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FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
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FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 16
Capítulo 16
Cuando Britt volvió a la casa, pasadas las ocho de la tarde, Patrick Doyle amontonaba carpetas en un maletín viejo, dispuesto a marcharse. Alzó la vista cuando Britt entró en la habitación y dijo:
–Mi equipo dice que el edificio de Egret es seguro. Le he comunicado que podía volver a su casa en cuanto estuviese lista.
–¿Dónde está?
–Recogiendo sus cosas, supongo.
–¿Cuál es la parte que no entiende usted acerca de su falta de competencias para tomar decisiones relativas a la seguridad de Egret, Doyle? –Britt estaba indignada y, por primera vez, no se molestó en ocultar su irritación. Había tenido una tarde infernal y su reciente conversación con Santana le había puesto los nervios a flor de piel–. Usted no tiene ni voz ni voto sobre adónde va ella, ni cuándo ni cómo. No le atañen sus movimientos ni su protección.
–Sólo quería echarle una mano a usted –replicó Doyle, fingiendo sorpresa–. Como ha sufrido una baja, pensé que debía ayudarla.
–No necesito que me ayude, Doyle. –Se acercó a él con un peligroso destello en sus ojos negros–. Lo único que necesito es que me mantenga informada de todo lo que se sepa sobre Loverboy. Nada más. Eso es todo. ¿Resulta demasiado complicado para que usted lo asimile?
Sam entró en la habitación a tiempo de escuchar la última observación de Britt y lo sorprendió el matiz de su voz. Nunca la había visto perder el control ni por asomo. Incluso quien no la conociera notaría que pasaba algo. Sam se fijó en que Britt apretaba los puños a los lados y en que brillaba algo peligroso en sus ojos. Savard debió de pensar lo mismo. Observó en detalle a Doyle y a la comandante y se acercó cautelosamente.
–Eh, todos nosotros queremos capturar a ese tipo. –Doyle cerró el broche de su maletín y cogió la chaqueta del traje, que había colgado en el respaldo de una silla. Se calló y dedicó a Britt una sonrisa burlona totalmente desprovista de humor–. Aunque ya sabe que es difícil pescar si los peces no pican, y casi nunca pican si no hay nada en el anzuelo.
Britt se movió tan rápido que cogió desprevenidos a Sam y a Savard. Agarró a Doyle por la pechera de la camisa antes de que él pudiese detenerla. Y a continuación, lo empujó contra la pared, retorció la tela de la camisa con los puños y le apretó el cuello. La tez rubicunda de Doyle se tornó carmesí. Cuando Britt habló, lo hizo en tono grave y letal, aunque todos pudieron oírla.
–Santana López no es carnaza, no forma parte de esto ni nunca la formará. Ni se le ocurra. No se acerque a ella sin mi permiso. –Subrayó cada frase con una ligera sacudida–. No hable con ella. No la informe. Ni siquiera la mire.
La cara de Doyle se había vuelto de color púrpura y respiraba con dificultad, pero pesaba treinta kilos más que Britt y era un agente entrenado. Agarró el brazo derecho de Britt con ambos puños y, aunque no la lastimó, consiguió soltarse. Britt se puso pálida cuando el dolor recorrió su brazo y lo soltó, retrocediendo con gesto reflexivo. Doyle se abalanzó hacia ella, pero Savard lo retuvo por el brazo. Sam se puso delante de Britt para separarlos.
–Está fuera de control, Pierce –farfulló Doyle–, y los dos sabemos por qué, ¿no? Tal vez si no se empeñase en jo...
–Cállese, Doyle –gritó Britt, intentando rodear a Sam para asaltar de nuevo al agente del FBI. Le costaba mantenerse en pie y una oleada de náuseas siguió al dolor que le acribillaba el brazo. Hizo acopio de todas sus fuerzas y dijo–. Recuerde lo que le he dicho. Manténgase alejado de ella.
–Comandante –intervino Sam con voz pausada–, parece que está sangrando. Debería sentarse.
–Vamos, señor –terció Savard, colocándose delante de Doyle para aumentar la distancia entre los dos agentes veteranos–. Todo el mundo está nervioso. Tranquilicémonos.
Dio la impresión de que Doyle se daba cuenta en aquel momento de que Savard estaba en la habitación.
–Recuerde de qué lado está, Savard –advirtió y, finalmente, cogió el maletín y se dirigió hacia la puerta. Lanzó una mirada fulminante a Britt, frotándose el cuello en el lugar en el que la camisa se lo había dejado en carne viva–. Su reputación no la protegerá siempre, Pierce. A los héroes se los olvida enseguida.
Britt no respondió. Tenía problemas para respirar y veía manchas negras. Apenas distinguía el rostro de Doyle.
–Savard –urgió Sam con un susurro ronco–. ¿Puede acompañar a la comandante y mirar ese brazo?
Savard miró una vez más a su superior para asegurarse de que se marchaba, y luego se volvió hacia los agentes del Servicio Secreto. Ahogó un grito sin poder contenerse cuando vio la creciente mancha en la chaqueta de Brittany Pierce. Un reguero de sangre corría por la manga hasta la mano y amenazaba con gotear sobre el suelo.
–De acuerdo –accedió, se colocó junto a Britt y le pasó un brazo por la cintura–. Acompáñeme, comandante.
–Tengo que hablar con Santana –dijo Britt, tratando de separarse.
Le dolía la cabeza y no sentía la mano, pero aún era capaz de pensar. Y en lo único que podía pensar era en que Doyle quería exponer a Santana para que Loverboy volviera a intentarlo. “Lo mataré por esto.”
–Yo hablaré con la señorita López –indicó Sam.
–No –repuso Britt con voz apagada–. No puede marcharse. Debo hablar con ella. Necesito... el informe de Taylor. Quiero el del FBI... –titubeó, mareada, casi a punto de vomitar.
Savard la sujetó más fuerte cuando Britt se tambaleó y dirigió una significativa mirada a Sam.
–Yo me encargaré de eso, comandante –respondió Sam inmediatamente–. Siga, Savard –urgió. Temía que Britt se desmayase. Odiaba verla dolorida y sabía que se pondría furiosa si alguno de los otros agentes la veía en semejante estado físico.
Sam vio con gran alivio que Britt accedía al fin a que la acompañase Savard. Sofocada esa crisis, se preparó para una reunión con Egret. Ojalá que no preguntara por qué la informaba él en vez de la comandante. Nunca se le habían dado bien los subterfugios. Sobre la cama había una maleta vacía y Santana estaba delante. La revelación de que Loverboy había apuntado intencionadamente contra su equipo de seguridad la había conmovido hasta lo más hondo. Saber que Jeremy Finch había muerto por su culpa y que Britt había estado a punto por la misma razón resultaba impensable, incomprensible y más escalofriante que la amenaza potencial contra su propia vida. Se sentía responsable, culpable y atrapada por las circunstancias, y tenía ganas de aporrear algo. “Doyle dijo que podía irme a casa. Debería irme. No necesito el permiso de Britt. Maldita sea.”
Su irritable humor no mejoraba en absoluto cuando recordaba la franca declaración de amor de Brittany Pierce. Aquellas pocas palabras la habían conmovido más que todo lo que había sucedido, y eso le daba miedo. Cuando pensaba que se iba a volver loca, llamaron a la puerta.
–¿Quién es? –ladró.
–Sam Evans, señorita López
–Adelante.
Cuando él entró, Santana lo miró con el ceño fruncido y se fijó en que parecía un poco intranquilo, lo cual no era habitual en él.
–¿Qué sucede, Sam?
–La comandante le pide que permanezca aquí hasta que tengamos informes completos. El agente especial Doyle ha sido... en fin... prematuro al decirle que podía marcharse.
–¿Por qué no me lo dice ella misma?
Sam dudó.
–No está disponible.
“¿No estaba disponible?” Santana lo miró y, durante un momento, Sam bajó la vista. A Santana se le aceleró el corazón. Algo iba mal.
–¿Qué pasa?
–Nada –se apresuró a responder Sam–. Sólo está... indispuesta.
–A ella no la indispone nada, salvo una fusión nuclear. ¿Dónde está?
Sam suspiró y admitió la derrota.
Santana llamó a la puerta, pero no esperó respuesta. Abrió la puerta del cuarto de baño de la habitación de Britt y entró en el reducido espacio. Savard estaba arrodillada delante de la jefa del Servicio Secreto, que estaba sentada sobre la tapa del váter, sin camisa, con la cabeza gacha y los ojos cerrados. El sudor perlaba el rostro de Britt y su piel parecía gris bajo la agresiva luz fluorescente. A Santana se le encogió el estómago. “Dios, ¡cómo odio esto!”
–¿Qué ha ocurrido? –preguntó en tono cortante, y rodeó a Savard para ver qué hacía la agente del FBI–. Sam dijo que se encontraba indispuesta.
Entonces, vio la herida y se quedó callada. “Indispuesta. Bonita palabra para semejante horror.”
Savard sostenía una compresa de gasa sobre un desgarro largo y abierto del antebrazo de Britt que rezumaba sangre oscura. La quemadura circundante estaba llena de ampollas y supuraba; y todo el brazo, hinchado al doble de su tamaño normal.
–Se le abrió una parte de la quemadura. Casi ha dejado de sangrar.
–¿Quién lo ha hecho?
Había un tono peligroso en la voz de la primera hija, y Savard prefirió no responder.
–Déjeme ver qué hay debajo de la compresa –ordenó Santana, y se inclinó para mirar cuando Savard la obedeció. Era evidente que la herida había sangrado mucho. No le hacía falta ver el montón de esponjas empapadas para saberlo. Le bastó con mirar a Britt–. Tiene que ir a un hospital.
Britt abrió los ojos y, tras unos momentos, los centró en el rostro preocupado de Santana.
–Me encuentro bien. Savard lo está curando.
A Santana le temblaban las manos y sabía que no tenía la voz firme. “Demasiada sangre.”
–Renée –dijo Santana, haciendo acopio de todas sus fuerzas–, o la mete en el coche y la lleva, o lo haré yo misma.
–Santana –Britt habló con dulzura e hizo un esfuerzo para enderezarse. El movimiento le revolvió el estómago, se dobló otra vez y tuvo que esperar un segundo para continuar– Si me miran en un hospital, seguramente me darán de baja, al menos temporalmente.
–No me importa –aseguró Santana, recuperando la compostura cuando la impresión inicial al ver la herida de Britt comenzó a remitir–. Sam está aquí. Puede ocuparse de las cosas. –Se acercó más y le acarició la frente con los dedos, apartando un mechón húmedo de delante de sus ojos–. Tienes frío –murmuró, luchando contra la punzada de ansiedad que sentía en las entrañas.
–Un poco. –Britt procuró no temblar. “Dios, no quiero vomitar en este momento.”
Santana se fijó en que Britt llevaba sólo una fina camiseta de seda sin mangas y buscó algo para taparla. La camisa de vestir que estaba en el suelo, arrugada y manchada de sangre, no se podía utilizar. Con los ojos entrecerrados también reparó en Savard, arrodillada firmemente entre las piernas estiradas de Britt. “Tal vez tenga que matar a Renée, pero no ahora mismo.”
–Hay una manta a los pies de la cama –comentó Savard sin levantar la vista, y aplicó un ungüento tópico antibiótico para quemaduras sobre el brazo de Britt–. Lo siento –añadió cuando Britt hizo una mueca.
–Tranquila.
Santana salió sólo unos segundos. Cuando volvió, Britt se había sentado un poco más derecha, tratando por todos los medios de ocultar su incomodidad.
–Eso no me vale, Pierce –dijo Santana, enfadada, cubriendo la parte superior del cuerpo de Britt con la manta–. Aún debe ir a un hospital.
–Señora. –Savard envolvía con eficiencia una suave venda de gasa desde la mano de Britt hasta el bíceps–. Tengo el título de ayudante médico y el de los Servicios de Urgencias. En un hospital no van a hacer por ella nada que no haya hecho yo.
Santana se volvió hacia ella con una respuesta airada en los labios. Renée Savard le dirigió una mirada tranquila, llena de reconfortante certidumbre.
–Se pondrá bien.
–¿Está segura? –Santana se encontraba otra vez junto a Britt y, sin darse cuenta, había puesto la mano sobre la nuca de la agente.
Acarició suavemente con los dedos los rubios mechones de cabello.
–Sí, señora, lo estoy. –Si Savard se fijó en las acciones de Santana, no dio la menor señal.
–Sólo necesito acostarme durante una hora o así –insistió Britt, que se sentía mejor, pues el dolor había empezado a ceder.
Santana retiró la mano y se apartó. Habló con un tono lleno de triste resignación.
–¿Cuidará de que lo haga, agente Savard, por favor? –Quería quedarse con ella, pero sabía que no podía. Allí no, no en aquellas circunstancias. Era una agonía dejarla.
La compasión suavizó la voz de Savard.
–Lo haré, señorita López. No tiene por qué preocuparse.
Santana observó a Renée Savard un momento, y luego miró a Britt.
–Por una vez, comandante, deje que alguien la cuide.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Me parte el alma eso tanto que san quiere a britt y no puede estar cerca de ella y cuidarla :'(
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
aww San la quiere cuidar.. se nota que sí la quiere mucho.. <3
ojalá Britt se recupere pronto.. ;)
ojalá Britt se recupere pronto.. ;)
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Maldito idiota de Doyle!!!
spero que Britt se recupere y San colabore un poquito!!
spero que Britt se recupere y San colabore un poquito!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Doy le lo odio ese tipo cada vez es más hay no tengo palabras San preocupada por su rubia, como que no le gusto ver a Savard tan cerca de su rubia, espero que entre ella mejore Britt le dijo que la amaba sí yo se que en el fondo ese amor puede con todo hasta con ese Loverboy espero tu proxima actualización xoxo
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
pobre mi britt se lo qe se siente tener una quemadura no es nada lindo... san es un amor cuidando de su comandante que pena que no puedan estar juntas mas cuando brittany se le declaro. Sinceramente ODIO!!!! a Dolyle al igual que Loverboy .... sin mas que decir me gusto el cap
Flor_Snix2013***** - Mensajes : 230
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 26
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Lo que no se es porque santana dijo en un capitulo anterior que no queria que savard curara a brittany... No ha dado indicios de que le guste... o yo no me enterao jajaja
Pues aqui por la mañana hace sol y estamos a 30º y por la tarde ya lleva dos dias lloviendo y luego por la noche calor otra vez, el tiempo esta muy loco.
Enganchadisima estoy a esta historia!
Pues aqui por la mañana hace sol y estamos a 30º y por la tarde ya lleva dos dias lloviendo y luego por la noche calor otra vez, el tiempo esta muy loco.
Enganchadisima estoy a esta historia!
AndreaDaru- ---
- Mensajes : 511
Fecha de inscripción : 20/02/2012
Edad : 31
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Ohhhh ohhh ohhh Diiioooos este fic se vuelve cada vez mas interesante y emocionante!!!!
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
siiii lo se no tengo perdon de dios pero afff mi chica se va a graduar y dioooos me tiene estresada y no soy yo la q se gradua pero aqui toyyyyy
bueno todos estos capitulos q no habia comentado solo puedo decir OMG PERFECTOS mejor imposible osea afff britt es mi heroína es perfecta y bueno ya no se aguanto las ganas de hacer suya a san eso me encantooo porq la vdd ya se habia aguantado mucho si yo fuera ella yo no duro ni dos minutos y ya tendria a santana en un cuarto jaja pero pues quien no? osea es santana
respondiendo a la pregunta eh me hiciste mil años atras jaja
la conoci por el foro en la madrugada y el destino estaba de nuestra parte porq mi madre tenia q viajar a mexico y yo aproveche y me fui con ella y asi la pude ver en persona despues ella le pidio permiso a mi madre para q me dejara ir a su viaje de grado con ella eso si nos costo monton y despues de ese viaje me regrese a venezuela y bueno espere a q me dieran vacaciones y me fui otra vez para mexico y ahora estoy con ella aqui hasta q acaben mis vacaciones :D
bueno todos estos capitulos q no habia comentado solo puedo decir OMG PERFECTOS mejor imposible osea afff britt es mi heroína es perfecta y bueno ya no se aguanto las ganas de hacer suya a san eso me encantooo porq la vdd ya se habia aguantado mucho si yo fuera ella yo no duro ni dos minutos y ya tendria a santana en un cuarto jaja pero pues quien no? osea es santana
respondiendo a la pregunta eh me hiciste mil años atras jaja
la conoci por el foro en la madrugada y el destino estaba de nuestra parte porq mi madre tenia q viajar a mexico y yo aproveche y me fui con ella y asi la pude ver en persona despues ella le pidio permiso a mi madre para q me dejara ir a su viaje de grado con ella eso si nos costo monton y despues de ese viaje me regrese a venezuela y bueno espere a q me dieran vacaciones y me fui otra vez para mexico y ahora estoy con ella aqui hasta q acaben mis vacaciones :D
airin-SyB***** - Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Edad : 30
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
No podrian por favor agarrar a Doyle, encerrarlo en un contenedor de basura, sellarlo y enviarlo a Alaska?
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
saibelli escribió:Me parte el alma eso tanto que san quiere a britt y no puede estar cerca de ella y cuidarla :'(
Es muy triste que amandose tanto no puedan estar juntas y demostrarselo siempre
Supongo que le durara un poquito, las quemaduras son lentas de curarAlisseth escribió:aww San la quiere cuidar.. se nota que sí la quiere mucho.. <3
ojalá Britt se recupere pronto.. ;)
Yo también odio a Doyle!!monica.santander escribió:Maldito idiota de Doyle!!!
spero que Britt se recupere y San colabore un poquito!!
Love is love!!Keiri Lopierce escribió:Doy le lo odio ese tipo cada vez es más hay no tengo palabras San preocupada por su rubia, como que no le gusto ver a Savard tan cerca de su rubia, espero que entre ella mejore Britt le dijo que la amaba sí yo se que en el fondo ese amor puede con todo hasta con ese Loverboy espero tu proxima actualización xoxo
Yo también odio a Doyle y a Loverboy...es el 2º atentado, esperemos que no sea cierto de eso de a la 3º va la vencidaFlor_Snix2013 escribió:pobre mi britt se lo qe se siente tener una quemadura no es nada lindo... san es un amor cuidando de su comandante que pena que no puedan estar juntas mas cuando brittany se le declaro. Sinceramente ODIO!!!! a Dolyle al igual que Loverboy .... sin mas que decir me gusto el cap
El tiempo loco? Yo echo de menos la primavera, donde esta? De un frio glacial pasamos a una calor horrorosa, no hay termino medio?AndreaDaru escribió:Lo que no se es porque santana dijo en un capitulo anterior que no queria que savard curara a brittany... No ha dado indicios de que le guste... o yo no me enterao jajaja
Pues aqui por la mañana hace sol y estamos a 30º y por la tarde ya lleva dos dias lloviendo y luego por la noche calor otra vez, el tiempo esta muy loco.
Enganchadisima estoy a esta historia!
Lo de Santana son celos, Savard no ha dado señales de que le guste Britt
Si, y aún queda mucho!!aria escribió:Ohhhh ohhh ohhh Diiioooos este fic se vuelve cada vez mas interesante y emocionante!!!!
Deseale mucha suerte a tu chica de mi parte, espero que lo paseis muy bien en la graduación ;)airin-SyB escribió:siiii lo se no tengo perdon de dios pero afff mi chica se va a graduar y dioooos me tiene estresada y no soy yo la q se gradua pero aqui toyyyyy
bueno todos estos capitulos q no habia comentado solo puedo decir OMG PERFECTOS mejor imposible osea afff britt es mi heroína es perfecta y bueno ya no se aguanto las ganas de hacer suya a san eso me encantooo porq la vdd ya se habia aguantado mucho si yo fuera ella yo no duro ni dos minutos y ya tendria a santana en un cuarto jaja pero pues quien no? osea es santana
respondiendo a la pregunta eh me hiciste mil años atras jaja
la conoci por el foro en la madrugada y el destino estaba de nuestra parte porq mi madre tenia q viajar a mexico y yo aproveche y me fui con ella y asi la pude ver en persona despues ella le pidio permiso a mi madre para q me dejara ir a su viaje de grado con ella eso si nos costo monton y despues de ese viaje me regrese a venezuela y bueno espere a q me dieran vacaciones y me fui otra vez para mexico y ahora estoy con ella aqui hasta q acaben mis vacaciones :D
Es verdad, quien se podría resistir a Santana? Britt tiene demasiada fuerza de voluntad!!
Pues si que el destino os tenía preparada una buena, me alegra que os vaya bien, tendre que seguir trasnochando a ver si hay suerte :P
micky morales escribió:No podrian por favor agarrar a Doyle, encerrarlo en un contenedor de basura, sellarlo y enviarlo a Alaska?
O al fondo del mar, también vale
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 17
Capitulo 17
Sam estaba en el sofá, con aspecto agotado, cuando Savard volvió a la habitación.
–¿Se encuentra bien?
–Más o menos. –Savard se hundió en el sillón, junto a Sam, y lanzó un suspiro–. Le va a doler muchísimo, pero se le curará.
Se miraron con cautela, tratando de calibrar sus respectivos esquemas mentales. Estaban en equipos opuestos, por decirlo de alguna forma, y sólo llevaban unos días trabajando juntos; unos pocos días que parecían un siglo. Como ambos habían presenciado el incidente, Sam preguntó:
–¿Tiene alguna idea de qué hay detrás de todo esto?
Savard escogió las palabras con cuidado. Se daba perfecta cuenta de que se encontraba allí en calidad de préstamo temporal al Servicio Secreto y que, en última instancia, tenía que sobrevivir dentro de la jerarquía del FBI. Por otro lado, nunca defendería a alguien como Patrick Doyle, aunque pusiera en peligro su carrera.
–El agente especial Doyle no se confía a mí, agente Evans – explicó–. Sin embargo, hablando como mera observadora, diría que la comandante se la pone dura.
Sam parpadeó, y luego esbozó una ancha sonrisa.
–En ese caso, va a tener que esperar mucho para aliviarse.
–Yo diría lo mismo. –Savard le devolvió la sonrisa.
Poniéndose serio, Sam preguntó:
–¿Alguna idea del porqué?
Savard se encogió de hombros.
–No sé qué le pasa. Al principio, pensé que se trataba sólo de política del FBI. Ya sabe cómo son esas cosas: dos jefes juntos en el mismo caso son como dos pitbulls dentro de un pequeño redil. Pero parece que hay algo más y no lo entiendo bien para hacer especulaciones.
–No teníamos bastante ya con tener que preocuparnos por Egret –Sam apoyó los pies en la mesita de café, dándose cuenta de repente de lo cansado que estaba–, para que ahora tengamos que preocuparnos también de Doyle y de la comandante.
–No creo que tenga que preocuparse de la comandante –repuso Savard–. Está un poco abatida ahora mismo, pero, cuando se recobre, seguro que podrá lidiar con él. No ha llegado hasta donde ha llegado dejando que la empujasen hombres celosos de su competencia o de su puesto. Creo que deberíamos concentrarnos todos en capturar a Loverboy y dejar que la comandante se las arregle con Doyle.
Sam suspiró, mostrándose de acuerdo.
–Me suena a plan.
–¿Ha visto a Stark? –preguntó Savard.
–La última vez que la vi estaba hablando con Lindsey Ryan en la cocina.
Savard enarcó una ceja y se levantó.
–¿Estará allí ahora?
Sam vio cómo se alejaba y se preguntó por qué se sentía como si nunca supiera realmente qué sucedía a su alrededor.
Pasaba de la una cuando Britt salió al pasillo a oscuras. Cerró la puerta sin hacer ruido, se volvió y se encontró con los ojos de Renée Savard, que hacía la guardia nocturna en la ventana más próxima. El pasillo estaba envuelto en sombras, pero la luz de las lámparas del salón iluminaba los rostros de ambas. Se observaron en silencio. Luego, con un gesto ostensible, Savard le dio la espalda a Britt y miró por la ventana hacia la noche. Britt atravesó los escasos metros que la separaban del lado opuesto del pasillo y abrió la puerta del dormitorio de Santana. Entró y se detuvo para que sus ojos se acostumbrasen.
–¿Se trata de una visita oficial, comandante? –preguntó Santana en voz baja desde la oscuridad.
–No.
–Entonces, no encenderé las luces.
Britt fue hasta el borde de la cama y se sentó, buscando la mano de Santana con la suya sana.
–Siento lo de antes. No quería preocuparte tanto.
–¿Cómo te encuentras?
–Mejor. –Dudó un instante, pero sabía que tenía que decirlo–. Duele de mala manera, pero no me mareo y tengo el estómago bien. Me encuentro perfectamente.
–¿Has venido a darme un informe médico personal? –preguntó Santana en tono cortante. Tras aliviar su preocupación, recordó lo enfadada que estaba. Se incorporó sobre las almohadas, muy consciente de que estaba desnuda bajo la ligera sábana–. Porque, si es ése el motivo, ya has cumplido con tu deber.
–No. –Britt rodeó con el pulgar la palma de la mano de Santana.
Las ventanas estaban abiertas, pero el aire de finales de julio era caliente. Britt, que sudaba bajo la camiseta de algodón sin mangas y los pantalones de chándal, se secó la humedad de los ojos con la mano herida–. He venido porque no podía dormir. No paraba de pensar en ti, aquí, en la cama.
El pulso de Santana empezó a martillear, pero ella lo ignoró tenazmente. En esa ocasión no iba a dejar que su cuerpo pudiese con su sentido común.
–Esto no funciona, Britt.
Una mano fría oprimió el corazón de Britt, dificultándole la respiración, pero respondió en tono tranquilo.
–¿Por qué no?
–Sabes por qué. Ya pasamos por esto antes y no ha cambiado nada. No soporto preocuparme por ti sabiendo que puedes resultar herida por mi causa. No puedo hacerlo. No quiero arriesgarme a sentir algo por ti.
–Si cruzáramos la calle –dijo Britt como si Santana no acabase de clavarle un cuchillo en las entrañas– y un coche estuviera a punto de atropellarme, ¿me quitarías de en medio aunque pudiera atropellarte a ti?
–Sí, claro –afirmó Santana con cariño–. Pero las probabilidades de que eso suceda son casi nulas.
–Ya lo sé. –Britt acercó la mano al hombro de Santana y acarició levemente el resalte de la clavícula–. Y las probabilidades de que yo muera por salvarte son igual de escasas. Hemos tenido una racha de mala suerte.
Santana se rió y atrapó la mano de Britt entre las suyas. La innegable excitación que el mero contacto de los dedos de Britt había desatado la distraía demasiado.
–Bueno, no confío en la suerte. O dimites de mi equipo o no quiero nada contigo, salvo las reuniones diarias.
Britt se inclinó y rozó con sus labios el hombro de Santana.
–No –repuso con gran dulzura.
Santana prefirió ignorar la rápida punzada de deseo que la recorría.
–¿Cómo? –consiguió decir en tono frío.
–No –repitió Britt, acercando la boca una milésima a la nuca de Santana. Se había inclinado sobre ella y sus pechos rozaban ligeramente el brazo desnudo de Santanar. Sintió cómo los pezones se le endurecían bajo la camiseta de algodón y se dio cuenta de que Santana también los percibía.
–No se trata de sexo –explicó Santana con voz ronca, muy consciente del fuego que se avivaba a cada momento. Temblaba ligeramente, pues su piel revivía al tocarla Britt.
Britt cogió la mano de Santana y la apretó contra su pecho. Su corazón latió junto a la palma de la joven.
–Ni de esto –susurró–. He intentado con todas mis fuerzas no quererte. He intentado no necesitarte. No puedo evitarlo ni pararlo. Ninguna de nosotras lo ha elegido. –Besó suavemente los dedos de Santana y los puso de nuevo sobre su corazón–. No soy capaz de alejarme. No puedo dejar de amarte ni de hacer lo que sé hacer para que estés a salvo. Por favor, no me pidas esas cosas.
“No me hagas esto.” Santana desvió la cara, esforzándose por resistir el empuje de las palabras de Britt y la dulce seducción de sus dedos.
–No quiero que me ames –protestó con voz rota.
Britt puso los labios sobre el hueco de la garganta de Santana.
–Sí –afirmó dulcemente, levantó la sábana y tocó los pechos de Santana–. Sí que quieres.
Incapaz de controlar la oleada de deseo, Santana gimió y arqueó la espalda.
–Maldita seas, Brittany. –Pero en su voz había un fino matiz de añoranza.
–Santana –murmuró Britt apartando la sábana. Movió los labios sobre el pecho de Santana, encontró el pezón y lo tomó cuidadosamente entre los labios. Luego lo chupó despacio hasta que se endureció y lo mordió ligeramente, haciendo que Santana gimiese. También ella estaba dura y húmeda, y entre sus muslos latía una vibración apremiante. Se sentó, jadeando con repentina urgencia.
–Ayúdame a desnudarme.
Santana se obligó a centrarse en medio de destellos de excitación y vio cómo Britt se empeñaba en quitarse la camiseta con una mano.
–Ven –dijo rápidamente, adelantándose–. Déjame que lo haga yo.
Con cuidado deslizó el tejido sobre la venda del brazo de Britt, y luego buscó los nudos del pantalón. Después de que Britt se despojase de su ropa, Santana tomó la mano sana y la arrastró hasta que la agente se acostó a su lado en la cama. Luego acarició con la mano el cuerpo tendido de Britt: el abdomen, el muslo y el interior de la pierna.
–Me estás distrayendo otra vez. –Britt levantó las caderas, respirando agitadamente.
–Me gusta distraerte, ¿recuerdas? –murmuró Santana. Rozó con los dedos el calor espeso y húmedo entre las piernas de Britt y se le hizo un nudo en la garganta cuando su propio cuerpo se encogió a modo de respuesta.
Britt hizo un esfuerzo por ponerse encima y resolló al apoyarse en el brazo herido.
–¿Qué pasa? –preguntó Santana, nerviosa, sentándose.
–Mi brazo –respondió Britt empujando a Santana sobre las almohadas. El movimiento arrancó otro quejido.
–Tiéndete, Britt –ordenó Santana. Mientras hablaba, tomó a Britt suavemente por los hombros y la hizo tenderse–. Déjame a mí.
Britt no protestó. Aún sentía el hormigueo de la breve caricia de Santana y estaba más que lista para más.
–La verdad es que disfruto cuando me distraes –confesó.
Con una ligera risa, Santana se encajó entre las piernas de Britt y apoyó la mejilla en su pecho. Rozó con los labios un pezón, arrancando un gemido a su amante, antes de besar todo el abdomen de Britt.
En respuesta, Britt cerró los ojos con un largo y grave suspiro de rendición. Levantó las caderas cuando las manos de Santana apretaron sus muslos y la abrieron. Arqueó la espalda, con los músculos tensos, cuando los labios de Santana la besaron. Y reprimió un gemido, temblando, mientras la lengua de Santana la atormentaba. El tacto tierno y experto de Santana despejó el dolor, la fatiga y la preocupación.
–Eres buenísima –susurró Britt débilmente, con los dedos enredados en el pelo de Santana. Le faltaba muy poco, pero aún no quería correrse–. Buenísima.
Santana respondió masajeando el punto que hacía temblar los músculos de Britt y aceleró, arrancando otro ronco jadeo. Sentía cómo Britt se retorcía bajo su lengua y sabía que estaba a punto. Santana deslizó un brazo en torno a las caderas de Britt y la acercó más y, cuando la tomó con la boca, las manos y el corazón descubrió la verdad pura y simple: la amaba. No había parada ni vuelta atrás para ninguna de las dos. No en
aquel momento. Ni al día siguiente. Nunca.
* * *
El turno de día aún no había entrado de servicio cuando Britt abandonó la habitación de Santana al amanecer. Savard seguía vigilando en la ventana. Britt se dirigió hacia ella y se puso a su lado. Sus ojos se cruzaron cuando le preguntó:
–¿Alguna novedad, agente Savard?
–No, señora. Ha sido una noche muy tranquila.
–Entonces, ¿nada fuera de lo normal? –volvió a preguntar Britt.
Le daba la sensación de que, si Savard tenía un problema, sería mejor tratarlo abiertamente, cara a cara, y no en un informe enviado a Washington en una carpeta sellada. Y, si Renée Savard tenía un problema con ella, Britt quería averiguarlo sin tapujos. En las próximas semanas había mucho que hacer, necesitaría toda su atención, y no podía estar preocupada y mirando por encima del hombro. Loverboy no iba a rebajar la presión, al menos en aquel momento. Todos tenían que estar alerta y centrados si aspiraban a detenerlo sin perder otro hombre.
–¿Nada de lo que desee hablar?
–Ningún problema que yo sepa –respondió Savard–. De hecho, no ha habido actividad de ningún tipo, comandante.
–Entonces, muy bien. Nos reuniremos a las siete si tiene la bondad de informar a su relevo.
–Sí, señora. –Savard volvió a mirar los primeros indicios del día en el exterior. Si alguien pensaba crear problemas porque Brittany Pierce y Santana López estaban enamoradas, no iba a ser ella.
Poco después de las ocho, Santana, con su segunda taza de café, se dirigió a una mesita de jardín en la terraza posterior de la casa y se sentó. Había tomado el primer café después de ducharse, mientras se ponía una camiseta y vaqueros. Stark salió pisándole los talones y caminó sobre el césped para ocupar su puesto. La joven agente se apoyó en un rincón de la terraza, como si estuviera contemplando la extensión de hierba y el río que había al otro lado. Minutos después, las puertas deslizantes de cristal se abrieron y salió Britt. Era la primera vez que Santana la veía desde que se separaron en la penumbra que antecedía al amanecer. Santana sonrió al verla con su camisa blanca limpia y pantalones a medida. Britt parecía descansada y sin dolores, aunque Santana sabía que no había dormido demasiado. También se fijó en la nueva venda de su mano y se preguntó quién se la habría puesto. Se habría molestado más si Britt no la hubiese mirado con tanta intensidad que sintió un hormigueo en la piel.
–Buenos días, comandante –dijo en tono amable, con una cálida bienvenida en los ojos.
–Señorita López. –La sonrisa de Britt fue también íntima cuando se acercó con una taza de café en la mano izquierda. Se sentó enfrente, dejó la taza sobre la mesita y descansó una mano a una milésima de los dedos de Santana–. Me alegro de volver a verla.
Las palabras sonaron tan suaves como una caricia, y Santana recordó al instante la última vez que se habían tocado, sólo unas horas antes. Entonces, la suavidad había estado en los labios de Britt sobre su cuello y en sus brazos enredados mientras permanecían junto a la puerta.
–Tengo que irme –susurró Britt, acariciando la espalda de Santana. Se había puesto la camiseta y los pantalones. Santana seguía desnuda–. Debo regresar al trabajo.
–Ya lo sé.
–Lo siento.
–No lo sientas –murmuró Santana, abrazando a Britt por la cintura, con los labios sobre su cuello. La besó dulcemente, y luego un poco más fuerte cuando volvió a sentir el hormigueo en el estómago.
–No es justo –protestó Britt con voz ronca.
–Lo sé. –Santana se apartó de mala gana–. Vete. Márchate antes de que no pueda dejarte.
–Santana, te a...
Santana la hizo callar poniendo los dedos sobre sus labios. Britt la miró, desconcertada.
–No haga promesas, comandante. Sólo dígame que regresará.
–Sí –susurró Britt, mientras la besaba.
–¿Cómo? –preguntó Santana al darse cuenta de que Britt le había estado hablando.
Britt se fijó en que los ojos de Santana se centraban, igual que cuando hacían el amor, y volvía lentamente a ser ella misma. Era lo más sexy que había visto y tuvo que concentrarse en las palabras para recordar lo que estaba diciendo.
–Tanto el FBI como mi equipo han dado permiso, por separado, para que vuelvas a tu casa. Me doy por satisfecha.
Santana asintió.
–Entonces, me gustaría irme a casa.
–Lo sé.
–¿Cuándo crees? ¿Hoy?
–Confío en mi equipo y no creo que la situación sea distinta, a menos que nos quedemos aquí indefinidamente. –Britt se encogió de hombros y reconoció de mala gana–: Creo que no importa otro día. Hoy está bien.
–Gracias. –Santana sonrió, recordando los dos últimos días y los pocos momentos que había podido estar sola con Britt. También resultaría difícil en Nueva York–. Sin embargo, debo decir algo sobre el hecho de estar aquí encerrada contigo.
–No lo dudo. –Los ojos de Britt se oscurecieron y esbozó una sonrisa lenta y frágil.
En respuesta a la ronca familiaridad de la voz de Britt, el corazón de Santana se aceleró. Por desgracia, el resto de su cuerpo también respondió y, aunque disfrutaba de la sensación, se daba cuenta de que tal vez pasase algún tiempo hasta que pudiese satisfacer la presión que empezaba a crecer dentro de ella. Se puso colorada cuando vio que la mirada de Britt se fijaba en sus pechos. Las separaba la mesa, pero sintió la mirada como si las manos de Britt la tocasen, y sus pezones se endurecieron.
–No hagas eso –pidió con voz entrecortada.
–¿Qué pasa, señorita López? –murmuró Britt, con los dedos temblando de deseo de recorrer la suave superficie visible por el cuello de la camisa de Santana. “Tengo un gran problema.”
–No me mires así en público –solicitó Santana–, porque, por si no lo has notado, el autocontrol nunca ha sido mi punto fuerte.
–Entonces, prometo no bromear... –Britt levantó los ojos nublados por el deseo y los clavó en los de Santana. Le dolía el ansia en las entrañas. Con el pecho encogido, susurró– En público.
Incapaz de responder, Santana se estremeció ligeramente, como un animal que corriese demasiado bajo el sol ardiente. Le faltaba la voz y le ardía la sangre. Jamás había contado con aquella impotencia ante el deseo. Si amar a Brittany era aquello, no sabía bien si sobreviviría.
–Debo irme –dijo Britt, aunque lo último que deseaba en aquel momento era marcharse.
–Muy bien, de momento –murmuró Santana, siguiendo a Britt con ojos hambrientos cuando la agente fue hasta la orilla de la terraza y se inclinó hacia Stark.
–Dígale al equipo que partimos para el Aerie a la una –ordenó Britt.
Paula Stark, que parecía enfrascada en los hábitos alimenticios de dos gruesos tordos sobre la abundante hierba respondió:
–Sí, señora.
Cuando Stark oyó que la puerta del patio se abría y se cerraba, miró por encima del hombro para cerciorarse de que Santana López seguía dentro de su alcance visual. Al comprobar que así era, volvió la mirada al perímetro, y la mente a la noche anterior. Se encontraba en aquel mismo lugar una hora después de la puesta del sol cuando Renée Savard había bajado por las escaleras del patio hasta donde estaba ella.
–¿Todo tranquilo? –preguntó Savard, apoyando un hombro en el soporte de la terraza.
–Mucho –respondió Stark, contenta por la compañía. No había nada tan largo ni tan solitario como el turno de noche.
–¿La agente Ryan ya se ha marchado?
–Hace casi una hora. Dejó unos expedientes para que los vea la comandante, pero dijo que puede hacer más desde Quantico, donde tiene acceso a las bases de datos.
–Parece que sabe lo que hace.
Stark se movió y deslizó automáticamente las manos en los bolsillos, en un gesto inconsciente similar al de Brittany Pierce.
–Sí, es muy aguda. Me alegro de que la comandante la hiciese venir hoy, porque ahora ya no tengo la impresión de estar persiguiendo a un fantasma. Al menos cuento con una representación mental de él.
Savard asintió, mostrándose de acuerdo.
–Prefiero trabajar con ella que con algunos exaltados de los crímenes violentos a los que tenemos que tratar en casos como éste.
Stark se rió.
–Niños con pistolas.
–La verdad es que siempre me he decantado por las niñas con pistolas. –Savard esbozó una dulce sonrisa.
Stark agradeció la oscuridad, porque no pudo disimular su rubor. De repente, la noche parecía mucho más cálida y se daba perfecta cuenta de que la voz de Savard sonaba en la noche... grave, suave... y sexy.
Tragó saliva y respondió con firmeza.
–Yo también.
–Bueno, me alegra saberlo –respondió Savard–. Cuando las cosas se tranquilicen un poco, deberíamos ver qué más tenemos en común.
–Sí, eso sería... bueno –farfulló Stark, maldiciéndose por hablar como una imbécil.
Savard sonrió.
–No creo que los agentes del Servicio Secreto sean tan encantadores, agente Stark. Pero en usted... resulta muy agradable.
Stark intentaba pensar en una respuesta inteligente cuando Savard rozó el dorso de su mano con los dedos y se alejó. Había estado pensando en aquel fugaz contacto desde entonces.
–¿Agente Stark?
Stark dio un salto y se volvió rápidamente. La primera hija se había apoyado en la barandilla con una expresión interrogativa en la cara.
–¿Señora? –Stark se puso colorada otra vez. “Maldita sea.”
–¿Quiere comunicarle a la comandante que estaré preparada para irme a casa en cuanto ella lo ordene?
–Sí, señora. “Las cosas se ponen interesantes.”
Según lo que les había dicho Lindsey Ryan el día anterior, cuando abandonasen el relativo santuario de aquella casa, todos y cada uno de ellos serían blancos potenciales
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Ya me hiba y note que habias actualizado de nuevo, gracias por eso, tambien es una excelente opcion para Doyle bajo el mar! en cuanto al capitulo me agrada mucho que al fin las chicas esten llevando una relacion oculta, eso lo hace mas interesante y he llegado a pensar y si Loveboy no es un chico?
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Cohincido se va a poner interesante jaja!!!
Hola como estas??
Hola como estas??
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Lovergirl? Sospechas de alguien?micky morales escribió:Ya me hiba y note que habias actualizado de nuevo, gracias por eso, tambien es una excelente opcion para Doyle bajo el mar! en cuanto al capitulo me agrada mucho que al fin las chicas esten llevando una relacion oculta, eso lo hace mas interesante y he llegado a pensar y si Loveboy no es un chico?
monica.santander escribió:Cohincido se va a poner interesante jaja!!!
Hola como estas??
Hola, muy bien, y tu? hoy estaba de boda por eso no he actualizado antes, cuando puse capitulo me tire en la cama y dormi una hora y media, acabo de levantarme :P Asi que me pondré a escribir otro capitulo ;)
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Ohhhhh!!!! se viene pareja nueva..
Blancos potenciales??
No me agrada 77...
Ahora su amor, deberá seguir en secreto... se entera Doyle y no será muy buena la respuesta... mandenlo en una misión especial a Kenia o la Antártida xD
Blancos potenciales??
No me agrada 77...
Ahora su amor, deberá seguir en secreto... se entera Doyle y no será muy buena la respuesta... mandenlo en una misión especial a Kenia o la Antártida xD
Tat-Tat******* - Mensajes : 469
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Tat-Tat escribió:Ohhhhh!!!! se viene pareja nueva..
Blancos potenciales??
No me agrada 77...
Ahora su amor, deberá seguir en secreto... se entera Doyle y no será muy buena la respuesta... mandenlo en una misión especial a Kenia o la Antártida xD
Blancos potenciales :( . En el siguiente capitulo querreis volver a matar a Doyle. Que levante la mano quien odia a Doyle!! *Marta levanta la mano*
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 18
Capítulo 18
Sam hizo girar su silla ante la mesa de comunicaciones y extendió el teléfono con una expresión perpleja en la cara.
–¿Comandante? Egret desea hablar con usted.
Sam estaba inclinada sobre una mesa próxima, rebobinando un segmento de cinta de vídeo hecha en Central Park durante el discurso de Santana para estudiar en detalle a la gente cercana a Marcy Coleman. Escudriñaba cada figura, buscando a un varón blanco y delgado de veinticinco a treinta y cinco años y de sesenta y ocho kilos. Ésa había sido la descripción que la doctora Coleman había dado del hombre que le había entregado el sobre para Santana.
–Lo cogeré aquí –dijo Britt inmediatamente, sorprendida y preocupada. Santana casi nunca se ponía en contacto con ella por nada oficial. Se acercó al auricular y lo cogió en cuanto sonó; el único indicio de su intranquilidad era una ligera línea entre sus cejas.
–¿Sí?
–Brittany, ¿puedes subir, por favor?
Había una vacuidad en su tono que hizo que a Britt se le acelerase el corazón con la ansiedad.
–Ahora mismo. ¿Estás...?
–Estoy bien –afirmó Santana, aunque había un ligero temblor en su voz.
–Voy enseguida. –Britt depositó el auricular en la base y se encaminó hacia la puerta, dándole órdenes a Sam mientras caminaba–. Quiero una prueba de voz de todos los agentes lo antes posible. Verifique que todos los puestos están atendidos y que nadie ha informado de nada fuera de lo normal. Cualquier cosa, Sam.
–Sí, señora. –Sam se enderezó y se volvió inmediatamente hacia los monitores mientras activaba su transmisor.
Sam no oyó su respuesta porque ya había salido por la puerta y estaba en el vestíbulo, llamando al ascensor para ir al ático. Treinta segundos después se encontraba ante la puerta de Santana, que se abrió de golpe, y apareció Santana, esperando, pálida. Britt le puso las manos sobre los hombros y la miró a la cara.
–¿Qué pasa?
Santana consiguió sonreír, pero la sonrisa era débil y en los ojos cafés reinaba una profunda confusión. Le tendió un sobre blanco a Britt.
–Esto ha venido por correo.
Agarrándolo por una esquina, Britt lo tomó y examinó la parte delantera. El nombre y la dirección de Santana aparecían pegados en una etiqueta de envío postal de gran volumen. El remite pertenecía a una organización benéfica muy conocida. Parecía perfectamente normal.
–Creí que era para recaudar fondos –dijo Santana con una voz apenas audible.
Britt miró dentro y se le encogieron los músculos del estómago.
–¿Lo has tocado?
–Sí –afirmó Santana–. Lo siento. No lo pensé.
–No te preocupes. –Britt cabeceó–. No importa. Nunca ha dejado huellas. Tenemos que revisarlo por pura fórmula. –Miró a su alrededor, buscando algo para sacar de dentro el rectángulo blanco.
Santana fue hasta su mesa y cogió un clip grande.
–Toma, prueba con esto.
Britt lo prendió en la esquina de la fotografía y la sacó. Luego, con una sensación de furia y terror, observó en silencio la imagen de Rachel Berry delante del edificio del Upper East Side. Había un familiar círculo rojo con una X dibujada sobre el pecho. Britt le dio la vuelta a la fotografía Polaroid y vio otra etiqueta de correo pegada al dorso. Tenía escritas las siguientes palabras: “REÚNETE CONMIGO O ELLA SERÁ LA PRÓXIMA”
Britt metió cuidadosamente la fotografía en el sobre y lo guardó en el bolsillo interior de su chaqueta. Luego se dirigió al teléfono de pared de la cocina de Santana y marcó rápidamente una serie de números.
–Póngame con el agente especial Doyle inmediatamente, por favor. Soy la comandante Brittany Pierce, del Servicio Secreto. –Miró a Blair mientras esperaba y esbozó una sonrisa como si quisiera convencerla de que todo iba bien. Luego habló con brusquedad al auricular– Doyle, soy Pierce. Necesito que envíe un equipo al apartamento de Rachel Berry entre la calle ochenta y ocho y la Quinta Avenida lo antes posible. Es su próximo blanco. Alertaré al Departamento de Policía de Nueva York para que mande perros y artificieros allí... Bien. Lo pondré al corriente en la central de mando.
–Gracias –susurró Santana cuando Britt colgó después de hablar con su contacto en el Departamento de Policía de Nueva York–. Sé lo mucho que debe de haberte costado hacer esa llamada al FBI.
Britt se encogió de hombros con indiferencia.
–Los problemas entre Doyle y yo no importan. La que importa es Rachel.
–Hay que hacer algo, Britt –dijo Santana con vehemencia, caminando de un lado a otro– Ya no aguanto más.
–Santana –repuso Britt dulcemente, agarrándola por el brazo para detener sus frenéticos movimientos–, acabará pronto.
–No tan pronto. –Santana cabeceó con impaciencia–. No me importa lo que cueste, Britt, ni lo que haya que hacer. Esto tiene que acabar.
–Pronto. Te lo prometo. –Britt la abrazó y la sostuvo con firmeza–. Ya sé lo difícil que resulta para ti.
Aunque Santana no se resistió al abrazo, seguía tensa a causa del miedo y la frustración. No quería compasión: a ella no le iba a disparar ni le pondría una bomba.
–Estoy bien.
–Ya lo sé –murmuró Britt apoyando la mejilla sobre los cabellos de Santana–. Lo digo por mí.
“También necesito esto.” Santana cedió y se sumió en el consuelo de Britt. Deslizó los brazos bajo la chaqueta de Britt, puso las manos en su espalda y la cara sobre su hombro. Las manos encontraron la pistolera de cuero en el hombro de Britt, y Santana se estremeció brevemente. Después de tanta pérdida, tenía el espíritu agotado. Britt acarició la espalda de Santana con ternura.
–La gente de Doyle y la policía van de camino a casa de Rachel ahora mismo. Estará a salvo.
–¿Quién será el próximo? –La voz de Santana sonó amortiguada contra el cuerpo de Britt–. ¿Uno de los tuyos? ¿Marcy Coleman...o algún pobrecillo que por casualidad estaba en el lugar equivocado en un mal momento? No puedo quedarme quieta viendo lo que pasa. Tengo que hacer algo.
–No habrá nadie más. Lo pararemos. –A Britt se le formó un nudo en el estómago, pero pasó la mano por los cabellos de Santana y la besó en la frente–. Necesito que confíes en mí, Santana.
Santana permaneció en silencio, y un miedo repentino alteró el corazón de Britt.
–Por favor, prométeme que no harás nada sin hablarlo conmigo. Hazme caso.
Santana se apoyó en el círculo de los brazos de Britt y estudió su cara. Había algo rayando con el pánico en sus ojos azules. Santana nunca había visto aquella mirada: nada la asustaba.
–Britt –susurró, deslizó la mano por su nuca y la acarició–. Eh.
–No puedo perderte –bramó Britt con un nudo de angustia en la garganta y los límites de la mente dolidos a causa de viejos recuerdos.
Aquella expresión inesperadamente obsesionada en el estoico rostro de su amante le rompió el corazón a Santana, que suspiró y acarició la mejilla de Britt. No podía herirla, como tampoco podía dejar de amarla.
–Te lo prometo. Pero haz algo, por favor.
Britt la besó con un beso de agradecimiento y tierna posesión. Cuando apartó los labios, susurró:
–Lo haré.
Britt entró en la sala de reuniones del centro de mando y saludó con la cabeza a Patrick Doyle. Como de costumbre, el personal del FBI ocupaba un lado de la mesa y su equipo el otro. Doyle y ella quedaron enfrentados desde ambos extremos.
–Debemos contar con una inminente acción de Lover-boy –dijo Doyle sin preámbulos, con la intención de asumir el mando inmediatamente.
Sin alterarse por su actitud, Britt se mostró de acuerdo al sentarse. Ya había participado antes en aquellos juegos entre agencias.
–¿Cuál es la situación del edificio de Rachel Berry?
–Nuestro equipo y los artificieros se encuentran allí en este momento –informó Doyle–. Ha sido trasladada temporalmente a un lugar seguro.
Aunque la cara de Britt no reflejó ninguna expresión, se tranquilizó cuando parte de su tensión interior desapareció. “Un desastre evitado.”
–He hablado con Lindsey Ryan, de Quantico, para ponerla al día –dijo Britt–. Cree que se trata de una amenaza real y que si él no consigue acceder al objetivo principal, Egret, o a la sustituta elegida, Rachel Berry, puede escoger a cualquiera por frustración o ira.
Britt miró en torno a la mesa, pues sabía que no hacía falta que repitiese lo que Lindsey Ryan les había explicado ya. Cualquiera de ellos podía ser el siguiente. Nadie comentó ese hecho evidente.
–Egret permanecerá recluida aquí durante el futuro inmediato. Ha accedido a posponer temporalmente sus planes de ir a San Francisco, pero sólo tenemos un margen de dos semanas y media antes de que vaya a París. Existe la opción de cancelar ese viaje, pero no resulta muy viable. Ryan piensa que, si cambiamos el itinerario público de Egret de forma tan drástica, se le concede poder a Loverboy, lo cual lo hace más atrevido... y más peligroso. Estoy de acuerdo. A pesar de la creciente visibilidad, tenemos que viajar.
Doyle hizo un gesto despectivo con la mano.
–Me parece irracional mantenerla oculta indefinidamente. –Evitó con gran cuidado sugerir que la visibilidad de Santana era una forma segura de atraer al sujeto no identificado. Inconscientemente, se frotó el rasguño del cuello–. Por otro lado, ofrecerle a Loverboy un encuentro constituye la mejor manera de descubrirlo.
Tanto Sam como Stark se pusieron tensos, y Britt sabía que uno de ellos estaba a punto de protestar. Levantó la mano izquierda un centímetro, y los dos se quedaron quietos en sus sillas, con las caras compuestas y enojadas. En tono muy ecuánime, con la voz completamente controlada, Britt dijo:
–Agente especial Doyle, estoy segura de que no nos sugiere que utilicemos a la hija del Presidente como cebo para un asesino psicópata declarado.
–Claro que no –repuso Doyle, rígido, y los músculos de su mandíbula se tensaron cuando apretó los dientes.
–Entonces, no debemos seguir por ese camino –explicó Britt, conteniendo su propia furia–. Egret continúa recibiendo correos electrónicos frecuentes de él. Utiliza números IP pirateados y envía los mensajes desde diferentes ordenadores, así que no se le puede localizar. Como se decidió previamente, no hemos intentado bloquear sus mensajes porque son nuestro único medio de calibrar su estado mental y de predecir sus movimientos de forma potencial.
–Eso ha sido un fracaso total –observó Doyle sin contemplaciones.
Britt no le hizo caso y continuó:
–La agente Ryan sugiere que nos comuniquemos con él por correo electrónico, en lugar de Egret, para obtener más información sobre sus planes. Parece lógico. Una agente con conocimientos de ordenadores y electrónica se unirá a mi equipo hoy mismo. Ella responderá al siguiente correo de Loverboy.
Hubo un silencio incómodo cuando todos se dieron cuenta de que la nueva agente sustituiría a Jeremy Finch. Doyle rompió el silencio con una sonrisa petulante:
–He hablado con mi director esta mañana. Coincide conmigo en que debemos tener más iniciativa si queremos solucionar esta situación.
Britt no se movió un milímetro, aunque todos sus músculos se pusieron rígidos.
–¿Qué significa eso?
–Estamos planeando un contacto inicial, como usted ha sugerido, Pierce –afirmó Doyle con un inconfundible matiz de condescendencia–. Pero no nos interesa dialogar. Nuestra
prioridad consiste en neutralizar la amenaza.
–¿Y cómo pretende hacerlo?
–Vamos a concertar un encuentro.
–¿Una operación con señuelo? –exclamó Sam, sorprendido–. Ese tío es un terrorista. No puede mandar a alguien de cebo para que se dirija hacia una bomba.
–Hemos valorado el riesgo y nos parece aceptable –repuso Doyle con brusquedad. Colocó una pila de carpetas delante de él y añadió– Contamos con que nos lleve varios días disponer las cosas. Vamos a traer a alguien de los nuestros para que establezca contacto electrónico con él.
–Se trata de una operación arriesgada, Doyle –dijo Britt, serena–. Antes podemos probar otros caminos.
–Ya hemos esperado bastante. –Doyle clavó los ojos en Britt con expresión acusatoria–. Demasiado tiempo.
Britt no podía decir gran cosa acerca de una operación del FBI. Ella no lo habría hecho así, pero su principal preocupación era la seguridad de Santana, y tuvo que reconocer, de mala gana, que el FBI tenía derecho a intentar la detención de aquel individuo a su manera.
–Le agradecería que nos informase de la agenda. –Britt echó hacia atrás la silla tras dejar patente su descontento. No podía hacer nada más–. Mientras tanto, continuaremos analizando los vídeos y fotos del parque y controlando los correos electrónicos.
–No hay problema, Pierce. –Doyle no fue capaz de ocultar su sonrisa de triunfo–. Recibirá información, pues vamos a utilizar a una de sus agentes como señuelo.
Britt puso las manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante con el cuerpo lleno de tensión, como si fuera a saltar de la silla. Su voz se tornó grave, peligrosamente grave.
–No, Doyle, de eso nada. Mis agentes pertenecen al Servicio Secreto. No son señuelos del FBI.
–Ya está dispuesto. –Doyle se encogió de hombros–. Necesitamos a alguien que conozca bien a Egret por si es necesario un intercambio verbal con el sujeto no identificado. No puedo instruir a una nueva agente sobre el tipo de cosas que él tal vez preguntaría. El señuelo ha de ser uno de los suyos.
Durante un minuto, la furia impidió a Britt pensar. Doyle se había movido a sus espaldas y había reclutado a una de sus agentes para una misión potencialmente letal. Se levantó, esforzándose por mantener la compostura. Ninguno de ellos había dormido demasiado en las últimas setenta y dos horas, y ella estaba a punto de perder el control. Ya se había quedado sin un hombre. No iba a tolerar otra pérdida.
–Eso no sucederá, Doyle.
–No depende de usted –dijo Doyle, y también se levantó–. Se ha aprobado, y su agente ya ha aceptado la misión.
Britt miró rápidamente a Stark, que cabeceó de forma casi imperceptible. Era evidente que no sabía nada del plan de Doyle.
–La reunión ha terminado –declaró Britt, se volvió y se dirigió hacia la puerta. Un segundo más y le echaría las manos a la garganta. Otra vez.
Britt se precipitó en el centro de mando y bramó:
–¡Grant! Venga.
Ellen Grant se levantó de un salto y se apresuró a seguir a la alta comandante, que empujó la puerta para salir al pasillo. El ascensor bajó al vestíbulo en medio de un espeluznante silencio. Cuando se acercaron a las dobles puertas de cristal, Grant se sintió obligada a explicar.
–Comandante, yo...
–Dentro de un minuto, Grant. –Britt aún tenía que contener las ganas de darle un puñetazo a Doyle en la arrogante cara. Ellen Grant era agente suya: estaba bajo su mando y bajo su protección.
Doyle se había interpuesto entre ella y alguien de quien era responsable, lo cual constituía un grave error de cálculo por parte de él. Podía soportar sus ofensas personales, pero no toleraría que nadie se metiera en su terreno. Grant apretó la mandíbula y se preparó para un rapapolvo. Le costaría aguantarlo viniendo de Pierce, pues respetaba a su jefa. Cruzaron la calle, Britt abrió las adornadas puertas del parque y entró delante de Grant. Una vez dentro, Britt aminoró el paso para que Grant pudiese caminar a su lado, y la miró al fin.
–¿Quiere contarme qué ha ocurrido entre usted y el agente especial Doyle?
–Se puso en contacto conmigo esta mañana mientras usted
hablaba por teléfono con Washington. –Grant miraba hacia delante con aspecto sumiso– Me advirtió de que me necesitaba para una operación de señuelo dirigida a detener a Loverboy. Le dije que hablase con usted, pero me informó de que la decisión ya se había tomado en Washington y de que esperaba mi respuesta en ese momento. –Miró a Britt a la cara y, sin arrepentirse, añadió–: Le dije que sí.
Llegaron a un rincón aislado del parque, no lejos del banco en el que Britt se había sentado con Santana unos días antes. Se encontraban a la sombra de un sauce llorón, Britt con las manos apretadas dentro de los bolsillos del pantalón, y Grant en posición de firme sin darse cuenta.
–No voy a permitir que lo haga, Grant –dijo Britt sin alterarse, aunque en su voz vibraba la tensión–. Es agente del Servicio Secreto, no del FBI. Se trata de una operación de señuelo encubierto y no está usted entrenada para eso.
Grant se enderezó aún más, con determinación en la cara.
–Comandante, con todos mis respetos, no estoy de acuerdo. Fui policía antes de entrar en el Servicio. Puedo hacerlo.
Britt esbozó una leve sonrisa, pues no esperaba menos de la pulcra Grant, una agente sólida en todos los sentidos. No obstante, la operación presagiaba el desastre desde el principio. “Hay demasiadas personas involucradas y falta coordinación, sobre todo porque Doyle piensa que a ti se te puede sacrificar en aras de sus objetivos. También Janet era una detective encubierta entrenada y murió en una operación como ésta. No voy a perder a nadie más.”
–Agente Grant, nunca he dudado de sus habilidades. Valoro su contribución al equipo y he confiado en usted para que cuide de Egret. Pero es algo muy distinto y no se hará.
–Comandante, puede que usted no tenga nada que decir al respecto. –Grant miró a Britt a los ojos y dijo lo que pensaba–. No sé si alguien podrá desbancar al agente especial Doyle en este asunto. Si hago falta y me lo ordenan, lo haré. Y lo haré voluntariamente. Soy una buena doble de ella. Jeremy Finch ha muerto. Usted ha estado a punto de morir.
Dudó un momento, y luego continuó:
–La próxima vez, comandante, tal vez esté demasiado enfadado para conformarse con una sustituta. La próxima vez podría ser Egret. Comandante, quiero esa misión.
Sumida en sus pensamientos, Britt miró por encima del hombro de Grant al ático de Santana. “No podemos mantenerla recluida ahí siempre.”
En realidad, dudaba de que pudieran mantenerla ni siquiera unos días... y de que ella quisiera. Santana estaba sufriendo por la culpa que sentía con los que habían muerto en su lugar y por el conflicto de verse examinada por un montón de desconocidos... y confinada por ellos. El conflicto la asfixiaba y acabaría con sus fuerzas. Britt no soportaría verlo. Volvió a fijar la vista en los firmes ojos azules de Ellen Grant.
–Si se da el caso, Grant, quiero que sepa que estaré con usted. No se va a meter en esto sola.
Grant sonrió y se relajó de forma perceptible.
–Gracias, comandante. Así me siento mejor.
Al fin, Britt también sonrió.
–Y, Ellen... gracias.
Cuando se volvieron y caminaron juntas por el parque, reinaba entre ellas un silencio de mudo respeto. Santana abrió la puerta a la primera llamada.
–¿Se encuentra bien Rachel? –se apresuró a preguntar cuando Britt entró en el loft.
Britt asintió y fue directamente al teléfono. Desconectó el enchufe hembra e insertó una cajita rectangular entre la pared y el teléfono de Santana. Un lector de cristal líquido parpadeó en la superficie del artefacto metálico, mostrando una serie de números de diez dígitos que se sucedían rápidamente. Apretó el auricular una vez para meter el codificador, y luego le pasó el teléfono a Santana.
–¿Por qué no llamas tú misma? 212-555-1950.
Santana enarcó una ceja y marcó los números. Unos segundos después dijo:
–Me gustaría hablar con Rachel, por favor... –Le susurró “gracias” a Britt mientras esperaba, y le dedicó la primera sonrisa que iluminaba su rostro desde hacía bastante tiempo–. Hola. ¿Cómo te va?
Santana se apoyó en la barra de desayuno que separaba la cocina de la zona de trabajo, cogió la mano de Britt mientras hablaba y su sonrisa adquirió un matiz irónico.
–No, Rachel, no creo que sea buena idea tratar de seducir al FBI. –Tiró de Britt hacia ella, y Britt se sentó en uno de los taburetes altos que había junto a la isleta central de la cocina.
Santana se colocó entre las piernas de Britt y acarició su brazo sano mientras seguía hablando.
–Sí, ya lo sé. Son extraordinariamente atractivas, pero sigo pensando que podrías provocar un incidente si te llevas a una a la cama.
Britt se movió, extendió las piernas para apretar a Santana contra su pecho y abrazó a la joven por la cintura desde atrás, acunándola suavemente entre los brazos. Apoyó la barbilla en la cabeza de Santana y suspiró de forma tan imperceptible que Santana no la oyó. Le parecía que hubiesen pasado días desde que la abrazó.
–No puedo decirte gran cosa. No sé mucho –repuso Santana poniendo la mano en el interior del muslo de Britt. Casi inconscientemente, acarició la costura de los pantalones de Britt, mientras escuchaba cómo Rachel hablaba del alojamiento de menos de cuatro estrellas en el que la habían confinado.
Oír la voz de Rachel sirvió para deshacer la bola de tensión que había oprimido el pecho de Santana durante toda la mañana. Sin embargo, más que de su alivio, estaba pendiente de la ligera aceleración de la respiración de Britt y de la leve tensión que hormigueaba bajo su mano.
–Está aquí conmigo en este momento... Sí, Rachel –dijo Santana con fingida exasperación–. Le hago caso. –Se rió y añadió– He dicho que le hago caso, no que obedeciera órdenes. No creo que se produzca una domesticación inmediata.
Mientras Santana hablaba, Britt pugnó con los dos botones superiores de la blusa de Santana y deslizó la mano dentro. Santana se sobresaltó ligeramente y apretó las caderas, de forma automática, contra la entrepierna de Britt.
–Siento mucho esto –Santana hablaba haciendo acopio de seriedad, tratando de ignorar con gran esfuerzo el roce de los dedos de Britt sobre sus pezones–. Confío en Britt, y ella te sacará de ahí enseguida. –Echó la mano hacia atrás y encontró el botón situado sobre la cremallera de sus pantalones. Al cabo de un segundo lo abrió y bajó la cremallera–. Te volveré a llamar –aseguró, y escuchó un rato–. Sí. Tendré cuidado, te lo prometo.
Antes de despedirse ya tenía las manos dentro de los pantalones de Britt. Colgó el teléfono y descansó la nuca sobre el hombro de Britt, extendiendo el cuello y ofreciendo su piel. Los labios de Britt la asaltaron al momento, calientes y hambrientos. Santana frotó los dedos contra las bragas de Britt y sonrió para sí al encontrar el calor que suponía.
–Gracias por eso –dijo Santana con voz gutural, arqueó la espalda y apretó los pechos dentro de las manos de Britt.
–¿Qué? –preguntó Britt, concentrada en los pechos de Santana, que llenaban sus manos, y en la presión insistente y vibrante que sentía entre las piernas y que aumentaba rápidamente por efecto de los dedos de Santana.
–Por dejarme llamarla –murmuró Santana con los ojos cerrados, y movió la mano sobre el vientre de Britt tras oír el débil quejido de frustración de su amante. Sonrió para sí, disfrutando del poder.
Lentamente deslizó la mano sobre el estómago firme de Britt, y luego la empujó bajo la cinturilla de su braga y bajó hasta llegar a las temblorosas piernas. Colocó un dedo a cada lado de la sólida prominencia del clítoris y lo apretó despacio. Britt se sacudió contra ella, gimiendo dulcemente. Luego, Britt rozó la oreja de Santana con los labios, respirando con dificultad, mientras susurraba:
–Hazlo un poco más fuerte y me correré.
–Es lo que quiero –repuso Santana con un matiz hambriento en la voz. Apartó la mano y giró entre los brazos de Britt hasta quedar frente a ella, aún entre sus piernas, con los pechos al descubierto.
Frotó los pezones duros contra la pechera de la camisa de Britt, jadeando cuando la tenue oleada de excitación la recorrió y alcanzó su propio clítoris.
–Vuelve a tocarme –pidió Britt con los ojos nublados por la necesidad.
–Aquí no. Aún no –susurró Santana apartándose. Cogió el brazo sano de Britt con el suyo y la levantó–. Quiero hacerlo despacio.
–No tengo mucho tiempo –protestó Britt con voz ronca, siguiéndola a pesar de todo.
Santana la miró con una sonrisa enigmática en el rostro.
–Tiene tiempo de sobra, comandante. La única ventaja de nuestra situación consiste en que nadie cuestiona su presencia aquí arriba.
Rodeó con Britt la esquina del tabique para ir a la zona de dormir. Entonces, se volvió y buscó los botones de la camisa de la agente.
–Nunca he hecho el amor con una mujer en mi propia cama. No fui capaz de encontrar ninguna que pasase la inspección de seguridad. –Se detuvo para darle un beso a Britt, un beso profundo y lánguido. Le costaba trabajo reprimir el temblor de las manos de tanto como la deseaba, pero continuó–. Por lo visto, has sido la única.
Quieta. Metódicamente la desabotonó mientras Britt se sometía de forma voluntaria a la lenta tortura, con las manos apretadas contra los costados, temblando de excitación. Santana le quitó la camisa y la colocó sobre una silla, comentando en el último momento:
–No me gustaría que se arrugase demasiado.
Cuando Santana empezó a bajarle los pantalones, la contención de Britt se tambaleó y se apresuró a quitárselos ella misma. Al cabo de un minuto estaba desnuda. Buscó a Santana, que retrocedió rápidamente con una sacudida de cabeza. Sus ojos, centrados en el cuerpo de Britt, brillaban como el láser.
–No, no puedes tocarme –dijo con voz densa–. Yo tampoco quiero que me distraigan. –Condujo a Britt hasta la cama y la echó sobre las sábanas.
Luego, mientras permanecía junto a la cama, contempló cómo Britt la miraba despojarse de su propia ropa. Deslizó la seda sobre los hombros, dejó que la blusa cayese al suelo y acarició sus pechos con los dedos, demorándose en los pezones y tirando de ellos hasta que la exquisita sensación fue demasiado fuerte para resistirla. Continuó por el abdomen, bajando hacia los rizos que había en la base de su vientre, y los ojos de Britt se enturbiaron sin apartarse de ella. Santana se fijó en que las expertas manos de su amante se retorcían sobre las mantas, y la reacción de Britt aumentó su excitación más que sus propias caricias.
–Quiero hacerlo yo –dijo Britt en tono apremiante al ver los dedos de Santana entre sus muslos. Cuando Santana soltó un leve gemido, Britt temió que se corriera, y con voz ronca le pidió– Santana, por favor.
Santana se estremeció y apartó la mano, pues comprendió que le faltaba poco y aún no quería. No obstante, necesitaba el contacto, algo que aliviase el vibrante dolor entre sus piernas. Se apresuró a echarse en la cama y a montarse a horcajadas sobre el muslo de Britt, gimiendo ligeramente cuando su carne hinchada se frotó contra la carne caliente de Britt. Se inclinó hacia delante, se ciñó con un brazo y puso el otro entre los muslos de Britt. La penetró suavemente, en un solo movimiento, pues sabía que Britt estaba preparada. Involuntariamente, la garganta de Britt ahogó un gritó y se arqueó para recibir el empuje de Santana. Lo repentino de la acción la cogió desprevenida y una oleada de sensaciones siguió al placer inicial. Con los ojos bien abiertos miró a Santana, asombrada y casi perdida.
–A punto –jadeó.
Santana reprimió su propio orgasmo con todas sus fuerzas, pero la sensación de que Britt se encogiera entre sus dedos y el hormigueo de su clítoris cuando rozaba la pierna de Britt fue demasiado. Se abandonó y, cuando sintió que alcanzaba la cima, apretó el pulgar con fuerza sobre el clítoris de Britt. Ante el primer espasmo vibrante, Britt dio un salto y enlazó a Santana con los brazos. Sus cuerpos se apretaban el uno contra el otro y ambas gemían al unísono mientras se unían en la rendición. Cuando las contracciones cesaron, se tendieron, y Santana se acurrucó al lado de Britt, con los dedos dentro de ella. El brazo de Britt reposaba perezosamente sobre el hombro de Santana, y descansaron juntas, respirando con dificultad y vagando por un lugar más allá de los límites de la realidad. Britt susurró al fin en un suspiro:
–Si seguimos así, saldrá a la luz.
Santana se apretó más contra ella, acariciando el estómago de Britt con la mano, y posó los dedos sobre el pecho de la agente, no con pasión, sino con gesto de contenida posesión.
–Sí, ya lo sé.
–Será complicado.
Santana besó el hombro de Britt.
–Sí, lo sé.
–Tendremos que afrontarlo de alguna manera –suspiró Britt besando la sien de Santana.
Santana cerró los ojos, robando un momento de paz, mientras susurraba:
–Sí, creo que habrá que hacerlo.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
jajaja No pueden quitarse las manos de encima C:
Alisseth***** - Mensajes : 254
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Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Te dejo otro ;)monica.santander escribió:buenisimo!!
Alisseth escribió:jajaja No pueden quitarse las manos de encima C:
Prefieres que no se toquen? :P
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 19
Capítulo 19
Britt pasó casi toda la tarde soportando otra reunión con Doyle mientras perfilaban sus respectivos papeles en la futura operación. Britt se vio obligada a admitir que no tenía nada que ver en la decisión relativa a la participación de Ellen Grant. Lo dejó pasar y prefirió centrar su energía en cuidar de la seguridad de Grant. Si tenía que estar levantada las veinticuatro horas del día controlando los acontecimientos, pensaba hacerlo. Más tarde llegó la sustituta de Finch, y el plan para captar a Loverboy y hacerlo saltar a la palestra se puso en funcionamiento. Eran casi las cuatro cuando se dirigió a su apartamento. No había nadie y la noche parecía muy tranquila. Al darse cuenta de que estaba sola por primera vez en varios días, se detuvo en la esquina y contempló el edificio de Santana. Un débil resplandor iluminaba los paneles de cristal doble del ático. Se preguntó si Santana estaría trabajando y, durante un momento, deseó estar con ella: sentada, mirando en silencio, como miraba a su madre trabajar cuando era pequeña. Aquel recuerdo contenía la añoranza de algo que no sabía que echaba de menos y en lo que no podía pensar en aquel momento. Se encogió y se dirigió a su apartamento, pequeño e impersonal, para arrancar unas horas de sueño irregular antes de que empezase realmente la campaña. Cuatro horas después, se hallaba de vuelta en el centro de mando, revisando las comunicaciones e informes de Washington, la oficina de Nueva York y el Centro Nacional de Información sobre el Crimen. A pesar de la operación en marcha, aún debía seguir los protocolos. No podía permitirse el lujo de dejar que una amenaza contra Santana empañase las amenazas potenciales contra otros. Cuando terminó el trabajo rutinario, ya estaba lista para hacer un informe de la situación de Loverboy. Se negaba a pensar en la operación por el nombre codificado del asesino puesto por los tipos del FBI.
–¿Algo nuevo? –Britt se encontraba detrás de dos personas sentadas ante varios ordenadores, analizadores de voces, monitores de vídeo y otros artefactos de rastreo electrónico.
Los dos, que parecían cansados, giraron en sus sillas. Transmitían un inconfundible sentido de euforia, como si estuvieran disfrutando muchísimo. La mujer de piel de ébano, cuyo porte era majestuoso, habló primero con una voz modulada por un ligero acento que revelaba su educación europea.
–Hemos respondido dos veces desde el primer contacto producido hace doce horas, comandante –informó Felicia Davis–. Como se había previsto, no he hecho ningún intento de conectar con él, salvo unas pruebas verbales: quién eres, qué quieres, por qué me escribes. Cosas que Egret ya habrá dicho, pero que puede preguntar alguien harto de tanta atención. –Una ligera mueca arrugó sus rasgos esculpidos cuando señaló los ordenadores de la consola que tenía delante–. He intentado adjuntar un paquete de rastreo a mis respuestas, pero utiliza un tipo de programa que garantiza el anonimato y evita que yo introduzca un gusano en su ordenador. Su punto de origen está excepcionalmente bien cubierto.
–Si pudiera enviar un gusano con un mensaje de correo, ¿lo localizaríamos? –A Britt la había impresionado la adquisición más reciente del equipo. La mujer, que parecía llegada directamente de una pasarela de moda de París, se encogió de hombros y se formó otra arruguita entre sus cejas arqueadas.
–En teoría, sí. Aunque, por lo que he visto, los intentos del FBI de hacer lo mismo han fracasado. Creo que, aunque consiguiéramos localizar su ordenador, aparecería en un lugar como Rumanía o algo por el estilo. Redirige sus mensajes a través de un portal... o de varios. Vale la pena probar, pero, si lo encontramos por esta vía, será por pura suerte.
–Podría llevar bastante tiempo –observó Britt–. Ustedes dos necesitan un descanso.
Sam protestó:
–Estamos bien, comandante.
–No se preocupe. No los sustituiré aunque necesiten echar un sueñecillo.
Britt se daba cuenta de que Sam quería conservar su puesto como coordinador de comunicaciones en la operación de despliegue que el FBI había bautizado muy hábilmente con el nombre de Virus del Amor. Había tenido que llamar a William Shuester, amenazarle con pasar sobre su cabeza y hablar con el director para conseguir que Sam y su nueva experta en ordenadores, Felicia Davis, pudiesen establecer contacto con Loverboy. Britt afirmó que su equipo podía proporcionar con más facilidad el tipo de información exigida por un comunicante en línea. Loverboy suponía que estaba hablando con Santana López, y el equipo de Britt la conocía mejor. Shuester se mostró de acuerdo con ella y movió unos cuantos hilos. Y así, a pesar de las objeciones de Doyle, Britt había conseguido que su gente estuviese en el terreno de operaciones. No obstante, el FBI empujaba, y Britt tenía la sensación de que estaban esperando la menor ocasión para imponerse. No podía permitirse el lujo de quemar a sus agentes durante los primeros días de lo que tal vez fuese una campaña prolongada.
–No me gustaría pasarle información a Doyle –refunfuñó Sam.
–No gaste energías preocupándose por él. –Britt apoyó una cadera en el mostrador y se inclinó hacia delante para mirar los ojos preocupados de Sam–. Debe centrarse completamente en sus interacciones con Loverboy. Recuerde lo que nos explicó Lindsey Ryan. Es muy astuto y, seguramente, lleva años estudiando a Egret. Es cierto que no hay mucha información de carácter personal sobre ella asequible al dominio público pero, aun así, sospechará si “ella” empieza a comportarse de forma rara. Hasta la fecha, la señorita López no había querido establecer ningún tipo de diálogo con él, y estamos cambiando eso. Cualquier alteración posterior del esquema puede ponerlo sobre aviso.
Davis asintió, conforme.
–Entendido, comandante. Hemos observado la duración del intercambio y el carácter concreto de nuestras respuestas con mucho cuidado. Sin embargo, no quiero echar en falta una entrada.
–La agente Ryan llegará dentro de una hora, y me gustaría hablar con ella en cuanto llegue –dijo Britt–. Después, quedan relevados durante seis horas. Y quiero decir relevados fuera de aquí.
Apenas prestaron atención a la orden porque habían vuelto a mirar una pila de listados con las cabezas juntas para revisar todas las comunicaciones anteriores a su contacto. Britt sabía que tendría que obligarlos a abandonar el centro de mando.
–Estaré arriba –anunció cuando pasó ante el agente que controlaba las cámaras de vigilancia del edificio.
–Entendido –afirmó sin apartar los ojos de la pantalla.
Ninguno de los agentes se había alejado de la central de mando en las últimas dieciocho horas. Cuando decidieron seguir adelante con el plan del FBI de atraer a Loverboy a una confrontación pública, Britt los dispuso en turnos de doce horas, pero se dio cuenta de que nadie se iba más de unas pocas horas. Todos consideraban un reto personal capturar al hombre que le había quitado la vida a un amigo y colega. Miró el reloj: las diez y media. Habían pasado veinticuatro horas desde que viera a Santana por última vez.
Santana estaba delante del óleo con un fino pincel de marta en la mano, perdida en la sensación de color y contorno, sin pensar en nada. Tardó unos segundos en darse cuenta de que llamaban a la puerta. Dejó el pincel y miró una vez más la pintura; sabía que, cuando volviese, lo conseguiría. Atravesó el pulido suelo de madera, miró el reloj y se sorprendió al comprobar que había estado varias horas trabajando. “Increíble. Pensé que no podía.” De hecho, había pensado que no podría hacer nada más que preguntarse qué sucedía en el piso de abajo. Además de reflexionar sobre qué iba a hacer, pues estaba loca de amor por su jefa de seguridad. Echó un vistazo por la mirilla, como era costumbre, y como siempre cuando veía a Britt, su corazón se aceleró al triple. Abrió la puerta y se apoyó en el marco mientras contemplaba a la mujer alta y rubia vestida con un traje inmaculadamente confeccionado.
–Llega pronto a la reunión, comandante –dijo bloqueando la entrada–. No tenemos cita hasta las tres en punto.
Britt asintió, muy seria.
–Lo sé, señorita López. Sin embargo, tengo que hablar con usted de asuntos muy urgentes.
–¿Sí? –Santana se hizo a un lado para dejar pasar a Britt y cerró la puerta con indiferencia. Pero, cuando Britt se volvió, se acercó a ella en silencio–. ¿Y qué asuntos son esos? –Deslizó los dedos bajo la chaqueta de Britt con la voz convertida en un murmullo ronco.
Lentamente, Britt puso las manos en la cintura de Santana y la atrajo hacia sí. Cautivada por sus ojos, respondió:
–Asuntos personales.
Luego bajó la cabeza y le dio un beso largo y lento que hablaba de añoranza, de deseo y de algo más, algo para lo que no había palabras, tierno y a la vez apremiante. Cuando apartó la boca de la de Santana, ambas se quedaron abrazadas en silencio, limitándose a sentir. Después, Santana retrocedió con una sonrisa torcida en los labios.
–Me alegro de que hayas apagado las cámaras de vigilancia aquí dentro.
–También yo. –Britt sonrió–. Aunque no era esto lo que tenía en mente cuando lo hice.
–¿Qué tal va tu mano?
–Mejor.
–¿Quién te la ha vendado?
–Nadie. –Britt levantó la mano para que Santana la viese–. Faltan unas zonas por cubrir. Lo hice yo sola.
–Bien. –Santana puso su mano sobre el pecho de Britt y la acarició–. ¿Has dormido?
–Un poco. La operación está en marcha. No puedo alejarme mucho.
–¿Puedes hablar de lo que sucede con... todo eso?
–Bueno, había puesto la atención en otra cosa. –Britt se rió, procurando ignorar la vibración insistente y profunda–. Me vendría bien tomar un café si quieres que piense.
Santana la cogió por el brazo y comenzó a arrastrarla hacia la cocina. Luego dudó, se volvió y tomó la cara de Britt entre las manos. Bajó la cabeza de la agente y la besó con fuerza y energía. Cuando se apartó, le temblaban las rodillas, y Britt parecía ligeramente sorprendida.
–Vaya –suspiró Santana acariciando el pecho de Britt–. Supongo que ahora será mejor que yo también tome café.
Poco después, ambas estaban sentadas frente a frente junto a la encimera, con las manos casi juntas.
–¿Qué pasa? –preguntó Santana.
Britt le contó la operación de Doyle y Grant. Santana observaba el rostro de Britt mientras hablaba, escuchando las cosas que no decía en alto. Se había pasado la vida escuchando a su padre y a sus aliados hablar de muchas cosas, desde la política exterior hasta la intervención armada, y lo sabía todo sobre estrategia. También se daba cuenta cuándo se quitaba importancia a algunos detalles o se omitían.
–¿Pretendes que Grant se enfrente a él? –preguntó cuando Britt acabó de dibujar las líneas básicas del plan.
–No. –Britt cabeceó–. En absoluto. Cuando establezcamos comunicación y convenzamos a Loverboy de que está hablando contigo, esperamos a que revele algo que nos ayude a encontrarlo: una referencia a localización, un hecho histórico... algo que nos dé su posición física.
–¿Y si no funciona?
–Entonces, concertaremos un encuentro con el pretexto de que no quieres poner en peligro a nadie más y le tenderemos una trampa.
–También él podría tender una trampa... para mí –comentó Santana. “Y las tiende con bombas.”
–Posiblemente –admitió Britt–. Pero habrá docenas de agentes vigilando la zona, y si se encuentra en algún punto cercano al lugar de reunión, cosa que Ryan piensa que ocurrirá, lo cogeremos.
–¿Y qué pasa con Grant?
A Britt se le encogió el estómago, pero su voz sonó segura. No podían abandonarse a la incertidumbre una vez que una operación se ponía en marcha.
–Llevará micrófonos e irá armada, y esperemos que no se acerque tanto a ella como para ser una amenaza real. Recuerda: ella actúa de señuelo. Sólo hay que situarla aquí como si fueras tú, por si él vigila el edificio, y procurar que se haga visible en el punto de reunión. En algún momento él tendrá que descubrirse.
Silencio durante un momento. Luego, Santana preguntó:
–¿Quién va con ella de apoyo?
–Unos treinta agentes federales y el doble del Estado. La cubrirán como una sábana.
–Me refiero al terreno, cerca. –Santana se echó hacia atrás, poniendo un poco de distancia entre ellas, cautelosa de repente–. No podéis arriesgaros a que vea un equipo de interceptación y se asuste, ¿verdad?
–Tienes razón. La acompañarán dos agentes.
–¿Quiénes?
–Savard. –Britt miró a Santana a los ojos y añadió suavemente–: Y yo.
Santana se levantó bruscamente y fue al extremo opuesto del loft. De espaldas a la habitación, miraba el parque por las altas ventanas. Britt permaneció quieta un momento, mientras su sentido común luchaba con la incómoda necesidad de hacer entrar en razón a Santana. Se fijó en la espalda rígida de Santana y se dijo a sí misma que debía volver a trabajar y a hacer lo que había que hacer. Pero, si obedecía, sabía que sólo una parte de su ser estaría en el trabajo. La otra parte se preguntaría por Santana, y eso la afligía casi tanto como el frío silencio de la habitación.
–Santana –llamó Britt en voz baja, reuniéndose con ella. Aunque la deseaba muchísimo, no la tocó porque la ira formaba una barrera casi palpable entre ellas.
Sin volverse, Santana levantó una mano y la cortó con voz ronca.
–No, Britt. No me digas que es seguro ni otro cuento de hadas por el estilo sobre los brillantes planes de nuestras agencias de seguridad. Conozco los antecedentes.
Britt la tocó entonces porque tenía que hacerlo. La distancia entre ellas era cada vez más difícil de soportar. No quería pensar en lo que eso significaba, sobre todo en aquel momento. Apoyó las manos suavemente en la cintura de Santana y se acercó, pero sin intentar abrazarla.
–Todo el mundo coincide en que el riesgo es bajo.
Santana soltó un sonido ahogado que tanto podría haber sido risa como un sollozo, se volvió bruscamente y se encaró con Britt, apartándola con las manos.
–¿Cuándo exactamente empezabas a pensar que era estúpida, Britt? ¿Antes o después de que follaramos?
–Maldita sea, Santana –rugió Britt tratando de contenerse–. Sé muy bien que no eres estúpida. El riesgo es bajo.
–Supongo que no pensaste que me acordaría de que Jeremy Finch está muerto y de que ese maníaco estuvo a punto de matarte en una ocasión. ¿Creíste que me había olvidado? ¿O piensas que me he vuelto loca?
–Si alguien se ha vuelto loca, soy yo –repuso Britt lanzando destellos de ira por los ojos claros–. Y no fue cuando follamos. Sucedió la primera vez que entré en esta habitación y tú tuviste la arrogancia de tratarme como si yo fuera una novata a la que podías arrastrar por mi proverbial polla.
–Bueno, eso no dio gran resultado, ¿verdad? –espetó Santana mirando intencionadamente la entrepierna de Britt, y luego su cara–. Y no tiene nada que ver con las particularidades de tu anatomía.
–Pues yo diría que sí dio resultado. –Britt, irritada, se pasó una mano por los cabellos, alborotando los mechones rubios, lo cual le dio el aspecto despeinado que a Santana le parecía tan sexy–. Porque desde aquella mañana no he sido capaz de tomar una sola decisión sin preocuparme por ti.
Santana la miró, recordando su primera reunión y su sorpresa al descubrir que su nueva jefa de seguridad no sólo no se sentía intimidada ante ella, sino que parecía empeñada en trabajar con ella. –Nunca te pedí que te preocupases por mí –dijo, y los filos cortantes de la ira se suavizaron mientras la miraba.
–Ya lo sé –admitió Britt con voz profunda–, pero lo hice. –Esperó un instante para serenarse y añadió en tono más calmado– No quería que sufrieses por mí.
–Lo sé –susurró Santana, y añadió con más ternura–. Pero lo hice.
Ambas se movieron al mismo tiempo, borrando la distancia, y se fundieron en un abrazo.
–Tendré cuidado.
–Ten cuidado.
Britt besó a Santana en la sien y murmuró:
–Llevaré un chaleco e iré con Savard. Es buena. Estaremos en contacto por radio con el equipo de Doyle. Tendremos cantidad de apoyos.
Santana besó el cuello de Britt, sintiendo cómo la sangre bullía en sus venas, bajo la piel. ¡Qué frágil! Respiró a fondo y se obligó a apartar el miedo, a enterrarlo en las profundidades.
–Por el bien de Savard, espero que sea tan buena como parece –amenazó–, o tendré que sacudirle.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Siiiii..que salga a la luz.. aunque eso convertiría nuevamente a Britt en blanco potencial...
Y si, tenías razón, ahora me dan ganas de estar en el servicio secreto o ser lover-girl/boy solo para convertir a Doyle en un pedazo de carne.. 77
Gracias por contentarnos con tus capítulos :)
Y si, tenías razón, ahora me dan ganas de estar en el servicio secreto o ser lover-girl/boy solo para convertir a Doyle en un pedazo de carne.. 77
Gracias por contentarnos con tus capítulos :)
Tat-Tat******* - Mensajes : 469
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
Hola que tal? yo bien y contenta con los últimos 3 capitulos respecto a las Brittana por lo menos un momento de felicidad hasta que aparecen Doyle, Loverboy etc, y lo de la tercera es la vencida tal vez es para bien o no... bueno me despido hasta el prox cap que sino sofia me quita la compu de nuevo bye bye.
Flor_Snix2013***** - Mensajes : 230
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 26
Re: FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
yo lo dije lo mejor seria que el acosador secuestrara a Doyle!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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