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Mensaje por 3:) Lun Abr 17, 2017 9:13 am

Todos se están tratando de aprovechar de britt por su citación...
Justo tenia que pasar algo...
Ya dije me gusta como san la cuida!!!
3:)
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Abr 17, 2017 2:46 pm

monica.santander escribió:Me encanta el instinto protector de Santana!!!
Pobre Britt termina con un problema y aparece otro!!!
Saludos

Santana esta cambiando, esa lección tiene un significado mucho mas grande del que creemos... tanto Brittany y Santana estan sufriendo problemas que si ambas se unieran fueran mas llevaderos creo yo, pero no han llegado ha ese nivel de confianza.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Abr 17, 2017 2:48 pm

micky morales escribió:Gente falsa hay en todos lados, menos mal que ahi esta Santana para ser los ojos de Brittany!!!!

Hay tanta gente con ganas de hacer mal, ya ves a Santana lo que le pasa ahora sus enemigos por envidia, quieren hacer leña del arbol caido... espero que ella pueda solucionar su castigo.... me encanto esa parte cuando le propuso ser sus ojos...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Abr 17, 2017 2:49 pm

3:) escribió:Todos se están tratando de aprovechar de britt por su citación...
Justo tenia que pasar algo...
Ya dije me gusta como san la cuida!!!

si todos estan tratando de aprovecharse de Brittany y todos estan tratando de destruir a Santana, creo que estas dos estan tocando fondo pero si se unen y se entregan a su atraccion pueden ser mas fuerte y vencer lo que se les ponga en frente mi parte optimista dice eso....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Abr 17, 2017 2:53 pm

Capítulo Dieciocho


Santana se metió en la ducha y dejó escapar un suspiro de frustración. Dejó que el chorro tibio de agua corriera sobre su piel y alcanzó el jabón. Todo el día, Brittany la había ignorado. Si no hubiese sido interrumpida por ese maldito fiasco de chimenea, ella habría estado jadeando en sus brazos esa noche. Pero no, la interrupción había estropeado su estado de ánimo y, obviamente, había cambiado de parecer. Había estado tan cerca.

Por supuesto había jugado a ser la perfecta dama, pretendiendo que nada había sucedido, y que no le molestaba en lo más mínimo que ella estuviera evadiendo su toque, cuando en realidad quería presionarla contra la superficie plana más cercana y cogerla hasta más no poder.

¡Ah, mierda! Se miró a sí misma. Su excitación había crecido, su cuerpo estaba hambriento y en llamas. Y no se podría bajar, si no dejaba de pensar en Brittany. Brittany, quien estaba durmiendo en la habitación de al lado, a tan sólo unos pasos de distancia.

Tendría que hacerse cargo ella misma, de lo contrario, sabía lo que vendría sobre ella en medio de la noche. Se sentía como un arma cargada, susceptible de dispararse a la menor provocación.

Con las manos enjabonadas, Santana se apoderó de sus partes necesitadas de atención y bombeó sus caderas. Con la ayuda de la lubricación, su coño se deslizó suavemente en la palma de su mano, la cual mantuvo firmemente sujeta a su alrededor, imitando la sensación que la apretada concha de Brittany le daría.

Cerró los ojos, y con un ritmo constante se empujó hacia atrás y hacia adelante, acariciando sus labios vaginales como ella quería que Brittany lo hiciera. Apretó con más fuerza, imaginando su concha mojada apretándose en torno a la de ella mientras Santana terminaba. Y ella seguiría a través de su orgasmo, a través de los jugos que ella liberaba, hasta que estuviera lista una vez más, hasta que Santana la llevara a otro orgasmo antes de que ella se lo permitiera a sí misma…

—Por los dioses, Santana, ¿has llegado a eso?

Santana se dio la vuelta, e inmediatamente tomó la toalla que colgaba sobre la cubierta de cristal de la ducha. Mientras rápidamente la envolvía alrededor de su cuerpo para ocultar su cuerpo tembloroso y necesitado, miró a Hermes.

—Tu inoportunidad apesta.

Hermes sonrió.

—Puedo ver eso.

Santana ignoró el comentario de su amigo.

—Y además, no recuerdo que te haya llamado.

Hermes se apoyó con indiferencia contra el marco de la puerta, mientras Santana salía de la ducha, el agua goteaba en el suelo de baldosas.

— ¿No puede un amigo pasar a conversar?

—Algo me dice que no estás aquí para conversar.

—Si no quieres escuchar lo que tengo que decir, entonces tal vez debería irme—. Hermes hizo un intento a medias de retirarse.

—Me vestiré. Espérame en el dormitorio.

Hermes giró para irse.

—Y cierra la puerta del baño,— ordenó Santana.

En el momento en que la puerta se cerró, Santana exhaló. Ya era bastante malo ser atrapada masturbándose como una perdedora que no podía conseguir a una mujer, lo que era peor aun era ser interrumpida sólo unos segundos antes del clímax. Puso la mano en sus partes debajo de la toalla para que humedad y calentura bajara, pero la maldita cosa ansiaba su liberación. No había nada peor que un coño a punto de estallar y no tener tiempo para encender los explosivos.

Se prometió a sí misma regresar a la cuestión después de que Hermes se hubiese ido, y se vistió a toda prisa. Cuanto más rápido se deshiciera de su amigo, más rápido podría volver a saciar su insaciable lujuria. Porque eso era todo. Ese sentimiento en su interior que le decía que en realidad Brittany le gustaba, tenía que ser un efecto secundario de su deseo por ella. Y una vez que hubiera satisfecho esa necesidad en particular, se sentiría bien otra vez. No había duda. Ella estaba segura de ello.

Cuando Santana entró en su dormitorio, se encontró con Hermes tendido en la cama, las manos cruzadas detrás de la cabeza y mirando hacia el techo. Ella no hizo ningún intento de salir de su cómoda posición, incluso cuando Santana carraspeó.

—Has venido aquí para hablar, entonces habla, — dijo Santana.

—Supongo que las cosas con ella…, — Hermes inclinó la cabeza hacia la pared del otro lado, en donde se encontraba la habitación de Brittany. —…no están moviéndose tan rápido como lo deseabas.

—Disculpa, pero sólo me he conectado con ella esta mañana.— El sarcasmo goteaba de Santana a montones. —Y no gracias a ti.

—Sabes tan bien como yo, que no estoy autorizado para ayudarte.

—No ha detenido a mis otros amigos de…

Hermes interrumpió,

— ¿Otros amigos? Dado a que Eros está trabajando en contra de ti, supongo que Dioniso ha…

—¿Qué?

Hermes, sonrió y se sentó.

—Supuse que llamaría tu atención.

—¿Qué en Hades está haciendo Eros?— Santana sentía el furor rugir dentro de ella.

—Lo vi con Orión hoy.

—¿Estaba con mi hermano?

Hermes asintió con la cabeza.

—De pie sobre una nube, conversando.

—¿Qué dijeron?— Santana le retorcería el cuello al dios del amor, si él estaba saboteando su misión.

—Ellos estaban hablando de ti, pero no pude escuchar todo. Tuve que quedarme atrás y asegurarme de que no me vieran.

Santana pasó la mano por su pelo mojado.

—¿Por qué Eros hablaría con Orión? No se soportan.

Hermes se encogió de hombros.

—Tal vez ellos tienen un objetivo en común.

—¿Cómo cuál?

—Como joderte. Sabemos que eso es lo que quiere Orión y...

—Pero no Eros. Es mi amigo, o al menos lo era.— Santana no quería creerlo, a pesar de que fue por el consejo de Eros que había aterrizado ahí en Charleston.

—Él debe tener una razón…

—¿Quieres decir de la misma manera que él debió haber tenido una razón para aconsejarte que tomaras la opción uno en lugar de la dos?— Los comentarios sarcásticos de Hermes, cortaron a través de las entrañas de Santana. La traición siempre dolía, especialmente cuando se trataba de un amigo. Hasta la traición de un miembro de la familia se esperaba en el Olimpo, ¿pero de un amigo?

—No he hecho nada que justifique tal cambio de opinión de él,— reflexionó Santana.

—No últimamente, tal vez—, estuvo de acuerdo Hermes. —Quién sabe, podría estar albergando algún viejo rencor.

Santana negó con la cabeza.

—No puedo pensar en nada que lo enoje tanto, que tuviera que unirse con Orión para vengarse de mí. Y además, ¿por qué Orión, incluso le hablaría? Él sabe lo íntimos que somos. Sólo sospecharía que Eros estaba tratando de engañarlo en su lugar.

—¿Te refieres a una puñalada por la espalda?

—Exactamente.

—¿Pero para hacer qué?— Dijo Hermes.

Santana se paseó por todo el ancho de la habitación. Su mente estaba trabajando a mil. Eros no tenía ninguna razón para estar enojado con ella, así que ¿por qué iba a volverse en contra de Santana? ¿Cuál era su motivación?

—¿Has visto algún cambio en Eros últimamente?,— preguntó Santana.

—¿Aparte del hecho de que ha estado saltando de una cama a otra, como si el Hades lo persiguiera?

Santana sonrió a la imagen.

—No se puede culpar al prójimo. Después de su última relación desastrosa, él tuvo que entrar de nuevo en la soltería.

Hermes, de repente saltó de la cama.

—¡Eso es! Ha echado a perder su amor, y ahora quiere que nadie más esté enamorado tampoco.

Santana se volvió hacia su amigo, pensó por un momento y luego descartó la idea.

—¿Eros abandona el amor? Eso sucederá justo después que el Hades se congele.

—Mmm,— pensó Hermes en acuerdo.

—Además, si ese fuese el caso, no habría tenido que hacer nada que tenga que ver conmigo, ya que soy el menos probable de los cuatro que me enamore.

La mente de Santana al instante se desvió hacia Brittany. ¿Estaba ya dormida? ¿Qué llevaría puesto para irse a la cama, o estaba desnuda? ¿O tal vez ella estaba pensando en ella de la misma forma en que había estado pensando en Brittany en la ducha? Tal vez estaba soñando con ella, estando entre sus brazos, haciéndole el amor.

Maldita sea, la mujer la calentaba.

—No te preocupes, te llegará un día, y ni siquiera sabrás qué es lo que te golpeó,— Hermes profetizó.

Santana descartó la idea con un ademán de su mano, incómoda con el hecho de que cada vez que la palabra amor entraba en la conversación, una imagen de Brittany aparecía en su mente. Era una estupidez. Lo único que quería era cogerla y hacer que ella se enamorara de ella, no al revés.

—No cuentes con ello. Será una pérdida de tu precioso tiempo.

Hermes, sonrió de nuevo.

—Espero que te gusten tus palabras, porque te las vas a tragar un día.

—Ya basta de eso. ¿Qué vamos a hacer con Eros?

—¿Nosotros?,— preguntó Hermes. —Teniendo en cuenta que tú no puedes hacer gran cosa mientras estés atada a la tierra y sin ningún poder, ¿estoy asumiendo que por “nosotros” quieres decir yo?

—Pensé que no querías enojar a tu padre por haberme ayudado. Tal vez deberías ser el buen hijo, y sólo mantenerte fuera de esto.— Santana sabía muy bien que fastidiar a Hermes con su no tan sólida relación padre-hijo, con probabilidad cultivaría la rebelión en su amigo.

El pecho de Hermes se hinchó.

—No pongas a Zeus en esto. No tiene nada que ver con las decisiones que tomo.

—Me alegro de oír eso. No me gustaría saber que te has convertido en uno de sus títeres. Ya es lo bastante malo que Orión le chupara la media.— Santana reprimió su sonrisa.

—Bueno, tu hermano es un cobarde. Pero yo tomo mis propias decisiones.

—Por supuesto que lo haces. Incluso si eso significa desafiar a Zeus, a veces—, estuvo de acuerdo Santana, con un tono de burla.

—Así es, y Zeus no puede decirme qué hacer. Ya no es así,— replicó Hermes.

Santana no pudo reprimir su sonrisa. Ella sabía exactamente cómo provocar a Hermes.

—Sólo estaba diciendo. No hace falta que me ayudes si eso significa que Zeus te va a castigar.

Hermes, dio dos pasos hacia Santana, frente a frente con ella.

—Dije que Zeus puede tragársela. Ayudo a mis amigos cuando me necesitan, aun cuando eso me cause llegar el agua hasta el cuello. No soy un cobarde.

—Nunca pensé que lo fueras,— contestó Santana. Bueno, había traído a su amigo de su lado. Ahora todo lo que tenía que hacer era averiguar lo que Eros y Orión estaban tramando.
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Mensaje por 3:) Lun Abr 17, 2017 7:19 pm

se nota que hermes es el inicio que hasta ahora ayuda a san,..
a ver como va la cosa ahora que san sabe que se aliaron en su contra??
y sobre todo si llegan a tocar a britt??
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Mensaje por micky morales Mar Abr 18, 2017 10:48 pm

Que suerte que Hermes estuviera justo en el lugar y el momento indicados!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Abr 19, 2017 11:20 pm

3:) escribió:se nota que hermes es el inicio que hasta ahora ayuda a san,..
a ver como va la cosa ahora que san sabe que se aliaron en su contra??
y sobre todo si llegan a tocar a britt??

Creo que ahora si se pondra bueno esto....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Abr 19, 2017 11:21 pm

micky morales escribió:Que suerte que Hermes estuviera justo en el lugar y el momento indicados!!!!

Si espero que no este jugando en ambos bandos... parece que a todos los dioses les es de agradoo que Santana este fuera...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Abr 19, 2017 11:23 pm

Capítulo Diecinueve


En los próximos tres días, Brittany se encontró inmersa en un torbellino de actividades. Primero los nuevos vasos y platos se entregaron y tenían que guardarse. Luego, las cortinas que había pedido finalmente habían llegado. Con la ayuda de Santana averiguó qué juego pertenecía a cada cuarto. Pero en lugar de ser capaz de ponerlos de inmediato, tuvo que decirle a Greg que agregara más barras, que fueran más fuertes para las cortinas más pesadas.

Después de que casi se besaron ella y Santana, Brittany evitó estar a solas con ella tanto como pudo. Si bien Santana todavía la ayudaba a escoger la ropa de su desorganizado y estrecho armario, ahora insistía en vestirse ella sola. Sentir sus manos sobre ella, era demasiada tentación para su hambrienta necesidad sexual.

Santana parecía apreciar el hecho de que no se aferraba a ella como un perrito necesitado. Brittany estaba agradecida por todo el trabajo que hacía. Había ido a comprar comida para ella y le había traído todos sus alimentos favoritos. Cada día cocinaba para ella, pero ni siquiera una sola vez le había dado de comer con los dedos otra vez. Obviamente, Santana había aprendido la lección de que no se podía confiar en ella y que lamería sus dedos tan pronto como se acercaran a su boca.

Cuando estaba cerca de ella, instantáneamente se duplicaban sus latidos, sus manos se ponían sudorosas, y su respiración era irregular. Y cuando inhalaba su aroma, ella sucumbía a los deseos que habían comenzado a hervir en su interior. Y se excusaba y se encerraba en el baño para tocarse de la forma en que quería que Santana la tocara.

Así que Brittany se había entrenado para tomar respiraciones cortas cuando la tuviera cerca, esperando que eso aliviara las necesidades que sentía. Claro, siempre había tenido un apetito relativamente saludable para el sexo, pero lo que le estaba sucediendo en esos momentos, rayaba en lo ridículo. ¿Cómo podría una chica excitarla sólo con su olor y un ocasional toque por accidente? Se sentía como un cable de alta tensión lista para encenderse en cualquier momento.

Si ella no tenía cuidado haría algo estúpido, y Santana tendría que renunciar a su trabajo. No podía correr el riesgo. Ella necesitaba una enfermera con más urgencia de lo que necesitaba una amante, al menos durante el día. Por la noche, era un asunto totalmente distinto. El saber que dormía a pocos metros de distancia de ella, sólo separadas por una delgada pared, no la inducía al sueño. Por el contrario, la hacía dar vueltas en la cama toda la noche, hasta que finalmente se quedaba dormida por el cansancio.

Hablando de agotamiento, Brittany se sentía cansada. Después de clasificar las cortinas y luego hacer llamadas telefónicas a los proveedores e invitados que esperaba en menos de dos semanas, sentía la pérdida de sueño en los huesos. Ella se enderezó en su silla y trató de relajarse. Los trabajadores estaban empezando a empacar para irse a casa. Desde la puerta del comedor, escuchó a Greg hablando por teléfono.

—No te preocupes, cariño, vamos a hacer que funcione de alguna manera.— Su voz sonaba preocupada a pesar del mensaje positivo. —Si no puedes encontrar otro trabajo, trataré de encontrar más trabajo yo.

Hubo una pausa, y Brittany se encontró escuchando con atención. No era propio de ella escuchar conversaciones privadas de otras personas, pero algo la obligó a hacerlo.

—No llores, cariño, buscaré la manera de pagar las cuentas.

Brittany suspiró. La economía no estaba muy bien, y muchas personas habían perdido sus puestos de trabajo durante el último año, pero cuando le pasaba a alguien que uno conocía, siempre era más difícil de aceptar. Ella sabía que Greg no estaba ganando mucho dinero con este trabajo, y el saber que su esposa había perdido el suyo, hacía que el corazón de Brittany se contrajera. No era justo que las cosas malas le pasaran a la gente buena.

—Te ves cansada,— interrumpió sus pensamientos la voz de Santana.

El corazón de Brittany se detuvo. Ella no le había escuchado entrar. Se preguntó cómo se vería una chica con una voz así, con esa voz suave de ella que venía con un leve zumbido, profundo y ronco. Ningúna mujer debería permitirse sonar… tan condenadamente sexy.

—Ha sido un largo día,— admitió y se levantó.

—¿Qué haces normalmente para relajarte después de un día como este?

—Probablemente me iría a leer, pero me temo que eso no es posible en estos momentos. Empecé un buen libro justo antes del accidente, pero no he tenido la oportunidad de continuar.

Brittany extrañaba el escape que el leer le ofrecía, para ahondar en otro mundo y dejarse llevar.
—Tal vez debería buscar un audiolibro en su lugar.

—O tal vez alguien debería leérselo, — reflexionó Santana.

Sus palabras evocaron recuerdos de Eleni sentada en su cama, leyéndole un buen cuento antes de irse a dormir.

—¿Dónde está ese libro que empezaste?,— preguntó Santana.

—En mi dormitorio, en la mesita de noche, ¿por qué?

—Porque quiero leértelo antes de la cena.

Al instante, ya se había ido.
***
Santana se felicitó por su brillante idea. La ayudaría a relajarse y pasaría tiempo a solas con ella. ¿Cuál sería el lugar más apropiado para hacer esto? Necesitaba un lugar romántico que no le recordara el trabajo que aún faltaba por hacer en la casa. Un lugar que fuera tan cómodo, que finalmente se acurrucara con Brittany. Un sofá de dos plazas, en donde tuviera que sentarse cerca de ella, y pudiera tocarla sin ser demasiado obvia.

Decidido a hacer que esto funcionara, unos minutos más tarde se llevó a Brittany hacia la terraza. La condujo al asiento para dos y se sentó a su lado. No había un centímetro de sobra entre ellas, perfecto. Ya el sol se ponía, pero la luz proveniente de una pequeña lámpara de pared detrás de Santana, era suficiente para leer.

—¿Cómoda?

—Sí, gracias,— ella respondió.

Santana abrió el libro en la página marcada.

—Capítulo Siete,— comenzó.

La brisa del mar enfriaba el aire caliente del verano y de hecho el ambiente en la terraza era perfecto. Santana apenas prestaba atención a lo que estaba leyendo.

En cambio, se concentraba en la sensación de su cuerpo rozándose contra el suyo, el muslo a menudo presionando contra el suyo cuando ella se movía en su asiento.

Brittany olía al champú que usaba para el cabello, y Santana se acercó como pretendiendo cambiarse a una posición más cómoda. Y definitivamente se hizo más cómodo para Santana, cuanto más cerca estaba de Brittany, su cuerpo estaba más en contacto con el suyo.

Después de leer tres capítulos, se dio cuenta de que había dejado de moverse y que su respiración se había vuelto más rítmica que antes.

—¿Brittany?,— susurró, y no hubo respuesta.

Se había quedado dormida. Santana dejó el libro y se volvió hacia ella. Su cabeza cayó sobre su hombro. Tan suavemente como pudo sin despertarla, la levantó en su regazo, apoyó la cabeza contra su pecho, y la abrazó. Un suspiro suave llegó de su garganta, pero ella no abrió los ojos.

Amaba la calidez que penetraba en su cuerpo, sus curvas exuberantes amortiguando sus músculos, y su aliento empapando a través de su camisa contra su piel. Santana se sorprendió de la ternura que sentía hacia ella. Todo lo que había querido antes de una mujer, era un buen momento en la cama. Sin embargo, al abrazar a Brittany de la forma en que lo hacía, quería más que eso. Más que un revolcón en el pajar. Ella quería que esos labios rosados le dijeran que la amaba y que la sintiera.

Trató de convencerse de que lo que quería de ella era natural, dado su objetivo, pero su corazón la llamó mentirosa. Tal vez la tentaba de esa manera porque había sido despojada de sus poderes divinos superiores, y por lo tanto era susceptible a sus encantos terrenales como lo era una persona cualquiera. Ese tenía que ser el caso. Era perfectamente normal.

Santana la movió en sus brazos para que su cabeza descansara en su bíceps. Con la otra mano, la acarició a lo largo de su mandíbula, sintiendo una sensación de hormigueo en los dedos cuando se conectaron con su piel suave. Hubo un suave sonido proveniente de ella, mientras abría los labios un poco.

Era demasiado para Santana para resistirlo. Con más delicadeza de lo que jamás hubiese conocido, Santana rozó sus labios contra los suyos para darle un ligero toque como el de una pluma, y luego un mordisco, que amplió con una suave lamida de su lengua sobre sus labios. ¡Oh dioses, era tan dulce!

—Brittany,— le susurró contra sus labios. —Agapi mou.

De repente, sus labios se movían debajo de los suyos, no para separarse, sino para acercarse. No podía permitir que esta oportunidad pasara y capturó más de ella, presionando sus labios contra los suyos con más intención. Un instante después, sintió que sus labios se abrían y su aliento llegaba a su boca. Fue como una tormenta de fuego encendiéndola.

Con un gruñido triunfal, barrió la lengua en su boca y la exploró. Sintió un toque indeciso de su lengua contra la suya al cabo de un momento y dio la bienvenida al relámpago de calor que su acción enviaba a través de ella. ¡Brittany le estaba devolviendo el beso!

Santana la atrajo hacia su pecho y acomodó su cabeza para una conexión más íntima, mientras seguía profundizando en la caverna de su deliciosa boca, acariciando y chupando. Sus suaves gemidos la rechazaron. Se movió en su regazo, frotándose contra su pelvis. La necesidad en sus jeans aumentaba a cada segundo por sus movimientos inocentes.

Cuando un fuerte gemido se desalojó de su garganta, Santana la sintió empujar contra sus pechos. Apartó sus labios para darse y darle, una ocasión para respirar.

—Brittany,— susurró y plantó besos pequeños en la esquina de su boca.

—¿Santana?,— preguntó, su voz sonaba aturdida como si estuviera recién despertando.

—Sí, agapi mou.

La empujó más, alejando su cara un par de centímetros de la suya.

—No, tenemos que detenernos. No podemos…

—Shh, bésame como lo hiciste antes,— exigió Santana, murmurando contra su boca.

—Santana, tenemos que parar. No es correcto. La agencia…

Detuvo su protesta, con una lamida contra sus labios.

—…no le importa lo que estamos haciendo. No voy a decirles.

—Pero, yo soy tu jefa. No se supone que…

—Se supone que, qué,— le preguntó. —¿Qué me gustes? ¿Qué esté atraída a ti?— Ella rozó sus labios contra su boca provocando un suave gemido. Sabía que Brittany no quería detenerse y Santana tampoco.

—Esto no es para lo que te contraté,— protestó.

—Entonces cambia la descripción de mi trabajo.— Mordió su labio inferior y lo chupó en la boca. —Tú eres la jefa, puedes hacer que haga lo que quieras. Me tienes en la palma de tu mano.

A pesar de que Santana decía palabras que estaban destinadas a ser una mentira, Santana se dio cuenta de cuánta verdad había en su declaración. Si le exigía algo de ella en ese momento, que no sea liberarla de su abrazo, lo haría. Nunca se había sentido tan cautivada por una mujer.

—Pero Santana…

—Quiero satisfacer todas tus necesidades, día y noche. Brittany, te quiero.

Su respiración salió de su boca y se cernió sobre su rostro.

—Nosotras no deberíamos…

No supo lo que quería decir, porque no le dio otra oportunidad de hablar. Cuando tomó sus labios otra vez, ella no puso resistencia. En su lugar, sus labios se adaptaron perfectamente a los suyos, y su lengua se deslizó en su boca para bailar con ella. Por los dioses, la mujer besaba como una diosa. No… mejor, mucho mejor.

Cualesquiera que hayan sido sus preocupaciones, ninguna de ellas era evidente en sus acciones ahora. Su beso era pura pasión desenfrenada y reacción lasciva a sus demandas. Santana enterró su mano en sus suaves cabellos y la abrazó, besándola con un deseo que ninguna mujer había provocado jamás en ella.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 12:01 am

Capítulo Veintiuno


En el momento en que Orión había visto que Santana besaba a la mujer, Brittany, había tomado una decisión. Usaría cualquier método necesario para asegurarse de que su frágil relación, no sobreviviera. No estaba convencido que el plan de Eros, de hacer que Santana cayera como un cachorro enfermo de amor, fuese a funcionar. Cuando el hombre al que ellos habían llamado Michael había aparecido, un plan se había formado rápidamente en la cabeza de Orión.

Orión se apoyó en uno de los árboles que bordeaban la calle, esperando que el hombre saliera de la casa. No tuvo que esperar mucho tiempo… la pelea había sido muy corta, y las palabras se habían escuchado desde la terraza del segundo piso. La posición de Santana ya se estaba desmoronando. Todo lo que necesitaba ahora eran unos cuantos empujones bien colocados, y la precaria casa de naipes de Santana, se vendría abajo. ¿Y quién mejor para ofrecer los empujones que un mortal, al que Orión podría manipular fácilmente?

Cuando cerró la puerta de entrada, Orión siguió a Michael por la acera. Dos cuadras más adelante, pensó que sería seguro acercarse a él sin que Santana se diera cuenta de lo que estaba pasando. Con un golpecito en el hombro de Michael, Orión anunció su presencia, por lo que el hombre se dio la vuelta sobre sus talones al instante. Michael inmediatamente lo miró furioso.

—Qué mier…

—Vaya, vaya. Qué manera de saludar a un nuevo amigo.— Sonrió Orión y puso su brazo sobre el hombro del hombre. —Y sé que vamos a ser grandes amigos en verdad.

Michael trató de salir de su control.

—Hey, ese no es mi estilo, amigo, así que vete a buscar a otra parte.

Orión lo apretó.

—Créeme, si ese fuera mi estilo, tendría mejor gusto que elegir a alguien como tú, como mi compañero de cama.— Él soltó un bufido. —Sin embargo, como están las cosas, no estoy aquí para una pequeña desviación carnal. No, tú y yo tenemos un interés común.

—¿Qué quieres de mí?

Había una evidente sospecha en la voz de Michael, pero era igualmente fuerte la curiosidad que Orión descubrió en él. Bueno, el pequeño cachorro iba a seguir el juego. Los mortales eran tan fáciles de manipular. Una de las razones por la que él los odiaba y también los amaba, según lo que quisiera de ellos.

—No es lo que quiero de ti, es lo que podemos hacer el uno por el otro,— Orión aludió a su plan. —Y cuán rentable podría ser para nosotros dos.

Podía oler con facilidad la codicia en el mortal, ya que se filtraba por todos los poros de su cuerpo, envenenando el aire que lo rodeaba. Orión se tragó su disgusto. Odiaba la codicia… no conducía a nada. Ahora, la lujuria, eso era un asunto completamente diferente. Y la lujuria era lo que lo estaba impulsando. No podía permitir que Santana regresara y continuara su búsqueda de los mejores bocados en el Olimpo, las hermosas diosas que Orión quería reclamar para sí mismo, sobre todo, la más hermosa de ellas, Artemisa. Nada sería demasiado bajo para evitar que Santana regresara a casa. Y si unos pocos mortales sufrían en el proceso, que así fuera.

—¿Rentable?— Orión escuchó a Michael balbucear.

Tal como lo había imaginado, avaricia pura era lo que movía al hombre. Esto sería fácil.

—Tengo la sensación de que no deseas que esa extraña termine en la cama con tu linda mujercita,— Orión dedujo.

—Ella no es mi mujercita, ella es mi prima, y está loca,— ladró Michael.

—Bueno, bien. Pero todavía no quieres que la lleve a la cama con ella, ¿verdad? ¿O es que he malinterpretado tu pequeña pelea que acabas de tener con ellas?— Sonrió Orión.

—No dejaré que una gigoló entre y se lleve lo que es mío. Yo debería haber recibido la casa, no esa perra tramposa. Y si se engancha con una mujer y en estos tiempos modernos tienen hijos, estaré fuera de ella para siempre.

—Te ayudaré a devolver la casa a tus manos, siempre y cuando me ayudes asegurándote de que no se enamore de ella.

—¿Qué hay en todo esto para ti?— Una vez más, la sospecha se había deslizado en la voz de Michael.

—Digamos que tengo una vieja cuenta por cobrar. Ella no se merece el amor de una mujer, y tú y yo nos aseguraremos de que no lo tenga. Y una vez que la hayamos expulsado de su vida, puedes seguir haciendo lo que estás haciendo, y yo volveré a lo que mejor hago— Seducir a diosas.

—¿Y la parte de la ganancia?,— insistió Michael.

—Serás debidamente recompensado.

—¿Cómo?

El mortal se estaba volviendo molesto, pero ¿y qué si Orión tenía que mentir un poco para llevarlo a hacer lo que él quería que hiciera? No le afectaba en lo más mínimo.

—¿Cómo te suena la módica cantidad de cincuenta mil dólares?

A la hora de las horas, Orión siempre podía hacer aparecer el dinero de la caja fuerte de un banco en la ciudad y dárselo a Michael. ¿Qué le importaba a Orión de dónde viniera?

Una sonrisa satisfecha, apareció en el rostro de Michael.

—Ahora estás hablando mi idioma. ¿Qué necesitas que haga?

La boca de Orión se torció, mitad por diversión, mitad de asco.

—Y ahora, estamos hablando el mío.
***

Le llevó una hora a Michael darse cuenta que habían tres agencias en Charleston que contrataban a profesionales de cuidado de salud a domicilio. Eso complicaba las cosas un poco. Una llamada telefónica a la primera en su lista, confirmó su sospecha de que la política de privacidad de la agencia, les impedía dar información sobre sus clientes o empleados. Tenía que idear un plan.

Cuando entró en el área de recepción de Cuidado Profesional de Salud, Michael fingió una agradable sonrisa en su rostro y se acercó a la mujer negra de mediana edad que estaba escribiendo en una computadora. Ella levantó la vista de su trabajo, cuando él se detuvo enfrente.

—¿Puedo ayudarle?

—Oh, eso espero, señora. Fred Harlow es mi nombre. — Fingió un pronunciado acento sureño, pensando que entre más ‘sureño’ sonara, más lástima tendría la mujer de él. —Estoy aquí porque mi abuela necesita a alguien que cuide de ella, sabe. Lo haría yo mismo, pero tengo dos trabajos, y ella realmente necesita ayuda durante todo el día.— Las mentiras le resultaban fáciles.

La mujer asintió con la cabeza y buscó un formulario, sujetándolo en un tablero.

—Usted ha venido al lugar correcto.

—Estoy tan aliviado al escuchar eso. Porque, usted sabe, mi vecina, la señorita Pierce, Brittany Pierce, acaba de contratar a alguien de su agencia, y está tocando el cielo con las manos. No se puede detener de elogiarlos. Sabe, ella es ciega, y usted le envió esa trabajadora joven excelente...

Buscó en su rostro en busca de signos, para ver cuánto más tenía que seguir mintiendo, y se dio cuenta de cómo sus cejas se unían.

—Usted conoce a la señorita Pierce, ¿verdad?

—Señor Harlow, no estoy segura de conocer a esa Señorita Pierce, pero le puedo asegurar, nuestra agencia es el mejor en la ciudad, y estaríamos encantados de ayudar a su abuela.

—Oh, ¿está diciendo que la señorita Pierce no los contrató?— Se rascó la cabeza, poniendo una mirada confusa en su rostro.

—No, pero no se preocupe, tenemos muchas referencias de otros clientes satisfechos.

Bueno, eso lo confirmaba. Brittany no había contratado a Cuidado Profesional de salud. Era hora de hacer su salida.

—¡Oh! Mejor me iré de nuevo donde está ella y le preguntaré el nombre de la otra agencia. Lo debí haber escrito en primer lugar. No es nada personal, señora, es sólo que ella insistió en que consiguiera la mejor para la abuela.

—Pero, señor Harlow…

Michael giró y salió por la puerta, haciendo caso omiso de las protestas de la mujer. Era hora de pasar a la siguiente compañía. Pero en Profesionales de Cuidado de Salud en el Hogar, se topó con un problema: reconoció a la mujer sentada en la recepción. ¡Mierda! Antes de que pudiera verlo, se regresó a la puerta y echó una maldición.

Él había salido con Carol durante un período de tiempo muy breve, y su asociación previa con ella arrojó dos cuestiones: sabía que él no tenía familiares que vivieran aparte de Brittany, y estaba plenamente consciente de qué clase de canalla era. Había “pedido prestado” parte de su dinero y nunca lo había devuelto, y si lo veía ahora, sólo lanzaría insultos contra él. De ninguna manera iba a darle la información que necesitaba. Sólo le cabía esperar que el último lugar, Cuidado de Salud a Domicilio, fuera el que Brittany había contratado, o tendría que idear otra cosa.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por micky morales Jue Abr 20, 2017 6:54 am

Maldito Orion, no abra ningun Dios por ahi que le tire un cable a Santana????
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 7:38 pm

micky morales escribió:Maldito Orion, no abra ningun Dios por ahi que le tire un cable a Santana????

Oh, espero que lo haya, incluso aunque sea Hermes, que no se si esta jugando a los dos bandos, tambien esta su padre que es el Dios del Mar, pero ya veremos..
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 7:40 pm

Capítulo Veintidós


En algún punto, ella y Brittany tendrían que tener una conversación adecuada, pero mientras tanto Santana tenía que practicar su discurso acerca de qué decirle, cómo convencerla de que no importaba que las cosas se estuvieran desarrollando
rápidamente entre ellas.

Lo que Santana quería de ella era muy simple: su amor. Por una razón, y por una sola razón: para que ella pudiera regresar a casa.

Mentirosa.

Santana cerró la puerta de su dormitorio y tomó el control remoto de la televisión. La encendió y no se molestó en cambiar el canal del aburrido programa de noticias que había visto la noche anterior para poder dormirse.

¿Y qué si estaba mintiéndose a sí misma acerca del por qué quería que Brittany la amara? No era que alguien se fuese a dar cuenta. De seguro ella no lo divulgaría cuando estuviera de regreso en casa. Mantendría ese secreto en los oscuros recovecos de su mente, para nunca volver a ver la luz del día.

Santana se dejó caer sobre la cama. Sus manos se fueron por encima de su cabeza para tocar la pared. Ella estaba allí, al otro lado de la misma. Brittany. Por los dioses, cómo la movía esa mujer. La forma en cómo la había besado, apretándose contra ella, como si ella nunca quisiera dejarla ir, la había devorado. Y el sabor de sus dulces labios, el tacto suave de su lengua, el olor de su excitación. No, no se le había escapado. Nada sobre ella se le había escapado: el
calor de su piel, su ritmo cardíaco acelerado, su voz sin aliento. Sabía que le causaba un efecto.

Santana suspiró y cerró los ojos. Santana quería su amor, no para regresar a casa, sino para sí misma. Si eso significaba que era egoísta, que así fuera.

—...y ahora el tiempo, — dijo la mujer del canal de noticias. —Una tormenta está formándose en la costa este. — Ella escuchó y se quedó mirando la pantalla del televisor. —Se espera que afecte a los estados hasta el norte de Rhode Island y hasta el sur de Florida. El Servicio Meteorológico Nacional no ha publicado ninguna predicción precisa en cuanto a la fuerza y la dirección de la tormenta, pero están diciendo que será una grande. Deberíamos saber más en los próximos tres o cuatro días. En este momento, la tormenta está todavía muy lejos
sobre el Atlántico. Vamos contigo, Jim.

Santana se levantó de un salto.

—¡Mierda!

Ese era su trabajo. Con sus poderes, ella sería la única que podría desviar la tormenta. Si bien su padre era el dios gobernante supremo de todos los mares, una vez que había transferido el poder de tranquilizar las tormentas a Santana, Poseidón
no podría intervenir. Sólo ella, Santana, podría retornar de nuevo el poder voluntariamente, pero dado que ella no poseía actualmente el control, no había nada que pudiera hacer. Sólo Zeus era lo suficientemente fuerte como para robar a otros
dioses sus respectivos poderes.

Santana maldijo. Los mortales sufrirían, estarían heridos, incluso morirían, porque no podía hacer lo que debía hacer. Por milenios la experiencia con las tormentas de Santana, le había enseñado a no subestimar las advertencias del Servicio Meteorológico. Había visto ese patrón exacto de las tormentas muchas veces antes. Y en cada oportunidad, había provocado devastación. Incluso sin sus poderes, ella sabía eso.

¿Habría pensado Zeus en esto cuando la había castigado? ¿Habría tenido en cuenta lo que esto le haría al mundo mortal?

Santana se paseaba frenéticamente. Tenía que hacer algo. No podía permitir que la tormenta tocara tierra y devastara las ciudades costeras. Por más insensible que fuera en cuanto a sus relaciones con las mujeres, cuando se trataba de sus deberes como una diosa, era seria.

Y si eso significaba arrastrarse ante su padre en busca de ayuda, entonces eso era lo que iba a hacer. Sabiendo que Poseidón no era de los que venían a tierra firme, la única forma de que Santana pudiera hablar con él, sería en el mar.


Unos minutos más tarde, Santana cerró la puerta detrás de ella, teniendo cuidado de no hacer ruido. No quería que Brittany notara que salía de la casa. No le gustaba la idea de dejarla sola, pero no tenía otra opción.

Miró hacia ambos costados de la calle desierta antes de cruzar, protegido por la oscuridad y una luz quemada. En el rompeolas, se despojó de su camisa, pantalones y zapatos y los dejó junto a la baranda que protegía a las personas de caer en el mar.

Con otra mirada hacia ambos lados de la calle, Santana se zambulló en el agua. Mientras las olas se apoderaban de ella, disfrutaba de la sensación del agua acariciando su piel desnuda. Con brazadas largas y seguras iba cortando a través de la corriente submarina, antes de que su cabeza emergiera a la superficie.

Sin esfuerzo, nadó en dirección a Fort Sumter. Era lo suficientemente lejos para que su padre viniera y se reuniera con ella. El agua era su elemento, y por primera vez en las últimas semanas, Santana se sentía a gusto. Lo único diferente era que en lugar de que la parte inferior de su cuerpo se transformara en la de un pez, permaneció completamente humana. Si hubiera tenido sus poderes divinos, habría sido capaz de usar su mono-aleta y nadar más rápido. Pero no le importaba. Nadar la relajaba, y su cuerpo estaba en piloto automático, mientras que sus pensamientos regresaban a Brittany.

A Santana le tomó menos de una hora nadar a la pequeña isla en la que se encontraba el antiguo fuerte. Llegó a tierra y se apoyó en las grandes rocas que rodeaban la isla.

—¡Padre! Te necesito, — le gritó en la noche.

No tuvo que esperar mucho tiempo. Al cabo de un cuarto de hora, una gran ola barrió la costa y con ella, Poseidón hizo su aparición. Se dejó caer junto a Santana en las rocas.

—Hace mucho que no nos veíamos, hija.

Santana asintió con la cabeza a su padre. La mitad inferior de su padre era la de un pez, escamas, aletas y todo.

—¿Cómo está mamá?

—Ella te echa de menos. Es la primera vez que no tiene una hija viviendo en casa… por lo que me da su cuidado maternal a mí. Se vuelve irritante a veces.

Santana se echó a reír.

—Admítelo, te gusta.

Poseidón le dio una sonrisa tímida.

—No le digas eso, o no terminará más. Mientras yo me queje de ello, ella está feliz.

Santana miró hacia el mar abierto.

—Una tormenta se está preparando.

—Lo sé. ¿Qué piensas hacer al respecto?

—Por eso te he llamado. Necesito tu ayuda. Es necesario que convenzas a Zeus que me retorne mis poderes.— Se quedó mirando a su padre, sabiendo que tenía que convencerlo de que ella hablaba en serio si quería alguna ayuda.

Poseidón, meneó la cabeza.

—Lo siento, hija, pero tengo las manos atadas.

Zeus y yo tenemos un acuerdo. No habrá interferencias de mi parte, o el castigo será permanente.

La respiración de Santana se detuvo.

—¿Permanente? ¿Cómo puede hacer eso? Las vidas de personas inocentes están en juego. Si no calmo la tormenta, la gente morirá.

—Lo sé, Santana, lo sé. Sabes que es tu deber, y por eso tengo toda la confianza en que pasarás el desafío de Zeus y recobrarás tus poderes. Puedes hacerlo.

—Padre, no he venido para que me des un discurso motivacional. Vine en busca de ayuda, — protestó Santana.

—Esta es toda la ayuda que puedo darte: el consejo de un padre a una hija.

Santana se pasó las manos por el pelo. ¿Debería confesarle a su padre cuán lejos estaba de su meta, cuán seria había sido la complicación con la que había lidiado sólo unas horas antes, cuando Brittany la había rechazado porque su confianza en ella se veía afectada?

—¿En qué piensas?— La tranquila voz de su padre la calmó.

—No estoy segura de que tenga éxito,— admitió. —Ella me está rechazando.

Poseidón puso su mano sobre el hombro de su hija.

—Háblame de ella.

Santana miró a su padre y sonrió de repente.

—Su nombre es Brittany. Y ella es exquisita, hermosa, fuerte, y la cosa más dulce que he tenido en mis brazos.

—Te gusta.

—Sí, pero no te hagas ilusiones. Esto es sólo para la causa, para conseguir recuperar mis poderes. Una vez que los vuelva a tener, estaré de regreso en casa, y me olvidaré de ella.— Santana sabía que estaba mintiendo. ¿Cómo iba a olvidarla cuando lo único que podía pensar día y noche era en su hermoso rostro, su dulce olor, y su piel suave?

—Por supuesto.

¿Estaba su padre burlándose de ella? Santana le lanzó una mirada molesta, pero Poseidón solamente se rio entre dientes.

—Entonces, ¿cuál es el problema con ella?

Santana se apoyó contra la roca mojada y miró las estrellas.

—Ella no cree que sólo tengo los mejores intereses.

—¿Los tienes?

—¿Tener qué?

—¿Los mejores intereses para ella?

Santana resopló.

—Por supuesto que los tengo. Me ocupo de ella.
Poseidón levantó una ceja.

—Te ocupas de ella, ¿cómo?

—Ella está ciega. Fue un accidente, — explicó. —Es una larga historia. Ella necesita ayuda en la casa. Yo le ayudo. — Y estaba muy orgullosa de sí misma por todas las cosas que hacía por ella.

—Eso es bueno. Así que ¿por qué no puede confiar en ti?

Santana se encogió de hombros, aunque ella sospechaba la razón. Ella se acercaba
demasiado fuerte, demasiado rápido. Ella no estaba lista. Pero no tenía tiempo, y ciertamente no ahora con la tormenta que se avecinaba. En todo caso, tenía que moverse más rápido para alcanzar su meta.

—Ella piensa que mis intenciones no son honorables.

—Eso es tal vez porque no lo son.

—¿Qué estás diciendo?— La ira se alzó en el pecho de Santana.

—Todo lo que quieres de ella es tu boleto de regreso. Todo lo que quieres es tomar algo de ella, sin dar nada a cambio. Una mujer puede sentir eso.

Santana miró fijamente a su padre.

—Yo no estoy tomando nada de ella. No estoy interesada en sus posesiones. Todo lo que quiero de ella es su amor, así podré irme a casa.

—Si quieres que te ame, tienes que dar primero.

—¿Darle qué?

—No sé, hija, pero tiene que ser algo que ella valore mucho, algo que sea importante para ella, no para ti. El amor se trata de dar y no exigir nada a cambio.

—Pero sabes tan bien como yo, que necesito que me quiera para poder volver a casa.

Poseidón, meneó la cabeza.

—Tienes que olvidarte de eso durante un tiempo. Tus propias necesidades y deseos no importan. Sólo si puedes caminar en sus zapatos y darle lo que ella quiere, finalmente conseguirás lo que necesitas. Es así de simple.

—No suena simple.

—Eso es porque sólo piensas en ti misma. Pon tu propio ego a un lado y…

—¿Mi ego?— Rompió Santana. —No se trata de mi ego.

—Siempre se ha tratado de tu ego, con cuántas mujeres puedes dormir, cuántas inocentes puedes seducir, qué tanto más deseable eres que tu hermano.

A Santana no le gustaba oír la verdad de la boca de su padre. Dolía. Y su padre no había terminado con el discurso.

—Nunca vas a crecer como persona si no puedes poner tus propias necesidades a un lado y realmente mirar a otra persona y encontrar lo que quiere. Cada persona tiene que aprenderlo tarde o temprano, de lo contrario, nunca encontrará su hogar.

—Tonterías, yo sé exactamente dónde está mi hogar.

—¿Lo sabes, hija? El hogar no es un lugar, Santana, es un estado de ánimo. Y sólo cuando te des cuenta de eso, encontrarás el camino que te llevará allí. Mientras tanto, no eres más que un barco perdido ignorando el faro para guiarse hasta allí.

—Y ¿qué debo hacer para encontrar ese faro?

Poseidón le guiñó un ojo.

—Yo diría que ya lo has encontrado… y si me permites usar tus propias palabras: Ella es la cosa más dulce que hayas tenido entre tus brazos.

—¿Brittany?

—Sí, ella te guiará a casa, pero primero tienes que darle lo que necesita.

—¿Y la tormenta?

—Olvídate de la tormenta. Sólo piensa en ella.

Santana suspiró. Pensar en ella era fácil, porque se trataba de algo natural en ella. Olvidarse de la tormenta era la parte difícil.

—Y, hija…

Santana levantó la vista.

—…haz lo que tu corazón te diga que hagas.

Y con un salpicón, su padre se sumergió de nuevo en el océano. El agua se lo tragó, y se fue.

¿Seguir a su corazón? Si seguía su corazón como su padre le aconsejaba, iría a Brittany ahora, la tomaría en sus brazos y le haría el amor toda la noche. Y todas las noches a partir de entonces. Pero entonces lo único que conseguiría sería su cuerpo, cuando lo que realmente quería era su corazón, su mente y su confianza.

No, tenía que controlar su impulso sexual.

—Hermes, — lo llamó con un grito en la noche. —Hermes, ven a casa. Tenemos que hablar.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 8:12 pm

Capítulo Veintitrés


Brittany no quería despertarse. Por una vez, ella sólo quería enterrarse en la cama y pretender que el mundo exterior no existía. Su noche no había estado bien. Había oído a Santana salir a hurtadillas de la casa en medio de la noche, y cuando ella había regresado horas más tarde, había escuchado más de una voz, pero las voces eran demasiado bajas para reconocer si eran hombres o mujeres . ¿Habría traído a una mujer a su habitación?

La idea de que ella estuviese en su habitación con otra mujer, tocándola y besándola, le dolía. Pero, ¿podría realmente echarle la culpa? Al igual que una tienta cuerpo, la había excitado, la había hecho calentarse por lo que había tenido que ir a buscar una salida a otra parte. Le había dejado claro la noche anterior que no confiaba en ella y que ella no estaba preparada para lo que sea que hubiere entre ellas. Bueno, es obvio que había aceptado la indirecta y se encontró a alguien que no era tan difícil como ella. Alguien que de inmediato se metiera en la cama con ella.

Y con eso, Santana ya le había demostrado que la pequeña atracción que había entre ellas era sólo superficial. Le había pedido más tiempo, y lo que hizo fue irse y encontrarse a otra mujer para satisfacer sus impulsos.

Brittany estiró las piernas fuera de la cama y se dirigió al cuarto de baño. Pero su rutina de la mañana fue interrumpida bruscamente, justo cuando terminaba de cepillarse los dientes. La ducha estaba seca. No importaba lo mucho que girara la llave de la ducha, no salía nada de agua.

¿Qué demonios había arruinado el contratista ahora?

Se ajustó el cinturón alrededor de su bata de baño y salió al pasillo en el medio del caos.

—¡Cuidado!— Dijo una voz masculina desde las escaleras e hizo que Brittany se detuviera en seco.

—Voy a pasar. Pásame esos barrotes de la pared,— ordenó una voz autoritaria.

Brittany conocía a la mayoría de los trabajadores que su contratista había empleado, pero ninguno de esos muchachos le sonaba familiar. ¿Qué estaba pasando en su casa?

—¿Dónde está la pistola de clavos?

—Pregúntele a Greg.

Se sentía como si la casa era un hervidero de gente. Ya había oído hablar por lo menos a cuatro o cinco voces diferentes, procedentes de las escaleras y desde el piso de abajo, y a lo máximo, Charlie tenía tres o cuatro personas trabajando para él en todo momento.

—¿Charlie? ¿Dónde estás? —Dijo en voz alta.

Más pasos en la escalera, más figuras que se movían con los sonidos.

—Lo siento, señorita Pierce,— le contestó Charlie finalmente mientras se acercaba. —Usted no me puede culpar por esto. No es mi culpa.— La actitud defensiva en el tono de Charlie era innegable.

—¿Qué está pasando? ¿Quiénes son todas estas personas?

—Bueno, no son mías. Eso es segu…

—Yo lo puedo explicar,— interrumpió Santana. Apareció detrás de Charlie.

—Un momento, Brittany. Charlie, hay dos muchachos en el vestíbulo que están listos para pintar. Ponlos a trabajar.

Sin decir una palabra, Charlie se fue. Eso era nuevo, pensó Brittany.

—Hay polvo aquí, ¿por qué no hablamos en tu habitación?,— preguntó Santana.

—¿Mi habitación?

¿De verdad quería estar a solas con ella de nuevo? ¿Solas, a medio vestir y en su dormitorio? Mala idea. Muy mala idea.

—Podemos hablar aquí,— insistió.

—Brittany, has estado muy estresada los últimos días. Así que he decidido sacarte tus preocupaciones y hacerme cargo de la dirección de las renovaciones y…

—¿Qué?— Se quedó sin aliento. ¿Había dicho que se haría cargo?

—Estás oficialmente de vacaciones a partir de ahora.

—Pero, no puedes hacer eso. Es mi…

Santana cortó su protesta justo al comenzar.

—Escúchame, Brittany. Me has mostrado a lo largo de los últimos días, cómo exactamente deseas este lugar. Sé lo que estás buscando. Quieres las habitaciones bien ventiladas, pero a la vez acogedoras. Yo sé cómo te imaginas los cuartos de baño, cómo quieres que se vea la recepción, donde quieres que vayan las cortinas, cómo quieres combinar la ropa con la pintura. No tienes que hacerlo todo sola. Necesitas descansar, de lo contrario serás un desastre para cuando llegue el día de la apertura.

La protesta de Brittany fue automática. Esta era su empresa, y ella lo haría a su manera.

—Yo no te contraté para esto. ¿Y quiénes son estas personas? ¿Qué están haciendo aquí?

—Estos son mis amigos. Están asegurándose que lleguemos a la fecha prevista. Charlie está retrasado con su trabajo, las dos sabemos eso.

—Pero yo no puedo pagarle a todas estas personas. ¿No lo entiendes?

Santana dio un paso más cerca y la envolvió en su aroma adictivo. Eso era exactamente lo que había querido evitar.

—Lo entiendo. Es por eso que estoy haciendo esto. Toda esta gente me debe favores. Los estoy cobrando. Ellos están trabajando de forma gratuita, Brittany, para que puedas abrir el Bed & Breakfast a tiempo.

—Pero…

El dedo índice sobre sus labios detuvo su protesta. Cerró los ojos, tratando de estabilizar su corazón atronador.

—Tú,— enfatizó, —irás a vestirte y bajarás al jardín, te acostarás en el sillón y escucharás el audiolibro que te conseguí. Te traeré el desayuno. Y cada vez que necesites algo, me llamas e iré a buscarlo para ti. No te preocuparás por ningún tipo de pequeños inconvenientes que ocurran en la casa. Para eso estoy aquí.

Ella sacudió la cabeza, sin poder creer lo que escuchaban sus propios oídos.

¿Quería asumir todo este trabajo por ella?

— ¿Por qué haces esto? Sabes que es mucho más trabajo de lo que te estoy pagando.

—Acabas de salir del hospital, y todavía necesitas descansar. Permíteme hacer esto por ti, por favor.

—¿Cuándo organizaste todo esto?

—Ayer por la noche. No podía dormir.

Brittany tragó saliva. ¿Eso significaba que no había traído a una mujer con ella anoche?

—Escuché voces ayer por la noche.

—Lo siento. No quise despertarte, pero me reuní con un amigo que me ayudó a averiguar a quién podríamos traer para hacer cada trabajo. Lo siento si fuimos…

Su corazón dio un salto. No había otra mujer.

—No. No, eso está bien. No me despertaste. No podía dormir.

Santana se aclaró la voz.

—Acerca de ayer en la noche…

Brittany levantó la mano para detenerla, pero ella simplemente la agarró en la de ella.

—Lo siento,— dijo Santana, — nunca debí haberme tomado esas libertades. No tendrás nada más que temer de mí, te lo prometo. No sucederá nada que tú no quieras. Me mantendré en mi mejor comportamiento y no te forzaré otra vez. Así que por favor, déjame compensarte haciéndome cargo de todas las renovaciones por ti.

¿No la forzaría más? Como si la hubiera forzado en primer lugar. ¿No había sido ella la que le había respondido a Santana con un comportamiento tan deliberado para empezar? Brittany le había permitido a ella tomarse libertades, la había invitado. Pero no dijo nada, porque no quería tener que admitir que ella era la que tenía lujuria por ella. Era sólo una chica, ella no podía evitarlo. Ella era una mujer. ¿Acaso las mujeres no eran menos susceptibles a los poderes de la carne? Claramente, ella era una excepción en ese sentido.

—Gracias.

—¿Me estás dando las gracias como un sí o como un no?,— preguntó, con la sonrisa evidente en su tono.

—Es un sí.

—Me alegro.— Ella apartó su mano. —Ahora, iré a buscarte el desayuno. Te estaré esperando en el jardín para cuando estés vestida.

Santana se dio la vuelta y se alejó.

Ella no se merecía esto. En su mente, la había acusado de llevar a una mujer a su dormitorio. ¿Y qué estaba haciendo? Tomó la carga de todo este trabajo sobre sí misma para que ella pudiera descansar y relajarse un rato. Y la promesa de Santana era buena.

En el momento en que Brittany llegó al jardín, el desayuno ya la estaba esperando, junto con un reproductor de CD, auriculares, y un audiolibro. Le había puesto una gran sombrilla para proporcionarle sombra del sol de verano, e incluso le puso una loción bronceadora al lado de su sillón. Una almohada extra para el cuello y un par de toallas,
completaban su pequeño lugar de vacaciones.

La consideración de Santana la emocionó. Cada vez que la llamaba, ella venía y le llevaba lo que quería. Pero nunca se quedaba. De hecho, apenas pasó un poco de tiempo con ella, excepto cuando era necesario hablar acerca de las renovaciones. Entonces, sus preguntas eran enfocadas, y las conversaciones cortas.

Por las noches, durante la cena, pasaban más tiempo juntas. Le informaba y actualizaba sobre los progresos realizados durante el día, y después de la cena, le mostraba el trabajo hecho, la hacía tocar las superficies, sentir la suavidad de los acabados y confirmar que todo estuviera bien hecho. Ella no tenía que preocuparse por una mano de obra descuidada.

Al tercer día, había caído en un ritmo cómodo, y el progreso en la casa era asombroso. Tenía que admitir que sin Santana y sus muchos amigos, nunca habría llegado tan lejos en tan poco tiempo. Si todo continuaba así, abriría el Bed & Breakfast a tiempo.

Por primera vez desde el accidente, Brittany sentía que una sensación de alivio la llenaba. Sólo había una cosa que le faltaba para ser feliz: sentir el toque de Santana.

***

Michael siguió a un trabajador cuando salía de la casa de Brittany. El viento del mar había comenzado a levantarse, pero apreciaba la brisa. Él había esperado todo el día y había escuchado las conversaciones, tratando de encontrar a alguien entre los muchos trabajadores, a quien pudiera convencer para que lo ayudara. Cuando se trataba de sus propias habilidades en trabajos de electricidad, era un aficionado a lo sumo, y para lo que tenía en mente, requería a un profesional que necesitara dinero extra. Gracias a la frenética actividad en la casa, Michael había sido capaz de colarse, mientras Santana y Brittany estaban en el jardín. Por desgracia, manipular el ventilador de techo en el dormitorio para que aterrizara sobre ella a mitad de la noche, era más difícil de lo que pensaba. Tenía que contratar a alguien, que supiera lo que estaba haciendo.

Habían logrado arruinar la cañería del cuarto de baño de Brittany, pero no estaba seguro de si lo que había planeado iba a funcionar. No había nada de malo en tener varias cosas entre manos.

Pero ni la primera ni la tercera empresa de Salud, habían sido la que Brittany había contratado, la cual sólo dejaba Profesionales de Cuidado de Salud en el Hogar. A pesar de que había vuelto al lugar donde su ex, Carol, trabajaba como recepcionista, cada vez que había tratado de entrar, ella había estado allí. Había hecho guardia durante dos días, pero ni siquiera se iba para almorzar y en su lugar comía en su escritorio. Obtener cualquier información de la compañía había sido un fracaso.

Por lo tanto, tenía que planear algo más. Pensó que, si volvía a su plan original de deshacerse de Brittany, seguramente pondría fin a su relación con Santana.

¡Eso mataría dos pájaros de un tiro!

Michael siguió al trabajador de la construcción que acababa de dejar la casa en la siguiente esquina, antes de acercarse a él.

—Greg,— lo llamó, después de haber oído su nombre antes.

El hombre se volvió.

— ¿Sí?

—Quería hablar contigo acerca de un trabajo que necesito hacer.

El rostro de Greg se iluminó.

—¿Un trabajo?

—Sí, si estás dispuesto. ¿Por qué no tomamos una copa y hablamos de ello?
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por 3:) Jue Abr 20, 2017 8:23 pm

definitivamente san le hizo caso a su padre,...
se nota que hermes le hace la segunda en todas a san!!!
mmm a ver que tanto trama michael???
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Mensaje por micky morales Jue Abr 20, 2017 8:39 pm

Espero que logren descubrir a ese infeliz que quiere hacerles daño!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 8:41 pm

3:) escribió:definitivamente san le hizo caso a su padre,...
se nota que hermes le hace la segunda en todas a san!!!
mmm a ver que tanto trama michael???

creo que fue el mejor consejo que le pudo dar...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 8:41 pm

micky morales escribió:Espero que logren descubrir a ese infeliz que quiere hacerles daño!!!!

Igual yo, y que sea pronto.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Abr 20, 2017 8:42 pm

Capítulo Veinticuatro


A medida que los trabajadores se iban uno por uno, Santana entró en la cocina y abrió el refrigerador. Quería cocinarle a Brittany una agradable cena. Después de cuatro días de no hacer ningún intento de contacto con ella, se sentía como una adicta luchando contra los síntomas de la abstinencia. Esta noche, ella le haría una buena cena y prendería su encanto de nuevo. Nada pesado, se prometió a sí misma. Ella no intentaría nada demasiado radical, tal vez tocarle la mano, pero nada más, ni un beso. De lo contrario, podría echarse para atrás de nuevo.

—Greg, antes de irte,— oyó la voz de Brittany llamando a uno de los trabajadores en el pasillo.

—¿Sí, señorita Pierce?

—Oí el otro día que tu esposa está sin trabajo en este momento.

Santana sintió la vacilación de Greg cuando respondió.

—¿Sí?

—Me preguntaba si podrías decirle que viniera a verme mañana. Puede ser que tenga un trabajo para ella.

Santana se paró en seco frente al refrigerador. ¿Un trabajo? ¿Qué tipo de trabajo? ¿La iba a reemplazar? Un susto atravesó su cuerpo.

—¿Un trabajo?,— preguntó Greg, su voz llena de sorpresa.

—Sí, muy pronto será la apertura del Bed & Breakfast, y tendré que contratar a un ama de llaves y cocinera.

La calma se apoderó de Santana. Brittany no quería que se fuera. Ella todavía tenía una oportunidad.

—La mandaré a primera hora de la mañana,— la voz de Greg se hizo eco a través de la casa.

—Buenas noches,— murmuró Brittany.

Un momento después, la puerta se cerró y Brittany apareció en la puerta de la cocina.

—¿Tengo tiempo para una ducha antes de cenar?,— preguntó ella, mirando en su dirección.

¿Una ducha, para que oliera a flores y dulce cuando ella se sentara frente a ella en la cena? ¿Podría manejar eso? Probablemente no.

—Claro, voy a prepararnos la cena mientras tanto. ¿Algo en particular que desees?

Ella sacudió la cabeza.

—Sorpréndeme.

Santana tragó saliva. Tenía muchas sorpresas. ¿Le sorprendería saber que con solo mirarla con sus pantalones cortos y camiseta, ya la tenía hambrienta? Sus ojos la siguieron mientras se contorneaba por el pasillo. ¿Se lo estaba imaginando, o estaba moviendo más provocativamente su dulce trasero hoy? ¿O estaba ella cada vez más desesperada?

Santana negó con la cabeza y se volvió a la refrigeradora. Era mejor si se concentraba en la cena y no en el perfectamente redondeado y bien proporcionado trasero, o en sus elegantes piernas, que parecían no terminar nunca. ¿Por qué tenía que usar pantalones cortos en la casa? ¿Estaba burlándose de ella?

Santana decidió preparar una ensalada grande. Había notado que Brittany devoraba todo lo verde. Una vez que tomara su ducha, pondría algunos pescados y mariscos en la parrilla y ella estaría feliz.

En una de las alacenas se encontró con una botella de vino. ¿Vino rojo con mariscos? Bueno, no importaba. Quería que ella se relajara con una copa de vino, y no podía encontrar vino blanco en ningún lugar. Era hora de ir de compras otra vez. Mañana lo haría entonces.

Un sonido en la ventana la hizo girar su cabeza. Una rama baja que colgaba del árbol, había golpeado contra la casa. Con una mirada de preocupación, Santana se asomó afuera en la oscuridad. El viento se estaba levantando. Temprano en el día, había visto el oleaje elevarse. No era una buena señal. La tormenta no estaba lejos ahora. En dos o tres días llegaría a tierra y castigaría a la ciudad.

Santana se estremeció ante la idea de la destrucción que esto traería a Charleston y a otros lugares por toda la costa. La pérdida de vidas humanas, la devastación. Y no había nada que pudiera hacer al respecto. Sin sus poderes, no podía hacer nada. No era una sensación con la cual estuviese familiarizada. Si no avanzaba pronto con Brittany, gente inocente tendría que pagar por su error. Por primera vez en su vida, sintió verdadero remordimiento por lo que había hecho. Los mortales tendrían que morir, ¿y por qué?

Debido a que Santana no podía dejar pasar un culo caliente y tuvo que hacer enojar a Zeus.

De alguna manera tendría que confesar. ¿Y si le explicaba su situación a Brittany? ¿Creería en su historia fantástica? ¿Se permitiría a sí misma tener sentimientos hacia ella si supiera lo que estaba en juego? ¿Le daría una oportunidad de luchar?

Un grito proveniente de arriba, la hizo botar la ensaladera en el suelo. Brittany, estaba gritando a todo pulmón. El sonido atravesó su cuerpo entero. Santana nunca se había movido tan rápido en tierra firme, que como lo hacía en ese momento mientras subía las escaleras, dando tres pasos a la vez. Irrumpió en el dormitorio y lo encontró vacío. Sus gritos venían del cuarto de baño.


Sin dudarlo, empujó la puerta de la manija hacia abajo, pero la puerta estaba cerrada con llave.

—¿Brittany?

—¡Santana! ¡Ayúdame!— Su voz sonaba aterrada.

Se apartó de la puerta, y un momento después dio una patada contra el cerrojo. Dos patadas, y la débil puerta se abrió. Se encontró con una pared de vapor caliente. Apenas podía ver a través del espeso vapor.

El ruido en la puerta de la ducha la alertó sobre el paradero de Brittany.

—Estoy aquí.

Santana se apresuró a la ducha e intentó abrir la puerta de vidrio. Al principio no se podía abrir, pero le dio otro fuerte tirón y se abrió de golpe. Ella ciegamente metió su mano en la ducha, y sintió de repente el agua caliente asaltándola.


El cuerpo desnudo de Brittany estuvo a punto de caer contra ella, mientras la sacaba de la ducha. Instintivamente apretó su cuerpo húmedo contra el suyo y puso sus brazos alrededor de ella. Ella se estremeció entre sus brazos.

—Estoy aquí, agapi mou. Todo está bien.

—El agua,— sollozó, — se hizo más y más caliente.

Dejó que sus manos se arrastraran sobre su espalda con un movimiento suave y se sorprendió de que ella no hiciera ningún movimiento para salir de sus brazos.

—Debiste sólo haberla cerrado.

—Lo intenté. No funcionó.— Otro sollozo atravesó su cuerpo. —No podía cerrarla. Y luego la puerta se atascó. No podía salir.— Las palabras brotaban de ella, y sintió su miedo. —Estaba atrapada.— Su pánico era evidente.

La ropa de Santana estaba empapada por el agua que goteaba de sus deliciosas curvas, pero sin duda de un momento a otro se daría cuenta de que estaba en sus brazos, desnuda y vulnerable. Santana alcanzó una toalla grande de baño y la cubrió sobre su espalda.

—Cerraré el agua y luego te limpiaré.

De mala gana, se alejó de ella y caminó hacia la ducha. Extendió la mano para sentir los grifos. Mientras les daba vuelta, se dio cuenta de lo aparentemente fuertes que eran. Alguien con las manos resbaladizas, tendría dificultad para cerrarlas.

Cuando el agua dejó de correr, finalmente, se volvió hacia Brittany. Ella todavía estaba exactamente donde la había dejado, pero ahora estaba envuelta en la gran toalla. Dio dos pasos hacia ella y se dio cuenta que aún estaba temblando.

—¿Estás herida? ¿Te quemaste?— Le echó un vistazo a las partes que estaban expuestas de su piel.

Ella sacudió la cabeza.

Sin darle una idea de lo que iba a pensar, la levantó en sus brazos y la llevó al dormitorio.

—No podía cerrarla,— insistió de nuevo.

—Lo sé.— Se sentó en la cama y la mantuvo en su regazo, acariciando su espalda todo el tiempo. —Pondré a alguien mañana para que le eche un vistazo a la ducha y vea qué es lo que pasa.

Su cabeza se movió hacia arriba y abajo asintiendo.

—No estoy histérica.

Santana levantó su cabeza con una mano en la barbilla y la miró a los ojos manchados con lágrimas.

—Sé que no eres histérica.

Ella sollozó.

—Me asustaste por un momento.

Sus ojos de repente cambiaron, como si recién se diera cuenta que estaba sentada en su regazo con sólo una toalla alrededor de ella. Pero Santana no la podía dejar ir ahora. El temor de pensar que algo malo podría haberle pasado, todavía estaba latiendo a través de su cuerpo y tenía que calmarse.

Santana bajó sus labios a los de ella y la besó. Suave, gentil, sin demanda. Brittany se moldeó a los suyos. No puso ninguna resistencia, sólo se apretó más a ella. Santana había extrañado eso. La había extrañado a ella. Cuando ella suspiró, presionó sus labios con su lengua y se zambulló en las cavernas tentadoras de su boca.

Un profundo gemido salió de su pecho. Maldita sea, ella sabía bien. Santana se perdería de una cena cualquier día por un poco de ella. La cena, maldita sea. No importaba, la cena podía esperar, pero ella no podía.

Santana saqueaba, engatusaba, conquistaba. Con cada toque de su lengua contra la de ella, con cada lamida, el beso se intensificaba. Cuando sintió que sus brazos llegaban hasta su cuello, la toalla se cayó de sus hombros. Sus manos de repente sintieron la piel desnuda debajo de ellas. Suave y cálida piel desnuda.

Con un gemido se zafó del beso y puso un dedo en sus labios.

—Brittany, tenemos que parar ahora, o no voy a ser capaz de detenerme.

Ya en este momento, su palpitante vulva le dolía por presionarse contra su muslo.

—Lo siento. No quise forzarme a…

—¿Forzarte? Brittany, soy yo la que está aprovechándose de la situación,—la corrigió. Como si alguna vez pudiese forzarlo. ¡Tendría tanta suerte!

—Oh.

Ella se tiró un poco hacia atrás, dándole una vista perfecta de sus hermosos pechos. Su mirada cayó a ellos, y Santana fue incapaz de apartarse de la magnífica vista.

—Brittany, yo, eh.— No podía pensar con claridad. Toda su sangre estaba corriendo de su cerebro a su nucleo sensible, privándola de su capacidad intelectual. Incapaz de contenerse, su mano buscó su pecho. Lo palmeó suavemente.

—Lo siento, pero no puedo detenerme. No sé lo que está pasando, pero…

Un suave gemido de Brittany, le hizo levantar la mirada. Sus labios estaban entreabiertos y todavía húmedos por su beso, y tenía los ojos cerrados.

—Por favor, no te detengas,— ella susurró y abrió los ojos.

—No deberíamos.— Santana no podía hacer esto, no así. Antes de hacer el amor con ella, tenía que decirle quién era. Al menos tenía que hacerle saber, que ya se habían conocido antes.

—Brittany, tú tienes que saber algo,— comenzó, —tengo que decirte…

—¿No me quieres más?— La decepción coloreó su voz, y la tensión de su cuerpo le dijo que estaba a punto de huir.

Apretó su brazo alrededor de su cintura.

—Te deseo.

Fue todo lo que su cerebro pudo esbozar antes de que hundiera la boca de nuevo en sus labios y los quemara en un beso apasionado. A la mierda la nobleza, a la mierda el hecho de que ella se estaba aprovechando. La deseaba, y sus palabras le habían dicho que ella
la deseaba también. Se lo diría todo más tarde.

Santana amasaba su pecho. Era la combinación perfecta de suavidad y firmeza. Su pezón se endureció bajo su caricia, y su gemido apreciativo confirmó que no estaba interpretándola mal. Ella era como un gatito suave en sus brazos, flexible y sensible.

Su lengua buscó más de ella, exigía una mayor intimidad, una penetración más profunda. Cada roce enviaba un rayo similar a uno de los rayos de Zeus, a través de sus entrañas.

Ella estallaría muy pronto si no se sumergía en su calor. Las exploraciones en la deliciosa caverna de su boca, se encontraron con el mismo entusiasmo de su parte. Su respuesta era más de lo que había esperado. Cómo una simple mortal podía encender todo su cuerpo con una lujuria y deseo desenfrenado simplemente por besarlo, era incomprensible para ella. Como pequeñas descargas eléctricas, cada contacto con su lengua y labios, la llevaban aún más cerca del punto de no retorno.

Era como si Brittany estuviera empeñada en grabar el recuerdo de su beso con ella por la eternidad, echándola a perder para cualquier otra mujer, pues sabía de inmediato que nadie la había besado nunca con tanto abandono, tanto deseo, como esta mortal lo hizo.

Seguramente, ningún mortal sería capaz de resistirse a ella después de un beso así. Así que, ¿por qué nadie la había reclamado? ¿Acaso todos los hombres mortales eran estúpidos?

Santana tomó lo que ella ofrecía. Y luego tomó más, sacó más pasión de su cuerpo, más deseo de su corazón. Ahora sus manos recorrían libremente su piel desnuda. Haciéndola olvidar todo, incluso la razón por la que estaba con ella. El mandato de Zeus no significaba nada en ese instante. Santana no quería ganarse su amor sólo para poder regresar a casa, no, ella quería su amor para sí misma, por su propia necesidad egoísta.

Sí, egoísta, porque sabía que no era la persona que se quedaría con una mujer para toda la eternidad. Se conocía demasiado bien. Sin embargo, ganar su amor sería la cosa más dulce.

Santana dio un profundo gemido cuando sintió sus dedos subir por su sensible piel hacia la nuca. Un escalofrío le recorrió la espalda y se instaló en su ingle. El toque de Brittany era tan suave como podría serlo, pero el efecto era explosivo. Santana nunca había sido tan sensible al tacto de una mujer. Estaba muy familiarizada con las manos de las mujeres en su piel, como para excitarse por un simple toque de sus dedos en el cuello. Pero los dedos de Brittany, convertían a todo su cuerpo en una zona erógena.

Santana se echó hacia atrás hasta que sintió el soporte del colchón, manteniendo a Brittany en sus brazos, y luego rodó a su lado. La toalla se juntaba ahora al pie de la cama y su cuerpo gloriosamente desnudo no estaba cubierto por ni una sola puntada. Se sentía demasiada vestida para la situación.

—Desnúdame.— Quería que la desvistiera a su propio ritmo. La idea le entusiasmaba.

Fue bastante fácil para ella empujar su camiseta arriba del pecho y sobre su cabeza. Luego sus manos bailaron a lo largo de su piel, acariciando sus pechos desnudos, como si nunca hubiera sentido el cuerpo de una mujer antes. Como si ella estuviera tratando de verla. En el momento en que sus manos se movieron hacia abajo, se tragó una bocanada de aire. La tensión en contra de sus jeans cortos, Santana quería ser liberada.

Pero Brittany había decidido claramente torturarla. En lugar de abrir el botón y deslizar el cierre hacia abajo, se limitó a acunar su entrepierna con la palma de su mano.

—¡Por los dioses!— Su voz fue estrangulada. Si ella continuaba haciéndole eso, pasaría vergüenza terminando en sus pantalones.

Sus labios se curvaron contra su boca.

—¿Estás siempre tan excitada?

¿Ella estaba haciendo bromas? ¿En la cama? ¿Estaba jugando con ella?

—¿Qué vas a hacer al respecto?

Ella le dio un apreton.

—Además de torturarme,— añadió Santana con un gemido.

—Si piensas que es una tortura, tengo la sensación de que no sobrevivirás a esto. Apenas he comenzado.

No había pensado que ella fuera traviesa, pero al menos a Santana no le importaba alguna sorpresa o dos.

—Será mejor que empieces, agapi mou, o haré un completo idiota de mí misma dentro de un instante.— Debería estar avergonzada de admitir algo así, pero por alguna razón, había decidido ser honesta con ella.

Mientras se apoderaba de sus labios una vez más, sus manos trabajaban en abrir sus pantalones cortos y deslizarlos hacia abajo de las caderas. Santana la ayudó a quitárselos por completo antes de que la acercara a su cuerpo, su nucleo de placer se presionó
contra su estómago.

El olor de su excitación llegó a su nariz, y lo absorbió. Volteándola para que se acostara de espaldas, con la mano alcanzó su muslo y lo levantó, mientras deslizaba su propio muslo entre sus piernas abiertas.

Cuando se soltó de sus labios, ella parecía querer protestar, pero en el momento en que besó a lo largo de su cuello, ella suspiró. Santana se aventuró a bajar, deseosa de probar sus exuberantes pechos y duros pezones. Su piel sabía a melocotón, su suavidad aumentada por la ducha reciente. Echó un vistazo a sus pechos perfectamente redondos. Eran del tamaño de pequeños pomelos y llenaban las palmas de sus manos codiciosas, perfectamente. Sintió el peso en su mano y lo apretó, provocando un suave gemido de Brittany. Oh, cómo le gustaba una mujer sensible.

Su lengua salió como una flecha y la lamió sobre la punta pequeña erecta, que no podía endurecerse más de lo que ya estaba. Le gustaba pensar que sus besos la habían excitado así, que sólo le respondía a ella con tanta excitación. El pecho de Brittany se levantaba con cada respiración que tomaba. Echó una mirada a su cara. Tenía los ojos cerrados, sus dientes mordían el labio inferior de su boca, como si quisiera evitar un grito.

Santana sonrió y chupó el pezón en la boca. Un —Oh,— sin aliento, fue su respuesta. No importaba que estuviera ansiosa por su liberación, el motivo principal acababa de convertirse en mostrarle el mayor placer que ella jamás pudiera imaginar. Quería que se deshiciera en sus brazos. No sólo lo quería… lo necesitaba. Llámese ego o cualquier otra cosa, pero el satisfacer al bocado entre sus brazos, era más importante que cualquier otra cosa en este momento.

Con cada toque de su lengua contra sus pechos, su respiración se aceleraba y su cuerpo comenzaba a retorcerse bajo el suyo. Tomó el pezón en su boca, tirando de él ligeramente. Animado por sus gemidos, le dio un mordisco tentativo. Estuvo a punto de arquearse fuera de la cama, empujando su pecho aún más en su boca.

Por lo que repitió lo mismo en el otro pecho, antes de soltar sus redondos y hermosos senos y trasladarse hacia su vientre.

Su vientre no era completamente plano, pero tenía la suficiente carne para proporcionar un suave almohadón a una mujer o hombre… o a un dios. Santana le plantó un beso en el ombligo y se dirigió hacia el premio final. El olor de su excitación la llamaba, y no podía negar la tentación por más tiempo. Si no la probaba ahora, moriría de hambre.

Con las manos sobre sus muslos, las empujó e hizo un espacio para sí misma entre ellos.

—Mírame,— le ordenó.

Los ojos de Brittany se abrieron de golpe. Cómo le hubiera gustado que ella realmente la viera ahora, para que viera el deseo en sus ojos, pero la mirada de Brittany no se conectó con la suya, a pesar de que ella miró hacia su dirección. Sin embargo, Santana quería que reconociera lo que estaba a punto de hacer.

—Brittany, me voy a dar un festín contigo hasta que acabes en mi boca.

Un suspiro fue su única respuesta. Era todo lo que necesitaba. Santana estaba plenamente consciente de la intimidad de sus acciones. Y quería esa intimidad con ella, quería aprenderse cada centímetro de su cuerpo, de manera que nunca olvidara como ella se sentía. Quería recordar su sabor por siempre. Santana dejó caer su mirada hacia el triángulo de rizos rubios, acomodados en la cúspide de sus muslos. Justo debajo, su carne rosada brillaba con la humedad. Ella lloraba por Santana, anhelando su toque.

Poco a poco, saboreando cada segundo, dejó caer la cabeza en su concha y le dio un suave beso en sus rizos. Entonces se acercó llevando su boca hacia sus labios inferiores. Cuando dio su primera lamida y degustó su miel, su cuerpo se puso rígido. Santana no iba a durar mucho, no, ese exquisito sabor la enviaría al clímax en un instante.

Brittany se retorcía contra ella, pidiendo más, y estaba muy dispuesta a darle más. Su lengua lamía sus pliegues húmedos con el entusiasmo de una joven que acababa de descubrir las artes carnales, sin embargo, Santana era una mujer con experiencia, simplemente el saborear su concha temblorosa, no debería mandarla a caer en picada como se encontraba ahora mismo. Su creciente deseo por ella, se apoderó de su cuerpo y su mente, robándole cualquier tipo de control que hubiese tenido en su presencia.

Lo que ella quisiera, se lo daría. Ninguna demanda sería demasiado grande o demasiado extravagante para cumplirla, si tan sólo eso significara que le permitiría seguir probando su cuerpo. Santana renunciaría a la ambrosía, e incluso al vino para el resto de su vida inmortal, si sólo fuera capaz de beber de ella en su lugar.

Santana trató de ignorar la placentera tortura que llegaba a través de su cuerpo y encendía su nucleo, pero fue en vano. Lo que ella le hacía era demasiado poderoso como para ignorarlo por un segundo. Su cuerpo estaba en llamas, y no habría baño en las frías profundidades del océano que pudiera apagar las llamas y enfriar el fuego.

Pasó su lengua hacia arriba, a la base de sus rizos, encontrando su clítoris hinchado. Sus labios se ubicaron alrededor de él y lo succionó en su boca. Brittany jadeaba fuertemente y se retorcía bajo su dominio.

—No irás a ninguna parte,— le susurró contra su piel.

—Oh, Dios mío.

Sí, ella era su diosa esa noche, y la haría terminar. Santana chupó el pequeño capullo y lamió con su lengua en un ritmo que el cuerpo de Brittany estableció para ella. Santana liberó uno de sus muslos y llevó su dedo hacia su húmeda concha. Sin soltar su clítoris, introdujo su dedo mayor en su apretada vagina. Sus músculos convulsionaron en torno a él, al instante.

Su propio control se hizo añicos. Un segundo más tarde, la sintió temblar cuando llegó a su clímax. Santana no soltó su clítoris. En cambio, mantuvo los labios firmemente asentados a su alrededor, y de vez en cuando rozaba con su lengua sobre ella, prolongando su orgasmo hasta que finalmente se calmó debajo de ella.

Se incorporó a ella y la envolvió en sus brazos. Se moldeó a ella al instante. Cuando su mano se movió a su coño, la tomó de la muñeca y la detuvo.

—Me temo que terminé en el momento en que tú lo hiciste.

Como una jovencita, había disparado sus fluidos en las sábanas. Ella debería sentirse avergonzada, sin embargo se sentía extrañamente contenta.

—Te lo dije, no ibas a sobrevivir.

Ella hizo una mueca. Santana se echó a reír. ¿Cuándo fue la última vez que había reído en la cama? No podía recordarlo.

—Dame unos minutos y te cobraré esa.

Sin esperar respuesta, llegó hasta sus labios y la besó, dándole un adelanto de lo que tendría que esperar cuando por fin le hiciera el amor de verdad, cuando finalmente la penetrara con todas sus fuerzas y la hiciera rendirse a ella. Evidentemente, su estómago tenía otras ideas, ya que gruñó en voz alta, haciéndolo interrumpir su beso.

—¿Hambre?

—Ajá.

—Está bien, entonces, iré a preparar algo de cenar.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por 3:) Jue Abr 20, 2017 10:09 pm

imposible resistirse una a la otra,...
ammm san que hablar por ella misma!!!
no me gusta lo que le paso a britt espero que no pase nada mas!!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por Tati.94 Vie Abr 21, 2017 9:02 am

Ya a ese punto en el que estaban no había marcha atrás. Jajaj espero que Britt no se ponga toda incomoda despues con San, y lo del primo que mal. ¿La quiere matar? Esta grave ojala que San descubra que estan tramando algo contra ellas.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por micky morales Vie Abr 21, 2017 11:16 am

La unica forma de proteger a Britt es que San descubra que algo se esta tramando en contra de ella!!!! a ver como siguen las cosas entre ellas.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Abr 21, 2017 8:33 pm

Capítulo Veinticinco


Brittany se acurrucó con los pies metidos debajo, sentándose en el sofá de la sala, vestida sólo con su bata de baño. Vio la silueta de Santana desaparecer de la habitación mientras se llevaba los platos vacíos a la cocina. Ella se echó hacia atrás y suspiró. Cualquier otra se habría avergonzado por haber llegado al orgasmo sin siquiera haberla penetrado, comido o cabalgado, pero no Santana. Ella simplemente había admitido que la había excitado tanto que había perdido el control.

Francamente, ella tomó eso como un cumplido. Y le gustaba una mujer que tuviera suficiente confianza en sí misma, para tomar las cosas con calma. Una mujer verdaderamente segura de su propio cuerpo. Y qué cuerpo el que tenía. El no poder ser capaz de ver mucho más que su silueta en general, la había obligado a verla con sus manos.

Bajo sus dedos, había sentido una suave piel de una mujer joven, que no era ajena al gimnasio. Todo su cuerpo estaba bien proporcionado, suave en los lugares correctos y duro en los demás, oh, tan duro. Brittany sintió un destello de calor disparar a través de su interior. Nunca se había sentido tan libre con una mujer. Tal vez era el hecho de que ella no podía verla y había tenido que concentrarse sólo en sentirla y en lo que le hacía, le había permitido relajarse y realmente dejarse llevar.

O tal vez su cuerpo había necesitado simplemente, dejar ir toda la tensión después de lo que había pasado. Ella se puso tensa ante la idea de cómo había tenido pánico en la ducha. El agua se había vuelto más y más caliente, y cuando ella había intentado cerrar el grifo de agua caliente y añadir más agua fría, no había funcionado. Ella no podía creer que hubiera confundido los grifos. Lo que era aún más preocupante, era por qué no había sido capaz de abrir la puerta de la ducha para salir. Había estado trabada. Nunca había estado tan asustada en su vida.

—¿Qué pasa?

Ella no había escuchado regresar a Santana.

—Nada.

Se sentó en el sofá junto a ella y la acercó hacia su regazo con tanta naturalidad, como si se hubieran conocido durante mucho tiempo. Ella sólo llevaba una camiseta y pantalones cortos.

—¿Entonces por qué estás mirando con el ceño fruncido? Algo te está molestando.

Supuso que, como una enfermera lo reconocía. Ella se acurrucó en la curva de su cuello, inhalando su aroma y dejando que el calor de su cuerpo se filtrara en el suyo. La calmaba.

—Estaba pensando en la ducha.

Su mano se hundió en su pelo mientras ella levantaba su cabeza para mirarla. Su rostro estaba demasiado borroso para distinguirla.

—Todo está bien ahora. No te quemaste.

—No, pero podría haberlo hecho. Si no hubieras llegado inmediatamente. El agua estaba más y más caliente. No podía cerrarla.

Santana rozó los nudillos por su mejilla.

—Es probable que simplemente te hayas confundido. Se trata de una nueva ducha, ¿no? Simplemente no estás acostumbrada a los grifos todavía.

Ella sacudió la cabeza y se apartó de su pecho. Ella no le creía.

—No. Los grifos no giraban, estaban atascados, luego, no podía abrir la puerta.

—Brittany, estoy segura que hay una simple explicación para eso.

—No lo estoy inventando.

Ella notó cómo su voz se hacía más aguda.

—Shh,— susurró Santana y le acarició la cara. —Sé que no lo estás inventando. La
puerta estaba un poco pegajosa cuando traté de abrirla, y tengo que admitir que fue
difícil cerrar los grifos. Hablaré en la mañana con el plomero y ver que ajuste esas
cosas. ¿Está bien?

—Está bien.

Ella la besó en la frente.

—Y hasta que lo arreglen, creo que te ayudaré a bañarte.

Una sonrisa apareció en sus labios. ¿Quería ayudarla a ducharse?

—Pero tu ropa se mojará si me ayudas a ducharme,— se burló de Santana.

Su suave risa retumbó en el pecho y llegó a sus manos, que aún estaban presionadas en contra de ella.

—Yo estaba pensando en realizar esa tarea sin ningún tipo de ropa. A menos que no quieras que yo…

Ella puso un dedo sobre sus labios para detenerlo.

—No. Sí quiero.

Santana le arrebató el dedo y se lo puso en la boca.

—Mmm, postre,— comentó. Al mismo instante, la cambió de posición en su regazo para que ella se sentara montándola. El cinturón de su bata de repente se soltó, y Brittany se dio cuenta de que ella era el que lo estaba desatando. —Me encanta el postre.

Se sacó su camiseta sobre su cabeza y la arrojó al suelo, antes de que sus manos se deslizaran dentro de su bata y se envolvieran alrededor de ella mientras la atraía hacia sí. Al instante pudo sentir su cuerpo y músculos pulsando debajo, donde sus cuerpos se conectaban. Como si quisiera hacer aún más claro lo que quería, la presionó hacia abajo sobre ella.

—Esta vez quiero estar junto y dentro de ti,— dijo con voz ronca.

Brittany alcanzó el botón de sus pantalones cortos y lo abrió, y luego tiró del cierre hacia abajo. No se había molestado en ponerse ropa interior. Mejor, ya que de pronto se sintió impaciente por sentirla íntimamente.

Su mano se posiciono sobre su vagina, y ella sintió su humedad. Su gemido le dijo cuánto le gustaba su tacto. Ella se alzó sobre las rodillas y Santana aprovechó la ocasión para bajar sus pantalones cortos, dándole un mejor acceso a su concha.

Ella encontró confianza para continuar. Entonces la guió a sus pliegues húmedos y poco a poco se fue sentando en ella, llevándola a unirse de una manera muy erotica y perfectar, sentía cada glorioso centímetro que se unian sus centros.

Fue la cosa más perfecta que jamás había hecho. La imagen de su piel sobre su piel,
era suave y enviaba ondas de choque a través de su cuerpo.

Las manos de Santana llegaron a sus caderas, sosteniéndola, en lugar de acelerar su vaivenes. Su respiración era pesada, y ella sintió cómo le costaba evitar empujar sus caderas para moverse con ella.

—Me estás matando,— dijo con los dientes apretados, —y me encanta cada segundo de ello.

La dejó establecer su propio ritmo, y por primera vez durante el sexo, Brittany se sentía poderosa y confiada. El saber que ella quería hacerla sentir placer… un hecho que ya había probado antes… era más excitante que cualquier otra cosa que ella jamás hubiese experimentado.

Continuó moviéndose, deslizándose mientras sus fluidos se mezclaban sobre la piel de los pliegues de Santana, que estaba a medio camino dentro de ella, llenándola con sus dos dedos, estirándola. Brittany encontró sus labios y los besó, luego se impulsó sobre ella hasta el fondo. Santana lanzó un gemido en su boca y se hizo cargo del beso.

Brittany encontró su ritmo, y ella le correspondió fácilmente. Brittany la tomó profundamente, luego se retiró, luego bajó sobre ella, sobre sus gloriosos dedos, una y otra vez. Sus caderas se arquearon hacia arriba, para encontrarse con su empuje tras empuje. Su lengua imitaba las acciones de su embestidas, hundiéndose, y luego retirándose, persuadiéndola a que volviera por ella.

Santana sabía a sal y mar, y su piel olía a playa y sol. Ella combinaba todos sus olores y sabores favoritos, y ella no se cansaba de Santana. Nunca se había sentido tan salvaje y temeraria, lanzando lejos todas las precauciones al viento por una oportunidad de máximo placer en los brazos de una completa desconocida. El placer que ya había demostrado que podía darle. Ahora quería compartir ese mismo placer con Santana.
La intimidad siempre había sido difícil para ella, pero con Santana parecía natural. Al estar casi ciega, le había abierto sus otros sentidos, especialmente su sentido del tacto. Y al final, era lo único que importaba, no cómo alguien lucía, sino lo que sentía y cómo la hacía sentir. Y Santana la hacía sentirse querida, apreciada y deseada.

—Te sientes tan bien,— murmuró contra sus labios antes de que Santana le diera besos por el cuello. —No puedo satisfacerme de ti.

Las palabras la golpearon profundo en su interior y extendieron una calidez desconocida en su interior. Su voz estaba nublada por la pasión, sin embargo, era tan sincera, que su corazón se resquebrajó, astillándola. ¿Podría ser realmente la mujer adecuada para ella? ¿Era posible que en su hora más oscura, hubiese conocido a alguien que estaba predestinada para ella?

No tuvo la oportunidad de responderse la pregunta, porque Santana en ese instante capturó toda su atención. Su mano había caído entre sus cuerpos y se había ubicado en su clítoris. Frotaba suavemente su pulgar sobre ella en pequeños círculos.

—Termina conmigo,— le instó, y no había nada que ella quisiera más.

La dejó guiarla, tocarla, acariciarla y sacarle placer de su cuerpo. Cada toque de su dedo pulgar y cada desliz de su coño, excitaban su cuerpo aún más.

Tenía la piel húmeda de sudor, la temperatura del cuerpo amenazaba con explotar todos los termómetros, mientras que sus manos estaban ocupadas tocándola, con ganas de más y más de ella, una conexión más estrecha, una unión más profunda.

Su respiración era errática, su ritmo cardíaco irregular, sin embargo, nada importaba, sólo el saber que la estaba llevando más y más cerca. En un ritmo frenético, sus cuerpos se aparearon, unidas, sus lenguas entrelazadas, sus brazos estrechados la una con la otra.

—¡Oh, Dios, sí!— Se precipitaron las palabras de ella cuando su orgasmo llegó y se apoderó de ella. Un segundo más tarde, Santana arremetió dentro de ella con un empuje duro final, y ella sintió que su nucleo daba un espasmo una y otra vez, mientras ella explotaba. Sus profundos gruñidos, llenaron la habitación mientras continuaba moviéndose debajo de ella.

Cuando se derrumbó sobre Santana, sus brazos la aprisionaron al instante, y en vez de deslizarse fuera y lejos de ella, su cuerpo se quedó profundamente unido al de Brittany.

Santana dejó escapar un suspiro cerca de su oído.

—Dame unos minutos, y lo intentaremos de nuevo.

Ella se sonrió a medias, demasiado cansada para más que eso.

—¿Otra vez?

Santana no se movió.

—Si no estuviera demasiado agotada en este momento, te daría unas nalgadas en tu bonito trasero por la duda en el tono de tu comentario. Por supuesto, otra vez.— ella apretó la nariz con su dedo. —No soy tan tonta… sé cuando he encontrado algo bueno. Y además, esto sólo es el comienzo.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Abr 21, 2017 8:34 pm

Capítulo Veintiséis


Santana dejó descansar su cabeza sobre la almohada en la cama de Brittany, ella dormía en sus brazos. Su cabeza descansaba sobre sus brazos que la acunaban. Algo estaba muy mal con esta imagen. No era el tipo de mujer que tenía abrazada a otra mujer toda la noche después de que ella había conseguido lo que quería: sexo.

Si Brittany fuera cualquier otra mujer, habría huido de su cama hace horas. Sin embargo, ella todavía estaba allí. Santana esperó a que la sensación de claustrofobia le golpeara,
sorprendiéndose a sí misma cuando tal cosa no sucedió. En su lugar, la acercó, sin dejar espacio entre sus cuerpos. Brittany dio un pequeño suspiro, pero no se despertó.

Tal vez el hecho de que actualmente se encontraba sin sus poderes divinos, había efectuado un cambio en su interior que la hacía vulnerable a los encantos de una mujer mortal. No había otra explicación para ello. Simplemente tenía que aceptar este hecho, por ahora, y esperar que esta sensación desapareciera una vez que tuviera sus poderes de vuelta. Porque claramente, no podía vivir de esa manera: se preocupaba por ella. Le importaba si estaba cómoda, satisfecha y si era feliz, cuando ella siempre sólo se había preocupado de sí misma.

Cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que este nuevo sentimiento que se extendía en su pecho, haría más fácil para ella cumplir su misión. Al robarle sus poderes, Zeus la había convertido en una mujer cariñosa.

¡Toma eso, Zeus!

Obviamente, el rey de los dioses no había considerado ese hecho cuando envió a Santana a la tierra. Las cosas serían fáciles de ahora en adelante. Ser una persona amable y atenta vendría naturalmente en ella, y por lo tanto, enamorar a Brittany sería una conclusión inevitable. Mientras tanto, disfrutaría ser la nueva mujer en la que se estaba convirtiendo. No era tan malo después de todo. En particular, le gustaba esa sensación cálida que se extendía en su pecho cada vez que pensaba en Brittany. ¿Podría ser que esa sensación desconocida tuviera algo que ver con el amor? Tendría que hablar con Eros al respecto. Meramente para estudiar el fenómeno, por supuesto.

Santana apartó el pelo de Brittany de su cuello y le dio un beso suave en la piel. Sintió los latidos de su corazón debajo de ella. Había una ternura en su beso que no había experimentado antes, pero que quería seguir explorando. Cuando Brittany se estiró, la rodó sobre su espalda y capturó su boca con la suya. Sus labios se separaron bajo una leve presión, y le dio un toque tentativo con la lengua.

—Mmm,— la oyó murmurar.

—No tienes que despertarte,— le susurró contra sus labios, —yo me ocuparé de ti—. Su mano se movió hasta su concha y sus dedos acariciaron a través de su nido de rizos, y luego se deslizó por su cálida carne. Ella todavía estaba húmeda… o tal vez lo estaba de nuevo… y sin dudarlo deslizó un dedo en su estrecha vagina.

—Honestamente no crees que pueda dormir con esto, ¿verdad?— Preguntó ella sin abrir los ojos.

—Pero necesitas dormir.— Y Santana podría seguir sin dormir por un rato. Hacer el amor con ella sería mucho más gratificante y rejuvenecedor que cualquier cantidad de horas de sueño que jamás pudiera tener. Santana la hizo callar con un beso y continuó la atención a su concha, retirando su dedo de ella y deslizándolo más profundo. La punta de su dedo cubierta de humedad, acarició sobre su clítoris y la hizo sacudirse contra ella.

Vagamente se dio cuenta de que su cuerpo caliente de repente se empezaba a enfriar. ¿Estaba perdiendo el interés? Santana soltó sus labios por un momento, preguntándose qué había cambiado de repente cuando se dio cuenta de una brisa en la espalda. A continuación, sus sentidos identificaron el sonido del ventilador del techo. No era de extrañarse que se estuviera enfriando… el ventilador de techo se había encendido y proveía el tan necesitado alivio para una calurosa noche de verano.

Brittany respondió a su beso con la misma pasión y abandono como antes. Ella definitivamente ya no estaba dormida, se dio cuenta por la forma en que envolvió sus brazos alrededor de Santana y la atrajo. Mientras ella abría las piernas, ella se movió en medio de ellas, colocando su coño en su centro.

En un segundo, irrumpiría en ese portal celestial de nuevo y se sumergiría en su calor,
conduciéndolas a otro orgasmo alucinante. Mientras saboreaba la anticipación de poseerla una vez más, el extraño ruido del ventilador de techo llegó a sus oídos. Era más fuerte que antes, y con cada segundo el sonido se volvía más fuerte. Entonces algo se rompió.

Por puro reflejo, Santana agarró a Brittany y rodó fuera de la cama, aterrizando con fuerza sobre la espalda en el piso de madera, el cuerpo sorprendido de Brittany estaba sobre Santana. Al mismo tiempo, la cama recibió el impacto de la caída del ventilador de techo.

Santana respiró con dificultad. Sin preocuparse cómo su propio cuerpo se sentía, con las manos frenéticamente recorrió el cuerpo de Brittany.

—¿Estás bien? ¿Estás herida?

Santana sintió que negaba con la cabeza, pero ella no dijo nada.

—Di algo, Brittany. Me estás asustando.

—Santana.

Sólo una palabra, eso es todo lo que dijo, su cuerpo temblaba. Santana movió su cabeza hacia él y la besó, no un beso apasionado o tierno, sino uno de desesperación. Un beso para asegurarse de que ella estuviera bien, indemne, ilesa. Entonces la apretó contra su pecho, donde su corazón latía golpeando frenéticamente contra su caja torácica.
¿Por Hades, qué ha sucedido? Ambas se sentaron, manteniéndola cerca, y miró hacia la cama. Los rayos de un poste de luz se filtraban por la ventana proporcionándole suficiente luz para ver los daños.

—Dime lo que pasó,— exigió con su voz temblorosa.

—El ventilador del techo se vino abajo. Se estrelló en la cama.

Ella se estremeció en sus brazos.

—Oh, Dios, si no hubieras reaccionado tan rápido, habría caído sobre ti.

—Y sobre ti,— corrigió Santana. —Parece que destrozó las sábanas.

—¿Las destrozó? ¿Las aspas de madera se astillaron?

Extendió la mano hacia la cama y tocó el ventilador. El material no se sentía como madera. Era demasiado liso.

—No hay astillas. Están intactas.

Levantó a Brittany de entre sus brazos y se levantó. Un momento después, encendió la lámpara de la mesita que le dio la suficiente luz para inspeccionar mejor la escena. El ventilador se había estrellado justo en el centro de la cama, exactamente donde ella y Brittany estaban a punto de hacer el amor. A excepción de un cable roto en la parte superior, parecía estar intacto. Ninguna de las aspas de madera se había roto, a pesar de que la maldita cosa había caído más de dos metros.

—Brittany, ¿dijiste que las astas eran de madera?

Ella asintió con la cabeza.

—Sí, es un viejo ventilador. Lo hemos tenido por años.

—No se ve viejo. ¿Estás segura?

—Sí, porque antes de ir al hospital le pedí a Charlie que lo arreglara. No quería que lo reemplazaran.

Santana tocó las astas, pasando su mano sobre la superficie lisa. Luego rascó con su uña. El sonido confirmó lo que ya había sospechado.

—Esto es de metal.

Sólo está pintado para parecerse a la madera.

—¿Pero por qué? Le dije a Charlie que quería mantener el ventilador viejo.

Tomó a Brittany por los hombros y la miró directamente.

—Brittany, el problema no es que se instalara un ventilador nuevo, el problema es que el
ventilador se encendió en medio de la noche y luego se estrelló en la cama. Y dado que estabas durmiendo y yo ni siquiera sabía cuál de los interruptores era el que hacía funcionar al ventilador, me gustaría saber quién lo encendió. Porque parece que al poner la cosa en movimiento, aflojó algo y lo tiró sobre la cama.

Sus ojos se agrandaron y se quedó boquiabierta, dejando escapar un grito ahogado de sorpresa.

—¿Crees que esto no fue un accidente?
***
Orión maldijo. Ese mortal Michael fue un idiota y completamente inútil para la tarea que le
había dado. En lugar de provocar conflictos entre Santana y Brittany mediante la siembra de sospechas acerca de Santana en la mente de Brittany, las estaba llevando justo a los brazos de la una de la otra. ¿El hombre no tenía idea de que al iniciar accidentes estúpidos, se despertaría el instinto protector de Santana y la convertiría en una héroe de la que Brittany fácilmente podría enamorarse?

Le había dado suficientes sugerencias a Michael, como ponerse en contacto con la agencia de salud y saber más sobre el pasado de Santana… lo cual Orión sabía que sería suficiente para que Brittany borrara toda confianza que tuviera en Santana. Pero Michael ni siquiera se había molestado en seguir esa sugerencia. ¿Para qué le estaba pagando al idiota?

Orión resopló con enojo cuando se asomó a la habitación desde una distancia segura en una pequeña nube. Dejar su plan en manos de un idiota mortal como Michael, lo haría esfumarse. Ahora se daba cuenta de que si necesitaba que algo se hiciera correctamente, tendría que hacerlo él mismo. Y además, ahora tendría que limpiar lo que había hecho Michael para asegurarse de que nadie comenzara a sospechar de lo que realmente estaba pasando.

Haciendo un plan, se tele-transportó a la calle de abajo. Tendría que socavar la confianza de Brittany en Santana y exponerla por lo que era… una mentirosa y una tramposa… sin revelar su condición de diosa, pues si lo hacía, Zeus lo perseguiría.

No, exponer a Santana como una diosa, sólo atraería la ira de Zeus hacia él mismo. Él tenía una idea mucho mejor. Y una mucho más simple. ¿Quién era el hermano más listo ahora?
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