*FanFic* -A Punto Cero- Capitulo 75- What I needed- Parte 3 *Nuevo*

Esa noche, en la penumbra en que el lunes pronto se convertiría en martes, un relámpago en el exterior iluminó aquella habitación causando que Finn abriera los ojos otra vez. Ya frustrado, inspiró bastante aire y quitó las mantas que lo cubrían. Hacia un par de horas que daba vueltas en el sofá intentando conciliar el sueño pero parecía que su insomnio solo se incrementaba. Su cuerpo no parecía controlar la inquietud: más que angustiado a esas horas comenzaba a sentirse extasiado. Se tiró boca abajo al suelo y puso las manos a la altura de sus hombros. Empezó a hacer una serie de flexiones de brazos como si un capitán del ejército estuviera ordenándole que lo haga para que recapacitara. Descansó un minuto, y después se apoyó sobre sus puños para repetir la acción. Hizo eso hasta sentir que sus brazos temblaban por el esfuerzo. Lentamente se puso de pie respirando agitado, con la garganta seca, pero más despierto que nunca… Si que tenía energía. Mientras se lavaba la cara, vio su reflejo frente a él: La inquietud y el presentimiento de que esa iba a ser una larga noche no escurrían de su mente.

Rachel se secó con una toalla al terminar su rutina de limpieza facial. Se quitó los pendientes dejándolos sobre la cómoda y seguidamente desarmó la coleta que peinaba su cabello. Dejó que su melena castaña se sacudiera en tanto movía un poco el cuello; hacer eso fue como liberarse apenas de la presión. Se apuró en cerrar la puerta por el pestillo ya que quería tener un momento a solas. Entendía que era necesario preveer lo que podía ocurrir en breve y que tenia que prepararse, había mucho en juego y eso la preocupaba. Pero de nada valía perder los cabales, dejándose dominar por los demonios internos. No había dejado de pensar en todo el día, merecía una tregua. Buscó en los cajones de la cómoda hasta dar con su Ipod, lo encendió y se colocó sus auriculares. Ni bien su canción favorita empezó a sonar soltó un suspiro agotado dejándose caer sobre su cama. Ya sentía la corazonada, y por eso cubrió sus ojos con su antebrazo: tenía que calmarse, o no podría dormir.

Quinn sintió una especie de descarga eléctrica recorriendo su cuerpo que la hizo sobresaltar. Quitó su mano izquierda de sus ojos y, algo confundida, notó que estaba quedándose dormida en el sofá. Lamentablemente para ella, aun no era hora de irse a la cama. El teléfono inalámbrico sobre su pecho se había quedado sin batería luego de la última llamada que recibió; tendría que ponerlo a cargar, pero para eso tenia que pararse. Y así lo hizo, con un quejido de desgano se puso de pie. Se estiró soltando un largo bostezo y permaneció parada durante casi un minuto con la vista en la nada. Ante sus ojos pasó todo lo que vivió durante esa jornada y la conclusión final fue la que terminó de despabilarla: sus obligaciones la esperaban en la cocina. De modo automático dejó el teléfono sobre el sofá y se dirigió hacia la mesa donde su notebook permanecía con el protector de pantalla activado. Se colocó sus lentes y vio cómo los pescaditos que tanto le gustaban a Iker iban de un lado a otro. Para esa hora su pequeño diablillo ya debería estar dormido… Por un momento sintió la necesidad de cerciorarse si estaba bien tapado, pero su trabajo a punto de terminar seguía frente a ella. Finalmente, aun con mucho sueño, optó por sentarse frente a su computadora.  

Santana fue levantándose de su cama con Zoe en brazos. Se acercó a la ventana en tanto mecía a su hija colocando su cabecita sobre su hombro. Afuera llovía torrencialmente, había relámpagos y el viento hacia ruidos extraños.
El invierno apenas comenzaba, pero para ella ya se había prolongado más de lo debido y deseaba que acabara y se fuera para no volver, como si con eso pudiese llevarse y desaparecer lo que estaba ocurriendo. Era probable que estuviera exagerando, pero la lejana primavera comenzaba a parecerle un buen panorama. Aunque no era su estación favorita, si consideraba que ahí todo renacía, en esa fecha podía hallar otra clase de vitalidad. En invierno era difícil: no era algo errado sentir que todo se quedaba más estático –o congelado- a la vez que expuesto y vulnerable, como los árboles sin hojas…  

Decidió recostar a Zoe para dejar de pensar tonterías. La bebé hizo un triste puchero como interpretando que se quedaría sola en su habitación.

-Shh… No, mi vida… -Susurró la latina tapándola con cuidado, esos gestos empezaban a ser una debilidad.

Miró a su alrededor para resistirse a cargarla otra vez y se concentró en el nuevo móvil musical que había sobre la cuna. Sin gran animo ni esperanza, decidió encenderlo y darle cuerda. Los muñequitos que colgaban empezaron prender unas pequeñas luces y a girar lentamente al compás de una suave melodía.
Santana inevitablemente sonrió, aunque con algo de molestia pues todo eso le parecía demasiado adorable, más de lo que debería. Un minuto o dos pasaron hasta que volvió a fijarse en su hija: Zoe permanecía seria y tranquila, como hipnotizada por los colores, o por la música; a la distancia que se encontraba, su madre dudaba que pudiera reconocer muy bien las simpáticas figuras de animales: Un oso, un león, un pato…

-¡Mamá, mamá, mamá! –Axel empezó a golpear la puerta llamándola insistentemente. La latina giró los ojos y suspiró con cansancio.
-Ax… -Susurró abriendo apenas. –Es muy tarde… ¿Qué haces despierto? –El pequeño moreno se veía muy compungido.
-Mamá, ven… –Musitó fregándose un ojo. Santana volvió su mirada hacia la cuna tras ella y tragó saliva.
-Yo…Espera un momento, ya estoy contigo.
-Nooo… ¡Ahoraaa! –El pequeño Lopez empezó a dar saltitos en su lugar con capricho e impaciencia, pero su madre aun así lo dejó esperando en el pasillo cosa que lo desesperó aun más con el correr de los segundos. -¡Mamá, ven ahora! –Iba a golpear la puerta de nuevo, pero la morena abrió del todo viéndolo con una ceja levantada: detestaba que se despertara en la noche, su carácter era difícil de tolerar en buen modo.
-Muy bien, gracias por esperar. Tu hermana quiere dormir, así que… Shh. –Le dijo haciéndole una seña con su índice. Axel se cruzo de brazos pero asintió, resignado. –Vamos, ve a tu cama… -Comentó guiándolo hacia su cuarto. El niño tragó saliva y empezó a negar con frenesí.
-No, no quiero. No quiero. –Santana lo tomó en brazos para verlo a la cara.
-¿Y eso? ¿Por qué no quieres ir a tu cuarto? –El pequeño Lopez hizo un puchero con timidez y se ocultó apoyándose contra su hombro.
-Monstru-o...

La morena guardó silencio cruzándose ligeramente de cejas: su hijo se había asustado con algo. La verdad es que hasta ella se incomodó en la oscuridad que abarcaba el pasillo. Pensó lo que podría hacer respecto al nuevo problema que Axel padecía: lo más correcto seria mostrarle que no había nada que temer. Fueron al cuarto y encendió la luz, cosa que le proporcionaría algo más de seguridad al niño.

-¿Un monstruo? –Le preguntó y el morenito asintió con temor. –Está bien…- Comentó bajándolo, debía seguirle la corriente.

Si bien sabía que no había monstruo alguno, el miedo era un nuevo sentimiento en Axel, era algo que sentía como real, y –antes que negar que existía- lo mejor que podía hacer era enseñarle a controlarlo. En un futuro, esperaba, esa actitud reforzaría su confianza.

- Investiguemos. –Le dijo con una media sonrisa arrodillándose para ponerse a su altura. Revisaron debajo de la cama, en el armario y en el cajón de juguetes: no había rastro alguno del monstruo, pero el ambiente era divertido a pesar de la hora. Un ruido en el exterior puso en alerta al par de detectives.
-Allí, monstruo. –Axel señaló hacia la ventana al distinguir una sombra que se movía. Su madre puso los ojos en blanco mientras se paraba, la verdad es que aquel niño tenía buena imaginación. Corrió las cortinas intentando no reírse de su hijo que se cubría los ojos con sus manos.
-¡Ah! Si. Sin dudas esa vieja rama de árbol movida por el viento si que espanta… -Murmuró Santana con una mezcla de gracia e ironía. Luego de demostrarle al moreno que el lugar estaba despejado de peligros nocturnos, volvió a recostarlo en su cama. El niño se cubrió un poco con sus mantas, pero seguía mostrándose inquieto. Santana se estiró con pereza luego de conectar la luz de noche que iluminaba buena parte de la habitación con un brillante color turquesa. –Ahora. a dormir. -Axel se sentó en su cama y la miró fijamente. –No… No, no hagas eso –Susurró con un quejido repleto de capricho: Si Zoe podía convencerla con sus pequeños pucheros, Axel era experto en dominarla con su mirada melancólica y su dulce sonrisa, aunque tenia en claro que eso nunca se lo confesaría a ninguno de los dos. –Bien, pero solo un rato. –La latina se acomodó junto a su hijo y este de inmediato apoyó la cabeza en su pecho, abrazándola con fuerza.

Santana estaba más que agotada. Al recostarse pudo notar que le dolía todo el cuerpo como si hubiese escalado el monte Everest cargando una mochila de una tonelada; sus parpados le pesaban, y aun tenía que darse una ducha arriesgándose a dormirse en la bañera. Sin embargo, mientras le acariciaba el cabello a su pequeño, tenía las fuerzas necesarias para asombrarse de ella misma: por un momento llego a dudar que resistiría hasta el final del día. Un trueno hizo temblar toda la casa. Axel inevitablemente liberó un escalofrío abrazándola aun más fuerte.

–Solo fue un trueno, mi cielo… -Susurraba a punto de quedarse totalmente dormida. –  Hay cosas que asustan mucho más…

- ♫I will always love you (Y yo siempre te amaré) you, my darling you ( A tí, mi amor a tí) So goodbye (Pues adios) Please, don’t cry (por favor, no llores) ♫ Please, please, please DON’T CRY…
-Siempre es igual. Cada vez que ponemos esta película termina llorando, no sé por qué la adelantó. – La rubia puso los ojos en blanco con impaciencia.

Era la tercer vez repetía la misma frase, pero su esposa no le prestaba atención. “El guardaespaldas” era uno de los films clásicos preferidos de la judía, y siempre se emocionaba. Quinn, Brittany y Axel tenían que escucharla desde hacia un largo rato sentados en el sofá.

- N-no estoy llorando p-por la can-ción. –Hipaba la castaña tomando asiento entre medio de todos ellos, Zoe también sollozaba en sus brazos. –Es que mira esa carita… -Decía viendo a la pequeña López con adoración. – No se ha calmado en tres minutos, ¡Y me da mucha pena! –Brittany le alcanzó una caja de pañuelos que había en la mesa de café observando la escena dramática muy compungida. –Gracias. –Comentaba Rachel pasando a secarse delicadamente una lágrima con la punta de un pañuelo. – ¿No crees que has sido demasiado dura…? –Decía mirando a su esposa con la voz temblorosa. Quinn se volteó a verla algo escéptica, todos allí la miraron fijo como suplicando en silencio.
-¿Cuánto tiempo paso desde que le impuse el castigo…?
-Media hora. Y cabe aclarar que no estuve del todo de acuerdo en la decisión.
La abogada se cruzó de brazos relamiéndose los labios: le encantaba sentir que era la única que tenía gran parte del poder. Clavó su mirada de nuevo en la televisión hundiéndose un poco más en el sofá y con eso su mujer le dio un golpe en el hombro para que reaccionara. -¡Quinn! Esto no es broma.
-Bien, bien. –La rubia se levantó con pereza.

Fue hasta la entrada y se puso su abrigo que colgaba del perchero, los demás la observaban desde el salón. Inspiró una buena bocanada de aire y fue girando la perilla de la puerta de entrada. Ni bien abrió, un par de manos morenas la tomaron por la ropa casi arrastrándola hacia el exterior. Rachel sonrió con satisfacción, se acomodó el cabello y acunó a su sobrina.
-Siempre la convenzo. –Le dijo a Brittany, que tragaba saliva sentando a Axel sobre sus rodillas: no sabia si preocuparse aun más, o no.

-¡Qué diablos te pasa! ¡¿Castigada?! ¿Quién te crees que eres para hacerme eso? –Gritaba Santana en español, con las mejillas totalmente rojas.
-Espera, espera… -Quinn comenzó a responderle también en español, solo que de un modo menos fluido. –Tú me lastimas. Relajada, Santana.
-¿¡Que me relaje!? ¡Me dejaste media hora aquí afuera! ¡Las llaves de mi auto y mis hijos están en tu casa, esto es un secuestro!
-Aire. No tengo aire. –La morena había levantado por la blusa a su mejor amiga y la mantenía suspendida a unos centímetros del suelo. Sus brazos empezaron a debilitarse por lo que se vio obligada a soltarla. Ambas respiraban fuerte, la rubia se acomodó un poco la ropa.
-Déjame entrar.-La abogada negó con la cabeza firmemente, raspando un poco la garganta. -¡Fabray, te juro que te voy a…!
-Te dio un ataque histérico. Y aun sigues enojada, te quedarás aquí congelándote el trasero hasta que se te pase.-Cortó Quinn parándose frente a la puerta. Ambas guardaron silencio por un tenso minuto. Santana suspiró con molestia.
-Eres una exagerada. Eso no fue histeria. –Se defendió sin perder el rubor en sus mejillas.
-¿No…? –Quinn tomó asiento en el único escalón que había a la entrada mientras veía cómo su mejor amiga empezaba a caminar en círculos como una leona enjaulada. –Entonces no término de entender lo que pasó…-La latina la vio de reojo.
- Un ataque histérico real incluiría otros síntomas. Hay gente que termina revolcándose en el piso. ¿Acaso me viste revolcándome en el piso…?
-No, pero pagaría por verlo. –La rubia sonrío soñadoramente. Su amiga le lanzó una mirada asesina indicándole que no estaba dispuesta a tolerar ningún chiste. –Vamos… ¿Cuánto tiempo más detestaras a toda la humanidad? –Inquirió sin poder resistirse. Santana puso los ojos en blanco: lo que menos deseaba a esas alturas era darle en el gusto a la ojos verdes dejando que la sermoneara también.
-¿Qué hora es? –Retrucó sin mirarla. Quinn corrió el puño de su abrigo para ver el reloj en su muñeca izquierda.
-Las cinco y media.
-Eternamente. –Cortó la morena como respuesta a la primera pregunta. Su mejor amiga se cruzó de brazos golpeando con su zapato en el piso.
-Estas siendo muy incongruente. Dejarte aquí me pareció correcto para que tuvieras el tiempo de notarlo. Créeme que soy la que más intenta entenderte pero, por favor, se más gentil. Comprendo que ante el susto te estresaras pero tu molestia es…
-Woo, woo. –Santana la frenó inmediatamente con un gesto de su mano. –Déjame ver si entiendo: Me obligas a estar afuera, privada de estar con mi hija, que por cierto está enferma y necesita de SU MADRE. No dudas en saltar a favor de otra mujer que se fue por cuánto ¿Tres semanas…? No fuiste capaz de decirme que ya estaba en Lima, por lo tanto una vez más me ocultas información y estoy segura que todos los demás lo sabían. Eso no es todo: la chica aparece y desaparece, y de repente la veo en medio de la calle. ¿Qué se supone que haga? ¿Correr y abrazarla? No. Al contrario, quedo yo como la inepta en toda esta historia ¿Y luego, para colmo, soy la que debe ser más gentil…?

El silencio invadió el lugar luego de ese extenso discurso de reproche. Quinn apenas se atrevía a respirar, mirándola fijamente y con asombro. Su mejor amiga había hablado tan rápido que le fue algo difícil poder registrar toda la información de inmediato, pero algo era evidente: la molestia de Santana estaba directamente relacionada con Brittany, con su ausencia y, contradictoriamente, también con su presencia.
Le fue inevitable recordar otra discusión que ya ambas habían tenido tiempo atrás, cuando casi le llegó a exigir a Santana que le creyera a Brittany con el tema de las cartas. No podía decirle cómo comportarse con la rubia ojos azules. Primero porque la morena con todo derecho y libertad no le haría caso; y segundo, porque ella misma no había sido sincera y los reproches ya comenzaban a caerle como una lluvia de piedras. ¿Qué significaba entonces la actitud a la defensiva que la latina adoptaba nuevamente? ¿Se habían retrotraído, como volviendo al punto de inicio de su relación? Parte de responsabilidad también la tendría Brittany: bien le había advertido antes de que se fuera que sus sorpresas y gestos podían ser movimientos arriesgados e impredecibles, como un par de dados tirados al azar. Ingenuamente, la bailarina jugaba con fuego.  

-Hm…  - Murmuró planchando un poco el dobles de su abrigo con sus manos. – Son muchas preguntas ¿Te las respondo ahora, o por escrito?
-Me estas vacilando. –Santana se cruzó de cejas, ahora tenia que desviar a la rubia del tema. –Dame a mis hijos, no perderé más el tiempo.
-No, no… -Quinn intentaba mantener el ambiente ‘tranquilo’. –Lo mío fue una sugerencia, intentaba darte un consejo…
-¿Qué eres ahora? ¿”Pepito grillo” el don de mi conciencia? –Se quejó Santana sarcásticamente. Quinn se puso de pie soltando un suspiro.
-Soy tu mejor amiga, y su mejor amiga, y por ende lo que me hace bien es que ustedes estén bien, tanto solas como entre sí. Solo quería eso, no es fácil ser imparcial.-Agregó con diplomacia, inclinándose de hombros. –Pero no voy a meterme. Sus problemas arréglenlos entre ustedes.
-¿Quién dijo que no estábamos bien…? –Quinn se volteó a verla con una ceja levantada justo cuando estaba por abrir la puerta de nuevo.
-No lo sé, con todo lo que dijiste parece como si la odiaras. –Dijo con una risita. Santana desvío la mirada intentando no sonrojarse otra vez y caminó para entrar. –Ep…Puedes pasar… -Cortó la abogada levantando el índice. –Pero te quedaras a merendar.
-¿Es en serio…? Tuve suficiente por un día ¿Te hable del pediatra que hizo abuso de autoridad conmigo?
-¿Qué…? –Quinn la miró con impresión, la morena abrió y cerró la boca bastante rápido, se había prometido no tocar más ese tema.
-Nada. Aquí no ha pasado nada. –La ojos verdes permaneció en silencio con la cara rodeada de curiosidad.
-…Claro. Entonces ¿Borrón y cuenta nueva? –Insinuó. Su mejor amiga no quería dar el brazo a torcer. – Vamos. Tienes que admitir que ese reencuentro tras el vapor fue más original a que te lo dijéramos nosotras. Fue como una película de acción. –Bromeo, esta vez logrando que Santana riera un poco de un modo burlón.

No hicieron falta muchos comentarios más entre ambas luego de eso. Quinn solo estaba segura de algo a esas alturas: su amiga, tras el enojo, probablemente encubría otros sentimientos menos oscuros.

**

Mientras la morena caminaba siguiendo el pasó de la ojos verdes, podía oír un par de risas inconfundibles. Se vio tentada a quedarse en la entrada del salón tras contemplar el motivo de la alegría: Brittany y Axel jugaban a la guerra de cosquillas. Desde luego, en esos momentos le seria difícil imponer quejas ante algo que hiciera feliz a su hijo…Porque le alegraba que la rubia estuviese allí, eso no era una novedad.

Le fue inevitable exponerse un poco sentimentalmente al caer en la cuenta de que la bailarina fue capaz de arriesgar su vida por los niños: Pararse frente a un auto fue peligroso, y eso nadie lo negaba. Sin embargo, todos casi garantizaban que -de no ser por el accionar de la rubia- quizás podrían estar lamentando algo de dimensiones peores. Santana entendía que su enojo y su reproche fue, sobretodo, algo pasajero que la dominó por el susto previo. No podría regañar a alguno de los niños por ir tras una pelota, aunque el hecho de que se escaparan tampoco era correcto; tanto el que tuvo la idea como el que la aceptó tenían parte de culpa, y eso se trataría en privado con cada uno. Pero, como ya era normal, existían más motivos que la llevaron a hacerle un llamado de atención a Brittany antes que a nadie: el primero, era su reaparición en sí, y todo lo que la misma ojos azules le hizo pensar y revivir en los días en que no estuvo; lo siguiente, y más complicado, era el hecho de imaginar que en solo un segundo todo podría haberse transformado en una tragedia. De su mente se esfumo de inmediato el terror a que su hijo resultara herido, y fue reemplazado por una estupefaciente felicidad y alivio. No obstante, entre todo su mundo que se reconstruía, Santana tuvo el tiempo suficiente para complicarse y detenerse a imaginar, o, mejor dicho, sentir que Brittany pudo haberse ido para siempre, como cualquier ser mortal… y eso fue lo que desencadeno su desesperación. Si temía a algo, era a perder a alguien de ese modo de nuevo. No habría más despedidas, pero tampoco más saludos; ni discusiones, ni charlas, risas o llamadas. Sintió lo mismo el día en que la holandesa no aparecía tras la explosión en el edificio: fueron largos minutos de silencioso tormento e incertidumbre. Pero lo que pudo ocurrir con el auto esa tarde fue un hecho imaginario que pasó por su mente solo un segundo. Fue algo que, quizás, solo ella pensó y percibió. Su ser reanimó una desolación insoportable de algo inexistente, de un supuesto. Por eso gritó. Porque le bastó ese segundo para empezar a tomar cabal conciencia de que aquella rubia la hacia superar sus limites. Darse cuenta de la existencia de esa sensación no era fácil de tolerar. A pesar de no haberle avisado de su llegada y haber estado lejos por unos largos y delirantes días, a pesar de todo lo que pudo haberla criticado o culpado, Brittany resultaba ser una persona primordial en su vida. Ya el hecho de solo pensarlo despertaba en ella una frustración muy grande. Probablemente no podría decirlo. Ni siquiera Quinn podía saberlo. Para Santana era preferible que la calificaran de histérica o cualquier cosa, antes que admitir una parte de todo lo que estaba padeciendo debido a aquella bailarina de ojos azules.    

-Oh, qué bien. –Rachel se paró del sofá con Zoe en brazos. La morena se había quedado estática en la entrada del salón. –Tiene hambre. Lo sé porque busca algo que yo no puedo darle… De ser así ya estaría viviendo con nosotras. -Comentaba la judía entregándole a la bebé. La latina liberó una sonrisita, pero de inmediato se encargó de comprobar con su mano izquierda la temperatura de su hija. -¿Tiene fiebre? ¿Algo va mal? –La castaña se preocupaba de verdad. Santana pudo notar que un par de ojos azules la miraban expectantes también.
-No. –Murmuró mirando a Brittany de reojo. - Todo está bien. –Agregó antes de ir a la cocina, donde ya Quinn comenzaba a hacer la merienda.
-Tu mamá está enojada, bodoque… -Susurró la bailarina sentándose junto a Axel. Con un suspiro, ambos esbozaron una triste sonrisa.

*

Si el día en general les había parecido bastante tragicómico, aquella merienda fue lo más incomodo que vivieron. Todos estaban callados, apenas interrumpía de vez en cuando el sonido de las cucharas golpeteando contra las tazas.
Iker permanecía serio con la cabeza gacha: sus madres no le habían levantado el castigo tras escaparse por la ventana, y tendría que resignarse a estar una semana sin televisión y con las horas de acceso a Internet totalmente limitadas.
Quinn observaba a ambos extremos de la mesa: sus mejores amigas con suerte se miraban de reojo. Hacerle una seña a su esposa para que ayudara a romper el hielo tampoco fue la mejor idea que pudo tener:

-Así que… -Todos miraron a Rachel un tanto sorprendidos. –Hay algo que me da curiosidad: ¿Te molesta que te digan holandesa, Britt? –La ojos azules dejó de masticar lentamente. – Oh, oh, ¿Por qué le decimos ‘latina’ a San? – Santana se giró a verla en cámara lenta y sin cambiar su semblante serio. –Claro, es decir, no naciste en Sudamérica ni en… Oh, por cierto. ¿Sabían que hay latinos europeos? ¡Eso es terriblemente desconcertante! ¡Me quedé  en shock cuando lo contó la profesora de geografía en cuarto grado!- Quinn permanecía con la boca entre abierta por el desconcierto, pero le fue inevitable chocar su mano contra su frente al oírla.    
-¿Estudiaste las lenguas romance en literatura? Todas vienen del latín –Comentó siguiéndole el juego y sintiendo mucho calor en las mejillas.
-Claro, pero…-Quinn la pateó por debajo de la mesa. Rachel soltó una risa exagerada y nerviosa,. –Ay, bueno… Olvídenlo. Prosigan.

Cerca de dos interminables horas pasaron, y el anochecer ya caía cuando Santana tomó la firme decisión de marcharse a su casa. Lo único que le faltaba era que también le pidieran quedarse a cenar: si bien se habría ahorrado un día entero sin cocinar, ya demasiado había soportado.
 Se apuraba en abrigar a su pequeña hija que permanecía recostada en el sofá cuando notó que alguien se paraba tras ella. Brittany soplaba tímidamente un burbujero que Iker le había prestado harían unos minutos, y con el cual estuvieron jugando por un largo rato. Pasado casi un minuto de silencio, siendo malísima para hacer burbujas, las fue soplando una a una para que estas llegaran más cerca de Santana que, aunque la bailarina no se daba cuenta, la estaba observando por el reflejo de la ventana.  

-¿No estas algo grande para estas cosas…? –Le dijo en tono burlón. La ojos azules se detuvo sin entender, hasta que vio su reflejo y se llevó una mano al cuello con una pizca de vergüenza. Santana negó con la cabeza sin poder evitar sonreír por el carácter distraído de la otra mujer.

La rubia se acomodó un mechón de cabello tras la oreja mientras rodeaba el sofá para sentarse en el otro extremo. Contempló a la pequeña López con la mirada iluminada. No es que no le pareciera hermosa antes de irse, pero ahora inevitablemente le encontraba algún parecido más a Santana, cosa que la maravillaba sin parar.
Dejando la ternura de lado, se detuvo a pensar en esa última pregunta. Para la noche de víspera de navidad, Santana le había dicho que no estaba dispuesta a cuidar de otra niña, detalle que apenas comenzaba a considerar. ¿Y si la morena la estaba viendo como una persona inmadura? ¿Se estaba comportando como una inmadura? Bueno, de hecho, sabía que no estuvo bien llamarla solo para decirle que se encontraba triste, lesionada, y sola, estando a miles de kilómetros de distancia. Fue un error de su parte, más siendo conciente que su amada latina tenia otras cosas en las cuales concentrarse. Pero ¿No es necesario saber que alguien más se preocupa por ti de vez en cuando? Porque, bien o mal, la latina se preocupaba por ella, o eso se esmeraba en creer. De todas formas intentaría no cometer de nuevo ese error, sobretodo para no sentirse culpable o egoísta. Mientras permanecía con la cabeza gacha liberó un pequeño bostezo.

- ¿Cansada…? –Preguntó la morena más concentrada en su bebé.
-Si, estuve limpiando en casa y… -La rubia se inclinó un poco de hombros. –Hace unos días que no duermo bien… Tengo pesadillas.
-¿Algo atormenta tu conciencia?- Indagó Santana, que parpadeó rápido al tomar noción de la indirecta que le salio de manera automática.
-De hecho… -Brittany le hizo un gesto con su índice para que se acercara, aunque fue ella misma quien terminó moviéndose más. –Hice algo muy, muy malo.-Susurró en un tono que logró que a la latina se le erizara la piel de inmediato. –Por ahora querría que fuera secreto pero…Me robé los jabones del hotel. –Santana cerró los ojos, no sabiendo si reirse o quejarse por su falta de talento para hacerse la misteriosa.
-Sinceramente: No sé cómo no te está buscando el FBI…
-Lo sé, soy terrible. –Ambas se miraron seriamente a los ojos. Medio segundo después no pudieron contener una carcajada que empezó a suavizar apenas toda la tensión.

Era bueno ver que podían entablar bien una charla, o bromear, y esta vez sin la ayuda de sus amigas quienes en la merienda parecían dos paparazzi sacándoles información, como si en todo ese tiempo sin verse no hubieran cruzado palabra alguna. Sus sonrisas empezaron a desvanecerse con velocidad, el ambiente no dejaba de tornarse incomodo. Para bien, o para mal en realidad, Zoe empezó a quejarse: su dolor de oído continuaba a pesar de las insípidas gotas que le recetaron de mala gana.
A la bailarina le producía algo en el pecho oírla llorar. No podía explicarlo bien, pero le provocaba una especie de angustia, más sabiendo que su llanto era producto de una enfermedad tan molesta. Más de una vez ella tuvo otitis en su infancia y fueron muy pocas las veces en que le prestaron suficiente atención para que el malestar pudiese ser curado velozmente. Realmente no podía comprender del todo cómo es que Santana resistía el penar de su niña. Ella probablemente haría lo imposible porque no soltara ninguna lágrima, o terminaría llorando a la par de la niña cómo lo hizo Rachel, solo que no para convencer a alguien. Incluso en esos instantes haría lo que fuera si se lo pidieran. Pero la morena la mecía con serenidad y paciencia. Quizás mantener la calma ante esos problemas era un don que se adquiría solo con tan increíble experiencia. Zoe era una niña muy afortunada.

-Es hora de volver a casa… -Dijo Santana poniéndose de pie. – Más tarde hará más frío y podría ponerse peor. –Agregó mirando a la rubia que se mordió los labios asintiendo para darle la razón.

Una vez que se abrigaron, los López se despidieron de los Fabray, y Santana le dijo al oído a Rachel que la llamaría para seguir hablando del tema que quedó pendiente entre ambas.
Brittany los veía ir y venir, sintiendo que fue muy poco el tiempo que tuvo para aprovechar y compartir con las personas que más quería. Se debatió tanto en la tarde el modo de acercarse en vano, nada había salido como pudo llegar a imaginar. Tampoco le agradaba sentir que la morena estaba molesta porque, por muy hábil que fuera para ocultar sus pensamientos, ese día su cara y actitud la delataron bastante. Se despidió también de sus amigas, y vio que la latina  ya marchaba rumbo a su auto.

-San… -Dijo dando una pequeña carrera. Solo el corazón de la ex cantante se detuvo por un instante. – ¿Tienes un minuto?
-¿Para qué…?
-Para hablar de Jesus. –Sonrío la rubia, pero la morena se cruzó de cejas. Si, sin dudas ese no era un buen dia para tratar de ser amigable –Perdón, creí que era una buena broma. Tengo algo para ustedes en casa. Te lo habría dicho antes pero… Bueno, no me sentía capaz de hacerlo en presencia de Iker. –La latina miró de reojo a Axel, que las escuchaba expectante, y después se volteó a ver hacia la casa de enfrente con aire dubitativo.

Quizás fue la curiosidad la que más influyó, o notar que Brittany a pesar de todo estaba esforzándose para que dejara de estar molesta, o al, mismo tiempo, sentirse mal internamente por comportarse de esa forma con la rubia, pero terminó aceptando la propuesta. A fin de cuentas serian unos minutos que, creía, no cambiarían nada.

**

Esa noche, como nunca antes le había pasado, volver a entrar a aquella casa le provocó una oleada de sensaciones muy extrañas. Axel de inmediato empezó a correr por todos lados como si jamás se hubieran mudado de allí. La bailarina encendió todas las luces y les hizo una seña para que la acompañaran a la cocina.

-¿Quieres un café? –Le preguntó a Santana, que permanecía pensativa observando a su alrededor. La latina se había comprometido solo por unos minutos, incluso ya empezaba a arrepentirse de estar allí pues su mente se llenaba de recuerdos de experiencias pasadas en aquel lugar.  
-No, gracias…
-Oh… Bueno. –Brittany se fregó un poco el brazo y seguidamente señaló hacia la mesa donde había dos paquetes envueltos en papel de regalo. –Son para Axel y Zoe, con cariño desde Boston. –Agregó con timidez. Santana abrió bastante los ojos, titubeando.
-¿L-Les trajiste regalos…? -Murmuró acercándose a la mesa, impresionada por el tamaño de los empaques.
-Si, por eso no podía decirlo frente a Iker. El burbujero con el que jugaba fue lo único que le compre a última hora en la tienda de regalos del aeropuerto; y ni hablar con Kim, a ella ni siquiera la traje una postal. –Brittany comenzó a dar todo tipo de explicaciones y a morena la observaba sorprendida.

Ahora había algo más que sumar a la lista de regalos que la rubia les había dado. La sorpresa venia escoltada por el recuerdo, porque por algunos días e inclusive en esos instantes, Santana omitía lo que había pasado semanas atrás. Lo inconfesablemente bueno: Que Brittany hacia mucho no le molestaba en ningún sentido. Por el contrario, los días previos a su viaje habían sido grandiosos. Estando cerca, Santana llegó a cantar una canción por teléfono, o dormir una siesta en el sofá (Tan necesaria en esos momentos) sabiendo que Axel estaría con la rubia viendo su película favorita, o podía plantar unas semillas de dudosa procedencia. Podía ser directa y hacer lo que su voluntad quisiera, como recostar la cabeza en las piernas de la holandesa y dejar que le hiciera caricias suaves. Hasta llegó a confiar en que eso podría durar más tiempo…Pero creó algunas falsas expectativas, y la burbuja se reventó el día que la coreógrafa se fue. Ahora no estaba segura de si esos últimos regalos que le dio (incluyendo el dije, el peluche para Zoe, y sobretodo las rosas) eran detalles sutiles que salían desde el corazón de Brittany: lo más bien podían ser una forma de compensar que el alegre sueño acabaría. Un modo de pedir disculpas por adelantado. Y se sentía confusamente culpable por pensar así. Cuando evaluaba todo lo positivo, no se permitía a si misma desconfiar del todo de Brittany, no podía. Ver lo negativo solo le daba algo de tiempo. Estaba buscando una forma de controlar todas las cosas que deseaba decirle: si de algo estaba segura era que tenían mucho que aclarar. Tarde o temprano, Santana tenía que comenzar a ordenar aquel caos de recuerdos, ideas, pensamientos… Y sentimientos. Sin embargo, el problema ya era confuso: si había un punto de inicio para todo aquello que existía agolpándose en su cabeza, como lo harían un par de peces ciegos y necios contra el cristal de una pecera, la ex cantante en esos momentos no podía ubicarlo con exactitud. Lo más correcto, lógicamente, seria empezar a analizar en profundidad el principio de ese último tiempo, ver los hechos y situaciones más cercanas al presente en el que vivía.

-¡Ax, ven un momento! –Pidió la bailarina yendo hacia el salón. Santana tragó saliva al ver cómo su hijo se emocionaba cuando Brittany le entregó su regalo. El niño se sentó en el piso y empezó a romper la envoltura.
-No tenias por qué comprarle nada. –Comentó en tono bajo inclinándose apenas de hombros. Brittany se giró a verla con curiosidad, pero no llegó a hablar pues Axel pegó un salto reconocer al jovial personaje que tenia entre sus manos. Se apuró en mostrárselo a su madre. –Ah, vaya, qué lindo, es el vaquero ese que tanto te gusta… y en su versión original... –A Santana casi se le comprimieron los pulmones luego de decir eso. –No. Lo siento Brittany, pero no podemos aceptar algo así… -Agregó de inmediato tomando posesión del muñeco para devolvérselo.
-¿Qué…? No, es un regalo. –La rubia le pasó el juguete, y Santana con necedad se lo dejó nuevamente en las manos.
-Es demasiado cost…-La latina abría y cerraba la boca apretando los ojos con fuerza. –No puedes ponerte en gastos así.
-¿Cuáles gastos? Es un regalo de navidad, ten, Ax. –Cortó Brittany entregándole el muñeco de Woody a su querido bodoque. –A él le gusta.
-Si, claro que le gusta, y si le das una canica también se pondrá como loco. –Santana contempló por un momento a su hijo: El niño abrazó al vaquero con adoración, tal como lo hacia con su oso Bobby. Soltó un suspiro, frustrada. –Diablos… ¿Cuánto costó? Te devolveré el dinero.
-Nadie va a devolver nada. –Brittany se apoyó contra el borde de la mesa poniendo las manos en la cintura. –San, solo es un juguete.
-¿Cuánto te costó el “juguete”?
-No se dicen los precios de los regalos… - Empezaban a impacientarse por la terquedad de cada una. –Estaba en oferta, solo fueron cuatro…
-¿Cuatro, qué? –La morena levantó modestamente una ceja, y la ojos azules apretó sus finos labios formando una línea recta.
-Cuatro-cientos dólares. –Confesó entrecerrando los ojos de inmediato, pues por cómo su amada en secreto comenzó a palidecer presentía y temía que se avecinaba otra sesión de gritos en la cara.

Santana sujetó con más fuerza a Zoe inspirando profundamente una bocanada de aire. En realidad podría haber sido aun más caro: ella había visto aquel muñeco anteriormente en una juguetería exclusiva del centro comercial y su precio era tan exorbitante y ridículo que casi sufrió un pre-infarto. De todas formas, ver que Brittany lo había comprado le provocó la necesidad de tomar asiento un instante en una silla.

–No era para que pusieras esa cara. Yo solo lo vi e inmediatamente pensé en Axel, y no dude en comprarlo porque era el único en todo el lugar. –Explicaba la rubia sentándose frente a ella. –El dinero no me importa…
-No te importa, pero si te preocupa ¿O me equivoco? –Cortó Santana, desabrigando un poco a Zoe, esa era su oportunidad para hablar de una de las primeras cosas que le habían molestado y también era un modo muy disimulado de pedir explicaciones. –Si no fuera así, no habrías mandado a Jennifer para que me preguntara si yo estaba bien de dinero. –Brittany se inclinó hacia atrás al escucharla abriendo los ojos a tope.
-… ¿De verdad te pregunto eso? –Titubeó. La latina asintió con un poco de desdén. Bajó la mirada para pensar en sus palabras con mucho cuidado. No quería dar grandes explicaciones ni las consideraba necesarias, por el momento bastaría con ser clara y concisa.
-Se supone que tenemos una sociedad. Entiendo perfectamente que esa chica sea una ‘conocida’ a quien puedes confiarle algunas cosas, pero creo que hay temas que solo deberíamos tratar entre nosotras, como socias. Lo económico es un ejemplo de esos temas.
-Tienes razón.
- Y sé también que Jennifer ha sido tu suplente mientras has estado lejos pero eso no significa que… Espera ¿Qué has dicho?
-Dije que tienes razón. –Repitió la holandesa con sinceridad, esbozando una pequeña sonrisa. –El día que llegué a Boston estaba tan emocionada que debí ser poco clara cuando la llamé. Mi intención no era que te preguntara respecto a tu situación económica, sino que se asegurara de recordarte, si era necesario, que hay un fondo en caso de cualquier eventualidad en una de las cuentas que tenemos. Quizás estos días no podías estar al pendiente de eso. Pero es verdad que debí haberlo hablado contigo directamente. Yo, lo siento…

Santana se vio obligada a morderse la lengua. En otras circunstancias admitiría que detestaba que le hablaran con paciencia y tranquilidad, pues quedaba a la vista que ella permanecía con la guardia en alto.
Había prejuzgado a Brittany desde el momento en que la cuñada de Artie le preguntó con su típica fachada jovial si estaba bien de dinero, ya hace algunos días atrás. La rubia además le había dado la razón, y se hizo cargo de su error de inmediato, algo digno de apreciar considerando que Brittany no solía ser muy perspicaz. La morena también tendría que admitir que gastó energías en vano barajando y exagerando ideas, alegando incluso que su socia jugaba con las personas y se valía de la ingenuidad ajena. Además, con lo que le decía ahora, también le confesaba que desde el primer momento que llegó a Boston se mantuvo preocupada por ella… Eso era muy tierno, le quedaban pocos modos de intentar detestar a alguien tan encantador.

Santana sacudió la cabeza: tenía que centrarse, no debió especular antes pero tampoco podía seguir haciéndolo al tenerla de nuevo allí. Solo Dios sabría- y esperaba que la perdonase- en qué había pecado más: si en ilusionarse con lo bueno, o renegar con la ausencia de su socia.

-Correcto… -Comentó con una leve sonrisa de autosuficiencia. –Entonces… -Musitó para cambiar de tema. -¿Esto es para…?
-Si, es de Zoe. –Respondió Brittany velozmente acercándole el otro regalo que había quedado en el centro de la mesa. –Es un de esos móviles musicales que se pueden colgar desde el techo. Sé que es algo más sencillo, pero creo que va acorde a su edad. Y no fue costoso, no hay necesidad de que grites ni nada. –Bromeó poniendo una postura más relajada. La morena puso los ojos en blanco agachando un poco la cabeza.
-Gracias. –Gruñó poniendo una mano sobre el regalo sin abrir. –No recuerdo mucho, porque…Bueno, no todo lo que dije hoy en la tarde fue verdad…  -Santana empezó a ruborizarse y a luchar por mantener la frente en alto. –Es decir, yo, digamos que me asusté un poco. A ti y a muchas personas les pasa con las películas de terror: cuando te asustas, gritas. Y si lo pienso más tranquila, ese momento, el de hoy, fue quizás uno de los más aterradores de mi vida…
-Si, yo también lo siento. –Sonrío Brittany, apoyando su mejilla sobre su mano izquierda.

La ex cantante se quedó con la boca entre abierta: ¿Cómo supo que quería disculparse? O, mejor dicho, ¿Quién dijo que se estaba por disculpar? Brittany probablemente era la única persona que se quedaba estática dejando que le griten en la cara sin darse la media vuelta e irse, o responder en su defensa… Eso no estaba bien. ¿Por qué no reaccionó ella también, y dejó que Quinn interfiriera sin agregar ni una silaba? Santana creía conocer bastante bien el pensamiento humano a esas alturas y nadie, ni siquiera el Dalai Lama, podía tener tanta paciencia o serenidad en situaciones así.

-¿A que vienen tus disculpas…?
-Huh… Sé que no te gustan las sorpresas y no era mi intención que te enteraras de esta forma que ya había llegado. Les dije a las chicas que no te contaran porque mi idea original era ir a verte a tu casa, previamente te habría llamado y todo, pero bueno surgieron cosas y…
-Oh, era por eso… -Murmuró Santana con haciendo un falso gesto de desinterés. –Si, es cierto que me ‘aturdió’ por un instante verte parada en el medio de la calle como el hada madrina de los cuentos. P-pero ya suponía que volverías, es decir, me habías dicho que querías estar aquí en noche buena. Era lógico que... llegaras pronto.

Aunque en esos instantes la ex cantante se consagraba como la charlatana del año, de inmediato se sintió acorralada por sus propias palabras. Sea como sea, le había dado a entender a Brittany que tuvo tiempo para pensar en ella y en su regreso, cosa en parte cierta. Solo esperaba que la rubia no estuviera atenta a esos detalles, ya era tarde para retractarse de todas formas.

-¿Te ‘aturdió’? –Brittany rió.  –¿Entonces la amenaza a los gritos de hundirme en la nieve para que piense en frío, fue a causa del aturdimiento?
- Eso, además de ser un perfecto juego de palabras, no podría hacerlo: Eres más alta que yo, no hay modo de voltearte, no soy una experta en tackleos, y tampoco me iba a poner en ridículo frente a todo el barrio. –Brittany continuaba riendo mientras negaba con la cabeza, cosa que ponía nerviosa a Santana.- Dame una tregua, estaba en shock. –Agregó con un suspiro de frustración.
-Jaja, está bien, yo solo decía…Aquí entre nosotras: creo que el auto si los iba a ver, Iker es algo dramático.-Murmuró la holandesa.
-Pero no dudaste en ponerte enfrente. –Comentó la morena levantando apenas una ceja.
-Porque también me asusté, no iba a arriesgarme a dejarlos en medio de la calle.

Axel volvió desde el salón balbuceando algunas cosas con su nuevo muñeco. La bailarina estiró sus manos para cargarlo y sentarlo sobre sus piernas. El niño sonreía tiernamente mostrando sus dientitos, y se acurrucó bajo el abrazo de su ex niñera que le susurraba al oído.
Santana se paró para mecer a Zoe, que en todo ese tiempo fue una espectadora silenciosa y que comenzaba a quedarse profundamente dormida. Miró a los otros dos: Los ojos de Axel brillaban al ser tiernamente acariciado por la rubia, y esta a su vez le regalaba una radiante sonrisa. Sin dudas ambos tenían una conexión y entendimiento inusual. El moreno era desconfiado por naturaleza, pero con Brittany nunca lo fue, y tampoco dudaba en demostrarle el afecto que le tenia. Eso no era malo, de hecho a Axel le convenía demostrar lo que sentía, pues al dar también recibía. Ojala las cosas fueran igual de sencillas para ella: en algún punto, Santana también empezaba a tener la necesidad de querer y que la quieran. Su corazón latió más rápido al pensar en eso.

-Pero están bien y eso es todo lo que importa… -Dijo Brittany dejando en el suelo nuevamente a su bodoque. – Lo noto distinto… ¿Está mas alto?  
-O puede que el estar lejos te haga ver las cosas de otra forma. -Respondió Santana de forma seca.- Lo dudo…. No creo que algo haya variado en este tiempo. –Agregó intentando ser un poco más sutil. La sonrisa de Brittany se tornó algo melancólica.
-Los extrañe mucho… ¿Sabes? –Admitió mirando su mano lesionada. – Cuando te dije que tuve vergüenza, fue porque me di cuenta que estaba sola siendo feliz. Todo en Boston fue excelente, no me quejo, pero había como un vacío en cada atardecer. Iba a ser la primera vez en mucho tiempo que podía pasar navidad con buenos amigos y no solo con apasionados por el baile. –A la morena le costaba tragar saliva.
-De todas formas, ese día cada quien iba a tomar su camino. –Indicó inclinándose un poco de hombros.

Su intención no era desalentar a Brittany, pero tenía que ser realista: aunque la holandesa hubiera estado para noche buena, Finn se habría quedado con sus padres, y ella igualmente le habría dado el empujón a Quinn para que estuviera con su propia familia. Se daba una idea del destino dónde llegaría finalmente la ojos azules, pero no valía la pena ni siquiera decirlo ni discutirlo: todo eso solo eran las fantasías y supuestos que tenia estando despierta.

-Si, es verdad. Tengo que empezar a fijar mi camino también. –Sonreía la rubia poniéndose de pie. - Tengo muchas cosas, entre ellas esta casa y solo la comparto con un gato... A quien por cierto no le he dado comida. –Agregó velozmente dando una carrera para abrir la puerta de la alacena.

Sacó una caja de comida para felinos y empezó a llenar un tazón. En ningún momento se le ocurrió voltearse a ver a Santana, que permanecía un tanto pasmada. Por lo que veía y temía, el sueño de Brittany seguía presente en sus planes: hacia meses atrás la misma rubia le dijo que tenía aspiraciones de formar una familia. Experimentó un extraño cosquilleo en el estomago solo con imaginar que la bailarina podría entablar una relación con alguien en algún momento; y peor fue la sensación cuando pensó la posibilidad de que esa relación diera sus frutos. ¿Qué tal si cometía el error de comprometerse o casarse? ¿Y que pasaría con su profesión, con la academia, con la libertad? Brittany tenía que pensar en serio lo que decía, porque no era algo menor ni que podía tomarse a la ligera; pero era muy pronto para encontrar la forma de advertírselo.

-¿Segura que no quieres un café? –Preguntó la holandesa dejando el tazón en el suelo.
-Umm… No.
-Okey… ¿En que tanto piensas? Te quedaste callada un largo rato.
-Yo, siendo sincera, estaba pensando que… -Brittany la miraba con una mezcla de ilusión y emoción, quizás estaba esperando una respuesta a favor de la idea de fijar su camino. –Tu mano, te veía con el vendaje. –Comentó soltando una risita nerviosa. -¿C-como te puedes andar cayendo por ahí? –Brittany también sonrío, ruborizándose un poco. –De verdad, trata de cuidarte más. Necesitas tu cuerpo. Fíjate por donde vas, y ponte firme como un árbol, que nada te derribe ni te impida seguir creciendo…
-Oh, ¡Qué bien, me hiciste acordar! –La bailarina dio unos saltitos, parecía una niña pequeña. Tomó una maseta que había sobre la nevera y la puso sobre la encimera.
–Adivina qué es eso. –Dijo señalando al objeto con su índice.
-Una maceta.
-Jajaja, no, me refiero a lo que hay en su interior.
-¿Tierra? ¿Agua? ¿Cloruro de sodio y otros minerales…?
-No… -Brittany tomó la maceta con cuidado y se acercó para que la viera en detalle. –Hablo de eso verde. Aquí plantamos las semillas hace unas semanas, y está creciendo un brote.
-¡Oh, es la planta de marihuana! –La morena colocó a Zoe sobre su hombro.
-No creo que sepas cómo luce una de esas plantas…
-No me subestimes: Cuando vas a la universidad haces cosas muy locas.
-¿Qué…? Ay, mejor ni pregunto. Es un pino en crecimiento, San. ¿En serio no ves lo que puede significar…?

Santana vio el pequeño brote con escepticismo, la verdad es que era una especie de milagro que algo lograra crecer en aquella tierra seca. También era curioso recordar que Brittany había regado varias semillas y ella solo una, y de todo eso solo una planta logró crecer. Estaba a punto de responder cuando sonó el timbre de la entrada.

La dueña de casa se cruzó apenas de cejas volteándose a ver el reloj que colgaba de la pared: ese no era un horario común de visitas. Dejó la maseta sobre la mesa y se apuró en ir a abrir. En el camino se cruzó con Axel que, un tanto alarmado por el sonido del timbre, quiso sentirse más protegido quedándose cerca de su madre. Ambos se miraron alarmados al oír un par de gritos y no dudaron en espiar lo que sucedía: Jennifer había llegado y estaba trepada sobre Brittany abrazándola y dándole muchos sonoros besos en la mejilla.

-¡Que bueno que ya estés aquí! ¡No tienes idea de cuanto te echaba de menos! –La castaña sonreía totalmente eufórica. – Perdón por no venir antes pero me tocó ayudar con la limpieza de la tienda de música. ¿Cómo estas? ¿Qué tal Boston?  No voy a perder el tiempo. Saldremos a cenar ya, no aceptaré un no por respuesta. Tenemos mucho de qué hablar. No imaginas lo que casi paso ayer con Finn, fue… Ou. -Jennifer notó que dos personas la observaban desde la cocina con igual cara de pocos amigos. –San, hola…
-Que tal. –Comentó la latina más por educación que por otra cosa. Esa chica empezaba a caerle mal con sus actitudes tan desacatadas.
-Vaya, qué pena, no sabia que estaban aquí… Huh, bueno mejor así. Podemos ir a cenar todas juntas, ¿No crees, Britt-Britt?
-Pues… -La cara de Brittany había adquirido un color totalmente rojo.

Habría dado la vida por que Santana la abracase del modo tan cariñoso que el que la cuñada de Artie lo hizo. Para colmo ahora se veía enojada nuevamente. De verdad era difícil comprenderla, antes estaban bien.

-La verdad es que NADA suena más tentador que cenar en compañía de la novia filantropa y cachonda de Finn Hudson, pero ya es tarde. Será para otra vez... Axel tiene guardería mañana temprano, tengo que preparar todo, y Zoe también necesita descansar.

Todo eso pasó tan rápido y de una forma tan brusca que las bailarinas solo se quedaron viendo como la morena, otra vez, abrigaba a sus hijos.

-¿Dije algo malo, o interrumpí en un mal momento…? –Preguntó tímidamente Jennifer. Su amiga negó tragando bastante saliva. Minutos despues, acompañó a los López hasta la puerta con un sabor agridulce en la boca.
-Bueno, yo los llamo mañana. ¿De acuerdo?
-Como quieras. –Santana le hizo un gesto con su mano a Jennifer para despedirse, e inpiró bastante aire para tranquilizarse.

La rubia le dio un cortó abrazo a Axel y nuevamente se encontraron en la misma situación que semanas atrás: No sabían cómo despedirse. Se balancearon hacia atrás y hacia delante, hasta que en un acto veloz la rubia logró darle un pequeño beso en la mejilla. La latina raspó la garganta y sonrío apenas.

No podía recordar cómo ni cuando buscó las llaves para abrir las puertas, ni qué tan velozmente acomodó a cada uno de sus hijos, pero casi en un santiamén Santana ya se encontraba dentro de su auto. Respiraba rápido, y sus manos temblaban sujetas al volante, nada de lo que estaba pasando frente a sus ojos le gustaba. Tuvo que salir de aquella casa porque no soportó que alguien que la conocía por menos tiempo la abrazara con tanto ánimo; no toleraba que la llamara "Britt-Britt", ese apodo solo ella se lo decía anteriormente. Santana no podía negarlo: estaba sintiendo celos.
Cerró fuerte los ojos, eso no podía ocurrir, no de nuevo. Giró la llave y pisó el acelerador a fondo, tenia que alejarse de alli lo más pronto posible.