Fanfic Brittana - "El contrato" - Capitulo 9

Buuuu ;(

En espera de actualización u.u

0_0 nos as engañado muy feo!
Espero estes bien y pronto te puedas pasar por aqui a dejarnos un capitulo!
Saludos

U.u xq no actualizas..tu fic me encanta :D

Esperando la actualizacion en

3....................2.................1....................,.,,....................

Vuelveee :(

:(


Triste


Espero actualización

Esperando .....

Hola


Sólo para que sepas que tienes fans que te esperan

Hola.....mmmmm no dejes abandonada la historia
Regresa porfis esta demasiado buena

Saludos y espero estes bien!

Porfavor vuelve,
Espero estés bien!!!
No dejes este fic!!! En verdad tienes muchas fieles lectoras!!! Porfís vuelve!!!
Espero la actu!!!

Xoxo
PD: se te extraña!!!!

Hola,
Vuelve,
Se te extraña
Saludos y que estes bien

  

Bueno te demoraste pero lo importante es que has vuelto!!!!!!!

Yo quemaria mi colegio y dejaria adentro a mas de uno. ^^ ;-)

hola,...
que bien vuelves,... ya extrañaba leer tu fic!!!

nos vemos!!!

siiii al fin... io kemaria tu colegio... kn tal escribas mas caps.. vale
bueno mas vale actualizes oy

Hola! Con mis 22 soy profesora y no debería decir esto, por lo tanto es entre tú y yo, JAJAJAJAJAJAJAJAJA!
Dime dónde es y yo misma voy y lo quemo con tal de que tengas tiempo y sigas escribiendo está historia que me encanta.

Espero dos capítulos hoy, saludos y cuídate.

Genial!!! Que bueno que regreses!! En verdad que eh extrañado esta historia!!
jajaja y bueno!! yo me sumo a las chicas que quieren quemar tu cole!! muajaja!!!
xD

que pasaaaaaaaaaaaaaa??????????????? lo prometiste  , espere y espere y espere y nada, bueno espero que tengas un buen motivo para no actualizar hoy, como por ejemplo que si quemaron tu cole y estabas tomando fotos o algo asi, claro sin ningun herido por supuesto, pero porfis actualiza, te cuento algo?? he estado tan desesperada por ver como sigue el fic, que estuve tentada a leer el libro, pero NO, me di un manaso en mi manita izquierda y me repeti, "ella dijo que volveria" asi que por favor hazlo .

alguien que me enseñe matemáticas? no nadie okey XDD perdón por no actualizar ayer y hoy por dejarles un solo capitulo pero son las 4:26 de la madrugada y tengo mucho sueño y si hay algún error en el capitulo hagan como si no paso nada jajajaja enserio alguien que queme mi colegio llevo dos días y ya quiero matarme o pegarle a algún profesor sobre todo al de historia y matemática >:c los odio..   

GRACIAS POR SUS COMENTARIOS ME DIERON TANTA RISA ALGUNOS JEJE SON LAS MEJORES ENSERIO MUCHO AMOR PARA USTEDES PERO QUEMEN MI COLEGIO :((( GRACIAS A ESO NO PUEDO SUBIR CAPITULOS Y TENGO QUE PASARME TODA LA TARDE HACIENDO TRABAJOS Y TAREAS u_u y lo escribí en mayúscula porque estoy indignada u_____u

ya no las aburro más con mi vida de escolar y les dejo el famoso capitulo   

Pd: denme mucho amor lo merezco por estar despierta a esta hora okno  


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—Este sitio es alucinante. — Rachel dio una vuelta completa sobre sí misma desde el centro del salón principal de la casa de Santana—. No me puedo creer que no te mudaras en cuanto llegasteis de Las Vegas.  

—No me parecía lo correcto.    

—¿Y ahora sí? ¿Qué ha cambiado? —Rachel se dejó caer en uno de los mullidos sofás de la estancia y cruzó las piernas.    

Brittany bajó la voz a pesar de que la cocinera estaba ocupada preparándoles la comida y la sirvienta estaba en el piso de arriba haciendo Dios sabe qué. Santana tenía que pasar el día en la oficina, lo cual dejaba a Britt con poco o nada que hacer.    

—Supongo que cada vez estamos más cómodas juntas. Además, no contaría con la seguridad que hay aquí si me hubiera quedado en Tarzana.    

—Estás en tu derecho. Si quieres saber mi opinión, ese tal Neil da un poco de miedo. —Rachel había esquivado al corpulento guardaespaldas de Santana cuando este había salido a recibirla a su llegada.    

—No habla mucho.    

—A mí no me ha dicho ni una sola palabra. Me ha mirado fijamente.    

—Santana insiste en que es inofensivo con quienes no se meten con él. —Brittany estaba sentada frente a su amiga en una de las sillas estilo Reina Ana de la casa. Llevaba un traje de seda informal tan suave que era como si no llevara nada. Ahora que por fin tenía tiempo libre, tardaba más en vestirse por las mañanas y le dedicaba más atención a su aspecto.    

Santana la había acompañado al centro Moonlight y allí Brittany había descubierto lo que significaba estar casada con una mujer tan rica y atractiva como su esposa. Se ganó al personal y le arrancó más de una sonrisa a su hermana. Desde el día en que sufrió el derrame, Alex tenía dificultades para expresar sus necesidades. «Afasia expresiva», así era como lo llamaban los médicos. Para que su hermana no se pusiera nerviosa ni se sintiera frustrada, Britt a menudo terminaba las frases por ella. Santana comprendió la situación enseguida y se esforzó para hacer preguntas que pudieran responderse con un sí o un no, y evitó temas que pudieran provocarle estrés.    

Cuando ya se iban, Santana encontró a unos de los administradores del centro y, como si alguien hubiese pulsado un interruptor, su encanto se desvaneció y en su lugar apareció la mujer de negocios. Quería saber qué tipo de seguridad tenía el centro, cómo evitaban que una desconocida se colara en la habitación de Alex y quién estaba con ella fuera de los horarios de las comidas. Disparó una rápida sucesión de preguntas que podría haberle hecho a ella y que fueron contestadas por el administrador del centro antes de que ella pudiera interrumpirlos. Parecía tan sincera, tan preocupada por el cuidado de su hermana, que Britt no pudo enfadarse con ella por ignorarla. Sin embargo, cuando se montaron en el coche y ella empezó a poner en duda la capacidad del centro para cuidar adecuadamente de Alex, Brittany se puso a la defensiva.    

—Es el mejor centro para gente como ella. La mayoría de los sitios están pensados para ancianos o para enfermos de alzheimer. Moonlight se especializa en pacientes más jóvenes con problemas de desarrollo.  

—¿Y por qué no cuidar de ella en casa?    

Obviamente eso sería lo ideal, pero Brittany no podía permitirse ese tipo de atención las veinticuatro horas del día.  

—No puedo.    

Ya lo había intentado antes ella sola y había fracasado. Finalmente Santana se dio cuenta de cuánto le afectaba aquella conversación y tuvo la sensatez suficiente para dejar el tema.    

—Me alegro de que Neil esté de tu parte. No me gustaría tenerlo como enemigo —dijo Rachel, despertando a Brittany de sus pensamientos—. ¿Y qué vamos a hacer con Bs Pierce ?    

Brittany le había dedicado mucho tiempo a pensar qué podía hacer con su empresa. A partir de entonces, hacer de esposa de Santana Lopez ocuparía la mayor parte de su tiempo, y además tendría que viajar constantemente por todo el planeta. De hecho, su pasaporte había llegado a primera hora del lunes y santana y ella ya estaban organizando los preparativos para salir el miércoles por la mañana.    

—Tengo una proposición que hacerte. —Britt esperó a que Rachel la mirara antes de continuar—.

He trabajado muy duro para ahora echar a perder el tiempo y el esfuerzo invertidos en Bs Pierce , pero lo que está claro es que los próximos meses no estaré disponible.    

—Pensaba que ibais a vivir en continentes distintos.    

Britt negó con la cabeza.  

—El plan original no va a funcionar como esperábamos. Después de lo de los micrófonos y las cámaras, creemos que lo mejor es permanecer juntos.    

Brittany recordó la propuesta de Santana. No había insistido en que se acostara con ella desde el día del lavabo, pero a veces la desnudaba con la mirada o le hacía comentarios subidos de tono para que no se olvidara de que todavía la quería en su cama. De hecho, Brittany dormía en la habitación contigua a la de su mujer. La explicación que le habían dado al servicio era que no se encontraba bien. La excusa era ridícula, pero nadie dijo nada al respecto.    

—¿Y en qué situación deja eso a Bs Pierce?    

—¿Qué te parecería convertirte en mi socia?    

Rachel abrió los ojos como platos y en sus labios se dibujó una sonrisa.    

—¿Cómo sería?    

—Tendrías que hacer parte del trabajo de campo.    

Ambas sabían lo que eso significaba: Racheltendría que frecuentar reuniones y fiestas a las que las mujeres acudían en busca de un marido rico, eventos de alto nivel en los que se movía la gente con dinero. Socializar era la mejor manera de captar nuevos clientes. El boca oreja funcionaba mejor que cualquier anuncio en el periódico.    

—Karen está de acuerdo —añadió britt—. Te presentará a viejos amigos para que puedas empezar.    

—Karen es la dueña de Moonlight, ¿verdad?    

La rubia impresionante en la que Santana ni siquiera había reparado. britt asintió.    

—Cuando consigas un nuevo contacto, envíame la información por fax y yo me ocuparé de comprobar su pasado. Eso es algo que puedo hacer desde cualquier lugar del mundo. Lo que no puedo hacer es reunirme con nadie, no hasta que recupere el control sobre mi tiempo.    

—¿Y cuándo esperas que ocurra eso?    

—Dentro de unos meses. Quizá antes.  

Rachel parecía estar dándole vueltas a la proposición.  

—Supongo que no sería buena idea hablar de matrimonios temporales después de tu boda con Santana en Las Vegas. La gente podría hacer preguntas.    

—No, no lo sería. Lo pondré todo a tu nombre para que yo parezca tu empleada. —Porque de todas formas cualquier abogado mínimamente capaz acabaría descubriéndolo todo.  
 

—¿Harías eso?    

—Confío en ti. Y cuando te he ofrecido que seas mi socia, lo he dicho en serio. Si las cosas se te complican mientras yo estoy fuera, buscaremos a una secretaria a tiempo parcial. Si el negocio empieza a funcionar, la contrataremos a tiempo completo. Nos repartiremos los beneficios al cincuenta por ciento, y mientras yo esté jugando a las duquesas me haré cargo de los gastos.    

A Rachelse le iluminó la mirada.    

—¿Te refieres a vestidos bonitos y cenas con clientes?    

A Brittany se le escapó la risa.    

—Estoy convencida de que podemos establecer un presupuesto razonable.    

—No sé qué decir.    

—Di que sí.    

—Pero esta empresa es obra tuya. Has trabajado muy duro para levantarla y yo solo soy una recién llegada.    

Brittany descruzó las piernas, se inclinó hacia Rachely cubrió una de sus manos con la suya.    

—Me has ayudado en los momentos más difíciles y nunca te has quejado cuando escaseaba el dinero.    

—Me ofreciste una habitación en tu casa. ¿Cómo iba a quejarme cuando me dejaste vivir contigo a cambio de nada?    

britt le quitó importancia a las palabras de su amiga.    

—Quizá yo pusiera la primera piedra del negocio, pero entre las dos lo hemos llevado hasta donde está hoy día. No confío en nadie más, Rachel.    

El lento movimiento de la cabeza de Rachel acabó convirtiéndose en un gesto afirmativo y una sonrisa de oreja a oreja.    

—¿Cómo decir no a algo así?    

—Bien.    

—¿Señora Lopez ? —preguntó la cocinera desde la entrada de la sala de estar.    

—¿Sí, Mary?    

—La comida está lista. ¿Quiere que la traiga aquí o prefiere que la sirva en el comedor?    

Por la sonrisa pícara de Rachel, era evidente que estaba impresionada.    

—Iremos al comedor. Y espero que se una a nosotros.    

Mary abrió los ojos como platos, alarmada.    

—Oh, no, no puedo hacer eso.  
 

Brittany y Rachelse levantaron de sus asientos y fueron hacia Mary.    

—Por supuesto que puede —le dijo britt entre risas—. Cómo voy a esperar que prepare usted la comida y luego coma sola.    

—Pero...    

—Además, el cumpleaños de Santana es en menos de una semana y, si le soy sincera, no tengo ni la menor idea de qué comprarle. Quizá usted pueda ayudarme.    

Los labios de Mary dibujaron una «O» perfecta. Dejó de discutir y siguió a Britt y a su nueva socia hasta el comedor de la casa.    Durante la comida, Brittanyse dio cuenta de la rapidez con la que había vuelto a adoptar el papel de mujer con dinero. Se entretuvo con cada bocado, recordando la velocidad con la que todo podía desvanecerse. En su caso, sería así. El trato entre Santana y ella era temporal, con fecha de inicio y de caducidad. Tendría que hacer desaparecer esos pensamientos durante el siguiente año si no quería arriesgarse a que alguien descubriera lo efímero de su matrimonio con solo mirarla.    

Y para hacerlos desaparecer, tenía que empezar a actuar como una mujer casada, se dijo.    

Una mujer felizmente casada.        

Santana atravesó la verja de su casa de Malibú dos horas más tarde de lo que le había prometido a Brittany. Con la tensión en Oriente Medio, algunas de las rutas de transporte tenían que ser modificadas para evitar la inestabilidad internacional. Le hubiera sido mucho más fácil solucionar la crisis por la que pasaba su empresa desde Europa, pero Santana se había acostumbrado a manejar sus asuntos a caballo entre los dos continentes. Ahora que Brittany formaba parte de su vida, tenía una razón aún más poderosa para decantar la balanza del trabajo hacia Estados Unidos.    

Había llamado a las cinco y media para avisar de que llegaría tarde. Brittany parecía decepcionada. Precisamente esa misma decepción lo había animado a moverse más rápido para disponer de un rato libre que pasar con ella antes de retirarse a dormir. Sentía el deseo sincero de conocer mejor a Brittany.    

No se trataba de ningún juego extraño. La sinceridad de su mujer, clara y directa hasta el punto de haber afirmado que quería acostarse con ella, era algo nuevo para Santana.    

Cada vez que recordaba a Brittany poniéndose su camisa y
quitándose los vaqueros, no podía evitar mojar un poco su ropa interior. Sentía una necesidad irresistible de compartir la cama con su esposa. Le había prometido tiempo para pensar en su oferta, cierto, pero eso no significaba que no intentara seducirla para conseguir lo que quería. Maldita sea, si ella también lo deseaba tanto como santana. Lo sabía por cómo la miraba de soslayo cuando creía que ella no la veía, y por su forma de humedecerse los labios sin apartar los ojos de los de san.    

Santana había evitado besarla desde el día de la mudanza. Sin embargo, cada vez que se tocaban, cada vez que la ayudaba a bajar del coche o apoyaba una mano en la curva de su espalda para guiarla a través de una puerta, su vida se convertía en una dulce agonía.    

Se moría de ganas de explorar aquella atracción volátil que sentían ambas y ver hasta dónde podía llegar la onda expansiva.    Al entrar en casa, tuvo que reprimir el impulso de gritar «Hola, cariño, ya he llegado». Sonrió al imaginar la escena y atravesó las estancias vacías hasta que la suave luz de unas velas en el comedor llamó su atención.    

Brittany estaba sentada a la mesa, vestida únicamente con un delicado vestido de seda color rubí y una sonrisa en los labios. Su hermosa melena le caía como una cascada sobre los hombros. Al verlo entrar en la estancia, sus ojos se iluminaron de pronto.    Fue entonces cuando el delicioso olor de la ternera inundó sus sentidos y le recordó que llevaba todo el día sin comer.    Brittany alzó una copa de vino tinto y se levantó de la silla para dirigirse hacia santana.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Santana, mientras sus ojos recorrían las suaves líneas de su cuerpo.    

Los pechos de Brittany asomaban por encima del escote, dejando al descubierto una hermosa piel blanquecina. Podía verle las piernas a través de una abertura en el vestido, las mismas piernas de las que ella siempre se quejaba por ser demasiado y que, montadas sobre unos tacones de diez centímetros, mostraban unas pantorrillas espectaculares. Santana decidió que le gustaban los zapatos. Un segundo armario era un precio pequeño a pagar a cambio de disfrutar de semejantes vistas.    

—He pensado que estaría bien cenar las dos solas mientras podamos. Tu casa en Europa parece muy... llena de gente.    Santana cogió la copa que Brittany le ofrecía y escuchó atentamente en busca de algún ruido que le confirmara que Mary estaba en la cocina o Louise en el recibidor, pero solo se oía el lejano sonido del mar a través de una ventana abierta.  

—¿Estamos solas?    

—Les he dado la noche libre.    

Le gustaba cómo sonaba aquello. La sensual mirada de Brittany, resguardada bajo una espesa capa de pestañas, despertó un montón de preguntas, que se quedaron en la punta de la lengua. Decidió posponerlas y seguir sus instrucciones. Si Brittany había decidido aceptar la proposición y convertirse, además de esposa, en amante, seguro que lo descubriría en breve.    

—Seguro que no se han resistido.    

Brittany apartó una silla de la mesa y la invitó a sentarse en ella.    

—Solo me han preguntado a qué hora deben estar aquí mañana por la mañana.    

—¿Por la mañana? Si viven aquí.    

Brittany levantó la tapa que cubría el primer plato y una nube de vapor ascendió hacia el techo: asado con guarnición de patatas en forma de concha y puntas de espárrago.    

—Louise tiene un novio que está encantado de acogerla por esta noche.    

—No sabía que tenía novio.    

—Y Mary ha aprovechado para ir a visitar a su hija y a su nieto.    Brittany terminó de servir los platos, se sentó junto a santana y cogió el tenedor. San no podía concentrarse en la comida por culpa del aroma a lavanda que desprendía la piel de su esposa.    

—¿Y Neil?    

—Está en la caseta. Le he pedido que nos dejara un poco de intimidad.    

Santana sintió que le rugía el estómago y al mismo tiempo le subía la temperatura.    

—¿Para qué necesitamos privacidad, Brittany? —Le dedicó una mirada pícara de soslayo y cogió su tenedor de encima de la mesa.    

—He pensado que estaría bien para variar.    

Pinchó la verdura con el tenedor y se la llevó a la lengua para probar su sabor. Cuando los espárragos desaparecieron en la caverna que era su boca y sus ojos se encontraron con los de santana, cualquier duda acerca de dónde acabaría la velada se desvaneció en cuestión de segundos.    

La cuestión era: ¿comerían antes... o después?  
 

Santana gruñó de satisfacción al ver cómo Brittany se llevaba el tenedor de nuevo a la boca y empezaba a masticar lentamente.    De pronto tenía la boca seca. Cogió la botella de vino, sin apartar los ojos de ella ni un solo segundo.    

Se concentró en pinchar la comida del plato y llevársela a la boca. Mientras ella todavía masticaba el primer bocado, Santana ya iba por el segundo.    

Brittany cogió la copa de vino, pasó la lengua por el borde, y a continuación le hizo una pregunta de lo más inocente.    

—¿Qué tal ha ido el día?    

—Bien. —¿Aquella era su voz?    

Ella sonrió, consciente del efecto que provocaba en su esposa. Tomó un sorbo de vino y un segundo bocado de comida. Sus labios se movían lentamente, reduciendo el cerebro de Santana a un montón de escombros. Cenar nunca había sido tan seductor.    

Decidió que lo mejor sería acabar con la comida cuanto antes.    Cuando ya era incapaz de comer más, Santana apuró la copa de un trago y la dejó sobre la mesa con un golpe seco.    

La sonrisa inocente y la fingida sorpresa de Brittany no hicieron más que aumentar la tensión sexual entre ambas.    

—¿Va todo bien?    

Santana se puso en pie, empujando la silla sin demasiada ceremonia.    

—Por supuesto, todo va genial.    

Brittany se dispuso a coger su copa, pero santana interceptó el movimiento y la obligó a levantarse. Sus labios buscaron los de ella sin ofrecerle otra escapatoria. Las dos por igual aceptaron la lengua de la otra con avidez y ofrecieron la suya.    

Brittany sabía a vino y olía a primavera. Santana inclinó la cabeza y el beso se hizo más profundo. Las manos de su esposa, que la sujetaban firmemente por la camisa, se fueron relajando hasta abrirse por completo. Las apoyó en su pecho y luego le rodeó la espalda con ellas. Brittany gimió de placer y se deshizo entre sus brazos. Cada caricia de aquella mujer era real y estaba cargada de deseo. Estaban hechas la una para la otra. Los esfuerzos, por parte de britt, para hacerse cargo del control incluso en aquel momento resultaban nuevos y excitantes. Nadie había mandado jamás en las relaciones de Santana. Nunca entregaba las riendas. Sin embargo, con Brittany podía dejarse llevar y confiar en que era capaz de llevarlos a ambas a aguas seguras.  
 

Brittany le quitó la chaqueta por los hombros, momento que santana aprovechó para apartar los labios de su boca, respirar y permitirse mirar los ojos azules y apasionados de la mujer que tenía entre sus brazos.    

—Eres preciosa.    

A diferencia de las otras veces en que le había regalado un cumplido, esta vez sintió que le creía.  

Mientras ella se peleaba con los botones de la camisa , Santana la empujó hacia el otro extremo de la mesa, lejos de los platos y de la comida. Cuando la camisa cayó finalmente al suelo, Brittany se inclinó sobre santana y dibujó una senda de besos y de caricias por toda la barbilla y el cuello. Su voz, tan sensual, tan de alcoba, no dejaba de hablar entre mordisco y mordisco.    

—He estado pensando en tu propuesta.    

Había hecho algo más que pensar.    

Deslizando una mano por su hombro, Santana apartó uno de los tirantes del vestido y posó los labios sobre la carne entre el hombro y el cuello. Era tan dulce...    

—¿Y has llegado a alguna conclusión? —le preguntó, dispuesta a jugar según sus reglas pero sabiéndose ganadora de antemano.    Le mordió suavemente el lóbulo de la oreja y el cuerpo de Brittany respondió estremeciéndose. Santana tomó nota en su cabeza: bastaba con acariciar aquel punto de su cuerpo para provocar una descarga de placer, y tenía toda la noche para descubrir más lugares clave.    

—He... he decidido que soy una mercenaria y no una masoquista.    Santana le lamió la parte trasera de la oreja.    

—Oh, Dios, hazlo otra vez.  

Ella sonrió pegado a su cuello e hizo lo que britt le pedía. Las piernas de Brittany rozaban las suyas, su cadera se movía delicadamente en busca de contacto. Todos los músculos del cuerpo de Santana se tensaron, ansiando sentir la caricia de su piel. ¿Alguna vez había sentido aquella atracción hacia una mujer? Incluso con la mente dominada por el sexo, quería estar absolutamente segura de que Brittany buscaba lo mismo que ella.    Hundió las manos en la melena de su esposa y la obligó a mirarle a los ojos.    

—¿Estás segura de esto, Brittany?    

Ella clavó los ojos en los suyos.  
 
—Sí —susurró.    

Santana sintió que el corazón le daba un vuelco.    

—Te estoy pidiendo más de una noche.    

Ella se inclinó hacia atrás y le acarició la mejilla.    

—Mejor. Una noche no será suficiente. Quiero un año entero.    Santana clavó la mirada en las profundidades de los hermosos ojos azules de su esposa y selló aquel nuevo pacto, aquella nueva locura, con un beso lento y abrasador.    

La sentó sobre la mesa sujetándola por la cadera antes de colocarse entre sus piernas. Encontró la carne desnuda de las rodillas y se abrió paso con las manos sobre la suave piel de los muslos. Quería besar cada punto que tocaba con las manos, sentir la respuesta de Brittany. Ella le mordió el labio inferior y la mente de Santana imaginó otra escena distinta en la que la boca de su esposa recorría partes mucho más placenteras de su anatomía.    

Brittany se peleó con la el sujetador hasta que por fin pudo sacarlo y las manos pudieron desplegarse sobre sus grandes pechos. Le acarició los pezones y luego apartó la boca de la de ella y se inclinó para saborearlos. Mientras ella jugaba con su cuerpo, Santana sintió que se le nublaba el entendimiento. Brittany tenía las piernas alrededor de su cintura y el calor que emanaba de entre ellas no hacía más que empeorar la situación. Respiró profundamente y se emborrachó del olor que desprendía su cuerpo.    

Empezó a bajarle la cremallera del vestido. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que aún estaban sobre la dura superficie de la mesa. No quería que su primera vez fuera rodeados de platos sucios.    

Mientras Brittany la lamía y la besaba, Santana la levantó de la mesa sin el menor esfuerzo. Ella se rió y cerró las piernas con más fuerza alrededor de su cintura, y se agarró a sus hombros. El camino hasta el sofá más cercano fue mucho más erótico de lo que Santana había imaginado. Con cada paso, el calor que desprendía el cuerpo de Brittany se deslizaba contra su piel, enviando una descarga de placer que la animaba a seguir adelante.    

La casa era demasiado grande. Necesitó mucho tiempo para colocarla sobre uno de los sofás y cubrir su cuerpo con el suyo. La camisa salió volando en una dirección, el vestido de ella, en otra. Santana admiró la curva de sus pechos generosos, prisioneros bajo un sujetador de encaje negro.    

—Eres hermosa.    

Jugó con ellos a través de la tela hasta que el pezón se
endureció animado por sus caricias. Dudó un momento antes de descubrirlo y acto seguido se inclinó para saborearlo por primera vez.    

Brittany arqueó el cuerpo, empujando todavía más el pecho dentro de la boca.    

—Por favor, Santana —suplicó, y levantó aún más la cadera, buscándola.    

Santana quería aprenderse el cuerpo de ella para dar con todos los puntos sensibles y venerarlo como se merecía, pero Brittany le había bajado la falda y ya tenía la mano dentro. Y cuando los dedos se acercaron a su sexo, Santana se quedó sin respiración. Se olvidó de los pechos, de que ella todavía llevaba las braguitas puestas, y tan solo podía pensar en adentrarse en las profundidades de su sexo.    

La suave textura de la mano de Brittany se adentraban en ella y sus labios le acariciaban el cuello.    

—Te necesito —le susurró al oído con aquella voz tan profunda y sensual.    

—Y me tendrás —le prometió Santana.    

Se apartó de ella el tiempo justo para quitarse sus bragas, momento que ella también aprovechó para ladear la cadera y quitarse las braguitas de encaje.    

Brittany había doblado una rodilla y tenía la pierna apoyada en el respaldo del sofá. Lo cogió de la mano y tiró de ella hasta tenerla encima de nuevo.    

Ella se abrió paso entre los muslos de su esposa y buscó sus labios para besarla de nuevo. Esta vez fue Brittany la que se entregó por completo, utilizando la lengua con más esmero y dejándole casi sin respiración. Santana había vislumbrado la pasión que hervía en su interior, había fantaseado con tenerla en su cama desde el día en que se conocieron, pero aquello era más de lo que podría haber deseado jamás.    

Hambrienta de ella, puso la punta de su dedo contra los pliegues del húmedo sexo de Brittany. Ella pasó las piernas alrededor de su cintura, dándole el acceso que necesitaba para satisfacer a ambos, y santana se introdujo dos de sus dedos en su interior.    

Brittany ronroneó como una gata en celo. Santana apenas podía contener tanto ego en su interior.    

—Qué bien —dijo ella tras separar los labios de los de santana. Su respiración se aceleraba por momentos y había empezado a mover la cadera siguiendo el ritmo.    

Mejor que bien. Estar entre sus brazos era lo más cercano a la perfección. Santana quería volverla loca de placer, entregarse a ella por completo, así que se obligó a no pensar en su propia liberación.    

—Estás muy firme —le dijo.    

Sus miradas se encontraron. Brittany tenía los labios húmedos de pasión, el corazón le latía con fuerza en el cuello.    

—Es la ventaja.    

Pero era más que eso. Más tarde, cuando ambas hubieran saciado sus instintos más básicos, le preguntaría por su pasado, por las mujeres que se habían cruzado en su camino. Por el momento, todo se reducía a acariciarla, a darle placer.    

Brittany hundió los dedos en sus hombros y luego en sus nalgas. Su respiración se había acelerado y Santana supo que había encontrado el ritmo que ella necesitaba.    

—Sí —gimió Brittany—. Así, justo ahí.    

Sin dejar de mover sus dedos dentro de brittany, Santana aguantó cuanto pudo, esperando el momento en que ella se despeñara por el precipicio. Cuando finalmente llegó, Brittany gritó su nombre y se sujetó a su cuerpo con fuerza, latiendo alrededor de sus dedos. Fue entonces cuando Santana se dejó llevar y la siguió hasta el firmamento.        

El peso del cuerpo de Santana presionaba el suyo contra el sofá y la respiración de ella parecía tan entrecortada como la suya. Estiró una pierna y acarició con ella la de su esposa. No podía dejar de sonreír. Incluso cuando los temblores del placer se convirtieron en pequeños espasmos, siguió sujetándola con fuerza entre sus brazos.    

¿Cómo podía negarse a aquello? Y pensar que tendría acceso al maravilloso cuerpo de Santana y a sus habilidades amatorias durante todo un año. Se detuvo un instante al pensar en el fin de la relación, pero rápidamente apartó las imágenes de su mente y se concentró en el olor y el tacto del hombre que seguía enterrado en lo más profundo de su cuerpo.    

—Ha sido...    

—Increíble —dijo Santana, terminando la frase por ella.    

¿Era por ella? Santana había tenido muchas más amantes que Brittany, eso seguro. Podía contar las mujeres con las que había estado con una mano y le sobraban tres dedos. Santana, en cambio, seguro que tenía una hoja Excel para comparar resultados. A Brittany le hubiese gustado preguntarle la cifra exacta, pero las inseguridades que llevaba arrastrando toda su vida se lo impedían.    

—¿A qué viene esa cara? —preguntó Santana, mirándola a los ojos.    

—¿Qué cara?    

—Esa de duda, la misma que pones cada vez que me dices que soy muy bajita o alguna tontería por el estilo.    

La suya era una relación basada en la confianza, pero ¿hasta dónde podía preguntar sin quedar como una tonta sentimental y necesitada?    

—¿En serio? ¿También crees que ha sido increíble?    

—Brittany—dijo ella en un suspiro. Acercó una mano a la cara de su esposa y le acarició la barbilla con el reverso del dedo. Su cadera seguía firmemente apoyada sobre la de ella—. ¿No te das cuenta de lo bien que se acopla tu cuerpo al mío?    

Sus pechos seguían aplastados contra los pechos de santana, las piernas alrededor de la cadera. Sus labios estaban tan cerca que todavía podía saborearlos.    

—Sí.    

—Eres perfecta. Más apasionada de lo que jamás hubiera imaginado. Y aunque ahora mismo estoy más que satisfecha, la noche es larga y no creo que haya acabado contigo.

Esto —continuó, besándola suavemente mientras hablaba— es el comienzo de algo maravilloso.    

No se le podía negar la habilidad para arrancarle una sonrisa a una mujer incluso después de llevarla al orgasmo.    

Santana se escurrió entre sus brazos el tiempo suficiente para levantarse del sofá. Una vez en pie, la tomó en brazos y se dirigió hacia el dormitorio.    

Brittany miró hacia el suelo horrorizada.    

—Santana, la ropa.    

Ella se rió e, ignorando sus palabras, la llevó al piso de arriba, hasta el dormitorio, donde hizo efectivas sus amenazas.        

Cuando Brittany bajó de la habitación, ya era casi mediodía. La ropa había desaparecido, al igual que los platos de la cena. Solo una fotografía de las dos haciendo el amor habría sido un mensaje más claro de lo sucedido la noche anterior, teniendo en cuenta las cosas que el personal había encontrado a primera hora. Estaba tan avergonzada que no podía evitar sonrojarse de vez en cuando, y cada vez que se cruzaba con Mary o con Louise bajaba la mirada. Ambas fueron increíblemente educadas, hasta tal punto que habría preferido que le tirasen de la manga y le enseñaran el pulgar en señal de aprobación a que actuaran como si limpiar los restos de los encuentros de Santana con sus amantes fuese una tarea fija todas las semanas.    

De hecho, Brittany le sacó el tema de sus antiguas novias mientras hacían las maletas.    

—Entonces, Santana —empezó, haciéndose la inocente—,
dime: ¿encontraré recuerdos de tus amantes anteriores en alguno de los cajones?    

Santana dejó lo que estaba haciendo y se incorporó para mirarla, pero ella continuó con lo suyo como si nada. Después de todo, era ella la que tenía que preparar su ropa. Santana contaba con todo lo que necesitaba en ambos continentes.    

—No sé si te sigo.    

—Ya sabes. ¿Vanessa tenía aquí un cajón para ella, o Danielle?    

Sintió que los ojos de Santana se clavaban en su espalda, pero evitó mirarla a la cara. No debería importarle, pero quería saber si invitaba a sus amantes a menudo a su casa.    

—Nunca he encontrado a nadie que se merezca un cajón para ella sola —respondió Santana.    

Vaya, no estaba nada mal.    

—¿Ni siquiera para unas braguitas olvidadas por accidente? —continuó, sin dejar de meter ropa en la maleta y evitando mirar hacia donde estaba su esposa. «Soy patética.»    

—¿Brittany? —preguntó Santana, que se había acercado y estaba detrás de ella. La cogió por los hombros y la obligó a darse la vuelta. Sus hermosos ojos cafés se clavaron en los de ella—. Solo hace cuatro años que tengo esta casa. Eres la única mujer que ha dormido en mi cama.    

Una sonrisa floreció en el interior del pecho de Brittany. No quería que Santana supiera cuánto significaban aquellas palabras para ella, de modo que asintió, concentrada en evitar que la sonrisa alcanzara sus labios. Santana la besó dulcemente en la boca.    

—¿Te habría molestado encontrarte un cajón lleno de ropa de mujer? No debería. Hacía apenas tres semanas ni siquiera se conocían.  
 

—Bueno, supongo que no... —«Pues claro que sí.»  

—¿Brittany? —Santana pronunció su nombre con la parsimonia de quien sabe que algo no es cierto.    

—Vale, sí —confesó ella—. Porque... —Se devanó los sesos en busca de una excusa convincente. No le costó mucho encontrarla—. El personal pensará mejor de mí, o de nosotras... como pareja si no me ven como un número más.    

«Patético.» No debería intentar ser algo más que un número, sino que haría mejor construyendo barreras alrededor de su corazón, de sus sentimientos, y evitando cualquier tipo de relación afectiva con la mujer que no apartaba la mirada de la suya.    

—No eres un número, Brittany. Si alguna vez sientes que el personal de aquí, o el de Europa, te trata como tal, solo tienes que decírmelo.    

Ella sacudió la cabeza.    

—Todo el mundo se ha portado fenomenal conmigo.    

Santana entornó los ojos un instante, como si intentara resolver un enigma, y acto seguido dio media vuelta y se dispuso a terminar su minúscula maleta.    

Cuando Brittanycontinuó con la suya, se permitió el lujo de sonreír casi imperceptiblemente. Se equivocaba al tratar de encontrar un lado romántico en lo que estaba pasando entre ellos. Solo compartían una relación sexual satisfactoria para ambos, con la peculiaridad de que además estaban casados. Tampoco era para tanto.    

—¿Y tú qué, Brittany? —empezó Santana, apartándola de sus pensamientos.    

—¿Sí?    

—¿Has tenido alguna mujer en tu vida que se mereciera un cajón?    

La mano de Brittanyse detuvo en pleno movimiento.  

—No —fue la breve respuesta a su escasa vida personal.    

Siguieron preparando las maletas.    

—¿Alguna novia reciente que pueda presentarse en la puerta de casa?    

Brittany echó un vistazo por encima del hombro. Santana estaba de espaldas a ella mientras manipulaba algo que tenía entre las manos. Muy bien, su esposa sentía curiosidad por su pasado. La vida privada de Brittany nunca había aparecido en las portadas de las revistas como la de San.  
 
—El dique de las novias lleva seco bastante tiempo —respondió.    

—¿Cómo de seco? —preguntó Santana antes de que ella terminara la frase.    

Brittany se dio la vuelta y esperó a que Santana sintiera el peso de su mirada y se la devolviera.    

—Cuando mi padre entró en la cárcel, impedí que nadie se me acercara.    

—Tenías veintiún años cuando tu padre ingresó en prisión.    

—Así es.    

—No ha habido nadie desde...    

—Nadie.    

Santana consideró sus palabras durante un minuto, desviando la mirada hacia el techo.    

—Eso significa que...    

—He estado con dos personas además de ti —dijo ella, consciente de por dónde iba la conversación. Era raro saber de antemano las preguntas—. Una en el instituto, porque todo el mundo va al baile de graduación, y otra en la universidad. —Esta último le rompió el corazón y terminó con su fe en las mujeres.    

La expresión de su cara debió de cambiar, porque Santana dejó de preguntar y se acercó nuevamente a ella.    

—Supongo que es típico de algunas mujeres, pero me gusta saber que formo parte de una lista muy exclusiva.  

Era difícil ignorar los recuerdos de sus años de universidad, de tanta confusión y tanto dolor.    

—Si una chica no puede acostarse con su esposa, ¿con quién va a hacerlo? —se burló ella, forzando una sonrisa en sus labios.    

Santana entornó los ojos.  

—Cierto.    

Se disponía a darse la vuelta, pero entre ellos se había abierto una brecha.  

—¿Santana?  

—Dime.    

—Me gusta saber que soy la única que ha estado aquí.    

Se hizo el silencio en el dormitorio. Se miraron la una a la otra sin decir nada. Cuando Santana regresó a su tarea, Brittany terminó con la suya.

Enorabuena por ser capaz de publicar el capitulo a esas horas!!jaja
<3<3 me ha gustado mucho el capitulo esas escenas pasionales entre las brittana siempre son bien recibidas ;-)
Es todo un placer que hayas buelto con algo tan bueno como este capitulo.

Gracias por el capitulo
Estuvo wanky
Que bueno que regresaste
Saludos y hasta tu pronta actualizacion

Ay, volvisteeee :D & demas está decir que con un genial capitulo WANKY *--*
Bah! Se gustan :3 espero que todo siga bien con su relacion :)

Saluditos :*

hola,...

volviste a lo grande,..
con un capitulo WANKY!!!!!!
a ver como va a ser la presentación de britt con la familia de san,...
nos vemos!!!

Jajaja es un muuuy buen trato!! jjajaja
Me encantó el capitulo muy WANKY   
Me pregunto como reaccionarán al conocer a britt!! ejejjee eres muuuuy buena por quedarte a deshoras
para ponernos cap!!   que linda!!  jajajja
Besos! Hasta la próxima actu!! Suerte con la escuela