(FIC-Klaine) "Different worlds" Cap. 7

–Kurt –escuché que alguien mencionaba mi nombre, giré sobre mis talones para encontrarme con Carole y su radiante sonrisa.
–¿Qué sucede? –pregunté mirándola con afecto.
–Estoy preparando el almuerzo y apuesto mi vajilla de “Villeroy&Boch” que después de todo el escándalo el hijo del Sr. no bajara a comer, ¿puedes llevarle tú su almuerzo?
–Por supuesto –sonreí con afán–. Yo me hago cargo.

–¿Quién es? –consultó. Por el tono angustiante en su voz pude deducir que estaba llorando.
–Vengo a tráele la comida señor –dije, tratando de transmitirle tranquilad a través de mi voz. No sabía con exactitud que le pasaba, ni siquiera sabía que o cómo era el muchacho, pero de todas maneras no podía evitar sentir preocupación por él.
–Oh –hizo una pausa–. ¿Puedes dejarla ahí? –susurró.
–Hm claro –busqué algún lugar donde apoyar la bandeja y lo encontré, coloqué el plato de comida ahí–. Listo, lo deje sobre esto marrón que esta junto a la puerta.
Por alguna razón rio–. Credenza…
–¿Qué? –pregunté confundido.
–Eso marrón se llama credenza –dijo, a pesar de la puerta que nos separaba podía percibir la sonrisa que se formo en su rostro.
–Claro, si, lo sabía –murmuré girando mi cuerpo en dirección al comedor nuevamente, una idea formándose en mi cabeza me hiso retroceder–. ¿Sabes? En dos palabras puedo resumir todo lo que he aprendido acerca de la vida: Sigue adelante. –dije y pegué mi frente a la puerta.
–Gracias –respondió con una voz cargada de simpleza y sinceridad–. ¿De dónde lo sacaste?
–Mi padre me lo enseño –declaré nostálgicamente.
–Gracias –repitió, luego lo escuché sonar estrepitosamente su nariz con un pañuelo y supe que ese era el fin de la conversación.

¿Cómo puede ser que en todo el día no pude ver ni siquiera una fracción del rostro de este chico? Baje las escaleras y volví a la cocina, donde Carole seguía cocinando.

–¿Pudiste verlo? –preguntó, la ilusión reflejada con claridad en su mirada.
–No –respondí un poco decepcionado–. No eh podido verlo en todo el día –suspiré pesadamente.
–El también quiere conocerte –Carole sonrió.
–Si, claro –module sarcásticamente.
–¡Es cierto! –exclamó golpeándome el hombro con el paño de cocina que llevaba en sus manos–. Pregunto por ti.
Sonreí complacido–. ¿Cómo es su nombre? –interrogué. Ya me canse de referirme a él como “el hijo del Sr. Anderson” o algo por el estilo.
–Blaine –elevó las comisuras de sus labios.
–Me gusta –reí–. Y… ¿cómo es él? –pregunté tratando de sonar casual.
–Bueno, pues –tomó un plato y miró hacia arriba, como si buscara la respuesta apropiada ahí–. El es muy guapo –sonrió–. Tiene el cabello repleto de rizos negros, lindos ojos avellanas, en verdad es muy guapo –suspiró–. Es carismático y talentoso…
–Vaya –sonreí–. Quiero conocerlo –susurré soñadoramente.
–Y tarde o temprano lo harás, Kurt.
–Eso espero –musité.
–Bueno cariño, es tu descanso –dijo, apoyando su mano en mi hombro.
–¿Ya? –pregunté.
–Sí. Es tu primer día, además, te ves agotado. ¿Por qué no vas a la cama un rato? –sugirió asintiendo alentadoramente.

Imaginar el suave colchón de látex me hacía pensar en salir corriendo a mi habitación y tirarme sobre él. Por fin podría dormir en una cama, no podía esperar, ya no recuerdo la sensación de dormir sobre una. Pero la realidad era que mi estomago gruñía, necesitaba comer algo, unas de las tantas cosas que he querido hacer desde hace meses.

–Me encantaría pero de verdad, tengo hambre –declaré en casi un susurro, avergonzado.
–Me lo hubieras dicho, cariño –exclamó negando con la cabeza y sonriendo–. No será problema.

Tomo un plato y allí sirvió una gran cantidad de espagueti con salsa; al verlo la boca se me hizo completamente agua, se veía sumamente delicioso. Apenas Carole dejo el plato sobre la mesa comencé a devorarlo.

–Y dime Kurt, ¿de dónde vienes? –preguntó mirándome, expectante.
–Umh –balbuceé con la boca llena, esperé a tragar y continué–. Es una larga historia...
–Tengo mucho tiempo.
–Bien,  pero... necesito que no se lo digas a nadie ¿sí?
–Hm de acuerdo –respondió, al parecer no muy convencida.
Respire hondo y trate de mantener la calma–. Bien, como empezar –reí nerviosamente–. Yo-yo vivía con mis padres en Ohio, y pues, mi madre resulto ser... homofóbica. Nunca logró comprender mi orientación sexual… y uhm… siempre intento “curarme” de cualquier manera posible; psicólogos, terapeutas, pastores, sacerdotes… hable con cientos y cientos de ellos pero nada funcionó. Ella se avergonzaba de mi forma de vestir, de mi forma de caminar, de mi forma de hablar… ella literalmente se avergonzaba de mí. Lu-luego a mi padre le diagnosticaron cáncer… –las lágrimas comenzaron a brotar involuntariamente de mis ojos, fui incapaz de lidiar con el dolor que me provocaban esos recuerdos–. Mi madre me culpo, solía decirme que Dios me odiaba por ser homosexual y que por eso castigaba a nuestra familia. Siempre trataba de convencerme a mí y a sí misma de que todo esto era solo una etapa y que quizás tenía algún tipo de desorden mental, cuando en realidad, lo único que hacía era amar a los hombres de la manera que se supone y debería amar a las mujeres, eso era lo peor que pude haberle hecho según decía ella. Hubo un momento, cuando cumplí los diecisiete… e-ella quiso internarme en “N.A.R.T.H”; un hospital en California para curar la-la homosexualidad; mi padre con las pocas fuerzas que le quedaban la convenció de no hacerlo –Carole solo se limitaba a cubrirse la boca con las manos y a mirarme con profunda tristeza en sus ojos–. Ella me dijo que no iba a tener un hijo gay y fue la gota que derramó el vaso, realmente estaba tan agotado de toda esa situación –suspiré–. Entonces, lo hice –tragué y humedecí mis labios, los cuales por alguna razón estaban secos–. Huí de ese lugar, pero prometí volver por mi padre. Así llegue a New York, poca comida, durmiendo en el suelo… me transforme en un vagabundo –miré hacia el suelo–. Hasta que la escuche a usted y al Sr. Anderson hablando y era mi oportunidad de poder comer, dormir, trabajar, poder tener dinero y algún día volver por mi padre –levanté mi rostro inundado en lagrimas, las sequé torpemente con la manga de mi camiseta y suspiré.
–Oh, cariño –dijo Carole con una mano en el corazón y derramando el doble de lágrimas que yo–. Eso fue duro…
–No tienes idea.
–No te preocupes –me abrazó, transmitiéndome la paz que necesitaba–. Aquí estarás mejor, ya no te faltara nada. –sonrió tristemente.
–Gracias –mi corazón se estrujó y me quebré nuevamente–. No sé que estaría haciendo ahora si no fuera por usted.
–Agradécele al Sr. Anderson, el dio el sí –limpio mis lagrimas delicadamente y sonrió–. Bien, ahora a dormir.
–Eso creo –reí–. Que duermas bien, Carole.
–Tu también, Kurt –acarició mi mejilla–. Adiós.

Volteé y me dirigí hacia el pasillo de los empleados, llegué a mi habitación y entré. De inmediato me recosté sobre la cama, que sensación tan increíble, algo tan simple y común como recostarse en una cama para mí era igual o más satisfactorio que miles y miles de dólares. Mi mente recordó lo ocurrido, Carole era una buena persona y su actitud hacia mí era lo más parecido a ese cariño maternal del que todos hablan y el cual yo nunca tuve. A pesar de que fue un día lleno de altibajos emocionales, en realidad, el cansancio lo sentían cada una de las extremidades de mi cuerpo. Después de desahogarme con Carole me siento liberado y más tranquilo conmigo mismo… pero aún falta algo… se me viene a la mente ese chico, el hijo del Sr. Anderson–. Blaine –susurré antes de caer en un profundo sueño, sobre una cama, por primera vez en mucho tiempo.