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Activo Fanfic Brittana - El Corazón De Brittany - Capítulo 19

Mensaje por Beverly_87 Jue Dic 12, 2013 5:22 am

CAPITULO 19





****



El paseo hasta el estacionamiento fue silencioso, excepto en el momento en que Brittany indicó dónde estaba el Mercedes. Una vez dentro y con el motor en marcha, sacó un cigarrillo y antes de que pudiera encenderlo recordó que a Santana no le gustaría que fumara en su auto.

—Parece que el otoño ha llegado pronto este año, ¿eh?—

—Así es— contestó Jake —Será mejor que saque mi chaqueta de deportes lo antes posible—

—¿En qué deporte te la dieron?— Preguntó, sin perder de vista el tráfico, mientras salían del aparcamiento  —¿Por dónde voy?—

—A la izquierda. Fue en atletismo, igual que Santana—

Brittany fue hacia donde él le había indicado y pronto se encontraron rodeados de autos. —No sabía que le gustaban los deportes—

—La verdad es que no creo que le importara mucho entrar en el equipo universitario. Es una de esas cosas que hizo porque sus amigas también lo hacían—

—¿Y tú también lo hiciste por eso?—

—Pues… no soy un genio como Santana. Ella sacaba sobresalientes todo el tiempo. Yo me conformaba con que me dieran una beca de atletismo. Pasé sin pena ni gloria. ¿Y tú?—

Al ver las gotas que empezaban a formarse en el cristal, Brittany puso en marcha los limpiaparabrisas. —Em… yo no terminé el colegio—

—Oh— dijo él —No lo sabía. Un error mayúsculo, ¿no?—

—Algo así— contestó ella —Nunca fui del tipo de gente que sigue las reglas—

Jake soltó una risotada. —Entonces tiene gracia que te lleves tan bien con mi hermana—

—Ya…— Brittany no estaba segura de cuánto sabía el chico sobre la vida de su hermana — Sólo somos compañeras de apartamento—

—¿Sabes? Así es como mamá solía llamarlas cuando yo era pequeño. Como si no fuera capaz de entender que mi hermana es gay— Jake rió de nuevo —Me quería hacer creer que tan sólo vivían juntas y que la traía a casa cada vez que venía. Fue más o menos cuando tenía quince años… las vi pelearse y les dije que se besaran e hicieran las paces. Parecía que Santana se había tragado un chile y Quinn simplemente se empezó a reír a carcajadas de ella— Suspiró y apoyó la cabeza contra la ventanilla —A veces creo que Santana todavía me ve como a un niño—

En ese momento, rebuscó en su bolsillo y sacó uno de los cigarrillos que Brittany le había dado antes. Ella, por su parte, empezó a plantearse la idea de corregirle una vez más acerca de la naturaleza de su relación con Santana, pero decidió que, por el momento, no tenía mayor importancia. —¿Tengo que girar en algún sitio?—

—Pasa otras tres farolas y a la derecha— Dirigiéndose a un lado de la carretera, Brittany siguió las indicaciones, girando y girando hasta que Jake señaló una de las casas en lo más alto de la colina —Esa es. Puedes estacionar en el camino de acceso, pero no tapes el garaje. Mi auto necesita un embrague nuevo, pero el de mamá va bien—

Tras entregarle las llaves a Jake, Brittany le siguió al interior de la enorme casa. Se detuvo justo en la entrada, echando un vistazo a la cantidad de fotografías enmarcadas que cubrían las paredes. En lo que supuso era un retrato del colegio, contempló a una pequeña Santana con coletas y tirantes sonriéndole. Pasó de una foto a otra, viendo, conforme pasaban los años, cómo Santana se transformaba de una jovencita desaliñada a una auténtica belleza de colegio, para terminar como graduada universitaria. En la pared opuesta, Brittany descubrió un espacio similar para las fotos de Jake, quien en ese momento estaba abriendo un par de puertas corredizas.

—Éste es el estudio— dijo —El cajón del escritorio está abierto. Yo voy por el bolso y las llaves de mamá—

—Ok. Yo cojo los papeles—

Brittany le vio subir las escaleras antes de entrar en el estudio y ponerse al frente del escritorio de madera. Tal y como le había dicho, el cajón no estaba cerrado con llave, lleno a rebosar de gruesas carpetas. Sin estar muy segura de cuál era la que necesitaba, Brittany las sacó todas. Bien, a ver cómo me llevo todo esto, pensó para sí. Una rápida mirada alrededor le hizo descubrir un maletín desgastado cerca del escritorio. Tras varios intentos, consiguió acomodar dentro las carpetas. Listo. Al menos sé que tengo la que necesitan. Tras escuchar que Jake seguía ocupado en el piso de arriba, Brittany se tomó un minuto para inspeccionar la habitación. Un armario iluminado en la esquina dejaba ver una gran variedad de medallas y trofeos. Al mirar con más detenimiento, se dió cuenta de que la mayoría eran del padre de Santana, pero uno de los estantes soportaba una hilera de trofeos perfectamente organizados que proclamaban a Santana López como campeona de un torneo tras otro.

Me pregunto si mi madre guardó alguna de las cosas que hicimos en la escuela. En la pared contigua al armario de trofeos, todos los diplomas del periodo del colegio y de la universidad de Santana lucían orgullosamente en sus marcos ornamentados. A su alrededor, estaban otros premios que Santana había ganado a medida que crecía. Brittany se inclinó hacia adelante y rozó con los dedos el marco del título del colegio. Mira lo orgullosos que están de ti, San. Aunque ya no vives aquí, siguen teniendo todas estas cosas a la vista. Seguro que tienen un papel con el contorno de tu mano por ahí en alguna caja. Allí sola en el estudio, Brittany juró que podía sentir el amor del matrimonio López por sus hijos. Son muy afortunados, pensó la rubia. En ese momento, oyó que Jake bajaba las escaleras, así que agarró el maletín y apagó la lámpara.

—¿Los has encontrado?— le preguntó el muchacho al llegar al último escalón.

—Creo que sí. Sencillamente he cogido todas las carpetas del cajón de arriba—
Brittany le mostró el maletín.

—Bien pensado… mmm... creo que ese era el maletín de papá—

—Oh, no lo sabía— se disculpó Brittany

—Tranquila. No es como que lo usemos demasiado— dijo él —Había pensado llevármelo a la universidad si mamá no me regalaba uno nuevo. Tráetelo. Tal vez a Santana le guste ver algo de mi padre—.


Cuando llegaron de nuevo al hospital, Santana estaba sentada en la sala de espera inclinada sobre la agenda.

—Ya estamos aquí— dijo Jake para anunciar su llegada. Acto seguido, fue hasta una de las sillas y se dejó caer sobre ella, emocionalmente exhausto por los acontecimientos del día.

—Bien— Santana levantó la vista, sorprendida al ver el maletín en la mano de su  compañera de apartamento.

—No sabía qué carpeta querías, así que he traído todas las que encontré— le explicó Brittany alargándole su carga. Santana dejó el maletín sobre la mesa y lo abrió.

—Podrías haberlas mirado para ver qué tenían— dijo la escritora mientras empezaba a hacer eso mismo —Esta tiene toda mi documentación importante y apuesto a que ésta es la de Jake— Un rápido vistazo confirmó su sospecha.

—Ya, bueno… supuse que sería mejor que lo hicieras tú— dijo Brittany al tiempo que se acercaba a una silla. —Creo que no me corresponde fisgonear en las pertenencias personales de tu familia— Santana abrió una de las carpetas más grandes y hojeó lo que contenía —¿Quieres un chocolate caliente o un café de la máquina?— le preguntó, más que nada por sentirse útil mientras esperaban.

—No, ahora no, pero gracias— dijo Santana sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.

—¿Has podido ver a tu madre?—

—Sólo un momento. Está descansando— Santana se detuvo y miró a Brittany —Ahora sé por qué Jake estaba tan preocupado. Parece haber aumentado casi 10 kilos. El médico me ha dicho que es por el líquido que recorre su organismo—

—Pero podrán solucionarlo, ¿no?—

—Creen que sí. Dijo que depende de cómo responda a la medicación que le están dando—Santana intentaba hablar con confianza, pero había algo en su voz que hizo pensar a Brittany que su compañera ocultaba algo.

—¿Has llamado ya a Quinn?—

Santana negó con la cabeza. —He llamado a los familiares, pero les he pedido que no vengan hasta saber algo más. Supuse que llamaría a Quinn sólo si las cosas empeoraban… Vas a quedarte conmigo un poco más, ¿verdad?—

Brittany asintió, complacida secretamente de que Santana la quisiese allí. —Me quedaré todo el tiempo que quieras—
Se sorprendió al sentir la mano de la escritora tocándole la rodilla.

—Gracias— dijo Santana —Me alegro de que estés aquí— Acto seguido, devolvió su atención a los papeles y lanzó un sonoro suspiro —Será mejor que siga con esto. Por suerte, mamá lo tenía todo organizado. Estos de aquí son los documentos del seguro. Los de la bolsa son todo lo del abogado y la casa— Apartó varias hojas y las dejó a un lado.

—Oye, ¿por qué no te relajas unos minutos?— propuso Brittany.

Santana negó con la cabeza. —No puedo. Tengo que encargarme de todo— Echó un vistazo a su hermano por encima del hombro —No puedo pedirle a él que lo haga—

—Ya no es un niño, ¿sabes?— le recordó la joven —En unas semanas entrará a la Universidad—

—Así es— afirmó Santana —¿Cómo me las voy a arreglar? Alguien tiene que quedarse con ella ahora— Comenzó nuevamente a mirar los papeles —¿El seguro cubre la asistencia a domicilio?—

En ese momento, Brittany se sintió extrañamente fuera de lugar. Los hospitales eran sitios que uno visita muy de vez en cuando, y lidiar con la posible pérdida de un familiar no era algo de lo que tuviera que preocuparse. Por un instante, dejó vagar su mente, preguntándose si sus padres seguirían con vida. Esa idea derivó de forma natural en su hermana mayor y Brittany se perdió en otra época hasta que Santana llamó su atención.

—Perdona, ¿qué decías?—

—Te preguntaba si no te importaría traernos algo de la máquina. Creo que me vendría bien algo fuerte en este momento—

—¿Chocolate caliente o café?—

—Mmmm… cafeína y azúcar o chocolate con cafeína y azúcar… Mejor el chocolate—

—Ok— dijo Brittany, incorporándose —Jake, ¿quieres algo?—

—Café con leche y azúcar, por favor— respondió él.

—Enseguida vuelvo— susurró a Santana, recogiendo el puñado de monedas que ella le alargaba. Será mejor que yo también me tome un café. Me da que nos espera una noche muy larga.

***

Brittany no se equivocaba en su apreciación de la noche que tenían por delante. Ya eran más de las dos, y Santana no mostraba signos de querer abandonar el hospital. En varias ocasiones, los hermanos López entraron a ver a su madre mientras ella se quedaba vigilando sus pertenencias en la sala de espera. En aquel momento, Jake estaba profundamente dormido, tumbado sobre varias sillas, y Santana seguía inspeccionando la documentación familiar.

—A lo mejor deberías dormir un poco —dijo Brittany al ver a su amiga ahogar otro bostezo.

—No. Quiero estar aquí por si mamá se despierta—

—Han dicho que seguramente eso no ocurrirá hasta mañana—

—Ya se han equivocado antes. No quiero que se despierte ahí sola— contestó Santana con severidad.

—Por lo menos date un respiro con todo eso de los papeles— Alargó una taza humeante de chocolate a Santana —La última se te quedó fría antes de que dieras un sorbo. Recuéstate un minuto y bébete esto— Visto que la sutilidad no estaba dando resultados, Brittany levantó la taza y la puso en la mano de su compañera —Bebe—

—Yo no…—

—¡Bebe!— repitió Brittany con voz firme. Su persistencia dio fruto y Santana agarró por fin el vaso, vaciando la mitad del contenido de un solo trago y dejándola sobre la mesa.

—¿Contenta?—

—Sí— Y en realidad, Brittany estaba contenta de que Santana le hiciese caso. No era el rol que la rubia jugaba normalmente y esperaba ser capaz de apoyar a su amiga en todo lo necesario. Tras echar un vistazo al adolescente que descansaba al otro lado de la sala, Brittany recordó la charla que habían tenido en el auto —Santana, Jake puede hacerse cargo de las cosas de la casa de tu madre mientras ella esté aquí—

—Yo me encargo de eso— afirmó la mujer de pelo oscuro sin levantar la vista de la pila de papeles —El ya tiene bastante con prepararse para la Universidad—

—¿Qué le falta por hacer? Ya se ha graduado del colegio y le han aceptado donde quiera que vaya a ir—

—En Standford. Le han aceptado en Standford—

—Pues en Standford. Así que, ¿de qué más tiene que ocuparse? ¿De meter en la maleta las cosas que necesita llevarse al campus? Eso no le impedirá recoger el periódico y el correo por las mañanas. Estoy segura de que, de hecho, ya lo hacía con tu madre en casa. Ya no es un niño—

—No le corresponde ocuparse de esas cosas— Santana cogió el bolígrafo y garabateó una nota en su agenda —Lo tengo todo controlado—

—Como quieras— Tras dejar escapar un suspiro, Brittany se dió por vencida y se recostó en la silla. Eres demasiado cabeza dura para mí.

—¿Dónde está…?— Santana rebuscó entre los papeles  —No la encuentro—

—¿Qué no encuentras? —

—La otra póliza de mamá. Debe tener un seguro adicional que cubra los servicios que no entran en los del Ejército. No la encuentro, pero tiene que estar por aquí.—

—¿Estás segura de que la tiene?—

—Pues claro. Cuando papá se jubiló, las contrató él mismo. A lo mejor están en la carpeta de su documentación— Santana abrió el maletín y sacó la carpeta grande de color Manila —Por eso Jake no puede hacerse cargo de estas cosas. Él jamás habría pensado en los seguros adicionales—

—A mí tampoco se me habría ocurrido, la verdad— admitió Brittany

—Ya, bueno, yo debí haber caído en cuenta antes, pero… ah, aquí está. En la carpeta de papá— Santana meneó la cabeza —No puedo creer que a mamá no se le ocurriera ponerla en la suya—

Yo no puedo creer que alguien tenga una carpeta, pensó Brittany. No pudo ocultar su sorpresa cuando Santana dejó el bolígrafo sobre la mesa y se recostó en la silla, ya que esperaba que su compañera de apartamento pasara toda la noche enterrada bajo aquella montaña de documentos.

—Bueno, ya está. Sólo tengo que llevar los números de la póliza a la oficina de pagos y mamá podrá estar tranquila hasta que esto acabe—

—¿Quieres entrar a verla otra vez? Si quieres, yo me quedo a vigilar tus cosas—

Santana no pudo contener a tiempo un bostezo. —Oh, perdona. ¿Qué hora es?—

—Casi las dos y media—

—Por suerte, mañana empieza el fin de semana. Me sentiría tremendamente culpable si tuvieras que levantarte temprano y trabajar todo el día con Blaine—

—Lo haría, en caso necesario— dijo Brittany —Ve, anda. Si se despierta tu hermano, le diré dónde estás—

Santana le dirigió una sonrisa de agradecimiento. —Gracias. No tardaré mucho—

—Tarda todo lo que quieras—

Brittany observó a su pelinegra amiga abandonar la sala de espera y recorrer el pasillo antes de subir los pies a la mesa y buscar una posición lo más cómoda posible en su silla del hospital. Otro motivo por el que detesto las salas de espera. Estas sillas son una mierda. Brittany bostezó y se frotó los ojos. Podría quedarme dormida en este mismo instante. No puedo creer lo cansada que estoy. Sólo voy a cerrar los ojos un momento mientras ella no está. Minutos después, estaba profundamente dormida.

Brittany se despertó de golpe al sentir que alguien le tocaba el hombro.

—¿Brittany? Britt, despierta—

—¿Qué?— Incorporándose, la joven rubia se frotó los ojos y se tomó unos segundos para recordar dónde estaba —Oh, Santana, lo siento. Me he quedado dormida—

—Ya lo suponía. He tardado casi una hora en volver—

Brittany apartó las piernas para que Santana pudiera ocupar su asiento.
—¿Qué tal está?— preguntó, intentando todavía despertarse completamente.

—Se ha despertado un poco— Santana dirigió una mirada a su hermano, quien aún estaba dormido —Parece tan débil… y no podía dejar de toser. El médico ha dicho que es buena señal—

—¿Qué? ¿Qué se le vayan a salir los pulmones por la boca?—

—De hecho, sí. Me ha dicho que eso quiere decir que la medicina que le han dado está haciendo efecto. El líquido está saliendo de los pulmones y por eso tose—

—Y eso es bueno, ¿no?—

—Eso dicen— Santana suspiró y negó con la cabeza —Mamá me ha dicho que se siente demasiado mal como para soportar las pruebas y las preguntas de los médicos. Dentro de un rato la van a llevar a la UCC—

—¿La UCC?—

—Es la Unidad de Cuidados Cardiacos. Quieren tenerla allí unos días hasta que expulse el líquido y al parecer va a haber un cardiólogo vigilándola— Entonces, echó otro vistazo a su hermano —Él era sólo un niño cuando papá murió—

—Ahora ya no es un niño— dijo Brittany —Es consciente de lo que está pasando—

—Lo sé— convino Santana. Una tosecilla educada les hizo girar la cabeza hacia un hombre alto que llevaba una impoluta bata blanca de laboratorio —Enseguida vengo— Santana salió al pasillo y habló un rato con el hombre.
Minutos después, volvió a entrar en la sala —Dicen que lo mejor es que nos vayamos a casa y regresemos mañana. Será mejor que le despierte. Puede dormir en el sofá—

—¿Quieres decir que vas a traértelo a casa?—

—Lo más probable es que no quiera estar solo— razonó Santana —En momentos como éste, la familia deber permanecer unida—

Yo no sé nada de eso de permanecer unidos, pensó Brittany con pesadumbre. Pero supongo que así se comportan las familias normales. —¿Entonces nos vamos a casa y tú vuelves mañana?—

—En cuanto me despierte. No quiero que mamá esté aquí sola mucho tiempo— Santana se acomodó en la silla y exhaló lentamente —No puedo creer que esté pasando esto— Sus dedos atraparon con rapidez una lágrima que empezaba a recorrer su mejilla —To... todavía le queda mucho... por vivir—

Brittany se dió cuenta enseguida que el control que Santana había estado manteniendo toda la noche amenazaba con desmoronarse. Sin saber qué otra cosa hacer, abrió los brazos y dejó que la inestable mujer se abrazara a ella.

—Todo saldrá bien— susurró, recorriendo lentamente la espalda de Santana con su mano. Sintió que el cuerpo que sostenía empezaba a temblar a medida que las lágrimas fluían. Oh, no, ahora sí que está llorando de verdad —Shhh, Santana, tranquila. Todo va a estar bien. Tu madre se va a mejorar. Shhh…— Brittany no estaba segura de cuál de las dos empezó a mecerse, pero tampoco hizo nada por detener el tranquilizador movimiento. Empleó su mano derecha para cubrir la cabeza que descansaba sobre su pecho mientras que seguía acariciando la espalda de Santana con la izquierda —Todo irá bien— Brittany sabía cómo manejar la ira, pero la tristeza era algo diferente. Y dado que quien estaba triste era una de sus mejores amigas, se sintió todavía más indefensa —No sé qué más puedo hacer— susurró, dejando descansar su mejilla contra la frente de Santana. Sintió la humedad de las lágrimas traspasar su camiseta y la presión casi dolorosa de las manos de Santana en su espalda. ¿Qué puedo decirle?. Los minutos pasaron y ella siguió abrazando a su amiga. Al advertir un movimiento por el rabillo del ojo, Brittany alzó la vista cuando Jake se incorporaba frotándose los ojos. Acto seguido, miró a su hermana con gesto preocupado —Tranquilo, ella está bien— informó Brittany al joven para tranquilizarle. —¿Santana?— susurró —¿Santana? Jake se ha despertado— Tal y como esperaba, la escritora se apartó de ella y se irguió en la silla, haciendo enormes esfuerzos para recuperar la compostura.

—Lo siento— dijo Santana, mientras secaba las lágrimas con el dorso de su mano —Supongo que lo necesitaba— Se secó los ojos y miró a su hermano —Van a llevar a mamá a la UCC y nos han sugerido que nos vayamos a descansar y volvamos mañana—

Jake bostezó y se levantó, desperezándose aparatosamente para desentumecer los músculos tras estar tanto rato tumbado sobre las sillas. —Perdón… pensé que no me iba a dormir—

—No te preocupes por eso— dijo Brittany —Yo también me he desconectado un rato— Echó un rápido vistazo a las marcas húmedas de lágrimas que decoraban la parte delantera de su camiseta y miró a Santana con angustia —¿Nos vamos?—

—Sí— dijo Santana, devolviendo la mayoría de los documentos al maletín antes de cerrarlo —Voy un momento a recepción para darles los datos del seguro de mamá y listo. Jake, ¿quieres pasar por casa y recoger algo de ropa o prefieres esperar hasta mañana?—

—¿Recoger mi ropa? Puedo quedarme en casa mientras mamá está aquí— dijo con firmeza y mirando a Brittany en busca de ayuda.

—Em… San, ¿puedo hablar contigo un momento?— Tirando suavemente del codo de la escritora, Brittany se dirigió al otro extremo de la sala —Él no quiere quedarse con nosotra— dijo en voz baja —¿Por qué no le dejas quedarse solo?—

—Es demasiado jo…— Santana se detuvo, contemplando el rostro de su hermano menor.

—No es demasiado joven— le recordó Brittany.

Santana suspiró y asintió a regañadientes. —Esta bien— Acto seguido, se volvió hacia Jake —Entonces nos vemos mañana. Asegúrate de cerrar con llave todas las puertas y que nadie que no sea de la familia sepa que estás solo en casa—

Jake inclinó la cabeza y miró a su hermana. —No tengo doce años, ¿sabes?—

—Lo sé— Santana fue hasta él, le puso las manos sobre los hombros y sonrió con aire pensativo —Pero por muchos años que cumplas, siempre serás mi hermanito pequeño y me preocuparé por ti, ¿si?— agregó, alborotándole el pelo con la mano —Tú ganas. Nos vemos mañana. Conduce con cuidado—

—Siempre lo hago—

—Por eso tienes ya una multa por exceso de velocidad. A mí no me pusieron una hasta que pasé los veinte—

—¿Qué puedo decir, hermanita?— dijo él sonriendo —Supongo que me he desarrollado antes que tú— Se sacó las llaves del bolsillo —Mañana traeré el cobertor de mamá—

—Buena idea. Seguro que le alegrará tener algo suyo aquí— Santana le dió un golpecito en el brazo y miró a su hermano mientras éste abandonaba la sala de espera. Después se giró hacia Brittany y, con un gesto, le indicó que ellas también debían irse ya a casa.

***

La luz del amanecer empezaba a teñir el cielo y a colarse en el dormitorio de Brittany, como desafiando a la joven a despertar. Con un gruñido molesto, se giró en la cama y extendió el brazo hacia el cenicero y los cigarrillos que estaban en su mesita de noche. Será mejor que lo vaya dejando, pensó con aire apesadumbrado devolviendo el brazo a su costado.
Después de llegar del hospital, durante la madrugada, Brittany se había pasado casi una hora sentada en el sofá mientras Santana recorría la sala de arriba abajo, limpiando cosas que en realidad no estaban sucias y hablando sin parar sobre su madre. Menos mal que no ha dejado el hábito de la limpieza, porque si no esto sería una locura. Yo nunca malgastaría mi tiempo en sacarle brillo a las patas de la mesa de café. Con tanta actividad, es imposible que el polvo vaya a posarse en ningún sitio. Meditó la rubia desde su cama esa mañana. A pesar de la falta de sueño, Brittany se sentía extrañamente a gusto. La madre de Santana estaba enferma y, a pesar de que la cosa iba en serio, los médicos parecían mostrarse optimistas y capaces de controlar la situación. Tras un largo suspiro, Brittany contempló la pintura abstracta que decoraba una de sus paredes. Todavía no entiendo qué le ve Santana a esa cosa. El cuadro no mostraba más que unos cuantos brochazos de color brillante que formaban un patrón regular. Hasta un niño de cinco años podría hacerlo. Brittany siguió mirando el cuadro mientras reflexionaba sobre lo ocurrido la noche anterior. Comprendió que había tenido que llevar a Santana al hospital, puesto que ella se encontraba demasiado afectada para conducir, pero no comprendía por qué no había llamado a Quinn. Había dado por hecho que Santana telefonearía de inmediato a su ex amante para que la ayudara. En realidad, yo no he servido de mucho. Sólo estuve… allí. La joven mujer se encogió de hombros, incapaz de determinar en qué momento había hecho algo útil por Santana. Aun así, le agradaba pensar que al menos había sido capaz de consolar un poco a su compañera de apartamento.

Brittany salió de la cama y se encaminó al cuarto de baño. Si no puedo dormir, será mejor que me vaya arreglando. A medida que se acercaba a la ducha, se preguntó con curiosidad si Santana recordaría que tenía un partido de softball. Claro que no vamos a ir. Me pregunto a qué hora querrá irse al hospital. En ese momento, la idea de que quizá Santana no iba a necesitarla cruzó por su mente. Tras silenciar la necesidad más apremiante de la mañana, sin duda debido a la gran cantidad de café que había ingerido el día anterior, Brittany se aseguró de que la puerta estaba cerrada y se metió en la ducha. Corriendo la cortina transparente, se maravilló otra vez de que nunca tuviera restos de jabón. Seguro que la limpia a conciencia después de ducharse todos los días, pensó dejándose empapar por la cascada de agua caliente.

Consciente de que Santana estaba aún profundamente dormida y de que probablemente quería seguir en ese estado un poco más, Brittany se premió con una sesión extra larga de ducha, dejando que las cálidas gotas recorrieran su cuerpo. A pesar de que lo estaba disfrutando de lo lindo, de pronto sintió curiosidad por la perilla multifunción. Un rápido giro y el agua cambió de caer suavemente a un chorro concentrado de mayor potencia.
—Ahhh…— exclamó, cubriéndose los pechos por la fuerza del agua —Es la última vez que hago estas cosas— Girándose para que el agua le masajease la espalda, Brittany se dió el lujo de pasar allí unos minutos más antes de cerrar la llave y salir, situándose sobre la esponjada alfombrilla azul. La ducha había resultado vigorizante, pero aprendió la lección y decidió no jugar con la perilla de ahí en adelante… o al menos, no cuando ésta apuntaba a zonas sensibles de su cuerpo.

—Mierda…— No tuvo necesidad de echar un vistazo al baño para asegurarse de que se le había olvidado traerse la ropa limpia. La ropa interior que había traído descansaba ahora, empapada, sobre la barra de la cortina. Por lo menos, Santana sigue dormida. Tras arrojar la toalla sobre la barra, empezó a pasarse el cepillo por el pelo, estudiando su imagen en el espejo, obervó con detenimiento sus pechos. Genial, tengo veinticuatro años y ya me estoy arrugando, pensó para sí. Aunque es lógico, las tengo demasiado grandes como para que se queden ahí arriba toda la vida. Inclinándose hacia delante, estudió su reflejo con detenimiento en busca de arrugas en su frente y alrededor de los ojos. Al no encontrar ninguna, y sintiéndose bastante estúpida por lo que acababa de hacer, terminó de peinarse y se lavó los dientes. Cuando iba a dejar otra vez el cepillo en el soporte, su mirada cayó sobre la bandeja del jabón.
—Demonios— murmuró. De alguna forma, se las había arreglado para dejarla llena de agua y los jabones literalmente flotaban en ella. Alcanzando la toalla, secó a conciencia la bandeja y los jabones, acomodándolos después de forma que no se notara demasiado el desastre.
¿Para qué rayos tiene esos jabones en el baño si nadie los puede usar? Para que huela bien, basta con poner un ambientador. Aquélla era sólo una más de las muchas molestias tolerables de su compañera de apartamento. A Santana no le gustaba la cortina de la ducha ni que Brittany utilizara la barra como tendedero de su ropa interior y a ella no le gustaban los jabones que “no se pueden usar", la funda de pelo de la taza del inodoro, ni el papel duro y reseco, que su amiga insistía en comprar. Tú tienes tus caprichos y yo los míos, pensó Brittany colocando el último jaboncito en su lugar. Simplemente, los míos no son tan molestos. Tras arrojar la toalla húmeda otra vez sobre la barra, abrió la puerta y miró hacia la izquierda para asegurarse de que la habitación de Santana estaba cerrada antes de echar a andar totalmente desnuda, hacia la suya.


Exhausta por la desvelada de la noche anterior, sin mencionar el miedo que había pasado por lo de su madre, Santana no se sorprendió demasiado cuando abrió por fin los ojos y comprobó que era casi mediodía. Intentando despejar el sueño que aún le nublaba la vista, se levantó y caminó hacia el baño con aire desganado. Casi por inercia, tiró de la toalla que estaba colgada en la barra de la cortina de la ducha y quitó la ropa interior que la acompañaba y dejó ambas cosas sobre el borde del lavabo, cosa que ya formaba parte de su rutina mañanera, puesto que Brittany era quien normalmente se levantaba primero. Girando las llaves de paso hasta lograr la temperatura adecuada, Santana cayó en cuenta del chorro que caía con fuerza y lo miró pensativamente, adivinando quién lo había cambiado.
Es la primera vez que lo hace. Una idea realmente lasciva cruzó su mente en aquel preciso instante. ¿Qué estaría haciendo aquí dentro? Cambiando la perilla de nuevo, Santana se metió bajo el agua y agarró el jabón con una sonrisa pícara en los labios.

Media hora más tarde, bajaba las escaleras. No se había preocupado en secarse el pelo, que le caía libremente a la altura de los pechos por delante y la espalda por detrás. Un agradable olor se las arregló en aquel momento para colarse en sus fosas nasales y sonrió.

—Mmmm… ¿qué huele tan bien?— preguntó, sabiendo que Brittany estaba en la cocina.

Inmediatamente, le contestó una voz clara y animada. —He encontrado una caja de tortitas y las instrucciones venían en el lateral— dijo Brittany regalándole a Santana una sonrisa —He escuchado la ducha y pensé que tendrías hambre—

—Muchas gracias— contestó Santana, contemplando la torre de tortitas que había en un plato y sintiendo cómo su estómago rechinaba —Ya se me ha olvidado la última vez que alguien me hizo el desayuno— Después de pensarlo un momento, se dió cuenta, con cierta pesadumbre, de que Quinn había sido la última persona que había pasado la noche con ella y la había sorprendido de esa forma. De aquello hacía casi tres años, y Santana se preguntó a dónde había pasado todo ese tiempo. Encerrada arriba frente al computador y sin parar de escribir, contestó una voz en su interior.

—Tu vida sexual es tan aburrida como la mía, ¿eh?— dijo Brittany con una mueca irónica, sacando a Santana de sus pensamientos —No me lo explico, con todas esas mujeres agitándose a tu alrededor— Brittany le dió la espalda para retirar la siguiente tanda de tortitas de la plancha.

Santana, por su parte, la miró con aire pensativo. —Supongo que llevo un tiempo sin ocuparme de eso— Acodándose en el mostrador, alcanzó la cafetera y vertió el líquido humeante en una de las tazas que había cerca —En realidad, tampoco lo había pensado— Perdida en sí misma, Santana no se dió cuenta del momento en que Brittany fue hasta la nevera y le acercó el cartón de leche —Oh, gracias— dijo en ese momento, alargándole la taza —Así está bien—

—Tú siéntate y relájate— Brittany señaló en dirección a la mesa —Yo me encargo de esto. Tengo la receta—

Santana asintió, se dejó caer en una silla y se llevó la taza a los labios. Hipnotizada por el vapor que se elevaba frente a sus ojos, dejó que sus pensamientos vagaran con libertad mientras contemplaba a la mujer que iba y venía en la cocina. Después de todo el tiempo que habían vivido juntas, iba comprendiendo cada vez un poco más a su hermosa pero conflictiva compañera. Ahora entendía que Brittany era poco menos que un alma solitaria que sufría profundamente por ello. Cuando se había mudado, Santana podía captar el inquebrantable escudo de una mujer criada en las calles. El tiempo, sin embargo, le había mostrado lo que había bajo ese escudo. En ocasiones Santana lograba entrever a la adolescente confusa pidiendo a gritos que la protegieran de aquellos que debían haberla protegido y sentía encogérsele el corazón al pensar en la joven que jamás había recibido el amor que con tanta desesperación necesitaba. Pero la noche anterior y esa misma mañana le estaban mostrando otra parte de Brittany.
Santana sintió el cariño en la forma en que la había abrazado durante su ataque de llanto, los cálidos abrazos que llegaban justo cuando más los necesitaba, el café y las tortitas esperándola al despertar. Cuando Brittany dejó sobre la mesa el plato y el sirope, Santana se levantó y envolvió a la joven rubia con sus brazos.

—Muchas gracias por haber estado conmigo ayer— susurró Santana con la boca enterrada en el rubio cabello de su amiga —Fue muy duro para mí y sólo quiero que sepas que te lo agradezco— Retrocediendo levemente, pero aún sin soltarla del todo, Santana miró con intensidad sus ojos azules —No cualquiera se pasaría toda una noche sentada en la sala de espera de un hospital sólo para dar apoyo moral a una amiga—

La media sonrisa de Brittany parecía nerviosa y Santana se dió cuenta de que la joven era incapaz de mantener el contacto visual.
—Yo, bueno… — dijo la rubia antes de apartarse de ella —Tú también me has apoyado. Es lo menos que podía hacer… Será mejor que comas algo antes de que se enfríe—

Captando la incomodidad de su amiga, Santana dirigió una última mirada a Brittany antes de volver a sentarse. La escritora apenas había dado el primer bocado a su desayuno cuando cerró los ojos y dejó escapar un gruñido de satisfacción.

—Oh, está buenísimo— Otro bocado —No me había dado cuenta del hambre que tenía—

—Bueno, ayer no cenaste nada— indicó Brittany, negando con la cabeza cuando Santana le señaló la torre de tortitas —No, gracias. Me he levantado temprano y ya he comido. Ah, por cierto, te han llamado por teléfono—

—¿Ah, sí?— Santana cortó con el tenedor otro pedazo de tortita —¿Quién era?—

—Tu tía Helen—

El tenedor de Santana se detuvo a medio camino entre el plato y su boca, y miró a su compañera como si acabara de decir que el mundo acabaría mañana.
—Y… ¿qué ha dicho?— preguntó con turbación. La mención de la excéntrica hermana de su madre nunca era buena señal. Santana aún se acordaba de las muchas ocasiones en que sus padres se habían encerrado tras una reunión familiar para discutir acerca de algo que Helen había dicho o hecho.

—Que llegará al aeropuerto a las cuatro y veinte. Te he apuntado el número de vuelo. ¿Por qué pones esa cara?—

Santana había cerrado los ojos y arrugado la nariz, completamente segura de que estaría sufriendo un horrible dolor de cabeza antes de acabar el día. —¿Te ha dicho cuánto se va a quedar?—

—No. Había mucha interferencia y su acento es algo extraño—

—Es de Boston— dijo Santana, abriendo los ojos y contemplando la tortita mientras la empujaba por el plato —Vaya mierda— susurró.

—¿No es uno de tus parientes más queridos?— Preguntó Brittany.

—La soporto— convino Santana con tono de fastidio —Es un poco… es del tipo de personas que “lo que ves, es lo que hay”. La tía Helen no se calla nada y opina de todo— Tras varios tragos de café, destinados más a ordenar sus ideas que a saciar la sed, Santana continuó —No sería tan horrible si no pensara automáticamente lo contrario que mis padres sobre cada cosa—

—¿Se lleva bien con tu madre? —preguntó Brittany.

—Si, hace tiempo que no se ven, la cosa no va tan mal durante un rato. Se ponen al día de sus respectivas vidas y hablan sobre el resto de la familia—

—No suena tan mal—

Santana levantó la cabeza. —No, esa es la parte buena. Luego mi madre empieza a fastidiarla con su costumbre de beber o fumar y su vida descarriada— La joven mayor encerró esas últimas palabras entre comillas con los dedos —Entonces empieza lo bueno. Cuando papá vivía, los tres se enfrascaban en unos profundos debates sobre todos los temas de este mundo y más. La última vez que vino de visita le dijo a mamá que se negaba a quedarse bajo el mismo techo que ella— En ese punto, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante una idea —Oh, Dios, espero que ya se le haya olvidado. No quiero que se quede aquí. Voy a buscarle un hotel—

—Vaya, debe ser horrible, ¿eh?— Brittany negó con la cabeza —Y yo pensando que te trizaba los nervios. Parece ser una buena pieza, si puede superar a tu infernal compañera de apartamento— Tomada por sorpresa por el comentario, Santana vió a su amiga encogiéndose de hombros —Te escuché una vez hablando por teléfono— confesó Brittany.

—Yo…— Santana bajó la vista hacia el plato, lamentando en serio que la joven hubiese escuchado aquellas palabras saliendo de su boca —Hace mucho que no lo digo. Por lo menos estas últimas semanas—

Brittany meneó la cabeza quitándole importancia. —No te preocupes. Tenías todo el derecho. Debe ser difícil vivir con alguien tan…—

—¿Vago? — aventuró Santana, provocando una media sonrisa de su compañera.

—Iba a decir alguien tan diferente a ti— concluyó Brittany, mirándola fijamente —Tampoco es fácil convivir con la señorita sácale brillo a todo, pero oye, no nos va mal—

No parecía estar tan molesta por el comentario anterior como Santana había supuesto y la escritora decidió que Brittany ya debía haberla perdonado. —Así es— convino la bella pelinegra, al menos por ahora —Alguien me dijo una vez que, con tolerancia y paciencia, no hay nada que no se pueda solucionar si la gente implicada está dispuesta a esforzarse para ello. Quién sabe, a lo mejor un día acabamos siendo las mejores de las amigas—

—Mejor no adelantar acontecimientos— le advirtió Brittany con un deje de ironía y pareciendo mucho más relajada y amigable de lo normal —Sigo pensando que eres un temita especial con todo eso de limpiar y lavar— Acto seguido, se puso en pie —Volveré en un par de minutos y, si quieres, iré contigo al hospital. Jake ha llamado y ha dicho que se reunirá contigo allí—

—Parece que he sido la última en caerme de la cama esta mañana— dijo Santana —Y sí, me gustaría que me acompañaras al hospital, aunque luego tendrás que llevarme al aeropuerto para recoger a mi tía—

—No hay problema. Por lo que he oído de ella hasta ahora, será divertido. Ahora vengo— Así, Brittany subió las escaleras y se dirigió a su cuarto.

Santana devolvió su atención al plato de tortitas que tenía delante, a pesar de que su apetito parecía haberse esfumado al oír mencionar a su problemática tía. Tenía la esperanza de que Helen estuviera más preocupada por el estado de salud de su hermana que por traer a colación los seis mil temas que, invariablemente, terminaban convirtiéndose en una auténtica batalla dialéctica. ¿Quién la habrá llamado?, se preguntó. Seguro que la abuela Betty. Helen había sido una de las personas que no consiguió localizar en la primera ronda de llamadas, frustrada cuando el buzón de voz le indicó que no quedaba espacio en la cinta para dejar mensajes. Santana se hizo una nota mental para no recordarle a su tía la discusión que había terminado con su negativa a quedarse en la casa y evitar así que quisiera alojarse con ellas. Para consternación de Santana, sintió una punzada en la sien anunciándole el dolor de cabeza que estaba por llegar, y empezó a dudar de que aquel día fuera a resultar bien.


Última edición por Beverly_87 el Jue Dic 12, 2013 5:38 am, editado 2 veces
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Mensaje por Beverly_87 Jue Dic 12, 2013 5:31 am

Ando algo corta (pero mal) de tiempo, tanto que el único espacio que pude hacerme para poder actualizarles fue a las 3/4 de la mañana. Se me ha hecho muy complicado actualizar diario, (larga historia) así que aquí les dejo este. Es mejor que nada xD

Ojalá que disfruten del capítulo.
Gracias por sus comentarios y sorry por no poder contestarlos todos

besos, abrazos y mimos :p

zzz
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Mensaje por monica.santander Jue Dic 12, 2013 2:15 pm

Hola que tal!!
Me gustan los acrecamientos de Britt y San son Geniales!!
Espero que mejore el tema de tu tiempo!!
Saludos, me encanto el capitulo
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Mensaje por Kristen Rivera Jue Dic 12, 2013 5:31 pm

Owww Britt es un dulce ! Me encanta que ya este perdiendo miedo al verdadera amistad!

Espero que las cosas se pongan mejor!

Cuando se le olvido la ropa creí que iba ver alguna escena wanky , moriría por que eso pasara jaja

Que san se de cuenta del cuerpazo q esta perdiendo
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Mensaje por adi-santybritt Jue Dic 12, 2013 6:09 pm

Hola!!!
Me encanta como se están acercando las chicas!!!
Que alegría que San le agradeciera a Britt!!!!
A ver que pasa con la tía Helen!!!
Espero la actu
Me encanta tu fic!!!
PD:gracias por tomarte un tiempo para actualizar!!!!
Saludos
Xoxo
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Mensaje por Kristen Rivera Jue Dic 12, 2013 11:37 pm

En espera de la actualización !
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Mensaje por Kristen Rivera Vie Dic 13, 2013 2:18 am

Amo este fic , me tiene muy intrigada!!!
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Mensaje por O_o Vie Dic 13, 2013 3:07 am

ME gusta este fic por se ve la dinámica de la chicas diferentes primero esta confiando una de la otra para q surja una amistad y luego esa amistad sana bajo confianza se convierta en amor y es muy bonito y creo q sera muy romántico!!  Fanfic Brittana - El Corazón De Brittany - Capítulo 26 - Página 6 2145353087 


En espera de tu actualización impacientemente, tu fic es mi favorito!!!
O_o
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Activo Re: Fanfic Brittana - El Corazón De Brittany - Capítulo 26

Mensaje por evean Vie Dic 13, 2013 9:36 pm

hola!! me tienes muy intrigada con tu historia, me encanta!!
actualiza pronto  Fanfic Brittana - El Corazón De Brittany - Capítulo 26 - Página 6 2145353087 
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Mensaje por Beverly_87 Sáb Dic 14, 2013 1:17 am

CAPITULO 20





****



Jake había estado esperándolas en el hospital y una mueca contrariada decoraba su joven rostro.

—Ya era hora. Mamá pensaba que no ibas a venir—

—¿Está despierta?— preguntó Santana a medida que se aproximaban. Su hermano estaba en el pasillo, frente a la puerta de la habitación de su madre.

—Sí, estoy despierta— gritó la mujer desde dentro. Santana compartió una mirada con Brittany antes de entrar, saludando de inmediato a su madre y disculpándose por no haber llegado antes. Con pesadumbre, comprobó que su hermano y Brittany no la habían acompañado dentro, obligándola a lidiar con su siempre alerta y, a juzgar por la expresión de su cara, nerviosa madre.

—¿Cómo te sientes? Nos has dado un buen susto—

Sarah López agitó su mano con desgana, sin preocuparse por las vías inyectadas en su brazo. —No se podrán librar de mí tan fácilmente. Tengo toda la intención de hacertes la vida imposible un poco más—
A pesar de la valentía que demostraba, Santana estaba segura de que su madre no había pasado un buen rato precisamente.

—¿Ha venido ya a verte el médico? —

—Oh, sí, uno detrás de otro. Las enfermeras me han estado despertando cada hora para tomarme la presión y he conocido a un médico de cada área de este hospital— La mujer extendió la mano, dejando ver una señal dentada en la base de su dedo anular —Han tenido que romper los anillos por la hinchazón— dijo Sarah con solemnidad —Nunca me los había quitado desde que tu padre me los puso hace treinta años—

—Seguro que se pueden arreglar— Agregó Santana.

—No se trata de eso— afirmó su madre con tono cortante —El doctor Stevens me ha dicho que esto podría volver a pasar. Quiere que lleve uno de esos botones de pánico alrededor del cuello para avisar a una ambulancia—

La idea de que su madre necesitara uno de esos asustó a Santana más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ya era suficiente con que su madre pareciera tan hinchada, puesto que apenas podía distinguir sus pómulos. Que algo así pudiera pasar otra vez sin previo aviso la aterrorizaba.

—Mamá…— Santana aspiró profundamente.

—Ah, no, de eso nada— Sarah negó enérgicamente con la cabeza —Por muy serio que pueda resultar esto, no pienso tener una enfermera en casa—

—No iba a decir eso— respondió Santana, a pesar de que la idea había cruzado por su mente —Pero tal vez deberías considerar tener a alguien que te eche una mano. No quiero que te esfuerces tanto.—

—Tonterías. Tú estás sólo a una llamada de distancia y me sé de memoria el número de emergencias.—

—¿Y si te caes y no puedes llegar al teléfono?—

—Me estás hablando como a una abuela. No soy inútil, Santana— El cansancio comenzaba a aparecer en el rostro de Sarah —Dejémoslo por ahora. Los médicos dicen que saldré de aquí a finales de semana. Ya veremos cómo van las cosas—

Santana asintió, ya que no quería molestar a su madre y tampoco estaba de humor para meterse en una discusión interminable.
—Otra opción es que me quede contigo hasta que te sientas mejor, si quieres— Para cualquier otra persona, eso sería una oferta de lo más natural, pero en el caso de las determinadas mujeres López, era magnánima en extremo. Santana amaba profundamente a su madre y el sentimiento era mutuo, pero hacía mucho que no se sentían cómodas la una con la otra. Esa idea le recordó de golpe al familiar que en aquel momento sobrevolaba sus cabezas en algún lugar —Mamá… ¿te ha dicho Jake quién va a venir?—

—Helen no, ¿verdad?— preguntó la mujer con un deje esperanzado. Santana asintió, deseando para sí que su hermano dejara de escabullirse para fumar con su compañera de apartamento y entrara en la habitación —Pues en mi casa no se queda— afirmó Sarah rotundamente —Estoy demasiado cansada como para aguantarla—

—No te van a dar el alta hasta dentro de una semana, ¿no?—

—Y cuando salga de aquí no quiero tener que aguantarla— insistió su madre —La ciudad está plagada de hoteles. Que se quede en uno— Sarah gruñó algo incoherente y su rostro mostró los esfuerzos que estaba haciendo por mantenerse calmada. Al verlo, Santana alargó la mano hacia el botón de auxilio, pero la mujer la detuvo —No, no hace falta. Es que últimamente me canso mucho—

Aliviada, pero no sin preocupación, Santana retrocedió y dejó caer su mano hasta uno de los barrotes que rodeaban la cama.
—Esta bien— dijo al fin, no queriendo alterar más a su madre —Le buscaré dónde quedarse— A continuación, fue hasta la cabecera y acomodó una de las almohadas que su madre tenía detrás de la cabeza —¿Mejor?—

—Mucho mejor— aseguró Sarah a su hija con una sonrisa aprobatoria que pareció extraña en su rostro hinchado por el edema —Siempre fuiste una buena chica—

—Porque tuve unos padres geniales— afirmó Santana palmeando el hombro de su madre antes de colocarse donde pudiesen mirarse a los ojos —A lo mejor no has estado de acuerdo con todo lo que he hecho, pero me has apoyado y me has querido— Para sorpresa de Santana, se encontró pensando en Brittany y la recorrió una oleada de empatía, deseando que su compañera de apartamento hubiese podido crecer con unos padres tan buenos como los suyos —Te quiero, mamá— dijo, apretando la mano de su madre.

—Bueno, ya basta de cursilerias— dijo Jake mientras entraba en la habitación. Tras él, Santana pudo entrever a Brittany en el pasillo con aire de indecisión y le indicó que pasara también.

—Mamá, ella es mi compañera de apartamento de quien te hablé, Brittany—

—Espero que ya se encuentre mejor— dijo la joven rubia educadamente mientras ofrecía una sonrisa tímida.

—Sí, mucho mejor. Gracias— respondió Sarah antes de tomarse un momento para respirar profundamente. Santana decidió en ese instante que su madre necesitaba descansa y que ella tenía que enfrentarse con el familiar que pronto llegaría a la ciudad.

—Mamá, nos vamos a ir ya para que descanses— dijo ella, cubriendo los hombros de la mujer con la manta —Relájate un poco. Volveré más tarde.—

—Supongo que vas a traer a Helen— dijo su madre con tono de fastidio al tiempo que se recostaba sobre las almohadas.

—¿Crees que tengo elección, mamá?— le preguntó antes de terminar de ajustar bien la ropa de cama sobre el cuerpo de su madre y enderezándose —Nos vemos luego— Se inclinó para besar a su madre en la frente antes de hacerse a un lado para que Jake pudiera despedirse también.


***


Los alrededores del aeropuerto estaban atascados de furgonetas y autos en constante batalla por ganar un espacio en el estacionamiento mientras una manada de taxis trataban de colarse entre ellos.

—Odio venir aquí— dijo Santana cuando otro taxi se metió en el escaso metro de distancia de seguridad que las separaba del auto de delante.

—Me sorprende que no nos haya rozado— afirmó Brittany, mirando con desprecio al conductor —¿Quién fue el imbécil que diseñó este sitio?—

—No creo que la responsabilidad sea de ningún imbécil— Echando un vistazo a la señal de estacionamiento limitado, Santana comprobó el retrovisor y se metió en el carril izquierdo —Estoy segura de que es cosa de un comité—

—De un comité hasta arriba de basura— comentó Brittany —Mira, allí hay un sitio—

—No, está demasiado cerca de la puerta. Debe ser para discapacitados— Al aproximarse, el dibujo azul en el suelo confirmó las sospechas de la escritora. Les llevó tres vueltas más y, por tanto, volver a ver tres veces la señal de estacionamiento limitado, el que Brittany viera un auto salir en ese preciso momento y ocupar el lugar vacante.

—Esto es de locos— se quejó la rubia —Ya sabía yo que debía haber una buena razón para no ir volando a ningún sitio. No por el avión, sino por el maldito aeropuerto—

—Y hasta aquí ha sido la parte fácil— dijo Santana, haciendo girar la llave y activando el sistema de alarma del mercedes —Tenemos que ver por qué puerta va a salir. Sólo me dijo el número de vuelo— Se abrieron paso entre los vehículos estacionados, aunque sólo para verse detenidas de nuevo por una doble hilera de autos que no parecían dispuestos a frenar lo suficiente como para que ellas pudieran cruzar. Tras asistir pacientemente al tremendo repertorio de frases coloristas de su compañera de apartamento, Santana aprovechó un espacio y se lanzó como una flecha hacia la Terminal principal.

Los brillantes carteles de señalización y el fluir constante de personas creaban una abigarrada colección de colores y sonidos. Santana se detuvo ante uno de los mapas el tiempo suficiente para orientarse, decepcionada al comprobar que la puerta a la que tenían que ir estaba justo en el otro extremo de la Terminal. El temperamento de Brittany estaba ligeramente sensible aquel día, hasta el punto de que Santana se vio temiendo que si algún transeúnte le daba un golpecito por accidente, iban a intercambiar algo más que insultos y gestos obscenos. Para cuando llegaron a la puerta, Brittany estaba claramente nerviosa y sin darse cuenta sacó su paquete de cigarrillos.

—Cierto— dijo con tono frustrado —Aquí dentro no se puede fumar.—

Tras dejar escapar un suspiro de fastidio, Brittany se dejó caer en la silla. Santana se sentó junto a ella y observó que la zona empezaba a llenarse de gente que también esperaba el vuelo.

—Me temo que no— afirmó Santana con delicadeza. Sin pensarlo, levantó una mano y la posó sobre el hombro de Brittany, un poco dolida al sentir un estremecimiento bajo sus dedos. Planteándose por un momento si apartarse o no, la escritora dejó que su mano resbalara hacia abajo, masajeando con suavidad la parte alta de la espalda de la joven. Dado que ésta no hizo nada por apartarla, Santana alteró el movimiento, formando pequeños arcos con sus dedos hasta que sintió que la tensión y la tirantez de los músculos empezaron a ceder —Hemos llegado quince minutos antes— dijo sin cesar de aplicar el agradable masaje en la espalda de Brittany. Era cierto que había sentido cierto rechazo al principio, pero Santana sospechaba que se había debido más a la desconfianza automática de la joven mujer a que la tocaran.

—Me parece que cuando se vaya, la vas a tener que traer tú sola— dijo Brittany, aunque su tono era definitivamente menos agitado que antes —Yo no pienso volver a pasar por todo este lio—

—¿Y cómo esperas que salgamos de aquí?— la interrogó Santana con aire irónico —Dudo que el auto venga por su cuenta a recogernos hasta aquí— Brittany pareció reflexionar sobre el problema y frunció el ceño aún más. Santana, por su parte, hizo todo lo posible por no sonreír, pero la mueca de su compañera era demasiado linda como para evitarlo.

—Buen punto— farfulló Brittany.

—Sólo expongo los hechos amiga. Y no olvides que Helen va a llegar con tres o cuatro maletas como mínimo—

—¿Es que piensa mudarse aquí o qué?—

Santana sonrió al escuchar eso, puesto que su tía se caracterizaba, entre otras cosas, por llevar siempre consigo una cantidad de equipaje mayor a la que cualquier otra persona necesitaría incluso para dar la vuelta al mundo.

—Esperemos que no quiera quedarse más que unos días. Si no, vamos a necesitar uno de esos cochecitos portaequipajes—

—¿Cómo que vamos?— preguntó la rubia con tono cortante —Es pariente tuya, no mía—

—Bien. Pues tú te vas con ella y que te dé lata hasta que se te caigan las orejas. A mí me da igual—

—Me da que voy a arrepentirme de haber querido pasar el día contigo— afirmó Brittany con cautela, como dejando una puerta abierta a la esperanza.

Cuando por fin aterrizó el avión y los pasajeros comenzaron a salir en tropel por la puerta, Brittany no tuvo ninguna duda de quién era Helen. Ataviada con sedas de brillantes colores y un sombrero a juego, Helen sobresalía entre la multitud. Santana corroboró las sospechas de Brittany con un movimiento de cabeza y empezó a gesticular para atraer la atención de la extravagante mujer.

—¡Ooh, mi pequeña Santana!— exclamó Helen, con una voz que pareció ahogar cualquier sonido a su alrededor que las separaba. Saludando efusivamente, se abrió paso entre los demás viajeros y envolvió a Santana en lo que a Brittany le pareció un abrazo de oso.

—Hola tía, ¿cómo estás?— preguntó Santana cuando consiguió recuperar el aliento.

—Ah, como siempre, calabacita. Ocupada, ocupada, ocupada—

Brittany enarcó las cejas al escuchar el apodo cariñoso de su compañera de apartamento y haciéndose una nota mental para vacilarle después con eso. Al darse cuenta de que de repente era el centro de atención, alargó su mano. —Yo soy Britt, la compañera de apartamento de Santana—

—¡Por supuesto que sí!— exclamó Helen alegremente, abrazando a la joven con fuerza —Eres una chica muy hermosa— Demasiado sorprendida como para resistirse, Brittany no se resistió al cariñoso gesto. A esa distancia, fue capaz de ver más claramente a la tía de Santana. Bajo el alegórico sombrero, una cabellera negra rodeaba el rostro que, sospechaba, rara vez salía a la luz del sol sin una buena capa de maquillaje. De hecho, casi podían adivinarse varias capas de base y sombra de ojos que constituían la imagen de Helen.

—Ah…ehm… gracias— murmuró Brittany, pidiendo ayuda a Santana en silencio.

—Tía Helen, Ella no es…— comenzó a decir Santana.

—Salgamos de aquí antes de que nos quedemos atrapadas una hora— dijo Helen, cortando sin miramientos a su sobrina —Aborrezco este aeropuerto—

Brittany no estaba segura del auténtico alcance de la palabra aborrecer, pero a juzgar por la cara de asco de Helen, no debía ser bueno. Claro que otra idea le rondaba la cabeza a raíz del comentario anterior a ese. Helen pensaba que entre ellas había algo más que amistad. En cualquier caso, dado que ya se dirigían hacia la zona de equipajes y que Helen había pasado a enumerar las múltiples cosas que funcionaban mal en el aeropuerto local, Brittany decidió dejar para después las aclaraciones pertinentes acerca de ese punto. El brazo de Helen sostenía un bolso de cuero con ribetes dorados. La joven suspiró profundamente al ver la cantidad de bolsas de viaje que daban vueltas en la cinta transportadora. Estaba segura de que no iban a caber en el mercedes y se preguntó si Santana habría traído cuerdas para el portaequipajes del auto. Sin embargo, una vez retirada la primera maleta, Brittany pasó a preocuparse por el hecho de que su espalda fuera a sobrevivir al esfuerzo de meter los bultos en el maletero. Al parecer, Helen empacaba cada accesorio de la cocina cuando viajaba, pero no le preocupaba demasiado tener que cargarlos, puesto que en ese momento se limitaba a señalar con el dedo qué maletas eran las suyas e indicando a Santana el orden preciso en que debían ser colocadas en el carrito.

En cuando salieron al cálido aire de agosto, Brittany echó mano de sus cigarrillos. Sin embargo, antes de encenderlo, una nube de humo la rodeó, ya que al parecer Helen era más rápida en lo que a utilización de mecheros se refería. Brittany terminó de encender el suyo y, antes de guardar el encendedor, se vio sorprendida por una voz jovial.

—¿Tú también fumas?— Lo cual hizo que se ganara una palmada en la espalda.

mierda, qué fuerza tiene. —Sí— respondió Brittany medio tosiendo.

—Pues en mi auto no se fuma— dijo Santana con firmeza, deteniendo el carrito justo detrás del mercedes —¿Prefieres un hotel en específico?—

—No hay motivo para enriquecer a esos antros… y menos en este pueblo— dijo Helen —A tu madre le sobra espacio en esa casucha que tiene—

Brittany, que en ese momento intentaba acomodar dos maletas en el auto mientras mantenía su cigarrillo en precario equilibrio entre los dientes, sintió que Santana se estremecía.

—Mamá quiere que te quedes en un hotel. Supongo que no se le ha olvidado lo que dijiste la última vez que estuviste de visita—

—Tonterias. ¿Recorro no sé cuántos kilómetros para verla y no tiene la decencia de abrirme las puertas de su casa?... No, calabacita, hay que poner la más grande abajo—

—Pensaba que ésta era la más grande— se quejó Santana, volviendo a sacar la maleta del auto y echando un vistazo a la que Brittany empujaba hacia ella —No te puedes quedar en casa de mamá— repitió.

—Demonios, esta bien— Helen se cruzó de brazos mientras su cigarrillo arrojaba volutas de humo a la atmósfera —Si va a estar en ese plan, por mí no hay problema. Al menos tú no eres tan maleducada como para dejar a un familiar en la calle—

Brittany estaba haciendo enormes esfuerzos para no entrar en la conversación, pero se vio incapaz de no dar un respingo al escuchar esa última frase. No había que ser físico nuclear para suponer a dónde quería llegar Helen. —Em… ¿Santana?—

—¿Sigues teniendo ese apartamento junto al lago?— prosiguió Helen, ignorando las miradas que se dirigían las dos jóvenes —Debe tener una vista genial ahora que empieza el otoño—

—Tía Helen, no tenemos cuarto de invitados—

—Bah, haremos como cuando tú venías de visita en verano— dijo Helen con un gesto casual —Vamos a cargar todo esto para ver qué se ha hecho Sarah esta vez. Por tu estado de ánimo, supongo que no es grave—

—Necesita tiempo y medicación— comenzó a decir Santana —Pero oye, no te puedes quedar con nosotras—

—Vamos, Santana— dijo Helen como si estuviera hablando con un niño —¿Ya no te acuerdas de cuando vine a verlos y tuvimos esa agradable y prolongada charla sobre tu “compañera de apartamento”? No tienes de qué avergonzarte—

—No soy esa clase de “compañera”— afirmó Brittany por fin —Tengo mi propia habitación—

—Oh— Helen frunció el ceño y Brittany prácticamente daba por terminado el tema cuando la extravagante mujer encontró la solución perfecta —A lo mejor tendrás un sofá, ¿no?— A continuación, rió con ganas —Te prometo que no apareceré con ningún jovencito—

Brittany miró a Santana a tiempo de captar su característica caída de hombros en señal de derrota. Supongo que vamos a tener compañía unos días. Contemplando la montaña de equipaje que esperaba ser acomodado en el interior de mercedes, lo único que pudo pensar con claridad fue que al menos se tratara de días, y no de meses.
Al final, Santana decidió que ella se iría al sofá mientras su tía ocupaba su cuarto, ya que sus modales le impedían hacer menos por un invitado, sin importar lo desquiciante que fuera. Helen ocupó el asiento del copiloto y automáticamente se hizo dueña de la radio durante todo el trayecto. Los altavoces comenzaron a escupir música discotequera mientras Helen destripaba las vidas de sus familiares más cercanos. Intentando por todos los medios alejarse el altavoz de su puerta, Brittany, en medio del asiento trasero, no podía evitar captar ráfagas de la conversación. En realidad, no era difícil, porque Helen insistía en hablar por encima de la música en vez de bajar el volumen, digamos hasta el umbral de tolerancia humana. La imagen de la familia de Santana, tan perfecta e impoluta, empezó a desvanecerse de la mente de Brittany a medida que su tía hablaba.

—Y el idiota lo habría conseguido si no hubiera estornudado cuando estaba escondido en la alcantarilla— dijo la tía de Santana, dando por terminada la historia de uno de sus primos —Tuvo suerte de que sólo le pusieran en periodo de prueba—

—Ahá— dijo Santana con aire ausente, prestando más atención a la carretera.

En ese momento, Helen se volvió hacia Brittany. —Y dime, ¿sigue mi sobrina con esa obsesión por mantener la casa más que impecable?—

—Em…— Dándose cuenta de lo comprometido de su situación, Brittany aspiró profundamente y se rindió a la evidencia —Sí—

—Lo que le hace falta es soltarse el pelo y vivir un poco— continuó la mujer —Es demasiado estirada. A lo mejor podemos sacarla del cascarón mientras yo esté aquí. ¿Qué te parece?—

Oh, por favor, que alguien me saque de aquí, imploró en silencio Brittany cuando una batería de imágenes de bingos y museos cruzó por su mente. —Pues no sé, depende de lo que quiera hacer Santana— dijo por fin —Yo trabajo bastante, así que no creo que pueda ir con ustedes— Por favor, hagan planes entre semana. Espero que Blaine tenga un montón de horas extra.

—Tonterias— contestó Helen —Ya buscaremos tiempo—

Brittany frunció el ceño al darse cuenta de que Helen era el tipo de persona que nunca acepta un no por respuesta.

—¿Cuánto vas a quedarte?— preguntó Santana

—Supongo que una semana o así. Ya veremos. No me gusta poner fechas exactas—

La respuesta no ayudó a que Brittany se sintiera mejor.


***

—Me está volviendo loca— se quejó Brittany, dejándose caer en el puff —¿Conoces a esa buena para nada?—

Quinn, que se había pasado la mayor parte de la semana hablando con Santana por teléfono sobre su tía, su libertad de espíritu y cómo le había puesto la casa patas arriba, esperaba recibir algún tipo de queja por parte de Brittany, pero no aquélla. Apenas la había saludado antes de empezar a despreciar a la mujer.

—¿Y específicamente qué es lo que te molesta de ella?—

—Todo— criticó Brittany, pasándose los dedos por el pelo —Yo pensaba que Santana era un fastidio a veces, pero esta mujer me saca de quicio. ¿Sabes que Santana siempre tiene respuesta para cada jodida pregunta de cada jodido juego?—

Quinn asintió, familiarizada con la situación. —¿Y eso te incomoda?—

—No tanto como cuando Helen, la enciclopedia andante, lo hace. La pregunta era qué presa era, no cuándo se construyó y toda la historia. Pues Santana va y dice Hoover y Helen salta con cómo eso dio lugar a Boulder City y así por un buen rato— Brittany se estaba disparando, por lo que interrumpirla quedaba fuera de lugar —Dijera lo que dijera Santana, ella empezaba a hablar hasta que la conversación no tenía nada que ver con lo que era al principio. Va a volverla loca— Brittany miró de soslayo a Quinn —Sí, lo sé, no podemos hablar de Santana—

Quinn asintió y abrió el cuaderno de la joven. —Por lo que veo, ha sido una semana muy intensa—

—En casa, en el trabajo, en todo— Arrellanándose para adaptar la forma del puff a su cuerpo, Brittany entrelazó los dedos detrás de su cabeza y dejó la mirada perdida —Como si San no tuviera ya bastante con lo de su madre, que por cierto cada día que tiene que estar en el hospital su tía se vuelve más zorra…— A pesar de que la regla de no hablar de Santana parecía haberse evadido nuevamente, Quinn dudó si interrumpir a la joven, ya que aquella era una de las líneas de pensamiento más largas que Brittany había compartido con ella hasta la fecha —Apuesto a que ni siquiera ha escrito una página desde que llegó ella… y eso que se ha bajado el computador a la sala. Está justo debajo de mi cuarto, pero todavía no la he oído teclear— La rabia y el nerviosismo presentes en la voz de Brittany en el momento de entrar parecían estar disipándose, reemplazados por un tono mucho más suave y reflexivo —¿Sabes que nunca lo había pensado?— Sonrió —El baño está entre medias de nuestras habitaciones, pero cuando las dos abrimos las puertas del balcón, puedo oír cómo escribe—

—¿Y por qué crees que te gusta escucharla?— aventuró Quinn.

—No sé…— Brittany se encogió de hombros con su aire habitual —Supongo que me recuerda que está ahí al lado—

—¿Al igual que estaba tu hermana cuando eras pequeña?—

—Algo así.— La joven estiró las piernas y las cruzó —Es diferente a cuando escuchaba a Patty. No sé cómo explicarlo—

Quinn, tras hojear una o dos páginas mientras Brittany hablaba, levantó la vista. —¿Quieres hablar sobre este sueño?—

Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Brittany, quien inmediatamente frunció el ceño. —La verdad, no. Ni sé para qué me molesté en escribirlo. Es una tontería—

—Es la primera vez que mencionas haber tenido un sueño erótico— apuntó la terapeuta —Además, creo que es importante el hecho de que te despertaras durante los juegos preliminares. ¿Habías soñado cosas así antes?—

—No pienso discutir mi vida sexual, o la falta de ella, contigo— dijo Brittany con firmeza, apretando la mandíbula y cruzándose de brazos —Hablemos de otra cosa—

—Buscando un tema más seguro, ¿eh? Ok... ¿Fuiste a la reunión del martes por la noche?— La falta de respuesta y la mueca de Brittany fueron significativas —Ya veo. Esas sesiones están ahí para ayudarte, Britt. No te las recomendaría si pensara que no van a servirte de nada—

—A mí no me hace falta sentarme a escuchar las desgracias de nadie— manifestó la chica —Además, estaba ocupada con Santana y la pesada de su tía—

Quinn dejó pasar el comentario, rehusando morder el anzuelo y regresar así al tema tabú. —Nunca deberías estar lo bastante ocupada como para cuidar de ti, y eso es para lo que sirven esas reuniones. No puedo obligarte a asistir, pero sí te lo sugiero—

—Esta bien, mamá— surgió la irónica respuesta, seguida de un resoplido —De hecho, si tú fueras mi madre, estarías demasiado borracha como para saber lo que hago o dejo de hacer— Hubo un largo silencio antes de que Brittany siguiese hablando —A Patty tampoco es que le hiciese mucho más caso, pero siempre que íbamos a enseñarle algo de la escuela o algo así, nos ignoraba—

—No daba importancia a las mismas cosas que ustedes— dijo Quinn —¿Y cómo te hacía sentir eso?—

—Patty y yo lo odiábamos, claro—

—No. No te he preguntado cómo se sentía Patty. ¿Qué sentías tú cuando llegabas a casa con algo que querías que tu madre admirara y no lo hacía?—

Brittany pensó en ello un momento, abriendo la boca para decir algo y cerrándola de nuevo. Una leve sonrisa curvó la comisura de sus labios. —Iba a decir que jodidamente mal, pero creo que en realidad me sentía herida— Volvió a ponerse las manos detrás de la cabeza —Dolía pensar que todos los demás niños se iban a casa con madres que les querían y les prestaban atención y la mía no era igual— Brittany tomó aire profundamente —No sé por qué— Las palabras, tanto tiempo guardadas en su interior, salieron por fin de forma tenue mientras que ella rehusaba dejar de mirar el techo —Llegué a casa con el primer lugar en clase de arte y ella lo tiró a la basura. Cuando saqué noventa y cinco en una de las pruebas preliminares para obtener el bachillerato, Santana lo pegó con un imán a la nevera— Los ojos de Brittany parpadearon con rapidez en un vano intento por eliminar las lágrimas que empezaban a formarse en ellos —¿Has oído eso de que uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde?—

—Sí—

Brittany aspiró profundamente. —Supongo que es igual de cierto que uno no sabe lo que se ha estado perdiendo hasta que lo tiene—

—¿O sea?— inquirió Quinn.

—O sea que…— Incorporándose, Brittany levantó las rodillas y apoyó en ellas los brazos —Desde que Patty desapareció, nadie se había preocupado por mí— Las emociones empezaban a traducirse en el rostro de Brittany a medida que intentaba poner orden en sus pensamientos —He tenido amigas, pero ninguna tan cercana… no como lo es Santana— La joven lanzó una leve sonrisa y miró a Quinn —Ya se me había olvidado lo que se siente cuando le importas a alguien. Cuando le interesa lo que pasa en su vida. Cuando…—

—Cuando alguien pega tu examen con un imán a la nevera— concluyó Quinn.

—¿No te parece estúpido?— le preguntó Brittany —Me pongo en plan cursi sólo con que Santana haya hecho eso— Se limpió los ojos para impedir que las lágrimas empezaran a caer.

—Hace mucho tiempo que nadie se ha dado cuenta de tus habilidades y logros— Quinn dejó el cuaderno a un lado y se inclinó hacia delante —Hace mucho tiempo que no permites que nadie se acerque a ti lo suficiente como para que le importes. Te escondes en tu caparazón intentando aislarte de todo, pero muy dentro de ti eres consciente de que ese caparazón es un lugar muy frío—

—Ahí dentro nadie puede hacerme daño— afirmó Brittany sin demasiado entusiasmo.

—Si no corres el riesgo de que te hieran, vas a perderte el placer de que te amen. Es lo que implica vivir, en lugar de sólo existir—

—¿Cómo rayos me has metido en ese tema?— gruñó Brittany —Estábamos hablando de la insoportable tía de Santana—

—Y tú estabas molesta cuando has entrado por la puerta. Ahora estás tranquila. Es sorprendente lo que ocurre cuando te abres con alguien, ¿no?— Quinn sonrió, ignorando la mirada de impotencia que la joven le dirigía —Bueno, así que quieres hablar de tu inquilina temporal—

—Inquilina del demonio— aclaró Brittany, recordando el hecho de que Santana solía llamarla así cuando empezaron a vivir juntas —Ya sabes que Santana es una obsesa del orden. Pues comparada con Helen, yo también. Te juro que es imposible entrar a una habitación sin que parezca que acaba de pasar un huracán. Por lo menos, con Santana sé dónde están las cosas. ¿Sabes que está usando mi taza?—

—¿Quién está usando tu taza?—

—Helen— Brittany se sentó y miró a Quinn —Nadie usa esa taza excepto yo—

—¿Y sabía que era tuya?—

—¿Cómo no lo iba a saber?— respondió ella. El que otra persona hubiese usado su taza era visto por Brittany como una ofensa personal y la calma con que Quinn se tomaba el asunto ya le estaba fastidiando —Es la única que lleva mi nombre—

—No recuerdo haberla visto por allí— señaló Quinn.

—Santana me la compró la semana pasada— dijo Brittany —¿No te lo contó?—

—Casi no hablamos desde lo de su madre— Tomando consciencia de dónde estaba, Quinn se enderezó y se aclaró la garganta —Has vuelto a meterte en el tema, Brittany—

—Ya, bueno, es que es difícil no hablar de la persona con la que paso la mayor parte del tiempo— se quejó la rubia. Considerando que había dejado clara su postura, volvió al tema que en realidad le importaba —Pues eso, que le importa un pepino mi taza, e incluso muchas cosas de Santana. Utilizó esos jaboncitos con forma de flor del baño porque dijo que no le gustaba cómo olía el normal— En este punto, negó con la cabeza —Hace un montón de ruido y le importa un carajo lo que diga su sobrina—

—¿Sabes qué?— Esta vez, la terapeuta no fue capaz de contener una sonrisa —Creo recordar que hace como dos semanas tú estabas echando pestes por la boca sobre esos… y cito textualmente… putos jabones de Santana—

Brittany se sonrojó levemente y bajó la cabeza en gesto de derrota. —Ya, bueno, es que eso fue antes de que Santana me dijera dónde los había comprado y lo bien que se sentía al entrar al baño y olerlos—

En este punto, Quinn sonrió con cortesía, tal y como hacía siempre que Brittany llegaba por sí misma al punto que ella quería. —La tolerancia y la comprensión marcan la diferencia. Tú eras incapaz de soportar ciertas cosas de convivir con otra persona, pero con el tiempo no sólo has aprendido a aceptar las diferencias, sino también a apreciarlas—

Brittany no hizo ninguna objeción al respecto y se limitó a encogerse de hombros. —Ella no está tan mal. Una vez que superas lo de la limpieza compulsiva, al menos. Hay que conocerla, eso es todo—

—Me da que mucha de la gente de ahí fuera cae en la misma categoría— dijo Quinn —Hay personas que merecen la pena, si te tomas la molestia de abrir los ojos—

El rostro de Brittany adquirió una mirada ausente y Quinn esperó algunos segundos antes de aclararse la garganta con educación.

—Oh, perdona— dijo la rubia —Estaba pensando en algo—

—Cuéntamelo— la animó Quinn, abandonando el sofá y ocupando uno de los puffs para estar más cómoda, con las piernas en el suelo y la espalda recargada —A juzgar por tu cara, no era malo—

—Me estaba acordando de una vez, como hace tres años, en que salí a conducir por una carretera secundaria. Me paré en un mercadillo de esos que montan en los garajes. Parecía que habían sacado todo aquello de un vertedero— La cara de Brittany empezó a animarse a medida que se incorporaba para seguir con la historia —Tenían ventanas con los cristales rotos, lámparas que no funcionaban y cosas así. Si parecía basura, allí estaba. Así que empecé a echar un vistazo. No sé por qué. Nunca compro cosas de esas—

—Me gustan las ventas de garaje— dijo Quinn —Uno nunca sabe qué se va a encontrar—

—Exacto— afirmó Brittany con entusiasmo —Bueno, pues detrás de toda esa chatarra inútil encontré una caja con un reloj, una navaja y varias herramientas. Estaba todo a cinco dólares y me dio buena espina, así que la compré. Fui llevando cada cosa a un montón de tiendas de antigüedades y me saqué casi cien dólares. Todavía conservaba algunas baratijas de madera hasta lo del incendio—

—Y la moraleja del cuento es…— preguntó Quinn con tono juguetón.

—Que incluso la basura merece que le echen un segundo vistazo—

—Nunca se sabe dónde vas a encontrar un tesoro— concluyó la terapeuta. Tras mirar el reloj, Quinn frunció el ceño —Bueno, ya basta de hablar de todo lo que se mueve sobre la Tierra. Creo que es hora de jugar un poco, ¿qué te parece?—

—Lo mismo que la última vez— respondió Brittany, adoptando enseguida su faceta más desafiante. Tras recostarse contra el puff, se cruzó de brazos —Me parece una estupidez fingir algo que nunca sucederá—

—De eso se trata el fingir— explicó Quinn con calma —Uno encuentra seguridad en poder gritarle a alguien con quien estás enfadado sin preocuparse de las repercusiones físicas— Aquella era una batalla eterna con Brittany: el conseguir que se sintiera lo bastante segura como para abrirse y dejar salir un poco la rabia y el dolor que tenía dentro. A pesar de la actitud que mostraba en ese momento, Quinn juzgó que valía la pena intentarlo.

—A mí me parece una estupidez— quejándose al volumen exacto como para que Quinn la oyera, Brittany fue hasta la colchoneta que había en una esquina de la estancia, justo detrás de los puffs —Bien, ¿a cuál de mis padres quieres que ponga a parir esta vez?—

—¿A cuál te apetece gritarle?— replanteó la terapeuta, a tan solo unos pasos de su paciente.

—A ninguno, la verdad— dijo Brittany con tono aburrido —No se merecen ni el esfuerzo—

—¿A ninguno?—

Brittany asintió. —Me importan una mierda los dos. Que se vayan al infierno—

—¿Por qué?—

—Ya sabes por qué. Por lo que me hicieron— Brittany comenzó a ponerse nerviosa y empezó a darle pataditas al borde de la colchoneta con la mandíbula apretada —Ella era una inútil—

—¿Por qué crees que tu madre era una inútil para ti?— Quinn mantuvo la distancia, pero se colocó en un punto en que pudiera mirar de frente a la joven —Díselo, Britt—

—No le importaba nada—

—¿Por qué? Díselo— la urgió Quinn, manteniendo un tono calmado —Yo soy tu madre, Britt. Dime qué hice para molestarte tanto—

La respiración de Brittany pareció crisparse, al igual que sus movimientos, y empezó a caminar de un lado a otro. —No nos esperaba en la parada del autobús como hacían otras madres. No nos hacía el almuerzo y teníamos que comernos el que daban gratis en la escuela. Todos sabían que era para niños pobres—

—¿Qué más?—

Un gemido ahogado escapó de los labios de Brittany. —¿Qué más? ¿De verdad quieres saberlo?— Fue hasta Quinn hasta quedar cara a cara con ella, sintiendo que la mujer retrocedía levemente —¿Qué te parece no ocuparse de coserme la ropa antes de ir a la escuela? ¿Y no hacernos una cena que no viniese en una bandeja de metal? ¡La odiaba!— exclamó antes de dar media vuelta e ir hasta donde colgaba el saco de boxeo, de espaldas a Quinn —¿Tanto te costaba hacer una puta comida decente de vez en cuando?— El puño derecho de Brittany impactó con fuerza contra el saco —¿Tanto te costaba aparecer en una reunión del colegio?— Un golpe seco hizo eco en la habitación cuando Brittany golpeó de nuevo —¿Por qué no lo abandonaste? ¿Tan poco te importábamos?—

Quinn se sentó con las piernas cruzadas sobre la colchoneta, dejando que Brittany desfogara a gusto toda su frustración y sus demandas sobre el saco. Estremeciéndose tras un golpe particularmente fuerte, se hizo una nota mental de ofrecerle los guantes para la siguiente sesión. La joven, cuyo derecho a ser oída le había sido negado tanto tiempo, rugía su venganza, contando a gritos las injusticias que había sufrido a cualquiera que quisiera escuchar. El ataque de ira de Brittany duró aún un buen rato, tras el cual se dejó caer de rodillas agarrándose la cabeza. Quinn cogió varios pañuelos de papel y cruzó la colchoneta a toda prisa, alcanzando a la chica justo cuando comenzaba a llorar.

—¿Por qué?— Brittany se sorbió la nariz, abrazándose con indefensión —No entiendo por qué—

Quinn puso sus manos sobre los hombros de Brittany y los apretó levemente. —Tal vez nunca entiendas por qué tu madre hizo lo que hizo, Britt, pero en un momento dado tendrás que aceptar que no puedes cambiar lo que pasó—

—No puedo hacerlo, ¿verdad?— susurró la joven al tiempo que cogía un pañuelo y se secaba las lágrimas —Pero eso no implica que duela menos—

—Es cierto. No lo hace— dijo Quinn con suavidad —Pero cuando uno aprende a aceptarlo y sigue adelante, el dolor va desapareciendo. Tú eres una mujer fuerte, Britt. Puedes superar esto—

—A mí no me lo parece— dijo Brittany con un hilo de voz —Yo… siento que el dolor nunca desaparecerá— Las lágrimas y los sollozos comenzaron a ceder levemente. Avergonzada por semejante despliegue de emociones, Brittany tomó otro pañuelo y miró cara a cara a la mujer —¿Así es como sabes que la cosa funciona, Doc?—

—Los psicólogos tienen que cubrir una cuota diaria de pacientes a los que deben hacer llorar— bromeó Quinn —¿Qué puedo decir? Iba con retraso—

—El espectáculo que te acabo de montar debería valerte para varias semanas— respondió Brittany, respaldando el comentario con una leve sonrisa. Ya confiando en controlar sus sentimientos, se levantó y fue hacia el sillón reclinable.

Quinn, por su parte, permaneció sobre la colchoneta y se giró para quedar cara a cara con su paciente. —¿Qué sientes en este momento?—

—Estoy bien— contestó Brittany automáticamente.

—No te he preguntado que cómo te sientes. Te he preguntado qué sientes. Lo de “bien” no encaja. Inténtalo otra vez—

Brittany traspasó a la terapeuta con la mirada, pero el efecto se vio empañado por el enrojecimiento de sus ojos y su aire demacrado. Encogiéndose de hombros, trató de encontrar las palabras que se arremolinaban en su interior. —No sé. Vacía, supongo—

—No lo dudo— dijo Quinn con dulzura —Pero me da que ahí dentro debe haber algo más de lo que dices—

Asintiendo con resistencia, Brittany le dirigió una media sonrisa. —Supongo que por eso eres la terapeuta, ¿eh, Doc?— Con un suspiro, intentó aclarar un poco más sus ideas —A veces me pregunto qué estará haciendo, si es que no lo abandonó. Cuando era pequeña, siempre pensaba que entonces todo iría bien— Ahogó una carcajada —Sueños de niños—

—Ya no eres una niña—

—Todo esto es absurdo. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué la odio en un momento y luego me pregunto cómo estará?—

—A lo mejor no es odio lo que sentías. La gente va a decepcionarte. Eso es un hecho. Cuando lo hace un amigo o un conocido es una cosa, pero cuando se trata de alguien más cercano, resulta muy difícil de aceptar—

Brittany miró a la terapeuta con aire pensativo y asintió. —Esto no va a ser fácil, Quinn—

—Ya te he dicho que crecer no es fácil— dijo Quinn —Y te guste o no, vas a tener que recorrer el camino con ayuda. No tengas miedo de pedirla cuando lo necesites—

—Eh, oye— dijo Brittany mirando el reloj —Nos hemos pasado de hora—

—A veces pasa— contestó Quinn poniéndose en pie —Esta vida no siempre se ajusta a los horarios— Brittany iba a levantarse también, pero se detuvo al ver el gesto negativo de la terapeuta —Aún no. Hay que cerrar la sesión antes de que te vayas—

—Ah, genial— dijo Brittany sin demasiado entusiasmo —Me encanta eso de los cierres—

—Lo sé— afirmó Quinn volviendo al sofá —Es tu parte preferida después de lo del abrazo, ¿a que sí?—

—Sí, no puedo decidirme entre las dos— afirmó Brittany con acritud —Y después de esto voy a tener que ir a la tienda a comprar crema, porque a Helen no le gusta el café con leche—

—Considerando cómo estabas cuando has entrado por la puerta, seguro que se alegrará que hayas venido aquí primero—

—Ya, bueno…— Brittany se encogió de hombros —Me las arreglaré—

—Tolerancia y paciencia, Britt. Recuérdalo— Quinn se recostó y agarró su carpeta —Bueno, vamos a cerrar esto para irnos a casa—
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Activo Re: Fanfic Brittana - El Corazón De Brittany - Capítulo 26

Mensaje por Beverly_87 Sáb Dic 14, 2013 2:25 am

CAPITULO 21




****


A Brittany no le hizo falta abrir la puerta para identificar la música que aporreaba las paredes. El hecho de que el mercedes no estuviera estacionado fuera sólo podía significar una cosa: Helen estaba sola en casa y Brittany tenía que entretenerla hasta que Santana regresara. Con un profundo suspiro, giró el pomo y entró.

Santana parecía llevar fuera un buen rato a juzgar por el escenario, digno de un desastre natural, que se le presentó. Helen estaba tirada sobre el sofá con el mando a distancia en una mano y el teléfono en la otra. La mesita del café estaba enterrada bajo un montón de envolturas de chicle y otros papeles. Al verlo, Brittany se fue directamente a la cocina para no oír la conversación telefónica de la mujer.

Seguro que es de larga distancia, pensó mientras metía la crema en la nevera. Una caja de seis cervezas casi vacía captó su atención. Espera, espera… yo tenía cuatro de esas cuando me fui a trabajar esta mañana. Con renovado mal humor, agarró la botella que quedaba y cerró la puerta con fuerza.

—Ah, ahí estás— exclamó Helen desde la puerta —Te he visto entrar, pero estaba al teléfono. ¿Te has acordado de traerme la crema?—

—Está en la nevera— respondió Brittany acodándose en el mostrador y llevándose la botella a los labios —Y por cierto, la cerveza que te has bebido era mía—

—¿En serio? Vaya, perdona por no preguntarte. Di por hecho que me la podía tomar— Sin el sombrero, el cabello negro de Helen caia casi de forma ondulada sobre sus hombros.

—Supongo que no podías saberlo si nadie te lo dice— convino Brittany a regañadientes —Casi todo lo que hay en la nevera es comunitario, excepto la cerveza y esas cosas de nueces que le gustan a Santana—

—Y dime, ¿qué tal te ha ido hoy?— preguntó Helen, cruzando la habitación y acomodándose frente a la mesa de la cocina.

—Normal. Ya hemos terminado con los muros del segundo piso—

—Me vas a perdonar, pero creo que estás demasiado buena como para andar jugando a Bob el constructor. Podrías ser modelo—

Brittany echó otro trago sin ninguna intención de abandonar el mostrador. —La belleza se acaba tarde o temprano. Además, yo no construyo nada. Solo pongo cemento a las estructuras, pinto y tapizo las habitaciones terminadas. Toda una habilidad en la industria de la construcción—

—A mí me parece poco femenino—

No te he pedido tu opinión, pensó Brittany para sí. —En fin… ¿Dónde ha ido Santana?—

—A ver a su madre. Yo estuve esta mañana, pero Sarah tenía esa actitud post menopáusica tan suya que le impide mantener una conversación normal—

—Por lo menos se encuentra mejor y has podido entrar a verla otra vez—

—Bah— Helen hizo un gesto despreciativo con la mano —No va a enterrar el hacha de guerra tan fácilmente, y yo tampoco. Debí haber llamado simplemente para ver cómo estaba, pero me apetecía tomarme unas vacaciones—

—Bueno, estoy segura de que tu hermana te agradece el que hayas venido a verla desde tan lejos— Levantando la botella una vez más, se sorprendió al encontrarla vacía. Sabía que tenía que comprar más en la tienda.

—¿Agradecérmelo? Por favor— Helen hizo una mueca de disgusto —Esa mujer no me ha dado las gracias por nada en su vida—

—Yo no conozco a la Sra. López lo suficiente como para decir nada, pero daría mi brazo derecho por saber dónde está mi hermana ahora mismo— Dándose cuenta de que había hablado de más, Brittany dejó la botella en el mostrador y abrió la nevera —Será mejor que vaya haciendo la cena—

—¿No sabes dónde está tu hermana?— preguntó Helen —¿Se han peleado o algo así?—

Brittany negó con la cabeza. —No. Patty se escapó de casa cuando era adolescente. No la he visto desde entonces— Tras sacar las sobras de pollo y dejarlas en la encimera, Brittany se quedó pensativa un momento antes de volverse hacia Helen —Oye, ya sé que no es asunto mío, pero la Sra. López es tu hermana. ¿Es que no te importa cómo esté?—

—Pues claro que sí— dijo Helen con tono cortante —Esa no es la cuestión—

—¿Y cuál es la cuestión?— preguntó Brittany suspirando —¿Tan importante es si no ha terminado de pagar la casa o que sus ideas políticas no sean las mismas que las tuyas? Tú elegiste una vida de fiestas y multitudes. Viajar es tu mundo. Ella eligió una familia y ese es su mundo. ¿Es que no puedes aceptar que son diferentes y ya está?— Sacó una sartén del estante bajo el mostrador y la soltó con un fuerte golpe —¿Crees que no tiene miedo de estar en ese hospital sabiendo que se habría muerto si su hijo no hubiera estado en casa ese día?— La bandeja y el pollo fueron a dar sobre el fogón sin demasiados miramientos —¿Te parece que Santana no está preocupada por su madre? Lo que menos necesita ahora es llegar a casa y oírte machacar los mismos temas una y otra vez. ¿Qué coño importa quién lleva o no lleva razón?—

—No sabía que te importara tanto— dijo Helen, con una voz un poco más sumisa —Normalmente saludas a Santana y te vas arriba—

—Ya, bueno, yo no soy de la familia e intento mantenerme al margen a no ser que Santana necesite hablar—

—Por no mencionar ciertas botellas que te llevas a tu habitación—

Brittany se sonrojó levemente. —Ah, ya… bueno…—

—Había pensado preguntarte sobre eso. Se me olvidó echar la mía en la maleta cuando vine—

—Oh.— Captando la indirecta, Brittany asintió —Suelo beber un poco más de lo normal en mi habitación. A Santana le preocupa que los vecinos me vean dando tropezones por ahí—

—Pues es una buena forma de establecer amistad con los vecinos— dijo la mujer —Los míos suelen venir para que les dé un poco—

—Nunca me hubiera imaginado que bebes y fumas— dijo Brittany sintiendo que la rabia de antes empezaba a disiparse. Se inclinó contra el mostrador, resistiéndose a la tentación de ir a sentarse con la tía de Santana en la mesa.

—Si me comparas con mi sobrina, supongo que soy lo que se dice una rebelde. Iba mucho a las discotecas en mis tiempos, pero estoy segura de que Santana no lo sabe. Su madre la aislaba de aquel “sórdido” modo de vida, como solía llamarlo— Helen le quitó importancia al asunto con un ademán —Ven a sentarte conmigo. No me gusta hablarle a las paredes—

Brittany dudó un momento y luego cedió, colocándose justo al otro lado de la mujer —Eso está mejor. Tengo que admitir que no te pareces nada a las otras novias de Santana—

—No somos novias— le recordó la rubia.

—Bueno, digamos amigas mujeres, no de amantes lesbianas— aclaró Helen —Aunque tengo que admitir que Santana debió costarle cuando salió del closet con su madre—

—Santana es muy valiente— convino Brittany.

—Nunca se lo dije, pero me siento orgullosa de que se mantuviera firme en ese aspecto y no dejara que su madre la llevara a un psicólogo— Una sonrisa malévola cruzó los labios de la mujer —Debo confesar que yo he estado tentada de cruzarme la cerca una o dos veces. ¿Te acuerdas de la serie aquella que se llamaba Wagon Wheel? Podría contarte un par de cosas de la actriz que hacía de Carol—

La referencia se abrió paso en la mente de Brittany. Aunque sólo recordaba la serie vagamente de cuando era pequeña, el significado estaba claro. —¿Entonces eres bisexual? —

—Supongo. Llevo muchos años sin estar con una mujer, pero nunca es tarde. ¿Y tú qué?—

—Yo soy hetero— contestó Brittany.

—Ya veo. ¿Hay algún hombre en tu vida? Conozco a un chico que está hecho un pastelito y se moriría por andar con un bombón rubio como tú—

Brittany rió con ganas y negó con la cabeza. —Creo que paso. Ahora mismo no busco una relación—

—Lástima. ¿Una ruptura fea?—


—No— Como era su costumbre, Brittany bajó la vista hacia la mesa para hablar sobre sí misma —Nunca he tenido una relación estable—

—Una auténtica lástima. Eres joven, pero, ¿no te parece que ya es hora de ir buscando a alguien con quien compartir tu vida?— Helen extendió la mano y palmeó la de Brittany —Hazle caso a este vejestorio, querida. No hay cosa más triste que no tener a nadie a quien amar cuando vuelves a casa. Personalmente, creo que te estás limitando con eso de no buscar en el otro lado de la cerca. Mi sobrina es una joya, ¿sabes? Escritora de éxito, con carrera… y no está nada mal, ¿eh?—

Brittany advirtió el gesto de complicidad de Helen y sonrió. —No, para nada. Santana es una persona muy agradable, pero no hay nada de eso entre nosotras. Además, no soy su tipo—

—Pues no sé qué decirte, querida. Mi sobrinita parece pensar otra cosa—

—¿Qué ha dicho sobre mí?—

—Ah, tienes curiosidad, ¿eh?— preguntó Helen con aire interesante —Te diré lo que vamos a hacer. Aún quedan como veinte minutos para la cena, ¿no?—

—Sí, por lo menos—

—Si me das un trago o dos de eso que tienes arriba, a lo mejor me animo a revelarte cierta información confidencial—

Brittany no necesitó que se lo repitiera. —Vamos—


Santana se sentía agotada para cuando apagó el motor, aunque ver el ya familiar auto desgastado allí estacionado le levantó un poco el ánimo. Eso significaba que Brittany estaba en casa y, probablemente, que su tía habría decidido irse a dormir temprano. Recordando la bolsa colmada de productos de limpieza que llevaba en el asiento trasero, la cogió y se dirigió a la puerta.

Tras dejar la bolsa en la mesa de la entrada, advirtió con cierta extrañeza que ninguna de las dos estaba en el piso de abajo. Lo que no le sorprendió tanto, por desgracia, fue el desbarajuste que reinaba en la sala de estar. La cocina tenía mejor aspecto. Los platos estaban limpios y secándose, aunque juzgó que la autora de tan magnífico gesto había sido su rubia compañera, puesto que el colador yacía en el extremo opuesto del fregadero. Santana se dio unos minutos para reacomodar todos los utensilios de cocina antes de subir la escalera.

—¿Hola?— exclamó la escritora al oír voces a medio camino del piso superior.

—Estamos aquí— respondió Brittany.

Santana no pudo evitar enarcar las cejas ante este nuevo cambio de rutina. Su tía Helen y Brittany estaban juntas en la misma habitación y, a juzgar por los sonidos que provenían del interior, se lo estaban pasando bien. El aroma dulzón que salía de debajo de la puerta le aclaró el motivo. Al abrir, lo primero que vio fue una montaña de ropa sucia, unos vaqueros arrojados sin ningún cuidado en el respaldo de la silla naranja y las botas de trabajo de Brittany tal cual habían caído al quitárselas de dos patadas. Brittany estaba cómodamente tumbada en la cama y Helen ocupaba la silla con los pies en alto.

—Hola— dijo Brittany —¿Cómo está tu madre?—

—Hola, calabacita— saludó a su vez Helen —Ven a sentarte y nos cuentas—

—No te preocupes por la ropa— le advirtió la joven —Pasa por encima y ya está—

—O también podría alquilar una excavadora— respondió Santana con acritud. Evitó pisar la ropa sucia y fue hasta la cama, sentándose con las piernas cruzadas en la esquina más cercana a la puerta del balcón. Entonces, dirigió una mirada a su tía y luego a Brittany —Ya veo que han encontrado algo en común— afirmó con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre lo que opinaba al respecto—

—Te pareces demasiado a tu madre— Helen frunció el ceño y tomó la botella de whisky de las manos de Brittany —Y bien, ¿cómo está?—

—Cien veces mejor que cuando la ingresaron— dijo Santana —Si todo va bien esta noche, a lo mejor le dan de alta mañana por la mañana—

—¿A qué hora vas a ir a verla?— preguntó Helen.

—Quiero llegar allí como a las nueve o las diez—

—Voy contigo— dijo Helen, extendiendo la mano para que Brittany le pasara un encendedor.
Santana observó cómo su tía le daba una calada al cigarrillo y pensó para sí que debía haberla poseído algún bicho de la dimensión desconocida.

Santana aún se sentía incómoda al ver a Brittany fumando, pero lo de su tía era harina de otro costal. —Em… ¿Tía Helen?—

—Dime, calabacita— Helen parecía estar viéndola, pero tenía los ojos levemente cerrados. Al parecer, llevaba ya un buen rato en aquella habitación.

—¿Te importaría no fumar… delante de mí? Se me hace un poco raro—

—Tengo una idea— dijo Brittany recogiendo un vaso de la mesita mientras lo llenaba con whisky— ¿Por qué no salimos al balcón? Santana se va a asfixiar aquí dentro—

—Excelente, querida— Helen se puso en pie un tanto precariamente, se enderezó y fue hacia la puerta corrediza.

—¿Y de qué han estado hablando?— preguntó Santana a Brittany, procurando quedarse atrás.

—Ah, toda clase de cosas— le respondió la joven —De hermanas, familias, libertad… y de ti, claro—

—¿De mí?—

—Bueno…— Los ojos de Brittany adquirieron un brillo travieso —Tú eres lo principal que tenemos en común. Y por cierto, ¿lo de saltar barriles con la bicicleta? Mala idea—

—¿Te ha contado eso?— Santana estaba conmocionada puesto que esa era una de las anécdotas que más la avergonzaban, en especial cuando el comandante de la base llamó a su padre para contarle que ella había estado jugando en un área no autorizada.

—Me ha contado un montón de cosas— dijo Brittany con tono juguetón. Helen no había tardado mucho en entonarse, regalándole un tremendo repertorio de los momentos más embarazosos de la niñez de Santana —Como esa vez que fuiste a visitarla y te perdiste en el metro—

—Fue ella la que me dijo que me quedara en la línea roja— dijo Santana mientras salían al balcón —Así que ahora tienes por hobby hablar de mí, ¿eh?—

—Tienes suerte de que se me olvidara echar los álbumes de fotos a la maleta— dijo Helen —¿Te acuerdas de aquel verano que fuimos a acampar? ¿Cuándo vinieron tus primos?—

En ese momento, Santana sintió un gran alivio de que la oscuridad que les rodeaba ocultara el rubor que sin duda teñía su rostro. —Sí, me acuerdo. ¿Podemos cambiar de tema?—

—Ah no, es mucho más divertido meternos contigo— dijo Brittany recostándose en su silla y apoyando los pies sobre el barandal —A ver, Helen, me estabas contando la primera vez que Santana se emborrachó—

—Oh, no— gruñó Santana —¿Y todavía te preguntas por qué no suelo beber? Basta con que una tía te lleve a tu primera borrachera—

—Te pasaste todo el rato abrazada a una diosa de porcelana, ¿no?— siguió Brittany.

—Fue su mejor amiga aquella noche— añadió Helen con todo divertido —Y también a la mañana siguiente—

—Pero apuesto a que tú tienes más confianza con esa diosa en particular que yo— dijo Santana devolviéndole la broma.

—Ahí me has agarrado, colega— La única bombilla del muelle trasero aportaba escasa iluminación, pero lo bastante como para que Santana viera la pantomima de Brittany como de haber recibido un disparo en el pecho —Sin embargo, yo nunca he intentado bajar a gatas unas escaleras—

—No se te olvida nada, ¿verdad, tía Helen?—

—De hecho, casi nada, calabacita— contestó Helen, disfrutando de lo lindo. Ella tenía un cigarrillo encendido, le dio una buena calada antes de seguir vacilando a su sobrina —Tendrías que haberla visto, Britt. No paraba de hablar con la barandilla—

La amigable charla siguió durante más o menos una hora, aunque Santana dejó de sentirse avergonzada después de aquella última anécdota. Por fin, tras varios bostezos, quedó patente la necesidad de dar por terminada la velada y Helen se retiró a la habitación de Santana, misma que ocupaba desde que llegó. Santana siguió a Brittany adentro, esquivando unos pantalones cortos que había tirados junto a la puerta.

—¿Cómo puedes vivir en medio de este desastre?— preguntó Santana.

—Sé perfectamente dónde está cada cosa. Es un desastre organizado— dijo Brittany dejándose caer en la cama y apoyando la espalda contra el cabecero —Y dime, ¿ya te has hartado o te sientes de humor para hacerme una visita de vez en cuando?—

Desde la llegada de Helen, había pasado la mayor parte de las tardes en el piso de abajo, por lo que las dos amigas no habían tenido muchas ocasiones de sentarse a charlar, y Santana se descubrió echando de menos esos ratos.

—Ok, pero si me prometes que no fumarás cigarrillos—

—Trato hecho— convino alegremente Brittany al tiempo que daba un golpe en el brazo de su silla —Siéntate y relájate—

—Veo que esta noche estás de buen humor— apuntó la escritora, sentándose a continuación —Todavía no me puedo creer que tú y mi tía Helen se hayan hecho buenas amigas, y menos que hayan estado bebiendo—

—La verdad es que me dejó pasmada cuando me preguntó si tenía— dijo Brittany ahuecando una almohada antes de ponérsela en la espalda —Pero una vez que se me pasó el cabreo, me di cuenta de que no está tan mal. Un poco rara, pero simpática—

—No te ha contado su teoría sobre los alienígenas y los laboratorios secretos que tienen escondidos en el desierto, según veo—

—Ah, lo estoy deseando. Me ha dicho lo de su primo, el que tiene un espectáculo de travestis en Nueva York—

—Ya te habrás dado cuenta de que no todos a los que llama primos lo son en realidad— le explicó Santana —Creo que la mayoría son hijos de sus amigos, y a ella le encanta jugar a la tía rica con ellos—

—Ya… A mí no me hubiera importado tener una tía rica cuando era pequeña—

—Bueno, no estaba mal, pero nunca me interesó su dinero. Ir a verla era como estar en un parque de atracciones gigante. Nunca se sabía lo que iba a hacer, pero era divertido— Sin pensarlo, Santana se quito los zapatos de tacón y subió los pies a la cama de Brittany —Créeme, hay un límite para lo que una persona puede divertirse en cierto tiempo, dejando aparte el bajar gateando una escalera— Se inclinó hacia delante y le dio a Brittany una palmada en la pierna —Eh, me ha llegado un cheque esta mañana. ¿Qué te parece si salimos a cenar después de que salgas del trabajo mañana?—

—¿Y qué hacemos con Helen?—

—Se la apalancaré a Jake. Seguro que le encantará contarle todos sus chismorreos— La mente creativa de la escritora trabajó durante un momento antes de idear el escenario perfecto para su plan —Le iré con el rollo de que a mi hermano le encantaría pasar la tarde con ella antes de irse a la Universidad—

—Estoy segura de que le va a encantar— dijo Brittany

—¿Sabes que fue ella quien me compró mi primer auto cuando acabé el colegio? Era de segunda mano, pero no estaba oxidado y llevaba pocos kilómetros. Un "cinco puertas" muy útil para moverme por el campus—

—Mi primer auto es el mismo que tengo ahora— dijo Brittany haciendo un gesto hacia el estacionamiento —Fui tirando de lo que me devolvía Hacienda e hice pagos trimestrales para conseguir ese montón de chatarra. Lo tengo desde hace casi tres años—

—Y seguro que lo valoras más de lo que yo valoraba mi Ford. No llevar cadenas en mitad de una tormenta y mi falta de experiencia lo llevaron al desguace en menos de cuatro meses—

—Oh, vaya mierda—

Santana sonrió al escuchar la frase malsonante de su amiga, pero al final asintió. —Supongo que depende de cómo lo mires. El seguro me dio el dinero que necesitaba para comprarme los libros, así que no tuve que pedirles prestado a papá y a mamá cuando quedaba tan poco para Navidad. En cualquier caso, ahorré lo que me sobró y empecé a dar clases particulares para comprarme otro auto—

—Apuesto a que tuviste más cuidado con ese— aventuró Brittany.

—Pues sí— admitió Santana por su parte —Me duró hasta el último año de carrera— Acto seguido, frunció el ceño tratando de recordar cómo se habían desviado tanto del tema. Claro que, con Brittany, cualquier conversación era una montaña rusa —Ah, la cena—

—Sí. ¿Adónde habías pensado ir? Hay uno muy barato como a kilómetro y medio del hospital. Ya sabes, ése con los cristales ahumados—

Santana hizo una mueca. —¿Y si vamos a un sitio donde la mitad del plato no sea grasa?—

—¿Bromeas? Es el mejor sitio. Hacen unas costillas buenísim…— Brittany pareció replantearse la idea un momento —Ah, cierto, que tú no comes carne roja. Pero también tienen marisco—

—Sin duda empanado y nadando en aceite— respondió Santana —Hay uno italiano cerca del centro comercial—

—¿Y comida china?— propuso Brittany ignorando el comentario de su atractiva compañera.

—Siempre me atasco cuando voy a uno chino. ¿Qué tal el sitio nuevo de la Quinta?—

—Demasiado caro. Blaine sólo ha podido darme unas cuantas horas extra esta semana—
Brittany suspiró —Es como cuando empezamos a vivir juntas. No nos ponemos de acuerdo en nada—

Santana no pudo evitar sonreír. —Ya… Pero hemos mejorado mucho desde entonces. Llevo semanas sin recoger la toalla del suelo del baño. Y hablando del baño…—

—Yo no he sido— afirmó Brittany antes de oír el final de la frase.

—Mala conciencia, ¿eh?— bromeó Santana —Ya sé que tía Helen usó mis jabones, pero me ha dicho que no ha comprado los nuevos. Así que, ¿de dónde han salido?—

—¿El hada del jabón?—

—Me da que estoy un poquito grandecita para creer en hadas, Britt. Sin embargo, sí creo que hay por aquí una compañera de apartamento que ha tenido un detalle maravilloso—

Brittany sonrió al escuchar palabras como aquellas, a las que definitivamente no estaba acostumbrada. —Es que echaba de menos el olor— se excusó la rubia con un ligero tono de rubor en las mejillas

—Para eso existen los ambientadores— puntualizó Santana— A mi no me engañas. Te lo agradezco mucho. Son incluso más bonitos que los que tenía antes—

La rubia sonrió de nuevo  —¿Cómo hemos acabado hablando de esto? Estábamos con la cena—

—Yo he sugerido el restaurante de la Quinta— retomó Santana.

—Y yo he dicho que es demasiado caro—

—La mayoría de las cenas cuestan menos de veinte dólares, Britt. Además, voy a invitar yo porque el cheque ha sido de un poco más de lo que esperaba. ¿O es que te creías que iba a invitarte a cenar y dejarte pagar después?— Santana negó con la cabeza —No soy tan mala en las citas—

—Bueno, es que la última vez que alguien quiso pagarme la cena lo hizo esperando algo a cambio— Brittany sonrió —Pero dado que no tienes nada que hacer conmigo, acepto—

—Oh, por favor. Verlas a ti y a tía Helen llevándose tan bien vale más que una simple cena. ¿De qué han estado hablando aquí dentro?— En ese momento, Santana se puso a recoger un poco el desorden sobre la mesita de noche, así como un par de paquetes de tabaco arrugados.

Brittany por su parte, le lanzó una sonrisa traviesa. —¿Aparte de intentar decidir qué es mejor, si el whisky o el vodka?— Su cara cambió de pronto al darse cuenta de lo que Santana pretendía hacer —Oye, deja mi basura en paz— Santana abrió las manos para que la joven le quitara lo que había estado recogiendo.

—Sólo quería ayudar— dijo la mujer de pelo oscuro.

—Ya, ayudar a limpiar— afirmó Brittany tirando los paquetes y todo lo demás a la papelera, ya de por sí llena a rebosar —Esta es mi habitación. Puedo tenerla tan sucia como quiera—

—Hay una diferencia entre el desorden y que parezca una zona de guerra—

—Pero es mi zona de guerra— puntualizó la rubia con orgullo —Si yo no voy a ponerte tu cuarto hecho un desastre, tú no puedes venir a limpiar el mío. Me porto bien en el resto de la casa—

Santana se sacudió las manos en los pantalones antes de entrelazarlas para resistirse a la tentación de recoger el paquete que había caído fuera de la papelera. —Tienes razón—

—No es que esté estropeando las paredes o la alfombra. Sólo está…—

—Desordenada— aventuró la escritora.

—Desordenada, sí, eso suena bien.— Brittany sonrió —Claro que decir que yo soy un poco desordenada es como decir que en Alaska sólo nieva un poco en invierno—

Ambas mujeres se echaron a reír, continuando las bromas sobre sus respectivas manías un poco más.

—Entonces, aparte de qué es mejor, si el whisky o el vodka… y no, no quiero saber la respuesta… — dijo Santana —¿de qué más han estado hablando?—

—De hermanas— afirmó Brittany encogiéndose de hombros —Le he dicho que debería preocuparse más por el estado de salud de su hermana y menos por si ha terminado de pagar las letras de la casa—

—¿Le has hablado de Patty?—

—Un poco. Le he dicho que llevamos mucho tiempo separadas y que aunque estuviera viviendo en una caja, querría verla y pasar tiempo con ella—

—Así que por eso ha dicho que quiere ir a ver a mamá mañana— dijo Santana —Me tenía intrigada con semejante cambio de idea— A continuación, miró a Brittany con aire pensativo—Supongo que algunas veces todos necesitamos que nos recuerden qué es lo verdaderamente importante—

—No sé. Supongo— Brittany se encogió de hombros y levantó las rodillas, dejando descansar allí sus brazos, sin dejar de recostarse contra el cabecero de la cama. Una triste mirada melancólica cruzó su rostro en ese momento.

—¿Cómo te ha ido hoy con Quinn?— le preguntó Santana al darse cuenta del día que era. Brittany solía ponerse en plan solitario después de sus sesiones y Santana pensó que tal vez aquélla sería otra de esas noches en que su compañera necesitaba quedarse despierta y hablar.

—Bien, supongo— Brittany  meneó la cabeza, como dándose cuenta del aspecto que debía tener en aquel momento —No es nada—

—¿Seguro? A mí me parece algo—

—Estuvimos hablando un rato sobre mi madre— Brittany bajó la mirada —Y te aseguro que no ha sido uno de mis mejores momentos en esa oficina— Santana permaneció en silencio, a sabiendas de que su papel era escuchar sin interrupciones —Quinn me metió en ese juego estúpido en el que se supone que le gritas a tus padres— Santana asintió, comprendiendo de qué hablaba aunque nunca hubiera estado presente. Entonces, Brittany siguió hablando con la mirada perdida —¿Sabes qué es lo más raro? Que por mucho que pienso que la odio, una parte de mí sigue preocupándose por ella— Alargó la mano como para agarrar una pelusa imaginaria encima de la manta —¿Te acuerdas de lo mal que estabas cuando te llamaron para decirte que tu madre estaba enferma? Yo quisiera que la mía me hubiera importado lo suficiente como para reaccionar igual, pero adivina qué— Brittany lanzó una leve carcajada y meneó la cabeza —Si recibiera esa llamada hoy mismo… iría—

—Me da que esta conversación se merece una taza de té— dijo Santana, consciente de que aquello era lo suficientemente serio como para atajarlo —Vamos a bajar al sofá, poner la tele de fondo y hablar—

—Santana… ¿Crees que es posible querer y odiar a alguien al mismo tiempo?—

Tras aspirar profundamente, Santana se planteó la respuesta con seriedad. —Creo que podemos odiar las cosas que ha hecho una persona a la que amamos. Y creo que hay gente a la que nunca se podrá amar— dijo, pensando en el padre de Brittany —Lo mejor que podemos hacer es que nos sean indiferentes. No me gusta gastar mi energía en odiar a alguien. Si me han herido hasta el punto de que no puedo perdonarles o volver a confiar en ellos, les borro de mi vida y sigo adelante— Santana se puso en pie y extendió su mano —Anda, vamos abajo. Si te portas bien, a lo mejor me acuerdo de dónde tenía escondida una caja de malvaviscos y el chocolate— aventuró, sabiendo de antemano que Brittany no era muy afecta al té.

Con el transcurso de las horas y la conversación, ninguna de las dos se dio cuenta del momento en que la puerta de la habitación de Santana se abrió a medias o de cómo la acústica de la casa transportaba sus voces hasta el piso de arriba. Si alguna se hubiera molestado en mirar, hubieran visto a Helen sentada junto a la puerta, con la luz de la luna reflejándose en su cabello oscuro, y una sonrisa cómplice en el rostro.

***

—¿Dónde tiene la bandeja de servir?— preguntó Santana antes de abrir uno de los estantes y cerrarlo de nuevo. Al parecer, su madre había reacomodado la cocina después de que ella se fuera de casa.

—Creo que está en el de encima de la nevera— dijo Jake, reclinándose sobre la barra americana que separaba la cocina de la sala. A continuación, cogió un trozo de queso y se lo llevó a la boca.

—Deja ya de comer— le amonestó Santana —Se me había olvidado que eres la reencarnación de un ratón—

—¿Qué puedo decir? Adoro el queso— dijo, comiéndose otro pedazo.

—Pues a los demás también, y me gustaría que quedara algo cuando nos sentemos a la mesa— Santana encontró la bandeja sobre la nevera y acomodó encima las tazas y la tetera —¿Me puedo fiar de que saques eso sin comer nada más?—

—No— afirmó él con tono divertido, antes de echarse otro trozo a la boca y encaminarse hacia la otra habitación. Santana meneó la cabeza y volvió a comprobar el equilibrio de la bandeja. La porcelana china de su madre, esa que nunca abandonaba el armario, lucía esplendorosamente en sus manos y lo último que Santana deseaba era cuartear o romper alguna pieza. Asegurándose de que las tazas estaban seguras, levantó la bandeja con sumo cuidado y cruzó la puerta abatible.

—Aquí viene el té— anunció.

—Excelente, cariño— dijo la madre de Santana —Déjalo aquí.—

Sarah lópez estaba sentada en una silla de terciopelo rojo mientras su hermana ocupaba otra igual, de espaldas al fuego de la chimenea. Jake permaneció de pie junto a una de las mesas laterales, disfrutando de lo lindo con el queso y las galletas. Santana, por su parte, dejó la bandeja y empezó a llenar las delicadas tazas de color blanco y dorado.

—Y bien, ¿qué te dijo el médico?— preguntó Sarah a Helen, reiniciando la conversación que tenían antes de que Santana llegara con el té.

—Que mamá debía quedarse bajo techo y no estar con nadie que tuviera la gripe. Ya ves tú, en un asilo de ancianos—

—Pero si ha tenido una mala reacción a la gripe, ¿qué otra cosa pueden hacer?— preguntó Sarah, tomando la taza de té y el plato que Santana le alargaba.

—Siempre podemos traérnosla a casa— dijo Helen. Santana, que había estado atenta a la conversación, enarcó las cejas y meneó la cabeza.

—¿Y dónde piensas ponerla? La abuela no puede quedarse aquí. No hay nadie que la cuide—

Santana se dio cuenta de su error al recibir una mirada taladrante por parte de su madre.
—Me las resolví perfectamente contigo y con tu hermano desde que usaban pañales. Si contratamos a una enfermera, no veo por qué no podría quedarse aquí mi madre, por lo menos durante un tiempo— Sarah miró entonces a su hermana —Helen, ¿acabas de oír a mi hija?—

Santana, sintiéndose como una niña, alargó otra taza a su tía y se sentó, dirigiéndole una mirada de soslayo a su hermano. Jake, por su parte, se la devolvió con aire cómplice, a sabiendas de lo que le esperaba a continuación.

—No puedes culpar a las nuevas generaciones de no tener ni idea de qué es lo que realmente importa— dijo Helen tomando un sorbito de té y dejando parte de su pintalabios en la porcelana china.

—Helen, ¿te acuerdas de cuando le robamos el auto a Papá?— preguntó Sarah. Su hermana sonrió inmediatamente.

—Oh, querida. Llevaba años sin pensar en eso. Nos cayó una buena cuando vio la abolladura.—

—Esa fue la última vez que lo hicimos. A veces me pregunto si Robert y yo no fuimos demasiado blandos— dijo Sarah, mirando con determinación a su hija —A ti ni se te ocurra meterme en un asilo, ¿entendido, jovencita?—

Santana adoptó un aire ofendido. —Ni en sueños, madre— dijo la joven —Jake, deja ya de comerte todo el queso.—

—Y ahora no la pagues con él— volvió a amonestarla Sarah antes de dirigirse de nuevo a su hermana —¿Cuánto piensas quedarte?—

—No tengo nada que hacer hasta mediados de mes— Helen tomó otro sorbito de té —Hay una inauguración en el Met y no puedo faltar. Ya sabes lo mucho que apoyo el arte—

—O sea, que aún nos quedan cinco días— dijo Sarah —No hay necesidad de que Santana te esté trayendo y llevando constantemente. Hija, tráete las cosas de tu tía esta noche. Puede quedarse en tu antigua habitación—

La escritora hizo sus mejores esfuerzos por no ahogarse con el té que tenía en la boca. —Em… por supuesto, mamá. Tengo que ir a casa a recoger a Britt en una hora más o menos. Dejaré aquí las maletas antes de irme a cenar con ella—

Santana se percató de la sonrisita complice de su tía, pero no quiso indagar sobre la causa enfrente de su madre.

—Y supongo que pagar unos precios exorbitantes por cenar es lo que tú llamas un modo apropiado de gastar el dinero. Sería más lógico que vinieran aquí. Jake, ¿has puesto a descongelar el asado como te dije?—

—Sí, mamá.—

—Pues arreglado— dijo Sarah felizmente al tiempo que se alisaba los pliegues de su vestido —Se quedan a cenar. No pasas tanto tiempo con tu familia como deberías y quién sabe cuándo volverá a visitarnos tu tía—

—Em… — A pesar de que normalmente pensaba rápido, Santana encontró dificultades para dar con una excusa que les librara de aquélla sin ofender a su madre —Yo no como carne roja—

—¿Y cuándo he dicho que era asado de carne roja?— Sarah meneó con la cabeza y miró a su hermana —Te lo juro, Helen, no sé qué les pasa a estos chicos. A lo mejor la idea de papá de meternos en cintura con una vara de nogal no era tan mala después de todo. Santana, llevas sin comer carne roja desde que eras adolescente. ¿Te crees que se me ha olvidado? Tal vez no estoy al 100%, pero tampoco estoy senil—

Santana sólo pudo asentir, deseando que se la tragara la tierra.

—Seguro que disfrutarás un guiso de pollo casero con patatas asadas y tal vez un poco del suflé de tu tía Helen—

Jake y Santana intercambiaron miradas. El suflé de Helen equivalía a los pasteles de frutas de otras familias. Un mal necesario que tuvieron que sufrir año tras año durante su infancia. Tal vez eso de que las dos hermanas no se hablasen tenía sus ventajas, después de todo.

—Lo consultaré con Brittany—

—No, llámala ahora mismo y pregúntale— la urgió su madre.

—Está en el trabajo, mamá. Sólo puedo llamarla por cosas importantes—

—¿Y el hecho de que vaya a cocinar para cuatro o cinco personas no es importante?—

Jake alargó el teléfono inalámbrico a Santana, consciente de quién acababa de ganar la batalla.


***

—Muy bien, Pierce. Vamos a terminar esta habitación y empezamos a limpiar— dijo Josh Thompson, el supervisor de Brittany —Ya son más de las cinco—

—Bien, ya voy— le contestó Brittany sin mirarle.

Acababa de empezar a asegurar las tachuelas de esta sección y había por lo menos otros cuatro ángulos que necesitaban fijarse para mantener el revestimiento temporalmente fijado. Con tiempo y práctica, la rubia se había vuelto muy eficiente con la pistola de clavos. Ya no rompía la capa superficial y era tan rápida como cualquiera de los hombres que hacían el mismo trabajo en las otras secciones del edificio. Aun así, el día había sido largo y el brazo empezaba a dolerle por el esfuerzo incesante. La limpieza, lo más fastidioso de la jornada, todavía estaba pendiente, y a juzgar por el barullo de trozos de revestimiento que cubrían todo el suelo de la sala, calculó que le llevaría como una hora más. Tras limpiarse el sudor con la manga de la camisa, Brittany volvió a levantar la pistola de clavos e insertó un cargador nuevo.

—Hey rubia, teléfono— le gritó uno de los trabajadores.

—Voy— contestó ella ajustándose la herramienta al cinturón de trabajo antes de salir de la oficina e ir a buscar el teléfono. A medida que iban subiendo pisos, Blaine había instalado extensiones para la línea telefónica para minimizar el tiempo que sus empleados estaban lejos de los puestos. Entró en la primera habitación junto a las escaleras, vio el teléfono en una de las sillas y otra más, vacía, junto a la primera. Éste mostraba varias lucecitas encendidas, señal de que no era la única que estaba esperando una llamada. Con la intriga de quién estaría llamándola al trabajo, Brittany levantó el auricular y presionó el botón.

—¿Hola?—

—Britt, soy Santana. Perdona que te moleste en el trabajo, pero mi madre quiere hacer una cena en casa esta noche—

—Ah, no hay problema. Podemos salir cualquier otro día— dijo Brittany, malinterpretando las palabras de Santana sin darse por invitada —Me ofreceré voluntaria para trabajar hasta tarde hoy. Hay mucho que hacer, te lo aseguro—

—O sea, ¿qué no quieres venir?—

—¿Qué? ¿No has dicho que tu madre quiere que cenes con ella esta noche?—

—Claro, pero nos ha invitado a las dos, no sólo a mí. Vamos, no me puedes dejar aquí sola. Tienes que venir—

—Oh, perdona. Te he entendido que querías cancelar lo nuestro para ir allí— Brittany se sentó en la silla vacía —Tengo que pasar por casa a ducharme y cambiarme de ropa. Hace un calor de mil demonios y estoy agotada—

—No hay problema— dijo Santana —Yo tengo que ir a por las cosas de tía Helen, así que hay tiempo de sobra para que te arregles. Helen se va a quedar con mamá a partir de ahora—

—Genial. Estaría bien entrar en el baño y no tener que oler ese condenado perfume que usa por todas partes— A su alrededor, Brittany podía oír el barullo de las herramientas de construcción —Oye, San, tengo que seguir trabajando. Creo que llegaré sobre las seis y media o así—

—Esta bien. Nos vemos en casa y podemos ir en mi auto... Oh, y Britt…—

—¿Sí?—

—Jamás cancelaría una cita contigo, fuera cual fuese el otro plan— dijo Santana con firmeza —Te veo como en una hora y media—

Brittany se despidió rápidamente y colgó el teléfono, pero se quedó mirándolo durante un momento. ¿Cenar con su familia?. De pronto, la idea de limpiar la obra no le pareció tan mala.
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Mensaje por evean Sáb Dic 14, 2013 8:54 am

esta historia me tiene atrapada... gracias por actualizar
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Mensaje por Kristen Rivera Sáb Dic 14, 2013 11:42 am

Algo me dice que la tía tendrá influenza para que Britt se enamore de san jajaja

Amo que ya estén más juntas y lo de la cena! Lo que le dijo san que por nada del mundo ella hubiera cancelado la cena awww lo ame



Por favor actualizaaaa!!

Pd; amo tus actualizaciones súper largos


Eres la consentida sin duda, si que nos complaces

Gracias amo cada vez más este fic


Saludos
Besos
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Mensaje por micky morales Sáb Dic 14, 2013 2:45 pm

Digo lo mismo, esta historia me tiene atrapada, me encanta que los capitulos son extensos y me sorprendo que por primera vez no estoy desesperada que ya exista algo entre las chicas, todo va perfectamente, Brittany tiene primero que sanar para poder darse una oportunidad en el amor, y con quien mejor que con Santana!!!!!!
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Mensaje por adi-santybritt Sáb Dic 14, 2013 5:30 pm

Hola!!!
Me he quedado con la intriga de lo que sabe la tía de San sobre la "información confidencial"
Me encanto que san invitara a cenar a Britt!!!!
Me encantaron las palabras de San "jamás cancelaría una cita contigo " aww
Espero la actu!!!
Xoxo
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Mensaje por O_o Sáb Dic 14, 2013 7:53 pm

Me encanta como va la historia y la forma en q britt se mostró interesa x lo que opina santana de ella espero q britt se cambie de equipo por santana jejeje espero impaciente tu actualización!!!!..


PD: tu historia es una adaptación muy buena!!
O_o
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Mensaje por Kristen Rivera Sáb Dic 14, 2013 8:09 pm

En espera de la actualización ;)
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Mensaje por BrittPierce Sáb Dic 14, 2013 11:41 pm

Primera vez que comento un fic pero tenía que hacerlo porque tu historia me encanta, me tienes muy intrigada y cada vez que me meto en el foro reviso si actualizaste. Amo como lentamente se han ido acercando las chicas y Amo todo en realidad!

Saludos y gracias por la hermosa historia
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Mensaje por Kristen Rivera Dom Dic 15, 2013 1:30 am

Hola :)
En espera de la actualización!!
Actualiza anda
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Mensaje por O_o Dom Dic 15, 2013 1:53 am

si por favor estamos esperandoooooo!!
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Mensaje por Linda23 Dom Dic 15, 2013 8:49 am

Hola!

Primera vez que comentó, pero leo el fic desde que lo comenzaste. Me encanta, está adaptación es buenísima.

La relación de las chicas, va lenta pero segura y a pesar de ser diferentes en muchos para aspectos, para no decir todos sé han acoplado y están sabiendo llevar una relación de amistad, para que cuando surja el AMOR tenga bases y salga de la nada, así cómo te conocí hoy y mañana estoy perdiendamente enamorada. Me gusto la parte final que dijo San, más linda imposible, al principio la tía de mi morena no me gusto, pensé que aumentaría los vicios de mi rubia, pero conforme avanzaba la lectura me cambien de opinión y me encanta, parece ser pieza clave en la relación de mis Brittanas.

Me despido, espero tú ACTUALIZACIÓN, espero y sea hoy.
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Mensaje por Any Noriega Dom Dic 15, 2013 9:46 am

nueva lectora de tu fic esta muy bueno e interesante.. cada vez se pone mejor sigue actualizando..
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Mensaje por Kristen Rivera Dom Dic 15, 2013 1:52 pm

Amo tu fic, a cada rato me fijo y nada que actualizas u.u

Saludos
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Mensaje por O_o Lun Dic 16, 2013 12:45 am

Estoy super ansiosa me acuesto a las 2 am esperando tu actualizacion xq me encanta tu fic los capitulos de me hacen cortos por favor actualiza estoy q me como las uñas x la ansiedad!!
O_o
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Mensaje por marcy3395 Lun Dic 16, 2013 1:23 am

que queremossssssss? capitulooooooooooooooo!!!!! y cuando lo queremosssssssssss???? hoyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!!!!
porfa actualiza
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