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Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Miér Sep 21, 2011 1:51 pm

Fic Obedeciendo al corazón (St. Berry)
Capitulo 1,
El Crucero

Prologo.

La adicta al trabajo Rachel Berry no tenía tiempo para romances y mucho menos para unas vacaciones. Entonces, ¿qué estaba haciendo en la isla de Key West con un hombre tan sexy? El atractivo propietario del bar la tentaba a que se relajara y se abandonara a algunas fantasías isleñas. Una lástima que todas sus fantasías lo incluyeran a él... Poco imaginaba Rachel que Jesse estaba albergando también las mismas fantasías. La preciosa morena había hecho aflorar todos los instintos protectores de Jesse y había puesto su libido por las nubes. Pero Rachel sólo estaba de visita en aquel paraíso tropical...


Capitulo 1


Rachel Berry sacudió la cabeza con vigor para espantar a la enorme mosca verde que se le había metido bajo el ala del sombrero de paja.

-Finn, no me digas que el compilador no funciona -advirtió apretando el receptor con una mano y el portafolio de documentos en la otra.

Él suspiró.

-Relájate, Rachel.

-¡Pero eso podría retrasar todo el proyecto otras ocho semanas! -se enderezó las gafas, agitó un folleto en el aire para echar al insecto y maldijo para sus adentros. ¡Aquellos malditos bichos!-. Llama al presidente de la compañía de software si tienes que hacerlo, pero consigue que funcione ese compilador antes de que yo vuelva a Cincinatti.

Ah, Rachel...

-¿Qué?

-¿Cómo va el crucero?

Rachel suspiró y consideró la idea de contarle a Finn que la boda de su prima había sido mortalmente aburrida y que había estado enferma de preocupación por no poder seguir con su trabajo y por el constante balanceo del barco, pero no quería prolongar la conversación.

-El crucero está bien.

Excepto porque aquel grupo de pasajeros del día de San Valentín se había emparejado como los animales del arca de Noé.

-Te echo de menos -susurró él con suavidad para que no le oyeran sus compañeros-. Me gustaría que me hubieras dejado ir contigo al crucero.

El inoportuno sentimentalismo la enervó. Lo único bueno del viaje había sido que le había dado tiempo a pensar en la suave presión de su colega para que dieran un paso más en su relación de amistad.

-Finn, ya sabes que no podíamos haber dejado el trabajo los dos a la vez.
-Tienes razón. ¿Dónde estás ahora?

-En Key West.

-Bueno, intenta no preocuparte por las cosas de aquí, diviértete y toma una copa a mi salud.

-Te llamaré desde el siguiente puerto.

-¿Me lo prometes?

Ella contuvo el deseo de suspirar.

-Adiós, Finn.

Colgó el teléfono y miró a los turistas sonrientes que paseaban del brazo. Rachel puso una mueca de desagrado. Sólo cuatro días más en el Club de Cupido y podría volver a supervisar el proceso del prototipo. Después de un año entero de seleccionar al equipo, enseñar a cada uno y agonizar sobre el diseño y análisis del sistema, ahora se encontraba atrapada en el barco del amor en el momento más crucial del proyecto.

Tenía prometido un ascenso si la presentación del prototipo tenía éxito, así que esperaba que todo saliera bien.

Rachel colocó con cuidado los papeles que había sacado del portafolio y los metió en su maletín de cuero antes de echar el cierre de seguridad. El paquete de papeles que llevaba: el diseño inicial, cientos de datos e incontables páginas de notas escritas a mano de las numerosas reuniones, era irreemplazable. No se había separado de él en todo el viaje y hasta lo había metido debajo de un banco durante la boda.
De otro compartimento sacó un cigarrillo mentolado y se lo fumó hasta el filtro en unos minutos mirando a sus espaldas en todo momento. Si su prima la descubría enseguida iría con el cuento a sus padres. Era bastante ridículo para una mujer de treinta y un años preocuparse por ello, pero no quería enfrentarse a la regañina de su madre y a sus súper protectores padres.

Dejaría de fumar en cuanto terminara el proyecto.

Después de colgarse el bolso al hombro, miró el reloj. El barco salía a las dos en punto, así que tenía treinta minutos para comprar algún recuerdo para sus padres.
Rachel se caló más el sombrero de paja. Las aceras estaban atestadas de gente; la multitud se movía por la estrecha calle sorteando los coches y furgonetas. Las bicicletas parecían ser el vehículo favorito para transportarse. Una banda de calypso tocaba en el tejado de una casa de un solo piso, los contoneos del cantante enmarcados por la reja de hierro forjado y los chéqueres y bongos producían un ritmo que seguían los peatones.

El sol caía a plomo y el aire parecía pesado y cargado de los aromas de sudor e incienso. Rachel tenía la camisa pegada al cuello a pesar de haberse recogido la mata de cabellos morenos bajo el sombrero. Inspiró con fuerza y se unió al reguero de compradores, vendedores y mirones en dirección al puesto de cuero a pocos metros de distancia.

-¡Bonitas, bonitas!

Un hombre de piel color caoba le sacudió delante de las narices una ristra de collares de perlas. Ella sonrió y sacudió la cabeza.

-¡Sandalias hechas a mano! -gritó otro vendedor agitando unas sandalias de lona.
Rachel bajó la vista hacia sus anticuados mocasines. Parecían un poco fuera de lugar, pero eran suaves y cómodos. Quizá a su madre le vinieran bien para el restaurante, ya que pasaba muchas horas de pie.

Rachel se acercó más al puesto y señaló el par que quería, pero cuando se giró para alcanzar su portafolio, un brusco tirón en su hombro la tiró al suelo y sintió que le arrancaban la correa. La incredulidad le asaltó al golpear con fuerza contra la acera quedándose sin aliento.

Lanzó un gemido y parpadeó antes de girar la cabeza para mirar al ladrón desde el suelo. Sólo pudo vislumbrar su camiseta de color caqui entre la multitud. La gente con la que tropezaba gritaba al empujarla y eso le recordó a Rachel que ella también tenía voz.

-¡Socorro! -gritó levantándose con la ayuda del vendedor de sandalias-. ¡Me ha robado el bolso!

La rabia le hizo lanzarse a la carrera y salir en dirección del tironero, gritando a todo pulmón intentando con desesperación no perderlo de vista.
El ladrón se escabulló a través de un aparcamiento y cruzó entre chirridos de frenos para correr a la otra acera. A pesar de sus esfuerzos, Rachel iba perdiendo velocidad, sin dejar de gritar y señalar y aunque mucha gente se paraba a mirar, nadie la ayudó a perseguirlo.

Casi una manzana después, con el ladrón desaparecido hacía tiempo, se detuvo jadeante con los pulmones a punto de explotarle.
El pánico le contrajo el estómago al pensar en lo que había perdido: monedero, dinero, cheques de viaje, carné de identidad, tarjetas de crédito, fotos familiares... y la documentación del proyecto. Ardientes lágrimas de frustración le empañaron los ojos.

La gente pasaba a su lado, pero sólo le dirigía miradas de curiosidad. En la distancia escuchó una sirena y con alivio, vio a un policía en moto al darse la vuelta. Agitó los brazos y empezó a gritar antes de que una mujer fornida con gafas como Terminator parara a su lado. Le describió aprisa al ladrón y le señaló la dirección en que había desaparecido. La mujer asintió con cortesía, le dijo que esperara donde estaba y aceleró de nuevo.

Rachel miró a su reloj y lanzó una maldición. El barco salía en quince minutos, pero no podía irse sin los papeles. Un peatón le pasó el sombrero aplastado de paja, que ella estiró antes de meterse el pelo dentro con manos temblorosas.
Simplemente no podía perder aquellos papeles. Su carrera destelló ante sus ojos. Había aceptado un trabajo con Autovías Ohio nada más salir de la facultad. Desarrollar sistemas informáticos para una empresa de construcción de carreteras y pavimentación no había estado en su lista de preferencias en aquel momento, pero el sueldo era bueno. Había trabajado, progresado y ascendido en la década anterior y cuando le habían aprobado el proyecto de inventarios, había visto su futuro de color de rosa.

Y ahora...

La mosca verde estaba de vuelta y Rachel agitó las manos con furia como si fuera la causante de sus problemas. Al comprender lo ridícula que debía parecer, se detuvo, aunque nadie le prestó atención. La mayoría de la gente parecía dirigirse a un bar semiabierto llamado El Rey del Ron a pocos pasos de allí.

Rachel inspiró para calmarse y vio que sólo le quedaban tres minutos. ¿Debería esperar por el policía o correr al muelle y decirle al capitán que esperara? ¿Avisaría su prima al capitán de su falta? Lo dudaba porque sólo tenía ojos para su marido. Iba a encaminarse al muelle cuando se detuvo. Debía quedarse. Sus documentos eran mucho más importantes que un crucero que ni siquiera había querido emprender.

Se animó un poco. Si recupera su bolso, podría volver a casa antes con una buena excusa.

Decidida, se apoyó contra una señal y al cabo de unos minutos, el crucero se alejó entre música y despedidas.

Alzó la mano y sintió una punzada de remordimiento de que Emily tuviera que hacer su equipaje. Su meditadora, lectora de poemas y sentimental prima Emily probablemente se preocuparía en cuanto la avisara de que se había tenido que quedar en Key West, pero fue el momento en que se sintió más libre desde que había embarcado en Miami.

Había temido pasar el día de San Valentín en un barco atestado de parejas enamoradas. Algunas realidades eran simplemente demasiado penosas como para restregarlas a la cara: soltera, sin ninguna perspectiva a su edad... y Finn no contaba.

Bueno, pero su trabajo la realizaba... de verdad. Que era por lo que tenía que encontrar el maldito maletín.

La aprensión la asaltó mientras se prometía que nunca volvería a ser tan estúpida si sus plegarias eran escuchadas. Ella no tenía derecho a haber guardado sola aquellos documentos. Durante el proyecto, sólo le había pasado algunas piezas de información a sus colaboradores, pero había guardado sola la documentación completa del sistema y las notas de las reuniones. Ni siquiera lo había archivado en el disco duro. De alguna manera, se había vuelto posesiva con la información y había guardado la Biblia, como la llamaba Finn, para ella sola. En cuanto su jefe se enterara de su carísima falta de previsión, la despediría sin duda.
¿Dónde diablos estaba la oficial de policía? Habían pasado otros treinta minutos y Key West era tan pequeño que ya le habría dado tiempo a recorrer la isla entera a esas alturas.

Entre la ansiedad, el calor y el pánico, se sintió tan cerca de las lágrimas que miró a su alrededor y vio el Rey del Ron. Con la forma de una cabaña Tiki, toda la parte frontal del bar servía de puerta creando una brisa con el pequeño patio trasero que se vislumbraba desde fuera.

Tragó saliva al pensar lo bien que le sentaría una buena bebida. Aunque el bar no se parecía nada al restaurante de sus padres, la música, las mesas y sillas y las conversaciones de los clientes siempre le daban sensación de hogar cuando viajaba. Rachel se acercó al bar acelerando el paso. Si se quedaba cerca de la puerta, podría ver a la policía.


Jesse St.James divisó a la pequeña mujer pálida en cuanto entró al bar. Entre el gran sombrero de paja y su atuendo de ejecutiva de vacaciones resultaba ridícula. La sorpresa le asaltó cuando se quitó las gafas y reveló una cara muy dulce, un poco manchada de polvo, pero mucho más joven de lo que había imaginado y muy bonita, incluso aunque tenía el ceño fruncido. Parecía nerviosa y no dejaba de mirar a la calle cada poco. Una turista, evidentemente. Probablemente una alta ejecutiva de vacaciones. ¿Se habría perdido de algún compañero de crucero? Imaginar la historia de sus clientes se había convertido en su pasatiempo favorito. La vida de la mayoría de los turistas que llegaban a isla y su vida competitiva en el mundo laboral no era difícil de imaginar.

Y tenía unos arrebatadores ojos color caramelo y unas piernas bien torneadas aunque fueran blancas como la leche.

Tweety, un guacamayo azul encerrado en una jaula, gritó con claridad cuando vio entrar a una mujer:

-La primera bebida es un cuarto.

Entonces sacudió su brillante y coloreada cabeza.

-Tienes razón -secundó Jesse sonriendo ante la expresión de sorpresa de ella-.

Tweety lo aprendió hace veinte años y no hemos podido cambiar el precio. ¿Qué va a tomar?

Los ojos de ella se nublaron de repente.

-¿Veinticinco céntavos?

Su voz era susurrante y grave y le gustó al instante. De repente desapareció de la vista. Jesse frunció el ceño y se inclinó sobre la barra para encontrarla doblada por la cintura arrancando los centavos que adornaban sus mocasines.
-Bonito trasero -murmuró entre dientes.

-Bonito Trasero -repitió Tweety mucho más alto.

La mujer se incorporó de forma abrupta y dirigió una mirada de sospecha al pájaro.
-Perdone. Tweety no tiene modales -dijo Jesse.

Ella dejó las dos monedas de diez centavos en la barra y escarbó en los bolsillos de sus pantalones cortos. De uno sacó tres centavos y del otro uno. Con gesto triunfal los posó al lado de las otras dos monedas.

-Creo que me falta un penique -dijo con el labio inferior un poco tembloroso.
Confundido, Jesse se encogió de hombros. Él no era el típico camarero comprensivo. De hecho, había dejado de ser el caballero blanco diez años atrás cuando se había despedido de Atlanta.

-No importa, señora. ¿Qué va a tomar?

-Un Capuchino -dijo ella sentándose en un taburete.

Jesse parpadeó. ¿Lo decía en serio? Se apoyó en la barra y miró su entorno. Un loro, ventiladores en el techo, arena en el suelo, música isleña... Sí, a él le seguía pareciendo un bar de playa. Y la señorita Blanca y Tiesa estaba tan fascinada por algo que él no podía ver de la calle que ni siquiera notó su reacción.
-Lo siento. Nuestra máquina de capuchinos no funciona.

-¡Ah! Entonces un café con azúcar, crema y un poco de canela.

Jesse lanzó una carcajada de incredulidad y ladeó la cabeza.

-Señora, creo que me ha confundido con Juan Valdés. ¿Qué le parece un ron?

La decepción surcó su cara y pareció a punto de llorar.

-¿No hay café?

Jesse suspiró. Aquella mujer parecía desequilibrada.

-Tengo un frasco de instantáneo en el armario de medicinas-, era para sus propias resacas, pero eso no se lo contó-. Lo puedo alegrar con un poco de ron.

Al fin ella sonrió y los hoyuelos que le salieron le desataron el deseo..

-Ahora mismo vuelvo.

Jesse salió por una diminuta puerta a su izquierda que daba a un cuarto de baño privado. Cuando se dio cuenta de que estaba silbando, se detuvo y se rió. Nada lo alegraba más el día que una mujer bonita. Excepto que aquella bonita mujer parecía un poco desequilibrada. Pero si jugaba sus cartas bien...

Locas aventuras con los veraneantes eran relativamente seguras, sin lazos ni compromisos. Y llegaba un buen puñado de turistas cada día aunque últimamente él prefería hacer windsurfing.

Pero con un poco de agua y jabón, ella sería tentadora.

Ensimismado, tiró asi todos los frascos de medicina que cayeron al lavabo. Por fin sacó un pequeño bote de café y volvió al bar con una tonta sensación de victoria. Pero la sensación desapareció al instante cuando la vio desplomada sobre la barra temblando por los sollozos silenciosos.

«No le preguntes. No te involucres. Involucrarse significa responsabilidad».
Se le daba bien despachar a borrachos agresivos, pero tratar con una muñeca perdida lo desarmaba. Unos sentimientos de protección aletargados se desataron en su pecho, pero los apartó con una maldición para sus adentros. Entonces, decidido a actuar como si no pasara nada, esbozó su mejor sonrisa isleña.

***********************************************************************

Espero que les guste tanto como a mi y cuentele a quienes conocen para que los lean y comenten, Gracias por todo. 8)



Última edición por Emy_Rodriguez Groff el Miér Nov 02, 2011 2:33 pm, editado 5 veces
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Mensaje por franciscagleek Miér Sep 21, 2011 9:22 pm

esta muy bueno me encanto :D
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Mensaje por Tatislutz* Miér Sep 21, 2011 9:54 pm

Me emcamto emi como todo lo que escribes esta maravillosos y ya sabes que aqui me tiene como fiel lectora

Estare esperando actualizacion
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Mensaje por la.dori Miér Sep 21, 2011 10:27 pm

rachel no podria estar mas angustiada xD
y a jesse ya le gusto rahcel :D, extrañaba la emocion de encontrar un nuevo fic st.berry :D
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Mensaje por ♥Judith Miér Sep 21, 2011 10:33 pm

Emy todas tus historias me gustan mucho y esta no es la excepcion

Pobre Rachel primero ella no queria ir al crucero,la persigue une mosca verde y despues la asaltan sin duda un mal dia aunque al final se salvo de ir al crucero

Y la policia a donde se fue? desaparecio con todo y ladron ojala y lo encuentren

Jesseno se quiere involucrar sentimentalmente lo lograra

Emy espero el siguiente capitulo

saludos
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Mensaje por Elizabeth Gonzales Vie Sep 23, 2011 11:54 am

Nuevo Fic que maravilla.
Pobre Rachel, entrega a su trabajo, aburrida con tanto amor rodeandola y ella sin pareja :D
Y para colmo de males le roban, pero... eso la llevo al bar de Jesse.
Definitivamente él debe consolarla.
Espero tu siguiente capítulo
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cerrado Fic Obedeciendo al corazón (St. Berry) Capitulo 2

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Vie Sep 23, 2011 1:07 pm

Obedeciendo al Corazón

Capitulo 2

Viaje en Moto



Rachel no había querido llorar, pero por primera vez en su vida, no había podido contenerse. En los últimos diez años, ella había invertido casi todas sus horas libres en su carrera sólo para verla amenazada por un estúpido ladrón.
-jJú, jú! -se burló Tweety de sus sollozos-. ¡Jú, jú!
Rachel alzó la cabeza para descubrir que había regresado el camarero medio desnudo. Le sonrió mostrándole unos dientes blanquísimos y le enseñó el tarro de café.
-¡Eh! Vamos, me he dado toda la prisa que he podido.
La voz del hombre era un cálido ronroneo. Un pequeño pendiente de oro brillaba contra su piel morena. El pelo castaño le llegaba casi hasta los hombros y parecía en buena necesidad de un corte. Las líneas de su cara eran fuertes, limpias y equilibradas por una nariz perfecta y una mandíbula cuadrada. Sus musculosos hombros eran anchos y un poco inclinados hacia adelante y un tatuaje azul de una espiral embellecía su bíceps derecho recordándole a las piruletas que ella adoraba de pequeña. El hombre era lo más opuesto a su tipo, pero si no se hubiera sentido tan abatida, Rachel se habría parado para apreciar su impresionante aspecto.
En vez de eso, esbozó una leve sonrisa.
-Lo... lo siento.
-No se preocupe -dijo él animoso pasándole una servilleta de papel con el nombre del bar y un loro.
Rachel se sonó con fuerza y cuando alzó la vista, él había desaparecido.
El camarero podría ayudarla, pero odiaba involucrar a un extraño. Además, a juzgar por su apariencia descuidada, aquel tipo no le inspiraba mucha confianza. Sin embargo, al menos podría darle alguna información.
-Perdone, ¿está cerca la comisaría de policía?. Él asomó la cabeza por la esquina.
-¿La comisaría?
Ella asintió.
Él entrecerró los ojos y la miró con curiosidad. -Ah, sí. Está a cuatro calles, en la esquina entre Angela y Simonton.
Posó una taza amarilla en la barra, limpió una cuchara en los pantalones, la agitó el café instantáneo y se lo pasó.
-Gracias.
El hombre inclinó la cabeza y entonces Rachel notó que sus ojos, que ella había creído marrones, eran del color de gris enmarcados por espesas pestañas.
-Si eso es todo, tengo que seguir trabajando. Ella se detuvo y entonces pensó que no le importaba lo que el desconocido pensara de ella.
-¿No tendrá un cigarrillo por casualidad?
Él apretó los labios, metió la mano tras la barra y sacó un paquete de una marca local.
-Esas cosas la matarán.
-Ya lo sé, pero no estoy enganchada. ¿Tiene fuego?
Frunciendo el ceño y sacó una caja de cerillas con el nombre del establecimiento.
-¿Algo más?
-Eso es todo.
Rachel lo vio irse al patio. Imaginó que debía tener treinta y bastantes años. Llevaba playeras y pantalones cortados que colgaban de forma precaria de sus estrechas caderas revelando una franja del bañador de color neón.
Impresionante, era propietario de un bar y ligón de playa. Y ni siquiera parecía lo bastante mayor como para haber llegado a la crisis de la mitad de la vida.
Aunque el largo bar donde estaba sentada estaba casi vacío, las pequeñas mesas del patio estaban llenas. Un trío de adolescentes le pidió las bebidas entre sonrisas coquetas y a pesar de la evidente diferencia de edad, o probablemente para ella, él pareció disfrutar del halago.
Rachel dio un sorbo al café y encendió el cigarrillo con una intensa calada. Miró el reloj y disfrutó del café medio caliente sintiendo el ron caldearle la garganta. Bueno, al menos podía ir andando hasta la comisaría. Si la oficial no llegaba antes de terminar la taza, iría a ver lo que pasaba.
Rachel intentó pensar de forma positiva porque la alternativa era demasiado horrible. Sus padres se sentirían devastados si perdía el trabajo. Ellos habían trabajado mucho en el restaurante para poder mandarla a la universidad y se habían sentido muy orgullosos cuando ella había conseguido aquel trabajo tan bien pagado en una gran empresa nada más terminar la carrera.
Dio otra calada del horrible cigarrillo y lanzó el humo con fuerza. Ella era excelente en su trabajo y disfrutaba de sus retos diarios. Sentir lástima de sí misma era una pérdida de tiempo. Sobreviviría a aquellas mal llamadas vacaciones y volvería a su despacho, donde pertenecía. Y en cuanto al maletín perdido... bueno, paso a paso.
-Bonito trasero -gritó Tweety.
-Cierra el pico, especie de canario.
El pájaro se lanzó a silbar una canción con estruendo.
Rachel captó su imagen en el espejo de detrás de la barra y lanzó un gemido. Tenía la cara sucia y la ropa arrugada. No le extrañó que el camarero hubiera tenido tanta prisa en largarse.
Mientras se limpiaba la cara con la servilleta que mojó en un vaso de agua abandonado, sonrió. Nadie le había hecho caso cuando había gritado, ni le habían mirado nada con aquel aspecto, ni le habían hecho preguntas.
No parecía abundar la caballerosidad en aquella isla.
-¿Está bien?
Rachel dio un respingo al escuchar la voz del camarero a su espalda. Cuando se dio la vuelta lo encontró con una mano apoyada en el taburete al lado del suyo y con las cejas enarcadas con gesto expectante.
-¿Quiere decir el café? Sí, está bien.
-No, quiero decir si está bien usted. ¿Para qué necesita a la policía?
-Un hombre me ha robado el bolso.
Sacudió la cabeza con firmeza al sentir un inesperado cosquilleo porque aquel hombre se preocupara por ella.
-¿Ha perdido todo el dinero?
Ella asintió y los ojos se le empañaron de nuevo. Apoyando las manos en las caderas exclamó: -¡Por Dios bendito! ¿Cómo no ha dicho nada? -¡Por Dios bendito! -coreó el loro.
-Estaba esperando a que volviera la oficial de policía.
-¿Una mujer muy robusta? Rachel asintió.
-Debe ser la oficial Ulrich. Ya habrá pillado al tipo y lo habrá detenido.
-Por eso le pedí la dirección.
El camarero echó un vistazo a su alrededor. -¿Está sola?
-Lo estoy ahora. He perdido el barco.
El apretó los labios, se cruzó de brazos y dio un paso atrás.
-Bueno, como le he dicho, la comisaría está solo a cuatro calles.
Rachel asintió y se sacudió el polvo de los pantalones.
-Gracias por el café. No tengo suficiente para darle una propina.
-No se preocupe.
-Entonces, supongo que será mejor que me vaya. Él retorció el trapo que tenía entre las manos. -Lo encontrará fácil. Está al lado de una tienda de camisetas.
-De acuerdo. Gracias.
Rachel se dio la vuelta para irse.
-¡Espere! -dijo él acercándose a ella y dejó el trapo en una mesa-. ¿Por qué no me deja que la lleve?
-No creo que sea necesario...
-De todas formas, iba a irme y me sentiré mejor si sé que ha recuperado el bolso.
Además podré ayudarla con la policía.
Rachel lo miró de la cabeza a los pies, consciente de un cosquilleo de aprensión.
Había algo en aquel hombre que emanaba más peligro que el ladrón del bolso.
Todos los sermones que le había echado su madre acerca de no montar en un coche con un desconocido resonaron en su cabeza.
-No creo...
-Me llamo Jesse St.James -se presentó él extendiendo la mano.
-Yo soy Rachel Berry.
Jesse sonrió.
-Bonito nombre. Déme un minuto. Le diré a Kate que me voy.
Rachel se le aceleró la mente cuando él se acercó a la voluptuosa camarera rubia.
Se leían situaciones como aquella todos los días en el periódico. Acababa de contar a un desconocido que estaba sola de vacaciones y no tenía identificación.
Prácticamente le había invitado a cometer un crimen violento contra ella.
Miró hacia el patio y vio a un hombre muy bien vestido sentado solo y escribiendo notas en un periódico.
-Perdone, señor -dijo Rachel sin dejar de mirar al cuestionable señor St.James.
El caballero alzó la vista y le sonrió mirándola con curiosidad.
-Mi nombre es Rachel Berry y...
-Encantado de conocerla, señorita Berry. Yo soy Parker Grimes.
Rachel asintió brevemente, ansiosa por acabar con la charla intranscendente.
-Señor Grimes, estoy metida en un pequeño problema y el camarero, el señor St.James se ha ofrecido a llevarme a la comisaría de policía...
-¡Qué amable por parte del joven!
-¡Oh, sí! Pero le acabo de conocer y quería que alguien supiera que me voy con él por si acaso...
Se detuvo sintiéndose de repente tonta.
-¿En caso de que su cuerpo aparezca flotando en el puerto?
Rachel se sonrojó.
-Bueno, yo_..
-No diga más, señorita Berry. Su aspecto no parece de muy buena reputación, ¿verdad? -entonces guiñó un ojo para tranquilizarla-. No se preocupe, si desaparece, recordaré esta conversación.
-¿Lista? -el tópico de su conversación apareció a su lado y se sacó una llave del bolsillo trasero-. Hola, Parker.
-Hola, Jesse.
Rachel miró a Parker, pero el hombre estaba absorto de nuevo en su periódico.
Sintiéndose engañada, frunció el ceño y siguió a Jesse al sol abrasador. El sacó unas gafas de sol de patillas flexibles y se las puso. Dieron la vuelta a una esquina y la condujo a un corto callejón lleno de motos y motocicletas. Sólo sintió una leve sorpresa cuando se paró frente a una Harley Davidson clásica.
Rachel se mordió el labio inferior. Un desconocido con un tatuaje y una moto. Si su madre la viera en ese momento, le daría un infarto.
Jesse descalzó la moto y la arrastró fuera del sitio antes de sacar los pedales del pasajero.
-Monta.
Mirando a la moto con gesto dudoso, Rachel se humedeció los labios.
-No hay nada donde agarrarse.
La sonrisa de él la dejó sin aliento.
-Estoy yo.
Para distraerse de la inquietante opción, le preguntó:
-¿Dónde tienes el casco?
El puso una mueca de desdén.
-Una lesión cerebral es más piadosa que un cáncer. ¿Vienes o no?
Ella montó con rigidez y con cuidado de no tocarlo, tanteó a su alrededor en busca de un asidero.
Al final, enroscó los dedos en el borde del asiento. -Ya estoy lista -anunció enderezando los hombros y mirado al frente.
Jesse se sentó y se agarró al manillar con los hombros relajados.
-¿Es la primera vez que montas en moto?
Ella se sintió tentada de mentirle, pero al final asintió.
-Bueno, intenta relajarte y muévete conmigo. Me harás perder el equilibrio si mantienes la columna tan rígida.
-De acuerdo -murmuró ella relajando apenas la postura.
-Y será mejor que agarres ese sombrero si lo tienes en alguna estima.
Rachel soltó una mano y se la llevó a la cabeza.
-De acuerdo.
Él insertó la llave y apretó un botón de aspecto inofensivo. Cuando el motor rugió, a Rachel le dio un vuelco el corazón. Sin previa advertencia, la motocicleta se lanzó hacia adelante. Rachel soltó el asiento y el sombrero y apretó el cuerpo contra el de él rodeándole la cintura con ambas manos.
Con la barbilla apoyada contra su espalda, Rachel sintió retumbar su carcajada mientras sacaba la moto del callejón a la calle. Su espalda parecía sólida y segura. Inhaló el aroma a jabón fuerte y una suave transpiración y se le erizó el vello del cuello.
-Relájate -dijo Jesse a sus espaldas moviendo el cuerpo como para animarla.
La vergüenza la asaltó e intentó aflojar las extremidades y el torso. Sus muslos apretaban los de él de forma íntima y sus senos estaban apretados contra sus omóplatos. Unas sensaciones extrañas, de las que sólo podía culpar a la motocicleta, vibraban por su cuerpo. El ron Khalúa estaba trabajando en su estómago vacío y se sentía un poco mareada. Su cuerpo se movía en sincronización con el de él, girando en las curvas para enderezarse al salir de ellas.
Toda la experiencia era deliciosamente erótica y Rachel nunca se había sentido tan excitada estando vestida. Por un instante, Cincinatti y su estresante trabajo le parecieron un recuerdo desagradable. Se abandonó a la ilusión intentando prolongar las sensaciones.
Se detuvieron ante una señal de Stop y él posó el pie para aguantar el peso de la motocicleta y el de ellos. Rachel se soltó de su cintura sintiendo un poco de turbación, pero cuando se apartó, él le dio una palmada en la pierna.
-Será mejor que sigas pegada a mí.
Antes de darle tiempo de asimilar la inquietante intimidad de su caricia, arrancó de nuevo.
Con cuidado de mantener la cabeza baja y el sombrero a salvo, Rachel asomó por encima del hombro de Jesse para disfrutar del paisaje. Key West parecía engalanado para los visitantes. Altos y estrechos, los edificios recordaban a cajas de zapatos de colores. Cada casa parecía recién vestida de colores amarillos, verdes y azules. Muchas eran hostales y otros comercios. Preciosas verjas forjadas adornaban cada puerta y ventana y las viñas trepadoras, los cestos colgantes y los exóticos árboles de flores multicolores alegraban los patios. En una palabra, Key West, era una isla muy acogedora.
Si uno tuviera tiempo de disfrutar del ocio, se recordó a sí misma mientras Jesse señalizaba a la izquierda y reducía. Entonces volvió la cabeza a la derecha y su mejilla frotó la nariz de ella.
-Ya hemos llegado.
Rachel alzó la vista hacia la notable entrada del edificio y se irguió mientras él paraba en batería. Asombrada de su desgana por apartarse de su Buen Samaritano, Rachel lo hizo de todas formas y se dio un pellizco en la mano mientras desmontaba. El era, después de todo, un perfecto desconocido.
Jesse sacó el pedal y se estiró para quitarse las gafas y el tatuaje brilló en su brazo de bronce.

***********************************************************************
Gracias por leer y dejar sus comentarios, habrán muchas sorpresas en este nuevo fic, espero que les guste tanto como a mi.

Espero sus comentarios.
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Mensaje por Tatislutz* Vie Sep 23, 2011 2:22 pm

Emy me encanto el capitulo, esta muy bueno de verdad,dios Rachel de miedosa y jessie porfin se enimo a ayudarla
ya quiero saber que pasara despues en la comisaria y habarn encontrado sus cosas sino que hara

Esperando actualizacion
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Mensaje por Turn Around Bright Eyes Vie Sep 23, 2011 5:24 pm

Acabo de leer los dos capítulos, y dejame decirte que me encantaron!

Pobre Rachel, cuantas cosas malas le pasaron.

La descripción que diste de Jesse fue tan hot xD

Menos mal que este decidio ayudarla.

Aquella escena de los dos en la moto fue perfecta.

Espero tu actualización :)
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Mensaje por Elizabeth Gonzales Vie Sep 23, 2011 7:50 pm

Emy me encanto el nuevo capítulo, en especial la parte de la descripción de Jesse. Ya te dije por chat privado lo que pienso jejeje
Además me acuso gracia lo de Rachel dejando constancia que se iba a ir con Jesse a la comisaría, pero al parecer no se arrepintió porque estaba muy cómoda.
También me dio gracia el lorito con sus comentarios inoportunos jajaja
Espero el siguiente capítulo
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Mensaje por katty st berry Dom Sep 25, 2011 2:50 am

Hermanita lo isiste denuevo!
me encanto es muy bueno me encanta q rachel sea una adicta al trbajo y el un isleño muy lindo jskasjkajskas
lo q le dijo a ese señor q por si la asesinaba se acordara q se fue con el y resulto ser amigo de jesse
pobre rachel ojala allan encontrado al tipo q se robo su maletin o sino se qedara sin trabajo y en esa isla pq no tiene dinero
Actualiza pronto
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Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Sep 26, 2011 3:27 pm

Fic Obedeciendo al Corazón
Capitulo 3
Nuestro Primer dia juntos..


Jesse se tomó su tiempo en saltar de la moto. Menos mal que Rachel iba detrás, porque si hubiera sido al contrario habría notado cómo le habían afectado sus manos y su cuerpo flexible.

Diablos, ¿habría pasado tanto tiempo desde que no desayunaba con una mujer?

-No tienes por qué quedarte. Estaré bien.

Rachel se ajustó el sombrero, que pareció más absurdo que nunca.

Tenía razón, pensó él. Aquel pequeño episodio podría acabar complicándole la vida. Simplemente tendría que encontrar a otra turista para rascarse el picor que ella le había causado.

Pero entonces notó su ceño un poco fruncido y los labios apretados; estaba preocupada, asustada y en territorio desconocido. Aquellos sentimientos protectores le afloraron de nuevo. ¿Cómo iba a dejarla? Maldición.

-Me quedará contigo un rato más.

-Si insistes...

Jesse la siguió hasta la entrada maldiciéndose para sus adentros. ¿Por qué estaba siendo tan blando ese día?

La oficial Ulrich no estaba dentro, pero había informado de que el ladrón se le había escapado. A Rachel estuvo a punto de darle un síncope, pero se recobró lo suficiente como para rellenar la denuncia con una descripción detallada del ladrón.

Entonces murmuró algo acerca de que la despedirían del trabajo y firmó con la mano temblorosa.
-Relájese -dijo una joven oficial con el lento acento isleño-. Su bolso aparecerá en cualquier parte.

Pero ella parecía aterrorizada. Mientras llamaba para cancelar sus tarjetas de crédito y cheques de viaje, Jesse la observó con miedo creciente.

Complicaciones... Involucrarse...

Después llamó a alguien llamado Finn para que le girara dinero al instante, le aseguró que no había sufrido daños y que le enviaría la copia de un diseño en cuanto se arreglaran las cosas.

Dificultades... lazos...

El comisario puso un cable a su barco y reservó otro viaje para dos días más tarde.

Problemas... responsabilidades...

Jesse asomó la cabeza. ¿Dos días? Contempló el cuerpo polvoriento de Rachel con creciente admiración.

Largas piernas... sábanas revueltas... Las cosas parecían animarse.

Las cosas no podían haberse puesto peor.

La mente de Rachel se movía con lentitud debido al miedo. Finn necesitaba una página de los diseños primitivos. ¿Y cómo se lo mandaba ella ahora?

-¿Dónde puedo localizarla, señorita Berry?
El brazo de Jesse apareció al lado del suyo. Estaba de pie tras ella apoyado contra el mostrador que soportaba su frágil figura.

-Mi sofá tiene muchos bultos, pero está disponible -murmuró a su oído.

Ella retrocedió y entrecerró los ojos al mirarlo, pero él mantuvo la cara de inocencia y alzó las manos con gesto defensivo.

-¡Eh! Es sólo una invitación amistosa.

-Gracias, de todas formas -dijo Rachel con debilidad-. Oficial, ¿puede sugerirme un hotel?

La joven policía sacudió la cabeza con expresión de preocupación.

-Tendrá suerte si encuentra una vacante a estas alturas de la temporada.

Todas sus esperanzas hundidas, como debía estar su bolso, pensó abatida.

Miró a Jesse y preguntó: -¿Alguna cancelación, quizá?

El guiño de él fue tan reconfortante que podría haber creído que él se había inventado ese gesto. -No te preocupes. Tengo un par de amigos que tienen hostales. Apuntó un número en un papel y se lo pasó al oficial.

-Este es el número de mi busca, Rick.

-¡Pero si nunca contestas ese aparato, Jesse! -Hoy lo haré.

Rachel quería protestar porque no pensaba pasar el resto del día con él y odiaba admitir que necesitaba su ayuda y que, por una vez, era bueno tener a quien recurrir ante una crisis.

-¿Conoces a todo el mundo en la isla? Él se encogió de hombros.

-Supongo que les habré servido a todos alguna copa en un momento u otro.

Contrariada, ella dijo:

-Todo el mundo parece moverse a cámara lenta aquí.

La carcajada de Jesse fue grave y sugerente cuando se inclinó hacia ella.

-Yo puedo moverme tan rápido como tú quieras.

Rachel se puso rígida.

-Esto no es divertido, señor St.James.

Para su sorpresa, él dejó de sonreír y le tocó el brazo con suavidad.

-Escucha, Rachel. Siento mucho lo de tu dinero, pero si has anulado las tarjetas, el tipo no podrá hacer gran cosa. Anímate.

Con horror, Rachel notó que la boca le estaba temblando.

-No es por el dinero. -¿Por el crucero?

La carcajada de ella fue áspera. -No podía importarme menos. -¿Entonces qué?

Ella se aclaró la garganta y alzó la mirada. -No lo entenderías.

-Inténtalo.

La suave seriedad de su voz la conmovió. Estudió su cara durante un minuto completo y notó por primera vez las patas de gallo, las arrugas de su frente y las primeras canas de sus sienes. ¿Habría más en aquel camarero de lo que parecía?

-En mi bolso llevaba un portafolio de documentos irreemplazables y discos compactos. Tengo que recuperarlo.

-¿Qué tipo de documentos?

-La documentación de un proyecto informático que dirijo yo.

Él pareció perplejo.

-¿Estás en un crucero y te preocupas por tu trabajo?

Rachel lanzó una palabrota.

-Ese estúpido crucero de San Valentín no fue idea mía. Mi prima me pidió que fuera su madrina y no me quedó más remedio aunque era el peor momento.

-Encadenada a tu despacho, ¿eh?

Ella alzó la barbilla.

-Mi carrera es lo más importante en mi vida. -Una lástima. Pero si te sirve de consuelo, eres la informática más guapa que me he encontrado nunca.

Rachel se sintió sonrojar, pero mantuvo el terreno.

-Mi trabajo depende de que recupere ese portafolio.

Jesse frunció el ceño y se rascó la mandíbula.

-¿Es algún proyecto secreto?

-No.

-Entonces habrá copias de esa documentación en alguna parte, ¿verdad?

Ella parpadeó y sacudió la cabeza.

-¿Es eso normal?

Rachel volvió a sacudir la cabeza.

-¡Uf! -exhaló ruidosamente antes de encogerse de hombros-. Bueno, en Key West, cuando las cosas se ponen difíciles, la gente se va a la playa. ¿Qué te parece?
Rachel alucinó ante aquel repentino cambio de personalidad.

-¿La playa? ¿No es un poco tarde?

El sonrió.

-Como tú misma has dicho, aquí nos movemos con calma. A última hora de la tarde es el mejor momento para no tropezar con los turistas. Y no te sientas ofendida. ¿Sabes nadar?

-Sí.
-Estupendo -Jesse desdobló sus gafas de motorista y se dirigió a la Harley-. Vamos.

La mente se le aceleró. No podía quedarse sentada a tomar el sol mientras su carrera se hundía. Quizá si pudiera encontrar un ordenador, podría recrear de memoria el documento que necesitaba Finn. Por lo menos debía intentarlo.

-¿Tienes ordenador?

-No -dijo con mirada divertida.

Luchando contra la decepción, insistió:

-¿Y una biblioteca pública? ¿Una escuela quizá? ¿Algún sitio donde pueda tener acceso unas cuantas horas?

Pero él sólo sacudió la cabeza.

-No a estas horas del día. Y mañana tampoco. Es sábado y sólo abren las tiendas

-montó en la moto y alzó la vista-. Vamos, no puedes hacer nada.

Rachel consideró la prudencia de pasar la tarde con aquel ligón de playa de buenas intenciones.

-Tengo que recoger mi dinero.

El extendió la mano para ayudarla a montar y Rachel vaciló.

-Pero tengo que buscar alojamiento...
-Me aseguraré de que consigas un sitio para quedarte -suspiró y se encogió de hombros-. Escucha, Rachel. Un poco de diversión te sentará bien. Mira a tu alrededor. Estás atrapada en el paraíso. ¿Por qué no lo disfrutas? Haremos algunas paradas de camino para buscar tu bolso. Podrían haberlo tirado a un contenedor de basura.

Él tenía razón. Acampar en una comisaría no le haría recuperar el bolso antes y no había tenido vacaciones desde que había empezado el proyecto.

-De acuerdo.

Su cálida sonrisa ya fue bastante recompensa, pero ir abrazada a su cuerpo era un premio. Se pararon en correos, pero el dinero no había llegado. El hombre apuntó el número del busca de Jesse y prometió avisar cuando llegara el giro.

Después se metieron en varios callejones, donde Jesse escarbó en los contenedores comerciales de basura, sin encontrar el portafolio.

. -Lo siento -dijo después de arrancar-. Pero no te preocupes. Aparecerá.

La tentación de creerlo la embargó. Aquel hombre tenía un poderoso efecto sobre ella produciéndole una sensación de seguridad a la vez que desataba todos los mecanismos de defensa de su cuerpo. Y además, se sentía conmovida por las molestias que se estaba tomando por una desconocida.

-Gracias por mirar.

-El camino a la playa será un poco más largo, así que abrázate fuerte.

-Pero no tengo traje de baño.

Él sonrió.

-Tengo que hacer una parada antes. Sacaremos un traje de baño para ti ahí.

Sin argumentos ya, Rachel cedió y apartó su carrera de la cabeza. El trayecto fue fresco, seductor y muy divertido, decidió al empezar a sentir ganas de reírse.

Había atado el sombrero al asiento dejando que el pelo le azotara la cara y el cuello con abandono. No quería pensar demasiado en el placer de ir apretada contra su Buen samaritano, un hombre al que apenas conocía, pero que ya había insinuado que la encontraba deseable.

Con Jesse St.James se sentía caminando por el borde de la cuchilla, con la responsabilidad a un lado y el placer al otro. El vértigo era absolutamente embriagador.

Muy pronto llegaron a la costa y él redujo para meterse en el camino de una gran casa bordeada por una valla de piedra. La estructura de estuco blanca parecía un hotel y el paisaje tropical del jardín era delicioso.

-Es de un buen amigo mío -gritó por encima del rugido de la moto mientras se acercaba a un aparcamiento lleno de vehículos-. Tengo que recoger el pedido de licores de la semana y de paso, te buscaré un traje de baño.

Cuando apagó el motor, Rachel escuchó con claridad la música al otro lado de la vegetación. Saltó de la moto y parpadeó ante el brillante sol.

-Es natural en ti -dijo él con un gesto hacia la moto antes de arrodillarse a desatar una bolsa de deporte-. Has estado en perfecta sincronización conmigo.


Rachel se sacudió la melena salvaje sintiendo un cosquilleo ante su cumplido.

El esbozó una sonrisa insinuante.

-Cuando una persona se mueve tan bien en una moto, se puede apostar a que es buena en otras cosas.
.
Los ojos de Jesse danzaron de ironía.

-Como hacer surfing, por ejemplo.

-¿Se parece a navegar?

-¿Sabes navegar? Excelente -su sonrisa se ensanchó mientras avanzaba hacia el camino de piedra que conducía a la parte trasera de la casa-. Rachel, éstos podrían ser dos días interesantes.

El corazón se le desbocó a Rachel ante la indirecta. Una aventura romántica de playa no había entrado dentro de sus planes, pero dos días en compañía de un hombre tan espléndido le haría olvidar el desastre que le esperaba a su vuelta a Cincinatti.

Los sonidos de las voces y la música aumentaron de volumen al seguir a Jesse hacia la casa. Él se detuvo ante una preciosa puerta de hierro forjado y esbozó una tímida sonrisa.

-¿Te importaría vigilar la moto?

-¡Oh! -exclamó Rachel un poco decepcionada-. No te preocupes.
Se apoyó contra la muralla de piedra a la altura de la cintura y le observó avanzar por el camino de piedra. Una alarmante sensación de pérdida la embargó cuando desapareció dejando como único rastro el movimiento de las plantas gigantes

¿Quién era aquel hombre que le afectaba tanto a pesar de su cautela? Un propietario de un bar sin problemas que no tenía nada en común con ella. Debía estar demasiado sensibilizada por la pérdida de los documentos. Aquel hombre probablemente no podría comprender el estrés del trabajo en una gran compañía donde docenas y hasta cientos de personas dependían de ti. Suspiró, se acercó a la moto y sacó el sombrero para protegerse del despiadado sol.

Rachel observó la impresionante casa, el maravilloso diseño del jardín tropical y la espectacular situación frente al océano. La imagen representaba más dinero del que ella podría ganar en toda su vida. Los gritos y las risas se elevaban a veces por encima del rugido del océano y sintió asombro de que para mucha gente, aquel paraíso fuera parte de la rutina diaria. Ella no podía imaginarse no tener citas la mayor parte del día, todos los días.

Miró a su reloj y frunció el ceño. Ya habían pasado veinticinco minutos.
Diez minutos más tarde, al sentir que le picaban los brazos por el sol, abrió el cierre de la puerta y entró al inmaculado jardín. Después de echar un vistazo a la moto, dio unos pasos tentativos exhalando de alivio cuando la lujuriosa sombra de los árboles le refrescó la piel reseca. Las voces y la música se oían más cerca y al escuchar la voz de Jesse relativamente próxima, decidió avanzar por el sendero. Necesitaba ir al baño y ya no aguantaba más. Lo vio de pie al lado de una celosía de madera para preservar la intimidad a la altura de los hombros hablando con un hombre calvo que estaba del otro lado.

El otro hombre la, vio y alzó la mano en gesto de bienvenida. Jesse se dio la vuelta y le sonrió con gesto de disculpa.

-Ya casi he terminado.

-Únete a nosotros -le hizo el otro hombre un gesto con una sonrisa-. Yo soy Tom Halterman.

Rachel se acercó sintiéndose un poco tímida.

-Rachel Berry. He entrado para buscar un poco de sombra -dijo frotándose los brazos que le ardían.

-Jesse. Invita a tu amiga a tomar algo refresco.

-Bueno, yo...

-Mírala, hombre. Se está friendo.

-La verdad es que esperaba poder usar el cuarto de baño -dijo Rachel con una sonrisa de disculpa.

-Bueno, por supuesto, querida. Entra y conoce a algunos de los amigos de Jesse.

-Rachel -dijo Jesse mientras alzaba el pestillo de la puerta de madera-. ¿No puedes esperar? Mis amigos son un poco diferentes...

-Tranquilo -murmuró ella indignada-. Sé comportarme delante de tus amigos ricos.

Él arqueó la boca con gesto de asombro y cuando el otro hombre abrió la puerta, Jesse apoyó un brazo bronceado con gesto de aceptación.

Rachel esbozó una tensa sonrisa y salió a la pálida y brillante arena.
Sintió que Jesse la seguía de cerca. De hecho, su cuerpo tropezó contra el de ella cuando se paró en seco al contemplar la escena. Algunos estaban tomando el sol en mecedoras, otros jugaban al voleibol y otros disfrutaban de bebidas tropicales a la sombra. Los había de ambos sexos, de todas las formas, tamaños y colores de piel, pero todos tenían algo en común.

Todos estaban desnudos.


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Espero que les guste...hay muchas sorpresas mas adelante
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Mensaje por Tatislutz* Lun Sep 26, 2011 4:44 pm

Me encanto el capitulo y el final muy sorprendida OMG, ose ya a rachel le pinta la idea de si dejarse llevar con Jessie y jessie le encanta que rachel sepa hacer de todo, por dios en que terminara la visita a esa casa.

Ya quiero leer lo que sigue porfavor, espero actualizacion
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Mensaje por Dulce Groff St. James Lun Sep 26, 2011 4:47 pm

Emyy perdon por leert hasta ahora xD

me Quede Fascinada con tu historia, me encanta la idea d Jesse dueño dl bar y sexy chico d playa :) y Rachel la empresaria dedicada a su trabajo1!!!!!



desnudooos!!! O.o!! jajajajajaja ya quiero saber q sigue!!!

y ojala Rachel recupere sus papeles!!!

Saludooos!!

:lol!:
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Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Sep 26, 2011 4:53 pm

Tatislutz* escribió:Me encanto el capitulo y el final muy sorprendida OMG, ose ya a rachel le pinta la idea de si dejarse llevar con Jessie y jessie le encanta que rachel sepa hacer de todo, por dios en que terminara la visita a esa casa.

Ya quiero leer lo que sigue porfavor, espero actualizacion

Es que ha Rachel le estan sucediendo cosas con este dueño de Bar sexy y con tatuajes en los brazos..(que lindo es soñar a Jesse asi *.*), Gracias por leer amiga el miercoles el capitulo 4
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Mensaje por la.dori Lun Sep 26, 2011 4:55 pm

no me esperaba q estuvieran desnudos!! xD
q bueno q rachel haya aceptado relajarse, estar todo el tiempo con la tension del trabajo no le hace bien : /
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Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Sep 26, 2011 4:55 pm

Dulce Groff St. James escribió:Emyy perdon por leert hasta ahora xD

me Quede Fascinada con tu historia, me encanta la idea d Jesse dueño dl bar y sexy chico d playa :) y Rachel la empresaria dedicada a su trabajo1!!!!!



desnudooos!!! O.o!! jajajajajaja ya quiero saber q sigue!!!

y ojala Rachel recupere sus papeles!!!

Saludooos!!

:lol!:

Dulce querida no hay problemas, por lo visto también te gusto este nuevo Jesse, es que esta de lo mas sexy, vendrán muchas sorpresas mas, el miercoles un nuevo capitulo


Gracias ami, un abrazo
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Mensaje por Turn Around Bright Eyes Lun Sep 26, 2011 4:56 pm

El capítulo estuvo genial.

Jesse es muy protector con Rachel, sus sentimientos hacia ella se estan haciendo cada vez más fuertes.

Pobre Rachel, aún no encuentra ni su monedero, ni carpeta.

Jesse tiene razón, Rachel deberia disfrutar.

La escena final debio de impactar mucho a Rachel, con razón Jesse la advirtió.

Espero tu próxima actualización :)
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cerrado Dorita

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Sep 26, 2011 4:57 pm

la.dori escribió:no me esperaba q estuvieran desnudos!! xD
q bueno q rachel haya aceptado relajarse, estar todo el tiempo con la tension del trabajo no le hace bien : /

Claro que se dedicará a relajarse, asi que imaginate que pasará con esos dos, dos dias disfrutando en el paraiso....O.o

El miercoles estará publicado el capitulo 4

Gracias mi niña linda

Turn Around Bright Eyes escribió:El capítulo estuvo genial.

Jesse es muy protector con Rachel, sus sentimientos hacia ella se estan haciendo cada vez más fuertes.

Pobre Rachel, aún no encuentra ni su monedero, ni carpeta.

Jesse tiene razón, Rachel deberia disfrutar.

La escena final debio de impactar mucho a Rachel, con razón Jesse la advirtió.

Espero tu próxima actualización :)


Desde ahora nuestra estresa Rachel va a aprender a vivir como lo hace mi isleño Jesse, pero se vienen muchas mas cosillas O.o, que nos dejaran vueltas locas.

Nuevamente Ami, gracias por leer, y que les guste tantos mis fic como a mi


Gracias y un abrazo Fuerte
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cerrado Re: Fic Obedeciendo al corazón (St. Berry) Capitulo 14,Nosotros en Atlanta

Mensaje por ♥Judith Lun Sep 26, 2011 6:40 pm

Ahh Jesse no le es nada indiferente a Rachel:D

jajaj que capitulo tan mas emocionante

Ni rastros de los documentos de Rachel

Pero creo que ya decidio irse por la idea de relajarse

El final bien intensoo jajajaja

Emy me encanto el capitulo como siempre espero actualizacion

saludos:)
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cerrado Gracias Judith

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Sep 26, 2011 6:44 pm

♥Judith escribió:Ahh Jesse no le es nada indiferente a Rachel:D

jajaj que capitulo tan mas emocionante

Ni rastros de los documentos de Rachel

Pero creo que ya decidio irse por la idea de relajarse

El final bien intensoo jajajaja

Emy me encanto el capitulo como siempre espero actualizacion

saludos:)


Gracias amiga por comentar, habrán muchas sorpresas, el miercoles hay capitulo nuevo....siempre los finales son intensos unos mas o menos, pero buenos al final de todo
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cerrado Re: Fic Obedeciendo al corazón (St. Berry) Capitulo 14,Nosotros en Atlanta

Mensaje por Elizabeth Gonzales Lun Sep 26, 2011 7:36 pm

OMG!!! como te dije creo que tener agua fria al lado cada vez que leo este fic, la descripción de Jesse es tan Sexy que me encanta cada días más.
Dos días junto a él creo que ninguna de nosotras lo dudaría jajaja
Finn ni se imagina con quien se ha cruzado Rachel jejeje ya perdió de completo jajaja
Pero lo que me dejo en shock fue el final, todos desnudos, me imagino la cara de Rachel jajaja
Espero tu siguiente capítulo,
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cerrado Eli eres genial

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Sep 26, 2011 7:47 pm

Elizabeth Gonzales escribió:OMG!!! como te dije creo que tener agua fria al lado cada vez que leo este fic, la descripción de Jesse es tan Sexy que me encanta cada días más.
Dos días junto a él creo que ninguna de nosotras lo dudaría jajaja
Finn ni se imagina con quien se ha cruzado Rachel jejeje ya perdió de completo jajaja
Pero lo que me dejo en shock fue el final, todos desnudos, me imagino la cara de Rachel jajaja
Espero tu siguiente capítulo,


Faltan aun muchas cosas mas sexys y hot de mi Jesse isleño, el miercoles vuelvo a actualizar...Besitos TKM
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cerrado Re: Fic Obedeciendo al corazón (St. Berry) Capitulo 14,Nosotros en Atlanta

Mensaje por katty st berry Mar Sep 27, 2011 9:10 pm

Q extraño pobre rachel esta en un lugar q no conoce, pide ir al baño y se encuentra con todos los amigos de jesse desnudos jskajskajskjaskjaks no le valla a dar un ataqe no mas
ya se siente algo en el ambiente entre ellos y se qeda por dos dias para disfrutar en el paraiso y con jesse q mejor!
Actualiza pronto! qiero saber si encuentran el bolso de rachel
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Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Miér Sep 28, 2011 1:53 pm

Fic Obedeciendo al Corazón
Capitulo 4
Playa, Sol y Jesse que Mejor..



Jesse se plantó frente a Rachel y la observó con atención. Tenía los labios entreabiertos y. los ojos como platos. Su expresión era de puritanismo y desaprobación.

De repente contrito, se encogió de hombros y alzó las palmas.
-Intenté advertirte.

Ella miró a su amigo Tom, que, muy relajado con su cuerpo desnudo, extendió la mano. Rachel la estrechó con blandura y una vez más Jesse se sintió protector con ella, avergonzado de repente de haberla expuesto a la gente de moral más liberal de las Keys. Cuando Tom se alejó a buscar una bebida, la rozó ligeramente el brazo:
-Relájate, Rach. No tenemos por qué quedarnos y no tienes por qué quitarte la ropa si te sientes incómoda.

Ella se dio la vuelta hacia él con la cara pálida un poco sonrojada. Cuadrando los hombros en un gesto de valentía poco convincente, dijo en voz baja:
-Escucha, vaquero. Mi nombre es Rachel. Y quitarme la ropa no me hace sentirme incómoda a menos que lo haga en público.

Intentando contener la sonrisa, Jesse repitió:

-¿Vaquero?

-¿Podrías enseñarme por favor dónde está el cuarto de baño? Después llamaré a un taxi y me apartaré de tu camino.

Ya estaba, la actitud de muñeca perdida que le conmovía el corazón. Ella era adorable de verdad... y completamente irresistible. Y sabía que si la dejaba partir se pasaría el resto del día y la noche preocupado por ella.

-¡Eh! -dijo asiéndola del brazo con firmeza pero con suavidad-. No estás en mi camino. Quédate conmigo y te buscaré un traje de baño. Después nos alejaremos un poco en la playa he intentaremos salvar este día estropeado, ¿de acuerdo?

Ella parpadeó y pareció relajarse un poco. Un confeti de pecas se movió bajo las pestañas doradas y por la nariz. Jesse sintió su pulso palpitar bajo sus dedos.
-Si las olas están calmadas, te enseñaré a hacer windsurf -la invitó sintiendo que su propio pulso se aceleraba.

Después de unos segundos de silencio, arqueó un poco la comisura de los labios.
-¿Me prometes dejarte el bañador puesto? -Tengo que hacerlo. Demasiada tela flotando reduce la velocidad.

Se sintió recompensado por una carcajada tímida mientras Rachel sacudía la cabeza despacio. -De acuerdo. Iré. Si me consigues un traje de baño.

-Espera aquí mismo.

Entonces se dio la vuelta hacia la playa con paso apresurado.

Rachel se cruzó de brazos contra la celosía un poco avergonzada. Escrutó a los nudistas y una parte de sí misma sintió asombro de su falta de modestia mientras que otra alucinaba por su candor. Contrariamente a su primera impresión de pánico, allí no había ninguna orgía ni ninguna actividad sexual.

Jesse parecía a sus anchas en aquel entorno. Alzó la mano para saludar a más de una persona al pasar y habló -con otros. Se detuvo ante una enorme manta con tres mujeres y cuatro hombres tumbados de espaldas. La morena del final llevaba unos auriculares, pero los apartó en cuanto vio a Jesse y se sentó.

Rachel inhaló con fuerza ante el tamaño de sus senos, altos, firmes y perfectos. Bajó la vista hacia sus propias curvas con el ceño fruncido y volvió a mirar, incapaz de apartar la vista de Jesse y de su amiga. Sin duda era una ex novia, pensó sorprendida de que la idea le inquietara tanto.

Lo que era ridículo, decidió, ya que un hombre de su atractivo en unas playas llenas de mujeres desnudas, no debía andar cercano a la santidad. Y además no era asunto suyo.

La pareja habló durante un minuto y entonces Jesse alzó un dedo en dirección a ella y la otra mujer la miró.

Rachel vaciló. ¿Debería saludar?. ¿Unirse a ellos? A pesar de pasar de los treinta, no tenía ni idea del protocolo nudista.

La mujer asintió y escarbó en su bolsa sacando lo que parecía un puñado de cordones de zapatos blancos. Jesse lo recogió, sonrió y se acercó a Rachel con aire triunfal.

-Un traje de bañó sin estrenar, cumplido de mi amiga Sheely -anunció al acercarse agitando la prenda en el aire-. ¿Lo ves? Tiene hasta la etiqueta.

Rachel tragó saliva. La brillante prenda parecía diminuta en su enorme mano. La parte de arriba era enorme y la de abajo prácticamente inexistente. Y si algo podía hacer parecer su piel más blanca era un bikini blanco.

-No creo que Sheely y yo tengamos el mismo...

-¿Gusto?

Ella sonrió con timidez.

-Algo así.

-Bueno, pruébatelo. Los vestuarios y los baños están allí. .El tejado rojo de un edificio del jardín era apenas visible por la vegetación.

Rachel suspiró y agarró las dos prendas entre el pulgar y el índice para meterse por el estrecho camino que serpenteaba en dirección a los vestuarios. Bueno, en dos días estaría en casa y esa gente se olvidaría de haberla visto nunca. ¿Qué importaba que pareciera un fantasma?

Los vestuarios eran mucho más bonitos que su apartamento de Cincinatti. La mitad del techo eran vidrieras y los suelos de terracota estaban cubiertos de espesas alfombras. Alrededor de una enorme televisión se apiñaban cómodos sillones. Había una mesa de billar al fondo y numerosos sofás en el perímetro de la habitación. Diversiones alternativas para los días de lluvia, pensó.

Vacío, el único sonido del edificio era el de los ventiladores del techo y una suave música reggae desde algunos altavoces ocultos. En la otra parte de un largo bar flanqueado por taburetes, había una cocina de acero inmaculada que rivalizaba con la del restaurante de sus padres.

Había dos vestuarios, sin diferenciar entre hombres y mujeres. Al entrar en uno, vio que era una combinación de vestuario y cuarto de baño, con más sofás, duchas abiertas y lavamanos.

Los ojos se le quedaron como platos al ver su imagen polvorienta en el espejo de cuerpo entero. Ni siquiera se parecía a Rachel Berry, la profesional y fastidiosa analista de Sistemas.

Mirando a sus espaldas cada pocos segundos, se duchó aprisa agradecida de la profusión de toallas azules. Agarró un peine de púas de la mesita de mármol y se desenredó el pelo todo lo posible.

Se puso el bikini y se miró en el espejo.

-¡Oh, Dios mío! -murmuró.

Parecía un fantasma y era difícil saber dónde acababa el bikini y donde empezaba su piel. El sujetador le quedaba enorme y la parte de abajo era apenas un triángulo sujeto por dos hilos dentales. No tenía trasero.

Sintió unos suaves pasos a sus espaldas y antes de poder taparse, entró Sheely empapada en aceite con sus enormes senos como una diosa de bronce ajada de su pedestal.

¡Ah! Tú debes ser Rachel -esbozó una sonrisa radiante-. Yo soy Sheely. ¿Cómo vas?
Rachel se quedó sin habla. La mujer sólo llevaba puesto un anillo en el ombligo y ella miró al techo sonrojada de vergüenza e intentando encontrar algo que decirle.
Pero parecía que Sheely no necesitaba que la animaran. Sin disimulos alabó el cuerpo de Rachel haciéndola girarse y darse la vuelta.

-El sujetador te queda un poco grande, pero el trasero está estupendo. ¿Haces bicicleta?

Rachel se torció para verse su propio trasero.

-No, pero corro cada dos días.

La mujer asintió y agitó su pelo negro.

-Jesse es un burro.

Rachel parpadeó pensando que sus sospechas estaban confirmadas.

-¿Por qué no pasas del sujetador? -preguntó Sheely encogiendo sus preciosos hombros.

-Bueno, yo... -se sonrojó hasta la raíz del pelo esto es nuevo para mí.

-No te preocupes. Diviértete. Probablemente no vuelvas a vernos nunca.

-Gracias -dijo con debilidad Rachel mientras ella salía con un balanceo de sus trenzas brillantes.

La mujer podría tener razón, pensó con el ceño fruncido. Pero grande o pequeño, el sujetador iba a quedarse donde estaba y pequeño o grande también el tanga.
Iba a revelar algunas pecas que hasta el momento sólo, había visto el doctor.

Desesperada, se enrolló la toalla alrededor de la cintura y se puso la camisa arrugada marrón dejándola desabrochada para dar aspecto de desenfado. Con la adición del sombrero, las gafas de sol y los mocasines, sólo le quedaban descubiertos los tobillos y los brazos. Se miró para ver el efecto. Un poco mejor.


Enrolló los pantalones cortos y la ropa interior bajo el brazo y salió.

Pero su hilillo de confianza desapareció en cuanto todas las cabezas se volvieron hacia ella. Caminó recta intentando mirar a la altura de los hombros hasta que localizó a Jesse, lo que fue fácil, porque era el único hombre que llevaba bañador.

Allí al sol, sin los pantalones cortados, su cuerpo era simplemente sensacional. Ni exageradamente musculoso ni con un gramo de grasa de más. Intentó no mirarlo fijamente, pero pensó que era mejor mirarlo a él que a cualquier otro en aquella playa. El corazón se le desbocó e inhaló con fuerza para calmarse.

-Por aquí, Rach -dijo él con tranquilidad levantando una mano-. Al acercarse, él se bajó las gafas de sol y esbozó una sonrisa-. ¿Estás ahí dentro en alguna parte?

-Sí -consiguió decir ella con dignidad.

-Tengo crema protectora.

-Jesse -lo llamó un hombre mayor de pelo rubio-. Preséntanos a tu nueva amiga.
-Quizá más tarde, Phil -respondió él tomándola del brazo-. Creo que será mejor que nos vayamos antes de que a Rach le dé un golpe de calor.

Para alivio de Rachel, Jesse se despidió del grupo y la condujo hacia el océano y a la izquierda. Mientras ella había estado cambiándose, él había conseguido una nevera que llevaba en lo alto. Después de pasar varias dunas, él se detuvo bajo algunas palmeras, posó la nevera y estiró una toalla idéntica a la suya.

La arena crujió bajo sus mocasines y los rayos de sol se reflejaban en la superficie cenicienta en olas de calor que eran casi visibles. Todavía se escuchaban los sonidos de la casa y de vez en cuando, algún bañista desnudo paseaba por delante de ellos, pero por lo demás, estaban solos.

-Siento haberte apartado de tus amigos -rompió ella el silencio.

-No importa. Habrá otras fiestas. A Tom le encanta organizarlas.

-¿Y qué celebra en ésta?

El se encogió de hombros sentándose en la toalla.

-San Valentín, supongo. Parecía haber bastantes parejas de fuera de la ciudad. Es el fin de semana del romance -dijo con tono burlón.

Ella desvió la mirada hacia el horizonte y cambió de tema.

-La vista es espectacular.

-Esta playa es más bonita que las abiertas a los turistas -dijo Jesse-. Tom me deja guardar mi tabla de surf en unos de sus almacenes.

Rachel lo miró preguntándose si se aprovecharía de su amigo rico. No podía ganar mucho como camarero.

Él alzó la vista y le sonrió mientras abría la bolsa de tela.

-Puedes guardar la ropa aquí de momento.

Rachel metió los pantalones y la ropa interior sin saber qué hacer después.
-Podrías empezar por los zapatos.

Ella frunció el ceño y bajó la vista. Los mocasines con los dos círculos oscuros donde había quitado los centavos, parecían incongruentes en la playa. Se descalzó contenta de haberse pintado las uñas de rosa en el barco. Eso le trajo el recuerdo de por qué estaba atrapada en aquella isla y el estómago se le revolvió.

-Ahora la toalla.

Rachel vaciló, pero sentía mucho calor en las piernas.

-¡Por Dios bendito! Estamos a cuarenta grados.

Ella jugó con la cinturilla todavía ansiosa por revelar demasiada piel sin dejar de pensar en la figura de Sheely.

-De un rápido tirón. Como una tirita.

Rachel se rió con nerviosismo, aflojó la toalla y la extendió al lado de él con la mirada gacha. Le ardía la cara cuando se sentó, se ajustó el sombrero y lo miró. La sonrisa de él había desaparecido y con las gafas puestas, no revelaba nada. Pasaron unos segundos con sólo el sonido del viento, las olas y los graznidos de las gaviotas.

-¡Diablos, Rach! Podrías haber dejado algo de pierna para el resto de la población femenina.

La piel le cosquilleó ante su descarada admiración... o quizá fuera la exposición al sol.

Él se aclaró la garganta.

-Será mejor que te des crema protectora pronto.

-Me quemo con facilidad -acordó ella mientras enroscaba el pelo y lo metía bajo el sombrero.

-Tengo de factor de protección ocho, quince y total.

Ella se rió y agarró la última. Su cercanía transformaba el acto de extender la fría loción sobre la piel ardiente de una inocente precaución a un coqueteo sensual. La piel le cosquilleaba de excitación mientras intentaba apartar de su mente las implicaciones de su atracción mutua. Jesse St.James era una tentadora distracción de sus problemas, pero no podía permitirse perder la cabeza en medio de una crisis.

Una ligera brisa a sus espaldas le indicó que él se había acercado más a ella
-Hum... Nunca había tenido celos de una loción antes.

Ella enderezó la espalda y sintió un escalofrío por la columna vertebral.

-¿Quieres que te ayude con la espalda?

-Oh... no, gracias -dijo inclinándose hacia adelante para quitarse la blusa. Evitó su mirada y se extendió la crema por los brazos, los hombros, la cara, el estómago y todo lo que pudo de la espalda.

-Te has dejado un sitio sin dar.

Ella lo miró por encima del hombro.

-¿Dónde?

El le quitó el frasco, se pudo un montón de crema y se apoyó sobre un codo. Rachel tragó saliva y cerró los ojos con el cuerpo tenso de anticipación ante su contacto.
-Aquí -dijo él antes de frotarle entre los omóplatos.

El vello se le erizó. ¿Cuánto había pasado desde que no la tocaba un hombre?

-Y aquí -dijo él con voz más ronca.

Sus dedos con agonizante lentitud.

-Y aquí -dijo en un susurro apenas audible mientras sus dedos trazaban la curva de la parte más baja de su espalda por encima del cordón que se interponía como una burla entre ella y la desnudez.

Una punzada de deseo la asaltó y le asustó sentir aquella increíble atracción por un desconocido. Y no es que no hubiera fantaseado con ello.

Los dedos de Jesse abandonaron su piel de forma brusca.

-¿Lista para un baño?

La prueba de su deseo tensaba la tela naranja de nylon de su bañador. Rachel lo miró y tragó saliva agradecida de que él hubiera interrumpido el momento erótico y sin embargo, vagamente decepcionada.

-Me parece estupendo.

El sonrió y extendió la mano para ayudarla a levantarse antes de correr con ella hacia la orilla. Rachel se rió contra el viento. Jesse estiró las manos y se lanzó de cabeza a las suaves olas para emerger unos metros más allá con el pelo mojado y la piel brillante.

-¡Adelante, Rach!

Rachel vaciló. El corazón le latía con fuerza al verlo en el agua esperando por ella. Inhaló con fuerza sintiéndose nerviosa y asustada mientras avanzaba entre las olas.
-¡No lo pienses! Lánzate de golpe.

Con el horizonte a su espalda y rodeado de agua de color turquesa, Jesse St.James podría haber sido la imagen de una tarjeta postal incitándola a que se abandonara a una fantasía isleña. Rachel se mordió el labio inferior sintiendo que había mucho más en juego que una quemadura de sol.

Podría ser una excelente nadadora, pero su sensual acompañante le hacía sentir que el agua le cubría ya la cabeza.

***********************************************************************
Espero que este nuevo Jesse, mas sexy les guste tanto como a mi, espero sus comentarios

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