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Mensaje por Marta_Snix Miér Ago 14, 2013 8:05 am

Me parece genial que hagas adaptaciones de los libros que no me pasaste, asi me aseguro de no haberlo leido.

Sobre el capitulo, me encanta los celos de Brittany, que mal le empieza a caer Emily :lol:Aunque no me molestaria que pasase algo entre ella y Quinn, y creo que a Quinn tampoco :P
Ansiosa por el siguiente capitulo ;)
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por Invitado Miér Ago 14, 2013 8:33 am

hola!, espero estes bien, el capitulo estuvo buenisimo, no es que no me guste el personaje de emily, pero siento que esta alli en el medio de mis brittana y no me agrada eso jajaja..

espero que sus sentimientos empiecen a aflorar pronto, aqui seguire comentando, besos, cuidate!
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Mensaje por Lorena_Glee Miér Ago 14, 2013 4:27 pm

Hola me encanto
Me gustaría que quinn y brittany tuvieran algo pero nada serio heee nomas para poner a santana celosita jeje xD
Saludos.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por Maitehd Miér Ago 14, 2013 11:03 pm

Marta_Snix escribió:
Me parece genial que hagas adaptaciones de los libros que no me pasaste, asi me aseguro de no haberlo leido.

Sobre el capitulo, me encanta los celos de Brittany, que mal le empieza a caer Emily :lol:Aunque no me molestaria que pasase algo entre ella y Quinn, y creo que a Quinn tampoco :P
Ansiosa por el siguiente capitulo ;)
Hola! Exactamente por eso no te pasé los libros que me gustan mucho y pienso adaptarlos, fue un acto de maldad y egoísmo, lo sé u.u xD Espero que los libros que tengo pensado adaptar los leas y te gusten :3
Pues, Brittany si siente celos de Santana y Emily, y entre ella y Quinn tendrás que esperar a más adelante y ver que sucede. Como digo, en cuanto a eso no quiero comentar nada, para que se sorprendan con lo que sucede o no sucede xD
En unos minutos lo subo, gracias por comentar :3

Marielva escribió:hola!, espero estes bien, el capitulo estuvo buenisimo, no es que no me guste el personaje de emily, pero siento que esta alli en el medio de mis brittana y no me agrada eso jajaja..

espero que sus sentimientos empiecen a aflorar pronto, aqui seguire comentando, besos, cuidate!
Hola! Cierto, pero siempre es bueno que alguien esté en medio de una pareja, para que así los personajes se den cuenta de lo que sienten y tomen conciencia de lo que tienen que hacer si es que quieren tener a esa persona a su lado.
Pues como digo, más adelante verán lo que sucede entre ellas. No daré "spoliers" xD
Gracias por comentar. Besos!

Lorena_Glee escribió:Hola me encanto
Me gustaría que quinn y brittany tuvieran algo pero nada serio heee nomas para poner a santana celosita jeje xD
Saludos.
Hola! Pues como dije, tendrán que esperar a ver qué sucede entre Quinn y Brittany. Será muy interesante ese suceso, sólo eso digo.
Gracias por comentar. Besos!



Bueno, ahora voy a ver si me deja subir el capítulo antes de que se vuelva a cortar la luz. Si no lo subo es por eso xD
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Finalizado FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Nueve-

Mensaje por Maitehd Miér Ago 14, 2013 11:21 pm

Hola! ¿Cómo andan? Al parecer la luz no se cortó y me dejó subir el capítulo.
Aún continúo pensando que libro adaptar primero, pero al menos ya fui descartando algunos, bueno no tanto, creo que sólo descarté uno xD Así que voy a ver con cual me pongo a adaptar :3
Acá les dejo el capítulo del día de hoy.
Bueno, espero que les guste este capítulo, y que comenten.
Besos! :D

CAPÍTULO NUEVE

¿Qué tal te ha ido? —La emoción de Brittany era sincera y su voz una agradable melodía en el audífono de Santana, que conducía hacia el sur por la autopista estatal de Nueva York a 120 kilómetros por hora mientras hablaba por el móvil.

Fue fantástico. Kitty sabe lo que se trae entre manos. Me limité a mirar y a dejarla hacer, respondiendo sólo a unas cuantas preguntas de vez en cuando. —Sonrió al recordar—. Te diré una cosa, Brittany. En ventas no hay nada comparable a la sensación de saber que te has metido al cliente en el bolsillo.

¿Y Kitty lo metió?

Totalmente.

Es muy buena. —En la voz de Brittany había una nota de orgullo—. Jim decía que era nuestra mejor vendedora. Artie consigue mayores beneficios, pero Kitty trabaja en una zona más difícil.

Los fascinó. Fue impresionante.

¿Vas a pasar el fin de semana en el sur?

Santana suspiró.

Sí.

Parece que no te hace mucha ilusión.—Tenía cosas que hacer. Cajas aún sin abrir. Un cuarto de baño sin pintar. Comprar comida.

¿Te apetece ver a la familia de tu hermano?

Santana sonrió, no sólo por la capacidad de Brittany para recordar detalles, sino para resaltar las cosas positivas.

Mucho. Eso sí que me hace ilusión.

¿Ves? No vas a perder el tiempo.

Tienes razón.

Como casi siempre. Deberías fiarte de mí más a menudo —dijo Brittany en tono informal, y Santana sintió ganas de seguir hablando con ella durante todo el viaje.

¿Qué hay de nuevo? ¿Algo de mi incumbencia?

Pues no. Hoy está todo muy tranquilo. —Santana oyó ruido de papeles de fondo—. A ver. Jessica Scott volvió a llamar. Persistente la niña, ¿verdad? Quería felicitarte por haber saneado el presupuesto o algo así. La tienes en tu buzón de voz. Sylvester quiere verte el miércoles próximo, así que lo anoté en tu agenda. Emily llamó a última hora de la mañana. Y eso es todo. Ya me ocupé del resto de las cosas, así que puedes descansar el fin de semana.

¿Qué planes tienes la semana próxima, por las noches? —Santana preguntó sin darse cuenta.

¿Por las noches? —A Brittany le sorprendió el cambio radical de tema—. ¿A qué te refieres?

Santana soltó una risita.

A que te invito a cenar. No tuve ocasión de agradecerte que te quedases trabajando conmigo hasta tan tarde para organizar el presupuesto y nunca te puedo compensar por el estupendo trabajo que haces y por dejarme en tan buen lugar. Así que me gustaría invitarte a cenar en algún lugar bonito.

No hace falta que lo hagas, Santana, de verdad. Es mi obligación.

¿No quieres cenar conmigo? —Consiguió deslizar un matiz bromista que enmascaraba la seriedad de la pregunta.

Brittany permaneció en silencio unos segundos y, luego, respondió:

Me encantaría.

¿El martes después del trabajo?

El martes me parece estupendo.

Muy bien.

Hablaron del trabajo un poco más y, aunque Santana no quería colgar, no tenía más excusa para continuar conversando que el deseo de escuchar a Brittany. Concluyó la llamada y cerró el teléfono con un suspiro, mientras los pensamientos giraban en su mente como las bolitas plateadas de un flipper.

Pensó en Brittany, sentada en su cubículo respondiendo al teléfono con la mezcla correcta de competencia y dulzura. Los clientes la adoraban. Los vendedores la adoraban. Santana la había visto unos momentos aquella mañana, y le pareció encantadora con la acertada combinación de pantalones negros y blusa de seda color frambuesa. Mientras despachaba con Santana antes del viaje, un mechón rubio cayó sobre su rostro, y Santana tuvo que contenerse para no alargar la mano y colocárselo detrás de la oreja.

Se sofocó de pronto, procuró borrar el recuerdo mientras adelantaba a un camión articulado y abrió el capó para que entrase aire. Fantasear era estupendo; lo hacía desde que se dio cuenta de que le gustaban las mujeres, y no iba a dejar de hacerlo. Pero ir más allá de lo meramente físico quedaba descartado y debía centrar la mente en otras cosas. Repasó la lista de llamadas. «Emily llamó a última hora de la mañana.»

Emily.

Santana soltó un gruñido, fastidiada. El tema de Emily ya le había robado demasiado tiempo. Emily era divertida. Lo habían pasado genial sin comprometerse. Emily era sofisticada, rica, sexy, creativa... todo lo que Santana consideraba atractivo. A los diez minutos de conocerla en el picnic sabía que acabarían en la cama, como había ocurrido... o en el sofá de Santana, que lo mismo daba. Emily era la mezcla perfecta de diversión y seriedad, sin más pretensiones que pasar un rato desenfadado y puntual. Exactamente lo que Santana buscaba en sus parejas eventuales, y éstas siempre satisfacían sus necesidades. Hasta Emily.

Santana exhaló un suspiro de frustración. Emily lo había hecho todo bien, todo lo que Santana esperaba y deseaba de ella. Era sexy, atractiva y besaba estupendamente. Su actitud era ideal, ni demasiado amable, ni demasiado brusca. Habían luchado un poco por el control; Emily incluso había bromeado sobre dos cimas empeñadas en superponerse una a otra. Santana había ganado la primera partida, a pesar de las ventajas de estatura y peso de Emily.

Emily tuvo un orgasmo más ruidoso, con las uñas clavadas en el hombro de Santana. A continuación, puso a Santana boca arriba en el suelo y la penetró con los dedos sin preámbulos. Santana estaba húmeda y dispuesta, se corrió enseguida y sin grandes aspavientos, pero le sorprendió no sentir el menor alivio.

Lo había disimulado bien, y estaba segura de que Emily no iba a profundizar para averiguar si ocurría algo raro. Bromearon, se rieron, se vistieron, y Emily se marchó poco después, como solían hacer las parejas sexuales ocasionales. Santana, desconcertada por su escasa satisfacción física, se había acostado a continuación para ocuparse del asunto personalmente.

Dos orgasmos después nada había cambiado. No recordaba la última vez que un orgasmo la había dejado tan frustrada y dedicó todos los ratos libres de los días siguientes a mirar al vacío, tratando de averiguar qué le ocurría.

El autoanálisis no era el pasatiempo favorito de Santana, que parpadeó y cabeceó, esforzándose por afrontar el presente.

Llamaría a Emily esa noche o durante el fin de semana. Mientras, sus pensamientos siguieron otros derroteros. En un impulso cogió el móvil y marcó un número, sonriendo.

Buenas tardes, despacho de Santana López. Soy Brittany, ¿qué desea?

Olvidé desearte un buen fin de semana.

Le pareció oír la sonrisa de Brittany e imaginó sus ojos azules centelleando como siempre que algo le sorprendía gratamente.

Es cierto. Se te había olvidado.

Que pases un buen fin de semana, Brittany.

Tú también, Santana.

Cerró el teléfono y tarareó, feliz, durante el resto del trayecto hasta Poughkeepsie.

La casa no había cambiado. Santana no sabía por qué esperaba que cambiase. Sólo hacía un par de meses que había estado allí.

Giró el BMW en el camino de entrada y aparcó junto al Cadilac de su padre. Tras apagar el motor, permaneció varios minutos dentro del coche, odiando el miedo que le daba la visita.

Acabemos de una vez —murmuró, saliendo del coche y abriendo el maletero. Cogió su bolsa y respiró a fondo. Le llamaba la atención la diferencia de olores entre unas ciudades y otras, incluso entre estados. Era feliz en Rochester, pero echaba de menos Poughkeepsie.

A Santana la asaltó la extraña sensación que experimentaba cada vez que entraba en casa de sus padres tras la muerte de su madre. Sentía, literalmente, una bofetada. En cuanto pisaba el vestíbulo, la ausencia de Maribel López le dolía como una punzada.

Ocurría siempre, por mucho que se preparase de antemano.

Aquel día no fue distinto y, tras ignorar la desagradable sensación, dejó la bolsa y gritó:

¿Papá?

Su voz resonó en la casa silenciosa; ladeó la cabeza, esperando escuchar signos de vida. A pesar de su escasa relación, Santana conocía muy bien a su padre. Fue hasta la puerta del sótano, que estaba entreabierta, la abrió del todo y oyó el ruido del televisor.

¿Papá? —Llamó de nuevo.

Aquí abajo. —El tono era grave y cortante. Santana tenía muy claro de quién había heredado la voz profunda.

Bajó las escaleras alfombradas hasta el refugio de su padre. El padre de Santana había reformado la estancia con ayuda de su esposa veinte años antes. Maribel había decidido que la colección de su marido era desbordante y sugirió crear un espacio para él.

Constituía su orgullo y su alegría. Había recuerdos de béisbol por todas partes, colgados en las paredes forradas de madera y adornando la zona del bar. Tenía cromos, pelotas, bates, gorras e incluso asientos. En un lado había una gran mesa de póquer muy gastada, en la que jugaban los habituales una vez a la semana.

John López, sentado en una gran butaca de cuero negro, contemplaba el partido de los Yankees en una enorme pantalla de televisión, con una botella de Heineken y una fuente de galletas saladas en una mesita situada a su izquierda. Echó un vistazo por encima del hombro, y sus ojos negros se enternecieron.

Hola, cariño. ¿Es tan tarde? —Miró su reloj.

Santana se acercó a su padre y le dio un beso en la mejilla; el olor de su loción Old Spice la devolvió a la niñez.

Son casi las cinco y media.

Creo que perdí la noción del tiempo. —Cogió uno de los cuatro mandos a distancia de la mesita—.Voy a grabar el resto del partido. —Sin apartar los ojos del aparato, comentó—: Fíjate en ese imbécil. —Cabeceó, disgustado, pulsó varios botones y apagó el televisor.

Parece que se te da muy bien la electrónica —dijo Santana.

J.J. instaló todo y me dio una lección. Ese chico sí que sabe de electrónica, créeme. —Después de tres intentos y con la ayuda de Santana, John se levantó del sillón—. Gracias, querida. Estas viejas rodillas no quieren trabajar más.

A Santana le sorprendió lo mucho que había envejecido su padre desde la última vez que lo había visto. A los 75 años su padre ya no era un niño, pero Santana nunca lo había considerado un anciano. Tenía menos pelo, todo blanco, y no quedaba ni rastro del abundante cabello negro que Santana había heredado. Las patas de gallo se veían muy marcadas, aunque no sonriese, y le colgaban las mejillas.

¿Por qué estás tan elegante? —preguntó su padre, sacándola de su ensimismamiento mientras subían lentamente las escaleras.

Santana miró el traje rojo y los zapatos de tacón que se había puesto para la reunión con Kitty aquella mañana. No había podido cambiarse y de pronto sintió la acuciante necesidad de quitarse el atuendo de trabajo.

Vengo de trabajar, papá. Me cambiaré antes de cenar.

Quedamos con tu hermano a las seis y media. Será mejor que te des prisa.

Santana, tras ayudar a su padre a subir las escaleras, se fijó en su sorprendente fragilidad. Nunca había sido corpulento, pero en ese momento le pareció muy pequeño y débil. Tragó saliva, cogió la bolsa que había dejado en el vestíbulo y subió al piso de arriba a cambiarse.

Su habitación estaba como siempre. Había esperado encontrarla completamente cambiada, que hubiese sucumbido al deseo de su padre de convertirla en otra cosa. Cuando Santana se marchó de casa, su padre quiso dedicarla a sus recuerdos de béisbol, pero la madre de Santana lo había convencido para que reformase el sótano, con la excusa de que era más grande y podía estar allí con sus colegas de póquer todo el tiempo que quisiese.

Esa noche Santana dormiría en su antigua cama. La idea la puso nerviosa e incluso pensó en pedir a Jenna que la dejase dormir en su casa con los niños. Pero tenía que seleccionar algunas cosas guardadas en el garaje; y cuando antes lo hiciese, antes podría regresar a casa.

«Casa.» ¡Qué raro que ya considerase Rochester como su casa!

Su habitación era de suave color lavanda, y la luz se filtraba a través de las tres ventanas que daban a la parte delantera. Sin duda, era el dormitorio más bonito, con un pequeño cuarto de baño, como una versión en miniatura del dormitorio de matrimonio de sus padres. La gran cama doble era bastante alta, y le pareció que aún le colgarían los pies si se sentaba en ella. El edredón de algodón a cuadros morados y blancos parecía tan suave y mullido como el primer día. Lo había elegido la última vez que había salido de compras con su madre, antes de su muerte. Los cojines estaban bien colocados, y Santana pensó que seguramente nadie había tocado la cama desde su anterior visita.

Suspiró, dejó la bolsa y retiró las sábanas para meterlas en la lavadora, pues no pensaba dormir rodeada de polvo. Mientras trajinaba, se fijó en los estantes llenos de trofeos y premios que ocupaban una esquina de la habitación. Ciencia, gimnasia, baile, cuadro de honor. Allí estaban todos. Había sido una niña buena, estudiosa. Demasiado estudiosa, pensó en ese momento.

Santana apenas había hecho vida social en el colegio. Tenía pocas amigas, pero no le importaba. Se había esforzado por ganar el aprecio de su padre. A cualquier precio. Se graduó entre las diez primeras de la clase tanto en el instituto como en la universidad, aunque ni siquiera sabía si su padre se había enterado. El día que J.J. llegó a casa con su primer notable en matemáticas, lo celebraron yendo a una heladería. Un viejo resentimiento estalló en su interior, y Santana se obligó a mirar hacia otro lado.

El televisor del tocador era una nueva adquisición. Su padre lo había puesto allí para sus nietos. Junto a él había un reproductor de DVD con un montón de películas de Disney y dibujos animados.

Sonrió, pensando que nunca había tenido televisión en la habitación cuando era pequeña, ni siquiera se le había ocurrido tal cosa. «Los tiempos han cambiado mucho.»

Tras amontonar las sábanas, abrió la bolsa y se puso unos vaqueros y una camiseta rosa. «Fresca para el verano, pero abrigada para un restaurante con excesivo aire acondicionado», pensó mientras se miraba al espejo. Retiró el pelo hacia atrás y lo sujetó con un broche dorado, así no le molestaba en la cara, aunque caía sobre los hombros. Tenía buen aspecto, y el mechón rebelde que se resistía a la sujeción y colgaba como un tirabuzón junto a su ojo izquierdo la hacía parecer más joven. Al menos eso esperaba.

Cuando sonó el teléfono, supo que era Jenna la que llamaba, para comunicar cuándo y dónde habían quedado. La capacidad de su padre para recordar lo que tenía que hacer se diluía poco a poco, pero J.J. y Jenna lo mantenían al día. Santana agradeció a sus estrellas de la suerte por enésima vez que su hermano viviese cerca y hubiese aceptado cuidar a John López en la vejez. A ella no le apetecía nada.

Al darse cuenta de su egoísmo, murmuró:

Iré al infierno.

Cogió la pila de ropa de cama y bajó para meterla en la lavadora antes de salir a cenar.

¿Qué estás haciendo? —preguntó su padre cuando la vio en las escaleras, mirando las sábanas con suspicacia.

Me pareció conveniente lavar las sábanas antes de dormir en ellas esta noche. —Santana trató de disimular la irritación, sin conseguirlo del todo.

Las lavé por la mañana.

¿Sí? —Santana se detuvo, sorprendida.

Pues claro. Dijiste que te quedarías. ¿Acaso pensaste que iba a permitir que durmieses en sábanas sucias?

Oh—. Santana no supo qué decir. Nada. No se le había ocurrido oler las sábanas ni ver si estaban limpias. Había dado por supuesto que estaban sucias. Trató de imaginar a su padre no sólo lavando las sábanas, sino haciendo la cama con esmero. Pero no pudo. —Oh —repitió débilmente, y subió las sábanas a su habitación.


Santana apuntó con un dedo a su hermano, sentado frente a ella.

Tú, fuera. Ahora mismo.

Se levantó, arrojó la servilleta de cualquier manera, y salió del restaurante hecha una furia. Seguida por J.J., fue hasta un extremo del aparcamiento, donde no se pudiesen oír sus gritos desde dentro.

De pronto, giró en redondo.

¿Me estás tomando el jodido pelo?

Santana, cálmate, por favor. —J.J. alzó las manos en un gesto tranquilizador—. Contrólate.

A Santana la voz de su hermano le pareció exageradamente sosegada. Comenzó a caminar por el oscuro aparcamiento, refunfuñando, como si quisiera desfogar. Una pareja la miró con recelo cuando iba hacia su coche.

¿Calmarme? ¿Qué me controle? Jódete, J. Jódete. No puedo creer que no me lo dijeras. Realmente, no puedo creerlo. ¿Un bypass? No es una operación sencilla y corriente. No le van a extraer las amígdalas ni el apéndice. Se trata del corazón. Su corazón, J.

Lo sé. Yo quería decírtelo. Pero él me pidió que no lo hiciera.

¿Cuánto hace que lo sabes?

J.J. frunció los labios y se mesó los rebeldes cabellos.

¿Cuánto? —repitió Santana entre dientes.

Dos semanas —respondió su hermano en tono culpable.

Santana lo miró boquiabierta y emitió una especie de bufido estrangulado.

Dos semanas. —Alzó la vista al cielo, sin fijarse en la belleza del manto de estrellas—. Dos semanas. —Apretó la palma de la mano contra el ojo derecho, tratando de aliviar el dolor de cabeza que la amenazaba rápida y poderosamente como un tren sin frenos; sabía que no lo conseguiría—. Dime, J. ¿Por qué a nadie se le ocurrió que era algo que yo debía saber? Por amor de Dios, soy la mayor, aunque sólo sea por eso.

Papá estaba preocupado por ti. No quería decírtelo hasta que te hubieses instalado. Bastante tenías con la mudanza, el nuevo trabajo y todo eso. No quería crearte más estrés.

Eso es una estupidez. Papá nunca se ha preocupado por mí.—La voz de Santana destilaba tanto veneno que incluso ella se sorprendió.

El rostro de J.J. se endureció. Se acercó a Santana, que se encogió. J.J. no era alto, pero su presencia imponía, como la de su padre. Eran las dos únicas personas que la hacían sentirse pequeña.

La apuntó con el dedo mientras hablaba, con una expresión de fastidio en los ojos.

¿Sabes una cosa, San? Tienes que superar esa mierda. Fue injusto contigo cuando eras pequeña. Lo sé. Todos lo sabemos, no permites que lo olvidemos. Pero los tiempos han cambiado. Las personas cambian. Ahora eres mayor y esto no tiene nada que ver contigo, sino con él.

Santana entrecerró los ojos y también lo apuntó con el dedo, incapaz de contener la ira. Habló en voz muy baja, apenas audible, pero llena de una mezcla de dolor y resentimiento.

No tienes ni idea de lo que fue ser yo y vivir a tu sombra. Ni la más remota idea.

J.J. relajó la tensión de pronto. Respiró a fondo y exhaló lentamente.

Lo sé. —Su voz era amable, y su rostro se mostraba conmovido por el dolor que Santana no podía ocultar—. Lo sé. Te dejaste la piel para que se fijase en ti y te pareció que nunca lo había hecho. Lo sabía entonces y lo sé ahora.

Santana asintió, irritada por el escozor de las lágrimas en los ojos y fastidiada por la facilidad de J.J. para desestabilizarla.

Ahora sí que te ve, Santana. De verdad.

Santana cabeceó y se encogió de hombros, sin creer a su hermano, pero incapaz de decirlo en voz alta.

Tal vez deberías hablar con él. ¿Nunca lo has pensado?

Santana lo miró como si se hubiese vuelto loco.

Vale, lo sé. —J.J. puso una cálida mano sobre el hombro de su hermana—. No es la persona más fácil para mantener una conversación seria. Nunca sacará el tema a relucir. Ya lo sabes. Pero apuesto a que, si lo sacas tú, hablará contigo y tal vez podáis dar carpetazo al tema de una vez por todas. Ya no somos unos críos. Y eso te ha estado comiendo viva desde que tenías siete años.

Santana tragó a través del nudo que tenía en la garganta, esforzándose por reprimir las lágrimas. Respiró a fondo para recuperar la compostura. ¿Hablar con él? ¿Abordar la cuestión de que siempre había creído que su padre no la quería? Se rió para sus adentros. Una idea interesante. Absurda, pero interesante.

¿Cuándo lo operan? —Su voz había recuperado la normalidad, sonaba autoritaria y dominante.

Dentro de una semana a partir del martes.

Santana repasó su agenda mentalmente. J.J. esperó a que hablase.

De acuerdo. Creo que podré venir.

No era lo que esperaba oír de labios de su hermana y su sonrisa lo delató.

¡No me digas!

Santana asintió.

De acuerdo.

A Santana le costaba conciliar el sueño. Era una de esas personas que no sabían desactivar la mente, aunque estuviese agotada. Esa noche permaneció en cama con los ojos muy abiertos, oyendo los ruidos familiares del hogar de su niñez: un perro que ladraba, el tráfico lejano, un coche con la música demasiado alta.

Su mente era una maraña de pensamientos, personas y conversaciones. Estaba segura de que, si fuese un personaje de dibujos animados, varias caras flotarían sobre su cabeza, girando en una especie de extraño movimiento que representaba el pensamiento desordenado.

Su padre, su hermano, Brittany, Emily y Sue Sylvester describían círculos, obligándola a estrujar los ojos para acabar con aquella ridícula batalla que reclamaba su atención. Miró el reloj. Iban a ser las tres, lo cual la puso histérica. Con un suspiro apartó las mantas, decidió que un vaso de leche le vendría bien, y caminó por la habitación en bragas y camiseta. Estaban a mediados de junio, pero aún hacía frío por la noche. Buscó los pantalones del pijama y se los puso antes de abrir la puerta y salir al pasillo descalza.

Le sorprendió ver luz bajo la puerta del dormitorio de su padre y oír movimiento en el interior. Se acercó a la puerta cerrada, aguzó el oído para escuchar y levantó la mano, dispuesta a llamar. Los ruidos procedentes del interior eran débiles: roces, suspiros. Se decidió y llamó a la puerta suavemente.

¿Papá? —Como no obtuvo respuesta, lo intentó de nuevo con más energía—. ¿Papá, te encuentras bien? —Le pareció oír la voz de su padre, apenas un susurro, pero no estaba segura—. Papá. Voy a entrar. —Murmuró para sí—: Espero que estés visible.

Giró el pomo de la puerta y entró en el dormitorio de sus padres.

Su padre salía en ese momento del baño, arrastrando los pies sobre el suelo de madera. El pantalón del pijama parecía dos tallas más grande, y el pecho desnudo estaba cubierto de pelos blancos, con la piel del torso colgante. Santana nunca lo había visto tan viejo, y se detuvo en seco.

Santana. —Su padre la miró mientras se dirigía a la cama—. ¿Qué haces levantada?

No podía dormir. Iba a tomar un vaso de leche y te oí. ¿Y tú, qué haces levantado? —Santana cruzó la habitación vacilando, preguntándose en qué podía ayudarlo.

No me ha sentado bien la cena.

Su padre extendió la mano, y Santana lo sujetó por el brazo, ayudándolo a acostarse. Su piel le resultaba totalmente extraña; nunca habían tenido mucho contacto físico. Mientras lo ayudaba a acomodarse en la majestuosa cama de roble con dosel, regresó durante un momento a los sábados por la mañana que había pasado viendo dibujos animados en la cama con su madre, cuando su padre iba a trabajar o a jugar al golf con sus colegas. En ese momento la cama le pareció mucho más pequeña, pero también su padre parecía mucho más pequeño en ella.

Santana lo cubrió con las mantas.

¿Quieres un poco de agua?

Sin esperar respuesta, Santana fue al cuarto de baño y llenó un vaso de agua, que dejó luego en la mesilla.

Ojalá estuviese aquí tu madre —dijo su padre en voz baja y con tanta nostalgia que Santana se preguntó si en realidad lo había dicho.

Yo también la echo de menos.

Ha llegado ese momento de la vida en que miras atrás, analizas, reflexionas y piensas cómo habría sido si hubieses hecho las cosas de otra forma. Ojalá ella estuviese aquí para ayudarme en este trance.

A Santana le sorprendió la emoción que le atenazaba la garganta. Su padre era la persona menos vulnerable que había conocido, pero en ese momento no había otro adjetivo para calificarlo.

Pero no podemos cambiar el pasado —añadió.

No, no podemos.

Cerró los ojos y suspiró. Se quedó callado durante tanto tiempo que Santana creyó que se había dormido, pero habló de nuevo cuando ella hizo ademán de dirigirse a la puerta.

Si pudiera volver atrás, cambiaría muchas cosas.

Cuando Santana lo miró, los ojos negros de su padre estaban clavados en ella con una lucidez apabullante. Santana sintió la necesidad de huir, pero se limitó a asentir.

Buenas noches, papá.
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Mensaje por f_snix Jue Ago 15, 2013 1:08 am

Me encamto estuvo genial aunk es raro el papa d san espero k salga bn d la operacion ohh el problem d san es britany debe d estar cn ella jeje pro bno a ver k sucede jeje saludoa
me encantalo k haces
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Mensaje por Lorena_Glee Jue Ago 15, 2013 4:19 am

Me ha encantado!
Hasta la prox.
Actualización!
Saludos!
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Mensaje por Marta_Snix Jue Ago 15, 2013 7:24 am

 Buen capitulo, que pena los celos de San por su hermano y la mala relación con su padre. Aunque espero que salga bien de la operación.
¿Habra cita Brittana? Ya quiro que llegue el martes, se nota que a San le gusta Britt aunque no quiera dar el paso, espero que deje ya a Emily ¬¬
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Mensaje por Invitado Jue Ago 15, 2013 5:35 pm

que cap ta conmovedor, me gusto mucho, como todos los que has subido, me encanta la relacion que se esta dejando ver entre brittany y santana, y lo que mas me gusta es que ya emily esta empezando a fastidiar jeje, excelente capitulo, besos, cuidate!
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Mensaje por Bdebeleen Jue Ago 15, 2013 7:54 pm

Santana y el papá <3 ojala se den otra oportunidad, aunque ya son grandes :c . Bueno nada, me encanta <3
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Mensaje por monica.santander Jue Ago 15, 2013 9:31 pm

Es muy buena esta adaptacion!!!!
No me imagino aun a todos mayores jajaja!!
saguire esta historia!1
Saludos
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Mensaje por Maitehd Vie Ago 16, 2013 12:13 am

f_snix escribió:Me encamto estuvo genial aunk es raro el papa d san espero k salga bn d la operacion ohh el problem d san es britany debe d estar cn ella jeje pro bno a ver k sucede jeje saludoa
me encantalo k haces
Hola! Lo de la operación, se verá en el capítulo 12, si mal no recuerdo, así que no falta mucho :3
Y entre ellas, las cosas irán pasando a su debido tiempo :D
Me alegra que te encante. Gracias por comentar. Saludos!!!

Lorena_Glee escribió:Me ha encantado!
Hasta la prox.
Actualización!
Saludos!
Hola! Me alegra que te haya encantado, en unos minutos subo el siguiente capítulo.
Gracias por comentar. Saludos!! :D

Marta_Snix escribió:
 Buen capitulo, que pena los celos de San por su hermano y la mala relación con su padre. Aunque espero que salga bien de la operación.
¿Habra cita Brittana? Ya quiro que llegue el martes, se nota que a San le gusta Britt aunque no quiera dar el paso, espero que deje ya a Emily ¬¬
Hola! Son cosas que pasan, eso de los celos, pero es entendible. Cualquiera que estuviera en su lugar, imagino que estaría igual. Lo de la operación creo que se ve en el capítulo 12, así que no falta mucho :3
Habrá cita Brittana, e imagino que gustará mucho :D Emily continuará apareciendo por un tiempo más, de hecho (te diré algo de más adelante) algo sobre Emily hace que ellas avancen, ya no digo más nada xD
Gracias por comentar :D

Marielva escribió:que cap ta conmovedor, me gusto mucho, como todos los que has subido, me encanta la relacion que se esta dejando ver entre brittany y santana, y lo que mas me gusta es que ya emily esta empezando a fastidiar jeje, excelente capitulo, besos, cuidate!
Hola! Me alegra que te haya gustado mucho. Y como siempre digo, cada vez avanza más, que eso es lo bueno xD Emily fastidia un poco, es cierto, pero como digo siempre es bueno que haya un tercero en la relación, para que los otros dos den los pasos necesarios.
Gracias por comentar. Besos! :D

Bdebeleen escribió:Santana y el papá <3 ojala se den otra oportunidad, aunque ya son grandes :c . Bueno nada, me encanta <3
Hola! :3 Nunca es tarde para algunas cosas, y acá se verá si se es tarde o no xD
Gracias por comentar! Besos! :D

monica.santander escribió:Es muy buena esta adaptacion!!!!
No me imagino aun a todos mayores jajaja!!
saguire esta historia!1
Saludos
Hola! Mucha gracias, me alegra que te guste :D Eso me sucede a mí, cuando leí el libro la primera vez los personajes se me hicieron familiares con Santana y Brittany, aunque me costaba imaginármelas mayores. Cuando decidí adaptar el fic, no me gustaba mucho la idea de que sean mayores, pero pesó más el hecho de que quería que la adaptación le fuera lo más posible fiel al libro, así que decidí cambiar algunas cosas, y dejar todo como estaba, por eso dejé tal cual la edad.
Me alegra saber que la seguirás, subiré capítulo todos los días, al menos que haya algún día en que no pueda.
Gracias por comentar. Saludos! :D
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Mensaje por Lorena_Glee Vie Ago 16, 2013 1:50 am

En unos minutos?!
Ya tardaste me has mentido!
=(
Y yo aquí esperando la actualización para poder dormir en paz!..... xD
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Mensaje por Maitehd Vie Ago 16, 2013 7:02 pm

Lorena_Glee escribió:En unos minutos?!
Ya tardaste me has mentido!
=(
Y yo aquí esperando la actualización para poder dormir en paz!.....  xD
Mil perdones, tenía el capítulo preparado y todo, pero cuando lo quise subir se me cortó internet. Lo subo en unos minutos y no miento ahora xD
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Finalizado FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diez-

Mensaje por Maitehd Vie Ago 16, 2013 7:14 pm

Hola! Mil perdones a todos, tenía el capítulo listo anoche, pero cuando estaba a punto de subirlo, se me cortó internet. Estuve un par de horas esperando que regresara hasta que me fui a dormir (Pareciera que hablara de alguien ok no xD). Así que nuevamente pido disculpas, pero si este capítulo llega al menos a 5 comentarios, en la noche subo el siguiente, si no lo subiré mañana :3
Espero que les guste este capítulo, voy a presentar a este capítulo y algunos de los que siguen de esta manera:

Capítulo 10-Entrada
Capítulo 11-Plato principal
Capítulo 12-Plato frío (?
Capítulo 13-Plato caliente :3
Capítulo 16-Postre ;)

Sólo les diré eso, y que cada quién se imagine lo que desea :D
Abajo les dejo una acotación sobre este capítulo.

CAPÍTULO DIEZ

Brittany miró el reloj y se sorprendió al ver que pasaban de las cinco.

Dios mío, se me ha esfumado el tiempo.

Entre una interminable lista de llamadas, informes que había que hacer, y paquetes que había que enviar a los vendedores, el día había transcurrido en un suspiro. Ni siquiera se había acordado de comer.

Eh, Britt. —Quinn asomó la cabeza en el cubículo, parpadeó y sonrió complacida—. Caramba. Bonito traje. Te sienta genial.

Gracias. —Brittany deslizó la mano sobre la manga de tejido verde, contenta como siempre que Quinn le hacía un cumplido.

¿Podrías llevar tu bate verde esta noche? Quiero lanzar con él, sacudirme esta depresión.

¿Esta noche? —Brittany jugueteó con el botón perlado de la manga de la chaqueta.

¿Hola? Es martes. ¿El partido? Vas a ir, ¿verdad?

Mierda. —Brittany hundió la cabeza entre las manos—. Me olvidé.

¿Qué? —La decepción ensombreció el rostro de Quinn— ¿Cómo has podido olvidarte? Jugamos los martes. Todos los martes.

Esta noche no puedo. Lo siento.

Tienes que ir, Britt. Eres mi amuleto de la suerte.

Brittany hizo un gesto desdeñoso con la mano.

Oh, cállate. Jugarás de maravilla.

¿Por qué no vas? —Quinn puso los brazos en jarras, dejando bien claro que pensaba seguir martirizando a Brittany antes de soltarla —. ¿Qué planes tienes que son más importantes que ir a mi partido de softbal? ¿Hummm?

Como si estuviese preparado de antemano, Santana apareció junto a Quinn en la abertura del pequeño cubículo. Llevaba el bolso al hombro y el maletín en una mano; con la otra agitaba las llaves.

Disculpad —dijo educadamente—. No pretendo interrumpir. —Posó los ojos en Brittany y su voz se enterneció—: Te recojo a las seis y media, ¿de acuerdo?

De acuerdo.

Santana dedicó una sonrisa satisfecha a Quinn.

Pásalo bien esta noche.

Quinn y Brittany permanecieron en silencio mientras Santana se alejaba; los labios de Quinn dibujaron una tensa línea. Cuando Brittany se atrevió a mirarla, tropezó con unos ojos acusadores.

¿Qué? —Preguntó Brittany—. ¿Por qué me miras así? Me ha invitado a cenar para agradecerme que la ayudase.

Vaya, vaya.

¿A qué diablos viene eso?

A nada, Britt. —Quinn exhaló con fuerza—. Debo prepararme para el partido. Que disfrutes en la cena.

Gracias —dijo Brittany a Quinn, que le había dado la espalda—. Buena suerte esta noche. Ojalá marques un cuadrangular.

Se hundió en la silla, enfurruñada durante unos minutos; luego, se reanimó. Llevaba todo el día deseando que llegase la noche y no iba a permitir que la antipatía de Quinn hacia Santana se la estropease. Tras cerrar todas las aplicaciones abiertas de su ordenador y salir del sistema, ordenó la mesa. Odiaba llegar por la mañana y encontrar un caos. Con un hormigueo de ilusión, sacó el bolso del último cajón y buscó las llaves. Apagó la lámpara de la mesa sin dejar de sonreír.

«¿Qué diablos me voy a poner?»

El timbre sonó exactamente a las 6.29, pero Brittany soltó un taco.

Contempló su reflejo en el espejo del baño, rogando para que el nerviosismo que se había apoderado de su estómago desapareciese. No obtuvo respuesta.

Contrólate, Pierce —dijo, bajando las escaleras descalza—. No tienes motivo para estar nerviosa. Es una cena con tu jefa, no una cita.

Respiró a fondo antes de girar el pomo de la puerta, tratando de calmar los nervios. Cuando abrió la puerta, se quedó sin aliento ante la visión que se encontró.

Santana estaba en el umbral con unos pantalones negros informales y un jersey rojo de manga corta. El rojo no sólo le sentaba de maravilla, sino que, como todo lo demás era negro (los pantalones, el pelo, los ojos), destacaba y llamaba la atención.

Llevaba el pelo un poco retirado, con los ingobernables bucles formando cascada sobre los hombros. Un mechón rebelde se columpiaba sobre el ojo izquierdo, creando un efecto increíblemente sexy. Sonrió a Brittany, sujetando con las manos un bolsito.

Caramba, Santana. Estás fantástica. —El elogio quedó colgando entre ellas antes de que Brittany tuviese tiempo de reprimirlo. Sin embargo, Santana no reaccionó mal; al contrario, un leve rubor tiñó sus altos pómulos.

Gracias. Tú tampoco estás nada mal. —La voz profunda de Santana estremeció a Brittany; empezaba a preguntarse si se acostumbraría alguna vez.

Retrocedió e invitó a Santana a pasar:

Entra.

Cuando Santana entró en el pequeño vestíbulo, Brittany se fijó en que no llevaba tacones, de forma que casi parecían de la misma estatura. Le gustaba mirar directamente a los ojos de Santana.

Una casa adorable. —Santana recorrió la sala, examinando la pequeña estancia con sus acogedores muebles y sus numerosas fotos enmarcadas. Su rostro manifestó una aprobación que llenó de orgullo a Brittany—. Incluso tienes una chimenea.

Los ojos de Brittany repararon en la mano de Santana, que deslizó los bien cuidados dedos sobre la repisa de ladrillo.

Fue lo que más me atrajo cuando compré la casa. En invierno es una delicia.

Santana se detuvo ante el sillón de cuero y la otomana colocados junto a la chimenea, con una lámpara de pie al lado.

Un lugar perfecto para leer.

Brittany sonrió.

En efecto. Suelo acercar el sillón a la ventana en esta época del año, pero aún no he tenido tiempo.

Santana examinó a continuación las fotos que adornaban la repisa.

Recuerdo a la mayoría de estas personas de la barbacoa. — Señaló varias fotos de miembros de la familia Brittany—. ¿Quién es ésta?

Rachel, mi ex.

Evidentemente seguís siendo amigas. —El comentario se acompañó de una sonrisa cómplice.

Sí, sabihonda. Y sí, soy amiga de todas mis ex antes de que lo preguntes.

¿Y cuántas ex tienes? —Santana formuló la pregunta con gran naturalidad. Brittany sintió una especie de calor familiar ante el tono burlón de su jefa.

Demasiadas para contarlas —respondió en el mismo tono. Se le ocurrió entonces ofrecer a Santana una copa de vino y un rato de conversación en el sofá. Era lo que se solía hacer con una mujer a la que se invitaba a salir.

«No es una cita —susurró la vocecita—. ¿Por qué te sientes como si lo fuera?», se preguntó.

Cabeceó para despejar el monólogo interior y dijo:

Voy a calzarme y nos vamos.

En la habitación se puso unos zapatos bajos que combinaban con sus pantalones de algodón azul marino. Se miró al espejo y se atusó el pelo por última vez, sujetándolo tras las orejas y ondulando las puntas con los dedos. Decidió que tenía buen aspecto. La blusa a rayas azules y blancas era informal, pero bien confeccionada, y su hermana Erin le había dicho que le sentaba de maravilla.

Naturalmente, en el lenguaje de Erin eso significaba que ceñía demasiado el pecho de Brittany. Completó el arreglo con unos aretes de oro en las orejas y un colgante con un diamante en forma de lágrima al cuello.

Impulsivamente abrió el cuello de la blusa para que se viese mejor el diamante y desabrochó otro botón, dejando al descubierto todo el cuello y un pícaro asomo de escote. Se apresuró a salir de la habitación, antes de cambiar de idea y ponerse un jersey de cuello alto.

Santana estaba en el otro lado de la sala, contemplando más fotos. Miró a Brittany cuando ésta se acercó, y sus ojos se posaron directamente en el generoso escote. Carraspeó y cogió una foto del sobrino de Brittany, Joshua, de catorce años.

Tiene tus ojos —comentó Santana.

¿Tú crees? —Brittany cruzó la sala y se aproximó a Santana, procurando concentrarse en la foto y no en las manos que la sostenían o en el embriagador perfume de Santana.

Sin la menor duda. Exactamente el mismo color azul.

A Brittany le llegó al alma el comentario y procuró no sonreír de oreja a oreja cuando Santana dejó la foto sobre la mesa.

¿Lista?

Tú primero —dijo Santana, señalando la puerta.

El BMW de Santana relucía como si fuera nuevecito en el camino de la casa de Brittany. Santana pulsó el mando a distancia y abrió la puerta del acompañante a Brittany, que, con un suspiro, se hundió en el suave y mullido asiento de cuero y se ciñó el cinturón.

Oh, no me costaría nada acostumbrarme a esto —comentó, acariciando el cuero.

Santana entró en el coche y encendió el motor con un suave ronroneo.

¿Te gusta?

Es precioso. Nunca había estado en un BMW. —La familia de Brittany era de origen modesto, y a su padre jamás se le habría ocurrido invertir en un coche el dinero que costaba un BMW.

¿Nunca? —preguntó Santana, incrédula.

Pues no.

Sin decir palabra, Santana salió, dio la vuelta al coche y abrió la puerta de Brittany.

Brittany arrugó la nariz, confundida.

¿Qué?

Conduces tú.

A Brittany le dio un subidón de adrenalina.

¿Hablas en serio?

Sí, totalmente. Muévete. Estás en mi asiento.

No hizo falta que lo repitiese. Brittany se apresuró a salir del coche y a rodearlo para sentarse en el asiento del conductor. Al poner las manos sobre el volante, respiró a fondo.

Aún huele a nuevo. —Miró a Santana—. ¿Lo es, verdad? Me refiero a que es nuevo.

Hace tres meses que lo tengo.

¿Tiene nombre?

Todavía no. Lo estoy pensando. —Santana señaló el salpicadero con la barbilla—. Vamos. La reserva es para las siete. Será mejor que te muevas si quieres dar una vuelta antes de ir al restaurante.

Brittany se sentía como una cría en Navidad. Ajustó el asiento, echándolo hacia atrás, se ciñó el cinturón, sonrió a su acompañante y dio marcha atrás.

Llegaron al aparcamiento del Mercutio a las siete y diez. Brittany aparcó el coche, apagó el motor y entregó las llaves a Santana. En el espejo lateral vio su rostro radiante de euforia.

¿Crees que habrán ocupado ya nuestra mesa? —preguntó Brittany con una sonrisa beatífica.

Esperemos que no.

A mí no me importa. Ha valido la pena.

El Mercutio era un conocido restaurante situado en University Avenue, a medio camino entre la casa de Brittany y el apartamento de Santana. Era grande y espacioso, con techos altos en los que había tuberías pintadas y ventiladores giratorios. Uno de los lados consistía en un enorme ventanal que se abría a un gran patio lleno de mesas y a un bar exterior.

¿Prefieres sentarte dentro o fuera? —preguntó Santana mientras iban hacia la recepcionista.

Hace mucho calor. Deberíamos aprovechar. ¿Te importaría sentarte fuera?

En absoluto. —Santana dijo a la recepcionista—: Hola. Una reserva para dos a nombre de López. Llegamos tarde. —Lanzó una mirada a Brittany que la hizo sonreír.

Siguieron a la recepcionista hasta una acogedora mesita situada en un rincón del patio rectangular, iluminado por los últimos rayos del sol poniente. Santana indicó a Brittany que se sentase. Setos estratégicamente distribuidos y cercas cubiertas de parras proporcionaban una agradable sensación de intimidad en una zona muy poblada de la ciudad. Su mesa era redonda, con la parte superior de cristal, pequeña, y situada de tal forma que podían ver el resto de las mesas y a los clientes del bar si querían. Brittany decidió que prefería centrarse en el rostro que tenía enfrente.

De seguro que no te pones roja en verano, ¿verdad? —preguntó Brittany.

Mi madre se ponía muy roja, pero mi padre es moreno. Así que no me es necesario ponerme protección solar, ya que tomo sólo un poco más de color.

Pareces una muñeca de porcelana.

Santana arqueó las cejas.

¿Disculpa?

Con todo ese pelo negro, los ojos negros y la piel aceitunada —explicó Brittany—. Una preciosa muñeca de porcelana.

Santana bajó los ojos y jugueteó con la servilleta. Brittany se dio cuenta de que tal vez la había ruborizado con su comentario, cosa que la alegró enormemente.

Apareció el camarero: un joven atractivo con los cabellos rubios de punta, tres pendientes, y la muñeca tatuada con un símbolo japonés. Tenía una sonrisa encantadora, y sus ojos resplandecían cuando las saludó y se dispuso a tomar nota de la cena.

¿Vino? —preguntó Santana a Brittany.

Sería estupendo. ¿Pedimos una botella?

Santana puso cara de susto y sonrió cuando Brittany se mostró avergonzada. Pidió una botella de Pinot Grigio italiano, y el camarero se retiró tras prometerles pan con aceite. Ambas estudiaron los menús en silencio, pues tenían unos minutos para decidir qué querían.

Bueno... —Brittany apoyó los codos en la mesa y miró a Santana a la cara. Le sorprendió la apremiante necesidad de tocar el negro tirabuzón rebelde de su jefa, y cruzó las manos para contenerse—. ¿Qué tal la visita familiar?

Fue... interesante.

¿En qué sentido?

Santana apoyó el mentón en la mano con el codo sobre la mesa, mientras meditaba la respuesta. En el ínterin, llegó el vino. El camarero sirvió dos copas, y pidieron los platos que deseaban comer.

En cuanto se quedaron solas de nuevo, Brittany alzó la copa para brindar, pero Santana la interrumpió con la mano.

Un momento. Esto va por ti —dijo—. Por Brittany Pierce. La mejor secretaria que se puede esperar. Gracias por tu ayuda. Eres esencial para mí. —Los ojos negros como el azabache brillaron, y Brittany se llevó la mano al pecho, conmovida.

Las copas chocaron sobre la mesa con un leve clic que sólo ellas oyeron. Bebieron y mostraron su aprobación del vino. Brittany estiró la mano hacia la cesta del centro de la mesa, cogió un trozo de pan y lo mojó en el aceite de oliva con ajo preparado en un plato.

¿Por qué fue interesante tu viaje a casa? —preguntó Brittany, metiendo el pan en la boca.

Los ojos de Santana sostuvieron la mirada de Brittany durante varios segundos, como si estuviese decidiendo si podía hablar de temas personales. Cogió pan e imitó a Brittany.

A mi padre le hacen un bypass la semana que viene —Respondió.

Oh, vaya.

Pero a nadie se le ocurrió decírmelo. Hace más de dos semanas que lo saben.

¿Qué?

Sí, lo mencionaron de pasada en la cena del sábado mi hermano y mi padre. —Santana bebió vino—. Me temo que perdí los nervios con mi hermano en el aparcamiento del restaurante. — Al ver la cara de sorpresa de Brittany, añadió—: Sí, un descontrol.

Normal que perdieras los nervios. ¿Por qué no? Te habían irritado.

Así me sentía, en efecto.

¿Y por qué no te lo dijeron antes?

J.J. salió con una estupidez sobre la preocupación de mi padre por mi traslado y mi nuevo trabajo y que no querían estresarme más.

Hummm —murmuró Brittany, pensativa—. Parece lógico. —Los ojos de Santana le lanzaron una mirada fulminante, y Brittany se apresuró a dar marcha atrás—. Parece lógico, pero eso no significa que fuese lo más acertado. Comprendo que tu padre no quisiese añadir presión a tu vida. De todas formas, deberían haberte avisado.

¿Sabes? Ahí es donde las cosas no encajan, porque mi padre no es de los que se preocupan por el estrés de los demás. Si lo fuese, habría estado más en casa cuando éramos pequeños, y mi madre habría sufrido menos ansiedad en su vida. La primera persona de la lista de John López es John López. Siempre fue así.

Brittany trató de imaginar cómo habría sido su vida si su padre no participase, pero no pudo. Matt Pierce había trabajado mucho, horas y horas, pero dedicaba todo su tiempo libre a la familia.

¿No estaba mucho con vosotros?

Santana cabeceó.

Con mi madre y conmigo no. Pero llevaba a mi hermano a todas partes.

¿Estás más unida a tu madre?

Lo estaba. Murió hace diez años.

Oh, Santana. Lo siento.

Gracias.

Se acercó el camarero y llenó de nuevo las copas con el vino de la botella que estaba en una cubitera con hielo.

Por tanto, no hace falta decir que la operación me suscita emociones encontradas —continuó Santana.

Brittany frunció el ceño.

¿A qué te refieres?

Santana dudó.

Una parte de mí quiere estar allí, pero otra parte piensa: «Tengo mucho trabajo. ¿De qué sirve que me pase horas esperando en un hospital? Ni siquiera sabrá que estoy allí. Ni le importará».

Brittany estuvo a punto de atragantarse con la comida.

Santana, tienes que estar. ¡Debes hacerlo!

En el rostro de Santana se dibujó una expresión de sorpresa.

¿Por qué? Él nunca me apoyó.

Brittany se inclinó sobre la mesa y sus ojos taladraron a Santana.

Porque eres mejor que él. —La alegró ver que Santana parpadeaba, tratando de asimilar la idea—. Y porque si no vas y, Dios no lo quiera, ocurre algo, nunca te lo perdonarás.

Santana frunció los labios, y varias emociones se reflejaron en su rostro. Brittany no había visto antes tanta expresividad en Santana a nivel personal y la llenaba de satisfacción servir de catalizadora.

Las miradas de ambas se cruzaron.

Debes ir —recalcó Brittany.

Santana asintió.

Tienes razón.

Brittany alzó su copa para relajar la tensión.

Por que se cumpla mi deseo de ser rica.

Una carcajada brotó de la garganta de Santana, que rozó su copa con la de Brittany en el momento en que apareció el estiloso camarero con la cena. Puso un plato de pasta delante de Brittany y un enorme filete de lomo de ternera ante Santana, llenó las copas de ambas y se retiró.

Santana pinchó una judía verde con el tenedor y miró a Brittany.

Me parece increíble haberte contado eso. Es impropio... de mí hablar de mí misma. Perdona.

¿Y a santo de qué debo perdonarte? Hablarle a alguien de ti cuando te ha pedido que lo hagas no es para disculparse, Santana. Eso se llama conversación personal. La gente la practica continuamente.

Ja, ja. —Santana metió un trozo de filete en la boca y apuntó con el tenedor vacío a Brittany—. Entonces... háblame de ti.

¿Qué quieres saber?

Háblame de Rachel.

Ah. Directa al cotilleo, ¿eh? No esperaba que fuese usted tan predecible, señorita López.

Santana se rió.

Rachel es maravillosa. Dulce, cariñosa y buena. Tiene un gran corazón.

Santana arqueó una ceja.

¿Pero?

Pero no teníamos nada en común y no había química. — Brittany soltó una risita—. En primer lugar, no deberíamos haber vivido juntas. Ya sabes lo que ocurre con las lesbianas. Quedamos un día y salió bien, creímos que era el destino el que nos había unido, y nos pasamos los dos años siguientes tratando de buscar la forma de separarnos.

Ambas cabecearon con gesto cómplice.

¿Sólo dos años? —Preguntó Santana—. No os costó mucho.

Pues ya me dirás.

¿Cuánto tiempo hace de eso?

Brittany lo pensó un instante.

¿Un año? ¿Un año y medio? Por ahí.

¿Y no ha habido nadie especial desde entonces?

Brittany miró a Santana a los ojos.

No. Nadie desde entonces —respondió en voz baja.

¿Y Quinn?

¿Quinn? —La pregunta sorprendió a Brittany—. Oh, no. Quinn es mi mejor amiga, pero no somos... Yo no... Oh, no. —Cabeceó con rotundidad—. Sólo somos amigas.

Santana se llevó una patata cocida a la boca y estudió a Brittany antes de formular la pregunta siguiente:

¿Lo sabe ella?

¿A qué te refieres?

Santana ladeó la cabeza en un gesto que significaba: «Me estás tomando el pelo, ¿verdad?».

Por favor, Brittany.

¿Qué?

¿No has visto cómo te mira?

¿Quinn?

Está loca por ti.

No. Somos amigas. Nada más.

Santana observó a Brittany durante tanto tiempo que la joven se sintió incómoda. Por fin, Santana se encogió de hombros con resignación y dijo:

Vale.

Brittany se preguntó por qué Santana parecía tan poco convencida. Tal vez nunca había disfrutado de una amistad tan íntima como la suya con Quinn.

¿Y qué me dices de ti?

¿De mí?

¿Nadie especial?

Santana bebió un sorbo de vino.

No. Hace muchísimo tiempo.

El tono de añoranza aconsejó a Brittany no seguir indagando, así que cambió de tema.

¿Cómo llegaste a Emerson?

¿Recuerdas a Jessica Scott?

¿La cazatalentos?

La misma. Yo estaba en Kaplan y no me gustaba nada su ética empresarial o, más bien, su falta de ética. Quería irme, y Jessica me llamó en el momento oportuno. Me mantiene al corriente de lo que ocurre en mi campo.

Brittany preguntó con suspicacia:

¿Y ahora por qué te llama?

Seguramente quiere saber cómo van las cosas. Tal vez le haya dicho un pajarito que la dirección estaba encantada con nuestra revisión del presupuesto. O a lo mejor sólo quería saludar. —Los ojos de Santana centellearon, y en la cabeza de Brittany se encendió una lucecita.

¡Es tu ex!

No exactamente.

Pero te has acostado con ella.

Una o dos veces. Hemos... estado en contacto.

Brittany sintió el extraño hormigueo de los celos en sus entrañas y no le gustó. Decidió que convenía cambiar de tema otra vez y preguntó:

Si pudieras ir a cualquier lugar del mundo, ¿cuál elegirías?

Grecia.

Vaya. ¡Qué respuesta tan rápida!

Santana sonrió.

Siempre he querido ir allí.

¿Y por qué no has ido?

¿De dónde saco el tiempo?

Oh, es cierto. Trabajas veinticuatro horas al día. Me había olvidado. —Brittany se rió—. Por eso Dios creó las vacaciones, San.

Ya lo sé, sí. Tienes razón. —Santana se limpió la boca con la servilleta—. Un día de estos.

¿Por qué Grecia?

Siempre me ha fascinado la mitología griega. Me encantaría ver todos los lugares que aparecen en las historias. Allí todo es muy antiguo, muy místico.

Además, la comida es sensacional.

¿Te gusta la comida griega?

Me encanta.

Hay un pequeño restaurante nuevo cerca de mi apartamento. Me han dicho que el baklava está para morirse de rico. Tenemos que probarlo la próxima vez.

Brittany bebió un poco de vino.

Me gustaría mucho.

Permanecieron en silencio un rato. Brittany se preguntó si Santana estaría pensando lo mismo que ella: ¿Aquello era una cita? Por fin, Santana se decidió a hablar:

Bueno, ¿qué te parece este sitio?

Creí que no te importaba mi opinión —respondió Brittany en tono irónico.

Las mejillas de Santana se tiñeron de rosa. Se mordió el labio inferior, como si aceptase el envite.

¿Sabes qué? Fui un poco grosera cuando te dije eso. Me pasé. Lo siento.

Brittany estaba anonadada. Había bromeado, sí, pero no esperaba una disculpa.

Eh, hacías tu trabajo. Te pareció que yo no estaba en mi lugar. Lo comprendo.

De todas formas, me disculpo por haber herido tus sentimientos.

En ese caso acepto tu disculpa —dijo Brittany, conmovida—. Gracias. —Se limpió la boca con la servilleta y se reclinó en la silla—. ¡Estaba riquísimo!

Santana se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa.

Brittany nunca la había visto tan relajada.

Lo estoy pasando genial —dijo en voz baja, como si confiase un secreto a Brittany.

A Brittany le encantó el comentario.

Yo también.

Gracias por aceptar salir conmigo esta noche.

De nada. Gracias a ti por invitarme.

Se miraron. Sin apartar los ojos de Brittany, Santana hizo un gesto al camarero y dijo:

Voy a pedir postre. ¿Te apetece compartir?

La invitación sonó maravillosamente íntima. Brittany echó la culpa al vino.

La tarta de chocolate y frambuesa tiene muy buena pinta.

Poco después el camarero se presentó con una elegante fuente y dos tenedores y puso el postre en medio de la mesa. Les sirvió dos tazas de café y las dejó disfrutar del chocolate.

¡Válgame Dios! —exclamó Brittany, contemplando el postre. Era un grueso triángulo de espeso chocolate negro rociado con una salsa de frambuesa de intenso color rojo; sólo con mirarlo se sintió culpable—. Es demasiado bonito para comerlo.

Tonterías. —Santana cogió un tenedor, cortó la punta, la mojó en la salsa de frambuesa y la sostuvo sobre la mesa—. Tú primero.

A Brittany se le desbocó el corazón antes de inclinarse hacia delante y tomar el bocado de la perdición. Los labios de Santana se abrieron con los de ella y la observó sin pestañear hasta que el tenedor quedó limpio. Fue un gesto muy sexy que encendió chispas en las entrañas de Brittany.

¡Oh, Dios mío! —Brittany cogió el otro tenedor mientras el chocolate se derretía en su lengua—. ¡Oh, Dios, qué rico. Es un pecado. Jesús! —Masticó lentamente, prolongando el placer todo lo posible. Sin acabar de creer que fuesen cómplices en aquella sensual experiencia culinaria, hundió el tenedor en la tarta y cogió un bocado—. Ahora te toca a ti.

Los ojos de Santana se oscurecieron, y las punzadas que Brittany sentía se convirtieron en dolor constante cuando Santana tomó el bocado de tarta. Con los ojos cerrados, gimiendo suavemente, retuvo el tenedor en la boca como si no soportase la idea de soltarlo. Brittany la contempló con excitada fascinación, temiendo atragantarse con su propia emoción mientras retiraba muy despacio el tenedor entre los labios de Santana. Le parecía increíble lo excitante que resultaba ofrecerle comida.

Tienes razón. —Santana abrió los ojos y miró a Brittany—. Es un verdadero pecado. ¡Dios bendito!

Te lo dije.

Buena elección. —Santana utilizó su tenedor para servirse otro trozo.

Brittany se sintió aliviada al ver que iban a utilizar sus propios tenedores, pues no estaba segura de sobrevivir a otro minuto como el anterior sin consumirse en llamas. Convencida de que la excitación se reflejaba en su cara, apartó los ojos de Santana y bajó la cabeza, tratando de concentrarse en la comida. Pero no tuvo mucha suerte.

El aire nocturno era maravillosamente agradable, ni demasiado cálido, ni demasiado fresco, cuando el coche llegó ante la casa de Brittany. Ambas se resistían a despedirse.

Lo he pasado muy bien esta noche, Santana. —Brittany esbozó una agradable sonrisa, y Santana se fijó en que el crepúsculo proyectaba una sombra azulada sobre el rostro de Brittany, resaltando sus exquisitas mejillas.

Yo también.

Gracias.

Ha sido un placer.

Sus ojos se encontraron, y habría sido lo más natural del mundo que Santana se inclinase y besase tiernamente a Brittany en los voluptuosos labios. Había tenido que recurrir a toda su voluntad para no hacerlo, y estaba segura de que Brittany lo sabía, lo sentía.

Cuando pasó el momento, cuando quedó claro que Santana no iba a besarla, en el rostro dulce y abierto de Brittany se dibujó una expresión mezcla perfecta de decepción y alivio. Salió del coche y se inclinó para mirar a Santana una vez más.

Hasta mañana.

Que duermas bien, Brittany.

Santana esperó hasta que Brittany entrase en casa, y luego exhaló el aliento que había estado conteniendo. Después, condujo a casa como un rayo. Cuando llegó al garaje de su edificio, aparcó el coche y se quedó mirando al vacío durante un buen rato, reviviendo la noche y preguntándose qué debía hacer.

Mierda —murmuró, mientras golpeaba la frente contra el volante.

Al entrar en su casita Brittany cerró el pestillo con más fuerza de lo habitual y entró en la sala. Se dejó caer de espaldas en el sofá.

Durante un momento echó de menos a Rip, que habría ido corriendo a recibirla. Se descalzó, soltó un suspiro de frustración, tomó un cojín y hundió el rostro en él; luego, gritó con todas sus fuerzas.

No puedo sentir nada por ella —dijo al abanico del techo—. No puedo. Es mi jefa. Maldita sea.


Espero que la parte del cumplido de Brittany a Santana sobre "muñeca de porcelana" haya quedado bien. Obviamente no era así, no sabía sí quitar esa parte o modificarla, iba a quitarla, pero en un momento de poca lucidez se me ocurrió un poco la manera de modificarla, y espero que haya quedado bien.
Ya comencé a adaptar el siguiente libro, que espero que les guste, aunque no sé si subir ese, que para mi es mi favorito, o subir otros y ese dejarlo para el final. Voy a ver xD
Bueno, espero que les haya gustado el capítulo, y que comenten, aquellos que aún no comentan, espero que se animen y lo hagan.

P.D: Recuerden que si llega a 5 comentarios, subo el siguiente capítulo esta noche. No son muchos comentarios, además puede que sea buena y lo suba igual, pero voy a ver xD

Besos! :D
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Mensaje por Jane0_o Vie Ago 16, 2013 9:06 pm

Me gusta la trama espero la actualizacion pronto..



Saludos!
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Mensaje por monica.santander Vie Ago 16, 2013 10:10 pm

Huuu desde ya me gusto mucho el nombre de los distintos capitulo!!
Ojala actualizaras hoy pero no veo 5 comentarios.lastima!!!
Saludos
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Mensaje por micky morales Vie Ago 16, 2013 10:54 pm

ok espero que se den una oportunidad rapido, britt y santana ya no se ven como jefa y secretaria! y quinn que se busque una novia pq es bien fastidiosa con sus insinuaciones!
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Mensaje por aby_brittana Vie Ago 16, 2013 11:11 pm

Holaa! Excelente historia, aunque me causa extrañeza la diferencia de edad, trato de no pensar en eso xD y aun que sea raro comencé a leerte desde el capítulo 4 de ahí en adelante y hoy me decidí a leer los anteriores jajajajjaja no sé por qué xD creo que siempre me pasa xD espero actualices rápido TT_TT, aquí ya es de noche e.e
PD: me encanta la historia y la manera en que la adaptas, aunque no conozca la original xD :)
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Mensaje por Hemonay Rivera Sáb Ago 17, 2013 12:47 am

Hola.
nueva en comentar en tu fic, creeo que soy el 5, espero tu actualización

exelente fic.
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Mensaje por Invitado Sáb Ago 17, 2013 10:47 am

no se porque siento que los capitulos 13 y el 16 me van a gustar mucho FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 3 4061796348 jeje, como estas? espero que bien, esta historia cada vez esta mejor, me encantó el capitulo, estuvo buenisimo, sobretodo la escena del postre :P, espero la siguiente actu, besos, cuidate!
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Mensaje por Marta_Snix Sáb Ago 17, 2013 1:26 pm

Estuvo genial, pobre Quinn me da pena, espero que encuentre a alguien... Ya estoy deseando ver el siguiente capitulo, muy intento los momentos Brittana, habia una gran tensión entre las dos.
Ya quiero el siguiente capitulo ;)
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por Maitehd Dom Ago 18, 2013 12:49 am

Jane0_o escribió:Me gusta la trama espero la actualizacion pronto..



Saludos!
Hola! Gracias por comentar y me alegra que te guste la trama.
Besos! :D

monica.santander escribió:Huuu desde ya me gusto mucho el nombre de los distintos capitulo!!
Ojala actualizaras hoy pero no veo 5 comentarios.lastima!!!
Saludos
Hola! Es como una mini presentación, cuando los lean sabrán exactamente porqué xD
Lo siento, estaban los 5 pero me había ido a dormir antes de que los viera u.u
Gracias por comentar. Besos! :D

micky morales escribió:ok espero que se den una oportunidad rapido, britt y santana ya no se ven como jefa y secretaria! y quinn que se busque una novia pq es bien fastidiosa con sus insinuaciones!
Hola! Pues creo que este capítulo te va a gustar mucho :3 Quinn es genial, tiempo al tiempo y ver que sucede :3
Gracias por comentar. Besos! :D

aby_brittana escribió:Holaa! Excelente historia, aunque me causa extrañeza la diferencia de edad, trato de no pensar en eso xD y aun que sea raro comencé a leerte desde el capítulo 4 de ahí en adelante y hoy me decidí a leer los anteriores jajajajjaja no sé por qué xD creo que siempre me pasa xD espero actualices rápido TT_TT, aquí ya es de noche e.e
PD: me encanta la historia y la manera en que la adaptas, aunque no conozca la original xD :)
Hola! Opino igual, es un poco raro eso de la diferencia de edad, y aunque tenía pensado cambiarlo decidí que lo mejor sería que el fic sea lo más original posible, así que decidí dejarlo con esas edades. Jajajaja, mientras entiendas la historia xD
Como dije trataré de actualizar al menos un capítulo por día, la próxima vez pondré horario xD
Me alegra que te guste, y la verdad, como dije en el comienzo, el fic es tal cual el libro, sólo que modifiqué algunas cosas.
Gracias por comentar. Saludos!! :D

Hemonay Rivera escribió:Hola.
nueva en comentar en tu fic, creeo que soy el 5, espero tu actualización

exelente fic.
Hola! Me alegra que hayas comentado, y que seas nueva :3 Eres la número 5, pero lo vi tarde, en realidad hoy y no tuve tiempo para subirlo :/
Pues no tendrás que esperar mucho, en unos minutos subo el siguiente.
Gracias por comentar. Besos! :D

Marielva escribió:no se porque siento que los capitulos 13 y el 16 me van a gustar mucho FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve- - Página 3 4061796348 jeje, como estas? espero que bien, esta historia cada vez esta mejor, me encantó el capitulo, estuvo buenisimo, sobretodo la escena del postre :P, espero la siguiente actu, besos, cuidate!
Hola! Si seguramente te vayan a gustar mucho 13 no sé,pero 16 seguro xD Todo bien y vos? :3 Si, y como siempre digo cada vez se pone mucho mejor e interesante. La escena del postre fue excelente, a mí me llegó a hacer pensar que pronto, es decir esa misma noche, algo pasaría entre ellas. En unos minutos actualizo.
Gracias por comentar. Besos! :D

Marta_Snix escribió:
Estuvo genial, pobre Quinn me da pena, espero que encuentre a alguien... Ya estoy deseando ver el siguiente capitulo, muy intento los momentos Brittana, habia una gran tensión entre las dos.
Ya quiero el siguiente capitulo ;)
Hola! Lo de Quinn se verá más adelante :3 y las escenas que se vienen son excelentes :D
En unos minutos lo subo, aunque imagino que lo leerás mañana xD
Gracias por comentar. Besos! :D
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Finalizado FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Once-

Mensaje por Maitehd Dom Ago 18, 2013 1:17 am

Hola! Cómo andan? bueno, hoy no la voy a hacer muy larga, ya se me cortó la luz una vez y casi no subo el capítulo, así que me apuraré.
Sólo diré que este es uno de los capítulos que más me gustan de la historia, espero e imagino que a ustedes también les gustará.
Espero que comenten, y gracias por leer.
Besos! :D

CAPÍTULO ONCE

Pasaban de las diez cuando Brittany oyó que se abría la puerta del garaje y entraba su hermana. Marcó la página de la novela de Lisa Gardner que estaba leyendo y estiró los brazos sobre la cabeza, tirando al suelo un cojín.

La puerta lateral se abrió cuando Brittany estaba apagando el episodio de Ley y Orden que le servía de compañía.

Hola, Britt. —Erin entró como una exhalación y dejó el bolso en la mesa de la cocina. Era una versión más alta y delgada de Brittany—. Siento llegar tarde.

No pasa nada. —A Brittany no le importaba en absoluto. Le encantaba proporcionar a su hermana un bien merecido descanso.

Erin, con tres hijos y un trabajo a tiempo completo, no tenía mucho tiempo para sí. En realidad, sus únicas oportunidades de salir eran las fiestas de tupperwares, a las que asistían mujeres como ella, desesperadas por pasar una noche fuera de casa sin su familia. Los dos hijos adolescentes de Erin habían ido a casas de amigos y su marido estaba de viaje de negocios, así que Brittany sólo tenía que cuidar a la pequeña Becky, de cuatro años, y le encantaba la idea.

¿Se ha portado bien?

Como siempre. —Brittany disfrutaba con su sobrina menor.

Ya. Tal vez contigo. —La voz de Erin sonó escéptica, pero la suavizó con una sonrisa—. ¿Qué has hecho? —Se dejó caer en el sillón; rebeldes mechones de cabello rubio rojizo sobresalían del pasador de pelo.

Brittany se incorporó.

A ver. Lo pasamos muy bien. Primero pintamos con las acuarelas. Luego hicimos helados con la Play-Doh. Después jugamos al escondite y también a ese juego de mesa de memorizar cosas... por cierto, me dejó con el culo al aire. —Erin se rió y asintió—. Y luego vinieron los macizos strippers.

¿Y una chica para tía Brittany?

Tres, para ser exactas. Enseñé a Becky a introducir billetes en sus tangas de la manera apropiada.

Estoy segura de que esa habilidad le servirá de mucho.

Y que lo digas.

¿Y se acostó sin problema?

Leímos Buenas noches, luna cuatro veces, nada más. A las ocho y media estaba acostada y dormida.

Estupendo. Millones de gracias.

¿Qué tal la fiesta? ¿Encontraste por casualidad algún tupperware que no tengas? —La considerable colección de tupperwares de Erin era motivo de bromas en la familia.

Aunque te parezca mentira, sí. Una espátula. —Erin puso cara de enfado fingido y se dirigió a la cocina—. Sé que es tarde, pero ¿te importaría quedarte un poco más? ¿Por qué no te tomas una Coca-Cola conmigo? Sin cafeína. Apenas tuve ocasión de charlar contigo el Día de los Caídos.

Era tarde, y Brittany estaba cansada, pero coincidía con su hermana. Erin y ella no habían hablado casi nada; sólo se llevaban tres años, y en la adolescencia discutían mucho, incluyendo tirones de pelo, arañazos y mordiscos. Pero cuando se hicieron mayores, y sobre todo cuando Erin tuvo hijos, se convirtieron en íntimas amigas y les gustaba estar juntas. Erin era la primera persona de la familia a la que Brittany había confesado su sexualidad.

Claro —dijo Brittany—, puedo quedarme un poco más.

Erin llenó dos vasos con cola, añadió hielo y llevó uno a Brittany a la sala. Se sentó en el sillón, dobló las piernas bajo el cuerpo y suspiró.

Dime, ¿qué hay de nuevo, hermanita?

Poca cosa. Se me echa el tiempo encima y tengo que plantar mis flores. Voy un poco atrasada. La parte frontal de mi casa parece un páramo. Por lo demás, trabajo y más trabajo.

Sí, ¿y qué tal? La nueva jefa debe de ser muy buena. Siento no haber tenido ocasión de conocerla en casa de nuestros padres.

Santana es sensacional.

Mamá dijo que era muy agradable.

Es alucinante. —A Brittany le gustó que su madre hablase en esos términos de Santana—. Está poniendo a andar a los vendedores y ordenando todos los asuntos de la oficina. La dirección la adora.

¿Y tú qué? ¿Es fácil trabajar con ella?

Mucho. Al principio tuvimos unas palabras, pero se aclaró enseguida. Anoche incluso me invitó a cenar para agradecerme que trabajase tanto, un detalle precioso. Quiero decir que Jim era estupendo, pero nunca me trató como Santana. Ella es divertida, inteligente, fuerte y atractiva. Me cae bien. Y yo le caigo bien a ella. —Brittany se calló bruscamente y bebió su refresco; sus ojos vagaban por toda la sala en vez de mirar a Erin directamente.

¿Britt? —Erin ladeó la cabeza—. ¿Qué ocurre?

Nada. No ocurre nada. —Brittany se ruborizó. Era casi imposible ocultarle algo a Erin.

Te gusta mucho, ¿verdad?

¿Qué? No, claro que no. No seas tonta. Es mi jefa. —Brittany habló en un tono poco convincente y se dio cuenta de que Erin la había pescado—. Maldita sea.

No hablé con ella, pero la vi. Es muy guapa.

Y lesbiana.

¿Bromeas? —Erin parpadeó, con gesto incrédulo—. Mierda, Brittany.

¿Qué te parece mi suerte? Cuando por fin conozco a alguien que me parece interesante, no puedo salir con ella.

Fue la primera vez que lo dijo en voz alta, tras haberse dado cuenta de la situación en la ambigua cena de la noche anterior.

Quería quedar con Santana. Estaba claro. Lo reconocía interiormente y, a pesar de la imposibilidad de la situación, se sentía un poquito mejor. La jornada de trabajo había sido estupenda.

Santana y ella incluso habían hablado de volver a cenar juntas.

Estaban contentas, sonreían, casi habían flirteado. Santana invariablemente recogía velas y adoptaba una actitud profesional, antes de que Brittany tuviese tiempo de reaccionar.

Como cabía esperar, no se habló de la tarta de chocolate con frambuesa, aunque Brittany estaba segura de que nunca volvería a mirar aquel postre de la misma forma. En realidad, ambas habían bebido bastante vino. Brittany prefería verlo de esa manera cuando se acordaba del rato que había pasado en el coche con Santana... de la noche tranquila y oscura, de la innegable excitación que impregnaba el ambiente. La desconcertaba que Santana no la hubiese besado, pero seguramente había sido mejor así. Al fin y al cabo, ella era una subordinada de Santana. Y Santana era su jefa. Su relación sería muy mal vista en Emerson, y ambas lo sabían.

Ojalá... Brittany no quería adelantarse, pensar en lo que podría ser si cambiase la situación.

¿Ella siente lo mismo? —preguntó Erin.

Brittany se puso colorada de vergüenza.

No lo sé. Lo pasamos bien. Es una persona bastante enigmática y no es precisamente... cariñosa y expresiva. Al menos en el trabajo.

Entonces... ¿para ti se trata sólo de una cuestión física?

No, no, no lo creo. Me refiero a que es más cariñosa y expresiva conmigo que con el resto de la gente. Otras personas la consideran fría. Yo no la veo así.

¿Y qué dice Quinn al respecto?

Brittany frunció los labios.

No puedo hablar con ella de Santana. La odia.

¿Por qué?

Es una larga historia.

Quinn también piensa que es fría.

«No, Quinn piensa que es una bruja mentirosa y manipuladora.»

Estuvo a punto de decirlo, pero se contuvo.

Sí.

Bueno, hermanita, me parece que no tenemos muchas opciones. A, ni siquiera sabes si Santana se interesa por ti de la misma forma; y B, es tu jefa. A menos que pienses buscar otro trabajo, cosa que espero no hagas porque llevas muchísimo tiempo en Emerson, tienes que aguantar el tipo, por así decirlo, y seguir con tu vida. ¿De acuerdo?

Brittany suspiró.

Sí. —Sabía que Erin tenía razón y había esperado que su hermana dijese exactamente lo que había dicho. Sólo que no quería oírlo y mucho menos aceptarlo.

Vamos, Brittany. —Erin se inclinó hacia delante, y su voz y su mirada se enternecieron—. Te conoces muy bien y tiendes a lanzarte al vacío sin probar primero el agua. Caes de narices, siempre te ocurre. Debes cortar con esas ideas ya, antes de que acaben haciéndote daño. ¿De acuerdo?

Brittany asintió, desanimada.

De acuerdo.


La llamada de teléfono de Kitty Wilde era lo que Santana necesitaba para centrar la mente en el trabajo. No era de esas personas que permitían que cualquier cosa, y mucho menos una fantasía sexual, la distrajese, pero ver a Brittany con aquel vestido azulón que dejaba sus rodillas al descubierto la había puesto a cien.

Se había pasado todo el miércoles y gran parte de la mañana del jueves recordando la cena con Brittany, lo mucho que habían disfrutado y el intenso deseo de besarla que había sentido. No estaba acostumbrada a tales distracciones, y empezaban a irritarla.

Tras hablar con Kitty, llamó a Brittany al despacho.

Llama a todos nuestros vendedores y entérate de si los de Búfalo y Siracusa pueden venir a última hora de la tarde. Si no pueden, no pasa nada. Sé que esto es muy repentino y que seguramente estarán ocupados, pero Kitty ha cerrado el trato. Y vamos a celebrarlo.

Por la ventana del despacho vio que Brittany giraba la cabeza en redondo. Casi al instante se plantó en la puerta con una enorme sonrisa en el rostro.

¿Lo consiguió?

Sí.

Dios, Santana, eso es... es sensacional.

En efecto. Viene hacia aquí. ¿Podrías reservarle una habitación en el Marriott? Tendrá que quedarse para hacer todo el papeleo antes del fin de semana. —Santana se reclinó en su sillón de cuero con las manos enlazadas detrás de la cabeza y los ojos clavados en la puerta—. Estoy buscando la mejor forma de decírselo a Sylvester.

Brittany cruzó los brazos y se apoyó en el marco de la puerta, disfrutando del escrutinio de Santana.

Se rumorea que está en su despacho. Yo se lo diría en persona.

Creo que tienes razón. —Santana se levantó de un salto y cruzó el despacho. Cuando Brittany se apartó para dejarla pasar, los cuerpos de ambas se rozaron.

Santana. —Brittany la sujetó por un brazo.

Santana trató de ignorar el calor que sentía a través de la manga, pero su piel parecía irracionalmente sensible.

Felicidades. Estás cambiando mucho las cosas. —La voz de Brittany sonó dulce y sincera, pero su mirada era firme y penetrante.

Santana tragó saliva, fascinada por el vestido azul. Murmuró un vago agradecimiento, se apresuró a ir hacia el ascensor y subió al sexto piso sumida en sus pensamientos, con la mano frotando el brazo sin darse cuenta. Cuando el ascensor llegó a su destino, Santana procuró salir de su ensimismamiento y se centró en el despacho del fondo del vestíbulo.

Sue Sylvester era la vicepresidenta de ventas de Emerson a escala nacional. Era una mujer inteligente y dura que había llegado arriba a costa de grandes esfuerzos y sacrificios. Su tercer matrimonio estaba en vías de disolución. No tenía hijos, cosa que la apenaba profundamente, y a los 55 años ya no los tendría. Sin embargo, tenía tres terriers West Highland blancos que adoraba.

Las fotos de los perritos repartidas por el despacho ponían el punto tierno en la fría actitud que Sue mostraba ante los desconocidos.

Santana conocía superficialmente a Sue desde hacía diez años. Sus caminos se habían cruzado en muchas reuniones de empresa; Sue había intentado captarla para Emerson en más de una ocasión. Tendían a unirse en aquellas convocatorias fundamentalmente masculinas, sintiéndose casi almas gemelas.

Siempre acababan en un rincón con sus whisky, identificando a los judas y a los que estaban en camino de serlo.

Sue había abierto camino a mujeres como Santana, que tenían que vérselas todos los días con hombres supuestamente iguales a ellas pero que siempre estaban por encima de las mujeres en el mundo empresarial. Un hombre duro, firme, que no se tragaba ninguna bola, era un héroe, alguien digno de admiración. Una mujer con las mismas cualidades era una bruja que pedía a gritos un buen revolcón del macho adecuado. A Santana le parecía que las cosas habían sido así desde el principio de los tiempos y se preguntaba cuándo cambiarían. A veces el progreso era dolorosamente lento.

Se detuvo ante la mesa de la secretaria de Sue. Una rotunda treintañera de pelo rubio platino y sonrisa perpetua tecleaba ante el ordenador.

Hola, Connie. ¿Por casualidad está Sue disponible?

Hola, señorita López. Pues sí. Es increíble, ¿verdad?

Santana se rió.

No.

Connie cogió el auricular y apretó un botón.

¿Señora Sylvester? La señorita López desea verla. —Miró a Santana y dijo—: Puede entrar.

Sue Sylvester era una mujer de aspecto sencillo, ni guapa ni fea. Medía tres o cuatro centímetros más que Santana, pero los tacones la hacían parecer mucho más alta, igual que su aire de autoridad. Llevaba el pelo rubio retirado de la cara y sin teñir, con las canas asomando orgullosamente. Santana estaba segura de que, si revisaba la agenda de Sue, encontraría una cita en la peluquería para la semana siguiente; a Sue no le gustaba parecer ni un día más vieja de lo que era en realidad. Siempre lucía trajes caros y elegantes. El que vestía en ese momento consistía en una falda negra con una chaqueta a cuadros rojos y negros.

El despacho de Santana, comparado con aquél, parecía la garita de un portero. Una espaciosa habitación con una tranquila vista de la zona arbolada de detrás del edificio se completaba con un sofá de cuero, sillas a juego y un pequeño bar. El aroma del café recién hecho lo impregnaba todo.

Sue se levantó inmediatamente y cruzó el despacho con la mano extendida.

Santana, me alegro de verte. Entra. Siéntate. —Su saludo era firme y cálido a la vez—. ¿A qué debo el placer?

Santana se acomodó sin prisa en el sofá de cuero.

Tengo una buena noticia y he pensado que decírtela en persona era más divertido que llamar por teléfono.

Siempre estoy lista para las buenas noticias. ¿Café?

No, gracias. Quince tazas es mi límite y creo que ya lo he sobrepasado esta mañana.

Sue se rió con una sonora carcajada que, como siempre, sobresaltó a Santana.

Cuéntame.

Kitty Wilde ha cerrado el trato de Albany. —Santana dejó que la información calase, observando el rostro de Sue mientras la procesaba.

Dios mío.

Lo sé.

¿Estamos seguras?

Kitty viene hacia aquí en este preciso instante, con todos los documentos.

Sabía que esa chica tenía madera —dijo Sue con dulzura —. Tienes razón. Es una noticia buenísima.

No me malinterpretes —dijo Santana—. Sé que aún no estamos en primera división, como las oficinas grandes. Houston es enorme, y no creo que lleguemos a la altura de L.A. Pero este es un buen principio para situar la Costa Este donde debe estar. —Era importante hacerle ver a Sue que Santana se daba cuenta de las deficiencias de su región. No quería transmitir una falsa sensación de seguridad a su jefa.

Tienes toda la razón, es un buen principio. —La voz de Sue sonó firme—. No lo subestimes. Ese contrato traerá mucho dinero a esta parte del país. Y si el otro vendedor no falla... ¿Cómo se llama? ¿Abrams? —Santana asintió—. Si Abrams también funciona... —Dejó la frase en el aire, para que Santana calculase los resultados—. Sabía que contratarte nos convenía, Santana. Lo sabía. Se lo dije a Ed desde el primer momento.

Santana se puso colorada ante el elogio. La halagaba que Sue hubiese hablado de ella con J. Edward Emerson. Nada la enorgullecía más que saberse estimada en el trabajo. Vivía para eso, y la sensación la llenaba de euforia.

Gracias, Sue. Oye, voy a dar una fiesta sorpresa a última hora de la tarde para mi equipo. Algo informal en la sala de reuniones. Con pizza, tal vez un poco de champán. Quiero que sepan lo mucho que valoro su esfuerzo. En este último mes se han volcado. Sería estupendo que te dejases ver.

Una idea fantástica. —Sue apretó un botón del teléfono—. Connie. Llama a Lorraine’s. Que traigan una bandeja de sándwiches variados a la sala de reuniones de la cuarta planta sobre... —Lo consultó con Santana—: ¿Las cuatro? —Santana asintió, y Sue continuó —: Cuatro. Llama también a esa pizzería que te gusta tanto y encarga una pizza gigante y refrescos. Y dile a Richard, del centro comercial, que envíe cinco botellas de champán decente. No del carísimo, pero tampoco de la porquería barata que nos manda en Navidad. Cárgalo en mi cuenta de gastos de representación.

Santana se rió, pues no esperaba semejante alarde de generosidad.

Gracias, Sue. Te lo agradezco mucho.

Considéralo un merecido premio para ti y tu equipo. Y no dejes que se duerman ahora que han empezado a moverse.

Santana cabeceó con rotundidad.

Oh, no. Esto es sólo el principio. Quiero que lo tengan claro. —Se levantó para marcharse—. Nos vemos en la sala de reuniones por la tarde.

Sí, de acuerdo. Buen trabajo, Santana.

Santana no estaba acostumbrada a manifestar sus sentimientos y le costó reprimir la sonrisa bobalicona del rostro mientras bajaba en el ascensor a la cuarta planta.

Necesito dormir un poco si vamos a arreglar todo este papeleo mañana. —Kitty Wilde se levantó, encantada, aunque la fiesta ya había terminado y estaban en el despacho de Santana.

Además de Kitty, sólo estaban Santana, Rory y Jake, vendedores locales, aparte de Brittany. Todos tenían vasos de plástico en la mano, y Rory comía su enésima porción de pizza. Brittany estaba sentada sobre la mesa de Santana, balanceando los pies descalzos en el aire. Santana, cómodamente hundida en su sillón de cuero, bebía champán, mientras sus ojos insistían en posarse en el trasero de Brittany, al alcance de la mano.

Jake estiró los brazos sobre la cabeza, bostezando sin el menor disimulo.

Yo te llevaré, Kitty.

Santana sonrió para sí; Jake estaba preparando su estrategia, probablemente en el aparcamiento. Kitty estaba fuera de su alcance, y Jake no tardaría en enterarse. Santana casi se apiadó de él.

Rory miró su reloj.

¡Santo Dios! No me di cuenta de lo tarde que era. Mi mujer me va a matar.

Los tres recogieron sus cosas y se despidieron.

Gracias por todo, Santana. —La gratitud de Kitty saltaba a la vista, y sus ojos miraron a Brittany cuando añadió—: Ha sido todo un detalle.

Hiciste un gran trabajo. Sólo quería que supieras que todos lo reconocemos. —Santana acompañó a los vendedores hasta la puerta.

Conducid con cuidado —dijo Brittany, que seguía sentada en la mesa—. Y haced ruido antes de llegar al mostrador de seguridad para que al pobre Frank no le dé un infarto.

Santana acarició brevemente el brazo de Kitty y dijo:

Nos vemos mañana por la mañana a las nueve, ¿de acuerdo? Para solventar las formalidades.

Kitty asintió con aire feliz, y Santana cerró la puerta tras el trío, quedándose sola con Brittany en el despacho.

Es mejor cerrar la puerta con llave. Sólo falta que el equipo de limpieza nos sorprenda bebiendo. —La voz de Brittany resonó en el silencioso despacho. Tenía en la mano la única botella de champán en la que quedaba algo.

Buena observación. Tal vez exijan su parte. —Santana giró la cerradura con una sonrisa; las persianas estaban bajas. Extendió el vaso para compartir el último champán.

Brittany seguía balanceando los pies desnudos; sus torneadas piernas se movían rítmicamente mientras golpeaban con los talones la parte delantera de la mesa de Santana. Estaba seductoramente desarreglada, con el pelo despeinado y las mejillas encendidas, y Santana tragó saliva. Empezaba a descender de la euforia suscitada por la llamada matutina de Kitty y sabía que no tardaría en aplastarse contra la realidad, pero se resistía a abandonar la agradable sensación.

Se dio cuenta de que, desde que había subido a compartir con Sue Sylvester la buena noticia, apenas había visto a Brittany a solas más de un minuto y le sorprendió reconocer que la había echado de menos. No sabía qué hacer ante aquello.

Champán y pizza. Un verdadero banquete, en mi modesta opinión. —Brittany llenó el vaso de Santana casi hasta el borde.

Eeeh. ¿Pretende emborracharme, señorita Pierce? —Un matiz juguetón endulzó el tono de Santana involuntariamente, y recibió un guiño pícaro de Brittany como respuesta. Santana tuvo que hacer un gran esfuerzo para no darse por aludida.

Brittany llenó su propio vaso con el resto del champán sin perder la sonrisa.

Depende de hasta dónde me arrastre, señorita López.

«No tienes ni idea de lo lejos que podríamos legar», pensó Santana irónicamente. Hacía horas que se había quitado la chaqueta y en ese momento llevaba pantalones de algodón negros y una blusa de seda color crema. Se quitó los tacones y se apoyó en la parte delantera de la mesa. La oscilante rodilla de Brittany rozó su cadera. Santana se preguntó si la fricción había provocado que subiese la temperatura del despacho, porque de pronto sentía mucho calor.

Me temo que el champán y la pizza fueron de lo mejor que pude conseguir con tan poca antelación —dijo.

Ha sido un precioso detalle. Creo que has acertado al planear algo así. Todo el mundo se siente valorado. La mayoría de los jefes no tienen ni idea de lo que significa para sus empleados una palmadita en la espalda de vez en cuando.

Sé que puedo ser dura, pero a pesar de las apariencias, no tengo el corazón de piedra. Estoy a favor de reconocer el trabajo bien hecho de mis empleados.

Bebieron el champán en silencio, casi pegadas en el despacho vacío. Santana se fijó en que tenían mucho sitio donde ubicarse si la proximidad les molestaba, pero ninguna de las dos se movió. El reloj de la estantería marcaba los segundos, los minutos y avanzaba hacia la medianoche.

¿Santana? —El champán teñía la voz de Brittany de un matiz más profundo y sensual a medida que avanzaba la noche, cosa que no pasó desapercibida a Santana.

¿Hummm?

¿Siempre estás preocupada?

¿Siempre? —La vaguedad de la pregunta hizo sonreír a Santana—. ¿En mi vida entera?

No, listilla. Cuando te encargas de un nuevo grupo de vendedores. ¿Te preocupa no conseguir que mejoren sus resultados? —Brittany parpadeó; sus ojos azules parecían el doble de grandes y curiosos que de costumbre—. Me refiero a que no es un secreto que aquí te han contratado, como antes en otros sitios, para mejorar los resultados de un equipo de ventas mediocre, ¿no es así? ¿Te preocupa que, por el motivo que sea, no des el nivel que se espera de ti y no logres mejorar el balance final?

Procuro no obsesionarme con eso —respondió Santana, sinceramente—. ¿Cabe la posibilidad de que no pueda levantar un equipo de ventas? Pues claro que sí. ¿Me torturo con esa posibilidad? Para nada. Me volvería loca.

Brittany asintió, satisfecha con la respuesta.

Yo me preocuparía mucho.

Por supuesto. Eres una agobiada, lo cual es bueno. Si te preocupas tú, ya no tengo que tomarme yo la molestia. Te preocupas por las dos, y me ahorro el gasto de energía.

Muy graciosa. —Brittany se apoyó en el hombro de Santana, en un gesto juguetón—. Ahora en serio. Has hecho un gran trabajo con esta gente. No creí que hiciese falta mejorar las cosas, pero evidentemente me equivocaba. Has conseguido que se esfuercen por ser mejores. —Hizo una pausa, tan sumida en sus pensamientos que Santana casi oyó cómo chirriaban los ejes mentales—. Sé que ha sido duro y que algunos no te lo hemos puesto fácil, pero qué caramba. Estoy impresionada... estoy impresionada contigo. Tu empuje, tu determinación, tu fuerza. Además, eres...

Se calló de repente y abrió mucho los ojos, como si el cerebro coordinase por fin la boca y se hubiese dado cuenta de que estaba a punto de traspasar una línea. Bajó la cabeza y estudió el contenido de su vaso como si desease que hubiese más en él y menos en ella.

Santana observó con sorprendida fascinación un rubor rojo que parecía brotar del interior del vestido de Brittany, subía por su pecho y cubría el cuello y la cara. La curiosidad luchaba con la emoción en la mente de Santana, y se le aceleró el corazón.

Soy... ¿qué? —preguntó amablemente—. ¿No vas a acabar la frase?

Hummm... no. —Brittany soltó una risita forzada—. Será mejor que no lo haga.

Santana no apartó los ojos de Brittany, que se agitó como un testigo en el estrado de un juzgado, pero no levantó la vista.

Lo siento, San. No me hagas caso. Hablo demasiado cuando bebo un poco de alcohol.

No me importa escucharte. Bien sabe Dios que tú me escuchas a mí bastante.

Santana no estaba borracha, pero también había bebido más champán de lo habitual y se sentía envalentonada. «No insistas — advirtió la vocecita dentro de su cabeza—. Sabes dónde están los límites y que no se pueden quebrantar.»

Santana era muy consciente de los derroteros que estaba tomando la situación y se preguntó si Brittany se daba cuenta. Se sentía impotente para detener la fuerza que la empujaba en aquella dirección. Trató de centrarse en su voz interior, pero la acalló el calor procedente del cuerpo de Brittany, tan cerca del suyo, y el arrebatador aroma del perfume almizclado de Brittany.

Las palabras no pronunciadas quedaron suspendidas en el aire entre ellas, casi como algo tangible. Ambas bebieron champán y permanecieron en silencio. Los pies de Brittany se balanceaban un poco más rápido, y sus talones descalzos rebotaban suavemente contra la mesa. Al cabo de unos minutos Santana posó la mano con firmeza sobre la rodilla de Brittany para detener el ruido. Un leve jadeo salió de la boca de Brittany, una brevísima inhalación ante el contacto, y Santana la miró.

Me gustas, Santana —susurró Brittany. Su tono casi era de disculpa y aludía claramente a algo más fuerte que «gustar». Pareció aliviada al pronunciar las palabras—. Lo siento. Sé que no debería.

Tú también me gustas —replicó Santana, sin apartar la mano de la rodilla de Brittany.

He intentado ignorarlo, pero después de la cena de la otra noche... —Brittany torció el gesto, miró el vaso con asco y lo dejó en la mesa—. Dios mío, debería callarme. Me comporto como si tuviera dieciséis años.

No —aseguró Santana—. Nada de eso. —No le importaría escuchar a Brittany toda la noche. Sin apartar la mano, se volvió para apoyar la cadera contra la mesa y ver mejor la cara de Brittany. Su pulgar describía pequeños círculos sobre la rodilla de Brittany.

Sólo pretendo ser sincera —afirmó Brittany—. No sé si hablar de esto es lo más conveniente, pero supongo que ya es tarde para preocuparse por eso, ¿verdad?

Un poquito —admitió Santana.

Pero tú también lo sientes, ¿verdad? ¿Esta... cosa que nos pasa?

Brittany contuvo la respiración, porque si Santana no lo sentía u optaba por no reconocer que lo sentía, quedaría con el culo al aire, avergonzada y humillada. El corazón le estallaba en el pecho. Tenía la boca seca.

Santana sostuvo la mirada, sin pestañear. «Dile que no — chillaba la voz en su cabeza—. Dile que no, que no sientes nada y que no sabes de qué habla.» Pero en vez de eso, susurró:

Sí, yo siento lo mismo.

Se miraron a los ojos durante lo que se les antojó una eternidad, con las caras tan juntas que respiraban el mismo aire. Fue Brittany quien rompió por fin el silencio.

Santana. —Su voz sonó tan grave que se quebró.

¿Hummm?

Bésame ahora mismo o deja de hacer lo que estás haciendo con el dedo porque me vas a volver loca.

Santana se excitó ante el tono implorante combinado con la gutural autoridad de la voz de Brittany. Se colocó entre las piernas de Brittany, frente a ella, y movió la mano para acariciar la suave piel de la parte de atrás de la rodilla. Como Brittany estaba sentada, Santana parecía más alta, cosa que ésta celebró para sus adentros. Era menuda y casi todo el mundo la superaba en estatura, pero aquella posición le daba una reconfortante sensación de poder. Miró a Brittany mientras continuaba acariciando la pierna con la mano, terciopelo bajo las yemas de sus dedos.

Brittany se aferró a los bordes de la mesa hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Tenía los labios entreabiertos y le costaba respirar. Los ojos azules, oscurecidos por el deseo, buscaron los de Santana y los retuvieron. Santana apartó toda idea de la cabeza; sólo la hermosa mujer rubia que se le ofrecía ocupaba su visión, su mente por completo. Posó la mano derecha sobre la rodilla izquierda de Brittany, imitando el movimiento con la otra mano.

Brittany parpadeó durante unos segundos y, cuando abrió los ojos, resplandecía en ellos la decisión. Apartó los dedos de la mesa a la que se había aferrado, le deslizó las manos sobre el pecho y el cuello y le sujetó la cabeza, mientras los dedos se enredaban en los sedosos bucles negros que caían sobre los hombros de Santana. El contacto visual, cargado de erotismo, duró tres segundos más hasta que por fin Brittany arrastró la cabeza de Santana a un beso acalorado y doliente.

Los labios de ambas se fundieron en un beso hambriento, y Brittany gimió mientras apretaba las rodillas contra las caderas de Santana y agarraba un mechón de suaves cabellos negros. No había la menor indecisión en el movimiento de las manos de Santana sobre los muslos de Brittany; ascendió luego hasta las caderas, deslizando el trasero de Brittany sobre la mesa para acercarse aún más a ella. El tejido azulón del vestido de Brittany se enroló sobre las caderas, y suspiros y gemidos se mezclaron en el aire. Resultaba imposible saber de quién procedían.

Santana introdujo la lengua en el calor de la boca de Brittany y a punto estuvo de abandonarse a lo meramente físico. Era un talento que había cultivado con esmero a lo largo de los años: le permitía disfrutar de sus encuentros sexuales en un plano totalmente visceral, sin involucrar las emociones. Noah y ella lo habían hablado muchas veces; la capacidad de Santana para compartimentar le facilitaba mantener relaciones sexuales casuales sin que entrasen en juego más vínculos.

Pero en ese momento sentía vínculos. «¿Por qué?»

Sus manos se morían de ganas de desabrochar la fila de corchetes de la parte delantera del vestido de Brittany. Sería fácil. Y muy satisfactorio, estaba segura. Sentía la ondulación de la tonificada musculatura bajo el tejido, testimonio de la constitución atlética de Brittany. Percibió también la curva femenina de las caderas de Brittany, la presión de los generosos pechos de Brittany contra su propio cuerpo. Dios, deseaba verlos, sentirlos, saborearlos. ¿Por qué no podía? ¿Qué se lo impedía? No sería la primera vez que mantenía relaciones sexuales en una oficina. Y la forma de besar de Brittany, con implacable abandono y evidente deseo, no iba a detenerla tan pronto.

La forma de besar de Brittany...

Santana se retorció para soltarse y apoyó la frente en la de Brittany. A ambas les costaba respirar.

¿Qué? —Preguntó Brittany, deslizando los dedos sobre los labios hinchados de Santana—. ¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien?

«¡Dios, no me mires de esa forma!» El intenso azul de los ojos de Brittany inundó los suyos, bondadoso, preguntando, esperando.

Brittany, no podemos hacer esto. —Las palabras salieron sin que pudiera frenarlas, antes de tener ocasión de reprimirse.

¿Qué? —Brittany parpadeó, confundida, con la respiración entrecortada.

No podemos hacerlo.

¿Por qué?

No podemos. Soy tu jefa. No está bien.

Brittany asintió lentamente: el entendimiento iluminó sus ojos aunque el cuerpo estaba desinflado.

Sí. —Había una inequívoca expresión de dolor en su cara—. Sí, seguramente tienes razón.

Santana procuró disipar aquella expresión de dolor.

No se trata de que no quiera. Créeme, es que...

No, no. —Brittany se apartó, y a Santana le sorprendió lo rápido que se había levantado el muro... y cuánto le dolía verlo—. No pasa nada. Tienes toda la razón del mundo. Yo... esto era absurdo.

Brittany desenredó la mano del cabello de Santana y la empujó suavemente para bajarse de la mesa. Con la vergüenza reflejada en el rostro, alisó el vestido con manos temblorosas y buscó los zapatos.

«¿Absurdo? ¡Ay!» Santana cerró los ojos y se rascó la frente, sintiéndose como una mierda.

Brittany...

No. —Brittany alzó la mano, interrumpiendo a Santana—. En realidad, es mejor. He bebido demasiado, y seguro que mañana nos reímos de esto, así que... déjame salir sin ponerme más en ridículo. ¿De acuerdo? —Se calzó, con la cara como un tomate. En ningún momento miró a Santana a los ojos.

Tú no... —empezó Santana, sin saber cómo seguir. Brittany estaba nerviosa y se movía muy rápido. Santana no quería que se fuese en semejante estado. Estiró la mano para tocar el hombro de Brittany, pero la joven se encogió—. Brittany, no te has puesto en ridículo.

Santana. Por favor —imploró Brittany, y a Santana le pareció ver lágrimas en sus ojos, aunque Brittany no la miró y, por tanto, no pudo comprobarlo—. Por favor.

Santana asintió y permaneció en silencio mientras Brittany recogía sus cosas y se apresuraba a desaparecer por el pasillo en penumbra. Quería hablar con Brittany, deseaba explicarle un montón de cosas. Dios, incluso deseaba explicarse a sí misma algunas cosas. ¿Qué diablos había ocurrido? «¿Qué me sucede?»

Se hundió en el sillón de cuero como si hiciese años que no se sentara. Cogió su vaso abandonado y bebió el resto de champán de un trago.

Hija de puta —murmuró en la quietud de la noche.

¡Hija de puta! —Brittany aporreó el volante repetidamente mientras conducía—. ¡Estúpida! Soy una estúpida. ¿Cómo puedo ser tan jodidamente estúpida?

«No me desea.»

Brittany se debatía entre una ira atroz contra todo lo que le pasaba por la cabeza: contra sí misma, contra Santana, contra Rip por no estar en casa para consolarla, contra Rachel por no ser la persona adecuada, y un dolor desgarrador. Estaba segura de que había interpretado las señales de Santana correctamente, segurísima.

Tenía 37 años; había vivido lo suyo y sabía cuándo una mujer se interesaba por ella. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto? ¿Y por qué le dolía de semejante modo que Santana la rechazase?

«No me desea.»

Sí, claro, había utilizado una disculpa muy creíble: su relación laboral. Brittany no podía rebatirla. Mantener relaciones sexuales iba contra la ética, lisa y llanamente. O cualquier otro tipo de relaciones. Fin de la historia. De todas formas...

Media hora después, cuando Brittany estaba en casa y ya se había cambiado, seguía dándole vueltas al asunto. Las preguntas afluían a su cabeza mientras se lavaba la cara y se cepillaba los dientes. ¿Por qué? ¿Por qué todos aquellos prolegómenos, a falta de una expresión mejor? ¿A qué venían el flirteo, la cena, las intensas miradas? ¿Y aquel instante en el coche, después de cenar, cuando habían estado a punto de besarse... y ambas lo deseaban? Saltaba a la vista. ¿Por qué la intimidad del despacho esa noche? ¿Y la mano en la rodilla? ¿Por qué todo aquello?

«¿Por qué me besó?»

Se acostó desnuda y se cubrió con la sábana azul marino. Era la una de la madrugada, pero continuaba completamente despierta y pensando, a pesar del champán. No había bebido tanto; tenía tan poco aguante que siempre medía mucho lo que bebía si después debía conducir. Era una disculpa plausible para lo que había sentido, su comportamiento y reacciones. «Que crea que me había emborrachado.»

Cerró los ojos y exhaló lentamente, deseando vaciar la mente y relajar el cuerpo. Necesitaba como mínimo un par de horas de sueño.

«Gracias a Dios que mañana es viernes.»

Ante la perspectiva de volver al trabajo al día siguiente, los ojos de Brittany se abrieron desmesuradamente. «Mierda.» Tendría que enfrentarse a Santana y hacerlo con la cabeza bien alta para disimular la humillación que sin duda sentiría. Barajó la posibilidad de no ir alegando que se encontraba mal, pero su orgullo la descartó. No, ella se lo había buscado y tenía que afrontarlo.

Hizo un gesto de fastidio al pensarlo.

El día siguiente iba a ser una mierda.
Maitehd
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

Mensaje por Jane0_o Dom Ago 18, 2013 1:48 am

Diossssssssssssssss como lo dejas ahi!! Quiero ver la reaccion del viernes!! Bueno muy pero muy buen capitulo, el momento brittana genial pero uffffffff espero la pronta actualizacion!

Saludos y de veras me gusta este fic :)
Jane0_o
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Tan cerca, Tan lejos -Capítulo Diecinueve-

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