Gleek Latino
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Primer15
Image hosted by servimg.com

Image hosted by servimg.com
Image hosted by servimg.com
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Coment10
Últimos temas
» Ayudenme a encontrarlos
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyLun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T

» Busco fanfic brittana
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyLun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66

» Busco fanfic
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptySáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken

» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyJue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604

» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28

» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyDom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28

» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyVie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604

» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyLun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es

» Que pasó con Naya?
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMiér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es

» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyJue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es

» No abandonen
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMiér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303

» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyVie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303

» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyLun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli

» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyDom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic

» brittana. amor y hierro capitulo 10
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMiér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic

» holaaa,he vuelto
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyJue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMiér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyMiér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 EmptyLun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1

FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Encues10
Sondeo

Musical Favorito Glee 5x15 Bash

FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba1011%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba10 11% [ 4 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba1019%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba10 19% [ 7 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba1011%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba10 11% [ 4 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba1024%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba10 24% [ 9 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba1027%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba10 27% [ 10 ]
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba108%FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Topeba10 8% [ 3 ]

Votos Totales : 37

Image hosted by servimg.com
FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo - Página 4 Gleeka10
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios

Disclaimer
Image hosted by servimg.com
·Nombre: Gleek Latino
·Creación: 13 Nov 2009
·Host: Foroactivo
·Versión: GS5
Glee
Image hosted by servimg.com
Publicidad

FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

+7
3:)
Lizz_sanny
micky morales
23l1
Lucy LP
Daniela Gutierrez
Susii
11 participantes

Página 4 de 10. Precedente  1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10  Siguiente

Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 26

Mensaje por 23l1 Lun Dic 07, 2015 7:14 pm

Capitulo 26


A la mañana siguiente, todos saben lo ocurrido.

Todos menos los padres de Artie; ya se encarga Noah de que Alison no abra la boca.

Mi hermana está enfadada y, por lo que veo, con su marido también.

Pobre, ¡la que le ha caído!

Rachel y Sugar intentan hablar con ella, pero la cabezota de Alison se ha cerrado en banda, sólo ve en nosotros a unos degenerados y, cuando pasa por nuestro lado, en especial por el mío, me lo dice a pesar de los gruñidos de Noah.

—Joder con tu hermana—protesta Rachel.

Luego me lleva hasta la terraza, donde nos sentamos a tomar el sol, y añade para quitarle hierro:

—Bueno, la verdad es que si mi hermana Scarlett se enterara de cómo es mi vida sexual, seguro que reaccionaría como ella.

Sugar se nos acerca con unas copas y se sienta con nosotras.

—Deben comprenderlas—dice—No todo el mundo entiende este tipo de prácticas sexuales.

—Lo sé—afirmo viendo a Santana sonreír a la pequeña Susan—, E intento ponerme en su lugar, porque ella es muy tradicional.

—Bueno..., bueno...—dice Rachel riendo—No te fíes de las tradicionales, que ésas luego son las peores y las más viciosillas.

Las tres reímos, y luego yo añado:

—No, en serio, Ali siempre ha sido muy tradicional en temas de sexo. Con su anterior marido, sé que hizo el misionero y poco más, pero con Noah estoy segura de que se ha espabilado, y más que se espabilará tras enterarse que él también participó en orgías en otra época.

De nuevo reímos.

Qué brujas somos las mujeres cuando nos juntamos.

—Britt—dice Sugar entonces—Ya sé que no te va el sado, pero ¿no te gustó cómo anoche te ató Santana las manos a la espalda y...?

—No me disgustó, pero prefiero tener las manos sueltas—respondo.

—Pero ¿no te excitó? —insiste.

Si lo pienso, claro que me excitó.

—En ocasiones—digo bajando la voz al ver a Sami correr por nuestro lado—San y yo nos atamos a nuestra cama y...

—Pero no es lo mismo, Britt—vuelve a la carga Sugar—Ayer te ató en un juego de varios y pude ver en su cara que disfrutaba con ello.

Eso me sorprende.

Sin lugar a dudas, le vio la cara cuando estaba detrás de mí.

—Que no—repito—Que el sado no me va. Que no me gusta sufrir.

—Yo no sufro..., al revés, disfruto—dice Sugar riendo.

Rachel da un trago a su bebida y, después de que Jane nos indica que se lleva a los niños a la sala de juegos, murmura:

—A mí tampoco me va.

—Pero ¿lo has probado? —pregunta Sugar.

Rachel asiente y, bajando la voz, cuchichea:

—Lo probé hace años con un tipo. Pero un día, tras pasarme un buen rato atada y suspendida en el aire, decidí que no era lo mío. Aunque, bueno, reconozco que cuando he estado en la cruz sujeta sí me ha excitado y lo he pasado bien.

—¿Te excita la cruz? —pregunto.

—Sí, y a Quinn también—dice sonriendo con picardía—Creo que deberías probarlo. Estoy segura de que te gustaría.

—¡Ni loca!—resoplo—Si accedo a eso, sin duda accederé a más cosas, y repito: ¡paso del sado!

Rachel y Sugar sonríen. Ambas lo han probado. Esta última cuchichea:

—Pruébalo con Santana. Hace tiempo, Artie me contó que los tres estuvieron en alguna fiestecita BDSM. Y, por lo que sé, se lo pasaron muy bien.

Rachel y yo nos miramos.

Primera noticia.

—¿Y cuándo dices que han estado en esas fiestecitas?—pregunta Rachel cambiando el tono de voz.

Al ver su reacción, Sugar se apresura a responder:

—No..., no..., no es actual. Él me contó que fue hace años.

En ese momento aparece Artie y, posicionándose junto a su mujer, pregunta:

—¿De qué hablan tres preciosas mujeres bajo el sol?

—De sado —responde Sugar.

Artie sonríe.

—Mi vida linda, viciosa y hermosa—murmura—Son las doce de la mañana, la casa está llena de gente y mis viejos están en el salón con nuestros bebitos. Pero, si no estuvieran, ahorita mismo te desnudaría, te ataría sobre la banqueta y jugaría un buen ratito contigo como nos gusta.

Sugar sonríe, se acerca a la silla de ruedas de su marido y lo besa.

—Ni los tacos están tan sabrosos como mi dueña —murmura Artie.

Rachel y yo nos miramos y sonreímos.

Los recién estrenados papis están como atontados. Cuando el beso acaba, Artie me mira y señala:

—Tu hermana está totalmente norteada. Si seguimos su plan, vamos a entrar en broncas. Ni te cuento, lo ha soltado todo por su boquita cuando me ha visto esta mañanita.

Asiento.

Me imagino a mi hermana, mientras pienso qué puedo decirle o hacer para que respete lo que yo hago. Al fin y al cabo, se trata de respetar. Yo respeto lo que a ella le gusta, y ella debería respetar lo que a mí me gusta pero, claro, ¡hazle entender eso a mi dramática hermana!

En ese instante salen a la terraza Quinn y Santana muy serias.

—¿Qué ocurre? —pregunto.

—Creo que hay un coreano alemán que se la está jugando—dice Quinn.

Al oír eso, rápidamente miro a Santana.

—¿Qué ha hecho?

Santana se sienta a mi lado y suspira:

—Mi mamá no me lo ha dicho. Pero, cuando regresemos, me temo que tendremos que hablar con cierto adolescente conflictivo.

Resoplo.

No quiero ni pensar qué habrá hecho ahora e, intentando relajar a mi amor, apoyo la cabeza sobre su hombro y murmuro para hacerlo reír:

—Tú y yo solas en una isla desierta seríamos tremendamente felices, ¿verdad?

Mi amor sonríe y, acercando la boca a la mía, murmura:

—Contigo, en cualquier lugar.





Esa noche, en la intimidad de nuestra habitación, Santana me sorprende cuando me pide que me ponga el collar de cuero. Lo hago gustosa y, tras decirme que confíe en ella, me ata a la cabecera de la cama y comienza a darme órdenes que yo acepto encantada mientras me hace el amor con exigencia.


Una vez acabamos nos reímos y, cuando me desata, pregunto mientras estamos tumbadas sobre la cama:

—¿A ti te gustaría jugar conmigo atada a una cruz?

Mi amor me mira y sonríe.

—Nunca haré nada que a ti te desagrade.

Vale.

Su respuesta me gusta, pero insisto.

—Pero ¿te gustaría?

De nuevo su mirada me traspasa.

¡Dios, cómo me pone esa mirada!

Sé que duda su respuesta.

Sabe lo que pienso de esas cosas, pero finalmente susurra:

—Claro que me gustaría.

De pronto se levanta y, tendiéndome la mano, dice:

—Ven.

Me levanto.

Me pasa una bata que me anudo a la cintura y, tras ponerse ella otra, me coge de la mano y salimos de la habitación. Veo que me lleva a la habitación del placer. Santana pone la luz roja y cierra la puerta.

Con curiosidad, observo los artilugios que Artie tiene ahí. Sin duda, a él y a Sugar les gustan cosas que ni a mí ni a Santana nos van.

—¿Te fías de mí? —pregunta mi amor mirándome a los ojos.

Me entra la risa.

Claro que me fío de ella.

Entonces, me besa, desata el lazo de mi bata, ésta cae al suelo y yo quedo totalmente desnuda.

Excitada, me agarro a Santana y disfruto de un increíble beso, hasta que ella me separa, me coge la mano y me lleva ante la cruz acolchada.

Yo la miro.

Santana me mira a mí y dice:

—En la cruz se pueden jugar a muchas cosas. No sólo a lo que tú crees.

Acto seguido, me da la vuelta, me pone de espaldas a ella, sube mis manos hacia arriba y, con unas cintas que cuelgan de la cruz, comienza a atármelas.

—San...

Mi amor me apacigua paseando la boca por mi cuello, lo chupa y murmura:

—Tranquila, Britt-Britt..., tranquila.

Cuando termina de atarme las manos, se agacha y me hace separar las piernas. Con una cinta, sujeta uno de mis tobillos y luego el otro. Una vez me tiene totalmente inmovilizada en la cruz, miro hacia atrás.

Con Santana nunca tengo miedo de nada.

Entonces observo cómo se desabrocha la bata y ésta cae al suelo y ella queda tan desnudo como yo.

La luz roja, yo atada y verla detrás de mí me intimida.

Me pone la carne de gallina, pero no digo nada. Santana nunca me haría daño.

Acto seguido, la oigo moverse y, de pronto, una música estridente que no identifico comienza a sonar. Entonces, veo que Santana coge un azotador con flecos rojos y, pasándolo por mi cuerpo, murmura:

—Cierra los ojos, Britt-Britt.

—San...

Intento moverme.

La sensación de estar inmovilizada me agobia, pero ella insiste.

—Ciérralos y confía en mí.

Hago lo que me pide.

Confío en ella.

De pronto siento cómo comienza a pasear el azotador por todo mi cuerpo. Es suave, increíblemente suave y, cuando me estoy acostumbrando a su suavidad, un picor en las nalgas me hace abrir los ojos y oigo que Santana pregunta:

—¿Duele?

—No.

Mi amor sonríe y ahora siento el picor en la otra nalga.

Durante un rato, Santana me azota con cuidado las nalgas, los muslos, las pantorrillas y las costillas. El picor es gustoso y, cuando noto que el cuerpo entero me arde, ella suelta el látigo, posa sus dedos en la entrada de mi vagina y me penetra.

Grito.

No puedo moverme.

Atada como estoy de pies y manos, me tiene totalmente dominada. Santana, mi morena sexy, aprieta los dedos en mi interior y murmura:

—La cruz te inmoviliza, y te tengo totalmente a mi merced. ¿Lo notas?

Asiento..., no puedo hablar.

Apoya la mano libre en mi cintura y la masajea mientras con la otra me sigue penetrando con lentitud.

Después, su mano va hasta mi vientre, bajan..., bajan y bajan y, cuando su dedo se coloca sobre mi clítoris y lo acaricia, Santana susurra en mi oído:

—No me va el sado y lo sabes, pero ahora mismo me encantaría que delante de ti hubiera alguien chupando lo que toco mientras te follo. Imagínalo. Imagínalo, Britt-Britt, y disfruta.

Extasiada por lo que la unión de todo eso me está haciendo sentir, jadeo en el momento en que ella comienza a mover sus dedos mi interior como un animal.

Gimo.

Me entrego a ella.

Mi cuerpo rebota contra la cruz acolchada y noto que la sensación me gusta.

Me gusta estar sometida mientras Santana entra y sale de mí.

Nuestros gritos de placer nacen y mueren en la habitación, hasta que el goce nos puede y, tras una última estocada, las dos llegamos a un caliente clímax.
Acabado el loco momento, ambas permanecemos apoyadas en la cruz unos instantes; yo sobre ella, y Santana sobre mí. Necesitamos que nuestro resuello se tranquilice, mientras la música cañera suena a nuestro alrededor.

Minutos después, Santana sale de mí, siento cómo se agacha y, tras darme un mordisquito en la nalga derecha, me desata los tobillos para levantarse finalmente y desligarme las manos.

Una vez liberada, me doy la vuelta, justo en el momento en que Santana apaga la música. El silencio nos llena, nos miramos, sonrío y ella sonríe y, tras darnos un fugaz beso, mi amor me agarra por la cintura y dice mimosa:

—Esto es lo máximo que yo quiero hacer contigo en la cruz. Nunca haría nada que te pudiera incomodar ni desagradar, ¿entendido?

Asiento y sonrío.

Sin duda, mi amor sabe lo que a ambas nos agrada, y eso me ha gustado.






Pasan dos días en los que por las noches, cuando los niños duermen, Santana y yo, solas o en compañía, jugamos a todo lo que se nos antoja.

A todo...


Alison sigue sin hablarme, no se acerca a mí, pero comienza a comunicarse un poco más con los demás. Sin duda, continúa enfadada conmigo, yo soy su guarrindongui hermana y, conociéndola, me va a martirizar el resto de mi vida.



Llega la fecha del bautizo y amanece un precioso día.

Todos nos ponemos nuestras mejores galas y salimos en distintos coches hacia la iglesia.


Durante la homilía, Santana tiene que salir a la calle con Susan. Como siempre, el monstruito la está montando. Yo me quedo con Santiago, que juega con Sami sobre el banco de la iglesia con un cochecito.

Con disimulo, observo a Alison y veo que mira al frente muy digna mientras escucha lo que dice el sacerdote. El cura habla de saber perdonar y entender, e inconscientemente sonrío.

¡Vamos, que parece que sabe lo que ha pasado!



Una vez bautizados los mellizos, todos los invitados, que somos más de cien, nos trasladamos al Club de Golf México, un lugar precioso y colorido. Nada más llegar, unos atentos camareros nos hacen pasar a uno de sus bonitos salones para el banquete, y, todo sea dicho, me pongo morada a canapés.

¡Qué rico está todo!

Y qué poco me importan ahora los cinco kilos engordados...

Jane y las cuidadoras se llevan a los niños para darles de comer. Los pasan a un salón más chiquitito con otros niños y ahí comen, juegan y duermen la siesta mientras los mayores nos sentamos tranquilamente.


Cuando acaba la comida, y los niños siguen durmiendo, nos quedamos sentados a la mesa charlando, y entonces observo que mi hermana discute al fondo del salón con Noah. Desde que ha visto lo que ha visto y él ha confesado algo de su pasado, sin duda la cosa se ha complicado.

No les quito el ojo de encima, hasta que veo que mi cuñado se da por vencido, se da la vuelta y se aleja de ella. Santana, que también se ha dado cuenta, murmura:

—Este viajecito no lo va a olvidar en la vida, el pobre.

Asiento.

Desde que mi hermana no me habla, lo paga todo con él. Por suerte para Alison, el mexicano es tranquilo, muy tranquilo, pero también estoy convencida de que, como se cabree y lo lleve al límite, mi hermana lo va a pasar mal.

Veo entonces que Noah se dirige al bar y, tras guiñarle el ojo a Santana, voy a su encuentro. Cuando llego, me siento en el taburete de al lado y, mirando al camarero, pido:

—Póngame lo mismo que él.

Mi cuñado me mira y sonríe.

—Adoro a tu hermana—dice—, La quiero más que a mi vida, pero cuando se pone tan cabezota me dan ganas de... de...

Asiento.

Entiendo lo que quiere decir, y murmuro:

—Lamento mucho lo que ha pasado, y me siento responsable de sus discusiones.

El camarero deja ante nosotros dos botellitas de agua.

—Guauuuu...—exclamo divertida—, ¡Veo que vas fuerte, cucuruchillo!

Noah sonríe y, mientras me sirve el agua en un bonito vaso, señala:

—El agua siempre aclara las ideas.

Eso me hace sonreír.

Sin duda, mi hermana ha encontrado a un buen hombre.

Cuando termina de llenar su vaso, dice:

—Yo intuía que aquella noche terminarían en la habitación del placer.

El agua se me va por otro sitio.

Me ahogo.

Noah se ve obligado a darme un par de palmaditas en la espalda y, en cuanto me recupero, murmuro:

—¿Por qué lo intuías?

Mi cuñado sonríe y suspira:

—Cuando me divorcié, tuve una temporada loca. Artie me invitó a su habitación del placer varias veces con unas mocitas muy guapas y, por supuesto, acepté. Conozco a César y a Martín y sé qué clase de sexo les gusta. Además, no soy tonto: vi las miradas que intercambiaban con Santana y con Quinn la otra noche he imaginé lo que iba a ocurrir. Por eso animé a Ali para que nos fuéramos a la cama.

—Ay, Dios...

—No te apures, preciosa—dice sonriendo con complicidad—Disfrutan del sexo a su manera, y es tan respetable como el disfrute que yo tengo con tu cabezona hermana. ¿Te imaginas si le propongo algo así a Ali?

—Te abre la cabeza —me mofo.

Ambos reímos por aquello y luego él añade:

—Pero tenías razón en lo que dijiste la otra noche. Nosotros jugamos en la intimidad como lo hacen ustedes, con la diferencia de que Santana y tú hacen lo que les gusta porque están de acuerdo y, en mi caso, yo no lo propongo porque sé que Ali me mataría. Por eso me conformo con jugar con aparatitos de silicona, imaginar y fantasear. Y, una vez dicho esto, siempre negaré que lo he dicho, ¿entendido, cuñada?

Sonrío.

Una vez más, Noah me hace sonreír.

—¡Qué grande eres, tío, qué grande!—exclamo.



Una hora después, Santana nos pide unos Manhattan a Rachel, a Sugar y a mí. Sabe que nos gustan mucho y, mientras bebo mi cóctel y escucho cómo Quinn le hace pedorretas a mi pequeña Susan, observo a Artie junto a mi hermana. Están los dos solos tras las cristaleras de la zona de banquete hablando y veo que ambos gesticulan con las manos.

Sin lugar a dudas, están discutiendo.

—Creo que deberías avisar a Noah —le digo entonces a Santana.

—¿Por qué?

—Porque Artie y mi hermana son una bomba de relojería juntos y la pueden liar muy muy muy gorda.

Santana asiente, pero sin levantarse murmura mientras juega con el pequeño Santiago:

—Tranquila, Noah ya está pendiente de ellos.

Miro hacia el lugar donde me indica mi amor y veo a mi cuñado junto a los niños hablando con los padres de Artie, mientras con disimulo observa a Alison.

El tiempo pasa, y Artie y Alison siguen juntos.

¿De qué hablarán?

Me agobio.

El mexicano tiene una lengua de doble filo que puede hacerle daño a mi hermana si quiere. Pero de pronto veo que se abrazan.

¡Toma ya!

Artie y mi hermana se abrazan y Santana murmura sonriendo:

—Como negociador, no tiene precio.

Quinn sonríe y afirma viendo lo mismo que todos:

—Ya sabemos que es el mejor.

Boquiabierta, veo cómo Artie se aleja de Alison en su silla de ruedas, se acerca hasta nosotras, me mira y dice:

—Mi diosa, cuando puedas, tu hermana quiere hablar contigo.

—¿Conmigo?

Artie sonríe, sienta a Sugar sobre sus piernas y musita:

—Ve tranquila, mi linda, la fiera ya está aplacada.

Lo miro boquiabierta.

¿Qué le habrá dicho?

De nuevo, busco con la mirada a mi hermana y compruebo que no está donde estaba segundos antes. Rápidamente mis ojos la buscan por el salón y la encuentro junto a su marido. De la mano se lo lleva a un lado, hablan y finalmente veo que ambos sonríen y Alison lo besa.

De nuevo miro a Artie y pregunto:

—Pero ¿qué le has dicho?

El mexicano da un trago del Manhattan de su mujer y responde:

—La verdad y sólo la verdad.


Durante varios minutos observo cómo mi hermana y su marido se hacen mimitos hasta que ella de nuevo se va sola y se sienta tras las cristaleras. Se vuelve hacia mí y me sonríe.

Entonces Santana me acerca a ella, me da un beso y murmura:

—Ve con ella. Yo estaré pendiente de Susan hasta que Jane regrese con Santy.

Me levanto con decisión, Rachel me guiña un ojo y camino hacia donde está Alison. Una vez llego a su lado, ella me mira por primera vez en varios días y, con los ojos llorosos, murmura:

—Britty..., ¿te puedes sentar a mi lado?

Sin dudarlo lo hago.

Yo, por ella, hago lo que sea.

Acto seguido, mi nerviosa hermana coge mi mano y dice:

—Sé que en ocasiones soy egoísta y más cerrá que el culo de un gorrión, pero también sé que te quiero y que no quiero seguir enfadada contigo.

—Yo tampoco contigo —respondo.

Alison asiente y, tras secarse los ojos, prosigue:

—Reconozco que, cuando vi lo que vi, me asusté. Sabes que esas cosas no van conmigo ni con mis ideas, pero... pero no debería haber dicho las burradas que dije la otra noche de Santana y de ti. Y, antes de que digas nada, por supuesto que no te considero una guarrindongui ni una descerebrada, y a Santana tampoco. Creo que eres una hermana fantástica, una hija maravillosa y una tía de tus sobrinos increíble. Y, si a ti y a tu esposa les gusta ese tipo de sexo, ¡adelante! No hacen mal a nadie, no matan a nadie, no hieren a nadie, sólo disfrutan de su sexualidad a su modo, aunque a mí me siga pareciendo una locura.

Bueno..., bueno..., bueno..., ¡si me pinchan, no sangro!

¿Quién es ésa y dónde está mi hermana?


Durante varios minutos, Alison habla y habla, hasta que, dejándome boquiabierta, me abraza y añade:

—Santana y tú se quieren. Son una pareja maravillosa a la que muchos envidian. Yo tengo la mejor hermana del universo y por nada del mundo voy a permitir que nuestra bonita relación se acabe porque yo no haga las cosas como tú.

La abrazo.

Aisss, lo que quiero yo a mi Ali.

—Te quiero, tonta...—le digo—Te quiero mucho y...

—Britty—me interrumpe balbuceando—Artie tiene razón. En ocasiones damos importancia a enfados tontos sin percatarnos de que esas tonterías nos restan felicidad hasta que pasa algo realmente importante y entonces ya no hay forma de recuperar el tiempo perdido. Yo no quiero perder el tiempo contigo porque te quiero.

La cara se le descuajeringa como a un chimpancé.

—Eres la mejor hermana del mundo.

Sonrío.

Me emociono y, abrazando a la tonta de mi hermana, afirmo:

—Yo también te quiero, te lo he dicho y te lo diré todas las veces que quieras.

—¿Aunque te haya llamado guarrilla degenerada?

Suelto una risotada.

—Por supuesto.

Mi hermana se limpia con cuidado los ojos para que no se le corra el maquillaje y cuchichea:

—Que conste que sigo escandalizándome cuando pienso en lo que haces con tu esposa, pero estoy avergonzada; ¡te llamé guarrilla! ¿Cómo pude hacerlo?

—Te lo perdono—digo y sonrío mirándola—, Y te lo perdono porque sé que en la intimidad, con tu cucuruchillo, eres tan guarrilla y degenerada como yo.

Alison también sonríe y se pone roja.

—Ay, tonti, ¡no digas eso! Por cierto, tengo que decirte una cosa o reviento.

—Tú dirás —respondo dispuesta a escuchar lo que quiera.

Mi hermana me mira y, tras uno de sus suspiritos, dice:

—Como diría papá, quien juega con fuego se quema. Ten cuidado y no te quemes.

Vuelvo a reír, es imposible no hacerlo, cuando añade:

—¿Sabes? Tenías razón en algo.

—¿En qué?

Alison se acerca más y, bajando la voz, cuchichea roja como un tomate:

—En que cuando jugamos con Al Pacino o Kevin Costner, cierro los ojos y pienso en ellos. ¡Soy un zorrón!


************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 27

Mensaje por 23l1 Lun Dic 07, 2015 11:08 pm

Capitulo 27

El día de nuestro regreso a Alemania, en cuanto llegamos al aeropuerto y pienso en Flyn, se me abren las carnes.

¿Qué nos encontraremos cuando lleguemos?


Tras despedirnos de Rachel, Sami y Quinn, Will, que ha ido a recogernos, nos saluda y Santiago se tira a sus brazos.

Lo quiere muchísimo.

Una vez nos montamos en el coche, Will nos pone al día de cómo ha ido todo en nuestra ausencia, pero no habla de Flyn.

Lo omite totalmente.



Al llegar a casa, Emma sale a nuestro encuentro y besuquea con amor a los pequeños mientras saluda a Jane, que sonríe.

Entonces, el teléfono de Santana suena y se aleja de nosotras para contestar. Veo que se mete en su despacho y yo abrazo encantada a Emma. Hablamos durante un buen rato y, cuando Santana sale del despacho, me mira y pregunta con gesto serio:

—¿Vamos a por Flyn?

Yo asiento y, al ver su expresión, inquiero:

—¿Ocurre algo?

Nuestros ojos se encuentran y mi amor, relajando el gesto, sonríe y me agarra por la cintura.

—Nada importante —dice.

Los niños se quedan en nuestra casa y Santana y yo vamos a la de Maribel a por Flyn.


Al llegar nos encontramos a mi cuñada Kitty con mi suegra que nos hacen un caluroso recibimiento.

—¿Cómo estás? —pregunto mirando a Kitty.

Mi cuñada sonríe y, tocándose su barriguita, responde:

—Feliz como una perdiz, nerviosa por la despedida de soltera del martes y la boda del sábado, y asquerosamente vomitiva.

Todas sonreímos y entonces Santana, al que he visto mirar a nuestro alrededor, pregunta:

—¿Dónde está Flyn?

Al oír eso, Maribel pone los ojos en blanco.

—Arriba. En su habitación—responde—Antes de que lo veas, tengo que decirte que estoy muy... muy enfadada con él.

—Yo directamente lo habría matado por lo que ha hecho—afirma Kitty—Pero, tranquilas, las aguas han vuelto a su cauce y todo está solucionado.

—Pero ¿qué ha hecho? —pregunto ansiosa.

—Ay, hija..., estos muchachos de hoy en día no tienen cabeza—murmura Maribel sentándose.

Al oír a su mamá, Santana se sienta a su lado.

Oh..., oh..., su gesto se endurece.

Y, una vez nos sentamos las cuatro con gesto contrariado, finalmente explota y sisea:

—¿Me pueden decir de una santa vez qué narices ha hecho?

—Hija...—murmura Maribel.

A mí me está entrando el nervio y, cuando voy a llevarme la mano al cuello, me doy cuenta de que Santana me observa y evito hacerlo. Ver cómo Maribel y Kitty intercambian una mirada me hace presuponer que lo que ha hecho ha tenido miga. Entonces, Kitty explica:

—Mi querido sobrino y su querido hijo, para hacerse el chulito delante de su nueva novieta, que, por cierto, no me gustó un pelo cuando la vi, creó un perfil en Facebook con el nombre de Malote Palote y tuvo la genial idea de insultar a un amigo del instituto y subir un vídeo.

—¡¿Qué?! —brama Santana.

Yo escucho alucinada.

Pero ¿cuántas cuentas de Facebook tiene el puñetero niñato?

Entonces, pongo la mano sobre el brazo de mi amor y, tras pedirle tranquilidad con la mirada, pregunto horrorizada:

—¿A qué amigo le ha hecho eso?

—Roderick Bluke, el hijo de...

—¿Roderick, nuestro vecino? —me apresuro a preguntar.

Kitty y Maribel asienten, mientras que Santana y yo parpadeamos alucinadas.

Sin poder evitarlo, me llevo la mano a la boca.

Roderick fue el primer amigo de Flyn en el colegio cuando éste comenzó a relacionarse con los niños. Horrorizada, pienso en él. A pesar de tener la misma edad que nuestro hijo, Roderick sigue siendo un crío tímido y apocado.

¿Cómo ha podido Flyn hacerle eso?

—Fíjate si es tonto—prosigue Kitty, encendida—Que subió a ese perfil un vídeo donde están en el baño del instituto con el pobre Roderick, escupiéndole.

—¡¿Cómo?! —grita Santana.

—¡¿Qué?! —pregunto yo.

—Sí, hijas, sí —prosigue Maribel apenada—El crío en cuestión, al saber lo que había hecho mi tonto nieto, se lo dijo a sus padres y ellos lo denunciaron a la policía. Rastrearon la cuenta y el resto ya se lo pueden imaginar.

Mi cara es un poema.

La de Santana da más que miedito.

Mi niño, mi tonto niño, por chulear delante de su nueva novia, ha querido hacerle daño a un amigo, sin darse cuenta de que el daño se lo estaba haciendo a sí mismo.

Santana se lleva las manos al pelo, se lo toca y sé que está nervioso. Muy nerviosa.

Su mamá, al verla, posa una mano sobre su rodilla y murmura:

—Ya está todo solucionado, hija, no te preocupes. Kitty y yo le hicimos cerrar esa cuenta de Facebook y, después, lo llevamos a casa de ese niño a que le pidiera perdón delante de sus padres.

Yo sigo bloqueada.

¿Cómo ha podido hacer Flyn algo así?

Santana se levanta y, mirándome, dice:

—Ven. Tenemos que hablar con él.

Asiento.

Me levanto a mi vez y, tras ver que Kitty y Maribel nos dejan nuestro espacio, nos dirigimos hacia la habitación que el niño tiene en casa de su abuela.

Mientras subimos por la escalera, cojo la mano de Santana y, parándola, digo:

—Por favor, respira y piensa antes de decir todo lo que quieres decirle.

Mi amor me mira.

Asiente y, con un gesto extraño, musita:

—Britt..., estoy tan confundida por lo que ha hecho que no sé ni qué decirle.

Durante unos segundos, las dos permanecemos calladas y cogidas de la mano, hasta que finalmente digo:

—Hagamos una cosa. Como a mí me ve como a la poli mala, sigamos haciendo que lo crea así.

—¡Pero ¿qué dices?! —protesta.

—Creo que, si te ve más receptiva que a mí, hablará contigo de cosas que seguramente conmigo no va a hablar. Piénsalo, cariño.

Mi amor lo piensa..., lo piensa y lo piensa y, cuando veo que no responde y la ansiedad se va a apoderar de mí, pregunto:

—¿Qué te parece?

—No creo que funcione, Britt.

—¿Por qué?

—Porque, en cuanto le vea la cara, no sé si voy a poder contenerme de decirle todo lo que me ronda por la cabeza.

Sonrío.

No es momento de sonreír, pero lo hago.

—Eso será un gran error, y lo sabes—replico—Tu mamá y Kitty ya le habrán echado una buena bronca. Tú debes decirle algo también, pero en esta ocasión es mejor que sea yo la que le eche el broncazo del siglo. Hazme caso, de verdad. A mí ya me tiene entre ceja y ceja, y...

—Es que no quiero que te tenga a ti así. ¿Por qué te va a tener entre ceja y ceja?

Miro a mi amor.

Sin duda, está tan sumergida en su trabajo que todavía no se ha dado cuenta de la cruda realidad en referencia a Flyn y a mí, y asiento.

—Escúchame, amor. Creo que en este instante es mejor que te vea a ti como a una amiga en vez de como a un enemigo.

Santana me mira..., me mira..., me mira y, finalmente, acercándome a ella, me da un beso en la punta de la nariz y susurra:

—De acuerdo.

Sonrío.

Me encanta que entre en el juego. Le guiño un ojo y murmuro:

—Vamos. Tenemos que hablar con nuestro hijo.

Al entrar en la habitación, Flyn está tumbado sobre la cama. Al vernos, enseguida se pone en pie y, mirándonos, dice antes de que nosotras digamos nada:

—Sé que lo que he hecho ha estado mal. Lo he pensado y me arrepiento de ello. Pero...

—Me has decepcionado, Flyn—lo corta Santana—Jamás me habría esperado esto de ti, y te aseguro que Roderick tampoco. ¿En qué estabas pensando?

Aprieto la mano de Santana, siento que, si no lo hago, no va a parar. Entonces se calla, me mira y yo, dando un paso al frente, digo con esa chulería española que no se puede aguantar:

—Increíble, Flyn... Increíble. ¿Cómo has podido hacerle eso a Roderick?

Él me mira, no dice nada, y yo prosigo:

—Si me llegan a decir que harías algo así nunca lo hubiera creído. Pero ¿de qué vas? ¿De chulito? ¿De castigador? ¿De Malote Palote? ¿O simplemente es que has perdido la cabeza?

—Lo siento —murmura Flyn.

Ay, pobre... Ay, que me desarma.

No obstante, sin querer caer en mi sensiblería de siempre, sacudo la cabeza y, poniéndome las manos en la cintura, sentencio:

—Mira, guapito, Roderick fue el primer amigo que tuviste cuando nadie quería ser tu amigo en el colegio, ¿lo has olvidado? A él no le importó que te llamaran ¡«chino»!—grito.

Santana me mira sorprendida y yo prosigo:

—Ni tampoco le importó que no tuvieras amigos. ¿Y ahora qué pasa? Ahora, cuando han cambiado del colegio al instituto, y él te necesita a su lado, te olvidas de él, te echas nuevos amiguitos y no se te ocurre otra cosa mejor que meterte con él; pero ¿qué coño estás haciendo, Flyn?

—Britt...

La voz de mi amor me hace entender que debo bajar el tono y, volviendo a mirar al crío, cuchicheo:

—No sólo vas a estar castigado el tiempo que diga tu mamá, sino que ahora también vas a estar castigado eternamente por mí—y, moviéndome con chulería, añado—Y, como a Elke o a alguno de tus nuevos amiguitos se les ocurra hacerle o decirle algo a Roderick, te juro por mi madre que se las van a tener que ver conmigo. ¿Y sabes por qué?

El crío niega con la cabeza y yo siseo:

—Porque yo, cuando quiero, quiero de verdad, y a Roderick lo quiero y no voy a permitir que cuatro adolescentes maleducados a los que les falta una buena torta por parte de sus padres le hagan daño. Así que, ya puedes decirles a tus nuevos amiguitos que, como yo me entere de que le tosen o lo miran mal, se las van a ver conmigo, ¿entendido? Y, por supuesto, olvídate de quedar con ellos o verlos. Si tengo que ser tu sombra, lo seré, pero esas amistades se van a acabar.

Flyn no dice nada.

Sabe que es mejor mantenerse callado.

Entonces, Santana me mira, me aprieta la mano y dice:

—De acuerdo, Britt. Basta ya.

—¡Basta ya! ¡Basta ya!—grito como un poli malo—Este mierdecilla, con la nariz llena de granos, se permite hacer lo que le ha hecho a Roderick y tú sólo dices ¡basta ya!

Consciente de lo que hago, Santana repite sin quitarme los ojos de encima:

—¡Basta ya!

Me suelto de su mano.

Estoy encendida.

Tengo ganas de decirle a Flyn mil cosas más, pero decido hacer caso a Santana y serenarme. Es lo mejor, y no debo pasarme.

Flyn nos observa sin moverse, y entonces veo que Santana se sienta en una silla y, con una tranquilidad inusual en ella, comienza a hablar con nuestro hijo. En silencio, yo también me siento y escucho todo lo que dice.

Reconozco que me encanta ese lado sereno de Santana. Mi amor es una gran poli bueno cuando se lo propone.

Flyn la escucha con atención. Por fin veo que conecta con ella, y mis ojos se llenan de lágrimas cuando oigo que Santana dice:

—Lo último que voy a decirte sobre este tema es que has hecho daño a un buen amigo tuyo llamado Roderick. Tú no eres una mala persona, hijo, pero si no cambias, si no pones de tu parte, lo serás.

Qué verdad más verdadera acaba de decir mi marido.

Estoy por gritar ¡olé..., olé y olé!

Pero no.

No debo hacerlo o todo nuestro montaje de polis buenos y malos se vendrá abajo.

Una vez acaba Santana, Flyn asiente y me mira. Sabe que ahora es mi turno pero, como no tengo nada mejor que decir con respecto a todo lo que ya ha dicho mi amor, lo miro y pregunto muy seria:

—¿Recuerda tu profesor la tutoría?

El crío me mira.

En sus ojos veo frialdad hacia lo que digo, y entonces responde:

—Sí. Me la recordó el viernes, pero me dijo que la dejáramos para el lunes de la semana que viene.

—El lunes de la semana que viene no podré ir—blasfema Santana—Tengo una reunión programada desde hace meses y...

—No importa, cariño. Iré yo—la corto.

Mi amor asiente, y yo, sin cambiar mi gesto, vuelvo a mirar a Flyn e indico:

—Ahora recoge tus cosas, nos vamos a casa.

Acto seguido, Santana y yo nos levantamos y, sin decir nada más, salimos de la habitación.

Cuando llegamos a la escalera, me paro y, mirando a mi amor, susurro:

—Estoy muy orgullosa de ti. Es la primera vez que te veo hablar así de tranquila con Flyn, y que sepas que lo último que has dicho me ha llegado al corazón.

Santana cabecea, sonríe y, pasando la mano por mi cintura, me acerca a ella y cuchichea haciéndome reír:

—Gracias, poli malo, y que sepas que voy a tener que aplicarme para domar esa chulería española que te sale del cuerpo cuando te enfadas.

Me río.

¿Domarme a mí algún alemán?

Antes, las cabras vuelan.



Veinte minutos después, tras despedirnos de Kitty y de Maribel, los tres nos montamos en el coche sin decir nada. El silencio es atronador y decido poner música. Instantes después, canturreo eso de «Todo el mundo va buscando ese lugar. Looking for Paradise. Oh... Oh... Oh...Oh...».


************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 28

Mensaje por 23l1 Lun Dic 07, 2015 11:10 pm

Capitulo 28


El martes por la tarde, cuando me estoy arreglando para acudir a la despedida de soltera de Kitty, dudo sobre qué ponerme.

¿Muy arreglada?

¿Muy informal?

Lo último que sé es que Ginebra ha liado a mi suegra y, juntas, han organizado la cena en un restaurante que no conozco, por lo que le escribo un mensaje a mi amiga Rachel:



¿Hay que arreglarse mucho para el restaurante?



Dos segundos después, mi móvil pita y leo:


Pasa del restaurante, piensa en el Guantanamera... ¡Azúcar!




Leer eso me hace sonreír, por lo que al final miro mi armario y saco un conjunto de camiseta de tirantes con chaqueta a juego con diminutas lentejuelas y unos vaqueros oscuros. Me recojo el pelo en un moño alto y desenfadado, me pongo unas botas negras y, una vez acabo, murmuro mirándome al espejo:

—Perfecta. ¡Arreglá pero informal!

Nada más decir eso, me río.

¡Cada día me parezco más a mi hermana Alison!

Sonriendo como una tonta, salgo de la habitación.

Sin lugar a dudas, Santana, que acaba de llegar de trabajar, me mirará con su gesto serio y no dirá nada.

No quiere acudir a la cena.

Se niega a ir al Guantanamera.

Estoy bajando la escalera cuando de pronto oigo una voz que proviene del salón. Alucinada, aguzo el oído para identificarla mejor y, en cuanto lo hago, me paro, cierro los ojos y murmuro sorprendida al comprender que se trata de Ginebra:

—Pero ¿qué hace ésta aquí?

No me cae mal, me parece una buena mujer, pero ¿por qué tiene que creerse que es mi amiga cuando yo no lo siento así?

Sin ganas de permanecer parada en la escalera, retomo mi camino y, al entrar en el salón, me encuentro a Ginebra con su marido y a mi esposa. Al verme, Ginebra aplaude y dice:

—Aquí estás. ¡Oh, pero qué guapa te has puesto!

—Bellísima —afirma Félix.

—Gracias —respondo con una sonrisa.

Me gustan los halagos, pero quien quiero que me los haga no ha abierto la boca. Entonces, Ginebra dice:

—Santana, ¡tienes que venir! Van a ir los maridos y novios de las mujeres invitadas a la fiesta de despedida de soltera de tu hermana, y con ese traje estás bien. ¿Acaso quieres que Brittany esté sola? ¿O pretendes que ande quitándose a los moscones de encima cuando vean que va sin compañía?

Sorprendida por esas palabras, miro a mi amor. Ella me mira..., me mira y me mira, y finalmente dice:

—Iré.

Boquiabierta, voy a decir algo cuando Ginebra se me adelanta:

—Buena elección. Sin duda, tu mujer se ha puesto tan guapa porque quiere guerra esta noche, ¿verdad?

Santana me mira.

Yo la miro y, convencida de lo que pasa por su cuadriculada cabeza, replico:

—Yo sólo quiero guerra con mi esposa, Ginebra.

Observo que mi aclaración hace sonreír a Santana, y la aludida, consciente del tonito de mi voz, añade:

—Normal, cielo. Tonta serías si no la quisieras con una mujer como ella.

Sé que lo que ha dicho es un piropo hacia Santana, pero me molesta. No me gusta nada que se tome esas licencias con nosotras cuando yo, particularmente yo, nunca se las he dado.

Santana, que me conoce, me mira y, dándome un beso en los labios, dice:

—¿Quieres que vaya contigo?

Como no tengo ganas de montarle un numerito delante de esos dos, afirmo:

—Claro que quiero. ¿Por qué lo dudas?

Dos segundos después, mi amor sale del salón, va a cambiarse de ropa y yo me excuso para ir a ver los niños.

Cuando regreso, Santana ya está de vuelta vestida con una camisa negra ajustada, unos pantalones vaqueros oscuros ceñidos y una americana.

¡Dios..., qué guapa está!

—Santana cenará con nuestro el grupo de Marley en el restaurante de un amigo —oigo decir a Félix.

Eso no le hace ni pizca de gracia a mi amor, pero no dice nada. Ya ha dicho que viene y no va a cambiar de opinión.


Diez minutos después, nos despedimos de Jane y de Emma y los cuatro salimos de casa, nos montamos en nuestro coche y vamos hasta la casa de Quinn y de Rachel.

Aparcamos el vehículo, bajamos y le envío un mensaje a mi amiga para decirle que estamos ahí. Dos minutos después aparecen, y Quinn, al vernos, se frota las manos y con gesto guasón murmura mirando a Santana:

—Cenita en grupos, ¡qué ilusión!

Al oírlo, Rachel sonríe como sonrío yo. Sin duda, esa cenita le apetece tan poco a Quinn como a Santana.

—Reservaré un bailecito para ti en el Guantanamera —murmura Rachel.

El gesto de Quinn cambia. Ya no sonríe y, atrayéndola hacia sí, percibo que le dice algo al oído que sólo ellas saben y las hace reír.

Entonces, siento las poderosas manos de mi amor rodeándome la cintura y oigo que dice en mi oído ante la atenta mirada de Ginebra:

—Pásalo bien en la cena. Más tarde nos vemos.

Asiento.

La beso y respondo:

—Ya tú sabes, mi amol, dónde estaré.

Santana sonríe.

Me vuelve loca verla así y, besándola de nuevo, afirmo:

—He reservado los mejores bailes para ti.

De nuevo vuelve a sonreír.

De todos es sabido que, como mucho, Santana mueve el cuello o el pie y, mientras le doy un último beso, veo que un taxi se detiene para nosotras. Tras guiñarle el ojo con complicidad, me monto atrás junto a Rachel mientras Ginebra, que sube delante, le da la dirección al taxista.


Al llegar al restaurante, me sorprendo al ver la cantidad de mujeres que somos. Yo creía que iba a ser una cenita más o menos íntima, pero no, al final somos treinta y dos. Kitty, mi cuñada, feliz con la fiesta, nos abraza.

Está guapísima con su vestidito hippy. Me encanta el estilazo que tiene la jodía.

Se ponga lo que se ponga, ¡todo le queda bien!

Incluso embarazada parece una top model.

¡Qué suerte la suya!

Maribel, mi suegra, está despendolada. Ríe, bromea, aplaude, brinda y se lo pasa bomba.

Sin duda, si alguien sabe sacarle jugo a la vida, ¡ésa es mi suegra!

Rachel y yo conocemos a algunas amigas de Kitty y a un par de las de Maribel, pero me doy cuenta de que Ginebra conoce a mucha más gente que yo.

¿Cómo puede ser eso?

Rápidamente me doy respuesta a mi pregunta cuando me entero de que a muchas de las amigas de mi suegra las conoce de la época en que estuvo con Santana, y a las amigas y compañeras de Kitty las ha conocido por whatsapp porque ha organizado la cena junto a Maribel.

Rachel me mira.

Sé que piensa lo mismo que yo.

Ginebra está tomando un protagonismo incómodo junto a mi cuñada y mi suegra, pero no seré yo quien diga nada. No quiero que vayan a pensar cosas raras.

Intento que no me afecte nada, ni siquiera cuando muchas de las mayores le dicen a Ginebra aquello de «qué bonita pareja hacían Santana y tú».

Me callo.

Es lo mejor que puedo hacer, pero Ginebra, como siempre, sale en mi defensa y dice delante de todas: «Brittany y Santana hacen mejor pareja».

Sin embargo, Rachel, mi Rachel, que me conoce, murmura:

—Si me pides que le tire una copa encima, ¡se la tiro!

Al oír eso, suelto una gran carcajada y, chocando mi copa con la de mi amiga, respondo:

—Tranquila. Está todo controlado.

—¿Qué tal si nos vamos al Guantanamera?—dice mi cuñada cuando ya hemos terminado de cenar—¡Ahí nos espera el otro grupo!

Todas aplauden.

Todas tienen ganas de pasarlo bien y, dispuesta a pasarlo tan bien como ellas, grito:

—¡Azúcarrrrrrrrrrrrrrr!


En la calle nos espera el minibús que Kitty ha alquilado y, una vez hemos montado todas en él, éste nos lleva a nuestro próximo destino.



Al entrar en el Guantanamera, mi humor cambia. Aunque Santana no lo entienda, ese lugar es una pequeña parte de mi casa. Los amigos, el ambiente, la música, todo eso unido me recuerda a mis buenos momentos de juerga con mis amigos en España, y llegar ahí me hace feliz.

Al entrar busco con la mirada a mi morena, pero no la encuentro, y pronto vemos que el otro grupo no ha llegado aún.

El otro grupo de las treinta y dos mujeres nos dispersamos por la discoteca y, entre risas, veo a mi suegra bailar junto a Ginebra y a sus amigas, mientras unos maduritos las jalean y ellas se entregan al bailoteo cubano.

Estoy en la barra con Rachel, Kitty y alguna más cuando oigo a mis espaldas:

—No lo puedo creerrr. Cuánta mujer divina juntaaa.

Sin volverme, ya sé quién es.

Se trata de Ryder, el argentino al que hace tiempo apodamos Don Torso Perfecto. Sin tardanza, nos besa encantado y nos invita a una primera ronda de chupitos, excepto a Kitty, que por su embarazo se toma un zumo.

Entre risas estamos charlando cuando aparece Anita con su nuevo novio, un checoslovaco guapo... guapo a rabiar y, divertida, Rachel cuchichea:

—Con lo poquita cosa que es esta muchacha y los novios tan estupendos que se echa siempre. Porque, que yo sepa, ha estado con Don Torso Perfecto.

Las dos miramos al argentino, que está hablando con Kitty:

—Y luego con el portugués aquel que cantaba fados y que no era guapo, sino ¡lo siguiente!

Asiento, Rachel tiene razón: Anita sabe elegir maravillosamente.

Entonces, oigo una voz que dice a mi lado:

—Pero qué bello es verte por aquí..., mi reina española.

Al mirar, me encuentro con Reinaldo, y me tiro a sus brazos complacida. Llevo sin ir al Guantanamera al menos tres meses. Con tal de no oír gruñir a Santana, no voy.

Pero Reinaldo es un amor.

Desde que mi cuñada me lo presentó, siempre ha sido un caballero conmigo, tan caballero como Ryder. Ninguno de ellos se ha propasado lo más mínimo, aunque a Santana le moleste nuestra manera de bailar.

—Hey, negro, ¿tengo que ponerme celosa? —protesta mi cuñada.

Reinaldo sonríe y, cuando me suelta a mí, abraza a mi cuñada Kitty, a Anita y a Rachel y nos presenta a unos amigos cubanos que van con él.


Durante un rato charlamos todos animadamente y siento como si aquello fuera la ONU. Ahí estamos alemanes, una americana, una española, cubanos, un checoslovaco y un argentino.

¿Se puede pedir más?

Cuando comienza la canción La vida es un carnaval, que canta Celia Cruz, todos salimos a la pista, y mi suegra, en cuanto ve a Ryder, lo saluda con efusividad. Al ver eso, Kitty y yo nos miramos y reímos. Todavía recordamos cuando aquélla nos pidió que le buscáramos un guaperas con tabletita de chocolate para darle celos a un ex.

Ryder la agarra feliz y comienza a bailar con ella mientras todos gritamos lo que Celia Cruz nos hace gritar y levantamos las manos.

Cuando las bajamos de nuevo, Reinaldo me coge y nos marcamos uno de nuestros bailecitos. Encantada, me doy cuenta de que no he olvidado nada de lo que con el tiempo he aprendido con ellos, especialmente con él y con Ryder. Estoy dándome una vueltecita cuando veo a Ginebra bailando como una descosida.

Olvidándome de ella, me centro en pasarlo bien, ¡quiero pasarlo de vicio!

Por lo que bailo descontroladamente hasta que, en una de mis vueltas, mis ojos chocan con unos ojazos oscuros y enfadados y me doy cuenta de que Santana ya ha llegado.

Al mirar hacia Rachel, la veo con Quinn bailando en la pista.

¿Cuánto llevarán ahí?

Y, como no tengo ganas de malas caras, dejo de bailar y, tras saludar a Marley, mi de nuevo futura cuñada, me acerco a Santana, le pregunto al oído:

—¿Bailas, mi amol?

Incómoda como siempre que está ahí, ella me mira y responde:

—Ya sabes que no.

Ginebra llega en ese instante hasta nosotras.

No para de bailar.

Sin duda alguna, se lo está pasando bomba.

—¿No bailan? —dice.

Santana no responde y, cuando yo voy a decir algo, Félix la coge de una mano y se la lleva a la pista.

Mi esposa los observa con gesto serio y yo sonrío.

No sé si es que soy masoquista o me falta un tornillo, pero me río en su cara y entonces ella pregunta:

—¿Qué te hace tanta gracia?

Pido un chupito al camarero, éste lo pone ante mí y, tras bebérmelo de un trago, digo:

—Si se te hubiera ocurrido salir a bailar con ella, te aseguro que habría sido lo último que habrías hecho en la vida.

Mis palabras la hacen sonreír también a ella y, al sentir que se relaja tras ese comentario, la abrazo y murmuro mimosa:

—Cariño. ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que aquí sólo vengo a bailar con mis amigos?

—¿Y no crees que tus amigos se acercan mucho a ti para bailar?

—Por Dios, San, está tu mamá, tu hermana, y ¡estás tú! ¿Cómo puedes tener pensamientos tan retorcidos?

Pero, al ver que no dice nada, insisto:

—Mira, guapa, si yo quisiera hacer algo tan retorcido como lo que tu horrorosa mente piensa, soy lo suficientemente lista para hacerlo y que nadie lo vea.

—Brittany...

Vale..., me he pasado.

Como siempre, ha salido mi lado chulo. Pero, cansada de tener que defender algo absurdo, respondo:

—Mira, cariño, el día que te des cuenta de que ellos te respetan como a mi esposa que eres, te aseguro que serás mucho más feliz. Por Dios, ¡qué cabezona!

Y, dicho esto, me separo de ella y siseo:

—¿Sabes, simpática? Si te quisiera engañar con otra persona, te aseguro que nunca lo haría aquí, ¿y sabes por qué?

Santana sonríe incómoda y yo añado:

—Porque esos amigos míos de los que tanto te quejas no me lo iban a permitir. Te tienen más aprecio del que tú les tienes a ellos, y la verdad, ¡no te lo mereces!

Santana no responde.

Su silencio me está sacando de mis casillas y, al ver que la miro, sólo dice:

—Si tú dices eso..., lo creeré.

Su tono escéptico me hace saber que no cree lo que digo.

Y me canso.

Me canso de su desconfianza siempre que voy al Guantanamera cuando, lo crea ella o no, es el sitio donde, sin ella, estoy la mar de protegida.


Estamos sin hablar varios minutos.

Como siempre, ya se ha enfadada.

¡Faltaría más!

Y, dispuesta a que no me jorobe la noche, la miro y siseo:

—Mira, San, no deberías haber venido. No te gusta este sitio y no lo pasas bien, como yo no lo paso bien viendo tu cara de amargada, por tanto, ¿qué tal si te marchas y dejamos las dos de pasarlo mal?

—¿Quieres que me vaya?

—No. Yo quiero que te quedes y te lo pases bien conmigo. Pero lo que no quiero es que te quedes, te amargues y me amargues a mí también.

Su gesto de acero me hace saber que lo que acabo de decir ya le ha tocado definitivamente las narices.

Bueno que se joda, ¡con sus caritas y sus silencios ella también me las está tocando a mí!

Está claro que hay un punto en nuestras vidas donde nunca estaremos de acuerdo, y es el Guantanamera.

Santana da un paso al frente, me da un beso en los labios y dice:

—Te veré cuando regreses a casa.

Y, sin más, mi morena, dura y fría alemana se da la vuelta y se encamina hacia la puerta.

Quinn, que no está lejos de nosotras, al ver aquello me mira y yo le hago un gesto con las manos para que sepa que Santana se va. Quinn va tras ella y yo decido no pensar en ello.

Rachel se acerca entonces a mí.

—¿Qué ha ocurrido?

Molesta, suspiro.

—Lo de siempre, Rach. A San no le gusta este lugar ni las compañías.

—Tu esposa es tonta.

—Yo diría más bien ¡gilipollas!—digo sonriendo y mirando a mi amiga.


Un par de minutos después, mientras estoy despotricando contra mi morena alemana, Quinn se acerca a nosotras y dice:

—Me voy con San—luego besa a Rachel y murmura—Y ustedes pórtense bien y no hagan que tenga que ir de nuevo a sacarlas del calabozo.

Sonreímos inevitablemente al oír eso, y Rachel añade:

—Me portaré tan bien como te portarías tú.

Entonces Quinn levanta las cejas y Rachel protesta:

—Oh, por Dios, cielo... Anda, vete y no pienses tonterías.

Una vez Quinn se ha ido, no sin antes mirar un par de veces hacia atrás, Rachel pide un par de chupitos al camarero, nos los tomamos del tirón y, en cuanto dejamos los vasitos en el mostrador, gritamos:

—¡Azúcarrrrrrrrr!


Durante horas bailamos, bebemos y nos metemos totalmente en la juerga. Ginebra me pregunta por Santana y yo le digo que se ha ido a casa, ella asiente y continúa bailando con su marido. Sin duda, Félix tiene una edad, pero no me cabe la menor duda de que le gusta la fiesta.

Sin embargo, a diferencia de otras veces, ésta termina antes de lo que imagino.

Kitty, por su embarazo, está cansada, y su futura esposa, que ha aguantado como un jabato, al final la convence para irse a descansar.

Poco después, mi suegra y sus amigas también se marchan, tras ellas las amigas y las compañeras de Kitty y, luego, también Ginebra y Félix.

Rachel y yo continuamos la juerga con nuestros amigos hasta que, agotadas, a las seis de la mañana damos por finalizado el bailoteo y, acompañadas por Reinaldo y Ryder, llegamos a nuestras casas.

Como siempre, la caballerosidad por parte de ellos es exquisita.



Cuando entro, sé que he bebido un poquito de más, pero sólo un poquito, y decido no pasar a ver a los niños.

Estoy torpona y no quiero despertarlos.

Subo a mi habitación y me sorprendo al ver que Santana no está en la cama.

¿Dónde se habrá metido?

Eso me intranquiliza y, rápidamente, bajo a su despacho. Al entrar, la descubro sentado a su mesa.

Nuestras miradas se encuentran.

Yo sonrío.

Ella no, y murmuro:

—Ya estoy aquí.

Santana descansa la nuca en el respaldo de su silla para mirarme. Me dedica la mirada del tigre asesino. Esa mirada de cabreo total que, en vez de darme miedo, curiosamente me pone a mil.

Dios, ¡qué morbosa soy!

Como puedo, llego hasta su lado. No la toco, sólo miro la mesa, y de pronto oigo:

—Ni se te ocurra hacer lo que estás pensando.

Sonrío.

Me alegra saber que Santana imagina que voy a hacer lo que hacen en las películas: tirar todo lo que hay sobre la mesa al suelo. Pero, claro, tiene mil papeles y está el portátil, y puedo liarla más de lo que imagino que la he liado ya.

Vuelvo a sonreír.

Ella sigue sin hacerlo, y decido sentarme a horcajadas sobre ella. No se mueve, pero me lo permite y yo me siento en celo. Estoy caliente, tremendamente caliente, y mi esposa es la única que deseo que me dé lo que busco.

No obstante, cuando voy a acercarme a su boca, Santana pone una mano en mi pecho para frenarme y pregunta:

—¿Qué haces?

—Quiero besarte —susurro.

—No.

—Sí..., sí..., anda, déjame darte un besito, aunque sea chiquitito.

Mi amor me mira. Yo le pongo carita de pena. Lo piensa. Eso del besito chiquitito y mi gesto la hacen dudar, pero finalmente repite:

—No.

¡Jodida cabezona!

Abro la boca para protestar cuando ella, como si yo fuera una plumilla, se levanta de la silla, me deja a un lado y, con gesto hosco, sisea:

—A ver si te crees que yo estoy aquí sólo para satisfacer tus deseos sexuales.

Anda, mi madre...

¿Y ahora me viene con eso?

—¿Ah, no? —pregunto con sorna.

Mi contestación hace que me eche otra de sus miraditas de Icewoman.

—No —replica.

Pero yo, que cuando quiero algo me pongo muyyyyyy pesadita, insisto:

—Venga, miarma..., si lo estás deseando.

Mi respuesta no se la esperaba.

Esperaba mi enfado ante su rechazo y, agarrándola por la cintura, murmuro:

—Eres mía, Santana Pierce-López, y lo mío lo tengo cuando yo quiero.

Me muevo para besarla, pero ella se mueve y no llego.

¡La madre que la parió!

Finalmente se retira y doy un traspié. Pero no, no me voy a enfadar ni por ésas. Y, caminando hacia ella, insisto:

—No tienes escapatoria, morena.

De nuevo se mueve.

Pero, ahora, en vez de alejarse se acerca y, cogiéndome entre sus brazos, me inmoviliza, me mira a los ojos y sisea:

—Te deseo más que a mi vida, pero no te voy a dar lo que quieres porque esta noche me has echado de tu lado y no te lo mereces. Así que no insistas, Brittany, porque no lo vas a conseguir te enfades o no.

Su mirada, la claridad en sus palabras y el que me llame

¡Brittany! me hacen saber que lo que busco ¡es un caso perdido!

Por ello, cuando me suelta, estoy tan enfadada por su rechazo que, sin decir nada, doy media vuelta y salgo del despacho.

La noche se ha acabado, y punto y final.

¡Ella se lo pierde!

Aunque, ahora que lo pienso, ¡también me lo pierdo yo!


************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Dic 08, 2015 4:04 am

santana la esta cagando en grande, ginebra debe de desaparecer.. de verdad que hace britt ahi. flynn y santana son unos casos perdidos , britt va a sufrir mucho

parece que santana olvida lo de su enfermedad o creera que eso la acerca mas a ginebra la perra moribunda
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Mar Dic 08, 2015 8:54 am

Yo creo que la que la esta cagando es brittany, se que no esta haciendo nada malo pero para una mujer como santana definitivamente que tu esposa te diga que te vayas para ella poder seguir pasandola en grande no esta nada bien ni aqui ni en el fin del mundo, a veces pienso que britt se va a buscar lo que pase si santana le hace algo, hasta pronto!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lizz_sanny Mar Dic 08, 2015 9:09 am

Hola,
Que bueno que Alison y Britt se arreglaron
Pero lo que no me cuadra es que Ginebra está muy entromerida con la familia de San.
Saludos
Lizz_sanny
Lizz_sanny
*
*

Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/12/2015
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Mar Dic 08, 2015 7:14 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:santana la esta cagando en grande, ginebra debe de desaparecer.. de verdad que hace britt ahi.  flynn y santana son unos casos perdidos , britt va a sufrir mucho

parece que santana olvida lo de su enfermedad o creera que eso la acerca mas a ginebra la perra moribunda


Hola, mmm si se esta equivocando en sus "decisiones". Esa tipa nose xq no se despide rápido y se va o las deja en paz ¬¬ Mmmm divertirse¿? Esos lópez ¬¬ esperemos y ella los ponga en su lugar. Saludos =D




micky morales escribió:Yo creo que la que la esta cagando es brittany, se que no esta haciendo nada malo pero para una mujer como santana definitivamente que tu esposa te diga que te vayas para ella poder seguir pasandola en grande no esta nada bien ni aqui ni en el fin del mundo, a veces pienso que britt se va a buscar lo que pase si santana le hace algo, hasta pronto!


Hola, mmm sip, tienes razón, en vrdd las dos se equivocaron, pero como las dos son cabezotas (una más que la otra, esta claro) no se dan cuenta ¬¬ =O pero como! jajajajaja. Saludos =D




Lizz_sanny escribió:Hola,
Que bueno que Alison y Britt se arreglaron
Pero lo que no me cuadra es que Ginebra está muy entromerida con la familia de San.
Saludos



Hola, aaaiiii algo bueno! jajaajajajja. Esk si su época paso! que se vaya ya! Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 29

Mensaje por 23l1 Mar Dic 08, 2015 7:16 pm

Capitulo 29


El jueves, Santana y yo nos dirigimos en silencio al trabajo en su coche.

Sigue enfadada por lo ocurrido en el Guantanamera. Si hay algo que a Santana la saque de sus casillas es que la eche de mi lado, y la otra noche, la eché.

¡Mea culpa!

Una vez llegamos a López Inc., ambas bajamos del coche y, sin apenas rozarnos, caminamos hasta el ascensor, donde cada una pulsa el botón de su planta.

La miro con la esperanza de que haga lo mismo que yo, pero nada.

¡Imposible!

¡Como si no existiera!

Cuando el ascensor se para, tengo ganas de besarla, de recordarle que la quiero, que me muero por ella y que como ella no hay nadie, pero su cara de pocos amigos me hace saber que no le apetece oírme.

—¿Irás a la reunión que hay a las diez en la sala de juntas?—le pregunto entonces.

Santana asiente y responde con voz neutra:

—Por supuesto.

Desesperada, insisto:

—Por favor, mírame y dime que ya se te ha pasado el enfado.

Mi morena me mira, ¡por fin! Pero, sin cambiar su gesto de perdonavidas, responde:

—Tengo trabajo, Brittany.

Uis…

¡Brittany!...

¡Mal asunto!

Desisto.

Doy un paso al frente, salgo del ascensor y, cuando siento que las puertas se cierran tras de mí, resoplo y murmuro en español para que nadie me entienda:

—Jodida cabezona.

Dicho esto, camino con decisión hacia mi despacho y Tania, la secretaria, al verme se levanta y dice:

—Brittany, esta mañana han llegado unas flores para ti.

Asiento y, al entrar, veo sobre mi mesa un precioso ramo de rosas rojas y frunzo el ceño.

¿Quién me las habrá enviado?

Dejo el bolso sobre la mesa, camino hacia el ramo que Tania ya ha colocado en un bonito jarrón de cristal y, cogiendo la nota, leo en español:


Nunca dudes que te quiero, a pesar de que en ocasiones me llevas al límite.
Tu gilipollas.



Sonrío.

No puedo evitarlo.

Esos detalles son los que hacen que cada día esté más enamorada de ella.

¡Me la comooooooooooo!

¡Me la como con tomate!, como dice mi hermana.

Santana es única.

Irrepetible.

Inigualable sorprendiéndome.

Me guardo la nota en el bolso, cojo el móvil y escribo un mensaje:


Te quiero..., te quiero..., te quiero.


Le doy a «Enviar» y, con una sonrisa, espero la respuesta. Pero, transcurridos dos minutos, me sorprendo a mí misma preguntándome: «¿De verdad no me va a contestar?».


Después de diez minutos tengo ganas de estrangularla y, cuando han pasado ya cuarenta y cinco, lo único que me apetece es coger las flores y estampárselas en la cabeza.

Pero ¿cómo puede ser tan cabrita?

Estoy sumida en mis pensamientos cuando Mika entra en mi despacho, ve las flores y dice:

—Qué preciosas, ¿son de Santana?

Asiento y, sonriendo, cuchichea:

—Todavía no puedo creer que la jefaza sea tan romántica contigo.

Asiento de nuevo.

Romántica es, y cabezona, ¡ni te cuento!

Pero eso no lo digo. No quedaría bien.

Mika se sienta y, juntas, ultimamos detalles de la reunión. Queremos presentarles a Santana y a la junta directiva el planning de las siguientes ferias en las que López Inc., participará, y ambas deseamos que todo cuadre a la perfección.


Una vez hemos acabado, Mika y yo nos dirigimos hacia la sala de juntas con nuestras tablets en la mano y nuestros teléfonos móviles. Al llegar, varios hombres de la junta directiva, que me conocen, me saludan con cordialidad. Les hace gracia que trabaje en la empresa y, cuando Santana entra, como siempre ocurre, el universo se eclipsa para todo el mundo y le muestran pleitesía como si de un dios se tratara.

Vamos, que sólo les falta gritar «¡Viva la jefa!».

La miro con la esperanza de recibir una mirada cómplice por parte de ella. Sabe que espero su mensaje. Sabe que he recibido sus flores y sabe que me está cabreando cada segundo que transcurre y pasa de mí.

Pero nada.

Ella sigue sin hacerme caso y, como su mujer que soy, asiento y pienso para mí: «Muy bien, gilipollas, tú lo has querido».

Acto seguido, con la mejor de mis sonrisas, me acerco a unos directivos, que rápidamente me sonríen como unos tontos. Durante varios minutos utilizo mis armas de mujer, esas que sé que tengo, para que los hombres me miren maravillados, y rápidamente observo los resultados.

¡Hombres!

En ocasiones son tan básicos que tengo que reírme, y ésta es una de ellas.

Con el rabillo del ojo, observo cómo mi loco y a veces insoportable amor por fin me mira por encima de las cabezas de aquéllos con los que habla.

Esa sensación me gusta.

Ese estremecimiento que siento al notar su interés hacia mí es el mismo que me provocaba cuando yo era su secretaria y, en una habitación plagada de gente, no me podía tocar, ni rozar, ni hablar.

España, 1 - Alemania, 0.

Consciente de que ahora tengo su total atención, me hago la interesante y con coquetería me coloco el pelo tras la oreja al hablar.

Sé que le gusta mucho mi pelo.

De pronto oigo que Mika me llama. Con una encantadora sonrisa, me deshago de los directivos que me miran embobados y me encamino hacia ella, que está con un hombre moreno de mi edad que me observa con una pícara sonrisa.

—Brittany, te presento a Nick.

Tras coger su mano, le doy dos besos, ¡ésos para Santana!

—Él es nuestro mejor comercial.

Encantada, asiento y sonrío y, sin mirar a mi esposita, ya sé que debe de estar dándose de cabezazos contra la pared.

¡Para chula, yo!

Soy consciente de cómo Nick me mira y me sonríe. Sin lugar a dudas, debe de estar pensando: «¡Carne fresca!».

Y Mika no debe de haberle contado que soy la mujer de la jefa o no me miraría así.

Charlamos durante varios minutos y, cuando la reunión va a comenzar, con galantería, Nick aparta una silla para mí y, en el momento en que me siento, se acerca a mi oído y murmura:

—Después te invito a un café.

Asiento.

Pobrecito, cuando se entere de quién soy, se le van a caer hasta los empastes de los dientes. Y, sin querer evitarlo, miro a Santana, que ya está sentada y me observa muy seria.

La reunión da comienzo.

Hablan unos, hablan otros, y Nick se acerca a mí para cuchichear. Yo sonrío divertida por las cosas que me dice, mientras soy consciente de cómo Santana sigue mis movimientos con disimulo.

España, 2 - Alemania, 0.


Se apagan las luces y comienzan a presentar en la pantalla ciertos temas.

Continúan hablando cuando mi móvil vibra. Disimuladamente, lo miro y leo:


¿A qué se debe esa sonrisa?


Sin mirar a Santana, escribo:


¿Me ves sin luz?


Dos segundos después, mi móvil vuelve a vibrar:


No necesito luz para saber que estás sonriendo.


Suspiro.

Ella y sus tonterías... Y respondo:


¿Acaso no puedo sonreír?


El móvil vuelve a vibrar.


Sí. Pero me gusta más cuando sonríes para mí.


Ahora sí que sonrío, no lo puedo remediar y, levantando la cabeza, observo en la oscuridad que Santana me mira. Escribo:



Ha hecho falta que Nick entrara en la reunión para que me hablaras; ¿ves competencia?


Dudo si darle o no al botón de «Enviar». Sé que eso le va a molestar, pero como soy una gran puñetera, ¡zas!, lo envío y observo su reacción a través de mis pestañas. Como es de esperar, ella frunce el ceño, levanta el mentón y no contesta.

Aisss, mi celosona.

Pero ¿todavía no se ha dado cuenta de que he nombrado a Nick para picarla?

Pasados un par de minutos, escribo:



Contéstame a lo que te he dicho: ¿Nick es competencia?



Ella lee el mensaje pero no contesta, e insisto:



San, estoy esperando.



Ni caso.

No me hace ni caso.

Las luces se encienden, la reunión prosigue y yo, molesta por su gesto serio de superioridad, escribo:



Una vez interrumpiste una reunión por mí. ¿Acaso crees que yo no lo haré por ti?



Cuando le doy a «Enviar», soy consciente de lo que he puesto, y Santana también. Pero la tía ni se menea.

¡Joder, es de hierro! Insisto:



Te doy diez minutos. O me contestas, o paro la reunión.



Ni se inmuta.

Está totalmente segura de que no lo voy a hacer.

Pero ¿es que todavía no me conoce?

Dispuesta a sorprenderlo, envío un mensaje a Rachel, en el que digo:



Llámame dentro de cinco minutos y sígueme el rollo.



Acto seguido, dejo el móvil sobre la mesa para que Santana lo vea y crea que desisto. Me repanchingo en la silla y me centro en la reunión, mientras el señor Duhmen habla sin cesar y todos lo escuchamos.

Pasados unos minutos, mi móvil vibra ruidosamente sobre la mesa y, mirando a mi alrededor con mi mejor cara de apuro, digo:

—Lo siento. Es de casa.

Tras escuchar unos segundos, exclamo levantando la voz un poco:

—¿Cómo? ¿En serio? ¿De verdad? No..., no... No puede ser...

Rachel, divertida, no puede dejar de reír, mientras dice:

—Marichocho, ¿qué estás haciendo?

Procuro no reírme.

¡La madre que la parió!

Y con seriedad respondo:

—De acuerdo..., de acuerdo, hablaré con Santana y te volveré a llamar.

Una vez cuelgo, me levanto en medio de la reunión y, ante la cara de asombro total de mi esposa, que no había creído mi amenaza, miro a la gente que hay a nuestro alrededor y digo:

—Siento interrumpir la reunión, pero necesito unos minutos a solas con mi esposa—y, sonriendo, añado—Tenemos que apagar un pequeño fuego en casa y es tremendamente ¡urgente!

Como todos son muy solícitos, y más tratándose de mí, que soy la mujer de Santana, rápidamente se levantan y abandonan la sala, mientras Mika le explica a Nick quién soy y él me mira sorprendido.

¿La mujer de la jefa?

Una vez sale la última persona y cierran la puerta, Santana, sin levantar la voz en exceso, gruñe sin moverse de su sillón de directora:

—¿Cómo has podido hacerlo?

Con una sonrisita de «¡Te lo dije!», camino hacia ella y digo:

—Te he dado diez minutos. Cinco más de los que me diste tú a mí en su momento. Y, por cierto—cuchicheo—, He de decirte que en casa todo está bien y que la reunión, Icewoman, la has interrumpido tú.

Santana me mira con gesto incrédulo.

Sin duda, la he sorprendido, y eso me gusta.

Me acerco a ella con decisión y, cuando estoy delante, pregunto:

—¿Hay cámaras en esta sala?

Mi amor, esa que me vuelve loca, asiente.

¡Vaya mierda!

Pero finalmente niega con la cabeza y añade:

—Tampoco está insonorizada.

Excitada al saber eso, subo mi falda de tubo ante ella. Con una tranquilidad que no es la que siento en mi interior, me quito las bragas negras que llevo, hago una pelota con ellas en la mano y, metiéndoselas en el bolsillo de la americana, murmuro cual vampiresa del cine porno:

—Señora Pierce-López, siento decirle que estaré sin bragas en la oficina...

—Britt—me corta—¿Qué estás haciendo?

Biennnn, ¡me ha llamado Britt, no Brittany!

Vamos bien, y respondo:

—Hacerte saber que sólo te deseo a ti aunque te enferme que vaya al Guantanamera o hable con el guaperas de Nick.

Su gesto se contrae y prosigo bajando la voz:

—Y quiero que sepas que, a pesar del enfado que tengo por tu desplante, estoy caliente, deseosa de ti y me muero por ver tu mirada cuando me compartes con otra persona. ¿Te queda claro?

Santana, me mira..., me mira y me mira.

¡Oh..., oh...!

Pero, antes de que pueda calibrar lo que siente, se levanta, me acerca a ella, de un tirón me baja la falda, me sienta sobre la mesa y, con lascivia, pasa la lengua por mi labio superior, después por el inferior, y me lo muerde.

Yo jadeo, ¡me vuelvo loca!

Cuando mi boca, mi ser, mi alma y toda yo estamos rendidos a ella, mi Icewoman particular me da tal besazo que me deja sin aliento, mientras me dejo llevar por el maremoto de emociones que me hace sentir.

¿De verdad me va a hacer el amor sobre la mesa?

Me agarra del pelo y, tirando de él hacia atrás, separa su boca de la mía y murmura:

—Jugaría contigo ahora mismo. Te abriría las piernas y...

—¡Hazlo!—la tiento.

Exigente como es, me devora de nuevo la boca, me hace el amor con la lengua y, por su intensidad, sé el esfuerzo que está haciendo por no tumbarme sobre la mesa y follarme como una salvaje.

El beso dura y dura y dura, y yo lo disfruto todo lo que puedo hasta que finaliza y, sin apenas separar su boca de la mía, susurra:

—No puedes hacer esto, Britt-Britt. Aquí, no.

Sé que tiene razón.

Sé que estamos en la oficina y no debería, pero respondo:

—Lo sé. Pero tú me has obligado. No me has hablado en todos estos días y...

—No puedes andar por la oficina sin ropa interior.

—Y tú no puedes enfadarte conmigo por estas tonterías—la reto.

Santana me mira.

Clava sus impactantes ojos oscuros en mí, mientras yo con descaro toco sus pechos y siento lo duro que están sus pezones.

¡Ay, madre!

Cuánto la deseo.

¡Por favor!

Que me conozco y estoy a punto de hacer una de mis locuras.

Su gesto desconcertado me hace sonreír y la razón vuelve a mí. No podemos hacer eso en López Inc.

No debemos y punto.

Y, decidiendo acabar ese momento provocado por mí para volverla loca, me separo de ella y digo mientras camino hacia la puerta por donde todos han salido minutos antes:

—De acuerdo. Visto que no le apetezco absolutamente nada, prosigamos con la reunión, señora Pierce-López, y, por favor, no vuelva a interrumpirla.

Boquiabierta por como la estoy dejando, se dispone a protestar cuando yo abro la puerta y digo como una perfecta mujercita:

—Pasen y disculpen la interrupción. Creo que el fuego en casa ya está apagado.

Santana rápidamente se sienta y se abrocha la americana para que nadie observe sus sobresalientes pezones, mientras todos entran y ocupan sus butacas. Con una sonrisa, me siento junto a Mika y Nick y se reanuda la reunión.

Pero, si soy sincera, no me entero de nada.

Aún tengo el sabor de su beso y el olor de su excitación en mi nariz. La miro y observo que comprueba con gesto implacable la pantalla de su portátil.

¿Qué estará pensando?

Histérica, me muevo en la silla consciente de que no llevo ropa interior.



Media hora después hacemos un alto para tomar un café. Veo a Santana hablar por teléfono y no me acerco a ella.


Cuando de nuevo entramos en la sala de juntas y nos sentamos, de pronto mi amor apoya las manos sobre la mesa y dice:

—Lo siento, señores, pero mi esposa y yo debemos abandonar la reunión para resolver ciertos asuntos familiares—después clava la mirada en mí y añade—Brittany, ¡vamos!

Ostrasssssssss, qué fuerte.

¡Cancela la reunión por mí!

España, 2 - Alemania, 1.

Sin querer llevarle la contraria, rápidamente recojo mi tablet y mi móvil y, cuando llego a su lado, me agarra con fuerza de la mano y dice mirando a los que nos observan:

—La reunión se pospone hasta mañana a las nueve en punto. Buenos días, señores.


Sin más, ambas salimos de la sala de juntas y veo que vamos derechos al ascensor. Una vez nos metemos en él, Santana me aprisiona contra la pared y, mirándome a los ojos, murmura:

—Britt-Britt, acabas de encender un gran fuego que tienes que apagar.

Me besa, y yo ¡me dejo!

España, 2 - Alemania, 2.

¡Empate!


Cuando llegamos al garaje, sin soltarme de la mano, sin recoger abrigos, sin nada, me lleva hasta el coche. Una vez entramos, voy a decir algo cuando ella teclea en su teléfono y dice:

—Gerta, que un mensajero pase por el despacho de mi mujer, coja su bolso y su abrigo y luego vaya por el mío para recoger mis cosas y llevarlas a mi casa.

Dicho esto, cuelga. Yo sonrío, ella arranca el coche sin hablar.

No sé adónde vamos.

No sé adónde nos dirigimos pero me dejo llevar cuando, pasadas varias calles, veo que aparca y baja del coche. Tan pronto como abre la puerta de mi lado, pregunto:

—¿Adónde vamos?

Pero no hace falta que me responda. Ante nosotras hay un hotel y, cogiéndome de la mano, murmura:

—Ven conmigo.

La sigo…

¡Claro que la sigo!

Yo a ella la sigo ¡hasta el fin del mundo si hace falta!

Entramos en el hotel y pide una habitación. El empleado de recepción nos mira.

Vamos sin abrigos, sin bolso, ¡sin nada!

¿Qué pensarán?

Por suerte, Santana lleva su cartera en el bolsillo de la americana y, tras entregar su Visa, el recepcionista nos da una tarjeta y dice:

—Suite 776. Séptima planta.

Santana asiente.

Yo sonrío, y nos encaminamos hacia el ascensor.

Al llegar ahí, una mujer la espera y, una vez entramos las tres, Santana pulsa el botón y vuelve a besarme.

Con el rabillo del ojo observo que la mujer nos mira, y murmuro:

—San...

Pero ella no me escucha.

Sigue a lo suyo.

Me coge entre sus brazos y, separándome unos milímetros, susurra mientras me sube la falda:

—No sé si matarte o jugar contigo por lo que has hecho y me has hecho hacer.

Azorada por la mirada incrédula de la mujer pero al mismo tiempo excitada, respondo:

—Voto porque juegues conmigo, suena mejor.

Veo que mi respuesta hace sonreír a Santana y, dándome un azote en el trasero desnudo, sisea mirando a la mujer que nos observa:

—Charlotte, ya la has oído. Vamos a jugar.

Sorprendida, veo que la mujer asiente y, cuando miro a mi esposa, ella añade:

—Señorita Pierce, prepárese para satisfacer mis más pecaminosas necesidades.

Acto seguido, me carga al hombro como si fuera una troglodita y, cuando el ascensor se para, las tres salimos de él y nos encaminamos hacia la habitación.

Al llegar frente a una puerta, Santana la abre, entramos, cierra, me deja en el suelo y, apoyándome contra la puerta, exige:

—Ábrete la blusa y sácate los pechos sin quitarte el sujetador.

Su exigencia me exalta y me calienta más y más, mientras Charlotte nos observa en silencio.

Esa petición tan salvaje me ha puesto a mil y, acalorada, hago lo que me pide, mientras me siento tremendamente sensual al sacarme los pechos para ellas.

Ambas me miran.

Ambas me devoran, y Santana, al ver mis senos al descubierto con mis pezones erectos, los contemplan con lujuria y le dice a Charlotte:

—Disfrutemos de mi mujer.

La desconocida, al que no he visto en mi vida, se acerca a mí y, tras pellizcarme mis endurecidos pezones, me los chupa. Me agarra de forma posesiva por la cintura y, mientras observo a Santana, que nos mira, me dejo tocar y manosear por aquella que devora mis pechos sin pudor.

Cuando creo que voy a explotar por el calor que siento, sin contemplaciones, Santana me arrastra hasta una silla, me da la vuelta, me sube la falda y, acercando la boca a mi oído, murmura:

—Inclínate sobre el respaldo de la silla y abre las piernas para nosotras.

Extasiada, hago lo que me pide.

Mi grito se pierde entre la mano de mi amor, que me tapa la boca, cuando con la otra me penetra con tres dedos hasta el fondo de mí. Acto seguido, Santana libera mi boca, tira de mi pelo, me levanta la cabeza y la oigo preguntar:

—¿Quieres jugar fuerte, Britt-Britt?

—Sí —respondo.

—¿Así de fuerte? —insiste hundiéndose de nuevo en mí.

—Sí..., sí...

Santana retrocede y vuelve a clavarse en mí sacándome mil y un gemidos, cuando veo que Charlotte se baja la falda junto con las bragas y pone frente a mi cara su sexo. Sin que nadie me diga nada, abro la lengua para chuparla, para disfrutarla, mientras me agarro a sus nalgas y accede a que la folle con la boca.

Ése es nuestro juego.

Es lo que he pedido, y Santana me lo da.

A diferencia de otras veces, mi amor no se mueve, no retrocede. Se queda clavada en mi interior y siento cómo mi vagina palpita ante su dura y profunda intromisión.

Santana aprieta..., aprieta..., aprieta sus dedos y caderas contra mí y yo jadeo enloquecida mientras que mi lengua entra y sale del sexo de Charlotte.

Cuando mi respiración cambia, noto que Santana retrocede para volver a ahondar en mí con ferocidad.

Charlotte se aparta y se sienta en la cama para mirarnos.

Santana está muy excitada y, acercando la boca a mi oído, murmura:

—Nunca vuelvas a echarme de tu lado como hiciste el otro día en el Guantanamera.

Asiento..., no puedo ni hablar cuando insiste:

—Y, por supuesto, nunca vuelvas a andar sin ropa interior por López Inc., ¿entendido?

No respondo, no quiero darle ese gusto.

Y ella, dándome un azote en el trasero, repite:

—¿Entendido?

El placer que siento es inigualable, y el alud de emociones que me invade no me deja responder.

Santana asola mi cuerpo dejando claro que es su ama con fuerza, con determinación, con posesividad, y yo sólo puedo abrirme a ella y disfrutar lo que me da una, dos y veinte veces.

La silla se mueve de sitio y no puedo sujetarla. Santana y sus embestidas atroces lo mueven todo y, cuando ya no puede más, después de un gemido de satisfacción que me hace saber lo que está disfrutando de esa nueva locura, hunde sus dedos una última vez en mí y ambas nos dejamos llevar por el momento.

Dejo caer la cabeza hacia delante para tomar aliento.

Estoy exhausta.

Pero, sin darme un respiro, mi señora, mi ama, mi patrona saca sus dedos de mí y me lleva hasta Charlotte. Ante la atenta mirada de mi morena y en silencio, la desconocida me lava rápidamente el sexo con una toalla húmeda, me sienta sobre ella, me coloca a su antojo y acomoda nuestros sexos.

Yo vuelvo a jadear.

El camino ya está humedecido. Santana lo ha hecho. Pero Charlotte, en busca de su placer, me agarra por el trasero y me mueve sobre ella con firmeza y precisión. Un gemido escapa de mi boca y echo la cabeza hacia atrás.

Es increíble.

Fantástico.

Enloquecedor.

Mi cuerpo se amolda a lo que esa mujer me hace y me dejo manejar. Moviéndome, busco mi propio placer, cuando siento que mi amor, desde atrás, posa sus cuidadas manos sobre mi cintura, termina de desnudarme, me aprieta contra Charlotte y murmura en mi oído:

—Recuerda. Intenta cerrar las piernas y el placer se intensificará.

Hago lo que me pide y soy consciente de que, al hacerlo, el placer se incrementa, se extiende, y jadeo al tiempo que noto cómo Charlotte tiembla.

Repito una y otra vez lo que Santana me ha recordado, mientras Charlotte juguetea, se abre paso todo lo que puede, y yo grito de placer por ello.

Cuando siento que mi amor me separa las nalgas, me acomodo sobre Charlotte dispuesta a recibirla a ella. Al notar mi predisposición, Santana juguetea con mi ano unos minutos para dilatarlo.

Charlotte lo ve y entonces me mira y, mientras se mueve en mí, pregunta:

—¿Nos quieres a las dos dentro de ti?

El ardor en el rostro de la mujer extiende a todo su cuerpo, y Santana, a la que no le veo la cara pero sí siento detrás de mí, dice:

—Charlotte, además de ser mi dueña y mi esclava, mi mujer es también atrevida, morbosa y fogosa. ¿Qué más puedo pedir?

La aludida, que está moviendo debajo de mi, asiente y, cuando jadeo al notar el dedo de Santana en mi ano, susurra:

—Tienes la compañera que muchos queremos pero que pocos consiguen, amiga.

Gustosa de oír eso, Santana me besa el cuello.

—Lo sé —dice.

Un par de segundos después, me levanta, me da la vuelta y, mirándome a los ojos, dice mientras me lleva hasta un sillón de cuero blanco:

—Sepárate las nalgas para Charlotte.

Lo hago..., hago lo que me pide..., mientras mi respiración se acelera y siento cómo la lengua de la desconocida me recorre el trasero con lascivia. Mi cuerpo se estremece involuntariamente, y mi amor, rozando apenas su boca con la mía, dice:

—Siéntate sobre ella y entrégate.

Oír lo que me pide me vuelve loca.

Uff..., ¡madrecita, qué calor!

Miro hacia atrás y veo a Charlotte ya sentada en el sillón, a la espera de que cumpla mi orden.

Como la esclava sexual que soy en este instante de mi amor, me acomodo sobre Charlotte sin dejar de mirar a mi dueña y señora.

Charlotte me abre las piernas y, sin perder un segundo, guía sus dedos hacia mi ano, que dilatado como está hace que se hunda rápidamente.

Jadeo.

Cierro los ojos, y Charlotte, agarrándome con fuerza las nalgas, me cierra las piernas y, moviendo con premura sus caderas, me da unas buenas embestidas que resuenan por toda la habitación para saciar el apetito sexual que tiene en ese instante de mí.

¡Dios, qué placer!

Sus dedos entran y salen de mi ano, una y otra y otra vez, y yo lo disfruto.

Lo gozo..., lo saboreo.

Mis ojos y los de Santana están conectados mientras Charlotte se hunde en mí, y yo, gustosa, jadeo y permito que lo haga. Complacida con lo que ve, no nos quita ojo hasta que finalmente Charlotte llega al clímax y, tras una arremetida, ambas nos dejamos llevar.

Sin salirse de mí, Charlotte pasa la mano libre por debajo de mis rodillas y, abriéndome los muslos, murmura con un hilo de voz:

—Santana..., tu mujer.

Mi amor me mira acalorada mientras se toca la vagina gustosa. Y, para hacerme rabiar, se agacha, me besa el sexo y juguetea con él.

Grito.

Me retuerzo.

¡Uf, qué calor!

Durante varios minutos, sigo empalada por el ano por Charlotte, y al mismo tiempo Santana juguetea con mi clítoris y yo disfruto como una loca.

Como una verdadera posesa.

Calor, delirio, frenesí..., todo eso me hace sentir mi amor, mientras juguetea conmigo y otra mujer me abre para ella. Segundo a segundo, mi respiración se acelera y, cuando ya no puedo más, cojo con las manos el pelo de Santana, hago que me mire y murmuro:

—Hazlo ya... Te deseo.

Tras un último y dulce mordisquito a mi vagina, mi alemana pone una rodilla sobre el sillón, se acomoda bien y, guiando sus dedos hacia mi húmeda y ardiente entrada, se introduce en ella, se deja caer sobre mí y me besa mientras se hunde una y otra vez; Charlotte no se mueve.

Me gusta estar entre aquellas dos mujeres.

Lo disfruto, y sé que ellas lo disfrutan también.

Eso estimula mis pensamientos.

La mano libre de Charlotte me agarran por los riñones y siento cómo sus dedos comienzan de nuevo a entrar y a salir de mi ano, mientras Santana sólo tiene los ojos clavados en mí y me entrega lo que quiero, lo que le pido y lo que necesito.

—Más fuerte —exijo.

Al oírme, sonríe con fogosidad, se agarra al borde del sillón y me da lo que quiero.

Sus acometidas son apasionadas e impetuosas.

Siento que me va a partir en dos de placer mientras me entrego a ella y a quien ella quiera.

Soy suya.

Una y otra... y otra vez, aquellas dos mujeres entran en mí con fogosidad y yo abandono mi cuerpo entre sus manos. Me mueven, me colocan a su antojo, se hunden en mi interior y yo accedo..., accedo a todo lo que ellas quieran, mientras siento sus dedos dentro de mí y me hacen jadear de placer.

De puro placer.

No sé cuánto tiempo dura.

No sé cuánto tiempo estamos así.

Sólo sé que, cuando el orgasmo nos llega, el espasmo es tal que el éxtasis por lo que estábamos haciendo nos hace tener convulsiones uno en brazos de la otra durante varios segundos, mientras Charlotte, debajo de nosotras, soporta el peso de nuestros cuerpos y vive su particular aventura.


Durante el resto de la mañana, disfruto del morbo, la posesividad y la lujuria junto a mi amor.

Permito que manipulen mi cuerpo como si yo fuera una muñeca de trapo, y me gusta. Me excita ser su esclava sexual en ese instante, me encanta permitírselo, y sé que a Santana le gusta también autorizarlo.

Tan pronto estoy a cuatro patas como boca arriba o boca abajo mientras ellas me follan, me separan las nalgas, me ofrecen, me acarician, me chupan, introducen los dedos en mí, y yo lo consiento.

Apruebo lo que ahí ocurre porque la primera en exigirlo soy yo.



A las dos de la tarde, tras varias horas de sexo caliente y exacerbada, Charlotte se va y, cuando Santana y yo nos quedamos solas en la habitación, digo:

—Nunca había visto a Charlotte. ¿De qué la conoces?

Santana me mira.

Está de pie a mi lado, y responde:

—La conozco desde hace años, pero por trabajo se trasladó a vivir a Berlín. La semana pasada me llamó y me dijo que vivía aquí de nuevo.

Levantándome, cojo el sujetador para ponérmelo y afirmo:

—Entonces, la volveremos a ver en el Sensations, ¿verdad?

—No. Nunca lo verás por ahí.

—¿Por qué?—pregunto sorprendida.

Mi amor me ayuda a abrocharme el sujetador y, una vez lo ha hecho, me besa en el cuello y dice:

—Porque la discreción es fundamental para ella. Primero, porque su mujer no participa de sus juegos. Y, segundo, porque es jueza del Tribunal Superior. Por tanto, la verás sólo en ocasiones como la de hoy.

Saber que es juez me sorprende, pero pregunto:

—¿Que su mujer no participa?

—No—dice y, abrochándose el botón del pantalón, añade—Por eso ha dicho que tú eres la compañera que muchos querrían tener pero pocos consiguen, ¿lo recuerdas?

Asiento, y Santana me besa y añade:

—Y, por suerte para mí, eres mi mujer. Mía.

Esa sensación de propiedad tan de mi alemana me hace reír.

—Y tú, Icewoman, eres mía.

Ambas reímos.

A cualquiera que se le diga que disfrutamos compartiéndonos en ciertos momentos no nos entendería, pero yo ya paso de eso. Paso de lo que piensen, de lo que opinen.

Yo soy feliz así con Santana, y punto y final.

Estoy atontada mirándola cuando mi amor, mi loco amor, dice mientras me abraza:

—Por eso, Britt-Britt, me pongo tan celosa cuando vas al Guantanamera. Tengo tanto miedo de perderte que, si eso ocurriera, yo creo que...

—Pero ¿qué tonterías estás diciendo?

Santana resopla.

—Britt, soy consciente de mis limitaciones, y lo sabes.

Oír eso, que he oído tantas veces en los años que llevamos juntas, me hace reír, y afirmo:

—Mira, mi amor. Yo no necesito que tú bailes si yo bailo. Yo sólo necesito que seas feliz, que sonrías y te fíes de mí cuando salgo sin ti o voy a divertirme al Guantanamera. El resto... sobra, y sobra porque te quiero y para mí no existe nadie más que tú.

Su sonrisa se expande.

Se agranda.

Feliz, la abrazo, la beso con todo el amor que soy capaz de darle y, mirándola, murmuro:

—Soy tuya, como tú eres mía. Entérate de una santa vez, cabezona.


Después de varios besos y palabras de amor que sólo mi loca y testaruda alemana sabe decirme, terminamos de vestirnos, abandonamos el hotel y regresamos a casa.

¡Qué mañanita de jueves más buena que he pasado!


************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Mar Dic 08, 2015 8:29 pm

que ardorosa reconciliacion, esperemos que desde ahora brittany entienda que debe ser menos lanzada con las actividades que no incluyan a santana!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lizz_sanny Mar Dic 08, 2015 10:14 pm

Hola,
Excelente capitulo, solo se me hizo un poco corto.
Sin duda San seguirá siendo un "gilipollas", pero así la queremos.
SALUDOS!!
Lizz_sanny
Lizz_sanny
*
*

Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/12/2015
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Mar Dic 08, 2015 11:04 pm

micky morales escribió:que ardorosa reconciliacion, esperemos que desde ahora brittany entienda que debe ser menos lanzada con las actividades que no incluyan a santana!!!!


Hola, jajajajaaj o no¿? jajajajaajajaj. Esperemos que las dos entiendan el punto de la otra jajajaja. Saludos =D




Lizz_sanny escribió:Hola,
Excelente capitulo,  solo se me hizo un poco corto.
Sin duda San seguirá siendo un "gilipollas", pero así la queremos.
SALUDOS!!



Hola, jajaj que bueno que te gustara, =o jajaja aquí el siguiente! Jajajajajajajaj toda al razón ai! jajajajaajaj. Saludos =D



23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 30

Mensaje por 23l1 Mar Dic 08, 2015 11:06 pm

Capitulo 30


La boda de Kitty... llega.

Ese día, nos ponemos todos guapísimos.

Pero quienes menos importamos somos nosotros.

Ahí la que importa es Kitty, que va preciosa con su bonito vestido de novia y su incipiente barriguita.

Maribel, mi suegra, se pasa toda la ceremonia agarrada de la mano de Santana.

La necesita, y entiendo que lo haga.

Es su hija y, por mucho que haya madurado, será su niña toda la vida, como mi hermana y yo somos las niñas de mi papá.



Una vez finalizada la ceremonia, reparto saquitos de arroz entre los invitados para que lo echen y, cuando mis ojos se encuentran con los de Ginebra, ésta me mira y dice:

—Pero qué guapa estás, Brittany.

Yo asiento, río y entonces ella, dejándome sin palabras, prosigue:

—Gracias por permitirme venir a la boda.

—¡¿Qué?! —murmuro boquiabierta.

Ella, que tiene más tablas que un ajedrez, sonríe y susurra:

—Brittany, a pesar de mis esfuerzos por caerte bien, sé que te sigo incomodando. Y de verdad que lo siento.

No contesto.

Oírla decir eso me llega al corazón, y finalmente, guiñándole el ojo, respondo:

—Estoy feliz porque estés aquí. Venga, disfrutemos de la preciosa boda.

Ginebra asiente.

No dice más, y yo, dándome la vuelta, prosigo mi camino mientras me siento como una bruja piruja.

Al salir de la iglesia, Rachel y yo tiramos un buen arsenal de arroz, mientras reímos por la cara que ponen las novias.

Santana y Quinn, que lo saben, se alejan de nosotras. No quieren ensuciarse sus vestidos con el polvillo.

¡Vaya dos pijoteras!


El convite se organiza en un hotel cercano a la iglesia y todo sale de maravilla.

Sólo con ver la cara de Kitty, todos sabemos lo feliz que es y, cuando las novias bailan el vals que han elegido, todos aplaudimos, mientras yo me siento tan feliz como la novia al lado de mi amor.

En la vida me habría imaginado a Kitty bailando un vals el día de su boda, pero sé que ha querido darle el gusto a su mamá y a los padres de la que ya es su esposa.

Y se lo aplaudo.

Maribel se lo merece, y los padres de Marley seguro que también.


Eso sí, una hora después, llega un grupo de jóvenes que suben al escenario, y sonrío al ver unos timbales, unas guitarras, bongós y maracas. Feliz por ver el rumbo que va a tomar la fiesta, me acerco a mi cuñada, que está hablando con Reinaldo, Ryder y algunos amigos del Guantanamera, y digo:

—Qué buena idea has tenido, Kitty.

Ella me mira y yo señalo a los jóvenes y digo:

—¡Muy buena idea! Ahora sí que vamos a bailar.

Veo que mi cuñada clava la mirada en aquéllos, y sonriendo, cuchichea:

—Bueno, lo creas o no, no sé qué hacen aquí.

Luego, echando un vistazo al resto de los amigos, pregunta:

—¿Los han contratado ustedes?

Todos niegan con la cabeza a pesar de lo mucho que les agrada la idea, hasta que oímos decir a nuestras espaldas:

—Los he contratado yo.

Al volverme y encontrarme con mi increíble y guapa esposa, sonrío..., sonrío y sonrío, mientras veo cómo Kitty se tira a sus brazos y la besuquea con amor.

Reinaldo, Ryder y el resto, tras alabar el detalle, corren hasta los recién llegados y, segundos después, los timbales suenan y la gente comienza a bailar.

Sin moverme de mi sitio, sigo mirando a mi sorprendente esposa, y no sé si comérmela a besos o desnudarla directamente y hacer todo lo que se me antoje con ella.

Santana, que es mucho Santana, sabe lo que pienso al ver mi gesto y, acercándose a mí, la muy canalla murmura:

—Recuerda, Britt-Britt: pídeme lo que quieras y yo te lo daré.

Me río, no lo puedo remediar. Y, abrazándome a la persona, a la mujer que me vuelve loca de deseo y de amor entre otras cosas, respondo:

—Tú sí que sabes, mi amol.

Encantada, mi morena me rodea con los brazos, me acerca a ella y me besa. Me devora y yo lo disfruto hasta que oigo la voz de Ginebra, que dice:

—Vamos, parejita, ¡a bailar!

Oír eso me hace sonreír.

¿Bailar, Santana?

Y ésta, que sigue abrazándome como un oso, dice entonces con su preciosa sonrisa:

—Quiero que bailes, rías y grites eso de «¡Azúcar!», y que lo pases fenomenal con tus amigos. Y, tranquila, prometo no encelarme ni pensar tonterías.

Contenta por lo que acabo de oír, suelto una risotada justo cuando la orquesta comienza a tocar 537 C.U.B.A.

—¡Diosss!—grito—, ¡Me vuelve loca esta canción!

Santana sonríe, me da la vuelta y, dándome un azotito cómplice en el trasero, dice empujándome:

—Anda, ¡ve y disfruta de la música!

Tras guiñarle el ojo, llego bailoteando hasta mis amigos y ya no paro durante horas.

El grupo que mi amor ha traído es buenísimo, y nos divertimos mientras gritamos aquello de «¡Azúcarrrrr!». Un par de veces hago una pausa para beber algo.

Si no bebo, me deshidrataré.

Cada vez que me ve, mi amor, que está charlando con unos amigos, me ofrece una coca-cola fresquita.

¡Cómo me conoce la canalla!

Mi suegra y sus amigas se hacen cargo de los niños, disfrutan con ellos.

Incluso Flyn sonríe.

Eso me gusta.

Pero una de las veces, cuando dejo de bailar y camino hacia Santana, veo que está hablando por teléfono apartada del grupo con gesto serio, y me da mala espina.

Al verme llegar, Quinn me pasa la coca-cola fresquita, y le pregunto:

—¿Con quién habla?

—No sé —responde Quinn.

De pronto Santana cuelga el teléfono, se toca el pelo y, por cómo mueve la cabeza, sé que ocurre algo.

Eso me alerta.

Pero más me alerta cuando se da la vuelta y clava los ojos en mí. Tras unos segundos en los que intuyo que ordena sus ideas, camina hacia mí y, antes de que abra la boca, yo pregunto:

—¿Qué ocurre?

Quinn y Rachel ya están a mi lado, y Santana, cogiéndome la mano, dice:

—Era Will. Está con Susto en urgencias.

De pronto, para mí la fiesta acaba.

Susto...

¡Mi Susto!

¿Qué le ocurre?

Y, como puedo, con un hilo de voz pregunto:

—¿Qué ha ocurrido?

Santana me aprieta la mano.

—Al parecer, cuando Will sacó la basura, se dejó la puerta de la cancela abierta, Susto corrió tras él y un vehículo lo... lo atropelló.

Según oigo la última palabra, me suelto de Santana y llevo mi mano directa al corazón mientras mis ojos se inundan de lágrimas.

Sin esperar un segundo, Rachel me coge y murmura:

—Tranquila..., Britt..., tranquila.

Pero mi tranquilidad ya no existe.

Susto, mi Susto, ha tenido un accidente, y yo rompo a llorar mientras siento cómo Santana me acerca a su cuerpo, me abraza y me dice una y mil veces que me tranquilice, que todo va a salir bien.

Al verme en ese estado, mi suegra viene rápidamente hacia mí, y yo me doy la vuelta para que nadie más me vea llorar, mientras les pido que no les digan nada a Flyn ni a Kitty.

No quiero jorobarle la boda a mi cuñada ni asustar al niño.

Santana pasa la mano con dulzura por mi rostro mientras Quinn y Rachel me dicen una y otra vez que no me angustie, pero yo ya no veo... Ya estoy histérica y, mirando a Santana, pregunto:

—¿Qué más te ha dicho Will?

El gesto de Santana es serio.

—Cariño, el veterinario está haciendo lo que puede.

Siento que me falta el aire.

¡Me asfixio!

En ese instante aparece Flyn y, al verme así, pregunta:

—Mamá San, ¿qué ocurre?

Santana me mira, entiende que ha de ser sincera con Flyn, y responde.

—Un coche ha atropellado a Susto y...

—¿Susto está muerto?—pregunta el crío con un hilo de voz, lo que a mí me hace llorar aún más.

—No..., no—aclara rápidamente Santana—El veterinario está con él.

La angustia me carcome mientras mi esposa da explicaciones al niño y éste, a pesar de lo nervioso que está, demuestra que es un jodido López y ni se despeina.

Quiero irme.

Quiero ir a la clínica, pero no puedo hablar.

Y entonces Santana, que me conoce muy bien, clava los ojos en su mamá, que está a mi lado, y pregunta:

—Mamá, ¿te puedes llevar a Jane y a los niños a tu casa?

—Por supuesto, hija..., por supuesto.

Santana asiente y, agarrándome con fuerza de la mano, dice:

—Vamos, Britt. Iremos a la clínica.

—Voy con ustedes—dice Flyn.

Santana asiente.

—Nosotras también vamos—afirma Rachel.

Mi amor la mira.

—No, Rach, es mejor que se queden con los niños mientras dure la fiesta y luego los lleven con mi mamá a su casa.

Mi amiga, mi buena amiga, me mira y yo asiento. Santana tiene razón.

—No te preocupes, Santana—dice Quinn—Nosotras nos encargamos.

—De acuerdo—conviene Rachel—Pero quiero que me tengan informada.

Asiento y Santana también y, cogidas de la mano, vamos hacia la salida. Pero de pronto Santana se detiene, mira a la derecha y, dirigiéndonos hacia Félix y Ginebra, pide:

—Félix, necesito tu ayuda.

—¿Qué te ocurre, Brittany?—pregunta Ginebra al ver el estado en el que me encuentro.

Rápidamente Santana explica lo ocurrido, y Félix, al oírla, dice:

—Iremos con ustedes.

En ese instante recuerdo que Santana me dijo que Félix tenía varias clínicas veterinarias en Estados Unidos y, apenas sin hablar, los cinco nos dirigimos hacia la calle.

Lo único que quiero es ver a Susto cuanto antes.

¡Necesito ver a Susto!



Veinte minutos después, cuando Santana aparca el coche, literalmente me tiro del vehículo y corro hacia la clínica.

La puerta está cerrada, son las doce y media de la noche, pero Will, al verme, se levanta de donde está sentado y me abre.

—¿Cómo está?—pregunto preocupada viendo las manchas de sangre en su ropa.

El hombre me mira y murmura con gesto apenado:

—Brittany, lo siento. No me di cuenta de que la verja se quedaba abierta y...

—Will, ¿cómo está?—insisto nerviosa.

En ese instante entran todos y Will, tan preocupado como yo, responde mirando a Santana:

—No lo sé. El veterinario me dijo que esperara aquí.

Entonces se abre la puerta de la consulta y el veterinario de urgencias, al ver a tanta gente elegantemente vestida, pregunta:

—¿Vienen todos por Susto?

—Sí —afirma Santana con rotundidad.

—Soy su dueña. Quiero verlo—digo angustiada—¿Cómo está?

—Es mejor que no lo vea ahora—responde el veterinario—, Porque...

—He dicho que quiero verlo —insisto.

Santana, que me conoce, coge mi rostro entre las manos y, mirándome, dice:

—Escucha, cariño. Lo importante ahora es atender a Susto, ya lo verás más tarde.

Sé que tiene razón, que yo no puedo hacer nada. Pero con un hilo de voz murmuro:

—Estará asustado, y si me ve seguro que...

—Está sedado para que no sienta dolor —me corta el veterinario.

Saber de su padecimiento me machaca el alma, y entonces el veterinario prosigue:

—El golpe que ha recibido ha sido fuerte, pero está fuera de peligro. Tiene diversas contusiones y se ha fracturado la pata delantera izquierda y, la verdad, aunque quiero ser positivo, no veo muy buena solución a eso.

De repente, me asusto.

Santana, que aún no me ha soltado la mano, mientras me sienta en una silla, murmura:

—Tranquila, Britt-Britt..., tranquila.

Asiento.

Tiene razón.

Debo estar tranquila.

Debo comportarme como una adulta estando Flyn con nosotros.

—Doctor—pregunta Santana entonces—, ¿Puede operar a Susto ahora?

—Sí—afirma él—Estábamos esperando a que llegaran ustedes para que dieran su consentimiento y firmaran estos papeles. Aquí se explican los riesgos de la anestesia y la cuantía de la operación. Pero he de decirles que quizá, aun con la intervención, la pata del animal no quede bien.

Santana coge los papeles mientras Félix comienza a hablar con el doctor. Como veterinarios, ambos se entienden a la perfección.

Mi amor se saca un bolígrafo del bolsillo y, agachándose, se apoya en una silla y firma los papeles sin leerlos. Algo que siempre me dice que yo no haga lo está haciendo ella por Susto.

Una vez Santana se incorpora, me guiña un ojo con cariño y oigo que Félix dice:

—Lo más acertado es operarlo. Le he pedido al doctor Faüter que me permita estar presente en el quirófano para ayudar: soy especialista en este tipo de fracturas. ¿A ustedes les parece bien?

Santana me mira. Yo asiento, y entonces ella murmura tendiéndole la mano:

—Gracias, Félix.

Cuando los dos hombres desaparecen tras la puerta, Ginebra, que hasta el momento se ha mantenido callada, se sienta a mi lado y, cogiéndome la mano, dice:

—Todo va a salir bien. Tranquila, Brittany. Félix no va a permitir que a Susto le pase nada. Como ha dicho, es especialista en ese tipo de fracturas y ha operado a infinidad de animalitos en sus clínicas.

Me dice justo lo que necesito oír: positividad, e intento sonreír.

En ese instante, Flyn se sienta en la otra silla y, cogiendo mi otra mano libre, murmura:

—Mamá, tranquila. Susto es fuerte y se recuperará.

Su contacto, sus palabras y, en especial, que me llame ¡«mamá»! y se preocupe por mí me provocan de nuevo el llanto, y lo abrazo. Llevo tanto tiempo sin abrazarlo, sin sentirlo cerca que lloro de felicidad, dentro de mi tristeza, por tenerlo junto a mí.

Necesito a Flyn.

Adoro a Flyn, y sólo quiero que me quiera.


Pasados diez minutos, en los que no he podido parar de llorar como si me fuera la vida en ello, y es que me va, Flyn se levanta de mi lado, y Santana se acerca a Will y dice:

—Creo que es mejor que regreses a casa.

—No, señora. Prefiero quedarme aquí—y, mirándome con gesto pesaroso, susurra—Lo siento, Brittany. Lo siento mucho.

Su expresión me hace saber que lo dice sinceramente. Pobre, el disgusto que tiene encima. Si hay alguien que siempre me ha querido y me ha demostrado su cariño desde que puse los pies en Múnich, ése es el buenazo de Will.

Me levanto y le doy un abrazo.

—Tú no tienes la culpa de nada, Will—aseguro—Por favor, no vuelvas a disculparte. Ya sabemos todos lo inquieto que es y lo loco que está Susto y, tranquilo, seguro que se recuperará.

Sonreímos, y luego Santana insiste:

—Vamos, Will, vete a casa. Emma debe de estar nerviosa. Prometo decirte algo cuando regresemos—y, volviéndose, pregunta—Flyn, ¿quieres irte con él?

—No—responde mi hijo—Prefiero quedarme con ustedes.

Will se resiste, pero al final lo convencemos entre todos y se va. Una vez sale por la puerta de la clínica, Santana la cierra desde dentro y se sienta a mi lado.

Sólo podemos esperar.



Una hora después, Félix y el doctor aparecen ante nosotros, y este último dice:

—Ha salido todo como esperábamos. Hemos tenido que darle puntos en el hocico y tiene varios dientes rotos. En cuanto a la pata, le hemos puesto una placa con tornillos que deberemos cambiar dentro de unos meses en una segunda operación.

—De acuerdo—consigo murmurar.

—Bien—oigo que dice Flyn a mi lado.

—De momento—prosigue el veterinario—, Susto tendrá que quedarse aquí algunos días. Pero tranquila, todo está bien.

Estoy como en una nube.

Susto, mi precioso Susto, parece que se encuentra fuera de peligro y, mientras Santana continúa hablando con el veterinario, Félix se acerca a mí y dice:

—Tu bichillo es más fuerte de lo que crees. Se repondrá, aunque quizá tenga una cojera de por vida, pero eso te da igual, ¿verdad?

Su comentario me hace sonreír.

¡Claro que me da igual!

Lo abrazo y susurro:

—Gracias..., gracias..., gracias.

Félix sonríe y oigo que Ginebra ríe cuando él dice:

—De nada, mujer.

Mi felicidad es completa, y abrazo también a Ginebra. La verdad es que la mujer no se ha separado de mi lado y no ha parado de darme ánimos durante las horas en las que yo veía más oscuridad que luz.

¡Joder, qué negativa me vuelvo en algunos momentos!

Una vez me suelto de ella, abrazo feliz a mi amor y entonces oigo que el veterinario dice:

—Brittany, ¿quiere verlo ahora?

Asiento.

Asiento como una niña chica y, mientras Félix se queda con Ginebra, yo entro en una habitación de la mano de mi amor y de Flyn.

Veo jaulas con otros animalitos que me miran curiosos, hasta que el veterinario se detiene ante una de las jaulas, que tiene una luz roja en el techo, y dice abriendo la puerta:

—Está sedado y permanecerá así un buen rato, pero está bien.

Me quedo bloqueada mirando a mi Susto.

Verlo así me impresiona.

Tiene la cabeza vendada y también parte del cuerpo. De pronto parece estar más delgado de lo que por norma está y, acercándome a él, lo beso sobre la venda del hocico y las lágrimas se me escapan.

Qué indefenso parece.

—Tranquilo, cielo..., mami está aquí y no te va a dejar—murmuro con el corazón encogido.


Durante varios minutos, me olvido del resto del mundo y sólo me centro en Susto, sólo en él.

Lo beso.

Lo toco con cariño y le dedico las mayores palabras de amor y ternura que soy capaz de articular en ese instante.

Santana y Flyn siguen a mi lado, no se separan de mí y, con gesto serio, me observan hasta que mi hijo da un paso al frente y toca con afecto a Susto.

Nos miramos y sonreímos.

Estamos felices por tener a nuestro perro con nosotros.

Santana nos observa en silencio y, conociéndola como la conozco, sé que ver a Susto así debe de estar destrozándola. Si hay alguien que no soporta ver el dolor o las enfermedades en los demás, es ella.

—Se pondrá bien, Sanny, tranquila—digo.

Al oírme, mi amor sonríe y, tras acercarse a la jaula, le da al animal un beso en su vendada cabeza y responde:

—Susto todavía tiene mucha guerra que dar.


Al salir de la clínica son cerca de las tres de la madrugada, y Santana y yo nos empeñamos en llevar a Ginebra y a su marido al hotel.

Es lo mínimo que podemos hacer por ellos.


Una vez los hemos dejado, me apoyo en el reposacabezas y cierro los ojos.

Estoy contenta ¡dentro de mi susto por Susto!

Pero todo parece que está saliendo bien.



Al llegar a casa, Will y Emma nos esperan junto al pobre Calamar, que está triste y solo. Rápidamente les indicamos que todo está controlado y, cuando se marchan a dormir y Flyn se sube a Calamar a su cuarto para que esté acompañado, Santana me abraza y murmura mirándome a los ojos:

—Todo va a salir bien, Britt-Britt..., te lo prometo.

Asiento.

Quiero que así sea y, si mi Santana López me lo dice, ¡lo creeré!


************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Miér Dic 09, 2015 8:18 am

que bueno que susto esta bien, brittany se hubierse sumido en depresion si le pasaba algo, aunque creo que todos pq es muy querido!!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lizz_sanny Miér Dic 09, 2015 4:04 pm

Holis,
Que pena lo de Susto, no me puedo imaginar si le hubiera pasado algo peor :(
Actualiza pronto!
SALUDOS!!
Lizz_sanny
Lizz_sanny
*
*

Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/12/2015
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Lizz_sanny Miér Dic 09, 2015 4:04 pm

Holis,
Que pena lo de Susto, no me puedo imaginar si le hubiera pasado algo peor :(
Actualiza pronto!
SALUDOS!!
Lizz_sanny
Lizz_sanny
*
*

Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/12/2015
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Miér Dic 09, 2015 8:11 pm

micky morales escribió:que bueno que susto esta bien, brittany se hubierse sumido en depresion si le pasaba algo, aunque creo que todos pq es muy querido!!!!!


Hola, siiii =D Eso si que hubiera sido un golpe mas que duro para britt, y si es muy querido! Saludos =D




Lizz_sanny escribió:Holis,
Que pena lo de Susto, no me puedo imaginar si le hubiera pasado algo peor :(
Actualiza pronto!
SALUDOS!!

Lizz_sanny escribió:Holis,
Que pena lo de Susto, no me puedo imaginar si le hubiera pasado algo peor :(
Actualiza pronto!
SALUDOS!!



Hola, siii, nooo ni yo! pero todo salio bn! Jajajaj aquí el siguiente cap! Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 31

Mensaje por 23l1 Miér Dic 09, 2015 8:14 pm

Capitulo 31


El lunes, cuando a las siete de la mañana sonó el despertador, Rachel quería morirse pero, alargando la mano, lo paró y siguió durmiendo.

Quinn, que lo había oído, abrió los ojos y observó divertida cómo Rachel se arropaba con las mantas.

—Cariño...—murmuró—, Hay que levantarse.

Rachel, sin querer abrir los ojos, musitó con el pelo enmarañado:

—Cinco minutos..., sólo cinco minutos más.

Quinn asintió y, tras darle un beso en la punta de la nariz, dijo cogiendo el despertador para volver a poner la alarma:

—Te daré una hora. Yo me encargaré de levantar a Sami, ¿vale? Pero luego te levantas y la llevamos juntas al colegio.

Con una ponzoñosa sonrisa, Rachel asintió y, suspirando con gustito, repuso:

—Eres la mejor, cariño..., la mejor.

Quinn se levantó sonriendo de la cama y, desperezándose, fue hasta la habitación de la pequeña, donde reinaba la paz. Con cariño, se acercó hasta la cama y, sonriendo al ver que dormía con el pelo enmarañado como su mamá, se tumbó a su lado y saludó:

—Buenos días, mi preciosa princesa. Hay que levantarse.

Al oírla, la niña abrió un ojito y protestó:

—Mami, no quiero, tengo sueñito.

Quinn sonrió.

Rachel y Sami eran el centro de su vida.

Las adoraba.

Las amaba con locura.

Y, besando la cabeza rubia de la pequeña, cuchicheó:

—¿Sabes, prinsesa? Mami Rach está dormida; si te levantas ahora podrás elegir la ropa que tú quieras.

Los ojos de la cría se abrieron de inmediato y, sentándose en la cama, se retiró el pelo de la cara y preguntó:

—¿Lo que yo quiera?

Al ver su expresión de pilluela, Quinn rio y afirmó:

—Lo que quieras, excepto los disfraces de princesas y las coronas. Ya sabes que al cole sólo se pueden llevar cuando hay fiesta de disfraces.

—Jooooooooooooooooooo.

A cada segundo más encantada por las reacciones de la pequeña, Quinn le guiñó un ojo y cuchicheó con complicidad:

—Pero puedes llevar el vestido rosa con la cara de las princesas que te compré y los zapatos nuevos. ¿Qué te parece?

—Síiii.

Como si fuera un cohete a propulsión, Sami se tiró de la cama, abrió el armario y, tras sacar aquello que su mami había dicho, la miró y afirmó con gesto pícaro:

—Mami Rach se va a enfadar.

—De mami me encargo yo—dijo Quinn riendo y cogiendo a la pequeña en brazos—Ven, vamos al baño. Hay que lavarse la carita y los dientes.



Una hora después, cuando Quinn y Sami estaban desayunando ya vestidas, Quinn con su impoluto traje y ella con su vestido nuevo, Rachel se levantó y, al ver a la pequeña, murmuró mientras se llevaba una mano a la cabeza:

—Cariño, por favor, que Sami va al colegio, no a la entrega de los Oscar.

La pequeña miró entonces a Quinn, que respondió:

—Lo sé, pero es que Sami es tan elegante como su mami Quinn.

Rachel asintió y, sonriendo, se dio por vencida.

—Vale, voy a vestirme. Eso sí, si a sus majestades no les importa, yo iré en vaqueros y camiseta.

Cuando desapareció, Quinn y Sami chocaron las manos con complicidad.

—Mami, eres el mejor—cuchicheó la pequeña.

Feliz por el comentario de la pequeña, Quinn soltó una carcajada mientras exclamaba:

—Por mi princesa, ¡lo que sea!




Media hora después, Rachel y Quinn salieron de la casa, bajaron al garaje y se montaron en su coche.


Al llegar al colegio coincidieron con Louise, Heidi y otras mujeres, y Rachel, al verlas, se tensó y murmuró:

—Espero que esto no sea una nueva encerrona o lo vas a lamentar.

Al ver a las mujeres, Quinn se encogió de hombros.

—Yo no sé nada. Te lo prometo.

Con Sami en el centro y cogida por ambas de la mano, Heidi y las demás se acercaron y esta última las saludó:

—Buenos días, parejita. Qué alegría encontrarlos aquí.

—El placer es mío, Heidi—saludó encantada Quinn al tiempo que la besaba.

—Heidi es una zorra —soltó de pronto Sami.

—¡Sami! —la regañó Quinn.

—Y una perra..., eso dijeron mamá y la tía Britt.

Rachel, que se había quedado sin habla y no sabía dónde meterse, observó a su hija mientras sentía la mirada acusadora de Quinn y de las mujeres y, como pudo, susurró:

—Sami, eso no se dice.

Luego, mirando a Heidi, que se había quedado a cuadros, añadió:

—No lo dice por ti, Heidi; siento el desacertado comentario.

Y, sin más, cogió a su hija en brazos y se alejó para dejarla en el colegio antes de que les cerraran la puerta, mientras Quinn se quedaba con aquéllas.

Sin permitirle abrir la boca a su hija, la besó y se la entregó a la señorita mientras pensaba qué explicación darle a Quinn pero, cuando se volvió y vio a las mujeres sonriendo como tontas alrededor de ella con una actitud que no le gustó nada de nada, apretó el paso.

—Sin duda, ese traje tan bien cortado te queda maravillosamente bien—decía Heidi.

Quinn, que era una conquistador nata, sonrió con un gesto que hizo que todas las mujeres se ruborizaran, hasta que Rachel llegó e, incapaz de no decir nada, replicó sin cortarse:

—Buenos les aseguro que sin traje está mucho mejor.

Su comentario hizo que todas la observaran con la boca abierta y Quinn la mirara incómoda.

¿Por qué habría dicho aquello?

Entonces, de pronto Heidi preguntó:

—Rachel, ¿te vienes con nosotras a desayunar?

Quinn no habló.

En su mirada, Rachel podía leer lo que ella quería que hiciera, y más tras sus dos desafortunados comentarios, pero ella replicó sin dejarse embaucar:

—Lo siento. Dentro de media hora tengo una cita a la que no puedo faltar por nada del mundo.

Heidi asintió y, disimulando su incomodidad con la mejor de sus sonrisas, respondió:

—No hay ningún problema, Rachel. Ya nos veremos otra mañana. Adiós, Quinn.

Y, dicho aquello, la pandilla de urracas, entre las que estaba Louise, se dieron la vuelta y se marcharon.

Tan pronto como aquéllas se alejaron, Quinn miró a Rachel incrédula y, cuando se disponía a protestar, Rachel se le adelantó diciendo:

—Odio cuando me llaman Rachel de esa manera. ¡Me da hasta repelús!

—¿Qué es eso de que Heidi es una zorra y una perra?

Tratando de no sonreír, Rachel cuchicheó:

—Ay, cariño, lo siento. El otro día le estaba contando a Britt, el día que...

—Por el amor de Dios, Rach. ¿Sami acaba de llamar zorra y perra a la mujer de Gilbert Heine y tú te ríes? Y, por si encima era poco, no se te ocurre otra cosa que decir que sin ropa estoy mejor.

—La verdad, cariño. La purita verdad.

—Rach... —gruñó Quinn.

Al ver el poco sentido del humor de Quinn, Rachel cambió el gesto y murmuró:

—Vale. Lo siento, cariño. Tienes razón. Ha estado fuera de lugar y...

—¿Qué tal si comienzas a ser algo más agradable con Heidi y esas mujeres?

—Imposible.

—Imposible, ¿por qué? —protestó Quinn.

—Bueno porque no me gustan y no quiero tener nada que ver con ellas. Comprendo que tu ilusión sea entrar en ese dichoso bufete, pero entiende que yo no quiero saber nada de ellos. Por tanto, si tú has de representar un bonito papel para que ellas y ellos te quieran, ¡adelante!, pero yo no lo voy a hacer, porque no les gusto y te aseguro que no les voy a gustar nunca, ¿entendido?

La abogada clavó los ojos en la morena descarada que la retaba con la mirada pero, cuando se disponía a responder, sonó su móvil. Contestó y, tras hablar unos segundos, lo cerró y dijo mirando a Rachel:

—Era la policía.

—¿La poli? ¿Qué ha pasado? —preguntó Rachel sorprendida.

—Han pillado al hacker que atentaba contra mi web, y el inspector Kleiber quiere que vaya a comisaría.

Sorprendida y encantada al oír eso, Rachel la cogió de la mano y, sin dudarlo, dijo:

—Vamos. Iremos juntas a ver a ese desgraciado.



Tras callejear por Múnich, una vez aparcaron el vehículo, entraron en la comisaría sin soltarse de la mano. Preguntaron por el inspector Kleiber y les indicaron que su despacho estaba en la segunda puerta a la derecha.

—Te juro que, cuando vea a ese desgraciado de Marvel—sentenció Quinn caminando—, Me las va a pagar esté o no la policía delante.

—Cariño—murmuró Rachel—, Tranquilízate. Ya lo han cogido, y dudo que vuelva a piratearte la web.

Quinn asintió e intentó relajarse, pero en el fondo deseaba echarse a la cara a aquel destructor de lo ajeno.

Al llegar frente a una puerta, de pronto ésta se abrió y apareció ante ellas el inspector Kleiber. Al verlas, se apresuró a cerrar de nuevo y dijo:

—Creo que es mejor que antes pasen a mi despacho.

Rachel asintió, pero Quinn, desobedeciendo las indicaciones del policía, abrió la puerta que éste acababa de cerrar, dispuesta a comerse al maldito hacker, y se encontró a una mujer mayor y a un adolescente de la edad de Flyn. Con gesto contrariado, su mirada pasó de la mujer al niño y, cuando tuvo claro que el hacker era aquel crío de pelo largo y descontrolado que no la miraba, dio un paso atrás sin decir nada y cerró la puerta.

—Como le he dicho, es mejor que pasen antes a mi despacho—insistió el inspector.

Pero Quinn necesitaba que le confirmara lo que creía, y preguntó sin moverse:

—¡¿El hacker es un crío?!

—Sí —afirmó el inspector.

—¿Ese muchacho es Marvel? —preguntó sorprendida Rachel al darse cuenta de que lo conocía.

—Sí —volvió a asentir el policía.

—¡Joder! ¿Y qué hace un niñato pirateando mi web?

El inspector abrió una puerta y, señalando, insistió:

—Por favor, pasen. Tenemos que hablar.

Alucinadas, entraron y tomaron asiento. El inspector se sentó a su vez, colocó ante ellas unos papeles y declaró:

—Ese muchacho es un cerebrito en informática, y si le digo esto es porque algunos de sus compañeros así lo han descrito al ver las cosas que hace. Si no hubiera sido porque nos llamaron del instituto al que va para avisarnos de su falta de asistencia desde la muerte de su abuelo, difícilmente la unidad de delitos informáticos podría haberlo cazado por lo que le hacía a usted en su página web. El chico es muy bueno en lo que hace..., créame.

Rachel y Quinn se miraron sorprendidas.

Sin lugar a dudas, los hackers eran cada vez más jóvenes.

A continuación, el inspector abrió una carpeta y preguntó:

—¿Le suena el nombre de Bastian Fogelman?

—No —respondió Quinn.

—¿Está usted segura, señorita Fabray?—insistió el inspector.

Quinn se disponía a protestar cuando aquél añadió:

—¿Recuerda el nombre de Katharina? Una muchacha suiza.

Al oír eso, Quinn se incorporó de la silla.

Claro que la recordaba.

—¿Qué ocurre con Katharina?

—¿Quién es Katharina? —preguntó Rachel.

Sin entender a qué venía todo aquello, Quinn miró a Rachel y se apresuró a responder:

—Era una amiga. Una vecina.

Y, viendo la expresión de Rachel al mirarla aclaró:

—Llevo sin verla muchos años, no me mires así.

Al ver cómo se miraban, el inspector dijo:

—Katharina era la hija de Bastian Fogelman, su vecino.

Quinn levantó las cejas y, clavando sus ojos en él, preguntó:

—¿Y?

—El crío que ha visto y que ha estado pirateando su web es el hijo de Katharina, nieto de Fogelman...—y, entregándole un papel, añadió—Y por lo que él dice, es su hijo también.

—¡¿Qué?!—exclamaron incrédulas Rachel y Quinn a la vez.

El inspector se disponía a decir algo cuando Quinn se puso en pie de un brinco.

—¡¿Qué tonterías está diciendo?—soltó—La única hija que tengo se llama Sami, no mide un palmo y acabo de dejarla en el colegio.

Rachel, todavía sin reaccionar, miró a Quinn cuando éste cogió malhumorado el papel que el policía le tendía y comenzó a leer. Efectivamente, aquello era una partida de nacimiento en donde en la casilla de ponía claramente «Quinn Fabray». Sin entender absolutamente nada, se sentó de nuevo en la silla y, dejando el papel sobre la mesa, murmuró mirando a Rachel:

—No sé qué es esto. Ni tampoco sé quién es ese crío, pero desde luego no es hijo mío.

—Señorita Fabray...

—¡No diga tonterías, inspector!—lo cortó Quinn—Si yo tuviera un hijo, tenga por seguro que lo sabría, y muy bien. Ya que lo llevaría en mi vientre.

Al ver su desconcierto, Rachel la cogió de las manos y, atrapando su mirada, susurró:

—Tranquila, cariño.

—Señorita Fabray, escúcheme—insistió el inspector Kleiber—Nos llamaron del colegio para denunciar que, tras el fallecimiento de su abuelo, un menor no iba a clase y seguramente vivía solo. El muchacho nos vio en la puerta de su casa, se asustó, y ha estado toda la noche vagando por las calles. Cuando unos de mis agentes lo localizaron durmiendo en un parque, lo cogieron y, antes de traerlo a la comisaría, el muchacho suplicó que tenía que ir a su casa a por su perro. Mis hombres lo acompañaron y, ahí, tras observar ciertas cosas en su habitación, se encontraron con la sorpresa de que era él quien le pirateaba su página web.

Quinn cada vez entendía menos.

Era como si le hablaran en chino.

—Al principio, el muchacho no soltaba prenda—prosiguió el inspector—No contestaba a nuestras preguntas, a pesar de que las pruebas lo delataban, pero al final se ha roto cuando hemos querido separarlo de su mascota. ¿Usted vivió en el barrio de Haidhausen?

La abogada, confundida, asintió al recordarlo.

—Sí. Viví ahí.

El inspector miró los papeles que tenía delante e indicó:

—Por problemas con su madrastra, usted, su papá y su hermano se marcharon del barrio de la noche a la mañana, ¿verdad?

Con los ojos velados por los recuerdos, Quinn asintió.

—Sí. Mi madrasta se enamoró de un norteamericano llamado Richard Shepard..., y tuvimos que marcharnos.

—Quinn—murmuró Rachel, consciente de lo que le costaba hablar de aquello.

Al sentir a su mujer a su lado, la abogada la miró para hacerle saber que estaba bien, y a continuación señaló:

—Inspector, no sé a qué viene recordar mi pasado, pero sí, todo cuanto dice es cierto. Mi papá lo había puesto todo a nombre de aquella mala mujer, y ella nos lo quitó. Nos dejó en la calle y tuvimos que marcharnos del que había sido nuestro barrio de un día para otro.

Un incómodo silencio los rodeó, hasta que el inspector afirmó:

—Bueno he de decirle que, cuando usted se marchó, Katharina regresó a Suiza embarazada de usted.

—¡¿Qué?! ¡Pero si es imposible!—exclamó Quinn, bloqueada.

Durante un par de segundos, su mente se inundó de recuerdos pasados, y de pronto siseó:

—Ósea si es posible, pero si eso fuera cierto, ¿por qué no me buscó para contármelo?

—Eso, señorita Fabray, no lo sé. Yo sólo sé lo que el niño nos ha dicho.

Mareada como nunca en su vida, Quinn se apoyó en el respaldo de la silla.

Rachel sabía lo que le dolía recordar aquello y, al verla en aquel estado, cogió un papel y comenzó a darle aire mientras le susurraba:

—Tranquila, cariño..., tranquila.

Pero la palabra «tranquilidad» era lo que menos le rondaba por la cabeza a Quinn. Sólo podía pensar en lo que aquel policía le decía.

Tenía un hijo, ¿y se enteraba casi quince años después?

El inspector Kleiber puso una botellita de agua delante de Quinn. Rachel la cogió, la abrió y, entregándosela, exigió:

—Bebe agua. Bebe.

Quinn bebió y bebió y bebió y, cuando la botella se acabó, la dejó sobre la mesa y, levantándose, negó:

—No puede ser. Es imposible que sea mi hijo. Katharina me lo habría dicho. Quiero hablar con ella, ¡quiero verla! Y estoy segura de que todo se solucionará.

—Siento decirle que Katharina murió de cáncer hace ocho años en Suiza—informó el inspector—Entonces, el abuelo del crío se hizo cargo de él aquí, en Múnich, hasta que murió también hace poco más de un mes.

A cada instante más bloqueada, Quinn exigió:

—Quiero ver a ese muchacho. Exijo hablar con él y aclarar todo esto.

El inspector levantó entonces el auricular de un teléfono y dijo:

—Le pediré a la asistente social que nos avise cuando termine de hablar con Peter.

Quinn se mesó el pelo.

Aquello era una locura.

¿Cómo iba a tener un hijo y no saberlo?

—Cariño..., cariño..., cariño... Es mejor que te tranquilices—insistió Rachel levantándose para ponerse a su altura—Antes de hablar con el niño, creo que...

—¿Peter? ¡¿Ha dicho que se llama Peter?!—preguntó de pronto Quinn.

El inspector asintió y Rachel, al oír aquel nombre, murmuró sentándose:

—Dios santo.

Si algo le gustaba a Quinn eran sus discos de vinilo y sus cómics de Spiderman. Los cuidaba como oro en paño, y muchas habían sido las veces que había comentado con ella que, si tenía un hijo, se llamaría como su superhéroe favorito: Peter.

A cada instante más confundida, Quinn no sabía qué pensar. Entonces, la puerta del despacho se abrió y la mujer que estaba segundos antes con el crío dijo:

—Pueden pasar ahora para hablar con él.

Rachel no se movió, sino que miró a Quinn a la espera de su decisión.

—Vayamos—dijo Quinn finalmente.

Al salir del despacho, Rachel se apresuró a cogerle la mano. Quería que sintiera que estaba con ella, y Quinn, al darse cuenta de ello, la miró e intentó sonreír. Pero la preciosa, inquietante y maravillosa sonrisa de la abogada no salió y, de la mano, pasaron a la sala con el inspector.

Al entrar, el muchacho, que vestía un pantalón vaquero raído, una sudadera con capucha azulona y unas zapatillas que, sin lugar a dudas, habían visto tiempos mejores, no levantó la cabeza. Continuó con la vista fija en el suelo, y entonces Rachel reparó en el monopatín rojo y en el perro blanco y marrón que estaba a sus pies y supo a ciencia cierta que ya los había visto antes.

Por su parte, Quinn se sentó al otro lado de la mesa, frente al muchacho, con la esperanza de que éste lo mirara. Ella era una gran abogada, una mujer acostumbrada a lidiar con todo tipo de situaciones, e iba a controlar también aquello.

Entonces, el crío se movió. Levantó el rostro para observar, pero su pelo largo no los dejaba ver su cara con claridad, y Rachel, consciente de que ya se conocían, lo saludó:

—Hola, Peter, soy Rach.

—Lo sé.

—Tú y yo ya nos hemos visto antes, ¿verdad?—insistió ella ante la sorpresa de Quinn.

Él asintió.

—Sí.

Rachel tenía muy claro quién era el chaval, y dijo:

—Te he visto varias veces en el parque adonde llevamos a Sami, ¿verdad?

—Sí.

—Y en el supermercado...; tú eres el chico que algunos días recoge los carritos.

—Sí—volvió a afirmar el muchacho y, mirándola, añadió al ver que ella no lo comentaba—Y también nos vimos hace poco en la puerta del colegio.

Al oír eso, Rachel simplemente asintió con la cabeza, y Peter entendió que no debía comentar lo ocurrido aquel día con aquel hombre.

Pero Quinn, que estaba histérica escuchándolos, preguntó:

—¿Y qué hacías en esos lugares? Porque, si pirateabas mi web, ¿acaso también pretendías hacerle algo a mi familia?

—Quinn—protestó Rachel.

—No... No..., yo nunca les haría daño. Nunca —murmuró el chaval.

Por debajo de la mesa, Rachel puso una mano sobre la nerviosa pierna de Quinn, que no paraba de moverse, y le pidió tranquilidad.

El chaval estaba asustado.

Sólo había que ver lo encogido que estaba para darse cuenta, y Quinn, tras entender lo que su novia quería decirle, cambió el tono y preguntó:

—Peter, ¿por qué dices que eres mi hijo?

—Porque mamá siempre lo decía. Escribió su nombre en una foto en la que están las dos y desde pequeño me dijo que usted era mi otra mamá. Mi abuelo también lo afirmaba.

Bloqueada y confundida, Quinn miró al adolescente.

¿Cómo podía tener ella un hijo sin saberlo?

—Y si tu mamá y tu abuelo lo decían, ¿por qué no te acercaste a mí?—volvió a preguntar—¿Por qué piratear mi web?

El crío no respondió, sino que simplemente bajó la cabeza. Entonces, el inspector dio un paso al frente y lo amenazó:

—Si no respondes, tendremos que llevarnos a tu perro.

—¡No!—gritó el muchacho agarrándose al chucho blanco y marrón—No me separen de Leya. Por favor, es lo único que tengo.

Aquella súplica pilló a todos por sorpresa, y a Rachel le rompió el corazón.

Oír al chico decir aquello le hizo recordar algo que hacía mucho... mucho tiempo un buen amigo le había contado y, emocionada, pensó en él. Si él estuviera ahí, no permitiría que ocurriera.

¿Debía permitirlo ella?

Quinn miró a Peter y, cuando se disponía a decir algo, el crío se retiró el pelo de la cara y explicó:

—Un día fui hasta la puerta de su trabajo, pero el portero del edificio me echó y entonces pensé que, si aquel hombre me había echado, qué no haría usted, y me fui. No quise insistir.

Durante un buen rato, el inspector y Quinn hicieron preguntas al muchacho y éste fue contestándolas educadamente como pudo. En ningún momento lloró. En ningún momento se desmoronó. En ningún momento se mostró chulo o desagradable.

Pero Rachel, que lo observaba, sabía que tras toda aquella integridad había un muchachito que, en cuanto nadie lo viera, se vendría abajo.

Bloqueada como nunca antes en su vida, Quinn se levantó de la mesa y, sin decir nada, salió de la sala. Rachel la siguió y, ya en el pasillo, oyó que decía:

—No puede ser. ¿Cómo va a ser mi hijo?

—Quinn... ¿Se sometieron al tratamiento?

Quinn dudo un segundo en responder.

—Sí, pero no resulto, ella me lo dijo. No..., no puede ser, Rach. Yo no tengo ningún hijo.

—Escucha, cariño... Mírame, Quinn—susurró tan impactada como Quinn.

El inspector salió entonces también a su encuentro.

—Creo que todos hemos tenido bastante por hoy—dijo—La asistente social se va a llevar a Peter a un centro de menores y...

—¡No! —exclamó de pronto Rachel.

Quinn y el inspector la miraron y ella continuó:

—No pueden llevárselo. Él... él nos tiene a nosotras.

La abogada miró a Rachel sorprendida.

—Pero ¿qué estás diciendo?

—Quinn—insistió Rachel—Ese muchacho podría ser tu hijo.

—Rach, no saques conclusiones que puedan ser erróneas, sabes que es muy difícil que eso sea verdad—siseó enfadada—Nunca he oído hablar de él, y...

—Mi sexto sentido me dice que es verdad… y el tuyo también—insistió Rachel.

Quinn la miró molesta.

—Ojalá utilizaras tu sexto sentido para otras cosas que yo necesito—replicó.

Enfadada por su contestación, Rachel la miró y gruñó:

—Mira, si lo dices por esa pandilla de imbéciles que hemos visto hace un rato en la puerta del colegio, sólo te diré que...

—Déjalo, Rachel.

—No. No voy a dejarlo —respondió ella.

Luego se hizo el silencio.

Sin duda, aquello comenzaba a hacer mella entre ambas cuando Quinn, desesperada por lo que acababa de descubrir, siseó:

—Por el amor de Dios, Rach... ¿Acaso pretendes que llevemos a un extraño a casa?

—Sí.

Al oír eso, el inspector Kleiber dijo:

—Creo que tendrían que hablar de eso tranquilamente en su casa. Éste no es lugar. Mientras tanto, la asistente social puede llevarse a Peter al centro y...

—No, imposible. Lo separarán de su perro—volvió a repetir Rachel.

A cada instante más descolocada, Quinn clavó sus bonitos ojos en su chica y murmuró:

—Rach, esta situación se me va de las manos, pero entiendo menos aún tu reacción, y más sabiendo que ese crío es el puto hacker que me ha estado volviendo loca. ¿De verdad pretendes meter a ese muchacho y a su perro en casa con Sami?

La exmilitar asintió sin saber por qué.

—Sí.

—Pero ¿por qué?

—Porque sí. Porque... porque es un niño que necesita cariño.

—Eso no me vale, ¡joder! —protestó Quinn.

—Buenos te tiene que valer.

—Rach...

Sin ceder un ápice, Rachel insistió:

—Se vienen con nosotras. Peter y Leya se vienen con nosotras.

—Mira que eres cabezota —gruñó Quinn.

—Y tú también, pero se vienen a casa.

Sin entender nada, Quinn clavó la mirada en Rachel y, suavizando el tono pidió:

—Vamos a ver, cariño, ¿me puedes explicar por qué insistes tanto en ello?

Con los ojos vidriosos, Rachel suspiró.

—Mi buen amigo Robert Smith, el teniente que fue abatido en vuelo y al que sabes que quería como a un hermano, al morir sus padres cuando él tenía doce años, estuvo durante dos en una casa de acogida. Me habló de la tristeza de sentirse solo, de lo complicado que fue asumir como niño que no le importaba a nadie, y que no entendió que también lo separaran de su perro, que era lo único real de su pasado que le quedaba—y, tomando aire para no emocionarse, añadió—También recuerdo su sonrisa cuando contaba que el día que Nancy y Patwin lo llevaron a su casa fue el más feliz de su vida, hasta que conoció a su mujer.

—No sabemos quién es Peter y los problemas que nos puede originar en nuestras vidas.

—Nancy y Patwin tampoco sabían quién era Robert. Vieron en él a un niño necesitado de cariño, que es lo mismo que he visto yo en Peter. Pero ¿es que no te das cuenta?

Quinn se mesó el pelo ofuscada.

Quería salir de la comisaría cuanto antes, y sentenció:

—Lo siento, pero no. Ese muchacho no se viene a casa.

—Quinn...

La abogada, que no quería discutir más el tema, dio media vuelta y se encaminó para hablar con el inspector, que se había apartado de la conversación anteriormente.


Con el corazón encogido, Rachel observó a través del cristal de la puerta de una sala cómo la asistente social intentaba hablar con el chaval mientras éste le suplicaba una y otra vez que no lo separaran de su perra. Sin saber qué hacer, Rachel miró en dirección a Quinn y al inspector y, finalmente, entró en la sala, donde el chico ahora lloraba desconsolado abrazando a su mascota.

—Peter..., Peter..., mírame—murmuró agachándose para ponerse a su altura.

Cuando él la miró con los ojos llenos de lágrimas, ella le dijo al ver que la asistente social hablaba por teléfono:

—¿Puedo hacerte unas preguntas?

El crío asintió.

—¿Por qué te he visto en varios lugares antes de hoy, como por ejemplo el parque al que solemos ir con Sami?

Peter tragó el nudo de emociones que tenía en la garganta y respondió:

—Porque quería conocer a mi hermana y me gustaba sentarme a observarlas. Nunca las molesté. Sólo deseaba ver cómo ellla jugaba con Sami, para imaginar cómo habría sido conmigo si mamá le hubiera dicho que yo era su hijo.

La respuesta caló hondo en ella.

El chico creía que Sami era hija de Quinn y, sin querer sacarlo de su error, Rachel volvió a preguntar:

—¿Qué hacías el otro día en la puerta del colegio?

Peter miró más allá y, cuando vio que Quinn no podía oírlos, contestó:

—Fui a verlas como muchas mañanas. Me encanta ver a Sami contenta. Pero, tranquila, no le contaré a Quinn lo que ocurrió con ese tipo. Sin embargo, debería contárselo usted. No me gustó cómo la agarró.

Dolida por lo que estaba oyendo, Rachel suspiró. Aquel muchacho, sin conocerla, estaba dispuesto a guardarle el secreto y, sin saber por qué, preguntó:

—¿Estás seguro de que eres hijo de Quinn?

Secándose las lágrimas con la mano, el chaval respondió:

—Mi mamá siempre lo decía.

Entonces, desesperado, vio cómo la asistente social se levantaba y murmuró:

—Por favor, señora, no deje que se lleven a mi perra. La meterán en una perrera y, si yo no la reclamo en unos días, seguramente la sacrificarán y... y ella es lo único que tengo.

Con la pena en el cuerpo, Rachel no sabía qué hacer y, al ver cómo el chico la miraba, dijo cogiendo la cadena del animal:

—Yo la cuidaré hasta que todo esto se solucione, ¿quieres?

El muchacho dejó de llorar y, mirándola, susurró:

—¿Haría eso por ella?

Rachel asintió y, conmovida, estuvo a punto de echarse a llorar cuando el crío la abrazó con desesperación y musitó:

—Gracias, señora, gracias. Siempre he tenido la intuición de que usted era especial. Le prometo regresar a por ella y...

—Te he dicho que me llamo Rach. Llámame Rach, por favor.

El crío sonrió con tristeza.

—Gracias, Rach.

—Escucha, Peter, todo esto se resolverá. Ya lo verás.

El muchacho miró hacia el pasillo, donde Quinn hablaba con el inspector, y dijo:

—Ella no cree que yo sea su hijo, ni quiere que lo sea, y yo... no quiero ser una carga para ella. Cuando consiga salir del lugar adonde me van a llevar, recogeré a Leya y regresaré a mi casa.

—Si eres su hijo, te querrá. De eso me encargo yo—afirmó Rachel—Y, si no lo eres, te aseguro que yo misma te ayudaré a encontrar un sitio donde vivir.

Peter se abrazó a su perra y musitó:

—Pórtate bien con la señora y...

—Rach, recuerda, Rach.

El crío sonrió y repitió:

—Leya, pórtate bien con Rach hasta que yo regrese, ¿de acuerdo?

La perra lo miró y, cuando éste se levantó, ella lo hizo también. En ese instante la asistente se dirigió al chico y dijo:

—Vamos.

Angustiada, Rachel miró a Peter, después a la mujer, y preguntó:

—¿Adónde lo llevan?

Ella consultó los papeles que llevaba en la mano y señaló:

—A una casa de acogida que tenemos en Neuhauser Strasse. Si les interesa, el inspector les dará más información.

Peter tocó la cabeza de su perra y, tras darle un abrazo a la mujer que se quedaba con ella, murmuró apenado:

—Cuídala, Rach. Regresaré a por ella.

Enternecida, ella asintió y, en cuanto el muchacho se marchó, al ver que la perra de estatura media tiraba y ladraba para ir tras él, se agachó y, abrazándola como había hecho instantes antes su dueño, musitó:

—Tranquila, Leya..., tranquila. Yo te cuidaré hasta que Peter regrese.

El animal pareció relajarse y, cuando Rachel supo que así era, se levantó del suelo, justo en el momento en que Quinn entraba en la sala y, mirándola, preguntaba:

—¿Qué haces con ese chucho?

—Nos lo llevamos a casa.

—¡¿Qué?! —preguntó sorprendida.

Dispuesta a cumplir su promesa, Rachel siseó:

—Mira, Lucy. Le he prometido a ese muchacho que la cuidaría y lo haré.

Ofuscada, Quinn gruñó:

—¿Acaso pretendes llevarme hoy la contraria en todo?

—¡¿Sabes por qué Peter estaba en el parque?!—gritó mirándolo furiosa—Ese pobre chico cree que Sami es su hermana y sólo quería ver cómo tú jugabas con ella para imaginar que así habrías jugado con él si su mamá te hubiera dicho que era tu hijo. Y, en cuanto a la perra, le he prometido que la voy a cuidar porque, si se la llevan y nadie la reclama en unos días, la sacrificarán y yo me... me niego a ello; ¿te has enterado o te lo repito?

Boquiabierta, la abogada la miró y asintió sin decir nada.

Estaba claro que, fuera Peter o no su hijo, la perra se marchaba a casa con ellas.

************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Miér Dic 09, 2015 8:44 pm

vaya, quinn es algo dura menos mal que rachel se hizo cargo de la situacion, en cuanto a esas cacatuas, si rach no quiere socializar con ellas quinn no pde obligarla!!!!
micky morales
micky morales
-*-*-*-*
-*-*-*-*

Femenino Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Club Achele

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Dic 09, 2015 9:27 pm

que linda Rachel aprueba al chico lo estima y lo quiere cuidar tiene instinto materno al igual que britt
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Miér Dic 09, 2015 10:18 pm

hola morra,..

ya me puse al día,...
intenso los días de las chicas,..
bueno por lo menos lo de britt tiene un himpas por ahora,..
así que quinn con un hijo,.. rachel no se la va a poner fácil,..

nos vemos!!!
3:)
3:)
-*-*-*
-*-*-*

Femenino Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 32
Club Naya/Santana

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Miér Dic 09, 2015 11:29 pm

micky morales escribió:vaya, quinn es algo dura menos mal que rachel se hizo cargo de la situacion, en cuanto a esas cacatuas, si rach no quiere socializar con ellas quinn no pde obligarla!!!!


Hola, jajaja un poco la verdad jajajajajaj. Aaaa esk esa es dura igual a su amiga, y si es no, ES NO! jajajajaaj pero quinn entenderá a su rach... vrdd¿? jajajajaj. Saludos =D




marthagr81@yahoo.es escribió:que linda Rachel  aprueba al chico lo estima y lo quiere cuidar tiene instinto materno al igual que britt



Hola, aaaa si es la mejor! son las mejores, en vrdd jaajjajaja. Saludos =D




3:) escribió:hola morra,..

ya me puse al día,...
intenso los días de las chicas,..
bueno por lo menos lo de britt tiene un himpas por ahora,..
así que quinn con un hijo,.. rachel no se la va a poner fácil,..

nos vemos!!!



Hola lu, jajaj eso es bueno jajajaja. O no!¿? jajajajajaajaj. Algo es algo XD jajajaja. Si... esperemos y todo salga bn =/ Saludos =D



23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 32

Mensaje por 23l1 Miér Dic 09, 2015 11:31 pm

Capitulo 32

Una vez Santana se va a trabajar algo más pronto de lo habitual y yo hablo con el veterinario, que me dice que Susto está bien y que puedo llevármelo a casa al día siguiente, cuelgo el teléfono feliz y regreso a la cocina.

Ahí, Jane se afana por dar de desayunar a mi monstruito, que se empeña en que la comida vaya a parar a cualquier lado de la cocina excepto a su tripita.

Cuando veo entrar a Flyn, nos miramos.

Espero una sonrisa.

Al fin y al cabo, el otro día me abrazó y me llamó «mamá», pero, al parecer, el borderío ha regresado y, como cada mañana, me reta con la mirada, y yo, en el momento en que me canso, la esquivo.

Sabe que hoy lo acompañaré a clase y ¡por fin! tendremos la reunión con su tutor.

Eso lo incomoda.

Lo que no sabe, ni se imagina, es cuánto me incomoda a mí.


Una vez Flyn ha terminado de desayunar, nos dirigimos en silencio hacia el coche y, cuando arranco, clavo mis ojos en él y pregunto:

—Si hay algo que tu profesor pueda contarme que aún no sepa, es tu oportunidad para decírmelo...

Con toda la chulería de los López, mi hijo me mira y responde:

—Ya que vas, que te lo cuente él.

Siento ganas de darle un pescozón.

Dos días antes, me abrazaba y me mimaba llamándome «mamá», pero de nuevo la frialdad ha vuelto.

—¿Puedes dejar de ser tan desagradable? —pregunto cansada.

Flyn me vuelve a mirar pero, cuando creo que va a decir algo, se calla. Esa actitud chulesca me enferma en ocasiones más que si me contestara. Sin embargo me callo.

No digo nada.

No voy a entrar en sus provocaciones.

Conduzco en silencio hasta el instituto. Una vez aparco, Flyn sale del coche y rápidamente se acerca a un grupito de chicos que lo saludan chocándole las manos. Esos amigotes suyos no me gustan, y observo cómo ellos me miran a mí.

¿Por qué mi niño ha tenido que conocerlos?

Desde el interior del vehículo, veo aparecer a la fresca por la que sé que Flyn está colgado, bajo y, antes de que se acerque a mi hijo, lo llamo:

—Flyn, ven aquí.

Mi chico se resiste.

Está entre hacerme caso o demostrarles a sus nuevos amigotes que él es quien me domina.

Pero al final gano yo.

Me conoce muy bien y, cuando ve que cierro el coche de un portazo, pierde el culo en regresar a mi lado antes de que saque mi raza española y le cante las cuarenta delante de ellos.

Sin rozarnos, ni decirnos nada, vamos hasta secretaría. Ahí, tras avisar de que tengo tutoría con el señor Alves, mandan a Flyn a clase y me dicen que pase a una salita contigua.

Si hace falta, ya avisarán al niño.

Entro en la salita, en la que hay una mesa y unas sillas, y me siento. Mientras espero la llegada del tutor, recuerdo cuando Flyn era pequeño y yo lo defendía de algunas madres y sus chismorreos. Eso me hace sonreír, pero al mismo tiempo me apeno. Con lo que lo quiero, al muy sinvergüenza, y lo mal que se está portando conmigo.

Miro mi móvil.

No tengo ninguna llamada, y decido escribirle un mensaje a Santana:



Hola, guapa. Estoy en la tutoría. Te quiero.



Imagino a mi morena alemana en su reunión leyendo el mensaje muy serio y sonrío cuando mi móvil pita. Leo:



Hola, preciosa. Ya me contarás en casa. Yo también te quiero.



Estoy sonriendo cuando la puerta se abre a mis espaldas y oigo:

—Buenos días, señora López-Pierce.

Rápidamente guardo el teléfono y, en cuanto voy a responder, me quedo con la boca abierta.

Aquel tipo con gafas de pasta me recuerda a alguien y, tan pronto como soy consciente de que no es que me recuerde, ¡sino que es él!, murmuro en mi perfecto español:

—Joder...

Ante mí está Jake, el brasileño buenorro del Sensations y el que nos enseñó a Rachel y a mí a bailar forró la noche de la detención. Su gesto de sorpresa es tan grande como el mío, y pregunta boquiabierto:

—¿Eres la mamá de Flyn López-Pierce?

Asiento aturdida y finalmente consigo preguntar:

—¿Y tú eres el señor Alves?

Ahora es él quien asiente y, sentándose frente a mí, se quita las gafas de pasta y después de un instante de silencio dice:

—Tranquila, Brittany. Ambos somos personas maduras, juiciosas y sensatas como para saber afrontar esta situación, ¿de acuerdo?

Asiento, y entonces él añade tendiéndome la mano:

—Señora López-Pierce, encantado de conocerla.

Como si estuviera en una burbujita, le tiendo la mano a mi vez y se la estrecho. Ese contacto tan pudoroso y decente me hace sonreír cuando pienso que lo he tenido como un salvaje entre mis piernas y sobre mi cuerpo.

Tras ese saludo de lo más frío e impersonal, Jake o, mejor dicho, el señor Alves, se vuelve a poner las gafas, abre una carpeta y se centra en hablarme de Flyn.

Las cosas que me dice no son de lo mejor.

Sin lugar a dudas, mi hijo, mi coreano alemán, ha pasado de ser un niño a ser un gamberro de tomo y lomo que nos chotea a su padre y a mí como le da la gana.

Observo varios partes de faltas de asistencia y, fijándome en los que están con mi firma, me doy cuenta de que en la vida he visto yo esos documentos.

Sin duda, Flyn los falsificó.

Parpadeo alucinada.

Pero, vamos a ver, ¿quién es ese Flyn y dónde está mi coreano alemán?

Me centro en los papeles de mi hijo que están ante mí cuando oigo la puerta y entra Flyn. Lo miro con gesto de enfado y, en cuanto él se sienta, su tutor dice:

—Flyn, le enseñaba a tu mamá los exámenes que...

—Ella no es mi mamá, es mi madrastra —replica.

Oírlo decir eso delante de su profesor me duele muchísimo.

¡¿Madrastra?!

¿Por qué dice eso?

Pero, sin cambiar mi gesto, simplemente susurro:

—Flyn, por favor.

De mala gana, el crío se repanchinga en la silla, y entonces oigo a su profesor decir en tono tajante:

—Flyn López-Pierce, siéntate recto.

Mi hijo no se mueve. Reta a su tutor, pero al final, ante el gesto duro de Jake, hace caso mientras éste dice:

—Ten un respeto por tu mamá porque, si ha venido a esta reunión y ahora está aquí soportando estoicamente todo lo que le estoy diciendo es porque te quiere, se preocupa por ti y te respeta, algo que parece ser que tú has olvidado. Por tanto, y, visto tu comportamiento vergonzoso, sal de la tutoría ahora mismo y regresa a clase. No tengo nada más que hablar contigo delante de ella.

Me gusta la seriedad y la rotundidad con la que le habla y, cuando Flyn sale ofendido de la sala, miro a Jake y murmuro:

—Gracias.

Él sonríe y, quitándose de nuevo las gafas, las deja sobre la mesa y dice:

—Me gusta tan poco como a él utilizar este tono tajante, pero con estos muchachos y a estas edades, uno ha de ser así para que lo escuchen y lo respeten.

Asiento.

Tiene razón.

Si Santana y yo hiciéramos lo mismo, seguro que todo cambiaría.

Entonces, oigo que pregunta:

—¿En casa la situación es igual?

Yo suspiro desesperada.

—Sí. Su otra mamá y yo intentamos hacernos con él, pero al final no sé cómo se las ingenia y siempre terminamos discutiendo entre nosotras.

Él asiente.

—Eso es lo peor que pueden hacer. Santana y tú deben estar unidas ante él y caminar a la par con él. Habla con tu esposa, o si quieres convocaremos otra reunión con el psicólogo. Siento lo que te voy a decir, pero el otro día lo pillé junto a otros tres chicos fumando porros en el patio.

—¡¿Qué?!

Uf..., uf..., uf...

Ya sé que por fumarte un porro no eres un drogadicto ni un delincuente pero, joder, ¡que tiene catorce años!

Me doy aire con la mano y pronto siento que me pica el cuello. Lo que estoy oyendo no me gusta nada, pero entonces Jake añade:

—Tu hijo no es mal chaval, pero la chica con la que está, una tal Elke, y el grupito con el que se juntan son conflictivos y deben hacer todo lo posible para separarlo de ellos o al final tendrán graves problemas. Varios de esos muchachos que hoy son sus amigos ya ni siquiera están en el instituto. Todos ellos son de buenas familias, como la suya, que pueden permitirse este colegio. Por desgracia, muchos de esos padres los han dejado por imposibles, aunque mi recomendación es que ustedes no lo permitan.

Asiento..., asiento y asiento.

Me pitan los oídos cuando Jake clava los ojos en mí y, levantándose, sale a por un vasito de agua. Al entrar de nuevo en la sala, se apoya en la mesa, me lo entrega y yo me lo bebo. A continuación, dice:

—Flyn ha acumulado demasiados partes negativos y, con su siguiente parte, siento decirte que será expulsado del instituto una semana. Si, tras esa expulsión, vuelve a tener otro parte, será expulsado un mes entero y, si reincide, durante el resto del curso.

Madre mía..., ¡madre mía!

Lo que me dice me deja sin habla y, cuando tenga que explicárselo a mi querida esposa, no sé ni cómo lo voy a hacer.


Charlamos durante veinte minutos más. Luego, Jake guarda los papeles que me ha enseñado y, una vez cierra la carpeta, me mira y dice:

—¿Alguna pregunta más que quieras hacerme?

Niego con la cabeza y entonces él se saca una tarjeta del bolsillo y me la entrega.

—Aquí están mis teléfonos—dice—Santana y tú pueden llamarme para lo que necesiten.

Asiento como una imbécil.

Sin lugar a dudas, ese «lo que necesiten» es muy amplio.

Salimos al pasillo y caminamos hacia la puerta de salida cuando oigo que dice:

—Me ha encantado encontrarte aquí. Nunca lo habría esperado.

—Y yo nunca habría esperado que fueras el tutor de mi hijo —replico.

Ambos reímos y luego pregunto, algo más tranquila:

—¿Cuánto llevas viviendo en Alemania?

—Dos años. Cuando terminé mis estudios en Brasil, decidí ver mundo; viví tres años en México, otros tres en Suiza, y en Alemania llevo dos. Cuando cumpla tres, mi intención es trasladarme a Londres.

De nuevo, los dos volvemos a reír. Entonces, él baja la voz y pregunta:

—¿Las llevas puestas ahora?

Sin duda, se refiere a si llevo o no bragas, y respondo evitando sonreír:

—Por supuesto. Sólo me las quito cuando está mi esposa.

Jake asiente y, sin pararse, añade:

—Me alegra saberlo. Santana es una buena tía y hacen una estupenda pareja.

Su último comentario me hace saber que él nunca intentaría nada sin estar Santana por medio. Eso me gusta y, poniéndome las gafas de sol antes de salir por la puerta del instituto, extiendo la mano y digo:

—Ha sido un placer, señor Alves.

Jake coge mi mano y responde:

—El placer siempre es mío, señora López-Pierce.

Sonreímos y nos despedimos.

Cada uno vuelve a sus quehaceres, pero cuando llego a mi coche me fijo en una parejita que está sentada en un banco del parque comiéndose a besos.
Abro el coche y, de pronto, al mirar de nuevo a la parejita me doy cuenta de que aquélla es Elke.

Me quedo boquiabierta durante varios segundos hasta que, al ver cómo la chica se propasa a plena luz del día, me acerco a ellos y pregunto:

—Disculpa, ¿eres Elke?

—Sí, ¿y tú eres...? —pregunta ella con descaro.

La rabia puede conmigo.

Mi hijo está echando su vida a perder por esa perraka, y ella anda zorreando con sus amigos a pocos pasos del instituto.

—Soy la mamá de Flyn, ¿sabes de quién te hablo?

A diferencia de lo que me habría pasado a mí ante una pillada así, Elke sonríe y, levantándose de las piernas del chico, murmura:

—¿El chino? Bueno entonces dirás su «madrastra».

Oír eso me enfurece.

Si esa chica tuviera sentimientos verdaderos por mi niño, sabría lo mucho que le molesta que lo llamen así; además, llama mi atención que ella diga lo de madrastra. Pero, antes de que yo pueda decir nada, ella añade con todo el descaro:

—Mira, madrastrita del chinito, lo que yo haga con mi vida es algo que no te importa, y...

—Por supuesto que no me importa—la corto furiosa—A mí sólo me importa mi hijo. No me agrada que estés con él pero, si lo estás, no veo bien que ahora estés aquí con este otro chico haciendo lo que hacen.

Elke y el muchacho se miran y sueltan una risotada.

¡Serán descarados!

Y, de pronto, ella me empuja con violencia y grita:

—¡Pero ¿tú quién te has creído que eres para hablarme así?!

Contengo las ganas que siento de darle un empujón. Soy adulta, y respondo:

—¿Y tú, maleducada, quién te has creído que eres para empujarme y gritarme de ese modo?

Sin poder evitarlo, me enzarzo en una ridícula discusión con aquella niñata, que lo único que hace es calentarme más y más. Está visto que a ésta no le han enseñado educación en su casa, y siseo tras un tercer empujón al que finalmente respondo:

—Te prohíbo que vuelvas a acercarte a mi hijo y esta vez te lo digo de verdad, ¿entendido?

Ella suelta una risotada.

—No me prohíbe ni mi mamá y me vas a prohibir tú.

—Bueno quizá ése es tu problema, que no te han prohibido nada y necesitas aprender lo que significa la palabra «educación».

—¡Puta!

—¡Puta lo serás tú! —grito fuera de mí.

Según digo eso, sé que me estoy equivocando. Me estoy metiendo en un jardín del que no voy a salir bien parada y, dando un paso atrás, siseo mientras decido dar por concluida esa absurda discusión.

Como no me apetece oír los insultos que me grita esa niñata maleducada, me monto en el coche, arranco y me voy. Es mejor que me aleje de ahí o la niñata va a morder el polvo.

Me voy directa al veterinario.

Necesito ver a Susto.

Por suerte para todos, su recuperación está siendo buena y, cuando lo veo, me deshago en cariños con él.

Mi pichurrín se lo merece.


Una vez salgo de la clínica veterinaria, llamo a Rachel y, sin dejar que me salude, cuando coge el teléfono digo:

—Hola, Rach. Vas a flipar cuando te cuente lo que acabo de descubrir.

Oigo que mi amiga resopla y, bajando la voz, me dice:

—Tú sí que vas a flipar, y mucho, cuando te cuente lo que he descubierto yo. Anda, vente para mi casa. Te espero.

Como no ha querido soltar prenda la jodía, la curiosidad me puede y, como en la oficina saben que no voy a ir y con Santana no puedo hablar porque está en una reunión, me encamino hacia su casa.

Quiero saber qué es eso con lo que voy a flipar tanto.


************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Cap 33

Mensaje por 23l1 Miér Dic 09, 2015 11:33 pm

Capitulo 33

—¿Que Quinn tiene un hijo?

Rachel asintió.

—Pero, ella nunca dijo que fue mamá.

—No, ella no se quedó embarazada, sino que la otra mamá del niño.

—Entonces, Quinn tiene un hijo.

—Sí. Britt..., sí—afirmó convencida—Y hasta tiene el mismo color de ojos y corte de cara.

Brittany no recordaba al chico del supermercado que recogía los carritos a pesar de que su amiga se lo describió y, agachándose para tocar a la perrita, que no se separaba de Rachel, murmuró:

—Hola, Leya. Por lo que veo, eres una mil razas como Calamar y, oye..., ahora que te miro, creo que tú también tienes el mismo corte de cara que Quinn.

Al ver el gesto guasón de su amiga, la exteniente protestó bajando la voz:

—De acuerdo. No se parecen. Pero, joder, Sami tampoco se parece a mí y es mi hija, y Santy tampoco se parece a ti, sino a tu esposa, y es tu hijo.

Brittany miró hacia su amiga Quinn, que hablaba por teléfono mientras observaba por la ventana, y dijo:

—Pero, Rach, ¿por qué estás tan segura de que es su hijo? Sabes lo complicado que son esos tratamientos, y no siempre funcionan.

La exteniente sonrió.

Sin duda, Brittany era tan escéptica como Quinn.

—Porque me lo dice el corazón—contestó con un suspiro.

Brittany resopló.

Ella también había sido muy de corazonadas, por lo que afirmó:

—Mira, yo también pensaba que los rubios como Bart Pitt, Jennifer Aniston, Jude Law, Cameron Diaz o Paul Walker eran mi prototito de persona, y luego, ¡sorpresa!, resulta que la persona de mis sueños es morena, ojos oscuros, cabezota, alemana-latina, y se llama Santana López.

Ambas rieron.

Luego, Rachel dio un trago a su cerveza y dijo:

—Quinn me ha prometido que se va a hacer las pruebas de paternidad. Pero te digo yo que ese muchacho ¡es su hijo!

Sorprendida por la tranquilidad con que su amiga se estaba tomando todo aquel asunto, Brittany preguntó:

—Rach, ¿estás bien?

—¿Por qué dices eso?

—Mira, quizá me estoy metiendo donde no debo, pero tan pronto le pides matrimonio, como quieres ser escolta, y ahora... ¿ese muchacho en sus vidas?

La exteniente suspiró, sabía que Brittany tenía razón y, cuando fue a responder, ésta añadió:

—Rach. No conocen de nada a ese chico. Podría ser un psicópata, un ladronzuelo o vete tú a saber. ¿Cómo lo quieres meter aquí con ustedes?

Rachel asintió.

Entendía lo que aquélla decía, pero respondió:

—Lo sé..., lo sé... Dices las mismas cosas que Quinn. Quizá me estoy volviendo totalmente loca, pero en referencia a ese muchacho, la corazonada de que no me equivoco y el hecho de que no quiero que lo separen de su perro es... ¿Recuerdas a Robert?

—¿A tu amigo, el que murió en el accidente de avión y...?

—Sí, ése—afirmó Rachel sin dejarla terminar—Él me contó lo mal que se sintió cuando fallecieron sus padres y, aunque su perro era lo único que lo unía a su pasado, lo separaron de él. Me explicó lo cruel que fue verse solo siendo un crío y darse cuenta de que no le importaba a nadie y... y, si yo puedo evitar que un niño como Peter sienta eso, creo que todo habrá merecido la pena.

—Disculpa—señaló Brittany—Para mí un niño es la pequeña Sami, pero gansos como Peter o como Flyn ya no son niños. Son miniadultos llenos de granos y conflictos personales que, por norma, deciden joderte la vida porque sus hormonas están revolucionadas, pero ¿tú sabes dónde te estás metiendo?

—No.

—Exacto, ¡no lo sabes!—cuchicheó Brittany—Ese crío comenzará a hacerles la vida imposible una vez que se relajen. Tiene catorce años, y a esa edad lo único que hacen es contestarte de malos modos y dar problemas. Y te lo digo yo, que tengo en casa uno de la misma edad y ya sabes cómo va el tema.

—Lo sé—suspiró Rachel—Quizá quiero abarcar más de lo que puedo. Tal vez soy una ilusa, pero creo que Peter es diferente. Lo siento así, y si encima puede ser el...

—Puede, tú lo has dicho, puede; pero ¿y si no es su hijo?

Rachel se encogió de hombros y cuchicheó:

—Bueno habrá que ayudarlo e intentar que el día de mañana ese hombrecito sea un hombre de provecho. Él no es el responsable de estar en el mundo.

Brittany se dio por vencida. Sin lugar a dudas, Rachel quería darle una oportunidad al muchacho y, claudicando, dijo:

—De acuerdo, no insistiré más. Aquí me tienes para todo lo que necesites, como mamá y sufridora de un adolescente. Pero, recuerda, si al final termina en esta casa, no le permitas que se pase ni un pelo porque, como lo hagas, ¡estás perdida!

—Lo recordaré—asintió Rachel—Por cierto, que sepas que hoy Sami, cuando nos hemos encontrado con Heidi y sus compinches en el colegio, ha soltado que Heidi era una zorra.

—¿¡Qué!?—dijo Brittany riendo al oír eso.

Rachel asintió sin poder evitar sonreír y prosiguió:

—Y después ha añadido que mamá y la tía Britt decían eso.

—¡La madre que la parió!


Durante un rato, entre risas, estuvieron hablando de aquello, hasta que Rachel preguntó:

—Oye, ¿qué tenías que contarme tú?

Al oír eso, Brittany se olvidó de lo de Sami y, mirando a su amiga, murmuró:

—¿A que no sabes quién es el tutor de Flyn?

—Bueno no.

—Jake.

Rachel parpadeó.

—¿Jake... Jake...—susurró—, El buenorro del Sensations y el potentorro que baila eso que se llama forró?

—El mismo —asintió Brittany.

—¡Joder!

—Eso digo yo: ¡joder! Ni te cuento la cara de tonta que se me ha quedado cuando me lo he vuelto a encontrar, esta vez como tutor de mi hijo.

Ambas rieron, pero la risa se les cortó cuando Brittany le explicó todo lo que aquél le había dicho del muchacho.

—Vaya tela..., vaya tela con Flyn. ¿Qué vas a hacer?

—De momento, hablar con San y ver qué solución podemos adoptar con respecto a lo que Jake me ha contado. Es obvio que, o hacemos algo, o esto irá a peor. Y luego, para remate, salgo del instituto y me encuentro con su supuesta novia dándose el lote con otro.

En ese instante, Quinn dejó de hablar por teléfono. Llevaba horas hablando con los servicios sociales y el registro de Múnich para conseguir cierta documentación.

Lo ocurrido aquella mañana la había dejado fuera de juego.

Un hijo...

¿Podía tener un hijo de casi quince años?

La sola idea la mareaba.

Ni en el peor o el mejor de sus sueños podría haber imaginado algo así.

Al colgar, vio a Rachel y a Brittany. Las observó cuchichear y reír, y luego sus ojos fueron directos a la perra que dormía plácidamente a sus pies. Todavía no entendía qué hacía aquel animal en su casa, pero como no tenía ganas de discutir con aquellas dos, se les acercó y simplemente dijo:

—Estaré en mi despacho.

—Cariño—la llamó Rachel—¿Quieres comer algo?

—No—bufó Quinn sin mirarlas.

Entonces la abogada se detuvo dispuesto a decirles algo. Sin duda, lo que había dicho Sami aquella mañana no había estado bien, pero finalmente decidió seguir su camino.

No le apetecía enfrentarse a aquellas dos. Seguro que la sacaban más de sus casillas.

Cuando desapareció, Brittany, que la conocía muy bien, susurró:

—Vaya mala leche que se gasta la colega, ¿no?

Rachel asintió.

—Si yo te contara...


Diez minutos después, Brittany miró a su amiga y afirmó:

—Llamaré a San para que venga. Creo que Quinn necesita desahogarse con su amiguita.

Rachel asintió, y Brittany se apresuró a llamarla.



Media hora después, sonó la puerta de la casa. Era Santana, que, con gesto serio y tras besar a su mujer y saludar a Rachel, cogió un par de cervezas fresquitas que ésta le dio y fue directo a ver a Quinn.

Su amiga la necesitaba.

—Hola, mamaíta—saludó entrando en su despacho.

Al oírla, ésta la miró, puso los ojos en blanco y protestó:

—No me jodas tú también con eso.

A pesar de lo delicado del tema, Santana se acercó a su amiga y, tras pasarle una de las cervezas y saludarla, se sentó frente a Quinn y preguntó:

—¿A qué esperabas para llamarme?

Quinn se pasó una mano por el pelo y murmuró:

—Santana...

—Entiendo que estés confundida, que no entiendas nada y un sinfín de cosas más, pero sabes que estoy aquí para lo que necesites. Y esto es algo excepcional, ¿no crees?—luego, bajando la voz, cuchicheó—Que mi mujer tenga que llamarme para decirme lo que le ocurre a mi mejor amiga, por no decir mi hermana, no me ha gustado, rubia.

—Joder, perdona. Tienes razón.

Santana sonrió y, tras dar ambas un trago a las cervezas, añadió:

—Conque Peter...

—Sí—afirmó Quinn.

Con la mirada, ambas se entendieron cuando la morena alemana indicó:

—Mucha casualidad.

Quinn no respondió, y Santana agregó:

—Quien le puso ese nombre al muchacho sabía lo mucho que te gustaba a ti, ¿no crees?

Su amiga asintió.

Volvió a dar otro trago a su cerveza y le contó absolutamente todo lo sucedido aquella mañana y lo que había descubierto tras hacer varias llamadas.

Santana lo escuchó con paciencia y, cuando ésta terminó, preguntó:

—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé. Yo esperaba encontrar en esa comisaría a un hacker a quien darle por todos los lados y, en cambio, me encuentro con un muchacho que encima dice ser mi hijo.

Santana suspiró; sin duda aquello era para estar desconcertada y, sin andarse con rodeos, preguntó:

—¿Y podría ser tu hijo?

Al oír eso, Quinn se levantó. Se movió por el despacho intranquila y, finalmente, sentándose de nuevo ante su amiga, respondió:

—No... Sí... Tu sabes cómo es eso del tratamiento de inseminación que no siempre resulta… que… ¡No lo sé!

—Joder, rubia.

Desesperada, la abogada dejó su cerveza sobre la mesa y declaró:

—Cuando estuve con Katharina era muy joven, una inconsciente, y no tomaba las cosas enserio. Ambas pensamos que el tratamiento no resultaría.

—Sí—murmuró Santana—Claro que se que esos tratamientos no siempre funcionan.

Las amigas se miraron un momento y luego Quinn siseó:

—¿Sabes por qué me joroba tanto todo esto? Porque, si es mi hijo, si ese muchacho tiene mi sangre, me he perdido parte de su vida, y eso me jode..., me jode mucho.

El silencio se apoderó de ellas hasta que Santana añadió:

—Tienes razón, y entiendo lo que dices. Pero quizá no sea tu hijo y...

—Rach asegura que su sexto sentido le dice que lo es.

Santana no supo qué decir. Con el paso de los años, Brittany le había enseñado que en ocasiones el sexto sentido de las mujeres era algo tremendamente poderoso que tener en cuenta.

—Escucha, Quinn—respondió—, En el caso de que sea hijo tuyo, la adolescencia no es una buena época. Ya sabes la cantidad de problemas que Flyn nos está ocasionando, y eso que todavía no he hablado con Britt, que hoy ha tenido la tutoría con su profesor.

—Lo sé..., lo sé, pero Rach se ha empeñado en traerse a casa a la perra del chaval para cuidarla.

—¿Y por qué? ¿Por qué lo ha hecho?

Descolocada, Quinn miró a su amiga.

—Dijo que un amigo suyo pasó por las mismas circunstancias que Peter a su edad, y que, si ella podía evitar que un niño sufriera, se sintiera solo y lo separaran de su perro, lo evitaría.


Durante un rato estuvieron hablando sobre aquello, hasta que Santana, para hacer sonreír a Quinn, preguntó:

—¿Un mil razas en tu casa?

Al entender lo que su amiga quería decir, Quinn sonrió.

—En tu casa hay dos, aunque Britt se empeñe en decir que Susto no lo es. Por cierto, he oído que mañana le dan el alta.

—Eso dice mi Britt-Britt—dijo Santana sonriendo.

La abogada asintió y luego, con gesto desesperada, cuchicheó incrédula:

—Mamaíta... Pero ¿cómo voy a ser mamá de un adolescente tan alto como yo?

Santana sonrió al oír eso.

Sin lugar a dudas, la cosa se complicaba pero, como no quería continuar con lo negativo, murmuró de buen humor:

—La vida te quiere sorprender. Tu novia ha puesto fecha para su boda y de pronto te aparece un hijo; ¿te puede pasar algo más sorprendente?

Al oír eso, Quinn resopló.

Últimamente su vida era una locura, por lo que negó con la cabeza.

—¿Cómo es Peter? —quiso saber Santana.

Quinn se echó hacia atrás en el respaldo de su silla y respondió:

—Tiene la complexión delgada y desgarbada de Flyn, el pelo le sobrepasa los hombros, su ropa es al menos varias tallas más grande de la que necesita, es un excelente pirata informático y sé poco más.

Un nuevo silencio se adueñó del despacho, y finalmente Quinn dijo:

—Mañana me voy a hacer las pruebas para saber si es mi hijo.

Santana asintió.

—Perfecto. Si es tu hijo, doy por sentado que te ocuparás de él, pero ¿y si no lo es?

Esa pregunta daba vueltas y vueltas en la cabeza de la abogada y, al final, sin saber en realidad qué responder, dijo:

—No lo sé. Pero lo que sí sé es que no lo voy a dejar en la calle.






Esa noche, cuando Brittany llegó a su casa, Flyn le dedicó una curiosa mirada al cruzarse con él. Eso le hizo saber que su amiguita Elke le había hablado de su encuentro. Pensó en contárselo a Santana, pero al final calló.

No quería más líos.





Al día siguiente, Quinn se hizo las pruebas de maternidad.

Cinco días después fue a recogerlas, y el corazón se le paró: Peter era su hijo.

************************************************************************************************************
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Dic 10, 2015 12:51 am

hoy te has pasado dejandolo ahi, por lo menos peter es mas centrado que el chino jajajajaj ojala sean amigos y se ayuden. o mas bien peter ayude a flynn .
marthagr81@yahoo.es
marthagr81@yahoo.es
-*-*
-*-*

Femenino Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Jue Dic 10, 2015 8:21 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:hoy te has pasado dejandolo ahi,  por lo menos peter es mas centrado que el chino jajajajaj ojala sean amigos y se ayuden.  o mas bien peter ayude a flynn .


Hola, jajajaja xD No todos somos iguales a esa edad, no¿? Espero y flynn recapacite xD jajajajaj. Saludos =D


23l1
23l1
-*-*-*
-*-*-*

Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Finalizado Re: FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 4 de 10. Precedente  1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.