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FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 6 Primer15
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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 42

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 1:19 am

Capitulo 42


A las diez de la mañana, Rachel y Brittany se despidieron de Amaia prometiendo que regresarían con sus familias o que ella iría a visitarlas a Alemania.

A continuación, las dos jóvenes se pusieron en marcha. Cogieron la carretera que las llevó hasta Bilbao y, de ahí, hasta Santander. En Torrelavega pararon para estirar las piernas y finalmente Rachel condujo hasta llegar a La Isla, el pueblo de su abuela en Asturias.

Una vez llegaron ante la casona de Covadonga, la abuela de Rachel, ésta paró el motor del vehículo y, mirando a su amiga, dijo:

—Cómo te dije, hemos llegado en tres horas y media.

Brittany miró encantada a su alrededor, aquel lugar era precioso. Entonces, la puerta de la casona se abrió de pronto y una anciana con los brazos en jarras porque no esperaba visita gritó:

—¡¿Qué ye...?! ¡Oh!

Al ver a su abuela, Rachel se bajó del coche y exclamó:

—Abuela, ¡sorpresa!

El gesto de la mujer se suavizó al reconocer a su nieta y, abriendo los brazos, gritó:

—Ay, neña de mi vida... ¡Neña!

Feliz por ver la emoción de aquélla, Rachel corrió a abrazarla y, cuando la mujer dejó de hablar a la velocidad del rayo, ella miró a Brittany y las presentó:

—Abuela, ella es mi amiga Brittany. Vive en Múnich como yo y es española. Brittany, ella es mi abuela Covadonga.

La mujer guiñó un ojo y, mirando a Brittany, que la observaba divertida, saludó:

—Dame un abrazo, hermosa. Qué alegría tenerte en mi casa junto a mi neña.

Brittany no dudó en darle aquello que la mujer le pedía y, abrazándola, respondió:

—Encantada de conocerla, Covadonga. Me han hablado siempre muy bien de usted.

—¿Y quién te ha hablado de mí?

—Quinn—contestó Brittany—Ella le tiene mucho cariño.

La mujer sonrió al oír ese nombre y musitó:

—Aisss, mi Quinny, qué ricura de muchacha.

Al oír eso, las chicas rieron.

—Vamos, entren en casa a comer algo, que son dos sacos de huesines—les indicó la mujer.

Brittany miró a su amiga divertida y ésta dijo:

—Prepárate, que mi abuela es muuuy exagerada con la comida.

Tras pasar a la casa, la mujer se paró y, mirando a su nieta, preguntó:

—¿Dónde te dejaste a Sami y a Quinny?

—En Múnich, abuela.

—Pero, leches, ¿y por qué no las has traído contigo?

Sin muchas ganas de explicarse, Rachel respondió:

—He venido con Britt por trabajo y ellas se han quedado en casa. Te mandan muchos besos.

La mujer cabeceó. Le habría encantado verlas.

—Eres tan puñetera como tu papá, el Roy—cuchicheó.

—Abuela..., es Leroy..., ya lo sabes—dijo Rachel sonriendo—¿Y se puede saber por qué soy tan puñetera como él?

Poniéndose de nuevo las manos en las caderas, Covadonga miró a su nieta y a la rubia que la acompañaba y dijo:

—¿Por qué no me has llamado para decirme que venías?

—Porque quería darte una sorpresa.

—¿Lo ves?, ¡como el Roy! Siempre quiere sorprenderme.

Brittany rio y entonces la anciana añadió:

—Bueno por querer sorprenderme, casi no tengo comida para ustedes. Si me hubieras llamado, podría haber preparado unas buenas fabes o un rico pote o unos grelos con patatas o...

—Abuela..., no te preocupes. Britt y yo nos apañamos con cualquier cosa.

Covadonga abrió la despensa e indicó:

—Tengo hecho pitu de caleya y unas pocas judías verdes. También hay bollos preñaos, pastel de cabracho, algo de cabrales y fruta; ¿tendrán bastante?

Las chicas intercambiaron una mirada y Brittany dijo:

—Más que suficiente.

Rápidamente, la mujer se puso manos a la obra y ellas fueron a lavarse las manos, momento que Brittany aprovechó para enviar un mensaje que decía:



Ya estoy en Asturias. Te quiero.



Segundos después, el teléfono le pitó y ella sonrió al ver una foto en la que estaba Santana con Susan y Superman riendo felices en la piscina de la casa. El mensaje decía:


Te queremos y te añoramos.



Brittany sonrió al ver a sus pequeñines y a Santana. Ellos eran su vida, pero se apenó al comprobar que Flyn no estaba en la foto.

Rachel, que salió del baño en ese momento, al ver lo que su amiga le enseñaba, sacó su móvil y se mofó:

—Mira la que me ha enviado Quinny.

Al ver la foto de Quinn y Peter junto a Sami portando coronitas de princesas, Brittany rio.

—Tenemos suerte, ¿verdad? —dijo.

Comprendiendo lo que quería decirle su amiga, Rachel asintió.

—Sí, Britt. Mucha suerte.

Cuando fueron de nuevo a la cocina, las dos chicas se quedaron asombradas al ver la mesa que Covadonga les había preparado.

—¿A quién más has invitado a comer, abuela?—comentó Rachel divertida.

La mujer dijo apremiándolas:

—Siéntense y coman, ¡que se enfría!


Durante la comida, Rachel le contó a su abuela la noticia de su boda y la mujer aplaudió entusiasmada. Que se casara su nieta era un gran evento y, aunque refunfuñó cuando aquélla le dijo que tendría que coger un avión para ir a Múnich al enlace, al final la mujer sonrió emocionada.

¡Se casaba su neña!




La tarde pasó a toda mecha y, cuando quisieron darse cuenta, ya tenían que marcharse hacia el aeropuerto. Agradecida por la inesperada visita, Covadonga dijo entregándoles unas bolsas:

—Aquí llevan bollos preñaos para la familia.

—Gracias, ha sido un placer conocerla—dijo Brittany abrazándola.

—Lo mismo digo, hermosa..., lo mismo digo.

Rachel metió las bolsas en el coche y, abrazando a su vez a la mujer, le dijo:

—No llores, abuela.

Covadonga se secó las lagrimillas con el pañuelo que se sacó de la manga derecha y, mirando a su nieta, replicó:

—Ven a verme más a menudo y lloraré menos.

Emocionada, Rachel volvió a abrazar a su abuela y, tras colmarla de besos, hasta que ésta rio y la llamó pesada, le guiñó un ojo y se metió en el coche. Una vez arrancó, miró por el espejo retrovisor con los ojos encharcados en lágrimas, y Brittany, cogiéndola del moflete murmuró:

—No llores, neña.

Aquello la hizo reír, y contestó:

—Vale, marichocho.

Entre risas llegaron hasta el aeropuerto de Asturias. Ahí entregaron el coche a la casa de alquiler y, después, se encaminaron hacia el hangar donde el impresionante jet privado de Santana López las esperaba para llevarlas de vuelta a Alemania.


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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 43

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 1:22 am

Capitulo 43


Tras un recibimiento en casa que me hace tremendamente feliz, el lunes, Santana y yo vamos juntos a López Inc.

De nuevo parece que volvemos a estar en la misma sintonía.

Nada más entrar en la oficina, Mika me espera y, con una grata sonrisa, me mira y dice:

—Que sepas que el director de la feria me llamó el viernes y me dijo que eras maravillosa.

Sonriendo, afirmó encantada:

—Él también lo fue.




Durante varios días, todo funciona genial en casa, y me alegro al enterarme de que Flyn está viendo al psicólogo del colegio. Por supuesto, a él no le hace gracia, y me lo hace saber.

Santana me envía todos los días varios mensajes cariñosos a mi teléfono o emails cuando estamos en la oficina, y eso me hace ver que intenta darme lo que necesito.



El jueves, cuando salgo de trabajar, me voy directa a casa, quiero estar con mis niños y disfrutar de su compañía antes de que se vayan al cumpleaños de una amiguita.

En cuanto Flyn llega del instituto, voy a saludarlo y veo que Santana viene con él. Eso me sorprende y, acercándome, pregunto:

—¿Qué ha ocurrido?

Santana me mira y, una vez el niño se sube a su habitación sin hablar, dice:

—Me han llamado del colegio. Al parecer, hoy nuestro hijo no tenía ganas de visitar al psicólogo. Por suerte, tras hablar con el director y también con su tutor, he conseguido que no le hicieran un nuevo parte.

«Nuestro»..., ¿ha dicho «nuestro hijo»?

Por primera vez en mucho tiempo, cuando el jodido niño hace algo mal, no dice aquello de ¡«tu hijo»!

Eso me gusta.

Sin duda, Santana comienza a despertarse.

No sé qué decir.

Por norma, me llaman a mí del instituto y, curiosa por saber por qué lo han llamado a ella, voy a preguntar cuando Santana, que debe de intuirlo, dice:

—Te dije que me ocuparía de él y, para quitarte estos marrones de encima, hablé con ellos y les dije que a partir de ahora me llamaran a mí.

Sorprendida por esa decisión que yo no he pedido, pregunto:

—¿Por qué?

Santana ladea la cabeza y responde con frialdad:

—Te lo dije. Quiero evitarte problemas a ti.

De pronto se toca los ojos, luego la frente, y sé lo que le pasa.

Le duele la cabeza.

Escaneo sus ojos y veo el derecho más enrojecido de lo normal y, cuando voy a decir algo, ella me suelta:

—No me agobies, Britt.

Bueno..., bueno..., bueno... Eso significa que el dolor de cabeza es considerable, o de lo contrario le quitaría importancia.

Intento tranquilizarme, pero en el fondo me asusto. Sé que la enfermedad de Santana es degenerativa y que eso en cierto modo es normal por la tensión a la que está sometido, pero no puedo evitar asustarme. Cada vez me parezco más a ella con el tema de las enfermedades.

En silencio, la acompaño a la cocina, y observo que esta vez, Santana coge dos pastillas de distintos botes. Una vez se las toma, me mira y, antes de que ella diga nada, soy yo la que dice:

—Échate un rato, cierra los ojos y relájate.

Santana asiente.

El que no presente batalla me hace saber lo mal que está y, en el momento en que se va de la cocina y se encierra en su despacho, sé que va a descansar.

Lo sé.

Al poco rato Jane se lleva a Santiago y a Susan al cumpleaños. Cuando Will los acompaña en el coche y Emma sale al jardín con Susto y Calamar, la que está a punto del infarto soy yo. Estoy preocupada por Santana y enfadada con Flyn.

Pero ¿es que este niño no se da cuenta de nada?

Furiosa con él, decido subir a su habitación. Después de llamar, entro, lo reto con la mirada y siseo en voz baja:

—Enfádate conmigo todo lo que quieras y no me hables si no te apetece, pero haz el favor de recordar que a tu mamá el estrés le ocasiona terribles dolores de cabeza por su enfermedad en los ojos. Joder, Flyn, ha tenido que tomarse dos pastillas, ¡dos! Pero ¿no eres consciente de su enfermedad?

El crío me mira, me mira y me mira, y entonces añado desesperada:

—Flyn, esto que te digo es serio, muy serio, y tienes que hacer por entenderlo.

Finalmente asiente.

Vaya, por fin comprende algo de lo que digo.

—¿Qué ha pasado en el instituto? —pregunto a continuación.

Nada más oírme, su gesto cambia y dice:

—Tú ya no te ocupas de mí porque lo hace mi mamá. Sal de mi habitación.

Vale, ¡volvió la chulería!

¿Y ahora yo no soy su mamá?

Tratando de hacerle saber que lo quiero y que no soy el enemigo, intento hablar con él, pero mis palabras caen en saco roto y, de pronto, comienza a chillarme de una manera tan atroz que al final termino chillándole yo también a él.

Pero ¿adónde quiere llegar este mocoso?

Discutimos a grito pelado durante un buen rato hasta que de pronto la puerta de la habitación se abre, Santana entra con cara de pocos amigos y, mirándome, suelta:

—¿Se puede saber qué haces aquí?

Esa pregunta me pilla tan de sorpresa que no sé qué responderle y, preocupada por ella, digo:

—¿Te encuentras bien? ¿Te duele menos la cabeza?

Mi amor asiente.

Veo que su ojo está ahora menos enrojecido.

—Britt—dice entonces—, Si he de encargarme yo de Flyn..., ¿qué tal si me dejas?

La miro boquiabierta.

—Oye..., oye..., oye..., me parece genial que te ocupes de él, pero creo que yo también puedo hablar, ¿o acaso cuando era yo la que me ocupaba te prohibía que hablaras con él?

El crío nos mira.

Como siempre, parece disfrutar con lo que ve.

—Para el modo en que te has ocupado de él—sisea Santana entonces—, Mejor que no lo hubieras hecho.

Bueno..., ¡hasta aquí hemos llegado!

¡Será gilipollas y desagradecida!

Y, mirándola, voy a soltar una de mis perlas cuando mi morena, que cada segundo se altera más y más, añade:

—Mira, Britt, no quiero discutir contigo. Me duele la cabeza y te voy a pedir, por favor, que a partir de ahora, como soy yo quien se va a ocupar de él, te limites a ver, oír y callar.

Buenooooooooooo..., buenoooooooooooo...

Pero ¿este gilipollas de qué va?

¿Acaso pretende que sea un monosabio?

Y, olvidándome de sus ojos, de su cabeza y de su malestar, grito enfadada:

—¡¿Cómo dices?!

Según digo eso, me doy cuenta de que Santana acaba de percatarse de su error, pero yo, que ya estoy en plena ebullición, la miro y siseo:

—¿Sabes qué te digo, Santana? ¡Que les den a ti y a él!

Y, sin más, salgo de la habitación dando un portazo.

Con el corazón a mil, agarro las llaves del coche, salgo de casa y me voy al cumpleaños de la amiguita de mis hijos.

Necesito positividad, y en casa no la voy a encontrar.




Cuando regresamos, Jane y yo bañamos a los peques y les damos de cenar y, tan pronto como se los lleva a dormir, me encierro en el baño de mi habitación para depilarme.

No quiero ver a nadie.


Un rato después, en cuanto Santana viene a avisarme de que la cena está preparada, por alucinante que parezca no tengo hambre y, tras gritarle que no voy a cenar, se marcha.

Una vez termino de depilarme, me miro al espejo y murmuro:

—¿Quiere que sea un monosabio?... ¡Será imbécil!

Maldigo, me cago en toda su estirpe y, volviendo a mirarme al espejo, me digo:

—Britt, relájate..., relájate. Los López no van a poder contigo.

Cierro los ojos y lo hago.

Cuento hasta doscientos porque hasta cien no tengo suficiente y, cuando bajo a la cocina, Emma me dice:

—He dejado tu cena en el horno.

Asiento.

En lo último que pienso ahora es en cenar pero, al ver que me mira preocupada, respondo con voz cariñosa:

—Ya es tarde, Emma. Vamos, vete. Will te espera.

La mujer, que es la discreción personalizada, me da un abrazo y murmura:

—Cena algo. No es bueno acostarse con el estómago vacío, y no te preocupes por la señora, está bien. No ha vuelto a tomarse ninguna pastilla.

Saber eso me gusta y, una vez se marcha, salgo al salón y oigo que la televisión está puesta. Al entrar, veo a Flyn y a Santana callados viendo una serie de policías que les encanta y decido no sentarme con ellos.

Cojo las correas de Susto y Calamar, me pongo un abrigo largo y grueso sobre mi larga camiseta de algodón, unas botas, y me voy a dar un paseo con ellos.

Cuando salgo de la parcela camino con mis perros por la urbanización iluminada por bonitas farolas, hasta que recibo un mensaje en el móvil. Es Santana.



¿Dónde estás?



Rápidamente respondo:



Paseando con Susto y Calamar.



Mi móvil no vuelve a sonar.

Bien.

Se ha dado por enterado.

Continúo mi paseo y, cuando ya estoy cansada, regreso a casa. Las luces están apagadas, pero al entrar me encuentro con Santana sentada al pie de la escalera.

—¿Por qué no me has avisado de que salías? —pregunta.

La quiero, juro que la quiero. Pero estoy tan enfadada con ella por cómo me ha hablado delante de Flyn que, mirándola, respondo mientras me quito el abrigo y las botas:

—Mira, cariño, me alegra saber que ya no te duele la cabeza y estás mejor, pero estoy calentita y algo retorcidita por lo que ha pasado y, la verdad, no quiero discutir porque hoy prefiero ser un monosabio. Ya sabes, alguien que sólo ve, oye y calla. Por tanto, ¿qué te parece si te vas a la habitación a descansar y me dejas en paz?

Según lo digo, me doy cuenta de la chulería jerezana que he puesto.

Santana me mira..., me mira y me mira y, finalmente, asiente y dice mientras sube abatida la escalera:

—De acuerdo, Britt. Soy consciente de que he metido la pata con mis desafortunados comentarios y ahora tú mandas.

¿Que yo mando?

¡¿Que yo mando?!

Pero ¿no me ha dicho que quiere que sea un monosabio?

Joder..., joder..., joder..., qué mala leche me entra en ese instante.

Sin duda, ella está ya en plan conciliador, pero yo no.

Me van a volver loca entre la puñetera alemana y el puñetero coreano alemán y, sin ganas de pensar en ello, voy a la cocina. Me preparo un sándwich, cojo una coca-cola y me encamino hacia el salón, donde rápidamente me engancho a ver una película.

Sobre las doce de la noche me entra sed. Me levanto, voy a la cocina y, al abrir la nevera, mis ojos ven una botellita con pegatinas rosa al fondo del enorme frigorífico americano.

Durante unos minutos, la miro —¿la abro?, ¿no la abro?— y, al final, cogiéndola, murmuro:

—¡Qué narices!

Con la botella en la mano, me siento en una silla de la cocina, la abro y, sin dudarlo y a morro, doy un primer trago.

—Mmm..., qué fresquito está —digo.

Sin poder evitarlo, recuerdo la primera vez que probé esa bebida, y se me dibuja una sonrisa.

Santana me había llevado al Moroccio.

Doy un segundo trago, un tercero y, cuando voy por el sexto trago, río y murmuro:

—¡Brindo por lo tonta que eres, Santana López!

Sin soltar la botella, salgo de la cocina y regreso de nuevo al salón. Una vez cierro las puertas para no molestar a nadie, a oscuras me tiro en el sillón y busco entre los tropecientos mil canales que tenemos para quedarme viendo un documental sobre aves.

Si mi hija Susan lo viera, diría «¡Pipis! ¡Pipis!».

Sigo viendo el programa mientras la botella de pegatinas rosa llena poco a poco mi estómago.

Cuando el documental de aves termina, comienza otro de hipopótamos y, después, un programa de un veterinario y los casos que se le presentan.

De pronto sale una imagen de una mamá pato seguida por sus patitos.

¡Patitos!

¡Qué monos!

Eso me hace sonreír, hasta que veo que están cruzando una carretera por donde pasa un rally de coches. Con el corazón encogido, observo cómo un vehículo se acerca y arrolla al último patito de la fila. Una vez ha pasado el coche, alguien corre a auxiliar al patito. A partir de ese momento entra en acción el veterinario pero, por desgracia, el animal muere y yo, sin poder remediarlo, me echo a llorar como una magdalena.

¿Por qué ha tenido que ocurrir algo así?

El pobre patito sólo iba tras su mamá y sus hermanos.

¿Por qué ha tenido que morir?

Estoy sollozando al ver cómo la mamá pato da vueltas y más vueltas. No entiende nada, como yo no entiendo por qué ahora soy la madrastra de Flyn, y entonces oigo a mi espalda:

—¿Qué te ocurre, Britt?

Aunque no mire, sé que es Santana y, sin soltar la botella que tengo en la mano derecha, balbuceo hecha un mar de lágrimas:

—El pato...

—¡¿Qué?!

—Ay, Santana—insisto señalando el televisor con el pelo sobre la cara y los ojos congestionados—, El patito cruzaba por una carretera tras su mamá y sus hermanos y... y lo han atropellado.

Santana se pone en cuclillas a mi lado, veo que mira el televisor, después me quita la botella de las manos y, al comprobar que sólo queda un culín, dice:

—No me extraña que llores por un pato.

—Pobrecito..., pobre animalito.

—Estás helada, cariño.

—¿Por qué? ¿Por qué ha tenido que ocurrirle eso al pato?—insisto—El pobre sólo cruzaba con su mamá y sus hermanos por la carretera, ¡qué injusticia!

Y, quitándole la botella a Santana de las manos, doy un último trago y murmuro:

—Ofú, miarma..., creo que estoy algo borracha.

Siento que Santana sonríe y entonces la oigo decir:

—Anda..., ¡algo borracha! Levanta, que te llevo a la cama.

¿Cama?

¿Me lleva a la cama?

Ah, no..., eso sí que no.

Estoy enfadada con ella y, mirándola, siseo:

—Ni se te ocurra tocarme o seducirme, ¡listilla!—y, antes de que responda, le recuerdo—Que te quede claro que no estoy lo suficientemente borracha como para no recordar lo gilipollas que has sido esta tarde conmigo ante tu niño Flyn y que me has dicho que quieres que sea un monosabio. Que sólo vea, oiga y calle.

Santana no contesta.

Ahora he sido yo la que ha dicho aquello de «tu niño».

Me mira y sus ojos me transmiten que sabe que tengo razón y, sin dejarla contestar, me tiro a sus brazos. Le doy un coscorrón por mi efusividad y, juntas, caemos sobre la alfombra. Ambas nos tocamos la frente.

Menudo melonazo nos hemos dado.

Santana protesta con la mano en la cabeza:

—A ti no hay quien te entienda. Tan pronto me dices que no te toque, ni te seduzca, como te abalanzas sobre mí.

Vale.

Tiene más razón que un santo.

A mí no hay quien me entienda.

Pero es que ahora la deseo y, sin dejarla continuar con sus quejas, acerco mi boca a la suya, la beso, la devoro, me la como. La botellita de pegatinas rosa, además de hacerme llorar por el pato, me hace querer otras cosas, y las quiero ¡ya!

Santana responde rápidamente.

Se apunta al momento besazo de la noche y, cuando me quito la camiseta y me quedo sólo con las bragas, murmura:

—Cariño, estamos en el salón...

—Me importa un pepino dónde estemos.

Veo que mi contestación la hace sonreír.

—Britt-Britt..., podría entrar cualquiera.

Pero a mí eso me da igual.

¡Que entre quien quiera!

—¿Te duele la cabeza?—pregunto a continuación.

—No, ya no.

¡Bien!

Me alegra saberlo, porque la necesito, la deseo y la voy a hacer mía ahí mismo.

Y, sin dejarla decir nada más, vuelvo a besarla para demostrarle mi ardor, mi apetito y mi impaciencia.

Uf, ¡qué calentita estoy!

Rápidamente, pilla mi mensaje.

¡Qué lista es cuando quiere mi morena!

Sus manos recorren con lujuria mi espalda. Su respiración se acelera como la mía. Sus dedos se clavan al llegar a mi cintura y, cuando siento que baja la mano hasta mi trasero, sé lo que va a hacer.

La miro.

Se lo exijo con la mirada porque la deseo con todas mis fuerzas.

Sin hacerse de rogar, Santana, esa mujer impetuosa a la que adoro aunque en ocasiones la mataría, agarra mis bragas y, de un tirón seco y contundente, me las rompe.

—¡Sí! —jadeo apasionada.

—¿Esto era lo que querías?

Asiento..., asiento... y añado:

—Sí. Quiero eso y más.

Nuestras bocas vuelven a encontrarse mientras yo muy... muy caliente por el morbo que todo aquello me causa, me muevo sobre mi esposa.

Segundo a segundo, soy consciente de que la tengo a mi merced, de que en ese instante hará cualquier cosa que yo le pida y, separando su boca de la mía, sonrío con malicia, introduzco la mano entre nuestros cuerpos y, moverle las bragas toco su clítoris exijo:

—Mírame...

Santana lo hace.

Santana obedece.

Santana se somete.

Y, mientras clava sus increíbles ojos oscuros en la oscuridad de los míos, y la penetro mientras digo:

—Odio cuando te comportas como una tirana conmigo, pero...

—Cariño...

No lo dejo hablar.

Con mi mano libre, le tapo la boca y prosigo:

—Pero en este instante, en este segundo, en este momento, mando yo. Eres mía..., soy tu dueña y voy a disfrutar de ti, aunque mañana, cuando vuelvas a comportarte como una gilipollas, me arrepienta.

Su mirada llena de lujuria y deseo aviva mi creciente locura y, al ver cómo le tiembla el labio inferior por lo que está oyendo, por lo que le propongo, siento que tengo razón.

Santana es mía.

Es mi gilipollas particular, y eso nadie lo va a cambiar.

Con mis dedos totalmente en su interior y sentada a horcajadas sobre ella, la miro. Mi amor está tumbada en el suelo a la espera de mis caprichos y, moviendo las caderas de adelante hacia atrás como sé que le gusta, noto que se arquea.

—¿Te vas a correr para mí, corazón?—pregunto parando—¿Sólo para mí?

—Sí—gime embravecida por mi lujuria.

Continúo moviendo las caderas y mis dedos, y Santana enloquece.

No me detengo.

Sigo de adelante hacia atrás con suaves y medidos movimientos —¡joder, qué gustazo!— y, cuando la siento temblar y palpitar, murmuro:

—Hazme saber cuánto disfrutas. Sedúceme con tus jadeos y tal vez te deje llegar al clímax.

A cada palabra que digo, mi amor vibra y se excita más y más, y yo me siento poderosa, además de un poco pedo.

¡Todo hay que decirlo!...

Sin embargo, me gusta la sensación que aquello me provoca, y pregunto:

—¿Te excita lo que digo y hago?

Ella abre la boca para responder, pero el temblor de su cuerpo no la deja, e insisto:

—¿Verdad?

—Sí... Sí, Britt-Britt.

Sonrío con lujuria y mi mente piensa: «España, 1 - Alemania, 0».

Y, dispuesta a meterle una buena goleada que no olvide en mucho tiempo, musito:

—No te correrás hasta que yo te lo permita.

El jadeo de frustración de Santana al oírme me enloquece, me perturba, me chifla, mientras su cuerpo tiembla bajo el mío y su mirada, sometida a mis caprichos, no abandona la mía.

—Hoy tu placer queda supeditado al mío. Soy la mona egoísta y yo mando.

—Britt...

—Sólo podrás llegar al orgasmo cuando yo te lo permita. ¿Entendido?

Su rostro, su precioso rostro, refleja su placer y su frustración mientras se muerde el labio inferior.

Santana, mi loco amor, necesita llegar al clímax, ansía derramar su clímax en mi, pero lo está retrasando por mí.

Lo está retrasando por mí.

Dios..., ¡cómo me gusta saberlo!

En un tono plagado de erotismo, hablo de nuestras experiencias. Le recuerdo momentos morbosos con otras personas y le susurro a media voz el día que en México me ató a la cruz.

Durante varios minutos la martirizo, la vuelvo loca mientras disfruto del placer que mis movimientos ocasionan, pero el ritmo de nuestros cuerpos inevitablemente se acelera, y mi placer con ella.

Sus jadeos se vuelven más ruidosos, los míos más escandalosos. Vamos a despertar a toda la casa y, cuando siento que voy a explotar y entiendo que no puedo exigirle que lo retrase ni un segundo más, murmuro:

—Y ahora, a pesar de lo enfadada que estoy contigo por lo que ha ocurrido hoy, quiero ese orgasmo, y lo quiero ¡ya!

En décimas de segundo, Santana posa una mano en mi trasero y con la otra me penetra y nos clavamos hasta el fondo en del interior de la otra para partirnos en dos, mientras nos estremecemos por el tsunami que asola nuestros calientes cuerpos.

—Sí..., así —jadeo al sentir los espasmos de mi vagina.

Santana se contrae y me aprisiona los dedos en su interior.

Repetimos nuestros movimientos tres veces más hasta que nos arqueamos y, con unos broncos gemidos que contenemos para no despertar a toda la casa, nos dejamos ir, mientras nuestras mentes vuelan por el placer y nuestros cuerpos se encuentran una vez más.

Agotada, caigo sobre el cuerpo de mi amor.

De mi Santana.

De mi morena alemana.

A diferencia de mí, que estoy completamente desnuda, ella está vestida.

Siento que sus brazos me aprisionan contra ella.

Me acuna.

Me besa en la frente y yo cierro los ojos extasiada cuando la oigo murmurar:

—¿No quieres que abra otra botellita de pegatinas rosa?

Sonrío.

¡Será petarda!

Y, sin mirarlo, susurro al recordar lo enfadada que estoy con ella:

—Te odio, Santana López.

Entonces siento que mi amor sonríe y, besando mi frente, afirma:

—Bues yo te quiero con locura, Brittany Susan Pierce.


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Pd: dos caps xq el anterior era muy coto xD jajaaj.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Dic 13, 2015 8:28 am

britt no debio caer en esa trampa, debio aplicarle celibato forzado a santana como se atreve a hablarle asi, da un paso y retrocede como treinta.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Dom Dic 13, 2015 9:13 am

me tiene harta la actitud de santana, todo el tiempo esta desautorizando a britt, hasta cuando, necesito que pase algo definitivo!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lizz_sanny Dom Dic 13, 2015 12:33 pm

Holis,
Buen capitulo, solo tengo que decir que San es bipolar!
Saludos!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 7:13 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:britt no debio caer en esa trampa, debio aplicarle celibato forzado a santana como se atreve  a hablarle  asi,  da un paso y retrocede como treinta.


Hola, jajajajaajaj xD jajajajaajjajaja, pero esk así es el amor ajajajajaja ademas es san XD jaajajajjaja. Saludos =D




micky morales escribió:me tiene harta la actitud de santana, todo el tiempo esta desautorizando a britt, hasta cuando, necesito que pase algo definitivo!!!!



Hola, jajajajajajaja esk britt es muy buena y su amor puede mas... solo esperar y no se aburra XD jajajajaj. Saludos =D




Lizz_sanny escribió:Holis,
Buen capitulo, solo tengo que decir que San es bipolar!
Saludos!!



Hola, jajajaaj si un poco la vrdd jajajajaja xD Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 44

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 7:15 pm

Capitulo 44


El miércoles, después de dejar a la pequeña Sami en el colegio, Rachel estaba abriendo la puerta de su coche cuando oyó que alguien decía:

—Buenos días, Rachel.

Al darse la vuelta se encontró directamente con Gilbert Heine. Consciente de que, si el abogado estaba ahí era porque quería algo de ella, lo saludó:

—Hombre, Gilbert, ¿cómo tú por aquí?

Sonriendo por su descaro, él se acercó y cuchicheó:

—Querida, creo que tú y yo tenemos que hablar.

Al ver su expresión, Rachel supo que no podía esperar nada bueno de aquello y, mirándolo, dijo:

—Tú dirás.

Entonces, sin el menor escrúpulo, el hombre le soltó:

—Tu futura esposa lleva años intentando formar parte de mi bufete. Su sueño siempre ha sido leer en el cartel: «Heine, Dujson, Fabray y Asociados». Y, si tú eres inteligente como creo que eres, no lo estropearás.

Rachel, que no podía creer lo que estaba oyendo, preguntó:

—¿A qué viene eso?

Gilbert sonrió con malicia y respondió:

—Johan me ha comentado lo ocurrido con Louise y, a pesar de que mi mujer te...

Incrédula y enfadada por lo entrometidos que eran aquéllos en relación con aquel tema, que ella no había vuelto a mencionar, gruñó:

—Mira, ¡hasta aquí hemos llegado! ¿Quieren dejar todos de meterse en mi vida? Louise me contó lo que le ocurría y yo simplemente le di mi opinión. Pero ¿de qué van? ¿Acaso ella no puede contarme lo que le dé la gana?

Sin perder los papeles, el hombre replicó:

—¿Sabes? Quinn es la perfecta candidata para mi bufete, excepto por su mala suerte.

—¿Mala suerte?

Gilbert la miró y, asintiendo, cuchicheó:

—Entre el hijo que le ha salido de debajo de las piedras y estar con una problemática mamá soltera que bebe cerveza y le permite a su maleducada hija que insulte a...

—¡Para hablar de mi hija tendrás que lavarte la boca antes!—lo cortó Rachel furiosa.

—¿Crees que Quinn es una mujer con suerte?—preguntó él sin despeinarse—Porque yo no lo creo. Sólo lo sería si desaparecieras de su vida, ya que estoy convencido de que nunca vas a dar la talla para ser la mujer de Quinn Fabray.

Rachel estaba furiosa al oír lo que aquel hombre decía. Deseaba decir cosas terribles, pero se contuvo por no perjudicar más a Quinn y finalmente respondió:

—Escucha, pueden irse a la mierda tú y tu bufete. Pero ¿quién te has creído que eres? Una cosa es que Quinn quiera trabajar con ustedes y otra muy diferente que tú tengas que...

—Por cierto, no te conviene ser detenida por prostitución—la cortó él—Ese detallito tampoco la beneficia.

Al oírlo decir eso, Rachel iba a protestar, pero él montó en su vehículo y se marchó dejándola boquiabierta y furiosa.

Durante varios minutos, no supo qué hacer, hasta que cogió su móvil y marcó el número de Quinn.

—Hola, preciosa—contestó Quinn.

Su tono de voz...

Su alegría le dolió en el alma, y dijo:

—Quinn, ese desgraciado de Gilbert ha venido a la puerta del colegio y...

—Por el amor de Dios, Rach, ¿quieres hacer el favor de dejar de insultar a las personas por el simple hecho de que no te caigan bien?
—y, sin dejarla hablar, siseó—Mira, Rach, estoy con mi papá y con Peter y no tengo tiempo para discutir contigo.

La exteniente tomó aire y, sin ganas de montar un numerito a pesar de lo furiosa que estaba, dijo antes de colgar:

—Vete a la mierda. Ya hablaremos.

Luego, encabritada, subió a su coche. Durante un rato pensó en lo ocurrido, en las cosas desagradables que Gilbert Heine le había dicho y, necesitada de hablar con alguien que le diera fuerzas y que la entendiera, llamó a Brittany:

—¿Dónde estás?

—En la oficina
—respondió su amiga—¿Ocurre algo?

Rachel miró a su alrededor y preguntó:

—¿Puedo ir a verte?

—Por supuesto, y si me traes un frapuchino de chocolate blanco, ¡te como a besos!


Al ver que su amiga no reía al oír eso, añadió:

—Oye, ¿qué pasa?

Como no quería angustiarla, Rachel respondió:

—Tranquila. Sólo quiero comentarte algo.

—Ok. Aquí te espero.


Cuando colgó, Rachel arrancó el motor y se marchó.



Media hora después, tras estacionar su coche en un parking, pasó por el Starbucks más cercano, compró dos frapuchinos y subió al despacho de su amiga.

Necesitaba hablar con ella.


Cuando Brittany la vio aparecer, se levantó de su silla y, sonriendo, dijo mientras abría los brazos:

—Y me traes de verdad el frapuchino de chocolate blanco, ¡te quiero..., te quiero!

Rachel sonrió por su efusividad.

Brittany era pura vitalidad y, tras darle un beso a aquélla, que le había arrebatado el vaso de las manos, se sentó en una silla y dijo:

—Tengo un problema.

Brittany, que sacaba con cuidado un poco de nata con la pajita verde, se la metió en la boca y, omitiendo los problemas que ella tenía, dijo:

—Dios..., así nunca voy a adelgazar, pero está tan rica la nata...—luego se sentó junto a su amiga y preguntó—Muy bien. Dime, ¿qué pasa?

La exteniente dio un trago a su bebida y, sin esperar un segundo más, le contó lo ocurrido a Brittany, que pasó de la sorpresa a la incredulidad y, de ahí, a la indignación.

—Pero ¿ese tío es idiota o qué? ¿No lo has mandado a la mierda?

—Sí, y después he mandado a la mierda a Quinn.

Brittany la miró sorprendida y se apresuró a añadir:

—Tienes que contarle todo esto a Quinn.

—Lo he intentado, Britt. Pero cada vez que menciono algo de ese bufete, se lía y no me deja hablar. Yo no soporto a esa gente, y Quinn no soporta saberlo.

Cogiendo el teléfono, Brittany la miró y dijo:

—Ahora mismo la llamamos y se lo cuentas todo punto por punto. Esto no puede continuar así.

Brittany cerró los ojos un instante, le quitó a su amiga el teléfono de las manos y replicó:

—Ahora no, Britt. Está con Peter y su papá, y no creo que sea el momento. Además, pronto tendremos la fiesta de compromiso y, si le cuento esto, se la estropearé.

—Pero, Rach..., ese tipo es...

—Es un desgraciado—la cortó ella—Pero ahora no puedo hablar con Quinn y, por supuesto, ni una palabra a Santana; ¿me lo prometes?

Brittany suspiró y, al ver la cara seria de su amiga, finalmente dijo:

—Te lo prometo. Pero como esto se vaya de madre y no se lo cuentes a Quinn, te juro que se lo contaré yo.



Aquella mañana, cuando Rachel salió de las oficinas de López Inc., se fue directamente a su casa y, al entrar y oír risas, se dirigió hacia el salón, donde se encontró con Quinn y Peter.

Ver la felicidad en sus rostros hizo que se sintiera mal.

Si hablaba ahora sobre lo que ocurría con aquéllos, todo iba a cambiar, por lo que, suspirando, decidió dejar el tema para otro día.


Durante varios minutos los observó jugar desde el sofá con unos mandos delante de la tele y, cuando supo que podía controlar la voz, dijo:

—Pero bueno, ¿tú no tienes que trabajar y tú no tienes que estudiar?

Al oírla, Peter se calló, y Quinn paró el juego y se levantó.

—Hola, cariño—dijo—Esta mañana Peter y yo hemos ido a desayunar con mi papá y después los tres hemos ido a una entrevista en un instituto.

—¿Y? —preguntó ella.

El muchacho iba a responder, pero Quinn le pidió un segundo, llevó a Rachel aparte y preguntó:

—Antes de responder a eso, ¿por qué estabas de tan mala leche esta mañana y dónde has visto a Gilbert? Por cierto, teniente, odio que me cuelgues como lo has hecho, y más si encima me mandas a donde me has mandado.

Durante unos segundos, Rachel calibró su respuesta.

Tenía que contarle lo que ocurría. Debía ser sincera con Quinn en relación con el acoso que estaba sufriendo por algo que un día Louise le había comentado. Pero, incapaz de hacerlo, respondió cambiando el gesto:

—Vi a Gilbert en el colegio de Sami. Por cierto, me dieron saludos para ti.

—¿Y tu mala leche?

—Un tipo me hizo una pirula con el coche. Sólo era eso.

Quinn la miró a los ojos. Intentó leer lo que éstos querían decirle, pero no tenía ganas de poner en duda lo que Rachel le contaba, así que asintió y, volviendo a sonreír, dijo mientras se acercaba con ella de nuevo hasta Peter:

—Cómo te decía, hemos ido a un instituto que a Peter le ha gustado bastante, ¿verdad, campeón?

Con una sonrisa que descongelaría el Polo Norte, el muchacho asintió y afirmó emocionado:

—¡Qué pasada de instituto! Hasta tienen un portátil para cada alumno. No como en el mío, en el que hay uno y viejo para toda la clase.

Rachel sonrió.

Sin duda, lo que Peter decía era verdad y, tocándole el pelo con ternura, indicó:

—Sólo queremos lo mejor para ti, cariño, y si ese colegio te gusta, intentaremos por todos los medios que puedas ir ahí.

Peter y Quinn se miraron y, tras chocarse la mano, la abogada dijo:

—Por cierto, luego hemos ido de compras y te he comprado el iPhone 6 que querías, ¡caprichosa!

Encantada, Rachel aplaudió al ver la cajita de su nuevo iPhone 6 sobre la mesita. Por fin podría aparcar el viejo móvil que había tenido que rescatar desde que el suyo acabó dentro de una jarra.

—También le he comprado a Peter un portátil en la tienda de mi amigo Michael. Casualmente, ahí tenían puesto este juego en uno de sus ordenadores, los dos hemos comenzado a jugar y lo he comprado también. ¡No veas qué pasada!

Divertida, y obviando lo ocurrido aquella mañana, Rachel la miró y, como si fuera la mamá de aquella rubia de ojos verdes y curvilínea mujer, preguntó:

—¿Y tú no tenías trabajo?

Con una pícara sonrisa, Quinn volvió a sentarse con Peter y, dirigiéndose a ella, respondió:

—Tenía un par de visitas que atender, pero Aidan se ha encargado de ellas. No eran importantes.

La exteniente asintió.

Sin duda, Peter le estaba cambiando la vida a Quinn y, feliz de que así fuera, se sentó entre ellos dos y, mirándolos, afirmó:

—Muy bien, listillos. Quiero jugar. ¿A quién machaco primero?


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Última edición por 23l1 el Dom Dic 13, 2015 7:19 pm, editado 1 vez
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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 45

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 7:17 pm

Capitulo 45

Rachel y Quinn están felices por su fiesta de compromiso, y yo lo estoy también por ellas.

Esta mañana, tras hablar con Rachel por teléfono durante casi una hora, hemos decidido que los niños se queden en mi casa.

Es lo mejor.

Jane y Bea los cuidarán.

Tras la noche de la botella de las pegatinas rosa no he vuelto a discutir con Santana, pero ya no me voy a engañar más: soy la monasabia.

Soy consciente de que en nuestra casa se cuece algo y, el día que explote, no sé quién se va a salvar.


Cuando Rachel aparece con Bea, que se encargará de cuidar a Sami esa noche en mi casa, y con Peter, Flyn, que ya ha sido avisado por Santana, baja a recibirlo.

Sin decir nada, observo cómo Sami, después de darnos un beso a mi esposa y a mí, corre tras Santiago, y también cómo Flyn no se mueve y mira a Peter con curiosidad.

—Y éste es Flyn—oigo que le dice Rachel a Peter—Ambos tienen más o menos la misma edad, y seguro que pueden hablar de mil cosas.

Los dos adolescentes asienten con la cabeza y no dicen nada.

Yo no abro la boca y sólo espero que mi jodido hijo sepa comportarse con el muchacho.

Santana, que está junto a Rachel, al ver que Flyn no dice nada, mira a Emma e indica:

—Peter puede dormir esta noche en la habitación de invitados, ¿está preparada?

—Sí, señora—dice la mujer sonriendo y, acercándose al chico, murmura—Bienvenido, Peter, soy Emma. Si quieres cualquier cosa, sólo tienes que pedirla, ¿de acuerdo?

—Lo haré, señora. Gracias —responde el crío.

La educación de Peter es exquisita.

Ver a ese muchacho, al que le ha faltado de todo, me hace darme cuenta una vez más de que no es necesario criarse en una familia con dinero para ser educado.

Sin duda, Peter es un gran ejemplo.

Ojalá Flyn tomara nota.

—¿Y Quinn? —pregunto.

Rachel se retira el pelo de la cara y responde con picardía:

—Se ha ido para el restaurante. Había invitados que llegaban pronto.

Conociendo a Quinn, seguro que la cena será de las buenas y, cuando voy a contestar, oigo que Santana dice:

—Flyn, a Peter le gustan mucho los ordenadores, y me consta que juega a los mismos juegos que tú.

Los dos adolescentes intercambian una mirada y Flyn pregunta:

—¿Juegas a «League of Legends»?

—Sí.

—¿Y a «World of Warcraft»?

Peter saca su portátil nuevo de la mochila y afirma:

—En éste soy muy bueno. ¿Y tú?

Flyn sonríe.

Como siempre, ver su sonrisa me hincha el corazón. A continuación, cuando los dos suben corriendo por la escalera, Santana dice:

—No se acuesten muy tarde.

—Vale, mamá—responde Flyn.

Rachel, Santana, Emma y yo nos miramos y sonreímos.

¿Qué tendrán esos juegos, que hermanan a desconocidos?


Tras besuquear a los pequeños, que están en la piscina con Jane y Bea, nos marchamos.

Tenemos una gran noche por delante.




Cuando llegamos al restaurante nos encontramos con varios amigos, pero mi subidón es máximo en el momento en que oigo decir a mi espalda:

—¡Sorpresa!

Al volverme me encuentro con Hanna y Emily. Al verlas, grito enloquecida y corro a abrazarlas:

Decir que las quiero ¡es quedarse corto!

Y, cuando por fin consigo calmarme, pregunto:

—¿Y Glen?

Sonriendo y sin soltarme la mano, Hanna responde:

—Se ha quedado en casa de mis padres.

Las vuelvo a abrazar.

Estoy emocionada por tenerlas aquí con nosotras. Para mí, ellas son de la familia como Rachel y Quinn. Amigas que conocí de manera extraña y que al principio me escandalizaron con su comportamiento, pero para mí son especiales.

Muy especiales.

Agarrada de su futura esposa, Rachel habla con Santana y Emily, pero entonces observo que su gesto cambia. Me apresuro a mirar hacia la puerta y veo entrar a Gilbert Heine y a su mujer junto a otros tipos trajeados que presupongo que son abogados.

Rápidamente, camino hacia mi amiga y me pongo a su lado. Sé lo que piensa, pero Quinn, sin perder su sonrisa, va a saludar a los recién llegados.

—¿Qué hace esa pandilla de idiotas aquí? —cuchicheo.

—No lo sé. Quinn no me dijo que vendrían —responde Rachel.

Instantes después, Quinn se acerca hasta nosotras con aquéllos y, mirando a Rachel, anuncia:

—Cariño, Gilbert, Heidi y otros asociados han llegado.

Observo cómo mi amiga cambia el gesto por una falsa sonrisa y, tras besarlos con cordialidad, dice:

—Gracias por venir.

—No nos lo podíamos perder —afirma Gilbert con una sonrisa de rata.

—Un futuro enlace es siempre motivo de felicidad —añade la perra de Heidi.

Gilbert, que veo que tiene el brazo sobre la cintura de Quinn, dice entonces:

—Y nosotros estamos felices de estar invitados a un acontecimiento tan especial como lo es la fiesta por el enlace del que, ¿quién sabe?, podría ser nuestra próxima socia mayoritaria.

—Eso, ¿quién sabe?...—repite Dujson, el otro abogado, entrando por la puerta.

A Rachel se le corta la respiración cuando Gilbert la mira y, guiñándole el ojo, añade:

—Quinn, eres una de las mejores y, la verdad, Gilbert, Dujson, Fabray y Asociados es un buen nombre, ¿no te parece?

Quinn sonríe, agarra a Rachel por la cintura y afirma mientras ésta la mira:

—Sin duda, suena muy bien, ¿verdad, cariño?

Rachel, que sé que tiene ganas de armar la marimorena, sonríe también y contesta:

—Sí, cielo, suena muy bien.

Dicho esto, veo que Quinn le presenta a aquéllos a Santana y a Emily, y Rachel, disculpándose, me coge de la mano y vamos las dos al baño. Una vez entramos y me cercioro de que no hay nadie más, murmuro al ver lo pálida que está mi amiga:

—Respira y no dejes que ese asqueroso te estropee este momento tan bonito.

Rachel asiente, se echa agua en la nuca y, con seguridad, dice:

—Tienes razón. Yo puedo con ello. Volvamos a la cena.


Diez minutos después, cuando veo que Rachel está disfrutando de nuevo de su fiesta, Hanna se acerca a mí y cuchichea:

—Aún no me lo puedo creer: la diosa de Quinn, ¡mamá de un adolescente y una pequeña, y encima ahora se va a casar!

Su comentario me provoca risa, y respondo obviando a Peter:

—La diosa ha encontrado a la mujer que necesita a su lado. Y sólo te diré que, si por ella hubiera sido, ya se habría casado hace más de un año, pero Rach la frenó.

Hanna abre los ojos sorprendida.

—Créetelo—digo—Es así.

Hanna sonríe, mira a Rachel y ésta, al ver que la miramos, se acerca a nosotras y murmura:

—Señoras, me pitan los oídos. ¿Qué hablan de mí?

Hanna y yo soltamos una carcajada, y luego ésta responde:

—Simplemente decía que estoy sorprendida de que Quinn finalmente pase por la vicaría.

Rachel asiente y, sin perder su buen humor, cuchichea:

—Bueno deberías sorprenderte más de que la que vaya a pasar sea yo. De hecho, cuando llamé a mi mamá para decírselo, lo primero que me preguntó fue: «¿Qué has bebido, Rachel Berry?».

De nuevo, todas reímos, y después Rachel añade encantada:

—La verdad es que Quinn tiene todo lo que siempre busqué en una persona.

En ese instante, el camarero nos indica que el salón está preparado. Quinn busca a Rachel con la mirada y ella, tras guiñarnos un ojo, se va.

—¡Me encanta! —murmura Hanna.

Asiento, Rachel es un amor de chica.

—Bueno, cuanto más la conozcas, más te encantará—afirmo—Ya lo verás.

Hanna asiente y, sin movernos de donde estamos, pregunta:

—¿Rachel y tú alguna vez...?

Al entender a qué se refiere, rápidamente niego con la cabeza.

—No. Nunca.

—¿Por qué? Pero si está buenísima...

Oírla decir eso me hace reír, y murmuro:

—Porque a ellas jugar con amigas no le van, en el sentido en que te van a ti...

—Pero nosotras hemos jugado y te he visto jugar con otras...

Asiento.

Tiene más razón que un santo y respondo:

—Digamos que a ella le encanta mimar o dejarse mirar. Sólo eso.

Ambas reímos, y entonces Rachel regresa de nuevo a nuestro lado y pregunta:

—Vuelven a pitarme los oídos. ¿De qué hablan?

Hanna y yo intercambiamos una mirada y ella explica:

—Le preguntaba a Britt si tú y ella..., ya sabes...

Rachel me mira, yo sonrío y ella contesta:

—La respuesta es no. El sentimiento que ambas tenemos va más allá de lo sexual y nos impide hacer ciertas cosas.

—Totalmente de acuerdo—afirmo chocando mi copa con la de ella—Rach es como mi hermana, y con ella no podría hacer ciertas cosas, como no podría hacerlas con mi hermana Alison.

Hanna asiente.

Me dispongo a decir algo cuando Rachel afirma:

—Para mí, Britt es intocable en todos los sentidos.

—Guauuu —me mofo divertida.

—¿Sólo Britt?—pregunta Hanna con picardía.

Al entender a lo que se refiere, Rachel sonríe y asegura:

—En el sentido en el que lo preguntas, sí.

Encantada con la aclaración, Hanna, que es una loba de agárrate y no te menees, tras un barrido de cuerpo a Rachel que me calienta hasta a mí, levanta su copa y dice:

—Me alegra ser vuestra amiga en lugar de vuestra hermana. ¡Viva la amistad!

Las tres chocamos nuestras copas riendo.

Desde luego, como diría mi hermana, ¡nos falta un tornillo!




La cena transcurre de un modo agradable.

Amigos conocidos y no conocidos brindamos por las felices novias, y ellas se besan ante nuestros aplausos, mientras observo a Gilbert y a sus secuaces y me cago en toda su casta.

Santana, que está a mi lado, no me suelta. Es de las noches en las que siento que su posesividad es total y, cuando la cena acaba y todos pasamos al salón a tomar una copa, me mira y murmura:

—Quinn ha propuesto ir al Sensations cuando se vayan algunos invitados; ¿te apetece?

Asiento complacida.

Lo esperaba, y nada me apetece más.



Durante un par de horas, charlamos con unos y otros hasta que Quinn, tras despedir a los últimos invitados, entre los que están Gilbert y los demás abogados con sus respectivas mujeres, nos mira y dice a los nueve que quedamos:

—Sigamos con la fiesta.

Las que quedamos asentimos y, encantadas, nos vamos al Sensations.

Nada más llegar, cuando ve a Quinn, el jefe del local se dirige a ella:

—Como pediste, tienen reservada la sala del fondo.

Quinn asiente.

Luego, estoy hablando con Hanna cuando de repente oigo:

—Qué ilusión, ¡Santana y Brittany!

Al volverme, veo a Ginebra y a su marido. Voy a saludarlos cuando, sorprendentemente, Hanna, que está a mi lado, dice alto y claro:

—¿Qué hace esa asquerosa aquí?

—Cariño...—murmura Emily al oírla.

Yo me quedo petrificada, pero Ginebra, en lugar de amilanarse, se acerca.

—Pero bueno, Hanna, ¿no saludas? —le suelta.

Mi amiga Hanna, que tiene una personalidad arrolladora, tras mirar a Santana y a su esposa, que nos observan, clava los ojos en aquélla, que está despampanante con un vestido verde claro.

—Valoro mi tiempo y no lo pierdo saludando a zorras—replica a continuación.

Y, sin más, se agarra de Emily, ambas se dan la vuelta y se marchan dejándome sorprendida a mí y también al resto.

La incomodidad se palpa en el ambiente, pero Ginebra, sin cambiar el gesto, nos dice:

—Vaya, veo que hay personajes que no cambian.

¡¿Personajes?!

¿Ha llamado «personaje» a mi Hanna?

A ésta le tapo yo la boca con una de las mías, pero cuando voy a hablar, Santana me agarra del brazo para que me calle y la oigo decir:

—Ginebra, si no te importa, nos esperan en una fiesta privada.

Me encanta que Santana haya dicho esa última palabra: ¡«privada»!

Lo siento por Ginebra pero, agarrándome al brazo de mi esposa, me doy la vuelta y camino con el resto de mis amigas.

Cuando entramos en la sala privada, un camarero nos sirve unas copas que todas aceptamos con ganas.

Hanna se acerca entonces a Santana y a mí y pregunta:

—¿Desde cuándo está esa tiparraca aquí?

Santana sonríe, da un sorbo a su bebida y murmura:

—Hanna..., no seas así.

La aludida mira entonces a mi amor y sisea:

—Ten cuidado con esa zorra y no te fíes de ella.

Su claridad me hace reír.

Eso siempre me ha gustado de Hanna.


Durante varios minutos, mientras ella despotrica sobre Ginebra, observo para ver si Santana le habla de la enfermedad de ella pero, al ver que no dice nada, yo tampoco hablo.

Si Santana es discreta, yo lo seré también.

Lo que le ocurre a Ginebra con su salud no es algo para frivolizar.

Acto seguido, Emily se acerca a nosotras y Santana y ella comienzan a hablar con otro tipo, momento en el que Hanna me mira y dice:

—Ten cuidado con esa perra. Es mala y te la puede jugar cuando menos te lo esperes.

—Tranquila, es encantadora conmigo—respondo sonriendo—No ha hecho nada por lo que tenga que preocuparme.


—Qué asco le tengo...—prosigue Hanna—Eso sí, ya me encargué de dejárselo todo bien clarito antes de que se marchara con ese tal Félix. Aunque, si te soy sincera, creo que es lo mejor que le pudo pasar a Santana porque, así, con el tiempo te conoció a ti.

Asiento.

No quiero que las palabras de Hanna en referencia a Ginebra me hagan cogerle manía, por lo que afirmo con positividad:

—Bueno entonces quedémonos con eso y olvidémonos de ella.

Hanna y yo brindamos y no volvemos a mencionarla.


La música suena y, rápidamente, algunas nos lanzamos a bailar. Digo algunas porque Santana no baila ¡ni loca!

Ella, con mirarme apoyado en la barra improvisada que el dueño del Sensations ha instalado en aquella sala, tiene bastante.

Mientras bailo junto a Rachel la canción Talk Dirty, de Jason Derulo, observo a mi amor.

El lugar es provocador, ella es sexi y la canción es calentita. Y, clavando la mirada en sus ojazos oscuros, muevo las caderas mientras canturreo aquello de «¿Vas a hablarme sucio a mí?».

Sucio..., la palabra «sucio» nunca me ha gustado, pero ahí donde estoy tiene un significado especial, me gusta y me excita.

Me provoca tanto que, mientras muevo las caderas ante la atenta mirada de mi impresionante morena, me quito las horquillas del moño que llevo y, cuando mi rubio pelo cae en cascada sobre mi rostro, lo retiro con coquetería y observo a mi amor sonreír.

A pocos metros de donde bailo, observo cómo Emily desnuda a Hanna en una enorme cama y que Quinn y Rachel, que ha dejado de bailar, hacen lo mismo.

Sin lugar a dudas, el juego caliente acaba de comenzar.

Vuelvo a mirar a Santana, que no me quita ojo. Sabe que esa provocativa canción me gusta, y también sabe que esa provocación va dirigida única y exclusivamente a ella.

Acercándome a donde está, sin parar de contonearme para seducirla, me arrimo a ella y le susurro al oído:

—¿Vas a hablarme sucio a mí?

Esa incitante frase es parte de la canción. Y, sonriendo, ella responde:

—A ti te hablo como tú quieras.

Ambas reímos y, echándole los brazos al cuello, la beso, mientras ella enreda las manos en mi pelo.

Durante un buen rato, escucho música agarrada a mi amor mientras observo cómo otros juegan, y me excito al ver a Hanna en acción.

¡Es una loba!

La música cambia entonces, y la voz de Norah Jones inunda el reservado mientras canta Love Me. Santana suspira y, agarrándome, pregunta:

—¿Bailamos?

Mi sonrisa lo dice todo.

Abrazada a ella, comienzo a bailar aquella canción que tantas veces he escuchado en nuestra casa y hemos bailado a solas en su despacho.

Compenetradas, mi amor y yo cantamos aquella bella melodía mirándonos a los ojos.

Todo en ella me gusta.

Sé que todo en mí le gusta.

Estoy excitada y sin pudor, nuestros cuerpos se tocan deseosos de algo más mientras bailamos.

Discutimos, nos amamos, volvemos a discutir, pero estoy tan convencida como ella de que estamos hechas la una para la otra y de que nuestro amor perdurará en el tiempo.

Oírla cantar a ella, que era la mujer más hermética del mundo, me emociona. En estos años, Santana ha cambiado y se ha hecho a mí. Ya no es raro verla canturrear o bailar conmigo a solas; eso era impensable cuando la conocí, pero ella por mí hace esas cosas, como yo lo hice en su momento al abandonar España para seguirla y estar con ella.

Nos miramos a los ojos y me callo enamorada cuando mi amor canturrea aquello de «Lo único que pido es que, por favor..., por favor, me quieras».

Pero ¿cómo no lo voy a querer si estoy completa y locamente enamorada de ella?

Abrazada a mi amor, cierro los ojos y disfruto de ese momento mágico mientras soy consciente de que ella no se fija en otra mujer.

Sólo tiene ojos para mí.

No sé si Santana sabe cuánto la necesito. A veces me hace dudarlo cuando antepone el trabajo a mí, pero cuando tiene momentos como éste, en el que baila conmigo, sé que lo hace de corazón. Me gusta siempre que me hace sentir especial y, en este instante, en este segundo lo está haciendo y yo soy la mujer más feliz del mundo mientras bailo con ella esa romántica y maravillosa canción.

Tan pronto como termina, comienza otra, y yo continúo abrazada a mi amor bailando y disfrutando del momento mientras a nuestro alrededor la gente disfruta del sexo con libertad y se oyen sus jadeos.

¡Excitante!

De pronto, unas manos, además de las de mi esposa, me agarran por la cintura y oigo que alguien dice en mi oído:

—Suena nuestra canción.

Santana y yo nos miramos y sonreímos.

Sin lugar a dudas, Cry Me a River es una canción muy especial para Quinn, para Santana y para mí. Entonces, mi amor murmura:

—Aún recuerdo lo bien que lo pasamos aquella noche en casa de Quinn, cuando tú, Britt-Britt, nos poseíste a las dos mientras sonaba esta canción.

Asiento.

Sonrío y cierro los ojos mientras bailamos..., nos devoramos..., nos excitamos.

Recuerdos.

Preciosos y calientes recuerdos toman mi mente mientras siento que la complicidad que nos unió años atrás sigue vigente entre nosotras y que, por suerte, a Rachel, la futura esposa de Quinn, no le importa y respeta dicha complicidad.

Las tres bailamos la sensual canción interpretada por la voz de Michael Bublé, mientras Santana devora mi boca y Quinn pasea las manos por mi cuerpo.

Inconscientemente, miro a mi alrededor en busca de Rachel y observo que ella está desnuda sobre una cama pasándoselo bien con Hanna y Emily. Nuestras miradas se encuentran y mi amiga me sonríe.

Su gesto me hace saber que aprueba aquello y, sin dudarlo, cojo las manos de las dos y, mirándolas a los ojos, las llevo hasta la enorme cama donde Rachel disfruta.

Santana y Quinn se sientan una a cada lado sin hablar. Mi amor vuelve a tomar mi boca mientras me desabrocha la blusa y Quinn me abre las piernas y me besa la cara interna de los muslos.

Mis jadeos no tardan en llegar, y Santana, que está atenta a mí, sonríe y murmura:

—Disfruta y disfrutaremos nosotras.

Lo sé.

Sé que es así.

El placer que esas dos mujeres saben proporcionarme no me lo ha proporcionado ningún otro dúo.

Santana y Quinn, Quinn y Santana están compenetrada para mí en cuanto al arte de dar placer.

Como dos expertas en el tema, me desnudan, me tocan, me chupan y me hacen disfrutar.

Quinn ya está desnuda.

Tras levantarse, hace que me siente sobre ella y, pasando los brazos bajo mis muslos, susurra mientras Santana se quita la ropa:

—Eso es, déjate manejar.

Su voz en mi oído y la mirada de mi amor es morbo puro y, cuando Santana se agacha y pasea la boca por mi humedad, tiemblo.

Quinn, que es quien me sujeta, me abre bien los muslos para mi amor y dice en mi oído:

—Primero te follará ella y después te follaré yo; ¿estás preparada, preciosa?

Asiento.

Asiento y asiento.

¡Preparadísima!

Para ellas dos estoy siempre preparada.

Entonces, Santana se levanta, me mira y me besa dejándome el sabor en la boca de mi propio sexo. Enloquecida por el momento, mete tres dedos en mi vagina y lenta, muy lentamente, los introduce del todo en mí mientras yo gimo y Quinn murmura:

—Jadea..., grita..., vuélvenos locas de placer.

Al oír mi jadeo, Santana ahora mueve las caderas junto con sus dedos y se clava de nuevo en mi interior.

Yo grito.

Con movimientos secos y contundentes, mi esposa entra y sale una y otra y otra vez de mí, mientras yo la acepto.

Mis jadeos las vuelven locas.

Mis resuellos las excitan, cuando siento cómo las manos de aquellas dos me tienen totalmente inmovilizada y sé que estoy a su merced.

Mis perversos y calientes gritos avivan su deseo, y entonces Santana, agarrándome de la cintura con fuerza, se levanta de la cama conmigo en brazos.

Quinn se incorpora también y, mientras mi amor me maneja para encajarme una y otra vez en ella, soy consciente de que nuestra amiga se pone acomoda atrás mío.

Como una muñeca me muevo entre sus brazos, hasta que Santana da un gemido gustosa y sé que ha llegado al clímax. Me mira agotada y, sin salirse de mí, susurra:

—¿Todo bien, cariño?

Asiento.

Todo mejor que bien.

Con cuidado, sale de mí, se sienta en la cama y, haciéndome sentar sobre ella, vuelve a abrirme los muslos como instantes antes ha hecho Quinn. Después me besa en el cuello y, mientras observo cómo Quinn le devora los labios a Rachel, que está a nuestro lado disfrutando con Hanna y Emily,

Santana me dice al oído:

—Eres mía.

Extasiada por sus palabras, por su voz y por el momento, veo cómo Quinn abandona la boca de su mujer, se acerca a nosotras y, tras echarme agua en el sexo para lavarme, me coge por la cintura, acerca sus dedos a mi empapada vagina y me penetra por completo.

Mientras Santana me abre los muslos para Quinn, no para de decirme lo preciosa que soy, cuánto me ama y lo mucho que la excita verme así.

Uf..., qué placer..., qué calor.

Quinn, que está tan excitada como yo, no me suelta las caderas y, con movimientos certeros y precisos, me penetra una y otra vez, mientras yo disfruto y me dejo llevar por el momento.

Las acometidas no paran hasta que Santana lo pide. Entonces, sin salirse, Quinn me levanta y siento cómo Santana guía también sus dedos hacia mi vagina y murmura en mi oído:

—¿Puedo?...

Asiento..., claro que puede y, excitada al notar aquello, afirmo:

—Soy tuya. Hazlo.

La lengua de Santana se pasea por mi cuello cuando la oigo decir con voz trémula:

—Despacio, Quinn...

La abogada me sujeta con control mientras mi amor fuerza la entrada de sus dedos en mi ya repleta vagina y, al final, lo consigue. Dedos se funden en, y el placer que siento es indescriptible, increíble, y jadeo.

Lo que mis dos diosas me hacen me vuelve loca y, cuando estoy empalada vaginalmente por sus dedos, comienzan a moverse y mis gemidos se vuelven gritos de puro placer mientras veo que Rachel se acerca a Quinn y, tras abrazarla, la besa.

Loca.

Loca me vuelven Santana y Quinn con su completa posesión, y eso me hace echar la cabeza para atrás. Noto mi vagina llena, repleta a rebosar, pero el placer es tan intenso, tan inmenso que no quiero que esa sensación acabe.
Siento la respiración de Santana en mi espalda mientras su mano exigente me mueve en busca de nuestro placer.

Santana y Quinn.

Quinn y Santana.

No paran.

Son insaciables.

Sus respiraciones y sus movimientos me enloquecen, y yo me dejo manejar como si fuera una muñeca. Me gusta ser su juguete y lo soy mientras juegan conmigo y me miman a nuestra particular manera.

Querría mirar a mi esposa y besarla como hacen mis amigas y, como si me leyera la mente, mi amor susurra en mi oído:

—Después, mi corazón..., después.

Calor..., tengo muchísimo calor mientras la sangre corre descontrolada por mi cuerpo y todas mis terminaciones nerviosas me hacen saber que me voy a correr.

Manos me sujetan, dos cuerpos me poseen, y mi vagina está totalmente dilatada y empapada por mis fluidos.

Placer..., placer..., el placer me toma y, cuando ya no puedo más, me dejo ir mientras mi cuerpo es movido por aquéllas, que instantes después se corren por y para mí.

Pasados unos segundos, cuando Quinn se sale, me guiña un ojo y se marcha con Rachel a una de las duchas.

En cuanto Santana sale de mí también, me doy la vuelta y mi amor murmura mirándome a los ojos:

—Vamos..., bésame, Britty.


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Pd: dos caps xq el anterior era muy coto xD jajaaj.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Dom Dic 13, 2015 8:37 pm

ellas y su perversion, pero bueno si eso las hace feliz!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 11:42 pm

micky morales escribió:ellas y su perversion, pero bueno si eso las hace feliz!!!!


Hola, jajajajaaj xD jajajajaja claro cada uno vive como quiere, no¿? y si eso es su felicidad o parte de ella xD ajajajaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 46

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 11:43 pm

Capitulo 46

El martes, el grupo de amigas quedaron para cenar en casa de Brittany y Santana, pero antes de la cena decidieron meterse en la piscina interior para jugar con los niños.

Flyn y Peter se escaparon al cuarto del primero para ponerse los bañadores, ya que eran demasiado recatados para hacerlo en los vestuarios de la piscina.

Mientras Santana, Quinn y Emily se ocupaban de los pequeños, Hanna, Rachel y Brittany fueron a cambiarse de ropa en los vestuarios.

Una vez tuvieron los biquinis puestos, mientras se quitaban anillos, relojes y pendientes y los dejaban sobre una hamaca, Hanna cuchicheó:

—En Suiza hay unos locales que son de lo más chulos; ¡tienen que venir!

—Iremos —afirmó Brittany, y Rachel sonrió.


Minutos después, los tres matrimonios estaban sumergidas con los pequeños en el agua de la piscina cuando aparecieron Flyn y Peter y se tiraron en bomba.

Entre risas, todos comenzaron a jugar, y Rachel, al ver a Quinn divirtiéndose con Sami y con Peter, se acercó a su amiga Brittany y susurró:

—¿No te parece sexi?

Brittany miró en su dirección y pensó que sí, que Quinn le parecía sexi, aunque, mirando a su esposa, que llevaba a Santiago sobre los hombros, respondió:

—Soy más de morenos, perdóname.


La diversión duró un buen rato, hasta que decidieron salir de la piscina y secarse. Sin duda, Emma no tardaría en anunciarles que la cena ya estaba preparada.

Una vez se vistieron, después de que Hanna, Rachel y Brittany recogieran sus alhajas de la hamaca, Brittany murmuró:

—No encuentro mi anillo.

—Seguro que se habrá caído—replicó Rachel mirando a su alrededor.

Todos comenzaron a mirar por la piscina en busca del anillo perdido, y Santana, acercándose, preguntó:

—¿Qué buscas?

Brittany le enseñó el dedo vacío y arrugó el entrecejo.

—Mi anillo preferido.

Santana asintió.

Sabía que aquel anillo que le había regalado hacía años, en el que ponía «Pídeme lo que quieras ahora y siempre», era especial para Brittany y, mirando al suelo, murmuró:

—Tranquila, cielo. Aparecerá.


Durante un buen rato todos estuvieron buscando el anillo, pero éste no apareció por ningún lado, y Santana, mirando la piscina, finalmente dijo:

—Quizá se haya caído dentro. Mañana lo comprobaremos.

Brittany asintió.

Pero, al ver cómo la miraba Flyn, su sexto sentido la puso en alerta y, acercándose a él, le preguntó con total discreción:

—¿Has visto a alguno de los niños acercarse a la hamaca?

El crío se rascó el cuello y respondió con una sonrisita:

—No.

Brittany comprendió entonces por su sonrisa que mentía; lo conocía demasiado bien. A continuación, bajando un poco la voz, musitó:

—Tú no tendrás nada que ver, ¿verdad?

Al oírla, el crío dio un paso atrás y gritó:

—¡¿Crees que yo tengo tu anillo?!

—Flyn... —siseó ella al ver que Santana los observaba.

—¿Y yo para qué quiero tu anillo?

—Flyn..., baja la voz.

—¿Por qué he de bajar la voz si me estás acusando? —insistió aquél consciente de que Santana los estaba mirando.

Alertada, Santana los observó pero entonces el muchacho gritó enfadado:

—¿Por qué no le preguntas a Peter?

—¿A Peter, por qué?

Entonces, todos los miraron, y Flyn indicó cuando Rachel se acercaba a ellos:

—Porque él también estaba aquí conmigo y, si lo piensas mejor, él puede necesitar ese anillo más que yo.

—¡¿Qué?! —protestó Rachel al oír eso.

—Deja de decir tonterías, Flyn —gruñó Brittany.

Confundida, Quinn clavó la mirada en su hijo, y el muchacho, que llevaba a Sami en los brazos, replicó:

—Yo no he tocado ese anillo. Si quieren pueden registrar mis cosas.

—Claro que no lo has tocado —afirmó Rachel colocándose junto al crío.

Al oír eso, Santana se acercó hasta ellos para poner paz. Pero Brittany, molesta por el comentario de Flyn, lo soltó:

—¿Acaso es necesario acusar a otros cuando yo sólo te he preguntado a ti?

—Basta ya—se entrometió Santana—Se acabó esta conversación.

Pero Flyn, deseoso como siempre de jaleíto, miró a su Santana y gruñó:

—Mamá, ¿por qué me tiene que acusar de tener yo el anillo?

—Quizá porque he visto cómo me observabas y la sonrisita que ponías.

—¡He dicho que ya basta!—insistió Santana e, intentando suavizar el tono, se dirigió a una enfadada Brittany y afirmó—Seguro que el anillo se ha caído dentro de la piscina. Vayamos a cenar y mañana pediré que lo busquen. Venga, ¡todos a cenar!

Hanna y Emily se miraron.

Sin lugar a dudas, la relación de Brittany con el crío no estaba pasando por un buen momento.

Sin más, todos salieron de ahí y se dirigieron hacia el comedor, donde se sentaron alrededor de la mesa. Tratando de disimular su malestar con Flyn, Brittany cambió el gesto para hacerles saber a todos que lo ocurrido no había tenido importancia, pero Rachel, que la conocía muy bien, una de las veces en que ambas se levantaron para ir a la cocina, le dijo:

—Britt, siento lo ocurrido, pero creo que si pusiera las manos en el fuego por Peter no me quemaría.

Brittany asintió con una sonrisa. Ella, en cambio, no pondría las manos por Flyn.

—No pienses más en eso—contestó mirando a su amiga—Seguro que el anillo está en la piscina.




Al día siguiente, Brittany se levantó antes que nadie, bajó a la piscina y, tras ponerse unas gafas de buceo, la recorrió dos veces de punta a punta y el anillo no apareció.

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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 47

Mensaje por 23l1 Dom Dic 13, 2015 11:45 pm

Capitulo 47

Los días que Hanna y Emily estuvieron en Múnich los pasaron con la familia y los amigos.

Estar con ellas era divertido, y la noche en que tuvieron que marcharse, lo hicieron con pesar.

Tras el episodio del anillo de Brittany, Quinn habló con Peter al respecto, y éste le dejó muy claro que él no había tenido nada que ver.

Quinn le creyó.




Una noche, después de que Rachel acostara a Sami y Peter ya se hubiera ido también a la cama, entró en su habitación y miró a la mujer rubia que tantos buenos momentos le daba.

Quinn estaba leyendo unos papeles que tenía sobre la cama.

—Niños acostados y perra dormida.

La abogada sonrió al oír eso y, tras recibir el beso de Rachel, murmuró:

—Sólo faltas tú desnuda a mi lado ¡y la noche será colosal!

Rachel, dispuesta a darle aquello que Quinn solicitaba, dijo:

—Dame cinco minutos para una ducha y tendrás lo que pides.

—Guauuu, ¡qué interesante!—se mofó la abogada viéndola marchar.

Al entrar en la ducha y sacarse el móvil del bolsillo trasero del vaquero, vio que tenía un mensaje.



Dime si aceptas el puesto de escolta. Me presionan y necesito un candidato.




Al leerlo, Rachel supo que era del comandante Lodwud. Pensar en hablarlo con Quinn era complicado y, dejando el móvil, decidió meterse en la ducha.

Necesitaba refrescar las ideas.


Cuando salió del baño, se sorprendió al no ver a Quinn en la cama, donde la había dejado, por lo que, tras secarse el pelo con una toalla y vestida tan sólo con el albornoz, la buscó por toda la casa.

Al no encontrarla, decidió ir a mirar al despacho.

—¿Qué haces aquí?

Quinn sonrió al verla.

—El expediente de este caso estaba incompleto y decidí ver si estaban aquí los papeles que me faltaban.

—¿Y estaban? —preguntó ella apoyándose en la mesa.

Al verla de aquella guisa, Quinn asintió y, retirándole un poco el albornoz para verle la pierna, afirmó con voz ronca:

—Tentadora.

Acto seguido, cogió a la joven en brazos y, tras sentarla a horcajadas sobre ella, la besó. Cuando se separó de Rachel, dijo:

—No sé si voy a poder esperar a septiembre...

Rachel rio.

—Podrás..., claro que podrás.

De pronto, Quinn recordó algo.

—Rach, tengo que decirte algo y espero que no te moleste.

Al oír eso, ella frunció el ceño, y Quinn prosiguió:

—Esta tarde, Sami me ha dicho emocionada que en la tele tenía canales de dibujos animados nuevos y...

—Vale..., vale..., sé lo que vas a decir—lo cortó ella—Pero, cariño, Peter sólo ha tenido que meter una clave desde su ordenador y...

—Rach, no quiero que piratee nada. ¿De qué sirve que yo se lo prohíba y tú se lo permitas?

Rachel suspiró.

Sabía que tenía razón y, sin ganas de discutir, asintió.

—De acuerdo. Mañana le diré a Peter que quite esos canales y también los de deportes.

—¿Deportes?—preguntó Quinn.

Rachel sonrió.

—Sí, cielo..., un montón de canales de deportes—dijo.

Al ver su gesto travieso, Quinn asintió y, tras coger el mando del equipo de música, lo accionó y comenzó a sonar la canción A Change Is Gonna Come.

—¿Seal?

—Contigo nunca falla—respondió Quinn besándola.

La exteniente se olvidó de lo que estaban hablando mientras la increíble canción sonaba y caldeaba segundo a segundo sus cuerpos y sus almas.

Se adoraban, se necesitaban, pero si antes con Sami su tiempo juntas se veía reducido, ahora con Peter se reducía más aún.

Rachel pensó en el mensaje que acababa de recibir de Lodwud. Tenía que hablar con Quinn de aquello y, aunque sabía que ése no era el mejor momento, separándose de Quinn comentó:

—Cariño, tengo que hablar contigo de algo.

Quinn, que ya estaba totalmente lanzada a lo que se había propuesto, asintió.

—Después..., preciosa..., después.

—Quinn...

—Luego..., ahora estoy muy ocupada.

Rachel sonrió pero, parándola de nuevo, explicó:

—He recibido un mensaje de Lodwud en el móvil. He de dar una respuesta en relación con el trabajo de escolta. El puesto es mío si lo quiero.

Al oír eso, la abogada apartó incómodo las manos de Rachel y preguntó:

—¿Y qué vas a decir?

Rachel suspiró.

Sabía que el buen rollo se acababa de terminar, por lo que respondió:

—Escucha, cielo, estoy intentando hablarlo contigo.

—Bueno si lo estás hablando conmigo, la respuesta es no. No quiero que mi mujer sea la puta escolta de nadie.

Su tono, su forma de decirlo y la rabia que detectó en sus palabras hicieron que Rachel la mirara y gruñera:

—Oye, ¿tú qué te crees? ¿Que yo soy una pánfila como esas mujeres? ¿Acaso piensas que vas a dirigir mi vida en lo referente a lo que quiero hacer?

—¿Quieres dejar de malmeter contra el bufete de una vez? Estoy harta de que, a la mínima, sólo salgan de tu boquita cosas desagradables contra ellos. Mira, Rach, llevo años intentando conseguir ese sueño y esta vez roza mis dedos, por tanto, ¡no lo jorobes!

Rachel suspiró.

Por nada del mundo quería jorobar su sueño e, intentando no volver a decir nada de aquéllos, insistió en el tema que le interesaba:

—Cariño, hicimos un trato. Yo me casaba contigo y tú aceptabas que...

—¿Te has casado conmigo?

La exteniente la miró y, echando chispas por los ojos, respondió:

—Quinn..., eso no es justo.

La alemana no se movió.

Sabía que lo que acababa de decir no era correcto.

—Escucha, cariño—insistió Rachel—, Tenemos que hablar. Hay cosas que no sabes en relación con...

Quinn la soltó ofuscada y, apartándola a un lado para levantarse, siseó mientras la cortaba:

—Mira, en este instante se me han quitado las ganas de cualquier cosa contigo. Buenas noches.

Acto seguido, se encaminó hacia la puerta y salió del despacho. Rachel, boquiabierta, no se movió mientras seguía sonando aquella maravillosa canción.


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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Dic 14, 2015 12:55 am

quinn, santana y flynn necesitan un escarmiento para que en la puta vida se les olvide lo que han hecho mal y se comporten por una p### vez. flynn es un huerfano creo que britt le deberia llamarlo asi de ahora en adelante
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Lun Dic 14, 2015 1:33 am

Hola!!!
Que insoportable es Flyn!!!!

Saludos
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Lun Dic 14, 2015 8:40 am

ese coreano de los mil demonios se robo el anillo, estoy segura, y en cuanto a quinn, es lo que ella diga y nada mas?, no estoy de acuerdo con el p.... trabajo de escolta pero no es la manera de actuar para negarse, que dice ella de ese horrible trabajo en ese apestoso bufete lleno de alimañas!!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Dic 14, 2015 7:11 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:quinn, santana y flynn necesitan un escarmiento para que  en la puta vida se les olvide lo que han hecho mal y se comporten por una p### vez. flynn es un huerfano creo que britt le deberia llamarlo asi de ahora en adelante


Hola, toda la razón ai! osea que se creen! lo que ellos dicen vale, no¿? ¬¬ =O jajaajajajaj que mala jajajajaajja xD Saludos =D




monica.santander escribió:Hola!!!
Que insoportable es Flyn!!!!

Saludos


Hola, si :@ que se cree ¬¬ Saludos =D




micky morales escribió:ese coreano de los mil demonios se robo el anillo, estoy segura, y en cuanto a quinn, es lo que ella diga y nada mas?, no estoy de acuerdo con el p.... trabajo de escolta pero no es la manera de actuar para negarse, que dice ella de ese horrible trabajo en ese apestoso bufete lleno de alimañas!!!!!


Hola, ajajaj si yo igual se hace el tonto noma ¬¬ Se esta juntando mucho con san ¬¬ que se creen, al menos debe escuchar, no¿? Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 48

Mensaje por 23l1 Lun Dic 14, 2015 7:13 pm

Capitulo 48

Mi relación con Flyn sigue igual.

Santana se encarga ahora de él, pero el crío continúa sin dirigirme la palabra. Eso sí, ahora soy como los tres monos sabios: no oigo, no veo, no hablo. Sin embargo, añoro nuestras conversaciones y nuestras risas.

¿Él no las echa de menos como yo?

Mi anillo no aparece y estoy apenada. Ese anillo significaba mucho para mí, y Santana se ha empeñado en encargarme otro igual y sé que cualquier día lo traerá.



El jueves, tras llegar de trabajar de López Inc., me tomo un café en la cocina mientras charlo con Emma.

Flyn entra seguido por Santiago.

Rápidamente, al ver a mi chiquitín, que viene a mis brazos, me deshago en halagos con él y luego salgo de la cocina de su mano para ir a ver algo que quiere enseñarme.

En cuanto regreso a la cocina, no hay nadie, ni Flyn, ni Emma y, tras abrir un armario, saco unas galletitas y me las como con el café.

¡Qué ricas!



Un par de horas después, comienzo a sentirme mal.

Mi estómago se descompone y tengo que correr al baño en varias ocasiones.

Cuando Santana llega de trabajar, no ceno.

Me encuentro fatal.

Mi amor, al verme en ese estado, se preocupa y se desvive por mí. Sin lugar a dudas, si una quiere la total atención de Santana López, sólo tiene que encontrarse mal.

¡Vaya tela!



De madrugada me despierto y, sin decirle nada a mi chicarrona, voy corriendo al baño. Asqueada, pienso en qué he podido comer para que mi estómago esté tan enfadado conmigo.

Tengo mucha sed, por lo que bajo a la cocina. Saco una botellita con agua fría del frigorífico y, como no tengo sueño, me siento a oscuras y, al ver sobre la encimera la maripaz, como llama mi hermana al iPad, lo cojo y me pongo a cotillear por Facebook.

Cuando he cotilleado todo lo posible, me meto en el perfil de Jackie Chan López y leo:


«Carreras en casa. Sin duda, las gotas funcionan. ¡Qué risas!».



¡Lamadrequeloparió!

Ya sé por qué me encuentro mal.

Pero ¿de verdad ha sido capaz de hacerme algo así?

Enfadada, hago una captura de pantalla, me levanto, salgo de la cocina, subo la escalera, entro en la habitación de Flyn y, cuando doy un manotazo sobre la cama y éste se incorpora asustado, le suelto:

—¿Qué me has echado?

Flyn parpadea.

Estaba dormido y, furiosa por lo que ha hecho contra mí, pego mi frente a la suya y siseo dispuesta a partirle la cara como me diga algo fuera de lugar:

—Esto es lo último que esperaba de ti. ¿Cómo puedes ser tan retorcido conmigo?

—¿De qué hablas? —pregunta.

—Te has reído a gusto con tus amiguitos por lo de las gotitas, ¿eh?

No responde.

Sabe que lo he pillado y, furiosa, le suelto antes de salir de su habitación:

—Escúchame, Jackie Chan López, me duele en el alma tener que decirte esto, pero ahora la que no quiere saber nada de ti soy yo.

Regreso a la cama y me meto en ella sin despertar a Santana.




A la mañana siguiente, cuando me levanto, no digo nada. Si puedo evitarle disgustos a Santana, se los evitaré. Me preocupa que le duela la cabeza y eso haga que su vista pueda empeorar pero, conmigo, el niñato ha dado con un hueso duro de roer.




El domingo, tres días después, tras haber visto un partido de basket de Santana y Quinn, donde los pobrecitos míos pierden, cuando salimos del polideportivo observo sorprendida cómo Flyn y Peter hablan de sus cosas.

Sin lugar a dudas, Peter tiene una gran capacidad para perdonar comentarios malignos y olvidar, y un magnetismo que hace que nos esté ganando día a día a todos, incluido a Flyn.

Con curiosidad, mientras estoy con Rachel y los pequeños, observo cómo Santana y Quinn, acompañadas de los dos adolescentes, ríen y hablan a pocos metros de nosotras. Al percatarse de que los observo, mi amiga dice:

—Me gusta ver la camaradería que hay entre ellos, ¿a ti no?

Asiento.

¡Por supuesto que me gusta!

Y respondo omitiendo la acción vergonzosa que mi hijo ha hecho contra mí:

—Claro que sí.

Dicho esto, Susan le tiende los brazos a su Santana y ésta la coge encantada.

Luego decidimos ir a tomar algo al restaurante de Russel. Nos encaminamos hacia los coches cuando, de pronto, alguien me agarra del codo. Al darme la vuelta, pestañeo.

¡Flyn!

Sin hablar, espero a ver qué es lo que quiere, y al final dice en un tono de voz bajo:

—Siento lo del otro día. No debería haberte echado nada en el café.

Bueno..., bueno..., bueno...

¡Flyn disculpándose por algo!

Me quedo tan bloqueada que no sé qué hacer.

Abrazarlo no.

Besarlo tampoco.

Sé que rechazará ambas cosas, por lo que digo simplemente:

—Acepto tus disculpas.

Flyn asiente, me mira a los ojos de un modo diferente y después se aleja de mí.

Yo me emociono como una tonta.



Esa noche, cuando llegamos a casa y aparcamos el coche, Susto y Calamar vienen a saludarnos, y Emma, que está con Will esperándonos, me dice que ha ido a una tienda que está abierta los domingos a comprar y nos ha dejado hecho un pastel de carne en el horno. Yo asiento y se lo agradezco mientras toco la cabeza de Susto. Luego el matrimonio se encamina hacia su casa de la mano.

Al entrar, Santana se mete directamente en su despacho con Flyn y me desmarcan de su conversación.

Cuando Jane va a subir con los peques para ducharlos, después de besuquearlos, me dirijo hacia el despacho. Con la mano en el pomo, estoy a punto de abrir pero sé que, si lo hago, las chispas volverán a saltar, y finalmente doy un paso atrás. Pienso en Santana y decido dejar las cosas en sus manos.

Es lo mejor.

Necesitada de hacer algo, voy a la cocina y, obviando el rico pastel de carne de Emma, me pongo a pelar patatas. Voy a hacer una de mis maravillosas tortillas de patata.

Esas que tanto nos gustan a todos, incluido a Flyn.

El hecho de que me haya pedido disculpas me ha causado tanta impresión que quiero hacer algo que pueda gustarle a él y, sin duda, eso le va a gustar.

Durante un buen rato, me afano.

Hago una ensalada de tomates frescos con daditos de mozzarella, dos exquisitas tortillas que huelen a gloria y abro uno de los paquetitos de jamón de Jabugo que mi papá nos envía cada mes. Sabe que adoro ese jamón y, como su niña que soy, aun en la distancia me sigue dando el capricho.

Una vez coloco el jamón sobre un platito, y lo pongo en la mesa junto a la ensalada de tomate y las tortillas, me encamino de nuevo hacia el despacho. Pego la oreja a la puerta y compruebo que siguen ahí. Después, abro con la mejor de mis sonrisas y Santana y Flyn dejan de hablar y me miran como si no tuviera que estar ahí, por lo que pregunto:

—¿Qué pasa? ¿No puedo entrar?

Flyn dirige la vista hacia otro lado y Santana responde:

—Claro que puedes entrar, cariño.

Su contestación me gusta, me tranquiliza y me demuestra que mi esposa quiere que siga participando de esas reuniones. Sentándome en una silla, me dedico a escuchar lo que Santana habla con Flyn y, cuando finalmente acaba, mi amor me pregunta:

—Britt, ¿quieres añadir algo?

Por mi cabeza pasan mil cosas que añadir pero, como necesito que haya paz, en especial por Santana, que no gana para disgustos, y después de la disculpa que ese día he recibido de Flyn, niego con la cabeza y, levantándome, musito:

—No.

Al oír eso, el chico me mira.

Veo que lo sorprende que no le chivatee a su mamá su última fechoría, que me ha vaciado las tripas. Y, deseosa de ver a Santana feliz, digo:

—Vengan conmigo a la cocina, he preparado algo muy rico de cena.

Santana sonríe al percibir mi alegría.

—Pero ¿no ha dicho Emma que había dejado pastel de carne?

Asiento pero, sin querer revelarles mi sorpresa, insisto:

—Venga. Vayamos a la cocina y luego me dices si prefieres el pastel o lo que yo he preparado.

Santana y Flyn caminan delante de mí y, cuando entramos en la cocina, mi amor dice encantada:

—Tortilla de patata, tomates con mozzarella y jamón de ese tan rico que envía tu papá. ¿Qué celebramos?

De pronto, suena su móvil. Lo saca del bolsillo de su pantalón y, al mirarlo, indica levantando la mano:

—Dadme un segundo. Enseguida regreso.

Una vez ella sale de la cocina, el silencio se apodera del lugar. Flyn camina hacia la nevera, la abre y coge una coca-cola. Cuando regresa a la mesa, lo miro y digo:

—Yo también quiero una.

Sin gesticular en exceso pero haciéndome saber que lo joroba mi comentario, deja su bebida sobre la mesa, abre la nevera, coge otra lata y, dejándola ante mí, dice:

—Aquí la tienes.

Una vez se sienta, abre su lata y da un trago. Con su misma chulería, cojo la mía y, al abrirla, la coca-cola sale a presión y me salpica la cara, la camiseta, el pelo y todo a mi alrededor.

—¡Joder! —protesto.

Flyn suelta una risotada, y yo, furiosa al oírlo, meto la mano en la ensalada de tomates y, ni corta ni perezosa, se la extiendo con toda mi mala leche por la cara.

Al jodido crío se le corta la risa al instante.

—¿Por qué lo has hecho? —gruñe.

Empapada de coca-cola, lo miro.

—Donde las dan, las toman. O, mejor dicho, el que ríe el último ríe dos veces, Jackie Chan.

Enfadado, se levanta.

De pronto la puerta se abre, y Santana, al ver nuestras pintas, exclama sorprendida:

—Pero ¿qué les ha pasado?

Con una servilleta, termino de secarme la cara y el pelo y respondo:

—Pregúntaselo a él.

—¿A mí? ¿Por qué a mí, si yo no he hecho nada? —protesta el crío.

—Sí, claro—me mofo—Y por eso la coca-cola que ¡tú! me has traído de la nevera me ha explotado en la cara al abrirla, ¿verdad?

Santana nos mira..., nos mira, y Flyn insiste:

—Mamá, te juro que yo sólo he sacado la coca-cola de la nevera y la he dejado sobre la mesa. Lo que ella da a entender es mentira. ¡Te lo juro!

—¿Se lo juras como a mí me juraste en otro momento otras cosas?—le reprocho yo.

—No estoy hablando contigo, estoy hablando con mi mamá—sisea él enfadado.

—¿Hablas con tu mamá?—digo levantando la voz—¿Y yo qué soy?, ¿un mueble?

El niño no contesta, y prosigo:

—Porque, que yo recuerde, hasta hace poco yo también era tu mamá y tu segundo apellido es ¡Pierce! ¿Me puedes decir qué he hecho para que ya no me quieras?

—Yo no he dicho que no te quiera —vuelve a sisear el muchacho.

Su respuesta me sorprende.

¡Ay, que me quiere!

Pero, calentita que estoy, digo:

—Bueno entonces hablamos idiomas muy diferentes, Flyn, porque el que ya no me llames «mamá» y que continuamente me estés haciendo putaditas para sacarme de quicio da mucho que pensar, ¿no te parece?

—Britt, ¡basta ya!—grita Santana.

Oír eso me enerva.

¿Por qué nunca se pone en mi lugar?

¿Por qué?

Y, cuando Flyn se da la vuelta y sale de la cocina enfadado, añade:

—Muy bien, Britt. Cada día lo haces mejor.

Dicho esto, ella también sale de la cocina. A continuación, me siento en la silla, miro el estropicio que hay a mi alrededor, con los tomates y la coca-cola, y murmuro enfadada con el mundo:

—Y tú también, Santana. Tú también lo haces mejor cada día.


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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Lun Dic 14, 2015 10:46 pm

hola morra,..

me puse a día de nuevo,.. (problemas técnicos)
se me hace y están llevando al limite a britt y rachel!!
lo bueno es que las están mandando a la mierda a todos jajaj

nos vemos!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Dic 14, 2015 11:53 pm

3:) escribió:hola morra,..

me puse a día de nuevo,.. (problemas técnicos)
se me hace y están llevando al limite a britt y rachel!!
lo bueno es que las están mandando a la mierda a todos jajaj

nos vemos!!!



Hola lu, jajaj si estas un poco perdida la vrdd jajaajajajajaj. UFff si vrdd¿? esperemos y no saquen lo peor de ellas =/ Jajajajajajajaajaj algo tienen que hacer al menos, no¿? jajajaja. Saludos =D


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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Dic 14, 2015 11:55 pm

hola me podrias decir por caridad que hay una leccion muy buena, lenta y efectiva para santana y Flynn. la esperare con toda la paciencia que tengo pero dame ese gusto que pasara.
marthagr81@yahoo.es
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Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 49

Mensaje por 23l1 Lun Dic 14, 2015 11:56 pm

Capitulo 49

El lunes, Santana se va antes que yo a la oficina.

Ha recibido una llamada de no sé quién y se marcha rápidamente. Yo ni le pregunto.

Tras la semanita incómoda que hemos pasado, prefiero que se vaya sin mí. Por ello, cojo mi coche y con tranquilidad conduzco hasta López Inc.

Entro en mi despacho y me encuentro una planta. Al verla pienso que, si es de mi esposa, subiré a su despacho y se la estamparé en la cabeza. La muy cabrita no me ha dirigido casi la palabra desde ayer y, como se le haya ocurrido enviarme eso, me va a cabrear todavía más.

Durante un buen rato omito la tarjetita que veo en un lateral, pero cuando ya no puedo más, la cojo y leo:



Espero que todo se haya solucionado. Seguro que a Santana y a Flyn ya se les ha pasado el enfado.
Con cariño,
Ginebra y Félix




¡¿Ginebra y Félix?!

¿Cómo que Ginebra y Félix?

¿Por qué saben ellos que Flyn y Santana han discutido conmigo?

A cada instante más enfadada, cojo la notita y me dirijo al ascensor.

Santana me va a oír.

Con paso firme y seguro, llego hasta su planta y, antes de que su secretaria me vea, abro la puerta del despacho y me quedo paralizada al ver junto a Santana a las personas que me han enviado la maceta.

—Aquí está—aplaude Ginebra—Iba a bajar yo ahora mismo a verte. Quería saber cómo estabas y si te ha llegado nuestra plantita.

Me cago en su padre, en su madre y, como diría mi padre, ¡en tós sus muertos!

El gesto de Santana me indica que, además de mi lengua, contenga lo que pienso y, fabricando rápidamente una sonrisa, respondo:

—Muchísimas gracias por la planta. Ha sido todo un detalle.

Félix sonríe y acercándose a mí, murmura mientras yo toco mi dedo sin anillo:

—Me alegra que te gustara el detalle. Se le ocurrió a Ginebra, después de que Santana nos contara en el desayuno que hablan tenido un fin de semana movidito.

Esa información sobre nuestros días moviditos..., ¿por qué tienen que saber nada ellos?

Pero, intentando no dejar mal a mi estúpida esposa, cuando lo que se merece es que la pisotee, respondo:

—¡Un detalle precioso!

Estoy parada ahí en medio, sin saber qué hacer, y entonces mi encantadora esposa pregunta:

—¿Querías algo, Britt?

La miro.

Claro que quería algo, pero ahora quiero arrancarle los ojos y, reaccionando rápidamente a su pregunta, digo:

—No. Era sólo para saber que habías llegado bien.

Sabe perfectamente que es mentira lo que digo.

—Bueno, entonces en vista de que estás estupendamente, me voy a trabajar—añado, y mirando a aquellos dos, digo—Ha sido un placer volver a verlos, y gracias por la planta.

Sin decir nada más, doy media vuelta y camino hacia la puerta. Una vez salgo del despacho, como si flotara en una burbujita, voy hacia el ascensor pero alguien me coge del codo y, al volverme para mirar, me encuentro con Santana.

—Britt...

—Te odio—susurro sin que nadie nos oiga.

Santana sabe muy bien por qué lo digo y, cogiéndome de la mano, tira de mí con elegancia y me lleva hasta una sala pequeña. Una vez cierra la puerta, dice:

—Escucha, cariño. Fue un simple comentario. No he dicho que...

—Me da igual—insisto furiosa—Les has contado que habíamos discutido y, además, no me dijiste que tenías que desayunar con ellos; ¿por qué?

Mi pregunta la incomoda, se lo veo en la mirada, pero responde:

—Porque no era importante, Britt. Por eso no te lo comenté.

No le creo.

Por primera vez en mucho tiempo, no creo lo que me cuenta, y siseo pensando en las advertencias de Hanna:

—¿Qué hacen ellos dos en tu despacho?

Santana no dice nada.

Da un paso al frente para acercarse a mí, pero yo, que no estoy dispuesta a caer en su influjo, doy uno atrás al ver que no va a contestar a mi pregunta.

—He de regresar—digo—Tengo mucho trabajo.

Y, sin más, camino hacia la puerta y me voy.

Santana no viene detrás de mí.




Tras una mañana caótica donde la ley de Murphy juega en mi contra y me pregunto aquello de «¿Qué más puede salir mal hoy?», al abandonar López Inc., siento un gran alivio cuando suena mi teléfono.

Es Kitty, mi cuñada.

Quiere que nos veamos y quedo con ella.

Estar con Kitty siempre es un soplo de aire fresco.

Parece mentira que sea hermana de Santana. Ella es todo positividad, y ella es todo lo contrario.




Hablamos de su embarazo, de lo feliz que es su vida ahora, hasta que, mirándome con esa cara que tanto me hace reír, dice:

—Por Dios..., por Diossss, ¡me meo otra vez!

Suelto una carcajada al ver cómo se va corriendo al baño. Aún recuerdo cuando yo estaba embarazada lo meona que me volví, y riendo estoy por eso cuando oigo:

—No me digas que hoy también me veré obligado a detenerte...

Al darme la vuelta, veo que es Olaf.

—Señor agente, deténgame por pedir doble ración de frankfurt—respondo.

Él sonríe, se acomoda a mi lado y, tras pedir una cerveza al camarero, dice:

—Oye, siento mucho lo de tu anillo y lo de Flyn.

Oh..., oh..., creo que me voy a enterar de algo que no sé y, sin cambiar el gesto para que Olaf no se percate de que no sé nada, murmuro:

—Ya ves..., cosas de muchachos. ¡Vaya ocurrencias!

Olaf asiente.

El camarero le sirve la cerveza, él da un trago y, cuando estoy loca porque diga algo más o me va a dar un infarto, añade:

—Cuando Santana me contó lo ocurrido, rápidamente envié la foto de tu anillo a las distintas casas de empeños de Múnich y, en cuanto me enviaron la confirmación de que estaba en una de ellas, sólo tuve que ver la cinta grabada del local para comprobar que había sido Flyn quien lo había llevado, aunque la venta la firmó un amigote suyo mayor de edad.

Ay, madre...

Ay, madre...

¿Flyn me robó el anillo y lo llevó a una casa de empeños?

Uf..., uf...

¡Qué calor me entra!

¡Qué fatiguita!

Asiento como si fuera medio tonta, y finalmente consigo murmurar:

—Por suerte, hemos podido recuperarlo.

—Sí—afirma Olaf—Pero no veas qué disgusto se llevó Santana cuando vio la grabación.

Como si yo estuviera al día de todo, asiento de nuevo como una idiota, y de pronto le suena el móvil y tras contestar, él se vuelve, yo miro y, al ver a dos chicas sonriéndole, dice dejando unas monedas sobre la mesa:

—Te dejo. Mi doble cita ha llegado. Saludos a Santana.

Sonrío tratando de disimular, y luego me cago en el puñetero Jackie Chan López y en mi esposa.

¡Serán mentirosos!




Tras pasar un rato con Kitty y no contarle lo que he descubierto, me voy directamente a casa.

¡Vaya día de disgustos que llevo!



Ahí, intento olvidar la desagradable noticia que Olaf me ha dado y paso una estupenda tarde con mis pequeñines en la piscina, hasta que Flyn entra y pregunta mirándome:

—¿Puede venir un amigo a casa?

Por mí, desde luego que no. Su comportamiento es para que esté castigado hasta que cumpla cien años.

—Llama a tu mamá y pregúntaselo a ella—respondo muy seria.

—Ya la he llamado y me ha dicho que lo que digas tú.

Joder..., joder..., joder...

Cómo me joroba cuando Santana hace eso.

Pero ¿no se está ocupando ella de su puñetero hijo?

No obstante, como no tengo ganas de grescas o, como salga de la piscina le arranco la cabeza por lo furiosa que estoy con él, respondo:

—Haz lo que quieras. Al fin y al cabo, es lo que siempre haces.




Esa noche, cuando Santana llega a casa, no digo nada. Me callo en referencia a lo que sé del anillo y espero a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

Mi esposa no dice ni mu.





Al día siguiente, tras un lioso día de trabajo y después de pasar de nuevo la tarde con los niños, cuando Jane se los lleva a la cama, me voy a dar un paseo con Susto y Calamar.

A mis bichillos les encantan esos paseos.


En cuanto regreso, Calamar se tumba agotado en el garaje, pero Susto, que nunca quiere separarse de mí, me sigue y entra conmigo en la casa. Divertida, continúo jugando con él cuando, al ir a la cocina, observo que Emma está pelando unas patatas para hacer una ensalada alemana.

Veo los ingredientes que le va a echar sobre la mesa: salchichas de Frankfurt, pepinillos, cebolleta, mayonesa, perejil, sal y mostaza antigua de Dijon y, sabiendo lo buena que le va a salir, murmuro:

—¡Qué ganitas de comerla, Emma!

La mujer sonríe y menea la cabeza.

Sin duda le estoy enseñando muchas cosas de España, y una de ellas es que a los españoles ¡nos encanta comer!

Sonriendo, camino hacia el frigorífico, lo abro, cojo una lata de coca-cola y, cuando la voy a abrir, la mujer me dice:

—¡Cuidado!

Al oírla, me paro, la miro y pregunto:

—¿Cuidado por qué?

Quitándome la lata de las manos, Emma le pone un trapo por encima para abrirla y dice:

—El otro día, cuando regresamos del supermercado, a Will se le cayeron algunas latas al suelo antes de meterlas en la nevera, y no quiero que al abrirla te explote en la cara.

¡Joderrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!

¡Joderrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!

¡Y joderrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!

De pronto comprendo que acusé sin fundamento a Flyn.

De pronto me siento la peor bruja del mundo mundial.

De pronto comprendo que la cagué, cuando él no había hecho nada.

Acalorada y llena de remordimientos por el berenjenal que le monté al crío, cojo la coca-cola que Emma me ofrece ya abierta. Sin embargo, ya no paro de mirar el reloj hasta que llega Flyn.

Necesito decirle que me equivoqué.

Soy así de idiota con él, aunque no se lo merece.

Mirando estoy angustiada por la terraza del salón cuando veo que el chico entra por la cancela.

Decido olvidar lo del anillo. Eso lo resolveremos en otro instante, pero soy consciente de que tengo que pedirle disculpas por la que le lie.

Sin dudarlo, me pongo un abrigo y voy en su busca. Calamar y Susto ya están con el muchacho, y éste, cuando me ve, me mira con mala cara. Antes de que él diga nada, me adelanto:

—Perdona, Flyn. Perdona por haberte acusado por lo de la coca-cola. Emma me ha comentado que a Will se le cayeron algunas antes de meterlas en la nevera y...

—Te dije que no había sido yo —responde con gesto serio, sin mirarme.

Asiento.

Tiene razón, e insisto con todo el cariño que puedo:

—Lo sé, cielo, lo sé, y por eso te pido perdón. Puedo estar molesta o enfadada contigo por otras cosas, pero no debo estarlo por ésta y necesitaba que lo supieras y que me perdonaras.

Sus ojos se clavan en los míos y siento unas ganas terribles de abrazarlo. Me abalanzaría sobre él y lo besuquearía, pero sé que no debo.

No puedo: él no quiere.

Así que, simplemente me limito a escucharlo cuando dice:

—Me alegra saber que sabes que no fui yo.

Dicho esto, se da la vuelta.

Lo miro desconsolada y, cuando creo que no me va a volver a hablar, suelta la mochila y, mirándome, sisea:

—¿Por qué? ¿Por qué tuviste que hablar con Elke?

Lo miro alucinada.

¿A qué viene ahora eso si yo hablé con ella sólo una vez hace tiempo?

—¿Por qué tuviste que meterte en mi vida?

—¿De qué hablas? —consigo murmurar.

Flyn se mueve nervioso. Mira a los lados y, acercándose a mí, sisea:

—Britt, no te hagas la tonta. Sabes muy bien de lo que hablo.

Noqueada por lo que dice, lo cojo del codo.

—Pero ¿de qué hablas? Si te refieres al día que la encontré a la salida del instituto besándose con otro chico, sólo le dije que tú eras un buen chico y que no sabía a qué estaba jugando ella. Flyn, soy tu mamá y...

Él aprieta los dientes.

Su mandíbula se contrae y, acercando el rostro al mío, me interrumpe:

—Tú no eres mi mamá. Mi mamá biológica murió cuando yo era pequeño. Tú sólo eres la mujer de mi mamá Santan y, en todo caso, mi madrastra; ¡entérate de una vez!

Ay, Dios...

¡El corazón se me va a salir del pecho!

¿Qué le he hecho yo para que esté tan agresivo conmigo?

Sin querer continuar, y con gesto furioso, Flyn me mira y, señalándome con el dedo, musita:

—Por tu culpa, Elke me dejó. ¿En qué más me vas a jorobar? Porque, si sigues jorobándome, prepárate, porque yo pienso hacer lo mismo.

Parpadeo.

Me duele en el alma que no me considere su mamá con lo que yo lo quiero pero, una vez asumo todo eso, lo miro y murmuro:

—De acuerdo, Flyn. No soy tu mamá. Pero ¿me estás diciendo que estás enfadado conmigo porque Elke no quiere estar contigo?

Él no responde.

Entonces, el corazón se me encoge y pregunto:

—¿Por eso estás haciendo que Santana y yo discutamos tanto?

Sin responderme, coge la mochila del suelo, da media vuelta y se va, dejándome sin saber qué pensar.




Horas después, cuando veo llegar el coche de Santana, la espero en el garaje y, en cuanto baja del vehículo, voy a su encuentro.

Nada más verme, ella anuncia con una esplendorosa noticia:

—Mira lo que te traigo.

Con curiosidad, observo su mano y, al ver mi anillo, lo cojo y pregunto haciéndome la tonta:

—¿Dónde estaba?

Santana sonríe, me guiña un ojo y dice:

—Lo encontré en el maletero del coche cuando fui a meter unos papeles.

La miro boquiabierta.

¿En el maletero del coche?

Pero ¿ésta se cree que me he caído de un guindo?

Y, antes de que yo diga nada, añade:

—Quizá se te cayó ahí y no te diste cuenta.

Asiento.

Mejor cierro el piquito, que no quiero liarla más. Aun así, no comprendo por qué me está mintiendo en algo tan importante como eso.

Sin duda, las dos somos unas grandes pringadas con el crío, lo estamos haciendo muy mal con él, y él nos está toreando como quiere.

Cuento hasta diez.

Después, hasta veinte.

He de dejar ese tema para otro momento. Y, poniéndome el anillo en el dedo, le cuento a Santana todo lo que realmente ocurrió con la coca-cola y por qué creo que Flyn me tiene tanto odio. Omito lo que me ha dicho en referencia a ser o no ser su mamá.

Eso le dolería a Santana.

El gesto de mi esposa se contrae al oír mis palabras y, cuando acabo, pregunta:

—¿Flyn está así contigo porque Elke lo dejó?

—Eso me ha dado a entender —murmuro fastidiada.

Mi morena maldice, se mueve por el garaje como un león furioso y, clavando su oscura mirada en mí, sisea:

—Britt, ¿por qué nunca me hablaste de ese encuentro con esa muchacha?

¡La madre que la parió!

Ella me está mintiendo en referencia al anillo y tiene la poca vergüenza de decirme que no le he contado aquello.

Si no se lo comenté en su momento fue por no echar más leña al fuego y, acercándome a ella con toda la mala leche del mundo, siseo:

—Oye, Santana, dejando de lado que no te conté que pillé a la amiguita de Flyn dándose el lote con otro y le dije cuatro palabras, creo que debemos hablar con él.

Desconcertada, me mira.

Llegar a casa y recibirla con problemas no debe de resultarle agradable, pero dispuesta a solucionar de una santa vez aquello que martiriza a Flyn, le tiendo la mano y digo:

—Vamos.

Santana coge mi mano, la aprieta y, de un tirón, me acerca a ella para besarme. Una vez lo ha hecho, me mira y con seguridad asiente:

—Vamos.

Cogidas de la mano, subimos hasta la habitación de Flyn.

Santana llama a la puerta antes de entrar y, cuando oímos la voz del crío, entramos. Como siempre, está ante el ordenador y, al vernos, cierra la ventana del chat por la que hablaba con alguien; no he sido capaz de ver con quién.

Santana comienza a hablar..., habla y habla.

Comenta todo lo que yo le he contado, y Flyn responde a la defensiva.

¡Faltaría más!

Un buen rato después, cuando veo que Santana ya está perdiendo su poca paciencia, sentencia:

—Flyn, quizá tu mamá Britt no debería haberle dicho nada a esa chica, pero te aseguro que, si yo la hubiera visto, habría reaccionado como ella.

—Tú eres más discreta que ella.

—Vaya, ¡gracias Flyn!—exclamo dolida por su falta de tacto, mientras compruebo una vez más que, delante de Santana, no dice que no soy su mamá sino su madrastra.

El crío no responde.

Santana me mira con cara de «¡Cállate!» y yo decido hacerle caso.

Entonces Flyn dice:

—Mamá, yo...

—No, mamá, no—lo corta Santana furiosa—Estoy cabreada, ¡muy cabreada contigo! Y ahora sólo te voy a pedir una cosa. Dame un poco de tranquilidad y comienza a comportarte como el muchacho al que he criado y he dado una educación porque, si no lo haces, te juro, Flyn, que lo lamentarás e irás derecho a un colegio militar.

El chaval no abre la boca.

Lo del colegio militar son palabras mayores, y Santana prosigue mientras yo me mantengo calladita todo el rato:

—De todas formas, tú y yo tenemos una conversación pendiente en lo referente a Britt. Estoy harta de muchas cosas, y creo que ya no te voy a pasar ni una más.

Flyn no dice nada, de pronto veo que se fija en que llevo el anillo puesto y, con disimulo, deja de mirar.

Sin añadir nada más, Santana coge mi mano y salimos de la habitación. Nos dirigimos hacia la nuestra y, cuando cierra la puerta, me suelta y se mete directamente en el baño.

No la sigo, sino que le doy unos minutos. Entiendo que llegar a casa y que yo le vaya con la serenata de contrariedades todos los días es agobiante.

Flyn y sus problemas nos están matando como pareja.

Dispuesta a hacerle olvidar, me acerco al equipo de música que tengo en la habitación, busco un CD y, cuando comienza a sonar nuestra canción, me planto frente al baño.

Al cabo de pocos segundos, cuando Santana sale, con la mejor de mis sonrisas paseo las manos por sus hombros y murmuro:

—Ahora te vas a relajar.

Como siempre decía mi mamá, la música amansa a las fieras y, dispuesta a amansar a la fiera morena que tengo ante mí, sonrío. Pero entonces, ella, sin importarle mis sentimientos, quita mis manos de sus hombros, mientras suena aquello de «Te regalo mi amor, te regalo mi vida», y dice:

—Sé que hago mil cosas mal, Brittany, que meto mucho la pata contigo, pero, por favor, déjame respirar, dame espacio porque me están volviendo loca entre los dos.

¡Anda, mi madre!

¿A que la mando a la mierda por gilipollas?

Oír eso me duele, me rompe el corazón y, alejándome de ella, apago la música y murmuro sin ganas de discutir:

—De acuerdo, Santana, te daré espacio.

Sin un ápice de humanidad, el amor de mi vida abre la puerta y sale de la habitación.

No la sigo.

No se lo merece.

Me tumbo en la cama, apago la luz y me paso horas mirando al techo mientras toco mi anillo recuperado.



Entrada la madrugada, la puerta se abre, Santana entra, se desnuda, se tumba a mi lado y se queda dormida.

Sin duda, he recuperado mi anillo, pero estoy perdiendo a mi amor.


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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Lun Dic 14, 2015 11:57 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:hola  me podrias decir por caridad que hay una  leccion muy buena, lenta y efectiva para  santana y Flynn. la esperare con toda la paciencia que tengo pero dame ese gusto  que pasara.



Hola, justo acabo de subir otro cap jajajaajj xD Jajajajajajaja mmm algo viene, pero nose si es de tu agrado ajajajajajaj. Jajajajjaja de que viene viene... pero no aun... y repito nose si te gustara jajajaaj. Saludos =D


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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Dic 15, 2015 12:15 am

DIOS POR FAVOR QUE HAYA ALGO BUENO MAS ADELANTE, esto no puede seguir pasando la humillacion es demasiado, ya britt tiene la puerta abierta cuando santana le dijo que le diera espacion. creo que la feria de jerez es buena excusa para que britt se marche con sus hijo. HAZ ALGO POR FAVOR
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Dic 15, 2015 12:16 am

podrias decir por caridad que hay una leccion muy buena, lenta y efectiva para santana y Flynn. la esperare con toda la paciencia que tengo pero dame ese gusto que pasara. QUIERO SABER ESTO, ES JUSTO Y NECESARIO
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por monica.santander Mar Dic 15, 2015 1:15 am

Me gustaria que Britt tome a sus pequeños, a los perros y se fura por un tiempo!!! y ver que hace San!!
Saludos
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

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