[Fic Klaine] "Mentalmente Accesible"XV "No man's land" "Part II"

Advertencias: El fic contiene Slash, posibles situaciones “fuertes” entre los personajes, Out of Character, así como también futuros Original Character. Glee no me pertenece, si así fuese, todo sería Klaine, Klaine y… ¿ya dije Klaine?

Que lo disfruten.

Kurt miró hacia el frente, sintiéndose completamente decidido ante lo que estaba a punto de hacer.
Dejando caer su mochila conforme continuaba avanzando, sin importarle realmente que algo en su interior pudiese arruinarse, continuó su camino hasta donde se encontraba la orilla del edificio. Subiendo sin dificultades a la barandilla de seguridad, cerró los ojos sintiendo nuevamente la helada brisa invernal rozarle gélidamente las mejillas, que, estaba seguro ya debería tenerlas bastante rojas debido a tan ridícula palidez en su piel.
Suspirando pesadamente, miró hacia abajo. Si no le fallaban los cálculos, serían por lo menos tres pisos de distancia con respecto al suelo, y sí, sería una larga caída sin interrupciones pero seguro no dolería demasiado cuando impactase contra el duro asfalto. Nadie notaría nada. Los estudiantes, e incluso maestros, solían mostrar todo el tiempo bastante desinterés ante cualquier clase de abuso físico o psicológico que sufría todos los días fuese dentro o fuera de las instalaciones escolares. Todo seguiría igual, pocos le extrañarían realmente. El único a quien temía lastimar demasiado era a su padre, quien lo amaba pese a todos los factores en contra, pero él tenía a Finn, el estereotipo de hijo perfecto ante cualquier juicio. Buen deportista, popular, heterosexual y…un ser humano como cualquier otro.
Cerró los ojos permitiéndole a algunas lágrimas escaparse de sus ojos, pretendiendo liberar también ese horrible peso que llevaba cargando desde niño. Raramente lloraba, creía que hacerlo significaba una forma inequívoca de vulnerabilidad bastante evidente, y él, aunque pretendía ser fuerte ya le era imposible continuar por más tiempo. Necesitaba terminar para siempre con toda esa constante porquería donde cayó sin saber exactamente cómo. Sólo un paso, únicamente un pequeño movimiento para acabarla.
Entonces, tomó impulso.
-No te muevas.
El castaño prácticamente se congeló en su sitio y casi por inercia giró la cabeza, conforme buscaba desde aquel ángulo poco privilegiado la voz que lo había interrumpido tan abruptamente. De refilón, distinguió a un hombre quizá algunos cuantos años más viejo que él, llevaba puesta ropa casual pulcramente ordenada evidenciando con ello no pertenecía a Mckinley y, tenía su cabello peinado con tanto gel que brillaba notoriamente bajo la luz del sol matutino. Soltando un resoplido de inconformidad, Kurt decidió lo mejor sería ignorarlo, aún cuando aquel entrometido desconocido se movió casi imperceptiblemente, acercándose algunos pasos.
-Escucha, tú realmente no quieres hacer algo como esto. Puedo asegurarte que todo problema siempre tiene aluna solución.
Kurt lo escuchó sin importarle en realidad, manteniéndose todo el tiempo en completo silencio. ¿Por qué perder tiempo valioso con un simple extraño? Soltó el suave agarre que mantenía sobre la helada baranda de seguridad, si quería lanzarse del tejado era muy decisión suya ¿no?
-Hey, tranquilo, sólo quiero ayudarte.
-Ya nadie puede ayudarme
Sin comprender del todo por qué decidió contestarle, se movió dos centímetros más hacia la orilla.
-Claro que sí – sentenció suave. Esperó esa típica frase de “no ce acerque más o saltaré” tan común en los suicidas, pero, sólo obtuvo silencio y una profunda mirada fría-. ¿Qué te parce si hacemos un trato? Si vienes aquí conmigo, podremos encontrar juntos alguna manera de resolver tus problemas.
Kurt lo notó extender su brazo gentilmente, ofreciendo así la mano abierta en señal de ayuda u apoyo desinteresado. Le dio igual, proyectándolo tan notoriamente que su indeseable compañía seguro pudo notar parecía mas bien molesto a emocionalmente inestable.
-Eres idiota si piensas que la vida es así de sencilla.
-Quizá, pero… ¡Espera un segundo!
El hombre moreno reaccionó apresurándose rápidamente a la orilla, pero fue demasiado tarde. Emitiendo un gemido cansado, hundió las manos en los bolsillos delanteros de sus jeans conforme reducía distancias contemplado aquella escena tan poco usual. Sonriendo casi a modo de disculpa al joven castaño que, suspendido completamente en el aire lo miraba como si quisiera agredirlo en cualquier momento. No parecía aterrorizado, sorprendido o cualquier otro sentimiento común ante tal situación, así que, cuando le dirigió una mirada fría acompañada por inexpresividad total, creyó interpretar algo parecido a: “¿Esto es en serio?”
-Ahora, procederé a dejarte en un lugar lo suficientemente seguro para ti, ¿de acuerdo?
Lentamente, Kurt fue trasladado hasta el centro del tejado y seguidamente depositado con absoluta delicadeza. Reuniendo toda la dignidad pérdida que pudo, se puso en pie sacudiéndose las ropas quizá demasiado fuerte ignorando descaradamente la presencia del otro.
-Gracias por eso – sentenció irónico, clavando sus azules ojos en los del extraño cuyo color se mezclaba entre el castaño y el verde-. ¡Maldito entrometido!
-¿Perdón? – dijo entre risas ofendidas-. Acabo de salvar “tú vida”.
-Sabía bien lo que hacía, demonios.
-Obviamente no – dijo cruzándose de brazos, obstinado-. El pensamiento suicida simplemente demuestra un alto nivel de irracionalidad.
-Pues te equivocaste conmigo – tomando sus cosas, le dio la espalda conforme murmuraba-: Maldita sea, yo sabía estaban aquí pero nunca pensé encontrarme con ninguno, nisiquiera por accidente.
-¿A qué te refieres con, “ustedes”?
Kurt le dirigió a su interlocutor desconocido de cabello gelificado una expresión despectiva, como si le molestase el simple hecho de que fingiese demencia tan descaradamente.
-Oh, por favor – se burló perdiendo la paciencia-. Hay tres amigos tuyos abajo hablando con el director ahora mismo- soltó despectivamente-. Tú eres telequinetico ¿no?, ¿ellos qué tipo de…trucos son capaces de hacer?
-¿Cómo lo sabes? – preguntó realmente interesado, aunque ya intuía una respuesta, pretendiendo ignorar el tono cortante del castaño. Kurt se dio cuenta entonces que estúpidamente  reveló demasiada información al desconocido. ¡Ni hablar!, ¡igual daba! Los dos eran fenómenos y si alguna vez intentaba abrir imprudentemente la boca alguna vez, podría enfrentarlo sin problemas.  
-En toda la escuela, eres el único cuyos pensamientos me es imposible escuchar abiertamente.
Evitando esperar alguna clase de respuesta, se ajustó dignamente la correa de su mochila prosiguiendo inmediatamente después a marcharse sin mirar atrás ni una sola vez, dejando al moreno prácticamente con una impresión bastante evidente.
Conforme bajaba las escaleras que guiaban hacia los pasillos, ahora abarrotados de estudiantes, Kurt  se sentía bastante ofuscado por lo sucedido. Lo dijo. Le había revelado su celoso y más grande secreto a un completo desconocido, quien, increíblemente resultó ser alguien de condición semejante a la propia. En sus diecisiete años manejó alguna vez la posibilidad de no ser el único en Ohio con tal condición tan particular, pero como nadie tampoco iba por ahí divulgándolo a voces, descartó la idea de inmediato.
Importándole poco el resto de las clases, decidió había tenido suficiente por día, así que, prácticamente huyendo al estacionamiento por rutas aisladas, se dirigió a su casa dispuesto a encerrarse durante varias horas sin ver a nadie.
Sólo esperaba no volver a ver a aquel hombre nunca más.
Al día siguiente, Kurt debería haber adivinado estaba realmente equivocado con respecto a ello.
Estaba atravesando justo el segundo periodo en clases de francés avanzado con la señora Nicholson, la cual, a diferencia de otras veces resultó ser demasiado aburrida. A decir verdad, Kurt poseía una inteligencia a nivel bastante superior, sacaba notas excelentes pero casi siempre solía disimular estudiaba arduamente para lograrlo, además, todo lo relacionado con la curricula escolar en Mckinley caía en lo soso y sin chiste casi siempre. Ningún reto especial.
Solamente faltaban diez minutos para concluir con la lección, cuando apareció Emma Pillsbury, quien laboraba como orientadora estudiantil. Kurt tardó dos segundos en bloquear todos esos pensamientos tan molestos que la joven mujer despedía, todos relacionados con William Shuester y esa próxima encantadora cita previa a días venideros. Aunque estos cambiaron repentinamente tras recordar torpemente la razón de estar ahí. Kurt lo sabía, por ende, no tardó nada en reunir todas sus cosas prosiguiendo a seguirla entre los pasillos desocupados.
Una vez estuvieron por llegar a la oficina de Figgins, Kurt frunció el seño. Podía asegurar la presencia del director debido el tipo de ideas que formulaba casi descaradamente, así como también la de su padre, quien sonaba más bien confundido, junto a otras dos personas de mentes bastante controladas, una de ellas, desgraciadamente conocida para él. Algo no olía nada bien ahí.
Tras cruzar el umbral, la señorita Pillsbury los dejó a solas no sin antes recordar estaría en su oficina por si necesitaban algo, aunque creyó tal propuesta era explícitamente para el. Se sintió estúpido al recibir tanta atención de todos los hombres presentes. Con cierto recelo, recorrió a cada uno deteniéndose algunos segundos extras en el tipo que pensaba usar tanto gel parecía una buena idea. Al ser consciente de tal escrutinio, sonrió amablemente tras un ligero asentimiento a modo de respuesta, luego, restándole importancia, reparó en el otro individuo que yacía sentado en una silla de ruedas bastante moderna. Parecía joven, usaba gafas de montura gruesa y su expresión resultaba tranquilizadoramente sospechosa. Esto a Kurt le daba mala espina.
-Joven Hummel – saludó el director con ese gracioso acento suyo- Tome asiento por favor.
Algo reticente, Kurt avanzó ocupando así la silla vacía ubicada a un lado de su padre, quien sonriéndole conciliador, intentó proyectarle tranquilidad. Burt lo conocía mejor que nadie, sabía bien podría ponerse incómodo con tantas personas reunidas ahí.
-¿He hecho algo malo? – preguntó defensivo pretendiendo fingir suficiente ignorancia. Había funcionado las últimas cuatro veces. En respuesta, el tipo del gel emitió una suave risa provocándole de inmediato cierta molestia.
-Al contrario – corrigió Figgins sonriendo ampliamente.
-Esperen – pidió Burt levantando la mano en señal de alto-. Si mi hijo no se ha metido en problemas, perdonen si soy rudo o algo pero, ¿qué rayos hacemos aquí, entonces?
-Verá señor Hummel, los dos caballeros aquí presentes han venido exclusivamente a visitarnos desde hace algunos días por motivos bastante importantes – explicó sin decir nada relevante, algo que parecía disfrutar-. Ellos son reclutadores.
-Mi hijo no practica ningún deporte, que yo sepa.
-Nos especializamos en algo más que actividades deportivas, Señor Hummel – habló finalmente el de la silla de ruedas-. Mi nombre es Artie Abrams – se presentó educado luego de acercarse tendiéndole la mano a ambos. Burt la estrechó y seguidamente Kurt dudó en hacerlo también, pero la mirada reprobatoria que su padre le lanzó ante tal descortesía, lo hicieron ceder-. Soy el director actual de la Academia Dalton –dijo evidenciando cuan orgulloso se sentía ante semejante titulo-. Este es Blaine Anderson, pertenece a los miembros docentes de nuestra escuela.
-Mucho gusto a ambos.
Kurt le advirtió con una sola mirada debería quedarse donde estaba parado, y eso pareció causarle más gracia todavía, pero afortunadamente se quedó en su sitio junto a Artie.
-Sigo sin entender nada – expresó Burt, ahora, desconfiado.
-Le explicaré brevemente. La Academia Dalton es uno de los colegios con mayor nivel académico del país, tanto, que sólo acepta a un reducido número de alumnos por año. Solamente son capaces de aplicar aquellos estudiantes cuyo coeficiente intelectual o talento innato en artes o deportes sobrepasen los niveles estándar.
-Espere un segundo… ¿Usted intenta decirme que ellos están aquí, por Kurt?
-Efectivamente – asintió Blaine sonriendo educado-. Su hijo posee todas las características necesarias para ser aceptado en nuestra institución.
Kurt apretó los labios, sin saber por primera vez en mucho tiempo cómo reaccionar.
-Hemos revisado el historial académico de su hijo, señor Hummel, y debo decirle que nos topamos con cosas bastante impresionantes – agregó complacido-. Su inteligencia obviamente sobrepasa por mucho la de cualquier alumno promedio.
-Siempre ha sido bueno sacando notas altas – agregó lleno de orgullo paterno ante la molestia del menor-, y realmente agradezco mucho su interés en Kurt, señor Abrams…
-Artie, por favor.
-Artie, entonces – coincidió-,  pero como bien han dicho, es una escuela prestigiosa y no…bueno, nuestros recursos actuales ciertamente no podrían costearle una matrícula tan costosa.
-Eso no significa problema alguno, señor Hummel – interrumpió Blaine con extrema suavidad-. Debido al brillante desempeño que Kurt ha desarrollado hasta ahora, el consejo estudiantil le brindará una beca completa, de esa manera, estaríamos asegurándole educación de calidad y usted no deberá gastar ni un solo centavo.
Burt miró a su hijo intentando articular algunas palabras, pero nada emergió desde su garganta. Realmente lo habían impresionado.
-¿Tú qué opinas, Kurt? – preguntó Artie quizá con demasiada cordialidad. Eso lo irritaba en sobremanera-. Es una excelente oportunidad para tu futuro.
-¿Y si me niego? – soltó quizá demasiado retador ante la sorpresa del director y Burt incluido-. Nisiquiera sé si dicen o no la verdad.
-¡Kurt! –lo amonestó su padre-. Discúlpenlo, su actitud no es la mejor del mundo últimamente.
-Todo lo que queremos es brindarte una posibilidad, Kurt- habló Blaine conciliadoramente, haciendo referencia al incidente del día anterior.
-¿Y si quisiera seguir aquí?... no sé, tal vez continuar con mi plan original sea mejor idea – respondió retador siguiéndole el juego, ante las tensas miradas de los otros tres. No, nadie podría obligarlo a hacer algo que no quisiera. Nisiquiera su padre todavía conseguía algo así.
“Intentar quitarte la vida no resolverá nada”
Aquello fue como recibir una bofetada, limpia, fuerte y terriblemente directa. Blaine no había abierto la boca para nada, pero pudo escuchar su voz hablándole fuerte y clara. Nunca nadie antes lo había invadido de esa manera, tal vez se debía a su nulo trato con otros cuyo “padecimiento” fuese parecido al suyo, sin embargo, lo sintió incómodo. Era como si pudiese sentir a Anderson a un nivel escalofriantemente personal. Entonces, furioso, le dirigió una mirada horrible.
“¡No tienes ningún derecho!... ¡Sal de mi cabeza!” –siseó amenazante apretando también los puños-. “¡Fuera! ¡Sino lo haces juro por Dios que me obligarás a hacerte mucho daño!”
“¿Con tu padre y el director aquí presentes?... Realmente no creo seas tan tonto, Kurt”  - con su mirada señaló al aludido, quien se encontraba hablando con Artie sobre cosas a las cuales no estaba prestando atención-. “O…podríamos sacar el tema a colación, creo le sería interesante… ¿Te parece?”
“Eres un…”
“No quiero hacerte daño” –enfatizó, interrumpiendo su posible palabrota- “En Dalton podrás aprender muchas cosas con respecto a tus habilidades. Sólo queremos ayudarte”
“Así que de eso se trata ¿verdad?... son reclutadores de especímenes raros para crear su propio circo bizarro… ¡Pues no gracias! No me parece para nada atractiva la idea de una correa alrededor de mi cuello.”
“Podrás pensar lo que quieras pero, sé exactamente cómo debes sentirte” - Kurt distinguió cierta nostalgia en aquel rostro perfectamente afeitado-- “Dalton me salvó de cometer muchas estupideces, y yo estoy seguro que también podrá servirte de mucho si nos das la oportunidad.”
Sin responder nada más, Kurt lo expulsó lejos. Satisfecho, contempló como Blaine se frotaba la sien derecha dos veces algo incómodo. Hasta ese momento, se percató que Artie los estudiaba a ambos con especial detenimiento y parecía muy divertido ante la situación.
-¿Y bien, Kurt?
-Necesitamos tiempo para pensarlo – habló Burt educado-. También me gustaría charlarlo con mi mujer y, cuando tengamos una respuesta concreta, se los haremos saber.
-Por supuesto.
Sin agregar otra cosa, los dos se levantaron dispuestos a marcharse. Burt colocó una mano firme sobre el hombro de su hijo, guiándolo hacia la salida. Pero antes de abandonar la oficina del director, el castaño se giró encarando otra vez aquellos ojos hazel.
No obstante, en ningún momento imaginó siquiera que esa sólo sería una de las tantas veces en que lo haría.

Mary Alexander escribió:ahora son poderes eh ??

interesante............... esta genial, ya tienes un lector fiel

Siii, había estado maquinando la idea desde hace algún tiempo. ¡Que bueno te gustara!

Gracias por comentar

tamy22 escribió:me encanto,amo los poderes espero tu actualizacion

Lo sé, yo también los amo y realmente quería hacer algo así con Klaine. ¡Muchas gracias por tomarte tiempo de leer!

linaklaine escribió:no entendí muy bien cual es el poder de kurt y el de blaine, pero el fic es hermoso actualiza

Bueno, los dos son Telequineticos, pueden utilizar su mente para mover objetos, entre otras cosas. ¡Gracias por decir que el fic es hermoso! Aún trabajo duro en el para que sea lo que ustedes esperan. ¡Saludos!

Iizagleek escribió:o0o0o0o0o0o0rales me encanto tu fic heee muy buena idea espero que actualices pronto estara esperando0 heeeeeeeeeee
bye bye

¡Muchas gracias por leer!

espc1626 escribió:me encanta es tan original actualiza rapido

¡Gracias! De hecho son muy pocos fics Klaine con tematicas parecidas a esta. Me alegra te gustara.

Kenigal escribió:estos temas a mi me encanta gracias por escribir esta genial el fic.

¡A tí por leer!

MariamXO escribió:La telepatía, que genial. Me gusta el tema.

Gracias por escribir.

Al contrario, gracias a ti por pasearte por aquí y darle una oportunidad al fic.

Artie llevaba aproximadamente dos horas encerrado en su espacioso despacho de Dalton, calificando exámenes. Los suaves rayos del sol vespertino se colaban amigables entre las ventanas despejadas, brindando al lugar distintas tonalidades naranjas y amarillas tenues. Orgulloso de si mismo por adelantar tan rápido todo ese trabajo pendiente, dejó el rotulador rojo sobre el fino escritorio de madera tallada, y, permitiéndose estirarse perezosamente, emitió un suspiró. Aunque no era muy partidario de aplicar pruebas de conocimiento escritas, esta vez agradeció tener con qué entretenerse mientras los chicos estaban fuera, realizando una tarea bastante importante. Ya quería escuchar todos los detalles al respecto. Si todo salía bien, seguro Dalton abrigaría entre sus murallas a algunos estudiantes más.
Apoyando el mentón sobre su mano derecha, miró con nostalgia los distintos marcos colgados de la pared que exponían destinas fotografías. Todas con casi las mismas personas en ellas. Era feliz de ayudar a tantos jóvenes cuyas habilidades especiales prácticamente los convertía en marginados por la sociedad actual. Y aún pese a los años, todavía sentía esa fuerte emoción haciéndole cosquillas en el estómago cada que otro estudiante encontraba refugio entre las seguras paredes de Dalton. Además, también ganó excelentes amigos y aliados a quienes apreciaba.
El colegio había nacido mucho, mucho tiempo atrás con un noble propósito. Su buena reputación precedía a todos quienes concluían ahí su educación, pero, en realidad tenía un gran secreto que procuraban resguardar celosamente bajo cualquier circunstancia. Dalton era una institución académica cuyo nivel sobrepasaba cualquier escuela promedio fuese o no pública, sí, pero también ofrecían orientación y ayuda a adolecentes que, de alguna manera u otra desarrollaban habilidades sobrehumanas. Intentaban localizar a tantos como les fuese posible, no obstante, sólo muy pocos aceptaban. El resto prefería aprovechar sus “dones” utilizándolos en fines delictivos principalmente, buscando beneficio personal puramente. Así era el mundo. Una regla primordial para Dalton consistía en que, nadie podía obligar a nadie a quedarse e intentar tener opciones factibles para un mejor camino, donde aceptasen y aprendiesen a vivir con la idea de ser diferentes. Les brindaban protección.
Algo que en el crudo mudo real, definitivamente encontrarían vagamente.
Dejando escapar otro suspiró más largo, ensanchó su sonrisa. Educar las mentes jóvenes de todos esos chicos de una manera que pudiesen enfrentar cualquier cosa, siempre traía consigo buenas consecuencias.
Y hablando de enriquecer mentes jóvenes…
Decidiendo haber descansado lo suficiente, comenzó a reorganizar los exámenes apilándolos y separándolos en dos montones diferentes, logrando así diferenciar los que aún debía corregir. Aún quedaba mucho por hacer. Tenía cinco minutos intentando descifrar algunas respuestas proporcionadas por Jeff Sterling, cuando alguien golpeó pausadamente su puerta.
-Adelante.
La puerta se abrió de inmediato dando paso a Blaine, quien, claramente recién duchado debido a la notoria humedad del cabello rizado, ingresó al lugar cerrando justo inmediatamente después.
-Lamento reportarme tan tarde.
-No hay problema- dijo conciliador para así prestarle toda su atención-. ¿Qué tal les ha ido? ¿Las chicas también están aquí?
-Ha ido bien, y sí. Nada más llegar las dos hablaron brevemente sobre asaltar el comedor a espaldas de Rory, o algo parecido.
Artie río. Esas dos pese a ser adultas, a veces se comportaban como si todavía fuesen estudiantes del lugar. Algunas cosas nunca cambiaban.
-No me extraña para nada – Blaine puso los ojos en blanco-. ¿Y?... ¿Tuvieron suerte?
-Afortunadamente. Localizamos a los tres que mencionaste sin problema alguno. Primero hablamos con ellos largo y tendido ofreciéndoles venir aquí, aún tienen ciertas reservas pero por lo menos pensarán en ello. Volveremos aproximadamente en dos o tres días, si todo marcha bien, consultaremos a los padres.
-Eso es bueno – asintió aprobatoriamente con la cabeza-. Pero... no es todo, ¿cierto?
-Pues…
-¿Alguno reaccionó de forma violenta?
-¿Con Santana ahí? No, creo que no – agregó divertido. Ella solía derrochar tanta autoconfianza que asustaba muy seguido, obteniendo resultados tanto provechosos como inusuales.
-Aún así, hay algo molestándote.
-Tanto como molestarme…
-Blaine – lo cortó regresando momentáneamente a los exámenes a medio corregir-: te conozco bien y aunque sabes detesto alardear, reconozco cuando estás inquieto. ¿Qué sucedió?
-Había otro más.
El hombre se ajustó las gafas haciendo un gesto repleto de extrañeza total debido a la información revelada.
-¿Seguro? – Blaine movió la cabeza en señal de afirmación-. Mi método de búsqueda difícilmente falla… creí localizar sólo a tres.
-Eso es lo sorprendente del asunto – se movió por la oficina acortando distancias, hasta permanecer a escaso medio metro del otro hombre-. Tú nunca te equivocas.
-¿Pudiste averiguar qué habilidad posee?
-Telequinesis, supongo – Artie frunció el seño, eso explicaba ciertamente por qué consiguió ocultar su presencia incluso de el-. Tras frustrar su intento de suicidio, evitó interactuar conmigo todo lo posible.
-Oh…
-Tampoco pareció sorprendido cuando lo detuve.
-¿Cómo se dieron cuenta? – interesado, se tocó el mentón considerando posibilidades.
-Tina.
-Claro…
-Ella tuvo una visión sobre el chico, luego estuve indagando entre las mentes del director y algunos profesores buscando información. Su nombre es Kurt Hummel y es alguien a quien muchos prefieren evitar a toda costa. Lo consideran retraído e incluso violento. Tampoco ayuda nada la actitud que demuestra.
-¿Crees podrá ser de un nivel medio a alto?...Para ser alguien tan joven e inexperto, parece dominar bastante bien sus poderes.
-No lo sé – se encogió de hombros-. Ya hemos tenido algunas experiencias con otros telequineticos antes, pero hay algo en él Artie, parece totalmente diferente a los demás.
-¿En base a qué?
-La mayoría presentan serios problemas de control. Ya sabes, suelen ser altamente susceptibles a los pensamientos y emociones de quienes los rodean proyectándolos en si mismos, ni hablar sobre bloquearse a un nivel tan profundo. Kurt puede hacer todo eso, lo digo porque sino muy probablemente estaría ya volviéndose loco. El hecho de que tampoco notaras su presencia no hace más que confirmarlo.
-Es necesario charlar con él, entonces- el mayor vio a Blaine pasearse de un lado a otro inquieto, pasándose ambas manos por entre los rulos, desordenándolos -. ¿Hay algo más, verdad?
-Creo intentará nuevamente quitarse la vida.
-Siendo así debemos actuar rápida e inteligentemente.
-O jala fuese tan fácil – gruñó inconforme-. Ya te dije antes, tiene un carácter difícil…él…me mandó al demonio nada más intercambiar unas cuantas palabras.
-Así que es eso.
-¿Qué cosa?
-Hirió tu orgullo.
-¡¿Qué?!...¡No!
-Vamos Blaine, estás muy acostumbrado que digan “sí” demasiado pronto. Quien debe lidiar con situaciones desagradables casi todo el tiempo es Santana.
-Muy gracioso – el tono sarcástico no pasó desapercibido.
-Igual da...- movió la mano restándole importancia-. Mañana mismo podemos ir, si lo deseas.
-Espera – pidió mirándolo perspicazmente-. ¿Quieres acompañarme?
-Bueno, si es alguien con un nivel tan alto obviamente requiere ser tratado con mayor atención.
-Pero tú…
-Tengo curiosidad – moviéndose ligeramente en su silla de ruedas, se colocó junto a una ventana y miró hacia los jardines bellamente conservados-. Aunque nosotros imponemos cierta influencia, es él quien debe tomar las decisiones.
-No obligamos a nadie, soy muy consciente de las reglas pero, me sentiría muy culpable si no hiciéramos todo lo posible por brindarle otras opciones. ¡Es apenas un niño, cielo santo!
-En conclución – se giró levemente, encarándolo-, nos presentaremos en esa escuela mañana para intentar hacerle cambiar de idea.
Blaine afirmó pareciendo satisfecho.
-Sino necesitas otra cosa, me retiro. Este día resultó ser muy agotador y todo lo que quiero es irme a la cama.
-Comprendo, pero antes de marcharte a descansar, quiero decirte otra cosa.
-Escucho.
-Si el joven Hummel decide asistir a Dalton, deberás tomarlo bajo tu custodia.
-¿Por qué? – preguntó frunciendo el seño.
-Al igual que tú, es telequinetico. Estoy seguro podrás enseñarle mucho más de lo que Santana, Quinn o Sebastián podrían, y, si intuyo bien, le ayudarás a comprender cosas que seguro en su vida son tema tabú.
-Sólo si acepta.
-Encontraremos la manera – regresando la mirada al jardín, agregó-: Siempre lo hacemos.
Sin más, Blaine abandonó el despacho dejando a Artie nuevamente solo. Conforme avanzaba entre los pasillos, algunos chicos lo saludaron alegres cuando pasaban a su lado. Les sonrió a todos en modo automático. No sabía por qué, pero podía oler problemas acercándose. Si no le fallaba el instinto, lo cual era casi nunca, eran de los realmente grandes y tenían escrito el nombre de Kurt Hummel en ellos.

En cuanto Kurt divisó la figura de Blaine desplazarse con extrema confianza entre los pasillos abarrotados, se dio media vuelta y huyó de el como si fuese portador de un virus muy contagioso. En su afán por escapar, empujó accidentalmente a dos porristas, que nada felices, profirieron variados insultos impropios para una chica. Ignorándolas, continuó caminando sin saber exactamente a dónde dirigirse, conforme escuchaba los pasos del otro seguir su misma dirección. Obviamente lo había visto intentando perderse entre los otros estudiantes. Casi trotando, terminó metiéndose en el baño de chicas tras doblar una esquina, refugiándose así en un cubículo desocupado.
Cerrando con seguro, comenzó a restregarse las manos intentando concentrarse. Se estaba comportando como idiota, pero con perder la calma no ganaría absolutamente nada. Justo había conseguido recobrar casi todo su autocontrol cuando escuchó el sonido inconfundible de una puerta abrirse. Reguló su respiración y guardó silencio.
Blaine a su vez avanzó algunos metros, deteniéndose a admirar con ojo crítico la larga hilera de cubículos rojos que parecían aparentemente vacíos. Cruzándose los brazos sobre el pecho, comenzó a golpear insistente el piso con sus pesadas botas, impaciente.
-Realmente me parece muy infantil hagas esto.
Desde su precario refugio, Kurt hizo una mueca disgustada. Inesperadamente, el sencillo broche que mantenía cerrada su respectiva puerta se deslizó permitiéndole al otro tener acceso. Si una persona común estuviese observando aquel espacio, seguro sólo vería un retrete y despachador de papel higiénico. Nada interesante. Pero para Blaine, quien gracias a rigurosos entrenamientos sumados a años de experiencia, podía reconocer sin problemas cualquier tipo de pantalla mental.
-¿Eso es todo? – preguntó, fingiendo sorpresa-. A decir verdad, creí harías algo mucho más elaborado.
-Maldita sea – Kurt apareció de pronto tras disipar la ilusión-. ¿Qué rayos haces aquí?...creí ser lo suficientemente claro respecto a tu escuela para rarezas.
-No son rarezas – aclaró sin parecer molesto-. También son humanos, como nosotros.
-Si, como no.
-Vine porque quiero charlar contigo y, si tengo suficiente suerte, hacerte cambiar de opinión.
-Eso no pasará.
-Lo voy a intentar.
-Escucha- pidió Kurt irritado moviéndose hacia los lavabos, y, a través del espejo le dirigió una dura mirada desaprobatoria-: mi respuesta sigue siendo la misma. Tal vez, realmente no puede importarme menos, crees tener alguna especie de obligación moral para conmigo por ese incómodo momento el otro día pero, déjame decirte que yo no soy problema tuyo. ¿Queda claro?
Blaine frunció el seño. Kurt se dirigía a él como si estuviese hablándole a un niño pequeño especialmente estúpido, cuya reducida capacidad mental lo imposibilitaba para entender. Le restó importancia, aunque tampoco se daría por vencido tan fácilmente.
-Sólo queremos brindarte una opción segura para ti.
-¿Por qué? – preguntó al a defensiva rehusándose a mostrar ningún tipo de debilidad.
-¿Porque qué?...- cambió su peso de una pierna a otra-. Mira Kurt, mientras acudieron por ti aquella tarde que te propusimos estudiar en Dalton, aprovechamos ese breve momento para charlar con tu padre. Se nota es un buen hombre y desea con todo su corazón seas feliz, puedo asegurarte sería muy egoísta que decidieras lastimarlo tanto cometiendo un acto tan desmedidamente egoísta.
Kurt lo miró desaprobatoriamente y Blaine tomó eso como una señal de que no iba precisamente por buen camino.
-Eres una verdadera molestia – soltó con frialdad-. Aléjate de mí.
Nisiquiera alcanzó a avanzar cuatro pasos, cuando Blaine se interpuso en su camino.
-Espera un segundo…-pidió sujetándolo por la muñeca sin demasiada fuerza.
-¡Ay!- se quejó furioso entre dientes-. ¡Quítame las manos de encima!
Pocos segundos le bastaron a Blaine para hilar algunas ideas. Pese a los insistentes y frenéticos movimientos por parte de Kurt para liberarse, sujetó el delgado antebrazo levantando la manga del suéter que llevaba puesto exponiéndole la piel. Unos feos moretones color morado y amarillo resaltaron evidenciando cuan grave era la situación.
-Pero qué dem…- murmuró sorprendido.
Soltándose con un movimiento violento, Kurt cubrió nuevamente los golpes. Nunca antes estuvo tan furioso en toda su vida
-¿Quién te hizo eso?
-No es tu jodido asunto – siseó bloqueándose a si mismo, evitando así Blaine supiera nada.
-¿Alguien te lastima aquí, Kurt?
-¿Eres sordo o estúpido? – bramó exasperándose ante tan sempiterna calma demostrada por Blaine, quien permaneció inmutable-. Nisiquiera te conozco y tampoco me interesa hacerlo, así que, mejor regresa por donde llegaste y déjame tranquilo. Abre la puerta…
-¿Lo conoces? – insistió terco-. ¿Tu padre sabe sobre esto?
-¡YA BASTA! – gritó perdiendo ya cualquier vestigio de paciencia-. ¡Déjame salir!... ¡Ahora!
Las luces fluorescentes del techo comenzaron a parpadear y Blaine notó una fuerte energía psíquica proyectarse en todas direcciones. Casi por instinto, retrocedió dos pasos. Era la primera vez que sentía algo semejante. Miró precavidamente al castaño, temiendo que en cualquier momento los vidrios estallasen. Debía mantenerlo sereno, porque, si continuaba así, terminaría dañando a alguien o a si mismo.
-Tranquilo – susurró levantando ambas manos en señal de absoluta inocencia, liberando a su vez, el control sobre la puerta-. Lamento incomodarte.
-…
-Escucha – se pasó los dedos entre el cabello, incómodo-. Mi intención al venir aquí consiste en hacerte ver todas las posibles opciones para tu futuro, Kurt. Ya sé he dicho esto antes, aún así, repito queremos brindarte ayuda.
Kurt dejó escapar una exhalación profundamente disgustada. Cerró los ojos buscando calmar toda la rabia que quería emerger.
-No te darás por vencido tan fácil, ¿verdad?
-No.
-¿Por qué?
-He sobrellevado situaciones parecidas o peores a las que ahora mismo debes enfrentar.
-Lo dudo, y tampoco creo consigas nada.
-Puedo – enfatizó-. Podría hacerlo siempre y cuando me des una oportunidad.
-Perderás tu tiempo.
-Déjame ser yo quien determine eso – dirigiendo miradas cortas de derecha a izquierda, sonrió-. ¿Te parece si conversamos mientras bebemos café?
-¿Por qué?
-Bueno, me pareció buena idea… ¿acaso vas a preguntar la razón de todo cuanto diga o haga?
Kurt se encogió de hombros.
-No confió en ti.
-Bueno, eso podría cambiar – bromeó pese a la notoria falta de respuesta por parte del menor.
Blaine abrió la puerta permitiéndole salir primero ganándose una mirada horrible. Haciendo una mueca cansada, miró al cielo buscando ayuda divina. Realmente necesitaría hacer uso de toda su aguante durante las siguientes horas.
Sin dirigirse alguna otra palabra, los dos caminaron hasta llegar al estacionamiento. Blaine se acercó hacia una preciosa motocicleta deportiva negra aparcada perfectamente junto a los automóviles del profesorado. Tomando el casco más pequeño, se lo tendió a Kurt. Él lo miró como si estuviese apuntándole con alguna arma de grueso calibre directo al rostro.
-Ten – lo alentó amable-. Es necesario para evitar quebrantar alguna ley.
-Muerte…
Blaine suspiró.
-Kurt, créeme cuando te digo preferirías mil veces arruinar tu peinado a terminar con fractura de cráneo.
-Tengo auto propio.
-El cual usarías para huir nada más tuvieses la oportunidad – aseguró moviendo su mano como si fuese el vehículo recién mencionado que viajaba a toda velocidad-. Mejor no me arriesgo, por eso…- obviando cualquier permiso por parte del castaño, colocó el objeto protector donde correspondía, haciendo oídos sordos de todas las palabrotas que Kurt murmuró entre dientes. A Blaine en cierta manera extraña le causaba gracia. Kurt parecía un niño pequeño haciendo berrinche cuando no podía obtener lo que quería.
-Esto es una estupidez.
-¡Vamos!...es sólo un café. Eso no va a matarte – sonrío ajustándose su propio casco -. Anda, quiero traerte sano y salvo antes que el siguiente periodo inicie – montándose sobre el transporte, palmeó el asiento-. Súbete, juro no muerdo.
-…
A regañadientes, Kurt también subió cuidadosamente sin tener luego mucha idea sobre dónde debería poner exactamente las manos.
-Afírmate fuerte – recomendó tomando ambos puños de aceleración procediendo así a levantar el soporte que brindaba apoyo adicional, provocando que la motocicleta se balanceara unos cuantos centímetros. Kurt nunca antes había tenido alguna otra experiencia con aquellos artefactos, así que, evitándose a si mismo hacer cualquier tipo de ridículo, envolvió los brazos en la cintura de Blaine.
Blaine miró sobre su propio hombro casi imperceptiblemente, tras notar algunas emociones fugaces algo distorsionadas que terminaron desapareciendo casi dos segundos después. Igual que siempre, Artie tenía razón. Kurt aplicaba perfecto para ser de nivel alto respecto a sus habilidades, si decidía acudir a Dalton, aprendería mucho y podría llevar una vida completamente normal.
Veinte minutos más tarde, llegaron a la cafetería local más concurrida del lugar: un sitio llamado Lima Bean. Afortunadamente a esa hora casi todo el mudo estaba trabajando o en clases y el lugar ofrecía suficiente privacidad. Ya dentro del local, nisiquiera necesitaron hacer fila para ordenar.
-Bienvenidos a Lima Bean, ¿qué les puedo servir? - habló alegremente una chica rubia que fijó sus ojos azules principalmente sobre Blaine. Sonriendo educado, consiguió hacerla sonrojar.
-Un Medium Drip y…
-Ni se te ocurra, Anderson- advirtió evitando se metiera en su cabeza-. Un Grande Nonfat Mocha.
-¿Eso…hum, sería todo? – preguntó. Parecía que en aquellos escasos minutos hubiese perdido por lo menos veinte neuronas de golpe.
-Sí.
-Ocho colares de cada uno, por favor.
Kurt sacó su cartera, pero Blaine negó con la cabeza.
-Yo invito.
-Aquí tiene- sentenció el castaño entregando el dinero a la embobada mujer, pagando así su parte y sin esperar al otro, fue por la orden.
Blaine también hizo lo mismo siguiéndolo muy de cerca. Después de que un joven con cara aburrida les entregas lo correspondiente, buscaron una mesa alejada del resto, tomando asiento uno frente al otro.
-Tienes cinco minutos Anderson, luego me largaré.
-Nos quedan…- consulto el reloj que llevaba ajustado a la muñeca-, aproximadamente hora y media. Tiempo suficiente para charlar, creo yo.
-Tiempo que no pienso desperdiciar contigo, por eso te recomiendo comiences a hablar antes que decida comenzar a pensar en maneras bastante creativas sobre cómo hacer valer esos ocho dólares recién invertidos.
-No hay necesidad de ser tan agresivo.
-Cuatro minutos…
La advertencia era clara. Kurt no se veía nada contento.
-De acuerdo – resignado, bebió algunos sorbos del café-. ¿Hace cuanto tiempo sabes sobre tus habilidades?
-¿Jugaremos a las veinte preguntas? – arqueó la ceja despectivamente-. Muy original…
-Si te facilita más el asunto, podemos.
-Eres un idiota…
-Y tu comportamiento corresponde al de un chiquillo malcriado, pero estamos en un país libre a fin de cuentas –encogiéndose despreocupado de hombros, ignoró el ceño fruncido del menor-. ¿Y bien?... ¿contestaras o no?
-Que te importa.
-Intentemos con algo distinto, entonces – tamborileó los dedos sobre la mesa-. -¿Tus padres lo saben?
-¿Por qué deberían?
-Tomaré eso como tu primera pregunta- dijo triunfante-. Deberían porque tienen derecho… ¿no les has dicho ya que tienes miedo a su reacción?
-No podría importarme menos.
-Así como supongo tampoco parecen importarte demasiado las feas contusiones que tienes ahí – señaló con su dedo índice hacia donde sabía se encontraban los golpes.
-Ya te dije no era asunto tuyo.
-Kurt, si quien te lastima pertenece a Mckinley, deberías decirle a alguien – aconsejó y a oídos del castaño sonó como si a Blaine realmente le interesara-. Por otra parte, ¿sabías que en Dalton tenemos una severa política cero tolerante a cualquier tipo de acoso?... ahí podrías encontrar paz, te lo aseguro.
-Eres arrogante al decir con tanta certeza qué necesito o no, Anderson.
-Reconozco golpes hechos con saña nada más verlos, Kurt – enfatizó-. ¿Por qué alguien querría hacerte algo así? Sé puedes ser alguien…-las facciones del castaño se endurecieron adquiriendo una expresión nada alentadora-, difícil, pero… ¿has intentado defenderte alguna vez?
-Me gusta como se ve mi cara de esta manera, gracias.
-Bromeas, ¿verdad?
-Nunca he tenido buen sentido del humor – respondió de mala gana, apretando quizá demasiado fuerte el vaso térmico que contenía el café.
-¿Nisiquiera una vez intentaste usar tus poderes?
El cuerpo de Kurt se tensó visiblemente, odiándose por eso.
-Las peleas sucias no son lo mío.
-Creo eres el primero que no lo hace – meditó sonriendo-. Cuando tenía tu edad, solía meterme constantemente en todo tipo de problemas.
Kurt curvó los labios altaneramente, apoyándose por completo en el respaldo de su silla para admirarlo mejor.
-Déjame adivinar – colocándose una mano sobre la frente, fingió concentración-. ¡Ah, ya sé!... provienes de una familia disfuncional, violencia incluida entre otro montón de porquería más. Tu padre, desempleado e incapaz de hacer nada bien, solía pasarse casi todos los días ebrio como una cuba gastando dinero que no tenía en bares con muy mala reputación y mujerzuelas baratas. Por otra parte, tu madre mantenía un precario empleo cuyo salario mínimo les permitía subsistir, mientras tú, apenas tenías edad suficiente para asimilar qué sucedía con ellos, aunque las peleas eran constantes. Entonces…- alargó las vocales, burlón-, alguna tarde en particular llegaste a cas temprano y viste al bastardo propinarle una buena paliza a tu madre. Debido a la furia e impotencia, descubriste podías hacer “ciertos trucos” – enfatizó haciendo el gesto de comillas con sus dedos-, te aseguraste de impartirle dos o tres lecciones bastante buenas sobre comportamiento, hasta casi matarlo. Después, comprendiste estaba mal usar tus poderes para lastimar a otros y enmendándote, regresaste al buen camino, enseñando a otros basados en esa experiencia.
Blaine no dijo nada, sólo arqueó ambas cejas evidentemente incrédulo ante la historia contada.
-¿Lo he hecho bien?
Pese a todo, Blaine debería darle cierto crédito. Aquella locura obviamente era incorrecta en todo sentido, no obstante, aunque pudo intentarlo, Kurt simplemente no se metió en su mente pretendiendo encontrar algo, cualquier cosa que pudiese utilizar. Él respetaba los pensamientos e intimidad de los demás. Eso hablaba muy bien de Kurt, que, ahora no le parecía alguien tan malo como intentaba demostrarle a todo el mundo.
-Ves demasiada televisión – dijo en toda respuesta.
Kurt eliminó cualquier vestigio de emoción posible, quedándose callado. Clavó sus azules ojos en Blaine tan profundamente que consiguió hacerlo removerse incómodo en su silla. Blaine concluyó entonces que, tratar con Kurt, era como atravesar un campo repleto por minas activas listas para estallar ante cualquier movimiento inadecuado.
-Me largo.
Reuniendo todas sus cosas, se dispuso a levantarse. Blaine lo hizo sólo dos segundos antes, impidiéndole alejarse.
-Aunque no aceptes venir a Dalton, quiero que sepas puedes contar con nosotros siempre, Kurt – del interior de su chaqueta negra extrajo una pequeña tarjeta blanca-. Este es mi número telefónico personal, si necesitas algo, cualquier cosa, llámame.
Kurt admiró el pequeño trozo blanco de papel y luego otra vez a Blaine. Nisiquiera se molestó en tomarla. Esquivándolo, procedió a marcharse.
Decidió regresar en autobús. Maldijo su propia estupidez al permitirse dejar abandonado el auto en Mckinley. Seguro los idiotas de algún equipo deportivo encontrarían divertido banalizarlo.
Media hora después, arribó a al nuevo vecindario donde se mudaran luego de que Carole y su padre decidieran casarse. Pudo notar él no se encontraba porque lo ubicaba en el taller mecánico trabajando, Finn igual, el aura del grandulón la parecía demasiado lejana. Pero Carole si estaba ahí, porque, nada más despojarse del abrigo ella lo recibió sonriéndole ampliamente, secándose ambas manos con un paño de cocina.
-Hola cariño – saludó amable sonriéndole ampliamente-. ¿Qué tal ha ido tu día?
-Bien, gracias.
-Regresaste temprano.
Kurt asintió pasando al lado de la agradable mujer. Carole siempre se había portado bien con él, no existían motivos para ser desagradable. Aunque tampoco era capaz de demostrar algún otro sentimiento que simple empatía.
-Me sentía indispuesto.
-¿Te duele algo?... puedo buscar algo en el botiquín, si quieres.
-No, gracias. Sólo quiero dormir.
-Bien, más tarde te llevaré algo de comer… ¿te gustaría?
-Como sea…
Subiendo lo más rápido posible, Kurt se encerró en el único lugar del planeta entero donde podía relajarse sin preocupaciones. Quitándose los zapatos dejándolos por ahí, también arrojó su mochila hacia un pequeño sofá y terminó recostándose sobre la mullida cama. El silencio era agradable. Desde hacía mucho tiempo atrás aprendió a conocer el preciado valor del silencio. Le ayudaba a pensar sin interrupciones y eso ya era decir demasiado.
Contemplando el techo blanco, comenzó a formularse distintas preguntas tontas. ¿Por qué demonios alguien mostraría tanto interés en que estudiase en una escuela tan rara? ¡Nunca antes escuchó hablar sobre ella!
Además, todos quienes parecían conocerla poseían cierta información sobre algunos tipos de habilidades. No confiaba en ellos. Mucho menos en Blaine Anderson con su estúpida sonrisa conciliadora, su irrisible paciencia y seguridad desmedida. Le desagradaba tenerlo cerca. Conseguía irritarle los nervios sin emplear mucho esfuerzo. Ahora, también lo odiaba porque consiguió mover cierta fibra curiosa en él, haciéndole considerar muchas cosas.
Levantándose, se movió sin prisas hacia el pequeño baño ubicado sólo a unos escasos metros. Lo primero que hizo fue mirarse al espejo, encontrándose con lo mismo. Un reflejo de alguien que no valía nada. Alguien vacío, sin ningún propósito especifico por cumplir.
Irónicamente, siempre fue consciente de ello.
Del lavabo, tomó una larga navaja para afeitar moviéndola a contra luz, apreciando fríos destellos plateados centellear. ¿Realmente valía algo seguir intentando?, ¿no sería mejor terminar con todo y así obtendría algo de paz?... si terminase con su existencia ahora mismo, ya nadie llamaría media noche para escupir palabras hirientes, ni tampoco sería susceptible a crudas murmuraciones, agresiones o prejuicios.
A veces, cruzar esa delgada línea entre vivir o morir podía resultar tan sencillo.
Cerró los ojos y ocultó el objeto cortante donde sabía les sería imposible buscar. Supuso debió permanecer demasiado tiempo encerrado ahí, porque, su padre ahora mismo estaba en las escaleras. Quería hablarle.
Pocos segundos después, lo tenía en la habitación.
-Hola – dijo con expresión tranquila-. Carole me dijo no te sentías bien.
-Dolor de cabeza. Nada grave – murmuró sin expresión alguna, consiguiendo satisfacerle. Los dos se conocían lo suficiente y sabían cuándo o no presionar por respuestas.
-¿Puedo ayudarte en algo? – sí, sonaba grosero, no obstante, conocía el por qué su padre estaba ahí, notablemente incómodo.
-¿Directo al punto, verdad?
-Es mejor…
-De acuerdo, sólo tengo curiosidad – Burt arrastró la silla del escritorio donde Kurt solía trabajar en proyectos escolares, sentándose a horcajadas con el respaldo pegado al pecho-. ¿Has pensado sobre lo del otro día? Es decir… – hizo algunos ademanes con las manos, intentando explicarse-, tú sabes, transferirte a… ¿cómo rayos se llamaba?
-Dalton, papá.
-Eso.
-¿Por qué debería siquiera considerarlo?
-Parece una buena oportunidad para tu futuro, Kurt – explicó apoyando ambos brazos sobre el duro respaldo, en una posición más cómoda-. Aunque evitas a toda cosa hablar conmigo referente a diversos temas, sé no pasas buenos ratos en Mckinley.
-Tengo diecisiete, es la preparatoria y muy pocos se divierten realmente.
-¡Pero deberían, chico!, ¡deberían! – alzó las manos enfatizándolo-. Se supone deben salir con amigos, reír ante cualquier ocurrencia grande o pequeña, ir al cine, a comer hasta olvidar su propios nombres… ¡incluso meterse en problemas, caramba!... ¡yo quiero todo eso para ti!
Kurt adoptó una actitud inescrutable.
-Eso es basura.
-Escucha – pidió acercándose ligeramente, tras impulsarse con ambas piernas aprovechando la silla tenía ruedas-: sólo Dios sabe cuán culpable me siento todavía por lo sucedido durante esos años Kurt, aún así, he intentando enmendarme lo mejor posible contigo, y porque te quiero, deseo verte feliz. Lo mereces, muchacho.
-¿Y crees que transfiriéndome a una escuela de niños ricos algo podía cambiar? La gente idiota e ignorante siempre será así donde sea, papá.
-Entonces, marca la diferencia – alentó-. Nunca sabrás hasta intentarlo – poniéndose en pie, colocó una mano sobre el hombro de Kurt, meciéndolo con suavidad-. Desde el día en que finalmente estuviste conmigo por primera vez, me prometí como padre respetar tus decisiones y apoyarlas aunque supiera estés equivocado. Pero como amigo, creo si puedo darte algunos consejos…¿quieres oír uno?
Kurt asintió sin demasiado entusiasmo.
-Adelante.
-Dalton, siendo una escuela de excelencia puede brindarte oportunidades y posibilidades infinitas para llegar hasta donde desees, hijo – enfatizó mirándolo directo a los ojos-. Aún así, cualquier cosa que decidas te respaldaré pase lo que pase y debes saber siempre estaré muy orgulloso de que seas mi hijo. ¿De acuerdo?
-Claro…
-Bien. Ahora, mejor bajemos porque Carole preparó un montón de comida deliciosa y no pienso desperdiciarla.
Juntos, acudieron al comedor donde ya les esperaba la meza espléndidamente servida. Conforme desaparecían los alimentos de los platos, Kurt tuvo suficiente tiempo para considerar opciones. En realidad, su padre le dio bastantes motivos para ello. Era cierto, los dos pasaron bastante momentos incómodos por no decir difíciles los primeros años. Burt Hummel no merecía ser víctima de sus equivocas elecciones. Y Kurt podía ser obstinado pero nunca estúpido.
Quizá cometía un error, tal vez no sería precisamente alguna buena solución, pero ya había decidido qué hacer. Su padre tenía razón en muchas, muchas cosas y aunque no lo demostrase, lo quería y deseaba tuviese tranquilidad.
Ahora, sólo sería cuestión de ponerse en contacto con Anderson y otra vez, todo en su vida cambiaría. Aunque ignoraba si sería algo bueno o no.

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¿Qué tal? Ha quedado un poco largo porque me sentía especialmente inspirada. ¡Muchas gracias de nuevo por la aceptación del fic! En realidad tenía cierta inseguridad respecto a publicarlo, ahora con agrado veo, valió el riesgo. Sé dije actualizaría los viernes, pero como voy adelantada en algunos capítulos, creo lo haré más seguido- ¿Qué opinan? Por cierto...me ha entrado curiosidad y quisera saber cómo imaginan los poderes de los otros personajes. ¡Me gustaría saber su opinión!

En fin, gracias por todo otra vez y hasta el siguiente.

¡Besos!

Muy bien, ya era un hecho confirmado: Sebastián estaba completamente agotado.
Arrojando sobre el escritorio sus gafas de montura gruesa, maldijo al menos unas tres veces en diferentes idiomas, mientras se preguntaba bastante mortificado por doceava vez dónde demonios se había metido Blaine. El muy cretino, sin previo aviso alguno, decidió no presentarse aquella mañana dejando tiradas todas sus clases importándole poco o nada causarles inconvenientes a los demás. Quinn y él debieron repartirse los grupos cubriéndole así la espalda, evitando así perjudicar a los estudiantes. Luego de cuatro cases, ningún mensaje o llamada después, creyó tener suficiente y entonces decidió buscar respuestas. Durante el descanso del medio día, acudió primero con Artie. Ese hombre sabía todo cuanto sucedía dentro y fuera del colegio con una precisión aterradora, no por nada era un excelente buscador. Comentándole la situación, pareció poco preocupado, más bien lo encontró bastante divertido. Intentó sonsacarle información, pero supo desde un inicio sería pura pérdida de tiempo. Artie jamás revelaba demasiado cuando no quería.
Masajeándose las sienes, Sebastián repasó todo el repertorio de insultos que estuvo elaborando durante toda la tarde. Se desquilataría con Blaine de alguna manera. Café gratis y repostería fina durante un mes. Sí, podría comenzar con algo así, al menos por ahora. Era un precio algo justo por comportarse como un verdadero idiota desconsiderado.
Aunque estaba molesto, también debía lidiar con ciertos rastros de profunda preocupación. Cuando Blaine no contestó sus llamadas, preguntó a Santana si sabía algo. Sólo consiguió inmiscuirse en una absurda y pesada batalla de insultos durante casi veinte minutos y se detuvieron hasta que algunos estudiantes, bastante emocionados, comenzaron a elevar apuestas sobre quién se quedaría con la victoria. Todo un caso perdido. Quinn por otra parte, de manera más agradable comentó verlo por última vez durante la cena del día anterior. Luego nada.
Y ahora comenzaba a tener ciertas ideas homicidas.
Se le ocurrieron un par de buenos lugares a los que pudo acudir, y como se llegase a enterar Blaine visitó los que figuraban entre su lista negra, lo terminaría estrangulando. Seguro Blaine se ofuscaría bastante si reclamaba algo pero, maldita sea, se suponía ambos eran buenos amigos. Y los amigos verdaderos solían decirse la verdad aunque jodiese. Así eran las cosas.
Sebastián y Blaine, igual a muchos otros colegas esparcidos por todo el país, se conocieron en Dalton durante sus épocas doradas de adolescencia. Pese a las personalidades tan opuestas (Blaine demasiado serio e introvertido, mientras que Sebastián solía tratar todo en la vida como una gran broma), consiguieron llevarse bastante bien. Incluso tuvieron algo parecido a un breve flechazo durante algunos meses. No funcionó. Aún pese al fracaso, los dos decidieron conservar la amistad que, durante los siguientes diez años terminó fortaleciéndose.
A diferencia de Blaine, quien decidió desde un principio regresar a Dalton nada más concluir sus estudios universitarios, Sebastián buscaba aventuras emocionantes. Con ayuda de Artie, consiguió unirse a una organización de gobierno donde sus habilidades conseguían resolver diversos problemas cuya clasificación jamás podrían ver la luz pública. Todos los días corría inmensos riesgos, se codeaba con la muerte cada dos por tres e incluso conoció a muchos hombres y mujeres que no pudieron regresar a casa. Entonces, un día inesperado llegó Albert, un hombre educado, divertido amable e indiscutiblemente maravilloso. Fue amor a primera vista. Se tomaron tiempo para conocerse, enamorarse y finalmente contraer nupcias tras dos años de extraordinario noviazgo.
Pero su matrimonio era todo menos convencional. Consientes sobre la peligrosidad implicada en el oficio de ambos, decidieron ocupar trabajos más tranquilos que les permitiese asentarse en un sitio especifico, sin necesidad de viajar constantemente o separarse durante mucho tiempo. Albert solicitó ser transferido a áreas de oficina principalmente, donde debería ocuparse del constante papeleo u actividades archivísticas. Tenía estatus importante, una bonita oficina, buen sueldo y horario flexible. Mientras tanto, Sebastián ofreció servir como docente en Dalton. Artie aceptó encantado.
Desde entonces, habían transcurrido sólo escasos seis meses. Estaba prácticamente recién casado, y en lugar de disfrutar tiempo de calidad con su esposo, debía quedarse durante al menos tres horas más. ¡Vaya manera de desperdiciar tiempo valioso!
Todavía molesto, sacó su teléfono celular buscando entre los contactos un número conocido, tras localizarlo, presionó el botón de llamada.
-Hola – contestó una voz masculina grave, aunque gentil al otro lado de la línea.
-Hola sexy… ¿ya estás en casa?
-Desde hace media hora – aunque Sebastián no podía verlo, sabía sonreía ampliamente-. ¿Has terminado por hoy o debo seguir conformandome con más llamadas y mensajes ocasionales?
-Desgraciadamente todavía me tendrán prisionero hasta las seis – puso los ojos en blanco haciendo muecas, como si de pronto hubiese percatado un olor nauseabundo.
-Tanto como prisionero…
-No me culpes por sentirme enfadado, porque ahora mismo preferiría mil veces compartir contigo una tina con agua caliente y espuma, mucha espuma.
Albert dejó escapar una risa encantada ante el comentario.
-Es un excelente plan cariño, pero puedo esperar. Incluso prepararé todo para darte un masaje si quieres.
-Quiero – murmuró coqueto. Si alguien hubiese entrado a su oficina en ese momento, podía asegurar tenía cara de estúpido, aunque era un estúpido feliz-. ¡Esto es horrible!
-¿Por qué no vas a dar un paseo por ahí? Dalton es enorme y te ayudará a distraerte.
-Conozco cada parte del lugar casi como si fuera la palma de mi mano, Albert. ¿Estudie aquí, recuerdas? No sería nada interesante.
-Me acuerdo bien, pero sino sales te pondrás de malas y eres horrible persona cuando eso sucede.
-¡Oye! – reclamó poniéndose en pie para mirar por el gran ventanal ubicado justo a su espalda-. He escuchado pocas quejas cuando me pongo “malo” en otras circunstancias.
-Lo sé, lo sé…por cierto, ¿aún sin noticias de Blaine?
-¡Ni me lo menciones al bastardo!
-Vamos Sebastián, seguro algo muy importante debió requerir su presencia para ausentarse de esa manera.
-¿Sexo ardiente con algún desconocido?
-No…
-Podrá comportarse mojigato en muchos sentidos todo cuanto quiera pero, sigue siendo hombre, necesita tener esa cosa suya metida en…
-¡Demasiada información! – interrumpió Albert presuroso-. Podrá ser muy amigo tuyo pero su vida sexual no podría importarme menos…o… ¿acaso es por ese motivo que te has ofuscado tanto?
-¡Albert Julian Morrison! – reprendió severo-. Cuidado con esa boca.
-De acuerdo, lo lamento.
El de ojos verdes frunció el seño recordando que durante algún punto en su relación, Albert se encargó de poner las cosas bastante difíciles porque sentía muchos celos irracionales hacia Blaine. Ninguno podía permanecer en una misma habitación tiempo suficiente sin terminar peleando. Pero entonces, luego de discutir fuertemente por el mismo motivo haciendo peligrar lo que tenían, Sebastián llamó a Blaine porque necesitaba hablar con alguien. Una botella de Whiskey después (que bebió casi él solo), Blaine lo dejó a cargo de una mal humorada Santana y, decidido, acudió al departamento donde vivían para aclarar varias cosas con Albert. Ambos terminaron con golpes diversos en todas partes, ojos morados, narices rotas, contusiones notorias y nudillos amoratados. Durante dos días casi hicieron enloquecer a Mercedes, quien pretendiendo hacerles escarmentar, les brindó atención médica común. Fue algo horrible, pero finalmente limaron ciertas asperezas consiguiendo así llevarse “un poco” mejor.
-Intentaré llegar a tiempo para cenar.
-¿Te has enfadado, verdad?
-Sólo digamos que…
Sebastián se interrumpió cuando a lo lejos alcanzó a divisar la familiar figura de Blaine moverse a toda prisa. Llevaba puesta su chaqueta negra de piel, vaqueros gastados y botas. Con semejante aspecto sólo Dios sabía en qué sitio estuvo metido durante todas esas horas.
-Debo irme, te veré más tarde y podremos hacer todo lo que se te ocurra.
-¿Seguro? – preguntó aliviado.
-Seguro.
-Está bien. Te amo.
-También te amo – alejó algunos centímetros el aparato como si con ello pudiese postergar otro poco el colgar-. Te amo, te amo…adiós.
Cortando toda comunicación, prácticamente necesitó correr para alcanzar a Blaine. Una vez en el pasillo, tomó varias rutas alternas bien conocidas a sabiendas que acortaría por lo menos la mitad del tiempo requerido para llegar al living principal. Ignorando algunas miradas curiosas, se desplazó ágilmente y tuvo mucha suerte porque, nada más llegar, dos segundos después el otro hombre también lo hizo.
-Ahora no…– casi exigió señalándolo impaciente, sin detenerse, provocando desmedida curiosidad en Sebastián. Aquella actitud dejaba mucho a desear considerando que Blaine intentaba mantener bajo estricto orden casi toda su vida, por lo tanto, haciendo gala de su conocida terquedad, le bloqueó el camino.
-Alto ahí, matador – pidió -. ¿Se puede saber dónde carajos te has metido?
-Luego te explico…
Blaine dio dos pasos hacia la derecha buscando evitarlo, consiguiendo que Sebastián se moviera en la misma dirección, imitándolo.
-¡He cubierto casi todas tus clases, hombre!... al menos considero correcto tener alguna explicación coherente de tu parte.
El moreno gruñó y se masajeó notablemente alterado los ojos y frente. En realidad no quería tener aquella conversación ahora mismo.
-Escucha- comenzó sonando impaciente-: hoy ha sido un día especialmente difícil, me gané una migraña de esas que marcan época y créeme cuando te digo que casi agoté por completo todo vestigio de paciencia posible, así que... ¿serías tan amable de dejarme tranquilo hasta mañana por la mañana?
Sebastián arqueo la ceja derecha, resultándole un poco difícil asimilar aquello. Generalmente, Blaine era una persona tranquila por naturaleza, evitaba los problemas porque creía resultaba más conveniente resolverlos utilizando inteligencia y no los puños (exceptuando esa ocasión con Albert, ya que, según las dos versiones, quien inició todo fue el primero). Con ojo crítico, evaluó discretamente el otro cuerpo masculino, reconociendo de inmediato todas las señales; hombros tensos, mandíbula apretada, postura forzada, ceño fruncido…
No tenía dudas, Blaine estaba enfadado. Muy, pero muy enfadado.
-¿Qué sucede contigo? – se aventuró a preguntar.
-¡Nada! – casi gritó, sorprendiéndose también a si mismo-. Sólo… – dejó escapar el aire que sostenía-, dáme algunas horas… simplemente un par de horas, Sebastián... ¿crees poder hacer eso?
Sebastián hizo un ademán con su brazo, permitiendole marcharse.
-Gracias.
Dejando atrás la figura delgada del castaño, subió las escaleras haciendo resonar sus pesados pasos por los pasillos. Nisiquiera sabía por qué mierda se sentía así en primer lugar, pero Kurt conseguía, de alguna manera, sacarlo de sus casillas demasiado rápido. Azotando la puerta nada más llegó a su habitación personal, se quitó la chaqueta quizá con demasiada brusquedad, arrojándola sin cuidado alguno sobre una silla cercana.
-¡Maldita sea! – bramó pasándose las manos entre el cabello desordenado.
Estúpido y obstinado Kurt. El muy tonto decidió quedarse y vivir miserablemente a abrirse a nuevas posibilidades de mejorar. Entendía en cierta manera tuviese algo de miedo por abandonar su zona “segura”, sin embargo, todavía no podía conseguir entenderlo. Respirando agitado, se dejó caer sobre el colchón cubriéndose los ojos. Tal vez todas esas emociones encontradas se debían a que Kurt le recordaba muchísimo a si mismo cuando era adolecente. Demasiado inseguro, demasiado alejado del mundo entero impidiéndole confiar en alguien más. ¡Por ello quería ayudarle! Hacerle ver no todo en la vida era tan malo como creía.
No se resignaría tan fácil. Quebrantaría un montón de reglas, también tenía plena conciencia sobre los inconvenientes que desencadenaría, aún así, volvería otra vez, y otra, y otra hasta hacerlo cambiar de opinión. Relajándose casi completamente, buscó una posición más cómoda permitiéndose descansar. Minutos después, se quedó profundamente dormido.
Y soñó.
Se vio a si mismo caminar descalzo y ataviado con ligeras ropas blancas por una hermosa playa cuya arena brillaba bajo los rayos del sol matutino. El cielo azul despejado, proporcionaba al mar cierto aspecto andrógino conforme las aguas golpeaban la orilla produciendo ligera espuma, empapándole los pies. Entonces, Blaine frunció seño con profundidad. Aquello no podía ser un sueño común, porque estos solían provenir del subconsciente. No. Más bien fue incluido en una proyección mental bastante buena. Avanzando con lentitud, distinguió a la distancia cierta figura conocida. Pronto, se encontró trotando escuchando los sonidos característicos al sitio y conforme más se acercaba, supo se trataba de Kurt. Desconocía cómo, pero Kurt consiguió llamarlo psíquicamente inmiscuyéndolo ahí contra su voluntad.
-“Hola”- saludó nada más tenerlo enfrente, sin obtener respuesta-. “Es un sitio estupendo…me gusta.”
-“Creo haberlo visto en una revista hace tiempo.”
-“Más sorprendente todavía” – por fin, Kurt se decidió a mirarle como si de pronto hubiera aparecido de la nada-. “Me refiero a que conseguiste brindarle mucho realismo a una imagen creada por tu mente, y eso, sólo se consigue tras mucho entrenamiento.”
-“En realidad no creí funcionaría.”
-“Estoy aquí”- murmuró disfrutando la hermosa visión-. “¿Exactamente por qué motivo me has llamado, Kurt?
-“¿Tan rápido sueles retractarte de tus propuestas?” – arqueó la ceja arrogante ante la notoria cara confusa del otro. Era como si le costase mucho trabajo resolver una operación matemática básica.
-“¿A qué te…?"
-“Dijiste podía hablar contigo cuando quisiera, pues bueno, eso hago.”
La exasperación del castaño resultaba palpable.
-“Entonces… ¿qué quieres decirme con exactitud?" – preguntó comenzando a caminar sin fijarse si Kurt lo seguía o no.
-“¿A dónde rayos vas?”
-“A ninguna parte, nada de esto es real a fin de cuentas.” – hundió las manos en los bolsillos, restándole importancia-. ¿Y bien?
- “Me exasperas.”
-“Si eso es todo, preferiría regresar ahora mismo así que…
Blaine se dispuso a identificar la conexión entre ambos para romperla, liberándose así de la ilusión.
-“Lo haré”
Kurt sonó tan firme y determinado, causándole cierta confusión al mayor
-“¿Perdón?”
-“Aceptaré esa estúpida beca.”
-“¿Puedo saber los motivos?” – se giró para encararlo-. “Hace algunas horas tenías una opinión completamente distinta”
-“Mis razones son lo de menos.”
Sin poderlo evitar, Blaine sonrió encantado provocando la evidente irritación de Kurt.
-“¿Te parece divertido? -gruñó en advertencia.
-“No, realmente no es por lo que crees.”
-“Eres insoportable… aunque supongo debes escucharlo bastante seguido.
-“Ocasionalmente, sí…” – agregó divertido-. Y me alegra saber considerases aunque fuese un poco lo que charlamos durante la tarde.
Kurt lo miró con aire de suficiencia absoluta clavando su azul y dura mirada en él, a un nivel perturbador.
-“En ningún momento dije hubiese sido gracias a ti”
-“Pero…”
Kurt pareció percatarse sobre algo que ignoraba, porque, con una micro expresión extrañada, dijo:
-“Deberías despertar ahora.”
Blaine recuperó la conciencia y notó dos voces alteradas discutir fieramente en el pasillo. Apenas tuvo tiempo suficiente de incorporarse, cuando la puerta se abrió violentamente de golpe dando paso a cierta latina evidentemente furiosa.
Sebastián venía justo detrás.
-¡Lamento esto Blaine! – se disculpó culpable-. Juro intenté detenerla pero amenazó con golpearme, Dios sabe que nadie quisiera recibir uno de sus famosos derechazos. ¡Me enviaría directo y sin escalas al otro mundo!
Santana puso los ojos en blanco expresando claramente “me vale una mierda”.
-San, hemos hablado antes sobre esto, no puedes venir aquí y entrar así nada mas – señaló sentándose por completo-. ¿Qué tal si un día estuviese saliendo del baño sin…?
-Mira Bob Reynolds, podrías tener ahora mismo una orgía aquí dentro, y créeme buena falta te hace, pero sinceramente no podría importarme menos – dejando en evidencia su mala actitud, sujetó a Blaine por la camisa-. Ahora vas a decirme en qué sucio agujero del infierno te has escondido esta tarde, o me pondré a la altura de Lima Heights Adjacent y te aseguro no será nada bonito.
-Oh dios…
-Chicos, mejor tranquilicémonos un poco, ¿de acuerdo?...no quiero tener que inventarle alguna excusa barata a Artie para explicarle por qué terminaron destruyendo una pared.
-¡Cierra la boca, suricata africana subdesarrollada! – amenazó sin desviar la atención de Blaine, quien parecía todo menos asustado-. ¡Habla Anderson!
-Bien – se rindió al fin-. Definitivamente no es nada de lo que imaginan.
-…
-¿Recuerdas la última escuela donde estuvimos hace dos días?
-¿La del director mañoso? – Blaine asintió -. ¿Regresaste?
-Debía hacerlo ya que no había tres de los nuestros ahí, sino cuatro.
-Espera un segundo- pidió Sebastián ya sin entender nada, creyendo haber escuchado una muy mala broma-. ¿Artie se equivocó?... ¿cómo es eso posible?
Mirándolos interrogante a ambos, esperó explicaciones olvidando dos segundos que Santana tampoco tenía conocimiento sobre el tema.
-No precisamente.
-¿Cómo, entonces?
-Artie acertó en todo lo demás, es sólo que este chico consiguió ocultar bastante bien su presencia, por eso le fue imposible detectarlo.
-Debe corresponder a un nivel medo…o… quizá alto – meditó ella bastante interesada-. Sabes cuan difícil puede ser pasar desapercibido por Artie.
-Debido a eso necesité ir…, quería explicarle mejor las opciones aquí en Dalton.
-¿Y? – Santana quiso saber, colocándose ambas manos a cada lado de su esbelta cintura-. ¿Él aceptó?
Blaine permitió a sus labios curvarse en una sonrisa triunfante, aunque no arrogante.
-Por supuesto – dijo, bastante seguro.
Sebastián y Santana compartieron ciertos gestos dubitativos. Los dos también auguraban panoramas problemáticos, donde Blaine, sin duda, terminaría inmiscuido sin siquiera darse cuenta.