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Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
micky morales escribió:increible lo idiota que puede llegar a ser brittany, como pudo creerle a la metiche de emily? y ahora que va a pasar, se acostara con emily y a santana que la maten por ahi, total la tratan como basura aunque le tengan miedo, que decepcion, bye!
Britt es una tonta no te dire que no y ya te traigo la actu para que veas ;)
pobre mi santana
Saludos Gracias por comentar !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
monica.santander escribió:Malisimo!!!
Saludos
Pronto britt vera su error !!
Saludos Gracias x comentar !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
monicagleek escribió:Ahora punto negativo para brittany!!
Ni siquiera ha dejado ablar a la pobre santan
Britt se dara cuenta de su error !!
Saludos Gracias x comentar
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
3:) escribió:punto en contra para britt,... no puede ser mas idiota por que no le pregunto,...
no se pero se me hace que emily va cavando sólita su propia timba???
espero que san no mate a nadies,.. todavía???
nos vemos!!
Britt se dara cuenta de su error en algun tiempo !! Si emily es una
Saludos Gracias por comentar
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Capitulo 29
Tu helado se está derritiendo —dijo Emily, mirando la taza entre nosotras. Deslicé mis dedos profundamente en la arena, envolviendo mis brazos alrededor de las piernas.
—Te lo dije adentro, no estoy de humor para el helado.
— ¿Algo tan malo que el helado no puede arreglar? —dijo, lanzando una piedra en el lago—. Bueno, vamos a hablar.
—No estoy de humor.
—Por supuesto que no —dijo—. Es por eso que lo necesitas. Una vez que lo saques de tu sistema, te sentirás mejor.
—Lo dudo. —Hablar no cambiaría lo que había visto.
—Vamos a darle una oportunidad. Incluso voy a guiar la conversación. —Deslizó sus lentes de sol a la parte superior de su cabeza y respiró hondo—. ¿Supongo que esto tiene algo que ver con Santana y Holly?
Escuchar sus nombres juntos era diez veces peor que sólo escuchar el nombre de ella.
— ¿Es esta la parte donde te burlas de mí al decir te lo dije? —espeté—. Porque te voy a ahorrar la molestia. —La miré—. Sí, tenías razón. Me lo dijiste. Santana sigue con Holly. —Ese nudo en mi garganta regresó. Me harté tanto de eso que quería llegar a mi garganta y removerlo manualmente.
Emily suspiró, sacudiendo la cabeza. — ¿Cómo te enteraste?
—Seguí a la bastarda hasta el parque de su casa rodante anoche. Tiene una hija, Emily —dije, agarrando una piedra y lanzándola hacia el lago—. Tienen una hija y no sintió la necesidad de mencionarme esto. —Mi voz se rompió, a punto de estallar y las lágrimas fluían finalmente—. Tienen un lindo, dentado, bebé pequeña y no me lo dijo. —Cada palabra era su propia sentencia, ya que sollozaba mientras trataba de hablar.
—Ah, diablos, Britt. —Emily envolvió su brazo a mí alrededor—. Lo siento. Esta es exactamente la razón por la que traté de decirte desde el principio sobre ella, antes de que tú y Santana se involucraran demasiado. Sabía que iba a acabar contigo cuando te enteraras.
—Confiaba en ella, Emily —exclamé—. Confiaba en ella y me mintió.
¿Qué clase de jodida mierda es esa?
Deslizó mi cabello mojado y enmarañado detrás de mí oreja.
—Algunas personas sacan provecho de manipular a los demás, ¿sabes? Buscamos por algo más profundo, una explicación honorable, pero algunas personas están simplemente jodidas.
A pesar que cuando dijo las palabras sabía que deberían ser ciertas, alguna parte de mí no podía aceptarlas. Santana no era del tipo cruel, me había mentido por alguna razón más profunda, pero no podía invertir el tiempo necesario para descubrirlo. Me sentía oficialmente exhausta de sus cosas. No tenía otra opción más que cortarla y seguir adelante. Y jamás había querido más tomar de nuevo una decisión.
—Bueno, tenías razón. Me equivoqué. Y Santana y yo terminamos —dije, consiguiendo asirme a mí misma—. Ese es un capítulo del libro de mi vida que quiero cerrar y nunca abrir de nuevo.
—Suena como que necesitas un nuevo comienzo —dijo, dejando caer su brazo ahora que el único efecto de la histeria era una cara roja, hinchada.
—Necesitaré dos —le dije, limpiando el rímel manchando probablemente bajo mis ojos.
—Sé que esto puede parecer repentino, pero escúchame —comenzó, dando vuelta en la arena para mirarme—. El baile de Sadie Hawkins es el fin de semana que viene y ya le he dicho a tres chicas que no porque mentí y dije que ya iba con otra chica.
Tenía razón, esto iba alrededor de cien millas por hora demasiado rápido. —Emily —le advertí, a punto de ponerme de pie.
—Espera —dijo, agarrando mi rodilla—. Sólo escúchame en esto antes de decir nada.
Me senté y esperé. —Así que ahora estoy en un atasco porque si no me presento, estas tres pobres chicas sabrán que les di un sacudón y si aparezco con otra chica, van a saber que mentí.
—Espera —le dije, entrecerrando los ojos
— ¿Con quién fue exactamente que les dijiste que irías?
Ya sabía la respuesta. —Tú —dijo, teniendo la decencia de parecer avergonzada.
—Emily—gemí, meciéndose en la arena—. Mi vida es bastante complicada sin que la compliques más.
—Lo sé y lo siento, pero aquí está la segunda parte de que me escuches. —Tomó una bocanada de aire y cuadró los hombros—. Me gustas, Britt. Más de lo que debería y un infierno de mucho más de lo que te gusto. He esperado mi momento, esperando que te despiertes y husmees el dolor que es Santana y ahora que lo has hecho, sé por lo menos que media docena de chicas van a estar de pie en línea en tu casillero mañana por la mañana. —Hizo una pausa, juzgándome por mi reacción, pero todavía no me sentía segura de cómo reaccionar—. ¿Quieres hacerme el favor de darme una oportunidad? Una oportunidad e ir a lo de Sadie Hawkins conmigo. Juro que me comportaré como si fuéramos nada más que amigas y tal vez, si te sientes de la misma manera, podríamos resolver esto juntas.
Cada respuesta aceptable se escapó de mí. — ¿Por mí, Britt? Sólo esta única cosa y si todavía se sientes como lo haces ahora, te prometo que te dejaré en paz. —Por primera vez, la piel bronceada de Emily no se veía tan dorada. Lucía pálida, asustada y vulnerable—. No quiero vivir mi vida con remordimientos y sé que lo lamentaría cada maldito día de mi vida si no nos diéramos por lo menos una oportunidad.
Mi vida se convirtió oficialmente en una telenovela diurna. Debido a que Emily era una amiga y había cubierto mi espalda desde el principio, a pesar de mí yendo por ella en numerosas ocasiones, y porque me sentía en deuda, le dije—: Está bien. Iremos a lo de Sadie juntas. El color regresó de nuevo a su rostro.
—Vamos a pasarla bomba, lo prometo —dijo—. Y te puedo asegurar, no tengo hijas amorosas que esté manteniendo en secreto.
Lo puse en su lugar con mi feroz mirada.
—Lo siento —dijo—, eso fue de mal gusto. —Excepcionalmente. Agarró mi mano, sus dedos entretejiendo a través de los míos.
—Vamos a darle a esto una oportunidad, Britt. Agradable, lenta, y ver qué pasa.
—Agradable. Y. Lenta —reiteré, porque sabía que Emily tenía todo en papel. Era ella que llevaba a las mujeres a pelearse entre sí, a beber y desmayarse. Lo tenía todo: apariencia, dinero, personalidad, pero no tenía una cosa todavía. Y ese era mi corazón.
—Vamos a caminar antes de correr —dijo, apretando mi mano—. Vamos a caminar antes de correr.
Tu helado se está derritiendo —dijo Emily, mirando la taza entre nosotras. Deslicé mis dedos profundamente en la arena, envolviendo mis brazos alrededor de las piernas.
—Te lo dije adentro, no estoy de humor para el helado.
— ¿Algo tan malo que el helado no puede arreglar? —dijo, lanzando una piedra en el lago—. Bueno, vamos a hablar.
—No estoy de humor.
—Por supuesto que no —dijo—. Es por eso que lo necesitas. Una vez que lo saques de tu sistema, te sentirás mejor.
—Lo dudo. —Hablar no cambiaría lo que había visto.
—Vamos a darle una oportunidad. Incluso voy a guiar la conversación. —Deslizó sus lentes de sol a la parte superior de su cabeza y respiró hondo—. ¿Supongo que esto tiene algo que ver con Santana y Holly?
Escuchar sus nombres juntos era diez veces peor que sólo escuchar el nombre de ella.
— ¿Es esta la parte donde te burlas de mí al decir te lo dije? —espeté—. Porque te voy a ahorrar la molestia. —La miré—. Sí, tenías razón. Me lo dijiste. Santana sigue con Holly. —Ese nudo en mi garganta regresó. Me harté tanto de eso que quería llegar a mi garganta y removerlo manualmente.
Emily suspiró, sacudiendo la cabeza. — ¿Cómo te enteraste?
—Seguí a la bastarda hasta el parque de su casa rodante anoche. Tiene una hija, Emily —dije, agarrando una piedra y lanzándola hacia el lago—. Tienen una hija y no sintió la necesidad de mencionarme esto. —Mi voz se rompió, a punto de estallar y las lágrimas fluían finalmente—. Tienen un lindo, dentado, bebé pequeña y no me lo dijo. —Cada palabra era su propia sentencia, ya que sollozaba mientras trataba de hablar.
—Ah, diablos, Britt. —Emily envolvió su brazo a mí alrededor—. Lo siento. Esta es exactamente la razón por la que traté de decirte desde el principio sobre ella, antes de que tú y Santana se involucraran demasiado. Sabía que iba a acabar contigo cuando te enteraras.
—Confiaba en ella, Emily —exclamé—. Confiaba en ella y me mintió.
¿Qué clase de jodida mierda es esa?
Deslizó mi cabello mojado y enmarañado detrás de mí oreja.
—Algunas personas sacan provecho de manipular a los demás, ¿sabes? Buscamos por algo más profundo, una explicación honorable, pero algunas personas están simplemente jodidas.
A pesar que cuando dijo las palabras sabía que deberían ser ciertas, alguna parte de mí no podía aceptarlas. Santana no era del tipo cruel, me había mentido por alguna razón más profunda, pero no podía invertir el tiempo necesario para descubrirlo. Me sentía oficialmente exhausta de sus cosas. No tenía otra opción más que cortarla y seguir adelante. Y jamás había querido más tomar de nuevo una decisión.
—Bueno, tenías razón. Me equivoqué. Y Santana y yo terminamos —dije, consiguiendo asirme a mí misma—. Ese es un capítulo del libro de mi vida que quiero cerrar y nunca abrir de nuevo.
—Suena como que necesitas un nuevo comienzo —dijo, dejando caer su brazo ahora que el único efecto de la histeria era una cara roja, hinchada.
—Necesitaré dos —le dije, limpiando el rímel manchando probablemente bajo mis ojos.
—Sé que esto puede parecer repentino, pero escúchame —comenzó, dando vuelta en la arena para mirarme—. El baile de Sadie Hawkins es el fin de semana que viene y ya le he dicho a tres chicas que no porque mentí y dije que ya iba con otra chica.
Tenía razón, esto iba alrededor de cien millas por hora demasiado rápido. —Emily —le advertí, a punto de ponerme de pie.
—Espera —dijo, agarrando mi rodilla—. Sólo escúchame en esto antes de decir nada.
Me senté y esperé. —Así que ahora estoy en un atasco porque si no me presento, estas tres pobres chicas sabrán que les di un sacudón y si aparezco con otra chica, van a saber que mentí.
—Espera —le dije, entrecerrando los ojos
— ¿Con quién fue exactamente que les dijiste que irías?
Ya sabía la respuesta. —Tú —dijo, teniendo la decencia de parecer avergonzada.
—Emily—gemí, meciéndose en la arena—. Mi vida es bastante complicada sin que la compliques más.
—Lo sé y lo siento, pero aquí está la segunda parte de que me escuches. —Tomó una bocanada de aire y cuadró los hombros—. Me gustas, Britt. Más de lo que debería y un infierno de mucho más de lo que te gusto. He esperado mi momento, esperando que te despiertes y husmees el dolor que es Santana y ahora que lo has hecho, sé por lo menos que media docena de chicas van a estar de pie en línea en tu casillero mañana por la mañana. —Hizo una pausa, juzgándome por mi reacción, pero todavía no me sentía segura de cómo reaccionar—. ¿Quieres hacerme el favor de darme una oportunidad? Una oportunidad e ir a lo de Sadie Hawkins conmigo. Juro que me comportaré como si fuéramos nada más que amigas y tal vez, si te sientes de la misma manera, podríamos resolver esto juntas.
Cada respuesta aceptable se escapó de mí. — ¿Por mí, Britt? Sólo esta única cosa y si todavía se sientes como lo haces ahora, te prometo que te dejaré en paz. —Por primera vez, la piel bronceada de Emily no se veía tan dorada. Lucía pálida, asustada y vulnerable—. No quiero vivir mi vida con remordimientos y sé que lo lamentaría cada maldito día de mi vida si no nos diéramos por lo menos una oportunidad.
Mi vida se convirtió oficialmente en una telenovela diurna. Debido a que Emily era una amiga y había cubierto mi espalda desde el principio, a pesar de mí yendo por ella en numerosas ocasiones, y porque me sentía en deuda, le dije—: Está bien. Iremos a lo de Sadie juntas. El color regresó de nuevo a su rostro.
—Vamos a pasarla bomba, lo prometo —dijo—. Y te puedo asegurar, no tengo hijas amorosas que esté manteniendo en secreto.
Lo puse en su lugar con mi feroz mirada.
—Lo siento —dijo—, eso fue de mal gusto. —Excepcionalmente. Agarró mi mano, sus dedos entretejiendo a través de los míos.
—Vamos a darle a esto una oportunidad, Britt. Agradable, lenta, y ver qué pasa.
—Agradable. Y. Lenta —reiteré, porque sabía que Emily tenía todo en papel. Era ella que llevaba a las mujeres a pelearse entre sí, a beber y desmayarse. Lo tenía todo: apariencia, dinero, personalidad, pero no tenía una cosa todavía. Y ese era mi corazón.
—Vamos a caminar antes de correr —dijo, apretando mi mano—. Vamos a caminar antes de correr.
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Capítulo 30
Emily y yo fuimos juntas a lo de Sadie Hawkins. Estábamos todavía juntas en noviembre y empujando y trotando a doce minutos los kilómetros en diciembre. Para los estándares de Emily, estaba bastante segura de que se encontraba lista para correr, tal vez incluso llegar hasta el final, pero yo ni cerca de eso.
Emily no sería mi primera, pero yo también sabía que no quería que fuera mi última, y entonces, ¿cuál era el punto? No llegué a la cama con una chica sólo porque habíamos llegado a esa etapa en nuestra relación. Tenía que sentir; tenía que ser capaz de verme a mí con ella, meses o quizás incluso años más adelante.
Podría ser novia de Emily, pero me imaginaba la cara de alguien más cuando me sujetaba contra un sofá. Veía otra cara cuando lo miraba en clases. Santana faltó a clases unos días después de nuestra explosión en el estacionamiento, luego apareció una noche en un partido de fútbol y no se había perdido un día desde entonces.
La vi todos los días en los pasillos y un par de veces alrededor de la ciudad, pero ella no me veía. No había escatimado una mirada en mi camino desde ese día, y yo nunca había sabido que ese tipo de rechazo podría lastimar de la manera en que lo hacía. Me recordé a mí misma cada mañana sobre lo que mintió y había fallado en mencionar, y cada noche terminaba pensando en la forma en que sus ojos se aligeraban justo antes de que me besara.
Santana López se instaló en mi alma y no podía encontrar una manera de desalojarle.
La canción en la radio llegó a su fin, esa maldita canción que los DJ’s repetían a propósito porque alguien en la estación sabía que me hacía toda nostálgica y anhelante por Santana cuando la tocaban.
—Te voy a arreglar —dije, bajando la mirada para golpear la radio. En el espacio de una mirada desviada, un trozo de madera rebotó fuera en la parte de atrás de algún camión destartalado, aterrizando en mi carril. Sin nada de tiempo para reaccionar, el Mazda se estrelló con el trozo de madera, y casi de inmediato lo sentí.
—Mierda —maldije, incapaz de comprender cómo una astilla de madera de la longitud de un brazo podría derribar una pieza de dos toneladas de metal en movimiento. La naturaleza luchaba contra la industria, un neumático a la vez.
Y luego un familiar sonido de caída de caucho contra metal hizo eco a través de la cabina.
—Doble mierda —dije, sabiendo que tenía un repuesto en la parte de atrás, pero eso era todo lo que sabía acerca de cómo cambiar un neumático. Por eso Dios inventó el mecánico, para que las mujeres no tuvieran que conseguir grasa bajo su manicura.
Entrando en un arcén, escudriñé de arriba y abajo la carretera, buscando algún tipo de tienda para autos o cualquier cosa. Alguien debe haber estado sonriendo hacia mí porque ni siquiera a cincuenta pies de distancia había un cartel en el que decía Reparación Auto Premier delante de un edificio pintado de azul y gris con tres plazas abiertas.
—Muchas Gracias —ofrecí a quien estuviera escuchando. Forzando el Mazda hacia adelante, encogiéndome mientras el flop-flop-flopping se hacía más fuerte. Realmente esperaba que mi rueda entera no fuera a salir volando, pero si lo hacía, al menos los profesionales se encontraban cerca.
Una mujer de unos veintitantos años, luciendo una camisa de bolo, salió de una de las plazas.
La mayor parte de su rostro se veía cubierto de grasa. Agitando su mano, me hizo señas, apuntando a la primera plaza vacía.
Un taller de auto cerca y una empleada muy útil. Acababa de recibir una llamada desde la red de milagros.
Una vez el Mazda estuvo dentro, salí, con ganas de inspeccionar los daños.
—Déjame adivinar —dijo la tipa, limpiándose las manos con un paño. No se veía bien por ningún lado—, la otra chica ganó. —Agachándose para echar un vistazo a mi rueda, sacudió la cabeza.
—Un afilado proyectil lanzándose hacia el blando y sintético material generalmente lo hace —le contesté, arrodillada junto a ella.
—Palabras de vida —dijo, golpeando el neumático y poniéndose de pie—. Vamos a conseguir cuidar a este por ti, cariño.
—Muchas gracias —dije, de pie—. No hay prisa, pero ¿tiene una idea de cuánto podría tomar esto? —Había estado en camino hacia el estudio de danza, con la esperanza de lograr un sábado lleno de baile, pero parecía como si mis planes podrían estar cambiando.
—Vas a estar dentro y fuera en un santiamén, cariño —dijo, haciéndole gestos a alguien dentro de la zona de oficinas—. Voy a poner mi mejor hombre en ello.
Y luego, inexplicablemente, la piel de gallina se levantó en mis
Brazos, y todo a mí alrededor fue cálido y brillante.
—Oye, Santana —vocifero el tipo—, trae a tu culo aquí y ayuda a esta linda pequeña cosita a salir.
Pude verla a través de las ventanas traseras, su espalda al garaje, hablando por teléfono con alguien. Colgó el teléfono y se dio la vuelta. Nunca antes había visto una sonrisa desaparecer tan rápido. Fue un récord mundial, gracias a mí.
Entonces, cuadrando los hombros, salió de la oficina, rodeando la parte trasera del coche.
— ¿Cuál es el problema, Caroline? —preguntó Santana, mirando al coche, negándose a mirarme.
—La chica tuvo un encuentro con un desagradable pedazo de basura —gritó Caroline, con su cabeza escondida en el capó de una camioneta junto a nosotras—. Repara lo que sea que necesites hacer. Es de la casa.
—Oh, eso no es necesario —grité por encima a Caroline Dándome un vistazo, me miró con determinación.
—Sí, lo es. Habría seguido una y otra vez unas cuantas rondas más con ella, pero cuando Santana llegó despreocupadamente hacia mí sin siquiera un Hola, sabía que mi lucha era necesaria en otra parte.
—Hola, Santana—dije, caminando unos pasos hacia donde se encontraba de espaldas a mí, inspeccionando la llanta.
Empujándose de pie, pasó junto a mí, los labios sellados herméticamente y los ojos muertos por delante. Hizo saltar el baúl abriéndolo y jaló el repuesto libre.
—Realmente tienes todo este asunto silencioso ahí abajo —llamé después de ella—. Bien por ti, has demostrado tu punto de rotundo desdeño hacia mi… —Desdén podría haber sido un pelín generoso por la forma en que Santana me ignoraba—… pero ¿realmente no vas a decir hola?
Haciendo una pausa al final de una plaza, agarró una palanca. —Hola —dijo sin ninguna inflexión—. Ahora corre al infierno de nuevo para que pueda llegar a arreglar tu llanta y puedas seguir tu camino.
Guau. Fue peor de lo que pensaba. Santana no me desdeña—me odia.
Sin embargo, no le odio y no voy a pretender que lo hago.
—Escuché que tienes una beca completa a casi cualquier Universidad de tu elección —dije, gritando por encina del ascensor mientras el Mazda se elevaba.
Viendo el coche, respondió con un encogimiento. —Incluso oí a la Entrenadora B mencionar que algunos equipos de la liga femenina están interesados.
Otro encogimiento, esta vez con el otro hombro. —La liga femenina, Santana. ¿No serías, digamos, una de las primeras chicas nunca en ser reclutada directamente de la escuela secundaria?
El elevador se estremeció hasta detenerse, y Santana marchó por la llanta pinchada. Miró a donde me encontraba apoyada contra la pared y miró hacia otro lado muy rápido.
—Estoy segura de que aquello son sólo rumores o exageran. Además, incluso si llego a ser seleccionada, podría acabar en el Banco o conseguir ser lesionada por jugar con chicas mayores.
No pude detener la sonrisa que apareció. Santana me hablaba de nuevo. — ¿Eso fue sólo una frase completa dirigida a mí? —pregunté, inclinando mi oído.
Levantando una herramienta desde un banquillo, comenzó a sacar las tuercas. —En realidad, eran dos.
— ¿Y qué he hecho para merecer dos oraciones completas de ti? —No me importaba.
—Estás hablando con mi lado bueno —dijo, mirándome y dándome a duras penas, pero lo suficiente de una sonrisa.
Nunca imaginé que estaría agradecida por un pinchazo, pero lo añadí a la lista. —No pensé que tuvieras uno.
—No —dijo, quitando la última tuerca—. Pero maldición si no intenta emerger cada luna azul. —Elevando lo que quedaba de la llanta y la rueda del eje, lo bajó al suelo.
Maldita sea si no era la cosa más sexy que había visto en mucho tiempo. Tal vez nunca.
— ¿Cómo has estado?
—Es una pregunta capciosa —dijo, levantando una ceja hacia mí—. ¿Cómo esta Fields? —preguntó tan desposeída de emoción como Santana era capaz cuando hablaba de Emily.
— ¿Acabas de responder una pregunta con otra pregunta? Rodando la rueda de repuesto por un lado, levantó la mirada hacia mí nuevamente. Esta vez por todo un largo segundo. —Simplemente compensaba tu pregunta con una propia. No deseas responder a mi pregunta más de lo que quiero responder la tuya —dijo—. Así que estamos igualadas ahora.
La mujer tenía el sentido más jodido de lo justo e igualado. Y, porque yo era la idiota que era, toqué un tema que ya sabía lo molestaría. —Santana—empecé, mirando mis manos—, lo siento por todo lo dije e hice.
Su cuerpo ya lucía tenso mientras levantaba la rueda de repuesto en el eje, pero se flexionó al menos el cincuenta por ciento más. — ¿Puedes ser más imprecisa?
No voy ponerme a la defensiva. No voy ponerme a la defensiva. — ¿Fue una solicitud o un pinchazo? —me puse a la defensiva
—Si estás pensando acerca de recordar ciertos temas —comenzó, apretando una tuerca como si le hubiera hecho un mundo de mal—, entonces eran las dos.
Trágate el orgullo. Discúlpate. Mi diálogo interno me guiaba a través de esto. —Lo siento, te seguí esa noche a lo de Holly —tragué, algo sobre ese nombre solo no se sentía bien al decirlo—, y siento como fui contigo a la mañana siguiente.
—No me importa nada de eso —dijo, apretando la mandíbula.
— ¿No? —Crucé mis brazos—. Entonces ¿por qué estás aún tan malditamente cabreada conmigo que vas a soplar tu tapa? —Ser alguien propenso a los ataques de temperamento sobrecargado, podía afectar a otra persona cerca de diez pasos.
Santana exhaló, apoyando su frente en el neumático. —Maldita sea todo este infierno —murmuró, golpeando con su llave el carrito de metal detrás de ella—. Porque —comenzó, desplazando sus ojos sobre mí—, porque tomaste su palabra sobre la mía.
Eso me dejo sin palabras. En todas mis medianoches analizando lo que paso, no había nunca llegado a esta conclusión.
— ¿Y me equivoqué? —dije lentamente—. Porque resultó que Emily tenía razón.
— ¿Tenía razón acerca de qué? —dijo Santana en un tono que era aterradoramente controlado.
—Tú y Holly. —Hombre, odiaba decir ese nombre. Termine. Ella ahora sería referida como la vagabunda que no será nombrada.
—Yo y Holly, ¿eh? —Sujetó otra tuerca en su lugar—. ¿Así que pensabas preguntarme acerca de ella antes de que decidieras vigilarme? ¿No escogiste confiar en ella sobre mí?
—Santana—suspiré en frustración. Ella no lo entendía, o yo no lo hacía. Una de nosotras definitivamente no lo entendía y ninguna de las dos hablaba el mismo idioma—, resulta que no tenía ninguna razón para confiar en ti.
—Y sabes esto de hecho ¿porque? —preguntó, fijando la última tuerca en su lugar. No me sentía lista para decirle adiós; estar cerca y discutir era mejor que pasar de ella y ser ignorada.
—Porque te vi, Santana—dije, preguntándome cuánto necesitaba explicar para que ella lo entendiera—. Te vi con Holly y... —tragué—… y la bebé. Lo vi todo.
—Me viste con Holly y la bebé —repitió asintiendo con la cabeza con cada palabra—. Y ¿Por eso no puedes confiar en mí?
Esto debería ser más obvio de lo que era para ella. A menos que engañar a espaldas de uno se haya convertido en una práctica moralmente aceptada recientemente. —Creo que prácticamente lo resume —dije, preguntándome si me perdí algo. Algo que obviamente pasaba por alto.
—Bueno, ahí lo tienes —dijo, andando zancadas a la pared opuesta—. Estamos en un callejón sin salida nuevamente. Ninguna de nosotras confía en la otra. —Presionando la palanca, el Mazda bajó a tierra.
No me quería ir, quería averiguar qué diablos pasaba entre nosotras. Que vacíos habíamos sido descuidados en llenar. —Lo tengo, todavía estás cabreada conmigo y yo todavía estoy un poco cabreada contigo también —dije, siguiéndolo a la parte de atrás—. Pero ¿crees que podemos superarlo y ser amigas otra vez?
Se rió en una nota baja, empujando la llanta pinchada al maletero. —Te extraño, Santana. Extraño tener una amiga que realmente cuida mi espalda y no lanza dagas cuando me doy la vuelta.
Se detuvo, manteniendo su espalda a mí. —Lo siento, Brittany. Tú y yo no podemos ser amigas. —Asumiéndolo por mí, fue hasta la puerta del conductor y la abrió.
— ¿Desde cuándo me llamas Brittany? —pregunté, sintiendo una nueva profundidad de desamor.
—Desde que dejamos de ser amigas. —Estiró su cuello hacia el lado, haciéndome gestos hacia al coche.
No sería empujada. Plantando mis pies, crucé mis brazos. —No puedes tomar esa decisión por nosotras dos —le dije, mirándola—. No quieres ser mi amiga, bien, eso es realmente maduro de tu parte. Pero no me digas que no puedo ser tu amiga. Así que jódete y aguántate. —Hola, temperamento, encantada de verte elevar tu fea cabeza otra vez.
Su rostro ni siquiera se suavizó como solía hacer cuando yo explotaba sobre ella. —Los personas como tú y yo no podemos ser amigas, Britt —dijo, mirándome como lo hacía antes—, y tú también lo sabes.
— ¿Qué sé qué? —le pregunté, esperando. Y esperando
— Vamos —dije, marchando hacia ella—. ¿Qué sé qué? —Porque, por enésima vez, no tenía ni idea.
Apretó sus labios mientras trataba de deslizarse a un lado. No la dejé. Bloqueando su camino, empujándola hacia atrás. —Vamos, López ¿Qué diablos sé?
Sus ojos resplandecieron, reuniéndose con los míos.
—No puedes ser amiga de la persona con la que se suponía fueras a pasar tu vida —dijo, sus ojos oscureciéndose—. Así que sigue adelante con tu vida y vive el infierno lejos de la mía. —Empujándome, corrió saliendo del garaje y siguió su camino.
Y lo que lamenté, más que haber jodido mi viaje junto a Santana, era que no fui tras ella.
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Breves adelantos del capitulo 31
— ¿Tú y Santana tienen algún tipo de relación?
—Sí —respondió, tomando un sorbo—. Ha sido mi mejor amiga desde que estamos en primer grado.
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Sólo había una sola explicación. Acababa de cruzar un universo alternativo.
— ¿Todavía me ama? —susurré. —Todavía y siempre lo hará —dijo, sacudiendo la cabeza. Tenía que levantarme y encontrar a Santana.
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Historia original trilogia crash de Nicole Williams.
Aqui les dejo 2 Capitulos !!
El proximo capitulo es muy importante se descubrira la verdad !!
Emily y yo fuimos juntas a lo de Sadie Hawkins. Estábamos todavía juntas en noviembre y empujando y trotando a doce minutos los kilómetros en diciembre. Para los estándares de Emily, estaba bastante segura de que se encontraba lista para correr, tal vez incluso llegar hasta el final, pero yo ni cerca de eso.
Emily no sería mi primera, pero yo también sabía que no quería que fuera mi última, y entonces, ¿cuál era el punto? No llegué a la cama con una chica sólo porque habíamos llegado a esa etapa en nuestra relación. Tenía que sentir; tenía que ser capaz de verme a mí con ella, meses o quizás incluso años más adelante.
Podría ser novia de Emily, pero me imaginaba la cara de alguien más cuando me sujetaba contra un sofá. Veía otra cara cuando lo miraba en clases. Santana faltó a clases unos días después de nuestra explosión en el estacionamiento, luego apareció una noche en un partido de fútbol y no se había perdido un día desde entonces.
La vi todos los días en los pasillos y un par de veces alrededor de la ciudad, pero ella no me veía. No había escatimado una mirada en mi camino desde ese día, y yo nunca había sabido que ese tipo de rechazo podría lastimar de la manera en que lo hacía. Me recordé a mí misma cada mañana sobre lo que mintió y había fallado en mencionar, y cada noche terminaba pensando en la forma en que sus ojos se aligeraban justo antes de que me besara.
Santana López se instaló en mi alma y no podía encontrar una manera de desalojarle.
La canción en la radio llegó a su fin, esa maldita canción que los DJ’s repetían a propósito porque alguien en la estación sabía que me hacía toda nostálgica y anhelante por Santana cuando la tocaban.
—Te voy a arreglar —dije, bajando la mirada para golpear la radio. En el espacio de una mirada desviada, un trozo de madera rebotó fuera en la parte de atrás de algún camión destartalado, aterrizando en mi carril. Sin nada de tiempo para reaccionar, el Mazda se estrelló con el trozo de madera, y casi de inmediato lo sentí.
—Mierda —maldije, incapaz de comprender cómo una astilla de madera de la longitud de un brazo podría derribar una pieza de dos toneladas de metal en movimiento. La naturaleza luchaba contra la industria, un neumático a la vez.
Y luego un familiar sonido de caída de caucho contra metal hizo eco a través de la cabina.
—Doble mierda —dije, sabiendo que tenía un repuesto en la parte de atrás, pero eso era todo lo que sabía acerca de cómo cambiar un neumático. Por eso Dios inventó el mecánico, para que las mujeres no tuvieran que conseguir grasa bajo su manicura.
Entrando en un arcén, escudriñé de arriba y abajo la carretera, buscando algún tipo de tienda para autos o cualquier cosa. Alguien debe haber estado sonriendo hacia mí porque ni siquiera a cincuenta pies de distancia había un cartel en el que decía Reparación Auto Premier delante de un edificio pintado de azul y gris con tres plazas abiertas.
—Muchas Gracias —ofrecí a quien estuviera escuchando. Forzando el Mazda hacia adelante, encogiéndome mientras el flop-flop-flopping se hacía más fuerte. Realmente esperaba que mi rueda entera no fuera a salir volando, pero si lo hacía, al menos los profesionales se encontraban cerca.
Una mujer de unos veintitantos años, luciendo una camisa de bolo, salió de una de las plazas.
La mayor parte de su rostro se veía cubierto de grasa. Agitando su mano, me hizo señas, apuntando a la primera plaza vacía.
Un taller de auto cerca y una empleada muy útil. Acababa de recibir una llamada desde la red de milagros.
Una vez el Mazda estuvo dentro, salí, con ganas de inspeccionar los daños.
—Déjame adivinar —dijo la tipa, limpiándose las manos con un paño. No se veía bien por ningún lado—, la otra chica ganó. —Agachándose para echar un vistazo a mi rueda, sacudió la cabeza.
—Un afilado proyectil lanzándose hacia el blando y sintético material generalmente lo hace —le contesté, arrodillada junto a ella.
—Palabras de vida —dijo, golpeando el neumático y poniéndose de pie—. Vamos a conseguir cuidar a este por ti, cariño.
—Muchas gracias —dije, de pie—. No hay prisa, pero ¿tiene una idea de cuánto podría tomar esto? —Había estado en camino hacia el estudio de danza, con la esperanza de lograr un sábado lleno de baile, pero parecía como si mis planes podrían estar cambiando.
—Vas a estar dentro y fuera en un santiamén, cariño —dijo, haciéndole gestos a alguien dentro de la zona de oficinas—. Voy a poner mi mejor hombre en ello.
Y luego, inexplicablemente, la piel de gallina se levantó en mis
Brazos, y todo a mí alrededor fue cálido y brillante.
—Oye, Santana —vocifero el tipo—, trae a tu culo aquí y ayuda a esta linda pequeña cosita a salir.
Pude verla a través de las ventanas traseras, su espalda al garaje, hablando por teléfono con alguien. Colgó el teléfono y se dio la vuelta. Nunca antes había visto una sonrisa desaparecer tan rápido. Fue un récord mundial, gracias a mí.
Entonces, cuadrando los hombros, salió de la oficina, rodeando la parte trasera del coche.
— ¿Cuál es el problema, Caroline? —preguntó Santana, mirando al coche, negándose a mirarme.
—La chica tuvo un encuentro con un desagradable pedazo de basura —gritó Caroline, con su cabeza escondida en el capó de una camioneta junto a nosotras—. Repara lo que sea que necesites hacer. Es de la casa.
—Oh, eso no es necesario —grité por encima a Caroline Dándome un vistazo, me miró con determinación.
—Sí, lo es. Habría seguido una y otra vez unas cuantas rondas más con ella, pero cuando Santana llegó despreocupadamente hacia mí sin siquiera un Hola, sabía que mi lucha era necesaria en otra parte.
—Hola, Santana—dije, caminando unos pasos hacia donde se encontraba de espaldas a mí, inspeccionando la llanta.
Empujándose de pie, pasó junto a mí, los labios sellados herméticamente y los ojos muertos por delante. Hizo saltar el baúl abriéndolo y jaló el repuesto libre.
—Realmente tienes todo este asunto silencioso ahí abajo —llamé después de ella—. Bien por ti, has demostrado tu punto de rotundo desdeño hacia mi… —Desdén podría haber sido un pelín generoso por la forma en que Santana me ignoraba—… pero ¿realmente no vas a decir hola?
Haciendo una pausa al final de una plaza, agarró una palanca. —Hola —dijo sin ninguna inflexión—. Ahora corre al infierno de nuevo para que pueda llegar a arreglar tu llanta y puedas seguir tu camino.
Guau. Fue peor de lo que pensaba. Santana no me desdeña—me odia.
Sin embargo, no le odio y no voy a pretender que lo hago.
—Escuché que tienes una beca completa a casi cualquier Universidad de tu elección —dije, gritando por encina del ascensor mientras el Mazda se elevaba.
Viendo el coche, respondió con un encogimiento. —Incluso oí a la Entrenadora B mencionar que algunos equipos de la liga femenina están interesados.
Otro encogimiento, esta vez con el otro hombro. —La liga femenina, Santana. ¿No serías, digamos, una de las primeras chicas nunca en ser reclutada directamente de la escuela secundaria?
El elevador se estremeció hasta detenerse, y Santana marchó por la llanta pinchada. Miró a donde me encontraba apoyada contra la pared y miró hacia otro lado muy rápido.
—Estoy segura de que aquello son sólo rumores o exageran. Además, incluso si llego a ser seleccionada, podría acabar en el Banco o conseguir ser lesionada por jugar con chicas mayores.
No pude detener la sonrisa que apareció. Santana me hablaba de nuevo. — ¿Eso fue sólo una frase completa dirigida a mí? —pregunté, inclinando mi oído.
Levantando una herramienta desde un banquillo, comenzó a sacar las tuercas. —En realidad, eran dos.
— ¿Y qué he hecho para merecer dos oraciones completas de ti? —No me importaba.
—Estás hablando con mi lado bueno —dijo, mirándome y dándome a duras penas, pero lo suficiente de una sonrisa.
Nunca imaginé que estaría agradecida por un pinchazo, pero lo añadí a la lista. —No pensé que tuvieras uno.
—No —dijo, quitando la última tuerca—. Pero maldición si no intenta emerger cada luna azul. —Elevando lo que quedaba de la llanta y la rueda del eje, lo bajó al suelo.
Maldita sea si no era la cosa más sexy que había visto en mucho tiempo. Tal vez nunca.
— ¿Cómo has estado?
—Es una pregunta capciosa —dijo, levantando una ceja hacia mí—. ¿Cómo esta Fields? —preguntó tan desposeída de emoción como Santana era capaz cuando hablaba de Emily.
— ¿Acabas de responder una pregunta con otra pregunta? Rodando la rueda de repuesto por un lado, levantó la mirada hacia mí nuevamente. Esta vez por todo un largo segundo. —Simplemente compensaba tu pregunta con una propia. No deseas responder a mi pregunta más de lo que quiero responder la tuya —dijo—. Así que estamos igualadas ahora.
La mujer tenía el sentido más jodido de lo justo e igualado. Y, porque yo era la idiota que era, toqué un tema que ya sabía lo molestaría. —Santana—empecé, mirando mis manos—, lo siento por todo lo dije e hice.
Su cuerpo ya lucía tenso mientras levantaba la rueda de repuesto en el eje, pero se flexionó al menos el cincuenta por ciento más. — ¿Puedes ser más imprecisa?
No voy ponerme a la defensiva. No voy ponerme a la defensiva. — ¿Fue una solicitud o un pinchazo? —me puse a la defensiva
—Si estás pensando acerca de recordar ciertos temas —comenzó, apretando una tuerca como si le hubiera hecho un mundo de mal—, entonces eran las dos.
Trágate el orgullo. Discúlpate. Mi diálogo interno me guiaba a través de esto. —Lo siento, te seguí esa noche a lo de Holly —tragué, algo sobre ese nombre solo no se sentía bien al decirlo—, y siento como fui contigo a la mañana siguiente.
—No me importa nada de eso —dijo, apretando la mandíbula.
— ¿No? —Crucé mis brazos—. Entonces ¿por qué estás aún tan malditamente cabreada conmigo que vas a soplar tu tapa? —Ser alguien propenso a los ataques de temperamento sobrecargado, podía afectar a otra persona cerca de diez pasos.
Santana exhaló, apoyando su frente en el neumático. —Maldita sea todo este infierno —murmuró, golpeando con su llave el carrito de metal detrás de ella—. Porque —comenzó, desplazando sus ojos sobre mí—, porque tomaste su palabra sobre la mía.
Eso me dejo sin palabras. En todas mis medianoches analizando lo que paso, no había nunca llegado a esta conclusión.
— ¿Y me equivoqué? —dije lentamente—. Porque resultó que Emily tenía razón.
— ¿Tenía razón acerca de qué? —dijo Santana en un tono que era aterradoramente controlado.
—Tú y Holly. —Hombre, odiaba decir ese nombre. Termine. Ella ahora sería referida como la vagabunda que no será nombrada.
—Yo y Holly, ¿eh? —Sujetó otra tuerca en su lugar—. ¿Así que pensabas preguntarme acerca de ella antes de que decidieras vigilarme? ¿No escogiste confiar en ella sobre mí?
—Santana—suspiré en frustración. Ella no lo entendía, o yo no lo hacía. Una de nosotras definitivamente no lo entendía y ninguna de las dos hablaba el mismo idioma—, resulta que no tenía ninguna razón para confiar en ti.
—Y sabes esto de hecho ¿porque? —preguntó, fijando la última tuerca en su lugar. No me sentía lista para decirle adiós; estar cerca y discutir era mejor que pasar de ella y ser ignorada.
—Porque te vi, Santana—dije, preguntándome cuánto necesitaba explicar para que ella lo entendiera—. Te vi con Holly y... —tragué—… y la bebé. Lo vi todo.
—Me viste con Holly y la bebé —repitió asintiendo con la cabeza con cada palabra—. Y ¿Por eso no puedes confiar en mí?
Esto debería ser más obvio de lo que era para ella. A menos que engañar a espaldas de uno se haya convertido en una práctica moralmente aceptada recientemente. —Creo que prácticamente lo resume —dije, preguntándome si me perdí algo. Algo que obviamente pasaba por alto.
—Bueno, ahí lo tienes —dijo, andando zancadas a la pared opuesta—. Estamos en un callejón sin salida nuevamente. Ninguna de nosotras confía en la otra. —Presionando la palanca, el Mazda bajó a tierra.
No me quería ir, quería averiguar qué diablos pasaba entre nosotras. Que vacíos habíamos sido descuidados en llenar. —Lo tengo, todavía estás cabreada conmigo y yo todavía estoy un poco cabreada contigo también —dije, siguiéndolo a la parte de atrás—. Pero ¿crees que podemos superarlo y ser amigas otra vez?
Se rió en una nota baja, empujando la llanta pinchada al maletero. —Te extraño, Santana. Extraño tener una amiga que realmente cuida mi espalda y no lanza dagas cuando me doy la vuelta.
Se detuvo, manteniendo su espalda a mí. —Lo siento, Brittany. Tú y yo no podemos ser amigas. —Asumiéndolo por mí, fue hasta la puerta del conductor y la abrió.
— ¿Desde cuándo me llamas Brittany? —pregunté, sintiendo una nueva profundidad de desamor.
—Desde que dejamos de ser amigas. —Estiró su cuello hacia el lado, haciéndome gestos hacia al coche.
No sería empujada. Plantando mis pies, crucé mis brazos. —No puedes tomar esa decisión por nosotras dos —le dije, mirándola—. No quieres ser mi amiga, bien, eso es realmente maduro de tu parte. Pero no me digas que no puedo ser tu amiga. Así que jódete y aguántate. —Hola, temperamento, encantada de verte elevar tu fea cabeza otra vez.
Su rostro ni siquiera se suavizó como solía hacer cuando yo explotaba sobre ella. —Los personas como tú y yo no podemos ser amigas, Britt —dijo, mirándome como lo hacía antes—, y tú también lo sabes.
— ¿Qué sé qué? —le pregunté, esperando. Y esperando
— Vamos —dije, marchando hacia ella—. ¿Qué sé qué? —Porque, por enésima vez, no tenía ni idea.
Apretó sus labios mientras trataba de deslizarse a un lado. No la dejé. Bloqueando su camino, empujándola hacia atrás. —Vamos, López ¿Qué diablos sé?
Sus ojos resplandecieron, reuniéndose con los míos.
—No puedes ser amiga de la persona con la que se suponía fueras a pasar tu vida —dijo, sus ojos oscureciéndose—. Así que sigue adelante con tu vida y vive el infierno lejos de la mía. —Empujándome, corrió saliendo del garaje y siguió su camino.
Y lo que lamenté, más que haber jodido mi viaje junto a Santana, era que no fui tras ella.
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Breves adelantos del capitulo 31
— ¿Tú y Santana tienen algún tipo de relación?
—Sí —respondió, tomando un sorbo—. Ha sido mi mejor amiga desde que estamos en primer grado.
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Sólo había una sola explicación. Acababa de cruzar un universo alternativo.
— ¿Todavía me ama? —susurré. —Todavía y siempre lo hará —dijo, sacudiendo la cabeza. Tenía que levantarme y encontrar a Santana.
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Historia original trilogia crash de Nicole Williams.
Aqui les dejo 2 Capitulos !!
El proximo capitulo es muy importante se descubrira la verdad !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Estoy impaciente por saber esa verdad!!! ^_^
Brittany de verdade es una cabezona y me da pena santana :'(
Brittany de verdade es una cabezona y me da pena santana :'(
monicagleek- ---
- Mensajes : 523
Fecha de inscripción : 25/11/2013
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
ME ENCANTA;
DE TANTO QUE
ME GUSTA LA ADAPTACIÓN TUVE QUE DESCARGAR TODO LOS
LIBROSS Y CASI ME LOS LEO TODOS
DE TANTO QUE
ME GUSTA LA ADAPTACIÓN TUVE QUE DESCARGAR TODO LOS
LIBROSS Y CASI ME LOS LEO TODOS
PAUlANyH**** - Mensajes : 172
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
igual todavia estoy super cabreada con brittany! hasta pronto, como siempre!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
monicagleek escribió:Estoy impaciente por saber esa verdad!!! ^_^
Brittany de verdade es una cabezona y me da pena santana :'(
Ya veras !! y si britt no penso en nada
Saludos Gracias x comentar !!
PAUlANyH escribió:ME ENCANTA;
DE TANTO QUE
ME GUSTA LA ADAPTACIÓN TUVE QUE DESCARGAR TODO LOS
LIBROSS Y CASI ME LOS LEO TODOS
Me alegro que te guste la adaptacion y la sigas leyendo y comentando !! Son hermosos saludos !!
micky morales escribió:igual todavia estoy super cabreada con brittany! hasta pronto, como siempre!
Britt fue muy tonta pero se dara cuenta !!
Saludos Gracias por comentar !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
holap,...
me encanto,..
al fin un avance entre las dos!!!!
ame los adelantos!!!
vos vemos!!!
me encanto,..
al fin un avance entre las dos!!!!
ame los adelantos!!!
vos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
3:) escribió:holap,...
me encanto,..
al fin un avance entre las dos!!!!
ame los adelantos!!!
vos vemos!!!
Hola hola !!
En este momento voy a actualizar espero tus comentarios !!
Saludos !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Capítulo 31
Todos los días del resto del año escolar, me arrepentí de dejarla marchar ese día en el garaje. Me arrepentí de no haberla perseguida y abrazarla hasta que me explicara exactamente qué diablos trató de decir. En frases concisas y detalladas que una mujer pudiera comprender.
Los meses que siguieron después de nuestra críptica conversación me dejaron deseando el trato de silencio de nuevo, porque ahora cuando Santana pasaba a mi lado en el pasillo, ya no le ignoraba intencionalmente. Era como si yo no existiera.
Pasé de ser algo que despreciaba a algo que ni siquiera notaba, lo cual sólo traía más preguntas.
Cumplí dieciocho el mes pasado y me graduaría la próxima semana, y en otoño podría ser estudiante de primer año en Juilliard. Era un momento para celebrar, debía mirar al pasado con nostalgia y hacia el futuro con esperanza.
Me era difícil implementar esa idea, aunque nunca admitiría abiertamente la razón por la cual me sentía como si fuera un barco perdido en la noche, pero la parte más importante de mí, la que me decía que estaba bien y mal, la verdad y el amor existían, ya sabía el por qué.
—Voy a hacer que te diviertas al máximo esta noche, Britt—gritó Taylor sobre el ruido de la música a todo volumen, sonaba una canción sobre el verano y amigos y fiestas. Era realmente una terrible canción cliché, pero supongo que era para crear el ambiente para la noche—. Esta noche no habrá nada que se interponga en nuestro camino y evite que disfrutemos del momento.
Sabias palabras viniendo de una chica que hablaba de su brillante futuro.
— ¿Y a que te refieres con disfrutar el momento es que te besarás con la primera pedazo de mujer que veas?
Taylor gruñó.
—Y pensé que yo era una cínica. Bajando el volumen, tiré hacia abajo del dobladillo del vestido que Taylor me había prestado. Cubría sólo la mitad de mis pechos y apenas todo mi trasero.
—Lo siento. Venía en el paquete cuando decidiste vestirme como una puta barata.
—Llevas pendientes de perlas, por el amor de Dios, Britt —dijo—. La última vez que supe, las putas no usaban perlas.
—Bien —dije, mirando mi reflejo por tercera vez. ¿Si le añadiera otra capa de rímel a mis pestañas se quebrarían por la mitad?—, una puta que va de camino a la iglesia.
Taylor rió, mirándome de reojo cuando llegamos a un semáforo. —Joyas, ¿eh? —Me dio una mirada escandalosa—. Alguien debió de ser muy buena, o debiste de haber sido muy complaciente, para conseguir un par de aretes de perlas como regalos de graduación.
—Tu depravación nunca deja de sorprenderme —dije, sacándole la lengua—. Y los aretes son un regalo de graduación de mis padres, no de Emily.
Gracias a Dios que no me había dado nada de joyas aún, porque no quería recibir ningún regalo de ella.
La luz verde brilló y Taylor avanzó con su pequeño Volkswagen. —No tienes por qué sentirte culpable por eso. Las chicas les dan joyas a las chicas como una recompensa por sexo. Es un simple hecho de la vida.
—Una vez más, eres depravada —dije, bajando la ventana. Donde realmente quería estar era en el estudio, preparándome para los siguientes cuatro años bailando con y contra los mejores. No quería estar metida en un pequeño auto con la zorra dramática del colegio, dirigiéndome en una fiesta de graduación donde el alcohol sería interminable y las inhibiciones estarían en todas partes, y yo estaría bajándome a cada rato el vestido como una mojigata.
—Dado a que no veo pendientes de diamantes, ni pulseras de oro, ¿deduzco que Emily aún no se ha acostado contigo? —La mierda de esta chica comenzaba a hartarme. Sería divertido si no fuera cierto.
—No es asunto tuyo.
—Entonces, no —asumió, girando el auto en una carretera de grava.
—Entonces, por supuesto que no —corregí, ya que seguiría sacando conclusiones si no le respondía.
— ¿Por qué no? —Preguntó mientras saltábamos por los baches—. Han estado “saliendo” desde Sadie, y salen oficialmente desde el baile de invierno. ¿Están tomando las cosas con calma o alguna mierda estúpida como esa?
—Estoy tomando las cosas con calma —dije mientras la fiesta quedaba a la vista. Me sentía familiarizada con el lugar, la mansión en el lago. Los padres de Emily se encontraban fuera de la ciudad en alguna subasta de automóviles, por lo cual ella decidió hacer la fiesta de graduación más épica que nadie pudiera olvidar. Sus palabras, no las mías. Desde el final de la calle, la casa parecía estar llena de hormigas. Hormigas borrachas.
— ¿Y Emily? —preguntó Taylor.
-No tiene de otra – dije.
Encontramos un lugar vacío en la hierba, Taylor apagó el motor y untó otra capa de brillo labial en sus labios. Los satélites serían capaces de identificar esos labios si ella añadiera otra capa de brillo.
—Taylor, realmente no me siento cómoda —dije, agarrándola del brazo—. Entramos y salimos. No me voy a quedar allí mientras te veo echándote un polvo.
Arqueó sus cejas hacia mí, humedeció sus labios. —Exactamente. —Siento que debería darte un sermón sobre las chicas con baja autoestima y las chicas que se aprovechan de eso —dije, saliendo del auto y volviendo a bajar el dobladillo del vestido. Cuanto más lo bajaba, más sobresalían mis pechos.
— ¿Cuál es tu punto, aguafiestas? —dijo Taylor, entrelazando su brazo con el mío.
—No seas una chica más —dije, mostrándole una sonrisa exagerada.
— ¿Y convertirme en una de esas chicas quienes se quedan solas mientras sus ricas novias se van a la universidad al sur de California en otoño? —dijo, tirando de mí hacia la casa que retumbaba con la música.
—Sería bueno verte así —murmuré. —Terminan quedándose viejas, solas y amargadas con una manada de gatos y nada más que telarañas entre las piernas.
Echando mi cabeza hacia atrás, gruñí.
—Agrega retorcida a depravada y creo que tenemos las dos principales características de Taylor Donovan.
No llegábamos ni siquiera al jardín delantero y ya teníamos una gran cantidad de silbidos de adolescentes en nuestra dirección.
—Una hora —dije, sintiéndome generosa—, y nos vamos de aquí.
—Tres horas —respondió Taylor, dándole una insinuante sonrisa a una chica que se encontraba en la escalera principal que me hizo sonrojar—, y no te olvides que eres el conductor designado, por lo tanto no te emborraches.
Interpretar el papel de chaperón y ser conductor designado de mis amigos me aseguraba de que estarían con vida esta noche y en una sola pieza, pero desearía que Taylor le hubiera pedido eso a alguien más, porque ella estaría hablando y bebiendo con todo el mundo mientras yo sería la antisocial en una esquina.
—Ya era hora de que llegaran a la fiesta —gritó Morrison sobre la música, su mirada subiendo y bajando sobre nosotras como si estuviera usando sus manos.
—La fiesta comienza oficialmente ahora —dijo Taylor, sintiéndose como la reina de la fiesta por todas las miradas que le dirigían. Supongo que cuando llegas a una fiesta llena de ebrios, vistiendo apenas un trozo de tela y un montón de maquillaje, las miradas vienen en el paquete.
— ¿Qué quieren de beber, damas? —preguntó Morrison, señalando hacia el área de bar instalada en el buffet italiano de la madre de Emily. Explotaría de coraje si viera lo que le hacían a su preciado mueble.
—Que sea un destornillador —le gritó Taylor. La boca de Morrison se curvó. —Creo que puedo cumplir esa petición. Y todavía tenía que aguantar dos horas y cincuenta y nueve minutos de ese hedonismo. Parecía que tendría que pasar mi tiempo sola cerca del agua.
— ¿Brittany? —gritó Morrison. Yo era lo suficientemente inteligente como para saber que no debería aceptar una bebida abierta de un chico, sobre todo alguien como Morrison.
—Estoy bien —dije, levantando mi pulgar hacia arriba. Inclinándome hacia Taylor, dije—: Pórtate bien y dime si alguien intenta sobre pasarse. Buscaré aire fresco.
—Más vale que alguien intente sobre pasarse conmigo —replicó, sonriéndome mientras Morrison hacía su camino a nosotras con una bebida en la mano.
—Recuerda no ser una más del montón —dije, en dirección a la puerta trasera—. No eres sólo un cuerpo.
— ¡No me convertiré en una vieja bruja con telarañas! —gritó detrás de mí.
Zigzagueando en el laberinto de estudiantes en la cocina, tuve que empujar a una pareja manoseándose para poder abrir la nevera. Había una lata de refresco detrás de toda la cerveza, y eso es lo que debería beber un conductor designado.
— ¡Sexy vestido, Brittany! —gritó alguien desde algún lugar de la cocina.
No me giré para responder.
—Emily ha estado buscándote. ¡Alguien debe decirle, morirá de felicidad cuando te encuentre!
No podía esperar para irme a la playa con rapidez. Afuera se hallaba tranquilo y casi vacío, salvo por la pareja que estaban haciéndolo en la hamaca de la Sra. Fields. La noche era cálida y el agua tan silenciosa que parecía que podía caminar sobre ella sin hundirme.
Caminé descalza quitándome los zapatos de Taylor y fui hasta el final del muelle. Tendría mi propia fiesta privada aquí. Sólo yo y el Sr. Refresco. Abrí la lata y bebí un sorbo. ¿Qué diablos iba mal en mí? ¿Cuándo una chica que solía amar ser el alma de las fiestas se convirtió en la chica que buscaba un rincón tranquilo sólo para ponerse de mal humor?
Como la mayoría de las preguntas que me planteaba a mí misma en estos días, la respuesta se reducía a lo mismo. El mismo nombre.
—No es realmente lo que me gusta hacer, tampoco. Salté tan fuerte que derramé un cuarto de mi refresco de limón en todo el vestido de Taylor. Sería la última vez que me prestaría algo de su armario, y eso me puso feliz.
—Sí, tampoco a mí —dije, limpiando las gotas brillantes de color champán de la ropa—. Obviamente.
—Nada es obvio en ti, Brittany Pierce. Con esas palabras y esa voz, atrapó más mi atención que eliminar la posible mancha de refresco. Incluso su voz era más bonita que la mía.
Mirando por encima de mi hombro, vi a Holly, usando unos vaqueros oscuros y una camisa blanca, mirándome. No sabía si debía ofrecerle un asiento, o lanzarla al lago para que nadara a la orilla más alejada de mí.
Desconocía lo que sabía de mí, si sabía algo de mí y Santana, y estoy bastante segura de que yo no quería hablarle sobre mi relación con Santana.
Al final, decidí ser civilizada. —Hola, Holly —dije—, siéntate. Era evidente que me había seguido, esto no era un encuentro fortuito, así que tenía algo que decirme. Quería terminar con esto pronto para así poder intentar avanzar con mi vida.
Se sentó, dejando su vaso de plástico rojo a un lado y arremangó sus vaqueros.
—Pensé que sería difícil encontrarte sola —dijo, metiendo los pies en el agua—. Escuché que te convertiste en la chica Southpointe del año.
No quería pensar en dónde escuchó eso. —Si te refieres a los rumores y medias verdades que dijeron de mí sobre un club de desnudistas, entonces sí, supongo que me llevo la corona a la chica del año. —Sonó más defensivo de lo que quería, pero tenía una conversación con la chica que mi ex novia tuvo una encantadora hija. Estar a la defensiva no era tan malo.
Asintió, mirando hacia el lago. —Lo siento, no tuve la oportunidad de entregarte mi corona personalmente. Mi reinado terminó el año pasado y olvidé que debía regresarla.
No supe qué decir. No me encontraba dispuesta a ser simpática con ella y debería ser capaz de ser educada, pero tenía un problema con los modales.
— ¿Santana está aquí? —pregunté, inmediatamente quise golpearme por preguntar. Si no creyera ya que soy una perdedora desesperada, esa pregunta confirmaría sus sospechas.
—No estoy segura —dijo, tomando un sorbo de su vaso.
— ¿En casa con la bebé? —Era una pregunta simpática que sonó como si yo fuera una perra.
—No. —Holly se puso rígida, sus brillantes ojos azules parpadearon—. Esta noche mi madre está de canguro.
—Holly, lo siento —dije, deseando haberme contenido, así no estaríamos teniendo una conversación tan incómoda—. No estoy tratando de ser una perra.
— ¿Simplemente es algo natural? —agregó, dándome una sonrisa falsa.
—Me merezco eso. —Sí —concordó, tomando otro sorbo. Nos quedamos en silencio por un tiempo, tanto que no estuve segura
Si esperaba que yo dijera algo o si se armaba de valor para poder hablar.
Así que solté algo que ninguna de nosotras esperaba. — ¿Es una buena madre? Parecía tan sorprendida por mi pregunta como yo.
—Estoy segura de que lo será algún día. Una desagradable comprensión me golpeó como un látigo.
—Espera —dije, girándome hacia Holly—. ¿Dices que algún día, no hablas en presente?
Mordió su labio, pensando en algo más. —No sé cuánto es lo que debería decirte, pero… —Dímelo todo —interrumpí, acercándome—. Porque nadie más lo hará.
Miró bajo sus pestañas. —Esto debería ser innecesario, pero sacaste tus propias conclusiones antes de hacer preguntas.
Contuve mi aliento por un sólido minuto. — ¿Estás lista para hacer las preguntas ahora? —dijo, echándose hacia atrás con su mano—. ¿Las preguntas correctas?
Asentí. —Pregunta —dijo. ¿Qué quería saber? ¿Quería que confirmara o negara mis conclusiones en este mismo instante? Cuando un rostro eclipsó mis pensamientos, uno con una larga cicatriz y unos ojos grises, tuve mi respuesta.
— ¿Es Santana la madre de tu bebé? —Hice la pregunta principal para comenzar.
—No. Oh, Dios mío. La culpa llegó de repente.
— ¿Tú y Santana tienen algún tipo de relación?
—Sí —respondió, tomando un sorbo—. Ha sido mi mejor amiga desde que estamos en primer grado.
Una vez más, quería abofetearme en la cara y al mismo tiempo quería saltar y gritar de alegría.
—Aquella noche la seguí hasta tu casa —dije lentamente tratando procesar todo—. Te trajo pañales y leche y lo abrazaste diciendo que tenías grandes planes para ella. —Reviví la escena, pero desde una perspectiva diferente. Desde otros ojos que eran menos propensos a sacar conclusiones sin hacer preguntas.
—Y pensé que Santana tenía problemas de confianza —murmuró, mirándome como si quisiera retorcerme el cuello—. La llamé temprano ese día porque no tenía dinero y la bebé necesitaría pañales y comida en unas doce horas si tenía suerte. Santana ha sido un apoyo para mí desde el principio ya que su verdadera madre no quiere saber nada de ella.
Tragué saliva, recordando las cosas que había pensado y las cosas que le había dicho esa mañana. Entendí por qué me ignoró de esa manera y lo seguía haciendo ahora.
—Nos abrazamos porque, vamos, hemos sido amigas toda la vida. —Holly contaba cosas con sus dedos, mirándome como si este fuera un juego de niños—. Los planes que tenía para ella esa noche incluían fijarme una cuna que había encontrado en una venta de garaje ese día, y sí, se quedó esa noche —dijo, arqueando una ceja—. En el sofá, en caso de que tu pequeña mente ya esté saltando a conclusiones equivocadas.
Dejé que todo lo que Holly acababa de decirme se hundiera en mi piel.
— ¿Por qué diablos no me dijo nada acerca de ti? —susurré—. ¿Por qué no negó todo cuando me acerqué a ella la mañana siguiente?
Metió los dedos de su pie en el agua, jugando en la calma de la superficie.
—Porque le pedí que no le dijera a nadie acerca de la pequeña santana Sabe quién es la madre y la pedazo de mierda de la madre sabe quién es ella, pero yo no quería que nadie más conociera la verdadera razón por la que dejé la escuela. Los esparcidores de rumores de Southpointe habrían hecho un día de campo con ese jugoso chisme —dijo, sonriendo en la noche—. Y sólo Santana puede decirte la razón por la que no te dijo la verdad esa mañana. Tal vez porque no le habrías creído aunque te lo dijera.
Todo en lo que podía pensar era en la expresión de sus ojos esa mañana cuando lo enfrenté, diciéndole que confiaba más en Emily que en ella. El dolor y la traición que ensombreció su rostro.
—Soy la peor persona del mundo —le dije, más para mí que nada.
—Esa mañana cuando Santana llegó, pensé que habían arrancado el corazón de su pecho, entonces me contó lo que pasó —dijo, sin mirarme.
—Ahora entiendo —dije—. Entiendo por qué me odia. —Merecía ser aborrecida.
Holly se rió entre dientes, una risa oscura y gutural. —Tú realmente eres una perra despistada, Brittany —dijo, arrojando el resto de su bebida en el agua—. Santana no te odia. Esa mujer, en contra de todo lo que sabe y le digo, todavía te ama.
Sólo había una sola explicación. Acababa de cruzar un universo alternativo.
— ¿Todavía me ama? —susurré. —Todavía y siempre lo hará —dijo, sacudiendo la cabeza. Tenía que levantarme y encontrar a Santana. Tenía que disculparme y pedirle perdón y saber si lo que ella decía era cierto, ya que, a pesar de que había tratado de enterrarlo a dos metros de profundidad, todavía la amaba demasiado.
—Gracias, Holly —le dije, mirándola a los ojos. Levantó su hombro, mirando hacia el lago. —No hice esto por ti. Lo hice por ella, así que no hay necesidad de que te sientas en deuda conmigo.
Le sonreí, la chica que había asumido que Santana amaba, la chica quien era, en efecto, su mejor amiga y la chica que había puesto todas las cosas claras.
—Holly —dije, sentándome a su lado—. ¿Quién es la madre de la pequeña Santana?
Se quedó sin aliento, como si la hubiera atrapado con la guardia baja. No era asunto mío, y esperaba que me mandara al diablo pero entonces soltó un suspiro.
—Bueno, si son las mujeres más hermosas que alguna vez han pisado Southpointe High.
La voz de Emily me hizo gemir en voz baja y puso a Holly toda rígida y silenciosa. El muelle crujió bajo sus pies mientras se acercaba hacia nosotras, vestida con unos jeans ajustados y una camisa color rojo de marca—Oye, hermosa —dijo ella, inclinándose para besarme. Su aliento era asqueroso con el alcohol y el jugo de arándano—. Y la señorita Holly —dijo, mirándola fijamente— Siempre es un placer estar en tu compañía. ¿Cómo está la pequeña bastarda? —Cubrió su boca, sus ojos saltaban con diversión—. Quiero decir ¿la bebé?
Ella se levantó rápidamente, mirándola ceñuda. —Por lo que a mí respecta nunca lo sabrás —dijo, empujándola hacia un lado con su hombro antes de correr y desaparecer en la multitud.
—Puede que quieras tener en cuenta que pierdes el tiempo con Brittany—dijo ella, sacando una bebida gratis de su bolsillo—. Las mujeres con su reputación no ayudan a chicas con tu vieja reputación.
—Emily, nos graduamos en una semana. No estoy preocupada por mi reputación —le dije, levantándome, porque no me gustaba la forma en la que me miraba con esa sonrisa de borracha—. Y fue una mierda lo que le dijiste a Holly. ¿Qué ganas llamando a su hija bastarda?
Levantando su copa dijo—: Cada quien juzga por su condición. Está en la sangre de la niña. —Terminó su bebida de un trago y la arrojó al lago.
—Linda —dije, cruzando los brazos—. ¿No estás de buen humor esta noche? —Sólo estoy tan malditamente herida, Britt —dijo apretándome en un abrazo, moldeando sus manos en mi trasero—. Necesito liberarme. —Deslizando mi cabello hacia un hombro, pasó sus labios por mi clavícula—. Y la forma en la que estás vestida para mí esta noche, me dice que finalmente estás lista para eso.
— ¿Qué demonios, Emily? —dije, empujándola lejos de mí, mucho más difícil de lo que pensé, pero no tan duro como se merecía. No sé si fue el alcohol o mi fuerza sobrehumana, pero Emily se tambaleó hacia atrás cayendo en la oscuridad del lago.
—Maldita sea, Brittany—gritó, saliendo a la superficie. —Que tengas un buen baño —le dije, pisando fuerte por el muelle. — ¡Brittany! ¡Vuelve aquí ahora mismo! —gritó, haciendo un ruidoso chapoteo.
—Ten una vida agradable masturbándote —dije para mí misma, cogiendo los zapatos de Taylor y corriendo hacia la casa.
La fiesta había crecido y ahora me encontraba de pie en la única habitación. La gente podía ser increíblemente creativa cuando no había una superficie de repuesto para extenderse. Estaba a punto de apoderarme de Taylor Donovan para llevarla de vuelta a casa y desgarrar la ciudad en busca de Santana cuando algo demasiado tentador como para ignorarlo saltó a mi mente.
Esquivé un cuerpo mientras subía por las escaleras hasta el segundo piso. La habitación de Emily se hallaba al final del pasillo, probablemente, la única habitación de la casa que no era utilizada desde que Emily tenía una cerradura instalada para mantener a sus padres y adolescentes calientes fuera de follar en su cama cuando hacía este tipo de fiestas.
Sin embargo, como su novia, me contó la ubicación de dónde guardaba la llave de repuesto, probablemente con la esperanza que un día me encerraría allí como una sorpresa de cumpleaños. Nunca había estado tan feliz de haberle dicho que no a un chico bien parecido antes.
Me agaché en el banco al final del pasillo, sacando la llave de su ubicación. Me levanté e introduje la llave en la cerradura, giré y empujé la puerta para abrirla.
—Pensé que nunca lo preguntarías. —Una de las defensa del equipo arrastro las palabras tambaleándose hacia mí.
—Sí —le dije, deslizándome detrás de la puerta—. Nunca podría estar tan borracha.
Cerré la puerta y corrí al baño de Emily. De pie en la habitación de Emily, no podía recordar lo que había visto en ella. Sin duda, algo debía saltar a mi mente después de pasar casi seis meses con una chica, pero no había nada.
Nada más que una corriente de pesar y alivio me imaginé que mejor más pronto que tarde.
Tiré la toalla del anillo de metal, abrí el pequeño armario de su baño. No tuve que buscar a tientas en todos los productos de higiene femenina que allí había para encontrar lo que buscaba. Estaba justo en la parte superior.
Corriendo fuera del baño, fui a su escritorio y cogí una pluma, papel adhesivo y escribí mis palabras de despedida. Ni siquiera traté de ocultar mi sonrisa. Giré la toalla antes de soltarla en el centro de su cama, luego coloque el lubricante al lado de ella, y guardé la nota en la botella casi vacía. Di un paso atrás para admirar mi obra.
Emily nunca se calmaría lo suficiente como para leer las palabras de nuevo. Me hubiera gustado ver la expresión de su rostro.
Iba a salir de la habitación, para bien, cuando escuché el susurro de la puerta siendo abierta. Volteándome lentamente, me encontré con Emily, empapada, las llaves en su mano y mirándome como si yo acabara de tropezar con su trampa.
— ¿Me has echado de menos? —preguntó, cerrando la puerta detrás.
Además de ser una hija de puta caliente, Emily nunca había hecho nada que me hiciera sentir amenazada, insegura o asustada. Sentí todas esas cosas ahora.
— ¿Qué es esto? —Preguntó, cruzando la habitación hacia su cama—. ¿Un regalo?
No respondí. Todos los instintos de mi cuerpo se dispararon, diciéndome que saliera de esta habitación. Poco a poco comencé a caminar hacia la puerta.
Al ver la nota en la botella, los ojos de Emily se entrecerraron. —“Diviértete liberándote tú misma”. —Leyó, una lenta sonrisa se extendió en su rostro. Dejando caer la nota sobre la cama, su cabeza se giró hacia donde mí haciendo mi camino hacia la puerta.
—Oh, bebé, lo tengo planeado. Fue en ese momento, que la expresión de su cara, aún más que sus palabras, hizo que la adrenalina en mi cuerpo viajara a toda velocidad. Corrí hacia la puerta. No era lo suficientemente rápida.
— ¿Ya te vas? —dijo Emily, agarrándome por detrás. Maldita sea, era fuerte para ser una borracha tambaleante. El baño en el agua fría del lago debió haberla serenado—. Pero si acabas de llegar.
—Déjame ir, Emily—le advertí, tratando de liberar mis brazos de donde los había clavado a mis costados.
— ¿O qué? —Se burló, arrastrándome de vuelta a su cama—. ¿Vas a llorar por la perra de tu madre, o quizás por el imbécil de tu padre? ¿O tal vez por todos tus amigos que eran míos antes que tuyos? —Llegando a un lado de la cama, me tiró sobre el colchón, montándose encima de mí—. Sé una buena perra y compórtate. —Miró a propósito en su mesita de noche donde yo sabía que mantenía algún tipo de arma de fuego. Me había explicado que era para protegerse de los intrusos, pero al parecer, era también muy práctico para amenazar a una chica a hacer lo que ella quisiera—. O voy a tener que hacer que te comportes.
—Dios, Emily. ¿Quién demonios eres? —le dije, agarrando la botella que rodaba sobre el colchón y lanzándola hacia ella—. ¿Tú realmente has engañado a todo el mundo, no?
—No a todo el mundo —dijo, sacando la camisa mojada por su cabeza y arrojándola a un rincón—. Holly y Santana más o menos tienen mi número, pero mira cómo está su reputación. Si yo fuera tú, después de esta noche, no iría llorando por las calles para contarle a la gente que soy una especie de monstruo. —Sonrió, con los ojos muy abiertos por la excitación—. Porque, cariño, no van a creer tu historia sobre la mía.
Me deslicé hacia el lado de la cama, calculando la cantidad de tiempo que me faltaría para llegar a la puerta, preguntándome si podría llegar más rápido que Emily. Puesto que se encontraba de pie entre la puerta y yo, las probabilidades no me favorecían.
— ¿Por qué ahora? ¿Por qué meses después de ser una "paciente" novia estás haciendo esto ahora?
—Porque puedo —respondió, con las manos sobre el zipper de sus jeans—, y porque quiero. Esa es toda la justificación que necesito.
Tenía que intentarlo. Tenía que hacerlo funcionar, porque de cualquier manera, Emily no se iba a detener.
—Ese es tu brillante plan, violar a una chica con la que acabas de pelear en presencia de doscientas personas.
Traté de apelar a su inteligencia, la poca que tenía en su estado de embriaguez, enloquecida.
—No, mi brillante plan es tener relaciones sexuales consentidas con mi novia que se va a ir en el otoño y quiere tener una noche romántica antes de separarnos —dijo, tirando de sus jeans.
Mierda ella había pensado en esto. Y yo sabía que en un tribunal de justicia, su historia sería la que creerían. Ahora era el momento de correr.
Luchando en la cama, corrí hacia la puerta y antes de dar tres pasos, una cuerda rodeó mi cuello. Caí al suelo, tosiendo, sintiendo como si me estuviera ahogando en mi propia garganta.
—No te recomendaría que lo intentaras de nuevo —dijo Emily, de pie junto a mí, con el pelo goteando gotas de agua en mi cara.
Volviendo la cabeza hacia otro lado, traté de recuperar el aliento.
—Un día, Emily Fields—dije entre respiraciones cortadas—, alguien va a estar sobre ti de la misma forma en la que estás sobre mí ahora y te dará una patada en el culo. —Y voy a tener un asiento de primera fila.
Se dejó caer sobre mí, aplastándome con su peso. Empujando mis piernas con las rodillas, pasó la lengua por mi cuello hasta la punta de la oreja.
—Tal vez mañana —susurró en mi oído—, pero no esta noche. Nadie va a venir esta noche a rescatarte.
Sacudiendo las piernas, tratando de liberarme de su agarre, levanté mi cabeza.
—No, Emily—le dije muy cerca de su oreja
— nadie va a venir en tu rescate. —Y entonces las clases de defensa personal que mis padres me obligaron a tomar cuando tenía trece años pagaron su peso en oro.
Hundiendo mis dientes en su oído, moví una pierna libre y lancé el pie una vez, dos veces, y una tercera vez en su entrepierna.
Rugió de dolor, con una mano agarrando su oreja.
Luchando para sacar el resto de mi cuerpo de debajo de ella, me deslicé a lo largo de la alfombra, sabiendo que si no llegaba a la puerta antes de que ella llegara a la mesita de noche, las clases de defensa personal no importarían.
Entonces cuando me arrastraba hacia la puerta, ésta fue abierta de golpe, parte del marco roto. Estallando a través de la puerta, se encontraba Santana, echó un vistazo a la escena ante ella y se puso furiosa. Animales rabiosos tenían mejor dominio de sí mismo que la furia que brillaba en sus ojos.
Sin decir una palabra, Santana se tiró encima de Emily, con los puños golpeándolo incluso antes de que Emily se diera cuenta de que había alguien más en la habitación. Volteando a Emily sobre su espalda, Santana se colocó a horcajadas sobre ella, enfocando sus puños en su rostro.
Cada golpe aterrizó en una herida, liberando cada vez más sangre. Descifrar qué gruñidos eran de Santana o Emily era imposible. Cuando se hizo evidente que Santana no pensaba en darle una lección, sino quitarle la vida, me levanté del suelo y tropecé hacia ellas.
—Detente, Santana. —Mi voz temblaba casi tanto como mis piernas—. Detente. —Extendiendo mi mano, la apoyé en su hombro.
No se detuvo, pero sus golpes disminuyeron y su frecuencia decreció. —Sí, es posible que desees escucharla —dijo Emily, escupiendo sangre por la boca sobre la alfombra—. A menos que quieras que te encierren de nuevo. ¿Quién va a estar aquí para cuidar a Brittany cuando la arrincone en alguna otra habitación, López? —Emily miraba hacia Santana con una sonrisa sangrienta, desafiándola como si tuviera un deseo de muerte.
Los músculos de Santana se tensaron debajo de mi mano, sus respiraciones subían y bajaban sus hombros quince centímetros cada vez.
—Me dije a mí misma que la próxima vez que escuchara sobre ti haciéndole esto a otra chica, iba a arrancarte las tetas .Pero como la chica con la que te encontré es Britt... —Me miró, su rostro delineado antes de inclinarse por lo que su rostro quedó a una pulgada de Emily—: Te voy a matar.
Y la cosa más aterradora que había sucedido hasta el momento esta noche fue esa amenaza. Porque no era una amenaza, me di cuenta por el tono de su voz que hablaba en serio.
En lugar de arrastrarme hacia ellas, me arrastré lejos, colocando mi cuerpo delante de la mesa de noche de Emily. Dudaba que Santana supiera si y dónde tenía un arma Emily, pero también sabía que ella buscaría, y la mesita de noche sería la primera cosa en donde buscar.
Empujándola hacia arriba, Santana se puso sobre Emily, hirviendo hacia ella.
—Britt —dijo, con los ojos fijos en Emily—, ¿te importaría alejarte de allí, así puedo terminar con este hijo de puta?
Tragué saliva. Ella ya sabía.
—No —le dije.
—Luce, esto es entre ella y yo en este momento —dijo, con la espalda temblorosa—. Muévete.
Mi pelea había cambiado de evitar que Emily me violara, a evitar que Santana la moliera a golpes, y ahora a Santana de asesinarla. Debería haber llegado a mi punto de agotamiento desde hace una puerta rota atrás, pero era una chica con mucha fuerza dentro.
—No —repetí, mi voz más fuerte.
—Maldita sea, Britt—gritó Santana—, ¡se merece esto! Me levanté, dando un paso hacia ella. —Lo sé —dije, dando unos pasos más hasta que pude poner mis manos alrededor de una de las suyas. Esperé que me mirara, y cuando finalmente lo hizo, vi el conflicto en sus ojos—. Pero tú no.
Sus ojos se cerraron, la rabia aun rodando fuera de ella. —Voy a quedarme encerrada para siempre un día, y no puedo imaginar una mejor razón para cumplir una sentencia de cadena perpetua que por llevarme una bastarda como ella No me importa, Britt.
Levantando una mano a su mejilla, incliné su rostro hacia el mío. —Pero a mí sí. Me miró, truenos retumbando a través de sus ojos, y luego hacia abajo a Emily.
Todo su cuerpo se tensó de nuevo.
—Quiero matarla, Britt. Quiero matarla más de lo que he querido nada. —Una ondulación recorrió su espalda—. No sé cómo alejarme.
—Déjame ayudarte —le dije. Esperaría el tiempo que fuera necesario. No me iba a alejar, hasta que se alejara conmigo.
Debajo de Santana, Emily se rió entre dientes, escupiendo otro chorro de sangre.
—La delincuente y la zorra cabalgando hacia la puesta de sol juntas —dijo riendo—. No vamos a tener que aguantar la respiración para ese felices para siempre.
Santana se estremeció, pero no la dejé ir. —No desperdicies tu vida en esta bastarda —le dije, negándome a mirar a Emily porque estaría bien si nunca tuviera que mirar esa cara de nuevo. Le sonreí a Santana —. ¿Por qué no la desperdicias conmigo en su lugar?
Las líneas se suavizaban en su rostro mientras sostenía mi mirada. Y, finalmente, sonrió.
—Aceptaré ese acuerdo. Asintiendo hacia la puerta, empujé su mano. Otra risa provino de Emily—Por lo menos alguien va a recibir un pedazo de ese culo esta noche.
Gemí. Emily no tenía sentido de auto-preservación. Agarrándola por el cuello de la camisa, Santana la levantó. —Tú no sabes cuándo callar —dijo Santana, levantando su puño apretado—. Deja que te ayude. —Condujo su puño cuadrado hacia la boca de Emily, enviándola a estrellarse de nuevo en el suelo—. Britt —Santana me miró, su cara serena—. Espérame en el pasillo —dijo—. No voy a matarla —añadió, respondiendo mi mirada preventiva.
—Santana. —No la iba a dejar sola con Emily—Mírame —dijo, esperando por mí—. Estoy bien. No la voy a matar.
—Y luego, me miró todo significativo—. Confía en mí.
Esta era mi oportunidad. Mi oportunidad para mostrarle la confianza que le había negado. La confianza que había merecido que yo sentía que no tenía. ¿Cómo podía decir que no y esperar que tuviéramos alguna vez una oportunidad de luchar?
No quería, no me gustaba, pero era necesario. —Está bien —concordé.
Esa sonrisa que no había visto en su cara en mucho tiempo que pensé que había desaparecido para siempre, apareció.
—Estaré afuera pronto —dijo—. ¿Podrías llamar a Holly? Está esperando en el pasillo y creo que va a querer ver esto.
Confía. Confía. Confía. —Está bien. Voy a esperar afuera —le dije—. No me hagas esperar demasiado tiempo. —Caminando hacia la puerta, alisé la espalda de mi vestido en su lugar, tratando de hacer lo mismo con mi pelo.
Todos los días del resto del año escolar, me arrepentí de dejarla marchar ese día en el garaje. Me arrepentí de no haberla perseguida y abrazarla hasta que me explicara exactamente qué diablos trató de decir. En frases concisas y detalladas que una mujer pudiera comprender.
Los meses que siguieron después de nuestra críptica conversación me dejaron deseando el trato de silencio de nuevo, porque ahora cuando Santana pasaba a mi lado en el pasillo, ya no le ignoraba intencionalmente. Era como si yo no existiera.
Pasé de ser algo que despreciaba a algo que ni siquiera notaba, lo cual sólo traía más preguntas.
Cumplí dieciocho el mes pasado y me graduaría la próxima semana, y en otoño podría ser estudiante de primer año en Juilliard. Era un momento para celebrar, debía mirar al pasado con nostalgia y hacia el futuro con esperanza.
Me era difícil implementar esa idea, aunque nunca admitiría abiertamente la razón por la cual me sentía como si fuera un barco perdido en la noche, pero la parte más importante de mí, la que me decía que estaba bien y mal, la verdad y el amor existían, ya sabía el por qué.
—Voy a hacer que te diviertas al máximo esta noche, Britt—gritó Taylor sobre el ruido de la música a todo volumen, sonaba una canción sobre el verano y amigos y fiestas. Era realmente una terrible canción cliché, pero supongo que era para crear el ambiente para la noche—. Esta noche no habrá nada que se interponga en nuestro camino y evite que disfrutemos del momento.
Sabias palabras viniendo de una chica que hablaba de su brillante futuro.
— ¿Y a que te refieres con disfrutar el momento es que te besarás con la primera pedazo de mujer que veas?
Taylor gruñó.
—Y pensé que yo era una cínica. Bajando el volumen, tiré hacia abajo del dobladillo del vestido que Taylor me había prestado. Cubría sólo la mitad de mis pechos y apenas todo mi trasero.
—Lo siento. Venía en el paquete cuando decidiste vestirme como una puta barata.
—Llevas pendientes de perlas, por el amor de Dios, Britt —dijo—. La última vez que supe, las putas no usaban perlas.
—Bien —dije, mirando mi reflejo por tercera vez. ¿Si le añadiera otra capa de rímel a mis pestañas se quebrarían por la mitad?—, una puta que va de camino a la iglesia.
Taylor rió, mirándome de reojo cuando llegamos a un semáforo. —Joyas, ¿eh? —Me dio una mirada escandalosa—. Alguien debió de ser muy buena, o debiste de haber sido muy complaciente, para conseguir un par de aretes de perlas como regalos de graduación.
—Tu depravación nunca deja de sorprenderme —dije, sacándole la lengua—. Y los aretes son un regalo de graduación de mis padres, no de Emily.
Gracias a Dios que no me había dado nada de joyas aún, porque no quería recibir ningún regalo de ella.
La luz verde brilló y Taylor avanzó con su pequeño Volkswagen. —No tienes por qué sentirte culpable por eso. Las chicas les dan joyas a las chicas como una recompensa por sexo. Es un simple hecho de la vida.
—Una vez más, eres depravada —dije, bajando la ventana. Donde realmente quería estar era en el estudio, preparándome para los siguientes cuatro años bailando con y contra los mejores. No quería estar metida en un pequeño auto con la zorra dramática del colegio, dirigiéndome en una fiesta de graduación donde el alcohol sería interminable y las inhibiciones estarían en todas partes, y yo estaría bajándome a cada rato el vestido como una mojigata.
—Dado a que no veo pendientes de diamantes, ni pulseras de oro, ¿deduzco que Emily aún no se ha acostado contigo? —La mierda de esta chica comenzaba a hartarme. Sería divertido si no fuera cierto.
—No es asunto tuyo.
—Entonces, no —asumió, girando el auto en una carretera de grava.
—Entonces, por supuesto que no —corregí, ya que seguiría sacando conclusiones si no le respondía.
— ¿Por qué no? —Preguntó mientras saltábamos por los baches—. Han estado “saliendo” desde Sadie, y salen oficialmente desde el baile de invierno. ¿Están tomando las cosas con calma o alguna mierda estúpida como esa?
—Estoy tomando las cosas con calma —dije mientras la fiesta quedaba a la vista. Me sentía familiarizada con el lugar, la mansión en el lago. Los padres de Emily se encontraban fuera de la ciudad en alguna subasta de automóviles, por lo cual ella decidió hacer la fiesta de graduación más épica que nadie pudiera olvidar. Sus palabras, no las mías. Desde el final de la calle, la casa parecía estar llena de hormigas. Hormigas borrachas.
— ¿Y Emily? —preguntó Taylor.
-No tiene de otra – dije.
Encontramos un lugar vacío en la hierba, Taylor apagó el motor y untó otra capa de brillo labial en sus labios. Los satélites serían capaces de identificar esos labios si ella añadiera otra capa de brillo.
—Taylor, realmente no me siento cómoda —dije, agarrándola del brazo—. Entramos y salimos. No me voy a quedar allí mientras te veo echándote un polvo.
Arqueó sus cejas hacia mí, humedeció sus labios. —Exactamente. —Siento que debería darte un sermón sobre las chicas con baja autoestima y las chicas que se aprovechan de eso —dije, saliendo del auto y volviendo a bajar el dobladillo del vestido. Cuanto más lo bajaba, más sobresalían mis pechos.
— ¿Cuál es tu punto, aguafiestas? —dijo Taylor, entrelazando su brazo con el mío.
—No seas una chica más —dije, mostrándole una sonrisa exagerada.
— ¿Y convertirme en una de esas chicas quienes se quedan solas mientras sus ricas novias se van a la universidad al sur de California en otoño? —dijo, tirando de mí hacia la casa que retumbaba con la música.
—Sería bueno verte así —murmuré. —Terminan quedándose viejas, solas y amargadas con una manada de gatos y nada más que telarañas entre las piernas.
Echando mi cabeza hacia atrás, gruñí.
—Agrega retorcida a depravada y creo que tenemos las dos principales características de Taylor Donovan.
No llegábamos ni siquiera al jardín delantero y ya teníamos una gran cantidad de silbidos de adolescentes en nuestra dirección.
—Una hora —dije, sintiéndome generosa—, y nos vamos de aquí.
—Tres horas —respondió Taylor, dándole una insinuante sonrisa a una chica que se encontraba en la escalera principal que me hizo sonrojar—, y no te olvides que eres el conductor designado, por lo tanto no te emborraches.
Interpretar el papel de chaperón y ser conductor designado de mis amigos me aseguraba de que estarían con vida esta noche y en una sola pieza, pero desearía que Taylor le hubiera pedido eso a alguien más, porque ella estaría hablando y bebiendo con todo el mundo mientras yo sería la antisocial en una esquina.
—Ya era hora de que llegaran a la fiesta —gritó Morrison sobre la música, su mirada subiendo y bajando sobre nosotras como si estuviera usando sus manos.
—La fiesta comienza oficialmente ahora —dijo Taylor, sintiéndose como la reina de la fiesta por todas las miradas que le dirigían. Supongo que cuando llegas a una fiesta llena de ebrios, vistiendo apenas un trozo de tela y un montón de maquillaje, las miradas vienen en el paquete.
— ¿Qué quieren de beber, damas? —preguntó Morrison, señalando hacia el área de bar instalada en el buffet italiano de la madre de Emily. Explotaría de coraje si viera lo que le hacían a su preciado mueble.
—Que sea un destornillador —le gritó Taylor. La boca de Morrison se curvó. —Creo que puedo cumplir esa petición. Y todavía tenía que aguantar dos horas y cincuenta y nueve minutos de ese hedonismo. Parecía que tendría que pasar mi tiempo sola cerca del agua.
— ¿Brittany? —gritó Morrison. Yo era lo suficientemente inteligente como para saber que no debería aceptar una bebida abierta de un chico, sobre todo alguien como Morrison.
—Estoy bien —dije, levantando mi pulgar hacia arriba. Inclinándome hacia Taylor, dije—: Pórtate bien y dime si alguien intenta sobre pasarse. Buscaré aire fresco.
—Más vale que alguien intente sobre pasarse conmigo —replicó, sonriéndome mientras Morrison hacía su camino a nosotras con una bebida en la mano.
—Recuerda no ser una más del montón —dije, en dirección a la puerta trasera—. No eres sólo un cuerpo.
— ¡No me convertiré en una vieja bruja con telarañas! —gritó detrás de mí.
Zigzagueando en el laberinto de estudiantes en la cocina, tuve que empujar a una pareja manoseándose para poder abrir la nevera. Había una lata de refresco detrás de toda la cerveza, y eso es lo que debería beber un conductor designado.
— ¡Sexy vestido, Brittany! —gritó alguien desde algún lugar de la cocina.
No me giré para responder.
—Emily ha estado buscándote. ¡Alguien debe decirle, morirá de felicidad cuando te encuentre!
No podía esperar para irme a la playa con rapidez. Afuera se hallaba tranquilo y casi vacío, salvo por la pareja que estaban haciéndolo en la hamaca de la Sra. Fields. La noche era cálida y el agua tan silenciosa que parecía que podía caminar sobre ella sin hundirme.
Caminé descalza quitándome los zapatos de Taylor y fui hasta el final del muelle. Tendría mi propia fiesta privada aquí. Sólo yo y el Sr. Refresco. Abrí la lata y bebí un sorbo. ¿Qué diablos iba mal en mí? ¿Cuándo una chica que solía amar ser el alma de las fiestas se convirtió en la chica que buscaba un rincón tranquilo sólo para ponerse de mal humor?
Como la mayoría de las preguntas que me planteaba a mí misma en estos días, la respuesta se reducía a lo mismo. El mismo nombre.
—No es realmente lo que me gusta hacer, tampoco. Salté tan fuerte que derramé un cuarto de mi refresco de limón en todo el vestido de Taylor. Sería la última vez que me prestaría algo de su armario, y eso me puso feliz.
—Sí, tampoco a mí —dije, limpiando las gotas brillantes de color champán de la ropa—. Obviamente.
—Nada es obvio en ti, Brittany Pierce. Con esas palabras y esa voz, atrapó más mi atención que eliminar la posible mancha de refresco. Incluso su voz era más bonita que la mía.
Mirando por encima de mi hombro, vi a Holly, usando unos vaqueros oscuros y una camisa blanca, mirándome. No sabía si debía ofrecerle un asiento, o lanzarla al lago para que nadara a la orilla más alejada de mí.
Desconocía lo que sabía de mí, si sabía algo de mí y Santana, y estoy bastante segura de que yo no quería hablarle sobre mi relación con Santana.
Al final, decidí ser civilizada. —Hola, Holly —dije—, siéntate. Era evidente que me había seguido, esto no era un encuentro fortuito, así que tenía algo que decirme. Quería terminar con esto pronto para así poder intentar avanzar con mi vida.
Se sentó, dejando su vaso de plástico rojo a un lado y arremangó sus vaqueros.
—Pensé que sería difícil encontrarte sola —dijo, metiendo los pies en el agua—. Escuché que te convertiste en la chica Southpointe del año.
No quería pensar en dónde escuchó eso. —Si te refieres a los rumores y medias verdades que dijeron de mí sobre un club de desnudistas, entonces sí, supongo que me llevo la corona a la chica del año. —Sonó más defensivo de lo que quería, pero tenía una conversación con la chica que mi ex novia tuvo una encantadora hija. Estar a la defensiva no era tan malo.
Asintió, mirando hacia el lago. —Lo siento, no tuve la oportunidad de entregarte mi corona personalmente. Mi reinado terminó el año pasado y olvidé que debía regresarla.
No supe qué decir. No me encontraba dispuesta a ser simpática con ella y debería ser capaz de ser educada, pero tenía un problema con los modales.
— ¿Santana está aquí? —pregunté, inmediatamente quise golpearme por preguntar. Si no creyera ya que soy una perdedora desesperada, esa pregunta confirmaría sus sospechas.
—No estoy segura —dijo, tomando un sorbo de su vaso.
— ¿En casa con la bebé? —Era una pregunta simpática que sonó como si yo fuera una perra.
—No. —Holly se puso rígida, sus brillantes ojos azules parpadearon—. Esta noche mi madre está de canguro.
—Holly, lo siento —dije, deseando haberme contenido, así no estaríamos teniendo una conversación tan incómoda—. No estoy tratando de ser una perra.
— ¿Simplemente es algo natural? —agregó, dándome una sonrisa falsa.
—Me merezco eso. —Sí —concordó, tomando otro sorbo. Nos quedamos en silencio por un tiempo, tanto que no estuve segura
Si esperaba que yo dijera algo o si se armaba de valor para poder hablar.
Así que solté algo que ninguna de nosotras esperaba. — ¿Es una buena madre? Parecía tan sorprendida por mi pregunta como yo.
—Estoy segura de que lo será algún día. Una desagradable comprensión me golpeó como un látigo.
—Espera —dije, girándome hacia Holly—. ¿Dices que algún día, no hablas en presente?
Mordió su labio, pensando en algo más. —No sé cuánto es lo que debería decirte, pero… —Dímelo todo —interrumpí, acercándome—. Porque nadie más lo hará.
Miró bajo sus pestañas. —Esto debería ser innecesario, pero sacaste tus propias conclusiones antes de hacer preguntas.
Contuve mi aliento por un sólido minuto. — ¿Estás lista para hacer las preguntas ahora? —dijo, echándose hacia atrás con su mano—. ¿Las preguntas correctas?
Asentí. —Pregunta —dijo. ¿Qué quería saber? ¿Quería que confirmara o negara mis conclusiones en este mismo instante? Cuando un rostro eclipsó mis pensamientos, uno con una larga cicatriz y unos ojos grises, tuve mi respuesta.
— ¿Es Santana la madre de tu bebé? —Hice la pregunta principal para comenzar.
—No. Oh, Dios mío. La culpa llegó de repente.
— ¿Tú y Santana tienen algún tipo de relación?
—Sí —respondió, tomando un sorbo—. Ha sido mi mejor amiga desde que estamos en primer grado.
Una vez más, quería abofetearme en la cara y al mismo tiempo quería saltar y gritar de alegría.
—Aquella noche la seguí hasta tu casa —dije lentamente tratando procesar todo—. Te trajo pañales y leche y lo abrazaste diciendo que tenías grandes planes para ella. —Reviví la escena, pero desde una perspectiva diferente. Desde otros ojos que eran menos propensos a sacar conclusiones sin hacer preguntas.
—Y pensé que Santana tenía problemas de confianza —murmuró, mirándome como si quisiera retorcerme el cuello—. La llamé temprano ese día porque no tenía dinero y la bebé necesitaría pañales y comida en unas doce horas si tenía suerte. Santana ha sido un apoyo para mí desde el principio ya que su verdadera madre no quiere saber nada de ella.
Tragué saliva, recordando las cosas que había pensado y las cosas que le había dicho esa mañana. Entendí por qué me ignoró de esa manera y lo seguía haciendo ahora.
—Nos abrazamos porque, vamos, hemos sido amigas toda la vida. —Holly contaba cosas con sus dedos, mirándome como si este fuera un juego de niños—. Los planes que tenía para ella esa noche incluían fijarme una cuna que había encontrado en una venta de garaje ese día, y sí, se quedó esa noche —dijo, arqueando una ceja—. En el sofá, en caso de que tu pequeña mente ya esté saltando a conclusiones equivocadas.
Dejé que todo lo que Holly acababa de decirme se hundiera en mi piel.
— ¿Por qué diablos no me dijo nada acerca de ti? —susurré—. ¿Por qué no negó todo cuando me acerqué a ella la mañana siguiente?
Metió los dedos de su pie en el agua, jugando en la calma de la superficie.
—Porque le pedí que no le dijera a nadie acerca de la pequeña santana Sabe quién es la madre y la pedazo de mierda de la madre sabe quién es ella, pero yo no quería que nadie más conociera la verdadera razón por la que dejé la escuela. Los esparcidores de rumores de Southpointe habrían hecho un día de campo con ese jugoso chisme —dijo, sonriendo en la noche—. Y sólo Santana puede decirte la razón por la que no te dijo la verdad esa mañana. Tal vez porque no le habrías creído aunque te lo dijera.
Todo en lo que podía pensar era en la expresión de sus ojos esa mañana cuando lo enfrenté, diciéndole que confiaba más en Emily que en ella. El dolor y la traición que ensombreció su rostro.
—Soy la peor persona del mundo —le dije, más para mí que nada.
—Esa mañana cuando Santana llegó, pensé que habían arrancado el corazón de su pecho, entonces me contó lo que pasó —dijo, sin mirarme.
—Ahora entiendo —dije—. Entiendo por qué me odia. —Merecía ser aborrecida.
Holly se rió entre dientes, una risa oscura y gutural. —Tú realmente eres una perra despistada, Brittany —dijo, arrojando el resto de su bebida en el agua—. Santana no te odia. Esa mujer, en contra de todo lo que sabe y le digo, todavía te ama.
Sólo había una sola explicación. Acababa de cruzar un universo alternativo.
— ¿Todavía me ama? —susurré. —Todavía y siempre lo hará —dijo, sacudiendo la cabeza. Tenía que levantarme y encontrar a Santana. Tenía que disculparme y pedirle perdón y saber si lo que ella decía era cierto, ya que, a pesar de que había tratado de enterrarlo a dos metros de profundidad, todavía la amaba demasiado.
—Gracias, Holly —le dije, mirándola a los ojos. Levantó su hombro, mirando hacia el lago. —No hice esto por ti. Lo hice por ella, así que no hay necesidad de que te sientas en deuda conmigo.
Le sonreí, la chica que había asumido que Santana amaba, la chica quien era, en efecto, su mejor amiga y la chica que había puesto todas las cosas claras.
—Holly —dije, sentándome a su lado—. ¿Quién es la madre de la pequeña Santana?
Se quedó sin aliento, como si la hubiera atrapado con la guardia baja. No era asunto mío, y esperaba que me mandara al diablo pero entonces soltó un suspiro.
—Bueno, si son las mujeres más hermosas que alguna vez han pisado Southpointe High.
La voz de Emily me hizo gemir en voz baja y puso a Holly toda rígida y silenciosa. El muelle crujió bajo sus pies mientras se acercaba hacia nosotras, vestida con unos jeans ajustados y una camisa color rojo de marca—Oye, hermosa —dijo ella, inclinándose para besarme. Su aliento era asqueroso con el alcohol y el jugo de arándano—. Y la señorita Holly —dijo, mirándola fijamente— Siempre es un placer estar en tu compañía. ¿Cómo está la pequeña bastarda? —Cubrió su boca, sus ojos saltaban con diversión—. Quiero decir ¿la bebé?
Ella se levantó rápidamente, mirándola ceñuda. —Por lo que a mí respecta nunca lo sabrás —dijo, empujándola hacia un lado con su hombro antes de correr y desaparecer en la multitud.
—Puede que quieras tener en cuenta que pierdes el tiempo con Brittany—dijo ella, sacando una bebida gratis de su bolsillo—. Las mujeres con su reputación no ayudan a chicas con tu vieja reputación.
—Emily, nos graduamos en una semana. No estoy preocupada por mi reputación —le dije, levantándome, porque no me gustaba la forma en la que me miraba con esa sonrisa de borracha—. Y fue una mierda lo que le dijiste a Holly. ¿Qué ganas llamando a su hija bastarda?
Levantando su copa dijo—: Cada quien juzga por su condición. Está en la sangre de la niña. —Terminó su bebida de un trago y la arrojó al lago.
—Linda —dije, cruzando los brazos—. ¿No estás de buen humor esta noche? —Sólo estoy tan malditamente herida, Britt —dijo apretándome en un abrazo, moldeando sus manos en mi trasero—. Necesito liberarme. —Deslizando mi cabello hacia un hombro, pasó sus labios por mi clavícula—. Y la forma en la que estás vestida para mí esta noche, me dice que finalmente estás lista para eso.
— ¿Qué demonios, Emily? —dije, empujándola lejos de mí, mucho más difícil de lo que pensé, pero no tan duro como se merecía. No sé si fue el alcohol o mi fuerza sobrehumana, pero Emily se tambaleó hacia atrás cayendo en la oscuridad del lago.
—Maldita sea, Brittany—gritó, saliendo a la superficie. —Que tengas un buen baño —le dije, pisando fuerte por el muelle. — ¡Brittany! ¡Vuelve aquí ahora mismo! —gritó, haciendo un ruidoso chapoteo.
—Ten una vida agradable masturbándote —dije para mí misma, cogiendo los zapatos de Taylor y corriendo hacia la casa.
La fiesta había crecido y ahora me encontraba de pie en la única habitación. La gente podía ser increíblemente creativa cuando no había una superficie de repuesto para extenderse. Estaba a punto de apoderarme de Taylor Donovan para llevarla de vuelta a casa y desgarrar la ciudad en busca de Santana cuando algo demasiado tentador como para ignorarlo saltó a mi mente.
Esquivé un cuerpo mientras subía por las escaleras hasta el segundo piso. La habitación de Emily se hallaba al final del pasillo, probablemente, la única habitación de la casa que no era utilizada desde que Emily tenía una cerradura instalada para mantener a sus padres y adolescentes calientes fuera de follar en su cama cuando hacía este tipo de fiestas.
Sin embargo, como su novia, me contó la ubicación de dónde guardaba la llave de repuesto, probablemente con la esperanza que un día me encerraría allí como una sorpresa de cumpleaños. Nunca había estado tan feliz de haberle dicho que no a un chico bien parecido antes.
Me agaché en el banco al final del pasillo, sacando la llave de su ubicación. Me levanté e introduje la llave en la cerradura, giré y empujé la puerta para abrirla.
—Pensé que nunca lo preguntarías. —Una de las defensa del equipo arrastro las palabras tambaleándose hacia mí.
—Sí —le dije, deslizándome detrás de la puerta—. Nunca podría estar tan borracha.
Cerré la puerta y corrí al baño de Emily. De pie en la habitación de Emily, no podía recordar lo que había visto en ella. Sin duda, algo debía saltar a mi mente después de pasar casi seis meses con una chica, pero no había nada.
Nada más que una corriente de pesar y alivio me imaginé que mejor más pronto que tarde.
Tiré la toalla del anillo de metal, abrí el pequeño armario de su baño. No tuve que buscar a tientas en todos los productos de higiene femenina que allí había para encontrar lo que buscaba. Estaba justo en la parte superior.
Corriendo fuera del baño, fui a su escritorio y cogí una pluma, papel adhesivo y escribí mis palabras de despedida. Ni siquiera traté de ocultar mi sonrisa. Giré la toalla antes de soltarla en el centro de su cama, luego coloque el lubricante al lado de ella, y guardé la nota en la botella casi vacía. Di un paso atrás para admirar mi obra.
Emily nunca se calmaría lo suficiente como para leer las palabras de nuevo. Me hubiera gustado ver la expresión de su rostro.
Iba a salir de la habitación, para bien, cuando escuché el susurro de la puerta siendo abierta. Volteándome lentamente, me encontré con Emily, empapada, las llaves en su mano y mirándome como si yo acabara de tropezar con su trampa.
— ¿Me has echado de menos? —preguntó, cerrando la puerta detrás.
Además de ser una hija de puta caliente, Emily nunca había hecho nada que me hiciera sentir amenazada, insegura o asustada. Sentí todas esas cosas ahora.
— ¿Qué es esto? —Preguntó, cruzando la habitación hacia su cama—. ¿Un regalo?
No respondí. Todos los instintos de mi cuerpo se dispararon, diciéndome que saliera de esta habitación. Poco a poco comencé a caminar hacia la puerta.
Al ver la nota en la botella, los ojos de Emily se entrecerraron. —“Diviértete liberándote tú misma”. —Leyó, una lenta sonrisa se extendió en su rostro. Dejando caer la nota sobre la cama, su cabeza se giró hacia donde mí haciendo mi camino hacia la puerta.
—Oh, bebé, lo tengo planeado. Fue en ese momento, que la expresión de su cara, aún más que sus palabras, hizo que la adrenalina en mi cuerpo viajara a toda velocidad. Corrí hacia la puerta. No era lo suficientemente rápida.
— ¿Ya te vas? —dijo Emily, agarrándome por detrás. Maldita sea, era fuerte para ser una borracha tambaleante. El baño en el agua fría del lago debió haberla serenado—. Pero si acabas de llegar.
—Déjame ir, Emily—le advertí, tratando de liberar mis brazos de donde los había clavado a mis costados.
— ¿O qué? —Se burló, arrastrándome de vuelta a su cama—. ¿Vas a llorar por la perra de tu madre, o quizás por el imbécil de tu padre? ¿O tal vez por todos tus amigos que eran míos antes que tuyos? —Llegando a un lado de la cama, me tiró sobre el colchón, montándose encima de mí—. Sé una buena perra y compórtate. —Miró a propósito en su mesita de noche donde yo sabía que mantenía algún tipo de arma de fuego. Me había explicado que era para protegerse de los intrusos, pero al parecer, era también muy práctico para amenazar a una chica a hacer lo que ella quisiera—. O voy a tener que hacer que te comportes.
—Dios, Emily. ¿Quién demonios eres? —le dije, agarrando la botella que rodaba sobre el colchón y lanzándola hacia ella—. ¿Tú realmente has engañado a todo el mundo, no?
—No a todo el mundo —dijo, sacando la camisa mojada por su cabeza y arrojándola a un rincón—. Holly y Santana más o menos tienen mi número, pero mira cómo está su reputación. Si yo fuera tú, después de esta noche, no iría llorando por las calles para contarle a la gente que soy una especie de monstruo. —Sonrió, con los ojos muy abiertos por la excitación—. Porque, cariño, no van a creer tu historia sobre la mía.
Me deslicé hacia el lado de la cama, calculando la cantidad de tiempo que me faltaría para llegar a la puerta, preguntándome si podría llegar más rápido que Emily. Puesto que se encontraba de pie entre la puerta y yo, las probabilidades no me favorecían.
— ¿Por qué ahora? ¿Por qué meses después de ser una "paciente" novia estás haciendo esto ahora?
—Porque puedo —respondió, con las manos sobre el zipper de sus jeans—, y porque quiero. Esa es toda la justificación que necesito.
Tenía que intentarlo. Tenía que hacerlo funcionar, porque de cualquier manera, Emily no se iba a detener.
—Ese es tu brillante plan, violar a una chica con la que acabas de pelear en presencia de doscientas personas.
Traté de apelar a su inteligencia, la poca que tenía en su estado de embriaguez, enloquecida.
—No, mi brillante plan es tener relaciones sexuales consentidas con mi novia que se va a ir en el otoño y quiere tener una noche romántica antes de separarnos —dijo, tirando de sus jeans.
Mierda ella había pensado en esto. Y yo sabía que en un tribunal de justicia, su historia sería la que creerían. Ahora era el momento de correr.
Luchando en la cama, corrí hacia la puerta y antes de dar tres pasos, una cuerda rodeó mi cuello. Caí al suelo, tosiendo, sintiendo como si me estuviera ahogando en mi propia garganta.
—No te recomendaría que lo intentaras de nuevo —dijo Emily, de pie junto a mí, con el pelo goteando gotas de agua en mi cara.
Volviendo la cabeza hacia otro lado, traté de recuperar el aliento.
—Un día, Emily Fields—dije entre respiraciones cortadas—, alguien va a estar sobre ti de la misma forma en la que estás sobre mí ahora y te dará una patada en el culo. —Y voy a tener un asiento de primera fila.
Se dejó caer sobre mí, aplastándome con su peso. Empujando mis piernas con las rodillas, pasó la lengua por mi cuello hasta la punta de la oreja.
—Tal vez mañana —susurró en mi oído—, pero no esta noche. Nadie va a venir esta noche a rescatarte.
Sacudiendo las piernas, tratando de liberarme de su agarre, levanté mi cabeza.
—No, Emily—le dije muy cerca de su oreja
— nadie va a venir en tu rescate. —Y entonces las clases de defensa personal que mis padres me obligaron a tomar cuando tenía trece años pagaron su peso en oro.
Hundiendo mis dientes en su oído, moví una pierna libre y lancé el pie una vez, dos veces, y una tercera vez en su entrepierna.
Rugió de dolor, con una mano agarrando su oreja.
Luchando para sacar el resto de mi cuerpo de debajo de ella, me deslicé a lo largo de la alfombra, sabiendo que si no llegaba a la puerta antes de que ella llegara a la mesita de noche, las clases de defensa personal no importarían.
Entonces cuando me arrastraba hacia la puerta, ésta fue abierta de golpe, parte del marco roto. Estallando a través de la puerta, se encontraba Santana, echó un vistazo a la escena ante ella y se puso furiosa. Animales rabiosos tenían mejor dominio de sí mismo que la furia que brillaba en sus ojos.
Sin decir una palabra, Santana se tiró encima de Emily, con los puños golpeándolo incluso antes de que Emily se diera cuenta de que había alguien más en la habitación. Volteando a Emily sobre su espalda, Santana se colocó a horcajadas sobre ella, enfocando sus puños en su rostro.
Cada golpe aterrizó en una herida, liberando cada vez más sangre. Descifrar qué gruñidos eran de Santana o Emily era imposible. Cuando se hizo evidente que Santana no pensaba en darle una lección, sino quitarle la vida, me levanté del suelo y tropecé hacia ellas.
—Detente, Santana. —Mi voz temblaba casi tanto como mis piernas—. Detente. —Extendiendo mi mano, la apoyé en su hombro.
No se detuvo, pero sus golpes disminuyeron y su frecuencia decreció. —Sí, es posible que desees escucharla —dijo Emily, escupiendo sangre por la boca sobre la alfombra—. A menos que quieras que te encierren de nuevo. ¿Quién va a estar aquí para cuidar a Brittany cuando la arrincone en alguna otra habitación, López? —Emily miraba hacia Santana con una sonrisa sangrienta, desafiándola como si tuviera un deseo de muerte.
Los músculos de Santana se tensaron debajo de mi mano, sus respiraciones subían y bajaban sus hombros quince centímetros cada vez.
—Me dije a mí misma que la próxima vez que escuchara sobre ti haciéndole esto a otra chica, iba a arrancarte las tetas .Pero como la chica con la que te encontré es Britt... —Me miró, su rostro delineado antes de inclinarse por lo que su rostro quedó a una pulgada de Emily—: Te voy a matar.
Y la cosa más aterradora que había sucedido hasta el momento esta noche fue esa amenaza. Porque no era una amenaza, me di cuenta por el tono de su voz que hablaba en serio.
En lugar de arrastrarme hacia ellas, me arrastré lejos, colocando mi cuerpo delante de la mesa de noche de Emily. Dudaba que Santana supiera si y dónde tenía un arma Emily, pero también sabía que ella buscaría, y la mesita de noche sería la primera cosa en donde buscar.
Empujándola hacia arriba, Santana se puso sobre Emily, hirviendo hacia ella.
—Britt —dijo, con los ojos fijos en Emily—, ¿te importaría alejarte de allí, así puedo terminar con este hijo de puta?
Tragué saliva. Ella ya sabía.
—No —le dije.
—Luce, esto es entre ella y yo en este momento —dijo, con la espalda temblorosa—. Muévete.
Mi pelea había cambiado de evitar que Emily me violara, a evitar que Santana la moliera a golpes, y ahora a Santana de asesinarla. Debería haber llegado a mi punto de agotamiento desde hace una puerta rota atrás, pero era una chica con mucha fuerza dentro.
—No —repetí, mi voz más fuerte.
—Maldita sea, Britt—gritó Santana—, ¡se merece esto! Me levanté, dando un paso hacia ella. —Lo sé —dije, dando unos pasos más hasta que pude poner mis manos alrededor de una de las suyas. Esperé que me mirara, y cuando finalmente lo hizo, vi el conflicto en sus ojos—. Pero tú no.
Sus ojos se cerraron, la rabia aun rodando fuera de ella. —Voy a quedarme encerrada para siempre un día, y no puedo imaginar una mejor razón para cumplir una sentencia de cadena perpetua que por llevarme una bastarda como ella No me importa, Britt.
Levantando una mano a su mejilla, incliné su rostro hacia el mío. —Pero a mí sí. Me miró, truenos retumbando a través de sus ojos, y luego hacia abajo a Emily.
Todo su cuerpo se tensó de nuevo.
—Quiero matarla, Britt. Quiero matarla más de lo que he querido nada. —Una ondulación recorrió su espalda—. No sé cómo alejarme.
—Déjame ayudarte —le dije. Esperaría el tiempo que fuera necesario. No me iba a alejar, hasta que se alejara conmigo.
Debajo de Santana, Emily se rió entre dientes, escupiendo otro chorro de sangre.
—La delincuente y la zorra cabalgando hacia la puesta de sol juntas —dijo riendo—. No vamos a tener que aguantar la respiración para ese felices para siempre.
Santana se estremeció, pero no la dejé ir. —No desperdicies tu vida en esta bastarda —le dije, negándome a mirar a Emily porque estaría bien si nunca tuviera que mirar esa cara de nuevo. Le sonreí a Santana —. ¿Por qué no la desperdicias conmigo en su lugar?
Las líneas se suavizaban en su rostro mientras sostenía mi mirada. Y, finalmente, sonrió.
—Aceptaré ese acuerdo. Asintiendo hacia la puerta, empujé su mano. Otra risa provino de Emily—Por lo menos alguien va a recibir un pedazo de ese culo esta noche.
Gemí. Emily no tenía sentido de auto-preservación. Agarrándola por el cuello de la camisa, Santana la levantó. —Tú no sabes cuándo callar —dijo Santana, levantando su puño apretado—. Deja que te ayude. —Condujo su puño cuadrado hacia la boca de Emily, enviándola a estrellarse de nuevo en el suelo—. Britt —Santana me miró, su cara serena—. Espérame en el pasillo —dijo—. No voy a matarla —añadió, respondiendo mi mirada preventiva.
—Santana. —No la iba a dejar sola con Emily—Mírame —dijo, esperando por mí—. Estoy bien. No la voy a matar.
—Y luego, me miró todo significativo—. Confía en mí.
Esta era mi oportunidad. Mi oportunidad para mostrarle la confianza que le había negado. La confianza que había merecido que yo sentía que no tenía. ¿Cómo podía decir que no y esperar que tuviéramos alguna vez una oportunidad de luchar?
No quería, no me gustaba, pero era necesario. —Está bien —concordé.
Esa sonrisa que no había visto en su cara en mucho tiempo que pensé que había desaparecido para siempre, apareció.
—Estaré afuera pronto —dijo—. ¿Podrías llamar a Holly? Está esperando en el pasillo y creo que va a querer ver esto.
Confía. Confía. Confía. —Está bien. Voy a esperar afuera —le dije—. No me hagas esperar demasiado tiempo. —Caminando hacia la puerta, alisé la espalda de mi vestido en su lugar, tratando de hacer lo mismo con mi pelo.
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Apoyada contra la pared, Holly obviamente había estado colocada allí para asegurarse de que nadie tratara de interrumpir a Santana mientras se ocupaba de golpearle el trasero a Emily.
Sus ojos corrieron sobre mí, con el rostro ensombrecido. — ¿Estás bien? —Sí —respondí, acercándome a ella—.Santana pregunta por ti ahí. Asintió, empujándose de la pared. Volviéndose hacia mí, sus manos encontraron las mías.
— ¿Estás bien? —preguntó de nuevo mientras un silencioso intercambio tenía lugar entre nosotras. En un nivel básico, lo entendí, la entendí, y ella me entendía también. Éramos como la hermandad de chicas que Emily atacó y, aunque no era un denominador común para estar orgullosas, sí era un vínculo para estarlo.
—Sí —le contesté, mirándola a los ojos. Dándole a mis manos un apretón, se dirigió hacia el dormitorio. —Eres un hueso duro de roer, Brittany Pierce—dijo, mirándome desde la puerta—. Entiendo lo que Santana ve en ti.
Yendo en contra de cada impulso de correr nuevamente dentro de esa habitación, no lo hice. No había confiado en Santana, no le había dado el beneficio de la duda antes. Ahora lo haría.
Obtuve un par de miradas de reojo de algunas chicas sentadas en la parte superior de la escalera, pero el segundo piso se encontraba prácticamente vacío. O bien la fiesta terminaba o Holly sabía cómo redirigir el tráfico.
Jugueteando con el enigma que era el vestido que llevaba para pasar el tiempo, me di por vencida. Ninguna cantidad de tirones y alisados podrían mágicamente crear más tejido para cubrir las partes de mi cuerpo que preferiría mantener cubiertas, y parecía que le debía a Taylor un vestido nuevo, ya que, gracias a Emily, tenía una abertura en la parte frontal que coincida con una en la parte posterior.
Otro minuto pasó y me reaseguré que todo iba bien, porque no había gritos que helaran la sangre ni disparos habían salido de la habitación al final del pasillo, pero todavía me sentía ansiosa como el infierno. Así que enterré algo de esa energía nerviosa paseándome por el pasillo como una leona enjaulada.
En mi quinta vuelta camino a la escalera, Santana y Holly salieron de la habitación de Emily, la expresión de Santana ilegible, pero Holly sonrió para sus adentros.
— ¿Está todo bien? —le pregunté, corriendo por el pasillo a su encuentro.
Santana echó un vistazo a Holly. —Lo está ahora —dijo, abriendo sus brazos para mí. Me acurruqué contra ella, sintiendo como partes de mí se derretían contra ella. Los seis meses de no sentirme bien se convirtieron en humo.
— ¿Qué pasó? —pregunté contra su pecho. —Reivindicación —respondió Holly, dándole palmaditas a su sobredimensionado bolso—. Me voy de aquí. He hecho lo que vine a hacer y mamá va a estar enojada si me quedo toda la noche.
—Nosotras también —dijo Santana, empujándome debajo de su brazo y dirigiéndonos hacia las escaleras—. Tengo que llevar a Britt a casa.
—Espera. —Me detuve—. Traje a Taylor. Soy la conductora designada esta noche.
Santana se quejó. —Oye, Holl, ¿te importaría encontrar a Taylor Donovan y darle un aventón a su casa?
Su rostro se torció. —Si te refieres a la mujer que me llamó por todos los nombres en la guía de maldad femenina, entonces sí, me importa —dijo Holly detrás de nosotras, serpenteando por las escaleras—. Pero ya que tú eres la que pregunta, voy a poner en mi modo de niña grande, de bragas no muy amargas y llevaré a la perra a su hogar. No voy a acompañarla hasta la puerta principal sin embargo.
—Eres una santa —dijo Santana, guiándome por las escaleras, empujando a un tipo a un lado que casi derramó su cerveza sobre mí.
— ¿Alguien ha visto a una perra delirante con cabello bonito? —gritó Holly en la parte inferior de las escaleras. Todos los que la oyeron señalaron una dirección diferente.
—Parece que haré el trabajo por mí misma —dijo ella, sumergiéndose en la multitud—. Nos vemos más tarde.
— ¡Oye, Holl! —gritó Santana tras ella. Echó un vistazo hacia atrás, casi fuera de la vista. —Mis felicitaciones por tu trabajo allá arriba. Ella nos dedicó una deslumbrante expresión y desapareció entre la multitud.
—Vamos —dijo Santana, manteniéndome cerca—, vamos a salir de aquí.
Al salir por la puerta principal, me di cuenta de que nunca había estado en algo tan malo después de otra fiesta, pero mientras Santana me condujo por las escaleras, también sabía que me alegraba haber venido. Vestida como una zorra estática, una incómodamente esclarecedora conversación con Holly, y Emily tratando de aprovecharse de mí a un lado, tenía a Santana junto a mí, tomando mi mano como si nunca fuera a permitir que se vaya otra vez.
Soportaría una suerte mucho peor por sostener esta mano. —Entonces, ¿a qué trabajo te referías allí? —le pregunté, sacando las llaves de Taylor de mi bolso.
No respondió. —Oh, Dios. ¿Qué tan malo es? —Ni siquiera dejaría ir a mi imaginación.
—Nada menos de lo que se merecía —dijo Santana, abriendo la puerta del acompañante para mí y tomando las llaves—. Sólo puso una etiqueta de advertencia sobre Ella. —Cerró la puerta y se tomó su tiempo rodeando la parte delantera del coche.
— ¿Qué clase de etiqueta de advertencia? —le pregunté tan pronto como la puerta del conductor se abrió.
Haciendo clic con el cinturón de seguridad en su lugar, Santana me lanzó una mirada tímida.
—Del tipo que está tatuado en su entrepierna con una lista de las enfermedades de transmisión sexual que tiene.
Me atraganté con mi saliva. — ¿Qué? No hablas en serio. Al girar la llave otra vez, me miró con una expresión que sangraba seriedad.
—Oh, Dios mío. —Suspiré—. Mierda, ¿tiene una lista real? —Tenía incluso más cosas que agradecer a Santana.
Se encogió de hombros. —Otra chica nunca tendrá que averiguarlo —dijo, dando la vuelta y bajando por el camino de entrada.
— ¿Algo más? —le pregunté, temiendo la respuesta. Las esquinas de los ojos de Santana se arrugaron. —Podríamos haber pegado con Krazy Glue su mano a sus tetas y el dedo índice de la otra mano a su nariz.
Mi boca se abrió. Era tan impactante como divertido, así que me reí. Me imaginé todo el evento, comenzando con el tatuaje para terminar con Krazy Glue, sintiéndome totalmente... reivindicada. Holly lo había dicho mejor.
— ¿No es posible que ustedes se metan en problemas por eso? —le pregunté cuando me calmé.
—Probablemente —dijo, su propia risa oscureciéndose—, pero no hay manera en el infierno que Emily lo vaya a denunciar.
Emily siempre me había parecido el tipo de chica que iba haciendo crecer los chismes en clase.
— ¿Por qué no? —Porque Holly amenazó con decirle a sus padres que la pequeña Santana es su hija y luego se convertiría en un escándalo autentico —dijo, regodeándose—. Una familia como los Fields no puede darse el lujo de recibir un golpe público como ese si esperan seguir vendiendo minivans caros y todo eso.
Holly no había tenido la oportunidad de decirme, pero me lo imaginé. El intercambio silencioso en la sala me dijo todo lo que necesitaba saber sobre quién era la madre de la pequeña Santana.
—Ustedes dos tenían todo esto planeado. Respondió con un encogimiento de hombros a medias. — ¿Cómo estás? —preguntó, cubriendo mi mano con la suya. — ¿Después de casi ser forzada a tener relaciones sexuales con mi novia? ¿O después de enterarme, que mi novia no es solamente una bastarda, sino una madre? ¿O después de enterarme de que había estado toda equivocada sobre ti y no dijiste nada que me haga pensar lo contrario? —Quería culpar a alguien más, o a las circunstancias por lo menos, pero la única persona a quien señalar con mi pequeño dedo juzgador era yo misma.
— ¿Cómo te sientes acerca de todo eso? —preguntó, con voz suave, con tal contraste a lo que yo sabía que era capaz de hacer—. Dame una puntuación media.
—Me siento como una mierda —le contesté, y luego la miré. No sabía si era sólo por esta noche, o simplemente como una amiga que cuidaba mi espalda o como sólo un poco más de lo que había sido para mí estos últimos seis meses, pero ella se encontraba aquí—. Y un poco como genial también. ¿Y tú?
Me miró, sus ojos iluminados y cálidos. —Estoy un poco como genial también. Apagando Sunrise Drive, llevó el coche de Taylor hasta la cabina. Los dos nos quedamos mirando la estructura oscura, esperando. Podría ser apresurado, podría ser de mal gusto, pero esta mujer agarraba lo que quería y sin mirar atrás.
— ¿Quieres entrar? —Tragué, esperando una aceptación tanto como un rechazo.
Hizo una pausa, sus ojos inspeccionando el lugar como si estuviera fuertemente custodiado. Conocía aquella mirada en una mujer, de preocupación.
—Mis padres no están en casa —le dije—. Mamá tenía un viaje de trabajo y arrastró a mi papá.
Santana abrió su puerta. El corazón me dio un vuelco. — ¿Tu mamá sacó a tu padre de la casa? —preguntó, cuando salí del coche.
—Después de mezclar sus huevos con algunos narcóticos fuertes —le contesté, caminando hacia donde me esperaba.
Tenía la vista fija en la cabina de nuevo, masticando algo fuera en su labio inferior. También conocía esa mirada en una mujer: vacilación.
—Está bien si no quieres —le dije, esperando a su lado—. Entiendo. —Si quiero, Britt —dijo, mirando a la ventana de mi dormitorio—. Sólo no estoy segura de sí debería hacerlo.
La mujer que podría patearle el culo a cualquiera con las manos atadas detrás de su espalda. La misma mujer a la que no le importaba si todos en Southpointe anunciaban al mundo que había dormido con todas y cada una de las mujeres solteras en el estado. La misma mujer que deliberaba sobre venir dentro de una casa sin padres conmigo.
Era una dicotomía andante. —Bueno, estoy segura, por lo que mi certeza anula tu incertidumbre.
—La agarré del brazo y tiré de ella por las escaleras—. Por aquí.
Suspiró, pero me dejó conducirla hasta la entrada y la puerta principal. Las tablas del suelo se quejaban debajo de nuestros pies, haciendo eco a través de la casa en silencio.
— ¿Quieres algo? —le pregunté, encendiendo la luz de la cocina. Negó con la cabeza, sus ojos ahora uniéndose al juego vacilante. Queriendo poder ver un piso cercano a la salida más conveniente, la empujé hacia las escaleras, ni de cerca dejando ir su mano.
—Tengo que cambiarme —le dije, dando a su mano otro tirón. Funcionó. No estaba segura de lo que hacía mientras llevaba a Santana a mi habitación, pero no era porque mis intenciones eran puras o impuras. No tenía ninguna intención en este momento, sólo iba a lo que se sentía bien.
— ¿Cómo sabías lo que sucedía conmigo esta noche? —pregunté, tirando de la cadena de la lámpara en mi tocador. Sabía que tenía que estar preocupada con una montaña de preguntas en este momento, pero la única razón por la que las hacía era llenar el silencio.
—Holly los vio a Fields y a ti tener una pelea, vino y me llevó. Y cuando se trata de predecir los próximos movimientos de Fields, todo lo que tienes que preguntarte a ti misma es qué haría una imbécil y multiplicarlo por diez y tendrás tu respuesta. —Se apoyó en la puerta, inspeccionando mi cuarto como si no fuera real.
La miré de la misma manera. —Gracias, Santana. —Hice una pausa en mi camino al baño y la miré. Había creído y asumido cosas horribles sobre ella. Me había convertido en otro miembro de la mafia dejando que la peor mierda le pegara. Esto hizo mi garganta arder—. Y lo siento —dije, esperando que pudiera leer en mis ojos lo que mis palabras no podían expresar—. Holly me explicó todo y estoy tan, tan arrepentida, Santana.
Empujando la puerta, dio un paso dentro. —Lo sé, Britt. —Me dio una sonrisa triste. Desaparecí detrás de la puerta del baño, pijamas en mano, con lágrimas en los ojos.
—No creía que tu habitación sería tan... femenina. —Su nariz se hallaba apretada por el tono de su voz.
Deslizándome del vestido de envoltura de salchicha, saqué la cabeza.
— ¿No nos conocemos mejor ahora para asumir cualquier cosa la una de la otra? —Alzó una ceja y me sonrió.
Se rió entre dientes. —Espero que sí —dijo—. ¿Estás diciendo que esto sería un mal momento para hablar de las otras cinco hijas que he engendrado con cinco mujeres diferentes? ¿O es que me has seguido a todos sus tráileres ya?
Tiré el vestido por la puerta, golpeando su rostro. Quitándolo de su cara, lo arrugó. Si se tratara de un indicador de la poca tela en qué consistía, ella fue capaz de hacerlo caber en la palma de una mano y meterlo en el bolsillo de su chaqueta.
—Me quedo con esto como un recuerdo, Britt. Te veías increíble. —Como si estuvieras mirando el vestido —le grité, deslizándome en mi camisón.
—Si te pones un vestido así, Britt, aquí hay un señalamiento. Las chicas no van a estar admirando el material.
Todo se sentía como antes. De vuelta a la normalidad. Pues bien, lo único normal que Santana y yo podríamos ser alguna vez, pero era nuestro, y suficiente. Pasé un cepillo por mi cabello un par de veces, sólo para que no se viera como si tuviera un aspecto andrajoso, y volví a entrar en el dormitorio.
Santana se encontraba recostada en mi cama, hojeando mi manual del estudiante.
—He oído que conseguiste entrar —dijo, poniéndolo de nuevo en la mesita de noche—. Juilliard, Britt. Incluso con lo estúpida que soy he oído lo suficiente para saber que es algo para estar orgullosas.
Doblé la rodilla por debajo de mí y me senté a su lado. —Oí que conseguiste entrar en casi cualquier universidad que desees. Es decir, si no vas detrás de la cosa de las siete figuras de la liga de futbol femenino Inclinó la cabeza contra el cabecero.
—Sí, supongo. — ¿Has tomado alguna decisión? —Todavía no —dijo, como si no fuera la gran cosa. Como si tener una beca completa para cualquier escuela que eligieras no fuera un gran logro. Si eso no lo era, era difícil imaginar lo que Santana consideraba un gran logro.
—Santana —dije, plantando mi mano sobre su estómago—. ¿Por qué no me dijiste acerca de Emily? ¿Por qué no me dijiste que no eras la madre? —Era una de las muchas preguntas que ni siquiera podía comenzar a responder.
— ¿Me habrías creído? —preguntó, con voz tensa. Yo sabía la respuesta, pero no quería darle aire. —Y también sabía que si asumías que era la madre de santana, y que había mentido sobre eso, sería suficiente para que terminaras conmigo para siempre. Era la única manera que conocía para mantenerte a salvo de mí.
Alcé mi mano de su estómago. —Así que ¿planeaste esto? ¿Durante todo el tiempo que estuvimos juntas, tramabas alguna forma de meter la pata soberanamente así te dejaba en paz?
—No, Britt —dijo agarrando mi mano—. Así yo te dejaba en paz. —Esa mañana cuando te confronté sobre Holly y la bebé, no lo negaste.
—Pero, ¿lo confirmé? Entrecerré los ojos. —No negándolo, lo hiciste, cerró los ojos. —Eso es porque sabía que era la única manera de salvarte de mí. No lo planeé de esa manera, pero cuando me confrontaste sobre Holly esa mañana, sabía que si iba a ser una mujer y dejarte ir, esa era mi única oportunidad. Y por suerte para mí, tuve las tetas para hacerlo ese día.
— ¿Qué? ¿Mentirme? —le pregunté con un borde en la voz. Santana negó con la cabeza. —Alejarme de ti.
Toda esta cosa entre Santana y yo había sido cuidadosamente manejado malentendido orquestado por ella. Me sentía herida, y enojada, incluso entendía por qué, pero sobre todo, había terminado con ello.
— ¿Terminaste de alejarte de mí, ya? —le pregunté, agarrando una almohada y arrojándosela a la cara. Arrojó la almohada de vuelta. —Sigo Indecisa sobre eso. Si no supiera por qué se encontraba indecisa, esa respuesta podría haber dolido.
— ¿Por qué estás aquí ahora, entonces? —Porque quiero estar aquí —dijo, confesándolo como si fuera un pecado.
— ¿Y no querías estar aquí antes? —Me acerqué más, deseando que durante dos malditos minutos, pudiéramos estar en la misma página.
—Sí —dijo, mirando al techo—. Estoy cansada de luchar contra eso en estos momentos.
Allí apareció, la brecha que esperé. La luz roja había cambiado. —Hazme un favor y no luches contra eso de nuevo. Se incorporó y me miró. Su mirada era paralizante. —Lo haré, Britt. Voy a seguir luchando porque no te mereces una tipa sin salida con mi pasado arruinando tu vida.
Levantando mis brazos, exhalé. La humildad era algo bueno, pero ser un mártir era tan malo como creer que eras un don de Dios. Terminé con la rutina.
—Si dejaras de hablar acerca de todas las razones por las que no deberías desearlo, tal vez te gustaría escuchar que no me importa —le dije. Bueno, le grité—: Conozco lo peor de ti y conozco lo mejor de ti. —Hice una pausa para respirar un poco—. Y te amo.
Algo brilló en sus ojos antes de que desviara la mirada. Apretó la mandíbula mientras miraba la puerta y, justo cuando contemplaba levantar una barricada lo cerró con mi cuerpo, me atrajo hacia ella, su boca encontrando la mía.
Me besó como si estuviera tratando de consumirme, como si estuviera recuperando la mitad de todo un año de momentos perdidos, y como si estuviera peleando lo que yo sabía que era una pelea inútil.
Acunando mi rostro entre sus manos, me besó más fuerte, tan fuerte que no podía respirar, pero si besar así requería la falta de aliento renunciaba al oxígeno para siempre. En el momento me consumió, encapsulándome en nada más que el aquí y el ahora. El pasado, las mentiras, el dolor, nada podría romper el mundo que estábamos creando en estos momentos. Tampoco quería que lo haga.
Sacándole su camisa, la empujé sobre su espalda y la arrojé al suelo. Era la primera vez que me había dejado quitarle la camisa solo quedando en su brasier, pero mis manos contra su piel no eran suficientes. Quería el resto de su cuerpo contra el resto del mío.
Justo antes de que lo hiciera, Santana deslizó sus manos por debajo de mi camisón, tirándolo hacia arriba por encima de mi estómago, mis pechos, y luego mi cabeza. Sus ojos vagaron sobre mí, inspeccionando mi cuerpo como si estuviera grabando cada línea, declive y curva en la memoria. Sabía que debería haber sido incómodo, sentarse desnuda y expuesta delante de una mujer que había visto su cuota de mujeres y podría tener su selección de cualquiera de ellas, pero no había manera de sentirse insegura con la forma en la que me miraba.
Me sonrió cuando sus ojos hicieron el último viaje hacia los míos. Su mirada plata silenciosa, su respiración superficial, su cuerpo listo. Yo sabía que nunca querría a nadie más como la deseaba a ella.
—Santana—le dije—, yo... Las dos últimas palabras se perdieron mientras su boca se aplastaba en la mía, sus manos clavándose en mis caderas justo antes de que de un tirón me moviera de vuelta a la cama. El calor de su piel calentaba la mía, creando una capa de sudor entre nosotras. Su boca se movía hacia mi cuello, sus manos a mis pechos, y me sentía a punto de caer por el borde del mundo. Pero todavía quería más, necesitaba más.
Me encontraba tan lista para ella que podía sentirlo todo el camino hasta los pies.
Deslizando mis manos entre nosotras, agarré sus pantalones, tirando del botón de sus jeans ajustados. Se abrió y deslicé mi mano dentro. Gimió, con la frente apoyada en la mía mientras su cuerpo se movía contra el mío. Deslizando mi mano, sacudió mis caderas hacia ella. Otro sonido escapó de ella.
—Maldición —gimió justo antes de que su boca cayera sobre la mía otra vez. Su lengua separó mis labios, tocando la punta de la mía, mientras sus dedos se deslizaron por debajo de mi ropa interior. La quitó en un movimiento sin fisuras, su lengua nunca dejando mi boca.
Me encontraba en otro mundo. Un mundo que era ajeno y un mundo que quería hacer mi casa. Era apasionado y había calor. Del tipo que era tan profundo que lo absorbías. Del tipo que era tan profundo que se convertía en una parte de ti.
Me sentía tan cerca de perderlo todo que retorcía en mi interior, sabía que no podría aguantar mucho más con la forma en que me tocaba. Con la forma en que me consumía.
Ahora, totalmente desnuda, envolví mis piernas alrededor suyo, arqueando las caderas contra ella, balanceándome arriba y abajo. Su respiración se detuvo cuando cada músculo de su cuerpo se tensó en la superficie.
—No así —susurró, golpeando la almohada detrás de mí. Todo dentro de mí gritó. —No así ¿Cómo? —le dije entre jadeos irregulares, dejando mis piernas a su alrededor. No iba a abandonar cuando estábamos tan cerca.
Cerró los ojos. —No justo después de que casi fuiste violada por Emily Fields —dijo, echándose hacia atrás.
Su piel ya no presionaba contra la mía, un frío se arrastró sobre mí casi de inmediato.
—Santana, estoy bien —le dije, apoyándome sobre mis codos, no dispuesta a dejar que el momento pase.
Moviendo sus piernas fuera de la cama, se inclinó hacia abajo. —Pero yo no lo estoy. — ¿Por qué? Barrió las manos sobre su cara. —Porque esto está mal en todas las formas ahora. Eso dolió. —No se sentía mal para mí —le dije, tratando de no pensar en el hecho de que era probablemente la única mujer con la que la legendaria Santana López no iba todo el camino.
Recuperando mi vestido del suelo, lo sostuvo para mí, con los ojos hacia abajo.
—Esa es la cosa. No se sentía mal para mí tampoco —dijo, mientras le arrebataba el vestido de su mano. Quería tirarlo a través del cuarto para probar un punto, pero me lo puso en su lugar—. Así es como sé que estaba mal.
— ¿Podríamos ahorrarnos las perturbaciones mentales para la mañana? —Dije, metiendo los brazos a través del vestido—. Estoy corriendo un poco lento en la comprensión de este momento.
—Estoy haciendo un trabajo de mierda para explicarme a mí misma —dijo, en silencio durante un minuto—. Mi concepto del bien y del mal está en tan mal estado, Britt, que mi "mal" es para todo el mundo el "bien". Y mi "bien" es el "mal" de todos.
Quería envolver mis brazos a su alrededor y confortar cualquier confusión que experimentaba pero todavía me sentía un poco demasiado rechazada para ello.
— ¿Así que estás diciendo que porque lo que estábamos haciendo se sentía bien para ti, tiene que ser algo malo? —Esta era todas las definiciones de confusión.
Asintió, mirando por encima de mí. —Necesito una recalibración del bien y el mal, Britt, y hasta que no sea capaz de dejar mi mierda al descubierto, tengo que tener cuidado contigo.
Me dejé caer de nuevo en la cama, tapándome la cabeza con una almohada.
—Cuidado, no era lo que yo tenía en mente para esta noche —gimoteé, mi voz ahogada.
—Lo sé —dijo, frotándose la pierna—. Pero es lo correcto para hacer. Levantando la almohada, alcé una ceja. — ¿Lo correcto para Santana o para todos los demás? —le pregunté con una sonrisa inocente.
Mi mueca no tuvo efecto sobre ella. —No estoy segura —dijo—, y tengo que estarlo antes de que terminemos... —Miró a la cama significativamente—, de hacer lo que estábamos haciendo.
—Bueno —le dije, sentándome y arrastrándome cerca—. Date prisa y descubre tu mierda, López. —Presioné mis labios contra los suyos, retirándome, mientras todo en mi interior empezaba a hervir.
—Sí, señora. —Sonrió, recorriendo con su dedo mi mejilla—. Sólo quiero que se sienta bien, ¿de acuerdo? Quiero que sea perfecto.
Eso estaría bien si viviéramos en un mundo perfecto. —Si estás esperando que todo se sienta bien y perfecto, te voy a ahorrar el suspenso y te diré que nunca va a pasar —le dije, entrelazando mis dedos con los suyos—. Pero si puedes mirarme y decir que quieres estar conmigo y puedo mirarte y saber que quiero estar contigo, entonces carpe diem, bebé. Porque eso es lo más perfecto que alguna vez conseguirás.
Asintió, dándole a mis dedos un apretón. —Eres tan condenadamente inteligente Britt —dijo, besando mi frente mientras se levantaba—. Te veré en la mañana.
Ahora esto sólo se ponía absurdo. —Sí —dije, agarrando su mano—, lo harás. —Di unas palmaditas en el espacio junto a mí, tirando las mantas hacia abajo.
Santana estudió la cama como si fuera una ecuación. Deduje qué ecuación trataba de descifrar en su mente. — ¿Correcto o incorrecto? Uno de los lados de su rostro se levantó.
—No estoy segura —confesó. —Bueno, yo sí —dije, tirando de su mano. Se detuvo un segundo más, pero rindiéndose a mí o decidiendo por su cuenta, se metió en la cama junto a mí y enrolló sus brazos a mí alrededor con tanta fuerza que no podía respirar del todo bien.
No había experimentado un sueño tan tranquilo desde ese día, hace casi cinco años atrás a la fecha.
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Historia original trilogia crash de Nicole Williams.
Aqui les dejo un capitulo
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Sus ojos corrieron sobre mí, con el rostro ensombrecido. — ¿Estás bien? —Sí —respondí, acercándome a ella—.Santana pregunta por ti ahí. Asintió, empujándose de la pared. Volviéndose hacia mí, sus manos encontraron las mías.
— ¿Estás bien? —preguntó de nuevo mientras un silencioso intercambio tenía lugar entre nosotras. En un nivel básico, lo entendí, la entendí, y ella me entendía también. Éramos como la hermandad de chicas que Emily atacó y, aunque no era un denominador común para estar orgullosas, sí era un vínculo para estarlo.
—Sí —le contesté, mirándola a los ojos. Dándole a mis manos un apretón, se dirigió hacia el dormitorio. —Eres un hueso duro de roer, Brittany Pierce—dijo, mirándome desde la puerta—. Entiendo lo que Santana ve en ti.
Yendo en contra de cada impulso de correr nuevamente dentro de esa habitación, no lo hice. No había confiado en Santana, no le había dado el beneficio de la duda antes. Ahora lo haría.
Obtuve un par de miradas de reojo de algunas chicas sentadas en la parte superior de la escalera, pero el segundo piso se encontraba prácticamente vacío. O bien la fiesta terminaba o Holly sabía cómo redirigir el tráfico.
Jugueteando con el enigma que era el vestido que llevaba para pasar el tiempo, me di por vencida. Ninguna cantidad de tirones y alisados podrían mágicamente crear más tejido para cubrir las partes de mi cuerpo que preferiría mantener cubiertas, y parecía que le debía a Taylor un vestido nuevo, ya que, gracias a Emily, tenía una abertura en la parte frontal que coincida con una en la parte posterior.
Otro minuto pasó y me reaseguré que todo iba bien, porque no había gritos que helaran la sangre ni disparos habían salido de la habitación al final del pasillo, pero todavía me sentía ansiosa como el infierno. Así que enterré algo de esa energía nerviosa paseándome por el pasillo como una leona enjaulada.
En mi quinta vuelta camino a la escalera, Santana y Holly salieron de la habitación de Emily, la expresión de Santana ilegible, pero Holly sonrió para sus adentros.
— ¿Está todo bien? —le pregunté, corriendo por el pasillo a su encuentro.
Santana echó un vistazo a Holly. —Lo está ahora —dijo, abriendo sus brazos para mí. Me acurruqué contra ella, sintiendo como partes de mí se derretían contra ella. Los seis meses de no sentirme bien se convirtieron en humo.
— ¿Qué pasó? —pregunté contra su pecho. —Reivindicación —respondió Holly, dándole palmaditas a su sobredimensionado bolso—. Me voy de aquí. He hecho lo que vine a hacer y mamá va a estar enojada si me quedo toda la noche.
—Nosotras también —dijo Santana, empujándome debajo de su brazo y dirigiéndonos hacia las escaleras—. Tengo que llevar a Britt a casa.
—Espera. —Me detuve—. Traje a Taylor. Soy la conductora designada esta noche.
Santana se quejó. —Oye, Holl, ¿te importaría encontrar a Taylor Donovan y darle un aventón a su casa?
Su rostro se torció. —Si te refieres a la mujer que me llamó por todos los nombres en la guía de maldad femenina, entonces sí, me importa —dijo Holly detrás de nosotras, serpenteando por las escaleras—. Pero ya que tú eres la que pregunta, voy a poner en mi modo de niña grande, de bragas no muy amargas y llevaré a la perra a su hogar. No voy a acompañarla hasta la puerta principal sin embargo.
—Eres una santa —dijo Santana, guiándome por las escaleras, empujando a un tipo a un lado que casi derramó su cerveza sobre mí.
— ¿Alguien ha visto a una perra delirante con cabello bonito? —gritó Holly en la parte inferior de las escaleras. Todos los que la oyeron señalaron una dirección diferente.
—Parece que haré el trabajo por mí misma —dijo ella, sumergiéndose en la multitud—. Nos vemos más tarde.
— ¡Oye, Holl! —gritó Santana tras ella. Echó un vistazo hacia atrás, casi fuera de la vista. —Mis felicitaciones por tu trabajo allá arriba. Ella nos dedicó una deslumbrante expresión y desapareció entre la multitud.
—Vamos —dijo Santana, manteniéndome cerca—, vamos a salir de aquí.
Al salir por la puerta principal, me di cuenta de que nunca había estado en algo tan malo después de otra fiesta, pero mientras Santana me condujo por las escaleras, también sabía que me alegraba haber venido. Vestida como una zorra estática, una incómodamente esclarecedora conversación con Holly, y Emily tratando de aprovecharse de mí a un lado, tenía a Santana junto a mí, tomando mi mano como si nunca fuera a permitir que se vaya otra vez.
Soportaría una suerte mucho peor por sostener esta mano. —Entonces, ¿a qué trabajo te referías allí? —le pregunté, sacando las llaves de Taylor de mi bolso.
No respondió. —Oh, Dios. ¿Qué tan malo es? —Ni siquiera dejaría ir a mi imaginación.
—Nada menos de lo que se merecía —dijo Santana, abriendo la puerta del acompañante para mí y tomando las llaves—. Sólo puso una etiqueta de advertencia sobre Ella. —Cerró la puerta y se tomó su tiempo rodeando la parte delantera del coche.
— ¿Qué clase de etiqueta de advertencia? —le pregunté tan pronto como la puerta del conductor se abrió.
Haciendo clic con el cinturón de seguridad en su lugar, Santana me lanzó una mirada tímida.
—Del tipo que está tatuado en su entrepierna con una lista de las enfermedades de transmisión sexual que tiene.
Me atraganté con mi saliva. — ¿Qué? No hablas en serio. Al girar la llave otra vez, me miró con una expresión que sangraba seriedad.
—Oh, Dios mío. —Suspiré—. Mierda, ¿tiene una lista real? —Tenía incluso más cosas que agradecer a Santana.
Se encogió de hombros. —Otra chica nunca tendrá que averiguarlo —dijo, dando la vuelta y bajando por el camino de entrada.
— ¿Algo más? —le pregunté, temiendo la respuesta. Las esquinas de los ojos de Santana se arrugaron. —Podríamos haber pegado con Krazy Glue su mano a sus tetas y el dedo índice de la otra mano a su nariz.
Mi boca se abrió. Era tan impactante como divertido, así que me reí. Me imaginé todo el evento, comenzando con el tatuaje para terminar con Krazy Glue, sintiéndome totalmente... reivindicada. Holly lo había dicho mejor.
— ¿No es posible que ustedes se metan en problemas por eso? —le pregunté cuando me calmé.
—Probablemente —dijo, su propia risa oscureciéndose—, pero no hay manera en el infierno que Emily lo vaya a denunciar.
Emily siempre me había parecido el tipo de chica que iba haciendo crecer los chismes en clase.
— ¿Por qué no? —Porque Holly amenazó con decirle a sus padres que la pequeña Santana es su hija y luego se convertiría en un escándalo autentico —dijo, regodeándose—. Una familia como los Fields no puede darse el lujo de recibir un golpe público como ese si esperan seguir vendiendo minivans caros y todo eso.
Holly no había tenido la oportunidad de decirme, pero me lo imaginé. El intercambio silencioso en la sala me dijo todo lo que necesitaba saber sobre quién era la madre de la pequeña Santana.
—Ustedes dos tenían todo esto planeado. Respondió con un encogimiento de hombros a medias. — ¿Cómo estás? —preguntó, cubriendo mi mano con la suya. — ¿Después de casi ser forzada a tener relaciones sexuales con mi novia? ¿O después de enterarme, que mi novia no es solamente una bastarda, sino una madre? ¿O después de enterarme de que había estado toda equivocada sobre ti y no dijiste nada que me haga pensar lo contrario? —Quería culpar a alguien más, o a las circunstancias por lo menos, pero la única persona a quien señalar con mi pequeño dedo juzgador era yo misma.
— ¿Cómo te sientes acerca de todo eso? —preguntó, con voz suave, con tal contraste a lo que yo sabía que era capaz de hacer—. Dame una puntuación media.
—Me siento como una mierda —le contesté, y luego la miré. No sabía si era sólo por esta noche, o simplemente como una amiga que cuidaba mi espalda o como sólo un poco más de lo que había sido para mí estos últimos seis meses, pero ella se encontraba aquí—. Y un poco como genial también. ¿Y tú?
Me miró, sus ojos iluminados y cálidos. —Estoy un poco como genial también. Apagando Sunrise Drive, llevó el coche de Taylor hasta la cabina. Los dos nos quedamos mirando la estructura oscura, esperando. Podría ser apresurado, podría ser de mal gusto, pero esta mujer agarraba lo que quería y sin mirar atrás.
— ¿Quieres entrar? —Tragué, esperando una aceptación tanto como un rechazo.
Hizo una pausa, sus ojos inspeccionando el lugar como si estuviera fuertemente custodiado. Conocía aquella mirada en una mujer, de preocupación.
—Mis padres no están en casa —le dije—. Mamá tenía un viaje de trabajo y arrastró a mi papá.
Santana abrió su puerta. El corazón me dio un vuelco. — ¿Tu mamá sacó a tu padre de la casa? —preguntó, cuando salí del coche.
—Después de mezclar sus huevos con algunos narcóticos fuertes —le contesté, caminando hacia donde me esperaba.
Tenía la vista fija en la cabina de nuevo, masticando algo fuera en su labio inferior. También conocía esa mirada en una mujer: vacilación.
—Está bien si no quieres —le dije, esperando a su lado—. Entiendo. —Si quiero, Britt —dijo, mirando a la ventana de mi dormitorio—. Sólo no estoy segura de sí debería hacerlo.
La mujer que podría patearle el culo a cualquiera con las manos atadas detrás de su espalda. La misma mujer a la que no le importaba si todos en Southpointe anunciaban al mundo que había dormido con todas y cada una de las mujeres solteras en el estado. La misma mujer que deliberaba sobre venir dentro de una casa sin padres conmigo.
Era una dicotomía andante. —Bueno, estoy segura, por lo que mi certeza anula tu incertidumbre.
—La agarré del brazo y tiré de ella por las escaleras—. Por aquí.
Suspiró, pero me dejó conducirla hasta la entrada y la puerta principal. Las tablas del suelo se quejaban debajo de nuestros pies, haciendo eco a través de la casa en silencio.
— ¿Quieres algo? —le pregunté, encendiendo la luz de la cocina. Negó con la cabeza, sus ojos ahora uniéndose al juego vacilante. Queriendo poder ver un piso cercano a la salida más conveniente, la empujé hacia las escaleras, ni de cerca dejando ir su mano.
—Tengo que cambiarme —le dije, dando a su mano otro tirón. Funcionó. No estaba segura de lo que hacía mientras llevaba a Santana a mi habitación, pero no era porque mis intenciones eran puras o impuras. No tenía ninguna intención en este momento, sólo iba a lo que se sentía bien.
— ¿Cómo sabías lo que sucedía conmigo esta noche? —pregunté, tirando de la cadena de la lámpara en mi tocador. Sabía que tenía que estar preocupada con una montaña de preguntas en este momento, pero la única razón por la que las hacía era llenar el silencio.
—Holly los vio a Fields y a ti tener una pelea, vino y me llevó. Y cuando se trata de predecir los próximos movimientos de Fields, todo lo que tienes que preguntarte a ti misma es qué haría una imbécil y multiplicarlo por diez y tendrás tu respuesta. —Se apoyó en la puerta, inspeccionando mi cuarto como si no fuera real.
La miré de la misma manera. —Gracias, Santana. —Hice una pausa en mi camino al baño y la miré. Había creído y asumido cosas horribles sobre ella. Me había convertido en otro miembro de la mafia dejando que la peor mierda le pegara. Esto hizo mi garganta arder—. Y lo siento —dije, esperando que pudiera leer en mis ojos lo que mis palabras no podían expresar—. Holly me explicó todo y estoy tan, tan arrepentida, Santana.
Empujando la puerta, dio un paso dentro. —Lo sé, Britt. —Me dio una sonrisa triste. Desaparecí detrás de la puerta del baño, pijamas en mano, con lágrimas en los ojos.
—No creía que tu habitación sería tan... femenina. —Su nariz se hallaba apretada por el tono de su voz.
Deslizándome del vestido de envoltura de salchicha, saqué la cabeza.
— ¿No nos conocemos mejor ahora para asumir cualquier cosa la una de la otra? —Alzó una ceja y me sonrió.
Se rió entre dientes. —Espero que sí —dijo—. ¿Estás diciendo que esto sería un mal momento para hablar de las otras cinco hijas que he engendrado con cinco mujeres diferentes? ¿O es que me has seguido a todos sus tráileres ya?
Tiré el vestido por la puerta, golpeando su rostro. Quitándolo de su cara, lo arrugó. Si se tratara de un indicador de la poca tela en qué consistía, ella fue capaz de hacerlo caber en la palma de una mano y meterlo en el bolsillo de su chaqueta.
—Me quedo con esto como un recuerdo, Britt. Te veías increíble. —Como si estuvieras mirando el vestido —le grité, deslizándome en mi camisón.
—Si te pones un vestido así, Britt, aquí hay un señalamiento. Las chicas no van a estar admirando el material.
Todo se sentía como antes. De vuelta a la normalidad. Pues bien, lo único normal que Santana y yo podríamos ser alguna vez, pero era nuestro, y suficiente. Pasé un cepillo por mi cabello un par de veces, sólo para que no se viera como si tuviera un aspecto andrajoso, y volví a entrar en el dormitorio.
Santana se encontraba recostada en mi cama, hojeando mi manual del estudiante.
—He oído que conseguiste entrar —dijo, poniéndolo de nuevo en la mesita de noche—. Juilliard, Britt. Incluso con lo estúpida que soy he oído lo suficiente para saber que es algo para estar orgullosas.
Doblé la rodilla por debajo de mí y me senté a su lado. —Oí que conseguiste entrar en casi cualquier universidad que desees. Es decir, si no vas detrás de la cosa de las siete figuras de la liga de futbol femenino Inclinó la cabeza contra el cabecero.
—Sí, supongo. — ¿Has tomado alguna decisión? —Todavía no —dijo, como si no fuera la gran cosa. Como si tener una beca completa para cualquier escuela que eligieras no fuera un gran logro. Si eso no lo era, era difícil imaginar lo que Santana consideraba un gran logro.
—Santana —dije, plantando mi mano sobre su estómago—. ¿Por qué no me dijiste acerca de Emily? ¿Por qué no me dijiste que no eras la madre? —Era una de las muchas preguntas que ni siquiera podía comenzar a responder.
— ¿Me habrías creído? —preguntó, con voz tensa. Yo sabía la respuesta, pero no quería darle aire. —Y también sabía que si asumías que era la madre de santana, y que había mentido sobre eso, sería suficiente para que terminaras conmigo para siempre. Era la única manera que conocía para mantenerte a salvo de mí.
Alcé mi mano de su estómago. —Así que ¿planeaste esto? ¿Durante todo el tiempo que estuvimos juntas, tramabas alguna forma de meter la pata soberanamente así te dejaba en paz?
—No, Britt —dijo agarrando mi mano—. Así yo te dejaba en paz. —Esa mañana cuando te confronté sobre Holly y la bebé, no lo negaste.
—Pero, ¿lo confirmé? Entrecerré los ojos. —No negándolo, lo hiciste, cerró los ojos. —Eso es porque sabía que era la única manera de salvarte de mí. No lo planeé de esa manera, pero cuando me confrontaste sobre Holly esa mañana, sabía que si iba a ser una mujer y dejarte ir, esa era mi única oportunidad. Y por suerte para mí, tuve las tetas para hacerlo ese día.
— ¿Qué? ¿Mentirme? —le pregunté con un borde en la voz. Santana negó con la cabeza. —Alejarme de ti.
Toda esta cosa entre Santana y yo había sido cuidadosamente manejado malentendido orquestado por ella. Me sentía herida, y enojada, incluso entendía por qué, pero sobre todo, había terminado con ello.
— ¿Terminaste de alejarte de mí, ya? —le pregunté, agarrando una almohada y arrojándosela a la cara. Arrojó la almohada de vuelta. —Sigo Indecisa sobre eso. Si no supiera por qué se encontraba indecisa, esa respuesta podría haber dolido.
— ¿Por qué estás aquí ahora, entonces? —Porque quiero estar aquí —dijo, confesándolo como si fuera un pecado.
— ¿Y no querías estar aquí antes? —Me acerqué más, deseando que durante dos malditos minutos, pudiéramos estar en la misma página.
—Sí —dijo, mirando al techo—. Estoy cansada de luchar contra eso en estos momentos.
Allí apareció, la brecha que esperé. La luz roja había cambiado. —Hazme un favor y no luches contra eso de nuevo. Se incorporó y me miró. Su mirada era paralizante. —Lo haré, Britt. Voy a seguir luchando porque no te mereces una tipa sin salida con mi pasado arruinando tu vida.
Levantando mis brazos, exhalé. La humildad era algo bueno, pero ser un mártir era tan malo como creer que eras un don de Dios. Terminé con la rutina.
—Si dejaras de hablar acerca de todas las razones por las que no deberías desearlo, tal vez te gustaría escuchar que no me importa —le dije. Bueno, le grité—: Conozco lo peor de ti y conozco lo mejor de ti. —Hice una pausa para respirar un poco—. Y te amo.
Algo brilló en sus ojos antes de que desviara la mirada. Apretó la mandíbula mientras miraba la puerta y, justo cuando contemplaba levantar una barricada lo cerró con mi cuerpo, me atrajo hacia ella, su boca encontrando la mía.
Me besó como si estuviera tratando de consumirme, como si estuviera recuperando la mitad de todo un año de momentos perdidos, y como si estuviera peleando lo que yo sabía que era una pelea inútil.
Acunando mi rostro entre sus manos, me besó más fuerte, tan fuerte que no podía respirar, pero si besar así requería la falta de aliento renunciaba al oxígeno para siempre. En el momento me consumió, encapsulándome en nada más que el aquí y el ahora. El pasado, las mentiras, el dolor, nada podría romper el mundo que estábamos creando en estos momentos. Tampoco quería que lo haga.
Sacándole su camisa, la empujé sobre su espalda y la arrojé al suelo. Era la primera vez que me había dejado quitarle la camisa solo quedando en su brasier, pero mis manos contra su piel no eran suficientes. Quería el resto de su cuerpo contra el resto del mío.
Justo antes de que lo hiciera, Santana deslizó sus manos por debajo de mi camisón, tirándolo hacia arriba por encima de mi estómago, mis pechos, y luego mi cabeza. Sus ojos vagaron sobre mí, inspeccionando mi cuerpo como si estuviera grabando cada línea, declive y curva en la memoria. Sabía que debería haber sido incómodo, sentarse desnuda y expuesta delante de una mujer que había visto su cuota de mujeres y podría tener su selección de cualquiera de ellas, pero no había manera de sentirse insegura con la forma en la que me miraba.
Me sonrió cuando sus ojos hicieron el último viaje hacia los míos. Su mirada plata silenciosa, su respiración superficial, su cuerpo listo. Yo sabía que nunca querría a nadie más como la deseaba a ella.
—Santana—le dije—, yo... Las dos últimas palabras se perdieron mientras su boca se aplastaba en la mía, sus manos clavándose en mis caderas justo antes de que de un tirón me moviera de vuelta a la cama. El calor de su piel calentaba la mía, creando una capa de sudor entre nosotras. Su boca se movía hacia mi cuello, sus manos a mis pechos, y me sentía a punto de caer por el borde del mundo. Pero todavía quería más, necesitaba más.
Me encontraba tan lista para ella que podía sentirlo todo el camino hasta los pies.
Deslizando mis manos entre nosotras, agarré sus pantalones, tirando del botón de sus jeans ajustados. Se abrió y deslicé mi mano dentro. Gimió, con la frente apoyada en la mía mientras su cuerpo se movía contra el mío. Deslizando mi mano, sacudió mis caderas hacia ella. Otro sonido escapó de ella.
—Maldición —gimió justo antes de que su boca cayera sobre la mía otra vez. Su lengua separó mis labios, tocando la punta de la mía, mientras sus dedos se deslizaron por debajo de mi ropa interior. La quitó en un movimiento sin fisuras, su lengua nunca dejando mi boca.
Me encontraba en otro mundo. Un mundo que era ajeno y un mundo que quería hacer mi casa. Era apasionado y había calor. Del tipo que era tan profundo que lo absorbías. Del tipo que era tan profundo que se convertía en una parte de ti.
Me sentía tan cerca de perderlo todo que retorcía en mi interior, sabía que no podría aguantar mucho más con la forma en que me tocaba. Con la forma en que me consumía.
Ahora, totalmente desnuda, envolví mis piernas alrededor suyo, arqueando las caderas contra ella, balanceándome arriba y abajo. Su respiración se detuvo cuando cada músculo de su cuerpo se tensó en la superficie.
—No así —susurró, golpeando la almohada detrás de mí. Todo dentro de mí gritó. —No así ¿Cómo? —le dije entre jadeos irregulares, dejando mis piernas a su alrededor. No iba a abandonar cuando estábamos tan cerca.
Cerró los ojos. —No justo después de que casi fuiste violada por Emily Fields —dijo, echándose hacia atrás.
Su piel ya no presionaba contra la mía, un frío se arrastró sobre mí casi de inmediato.
—Santana, estoy bien —le dije, apoyándome sobre mis codos, no dispuesta a dejar que el momento pase.
Moviendo sus piernas fuera de la cama, se inclinó hacia abajo. —Pero yo no lo estoy. — ¿Por qué? Barrió las manos sobre su cara. —Porque esto está mal en todas las formas ahora. Eso dolió. —No se sentía mal para mí —le dije, tratando de no pensar en el hecho de que era probablemente la única mujer con la que la legendaria Santana López no iba todo el camino.
Recuperando mi vestido del suelo, lo sostuvo para mí, con los ojos hacia abajo.
—Esa es la cosa. No se sentía mal para mí tampoco —dijo, mientras le arrebataba el vestido de su mano. Quería tirarlo a través del cuarto para probar un punto, pero me lo puso en su lugar—. Así es como sé que estaba mal.
— ¿Podríamos ahorrarnos las perturbaciones mentales para la mañana? —Dije, metiendo los brazos a través del vestido—. Estoy corriendo un poco lento en la comprensión de este momento.
—Estoy haciendo un trabajo de mierda para explicarme a mí misma —dijo, en silencio durante un minuto—. Mi concepto del bien y del mal está en tan mal estado, Britt, que mi "mal" es para todo el mundo el "bien". Y mi "bien" es el "mal" de todos.
Quería envolver mis brazos a su alrededor y confortar cualquier confusión que experimentaba pero todavía me sentía un poco demasiado rechazada para ello.
— ¿Así que estás diciendo que porque lo que estábamos haciendo se sentía bien para ti, tiene que ser algo malo? —Esta era todas las definiciones de confusión.
Asintió, mirando por encima de mí. —Necesito una recalibración del bien y el mal, Britt, y hasta que no sea capaz de dejar mi mierda al descubierto, tengo que tener cuidado contigo.
Me dejé caer de nuevo en la cama, tapándome la cabeza con una almohada.
—Cuidado, no era lo que yo tenía en mente para esta noche —gimoteé, mi voz ahogada.
—Lo sé —dijo, frotándose la pierna—. Pero es lo correcto para hacer. Levantando la almohada, alcé una ceja. — ¿Lo correcto para Santana o para todos los demás? —le pregunté con una sonrisa inocente.
Mi mueca no tuvo efecto sobre ella. —No estoy segura —dijo—, y tengo que estarlo antes de que terminemos... —Miró a la cama significativamente—, de hacer lo que estábamos haciendo.
—Bueno —le dije, sentándome y arrastrándome cerca—. Date prisa y descubre tu mierda, López. —Presioné mis labios contra los suyos, retirándome, mientras todo en mi interior empezaba a hervir.
—Sí, señora. —Sonrió, recorriendo con su dedo mi mejilla—. Sólo quiero que se sienta bien, ¿de acuerdo? Quiero que sea perfecto.
Eso estaría bien si viviéramos en un mundo perfecto. —Si estás esperando que todo se sienta bien y perfecto, te voy a ahorrar el suspenso y te diré que nunca va a pasar —le dije, entrelazando mis dedos con los suyos—. Pero si puedes mirarme y decir que quieres estar conmigo y puedo mirarte y saber que quiero estar contigo, entonces carpe diem, bebé. Porque eso es lo más perfecto que alguna vez conseguirás.
Asintió, dándole a mis dedos un apretón. —Eres tan condenadamente inteligente Britt —dijo, besando mi frente mientras se levantaba—. Te veré en la mañana.
Ahora esto sólo se ponía absurdo. —Sí —dije, agarrando su mano—, lo harás. —Di unas palmaditas en el espacio junto a mí, tirando las mantas hacia abajo.
Santana estudió la cama como si fuera una ecuación. Deduje qué ecuación trataba de descifrar en su mente. — ¿Correcto o incorrecto? Uno de los lados de su rostro se levantó.
—No estoy segura —confesó. —Bueno, yo sí —dije, tirando de su mano. Se detuvo un segundo más, pero rindiéndose a mí o decidiendo por su cuenta, se metió en la cama junto a mí y enrolló sus brazos a mí alrededor con tanta fuerza que no podía respirar del todo bien.
No había experimentado un sueño tan tranquilo desde ese día, hace casi cinco años atrás a la fecha.
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Historia original trilogia crash de Nicole Williams.
Aqui les dejo un capitulo
Dejen sus opiniones
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Igual,santana, no era el mehor momento para ponerse a reflexionar sobre lo bueno y lo malo jajaja XDXD
Emily se merecia otras dos palizas iguales que esa _\/_
Emily se merecia otras dos palizas iguales que esa _\/_
monicagleek- ---
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
holap,...
me encanto!!
ame la paliza da san a emily!!
curiosidad cuanto va a durar el reseteo de san para que pueda estar con britt la 100%????
nos vemos!!!!!
me encanto!!
ame la paliza da san a emily!!
curiosidad cuanto va a durar el reseteo de san para que pueda estar con britt la 100%????
nos vemos!!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
monicagleek escribió:Igual,santana, no era el mehor momento para ponerse a reflexionar sobre lo bueno y lo malo jajaja XDXD
Emily se merecia otras dos palizas iguales que esa _\/_
Jajajajaja San siempre arruinando los momentos jaja y si emily
Saludos gracias x comentar
3:) escribió:holap,...
me encanto!!
ame la paliza da san a emily!!
curiosidad cuanto va a durar el reseteo de san para que pueda estar con britt la 100%????
nos vemos!!!!!
Ayyy viene mas drama amiga !!
Saludos gracias por comentar
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Capítulo 32
Era Temprano. Al igual que el sol ha pensado en levantarse temprano. Una mañana de domingo, solía dormir otras tres horas, pero éste no quería hacerlo. Dudaba que pudiera tenerlas de todos modos.
Me desperté con el mismo hoyo en el estómago que tenía cada uno de los últimos cuatro años en el día de hoy, esa sensación de que no estaba segura si iba a vomitar o desmayarme. La sensación de ese día sucediendo de nuevo, y entonces el brazo de Santana se enrolla alrededor de mí un poco más apretado en su sueño, y hoy todo parecía más fácil de manejar.
Se había quedado. Toda la noche. No me había dejado ir una vez. Gimió algo indescifrable en su sueño, metiendo su cara en mi cuello. Desnuda y dormida la mujer tenía por la parte de arriba del cuello arrugas y cicatrices de la piel que conocía. Las cicatrices que habían estado a unos centímetros de tener en mi pelo. Cicatrices de quemaduras. Pasé los dedos por encima de ellas, deseando poder borrarlas de su piel y el suceso que le hacía a su ánimo.
Pasando mis dedos por su cuello, bajó la mirada hacia su espalda y, a la luz casi de mañana, el laberinto de cicatrices repartidas por todo el camino por la espalda miró hacia mí. Cicatrices blancas sobresalían por su espalda, otras pequeñas, más grandes, como si hubiera sido desgarrada de cien maneras diferentes y cerrada de nuevo por alguien que no sabía cómo usar una aguja e hilo. Dudaba que los cadáveres salieran con menos cicatrices.
Me sentía enferma, enferma de lo que había experimentado despertando a este día, mientras mis dedos trazaron una línea sobre cada cicatriz levantada, no pude o no quería imaginar qué había pasado con la mujer que dormía a mi lado.
De repente, se sacudió despierta. Sus ojos eran pacíficos durante el menor segundo antes de que notara la expresión de mi cara y lo que yo tenía en la mano.
— ¿Qué estás haciendo? —exclamó, Se veía enojada y herida.
— ¿Qué pasó? —dije en voz baja, sentándome en la cama. Se lanzó a través del cuarto, agarrando su camisa gris larga y tirando de ella por encima de su cabeza, sin responder.
—Ellos hicieron lo mismo contigo —supuse, deseando que estas conclusiones no eran tan fáciles de sacar—. Esas chicas te quemaron también.
Santana puso sus manos detrás de su cabeza, apretando la mandíbula. —No son las mismas, pero unas pocas como ellas —dijo, con la voz tensa—. Cuando me mudé a casa de las chicas —dijo, forzando cada palabra—. Hace unos cinco años.
— ¿Por qué? —Me incliné hacia delante, tratando de agarrar su mano.
Se apartó. —Fue un regalo de bienvenida. —Oh Dios mío —suspiré, preguntándome si la devastación en el pasado de Santana nunca se acababa—. ¿Y las cicatrices?
Los ojos de Santana se establecieron en mí. Lucían negros. —No quieres saber. Tenía razón, pero también se equivocaba. —Sí, quiero —susurré. —No quiero decirte —respondió, su pecho subía y bajaba. —Está bien. —Tragué, aceptando que Santana tenía otras tantas cicatrices internas que llevaba en su piel—. Lo siento, Santana.
—No quiero tu compasión —dijo—, y no quiero hacer una repetición de mi infancia mientras haces aquella mierda de psicoanálisis de chica.
Soy cáncer, Britt. Te lo dije desde el primer momento. No necesitas saber los detalles desagradables para aceptar esto.
—Sí —le dije, yendo en contra de todo instinto gritándome para ir abrazarla—, se necesitan los detalles para que sepa cómo curarte. Deja que te ayude —le dije, tratando de alcanzarla otra vez.
—Maldita sea, Britt —dijo, dando vueltas por la habitación—. No soy uno de tus proyectos favoritos. No soy un perro que puedes rescatar de ser sacrificado. No necesito ser salvada y seguro como el infierno que no quiero ser salvada. —Hizo una pausa y por fin me miró—. Así que deja de tratar tan condenadamente duro.
Sabía que este era el punto que debería retroceder, pero no pude. —No —dije con firmeza. Me miró. —No quiero ser salvada. Me mordí la lengua para evitar cualquier signo de lágrimas. —Sí, así es. Sus ojos brillaron. —No. —Su voz temblaba—. No lo hago. —Alejándose de mí, golpeó el borde de mi tocador, derribando una caja de almacenaje que había sacado desde el ático ayer.
Se estrelló contra el suelo, su contenido extendiéndose por la alfombra. Salí de la cama y recogía los artículos antes de que ella se diera la vuelta.
La cabeza de Santana cayó hacia atrás para mirar al techo antes de agacharse para ayudarme. Sus ojos se pegaron a algo en mi mano, su cara caída. Agarrando la foto de mis dedos, se levantó, mirando la foto como si no fuera real.
— ¿Cómo conoces a este tipo? Una respiración profunda. —Era mi hermano. — ¿Tu hermano era John Pierce? —dijo, sin parpadear. Ahora lloraba. Esta mañana se había convertido en demasiado para la mujer de acero mantener las lágrimas a raya. Levanté la vista hacia la imagen entre los dedos de Santana. La foto de último año de fútbol de mi hermano. Sólo siete meses antes de que hubiera sido asesinado. Hace cinco años hoy.
—Sí —le dije, limpiándome la cara. La foto cayó de la mano de Santana, con el rostro blanqueado. — ¿Y el nombre de tu padre es Wyatt? Asentí con la cabeza, agarrando la foto que había caído al suelo. Santana se dio la vuelta, lanzando un puñetazo a la pared. Destruyó a través de los paneles de yeso, mientras una nube de polvo blanco entró en erupción.
— ¿Cómo pudiste mantener algo así de mí? —gritó, volviéndose hacia mí, todo su cuerpo temblaba.
Me sentía tan confundida, tan molesta, no sé cuál más. —Te dije que mi hermano murió —le dije, colocando la foto de John en mi regazo—. Lo siento si no proporcione los detalles sangrientos.
Se movió hasta la ventana, Santana miró por ella, sus hombros subiendo y bajando con su respiración.
—Los detalles habrían estado bien en esta situación —dijo, con la voz a punto de quebrarse.
— ¿Qué diablos estás hablando, Santana? —susurré. Todo caía a pedazos, desmoronándose a mí alrededor, y no sabía que había tirado del hilo.
—Mi nombre completo es Santana Diabla López López —dijo, volviéndose hacia mí.
Ese nombre me golpeó como un tren. El impacto fue tan repentino, tan poderoso, que no podía hablar.
—Mi padre —dijo, agarrando el alféizar de la ventana—, fue a la cárcel por matar a tiros a un joven.
Negué con la cabeza, azotando mi pelo hacia atrás y hacia adelante.
—Detente —le dije, ahogándome con la palabra. Todo se encontraba fuera de control y me quería fuera de este viaje.
—El nombre de mi padre es Henry el “Diablo” López. —Hizo una pausa, mirando por la ventana como si estuviera bien escapar por ella o conducir su puño a través de ella—. Mi padre asesinó a tu hermano.
El cuadro que sostenía se deslizó de mis manos, volteado hacia abajo sobre la alfombra. Me sentía como llorando, mi cuerpo necesitaba la liberación de los sollozos, pero me sentía demasiada aturdida para moverme. Me repetía a mí misma que esto no era real, no era posible. No me había enamorado de la mujer cuyo padre había matado a mi hermano. Dios no era tan cruel.
—Tu papá —comencé, no estaba segura si podía sacarlo—, arruinó mi familia.
Santana golpeó el alféizar de la ventana. — ¡Y tu papá es el culpable de poner en marcha la cadena de la maldición del conjunto de los acontecimientos! —Gritó, dándose la vuelta—. Después de trabajar para una de las empresas de tu padre durante diez años, mi papá fue seleccionado al azar para una prueba de drogas, fracasó, y el gran Sr. Wyatt Pierce recibió la llamada final. Lo despidió.
—Santana, tenía cocaína y metanfetamina en él. Estuvo a punto de matar a un hombre en el lugar de trabajo —le dije, recordando cada palabra que se decía, cada imagen presentada durante el juicio. Mis padres se encontraban demasiados entrados en su pérdida para decidir que dejando a su hija de trece años sentarse en el juicio por asesinato de su hermano no era la mejor cosa para permitir, pero no quería quedarme en casa. Ocultándome debajo de una manta cuando el asesino de mi hermano era juzgado se sentía mal. Yo había estado ahí para él, incluso en la muerte.
— ¡Debido a que mi mamá acababa de salir en libertad bajo fianza! —Gritó, los tendones de su cuello saltan a la superficie—. Pasaba por una mala racha, pero él habría salido de ello, y como premio a una década de servicio, tu padre lo despidió. El banco ejecutó la hipoteca de la casa dos meses después y nos quedamos sin hogar. Me dejó en casa de las chicas el mismo día que le disparó a tu hermano.
Quería salir corriendo, pero no pude. Seguía esperando a despertar de esta pesadilla con el cuerpo dormido de Santana cubierto sobre el mío.
—Él mató a mi hermano —repetí las palabras agrias e incorrectas en mi boca.
— ¡Se suponía que iba a ser tu padre! —explotó, todo saliendo de ella. Sus hombros rodaron hacia adelante, con la cabeza caída—. Se suponía que iba a ser tu padre —dijo en un susurro.
—No —mis extremidades temblaron—, se supone que era yo. Santana se quedó inmóvil, mirándome como si fuera su enemigo. — ¿Qué diablos quieres decir? Me deslicé contra la pared, necesitando el apoyo.
—Mamá me pidió que le llevara el almuerzo a mi padre. Ese domingo trabajaba día y noche para conseguir ese proyecto a tiempo, pero estaba siendo difícil y dije que no quería hacerlo. El sitio de trabajo se encontraba cerca de nuestra casa y podía ir en bicicleta. —Cerré los ojos, mientras todo se reproducía en mi mente—. Así que John dijo que lo haría, y esa fue la última vez que lo vi con vida. Ese es quien tu padre puso tres balas en cuanto se presentó en el lugar de trabajo ese día. Debería haber sido yo, esperando dentro de la oficina móvil de papá, haciendo girar la silla, cuando Henry López, que se hallaba tan arriba en metanfetamina que no era capaz de distinguir quién se encontraba en esa silla, disparó y mató a mi hermano. —Todo dentro de mí se desinfló. No era más que la cáscara de un globo, cayendo al suelo—. Se suponía que iba a ser yo.
Todo quedó en silencio, pero un silencio que era tan fuerte que quería taparme los oídos.
Por último, Santana pasó por delante de mí, deteniéndose justo antes de que se fuera.
—Siento que no lo eras —dijo, en voz baja—. Porque realmente podríamos haberlo hecho sin toda esta mierda.
Cerrando la puerta detrás de ella, sus pasos retumbaron por las escaleras, hacia la puerta, y fuera de mi vida para siempre esta vez.
Cuando la puerta mosquitera se cerró de golpe, lloré el mar de lágrimas que había aferrado por cinco años.
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Dejen sus comentarios !! que creen que pasara c0n las Brittana ?
Era Temprano. Al igual que el sol ha pensado en levantarse temprano. Una mañana de domingo, solía dormir otras tres horas, pero éste no quería hacerlo. Dudaba que pudiera tenerlas de todos modos.
Me desperté con el mismo hoyo en el estómago que tenía cada uno de los últimos cuatro años en el día de hoy, esa sensación de que no estaba segura si iba a vomitar o desmayarme. La sensación de ese día sucediendo de nuevo, y entonces el brazo de Santana se enrolla alrededor de mí un poco más apretado en su sueño, y hoy todo parecía más fácil de manejar.
Se había quedado. Toda la noche. No me había dejado ir una vez. Gimió algo indescifrable en su sueño, metiendo su cara en mi cuello. Desnuda y dormida la mujer tenía por la parte de arriba del cuello arrugas y cicatrices de la piel que conocía. Las cicatrices que habían estado a unos centímetros de tener en mi pelo. Cicatrices de quemaduras. Pasé los dedos por encima de ellas, deseando poder borrarlas de su piel y el suceso que le hacía a su ánimo.
Pasando mis dedos por su cuello, bajó la mirada hacia su espalda y, a la luz casi de mañana, el laberinto de cicatrices repartidas por todo el camino por la espalda miró hacia mí. Cicatrices blancas sobresalían por su espalda, otras pequeñas, más grandes, como si hubiera sido desgarrada de cien maneras diferentes y cerrada de nuevo por alguien que no sabía cómo usar una aguja e hilo. Dudaba que los cadáveres salieran con menos cicatrices.
Me sentía enferma, enferma de lo que había experimentado despertando a este día, mientras mis dedos trazaron una línea sobre cada cicatriz levantada, no pude o no quería imaginar qué había pasado con la mujer que dormía a mi lado.
De repente, se sacudió despierta. Sus ojos eran pacíficos durante el menor segundo antes de que notara la expresión de mi cara y lo que yo tenía en la mano.
— ¿Qué estás haciendo? —exclamó, Se veía enojada y herida.
— ¿Qué pasó? —dije en voz baja, sentándome en la cama. Se lanzó a través del cuarto, agarrando su camisa gris larga y tirando de ella por encima de su cabeza, sin responder.
—Ellos hicieron lo mismo contigo —supuse, deseando que estas conclusiones no eran tan fáciles de sacar—. Esas chicas te quemaron también.
Santana puso sus manos detrás de su cabeza, apretando la mandíbula. —No son las mismas, pero unas pocas como ellas —dijo, con la voz tensa—. Cuando me mudé a casa de las chicas —dijo, forzando cada palabra—. Hace unos cinco años.
— ¿Por qué? —Me incliné hacia delante, tratando de agarrar su mano.
Se apartó. —Fue un regalo de bienvenida. —Oh Dios mío —suspiré, preguntándome si la devastación en el pasado de Santana nunca se acababa—. ¿Y las cicatrices?
Los ojos de Santana se establecieron en mí. Lucían negros. —No quieres saber. Tenía razón, pero también se equivocaba. —Sí, quiero —susurré. —No quiero decirte —respondió, su pecho subía y bajaba. —Está bien. —Tragué, aceptando que Santana tenía otras tantas cicatrices internas que llevaba en su piel—. Lo siento, Santana.
—No quiero tu compasión —dijo—, y no quiero hacer una repetición de mi infancia mientras haces aquella mierda de psicoanálisis de chica.
Soy cáncer, Britt. Te lo dije desde el primer momento. No necesitas saber los detalles desagradables para aceptar esto.
—Sí —le dije, yendo en contra de todo instinto gritándome para ir abrazarla—, se necesitan los detalles para que sepa cómo curarte. Deja que te ayude —le dije, tratando de alcanzarla otra vez.
—Maldita sea, Britt —dijo, dando vueltas por la habitación—. No soy uno de tus proyectos favoritos. No soy un perro que puedes rescatar de ser sacrificado. No necesito ser salvada y seguro como el infierno que no quiero ser salvada. —Hizo una pausa y por fin me miró—. Así que deja de tratar tan condenadamente duro.
Sabía que este era el punto que debería retroceder, pero no pude. —No —dije con firmeza. Me miró. —No quiero ser salvada. Me mordí la lengua para evitar cualquier signo de lágrimas. —Sí, así es. Sus ojos brillaron. —No. —Su voz temblaba—. No lo hago. —Alejándose de mí, golpeó el borde de mi tocador, derribando una caja de almacenaje que había sacado desde el ático ayer.
Se estrelló contra el suelo, su contenido extendiéndose por la alfombra. Salí de la cama y recogía los artículos antes de que ella se diera la vuelta.
La cabeza de Santana cayó hacia atrás para mirar al techo antes de agacharse para ayudarme. Sus ojos se pegaron a algo en mi mano, su cara caída. Agarrando la foto de mis dedos, se levantó, mirando la foto como si no fuera real.
— ¿Cómo conoces a este tipo? Una respiración profunda. —Era mi hermano. — ¿Tu hermano era John Pierce? —dijo, sin parpadear. Ahora lloraba. Esta mañana se había convertido en demasiado para la mujer de acero mantener las lágrimas a raya. Levanté la vista hacia la imagen entre los dedos de Santana. La foto de último año de fútbol de mi hermano. Sólo siete meses antes de que hubiera sido asesinado. Hace cinco años hoy.
—Sí —le dije, limpiándome la cara. La foto cayó de la mano de Santana, con el rostro blanqueado. — ¿Y el nombre de tu padre es Wyatt? Asentí con la cabeza, agarrando la foto que había caído al suelo. Santana se dio la vuelta, lanzando un puñetazo a la pared. Destruyó a través de los paneles de yeso, mientras una nube de polvo blanco entró en erupción.
— ¿Cómo pudiste mantener algo así de mí? —gritó, volviéndose hacia mí, todo su cuerpo temblaba.
Me sentía tan confundida, tan molesta, no sé cuál más. —Te dije que mi hermano murió —le dije, colocando la foto de John en mi regazo—. Lo siento si no proporcione los detalles sangrientos.
Se movió hasta la ventana, Santana miró por ella, sus hombros subiendo y bajando con su respiración.
—Los detalles habrían estado bien en esta situación —dijo, con la voz a punto de quebrarse.
— ¿Qué diablos estás hablando, Santana? —susurré. Todo caía a pedazos, desmoronándose a mí alrededor, y no sabía que había tirado del hilo.
—Mi nombre completo es Santana Diabla López López —dijo, volviéndose hacia mí.
Ese nombre me golpeó como un tren. El impacto fue tan repentino, tan poderoso, que no podía hablar.
—Mi padre —dijo, agarrando el alféizar de la ventana—, fue a la cárcel por matar a tiros a un joven.
Negué con la cabeza, azotando mi pelo hacia atrás y hacia adelante.
—Detente —le dije, ahogándome con la palabra. Todo se encontraba fuera de control y me quería fuera de este viaje.
—El nombre de mi padre es Henry el “Diablo” López. —Hizo una pausa, mirando por la ventana como si estuviera bien escapar por ella o conducir su puño a través de ella—. Mi padre asesinó a tu hermano.
El cuadro que sostenía se deslizó de mis manos, volteado hacia abajo sobre la alfombra. Me sentía como llorando, mi cuerpo necesitaba la liberación de los sollozos, pero me sentía demasiada aturdida para moverme. Me repetía a mí misma que esto no era real, no era posible. No me había enamorado de la mujer cuyo padre había matado a mi hermano. Dios no era tan cruel.
—Tu papá —comencé, no estaba segura si podía sacarlo—, arruinó mi familia.
Santana golpeó el alféizar de la ventana. — ¡Y tu papá es el culpable de poner en marcha la cadena de la maldición del conjunto de los acontecimientos! —Gritó, dándose la vuelta—. Después de trabajar para una de las empresas de tu padre durante diez años, mi papá fue seleccionado al azar para una prueba de drogas, fracasó, y el gran Sr. Wyatt Pierce recibió la llamada final. Lo despidió.
—Santana, tenía cocaína y metanfetamina en él. Estuvo a punto de matar a un hombre en el lugar de trabajo —le dije, recordando cada palabra que se decía, cada imagen presentada durante el juicio. Mis padres se encontraban demasiados entrados en su pérdida para decidir que dejando a su hija de trece años sentarse en el juicio por asesinato de su hermano no era la mejor cosa para permitir, pero no quería quedarme en casa. Ocultándome debajo de una manta cuando el asesino de mi hermano era juzgado se sentía mal. Yo había estado ahí para él, incluso en la muerte.
— ¡Debido a que mi mamá acababa de salir en libertad bajo fianza! —Gritó, los tendones de su cuello saltan a la superficie—. Pasaba por una mala racha, pero él habría salido de ello, y como premio a una década de servicio, tu padre lo despidió. El banco ejecutó la hipoteca de la casa dos meses después y nos quedamos sin hogar. Me dejó en casa de las chicas el mismo día que le disparó a tu hermano.
Quería salir corriendo, pero no pude. Seguía esperando a despertar de esta pesadilla con el cuerpo dormido de Santana cubierto sobre el mío.
—Él mató a mi hermano —repetí las palabras agrias e incorrectas en mi boca.
— ¡Se suponía que iba a ser tu padre! —explotó, todo saliendo de ella. Sus hombros rodaron hacia adelante, con la cabeza caída—. Se suponía que iba a ser tu padre —dijo en un susurro.
—No —mis extremidades temblaron—, se supone que era yo. Santana se quedó inmóvil, mirándome como si fuera su enemigo. — ¿Qué diablos quieres decir? Me deslicé contra la pared, necesitando el apoyo.
—Mamá me pidió que le llevara el almuerzo a mi padre. Ese domingo trabajaba día y noche para conseguir ese proyecto a tiempo, pero estaba siendo difícil y dije que no quería hacerlo. El sitio de trabajo se encontraba cerca de nuestra casa y podía ir en bicicleta. —Cerré los ojos, mientras todo se reproducía en mi mente—. Así que John dijo que lo haría, y esa fue la última vez que lo vi con vida. Ese es quien tu padre puso tres balas en cuanto se presentó en el lugar de trabajo ese día. Debería haber sido yo, esperando dentro de la oficina móvil de papá, haciendo girar la silla, cuando Henry López, que se hallaba tan arriba en metanfetamina que no era capaz de distinguir quién se encontraba en esa silla, disparó y mató a mi hermano. —Todo dentro de mí se desinfló. No era más que la cáscara de un globo, cayendo al suelo—. Se suponía que iba a ser yo.
Todo quedó en silencio, pero un silencio que era tan fuerte que quería taparme los oídos.
Por último, Santana pasó por delante de mí, deteniéndose justo antes de que se fuera.
—Siento que no lo eras —dijo, en voz baja—. Porque realmente podríamos haberlo hecho sin toda esta mierda.
Cerrando la puerta detrás de ella, sus pasos retumbaron por las escaleras, hacia la puerta, y fuera de mi vida para siempre esta vez.
Cuando la puerta mosquitera se cerró de golpe, lloré el mar de lágrimas que había aferrado por cinco años.
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Dejen sus comentarios !! que creen que pasara c0n las Brittana ?
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
WWOOORALEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!
joder,....
pero ninguna de las dos tiene la culpa de lo que paso,...
mejor dicho causa y efecto,...
a ver que pasa de ahora en adelante,..!!
nos vemos!!!
joder,....
pero ninguna de las dos tiene la culpa de lo que paso,...
mejor dicho causa y efecto,...
a ver que pasa de ahora en adelante,..!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Te gusta lo complicado??? Por que esto es tremendo!!!!
Intriga total, veremos como sigue todo aunque no veo nada bueno.
Saludos
Intriga total, veremos como sigue todo aunque no veo nada bueno.
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Agarrame que me caigo muerta!!!!
Primero no se supone que al despertar con la persona que quieres has de estar feli???!!! Poca felicidad habia.
Segundo ninguna e ellas tiene laculpa
Primero no se supone que al despertar con la persona que quieres has de estar feli???!!! Poca felicidad habia.
Segundo ninguna e ellas tiene laculpa
monicagleek- ---
- Mensajes : 523
Fecha de inscripción : 25/11/2013
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
3:) escribió:WWOOORALEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!
joder,....
pero ninguna de las dos tiene la culpa de lo que paso,...
mejor dicho causa y efecto,...
a ver que pasa de ahora en adelante,..!!
nos vemos!!!
Asi es pienso igual que tu !! Ya veremos !!
Saludos gracias x comentar!
monica.santander escribió:Te gusta lo complicado??? Por que esto es tremendo!!!!
Intriga total, veremos como sigue todo aunque no veo nada bueno.
Saludos
Vienen cosas dificiles pero todo tiene su recompensa no ? (:
Saludos gracias x comentar !!
monicagleek escribió:Agarrame que me caigo muerta!!!!
Primero no se supone que al despertar con la persona que quieres has de estar feli???!!! Poca felicidad habia.
Segundo ninguna e ellas tiene laculpa
Pienso igual que tu /;
Saludos gracias por comentar !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Capítulo 33
Me paré al frente del espejo, estudiando a la chica que se reflejaba. Lucía como yo, pero no era la misma chica que recordaba. Algo se había separado en las horas desde que Santana se fue, y debió haber sido vital a quien yo era una vez.
Me sentí plana, incapaz de manifestar cualquier tipo de emoción, y me sentí perdida, como si todo por lo que había trabajado y logrado me hubiera llevado a un callejón sin salida. Por primera vez en mi vida, me pregunté si el mundo alrededor de mí que había intentado salvar valía la pena.
— ¿Brittany en el cielo? —Un suave golpe sonó fuera de mi puerta—. ¿Estás lista?
No, era mi respuesta, pero eso no es lo que salió porque cuando se trataba de mi hermano, nunca decía no. No lo hice cuando me pidieron hablar en su funeral, y no lo había hecho cada año en el aniversario de su muerte cuando papá y yo visitábamos su tumba. Era el único día en que todavía podía demostrarle que lo amaba y que pensaba en él cada día.
Di una última mirada a la chica en el espejo antes de sacudir mi cabeza y girarme. Esa chica ya no era yo.
—Hola, papá —saludé, abriendo mi puerta. Como las cuatro veces anteriores, papá vestía su traje negro y hasta se las había arreglado para anudar casi bien su corbata—. ¿Sólo nosotros dos de nuevo? —pregunté, mirando el pasillo. Mi mamá nunca nos acompañaba a la tumba de John, y por lo que sabía, nunca había vuelto a ir luego del día en que había sido bajado a la tierra.
—Tu mamá lidia con ello en su propia manera —dijo, secándose las palmas en su chaqueta—. Nosotros lidiamos con ello en nuestra propia manera.
La mayoría de los días deseaba que pudiera lidiar con eso en la manera de mamá.
—Vamos, se está haciendo tarde. —Giró y se dirigió bajo las escaleras. Tomé mi bolso y lo seguí—. Tú manejarás —dijo innecesariamente mientras cerraba la puerta principal.
La última vez que había estado detrás del manubrio de un auto fue el día en que John murió. El cementerio se encontraba a una hora manejando de la cabaña, pero cuando ibas sentada al lado de tu padre en completo silencio, parecía más un día completo sin paradas de descanso. Esta sería mi sexta vez en el cementerio. Venía una vez al año porque era lo correcto que hacer, pero no podía hacerlo más que eso. Además, nada de lo que amaba de John se hallaba enterrado bajo esa lápida.
Papá miró afuera de la ventana del lado, pensando lo que sea que fueran los pensamientos de un hombre que había dejado de vivir aquí, y yo miré fijamente el camino adelante, intentando no pensar porque mis pensamientos sólo me llevaban en una dirección.
Como cada otro cementerio, se encontraba vacío. Deteniéndome, miré a papá. Se veía congelado, todavía mirando fijamente por la ventana.
—Papá —puse mi mano en su hombro—, ¿estás listo? Se estremeció, sus ojos aclarándose mientras volvía a la vida. —Listo. Me deslicé fuera del auto y caminé al frente. Esperé. Y esperé. Era una práctica en paciencia que había aprendido hace cinco años. Una que había perfeccionado.
Papá se paró afuera de la puerta del pasajero, inquietándose e inquietándose con sus demonios. Tomó un montón de mí venir a ver a John, pero el tipo de tortura de papá que solía envolverlo en un casi derretimiento era el tipo de enfermedad mental a las que dedicaban libros.
Nunca lo he cronometrado, pero adivinaría que quince minutos era el promedio. En este tiempo, él echaba sus hombros hacia atrás y alisaba su chaqueta en su lugar luego de sólo cinco. Caminando hacia mí, miró por encima.
—Vamos a decir hola —dijo, ajustando su corbata por quinceava vez. La lápida de John no quedaba lejos, pero sabía que se contendría. Siempre lo hacía.
Nunca dijimos nada, pero siempre sentí que John escuchaba lo que quería decir. Los pájaros piaban, el sol brillaba, y saqué mis recuerdos favoritos de John a la superficie, intenté llenar los de Santana yéndose para siempre. La vida lentamente se volvía un desastre enorme, y no estaba segura si era porque de alguna manera me encontraba maldita de por vida o si la vida sólo avanzaba por naturaleza. Me había estado comprando por completo lo de que una persona puede marcar la diferencia en todo este tiempo sólo para descubrir que, al final, el mundo apestaba.
— ¿Te gustaría contarme qué está mal? —preguntó papá silenciosamente, poniendo su mano en mi regazo.
Me sobresalté, ya sea por su toque o por el silencio roto, no lo sabía. —Estoy bien. — ¿Cómo era tan difícil hacer que mi voz suene normal? —Britt, nunca te he escuchado alguna vez decir que estás bien. Tú dices o maravilloso u horrible o exhausta o explosivamente enojada o algo más, excepto bien —dijo, mirando el horizonte—. Eres una persona apasionada. Saliste a mí en ese departamento —dijo, una sonrisa ensombreciendo su rostro—. O al menos la persona que solía ser. —Se detuvo, tomando un par de respiraciones, luego se giró para enfrentarme—. ¿Qué está mal?
— ¿Cómo supiste? —pregunté, pensando que de todas las personas en el planeta, mi padre sería la última persona en detectar que algo se hallaba gangrenoso bajo la superficie.
—Cuando dejas de permitirte sentir tus propias emociones como yo lo hice, hay más espacio para sentir las de los demás —dijo—. Es uno de los muchos lados de convertirse en un silencioso reservado.
Esta era la primera conversación de significado que mi papá y yo habíamos tenido en cinco años, y el día y el lugar en que ocurría me hacía sentir que John tenía su mano en eso.
—Es sobre Santana —dije, jugando con el borde de pasto bordeando la lápida de John.
—Pensé que no se veían más. —Papá aclaró su garganta; hacía esto realmente. Teniendo una conversación de padre preocupado con su hija adolescente.
—No lo hacíamos, pero como que nos tropezamos con ella anoche.
Mi papá puede estar mostrando un margen de fortaleza, pero temía que contarle sobre el evento que llevó la reunión de Santana y yo lo enviaría a otros cinco años de absentismo—. Arreglamos las cosas y entonces esta mañana, nos enteramos de que había algo más entre nosotras que nunca funcionarían. —También sabía que esta información podría enviar a mi papá a un espiral descendente, pero se sentó frente a mí luciendo mucho más como el faro de fortaleza que recordaba cuando niña. Como un hombre que nada podría derribarlo.
Asintió. — ¿Y qué era eso? Dejé salir mi aliento, las letras grabadas en la lápida de John poniéndose borrosas.
—El nombre completo de Santana es Diabla López —Aun cuando lo dije, todavía no podía creerlo. Todavía no quería creerlo.
Papá suspiró, girando sus hombros. —Lo sé. Mi cabeza se levantó.
— ¿Qué?
—Lo sé, nena —repitió—. Lo he sabido desde el principio. Bien, papá tenía un momento. Otro descanso de la realidad, pero este lo llevó a mentir a través de los dientes.
— ¿Estás diciendo que supiste desde la primera noche que llevé a Santana a casa, que su padre era Henry López? —lo modulé un poco más claramente.
—Lo sabía —dijo—. Me tomó un tiempo, pero sí, lo resolví. No estaba segura de cuan bajo en el agujero del conejo podía caer. — ¿Por qué no dijiste nada? —Porque eras feliz y porque Santana no es su padre y porque sabía que un día, si las dos seguían juntas, lo resolverías.
—Lo resolvimos. —Enterré mis dientes en mi labio. Papá palmeó mi pierna. — ¿Y estás deseando que no lo hubieran hecho? Incliné mi cabeza. — ¿Porque te preocupabas por ella y querías estar con ella? Otro asentimiento mientras me concentraba en contenerme. Este día torcía mi mente muy lejos, esperaba que se partiera en cualquier momento.
—Deberías haberme dicho. —Tal vez debería, pero no lo hice. Santana no debería ser juzgada por quién es su padre —dijo, tomando mi mano—. Lo que Henry López hizo es imperdonable, pero eso no significa que Santana no merece felicidad. Perdimos a nuestro John, pero ella perdió a su padre. —Su voz tembló, pero la contuvo—. Todos perdieron algo ese día, y me sentía feliz de ver una semilla levantarse de las cenizas.
Esa semilla había muerto en las cenizas. Era una semilla que nunca había echado raíz.
—Ella te culpa. —Y tú culpas a su papá —dijo, sus ojos moviéndose entre mí y la lápida de John.
—Eso es porque mató a John —dije—. Tengo todo el derecho a culparlo. —La culpa era lo de menos por asesinar a mi hermano.
—No importa a quién hay que culpar y a quién no cuando se trata de ti y Santana, cariño.
Lo que importa es lo que ustedes dos quieren. Las dos están buscando una salida fácil de esto porque les asusta —dijo, mirándome a los ojos con una real emoción y presencia que creí que se había ido hace tiempo—. Preocuparse por alguien es aterrador porque ustedes dos saben cómo se siente perder a alguien en el lapso de un latido del corazón. Pero no puedes dejar que ese miedo dirija tu vida o terminarás como yo. No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para ahora. Cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tu vida, no los dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. —Descansó su mano sobre la tumba de John—. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos.
Allí se encontraba Wyatt Pierce, quien podía hablarle a cualquiera sobre cualquier cosa, el hombre que había manejado la compañía de construcción comercial más grande en los estados antes de que su mundo entero llegara a su fin, sermoneándome sobre vivir para el momento y no dejar que el pasado te hiciera temer el futuro. Sabía que no era un hipócrita, eso era lo que él creía; sólo era incapaz de vivir así ahora.
—La perdí, papá —confesé, preguntándome si alguna vez tuve a Santana.
Papá miró en la distancia, su expresión endureciéndose. —Siempre me sorprende cómo cuando estamos seguros de que hemos perdido algo para siempre, nos termina encontrando.
Sonreí. Era una triste sonrisa, pero aun así contaba. Mi papá había dicho lo mismo numerosas veces cuando era más joven y perdí un juguete favorito. Había tenido razón. Tan pronto me rendí al hecho de que Teddy se había ido, de alguna manera apareció en el lugar más obvio.
—Aún si terminamos volviendo a estar juntos —dije—, ¿cómo podremos superar algo así? ¿Cómo puedo mirar más allá de su padre siendo Henry López? ¿Y cómo puede ella ver más allá de mi familia siendo la razón por la que perdió a su papá? —Esa pregunta no tenía respuesta, y no esperaba una.
—Soy lo suficientemente tonto de corazón para creer que el amor puede superar todo —admitió, levantando un hombro.
Me reí un poco, pero sonó bajo ya que intentaba no llorar. —Eres tonto de corazón —dije, mirándolo. Sus palabras y voz estaban bien, pero sus hombros y cabeza todavía empujadas hacia adelante. Era una fracción del padre que había sido. Pero yo tomaría una fracción—. ¿Qué te pasó, papá?
Levantó la mirada, revisando las nubes. Buscando formas o respuestas o un escape, no estaba segura, pero revisando por algo.
—Cuando un hijo muere, un padre pierde una parte de sí mismo —dijo—. Tu mundo entero deja de existir y no eres más que un cascaron de la persona que una vez fuiste. Tu mamá ha lidiado en su propia manera, yo en la mía, y tú en la tuya —dijo, levantando su mano de la lápida de John y levantándose—. Tu mamá odia el mundo, yo lo evito, y tú intentas salvarlo.
—Intenté y fallé —murmuré, no a punto de contar las maneras. —Sé por qué intentas salvar el mundo, nena —dijo, extendiendo su mano hacia mí—. Porque tratas de compensar a John. Compensar la culpa que sientes por no haber sido tú ese día.
Miré abajo a las fechas de la vida de John. Una vida acortada porque fui una malcriada e hice que mi hermano mayor le llevara a papá su almuerzo.
—No he salvado nada. —Te salvaste a ti, Brittany —dijo, su frente arrugándose—. Me salvaste a mí. Ese primer año, la única cosa que me hizo salir de la cama en la mañana eras tú.
Miré fijamente su mano estirada, sin ser capaz de aceptarla. —No salvé a John.
—Oh, cariño. John no podía ser salvado por ti —dijo—. Yo no lo salvé. Dios no lo salvó. ¿Cuánto tiempo más vas a dejar que la culpa del pasado dificulte el presente?
Levanté la mirada hacia él, encanecido, arrugado y triste. Había envejecido treinta años en el paso de cinco.
—Podría preguntarte lo mismo. —Lo sé —dijo, extendiendo su mano de nuevo—. Pero eres más fuerte que yo, mi Britt en el cielo. Eres más fuerte de lo que te das crédito.
Tomé su mano, dejándolo levantarme. —También lo eres, papá —respondí, inclinándome y besando su sien—. También lo eres.
----------------------------------------------------------------------------------------------
Historia original trilogia crash de Nicole Williams.
Bueno chicas les queria avisar que solo queda un capitulo y el epilogo !! Queria saber si quieren que adapte tambien el segundo libro ?? Por favor comenten !!
Gracias y saludos para todas espero que les guste el capitulo !!
Me paré al frente del espejo, estudiando a la chica que se reflejaba. Lucía como yo, pero no era la misma chica que recordaba. Algo se había separado en las horas desde que Santana se fue, y debió haber sido vital a quien yo era una vez.
Me sentí plana, incapaz de manifestar cualquier tipo de emoción, y me sentí perdida, como si todo por lo que había trabajado y logrado me hubiera llevado a un callejón sin salida. Por primera vez en mi vida, me pregunté si el mundo alrededor de mí que había intentado salvar valía la pena.
— ¿Brittany en el cielo? —Un suave golpe sonó fuera de mi puerta—. ¿Estás lista?
No, era mi respuesta, pero eso no es lo que salió porque cuando se trataba de mi hermano, nunca decía no. No lo hice cuando me pidieron hablar en su funeral, y no lo había hecho cada año en el aniversario de su muerte cuando papá y yo visitábamos su tumba. Era el único día en que todavía podía demostrarle que lo amaba y que pensaba en él cada día.
Di una última mirada a la chica en el espejo antes de sacudir mi cabeza y girarme. Esa chica ya no era yo.
—Hola, papá —saludé, abriendo mi puerta. Como las cuatro veces anteriores, papá vestía su traje negro y hasta se las había arreglado para anudar casi bien su corbata—. ¿Sólo nosotros dos de nuevo? —pregunté, mirando el pasillo. Mi mamá nunca nos acompañaba a la tumba de John, y por lo que sabía, nunca había vuelto a ir luego del día en que había sido bajado a la tierra.
—Tu mamá lidia con ello en su propia manera —dijo, secándose las palmas en su chaqueta—. Nosotros lidiamos con ello en nuestra propia manera.
La mayoría de los días deseaba que pudiera lidiar con eso en la manera de mamá.
—Vamos, se está haciendo tarde. —Giró y se dirigió bajo las escaleras. Tomé mi bolso y lo seguí—. Tú manejarás —dijo innecesariamente mientras cerraba la puerta principal.
La última vez que había estado detrás del manubrio de un auto fue el día en que John murió. El cementerio se encontraba a una hora manejando de la cabaña, pero cuando ibas sentada al lado de tu padre en completo silencio, parecía más un día completo sin paradas de descanso. Esta sería mi sexta vez en el cementerio. Venía una vez al año porque era lo correcto que hacer, pero no podía hacerlo más que eso. Además, nada de lo que amaba de John se hallaba enterrado bajo esa lápida.
Papá miró afuera de la ventana del lado, pensando lo que sea que fueran los pensamientos de un hombre que había dejado de vivir aquí, y yo miré fijamente el camino adelante, intentando no pensar porque mis pensamientos sólo me llevaban en una dirección.
Como cada otro cementerio, se encontraba vacío. Deteniéndome, miré a papá. Se veía congelado, todavía mirando fijamente por la ventana.
—Papá —puse mi mano en su hombro—, ¿estás listo? Se estremeció, sus ojos aclarándose mientras volvía a la vida. —Listo. Me deslicé fuera del auto y caminé al frente. Esperé. Y esperé. Era una práctica en paciencia que había aprendido hace cinco años. Una que había perfeccionado.
Papá se paró afuera de la puerta del pasajero, inquietándose e inquietándose con sus demonios. Tomó un montón de mí venir a ver a John, pero el tipo de tortura de papá que solía envolverlo en un casi derretimiento era el tipo de enfermedad mental a las que dedicaban libros.
Nunca lo he cronometrado, pero adivinaría que quince minutos era el promedio. En este tiempo, él echaba sus hombros hacia atrás y alisaba su chaqueta en su lugar luego de sólo cinco. Caminando hacia mí, miró por encima.
—Vamos a decir hola —dijo, ajustando su corbata por quinceava vez. La lápida de John no quedaba lejos, pero sabía que se contendría. Siempre lo hacía.
Nunca dijimos nada, pero siempre sentí que John escuchaba lo que quería decir. Los pájaros piaban, el sol brillaba, y saqué mis recuerdos favoritos de John a la superficie, intenté llenar los de Santana yéndose para siempre. La vida lentamente se volvía un desastre enorme, y no estaba segura si era porque de alguna manera me encontraba maldita de por vida o si la vida sólo avanzaba por naturaleza. Me había estado comprando por completo lo de que una persona puede marcar la diferencia en todo este tiempo sólo para descubrir que, al final, el mundo apestaba.
— ¿Te gustaría contarme qué está mal? —preguntó papá silenciosamente, poniendo su mano en mi regazo.
Me sobresalté, ya sea por su toque o por el silencio roto, no lo sabía. —Estoy bien. — ¿Cómo era tan difícil hacer que mi voz suene normal? —Britt, nunca te he escuchado alguna vez decir que estás bien. Tú dices o maravilloso u horrible o exhausta o explosivamente enojada o algo más, excepto bien —dijo, mirando el horizonte—. Eres una persona apasionada. Saliste a mí en ese departamento —dijo, una sonrisa ensombreciendo su rostro—. O al menos la persona que solía ser. —Se detuvo, tomando un par de respiraciones, luego se giró para enfrentarme—. ¿Qué está mal?
— ¿Cómo supiste? —pregunté, pensando que de todas las personas en el planeta, mi padre sería la última persona en detectar que algo se hallaba gangrenoso bajo la superficie.
—Cuando dejas de permitirte sentir tus propias emociones como yo lo hice, hay más espacio para sentir las de los demás —dijo—. Es uno de los muchos lados de convertirse en un silencioso reservado.
Esta era la primera conversación de significado que mi papá y yo habíamos tenido en cinco años, y el día y el lugar en que ocurría me hacía sentir que John tenía su mano en eso.
—Es sobre Santana —dije, jugando con el borde de pasto bordeando la lápida de John.
—Pensé que no se veían más. —Papá aclaró su garganta; hacía esto realmente. Teniendo una conversación de padre preocupado con su hija adolescente.
—No lo hacíamos, pero como que nos tropezamos con ella anoche.
Mi papá puede estar mostrando un margen de fortaleza, pero temía que contarle sobre el evento que llevó la reunión de Santana y yo lo enviaría a otros cinco años de absentismo—. Arreglamos las cosas y entonces esta mañana, nos enteramos de que había algo más entre nosotras que nunca funcionarían. —También sabía que esta información podría enviar a mi papá a un espiral descendente, pero se sentó frente a mí luciendo mucho más como el faro de fortaleza que recordaba cuando niña. Como un hombre que nada podría derribarlo.
Asintió. — ¿Y qué era eso? Dejé salir mi aliento, las letras grabadas en la lápida de John poniéndose borrosas.
—El nombre completo de Santana es Diabla López —Aun cuando lo dije, todavía no podía creerlo. Todavía no quería creerlo.
Papá suspiró, girando sus hombros. —Lo sé. Mi cabeza se levantó.
— ¿Qué?
—Lo sé, nena —repitió—. Lo he sabido desde el principio. Bien, papá tenía un momento. Otro descanso de la realidad, pero este lo llevó a mentir a través de los dientes.
— ¿Estás diciendo que supiste desde la primera noche que llevé a Santana a casa, que su padre era Henry López? —lo modulé un poco más claramente.
—Lo sabía —dijo—. Me tomó un tiempo, pero sí, lo resolví. No estaba segura de cuan bajo en el agujero del conejo podía caer. — ¿Por qué no dijiste nada? —Porque eras feliz y porque Santana no es su padre y porque sabía que un día, si las dos seguían juntas, lo resolverías.
—Lo resolvimos. —Enterré mis dientes en mi labio. Papá palmeó mi pierna. — ¿Y estás deseando que no lo hubieran hecho? Incliné mi cabeza. — ¿Porque te preocupabas por ella y querías estar con ella? Otro asentimiento mientras me concentraba en contenerme. Este día torcía mi mente muy lejos, esperaba que se partiera en cualquier momento.
—Deberías haberme dicho. —Tal vez debería, pero no lo hice. Santana no debería ser juzgada por quién es su padre —dijo, tomando mi mano—. Lo que Henry López hizo es imperdonable, pero eso no significa que Santana no merece felicidad. Perdimos a nuestro John, pero ella perdió a su padre. —Su voz tembló, pero la contuvo—. Todos perdieron algo ese día, y me sentía feliz de ver una semilla levantarse de las cenizas.
Esa semilla había muerto en las cenizas. Era una semilla que nunca había echado raíz.
—Ella te culpa. —Y tú culpas a su papá —dijo, sus ojos moviéndose entre mí y la lápida de John.
—Eso es porque mató a John —dije—. Tengo todo el derecho a culparlo. —La culpa era lo de menos por asesinar a mi hermano.
—No importa a quién hay que culpar y a quién no cuando se trata de ti y Santana, cariño.
Lo que importa es lo que ustedes dos quieren. Las dos están buscando una salida fácil de esto porque les asusta —dijo, mirándome a los ojos con una real emoción y presencia que creí que se había ido hace tiempo—. Preocuparse por alguien es aterrador porque ustedes dos saben cómo se siente perder a alguien en el lapso de un latido del corazón. Pero no puedes dejar que ese miedo dirija tu vida o terminarás como yo. No vivas la vida escondiéndote detrás de tu pasado, vive para ahora. Cuando encuentres a alguien con quien quieras pasar el resto de tu vida, no los dejes ir, ya sea si ese para siempre resulta ser un día o un año o cien años. —Descansó su mano sobre la tumba de John—. No dejes que el miedo de perderlos te contenga de amarlos.
Allí se encontraba Wyatt Pierce, quien podía hablarle a cualquiera sobre cualquier cosa, el hombre que había manejado la compañía de construcción comercial más grande en los estados antes de que su mundo entero llegara a su fin, sermoneándome sobre vivir para el momento y no dejar que el pasado te hiciera temer el futuro. Sabía que no era un hipócrita, eso era lo que él creía; sólo era incapaz de vivir así ahora.
—La perdí, papá —confesé, preguntándome si alguna vez tuve a Santana.
Papá miró en la distancia, su expresión endureciéndose. —Siempre me sorprende cómo cuando estamos seguros de que hemos perdido algo para siempre, nos termina encontrando.
Sonreí. Era una triste sonrisa, pero aun así contaba. Mi papá había dicho lo mismo numerosas veces cuando era más joven y perdí un juguete favorito. Había tenido razón. Tan pronto me rendí al hecho de que Teddy se había ido, de alguna manera apareció en el lugar más obvio.
—Aún si terminamos volviendo a estar juntos —dije—, ¿cómo podremos superar algo así? ¿Cómo puedo mirar más allá de su padre siendo Henry López? ¿Y cómo puede ella ver más allá de mi familia siendo la razón por la que perdió a su papá? —Esa pregunta no tenía respuesta, y no esperaba una.
—Soy lo suficientemente tonto de corazón para creer que el amor puede superar todo —admitió, levantando un hombro.
Me reí un poco, pero sonó bajo ya que intentaba no llorar. —Eres tonto de corazón —dije, mirándolo. Sus palabras y voz estaban bien, pero sus hombros y cabeza todavía empujadas hacia adelante. Era una fracción del padre que había sido. Pero yo tomaría una fracción—. ¿Qué te pasó, papá?
Levantó la mirada, revisando las nubes. Buscando formas o respuestas o un escape, no estaba segura, pero revisando por algo.
—Cuando un hijo muere, un padre pierde una parte de sí mismo —dijo—. Tu mundo entero deja de existir y no eres más que un cascaron de la persona que una vez fuiste. Tu mamá ha lidiado en su propia manera, yo en la mía, y tú en la tuya —dijo, levantando su mano de la lápida de John y levantándose—. Tu mamá odia el mundo, yo lo evito, y tú intentas salvarlo.
—Intenté y fallé —murmuré, no a punto de contar las maneras. —Sé por qué intentas salvar el mundo, nena —dijo, extendiendo su mano hacia mí—. Porque tratas de compensar a John. Compensar la culpa que sientes por no haber sido tú ese día.
Miré abajo a las fechas de la vida de John. Una vida acortada porque fui una malcriada e hice que mi hermano mayor le llevara a papá su almuerzo.
—No he salvado nada. —Te salvaste a ti, Brittany —dijo, su frente arrugándose—. Me salvaste a mí. Ese primer año, la única cosa que me hizo salir de la cama en la mañana eras tú.
Miré fijamente su mano estirada, sin ser capaz de aceptarla. —No salvé a John.
—Oh, cariño. John no podía ser salvado por ti —dijo—. Yo no lo salvé. Dios no lo salvó. ¿Cuánto tiempo más vas a dejar que la culpa del pasado dificulte el presente?
Levanté la mirada hacia él, encanecido, arrugado y triste. Había envejecido treinta años en el paso de cinco.
—Podría preguntarte lo mismo. —Lo sé —dijo, extendiendo su mano de nuevo—. Pero eres más fuerte que yo, mi Britt en el cielo. Eres más fuerte de lo que te das crédito.
Tomé su mano, dejándolo levantarme. —También lo eres, papá —respondí, inclinándome y besando su sien—. También lo eres.
----------------------------------------------------------------------------------------------
Historia original trilogia crash de Nicole Williams.
Bueno chicas les queria avisar que solo queda un capitulo y el epilogo !! Queria saber si quieren que adapte tambien el segundo libro ?? Por favor comenten !!
Gracias y saludos para todas espero que les guste el capitulo !!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
Espero que ambas entiendan probto que no tienen la culpa de lo que paso y acepten que han de estar juntas <3<3
monicagleek- ---
- Mensajes : 523
Fecha de inscripción : 25/11/2013
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)
siiiiii porfavorr el segundoooo
tambien
tambien
PAUlANyH**** - Mensajes : 172
Fecha de inscripción : 17/11/2013
Página 7 de 16. • 1 ... 6, 7, 8 ... 11 ... 16
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