[Fic Klaine] "Mentalmente Accesible"XV "No man's land" "Part II"

-Impresionante. Esto es como Hogwarts, pero en versión gay.
Kurt prefirió mantenerse callado, aunque eso no evitó pusiera los ojos en blanco tras escuchar los “inteligentes” comentarios que su hermanastro tendía a emitir cada cinco minutos. Recibiendo una mirada desaprobatoria por parte de la secretaria, a quien prefirió ignorar, comenzó a preguntarse cuánto tiempo más deberían estar los padres de ambos metidos en aquella oficina. Maldita sea que ya no lo soportaba. Tal vez no fuese poseedor de una paciencia privilegiada pero, conforme transcurrían los minutos, notaba cualquier vestigio referente a ella esfumarse demasiado rápido y todo por intentar coexistir pacíficamente con Finn durante un lapso demasiado prolongado. Finn era buen chico, sin embargo, en opinión de Kurt también demasiado idiota. ¡Cada que abría la boca pedía recibir varios insultos del repertorio más hiriente que tenía!
Respirando largo y profundo, terminó mordiéndose la lengua. Podía lograrlo, sólo necesitaba quedarse callado y asunto arreglado.
-Aún me parece increíble obtuvieras esa beca completa para estudiar aquí, hermanito – agregó Finn mirándolo emocionado y, palmeándole el hombro con tanta fuerza que consiguió proyectarle varios centímetros hacia adelante-. ¿Cómo rayos lo has conseguido?
Kurt volteó a mirarle tajante, ofuscado ante la demostración de afecto tan brusca. ¡Adiós intentos civilizados de interacción!
-Se llama estudiar, Finn. Si al menos utilizaras tu cerebro durante veinte minutos al día, verías resultados parecidos.
-Mis notas son buenas – se quejó balanceando su cabeza demostrando conformidad.
-¿En qué dimensión?
-Oye, intento mantener una conversación normal contigo, amigo – dijo desanimado ante los desastrosos resultados.
Sabía bien Kurt tenía carácter complicado. Vivía manteniéndose a la defensiva y si alguien intentaba acercarse más de lo estrictamente necesario, terminaba huyendo aterrorizado gracias a los comentarios nada halagadores que recibían sin consideración alguna. Era irritable, frío, mezquino y mal educado. Aún así, Finn nunca perdía las esperanzas de estrechar lazos entre ellos porque ahora formaban parte de una misma familia. Segaría intentando aunque Kurt se obstinase en actuar cual perro rabioso dispuesto a morder nada más tuviese oportunidad.
-El coeficiente intelectual que manejas me hace dudarlo – espetó malamente-. Y no soy tu amigo.
-¿Siempre debes ser tan malo?
-¿Siempre preguntas estupideces? – Kurt había empleado un tono tan insultante que hasta un niño cuyas capacidades mentales fuesen mínimas, podría percatarse sin problema alguno.
Rindiéndose, Finn terminó tomando una revista pretendiendo distraerse en algo y evitar así comenzar alguna pelea innecesaria donde sabía terminaría perdiendo. Recién habían transcurrido veinte minutos, cuando la puerta que guiaba al despacho del director se abrió y Blaine salió momentáneamente, dirigiéndose hacia él.
-Kurt – lo llamó educado.
-¿Qué rayos quieres?
-¡Cuidado con ese lenguaje, jovencito!
La mujer mayor de apariencia inofensiva que hasta ese momento se mantuvo silenciosa realizando actividades archivísticas, pareció ofenderse ante semejante contestación tan grosera. Encontraba inaceptable que un posible futuro alumno de una academia tan respetada como lo era Dalton, faltase tan descaradamente al respeto al profesorado. Así que, pese a la expresión asustada de Finn y total falta de interés por parte del castaño, abrió su boca lista para soltar un sermón bastante largo, pero Blaine indicó sin utilizar palabra alguna que no había problema. Ella quiso oponerse, pero al final regresó a trabajar murmurando inconforme entre dientes.
-Entra un momento, por favor – pidió Blaine moviendo la mano en clara invitación para que se levantase-. Necesitamos hablar contigo.
Kurt arrugó los labios, tragándose varios insultos. De todas las cosas del mundo entero, recibir órdenes se encontraba ubicada en primer lugar de su lista negra personal. Tenía serios problemas con niveles jerárquicos lo cual conseguía acarrearle problemas constantes, sin embargo, sabía debería aprender a quedarse callado si quería quedarse en aquella escuela o terminaría siendo expulsado nada más transcurridas unas cuantas semanas. Apretando la mandíbula fuerte, se puso en pie caminando hacia donde Blaine esperaba. El moreno sonrió amable, apartándose dos pasos permitiéndole pasar primero ante la mirada incrédula de Finn que, olvidando de pronto las ganas que tenía por leer, intentaba curiosear a distancia sin éxito alguno.
La oficina de Artie resultó ser un sitio espacioso, lujosamente decorado y elegante.
-Kurt, toma asiento – ofreció Artie señalando una silla vacía junto a Carole que le sonrió conciliadora, brindándole cierta confianza-. Ya hemos terminado con los tramites protocolarios que convierten tu transferencia en un hecho, ahora, sólo debemos tratar ciertos temas esenciales para granizarte una buena estadía aquí.
-Sea más claro – advirtió entrecerrando los ojos desconfiado, cual gato en presencia de un perro especialmente peligroso.
-Kurt…
-Tranquilo señor Hummel – tranquilizó Artie ensanchando aún más su sonrisa sin mostrarse ofendido-. Es entendible la reacción de Kurt, todos alguna vez tendemos a experimentar cierto temor cuando enfrentamos algo nuevo o desconocido porque, en cierta manera, crecemos acostumbrados a vivir de una manera bastante específica.
-Sus opiniones sobre el comportamiento humano me tienen muy sin cuidado, señor director – espetó Kurt altanero, enfatizando “director” casi ponzoñoso tras acomodándose mejor-. Dejémonos los protocolos innecesarios, diga lo que por obligación deberé escuchar y así podré largarme lo antes posible.
Blaine se cubrió la frente con una mano resignado, Carole avergonzada, se restregó las manos evitando cualquier contacto visual y Burt, evidentemente molesto, fue mucho más expresivo.
-Mira hijo...- comenzó reprobatoriamente utilizando tono firme. Sabía existían dos maneras de tratar con Kurt, una rendirse sin luchar y la otra no demostrarle miedo alguno. Si bien el segundo método resultó problemático, funcionó bien hasta ese momento-. Es importante aprendas a escuchar y callar cuando es necesario…, ya hemos hablado sobre ello muchas veces.
-Como sea…
-Creo será mejor comenzar por las reglas.
-Son bastante sencillas a decir verdad – Blaine, desplazándose naturalmente hasta el escritorio, explicó breve pese a la tensión del ambiente-. En esencia nuestro reglamento es muy parecido a las de otras escuelas. No se permite fumar, ingresar substancias ilegales o bebidas alcohólicas en dormitorios, aulas o cualquier otra propiedad de la escuela. Deberás portar durante la semana el uniforme como los otros alumnos, exceptuando fines de semana u horarios libres, sólo así podrás disponer como te plazca de tu propio guardarropa siempre y cuando no sea demasiado extravagante. Tenemos toques de queda, los horarios podrás encontrarlos anexados a la curricula que desarrollamos para ti, basada en tu desempeño académico – Burt asintió, conforme-. Ahora, lo siguiente posiblemente podrá causarte cierto conflicto, pero contamos con estrictas políticas cero tolerantes al acoso en cualquiera de sus variantes. Dentro de estos muros automáticamente todos pasamos a ser iguales, respetamos preferencias sexuales, raza y religión y si alguien tiene inconformidad respecto a ello, deberá guardarla para si mismo o afrontará consecuencias severas.
-También debes saber que a diferencia de Mckinley manejamos un nivel educativo mucho más avanzado – aclaró Artie creyendo importante explicar cada detalle-. Tal vez demores algunos días en acostumbrarte, por eso, recomendaría buscaras apoyo en tus compañeros o profesores, de esa manera evitarás atrasarte.
-Lo dudo
-Pienso igual – coincidió divertido-. Ahora bien, los dormitorios están divididos en dos alas, una correspondiente a las damas y otra para los caballeros. Durante la noche queda estrictamente prohibido desplazarse entre ellas bajo ninguna circunstancia. Intuimos preferirías habitación individual. Regularmente se ubican a dos personas juntas pero dadas las circunstancias es mejor tener cierta privacidad, ¿verdad?
Kurt asintió, sintiéndose aliviado internamente. Nunca podría haber soportado compartir espacio con otro chico desconocido. Su padre pareció confundido ante eso último, pero Kurt se hizo el desentendido.
-¿Eso es todo? – quiso saber el castaño seguro de no olvidar nada.
-Por ahora sí. ¿Tienen alguna duda?
-¿Dónde podremos adquirir los uniformes?
-Blaine los guiará hacia el almacén escolar, una vez ahí, Tina, quien es nuestra modista, se encargará de tomarte algunas medidas y encontrar la talla perfecta para ti. También pueden disponer de algunos otros accesorios básicos si lo necesitan.
-Bien, si hemos terminado… – Burt, seguido de Carole y Kurt se levantaron dispuestos a marcharse. El mayor de los Hummel extendió su mano-. Muchas gracias por todo.
-Es nuestro trabajo, señor Hummel -aquellas palabras hicieron eco en los oídos de Kurt. Claro, todo ellos simplemente interpretaban un rol justo igual que en Mckinley, a nadie le importaba qué sucedía cuando nadie prestaba atención. ¿Por qué debería ser diferente? -. Y Kurt...- lo detuvo-, bienvenido a Dalton. Mi oficina siempre estará disponible cuando quieras.
Ignorándolo, abandonó el lugar sin esperar a que alguien lo siguiera.
-Blaine…
-Sí, entiendo – dijo nada más los padres también salieron-. Mantendré mis ojos en él todo el tiempo, lo prometo.
Artie movió la cabeza de manera afirmativa. Recobrada la quietud de su santuario personal, medió seriamente. En definitiva, aquel sería un año bastante interesante.
Anqué desconocía si sería para bien o para mal.

Tres asquerosos días. Recién había pasado menos de una semana desde su llegada a Dalton, y ya quería escapar lo más lejos posible.
El lugar en si resultó ser agradable; poseía buenas instalaciones, espacios amplios, jardines bellamente preservados e incluso, como bien le había dicho Artie, una curricula académica excelente. No, definitivamente para Kurt, Dalton representaba poco o nulo problema para él. Las personas que intentaban acercársele con tanta insistencia, sí.
Desde pequeño, Kurt nunca se caracterizó por ser alguien especialmente sociable, alegre, o cualquiera de esas tonterías sentimentalistas. Prefería mil veces la soledad. Obvio el húmano temía enfrentarla en algún momento pero, él aprendió a apreciarla, valorarla y vivir con ella porque le brindaba cierta seguridad personal.
Por eso, nada más iniciar sus respectivas clases creyó se asfixiaría.
Los chicos con quienes debía lidiar todos los días quisieron acercarse sin malas intenciones, demostraron solidaridad ya que también llevaban a cuestas sus propias historias, ofrecieron simpatía y amabilidad consiguiendo hacerlo enfadar. Toparse así, tan repentinamente y de frente con todas esas cosas en las que Kurt menos creía (además de Dios, claro), tras todos esos años soportando constante mierda proveniente de quienes menos pudo imaginar, consiguieron descolocarlo un poco. Y a Kurt le desagradaba sentirse asustado, sorprendido o confundido.
Debía tener siempre control sobre sus emociones a cada instante, impidiéndoles a otros hacerlo primero.
Había aceptado estudiar en Dalton debido a ciertos motivos importantes, su verdadera intención jamás sería intentar hacer amigos mientras permaneciera ahí, tampoco le importaba forjarse una mala reputación porque la gente siempre le pareció estúpida. Mejor para él, así serían menos retrasados con quienes relacionarse. ¿Qué prejuicio era igual a ignorancia? Pues bueno, en opinión de Kurt, podían todos irse directo y sin escalas al mismísimo infierno, mientras no le estorbasen.
Pero, Kurt también tenía otro gran problema. Los conflictos estudiantiles sabía manejarlos bien, sin embargo, Blaine Anderson era harina de otro costal. Uno bastante pesado a decir verdad. Ese sujeto irritante prácticamente se había convertido en su sombra. Sabía qué clases tomaba, a dónde iba y con quién y en opinión de Kurt, resultaba un verdadero dolor en el trasero. Por ese motivo no le extrañó nada terminar recluido en la oficina del miserable controlador Anderson, aquel jueves durante la tarde.
-¿Por qué rayos me has hecho venir aquí? –preguntó con frialdad, entrecerrando los ojos peligrosamente, demandando respuestas.
-Estoy algo sorprendido – comenzó Blaine ignorando la pregunta y se acomodó mejor en su amplio asiento-. Nisiquiera hemos llegado a viernes y ya he escuchado bastantes quejas sobre ti –pese al gesto de advertencia, continuó–. Tienes un castigo en tu haber, has hecho llorar a Rachel Berry durante clase de Biología, conseguiste poner tan nervioso a Jeff Stirling que accidentalmente terminó teletransportandose hasta Noruega, Kurt…¡Noruega!... –movió las manos enfatizando las palabras–. Artie demoró una hora en encontrarlo. Luego, dos chicos mayores que tu casi y se van a los golpes gracias a comentarios que dijiste…¿debo continuar?
-Si con esto insinúas he roto las patéticas reglas que tanto respetan aquí, déjame sacarte del error – dijo ácidamente–. Hay testigos.
-Eres inteligente, conoces bastantes maneras de insultar a alguien sin necesidad de emplear demasiadas palabras –Blaine le habló tranquilo, sin enfadarse en ningún momento–. Aún así, un comportamiento tan inapropiado es mal visto no solo en Dalton, sino también en muchas otras partes, Kurt.
-Eso debiste pensarlo primero antes de aparecerte en Mckinley –agregó despectivo-. Si recuerdas bien, fuiste tú quien me fastidió para venir aquí, así que ahora no me vengas con esas sandeces. ¿Quieres mejore mi actitud?... si es así, espera sentando entonces porque eso no va a suceder, Anderson.
-Vaya carácter…
Kurt desvió su atención de Blaine al otro hombre rubio y alto que, hasta ese momento, estuvo escuchándolos discutir los últimos diez minutos, apoyado relajadamente contra un estante repleto por gruesos libros. Él sonrió a modo de saludo, ganándose cierta expresión mal educada en toda respuesta, dándole a entender un claro “¿crees que me importa?”
-¿Y este quién es? - preguntó alzando la ceja, malhumorado.
-Quiero presentarte a Sam Evans –Blaine otra vez decidió dejar pasar tal muestra de descortesía, optando por trabajar luego en ello–. Cuando teníamos tu edad, ambos acudimos a esta misma escuela.
-Genial, otro fenómeno…
-Así nos llaman en muchas partes – coincidió Sam sin parecer ofendido, acercándose derrochando bastante seguridad en si mismo.
-¿Es en serio? – l señalándolos a ambos de manera alternada, tenía cara de que alguien le había contado un chiste bastante tonto-. Pensé tener suficiente contigo molestándome…
-Sam aceptó venir desde Los Ángeles, sólo para ayudarte.
-Pues podría haber viajado desde Timbuctú, Malasia o cualquier otra parte del jodido planeta…–Blaine se apoyó contra la superficie del espacioso escritorio, buscando ser paciente, algo complicado si Kurt soltaba insulto tras insulto cada que tenía oportunidad–. Y no le he pedido nada, nisiquiera conozco al sujeto.
-Pero yo sí – Blaine dijo cuando su amigo ocupó la única silla vacía de lugar–. Sam es empático.
-…
-Significa que puede leer y sentir…
-Sé lo que significa.
Kurt interrumpió grosero, demostrando conocer del tema tratando a su profesor cual retrasado mental. Aquí la verdadera pregunta consistía en saber por qué carajos estaba ahí ahora mismo.
-¡Bien!...siendo así será mucho más fácil llevar a cabo todo – Sam palmeó los brazos de la silla, produciendo un ruido parecido al de alguien aplaudiendo–. ¿Quieres comenzar las lecciones particulares ahora, o, en otro momento?
Correcto, eso era todo cuanto necesitaba. Levantándose abruptamente sorprendiendo a los otros dos, se dispuso a marcharse lo más pronto posible. Prediciendo tal respuesta, Blaine giró su muñeca hacia la izquierda con todos los dedos extendidos y la puerta se cerró, deteniendo a Kurt de manera abrupta.
También se aseguró de bloquearla por si las dudas.
-Tarde o temprano sucedería, Kurt.
-Muérete…
Blaine suspiró.
-Si en verdad quieres tener control real sobre todo cuanto te rodea, primero debes comenzar a entrenar tu mente como corresponde. Sólo así serás capaz de llevar una vida normal.
-He sabido arreglármelas bien hasta ahora – recalcó terco, manteniéndose en la misma posición, dándole la espalda–. Tu intervención es innecesaria.
-No, no lo es, Kurt –Blaine se tomó la libertad de estudiar al castaño, adentrándose en su mente–. ¿Aún escuchas voces ajenas pese a encontrarte solo y sumido en un gran silencio? – los hombros de Kurt se tensaron casi imperceptiblemente-. ¿Canalizas sentimientos u emociones que casi puedes sentir tuyas, aunque no lo sean?
-Ya basta. Sal de mi cabeza…
-¿Te resulta imposible dormir durante las noches?
-¡Dije suficiente! – exclamó furioso, encarándolo listo para darle una leccioón, no obstante, casi al segundo siguiente creyó sosegarse, regresando a cierto estado tranquilo. Sam pareció satisfecho, evidenciando lo obvio. Estaba interviniéndole también.
-Si tan capaz te crees, intenta bloquearme – le retó buscando llegar a ciertos recuerdos superficiales.
-¡No me presiones!
Debido a la furia e impotencia, Kurt apretó los puños tan fuerte, que sus nudillos perdieron todo vestigio saludable de color. Tenía el cuerpo rígido como si soportara alguna clase de desgarrador dolor y, pese a mantener los ojos abiertos, cualquier emoción posible buena o mala, se esfumó.
Aquello iba a terminar realmente mal.
Concentrándose suficiente, Blaine consiguió penetrar las primeras barreras psíquicas cuya creación resultaron ser bastante elaboradas, mas no excelentes. Cualquier telequinetico nivel medio podría irrumpirlas sin mayores problemas. Una vez tuvo acceso libre a las memorias más recientes, tal cual película en tercera dimensión, desplegó algunas imágenes proyectándolas sin orden especifico. Vio a Rachel Berry correr fuera del aula conteniendo las lágrimas, seguidamente, la figura de Sterling desapareció envuelta entre una ligera neblina negra que se disipó inmediatamente después, dejando vacio el puesto que ocupaba.
Quinn y Sebastian también estaban en algunas, impartiendo sus respectivas asignaturas. Debería haberse detenido ahí, a fin de cuentas sólo pretendía demostrarle cuán incapaz era todavía de defenderse pero, quiso ir más allá. Colocándose dos dedos sobre la frente, se internó otro poco. Kurt opuso bastante resistencia, sin éxito alguno. Fuese medio o alto, todavía debía aprender muchas cosas.
Mientras ellos dos mantenían tal disputa silenciosa, Sam notó algo no andaba nada bien.
Algunos objetos, los más livianos sobre todo, comenzaron a moverse produciendo ligeros repiqueteos contra las superficies donde estaban colocados, creando ritmos constantes, asemejando la reacción natural ante un sismo potente. También los cristales en ventanas y estanterías emitieron vibraciones audibles, conforme el ambiente se tornada más y más pesado cada vez.
Inquieto ante la horrible sensación, creyó necesario detener aquella locura ahora mismo, así que, ejercería mayor influencia pasiva sobre Kurt. Nisiquiera pudo ponerlo en práctica cuando una monumental fuerza invisible imposibilito cada uno de sus movimientos. Quiso gritar o producir cualquier señal posible que alertase a Blaine.
Nada ocurrió.
Blaine siguió con lo suyo, indagó hasta límites prohibidos recuperando recuerdos bastante antiguos, tal vez pertenecientes a la niñez de Kurt. En ellos, había una mujer joven y bonita, cuyo cabello castaño y piel de alabastro contrastaban casi de manera andrógina. Y también vio fuego, llamas cegadoras devorando cualquier cosa que tocaba, cegándolo, aterrorizándole.
Y de pronto, algo parecido a recibir un violento golpe físico lo hizo retroceder, confundido, emitió jadeos entrecortados debido al dolor producido, los oídos comenzaron a pitarle demasiado fuerte, hasta casi hacerlo gritar. En la vida experimento semejante sensación antes.
“¡Te lo advertí, maldito imbécil!”
Aquella voz se parecía a la de Kurt, pero tampoco lo era en realidad. Retumbó en cada rincón de su cabeza con ese tono dominante, grave, frío y furioso, poniéndole la piel de gallina. ¿Qué demonios era eso?
Imposible le fue proporcionarse respuesta porque, Sam se proyectó hacia atrás desmedidamente rápido y se detuvo sólo hasta que su cuerpo impactó de manera brutal contra uno de los libreros cercanos que, sufriendo los efectos propios de la gravedad, se precipitaron sobre él golpeándolo en todas partes. Se desmayó al instante.
Blaine se tambaleó nada más regresar a la realidad, justo a tiempo para conseguir crear una barrera protectora cuya pared incorpórea ondeaba cada que algo se estrellaba contra ella. Pudo notar la energía psíquica liberada era demasiado fuerte. ¡Necesitaba hacer algo, ahora!
Todos los cristales dentro del lugar explotaron y levitaron, apuntándose directo hacia Blaine, quien espero lo peor.
-¡Kurt! – intentó hacerlo razonar, no obstante, parecía tan abstraído en destruirlo todo que o bien no escuchó, o sólo lo ignoró-. ¡Debes escucharme!... ¡Eres quien debe imponer control sobre tus habilidades!... ¡Tú los controlas, no ellos a ti!
-Ahora… –siseó con la mandíbula apretada–. ¿Quién se suponía bloqueaba a quién?
Blaine abrió su boca pensando frenéticamente qué decir, cuando la puerta bloqueada salió disparada de sus goznes hecha trizas, hacia adentro. Santana y Sebastian, perplejos, se detuvieron admirando semejante escena disparatada, notando, justo igual que Blaine, tal asunto terminó complicándosele de una terrible manera.
Percatándose sobre las otras dos presencias indeseables, sin siquiera dirigirles alguna clase de atención, Kurt ordenó con su mente a los vidrios rotos filosos como cuchillas se movieran hacia ellos, disparándoseles cual precisos dardos importándole poco si alguien salía realmente herido. Ambos profesores presintiendo el peligro, se movieron rápido ocultándose tras la pared del exterior. Mientras esquirlas de cristal volaban en todas direcciones.
-¡¿Pero qué demonios creé está haciendo?! – gritó Santana, haciéndose escuchar entre tanto alboroto.
-¡Ahora mismo se lo pregunto! – la sonrisa de Sebastian fue suficiente para que ella entendiera a qué se refería. Abalanzándose sobre uno de los extintores del pasillo, arrancó el cilindro rojo con todo y protecciones llevándolo de regreso al despacho, donde Blaine se encontraba.
-¡Hey tú, cara de chica! –dijo a Kurt buscando llamar su atención. Nada más notó la mirada azul del mocoso posarse en su persona, arrojó el extintor propinándole luego un potente puñetazo. El cuerpo metálico emitió un sonido hueco tras ser golpeado, dejando escapar en consecuencia el gas que albergaba entre espesas nubes frías y blancas. Kurt repelió tal ataque sin esfuerzo, empotrándolo contra un muro, atravesándolo de lado a lado, haciendo ver la madera, ladrillo y concreto como una simple hoja de frágil papel. Dispuesto estaba a regresar la agresión, pero muy tarde se dio cuenta que Santana ya no estaba y Sebastian ocupó su lugar.
Regulando suficiente cantidad de energía necesaria, proyectó varias descargas eléctricas suficientemente potentes contra Kurt para dejarlo fuera de combate. El castaño emitió profundos alaridos doloridos, sacudiéndose en espasmos incontrolables y, angustiosos minutos después, se derrumbó inconsciente.
En el acto, regresó la calma.
-¡Oh, por dios! – Blaine apartó a Sebastian sin demasiada delicadeza y evadiendo el mobiliario derrumbado, se arrodilló junto a Kurt. Sujetándolo con extrema suavidad, incorporó el cuerpo laxo apoyándolo contra si mismo, rezando estuviese bien.
-No, no lo he matado si eso es lo que te preocupa – agregó sarcástico Sebastian, metiéndose las manos en los bolsillos.
Santana, a su vez, pateó los restos inservibles de lo que antes fue una silla sacándola del camino con expresión furiosa.
-¡Él pudo matarnos a nosotros, querrás decir! – sentenció señalando lo obvio–. Es peligroso.
-Esto ha sido sólo culpa mía.
Los otros dos adultos miraron a Blaine como si repentinamente tuviese dos cabezas pegadas al cuello en vez de una.
-¡¿Intentas justificarle?!
-¡Ahora no tengo tiempo para discutir! –gruñó tomando entre sus brazos a Kurt, dispuesto a llevarlo a la enfermería para que Mercedes pudiese dictaminar si necesitaba atención médica o no-. Encárguense de Sam, por favor.
-¿Labios de trucha está aquí?
Pero la pregunta quedó colgada en el aire porque Blaine se fue lo más rápido posible. Se sentía horriblemente culpable por comportarse de tal manera irresponsable. Arruinó con creces cualquier posibilidad de acercamiento pacifico con Kurt y, seguro nada más despertara, querría mantenerlo alejado al menos tres condados de distancia.
Todo acto contraía consecuencias, ya vería él después qué tan grandes serían las suyas.

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¡Poderes, sí!... ¿Alguien ha adivinado el de Santana?

Bueno, creo ha quedado obvio que la habilidad que maneja Sebastian es el de Electrokinesis, es decir, puede manipular la electricidad a su reverendo antojo cuando y como quiera. Sam por otra parte, es empático, esto quiere decir que tiene capacidad de influenciar o controlar emociones o sentimientos en otras personas a su antojo. ¿Interesante, no?
¿Les ha gustado aunque sea un poquito? Sus comentarios siempre son bienvenidos, me hacen feliz e incluso alegran mi día.

¡Espero actualizar pronto!

¡Los amo y gracias por leer!

–Debería golpearte –murmuró Mercedes enfadada, conforme se colocaba quizá con demasiada fuerza unos guantes plásticos esterilizados, ante la mirada espantada que Blaine le dirigía–. Sí, debería golpearte tan duro que olvides hasta tu propio nombre, miserable irresponsable, tonto, insensible bueno para nada…
–¡Eso duele! –Blaine se quejó cuando ella prácticamente lo sujetó por la muñeca, obligándolo a exponer a cara interna del antebrazo donde accidentalmente se hizo un corte profundo al llevar hasta allí, a un inconsciente Kurt.
–¡De eso se trata! –la médico empapó algunas bolitas de algodón en alcohol etílico, disponiéndose a desinfectar la herida para saber si necesitaría sutura. Internamente rogaba fuese así, de esa manera podría hacerlo sufrir otros veinte minutos más en venganza–. ¿En qué demonios pensabas, chico blanco?...
–Siendo sincero, realmente no pensaba con claridad.
Blaine hizo varias muecas tras sentir el antiséptico entrar en contacto directo con la piel rasgada. Apretando los labios, aguantó estoicamente, sino luego después sería peor.
–¡No, por supuesto que no! –Mercedes enfatizó aplicando mayor énfasis en despejar cualquier vestigio de sangre, descartando después el material sucio a un contenedor rojo plástico etiquetado. El moreno abrió la boca conteniendo un jadeo, frunció el seño e intentó alejarse, no obstante, una mirada reprobatoria le hizo entender que mejor se quedaba quieto–. Tengo dos sitios ocupadas ahora mismo gracias a tu exagerada exhibición de idiotez.
–Juro hice todo con buena intención.
–Seguro…–alejándose hacia una pequeña estantería, tomó del interior gasas, cinta adhesiva y algunos analgésicos. Llevándolo todo entre sus manos, los colocó sobre la camilla donde Blaine se encontraba sentado, inspeccionándose el área dañada–. ¡Ni se te ocurra tocarla! –él apartó los dedos, fingiendo inocencia.
–¿Por qué simplemente no utilizas tu habilidad y ya?
–Los amo, a todos ustedes, pero si les curase cada vez que decidieran meterse en problemas jamás escarmentarían –explicó Mercedes rasgando el sobre que contenía una gaza y extendiéndola cuidadosamente sobre el corte, procedió a asegurarla con la cinta adhesiva–. El dolor es un buen recordatorio, rizos, del por qué es preferible mantenerse alejados del peligro.
–Nunca has tenido queja alguna sobre mi…
–Hasta ahora –lo señaló, colocando su otra mano libre sobre la cadera–. Sam se ha dislocado un hombro y tiene golpes por todas partes –comenzó a explicar y dándole la espalda, se dirigió hacia donde el mencionado se encontraba–. Ni hablar del otro chico… ¿Un estudiante, Blaine?... ¿Es en serio?...
–Artie creyó conveniente dejarlo bajo mi custodia.
–Pues muy bonita manera de comportarte a la altura, Anderson –Blaine siguió a su amiga, guardándose una cajita con medicamento que le serviría en caso de tener molestias. Juntos, ingresaron a otra área de la espaciosa enfermería, hasta llegar a una especie de pabellón con varias hileras largas con camas perfectamente alineadas. En una de ellas, Sam se encontraba sentado visiblemente pálido, no traía puesto nada de la cintura para arriba, dejando al descubierto su magullado torso.
–Hey… –saludó Blaine culpable–. Lo lamento mucho, amigo.
–Tranquilo, también ha sido culpa mía.
–¡Exacto! –coincidió acortando cualquier distancia, hasta situarse al lado y así inspeccionarle mejor–. Debemos colocar el hueso nuevamente en su lugar.
–¿Y eso…?
–¿Qué si va a doler?...no, qué va, sólo sentirás ligeras molestias – colocando su palma abierta contra el hombro cuyo ángulo se notaba extraño, Mercedes se inclinó aferrándole también del fornido brazo–. Ahora, relájate, contaré hasta tres y entonces todo habrá terminado, ¿bien?
–Creo.
–Correcto…aquí voy…uno, dos…
Nisiquiera termino des contar hasta tres, cuando con fuerza movió el hueso, reacomodándolo en el sitio original produciendo un crujido espantoso. Sam gritó fuerte, luego, encogiéndose sobre si mismo, emitió gruñidos profundos desde la garganta sujetándose donde antes Mercedes tenía las manos. Blaine también hizo un mohín lastimado.
–¡Maldita sea, mujer! –blasfemó con la cara roja por el esfuerzo–. ¡Dijiste serían ligeras molestias!...
–Oh bueno, sobrevivirás.
Sam respiró profundo, asintiendo ligeramente expresando en lenguaje corporal un sarcástico “claro, gracias”.
–¿Puedo ver a Kurt?
Mercedes lo fulminó con la mirada, pero Blaine ni se inmutó.
–Puede despertar en cualquier momento y apuesto los dedos de mi mano derecha a que eres la última persona que querrá ver –recalcó–. Va a estar furioso contigo. ¡Yo ya lo estoy!... –la médico suspiró profundamente resignada ante la expresión compungida e incluso culpable del otro. A diferencia de Santana o Sebastian, quienes casi todo el tiempo solían ser bastante indiferentes ante los sentimientos de otros, sin mostrar arrepentimientos, sabía Blaine era diferente. Jamás diría o haría algo intencionalmente para dañar a alguien. Además, se notaba sí estaba muy preocupado por el joven castaño que, dormido, reposaba tranquilo en otra habitación adjunta equipada con la más alta tecnología médica existente.
–¿Sólo cinco minutos?
–Sólo eso...
Blaine sonrió con tanto gusto que consiguió contagiarla también. Poco tiempo después, nada más dejar a Sam descansando, arribaron a otra área cuyo acceso tenía mayor restricción. Mercedes digitó una clave en un tablero de mando y las dos pesadas puertas metálicas que resguardaban el lugar se abrieron, permitiéndoles pasar. Una habitación bastante extensa los recibió, poseía buena iluminación gracias a las luces fluorescentes del techo y el piso del mismo color, brindaba desmedida pulcritud y limpieza. Habían cuatro camas metálicas acolchadas situadas junto a pequeños centros de mando computarizados, sólo uno de ellos funcionaba en ese momento, precisamente, el que monitoreaba a Kurt gracias a diversos cables que enviaban señales constantes registrando diversas actividades.
–He estado monitoreando sus impulsos cerebrales desde hace hora y media – dijo, chequeando la pantalla, notando los niveles se mantenían normales, sin cambios aparentes–. Sebastian no fue demasiado agresivo cuando le atacó, pero quería asegurarme de todos modos.
Blaine asintió, admirando a Kurt dormir. Todavía llevaba puesto el blazer así como el resto del uniforme, Mercedes sólo aflojó el nudo en la corbata y, viéndolo así, con esa total expresión relajada y tranquila notó por vez primera Kurt era un chico bastante atractivo. Poseía buena estructura ósea, nada tosco aunque tampoco delicado, labios delgados ligeramente sonrosados, cejas naturalmente delineadas, piel perfecta cual porcelana. Generalmente, solía tener el seño fruncido o expresiones frías carentes de cualquier sentimiento. Ahora, resultaba muy diferente.
De manera inconsciente, rozándole con extrema suavidad la mejilla con sus nudillos, también prestó atención a las lecturas que arrojaban los análisis.
–Y… ¿no has encontrado algo extraño?
–¿En qué sentido?
–No sé…– dijo encogiéndose de hombros, recordando esa extraña voz que escuchó durante el incidente–. Tú eres la experta aquí.
–Nada particularmente relevante.
–Pero Kurt es un nivel alto, Mercedes, puede existir cualquier posibilidad.
–¿Cómo sabes eso?
–Su poder es grande. He enfrentado antes otros nivel alto muy poderosos y créeme, Kurt clasifica en ese rango.
–Siendo así, deberíamos considerar realizarle estudios constantes, sólo para comprobar tal teoría.
–Va a ser difícil –murmuró mordiéndose el labio inferior-. Ve lo que sucedió hoy sólo por unas tontas lecciones particulares.
–Aprovechemos la ocasión, entonces –ante la expectante curiosidad de Blaine, se dispuso a colocar otros dos conectores en la cabeza del menor, dispuesta a obtener toda cuanta información pudiese.
Estaba por hacerlo cuando Kurt, aun manteniendo los ojos cerrados, sujetó a Mercedes de la mano haciéndoles pegar a ambos adultos tumbos asustados.
–Nisiquiera lo intentes.
El castaño se incorporó y arrancó de tajo todos los cables provocando que la computadora, sin tener algo que medir, emitiera pitidos extraños. Ya sentado, Kurt estudió silenciosamente cada rincón intentando reconocer dónde carajos estaba.
–Kurt…
–Aléjate de mi, Anderson – dijo Kurt de forma mordaz en clara advertencia, ya con ambos pies bien puestos sobre el frío suelo. Ignorándolos, importándole poco no calzar zapato alguno, caminó hacia la única salida disponible sin mirar atrás. Blaine, esperando tal reacción, no pensó dos veces en seguirlo pese a las protestas que Mercedes profirió, nada conforme. Para darle alcance, necesitó trotar por el pasillo vacio, ubicándose junto a él y caminar así a su mismo ritmo.
–Necesito hablar contigo sobre lo que ocurrió.
Kurt aceleró el paso, pretendiendo dejarlo atrás otra vez, algo que Blaine evidentemente evitaría a toda costa–. No me interesa.
–Quiero disculparme –le habló arrepentido–. Sé cometí un grave error y lo reconozco…
–Jodete.
–Por favor, Kurt.
–¡Sabía que nada bueno resultaría si venía a aquí!... ¡Fue estúpido! –bramó impaciente, apretando fuerte la mandíbula–. ¡Déjame tranquilo! No te me acerques, ni me hables o algo parecido a partir de ahora...tú, tu preciosa escuela de rarezas y esa maldita beca pueden pudrirse en el infierno. ¡Me largo ahora mismo!
Blaine, con dos zancadas, atajó cierta distancia consiguiendo colocarse frente al castaño cortándole el paso–. No, escucha primero – dijo imitando los movimientos de Kurt, que obstinadamente, intentaba evitarle. Si alguien los hubiese visto dirían que les resultaba imposible ejecutar coordinados, ciertos pasos básicos de baile–. Puedo obligarte a quedarte, créeme que realmente puedo hacerlo pero no es así como funciona. Si me quieres lejos, bien, hablaré con Artie hoy mismo y conseguiremos otra persona mejor cualificada para ser tu mentor, pero Kurt, debes permanecer en Dalton porque únicamente aquí estarás seguro.
–¿Por qué mierda te interesa tanto? –quiso saber–. Tienes otra docena de estudiantes dispuestos a aceptar eso que ofreces, chicos idiotas, idealistas e ingenuos y creerán cada una de tus palabras sin dudarlo. ¡No eres nadie para impedirme hacer lo que se me antoje!
–Yo…
Los labios de Kurt se curvaron en una sonrisa pedante, de basto entendimiento asemejando a quien tiene conocimientos sobre un tema específicamente desagradable y aún así debe hablarlo aunque no quiera-. Ah…ya entiendo.
–¿Qué?...¿A qué…?
De un momento para otro, el castaño sujetó a Blaine con increíble firmeza del cardigán azul que llevaba puesto y, empujándolo sin titubeo alguno contra la pared más cercana, lo acorraló ahí, cerrando cualquier distancia posible entre ambos cuerpos, permitiéndoles sentir claramente cada parte en contacto a conciencia. Blaine, demasiado impresionado, sólo atinó a levantar ambos brazos a cada lado manteniendo las manos lejos del menor. Kurt ensanchó su sonrisa brindándole cierto toque retador, mirándolo directo a los ojos. Avellana e índigo hicieron por fin verdadero contacto entre ellos.
–Suele suceder con más frecuencia de la que crees –murmuró quedo, arrastrando cada palabra y Blaine notó el aliento cálido rozándole la piel, enviándole escalofríos–. ¿Es esto lo que buscas, Blaine?
No lo dejó articular ninguna palabra porque, inclinándose esos escasos centímetros de diferencia entre ambas estaturas, Kurt acarició con sus labios los del profesor apenas con ínfimos roces juguetones, buscando tentarlo, buscando hacerle perder todo ese autocontrol del que tanto se jactaba. Al saber que el moreno todavía parecía estar procesando aquello, sin dudarlo, fue más allá y lo besó al fin. El corazón de Blaine se disparó. Sin saber cómo actuar exactamente, se quedó quieto, respirando agitado y con la mente hecha por primera vez en muchos años, un reverendo desastre.

Hola lectores. Bien, primero que nada quiero dar un pequeño anuncio o algo parecido, aunque posiblemente sea algo sin importancia. Me gustan las historias diferentes, he leído mucho fics referentes al fandom Klaine, unas bastante buenas, otras no tanto. Pero cuando decidí compartir con ustedes las ideas locas que se me pasan por la cabeza, quise salirme un poco de los clichés. Sí, puede sonar algo presuntuoso, aún así, si alguien aún se interesa en seguirme conforme avancen los capítulos, seré la fan escritora más feliz del mundo. Los amo por sus comentarios, me animan a seguir imaginando más sobre esta pareja que tanto amamos todos en Glee. Así que, espero sorprenderles más adelante, porque, como ya dije, seguiré aquí hasta terminar el fic. ¡Hasta pronto!

PD: ¿Ustedes como yo amaron las escenas Klaine de I Do?

–¿Qué te dijeron?
Emitiendo un pesado suspiro resignado, Albert aún con el teléfono en la mano intentó desplazarse entre los muebles de la estancia sin tropezar con nada, algo difícil considerando que sólo podía distinguir sombras informes frente a él. Toda la casa estaba a oscuras y nisiquiera funcionaba tampoco el alumbrado público, pero aquello era normal en aquel vecindario donde llevaban viviendo algunos meses. Comenzaban a acostumbrarse.
–Pues…–comenzó a explicar utilizando como guía la voz de Sebastian que creía, provenía del sofá más grande–, según esa larga e interminable explicación repleta por términos raros que apenas y supe reconocer, restablecerán el fluido eléctrico en algunas horas más.
Aunque sabía no podría ser visto, Sebastian asintió en comprensión–. ¿Qué quieres hacer ahora?
–Podríamos encender algunas velas –contestó dejándose caer cuan alto era junto a su marido, quien apenas consiguió apartarse evitando así ser aplastado–. Eso ameritaría nos pusiéramos románticos toda la noche. Aún te debo un masaje, cariño.
Sebastian revoleó los ojos divertido tras sentir los fuertes brazos de Albert rodearlo con cariño. Ambos cuerpos se acoplaron perfectamente, casi como dos piezas exactas de un rompecabezas.
–Suena bastante tentador.
–¿Verdad?
–Pero mejor no…–fingiendo molestia, Sebastian luchó por liberarse aunque no opuso especial resistencia ante los nuevos intentos del más alto por retenerlo–. Además es viernes y los viernes te gusta ver el Fútbol.
–Tú me gustas más…–depositando pequeños besitos mariposa, recorrió desde la frente hasta las mejillas de su esposo–, por otra parte, según ese trasnochado empleado que contestó mi llamada deberemos permanecer como en la edad media durante largo rato.
–Yo puedo regresarnos al siglo correcto sin micho esfuerzo… ¿Acaso ya has olvidado con quién te has casado, Morrison?
–Ok, has dicho mi apellido de soltero –dijo dramáticamente, sentándose correctamente, cual estudiante que ha sido sorprendido haciendo algo equivocado–. ¿Debo tomar eso como signo de problemas?
–No…
–¿Te sorprendo, entonces?
–Soy todo oídos, señor agente del FBI.
Albert se sujetó el mentón con la mano, concentrándose–. A ver, según recuerdo contraje nupcias con un hombre maravilloso e inteligente cuyos preciosos ojos verdes me vuelven loco, aunque debo decir hay ocasiones en las cuales dan miedo porque su dueño despierta de pésimo humor por las mañanas –Sebastian le propinó dos golpes ligeros, buscando venganza–. ¿Qué más?... ¡ah!...también tiene un trasero envidiable y cuerpo de infarto. Puedes agregar algo más, si quieres.
Levantándose por fin, Sebastian caminó hasta una lámpara ubicada junto a la ventana y proporcionándole ligeros toquecitos con el dedo índice, esta se iluminó cortando toda oscuridad nocturna–. También sé hacer algunos trucos útiles.
Albert parpadeó incómodo ante tal súbito cambio de iluminación–. ¿Crees eso sería buena idea?
–¿A qué te refieres?
–Bueno, toda nuestra cuadra ha sufrido un apagón monumental y si los vecinos ven tenemos luz comenzarán a preguntarse los motivos.
–Diremos que invertimos casi todo tu sueldo en material para generar energía renovable, o algo…
–En tu cuartada hay ciertos huecos, cariño.
–¿A sí?
–Sí, nisiquiera tenemos instalados…no sé… ¿paneles solares?
–¿Desde cuándo debemos darle explicaciones a la gente? –preguntó inconforme, señalando hacia el exterior.
–Nunca…
–Entonces no entiendo por qué te preocupas tanto ahora.
–Sólo quiero protegerte –agregó Albert mirándolo con seriedad–. Escucha… odio pelear contigo por tonterías –extendiendo la mano, le hizo señas–. Ven.
–Todavía tengo que encender el frigorífico o todo cuanto tenga dentro se arrumará.
–Si eso sucede, sobreviviremos a base de comida china –dijo enfatizando los movimientos de sus dedos–. Anda, ven aquí…por favor.
Rindiéndose, Sebastian tomó el control remoto y se sentó otra vez al lado de Albert, acurrucándose lo más cerca posible encendiendo luego la televisión. Albert lo recibió gustoso, acunándolo sobre su pecho.
Transcurrida sólo escasa media hora, Albert advirtió Sebastian parecía poco o nada concentrado en el partido realmente pese a que el equipo al cual los dos solían animar perdía por algunos puntos. Generalmente estaría alegando cuan incompetentes creía que eran. Se veía distraído e inclusive preocupado. Incapaz de soportarlo más tiempo, desactivó el sonido del aparato llamando así, finalmente su atención.
–Puedo escuchar a tu mente trabajar a toda velocidad.
–¿Qué?...
–Algo te preocupa –Albert lo conocía suficientemente bien e intentar ocultarle las cosas sólo acarrearía problemas–. ¿Sucedió algo malo en Dalton?
–No…bueno…–Sebastian apretó los labios–. Sí…
Tranquilo, relató cada detalle del incidente protagonizado más que nada por Blaine y Kurt Hummel, exponiendo también todas las dudas que tenía respecto a su mejor amigo.
–¿Y ya han hablado con Artie?... –quiso saber, comprendiendo la situación–. A final de cuentas él es la máxima autoridad del campus.
–Santana y yo lo hicimos esta misma tarde, más que nada recomendamos aislarlo por tiempo indefinido porque es tan inestable que podría dañar a alguien aún sin intención.
–¿Esas no son medidas extremas?
–¡Sam Evans resultó herido!
–Lo sé, lo sé…
–El chico es peligroso.
–Al igual que el diez porciento de los estudiantes cuyas habilidades les hicieron buscar refugio en Dalton –Sebastian lo fulminó con la mirada–. Escucha, has estado ahí, sabes cuán difícil puede ser controlar algo tan grande e inentendible y sería horrible y contradictorio ustedes encerrasen a Hummel cuando deben brindarle apoyo. Se supone –recordó interrumpiendo cualquier posible reclamo–, Dalton existe porque buscan igualdad para todos. ¿O me equivoco?
–Odio tengas tanta razón.
–Yo amo tenerla.
–¿Y qué hay con Blaine?
–Déjale tomar responsabilidad sobre sus propios actos… con esto no quiero decirte que debas abandonarle, si te necesita, estarás ahí para él porque han sido mejores amigos durante años y lazos así difícilmente se rompen. ¿Entiendes?
–Creo…
–Te amo.
–¿Igual o más que el primer día?
–Mucho más.
–También te amo.
–Ahora…¿qué dices si nos vamos a la cama?
–Contigo, a cualquier parte.
–Amén a eso.

~~~ ~~~ ~~~

Blaine sabía que aquella sería una explicación bastante larga, más nunca pensó también ridículamente incomoda.

Podía sentir la mirada curiosa de Artie clavada en su persona pero, aunque quisiera, le sería imposible despegar su atención del suelo elegantemente alfombrado porque sabía terminaría contándole todo sin omitir ningún detalle. Ni uno solo. Sentía demasiada vergüenza, vergüenza por haber obligado a Kurt a interactuar con él, por fallarle a Artie en su promesa de guiarle e intentar ayudarlo, pero sobre todo, por el acontecimiento ocurrido en ese pasillo vacio de la enfermería horas antes. Kurt le había robado un beso.

Uno nada caso a decir verdad. Para cualquiera resultaría insignificante, es decir, un chico emocionalmente inestable reaccionando inadecuadamente ante la primera persona que tuviese enfrente, podría justificarle si ese fuese el caso. Pero no. Kurt supo antes, durante y después exactamente qué hacía y con quien. Por ese motivo, cuando Kurt decidió marcharse sin siquiera dirigirle ni media palabra, dejándolo ahí confuso e incrédulo, decidió hablar con Artie de manera inmediata dispuesto a relegar su responsabilidad a otra persona en lo que al castaño respectaba. Bien, cierto era que Blaine no tenía relación con nadie desde mucho tiempo atrás, no obstante, tampoco se dejaría confundir. ¡Kurt prácticamente era diez años menor que él! ¡Podría ir a prisión, dios santo!
Ambos atravesaron limites impropios e imposible sería trabajar juntos de ahora en adelante.
Fingiendo tranquilidad, una que por cierto estaba demasiado lejos de sentir, quiso mantenerse firme pese a los continuos intentos del director por meterse en su campo visual, sin demasiado éxito.
–Permíteme recapitular –Arte pidió, ajustándose las gafas con parsimonia. A oídos de Blaine no sonaba molesto, de hecho, nunca antes lo había visto así antes. Él siempre era tranquilidad y paciencia absoluta–. Hummel perdió control total sobre sus habilidades porque invadiste su privacidad, buscando algo que todavía no has explicado. Destrozó propiedad de la escuela, Sam Evans, quien nisiquiera pertenece a nuestro personal docente resultó herido afortunadamente no de gravedad, Santana y Sebastian irrumpieron en mi despacho furiosos exigiéndome aislara al chico cuanto antes, y, ahora tú, por motivos desconocidos quieres relegar tu tutela.
–Básicamente…
Artie asintió afirmativo, entrelazando ambas manos por sobre el escritorio causándole cierta incertidumbre a Blaine. Conocía esa expresión. Y apostaba su motocicleta que perdería aquella discusión.
–¿Puedo saber los motivos del por qué has tomando semejante decisión?
–Me he comportado irresponsablemente, mandé al demonio muchas reglas siendo que, como profesor, debo poner el ejemplo, arriesgué a tres de mis mejores amigos y a un estudiante también. ¿Eso no es suficiente?
Otro asentimiento hizo creer al moreno tales argumentos servirían. Ingenuamente eso pensó.
–La respuesta a tu petición es no.
–¿Qué?
–He dicho no, Blaine.
–¿Por qué? –solicitó saber, terco–. En Dalton prestan sus servicios otros profesores mucho mejor capacitados para encargarse de Hummel. ¡Nisiquiera le agrado al chico!
–A Hummel nadie le agrada, creí eso quedó bastante claro desde el primer día.
–Supongamos y él continua bajo mi protección, ¿cómo diantres podríamos trabajar en sus problemas si cada vez parece dispuesto a atacarme?...y luego de…
La imagen del beso apareció provocándole un súbito sonrojo. Maldiciendo por dentro, se recordó se suponía era un adulto, uno maduro y no un adolecente hormonal emocionado ante cualquier nueva experiencia.
–¿Luego de?...
–De…del incidente, será todavía peor.
–Busca alguna manera.
–¡Lo he hecho!
–Sí, pero utilizando métodos bastante precipitados si me permites opinar.
–Su carácter…
–He escuchado eso bastantes veces. Santana también es una persona difícil pero hemos conseguido llegar muy lejos con ella considerando las circunstancias en que la encontramos. Tu igual, Blaine. Eres perfecto para tratar con Kurt Hummel.
–No puedo con él.
–Sí, sí lo harás y encontraras alguna manera adecuada para limar asperezas.
–Pero él dijo que…
–¿Y desde cuándo tomamos tan en cuenta las disparatadas decisiones de los estudiantes? – negó con la cabeza–. Son demasiado jóvenes para saber qué les conviene realmente.
–Artie, yo no…
–¿Ha sucedido algo más entre ustedes?
–¿Qué?...¿Qué quieres decir con “algo” más?
–No sé, explícamelo tú. A decir verdad nunca has tenido problemas con otros estudiantes antes, por qué Kurt Hummel sería diferente.
–Los nivel alto son difíciles de tratar.
–Somos difíciles, más no imposibles.
–Es diferente…
–No, no lo es.
–¿Y cuándo notas la línea entre lo que es correcto e incorrecto?
–Generalmente nunca puedes –dijo sonriendo–. La vida no tiene señales o luces que te indiquen cuando seguir o no, o qué dirección tomar. Eso es lo divertido.
Blaine hizo muecas disgustadas–. Pues vaya manera más bizarra de considerarlo.
–Intenta verle el lado amable.
–¿Y ese cuál sería?
–Dije que intentaras, no que precisamente tuviese alguno.
–Muy gracioso…
–Como sea, ¿quieres agregar algo más?
–No…
–Entonces, puedes marcharte a descansar.
Blaine giró sobre sus propios talones y un minuto después caminaba de regreso a la habitación donde se alojaba desde que comenzó a trabajar en Dalton. Kurt Hummel representaba un verdadero reto, uno complicado e inestable. Ahora, necesitaría pensar cómo rayos podría ganarse su confianza sin terminar mezclando nada en el intento.