballerosa.
Se miraron a los ojos, y luego se echaron a reír juntas. Cubrió con su brazo alrededor del hombro de la ojimarrón y la acompañó hasta la puerta.
—¿Pensarás lo que te dije?
—Lo haré. Pero antes debería hablar con Q, ¿sabes?
—Absolutamente. Tómate todo el tiempo que necesites.
—Gracias—dijo la joven, sintiendo mucho más que gratitud, pero sin saber muy bien qué decir.
—No es necesario que me des las gracias, —respondió con suavidad—Somos amigas.
—Sí—Rachel dijo con una sensación de asombro cuando entró en el ascensor—Lo somos.
********
—Hola, López—dijo Rachel cuando se dejó caer en una silla en la mesa de la sala de conferencias.
En su camino, a través de la sala principal, había visto a Quinn junto a Kurt y Kitty, delante de los ordenadores, pero la morena estaba sola.
Santana nunca hablaba con ella sobre cosas de la calle frente de los demás, sobre todo, delante de su ojiverde.
—Te ves como una mierda.
—Lo he oído demasiadas veces hoy.
—¿Estás bien o estás jugando a ser la poli dura?—añadió sin tener miedo de decirlo, a pesar de lo duro que había sido saber que la habían herido de bala en un ataque.
Aquella mujer era muy especial de una manera que no sabía explicar. A veces, López era como un dolor en el culo, pero nunca la había mentido, siempre le había dicho lo que necesitaba de ella.
Ya en los primeros días, cuando ella estaba ejerciendo en las calles, y López le pidió información, nunca se había aprovechado de ella, como hacían otros policías.
La morena siempre pagaba y la trataba como si le importara. Ella fue la primera persona que ha tenido o sentido cerca.
—Estoy bien, de verdad—dijo Santana—¿Tu? ¿Todo tranquilo?
—Por lo que sé. Porque no he estado fuera desde la otra noche, las cosas están un poco raras—miró por la puerta abierta, hacia donde estaba su rubia, pero ésta estaba muy ocupada tecleando en un ordenador.
Quinn siempre estaba concentrada cuando trabajaba para Santana. Le gustaba que su novia se preocupara por ella, pero no que lo hiciera demasiado.
También le gustaba que se pusiera un poco celosa.
Bueno muy celosa. Le gustaba esa sensación de ser especial para alguien.
Toda su vida había tenido que hacer cosas para sobrevivir, pero nunca jugaría con Quinn.
La más alta la miró pensativa.
—Vamos a dar un paseo.
—¿Estás bromeando? Sí parece que vas a…
—Ya lo has dicho antes. Vamos. No iremos lejos.
Sacudió la cabeza, pero la siguió ascensor. Su ojiverde la miró caminar por la habitación, y rápidamente volvió a su teclado. Ella mantuvo la distancia mientras iban hacia abajo, consciente de las cámaras por todas partes. Pero una vez fuera, en la calle, pasó un brazo a través del de la morena sin ser invitada.
La miró, y le espetó:
—No pareces muy firme. No me gustaría que te cayeras y te atropellaran. Para empezar, yo no debería estar aquí, vine para cenar con Q.
—Vamos a comer algo ahí, en la esquina—dijo Santana, moviendo el brazo alrededor de su hombro—¿Por qué diablos no te pones más ropa? Estás temblando.
—Estoy acostumbrada a ello.
—Eso no es lo que tu cuerpo está diciendo.
—Estoy a cargo de mi cuerpo—Rachel dijo categóricamente.
Santana dijo nada.
Unos minutos más tarde, entraron en un local que olía a cebollas fritas, café fuerte, y la salsa de tomate. Se sentaron en una mesa al final del local, y una camarera les preguntó qué querían, sin molestarse en ofrecerles los menús.
La más alta pidió un bocadillo y café. Se lo pensó mejor y cambió el café por agua. Todavía tenía dolor de cabeza y tal vez la cafeína no era tan buena idea.
—Sólo una Bud—Rachel dijo.
La camarera ladeó la cabeza y asintió...
—Entonces, ¿cuál es el trato?—Rachel preguntó.
—Las cosas han cambiado—dijo Santana—Hemos entorpecido la línea de suministro de las chicas en el puerto. Estoy segura de que todavía hay muchas chicas extranjera de esas aquí, pero mi suposición es las tendrán escondidas y serán muy cautelosos durante un tiempo. Eso significa que tus amigos tendrán más acción.
Le dio un sorbo a la cerveza.
—¿Quieres decir yo y mis amigos?
—No, si no estás conectando, que no lo estás, ¿no?
—¡Caray, empiezas a sonar como Q!
La pelinegra frunció el ceño.
—¿Tenéis Quinn y tu problemas con esto?
—No—respondió rápidamente, con miedo de meter a Quinn en problemas—Ella es, ya sabes... sobreprotectora. Debe ser cosa de policías.
—Sí, debe ser—esperó hasta que la camarera llegó con bocadillo y lo dejó sobre la mesa.
No estaba realmente hambrienta, pero no podía recordar la última vez que había comido. Sabía que necesitaba comer, por lo que se obligó a tomar un bocado.
—Quiero que me encuentres un sustituto.
—¿Para Q?—dijo, con el corazón en la garganta.
Mierda, Quinn se volvería loca si Santana la dejaba ir.
—No—dijo, exasperada, tratando de no mover la cabeza—Para ti.
—¿Por qué? Tengo los contactos, me gusta el dinero, y además sabes que puedes confiar en mí.
—Como dije, la situación ahora es diferente. Es más peligrosa.
Había pensado mucho, mientras estaba tumbada en una cama del hospital.
Cualquier informante confidencial fiable era muy valioso, y Rachel no sólo era digna de confianza, sino que era inteligente y conocedora de la calle.
Era tanto un miembro del equipo como cualquiera del resto. Pero también era la menos capacitada, y probablemente la menos capaz de cuidar de sí misma.
La había utilizado intencionadamente, la había puesto en riesgo, más de una vez. Era necesario porque había necesitado que la joven hiciera su trabajo.
El trabajo siempre lo había sido todo, más importante que sus amantes, más importante que su propia vida. Pero algo había cambiado, y no estaba muy segura de cómo o qué.
Hace seis meses, si hubieran herido a ella mientras recopilaba información para ella, no se hubiera enojado. Si la joven hubiera sido asesinada, habría estado triste, herida.
Habría perseguido a su asesino, sin importar el tiempo que le llevara, porque era su trabajo, y porque Rachel trabajaba para ella.
Ahora, si ella se metía en problemas, si resultaba herida, Santana no estaba segura de poder vivir con ello. Sabía que Quinn no sería capaz de hacerlo.
Cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz de nuevo.
¿Cómo diablos había permitido que se relacionara con unos de sus CEI?
¿Y pero, cómo había dejado que un policía de su equipo tuviera una relación personal con su CI, una prostituta nada menos?
Era una receta para el desastre, totalmente en contra del protocolo.
¿Por qué no puso fin a esa situación?
En momentos como éste, pensaba que tal vez todavía debía.
—Mira—Rachel dijo, agarrándole el brazo—Soy cuidadosa. Soy inteligente. Y tengo amigos ahí. La gente que me importa, al igual que tú te preocupas por Q, Kurt y Kitty. Infierno. Incluso te preocupas por ese mantecas.
—Ese deber ser el detective Mike—dijo sofocando una sonrisa—Yo siempre cuidaré de mis amigos. Ese es mi trabajo.
—Sí, sí. Cuidarás de todo el mundo. Eso seguro. Mírate. Estás tan gris como el suelo—Rachel sacó su teléfono de su chaqueta—Voy a llamar a tu mujer para que venga a buscarte.
En posición vertical la morena se sacudió y se estremeció.
—¡No! Me iré a casa pronto—miró a su muñeca y por décima vez recordó que no tenía su reloj.
Brittany debía haberlo llevado a casa, desde el hospital, porque no lo había visto con el resto de sus personales.
—¿Qué hora es?
La joven miró por encima del hombro hacia un reloj redondo en la pared, con el logo de helados Hershey, situado en la pared detrás del mostrador.
—Casi las seis y media.
—¡Oh, Cristo! —Santana susurró.
Brittany llegará a casa en cualquier momento. Sacó dinero de su bolsillo y lo dejó caer sobre el mostrador.
Afortunadamente, su ojiverde se había asegurado de que tuviera dinero en efectivo, cuando salió del hospital.
—Tengo que irme. Hablaremos de esto mañana.
—No estarás conduciendo, ¿verdad?
—No, Mike es mi chofer. Volvió a la sede para terminar algunos trámites. Le voy a llamar para que me recoja fuera de Kitty.
Dio un salto, y le pasó el brazo alrededor de la cintura, cuando se tambaleó.
—Dame tu maldito teléfono y dime su número.
—Es el número dos de la marcación rápida.
No se resistió la ayuda. Realmente se sentía como una mierda.
*******
—Así que—le preguntó Vicent a Angelo cuando cogió el teléfono—, ¿No estás haciendo nada ahí, además de tirar de la manivela?
—Claro que sí—Angelo movió el hombro izquierdo para sujetar el teléfono al oído, mientras manejaba la cámara de vídeo—¿Estás seguro de que no estás viendo una especie de casa de putas? Hay más acción en ese edificio que en algunas de nuestras fiestas.
—¿Sí? ¿Cómo qué?
—Ya sabes, donde las niñas vienen y se marchan.
—Oído. ¿Recibes sus IDs?
—No sé sus nombres pero he sacado muchas imágenes grandes. Material realmente bueno.
—Sólo mantenla dentro de tus pantalones. El jefe quiere saber quién se acuesta con quién.
—Hay una rubia que parece ser la que dirige al equipo. Ella tiene que saber mucho. Tenemos que poner a uno de los chicos en su punto de mira.
—No te preocupes. Los chicos van a estar bastante ocupados en breve. ¡Nos vemos por la mañana, y es mejor tener más de tetas y culos en las películas!
—Créeme, tengo suficiente—Angelo colgó el teléfono móvil y lo dejó sobre el alféizar de la ventana, mientras hacía zoom sobre la cara de una mujer rubia y un poco alta, vestida con ropa de sport, que se metía en el asiento del pasajero de un vehículo.
Tenía que ser un policía. Cuando el coche arrancó, la puta flaca de la chaqueta de cuero rojo, volvió a entrar en el edificio. Él se acomodó en la silla y se rió de su propia broma.
—Oye, Rach—dijo Quinn, cuando Rachel se apoyó en su espalda y le rodeó con sus brazos por detrás.
Se estremeció cuando la besó a un lado de su cuello. Técnicamente, no estaba de servicio, pero estaba revisando los manifiestos de carga del puerto, para Kurt, en busca de las discrepancias que podrían indicar otras entregas de niñas desde Europa del Este.
—Digamos que estoy trabajando aquí.
—Y yo tengo hambre. Y tal vez ganas de algunas otras cosas también.
La ojiverde sonrió, cerró el expediente en el que estaba trabajando, y giró la silla.
—¿Sí? ¿Ya?
La castaña soltó su chillido característico, cuando su rubia tiró de ella hacia abajo, en su regazo, y le acarició el cuello.
—Jesús Q—replicó, empujándola a una cierta distancia—¿Y si nos ve Kitty?
—A ella no le importa.
—Bueno, pero López podría patearte el culo.
La rubia se puso rígida.
—¿Ella aún está aquí?
—No. Mike la está llevando a su casa. No debería haber estado aquí en toda la tarde. ¿Qué pasa con ustedes?
—Ella es el jefe. Ella es la que lleva la voz cantante.
Resopló.
—¿Qué, me vas a llevar a algún lugar para cenar o tengo que irme solo?
—Ya he terminado aquí por ahora. Quítate la chaqueta.
Le dio un puñetazo.
—Aquí no novata. Caray. ¿Qué te pasa?
La rubia se levantó, sacó su chaqueta de cuero de la parte posterior de una silla cercana, y se la tendió.
—No quiero tu chaqueta.
—Tendrás que ponértela si vamos a dar un paseo. Te vas a congelar, con lo que estás usando—Quinn esperaba—Además, me enciendes cuando usas esa ropa.
Puso los ojos en blanco, pero accedió y se quitó su fija cazadora de vinilo y se puso la de cuero negro de su novia, que le quedaba muy grande.
—¿Y tú?
—Seguro que sabrás mantenerme caliente.
—Eso si tienes suerte—Rachel poco a poco pasó la punta de la lengua por su labio inferior.
—Siempre tengo suerte—Quinn la besó rápidamente y le mostró cinco dedos cuando comenzó a distanciarse—Nos vemos abajo.
Cuando Quinn se detuvo delante del edificio, en su Ducati, Rachel subió a su espalda, dejando la chaqueta de cuero pesada abierta. Se acopó a su espalda, cuando le rodeó con sus brazos por la cintura a la más alta.
La única cosa, entre sus pechos y la espalda de la rubia, era su sostén delgado y la camiseta.
Se le endurecieron los pezones.
—Ya no tengo hambres—respiró, lamiendo el borde de la oreja de la ojiverde—Tal vez deberíamos volver a casa.
Ésta le tomó una mano y la llevó a su entrepierna.
—Vamos a recoger algo de comida para llevar y la comeremos en la cama. Más tarde.
Se rió y le apretó la mano hasta que arrancó la mano.
—Si. Mucho más tarde"
Angelo estiró el cuello para ver como la moto rugía por la calle. Luego apagó su cámara de vídeo.
—Las pillé.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Y quien c... es Angelo, hasta ahora no estoy entendiendo mucho!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:Y quien c... es Angelo, hasta ahora no estoy entendiendo mucho!!!!!
Hola, ¬¬ no tampoco, pero nose xq me dices que no es nadie bueno en ningún sentido ¬¬ Aki dejo otro cap para ir sabiendo más. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Cap 4
Capitulo 4
Desaceleró cuando dio la vuelta a la esquina en su calle, a cinco minutos a pie del hospital.
El alumbrado público, en el Oeste de Filadelfia, era muy escaso, por lo que la visibilidad era todo un reto, por lo que pensó que se había equivocado al reconocer el coche gris oscuro en frente de su casa. Se dijo que estaba imaginando cosas.
No podía ser un vehículo de departamento, y la forma descomunal detrás de la rueda, no podía ser Mike Chang.
Eran casi las 7:00 p.m. y Santana debería haber estado en casa varias horas antes. Mike no solía ir a su casa a esas horas.
Sabía que su morena necesitaba más tiempo para recuperarse.
Dio algunos pasos, reprendiéndose a sí misma por su imaginación hiperactiva.
Apenas había dormido en los últimos días, y llevaba nerviosa desde varias semanas antes de la redada. No importaba que la pelinegra fuera excelente en su trabajo, o que las probabilidades de una lesión mortal eran bajas.
No creía en las estadísticas, no en que las se incluía a la mujer que amaba. Así que se había preocupado y trató de mantener su temor oculto de Santana.
Debido a lo que ésta se dedicaba, debía tener su mente libre de preocupaciones para hacer su trabajo con total seguridad.
Pero ella había abierto la puerta, en mitad de la noche, viendo a Kitty en el porche, y durante un aterrador segundo el resto de su vida vacía y estéril, se abrió ante ella.
El pensamiento racional, o incluso la realidad de Santana a su lado, no podrían mitigar la angustia de ese momento. Aquello la perseguiría para siempre.
Olvídalo, pensó, aunque sospechaba que era una batalla que no iba a ganar.
Entonces vio a Santana saliendo del lado del pasajero del coche.
Sin avisar de su presencia, la vio caminar lentamente hasta la casa, evidentemente agotada. Durante unos segundos, pensó en darse la vuelta por lo enfadada que estaba.
No sólo enfadada. Herida.
En momentos como estos, ser psiquiatra no ayudaba nada.
No importaba que supiera lo que debía hacer o decir para ayudar a calmar su situación emocional.
No importaba que entendiera la actitud de su amante.
En este momento, no le importaba nada. Se sentía herida, desilusionada y asustada.
No le sería fácil llevar aquella situación.
Esperó hasta que el coche del asiático se fuera, ya que no quería que éste presenciara nada personal entre ella y su morena.
Ésta odiaría que un colega viera algo de su vida privada, y sabía que no podía permitirlo.
Santana se movía a un ritmo muy lento. Acababa de llegar al rellano, delante de la puerta, cuando ella sacó sus llaves y subió los cuatro escalones de mármol, alcanzándola.
—¿Acabas de llegar a casa?—metió la llave en la cerradura.
—Sí, yo…
—No—dijo Brittany en voz baja—No estoy dispuesta a escucharlo todavía.
La teniente vaciló en el umbral.
—Puedo llamar a Mike. Que dé la vuelta y me lleve a mi departamento.
La miró por un segundo.
—Santana, estoy molesta—dejó su maletín en el banco del vestíbulo y se quitó la chaqueta—Te ves agotada.
—Yo no lo hice…
Sacudió la cabeza.
—Ahora no es el momento adecuado para hablar de esto, pero lo que está sucediendo es parte de estar juntas. Vamos entra.
—Odio esto—dijo Santana.
—Lo sé. Yo también. ¿Tienes hambre o quieres ir directamente a la cama?
—No tengo hambre, pero me gustaría sentarme en la cocina, contigo, mientras preparas algo de comer.
Le tomó la mano.
—Vamos, entonces.
Kratos Zamora se sirvió otro vaso de Bollinger Blanc de Noirs y se inclinó sobre la mesa del comedor privado, mirando a la pelirroja que estaba sentada en frente de él.
Le gustaba verla exhalar lentamente un hilo de humo fragante. Incluso, bajo la luz de las velas, podía ver el tono esmeralda de los ojos. Sus rizos, hasta los hombros, eran del color de una puesta de sol de verano, sobre el océano, del mismo color sangre-rojo que tantas veces anunciada después de una tormenta.
Ella lo miró con un toque de diversión, pero en lugar de estar molesto, estaba intrigado. Las mujeres solían adularle o seducirle, pero nunca se reían de él.
—¿Tanto confías en mi talento?—dijo.
—Nunca me has decepcionado—Kratos nunca comía en el mismo restaurante, dos veces seguidas.
Había media docena de áreas privadas de comedor, como este, en el restaurante. La probabilidad de que un dispositivo de escucha hubiera sido colocado era muy débil, pero sus hombres lo habían revisado, y se sentía seguro de hablar de sus negocios.
Talia arqueó una ceja. Una sonrisa se dibujó en sus labios perfectos.
Él se encogió de hombros.
—Cuando se trata de negocios—había tratado de seducirla a su vez, y ella se había negado.
Se había sorprendido. No era tan tonto como para creer que las mujeres se sentían atraídas por él, en vez de por su poder o riqueza, pero estaba acostumbrado a conseguir lo que quería.
Esta mujer se había limitado a decir que no, pero cuando se había negado lo había hecho como casi ninguna otra persona se había atrevido, y entendió que no debía insistir.
—Hace cinco años, casi nadie tenía la habilidad de detectar una intrusión electrónica. Ahora ya no es el caso—deslizó la ceniza delicada sobre el borde de un cenicero de cristal, que se rompió en fragmentos de polvo—Pero lo que me pides es difícil.
—Pero no imposible—Kratos miraba aquellos labios color granate, que sujetaban el cigarrillo. Su boca se apretaba, un poco, cuando se inhala y sus altas e impecables mejillas se ahuecaban. Su erección palpitó, y disfrutó de la sensación pero sin dejar que ese placer le distrajera—Puedes romper las comunicaciones y crear caos. El caos se traduce en ineficacia y desconfianza.
—¿Qué pasa con esa nueva división de investigación, del edificio de la policía?—preguntó—¿Cómo son de amenaza?
—Mis contactos dicen que la unidad es apenas funcional. Dudo que haya ningún peligro en esa dirección.
—Pero me indicaste que nuestro infiltrado en el ayuntamiento fue identificado. Que lo pilló una cyberinvestigation sofisticada.
Él hizo un gesto con la mano.
—Él fue descuidado.
No pensaba admitir su preocupación por podrían ser capaces de rastrear al hombre que había tenido en el interior.
Además, siempre tenía el cuidado de mantener a varias personas, independientes, por si cogían a alguno. Si por algún milagro, las autoridades pudieron determinar que había colocado un spyware, en los sistemas informáticos de la policía, nunca saldría su nombre.
Pero dudaba de que pudiera ser una posibilidad.
Talia le miraba con los ojos entornados, con el humo de acurrucado en el aire entre ellos.
—Explotar los archivos informáticos es diferente a la sabotear activamente una red de comunicaciones de la policía. El gobierno ya no se toma a la ligera el ciberterrorismo.
—Por supuesto—dijo Kratos—El pago reflejará el riesgo.
—Trescientos mil—dijo Talia uniformemente.
—Cincuenta por ciento nada más estar conectada a mi cuenta.
Asintió.
—Tengo toda la información que me has facilitado sobre los directores. ¿Estás seguro de tus fuentes?
—Mi familia vino a esta ciudad hace casi cien años. Los políticos y los representantes de la ley siempre han sido nuestros amigos. Nada ha cambiado.
Le entregó un pedazo de papel doblado.
—Los nombres y resto de información que necesitas.
Talia tomó el papel y lo guardó en su bolso.
—¿Cuál es mi objetivo?
—Su nombre es Kitty Wilde.
Lo primero que vio Kitty cuando salió del ascensor, al loft, fue a Marley acurrucada en el sofá frente a la chimenea, con un libro sobre su regazo y el fuego de la misma reflejado en su rostro.
Llevaba una camisa blanca suelta y unos pantalones de seda negros. Estaba descalza, con las piernas recogidas debajo de ella.
Cuando se volvió en su dirección sonrió, el corazón de ésta tartamudeó en el pecho.
La castaña era el centro de la calma de su universo, la tierra firme en los mares de su creciente malestar e ira apenas contenida. Ella no se la merecía, y lo sabía.
—Hola, cariño—dijo Kitty, con la garganta apretada.
La más alta dio unas palmaditas en el sofá a su lado.
—Ven, siéntate y cuéntame tu día.
—Siento llegar tan tarde.
—No tienes toque de queda. ¿Has comido?
Movió la cabeza, y se dejó caer en el sofá, al lado de su castaña. Cuando puso su libro a un lado y pasó a apoyarse en su contra, la abrazó y la besó.
—¿Cuentan las patatas fritas?
—No lo creo—le acarició la cara—Hay un plato con pollo y pasta en la cocina. Todavía debe estar caliente.
—¿Cómo estuvo tu día?
—Yo pregunté primero—bromeó Marley.
—Rutina—apoyó la barbilla contra la parte superior de la cabeza castaña.
Su pelo era fragante, su cuerpo flexible, su aliento familiarmente cálido. Se vio tendida en un prado verde cálido al sol, bajo una brisa que agitaba las hojas de los árboles, con la piel húmeda.
Contuvo la respiración cuando la ojiceleste le sacó lacamiseta de los pantalones vaqueros y deslizó una mano por debajo. La brisa desapareció llevándola a un trueno de deseo, provocando que se sentara.
—Tus días nunca tienen nada de rutina—murmuró.
—¿Cómo fue el tuyo?
—Cansado, pero bien—besó el hueco de la garganta de la rubia, a continuación, al lado de su cuello, justo debajo de la oreja. Rió suavemente cuando ésta se estremeció—Tuve una agradable conversación con Rachel. Luego me tomé una siesta mientras te estaba esperando.
—... Eso suena bien—voz de Kitty era tensa.
La castaña con su elegancia sofisticada, podía seducirla con tan sólo el toque de sus dedos o el roce de sus labios.
Kitty se inclinó a su voluntad, como una semilla cuando se inclina hacia el sol, temblando por necesidad. Sabía con absoluta certeza, que toda su fuerza era una estratagema, un puñado de arena que se deslizaba entre los dedos y desaparecía con el viento sin su castaña a su lado.
—¿Cómo te sientes?
—No estoy cansada—Marley apretó con más fuerza contra ella, continuando sus besos por el lado de la mandíbula y el cuello.
Dejó que sus dedos bailaran sobre los pechos de la rubia, arriba y abajo, sobre el abdomen antes de patinar bajo y deslizarlos por debajo de la parte superior de sus pantalones vaqueros.
—¿Qué cariño?—preguntó, al oír un gemido.
—No tengo hambre tampoco—Kitty se echó para atrás, le inclinando la cabeza para que pudiera acceder mejor a su boca.
Mientras se besaban, la ojiverde se quejó una vez más, perdida en la calidez seductora de la boca de la ojiceleste, un pulso constante de deseo desplegando en sus profundidades.
—Vas a estar muy ocupada con otro caso en breve, ¿no?—empujó Kitty sobre el sofá y se tendió sobre ella, instalando una sola pierna entre los muslos. Acarició con una mano el pecho—¿Trabajando para Santana?
—¿Trabajo?—Kitty quedó sin aliento, mientras le soltaba los botones de la camisa a su amante, a la vez que le acariciaba el culo con la otra.
La más alta la volvía loca. No le dejaba pensar. Era la única que la podía provocar de aquella manera.
—¿Quieres hablar de trabajo?
Ésta le besó la punta de su barbilla, luego en la boca.
—No. Sólo te quiero para mí durante un tiempo.
—Soy toda tuya—Kitty susurró, sabiendo que nunca habría nada más importante en su vida que aquella mujer.
—¿Cariño? ¿Quieres la última?—Quinn estaba recogiendo los restos de comida, colocándolos sobre la mesilla de noche.
Debajo de ella, Rachel empujó su trasero con firmeza, en su entrepierna. Ésta hizo una pausa, con su brazo extendido, olvidando lo que tenía en la mano.
La castaña casi había hecho que se corriera en el viaje a casa en su Ducati, y una vez que llegaron al departamento, que compartían al sur de Bainbridge, había terminado el trabajo.
Dos veces.
Entre orgasmos y comida para llevar, ella le ha correspondido, más un extra, sólo porque la hacía sentirse en el cielo, con escuchar a su novia gritar su nombre cuando llegaba a su clímax.
Ahora, su clítoris estaba hinchado y satisfactoriamente dolorido.
Dejó caer la comida de su mano, sobre la caja, apoyando su peso sobre la espalda de su castaña y luego empezó a chupar, poco a poco, un lugar en la curva de su hombro, hasta verla retorcerse.
—¿Aún caliente?
—Tal vez—Rachel murmuró, con el rostro excavado en la almohada—¿Qué hora es?
—Cerca de la medianoche—Quinn se movió a un lado y le acarició el interior del muslo.
Le tomó el sexo, desde atrás, y apretó suavemente, poco a poco dando vueltas sobre el clítoris de su castaña, con la punta de un dedo. Ésta estaba excitada y húmeda.
Para ella.
Aquello la volvía loca y se deslizó de inmediato, dentro de su novia. A la ojimarrón le gustaba duro y rápido, aunque aquellos juegos lentos también le gustaban. A la detective le resultaba difícil mantener la cabeza cuando estaba excitada, y su novia siempre le excitaba.
Le frotó duro el centro, y la más baja hizo un pequeño sonido, a medio camino entre un gemido y un ronroneo.
Pensó que su cabeza podría explotar, pero mantuvo la presión. Rachel se agarró la almohada e intentó alejarse. Le dio un beso en la mejilla.
—Te quiero.
—No me hagas venir—Rachel susurró. Buscó detrás de ella, cogiéndole la mano y la descubrió—No quiero correrme hasta que me folles.
La ojiverde gimió, presionando su frente a la parte posterior del hombro de su castaña.
Mantuvo el masaje lento y constante, con cuidado de no llevarla al borde, pero no podía controlar su propio clítoris desbocado.
—Voy a correrme de nuevo.
La ojimarrón se rió, con voz temblorosa.
—Déjalo ir, cariño.
—¡Oh Dios!—se quejó de Quinn, su estómago dando saltos mortales como si un cañón hubiera estallado en su interior.
Jadeó contra la espalda morena, con la boca abierta y temblando como un temporizador de primera. Debajo de ella, Rachel trenzada, la empujó hasta que pudo girar sobre su espalda.
Entonces agarró le mano y la empujó entre sus piernas.
—Te has levantado, novata—respiraba en el oído de la rubia—Ahora fóllame hasta que me corra.
Y al igual que la más alta, sintió el aumento de poder a través de ella.
Quinn se apoyó en un brazo y lleno a Rachel con los dedos. Luego, la besó, acariciando el interior de su boca, al ritmo de sus golpes entre las piernas. Utilizó su pulgar para trabajar sobre el clítoris de la castaña, porque sabía que era la forma de hacer que se corriera. A lo lejos sentía las manos de su novia clavándose en sus hombros, las uñas rascando por la ansiedad.
La castaña se apretó alrededor de sus dedos, arqueando el cuerpo. La rubia rompió el beso para que la más baja pudiera respirar.
—Oh Dios, Quinny—exclamó—Cariño, cariño…—sus ojos se cerraron mientras su rostro se contraía de placer, pero la ojiverde mantuvo los ojos abiertos, bebiendo y llenando su mente viendo el cuerpo de su novia y oyendo sus delirios.
Rachel era tan hermosa, tan abierta y vulnerable; y tan confiada, en ese momento, que tuvo ganas de llorar.
Siguió adelante hasta su castaña, en silencio, se derrumbó sobre la cama, dejando caer los brazos a los costados, con su aliento revoloteando a cabo en un largo y contento quejido.
Dejó de empujar, y le acarició suavemente el clítoris aún turgente.
—Saca tus manos lejos de mí—Rachel murmuró.
Se rió y le besó los pezones.
La más baja dio un manotazo en la cabeza.
—Lo digo en serio. Ya. Con la boca tampoco.
—Pero dijiste que querías…
—Cállate, Q—le acarició la parte de atrás de la cabeza, y le tiró del pelo.
La ojiverde se apoyó en el codo y tiró de la sábana hasta la cintura.
—No puedo ni pensar cuando me pones así.
—Caray, ¿qué tienes catorce años?
—Sólo cuando estoy contigo.
— Es bueno saberlo.
— Lo sé. Y siempre lo recuerdo.
Como parte de su cubierta, tenía que pasar el rato en clubes de striptease y hablar con las chicas que trabajan ahí. Actuando amistosamente, a veces, significaba conseguir un poco de contacto físico. Había tenido un momento difícil, al principio, cuando no quería responder a los juegos preliminares, y Rachel lo sabía.
No quería que nadie más que Rachel la excitara.
Pero la adrenalina era algo que no podía controlar.
—Uh-huh—Rachel llevó una pierna por la parte trasera del muslo y rizó con más fuerza su abrazo—No vas a salir esta noche, ¿verdad?
—No esta noche. Tengo que llamar a los chicos mañana para arreglar algo. Probablemente mañana por la noche.
—Yo también—Rachel dijo adormilada.
La rubia quiso discutir sobre eso, pero no ahora. Ahora sólo quería abrazarla. Se acomodó sobre la almohada, la arropó en sus brazos, y cerró los ojos.
—Te quiero.
—Sí, yo también te quiero novata—Rachel suspiró—Marley me ofreció un trabajo.
—¿Sí?—preguntó con cautela, de repente despierta—¿Qué le dijiste?
—Eso me lo pensaría.
—Eso es bueno—el corazón hizo un pequeño baile, al pensar en la castaña siendo de las calles y escondida en algún lugar seguro.
Pero la decisión era de ella y se comprometió a no presionarla.
—Sí, supongo—Rachel suspiró de nuevo—No estoy tan segura.
—Vete a dormir, cariño. Vamos a averiguarlo.
—¿Sí?
La rubia la besó.
—Te lo prometo.
El alumbrado público, en el Oeste de Filadelfia, era muy escaso, por lo que la visibilidad era todo un reto, por lo que pensó que se había equivocado al reconocer el coche gris oscuro en frente de su casa. Se dijo que estaba imaginando cosas.
No podía ser un vehículo de departamento, y la forma descomunal detrás de la rueda, no podía ser Mike Chang.
Eran casi las 7:00 p.m. y Santana debería haber estado en casa varias horas antes. Mike no solía ir a su casa a esas horas.
Sabía que su morena necesitaba más tiempo para recuperarse.
Dio algunos pasos, reprendiéndose a sí misma por su imaginación hiperactiva.
Apenas había dormido en los últimos días, y llevaba nerviosa desde varias semanas antes de la redada. No importaba que la pelinegra fuera excelente en su trabajo, o que las probabilidades de una lesión mortal eran bajas.
No creía en las estadísticas, no en que las se incluía a la mujer que amaba. Así que se había preocupado y trató de mantener su temor oculto de Santana.
Debido a lo que ésta se dedicaba, debía tener su mente libre de preocupaciones para hacer su trabajo con total seguridad.
Pero ella había abierto la puerta, en mitad de la noche, viendo a Kitty en el porche, y durante un aterrador segundo el resto de su vida vacía y estéril, se abrió ante ella.
El pensamiento racional, o incluso la realidad de Santana a su lado, no podrían mitigar la angustia de ese momento. Aquello la perseguiría para siempre.
Olvídalo, pensó, aunque sospechaba que era una batalla que no iba a ganar.
Entonces vio a Santana saliendo del lado del pasajero del coche.
Sin avisar de su presencia, la vio caminar lentamente hasta la casa, evidentemente agotada. Durante unos segundos, pensó en darse la vuelta por lo enfadada que estaba.
No sólo enfadada. Herida.
En momentos como estos, ser psiquiatra no ayudaba nada.
No importaba que supiera lo que debía hacer o decir para ayudar a calmar su situación emocional.
No importaba que entendiera la actitud de su amante.
En este momento, no le importaba nada. Se sentía herida, desilusionada y asustada.
No le sería fácil llevar aquella situación.
Esperó hasta que el coche del asiático se fuera, ya que no quería que éste presenciara nada personal entre ella y su morena.
Ésta odiaría que un colega viera algo de su vida privada, y sabía que no podía permitirlo.
Santana se movía a un ritmo muy lento. Acababa de llegar al rellano, delante de la puerta, cuando ella sacó sus llaves y subió los cuatro escalones de mármol, alcanzándola.
—¿Acabas de llegar a casa?—metió la llave en la cerradura.
—Sí, yo…
—No—dijo Brittany en voz baja—No estoy dispuesta a escucharlo todavía.
La teniente vaciló en el umbral.
—Puedo llamar a Mike. Que dé la vuelta y me lleve a mi departamento.
La miró por un segundo.
—Santana, estoy molesta—dejó su maletín en el banco del vestíbulo y se quitó la chaqueta—Te ves agotada.
—Yo no lo hice…
Sacudió la cabeza.
—Ahora no es el momento adecuado para hablar de esto, pero lo que está sucediendo es parte de estar juntas. Vamos entra.
—Odio esto—dijo Santana.
—Lo sé. Yo también. ¿Tienes hambre o quieres ir directamente a la cama?
—No tengo hambre, pero me gustaría sentarme en la cocina, contigo, mientras preparas algo de comer.
Le tomó la mano.
—Vamos, entonces.
*****
Kratos Zamora se sirvió otro vaso de Bollinger Blanc de Noirs y se inclinó sobre la mesa del comedor privado, mirando a la pelirroja que estaba sentada en frente de él.
Le gustaba verla exhalar lentamente un hilo de humo fragante. Incluso, bajo la luz de las velas, podía ver el tono esmeralda de los ojos. Sus rizos, hasta los hombros, eran del color de una puesta de sol de verano, sobre el océano, del mismo color sangre-rojo que tantas veces anunciada después de una tormenta.
Ella lo miró con un toque de diversión, pero en lugar de estar molesto, estaba intrigado. Las mujeres solían adularle o seducirle, pero nunca se reían de él.
—¿Tanto confías en mi talento?—dijo.
—Nunca me has decepcionado—Kratos nunca comía en el mismo restaurante, dos veces seguidas.
Había media docena de áreas privadas de comedor, como este, en el restaurante. La probabilidad de que un dispositivo de escucha hubiera sido colocado era muy débil, pero sus hombres lo habían revisado, y se sentía seguro de hablar de sus negocios.
Talia arqueó una ceja. Una sonrisa se dibujó en sus labios perfectos.
Él se encogió de hombros.
—Cuando se trata de negocios—había tratado de seducirla a su vez, y ella se había negado.
Se había sorprendido. No era tan tonto como para creer que las mujeres se sentían atraídas por él, en vez de por su poder o riqueza, pero estaba acostumbrado a conseguir lo que quería.
Esta mujer se había limitado a decir que no, pero cuando se había negado lo había hecho como casi ninguna otra persona se había atrevido, y entendió que no debía insistir.
—Hace cinco años, casi nadie tenía la habilidad de detectar una intrusión electrónica. Ahora ya no es el caso—deslizó la ceniza delicada sobre el borde de un cenicero de cristal, que se rompió en fragmentos de polvo—Pero lo que me pides es difícil.
—Pero no imposible—Kratos miraba aquellos labios color granate, que sujetaban el cigarrillo. Su boca se apretaba, un poco, cuando se inhala y sus altas e impecables mejillas se ahuecaban. Su erección palpitó, y disfrutó de la sensación pero sin dejar que ese placer le distrajera—Puedes romper las comunicaciones y crear caos. El caos se traduce en ineficacia y desconfianza.
—¿Qué pasa con esa nueva división de investigación, del edificio de la policía?—preguntó—¿Cómo son de amenaza?
—Mis contactos dicen que la unidad es apenas funcional. Dudo que haya ningún peligro en esa dirección.
—Pero me indicaste que nuestro infiltrado en el ayuntamiento fue identificado. Que lo pilló una cyberinvestigation sofisticada.
Él hizo un gesto con la mano.
—Él fue descuidado.
No pensaba admitir su preocupación por podrían ser capaces de rastrear al hombre que había tenido en el interior.
Además, siempre tenía el cuidado de mantener a varias personas, independientes, por si cogían a alguno. Si por algún milagro, las autoridades pudieron determinar que había colocado un spyware, en los sistemas informáticos de la policía, nunca saldría su nombre.
Pero dudaba de que pudiera ser una posibilidad.
Talia le miraba con los ojos entornados, con el humo de acurrucado en el aire entre ellos.
—Explotar los archivos informáticos es diferente a la sabotear activamente una red de comunicaciones de la policía. El gobierno ya no se toma a la ligera el ciberterrorismo.
—Por supuesto—dijo Kratos—El pago reflejará el riesgo.
—Trescientos mil—dijo Talia uniformemente.
—Cincuenta por ciento nada más estar conectada a mi cuenta.
Asintió.
—Tengo toda la información que me has facilitado sobre los directores. ¿Estás seguro de tus fuentes?
—Mi familia vino a esta ciudad hace casi cien años. Los políticos y los representantes de la ley siempre han sido nuestros amigos. Nada ha cambiado.
Le entregó un pedazo de papel doblado.
—Los nombres y resto de información que necesitas.
Talia tomó el papel y lo guardó en su bolso.
—¿Cuál es mi objetivo?
—Su nombre es Kitty Wilde.
*****
Lo primero que vio Kitty cuando salió del ascensor, al loft, fue a Marley acurrucada en el sofá frente a la chimenea, con un libro sobre su regazo y el fuego de la misma reflejado en su rostro.
Llevaba una camisa blanca suelta y unos pantalones de seda negros. Estaba descalza, con las piernas recogidas debajo de ella.
Cuando se volvió en su dirección sonrió, el corazón de ésta tartamudeó en el pecho.
La castaña era el centro de la calma de su universo, la tierra firme en los mares de su creciente malestar e ira apenas contenida. Ella no se la merecía, y lo sabía.
—Hola, cariño—dijo Kitty, con la garganta apretada.
La más alta dio unas palmaditas en el sofá a su lado.
—Ven, siéntate y cuéntame tu día.
—Siento llegar tan tarde.
—No tienes toque de queda. ¿Has comido?
Movió la cabeza, y se dejó caer en el sofá, al lado de su castaña. Cuando puso su libro a un lado y pasó a apoyarse en su contra, la abrazó y la besó.
—¿Cuentan las patatas fritas?
—No lo creo—le acarició la cara—Hay un plato con pollo y pasta en la cocina. Todavía debe estar caliente.
—¿Cómo estuvo tu día?
—Yo pregunté primero—bromeó Marley.
—Rutina—apoyó la barbilla contra la parte superior de la cabeza castaña.
Su pelo era fragante, su cuerpo flexible, su aliento familiarmente cálido. Se vio tendida en un prado verde cálido al sol, bajo una brisa que agitaba las hojas de los árboles, con la piel húmeda.
Contuvo la respiración cuando la ojiceleste le sacó lacamiseta de los pantalones vaqueros y deslizó una mano por debajo. La brisa desapareció llevándola a un trueno de deseo, provocando que se sentara.
—Tus días nunca tienen nada de rutina—murmuró.
—¿Cómo fue el tuyo?
—Cansado, pero bien—besó el hueco de la garganta de la rubia, a continuación, al lado de su cuello, justo debajo de la oreja. Rió suavemente cuando ésta se estremeció—Tuve una agradable conversación con Rachel. Luego me tomé una siesta mientras te estaba esperando.
—... Eso suena bien—voz de Kitty era tensa.
La castaña con su elegancia sofisticada, podía seducirla con tan sólo el toque de sus dedos o el roce de sus labios.
Kitty se inclinó a su voluntad, como una semilla cuando se inclina hacia el sol, temblando por necesidad. Sabía con absoluta certeza, que toda su fuerza era una estratagema, un puñado de arena que se deslizaba entre los dedos y desaparecía con el viento sin su castaña a su lado.
—¿Cómo te sientes?
—No estoy cansada—Marley apretó con más fuerza contra ella, continuando sus besos por el lado de la mandíbula y el cuello.
Dejó que sus dedos bailaran sobre los pechos de la rubia, arriba y abajo, sobre el abdomen antes de patinar bajo y deslizarlos por debajo de la parte superior de sus pantalones vaqueros.
—¿Qué cariño?—preguntó, al oír un gemido.
—No tengo hambre tampoco—Kitty se echó para atrás, le inclinando la cabeza para que pudiera acceder mejor a su boca.
Mientras se besaban, la ojiverde se quejó una vez más, perdida en la calidez seductora de la boca de la ojiceleste, un pulso constante de deseo desplegando en sus profundidades.
—Vas a estar muy ocupada con otro caso en breve, ¿no?—empujó Kitty sobre el sofá y se tendió sobre ella, instalando una sola pierna entre los muslos. Acarició con una mano el pecho—¿Trabajando para Santana?
—¿Trabajo?—Kitty quedó sin aliento, mientras le soltaba los botones de la camisa a su amante, a la vez que le acariciaba el culo con la otra.
La más alta la volvía loca. No le dejaba pensar. Era la única que la podía provocar de aquella manera.
—¿Quieres hablar de trabajo?
Ésta le besó la punta de su barbilla, luego en la boca.
—No. Sólo te quiero para mí durante un tiempo.
—Soy toda tuya—Kitty susurró, sabiendo que nunca habría nada más importante en su vida que aquella mujer.
*****
—¿Cariño? ¿Quieres la última?—Quinn estaba recogiendo los restos de comida, colocándolos sobre la mesilla de noche.
Debajo de ella, Rachel empujó su trasero con firmeza, en su entrepierna. Ésta hizo una pausa, con su brazo extendido, olvidando lo que tenía en la mano.
La castaña casi había hecho que se corriera en el viaje a casa en su Ducati, y una vez que llegaron al departamento, que compartían al sur de Bainbridge, había terminado el trabajo.
Dos veces.
Entre orgasmos y comida para llevar, ella le ha correspondido, más un extra, sólo porque la hacía sentirse en el cielo, con escuchar a su novia gritar su nombre cuando llegaba a su clímax.
Ahora, su clítoris estaba hinchado y satisfactoriamente dolorido.
Dejó caer la comida de su mano, sobre la caja, apoyando su peso sobre la espalda de su castaña y luego empezó a chupar, poco a poco, un lugar en la curva de su hombro, hasta verla retorcerse.
—¿Aún caliente?
—Tal vez—Rachel murmuró, con el rostro excavado en la almohada—¿Qué hora es?
—Cerca de la medianoche—Quinn se movió a un lado y le acarició el interior del muslo.
Le tomó el sexo, desde atrás, y apretó suavemente, poco a poco dando vueltas sobre el clítoris de su castaña, con la punta de un dedo. Ésta estaba excitada y húmeda.
Para ella.
Aquello la volvía loca y se deslizó de inmediato, dentro de su novia. A la ojimarrón le gustaba duro y rápido, aunque aquellos juegos lentos también le gustaban. A la detective le resultaba difícil mantener la cabeza cuando estaba excitada, y su novia siempre le excitaba.
Le frotó duro el centro, y la más baja hizo un pequeño sonido, a medio camino entre un gemido y un ronroneo.
Pensó que su cabeza podría explotar, pero mantuvo la presión. Rachel se agarró la almohada e intentó alejarse. Le dio un beso en la mejilla.
—Te quiero.
—No me hagas venir—Rachel susurró. Buscó detrás de ella, cogiéndole la mano y la descubrió—No quiero correrme hasta que me folles.
La ojiverde gimió, presionando su frente a la parte posterior del hombro de su castaña.
Mantuvo el masaje lento y constante, con cuidado de no llevarla al borde, pero no podía controlar su propio clítoris desbocado.
—Voy a correrme de nuevo.
La ojimarrón se rió, con voz temblorosa.
—Déjalo ir, cariño.
—¡Oh Dios!—se quejó de Quinn, su estómago dando saltos mortales como si un cañón hubiera estallado en su interior.
Jadeó contra la espalda morena, con la boca abierta y temblando como un temporizador de primera. Debajo de ella, Rachel trenzada, la empujó hasta que pudo girar sobre su espalda.
Entonces agarró le mano y la empujó entre sus piernas.
—Te has levantado, novata—respiraba en el oído de la rubia—Ahora fóllame hasta que me corra.
Y al igual que la más alta, sintió el aumento de poder a través de ella.
Quinn se apoyó en un brazo y lleno a Rachel con los dedos. Luego, la besó, acariciando el interior de su boca, al ritmo de sus golpes entre las piernas. Utilizó su pulgar para trabajar sobre el clítoris de la castaña, porque sabía que era la forma de hacer que se corriera. A lo lejos sentía las manos de su novia clavándose en sus hombros, las uñas rascando por la ansiedad.
La castaña se apretó alrededor de sus dedos, arqueando el cuerpo. La rubia rompió el beso para que la más baja pudiera respirar.
—Oh Dios, Quinny—exclamó—Cariño, cariño…—sus ojos se cerraron mientras su rostro se contraía de placer, pero la ojiverde mantuvo los ojos abiertos, bebiendo y llenando su mente viendo el cuerpo de su novia y oyendo sus delirios.
Rachel era tan hermosa, tan abierta y vulnerable; y tan confiada, en ese momento, que tuvo ganas de llorar.
Siguió adelante hasta su castaña, en silencio, se derrumbó sobre la cama, dejando caer los brazos a los costados, con su aliento revoloteando a cabo en un largo y contento quejido.
Dejó de empujar, y le acarició suavemente el clítoris aún turgente.
—Saca tus manos lejos de mí—Rachel murmuró.
Se rió y le besó los pezones.
La más baja dio un manotazo en la cabeza.
—Lo digo en serio. Ya. Con la boca tampoco.
—Pero dijiste que querías…
—Cállate, Q—le acarició la parte de atrás de la cabeza, y le tiró del pelo.
La ojiverde se apoyó en el codo y tiró de la sábana hasta la cintura.
—No puedo ni pensar cuando me pones así.
—Caray, ¿qué tienes catorce años?
—Sólo cuando estoy contigo.
— Es bueno saberlo.
— Lo sé. Y siempre lo recuerdo.
Como parte de su cubierta, tenía que pasar el rato en clubes de striptease y hablar con las chicas que trabajan ahí. Actuando amistosamente, a veces, significaba conseguir un poco de contacto físico. Había tenido un momento difícil, al principio, cuando no quería responder a los juegos preliminares, y Rachel lo sabía.
No quería que nadie más que Rachel la excitara.
Pero la adrenalina era algo que no podía controlar.
—Uh-huh—Rachel llevó una pierna por la parte trasera del muslo y rizó con más fuerza su abrazo—No vas a salir esta noche, ¿verdad?
—No esta noche. Tengo que llamar a los chicos mañana para arreglar algo. Probablemente mañana por la noche.
—Yo también—Rachel dijo adormilada.
La rubia quiso discutir sobre eso, pero no ahora. Ahora sólo quería abrazarla. Se acomodó sobre la almohada, la arropó en sus brazos, y cerró los ojos.
—Te quiero.
—Sí, yo también te quiero novata—Rachel suspiró—Marley me ofreció un trabajo.
—¿Sí?—preguntó con cautela, de repente despierta—¿Qué le dijiste?
—Eso me lo pensaría.
—Eso es bueno—el corazón hizo un pequeño baile, al pensar en la castaña siendo de las calles y escondida en algún lugar seguro.
Pero la decisión era de ella y se comprometió a no presionarla.
—Sí, supongo—Rachel suspiró de nuevo—No estoy tan segura.
—Vete a dormir, cariño. Vamos a averiguarlo.
—¿Sí?
La rubia la besó.
—Te lo prometo.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
vaya, van contra Kitty, ahora a esperar a ver que pasa!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Hola morra!!!
(Ya eh dicho (suspiró) aceptó críticas reproches!!! Desaparecí mucho tiempo! Pero ya me puse al día jaja voy a ser buen soldado ahora!!)
Bien ahora a empezado la cacería!!
Aunque es más probable que Santana muera antes si está haci pero bueno!!!
Otra vez con kitt??? A ver cómo va la cosa!
Nos vemos!!!
(Ya eh dicho (suspiró) aceptó críticas reproches!!! Desaparecí mucho tiempo! Pero ya me puse al día jaja voy a ser buen soldado ahora!!)
Bien ahora a empezado la cacería!!
Aunque es más probable que Santana muera antes si está haci pero bueno!!!
Otra vez con kitt??? A ver cómo va la cosa!
Nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:vaya, van contra Kitty, ahora a esperar a ver que pasa!!!!!!
Hola, siempre cosas nuevas...y complicadas, no¿? Aki otro cap para saber mas! Saludos =D
3:) escribió:Hola morra!!!
(Ya eh dicho (suspiró) aceptó críticas reproches!!! Desaparecí mucho tiempo! Pero ya me puse al día jaja voy a ser buen soldado ahora!!)
Bien ahora a empezado la cacería!!
Aunque es más probable que Santana muera antes si está haci pero bueno!!!
Otra vez con kitt??? A ver cómo va la cosa!
Nos vemos!!!
Hola lu, mmmm solo dire perdida y nada mas ¬¬ ajajajajajajaj. Ooooh si q si! PFfff nose xq te creo en ese punto ¬¬ Esk si no es por una es la otra...las parejas son las uncias centradas, britt, marley y rach ajajaj. Saludos =D
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Cap 5
Capitulo 5
—No sabía que Santana había planeado ir a trabajar—dijo Brittany a Mike.
Acababa de sonar el timbre, a las siete cuarenta y cinco, mientras se preparaba el café de la mañana. Había reorganizado sus primeras citas de la mañana, con sus pacientes, para poder estar en casa con la morena, en su primer día fuera del hospital.
Al parecer, ella era la única que pensaba que su amante necesitaba unos días para recuperarse.
—Lo siento, doctora—Mike encontró rápidamente algo fascinante para estudiar en el techo—La jefa no está respondiendo a su localizador ni a su móvil, así que pensé en pasarme.
—Su móvil se ha debido de perder. Creo que su localizador estará en algún cajón. Me lo dieron, en el hospital, con el resto de sus cosas—excepto su arma.
No le había dado ni el arnés de hombro de la morena ni su arma. Se imaginó estaría en la sede de la policía y, al ver la asiático en la puerta, estaba segura de que su pelinegra la estaría usando antes de lo debido.
—No me atrevía a usar el teléfono fijo, pensé que quizá estaría durmiendo.
Se rió con ironía.
—Normalmente ya me habría ido a esta ahora.
Abrió la puerta ancha, contenta de que llevar puesto un jersey ancho de manga larga y pantalones de algodón, en lugar de su ropa de dormir normal.
—Entra, Mike. Toma un poco de café. Le diré a Santana que estás aquí.
—Puedo esperar en el coche—Mike se detuvo junto a la puerta—Uh... tal vez deberá volver más tarde…—se interrumpió, mirando hacia el fondo de la habitación.
La teniente bajaba a la sala, vestida con pantalones descoloridos y una camisa, con una toalla el pelo mientras caminaba. Se detuvo cuando lo vio:
—¿Algún problema?
—Lo siento. El capitán te quiere en su oficina, y pensé...—él miró a la rubia y empezó a volver a la puerta—Voy a llenarte más tarde.
La rubia se volvió a la morena.
—¿Vas ir?
—Pensé que esta tarde—Santana miró al más alto—¿Es urgente?
Ésta levantó las manos y se encogió de hombros.
—Schuester me llamó. Dijo que nos quería en su oficina, lo antes posible. Sólo soy el mensajero. Le diré que no te pude localizar.
—Mike—dijo Brittany—, Ve a buscar ese café. Santana y yo sólo necesita unos pocos minutos.
Éste miró a su jefa, que asintió con la cabeza, y corrió hacia la cocina.
—No se me ocurrió penar que tenías planeando regresar al trabajo hoy—dijo Brittany mientras caminaba hacia el otro lado de la sala.
Se detuvo delante de las puertas francesas que daban al pequeño patio amurallado.
La morena se acercó a su lado y ella podía oler el sabor de su perfume y el pensamiento de todas las noches que se había ido a dormir a solas, con sólo ese toque de fragancia de su amante como compañía.
Apartó el pensamiento de su mente. Tenían que hablar ahora.
—Quería hablar contigo ayer por la anoche—dijo Santana—, Pero me quedé
dormida. Lo siento.
—No, no es culpa tuya. Necesitas dormir—miró las hojas caídas, sus diferentes tonos de marrón mezclados, sobre las losas grises en el suelo del patio.
El invierno estaba a la vuelta de la esquina.
—No sabía que te habías tomado libre la mañana—Santana le rozó la punta de los dedos a través del hombro.
—Se me olvidó decirte—Brittany sacudió la cabeza—Parece que las dos somos culpables de los supuestos.
La morena le metió la mano por el pelo y se hizo un sonido de exasperación.
—¿Podríamos ser más civilizadas?—la tomó de los hombros y suavemente tiró de ella para tenerla cara a cara—Lo siento. Ayer debería haber venido directamente a casa. O al menos decirte a dónde iba. Fue una imprudencia por mi parte. Lo siento.
—¿Por qué no?—Brittany hizo un gesto con la mano—No me llamaste, pero ¿por qué no viniste a casa? ¿Qué era tan importante que tenías que ir directamente desde el hospital a trabajar?
—Yo había estado fuera del circuito, durante un par de días, y no tenía idea de lo que estaba sucediendo con la operación—le intentó explicar, buscando las palabras adecuadas—, Me sentí como si parte de mi vida hubiera caído en un agujero negro. Yo…sólo quería volver a conectar.
—Volver a conectar—trató de no mostrarse herida porque su amante había antepuesto su trabajo a su relación.
Trató de imaginarse cómo se sentiría si de repente no pudiera ir al hospital, y mantener las citas de sus pacientes.
Estaría preocupada por no cuidar de sus responsabilidades, y estaría ansiosa hasta conseguir que alguien se hiciera cargo de sus responsabilidades. Pero no se sentiría como si un pedazo de su vida hubiera desaparecido.
Pero claro, ella no era Santana.
—Estás equivocado—Santana susurró.
—¿Qué?—le preguntó, sorprendida de su análisis interno.
—El trabajo no es más importante para mí que estar contigo.
Y ahí estaba, lo que más temía, a pesar de que le daba vergüenza admitirlo.
Que nunca sería la primera en la vida de nadie.
Suspiró.
Las palabras de la morena le recordaron por qué se había enamorado de ella, a pesar de lo difícil que algunas partes de estar con ella la ponían en esas situaciones.
Cuando la más baja la veía tan claramente, aún más claramente de lo que ella misma podía verse, se dio cuenta de cuánto la necesitaba. Era una certeza de cuánto la amaba. Creía en el amor de la morena incluso cuando había estado herida y asustada.
—Estoy muy enamorada de ti—Brittany susurró—Y te necesito tanto.
La pelinegra le acercó y acunó su cabeza tiernamente. La besó.
—Soy una idiota. Cuando te hago daño me gustaría pegarme un tiro.
Le apretó los dedos en la boca.
—Ni siquiera lo digas en broma.
—No estoy bromeando. Eres lo mejor de mi vida. Lo mejor que me ha pasado nunca. No quería hacerte infeliz. No quiero asustarte.
—Ya lo sé. En mi corazón, lo sé. Y eso es realmente lo más importante para
mí—le rodeó, con sus brazos la cintura y besó el lado de su cuello—Pero tienes que prometerme que te vas a parar y pensar. Recuerda que no eres indestructible.
—Cuando fui ayer, mi única intención era sentarme en la mesa de trabajo—dijo Santana—Ya es lo único que todavía estoy planeando hacer.
Le clavó una intensa mirada.
—¿Me vas a decir, que lo único que hiciste ayer fue sentarte con los pies apoyados?
La más baja miró hacia otro lado.
—En su mayor parte, pero también fui a dar un paseo, muy corto, con Rachel.
—¿Rachel?—Brittany sacudió la cabeza—Rachel es una mujer notable, pero prefiero que estés con Mike o Kitty o Quinn para protegerte.
—No necesitaba que me protegieran. Yo soy el jefe.
—Sí, cariño, lo sé. Y cuando estás al cien por cien, no hay nadie mejor calificado. Pero todavía no estás recuperada. No del todo.
A regañadientes la morena asintió.
—Y por eso voy a sentar mi culo en un escritorio. ¿Todo bien?
—¿Puedo pedirle a Mike que esté contigo para que yo esté más tranquila?
Los ojos oscuros se volvieron gélidos.
—¡Diablos, no!
Se rió suavemente.
—Tenía que intentarlo.
—¿Estás tratando de hacer que mi presión arterial suba?—bromeó, apretando su agarre y deslizando sus labios a lo largo del borde de su mandíbula—Porque si ese es tu objetivo, no puedo pensar en otra forma más agradable para lograrlo.
—No juegues conmigo, cariño—le respondió—Porque no tenemos tiempo y tenemos instrucciones de no hacer el amor, ¿recuerdas?
La morena gruñó.
—Pero…
—No—Brittany puso distancia—No podemos. No hasta que Sam diga lo contrario.
—No puede ser grave. Me siento bien—Santana tuvo el repentino impulso de arrastrarla arriba, y mostrarle cuán bien se sentía realmente.
Estaba dispuesta a estar parada, en el trabajo por un tiempo, pero que estaría demasiado tiempo sin tocar a su rubia. No cuando lo que necesitaba estar asegurarle cuánto la quería.
Cuanto la necesitaba.
No siempre había encontrado las palabras para hacérselo saber, incluso tal vez era egoísta, parte del tiempo, pero cuando hacían el amor, era la mejor forma de mostrar a Brittany lo mucho que la amaba.
—Te quiero.
—Anda ve a hablar con Mike—Brittany le acarició la cara—Pero nada de tomar café.
—Jesús—murmuró entre dientes—Sin café, sin trabajo, sin sexo. Bien me podría haber quedado en el hospital.
—No voy a decir que estoy de acuerdo, pero sí—le tomó la mano y le besó la parte posterior de los dedos—Así que deja de quejarte. ¿Me llamarás más tarde?
—Lo haré.
—Ve, entonces teniente—murmuró Brittany, porque sabía que tenía que dejarla ir.
Santana era muchas cosas, pero primero y siempre sería policía.
Santana se abrochó el cinturón de seguridad, mientras Mike arrancaba el coche.
Después de unos segundos de silencio, dijo:
—Así que supongo que tienes tus pelotas arrestadas por volver a trabajar, ¿eh?
Ella volvió lentamente la cabeza.
—¿Perdona?
—Nada, jefa—dijo Mike, intentando aguantar la risa—No he dicho nada.
—Eso es lo que pensaba.
A pesar de ser hora punta, el pelinegro entró en el aparcamiento del edificio de la Policía, pasadas las 8:30.
Caminaron por el estacionamiento, entraron por una puerta lateral, evitando el vestíbulo principal, que daba acceso a las oficinas administrativas. Un ascensor los llevó a la tercera planta.
Desde la formación de su nuevo equipo, la morena informaba directamente al capitán Will Schuester, uno de los pocos administradores que le gustaba y respetaba.
Un policía de la calle, de los de antes, que había hecho su carrera empezando desde abajo, y que sabía cómo dejarles trabajar sin interferir.
Mientras ellos siguieron su camino a través de un revoltijo de escritorios asignados a los detectives de homicidios, anti-vicio y delitos especiales, ella asintió con la cabeza, y murmuró su agradecimiento a los colegas que la felicitaban por el éxito de la reciente incursión o le preguntaban por su salud.
A esa hora de la mañana, la mayoría de las mesas estaban ocupadas con hombres y mujeres revisando informes, expedientes para planificar el trabajo del día.
Ella no le gustaba el bombo y platillo, por hacer su trabajo.
Schuester tenía la puerta estaba abierta unos centímetros. Con un suspiro de alivio, llamó y una voz profunda preguntó:
—¿Sí?
—López y Chang, Capitán.
—Entrar y cerrar la puerta.
Entraron y se mantuvieron en pie hasta que el Capitán los saludó, y les señaló un par de sillas con respaldo recto, delante de su escritorio. Como de costumbre, llevaba una camisa blanca impecable, sometida corbata y chaqueta oscura. Estaba erguido, mirándolos sin dar ninguna pista sobre sus pensamientos. Sólo el brillo en sus ojos afilados color revelaba su irritación.
Eso, y la temprana convocatoria confirmaba las sospechas, que estaba a punto de oír las malas noticias.
—Recibí una llamada de atención de Agente Puckerman, esta mañana—dijo Schuester.
Mike lanzó un insulto dirigido a los padres de Puckerman, sólo lo suficientemente bajo como para que éste no fuera capaz de oír. Ella logró contener su propio juramento.
Noah Puckerman era un agente federal del Departamento de Justicia que siempre lograba aparecer, justo a tiempo, para reclamar sus competencias, cada vez que ella y su equipo hacían un arresto. Habían recibido la orden de cooperar con él.
Lamentablemente, nadie le había dicho que el trabajo en equipo era un camino de dos vías.
—¿Qué quiere ahora?—preguntó Santana.
—Quiere que sepamos que aprecia la experiencia de tu equipo, y que sabe que podemos obtener información que necesita.
A su lado, Mike resopló. Ella sacudió la cabeza.
—Si accedemos acabaremos pagando algún precio.
Schuester asintió.
—Mi conjetura es sus recursos son escasos, y nos necesita para montar sus operaciones. Se imagina que tenemos la mejor oportunidad de vincular, el negocio de la esclavitud sexual al sindicato del crimen local. Si podemos probar que están trayendo a estas niñas, a través de líneas estatales para fines de prostitución, se convertiría en un caso federal.
—Como siempre, quiere que hagamos su trabajo—Mike refunfuñó.
—Puckerman tiene un objetivo—dijo Schuester—La mejor oportunidad de encontrar, a la gente detrás de la operación de tráfico, es descubrir el vínculo con la organización de la delincuencia local.
—Eso significa que tenemos que meter a alguien en profundidad—dijo Santana.
—Crear ese tipo de operación encubierta necesita mucho tiempo. Y los hombres de Zamora estarán más atentos que nunca, especialmente después de Jimmy.
La ejecución de una agente encubierto, era uno de los trabajos más frustrantes, ella podía manejar. Tenía que poner a su gente en peligro, y podría hacer muy poco para protegerlos.
A ella no le gusta.
Jimmy Hogan había logrado infiltrarse en el Zamora la organización, y que había aparecido muerto. Los policías encubiertos conocían los riesgos, y muchas veces surgían problemas con el constante estrés y adrenalina alta, y Zamora sabía que era un objetivo.
Ese trabajo no solía ser nada fácil.
—Ya tenemos a alguien dentro de su organización—dijo el Capitán Schuester—Cortesía de Noah Puckerman.
—Uh-oh—Mike dicho—Estoy empezando a sentir que no tengo una polla en el culo.
El rubio frunció los labios.
—Gracias por esta revelación tan personal, detective Chang.
Éste gruñó.
—Puto Puckerman.
—Si tienen a un agente encubierto, dentro de la organización de Zamora, ¿por qué nos lo hace saber?—preguntó Santana.
Las comunicaciones entre departamentos no siempre eran sencillas. Los policías podrían obtener territorial, pero su equipo había estado hurgando en los bordes de la organización de Zamora durante el tiempo suficiente, como para que alguien les hubiera avisado.
Algo no les estaban diciendo.
Y tenía que ver con lo que Noah Puckerman estaba haciendo. Cuando se había despertado por la mañana, su dolor de cabeza había disminuido.
Sólo de pensar en que Puckerman pudiera volver a interferir en su investigación, hacía que sus ojos le dolieran.
—¿Qué es lo que no nos está diciendo, capitán?—le preguntó.
Schuester se levantó y cogió una carpeta de archivos, deslizándola en el frente de su escritorio.
La abrió hacia sus agentes, para mostrarles la información y fotografías de su interior. Ella se inclinó hacia adelante, reconociendo la mujer en la fotografía, al mismo tiempo como su compañero.
—Oye—Mike dicho—Eso es utilizar a nuestro nuevo chico Quincy.
—Irina Guterov—Schuester intervino.
—Ella fue detenida, en la redada de la otra noche—señaló Santana.
Irina, sin saberlo, les había llevado a una de las casas, donde tenían retenidas a las chicas rusas, bajo custodia armada.
Quincy e Irina habían estado a punto de tener relaciones sexuales cuando entró en su equipo.
—Puckerman la ha convencido para que trabaje para nosotros—dijo el capitán—Ella es nuestra persona en el interior.
Reprodujo los detalles de la redada, a principios de esa semana. Quincy e Irina habían estado en la habitación del fondo, y todas las niñas que trabajan estaban arriba. El único otro ocupante de la casa, su vigilante armado, había muerto.
Las muchachas habían sido llevadas de inmediato por inmigración y probablemente iban a ser deportadas, para que nadie en la organización pudiera descubrir la verdadera identidad de Quincy.
—¿Irina sabe que Quinn es uno de los nuestros?—preguntó Santana.
—Puckerman, dice que no, pero tendrá que ser informada, ya que Quinn deberá ser su contacto.
—Eso puede favorecernos—Santana reconoció—Irina ha trabajado con los controladores que envían a estas niñas. Es un paso más en la escalera—tomó la carpeta de Schuester y estudió la fotografía. Incluso el marcado blanco y negro de foto, de la policía, no podía disminuir la belleza inquietante de la joven—El problema es, que los hombres de Zamora, tienen que saber que estaba en esa casa cuando lo asaltaron.
Schuester asintió.
—Su historia será que ella y Quincy salieron por la ventana de atrás y que han estado escondidos hasta que el tena se ha calmado. Nadie tiene por qué no creerles.
—Entonces ella tendrá que volver a la circulación rápidamente, con la detective Quinn.
—Es por eso que estás aquí—dijo Schuester—Necesito que tengas a tu chico en la calle con ella. Esta noche.
—Y vamos a confiar en ella, ¿por qué?—Mike preguntó, su voz mezclada entre sospecha e ira—Quincy va a estar trabajando por sí mismo. Y puedes apostar a que Puckerman no va a perder el sueño por él.
—De acuerdo con Irina, su hermana pequeña se encuentra en una casa retenida—dijo Schuester—Eso es parte de la razón de que Irina esté dispuesta a trabajar para estas personas, para empezar. Ella ha estado tratando de encontrarla.
—Eso dice ella—Mike resopló.
Schuester se encogió de hombros.
—Puckerman le cree.
—Y yo tengo un pene de diez pulgadas.
—Si la historia es verdad, ella tiene su propia motivación para este juego. Como mínimo hasta que la encuentre. ¿Contamos con algo de información sobre su hermana?
—Todavía no. Los federales están buscando en las bases de datos internacionales, pero es probable que tarden tiempo. Irina dice tener una foto de ella, en el club donde trabaja—dijo Schuester.
—Ziggie—Mike intervino.
—Otra razón por la que necesitamos a ella y a Quinn ahí.
—¿Dónde está Irina ahora?—preguntó Santana.
—Puckerman la ha tenido escondida en alguna parte—la cara del capitán mostró un parpadeo de ira—Él no confía en nuestra seguridad y no me dice dónde. Nos la entregará cuando organicemos una reunión entre ella y Quinn.
Ella se frotó la frente.
—¿Tenemos algo de margen para negociar? Me gustaría hablar con ella, antes de que poner a Quinn en el centro de esto.
—Puckerman ya tiene su propio plan, y tiene respaldo. Es un año electoral, y se queda bien cuando tomamos un mordisco a la delincuencia organizada.
—Esperemos que no tomen un bocado de nosotros primero—Mike murmuró.
—Ellos no—dijo Santana rotundamente.
Era su trabajo asegurarse de que no sucediera.
Acababa de sonar el timbre, a las siete cuarenta y cinco, mientras se preparaba el café de la mañana. Había reorganizado sus primeras citas de la mañana, con sus pacientes, para poder estar en casa con la morena, en su primer día fuera del hospital.
Al parecer, ella era la única que pensaba que su amante necesitaba unos días para recuperarse.
—Lo siento, doctora—Mike encontró rápidamente algo fascinante para estudiar en el techo—La jefa no está respondiendo a su localizador ni a su móvil, así que pensé en pasarme.
—Su móvil se ha debido de perder. Creo que su localizador estará en algún cajón. Me lo dieron, en el hospital, con el resto de sus cosas—excepto su arma.
No le había dado ni el arnés de hombro de la morena ni su arma. Se imaginó estaría en la sede de la policía y, al ver la asiático en la puerta, estaba segura de que su pelinegra la estaría usando antes de lo debido.
—No me atrevía a usar el teléfono fijo, pensé que quizá estaría durmiendo.
Se rió con ironía.
—Normalmente ya me habría ido a esta ahora.
Abrió la puerta ancha, contenta de que llevar puesto un jersey ancho de manga larga y pantalones de algodón, en lugar de su ropa de dormir normal.
—Entra, Mike. Toma un poco de café. Le diré a Santana que estás aquí.
—Puedo esperar en el coche—Mike se detuvo junto a la puerta—Uh... tal vez deberá volver más tarde…—se interrumpió, mirando hacia el fondo de la habitación.
La teniente bajaba a la sala, vestida con pantalones descoloridos y una camisa, con una toalla el pelo mientras caminaba. Se detuvo cuando lo vio:
—¿Algún problema?
—Lo siento. El capitán te quiere en su oficina, y pensé...—él miró a la rubia y empezó a volver a la puerta—Voy a llenarte más tarde.
La rubia se volvió a la morena.
—¿Vas ir?
—Pensé que esta tarde—Santana miró al más alto—¿Es urgente?
Ésta levantó las manos y se encogió de hombros.
—Schuester me llamó. Dijo que nos quería en su oficina, lo antes posible. Sólo soy el mensajero. Le diré que no te pude localizar.
—Mike—dijo Brittany—, Ve a buscar ese café. Santana y yo sólo necesita unos pocos minutos.
Éste miró a su jefa, que asintió con la cabeza, y corrió hacia la cocina.
—No se me ocurrió penar que tenías planeando regresar al trabajo hoy—dijo Brittany mientras caminaba hacia el otro lado de la sala.
Se detuvo delante de las puertas francesas que daban al pequeño patio amurallado.
La morena se acercó a su lado y ella podía oler el sabor de su perfume y el pensamiento de todas las noches que se había ido a dormir a solas, con sólo ese toque de fragancia de su amante como compañía.
Apartó el pensamiento de su mente. Tenían que hablar ahora.
—Quería hablar contigo ayer por la anoche—dijo Santana—, Pero me quedé
dormida. Lo siento.
—No, no es culpa tuya. Necesitas dormir—miró las hojas caídas, sus diferentes tonos de marrón mezclados, sobre las losas grises en el suelo del patio.
El invierno estaba a la vuelta de la esquina.
—No sabía que te habías tomado libre la mañana—Santana le rozó la punta de los dedos a través del hombro.
—Se me olvidó decirte—Brittany sacudió la cabeza—Parece que las dos somos culpables de los supuestos.
La morena le metió la mano por el pelo y se hizo un sonido de exasperación.
—¿Podríamos ser más civilizadas?—la tomó de los hombros y suavemente tiró de ella para tenerla cara a cara—Lo siento. Ayer debería haber venido directamente a casa. O al menos decirte a dónde iba. Fue una imprudencia por mi parte. Lo siento.
—¿Por qué no?—Brittany hizo un gesto con la mano—No me llamaste, pero ¿por qué no viniste a casa? ¿Qué era tan importante que tenías que ir directamente desde el hospital a trabajar?
—Yo había estado fuera del circuito, durante un par de días, y no tenía idea de lo que estaba sucediendo con la operación—le intentó explicar, buscando las palabras adecuadas—, Me sentí como si parte de mi vida hubiera caído en un agujero negro. Yo…sólo quería volver a conectar.
—Volver a conectar—trató de no mostrarse herida porque su amante había antepuesto su trabajo a su relación.
Trató de imaginarse cómo se sentiría si de repente no pudiera ir al hospital, y mantener las citas de sus pacientes.
Estaría preocupada por no cuidar de sus responsabilidades, y estaría ansiosa hasta conseguir que alguien se hiciera cargo de sus responsabilidades. Pero no se sentiría como si un pedazo de su vida hubiera desaparecido.
Pero claro, ella no era Santana.
—Estás equivocado—Santana susurró.
—¿Qué?—le preguntó, sorprendida de su análisis interno.
—El trabajo no es más importante para mí que estar contigo.
Y ahí estaba, lo que más temía, a pesar de que le daba vergüenza admitirlo.
Que nunca sería la primera en la vida de nadie.
Suspiró.
Las palabras de la morena le recordaron por qué se había enamorado de ella, a pesar de lo difícil que algunas partes de estar con ella la ponían en esas situaciones.
Cuando la más baja la veía tan claramente, aún más claramente de lo que ella misma podía verse, se dio cuenta de cuánto la necesitaba. Era una certeza de cuánto la amaba. Creía en el amor de la morena incluso cuando había estado herida y asustada.
—Estoy muy enamorada de ti—Brittany susurró—Y te necesito tanto.
La pelinegra le acercó y acunó su cabeza tiernamente. La besó.
—Soy una idiota. Cuando te hago daño me gustaría pegarme un tiro.
Le apretó los dedos en la boca.
—Ni siquiera lo digas en broma.
—No estoy bromeando. Eres lo mejor de mi vida. Lo mejor que me ha pasado nunca. No quería hacerte infeliz. No quiero asustarte.
—Ya lo sé. En mi corazón, lo sé. Y eso es realmente lo más importante para
mí—le rodeó, con sus brazos la cintura y besó el lado de su cuello—Pero tienes que prometerme que te vas a parar y pensar. Recuerda que no eres indestructible.
—Cuando fui ayer, mi única intención era sentarme en la mesa de trabajo—dijo Santana—Ya es lo único que todavía estoy planeando hacer.
Le clavó una intensa mirada.
—¿Me vas a decir, que lo único que hiciste ayer fue sentarte con los pies apoyados?
La más baja miró hacia otro lado.
—En su mayor parte, pero también fui a dar un paseo, muy corto, con Rachel.
—¿Rachel?—Brittany sacudió la cabeza—Rachel es una mujer notable, pero prefiero que estés con Mike o Kitty o Quinn para protegerte.
—No necesitaba que me protegieran. Yo soy el jefe.
—Sí, cariño, lo sé. Y cuando estás al cien por cien, no hay nadie mejor calificado. Pero todavía no estás recuperada. No del todo.
A regañadientes la morena asintió.
—Y por eso voy a sentar mi culo en un escritorio. ¿Todo bien?
—¿Puedo pedirle a Mike que esté contigo para que yo esté más tranquila?
Los ojos oscuros se volvieron gélidos.
—¡Diablos, no!
Se rió suavemente.
—Tenía que intentarlo.
—¿Estás tratando de hacer que mi presión arterial suba?—bromeó, apretando su agarre y deslizando sus labios a lo largo del borde de su mandíbula—Porque si ese es tu objetivo, no puedo pensar en otra forma más agradable para lograrlo.
—No juegues conmigo, cariño—le respondió—Porque no tenemos tiempo y tenemos instrucciones de no hacer el amor, ¿recuerdas?
La morena gruñó.
—Pero…
—No—Brittany puso distancia—No podemos. No hasta que Sam diga lo contrario.
—No puede ser grave. Me siento bien—Santana tuvo el repentino impulso de arrastrarla arriba, y mostrarle cuán bien se sentía realmente.
Estaba dispuesta a estar parada, en el trabajo por un tiempo, pero que estaría demasiado tiempo sin tocar a su rubia. No cuando lo que necesitaba estar asegurarle cuánto la quería.
Cuanto la necesitaba.
No siempre había encontrado las palabras para hacérselo saber, incluso tal vez era egoísta, parte del tiempo, pero cuando hacían el amor, era la mejor forma de mostrar a Brittany lo mucho que la amaba.
—Te quiero.
—Anda ve a hablar con Mike—Brittany le acarició la cara—Pero nada de tomar café.
—Jesús—murmuró entre dientes—Sin café, sin trabajo, sin sexo. Bien me podría haber quedado en el hospital.
—No voy a decir que estoy de acuerdo, pero sí—le tomó la mano y le besó la parte posterior de los dedos—Así que deja de quejarte. ¿Me llamarás más tarde?
—Lo haré.
—Ve, entonces teniente—murmuró Brittany, porque sabía que tenía que dejarla ir.
Santana era muchas cosas, pero primero y siempre sería policía.
******
Santana se abrochó el cinturón de seguridad, mientras Mike arrancaba el coche.
Después de unos segundos de silencio, dijo:
—Así que supongo que tienes tus pelotas arrestadas por volver a trabajar, ¿eh?
Ella volvió lentamente la cabeza.
—¿Perdona?
—Nada, jefa—dijo Mike, intentando aguantar la risa—No he dicho nada.
—Eso es lo que pensaba.
A pesar de ser hora punta, el pelinegro entró en el aparcamiento del edificio de la Policía, pasadas las 8:30.
Caminaron por el estacionamiento, entraron por una puerta lateral, evitando el vestíbulo principal, que daba acceso a las oficinas administrativas. Un ascensor los llevó a la tercera planta.
Desde la formación de su nuevo equipo, la morena informaba directamente al capitán Will Schuester, uno de los pocos administradores que le gustaba y respetaba.
Un policía de la calle, de los de antes, que había hecho su carrera empezando desde abajo, y que sabía cómo dejarles trabajar sin interferir.
Mientras ellos siguieron su camino a través de un revoltijo de escritorios asignados a los detectives de homicidios, anti-vicio y delitos especiales, ella asintió con la cabeza, y murmuró su agradecimiento a los colegas que la felicitaban por el éxito de la reciente incursión o le preguntaban por su salud.
A esa hora de la mañana, la mayoría de las mesas estaban ocupadas con hombres y mujeres revisando informes, expedientes para planificar el trabajo del día.
Ella no le gustaba el bombo y platillo, por hacer su trabajo.
Schuester tenía la puerta estaba abierta unos centímetros. Con un suspiro de alivio, llamó y una voz profunda preguntó:
—¿Sí?
—López y Chang, Capitán.
—Entrar y cerrar la puerta.
Entraron y se mantuvieron en pie hasta que el Capitán los saludó, y les señaló un par de sillas con respaldo recto, delante de su escritorio. Como de costumbre, llevaba una camisa blanca impecable, sometida corbata y chaqueta oscura. Estaba erguido, mirándolos sin dar ninguna pista sobre sus pensamientos. Sólo el brillo en sus ojos afilados color revelaba su irritación.
Eso, y la temprana convocatoria confirmaba las sospechas, que estaba a punto de oír las malas noticias.
—Recibí una llamada de atención de Agente Puckerman, esta mañana—dijo Schuester.
Mike lanzó un insulto dirigido a los padres de Puckerman, sólo lo suficientemente bajo como para que éste no fuera capaz de oír. Ella logró contener su propio juramento.
Noah Puckerman era un agente federal del Departamento de Justicia que siempre lograba aparecer, justo a tiempo, para reclamar sus competencias, cada vez que ella y su equipo hacían un arresto. Habían recibido la orden de cooperar con él.
Lamentablemente, nadie le había dicho que el trabajo en equipo era un camino de dos vías.
—¿Qué quiere ahora?—preguntó Santana.
—Quiere que sepamos que aprecia la experiencia de tu equipo, y que sabe que podemos obtener información que necesita.
A su lado, Mike resopló. Ella sacudió la cabeza.
—Si accedemos acabaremos pagando algún precio.
Schuester asintió.
—Mi conjetura es sus recursos son escasos, y nos necesita para montar sus operaciones. Se imagina que tenemos la mejor oportunidad de vincular, el negocio de la esclavitud sexual al sindicato del crimen local. Si podemos probar que están trayendo a estas niñas, a través de líneas estatales para fines de prostitución, se convertiría en un caso federal.
—Como siempre, quiere que hagamos su trabajo—Mike refunfuñó.
—Puckerman tiene un objetivo—dijo Schuester—La mejor oportunidad de encontrar, a la gente detrás de la operación de tráfico, es descubrir el vínculo con la organización de la delincuencia local.
—Eso significa que tenemos que meter a alguien en profundidad—dijo Santana.
—Crear ese tipo de operación encubierta necesita mucho tiempo. Y los hombres de Zamora estarán más atentos que nunca, especialmente después de Jimmy.
La ejecución de una agente encubierto, era uno de los trabajos más frustrantes, ella podía manejar. Tenía que poner a su gente en peligro, y podría hacer muy poco para protegerlos.
A ella no le gusta.
Jimmy Hogan había logrado infiltrarse en el Zamora la organización, y que había aparecido muerto. Los policías encubiertos conocían los riesgos, y muchas veces surgían problemas con el constante estrés y adrenalina alta, y Zamora sabía que era un objetivo.
Ese trabajo no solía ser nada fácil.
—Ya tenemos a alguien dentro de su organización—dijo el Capitán Schuester—Cortesía de Noah Puckerman.
—Uh-oh—Mike dicho—Estoy empezando a sentir que no tengo una polla en el culo.
El rubio frunció los labios.
—Gracias por esta revelación tan personal, detective Chang.
Éste gruñó.
—Puto Puckerman.
—Si tienen a un agente encubierto, dentro de la organización de Zamora, ¿por qué nos lo hace saber?—preguntó Santana.
Las comunicaciones entre departamentos no siempre eran sencillas. Los policías podrían obtener territorial, pero su equipo había estado hurgando en los bordes de la organización de Zamora durante el tiempo suficiente, como para que alguien les hubiera avisado.
Algo no les estaban diciendo.
Y tenía que ver con lo que Noah Puckerman estaba haciendo. Cuando se había despertado por la mañana, su dolor de cabeza había disminuido.
Sólo de pensar en que Puckerman pudiera volver a interferir en su investigación, hacía que sus ojos le dolieran.
—¿Qué es lo que no nos está diciendo, capitán?—le preguntó.
Schuester se levantó y cogió una carpeta de archivos, deslizándola en el frente de su escritorio.
La abrió hacia sus agentes, para mostrarles la información y fotografías de su interior. Ella se inclinó hacia adelante, reconociendo la mujer en la fotografía, al mismo tiempo como su compañero.
—Oye—Mike dicho—Eso es utilizar a nuestro nuevo chico Quincy.
—Irina Guterov—Schuester intervino.
—Ella fue detenida, en la redada de la otra noche—señaló Santana.
Irina, sin saberlo, les había llevado a una de las casas, donde tenían retenidas a las chicas rusas, bajo custodia armada.
Quincy e Irina habían estado a punto de tener relaciones sexuales cuando entró en su equipo.
—Puckerman la ha convencido para que trabaje para nosotros—dijo el capitán—Ella es nuestra persona en el interior.
Reprodujo los detalles de la redada, a principios de esa semana. Quincy e Irina habían estado en la habitación del fondo, y todas las niñas que trabajan estaban arriba. El único otro ocupante de la casa, su vigilante armado, había muerto.
Las muchachas habían sido llevadas de inmediato por inmigración y probablemente iban a ser deportadas, para que nadie en la organización pudiera descubrir la verdadera identidad de Quincy.
—¿Irina sabe que Quinn es uno de los nuestros?—preguntó Santana.
—Puckerman, dice que no, pero tendrá que ser informada, ya que Quinn deberá ser su contacto.
—Eso puede favorecernos—Santana reconoció—Irina ha trabajado con los controladores que envían a estas niñas. Es un paso más en la escalera—tomó la carpeta de Schuester y estudió la fotografía. Incluso el marcado blanco y negro de foto, de la policía, no podía disminuir la belleza inquietante de la joven—El problema es, que los hombres de Zamora, tienen que saber que estaba en esa casa cuando lo asaltaron.
Schuester asintió.
—Su historia será que ella y Quincy salieron por la ventana de atrás y que han estado escondidos hasta que el tena se ha calmado. Nadie tiene por qué no creerles.
—Entonces ella tendrá que volver a la circulación rápidamente, con la detective Quinn.
—Es por eso que estás aquí—dijo Schuester—Necesito que tengas a tu chico en la calle con ella. Esta noche.
—Y vamos a confiar en ella, ¿por qué?—Mike preguntó, su voz mezclada entre sospecha e ira—Quincy va a estar trabajando por sí mismo. Y puedes apostar a que Puckerman no va a perder el sueño por él.
—De acuerdo con Irina, su hermana pequeña se encuentra en una casa retenida—dijo Schuester—Eso es parte de la razón de que Irina esté dispuesta a trabajar para estas personas, para empezar. Ella ha estado tratando de encontrarla.
—Eso dice ella—Mike resopló.
Schuester se encogió de hombros.
—Puckerman le cree.
—Y yo tengo un pene de diez pulgadas.
—Si la historia es verdad, ella tiene su propia motivación para este juego. Como mínimo hasta que la encuentre. ¿Contamos con algo de información sobre su hermana?
—Todavía no. Los federales están buscando en las bases de datos internacionales, pero es probable que tarden tiempo. Irina dice tener una foto de ella, en el club donde trabaja—dijo Schuester.
—Ziggie—Mike intervino.
—Otra razón por la que necesitamos a ella y a Quinn ahí.
—¿Dónde está Irina ahora?—preguntó Santana.
—Puckerman la ha tenido escondida en alguna parte—la cara del capitán mostró un parpadeo de ira—Él no confía en nuestra seguridad y no me dice dónde. Nos la entregará cuando organicemos una reunión entre ella y Quinn.
Ella se frotó la frente.
—¿Tenemos algo de margen para negociar? Me gustaría hablar con ella, antes de que poner a Quinn en el centro de esto.
—Puckerman ya tiene su propio plan, y tiene respaldo. Es un año electoral, y se queda bien cuando tomamos un mordisco a la delincuencia organizada.
—Esperemos que no tomen un bocado de nosotros primero—Mike murmuró.
—Ellos no—dijo Santana rotundamente.
Era su trabajo asegurarse de que no sucediera.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES.
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Bueno aunque Puckerman me cae muy mal y siempre he pensado que no es de fiar, parece un buen plan, solo espero que a nadie del equipo de Santana le pase nada!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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