|
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
"Opening Night" en:
Últimos temas
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios |
Publicidad
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
+15
saibelli
Brittanalover
O_o
monica.santander
neniirivera
Tat-Tat
Keiri Lopierce
Flor_Snix2013
micky morales
Alisseth
airin-SyB
aria
Elisika-sama
cvlbrittana
Marta_Snix
19 participantes
Página 5 de 7.
Página 5 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Hola!
Ya te he dicho que me encantan los momentos Brittana, son tan tiernas estas chicas
Omg el presidente va a ir? Supongo que le tendrán que decir la verdad porque seguro ya está sospechando
Ya te he dicho que me encantan los momentos Brittana, son tan tiernas estas chicas
Omg el presidente va a ir? Supongo que le tendrán que decir la verdad porque seguro ya está sospechando
Brittanalover** - Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 19/08/2012
Edad : 30
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Ay dios el presidente estara alli woow le diran la verdad?? ... tan bellas san y britt amo esos momentos entre ellas y ese te amo brittany pierce aawww *-* ternuraaaa... esperando con ansias el proximo capitulo besoos! :*
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Brittanalover escribió:Hola!
Ya te he dicho que me encantan los momentos Brittana, son tan tiernas estas chicas
Omg el presidente va a ir? Supongo que le tendrán que decir la verdad porque seguro ya está sospechando
Las Brittana son adorables, el siguiente capitulo también lo demuestra ;)
saibelli escribió:Ay dios el presidente estara alli woow le diran la verdad?? ... tan bellas san y britt amo esos momentos entre ellas y ese te amo brittany pierce aawww *-* ternuraaaa... esperando con ansias el proximo capitulo besoos! :*
De no decirlo nunca ahora se lo estamos oyendo decir mucho, me encanta, también sus ataques de celos, aunque lo paso mal cuando no se si se arreglaran o no xD. Besos ;)
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 19
Capítulo 19
Santana y Britt buscaron la ropa y, cuando estaban acabando de vestirse, alguien llamó a la puerta con resolución. Britt atravesó el salón, aplicó el ojo a la mirilla y se apresuró a abrir la puerta.
—Buenos días, señor presidente.
—Agente Pierce.
El presidente llevaba una chaqueta azul marino, camisa blanca y corbata a rayas. A sus cincuenta y tantos años, parecía un ágil universitario, con un bronceado natural permanente. Britt reconoció en él los ojos cafés de Santana, su presencia física y su intensidad. Irracionalmente, le gustaba por eso.
—Entre, por favor, señor.
—Espere fuera, Tom —dijo Andrew al afroamericano esbelto y bien afeitado que le acompañaba.
—No es aconsejable, señor —repuso el agente con una resonante voz de barítono.
Britt miró a derecha e izquierda, fijándose en otros tres agentes apostados en el vestíbulo que daba a su apartamento. Sabía que habría por lo menos otro agente más en cada tramo de escaleras, otro en el portal junto al ascensor, y media docena en dos o tres vehículos aparcados frente al edificio. También sabía que, según el procedimiento habitual, el presidente nunca debía estar a solas con nadie que no fuese de su familia más próxima. Se trataba de una norma inalterable.
—Creo que la agente del Servicio Secreto Pierce y mi hija son de fiar —dijo el presidente mientras Britt se hacía a un lado para dejarlo pasar.
Cuando el presidente entró en el apartamento, Britt reparó en el crispado semblante del jefe de seguridad encargado de proteger al hombre más poderoso del planeta, pero no podía reprocharle nada. Lo comprendía mejor que nadie, ya que el presidente, al igual que su hija, burlaba la seguridad cuando le apetecía. Cerró la puerta y vio cómo Santana le daba un breve abrazo a su padre, y luego lo miraba con gesto interrogante.
—¿Qué sucede, papá? —preguntó Santana—. ¿Algo va mal?
—Esperaré en la otra habitación —dijo Britt en voz baja, atravesando el salón para dirigirse al segundo dormitorio, que servía de despacho y oficina en casa.
Britt pensó que parecía que las dos acabasen de salir de la ducha, lo cual era cierto. Tenían los cabellos mojados, Santana no estaba maquillada, y ambas llevaban la ropa del día anterior. Echó un rápido vistazo a la habitación, esperando que no hubiese rastros de ropa interior. “¡Dios, qué mala impresión debemos de dar.”
—Creo que es mejor que se quede, agente Pierce —dijo Andrew López en un tono suave y agradable que aparentemente no parecía una orden. Miró a Britt y a su hija con expresión afable, pero sus profundos ojos cafés eran penetrantes como el láser.
—Sí, señor. —Britt no sabía cómo actuar ante el presidente en su apartamento—. ¿Puedo ofrecerle algo, señor presidente? ¿Café, tal vez?
—Estupendo. —Las miró, sonriendo ligeramente—. Me da la impresión de que estabais ocupadas. Siento haber venido antes del desayuno.
—No tardaré nada. —Britt hizo todo lo posible por no ponerse colorada.
—Siéntate, papá. —Santana señaló el sofá y el juego de sillas que estaban junto a la ventana. Cuando se sentaron, ella en el sofá y su padre en la silla de enfrente, Santana preguntó—: ¿A qué has venido?
—Creo que debemos hablar. —Andrew López miró a Britt cuando ésta entró en la habitación.
—¿De qué?
—De la visita que me ha hecho Lucinda Washburn hoy a las seis de la mañana.
—Oh —exclamó Santana—. Bueno…
La interrumpió con un rápido gesto de la mano.
—En primer lugar, no es asunto mío. Si no fuera por… las circunstancias extraordinarias en las que nos encontramos, no diría nada.
—Si no fuera por nuestras circunstancias, tampoco diría nada Lucinda, seguro —repuso Santana en tono irónico.
—No debería haber hablado contigo. —Había un matiz de ira en el tono del presidente, que se reflejó en el destello de sus ojos—. Se trata de un asunto familiar.
—Hacía su trabajo —puntualizó Santana sin acritud—. Lo comprendo. Además, vine voluntariamente a hablar con ella.
Britt no sabía qué hacer, pero decidió que, puesto que se lo habían pedido, debía sentarse en el lugar que le correspondía, junto a Santana. La joven la miró con un gesto que casi quería ser de disculpa, y luego volvió a centrarse en su padre.
—Luce estaba preocupada por una foto mía en actitud íntima que se publicó en el Post hace un par de días —dijo Santana con toda naturalidad—. No tuve cuidado. Lo siento. Fue algo imprevisto.
—Yo soy la responsable, señor —se apresuró a decir Britt, sin hacer caso a la expresión de disgusto de Santana—. Dejé que alguien se acercase tanto como para hacer la foto…
—Casi nunca se puede evitar algo así —comentó el presidente con aparente despreocupación—. No hay forma de eludir la publicidad.
—Lo intenté —murmuró Santana.
—Siento que hayas tenido que hacerlo. —Andrew López se inclinó hacia delante para mirar a su hija a la cara.
Santana se quedó callada, y Britt se fijó en que le temblaban las manos, que tenía apoyadas sobre los muslos.
—En cualquier caso —continuó el presidente—, he visto la foto y me ha parecido muy inocente.
—No era una buena imagen —comentó Santana sin inflexiones—. La próxima podría verse mejor.
—Al parecer, eso es lo que preocupa a mi jefa de gabinete. —Se encogió de hombros—. Dice que quien estaba contigo era una mujer.
—Sí.
—¿Y también has intentado mantener eso en secreto?
—Me pareció lo más prudente.
El presidente suspiró.
—Si tuviera tiempo, seguramente podría abordar esto con más delicadeza, pero no lo tengo. Lo siento.
—No tienes por qué —repuso Santana en tono apagado y con una expresión indescifrable en el rostro—. Dispara.
El presidente miró a su hija con intensidad, como si quisiese ahondar en la fría superficie hasta el ardor que se escondía debajo.
—¿Se trata de una relación… seria?
Britt se aclaró la garganta.
—Señor…
—Sí —interrumpió Santana con vehemencia—. Muy seria.
—¿Vas a hablarme de ella?
—Yo… —intervino Britt.
—Acabaré haciéndolo —se apresuró a decir Santana—, pero es complicado.
Britt respiró a fondo y se inclinó hacia delante, sosteniendo la mirada del presidente sin pestañear.
—La de la foto era yo, señor.
—Entiendo. —Se quedó pensativo unos momentos, y luego asintió—. Eso complica aún más las cosas, ¿no?
—Papá, por favor —dijo Santana con vehemencia—. Quiero mantener el nombre de Britt al margen, si yo…
—No hace falta —interrumpió Britt—. No tengo nada que ocultar, señor, ni que lamentar.
—La cuestión es que esto podría malinterpretarse debido a la relación oficial de Britt conmigo —indicó Santana con cierta crispación—. No quiero que repercu…
Britt afirmó con voz tensa:
—Asumo toda la responsabilidad…
—Maldita sea, Brittany. —Santana hervía de rabia y, olvidando a su padre, se volvió hacia su amante—. ¿Por una vez me dejas que sea yo la que te proteja?
Britt la miró, incapaz de decir nada. El presidente se rió.
—Veo que Lucinda no tiene ni idea de lo complicado que resulta esto.
Los tres se miraron, y luego se rieron y se relajó de forma palpable la tensión. Britt se sorprendió cuando Santana le cogió la mano y murmuró tiernamente: “Lo siento”, antes de dirigirse de nuevo a su padre.
—A Lucinda le preocupan las repercusiones y los posibles perjuicios de cara a tu reelección.
—Sí, ya lo sé. Esta mañana me ha puesto al tanto. Con todo detalle. —Torció el gesto— Incluso con gráficos.
—Tiene cierta razón —admitió Santana con voz apagada. Sin darse cuenta, había entrelazado los dedos con los de Britt—. Reputaciones políticas se han arruinado por menos, y sé que necesitas recaudar fondos para la reelección. Tus patrocinadores podrían echarse atrás.
—Es muy difícil saberlo —dijo el presidente con aire pensativo—. Sólo podemos controlar o manipular una serie de factores cada vez. Seguro que alguien de mi equipo hará un sondeo mañana o pasado, con mucho disimulo para que nadie se dé cuenta de que hablan de nosotros. Luego, otro hará una lista de posibles respuestas de los votantes, y el director de comunicaciones escribirá un discurso por si tengo que explicar mi postura. Lucinda indicará a Aaron qué debe decir en las ruedas de prensa, o sea, nada en última instancia.
—Es un tema delicado, papá —observó Santana.
—Y lloverán las críticas porque hemos intentado ocultar la relación —dijo Britt con cautela—. Unos lo llamarán cobardía y otros subterfugio. Seguramente se enfadará la gente de los dos bandos.
—No creo que la recomendación de Lucinda de que postergues tu relación durante más de un año hasta que esté asegurada la nominación sea muy realista o útil.
Britt se puso rígida, como si la hubiesen golpeado, y se esforzó por no mirar a Santana.
—No pienso hacer eso —declaró Santana sin alterar la voz.
—Ni yo te pido que lo hagas —repuso su padre—. Por eso estoy aquí. Además, quería decirte que hagas lo que quieras sobre hablar o no de esto con la prensa. Sean cuales sean las consecuencias, las afrontaremos, pero no vamos a permitir que la opinión pública gobierne nuestras vidas. No es ése el mensaje que deseo trasmitir de este cargo… ni de nosotros.
Miró su reloj, y luego a Britt.
—Me quedan unos minutos, agente Pierce. ¿Qué hay de ese café?
—Ahora mismo, señor.
—Estupendo. —El presidente extendió la mano, sonriendo—. Y cuando estoy en familia, soy Andrew.
Britt, desconcertada, miró a Santana, que esbozó una sonrisa traviesa. Se recuperó enseguida y le dio la mano al presidente.
—Gracias, señor. Y por favor… llámeme Britt, señor.
A Britt le pareció oír la risa de Santana cuando se dirigía a la cocina. Un cuarto de hora después, tras el café y una conversación que giró en torno a los planes de Santana de montar una exposición en otoño, Santana y Britt acompañaron al presidente hasta la puerta. Después de despedirse de él, se miraron, un tanto asombradas.
—No cabe duda de que va al grano —comentó Britt.
—La verdad es que me ha sorprendido —admitió Santana, con expresión pensativa. Fue hacia el sofá y apoyó la cadera en el brazo del asiento—. Nunca le dedicamos mucho tiempo a las conversaciones personales. Creí que lo sabía, porque no me preguntaba por los hombres que había en mi vida. Ni tampoco por su ausencia. No hablamos de esas cosas.
—Tal vez estuviese esperando a que sacases el tema a relucir.
—Tal vez. Parecía… contento con nosotras, ¿no crees?
Britt repasó la conversación, aunque costaba trabajo ser objetiva cuando el presidente de los Estados Unidos se interesaba por la vida amorosa de una.
—Sí. Parecía… encantado. —Se mesó los cabellos y miró a Santana—. Dios mío.
—Quiero saber cómo se enteró de que yo estaba aquí.
—Seguramente alguien del equipo de seguridad de la Casa Blanca se lo dijo. Si no tuvieran idea de dónde estabas, habrían llamado a Sam, y él me habría llamado a mí. —Así había ocurrido otras veces, pero Britt no veía la necesidad de recordarle a Santana que, a pesar de las apariencias, tenía muy poca libertad.
Santana hizo un gesto de indignación.
—Se trata del presidente —explicó Britt en tono razonable—. Si quiere enterarse de algo, es raro que no lo consiga.
Britt se acercó a Santana, la cogió de la mano, la llevó hasta el sofá y se sentaron. Santana entrelazó sus dedos con los de Britt, que preguntó:
—¿Por qué no me dijiste que Lucinda Washburn no quiere que vuelvas a verme?
—Por si no lo recuerdas —respondió Santana con mordacidad—, anoche hablamos de otros asuntos. Y luego, no hablamos de nada.
Britt insistió, sin hacer caso a la evasiva respuesta.
—Hubo ocasión esta mañana, cuando hablamos de mis problemas.
Santana no dijo nada y, durante un segundo, desvió la vista.
—No sólo debemos compartir mis problemas y mi vida —aseguró Britt dulcemente—. No tienes por qué cargar con esto tú sola. Nos afecta a las dos.
Santana se levantó de pronto y fue al otro extremo de la habitación. Luego se volvió y miró a Britt.
—No sabía qué dirías. Yo… temía… que estuvieses de acuerdo con ella, que tú…
Cuando Santana se quedó muda, Britt se levantó.
—Temías que yo desapareciese, ¿verdad?
Santana asintió, muy seria, con el dolor reflejado en los ojos. Britt se apresuró a salvar el espacio que las separaba y puso las manos sobre los hombros de Santana. A continuación, la miró a los ojos.
—Y habrías tenido razón… Hace unos meses, lo habría pensado. No sé si habría podido hacerlo. Nunca he soportado apartarme de ti. —Deslizó los dedos sobre la mandíbula rígida de Santana—. Nunca he dejado de quererte. Pero, por tu seguridad, tal vez lo hubiese intentado.
Los ojos de Santana se apagaron y el color café de sus ojos se volvió casi negro. Britt percibió la rigidez de la joven, el despertar de su deseo. La abrazó contra sí y repitió:
—Hace unos meses… tal vez. Ahora de ninguna manera.
—No sé qué haría. —A Santana se le quebró la voz y se esforzó por atajar el viejo dolor. El viejo dolor, que no era culpa de Britt, aunque le costaba admitirlo—. No creo que lo soportase.
—Ni yo tampoco.
Santana rodeó la cintura de Britt con los brazos y se fundió con ella, mientras el miedo que había sentido desde la aparición de su padre se desvanecía. Besó a Britt en el cuello, y luego se echó hacia atrás para mirar a su amante.
—Esto aún no ha terminado —advirtió Santana con voz más segura y el temor disipado por la sólida seguridad del cuerpo de Britt y la certidumbre de sus palabras—. Que mi padre crea que nada puede perjudicar su reputación o dañar sus perspectivas de reelección no significa que sea verdad. Es un líder excelente, pero a veces le cuesta admitir que no resulta invencible y se olvida de cubrirse las espaldas.
—Me da la impresión de que de eso se ocupa Lucinda Washburn —comentó Britt en tono irónico—. Y también me da la impresión de que no renunciará fácilmente.
—Por supuesto que no. Seguro que no tardaremos en tener noticias suyas.
Britt atrajo a Santana hacia sí y apoyó la mejilla en el hombro de su amante, murmurando tiernamente:
—Ya lo afrontaremos cuando ocurra. De momento, sigamos adelante.
—Te amo —susurró Santana en voz tan queda que Britt apenas la oyó.
—Estupendo. Yo también te amo. —Britt suspiró, besó a Santana en la sien y se apartó—. Tenemos que llamar al equipo y planear el regreso a Nueva York, a menos que quieras quedarte.
—Ni un minuto más de lo necesario —dijo Santana con rotundidad—. Aunque si pudiéramos quedarnos aquí…
—Podemos hacerlo —replicó Britt—, pero debemos llamar al equipo de todas formas.
—Ya lo sé —admitió Santana con un suspiro, aprovechando la ocasión para echar un vistazo al apartamento de Britt a la luz del día. Se volvió despacio, admirando el estilo limpio y moderno de la distribución y el mobiliario, hasta que sus ojos se detuvieron en algo familiar de la pared opuesta y ahogó un grito involuntario.
Britt siguió su mirada y sonrió.
—¿Cuándo los conseguiste? —preguntó Santana, asombrada.
—En la exposición del invierno pasado.
—¿Cuándo nos conocimos? —En los ojos de Santana había otra pregunta: “¿Lo sabías?”.
—Sí. —Britt contempló la serie de desnudos al carboncillo y le parecieron tan hermosos como la primera vez que los vio—. Sabía que eran tuyos, aunque no los firmases con tu nombre.
—¿Cómo? —inquirió Santana con voz velada.
—Había visto tu trabajo en el loft la primera vez que subí a recibir instrucciones. Tu estilo es inconfundible.
Santana la miró.
—¿Por qué los compraste?
—Porque son muy buenos. —Tras un instante, añadió—: Y porque son tuyos. Me pareció que era una forma de estar cerca de ti.
Sus miradas se cruzaron, mientras una llama ardía entre ellas.
—No tenemos por qué llamar al equipo inmediatamente, ¿verdad? —preguntó Santana con voz ronca acercándose a su amante.
Britt se fijó en cómo le subía la sangre por el cuello a Santana y tragó saliva, tensándose y vibrando. Luego repuso con voz velada:
—Creo que podemos tomarnos un poquitín de tiempo.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
me encantaron estos 2 capitulos. el papá de San ya sabe de su relación! !! gracias saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Ohhhh pero cuantos caps me he perdido pero ya esto al corriente...
Cada vez me gusta ma la relacion de las chica me encanta que por fin Britt y Kitty hayan cortado todo relacion, senti morir cuando San llego al apartamento y estaba Kitty pero para mi sorpresa lo tomo soneramente bien!!!
Oh el Presidente que genial es... Por lo menos no acepta la relacion aunque cono bien dicen la tal Luncinda esa no se dara por vencida tan facil...
Dioos!!! No quiero ni imaginar que hya un traidor en l equipo eso seria falta...
Cada vez me gusta ma la relacion de las chica me encanta que por fin Britt y Kitty hayan cortado todo relacion, senti morir cuando San llego al apartamento y estaba Kitty pero para mi sorpresa lo tomo soneramente bien!!!
Oh el Presidente que genial es... Por lo menos no acepta la relacion aunque cono bien dicen la tal Luncinda esa no se dara por vencida tan facil...
Dioos!!! No quiero ni imaginar que hya un traidor en l equipo eso seria falta...
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
monica.santander escribió:me encantaron estos 2 capitulos. el papá de San ya sabe de su relación! !! gracias saludos
Si, lo sabe, y lo mejor es que le pareció bien
aria escribió:Ohhhh pero cuantos caps me he perdido pero ya esto al corriente...
Cada vez me gusta ma la relacion de las chica me encanta que por fin Britt y Kitty hayan cortado todo relacion, senti morir cuando San llego al apartamento y estaba Kitty pero para mi sorpresa lo tomo soneramente bien!!!
Oh el Presidente que genial es... Por lo menos no acepta la relacion aunque cono bien dicen la tal Luncinda esa no se dara por vencida tan facil...
Dioos!!! No quiero ni imaginar que hya un traidor en l equipo eso seria falta...
Bueno al parecer hay dos un hombre y una mujer? Algunas sospechas?
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 20
Capítulo 20
Santana se apoyó en el tocador del dormitorio de Britt. Llevaba unos pantalones de su amante, demasiado largos, y una de las camisas azules de Britt que le quedaba un poco grande. Le gustaba ponerse la ropa de Britt. “¡Qué tonta! No eres una quinceañera y no se trata de un amor adolescente.” Pero le daba igual.
—¿Sabes qué me gustaría hacer?
—¿Qué? —Britt estaba sentada al borde de la cama, poniéndose los calcetines y los mocasines. El tono caprichoso de Santana la hizo sonreír. Acababan de hacer el amor y un leve rubor cubría la piel de la joven; el recuerdo de aquellos momentos se apoderó de Britt, dejándola sin respiración. —¿Qué te gustaría hacer, cariño?
Durante un momento, Santana se quedó muda. La intimidad del tono de Britt, más que la expresión cariñosa, la sobrecogió. “¡Oh, Dios mío, qué me has hecho.”
—¿Santana? —insistió Britt, con una sonrisa enigmática.
—Me… gustaría pedir una pizza, coger dos o tres vídeos y pasar el día tumbada en el sofá contigo, viendo películas malas de ciencia-ficción.
Britt dejó de hacer lo que estaba haciendo y su sonrisa se convirtió en un gesto de pesar. Luego, dijo con ternura:
—Lo sé. A mí también. Siento que no podamos. Si yo fuera otra persona…
—No, no es cierto —dijo Santana con rotundidad, y cruzó la habitación para acomodarse entre los muslos separados de Britt. Con la boca aún dolorida por los besos de su amante, hundió los dedos en los cabellos de la agente—. No. Si yo fuera otra persona, podríamos hacerlo. Aunque no fueses mi jefa de seguridad, nos resultaría muy difícil hacer algo tan sencillo. Tu posición tal vez nos complique las cosas, pero no es lo que originó mis problemas.
El velado dolor de la voz de Santana estremeció a Britt porque sabía que no podía aliviarlo. Apoyó la frente en el pecho de Santana, abrazándola por la cintura, y murmuró:
—No siempre será así.
—Lo sé. Necesito creerlo.
Britt alzó la vista, con los ojos llenos de emoción.
—Haría cualquier cosa por llevarte a comer fuera y luego pasear de la mano por Dupont Circle, dejando que ocurriese lo que tuviera que ocurrir. Te ofrecería eso si pudiera.
—Sí, sé que lo harías. —Santana se arrodilló y encajó el cuerpo entre las piernas de Britt, clavando los ojos en los de su amante—. Por eso resulta soportable no poder hacerlo. A veces, saber que me entiendes es lo único que me ayuda a resistir.
—Dios, te amo —dijo Britt entre dientes, deslizando los dedos sobre el rostro de Santana. Luego besó a la joven en la frente y miró el reloj porque no le quedaba más remedio—. El equipo debe de estar abajo. ¿Estás lista?
Santana se demoró unos momentos y acarició lentamente los hombros y el pecho de Britt, adorando el calor de su amante bajo la ropa y reacia a dejarla porque no sabía cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera volver a tocarla. Se levantó de mala gana, enderezó los hombros y afirmó:
—Sí, estoy lista.
No se besaron en la puerta. Ya se habían despedido antes. Fueron directamente al ascensor, esperaron a que se abriesen las puertas y bajaron al vestíbulo en silencio. Al llegar abajo, caminaron una al lado de la otra, rozándose ligeramente. Cuando atravesaban el iluminado vestíbulo en dirección a la puerta de entrada (al otro lado, Britt vio el todoterreno junto al bordillo de la acera, a varios agentes dentro y a Stark esperando junto a la puerta trasera), el guardia de seguridad del edificio la llamó:
—Disculpe. Hay un paquete para usted, señorita Pierce. —Ante la mirada de sorpresa de Britt, el hombre añadió—: El mensajero dijo que no la avisase y que se lo diese cuando bajara.
—¿Mensajero? —Britt echó un vistazo al vestíbulo con gesto reflexivo, mientras se desabotonaba la chaqueta con una mano y acariciaba su automática. Aparte del guardia de seguridad, Santana y ella estaban solas. No obstante, se apresuró a hablar por el micrófono que llevaba en la muñeca—. Sam, vigile la calle. Stark, dentro.
En el exterior, las puertas del todoterreno se abrieron y salieron los agentes con las armas preparadas. Britt se interpuso entre Santana y las puertas de cristal, sujetando a la joven por el codo e impidiendo que alguien pudiera verla desde fuera mientras esperaba que entrase Stark para respaldarla.
—¿Qué ocurre? —se apresuró a preguntar Santana.
—Seguramente nada —respondió Britt en tono controlado—. Pero es raro que me envíen algo aquí. Nadie conoce esta dirección, salvo el Tesoro, y no mandan nada sin firmar y sin una comprobación de identidad.
—¿Qué…?
Stark se acercó corriendo, y Britt le dio órdenes enérgicas:
—Acompañe a la señorita López al coche y aléjela quinientos metros. Ahora mismo.
Miró al guardia y dijo:
—Apártese de la mesa.
El tono de Britt no dejaba lugar a la duda y, de hecho, el hombre no dudó. Abandonó su asiento y salió de la mampara que contenía los monitores del circuito cerrado de seguridad del edificio.
—¿Britt? —protestó Santana con la voz dominada por la alarma cuando Stark la guió hacia la puerta.
—Evacúela, Stark —ordenó Britt sin volverse, rodeando la mampara para estudiar el paquete que estaba en el estante. Se trataba de un sobre de papel manila extragrande, como el que le habían enviado a Santana el día anterior. Se inclinó hacia delante, sin tocarlo, y observó su dirección escrita a mano con enérgicos trazos a rotulador. No había remite. Fuera, los vehículos se alejaron de la acera y, al saber que Santana se encontraba a salvo, la tensión del pecho de Britt se alivió.
No tenía motivos para sospechar que el contenido del paquete fuese explosivo o incendiario, sobre todo porque el guardia de seguridad lo había manipulado sin tomar precauciones. Lo cogió por una esquina. Pesaba poco, así que supuso que contendría fotografías o algún tipo de documentos.
—¿Llamo a los artificieros? —preguntó el guardia con voz tensa.
—No, gracias. Ya me encargo yo.
—Sí, señora. —Le había desconcertado la rápida evacuación de la morena que tan conocida se le hacía y cuyo nombre no lograba identificar y la actitud de mando de la inquilina del piso 17 B.
—Van a venir a hablar con usted del paquete. Anote todo lo que recuerde: hora exacta de la entrega, descripción del mensajero y sus palabras.
—Mensajera.
—¿Qué? —preguntó Britt.
—Mensajera. Era una mujer.
—De acuerdo. Escríbalo. —Britt miró al rincón del vestíbulo, donde estaba la cámara de vídeo que efectuaba las panorámicas lentas—. Y quiero copias de las cintas de vigilancia, tanto de la calle como de dentro.
—Necesito el permiso de los encargados para eso.
Britt se acercó a él y le enseñó su placa.
—Ya lo tiene.
—Sí, señora. —Tragó saliva y enderezó los hombros—. Ahora mismo.
—Muy bien.
Britt se despidió de él con un gesto mientras salía por la puerta. En la calle, se encaminó hacia el norte y comunicó por radio a Sam su localización. Tres minutos después, el vehículo principal, con Stark al volante, dobló una esquina y frenó a su altura. Britt se acomodó en el asiento trasero, al lado de Santana, se inclinó hacia delante y dijo algo a través de la mampara de cristal:
—Directo al aeropuerto, Stark. A propósito, buen trabajo. —Cuando se reclinó, la mirada llameante de Santana la dejó clavada.
—¿Realmente, era necesario? —preguntó Santana acaloradamente.
—¿El qué?
—Sacarme de allí a rastras.
—No debo dejarte en medio del peligro cuando hay sospechas de que alguien puede haber enviado un paquete explosivo —explicó Britt.
—Oh, ya entiendo, pero no pasa nada si tú saltas hecha pedazos. —Santana escupió las palabras mientras apretaba los puños contra el cuerpo para disimular el temblor.
—No había muchas posibilidades de que ocurriese, teniendo en cuenta que el guardia ya lo había manipulado, a menos que alguien estuviese esperando a que yo lo recogiese y activase el artefacto con un detonador remoto. Resultaba muy poco probable que fuera peligroso.
—Pues pusiste mucho cuidado en sacarme del edificio.
—Naturalmente —dijo Britt con sincero desconcierto en la voz—. No puedes sufrir ni el más mínimo riesgo.
—No tienes ni idea de lo que esto supone para mí, ¿verdad? —preguntó Santana con incredulidad.
—Se trata de mera rutina, Santana —repuso Britt pacientemente—. Sé que te desagrada que te manipulen, y no lo haría si no fuera absolutamente necesario.
—No, no estoy hablando de eso.
—Yo no…
—¿Tienes idea de cómo me sentí el día que te dispararon? —Hablaba como si no estuvieran en el coche, sino en la calle, delante del edificio de apartamentos la soleada tarde que se había convertido en marco de su peor pesadilla. Su voz sonaba grave y triste—. ¿Sabes lo que supuso para mí verte tirada en la acera, con el pecho cubierto de sangre, pensando que te ibas a morir y que no podía tocarte ni impedirlo, que también te estaba perdiendo a ti?
Britt se puso pálida y respondió con voz ronca.
—Sí, lo sé.
Santana, sorprendida ante la transformación de su amante, habitualmente imperturbable, se dio cuenta de lo que había dicho y comprendió que Britt debía de haber sentido lo mismo el día en que había muerto Janet.
—Dios mío, Britt, lo siento muchísimo. Lo dije sin pensar.
Britt alzó la mano.
—No, no pasa nada. —Se aclaró la garganta y ahuyentó los demonios—. Nunca creí que algo como lo de hoy podía hacerte tanto daño… Lo lamento. No quiero que vuelvas a pasar por eso.
—Por lo visto, no me acostumbro a que me pongas por delante. —Santana se inclinó y acarició la mano de Britt—. No sólo físicamente, sino el cuidado y todo lo demás. Tardaré un poco en habituarme.
—No te antepongo sólo por el trabajo, Santana —afirmó Britt con gran convencimiento—. Lo hago porque te amo, y sé que, si la situación lo exigiera, tú harías lo mismo.
Santana asintió. Sabía que Britt tenía razón. No se trataba de quién protegía a quién, sino de la necesidad que cada una de ellas tenía de que la otra estuviese a salvo. Prefería morir antes de que alguien lastimase a Britt.
—No te hagas daño, ¿me oyes? —A Santana se le quebró la voz.
—No lo haré, te lo prometo.
Cuando los vehículos tomaron la carretera del aeropuerto, ambas sonrieron y la paz siguió a la confianza.
* * *
Britt hizo un aparte con Sam y habló con él en privado antes de subir al avión. Sam no las acompañó durante el vuelo, sino que abandonó el aeropuerto con el equipo local en uno de los todoterrenos. Ya en el avión, después de que todos se acomodasen, Santana preguntó a Britt:
—¿Adónde ha ido Sam?
—Le pedí que hablase con el guardia de mi edificio. Tomará un vuelo más tarde.
—¿Lo va a interrogar… oficialmente?
Britt se encogió de hombros.
—Estamos bordeando los límites. Esto tiene que ver contigo colateralmente, así que no tengo empacho en utilizar recursos oficiales para investigarlo. Pero el carácter de la información es… delicado.
Santana pensó en las fotos de ambas besándose y en la de Britt con una desconocida en un bar y dijo con ironía:
—Sin duda.
—Por tanto, no voy a hacer ningún informe de lo que descubramos.
—¿Todos saben lo nuestro? —preguntó Santana sin alterarse. Había creído que le resultaría odioso que personas relativamente desconocidas conociesen su vida privada, pero se dio cuenta de que no era así. Aquellos hombres y mujeres no eran desconocidos. Ya no.
—Sam y Stark lo saben. Necesitaba su ayuda. —Britt miró a Santana con repentina preocupación—. Dios. Debería haberte preguntado antes de contárselo. Lo sien…
Santana le tocó la mano.
—No pasa nada. No me importa. Sólo quería saberlo. —Indicó con un gesto el maletín abierto sobre el regazo de Britt—. ¿Vas a abrir el sobre?
—Aún no. —Britt miró el sobre cerrado y cabeceó—. Si tenemos suerte, encontraremos pruebas forenses en el contenido. Quiero abrirlo donde se pueda examinar como es debido.
—¿Conoces a alguien en quien puedas confiar para que lo haga?
—Tal vez. Savard también me ha ayudado. —Al ver que Santana arqueaba las cejas, añadió—: Fue sugerencia de Stark. Y muy buena. La llamaré cuando lleguemos a Nueva York.
—Quiero estar presente.
La primera reacción de Britt fue decir que no, pero se dio cuenta de que no podía. Probablemente el contenido tenía que ver con Santana, con ella o con las dos, y había prometido a la joven no excluirla. No le gustaba, porque su instinto la empujaba a alejarla de todo lo que pudiese ponerla en peligro, emocional o físicamente. Pero habían llegado demasiado lejos.
—De acuerdo.
Santana, satisfecha, apoyó los dedos en el muslo de Britt.
—Gracias.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Ame estos 3 capítulos que puedo decir me encanto pensé lo peor al ver que habia llegado el papa de San como me encanta esta historia y cada capitulo de este FF es mejor gracias por haberla adaptado de verdad Marta saludos :)
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Cada capitulo me gusta mas!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Keiri Lopierce escribió:Ame estos 3 capítulos que puedo decir me encanto pensé lo peor al ver que habia llegado el papa de San como me encanta esta historia y cada capitulo de este FF es mejor gracias por haberla adaptado de verdad Marta saludos :)
De nada, soy feliz al saber que os gusta ;)
monica.santander escribió:Cada capitulo me gusta mas!!
Sere buena y os dejaré otro antes de ir a cenar ;)
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 21
Capítulo 21
Era casi de noche cuando aterrizaron en Nueva York y cubrieron el trayecto hasta el apartamento de Santana en Manhattan. Cuando descendieron ante el edificio, Britt dijo a Stark:
—¿Le importaría quedarse un poco más, agente?
Stark, que técnicamente había acabado su turno, había trabajado veinticuatro horas extra a causa del inesperado viaje de Egret a Washington y había perdido una cita con Savard mientras tanto, se apresuró a decir:
—No hay problema, señora. Estaré en el centro de mando.
—Muy bien.
Los agentes se distribuyeron: algunos subieron con Stark para hacer el turno de noche y otros libraron. Britt y Santana, solas al fin, tomaron el ascensor privado que conducía al apartamento de la joven. Al entrar en el loft, Britt dijo:
—Tengo que llamar a Sam para ver si ha descubierto algo.
Santana dejó su bolsa de viaje junto a la puerta.
—¿Tienes hambre? Puedo preparar algo.
—Sería estupendo. —Britt se quitó la chaqueta, pero conservó la cartuchera sobre la camisa de seda—. Dentro de un minuto te echo una mano.
Santana cabeceó, sonriendo.
—Haz lo que tengas que hacer.
Britt se sentó en una de las tumbonas de tela que, junto con el sofá, delimitaban la zona de estar en el centro del loft, y cogió el teléfono. Marcó un número y dijo:
—Soy Pierce. ¿Dónde se encuentra?… ¿Se sabe algo?… ¿Tiene las cintas?… Muy bien, de acuerdo. Llámeme cuando llegue… sí… perfecto.
Con un sonoro suspiro dejó el teléfono en su sitio y rodeó la barra del desayuno para entrar en la cocina, en la que Santana cortaba champiñones sobre una tabla. Había puesto agua a hervir.
—¿Hago algo?
—Coge unos platos. ¿Qué ha dicho? —preguntó Santana mientras lavaba varios tomates bajo el grifo y luego los troceaba.
—El guardia de seguridad no tenía mucho que añadir a lo que ya me había contado. El sobre fue entregado esta mañana a las 7.52.
—Vaya… justo antes de que llegase mi padre. ¿Significa algo eso?
—No lo sé. Lo dudo.
—¿Qué dijo de la persona que llevó el sobre?
—No recuerda nada en particular, salvo que era una mujer de raza blanca, estatura mediana, de entre veinticinco y treinta años. Sam tiene las cintas y las va a traer. Las compararemos con nuestros vídeos de vigilancia del vestíbulo cuando llegó el primer sobre ayer. Si tenemos suerte, tal vez podamos identificarla.
—¿Lo llevó una mujer? —preguntó Santana sorprendida—. ¿Como la última vez?
—Parece que sí. —Britt se encogió de hombros—. Seguramente no significa nada. Hoy en día, la mitad de los mensajeros son mujeres. Además, es dudoso que el que está detrás entregue los sobres personalmente. Pero tenemos que comprobarlo.
—Supongo que tienes razón —dijo Santana con aire pensativo mientras echaba un puñado de pasta al agua hirviendo.
—¿Qué? —quiso saber Britt al ver la expresión de Santana.
—Probablemente nada.
—¿Qué sucede? En estas circunstancias, no podemos permitirnos el lujo de pasar nada por alto.
—Anoche, cuando llamé a mi amiga A. J. para que me diese tu dirección… me pareció todo muy raro. No quería dármela.
—¿A. J.? ¿Quién es?
—Una agente del FBI destinada en el cuartel general de la Agencia en Washington. Es especialista en información.
—¿Una agente del FBI te ha estado proporcionando información clasificada? —exclamó Britt con incredulidad—. ¡Dios bendito! Podría perder el trabajo por eso… o algo peor.
—Es discreta. Y no le he pedido gran cosa. Somos amigas desde el instituto.
—No sabía que tuvieras una red tan impresionante de informantes —comentó Britt con admiración. “Eso explica cómo ha logrado dar un perfil bajo a su vida privada durante todos estos años. La han ayudado a mantener la información en secreto.”
Santana se encogió de hombros y sonrió tímidamente.
—He tenido mucho tiempo para adquirirlos.
—¿Hasta qué punto la conoces?
Santana esbozó una sonrisa enigmática.
—Ya —dijo Britt arqueando una ceja—. ¿Hace mucho? —Había cierto acaloramiento en su voz.
Santana se rió.
—Aunque parezca increíble, no es lo que estás pensando. La encubrí unas cuantas veces que pasó la noche fuera, cuando los colegios castigaban esas cosas. Es hija de un senador, que por cierto hizo sudar tinta a mi padre en las primarias. Tenemos mucho en común.
—¿Y confías en ella?
—Absolutamente.
—¿Tanto como para contarle esto?
—Ayer por la mañana habría dicho que sí. —Santana dudó mientras distribuía en los platos la pasta con las verduras salteadas—. Anoche la encontré… rara. Como si quisiera decir algo, pero no lo dijo.
—Tal vez no pudo —repuso Britt.
Llevaron los platos a la barra del desayuno y se sentaron juntas.
—¿A qué te refieres?
—¿La llamaste al trabajo?
—Sí, pero fui discreta. No pronuncié tu nombre.
—Aún así —dijo Britt mientras comía—, sabe que todas las llamadas se graban. Y puede que sea más leal a la Agencia que a ti, sobre todo si cree que yo no soy trigo limpio. Recuerda que no me conoce de nada.
—No lo había pensado —admitió Santana. Le molestaba la idea de que alguien, y especialmente una amiga, pensase mal de Britt. Se sentía triste y enfadada a la vez. Sin darse cuenta, puso la mano sobre el muslo de Britt y lo acarició—. ¿Crees que debo hablar con ella?
—Aún no. Tal vez averigüemos algo con el contenido de la última entrega—. Britt cubrió la mano de Santana con la suya—. En cuanto acabemos de comer, voy a ver si Savard nos puede llevar al laboratorio.
—Britt, son casi las ocho. ¿Crees que podrá hacer algo esta noche?
—La Agencia funciona las veinticuatro horas del día. No perdemos nada por preguntar.
Veinte minutos después, Britt se sentó en un taburete junto a la barra de desayuno y utilizó el teléfono de pared para llamar a Stark al centro de mando.
—¿Sí, comandante?
—Me gustaría reunirme con la agente especial Savard esta noche y que nos acompañe usted.
—Claro, naturalmente —dijo Stark, y se apresuró a añadir—: Sí, señora.
—¿Tiene, por casualidad, un número donde se la pueda localizar?
—Pues… sí, aquí mismo. —Precisamente, Stark acababa de hablar con Renée—. ¿Quiere que la llame o…?
—Prefiero llamarla yo, pero gracias.
Stark le dio el número, y Britt lo anotó.
—Estupendo. Avise a uno de los coches y espérenos abajo, por favor.
“Espérenos —pensó Stark—. Vaya.”
—Diga al turno de noche que se retire. Usted y yo nos ocuparemos de Egret.
—Entendido, comandante.
Cuando Britt colgó, Santana preguntó:
—¿Estás segura de que hacemos bien al involucrarlas?
—La verdad es que no. —Britt giró el taburete hasta quedar de espaldas a la barra y miró a Santana. Se frotó los ojos con gesto de cansancio. Volvía a dolerle la cabeza—. Pero, por desgracia, tenemos que hacer prospecciones y trabajo de campo y no hay mucho donde elegir. Espero poder mantenerlas al margen si las cosas salen mal.
—¿Mal? —Santana se esforzó para no alterar la voz.
—Si me equivoco y soy el objetivo principal del que anda revolviéndolo todo por Washington, algo se puede saber o filtrar en cualquier momento. Si me hundo, no quiero que nadie más se hunda conmigo.
—Eso no sucederá —dijo Santana muy convencida, echando chispas por los ojos.
—Tenemos que estar preparadas por si acaso. Si sucede, también tú tendrás que distanciarte de mí.
—No. Te equivocas, comandante.
—Así debe ser —dijo Britt con ternura—. Sería igual si no fueses la hija del presidente. Si se trata del juego de un periodista principiante para hacerse famoso, seguramente se convertirá en una exhibición sobre la degeneración que impera en la capital del país, sobre los fallos de seguridad del Servicio Secreto o sabe Dios qué más. La historia será tremenda… y fea. Si se produce, ni siquiera los mejores asesores de imagen de tu padre podrán arreglarlo. Tu nombre y el suyo no pueden aparecer vinculados a eso… ni a mí. —Antes de que Santana pudiese protestar, Britt añadió—: Sabes que tengo razón.
—Explícame qué entiendes exactamente por distanciamiento, Brittany —exigió Santana en tono frío y cortante—. ¿Una semana, un mes… seis malditos años?
—Por favor, Santana —dijo Britt con aire cansado, encogiéndose visiblemente—. ¿Crees de verdad que quiero semejante cosa? No te das cuenta de que sería más fácil para mí, ¿verdad?
No había pasión en la voz de Britt, sino tan sólo una profunda tristeza. Era una de las pocas ocasiones en las que Santana había visto a Britt mostrar un asomo de derrota. Algo tan poco habitual disipó su furia. Con brutal claridad, comprendió que Britt se enfrentaba a la posible destrucción de su carrera y de su relación. Inmediatamente, abrazó a Britt por los hombros y apoyó la mejilla en su pecho. La sorprendente respuesta de Britt fue abrazarla por la cintura. Santana se dio cuenta de que su amante estaba temblando.
—Eh. —Besó a Britt con ternura en la coronilla—. Todo saldrá bien. Averiguaremos de qué va todo esto y quién está detrás y le pondremos fin. Ocurra lo que ocurra, no te librarás de mí.
—Moriría por ti sin pensarlo siquiera —murmuró Britt con voz ronca y los ojos cerrados, sin soltar a Santana—. Pero no me imagino viviendo sin ti. Ahora no.
Al oír las palabras de Britt, Santana se apretó aún más contra ella, dominada por una extraña paz.
—No tienes por qué preocuparte, ya que eso no sucederá nunca.
Tres cuartos de hora después, Stark, Britt y Santana estaban ante la entrada trasera de un anodino edificio de seis plantas del centro de Manhattan. A la hora señalada, Savard introdujo la clave de seguridad y abrió la puerta.
—Comandante —dijo cuando vio a Britt; sus ojos se posaron en Stark con una leve sonrisa, y luego se detuvieron sorprendidos en los de Santana—. Buenas noches, señorita López.
—Hola, Renée —saludó Santana—. ¿Cómo se encuentra?
—Muy bien. Y estaré mejor aún cuando me libre de esta maldita cosa —respondió, señalando el cabestrillo que sostenía su brazo izquierdo contra el pecho—. Síganme. Las cámaras de seguridad están paradas. Tenemos unos minutos.
Savard las guió a través de un laberinto de pasillos beis que no se distinguían unos de otros. Las puertas de los despachos estaban cerradas y las crudos fluorescentes colocados a intervalos en el techo proyectaban una impersonal luz institucional. Tras abrir una puerta que daba a una escalera, explicó:
—El laboratorio está en el tercer piso. Hay una cámara de vídeo en los ascensores, así que he pensado que es mejor subir a pie.
—Buena idea —admitió Britt. Era dudoso que revisasen las cintas de vigilancia rutinaria sin un motivo para hacerlo pero, cuanto menos grabasen al pequeño grupo, mejor.
Las cuatro subieron en fila india y recorrieron en silencio otro pasillo hasta la última puerta de la derecha. Savard la abrió, y entraron en un gran recinto bien iluminado y dividido en zonas de trabajo por bancos de laboratorio y mesas con equipo analítico de alta tecnología. La mayoría de los técnicos que trabajaban en el laboratorio tenían un horario normal de ocho a cinco, y el amplio recinto estaba vacío, a excepción de una solitaria figura con bata blanca encorvada sobre un banco en un extremo. Cuando el grupo se acercó, Savard gritó:
—Hola, Sammy.
Un joven pálido, con gafas, expresión ligeramente aturdida y una mata pelirroja que necesitaba un buen corte, miró hacia ellas. Luego, como si de pronto recordase una cita, esbozó una amplia sonrisa:
—Hola, Renée. ¿Tienes algo para mí?
—Sí. —Savard señaló el sobre de papel manila que llevaba Britt—. Necesito que eches un vistazo a lo que hay dentro y hagas magia, como siempre. Todo lo que nos digas nos será útil.
El joven se quitó los guantes de látex de las manos y los sustituyó por otros nuevos que sacó de una caja de cartón situada junto a su codo derecho. Sin duda se había dado cuenta de que docenas de personas habían manipulado el sobre, pero lo cogió de manos de Britt con unas pinzas de acero inoxidable y lo depositó sobre una superficie de cristal. Se inclinó luego para examinarlo con una lente de aumento, deteniéndose unos segundos en la dirección manuscrita. Murmurando para sí, comentó:
—Rotulador indeleble corriente, negro, sin matasellos, ninguna característica en el envoltorio.
Se enderezó y cogió el sobre.
—Denme unos minutos, a ver qué encuentro. Lo escanearé para hacer el análisis caligráfico posteriormente, por si es necesario.
—De acuerdo, estupendo. Estaremos en la sala de reuniones —dijo Savard, señalando una puerta al fondo de la habitación.
—Sí, claro —repuso con aire distraído y la mente en otra parte.
Las cuatro se sentaron en torno a una mesita en la sobria habitación sin ventanas situada al fondo del laboratorio forense. Fue Santana la que rompió el silencio que reinaba entre ellas:
—¿Cómo sabe que no va a informar de esto?
Lo preguntó sin ánimo de censura, sólo por mera curiosidad.
—Lo conozco desde que éramos cadetes —respondió Savard—. Es un genio con cualquier cosa que se pueda cuantificar, pero un tirador desastroso y muy poco aficionado al entrenamiento físico. Fuimos compañeros de gimnasia, y pasé mucho tiempo extra ayudándole a preparar ejercicios que no le salían con facilidad. Somos amigos, y es una persona leal.
—¿Y qué ocurrirá con el contenido del sobre? Tal vez sea de índole… delicada —señaló Britt.
—No le interesa qué es, sino lo que hay dentro: huellas, fibras, fluidos corporales… Eso es lo que le llama la atención. Si se trata de una fotografía como la que me dio ayer, ni siquiera se fijará en el tema.
—¿Encontró algo en ella? —preguntó Britt aprovechando la primera oportunidad que se le presentó.
Savard hizo un gesto negativo con la cabeza.
—No, por eso no la llamé cuando supe el resultado. Usted ya se había marchado a Washington y supuse que podía esperar. Era una copia hecha a ordenador, seguramente escaneada, del original. No se hizo a partir de un negativo.
—Lo cual significa que debió de hacerla alguien que no tenía acceso físico al archivo original —murmuró Britt.
—O alguien a quien le acuciaba el tiempo —observó Stark—. Si alguien está manejando material sin permiso, lo único que le interesa es hacer copias rápidas.
—Tal vez.
—¿Quiere decir que seguramente no lo cogeremos? —preguntó Santana.
—Quizá lo estamos enfocando mal —especuló Britt—. Puede que los envíos no sean amenazas, sino advertencias.
—¿Advertencias? ¿Te refieres a que alguien intenta avisarnos de que… nos están observando?
Britt asintió.
—Tal vez sean mensajes amistosos.
—Sí, claro —comentó Stark misteriosamente—. Otra Garganta Profunda de Washington.
—¿Por qué no acabo de creérmelo? —dijo Santana en tono sarcástico—. Preferiría una llamada telefónica directa.
—Tienes cierta razón —admitió Britt con un suspiro—. Cuando veamos lo que hay en este sobre, quizá le encontremos sentido.
Media hora después apareció Sammy, que entregó el sobre a Savard.
—Esta vez no he tenido que mirarlo todo. El examen preliminar muestra lo mismo que el otro: nada. Quien lo envió, sabía lo que hacía. Ni saliva ni ADN. No hay huellas, ninguna característica en el papel, que es de una marca comercial corriente. Utilizaron una impresora de tinta. Con ordenador. Como la otra.
—¿Puede identificar la impresora? —preguntó Stark.
La miró, y luego miró a Santana y se apresuró a desviar la vista. No dio muestras de haber reconocido a la hija del presidente. Clavó los ojos en Savard, la persona con la que evidentemente se sentía más cómodo.
—Analicé el registro de píxeles de la primera copia. Se trata de una impresora Epson de alta resolución. Tenemos una en el vestíbulo. Habituales del Gobierno y las más utilizadas por la mayoría de los que se dedican a la edición electrónica y a cualquier otra actividad que haga reproducciones fotográficas de gran calidad.
—Si tuviera una muestra de la impresora en cuestión, ¿podría compararlas? —insistió Stark.
—Es posible. Aunque no sé si eso valdría en los tribunales.
—No es necesario —dijo Britt rotundamente.
Como estaba claro que no iban a obtener más información, Savard extendió la mano hacia su compañero.
—Gracias, Sammy.
—De nada, Renée —repuso, poniéndose colorado mientras le estrechaba la mano—. Lo que quieras.
Sin mirarlas, se despidió con un gesto al aire, dio la vuelta y regresó a su lugar de trabajo.
—Bueno —dijo Santana con un suspiro—. Supongo que ahora podemos ver de qué se trata.
—Primero salgamos de aquí —sugirió Britt—. No abusemos de nuestra buena acogida.
Savard intervino en tono cauteloso:
—Tengo el apartamento de mi hermana para mí sola; esta noche trabaja. Podemos ir allí, a menos que prefieran volver al centro de mando.
—No —repuso Britt—. Me gustaría que Stark y usted viesen esto. El apartamento de su hermana me parece perfecto.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Me encanto la visita del presidente por sobre todo quiere a su hija y su felicidad las brittana me mataran de ternura *-* espero encuentren rapido a esta misteriosa persona para q las dejen en paz... aaww excelentes capitulos *-* gracias hermosa besos
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Hola chica que bueno que el presidente apoya a su hija en la relacion aunque saben lo que podria pasar, te dije que me encantan los momentos brittana? si creo que si de una pequeña discucion pasan al amor las amo.... y ahora un nuevo sobre y que contiene quiero saber.
Gracias por los cap. Bss
Gracias por los cap. Bss
Flor_Snix2013***** - Mensajes : 230
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 26
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
saibelli escribió:Me encanto la visita del presidente por sobre todo quiere a su hija y su felicidad las brittana me mataran de ternura *-* espero encuentren rapido a esta misteriosa persona para q las dejen en paz... aaww excelentes capitulos *-* gracias hermosa besos
Es el papi de San, que podiamos esperar de él? A partir del siguiente capitulo las cosas se ponen interesante. Besos ;)
Flor_Snix2013 escribió:Hola chica que bueno que el presidente apoya a su hija en la relacion aunque saben lo que podria pasar, te dije que me encantan los momentos brittana? si creo que si de una pequeña discucion pasan al amor las amo.... y ahora un nuevo sobre y que contiene quiero saber.
Gracias por los cap. Bss
Hola!! A mi también, se ven adorables juntas. Tu duda sobre el sobre te la resuelvo en el siguiente capitulo, que te voy a dejar ya!! Besos
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 22
Capítulo 22
Acababan de sentarse en el todoterreno, Stark al volante, cuando sonó el móvil de Britt.
—Pierce.
Escuchó un momento, y luego le pasó el teléfono a Savard.
—Es Sam. ¿Quiere darle la dirección de su hermana? Tiene información para nosotras y deseo que esté presente cuando echemos un vistazo a nuestro último regalo.
Savard asintió y facilitó la información a Sam.
Un cuarto de hora después, Savard las invitó a entrar en el pequeño pero cómodo salón de un apartamento de Chelsea. Los muebles estaban muy usados, pero habían sido buenos, y el espacio que había bajo las ventanas y casi todos los rincones estaban llenos de plantas de todo tipo que daban un toque de cálida acogida muy distinto a los apartamentos impersonales y a las habitaciones de hotel en las que solían pasar casi todo el tiempo. Britt reparó con satisfacción en una zona de trabajo situada en un pequeña hueco junto al salón, con una mesa, un equipo de vídeo último modelo y un ordenador de vanguardia. Señaló los aparatos electrónicos con una inclinación de cabeza.
—¿Podemos utilizarlos si tenemos que ver las cintas que trae Sam?
—Claro —respondió Savard con ojos resplandecientes—. Siempre que pague usted las averías.
Britt sonrió, agradeciendo el leve respiro de la broma.
—Se lo garantizo por escrito.
—Trato hecho. —Savard se dirigió a una minúscula cocina y preguntó por encima del hombro—: ¿Alguien quiere café? —Al oír el coro de afirmaciones, preparó la cafetera. En medio de los preparativos, sonó el timbre—. Paula, ¿puedes abrir?
Stark se acercó a la puerta y pulsó el intercomunicador.
—¿Diga?
—Soy Evans.
—Tercero C —le recordó Stark mientras pulsaba el botón para abrir la puerta del portal.
Momentos después, hizo pasar a Sam. Tras los saludos, todos se acomodaron en el sofá y en sillas, en torno a una mesita de pino colocada sobre una alfombra de alegres colores.
—Supongo que debo empezar yo —dijo Britt desde el sofá, donde se había sentado junto a Santana.
Savard había hecho sitio en el centro de la mesita y todos se acercaron cuando Britt sacó el sobre de papel manila. Había dos hojas brillantes, que separó y puso sobre la mesa para que los demás pudieran verlas. Todos se movieron para tener la mejor perspectiva de las imágenes. Las fotos se habían hecho desde lejos, pero la primera, a plena luz del día, era de excelente calidad; tanto el rostro de Britt como el de Santana se reconocían perfectamente.
—¿Cómo diablos…? —explotó Stark.
—Es la terraza trasera de la casa de mi madre —dijo Britt en tono impasible para aclararle las cosas a Savard. Por dentro, estaba ardiendo—. La hicieron aproximadamente a las ocho de la mañana del último día que la señorita López estuvo en San Francisco.
—Cabrones —murmuró Santana estremeciéndose. No le fastidiaba que alguien las hubiese vigilado, ni siquiera que las hubiesen sorprendido en un momento de intimidad, un momento que recordaba muy bien.
“Sentiré irme de aquí.”
“Tu compañía hace que el mundo parezca totalmente distinto.”
“No tenemos por qué perder este sentimiento, ¿verdad?”
“No. Debemos procurar no perderlo.”
Se trataba de un momento que no quería olvidar nunca. Le fastidiaba que alguien hubiese presenciado en silencio algo hermoso, alguien que intentaba convertirlo en algo feo.
—Me pregunto dónde estarían —dijo Santana en tono lo más controlado posible.
—En cualquier parte —afirmó Britt—. En un tejado próximo, un apartamento de una calle cercana, encima de un condenado árbol, en cualquier lugar desde donde se pudiese ver bien. Si entonces supiese lo que sé ahora, habría prestado más atención a esa forma de aproximarse a ti. —Se frotó la sien inconscientemente, molesta por el dolor que volvía a atormentarla—. No preví que un fotógrafo nos perseguía.
Santana se fijó en el gesto de Britt y percibió la autocensura en su voz. Miró a su amante con preocupación y reprimió la necesidad de tocarla. “Cuando esto acabe, Britt se tomará unas vacaciones.”
—¿Y la otra? —preguntó Savard con tranquilidad y los ojos clavados en Santana, que estaba mirando la segunda foto. Era una instantánea nocturna con mucho grano y de peor calidad que la realizada en San Francisco, pero los rostros de las dos mujeres se veían bastante bien en medio del círculo de luz proyectado por un farol delante de la casa de Britt en Washington.
—¿La conoce?
—No, no exactamente —respondió Santana con aplomo.
Nadie habló ni se pidieron explicaciones. A pesar de lo extraordinario de las circunstancias, se ceñían a su entrenamiento. Los agentes federales no cuestionaban la vida privada de la hija del presidente.
—Creo que la señorita López y yo debemos hablar un momento —dijo Britt en medio del silencio. “Ahora saldrá todo a la luz.”
Todos empezaron a levantarse hasta que Santana habló:
—No, por favor, quédense. —Miró a Britt con una sonrisa irónica—. Si a ti no te importa, a mí tampoco.
Britt estudió los rostros de los tres agentes sentados frente a ella hombro con hombro y asintió.
—No sé adónde va a parar todo esto. Tal vez a ningún sitio. —Cogió las fotos y luego las dejó de nuevo sobre la mesa—. Quizá a las principales emisoras de radio y a la portada de todos los periódicos del país. Antes de seguir adelante, han de decidir si vale la pena arriesgar sus carreras por ayudarnos, porque eso es lo que van a hacer. Tienen mi palabra de que haré todo lo que pueda por protegerles pero, si esto estalla, tal vez no lo consiga. Si prefieren marcharse ahora, no habrá reper…
—Yo me quedo —dijo Stark con convicción.
—Y yo también —se sumó Sam.
—Yo ya estoy dentro —añadió Savard.
—Gracias —dijeron Santana y Britt al unísono.
Britt soltó otro largo suspiro y señaló la segunda foto.
—Conozco a esta mujer —afirmó refiriéndose a la Kitty de la fotografía—. Es scort de un servicio de acompañantes muy exclusivo de Washington. La señorita López y ella no tienen ninguna relación.
—Podría ser difícil de demostrar después de esta foto —comentó Stark en el tono menos acusatorio que pudo.
Santana se rió sin ganas.
—Estoy segura de que es precisamente eso lo que pretenden.
—Parece que alguien está apretando las clavijas —dijo Britt con amargura—. Primero se produce una filtración a la prensa sobre la relación secreta de Santana. Luego, la foto de la terraza nos sitúa a las dos juntas en una actitud que no se puede encubrir. —Miró rápidamente a Santana—. Nos guste o no nos guste —concluyó, señalando la foto de su amante y Kitty—, hay una relación entre la señorita López, yo y un servicio de compañía. Un asunto de lo más incendiario en Washington.
—Lo siento —dijo Stark con ingenuidad—. ¿Cuál es el vínculo entre la acompañante y usted?
—Conozco a la mujer de la foto porque he tenido relaciones profesionales con ella.
—Oh. —Stark se puso colorada, pero sostuvo la mirada de Britt—. ¿Pueden demostrarlo?
—No tengo ni idea. —Britt procuró sacudirse la ira que sentía, sin conseguirlo—. Hace una semana habría dicho que no, pero ahora no lo sé.
—En fin —dijo Sam enérgicamente, levantándose—. Es una de las cosas que tendremos que averiguar. Y por lo que parece, tendrá que ser enseguida.
—Estoy de acuerdo —coincidió Savard—. Tenemos que estrechar el círculo de sospechosos, idear una estrategia y dividir el trabajo a la menor brevedad, antes de que todo el asunto se descontrole.
—¿Sospechosos? —La sorpresa de Santana quedó en suspenso.
—Sí —afirmó Britt mirando a Savard. La agente del FBI y ella eran las únicas que tenían experiencia real en el campo de la investigación. Stark y Sam habían formado parte de la rama de protección del Servicio Secreto desde el principio de sus carreras—. ¿Quién puede ganar algo con esto?
—Como dijiste antes —observó Santana—. Un periodista que descubre en Washington un servicio de compañía de élite que trabaja con funcionarios del Gobierno y dignatarios extranjeros, se gana sin duda mucho prestigio. Es fundamental para su carrera y, por tanto, razón suficiente.
—Cierto —admitió Sam al volver de la cocina con las manos ocupadas por tazas de café que ofreció a todo el mundo—. Sin embargo, me parece improbable que un periodista de investigación quiera manchar su reputación, señorita López. Con eso sólo conseguiría enemistarse con la Casa Blanca.
—Seguramente la historia acabará en la portada de un periodicucho como el Star, ¿no cree? —repuso Santana.
—En efecto, y en ese caso, ¿para qué enviar su foto con la comandante al periódico antes de que todo el asunto explote? De hecho, ¿para qué involucrarla a usted?
—De acuerdo —admitió Santana—. Además, yo no tengo relación con el servicio de compañía.
—Salvo a través de mí. —La expresión de Britt era triste—. Culpable por asociación. Y, como ha dicho Stark, es difícil desmentir lo que aparece en una fotografía.
—Eso no me preocupa —declaró Santana, sosteniendo la mirada de Britt y negándose a que su amante cargase con la culpa de un pecado que no había cometido.
—¿Y qué hay de Patrick Doyle? —sugirió Stark sin mirar a Renée Savard—. No está muy contento desde que la comandante le eclipsó en la captura de Loverboy.
—En realidad, viene de antes —puntualizó Sam—. Siempre la ha tenido tomada con ella.
Stark se apresuró a asentir.
—Si es él quien está detrás de todo esto, se explicaría la fotografía de la comandante con la mujer del bar. Puede ser una agente del FBI o un mero señuelo para atrapar a la comandante. Todos sabemos que la Agencia sigue utilizando informantes civiles.
—No desmiento nada de lo que se ha dicho —indicó Savard sonriendo a Stark—. No estaría en esto si no quisiera limpiar mi propia casa. Pero parece una operación mucho mayor de la que podría orquestar una sola persona. Sobre todo, si se habla de infiltraciones y de descubrir un servicio de compañía muy protegido que ha funcionado mucho tiempo sin que lo detectasen. Para eso hacen falta agentes secretos y personal especialista en informática que tenga acceso a los archivos de Hacienda, los registros telefónicos, rastree llamadas… absolutamente todo. Doyle no puede hacerlo solo.
—Además —añadió Santana—, eso no explica por qué Britt y yo estamos recibiendo estos mensajes tan crípticos. Si se trata de amenazas, ¿por qué no piden algo a cambio? ¿Por qué no exigen dinero o amenazan con dirigirse al público si Britt no dimite o me presionan para que intervenga ante mi padre con el fin de conseguir algo?
—Tal vez —murmuró Britt pensando en voz alta—… tal vez haya un poco de todo.
Cuatro pares de ojos interrogantes la miraron.
—Tal vez aquí haya una agenda política y personal. Puede que el FBI o una división de Justicia o, diablos, un equipo conjunto esté recopilando información con algún fin político futuro. Doyle puede formar parte de eso o conocer a alguien que esté en el ajo. —Britt frunció el entrecejo—. Si tiene conocimiento de los hechos, habrá descubierto mi relación con el servicio de compañía por casualidad y puede estar aprovechando ese dato.
—¿Cómo? —preguntó Sam con cautela.
Britt lo miró a los ojos.
—William Shuester me confirmó ayer que Justicia ha emprendido una investigación independiente sobre lo ocurrido con Loverboy. En concreto, me están investigando a mí. Shuester me advirtió de que la suspensión es inminente.
Sam y Stark explotaron simultáneamente en una serie de exclamaciones y manifestaciones de ira.
—Si no fuera por usted, estaría muerta. —Savard se puso furiosa. “Y aún se pregunta por qué la ayudo.”
Britt levantó la mano para acabar con las protestas.
—Por algún motivo, Shuester no ha intervenido apenas, lo cual resulta extraño. Lo único que se me ocurre es que, si hay una operación de acceso a datos a gran escala, tal vez también él esté comprometido.
—Realmente, ¿puede ocurrir algo así? —preguntó Santana con incredulidad—. No estamos en la época de Hoover.
Savard cabeceó.
—No todo acabó a mediados de los setenta, cuando Hoover fue obligado a retirarse. Sólo que es más subterráneo. —Su disgusto era evidente—. Durante algún tiempo se ha rumoreado que el nuevo director, a cuyo nombramiento se opuso el presidente López, ha estado presionando al Departamento de Justicia y al Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera para que le permitan aplicar la vigilancia a asuntos privados. Ha ordenado intervenciones telefónicas e investigaciones informáticas de asuntos empresariales y particulares con el pretexto de la seguridad nacional. Puede que un grupo escindido esté haciendo pruebas.
—De acuerdo —aceptó Santana—. Si hay un grupo encubierto de agentes de espionaje de alto nivel, de políticos, o de ambos recopilando información, ¿cuál puede ser el motivo?
—Cualquiera —respondió Britt con aire misterioso—. Cualquiera, desde intentar controlar las promociones de distintos departamentos hasta influir en la nominación del próximo candidato de un partido a presidente. Eso es lo peligroso de estas operaciones. La información recogida hoy se puede utilizar dentro de una década para obligar a alguien a votar en una decisión fundamental del Congreso o para situar a un candidato más proclive a la aplicación rigurosa de la ley y a la eliminación del control de armas en un puesto de nueva creación dentro del gabinete. No siempre se puede pronosticar cuándo, dónde y cómo se utiliza el espionaje, y por eso resulta imposible neutralizarlo. También por eso es un arma tan potente.
—A partir de ahora —subrayó Savard—, debemos centrarnos en reunir todas las pruebas irrefutables que podamos sobre quiénes están detrás de esto. —Miró unos momentos la pared de enfrente y empezó a contar puntos con los dedos de la mano sana—. Sam, ya has investigado al periodista que proporcionó la primera fotografía a la agencia de prensa, ¿verdad?
Sam asintió.
—Mañana al mediodía cuento con saber su nombre.
—Muy bien. Tenemos que retroceder a partir de ahí. Necesitamos su fuente. Tiene que haber una conexión con alguien de Washington. Quien filtró la foto casi con toda certeza utilizó a alguien que conocía y en quien confiaba.
—Vale. Me encargaré de eso —dijo Sam—. También tengo las cintas de vídeo de los mensajeros que repartieron los sobres.
—Veámoslas —sugirió Britt.
Dos minutos después, el grupo se apretó en torno al monitor en el minúsculo espacio, mientras Sam reproducía los segmentos de cinta media docena de veces.
—¿A alguien le suenan? —A Britt no le sorprendió el coro de negativas cuando todos regresaron a sus asientos.
—Indagaré un poco más —dijo Sam recogiendo las cintas y guardándolas en su maletín—. Escanearé las imágenes y las cotejaré con los bancos de datos de la División de Vehículos de Motor, el Centro de Información Nacional de Delitos y las Fuerzas Armadas. Si identifico a alguno de ellos, lo interrogaré.
—Busque coincidencias en los servicios de mensajería registrados de Nueva York y Washington —añadió Britt—. Esas personas tienen que estar contratadas y, por tanto, las empresas tendrán fotos de todos los empleados. Dudo que nuestra Garganta Profunda utilice un servicio, pero nunca se sabe.
Sam asintió.
—Dos —continuó Savard, mirando a Britt sin alterarse—. Stark y yo comprobaremos los antecedentes de todas las personas relacionadas con usted, comandante. Necesitamos una lista de amigos, amantes, contactos profesionales, cualquier persona relacionada con usted aunque sea remotamente.
Al ver que Britt arqueaba las cejas, Savard siguió:
—Debemos suponer que, si hay una agenda personal aparte de la política, usted es el epicentro.
—De acuerdo, Savard. Tendrá la lista.
—También necesitamos el nombre de la mujer de la fotografía. —Stark se puso colorada, pero no se le alteró la voz.
Britt negó con la cabeza.
—No lo sé. El servicio tomaba muchas precauciones para asegurar el anonimato tanto de los clientes como del personal.
—Supongo que en último término también podemos cotejar la foto con los bancos de datos nacionales. —Stark contempló la brillante fotografía de 20x25 que estaba sobre la mesa.
—Ella no tiene nada que ver —aseguró Britt—. Se arriesgó por mí, y me gustaría mantenerla al margen, si es posible.
—Entendido, comandante. —Savard recogió las fotografías y las metió dentro del sobre—. Aunque tal vez sea necesario.
—En ese caso, en mi lavavajillas de Washington hay una copa de vino con sus huellas. —Britt miró de reojo a Santana, preocupada por su reacción, pero la joven se limitó a sonreír levemente y a sacudir la cabeza. Britt esbozó una sonrisa burlona.
—¿Tiene ella llave? —Paula Stark evitó mirar a Santana.
—No.
—¿Alguien más la tiene?
—Sólo la asistenta —respondió Britt con voz apagada.
—¿Cabe la posibilidad de que encienda el lavavajillas?
—No por dos copas, que es lo único que hay dentro.
—Parece bastante seguro —comentó Stark mirando a Savard—. ¿No crees?
—Sí. Si tenemos que identificarla, cogeremos la copa. De momento, me conformaré con los números de teléfono o la dirección postal que utilizó para ponerse en contacto con ella, comandante, y su propia identificación.
—De acuerdo —Britt dudó—: Hay otra cosa… Debemos comprobar los antecedentes de todos los que integran el equipo de seguridad de la señorita López. El sitio lógico desde el que cualquiera haría espionaje seguro es desde dentro del propio equipo de seguridad.
—No puede ser uno de nosotros —exclamó Sam—. ¿Qué sentido tendría? El Servicio Secreto está para proteger las vidas y, por extensión, las reputaciones de los personajes públicos, no para destruirlas.
Britt se encogió de hombros.
—Tal vez alguien está prestando un servicio doble y trabajando para la Agencia o forme parte de una investigación del Departamento de Justicia.
—Me parece inconcebible —dijo Stark con vehemencia.
—La gente hace cualquier cosa por progresar en su carrera. —Britt no creía que se hubiese equivocado con ningún miembro del equipo, pero tenía que cerciorarse. Había demasiado en juego —. Hay que hacerlo, pero no me parece justo meterlos a ustedes dos en eso. Lo haré yo.
Sam y Stark estaban apenados, pero Stark habló:
—No, lo haré yo, comandante. De todas formas, Savard y yo íbamos a encargarnos de
comprobar los antecedentes.
Britt agradeció el tono firme de Stark.
—Yo me encargaré de la primera revisión rutinaria. Si encuentro algo, ustedes dos procederán.
—De acuerdo —admitió Stark.
—Lo único que nos falta es un pirata informático —observó Savard—. Tenemos que entrar en los archivos del FBI y de Justicia y también descubrir el círculo de acompañantes.
Se miraron unos a otros.
—Ninguno de nosotros puede hacerlo —comentó Britt en tono irónico.
—Felicia sí.
—De ninguna manera, Sam. —Britt se mostró terminante—. Ya he involucrado a demasiada gente. Además, es nueva en el grupo y aún no la conocemos bien.
—Yo la conozco —afirmó Sam—, y respondo por ella, comandante.
Britt lo observó con seriedad durante unos momentos, y luego cabeceó de nuevo.
—No puedo aceptar, Sam. Ya los he puesto en peligro a todos ustedes al involucrarlos en esta operación. No puedo meter a nadie más porque no estoy en condiciones de ofrecer ningún tipo de garantía.
—¿Y si se presenta voluntaria? —insistió Sam.
—Además —añadió Stark—, si alguien acaba con usted, será una burla para todos nosotros, y de todas formas perderemos el trabajo.
—Estoy de acuerdo con ellos, comandante —dijo Savard—. Si no podemos entrar en esos archivos, nunca tendremos una idea cabal de hasta dónde llega esto y de quién está detrás. Si no utilizamos nuestros recursos internos, tendremos que aventurarnos y recurrir a un desconocido, lo cual es aún más peligroso que usar a alguien a quien conocemos desde hace poco tiempo. —Hizo una pausa, y luego añadió con cierta ternura—: No creo que nadie dude de que se puede confiar en Felicia.
Britt se frotó el rostro con las manos, desesperada.
—Parece que estoy en minoría.
Santana se acercó a Britt en el sofá y apoyó la mano en su rodilla mientras se recostaba contra el hombro de su amante.
—No tiene por qué preocuparse, comandante. Seguro que ocurre muy pocas veces.
Ese primer contacto en público fue muy simple y demostró muchas cosas: preocupación, pertenencia, su derecho a estar juntas. Todos se rieron y, por primera vez en más de una semana, el dolor de cabeza de Britt desapareció por completo.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Ohhhhh Britt q propuesta mas indesente para esas dos jajajajaj Te he dicho que AMO a Stark??? No??? Ah pues si AMO A ESA MUJER!! *w* es tan tierna y linda...
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
y tubieron que nombrar a Dolye no se porque me parece que esta involucrado, matare al que envia las fotos y cada vez mas agentes metidos en el caso pero es x una buena razon
gracias de nuevo por la actu necesitaba saber que contenia el sobre
gracias de nuevo por la actu necesitaba saber que contenia el sobre
Flor_Snix2013***** - Mensajes : 230
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Edad : 26
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
aria escribió:Ohhhhh Britt q propuesta mas indesente para esas dos jajajajaj Te he dicho que AMO a Stark??? No??? Ah pues si AMO A ESA MUJER!! *w* es tan tierna y linda...
Yo también la amo, me encanta su personaje.
Flor_Snix2013 escribió:y tubieron que nombrar a Dolye no se porque me parece que esta involucrado, matare al que envia las fotos y cada vez mas agentes metidos en el caso pero es x una buena razon
gracias de nuevo por la actu necesitaba saber que contenia el sobre
Es que hacia mucho que no salia, Doyle ya estaba envidioso y quería salir más en el fic.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 23
Capítulo 23
—Bueno —dijo Britt, mirando a sus amigos y colegas—, parece como si este trabajo estuviese hecho para nosotros. Vamos contrarreloj, sólo que no sabemos cuánto tiempo tenemos; seguramente, no mucho. Lo que sí sabemos es que la señorita López viaja al extranjero dentro de pocos días. No quiero que este asunto la persiga hasta París.
—Tal vez Felicia sea la clave. —Sam se mostraba rotundamente a favor de ella—. Los archivos son lo único que nos proporcionará pruebas irrefutables, a menos que encontremos un testigo de primera mano, alguien que diera o recibiera órdenes en la investigación encubierta y que esté dispuesto a cantar nombres.
—¿Nuestra Garganta Profunda, quizá? —preguntó Santana, expectante.
—Posiblemente —respondió Stark—. Salvo que él, o ella, no quiera que lo encontremos. Si es amigo, y me parece lo más probable, por algún motivo teme abordarla directamente. No será fácil hacerlo saltar con nuestro limitado margen de tiempo.
—Pasa de la medianoche —comentó Britt, incapaz de seguir ocultando su tremendo cansancio—. Me reuniré con Davis por la mañana, pero voy a pedirle que no se meta en esto.
Su afirmación fue recibida en medio de sonoras protestas, pero cabeceó con decisión.
—Será la que más se arriesgue. Si puede entrar en sus ordenadores, alguien del otro lado podrá sin duda llegar hasta ella.
—No creo, comandante. —Sam habló con convicción y con un orgullo inesperado—. Al fin y al cabo, la asignaron a la misión de perseguir a Loverboy porque es una de las mejores piratas informáticas del mundo. Sabe ocultar su rastro cuando entra en casa de alguien por la puerta de atrás.
—Ojalá —repuso Britt, a quien seguía sin convencer la idea de involucrar a otra agente—. Ya veremos después de que hable con ella.
—Voy a verla esta noche. Con su permiso, comandante, puedo ponerla al tanto —ofreció Sam—. Ganaremos tiempo.
—Caramba, Sam —se burló Savard con ojos chispeantes—. ¡Un trabajo rápido!
Sam se puso colorado, pero sonrió con satisfacción.
—No tan rápido. Me rechazó las seis primeras veces que le pedí para salir. —Se aclaró la garganta y se puso serio de pronto—. ¿Comandante?
Britt miró los rostros que la rodeaban y supo que la decisión ya estaba tomada, así que se encogió de hombros y suspiró.
—Me rindo. Adelante, Sam. Si acepta colaborar, cuéntele todo lo que sabemos hasta el momento.
Sam cogió el maletín, en el que guardó el sobre con las fotografías y las cintas de vigilancia.
—Hablaré con usted por la mañana, comandante.
—Debemos concertar una reunión al mediodía para ponernos al día. —Britt miró a Santana—. ¿Podemos quedar en el Aerie?
—Claro —respondió Santana—. Creo que es hora de que todos empecéis a llamarme Santana.
—Sí, señora —repuso Stark educadamente, y el grupo compartió una nueva carcajada.
—Tómense tiempo libre esta noche —indicó Britt mientras se despedía de Sam, que estaba en la puerta a punto de salir. Se dirigió, luego, a la principal protectora de Santana— ¿Lista para marcharse, Stark?
Stark dudó, mirando a Savard. Antes de que pudiera responder, intervino Santana:
—Creí que había quedado en pasar la noche en casa de Rachel, Britt. Puedes llevarme tú, ¿verdad? No hace falta que venga Stark.
—Pues claro. Stark, queda oficialmente relevada de servicio. Llamaré al centro de mando para que alguien nos espere abajo y acompañe a la señorita López a su destino.
—No se moleste, comandante —dijo Stark sin dudar ni un segundo—. Puedo acompañarla yo.
Britt, más que ver, percibió que Savard se ponía rígida, y la niebla se despejó lo suficiente como para que su agotado cerebro registrase el suspiro de desaprobación de Santana.
—Eso es todo, agente. —Britt cogió el móvil que llevaba al cinturón—. Tómese libre lo que queda de noche. Se lo ordeno.
Después de que Britt llamase al equipo nocturno para que las recogiese con el segundo coche, Snatana y ella se despidieron de las otras dos mujeres y se marcharon.
—Es increíble que te hayas ofrecido para trabajar otra noche más. ¿A qué vienen tres noches seguidas? —La mirada de Savard era claramente amenazante cuando atravesó el salón y se enfrentó a Stark.
—Dos… bueno, dos y media creo, pero anoche no me ofrecí —dijo Stark a modo de autodefensa.
—Que te quedes levantada dos noches podría dañar seriamente mi ego, ¿no te das cuenta?
—Es una situación un poco complicada desde que la comandante y Egr…, esto... Santana, intentan disimular que pasan tiempo juntas —explicó Stark, muy seria—. Resulta más fácil si yo…
—Paula, cállate. —Savard puso en práctica la orden besando a Stark en la boca.
El gritito de sorpresa de Stark dejó paso a un tierno gemido cuando la lengua de Savard acarició sus labios, y luego se introdujo en su boca. Rendida, cerró los ojos y dejó que el calor y la ternura de la caricia la dominaran hasta llegar a todas las células. Cuando el beso remató, Stark abrió los ojos y comprobó con desconcierto que no podía centrar la mirada. La cabeza le daba vueltas.
—Ha sido impresionante —acertó a decir con voz un poco temblorosa. De pronto, le pareció que en el apartamento hacía mucho calor.
Savard apoyó la mano en la mejilla de Stark y le apartó el oscuro cabello de la sien con dedos vacilantes.
—No hay límite ni nada por el estilo, ¿verdad? —Stark rozó con los labios los dedos que le acariciaban el rostro.
—En absoluto —respondió Savard con voz ronca y grave—. En realidad, creo que se trata de un abastecimiento infinito.
—Eso está bien, porque voy a querer grandes cantidades.
—¿Empezando en este momento?
—¿Y tu hermana? —Stark apoyó las manos en la cintura de Savard y se acercó más a ella, hasta que los muslos de ambas se tocaron. Se alegraba de que Renée también estuviese un poco mareada.
—Es poli de siete a siete. No nos molestará si estamos… dormidas… cuando llegue.
—Sí, entonces empecemos ahora. —A Stark le preocupaba que las piernas no le obedeciesen si esperaban mucho más, ya que le temblaban sin que pudiera evitarlo.
—¿Segura? —No había la menor burla en el tono de Savard, sólo una amable pregunta, llena de paciencia, ternura y dulce añoranza.
—Deseo más que nada hacer el amor contigo —confesó Stark con el cuerpo vibrante de necesidad—. He querido tocarte desde siempre.
La sencillez de aquella declaración impresionó más a Savard que la fuerza de la explosión la noche en que había matado a Loverboy. Soltó un profundo suspiro mientras le hervía la sangre.
—No puedo esperar.
Stark la abrazó por la cintura y, antes de besarla, susurró:
—Entonces, no esperemos.
* * *
En el todoterreno, Britt se inclinó hacia delante para dar instrucciones a Foster, que conduciría, y luego se acomodó en el asiento de atrás junto a Santana y dijo, frotándose la sien con gesto ausente:
—Tengo que hacer las comprobaciones de antecedentes de primer nivel esta noche.
—Britt, estás a punto de derrumbarte. Necesitas dormir.
—Me encuentro bien.
—¿En serio? ¿Qué tal tu cabeza?
—Unas cuantas aspirinas la arreglarán.
—No te atrevas a engañarme —repuso Santana—. Tal vez esté locamente enamorada, pero no estoy clínicamente muerta.
Britt sonrió y enderezó los hombros, cabeceando para aclarar las ideas.
—No es tan grave, de verdad. Puedo echar un sueñecillo entre…
—Quiero que te quedes conmigo en casa de Rachel esta noche. —Santana habló en tono sereno, pero había una decisión en su voz que indicaba que no iba a ceder.
Britt permaneció callada, considerando sus opciones. No sería la primera vez que Santana y ella pasaban horas, incluso noches enteras, en un lugar distinto al apartamento de Santana. Que estuvieran solas no significaba forzosamente que tuviesen una relación personal; y en aquel punto, le daba igual lo que los demás pensasen sobre su relación. En realidad, estaba demasiado cansada para discutir. Y quería estar con Santana.
—De acuerdo.
—Estupendo. —El fácil consentimiento de Britt confirmó las sospechas de Santana de que su amante se hallaba al borde del agotamiento. Había esperado una pelea, pero se alegraba de que no se hubiese producido. También ella estaba emocional y físicamente exhausta, y lo único que quería era que Britt descansase un poco.
Un cuarto de hora después, Britt y Santana estaban ante la puerta del apartamento de Rachel Berry. Tras abrir, Rachel arqueó perezosamente una ceja mientras se apoyaba en el marco de la puerta con un camisón burdeos que le daba aspecto de sirena de una película de los años cuarenta.
—Buenas noches.
—Hola —dijo Santana, dando la mano a Britt al tiempo que se inclinaba para besar la mejilla de Rachel—. Esta noche tienes invitadas.
—Genial. Me encantan las pijama parties. —Rachel se hizo a un lado para dejarlas pasar y sus penetrantes ojos repararon en la palidez de la agente del Servicio Secreto y en su paso vacilante.
—No —gritó Santana por encima del hombro, guiando con decisión a Britt a través del salón—. Vamos directamente a la cama.
—Vaya, no sois nada divertidas —declaró Rachel, frunciendo el ceño exageradamente. Sin embargo, preguntó con sensatez—: ¿Necesitáis algo?
—No, estamos bien. Sólo queremos huir durante unas horas.
Rachel se sentó en el sofá mientras su amiga desaparecía con su amante en dirección a la habitación de invitados. “Lo que necesitáis son unas cuantas semanas a solas, lejos de los periodistas y de la Casa Blanca.” Suspiró y cogió una revista. Sabía que su sensato deseo tenía pocas probabilidades de convertirse en realidad.
* * *
—Tengo que ducharme —dijo Britt quitándose la chaqueta y la pistolera de cuero que llevaba al hombro.
—Estás perfectamente. —Santana se acercó a Britt, la ayudó a desprenderse de la pistolera y la dejó en una silla. La habitación de invitados era amplia, con una cama de matrimonio, un pequeño tocador con espejos, varias sillas y un baño contiguo. La única ventana estaba abierta y la leve brisa veraniega agitaba perezosamente las cortinas—. Acuéstate.
Britt cabeceó con tozudez.
—Ha sido un día muy largo, y no quiero estar desnuda a tu lado hasta que me haya duchado.
—Naturalmente, quiero que te desnudes —concedió Santana, dio la mano a Britt y la condujo al cuarto de baño—. Vamos, pues, comandante.
Permanecieron juntas bajo el chorro de agua caliente, demasiado cansadas para hablar. Britt se inclinó hacia delante y apoyó las manos en la pared mientras el agua le caía sobre la cabeza y el cuello. Gimió cuando Santana empezó a enjabonarle los hombros y la espalda y cuando aquellas manos familiares encontraron los lugares más sensibles.
—¡Dios, qué maravilla!
—Date la vuelta —susurró Santana. Cuando Britt obedeció, Santana deslizó las manos, suaves y resbaladizas a causa de la espuma, sobre el pecho y el abdomen de su amante—. ¿Ya te sientes humana? —preguntó al ver que Britt se relajaba con sus caricias.
En cualquier otro momento, el suspiro de Britt desnuda, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, vulnerable de una forma que no se permitía ante nadie más, habría encendido una punzada de deseo. Pero, aquella noche, cuidarla le satisfacía más que ninguna otra cosa. La responsabilidad de amarla era maravillosa y aterradora al mismo tiempo. De repente, abrazó a Britt por la cintura y se apretó contra ella mientras la espuma del cuerpo de Britt la impregnaba.
—¿Qué ocurre? —murmuró Britt al ver que Santana temblaba.
—Nada. Es sólo que… te amo.
Britt sonrió y apoyó la mejilla en la de Santana.
—Me parece muy bien.
—Sí —susurró Santana en voz casi inaudible.
Cinco minutos después, se deslizaron entre las limpísimas sábanas y se abrazaron, cara a cara. Britt besó a Santana en la punta de la nariz y suspiró.
—Que conste que quiero hacer el amor —murmuró Britt.
—¿Pero? —Santana apoyó la cabeza en el hombro de Britt mientras acariciaba el pecho de su amante, y luego sostuvo un seno con la mano.
—Estoy muerta de cansancio.
—Mañana será otro día —dijo Santana con ojos entrecerrados.
Lo último que pensó Britt antes de caer rendida de sueño fue que ojalá siempre hubiese un mañana
.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Me encanta que se ayuden unos con otros una pequeña familia savard y stark me encantan juntas... todo esto se pone aun mas bueno jejeje!
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Me encanta que todos ayudes a las chicas!!
Que buenos capitulos!!!
Ya no puedo esperar por los proximos jaja!!
saludos
Que buenos capitulos!!!
Ya no puedo esperar por los proximos jaja!!
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
saibelli escribió:Me encanta que se ayuden unos con otros una pequeña familia savard y stark me encantan juntas... todo esto se pone aun mas bueno jejeje!
Os dije que se pondría interesante!!
Son una pequeña familia y ahora todos con noviasmonica.santander escribió:Me encanta que todos ayudes a las chicas!!
Que buenos capitulos!!!
Ya no puedo esperar por los proximos jaja!!
saludos
Te dejo un nuevo capitulo, antes de irme a dormir ;)
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 24
Capítulo 24
—Buenos días —saludó Rachel, sorprendida al ver entrar a Britt en la cocina poco después de las siete de la mañana—. No esperaba verla tan temprano. En realidad, pensé que dormiría una semana entera.
—Me ha despertado el olor del café. —Britt sonrió e indicó con un gesto de cabeza la cafetera que estaba sobre la encimera.
—Ah —exclamó Rachel con una sonrisa, acercando la taza a los labios. Llevaba el camisón burdeos, pero sin nada debajo. El pronunciado escote dejaba al descubierto una amplia extensión de piel cremosa entre los llenos pechos, y la reluciente seda perfilaba de forma seductora la curva de la cadera y el muslo.
Cuando Britt reparó en lo que tenía delante, desvió la vista.
—¿Le importa si le llevo un poco a Santana?
—En absoluto. En realidad, se lo agradezco.
—¿Oh? —Britt arqueó una ceja.
Rachel sonrió con cariño.
—No hay quien la aguante por las mañanas antes del café, ¿o no lo había notado?
—No puedo decir que sí —respondió Britt, acercándose a la encimera y cogiendo dos tazas de un estante acristalado situado sobre el fregadero.
—Muy diplomática, comandante —observó Rachel con la voz convertida en un profundo ronroneo—. Se podría interpretar como que nunca la ha visto a primera hora de la mañana o que nunca la ha encontrado de mal humor en esos momentos.
Britt se volvió, apoyó la cadera en la encimera y miró a Rachel con seriedad.
—La he visto a primera hora de la mañana, pero no a menudo.
—Tengo la impresión de que eso va a cambiar.
—Ojalá.
Britt sirvió el café mientras Rachel la observaba.
—Gracias por el café —dijo cuando acabó—, y por habernos alojado esta noche.
—Santana es mi mejor amiga y la quiero.
Britt se preguntó si las dos cosas estaban relacionadas o si se trataba de hechos independientes. Nunca le había preguntado a Santana si Rachel y ella habían sido amantes y nunca se lo preguntaría. No importaba, pues no afectaba a lo que había entre Santana y ella en aquel momento.
—Lo sé y me alegro. Necesita amigas como usted.
—Al parecer, la necesita a usted sobre todas las cosas, comandante —subrayó Rachel.
—Llámame Britt. Y, por si te alivia, yo también la quiero.
Rachel esbozó una sonrisa sensual. Su voz se tornó grave cuando comentó:
—Santana es muy afortunada.
—No, la afortunada soy yo.
—¿Funcionarán las cosas en medio del revuelo de la prensa? —preguntó Rachel de pronto.
Britt estaba acostumbrada a disimular sus reacciones, pero la pregunta le sorprendió.
—¿Lo sabes?
—Más o menos. Santana me habló de la fotografía del periódico y de que espera más publicidad.
—Dudo que nuestra relación pueda seguir manteniéndose en secreto.
—Ojalá yo fuera tan valiente… ¿Estás preparada para eso?
—De sobra.
Rachel hizo un gesto de admiración con la taza de café.
—Como dije antes, Santana es muy afortunada.
En ese momento, Santana entró en la cocina vestida tan solo con una larga camiseta que le llegaba a la mitad del muslo. Miró a su amante, y luego a su mejor amiga.
—¿Quién es la afortunada? ¿Dónde está el café?
—Aquí lo tienes. —Britt le ofreció la taza, riéndose.
Santana frunció el entrecejo al reparar en que Britt estaba descalza y vestida con ropa suya que guardaba en casa de Rachel para casos de urgencia: unos vaqueros ceñidos y gastados que no se le cerraban en la cintura y una camisa a la que le faltaban botones en lugares peligrosos, sobre todo teniendo en cuenta la proximidad de Rachel. Santana se acercó a Britt, cogió la taza de café y abrazó a su amante por la cintura.
—¿De qué estabais hablando… o no debo preguntar?
Britt besó a Santana en la sien y murmuró:
—De las fotografías de los periódicos.
—Ah, eso. —Santana torció el gesto—. ¿Y qué más?
—No te preocupes, cariño —dijo Rachel en tono superficial—. Cuando se hayan divertido una semana con vosotras, se dedicarán a otra cosa. Dentro de seis meses, a nadie le importará.
—Dentro de seis meses mi padre estará en plena campaña para la reelección. Le importará a alguien.
—Tu padre sabrá afrontarlo —aseguró Britt.
—Eso espero —repuso Santana, casi para sí.
Al mediodía, Britt, ataviada con un traje de dos piezas en tonos carbón y una camisa de lino, llegó a casa de Santana para la sesión informativa prevista. La acompañaban Stark, Savard, Sam y Felicia.
—Hola —saludó Santana, haciéndose a un lado para dejarles pasar. Durante un momento, al ver a Britt con su ropa de trabajo, se acordó del aspecto de su amante esa misma mañana, despeinada y medio dormida, y deseó besarla porque sí.
—Hola —murmuró Britt, rozando con los dedos al pasar el brazo desnudo de Santana.
—Hay café en la cocina si a alguien le apetece —ofreció Santana—. Serviros.
Tras fortalecerse con cafeína, se sentaron formando un holgado círculo en torno a la mesita de la zona de estar, a la derecha de la puerta. Britt ocupó un sillón junto a Santana, quedando Sam a la izquierda. Felicia se acomodó en una de las tumbonas, y Stark y Savard se instalaron en un pequeño confidente al otro lado de la mesa.
—Esta mañana he realizado las investigaciones preliminares sobre nuestro equipo —informó Britt—. Como suponía, el proceso no ha arrojado resultados. Sin embargo, he descubierto algo interesante.
A su lado Sam se puso rígido y a Stark se le desorbitaron los ojos con la sorpresa o tal vez con el susto. Savard la miró sin pestañear. La única persona que parecía totalmente relajada era Felicia Davis.
—Por lo visto, Fielding fue nombrado enlace del FBI en Washington hace tres años. Trabajaba con el agente especial Patrick Doyle.
—Dios mío —exclamó Stark—. Nunca comentó que conocía a Doyle.
—Cierto, pero eso no significa nada —se apresuró a añadir Sam—: No tienen por qué ser viejos amigos. Teniendo en cuenta lo gilipollas que es Doyle, seguramente John quería quitarle importancia a cualquier relación que pudiesen haber tenido.
Stark recordó de mala gana:
—Estuvo con nosotros en San Francisco. Y libró la noche en que la señorita Lóp… Santana y la comandante fueron fotografiadas en la playa. Pudo haberle dicho a alguien dónde encontrarlas.
—Sí, es posible —admitió Sam a regañadientes—, pero caben muchas explicaciones para esa fotografía. El FBI tiene agentes allí y seguramente hacen fotos de todo el mundo sin preguntar siquiera si se lo ordena un agente especial de Washington.
—En este punto —intervino Britt antes de que Sam y Stark acabaran discutiendo—, me parece que se trata sólo de una relación circunstancial. Tal vez sólo hayan tenido contacto sobre el papel y Fielding nunca haya trabajado con Doyle en persona. Pero hay que insistir. Tal y como están las cosas, no podemos descartar ninguna posible relación. —Sabía que a sus agentes no les gustaba que se investigase a uno de los suyos y lo comprendía. Le habría molestado que reaccionasen de otra forma. Pero había que hacerlo—. ¿Savard? ¿Puede encargarse usted?
—Sí, señora.
—Bien. ¿Y ustedes dos… algún progreso en lo de la comprobación de mis antecedentes? —Britt miró a Stark y a Savard.
Savard se aclaró la garganta.
—Hasta el momento, comandante, está usted limpia. Hemos investigado a los miembros de su familia y la lista de… relaciones íntimas que nos proporcionó. —Tuvo el mérito de no ponerse colorada ni desviar la vista—. Aparte de su relación con el servicio de acompañantes de Washington, no vemos nada que pudiera dar lugar a un chantaje o una coerción en el futuro.
—De momento, lo interpretaremos como un callejón sin salida —afirmó Britt con aplomo—. Si aparece algo que me señale a mí, seguiremos investigando.
—Sí, señora.
Britt se dirigió a su director de comunicaciones.
—¿Sam?
El agente torció el gesto con evidente frustración.
—Esperaba encontrar más cosas. Rastreé la fotografía del Post en la que aparecen Santana y usted a través de los archivos de fuentes de Associated Press y encontré el nombre de un periodista independiente, Eric Mitchell, de Chicago.
—¿El nombre le dice algo a alguien? —preguntó Britt, dirigiéndose a todos los presentes. Los agentes cabecearon, y Britt asintió—. Continúe, Sam.
—Ojalá pudiera. —Se pasó una mano sobre los cabellos rubios y resopló—. Hablé con él hace una hora y es inamovible. No creo que revele la fuente ni aunque el presidente López en persona hable con él en la agencia de noticias. Lo único que admitió fue que recibió la información por un correo electrónico anónimo.
—Estoy en ello, comandante —dijo Davis, muy tranquila—. No es muy difícil entrar en el sistema informático de los periódicos.
Britt arqueó una ceja, pero no hizo comentarios.
—¿Cree que serviría de algo abordarlo personalmente, Sam?
Sam negó con la cabeza.
—Comandante, esta misma tarde cogería un avión si pensase que podría sacar algo en limpio. No va a decirnos nada.
—De acuerdo —dijo Britt con un suspiro—. ¿Hay algo en sus antecedentes?
—Poca cosa, pero aún no he mirado a fondo. Averigüé su nombre poco antes de la reunión.
—Siga profundizando. Tiene que haber una razón para que la fuente contactase con él en concreto. Encuéntrela.
—Entendido.
Por último, Britt miró a Felicia, que era su mejor esperanza.
—¿Algún progreso?
Felicia Davis cruzó las elegantes pantorrillas y se inclinó hacia delante con las manos sobre el regazo. Constituía una sorprendente combinación de compostura e intensidad.
—Acabo de empezar, pero puedo decir una cosa: hay un concentrado intercambio de correos electrónicos y archivos adjuntos entre un número limitado de direcciones de la Agencia y algunos despachos del Capitolio. En condiciones normales, no me parecería raro ese tráfico, pero todos esos mensajes están encriptados y los archivos fuente son restringidos.
—¿Correos electrónicos? —intervino Stark—. ¿Quién sería tan estúpido como para documentar una operación encubierta por correo electrónico?
—Te sorprenderías —respondió Felicia—. Los responsables de la seguridad de nuestro país no tienen ni pajolera idea de tecnología. La mayoría creen que basta con las encriptaciones.
—Acordaos —señaló Santana— de que Nixon grabó cientos de horas de actividades ilegales realizadas en el despacho oval. Bastó para meter en la cárcel a varios asesores fundamentales y acabó costándole la presidencia. Hay algo en el aire de Washington que hace que algunos políticos se crean invencibles.
—¿Detalles, Davis? —Los ojos de Britt centelleaban. “Eso es lo que necesitamos.”
—Aún no. Tardaré un poco en rastrear el origen, pero acabaré diciéndole no sólo quién sino también qué.
—Estupendo. Mientras está en ello —indicó Britt—, a ver si puede vincular alguna de esas direcciones de correo electrónico con alguien del Departamento de Justicia o del Tesoro.
—Eso significa registrar una cantidad enorme de transmisiones, comandante —advirtió Felicia—. Hoy en día casi todos los asuntos internos y externos de los organismos se realizan electrónicamente.
—Ya lo sé. Pero necesitamos averiguar quién está coordinando la operación —dijo Britt, cada vez más frustrada—. Los mensajes tienen que conducir allí. —Se levantó y los demás la imitaron—. Estaré en el centro de mando todo el día. Si alguien encuentra algo, que me avise inmediatamente. Necesito que todos estén disponibles para presentarse aquí en el momento en que salte algo.
Todos asintieron entre murmullos mientras recogían sus papeles y se preparaban para marcharse. Santana cerró la puerta tras el grupito de ayudantes, y luego se volvió hacia Britt.
—¿Qué te parece?
—Creo que Davis tiene algo a la vista. —Britt se apoyó en el respaldo del sofá con los brazos cruzados sobre el pecho—. Tiene que haber un vínculo con el Capitolio porque no creo que la Agencia haga esto sola, ni aunque funcionase como en la época de Hoover. —Se frotó el rostro enérgicamente con las manos y suspiró.
—¿Qué ocurre?
—Shuester me ha llamado tres veces desde las ocho.
A Santana se le agarrotó el pecho.
—¿Qué quería?
—No lo sé —respondió Britt con voz tensa—. No se lo pregunté.
—¿Qué crees que quiere?
—Comunicarme mi suspensión.
Santana se dirigió al teléfono.
—Voy a llamar a Lucinda.
—No, Santana. Ésta no es tu guerra.
—¿Disculpa? —La hija del presidente se detuvo en seco y miró atónita a Britt.
—Se trata de algo interno, un asunto entre Shuester, yo y quienquiera que lo esté presionando. —Britt extendió las manos—. Ven aquí.
Tras unos segundos de duda, Santana atravesó la habitación. Colocó las caderas entre los muslos separados de Britt, abrazándola por los hombros y acariciándole el cuello.
—No me excluyas.
—No lo haré —prometió Britt, rodeando la cintura de Santana con los brazos—. Pero esperemos un poco antes de recurrir a la artillería pesada.
Santana se rió.
—A Lucinda le encantaría saber que la llamas así.
—Hablando de la imponente jefa de gabinete —continuó Britt—, ¿has decidido hacer una declaración a la prensa para explicar lo nuestro?
—Creo que en este momento, si me lo preguntan, lo admitiré. De hecho, estoy pensando que a lo mejor ni siquiera espero a que me lo pregunten.
—Si haces una declaración —murmuró Britt besando a Santana en la frente—, te verás catapultada al primer plano. Todos los entrevistadores del país te perseguirán.
—Se llevarán una decepción.
—Y todos los fanáticos de derechas te convertirán en el emblema de la corrupción moral.
—Lo sé. —De hecho, Santana ya lo había pensado—. Seremos un tema candente durante una temporada.
—No veo que tengamos muchas opciones.
Santana miró a Britt a los ojos, buscando signos de preocupación.
—¿Seguro que te parece bien lo que hago? Al principio la furia va a recaer sobre ti. No faltará quien insinúe que te aprovechaste de tu posición o que tu profesionalidad se halla en entredicho.
—Puedo afrontarlo. —Britt rozó con el pulgar la comisura de la boca de Santana, sonriendo cuando la joven volvió la cabeza rápidamente y la besó—. Te amo.
Aquellas palabras siempre le llegaban a Santana al alma. Suspiró con ternura, se acercó aún más a Britt y la besó en el cuello; y luego, posó la mejilla en el hombro de su amante.
—Doy fe de que tu profesionalidad no ha disminuido en lo más mínimo.
—Es bueno saberlo —murmuró Britt.
Santana cerró los ojos, respiró el olor de su amante y sintió los latidos de su corazón contra la palma de su propia mano. Dominada por una paz inexplicable, susurró:
—Yo también te amo, comandante.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final
Como me gusta esta historia!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Página 5 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Temas similares
» FanFic [Brittana] Honor. Capitulo 19. Final
» FanFic [Brittana] Juramento de Honor. Capitulo 35. FINAL
» FanFic [Brittana] Honor reivindicado. Capitulo 33
» FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
» FanFic [Brittana] Palabra de Honor. Capitulo 28. FINAL
» FanFic [Brittana] Juramento de Honor. Capitulo 35. FINAL
» FanFic [Brittana] Honor reivindicado. Capitulo 33
» FanFic [Brittana] Vínculos de Honor. Capitulo 24. Final
» FanFic [Brittana] Palabra de Honor. Capitulo 28. FINAL
Página 5 de 7.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Jue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es
» No abandonen
Miér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303
» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Vie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303
» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Lun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli
» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Dom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic
» brittana. amor y hierro capitulo 10
Miér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic
» holaaa,he vuelto
Jue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Miér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Miér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Lun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1