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FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
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AndreaDaru
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micky morales
Elisika-sama
monica.santander
aria
Tat-Tat
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Keiri Lopierce
Alisseth
15 participantes
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Ok, ni he comentado en estos ultimos caps lo que no quiere decir que no los he leido, solo que actualizas rapido y cuando voy a cometar veo que mas abajo hay otro cap, perome encanta que actualices asi de rapido :D
Bien, una vez dada la explicacion de que tu acosadora te vigila en silencio xD jajaj voy con el cap...
Oh por Dios!!!! Que emosionante, triste.. Decesperante, ha y
hahhahaha me pone mal que Britt y San no puedan estar juntas, es bien triste y buuu no me gusta... Ahora bien, es una orden el Presidente y pues ante todo esta el trabajo de la rubia esa prioridad que tiene no me agrada solo sufre ella y San...
Eso .. Britt le enseño al Doyle tonto quien manda Jum!!
Mmm esa doctorcita mano suelta con que derecho toca a San ellaa es de Britt babosa >:(
Ufff esos recuerdo... Super calientes... Ops necesitare muchas ducha mi vena adivina siente que habran mas de esos...
No entiendo cm es que tenie.do tanta vigilancia, el mejor equipo.. Un loco de las computadoras hacker, si dejar a la despampanante, sexy, encantadora y ruboa buenasaa de del comandante Pierce ese Psycho Frecky se esacabulla tan habilmente y burle todo el equipo de mi rubia???? Eso apesta y ahora mi el despapaye que armo... Britt!!! Oh Dios ojala y no le pase nada de nuevo, San moriria y yo tambn...
Espero la actu... Kisses -A ops perdona jajaj es el Efecto PLL
Que este bien AMO esta daptacion y a ti por adaptarlaaaaa *w*
Bien, una vez dada la explicacion de que tu acosadora te vigila en silencio xD jajaj voy con el cap...
Oh por Dios!!!! Que emosionante, triste.. Decesperante, ha y
hahhahaha me pone mal que Britt y San no puedan estar juntas, es bien triste y buuu no me gusta... Ahora bien, es una orden el Presidente y pues ante todo esta el trabajo de la rubia esa prioridad que tiene no me agrada solo sufre ella y San...
Eso .. Britt le enseño al Doyle tonto quien manda Jum!!
Mmm esa doctorcita mano suelta con que derecho toca a San ellaa es de Britt babosa >:(
Ufff esos recuerdo... Super calientes... Ops necesitare muchas ducha mi vena adivina siente que habran mas de esos...
No entiendo cm es que tenie.do tanta vigilancia, el mejor equipo.. Un loco de las computadoras hacker, si dejar a la despampanante, sexy, encantadora y ruboa buenasaa de del comandante Pierce ese Psycho Frecky se esacabulla tan habilmente y burle todo el equipo de mi rubia???? Eso apesta y ahora mi el despapaye que armo... Britt!!! Oh Dios ojala y no le pase nada de nuevo, San moriria y yo tambn...
Espero la actu... Kisses -A ops perdona jajaj es el Efecto PLL
Que este bien AMO esta daptacion y a ti por adaptarlaaaaa *w*
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
aria escribió:Ok, ni he comentado en estos ultimos caps lo que no quiere decir que no los he leido, solo que actualizas rapido y cuando voy a cometar veo que mas abajo hay otro cap, perome encanta que actualices asi de rapido :D
Bien, una vez dada la explicacion de que tu acosadora te vigila en silencio xD jajaj voy con el cap...
Oh por Dios!!!! Que emosionante, triste.. Decesperante, ha y
hahhahaha me pone mal que Britt y San no puedan estar juntas, es bien triste y buuu no me gusta... Ahora bien, es una orden el Presidente y pues ante todo esta el trabajo de la rubia esa prioridad que tiene no me agrada solo sufre ella y San...
Eso .. Britt le enseño al Doyle tonto quien manda Jum!!
Mmm esa doctorcita mano suelta con que derecho toca a San ellaa es de Britt babosa >:(
Ufff esos recuerdo... Super calientes... Ops necesitare muchas ducha mi vena adivina siente que habran mas de esos...
No entiendo cm es que tenie.do tanta vigilancia, el mejor equipo.. Un loco de las computadoras hacker, si dejar a la despampanante, sexy, encantadora y ruboa buenasaa de del comandante Pierce ese Psycho Frecky se esacabulla tan habilmente y burle todo el equipo de mi rubia???? Eso apesta y ahora mi el despapaye que armo... Britt!!! Oh Dios ojala y no le pase nada de nuevo, San moriria y yo tambn...
Espero la actu... Kisses -A ops perdona jajaj es el Efecto PLL
Que este bien AMO esta daptacion y a ti por adaptarlaaaaa *w*
Tengo mi propia Lovergirl!! Miraré debajo de mi coche la proxima vez que lo coja :p
Me quede pensando lo mismo, como con todo el pedazo de equipo que tienen, estando también el FBI, aunque Doyle me parece un payaso, puede el tio ese poner una bomba asi como asi en el coche oficial... Supongo que ya nos enteraremos
Intento actualizar rápido ya me conoces, además de que os tengo que compensar, ya que el martes salgo de viaje una semana y estare sin conexion :(, pero el 28 cuando vuelva (si no vuelvo de madrugada) os pondré un capitulo seguro o más, para compensar.
Hoy no estoy muy por adaptar, solo he puesto dos capitulos...pero es que he empezado a leer un libro y me tiene enganchada, llevo 400 páginas del PDF y lo he empezado hoy!! Creo que terminaré haciendo una adaptación, porque me ha gustado, aunque no es policiaco ni nada parecido como los dos anteriores, es más vida cotidiana. "Santana famosa actriz, sin amigos porque todos piensan que es una bitch. Britt una pintora, cree que Santana es una snob. Pero por azar del destino terminan chateando juntas y empiezan a conocerse sin saber realmente quien es la otra" No se, por ahora me esta gustando, es amena la lectura y me rio mucho. Pero quiero ver como termina antes de hacer la adaptación, en pdf son 1300 paginas asi que aun me queda un poco, mañana lo tendre leido :P
Pero bueno voy a dejar el libro y me pondre con el siguiente capitulo para dejarlo antes de acostarme hoy.
Yo también te amo por seguirme fielmente acosadora, en realidad cada vez que escucho esa palabra termino acordandome de ti:lol:
PLL creo que a todas nos gusta no? Es dificil no enamorarte de esa serie
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Te adoro por actualizar tan rapido!!
Tu historia me tiene enganchadisima, miro a cada media hora por si has actualizado jaja
A ver que pasa con estas dos...
Tu historia me tiene enganchadisima, miro a cada media hora por si has actualizado jaja
A ver que pasa con estas dos...
AndreaDaru- ---
- Mensajes : 511
Fecha de inscripción : 20/02/2012
Edad : 31
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
AndreaDaru escribió:Te adoro por actualizar tan rapido!!
Tu historia me tiene enganchadisima, miro a cada media hora por si has actualizado jaja
A ver que pasa con estas dos...
Gracias, me alegra que te este gustando. No te hago esperar mucho y te pongo ya el capitulo. Una española no me lo creo!! En Barcelona hace mucha calor? Aqui en sevilla a 36 grados y estoy deseando tirar al norte para ver si refresca un poco xD
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 12
Capitulo 12
Las horas pasaron en silencio, mientras Stark, Savard o Grant montaban guardia ante la puerta principal. Al fin, Paula Stark entró en el salón, donde se encontraba Santana intentando leer a saltos una novela encuadernada en rústica que había encontrado en una pequeña estantería de la guarida.
–Señorita López, ¿podría coger el teléfono de la mesa que tiene al lado, por favor?
Santana dudó un momento, observando el aparato con una mezcla de aprensión y asombro. Una cosa tan simple: establecer contacto con el mundo exterior. Emocionante y, en cierto modo, terrorífico porque no sabía si estaría preparada para las noticias. Pero tuvo que cogerlo.
–¿Sí?
Durante unos segundos sólo oyó extrañas interferencias, y luego una versión metálica de la única voz que deseaba escuchar.
–Lo siento. No he podido escurrirme antes y me encuentro con una línea ocupada. Sólo puedo hablar un minuto. ¿Te encuentras bien?
–De maravilla. –De repente, a Santana no le importaba dónde estuviese o cuánto tiempo tuviera que quedarse allí. Aquello era lo único que necesitaba–. ¿Estás herida?
–No.
La respuesta fue demasiado rápida e, incluso con las interferencias, Santana percibió un matiz en la voz de Britt que siempre utilizaba cuando hablaba oficialmente y quería evitar una pregunta. Si no la hubiese consolado tanto oírla, se habría cabreado. Ya tendría tiempo para eso más tarde.
–¿Britt? ¿Qué sucede? ¿Dónde...?
–Lo siento. Ahora no puedo hablar, pero llegaré ahí lo antes posible.
–Ten cuidado.
Luego, sólo hubo silencio en la línea. No obstante, por primera vez desde la explosión que había conmocionado su mundo, Santana consiguió respirar a fondo sin sentir una dura bola de dolor en el pecho. Britt estaba a salvo... a salvo... y había encontrado el momento para llamar en medio de lo que debía de ser un pandemónium. Al colgar el auricular, miró hacia la puerta, donde estaba Stark mirando por la ventana. Eran casi las diez de la noche.
–¿Qué hacen Sam y Britt allí?
–No me han informado de eso. –Stark abandonó la ventana, contenta de que los dos nuevos agentes del FBI que habían llegado una hora antes se encontrasen fuera. Agradecía la vigilancia adicional, porque Savard, Grant y ella estaban cansadas y tensas. A pesar de los turnos rotatorios, no podían cubrir de forma adecuada el interior y el exterior. E, incluso con los chicos del FBI, seguían siendo pocos, pero mejoraría la cosa cuando la comandante y el resto del equipo apareciesen. Santana la miró, esperando algo más que una contestación prefabricada. La respuesta de Stark había sido una falta de respuesta automática porque el Servicio Secreto no comentaba nada sobre el procedimiento, ni siquiera con los protegidos. Pero, cuando miró a Santana a la cara, captó un mal disimulado destello de su preocupación. Y luego recordó lo que Savard había dicho de la comandante y la primera hija. “Necesita la verdad.”
–Imagino que se han reunido con los técnicos en la escena del crimen y con la unidad de explosivos del Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego. Se puede perfilar a un terrorista por las características de la bomba que ha puesto. El primer ensayo es el más importante. La comandante no dejaría que lo hiciese otra persona.
–¿El ensayo? –Santana tuvo la incómoda sensación de que sabía a qué se refería.
Stark, por su parte, dudó. No se trataba de un cuadro bonito exactamente, y la conversación la estaba poniendo nerviosa.
–El epicentro de la explosión era el vehículo de cabecera – explicó Renée Savard, que salía de la cocina con más café–. Dependiendo de la naturaleza del acelerante, la cantidad y la colocación precisa del artefacto en el coche, el radio de la explosión podría estar entre treinta centímetros y noventa metros. Cualquier cosa que se encuentre en ese área constituye una prueba potencial.
–¿De esas cosas no se encargan especialistas? –preguntó Santana con la garganta seca. Suponía que cualquier cosa incluía también cuerpos humanos.
Stark asintió.
–Por supuesto. Todas las agencias, el Departamento de Alcohol y Tabaco, el FBI y con toda probabilidad el Departamento de Policía de Nueva York y la Policía del Estado estarán allí. Seguramente ahora se producirá una verdadera locura jurisdiccional.
–Por decirlo suavemente –se burló Savard. Sabía que por eso no había tenido noticias de su propio comandante. Sin duda, Doyle estaría intentando dirigir las actividades so pretexto de que los intereses federales tenían prioridad.
–Entonces, a Britt la necesitan allí, ¿no? –insistió Santana. No podía imaginar el horror de rebuscar entre los escombros de una explosión que había arrebatado la vida de alguien conocido. “Dios, ¿por qué Britt no puede dejar que otros hagan eso?”
Stark la miró, incrédula.
–No se puede marchar hasta que no quede nada que buscar, y más habiendo sido usted el blanco.
Había tal certidumbre e inequívoco orgullo en el tono de la joven agente que Santana comprendió por qué a Britt le resultaba tan difícil renunciar a su posición en el equipo. Era claramente la líder.
–Podrían tardar mucho tiempo en acabar, ¿verdad?
Stark la miró con seriedad un momento, y luego sonrió.
–Si ha dicho que vendrá, señorita López, puede contar con ello.
Santana no dormía, sólo yacía quieta en la oscuridad. La suave llamada a la puerta la hizo saltar con el corazón acelerado y el pulso a reventar. Miró los dígitos rojos del reloj de la mesilla. Las tres y veinte de la mañana.
–¿Sí?
–Señorita López, soy...
–Entre –se apresuró a decir, rebuscando en la cama el albornoz que alguien, amablemente, había puesto en el cuarto de baño. Se encontraba junto a la cama, ciñéndose el cinturón, cuando la puerta se abrió despacio, dejando pasar un leve rayo de luz del pasillo, y luego se cerró otra vez. No había encendido la lámpara de la mesilla, pero el resplandor de las luces de seguridad, hábilmente ocultas en los árboles próximos a su ventana, bastó para iluminar la inconfundible figura de Britt. –¿Britt? ¿Te encuentras bien?
–Sólo cansada –respondió Britt con voz áspera.
Apenas las separaban dos metros, ambas se habían inclinado un poco hacia delante, y el silencio reinaba entre ellas.
–¿Cómo estás? –susurró Britt al fin–. Stark dijo que te encontrabas perfectamente, pero...
–Bien. Estoy bien.
Britt avanzó con paso vacilante, dudó, y siguió avanzando. Cuando habló, en su tono no había ni pizca de su habitual reserva, y preguntó tímidamente:
–¿Te importaría mucho que... te tocara... sólo para asegurarme?
En el corazón de Santana se calentó un músculo frío y asustado. Tembló ligeramente con la sensación de anticipación que apenas recordaba y que pertenecía a una época anterior a aquella en que había aprendido a asumir las decepciones de las promesas de una amante.
–No, no me importaría en absoluto.
Santana dio un paso para reunirse con ella, y los brazos de Britt la ciñeron con dulzura. Santana apenas se atrevía a respirar, pues temía despertar de repente y comprobar que se trataba de un sueño. Despertar y encontrarse otra vez sola en la oscuridad, esperando que una mujer la tocase, que las caricias de una amante la liberasen. Se mantuvo muy quieta, deseando que el momento no acabase nunca. Britt suspiró, contentándose con absorber el calor del cuerpo de Santana. Mientras la abrazaba, la energía de Santana penetró en el aturdimiento que se había apoderado de su mente y de su cuerpo durante la interminable noche. Le dolía... todo. Pero estar con Santana, sentir los latidos de su corazón, escuchar su tranquila respiración, apoyarse en su fuerza, acompañarla, limaba las aristas de su dolor. En un determinado momento, Santana acarició despacio la espalda de Britt, con cuidado, asegurándose de que aquella mujer era real. Cuando alzó los brazos para rodear los hombros de Britt, apretándose contra ella, Britt jadeó.
–¡Estás herida!
–No es nada. –Britt apoyó la mejilla en el pelo de Santana y cerró los ojos. “Dios, ¡qué maravilla estar junto a ella!”
No se había dado cuenta de lo cansada que se sentía. Tenía mucho que hacer. Cuando al fin se había asegurado de que Santana estaba ilesa y a salvo en la casa segura, se enfrentó a la escena del crimen: acordonaron el parque en la zona inmediata a Sheep Meadow, una tarea imposible, y luego comenzó la recogida de pruebas y los interrogatorios. Tuvo que llamar a la hermana de Jeremy Finch en Omaha, sin nada que ofrecer más que su presencia en la línea mientras la mujer lloraba. Y, después, informar por una línea segura a Washington y reunirse con el viceconsejero de seguridad y con su propio director para confirmar que no había amenaza inminente contra Santana. Más tarde, tomaron las decisiones sobre adónde la llevarían, y cuándo y cómo sería el aislamiento. “El condenado de Doyle discutió conmigo cada paso.” Cada minuto, durante las doce horas anteriores, se había preguntado si Santana estaría herida, aunque Stark había informado de que no existían daños, y le había preocupado que Santana pudiese seguir en peligro, o que estuviese asustada o sola. Doce horas separada de ella le habían parecido un año. Abrazó a Santana más fuerte y volvió a jadear ante la repentina punzada de dolor en el brazo. Le costaba trabajo cerrar los dedos de la mano derecha.
–Cuéntame –susurró Santana
–Sólo son unas quemaduras –murmuró Britt, que casi se dormía de pie. En aquel momento no le dolían tanto. Levantó la mano sana para acariciarle la cara a Santana–. ¿Seguro que estás bien?
–Ahora sí. –En ese momento se dio cuenta de que Britt temblaba mucho. Y, por más que no quisiera que se fuese, Santana sabía que era esencial–. Britt, tienes que acostarte.
–Déjame que me quede sólo un minuto –repuso Britt con voz monótona y las palabras forzadas y lentas–. Estaré bien si no me muevo durante un minuto. No me duele si no me muevo. Sólo me siento un poco cansada.
–Lo sé –afirmó Santana, y se dirigió con Britt hacia la cama, caminando con pasos cautelosos. La preocupaba que Britt siguiese sin protestar. No era propio de ella. No se trataba sólo de fatiga–. ¿Britt?
–¿Hum? –preguntó Britt, procurando recordar qué debía hacer a continuación–. Stark... el informe de Stark. Lo necesito.
–¿Te han dado algo para el dolor?
A Britt se le pusieron las piernas rígidas y se sentó. Cama. “¿Cómo he llegado hasta la cama?”
–No. Les dije que no. Tengo que hablar... con... Sam.
–¿Tienes dolor ahora? –preguntó Santana recostándola sobre las almohadas con el brazo bajo los hombros de Britt.
–No demasiado –murmuró Britt. Sentía un extraño hormigueo en la mano derecha. Luego se dio cuenta de que Santana le ponía las piernas sobre el colchón y le quitaba los zapatos.
–No debería estar aquí –observó Britt de pronto, como si acabase de comprender dónde estaba.
–Estás a salvo por el momento –dijo Santana en tono amable, mirando las vendas de gasa blanca, manchadas con puntos oscuros, que envolvían la mano y el brazo de Britt. No las había visto antes. Tragó a pesar del nudo que tenía en la garganta y acarició con suavidad la mejilla de Britt–. No creo que estés en condiciones de romper ninguna regla esta noche.
–Esto va definitivamente... contra... las normas –apuntó Britt medio dormida, y buscó la mano de Santana, aunque sólo consiguió rozar con sus dedos la palma de la joven.
–Sí –susurró Santana, y se inclinó para besarla en la boca–. Ya lo sé, comandante.
Luego, Santana tapó a la mujer dormida con las mantas y abandonó en silencio la habitación.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Awww más tiernas no pueden ser...
Britt siempre la cuida.. es un amor :3
Y ahora San se preocupó mucho... que hermoso como se quieren .. <3
Britt siempre la cuida.. es un amor :3
Y ahora San se preocupó mucho... que hermoso como se quieren .. <3
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
demasiado lindas!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Preocupación mutua, eso es amor ¿no?Alisseth escribió:Awww más tiernas no pueden ser...
Britt siempre la cuida.. es un amor :3
Y ahora San se preocupó mucho... que hermoso como se quieren .. <3
micky morales escribió:demasiado lindas!
Sí, por lo menos nos dan ciertas escenas como esas, y no de las dos peleando
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 13
Capítulo 13
Santana cerró la puerta del dormitorio al salir y se encontró cara a cara con John Fielding, que se encontraba en el pasillo a un metro de la habitación. La joven arqueó las cejas en un gesto interrogante.
–¿Necesita algo?
–A Sam le gustaría hablar con la comandante.
–Ahora no. Está durmiendo.
Si a Fielding le sorprendió la respuesta, no lo demostró. Se limitó a asentir y se dirigió al extremo opuesto del vestíbulo. Allí se colocó en una posición desde la que podía ver la ventana y todo el pasillo, más allá de la puerta cerrada de Santana, hasta el resto de la casa. Santana se fijó enseguida en que en el salón había un hombre desconocido junto a la puerta principal, en el lugar que antes ocupara Stark. Savard estaba recostada en el sofá con los ojos entrecerrados. Parecía cansada, pero seguía mostrando una sonrisa eléctrica.
–¿No puede dormir? –preguntó, sorprendida al ver a Santana. No se le había pasado por alto que, cuando Brittany Pierce entró por la puerta, la primera persona por la que preguntó fue por Santana López. Tras dar unas cuantas órdenes terminantes, Pierce desapareció por el pasillo en dirección a la habitación de Santana. Savard no sabía bien qué pensar de lo que podía haber pasado después, pero no era aquello: no esperaba ver levantada a Santana en mitad de la noche con una expresión tenaz en los ojos y el aspecto de querer pelear diez asaltos con alguien–. ¿Puedo hacer algo por usted?
Santana ignoró la pregunta y dijo:
–Debería acostarse, agente Savard. Ni siquiera el FBI puede exigirle que trabaje en turnos de veinticuatro horas.
–Estaba pensando en eso –reconoció Savard con una leve sonrisa–. Sólo quería esperar hasta que Grant volviese del hospital. Llevó a Stark para que la mirasen hace una media hora. Quería... saber cómo está.
–¿Qué aspecto tenía? –Santana percibió el matiz de preocupación en la voz de Savard.
–Raro y montando un follón con lo de abandonar el puesto –se burló Savard–. No se habría ido si la comandante no le hubiese ordenado que la examinaran o que la relevaran. –Esbozó una sonrisa dulcificada por el sentimiento–. Stark parece un verdadero boy scout.
Santana reconoció la nota de afecto en la voz de Savard. “Interesante.”
–¿Dónde está Sam?
–En el comedor. –Savard indicó la habitación de enfrente–. Al parecer es nuestro nuevo centro de mando. Creo que está esperando a la comandante.
–Entonces, tendrá que esperar –afirmó Santana sin inflexiones–. Está agotada. Si alguien se acerca a ese dormitorio, tendrá que vérselas conmigo.
“Interesante”, pensó Savard, moviéndose para levantarse.
–Muy bien. Iré a decírselo.
Santana la detuvo con una mano levantada.
–No importa. Ya se lo digo yo.
El tono autoritario de su voz sonaba inequívoco y, durante un momento, los ojos de las dos mujeres establecieron una silenciosa comprensión.
Sam desvió los ojos del ordenador portátil cuando Santana entró en la habitación. Lo alivió ver que no tenía nada más que un cansancio imposible de disimular. Teniendo en cuenta la destrucción provocada por la explosión, ni siquiera era capaz de imaginar lo que podría haber ocurrido si Santana hubiese estado a cinco metros del vehículo cuando explotó.
–Por Dios, Sam, siéntese –se apresuró a decir Santana cuando el agente iba a levantarse. Parecía muy despejado a primera vista, pero tenía unas ojeras que Santana jamás le había visto antes y la ropa manchada de hollín.
–¿Cómo se encuentra, señorita López? –preguntó cortésmente.
–No sé cómo responder a esa pregunta. –Santana soltó una risa forzada–. Lo único que puedo decir es que me siento como si hubiese caído en medio de una espeluznante película de terror, pero bien en líneas generales.
–Ha sido un día infernal, y mañana también habrá mucha agitación. –Sonrió, comprensivo, y retiró unas carpetas de la silla que tenía al lado–. Puede sentarse. Estoy seguro de que la comandante querrá ponerla al corriente en persona.
–Por la mañana, Sam.
La miró, sorprendido y totalmente confundido.
–¿Cómo?
–¿La ha visto? –Santana no pudo reprimir la irritación de su voz. “¿Qué le pasa a esta gente?”–. Se caía de pie y está herida. Ahora está durmiendo y nadie va a despertarla.
A la incrédula expresión de Sam siguió un inconfundible gesto de respeto.
–Por supuesto. No pasa nada por esperar unas horas.
–No podría contarme gran cosa –suspiró Santana, y se sentó en la silla de respaldo recto, frente a Sam–. ¿Qué heridas tiene?
–Pues... –Sam desvió la vista, incómodo al hablar de algo que sabía que Britt no quería que se tratase. Ella misma. Sam habría preferido que Santana le pidiese que revelase secretos reservados. Durante unos segundos, Santana creyó que Sam no iba a responder.
–¿Sam?
Luego, el agente buscó su mirada y respondió en voz baja:
–Por lo que sé, sufre quemaduras graves en el brazo derecho, el hombro y el cuello. Un policía del Estado que estaba cerca de la explosión la agarró y la arrastró lejos del coche, donde se habría expuesto a heridas peores. No iba a contarle lo aterrorizado que se había sentido mientras miraba, impotente, desde el vehículo de vigilancia. Primero, había visto cómo el coche de Jeremy se balanceaba sobre sus ejes, y luego estallaba en llamas. La gente cayó al suelo en un radio de quince metros por la onda expansiva. Cuando miró la zona, no vio al grupo de Santana, sino únicamente una nube de humo. Durante un momento lo paralizó el miedo de que hubiesen muerto todos. Por suerte, Grant era fría en los instantes de crisis y ya dirigía el coche de apoyo hacia la última localización conocida de Egret. El aire se aclaró un poco casi de forma inmediata, y vio cómo la comandante corría hacia aquel terrible infierno como si no reparase en las llamas. Luego, la voz de Stark sonó en su oído comunicando que Egret se encontraba a salvo y, mientras intentaba despejar a toda costa las líneas de comunicación y dirigir la evacuación, se fijó en un corpulento policía que se metía entre el fuego y se enfrentaba a Brittany Pierce. Mientras Grant abandonaba a toda velocidad el escenario, el policía arrastró a la comandante lejos del coche devorado por las llamas, golpeando la chaqueta quemada de la mujer con su sombrero. Sam tuvo la fantástica sensación de que si el oficial no la hubiese arrastrado, ella no se habría movido. Respiró a fondo para disipar la inquietante imagen. –Me costó casi dos horas conseguir que dejase que los equipos de emergencia la atendiesen. Pero la miraron y la vendaron sobre el terreno.
–¿Qué dijeron en el hospital?
Sam la miró, inexpresivo.
–¿No la llevaron al hospital?
–Pues... Estábamos muy ocupados, señorita López. Yo...
–No me lo puedo creer. –Su voz se volvió grave y en su corazón se agitó una mezcla de rabia y miedo. El horror del parque, las horas de espera, el recuerdo de la última caricia de Britt con la muerte tan cercana, todo ello superaba su capacidad de control–. ¿A ninguno de ustedes se le ha ocurrido pensar que es de carne y hueso? ¿Cuánto cree que puede aguantar?
Santana se levantó rápidamente, fue hasta la ventana y le dio la espalda a Sam. No quería que la viese llorar.
–Yo... no creo... Yo...
–Lo siento –interrumpió Santana, y se volvió, aliviada al comprobar que mantenía la voz firme y que las sombras ocultaban la humedad de sus mejillas–. No es culpa suya. Estoy segura de que ni una orden presidencial la habría obligado a abandonar.
Sam se rió cuando la tensión se disipó.
–Estoy de acuerdo en eso.
–¿Hubo heridos graves, aparte del agente Finch? La doctora Coleman, una amiga mía, estaba conmigo.
–Aún no tengo números. –Sam se había puesto serio–. Había transeúntes con golpes, cortes y diversas fracturas, pero, por lo que sé, Jeremy fue la única víctima.
Santana percibió el ligero temblor de la voz de Sam y, con repentina claridad, se dio cuenta de que el agente había perdido a un amigo y a un colega el día anterior.
–Lo siento muchísimo.
Sam asintió en silencio. No había mucho que decir, sobre todo a Santana López. Supuso que ni siquiera debería haberla informado, pero, durante los meses que había dirigido su equipo de seguridad, había llegado a conocerla mejor que antes. No se le ocurría pensar que fuesen amigos, pero comprendía un poco mejor el aislamiento de la joven. No le parecía bien mantenerla al margen, sobre todo cuando los acontecimientos la tocaban tan de cerca.
–Debería descansar algo, señorita López –dijo Sam–. Ahora está todo bastante tranquilo, pero dudo que siga así por la mañana, cuando aparezca el FBI con todo el despliegue.
Santana se dio cuenta de que estaba agotada. Llevaba horas aguantando por pura adrenalina, mientras esperaba saber algo. Y, desde que Britt había aparecido, viva y más o menos intacta, había dejado que la fatiga aflorase. Lo que realmente quería era regresar a su habitación y tenderse en la cama junto a Britt. “Tal vez no sea la mejor idea, teniendo en cuenta que la casa está llena de agentes del Servicio Secreto, sin mencionar al FBI. Si entro allí ahora, no creo que puedan ignorar que me he acostado con Brittany Pierce.” Casi sonrió ante el completo absurdo de la situación.
–Me parece un buen consejo, Sam, y usted también debería aplicárselo.
–Creo que lo haré –dijo con una sonrisa. Cuando Santana se levantó, añadió–: Esta casa es muy grande y, aparte de esta sala, el salón y la cocina, lo demás son dormitorios.
Santana lo miró, pensativa, pero no descifró nada en sus ojos
–Gracias, Sam. Creo que encontraré uno vacío.
Sam vio cómo la chica abandonaba la habitación, pensando una vez más en lo contento que estaba de no tener la responsabilidad última de salvaguardar su vida. Poco después de las siete de la mañana, Santana entró en la cocinita larga y estrecha y encontró a Britt sirviéndose una taza de café, para lo cual sostenía la cafetera torpemente con la mano izquierda. La jefa de seguridad llevaba vaqueros azules dos centímetros más largos de lo normal, una camisa ancha azul pálido que parecía totalmente de policía y zapatillas de correr. Al menos el calzado era de ella. Sorprendentemente, cuando miró a Santana y sonrió, sus ojos parecían limpios y descansados.
–¿Cómo diablos haces eso? –refunfuñó Santana, y fue a trompicones hasta la taza de café que Britt le ofrecía.
–¿Qué hago? –La comisura de la boca de Britt esbozó una sonrisa irritante.
–Parecer tan condenadamente bien después de no dormir.
A Britt le pareció que Santana estaba estupenda con sus pantalones de chándal grises y la camiseta azul marino, aunque ambas cosas le quedaban un poco grandes. La alegraba que el talante inicial de Santana fuese más gruñón que asustado. Sabía, por experiencia, que el miedo se alojaba en algún sitio y que acabaría por aflorar, pero, de momento, podían dejarlo descansar.
–No necesito dormir mucho.
Sin hacerle caso, Santana se apoyó en la encimera y sorbió con ganas el humeante brebaje. Tras los primeros tragos hirvientes, preguntó:
–¿Qué ha pasado con tu ropa?
Britt dudó un segundo, y luego dijo sin dar importancia:
–Tuve que tirarla. He tomado prestado esto del maletero de un coche patrulla del Departamento de Policía de Nueva York. El oficial me aseguró que estaba limpio.
Santana no sonrió. Veía bien a Britt en aquel momento, pero recordaba el agotamiento y el dolor de unas horas antes. Se fijó en la venda que envolvía la mano derecha de Britt y desaparecía bajo la manga desabotonada de la camisa azul.
–¿Es grave?
Britt se encogió de hombros y empezó a hablar, pero Santana la interrumpió, impaciente.
–Y no digas más “no es nada” o juro por Dios que olvidaré que estás herida y te derribaré aquí mismo. –Mientras hablaba, levantó la mano y le dio la vuelta al cuello desabotonado de la camisa de Britt, soltando un profundo suspiro al ver la horrible mancha de piel con ampollas que se extendía por la parte inferior del cuello hasta el hombro–. Dios mío, Britt.
Britt dejó a un lado la taza de café que tenía en la mano izquierda y miró a Santana a los ojos.
–Lo han mirado –aseguró–. Sólo es superficial, no demasiado grave. Estará mucho mejor dentro de unos días.
–¿Han dicho eso los médicos?
–Ah... en fin –Britt volvió a dudar–. No exactamente... no.
–No importa. Ya sé que no fuiste al hospital.
–¿Me controlas? –preguntó Britt con una ceja levantada y una sonrisa en los ojos.
–¿Tú qué crees? –insistió Santana, sin dejarse influir por el intento de Britt de distraerla del tema de sus heridas. Rápidamente acumuló recuerdos de Britt en peligro, herida o, literalmente, muriendo, y las imágenes no se lo pusieron fácil. El miedo contribuyó a encender su rabia–. Maldita sea, ¿no te importa que te hieran? ¿Crees que a mí no me importa?
Britt desvió la vista. Había ocurrido todo muy rápido, y luego tuvo tanto que hacer... tantas cosas que comprobar, organizar y confirmar, que lo había apartado de la cabeza.
–No lo pensé –dijo Britt dulcemente.
Sorprendida, Santana la miró.
–Tú siempre estás pensando. ¿Qué ocurrió esta vez?
–Yo... –Britt titubeó, de pronto incómoda. Seguramente Doyle aparecería en cualquier momento, y tenía que reunirse con el equipo y hablar de estrategia antes–. Hablaremos de eso en otra ocasión.
–Nunca tendremos otra ocasión –afirmó Santana sin ambages–, ni un momento mejor, Britt. Cuéntame qué pasó allí.
–El tableteo del motor me lo recordó –murmuró Britt.
Una sensación de inquietud aleteó en el pecho de Santana. Britt estaba pálida. Santana se acercó un poco más y descansó los dedos suavemente sobre la mano de la agente, al borde de la encimera
–Sigue. No pasa nada.
Britt borró el pasado de su mente y se centró en la cara de Santana, que sonreía agradecida. La caricia de Santana la animó y la ancló en el presente.
–Se hacía tarde para ir al colegio, y mi padre dijo que podía ir con él de camino a la embajada. Fue delante a comunicarle al chófer el cambio de planes mientras yo recogía mis libros. Cuando bajé las escaleras, oí que el motor del coche tosía como si se atascase.
Dudó y se pasó la mano rápidamente por la cara. Estaba empapada, del sudor frío del miedo y los malos recuerdos. Unas ligeras náuseas le impidieron hablar. Santana se obligó a respirar, pero resultaba difícil en medio del terror asfixiante que se impuso cuando comprendió a qué se refería Britt. Nunca habían hablado de aquello. Tenían muy poco tiempo para hablar de lo que importaba.
–¿Estabas allí?
Britt asintió.
–A unos seis metros, calculo, cuando la bomba explotó. Me derribó. –Se aferraba a la encimera e hizo un esfuerzo consciente por aflojar la presión y mantener la voz tranquila–. Cuando me levanté, las llamas eran muy altas y hacía mucho calor... y yo... no pude acercarme. –Miró a Santana con los ojos ensombrecidos por la antigua desgracia–. Estaba demasiado asustada.
–Britt –susurró Santana, y levantó la mano para acariciarle la mejilla–. Aunque hubieras... sabes...
–Sí –reconoció Britt–. Pero debería haberlo intentado.
–Eras una niña –repuso Santana suavemente–. Y ayer no, y no podías salvar a ninguno de los dos.
Britt cerró los ojos un momento y vio cómo su padre desaparecía cuando las llamas envolvían su coche. No sabía muy bien qué quería rescatar el día anterior, pero había fracasado. Otra vez.
–Lo sé.
Al notar el peso de la culpa en la voz de Britt, Santana cabeceó con frustración y compasión. Saber y creer eran dos cosas muy distintas. Se debatía entre querer sacudirla y desear abrazarla desesperadamente.
–¿Tienes idea de lo loca que me vuelvo cuando haces cosas como lo de ayer?
–Un poco –admitió Britt, y le dio la vuelta a las manos para entrelazar sus dedos un momento–. No era mi intención.
–No eres indestructible, ¿sabes?
Britt se rió.
–Créeme, eso sí que lo sé.
–Supongo que hemos avanzado algo –suspiró Santana.
–No quiero que te preocupes por mi...
–¡Por favor! No tientes la suerte, Pierce –repuso Santana, retiró la mano y señaló el brazo de Britt–. ¿Y qué hay del cambio de vendas?
–Tendré que pedirles a Stark o a Savard que me echen una mano –respondió Britt encogiéndose de hombros–. Estaba a punto de ducharme. Aún huelo a humo.
–Al infierno con tu voluntad. –Santana entrecerró los ojos–. Tal vez confíe en Stark, pero no tengo intención de dejar que Renée Savard te ponga las manos encima por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia.
–Le aseguro, señorita López, que no tiene por qué preocuparse. –La voz de Britt era grave e íntima. “¿Es que no lo sabes?”
Mientras hablaban, se habían acercado de forma inconsciente hasta que la mano de Santana se apoyó en la cadera de Britt y los dedos de ésta acariciaron con ternura el brazo de la joven. Había espacio entre ellas, pero en aquellos escasos centímetros rielaba el calor.
–Gracias por haber ido a mi dormitorio anoche. –Los labios de Santana se hallaban a muy poca distancia de los de Britt–. No creo que hubiese soportado la espera mucho más.
–Siento haber tardado tanto. –Britt se dio cuenta de que no podía apartar los ojos de los de Santana, y se estremeció ligeramente cuando Santana se acercó y sus muslos se tocaron.
–Me estás volviendo loca, Britt. Primero apareces y anuncias que vuelves a mi equipo... Ahora esto.
–No pretendía hacerte daño, Santana. –Su voz se volvió de pronto grave y espesa–. Nunca lo pretendí. No conozco otra forma de hacer las cosas.
–Me estás cabreando, comandante –murmuró Santana levantando la mano y apoyándola sobre el pecho de Britt–. No digo que me guste esto ni pretendo cambiar de idea de momento. Pero con todo... –Deslizó la mano bajo el cuello de la camisa y acarició la zona ilesa de la nuca de Britt–. Me vuelves loca.
Esa vez no sonó a acusación. Britt respondió a la llamada de los profundos ojos cafés de Santana y bajó la cabeza para besarla. Se detuvo al oír unos pasos detrás de ellas.
–Buenos días, comandante, señorita López –dijo Renée Savard amablemente mientras cruzaba la puerta e iba directamente a la cafetera. Pensaba que la mejor manera de manejar una situación incómoda era pasarla por alto. Y, como su presencia se habría hecho patente enseguida, no podía retirarse.
Britt se enderezó y se apartó de Santana.
–Agente Savard –saludó.
En el talante de Britt se produjo un sorprendente cambio instantáneo, y Santana lo contempló con más fascinación que rabia. Un segundo antes sentía el calor y el apremio de recorrer el cuerpo terso de Britt. Ésta se había excitado y estaba a punto de besarla. En aquel momento parecía muy fría, sin la menor señal de molestia o incomodidad en la cara.
Renée Savard sospechaba sin duda lo que casi había ocurrido entre ellas, pero sospechar y ver eran dos cosas distintas. Aunque Santana suponía que a Savard no le importaba lo que hubiese entre Britt y ella, tenía que reconocer que, si hubiese entrado Patrick Doyle, la situación se habría agravado. Se había visto obligada a reconocer muchas cosas desagradables a lo largo de su vida, pues había crecido en medio de la popularidad. No le quedaba más remedio que ser cuidadosa, y a veces había tenido que esconderse. Lo odiaba; nunca lo había aceptado; pero siempre había algo más que su integridad en riesgo. Debía pensar en la carrera de su padre, y su propio sacrificio de silencio le pareció aceptable a corto plazo. Se comprometió a ello porque no tenía una buena razón para luchar. Cuando vio que Britt se metía sin esfuerzo en su personaje profesional, pensó que tal vez hubiese encontrado al fin el motivo.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Q lindo cap...
For fin aparecio mi rubia no tan sana pero si a salvo, ese lunatico quien carajos se creer ??? Q es lo q pretendo a parte de San??? Me frustra pensar que puede ocacionar otra catastrofe parecida
Awwww q escena ma tierna, me encata cuando San se muestra tan linda y tierna con su comandante!!! :3
For fin aparecio mi rubia no tan sana pero si a salvo, ese lunatico quien carajos se creer ??? Q es lo q pretendo a parte de San??? Me frustra pensar que puede ocacionar otra catastrofe parecida
Awwww q escena ma tierna, me encata cuando San se muestra tan linda y tierna con su comandante!!! :3
aria- - Mensajes : 1105
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
awwww que amor con esas dos lograste sacarme una sonrisa de nuevo me gusta ver como se cuidan la una a la otra.... y estaban a punto cuando Renee llego. igual por ahora va todo bien
Flor_Snix2013***** - Mensajes : 230
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Britt es puro maor por San!! me encanta cuando la demistracion es reciproca!! saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Eso de hay amores que matan lo dijeron pensando en el Loverboy, no tan obsecionado que esta con San? Es la 2º vez que intenta matarla y la pobre Britt la 2º vez que le salva la vida a San y se lleva a cambio unas buenas heridasaria escribió:Q lindo cap...
For fin aparecio mi rubia no tan sana pero si a salvo, ese lunatico quien carajos se creer ??? Q es lo q pretendo a parte de San??? Me frustra pensar que puede ocacionar otra catastrofe parecida
Awwww q escena ma tierna, me encata cuando San se muestra tan linda y tierna con su comandante!!! :3
Espero poder sacarte muchas más sonrisasFlor_Snix2013 escribió:awwww que amor con esas dos lograste sacarme una sonrisa de nuevo me gusta ver como se cuidan la una a la otra.... y estaban a punto cuando Renee llego. igual por ahora va todo bien
monica.santander escribió:Britt es puro maor por San!! me encanta cuando la demistracion es reciproca!! saludos
A mi también, se ven muy lindas juntas!!
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Me encantan estos momentos donde se demuestran que se quieren pero me mata el que no puedan estar juntas :( no las dejaron decidir y ahora tienen q sufrir :'( no se vale ..... gracias x act saludos y besos :*
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
saibelli escribió:Me encantan estos momentos donde se demuestran que se quieren pero me mata el que no puedan estar juntas :( no las dejaron decidir y ahora tienen q sufrir :'( no se vale ..... gracias x act saludos y besos :*
Gracias por leer ;) el siguiente capitulo os gustara, casi seguro
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 14
Capítulo 14
–Nos reuniremos a las nueve, agente Savard –dijo Britt cuando Savard salió de la cocina con una taza de café. Mantenía la voz firme, pero su sistema nervioso autónomo aún respondía a las manos de Santana sobre su cuerpo. Le temblaban sus propias manos y las hundió en los bolsillos de los vaqueros.
–Sí, señora –respondió Savard desde la puerta. La comandante la miró fijamente, pero sus ojos azules resultaban completamente ilegibles. Sin embargo, no costaba tanto trabajo entender la expresión de Santana López, que seguía mirando a Brittany Pierce como si quisiese devorarla. Savard se imaginó que, de no haber entrado en un momento tan inoportuno, Santana habría podrido disimular sus sentimientos. Al parecer, solía hacerlo.
–¿Necesita algo de mí por adelantado, comandante? –preguntó Savard retirándose a un terreno más seguro. Supuso que la intimidad era difícil para aquellas mujeres, y su trabajo no consistía en violar la poca que compartiesen.
–No creo que tenga usted un informe del equipo de campo del FBI diciendo cuándo me entregarán las cintas de vídeo del parque, ¿o sí?
Durante un momento, Savard desvió la vista, incómoda. No quería reconocer que estaba fuera de onda y que llevaba así desde que le había dicho a Doyle que se alegraba de trabajar desde dentro con el equipo de seguridad de Egret, pero que no le pasaría información ajena a los canales. Doyle se había enfadado, aunque no podía ordenarle que lo hiciera. Se trataba de una situación compleja, pero seguía perteneciendo al FBI y mantendría oculta la ropa sucia de la Oficina. Negó con la cabeza.
–No he tenido novedades desde que llegué aquí, comandante.
Britt no esperaba otra cosa. Sabía que Doyle haría todo lo posible para que no pudiese ver sus informes de inteligencia.
–Entonces, eso es todo.
Savard salió sin pronunciar palabra, y Britt se volvió hacia Santana con una pacífica sonrisa en la cara. En los ojos de Santana aún vibraba el deseo, y Britt tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no tocarla otra vez.
–Será mejor que me ponga a trabajar. Nos traerán provisiones pronto y tu ropa llegará más tarde. He enviado a Grant a la ciudad esta mañana. Supuse que ella sabría lo que necesitabas.
–¿Y qué hay de Stark? ¿Se encuentra bien? –preguntó Santana con la garganta tensa por el dolor de la excitación. “Si esta tortura se prolonga, me voy a volver loca.”
–Le han dado de alta, aunque me parece que escatima los síntomas –dijo Britt, distraída por los dedos de Santana, que acariciaban su tazón de café. “Tiene unos dedos muy sensibles. Siempre encuentra el lugar adecuado y entonces lo acaricia...” Tragó saliva y apartó la vista–. Como no vamos a movernos durante unos días, se pondrá bien.
Santana desvió los ojos de la boca de Britt, que imaginaba sobre su piel. Esforzándose por parecer oficial, preguntó:
–¿Cuentas con que sea una estancia prolongada?
–Aún no lo sé.
El espacio era demasiado pequeño, y Santana se encontraba muy cerca. Britt no podía concentrarse. Se movió y se apoyó en la encimera opuesta, pero el metro de distancia no solventó el problema. En aquel momento le costaba pensar en cualquier cosa que no fuera la forma en que Santana la había tocado cuando estaba ansiosa.
–¿Cuánto calculas? –Santana se mesó los cabellos con la mano, frustrada. “Me volveré loca si tengo que permanecer aquí encerrada contigo. El año pasado fue una agonía y aún no me había acostado contigo.”
–Pues como mínimo otro día. Espero tener informes preliminares del centro de explosivos del Departamento de Alcohol y Tabaco dentro de unas horas. Supongo que el perfilador del FBI y el comandante del Departamento de Alcohol vendrán en algún momento para celebrar una reunión. Todas las cintas de vídeo de nuestras cámaras y del FBI, si coopera, llegarán con nuestro equipo informático esta tarde.
–¿Por qué no puedo irme a casa? –preguntó Santana, pensando que allí podría al menos tocarla, sólo tocarla, sin que hubiese siempre gente alrededor.
–Tu edificio tiene que ser registrado de nuevo para cerciorarnos de que no haya ningún fallo de seguridad. –Britt quería abrazarla, únicamente para consolarla–. Ya sé que es difícil.
Santana intentó asimilar la magnitud de la investigación y se dio cuenta de que aquello no iba a desaparecer de la noche a la mañana. Se había puesto en movimiento una compleja maquinaria y no se podía parar. Todo se centraba en ella y lo único a lo que podía aspirar era que le dejasen intimidad para respirar, y robar unos momentos junto a Britt.
–Entonces, ¿esta noche? –preguntó, llena de esperanza.
Britt negó con la cabeza.
–Aún no sabemos gran cosa. Suponemos que la bomba del coche fue una especie de mensaje de Loverboy, pero podría tratarse de un atentado terrorista contra tu vida... o de una advertencia al Gobierno por parte de algún grupo extremista que desea notoriedad. También podría ser la primera de una serie de bombas que no tienen nada que ver contigo. Se calló para tomar aliento y deseó tener mejores noticias que comunicar. Según la ley, no debería contarle nada, pero había demasiadas cosas entre ellas. –Aquí estás a salvo y, hasta que no tengamos información de la CIA y de las divisiones antiterroristas de la Agencia Nacional de Seguridad y del FBI, además de un análisis de la bomba y unos cuantos detalles más, no puedes irte a casa. No resulta fácil conseguir información de los otros servicios de seguridad. Lo siento, pero durante los próximos días voy a utilizar este lugar como centro de mando. Me gustaría que te quedaras aquí al menos ese tiempo.
Britt esperó; sabía que lo que había dicho asustaba más a Santana que un ataque físico contra su vida. Aquellas actividades implicaban un asalto aún mayor a su intimidad y una cosificación más convincente de su vida. Quedaría muy poco tiempo y apenas lugar para que viviese normalmente en medio de semejante escrutinio.
–¿Es que puedo escoger? –Santana sintió que su furia se desbordaba. Le costaba imaginarse rodeada de desconocidos las veinticuatro horas del día. Ya no en la sombra, sino literalmente en la misma habitación que ella.
–Podemos disponer de un helicóptero que te lleve a la Casa Blanca, y allí sería responsable de tu seguridad la guardia de la Casa Blanca.
Britt contuvo la respiración pues comprendía que, en teoría, Santana se encontraría totalmente a salvo en la Casa Blanca. Pero sabía muy bien que Santana no quería estar en la Casa Blanca y que allí no había nadie en quien ella confiase para que la protegiera.
Además, se volvía loca al pensar que Santana podría esquivar a su equipo de seguridad y meterse, sin darse cuenta, en un lugar peligroso. Y no creía que soportase separarse de ella en aquel momento.
–¿Por qué no puedes ir conmigo a Washington? –preguntó Santana arriesgándose a una decepción, pues necesitaba desesperadamente estar con ella.
–Tengo que quedarme aquí, Santana. –Britt odió pronunciar las palabras que sabía que le dolerían–. Al menos hasta que esté segura de que tengo toda la información que necesito. Marcará una diferencia de cara al futuro. Antes o después, volverás a hacerte visible. –No dijo lo evidente: que Santana sería otra vez vulnerable.
–Ya –repuso Santana sin ánimo, esforzándose por ocultar el dolor del rechazo–. Vale más enemigo conocido. Me quedaré.
–Gracias –dijo Britt con ternura–. Unos pocos días y procuraré que vuelvas a casa.
La rabia y la decepción se mezclaron con el deseo.
–Eso espero, porque no sé cuánto tiempo aguantaré esto.
–Santana –susurró Britt con la voz enronquecida por la necesidad de consolarla–. Haría todo lo posible para que esto fuera diferente para ti. –No soportaba el dolor de sus ojos, como tampoco ser la causa del mismo otra vez–. Pero no puedo.
–Dios, Brittany. No lo entiendes, ¿verdad? –Santana avanzó un paso, apretando los puños para apartar las manos de ella–. No quiero que lo arregles, sino que me toques. –Temblaba, sin saber si gritar o llorar. “¡Te deseo tanto!”
Britt no tuvo valor para mirar a Santana a los ojos y mentirle. No podía decirle que no porque no iba a decirle que no la deseaba. Aquella vez no. Se tambaleó ligeramente, perdiendo la batalla contra el sentido y la razón.
–Ven conmigo –dijo al fin, se volvió bruscamente y se alejó.
Santana dudó durante medio segundo, mientras la miraba, y luego se apresuró a seguirla. La alcanzó al principio del pasillo que conducía a la parte de atrás de la casa, donde estaban la mayoría de los dormitorios.
–Fielding está allí –susurró Santana.
–Ya lo sé –repuso Britt–. Lo puse anoche.
Llegaron ante la puerta del dormitorio de Santana y Britt la abrió; se hizo a un lado para que Santana entrase, la siguió y cerró la puerta. Cuando Santana se volvió, con los ojos llenos de confusión y una pregunta en los labios, Britt la cogió con la mano izquierda, tiró del tejido de la holgada camiseta de Santana y la arrastró hacia ella. Bajó la cabeza, captó la boca de Santana y borró con un beso su exclamación de sorpresa. Retorcía la tela con la mano, apretando a Santana contra sí mientras se dirigía lentamente hacia la puerta abierta del cuarto de baño. Santana no tenía más opción que aguantar. Levantó un brazo y lo pasó sobre el hombro sano de Britt, enredando los dedos en los cabellos que le caían a la agente sobre el cuello. Había olvidado por completo a John Fielding y el hecho de que la casa estuviese llena de agentes federales y otros individuos de diferente índole. En ese momento no le importaba en absoluto. Sólo percibía el calor que emanaba del cuerpo de Brittany Pierce y la exigente presión de su boca. El beso fue todo menos suave, pero, a pesar de su prisa, Britt procuró no hacerle daño. Se encontraban a metro y medio del cuarto de baño cuando Britt soltó la boca de Santana, posó los labios sobre su cuello y la mordió con fuerza suficiente para arrancarle un grito de sorpresa.
–Dios, Britt –exclamó Santana procurando amortiguar la voz–. Si me dejas una marca, todos los de ahí fuera se darán cuenta.
–Cállate. –Britt soltó la camiseta y, al mismo tiempo, metió la mano debajo de ella hasta que encontró los pechos de Santana.
Cuando los dedos de Britt se cerraron firmemente sobre el tenso pezón, las piernas de Santana temblaron de tal forma que tropezó. Apoyó la cara en el hombro de Britt, con los ojos cerrados, esforzándose a toda costa por reprimir un gemido. Iban tambaleándose hacia el cuarto de baño, pero Santana se interpuso y trató de desabotonar los vaqueros de Britt. Le temblaban tanto las manos que no lo consiguió.
–Me estoy volviendo loca –jadeó en el cuello de Britt–. Estoy tan caliente que no lo soporto.
Britt la empujó contra la pared, junto a la puerta del cuarto de baño, y bajó los pantalones de Santana, que constituían la última barrera tangible entre ellas. Cuando desnudó los muslos de Santana, la miró a los ojos y dijo:
–Lo sé.
Luego, sin dejar de mirarla a los ojos, deslizó la mano entre las piernas de Santana, entró fácilmente a través del calor húmedo y la penetró en un movimiento fluido. Contuvo el aliento mientras observaba cómo se dilataban las pupilas de Santana y le temblaban los labios entrecerrados.
–Más –logró decir Santana antes de morderse el labio inferior y arquear las caderas ante el repentino placer. Britt la empujó más y Santana se golpeó la cabeza contra la pared antes de sufrir una sacudida en todo el cuerpo.
Britt separó el muslo de Santana y se apretó, hinchada y dura, contra la pierna de Santana. Retiró los dedos, añadió otro y la penetró de nuevo más profundamente. Sólo medio milímetro separaba los labios de ambas y sus miradas se fundían.
–Me voy a correr –susurró Santana con voz rota. Se convulsionó repetidamente contra los dedos de Britt, agarrándose con desesperación a sus caderas para mantenerse derecha.
–Lo sé –murmuró Britt, y apoyó la frente en la de Santana. Luego, se salió casi por completo y volvió a entrar de nuevo, empujando más profundamente cada vez–. Lo sé.
Santana se agarró a Britt y se estremeció cuando las oleadas de placer invadieron su cuerpo. Volvió a enterrar la cara en el hombro de Britt para reprimir los gritos y gimió suavemente cuando las últimas contracciones aletearon en su vientre.
–No te retires –dijo al fin con voz ahogada.
Britt seguía dentro de ella, y ambas se apretaron la una contra la otra, utilizando la pared como apoyo. Le costaba respirar mientras se columpiaba al borde del orgasmo.
–Tú... tampoco.
Con una risa trémula, Santana consiguió al fin poner los dedos en movimiento. Agarró a Britt por la cintura, obligándola a calmarse, abrió la cremallera de Britt y metió la mano dentro de los vaqueros. Inmediatamente, Britt saltó sobre su mano.
–Oh, Dios –susurró Santana–. ¡Qué mojada estás!
–Sí –gruñó Britt apretándose contra los dedos de Santana. No podía pensar ni ver; lo único que sentía era la tremenda presión que latía entre sus piernas y la desesperada necesidad de relajarla.
Santana se dio cuenta de que Britt se estremecía y de que estaba a punto. En otra ocasión le habría gastado una broma, pero hubiese durado demasiado, y quería que se corriese. Quería sentir cómo perdía el control y sostenerla. Y quería poseerla por completo durante unos momentos. Metió la mano más profundamente en los vaqueros de Britt hasta que la abarcó toda. Luego, movió el pulgar lentamente a lo largo del clítoris de Britt y lo masajeó rítmicamente. Britt se abrazó con una mano a la cadera de Santana, con el cuerpo combado y la cabeza baja, jadeando. Le temblaban los muslos mientras parecía que se le cuajase la sangre en las venas y todos los músculos se le contrajesen. La siguiente caricia experta de los dedos de Santana produjo la explosión, y su aliento salió mezclado con un grave gemido torturado. Tenuemente oyó cómo gemía Santana, casi exultante, pero sólo fue capaz de aguantar mientras sus huesos se derretían ante la arremetida de sensaciones.
–Oh, sí –murmuró al fin, combándose contra Santana, con la cabeza a punto de estallar.
Santana se rió cuando los últimos estremecimientos del orgasmo de Britt se frotaron contra sus dedos. Acarició la espalda de Britt con su mano libre para calmarla. Nada la había satisfecho tanto como tener a Brittany entre sus brazos, indefensa y temblando.
–Ojalá hubiese sabido antes que lo único que tenía que hacer era pedirlo –comentó sin aliento, desabotonando la camisa prestada de Britt para poder acariciarle el pecho.
–No hace falta que lo pidas –suspiró Britt, y se enderezó echándose hacia atrás para mirar a Santana a la cara. Continuaban con las piernas juntas y la mera sensación de la piel de Santana contra la suya la excitaba. Sonrió, pero estaba muy seria–. No puedo estar cerca de ti sin desearlo.
–¿De verdad? –preguntó Santana, que se dio cuenta de que la cadera de Britt se movía de forma insistente contra la suya y de que aún no habían acabado. Bajó la camisa por los hombros de Britt, deslizándola con cuidado por el brazo herido–. ¿Constituye un problema para usted, comandante?
–De momento no –murmuró Britt mientras clavaba los dedos en el borde de la camiseta de Santana, la levantaba y se la quitaba por la cabeza. La lanzó detrás de ellas y puso las dos manos sobre los pechos de Santana, con los ojos fijos en los duros pezones rosados bajo sus pulgares–. Ningún problema.
–Britt –observó Santana en tono urgente–. Estás sangrando.
–¿Qué? –Por primera vez, Britt percibió una ardiente molestia en la mano derecha. La gasa que envolvía su mano estaba empapada de sangre–. No es nada –dijo quitándole importancia, y bajó los labios hacia los pechos de Santana.
Santana tomó la barbilla de Britt entre los dedos y detuvo su movimiento.
–Tenemos que mirarlo.
–Después –repuso Brit con los ojos peligrosamente oscurecidos y una expresión de impaciencia producto del deseo.
–No. –Santana se volvió y se escurrió. Agarró la mano sana de Britt entre las suyas y la llevó al cuarto de baño–. Quiero mirarlo ahora.
–Santana, maldita sea.
Quedaron frente a frente en el reducido espacio, Santana completamente desnuda, y Britt desnuda de cintura para arriba con los vaqueros abiertos. En el aire que las rodeaba rielaba la urgencia mientras se miraban, se ponían coloradas y respiraban con dificultad.
Luego, Britt avanzó hacia Santana con expresión decidida.
–No voy a esperar.
–Sí, claro que sí. –Santana la esquivó rápidamente y tiró de los mandos de la ducha para abrirla al máximo. Se volvió cuando Britt la iba a coger. Metió los pulgares en la cinturilla de los vaqueros de Britt y se los bajó–. Quítate esto.
Britt cedió y se despojó de los vaqueros mientras Santana volvía a la ducha. Britt la siguió, sin quitarle los ojos de encima. La buscó y Santana, suavemente, tomó la mano herida entre las suyas.
–Déjame desenrollar esto –dijo Santana con ternura mientras el chorro de agua caía sobre ellas.
Momentáneamente vencida, Britt extendió el brazo derecho para que Santana pudiese retirar las vendas. Rechinó los dientes cuando el agua cayó sobre las manchas llenas de grietas y costras. La piel estaba llena de ampollas y en carne viva a lo largo del brazo, en el hombro y en un lado del cuello. La sangre aún rezumaba lentamente en algunas partes.
–¿Qué tal? –preguntó Santana, procurando hablar con voz firme.
Las quemaduras tenían un aspecto terrible, y durante un horroroso momento se imaginó lo que podría haber sucedido si alguien no hubiese alejado a Britt del coche de Jeremy Finch.
–No duele. –Britt se volvió un poco para que Santana no viese la herida y con la otra mano acarició la cara de Santana–. Sanará.
–¿Por qué no te creo? –murmuró Santana mientras abrazaba a Britt por la cintura.
–Porque –susurró Britt moviendo los labios junto a la oreja de Santana– no confía usted en el Servicio Secreto, señorita López.
Santana echó la cabeza hacia atrás y le ofreció el cuello a Britt.
–Y eso es porque guardan secretos, comandante.
Mientras Britt acariciaba la mandíbula de Santana y la columna de su cuello, la joven encontró la mano sana de Britt y la puso sobre su pecho. Jadeó al sentir la fuerte presión de los dedos de Britt en el pezón y aceleró, mientras el clítoris se retorcía ante el renovado estímulo.
–Oh, ¡vaya problema!
Britt se arrodilló lentamente. Cuando se inclinó hacia delante para saborearla, Santana se abrazó con una mano apoyada en el hombro de Britt.
–Ten cuidado.
Britt oyó un tenue gemido mientras movía la boca sobre la joven, que seguía hinchada y dura. Si la arrastraba entre los labios, Britt sabía que no duraría mucho. Intentó que durase, chupando suavemente y procurando no hacerlo muy rápido ni muy fuerte, aunque no importaba. Ya era demasiado tarde. Santana estaba demasiado sensible y a punto y, casi inmediatamente, se corrió. Ante la primera vibración de placer, Britt presionó más y empujó a Santana enseguida hacia otro orgasmo. Habría seguido si Santana no le hubiese agarrado el pelo con las manos para apartarla. El agua corría por la cara de Britt y tuvo que sacudir la cabeza para aclarar los ojos. Vio el rostro tierno de Santana a través de la cortina de humedad.
–Para –ordenó Santana con voz ronca–. No puedo.
–Sí que puedes.
Santana se rió e hizo que Britt se levantase. Luego se inclinó hacia ella y la abrazó por la cintura.
–Tienes razón. Seguramente podría si tuviera un poco más de tiempo y no pensara que John Fielding va a irrumpir aquí en cualquier momento para averiguar por qué grito.
–No entrará nadie –aseguró Britt–. Supondrán que tenemos una reunión privada, cosa perfectamente normal en estas circunstancias.
Santana besó la base del cuello de Britt. La deseaba de nuevo. Quería acostarse con ella, tocar cada parte de su cuerpo y saborearla una y otra vez.
–No hay nada normal en estas circunstancias, Brittany. Si dejarte ahora significa que podré volver a tenerte, pararé.
Britt cerró los ojos y la abrazó con fuerza.
–¿Me crees si te digo que habrá otra vez?
–Lo intentaré, pues no tengo elección –susurró Santana–. Debo creerte.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Que puedo decir.... Me encanto!!! asi de simple y bien dijiste que nos gustaria el cap.
Flor_Snix2013***** - Mensajes : 230
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Edad : 26
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Que puedo decir me encanto el capitulo ese cambio de Britt me dejo sorprendida jajajaja esa es la Britt que quiero ver poniendo el deber las reglas por un momento a un lado y que se dedique amar a su morena :) pero eso no quiere decir que descuidara su trabajo ame este capitulo sin duda alguna espero tus próximas actualizaciones xoxo por cierto no me gusta Savard bien metida que es pero bueno ojala que llegue Stark a ver si la distrae un poco y deja de estar al pendiente de los que haces las Brittana jajajaja :)
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
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Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
mama!!! que capitulo. Me imagino las heridas de Britt y me duele a mi.
San me encanto!!
San me encanto!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Si, os lo dije!!Flor_Snix2013 escribió:Que puedo decir.... Me encanto!!! asi de simple y bien dijiste que nos gustaria el cap.
Yo odio a Doyle, que mal me cae...Keiri Lopierce escribió:Que puedo decir me encanto el capitulo ese cambio de Britt me dejo sorprendida jajajaja esa es la Britt que quiero ver poniendo el deber las reglas por un momento a un lado y que se dedique amar a su morena :) pero eso no quiere decir que descuidara su trabajo ame este capitulo sin duda alguna espero tus próximas actualizaciones xoxo por cierto no me gusta Savard bien metida que es pero bueno ojala que llegue Stark a ver si la distrae un poco y deja de estar al pendiente de los que haces las Brittana jajajaja :)
A mi también me dolieron...joder, con lo que duele una quemadura y tenerlo en todo el brazo...pobrecita :(monica.santander escribió:mama!!! que capitulo. Me imagino las heridas de Britt y me duele a mi.
San me encanto!!
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 15
Capítulo 15
–Tienes el pelo mojado –comentó Santana mientras observaba cómo Britt recogía su ropa esparcida. Se apoyó en la puerta del baño. Llevaba el albornoz que se había puesto la noche anterior, cuando Britt había aparecido en su habitación–. Si sales así de mi habitación y te presentas en una reunión, es como si llevaras un letrero diciendo: “Me he acostado con la primera hija”.
Britt sonrió y se abotonó la camisa.
–Me lo secaré mientras me visto. Tengo en la otra habitación una maleta que me trajo Sam. –Se metió en los vaqueros y esbozó una leve sonrisa–. No sé cómo anoche me quedé dormida antes de deshacer el equipaje.
–Porque no te tenías en pie –explicó Santana con una mezcla de irritación y preocupación–. ¿Alguien se va a ocupar de tus quemaduras?
–Se lo pediré a Stark. El Servicio de Emergencias Médicas dejó una cosa para que me la pusiera. –Se dirigió a Santana y apoyó las manos en su cintura–. Me ocuparé de ellas, te lo prometo.
–Será mejor que lo hagas –dijo Santana con voz ronca. Odiaba hacerlo, pero tuvo que decir– Deberías irte.
–Sí –suspiró Britt, sin ganas de marcharse–. Me voy a pasar el día metida en reuniones. Stark se ocupará de cualquier cosa que necesites.
Santana sonrió irónicamente.
–Mientras no me obligue a jugar al pinacle con ella. Hasta ahí podíamos llegar.
–Entendido. –Britt rozó la frente de Santana con los labios. No se atrevía a más porque temía que, al sentir la suavidad de los labios de Santana, no pudiese conformarse con un beso. Ya no se controlaba como antes; no dejaba de desear a aquella mujer. Por fin se apartó y se dirigió a la puerta, donde se detuvo con una mano en el pomo. –A propósito, la doctora Coleman se encuentra bien. Creo que acabó debajo del montón cuando todos nos tiramos al suelo. Quedó un poco aturdida por la explosión, pero en buenas condiciones.
Santana la estudió durante un momento, buscando alguna señal que contuviese un mensaje oculto en las palabras de Britt. Debería haber sabido que no la había. Brittany Pierce no se andaba con juegos.
–Gracias. Estaba preocupada.
–Ya lo supuse. –Britt asintió y abrió la puerta.
–¿Britt? –se apresuró a llamar Santana, y la agente se volvió–. Sabes que no hay nadie, ¿verdad?
–Eso espero –replicó Britt tiernamente, y luego se marchó.
Dos horas después, Santana se encontraba en la puerta del centro de mando provisional y observaba a la gente agrupada en torno a la larga mesa de comedor que ocupaba el centro de la estancia. Britt, vestida con un traje gris oscuro y una camisa de seda plateada, ocupaba un extremo de la mesa, mientras que Patrick Doyle se sentaba en el extremo opuesto. Sam estaba a la izquierda de Britt, y Stark, con una venda en la frente y un corte muy aparatoso en un lado de la cara, se hallaba junto a él. Frente a ellos se encontraban un hombre y una mujer que Santana no conocía. Savard parecía un poco incómoda, sentada entre Stark y Doyle. Patrick Doyle frunció el ceño y preguntó lacónicamente:
–¿Puedo hacer algo por usted, señorita López?
Santana lo observó un momento, y luego, tras dar la vuelta a la mesa, ocupó una silla junto a Britt.
–Me gustaría tener una idea de lo que sucede.
Doyle, fastidiado, se aclaró la garganta y ordenó unos papeles que tenía delante. Cuando levantó la cabeza, le dirigió una mirada glacial.
–Creo que en este momento todo lo que le cuente sería prematuro. Pondré en su conocimiento algunos hechos que tiene que saber en una cita posterior.
Santana tenía muy claro que Doyle no la quería allí, pero no le asustaban las opiniones de aquel hombre. En silencio se volvió hacia Britt. Nadie podía echarla de la reunión, aunque no era habitual que asistiese a ellas.
–¿Comandante?
–Acabamos de empezar. –Britt ni siquiera miró a Doyle; en vez de eso, presentó a la pelirroja sentada junto a Santana–. Señorita López, ésta es la agente especial Lindsey Ryan, experta en perfiles, de la División de Ciencias de la Conducta de Quantico. Le he pedido que viniera para que nos diese una idea de lo que podemos esperar de Loverboy en el futuro.
–Creo que deberíamos hablar de las pruebas de la escena del crimen y analizar los restos de la bomba –contrarrestó Doyle inmediatamente–. Lo que necesitamos son datos puros y duros, no teorías.
Britt lo miró a través de la mesa, pero respondió en tono ecuánime:
–Todo es importante. Sin embargo, mi primer objetivo en esta reunión consiste en prever una amenaza potencial contra la señorita López...
–Ella no debería estar aquí –repuso Doyle–. El protocolo...
–Y en ese punto –Britt continuó como si Doyle no hubiese dicho nada–, me gustaría tener toda la información posible sobre el autor del atentado. –Señaló al atractivo hombre de piel oscura sentado junto a Ryan y continuó–: El capitán Lane es nuestro enlace de la División de Explosivos del Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, y en breve nos ofrecerá toda la información que usted quiera, agente Doyle.
A Doyle se le subieron los colores y, aunque parecía que quería seguir poniendo objeciones, resultaba difícil y políticamente inadmisible afirmar que la seguridad de Santana no constituía la preocupación principal. No cabía duda de que estaba furioso por haber sido desbancado con tanta sutileza. Se limitó a apretar la mandíbula y a hacer un breve gesto de asentimiento.
–Continúe, agente Ryan, por favor –pidió Britt.
Lindsey Ryan se enderezó en la silla.
–Después del incidente de ayer, estudié toda la información que tenemos sobre el sujeto no identificado, empezando por el primer contacto a principios de año. Tenía intención de indagar su conducta y buscar algún tipo de comportamiento cíclico o repetitivo. Esperaba identificar un desencadenante que nos permitiese predecir lo que hará a continuación. Esto es una cronología resumida. –Entregó varias páginas a cada uno de los sentados a la mesa.
–Lo que vemos –continuó, con voz experta y firme– es un comportamiento temporal muy errático marcado por hechos secuenciales predecibles. Por ejemplo, intenta seducir y, cuando no lo logra y sus insinuaciones son rechazadas, sigue con castigos agresivos.
–¿Eso explica que alguien presumiblemente obsesionado con la señorita López quiera hacerle daño? –preguntó Sam frunciendo el entrecejo.
Ryan asintió.
–En principio dejó un mensaje escrito en la puerta de la señorita López, en el que insinuaba que él merecía todas las atenciones por parte de ella. Entre líneas había ira, pues sugería que estaba equivocada al entregar su afecto a personas indignas. En esencia, se ofrecía a sí mismo como pretendiente.
Esperó a que la ligera agitación que se produjo en la mesa se calmase.
–Naturalmente, cuando sus aproximaciones fracasaron, aumentó su furia y atentó por primera vez contra la vida de la señorita López. Esto no se contradice con su obsesiva atracción, pues muchas veces los pretendientes rechazados recurren a la agresión. Se trata del típico caso de “O mía o de nadie más”.
–¿Y qué significa el cambio de métodos? Primero un francotirador y ahora una bomba. –Britt no miró a Santana, pero percibía sus brazos sobre la mesa a escasos centímetros de ella. A Santana tenía que resultarle difícil oír cómo hablaban de ella de forma tan impersonal unos desconocidos. Ojalá hubiese podido ahorrárselo. Sin embargo, sabía que no era posible ni deseable. Santana tenía derecho a conocer la amenaza que la afectaba, y mantenerla en la ignorancia sólo conducía a perder su cooperación. Y si Santana no colaboraba con ellos, se expondría a un peligro aún mayor–. ¿No se contradice con la opinión de que los reincidentes siempre atacan de la misma forma, que si empiezan con una pistola siguen con otra?
–Por desgracia, en este caso parece que no –afirmó Ryan–. No parece apegado a ninguna forma concreta de expresión violenta, como algunos psicópatas. Creo que eligió un método más aparatoso de expresar su disgusto porque su tolerancia al fracaso está disminuyendo. No ha funcionado nada de lo que ha hecho, y por tanto quiere asegurarse de que ella lo tome en serio desde ahora.
Britt sintió un fuerte nudo de ansiedad en el pecho.
–Entonces, ¿lo que quiere decir es que contemos con un aumento de la violencia?
–Probablemente, tanto en el tiempo como en la forma. Su acción más reciente es una declaración. Nos recuerda que tiene poder, control y que no deberíamos ignorarlo. En realidad, me sorprende que no haya intentando ningún contacto personal antes.
–Sí que lo ha intentado –dijo Santana en voz baja.
Britt la miró y se le tensó un músculo de la mandíbula. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no levantar la voz.
–¿Se ha acercado a usted?
–No exactamente –dudó Santana antes de toparse con la mirada penetrante de Britt–. Me mandó un mensaje diciendo que quería que yo me reuniese con él.
Doyle se levantó a medias de la silla y rugió:
–¿Cuándo fue eso? ¿Por qué no lo sabíamos? –Fulminó a Britt con los ojos–. Pierce, si se trata de una especie de treta del Servicio Secreto para dejarnos fuera de onda, voy a...
–No se lo conté a nadie –lo interrumpió Santana, y Doyle se hundió en la silla, mudo.
–¿Por qué no? –preguntó Britt en tono amable.
–En ese momento no me daba cuenta de lo que significaba. –La preocupación nubló los ojos de Santana–. Me enviaba mensajes a menudo, sobre todo correos electrónicos y... vídeos. Ya sabe que... informé de eso. Creí que sólo era más de lo mismo.
A Britt se le encogió el estómago al recordar las explícitas imágenes sexuales que Santana había recibido y los gráficos mensajes que describían con terrorífico detalle las fantasías de aquel hombre anónimo con ella.
–¿Qué fue en esa ocasión?
–Sólo otro mensaje. Al menos eso pensé. –A Santana le tembló un poco la voz–. Entré en el correo y apareció en la pantalla. Decía... decía que me había esperado y que ya no podía esperar más a que me decidiese, que tendría que hacerlo él por mí.
Stark miró a Doyle con gesto acusador.
–¿Y qué le pasó al poderoso programa Carnivore del FBI? Creí que su gente podía controlar los servidores de la señorita López selectivamente y filtrar todos los mensajes. ¿Cómo entró ese mensaje sin que lo supiéramos?
–Eso está fuera de lugar, agente –gruñó Doyle.
–Stark tiene razón, y mucha –afirmó Britt–. ¿Por qué ninguno de nosotros lo supo?
–Nos enteraremos más tarde, cuando hagamos un análisis del ordenador –intervino Savard, mirando a Santana desde el otro lado de la mesa–. ¿Cuándo ocurrió eso?
–Más o menos hace una semana. –Santana miró a Britt y se le apagó la voz–. El día que usted regresó.
No hacía falta que Santana dijese nada más. Britt comprendió que parte de la razón de que Santana no hubiese informado a nadie del mensaje era que no había pensado en la amenaza contra su vida. Su atención estaba centrada en el repentino regreso de Britt al equipo de seguridad.
Savard continuó:
–Tal vez fuese un virus implantado previamente y activado por algo tan simple como un código oculto en un mensaje de correo electrónico inocuo. Aunque el sistema de la señorita López ha sido chequeado, puede haber infiltrado algo posteriormente.
–¿Mató a Jeremy Finch porque no le hice caso? –Santana miró a Lindsey Ryan, pálida–. ¿Es culpa mía?
–No –se apresuró a responder Britt con vehemencia–. Nada de esto es culpa suya.
–La comandante Pierce tiene razón –intervino Ryan–. Usted no es responsable de la muerte del agente Finch. El único responsable es el individuo que colocó y activó la bomba. Usted no podía acceder a sus exigencias porque él ni siquiera sabe hacia dónde va. Independientemente de lo que usted haga o no haga, nunca estará contento.
Doyle aprovechó la ocasión para añadir, en tono despectivo:
–Naturalmente, no es usted la culpable. Sin embargo, nadie habría podido colocar la bomba si las medidas de seguridad hubiesen sido las oportunas.
Su crítica iba dirigida a Britt, pero respondió Sam:
–¡Maldito hijo de puta! –Sam hizo ademán de levantarse de la silla, pero la voz de Britt lo detuvo.
–Britt. –El tono contenía una orden rotunda.
Sam permaneció inclinado, con las manos apoyadas en la mesa y una expresión asesina mientras miraba a Doyle.
–Tomémonos un descanso –sugirió Britt en tono pausado, empujando su silla. Se levantó, pero no se movió hasta que todos salieron de la habitación, menos Doyle y ella.
–Si tiene algo que decirme, agente Doyle, dígalo ahora –exigió mirándolo a la cara.
–Es usted el que ha perdido un hombre, Pierce, no yo. –Su expresión era petulante–. No tengo ni idea de por qué sigue usted al mando, pero yo no me sentiría muy cómodo en su lugar.
Britt esperó a que él saliera para sentarse lentamente en la silla. Habría discutido si él no hubiese tenido razón.
–¿Britt? –Santana estaba en la puerta del comedor–. No crees eso, ¿verdad?
Britt miraba la mesa con gesto inexpresivo. Al oír la voz de Santana, se enderezó rápidamente y se esforzó por sonreír.
–¿Escuchando a escondidas temas federales, señorita López?
–Ya me conoces. Y no intentes distraerme con esa encantadora sonrisa. –El automático intento de Britt de ocultar sus sentimientos no barrió el dolor de sus ojos.
–He escuchado lo que acaba de decir Doyle. No tiene derecho a culparte.
–Sí, sí que lo tiene –suspiró Britt, cansada, desplomándose, pues en ese momento nadie más que Santana podía ver su fatiga–. Ha muerto un hombre bajo mi mando. Es responsabilidad mía.
El primer instinto de Santana fue discutir, porque no podía soportar la angustia de la voz de Britt, pero sabía que daba igual. Comprendía el sentimiento de responsabilidad de Britt, aun cuando racionalmente no se podía contar con que las personas anticipasen todas las eventualidades. Britt no sólo estaba entrenada para asumir la culpa, sino que además Santana sabía que era natural en ella. Constituía una de las razones de que la admirase y, admitió de mala gana para sí, también una de las razones de que la amase. Por desgracia, también era algo que las separaba.
–Hablé con mi padre la noche antes de que llegaras. –Santana atravesó la habitación y tomó una silla para sentarse a la izquierda de Britt. Extendió la mano sobre la mesa hasta que sus dedos tocaron la muñeca de la agente. No era suficiente, pero no tenían otra cosa de momento–. Me dijo que confiaba mucho en ti y que yo debía hacerte caso.
Britt no pudo evitar una sonrisa.
–¿Por qué será que creo que pasaste por alto la última parte?
–Bueno. –Santana se rió con ternura–. No siempre hago todo lo que me manda. –Le acarició el dorso de la mano con los dedos–. Pero estoy de acuerdo con él en que tú haces todo lo posible. Y siento lo que le ocurrió al agente Finch.
–También yo –susurró Britt, y se acordó del terrible silencio al otro extremo de la línea, cuando informó a la familia de Jeremy de que lo habían matado. La estoica respuesta de los familiares y el amable agradecimiento por llamarlos personalmente lo hicieron aún más difícil. Pero no era lo peor–. Podías haber estado en ese coche, Santana. Otros treinta segundos y habrías sido tú.
–Pero no estaba –se apresuró a responder Santana ante la desnuda tormenta de los ojos de Britt, apretando el brazo de la agente–. No te tortures más.
–No sé lo que habría hecho –murmuró Britt, intentando no pensar en tal posibilidad.
–No hagas eso. Estoy perfectamente y, mientras tú estés a salvo, me encontraré bien.
Britt sonrió. La presencia de Santana, como siempre, despejó las imágenes de pesadilla de su mente.
–Entonces, parece que nos hallamos en la misma situación, señorita López. Porque, mientras usted esté a salvo, yo también me encontraré bien.
–Al fin coincidimos en algo, comandante.
Durante un momento se limitaron a apoyarse mutuamente; sus manos se rozaban, pero su conexión era mucho más profunda que el contacto físico.
Britt dijo de mala gana:
–Tengo que terminar la reunión. ¿Quieres quedarte?
–¿Me pondrás al corriente después? –preguntó Santana.
–Sí.
–En ese caso, creo que ya he tenido bastante ración de gente y procedimientos de momento. ¿Hay alguna regla que me prohíba salir?
–No, siempre que no te importe que te acompañen –respondió Britt–. Y preferiría que te quedases en el jardín, al menos esta tarde.
–Es que ni siquiera sé dónde estamos.
–Lo siento. Olvidé decírtelo. –Britt parecía disgustada–. Croton-on-Hudson –dijo, aludiendo a una pequeña comunidad de bonitos paisajes en el río Hudson.
Santana empujó la silla y se levantó lentamente.
–Entonces, la veré después, comandante.
Britt también se levantó y observó cómo Santana iba a la otra habitación, cuadraba los hombros y seguía. Sam estaba esperando en la puerta.
–Acabemos con esto, Sam –ordenó–. Que vengan todos.
–Doyle intenta crearle problemas –comentó con indignación.
–Que lo intente –dijo Britt con resolución–. No olvidemos nuestras prioridades. Tenemos que centrarnos en la seguridad de Egret, y creo que él cuenta con información que necesitamos. Utilicémoslo.
Sam miró hacia donde había ido Santana, y luego preguntó en voz baja:
–¿Le va a contar lo de la fotografía?
–Sí.
–El protocolo de servicio ordena que no se avise nunca a los protegidos de las amenazas. –Sam torció el gesto–. Claro que ahora es un poco tarde.
–Conozco los protocolos, Sam. –Habló porque Sam le caía bien y lo respetaba. No se preguntó si lo aprobaba, porque no necesitaba su aprobación. Le daba la sensación de que no estaba de acuerdo, pero la decisión no dependía de él–. Ella tiene que saber las cosas.
Caía el atardecer cuando Britt finalizó la reunión y fue a reunirse con Santana. La encontró sentada en el pequeño embarcadero a orillas del río que corría por detrás de la propiedad. Ellen Grant la vigilaba desde una arboleda situada a veinte metros, mientras Harry Rodríguez, otro agente del Servicio Secreto que Britt había reclutado en la oficina de Nueva York, observaba el río y la orilla opuesta con prismáticos. Santana y ella estaban todo lo solas que podrían estar en el futuro inmediato. Britt se sentó a su lado.
–Hola.
–Una reunión larga, comandante. –Santana esbozó una sonrisa.
–Sí.
–¿Algo nuevo?
–No gran cosa. –Britt suspiró con frustración–. Un montón de teorías conflictivas sobre la bomba, pero no demasiados datos concretos. Parece que fue un explosivo de alto orden, probablemente RDX, el material más corriente en estos casos. El capitán Lane dice que el limitado alcance de la explosión es indicio de una carga pequeña que podría haber sido detonada con algo de aspecto tan inofensivo como un buscapersonas–. Arrancó una astillita del muelle y la lanzó al agua. No sabemos ni cómo ni cuándo se colocó, pero el vehículo había sido revisado tres días antes. En este momento Doyle tiene un equipo en la tienda entrevistando a los empleados, buscando repuestos que pudieron usarse... cualquier cosa.
–Pero seguramente alguien vigilaba el coche mientras lo arreglaban.
–Sí –afirmó Britt–, aunque Lane dijo que no se tardaría más de un segundo en colocar algo bajo la carrocería con un imán o incluso con un adhesivo. Tal vez lo hiciera ayer, mientras el coche nos seguía durante la ruta de la carrera. Jeremy tuvo que ir muy despacio y hacer numerosas paradas debido a la aglomeración de gente.
Santana se estremeció, pero no encontró palabras para expresar su horror.
–Hay algo más. –Britt le entregó el pequeño rectángulo blanco que llevaba en el bolsillo desde hacía horas.
–No entiendo. –Santana contempló la fotografía: una imagen de sí misma en el podio de Sheep Meadow, en la que aparecía Britt bien visible detrás de ella, tomada el día anterior, durante el discurso. Sus ojos se fijaron en la X rodeada por un círculo y dibujada en rojo sobre su pecho–. Si me tuvo a su alcance mientras estaba en el escenario, ¿por qué... no disparó?
–Dale la vuelta –pidió Britt.
Santana lo hizo y leyó la horriblemente familiar letra mayúscula del dorso: “PODRÍAS HABER SIDO TÚ”. Contuvo la respiración y le tembló la mano.
–Esto estaba en el sobre que Marcy quería darme, ¿verdad?
–Sí.
–¿Qué intenta decir?
–La agente Ryan cree que ayer no eras el blanco buscado. Loverboy no quería matarte a ti. Sólo pretendía enviarte el mensaje de que podía hacerlo si quería.
Santana miró a Britt y se le hizo la luz de forma horrible:
–¿Y el rifle que disparó delante de mi casa? ¿Era yo el blanco... o tú desde el principio?
–No está claro. –Britt parecía incómoda, pero no quería mentirle–. Es imposible reconstruir la escena exactamente porque no tenemos documentación en vídeo adecuada. Ni siquiera supe que había una reconstrucción hasta esta tarde. El FBI ha confiscado todas las cintas de tu casa que mostraban el día del tiroteo, y ninguno de nosotros las ha visto. –Otra astilla cayó al río.
Santana esperó, sin apartar los ojos de la cara de Britt.
–Por el ángulo de la cámara se puede saber la secuencia precisa de acontecimientos ocurridos cuando se hizo el disparo. Ni siquiera con remasterización digital y secuencias temporales queda claro si la línea de la trayectoria iba hacia ti o hacia mí, porque estábamos muy juntas y las líneas de visión del vídeo no son buenas. –Se calló un segundo–. No lo sé con certeza.
–No me lo creo. ¿Pretendes decirme que te has pasado la tarde viendo una cinta de vídeo en la que te disparaban?
–Bueno, no toda la tarde –respondió Britt, que intentaba diluir la ira que notaba en la voz de Santana. No había sido tan difícil, después de verla la primera vez, observar lo rápido que había respondido todo el mundo y lo bien protegida que estaba Santana. La revisión de la cinta había liberado gran parte de la ansiedad que sentía sobre la vulnerabilidad de Santana.
Santana se levantó rápidamente, ciñéndose con los brazos. Aunque el aire de la noche aún era caliente y húmedo, tenía muchísimo frío. Lo intentó, pero no consiguió asimilar cómo sería ver una cosa así.
–Santana. –Britt se levantó y se puso a su lado–, no pasa nada.
–No, claro –espetó Santana, incapaz de reprimir la creciente tormenta de emociones–. A todas luces pasa algo. Ya me cuesta bastante saber que podrías haber muerto mientras intentabas protegerme. Pero es peor creer que te podrían haber matado sólo para llamar mi atención.
Se volvió tan de repente hacia Britt que sus cuerpos se tocaron un momento. Britt retrocedió medio paso, inusitadamente sorprendida, mientras la feroz mirada de Santana se cruzaba con la suya.
–¿Ahora comprendes por qué no te quiero en mi equipo? –preguntó–. ¿Acaso no entiendes que no deseo perderte?
–Santana... –Britt quería consolarla a toda costa–. Lo cogeremos. Te lo prometo. Tenemos miles de metros de cintas de vídeo del parque y cientos de instantáneas. Contamos con la descripción de Marcy Coleman de la persona que le dio el sobre. El perfil de Ryan circula por todas las bases de datos del país en este momento. Los artificieros del Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego están elaborando un perfil a partir de los restos de la bomba. Cada hora que pasa tenemos más idea de cómo encontrarlo.
–Y hasta que ocurra, estarás en peligro –repuso Santana, con el pecho encogido por el pánico–. Tú o Stark o Sam o Savard o alguien cuyo nombre ni siquiera sé podría morir.
Britt le cogió la mano, sin importarle que Grant las viese.
–Todos estamos bien entrenados y tenemos conciencia del peligro. No va a pasar nada.
–No puedes saberlo.
–Tienes razón, no puedo –dijo Britt, y su voz se elevó con una mezcla de frustración y compasión–. Pero no voy a marcharme. Sé hacer este trabajo y tengo más motivos que nadie para hacerlo bien. –Agarró la otra mano de Santana y miró sus agitados ojos cafés–. Debo hacerlo. Maldita sea, Santana, te amo.
–Si fuera cierto, Brittany, me dejarías en paz –protestó Santana soltando las manos. Luego se volvió, trepó a toda prisa por la cuesta, pasó por delante de Grant y desapareció en la casa, mientras Britt la miraba.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Wahhh lloro :'( xq no pueden ser felices y ya :'( :'( sufroo con mis brittanas 3
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Waaa le.dijo que la AMA!!!
me he quedado en shock ;)
la ama!!!! no me lo creo .. que lindo ;)
ojalá San colabore un poquito más para que no les pase nada a los que le cuidan.. en especial a Britt.. aunque con ese acosador me puedo esperar cualquier cosa...
Esta super interesante!! me encanta!!
Besoss!! :)
me he quedado en shock ;)
la ama!!!! no me lo creo .. que lindo ;)
ojalá San colabore un poquito más para que no les pase nada a los que le cuidan.. en especial a Britt.. aunque con ese acosador me puedo esperar cualquier cosa...
Esta super interesante!! me encanta!!
Besoss!! :)
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
No es justo! santana deberia entender que Brittany necesita estar a su lado para saber que va a estar bien! no habia comentado pq cuando me di cta ya habian 3 capitulos nuevos, pero como siempre, perfectos los 3! hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Porque sino no habria historia, nos quieren hacer sufrir :(saibelli escribió:Wahhh lloro :'( xq no pueden ser felices y ya :'( :'( sufroo con mis brittanas 3
La ama!! Yo también lo vi :PAlisseth escribió:Waaa le.dijo que la AMA!!!
me he quedado en shock ;)
la ama!!!! no me lo creo .. que lindo ;)
ojalá San colabore un poquito más para que no les pase nada a los que le cuidan.. en especial a Britt.. aunque con ese acosador me puedo esperar cualquier cosa...
Esta super interesante!! me encanta!!
Besoss!! :)
Se pondrá aún más interesante ;)
Besos!!
micky morales escribió:No es justo! santana deberia entender que Brittany necesita estar a su lado para saber que va a estar bien! no habia comentado pq cuando me di cta ya habian 3 capitulos nuevos, pero como siempre, perfectos los 3! hasta pronto!
No te preocupes por no poder comentar en todos ;)
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
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