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Finalizado FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Dani(: Mar Jun 10, 2014 2:04 am

Ella es guapa y talentosa, está en los dulces dieciséis y jamás ha besado a nadie.
Ella es guapa, tiene diecisiete y está al borde de un futuro brillante. Y ahora se han enamorado. Pero el único problema es… que son hermanas.

Santana, de diecisiete años, y Brittany, de dieciséis, siempre se han sentido más amigas que hermanas. Juntas han tenido que intervenir por su madre alcohólica y caprichosa para cuidar a sus tres hermanos menores. Como madres de facto de los más pequeños, Santana y Brittany han tenido que crecer rápido, y el estrés de sus vidas, y la forma en que se entienden tan completamente, también las ha acercado más de lo que estarían dos hermanas normalmente. Tan cerca, de hecho, que se han enamorado. Su romance clandestino florece rápidamente a un amor profundo y desesperado. Saben que su relación está mal y que posiblemente no puede continuar. Y aun así, no pueden detener lo que se siente tan increíblemente correcto.  

Mientras la novela se inclina hacia un final explosivo y chocante, sólo una cosa es segura: un amor así de devastador no tiene final feliz.  
 

     
¿Cómo algo tan malo puede sentirse tan bien…?


Puedes cerrar los ojos a las cosas que no quieres ver, pero no puedes cerrar tu corazón a las cosas que no quieres sentir.





Bueno chicas quiero Saber si les gustaria que Adaptara esta historia (: Comenten.
Es una Adaptacion de la novela Forbidden de Tabitha Suzuma.


Última edición por Dani(: el Dom Jul 13, 2014 10:40 pm, editado 2 veces
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Elita Mar Jun 10, 2014 2:27 am

:D aah! Quiero el pimer capítulo pronto!!
Si???

Saludos :)
Elita
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por VictoriaRivera Mar Jun 10, 2014 8:38 am

Parece genial, pero no me gustaría qje no tenga un final feliz :(
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por monicagleek Mar Jun 10, 2014 8:58 am

siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2145353087 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2145353087 
quiero que sigas adaptando!!!!!!!!!!FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1215408055 
la leere pese que no me agrada es de un final no feliz  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1163780127 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Dani(: Mar Jun 10, 2014 4:40 pm

Elita escribió::D aah! Quiero el pimer capítulo pronto!!
Si???

Saludos :)

Aqui les dejo el primer capitulo espero que te guste y sigas leyendo!
Saludos!  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 

VictoriaRivera escribió:Parece genial, pero no me gustaría qje no tenga un final feliz :(

Es una historia muy muy triste te digo desde ahora !
Espero que sigas leyendo saludos  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 

monicagleek escribió:siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2145353087 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2145353087 
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la leere pese que no me agrada es de un final no feliz  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1163780127 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 

Hola hola gracias por tu apoyo  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2145353087 
Es una historia muy triste pero es hermosa!!
Saludos !! FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Dani(: Mar Jun 10, 2014 4:47 pm

Capítulo 1



POV Santana

Miro las pequeñas carcasas crujientes y quemadas desparramadas a través de la pintura blanca descascarada de las ventanas. Es difícil creer que estuvieron vivas alguna vez. Me pregunto cómo sería ser aprisionada en una caja de cristal sin aire, horneada lentamente por dos largos meses por el despiadado sol, capaz de ver al exterior, el viento agitando los árboles verdes justo enfrente de ti, lanzarte una y otra vez a la pared invisible que sella herméticamente todo lo que es real y vivo y necesario hasta que finalmente sucumbes: chamuscada, exhausta, abrumada por la imposibilidad de la tarea. ¿En qué punto una mosca deja de intentar escapar a través de una ventana cerrada? ¿Son sus instintos de supervivencia los que la mantienen intentando hasta que es no es físicamente capaz de más? O ¿finalmente aprende después de demasiados choques que no hay manera de salir? ¿En qué punto decides que suficiente es suficiente?

Alejo mis ojos de las pequeñas carcasas y trato de enfocarme en la masa de ecuaciones cuadráticas en el pizarrón. Una delgada capa de sudor cubre mi piel, atrapando mechones de cabello contra mi frente, pegándose a mi camisa de la escuela. El sol ha estado derramándose a través de las ventanas de tamaño industrial toda la tarde y estoy sentada tontamente ante su total resplandor, medio cegada por sus poderosos rayos. La elevación de la silla plástica se entierra dolorosamente en mi espalda, mientras me siento semi reclinada con una pierna extendida y los talones apoyados en contra de un radiador recargado en la pared. Los puños de mi camisa cuelgan sueltos alrededor de mis muñecas, manchadas con tinta y mugre. La página vacía me mira, dolorosamente blanca, mientras trabajo en ecuaciones, escribiendo a mano de manera letárgica y apenas legible.

El lápiz se desliza y se resbala en mis dedos pegajosos; despego la lengua de mi paladar y trato de tragar. No puedo. He estado sentada así la mayor parte de una hora, pero sé que tratar de encontrar una posición más cómoda es inútil. Demoro demasiado en las sumas, ladeando la punta de mi lápiz de modo que quede pegada al papel y hace un débil sonido de ralladura; si termino demasiado rápido no tendré nada que hacer además de mirar moscar muertas de nuevo. Me duele la cabeza. El aire está pesado, impregnado con la transpiración de 32 adolescentes abarrotando un acalorado salón de clases. Hay un peso sobre mi pecho que me dificulta respirar.

Es algo más que este cuarto árido, este aire rancio. El peso descendió el martes, en el momento en que caminé a través de las puertas de la escuela, de vuelta a encarar otro año escolar. La semana no ha terminado y ya siento que he estado aquí toda la eternidad. Entre estas paredes de la escuela, el tiempo fluye como cemento. Nada ha cambiado. La gente aún es la misma: rostros vacíos, sonrisas desafiantes. Mis ojos se deslizan a través de ellos mientras entro a los salones de clases y sus miradas pasan a través de mí. Estoy aquí pero no aquí. Los maestros me anotan en el registro pero ninguno me ve, porque hace tiempo que he perfeccionado el arte de ser invisible.


Hay una nueva profesora de inglés, la señorita Azley. Alguna joven brillante de Abajo del Todo: un descomunal cabello rizado agarrado por un pañuelo de arcoíris, piel bronceada y enormes aros de oro en sus orejas. Parece alarmantemente fuera de lugar en una escuela llena de profesores cansados, de mediana edad y de rostros delineados con amargura y decepción. Sin duda alguna, como esta australiana regordeta y alegre, ellos entraron a la profesión llenos de esperanza y vigor, determinados a hacer la diferencia, prestar atención a Gandhi y ser el cambio que quieren ver en el mundo. Ahora, después de décadas de políticas, la burocracia de la escuela y control de masas, la mayoría se ha rendido y están esperando el retiro temprano, con crema pastelera y té en la sala de profesores como punto culminante del día. Pero la nueva profesora no ha tenido el beneficio del tiempo. De hecho, no se ve mucho mayor que algunos de sus pupilos en el salón. Un grupo de chicos hacen estallar una cacofonía de silbidos de admiración hasta que ella se gira para encararlos, mirándolos desdeñosamente hasta que comienzan a parecer incómodos y apartan las miradas.

No obstante, surge una estampida cuando ella ordena que todos dispongan los escritorios en un semicírculo, y con todos los empujones, juegos de pelea, golpes ruidosos entre escritorios y deslizamiento de sillas, tiene suerte de que nadie salga lastimado. A pesar del caos, la señorita Azley parece imperturbable; cuando finalmente todos se calman, mira alrededor del ralo círculo y sonríe de alegría.

—Mucho mejor. Ahora puedo verlos a todos apropiadamente y todos pueden verme. Espero que arreglen el salón antes de que llegue, y no olviden que los escritorios necesitan regresar a sus lugares al término de cada clase. Cualquiera que se vaya antes de hacer su parte tomará toda la responsabilidad por toda la semana ¿Soy clara?

Su voz es firme pero parece no tener malicia. Su mirada sugiere que podría tener sentido del humor. Los murmullos y las quejas de los usuales buscapleitos están sorpresivamente en silencio.

Entonces anuncia que tomaremos turnos para presentarnos. Después de exponer su amor por los viajes, su nuevo perro y su carrera previa de publicidad, se gira a la chica a su derecha.

Con disimulo, deslizo mi reloj al interior de mi muñeca y enfoco mis ojos sobre los segundos que pasan relampagueantemente. Todo el día he estado esperando esto, el final del periodo, y ahora que está aquí puedo casi escucharlo. Todo el día he estado contando las horas, las clases, hasta esto. Ahora, todo lo que quedan son minutos, y aún parecen interminables. Estoy haciendo la suma en mi cabeza: calculando el número de segundos antes de la última campanada. Con sorpresa me doy cuenta de que Rafi, el idiota a mi derecha, está balbuceando algo acerca de astrología de nuevo, casi todos en el salón han volteado.

Cuando Rafi finalmente cierra la boca acerca de constelaciones estelares, de repente hay silencio. Alzo la vista para encontrar a la señorita Azley mirándome directamente.

—Paso. —Examino mi uña del dedo pulgar y automáticamente mascullo mi respuesta usual sin levantar la mirada. Pero para mí horror, ella no capta la indicación. ¿No ha leído mi expediente? Aún estaba mirándome.

—Me temo que pocas actividades en mis clases son opcionales—me informa. Hay risas disimuladas en el grupo de Aria. —Entonces estaremos aquí todo el día.

— ¿No se lo dijeron? Ella no habla inglés… —O algún otro idioma. —Risas. — ¡Marciano, quizá! La profesora los silencia con una mirada. —Me temo que no es cómo funcionan las cosas en mis clases.

Le sigue otro largo silencio. Juego nerviosamente con la esquina de mi libreta; los ojos de la clase queman mi cara. El estable tic-tac del reloj de pared se ahoga con el latido de mi corazón.

— ¿Por qué no empiezas diciéndome tu nombre?—Su voz se ha suavizado ligeramente.
Me toma un momento deducir por qué. Entonces me doy cuenta de que mi mano izquierda ha dejado de jugar nerviosamente con mi libreta y ahora está vibrando contra la página vacía. Me apresuro a deslizar mi mano debajo del escritorio, murmuro mi nombre y miro esperanzadoramente a mi vecino. Él se introduce ávidamente en su monólogo sin darle a la profesora tiempo de protestar, pero veo que ella da un paso atrás. Ahora lo sabe. El dolor en mi pecho se desvanece a un dolor mitigado y mis mejillas ardientes se enfrían. El resto de la hora la ocupamos en un animado debate acerca de los méritos de estudiar a Shakespeare. La señorita Azley no me invita a participar de nuevo.

Cuando finalmente suena el último timbre a través del edificio, la clase se disuelve en el caos. Cierro de golpe mi libro de texto, meto mis cosas en mi mochila, me levanto y salgo del salón rápidamente, zambulléndome en la refriega para llegar a tiempo a casa. A lo largo del corredor principal hay alumnos sobreexcitados saliendo en tropel por las puertas, para unirse a la delgada corriente de gente: me chocan y golpean hombros, codos, mochilas y pies… logro llegar a una escalera, luego a la siguiente, y antes de casi cruzar el pasillo principal siento una mano en mi brazo.

—López. Una palabra. Freeland, mi tutor formal. Siento mis pulmones desinflarse. El profesor de cabello canoso con la cara hueca y arrugada me lleva a un salón vacío, indica un asiento y entonces se encarama incómodamente en la esquina de un escritorio de madera.

—Santana, estoy seguro de que eres consciente, de que este es un año particularmente importante para ti.

El nivel A de lectura otra vez. Doy un ligero asentimiento, forzándome a mí misma a encontrar la mirada de mi tutor.

— ¡También es el comienzo de un nuevo año académico!—anuncia Freeland brillantemente, como si necesitara recordarme ese hecho. —Nuevos comienzos. Un nuevo comienzo…
Santana, sabemos que no siempre encuentras fáciles las cosas, pero estamos esperando cosas grandiosas de ti en este semestre. Siempre has sido excelente en el trabajo escrito, y eso es maravilloso, pero ahora estás en tu último año y esperamos que nos muestres que eres capaz en otras áreas.

Otro asentimiento. Una mirada involuntaria hacia la puerta. No estoy seguro de que me guste el rumbo que está tomando la conversación. El señor Freeland da un pesado suspiro. —Santana, si quieres entrar en UCL, sabes que es vital que comiences a tomar un papel más activo en clases…

Asiento de nuevo. — ¿Entiendes lo que estoy diciendo aquí? Aclaro mi garganta. —Sí. —Participación en clases, unirte a discusiones grupales, contribuir a las lecciones, responder de verdad cuando hagan una pregunta, levantar tu mano de tanto en tanto. Es todo lo que pedimos. Tus notas siempre han sido impecables, no hay quejas ahí.

Silencio. Me duele la cabeza otra vez. ¿Cuánto más va a durar? —Pareces distraída. ¿Entiendes lo que estoy diciendo? —Sí. —Bien. Suerte, tienes un gran potencial y odiaríamos ver que se desperdiciara.

Si necesitas ayuda de nuevo, sabes que podemos arreglarlo…
Siento que el calor sube a mis mejillas. —N-no. Está bien, realmente. Gracias de cualquier manera. —Recojo mi mochila, lanzo la correa sobre mi cabeza y a través de mi pecho y me dirijo a la puerta.

—Santana—el señor Freeland me llama mientras camino. —Solo piénsalo. Al fin. Me dirijo hacia Bexham, la escuela rápidamente desaparece detrás de mí. Son casi las cuatro en punto y el sol aún está ardiendo, la brillante luz blanca rebota a los lados de los coches los cuales la reflejan en rayos desarticulados, el calor hace que el alquitrán brille tenuemente.

La autopista está llena de tráfico, gases de los tubos de escape, bocinas sonoras, escolares y ruido. He estado esperando este momento desde que la alarma me despertó esta mañana, pero ahora estoy aquí y me siento extrañamente vacía. Es como ser una niña de nuevo, bajar ruidosamente las escaleras para encontrar que Santa se ha olvidado de llenar las calcetas; sólo que Santa, de hecho, está borracho en el sofá en el cuarto frontal, yaciendo comatoso con otros tres amigos. He estado enfocándome tan duro en salir de la escuela que parece que he olvidado qué hacer ahora que he escapado.

El júbilo que estaba esperando no se materializa y me siento perdida, desnuda, como si hubiera anticipado algo maravilloso y de repente olvidara qué era. Caminando por la calle, entretejiendo dentro y fuera de la multitud, trato de pensar en algo, lo que sea, para encontrarlo.

En un esfuerzo para sacudirme de mi extraño humor, troto a través del agrietado pavimento pasando piedras y basura en la cuneta; la calmante brisa de septiembre levanta el cabello de la nuca de mi cuello, la delgada suela de mis deportivas se mueve silenciosamente sobre el pavimento desabrocho los botones superiores de mi camisa. Siempre es bueno estirar mis piernas al final de un largo e insípido día en Belmont; evadir, rozar y saltar sobre la fruta embarrada y los vegetales aplastados que los puestos del mercado dejaron atrás. Giro la esquina entrando al familiar camino estrecho con sus dos hileras de pequeñas casas de ladrillo, estrechándose gradualmente colina arriba. Esta es la calle en la que he vivido los últimos cinco años. Únicamente nos mudamos a la casa de la junta después de que nuestro padre se fue a Australia con su nueva esposa y la manutención de sus hijos se detuvo.

Antes, nuestra casa había sido una dilapidada casa rentada en el otro lado de la ciudad, pero en una de las áreas agradables. Nunca fuimos ricos, no con un poeta por padre, pero de alguna manera, las cosas fueron más fáciles de muchas formas.

Pero eso fue hace mucho, mucho tiempo. Ahora nuestra casa es el número 62, de Bexham Road; un cubo gris de estuco de dos pisos y tres dormitorios, densamente intercalada en medio de una larga línea de casas, con botellas de refresco y latas de cerveza brotando entre las malas hiervas entre el portón roto y la puerta de un naranja desvaído.

La calle es tan estrecha que los autos, con sus ventanas cerradas o sus guardabarros abollados, tienen que estacionarse con dos ruedas sobre el borde de la acera, haciendo más fácil caminar por el centro de la calle que sobre el pavimento. Pateando una botella de plástico aplastada de la cuneta, la regateo, el golpeteo de mis zapatos y la reja de un plástico roto contra el alquitrán hace eco a mi alrededor, uniéndose pronto una cacofonía: los ladridos de un perro, gritos de niños jugando un partido de fútbol y el reggae bullicioso de una ventana abierta.

Mi mochila rebota y se sacude contra mis muslos y siento que algo de mi malestar se disipa. Mientras troto, paso a las jugadoras de fútbol, una figura familiar pasa a las defensoras de la potería e intercambio la botella de plástico por la pelota; fácilmente esquivo a las chicas enfundadas en sus camisetas del Arsenal mientras me siguen gritando protestas. La rubia se tira en picado hacia mí: una pequeña hippie rubia con el cabello por debajo de los hombros, la una vez blanca camisa de la escuela ahora está manchada con mugre y cuelga sobre unos pantalones descocidos. Se las ingenia para adelantarme, corriendo hacia atrás tan rápido como puede, gritando a voz en cuello.

—A mí San, a mí, San, ¡Pásamela! Lo hago con una carcajada, y gritando triunfante, mi hermana de ocho años agarra la pelota y corre hacia sus compañeras, gritando:

— ¡Se la quité, se la quité! ¿Vieron?

Entro con fuerza a la casa relativamente fresca, encorvo mi espalda contra la puerta de enfrente para tranquilizar mi aliento y saco el cabello mojado de mi frente. Enderezándome, me abro camino hacia el corredor, mis pies automáticamente evitan la variedad de blazers descartados, bolsos con libros y zapatos de la escuela tirados en el estrecho corredor.

Encuentro a Hanna en la cocina el sobre mostrador, tratando de alcanzar una caja de Cheerios de la alacena. Se congela cuando me ve, con una mano en la caja y sus ojos azules abiertos con culpa debajo de su fleco. — ¡Britt olvidó mi merienda de hoy!

Me abalanzo hacia ella con un gruñido, la agarro de la cintura con un brazo y la balanceo de arriba abajo mientras ella grita con una mezcla de terror y deleite, con su largo cabello dorado desplegándose debajo de ella. Entonces la dejo sin ceremonia sobre una silla de la cocina y bajo de un golpe la caja de cereales, la botella de leche, un tazón y una cuchara.

—Mitad del tazón, no más—le advierto levantando un dedo. —Cenaremos temprano esta noche; tengo toneladas de tarea que hacer.

— ¿Cuándo?—Hanna suena poco convencida, esparciendo aros cubiertos de azúcar a través de la mesa barata de roble que es la pieza central de nuestra desordenada cocina. A pesar del revisado juego de Reglas de la Casa que Brittany pegó en la puerta del refrigerador, es claro que Quinn no ha tocado los cubos de basura rebosantes en días, Sam ni siquiera ha comenzado a lavar los platos del desayuno apilados en el fregadero y Hanna, una vez más, ha perdido su escoba miniatura y sólo ha tenido éxito en agregar migajas a las que ya hay en el piso.

— ¿Dónde está mamá?—pregunto.

—Alistándose. Vacío mis pulmones con un suspiro y dejo la cocina, subiendo las estrechas escaleras de madera de dos en dos, ignorando el saludo de mamá, busco a la única persona con la que me gustaba hablar, pero cuando noto la puerta de madera abierta de su cuarto vacío, recuerdo que está atorada en alguna cosa después de la escuela y mi pecho se desinfla. En lugar de eso, regreso al familiar sonido de Magic FM tocando música ruidosa a través de la puerta abierta del baño.

Mi madre está inclinada sobre el lavabo hacia el espejo embarrado y roto, dando los toques finales a su máscara de pestañas y sacando hilos invisibles del frente de su ajustado vestido plateado. El aire está cargado con el olor del fijador para cabello y perfume. Cuando me ve aparecer tras su reflejo, sus brillantes labios pintados se alzan y se abren en una sonrisa de aparente deleite. — ¡Hola, niña bonita!

Le baja el volumen a la radio, se gira para encararme y me extiende un brazo para un beso. Sin moverme de la entrada, beso el aire, un involuntario ceño fruncido delineado entre mis cejas. Ella comienza a reír. — ¡Mírate, de regreso al uniforme y casi tan desaliñada como las chicas! Necesitas un corte de pelo, dulzura. Oh querida, ¿Qué es esa apariencia atormentada?

Me recargo en el marco de la puerta, arrastrando mi blazer por el suelo. —Es la tercera vez esta semana, mamá—protesto cansadamente.

—Lo sé, lo sé, pero no puedo perderme esto. ¡Davey finalmente firmó el contrato para el nuevo restaurante y quiere que salgamos a celebrar!— Abre su boca en una exclamación de deleite y cuando mi expresión no se derrite, cambia velozmente el tema. — ¿Cómo estuvo tu día, cariño?

Pongo una sonrisa cansada. —Grandioso, mamá. Como siempre.


— ¡Maravilloso!— exclama, eligiendo ignorar el sarcasmo en mi voz. Si hay una cosa en que mi madre sobresale, es en cuidar sus propios asuntos. —Sólo un año ahora… ni eso, y serás libre de la escuela y de todas esas tonterías. —Su sonrisa se amplía. — ¡Tan pronto cumplas dieciocho por fin serás realmente la mujer de la casa!

Inclino mi cabeza contra la puerta. La mujer de la casa. Ha estado llamándome así desde que tenía doce, desde que papá se fue. Volteándose hacia el espejo, junta sus senos debajo del vestido de escote bajo.

— ¿Cómo luzco? Hoy me pagaron y me fui de compras. —Me da una mirada traviesa como si fuéramos conspiradores en su pequeña extravagancia. —Mira esas sandalias doradas, ¿no están ahí cariño?

Soy incapaz de regresar la sonrisa. Me pregunto cuánto se ha gastado ya del sueldo del mes. La terapia de compras ha sido su adicción por años. Mamá se aferra desesperadamente a su juventud, al tiempo en que su belleza giraba cabezas en la calle; pero su apariencia está desapareciendo rápidamente, su cara se avejentó prematuramente por años de vida dura.

—Luces bien—respondo robóticamente. Su sonrisa se desvanece un poco.

—Santana, vamos, no seas así, necesito tu ayuda esta noche. Dave va a llevarme a un lugar realmente especial, ya sabes, ¿el lugar recién abierto en Stratton Road frente al cine?

—Ok, ok. Está bien, diviértete.

Con un considerable esfuerzo, borro el ceño fruncido y me las ingenio para mantener el resentimiento fuera de mi voz. No hay nada particularmente malo con Dave. De la larga retahíla de hombres con los que mi madre ha estado involucrada desde que mi papá se fue con una de sus colegas, Dave ha sido el más inofensivo. Es nueve años menor que ella y el propietario del restaurante donde ella trabaja como jefa de meseras. Actualmente, está separado de su esposa. Pero como cada ligue de mamá, él parece poseer el mismo extraño poder que todos los hombres tienen sobre ella, la habilidad de transformarla en una chica nerviosa, coqueta y aduladora, desesperada por gastar cada centavo duramente ganado en regalos innecesarios para su “hombre” y en vestimenta muy ajustada y reveladora. Esta noche son casi las cinco en punto y su cara ya brilla con anticipación mientras se rejuvenece para esta cena, sin duda, habiendo pasado la última hora preocupándose sobre qué usar. Echando hacia atrás su reciente permanente rubia, ahora está experimentando con algún peinado exótico y me pide rápidamente el collar de diamantes falso (un regalo de Dave) que ella jura que es real. Su curvilínea figura se ajusta a un vestido que sus hijas no se pondría ni muerta, y el comentario “una vieja vestida de jovencita” regularmente oído de nuestros vecinos de los jardines de enfrente, hace eco en mis oídos.

Cierro la puerta de mi dormitorio tras de mí y me inclino contra ella por unos momentos, disfrutando este pequeño pedazo de alfombra que es mío. No solía ser un dormitorio, solo una pequeña bodega con una escasa ventana, pero me las arreglé para apretujar una cama plegable aquí hace tres años cuando me di cuenta de que compartir litera con hermanos tiene serios inconvenientes. Es uno de los pocos lugares donde puedo estar completamente sola: sin compañeros con ojos conocedores y sonrisas burlonas; sin maestros disparándome preguntas; sin gritos, ni cuerpos apretujados. Y hay un pequeño oasis de tiempo antes de que nuestra madre salga a su cita y la cena esté en camino y las peleas cobre comida, tarea y hora de dormir comiencen.

Dejo caer mi mochila y mi blazer al piso, me saco los zapatos de una patada y me siento en la cama con la espalda en la pared y las rodillas dobladas en frente de mí. Mi espacio generalmente ordenado evidencia todos los signos frenéticos de una alarma a prueba de dormilones: reloj tumbado en el piso, cama sin hacer, silla cubierta con ropa descartada, piso con libros y papeles tirados, que se han desparramado de las pilas en mi escritorio. Las paredes descascaradas están desnudas excepto por una pequeña fotografía instantánea de nosotros siete, tomada durante nuestras vacaciones anuales en Blackpool, dos meses antes de que papá se fuera. Hanna aún era una bebé, está sobre el regazo de mamá, la cara de Quinn esta embarrada con helado de chocolate, Sam está colgando a un lado de una banca, y Brittany está tratando de jalarlo del respaldo. Las únicas caras visibles son las de papá y la mía: tenemos nuestros brazos alrededor de los hombros del otro, sonriendo ampliamente a la cámara. Rara vez veo esa foto, a pesar de haberla rescatado de la hoguera de mamá.

Pero me gusta la sensación de tenerla cerca, un recordatorio de que aquellos tiempos más felices no fueron simplemente un fragmento de mi imaginación.


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Adaptacion de libro Forbidden de Tabitha Suzuma.


Bueno chicas quiero que dejen sus opiniones !! y si quieren que siga !
Aviso que compren chocolates, pañuelos y de más porque es una historia muy triste pero hermosa.
Saludos!!

Dani(:
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Mensaje por monicagleek Mar Jun 10, 2014 5:18 pm

Me he mentalizado para lo que se viene aun que sigue sin gustarme que sea triste.
Pero me gusta!!!
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Mensaje por Dani(: Miér Jun 11, 2014 4:22 pm

monicagleek escribió:Me he mentalizado para lo que se viene aun que sigue sin gustarme que sea triste.
Pero me gusta!!!

Es una historia muy hermosa (:
Saludos gracias por comentar  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 918367557 
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Mensaje por Dani(: Miér Jun 11, 2014 4:28 pm

Capítulo 2


POV Brittany

Mis llaves se atascan en la cerradura de nuevo. Maldigo, luego pateo la puerta de la forma habitual. En el momento en que salgo del sol de la tarde y entro en el pasillo oscuro, tengo la sensación de que las cosas ya están un poco salvajes. Como era de esperar, la sala es un vertedero: paquetes de papas fritas, bolsos con libros, cartas de la escuela y tareas abandonadas y esparcidas a lo largo de la alfombra. Sam está comiendo Cheerios directamente de la caja, tratando de lanzar el extraño a través de la habitación a la boca abierta de Hanna.

— ¡Britt, Britt, mira lo que puede hacer Sam!— me grita Hanna emocionantemente, mientras me quito el blazer y la corbata en la puerta. — ¡Puede hacerlos entrar en mi boca desde allí!
A pesar de la confusión de cereal pisado en la alfombra, no puedo evitar sonreír. Mi hermana pequeña de cinco años es la niña más linda en la historia. Con sus hoyuelos en las mejillas de un color rosado por la emoción, aun ligeramente redondeadas con la grasa de bebé, su cara se ilumina con una suave inocencia.

Desde que perdió sus dientes delanteros ha comenzado a meter la punta de la lengua a través del espacio cuando sonríe. Su cabello largo hasta la cintura cuelga hacia atrás, recto y fino como la seda de oro, del mismo color que los pequeños aros en sus oídos. Debajo de un fleco descuidado, sus grandes ojos llevan una mirada permanentemente sorprendida, del color de las aguas profundas. Se ha cambiado su uniforme por un vestido de flores de verano de color rosa, su actual favorito, y salta de un pie a otro, encantada con las travesuras de su hermano adolescente me dirijo a Sam con una sonrisa. —Parece que los dos han tenido una tarde muy productiva. Espero que recuerdes donde guardamos la aspiradora.

Sam responde lanzando un puñado de cereales en dirección a Hanna. Por un momento, creo que es sólo va a ignorarme, pero luego declara: —No es un juego, es tiro al blanco. A mamá no le importa,  está con su chico amoroso esta noche otra vez, y para la hora en que llegue a casa, estará muy perdida para darse cuenta.
 
Abro la boca para protestar por la elección de palabras de Sam, pero Hanna lo está incitando, y viendo que no él no está de mal humor ni tampoco está discutiendo, decido dejarlo pasar, y colapso en el sofá. Mi hermano de trece años ha cambiado en los últimos meses: el crecimiento acelerado del verano ha acentuado su ya delgado cuerpo, se ha cortado el pelo rubio para mostrar el diamante falso en su oreja y sus ojos de color avellana se han endurecido. Algo ha cambiado en sus modales también. El niño todavía está ahí, pero sepultado bajo una dureza desconocida: el cambio alrededor de los ojos, la línea desafiante de su mandíbula, la dura risa sin alegría, le han dado un filo extraño e irregular. Sin embargo, durante breves instantes reales como estos, cuando sólo se está divirtiendo, la máscara se desliza un poco y veo a mi hermano pequeño otra vez.  

— ¿Santana está haciendo la cena esta noche?—pregunto. —Obviamente. —Cena…— La mano de Hanna vuela a su boca, alarmada. —Santana dijo una última advertencia.

—Estaba echándose un farol…— Sam trata de prevenirla, pero ella se aleja por el pasillo hacia la cocina al galope, siempre deseosa de complacer. Me siento en el sofá, bostezando, y Sam comienza a golpear los cereales en mi frente.

— ¡Cuidado! Eso es todo lo que tenemos por la mañana y no veo que se coman en el suelo.

—Me pongo de pie. —Vamos. Vamos a ver lo que Santana ha cocinado.

—Maldita pasta, ¿qué otra cosa hace siempre? —Sam lanza la caja abierta de cereales al sillón, derramando la mitad de su contenido a través de los cojines. Su buen humor se evapora en un instante.

—Bueno, tal vez podrías comenzar a aprender a cocinar. Entonces los tres podríamos turnarnos.

Sam me lanza una mirada condescendiente y se va con paso majestuoso por delante de mí hacia la cocina.

—Fuera, Quinn. Dije, lleva el balón fuera de la habitación. —Santana tiene una olla hirviendo en una mano y está tratando de mover a Quinn a través de la puerta con la otra.

— ¡Gol!—grita Quinn, pateando la pelota bajo de la mesa. La atrapo, la lanzo al pasillo y agarro a Quinn mientras intenta pasarme corriendo.

— ¡Ayuda, ayuda, me está estrangulando!—grita, haciendo que se asfixia. Hago maniobras para dejarla en su silla. — ¡Siéntate! Cumple al ver la comida, agarrando el cuchillo y el tenedor, tocando un redoble de tambores en la mesa. Hanna ríe y coge sus cubiertos para copiarle.

—No lo hagas… —le advierto. Su sonrisa se desvanece, y por un momento parece castigada. Siento una punzada de culpa. Hanna es amorosa y dócil, mientras que Quinn siempre está llena de energía y picardía. Como consecuencia de ello, siempre es testigo de que su hermana se salga con la suya. Moviéndome rápidamente alrededor de la cocina, saco los platos, vierto el agua, y devuelvo los ingredientes para cocinar a sus respectivos lugares.

—Está bien, vamos, todo el mundo. —Santana ha servido. Cuatro platos, un plato de color rosa de Barbie. Pasta con queso, pasta con queso y salsa, pasta con salsa, pero sin queso, brócoli (que ni Sam ni Quinn van a tocar) astutamente oculto alrededor de los lados.

—Hola. —Cojo su manga antes de que se dirija de nuevo a la cocina, y le sonrío.

— ¿Estás bien?

—He estado en casa dos horas y ya se han vuelto locos. —Me lanza una mirada exagerada de desesperación y me río.

— ¿Mamá ya se fue? Ella asiente.

— ¿Recordaste la leche? —Sí, pero tenemos que hacer unas compras adecuadas. —Iré mañana después de la escuela—. Santana da vuelta a tiempo para coger a Quinn saltando por la puerta.

— ¡Hey! — ¡Terminé, terminé! ¡Ya no tengo hambre!  — ¿Quinn, te sentarías a la mesa como una persona normal y comerías tu comida?—Santana empieza a subir la voz.

— ¡Pero a Spencer y Aria sólo les dejaron estar afuera otra media hora!— grita Quinn en señal de protesta, con la cara escarlata bajo su mata de pelo rubio.

— ¡Son las seis y media! ¡No vas a volver afuera esta noche!  Quinn se lanza de nuevo a su silla con furia, con los brazos cruzados y las rodillas dobladas. — ¡Eso no es justo! ¡Te odio!  
Santana hace caso omiso sabiamente de las payasadas Quinn y en cambio dirige su atención a Hanna, que ha renunciado a intentar usar un tenedor y se está comiendo el espagueti con los dedos, inclinando hacia atrás la cabeza y succionando cada hebra por la parte inferior.  

—Mira—le muestra Santana. —Lo enrollas así…

— ¡Pero no dejan de caerse!

—Simplemente trata con un poco a la vez.

—No puedo—se lamenta. —San, ¿córtalo por mí?

—Hanna, necesitas aprender…

— ¡Pero con los dedos es más fácil!

El lugar de Sam permanece vacío mientras hace su camino alrededor de la cocina, abriendo y cerrando las puertas de los armarios.

—Déjame ahorrarte algo de tiempo: la única comida que nos queda está en la mesa—dice Santana, recogiendo su tenedor. —Y no he puesto nada de arsénico en ella, por lo que es poco probable que te mate.

—Genial, ¿entonces se ha olvidado de dejarnos algo de dinero para Asda otra vez? Bueno, por supuesto, está bien para ella, su chico amoroso la lleva al Ritz.

—Su nombre es Dave—señala Santana por detrás de un bocado de comida.  
   
—Llamarlo así no te hace sonar genial.

Tragando mi bocado, me las arreglo para llamar la atención de Santana y dar una sacudida de cabeza apenas perceptible. Tengo la sensación de que Sam se está preparando para una discusión, y Santana, por lo general tan experta en esquivar la confrontación, se ve cansada y al borde y parece estarse dirigiendo a ciegas a una colisión frontal esta noche.
 
Sam cierra la última alacena con tal fuerza que todo el mundo salta. — ¿Qué te hace pensar que estoy tratando de sonar genial? No soy la única atrapada en un salpicadero porque su madre está demasiado ocupada extendiendo sus piernas para…

Santana está fuera de su silla en un instante. Me abalanzo hacia ella y fallo. Ella se lanza sobre Sam y lo agarra por el cuello, golpeándolo contra la nevera. —Hablas así delante de los pequeños otra vez y yo…

—Tú, ¿qué?—Sam tiene la mano de su hermana mayor alrededor de su garganta, y a pesar de la sonrisa arrogante, reconozco un atisbo de miedo en sus ojos. Santana nunca antes lo ha amenazado físicamente, pero en los últimos meses su relación se ha deteriorado. Sam ha empezado a resentir a Santana más y más profundamente por razones que cuesta entender. Sin embargo, a pesar de su sorpresa inicial, de alguna manera se las arregla para mantener en alto la expresión de burla, la mirada de condescendencia por la hermana casi cinco años mayor que él.

De repente, Santana parece darse cuenta de lo que está haciendo. Suelta a Sam y salta hacia atrás, sorprendida por su propia explosión.

Sam se endereza, una mueca lenta se arrastra a sus labios. —Sí, eso es lo que pensé. Cobarde. Justo como en la escuela.  

Ha ido demasiado lejos. Quinn está en silencio, masticando lentamente, sus ojos cautelosos. Hanna está mirando ansiosamente a Santana, tirando su oído nerviosamente, su comida olvidada.

Santana está mirando la puerta vacía a través de la cual Sam acaba de salir. Se limpia las manos en sus pantalones y se toma un tiempo para estabilizar su respiración antes de volverse a enfrentar a Quinn y Hanna. —Hey, vamos, muchachos, terminemos. —Su voz tiembla con falsa alegría.  

Los ojos de Quinn dudan. — ¿Estabas a punto de darle un puñetazo?
— ¡No!— Santana se ve profundamente afectada. —No, por supuesto que no, Quinny. Nunca le habría hecho daño a Sam. Nunca les haría hecho daño a ninguno de ustedes. ¡Por Dios!

Quinn regresa a su comida, sin estar tan convencida. Hanna no dice nada, solemnemente se chupa los dedos para limpiarlos; el resentimiento silencioso irradia de sus ojos.

Santana no vuelve a su asiento. En su lugar, parece perdida, mordiendo la comisura de los labios, su rostro trabajando. Me recuesto en mi silla y extiendo la mano hacia su brazo. —Él solo estaba intentando acabar contigo, como siempre…

Ella no responde. En cambio, toma otra respiración profunda antes de mirarme y decir: — ¿Terminar con esto dices tú?

—Claro que no.  

—Gracias. —Fuerza una sonrisa tranquilizadora antes de salir de la habitación.

Momentos más tarde, escucho que la puerta de su dormitorio se cierra.

Me las arreglo para persuadir a Quinn y Hanna de que terminen su comida, y luego pongo en la nevera el plato que Santana apenas tocó. Sam puede comerse el pan duro del mostrador para lo que me importa. Le doy un baño a Hanna y obligo a una Quinn protestante a que tome una ducha.

Después de aspirar la habitación del frente, decido que irse temprano a la cama no les haría ningún daño e ignoro estudiadamente las protestas furiosas de Quinn acerca de que todavía queda luz del sol de tarde. Mientras los beso cuando se acuestan, Hanna pone sus brazos alrededor de mi cuello y me sostiene por un momento.

— ¿Por qué Sam odia a San?—susurra. Retrocedo un poco para mirarla a los ojos. —Cariño, Sam no odia a San— le digo con cuidado. —San sólo a esta de mal humor estos días.
 
Sus profundos ojos azules se inundan con alivio. — ¿Entonces se quieren de verdad?

—Por supuesto que sí. Y todos te quieren a ti. —La beso en la frente. —Buenas noches.

Confisco el Gameboy de Quinn y les dejo escuchando un audio libro, luego hago mi camino hasta el otro extremo del pasillo, donde una escalera conduce a la ático del tamaño de una caja, y le grito a Sam para que baje la música.

El año pasado, después de una queja lastimosa tras otra por tener que compartir una habitación con sus hermanas menores, Santana le ayudó a Sam a limpiar de toda la basura que dejaron los antiguos propietarios en el anteriormente inutilizado ático diminuto. A pesar de que el espacio es demasiado pequeño para ponerse de pie en forma correcta, es la madriguera de Sam, la guarida privada en la que pasa la mayor parte de su tiempo cuando está en casa, con sus paredes inclinadas pintadas de negro y cubiertas con chicas rockeras, las tablas secas y crujiente del suelo, cubiertas con una alfombra persa que Santana desenterró de alguna tienda de caridad. Aislado del resto de la casa por una escalera empinada que Quinn y Hanna tienen prohibido estrictamente subir, es el escondite perfecto para alguien como Sam. La música se desvanece en un monótono ruido de bajo cuando finalmente cierro la puerta de mi habitación y empiezo mi tarea.  

La casa está tranquila, por fin. Escucho que el audio libro llega a su fin y el aire se queda en silencio. Mi alarma reloj marca las ocho y veinte, y el crepúsculo dorado del Veranillo se está desvaneciendo rápidamente. La noche está cayendo, las farolas se encienden una después de la otra, lanzando una luz fúnebre sobre el libro de ejercicios en frente de mí. Termino un ejercicio de comprensión y me encuentro mirando mi propio reflejo en la ventana oscura. En un impulso, me pongo de pie y salgo al rellano.

Golpeo tentativamente. Si hubiera sido yo, probablemente habría salido de la casa, pero Santana no es así. Es demasiado madura, demasiado sensible. Ni una sola vez en todas las noches desde que papá se fue ha salido furiosa, ni siquiera cuando Quinn pegó su cabello con melaza y luego se negó a tomar un baño, o cuando Hanna sollozó durante horas y horas porque alguien le había hecho un mohicano a su muñeca.

Sin embargo, las cosas han ido rápidamente cuesta abajo últimamente. Incluso antes de su metamorfosis adolescente, Sam era propenso a un berrinche cada vez que mamá salía de noche.

El consejero de la escuela afirmó que se culpaba a sí mismo de que papá se fuera, que todavía albergaba la esperanza de que pudiera regresar y por lo tanto, se sentía profundamente amenazado por alguien que está intentando tomar el lugar de su padre.  

Personalmente, siempre sospeché que era algo mucho más simple: a Sam no le gusta que los más pequeños reciban toda la atención por ser pequeños y lindos, ni que Santana y yo les digamos a todos qué hacer, mientras que él está atrapado en la tierra de normas, el arquetípico hijo del medio sin socio en el crimen. Ahora que Sam se ha ganado el respeto necesario en la escuela por unirse a una banda que se escapa por las puertas a fumar hierba en el parque local a la hora del almuerzo, se resiente con amargura al hecho de que en casa todavía sea considerado uno de los niños. Cuando mamá sale, lo que se está haciendo más frecuente, Santana es la encargada, de la forma en que siempre ha sido; Santana, a la que ella recurre cada vez que tiene que trabajar horas extras o ir a fantasías de una noche con Dave o las chicas.

No hay respuesta a mi golpe, pero cuando voy abajo encuentro a Santana dormida en el sofá de la sala. Hay un grueso libro de texto apoyado contra su pecho, con las páginas abiertas, y hay hojas garabateadas con cálculos llenando la alfombra.

Le suelto los dedos del libro, recojo sus cosas y las amontono en una pila sobre la mesa, saco la manta de la parte trasera del sofá, y la pongo sobre ella. Me siento en el sillón y acomodo mis piernas, apoyando el mentón en las rodillas, mirándola dormir debajo del suave resplandor naranja de las farolas que entra por la ventana sin cortinas.

Antes que cualquier cosa, estaba Santana. Cuando miro hacia atrás en mi vida, a los dieciséis años y medio año, Santana siempre estuvo ahí. Caminando a la escuela a mi lado, empujándome en el carro del centro comercial a través de un estacionamiento vacío a una velocidad vertiginosa, viniendo en mi ayuda en el patio de recreo después de haber causado un levantamiento en clase llamando “estúpida” a la Señorita Popular. Todavía la recuerdo allí de pie, con los puños cerrados, un aspecto inusualmente intenso en su cara, desafiando a todos los niños a una pelea a pesar de ser ampliamente superada en número. Y de repente me di cuenta de que, mientras tuviera a Santana, nada ni nadie podrían hacerme daño.

Pero tenía ocho años entonces, he crecido desde aquellos días. Ahora sé que Santana no siempre estará aquí, no será capaz de protegerme para siempre. A pesar de que está aplicando para estudiar en la Universidad de Londres, y dice que seguirá viviendo en casa, todavía podría cambiar de opinión y ver que esta es su oportunidad para escapar. Nunca antes había imaginado mi vida sin ella. Como esta casa, ella es mi único punto de referencia en esta difícil existencia, este mundo inestable y aterrador. La idea de salir de casa me llena de un terror tan intenso que me deja sin aliento. Me siento como una de esas gaviotas cubiertas de aceite de un derrame, ahogándome en un alquitrán negro de miedo.

Dormida, Santana parece una niña otra vez: los dedos manchados de tinta, una arrugada camiseta gris, pantalones vaqueros ajustados e desgastados y pies descalzos. La gente dice que hay un fuerte parecido familiar; yo no lo veo. Para empezar, ella es la única de nosotros con brillantes ojos marrones.

Su pelo enmarañado es negro como el alquitrán, Sus brazos todavía están bronceados del verano, e incluso en la penumbra puedo distinguir la silueta de su perfecto abdomen. Está comenzando a desarrollar un aspecto atlético. Alcanzó tarde la pubertad, algo de lo que me burlaba sin piedad, llamándola ‘mi hermana pequeña’, en ese entonces pensaba que esas cosas eran divertidas. No le dio importancia por supuesto, como siempre.

Pero recientemente las cosas han empezado a cambiar. A pesar de que ella es muy tímida, la mayoría de las chicas en mi año fantasean con ella, llenándome de una conflictiva mezcla de fastidio y orgullo. Sin embargo, sigue siendo incapaz de hablar con sus pares, rara vez sonríe fuera de estas paredes, y siempre, siempre lleva la misma mirada distante, obsesionada, un dejo de tristeza en sus ojos.


En casa, sin embargo, cuando los más pequeños no son demasiado difíciles o cuando estamos bromeando y se siente relajada, a veces muestra un lado diferente: el amor por las travesuras, una sonrisa con hoyuelos en las mejillas, un sentido del humor autocrítico. Pero incluso en estos breves momentos, siento que está ocultando una parte más oscura y menos feliz de sí misma, la parte que lucha para hacer frente a la escuela, en el mundo exterior, un mundo donde, por alguna razón, nunca se ha sentido en paz.

Un coche petardea en la calle, sacándome de mis pensamientos. Santana deja escapar un pequeño grito y lucha por levantarse, desorientada.

—Te quedaste dormida—le informo con una sonrisa. —Creo que podríamos comercializar la trigonometría como un nuevo tratamiento para el insomnio.

—Mierda. ¿Qué hora es? —Parece tener pánico por un momento, empujando hacia atrás la manta y poniendo los pies en el suelo, pasándose los dedos por el pelo.
—Acaban de ser las nueve.

— ¿Qué hay de…? —Quinn y Hanna están profundamente dormidas y Sam está ocupado siendo un adolescente furioso en su habitación.

—Oh. —Se relaja un poco, se frota los ojos con las palmas de las manos y parpadea soñolientamente hacia el suelo.

—Te ves agotada. Tal vez deberías olvidar los deberes por esta noche e irte a la cama.

—No, estoy bien. —Señala con un gesto hacia la pila de libros sobre la mesa. —De todos modos, tengo que terminar la revisión de eso antes de la prueba de mañana. —Estira la mano para encender la lámpara, emitiendo un pequeño círculo de la luz al suelo.

—Tenías que haberme dicho que tenías prueba. ¡Habría hecho la cena!  —Bueno, hiciste todo lo demás. —Hay una pausa incómoda. —Gracias por… por solucionarlo.

—No hay problema. —Bostezo, cambiando de lado en el sillón para colgar mis piernas sobre el reposabrazos, y sacar el cabello de mi cara. —Tal vez a partir de ahora deberíamos dejar la comida de Sam en una bandeja en la parte inferior de la escalera. Podemos llamarlo servicio de habitaciones. Así todos podemos conseguir un poco de paz.

La insinuación de una sonrisa toca sus labios, pero luego se da la vuelta para mirar en blanco por la ventana y desciende el silencio.  

Tomo una respiración fuerte. —Estaba siendo una mierda esta noche, San, eso de la escuela…

Parece congelarse, casi puedo ver los músculos contraerse por debajo de su camiseta mientras se sienta de lado en el sofá, un brazo colgando en el respaldo, con un pie en el suelo, y el otro escondido debajo de ella. —Será mejor que termine esto. . .

Reconozco mi señal. Quiero decirle algo, algo en las líneas de:Todo es una actuación. Todos los demás están fingiendo, de todos modos. Puede que Sam se rodee de un grupo de chicos que le escupen en la cara a la autoridad, pero están tan asustados como todos los demás. Se burlan de los demás y se meten con los solitarios sólo para poder pertenecer. Y yo no estoy mucho mejor. Puede que parezca confiada y habladora, pero paso la mayor parte de mi tiempo riéndome de chistes que no me parecen graciosos, diciendo cosas que realmente no quiero decir. Porque al fin y al cabo eso es lo que todos estamos tratando de hacer: encajar, de una u otra manera, tratando desesperadamente de fingir que todos somos iguales.

—Buenas noches entonces. No trabajes hasta demasiado tarde.

—Buenas noches, Brittany. —Sonríe repentinamente y se forman hoyuelos en las comisuras de su boca. Pero cuando hago una pausa en la puerta, mirándola hacia atrás, está hojeando un libro de texto, sus dientes rozando la herida permanente dolorosamente roja debajo de su labio inferior.  

Crees que nadie más te entiende, quiero decirle, pero te equivocas. Yo te entiendo. No estás sola.


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Adaptacion de libro Forbidden de Tabitha Suzuma.

Bueno chicas quiero que dejen sus opiniones !! y si quieren que siga porque realmente es una historia que vale la pena   FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864  
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por monicagleek Miér Jun 11, 2014 5:29 pm

Haber heber haber!!!!!!
Creo que me he perdido... yo creia que desde el primer capitulo estarian juntas.
Diosssss Sam yo si que le habria golpeado!!!!!
Pero bueno.... me gusta
monicagleek
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por NeReA Miér Jun 11, 2014 5:54 pm

Oooh sigue sigue me encantaron los caps!! Aquí tienes una fiel lectora :) Amo la manera en que escribes por cierto
Besos y saludos
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por :) Jue Jun 12, 2014 12:11 am

Me encanta pero quisiera un final feliz
:)
:)
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Mensaje por Dani(: Jue Jun 12, 2014 7:58 pm

monicagleek escribió:Haber heber haber!!!!!!
Creo que me he perdido... yo creia que desde el primer capitulo estarian juntas.
Diosssss Sam yo si que le habria golpeado!!!!!
Pero bueno.... me gusta

Hola hola!
Nop nop no empiezan desde el inicio juntas eso se va dando ya veras (:
Y espera todo lo que vienen sera peor! me alegro que te guste!
Saludos

NeReA escribió:Oooh sigue sigue me encantaron los caps!! Aquí tienes una fiel lectora :) Amo la manera en que escribes por cierto
Besos y saludos
Nerea X

Hola Hola!
Me alegro espero seguir viendo tus comentarios ! muchas gracias  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2145353087 
Besos y saludos.

:) escribió:Me encanta pero quisiera un final feliz

Hola hola!
Podriamos hacer un final alternativo mas adelante veremos (:
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Dani(: Jue Jun 12, 2014 8:00 pm

Capítulo 3


POV Santana

Nuestra madre se ve decaída a la dura luz gris de la mañana. Lleva una taza de café en una mano y un cigarrillo en la otra. Su pelo teñido es un lío, y el delineador de ojos corrido se ha filtrado en la media luna negra bajo sus ojos enrojecidos. La bata de seda rosa está anudada sobre un pequeño camisón: su aspecto desaliñado es una clara señal de que Dave no se quedó anoche. De hecho, ni siquiera recuerdo haberles escuchado entrar. En las raras ocasiones en las que vuelven a esta casa, golpean la puerta principal, se escuchan risas apagadas, las llaves que se caen en la puerta, cómo se silencian y más golpes, seguidos de carcajadas mientras él intenta subirla a cuestas por las escaleras.

Los otros han aprendido a dormir con ello, pero siempre he sido de sueño ligero, y sus voces arrastradas me obligan a reconocer la conciencia; incluso mientras cierro los párpados e intento ignorar los gruñidos y chillidos y el rechinar rítmico del somier del dormitorio principal.
El martes es el día libre de mamá, lo que significa que por una vez prepara el desayuno y lleva a los pequeños al colegio. Pero ya son las siete y cuarenta y cinco, y Sam aún no ha aparecido, Quinn está desayunando en ropa interior y Hanna no tiene calcetines limpios y se queja con cualquiera que la escuche.

Voy a buscar el uniforme de Quinn y le obligo a vestirse en la mesa, ya que mi madre parece incapaz de hacer mucho más que tomarse un café y fumar por la ventana. Brittany va en busca de los calcetines de Hanna y la oigo dar golpes en la puerta de Sam y gritar algo sobre las consecuencias de conseguir otra falta de atraso.

Mamá acaba su último cigarrillo y viene a sentarse con nosotros a la mesa, hablando sobre los planes para el fin de semana que yo sé que nunca se realizarán. Tanto Hanna como Quinn comienzan a charlar a la vez, encantadas con la atención, su desayuno olvidado, y siento que mis músculos se tensan.

—Tienen que estar fuera de la casa en cinco minutos y tienen que terminar el desayuno antes de eso.

Mamá me agarra por la muñeca cuando paso. —Santana-san, siéntate un momento. Nunca tengo la oportunidad de hablar contigo. Nunca nos sentamos así, como una familia.

Con un esfuerzo monumental me trago la frustración. —Mamá, tenemos que estar en la escuela en quince minutos y tengo un examen de matemáticas en la primera clase.

—Oh, ¡tan seria!— Ella me tira a la silla a su lado y toma mi barbilla en la mano. —Mírate, tan pálida y estresada; siempre estudiando. Cuando yo tenía tu edad era la chica más hermosa en la escuela, todos los chicos querían salir conmigo. ¡Solía faltar a clase y pasar todo el día en el parque con uno de mis novios!—Hace un guiño de complicidad hacia Quinn y Hanna, quienes irrumpen en paroxismos de risa.

— ¿Besabas a tu novio en la boca?—pregunta Quinn
con una risita malvada.

—Oh, sí, y no sólo en la boca. —Me guiña el ojo, pasándose los dedos por el pelo enredado, con una sonrisita de niña.

— ¡Qué asco!— Hanna balancea sus piernas violentamente debajo de la mesa, echando hacia atrás la cabeza con disgusto.

— ¿Lamías su lengua—continúa Quinn—como lo hacen en la televisión?

— ¡Quinn!— Grito. —Deja de ser desagradable y termina tu desayuno. Quinn coge la cuchara a regañadientes, pero su rostro rompe en una sonrisa cuando mamá asiente rápidamente hacia ella con una sonrisa pícara.

—Aargh, ¡eso es asqueroso!—Comienza a hacer ruidos de náuseas justo cuando entra Brittany, tratando de convencer a Sam a través de la puerta.

— ¿Qué es asqueroso?—Pregunta mientras Sam se escabulle mal humor a su silla y deja caer la cabeza sobre la mesa con un ruido sordo.

—No quieres saber—comienzo rápidamente, pero Quinn le cuenta de todos modos.
Brittany hace una mueca. — ¡Mamá! —Sí, bueno, esa pequeña historia realmente me abrió el apetito— comenta Sam, irritado.

—Tienes que comer algo—insiste Brittany. —Todavía estás creciendo.

—No, no, ¡se está encogiendo!—Carcajea Quinn.

—Cállate, mierda.

— ¡San! ¡Sam me dijo mierda!

—Siéntate, Britt—dice mamá con una sonrisa empalagosa. Ah, mírense, tan inteligentes con sus uniformes. ¡Y tomaremos desayuno todos juntos como una familia!

Brittany le da una sonrisa forzada mientras le pone mantequilla a una tostada y la deja en el plato de Sam. Siento que mi pulso comienza a elevarse. No puedo irme hasta que estén listos o habrá una gran probabilidad de que Sam falte a la escuela otra vez y que mamá mantenga a Quinn y a Hanna en casa hasta media mañana. Y no puedo llegar tarde. No por la prueba… porque no puedo ser el último en entrar en el aula.

—Tenemos que irnos—le informo a Brittany, que todavía está tratando de persuadir a Sam para que desayune mientras él permanece decaído con la cabeza en sus brazos.

—Oh, ¡por qué son mis conejitos tienen tanta prisa esta mañana!—exclama mamá. —Britt, ¿harás que tu hermana se relaje? Mírala… —Ella frota mi hombro, su mano es como una quemadura a través de la tela de mi camisa. —Tan tensa.

—San tiene una prueba y vamos a llegar realmente tarde si no nos movemos — le informa Brittany suavemente.

Mamá todavía tiene su otra mano apretada con fuerza alrededor de mi muñeca, lo que me impide levantarme para tomar mi habitual taza de café.

—Honestamente, no estás nerviosa por una prueba estúpida, ¿verdad, San? Porque hay cosas mucho más importantes en la vida, ya sabes. La última cosa que quieres hacer es convertirte en un nerd como tu padre, con la nariz siempre metida en un libro, viviendo como un vagabundo sólo para conseguir una de esas cositas inútiles de doctorados. Y mira donde lo llevó su elegante educación de Cambridge: un poeta poco serio, ¡por Dios! ¡Ganaría más dinero barriendo las calles!—dice con un resoplido de burla.

Levantado la cabeza de repente, Sam pregunta burlonamente: — ¿Cuándo ha fallado Santana en una prueba? Sólo tiene miedo de llegar tarde y…

Brittany amenaza con meterle la tostada por la garganta. Me suelto del agarre de mamá y me tambaleo a través de la sala recogiendo el blazer, la cartera, las llaves y el bolso. Me encuentro con Brittany en el pasillo y me dice que me adelante, que va a asegurarse de que mamá se vaya a tiempo con los pequeños y que Sam llegue a la escuela. Aprieto su brazo en agradecimiento y luego me voy, corriendo por la calle vacía.

Llego a la escuela con unos segundos de margen. El enorme edificio de cemento se alza ante mí, extendiendo sus tentáculos hacia el exterior, absorbiendo los otros bloques feos y más pequeños con pasillos estériles y túneles interminable. Llego a la sala de matemáticas justo antes de que el profesor entre arrastrando los pies y comience a repartir los papeles.

Después de mis ochocientos metros de carrera apenas puedo ver, hay manchas rojas vibrando ante mis ojos. El Sr. Morris se acerca a mi mesa y mi aliento queda atrapado en mi garganta.

— ¿Estás bien, Santana? Parece como si acabaras de correr un maratón. Asiento con rapidez y tomo el papel que me tiende, sin levantar la vista. La prueba comienza y desciende el silencio. Me encantan las pruebas. Siempre me han gustado las pruebas, los exámenes de cualquier tipo. Siempre y cuando sean escritos. Mientras abarquen toda la lección. Mientras no tenga que hablar o levantar la vista de mi trabajo hasta que suena la campana.

No sé cuándo empezó, esta situación, pero está creciendo, envolviéndome, asfixiándome como hiedra venenosa. Crecí dentro de ella, y ésta creció dentro de mí. Difuminamos los bordes, nos convertimos en una cosa amorfa, que se filtra y se arrastra. A veces me las arreglo para distraerme, me engaño para salir de su morada, me convenzo de que estoy bien. En casa, por ejemplo, con mi familia, puedo ser yo misma, ser normal otra vez. Hasta ayer por la noche. Hasta que sucedió lo inevitable, hasta que la noticia finalmente se filtró por la vida de Belmont: que Santana López era una bicha rara socialmente inepta.

A pesar de que Sam y yo nunca nos llevamos bien, el darme cuenta de que se avergüenza de mí se afianza: una sensación horrible, que me aprieta y se hunde en mi pecho. Sólo pensar en ello hace que el suelo se incline debajo de mi silla. Me siento como si estuviera en una pendiente resbaladiza y todo lo que puedo hacer es caer en picado.

Lo sé todo acerca de avergonzarse de un miembro de la familia; el número de veces que he querido que mi madre actuara como una persona de su edad en público, ya que no lo hace en privado.

Es horrible estar avergonzado de alguien que te importa, te corroe. Y si te dejas ir, si renuncias a la lucha y te entregas, con el tiempo esa vergüenza se convierte en odio.

No quiero que Sam se avergüence de mí. No quiero que me odie, aunque siento que lo odio a veces. Pero ese jodido niño pequeño lleno de ira y resentimiento sigue siendo mi hermano, sigue siendo familia. Familia: lo más importante de todo. Mis hermanos pueden volverme loca a veces, pero son mi sangre. Son todo lo que he conocido. Mi familia soy yo. Ellos son mi vida. Sin ellos caminará sola por el planeta.

El resto son todos extranjeros, extraños. Nunca se transforman en amigos. Y aunque lo hicieran, incluso si encontrara, por algún milagro, una manera de conectar con alguien fuera de mi familia, ¿cómo podrían compararse con los que hablan mi idioma y cómo podrían saber quién soy, sin tener que contarles? Incluso si fuera capaz de encontrar sus ojos, incluso si fuera capaz de hablar sin que las palabras se quedaran atrapadas en mi garganta, incapaces de salir a la superficie, incluso aunque sus miradas no quemaran agujeros en mi piel y me dieran ganas de correr un millón de kilómetros, ¿cómo voy a ser capaz de preocuparme por ellos de la forma en que me preocupo por mi hermano y hermanas?
Suena la campana y soy una de los primeros en salir de mi asiento. Cuando paso por las filas y filas de alumnos, todos parecen alzar la mirada hacia mí. Me veo configurada en sus ojos: la tipa que siempre se entierra en la parte posterior de cada clase, que nunca habla, siempre está sentada sola en una de las escaleras al aire libre durante los recreos, encorvada sobre un libro.

La tipa que no sabe cómo hablar con la gente, que sacude la cabeza cuando lo escogen en clase, que está ausente cada vez que hay algún tipo de presentación que hacer. Durante los años han aprendido a dejarme ser. Cuando llegué aquí, hubo un montón de bromas, un montón de empujones, pero finalmente se aburrieron. En ocasiones, un nuevo alumno ha tratado de entablar una conversación. Y he intentado, realmente lo he hecho.

Pero cuando sólo te salen respuestas de una palabra, cuando tu voz falla por completo, ¿qué más puedes hacer? ¿Qué más pueden hacer ellos? Las chicas son las peores, sobre todo en estos días. Se esfuerzan más, son más tenaces. Algunas incluso me preguntan por qué no hablo, como si yo pudiera responder a eso. Coquetean, tratar de conseguir que sonría. Sus intenciones son buenas, pero lo que no entienden es que su sola presencia hace que me quiera morir.

Pero hoy, gracias a Dios, me he quedado sola. No hablo con nadie en toda la mañana. Veo a Brittany a través de la sala de almuerzo, y ella mira a la chica que siempre está charlando a su lado y rueda los ojos. Sonrío.

Mientras hago mi camino a través de bocas llenas de pastel de carne acuoso, la veo fingir que escucha a su amiga, Rachel, pero sigue mirándome, haciendo muecas para que me ría. Su camisa blanca de la escuela, varias tallas más grande, se cierne sobre su falda gris, de varios centímetros demasiado corta. Está usando sus zapatos con cordones porque ha perdido sus zapatos de la escuela. No lleva calcetines, y un gran esparadrapo, rodeado por una multitud de contusiones, cubre una rodilla raspada.

Su pelo rubio le llega a la cintura, largo y recto como el de Hanna. Tiene pecas que salpican por encima sus pómulos, lo que acentúa la palidez natural de su piel. Incluso cuando está seria, sus profundos ojos azules siempre tienen una luz que sugiere que está a punto de sonreír. Durante el último año ha pasado de ser linda a muy bella en una forma inusual, delicada y desconcertante. Los chicos charlan con ella sin fin, de una forma alarmante.
Después de almuerzo, tomo mi copia de clase de Romeo y Julieta, que de hecho leí años atrás, y me instalo en el cuarto escalón de abajo de la escalera norte, fuera del bloque ciencias, el menos frecuentado.

Así es como se acumulan mis horas perdidas, al igual que mi soledad. Mantengo mi libro abierto en caso de que alguien se acerque, pero realmente no estoy de ánimo para volver a leerlo. En cambio, desde mi puesto concreto, veo un avión trazar una raya blanca en el azul profundo del cielo. Miro el pequeño avión, encogido por la distancia, y me maravillo con la vasta extensión entre todas las personas en el avión lleno de gente, y yo.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Dani(: Jue Jun 12, 2014 8:07 pm

Capítulo 4


POV Brittany

— ¿Cuándo me la vas a presentar?—me pregunta Rachel con tristeza, desde nuestro puesto habitual sobre el muro bajo de ladrillos en el extremo más lejano del campo de juego.

Ha seguido mi mirada hasta la encorvada figura solitaria, sentada en los escalones fuera del edificio de ciencias.

— ¿Aún está soltera?

—Te lo he dicho un millón de veces: a ella no le gusta la gente—respondo concisamente. La miro.

Exuda un tipo de energía inagotable, el entusiasmo vital que viene naturalmente con ser una persona extrovertida. Tratar de imaginarla saliendo con mi hermana es casi imposible.

— ¿Cómo sabes que aún te gusta?

— ¡Porque está jodidamente buena!—exclama Rachel con emoción. Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—Pero ustedes dos no tienen nada en común.

— ¿Qué se supone que significa eso?—. De pronto, parece herida.

—Ella no tiene nada en común con nadie—la tranquilizo rápidamente.

—Es simplemente diferente. En realidad… no habla con la gente. Rachel echa hacia atrás su cabello.

—Sí, eso he oído. Taciturna como el infierno. ¿Es depresión?

—No. —Juego con un mechón de cabello. —La escuela la hizo ir a ver un consejero el año pasado, pero sólo fue una pérdida de tiempo. Ella habla en casa. Es sólo con la gente que no conoce, las personas fuera de la familia.

— ¿Y qué? Sólo es tímida.

Suspiro en forma dubitativa. —Eso es una pequeña subestimación.

— ¿De qué tiene que ser tímida?—pregunta Rachel. —Quiero decir, ¿se ha mirado al espejo últimamente?

—Simplemente no es así alrededor de las chicas—trato de explicarle. —Es así con todo el mundo. Ni siquiera responde las preguntas en clase… es como una fobia.

Rachel da un silbido de incredulidad. —Dios, ¿siempre ha sido así?

—No lo sé—. Ceso de jugar con mi cabello por un momento y pienso. —Cuando éramos pequeñas, éramos como gemelas. Nacimos con trece meses de diferencia, así que todos pensaban que éramos gemelas, de todas formas. Hacíamos todo juntas. Y quiero decir, todo. Un día, ella tenía amigdalitis y no pudo ir a la escuela. Papá me hizo ir igual y lloré todo el día. Teníamos nuestro propio idioma secreto. A veces, cuando mamá y papá estaban en lo suyo, fingíamos que no podíamos hablar inglés, así que no hablábamos con nadie, excepto entre nosotras, por todo el día.

Empezamos a tener problemas en la escuela. Dijeron que nos negábamos a mezclarnos, que no teníamos amigos. Pero estaban equivocados. Nos teníamos la una a la otra. Ella era mi mejor amiga en todo el mundo. Todavía lo es.

***
Llego a una casa llena de silencio. El vestíbulo está vacío de bolsos y blazers. Quizás, ella se los ha llevado al parque, pienso esperanzada. Luego, estoy a punto de estallar en carcajadas. ¿Cuándo fue la última vez que pasó eso? Voy a la cocina… tazas de café frío, ceniceros rebosantes y cereal helado en el fondo de los cuencos. La leche, el pan y la mantequilla aún están sobre la mesa, la tostada endurecida a medio comer de Kit me observa acusadoramente. La mochila olvidada de Quinn está en el suelo. El lazo abandonado de Hanna… Un sonido en la sala me hace girar sobre mis talones. Camino de vuelta por el vestíbulo, notando las motitas que la luz del sol destaca sobre las superficies polvorientas.
Encuentro a mamá sobre el sofá, mirándome con tristeza desde debajo de la colcha de Hanna, un paño húmedo cubriéndole la frente.

La miro boquiabierta. — ¿Qué pasó?

—Creo que tengo gripe estomacal, dulzura. Tengo una jaqueca terrible y he estado vomitando todo el día.

—Los niños…—empiezo.

Su rostro palidece y luego vuelve a encenderse, como un fósforo parpadeando en la oscuridad. —Están en el colegio, pastelito, no te preocupes. Los llevé esta mañana, me encontraba bien en ese momento. Sólo fue después del almuerzo que empecé a…

—Mamá…—siento que mi voz comienza a subir de tono. — ¡Son las cuatro y media!

—Lo sé, dulzura. Me levantaré en un minuto.

— ¡Se suponía que tú los recogerías!—ahora estoy gritando. — ¡Terminan la escuela a las tres y media, ¿recuerdas?!

Mi madre me mira, una mirada horrible, sin fondo. — ¿Pero hoy no es el turno tuyo o el de Santana?

— ¡Hoy es martes! ¡Es tu día libre! ¡Siempre has ido a recogerlos en tu día libre!
Mamá cierra los ojos y deja escapar un pequeño gemido, modulado para provocar lástima.

Quiero pegarle. En lugar de ello, corro a por el teléfono. Ella ha apagado el timbre, pero la luz roja del contestador automático titila acusadora. Cuatro mensajes de St Luke’s, el último de ellos breve y enojado, sugiriendo que ésta no es la primera vez que la señora López-Pierce está extremadamente retrasada. Instantáneamente, presiono la tecla de devolución de llamada, con la rabia rugiendo sorda contra mis costillas.

Quinn y Hanna deben estar aterrorizadas. Pensarán que han sido abandonadas, que ella ha huido, como viene amenazando con hacer cuando está bebida. Logro contactar con la secretaria de la escuela y empiezo a borbotear excusas. Ella me interrumpe con un suave: — ¿No es tu madre la que debería llamar, querida?

—Nuestra madre no se encuentra bien—digo rápidamente. —Pero estoy saliendo ahora mismo y estaré en la escuela en diez minutos. Por favor, dígales a Hanna y Quinn que voy. Por favor, por favor, sólo dígales que mamá está bien y que Brittany está en camino.

—Bueno, me temo que ellas ya no están aquí—. La secretaria suena un poco apagada. —Finalmente, las recogió la niñera hace media hora.

Se me doblan las piernas. Me hundo en el brazo del sillón. Mi cuerpo se siente tan flojo que estoy a punto de dejar caer el teléfono. —No tenemos niñera.

—Oh…

— ¿Quién era? ¿Qué aspecto tenía? ¡Ella debió haber dado un nombre! —La señorita hubbell sabía quién era. Los maestros no dejan que los niños se vayan con cualquiera, ¿sabes?—. Otra vez la voz remilgada, unida ahora a un filo defensivo.

—Necesito hablar con la señorita Hubbell—. Mi voz tiembla con una calma apenas controlada.

—Me temo que la señorita Hubbell se marchó cuando recogieron finalmente a las niñas. Puedo tratar de localizarla en su móvil…
Casi no puedo respirar. —Por favor, pídale que regrese directamente a la escuela. La encontraré allí.

Cuelgo y estoy temblando, literalmente. Mamá se levanta la franela del rostro y dice: —Dulzura, suenas molesta. ¿Está todo bien?

Estoy corriendo por el pasillo, poniéndome los zapatos, cogiendo las llaves y el teléfono móvil, presionando la tecla de marcado rápido, mientras salgo con un portazo de la casa. Ella contesta al tercer timbrazo.

— ¿Qué ha ocurrido?

Puedo oír que las risas y burlas en el fondo se van desvaneciendo a medida que abandona su clase de repaso extra-escolar. Ambas mantenemos nuestros teléfonos encendidos todo el tiempo. Ella sabe que sólo llamaría durante el horario escolar por una emergencia.

Le explico apresuradamente los acontecimientos de los últimos cinco minutos.

—Voy de camino a la escuela ahora—. Una gigantesca bocina resuena cuando cruzo como un rayo la carretera principal.

—Nos vemos allí—dice ella.
***

Cuando llego a St Luke’s encuentro las puertas cerradas. Empiezo a empujarlas y patearlas, hasta que el cuidador se apiada de mí y se acerca a destrabarlas.

—Tranquila—me dice. — ¿Por qué tanto pánico?

Ignorándolo, corro hacia las puertas de la escuela y me meto por ellas. Circulo a los tumbos a través de un corredor iluminado por luces fluorescentes, el cual, despojado del caos de los niños, parece extraño y surrealista. Veo a Santana en el otro extremo, hablando con la secretaria de la escuela. También ella debió haber corrido todo el camino. Gracias, Dios. Gracias, Dios. Santana sabrá qué hacer.

Ella no se ha percatado de mi llegada, y por ello disminuyo mi paso a uno digno, acomodo mis ropas, tomo varias respiraciones profundas y trato de calmarme. He aprendido por las malas, a través de varios tratos con figuras de autoridad, que si aparentas estar molesto o enojado, te tratan como un niño y exigen hablar con tus padres. Santana ha trabajado duramente el arte de parecer calmada y articular claramente en estas circunstancias, pero estoy consciente que es una lucha terrible para ella. Al acercarme, noto que sus manos tiemblan incontrolables a sus costados.

— ¿La señorita H-Hubbell fue la única persona que los vio marcharse?—está preguntando. Puedo decir que se está obligando a sí misma a enfrentar la mirada de la secretaria.

—Así es—dice la horrible rubia platinada que siempre he despreciado. —Y la señorita Hubbell nunca…

—Pero seguramente… seguramente hay otro número donde puedan localizarla.

—Su voz es clara y firme. Nadie más que yo podría detectar el sutil temblor.

—Te lo dije… Lo he intentado. Su móvil está apagado. Pero, como dije, le he dejado un mensaje en el teléfono de su casa…

—Por favor, ¿podría seguir intentando en su teléfono?

La secretaria murmura algo y desaparece de vuelta en su oficina. Toco la mano de Santana. Ella pega un salto como si hubiera recibido un disparo, y por debajo de la aparente calma exterior, veo que se está desmoronando también.

—Continúa hablando de una niñera—me dice con voz entrecortada, apoya la espalda en el pasillo y me toma la mano. — ¿Alguna vez mamá te dijo algo sobre pagarle a alguien para que viniera a recogerlas?

— ¡No! — ¿Dónde está ella ahora? —Tumbada en el sofá con una franela sobre su cara—susurro. —Cuando le pregunté por Quinn y Hanna, dijo que pensaba que era nuestro turno de recogerlas.

Santana está respirando con dificultad. Puedo ver el rápido ascenso y descenso de su pecho bajo su camisa de la escuela. Su mochila y blazer no se ven por ninguna parte me toma un momento darme cuenta que está tratando de disimular el hecho que aún es una estudiante.

—Estoy segura que es algún tipo de malentendido—dice con un optimismo desesperada repicando en su voz. —Algún otro padre debe haber venido tarde y las llevó. Todo estará bien. Vamos a lograr superar este problema, Britt. ¿Ok?— me aprieta la mano y me brinda una tensa sonrisa.

Asiento, obligándome a respirar. —Ok.

—Será mejor regresar y hablar con…

— ¿Quieres que lo haga yo?—pregunto con suavidad.

El calor tiñe inmediatamente sus mejillas. — ¡Por supuesto que no! Yo puedo… yo puedo resolver esta…

—Lo sé—doy marcha atrás rápidamente. —Sé que puedes.

Ella se aparte de mi lado, cruza el umbral de la oficina y toma aire audiblemente.

— ¿Todavía… todavía no hay suerte?

—No. Ella podría estar atrapada en el tráfico, supongo. En realidad, podría estar en cualquier parte.

Oigo que Santana exhala con exasperación. —Mire, estoy segura que la maestra no las dejaría ir voluntariamente con un extraño. P-pero usted debería entender que, justo ahora, esas niñas están desaparecidas. Así que creo que sería mejor si usted llamara al director o al subdirector o… o a alguien que pueda ayudar. Vamos a tener que notificar a la policía y, probablemente, ellos van a querer hablar con quienes dirigen la escuela.

En el pasillo, fuera de la vista de Rubia Platinada, me aplasto contra la pared y presiono el dorso de mi mano contra mi boca. Policía significa autoridades. Autoridades significan Servicios Sociales. Santana realmente debe pensar que Quinn y Hanna han sido secuestradas, si está dispuesta a arriesgarse a involucrarlos.

Me estoy empezando a sentir cada vez más inestable, así que voy y me siento sobre las escaleras. No puedo entender cómo Santana logra permanecer allí, tan controlada y razonable, hasta que me doy cuenta de la mancha húmeda de sudor en la parte trasera de su camisa y el temblor, cada vez mayor, de sus manos. Quiero levantarme y abrazarla, decirle que todo va a salir bien. Excepto que no sé si será así.

El director, un hombre robusto y canoso, llega casi al mismo tiempo que la señorita Hubbell, la maestra de Hanna. Ella manifiesta que esperó con las dos chicas más de media hora, antes de que se presentara una dama, Sandra algo, aparentemente con instrucciones de recogerlos.

—Pero, seguramente, ustedes deben tener su apellido—está diciendo Santana por segunda vez.

—Naturalmente, tenemos registros de cada uno de los padres de los niños, guardianes o niñeras. Pero la única información de contacto que nos dieron de Quinn y Hanna es el nombre de la madre y el número de su hogar—está diciendo la señorita Hubbell, una mujer joven y muy delgada, de mejillas sonrosadas. —Y, a pesar de todos nuestros intentos, no pudimos localizarla. Así que, cuando llegó esta dama, diciendo que era una amiga de la familia y que le habían pedido que recogiera las niñas, no teníamos razones para desconfiar de ella.

Veo a Santana apretar las manos, tras su espalda, hasta empuñarlas. — ¡Sin duda, comprobar quién lleva los niños hasta su hogar es parte de su trabajo!—Está comenzando a perder el control; las grietas empiezan a mostrarse.

—Yo habría pensado que es parte del trabajo de los padres recoger a sus hijos a tiempo—replica aguijoneada la señorita Hubbell, y de pronto tengo ganas de tomar su cabeza, golpearla contra la de la Rubia Platinada y gritar. ¿No se dan cuenta que mientras ustedes están allí, actuando todos en defensa propia y discutiendo de quién es la culpa, un pedófilo podría estar huyendo con mis hermanas menores?

— ¿Dónde están los padres, a todo esto?—interrumpe el director. — ¿Por qué están aquí las hermanas solamente?

Siento el aliento que se atasca en mi garganta.

—Nuestra madre está enferma en estos momentos—dice Santana, e incluso mientras sale con esta frase tan bien preparada, puedo ver cómo está luchando por mantener la voz calmada.

— ¿Demasiado enferma como para coger la carretera y averiguar qué ha sucedido con sus hijas?—pregunta la señorita Hubbell.

Se produce un silencio. Santana está mirando a la maestra, sus hombros suben y bajan rápidamente. No reacciones, le pido en silencio, apretando mis nudillos contra mis labios.

—Bueno, miren, pienso que deberíamos alertar a las autoridades—está diciendo ahora el director. —Estoy seguro que es una falsa alarma, pero obviamente, necesitamos hacer lo posible para comprobarlo.

Ahora, Santana está retrocediendo, jalando de su cabello en un gesto característico de extrema angustia.

—Está bien. Sí, por supuesto. ¿Pero, podrían darnos un minuto simplemente?
Se aparta de la puerta de la oficina y se apresura a alejarse. —Britt, quieren llamar a la policía…—su voz tiembla y su rostro brilla por el sudor. —Irán a la casa. Mamá… tendrá que involucrarse en esto. ¿Estaba sobria?

—No lo sé. ¡Definitivamente, estaba bajo los efectos de una resaca! —Tal vez… Tal vez, debería quedarme aquí y esperar a la policía, mientras tú vas a casa y te unes a ella. Esconde cualquier botella y abre todas las ventanas—. Está apretando la parte superior de mis brazos, tan fuertemente que me hace daño.

—Haz lo que puedas para eliminar el olor. Dile que llore o… o algo, de modo que parezca que está histérica en lugar de…

—Santana, lo tengo, puedo hacerlo. Sigue adelante y llama a la policía. Me aseguraré que nunca sepan…

—Se llevarán a los niños y nos separarán—. Su voz se está quebrando. —No, no lo harán. San, llama a la policía… ¡esto es más importante!

Retrocediendo, hace una copa con sus manos sobre su nariz y su boca, con los ojos muy abiertos, y asiente. Nunca la he visto tan asustada. Entonces, se vuelve y camina a lo largo del pasillo hasta entrar a la oficina.

Echo a correr en dirección a las pesadas puertas dobles al final del pasillo. El linóleo blanco y negro desaparece rítmicamente bajo mis pies. Los colores brillantes en las paredes parecen flotar… El repentino grito detrás de mí me golpea como una bala en el pecho. — ¡Han encontrado el número de Sandra!

Con una mano sobre la puerta, me detengo. El rostro de Santana está iluminado por el alivio.

Cuando finalmente aparecen a través de las puertas de la escuela, Quinn está soplando globos rosáceos con la boca llena de goma de mascar, y Hanna blande un chupetín. — ¡Mira lo que tengo!

Abrazo a Hanna tan fuerte que puedo sentir su corazón palpitando contra el mío. El aroma a limón de su cabello está en mi rostro y todo lo que puedo hacer es apretarla, y besarla, y tratar de mantenerla en mis brazos. Santana tiene un brazo en torno a Quinn mientras ésta se retuerce y ríe en su agarre.

Es claro que ninguna de ellas tiene idea que algo anduviese mal, así que me muerdo la lengua para evitar llorar. Sandra resulta ser nada más siniestro que una señora mayor, niñera de uno de los chicos de otra clase. Según ella, Lily Pierce-López telefoneó justo después de las cuatro, esa tarde, explicando que estaba demasiado enferma para dejar la casa y preguntando si ella podría hacerle un favor y recoger los niños. Sandra, amablemente, regresó a la escuela, buscó a Hanna y Quinn y trató de devolverlos a casa. Al no recibir respuesta cuando pulsó el timbre, deslizó una nota por debajo de la puerta y los tomó a su propio cargo, aguardando la llamada telefónica de Lily.

Mientras cruzábamos el patio de juegos, sujeto apretadamente a Quinn y Hanna en cada mano y trato de hacer mi mejor esfuerzo por participar en la charla sobre su inesperada “cita para jugar”.

Escucho cómo Santana le agradece a Sandra y la veo garabatearle el número de su móvil, diciéndole que la llame siempre que Lily le vuelva a pedir un “favor” de ese tipo. Apenas salimos de la escuela, Quinn trata de liberarse de mi agarre, buscando algo en la acequia para patearlo y hacerlo rodar a lo largo del camino. Le digo que jugaré Battleships con ella por media hora, si sostiene mi mano todo el camino de vuelta. Sorprendentemente acepta, botando de arriba abajo como si fuera un yo-yo en el extremo de mi brazo, amenazándolo con dislocarlo desde su base, pero no me importa. Mientras mantenga agarrada mi mano, realmente no me importa.

Seguimos a Santana todo el camino a casa. Ella camina por delante, y algo me previene de intentar darle alcance. A Quinn y Hanna no parece importarles: aún están llenos de historias acerca de la nueva PlayStation que llegaron a probar.

Empiezo un sermón sobre los-extraños-que-pueden-ser-peligrosos, pero resulta ser que la niñera de los Callum ya los ha recogido en varias ocasiones.

Apenas entramos, Quinn y Hanna ven a mamá, aún medio inconsciente sobre el sofá. Con un grito corren hacia ella, encantadas por el cambio de encontrarla en casa, narrando todas sus anécdotas al mismo tiempo. Mamá se descubre el rostro, se sienta y ríe, abrazándolas estrechamente. —Mis conejitos—dice. — ¿Han tenido un buen día? Las extrañé todo el tiempo, lo saben.

Permanezco en el umbral de la puerta, el borde afilado del marco cortándome el hombro, observando el despliegue de esta pequeña escena en silencio. Quinn está mostrando sus habilidades de malabarismo con algunas pelotas de tenis viejas, y Hanna está intentando interesar a mamá en un juego de ¿Adivina Quién?

Me toma un momento darme cuenta que Santana ha desaparecido escaleras arriba en el momento en que entramos a la casa. Me aparto de la sala, completamente agotada, y lentamente subo las escaleras. La música que retumba encima del ático me asegura que, al menos el tercer hijo llegó a casa sin incidentes. Entro a mi habitación, me despojo de mi blazer y mi corbata, pateo mis zapatos y me echo sobre la cama en un ovillo exhausto.

Debo haberme quedado frita, porque cuando oigo a Quinn gritar — ¡Cena!—me siento con un sobresalto, para descubrir que un crepúsculo azulado llena la pequeña habitación. Peinándome el cabello con los dedos para apartarlo de mis ojos, bajo soñolienta las escaleras.

La atmósfera en la cocina es discordante. Mamá se ha transformado en una mariposa: toda faldas tenues, mangas flotantes y estampados en colores brillantes. Se ha duchado y lavado el cabello, aparentemente recobrada de su anterior brote de gripe. El pesado maquillaje la delata: es obvio que no se va a quedar viendo EastEnders esta noche.

Ha preparado algún platillo de salchicha y frijoles al horno que Sam está picoteando desdeñosamente con el tenedor. Quinn y Hanna, sentadas una al lado de la otra, balancean las piernas tratando de patearse mutuamente por debajo de la mesa, con restos reveladores de chocolate alrededor de sus bocas y haciendo caso omiso de la poco apetitosa mezcla puesta frente a ellos.

—Esto no es comida—. Con la cabeza apoyada en una mano, Sam frunce el ceño frente a su plato, moviendo los trozos de salchicha alrededor del borde. — ¿Puedo salir?

—Cállate y come—suelta Santana de forma poco usual, yendo hacia el armario en busca de vasos.

Sam está a punto de replicar, pero luego parece arrepentirse y empieza a picotear otra vez su comida. El tono en la voz de Santana sugiere que no es momento para discutir.

—Bueno, a empezar todo el mundo—dice mamá con una risita nerviosa. —Sé que no soy la mejor cocinera del mundo, pero puedo asegurarles que esto sabe mucho mejor de lo que parece.

Sam resopla y murmura algo inaudible. Hanna pincha un frijol horneado con la punta de su tenedor y se lo lleva de mala gana a la boca, lamiéndolo delicadamente con la punta de la lengua. Con aire sufrido, Quinn toma un bocado de salchicha y luego hace una mueca, sus ojos lagrimean, listo tanto para atragantarse como para escupirlo. Rápidamente, traigo la jarra de agua y lleno los vasos. Finalmente, Santana se sienta. Huele a escuela y sudor, y su despeinado cabello negro contrasta agudamente con su rostro pálido. He notado cómo aprieta la mandíbula, el aspecto tormentoso de sus ojos, y siento la tensión que irradia de su cuerpo como si estuviera al rojo vivo.

— ¿Vas a salir de nuevo esta noche, mamá?—pregunta Hanna, tomando delicados mordisquitos de un pedazo de salchicha.

—No, no saldrá—dice Santana en voz baja, sin levantar la mirada. Por debajo de la mesa, presiono mi pie contra ella, en una forma de advertencia.

Mamá se vuelve hacia ella, con sorpresa. —Davey va a recogerme a las siete—protesta ella. —Está bien, conejitos. Voy a acostarlos antes de irme.

—Olvídalo—masculla Quinn con enfado.

—Las siete en punto es una hora muy temprana para ir a la cama—comenta Hanna con un suspiro, pinchando un segundo frijol.

—No vas a salir esta noche—le murmura Santana a mamá.

Se produce un silencio atónito. — ¡Te dije que ella piensa que gobierna este sitio!—Sam levanta la mirada de su plato, encantado con la oportunidad de interrumpir. — ¿Vas a dejarte mangonear de ese modo, mamá?

Le lanzo a Sam una mirada de advertencia y sacudo mi cabeza. Su rostro se ensombrece al instante. — ¿Qué? ¿Ni siquiera se me permite hablar, ahora?

—Oh, voy a llegar tarde…—dice mamá con una sonrisa benigna.

— ¡Tú no vas a salir!—grita Santana de repente, golpeando la mesa. La vajilla tintinea y todo el mundo pega un salto. Siento una familiar tensión jaquecosa que aprieta mis sienes.
Mamá se lleva una mano a la garganta y deja escapar una aguda exclamación de sorpresa, una especie de risa estridente. — ¡Oh, miren a la gran mujer de la casa, diciéndole a su mamita lo que debe hacer!

—Observa cómo vive la otra mitad—murmura Sam.

Santana arroja su tenedor, su rostro enrojece, los músculos resaltan como cuerdas en su cuello. — ¡Hace dos horas tenías una resaca tan malditamente grande que no podías salir a la calle para recoger a tus propias hijas de la escuela y ni siquiera podías recordar que le habías pedido a alguien más que lo hiciera!

Mamá abre ampliamente los ojos. — ¿Pero, querida, no estás contenta con que me sienta mucho mejor?

— ¡Eso no va durar si sales otra noche a emborracharte!—grita Santana, haciendo el borde de la mesa con ambas manos, sus nudillos están blancos. —Hoy estuvimos a punto de tener que involucrar a la policía. Nadie tenía idea de dónde estaban las niñas. ¡Podría haberles ocurrido cualquier cosa y tú estabas demasiado ida como para notarlo!

— ¡San!—la voz de mamá tiembla como la de una niña pequeña. —Tuve una intoxicación alimentaria. No podía parar de vomitar. No quería molestarte a ti o Britt en la escuela. ¿Qué otra cosa se supone que debía hacer?

— ¡Intoxicación alimentaria, mi culo!—Santana se pone de pie tan violentamente que hace que su silla se estrelle contra las baldosas. — ¿Cuándo vas a enfrentar la realidad y aceptar que tienes un problema con el alcohol?

— ¡Oh, yo tengo un problema!— Los ojos de mamá relampaguean de repente, haciendo a un lado su actuación de niña pequeña. —No soy una madre convencional… así que demándame. ¡He tenido una vida dura! ¡Finalmente, he encontrado a alguien genial y quiero salir a tener un poco de diversión! Diversión… algo que tú podrías intentar experimentar, Santana, en lugar de vivir tu vida con la cabeza dentro de un libro, como tu padre. ¿Dónde están tus amigas, eh? ¿Cuándo has salido… o traído a alguien a casa para eso?
Sam se echa hacia atrás en su silla, mirando la escena con deleite.

—Mamá, por favor…—me acerco a ella, pero me aparta con fuerza. Huelo alcohol fresco en su aliento… en este estado, es capaz de decir cualquier cosa, de hacer cualquier cosa. Especialmente cuando Santana ha mencionado lo in-mencionable.

Santana se ha convertido en piedra, una mano apretando el aparador para sostenerse. Quinn está cubriéndose los oídos con las manos y Hanna mira de un rostro a otro, sus ojos muy abiertos y fijos.

—Vamos—me levanto y jalo de ellos tras de mí hacia el corredor. —Suban a su habitación y entreténganse solas por un tiempo. Les llevaré algunos sándwiches en un minuto.
Hanna sube trotando temerosa las escaleras. Quinn, con el ceño fruncido, va tras ella. —Deberíamos quedarnos en casa de los Callum—le oigo murmurar y sus palabras me hacen doler la garganta.

Sin otra opción que regresar a la cocina para intentar controlar los daños, encuentro a mamá aun gritando, con los ojos entornados bajo el peso de sus párpados. —No me mires de ese modo… sabes exactamente de qué estoy hablando. Nuca has tenido una novia como la gente, ¡ni siquiera has hecho un solo amigo, por Dios! ¡¿De qué vale ser la primera de la clase cuando la escuela vive diciéndome que necesitas ver un psicólogo porque eres tan tímida que ni siquiera puedes hablar con alguien?! ¡La única persona que tiene un problema eres tú!

Santana no se ha movido: la está observando con una mirada de horror enfermizo. Su falta de respuesta sólo sirve para espolear a mamá, que empieza a intentar justificar su exabrupto alimentando su propia rabia.

—Has tomado su ejemplo de todas las formas posibles… pensando que son mejores que todos los demás, con sus palabras largas y su grado de superioridad. ¡Tú no tienes absolutamente nada de respeto por tu propia madre!—grita ella, con el rostro manchado de furia. — ¡¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma delante de mis hijos?!

Me coloco frente a ella y empiezo a maniobrar para sacarla de la cocina. —Sólo vete con Dave—le pido. —Ve y encuéntrate temprano con él o algo así. ¡Dale una sorpresa! Vete, mamá, sólo vete.

— ¡Siempre te pones de su lado! —No me estoy poniendo del lado de nadie, mamá. Sólo creo que te estás poniendo en un estado que no es muy bueno, teniendo en cuenta que no te has sentido muy bien—. Me las arreglo para llevarla hasta el pasillo.
Ella toma su cartera, pero no sin lanzar una última pulla por encima de su hombro. — ¡Santana, podrás acusarme de no ser una madre normal, el día que tú empieces a actuar como una adolescente normal!

La empujo hacia la puerta, y hago un esfuerzo para no cerrarla con fuerza tras ella. En lugar de eso, me apoyo contra la madera, temerosa de que ella pueda destrabarla y entrar violentamente de nuevo. Cierro mis ojos por un momento. Cuando los abro de nuevo, me percato de una figura sentada en la parte superior de las escaleras.

— ¿No tienes tareas que hacer, Quinn? —Ella dijo que ella nos iba a acostar—. Hay un temblor en su voz.

—Lo sé—digo rápidamente mientras me enderezo. —Y lo decía en serio. Pero yo le dije que lo haría su lugar, porque ella iba a llegar tarde…

— ¡No quiero que lo hagas tú, quiero a mamá!—grita Quinn y, poniéndose de pie de un salto, corre hacia su habitación, golpeando la puerta detrás de ella.

Vuelvo a la cocina. Sam tiene los pies sobre la mesa, y está sacudiéndose con una risa silenciosa. — ¡Dios, qué familia jodida que es ésta!

—Sólo sube las escaleras. No estás ayudando—le digo en voz baja.

Él abre la boca para protestar, pero luego se deja caer enfadado sobre sus pies y su silla chirría contra las baldosas. Agarrando el dinero para el almuerzo de Quinn y Hanna que está en la mesa del vestíbulo, se dirige hacia la puerta principal.

— ¿Adónde vas?—grito, tras él. — ¡Fuera, a conseguir algo de jodida comida!
Santana está recorriendo el piso de la cocina. En alguna forma, luce desarticulada, confusa. Su rostro luce jaspeado con líneas de color carmesí, dándole a su piel un curioso tono crudo.

—Lo siento, no debí haber comenzado con…—suena como si lo estuvieran sacudiendo. Trato de tocarle el brazo, pero se aleja de mí de un salto, como si la hubiera picado. Su dolor es casi tangible: la angustia, el resentimiento, la furia, todo llenando la pequeña habitación.

—San, tenías todo el derecho a perder la calma. Lo que hizo mamá hoy es inexcusable. Pero, escúchame…—me ubico frente a ella y trato de tocarla otra vez. —San, escucha. Esas cosas que dijo, son sólo su manera de embestir. Tú mencionaste su alcoholismo y ella, simplemente, no puede lidiar con la verdad. Así que trató de encontrar la cosa más hiriente que pudo, para regresártela…

—Ella lo quería decir, quería decir cada palabra—jala de su cabello, se frota las mejillas. —Y tenía razón. Yo no soy… yo no soy normal. Hay algo mal en mí y…

—San, no te preocupes por eso ahora, ¿ok? Es algo en lo que puedes trabajar… ¡es algo que puede ir mejorando con el tiempo!

Alejándose de mí, continúa su paseo, como si el movimiento continuo le evitara desplomarse. —Pero ella es como Sam. Ella está… ella está…—. No puede obligarse a decir la palabra. —Avergonzada—susurra finalmente.

—San, detente un minuto. Mírame.

La sujeto de un brazo para retenerla. Puedo sentirla temblar bajo mi tacto.

—Todo está bien. Las niñas están bien y eso es todo lo que importa. No la escuches. Nunca más la escuches. Sólo es una vieja vaca amargada que nunca creció. Pero ella no se avergüenza de ti. Nadie se avergüenza de ti, San. ¿Dios, cómo podría hacerlo alguien? Todos sabemos que, sin ti, esta familia se desmoronaría.

Ella deja caer la cabeza, derrotada. Puedo sentir los músculos agarrotados de sus hombros bajo mis dedos.

—Se está desmoronando.

Le doy una pequeña sacudida de desesperación. —Santana, no es así. Quinn y Hanna están bien. ¡Yo estoy bien! Sam es un jodido adolescente común. Estamos todos juntos, todos estos años desde que papá se fue, desde que el problema de mamá empezó. Ninguno de nosotros ha sido descuidado y eso es todo gracias a ti.

Hay un largo silencio. Todo lo que puedo ver es la coronilla de Santana. Ella se inclina ligeramente hacia mí. La alcanzo, la rodeo con mis brazos y la aprieto con todas mis fuerzas. Bajo mi voz a un susurro. —No eres solamente mi hermana, eres mi mejor amiga.

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Bueno chicas quiero que dejen sus opiniones !! y si quieren que siga porque realmente es una historia que vale la pena
Saludos!!

Besos.  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 918367557  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 918367557  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 
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Mensaje por VictoriaRivera Jue Jun 12, 2014 9:39 pm

Necesito más capítulos YAAA !!! Me encanta
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Mensaje por mary04 Jue Jun 12, 2014 10:48 pm

Holaaaaaa e gusta la adaptacion yo lei la original y me encanto
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Mensaje por :) Jue Jun 12, 2014 11:00 pm

Continua por favor...me encanta
:)
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Mensaje por monicagleek Vie Jun 13, 2014 3:51 am

Es desesperante y triste, pero de alguna forma esperanzador y maravilloso.
Me encanta esta historia, aun que me da penita  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2884812151 
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Mensaje por Dani(: Vie Jun 13, 2014 8:15 pm

VictoriaRivera escribió:Necesito más capítulos YAAA !!! Me encanta

Hola Hola!
Me alegro que te guste aqui dejo 2 capitulos mas!!
Saludos y gracias por comentar  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 

mary04 escribió:Holaaaaaa e gusta la adaptacion yo lei la original y me encanto

Es una bella historia! espero que sigas leyendo !!
Saludos y gracias por comentar  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 

:) escribió:Continua por favor...me encanta

Me alegro que te guste !!
Gracias por comentar  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 

monicagleek escribió:Es desesperante y triste, pero de alguna forma esperanzador y maravilloso.
Me encanta esta historia, aun que me da penita  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2824147739 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 2884812151 

Hola hola!
Asi me senti yo jajaja hay mucho de eso!
Es una gran historia nunca se sabe que puede pasar!!
Saludos y gracias por comentar !!  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 
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Mensaje por Dani(: Vie Jun 13, 2014 8:19 pm

Capítulo 5


POV Santana

Repito esa frase una y otra vez durante los próximos días.

Es una manera de tachar todo lo demás, el horrible incidente con Quinn y Hanna, la pelea con mi madre, el infierno constante que es la escuela.

Cada vez que rechazo contestar una pregunta en clase, cada momento que paso curvada sobre un libro, recuerdo lo que piensa mi familia de mí. Patética. Una bicha rara socialmente inepta. Una hija adolescente que no puede tener amigos, y mucho menos una novia o novio.

Lo intento…realmente lo intento, cosas pequeñas, como preguntarle a mi vecino por el tiempo. Él tiene que inclinarse por el pasillo para pedirme que repita la pregunta. Ni siquiera puedo oír el sonido de mi propia voz. Aún no lo entiendo del todo. Logré hablar con el personal de la escuela en la tarde en que Quinn y Hanna desaparecieron. Pero ésa era una emergencia, y el horror de la situación hizo que hiciera casi omiso de cualquier inhibición que podría haber tenido. Hablar con adultos es soportable; lo que es imposible es hablar con personas de mi edad. Así que me mantengo repitiendo en mi mente las palabras de Brittany.

Tal vez haya alguien que no está avergonzado de mí, después de todo. Tal vez hay un miembro de mi familia al que no he decepcionado completamente.

Pero el vacío en mi pecho se abre como una caverna dentro de mi pecho. Me siento tan malditamente sola todo el tiempo. Incluso aunque estoy rodeado de alumnos, hay una pantalla invisible entre nosotros, y detrás de la pared de vidrio estoy gritando, gritando en mi propio silencio, gritando para ser notada, para hacer amistad, para agradarle a alguien.

Y aun cuando una chica de aspecto amigable de mi clase de matemáticas viene hacia mí en el comedor y dice: “¿Te importa si me siento aquí?” Solo le doy un rápido asentimiento y me doy la vuelta, rogándole a Dios que no intente involucrarme en una conversación. Y en casa difícilmente es como si estuviera sola. La casa nunca está en silencio; pero Sam aún está atravesando su fase malvada, Quinn sólo está interesada en su Gameboy y sus amigas del fútbol, y Hanna es dulce, pero todavía es sólo un bebé. Juego Twister y al escondite con las pequeñas, las ayudo con sus tareas, las alimento, las baño, les leo historias para dormir, pero todo el tiempo tengo que ser optimista, ponerme una maldita máscara, y a veces, temo que se rompa. Sólo con Brittany puedo ser realmente yo misma. Compartimos la carga y ella siempre está de mi lado, a mi lado. No quiero necesitarla, depender de ella, pero lo hago, realmente lo hago.

A la hora de almuerzo estoy sentada en mi lugar habitual durante la agotada tarde, mirando la luz fría que lentamente se mueve a través de la escalera vacía debajo de mí, cuando unos pasos detrás de mí me sobresaltan. Bajo los ojos a mi libro. Detrás de mí, los pies hacen una pausa y siento que mi pulso aumenta. Alguien me pasa caminando.

Siento una pierna rozar contra la manga de mi camisa y me concentro en la página de impresión borrosa ante mí. Para mi horror, justo debajo de mí, los pasos se detienen totalmente.

— ¡Hola!— exclama la voz de una chica.

Me sobresalto. Y me obligo a mirar. Me encuentro con la mirada fija de alguien que vagamente reconozco. Me toma un par de segundos hacerlo. Esta es la chica con la que Brittany anda siempre. Ni siquiera puedo recordar su nombre. Y me está mirando con una sonrisa amplia y dentuda.

—Hola—dice ella de nuevo.

Aclaro mi garganta.

—Hola— mascullo.

No estoy segura incluso si ella puede oírme. Su mirada es firme y parece estar esperando algo más.

The Hours—comenta, mirando mi libro. — ¿No es una película?
Asiento.

— ¿Es buena?— Su determinación para crear una conversación es impresionante. Asiento y vuelvo a la página —Soy Rachel—dice, aun sonriendo abiertamente.

—Santana— contesto.

Ella levanta sus cejas significantemente.
—Lo sé.

Puedo sentir mis dedos humedeciendo la sangría en las páginas del libro.

—Brittany siempre está hablando de ti.

No hay nada sutil sobre esta chica. Su pelo castaño y piel oscura contrastan abruptamente con su brillo de labios rojo, y está vistiendo una falda obscenamente corta y unos enormes aros de plata en sus orejas.

—Sabes quién soy, ¿cierto? ¿Me has visto estar con tu hermana? Otra inclinación, las palabras se evaporan tan pronto alcanzan mi garganta.
Empiezo a morder mi labio.

Rachel me mira pensativamente con una pequeña sonrisa. —No hablas mucho, ¿no es así?
Mi cara empieza a arder. Si ella no fuera amiga de Brittany, ahora estaría empujándola por las escaleras. Pero Rachel parece más curiosa que divertida.

—Las personas dicen que no dejo de hablar—continúa jovialmente. —Los saca de quicio.

No me digas.

—Tengo un mensaje para ti—declara Rachel de repente. —De tu hermana.

Me siento tensa.

— ¿Q-qué es?

—Nada serio—dice ella rápidamente. —Sólo que tu mamá llevará a tus a tus hermanas y hermano a McDonald’s esta noche, que no hay ninguna necesidad de apresurarse a casa. Brittany quiere que la encuentres en el buzón de correos al final de la calle después de la escuela.

— ¿B-Brittany te pidió v-venir aquí y decirme eso?—pregunto, esperando que sonría satisfecha por mi tartamudeo.

—Bueno, no exactamente. Ella estaba intentando enviarte un mensaje de texto, pero entonces tuvo que terminar algún trabajo de clase así que creí que debía decírtelo yo misma.

—Gracias—mascullo. —Y… también quería invitarte a tomar una bebida en Smileys con Brittany y conmigo, ya que no tienen que apresurarse en irse por una vez.

La miro fijamente, muda.

— ¿Eso es un sí? —Me mira esperanzada. Mi mente se ha quedado en blanco. No puedo ir por la vida pensando excusas.

—Eh, bien…Ok.

— ¡Genial!—Su rostro brilla. — ¡Te veré en el buzón después de la escuela! Se va tan rápido como llegó.

A la última campana, tomo mi bolso con manos inseguras; soy la última en arrastrarse fuera del aula. Paso por los retretes y me encierro en un cubículo. Sentándome en la tapa después de orinar, intento recuperarme.

Cuando salgo, paro en los espejos. En la luz de la tarde, el rostro pálido devolviéndome la mirada tiene relucientes ojos marrones de algún tipo de criatura extraterrestre.

Apoyándome en el lavamanos, recojo agua helada con mis manos y me la tiro a la cara, apretando mis mejillas en los charcos poco profundos. Quiero esconderme para siempre, pero alguien más golpea a través de la puerta y no tengo opción más que salir.

Brittany y Rachel están paradas lado a lado junto al buzón de correos al final de la calle, hablando rápidamente, con sus ojos examinando la multitud. Me toma toda la voluntad del mundo evitar darme la vuelta, pero la mirada expectante de Brittany me fuerza a ir hacia adelante. Su rostro rompe en una sonrisa de deleite cuando me ve.

— ¡Pensé que no ibas a presentarte!—susurra. Sonrío de nuevo y asiento, las palabras atraviesan mi mente como un arroyo de burbujas efervescentes.

—Bien, ¡vamos, chicas!—exclama Rachel después de un incómodo momento de silencio. — ¿Vamos a ir a Smileys, o no?

—Absolutamente—dice Brittany. Y se gira para seguir a su amiga. Su mano roza la mía en un gesto de tranquilidad, o quizá de agradecimiento.

Smileys sigue misericordiosamente vacío en este momento. Tomamos una pequeña mesa redonda en la ventana y me escondo detrás del menú, frotando mi lengua contra la áspera piel bajo mi labio.

— ¿Van a pedir comida, chicas?—quiere saber Rachel.

Brittany me mira y sacudo sutilmente la cabeza. — ¿Compartimos un poco de pan de ajo?—sugiere Rachel. —Estoy muriendo por una Coca Cola.

Brittany se echa hacia atrás en su silla tratando de llamar la atención del camarero, y Rachel se gira hacia mí. — ¿Así que tienes ganas de salir del infierno de Belmont?

Suelto el menú y asiento, forzando una sonrisa. —Eres muy afortunada— continúa Rachel. —Sólo otros nueve meses y estarás libre de este agujero infernal.

Brittany termina de ordenar y vuelve a la conversación unilateral que Rachel está intentando mantener. —Santana va a ir a la UCL—anuncia orgullosamente.

—Bien, no, yo-yo estoy aplicando…

—Vas con toda seguridad.

—Mierda, ¡debes ser realmente lista!—exclama Rachel.

—Lo es—le informa Brittany.

—Le han predicho cuatro A.

— ¡Mierda! Hago una mueca y atrapo la mirada de Brittany, suplicándole que abandone. Quiero objetar, quitarle importancia, pero puedo sentir el calor golpeando mi cara y las palabras se evaporan de mi mente en el momento en que las convoco.

Brittany me da un suave codazo. —Rachel tampoco es tonta—dice. —Realmente es la única persona conozco que se puede tocar la nariz con la lengua.

Todos nos reímos. Respiro de nuevo. — ¿Piensas que estoy bromeando?—me desafía Rachel.

—No…

—Simplemente está siendo cortés—le informa Brittany. —Pienso que necesita una prueba.
Rachel es muy entusiasta para obligarla. Se sienta derecha, y extiende su lengua tan larga como puede, la curva hacia arriba y toca la punta de su nariz. Una mirada bizca completa el cuadro.

Brittany cae contra mí riéndose y me encuentro riéndome también. Rachel está bien. Siempre y cuando esto no dure mucho, creo que sobreviviré.

De repente, hay una conmoción en la puerta. Rachel gira en su silla e identifico un grupo de alumnos de Belmont por su uniforme.

— ¡Eh, chicos!—grita Rachel. — ¡Aquí!

Ellos se acercan, y a través de mi visión borrosa, reconozco a un par de chicas de la clase de Brittany, un chico de otro año y Rafi, un chico de inglés. Hay saludos y palmadas en la espalda; se juntan dos mesas y se acercan más sillas.

— ¡López! —exclama Rafi, asombrado. — ¿Qué diablos haces aquí?

—Sólo, eh, mi hermana…

— ¡Está pasando el rato con nosotras!—exclama Rachel.

— ¿Eso es un crimen? Es la hermana de Brittany, ¿no lo sabías?

—Sí, ¡sólo que nunca pensé verla en un lugar así!— no hay malicia en la risa de Rafi, simplemente genuina sorpresa, pero ahora todos me están mirando y otras dos chicas están hablando.

Brittany está haciendo las presentaciones, pero aunque puedo oír las voces, ya no puedo entender lo que están diciendo. Emma, quien ha estado saliéndose de su camino para chocar conmigo desde el comienzo del semestre, está determinada a involucrarme en la conversación. Su repentina intrusión cuando me estaba comenzando a relajar, combinado con el hecho de que todos ellos me conocen como la bicha rara de la clase, de repente es demasiado, y me siento presa en alguna pesadilla claustrofóbica. Sus palabras son como martillos, golpeando mi cráneo.

Cedo ante la marea y siento que me ahogo. Sus bocas se mueven bajo el agua, abriéndose y cerrándose, leo los signos de interrogación en sus rostros, la mayoría de sus preguntas se dirigen a mí, pero el pánico ha causado que mis sentidos se apaguen. No puedo distinguir una frase de otra: todo se ha convertido en una manta de ruido. Abruptamente, arrastro mi silla hacia atrás y me pongo de pie, agarrando mi bolso y el blazer del uniforme. Mascullo algo sobre haber dejado mi móvil en la escuela, levanto mi mano en despedida y me abalanzo por la puerta.

Me dirijo a una calle, después a otra. Ni siquiera estoy segura a donde voy. Repentinamente me siento estúpidamente cerca a las lágrimas. Cuelgo mi blazer sobre el bolso de la escuela y engancho la correa sobre mi hombro, caminando tan rápido como puedo, el aire raspando mis pulmones; el sonido de tráfico es ahogado por el frenético golpeteo de mi corazón. Oigo el golpeteo de unos zapatos contra el pavimento detrás de mí e instintivamente me muevo a un lado para permitir que pase el corredor, pero es Brittany, agarrándome por el brazo.
—Despacio, San, por favor, tengo una puntada muy mala…

—Brittany, ¿qué diablos estás haciendo? Regresa con tus amigos.

Ella coge mi mano.

—San, espera… Paro y me aparto de ella, dando un paso atrás.

—Mira, aprecio el esfuerzo, pero me gustaría que me dejaras sola, ¿está bien?—Mi voz empieza a subir. —No te pedí ayuda, ¿o sí?

— ¡Eh, eh!— Ella camina hacia mí, ofreciéndome su mano. —No estaba tratando de hacer nada, San. Todo fue idea de Rachel. Sólo estuve de acuerdo porque ella me dijo que habías estado de acuerdo.

Paso mis manos por mi pelo. —Jesús, éste fue un maldito error. Ahora me fui y te avergoncé enfrente de tus amigos…

— ¿Estás demente?— Ella se ríe, agarra mi mano y balancea mi brazo cuando de nuevo empezamos a caminar. — ¡Estoy feliz de que te hayas ido! Me has dado una excusa para irme también.

Miro mi reloj, sintiéndome ligeramente relajada. —Ya sabes, ahora que mamá está cuidando a los niños por una vez, tenemos toda la tarde libre. —Levanto una ceja vacilante.

Brittany tira su cabello hacia atrás y una sonrisa enciende su cara, sus ojos ensanchándose de animación. —Ooh, ¿estabas pensando en huir del país?

Sonrío abiertamente. —Tentador… ¿Pero quizá algo más cerca de las líneas de una película?
Ella la inclina su cabeza hacia el cielo. —Pero el sol está brillando. ¡Todavía se siente como verano!

—Ok. Entonces, tú escoges.

—Solo caminemos—dice ella.

— ¿Caminar?

—Sí. Tomemos un bus hasta Puerto Chelsea. Echémosle una ojeada a las casas de los ricos y famosos y vaguemos junto al río.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por Dani(: Vie Jun 13, 2014 8:23 pm

Capítulo 6


POV Brittany

Mientras caminamos por Chelsea Embankment, pongo mi blazer y mi corbata dentro de mi bolso, y la cálida brisa vespertina agita mi falda contra mis muslos desnudos.

El sol apenas empieza a tornarse anaranjado, rociando gotas de oro sobre la superficie escamosa del agua, moteada como el dorso de una serpiente. Este es mi momento favorito del día, la tarde apenas termina, el atardecer aún no ha comenzado, las horas de lánguido sol se extienden ante nosotras antes de desaparecer en el oscuro crepúsculo. Muy por encima de nosotras, los puentes están pesados con el tráfico congestionado: autobuses sobrecargados, coches impacientes, ciclistas imprudentes, hombres y mujeres sudando en sus trajes, desesperados por llegar a sus hogares, transbordadores y remolcadores que pasan por debajo del puente.

La grava cruje bajo nuestras pisadas mientras cruzamos los grandes espacios vacíos entre los edificios de cristal de las oficinas, pasando por los lujosos apartamentos que se apilan en su camino hacia lo alto del cielo. Está tan soleado, que el mundo se siente como una página en blanco, una blancura luminosa. Le lanzo mi mochila a Santana, tomo carrera, corro, y salto haciendo una voltereta, el camino de grava es rugoso contra las palmas de mis manos. El sol desaparece momentáneamente y nos sumergimos dentro de la fresca sombra azulada cuando pasamos bajo un puente, nuestros pasos súbitamente se amplifican, rebotando en el ligero arco de soporte y una paloma parte súbitamente hacia el cielo.

Unos pocos pasos a mi izquierda, manteniéndose a una distancia segura de mis travesuras, Santana camina a zancadas, las manos en sus bolsillos, las mangas de la camisa arremangadas hasta los codos. A la luz, trazos de sus venas son visibles en sus sienes y las sombras bajo sus ojos le dan un aspecto atormentado. Ella me mira con sus brillantes ojos marrones y me brinda una de sus características sonrisas torcidas. Yo sonrío, doy otra voltereta completa y Santana alarga su paso para que coincida con el mío. Parece ligeramente divertida. Pero, cuando aparta la mirada, su sonrisa se desvanece y empieza otra vez a mordisquearse los labios.

A pesar de su constante presencia a mi lado, siento que hay un espacio entre las dos, una distancia indefinible. Aun cuando sus ojos están en mí, tengo la sensación de que no acaba de verme, que sus pensamientos están en algún otro lado, fuera de mi alcance. Pierdo mi oportunidad de una victoria fácil y tropiezo contra ella, casi aliviada de sentirla sólida y viva. Ella ríe brevemente y me estabiliza, pero rápidamente vuelve a chuparse los labios, sus dientes raspando la rozadura. Cuando éramos jóvenes, yo podía hacer alguna tontería y romper el hechizo, jalarla fuera de éste, pero ahora es más difícil. Sé que hay cosas que ella no me dice. Cosas que mantiene en su cabeza.

Cuando llegamos a las tiendas, compramos pizza y Coca-Cola de un negocio de comidas para llevar y nos encaminamos hacia Battersea Park.

Dentro de las puertas, nos aventuramos hacia la mitad de la vasta extensión de verdor, lejos de los árboles, y nos alineamos con el sol, recostándonos hacia el oeste para perdernos su brillo. Con las piernas cruzadas, me examino un morado en la espinilla, mientras Santana, arrodillada sobre el césped, abre la caja de pizza y me alarga una rebanada. La tomo y estiro mis piernas, alzando la barbilla para sentir el sol sobre mi rostro.

—Esto es un millón de veces más agradable que pasar el rato con esos empollones de la escuela—le informo. —Ese fue un buen movimiento, dejarlos cuando lo hiciste.

Masticando concienzudamente, ella me lanza una mirada penetrante y puedo decir que está tratando de leer mi mente, buscando el motivo tras mis palabras. Me encuentro con su mirada de lleno, y la comisura de su boca se curva cuando se da cuenta que estoy siendo completamente honesta.

Me siento satisfecha con la comida antes que ella, y me reclino sobre mis codos, observándola comer. Claramente, se está muriendo de hambre. Abro mi boca para decirle que tiene salsa de tomate en la barbilla, pero cambio de opinión. Mi sonrisa, sin embargo, no pasa desapercibida.

— ¿Qué?—pregunta, con una risita, tragando su último bocado y limpiándose las manos sobre la hierba.

—Nada—trato de desvanecer mi sonrisa, pero con su barbilla veteada de rojo, el cabello revuelto, la camisa arremangada y los puños mugrientos batiéndose contra sus manos, se ve como una versión más alta y con cabello oscuro de Quinn al final de un atareado día escolar.

— ¿Por qué me miras de ese modo?—insiste ella, mirándome ahora con curiosidad y un toque de cohibición.

—Por nada, sólo estaba pensando en lo que dijo Rachel sobre ti. Una pizca de cautela toca sus ojos. —Oh, eso de nuevo, no… —Aparentemente, tus hoyuelos son muy monos. —Muerdo de nuevo una sonrisa.

—Ja, ja—. Una pequeña sonrisa y ella mira hacia abajo, tirando de la hierba mientras un rubor se extiende por su cuello.

—Y tienes ojos fascinantes… lo que sea que eso signifique. Hace una mueca de vergüenza. —Vete a la mierda, Brittany. Te lo estás inventando.

—No lo hago. Te lo dije… ella dice cosas como ésas. ¿Cómo era…? Oh, sí: tu boca, aparentemente, es muy besable.

Ella se ahoga, bañándome con Coca-Cola.

— ¡Brittany! — ¡No estoy bromeando! ¡Ésas fueron sus palabras exactas!

Está completamente ruborizada ahora, observando intensamente la lata de Coca-Cola. — ¿Puedo terminarme ésta o aún tienes sed?

—Deja de intentar cambiar de tema—me río. Ella me lanza una mirada malévola y bebe hasta el fondo. —Ella incluso me dijo que te vio a través de la puerta abierta del vestuario de chicas y que luces realmente…

Ella me da un golpe. Aunque es medio en broma, me duele. Me siento confusa. Debajo de su exterior bromista, parece molesto de repente.

Me parece que, sin querer, he cruzado alguna línea invisible.

—Está bien—alzo las manos rindiéndome. —Pero has cogido la idea, ¿no?

—Sí, muchas gracias—. Me da otra sonrisa sardónica para demostrar que no está enojada y luego, gira el rostro hacia la brisa.

Se produce un largo silencio y cierro mis ojos, sintiendo los últimos rayos del sol veraniego sobre mi rostro. La tranquilidad es inquietante. Los gritos apagados que nos llegan desde los espacios de juego, parecen estar a millones de kilómetros de distancia. En algún lugar entre los árboles, un perro deja escapar un par de ladridos cortos y agudos. Ruedo sobre mi estómago y apoyo la barbilla sobre mis manos.

Santana no se da cuenta de que la estoy observando y toda señal de risa se borrado completamente de su rostro. Con los codos apoyados sobre sus rodillas alzadas, mira a través del parque y puedo sentir que su mente está trabajando. Escudriñando en su rostro en busca de algún signo persistente de molestia, no encuentro ninguno. Sólo tristeza.
— ¿Estás bien?

—Sí—. No se da vuelta.

— ¿De verdad? Ella está a punto de decir algo, pero luego se queda en silencio. En su lugar, empieza a frotarse la rozadura con un costado del pulgar.
Me siento. Estirándome, aparto su mano de su rostro. Sus ojos se mueven hasta encontrar los míos.
—Brittany, no voy a salir con Rachel.
—Lo sé. Eso está bien. No me importa—le digo rápidamente. —Ella lo superará.

— ¿Por qué estás tan interesada en emparejarnos? Me siento súbitamente incómoda.

—No lo sé. Supongo… supongo que pensé que, si salías con una amiga mía, al menos podría seguir viéndote. Tú no… parecería menos como si te hubieras ido.

Frunce el ceño, sin comprender. —Es sólo que si conoces a alguien, el próximo año en la universidad…—un pequeño dolor surge en el fondo de mi garganta. No puedo terminar la frase. —Quiero decir, por supuesto que quiero que lo hagas, pero yo no… Tengo miedo que…
Ella me da una larga, prolongada, mirada. —Brittany, seguramente sabes que yo nunca te abandonaría… a ti o a los otros.

Fuerzo una sonrisa y miro hacia abajo, tirando de las briznas de hierba. Pero lo harás un día, no puedo evitar pensar. Un día, todos nos alejaremos unos de los otros para formar nuestras propias familias. Porque ésa es la forma en que funciona el mundo.

—Para ser honesta, dudo que algún día vaya a salir con alguien—dice Santana en voz baja.
Levanto la mirada, sorprendida. Ella me mira y luego desvía la mirada, otra vez, a la distancia, un incómodo silencio se extiende entre nosotras.

No puedo evitar sonreír. —Eso es una tontería, San. Tú eres la chica más guapa de Belmont. Todas las chicas de mi clase están locas por ti.

Silencio. — ¿Me estás diciendo que nunca tendrás novia?

Las comisuras de su boca se contraen de diversión. — ¡Quizá no lo sé!
Suspiro. —Es una lástima. Siempre pensé que sería genial tener una hermana con una novia loca o así.

Santana ríe. —No pierdas las esperanzas, aún. Todavía queda Sam.

— ¿Sam? ¡Sí, seguro! Corre el rumor que ya tiene una novia.

Rachel jura que lo vio besuqueándose con una niña del año anterior en un salón de clases vacío.

—Esperemos que no la haya dejado embarazada—dice Santana mordazmente. Me estremezco y trato de desterrar el pensamiento de mi mente. Ni siquiera quiero pensar en Sam con una chica. Sólo tiene trece años, por Dios.

Suspiro. —Nunca he besado a nadie… a diferencia de la mayoría de las chicas en mi clase—confieso en voz baja, pasando mis dedos sobre la hierba crecida.

Ella se gira hacia mí. — ¿Y qué?—dice con suavidad. —Sólo tienes dieciséis años. Recojo los tallos y hago un puchero. —Dulces dieciséis y nunca ha sido besada… ¿Qué hay contigo… alguna vez has…?—Me callo bruscamente, súbitamente consciente de lo absurdo de mi pregunta. Trato de pensar un modo de darla vuelta, pero es muy tarde.
Santana ya está escarbando el suelo con las uñas, sus mejillas fuertemente coloreadas.

— ¡Sí, claro!—. Da un bufido burlón, evitando mi mirada, tiene la atención puesta en el pequeño agujero que está cavando en la tierra. — ¡Como… como si eso alguna vez fuera a suceder!—Con una corta risa, ella me mira como implorando que me una y, a través de la vergüenza, veo el dolor en sus ojos.

Instintivamente, me acerco más, refrenándome de alcanzarlo y apretar su mano, odiándome por mi momento de irreflexión. —San, no siempre va a ser así—le digo suavemente. —Algún día…

—Sí, algún día—. Ella sonríe con forzada indiferencia y se encoge breve y desdeñosamente de hombros. —Lo sé.

Un largo silencio cuelga entre nosotras. Levanto la vista hacia ella, en la difusa luz del atardecer, ahora cercano a su fin. — ¿Alguna vez piensas en eso?

Ella duda, la sangre aún calienta sus mejillas y, por un momento, pienso que no va a responder. Aún continúa escarbando la tierra, aún evita esmeradamente mi mirada.

—Por supuesto—. Es tan silenciosa que, por un momento, creo que podría habérmelo imaginado.

La miro fijamente. — ¿Quién?

—Nunca ha habido alguien, en realidad…—. Aún rehúsa levantar la vista, pero a pesar de sentirse cada vez más incómoda, no ha tratado de salirse de la conversación.

—Sólo pienso que, en algún lado, debe haber…—sacude la cabeza, como si de pronto fuera consciente de haber hablado demasiado.

— ¡Hey, también yo lo hago!—exclamo. —En algún lugar de mi cabeza, tengo la idea de la mujer perfecta. Pero creo que ni siquiera existe.

—A veces…—comienza Santana, entonces se calla. Espero que continúe.

— ¿A veces…?—insisto suavemente.

—Desearía que las cosas fueran diferentes. —Toma una inspiración profunda.

—Desearía que todo no fuera tan condenadamente difícil.

—Lo sé—digo en voz baja. —Yo también.

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Bueno chicas que comenten que les parecio los 2 capitulos !!
Saludos y besos.
 FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1206646864 

PD: Amo a san aunque sea calladita  FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 ) 1215408055  uds no ?


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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por mary04 Vie Jun 13, 2014 10:02 pm

Holaaaaa creo q todas amamos a san asi sea callada jajaj
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por :) Sáb Jun 14, 2014 12:30 am

Si me encanta esta faceta de santana continua
:)
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

Mensaje por monicagleek Sáb Jun 14, 2014 5:18 am

Awwww santana va abriendo su corazon ^_^ <3<3
monicagleek
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Forbidden (FINAL 5/08/14 )

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