[Resuelto]FanFic Brittana: Fue Un Beso Tonto (Adaptada) Epílogo

Capitulo 5

Diez días después a las ocho de la tarde, junto a la máquina de café de la comisaría de Chamberí, Brittany y Rachel hablaban.

—¿Sabes algo de la doctora Pichón?—preguntó Rachel.

—No—gruñó Brittany dándole con fuerza al botón de doble de azúcar.

Le molestaba hablar de Santana.

Como una idiota esperó aquella llamada durante días, pero no la recibió.

—Uis..., reina, si ese bombón se presentó en tu casa, te aseguro que quiere algo—sonrió Rachel.

—Por su bien y por el mío espero no volver a verla. No le di mi móvil y como casi nunca estoy en casa, dudo que me encuentre.

—No es por meter cizaña que, bueno... sabes que me encanta. Pero con doña Sue y su secuaz April, te encontrará.

Ambas sonrieron al pensar en ellas.

—Ya me he encargado yo de hablar con ellas y de decirles que no se metan donde no tienen que meterse o al final tendremos problemas.

En ese momento pasó por delante de ellas Evans, con Noah y Artie, y tras mirarla de arriba abajo, preguntó:

—¿Cómo va tu mano, Pierce?

—Estupenda. En cuanto al operativo de esta noche...

—No cuento contigo—cortó Evans.

«La madre que lo parió», pensó Brittany.

—¿Por qué?—preguntó enfadada.

—No estás en condiciones de empuñar un arma.

Brittany sonrió con acidez, pero sin dejarse achicar, señaló:

—Llevo meses trabajando en este caso, ansío la detención de Escudero más que nadie y no voy a permitir que una simple quemadura en la mano, que ya desapareció, no me permita ver la cara de ese cabrón cuando le detengamos.

Rachel la miró y Evans torció el gesto.

Detener a Escudero, un proxeneta conocido como El Marquesito, era algo que les había traído de cabeza.

Una de sus chicas informó que ese canalla estaba organizando una subasta entre gente de alta categoría para ofrecer la virginidad de niñas de no más de dieciséis años.

—Inspectora Pierce, pase a mi despacho. Tenemos que hablar. Y ustedes, vayan a dar una vuelta—ladró Evans—Pero en quince minutos los quiero a todos aquí.

Sin mirar atrás, Evans se marchó.

—¿Estás loca?—exclamó Rachel sujetándole el brazo—No te enfrentes con él. No seas tonta y no te preocupes...

—Brittany, cállate—le pidió Artie.

—Cierren el pico—gruñó Brittany y comenzó a caminar tras Evans.



Una vez los dos estuvieron dentro del despacho del comisario, este la miró fijamente y dijo:

—Vamos a ver, Brittany. Creo que lo más juicioso es que te mantengas un poco al margen del caso. Con tu mano así no...

—¿Qué le pasa a mi mano? Con mi mano así puedo hacer muchas cosas—cortó, incapaz de seguir escuchándole—Si no quieres que esté en primera fila, déjame al menos que esté en segunda. Pero no me pidas que esta noche no vaya a esa jodida subasta porque voy a ir aunque tú no quieras.

Evans la miró.

La conocía muy bien y sabía que no la haría desistir.

Se acercó a ella y tomándole la barbilla dijo:

—¿Cuando me vas a perdonar?

—¡Por favor!—gruñó molesta—No quiero hablar de eso. Para mí es un tema zanjado desde hace ya tiempo. No sé por qué te empeñas en continuar machacándome con lo mismo.

—Brittany, lo que ocurrió fue un simple ligoteo.

Brittany miró un pisapapeles que había en la mesa.

«Hoy te abro la cabeza, so... desgraciado», pensó mientras contenía sus instintos.

—No me mientas. Una relación de meses es mucho más que un simple ligoteo.

—Ella no fue nadie para mí. Tú sí lo eres, ¿no te das cuenta? Llevo más de dos años suplicando tu perdón. No sé qué más quieres que haga.

—Que te olvides de mí—ladró cansada.

Tras un incómodo silencio, fue ella la que habló.

—Por favor, Sam, basta ya.

—Pero...

—No, Evans. No continúes porque no te voy a escuchar. No quiero volver contigo. No quiero estar contigo. No. No. No. ¿Cómo tengo que decírtelo?

—Esa tipa, la médico que te besaba la otra noche, ¿desde cuándo sales con ella?

Brittany vio en sus ojos lo que en los suyos propios había visto meses atrás: celos y dolor.

—No es asunto tuyo—respondió con sequedad—Por favor, Evans, acabemos ya de una vez con esto y organicemos el operativo. Al fin y al cabo para eso estamos aquí.

Furioso, Evans miró hacia el exterior del despacho.

Su gente esperaba.

—De acuerdo, vendrás—asintió carraspeando—Pero estarás en segunda fila hasta que todo esté controlado.

Brittany asintió, y sin darle tiempo a decir nada más abrió la puerta para que Rachel y sus compañeros entraran a organizar el operativo. 

****************************************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Capitulo 6

La noche se presentaba complicada, y más cuando comenzó a llover.

La subasta se realizaba en un chalet de alto standing en Pozuelo, pero parecía retrasarse y eso les desesperó.

Con los nervios a flor piel, Brittany esperaba en una casa cercana junto a varios integrantes de la policía secreta.

Curiosamente era del primo de Lyn, uno de los policías. Para matar su ansiedad comía una bolsa de patatas fritas y encendía un cigarro tras otro.

Debían detener a Escudero.

Brittany necesitaba encarcelar a ese tipo.

—¿Qué haces?—preguntó Rachel a través del intercomunicador que llevaba en la oreja.

—Poniéndome morada a Cheetos y patatas fritas.

—¡Joder, qué suerte!—se quejó Rachel—A mí ya se me acabaron los suministros que compré. Aquí mis primos—dijo mirando a Noah y Artie—no veas cómo comen los angelitos. Se lo han devorado todo.

—Mentira—gritó Artie—Ella se ha comido todas las patatas con sabor a jamón.

—Pero qué buena está esta tía, qué sonrisa... qué...—dijo de pronto Noah.

—¿De quién hablan?—preguntó Brittany.

—De Elsa Pataky—respondió Rachel—Aquí los ligones están ojeando la revista Hola que me dejó el otro día tu abuela.

—Uuuuu... está de muerte, ¿tiene novio?—preguntó Artie.

—Si alguna vez me opero la nariz—recalcó Rachel—, Me pondré la de la Pataky. ¡Qué nariz más bonita tiene, por favor!

—Yo diría que tiene muchas cosas más—suspiró Noah.

—Rach, tu nariz está perfecta—opinó Brittany.

—No, de eso nada. Está un pelín larga desde que me caí de la cama.

—Mira, Berry—se guaseó Artie—, Cuando te operes, advierte que te quiten la verruga de bruja que tienes encima de la nariz.

—¡Capullo!

En ese momento se oyó la voz de Evans por el intercomunicador.

—¡Atención! Se acaban de encender las luces de una de las habitaciones del segundo piso a la derecha.

Brittany cogió sus prismáticos y con discreción miró por la ventana.

En ese momento vio llegar una furgoneta en la que llegaba el cáterin. Se bajaron unos diez muchachos, entre ellos dos policías infiltrados.

—Lyn, Hudson, ¿me oyen?—preguntó Evans.

Los agentes se agacharon y se tocaron la rodilla derecha en señal de que así era.

Lo oían.

—Comisario, comienzan a llegar coches—advirtió Noah.

Y así era.

De pronto, el movimiento de automóviles ante aquel chalet se convirtió en continuo. Las luces de la casa se fueron encendiendo una a una, mientras Brittany sentía que el corazón le latía a mil.

—¡Atención! Llega una furgoneta oscura seguida por un coche. Creo que es el de Escudero—señaló Evans—Sí, es el coche de Escudero.

Con las manos sudorosas, Brittany vio durante unos vagos segundos que dos de los matones de la entrada sacaban de la furgoneta a ocho jovencitas.

Eso le revolvió el estómago, y más cuando vio cómo Escudero saludaba a uno de aquellos hombres con una sádica sonrisa.

—Ríe... ríe... Marquesito, porque cuando te pillemos, no vas a volver a sonreír en tu vida—murmuró Brittany y todos los policías desde sus distintos puestos asintieron.

En ese momento, Escudero se volvió y dijo algo a su chofer.

Este asintió.

Se montó en el auto, pero en vez de dejarlo calle arriba como el resto, dio marcha atrás y se metió por una calle lateral.

Brittany corrió por encima de los sillones hasta que llegó a la ventana de la cocina. A través de los prismáticos vio que el chofer de Escudero se metía por un callejón lateral e iba hasta una vieja moto roja con una maleta trasera.

Se acercó a ella, abrió la maleta, metió algo y la cerró. Luego encendió un cigarrillo, se montó de nuevo en su coche y lo aparcó donde todos los demás. Sin pensárselo, Brittany abrió la puerta de la cocina que daba a un pequeño jardín.

—Pierce, ¿qué haces?—preguntó un compañero.

—Voy a mirar una cosa. Tranquilo, vuelvo antes de que cuentes hasta diez.

De pronto, el jaleo que se organizó en los alrededores de la casa fue bestial. Al ver aparecer los coches de la policía, unos guardaespaldas de Escudero dispararon contra ellos mientras otros entraban para alertar a sus jefes.

Evans y sus hombres abatieron a los dos tiradores de la entrada y a otros que disparaban desde las ventanas del piso superior; luego entraron en el salón.

A Evans se le revolvió el estómago cuando comprobó quiénes estaban ahí.

Acaudalados y poderosos hombres le devolvían una mirada incrédula. Aquello sería un escándalo para sus carreras y sus familias. Había jueces, abogados, políticos, gente influyente en el mundo de la prensa y de la televisión.

—Vaya... vaya... ¿a quién tenemos aquí?—murmuró Artie.

—¿Ves a Escudero?—preguntó Brittany por el intercomunicador.

—No. Pero tiene que estar—susurró Rachel que miró a un hombre de ojos oscuros con un mechón blanco en el centro de la cabeza.

Brittany aceleró el paso.

—¡Joder, Rachel! ¿Está o no?—gritó parándose en la calle.

Rachel se fijó en los hombres, pero no distinguía a Escudero. Nerviosa, observó a los detenidos mientras Evans y Noah desataban las niñas.

—¡Respóndeme, joder...!, ¿han cogido a Escudero?

En silencio, Rachel corrió hasta la entrada para mirar en el furgón donde estaban metiendo a los detenidos, los alumbró con una linterna uno por uno y respondió:

—¡Mierda..., no está!

Brittany cerró los ojos unos segundos y cambió su rumbo.

—Ve hacia el lateral derecho de la casa. Tengo el pálpito de que ahí estará. Voy hacia ahí.

Evans las oyó y miró a su alrededor.

Brittany, sin aire, llegó hasta el callejón donde el chofer de Escudero había estado.

En la oscuridad comprobó que un tipo se ponía con rapidez una chaqueta y una gorra roja de pizzero. No conseguía ver con claridad si era Escudero o no.

—¡Alto! ¡Policía! Aléjate de la moto y pon las manos en alto donde yo las vea—gritó Brittany con la pistola en la mano.

—Ni lo sueñes, inspectora Pierce.

Brittany reconoció aquella voz.

Escudero.

—No te muevas, hijo de puta, o te juro que te meto un tiro.

En medio de la oscuridad que la rodeaba, Brittany disparó a la rueda de la moto y acertó. Escudero maldijo, arrancó la moto e intentó atropellarla. Con una sangre fría pasmosa, Brittany esperó a que se acercara lo suficiente, se abalanzó sobre él y ambos rodaron por el suelo.

Rachel oyó el tiro y se imaginó lo peor.

Sin mirar se lanzó desde lo alto de la valla con la mala suerte de que cayó encima de Brittany y ambas se golpearon la cabeza.

Durante unos segundos las dos quedaron fuera de combate; Escudero se levantó y empezó a correr, pero dos metros más adelante, Evans, Artie y otros policías ya le encañonaban.




Una hora después, el Samur atendía a las dos muchachas de sus respectivos golpes en la cabeza.

—Menos mal que no te han tenido que dar puntos—suspiró Rachel.

Brittany tenía horror a las agujas.

Enfermaba sólo de pensar en ellas.

—Pero el ojo te lo he puesto de diseño—susurró Rachel.

—No te preocupes—sonrió su amiga—El otro día leí en una revista que este año se lleva mucho el morado y los tonos oscuros en los ojos.

Las dos reían cuando Evans se acercó hasta ellas.

—¿Están bien las dos?—preguntó el comisario.

—Sí—contestaron al unísono.

—Muy bien—asintió Evans—Ustedes dos vayan a casa. Nosotros nos ocuparemos del papeleo en comisaría—luego miró a Brittany—¿Quieres que te acerque a tu casa?

—No, gracias, comisario. Tengo mi propio medio—respondió ella—Pero no pienso marcharme a casa hasta que mis ojos no vean a Escudero entre rejas.

—Yo tampoco—asintió Rachel.

Evans las observó unos segundos, se dio la vuelta y se marchó con Noah.

Era imposible discutir con ellas.

—¡Qué simpático Evans! Yo... como si fuera invisible, ¿no?—se mofó Rachel al sentirse excluida de la invitación de llevarla a su casa.

—Ojalá la invisible para él fuera yo—respondió Brittany.

Su reloj indicaba las cuatro de la madrugada; agarró a su amiga del brazo y tiró de ella:

—Vayamos a recoger nuestro Batmóvil y enseñemos a todos estos machitos de qué pasta estamos hechas las mujeres.

Doloridas, pero con una sonrisa, se marcharon a la comisaría.




Horas después, Brittany llegó a su casa con un terrible dolor de cabeza.

Por suerte, como había imaginado, su abuela estaba caminando con sus amigas, por lo que deambuló con tranquilidad por la casa.

Pero maldijo al ver su aspecto en el espejo del baño.

Además del derrame en el ojo derecho tenía el pómulo hinchado.

«Joder... joder. Aguanta a la Sue cuando me vea», susurró al pensar en su abuela.

En ese momento, la puerta del baño se abrió y la perra entró para mirarla.

—Hola, Dolores. Gracias a Dios que tú no puedes hablar, porque imagino que tendrías algo que decir de mi aspecto, ¿verdad?—dijo desnudándose para meterse en la ducha.

Mientras recibía con agrado el agua en su cuerpo oyó el teléfono de casa, pero lo dejó sonar.

No tenía la más mínima intención de salir de la ducha para contestar.




Diez minutos después, con el albornoz puesto y una toalla en la cabeza, salió del baño y fue a ver a los cachorros que dormían plácidamente en la caja, junto a su madre.

—Son guapísimos, Dolores—susurró mientras tocaba con cuidado al que su abuela llamaba Punky por los cuatro pelos negros que tenía tiesos en la cabeza.

Luego fue directa a la cocina y se sirvió un café con leche al que añadió su correspondiente y exagerada dosis de azúcar. Mientras se lo tomaba con una magdalena y se encendía un cigarrillo, sus ojos volvieron a encontrarse con la perra.

—Vale... vale... lo sé. Estoy horrible, pero fue un accidente tonto.

La perra se levantó y moviendo el rabo, salió de la cocina y se dirigió al comedor. En ese momento Brittany oyó la puerta de la entrada y a su abuela.

—Mira lo guapa que está mi Dolores.

—Es una preciosidad—asintió April—¿Y qué? ¿Superwoman ya le ha cogido cariño?

—Psssss—susurró Sue al ver la cazadora de su nieta—No hables alto, April, que debe estar durmiendo.

—¡Qué descontrol de vida que lleva esta muchacha!—apuntilló April—Ese trabajo que tiene, tan arriesgado... no me gusta nada. Se lo he dicho cientos de veces, pero ella me mira, se ríe y directamente pasa de mí.

Brittany suspiró y continuó en la cocina bebiendo su café.

—Te aseguro que no se lo has dicho más veces que yo—respondió Sue—Pero, chica, a cabezona no le gana nadie. Mira... mira qué cachorros más preciosos.

—Oh... Oh... Pero si cada día están más guapos—susurró April mientras cogía un perrillo—¿Crees que a Britty le importará que yo me quede con uno?

—No lo sé—respondió Sue sorprendiendo a Brittany que casi se atraganta—Ella hace como si no los viera, pero yo sé que está pendiente, porque cuando le hablo de ellos sabe perfectamente a quién me refiero. Ese que has cogido es Dinio. Siempre está como confundido y se da golpes contra todo.

Al decir el nombre las dos mujeres soltaron una carcajada.

—Bueno eso, Dinio para mí, que soy April. ¡Me viene al pelo!

A Brittany también se le escapó una carcajada y eso la delató.

—Corazón mío, ¿ya te has levantado?—gritó Sue al oír su risa.

«Vaya por Dios... ya me han descubierto», pensó ella.

—Sí. Estoy tomándome un café en la cocina. Ahora voy.

Una vez acabó el café, se encamino al salón. Al ver el gesto de horror de aquellas, recordó su aspecto y antes de que les diera un tabardillo dijo:

—Tranquilitas las dos que no me ha pasado nada, a pesar de mi aspecto.

—¡Bendito sea Dios!—Sue corrió hacia ella—Pero... pero ¿cómo puedes decir que no te ha pasado nada? ¿Pero tú te has visto?

—Pero, criatura—susurró April más blanca que la leche—Pero si estás... estás...

—Horrorosa, ya lo sé—Brittany se dirigió a su abuela para tranquilizarla—De verdad que estoy bien. Lo que pasa es que anoche Rach no me vio y chocamos, solo fue eso. Te lo prometo.

—¡Jesús amante, hermosa! Me vas a matar a disgustos.

—Que no, abuela—Brittany insistió con una sonrisa—Que te relajes.

—Tu abuelo. Tu abuelo tiene la culpa de todo esto—gruñó la mujer y mirando hacia arriba increpó—Estarás orgulloso, Gregorio. Por tu culpa, mira cómo está la niña.

Brittany intentó no reír.

Su abuela se empeñaba a culpar de su profesión de policía al pobre abuelo difunto.

—Abuela, ¿ya estamos con el mismo rollito de siempre?

—Él y su maldita manía de ver Starsky y Hutch, La mujer policía o Los ángeles de Charlie. Mira que yo le decía: «Gregorio, hermoso mío, esas no son series para las niñas». Pero él, dale que dale. Pero si hasta los libros de lectura que les compraba eran las novelas de Agatha Christie, y cuando les regalaba juguetes era o un balón de fútbol o cochecitos de policía.

Brittany tuvo que reírse.

Su pobre abuelo había estado toda la vida rodeado de mujeres.

Era el único chico de cinco hermanas. Luego se casó con Sue y tuvo dos hijas. Su tía Holly tuvo a su prima Susana y su mamá, Whitney, a ella.

Siempre añoró tener un varón.

Por eso el día en que Gregorio asistió a la graduación de Brittany en la escuela de policía, fue el hombre más feliz del mundo.

A su abuela eso no se le olvidaba.

—¡Ay, Virgencita del Perpetuo Socorro! Pero ¿qué he hecho yo para merecer esto?—imploró la mujer mientras observaba de cerca el ojo morado y la cara tricolor de su nieta—Primero una de mis nietas se marcha al extranjero con un melenudo, y ahora tú, la Superwoman, vienes e intentas convencerme de que no te ha pasado nada. Ay... ay... ay... ¿Por qué, Señor... por qué?

Ante el dramatismo con que su abuela hablaba, Brittany no sabía si reír o llorar.

La abuela no se tomó bien que su prima Susana se marchara años atrás con Greg, un hippie inglés melenudo, aunque lo aceptó. Pero su trabajo como policía nunca se lo tomó bien.

—A ver, abuela—suspiró Brittany plantándose ante ella—Te he dicho en muchas ocasiones que el abuelo no tuvo nada que ver con que yo me hiciera policía. Siempre me gustó y lo sabes.

—Claro que lo sé—gruñó ella—Pero las películas de Los ángeles de Charlie y tu abuelo tuvieron la culpa de que te gustara. Pero mírate. Si ahora tú ves también Los hombres de Paco, Mentes criminales y el CSI.

—Oy... oy... oy... me encantan Los hombres de Paco. Qué gracia tienen los jodíos—admitió April.

—A mí me gusta Lucas—dijo en confianza Brittany y ambas rieron—Pero, chica, los inspectores con los que yo trabajo no son tan impresionantes como mi Lucas Fernández. ¡Dios, qué pedazo de hombre!

Su abuela le dio un azote en el culo que la hizo sonreír.

—Encima no te cachondees, ¡sinvergüenza!—señaló a los cachorros y prosiguió—¿Y cómo se llaman los cachorros? Grissom, Horacio, Mariano, Pope y no sigo que me aturullo.

Brittany reprimió la risa y abrazó a su abuela.

—Anoche tuvimos un operativo, y Rach y yo chocamos una con la otra. Por eso este golpe. Te lo prometo, abuela. Por favor, créeme. Estoy bien, ¿no lo ves?

—Mentirosa—gimió la mujer—Seguro que eso es un derechazo de algún cabeza rapada cuando has forcejeado con él. Mira, hermosa, soy vieja, pero no tonta.

—Abuela, por Dios ¡qué imaginación tienes!

April se fijó en la cara de Brittany e intentó quitarle hierro al asunto.

—Bueno... bueno... Sue, quizás deberías creer a Superwoman y no dar por hecho algo que no sabemos.

—Eso es—agradeció Brittany.

—Sí, claro—asintió la anciana—Te creo como la vez que me dijiste que no te había pasado nada y luego me enteré que un conductor borracho te había roto dos costillas. O si no, la vez que tampoco pasó nada, pero te tuvieron que operar para sacarte la bala que se había incrustado por casualidad en tu hombro. O también esa otra vez en que me dijiste que te habían operado por una apendicitis y la verdad es que te habían metido un par de navajazos.

—Pero Superwoman de mi alma y de mi corazón—susurró April incrédula—, ¿Dónde trabajas? ¿En las fuerzas especiales?

—Vale, lo confieso—suspiró aburrida—Soy una integrante del cuerpo de elite llamado Los Ángeles del Infierno.

Y para intentar zanjar el tema, Brittany se agachó y cogió uno de los cachorros.

—¿Has visto, April, qué cositas más monas?

—Ay, sí, mi niña, son preciosos.

—Este guapetón que tanto protesta se llama Risto.

—No me digas en honor a quién, que ya lo sé. Pero no todos son machos, ¿verdad?

—Solo hay una hembra—dijo Brittany—La pequeña Vampirela.

—¿Te ha visto algún médico?—preguntó Sue más tranquila al ver a su nieta magullada, pero viva.

—Los del Samur, abuela. Pero te repito, ha sido solo un golpe tonto con Rach.

—Quizás te vendría bien que te echaran un ojito a esos golpes—sugirió April tras cruzar una mirada con Sue.

—¡Mi madre! ¡Qué cansinas que son las dos!

—Y Rachelcita, ¿cómo está ella?—preguntó la vecina.

—Me imagino que con un enorme chichón también.

—Ay que joderse con las niñas—suspiró la anciana.

Brittany sonrió.

—¡Abuela! ¿Desde cuándo dices palabrotas?

—Desde que mi nieta es uno de Los Ángeles del Infierno.

Brittany puso los ojos en blanco y se levantó.

No quería seguir discutiendo.

—Me voy a echar un ratito—dijo mientras caminaba hacia su cuarto—Despiértame a las cinco que he quedado con Rach para ir a ver a Chang.

Una vez desapareció su nieta del salón, April y Sue se miraron. Finalmente, Sue declaró:

—Creo que voy a llamar a la morena sexy de la doctora.

—Por Dios, Sue—susurró April—¿Tú has visto qué pelos tengo hoy?

Sue protestó:

—No es por nada, April, hermosa, pero si le llamo es para que vuelva a ver a mi nieta, no para que te vea a ti.

Ambas comenzaron a reír y a planear aquel encuentro.




A las seis de la tarde y con el pase del primer día, Brittany y Rachel entraron de nuevo en el garaje del privadísimo hospital López.

Ahí volvieron a suspirar ante aquellos increíbles automóviles.

La recuperación de Chang se alargó más de lo que esperaban por unas complicaciones.

—No te quites las gafas de sol ni la gorra. Si no, se escandalizaran en el hospital—rió Brittany mirando a su amiga.

Ambas iban demasiado magulladas, realmente su aspecto era pésimo. Pero escondidas tras las gorras y las gafas podían pasar inadvertidas.

El ascensor se abrió y aparecieron dos mujeres, una joven y la otra algo mayor.

Las miraron de arriba abajo y dijeron:

—Este ascensor no es para el personal de servicio. Les hemos advertido cientos de veces que ustedes tienen que subir por las escaleras.

«Será pija y tonta la tía esta», pensó Brittany.

Sabía que Rachel opinaba más o menos lo mismo y dijo con educación:

—Disculpe. Nosotras no trabajamos aquí.

Las mujeres se miraron incrédulas.

Aquellas dos jóvenes vestidas con vaqueros, gafas oscuras y gorra parecían cualquier cosa menos gente decente.

—Nos han bajado. ¡Nosotras subíamos!—se quejó la más joven enfadada.

—Señora, sentimos haber llamado al ascensor. No era nuestra intención hacerlas bajar.

Pero la mayor, una mujer llena de perlas, volvió a quejarse con voz áspera.

—¡Qué descarada... qué horror! Seguro que tienen el dedito pringoso pegado al botón. ¡No lo niegues!

«¿Dedito pringoso?», pensó Brittany con asombro ante la mala educación de aquella mujer.

Rachel se adelantó y dijo antes de que su amiga saltara:

—Señora, tenga cuidado con lo que dice. Por favor, no afirme sin saber.

—¡Qué maleducadas!

En ese momento se abrieron las puertas del ascensor. Habían llegado a su planta.

—Salgamos del ascensor—gruñó Rachel—No sea que se nos vaya a pegar algo de estas payasas.

—¡Gentuza!—murmuró la más joven con cara de guiri tonta.

—Mire, señora, dé las gracias de que hemos llegado a nuestra planta—siseó Brittany una vez fuera—, Porque si no, les aseguro que hoy acababan en el calabozo.

No pudo decir nada más; las puertas del ascensor se cerraron y mientras gesticulaban, las muchachas caminaron hacia la habitación de Chang.

****************************************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: aquí los dos caps xq no podre subir el segundo después... no mentira dos xq el primero era muy corto jajajaja.

Capitulo 7

Un par de horas después, tras haber pasado la tarde con Mike y Tina decidieron marcharse.

Estaban agotadas.

—Y no se peleen con nadie—bromeó Chang antes de que ellas cerraran la puerta de la habitación.

Con las gorras y las gafas de nuevo puestas, antes de montar en el ascensor que había junto a la puerta principal, se pararon ante la máquina de los aperitivos.

Tenían hambre y unas patatas fritas las calmarían hasta llegar a casa.

—Yo quiero patatas al punto de jamón.

—Que no. Mejor pipas—se quejó Rachel.

—Bueno no—arremetió Brittany dándole un empujón—Mejor patatas.

Como dos crías divertidas discutían sobre qué sacar de la máquina, cuando una voz les llamó la atención.

—¡Pero qué ven mis ojos! ¿La teniente O’Neill y MacGyver en persona?

Brittany y Rachel se volvieron y encontraron las miradas chistosas de las doctoras Quinn y Santana, junto al viejo López sentado en una silla de ruedas.

«Lo que faltaba», pensó Brittany, calándose más la gorra.

—Joder—protestó Rachel volviéndose hacia la máquina—En este puñetero hospital no hay nadie normal que sea capaz de no fijarse en nosotras.

—Muchachitas—se adelantó el anciano para saludarlas—¡Qué alegría verlas! Precisamente me dirigía a la habitación de su compañero para visitarlo. ¿Cómo están?

Brittany se volvió para saludarlo, mientras Rachel sacaba finalmente una bolsa de pipas.

—Hola, señor López—sonrió tendiéndole la mano—, Me alegro mucho de verlo tan recuperado.

—¡Por San Ninian! ¿Qué les ha pasado a ustedes, señoritas?—musitó el anciano al fijarse en ellas. Desde su posición las veía mejor—Están magulladas como dos boxeadores.

Brittany vio que Santana y Quinn torcían las cabezas para intentar distinguir algo bajo las gafas y las gorras.


—Oh, no se preocupe—dijo Rachel con una sonrisa—Es un golpecillo de nada.

—Gajes del oficio—quitó importancia Brittany.

Quinn cruzó una mirada con Santana y dijo:

—Eso suele pasar cuando las superhéroes intentan salvar ellas solitas el mundo.

«Esta tía es tonta», pensó Rachel y respondió:

—Unas salvamos el mundo mientras otras van en pijamita todo el santo día.

Con guasa, la aludida le propuso:

—Si tanto te molesta mi pijamita, me ofrezco a que me lo quites cuando quieras.

Tras un bufido más que entendible, Rachel le susurró a su amiga:

—¡Diossssssss! Esta tía me pone cardíaca, qué ganitas de jaleo tiene.

—Me ponen los jaleos, MacGyver—admitió Quinn con un gesto que hizo reír a todos menos a Rachel.

—Perdona, doctora payasa—se le encaró—Para ti, soy la inspectora Berry, no te equivoques.

—Vaya... qué interesante conversación—rió el anciano mirándolas.

—De acuerdo, inspectora Berry—respondió sin amilanarse—A partir de ahora para ti yo también seré la doctora Fabray. ¿Te parece?

Rachel suspiró y Santana se acercó hasta ellas y sin preguntar ni pedir permiso tiró de las dos gorras, ganándose una mirada dura tras las gafas de Brittany.

—¿Golpecillo de nada?—preguntó Santana al ver los chichones de ambas—Pero ¡por Dios! ¿Les ha visto eso algún médico?

—Bueno mira, sí—respondió Brittany—Ahora mismo creo que lo están mirando dos.

—Tres—corrigió el anciano divertido.

—¿Pueden quitarse las gafas?—preguntó Quinn cambiando el gesto.

—No—respondieron al unísono las dos.

—¿Por qué?—preguntó Santana.

—Quítate tú los braguitas—dijo Brittany sorprendiéndoles a todos mientras le quitaba la gorra de malos modos y se la volvía a poner.

Eso sí, con gesto de dolor.

Pedro, el anciano López, estaba disfrutando de lo lindo. Por fin era testigo de cómo dos mujeres no caían rendidas a los pies de su nieta y de su mejor amiga, ambas muy bien considerados por toda fémina y masculina del hospital y fuera de él.

—Lo dicho. ¡Cómo está el cuerpo!—susurró Quinn e hizo reír a Santana y a su abuelo.

Rachel, que no se amilanaba ante nada ni nadie, soltó:

—Así va la sanidad, Britt, como el mismísimo culo—de pronto los tres dejaron de reír mientras ellas soltaban una carcajada.

En ese momento sonó el ruido alto y molesto de varias ambulancias, y de pronto la tranquila entrada se convirtió en un caos; no paraban de entrar camillas con heridos llenos de sangre.

Al ver aquello las muchachas se paralizaron.

Con un gesto serio, Quinn las llevó a un lado junto a Pedro, mientras Santana escuchaba a los médicos de las ambulancias.

—Avisen a Wade, Madison y Jesse. ¡Quiero varios quirófanos ya!—ordenó Santana con un cambio en su tono de voz y su gesto que sorprendió a Brittany.

«Vaya, si al final el doctorcito me va a resultar interesante y todo», pensó mientras la observaba trabajar.

—Hola, cariño, soy l doctora que te va a poner buena. ¿Cómo te llamas?—saludó Quinn a una niña de no más de seis años que, tumbada en la camilla, permanecía rígida y lloraba.

—La... Laura—gimoteó la niña.

—Qué nombre más precioso, ¿verdad, Aria?—preguntó a una enfermera mientras le cogía una vía en el brazo y la niña ni se percataba.

Al ver aquello, Brittany se encogió y al verla, Rachel le dijo:

—Respira y no mires, que tú eres capaz de caerte aquí redonda.

Brittany le hizo caso e intentó mirar para otro lado.

—¿Don... dónde está mi mamá y mi hermanito Nacho?—preguntó la niña.

—Están con otro doctor, no te preocupes, cariño—respondió Quinn mientras con una jeringuilla le introducía algo a la niña por la vía—¿Cómo se llama tú mamá?

—Mi mamá, Alicia y m...

La niña cerró los ojos y su gesto de dolor se dulcificó.

—Llévense a Laura a rayos. Creo que tiene un brazo roto, y por cómo se encogía, creo que algo más. Mantenedme informada en todo momento. ¿Qué tenemos, Ezra?

—Tres adultos y dos niños—respondió el médico de la ambulancia.

—Uno de los hombres ha fallecido en la ambulancia, el otro ya lo mandé al quirófano cinco—dijo Santana con gesto serio—Yo me llevo a la mujer al quirófano dos. No me gusta nada la herida que tiene en la cabeza.

Mirar aquella cabeza abierta hizo que a Brittany se le revolviera el cuerpo.

—Quiero a todo mi equipo en el quirófano dos. ¡Localízamelos!—pidió Santana mientras examinaba a la mujer que parecía más muerta que viva.

Brittany y Rachel apenas podían respirar, mientras las otras dos, con una profesionalidad increíble, distribuían y diagnosticaban con rapidez.

—Doctora López—dijo una enfermera—, Su equipo ya va para quirófano.

—Perfecto—asintió Santana muy seria.

—¡Doctores!—gritó otra enfermera—Código azul. Este niño ha entrado en parada.

Con una rapidez increíble, le metieron en un pequeño box donde Quinn y Santana, tras tres intentos con el desfibrilador, reanimaron al niño.

—Me llevo al niño al quirófano tres—dijo Quinn mientras sacaba de su bolsillo un gorro de pececitos con el que se recogió el pelo.

A Rachel se le secó la boca.

«Ay, Dios... cómo me ha puesto», pensó avergonzada por la situación.

—Vamos... vamos... rápido. La mujer al quirófano dos—gritó Santana con prisa, olvidándose de todo su entorno.

Sin decir nada más, las dos doctoras desaparecieron sin siquiera mirarlas, y el lugar volvió a la tranquilidad.

—Muchachitas... muchachitas, se han quedado pálidas—sonrió el anciano—Las invito a un café.

—Se lo agradecemos, pero tenemos trabajo—mintió Brittany.

—De acuerdo—se despidió mientras hacía rodar las ruedas de su silla—Voy a visitar a su compañero. Hasta pronto, señoritas.

Paradas ante la máquina de aperitivos, se quedaron solas.

Parecía mentira que ahí hubiera pasado lo que acababa de pasar y que la vida continuara como si nada.

—¿Qué haces?—preguntó Brittany al ver a su amiga rebuscar en su bolso.

—Necesito un euro para sacar una botella de agua. Tengo la boca seca.

—Toma—entregó Brittany algunas monedas—Pilla también chocolate.

Con el agua y unas barritas de chocolate se encaminaron hacia el ascensor; calladas y sin decir nada bajaron hasta el garaje.

Esa vez no hicieron ningún comentario sobre los coches.

Cuando por fin se sentaron en el Mondeo, Rachel dijo:

—No te lo vas a creer, reina, pero acabo de descubrir a la persona más sexy del mundo.

Ambas se miraron y se entendieron.

—Toma chocolate—invitó Brittany—Dicen que es buen sustituto del sexo.

Rachel cogió una barrita, la peló abstraída y la mordió.

—Ay, madre... ¿cómo me puede pasar esto a mí? ¿Por qué esa payasa tan sexy ha tenido que salvarle la vida a un niño delante de mis narices?

—Quizás porque es médico—respondió Brittany.

Mientras comenzaban a reír, Rachel arrancó su coche y se marcharon.

***************************************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Capitulo 8

Cuando Brittany llegó a su casa, se encontró a su abuela y a April sentadas en el salón viendo un programa de la tele.

Fue a la cocina a coger una Coca-Cola light y volvió al salón, donde aquellas dos miraban muy interesadas la televisión.

—¿Qué están viendo?

—Un programa llamado Mujeres, Hombres y Viceversa—contestó April.

—Es un programa donde la gente joven va a buscar pareja—señaló su abuela, que al igual que April tenía la cabeza llena de rulos.

—¿Por qué tienen los rulos puestos?

—Porque queremos estar guapas—respondió su abuela—Pero psssssss..., cállate ahora que estamos viendo el programa y está muy interesante.

Brittany sonrió y sentándose en el sillón se dispuso a verlo con ellas.

—Oy... oy... oy...—susurró April tocándose con la mano la barbilla—Esa muchacha es una fresca de mucho cuidado, solo hay que ver cómo va vestida.

—No me seas antigua—regañó Sue—Si yo tuviera el cuerpo que tiene esa chica y su edad, desde luego me luciría a base de bien.

Mientras se bebía su Coca-Cola, Brittany las escuchaba divertida y atendía el programa.

En ese momento el chico que supuestamente buscaba novia, debía elegir una cita en el programa. Pero para sorpresa de todos decidió echar a una de las chicas.

—Oy... oy... oy... ¡Qué disgusto ha cogido la criatura!—murmuró April al ver a la muchacha llorar a moco tendido.

—Pero si es que no pegan ni con cola—dijo Sue—A ver, dime tú adónde va Juanito con semejante potranca. A él le conviene la morenita, Azucenita.

—¿Quién es Juanito?—preguntó Brittany.

—Juanito es ese mozo—respondió su abuela mientras señalaba la televisión.

—Es mono—admitió Brittany.

—¡Quién lo pillara con su edad!—suspiró April haciéndola reír.

—Pero, April, por Dios. ¿Qué ibas a hacer tú con un pipiolín como ese?—rió Brittany.

—Uf...—la mujer se divertía—Muchas cosas, jamía... ¿O qué quieres? ¿Que solo baile la conga con los del Inserso?

Brittany soltó una carcajada.

—Bendito sea el Señor, April—exclamó Sue—Ni que te hicieran falta los del Inserso cuando ya tienes al tontuso del frutero para que te las haga.

Aquello atrajo la curiosidad de Brittany.

—April, ¿estás liada con el tontuso de la frutería?

—No es tontuso. Pobrecico mío. Lo que le pasa es que es muy vergonzoso. Y sí, tengo un apaño con él, pero nada importante—asintió con una malévola sonrisa—Es más, esta noche hemos quedado tu abuela y yo con él y un amigo para irnos de cena y luego a bailar a La Carroza.

Brittany las miró incrédula, mientras su abuela sonreía con picardía y April se tapaba la boca para reír.

«Mi madre, qué peligro tienen estas dos», pensó Brittany mientras las observaba.

—Pero bueno, Mataharis, ¿qué me están contando? ¿Tienen una cita?
Ahora entendía el porqué de los rulos.

—Te lo iba a decir ahora—aclaró Sue—Te he preparado algo de cena. Lo tienes todo en el frigorífico.

—¿Y quién es el amigo del tontuso?—se interesó Brittany.

—No lo sé, hermosa—dijo Sue con una carcajada—Es una cita a ciegas.

—Pero abuela, ¿desde cuándo haces tú estas cosas?

La mujer la miró. Después miró a April, y finalmente respondió:

—Tú, ¿qué te has creído? ¿Que soy asexual como una almeja? ¿O que por tener más de medio siglo no puedo disfrutar del sexo con lujuria y desenfreno como lo hacen las jovencitas hoy en día?

Aquella revelación pilló tan de sorpresa a Brittany que no supo qué responder.

Su abuela continuó:

—Bueno no, hermosa, no. Cuando el de arriba se llevó a tu abuelo me quitó la vida durante unos años. Pero hace un tiempo, cuando Rogelio, un amigo de Benidorm, me tiró los tejos, me di cuenta que me gustaba sentirme halagada. Y una noche mientras cenaba yo sola un poquito de merluza a la vasca, cavilé qué hubiera hecho tu abuelo, que en paz descanse, si la que se hubiera ido a criar malvas hubiera sido yo. ¿Y sabes lo que pensé? Bueno que tu abuelo —que era muy fogoso, todo hay que decirlo— con seguridad hubiera guardado el luto por mí unos meses y luego hubiera vuelto a ser un picha brava.

—¡Abuela!

—Oy... oy... oy…—susurró April—Mi Cándido, pobrecico, era igual.

—No te escandalices, hermosa. Gregorio, tu abuelo, que Dios lo tenga en su Gloria recogido, tenía una fuerza para esas cosas increíble. Oh... era un picarón.

—No quiero oír más—Brittany se tapó los oídos.

—Por lo tanto, hermosa mía, está noche echa el cerrojo y la cadenita en la puerta cuando te vayas a dormir, porque yo no voy a dormir aquí.

—¡Pero abuela!—exclamó Brittany tremendamente sorprendida.

—No hay pero abuela que valga, también una se merece pasarlo bien. Así que esta noche no me esperes—respondió Sue dejando sin palabras a su nieta, que no dijo nada más por temor a ofenderla.





Dos horas después, Sue se quitó los rulos, se puso su vestido granate y salió de su cuarto con su abrigo de pieles en la mano.

—Guau—silbó Brittany al verla—Estás impresionante. Dejarás a tu cita con la boca abierta cuando vea lo guapa que estás.

—Siento no poder decir lo mismo—susurró aquella al ver a su nieta.

—¿Qué has dicho?

—Nada—respondió Sue y plantándose frente a Brittany preguntó—¿Qué haces con el pijama puesto?

—Abuela, voy a tirarme en el sillón a ver una película. ¿Qué quieres que me ponga? ¿Un vestido de noche?

—Solo son las ocho y media de la tarde, por el amor de Dios, hermosa. Anda, péinate un poquito, que entre el pijama, el ojo negro que tienes, el golpe en la cara y esos pelos, pareces recién salida de un psiquiátrico.

—¡Abuela!—protestó Brittany.

—Recuerda, cariño. No vendré está noche. Recuérdalo.

—Vale—suspiró Brittany—Me lo has repetido más de una docena de veces.

—Anda... péinate un poquito—volvió a insistir Sue justo en el momento en que llamaban a la puerta.

April, ataviada con sus mejores galas, hizo acto de presencia.

—Madre mía, chicas. ¡Van a arrasar!—sonrió Brittany levantándose.

—¿Has visto las pintas que lleva?—se quejó Sue a su amiga.

—Y dale—gruñó Brittany—Que me voy a tirar en el sillón a ver una peli.

—Échate un poquito más de pomada en el ojo, tesoro—dijo Sue antes de salir—Y péinate un poquito, que mira qué pelos tienes.

—Adiós, jovenzuelas—las despidió Brittany mientras cerraba la puerta—Pásenla bien y no quemen Madrid.

Una vez se quedó sola, su mirada se encontró con la de Dolores, la perra.

—No me mires así porque no me pienso peinar—dijo con una sonrisa mientras se sentaba en el suelo a jugar con ella y con los cachorros.

Después se tiró en el sillón a ver la película.

***************************************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Capitulo 9

Una hora después y con la lágrima colgando por la peli, Brittany fue a la cocina a preparar un par de sándwiches.

De pronto vio entrar a uno de los cachorros con un papel en la boca.

—¡Risto! ¿Pero qué haces aquí?

Con cuidado cogió al animalillo y se encaminó hacia el comedor donde vio que habían volcado la caja donde solían estar y los cachorros caminaban a sus anchas por la casa.

—Oh, no. ¡Qué asco!—se quejó al sentir que había pisado algo húmedo.

Rápidamente colocó la caja de cartón y metió un par de ceniceros para que no la volcaran; luego introdujo a Risto y se quitó el calcetín.

—Dolores—gritó a la perra que dormía tranquilamente—, Podías echar una mano, guapa. Al fin y al cabo son tus hijos, no los míos.

Como siempre, la perra la miró, pero volvió a colocar la cabeza encima de las patas y continuó durmiendo.

—La madre que te parió—se quejó al ver su pasividad, mientras corría tras los cachorros por la casa.

Metiéndose bajo el armarito del baño, cazó a Mariano y a Vampirela y los devolvió a la caja. Sin perder tiempo corrió hacia su habitación donde pilló a Grissom y Dinio, y al salir cogió con rapidez a Horacio y Pope.

—¡Ya los tengo, pequeños delincuentes!—sonrió al tener a aquellos cuerpecitos entre sus manos.

Pero la sonrisa le duró poco cuando de pronto sintió que pisaba algo caliente y resbaladizo.

—¡Mierda!—gritó al ver que lo que había pisado—¡Mierda... mierda!

Sin apoyar el pie en el suelo, soltó aquellos cachorros de nuevo en la caja y blasfemó.

—¡Qué asco!—gruñó al ver su pie manchado y luego el suelo.

A la pata coja fue hasta la cocina para coger la fregona y limpiarse el pie, pero al entrar, el olor a quemado la paralizó.

—Joder... joder, ¡los sándwiches!

Con un rápido movimiento tiró del cable de la sandwichera para desenchufarla, pero al plantar el pie en el suelo, se resbaló y al intentar agarrarse a algo cayó al suelo tirándose encima la mesita de la cocina, con la sandwichera, el azucarero y todo lo demás.

El guantazo fue monumental.

—Maldita sea mi suerte. Qué dolor de culo. Ay... Dios. Me he debido de romper la rabadilla—lloriqueó al verse en el suelo en medio de aquel desastre—¿Qué más me puede pasar?

En ese momento sonó el timbre de la puerta.

—Un momento—gritó Brittany levantándose dolorida, mientras con un trozo de papel de cocina se limpiaba el pie.

En ese momento vio a Dolores chupar el azúcar del suelo y gritó:

—¡Fuera de mi vista, mala madre!

Ante aquel alarido, el animalito salió disparado a esconderse tras el sillón.

El timbre volvió a sonar.

—¡Que ya voy!—vociferó Brittany, masajeándose el culo y quitándose el azúcar del pelo.

Cojeando, con el trasero dolorido, el ojo negro como la noche y el pómulo hinchado, Brittany fue hasta la puerta y la abrió. Y casi vuelve a caerse de nuevo al ver que ante ella estaba la guapísimo doctora.

Más sexy que nunca, con un ramo de margaritas blancas en la mano.

—Pero... qué t...—intentó decir al verla.

Brittany la interrumpió:

—Ni se te ocurra preguntarme absolutamente nada—siseó levantando un dedo.

Le dolía horrores la rabadilla del culo como para ponerse a dar explicaciones.



Santana, por su parte, aún no salía de su asombro.

No sabía si reír o salir corriendo.

Ante ella tenía el desastre personificado en mujer.

Tenía el pelo revuelto sujeto en una coleta alta que más que sujetar, descolocaba. Vestía un enorme y nada sexy pijama de franela azul con números amarillos y ahora, sin gafas ni gorra, el aspecto de su cara no la favorecía en exceso.

—¿Qué haces aquí y qué quieres?—preguntó Brittany mientras se apoyaba en la puerta e intentaba disimular el dolor.
—Tu abuela me llamó. Me invitó a cenar.

Brittany cerró los ojos y movió la cabeza.

«Abuela, te juro que cuando regreses te haré picadillo», pensó mientras daba sentido a su afán porque se peinara o se quitara el pijama.

—Mire, señorita López—dijo Brittany tras coger aire—, Creo que no es el mejor momento y...

—Santana o San, por favor—corrigió.

—Buenos vale... Santana—repitió—No es el mejor momento y...

—De eso nada—interrumpió Santana y sin avisarle, la tomó en brazos y cerró la puerta—Estoy totalmente segura de que tu abuela no te avisó de mi llegada, y eso yo también lo considero una encerrona. Pero ahora estoy aquí. Veo tu aspecto, y de aquí no me muevo hasta saber que estás bien.

—Pero...

—No hay peros que valgan, inspectora—susurró tapándole la boca mientras la sentaba en el sillón—Soy médico y tu gesto me dice que algo te duele, y no es solo ese feo golpe que tienes en la cabeza, ¿verdad?

Brittany negó a punto de llorar como una niña pequeña, mientras Santana con cuidado le inspeccionaba el derrame del ojo, el golpe en la frente y la mejilla.

—¿Dónde te duele?—preguntó con voz dulce mirándola a los ojos.

El dolor en la rabadilla la estaba matando, pero no pensaba decírselo.

—No te preocupes, Santana, ya se me está pasando—susurró con rapidez.

—Inspectora Pierce, soy médico y mujer, más confianza, ¿no?—aclaró al ver donde Brittany se tocaba.

«Sí, una médico que está como un queso y a la que no le voy a decir que me duele el culo.»

—He dicho que ya se me está pasando, doctora—repitió.

Santana intuía dónde le dolía, pero al ver que era imposible que se lo indicara, se fijó en el televisor y vio una imagen parada:

—¿Estabas viendo una película?

—Sí. Posdata: Te quiero. ¿La has visto?

—¿Así se llama la película?—rió incrédula.

—Sí.

—Uf... debe ser malísima—rió Santana de nuevo.

Pero la risa se le cortó al sentir como Brittany la miraba y apagaba el televisor.

«Serás idiota», pensó molesta.

—Bueno no. No es malísima. Es justamente todo lo contrario—defendió—La historia de amor que cuenta es preciosa, triste, divertida y emotiva, y precisamente tú al ser mujer, deberías verla. Se supone que todas tenemos sentimiento y esta película nos puede.

Santana al sentirla tan ofendida, la miró y dijo:

—No te enfades, inspectora. Pero no me gusta ver películas de amor. Si veo alguna, intento que su trama sea más interesante.

—Bueno no sabes lo que te pierdes—respondió tocándose con disimulo el trasero.

Aunque la conocía poco, Santana sabía que si continuaba por aquel camino, la cosa con Brittany se iba a poner más difícil.

Suspiró y preguntó:

—¿Tienes sed?

—Sí. ¿Podrías traerme un poco de agua? La cocina ya sabes dónde está.

Al levantarse Santana se fijó en la cabeza de la pequeña perra que asomaba tras el sillón, pero al entrar en la cocina y ver el desastre que ahí había, se paró.

En el suelo había de todo.

—Por lo que veo—sonrió mientras recogía aquello—, Lo tuyo no es la cocina.

Brittany suspiró.

—Bueno aunque no lo creas, sé cocinar bastante bien.


Unos minutos después Santana aparecía con un vaso de agua y con una caja de color amarillo en la otra mano.

—¿Qué es eso?

—Al ir a coger un vaso, miré en la caja donde guardas los medicamentos. Creo que el Thrombocid te irá muy bien.

—¿Para qué?

—Me vas a disculpar, pero creo saber dónde te duele, y por vergüenza no me lo dices.

Brittany vio su sonrisa y se quedó paralizada.

—No se te ocurrirá darme de eso en...

—Oh... sí—asintió Santana con gesto decidido.

—No te lo voy a permitir—gruñó enfadada Birttany.

Al ver aquel gesto Santana no pudo por menos que sonreír. Aquella mujer, con la cara con más tonos que un cuadro de Picasso, era desconcertante y encantadora.

—Mira, inspectora, que soy mujer y no pasa nada, además soy muy, muy cabezona—indicó muy seria—Tienes dos opciones, cooperar o no.

Brittany quiso gritar, pero Santana se le adelantó poniéndole un dedo en la boca.

—Si te tumbas aquí en el sillón, solo tienes que bajarte un poquito el pantalón—al ver que Brittany se ponía colorada dijo—Te prometo que no tocaré, ni miraré, lo que no deba tocar, ni mirar. Venga, no seas tonta. Di que sí.

«Joder, doctorcita, ni que fuera fácil decir que sí», pensó al ver que aquella morena quería darle crema casi en el culo.

—Soy médico, mujer al igual que tú y ambas somos adultos, ¿no crees?

—Sí.

—¿Entonces?—preguntó Santana mientras levantaba la ceja.

—Vale—asintió finalmente—Pero me da igual que seas mujer, como se te ocurra tocar más de lo que debes o te juro que te abro la cabeza.

Santana soltó una carcajada.

Brittany, con gesto de dolor, se tumbó boca abajo en el sillón, se subió la camiseta y se bajó un poco el pantalón del pijama.

Roja como un tomate, Brittany sintió como las manos finas y suaves de la linda morena comenzaban a masajearle justo donde la espalda perdía su nombre, y cuando comenzaba a relajarse y a disfrutar de aquel suave masaje, Santana habló.

—Muy bien, ¡ya está!

—¡¿Ya?!—preguntó sorprendida.

—Sí—asintió mientras cerraba la pomada—Cómo habrás comprobado, he sido profesional y no he tocado ni mirado nada que no tuviera que tocar o mirar.

Aquello no era cierto del todo.

Santana, sin poder evitarlo se recreó en la suave piel de Brittany mientras le daba la crema.

Le fascinó su suavidad.

Al ver su cara, con rapidez Santana preguntó:

—¿Ocurre algo?

—Oh, no—sonrió sentándose—Llevo siglos sin darme un masaje y la verdad es que me estaba encantando.

—Si quieres puedo continuar.

—No. Déjalo. No sería buena idea.

—¿Por qué?—preguntó al sentir su cara muy cerca de la de Brittany.

«Porque me estas poniendo como una moto y temo lanzarme a tu yugular», pensó Brittany.

—Bueno porque no es momento de jugar a los masajitos, ¿verdad, doctora?

—Tienes razón, inspectora—asintió con voz ronca—No es momento de jugar a masajitos.

Sin decir nada más la atrajo hacia ella y atrapó su boca sin ninguna oposición por parte de Brittany.

Al ver y sentir que Brittany le respondía, Santana la besó con ansia y posesión mientras la rubia se sentaba a horcajadas encima de la morena en el sillón.

—Te va a doler la espalda si te pones así—susurró Santana que con rápido movimiento la tumbó de nuevo en el sillón quedando ahora ella encima—Mejor así.

Como atraída por un imán, Brittany levantó la cabeza y atrapó los carnosos labios de aquella morena que había irrumpido en su vida de una manera bestial.

Y sin pensar en nada más llevó sus manos hasta las posaderas de Santana y la obligó a apoyarse sobre ella. De esa manera Brittany sintió como sus caderas chocaban.

«Ay, Dios mío, que no voy a poder parar», pensó mientras se dejaba llevar por el momento.

Santana, enloquecida por la pasión que le mostraba mientras le desabrochaba su preciosa camisa y la dejaba en sujetador, no dudó en hacer lo mismo.

Le desabrochó la parte delantera del pijama, dejando al descubierto unos pechos generosos y bien formados que se alzaban hacia ella en busca de mimo y excitación.

Al sentir la boca de Santana sobre su pezón, Brittany soltó una pequeña exclamación de placer.

Aquello era morboso, y le gustaba sentir cómo aquel casi desconocida la desnudaba, la tocaba y la chupaba sin pedir permiso.

Le gustaba mucho... demasiado.

La fuerte respiración de Santana, la manera posesiva en que la tocaba, sus apasionados besos y sus caderas rozándose consiguieron que Brittany se olvidara de todo.

Incluido el dolor.

Mientras Santana con maestría le quitaba los pantalones del pijama y la dejaba desnuda a excepción del culotte de camuflaje.

—Bonito tatuaje—susurró Santana al ver el dibujo en el hombro derecho.

—Es mi hada de la suerte.

—Preciosa hada—la besó con morbo en los labios—... Y preciosa tú.

—Vaya, doctora—suspiró excitada—Percibo por tu maestría que eres toda una Don Juan. ¿Me equivoco?

—Eso no te interesa, inspectora. Pero tranquila, ninguna se ha quejado nunca.

Esa contestación no le gustó.

Y poniéndole las manos entre los pechos la separó de ella.

Santana, con más fuerza, la volvió a atraer hacia ella y con una sonrisa preguntó:

—¿Eres celosa, inspectora?

—No.

—Creo que sí.

—Bueno no, listilla.

—Anda, confiésalo. Di que sí—sonrió Santana.

«Antes muerta so... presuntuosa.»

—Que no.

—Entonces, ¿por qué me miras así?

Brittany no supo qué decir y para desviar el tema preguntó:

—¿Tú eres celosa?

—No. Esa palabra no entra en mi vocabulario.

De pronto Brittany se sintió ridícula.

Estaba celosa, y lo peor de todo es que estaba celosa de una mujer que apenas conocía y con la que se estaba dando el lote del siglo.

—Veamos, señorita—sonrió sentándose con Brittany encima—¿Qué pasa por esa linda cabecita magullada? ¿Y por qué me miras con ese mohín tan serio?

Brittany se sintió idiota.

¿Qué estaba haciendo?

—¡Oye, tú!—exclamó Brittany—A mí no me trates como si fuera tonta.

Al percibir el cambio en el tono de su voz, Santana le retiró el pelo de la cara y le preguntó con extrañeza:

—Pero bueno... ¿qué te ocurre?

—¡Mierda... mierda... y más mierda!—gritó dándole un manotazo en la mano para que le soltara el pelo—¿Me puedes decir cómo coño hemos podido llegar a esta situación?

Santana se sintió confusa ante su tono de voz y en especial al sentir el manotazo.

¿Qué había ocurrido?

Pero cuando vio que Brittany se levantaba con gesto de enfado y se ponía la parte superior del pijama, suspiró y también se levantó.

«Mujeres. ¿Quién nos entiende?»

Como una autómata y sin mirarla, Brittany se puso los pantalones del pijama también y, quitándose una goma del pelo que llevaba en la muñeca, se recogió la melena con rapidez en una especie de fuente en medio de la cabeza.

«Eres preciosa, inspectora», pensó maravillada, pero no abrió la boca.

Verla moverse de un lado para otro con aquel brío, le recordó a las leonas enjauladas del zoológico de Madrid, por lo que sentándose en el sillón aún sin camisa se limitó a admirarla.

Dolores se le subió encima y Santana la acarició.

—Vamos a ver—dijo por fin Brittany parándose ante ella—Esto que ha ocurrido. No va a volver a ocurrir. ¿Y sabes por qué no va a volver a ocurrir?

Santana negó con la cabeza.

—Bueno porque no voy a volver a dejar que me pongas un solo dedo encima. ¿Te has enterado?

Santana asintió mientras arrugaba la frente.

—Me da igual lo que tramaras con mi abuela a escondidas. Yo no quiero liarme con nadie. No quiero tener una relación con nadie, y por supuesto no quiero tener sexo con nadie que no decida yo.

—Pero...

—¡No quiero oírte!—interrumpió Brittany haciéndola callar—Pero bueno... ¿Quién te has creído tú para presentarte en mi casa con un ramo de margaritas blancas y creer que voy a tirarme a tu cuello? ¿Tan irresistible te crees, ricachona? ¿O crees que por ser una señoritinga adinerada puedes colarte en mi casa y en mi vida?

Santana fue de nuevo a contestar, pero Brittany señalándola con el dedo le ordenó callar, y la morena calló.

No porque Brittany se lo ordenara, sino porque la visión de esa loca con aquel pijama enorme y aquella especie de fuente rubia sobre la cabeza le encantaba.

—Vamos a ver—continuó—Quiero que te pongas tu preciosa camisa de diseño y dejes de mostrarme tus pechos y abdominales. No quiero verlos.

Santana alargó la mano, asió la camisa y sin levantarse, con la perra encima, se la puso.

No podía dejar de mirar cómo Brittany refunfuñaba de un lado para otro mientras con la mano se masajeaba la parte de arriba del culo.

—Notarás dolor en ese lugar durante unos días—dijo Santana antes de que Brittany quitara con rapidez la mano de su redondo trasero y le dirigiera una mirada intensa.

—¿Quieres dejar de mirarme el culo?—gritó Brittany.

—No lo hacía.

—¡Qué asco!

Sin poder evitarlo, Santana sonrió, pero la sonrisa se le borró cuando Brittany le tiró algo encima.

—Toma tu chaqueta. Sal de aquí antes de que te eche yo misma a patadas o te meta en el calabozo por colarte en mi casa.

Aquel comentario ya no le gustó.

¿Calabozo?

¿Colarse en su casa?

Nunca nadie le había tratado así y no iba a consentir que aquella gruñona fuera la primera.

Levantándose aún con la perra en brazos se acercó a Brittany.

Al verla tan cerca, Brittany cerró el pico.

—¿Sabes, teniente O’Neill?—dijo Santana con gesto taciturno—Creí que había conocido a toda clase de mujeres. Pero tras conocerte a ti, me doy cuenta de que aún me quedaba alguna por descubrir.

Brittany fue a hablar, pero Santana con su gesto tosco, la calló.

—Me voy—dijo caminando hacia la puerta—Pero no porque tú me eches, sino porque no estoy dispuesta a soportar que una idiota como tú me dé órdenes a mí, y aún menos me acuse de venir a su casa a seducirla.

—¡Perfecto!—asintió Brittany.

Y tras un sonoro portazo, Santana desapareció dejando a Brittany todavía más confundida que cuando estaba ante ella.

El silencio del salón y el dolor de culo la hicieron regresar a la realidad.

—Qué manera de cagarla...—susurró al sentirse mal por lo que había escupido.

De pronto unos golpes en la puerta atrajeron su atención.

Un extraño estallido de júbilo le hizo correr hacia ella y abrirla. Ahí estaba de nuevo Santana.

—Toma tu pastora de Massachusetts—dijo tendiéndole a Dolores.

Brittany la cogió.

—No quiero que me acuses de rapto de animales o sabrá Dios de qué más.
Al tomar a la perra, sus manos y las de Santana se tocaron y sus ojos chocaron.

Brittany, incómoda por lo que había ocasionado fue a decir algo, pero Santana retiró con rapidez la mirada, se dio la vuelta y sin decir nada se marchó.

Durante unos minutos Brittany permaneció apoyada en su puerta, mientras escuchaba sus pasos alejándose. Cuando oyó el sonido del hierro forjado del portal al cerrar, con un suspiró cerró su puerta y se sentó en su sofá con la perra aún en los brazos.

—Dolores, no me mires así. Ya sé que Santana es una bombonaza de mujer, pero yo no quiero responsabilidades con nadie, y menos con alguien de su clase que lo único que puede hacerme es daño...—oyó un ruidito procedente de la caja y añadió—O si no, fíjate cómo has acabado tú. Sola y criando a toda una prole. No, Dolores, no, yo no quiero responsabilidades. Estoy muy bien así.

La perra le chupó en la mano y ella sonrió.

***************************************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Capitulo 10

Una semana después, el humor de Brittany era pésimo.

Había tenido una buena bronca con su abuela y con April, y aún no les hablaba, algo que a su abuela no le preocupaba. Conocía a su nieta y sabía que sus arranques de humor eran como el chupinazo de San Fermín.

Durante aquellos días, Brittany no había vuelto a tener noticias de Santana.

En un principio pensó en llamarla y disculparse, pero tras coger el teléfono más de veinte veces, al final decidió dejar las cosas como estaban.

Sola estaba mejor que acompañada.

Por ello evitó pensar en la morena y el jueves que libró se marchó con Rachel y varios amigos al parque de atracciones, donde descargó adrenalina montándose en la turbina, el tornado y la lanzadera.

El viernes por la tarde sobre las cinco, tras detener a la banda del cubano, Brittany y Rachel terminaban de rellenar informes; Noah y Artie se acercaron hasta ellas.

—Chicas—susurró Artie—, Estamos organizando una fiesta sorpresa para esta noche y su ayuda es imprescindible.

—Vaya. Qué interesante—asintió Brittany con un suspiro.

—¿A qué se debe semejante evento?—preguntó Rachel.

—¡Se casa sor Marley!—Noah parecía divertido—Y el jefe quiere darle una fiestecita.

Aquello atrajo la atención inmediata de las dos.

Marley Rose era una policía de casi treinta y cinco años, a los que todos apodaban sor Marley por su aspecto monjil y su silencio perpetuo.

—Se casa Marley Rose... ¿con quién?—preguntó Brittany incrédula.

—¡Ostras!, si esa se casa, yo aún tengo esperanzas—bromeó Rachel.

En medio de las risas, rápidamente les ordenaron callar.

Sor Marley no andaba lejos y querían que aquello fuera una sorpresa. Si algo les gustaba a Rachel y Brittany además de su trabajo y aficiones, era ir de compras.



Horas después recogieron el sobre con el dinero recaudado y se marcharon encantadas de la vida a comprar algo por la calle Fuencarral.

—Si tu abuela estuviera aquí, le regalaba una bombonera—dijo Rachel ante el escaparate de una tienda de regalos—Según ella, es un regalo muy sufridito y que siempre te hace quedar bien.

—No sé. No me parece un regalo muy divertido.




Media hora después, y con las tripas llenas, continuaron con la búsqueda del regalo.

Se pararon frente a un escaparate y, tras mirarse de reojo, ambas comenzaron a reír. Estaban ante un sex shop donde, además de vender productos eróticos, se hacía un espectáculo diario en directo.

—Oye... ¿y qué tal si...?

—Ay, Britt—rió Rachel—Que te veo venir.

—Quizá sor Marley no sea tan monja como creemos... quizá sea toda una castigadora en la intimidad—dijo Brittany mientras señalaba unas esposas con plumas de marabú rosa a juego con un body de leopardo y unos calzones—¿Te imaginas a Marley y a Kitty con eso?

Con una pícara sonrisa, las dos entraron en el local; sonaba una música suave y la luz se volvió tenue y azulada. Se dirigieron a la tienda, donde los productos estaban expuestos e incluso se podían tocar.

Además de ellas dos, el dependiente y un hombre que miraba las películas eróticas, había una pareja que estudiaba con verdadero interés una especie de pene vibrador con lucecitas de colores.

—Por Dios, Britt, ¿de verdad que la gente utiliza esto?—preguntó mientras cogía un pene de látex rosa tamaño XL.

—Bueno claro—susurró bajito—Digo yo que cuando lo compran para algo será, ¿no crees? Anda... ahí tienen los disfraces. ¡Ostras! ¡Tienen el de enfermera y policía! Ahí va... pero si tienen un hábito de monja.

«Uy... uy... lo que daría yo por ver a sor Marley con este traje de poli», pensó mientras lo descolgaba y con curiosidad analizaba las esposas con plumas de marabú.

Rachel, a quien el pulso le había subido a mil al entrar en aquel lugar, se fijó en que la pareja caminaba hacia la caja y además del pene vibrador, llevaba otras dos cajas.

Hablaron con el dependiente y este se dirigió hacia el hombre de mediana edad que miraba las películas porno, cruzó unas palabras con él y ambos se dirigieron a la caja.

Momentos después, el hombre y la pareja desaparecían tras una especie de cortina negra.

—¡Ay, Dios! ¡Me estoy poniendo cachonda!—susurró Rachel acercándose a Brittany que, emocionada, miraba las tallas de los disfraces.

—Pero, bueno, Rach, ¿qué te pasa?—rió esta.

—Acabo de ver cómo la pareja y el hombre que miraba las películas porno se han ido tras aquella cortina negra.

—¿Y qué?

—Ay, reina, me acabo de dar cuenta de que necesito sexo con urgencia. ¡Joder, que me he puesto cachonda y todo!

Brittany, incrédula, la estudió y miró a su alrededor; luego cogió una pequeña caja.

—Cómprate esto. Lleva mando a distancia y es un buen sustituto—sugirió Brittany poniéndole la caja en la mano—Cuando llegues esta noche a casa la pruebas y mañana me dices qué tal—y volviéndose hacia los disfraces preguntó—¿Cuál compramos, el de enfermera viciosa, el de policía castigadora o el de monja descocada?

—Pero, bueno... Brittany Susan Pierce... ¿Tú utilizas artefactos de estos?—chilló su amiga con los ojos como platos por lo que aquella le acababa de aconsejar.

—Me regalaron alguno—respondió Brittany con tranquilidad, y sin mirarla dijo—Yo creo que el de monja le iría como anillo al dedo, pero quizás se lo tome a mal. Y pensándolo bien... yo creo que el de poli castigadora con las esposas de marabú a Kitty le pondrá más, ¿no crees?

—Señoritas—dijo el dependiente—El vibro-desk estimulador con mando a distancia que han cogido, esta semana está en oferta. Dos al precio de uno.

—Anda... ¡qué bien!—exclamó Brittany, y cogió otra caja—Así lo renuevo.

Rachel, aún con la boca abierta por lo que había descubierto de su amiga, gritó.

—¿Pero qué me estas contando? ¿Tú tienes en casa cosas de estas?

Brittany la miró.

Pero ¿qué le pasaba?

—Mira, Rach, yo pensaba que eras más moderna—y poniéndose las manos en las caderas dijo—Sí, chica, sí, hace tiempo mi hoy vegetariana prima me regaló un pequeño vibrador a pilas con mando a distancia al que yo llamo Lucas Fernández, por ya sabes quién, ¿verdad?

Rachel asintió y suspiró:

—Y lo tengo en mi mesilla de noche para cuando me aburro y estoy sola. Te aseguro que me hace más de un apaño. ¿Y sabes por qué lo tengo y lo utilizo con cariño?

Rachel, con la boca abierta, negó con la cabeza:

—Bueno porque cuando me apetece divertirme, lo tengo siempre a mano, y sobre todo, porque cuando acabo, lo apago, lo guardo y tengo toooooda la cama entera para mí. ¿Pasa algo?

—Palabrita del Niño Jesús que me has dejado alucinada. Nunca hubiera imaginado que eras tan moderna.

—Hombre, Rach—sonrió Brittany divertida—, Es que nunca ha salido este tema de conversación entre nosotras. Pero para que se te quite esa cara de escándalo te diré que a la hora de elegir, prefiero lo natural. Ya sabes, un hombre o una mujer de carne y hueso, sexy, con unas buenas manos y un excelente meneo de caderas. Pero... cuando esa persona no está, mi Lucas Fernández es una excelente compañía.

Rachel sonrió y encogiéndose de hombros, asintió. Observó el aparato y dijo:

—Todo es probar... Hola, Montoya.

—¡¿Montoya?!—Brittany soltó una carcajada.

—Sí, chica... igual que el tuyo se llama Lucas Fernández, este se va a llamar Montoya, en honor a ese pedazo de inspector que sale en Los hombres de Paco. ¡Dios!... es que cuando le veo así, tan moreno, tan varonil, me entran unos calores que... uff...

Brittany volvió a reír a carcajadas, y señalando los disfraces preguntó:

—¿Cuál pillamos para sor Marley?

—Sin duda alguna, Montoya y yo votamos por el de poli castigadora—decidió Rachel.



Quince minutos después salían del sex shop con el disfraz envuelto para regalo y con sus respectivos vibro-desk en sus bolsos.

La fiesta organizada por los compañeros de varias comisarías para Marley y Kitty, fue una auténtica sorpresa para las novias.

Evans habló con el dueño de un restaurante en la calle José Abascal y este cerró el local para todos ellos.

Comenzaron a llegar compañeros de distintas comisarías y aquello se convirtió en un fiestorro por todo lo alto.

Cuando llegó la hora de la entrega de regalos, Brittany y Rachel no sabían si reír o llorar al enterarse de que sus compañeros Noah, Artie y compañía habían comprado una muñeca hinchable.

«Somos unos horteras redomados», pensó Brittany divertida.

Mientras veían con verdadera guasa la entrega de los regalos, no podían apartar sus ojos de Marley, que estaba especialmente guapa aquella noche.

Con una tímida sonrisa, abría los obsequios junto a Kitty, que reía y aplaudía por todo.

—Bueno... bueno... que ya llegan nuestros regalos...—rió Noah al ver los paquetes.

La carcajada fue monumental cuando al abrir los paquetes aparecieron una muñeca hinchable y el disfraz de policía castigadora con las esposas con plumas de marabú rosas.

Marley se puso roja como un tomate, mientras Kitty reía encantada con la broma.

Pero sorprendiéndolos a todos, Marley abrió las esposas, se las puso a Kitty y le plantó un besazo en plan malota que dejó con la boca abierta a más de uno.



Dos horas después, tras inflar la muñeca hinchable y bautizarla con el nombre de Cornelia, muchos polis se marcharon a casa o a trabajar. Otros decidieron continuar con la juerga.

Unos veinte polis más las novias se marcharon a bailar a una discoteca llamada Aqua.

—Brittany, ven aquí. Quiero hablar contigo—dijo Evans asiéndola de la mano y llevándosela hasta un rincón.

—Creo que ya te he dejado muy claro que ahora eres Evans, mi jefe—gruñó soltándose.

Pero él no estaba dispuesto a soltarla; volvió a asirla, la atrajo hasta él y la besó.

Al principio Brittany se resistió, y aunque los malditos recuerdos bonitos le inundaron la mente y le respondió, pocos segundos después se lo quitó de encima de un empujón.

—¿Por qué has hecho eso?—gritó Brittany—Pero ¿tú eres idiota, estás loco o qué?

—Estoy loco por ti, gatita—sonrió intentando sujetarla, pero esta vez no pudo.

Con ganas de patearle el culo, Brittany lo miró.

Le había costado mucho superar su ruptura y ahora no iba a consentir que jugara con ella.

—No vuelvas a hacer lo que has hecho, ¿me has oído?

—No puedes negarme que te ha gustado. Te conozco y lo sé.

—Mira, Evans, si tengo que aprender chino para decirte que no quiero nada contigo, lo haré. ¡Lo nuestro se acabó, joder! Déjame en paz.

Él se tensó.

No estaba dispuesto a desistir.

—¿Sigues con la medicucha ricachona?

—Eso no es asunto tuyo.

No pensaba darle explicaciones, y menos cuando, desde un principio, la historia con Santana nunca existió.

Pero no pensaba aclarárselo.

—Esa nunca te querrá como te quiero yo.

Al oírlo, Brittany se revolvió y antes de alejarse le dijo:

—¿Sabes, Evans? Te aseguro que no voy a volver a sufrir por ninguna persona y menos por un tío.

Se olvidó del incidente con Evans, su ex, y tras mucho bailar y reír con los compañeros, sobre las tres de la mañana todos descubrieron que Marley y Kitty eran unas expertas bailarines de salsa.

—Si no lo veo, no lo creo—cuchicheó Rachel mirándolas—Pero si sor Marley tiene ritmo.

—Alucinada me tiene la jodía—asintió Brittany—Me parece a mí que sor Marley podría sorprendernos con más cosas de las que imaginamos.

Las muchachas eran fans incondicionales del cantante Marc Anthony, y al sonar su música comenzaron a bailar y cantar.






Una hora después, las chicas entraron en el baño.

Ahí se encontraron con sor Marley, que se retocaba frente al espejo.

—Me meo... me meo toaaaaa—Brittany corrió a uno de los aseos libres.

Marley, al verla pasar así, la miró extrañada.

—No te asustes—aclaró Rachel—Es de vejiga generosa. ¡Tó el día está meando!

—Oh, Diosssss... qué biennnnnnnnn—suspiró Brittany tras la puerta del baño.

Fuera, las dos mujeres sonrieron.

—Oye, Marley—dijo Rachel—, Quería darte la enhorabuena por la boda.

—Gracias, Rachel—susurró con timidez—La verdad es que estoy muy contenta.

En ese momento se oyó el ruido de la cisterna.

Brittany salió del baño.

—Por Dios... ¡Qué bien me he quedado!

—Le estaba dando a Marley la enhorabuena por su boda—dijo Rachel.

Brittany las miró y volviéndose hacia la novia dijo:

—Por supuesto, que seas muy feliz.

—Gracias, Brittany—y al ver que solo estaban ellas en el baño, mirándolas a los ojos añadió—Chicas, yo les quería decir una cosa, pero me da un poco de apuro.

—Mujer, ¡por Dios!, ¡que somos compañeras!—dijo Rachel.

—Ná... ná... déjate de apuros y dinos qué pasa.

—Uff... es que...—susurró la futura novia.

—Vamos a ver, Marley—indicó Rachel—Las tres somos mujeres y no creo que tengas que avergonzarte por nada.

Acercándose a ellas, sor Marley dijo mientras volvía a ponerse roja como un tomate:

—Es que... es que el disfraz que me han comprado de policía castigadora, ya lo tengo, y quería saber si lo pueden cambiar por otro.

Brittany y Rachel se miraron y casi sin pestañear, Brittany respondió intentando que no le temblara la barbilla.

—Sí... sí, no te preocupes, lo podemos cambiar sin problema.

—¿Por cualquiera o quieres alguno en particular?—consiguió decir Rachel.

—Da igual—afirmó Marley— Aunque el de enfermera viciosa y el de azafata de altos polvos ya los tengo.

Brittany apenas podía abrir la boca.

No quería reír, pero la ocasión era para eso y para más.

—Vale... vale... no te preocupes. Pero casi mejor que te doy el ticket de compra y tú misma eliges el que quieras.

—Oh, gracias...—guardó el lápiz de labios en el bolso y dijo con una sonrisa—Mi Kitty Kit y yo se los agradecemos muchísimo.

Sor Marley salió del baño y con rapidez Brittany y Rachel abrieron los grifos a tope, dieron a la palanca del secamanos y en su ruido infernal, sin poder remediarlo, comenzaron a reír como dos locas.

***************************************************************************************************************************************

Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D