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Finalizado Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)

Mensaje por Dani(: Miér Jun 11, 2014 1:16 pm

micky morales escribió:la mama de britt lo maximo, que si quiero el tercer libro. Por Dios que pregunta es esa POR SUPUESTISIMO!!!!!!!!!!!!!

Hola hola viste la mamá de britt pateando toda la mierda para que se fuera con san jajaj
Saludos gracias por comentar!

3:) escribió:holap,...

es raro lo que voy a decir,.. pero!! amo a a mama de britt,.. ya lo dije jajajja
obvio que quiero el tercer libro,..

nos vemos!!!

Hola hola!
Yo ame demasiadooooo a la mamá de britt!
Saludos gracias por comentar!

monica.santander escribió:Puede haber alguien taaannnnnn cabezona como Britt???? Una genia su mama, aplausos para ella!!
Me pregunta...... estará San esperando a Britt después que le suplico que no se fuera???
Tercer libro???? Eso no se pregunta, por supuesto que quiero eso!!!
Saludos

Hola hola!
Creo que no hay nadie mas cabeza dura que britt  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 2414267551  ! Viva la madre de britt por 5 vez jjajaja y el amor siempre lo puede todo no ? jajaja
Saludos!!

brittana_a escribió:excelente fic!!! me encanta la historia!!! claro que me gustaría un tercer y cuarto y quinto libro!!!! por favor no nos hagas esperar tanto y gracias por compartirlo con nosotras!!!!

Hola hola!
Me alegra demasiado que te guste el fic y que comentes !!
Saludos!!

Anita-P escribió:Me encantó! Realmente me gusta mucho esta historia. Hasta la proxima!! :)

Hola hola!
Me alegra mucho esuchar eso !!
Saludos !!
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Finalizado Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)

Mensaje por Dani(: Miér Jun 11, 2014 1:24 pm

Capítulo 18


Volar en el día de Año Nuevo, tenía sus ventajas. Junto a mí no había nadie más, por lo que no tuve problemas para cambiar mi boleto de regreso al vuelo siguiente, así que partí en una hora. Cuando empecé a contar toda mi historia a la pobre señora detrás del mostrador de boletos, me dio una sonrisa de complicidad y me pasaron a primera clase.

El control de seguridad fue cien veces más suave esta vez, y un puesto de café fue colocado justo al lado de mi puerta, así que para cuando llamaron a mi vuelo, estaba realmente zumbando como un cable de alta tensión.

La primera clase era todo lo que la gente habla acerca de ser. Los asientos eran dos veces más grandes y por lo menos diez veces más cómodos. Los asistentes de vuelo estaban dispuestos a satisfacer todas tus exigencias, a diferencia del casi gruñido que te daban en la clase turista cuando uno pedía un sorbo de agua si te atragantabas, ahogándote con uno de esos desagradables pretzels rancios que les gustaba servir.

Aquí, tenían pequeños bocadillos y bandejas de queso, junto con bebidas que se servían en vajillas de cristal. Estaba volando a treinta mil pies, pero aun así, con mi necesidad básica y no tan básica de reunirme, no podía esperar a tocar tierra. No creo que mi pie dejara de sonar una vez en el vuelo.

Fui la primera persona en bajar del avión cuando esas puertas se abrieron, yo estaba corriendo en el momento en que llegué al aeropuerto. No me detuve aun cuando los ojos de las personas comenzaban a seguirme. Me estaba acostumbrando a este tipo de momentos de miradas públicas y vergüenza. Y podría considerar esto como un preludio de lo que estaba por venir.

Sin embargo, el momento no iba a llegar sino me movía rápido a la acera del aeropuerto y si algún taxista no quisiera llevarme a Syracuse, porque el kickoff era en menos de una hora.

No tenía ninguna bolsa que buscar en los carruseles de equipaje, así que no pasé por ellos y casi me estrellé contra un taxi antes de que pudiera frenar. Subiendo dentro, me quedé sin aliento. —Al Carrier Dome, por favor —dije, mientras trataba de respirar—. Y si no fuera una cuestión de amor y de vida, no le estuviera rogando en este momento romper todas las reglas de tráfico para llegar allí tan rápido como le sea posible en una sola pieza.
Preferiblemente en una sola pieza —añadí.

El taxista me miró por encima del hombro. Su rostro era familiar. — ¿Por qué tienes tanta prisa por llegar a donde quiera que vayas? —Preguntó, deslizando sus gafas de sol sobre los ojos—. ¿No te han dicho alguna vez que disfrutes del viaje?

—Voy a disfrutar del viaje una vez que llegue allí —le contesté, dándole gracias a mi buena suerte de que me encontrara con este taxista. Este tipo me había conducido aquí en mi primer viaje en un tiempo récord, por lo que era apropiado que me llevara de nuevo ahora.
Sonrió de nuevo hacia mí, alejándose de la acera. — ¿Cuál es la prisa?

Le sonreí de vuelta. —Tengo que pedir disculpas, rogar y hacer el amor con la mujer que amo —contesté, abrochándome el cinturón de seguridad—. ¡Ahora haz que este pedazo amarillo de basura se mueva!

Apoyó la cabeza hacia atrás y se rió. —Por suerte para ti. Me gustan las mujeres mandonas —dijo, soltando ese pedazo de basura amarillo en la carretera.

Esta vez, como los coches y el paisaje se hallaban borrosos para mí, temía por mi vida. Supongo que finalmente haber decidido sobre la vida que quería vivir la hizo más valiosa.

Pero a medida que frenamos hasta detenernos junto a la acera fuera de las taquillas, no sólo estaba todavía de una pieza, sino que acababa de romper cada récord mundial de velocidad de taxismo. Estuve tentada de preguntarle al conductor si era un ex-piloto de Nascar, pero tenía un lugar en el que estar y con sólo unos minutos de sobra.

Empujando un poco de dinero en la mano, me deslicé por la puerta. —Eres un dios entre los taxistas, mi amigo —le dije.

Se echó a reír como si hubiera sido lindo de mi parte reconocer lo que ya había sido.
—Buena suerte —dijo antes de que cerrara la puerta. Sabía que iba a ser mi última oportunidad para dar una buena respiración profunda, así que la tomé, manteniéndola dentro, chupando todo el coraje y suerte que pude de ella antes de dejarlo ir.

Dándome la vuelta, corrí hacia la puerta donde mi boletero favorito esperaba detrás de la ventana.

—Señorita Britt —dijo, su rostro encendido—, no estaba seguro de que lo lograría.
¿Dejándolo para último minuto, no es así, chica? —dijo, mirando el reloj por encima de su hombro.

— ¿Cómo te sientes hoy, Lou? —le pregunté, sabiendo que mi plan se echaría a perder sin su ayuda.

—Viejo, artrítico —comenzó, mirándome—, y ágil e intratable como el día en que nací.

Exhalé un suspiro. —Bueno —dije—, necesito un favor. La cara de Lou aplanada con sorpresa, mirando de un lado a otro a los empleados que lo rodeaban, se inclinó sobre el mostrador, con los ojos brillantes.

—Espero que sea uno bueno. Mis manos sudaban. No estaban pegajosas, o húmedas. Sólo sudorosas.

No eran lo único. A cada parte de mi cuerpo parecía haberle crecido glándulas sudoríparas excesivas que goteaban líquido como si estuvieran pasando por un ritual de purificación en una cabaña de vapor.

Para no ser excluido, mi corazón estaba a punto de estallar fuera de mi pecho y mis rodillas consideraban seriamente comprobar ellas mismas el juego. Si mi mente no estuviera tan preparada, tan firme en su empeño, mi cuerpo se iría por debajo de mí.
—No tendrás mucho tiempo, señorita Britt —susurró Lou hacia mí, dándome un micrófono inalámbrico.

—No voy a necesitar mucho tiempo —respondí, el sonido con el pie haciendo su reaparición cuando me asomé a las gradas. Mientras los aeropuertos se encontraban vacíos el día de Año Nuevo, las gradas en los estadios de fútbol universitarios estaban llenas. Y estaba a punto de dejarlo salir delante de todos.

Mierda, era la única respuesta que tenía mi mente para mí. Esperemos que fuera más elocuente cuando vagara hacia ese campo y pusiera ese micrófono a mi boca.

— ¿Sabes cómo funciona una de estas cosas? —me preguntó, mirando el micrófono en mis manos. Estaba resbaladizo en mis manos sudorosas, por lo que ahora, además de no tropezar, no perder el conocimiento, y no decir nada estúpido, tenía que agregar "no deslizar el micrófono de mis manos" a mi lista.

—Encenderlo —recite, mi voz temblando—. Mantenlo cerca de tu boca. Trata de no sonar como una idiota lloriqueando.

Lou sonrió cálidamente haciendo que se asentaran las líneas de su rostro.

—Sucede que soy parcial a idiotas lloronas —dijo, apoyando su mano en mi hombro—. Mi esposa era una, y te juro que eso es lo que me convenció. Ella tenía que decir todo lo que estaba en su mente, sin pasarlo por un filtro. —Sus ojos marrones adquirieron un brillo tenue—. Cinco años más tarde, después de su ida, mientras me acuesto en la cama es lo que más me falta.

Envolviendo mis brazos alrededor de él, le di a Lou un abrazo, estaba tan tembloroso y sudoroso que parecía fundirse. Cuando se apartó, se limpió los ojos.

—La señora Santana es una mujer muy afortunada —dijo, retrocediendo.

Sonreí detrás de él. —No saqué exactamente el palito de la mala suerte.

—No, hum, seguro que no lo hiciste —dijo, señalando con la cabeza hacia el campo—. Ve allá por ella.

—Está bien —dije, sintiéndome como si estuviera a punto de vomitar.

—Cuando estés lista, haz un movimiento con la cabeza y me aseguraré de que las corrientes de micrófono lleguen a todo el camino hasta el aparcamiento.

Le dediqué unos pulgares arriba porque tenía los nervios apretando mi garganta.

Mirando hacia las gradas, otra oleada de náusea rodó sobre mí. Los equipos no habían tomado el campo todavía, pero estaban a punto. Lou me había asegurado que si Santana se encontraba en el vestuario o en el túnel o en el campo, no habría ninguna manera en el infierno que no pudiera oír mi voz saliendo por los altavoces.

Junto con otros cincuenta mil. Ser vulnerable era bastante difícil sin una carga de basura de extraños testigos imparciales de la misma. Pero esto era lo que tenía que hacer. Santana se había puesto en este mismo lugar tantas veces antes, sin importarle lo que los demás pensaran de ella y de lo que sentían por mí, era mi turno. Yo era la que tenía mucho que enmendar.

Y enmendarlo era un paseo corto a la línea de cincuenta yardas.

Cerré los ojos y me imaginé la cara de Santana. Sus muchas caras. La que se echaba a reír cuando trata de ser dura, la que se había suavizado en una sonrisa cuando le dije que la amaba, la que se había roto cuando me había alejado demasiadas malditas veces de más. Y, por último, la de la aceptación que esperaba encontrar cuando dijera lo que tenía que decir.

Con determinación renovada, abrí los ojos y di mi primer paso hacia el campo. Contuve la respiración, esperando que nadie me abordara o paralizara cuando se dieran cuenta de que no tenía una insignia colgando de mi cuello, pero nadie parecía prestarle mucha atención a la chica vagando a las cincuenta yardas con un micrófono en la mano.

Me temblaban las manos en las veinte yardas, y el resto de mí por los treinta, pero cuando tomé mis pasos finales para los cincuenta, todo se calmó. Había saltado, que era la parte difícil, ahora todo lo que tenía que hacer era disfrutar de la caída libre.

Sosteniendo el micrófono, la multitud me analizó. La gente empezó a poner su atención en mí. Pretendí que observaban a los chicos del agua en las líneas laterales. Mirando hacia el túnel oscuro, hice un gesto con la cabeza.

El micrófono zumbaba. Me estremecí con sorpresa. Era la primera vez que había tenido una de estas cosas y no había previsto eso. Bailar no requería micrófonos.

— ¿Hola? —dije, consolidando mi lugar como la idiota del año. ¿Esperaba que alguien me saludara de vuelta? Mi voz se escuchó en todo el estadio.

Ahora que había conseguido la atención de todos. Incluyendo los tipos altos, amplios con chalecos negros de "SEGURIDAD" sobre sus espaldas.

Lou tenía razón. Tendría que ser rápido. —Mi nombre es Brittany —comencé, mi voz se quebró. La aclaré. Sólo finge que estás hablando con nadie más que Santana—. Y érase una vez me enamoré de esta chica. —El estadio permaneció en silencio mientras todos se sentaron al Show para Mostrar las Agallas de Brittany Pierce—. Ella no era precisamente una princesa de cuento de hadas. Pero yo no soy una princesa de cuento de hadas. —Hice una pausa, recordándome a mí misma de respirar. Todo esto sería en vano si perdía el conocimiento por falta de oxígeno—. Ella no montaba en un caballo blanco o decía todas las cosas correctas en el momento justo. Pero era mi princesa. Habría sido el tipo de chica del que escribiría si yo hubiera escrito todos esos cuentos de hadas.

Me di cuenta de un par de guardias de seguridad hablando por sus Walkie Talkies, murmurando algo en ellos con caras serias. Date prisa, Brittany.

—Esta chica me hizo sentir cosas que nunca imaginé que podría sentir. Me hizo desear cosas que no estaba segura de que podría tener. Me hizo necesitar cosas que no sabía que existían.

Mi voz era cada vez más fuerte mientras las palabras comenzaron a derramarse fuera de mí. Todo lo que había necesitado decir por tanto tiempo por fin tuvo su día.

—Me hizo feliz. Me hizo volverme loca. Me hizo agradecer al cielo por el día en que la conocí. Me hizo maldecir al mismo cielo por el día en que la conocí. —Sonreí, un montón de recuerdos destellaban a través de mi mente—. Cometí un error. Metí la pata. Estaba segura de que podría vivir sin ella. Estaba tan segura de que ella sería mi muerte. Estaba confundida. —Entré en las cincuenta yardas, me di la vuelta, esperando a que la número diecisiete llegara a través del campo hacia mí. No venía una cara sonriente por mí todavía.

Tenía mucho más que enmendar. Sólo esperaba que fuera suficiente.

—Nos montamos en esta montaña rusa. Arriba, abajo, y alrededor y alrededor, y tan pronto como estaba segura de que iba a venir a una parada y podíamos salir de ella de una vez por todas, se repetía el mismo viaje de nuevo. No pensé que quería ser un pasajero en el viaje, así que me bajé, dejándola montarla sola.

Un par de guardias asintieron en sus Walkie Talkies antes de meterlo y venir a la cancha por mí. Hice otra búsqueda del campo. ¿Dónde estaba?

—Luego, compartimos una noche increíble en una habitación de hospital y sabía que todo iba a estar bien. Y la duda se deslizó de nuevo en mi mente y sabía que nada iba a estar bien. Así que la dejé. Lo que dolió. —Una sola lágrima silenciosa que no sabía que estaba allí se derramó por mi mejilla.

Haciendo caso omiso de los guardias que se dirigían hacia mí, miré a las gradas. Más allá de lo que esperaba, se formaban caras de simpatía.

Resulta que no era la única que había jodido las cosas del amor. —Pero esta mañana, con una noche sin dormir y una taza de café, alguien tocó algo de sentido en mí. Gracias, mamá —dije, saludando a la cámara que me daba seguimiento—. Me di cuenta de que nunca había bajado de esa montaña rusa, sólo viajábamos en coches diferentes. Mi vida es una montaña rusa si estoy o no estoy sentada al lado de esta chica, y prefiero compartir este viaje loco por la vida con ella a mi lado.

Aspirando una respiración profunda, porque tenía unos diez segundos antes de que volviera a ser escoltada fuera del campo. Esperemos que no sea a golpes.

—Ya he terminado de huir. Ya he terminado de cuestionarme si podemos hacer esto, Santana.

Ovaciones se levantaron en las gradas mientras los fans comenzaron a darse cuenta de que su mariscal estrella de campo era de quien esta chica loca hablaba.

—Ya he terminado de fingir que nunca voy a amar a alguien tanto como a ti. Sé que me llevó un tiempo, pero ahora lo sé. Fui hecha para amarte. Fui hecha para compartir mi vida contigo. Estoy rescribiendo el cuento de hadas para que cabalguemos juntas tú y yo —me detuve de nuevo a respirar un poco, explorando el terreno. No iba a venir. Incluso si hubiera estado escondida en la parte de atrás de la cancha, ella podría haber llegado a mí ahora, si quería. Nada detenía a Santana de lo que ella quería. La posibilidad de que no era lo que quería, me rompió.

Luché con el miedo. Estuve viviendo en este estado. —Te amo, Santana López. Ya he terminado de dejar que me asuste. No voy a ir a ninguna parte.

Uno de los guardias de seguridad se detuvo frente a mí, aclarándose la garganta. —Sí, señorita. Me temo que lo hará.

No fue así como me había imaginado que esto sucediera. Le di a la vida —sonriendo con satisfacción y una cara de sabelotodo— el dedo medio.

—Me quedo con esto —dijo, agarrando el micrófono de mis manos—. Después de usted —dijo, lo que era sombra de una demanda, haciendo un gesto fuera del campo.

El otro guardia se puso junto a mí, esperándome también. Al menos ninguno de los dos se balanceaba en un par de puños delante de mí. Tomando una mirada más alrededor del campo, sentí que mi corazón maltratado se rompía una última vez.
De hecho—no podía romperse más de lo que acababa de romperse. Si Santana no lo quería, no lo necesitaba de alguna otra forma.

Manteniendo mi cabeza en alto, seguí detrás de uno de los guardias, el otro manteniendo un paso a mi lado cuando me fui del campo. El estadio se quedó en silencio de nuevo al sentir los ojos de cada persona mirándome ser acompañada fuera del campo en el que acababa de desnudar mi alma.

A donde iba a ir para morir. Mi futuro parpadeaba por mi mente mientras cruzamos el túnel oscuro, viéndose triste y vacío. Mi futuro, sin Santana, no era uno del que tenía ganas de levantarme todos los días.

Me encontraba a mitad de camino a través del túnel, en el punto donde es más oscuro, cuando algo zumbó a la vida en el estadio. Me sorprendió tanto como lo hizo la primera vez. Los dos guardias se congelaron junto a mí, pero sus bocas no se curvaban en sonrisas como la mía.

— ¿Brittany Pierce? —Esa voz que no podría amar más sin haber sido declarada mentalmente inestable en ascenso en el estadio—. ¿Podrías volver aquí? Tengo que preguntarte algo.

Los guardias se quejaron. Casi vomitaba, estaba tan mareada, y Brittany Pierce no solía estar mareada.

— ¿Preparados para hacer de esto un ida y vuelta, muchachos? —les dije, mientras volvía a pasar por el túnel si sentían la necesidad de que me acompañaran o no.

Sus pasos indicaron que seguían detrás de mí. No desaceleré para esperarlos. Corriendo fuera del túnel, la luz del estadio me cegó por un momento, pero luego un destello de color naranja y blanco decorando la línea de cincuenta yardas aclaró mi visión. Santana se sentó a horcajadas en esa línea, el casco a sus pies, y sus ojos nada más que en mí.

Su rostro no dio nada desde la distancia, pero no me importaba si estaba allí para castigarme delante de todo el mundo o si pensaba en hacerme el amor allí mismo, en el campo. No iba a darle la espalda.

Me dije a mí misma que caminara, para poner un pie delante del otro, pero no pude. Todo lo que era capaz era de correr. Y cincuenta metros nunca se habían sentido tan lejos y no había nada que quería tanto como lo que yo quería al final de los cincuenta metros.

La multitud no se quedó en silencio. La gente empezó a aplaudir, incluso la ola comenzó a ondear a través de los stands. Pero la única cosa que realmente llamó mi atención era la mujer que me miraba, manteniendo cierta emoción tan intensa que podía sentir que venía de ella en oleadas contenidas debajo de la superficie.

Disminuí a un trote, me detuve antes de lanzarme a sus brazos. Esto tenía que ser una de las pocas veces que me acercaba a Santana y sus brazos no estaban abiertos.
—Eso fue un infierno de discurso, Britt —dijo, su cara finalmente rompiendo en una sonrisa. Casi idéntica a la que me había dado ese día en la playa cuando se había estrellado contra mí.

—Me preguntaba cuánto tardaría en tenerte en horizontal —dije, dándole de regreso su línea de ese día en la playa cuando me había enamorado de una chica rota que había logrado arreglar algún lugar del camino.

— ¿Hasta qué punto crees que tenía que llegar a la orilla del mundo? —respondió, con la sonrisa más profunda.

—Yo diría que me caí sobre ella hace varios caminos —respondí, sabiendo que había caído hace mucho tiempo que no podía recordar cuando mis pies se habían plantado en tierra firme.

Santana se acercó a mí, apoyando una mano en mi cadera. —Entonces es una maldita cosa buena que agarraras la cuerda que te dije que íbamos a necesitar cuando la tierra cayera.

Sonreí mientras su expresión se suavizó. —Maldita cosa buena, de hecho —dije, sintiendo el calor de su mano desvaneciendo cualquier confusión o incertidumbre o duda que quedaba—. ¿No dijiste que tenías algo que preguntarme? —Arqueó una ceja, explorando la multitud y las cámaras dirigidas a nosotras—. Porque yo diría que tenemos cinco segundos más antes de que envíen el equipo SWAT.

Santana dejó escapar un suspiro, un destello extraño en sus ojos viéndose... ¿Nerviosa?
—No pensaba en hacerlo de esta manera —dijo, uno de los lados de su boca curvándose—. Pero supongo que es normal para nuestro recorrido, Britt.

— ¿Esa conmoción cerebral golpeó algo suelto? —bromeé, divertida ante esta ola de nerviosismo rodando fuera de ella.

—No, todavía veo todo tan claramente como lo hice antes —respondió, tirando de una cadena alrededor de su cuello—. Y es hora de que tú también lo veas.

Lanzó el micrófono a un lado, dio un paso atrás. La multitud estalló en un coro igual de aplausos y abucheos.

Maldita sea. Mis rodillas estaban a punto de unirse a ella. Deslizando la cadena sobre su cabeza, un anillo colgaba del extremo de la misma.

—Sé que soy una real idiota, y Dios sabe que no hay nada que pueda hacer para que te merezca —empezó a decir, tomando mi mano entre las suyas después de deslizar el anillo libre de la cadena.

No podía llenar mis pulmones, no podía sentir mis piernas debajo de mí, pero yo podía sentir su mano alrededor de la mía. Y me mantuvo conectada a tierra—. Pero te quiero, Brittany Pierce. Mal. Te quiero para siempre. El tipo de mal que tengo por ti es el que no se va. —Su frente arrugada, sus ojos color marrón intenso—. Alivia mi sufrimiento. Hazme la más feliz, la mujer más torturada en el mundo. ¿Cásate conmigo? Y si esto se cuelga de una cuerda después de que el suelo se caiga por debajo de ti, me había convertido en la maldita mejor escaladora de cuerda en la historia de cuerdas.

Santana López. La mujer a la que amaba. No podía vivir sin ella. Mi esposa.

Sí, eso funcionó. — ¿Por qué diablos no? —le contesté, sin sentirme más segura de nada.

Su rostro se suavizo con alivio. Y pura y desenfrenada, alegría. — ¿Fue eso un sí? —preguntó, ya deslizando el anillo en mi dedo. No había mirado el aro. Podía sentirlo allí, la banda de metal frío en mi piel, pero no necesito verlo para sentir su promesa. Podría haber sido un centenar de signos de intercalación, podría ser de una máquina. No me importaba. Porque tenía a Santana. Por siempre.

—No —contesté, tirando de su mano, haciendo palanca hasta ella—. Eso fue un por qué te llevó tanto tiempo, López. Ahora ven aquí y dame un beso. —Le di un guiño, y ella sonrió ante mí como una tonta.

Parándose, sus brazos me agarraron, pegándome firmemente contra ella. —Sí, señora.
Envolviendo mis piernas alrededor de ella, me levantó más alto, tejiendo sus dedos por mi cabello.

—El nombre es Santana López, ya que serás mi esposa en algún momento no muy lejano. Y no solía tener novias, dar flores, o tener citas. Y luego te conocí, y eso no funcionó para ti.
Así que cambié por ti. Y he cambiado para mí también —dijo, retrocediendo en el tiempo y manteniéndome aquí en el presente, mirándola a los ojos y sintiendo mis labios en los suyos, sentí el futuro. Fue surrealista. El tipo real que pocas personas rara vez han experimentado. Y ahí estaba yo, viviendo. Levantando sus labios de los míos, ella pasó sus nudillos por mi cara—. Y nos salió algo especial.


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Aviso/Pregunta (:


Bueno chicas queria decirles que ya empece con el otro libro !!
Dejen sus comentarios de que les parecio este capitulo y si quieren que les suba el epilogo en la tarde !!
Saludos Gracias a todas las que apoyan este Fic besos!!
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Mensaje por 3:) Miér Jun 11, 2014 2:40 pm

holap,...

dios si que saben dar un buen espectáculo jajajajaj
ya me daba en el hígado que britt se escape cada rato, pero valió la pena!!!
esta frase le queda a san "si la amas déjala ir, si vuelve siempre fue tuyo, si no nunca lo fue",.. no?? pero britt digamos que la gasto hasta el extremo jajajajaj


nos vemos!!!
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Mensaje por Dani(: Miér Jun 11, 2014 6:38 pm

3:) escribió:holap,...

dios si que saben dar un buen espectáculo jajajajaj
ya me daba en el hígado que britt se escape cada rato, pero valió la pena!!!
esta frase le queda a san "si la amas déjala ir, si vuelve siempre fue tuyo, si no nunca lo fue",.. no?? pero britt digamos que la gasto hasta el extremo jajajajaj


nos vemos!!!

Hola hola! JAJAJAJAJA ellas son perfectas haciendo eso !
Creo que tienes demasiada razon la utlizo de mas:P
Aqui dejo el epilogo!
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Mensaje por Dani(: Miér Jun 11, 2014 6:44 pm

Epilogo


¿Quedo derecho? Levantando la mirada desde el suelo donde me encontraba, doblando la ropa recién sacada de la secadora, estudié la fotografía que Santana trataba de colgar sobre la chimenea ladearse.

Sobre nuestra chimenea. Claro, el lugar era alquilado y era un estudio tan pequeño como puede ser un lugar de ochocientos dólares al mes en Nueva York. Pero era nuestro, un lugar donde podríamos estar juntas. Así que era grandioso.

Conseguimos las llaves un par de días atrás e intentábamos adaptarnos entre las clases, el futbol y el trabajo, pero no importaba cuantas cajas teníamos que desempacar, me sentía feliz de que Santana estuviera a mi lado.

—No —dije, arrodillándome—. Está chueco.

—Maldición —murmuró, tirando de la fotografía del gancho—. No puedo poner esto derecho. Comienzo a creer que las pareces están torcidas.

—Claro que sí, bebé —dije, doblando otra de sus Bragas—. Estoy segura de que no tiene nada que ver con tu poca experiencia colgando fotos.

—Si no tuviera una imposibilidad física iría hasta allí y te castigaría por burlarte de mí —dijo, apoyando la foto contra la chimenea, lanzándome una sonrisa maliciosa.

Agarré un par de prendas de mi pila de ropa interior y se las lancé.

—Yo no llamaría imposibilidad física a lo que tienes cuando lo hemos hecho cuatro veces en menos de veinticuatro horas.

Atrapó mi ropa interior en el aire antes de ondearla frente a mi rostro. —¿Es esto un reto, Britt?

—Eso es lo que tú quieras que sea —dije mientras ella hacía su camino en mi dirección—. Después de que consigas colgar esa foto correctamente —agregué, deteniéndola en seco.

—¿Por qué no solamente la dejamos sobre la chimenea? —preguntó, su rostro torturado, o lo que bien podría ser un puchero, por tener que esperar para tener sexo. Levantando la foto que nos tomamos como fotografía de compromiso, justo en la playa donde nos conocimos, ella la apoyó contra la chimenea, descansando contra la pared detrás de ella—. ¿Ves? Problema resuelto.

—Problema no resuelto —dije, levantándome y cruzando la habitación hacia ella. El departamento era lo suficientemente pequeño como para cruzarlo en cinco pasos—. Mira esta cosa. —Tomé un puñado de la mezcla que caía de la chimenea de ladrillo. Una avalancha de mortero y polvo cayó en cascada en el suelo—. Podría derrumbarse cualquier día y nuestra fotografía junto con él.
La piel entre sus cejas se arrugó. —Mujer, esto apesta. Incluso el suelo podría caerse debajo de nuestra fotografía. Esto no es justo.

La empujé y ella rió con diversión. —Ya que te estás divirtiendo mucho con esto, entonces hazlo bien. Nuestra fotografía necesitará colgar de una cuerda en caso de que el suelo decida caerse también.

—Yo creo, Britt —contestó, girando la fotografía—, que esto necesita un alambre. No una cuerda.

Gemí cuando me entregó la fotografía y se subió al banquillo nuevamente, el martillo en la mano. —¿No puedes ser más irritante?

Sabía por experiencia que podía. —Por ti, Britt —dijo, bajando la mirada hacia mí mientras reposicionaba el gancho y el clavo—, puedo ser lo que quieras que sea.

—¿Qué te parece callada y concentrada hasta que consigas dejar esta cosa derecha?
Me guiñó un ojo, sellando sus labios mientras clavaba el clavo en una nueva ubicación.

—Sabes, esta idea del apartamento ha sido la cosa más tonta y tonta y brillante que has hecho hasta ahora —dije, investigando la habitación que, para pagar la renta cada mes, Santana debería pasar horas extras en el garaje. Todo para que pudiéramos pasar los fines de semana juntas.

No más compartir dormitorio con Rachel o sus compañeras de fraternidad. Este lugar era todo para nosotras.

Hizo un gesto hacia mí, moviendo su boca en silencio. —¿Qué? —Se supone que debo estar callada y concentrada en este momento —me susurró.

Dejé escapar un suspiro de exasperación. —¿Qué tal sólo concentrada, entonces? —dije—. Ya que pedirte que estés callada es una tortura para ti.

—Concentrada —dijo, arqueando sus cejas en mi dirección—. Puedo concentrarme, Britt.

—¿Tu mente puede dejar de pensar en sexo por unos minutos? —Golpeé con fuerza su trasero.

—Rara vez. —Yo diría que nunca —murmuré. Sonrió abiertamente. —Así qué, ¿La idea del apartamento ha sido mi idea más brillante?

—Bueno, Sra. Audiencia Selectiva, es la más brillante porque tenemos nuestro propio lugar, un lugar donde no tenemos que andar de puntillas cerca de otras personas. Un lugar sólo para nosotras.

Haciéndome señas de que ya estaba listo, le entregué la fotografía.

—Es la idea más tonta porque estás pagando ochocientos dólares al mes para pasar aquí dos días a la semana; Esto está a dos horas conduciendo de mi escuela y a tres horas de la tuya. Y no olvidemos que somos una pareja de dieciocho años, en su primer año de universidad, que se han mudado juntas y estamos comprometidas.

Me miró como siempre lo hacía cuando creía que yo hablaba locuras. —No estoy segura de cómo responder a eso, así que sólo te ofreceré un “¿De nada?” —Colgando la fotografía en el gancho otra vez, lo ajusto, ladeando su cabeza para inspeccionarlo.
La maldita cosa seguía torcida. —Gracias —dije, mientras ella lo ajustaba de nuevo, empeorándolo.

—Gracias, ¿Por qué? —dijo, sus manos hechas puños como quisiera golpear la pared con frustración—. ¿Tu agradecimiento es preludio de mí “de nada” o me agradeces por la cosa más brillante o tonta que he hecho? —Lo ajustó hacia el otro lado y, cuando casi estuvo derecho, el gancho cayó de la pared en una nube de polvo de yeso.

—¡Maldición! —gritó, golpeando la pared. Revisé la fotografía, la cual cayó sobre la chimenea. El cristal no estaba roto. Sobrevivió a la caída y al impacto.

—Gracias por todo —dije, tomando su mano. Su puño se relajó al instante, relajándose en mi agarré. Sus dedos se entrelazaron con los míos, jugando con el anillo de oro rodeando mi dedo anular. No habíamos elegido una fecha aún, después de todo, teníamos dieciocho, pero estábamos locamente enamoradas. Así que podíamos esperar hasta que termináramos la escuela y entonces planear toda la cosa de la boda, o quizás no podríamos estar separadas la una de la otra un día más y correríamos hasta la primera iglesia para una boda rápida.

De cualquier manera, no me importa. Ya no tenía dudas. La confusión no nublaría mi mente lejos de la verdad. Pero me alegraba de haber pasado por todo eso. Tenía que caminar a través del fuego para ver lo que tenía a mi lado. Tenía que quemarme para saber si valía la pena. Ya no tenía que preguntármelo a mí misma, vivir mi vida sin Santana me hizo descubrir lo mucho que pertenecía a ella.

—De nada —dijo, las líneas de su rostro se desvanecieron—, otra vez.

—¿La tercera es la vencida? —dije, recuperando el gancho que se había caído en el suelo.
Miró el gancho, arrancándolo de mis manos y reposicionándolo en la pared.

—Lograremos que esta cosa quede colgada —dije, mientras ella golpeaba el clavo dentro del gancho en un nuevo lugar en la pared—. Mañana tenemos que levantarnos temprano y un largo camino que conducir, así que necesitamos meternos a la cama.

El lugar se hallaba casi lleno de cajas cerradas y algunas abiertas, pero la cama había sido la prioridad. Las sábanas ni siquiera estaban dobladas después de que Santana arrastró el colchón hasta las escaleras justo antes de que bautizáramos el apartamento.

—Que Dios me ayude —murmuró Santana hacia la pared—, si no cooperas, me lanzaré sobre ti.
Sonreí, entregándole la fotografía. No hay nada como un ligero “empujón” para que una mujer se concentre.

Conteniendo la respiración, colocó el cable en el gancho y lo dejó colgando. Bajando del banquillo, tomó mi mano y me llevó al otro lado de la habitación.

Cinco pasos más adelante, nos giró, así que pudimos tener un panorama completo de la imagen. Todavía seguía torcida. Pero menos torcida que en los primeros intentos. Quizás ella tenía razón, quizás las paredes estaban torcidas.

Envolviendo sus brazos alrededor de mí, me acercó a ella. —Perfecto —dijo, besando mi cabeza.

Levanté la mirada, luego regresé mi atención a la imagen. —Casi perfecto —dije, apretándome a su cuerpo—. Casi perfecto es suficiente para mí.

FIN.

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Bueno aqui llegamos al fin del libro #2 (:

¿Que les parecio? ¿Amaron a brittana mucho ?


SI mañana puedo empiezo el tercer libro donde veremos el "Lado irresistible de Santana"
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Mensaje por minerva ortiz Miér Jun 11, 2014 7:05 pm

yo amo este fanfic espero que actualises pronto nos vemos :)
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Mensaje por 3:) Miér Jun 11, 2014 8:13 pm

holap,...

me encanta que se vallan a vivir juntas aunque sea x 3 dias jajaja!!!
entiendo a san es condenada mente frustrarte colgar un cuadro (lo se por experiencia el mio termino en la basura) jajajajajja

nos vemos!!!!
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Mensaje por Anita-P Miér Jun 11, 2014 9:13 pm

Amo a las Brittana! Las amooooo! Y tu adaptacion es genial! Me encantó todo, estuvo perfecto. La confesión de Britt y toda la escena en el departamento, super tierno!!! Y me tuviste pegada todo el dia aqui jajaja
Espero el tercero! Saludos y que andes suuuuper bien :)
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Mensaje por micky morales Miér Jun 11, 2014 10:17 pm

Por Dios, no pudo ser mas perfecto, gracias y hasta pronto!!!!!!!
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Mensaje por monica.santander Miér Jun 11, 2014 11:57 pm

Genial todo!!!!!
Espero el tercer libro!!
Saludos
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Mensaje por brittana_a Jue Jun 12, 2014 9:32 am

me encantoooooooo!!!!!!!!!!!! gracias gracias gracias por compartirlo con nosotras!! Estoy obsesionada con este fic!!! Ojala vengan muchos mas!!!

Desde ahora soy tu fan número 1!!!
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Mensaje por Dani(: Jue Jun 12, 2014 6:25 pm

minerva ortiz escribió:yo amo este fanfic espero que actualises pronto nos vemos :)

Hola Hola!
Me alegra las tardes este tipos de comentarios (:
Gracias por comentar!!

3:) escribió:holap,...

me encanta que se vallan a vivir juntas aunque sea x 3 dias jajaja!!!
entiendo a san es condenada mente frustrarte colgar un cuadro (lo se por experiencia el mio termino en la basura) jajajajajja

nos vemos!!!!

Hola Hola!
Vienen grandes cosas (: jajaja
Ya somos 2 yo tambien lo bote jajaja
Saludos gracias por comentar!

Anita-P escribió:Amo a las Brittana! Las amooooo! Y tu adaptacion es genial! Me encantó todo, estuvo perfecto. La confesión de Britt y toda la escena en el departamento, super tierno!!! Y me tuviste pegada todo el dia aqui jajaja
Espero el tercero! Saludos y que andes suuuuper bien :)

Hola Hola!
Esa fue una de las escenas mas perfectas de todas :33 ya era hora no !!
Ya se vienen el terceroo saludos y espero que sigas leyendo y estes genial!
Saludos!

micky morales escribió:Por Dios, no pudo ser mas perfecto, gracias y hasta pronto!!!!!!!

Perfeccion = Brittana.  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1215408055 
Saludos!

monica.santander escribió:Genial todo!!!!!
Espero el tercer libro!!
Saludos

Ya se vienen el tercerooooo !!
Gracias por comentar y por leer  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 4061796348 

brittana_a escribió:me encantoooooooo!!!!!!!!!!!! gracias gracias gracias por compartirlo con nosotras!! Estoy obsesionada con este fic!!! Ojala vengan muchos mas!!!

Desde ahora soy tu fan número 1!!!

Asi sera (: realmente me alegraste con tu comentario  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 2145353087 Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 2145353087 
Espero que sigas comentando !!
Saludos y besos.
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Mensaje por Dani(: Jue Jun 12, 2014 6:30 pm


Capitulo 1


Arriba y abajo. Una y otra vuelta. Aclarar y repetir. Esas eran nuestras pautas. Era nuestro mundo.

Con una tía como Santana López a mi lado, los altibajos de la vida eran más drásticos. Esa era nuestra realidad, nuestra historia… nuestra historia de amor. Nos peleábamos y hacíamos las paces. La fastidiábamos, y nos disculpábamos. Vivíamos y aprendíamos. Santana y yo habíamos cometido un montón de errores en la historia de nuestra relación, pero ¿una sola cosa en la que parecíamos no equivocarnos? El amor ferviente que sentíamos la una por la otra.

Esa era mi vida ¿Y sabéis qué? La vida me iba bastante bien, la verdad. Incluso a pesar del hecho de que no tenía ni idea de dónde me encontraba.

— ¿Qué estás tramando? —le susurré a Santana, que seguía conduciéndome hacia el interior de aquel agujero negro.

—Algo que te va a encantar —respondió, y me apretó los hombros mientras me guiaba. Mis tacones empezaron a hacer eco a mí alrededor.

Así pues, estábamos en un túnel, aunque no tenía ni idea de qué túnel, porque Santana me había hecho cerrar los ojos en el momento en que le había abierto la puerta esa noche.

Aparte de dar vueltas en su vieja y destartalada camioneta durante la mayor parte de un viernes por la noche, había perdido el rumbo en todos los sentidos en que una pueda perderlos.

Partiendo del hecho de que Santana López era mi prometida, podría decirse que mi rumbo había estado una pizca desviado en los últimos años, pero esa noche se estaba descarriando de manera especial. ¿El túnel tenía final? Cuanto más avanzábamos, más resonaban mis pasos a nuestro alrededor.

—Lo que quiera que estés tramando ¿es ilegal?—pregunté, aunque no estaba segura de querer saberlo.

— ¿Eso es una pregunta con trampa? —Santana parecía divertida.

— ¿Eso es una respuesta con trampa?

No contestó inmediatamente. En lugar de eso, sentí que la calidez de su boca me alcanzaba la nuca. Inhalé y exhalé profundamente, de forma lenta y sofocante, antes de que sus labios me rozaran la piel en el mismo punto. Intenté no reaccionar como si su contacto tuviera propensión a volverme loca de los pies a la cabeza, pero, incluso después de años juntas, Santana todavía era capaz de hacer que me desmoronara con solo tocarme. Se me puso la piel de gallina con un cosquilleo que descendió reptando hasta la parte baja de mi espalda cuando retiró la boca.

—No dudes de que esta noche habrá momentos que puedan clasificarse como ilegales en todos los estados del Cinturón Bíblico —dijo con la voz grave a causa del deseo. Aunque no tan grave como cuando me deseaba con urgencia; todavía sonaba lo bastante contenida como para saber que no iba a empujarme contra el muro más cercano para empezar a subirme la falda antes de dar un paso más.

—. ¿Contesta eso a tu pregunta?

—No —repuse, tratando de mostrar un gran dominio de mí misma. Tratando de que no sonase como si Santana hubiese hecho que se me encogiera el estómago de deseo con un solo beso—. No contesta mi pregunta. Así que volvamos a intentarlo… —Me aclaré la garganta, recordándome a mí misma que pretendía sonar inmutable—. Teniendo en cuenta el corredor por el que sea que me traes, y el lugar en el que sea que tienes pensado acabar, ¿alguna de estas entradas sin autorización podría considerarse ilegal ante un juez? No emitió sonido alguno, pero noté claramente que estaba intentando contener la risa.

Una de esas risas graves y vibrantes que reverberaban a través de mi cuerpo cuando se apretaba contra mí. —Dicho así… —comenzó, y me detuvo de repente. Sus manos abandonaron mis hombros y me taparon los ojos—. Sí, podría ser. Sin embargo —añadió—, tendrían que pillarnos primero. Abre los ojos, cariño. Parpadeé varias veces para asegurarme de que lo que estaba viendo era real.

Al cabo de otra media docena de parpadeos, estaba razonablemente segura de que lo que captaban mis ojos era, efectivamente, real.

Estábamos dentro del Carrier Dome, el estadio de la Universidad de Syracuse, justo en la boca de uno de los túneles. Había pasado los últimos tres años asistiendo a prácticamente todos los partidos en casa y, sin embargo, nunca había visto esa parte del estadio.

En el centro del campo, justo en la línea de cincuenta yarda, había una manta extendida con lo que parecía una cesta de picnic en una esquina y salpicada de velas blancas en tarros de cristal. Reinaban la calma, el silencio y la tranquilidad. No eran las tres primeras palabras que normalmente utilizarías para describir un campo de fútbol universitario. Y ese no era el lugar al que una chica esperaba que la llevase su prometida en una gran cita sorpresa para la que le había pedido que se arreglase. Sonreí de oreja a oreja.

No era lo que yo esperaba, pero era exactamente lo que quería.

— ¿Qué te parece? ¿Merece la pena lo de «ilegal»? —preguntó, y me rodeó la cintura con los brazos al tiempo que apoyaba la barbilla en mi hombro. Yo era incapaz de apartar los ojos de la escena a la luz de las velas que tenía delante. Un picnic en la línea de las cincuenta yardas. Sabía que probablemente no figuraría en la lista de las diez citas más deseadas por la mayoría de las chicas, pero ascendió inmediatamente al número uno para mí.

—Solo es ilegal si nos pillan —respondí, volviendo la cabeza para que Santana pudiera ver mi sonrisa, antes de liberarme de sus brazos y correr hasta la manta.

Era la primera vez que pisaba el campo desde que Santana y yo nos habíamos comprometido el primer año de universidad, pero lo cierto es que parecía que no hubiesen pasado más que unos días.

Había descubierto otro de los clichés de la vida estando con Santana: cuanto más feliz eres, más rápido pasa. La vida era una maldita morbosa si la gente feliz se veía recompensada con una vida que parecía más corta. Fuese larga o corta, no importaba: yo no tenía intención de dejar a Santana de ninguna manera. En la línea de las veinticinco yardas, me volví y continué corriendo de espaldas. Santana todavía estaba en la boca del túnel, mirándome con una sonrisa, aparentemente igual de enamorada de mí que el día que me confesó su amor. Esa mirada, más que ninguna de las otras, me llegaba de todas las maneras en que se supone que la mirada de una tía debe llegar a su chica.

Examiné de nuevo las gradas para asegurarme de que estábamos solas.

La sensación de exposición era enorme, lo cual resultaba perturbador, pero ¿cuántas veces podía decir una chica que había estado con la quarterback universitaria número uno del país justo en la línea de cincuenta yardas? Sí, aquello solo ocurría una vez en la vida, y yo no pensaba dejarlo pasar.

Inspiré lentamente, me cogí el dobladillo de la sudadera y empecé a levantármelo hasta el estómago.

La expresión de Santana cambió al instante. Las arrugas de su frente se hicieron más profundas, y frunció una de las comisuras de la boca. Yo alcé una ceja, me quité la sudadera del todo y la arrojé al césped. La adrenalina bombeaba por mis venas. La expectativa de tener a Santana conmigo la había despertado, y la excitación de estar allí la estaba disparando hasta nuevas cotas.

Me llevé los brazos a la espalda y me desabroché el sujetador. Se liberó con un chasquido y descendió por mis brazos para unirse a la sudadera a mis pies.

Santana ya no me miraba a la cara. Se humedeció los labios y echó a andar hacia mí. Yo volví a caminar de espaldas, lanzándole una sonrisa coqueta. Iba a divertirme con ella, a prolongar aquello. A desquitarme por lo que ella me hacía a mí tan a menudo. Se detuvo en cuanto empecé a alejarme, mirándome como si supiese exactamente a qué estaba jugando, y le encantó y odió a un tiempo ser mi marioneta.

Me paré lo indispensable para quitarme los zapatos, deslicé los pulgares por dentro de la cintura de mi falda y me la bajé hasta las caderas, frenando lo justo para tirar del tejido de mis braguitas al mismo tiempo.

Dejé que la falda y mi ropa interior resbalaran hasta mis tobillos. Los ojos de Santana descendieron inmediatamente, y su pecho subía y bajaba de forma visible incluso desde donde yo estaba, a treinta yardas. Cuando sus ojos ascendieron al fin hasta los míos, su mirada se había oscurecido y reflejaba una sola cosa. Puro deseo.

Su cuerpo entró en acción lanzándose hacia el campo detrás de mí, corriendo a la misma velocidad a la que corría cuando jugaba un partido Me volví y me reí con cada paso quedaba para huir de ella.

Huir de Santana era un esfuerzo inútil, tanto en ese momento como en la vida en general.

Santana siempre me alcanzaba. A veces me daba ventaja, pero nunca me dejaba llegar demasiado lejos. En esa ocasión, apenas había recorrido diez yardas cuando sentí que sus fuertes brazos se ceñían a mi alrededor. Un grito de sorpresa interrumpió mi risa cuando me atrajo con fuerza hacia sí. No solo había conseguido cubrir treinta yardas en el tiempo que yo había tardado en correr menos de la tercera parte, por el camino se había quitado la camiseta y el sujetador. El calor que desprendían sus pechos me encendió la espalda, y el movimiento de sus músculos contra mí al respirar encendió todo lo demás.

— ¿Vas a alguna parte? —dijo, empujándome el cuello hasta que le proporcioné mejor acceso.

—A cualquier parte —respondí, y dejé caer la cabeza contra ella cuando su boca descendió por el arco de mi cuello.

— Mientras estés conmigo. Advertí su sonrisa contra mi piel. Sus manos se deslizaron un poco más y se detuvieron al llegar a mis caderas.

— ¿Qué te parecería si ese «cualquier parte» fuese esa manta de ahí?

—Diría que, aunque yo no lo viese tan claro, seguirías tratando de persuadirme —contesté, le acaricié los antebrazos con las manos y entrelacé mis dedos con los suyos, que seguían apoyados en mis caderas.

Me estrechó contra sí con más fuerza.

—Y tendrías razón —replicó, ascendiendo con nuestras manos por mi estómago al tiempo que me conducía hacia la manta. No se detuvieron hasta que se deslizaron debajo de uno de mis pechos y lo acariciaron.

Me mordisqueó el cuello y aceleró el paso hasta que zigzagueamos entre la luz de los tarros. Al borde de la manta, Santana me hizo darme la vuelta. Entreabrió la boca para inhalar de forma rápida y entrecortada. Esa era su expresión atormentada. Cuando no podía esperar para tenerme.

Una expresión que traté de saborear, porque nunca duraba. No podría contener mucho a Santana, antes de que ella, o yo, o ambas dejáramos de intentar posponer lo inevitable.

—Maldita sea, Britt —jadeó, al tiempo que me acariciaba la mejilla con la mano—. Eres preciosa.

Sonreí. No tanto por lo que había dicho como por el modo en que lo había hecho.
Santana expresaba sus emociones e intenciones con palabras y gestos que ejercían un efecto insano en el corazón de una chica.

—Si estás tratando de convencerme con algunos preliminares, te contaré un secreto. —Pasé mis brazos por su nuca—. Vas a tener suerte independientemente de lo que hagas o digas, así que puedes ahorrarte lo de susurrarme cosas bonitas para cuando me hayas cabreado y estés intentando conseguir un poco de sexo de reconciliación. Se rió entre dientes. Sus ojos marrones se oscurecían con cada caricia.

—No creo recordar haber necesitado nunca susurrarte cosas bonitas para acostarme contigo…

—Oh, cállate —le interrumpí con una sonrisa de suficiencia.

Se le elevó una de las comisuras de los labios un poco más.

— ¿Por qué no me obligas? —me retó, y bajó la vista a mis labios.

Me apreté con más fuerza contra ella y dejé que mis dedos descendieran por su estómago plano hasta detenerse en la cremallera de sus ajustados vaqueros. Desabroché el botón y deslicé mis manos en el interior de sus pantalones al tiempo que con mis labios cubría su boca, que dejó escapar un gemido.

Eso hizo que se callara inmediatamente.

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Bueno Bueno aqui empezamos con el tercer libro el "lado irresistible de Santana"!!
Saludos ! comenten que les parecio el capitulo (:
Besos.
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Mensaje por micky morales Jue Jun 12, 2014 7:19 pm

sencillamente genial! hasta muy pronto.
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Mensaje por minerva ortiz Jue Jun 12, 2014 8:05 pm

WANKY jajaja ame el capitulo grasias nos leemos luego :)
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Finalizado Re: Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14)

Mensaje por 3:) Jue Jun 12, 2014 9:11 pm

holap,...

me encanto,..
esta va a ser que me de diabetes seguro no????
me encanta el lado tierno de san!!!

nos vemos!!!
3:)
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Mensaje por monica.santander Jue Jun 12, 2014 11:13 pm

Genial comienzo de libro!!!
Saludos
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Mensaje por Dani(: Vie Jun 13, 2014 6:45 pm

micky morales escribió:sencillamente genial! hasta muy pronto.

Hola hola!
Me alegra que te gustara !
Saludos gracias por comentar  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 

minerva ortiz escribió:WANKY jajaja ame el capitulo grasias nos leemos luego :)

Eso fue ufff jajaja!
Saludos gracias por comentar!  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 

3:) escribió:holap,...

me encanto,..
esta va a ser que me de diabetes seguro no????
me encanta el lado tierno de san!!!

nos vemos!!!

Hola hola!
Creo que tendras diabetes jajajaja
Ella es una bella :3
Saludos gracias por comentar!  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 

monica.santander escribió:Genial comienzo de libro!!!
Saludos

Me alegra que te gustara !
Saludos!!  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 
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Mensaje por Dani(: Vie Jun 13, 2014 6:50 pm

Capítulo 2


Santana tenía la cabeza apoyada en mi regazo mientras hacía crujir una manzana y miraba el techo del estadio. Seguía desnuda de cintura para arriba, pero no había llegado a deshacerse del todo de los vaqueros.

Al parecer, no habíamos sido capaces de justificar los tres segundos que habría tardado en quitárselos antes de ponernos manos a la obra.

No éramos grandes partidarias de la gratificación diferida. Yo había vuelto a ponerme la sudadera y la falda antes de que cambiáramos un hambre por otra y nos lanzáramos sobre la cesta de picnic, aunque mis bragas y mi sujetador seguían tirados en la línea de las treinta yardas.

—Mañana es el gran día —dijo Santana, y dio otro mordisco a la manzana.

El aire olía a la dulzura picante de la fruta en su boca. Incapaz de resistirme, me incliné para besarle, pues quería saborear el aroma. Era incluso mejor combinado con el sabor de su boca.

Cuando volví a incorporarme, ella rezumaba aquel célebre ego de Santana López. Conocía el efecto que ejercía en mí. Y le encantaba. A mí también me encantaba, aunque no me encantaba que lo diera por sentado.

—Mañana podrían ofrecerme un contrato en la primera ronda de selección —continuó, rodeándome el tobillo con los dedos—.Podríamos ser millonarias en menos de veinticuatro horas. Tuve que esforzarme para no hacer una mueca. Esa conversación —el contrato, el dinero, el estilo de vida— había sido un motivo de disputa todo el año, pues era probable que Santana fuera escogida para jugar como profesional. Yo no estaba tan segura de qué me parecía, pero Santana parecía convencida por las dos.

El problema era que su seguridad no se me estaba contagiando. En todo caso, cuanto más segura estaba ella, menos lo estaba yo. El dinero tenía el potencial para cambiar las cosas. Tenía el potencial para cambiar a la gente. Me preocupaba cómo podía cambiarnos todo ese dinero.

A mí me encantaba cómo era ella, y yo misma, y lo nuestro, en ese momento. Que escogieran a Santana en el penúltimo año de universidad era una oportunidad entre un millón, el tipo de posibilidad por la que las jugadoras universitarias venderían su alma.

Pero también significaba que Santana dejaría de estudiar. Ella había llegado hasta ahí, y una parte de mí deseaba verle acabar la carrera, que dejara atónita a toda esa gente en casa que siempre le había encasillado como una de esas chicas que no terminan el instituto. Jugar en la liga nacional siempre había sido su sueño. Yo no podía aplazar su sueño del mismo modo que ella no podía aplazar el mío.

—De cenar sándwiches de mantequilla de cacahuete esta noche a filetes de más de medio kilo de carne de primera mañana —prosiguió, y su rostro se iluminó mientras sus ojos viajaban a la tierra del dinero—. Podríamos comprar una casa, un coche elegante. Podríamos ir de vacaciones a Hawái. Volar en primera clase y todo ese rollo. Piensa en ello, Britt.

Podemos conseguir cualquier cosa que queramos. Cuando queramos. Se acabó lo de quejarnos por la grasa debajo de las uñas o por atender mesas hasta tarde para pagar las facturas de la luz. —Hizo una pausa, y la sonrisa de satisfacción se afianzó en su rostro—.Podríamos tenerlo todo, cariño. Tragué saliva.

—Yo creí que ya lo teníamos. —Mi voz sonó más triste de lo que pretendía. La piel del entrecejo de Santana se arrugó.

— ¿Qué quieres decir? —preguntó, y centró su mirada en mis ojos.
Yo creía que ya lo teníamos todo —repetí—.He estado en ambos lados de la frontera del dinero, y lo único que cambia es el código postal. El hecho de tenerlo no puede hacerte feliz.

—Bueno, yo he estado en el lado perdedor del juego del dinero toda mi vida, y no tengo ninguna duda de que el dinero puede hacer tu vida mejor si ni siquiera encuentras suficientes monedas entre los cojines del sofá para ponerla lavadora en la lavandería local.

—Dejó la manzana a un lado, se incorporó y se volvió para tenerme delante. La luz de las velas titilaba a su alrededor, oscureciendo las hendiduras de sus músculos e iluminando las partes más prominentes, y definía aún más los ángulos marcados de su mandíbula. Una mujer como Santana no debería considerarse guapa, pero en momentos como ese lo era Santana López mi guapa prometida estaba esperando una respuesta.

—Vale, entonces el dinero puede mejorar tu vida si estás en la miseria —concedí, apartando los ojos de sus pechos—.Pero nosotras no estamos en la miseria, Santana somos estudiantes con un techo sobre nuestras cabezas, gasolina en el depósito, sopa instantánea en el armario de la cocina y camisetas que vestir. No me imagino más feliz de lo que soy ahora mismo, y si fuera posible, el dinero sin duda sería lo último que me haría más feliz todavía. —Cogí la copa de plástico que Santana había llenado con una botella barata de espumoso y di un sorbo. Era delicioso. Estaba tan feliz con una botella de espumoso de cinco dólares del supermercado como lo habría estado con la mejor botella de champán que el dinero pudiera comprar.
—No, no estamos en la miseria, pero tampoco somos prósperas en lo que al dinero se refiere, Britt —repuso, al tiempo que me cogía la mano y se la llevaba al regazo—. Y tienes razón en lo de que el dinero no me haría más feliz de lo que soy ahora mismo. —Esbozó una sonrisa tan ancha que se le arrugó la cicatriz de la mejilla—. Pero sí que significa que por fin puedo deshacerme de mi camioneta de mierda y comprarme un gigantesco cacharro negro azabache de trescientos cincuenta caballos. Puse los ojos en blanco y le di un empujón.

—Y podemos cambiar ese carricoche motorizado tuyo por un rápido descapotable —añadió.

—A mí me gusta mi Mazda —mascullé, cogí una uva del racimo y me la tiré a la boca.

—Y podemos permitirnos una casa con una habitación para cada día del año, y con tantas criadas y mayordomos que no tendrías que volver a levantar un dedo. A menos que fuese para pedir un zumo de naranja recién exprimido. —Estaba lanzado, las palabras brotaban de su boca mientras sus ojos destellaban con las imágenes. Los míos se iban entrecerrando a medida que se me revolvía el estómago.

—El dinero cambia a la gente, Santana —susurré, mirando fijamente mi copa. Permanecimos en silencio mientras calaban mis palabras.

— ¿Eso es lo que te preocupa? —Me preguntó en voz baja—. ¿Que el dinero vaya a cambiarte? Negué con la cabeza, concentrada en las burbujas que ascendían por la copa.

—No —contesté, antes de mirarle a los ojos—. Me preocupa que vaya a cambiarte a ti.
Entrecerró los ojos por un brevísimo instante antes de abrirlos al comprender. Me pasó un brazo por el cuello y me atrajo hacia sí.

—Ven aquí —me susurró al oído, rodeándomela espalda con el otro brazo—. Lo único que podría cambiarme eres tú, Britt —dijo—. Tú, y nada más. Montañas de dinero incluidas. —Percibí la sonrisa en su voz—. No importa lo que ocurra mañana o cuántos millones me pongan delante, seré la misma chica que soy ahora mismo. —Me frotó la espalda, trazando lentos círculos en mi columna—. Solo iré a recogerte en una camioneta en la que no te dará vergüenza que te vean.

—Nunca me ha dado vergüenza que me vean contigo —repliqué, dejando que me metiera la cabeza bajo su barbilla—. Ni siquiera con esa chatarra de camioneta.
Soltó una carcajada.

—Es bueno saberlo, Britt. Es bueno saberlo.


Capítulo 3


— ¿Cómo es posible que no estés nerviosa? —le susurré a Santana, que se encontraba apoyada en una pared como si tal cosa. Estábamos en la infame sala de espera, la primera noche de la ronda de selección de jugadoras. Me tendió la mano y alzó un hombro.

—Los entrenadores ya saben a quién van a seleccionar. Ya no puedo hacer nada para cambiar eso. —Le cogí la mano, tiró de mí y me abrazó con fuerza—. Sin embargo, sí que está empezando a preocuparme que puedas desmayarte en cualquier momento. No estaba muy lejos de la verdad. Me recordé que debía respirar.

—Mientras sigas sujetándome así, al menos no me abriré la cabeza si lo hago.

Sus brazos se ciñeron en torno a mí antes de que empezara a balancearse a un compás imaginario.

—Eres capaz de bailar delante de cientos de personas sin inmutarte —dijo. El movimiento me resultaba relajante—, pero tu prometida está esperando la llamada para ver a qué ciudad se va a mudar para patear unos cuantos culos del fútbol de alto nivel, y estás a un pelo de perder la cabeza. —Me dio un beso en la sien y apoyó su frente contra la mía sacudiendo levemente la cabeza—. Justo cuando creía que te entendía, Brittany Pierce.

Me reí como una histérica. Probablemente porque así era como me sentía.

—Tengo que mantener tu atención de alguna forma las cejas de Santana se movieron contra mi frente.

—Eso se te da muy bien, Britt.

Otra vez ese tono. Con ese trasfondo que revelaba que estaba intentando decir algo más. En los últimos meses ese «trasfondo» se había ido acentuando.

— ¿Y eso significa…? —pregunté, alzando mis cejas a la altura de las suyas. Me recordé que no estábamos solas, que nos hallábamos rodeados por las mejores jugadoras de fútbol americano universitario, además de sus familiares y amigos más cercanos. No era el momento ni el lugar para enzarzarnos en una de nuestras discusiones.

—Significa que, si no estuviese pendiente de ti cada minuto de cada día, ya habría descubierto una forma de llevarte al altar —respondió, y todo cobró sentido. Estaba enfurruñada porque aún no me tenía en la cocina descalza y embarazada. Vale, «descalza y embarazada» puede que fuese una exageración, pero resultaba innegable que Santana quería que fuese su esposa al segundo de haber accedido a casarme con ella.

No paraba de pedir, rogar, gimotear y, últimamente, enfurruñarse, cuando contestaba «Todavía no». No tenía nada que ver con que no quisiera casarme con ella. Santana iba a ser mi esposa.

Algún día yo sería la señora de Santana López era solo que no estaba preparada para que el gran día fuese justo ese día. O el anterior. O el siguiente, ya puestos. Yo quería acabar de estudiar y adquirir experiencia bailando durante varios años antes de convertirme en una señora. No quería ser conocida como la única chica de la historia del siglo XXI que había ido a la universidad para sacarse el título de señora.

De modo que mi respuesta era «Todavía no». Pero algún día. Sin embargo, eso no era lo que Santana quería oír.

Así que, en lugar de replicarle con mi lista de razones válidas para posponer la boda, reconduje la conversación. Me había convertido en una profesional de la distracción.

—Y si no te hubiese mantenido pendiente durante los últimos tres años, no estarías a punto de ser seleccionada en la primera ronda y renunciar a tu vida por montones de dinero —repuse devolviéndole sus propias palabras.

—Vamos, Britt. Estoy empezando a cansarme de todas estas estratagemas para distraerme —dijo, y me miró desde arriba sin apartarse de mí—. El matrimonio no es el fin del mundo.

—Entonces ¿por qué sigues comportando te como si el hecho de que no quiera dar el sí mañana mismo lo fuera?

—Porque que me digas «Ahora no» sí que es el fin del mundo —contestó, esforzándose por contener la sonrisa—. Vamos, cariño, cásate conmigo —añadió, no como una pregunta, sino como una orden. En lugar de responder, dejé pasar los segundos en silencio—. ¿Te casas conmigo? —insistió, esta vez como una súplica. Me doblegaba un poco más cada vez que Santana me imploraba que me casase con ella.

—Voy a casarme contigo —contesté. Me sonrió con suficiencia.

— ¿Cuándo? Le devolví la sonrisa.

—Pronto.

— ¿Puedo tenerlo por escrito? —Preguntó—.Una fecha, una hora y un lugar quizá? Ya sabes, solo para asegurarme de estar presente cuando te entren ganas de casarte. —Apartó la vista, y sus ojos se en sombrecieron. Maldita sea. Habíamos pasado oficialmente de estar ligeramente molestas a dolidos en toda regla. Odiaba que Santana se sintiese así, pero no podía ceder. No pensaba casarme porque me sintiera culpable. Ese matrimonio estaría abocado al fracaso, y cuando dijera «Sí, quiero», sería para toda la vida.

—Santana López —le incliné la barbilla para queme mirase—, ¿estás teniendo dudas? Creí que eras inmune a eso. —Traté de esbozar una sonrisa, aunque resultó superficial—. ¿Te preocupa que no vaya a casarme contigo? —Incluso el tono ligero de mis palabras sonaba artificial, demasiado edulcorado para ser creíble. Santana apoyó la cabeza en la pared y alzó el rostro hacia el techo. No podía mirarme, o no quería hacerlo, pero sus brazos no dejaron de sujetarme con fuerza. Y supe que no importaba lo que dijéramos o hiciéramos, nunca dejaría de hacerlo. Esa era una de las numerosas razones por las que quería a esa mujer.

—Estoy empezando a preocuparme —confesó finalmente, y recorrió la habitación con la mirada, fingiendo interés por el puñado de jugadoras que caminaban de un lado al otro como leonas enjauladas y por sus respectivos séquitos de familia y amigos, quienes trataban, infructuosamente, de tranquilizarlas.

—Santana —dije, tirándole de nuevo de la barbilla—. Santana, mírame. —Esperé a que se volviera hacia mí. Y capté un atisbo de lo vulnerable que era. Del terror que le producía verse abandonada un día por la persona a la que más quería. De cómo yo había despertado los fantasmas de su pasado (que su madre le abandonase y que su padre fuera a la cárcel) con mi indecisión. Verle de esa forma casi me hizo salir corriendo hacia la capilla más cercana casi tuve que morderme la lengua para evitar pronunciar las palabras que sabía que habrían aliviado su dolor al instante.

Pensé con cuidado en las que esperaba que le tranquilizasen.

—Me casaré contigo algún día, más pronto que tarde —comencé, sosteniéndole la mirada, sin siquiera permitirme un parpadeo que rompiera el contacto—. Nunca ha habido una sola duda acerca de que soy tuya y de que tú eres mía ¿De verdad importa tanto un pedazo de papel?—Ya sabía cuál era la respuesta de Santana.

—Sí —contestó, y apretó la mandíbula, y sus ojos destellaron—. Mierda, sí que importa, Britt. Me encogí ante su tono.

—Quiero estar contigo de todas las formas en que una persona puede estar con otra. Todas —continuó en voz baja—. Quiero que seas mi esposa. Mi. Esposa —repitió, y la Santana Territorial escapó de la jaula. A la Santana Territorial se le daba bien despertar a la Brittany Temperamental.

—Y entonces ¿qué? ¿Me regalas un nuevo delantal y una espátula cada Navidad y me measen la pierna todos los días antes de irte a trabajar para marcar tu territorio? —le espeté como respuesta, consciente de que había gente que podía oírnos, pero sin importarme ya.

—Maldita sea, Britt. —Santana echaba chispas mientras hurgaba con la lengua en la parte interna de su mejilla—. No te pongas en plan loca y tergiverses mis palabras. Si quisiera a una pequeña ama de casa sumisa y respetable, seguro que no me habría enamorado de ti, joder. —Santana estaba a un pelo de gritar, y yo sabía que no tardaría en hacerlo, dado que tenía pensado mandarle a un sitio muy concreto y acto seguido decirle que metiera la cabeza allí donde no llega el sol. Y entonces sonó su teléfono. Y se hizo el silencio en la sala. Nuestra discusión se acabó tan rápido como había empezado. Se sacó el móvil del bolsillo y me miró. Tenía los ojos muy abiertos de emoción, brillantes de expectación.

Esa era la llamada que había estado esperando durante prácticamente tres años. Cada partido de su carrera universitaria le había costado sangre, sudor y lágrimas, y ahora esos sacrificios estaban a punto de verse recompensados. O billetes de dólares. Me dirigió una sonrisa rápida y me atrajo aún más hacia ella con el brazo con el que aún merodeaba. Parpadeó al mirar el móvil. Luego abrió los ojos como platos.

—San Diego —susurró, examinando la pantalla de nuevo. La sonrisa le partía el rostro por la mitad. Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, cuyo sonido rompió el silencio de la sala. Asentí con la cabeza y le sonreí como muestra de apoyo. Aquello era lo que ella quería; ese equipo era su primera elección.

Lo merecía necesitaba que le respaldase. Cogió la llamada y se llevó el teléfono al oído.

—Señor, acaba de seleccionar a la capulla más trabajadora con la que se va a encontrar jamás. Me quedé boquiabierta, aunque solo un poco hacía mucho que había aprendido que Santana nunca decía o hacía lo que se esperaba. Al otro lado de la línea dijeron algo que hizo que Santana se riera.

—Pienso hacerles ganar unos cuantos campeonatos, señor —contestó, rebosante de alegría—. Gracias por darme la oportunidad. Aparte de la voz de Santana y mi corazón, que parecía que iba a salírseme del pecho, la habitación se encontraba en silencio. Todo el mundo había dejado de caminar arriba y abajo y se volvía para mirarnos.

La mayoría de las jugadoras parecían alegrarse por ella, asentían en señal de reconocimiento, aunque algunos mantenían expresiones agrias, sin duda desconcertadas por el hecho de que Santana López hubiera recibido la llamada antes que ellas.

Yo tenía una respuesta: Santana era la quarterback universitaria más prestigiosa del país y creía en el juego en equipo, a diferencia de un número creciente de fanfarrones que pensaban que el fútbol americano era un deporte individual .Cuando colgó, Santana tenía el rostro lívido de la impresión; entonces pasó rápidamente a lo más emocionado que lo había visto nunca. Santana dejó caer la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido que hizo temblar las vigas. La habitación se llenó de vítores, pero los aullidos de Santana seguían reinando por encima de una docena de gritos más. No pude evitarlo: al verle así, tuve que unirme a ella.

Ni siquiera toda mi aprensión y ansiedad podían atenuar la alegría que sentía en ese momento. Eché la cabeza yo también hacia atrás, grité junto a ella y alcé los brazos al aire.
Santana lo había conseguido. No solo lo había conseguido; lo había hecho en la primera ronda.

De delincuente reincidente a una de las jugadoras de fútbol americano más buscadas y, aunque todavía no me había dicho la cifra, probablemente una de las mejores pagadas del país.

En ese tipo de cosas consistía el sueño americano, y yo tenía la oportunidad de experimentarlo a su lado Santana me levantó en el aire como si no pesase más que un balón de fútbol y empezó a darme vueltas.

— ¡Lo hemos hecho, Britt! —Me gritó, y la cicatriz se le estrechó en la mejilla con su sonrisa—. Lo hemos hecho de verdad. Y en eso era en lo que Santana y yo teníamos opiniones distintas. Yo pensaba que lo habíamos estado haciendo, y haciéndolo genial, todo el tiempo. Pero le devolví la sonrisa ya sentí con la cabeza.

—Sí, cariño —contesté— Lo hemos hecho.



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Bueno Bueno chicas aqui les dejo 2 capitulos C:
Que les parecio los capitulos ? dejen sus comentarios
Saludos y besos.
 Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 
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Mensaje por minerva ortiz Vie Jun 13, 2014 9:13 pm

Mmm que te dire estoy feliz por santana pero no me gusta que piense que con dinero se arregle todo y con respecto a brittany no me gusta verla triste asi que porfa no agas que se peleen por el nuevo trabajo de san porfaaaa.........nos leemos luego bay.
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Mensaje por minerva ortiz Vie Jun 13, 2014 9:15 pm

Jajaja lo olvide amo este fanfic adoro como escribes nos leemos luego bay ;)
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Mensaje por 3:) Vie Jun 13, 2014 10:05 pm

holap,...

feliz por que san consiguió ser el quarterback de USA!!!!!
espero que la fama y el dinero no se le subo a la cabeza!!!

nos vemos!!
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Mensaje por micky morales Dom Jun 15, 2014 12:34 am

este contrato en san diego a la larga no sera de mucha felicidad para brittany, algo me lo dice!
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Mensaje por Dani(: Dom Jun 15, 2014 12:49 am

minerva ortiz escribió:Mmm que te dire estoy feliz por santana pero no me gusta que piense que con dinero se arregle todo y con respecto a brittany no me gusta verla triste asi que porfa no agas que se peleen por el nuevo trabajo de san porfaaaa.........nos leemos luego bay.

Hola Hola!
Siempre es necesario un psr de drama no ? (:
Me alegro que te guste este fic y que comentes me alegras los dias ;)
Saludos!  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 

3:) escribió:holap,...

feliz por que san consiguió ser el quarterback de USA!!!!!
espero que la fama y el dinero no se le subo a la cabeza!!!

nos vemos!!

Hola Hola!
Ella es toda una crack jajaj (:
Esperemos esperemos van a pasar muuuuuuuuuuuuchas cosas!
Saludos y besos  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 

micky morales escribió:este contrato en san diego a la larga no sera de mucha felicidad para brittany, algo me lo dice!

Hola Hola!
Uffffff no te dire nada pero que te dire jajajaja
Saludos y gracias por comentar  Fanfic Brittana: Crash #3 FINAL 20/07/14) - Página 11 1206646864 
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Mensaje por Dani(: Dom Jun 15, 2014 12:56 am

Capítulo 4


-Antes de que te vas quiero decirte algo que quiero hacer mientras estés en San Diego.

- Que pasa Britt – dice y frunce el ceño.

-No es nada malo Santana – su cara se relaja – solo quería avisarte que quiero ir al Ginecólogo, tu sabes solo para un examen de rutina – no sé porque me sonrojo con estos temas – solo quería avisarte.

-Está bien Britt yo te lo iba a decir también – me atrae hacia sus brazos y me besa – Después de aceptar ser mi esposa fui, tu sabes para dejar mis óvulos para más adelante, cuando decidas ser mi esposa y formar una familia – Dios en serio Santana hizo eso no puedo creerlo, a veces siento que van tan rápido, frunzo el ceño.

Ella me mira y veo miedo en su cara – ¿te molesta que lo hiciera? – Susurra con la voz quebrada – solo estaba pensando el futuro Britt no te estoy diciendo que sea para hoy.

Dios sigo en shock pero decido solo dejarlo pasar como dijo es para un futuro y definitivamente veo mi futuro con ella – Esta bien Santana – me muevo otra vez hasta que nuestros labios están a centímetros y puedo sentir su respiración en mi labio superior – Ahora bésame y hazme tuya – y lo hace.

                                                                         
*******

Estábamos en el aeropuerto, en otra de esas despedidas desgarradoras. Aquí entra el hada del déjà vu.
Al menos esa vez Santana no se lanzaba en tromba por el control de seguridad vestida con una bata de hospital, aunque en ese momento yo estaba llorando tanto como entonces.
— ¿Por qué lloras, Britt? —me susurró Santana al oído, agarrándome como si tuviera miedo de soltarme.

Le rodeé con mis brazos con más fuerza, y sorbí contra su camiseta mojada. No es que estuviera húmeda o mojada por las lágrimas, estaba completamente empapada.

—Se me ha metido algo en el ojo.

—Esa es mi chica dura —contestó, y la sonrisa resultó patente en su voz.

Me sentía todo menos dura en ese momento todo menos fuerte, pero si para ella era más fácil creer que lo era, entonces le seguiría el juego.

—Vas a perder el avión —dije, y me tragué el nudo que se me había formado en la garganta.

—Hay otro —respondió—. El entrenamiento no empieza hasta mañana, así que no importa a qué hora llegue esta noche. —Santana no estaba hablando a la ligera. No le habría importado perder su vuelo y coger uno más tarde si eso significaba permanecer así un poco más.

Pero si esa noche llegaba tarde, al día siguiente estaría agotada en su primer entrenamiento, y necesitaba estar al cien por cien. San Diego tenía que saber desde el primer día que habían tomado la decisión correcta. Las primeras impresiones lo eran todo, las segundas no valían para nada.

—No —repuse, obligándome a levantar la cabeza de su pecho—, no puedes perder el avión. Así que ponte en marcha. —Le di un golpe en la espalda y le miré a la cara.

Tenía la frente arrugada cuando bajó la vista hacia mí.

—Sí, lo sé. Soy una llorona —reconocí, y forcé una sonrisa.

—No te puedo dejar así —dijo ella al tiempo que me secaba una lágrima con el pulgar—. Me he alejado de ti demasiadas veces cuando no debería haberlo hecho, cuando me necesitabas. No pienso volver a hacerlo.

Para Santana aquello no eran simples palabras.

Ella nunca decía ni hacía nada por quedar bien.

Hablaba completamente en serio cuando decía que no pensaba marcharse, con vuelo o sin él, dejándome hecha un mar de lágrimas. Yo necesitaba ser fuerte por ella, como ella lo había sido por mí innumerables veces.

Parpadeé y me sequé los ojos con la punta de la manga de la sudadera. Me obligué a esbozar lo que me parecía una sonrisa convincente, y me encontré con sus ojos. Tenía las comisuras arrugadas de preocupación, el resto de su expresión estaba un escalón por debajo de atormentada aquel debería haber sido un momento de celebración, pero yo lo había echado a perder por culpa de mis lágrimas.

Nuestras vidas estaban a punto de cambiar, de dar un giro de ciento ochenta grados, y mientras cualquier otro ser humano en la faz de la tierra habría considerado que un contrato de siete dígitos por jugar para uno de los mejores equipos de la liga sería el mejor giro que una pareja podía dar, yo sentía lo contrario.

El dinero y la fama cambiaban a la gente. La transformaban. Y pese a que yo confiaba plenamente en Santana, no tenía ninguna fe en el mundo al que estaba a punto de verse empujada.

Las jugadoras de fútbol como especie atraían a las mujeres. Las quarterbacks que ganaban millones jugando al fútbol los domingos por la noche se veían rodeadas de toda clase de mujeres enormemente sexys. Santana se marchaba a California, la meca de las chicas guapas, y la última imagen que tendría de mí era la de una Brittany con la cara roja y el pelo de recién levantada recogido en una coleta, y vestida con el pijama, puesto que nos habíamos dormido y Santana casi había perdido el avión.

Hablando de vuelos, Santana tenía que mover el culo hacia el control de seguridad del aeropuerto en unos dos minutos.

—Vete. Estoy bien. —Hizo una mueca— .Mejor que bien. —Aclaré sonriéndole—. Ve a patear unos cuantos culos de primera demuéstrales que son un puñado de nenazas sobre pagadas y sin talento. —Me puse de puntillas y apreté mis labios contra los suyos.

Me sentí abrumada por el deseo de más, como siempre que nos besábamos.

Cuatro años juntas, y cada beso todavía me hacía temblar de pies a cabeza. Santana tenía un don, y a mí no me avergonzaba reconocerlo.

—Dos semanas hasta que vuelva a verte —dijo contra mi boca, y bajó las manos hasta mis caderas—. Será mejor que me des uno bueno. Uno bueno de verdad.

Mi sonrisa se curvó contra su boca. «Será mejor que me des uno bueno», había sido nuestra frase de despedida en los últimos cuatro años siempre que teníamos que decirnos adiós por cualquier intervalo de tiempo. Era un momento agridulce, pero nunca dejaría que pasase sin darlo todo.

Esa vez, no fue una excepción.

Le acaricié el cuello con los dedos y le atraje hacia mí.

—Será mejor que tú me des uno bueno a mí.

—Sí, señora —contestó ella, y me cogió del trasero para levantarme en el aire.
Le rodeé la cintura con las piernas, y nuestras bocas se movieron una contra la otra de formas que deberían haber quedado reservadas para el dormitorio, y no para la gente que se abría paso por el aeropuerto.

De todas formas, ¿a qué venía tanto tabú contralas muestras públicas de afecto? Tampoco obligábamos a nadie a mirar.

Santana se movió para sostenerme con un brazo mientras me pasaba el otro por la nuca. Me sujetó con firmeza y me atrajo hacia sí.
Nuestros labios se apretaron con fuerza, y mi lengua se adentró en su boca, saboreándole. Explorándole. Aclamándole.

Los dedos de Santana se hundieron un poco más en mis nalgas mientras seguíamos besándonos, y su tenue gemido se vio amortiguado por el coro de vítores que se alzó a nuestro alrededor.

Los jóvenes agentes de la agencia de seguridad eran los que más alto reían, aunque había una marea de soldados en uniforme que tampoco se quedaban atrás en el concurso de silbidos.

La mano izquierda de Santana dejó mi cuello y se extendió detrás de mí. Por las risitas que siguieron a los vítores, podía imaginar qué señal le estaba haciendo a todo el mundo.
—Capullos salidos —murmuró contra mi boca, devolviéndome al suelo.

Últimamente, Santana era cada vez menos dada a las muestras públicas de afecto, mientras que yo aceptaba lo que fuera. Donde quiera que fuera. Ella decía que tenía algo que ver con el hecho de que no le gustaba que un puñado de tíos se masturbaran pensando en su prometida más tarde esa misma noche.

Fulminó con la mirada al más ruidoso de los mirones, y luego volvió a centrarse en mí. Solo con imaginarle alejándose de mí, podía sentir que se me volvían a anegar los ojos de lágrimas.

—Me gustaría poder ir contigo —susurré antes de darme cuenta de lo que estaba diciendo. Sus cejas tocaron el cielo.

—Puedes, ¿sabes? —replicó ella rápidamente, con la vista puesta ya en el mostrador de billetes.

—Me quedan un par de semanas de clase — contesté a la misma velocidad, volviendo su cabeza antes de que se dirigiese al mostrador —Entonces ven el día que terminen las clases—sugirió—. Te mandaré un billete y puedes pasar el verano en la playa mientras yo me dejo el pellejo en el campo.

—Exacto. Estarás tan ocupada con los entrenamientos que no te veré nunca.

—Pero al menos seré capaz de arrastrarme hasta la cama contigo cada noche —dijo al tiempo que volvía a dejarme en el suelo. Era raro, pero la sensación de mis pies en suelo firme resultaba menos natural que cuando rodeaban a Santana.

—Y entrar en coma después de tus dos sesiones de entrenamiento diarias —repliqué. Se le curvó una de las comisuras de la boca.

—Puede que esté agotada cada noche, pero nunca estaré lo suficientemente cansada para eso. —Suspiré de exasperación—. Solo tendrías que estar tú arriba.
Le di un empujón, con lo que solo conseguí que se riera.

—Que me den una paliza en el campo durante el día y disfrutar de una sesión de sexo con una vaquera por la noche. —Sus ojos se oscurecieron—. Suena como mi ideal de verano.
Fruncí el entrecejo, no de forma amenazadora en absoluto, sino maravillada de poder mirar su hermoso rostro y sentirme encandilada, incluso en ese momento.

—Vamos —insistió—. Ven conmigo. —Iba a abrir la boca para objetar cuando me cortó—.Cuando termines las clases.

—Voy a hacer un curso de verano, Santana —dije apartando la vista. Puede que hubiera olvidado mencionarlo.

— ¡¿Qué?! —Dio un grito ahogado—. ¿Cuándo lo has decidido? —Parecía enfadada y herida a partes iguales.

—Cuando decidí que quería llegar a ser la mejor bailarina —le espeté.
Santana hizo una pausa antes de contestar.

—Sáltatelo —contestó al fin—. No necesitas ir a clase. Puedes bailar sin más.
Sentí como empezaban a arderme las puntas de las orejas a causa de la sangre que bombeaba a través de mi cuerpo.

—Sin un título, tendría suerte de bailar como suplente en un escenario de teatro comunitario—dije, y cada palabra fue un maremoto emocional—. Necesito hacerlo. Necesito abrirme mi propio camino como tú has hecho con el tuyo.

—Sí, pero mi camino nos va a dar millones, así que ¿por qué no cruzas hasta el mío? —Dijo sin el menor asomo de remordimiento. —Esto no tiene que ver con el dinero, Santana — repuse a punto de gritar. ¿Por qué no lo entendía? El dinero era dinero, solo eso.
Se removió, como si quisiera frotarse las sienes por la frustración.

—Entonces ¿de qué va? —me preguntó—.Porque has admitido que no es por el dinero.
No es por mí. No es por el matrimonio. —Su voz se fue alzando—. Entonces ¿de qué demonios va todo este rollo de «abrirme mi propio camino sin ti», Britt? Creía que formábamos un equipo. Creía que tomábamos las decisiones que más nos convenían como pareja.

Abrí la boca para replicar cualquier cosa, pero habría sido mentira. Cuando había fallado en todo lo demás, cuando de verdad estaba hasta el cuello, hice de no mentir a Santana una prioridad.

Me mordí el labio mientras buscaba una respuesta. Los hombros de Santana se hundieron cuando el resto de su cuerpo se relajó.
—Vamos, cariño, ¿de qué va? Negué con la cabeza, y me clavé varios dientes más en el labio.

—No estoy segura —reconocí, y pese a que sabía que era una mierda de respuesta, al menos era la verdad. No estaba segura de por qué era tan importante para mí abrirme mi propio camino en el mundo, pero lo era. No creí que Santana pudiera parecer más frustrada. Se aclaró la garganta, me cogió por el codo y volvió a atraerme hacia ella.

—Cásate conmigo, Britt —me susurró, y sus ojos rogaban por encontrarse con los míos.
Maldita sea. No iba a hacérmelo otra vez. Santana sabía que sentía verdadera debilidad por ella y, junto con ese tono de súplica y esos ojos atormentados, su efecto en mi resolución resultaba demoledor.

—Lo haré —dije, negándome todavía a mirarle a los ojos.

Ella no dejó que mis palabras surtieran efecto.

— ¿Ahora mismo? —preguntó, con tal esperanza que resultaba solemne. Y yo iba a acabar con ella de un tajo en la garganta.

—En breve —susurré, y mi sonrisa se vio atenuada por mi ceño.

Ella guardó silencio durante lo que me pareció una hora, como si estuviese esperando a que me retractase, o procesando las palabras y el significado que había detrás de ellas.

Finalmente, suspiró; un largo y profundo suspiro que atrajo nuevas lágrimas a mis ojos.

—Te quiero, Britt —dijo, y me besó en la frente—. Si cambias de idea, ya sabes dónde encontrarme. Me casaré contigo en medio de la noche en cualquier capilla de mala muerte de las Vegas si esa es nuestra única opción. Lo que tú quieras, cuando tú quieras. Estaré allí. —Hundió el rostro en mi pelo, e inhaló profundamente antes de volverse y echar a andar hacia las puertas de seguridad.

El nudo que tenía en la garganta era tan fuerte que me impedía dejar salir las palabras, y mis ojos estaban tan anegados en lágrimas que no veía más que una sombra pequeña que se alejaba de mí. Habían transcurrido dos segundos desde su última caricia y ya mi cuerpo tenía mono de ella.

Iban a ser dos semanas muy largas.


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Hola Hola chicas quiero decirles pongan mucha atencion a este capitulo y el proximo van a ser SUMAMENTE importante para mas adelante para que entiendan !!
Saludos y dejen sus comentarios para saber si les esta gustando la historia.
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Última edición por Dani(: el Dom Jun 15, 2014 1:44 am, editado 2 veces
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