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Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
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Jane0_o
micky morales
monica.santander
Lucy LP
MAYLU
9 participantes
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Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
Plop!!!! Se me paso muy buen fic !!! Me encanta...
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
holap,..
san no se puede resistir!!!!
estañaba el "por que puedo" jajajaj
nos vemos!!!
san no se puede resistir!!!!
estañaba el "por que puedo" jajajaj
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Cap 8
Hola bueno aquí les traigo mas capítulos sobre la enigmática historia de 50 sombras de López... 3:) y si es verdad San no se puede resistir a Britt ¿no? eso seguro y viceversa es mutua la atracción... jejeje y bueno como les prometí maratón aquí les dejo tres capítulos para que los disfruten
pero antes quería hacerles dos consultas??? como soy nueva la verdad no se como responderles a cada una en una ventana no se si me entienden alguien me ayuda y me dice como se hace porfa... y la otra es que ya tengo que usar el termino Ama pero manera correcta es El Ama pero mas me gusta como suena La Ama que les parece a ustedes cual uso??? sin mas que decir les dejo los capitulo gracias... y besos y abrazos ciberneticos ...
Sábado, 21 de Mayo de 2011
La revisión de antecedentes de Noah Puckerman revela una multa por posesión de marihuana. No hay nada en sus expedientes judiciales que tenga que ver con acoso sexual. Quizá la noche anterior habría obtenido el primero si yo no hubiera intervenido. ¿Y el pequeño capullo fuma hierba? Espero que no fume cerca de Britt y espero que ella tampoco fume, punto.
Al abrir el correo electrónico de Andrea, envío el acuerdo de confidencialidad a la impresora en mi estudio en casa, en el Escala. Britt necesitará firmarlo antes de que le muestre mi cuarto de juegos. Y, en un momento de debilidad, arrogancia, o quizá optimismo sin precedentes —no sé cuál de todas—, escribo su nombre y dirección en mi contrato estándar para Ama/Sumisa y envío a imprimir eso también.
Hay un golpe en la puerta.
—Hola, pez gordo. Vamos de excursión —dice Sam al otro lado.
Ah… el niño ha despertado de su siesta.
El aroma a pino, tierra húmeda y primavera tardía es como bálsamo para mis sentidos. El olor me recuerda a aquellos embriagadores días de mi infancia, corriendo por un bosque con Sam y mi hermana Rachel bajo los observadores ojos de nuestros padres adoptivos. La calma, el espacio, la liberad… el crujir de agujas de pino secas bajo nuestros pies.
Aquí en las grandiosas afueras yo podía olvidar.
Este era un refugio para mis pesadillas.
Sam parlotea, necesitando solo mi ocasional gruñido para seguir hablando. Mientras nos abrimos paso por el camino empedrado del Willamette, mi mente divaga hacia Brittany. Por primera vez en un largo tiempo, tengo una dulce sensación de anticipación. Estoy emocionada.
¿Aceptará mi propuesta?
La imagino durmiendo a mi lado, suave y pequeña… y mi Clítoris se retuerce con expectación. Podría haberla despertado y follado en ese momento…. Qué novedad habría sido.
La follaré cuando sea el momento.
La follaré atada y con su brillante boca tapada.
Clayton’s está en calma. El último cliente se fue hace cinco minutos. Y estoy esperando, de nuevo, golpeteando mis dedos contra mis muslos. La paciencia no es mi fuerte. Incluso la larga caminata con Sam el día de hoy no ha podido amainar mi inquietud. Él está cenando con Quinn está noche en el Heathman. Dos citas en noches consecutivas no son su estilo usual.
De repente, las luces fluorescentes dentro de la tienda destellan, la puerta se abre y Britt sale a la tranquila noche de Portland. Mi corazón empieza a martillear. Esto es: o el principio de una nueva relación, o el principio del final. Ella se despide con la mano de un joven que la acompaña. No es el mismo hombre que conocí la última vez que estuve aquí, es alguien nuevo. Él la observa caminar hacia el auto, sus ojos en su trasero. Taylor me distrae al hacer un movimiento para salir del auto, pero lo detengo. Esto es mío. Cuando salgo del auto sosteniendo la puerta abierta para ella, el nuevo tipo está cerrando la tienda y ya no se come con los ojos la señorita Pierce.
Sus labios se curvan en una tímida sonrisa mientras se acerca, su cabello en una desenvuelta cola de caballo que danza con la brisa nocturna.
—Buenas noches, señorita Pierce.
—Señora López —dice. Está vestida con jeans negros… Jeans, de nuevo. Saluda a Taylor cuando se sienta en el asiento trasero del auto.
Una vez que estoy a su lado, agarro su mano, mientras Taylor conduce hacia el camino vacío y se dirige al helipuerto de Portland.
—¿Cómo ha ido el trabajo? —pregunto, disfrutando la sensación de su mano sobre la mía.
—Interminable —dice, su voz ronca.
—Sí, a mí también se me ha hecho muy largo.
¡Ha sido todo un infierno esperar el último par de horas!
—¿Qué has hecho? —pregunta.
—Fui de excursión con Sam. —Su mano es cálida y suave. Ella mira a nuestros dedos entrelazados y yo acaricio sus nudillos con mi pulgar una y otra vez. Su respiración se detiene y sus ojos encuentran los míos. En ellos, veo su anhelo y deseo… y su sensación de anticipación. Solo espero que acepte mi propuesta.
Afortunadamente, el camino al helipuerto es corto. Cuando salimos del auto, tomo su mano de nuevo. Parece un poco perpleja.
Ah. Debe estarse preguntando dónde estará el helicóptero.
—¿Preparada? —pregunto. Ella asiente y la conduzco al edificio, hacia el ascensor. Ella me muestra una rápida mirada cómplice.
Está recordando el beso de esta mañana, pero… yo también.
—Son solo tres pisos —murmuro.
Cuando entramos, tomo una nota mental de follarla en un ascensor algún día. Eso, si accede a mi trato.
En el techo, Charlie Tango, recién llegado de Boeing Field, está preparado y listo para volar, aunque no hay señal de Stephan, quien lo trajo aquí. Pero Joe, quien dirige el helipuerto de Portland, está en la oficina. Me saluda cuando lo veo. Es mayor que mi abuelo, y lo que no sabe sobre volar no vale la pena saberlo; voló Sikorskys en Corea para una evacuación de emergencia y, amigo, sí que tiene buenas historias que te ponen los pelos de punta.
—Aquí tiene su plan de vuelo, señora López —dice Joe, su voz grave revelando su edad—. Lo hemos revisado todo. Está listo, esperándole, señora. Puede despegar cuando quiera.
—Gracias, Joe.
Una rápida mirada Britt me dice que está emocionada… y también yo. Esta es una novedad.
—Vamos. —Con su mano en la mía una vez más, conduzco a Britt sobre el helipuerto hacia Charlie Tango. El Eurocóptero más seguro en su clase y todo un deleite para volar. Es mi orgullo y alegría. Sostengo la puerta abierta para Britt ; ella se sube y yo voy detrás de ella.
—Por aquí —ordeno, señalando hacia el asiento del pasajero en la parte de adelante—. Siéntate. Y no toques nada. —Estoy maravillada cuando hace lo que le he dicho.
Una vez en su asiento, examina el despliegue de instrumentos con una mezcla de asombro y entusiasmo. Inclinándome a su lado, la aseguro con el cinturón de seguridad, intentando no imaginarla desnuda mientras lo hago. Me tomo un poco más del tiempo necesario porque esta puede ser mi última oportunidad de estar así de cerca de ella, mi última oportunidad de inhalar su dulce y provocativo aroma. Una vez que sepa sobre mis predilecciones, puede que salga corriendo… por otro lado, puede que acoja el estilo de vida. Las posibilidades que esto acarrea en mi mente son casi abrumadoras. Ella me está observando atentamente, está tan cerca… tan adorable. Aprieto la última cinta. No irá a ningún lado. No por una hora, al menos.
Reprimiendo mi animosidad, susurro:
—Estás segura. No puedes escaparte. —Inhala fuertemente—. Respira, Brittany —añado, y acaricio su mejilla. Sosteniendo su barbilla, me inclino y la beso rápidamente—. Me gusta este arnés —murmuro. Quiero decirle que tengo otros, en cuero, en los cuales me gustaría verla atada y suspendida en el techo. Pero, me comporto, me siento y me abrocho el cinturón.
—Ponte los cascos. —Señalo a los auriculares frente a Britt—. Estoy haciendo todas las comprobaciones previas al vuelo. —Todos los instrumentos lucen bien. Presiono el acelerador a 1500 rpm, el transponedor a estado de espera y enciendo las luces. Todo está listo y preparado para volar. ..
—¿Sabes lo que haces? —pregunta maravillada. Le informo que he sido una piloto calificada por cuatro años. Su sonrisa es contagiosa.
—Estás a salvo conmigo —la tranquilizo, y añado—: Bueno, mientras estemos volando. —Le guiño el ojo, ella sonríe y me encuentro deslumbrada.
—¿Lista? —pregunto, y no puedo creer realmente lo emocionada que estoy de tenerla aquí a mi lado.
Asiente con la cabeza.
Hablo a la torre, están despiertos, y acelero a 2000 rpm. Una vez que nos dan vía libre, hago las revisiones finales. La temperatura del aceite está a 104. Bien. Incremento la presión de la válvula de admisión a 14, el motor a 2500 rpm, y empujo el acelerador. Y como la elegante ave que es… Charlie Tango se eleva en el aire.
Brittany jadea mientras el piso desaparece bajo nosotras, pero no habla, embelesada por las luces nocturnas de Portland. Pronto, estamos sumidas en la oscuridad; la única luz emana de los instrumentos frente a nosotros. El rostro de Britt está iluminado por el brillo rojo y verde mientras mira la noche.
—Inquietante, ¿verdad?
Aunque, no lo creo. Para mí, es un alivio. Nada puede hacerme daño aquí.
Estoy a salvo y escondida en la oscuridad.
—¿Cómo sabes que vas en la dirección correcta? —pregunta Britt.
—Aquí —señalo al panel. No quiero aburrirla hablando de reglas instrumentales de vuelo, pero el hecho es que
de noche, no ves nada. Tienes que confiar en los aparatos —le digo.
—¿Cuánto durará el vuelo? — todo el equipamiento frente a mí nos guía hacia nuestro destino: el indicador de inclinación, el altímetro, el VSI y, por supuesto, el GPS. Le cuento sobre Charlie Tango y cómo es que está equipado para volar de noche.
Britt me mira, maravillada.
—En mi edificio hay un helipuerto. Allí nos dirigimos.
Miro de vuelta al panel, revisando los datos.
Esto es lo que amo: el control, mi seguridad y bienestar recayendo en mi dominio de la tecnología frente a mí.
—Cuando vuelas pregunta, un poco jadeante.
—Menos de una hora… tenemos el viento a favor. —La miro de nuevo—. ¿Estás bien, Brittany?
—Sí —dice, su voz raramente abrupta.
¿Está nerviosa? O quizá está lamentando su decisión de estar aquí conmigo.
El pensamiento es desconcertante. No me ha dado una oportunidad. Me encuentro distraída por el control de tráfico aéreo por un momento. Luego, cuando despejamos, veo a Seattle en la distancia, un farol centellando en la oscuridad.
—Mira. Aquello es Seattle. —Dirijo la atención de Britt hacia las brillantes luces.
—¿Siempre impresionas así a las mujeres? ―¿Ven a dar una vuelta en mi helicóptero?
—Nunca he subido a una mujer al helicóptero, Brittany. También esto es una novedad. ¿Estás impresionada?
—Me siento sobrecogida, Santana —susurra.
—¿Sobrecogida? —Mi sonrisa es espontánea. Y recuerdo a Grace, mi madre, acariciando mi cabello mientras yo leía en voz alta El una vez y futuro rey.
Santana, eso es maravilloso. Estoy sobrecogida, "cariño.”
Yo tenía siete años y apenas había comenzado a hablar.
—Lo haces todo… tan bien —continúa Britt.
—Gracias, señorita Pierce. —Mi cara se calienta por el placer de su inesperado elogio. Espero que no lo note.
—Está claro que te divierte —dice un rato después.
—¿Qué cosa?
—Volar.
—Exige control y concentración. —Dos cualidades que disfruto mucho—. ¿Cómo no iba a encantarme? Aunque lo que más me gusta es planear.
—¿Planear?
—Sí. Vuelo sin motor. Planeadores y helicópteros. Piloto las dos cosas.
¿Tal vez debería llevarla a planear?
Te estás adelantando, López.
¿Y desde cuando llevas a alguien a planear?
¿Desde cuándo traigo a alguien a volar en Charlie Tango?
El cuerpo de entrenamiento aéreo me reconcentra en el camino de vuelo, deteniendo mis pensamientos mientras nos acercamos a las afueras de Seattle. Estamos cerca. Y yo estoy más cerca de saber si esto es un sueño imposible o no. Britt está mirando por la ventana, embelesada.
No puedo apartar mis ojos de ella.
Por favor, di que sí.
—Es bonito, ¿verdad? —pregunto, para que se gire y pueda ver su rostro. Lo hace, con una enorme sonrisa que me excita al instante—. Llegaremos en unos minutos —añado.
Repentinamente, la atmósfera en la cabina cambia y tengo una consciencia más aguda de ella. Respirando profundamente, inhalo su aroma y siento la anticipación. La de Britt. La mía.
Mientras descendemos, llevo a Charlie Tango a través del área del centro hacia el Escala, mi hogar, y el ritmo de mi corazón se acelera. Britt empieza a inquietarse. También está nerviosa. Espero que no salga corriendo.
Cuando el helipuerto aparece a la vista, tomo otro profundo aliento.
Aquí vamos...
pero antes quería hacerles dos consultas??? como soy nueva la verdad no se como responderles a cada una en una ventana no se si me entienden alguien me ayuda y me dice como se hace porfa... y la otra es que ya tengo que usar el termino Ama pero manera correcta es El Ama pero mas me gusta como suena La Ama que les parece a ustedes cual uso??? sin mas que decir les dejo los capitulo gracias... y besos y abrazos ciberneticos ...
Sábado, 21 de Mayo de 2011
La revisión de antecedentes de Noah Puckerman revela una multa por posesión de marihuana. No hay nada en sus expedientes judiciales que tenga que ver con acoso sexual. Quizá la noche anterior habría obtenido el primero si yo no hubiera intervenido. ¿Y el pequeño capullo fuma hierba? Espero que no fume cerca de Britt y espero que ella tampoco fume, punto.
Al abrir el correo electrónico de Andrea, envío el acuerdo de confidencialidad a la impresora en mi estudio en casa, en el Escala. Britt necesitará firmarlo antes de que le muestre mi cuarto de juegos. Y, en un momento de debilidad, arrogancia, o quizá optimismo sin precedentes —no sé cuál de todas—, escribo su nombre y dirección en mi contrato estándar para Ama/Sumisa y envío a imprimir eso también.
Hay un golpe en la puerta.
—Hola, pez gordo. Vamos de excursión —dice Sam al otro lado.
Ah… el niño ha despertado de su siesta.
El aroma a pino, tierra húmeda y primavera tardía es como bálsamo para mis sentidos. El olor me recuerda a aquellos embriagadores días de mi infancia, corriendo por un bosque con Sam y mi hermana Rachel bajo los observadores ojos de nuestros padres adoptivos. La calma, el espacio, la liberad… el crujir de agujas de pino secas bajo nuestros pies.
Aquí en las grandiosas afueras yo podía olvidar.
Este era un refugio para mis pesadillas.
Sam parlotea, necesitando solo mi ocasional gruñido para seguir hablando. Mientras nos abrimos paso por el camino empedrado del Willamette, mi mente divaga hacia Brittany. Por primera vez en un largo tiempo, tengo una dulce sensación de anticipación. Estoy emocionada.
¿Aceptará mi propuesta?
La imagino durmiendo a mi lado, suave y pequeña… y mi Clítoris se retuerce con expectación. Podría haberla despertado y follado en ese momento…. Qué novedad habría sido.
La follaré cuando sea el momento.
La follaré atada y con su brillante boca tapada.
Clayton’s está en calma. El último cliente se fue hace cinco minutos. Y estoy esperando, de nuevo, golpeteando mis dedos contra mis muslos. La paciencia no es mi fuerte. Incluso la larga caminata con Sam el día de hoy no ha podido amainar mi inquietud. Él está cenando con Quinn está noche en el Heathman. Dos citas en noches consecutivas no son su estilo usual.
De repente, las luces fluorescentes dentro de la tienda destellan, la puerta se abre y Britt sale a la tranquila noche de Portland. Mi corazón empieza a martillear. Esto es: o el principio de una nueva relación, o el principio del final. Ella se despide con la mano de un joven que la acompaña. No es el mismo hombre que conocí la última vez que estuve aquí, es alguien nuevo. Él la observa caminar hacia el auto, sus ojos en su trasero. Taylor me distrae al hacer un movimiento para salir del auto, pero lo detengo. Esto es mío. Cuando salgo del auto sosteniendo la puerta abierta para ella, el nuevo tipo está cerrando la tienda y ya no se come con los ojos la señorita Pierce.
Sus labios se curvan en una tímida sonrisa mientras se acerca, su cabello en una desenvuelta cola de caballo que danza con la brisa nocturna.
—Buenas noches, señorita Pierce.
—Señora López —dice. Está vestida con jeans negros… Jeans, de nuevo. Saluda a Taylor cuando se sienta en el asiento trasero del auto.
Una vez que estoy a su lado, agarro su mano, mientras Taylor conduce hacia el camino vacío y se dirige al helipuerto de Portland.
—¿Cómo ha ido el trabajo? —pregunto, disfrutando la sensación de su mano sobre la mía.
—Interminable —dice, su voz ronca.
—Sí, a mí también se me ha hecho muy largo.
¡Ha sido todo un infierno esperar el último par de horas!
—¿Qué has hecho? —pregunta.
—Fui de excursión con Sam. —Su mano es cálida y suave. Ella mira a nuestros dedos entrelazados y yo acaricio sus nudillos con mi pulgar una y otra vez. Su respiración se detiene y sus ojos encuentran los míos. En ellos, veo su anhelo y deseo… y su sensación de anticipación. Solo espero que acepte mi propuesta.
Afortunadamente, el camino al helipuerto es corto. Cuando salimos del auto, tomo su mano de nuevo. Parece un poco perpleja.
Ah. Debe estarse preguntando dónde estará el helicóptero.
—¿Preparada? —pregunto. Ella asiente y la conduzco al edificio, hacia el ascensor. Ella me muestra una rápida mirada cómplice.
Está recordando el beso de esta mañana, pero… yo también.
—Son solo tres pisos —murmuro.
Cuando entramos, tomo una nota mental de follarla en un ascensor algún día. Eso, si accede a mi trato.
En el techo, Charlie Tango, recién llegado de Boeing Field, está preparado y listo para volar, aunque no hay señal de Stephan, quien lo trajo aquí. Pero Joe, quien dirige el helipuerto de Portland, está en la oficina. Me saluda cuando lo veo. Es mayor que mi abuelo, y lo que no sabe sobre volar no vale la pena saberlo; voló Sikorskys en Corea para una evacuación de emergencia y, amigo, sí que tiene buenas historias que te ponen los pelos de punta.
—Aquí tiene su plan de vuelo, señora López —dice Joe, su voz grave revelando su edad—. Lo hemos revisado todo. Está listo, esperándole, señora. Puede despegar cuando quiera.
—Gracias, Joe.
Una rápida mirada Britt me dice que está emocionada… y también yo. Esta es una novedad.
—Vamos. —Con su mano en la mía una vez más, conduzco a Britt sobre el helipuerto hacia Charlie Tango. El Eurocóptero más seguro en su clase y todo un deleite para volar. Es mi orgullo y alegría. Sostengo la puerta abierta para Britt ; ella se sube y yo voy detrás de ella.
—Por aquí —ordeno, señalando hacia el asiento del pasajero en la parte de adelante—. Siéntate. Y no toques nada. —Estoy maravillada cuando hace lo que le he dicho.
Una vez en su asiento, examina el despliegue de instrumentos con una mezcla de asombro y entusiasmo. Inclinándome a su lado, la aseguro con el cinturón de seguridad, intentando no imaginarla desnuda mientras lo hago. Me tomo un poco más del tiempo necesario porque esta puede ser mi última oportunidad de estar así de cerca de ella, mi última oportunidad de inhalar su dulce y provocativo aroma. Una vez que sepa sobre mis predilecciones, puede que salga corriendo… por otro lado, puede que acoja el estilo de vida. Las posibilidades que esto acarrea en mi mente son casi abrumadoras. Ella me está observando atentamente, está tan cerca… tan adorable. Aprieto la última cinta. No irá a ningún lado. No por una hora, al menos.
Reprimiendo mi animosidad, susurro:
—Estás segura. No puedes escaparte. —Inhala fuertemente—. Respira, Brittany —añado, y acaricio su mejilla. Sosteniendo su barbilla, me inclino y la beso rápidamente—. Me gusta este arnés —murmuro. Quiero decirle que tengo otros, en cuero, en los cuales me gustaría verla atada y suspendida en el techo. Pero, me comporto, me siento y me abrocho el cinturón.
—Ponte los cascos. —Señalo a los auriculares frente a Britt—. Estoy haciendo todas las comprobaciones previas al vuelo. —Todos los instrumentos lucen bien. Presiono el acelerador a 1500 rpm, el transponedor a estado de espera y enciendo las luces. Todo está listo y preparado para volar. ..
—¿Sabes lo que haces? —pregunta maravillada. Le informo que he sido una piloto calificada por cuatro años. Su sonrisa es contagiosa.
—Estás a salvo conmigo —la tranquilizo, y añado—: Bueno, mientras estemos volando. —Le guiño el ojo, ella sonríe y me encuentro deslumbrada.
—¿Lista? —pregunto, y no puedo creer realmente lo emocionada que estoy de tenerla aquí a mi lado.
Asiente con la cabeza.
Hablo a la torre, están despiertos, y acelero a 2000 rpm. Una vez que nos dan vía libre, hago las revisiones finales. La temperatura del aceite está a 104. Bien. Incremento la presión de la válvula de admisión a 14, el motor a 2500 rpm, y empujo el acelerador. Y como la elegante ave que es… Charlie Tango se eleva en el aire.
Brittany jadea mientras el piso desaparece bajo nosotras, pero no habla, embelesada por las luces nocturnas de Portland. Pronto, estamos sumidas en la oscuridad; la única luz emana de los instrumentos frente a nosotros. El rostro de Britt está iluminado por el brillo rojo y verde mientras mira la noche.
—Inquietante, ¿verdad?
Aunque, no lo creo. Para mí, es un alivio. Nada puede hacerme daño aquí.
Estoy a salvo y escondida en la oscuridad.
—¿Cómo sabes que vas en la dirección correcta? —pregunta Britt.
—Aquí —señalo al panel. No quiero aburrirla hablando de reglas instrumentales de vuelo, pero el hecho es que
de noche, no ves nada. Tienes que confiar en los aparatos —le digo.
—¿Cuánto durará el vuelo? — todo el equipamiento frente a mí nos guía hacia nuestro destino: el indicador de inclinación, el altímetro, el VSI y, por supuesto, el GPS. Le cuento sobre Charlie Tango y cómo es que está equipado para volar de noche.
Britt me mira, maravillada.
—En mi edificio hay un helipuerto. Allí nos dirigimos.
Miro de vuelta al panel, revisando los datos.
Esto es lo que amo: el control, mi seguridad y bienestar recayendo en mi dominio de la tecnología frente a mí.
—Cuando vuelas pregunta, un poco jadeante.
—Menos de una hora… tenemos el viento a favor. —La miro de nuevo—. ¿Estás bien, Brittany?
—Sí —dice, su voz raramente abrupta.
¿Está nerviosa? O quizá está lamentando su decisión de estar aquí conmigo.
El pensamiento es desconcertante. No me ha dado una oportunidad. Me encuentro distraída por el control de tráfico aéreo por un momento. Luego, cuando despejamos, veo a Seattle en la distancia, un farol centellando en la oscuridad.
—Mira. Aquello es Seattle. —Dirijo la atención de Britt hacia las brillantes luces.
—¿Siempre impresionas así a las mujeres? ―¿Ven a dar una vuelta en mi helicóptero?
—Nunca he subido a una mujer al helicóptero, Brittany. También esto es una novedad. ¿Estás impresionada?
—Me siento sobrecogida, Santana —susurra.
—¿Sobrecogida? —Mi sonrisa es espontánea. Y recuerdo a Grace, mi madre, acariciando mi cabello mientras yo leía en voz alta El una vez y futuro rey.
Santana, eso es maravilloso. Estoy sobrecogida, "cariño.”
Yo tenía siete años y apenas había comenzado a hablar.
—Lo haces todo… tan bien —continúa Britt.
—Gracias, señorita Pierce. —Mi cara se calienta por el placer de su inesperado elogio. Espero que no lo note.
—Está claro que te divierte —dice un rato después.
—¿Qué cosa?
—Volar.
—Exige control y concentración. —Dos cualidades que disfruto mucho—. ¿Cómo no iba a encantarme? Aunque lo que más me gusta es planear.
—¿Planear?
—Sí. Vuelo sin motor. Planeadores y helicópteros. Piloto las dos cosas.
¿Tal vez debería llevarla a planear?
Te estás adelantando, López.
¿Y desde cuando llevas a alguien a planear?
¿Desde cuándo traigo a alguien a volar en Charlie Tango?
El cuerpo de entrenamiento aéreo me reconcentra en el camino de vuelo, deteniendo mis pensamientos mientras nos acercamos a las afueras de Seattle. Estamos cerca. Y yo estoy más cerca de saber si esto es un sueño imposible o no. Britt está mirando por la ventana, embelesada.
No puedo apartar mis ojos de ella.
Por favor, di que sí.
—Es bonito, ¿verdad? —pregunto, para que se gire y pueda ver su rostro. Lo hace, con una enorme sonrisa que me excita al instante—. Llegaremos en unos minutos —añado.
Repentinamente, la atmósfera en la cabina cambia y tengo una consciencia más aguda de ella. Respirando profundamente, inhalo su aroma y siento la anticipación. La de Britt. La mía.
Mientras descendemos, llevo a Charlie Tango a través del área del centro hacia el Escala, mi hogar, y el ritmo de mi corazón se acelera. Britt empieza a inquietarse. También está nerviosa. Espero que no salga corriendo.
Cuando el helipuerto aparece a la vista, tomo otro profundo aliento.
Aquí vamos...
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Cap 9
Aterrizamos suavemente y apago, observando las hojas del rotor ralentizar y detenerse. Todo lo que podemos oír es el siseo de la estática en nuestros auriculares mientras estamos sentadas en silencio. Me quito los cascos, luego le quito a Britt los suyos.
—Hemos llegado —digo silenciosamente. Su rostro es pálido al brillo de las luces de aterrizaje, sus ojos iluminados.
Buen Dios, es hermosa.
Me desabrocho el arnés y me estiro para hacerlo con el suyo.
Me mira de soslayo. Confiada. Joven. Dulce. Su delicioso aroma es casi mi ruina.
¿Puedo hacer esto con ella?
Es una adulta.
Puede tomar sus propias decisiones.
Y quiero que me mire de esta manera una vez que me conozca… que sepa de lo que soy capaz.
—No tienes que hacer nada que no quieras hacer. Lo sabes, ¿verdad? —Ella debe entender esto. Quiero su sumisión pero, más que eso, quiero su consentimiento.
—Nunca haría nada que no quisiera hacer, Santana. —Suena sincera y quiero creerle. Con aquellas tranquilizadoras palabras haciendo eco en mi cabeza, me bajo y abro la puerta, luego salto hacia el helipuerto. Tomo su mano mientras sale del helicóptero. El viento hace revolotear su cabello alrededor de su cara y luce ansiosa. No sé si es porque está aquí conmigo, sola, o porque estamos a treinta pisos de altura. Sé que es una sensación vertiginosa estar aquí arriba.
—Vamos. —Envolviendo mi brazo alrededor de ella para escudarla del viento, la guío hacia el ascensor.
Ambas estamos silenciosas mientras hacemos nuestro corto paseo hacia el pent-house. Ella usa una camisa verde pálido bajo su chaqueta negra. Le queda bien. Tomo una nota mental de incluir azules y verdes en la ropa que le daré si accede a mis términos. Debería estar mejor vestida. Sus ojos encuentran los míos en los espejos del ascensor cuando las puertas se abren en mi apartamento.
Me sigue a través del vestíbulo, por el corredor y hacia la sala.
—¿Me das la chaqueta? —pregunto. Britt sacude la cabeza y aprieta las solapas para enfatizar que quiere quedarse con su chaqueta puesta.
De acuerdo.
—¿Quieres tomar una copa? —Intento un acercamiento diferente y decido que necesito beber para estabilizar mis nervios.
¿Por qué estoy tan nerviosa?
Porque la deseo...
—Voy a tomar una copa de vino blanco. ¿Quieres una?
—Sí, por favor —dice ella.
En la cocina, me quito la chaqueta y abro el enfriador de vinos. Un sauvignon blanc sería un buen rompehielos. Sacando un útil Pouilly-Fumé, veo a Britt aparecer a través de las puertas del balcón a la vista. Cuando se da vuelta y camina hacia la cocina, me pregunto si estaría feliz con el vino que he seleccionado.
—No sé nada sobre vinos, Santana. Estoy segura de que será perfecto. —Ella suena tenue.
Mierda. Esto no va bien. ¿Está abrumada? ¿Eso es todo?
Vierto dos copas y camino hacia donde permanece de pie en medio de mi sala de estar, viéndose como un cordero directo a ser sacrificado. Se ha ido la mujer despampanante. Parece perdida.
Como yo...
—Toma. —Le entrego la copa, y ella inmediatamente toma un sorbo, cerrando los ojos ante la obvia apreciación del vino. Cuando baja la copa, sus labios están húmedos.
Buena elección, López.
—Estás muy callada, y ni siquiera te has puesto roja. De hecho, creo que nunca te había visto tan pálida, Brittany. ¿Tienes hambre?
Ella niega con la cabeza y toma otro sorbo. Tal vez también está necesitada de un poco de coraje líquido.
—Qué casa tan grande —dice, con voz tímida.
—¿Grande?
—Grande.
—Es grande. —No hay discusión con eso; es de más de diez mil pies cuadrados.
—¿Tocas? —Ella ve hacia el piano.
—Sí.
—¿Bien?
—Sí.
—Por supuesto que sí. ¿Hay algo que no puedas hacer bien?
—Sí... un par de cosas.
Cocinar.
Contar chistes.
Tener una conversación libre y fácil con una mujer que me atrae.
Ser tocada...
—¿Quieres sentarte? —Gesticulo hacia el sofá. Un enérgico asentimiento me dice que quiere. Tomando su mano, la llevo allí, y ella se sienta, dándome una mirada pícara.
—¿Qué es tan divertido? —pregunto, mientras tomo asiento a su lado.
—¿Por qué me regalaste precisamente Tess,la de los d'Urberville?
Oh. ¿A dónde está yendo esto?
—Bueno, me dijiste que te gustaba Thomas Hardy.
—¿Es esa la única razón?
No quiero decirle que tiene mi primera edición, y que esa era una mejor opción que Jude el Oscuro.
—Me pareció apropiado. Yo podría llevarte a alcanzar cierto ideal muy imposible de lograr como Angel Clare, o corromperte del todo como Alec d'Urberville. —Mi respuesta es lo suficientemente veraz y tiene una cierta ironía en la misma. Lo que voy a proponer, sospecho, será muy lejos de sus expectativas.
—Si solo hay dos opciones, elijo la corrupción —susurra.
Maldita Sea. ¿No es eso lo que quieres, López?
—Brittany, deje de morderte el labio, por favor. Me estás distrayendo. No sabes lo que estás diciendo.
—Es por eso que estoy aquí —dice ella, sus dientes dejando pequeñas hendiduras en el labio inferior húmedo con vino.
Y ahí está ella: desarmada una vez más, sorprendiéndome a cada paso. Mi Vagina está de acuerdo.
Estamos cortando por lo sano en este acuerdo, pero antes de explorar los detalles, necesitamos que firme el ADC. Me excuso y me dirijo a mi estudio. El contrato y el ADC están listos en la impresora. Dejando el contrato sobre mi escritorio
—no sé si alguna vez lleguemos a eso—, engrapo el ADC y regreso con Britt.
—Este es un acuerdo de confidencialidad. —Lo pongo en la mesa de café en frente de ella. Se ve confundida y sorprendida—. Mi abogado insiste en eso —agrego—. Si eliges la opción dos, corrupción, tendrás que firmar esto.
—¿Y si no quiero firmar nada?
—Entonces te quedas con los altos ideales de Ángel Clare, bien, la mayor parte del libro de todos modos. —Y no voy a ser capaz de tocarte. Te enviaré a casa con Stephan, y haré mi mejor esfuerzo para olvidarte. Mis hongos para la ansiedad; este acuerdo podría enviar todo a la mierda.
—¿Qué implica este acuerdo?
—Implica que no puedes revelar nada de lo que suceda entre nosotras. Nada a nadie.
Ella busca en mi cara y no sé si está confundida o disgustada.
Esto podría ir en cualquier dirección.
—De acuerdo. Firmaré —dice ella.
Bueno, eso fue fácil. Le entrego mi Mont Blanc y coloca la pluma en la línea de la firma.
—¿Ni siquiera vas a leerlo? —pregunto, repentinamente molesta.
—No.
—Brittany, debes leer siempre todo lo que firmes.
¿Cómo puede ser tan tonta? ¿Acaso sus padres no le enseñaron nada?
—Santana, lo que no puedes entender es que no hablaría de nosotras en ningún caso con nadie. Ni siquiera con Quinn. Así que da lo mismo si firmo un acuerdo o no. Si significa tanto para ti, o tu abogado, con quien tú obviamente hablas de mí, entonces está bien. Firmaré.
Tiene una respuesta para todo. Es refrescante.
—Buena puntualización, señorita Pierce —digo secamente.
Con una rápida mirada de desaprobación, firma.
Y antes de que pueda comenzar mi discurso, me pregunta:
—¿Quiere decir eso que vas a hacerme el amor esta noche, Santana?
¿Qué?
¿Yo?
¿Hacer el amor?
Oh, Lopez, vamos a desengañarla inmediatamente.
—No, Brittany, no quiere decir eso. En primer lugar, yo no hago el amor. Yo follo… duro.
Ella jadea. Eso la hizo pensar.
—En segundo lugar, tenemos mucho más papeleo que arreglar. Y en tercer lugar, todavía no sabes de lo que se trata. Todavía podrías salir corriendo. Ven, quiero mostrarte mi cuarto de juegos.
Está perpleja, una pequeña v formándose entre sus cejas.
—¿Quieres jugar con tu Xbox?
Me río a carcajadas.
Oh, nena...
—Hemos llegado —digo silenciosamente. Su rostro es pálido al brillo de las luces de aterrizaje, sus ojos iluminados.
Buen Dios, es hermosa.
Me desabrocho el arnés y me estiro para hacerlo con el suyo.
Me mira de soslayo. Confiada. Joven. Dulce. Su delicioso aroma es casi mi ruina.
¿Puedo hacer esto con ella?
Es una adulta.
Puede tomar sus propias decisiones.
Y quiero que me mire de esta manera una vez que me conozca… que sepa de lo que soy capaz.
—No tienes que hacer nada que no quieras hacer. Lo sabes, ¿verdad? —Ella debe entender esto. Quiero su sumisión pero, más que eso, quiero su consentimiento.
—Nunca haría nada que no quisiera hacer, Santana. —Suena sincera y quiero creerle. Con aquellas tranquilizadoras palabras haciendo eco en mi cabeza, me bajo y abro la puerta, luego salto hacia el helipuerto. Tomo su mano mientras sale del helicóptero. El viento hace revolotear su cabello alrededor de su cara y luce ansiosa. No sé si es porque está aquí conmigo, sola, o porque estamos a treinta pisos de altura. Sé que es una sensación vertiginosa estar aquí arriba.
—Vamos. —Envolviendo mi brazo alrededor de ella para escudarla del viento, la guío hacia el ascensor.
Ambas estamos silenciosas mientras hacemos nuestro corto paseo hacia el pent-house. Ella usa una camisa verde pálido bajo su chaqueta negra. Le queda bien. Tomo una nota mental de incluir azules y verdes en la ropa que le daré si accede a mis términos. Debería estar mejor vestida. Sus ojos encuentran los míos en los espejos del ascensor cuando las puertas se abren en mi apartamento.
Me sigue a través del vestíbulo, por el corredor y hacia la sala.
—¿Me das la chaqueta? —pregunto. Britt sacude la cabeza y aprieta las solapas para enfatizar que quiere quedarse con su chaqueta puesta.
De acuerdo.
—¿Quieres tomar una copa? —Intento un acercamiento diferente y decido que necesito beber para estabilizar mis nervios.
¿Por qué estoy tan nerviosa?
Porque la deseo...
—Voy a tomar una copa de vino blanco. ¿Quieres una?
—Sí, por favor —dice ella.
En la cocina, me quito la chaqueta y abro el enfriador de vinos. Un sauvignon blanc sería un buen rompehielos. Sacando un útil Pouilly-Fumé, veo a Britt aparecer a través de las puertas del balcón a la vista. Cuando se da vuelta y camina hacia la cocina, me pregunto si estaría feliz con el vino que he seleccionado.
—No sé nada sobre vinos, Santana. Estoy segura de que será perfecto. —Ella suena tenue.
Mierda. Esto no va bien. ¿Está abrumada? ¿Eso es todo?
Vierto dos copas y camino hacia donde permanece de pie en medio de mi sala de estar, viéndose como un cordero directo a ser sacrificado. Se ha ido la mujer despampanante. Parece perdida.
Como yo...
—Toma. —Le entrego la copa, y ella inmediatamente toma un sorbo, cerrando los ojos ante la obvia apreciación del vino. Cuando baja la copa, sus labios están húmedos.
Buena elección, López.
—Estás muy callada, y ni siquiera te has puesto roja. De hecho, creo que nunca te había visto tan pálida, Brittany. ¿Tienes hambre?
Ella niega con la cabeza y toma otro sorbo. Tal vez también está necesitada de un poco de coraje líquido.
—Qué casa tan grande —dice, con voz tímida.
—¿Grande?
—Grande.
—Es grande. —No hay discusión con eso; es de más de diez mil pies cuadrados.
—¿Tocas? —Ella ve hacia el piano.
—Sí.
—¿Bien?
—Sí.
—Por supuesto que sí. ¿Hay algo que no puedas hacer bien?
—Sí... un par de cosas.
Cocinar.
Contar chistes.
Tener una conversación libre y fácil con una mujer que me atrae.
Ser tocada...
—¿Quieres sentarte? —Gesticulo hacia el sofá. Un enérgico asentimiento me dice que quiere. Tomando su mano, la llevo allí, y ella se sienta, dándome una mirada pícara.
—¿Qué es tan divertido? —pregunto, mientras tomo asiento a su lado.
—¿Por qué me regalaste precisamente Tess,la de los d'Urberville?
Oh. ¿A dónde está yendo esto?
—Bueno, me dijiste que te gustaba Thomas Hardy.
—¿Es esa la única razón?
No quiero decirle que tiene mi primera edición, y que esa era una mejor opción que Jude el Oscuro.
—Me pareció apropiado. Yo podría llevarte a alcanzar cierto ideal muy imposible de lograr como Angel Clare, o corromperte del todo como Alec d'Urberville. —Mi respuesta es lo suficientemente veraz y tiene una cierta ironía en la misma. Lo que voy a proponer, sospecho, será muy lejos de sus expectativas.
—Si solo hay dos opciones, elijo la corrupción —susurra.
Maldita Sea. ¿No es eso lo que quieres, López?
—Brittany, deje de morderte el labio, por favor. Me estás distrayendo. No sabes lo que estás diciendo.
—Es por eso que estoy aquí —dice ella, sus dientes dejando pequeñas hendiduras en el labio inferior húmedo con vino.
Y ahí está ella: desarmada una vez más, sorprendiéndome a cada paso. Mi Vagina está de acuerdo.
Estamos cortando por lo sano en este acuerdo, pero antes de explorar los detalles, necesitamos que firme el ADC. Me excuso y me dirijo a mi estudio. El contrato y el ADC están listos en la impresora. Dejando el contrato sobre mi escritorio
—no sé si alguna vez lleguemos a eso—, engrapo el ADC y regreso con Britt.
—Este es un acuerdo de confidencialidad. —Lo pongo en la mesa de café en frente de ella. Se ve confundida y sorprendida—. Mi abogado insiste en eso —agrego—. Si eliges la opción dos, corrupción, tendrás que firmar esto.
—¿Y si no quiero firmar nada?
—Entonces te quedas con los altos ideales de Ángel Clare, bien, la mayor parte del libro de todos modos. —Y no voy a ser capaz de tocarte. Te enviaré a casa con Stephan, y haré mi mejor esfuerzo para olvidarte. Mis hongos para la ansiedad; este acuerdo podría enviar todo a la mierda.
—¿Qué implica este acuerdo?
—Implica que no puedes revelar nada de lo que suceda entre nosotras. Nada a nadie.
Ella busca en mi cara y no sé si está confundida o disgustada.
Esto podría ir en cualquier dirección.
—De acuerdo. Firmaré —dice ella.
Bueno, eso fue fácil. Le entrego mi Mont Blanc y coloca la pluma en la línea de la firma.
—¿Ni siquiera vas a leerlo? —pregunto, repentinamente molesta.
—No.
—Brittany, debes leer siempre todo lo que firmes.
¿Cómo puede ser tan tonta? ¿Acaso sus padres no le enseñaron nada?
—Santana, lo que no puedes entender es que no hablaría de nosotras en ningún caso con nadie. Ni siquiera con Quinn. Así que da lo mismo si firmo un acuerdo o no. Si significa tanto para ti, o tu abogado, con quien tú obviamente hablas de mí, entonces está bien. Firmaré.
Tiene una respuesta para todo. Es refrescante.
—Buena puntualización, señorita Pierce —digo secamente.
Con una rápida mirada de desaprobación, firma.
Y antes de que pueda comenzar mi discurso, me pregunta:
—¿Quiere decir eso que vas a hacerme el amor esta noche, Santana?
¿Qué?
¿Yo?
¿Hacer el amor?
Oh, Lopez, vamos a desengañarla inmediatamente.
—No, Brittany, no quiere decir eso. En primer lugar, yo no hago el amor. Yo follo… duro.
Ella jadea. Eso la hizo pensar.
—En segundo lugar, tenemos mucho más papeleo que arreglar. Y en tercer lugar, todavía no sabes de lo que se trata. Todavía podrías salir corriendo. Ven, quiero mostrarte mi cuarto de juegos.
Está perpleja, una pequeña v formándose entre sus cejas.
—¿Quieres jugar con tu Xbox?
Me río a carcajadas.
Oh, nena...
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Cap 9
—No, Brittany, ni con el Xbox, ni el PlayStation. Ven. —De pie, le ofrezco mi mano, que toma de buena gana. La dirijo al pasillo y hacia arriba por las escaleras, donde me detengo en la puerta de mi cuarto de juegos, mi corazón martillando en mi pecho.
Esto es. Matar o morir. ¿Alguna vez he estado tan nerviosa? Al darme cuenta que mis deseos dependen de girar esta llave, abro la puerta, y en ese momento necesito tranquilizarla.
—Puedes irte en cualquier momento. El helicóptero está listo, esperando para llevarte a donde quieras ir; puedes pasar la noche aquí y volver a tú casa por la mañana. Lo que decidas, está bien.
—Abre la maldita puerta de una vez, Santana —dice con una expresión testaruda y con sus brazos cruzados.
Esta es una encrucijada. No quiero que corra. Pero nunca me he sentido así de expuesta. Incluso en manos de Elena... y sé que es porque ella no sabe nada sobre éste estilo de vida.
Abro la puerta y la sigo dentro mi cuarto de juegos.
Mi lugar seguro.
El único lugar en el que realmente soy yo misma.
Britt se encuentra en medio del cuarto, estudiando toda la parafernalia que es una parte tan importante de mi vida: los látigos, los bastones, la cama, la banca... Está en silencio, observando todo, y todo lo que escucho es el latido ensordecedor de mi corazón mientas la sangre se precipita más allá de mis tímpanos.
Ahora ya lo sabes.
Esta soy yo.
Ella se da vuelta y me muestra una mirada penetrante mientras espero a que diga algo, pero prolonga mi agonía y camina más en la habitación, obligándome a seguirla.
Sus dedos se arrastran sobre un látigo de gamuza, uno de mis favoritos. Le digo cómo se llama, pero ella no responde. Se acerca a la cama, con las manos explorando, sus dedos corriendo sobre uno de los pilares tallados.
—Di algo —le pido. Su silencio es insoportable. Necesito saber si está de acuerdo.
—¿Haces esto a la gente o te lo hacen a ti?
¡Por fin!
—¿A la gente? —Quiero resoplar—. Hago esto a mujeres que quieren que se lo haga.
Está dispuesta a dialogar. Hay esperanza.
Ella frunce el ceño.
—Si tienes voluntarias dispuestas, ¿por qué estoy aquí?
—Porque quiero hacer esto contigo, lo deseo. —Visiones de ella atada en diversas posiciones alrededor del cuarto abruman a mi imaginación; en la cruz, en la cama, sobre la banca...
—Oh —dice, y se pasea por la banca. Mis ojos se sienten atraídos por sus dedos inquisitivos acariciando el cuero. Su toque es curioso, lento y sensual; ¿siquiera es consciente de eso?
—¿Eres una sádica? —dice, sobresaltándome.
Mierda. Ella me ve.
—Soy una Ama —digo rápidamente, esperando cambiar de conversación.
—¿Qué significa eso? —interroga, sorprendida, creo.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
—¿Por qué haría eso?
—Para complacerme —le susurro. Esto es lo que necesito de ti—. En términos muy simples, quiero que quieras complacerme.
—¿Cómo puedo hacer eso? —Suspira.
—Tengo reglas, y quiero que cumplas con ellas. Son para tu beneficio y para mi placer. Si sigues estas reglas para complacerme, te recompensaré. Si no lo haces, deberé castigarte, y aprenderás.
Y no puedo esperar para entrenarte. En todos los sentidos.
Se queda mirando a los bastones detrás de la banca.
—Y, ¿en qué momento entra todo esto en juego? —Ondea con la mano a sus alrededores.
—Todo esto es parte del paquete de incentivos. Tanto la recompensa, como el castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí.
Al clavo, Señorita Pierce.
—Se trata de ganar tu confianza y tu respeto, de esa manera me dejarás ejercer mi voluntad sobre ti. —Necesito tu permiso, bella—. Ganaré una gran cantidad de placer, incluso alegría, en tu sumisión. Cuanto más te sometas, mayor es mi alegría, es una ecuación muy simple.
—De acuerdo, ¿y que gano yo con todo esto?
—A mí. —Me encojo de hombros. Eso es, bella. Solo a mí. Todo de mí. Y tú también encontrarás placer...
Sus ojos se abren fraccionadamente mientas me mira fijamente, sin decir nada. Es exasperante.
—Brittany, no hay manera de saber lo que piensas. Volvamos abajo, así podré concentrarme mejor. Me desconcentro mucho contigo aquí.
Le extiendo mi mano y, por primera vez, ella ve de mi mano a mi cara, indecisa.
Mierda.
La he asustado.
—No voy a hacerte daño, Brittany.
Tentativamente pone su mano en la mía. Estoy eufórica. Ella no ha huido.
Aliviada, decido mostrarle el dormitorio de la sumisa.
—Quiero mostrarte algo, por si aceptas. —La llevo por el pasillo—. Esta será tu habitación. Puedes decorarla como gustes, tener lo que quieras aquí.
—¿Mi habitación? ¿Estás esperando que me mude aquí? —chirría con incredulidad.
Bueno. Tal vez debería haber dejado esto para más tarde.
—A vivir no —le aseguro—. Solo, digamos, de la noche del viernes a domingo. Tenemos que hablar de todo eso. Negociar. Si deseas hacer esto.
—¿Dormiré aquí?
—Sí.
—No contigo.
—No. Te lo dije, no duermo con nadie, solo contigo te has emborrachado hasta perder el sentido
—¿Dónde duermes?
—Mi habitación está bajando las escaletas. Vamos, debes tener hambre.
—Extrañamente, me parece que he perdido el apetito —declara, con su obstinada expresión familiar.
—Brittany, tienes que comer.
Sus hábitos alimenticios serán una de las primeras cuestiones que trabajaré si ella está de acuerdo en ser mía... eso, y su inquietud.
¡Deja de adelantarte a los hechos, López!
—Soy totalmente consciente de que estoy llevándote por un camino oscuro, Brittany, y por eso quiero de verdad que te lo pienses bien.
Ella me sigue abajo a la sala una vez más.
—Seguro que tienes cosas que preguntarme. Has firmado el acuerdo de confidencialidad, así que puedes preguntarme lo que quieras y te contestaré.
Si esto va a funcionar, ella va a tener que comunicarse.
En la cocina, abro el refrigerador y encuentro un gran plato de queso y algunas uvas. Gail no esperaba que tuviera compañía, y esto no es suficiente...
Me pregunto si debo pedir un poco de comida a domicilio. ¿O tal vez salir con ella? Como en una cita.
Otra cita.
No quiero generar altas expectativas como esas.
No tengo citas.
Solo con ella...
El pensamiento es irritante. Hay baguette en la canasta de pan. Pan y queso tendrán que ser. Además, ella dice que no tiene hambre.
—Siéntate. —Señalo uno de los taburetes y Britt se sienta y me da una mirada fija a los ojos.
—Has hablado de papeleo —dice ella.
—Sí.
—¿Que papeleo?
—Bueno, aparte del acuerdo de confidencialidad, un contrato estipulando lo que haremos y lo que no haremos. Tengo que saber cuáles son tus límites, y tú tienes que saber cuáles son los míos. Se trata de un consenso, Brittany.
—¿Y si no quiero hacer esto?
Mierda.
—Eso está bien —miento.
—Pero, ¿no tendríamos ningún tipo de relación?
—No.
—¿Por qué?
—Este es el único tipo de relación que me interesa.
—¿Por qué?
—Esta es la manera que soy.
—¿Cómo llegaste a ser de esta manera?
—¿Por qué cualquiera es de la manera en que es? Eso es un poco difícil de contestar. ¿Por qué a algunas personas les gusta el queso y otras personas lo odian? ¿Te gusta el queso? La Sra. Jones, mi ama de llaves, ha dejado esto para una cena tardía. —Pongo el plato delante de ella.
—¿Cuáles son las reglas que tengo que seguir?
—Las tengo por escrito. Las veremos una vez que hayamos comido.
—Realmente no tengo hambre —susurra.
—Comerás.
La mirada que me da es desafiante.
—¿Quieres otra copa de vino? —pregunto, como ofrenda de paz.
—Sí, por favor.
Vierto el vino en su copa y me siento a su lado.
—Te sentará bien alimentarte, Brittany.
Toma unas cuantas uvas.
¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que vas a comer?
—¿Hace mucho que estás metida en esto? —pregunta.
—Sí.
—¿Es fácil encontrar mujeres que quieran hacer esto?
Oh, si supieras.
—Te sorprenderías. —Mi tono es irónico.
—Entonces, ¿por qué yo? Realmente no entiendo. —Ella está totalmente desconcertada.
Bella, eres hermosa. ¿Por qué no iba a querer hacer esto contigo?
—Brittany, te he dicho. Hay algo acerca de ti. No puedo dejarte en paz. Soy como una polilla atraída por la luz. Te deseo demasiado, sobre todo ahora, cuando te estás mordiendo el labio de nuevo.
—Creo que tienes ese cliché al revés, del lado equivocado —dice en voz baja, y esa es una confesión inquietante.
—¡Come! —ordeno, para cambiar de tema.
—No. No he firmado nada todavía, así que creo que abusaré de mi libre albedrío por un tiempo más, si eso está bien contigo.
Oh... su boca inteligente.
—Como quiera, señorita Pierce. —Y oculto mi sonrisa.
—¿Cuántas mujeres? —pregunta, y revienta una uva dentro de esa boca.
—Quince. —Tengo que mirar hacia otro lado.
—¿Durante largos períodos de tiempo?
—Algunas sí.
—¿Alguna vez has herido a alguna?
—Sí.
—¿Grave?
—No. —Dawn estaba bien, aunque un poco sacudida por la experiencia. Y, para ser honesta, yo también lo estaba.
—¿Me harás daño a mí?
—¿Qué quieres decir?
—Físicamente, ¿quieres hacerme daño?
Solo lo que puedas soportar.
—Te castigaré cuando lo necesites, y será doloroso.
Por ejemplo, cuando te emborraches y te pongas en riesgo.
—¿Alguna vez te han golpeado? —pregunta.
—Sí.
Muchas, muchas veces. Elena era diabólicamente hábil con un bastón. Es el único contacto que podía tolerar.
Sus ojos se abren ampliamente y pone las uvas sin comer en su plato y toma otro sorbo de vino. Su falta de apetito es irritante y está afectando el mío. Tal vez debería hacerle frente y mostrarle las reglas.
—Vamos a discutir esto en mi estudio. Quiero mostrarte algo.
Ella me sigue y se sienta en la silla de cuero frente a mi escritorio mientras me apoyo contra él con los brazos cruzados.
Esto es lo que quiere saber. Es una bendición que esté curiosa, ella no ha corrido todavía. Dado que el contrato descansa sobre mi escritorio, tomo una de las páginas y se la doy.
—Estas son las normas. Podemos cambiarlas. Forman parte del contrato, que también te daré. Léelas y las comentamos.
Sus ojos escanean la página.
—¿Límites infranqueables? —pregunta.
—Sí. Lo que no harás, lo que no haré, tenemos que especificarlo en nuestro acuerdo.
—No estoy segura de que vaya a aceptar dinero para ropa. No me parece bien.
—Quiero gastar dinero en ti. Déjame comprarte algo de ropa. Es posible que necesite que me acompañes a los eventos.
López, ¿qué estás diciendo? Esta sería una primera vez.
—Y quiero que vistas bien. Estoy segura de que tu salario, cuando consigas un trabajo, no cubrirá el tipo de ropa que me gustaría que uses.
—¿No tengo que usarla cuando no esté contigo?
—No.
—De acuerdo. No quiero hacer ejercicio cuatro veces a la semana.
—Brittany, te necesito flexible, fuerte y con resistencia. Confía en mí, tienes que ejercitarte.
—Pero seguramente no cuatro veces a la semana. ¿Qué tal tres?
—Quiero que sean cuatro.
—¿Pensé que esto era una negociación?
Una vez más, ella está desarmándome, restregándome mi mierda.
—Muy bien, Señorita Pierce, otro punto bien anotado. ¿Qué te parece una hora tres días por semana, y media hora otro día?
—Tres días, tres horas. Tengo la impresión de que vas a mantenerme ejercitada cuando esté aquí.
Oh, eso espero.
—Sí, lo haré. Bien, estoy de acuerdo. ¿Estás segura de que no quieres hacer las prácticas en mi empresa? Eres buena negociando.
—No, no creo que esa sea una buena idea.
Por supuesto que tiene razón. Y esa es mi regla número uno: Nunca follar con el personal.
—Así que, los límites. Estos son los míos. —Le entrego la lista.
Esto es, todo o nada.
Conozco mis límites de memoria, y mentalmente marco la casilla de la lista mientras la veo leer. Su cara se pone más y más pálida mientras se acerca al final.
Maldita sea, espero que esto no la asuste demasiado.
La deseo. Quiero su sumisión... demasiado.
Ella traga, mirando nerviosamente hacia mí. ¿Cómo puedo convencerla de intentarlo? Debería tranquilizarla, demostrarle que soy capaz de cuidarla.
—¿Hay algo que te gustaría agregar?
En el fondo, espero que no agregue nada. Quiero carta abierta con ella. Me mira, todavía sin palabras. Es irritante. No estoy acostumbrada a esperar por respuestas.
—¿Hay algo que no quieras hacer? —La apresuro.
—No lo sé.
No es la respuesta que estaba esperando.
—¿Qué quieres decir con que no lo sabes?
Ella se mueve en su asiento, luciendo incómoda, sus dientes jugando con su labio inferior. Una vez más.
—Nunca he hecho algo como esto.
Infiernos, por supuesto que no.
Paciencia, López. Por el amor de Dios. Le has lanzado una gran cantidad de información.
Continúo con mi suave enfoque. Esto es nuevo.
—Bueno, ¿ha habido algo que no te ha gustado hacer en el sexo?—Y me acuerdo del fotógrafo hurgando todo sobre ella ayer.
Ella destella y mi interés se despierta. ¿Qué ha hecho que no le gustó? ¿Es aventurera en la cama? Parece tan… inocente. Normalmente, eso no me parece atractivo.
—Puedes decírmelo, Brittany. Si no somos sinceras, no va a funcionar.—Realmente tengo que animarla a relajarse, ni siquiera hablará acerca del sexo. Se retuerce de nuevo y mira fijamente a sus dedos.
Vamos, Britt.
—Dime —ordeno.
Dulce Señor, ella es frustrante.
—Bueno… nunca he tenido relaciones sexuales, así que no sé —susurra.
La tierra deja de girar.
Maldita sea, no creo eso.
¿Cómo?
¿Por qué?
¡Mierda!
—¿Nunca? —Estoy incrédula.
Ella niega con la cabeza, con los ojos muy abiertos.
—¿Eres virgen?
Yo no lo creo.
Asiente, avergonzada. Cierro los ojos. No puedo mirarla.
¿Cómo demonios se puso esto tan complicado?
La ira se precipita a través de mí.
¿Qué puedo hacer con una virgen?
Miro hacia ella mientras la furia surge a través de mi cuerpo.
—¿Por qué mierda no me lo dijiste? —gruño, y empiezo a pasear en mi estudio.
¿Qué quiero con una virgen?
Ella se encoge de hombros como disculpándose, ante la pérdida de palabras.
—No entiendo por qué no me lo dijiste. —La desesperación es evidente en mi voz.
—El tema nunca se presentó —dice—. No tengo por costumbre ir contando por ahí mi vida sexual. Además… apenas nos conocemos.
Como siempre, es un punto a su favor.
No puedo creer que le haya dado el recorrido a mi cuarto de juegos, gracias al cielo por el ADC.
—Bueno, ahora sabes mucho más acerca de mí —resoplo—. Sabía que eras inexperta, pero, ¡una virgen! Diablos, Britt, acabo de mostrarte...
No solo el cuarto de juegos: mis reglas, mis límites infranqueables. Ella no sabe nada. ¿Cómo podría hacer esto?
—Que Dios me perdone —murmuro en voz baja. Estoy tan perdida.
Un pensamiento sorprendente se me ocurre, nuestro primer beso en el ascensor, donde podría haberla follado justo allí y entonces, ¿fue ese su primer beso?
—¿Alguna vez te han besado, aparte de por mí? —Por favor, di que sí.
—Por supuesto. —Se ve ofendida. Sí, ha sido besada, pero no a menudo. Y por alguna razón, el pensamiento es... placentero.
—Y, alguna chica o chico agradable, ¿no se ha tirado a tus pies? Es solo que no entiendo. Tienes veintiún años, casi veintidós años. Eres hermosa.
¿Por qué nadie la ha llevado a la cama?
Mierda, tal vez es religiosa. No, Welch lo habría descubierto.
Ella mira hacia abajo a sus dedos, y creo que está sonriendo. ¿Piensa que esto es gracioso? Podría patearme a mí misma.
—¿Y de verdad estás hablando de lo que quiero hacer cuando no tienes experiencia?
Me faltan las palabras. ¿Cómo puede ser esto posible?
—¿Cómo has evitado el sexo? Cuéntame, por favor. —Porque no lo entiendo. Está en la universidad, y de lo que recuerdo de la universidad, todos los chicos estaban follando como conejos.
Todos ellos. Excepto yo.
El pensamiento es uno oscuro, pero lo empujo a un lado por el momento.
Britt se encoge de hombros, sus pequeños hombros levantándose ligeramente.
—Nadie realmente, ya sabes... —Ella se apaga.
¿Nadie qué? ¿Ha visto cuán atractiva eres? Nadie estuvo altura de sus expectativas, ¿y yo sí?
¿Yo?
Ella realmente no sabe nada. ¿Cómo podría ser una sumisa si no tiene ni idea sobre el sexo? Esto no va a pasar... y todo el trabajo preliminar que he hecho ha sido en vano. No puedo cerrar este trato.
—¿Por qué estás tan enojada conmigo? —susurra.
Por supuesto, ella pensaría eso. Haz esto bien, López.
—No estoy enojada contigo, estoy enojada conmigo misma. Simplemente asumí… —¿Por qué infiernos estaría enojada contigo? Esto es un desastre. Paso mis manos a través de mi cabello, tratando de refrenar mi temperamento.
—¿Quieres irte? —pregunto, preocupada.
—No a menos que quieras que me vaya —dice suavemente, su voz teñida con pesar.
—Por supuesto que no. Me gusta tenerte aquí.
La afirmación me sorprende mientras la digo.
Me gusta tenerla aquí. Estar con ella. Es tan… diferente. Y quiero follarla, y azotarla, y ver su piel alabastro volverse color rosa bajo mis manos. Eso está fuera de discusión ahora ¿Verdad? Quizás no el follar… quizás podría. El pensamiento es una revelación. Puedo llevarla a la cama. Tomarla. Sería una nueva experiencia para ambas. ¿Querría ella? Me había preguntado antes si iba a hacerle el amor. Podría tratar, sin atarla.
Pero ella podría tocarme.
Joder. Bajo la mirada a mi reloj y noto la hora. Es tarde. Cuando vuelvo a mirarla, la visión de ella jugando con su labio inferior me excita.
Aún la deseo, a pesar de su inocencia. ¿Podría llevarla a la cama? ¿Querría ella, sabiendo lo que sabe sobre mí ahora? Infiernos, no tengo idea. ¿Debería preguntarle? Pero me está excitando, mordiendo su labio otra vez.
Lo señalo y se disculpa.
—No te disculpes. Es solo que yo también quiero morderlo… duro.
Su respiración se engancha.
Oh. Quizás está interesada. Sí. Vamos a hacerlo. Mi decisión está tomada.
—Ven —ofrezco, tendiendo mi mano.
—¿Qué?
—Vamos a rectificar tu situación ahora.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué situación?
—Tu situación, Britt. Voy a hacerte el amor, ahora.
—Oh.
—Eso si tú quieres. Quiero decir, no quiero presionar a mi suerte.
—Creí que tú no hacías el amor. Creí que follabas duro —dice, su voz ronca y tan malditamente seductora, sus ojos abiertos, pupilas dilatadas. Sonrojada con el deseo.
Quiere esto también.
Y una emoción totalmente inesperada se despliega en mi interior.
—Puedo hacer una excepción, o quizá combinar las dos cosas. Ya veremos. De verdad quiero hacerte el amor. Ven a la cama conmigo, por favor. Quiero que nuestro acuerdo funcione, pero tienes que hacerte una idea de dónde estás metiéndote. Podemos empezar tu entrenamiento esta noche… con lo básico. No quiere decir que venga con flores y corazones. Es un medio para llegar a un fin, pero quiero ese fin y espero que tú lo quieras también.
Las palabras se precipitan en un torrente.
¡López! ¡Contrólate!
Sus mejillas se sonrojan.
Vamos, Britt, sí o no. Estoy muriendo aquí…
Esto es. Matar o morir. ¿Alguna vez he estado tan nerviosa? Al darme cuenta que mis deseos dependen de girar esta llave, abro la puerta, y en ese momento necesito tranquilizarla.
—Puedes irte en cualquier momento. El helicóptero está listo, esperando para llevarte a donde quieras ir; puedes pasar la noche aquí y volver a tú casa por la mañana. Lo que decidas, está bien.
—Abre la maldita puerta de una vez, Santana —dice con una expresión testaruda y con sus brazos cruzados.
Esta es una encrucijada. No quiero que corra. Pero nunca me he sentido así de expuesta. Incluso en manos de Elena... y sé que es porque ella no sabe nada sobre éste estilo de vida.
Abro la puerta y la sigo dentro mi cuarto de juegos.
Mi lugar seguro.
El único lugar en el que realmente soy yo misma.
Britt se encuentra en medio del cuarto, estudiando toda la parafernalia que es una parte tan importante de mi vida: los látigos, los bastones, la cama, la banca... Está en silencio, observando todo, y todo lo que escucho es el latido ensordecedor de mi corazón mientas la sangre se precipita más allá de mis tímpanos.
Ahora ya lo sabes.
Esta soy yo.
Ella se da vuelta y me muestra una mirada penetrante mientras espero a que diga algo, pero prolonga mi agonía y camina más en la habitación, obligándome a seguirla.
Sus dedos se arrastran sobre un látigo de gamuza, uno de mis favoritos. Le digo cómo se llama, pero ella no responde. Se acerca a la cama, con las manos explorando, sus dedos corriendo sobre uno de los pilares tallados.
—Di algo —le pido. Su silencio es insoportable. Necesito saber si está de acuerdo.
—¿Haces esto a la gente o te lo hacen a ti?
¡Por fin!
—¿A la gente? —Quiero resoplar—. Hago esto a mujeres que quieren que se lo haga.
Está dispuesta a dialogar. Hay esperanza.
Ella frunce el ceño.
—Si tienes voluntarias dispuestas, ¿por qué estoy aquí?
—Porque quiero hacer esto contigo, lo deseo. —Visiones de ella atada en diversas posiciones alrededor del cuarto abruman a mi imaginación; en la cruz, en la cama, sobre la banca...
—Oh —dice, y se pasea por la banca. Mis ojos se sienten atraídos por sus dedos inquisitivos acariciando el cuero. Su toque es curioso, lento y sensual; ¿siquiera es consciente de eso?
—¿Eres una sádica? —dice, sobresaltándome.
Mierda. Ella me ve.
—Soy una Ama —digo rápidamente, esperando cambiar de conversación.
—¿Qué significa eso? —interroga, sorprendida, creo.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
—¿Por qué haría eso?
—Para complacerme —le susurro. Esto es lo que necesito de ti—. En términos muy simples, quiero que quieras complacerme.
—¿Cómo puedo hacer eso? —Suspira.
—Tengo reglas, y quiero que cumplas con ellas. Son para tu beneficio y para mi placer. Si sigues estas reglas para complacerme, te recompensaré. Si no lo haces, deberé castigarte, y aprenderás.
Y no puedo esperar para entrenarte. En todos los sentidos.
Se queda mirando a los bastones detrás de la banca.
—Y, ¿en qué momento entra todo esto en juego? —Ondea con la mano a sus alrededores.
—Todo esto es parte del paquete de incentivos. Tanto la recompensa, como el castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí.
Al clavo, Señorita Pierce.
—Se trata de ganar tu confianza y tu respeto, de esa manera me dejarás ejercer mi voluntad sobre ti. —Necesito tu permiso, bella—. Ganaré una gran cantidad de placer, incluso alegría, en tu sumisión. Cuanto más te sometas, mayor es mi alegría, es una ecuación muy simple.
—De acuerdo, ¿y que gano yo con todo esto?
—A mí. —Me encojo de hombros. Eso es, bella. Solo a mí. Todo de mí. Y tú también encontrarás placer...
Sus ojos se abren fraccionadamente mientas me mira fijamente, sin decir nada. Es exasperante.
—Brittany, no hay manera de saber lo que piensas. Volvamos abajo, así podré concentrarme mejor. Me desconcentro mucho contigo aquí.
Le extiendo mi mano y, por primera vez, ella ve de mi mano a mi cara, indecisa.
Mierda.
La he asustado.
—No voy a hacerte daño, Brittany.
Tentativamente pone su mano en la mía. Estoy eufórica. Ella no ha huido.
Aliviada, decido mostrarle el dormitorio de la sumisa.
—Quiero mostrarte algo, por si aceptas. —La llevo por el pasillo—. Esta será tu habitación. Puedes decorarla como gustes, tener lo que quieras aquí.
—¿Mi habitación? ¿Estás esperando que me mude aquí? —chirría con incredulidad.
Bueno. Tal vez debería haber dejado esto para más tarde.
—A vivir no —le aseguro—. Solo, digamos, de la noche del viernes a domingo. Tenemos que hablar de todo eso. Negociar. Si deseas hacer esto.
—¿Dormiré aquí?
—Sí.
—No contigo.
—No. Te lo dije, no duermo con nadie, solo contigo te has emborrachado hasta perder el sentido
—¿Dónde duermes?
—Mi habitación está bajando las escaletas. Vamos, debes tener hambre.
—Extrañamente, me parece que he perdido el apetito —declara, con su obstinada expresión familiar.
—Brittany, tienes que comer.
Sus hábitos alimenticios serán una de las primeras cuestiones que trabajaré si ella está de acuerdo en ser mía... eso, y su inquietud.
¡Deja de adelantarte a los hechos, López!
—Soy totalmente consciente de que estoy llevándote por un camino oscuro, Brittany, y por eso quiero de verdad que te lo pienses bien.
Ella me sigue abajo a la sala una vez más.
—Seguro que tienes cosas que preguntarme. Has firmado el acuerdo de confidencialidad, así que puedes preguntarme lo que quieras y te contestaré.
Si esto va a funcionar, ella va a tener que comunicarse.
En la cocina, abro el refrigerador y encuentro un gran plato de queso y algunas uvas. Gail no esperaba que tuviera compañía, y esto no es suficiente...
Me pregunto si debo pedir un poco de comida a domicilio. ¿O tal vez salir con ella? Como en una cita.
Otra cita.
No quiero generar altas expectativas como esas.
No tengo citas.
Solo con ella...
El pensamiento es irritante. Hay baguette en la canasta de pan. Pan y queso tendrán que ser. Además, ella dice que no tiene hambre.
—Siéntate. —Señalo uno de los taburetes y Britt se sienta y me da una mirada fija a los ojos.
—Has hablado de papeleo —dice ella.
—Sí.
—¿Que papeleo?
—Bueno, aparte del acuerdo de confidencialidad, un contrato estipulando lo que haremos y lo que no haremos. Tengo que saber cuáles son tus límites, y tú tienes que saber cuáles son los míos. Se trata de un consenso, Brittany.
—¿Y si no quiero hacer esto?
Mierda.
—Eso está bien —miento.
—Pero, ¿no tendríamos ningún tipo de relación?
—No.
—¿Por qué?
—Este es el único tipo de relación que me interesa.
—¿Por qué?
—Esta es la manera que soy.
—¿Cómo llegaste a ser de esta manera?
—¿Por qué cualquiera es de la manera en que es? Eso es un poco difícil de contestar. ¿Por qué a algunas personas les gusta el queso y otras personas lo odian? ¿Te gusta el queso? La Sra. Jones, mi ama de llaves, ha dejado esto para una cena tardía. —Pongo el plato delante de ella.
—¿Cuáles son las reglas que tengo que seguir?
—Las tengo por escrito. Las veremos una vez que hayamos comido.
—Realmente no tengo hambre —susurra.
—Comerás.
La mirada que me da es desafiante.
—¿Quieres otra copa de vino? —pregunto, como ofrenda de paz.
—Sí, por favor.
Vierto el vino en su copa y me siento a su lado.
—Te sentará bien alimentarte, Brittany.
Toma unas cuantas uvas.
¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que vas a comer?
—¿Hace mucho que estás metida en esto? —pregunta.
—Sí.
—¿Es fácil encontrar mujeres que quieran hacer esto?
Oh, si supieras.
—Te sorprenderías. —Mi tono es irónico.
—Entonces, ¿por qué yo? Realmente no entiendo. —Ella está totalmente desconcertada.
Bella, eres hermosa. ¿Por qué no iba a querer hacer esto contigo?
—Brittany, te he dicho. Hay algo acerca de ti. No puedo dejarte en paz. Soy como una polilla atraída por la luz. Te deseo demasiado, sobre todo ahora, cuando te estás mordiendo el labio de nuevo.
—Creo que tienes ese cliché al revés, del lado equivocado —dice en voz baja, y esa es una confesión inquietante.
—¡Come! —ordeno, para cambiar de tema.
—No. No he firmado nada todavía, así que creo que abusaré de mi libre albedrío por un tiempo más, si eso está bien contigo.
Oh... su boca inteligente.
—Como quiera, señorita Pierce. —Y oculto mi sonrisa.
—¿Cuántas mujeres? —pregunta, y revienta una uva dentro de esa boca.
—Quince. —Tengo que mirar hacia otro lado.
—¿Durante largos períodos de tiempo?
—Algunas sí.
—¿Alguna vez has herido a alguna?
—Sí.
—¿Grave?
—No. —Dawn estaba bien, aunque un poco sacudida por la experiencia. Y, para ser honesta, yo también lo estaba.
—¿Me harás daño a mí?
—¿Qué quieres decir?
—Físicamente, ¿quieres hacerme daño?
Solo lo que puedas soportar.
—Te castigaré cuando lo necesites, y será doloroso.
Por ejemplo, cuando te emborraches y te pongas en riesgo.
—¿Alguna vez te han golpeado? —pregunta.
—Sí.
Muchas, muchas veces. Elena era diabólicamente hábil con un bastón. Es el único contacto que podía tolerar.
Sus ojos se abren ampliamente y pone las uvas sin comer en su plato y toma otro sorbo de vino. Su falta de apetito es irritante y está afectando el mío. Tal vez debería hacerle frente y mostrarle las reglas.
—Vamos a discutir esto en mi estudio. Quiero mostrarte algo.
Ella me sigue y se sienta en la silla de cuero frente a mi escritorio mientras me apoyo contra él con los brazos cruzados.
Esto es lo que quiere saber. Es una bendición que esté curiosa, ella no ha corrido todavía. Dado que el contrato descansa sobre mi escritorio, tomo una de las páginas y se la doy.
—Estas son las normas. Podemos cambiarlas. Forman parte del contrato, que también te daré. Léelas y las comentamos.
Sus ojos escanean la página.
—¿Límites infranqueables? —pregunta.
—Sí. Lo que no harás, lo que no haré, tenemos que especificarlo en nuestro acuerdo.
—No estoy segura de que vaya a aceptar dinero para ropa. No me parece bien.
—Quiero gastar dinero en ti. Déjame comprarte algo de ropa. Es posible que necesite que me acompañes a los eventos.
López, ¿qué estás diciendo? Esta sería una primera vez.
—Y quiero que vistas bien. Estoy segura de que tu salario, cuando consigas un trabajo, no cubrirá el tipo de ropa que me gustaría que uses.
—¿No tengo que usarla cuando no esté contigo?
—No.
—De acuerdo. No quiero hacer ejercicio cuatro veces a la semana.
—Brittany, te necesito flexible, fuerte y con resistencia. Confía en mí, tienes que ejercitarte.
—Pero seguramente no cuatro veces a la semana. ¿Qué tal tres?
—Quiero que sean cuatro.
—¿Pensé que esto era una negociación?
Una vez más, ella está desarmándome, restregándome mi mierda.
—Muy bien, Señorita Pierce, otro punto bien anotado. ¿Qué te parece una hora tres días por semana, y media hora otro día?
—Tres días, tres horas. Tengo la impresión de que vas a mantenerme ejercitada cuando esté aquí.
Oh, eso espero.
—Sí, lo haré. Bien, estoy de acuerdo. ¿Estás segura de que no quieres hacer las prácticas en mi empresa? Eres buena negociando.
—No, no creo que esa sea una buena idea.
Por supuesto que tiene razón. Y esa es mi regla número uno: Nunca follar con el personal.
—Así que, los límites. Estos son los míos. —Le entrego la lista.
Esto es, todo o nada.
Conozco mis límites de memoria, y mentalmente marco la casilla de la lista mientras la veo leer. Su cara se pone más y más pálida mientras se acerca al final.
Maldita sea, espero que esto no la asuste demasiado.
La deseo. Quiero su sumisión... demasiado.
Ella traga, mirando nerviosamente hacia mí. ¿Cómo puedo convencerla de intentarlo? Debería tranquilizarla, demostrarle que soy capaz de cuidarla.
—¿Hay algo que te gustaría agregar?
En el fondo, espero que no agregue nada. Quiero carta abierta con ella. Me mira, todavía sin palabras. Es irritante. No estoy acostumbrada a esperar por respuestas.
—¿Hay algo que no quieras hacer? —La apresuro.
—No lo sé.
No es la respuesta que estaba esperando.
—¿Qué quieres decir con que no lo sabes?
Ella se mueve en su asiento, luciendo incómoda, sus dientes jugando con su labio inferior. Una vez más.
—Nunca he hecho algo como esto.
Infiernos, por supuesto que no.
Paciencia, López. Por el amor de Dios. Le has lanzado una gran cantidad de información.
Continúo con mi suave enfoque. Esto es nuevo.
—Bueno, ¿ha habido algo que no te ha gustado hacer en el sexo?—Y me acuerdo del fotógrafo hurgando todo sobre ella ayer.
Ella destella y mi interés se despierta. ¿Qué ha hecho que no le gustó? ¿Es aventurera en la cama? Parece tan… inocente. Normalmente, eso no me parece atractivo.
—Puedes decírmelo, Brittany. Si no somos sinceras, no va a funcionar.—Realmente tengo que animarla a relajarse, ni siquiera hablará acerca del sexo. Se retuerce de nuevo y mira fijamente a sus dedos.
Vamos, Britt.
—Dime —ordeno.
Dulce Señor, ella es frustrante.
—Bueno… nunca he tenido relaciones sexuales, así que no sé —susurra.
La tierra deja de girar.
Maldita sea, no creo eso.
¿Cómo?
¿Por qué?
¡Mierda!
—¿Nunca? —Estoy incrédula.
Ella niega con la cabeza, con los ojos muy abiertos.
—¿Eres virgen?
Yo no lo creo.
Asiente, avergonzada. Cierro los ojos. No puedo mirarla.
¿Cómo demonios se puso esto tan complicado?
La ira se precipita a través de mí.
¿Qué puedo hacer con una virgen?
Miro hacia ella mientras la furia surge a través de mi cuerpo.
—¿Por qué mierda no me lo dijiste? —gruño, y empiezo a pasear en mi estudio.
¿Qué quiero con una virgen?
Ella se encoge de hombros como disculpándose, ante la pérdida de palabras.
—No entiendo por qué no me lo dijiste. —La desesperación es evidente en mi voz.
—El tema nunca se presentó —dice—. No tengo por costumbre ir contando por ahí mi vida sexual. Además… apenas nos conocemos.
Como siempre, es un punto a su favor.
No puedo creer que le haya dado el recorrido a mi cuarto de juegos, gracias al cielo por el ADC.
—Bueno, ahora sabes mucho más acerca de mí —resoplo—. Sabía que eras inexperta, pero, ¡una virgen! Diablos, Britt, acabo de mostrarte...
No solo el cuarto de juegos: mis reglas, mis límites infranqueables. Ella no sabe nada. ¿Cómo podría hacer esto?
—Que Dios me perdone —murmuro en voz baja. Estoy tan perdida.
Un pensamiento sorprendente se me ocurre, nuestro primer beso en el ascensor, donde podría haberla follado justo allí y entonces, ¿fue ese su primer beso?
—¿Alguna vez te han besado, aparte de por mí? —Por favor, di que sí.
—Por supuesto. —Se ve ofendida. Sí, ha sido besada, pero no a menudo. Y por alguna razón, el pensamiento es... placentero.
—Y, alguna chica o chico agradable, ¿no se ha tirado a tus pies? Es solo que no entiendo. Tienes veintiún años, casi veintidós años. Eres hermosa.
¿Por qué nadie la ha llevado a la cama?
Mierda, tal vez es religiosa. No, Welch lo habría descubierto.
Ella mira hacia abajo a sus dedos, y creo que está sonriendo. ¿Piensa que esto es gracioso? Podría patearme a mí misma.
—¿Y de verdad estás hablando de lo que quiero hacer cuando no tienes experiencia?
Me faltan las palabras. ¿Cómo puede ser esto posible?
—¿Cómo has evitado el sexo? Cuéntame, por favor. —Porque no lo entiendo. Está en la universidad, y de lo que recuerdo de la universidad, todos los chicos estaban follando como conejos.
Todos ellos. Excepto yo.
El pensamiento es uno oscuro, pero lo empujo a un lado por el momento.
Britt se encoge de hombros, sus pequeños hombros levantándose ligeramente.
—Nadie realmente, ya sabes... —Ella se apaga.
¿Nadie qué? ¿Ha visto cuán atractiva eres? Nadie estuvo altura de sus expectativas, ¿y yo sí?
¿Yo?
Ella realmente no sabe nada. ¿Cómo podría ser una sumisa si no tiene ni idea sobre el sexo? Esto no va a pasar... y todo el trabajo preliminar que he hecho ha sido en vano. No puedo cerrar este trato.
—¿Por qué estás tan enojada conmigo? —susurra.
Por supuesto, ella pensaría eso. Haz esto bien, López.
—No estoy enojada contigo, estoy enojada conmigo misma. Simplemente asumí… —¿Por qué infiernos estaría enojada contigo? Esto es un desastre. Paso mis manos a través de mi cabello, tratando de refrenar mi temperamento.
—¿Quieres irte? —pregunto, preocupada.
—No a menos que quieras que me vaya —dice suavemente, su voz teñida con pesar.
—Por supuesto que no. Me gusta tenerte aquí.
La afirmación me sorprende mientras la digo.
Me gusta tenerla aquí. Estar con ella. Es tan… diferente. Y quiero follarla, y azotarla, y ver su piel alabastro volverse color rosa bajo mis manos. Eso está fuera de discusión ahora ¿Verdad? Quizás no el follar… quizás podría. El pensamiento es una revelación. Puedo llevarla a la cama. Tomarla. Sería una nueva experiencia para ambas. ¿Querría ella? Me había preguntado antes si iba a hacerle el amor. Podría tratar, sin atarla.
Pero ella podría tocarme.
Joder. Bajo la mirada a mi reloj y noto la hora. Es tarde. Cuando vuelvo a mirarla, la visión de ella jugando con su labio inferior me excita.
Aún la deseo, a pesar de su inocencia. ¿Podría llevarla a la cama? ¿Querría ella, sabiendo lo que sabe sobre mí ahora? Infiernos, no tengo idea. ¿Debería preguntarle? Pero me está excitando, mordiendo su labio otra vez.
Lo señalo y se disculpa.
—No te disculpes. Es solo que yo también quiero morderlo… duro.
Su respiración se engancha.
Oh. Quizás está interesada. Sí. Vamos a hacerlo. Mi decisión está tomada.
—Ven —ofrezco, tendiendo mi mano.
—¿Qué?
—Vamos a rectificar tu situación ahora.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué situación?
—Tu situación, Britt. Voy a hacerte el amor, ahora.
—Oh.
—Eso si tú quieres. Quiero decir, no quiero presionar a mi suerte.
—Creí que tú no hacías el amor. Creí que follabas duro —dice, su voz ronca y tan malditamente seductora, sus ojos abiertos, pupilas dilatadas. Sonrojada con el deseo.
Quiere esto también.
Y una emoción totalmente inesperada se despliega en mi interior.
—Puedo hacer una excepción, o quizá combinar las dos cosas. Ya veremos. De verdad quiero hacerte el amor. Ven a la cama conmigo, por favor. Quiero que nuestro acuerdo funcione, pero tienes que hacerte una idea de dónde estás metiéndote. Podemos empezar tu entrenamiento esta noche… con lo básico. No quiere decir que venga con flores y corazones. Es un medio para llegar a un fin, pero quiero ese fin y espero que tú lo quieras también.
Las palabras se precipitan en un torrente.
¡López! ¡Contrólate!
Sus mejillas se sonrojan.
Vamos, Britt, sí o no. Estoy muriendo aquí…
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
Fantástico como siempre sigue así !
Wanky...❤** - Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 24/06/2014
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
Huuuuu que bueno!!
saludos
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Cap 9
hola chicas disculpen la demora .... saludos y besos
Vamos, Britt, sí o no. Estoy muriendo aquí…
—Pero no he hecho todas las cosas que requieres en tu lista de normas. —Su voz es tímida. ¿Está asustada? Espero que no. No quiero que esté asustada.
—Olvídate de las reglas. Olvida todos esos detalles por esta noche. Te deseo. Te he deseado desde que caíste en mi oficina, y sé que también me deseas. No estarías sentada tranquilamente aquí, discutiendo sobre castigos y límites infranqueables si no lo hicieras. Por favor, Britt, quédate conmigo esta noche.
Ofrezco mi mano otra vez, y esta vez ella la toma. La jalo a mis brazos, sosteniéndola cerca de mi cuerpo. Jadea con sorpresa y la siento contra mí. La oscuridad está tranquila, quizás sometida por mi libido. La deseo. Es tan fascinante, esta chica me confunde, a cada paso del camino. Ya he revelado mi oscuro secreto, y aun así sigue aquí; no ha huido.
Mis dedos tiran de su cabello, acercando su rostro hasta el mío, y miro en sus cautivantes ojos.
—Eres una chica muy valiente —susurro—. Me tienes fascinada.
Me inclino y la beso suavemente, entonces pruebo su labio inferior con mis dientes.
—Quiero morder este labio. —Tiro fuerte y ella gimotea. Mi Clítoris se endurece en respuesta—. Por favor, Britt, déjame hacerte el amor —susurro contra su boca.
—Sí —responde; y mi cuerpo se ilumina como el Cuatro de Julio.
Contrólate, López. No he hecho arreglos en este lugar, no he dispuesto límites. Ella no es mía para hacer lo que quiera; y aun así estoy excitada. Deseosa. Es un sentimiento poco familiar y estimulante, el deseo por esta mujer atravesándome. Estoy en el mismo borde de una enorme montaña rusa.
¿Polvo Vainilla?
¿Puedo hacer esto?
Sin otra palabra, la conduzco fuera de mi estudio, a través de la sala y por el corredor hacia mi habitación. Ella me sigue, su mano apretada fuertemente en la mía.
Mierda. Exámenes rutinarios. Pero es verdad ella no se acostado con nadie Afortunadamente, Al menos no tengo que preocuparme por cada tipo o tipa con el que ha dormido.
La suelto cerca de la cama, caminando directo a mi cómoda, me quito mi reloj, las converse y medias.
—Asumo que no te has exámenes rutinarios.
Sacude su cabeza.
—Eso pensé.
Ella me estudia, sus ojos imposiblemente grandes en su hermoso rostro, y tengo un momento de vacilación. Se supone que este es un asunto importante para ella ¿No? Recuerdo mi primera vez con Elena, cuán vergonzoso fue… Pero qué celestial alivio. Profundamente en mi interior, sé que debería enviarla a casa. Pero la simple verdad es que no quiero que se vaya, y la deseo. Lo que es más, puedo ver el deseo reflejado en su expresión, en el oscurecimiento de sus ojos.
—¿Quieres que cierre las cortinas? —pregunto.
—No importa —dice—. Creí que no dejabas que nadie durmiera en tu cama.
—¿Quién dice que vamos a dormir?
—Oh. —Sus labios forman una pequeña y perfecta o. Mi clítoris se endurece más. Sí, me gustaría follar esa boca, esa o. La acecho como si fuera mi presa. Oh, bella, quiero enterrarme en ti. Su respiración es rápida y superficial. Sus mejillas están sonrosadas… es cautelosa, pero está excitada.
Está a mi merced, y saber eso me hace sentir poderosa. No tiene idea de lo que voy a hacerle.
—Vamos a quitar esta chaqueta ¿de acuerdo? —murmuro, y sostengo su barbilla entre mi pulgar y mi índice. Bajándola, la beso firmemente, moldeando sus labios con los míos. Devolviendo mi beso, es suave, dulce y receptiva, y tengo una sobrecogedora necesidad de verla, a toda ella. Deshago rápidamente sus botones, lentamente sacando su blusa y dejándola caer en el piso. Retrocedo para mirarla. Está llevando el sujetador azul pálido que Taylor compró.
Es impresionante.
—Oh, Britt. Tienes la más hermosa piel, pálida y perfecta. Quiero besar cada centímetro de ella.
No hay marca sobre ella. El pensamiento es inquietante. Quiero verla marcada… rosa… con pequeñas y delgadas marcas de una fusta, quizás.
Su piel se tiñe de un delicioso rosa; está avergonzada, sin duda. Sin hacer más, le enseñaré a no ser tímida con su cuerpo. La alcanzo, sacando la liga de su cabello, liberándolo. Cae exuberante y rubio alrededor de su rostro y sobre sus pechos.
—Mmm, me gustan las rubias. —Ella es encantadora, excepcional, una joya.
Sosteniendo su cabeza, paso mis dedos a través de su cabello y la jalo hacia mí, besándola. Ella gime contra mí, separando sus labios, dándome acceso a su cálida y húmeda boca. Los dulces y apreciativos sonidos hacen eco a través de mí; hasta la punta de mi clítoris. Su lengua tímidamente encuentra la mía, tentativamente probando mi boca, y por alguna razón, su torpe inexperiencia es… caliente.
Su sabor es exquisito. Vino, uvas e inocencia; una potente, embriagadora mezcla de sabores. Envuelvo mis brazos más cerca de ella, aliviada de que solo se sostenga a la parte superior de mis brazos. Con una mano en su cabello, manteniéndola en su lugar, paso la otra hacia abajo por su columna hasta su trasero y la empujo contra mí, contra mi humedad. Ella gime otra vez. Continúo besándola, instando a su lengua inexperta a explorar mi boca como exploro la suya. Mi cuerpo se tensa cuando mueve sus manos a mis brazos; y por un momento, me preocupa dónde me tocará la siguiente vez. Ella acaricia mi mejilla entonces mi cabello. Es un poco desconcertante. Pero cuando entierra sus dedos en mi cabello, tirando suavemente…
Demonios, se siente bien.
Gimo en respuesta, pero no puedo dejar que continúe. Antes de que pueda tocarme otra vez, la empujo hacia la cama y caigo sobre mis rodillas. La quiero fuera de esos jeans, quiero desnudarla, excitarla más, y… mantener sus manos fuera de mí. Agarrando sus caderas, paso mi lengua al norte de su la cinturilla de sus jeans hacia su ombligo.
Se tensa e inhala afiladamente. Joder, huele y sabe bien, como un huerto en primavera y quiero llenarla. Sus manos agarran en puños mi cabello una vez más, esta vez no me importa, de hecho, me gusta. Mordisqueo su cadera, y su agarre se aprieta en mi cabello. Sus ojos están cerrados, su boca relajada y está jadeando. Mientras subo y deshago el botón de sus jeans, abre sus ojos y nos estudiamos la una a la otra. Lentamente, bajo el cierre y muevo mis manos por su trasero.
Deslizando mis manos dentro de la cintura de sus jeans, mis palmas contra las suaves mejillas de su trasero, deslizo los jeans, sacándolos.
No puedo evitarlo. Quiero sacudirla… probar sus límites justo ahora. Sin quitar mis ojos de los suyos. Deliberadamente lamo mis labios, entonces me inclino hacia adelante y paso mi nariz por el centro de sus bragas, inhalando su excitación. Cerrando mis ojos, la saboreo.
Señor, es tentadora.
—Hueles bien.
Mi voz es ronca con deseo y mis jeans se están volviendo extremadamente incómodos. Necesito quitármelos ya. Suavemente, la empujo sobre la cama y, tomando su pie derecho, hago un rápido trabajo en remover su zapatilla y su media. Para probarla, paso la uña de mi pulgar por su empeine y ella se retuerce gratificantemente en la cama, su boca abierta, mirándome, fascinada. Inclinándome, trazo mi lengua a lo largo de su empeine, y mis dientes raspan la delgada línea que mi uña ha dejado a su paso. Ella se recuesta en la cama otra vez, sus ojos cerrados, gimiendo.
Es tan receptiva, es deliciosa.
—Oh, Britt, lo que podría hacerte —susurro, mientras imágenes de ella, removiéndose debajo de mí en mi salón de juegos, destella a través de mi mente, encadenada a mi cama de cuatro postes, inclinada sobre la mesa; suspendida en la cruz. Podría probarla y torturarla hasta que rogara por alivio… las imágenes hacen mis jeans incluso más húmedos.
Infiernos.
Rápidamente quito su otro zapato y media, y saco sus jeans. Está casi desnuda sobre mi cama, su cabello enmarcado su rostro perfectamente, sus largas y pálidas piernas extendidas como una invitación ante mí. Tengo que hacer concesiones por su inexperiencia, pero está jadeando. Deseando. Sus ojos fijos en los míos.
Nunca había follado a nadie en mi cama antes. Otra primera vez con la señorita Pierce.
—Eres muy hermosa, Brittany Pierce. No puedo esperar para estar en tu interior.
Mi voz es suave, quiero probarla un poco más, descubrir qué es lo que sabe.
—Muéstrame cómo te das placer —pregunto, mirándola con intención.
Ella frunce el ceño.
—No seas tímida, Britt, muéstrame.
Parte de mí desea azotar la timidez fuera de ella.
Sacude su cabeza.
—No sé a qué te refieres.
¿Está jugando conmigo?
—¿Cómo te haces venir? Quiero ver.
Ella permanece en silencio, claramente la he sorprendido otra vez.
—No lo hago —murmura finalmente, su voz sin aliento. La miro con incredulidad. Incluso yo solía masturbarme. Antes de que Elena hundiera sus garras en mí.
Ella probablemente nunca ha tenido un orgasmo; sin embargo encuentro esto difícil de creer. Vaya. Soy responsable de su primera follada y su primer orgasmo. Mejor hago que sea bueno.
—Bien, tendremos qué ver qué podemos hacer respecto a eso.
Voy a hacerte venir como un tren de carga, bella.
Infiernos; probablemente nunca ha visto una mujer o un hombre desnudo, tampoco. Si quitar mis ojos de los suyos, deshago el botón de mis jeans y los dejo caer sobre el piso, sin embargo no puedo arriesgarme a quitarme la camisa, porque ella podría tocarme.
Pero si lo hiciera ella… no podría ser tan malo ¿O sí? ¿Ser tocada?
Desvanezco el pensamiento antes de que la oscuridad aparezca, y sujeto sus caderas, abro sus piernas. Sus ojos abiertos y sus manos agarrando mis sábanas.
Sí. Mantén tus manos ahí, nena.
Me subo lentamente a la cama, entre sus piernas. Ella se estremece debajo de mí.
—Quédate quieta —le digo, y me inclino para besar la delicada piel en la parte interna de su pierna. Trazo una línea de besos por su pierna, sobre sus bragas, sobre su vientre, mordiendo y lamiendo mientras paso. Ella se retuerce debajo de mí.
—Vamos a tener que trabajar en hacer que te quedes quieta, bella.
Si me dejas.
Te enseñaré a solo absorber el placer y no moverte, intensificando cada toque, cada beso, cada prueba. El solo pensamiento es suficiente para hacerme desear enterrarme en ella, pero antes de que lo haga, quiero saber cuán receptiva es. Cuánto puede soportar. Está dejándome reinar libremente sobre su cuerpo. No vacila en nada. Ella desea esto…
realmente desea esto. Hundo mi lengua en su ombligo y continúo mi pausado viaje al norte, saboreándola. Cambio de posición, descansando junto a ella, una pierna aún entre las suyas. Mi mano pasa suavemente por su cuerpo, sobre su cadera, por su cintura, sobre su pecho. Gentilmente sosteniendo su pecho, tratando de medir su reacción. No vacila. No me detiene… confía en mí. ¿Puedo extender su confianza hasta dejarme tener completo dominio sobre su cuerpo… sobre ella? El pensamiento es excitante.
—Encajas perfectamente en mi mano, Brittany.
Hundiendo mi dedo en su sujetador, lo jalo hacia abajo, liberando su pecho. El pezón es pequeño, rosa, y ya está duro. Jalo la copa hacia abajo, de modo que la tela y su aro descansan bajo su pecho, forzándolo hacia arriba. Repito el proceso con la otra copa y miro, fascinada, mientras sus pezones crecen ante mi mirada fija. Vaya… Ni siquiera la he tocado aún.
—Muy lindo —susurro en apreciación, y soplo gentilmente sobre el pezón más cercano, mirando deleitado mientras se endurece y crece. Brittany cierra sus ojos y arquea su espalda.
Quédate quieta, bella, solo absorbe el placer, se sentirá mucho más intenso.
Soplando el otro pezón, ruedo el otro, gentilmente entre mi pulgar y mi índice. Ella agarra las sábanas fuertemente mientras me inclino y succiono, duro. Su cuerpo se arquea otra vez y grita.
—Vamos a ver si podemos hacerte venir de esta forma —susurro, y no me detengo. Ella empieza a gimotear.
Oh, sí, bella… siente esto.
Sus pezones crecen más y ella empieza a mecer sus caderas una y otra vez. Quédate quieta, bella. Te enseñaré a quedarte quieta.
—Oh, por favor —ruega. Sus piernas temblando. Está funcionando. Está cerca. Sigo mi lascivo asalto. Concentrado en cada pezón, observando su respuesta, sintiendo su placer, está distrayéndome. Dios, la deseo.
—Déjate ir, bella —murmuro, y tiro de su pezón con mis dientes. Ella grita mientras llega al clímax.
¡Sí!. Me muevo rápidamente para besarla, capturando sus gritos en mi boca. Está sin aliento y jadeando, perdida en su placer… mía. Poseo su primer orgasmo, y estoy ridículamente complacida ante la idea.
—Eres muy sensible. Vas a tener que aprender a controlar eso, y va a ser muy divertido enseñarte cómo.
No puedo esperar… pero, justo ahora, la deseo. Todo de ella. La beso una vez más y dejo mi mano viajar por su cuerpo, abajo hacia su vulva. La sostengo, sintiendo su calor. Deslizando mi dedo índice a través del raso de sus bragas, lentamente giro mi dedo…
joder, está mojada.
—Estás tan deliciosamente húmeda. Dios, te deseo —introduzco mi dedo en ella y grita. Está caliente, apretada y húmeda, y la deseo. Introduzco mi dedo en ella otra vez, tomando sus gritos en mi boca. Presiono mi palma contra su clítoris… empujando… girando. Grita y se retuerce debajo de mí.
Joder, la deseo… ahora. Está lista.
Sentándome, bajo sus bragas, luego mis bragas .Me arrodillo entre sus piernas, empujándolas más abiertas. Brittany me mira con… ¿Qué? ¿Vacilación? Probablemente nunca ha visto una mujer excitada antes.
—No te preocupes.—murmuro. Estirándome sobre ella, pongo mis manos a cada lado de su cabeza, soportando mi peso en mis codos. Dios, la deseo… pero compruebo si todavía está interesada—. ¿Realmente quieres hacer esto? —pregunto.
Por el amor de Dios, por favor no digas no.
—Por favor —ruega.
—Levanta tus rodillas —la instruyo. Así será más fácil.
¿Alguna vez he estado tan excitada? A penas puedo contenerme a mí misma. No lo entiendo… debe ser por ella.
¿Por qué?
López ¡Enfócate!
Me posiciono de modo que pueda tomarla a mi antojo. Sus ojos están muy abiertos, implorándome. Realmente desea esto… tanto como yo. ¿Debería ser gentil y prolongar la agonía? ¿O debería ir por todo?
Voy por todo. Necesito poseerla.
—Voy a follarla ahora, señorita Pierce. Duro.
Una arremetida y con dedos estoy dentro de ella.
J. O. D. E. R.
Está tan jodidamente apretada. Ella grita.
Mierda! Debo haberla herido. Quiero moverme, perderme a mí misma en su interior, y me toma toda mi contención detenerme.
—Estás tan apretada. ¿Estás bien? —pregunto, mi voz un ronco y ansioso suspiro, y asiente, sus ojos amplios. Ella es como el cielo en la tierra, tan apretada a mí alrededor.
E incluso a pesar que sus manos están en mis antebrazos, no me importa. La oscuridad es adormecedora, quizás porque la he deseado por mucho tiempo. Nunca he sentido este deseo, esta… hambre antes. Es una nueva sensación, nueva y brillante. Deseo tanto de ella: su confianza, su obediencia, su sumisión. Deseo que sea mía, pero justo ahora… soy suya.
—Voy a moverme, bella. —Mi voz es contenida mientras me retiro lentamente. Es una sensación tan extraordinaria y exquisita: su cuerpo acunando mis dedos. Empujo en ella otra vez y la reclamo, sabiendo que nunca nadie lo ha hecho antes.
Gimotea.
Me detengo.
—¿Más?
—Sí —exhala después de un momento.
Esta vez, me introduzco más profundamente.
—¿Otra vez? —ruego, mientras el sudor corre por mi cuerpo.
—Sí.
Su confianza en mí, es repentinamente sobrecogedora, y empiezo a moverme, realmente moverme. Quiero que se venga. No me detendré hasta que se venga. Deseo poseer a esta mujer, cuerpo y alma. Quiero que se apriete a mí alrededor.
Joder. Ella empieza a encontrar mis arremetidas, imitando mi ritmo.
¿Ves cuán bien encajamos, Britt? Agarro su cabeza, sosteniéndola en su lugar mientras reclamo su cuerpo, y la beso fuertemente, reclamando su boca. Ella se retuerce debajo de mí… joder, sí. Su orgasmo está cerca.
—Córrete para mí, Britt —demando. Y ella grita mientras es consumida, echando la cabeza hacia atrás, su boca abierta, ojos cerrados… y solo la vista de su éxtasis es suficiente. Exploto en su interior, perdiendo todo sentido y la razón, mientras grito su nombre y me vengo violentamente sobre ella.
Cuando abro mis ojos, estoy jadeando, tratando de recuperar el aliento y estamos frente contra frente. Está mirándome.
Joder. Estoy deshecha.
Planto un suave beso en su frente y me retiro de ella y me acuesto a su lado.
Ella hace una mueca cuando me retiro, pero aparte de eso, luce bien.
—¿Te hice daño? —pregunto, y acomodo su cabello detrás de su oreja porque no quiero dejar de tocarla.
Britt sonríe con incredulidad.
—¿Me estás preguntando si me hiciste daño?
Y por un momento, no sé por qué está sonriendo.
Oh. Mi cuarto de juegos.
—No me vengas con ironías —murmuro. Incluso ahora me confunde—. En serio ¿Estás bien?
Se estira a mi lado, probando su cuerpo y probándome con una divertida pero tranquila expresión.
—No me has respondido —gruño. Necesito saber si ella lo encontró placentero. Toda la evidencia apunta a un ―Sí‖, pero necesito oírlo de ella.
Ella me mira.
—Me gustaría hacerlo otra vez —dice con una tímida risita.
¿Qué?
¿Otra vez?
¿Ya?
—¿Sabe, señorita Pierce? —Beso la comisura de su boca—. ¿No eres un poquito exigente? Date la vuelta.
De esa forma sabré que no vas a tocarme.
Ella me da una breve y dulce sonrisa, entonces rueda sobre su estómago. Mi sexo se humedece con aprobación. Desabrocho su sujetador y paso mi mano por su espalda y sobre su insolente trasero.
—Realmente tienes la piel más hermosa —digo, mientras aparto su cabello de su rostro y separo sus piernas. Suavemente, planto besos sobre su hombro.
—¿Por qué aun llevas tu camisa? —pregunta.
Es tan malditamente inquisitiva. Mientras está de espalda, sé que no puede tocarme, así que me aparto y tiro la camisa por encima de mi cabeza, y la dejo caer sobre el piso. Totalmente desnuda, descanso sobre ella. Su piel es cálida, y se derrite contra mía.
Hmm… podría acostumbrarme a esto.
—¿Así que quieres que te folle otra vez? —susurro en su oído, besándola. Se remueve deliciosamente contra mí.
Oh, eso no va a pasar. Quédate quieta, bella.
Paso mi mano por su cuerpo hasta la parte trasera de su rodilla, entonces la engancho y tiro alto, separando sus piernas ampliamente de modo que está abierta debajo de mí. Su aliento se traba y espero que sea con anticipación. Aún está quieta debajo de mí.
¡Finalmente!
Palmeo su trasero mientras descanso mi peso sobre ella.
—Voy a follarte desde atrás, Brittany.
Con mi otra mano, agarro su cabello en su nuca y tiro gentilmente, sosteniéndola en su lugar. No puede moverse. Sus manos están impotentemente descansando y extendidas en las sábanas, fuera de peligro.
—Eres mía —susurro—. Solo mía, no lo olvides.
Con mi mano libre, me muevo de su trasero a su clítoris y empiezo a circularla lentamente. Sus músculos se flexionan debajo de mí mientras trata de moverse, pero mi peso la mantiene en su lugar. Paso mis dientes por la línea de su mandíbula. Su dulce fragancia vaga sobre la esencia de nuestra unión.
—Hueles divino —susurro, mientras acaricio detrás de su oreja. Ella empieza a circular sus caderas contra mi mano en movimiento.
—Quédate quieta —advierto.
O me detendré…
Lentamente inserto mi pulgar dentro de ella y lo hago circular una y otra vez, teniendo particular cuidado en acariciar la pared frontal de su vagina.
Ella gime y se tensa debajo de mí, tratando de moverse otra vez.
—¿Te gusta esto? —bromeo, y mis dientes trazan la parte externa de su oreja. No detengo mis dedos de atormentar su clítoris pero empiezo a mover mi pulgar dentro y fuera de ella. Tiembla, pero no puede moverse.
Gime audiblemente, sus ojos cerrándose fuertemente.
—Estás tan húmeda tan rápidamente. Tan sensible. Oh, Brittany, me gusta eso. Me gusta mucho.
Correcto. Vamos a ver cuán lejos puedes llegar.
Quito mi pulgar de su vagina.
—Abre la boca —ordeno, y cuando lo hace, meto mi pulgar entre sus labios—. Prueba cómo sabes. Chúpame, Bella.
Succiona mi pulgar… duro.
Joder.
Y por un momento imagino que es mi sexo en su boca.
—Quiero follarte la boca, Brittany, y lo haré pronto.
Estoy sin aliento.
Cierra sus dientes alrededor de mí, mordiéndome fuerte.
¡Ow! Joder.
Sujeto su cabello apretadamente y me suelta.
—Traviesa, dulce niña.
Mi mente vuela a través del número de castigos merecidos por tal movimiento atrevido. Si ella fuera mi sumisa, podría infringírselos. Mi sexo se humedece al máximo con ese pensamiento. La suelto y me siento sobre mis rodillas.
—Quédate quieta, no te muevas.
Mirándola, veo que está quieta, excepto por la elevación y el bajar de su espalda mientras jadea con anticipación.
Es maravillosa.
Inclinándome sobre ella otra vez, agarro su cabello y la sostengo, de manera que no puede mover su cabeza.
—Vamos a hacer esto realmente lento esta vez, Brittany.
Jadea, y gentilmente me introduzco en ella con dos de mis largos dedos hasta que no puedo avanzar más.
Joder. Se siente bien.
Mientras me retiro, acomodo mi cadera y lentamente me deslizo en ella otra vez. Se queja y sus miembros se tensan debajo de mí mientras trata de moverse.
Oh, no, bella.
Te quiero quieta.
Quiero que sientas esto.
Toma todo el placer.
—Te sientes tan bien —le digo y repito el movimiento otra vez, circulando mis caderas mientras avanzo. Lentamente. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Su interior empieza a estremecer
—Oh, no, bella, todavía no.
No hay forma de que te deje venirte.
No cuando estoy disfrutando esto tanto.
—Oh, por favor —grita.
—Te quiero adolorida, bella —me retiro y me introduzco en ella otra vez—. Cada vez que te muevas mañana, quiero que recuerdes que he estado aquí. Solo yo. Eres mía.
—Por favor, Santana —ruega.
—¿Qué quieres, Beittany? Dime.
Continúo la lenta tortura.
—Dime.
—A ti, por favor. —Está desesperada.
Me desea.
Buena chica.
Acelero el ritmo y su interior empieza a estremecerse, respondiendo inmediatamente.
Entre cada arremetida, pronuncio una palabra.
—Eres. Tan... Dulce... Te... Deseo... Tanto... Eres... Mía...
Sus extremidades tiemblan con el esfuerzo de quedarse quietas. Está en el borde.
—Vente para mí, bella —gruño.
Y ante la orden, se estremece a mí alrededor mientras su orgasmo rasga a través de ella y grita mi nombre contra el colchón.
Mi nombre en sus labios es mi perdición, y llego al clímax, colapsando sobre ella.
—Joder, Britt —susurro, drenada y aun así eufórica. Me retiro de ella casi inmediatamente y ruedo sobre mi espalda. Se acurruca a mi lado cierra sus ojos y cae dormida.
Vamos, Britt, sí o no. Estoy muriendo aquí…
—Pero no he hecho todas las cosas que requieres en tu lista de normas. —Su voz es tímida. ¿Está asustada? Espero que no. No quiero que esté asustada.
—Olvídate de las reglas. Olvida todos esos detalles por esta noche. Te deseo. Te he deseado desde que caíste en mi oficina, y sé que también me deseas. No estarías sentada tranquilamente aquí, discutiendo sobre castigos y límites infranqueables si no lo hicieras. Por favor, Britt, quédate conmigo esta noche.
Ofrezco mi mano otra vez, y esta vez ella la toma. La jalo a mis brazos, sosteniéndola cerca de mi cuerpo. Jadea con sorpresa y la siento contra mí. La oscuridad está tranquila, quizás sometida por mi libido. La deseo. Es tan fascinante, esta chica me confunde, a cada paso del camino. Ya he revelado mi oscuro secreto, y aun así sigue aquí; no ha huido.
Mis dedos tiran de su cabello, acercando su rostro hasta el mío, y miro en sus cautivantes ojos.
—Eres una chica muy valiente —susurro—. Me tienes fascinada.
Me inclino y la beso suavemente, entonces pruebo su labio inferior con mis dientes.
—Quiero morder este labio. —Tiro fuerte y ella gimotea. Mi Clítoris se endurece en respuesta—. Por favor, Britt, déjame hacerte el amor —susurro contra su boca.
—Sí —responde; y mi cuerpo se ilumina como el Cuatro de Julio.
Contrólate, López. No he hecho arreglos en este lugar, no he dispuesto límites. Ella no es mía para hacer lo que quiera; y aun así estoy excitada. Deseosa. Es un sentimiento poco familiar y estimulante, el deseo por esta mujer atravesándome. Estoy en el mismo borde de una enorme montaña rusa.
¿Polvo Vainilla?
¿Puedo hacer esto?
Sin otra palabra, la conduzco fuera de mi estudio, a través de la sala y por el corredor hacia mi habitación. Ella me sigue, su mano apretada fuertemente en la mía.
Mierda. Exámenes rutinarios. Pero es verdad ella no se acostado con nadie Afortunadamente, Al menos no tengo que preocuparme por cada tipo o tipa con el que ha dormido.
La suelto cerca de la cama, caminando directo a mi cómoda, me quito mi reloj, las converse y medias.
—Asumo que no te has exámenes rutinarios.
Sacude su cabeza.
—Eso pensé.
Ella me estudia, sus ojos imposiblemente grandes en su hermoso rostro, y tengo un momento de vacilación. Se supone que este es un asunto importante para ella ¿No? Recuerdo mi primera vez con Elena, cuán vergonzoso fue… Pero qué celestial alivio. Profundamente en mi interior, sé que debería enviarla a casa. Pero la simple verdad es que no quiero que se vaya, y la deseo. Lo que es más, puedo ver el deseo reflejado en su expresión, en el oscurecimiento de sus ojos.
—¿Quieres que cierre las cortinas? —pregunto.
—No importa —dice—. Creí que no dejabas que nadie durmiera en tu cama.
—¿Quién dice que vamos a dormir?
—Oh. —Sus labios forman una pequeña y perfecta o. Mi clítoris se endurece más. Sí, me gustaría follar esa boca, esa o. La acecho como si fuera mi presa. Oh, bella, quiero enterrarme en ti. Su respiración es rápida y superficial. Sus mejillas están sonrosadas… es cautelosa, pero está excitada.
Está a mi merced, y saber eso me hace sentir poderosa. No tiene idea de lo que voy a hacerle.
—Vamos a quitar esta chaqueta ¿de acuerdo? —murmuro, y sostengo su barbilla entre mi pulgar y mi índice. Bajándola, la beso firmemente, moldeando sus labios con los míos. Devolviendo mi beso, es suave, dulce y receptiva, y tengo una sobrecogedora necesidad de verla, a toda ella. Deshago rápidamente sus botones, lentamente sacando su blusa y dejándola caer en el piso. Retrocedo para mirarla. Está llevando el sujetador azul pálido que Taylor compró.
Es impresionante.
—Oh, Britt. Tienes la más hermosa piel, pálida y perfecta. Quiero besar cada centímetro de ella.
No hay marca sobre ella. El pensamiento es inquietante. Quiero verla marcada… rosa… con pequeñas y delgadas marcas de una fusta, quizás.
Su piel se tiñe de un delicioso rosa; está avergonzada, sin duda. Sin hacer más, le enseñaré a no ser tímida con su cuerpo. La alcanzo, sacando la liga de su cabello, liberándolo. Cae exuberante y rubio alrededor de su rostro y sobre sus pechos.
—Mmm, me gustan las rubias. —Ella es encantadora, excepcional, una joya.
Sosteniendo su cabeza, paso mis dedos a través de su cabello y la jalo hacia mí, besándola. Ella gime contra mí, separando sus labios, dándome acceso a su cálida y húmeda boca. Los dulces y apreciativos sonidos hacen eco a través de mí; hasta la punta de mi clítoris. Su lengua tímidamente encuentra la mía, tentativamente probando mi boca, y por alguna razón, su torpe inexperiencia es… caliente.
Su sabor es exquisito. Vino, uvas e inocencia; una potente, embriagadora mezcla de sabores. Envuelvo mis brazos más cerca de ella, aliviada de que solo se sostenga a la parte superior de mis brazos. Con una mano en su cabello, manteniéndola en su lugar, paso la otra hacia abajo por su columna hasta su trasero y la empujo contra mí, contra mi humedad. Ella gime otra vez. Continúo besándola, instando a su lengua inexperta a explorar mi boca como exploro la suya. Mi cuerpo se tensa cuando mueve sus manos a mis brazos; y por un momento, me preocupa dónde me tocará la siguiente vez. Ella acaricia mi mejilla entonces mi cabello. Es un poco desconcertante. Pero cuando entierra sus dedos en mi cabello, tirando suavemente…
Demonios, se siente bien.
Gimo en respuesta, pero no puedo dejar que continúe. Antes de que pueda tocarme otra vez, la empujo hacia la cama y caigo sobre mis rodillas. La quiero fuera de esos jeans, quiero desnudarla, excitarla más, y… mantener sus manos fuera de mí. Agarrando sus caderas, paso mi lengua al norte de su la cinturilla de sus jeans hacia su ombligo.
Se tensa e inhala afiladamente. Joder, huele y sabe bien, como un huerto en primavera y quiero llenarla. Sus manos agarran en puños mi cabello una vez más, esta vez no me importa, de hecho, me gusta. Mordisqueo su cadera, y su agarre se aprieta en mi cabello. Sus ojos están cerrados, su boca relajada y está jadeando. Mientras subo y deshago el botón de sus jeans, abre sus ojos y nos estudiamos la una a la otra. Lentamente, bajo el cierre y muevo mis manos por su trasero.
Deslizando mis manos dentro de la cintura de sus jeans, mis palmas contra las suaves mejillas de su trasero, deslizo los jeans, sacándolos.
No puedo evitarlo. Quiero sacudirla… probar sus límites justo ahora. Sin quitar mis ojos de los suyos. Deliberadamente lamo mis labios, entonces me inclino hacia adelante y paso mi nariz por el centro de sus bragas, inhalando su excitación. Cerrando mis ojos, la saboreo.
Señor, es tentadora.
—Hueles bien.
Mi voz es ronca con deseo y mis jeans se están volviendo extremadamente incómodos. Necesito quitármelos ya. Suavemente, la empujo sobre la cama y, tomando su pie derecho, hago un rápido trabajo en remover su zapatilla y su media. Para probarla, paso la uña de mi pulgar por su empeine y ella se retuerce gratificantemente en la cama, su boca abierta, mirándome, fascinada. Inclinándome, trazo mi lengua a lo largo de su empeine, y mis dientes raspan la delgada línea que mi uña ha dejado a su paso. Ella se recuesta en la cama otra vez, sus ojos cerrados, gimiendo.
Es tan receptiva, es deliciosa.
—Oh, Britt, lo que podría hacerte —susurro, mientras imágenes de ella, removiéndose debajo de mí en mi salón de juegos, destella a través de mi mente, encadenada a mi cama de cuatro postes, inclinada sobre la mesa; suspendida en la cruz. Podría probarla y torturarla hasta que rogara por alivio… las imágenes hacen mis jeans incluso más húmedos.
Infiernos.
Rápidamente quito su otro zapato y media, y saco sus jeans. Está casi desnuda sobre mi cama, su cabello enmarcado su rostro perfectamente, sus largas y pálidas piernas extendidas como una invitación ante mí. Tengo que hacer concesiones por su inexperiencia, pero está jadeando. Deseando. Sus ojos fijos en los míos.
Nunca había follado a nadie en mi cama antes. Otra primera vez con la señorita Pierce.
—Eres muy hermosa, Brittany Pierce. No puedo esperar para estar en tu interior.
Mi voz es suave, quiero probarla un poco más, descubrir qué es lo que sabe.
—Muéstrame cómo te das placer —pregunto, mirándola con intención.
Ella frunce el ceño.
—No seas tímida, Britt, muéstrame.
Parte de mí desea azotar la timidez fuera de ella.
Sacude su cabeza.
—No sé a qué te refieres.
¿Está jugando conmigo?
—¿Cómo te haces venir? Quiero ver.
Ella permanece en silencio, claramente la he sorprendido otra vez.
—No lo hago —murmura finalmente, su voz sin aliento. La miro con incredulidad. Incluso yo solía masturbarme. Antes de que Elena hundiera sus garras en mí.
Ella probablemente nunca ha tenido un orgasmo; sin embargo encuentro esto difícil de creer. Vaya. Soy responsable de su primera follada y su primer orgasmo. Mejor hago que sea bueno.
—Bien, tendremos qué ver qué podemos hacer respecto a eso.
Voy a hacerte venir como un tren de carga, bella.
Infiernos; probablemente nunca ha visto una mujer o un hombre desnudo, tampoco. Si quitar mis ojos de los suyos, deshago el botón de mis jeans y los dejo caer sobre el piso, sin embargo no puedo arriesgarme a quitarme la camisa, porque ella podría tocarme.
Pero si lo hiciera ella… no podría ser tan malo ¿O sí? ¿Ser tocada?
Desvanezco el pensamiento antes de que la oscuridad aparezca, y sujeto sus caderas, abro sus piernas. Sus ojos abiertos y sus manos agarrando mis sábanas.
Sí. Mantén tus manos ahí, nena.
Me subo lentamente a la cama, entre sus piernas. Ella se estremece debajo de mí.
—Quédate quieta —le digo, y me inclino para besar la delicada piel en la parte interna de su pierna. Trazo una línea de besos por su pierna, sobre sus bragas, sobre su vientre, mordiendo y lamiendo mientras paso. Ella se retuerce debajo de mí.
—Vamos a tener que trabajar en hacer que te quedes quieta, bella.
Si me dejas.
Te enseñaré a solo absorber el placer y no moverte, intensificando cada toque, cada beso, cada prueba. El solo pensamiento es suficiente para hacerme desear enterrarme en ella, pero antes de que lo haga, quiero saber cuán receptiva es. Cuánto puede soportar. Está dejándome reinar libremente sobre su cuerpo. No vacila en nada. Ella desea esto…
realmente desea esto. Hundo mi lengua en su ombligo y continúo mi pausado viaje al norte, saboreándola. Cambio de posición, descansando junto a ella, una pierna aún entre las suyas. Mi mano pasa suavemente por su cuerpo, sobre su cadera, por su cintura, sobre su pecho. Gentilmente sosteniendo su pecho, tratando de medir su reacción. No vacila. No me detiene… confía en mí. ¿Puedo extender su confianza hasta dejarme tener completo dominio sobre su cuerpo… sobre ella? El pensamiento es excitante.
—Encajas perfectamente en mi mano, Brittany.
Hundiendo mi dedo en su sujetador, lo jalo hacia abajo, liberando su pecho. El pezón es pequeño, rosa, y ya está duro. Jalo la copa hacia abajo, de modo que la tela y su aro descansan bajo su pecho, forzándolo hacia arriba. Repito el proceso con la otra copa y miro, fascinada, mientras sus pezones crecen ante mi mirada fija. Vaya… Ni siquiera la he tocado aún.
—Muy lindo —susurro en apreciación, y soplo gentilmente sobre el pezón más cercano, mirando deleitado mientras se endurece y crece. Brittany cierra sus ojos y arquea su espalda.
Quédate quieta, bella, solo absorbe el placer, se sentirá mucho más intenso.
Soplando el otro pezón, ruedo el otro, gentilmente entre mi pulgar y mi índice. Ella agarra las sábanas fuertemente mientras me inclino y succiono, duro. Su cuerpo se arquea otra vez y grita.
—Vamos a ver si podemos hacerte venir de esta forma —susurro, y no me detengo. Ella empieza a gimotear.
Oh, sí, bella… siente esto.
Sus pezones crecen más y ella empieza a mecer sus caderas una y otra vez. Quédate quieta, bella. Te enseñaré a quedarte quieta.
—Oh, por favor —ruega. Sus piernas temblando. Está funcionando. Está cerca. Sigo mi lascivo asalto. Concentrado en cada pezón, observando su respuesta, sintiendo su placer, está distrayéndome. Dios, la deseo.
—Déjate ir, bella —murmuro, y tiro de su pezón con mis dientes. Ella grita mientras llega al clímax.
¡Sí!. Me muevo rápidamente para besarla, capturando sus gritos en mi boca. Está sin aliento y jadeando, perdida en su placer… mía. Poseo su primer orgasmo, y estoy ridículamente complacida ante la idea.
—Eres muy sensible. Vas a tener que aprender a controlar eso, y va a ser muy divertido enseñarte cómo.
No puedo esperar… pero, justo ahora, la deseo. Todo de ella. La beso una vez más y dejo mi mano viajar por su cuerpo, abajo hacia su vulva. La sostengo, sintiendo su calor. Deslizando mi dedo índice a través del raso de sus bragas, lentamente giro mi dedo…
joder, está mojada.
—Estás tan deliciosamente húmeda. Dios, te deseo —introduzco mi dedo en ella y grita. Está caliente, apretada y húmeda, y la deseo. Introduzco mi dedo en ella otra vez, tomando sus gritos en mi boca. Presiono mi palma contra su clítoris… empujando… girando. Grita y se retuerce debajo de mí.
Joder, la deseo… ahora. Está lista.
Sentándome, bajo sus bragas, luego mis bragas .Me arrodillo entre sus piernas, empujándolas más abiertas. Brittany me mira con… ¿Qué? ¿Vacilación? Probablemente nunca ha visto una mujer excitada antes.
—No te preocupes.—murmuro. Estirándome sobre ella, pongo mis manos a cada lado de su cabeza, soportando mi peso en mis codos. Dios, la deseo… pero compruebo si todavía está interesada—. ¿Realmente quieres hacer esto? —pregunto.
Por el amor de Dios, por favor no digas no.
—Por favor —ruega.
—Levanta tus rodillas —la instruyo. Así será más fácil.
¿Alguna vez he estado tan excitada? A penas puedo contenerme a mí misma. No lo entiendo… debe ser por ella.
¿Por qué?
López ¡Enfócate!
Me posiciono de modo que pueda tomarla a mi antojo. Sus ojos están muy abiertos, implorándome. Realmente desea esto… tanto como yo. ¿Debería ser gentil y prolongar la agonía? ¿O debería ir por todo?
Voy por todo. Necesito poseerla.
—Voy a follarla ahora, señorita Pierce. Duro.
Una arremetida y con dedos estoy dentro de ella.
J. O. D. E. R.
Está tan jodidamente apretada. Ella grita.
Mierda! Debo haberla herido. Quiero moverme, perderme a mí misma en su interior, y me toma toda mi contención detenerme.
—Estás tan apretada. ¿Estás bien? —pregunto, mi voz un ronco y ansioso suspiro, y asiente, sus ojos amplios. Ella es como el cielo en la tierra, tan apretada a mí alrededor.
E incluso a pesar que sus manos están en mis antebrazos, no me importa. La oscuridad es adormecedora, quizás porque la he deseado por mucho tiempo. Nunca he sentido este deseo, esta… hambre antes. Es una nueva sensación, nueva y brillante. Deseo tanto de ella: su confianza, su obediencia, su sumisión. Deseo que sea mía, pero justo ahora… soy suya.
—Voy a moverme, bella. —Mi voz es contenida mientras me retiro lentamente. Es una sensación tan extraordinaria y exquisita: su cuerpo acunando mis dedos. Empujo en ella otra vez y la reclamo, sabiendo que nunca nadie lo ha hecho antes.
Gimotea.
Me detengo.
—¿Más?
—Sí —exhala después de un momento.
Esta vez, me introduzco más profundamente.
—¿Otra vez? —ruego, mientras el sudor corre por mi cuerpo.
—Sí.
Su confianza en mí, es repentinamente sobrecogedora, y empiezo a moverme, realmente moverme. Quiero que se venga. No me detendré hasta que se venga. Deseo poseer a esta mujer, cuerpo y alma. Quiero que se apriete a mí alrededor.
Joder. Ella empieza a encontrar mis arremetidas, imitando mi ritmo.
¿Ves cuán bien encajamos, Britt? Agarro su cabeza, sosteniéndola en su lugar mientras reclamo su cuerpo, y la beso fuertemente, reclamando su boca. Ella se retuerce debajo de mí… joder, sí. Su orgasmo está cerca.
—Córrete para mí, Britt —demando. Y ella grita mientras es consumida, echando la cabeza hacia atrás, su boca abierta, ojos cerrados… y solo la vista de su éxtasis es suficiente. Exploto en su interior, perdiendo todo sentido y la razón, mientras grito su nombre y me vengo violentamente sobre ella.
Cuando abro mis ojos, estoy jadeando, tratando de recuperar el aliento y estamos frente contra frente. Está mirándome.
Joder. Estoy deshecha.
Planto un suave beso en su frente y me retiro de ella y me acuesto a su lado.
Ella hace una mueca cuando me retiro, pero aparte de eso, luce bien.
—¿Te hice daño? —pregunto, y acomodo su cabello detrás de su oreja porque no quiero dejar de tocarla.
Britt sonríe con incredulidad.
—¿Me estás preguntando si me hiciste daño?
Y por un momento, no sé por qué está sonriendo.
Oh. Mi cuarto de juegos.
—No me vengas con ironías —murmuro. Incluso ahora me confunde—. En serio ¿Estás bien?
Se estira a mi lado, probando su cuerpo y probándome con una divertida pero tranquila expresión.
—No me has respondido —gruño. Necesito saber si ella lo encontró placentero. Toda la evidencia apunta a un ―Sí‖, pero necesito oírlo de ella.
Ella me mira.
—Me gustaría hacerlo otra vez —dice con una tímida risita.
¿Qué?
¿Otra vez?
¿Ya?
—¿Sabe, señorita Pierce? —Beso la comisura de su boca—. ¿No eres un poquito exigente? Date la vuelta.
De esa forma sabré que no vas a tocarme.
Ella me da una breve y dulce sonrisa, entonces rueda sobre su estómago. Mi sexo se humedece con aprobación. Desabrocho su sujetador y paso mi mano por su espalda y sobre su insolente trasero.
—Realmente tienes la piel más hermosa —digo, mientras aparto su cabello de su rostro y separo sus piernas. Suavemente, planto besos sobre su hombro.
—¿Por qué aun llevas tu camisa? —pregunta.
Es tan malditamente inquisitiva. Mientras está de espalda, sé que no puede tocarme, así que me aparto y tiro la camisa por encima de mi cabeza, y la dejo caer sobre el piso. Totalmente desnuda, descanso sobre ella. Su piel es cálida, y se derrite contra mía.
Hmm… podría acostumbrarme a esto.
—¿Así que quieres que te folle otra vez? —susurro en su oído, besándola. Se remueve deliciosamente contra mí.
Oh, eso no va a pasar. Quédate quieta, bella.
Paso mi mano por su cuerpo hasta la parte trasera de su rodilla, entonces la engancho y tiro alto, separando sus piernas ampliamente de modo que está abierta debajo de mí. Su aliento se traba y espero que sea con anticipación. Aún está quieta debajo de mí.
¡Finalmente!
Palmeo su trasero mientras descanso mi peso sobre ella.
—Voy a follarte desde atrás, Brittany.
Con mi otra mano, agarro su cabello en su nuca y tiro gentilmente, sosteniéndola en su lugar. No puede moverse. Sus manos están impotentemente descansando y extendidas en las sábanas, fuera de peligro.
—Eres mía —susurro—. Solo mía, no lo olvides.
Con mi mano libre, me muevo de su trasero a su clítoris y empiezo a circularla lentamente. Sus músculos se flexionan debajo de mí mientras trata de moverse, pero mi peso la mantiene en su lugar. Paso mis dientes por la línea de su mandíbula. Su dulce fragancia vaga sobre la esencia de nuestra unión.
—Hueles divino —susurro, mientras acaricio detrás de su oreja. Ella empieza a circular sus caderas contra mi mano en movimiento.
—Quédate quieta —advierto.
O me detendré…
Lentamente inserto mi pulgar dentro de ella y lo hago circular una y otra vez, teniendo particular cuidado en acariciar la pared frontal de su vagina.
Ella gime y se tensa debajo de mí, tratando de moverse otra vez.
—¿Te gusta esto? —bromeo, y mis dientes trazan la parte externa de su oreja. No detengo mis dedos de atormentar su clítoris pero empiezo a mover mi pulgar dentro y fuera de ella. Tiembla, pero no puede moverse.
Gime audiblemente, sus ojos cerrándose fuertemente.
—Estás tan húmeda tan rápidamente. Tan sensible. Oh, Brittany, me gusta eso. Me gusta mucho.
Correcto. Vamos a ver cuán lejos puedes llegar.
Quito mi pulgar de su vagina.
—Abre la boca —ordeno, y cuando lo hace, meto mi pulgar entre sus labios—. Prueba cómo sabes. Chúpame, Bella.
Succiona mi pulgar… duro.
Joder.
Y por un momento imagino que es mi sexo en su boca.
—Quiero follarte la boca, Brittany, y lo haré pronto.
Estoy sin aliento.
Cierra sus dientes alrededor de mí, mordiéndome fuerte.
¡Ow! Joder.
Sujeto su cabello apretadamente y me suelta.
—Traviesa, dulce niña.
Mi mente vuela a través del número de castigos merecidos por tal movimiento atrevido. Si ella fuera mi sumisa, podría infringírselos. Mi sexo se humedece al máximo con ese pensamiento. La suelto y me siento sobre mis rodillas.
—Quédate quieta, no te muevas.
Mirándola, veo que está quieta, excepto por la elevación y el bajar de su espalda mientras jadea con anticipación.
Es maravillosa.
Inclinándome sobre ella otra vez, agarro su cabello y la sostengo, de manera que no puede mover su cabeza.
—Vamos a hacer esto realmente lento esta vez, Brittany.
Jadea, y gentilmente me introduzco en ella con dos de mis largos dedos hasta que no puedo avanzar más.
Joder. Se siente bien.
Mientras me retiro, acomodo mi cadera y lentamente me deslizo en ella otra vez. Se queja y sus miembros se tensan debajo de mí mientras trata de moverse.
Oh, no, bella.
Te quiero quieta.
Quiero que sientas esto.
Toma todo el placer.
—Te sientes tan bien —le digo y repito el movimiento otra vez, circulando mis caderas mientras avanzo. Lentamente. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Su interior empieza a estremecer
—Oh, no, bella, todavía no.
No hay forma de que te deje venirte.
No cuando estoy disfrutando esto tanto.
—Oh, por favor —grita.
—Te quiero adolorida, bella —me retiro y me introduzco en ella otra vez—. Cada vez que te muevas mañana, quiero que recuerdes que he estado aquí. Solo yo. Eres mía.
—Por favor, Santana —ruega.
—¿Qué quieres, Beittany? Dime.
Continúo la lenta tortura.
—Dime.
—A ti, por favor. —Está desesperada.
Me desea.
Buena chica.
Acelero el ritmo y su interior empieza a estremecerse, respondiendo inmediatamente.
Entre cada arremetida, pronuncio una palabra.
—Eres. Tan... Dulce... Te... Deseo... Tanto... Eres... Mía...
Sus extremidades tiemblan con el esfuerzo de quedarse quietas. Está en el borde.
—Vente para mí, bella —gruño.
Y ante la orden, se estremece a mí alrededor mientras su orgasmo rasga a través de ella y grita mi nombre contra el colchón.
Mi nombre en sus labios es mi perdición, y llego al clímax, colapsando sobre ella.
—Joder, Britt —susurro, drenada y aun así eufórica. Me retiro de ella casi inmediatamente y ruedo sobre mi espalda. Se acurruca a mi lado cierra sus ojos y cae dormida.
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
Tranquilita la primera ves para Britt!! jajajaja!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
muy tranquilita
monica.santander escribió:Tranquilita la primera ves para Britt!! jajajaja!!!!!
Saludos
Hola y si jajajajajaja bien tranqulita Britt jejeje saludos
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
cap 10
Domingo, 22 de Mayo de 2011
Me despierto con un sobresalto y un penetrante sentido de culpa, como si hubiese cometido un terrible pecado.
¿Es porque me he follado a Brittany Pierce? ¿Virgen?
Podría despertarla.
Follarla de nuevo.
Definitivamente hay algunas ventajas en tenerla en mi cama.
López. Detén este sinsentido.
Follarla fue simplemente un medio para un fin, y una distracción placentera.
Sí. Muy placentera.
Más como increíble.
Solo fue sexo, joder.
Cierro mis ojos en lo que probablemente será un fútil intento por dormir. Pero la habitación está demasiado llena de Britt: su aroma, el sonido de su respiración suave, y el recuerdo de mi primer polvo vainilla. Visiones de su cabeza arrojada hacia atrás con pasión, de ella gritando una versión apenas reconocible de mi nombre, y su desenfrenado entusiasmo por perder la virginidad me abruma.
La Señorita Pierce es una criatura carnal.
Será una dicha entrenarla.
Mi sexo se humedece en acuerdo.
Mierda.
No puedo dormir, a pesar de que esta noche no son pesadillas las que me mantienen despierta, es la pequeña Señorita Pierce. Saliendo de la cama, recojo la ropa del suelo, y las tiro en el mueble. De la cómoda, saco un par de pantalones de pijama y los arrastro. Con una mirada persistente en la mujer tentadora en mi cama, me aventuro en la cocina. Estoy sedienta.
Una vez que he tomado mi vaso de agua, hago lo que siempre hago cuando no puedo dormir… compruebo mi correo electrónico en mi estudio. Taylor ha vuelto y está preguntando si puede bajar a Charlie Tango. Stephan debe de estar dormido arriba. Le envió un correo en respuesta con un ―sí‖, aunque a estas horas de la noche, es un hecho.
De vuelta en la sala, me siento en mi piano. Este es mi consuelo, donde puedo perderme a mí misma durante horas. He sido capaz de tocar bien desde que tenía nueve, pero no fue hasta que tuve mi propio piano, mi propio lugar, que realmente se convirtió en mi pasión. Cuando quiero olvidar todo, esto es lo que hago. Y, ahora mismo, no quiero pensar acerca de habérmele propuesto a una virgen, haberla follado, o revelar mi estilo de vida a alguien sin experiencia. Con mis manos en las teclas, empiezo a tocar y me pierdo a mí misma en la soledad de Bach.
Un movimiento me distrae de la música, y cuando levanto la mirada Britt está de pie al lado del piano. Envuelta en un edredón, su cabello salvaje y rizándose por su espalda, los ojos luminosos, se ve maravillosa.
—Perdona —dice—. No quería molestarte.
¿Por qué se está disculpando?
—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón. —Toco las últimas notas y me levantó—. Deberías estar en la cama —la riño.
—Un tema muy hermoso. ¿Bach?
—La transcripción es de Bach, pero originalmente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello.
—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.
¿Melancólica? No sería la primera vez que alguien ha usado esa palabra para describirme.
—¿Puedo hablar libremente? Ama. —Leila está arrodillada a mi lado mientras trabajo.
—Puedes.
—Ama, está muy melancólica hoy.
—¿Lo estoy?
—Sí, Ama. ¿Hay algo que le gustaría que hiciera…?
Me sacudo el recuerdo. Britt debería estar en la cama. Se lo digo de nuevo.
—Me desperté y no estabas.
—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrada a dormir con nadie.
Le he dicho esto, ¿y por qué me estoy justificando?
Envuelvo mi brazo alrededor de sus hombros desnudos, disfrutando la sensación de su piel, y la guío de regreso al dormitorio.
—A los seis años. —Soy abrupta.
—Oh —dice. Creo que ha captado la indirecta… no quiero hablar sobre mi niñez.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto mientras enciendo la luz de la mesita de noche.
—Estoy bien.
Hay sangre en mis sábanas. Su sangre. Evidencia de su virginidad ahora ausente. Sus ojos se lanzan de las manchas a mí y aparta la mirada, avergonzada.
—Bueno, la señora Jones tendrá algo en lo que pensar.
Parece mortificada.
Es solo tu cuerpo, cariño. Agarro su barbilla e inclino su cabeza hacia atrás para poder ver su expresión. Estoy a punto de darle un sermón corto acerca de cómo no debe estar avergonzada de su cuerpo, cuando se estira para tocar mi pecho.
Joder.
Doy un paso fuera de su alcance a medida que emerge la oscuridad.
No. No me toques.
—Métete en la cama —ordeno, un poco más brusca de lo que había pretendido, pero espero que no detecte mi miedo. Sus ojos se ensanchan con confusión y tal vez lastimada.
Maldición.
—Me acostaré contigo —agrego, como una ofrenda de paz, y de la cómoda, saco una camiseta y me deslizo en ella rápidamente, por protección.
Todavía está de pie, mirándome.
—A la cama —ordeno más enérgicamente. Se apresura a mi cama y se acuesta y yo trepo detrás de ella, doblándola en mis brazos. Entierro el rostro en su cabello e inhalo su dulce aroma: otoño y manzanos. Mirando en la otra dirección, no puede tocarme, y mientras me acuesto ahí decido hacer cucharita con ella hasta que se duerma. Luego me levantaré y haré algo de trabajo.
—Duerme, dulce Brittany. —Beso su cabello y cierro los ojos. Su aroma llena mis fosas nasales, recordándome de un tiempo feliz y dejándome repleta… contenta, incluso…
Mami está feliz hoy. Está cantando.
Cantando acerca de qué tiene el amor que ver con ello.
Y cocinando. Y cantando.
Mi barriguita gruñe. Está cocinando tocino y waffles.
Huelen bien. A mi barriguita le gusta el tocino y los waffles.
Huelen tan bien.
Abriendo los ojos, la luz está filtrándose a través de las ventanas y hay un aroma delicioso viniendo de la cocina. Tocino. Estoy momentáneamente confundida. ¿Volvió Gail de la casa de su hermana?
Entonces recuerdo.
Britt.
Un vistazo al reloj me dice que es tarde. Salto fuera de la cama y sigo mi nariz hasta la cocina.
Ahí está Britt. Está usando mi camisa, su cabello trenzado, bailando con algo de música. No puedo escucharla. Está usando audífonos. Sin ser observada, tomo un asiento en la encimera de la cocina y observo el espectáculo. Está batiendo huevos, haciendo desayuno, sus trenzas rebotando mientras se sacude de un pie al otro, y me doy cuenta que no está usando ropa interior.
Buena chica.
Tiene que ser una de las mujeres más descoordinadas que he visto alguna vez. Es divertido, encantador, y extrañamente excitante al mismo tiempo; pienso en todas las maneras en que puedo mejorar su coordinación. Cuando se gira y me ve, se congela.
—Buenos días, señorita Pierce. Está muy… activa esta mañana. —Se ve incluso más joven con sus trenzas.
—He… He dormido bien —tartamudea.
—No imagino por qué —digo sarcásticamente, admitiéndome que yo también lo hice también. Es después de las nueve. ¿Cuándo fue la última vez que dormí más allá de las seis treinta?
Ayer.
Después de que había dormido con ella.
—¿Tienes hambre?
—Mucha. —Y no estoy segura de si es por desayuno, o por ella.
—¿Tortitas, tocino y huevos?
—Suena muy bien.
—No sé dónde están los manteles individuales —dice, pareciendo perdida, y creo que está avergonzada, porque la atrapé bailando. Apiadándome de ella, le ofrezco poner los platos para el desayuno y añado:
—¿Quieres que ponga música para que puedas seguir bailando?
Sus mejillas se sonrojan y baja la vista al piso.
Demonios. La he molestado.
—Por favor, no te detengas por mí. Es muy entretenido.
Con un puchero, gira su espalda hacia mí y continúa batiendo los huevos con entusiasmo. Me pregunto si tiene alguna idea de lo irrespetuoso que es esto para alguien como yo… pero, por supuesto no lo sabe, y por alguna razón incomprensible me hace sonreír. Deslizándome sigilosamente hacia ella, tiro de una de sus trenzas suavemente.
—Me encantan. No te protegerán.
No de mí. No ahora que te he tenido.
—¿Cómo quieres los huevos? —Su tono es inesperadamente altivo. Y quiero carcajearme, pero me resisto.
—Completamente batidos —respondo, tratando y fallando en sonar inexpresiva. Ella intenta esconder su diversión también, y continúa con su tarea.
Su sonrisa es fascinante.
Precipitadamente, coloco los manteles, preguntándome cuando fue la última vez que hice esto por alguien más.
Nunca.
Normalmente, durante el fin de semana mi sumisa se hace cargo de todas las tareas domésticas.
No hoy, López, porque ella no es tu sumisa… aún.
Nos sirvo jugo de naranja a las dos y enciendo el café. Ella no bebe café, solo té.
—¿Quieres un té?
—Sí, por favor. Si tienes.
En la alacena, encuentro las bolsas de té Twinings que le había pedido comprar a Gail.
Bueno, bueno, ¿quién habría pensado que alguna vez llegaría a usarlas?
Frunce el ceño cuando las ve.
—¿Tú crees? No tengo tan claro que hayamos llegado todavía al final, señorita Pierce —respondo con una mirada severa.
Y no hables de ti así.
Agrego su auto-desprecio a la lista de comportamientos que necesitarán modificaciones.
Evita mi mirada, ocupándose en servir el desayuno. Dos platos son colocados en los manteles, luego va por el jarabe de maple del refrigerador.
Cuando levanta la vista hacia mí, estoy esperando que se siente.
—Señorita Pierce. —Indico dónde se debería sentar.
—Señora López —responde, con formalidad artificial, y hace una mueca de dolor cuando se sienta.
—¿Estás muy dolorida? —Soy sorprendida por una inquieta sensación de culpa. Quiero follarla de nuevo, preferiblemente después del desayuno, pero si está demasiado adolorida eso estará fuera de cuestión. Tal vez podría usar su boca esta vez.
Los colores en su rostro se alzan.
—Bueno, a decir verdad, no tengo con qué compararlo —dice agriamente—. ¿Querías ofrecerme tu compasión? —Su tono sarcástico me toma por sorpresa. Si fuera mía, le ganaría unos azotes por lo menos, tal vez sobre la encimera de la cocina.
—No. Me preguntaba si debemos seguir con tu entrenamiento básico.
—Oh. —Se sobresalta.
Sí, Britt, podemos tener sexo durante el día también. Y me gustaría llenar esa inteligente boca tuya.
Tomo un bocado de mi desayuno y cierro los ojos en apreciación. Sabe impresionantemente bien. Cuando trago, todavía está mirándome.
—Come, Brittany —ordeno—. Por cierto, esto está buenísimo.
Puede cocinar, y bien.
Britt toma un bocado de su comida, luego empuja su desayuno alrededor de su plato. Le pido que deje de morderse el labio.
—Es muy distractor, y resulta que me he dado cuenta que no llevas nada debajo de mi camisa.
Juega con su bolsa de té y la tetera, ignorando mi irritación.
—¿En qué tipo de entrenamiento básico estás pensando? —pregunta.
Ella siempre está curiosa… veamos que tan lejos irá.
—Bueno, como estás dolorida, he pensado que podríamos dedicarnos a las técnicas orales.
Balbucea en su taza de té.
Demonios. No quiero asfixiar a la chica.
Suavemente, la golpeo en la espalda y le entrego un vaso de jugo de naranja.
—Si quieres quedarte, claro. —No debería presionar a mi suerte.
—Me gustaría quedarme durante el día, si no hay problema. Mañana tengo que trabajar.
—¿A qué hora tienes que estar en el trabajo?
—A las nueve.
—Te llevaré al trabajo mañana a las nueve.
¿Qué? ¿Quiero que se quede?
Es una sorpresa para mí.
Sí, quiero que se quede.
—Tengo que volver a casa esta noche. Necesito cambiarme de ropa.
—Podemos conseguirte algo aquí.
Sacude su cabello y mordisquea nerviosamente su labio… otra vez.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Tengo que volver a casa esta noche.
Chica, es obstinada. No quiero que se vaya, pero a esta altura, sin un acuerdo, no puedo insistir que se quede.
—De acuerdo, esta noche. Ahora cómete tu desayuno.
Examina su comida.
—Come, Brittany. No comiste nada anoche.
—Realmente no tengo tanta hambre —dice.
Bueno, esto es frustrante.
—Me gustaría mucho que te terminaras el desayuno. —Mi voz es grave.
—¿Qué problema tienes con la comida? —espeta.
Oh, bella, realmente no quieres saber.
—Ya te dije que no soporto tirar la comida. Come. —La miro fijamente. No me presiones en esto, Britt. Me da una mirada testaruda y empieza a comer.
Mientras la observo colocar un bocado de huevos en su boca, me relajo. Es bastante desafiante en su propia manera. Y es única. Nunca he lidiado con esto. Sí. Eso es. Ella es una novedad. Esa es la fascinación… ¿Cierto?
Cuando termina su comida, tomo su plato.
—Tú cocinaste, yo limpiaré.
—Muy democrática —dice, arqueando una ceja.
—Sí. No es mi estilo habitual. En cuanto acabe, tomaremos un baño.
puedo poner a prueba sus habilidades orales. Tomo una respiración repentina para controlar mi excitación instantánea ante el pensamiento.
Demonios.
Su teléfono timbra y ella deambula al extremo de la habitación, concentrada en la conversación. Me detengo cerca del fregadero y la observo. A medida que se detiene contra la pared de cristal, la luz matinal contornea su cuerpo en mi camisa blanca. Mi boca se seca. Es esbelta, con largas piernas, pechos perfectos, y un trasero perfecto.
Todavía en su llamada, se gira hacia mí y yo pretendo que mi atención está en otra parte. Por alguna razón no quiero que me atrape comiéndomela con los ojos.
¿Quién está en el teléfono?
Escucho mencionar el nombre de Fabray y me tenso. ¿Qué está diciendo? Nuestros ojos se entrelazan.
¿Qué estás diciendo,Britt?
Se da la vuelta y un momento después cuelga, luego camina de regreso a mí, sus caderas meciéndose en un ritmo suave y seductor debajo de mi cabeza. ¿Debería decirle lo que puedo ver?
—¿El acuerdo de confidencialidad lo abarca todo? —pregunta, deteniéndome en seco mientras cerraba el armario de la despensa.
—¿Por qué? —¿A dónde está yendo con esto? ¿Qué le ha dicho a Fabray?
Toma una respiración profunda.
—Bueno, tengo algunas dudas, ya sabes, sobre sexo. Y me gustaría comentarlas con Quinn.
—Puedes comentarlas conmigo.
—Santana, con todo el respeto… —Se detiene.
¿Está avergonzada?
—Son solo cuestiones técnicas. No diré nada del Cuarto Rojo del Dolor —dice en un apuro.
—¿Cuarto Rojo del Dolor?
¿Qué demonios?
—Se trata sobre todo de placer, Brittany. Créeme. Y además, tu compañera de piso está revolcándose con mi hermano. Preferiría que no hablaras con ella, la verdad.
No quiero que Sam sepa nada de mi vida sexual. Nunca me dejaría en paz.
—¿Sabe algo tu familia de tus… uhm, preferencias?
—No. No son asunto suyo.
Está muriendo por preguntar algo.
—¿Qué quieres saber? —pregunto, parándome enfrente de ella, escudriñando su rostro.
¿Qué es, Britt?
—De momento, nada en concreto —susurra.
—Bueno, podemos empezar preguntándote qué tal lo has pasado esta noche. —Mi respiración se hace superficial mientras espero por su respuesta. Todo nuestro acuerdo podría pender de su respuesta.
—Bien —dice, y me da una suave sonrisa sexy.
Es lo que quiero escuchar.
—Para mí también. Nunca había echado un polvo vainilla. Y no ha estado nada mal. Aunque, quizá es porque ha sido contigo.
Su sorpresa y placer ante mis palabras son obvios. Acaricio su regordete labio inferior con mi pulgar. Estoy ansiosa por tocarla… de nuevo.
—Ven, vamos a bañarnos. —La beso y la llevo al baño.
—Quédate aquí —ordeno, girando la llave del agua, luego añado aceite aromático al agua humeante. La bañera se llena rápidamente mientras me observa. Normalmente, esperaría que cualquier mujer con la que estuviera a punto de bañarme, bajara sus ojos con modestia.
Pero no Britt.
Ella no baja su mirada, y sus ojos brillan con anticipación y curiosidad. Pero tiene los brazos envueltos alrededor de sí; es tímida.
Es excitante.
Y pensar que nunca se ha bañado con una mujer o un hombre.
Puedo reclamar otra primera vez.
Cuando la bañera está llena, me saco mi camiseta y sostengo mi mano.
—Señorita Pierce.
Ella acepta mi invitación y da un paso dentro de la bañera.
—Gírate y mírame —le instruyo—. Sé que ese labio es delicioso, doy fe de ello, pero ¿puedes dejar de mordértelo? Cuando te lo muerdes, tengo ganas de follarte, y estás adolorida, ¿de acuerdo?
Inhala agudamente, liberando su labio.
—Eso es. ¿Lo has entendido?
Todavía de pie, me da un asentimiento enfático.
—Bien. —Aún está usando mi camisa y tomo el iPod del bolsillo de la camisa y lo coloco cerca del lavamanos—. El agua y el iPod… no son una combinación muy inteligente. —Agarro el dobladillo y se la quito. Inmediatamente baja su cabeza cuando doy un paso atrás para admirarla.
—Oye. —Mi voz es amable y la alienta a alzar la vista hacia mí—. Brittany eres una mujer muy hermosa, el paquete completo. No bajes la cabeza como si estuvieras avergonzada. No tienes por qué avergonzarte, y te aseguro que es todo un placer contemplarte. —Sosteniendo su barbilla, inclino su cabeza hacia atrás.
No te escondas de mí,bella.
—Ya puedes sentarte.
Se sienta con prisa indecente y hace una mueca a medida que su cuerpo adolorido golpea el agua.
De acuerdo…
Cierra sus ojos con fuerza mientras se recuesta, pero cuando los abre, se ve más relajada.
Me despierto con un sobresalto y un penetrante sentido de culpa, como si hubiese cometido un terrible pecado.
¿Es porque me he follado a Brittany Pierce? ¿Virgen?
Podría despertarla.
Follarla de nuevo.
Definitivamente hay algunas ventajas en tenerla en mi cama.
López. Detén este sinsentido.
Follarla fue simplemente un medio para un fin, y una distracción placentera.
Sí. Muy placentera.
Más como increíble.
Solo fue sexo, joder.
Cierro mis ojos en lo que probablemente será un fútil intento por dormir. Pero la habitación está demasiado llena de Britt: su aroma, el sonido de su respiración suave, y el recuerdo de mi primer polvo vainilla. Visiones de su cabeza arrojada hacia atrás con pasión, de ella gritando una versión apenas reconocible de mi nombre, y su desenfrenado entusiasmo por perder la virginidad me abruma.
La Señorita Pierce es una criatura carnal.
Será una dicha entrenarla.
Mi sexo se humedece en acuerdo.
Mierda.
No puedo dormir, a pesar de que esta noche no son pesadillas las que me mantienen despierta, es la pequeña Señorita Pierce. Saliendo de la cama, recojo la ropa del suelo, y las tiro en el mueble. De la cómoda, saco un par de pantalones de pijama y los arrastro. Con una mirada persistente en la mujer tentadora en mi cama, me aventuro en la cocina. Estoy sedienta.
Una vez que he tomado mi vaso de agua, hago lo que siempre hago cuando no puedo dormir… compruebo mi correo electrónico en mi estudio. Taylor ha vuelto y está preguntando si puede bajar a Charlie Tango. Stephan debe de estar dormido arriba. Le envió un correo en respuesta con un ―sí‖, aunque a estas horas de la noche, es un hecho.
De vuelta en la sala, me siento en mi piano. Este es mi consuelo, donde puedo perderme a mí misma durante horas. He sido capaz de tocar bien desde que tenía nueve, pero no fue hasta que tuve mi propio piano, mi propio lugar, que realmente se convirtió en mi pasión. Cuando quiero olvidar todo, esto es lo que hago. Y, ahora mismo, no quiero pensar acerca de habérmele propuesto a una virgen, haberla follado, o revelar mi estilo de vida a alguien sin experiencia. Con mis manos en las teclas, empiezo a tocar y me pierdo a mí misma en la soledad de Bach.
Un movimiento me distrae de la música, y cuando levanto la mirada Britt está de pie al lado del piano. Envuelta en un edredón, su cabello salvaje y rizándose por su espalda, los ojos luminosos, se ve maravillosa.
—Perdona —dice—. No quería molestarte.
¿Por qué se está disculpando?
—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón. —Toco las últimas notas y me levantó—. Deberías estar en la cama —la riño.
—Un tema muy hermoso. ¿Bach?
—La transcripción es de Bach, pero originalmente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello.
—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.
¿Melancólica? No sería la primera vez que alguien ha usado esa palabra para describirme.
—¿Puedo hablar libremente? Ama. —Leila está arrodillada a mi lado mientras trabajo.
—Puedes.
—Ama, está muy melancólica hoy.
—¿Lo estoy?
—Sí, Ama. ¿Hay algo que le gustaría que hiciera…?
Me sacudo el recuerdo. Britt debería estar en la cama. Se lo digo de nuevo.
—Me desperté y no estabas.
—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrada a dormir con nadie.
Le he dicho esto, ¿y por qué me estoy justificando?
Envuelvo mi brazo alrededor de sus hombros desnudos, disfrutando la sensación de su piel, y la guío de regreso al dormitorio.
—A los seis años. —Soy abrupta.
—Oh —dice. Creo que ha captado la indirecta… no quiero hablar sobre mi niñez.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto mientras enciendo la luz de la mesita de noche.
—Estoy bien.
Hay sangre en mis sábanas. Su sangre. Evidencia de su virginidad ahora ausente. Sus ojos se lanzan de las manchas a mí y aparta la mirada, avergonzada.
—Bueno, la señora Jones tendrá algo en lo que pensar.
Parece mortificada.
Es solo tu cuerpo, cariño. Agarro su barbilla e inclino su cabeza hacia atrás para poder ver su expresión. Estoy a punto de darle un sermón corto acerca de cómo no debe estar avergonzada de su cuerpo, cuando se estira para tocar mi pecho.
Joder.
Doy un paso fuera de su alcance a medida que emerge la oscuridad.
No. No me toques.
—Métete en la cama —ordeno, un poco más brusca de lo que había pretendido, pero espero que no detecte mi miedo. Sus ojos se ensanchan con confusión y tal vez lastimada.
Maldición.
—Me acostaré contigo —agrego, como una ofrenda de paz, y de la cómoda, saco una camiseta y me deslizo en ella rápidamente, por protección.
Todavía está de pie, mirándome.
—A la cama —ordeno más enérgicamente. Se apresura a mi cama y se acuesta y yo trepo detrás de ella, doblándola en mis brazos. Entierro el rostro en su cabello e inhalo su dulce aroma: otoño y manzanos. Mirando en la otra dirección, no puede tocarme, y mientras me acuesto ahí decido hacer cucharita con ella hasta que se duerma. Luego me levantaré y haré algo de trabajo.
—Duerme, dulce Brittany. —Beso su cabello y cierro los ojos. Su aroma llena mis fosas nasales, recordándome de un tiempo feliz y dejándome repleta… contenta, incluso…
Mami está feliz hoy. Está cantando.
Cantando acerca de qué tiene el amor que ver con ello.
Y cocinando. Y cantando.
Mi barriguita gruñe. Está cocinando tocino y waffles.
Huelen bien. A mi barriguita le gusta el tocino y los waffles.
Huelen tan bien.
Abriendo los ojos, la luz está filtrándose a través de las ventanas y hay un aroma delicioso viniendo de la cocina. Tocino. Estoy momentáneamente confundida. ¿Volvió Gail de la casa de su hermana?
Entonces recuerdo.
Britt.
Un vistazo al reloj me dice que es tarde. Salto fuera de la cama y sigo mi nariz hasta la cocina.
Ahí está Britt. Está usando mi camisa, su cabello trenzado, bailando con algo de música. No puedo escucharla. Está usando audífonos. Sin ser observada, tomo un asiento en la encimera de la cocina y observo el espectáculo. Está batiendo huevos, haciendo desayuno, sus trenzas rebotando mientras se sacude de un pie al otro, y me doy cuenta que no está usando ropa interior.
Buena chica.
Tiene que ser una de las mujeres más descoordinadas que he visto alguna vez. Es divertido, encantador, y extrañamente excitante al mismo tiempo; pienso en todas las maneras en que puedo mejorar su coordinación. Cuando se gira y me ve, se congela.
—Buenos días, señorita Pierce. Está muy… activa esta mañana. —Se ve incluso más joven con sus trenzas.
—He… He dormido bien —tartamudea.
—No imagino por qué —digo sarcásticamente, admitiéndome que yo también lo hice también. Es después de las nueve. ¿Cuándo fue la última vez que dormí más allá de las seis treinta?
Ayer.
Después de que había dormido con ella.
—¿Tienes hambre?
—Mucha. —Y no estoy segura de si es por desayuno, o por ella.
—¿Tortitas, tocino y huevos?
—Suena muy bien.
—No sé dónde están los manteles individuales —dice, pareciendo perdida, y creo que está avergonzada, porque la atrapé bailando. Apiadándome de ella, le ofrezco poner los platos para el desayuno y añado:
—¿Quieres que ponga música para que puedas seguir bailando?
Sus mejillas se sonrojan y baja la vista al piso.
Demonios. La he molestado.
—Por favor, no te detengas por mí. Es muy entretenido.
Con un puchero, gira su espalda hacia mí y continúa batiendo los huevos con entusiasmo. Me pregunto si tiene alguna idea de lo irrespetuoso que es esto para alguien como yo… pero, por supuesto no lo sabe, y por alguna razón incomprensible me hace sonreír. Deslizándome sigilosamente hacia ella, tiro de una de sus trenzas suavemente.
—Me encantan. No te protegerán.
No de mí. No ahora que te he tenido.
—¿Cómo quieres los huevos? —Su tono es inesperadamente altivo. Y quiero carcajearme, pero me resisto.
—Completamente batidos —respondo, tratando y fallando en sonar inexpresiva. Ella intenta esconder su diversión también, y continúa con su tarea.
Su sonrisa es fascinante.
Precipitadamente, coloco los manteles, preguntándome cuando fue la última vez que hice esto por alguien más.
Nunca.
Normalmente, durante el fin de semana mi sumisa se hace cargo de todas las tareas domésticas.
No hoy, López, porque ella no es tu sumisa… aún.
Nos sirvo jugo de naranja a las dos y enciendo el café. Ella no bebe café, solo té.
—¿Quieres un té?
—Sí, por favor. Si tienes.
En la alacena, encuentro las bolsas de té Twinings que le había pedido comprar a Gail.
Bueno, bueno, ¿quién habría pensado que alguna vez llegaría a usarlas?
Frunce el ceño cuando las ve.
—¿Tú crees? No tengo tan claro que hayamos llegado todavía al final, señorita Pierce —respondo con una mirada severa.
Y no hables de ti así.
Agrego su auto-desprecio a la lista de comportamientos que necesitarán modificaciones.
Evita mi mirada, ocupándose en servir el desayuno. Dos platos son colocados en los manteles, luego va por el jarabe de maple del refrigerador.
Cuando levanta la vista hacia mí, estoy esperando que se siente.
—Señorita Pierce. —Indico dónde se debería sentar.
—Señora López —responde, con formalidad artificial, y hace una mueca de dolor cuando se sienta.
—¿Estás muy dolorida? —Soy sorprendida por una inquieta sensación de culpa. Quiero follarla de nuevo, preferiblemente después del desayuno, pero si está demasiado adolorida eso estará fuera de cuestión. Tal vez podría usar su boca esta vez.
Los colores en su rostro se alzan.
—Bueno, a decir verdad, no tengo con qué compararlo —dice agriamente—. ¿Querías ofrecerme tu compasión? —Su tono sarcástico me toma por sorpresa. Si fuera mía, le ganaría unos azotes por lo menos, tal vez sobre la encimera de la cocina.
—No. Me preguntaba si debemos seguir con tu entrenamiento básico.
—Oh. —Se sobresalta.
Sí, Britt, podemos tener sexo durante el día también. Y me gustaría llenar esa inteligente boca tuya.
Tomo un bocado de mi desayuno y cierro los ojos en apreciación. Sabe impresionantemente bien. Cuando trago, todavía está mirándome.
—Come, Brittany —ordeno—. Por cierto, esto está buenísimo.
Puede cocinar, y bien.
Britt toma un bocado de su comida, luego empuja su desayuno alrededor de su plato. Le pido que deje de morderse el labio.
—Es muy distractor, y resulta que me he dado cuenta que no llevas nada debajo de mi camisa.
Juega con su bolsa de té y la tetera, ignorando mi irritación.
—¿En qué tipo de entrenamiento básico estás pensando? —pregunta.
Ella siempre está curiosa… veamos que tan lejos irá.
—Bueno, como estás dolorida, he pensado que podríamos dedicarnos a las técnicas orales.
Balbucea en su taza de té.
Demonios. No quiero asfixiar a la chica.
Suavemente, la golpeo en la espalda y le entrego un vaso de jugo de naranja.
—Si quieres quedarte, claro. —No debería presionar a mi suerte.
—Me gustaría quedarme durante el día, si no hay problema. Mañana tengo que trabajar.
—¿A qué hora tienes que estar en el trabajo?
—A las nueve.
—Te llevaré al trabajo mañana a las nueve.
¿Qué? ¿Quiero que se quede?
Es una sorpresa para mí.
Sí, quiero que se quede.
—Tengo que volver a casa esta noche. Necesito cambiarme de ropa.
—Podemos conseguirte algo aquí.
Sacude su cabello y mordisquea nerviosamente su labio… otra vez.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Tengo que volver a casa esta noche.
Chica, es obstinada. No quiero que se vaya, pero a esta altura, sin un acuerdo, no puedo insistir que se quede.
—De acuerdo, esta noche. Ahora cómete tu desayuno.
Examina su comida.
—Come, Brittany. No comiste nada anoche.
—Realmente no tengo tanta hambre —dice.
Bueno, esto es frustrante.
—Me gustaría mucho que te terminaras el desayuno. —Mi voz es grave.
—¿Qué problema tienes con la comida? —espeta.
Oh, bella, realmente no quieres saber.
—Ya te dije que no soporto tirar la comida. Come. —La miro fijamente. No me presiones en esto, Britt. Me da una mirada testaruda y empieza a comer.
Mientras la observo colocar un bocado de huevos en su boca, me relajo. Es bastante desafiante en su propia manera. Y es única. Nunca he lidiado con esto. Sí. Eso es. Ella es una novedad. Esa es la fascinación… ¿Cierto?
Cuando termina su comida, tomo su plato.
—Tú cocinaste, yo limpiaré.
—Muy democrática —dice, arqueando una ceja.
—Sí. No es mi estilo habitual. En cuanto acabe, tomaremos un baño.
puedo poner a prueba sus habilidades orales. Tomo una respiración repentina para controlar mi excitación instantánea ante el pensamiento.
Demonios.
Su teléfono timbra y ella deambula al extremo de la habitación, concentrada en la conversación. Me detengo cerca del fregadero y la observo. A medida que se detiene contra la pared de cristal, la luz matinal contornea su cuerpo en mi camisa blanca. Mi boca se seca. Es esbelta, con largas piernas, pechos perfectos, y un trasero perfecto.
Todavía en su llamada, se gira hacia mí y yo pretendo que mi atención está en otra parte. Por alguna razón no quiero que me atrape comiéndomela con los ojos.
¿Quién está en el teléfono?
Escucho mencionar el nombre de Fabray y me tenso. ¿Qué está diciendo? Nuestros ojos se entrelazan.
¿Qué estás diciendo,Britt?
Se da la vuelta y un momento después cuelga, luego camina de regreso a mí, sus caderas meciéndose en un ritmo suave y seductor debajo de mi cabeza. ¿Debería decirle lo que puedo ver?
—¿El acuerdo de confidencialidad lo abarca todo? —pregunta, deteniéndome en seco mientras cerraba el armario de la despensa.
—¿Por qué? —¿A dónde está yendo con esto? ¿Qué le ha dicho a Fabray?
Toma una respiración profunda.
—Bueno, tengo algunas dudas, ya sabes, sobre sexo. Y me gustaría comentarlas con Quinn.
—Puedes comentarlas conmigo.
—Santana, con todo el respeto… —Se detiene.
¿Está avergonzada?
—Son solo cuestiones técnicas. No diré nada del Cuarto Rojo del Dolor —dice en un apuro.
—¿Cuarto Rojo del Dolor?
¿Qué demonios?
—Se trata sobre todo de placer, Brittany. Créeme. Y además, tu compañera de piso está revolcándose con mi hermano. Preferiría que no hablaras con ella, la verdad.
No quiero que Sam sepa nada de mi vida sexual. Nunca me dejaría en paz.
—¿Sabe algo tu familia de tus… uhm, preferencias?
—No. No son asunto suyo.
Está muriendo por preguntar algo.
—¿Qué quieres saber? —pregunto, parándome enfrente de ella, escudriñando su rostro.
¿Qué es, Britt?
—De momento, nada en concreto —susurra.
—Bueno, podemos empezar preguntándote qué tal lo has pasado esta noche. —Mi respiración se hace superficial mientras espero por su respuesta. Todo nuestro acuerdo podría pender de su respuesta.
—Bien —dice, y me da una suave sonrisa sexy.
Es lo que quiero escuchar.
—Para mí también. Nunca había echado un polvo vainilla. Y no ha estado nada mal. Aunque, quizá es porque ha sido contigo.
Su sorpresa y placer ante mis palabras son obvios. Acaricio su regordete labio inferior con mi pulgar. Estoy ansiosa por tocarla… de nuevo.
—Ven, vamos a bañarnos. —La beso y la llevo al baño.
—Quédate aquí —ordeno, girando la llave del agua, luego añado aceite aromático al agua humeante. La bañera se llena rápidamente mientras me observa. Normalmente, esperaría que cualquier mujer con la que estuviera a punto de bañarme, bajara sus ojos con modestia.
Pero no Britt.
Ella no baja su mirada, y sus ojos brillan con anticipación y curiosidad. Pero tiene los brazos envueltos alrededor de sí; es tímida.
Es excitante.
Y pensar que nunca se ha bañado con una mujer o un hombre.
Puedo reclamar otra primera vez.
Cuando la bañera está llena, me saco mi camiseta y sostengo mi mano.
—Señorita Pierce.
Ella acepta mi invitación y da un paso dentro de la bañera.
—Gírate y mírame —le instruyo—. Sé que ese labio es delicioso, doy fe de ello, pero ¿puedes dejar de mordértelo? Cuando te lo muerdes, tengo ganas de follarte, y estás adolorida, ¿de acuerdo?
Inhala agudamente, liberando su labio.
—Eso es. ¿Lo has entendido?
Todavía de pie, me da un asentimiento enfático.
—Bien. —Aún está usando mi camisa y tomo el iPod del bolsillo de la camisa y lo coloco cerca del lavamanos—. El agua y el iPod… no son una combinación muy inteligente. —Agarro el dobladillo y se la quito. Inmediatamente baja su cabeza cuando doy un paso atrás para admirarla.
—Oye. —Mi voz es amable y la alienta a alzar la vista hacia mí—. Brittany eres una mujer muy hermosa, el paquete completo. No bajes la cabeza como si estuvieras avergonzada. No tienes por qué avergonzarte, y te aseguro que es todo un placer contemplarte. —Sosteniendo su barbilla, inclino su cabeza hacia atrás.
No te escondas de mí,bella.
—Ya puedes sentarte.
Se sienta con prisa indecente y hace una mueca a medida que su cuerpo adolorido golpea el agua.
De acuerdo…
Cierra sus ojos con fuerza mientras se recuesta, pero cuando los abre, se ve más relajada.
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
cap 11
—¿Por qué no te unes? —pregunta con una sonrisa tímida.
—Creo que lo haré. Muévete hacia adelante. —Desnudándome, trepo detrás de ella, la atraigo hacia mi pecho, y coloco mis piernas alrededor de las suyas, mis pies sobre sus tobillos, y luego separo sus piernas.
Se menea contra mí, pero ignoro su movimiento y entierro mi nariz en su cabello.
—Hueles tan bien, Brittany —susurro.
Se tranquiliza y agarro el gel de baño del estante a nuestro lado. Exprimiendo un poco en mi mano, trabajo en el jabón hasta que se hace espuma y empiezo a masajear su cuello y hombros. Ella gime a medida que su cabeza cae hacia un lado bajo mi tierna atención.
—¿Te gusta eso? —pregunto.
—Mmm —canturrea con satisfacción.
Lavo sus brazos y sus axilas, entonces alcanzo mi meta principal: sus pechos.
Señor, la sensación de ella.
Tiene pechos perfectos. Los amaso y los atormento. Ella gime y flexiona sus caderas y su respiración se acelera. Está excitada. Mi cuerpo responde a su vez, humedeciéndose debajo de ella.
Mis manos rozan sobre su torso y su abdomen hacia mi segunda meta. Antes de alcanzar su vello púbico me detengo y agarro un paño. Exprimiendo algo de jabón en el paño, empiezo el lento proceso de lavarla entre las piernas. Suave, lento pero seguro, frotando, lavando, limpiando, estimulando. Empieza a jadear y sus caderas se mueven en sincronización con mi mano. Su cabeza descansando contra mi hombro, sus ojos cerrados, su boca abierta en un gemido silencioso mientras se rinde a mis dedos implacables.
—Siéntelo, bella. —Paso mis dientes a lo largo del lóbulo de su oreja—. Siéntelo para mí.
—Oh, por favor —gimotea, y trata de enderezar sus piernas, pero las tengo aprisionadas debajo de mí.
Suficiente.
Ahora que está toda llena de espuma, estoy lista para proceder.
—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —anuncio, y alejo mis manos de ella.
—¿Por qué te detienes? —protesta, sus ojos revoloteando abiertos, revelando frustración y decepción.
—Porque tengo otros planes para ti, Brittany.
Ella está jadeando y, si no me equivoco, haciendo pucheros.
Bien.
—Gírate. Necesito lavarme también.
Ella lo hace, su cara sonrojada, sus ojos brillantes, sus pupilas dilatadas.
Alzando mis caderas, toco mi vagina.
—Quiero que, para empezar, conozcas bien la parte más valiosa de mi cuerpo, mi favorita. Le tengo mucho cariño.
Su boca cae abierta mientras mira de mi vagina a mi cara… y de regreso. No puedo evitar mi sonrisa malvada. Su cara es una imagen de una modesta indignación.
Pero, mientras mira, su expresión cambia. Primero pensativa, después evaluativa, y cuando sus ojos se encuentran con los míos, el reto en ellos es claro.
Oh, adelante, señorita Pierce.
Su sonrisa es una de deleite mientras se estira por el jabón de cuerpo. Tomándose su dulce tiempo, esparce algo de jabón en la palma de su mano y, sin quitar sus ojos de los míos, restriega sus manos juntas. Sus labios se abren y ella muerde su labio inferior, pasando su lengua a través de las pequeñas marcas que dejaron sus dientes.
¡Britt Pierce, seductora!
Mi vagina responde en apreciación, humedeciéndose más. Estirándose hacia adelante, me toma, su mano cerrándose alrededor de mí. Mi aliento silba entre mis dientes apretados y cierro los ojos, saboreando el momento.
Aquí, no me importa ser tocada.
No, no me importa para nada… Colocando mi mano sobre la suya, le enseño qué hacer.
—Así. —Mi voz es ronca mientras la guío. Ella aprieta su agarre alrededor de mi clítoris y su mano se mueve de arriba hacia abajo sobre mí.
Oh, sí.
—Así es. Muy bien, bella.
La suelto y la dejo continuar, cerrando los ojos y rindiéndome ante el ritmo que ha marcado.
Oh, Dios.
¿Qué tiene su inexperiencia que es tan excitante? ¿Es que estoy disfrutando todas sus primeras veces?
De pronto, me atrae a su boca, succionando duro mi clítoris, su lengua torturándome.
Joder.
—Vaya… Britt.
Ella succiona más duro, sus ojos iluminados con astucia femenina. Esta es su venganza, su ojo por ojo. Se ve maravillosa.
—Cristo —gruño, y cierro los ojos, así no me voy a venir inmediatamente. Ella continúa su dulce tortura, y mientras su confianza crece, flexiono mis caderas empujándome más profundo en su boca.
¿Qué tan lejos puedes ir, bella?
Verla es estimulante, tan estimulante. Tomo su cabello y comienzo a trabajar su boca mientras ella se sostiene con sus manos en mis muslos.
—Oh… bella… es fantástico.
Ella coloca sus dientes detrás de sus labios y me muerde el clítoris suavemente.
—¡Ah! —gimo, y me pregunto qué tan lejos me dejara ir. Su boca me atormenta, sus dientes protegidos succionando duro. Y quiero más. —Dios, ¿hasta dónde puedes llegar?
Sus ojos encuentran los míos y frunce el ceño. Entonces, con una mirada de determinación, se desliza hacia abajo y me mete la lengua hasta el fondo.
Joder.
—Brittany, me voy a venir en tu boca. —La prevengo, sin aliento—. Si no quieres que lo haga, detente ahora. —Me entierra la lengua una y otra vez, viendo su lengua desaparecer y reaparecer de su boca. Es más allá de lo erótico. Estoy tan cerca. De pronto, desnuda sus dientes, apretándome gentilmente el clítoris, y estoy desecha, me corro en su boca, gritando de placer.
Joder.
Mi respiración es laboriosa. Ella me desarmó completamente… ¡De nuevo!
Cuando abro mis ojos, está brillando con orgullo.
Y debería. Eso fue un infierno de sexo oral.
—¿No tienes náuseas? —Me maravillo de ella mientras recupero mi respiración. —Dios, Britt… ha estado… muy bien, de verdad, muy bien. Aunque no lo esperaba. ¿Sabes? No dejas de sorprenderme. —La elogio por un trabajo bien hecho.
Espera, eso fue demasiado bueno, tal vez tiene algo de experiencia después de todo.
—¿Lo habías hecho antes? —pregunto, y no estoy segura de querer saber.
—No —dice con evidente orgullo.
—Bien. —Espero que mi alivio no sea demasiado obvio—. Entonces, otra novedad, Señorita Pierce. Bueno, tienes un sobresaliente en técnicas orales. Ven, vamos a la cama. Te debo un orgasmo.
Salgo de la bañera algo mareada y enredo una toalla alrededor de mis pechos. Tomando otra, la alzo y la ayudo a salir de la bañera, enredándola en ella, de modo que está atrapada. La sostengo contra mí, besándola, realmente besándola. Explorando su boca con mi lengua.
Saboreo mis jugos en su boca. Agarrando su cabeza, profundizo el beso.
La quiero.
A toda ella.
Su cuerpo y su alma.
Quiero que sea mía.
Mirando hacia sus perplejos ojos, le imploro.
—Dime que sí.
—¿A qué? —susurra.
—A nuestro acuerdo. A ser mía. Por favor, Britt. —Y es lo más cercano que he estado a rogar en un largo tiempo. La beso de nuevo, vertiendo mi fervor en mi beso. Cuando tomo su mano, se ve deslumbrada.
Deslúmbrala mucho más, López.
En mi habitación, la suelto.
—¿Confías en mí? —pregunto.
Ella asiente.
—Buena chica.
Buena. Hermosa. Chica.
Me dirijo a mi closet para tomar una de mis corbatas. Cuando estoy de regreso frente a ella, tomo su toalla y la dejo caer al suelo.
—Junta las manos por delante.
Ella lame sus labios en lo que creo que es un momento de inseguridad, entonces estira sus manos. Rápidamente, ato sus muñecas con la corbata. Pruebo el nudo. Sí. Es seguro.
Hora de más entrenamiento, Señorita Pierce.
Sus labios se abren mientras inhala… está excitada.
Gentilmente jalo sus dos coletas.
—Pareces muy joven con estas trenzas. —Pero no me van a detener. Dejo caer mi toalla—. Oh, Brittany, ¿qué voy a hacer contigo? —Tomo la parte superior de sus brazos y la empujo gentilmente hacia la cama, manteniendo mi agarre en ella para que no se caiga. Una vez que está recostada, me acuesto a su lado, coloco sus manos y las alzo sobre su cabeza—. Deja las manos así. No las muevas. ¿Entendido?
Ella traga.
—Contéstame.
—No moveré las manos —dice, su voz es ronca.
—Buena chica. —No puedo evitar sonreír. Ella descansa a mi lado, con las muñecas atadas. Indefensa. Mía.
No del todo que ver con lo que quería, aún, pero estamos llegando ahí.
Inclinándome, la beso ligeramente y le dejo saber que la besaré por completo.
Ella suspira mientras mis labios se mueven de la base de su oreja hacia abajo, hasta el hueco en la parte inferior de su cuello. Soy recompensada con un gemido apreciativo. Abruptamente, baja sus brazos para que puedan cerrarse alrededor de mi cuello.
No. No. No. Esto no pasará, señorita Pierce.
Mirándola, los coloco firmemente de regreso arriba de su cabeza.
—Si mueves las manos, tendremos que volver a empezar.
—Quiero tocarte —susurra.
—Lo sé. —Pero no puedes—. Pero deja las manos quietas.
Sus labios están entreabiertos y su pecho está agitado con rápidas respiraciones. Está encendida.
Bien.
Tomando su barbilla, comienzo a besar mi camino por su cuerpo. Mi mano pasa sobre sus pechos, mis labios en una búsqueda caliente. Con una mano en su vientre, sosteniéndola en su lugar, rindo homenaje a cada uno de sus pezones, succionándolos y pellizcándolos gentilmente, deleitándome cuando se endurecen en respuesta.
Ella maúlla y sus caderas comienzan a moverse.
—No te muevas —le advierto contra su piel. Coloco besos sobre su vientre, donde mi lengua explora el sabor y la profundidad de su ombligo.
—Ah —gime y se retuerce.
Tendré que enseñarle a mantenerse quieta.
Mis dedos rozan su piel.
—Mmm. Qué dulce es usted, señorita Pierce. —Pellizco gentilmente el camino entre su ombligo y su vello púbico, entonces me siento entre sus piernas. Tomando sus tobillos, estiro sus largas piernas. Así, desnuda, vulnerable, es una gloriosa vista. Tomando su pie izquierdo, doblo su rodilla y alzo sus dedos hacia mis labios, viendo su cara mientras lo hago. Beso cada dedo, entonces muerdo la suave almohadilla de cada uno.
Sus ojos son amplios y su boca está abierta, moviéndose alternativamente entre una pequeña a una gran O. Cuando muerdo la almohadilla de su dedo pequeño un poco más duro, su pelvis se flexiona y gime. Paso mi lengua sobre su empeine hacia su tobillo. Ella aprieta sus ojos, su cabeza moviéndose de un lado a otro, mientras continúo atormentándola.
—Oh, por favor —suplica cuando succiono y muerdo su dedo pequeño.
—Lo mejor para usted, señorita Pierce —bromeo.
Cuando llego a su rodilla, no me detengo sino que continúo, lamiendo, succionando y mordiendo hacia el interior de su muslo, abriendo sus piernas más ampliamente mientras lo hago.
Ella tiembla en sorpresa, anticipando mi lengua en el vértice de sus muslos.
Oh, no… todavía no, señorita Pierce.
Regreso mi atención a su pierna izquierda, besando y pellizcando desde la parte de arriba de su rodillas hasta el interior de su muslo.
Ella se tensa cuando finalmente caigo entre sus piernas. Pero mantiene sus brazos alzados.
Buena chica.
Gentilmente, paso mi nariz de arriba hacia abajo por su vulva.
Se retuerce debajo de mí.
Me detengo.
Tiene que aprender a mantenerse quieta.
Alza su cabeza pasa mirarme.
—¿Sabe lo embriagador que es su olor, señorita Pierce? —Manteniendo su mirada con la mía, empujo mi nariz en su vello púbico e inhalo profundamente. Su cabeza cae hacia atrás en la cama y gime.
Soplo gentilmente arriba y abajo sobre su vello púbico.
—Me gusta —murmuro. Ha pasado un largo tiempo desde que he visto vello púbico tan cerca y personalmente como éste. Lo jalo suavemente—. Quizás lo conservaremos.
A pesar de que no es bueno para el juego de cera…
—Oh, por favor —suplica.
—Mmm… me gusta que me supliques, Brittany.
Ella gime.
—No suelo pagar con la misma moneda, señorita Pierce —susurro contra su carne—. Pero hoy me ha complacido, así que tiene que recibir su recompensa. —Y sostengo sus muslos, abriéndola con mi lengua, y comienzo a hacer círculos contra su clítoris.
Ella grita, su cuerpo alzándose de la cama.
Pero no me detengo. Mi lengua es implacable. Sus piernas se tensan, sus dedos apuntando.
Ah, está cerca, y lentamente deslizo mi dedo medio dentro de ella.
Está mojada.
Mojada y esperando.
—Oh, Bella. Me encanta que estés tan mojada para mí. —Comienzo a mover mi dedo en círculos, extendiéndola. Mi lengua continúa atormentando su clítoris, una y otra vez. Se tensa debajo de mí y finalmente grita mientras su orgasmo rompe a través de ella.
¡Sí!
Me pongo de rodillas y me acomodo de modo que nuestros sexos se unen a la perfección, la penetro lentamente con dos dedos.
Joder, se siente bien.
—¿Cómo estás? —pregunto.
—Bien. Muy bien. —Su voz es ronca.
Oh…Comienzo a moverme, deleitándome con la sensación de ella a mí alrededor. Una y otra vez, más y más rápido, perdiéndome en esta mujer. Quiero que se venga de nuevo.
La quiero satisfecha.
La quiero feliz.
Finalmente, se tensa una vez más y gime.
—Vente para mí, bella —le digo entre dientes, y explota alrededor de mís dedos.
—Un polvo de agradecimiento —susurro, y me dijo ir, encontrando mi propia dulce liberación. Brevemente me derrumbo sobre ella, disfrutando de su suavidad. Ella mueve sus manos de modo que están alrededor de mi cuello, pero como está atada no puede tocarme.
Tomando una respiración profunda, sostengo mi peso en mis brazos y la miro maravillada.
—¿Ves lo buenas que somos juntas? Si te entregas a mí, será mucho mejor. Confía en mí, Brittany, puedo transportarte a lugares que ni siquiera sabes que existen. —Nuestras frentes se tocan y cierro mis ojos.
Por favor, di que sí.
Escuchamos voces fuera de la puerta.
¿Qué demonios?
Son Taylor y Grace.
—¡Mierda! Es mi madre.
Britt chilla mientras me alejo de ella, saltando fuera de la cama.
¿Qué diablos está haciendo mi madre aquí?
Taylor la ha desviado, gracias al cielo. Bueno, ella está a punto de tener una sorpresa.
Britt sigue recostada en la cama.
—Vamos, tenemos que vestirnos… si quieres conocer a mi madre. —Le sonrío a Britt mientras me pongo mis pantalones . Se ve adorable.
—Santana… no puedo moverme —protesta, pero está sonriendo también.
Inclinándome, deshago el nudo y beso su frente.
Mi madre va a emocionarse sabe que me gustan las mujeres pero nunca me ha visto con alguna.
—Otra novedad —susurro, incapaz de esconder mi sonrisa.
—No tengo ropa limpia aquí.
Me deslizo en una camiseta blanca y cuando me giro, ella se está sentando, abrazando sus rodillas.
—Tal vez debería quedarme aquí.
—Oh, no, claro que no —le advierto—. Puedes usar algo mío.
Me gusta cuando usa mi ropa.
Su cara cae.
—Brittany, podrías estar usando un saco y aun así te verías encantadora. Por favor, no te preocupes. Me gustaría que conocieras a mi madre. Vístete. Iré a calmarla. Te espero en el salón en cinco minutos, de otra forma, vendré y te arrastraré hasta ahí yo misma lleves lo que lleves puesto. Mis camisetas están en este cajón. Mis camisas en el armario. Busca tú misma.
Sus ojos se amplían.
Sí. Hablo enserio, bella.
Advirtiéndole con una dura mirada, abro la puerta y salgo para encontrar a mi madre.
Grace está de pie en el corredor opuesto a la puerta del vestíbulo, y Taylor está hablando con ella. Su cara se enciende cuando me ve.
—Querida, no tenía idea de que tendrías compañía —exclama, y se ve un poco avergonzada.
—Hola, Madre. —Beso la mejilla que me ofrece—. Trataré con ella ahora —le digo a Taylor.
—Sí, Sra. Lopez. —Asiente, viéndose exasperado, y se dirige de regreso a su oficina.
—Gracias, Taylor —le grita Grace, entonces gira toda su atención hacia mí.
—¿Tratar conmigo? —dice en reprensión—. Estaba de compras en el centro y pensé que podía venir por un café. —Se detiene—. Si hubiera sabido que no estabas sola… —Se encoje de hombros de una extraña manera femenina.
Se ha detenido seguido por un café antes y había una mujer aquí… solo que ella nunca lo supo.
—Ella vendrá en un momento —admito, sacándola de su miseria—. ¿Quieres sentarte? —Señalo en dirección al sofá.
—¿Ella?
—Sí, madre. Ella. —Mi tono es seco mientras trato de no reírme. Y por una vez, ella está en silencio mientras deambula por la sala creo que aún tenía la esperanza de que fuera hetero.
—Veo que han desayunado —observa, viendo los trastes sin lavar.
—¿Quieres algo de café?
—No. Gracias, querida. —Se sienta—. Conoceré a tu… amiga y después me iré. No quiero interrumpirlos. Tenía el presentimiento de que estarías trabajando como una esclava en tu estudio. Trabajas duro, cariño. Pensé que tendría que arrastrarte para sacarte. —Se ve casi disculpándose cuando me uno a ella en el sofá.
—No te preocupes. —Estoy divertida por su reacción—. ¿Por qué no estás en la iglesia esta mañana?
—Carrick tenía que trabajar, así que decidimos ir a la eucaristía de la tarde. Supongo que es demasiado desear que vengas con nosotros.
Alzo una ceja en un desprecio cínico.
—Madre, sabes que eso no es lo mío.
Dios y yo nos dimos la espalda el uno al otro mucho tiempo atrás.
Ella suspira, pero entonces Britt aparece… vestida con su propia ropa, viéndose tímida en la puerta de entrada. La tensión entre madre e hija es notable, y me pongo de pie aliviada.
—Aquí está.
Grace se gira y se pone de pie.
—Mamá, te presento a Brittany Pierce. Brittany, está es Grace Trevelyan-López.
Sacuden sus manos.
—Encantada de conocerte —dice Grace con un demasiado entusiasta para mi agrado.
—Dra. Trevelyan-López —dice Britt educadamente.
—Llámame Grace —dice, de pronto toda amigable e informal.
¿Qué? ¿Tan pronto?
Grace continúa:
—Suelen llamarme Dra. Trevelyan y la señora López es mi suegra. —Ella le guiña un ojo a Britt y se sienta. Me muevo hacia Britt y golpeo el asiento a mi lado, y ella viene y se sienta.
—Bueno, ¿y ustedes cómo se conocieron? —pregunta Grace.
—Brittany me hizo una entrevista para la revista de la facultad, porque esta semana voy a entregar los títulos.
—Así que te gradúas esta semana —pregunta Grace a Britt.
—Sí.
El celular de Britt comienza a sonar y se excusa para contestarlo.
—Y yo daré el discurso de graduación —le digo a Grace, pero mi atención está en Britt.
¿Quién es?
—Mira, Noah, ahora no es un buen momento. —La escucho decir.
Ese maldito fotógrafo. ¿Qué es lo que quiere?
—Dejé un mensaje para Sam, y luego descubrí que está en Portland. No lo he visto desde la semana pasada —está diciendo Grace.
Britt cuelga.
Grace continúa mientras Britt se aproxima a nosotras de nuevo:
—…y Sam me llamó para decirme que estabas por aquí… Hace dos semanas que no te veo, cariño.
—¿Sam lo sabía? —pregunto.
¿Qué es lo que el fotógrafo quiere?
—Pensé que podríamos comer juntas, pero ya veo que tienes otros planes, así que no quiero interrumpirlas. —Grace se pone de pie, y por una vez estoy agradecida que sea intuitiva y pueda leer una situación. Me ofrece su mejilla de nuevo. La beso de despedida.
—Tengo que llevar a Brittany a Portland.
—Claro, cariño. —Grace vuelve su animada… y, si no me equivoco, agradecida sonrisa a Britt.
Es irritante.
—Brittany, ha sido un gran placer. —Grace se acerca y toma la mano de Britt—. Espero que volvamos a vernos.
—¿Sra. López? —Taylor aparece en el umbral de la puerta.
—Gracias, Taylor —responde Grace, y él la escolta fuera de la habitación y a través de las puertas dobles del vestíbulo.
Bueno, eso fue interesante.
Mi madre siempre pensó que era gay. Pero como siempre respetó mis límites, nunca me preguntó.
Bueno, ahora lo sabe.
Britt está mordiendo su labio inferior, irradiando ansiedad… como debería.
—Así que te llamó el fotógrafo —sueno brusca.
—Sí.
—¿Qué quería?
—Solo pedirme perdón, ya sabes… por lo del viernes.
—Ya veo. —Tal vez quiere otra oportunidad con ella. El pensamiento es desagradable.
Taylor se aclara la garganta.
—Señora López, hay un problema con el envío a Darfur.
Mierda. Esto es lo que pasa por no revisar mi correo esta mañana. He estado muy ocupada con Brittany.
—¿Charlie Tango está de vuelta en Boeing Field? —le pregunto a Taylor.
—Sí, señora.
Taylor saluda a Britt con un asentimiento.
—Señorita Pierce.
Ella le da una amplia sonrisa y él se va.
—¿Taylor vive aquí? —pregunta Britt.
—Sí.
Dirigiéndome a la cocina, tomo mi teléfono y rápidamente veo mi correo. Hay un mensaje marcado de Ros y un par de textos. La llamo inmediatamente.
—Ros, ¿cuál es el problema?
—Santana, hola. El reporte que traen de Darfur no es bueno. No pueden garantizar la seguridad de las embarcaciones en el mantenimiento de la carretera, y el Departamento de Estado no está dispuesto a sancionar el alivio sin la aprobación de la ONG.
A la mierda esto.
—No voy a poner en peligro a la tripulación. —Ros sabe esto.
—Podríamos tratar y atraer mercenarios —dice.
—No, cancélalo…
—Pero el costo —protesta.
—Los lanzaremos desde el aire.
—Sabía que dirías eso, Santana. Tengo un plan en las obras. Será costoso. Mientras tanto, los contenedores pueden ir a Rotterdam fuera de Philly y podemos tomarlo desde ahí. Eso es todo.
—Bien. —Cuelgo. Más apoyo del Departamento de Estado sería útil. Me acuerdo de llamar a Blandino para discutir esto mucho mejor.
Mi atención regresa a la señorita Pierce, quien está de pie en mi sala de estar, mirándome con cautela. Necesito ponernos de nuevo en marcha.
Sí. El contrato. Ese es el siguiente paso en nuestra negociación.
En mi estudio, reúno los papeles que están en mi escritorio y los coloco en un sobre de manila.
Britt no se ha movido de donde la dejé en la sala de estar. Tal vez está pensando en el fotógrafo… mi estado de ánimo se va en picada.
—Este es el contrato. —Sostengo el sobre—. Léelo y lo comentamos el fin de semana que viene. Te sugiero que investigues un poco para que sepas de lo que estamos hablando.—Ella mira desde el sobre de manila hacia mí, su rostro pálido—. Bueno, si aceptas, y espero de verdad que aceptes—añado.
—¿Que investigue?
—Te sorprendería saber lo que puedes encontrar en internet.
Frunce el ceño.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—No tengo computadora. Suelo utilizar las de la facultad. Veré si puedo utilizar la computadora portátil de Quinn.
¿Sin computadora? ¿Cómo puede una estudiante no tener computadora? ¿Está en quiebra? Le entrego el sobre.
—Seguro que puedo… bueno… prestarte una. Recoge tus cosas. Volveremos a Portland en auto y comeremos algo por el camino. Voy a vestirme.
—Tengo que hacer una llamada —dice, su voz suave y vacilante.
—¿Al fotógrafo? —espeto. Ella se ve culpable.
¿Qué demonios?
—No me gusta compartir, Señorita Pierce. Recuérdelo. —Salgo hecho una furia de la habitación antes de decir algo más.
¿Está enamorada de él?
¿Me estaba usando para amaestrarla?
Mierda.
Quizás es el dinero. Ese es un pensamiento depresivo…aunque no me parece que sea una caza fortunas. Fue bastante vehemente sobre que le comprara cualquier prenda.
Me saco los jeans y me pongo unos bragasr. Mi corbata Brioni está en el suelo. Me agacho para recogerla.
Tomó bien que la atara…Hay esperanza, López. Esperanza.
Meto la corbata y otras dos en un maletín junto con calcetas, ropa interior.
¿Qué estoy haciendo?
En el fondo, sé que me voy a quedar en el Heathman toda la semana que viene…para estar cerca de ella.
Reúno un par de trajes y camisas que Taylor puede llevar más tarde en la semana. Necesitaré una para la ceremonia de graduación.
Me deslizo en unos jeans limpios y agarro una chaqueta de cuero, y mi teléfono suena. Es un mensaje de texto de Sam.
Estoy conduciendo de vuelta en tu auto.
Espero que eso no arruine tus planes.
Le regreso el mensaje.
No. Volveré a Portland ahora.
Déjale saber a Taylor cuando llegues.
Llamo a Taylor a través del sistema interno telefónico.
—¿Señora López?
—Sam traer el auto de vuelta en algún momento de esta tarde. Llévalo a Portland mañana. Me voy a quedar en el Heathman hasta la ceremonia de graduación. Dejé un poco de ropa que me gustaría que me llevaras también.
—Sí, señora.
—Y llama a Audi. Puede que necesite el A3 más pronto de lo que pensé.
—Está Listo ya, Sra. López.
—Oh. Bueno. Gracias.
Así que arreglado el auto; ahora la computadora. Llamo a Barney, asumiendo que estará en su oficina, y sabiendo que tendrá una portátil de última generación por ahí.
—¿Sra. López? —responde.
—¿Qué está haciendo en la oficina, Barney? Es domingo.
—Estoy trabajando en el diseño de la Tablet. El problema de las celdas solares me está molestando.
—Necesita una vida en el hogar.
Barney tiene la gracia de reír.
—¿Qué puedo hacer por usted, Sra. López?
—¿Tiene alguna computadora portátil nueva?
—Tengo dos aquí, de Apple.
—Genial. Necesito una.
—Por supuesto.
—¿Puede configurarla con una cuenta de correo electrónico para Brittany Pierce? Ella será su dueña.
—¿Cómo se deletrea?¿―Pierci?
—P.I.E.R.C.E
—Perfecto.
—Bien. Andrea se pondrá en contacto hoy para organizar la entrega.
—Claro que sí, señora.
—Gracias, Barney… y váyase a casa.
—Sí, señora.
Le envió un mensaje de texto a Andrea con las instrucciones para enviar la computadora portátil al domicilio de Britt, luego regreso al salón. Britt está sentada en el sofá, jugueteando con sus dedos. Me da una mirada cautelosa y se levanta.
—¿Lista? —pregunto.
Ella asiente.
Taylor aparece desde su oficina.
—Mañana, pues —le digo.
—Sí, señora. ¿Qué auto va a llevarse?
—El R8.
—Buen viaje, Sra. López. Señorita Pierce —dice Taylor, mientras abre las puertas del vestíbulo para nosotros. Britt se agita a mi lado mientras esperamos el elevador, su diente en su labio inferior.
Me recuerda a su diente en mi clítoris.
—¿Qué pasa, Brittany? —pregunto, mientras extiendo el brazo y agarro su barbilla—. Deja de morderte el labio o te follaré en el ascensor, y me dará igual si entra alguien o no —gruño.
Está sorprendida, creo, aunque porque lo estaría después de todo lo que hemos hecho…Mi humor se suaviza.
—Santana, tengo un problema —dice ella.
—¿Ah, sí?
En el ascensor, presiono el botón para el garaje.
—Bueno… —tartamudea, insegura. Luego endereza los hombros—. Tengo muchas preguntas sobre sexo, y tú estás demasiado implicada. Si quieres que haga todas esas cosas, ¿cómo voy a saber…? —Se detiene, como si midiera sus palabras—. Es que no tengo puntos de referencia.
No esto otra vez. Ya hemos hablado de esto. No quiero que hable con nadie. Ha firmado un acuerdo de confidencialidad. Pero lo preguntó de nuevo. Así que debe ser importante para ella.
—Si no hay más remedio, habla con ella. Pero asegúrate de que no comente nada con Sam.
—Quinn no haría algo así, como yo no te diría a ti nada de lo que ella me cuente de Sam… si me contara algo —insiste.
Le recuerdo que no estoy interesada en la vida sexual de Sam pero coincido en que pueda hablar sobre lo que hemos hecho hasta ahora. Su compañera de habitación tendría mis senos si supiera mis verdaderas intenciones.
—De acuerdo —dice Britt, y me da una sonrisa brillante.
—Cuanto antes te sometas a mí mejor, y así acabamos con todo esto.
—¿Acabamos con qué?
—Con tus desafíos.—La beso rápidamente y sus labios sobre los míos inmediatamente me hacen sentir mejor.
—Bonito auto —dice, mientras nos acercamos al R8 en el garaje subterráneo.
—Lo sé. —Le destello una rápida sonrisa, y soy recompensada con otra sonrisa, antes de que ella ponga los ojos en blanco. Abro la puerta para ella, preguntándome si debería comentar sobre el asunto de entornar los ojos.
—¿Qué auto es? —pregunta, cuando estoy detrás del volante.
—Es un Audi R8 Spyder. Como hace un día precioso, podemos bajar la capota. Ahí hay una gorra. Bueno, debería haber dos.
Enciendo el motor y retracto el techo, y The Boss llena el auto.
—Va a tener que gustarte Bruce.—Le sonrío a Britt y conduzco el R8 por su lugar seguro en el garaje.
Abriéndome paso entre los autos en zigzag en la quinta interestatal, nos dirigimos hacia Portland. Britt está tranquila, escuchando la música y mirando fijamente fuera de la ventana. Es difícil ver su expresión, detrás de los lentes y bajo mi gorra de los Marines. El viento silba sobre nosotros mientras aceleramos pasado Boeing Field.
Hasta el momento, este fin de semana ha sido inesperado. ¿Pero qué esperaba? Pensé que tendríamos cena, discutiríamos el contrato, ¿y luego qué? Tal vez follarla era inevitable.
Le echo un vistazo al otro lado.
Sí…Y quiero follarla otra vez.
Desearía saber lo que estaba pensando. Dice poco, pero he aprendido algunas cosas sobre Britt. A pesar de su inexperiencia, está dispuesta a aprender. ¿Quién habría pensado que debajo de ese tímido exterior tenía el alma de una sirena? Una imagen de sus labios en torno a mi vagina viene a mi mente y reprimo un gemido.
Sí…está más que dispuesta.
El pensamiento es excitante.
Espero que pueda verla antes del próximo fin de semana.
Incluso ahora, estoy con ganas de tocarla de nuevo. Extendiendo el brazo, ponga la mano sobre su rodilla.
—¿Tienes hambre?
—No especialmente —responde, moderada.
Esto me está aburriendo.
—Tienes que comer,Brittany. Conozco un sitio fantástico cerca de Olympia. Pararemos allí.
—Creo que lo haré. Muévete hacia adelante. —Desnudándome, trepo detrás de ella, la atraigo hacia mi pecho, y coloco mis piernas alrededor de las suyas, mis pies sobre sus tobillos, y luego separo sus piernas.
Se menea contra mí, pero ignoro su movimiento y entierro mi nariz en su cabello.
—Hueles tan bien, Brittany —susurro.
Se tranquiliza y agarro el gel de baño del estante a nuestro lado. Exprimiendo un poco en mi mano, trabajo en el jabón hasta que se hace espuma y empiezo a masajear su cuello y hombros. Ella gime a medida que su cabeza cae hacia un lado bajo mi tierna atención.
—¿Te gusta eso? —pregunto.
—Mmm —canturrea con satisfacción.
Lavo sus brazos y sus axilas, entonces alcanzo mi meta principal: sus pechos.
Señor, la sensación de ella.
Tiene pechos perfectos. Los amaso y los atormento. Ella gime y flexiona sus caderas y su respiración se acelera. Está excitada. Mi cuerpo responde a su vez, humedeciéndose debajo de ella.
Mis manos rozan sobre su torso y su abdomen hacia mi segunda meta. Antes de alcanzar su vello púbico me detengo y agarro un paño. Exprimiendo algo de jabón en el paño, empiezo el lento proceso de lavarla entre las piernas. Suave, lento pero seguro, frotando, lavando, limpiando, estimulando. Empieza a jadear y sus caderas se mueven en sincronización con mi mano. Su cabeza descansando contra mi hombro, sus ojos cerrados, su boca abierta en un gemido silencioso mientras se rinde a mis dedos implacables.
—Siéntelo, bella. —Paso mis dientes a lo largo del lóbulo de su oreja—. Siéntelo para mí.
—Oh, por favor —gimotea, y trata de enderezar sus piernas, pero las tengo aprisionadas debajo de mí.
Suficiente.
Ahora que está toda llena de espuma, estoy lista para proceder.
—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —anuncio, y alejo mis manos de ella.
—¿Por qué te detienes? —protesta, sus ojos revoloteando abiertos, revelando frustración y decepción.
—Porque tengo otros planes para ti, Brittany.
Ella está jadeando y, si no me equivoco, haciendo pucheros.
Bien.
—Gírate. Necesito lavarme también.
Ella lo hace, su cara sonrojada, sus ojos brillantes, sus pupilas dilatadas.
Alzando mis caderas, toco mi vagina.
—Quiero que, para empezar, conozcas bien la parte más valiosa de mi cuerpo, mi favorita. Le tengo mucho cariño.
Su boca cae abierta mientras mira de mi vagina a mi cara… y de regreso. No puedo evitar mi sonrisa malvada. Su cara es una imagen de una modesta indignación.
Pero, mientras mira, su expresión cambia. Primero pensativa, después evaluativa, y cuando sus ojos se encuentran con los míos, el reto en ellos es claro.
Oh, adelante, señorita Pierce.
Su sonrisa es una de deleite mientras se estira por el jabón de cuerpo. Tomándose su dulce tiempo, esparce algo de jabón en la palma de su mano y, sin quitar sus ojos de los míos, restriega sus manos juntas. Sus labios se abren y ella muerde su labio inferior, pasando su lengua a través de las pequeñas marcas que dejaron sus dientes.
¡Britt Pierce, seductora!
Mi vagina responde en apreciación, humedeciéndose más. Estirándose hacia adelante, me toma, su mano cerrándose alrededor de mí. Mi aliento silba entre mis dientes apretados y cierro los ojos, saboreando el momento.
Aquí, no me importa ser tocada.
No, no me importa para nada… Colocando mi mano sobre la suya, le enseño qué hacer.
—Así. —Mi voz es ronca mientras la guío. Ella aprieta su agarre alrededor de mi clítoris y su mano se mueve de arriba hacia abajo sobre mí.
Oh, sí.
—Así es. Muy bien, bella.
La suelto y la dejo continuar, cerrando los ojos y rindiéndome ante el ritmo que ha marcado.
Oh, Dios.
¿Qué tiene su inexperiencia que es tan excitante? ¿Es que estoy disfrutando todas sus primeras veces?
De pronto, me atrae a su boca, succionando duro mi clítoris, su lengua torturándome.
Joder.
—Vaya… Britt.
Ella succiona más duro, sus ojos iluminados con astucia femenina. Esta es su venganza, su ojo por ojo. Se ve maravillosa.
—Cristo —gruño, y cierro los ojos, así no me voy a venir inmediatamente. Ella continúa su dulce tortura, y mientras su confianza crece, flexiono mis caderas empujándome más profundo en su boca.
¿Qué tan lejos puedes ir, bella?
Verla es estimulante, tan estimulante. Tomo su cabello y comienzo a trabajar su boca mientras ella se sostiene con sus manos en mis muslos.
—Oh… bella… es fantástico.
Ella coloca sus dientes detrás de sus labios y me muerde el clítoris suavemente.
—¡Ah! —gimo, y me pregunto qué tan lejos me dejara ir. Su boca me atormenta, sus dientes protegidos succionando duro. Y quiero más. —Dios, ¿hasta dónde puedes llegar?
Sus ojos encuentran los míos y frunce el ceño. Entonces, con una mirada de determinación, se desliza hacia abajo y me mete la lengua hasta el fondo.
Joder.
—Brittany, me voy a venir en tu boca. —La prevengo, sin aliento—. Si no quieres que lo haga, detente ahora. —Me entierra la lengua una y otra vez, viendo su lengua desaparecer y reaparecer de su boca. Es más allá de lo erótico. Estoy tan cerca. De pronto, desnuda sus dientes, apretándome gentilmente el clítoris, y estoy desecha, me corro en su boca, gritando de placer.
Joder.
Mi respiración es laboriosa. Ella me desarmó completamente… ¡De nuevo!
Cuando abro mis ojos, está brillando con orgullo.
Y debería. Eso fue un infierno de sexo oral.
—¿No tienes náuseas? —Me maravillo de ella mientras recupero mi respiración. —Dios, Britt… ha estado… muy bien, de verdad, muy bien. Aunque no lo esperaba. ¿Sabes? No dejas de sorprenderme. —La elogio por un trabajo bien hecho.
Espera, eso fue demasiado bueno, tal vez tiene algo de experiencia después de todo.
—¿Lo habías hecho antes? —pregunto, y no estoy segura de querer saber.
—No —dice con evidente orgullo.
—Bien. —Espero que mi alivio no sea demasiado obvio—. Entonces, otra novedad, Señorita Pierce. Bueno, tienes un sobresaliente en técnicas orales. Ven, vamos a la cama. Te debo un orgasmo.
Salgo de la bañera algo mareada y enredo una toalla alrededor de mis pechos. Tomando otra, la alzo y la ayudo a salir de la bañera, enredándola en ella, de modo que está atrapada. La sostengo contra mí, besándola, realmente besándola. Explorando su boca con mi lengua.
Saboreo mis jugos en su boca. Agarrando su cabeza, profundizo el beso.
La quiero.
A toda ella.
Su cuerpo y su alma.
Quiero que sea mía.
Mirando hacia sus perplejos ojos, le imploro.
—Dime que sí.
—¿A qué? —susurra.
—A nuestro acuerdo. A ser mía. Por favor, Britt. —Y es lo más cercano que he estado a rogar en un largo tiempo. La beso de nuevo, vertiendo mi fervor en mi beso. Cuando tomo su mano, se ve deslumbrada.
Deslúmbrala mucho más, López.
En mi habitación, la suelto.
—¿Confías en mí? —pregunto.
Ella asiente.
—Buena chica.
Buena. Hermosa. Chica.
Me dirijo a mi closet para tomar una de mis corbatas. Cuando estoy de regreso frente a ella, tomo su toalla y la dejo caer al suelo.
—Junta las manos por delante.
Ella lame sus labios en lo que creo que es un momento de inseguridad, entonces estira sus manos. Rápidamente, ato sus muñecas con la corbata. Pruebo el nudo. Sí. Es seguro.
Hora de más entrenamiento, Señorita Pierce.
Sus labios se abren mientras inhala… está excitada.
Gentilmente jalo sus dos coletas.
—Pareces muy joven con estas trenzas. —Pero no me van a detener. Dejo caer mi toalla—. Oh, Brittany, ¿qué voy a hacer contigo? —Tomo la parte superior de sus brazos y la empujo gentilmente hacia la cama, manteniendo mi agarre en ella para que no se caiga. Una vez que está recostada, me acuesto a su lado, coloco sus manos y las alzo sobre su cabeza—. Deja las manos así. No las muevas. ¿Entendido?
Ella traga.
—Contéstame.
—No moveré las manos —dice, su voz es ronca.
—Buena chica. —No puedo evitar sonreír. Ella descansa a mi lado, con las muñecas atadas. Indefensa. Mía.
No del todo que ver con lo que quería, aún, pero estamos llegando ahí.
Inclinándome, la beso ligeramente y le dejo saber que la besaré por completo.
Ella suspira mientras mis labios se mueven de la base de su oreja hacia abajo, hasta el hueco en la parte inferior de su cuello. Soy recompensada con un gemido apreciativo. Abruptamente, baja sus brazos para que puedan cerrarse alrededor de mi cuello.
No. No. No. Esto no pasará, señorita Pierce.
Mirándola, los coloco firmemente de regreso arriba de su cabeza.
—Si mueves las manos, tendremos que volver a empezar.
—Quiero tocarte —susurra.
—Lo sé. —Pero no puedes—. Pero deja las manos quietas.
Sus labios están entreabiertos y su pecho está agitado con rápidas respiraciones. Está encendida.
Bien.
Tomando su barbilla, comienzo a besar mi camino por su cuerpo. Mi mano pasa sobre sus pechos, mis labios en una búsqueda caliente. Con una mano en su vientre, sosteniéndola en su lugar, rindo homenaje a cada uno de sus pezones, succionándolos y pellizcándolos gentilmente, deleitándome cuando se endurecen en respuesta.
Ella maúlla y sus caderas comienzan a moverse.
—No te muevas —le advierto contra su piel. Coloco besos sobre su vientre, donde mi lengua explora el sabor y la profundidad de su ombligo.
—Ah —gime y se retuerce.
Tendré que enseñarle a mantenerse quieta.
Mis dedos rozan su piel.
—Mmm. Qué dulce es usted, señorita Pierce. —Pellizco gentilmente el camino entre su ombligo y su vello púbico, entonces me siento entre sus piernas. Tomando sus tobillos, estiro sus largas piernas. Así, desnuda, vulnerable, es una gloriosa vista. Tomando su pie izquierdo, doblo su rodilla y alzo sus dedos hacia mis labios, viendo su cara mientras lo hago. Beso cada dedo, entonces muerdo la suave almohadilla de cada uno.
Sus ojos son amplios y su boca está abierta, moviéndose alternativamente entre una pequeña a una gran O. Cuando muerdo la almohadilla de su dedo pequeño un poco más duro, su pelvis se flexiona y gime. Paso mi lengua sobre su empeine hacia su tobillo. Ella aprieta sus ojos, su cabeza moviéndose de un lado a otro, mientras continúo atormentándola.
—Oh, por favor —suplica cuando succiono y muerdo su dedo pequeño.
—Lo mejor para usted, señorita Pierce —bromeo.
Cuando llego a su rodilla, no me detengo sino que continúo, lamiendo, succionando y mordiendo hacia el interior de su muslo, abriendo sus piernas más ampliamente mientras lo hago.
Ella tiembla en sorpresa, anticipando mi lengua en el vértice de sus muslos.
Oh, no… todavía no, señorita Pierce.
Regreso mi atención a su pierna izquierda, besando y pellizcando desde la parte de arriba de su rodillas hasta el interior de su muslo.
Ella se tensa cuando finalmente caigo entre sus piernas. Pero mantiene sus brazos alzados.
Buena chica.
Gentilmente, paso mi nariz de arriba hacia abajo por su vulva.
Se retuerce debajo de mí.
Me detengo.
Tiene que aprender a mantenerse quieta.
Alza su cabeza pasa mirarme.
—¿Sabe lo embriagador que es su olor, señorita Pierce? —Manteniendo su mirada con la mía, empujo mi nariz en su vello púbico e inhalo profundamente. Su cabeza cae hacia atrás en la cama y gime.
Soplo gentilmente arriba y abajo sobre su vello púbico.
—Me gusta —murmuro. Ha pasado un largo tiempo desde que he visto vello púbico tan cerca y personalmente como éste. Lo jalo suavemente—. Quizás lo conservaremos.
A pesar de que no es bueno para el juego de cera…
—Oh, por favor —suplica.
—Mmm… me gusta que me supliques, Brittany.
Ella gime.
—No suelo pagar con la misma moneda, señorita Pierce —susurro contra su carne—. Pero hoy me ha complacido, así que tiene que recibir su recompensa. —Y sostengo sus muslos, abriéndola con mi lengua, y comienzo a hacer círculos contra su clítoris.
Ella grita, su cuerpo alzándose de la cama.
Pero no me detengo. Mi lengua es implacable. Sus piernas se tensan, sus dedos apuntando.
Ah, está cerca, y lentamente deslizo mi dedo medio dentro de ella.
Está mojada.
Mojada y esperando.
—Oh, Bella. Me encanta que estés tan mojada para mí. —Comienzo a mover mi dedo en círculos, extendiéndola. Mi lengua continúa atormentando su clítoris, una y otra vez. Se tensa debajo de mí y finalmente grita mientras su orgasmo rompe a través de ella.
¡Sí!
Me pongo de rodillas y me acomodo de modo que nuestros sexos se unen a la perfección, la penetro lentamente con dos dedos.
Joder, se siente bien.
—¿Cómo estás? —pregunto.
—Bien. Muy bien. —Su voz es ronca.
Oh…Comienzo a moverme, deleitándome con la sensación de ella a mí alrededor. Una y otra vez, más y más rápido, perdiéndome en esta mujer. Quiero que se venga de nuevo.
La quiero satisfecha.
La quiero feliz.
Finalmente, se tensa una vez más y gime.
—Vente para mí, bella —le digo entre dientes, y explota alrededor de mís dedos.
—Un polvo de agradecimiento —susurro, y me dijo ir, encontrando mi propia dulce liberación. Brevemente me derrumbo sobre ella, disfrutando de su suavidad. Ella mueve sus manos de modo que están alrededor de mi cuello, pero como está atada no puede tocarme.
Tomando una respiración profunda, sostengo mi peso en mis brazos y la miro maravillada.
—¿Ves lo buenas que somos juntas? Si te entregas a mí, será mucho mejor. Confía en mí, Brittany, puedo transportarte a lugares que ni siquiera sabes que existen. —Nuestras frentes se tocan y cierro mis ojos.
Por favor, di que sí.
Escuchamos voces fuera de la puerta.
¿Qué demonios?
Son Taylor y Grace.
—¡Mierda! Es mi madre.
Britt chilla mientras me alejo de ella, saltando fuera de la cama.
¿Qué diablos está haciendo mi madre aquí?
Taylor la ha desviado, gracias al cielo. Bueno, ella está a punto de tener una sorpresa.
Britt sigue recostada en la cama.
—Vamos, tenemos que vestirnos… si quieres conocer a mi madre. —Le sonrío a Britt mientras me pongo mis pantalones . Se ve adorable.
—Santana… no puedo moverme —protesta, pero está sonriendo también.
Inclinándome, deshago el nudo y beso su frente.
Mi madre va a emocionarse sabe que me gustan las mujeres pero nunca me ha visto con alguna.
—Otra novedad —susurro, incapaz de esconder mi sonrisa.
—No tengo ropa limpia aquí.
Me deslizo en una camiseta blanca y cuando me giro, ella se está sentando, abrazando sus rodillas.
—Tal vez debería quedarme aquí.
—Oh, no, claro que no —le advierto—. Puedes usar algo mío.
Me gusta cuando usa mi ropa.
Su cara cae.
—Brittany, podrías estar usando un saco y aun así te verías encantadora. Por favor, no te preocupes. Me gustaría que conocieras a mi madre. Vístete. Iré a calmarla. Te espero en el salón en cinco minutos, de otra forma, vendré y te arrastraré hasta ahí yo misma lleves lo que lleves puesto. Mis camisetas están en este cajón. Mis camisas en el armario. Busca tú misma.
Sus ojos se amplían.
Sí. Hablo enserio, bella.
Advirtiéndole con una dura mirada, abro la puerta y salgo para encontrar a mi madre.
Grace está de pie en el corredor opuesto a la puerta del vestíbulo, y Taylor está hablando con ella. Su cara se enciende cuando me ve.
—Querida, no tenía idea de que tendrías compañía —exclama, y se ve un poco avergonzada.
—Hola, Madre. —Beso la mejilla que me ofrece—. Trataré con ella ahora —le digo a Taylor.
—Sí, Sra. Lopez. —Asiente, viéndose exasperado, y se dirige de regreso a su oficina.
—Gracias, Taylor —le grita Grace, entonces gira toda su atención hacia mí.
—¿Tratar conmigo? —dice en reprensión—. Estaba de compras en el centro y pensé que podía venir por un café. —Se detiene—. Si hubiera sabido que no estabas sola… —Se encoje de hombros de una extraña manera femenina.
Se ha detenido seguido por un café antes y había una mujer aquí… solo que ella nunca lo supo.
—Ella vendrá en un momento —admito, sacándola de su miseria—. ¿Quieres sentarte? —Señalo en dirección al sofá.
—¿Ella?
—Sí, madre. Ella. —Mi tono es seco mientras trato de no reírme. Y por una vez, ella está en silencio mientras deambula por la sala creo que aún tenía la esperanza de que fuera hetero.
—Veo que han desayunado —observa, viendo los trastes sin lavar.
—¿Quieres algo de café?
—No. Gracias, querida. —Se sienta—. Conoceré a tu… amiga y después me iré. No quiero interrumpirlos. Tenía el presentimiento de que estarías trabajando como una esclava en tu estudio. Trabajas duro, cariño. Pensé que tendría que arrastrarte para sacarte. —Se ve casi disculpándose cuando me uno a ella en el sofá.
—No te preocupes. —Estoy divertida por su reacción—. ¿Por qué no estás en la iglesia esta mañana?
—Carrick tenía que trabajar, así que decidimos ir a la eucaristía de la tarde. Supongo que es demasiado desear que vengas con nosotros.
Alzo una ceja en un desprecio cínico.
—Madre, sabes que eso no es lo mío.
Dios y yo nos dimos la espalda el uno al otro mucho tiempo atrás.
Ella suspira, pero entonces Britt aparece… vestida con su propia ropa, viéndose tímida en la puerta de entrada. La tensión entre madre e hija es notable, y me pongo de pie aliviada.
—Aquí está.
Grace se gira y se pone de pie.
—Mamá, te presento a Brittany Pierce. Brittany, está es Grace Trevelyan-López.
Sacuden sus manos.
—Encantada de conocerte —dice Grace con un demasiado entusiasta para mi agrado.
—Dra. Trevelyan-López —dice Britt educadamente.
—Llámame Grace —dice, de pronto toda amigable e informal.
¿Qué? ¿Tan pronto?
Grace continúa:
—Suelen llamarme Dra. Trevelyan y la señora López es mi suegra. —Ella le guiña un ojo a Britt y se sienta. Me muevo hacia Britt y golpeo el asiento a mi lado, y ella viene y se sienta.
—Bueno, ¿y ustedes cómo se conocieron? —pregunta Grace.
—Brittany me hizo una entrevista para la revista de la facultad, porque esta semana voy a entregar los títulos.
—Así que te gradúas esta semana —pregunta Grace a Britt.
—Sí.
El celular de Britt comienza a sonar y se excusa para contestarlo.
—Y yo daré el discurso de graduación —le digo a Grace, pero mi atención está en Britt.
¿Quién es?
—Mira, Noah, ahora no es un buen momento. —La escucho decir.
Ese maldito fotógrafo. ¿Qué es lo que quiere?
—Dejé un mensaje para Sam, y luego descubrí que está en Portland. No lo he visto desde la semana pasada —está diciendo Grace.
Britt cuelga.
Grace continúa mientras Britt se aproxima a nosotras de nuevo:
—…y Sam me llamó para decirme que estabas por aquí… Hace dos semanas que no te veo, cariño.
—¿Sam lo sabía? —pregunto.
¿Qué es lo que el fotógrafo quiere?
—Pensé que podríamos comer juntas, pero ya veo que tienes otros planes, así que no quiero interrumpirlas. —Grace se pone de pie, y por una vez estoy agradecida que sea intuitiva y pueda leer una situación. Me ofrece su mejilla de nuevo. La beso de despedida.
—Tengo que llevar a Brittany a Portland.
—Claro, cariño. —Grace vuelve su animada… y, si no me equivoco, agradecida sonrisa a Britt.
Es irritante.
—Brittany, ha sido un gran placer. —Grace se acerca y toma la mano de Britt—. Espero que volvamos a vernos.
—¿Sra. López? —Taylor aparece en el umbral de la puerta.
—Gracias, Taylor —responde Grace, y él la escolta fuera de la habitación y a través de las puertas dobles del vestíbulo.
Bueno, eso fue interesante.
Mi madre siempre pensó que era gay. Pero como siempre respetó mis límites, nunca me preguntó.
Bueno, ahora lo sabe.
Britt está mordiendo su labio inferior, irradiando ansiedad… como debería.
—Así que te llamó el fotógrafo —sueno brusca.
—Sí.
—¿Qué quería?
—Solo pedirme perdón, ya sabes… por lo del viernes.
—Ya veo. —Tal vez quiere otra oportunidad con ella. El pensamiento es desagradable.
Taylor se aclara la garganta.
—Señora López, hay un problema con el envío a Darfur.
Mierda. Esto es lo que pasa por no revisar mi correo esta mañana. He estado muy ocupada con Brittany.
—¿Charlie Tango está de vuelta en Boeing Field? —le pregunto a Taylor.
—Sí, señora.
Taylor saluda a Britt con un asentimiento.
—Señorita Pierce.
Ella le da una amplia sonrisa y él se va.
—¿Taylor vive aquí? —pregunta Britt.
—Sí.
Dirigiéndome a la cocina, tomo mi teléfono y rápidamente veo mi correo. Hay un mensaje marcado de Ros y un par de textos. La llamo inmediatamente.
—Ros, ¿cuál es el problema?
—Santana, hola. El reporte que traen de Darfur no es bueno. No pueden garantizar la seguridad de las embarcaciones en el mantenimiento de la carretera, y el Departamento de Estado no está dispuesto a sancionar el alivio sin la aprobación de la ONG.
A la mierda esto.
—No voy a poner en peligro a la tripulación. —Ros sabe esto.
—Podríamos tratar y atraer mercenarios —dice.
—No, cancélalo…
—Pero el costo —protesta.
—Los lanzaremos desde el aire.
—Sabía que dirías eso, Santana. Tengo un plan en las obras. Será costoso. Mientras tanto, los contenedores pueden ir a Rotterdam fuera de Philly y podemos tomarlo desde ahí. Eso es todo.
—Bien. —Cuelgo. Más apoyo del Departamento de Estado sería útil. Me acuerdo de llamar a Blandino para discutir esto mucho mejor.
Mi atención regresa a la señorita Pierce, quien está de pie en mi sala de estar, mirándome con cautela. Necesito ponernos de nuevo en marcha.
Sí. El contrato. Ese es el siguiente paso en nuestra negociación.
En mi estudio, reúno los papeles que están en mi escritorio y los coloco en un sobre de manila.
Britt no se ha movido de donde la dejé en la sala de estar. Tal vez está pensando en el fotógrafo… mi estado de ánimo se va en picada.
—Este es el contrato. —Sostengo el sobre—. Léelo y lo comentamos el fin de semana que viene. Te sugiero que investigues un poco para que sepas de lo que estamos hablando.—Ella mira desde el sobre de manila hacia mí, su rostro pálido—. Bueno, si aceptas, y espero de verdad que aceptes—añado.
—¿Que investigue?
—Te sorprendería saber lo que puedes encontrar en internet.
Frunce el ceño.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—No tengo computadora. Suelo utilizar las de la facultad. Veré si puedo utilizar la computadora portátil de Quinn.
¿Sin computadora? ¿Cómo puede una estudiante no tener computadora? ¿Está en quiebra? Le entrego el sobre.
—Seguro que puedo… bueno… prestarte una. Recoge tus cosas. Volveremos a Portland en auto y comeremos algo por el camino. Voy a vestirme.
—Tengo que hacer una llamada —dice, su voz suave y vacilante.
—¿Al fotógrafo? —espeto. Ella se ve culpable.
¿Qué demonios?
—No me gusta compartir, Señorita Pierce. Recuérdelo. —Salgo hecho una furia de la habitación antes de decir algo más.
¿Está enamorada de él?
¿Me estaba usando para amaestrarla?
Mierda.
Quizás es el dinero. Ese es un pensamiento depresivo…aunque no me parece que sea una caza fortunas. Fue bastante vehemente sobre que le comprara cualquier prenda.
Me saco los jeans y me pongo unos bragasr. Mi corbata Brioni está en el suelo. Me agacho para recogerla.
Tomó bien que la atara…Hay esperanza, López. Esperanza.
Meto la corbata y otras dos en un maletín junto con calcetas, ropa interior.
¿Qué estoy haciendo?
En el fondo, sé que me voy a quedar en el Heathman toda la semana que viene…para estar cerca de ella.
Reúno un par de trajes y camisas que Taylor puede llevar más tarde en la semana. Necesitaré una para la ceremonia de graduación.
Me deslizo en unos jeans limpios y agarro una chaqueta de cuero, y mi teléfono suena. Es un mensaje de texto de Sam.
Estoy conduciendo de vuelta en tu auto.
Espero que eso no arruine tus planes.
Le regreso el mensaje.
No. Volveré a Portland ahora.
Déjale saber a Taylor cuando llegues.
Llamo a Taylor a través del sistema interno telefónico.
—¿Señora López?
—Sam traer el auto de vuelta en algún momento de esta tarde. Llévalo a Portland mañana. Me voy a quedar en el Heathman hasta la ceremonia de graduación. Dejé un poco de ropa que me gustaría que me llevaras también.
—Sí, señora.
—Y llama a Audi. Puede que necesite el A3 más pronto de lo que pensé.
—Está Listo ya, Sra. López.
—Oh. Bueno. Gracias.
Así que arreglado el auto; ahora la computadora. Llamo a Barney, asumiendo que estará en su oficina, y sabiendo que tendrá una portátil de última generación por ahí.
—¿Sra. López? —responde.
—¿Qué está haciendo en la oficina, Barney? Es domingo.
—Estoy trabajando en el diseño de la Tablet. El problema de las celdas solares me está molestando.
—Necesita una vida en el hogar.
Barney tiene la gracia de reír.
—¿Qué puedo hacer por usted, Sra. López?
—¿Tiene alguna computadora portátil nueva?
—Tengo dos aquí, de Apple.
—Genial. Necesito una.
—Por supuesto.
—¿Puede configurarla con una cuenta de correo electrónico para Brittany Pierce? Ella será su dueña.
—¿Cómo se deletrea?¿―Pierci?
—P.I.E.R.C.E
—Perfecto.
—Bien. Andrea se pondrá en contacto hoy para organizar la entrega.
—Claro que sí, señora.
—Gracias, Barney… y váyase a casa.
—Sí, señora.
Le envió un mensaje de texto a Andrea con las instrucciones para enviar la computadora portátil al domicilio de Britt, luego regreso al salón. Britt está sentada en el sofá, jugueteando con sus dedos. Me da una mirada cautelosa y se levanta.
—¿Lista? —pregunto.
Ella asiente.
Taylor aparece desde su oficina.
—Mañana, pues —le digo.
—Sí, señora. ¿Qué auto va a llevarse?
—El R8.
—Buen viaje, Sra. López. Señorita Pierce —dice Taylor, mientras abre las puertas del vestíbulo para nosotros. Britt se agita a mi lado mientras esperamos el elevador, su diente en su labio inferior.
Me recuerda a su diente en mi clítoris.
—¿Qué pasa, Brittany? —pregunto, mientras extiendo el brazo y agarro su barbilla—. Deja de morderte el labio o te follaré en el ascensor, y me dará igual si entra alguien o no —gruño.
Está sorprendida, creo, aunque porque lo estaría después de todo lo que hemos hecho…Mi humor se suaviza.
—Santana, tengo un problema —dice ella.
—¿Ah, sí?
En el ascensor, presiono el botón para el garaje.
—Bueno… —tartamudea, insegura. Luego endereza los hombros—. Tengo muchas preguntas sobre sexo, y tú estás demasiado implicada. Si quieres que haga todas esas cosas, ¿cómo voy a saber…? —Se detiene, como si midiera sus palabras—. Es que no tengo puntos de referencia.
No esto otra vez. Ya hemos hablado de esto. No quiero que hable con nadie. Ha firmado un acuerdo de confidencialidad. Pero lo preguntó de nuevo. Así que debe ser importante para ella.
—Si no hay más remedio, habla con ella. Pero asegúrate de que no comente nada con Sam.
—Quinn no haría algo así, como yo no te diría a ti nada de lo que ella me cuente de Sam… si me contara algo —insiste.
Le recuerdo que no estoy interesada en la vida sexual de Sam pero coincido en que pueda hablar sobre lo que hemos hecho hasta ahora. Su compañera de habitación tendría mis senos si supiera mis verdaderas intenciones.
—De acuerdo —dice Britt, y me da una sonrisa brillante.
—Cuanto antes te sometas a mí mejor, y así acabamos con todo esto.
—¿Acabamos con qué?
—Con tus desafíos.—La beso rápidamente y sus labios sobre los míos inmediatamente me hacen sentir mejor.
—Bonito auto —dice, mientras nos acercamos al R8 en el garaje subterráneo.
—Lo sé. —Le destello una rápida sonrisa, y soy recompensada con otra sonrisa, antes de que ella ponga los ojos en blanco. Abro la puerta para ella, preguntándome si debería comentar sobre el asunto de entornar los ojos.
—¿Qué auto es? —pregunta, cuando estoy detrás del volante.
—Es un Audi R8 Spyder. Como hace un día precioso, podemos bajar la capota. Ahí hay una gorra. Bueno, debería haber dos.
Enciendo el motor y retracto el techo, y The Boss llena el auto.
—Va a tener que gustarte Bruce.—Le sonrío a Britt y conduzco el R8 por su lugar seguro en el garaje.
Abriéndome paso entre los autos en zigzag en la quinta interestatal, nos dirigimos hacia Portland. Britt está tranquila, escuchando la música y mirando fijamente fuera de la ventana. Es difícil ver su expresión, detrás de los lentes y bajo mi gorra de los Marines. El viento silba sobre nosotros mientras aceleramos pasado Boeing Field.
Hasta el momento, este fin de semana ha sido inesperado. ¿Pero qué esperaba? Pensé que tendríamos cena, discutiríamos el contrato, ¿y luego qué? Tal vez follarla era inevitable.
Le echo un vistazo al otro lado.
Sí…Y quiero follarla otra vez.
Desearía saber lo que estaba pensando. Dice poco, pero he aprendido algunas cosas sobre Britt. A pesar de su inexperiencia, está dispuesta a aprender. ¿Quién habría pensado que debajo de ese tímido exterior tenía el alma de una sirena? Una imagen de sus labios en torno a mi vagina viene a mi mente y reprimo un gemido.
Sí…está más que dispuesta.
El pensamiento es excitante.
Espero que pueda verla antes del próximo fin de semana.
Incluso ahora, estoy con ganas de tocarla de nuevo. Extendiendo el brazo, ponga la mano sobre su rodilla.
—¿Tienes hambre?
—No especialmente —responde, moderada.
Esto me está aburriendo.
—Tienes que comer,Brittany. Conozco un sitio fantástico cerca de Olympia. Pararemos allí.
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
holap,..
ya me puse al dia con los cap,...
amo la perspectiva de san,...
intensa la primera ves de britt para san,..
nos vemos!!!!
ya me puse al dia con los cap,...
amo la perspectiva de san,...
intensa la primera ves de britt para san,..
nos vemos!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
buenísimos capítulos!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
3:) escribió:holap,..
ya me puse al dia con los cap,...
amo la perspectiva de san,...
intensa la primera ves de britt para san,..
nos vemos!!!!
jejejej si a mi también me gusta solo que aveces no puedo actualizar seguido la universidad no me deja pero hare lo posible saludos...
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
monica.santander escribió:buenísimos capítulos!!!
si muy buenos y seguirán así... saludos cdt
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Cap 10
Disculparan que no he podido actualizar seguido lo siento espero hacerlo saludos gracias...
Cuisine Sauvage es pequeña y llena de parejas y familias disfrutando el almuerzo del domingo. Con la mano de Britt en la mía, seguimos a la anfitriona hacia nuestra mesa. La última vez que vine aquí, fue con Elena. Me pregunto lo que ella diría de Brittany.
—Hacía tiempo que no venía. No se puede elegir… Preparan lo que han cazado o recogido—digo, haciendo una mueca, fingiendo mi horror. Britt se ríe.
¿Por qué me siento de diez metros de alto cuando la hago reír?
—Dos vasos de Pinot Grigio —pido de la mesera, quien me está haciendo ojitos desde debajo de su rubio flequillo. Es molesto.
Britt frunce el ceño.
—¿Qué pasa? —pregunto, preguntándome si la mesera la está molestando también.
—Yo quería una Coca-Cola light.
¿Por qué no lo dijiste?
Frunzo el ceño.
—El Pinot Grigio de aquí es un vino decente. Irá bien con la comida, nos traigan lo que nos traigan.
—¿Nos traigan lo que nos traigan? —pregunta, sus ojos ruedan con alarma.
—Sí. —Y le doy mi sonrisa de muchos megavatios para reparar no dejarla ordenar su propia bebida. No estoy acostumbrada a preguntar—. A mi madre le has gustado —añado, esperando que esto la complazca y recordando la reacción de Grace por Britt.
—¿En serio? —dice, viéndose halagada.
—Claro. Siempre ha sabido que era gay pero creo que lo dudaba.
—¿Por qué dudaba que eras gay?
—Porque nunca me ha visto con una chica.
—Vaya… ¿con ninguna de las quince?
—Tienes buena memoria. No, con ninguna de las quince.
—Oh.
Sí…solo tú, nena. El pensamiento es inquietante.
—Mira, Brittany, para mí también ha sido un fin de semana de novedades.
—¿Sí?
—Nunca había dormido con nadie, nunca había tenido relaciones sexuales en mi cama, nunca había llevado a una chica en el Charlie Tango y nunca le había presentado una mujer a mi madre. ¿Qué estás haciendo conmigo?
Sí. ¿Qué demonios me estás haciendo? Esta no soy yo.
La mesera nos trae nuestro vino frío, y Britt inmediatamente toma un rápido sorbo, sus ojos brillantes puestos en mí.
—Me lo he pasado muy bien este fin de semana, de verdad—dice con un tímido deleite en su voz.
Yo igual, y me doy cuenta que no he disfrutado un fin de semana por un tiempo…desde que Susannah y yo nos separamos. Le digo eso.
—¿Qué es un polvo vainilla?—pregunta ella.
Rio ante su inesperada pregunta y completo cambio de tema.
—Sexo convencional, Brittany, sin juguetes ni accesorios —me encojo de hombros—. Ya sabes… bueno, la verdad es que no lo sabes, pero eso es lo que significa.
—Oh —dice, y se ve un poco cabizbaja.
¿Qué pasa ahora?
La mesera nos desvía, dejando dos tazones con sopa llena de verdor.
—Sopa de ortigas —anuncia, y se pavonea de nuevo a la cocina. Nos miramos entre sí, luego de vuelta a la sopa. Una rápida probada nos informa que está delicioso. Britt se ríe ante mi exagerada expresión de alivio.
—Qué sonido tan bonito —digo suavemente.
—¿Por qué nunca has echado polvos vainilla? ¿Siempre has hecho… bueno… lo que hagas?—Es tan curiosa como siempre.
—Más o menos.—Y luego me pregunto si debería profundizar en esto. Más que nada, quiero que sea comunicativa conmigo; quiero que confíe en mí. Nunca soy tan franca, pero creo que puedo confiar en ella, así que elijo mis palabras cuidadosamente.
—Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía quince años.
—Oh. —La cuchara de Britt hace una pausa a mitad del tazón hacia su boca.
—Sus gustos eran muy especiales. Fui su sumisa durante seis años.
—Oh —respira ella.
—Así que sé lo que implica, Brittany. —Más de lo que sabes—. En realidad, no tuve una introducción común y corriente al sexo. —No podía ser tocada. Todavía no puedo.
Espero por su reacción, pero continúa con su sopa, dándole vuelta a este cotilleo de información.
—¿Y nunca saliste con nadie en la facultad? —pregunta, cuando ha terminado su última cucharada.
—No.
La mesera nos interrumpe para recoger nuestros tazones vacíos. Britt espera a que se vaya.
—¿Por qué?
—¿De verdad quieres saber?
—Sí.
—Porque no quise. Solo la deseaba a ella. Además, me habría matado a palos.
Parpadea un par de veces mientras absorbe estas noticias.
—Si era una amiga de tu madre, ¿cuántos años tenía?
—Los suficientes para saber lo que hacía.
—¿Sigues viéndola? —Suena sorprendida.
—Sí.
—¿Todavía… bueno…?—Se sonroja carmesí, su boca baja.
—No —digo rápidamente. No quiero que tenga una idea equivocada de mi relación con Elena—. Es una buena amiga —le aseguro.
—Oh. ¿Tu madre sabe?
—Claro que no.
Mi madre me mataría… y a Elena también.
La mesera regresa con el plato principal: carne de venado. Britt toma un largo trago de su vino.
—Pero no estarías con ella todo el tiempo… —Está ignorando su comida.
—Bueno, estaba solo con ella, aunque no la veía todo el tiempo. Era… difícil. Después de todo, todavía estaba en el instituto, y más tarde en la facultad. Come, Brittany.
—No tengo hambre, Santana, de verdad —dice ella.
Entrecierro los ojos.
—Come —mantengo mi voz baja, mientras intento controlar mi temperamento.
—Espera un momento —dice, su tono tan tranquilo como el mío.
¿Cuál es su problema? ¿Elena?
—De acuerdo —concuerdo, preguntándome si le he dicho demasiado, y tomo un bocado de mi carne de venado.
Finalmente, recoge sus cubiertos y comienza a comer.
Bien.
—¿Así será nuestra… bueno… nuestra relación?—pregunta—. ¿Estarás dándome órdenes todo el rato? —Examina el plato de comida en frente de ella.
—Sí.
—Ya veo. —Sacude su cola de caballo sobre su hombro.
—Es más, querrás que lo haga.
—Es mucho decir —dice.
—Lo es. —Cierro los ojos. Quiero hacer esto con ella, ahora más que nunca. ¿Qué puedo decir para convencerla de darle una oportunidad a nuestro acuerdo?
—Brittany, tienes que seguir tu instinto. Investiga un poco, lee el contrato… No tengo problema en comentar cualquier detalle. Estaré en Portland hasta el viernes, por si quieres que hablemos antes del fin de semana. Llámame… Podríamos cenar… ¿digamos el miércoles? De verdad quiero que esto funcione. Nunca he querido nada tanto.
Vaya. Gran discurso, López. ¿Acabas de pedirle una cita?
—¿Qué pasó con las otras quince? —pregunta ella.
—Cosas distintas, pero al fin y al cabo se reduce a… Incompatibilidad.
—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?
Eso espero…
—Entonces ya no ves a ninguna de ellas.
—No, Brittany. Soy monógama.
—Ya veo.
—Investiga un poco,Brittany.
Baja su cuchillo y tenedor, lo que indica que ha terminado su cena.
—¿Ya has terminado? ¿Eso es todo lo que vas a comer?
Ella asiente, colocando las manos en su regazo, y su boca se pone de esa manera testaruda que tiene…y sé que será una lucha persuadirla de limpiar su plato. No es de extrañar que sea tan delgada. Sus problemas alimenticios serán algo en lo que trabajar, si está de acuerdo con ser mía. Mientras continúo comiendo, sus ojos se lanzan hacia mí cada pocos segundos y un rubor lento mancha sus mejillas.
¿Oh, qué es esto?
—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando ahora mismo. —Claramente está pensando en sexo—. Ya me imagino… —la provoco.
—Me alegro de que no puedas leerme el pensamiento.
—El pensamiento no, Brittany, pero tu cuerpo… lo conozco bastante bien desde ayer. —Le doy una sonrisa lobuna y pido la cuenta.
—Vamos.
Cuando nos vamos, su manos están firmes en las mías. Está en silencio, sumida en sus pensamientos, al parecer, y permanece así todo el camino hacia Vancouver. Le he dado mucho que pensar.
Pero ella también me ha dado un gran acuerdo en el que pensar.
¿Querrá hacer esto conmigo?
Maldición, eso espero.
Todavía está claro cuando llegamos a su casa, pero el sol se hunde en el horizonte y brilla con una luz color rosa y perla en el Monte St. Helens. Britt y Quinn viven en un lugar pintoresco con una vista increíble.
—¿Quieres entrar? —pregunta ella, después de que he apagado el motor.
—No. Tengo trabajo. —Sé que si acepto su invitación, estaré cruzando una línea que no estoy preparada a cruzar. No soy material de novia, y no quiero darle falsas expectativas del tipo de relación que tendrá conmigo.
Su rostro cae y, desinflada, aparta la mirada.
No quiere que me vaya.
Es humillante. Extendiendo la mano, agarro la suya y beso sus nudillos, con la esperanza de quitar la picadura del rechazo.
—Gracias por este fin de semana, Brittany. Ha sido… estupendo.—Se da la vuelta con los ojos brillantes.
—¿Nos vemos el miércoles? —continúo—. Pasaré a buscarte por el trabajo o por donde me digas.
—Nos vemos el miércoles —dice ella, y la esperanza en su voz es desconcertante.
Mierda. No es una cita.
Beso su mano otra vez y salgo del auto para abrirle la puerta. Tengo que salir de aquí antes de hacer algo de lo que me arrepienta.
Cuando sale del auto, se alegra, en desacuerdo con la forma en la que se veía hace un momento. Marcha hasta su puerta, pero antes de que llegue a los peldaños se da vuelta repentinamente.
—Ah… por cierto, me he puesto unas bragas tuyas —dice en señal de triunfo, y tira de la pretina para que pueda ver las palabras ―victoria secret asomándose sobre sus jeans.
¡Me ha robado la ropa interior!
Estoy aturdida. Y, en ese instante no quiero nada más que verla en mis bragas…y solo en ellas.
Echa hacia atrás su cabello y se pavonea hacia su apartamento, dejándome de pie en su acera, mirando como una tonta.
Niego con la cabeza, me subo al auto, y cuando enciendo el motor no puedo evitar mi sonrisa de idiota.
Espero que diga que sí.
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Termino mi trabajo y tomo un sorbo de fino Sancerre, entregado por el servicio de habitaciones por la mujer con ojos muy oscuros. Arrastrarme por mis correos electrónicos y responder cuando se requería ha sido una distracción bienvenida de pensamientos sobre Brittany. Y ahora estoy gratamente cansada. ¿Son las cinco horas de trabajo? ¿O toda la actividad sexual de anoche y esta mañana? Recuerdos de la deliciosa señorita Pierce invaden mi mente: en Charlie Tango, en mi cama, en mi bañera, bailando alrededor de mi cocina. Y pensar que todo comenzó aquí el viernes…y ahora ella está considerando mi propuesta.
¿Ha leído el contrato? ¿Está haciendo su tarea?
Reviso mi teléfono otra vez en busca de un mensaje de texto o una llamada pérdida, por supuesto, no hay nada.
¿Estará de acuerdo?
Eso espero…
Andrea me ha enviado el nuevo correo electrónico de Britt y me asegura que la computadora portátil será entregada mañana en la mañana. Con eso en mente, escribo un correo.
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De: Santana López
Asunto: Su nueva computadora
Fecha: 22 de Mayo 2011 23:15
Para: Brittany Pierce
Querida señorita Pierce:
Confío en que haya dormido bien.
Espero que haga buen uso de esta portátil, como comentamos.
Estoy impaciente por cenar con usted el miércoles.
Hasta entonces, estaré encantada de contestar a cualquier pregunta vía correo electrónico, si lo desea.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
____________________________________________________________________________________________________
El correo no rebota, así que la dirección está activa. Me pregunto cómo irá a reaccionar Britt en la mañana cuando lo lea. Espero que le guste la portátil. Supongo que lo sabré mañana. Recogiendo mi última lectura, me acomodo en el sofá. Es un libro de dos reconocidos economistas que examinan porqué los pobres piensan y se comportan como lo hacen.
Una imagen de una mujer joven cepillándose su largo y rubio cabello viene a mi mente; su cabello brilla en la luz de la ventanilla amarilla entreabierta, y el aire está lleno de motas de polvo bailando. Está cantando suavemente, como una niña.
Me estremezco.
No vayas ahí, López.
Abro el libro y comienzo a leer.
Es después de las una de la mañana cuando me voy a acostar. Mirando fijamente el techo, estoy cansada, relajada, pero también emocionada, anticipando lo que la semana traerá. Espero tener un nuevo proyecto: la Señorita Brittany Pierce.
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Mis pies golpean la acera en Main Street mientras corro hacia el río. Son las seis treinta y cinco de la mañana y los rayos del sol están brillando a través de los edificios de gran altura. Los árboles en la acera recientemente han reverdecido sus hojas con la primavera, el aire está limpio, el trafico tranquilo. He dormido bien. Oh, Fortuna de Orff’s Carmina Burana está resonando en mis oídos. Hoy las calles están pavimentadas con posibilidad.
¿Responderá mi correo electrónico?
Es demasiado temprano, demasiado pronto para cualquier respuesta, pero sintiéndome más ligera de lo que me he sentido en semanas, corro más allá de la estatua de los alces y hacia el Willamette.
Para las siete cuarenta y cinco, estoy frente a mi computadora portátil, habiéndome duchado y pedido el desayuno. Le mando un correo electrónico a Andrea para hacerle saber que estaré trabajando desde Portland por la semana y para pedirle que reprograme cualquier reunión para que se pueda llevar a cabo por teléfono o videoconferencia.
Le mando un correo electrónico a Gail para hacerle saber que no estaré en casa hasta el jueves por la noche como más temprano.
Luego trabajo a través de mi bandeja de entrada y encuentro entre otras cosas una propuesta de una empresa mixta con un astillero en Taiwán. Lo reenvío a Ros para añadirlo a la agenda de asuntos que necesitamos discutir.
Luego me dirijo hacia mí otro asunto pendiente: Elena. Me ha enviado mensajes de texto un par de veces durante el fin de semana y no he contestado.
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De: Santana López
Asunto: El fin de semana
Fecha: 23 de Mayo de 2011 08:15
Para: Elena Lincoln
Buenos días, Elena.
Disculpa no responderte. He estado ocupada todo el fin de semana, y estaré en Portland todo esta semana. No sé sobre el próximo fin de semana tampoco, pero si estoy libre te lo haré saber.
Los últimos resultados para el negocio de belleza parecen prometedores.
Bien hecho, Ama…
Lo mejor.
S
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
________________________________________________________________________________________
Presiono enviar preguntándome otra vez qué haría Elena con Britt…y viceversa. Hay un silbido desde mi computadora portátil cuando un nuevo correo electrónico llega.
______________________________________________________________________________________________________
Es de Britt.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:20
Para: Santana López
Asunto: Tu nueva computadora (en préstamo)
He dormido muy bien, gracias… por alguna extraña razón… Ama. Creí entender que la computadora era en préstamo, es decir, no es mía.
Britt
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―Ama con una A mayúscula, la chica ha estado leyendo, y posiblemente investigando. Y todavía me habla. Sonrío estúpidamente ante el correo electrónico. Esta es una buena noticia. Aunque también me está diciendo que no quiere la computadora.
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Bueno, eso es frustrante.
Sacudo la cabeza, divertida.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:22
Para: Brittany Pierce
Asunto: Su nueva computadora (en préstamo)
La computadora está en préstamo.
Indefinidamente, señorita Pierce.
Observo en su tono que ha leído la documentación que le di.
¿Tiene alguna pregunta?
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Presiono enviar. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que responda? Reanudo la lectura de mi correo electrónico como distracción mientras espero por su respuesta. Hay un resumen ejecutivo de Fred, el jefe de mi división de telecomunicaciones del desarrollo de nuestra Tablet alimentada por energía solar, uno de mis proyectos favoritos. Es ambicioso, pero pocos de mis proyectos empresariales importan más que este y estoy emocionada por ello. Llevar asequible primera tecnología al tercer mundo es algo que estoy determinada a hacer.
Hay un silbido desde mi computadora.
Otro correo de la Señorita Pierce.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:25
Para: Santana López
Asunto: Mentes inquisitivas
Tengo muchas preguntas, pero no me parece adecuado hacértelas vía correo electrónico, y algunos tenemos que trabajar para ganarnos la vida.
No quiero ni necesito una computadora indefinidamente.
Hasta luego. Que tengas un buen día… Ama.
Britt
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El tono de su correo electrónico me hace sonreír, pero parece que está fuera trabajando, así que este podría ser el último por un rato.
Su renuencia a aceptar la maldita computadora es molesta. Pero supongo que demuestra que no es adquisitiva. No es una caza fortunas, extraño entre las mujeres que he conocido…sin embargo, Leila era igual.
—Ama, no soy digna de este hermoso vestido.
—Lo eres. Tómalo. Y no escucharé otra palabra al respecto. ¿Entendido?
—Sí, Ama.
—Bien. Y el estilo te conviene.
Ah, Leila. Era una buena sumisa, pero se volvió demasiada apegada y yo era la mujer equivocada. Afortunadamente, eso no fue por mucho tiempo. Está casada ahora y es feliz.
Vuelvo mi atención al correo electrónico de Britt y lo releo.
Algunos tenemos que trabajar para ganarnos la vida.
La descarada muchacha está insinuando que no hago ningún trabajo.
Bien,¡al diablo con eso!
Veo el informe bastante resumido de Fred abierto en mi escritorio y decido dejar las cosas claras con Britt.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:26
Para: Brittany Pierce
Asunto: Tu nueva computadora (de nuevo en préstamo)
Nos vemos luego, nena.
P.D.: Yo también trabajo para ganarme la vida.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Encuentro imposible concentrarme en mi trabajo, esperando el revelador silbido que anuncia un nuevo correo electrónico de Britt. Cuando llega, lo reviso inmediatamente, pero es de Elena. Y estoy sorprendida por mi decepción.
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De: Elena Lincoln
Asunto: El fin de semana
Fecha: 23 de Mayo de 2011 08:33
Para: Santana López
Santana, te esfuerzas demasiado. ¿Qué hay en Portland? ¿Trabajo?
Ex
ELENA LINCOLN
ESCLAVA
Para la belleza que eres tú
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¿Le digo? Si lo hago, llamará inmediatamente con preguntas, y no estoy lista para divulgar mis experiencias del fin de semana, aún. Le escribo un rápido correo electrónico diciendo que es trabajo, y vuelvo a mi lectura.
Andrea me llama a las nueve y revisamos mi agenda. Como estoy en Portland, le pido que fije una reunión con el presidente y el vicepresidente asistente de desarrollo económico en la Universidad de Washington, para discutir el proyecto de ciencia del suelo que hemos establecido y su necesidad para fondos adicionales en el próximo año fiscal. Ella se compromete a cancelar todos mis compromisos sociales de esta semana, y entonces me conecta a mi primera videoconferencia del día.
A las tres de la tarde estoy estudiando detenidamente algunos esquemas de diseños de la Tablet que Barney me ha enviado, cuando soy molestada por un golpe en mi puerta. La interrupción es molesta, pero por un momento espero que sea la Señorita Pierce. Es Taylor.
—Hola. —Espero que mi voz no revele mi decepción.
—Tengo su ropa, Sra. López —dice educadamente.
—Entra. ¿Puedes colgarla en el closet? Estoy esperando mi próxima llamada en conferencia.
—Por supuesto, Señora. —Se apresura hacia la habitación, llevando un par de bolsas de trajes y una lona.
Cuando regresa, sigo esperando por mi llamada.
—Taylor, no creo que te vaya a necesitar por el próximo par de días. ¿Por qué no te tomas un tiempo para ver a tu hija?
—Eso es muy amable de su parte señora, pero su madre y yo…—se detiene, avergonzado.
—Ah. Con que es así, ¿no? —pregunto.
Él asiente.
—Sí, señora. Tomará un poco de negociación.
—De acuerdo. ¿Sería mejor el miércoles?
—Preguntaré. Gracias, señora.
—¿Algo que pueda hacer para ayudar?
—Hizo suficiente, señora.
Él no quiere hablar sobre esto.
—De acuerdo. Creo que voy a necesitar una impresora, ¿puedes arreglarlo?
—Sí señora —asiente. Mientras sale, cierra suavemente la puerta tras él, frunzo el ceño. Espero que su ex esposa no le esté causando dolor. Le pago por la educación de su hija como otro incentivo para que se quede trabajando conmigo, es un buen hombre, y no quiero perderlo. El teléfono suena, es mi llamada en conferencia con Ros y el Senador Blandino.
Mi última llamada concluye a las cinco veinte de la tarde. Me estiro en la silla, pienso en lo productivo que he sido hoy. Es increíble cómo consigo mucho más cuando no estoy en la oficina. Solo un par de informes para leer y he terminado por el día. Cuando miro por la ventana el inicio del amanecer, mi mente se desvía hacia cierta potencial sumisa.
Me pregunto cómo ha sido su estado en Clayton’s, fijando bridas para cables y midiendo longitudes de cuerdas. Espero que algún día llegue a usarlas en ella. El pensamiento evoca imágenes de ella atada en mi cuarto de juegos. Me detengo en esto por un momento… luego rápidamente le envió un correo electrónico. Toda esta espera, trabajar, y enviar correos electrónicos me está poniendo inquieta. Sé cómo me gustaría liberar está energía acumulada, pero tengo que conformarme con correr.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:24
Para: Brittany Pierce
Asunto: Trabajar para ganarse la vida
Querida señorita Pierce:
Espero que haya tenido un buen día en el trabajo.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Me cambio de nuevo a mi atuendo para correr. Taylor me ha traído dos pares más de pantalones deportivos. Estoy segura que es obra de Gail. Mientras me dirijo hacia la puerta reviso mi correo electrónico. Ella contestó.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:48
Para: Santana López
Asunto: Trabajar para ganarse la vida
Ama… He tenido un día excelente en el trabajo.
Gracias.
Britt
_____________________________________________________________________________________________________
Pero no ha hecho su tarea. Le respondo el correo electrónico.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:50
Para: Brittany Pierce
Asunto: ¡A trabajar!
Señorita Pierce:
Me alegro mucho de que haya tenido un día excelente.
Mientras escribe correos electrónicos no está investigando.
Santana López
Presidente de López Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________________________________________________________
Y en vez de salir de la habitación, espero su respuesta. No me mantiene esperando mucho tiempo.
_______________________________________________________________________________________________________
De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:53
Para: Santana López
Asunto: Pesada
Señora López: deja de mandarme correos electrónicos y podré empezar a hacer la tarea. Me gustaría sacar otro sobresaliente.
Britt
_______________________________________________________________________________________________________
Me río a carcajadas. Sí. Ese sobresaliente fue algo más. Cierro los ojos, y veo y siento su boca alrededor de mi sexo una vez más.
Joder.
Metiendo en cintura mi errante cuerpo, presiono enviar en mi respuesta, y espero.
_______________________________________________________________________________________________________
De: Santana Lopez
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:55
Para: Brittany Pierce
Asunto: Impaciente
Señorita Pierce:
Deje de escribirme correos electrónicos… y haga los deberes.
Me gustaría ponerle otro sobresaliente.
El primero fue muy merecido. ;)
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________________________________________________________
Su respuesta no es tan inmediata, y sintiéndome un poco cabizbaja, me doy la vuelta y decido ir a correr. Pero mientras abro la puerta el silbido de mi bandeja de entrada me hace regresarme.
_______________________________________________________________________________________________________
De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:59
Para: Santana López
Asunto: Investigación en internet
Señora López:
¿Qué me sugieres que ponga en el buscador?
Britt
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¡Mierda! ¿Por qué no pensé en esto? Podría haberle dado algunos libros. Numerosos sitios webs vienen a mi mente, pero no quiero asustarla.
Quizás debería empezar con lo más vainilla…
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 18:02
Para: Brittany Pierce
Asunto: Investigación en internet
Señorita Pierce:
Empiece siempre con la Wikipedia.
No quiero más correos electrónicos a menos que tenga preguntas.
¿Entendido?
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Me levanto de mi escritorio, pensando que no responderá pero, como siempre, me sorprende y lo hace. No puedo resistirme.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 18:04
Para: Santana López
Asunto: ¡Autoritaria!
Sí… Ama.
Eres muy autoritaria.
Britt
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Malditamente cierto, bella.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 18:06
Para: Brittany Pierce
Asunto: Controlando
Brittany, no te imaginas cuánto.
Bueno, quizá ahora te haces una ligera idea.
Haz tu tarea.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Muestra algo de moderación, López. Antes de que pueda distraerme otra vez, estoy fuera de la puerta. Con los Foo Fighters resonando en mis oídos corro hacia el río, he visto el Willamette al amanecer, ahora quiero verlo al anochecer. Es una buena tarde: las parejas están caminando por la orilla del río, algunos sentados en el pasto, y unos cuantos turistas hacen ciclismo hacia arriba y debajo de la explanada. Los evito, la música resonando en mis oídos.
La Señorita Pierce tiene preguntas. Todavía está en el juego… este no es un ―no. Nuestro intercambio de correos electrónicos me ha dado esperanza. Mientras corro bajo el puente Hawthorne reflexiono sobre cuán a gusto está con las palabras escritas, más que cuando está hablando. Tal vez este es su medio preferido de expresión. Bueno, ha estado estudiando Literatura Inglesa. Espero que para cuando regrese haya otro correo electrónico, quizás con preguntas, quizás con un poco más de su burla descarada.
Sí. Eso es algo que espero.
Mientras corro por Main Street me atrevo a esperar que acepte mi proposición. El pensamiento es excitante, estimulante incluso, y retomo mi ritmo, corriendo de nuevo hacia el Heathman.
Son las ocho con quince de la noche cuando me siento de nuevo en la silla del comedor. He comido el salvaje salmón de Oregón para la cena, cortesía de la Señorita Ojos Oscuros otra vez, y todavía tengo la mitad de una copa de Sancerre por terminar. Mi computadora portátil está abierta y encendida, debería llegar cualquier correo electrónico importante. Recojo el informe que he impreso, sobre las zonas industriales abandonadas en Detroit.
—Tendría que ser Detroit —me quejo en voz alta, y empiezo a leer.
Unos minutos después, escucho un silbido.
Es un correo electrónico con ―Universitaria Escandalizada, escrito en la línea del asunto. El titulo me hace levantarme.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 20:33
Para: Santana López
Asunto: Universitaria Escandalizada
Bien, ya he visto bastante.
Ha sido agradable conocerte.
Britt
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¡Mierda!
Lo leo otra vez.
Joder.
Es un ―no. Me quedo mirando la pantalla con incredulidad.
¿Eso es todo?
¿Sin discutir?
Nada…
¿Solo ―ha sido agradable conocerte?
Qué. Carajos.
Me siento de nuevo en la silla, atónita.
¿Agradable?
Agradable.
AGRADABLE.
Ella pensó que era más que agradable cuando su cabeza estaba hacia atrás mientras se venía.
No seas tan apresurada, López.
¿Quizás es una broma?
¡Una broma!
Jalo la computadora portátil hacia mí para escribir una respuesta.
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De: Santana López
Fecha: Mayo 23, 2011
Para: Brittany Pierce.
Asunto: ¿AGRADABLE?
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Pero mientras miro la pantalla, mis dedos sobrevolando las teclas, no puedo pensar en qué decir.
¿Cómo pudo descartarme tan fácilmente?
Su primera follada.
Cálmate, López. ¿Cuáles son tus opciones? Quizás debería hacerle una visita, solo para asegurarme de que es un ―no. Quizás podría persuadirla de cambiar de opinión. Ciertamente no sé qué decir en este correo electrónico. Quizás ha estado viendo algunos sitios particularmente rudos. ¿Por qué no le di algunos libros? No puedo creerlo. Necesita verme a los ojos y decirme que no.
Sí. Froto mi barbilla mientras formulo un plan, y momentos más tarde, estoy en mi closet, sacando mi corbata.
Esa corbata.
Este trato no es un trato aún. Entonces agarro mi chaqueta y una botella de vino blanco del mini bar. Demonios, es un Chardonnay… pero tendrá que ser este. Sacando mi llave de la habitación, cierro la puerta y me dirijo hacia el ascensor para recoger mi auto del valet.
Mientras freno en la R8 afuera del apartamento que comparte con Fabray, me pregunto si este es un movimiento prudente. Nunca visité a ninguna de mis anteriores sumisas en sus casas… ellas siempre venían a mí. Estoy presionando todos los límites que me había impuesto. Abro la puerta del auto y salgo. Estoy incómoda; es peligroso y demasiado presuntuoso para mí el venir aquí. Entonces otra vez, ya he estado aquí dos veces, aunque solo por unos minutos. Si ella no está de acuerdo, tendré que arreglar sus expectativas. Esto no pasará otra vez.
Sigue adelante, López.
Estás aquí porque crees que es un “no”.
Fabray responde cuando toco la puerta. Está sorprendida de verme.
—Hola, Santana. Britt no dijo que vendrías. —Se hace a un lado para dejarme entrar—. Está en su cuarto. La llamaré.
—No. Me gustaría sorprenderla. —Le doy mi más sincera y entrañable mirada y en respuesta, parpadea un par de veces.Caray. Eso fue fácil. ¿Quién lo habría pensado? Qué gratificante—. ¿Dónde está su habitación?
—Por allí, la primera puerta. —Señala la puerta al final de la sala vacía.
—Gracias.
Dejando mi chaqueta y el vino frío sobre una de las cajas embaladas, abro la puerta para encontrar un pequeño pasillo con habitaciones. Asumo que una es el baño, así que toco la otra puerta. Después de un latido, la abro y ahí está Britt, sentada en un pequeño escritorio, leyendo lo que parece el contrato. Tiene sus audífonos puestos mientras tamborilea ociosamente sus dedos a un ritmo que no escucho. De pie allí por un momento, la veo. Su rostro tiene una mueca de concentración, su cabello está trenzado y lleva puesta ropa de deporte. Quizás ha ido a correr esta tarde… quizás sufre de exceso de energía también. El pensamiento me complace. Su cuarto es pequeño, ordenado y de chica; todo blanco, crema, y azul bebé, y bañado en el suave brillo de la lámpara junto a la cama. Está también un poco vacío, pero veo una caja embalada con el rótulo ―Cuarto de Britt escrito en la parte superior. Al menos tiene una cama matrimonial… con una cabecera blanca forjada en hierro. Sí. Eso tiene posibilidades.
Britt repentinamente salta, alertada por mi presencia.
Sí. Estoy aquí por tu correo electrónico.
Se quita sus audífonos y el sonido de la música a bajo volumen llena el silencio entre nosotros.
—Buenas noches, Brittany.
Me mira atontada, sus ojos muy abiertos.
—Sentí que tu correo electrónico merecía una respuesta en persona. —Trato de mantener mi voz neutral. Su boca se abre y cierra, pero se queda callada.
La señorita Pierce sin palabras.
Esto me gusta.
—¿Puedo sentarme?
Asiente, aun mirándome con incredulidad mientras me siento en su cama.
—Me preguntaba cómo sería tu habitación —ofrezco para romper el hielo, sin embargo el charlar no es mi área de especialidad. Ella escanea la habitación como si la viera por primera vez—. Está muy tranquilo y pacífico aquí —añado, pensando en que me siento cualquier cosa, menos tranquila y pacífica justo ahora. Quiero saber por qué ha dicho que no a mi propuesta sin discusión alguna.
—¿Cómo…? —susurra, pero se detiene, su incredulidad aún evidente en su tranquilo tono.
—Todavía estoy en el Heathman. —Ella sabe esto.
—¿Quieres tomar algo? —grazna.
—No, gracias, Brittany. —Bien, ha encontrado sus modales. Pero quiero hablar de negocios; su alarmante correo electrónico—. ¿Así que ha sido agradable conocerme? —enfatizo la palabra que más me ofende en esa oración.
¿Agradable? ¿En serio?
Examina sus manos en su regazo, sus dedos nerviosamente golpeteando sus muslos.
—Pensaba que me contestarías por correo electrónico —dice, su voz tan pequeña como su habitación.
—¿Estás mordiéndote el labio a propósito? —pregunto, mi voz más severa de lo que pretendo.
—No era consciente de que me lo estaba mordiendo—susurra, su rostro pálido.
Nos miramos la una a la otra.
Y el aire casi crepita a nuestro alrededor.
Joder.
¿Puedes sentir esto, Britt? Esta tensión. Esta atracción.
Mi respiración contenida mientras observo sus pupilas dilatadas. Lentamente, deliberadamente, alcanzo su cabello y tiro de la liga, liberando una de sus trenzas. Me observa, cautivada, sus ojos nunca dejando los míos. Libero su segunda trenza.
—Entonces ¿decidiste hacer un poco de ejercicio? —Mis dedos trazan la suave parte externa de su oreja, con gran cuidado, tirando y apretando la parte henchida del lóbulo de su oreja. No está usando aretes aunque sus orejas están perforadas.
Me pregunto cómo lucirían los diamantes destellando aquí.
Le pregunto por qué se ha estado ejercitando, manteniendo mi voz baja. Su respiración se acelera.
—Necesitaba tiempo para pensar —dice.
—¿Pensar en qué, Brittany?
—En ti.
—¿Y has decidido que ha sido agradable conocerme? ¿Te refieres a conocerme en sentido bíblico?
Sus mejillas se sonrojan.
—No pensaba que fueras una experta en la Biblia.
—Fui a la escuela dominical, Brittany. Aprendí mucho.
Catecismo. Culpa. Y que Dios me abandonó hace mucho.
—No recuerdo haber leído sobre pinzas para pezones en la Biblia. Quizás te enseñaron de una traducción moderna —me aguijonea, sus ojos brillantes y provocativos.
Oh, esa boca inteligente.
—Bueno, he pensado que debía venir a recordarte lo agradable que ha sido conocerme.—El reto está ahí en mi voz, y no entre nosotras. Su boca cae abierta con sorpresa, pero paso mis dedos sobre su mandíbula y la insto a cerrarse—. ¿Qué le parece, señorita Pierce?—susurro mientras nos miramos la una a la otra.
Repentinamente se lanza sobre mí.
Mierda.
De alguna forma agarro sus brazos antes de que pueda tocarme, y la giro de modo que aterriza en la cama, debajo de mí, y tengo sus brazos aprisionados por encima de su cabeza. Girando su rostro hacia el mío, la beso, con fuerza, mi lengua explorando y reclamando la suya. Su cuerpo elevándose en respuesta mientras me devuelve el beso con igual ardor.
Oh,Britt. Qué me haces.
Una vez que se remueve por más, me detengo y bajo la mirada hacia ella. Es momento del plan B.
—¿Confías en mí? —pregunto, cuando sus párpados revolotean sobre sus ojos muy abiertos.
Asiente entusiastamente. Del bolsillo trasero de mis pantalones extraigo la corbata para que pueda verla, entonces me siento a horcajadas sobre ella, tomando sus muñecas que me ofrece, la ato a uno de los postes de hierro de su cabecera.
Ella se ríe debajo de mí, probando sus ataduras, pero el amarre de la corbata se hace más fuerte. No va a escapar.
—Mejor así. —Sonrío con alivio porque la tengo donde la quiero. Ahora a desvestirla.
Agarrando su pie derecho, empiezo a desatar las cintas de sus zapatillas.
—No —se queja con vergüenza, tratando de soltar su pie, y sé que es porque ha estado corriendo y no quiere que le quite los zapatos. ¿Cree que la transpiración va a alejarme?
¡Dulzura!
—Si forcejeas, te ataré también los pies, Brittany. Si haces el menor ruido, te amordazaré. No abras la boca. Seguramente ahora mismo Quinn está ahí fuera escuchando.
Se detiene. Y sé que mis instintos están en lo cierto. Está preocupada por sus pies. ¿Cuándo entenderá que nada de esas cosas me molesta?
Rápidamente quito sus zapatos, calcetines y pantalones de correr. Entonces la muevo de forma que está estirada y acostada sobre las sábanas, y no esa delicada frazada hecha en casa. Vamos a hacer un lío.
Deja de morderte ese jodido labio.
Paso mi dedo sobre su boca como una carnal advertencia. Frunce sus labios semejando un beso, provocando que sonría. Es una hermosa y sensual criatura.
Ahora que está donde la quiero, me quito mis zapatos y calcetines, desabrocho el botón superior de mis pantalones y remuevo mi camisa. No aparta sus ojos de mí.
—Creo que has visto demasiado. —Quiero mantenerla adivinando, y que no sepa qué viene a continuación. Será una recompensa carnal. No le he vendado los ojos antes, así que esto contará para su entrenamiento. Eso, sí dice que si…
Sentándome a horcajadas una vez más, agarro el borde de su camiseta y la enrollo hacia arriba por su cuerpo. Pero en vez de quitarla, la dejo enrollada sobre sus ojos, una efectiva venda.
Luce fantástica, acostada y atada.
—Mmm. Esto va cada vez mejor. Voy a tomar una copa—susurro, y la beso. Jadea mientras me bajo de la cama. Fuera de su habitación, dejo su puerta ligeramente abierta y entro a la sala para recuperar la botella de vino.
Fabray levanta la mirada de donde está sentada en el sofá, leyendo, y sus cejas se levantan con sorpresa. No me digas que nunca has visto a una mujer en sujetador, Fabray, porque no voy a creerte.
—Quinn, ¿Dónde podría encontrar copas, hielo y un sacacorchos? —pregunto, ignorando su escandalizada expresión.
—Eh… En la cocina. Yo te los doy. ¿Dónde está Britt?
Ah, algo de preocupación por su amiga. Bien.
—Está un poco atada en este momento, pero quiere una copa. —Agarro la botella de Chardonnay.
—Oh, ya veo —dice, y la sigo a la cocina, donde señala algunas copas en la encimera. Toda la cristalería está afuera, supongo que para ser empacada para su mudanza. Me alcanza un sacacorchos y del refrigerador saca una cubeta de hielo y cubos de hielo.
—Aún tenemos que empacar aquí. Ya sabes, Sam va a ayudarnos con la mudanza. —Su tono es crítico.
—¿Lo hará? —Sueno interesada mientras abro el vino—. Solo pon el hielo en los copas. —Con mi barbilla, señalo las dos copas—. Es un Chardonnay. Será más bebible con el hielo.
—Me imaginé que eras una chica de vino tinto —dice cuando vierto el vino—. ¿Vas a venir a ayudar a Britt con la mudanza? —Sus ojos destellan. Está retándome.
Cállala ahora, López.
—No. No puedo. —Mi voz es cortante porque está enojándome, tratando de hacerme sentir culpable. Sus labios están apretados en una línea y me giro para dejar la cocina, pero no antes de atrapar la mirada desaprobadora en su rostro.
Jódete, Fabray.
No hay forma de que vaya a ayudar. Britt y yo no tenemos ese tipo de relación. Además no tengo tiempo para eso.
Regreso a la habitación de Britt y cierro la puerta detrás de mí, pasando a fabray y su desdén.
Inmediatamente soy apaciguada por la visión de la encantadora Britt Pierce, sin aliento y esperando, en su cama. Poniendo el vino en la mesa al lado de su cama.
Entonces dejo caer mis pantalones,el sujetador y mi ropa interior en el piso, liberando mi sexo.
Tomo un sorbo de vino, sorprendentemente, no es malo; y miro hacia abajo a Britt. No ha dicho una palabra. Su rostro está girado hacia mí, sus labios separados con anticipación. Tomando la copa, me siento a horcajadas una vez más.
—¿Tienes sed, Brittany?
—Sí —susurra.
Tomando un sorbo de vino, me inclino y la beso, vertiendo el vino en su boca. Traga el vino y desde lo profundo de su garganta, escucho un débil zumbido de apreciación.
—¿Más? —pregunto.
Asiente, sonriendo y la complazco.
—No nos pasemos. Sabemos que tu tolerancia al alcohol es limitada, Brittany—bromeo, y en su boca se despliega la más grande de las sonrisas. Inclinándome, dejo que tenga otro trago de mi boca y se ríe debajo de mí.
—¿Te parece esto agradable? —pregunto, mientras me acuesto a su lado.
Se queda quieta, toda seria ahora, pero sus labios se separan e inhala bruscamente.
Tomo otro trago de vino, esta vez con dos cubos de hilo. Cuando la beso, pongo un pequeño trozo de hielo entre sus labios, entonces dejo un rastro de besos helados hacia abajo por su piel dulcemente perfumada desde su garganta hasta su ombligo. Allí, pongo otro trozo de hielo y un poco de vino.
Ella contiene el aliento.
—Ahora tienes que quedarte quieta. Si te mueves,llenarás la cama de vino, Brittany. —Mi voz es baja y la beso otra vez, justo por encima de su ombligo. Sus caderas se mueven—. Oh, no, si derrama el vino, la castigaré, señorita Pierce.
Gime en respuesta y tira de la corbata.
Todo lo bueno, Britt…
Libero cada uno de sus pechos de su sujetador, de forma que están soportados por el aro bajo la copa, sus pechos son insolentes y vulnerables, justo como me gustan. Lentamente los pruebo ambos con mis labios.
—¿Qué tan agradable es esto? —susurro, y soplo gentilmente sobre un pezón. Su boca se afloja en silencio.
—Ah.
Tomando otro trozo de hielo en mí boca, lentamente bajo hacia su esternón, hasta su pezón, haciendo círculos un par de veces con el hielo. Gime debajo de mí. Transfiriendo el hielo a mis dedos, continúo torturando cada pezón con fríos labios y dejando que el cubo de hielo se derrita en mis dedos.
Gimoteando y jadeando debajo de mí, se tensa pero se las arregla para permanecer quieta.
—Si derramas el vino, no dejaré que te vengas —advierto.
—Oh… Por favor…Santana… Ama… Por favor… —ruega.
Oh, oírla usar esas palabras.
Hay esperanza.
Esto no es un “no”.
Rozo mis dedos sobre su cuerpo hasta sus bragas, probando su suave piel. Repentinamente su pelvis se flexiona, derramando el vino y el hielo no derretido de su ombligo. Me muevo rápidamente para recogerlo, besándola y succionándolo de su cuerpo.
—Oh, querida Brittany, te has movido. ¿Qué voy a hacer contigo? —Deslizo mis dedos en sus bragas y acaricio su clítoris mientras lo hago.
—¡Ah! —se queja.
—Oh, bella —susurro con reverencia. Está mojada. Muy mojada.
Ves. ¿Ves cuán agradable es esto?
Empujo mi índice y mi dedo medio dentro de ella y se estremece.
—Estás lista para mí tan pronto —murmuro, y empujo mis dedos lentamente dentro y fuera de ella, provocando un largo y dulce gemido. Su pelvis empieza a levantarse para encontrar mis dedos.
Oh, ella desea esto.
—Eres una glotona. —Mi voz aún es baja y ella encuentra el ritmo que sigo mientras empiezo a hacer círculos sobre su clítoris con mi pulgar, burlándome y atormentándola.
Grita, su cuerpo corcoveando debajo de mí. Quiero ver su expresión, y con mi otra mano, saco la camiseta de su cabeza. Abre sus ojos, parpadeando ante la suave luz.
—Quiero tocarte —dice, su voz ronca y llena de necesidad.
—Lo sé —susurro contra sus labios, y la beso, al mismo tiempo que mantengo un ritmo implacable con mis dedos y mi pulgar. Sabe a vino, necesidad y a Britt. Y me devuelve el beso con un hambre que no había sentido en ella antes. Alcanzo la parte superior de su cabeza, manteniéndola en su lugar y continúo besándola y follándola con mis dedos. Cuando sus piernas se mueven dejo caer el ritmo de mi mano.
Oh, no, bella. No vas a correrte aún.
Hago esto otras tres veces mientras beso su cálida y dulce boca. La quinta vez todavía tengo mis dedos dentro de ella y susurro suave y lentamente en su oído.
—Este es tu castigo, tan cerca y de pronto tan lejos. ¿Te parece esto agradable?
—Por favor —suplica.
Dios, amo oírla rogar.
—¿Cómo quieres que te folle, Brittany?
Mis dedos empiezan otra vez y sus piernas empiezan a temblar y gentilmente detengo mi mano una vez más.
—Por favor —jadea otra vez, la palabra tan baja que apenas la oigo.
—¿Qué quieres Brittany?
—A ti… ahora —grita.
—Dime cómo quieres que te folle. Hay una variedad infinita de maneras —murmuro. Extendiendo una mano, saco sus bragas y las tiro en el piso. Sus ojos están oscuros, llenos de promesa y anhelo. Se amplían mientras lentamente acaricio mi sexo.
—¿Te parece esto agradable? —pregunto, mientras me acaricio el sexo
—Era una broma —gimotea.
¿Broma?
Gracias. A. Dios.
No todo está perdido.
—¿Una broma? —pregunto, mientras mi dedo se desliza arriba y debajo de mi clítoris.
—Sí. Por favor, Santana —ruega.
—¿Y ahora te ríes?
—No. —Su voz es apenas audible, pero la pequeña sacudida de su cabeza me dice todo lo que necesito saber.
Verla necesitándome… podría explotar en mi mano solo mirándola. Agarrándola, la volteo, manteniendo su lindo, buen trasero en el aire. Es tan tentador. Palmeo su nalga fuertemente, entonces me introduzco con tres dedos en ella.
Oh, joder. Está tan lista.
Se aprieta a mí alrededor y grita mientras se corre.
Joder. Eso fue demasiado rápido.
Manteniendo sus caderas en su lugar, la follo, duro, montándola a través de su orgasmo. Apretando mis dientes, me conduzco dentro de ella una y otra vez, mientras su orgasmo empieza a construirse una vez más.
Vamos, Britt. Otra vez, le ordeno, bombeándola con mis dedos.
Gime y se retuerce debajo de mí, un trazo de sudor apareciendo en su espalda.
Sus piernas empiezan a temblar.
Está cerca.
—Vamos, Brittany, otra vez —gruño, y por algún milagro, su orgasmo se cierra en espiral a través de su cuerpo y el mío. Gracias joder. Sin palabras, me corro, derramándome en su interior.
Dulce señor, colapso sobre ella. Eso fue exhaustivo.
—¿Cuán agradable fue eso? —siseo contra su oído mientras jalo aire a mis pulmones.
Mientras descansa en la cama, jadeando, me retiro de ella, salgo de la cama y rápidamente me visto. Cuando he
terminado, me estiro y desato mi corbata, liberándola. Girándose, ella estira sus manos y dedos y reajusta su sujetador. Una vez que la he cubierto con la frazada, me acuesto a su lado, apoyándome en mi codo.
—Ha sido realmente agradable —dice con una sonrisa traviesa.
—Ya estamos otra vez con la palabrita. —Le sonrío.
—¿No te gusta que la diga?
—No, no tiene nada que ver conmigo.
—Vaya… No sé… parece tener un efecto bastante beneficioso sobre ti.
—¿Soy un efecto beneficioso? ¿Eso es lo que soy ahora? ¿Podría herir más mi amor propio, señorita Pierce?
—No creo que tengas ningún problema de amor propio.—Su ceño es pasajero.
—¿Tú crees?
El Dr. Flynn tendría mucho que decir sobre eso.
—¿Por qué no te gusta que te toquen?—pregunta, su voz dulce y suave.
—Porque no. —Beso su frente para distraerla de su línea de preguntas—.Así que ese correo electrónico era lo que tú llamas una broma.
Ella me da una mirada cohibida y un encogimiento de disculpas.
—Ya veo. ¿Entonces todavía estás considerando mi proposición?
—Tu proposición indecente… Sí, me la estoy planteando.
Bien, joder, gracias por eso.
Nuestro trato aún está en juego. Mi alivio es palpable; casi puedo saborearlo.
—Pero tengo cosas que comentar —añade.
—Me decepcionarías si no tuvieras cosas que comentar.
—Iba a mandártelas por correo electrónico, pero me interrumpiste.
—Coitus interruptus.
—¿Lo ves?, sabía que tenías algo de sentido del humor escondido por ahí. —La luz en sus ojos baila con alegría.
—No es tan divertido, Brittany. Pensé que estabas diciéndome que no… que ni siquiera querías comentarlo.
—Todavía no lo sé. No he decidido nada. ¿Vas a ponerme un collar?
La pregunta me sorprende.
—Has estado investigando. No lo sé, Brittany. Nunca le he puesto un collar a nadie.
Oh… ¿Debería sorprenderme? Sé tan poco sobre las sesiones… No sé.
—¿Te han puesto un collar? —pregunta.
—Sí.
—¿La señora Robinson?
—¿La señora Robinson? —Río fuertemente. Anne Babcroft en El Graduado—. Le diré que dijiste eso; lo amará.
—¿Aún hablas con ella regularmente? —Su voz es aguda con sorpresa e indignación.
—Sí. —¿Por qué sería importante?
—Ya veo. —Ahora su tono es afilado. ¿Está enojada? ¿Por qué? No lo entiendo—. Así que tienes a alguien con quien comentar tu alternativo estilo de vida, pero yo no puedo. —Su tono es petulante, pero una vez más me recuerda mi mierda.
—Creo que nunca lo he pensado desde ese punto de vista. La señora Robinson formaba parte de este estilo de vida. Te dije que ahora es una buena amiga. Si quieres, puedo presentarte a una de mis ex sumisas. Podrías hablar con ella.
—¿Esto es lo que tú llamas una broma? —demanda.
—No, Brittany. —Estoy sorprendida por su vehemencia y sacudo mi cabeza para reforzar mi negación. Es perfectamente normal para una sumisa comprobar con sus ex que su nuevo dominante sabe lo que hace.
—No… me las arreglaré yo sola, muchas gracias —insiste, y tira de su edredón y su frazada hasta su barbilla.
¿Qué? ¿Está enojada?
—Brittany, no… No quería ofenderte.
—No estoy ofendida. Estoy consternada.
—¿Consternada?
—No quiero hablar con ninguna ex novia tuya… o esclava… o sumisa… como las llames.
Oh.
—¿Brittany Pierce, estás celosa? —Sueno desconcertada… porque lo estoy. Se ruboriza profundamente, y sé que he encontrado la raíz del problema. ¿Cómo demonios podría estar celosa?
Cariño, he tenido una vida antes de ti.
Una vida muy activa.
—¿Vas a quedarte?—chasquea.
¿Qué? Por supuesto que no.
—Mañana a primera hora tengo una reunión en el Heathman. Además, ya te dije que no duermo con mis novias, o esclavas, o sumisas, ni con nadie. El viernes y el sábado fueron una excepción. No volverá a pasar.
Ella presiona sus labios juntos con una expresión testaruda.
—Bien, estoy cansada ahora —dice.
Joder.
—¿Estás echándome?
No es así como se supone que tendría que ir.
—Sí.
¿Qué demonios?
Desarmada otra vez por la señorita Pierce.
—Bien, esta es otra primera vez —murmuro.
Echada. No puedo creerlo.
—¿No quieres que comentemos nada? Sobre el contrato —pregunto, como excusa para prolongar mi estadía.
—No —gruñe. Su petulancia es irritante, y si fuera mía, esto no sería tolerado.
—Ay, cuánto me gustaría darte una buena tunda. Te sentirías mucho mejor, y yo también —le digo.
—No puedes decir esas cosas… Todavía no he firmado nada.—Sus ojos destellan con desafío.
Oh, bella, puedo decirlo. Solo que no puedo hacerlo. No hasta que me dejes.
—Una mujer puede soñar, Beittany. ¿El miércoles? —Aún deseo esto, sin embargo no sé por qué, ella es tan difícil. Le doy un breve beso.
—Hasta el miércoles. —Está de acuerdo, y estoy aliviada una vez más—. Espera, salgo contigo.—Agrega en un tono más suave—. Dame un minuto. —Me empuja fuera de la cama y se pone su camiseta—. Por favor, pásame mis pantalones de deporte—ordena, señalándolos.
Vaya. La señorita Pierce es una pequeña cosa mandona.
—Sí, ama —bromeo, sabiendo que no entenderá la referencia. Pero entorna los ojos. Sabe que me estoy divirtiendo a su costa, pero no dice nada mientras se pone los pantalones.
Sintiéndome un poco perpleja al ser echada a la calle, la sigo a través de la sala y hasta la puerta delantera.
¿Cuándo fue la última vez que esto pasó?
Nunca.
Abre la puerta pero está mirando hacia abajo, a sus manos.
¿Qué sucede aquí?
—¿Estás bien? —pregunto, y acaricio su labio inferior con mi pulgar. Quizás ella no quiere que me vaya…¿o quizás no puede esperar para que lo haga?
—Sí —dice, su tono suave y bajo. No estoy segura de creerle.
—El miércoles —le recuerdo.
La veré entonces. Inclinándome, la beso, y ella cierra los ojos. Y no quiero irme. No con su incertidumbre en mi mente. Sostengo su cabeza y profundizo el beso y ella responde, rindiendo su boca ante la mía.
Oh, bella, no lo des por perdido. Dale una oportunidad.
Agarra mis brazos, devolviéndome el beso, y no quiero detenerme. Ella es intoxicante, y la oscuridad está tranquila, acallada por la joven mujer que tengo en frente de mí. Reluctantemente, retrocedo y descanso mi frente contra la suya.
Está sin aliento igual que yo.
—Brittany, ¿qué estás haciendo conmigo?
—Podría decir lo mismo de ti —susurra.
Sé que tengo que irme. Me tiene cayendo en picada, y no sé por qué. Beso su frente y avanzo por el camino de entrada hasta la R8. Se queda de pie, mirándome desde la entrada. No ha entrado. Sonrío, complacida de que aún me vea mientras entro en el auto.
Cuando vuelvo la mirada, se ha ido.
Mierda. ¿Qué acaba de pasar? ¿Sin despedida ondeando la mano?
Enciendo el auto y empiezo a conducir de regreso a Portland, analizando lo que ha tenido lugar entre nosotras.
Me envía un correo electrónico.
Voy con ella.
Follamos.
Me echa antes de que estuviera lista para irme.
Por primera vez en mi vida, bien, quizás no la primera, me siento un poco usada, por sexo. Es un sentimiento perturbador que me recuerda mi tiempo con Elena.
¡Demonios! La señorita Pierce está empujando desde el fondo, y ni siquiera lo sabe. Y tonta de mí, la estoy dejando.
Tengo que meditar esto. Esta suave disposición acercándose está metiéndose con mi cabeza.
Pero la deseo. Necesito que firme.
¿Es solo la caza? ¿Es eso lo que me está excitando? ¿O es ella?
Joder. No lo sé. Pero espero averiguarlo antes del miércoles. Y en una nota positiva, esa fue una malditamente agradable forma de pasar la noche. Sonrío ante el espejo retrovisor y entro en el garaje del hotel.
Cuando estoy de regreso en mi habitación. Me siento en mi computadora portátil.
Enfócate en lo que quieres, en dónde quieres estar. ¿No es eso con lo que Flynn siempre está fastidiando? ¿La mierda en la que se basa su solución?
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De: Santana López
Fecha: Mayo 23 2011 23:16
Para: Brittany Pierce
Asunto: Esta Noche
Señorita Pierce
Espero impaciente sus notas sobre el contrato.
Entretanto, que duermas bien, bella.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Y quiero añadir. Gracias por otra divertida noche… pero eso parece un poco demasiado. Empujando mi portátil a un lado porque Britt probablemente está dormida, recojo el reporte de Detroit y continúo leyendo.
Cuisine Sauvage es pequeña y llena de parejas y familias disfrutando el almuerzo del domingo. Con la mano de Britt en la mía, seguimos a la anfitriona hacia nuestra mesa. La última vez que vine aquí, fue con Elena. Me pregunto lo que ella diría de Brittany.
—Hacía tiempo que no venía. No se puede elegir… Preparan lo que han cazado o recogido—digo, haciendo una mueca, fingiendo mi horror. Britt se ríe.
¿Por qué me siento de diez metros de alto cuando la hago reír?
—Dos vasos de Pinot Grigio —pido de la mesera, quien me está haciendo ojitos desde debajo de su rubio flequillo. Es molesto.
Britt frunce el ceño.
—¿Qué pasa? —pregunto, preguntándome si la mesera la está molestando también.
—Yo quería una Coca-Cola light.
¿Por qué no lo dijiste?
Frunzo el ceño.
—El Pinot Grigio de aquí es un vino decente. Irá bien con la comida, nos traigan lo que nos traigan.
—¿Nos traigan lo que nos traigan? —pregunta, sus ojos ruedan con alarma.
—Sí. —Y le doy mi sonrisa de muchos megavatios para reparar no dejarla ordenar su propia bebida. No estoy acostumbrada a preguntar—. A mi madre le has gustado —añado, esperando que esto la complazca y recordando la reacción de Grace por Britt.
—¿En serio? —dice, viéndose halagada.
—Claro. Siempre ha sabido que era gay pero creo que lo dudaba.
—¿Por qué dudaba que eras gay?
—Porque nunca me ha visto con una chica.
—Vaya… ¿con ninguna de las quince?
—Tienes buena memoria. No, con ninguna de las quince.
—Oh.
Sí…solo tú, nena. El pensamiento es inquietante.
—Mira, Brittany, para mí también ha sido un fin de semana de novedades.
—¿Sí?
—Nunca había dormido con nadie, nunca había tenido relaciones sexuales en mi cama, nunca había llevado a una chica en el Charlie Tango y nunca le había presentado una mujer a mi madre. ¿Qué estás haciendo conmigo?
Sí. ¿Qué demonios me estás haciendo? Esta no soy yo.
La mesera nos trae nuestro vino frío, y Britt inmediatamente toma un rápido sorbo, sus ojos brillantes puestos en mí.
—Me lo he pasado muy bien este fin de semana, de verdad—dice con un tímido deleite en su voz.
Yo igual, y me doy cuenta que no he disfrutado un fin de semana por un tiempo…desde que Susannah y yo nos separamos. Le digo eso.
—¿Qué es un polvo vainilla?—pregunta ella.
Rio ante su inesperada pregunta y completo cambio de tema.
—Sexo convencional, Brittany, sin juguetes ni accesorios —me encojo de hombros—. Ya sabes… bueno, la verdad es que no lo sabes, pero eso es lo que significa.
—Oh —dice, y se ve un poco cabizbaja.
¿Qué pasa ahora?
La mesera nos desvía, dejando dos tazones con sopa llena de verdor.
—Sopa de ortigas —anuncia, y se pavonea de nuevo a la cocina. Nos miramos entre sí, luego de vuelta a la sopa. Una rápida probada nos informa que está delicioso. Britt se ríe ante mi exagerada expresión de alivio.
—Qué sonido tan bonito —digo suavemente.
—¿Por qué nunca has echado polvos vainilla? ¿Siempre has hecho… bueno… lo que hagas?—Es tan curiosa como siempre.
—Más o menos.—Y luego me pregunto si debería profundizar en esto. Más que nada, quiero que sea comunicativa conmigo; quiero que confíe en mí. Nunca soy tan franca, pero creo que puedo confiar en ella, así que elijo mis palabras cuidadosamente.
—Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía quince años.
—Oh. —La cuchara de Britt hace una pausa a mitad del tazón hacia su boca.
—Sus gustos eran muy especiales. Fui su sumisa durante seis años.
—Oh —respira ella.
—Así que sé lo que implica, Brittany. —Más de lo que sabes—. En realidad, no tuve una introducción común y corriente al sexo. —No podía ser tocada. Todavía no puedo.
Espero por su reacción, pero continúa con su sopa, dándole vuelta a este cotilleo de información.
—¿Y nunca saliste con nadie en la facultad? —pregunta, cuando ha terminado su última cucharada.
—No.
La mesera nos interrumpe para recoger nuestros tazones vacíos. Britt espera a que se vaya.
—¿Por qué?
—¿De verdad quieres saber?
—Sí.
—Porque no quise. Solo la deseaba a ella. Además, me habría matado a palos.
Parpadea un par de veces mientras absorbe estas noticias.
—Si era una amiga de tu madre, ¿cuántos años tenía?
—Los suficientes para saber lo que hacía.
—¿Sigues viéndola? —Suena sorprendida.
—Sí.
—¿Todavía… bueno…?—Se sonroja carmesí, su boca baja.
—No —digo rápidamente. No quiero que tenga una idea equivocada de mi relación con Elena—. Es una buena amiga —le aseguro.
—Oh. ¿Tu madre sabe?
—Claro que no.
Mi madre me mataría… y a Elena también.
La mesera regresa con el plato principal: carne de venado. Britt toma un largo trago de su vino.
—Pero no estarías con ella todo el tiempo… —Está ignorando su comida.
—Bueno, estaba solo con ella, aunque no la veía todo el tiempo. Era… difícil. Después de todo, todavía estaba en el instituto, y más tarde en la facultad. Come, Brittany.
—No tengo hambre, Santana, de verdad —dice ella.
Entrecierro los ojos.
—Come —mantengo mi voz baja, mientras intento controlar mi temperamento.
—Espera un momento —dice, su tono tan tranquilo como el mío.
¿Cuál es su problema? ¿Elena?
—De acuerdo —concuerdo, preguntándome si le he dicho demasiado, y tomo un bocado de mi carne de venado.
Finalmente, recoge sus cubiertos y comienza a comer.
Bien.
—¿Así será nuestra… bueno… nuestra relación?—pregunta—. ¿Estarás dándome órdenes todo el rato? —Examina el plato de comida en frente de ella.
—Sí.
—Ya veo. —Sacude su cola de caballo sobre su hombro.
—Es más, querrás que lo haga.
—Es mucho decir —dice.
—Lo es. —Cierro los ojos. Quiero hacer esto con ella, ahora más que nunca. ¿Qué puedo decir para convencerla de darle una oportunidad a nuestro acuerdo?
—Brittany, tienes que seguir tu instinto. Investiga un poco, lee el contrato… No tengo problema en comentar cualquier detalle. Estaré en Portland hasta el viernes, por si quieres que hablemos antes del fin de semana. Llámame… Podríamos cenar… ¿digamos el miércoles? De verdad quiero que esto funcione. Nunca he querido nada tanto.
Vaya. Gran discurso, López. ¿Acabas de pedirle una cita?
—¿Qué pasó con las otras quince? —pregunta ella.
—Cosas distintas, pero al fin y al cabo se reduce a… Incompatibilidad.
—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?
Eso espero…
—Entonces ya no ves a ninguna de ellas.
—No, Brittany. Soy monógama.
—Ya veo.
—Investiga un poco,Brittany.
Baja su cuchillo y tenedor, lo que indica que ha terminado su cena.
—¿Ya has terminado? ¿Eso es todo lo que vas a comer?
Ella asiente, colocando las manos en su regazo, y su boca se pone de esa manera testaruda que tiene…y sé que será una lucha persuadirla de limpiar su plato. No es de extrañar que sea tan delgada. Sus problemas alimenticios serán algo en lo que trabajar, si está de acuerdo con ser mía. Mientras continúo comiendo, sus ojos se lanzan hacia mí cada pocos segundos y un rubor lento mancha sus mejillas.
¿Oh, qué es esto?
—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando ahora mismo. —Claramente está pensando en sexo—. Ya me imagino… —la provoco.
—Me alegro de que no puedas leerme el pensamiento.
—El pensamiento no, Brittany, pero tu cuerpo… lo conozco bastante bien desde ayer. —Le doy una sonrisa lobuna y pido la cuenta.
—Vamos.
Cuando nos vamos, su manos están firmes en las mías. Está en silencio, sumida en sus pensamientos, al parecer, y permanece así todo el camino hacia Vancouver. Le he dado mucho que pensar.
Pero ella también me ha dado un gran acuerdo en el que pensar.
¿Querrá hacer esto conmigo?
Maldición, eso espero.
Todavía está claro cuando llegamos a su casa, pero el sol se hunde en el horizonte y brilla con una luz color rosa y perla en el Monte St. Helens. Britt y Quinn viven en un lugar pintoresco con una vista increíble.
—¿Quieres entrar? —pregunta ella, después de que he apagado el motor.
—No. Tengo trabajo. —Sé que si acepto su invitación, estaré cruzando una línea que no estoy preparada a cruzar. No soy material de novia, y no quiero darle falsas expectativas del tipo de relación que tendrá conmigo.
Su rostro cae y, desinflada, aparta la mirada.
No quiere que me vaya.
Es humillante. Extendiendo la mano, agarro la suya y beso sus nudillos, con la esperanza de quitar la picadura del rechazo.
—Gracias por este fin de semana, Brittany. Ha sido… estupendo.—Se da la vuelta con los ojos brillantes.
—¿Nos vemos el miércoles? —continúo—. Pasaré a buscarte por el trabajo o por donde me digas.
—Nos vemos el miércoles —dice ella, y la esperanza en su voz es desconcertante.
Mierda. No es una cita.
Beso su mano otra vez y salgo del auto para abrirle la puerta. Tengo que salir de aquí antes de hacer algo de lo que me arrepienta.
Cuando sale del auto, se alegra, en desacuerdo con la forma en la que se veía hace un momento. Marcha hasta su puerta, pero antes de que llegue a los peldaños se da vuelta repentinamente.
—Ah… por cierto, me he puesto unas bragas tuyas —dice en señal de triunfo, y tira de la pretina para que pueda ver las palabras ―victoria secret asomándose sobre sus jeans.
¡Me ha robado la ropa interior!
Estoy aturdida. Y, en ese instante no quiero nada más que verla en mis bragas…y solo en ellas.
Echa hacia atrás su cabello y se pavonea hacia su apartamento, dejándome de pie en su acera, mirando como una tonta.
Niego con la cabeza, me subo al auto, y cuando enciendo el motor no puedo evitar mi sonrisa de idiota.
Espero que diga que sí.
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Termino mi trabajo y tomo un sorbo de fino Sancerre, entregado por el servicio de habitaciones por la mujer con ojos muy oscuros. Arrastrarme por mis correos electrónicos y responder cuando se requería ha sido una distracción bienvenida de pensamientos sobre Brittany. Y ahora estoy gratamente cansada. ¿Son las cinco horas de trabajo? ¿O toda la actividad sexual de anoche y esta mañana? Recuerdos de la deliciosa señorita Pierce invaden mi mente: en Charlie Tango, en mi cama, en mi bañera, bailando alrededor de mi cocina. Y pensar que todo comenzó aquí el viernes…y ahora ella está considerando mi propuesta.
¿Ha leído el contrato? ¿Está haciendo su tarea?
Reviso mi teléfono otra vez en busca de un mensaje de texto o una llamada pérdida, por supuesto, no hay nada.
¿Estará de acuerdo?
Eso espero…
Andrea me ha enviado el nuevo correo electrónico de Britt y me asegura que la computadora portátil será entregada mañana en la mañana. Con eso en mente, escribo un correo.
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De: Santana López
Asunto: Su nueva computadora
Fecha: 22 de Mayo 2011 23:15
Para: Brittany Pierce
Querida señorita Pierce:
Confío en que haya dormido bien.
Espero que haga buen uso de esta portátil, como comentamos.
Estoy impaciente por cenar con usted el miércoles.
Hasta entonces, estaré encantada de contestar a cualquier pregunta vía correo electrónico, si lo desea.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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El correo no rebota, así que la dirección está activa. Me pregunto cómo irá a reaccionar Britt en la mañana cuando lo lea. Espero que le guste la portátil. Supongo que lo sabré mañana. Recogiendo mi última lectura, me acomodo en el sofá. Es un libro de dos reconocidos economistas que examinan porqué los pobres piensan y se comportan como lo hacen.
Una imagen de una mujer joven cepillándose su largo y rubio cabello viene a mi mente; su cabello brilla en la luz de la ventanilla amarilla entreabierta, y el aire está lleno de motas de polvo bailando. Está cantando suavemente, como una niña.
Me estremezco.
No vayas ahí, López.
Abro el libro y comienzo a leer.
Es después de las una de la mañana cuando me voy a acostar. Mirando fijamente el techo, estoy cansada, relajada, pero también emocionada, anticipando lo que la semana traerá. Espero tener un nuevo proyecto: la Señorita Brittany Pierce.
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Mis pies golpean la acera en Main Street mientras corro hacia el río. Son las seis treinta y cinco de la mañana y los rayos del sol están brillando a través de los edificios de gran altura. Los árboles en la acera recientemente han reverdecido sus hojas con la primavera, el aire está limpio, el trafico tranquilo. He dormido bien. Oh, Fortuna de Orff’s Carmina Burana está resonando en mis oídos. Hoy las calles están pavimentadas con posibilidad.
¿Responderá mi correo electrónico?
Es demasiado temprano, demasiado pronto para cualquier respuesta, pero sintiéndome más ligera de lo que me he sentido en semanas, corro más allá de la estatua de los alces y hacia el Willamette.
Para las siete cuarenta y cinco, estoy frente a mi computadora portátil, habiéndome duchado y pedido el desayuno. Le mando un correo electrónico a Andrea para hacerle saber que estaré trabajando desde Portland por la semana y para pedirle que reprograme cualquier reunión para que se pueda llevar a cabo por teléfono o videoconferencia.
Le mando un correo electrónico a Gail para hacerle saber que no estaré en casa hasta el jueves por la noche como más temprano.
Luego trabajo a través de mi bandeja de entrada y encuentro entre otras cosas una propuesta de una empresa mixta con un astillero en Taiwán. Lo reenvío a Ros para añadirlo a la agenda de asuntos que necesitamos discutir.
Luego me dirijo hacia mí otro asunto pendiente: Elena. Me ha enviado mensajes de texto un par de veces durante el fin de semana y no he contestado.
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De: Santana López
Asunto: El fin de semana
Fecha: 23 de Mayo de 2011 08:15
Para: Elena Lincoln
Buenos días, Elena.
Disculpa no responderte. He estado ocupada todo el fin de semana, y estaré en Portland todo esta semana. No sé sobre el próximo fin de semana tampoco, pero si estoy libre te lo haré saber.
Los últimos resultados para el negocio de belleza parecen prometedores.
Bien hecho, Ama…
Lo mejor.
S
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Presiono enviar preguntándome otra vez qué haría Elena con Britt…y viceversa. Hay un silbido desde mi computadora portátil cuando un nuevo correo electrónico llega.
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Es de Britt.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:20
Para: Santana López
Asunto: Tu nueva computadora (en préstamo)
He dormido muy bien, gracias… por alguna extraña razón… Ama. Creí entender que la computadora era en préstamo, es decir, no es mía.
Britt
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―Ama con una A mayúscula, la chica ha estado leyendo, y posiblemente investigando. Y todavía me habla. Sonrío estúpidamente ante el correo electrónico. Esta es una buena noticia. Aunque también me está diciendo que no quiere la computadora.
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Bueno, eso es frustrante.
Sacudo la cabeza, divertida.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:22
Para: Brittany Pierce
Asunto: Su nueva computadora (en préstamo)
La computadora está en préstamo.
Indefinidamente, señorita Pierce.
Observo en su tono que ha leído la documentación que le di.
¿Tiene alguna pregunta?
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Presiono enviar. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que responda? Reanudo la lectura de mi correo electrónico como distracción mientras espero por su respuesta. Hay un resumen ejecutivo de Fred, el jefe de mi división de telecomunicaciones del desarrollo de nuestra Tablet alimentada por energía solar, uno de mis proyectos favoritos. Es ambicioso, pero pocos de mis proyectos empresariales importan más que este y estoy emocionada por ello. Llevar asequible primera tecnología al tercer mundo es algo que estoy determinada a hacer.
Hay un silbido desde mi computadora.
Otro correo de la Señorita Pierce.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:25
Para: Santana López
Asunto: Mentes inquisitivas
Tengo muchas preguntas, pero no me parece adecuado hacértelas vía correo electrónico, y algunos tenemos que trabajar para ganarnos la vida.
No quiero ni necesito una computadora indefinidamente.
Hasta luego. Que tengas un buen día… Ama.
Britt
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El tono de su correo electrónico me hace sonreír, pero parece que está fuera trabajando, así que este podría ser el último por un rato.
Su renuencia a aceptar la maldita computadora es molesta. Pero supongo que demuestra que no es adquisitiva. No es una caza fortunas, extraño entre las mujeres que he conocido…sin embargo, Leila era igual.
—Ama, no soy digna de este hermoso vestido.
—Lo eres. Tómalo. Y no escucharé otra palabra al respecto. ¿Entendido?
—Sí, Ama.
—Bien. Y el estilo te conviene.
Ah, Leila. Era una buena sumisa, pero se volvió demasiada apegada y yo era la mujer equivocada. Afortunadamente, eso no fue por mucho tiempo. Está casada ahora y es feliz.
Vuelvo mi atención al correo electrónico de Britt y lo releo.
Algunos tenemos que trabajar para ganarnos la vida.
La descarada muchacha está insinuando que no hago ningún trabajo.
Bien,¡al diablo con eso!
Veo el informe bastante resumido de Fred abierto en mi escritorio y decido dejar las cosas claras con Britt.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 08:26
Para: Brittany Pierce
Asunto: Tu nueva computadora (de nuevo en préstamo)
Nos vemos luego, nena.
P.D.: Yo también trabajo para ganarme la vida.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Encuentro imposible concentrarme en mi trabajo, esperando el revelador silbido que anuncia un nuevo correo electrónico de Britt. Cuando llega, lo reviso inmediatamente, pero es de Elena. Y estoy sorprendida por mi decepción.
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De: Elena Lincoln
Asunto: El fin de semana
Fecha: 23 de Mayo de 2011 08:33
Para: Santana López
Santana, te esfuerzas demasiado. ¿Qué hay en Portland? ¿Trabajo?
Ex
ELENA LINCOLN
ESCLAVA
Para la belleza que eres tú
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¿Le digo? Si lo hago, llamará inmediatamente con preguntas, y no estoy lista para divulgar mis experiencias del fin de semana, aún. Le escribo un rápido correo electrónico diciendo que es trabajo, y vuelvo a mi lectura.
Andrea me llama a las nueve y revisamos mi agenda. Como estoy en Portland, le pido que fije una reunión con el presidente y el vicepresidente asistente de desarrollo económico en la Universidad de Washington, para discutir el proyecto de ciencia del suelo que hemos establecido y su necesidad para fondos adicionales en el próximo año fiscal. Ella se compromete a cancelar todos mis compromisos sociales de esta semana, y entonces me conecta a mi primera videoconferencia del día.
A las tres de la tarde estoy estudiando detenidamente algunos esquemas de diseños de la Tablet que Barney me ha enviado, cuando soy molestada por un golpe en mi puerta. La interrupción es molesta, pero por un momento espero que sea la Señorita Pierce. Es Taylor.
—Hola. —Espero que mi voz no revele mi decepción.
—Tengo su ropa, Sra. López —dice educadamente.
—Entra. ¿Puedes colgarla en el closet? Estoy esperando mi próxima llamada en conferencia.
—Por supuesto, Señora. —Se apresura hacia la habitación, llevando un par de bolsas de trajes y una lona.
Cuando regresa, sigo esperando por mi llamada.
—Taylor, no creo que te vaya a necesitar por el próximo par de días. ¿Por qué no te tomas un tiempo para ver a tu hija?
—Eso es muy amable de su parte señora, pero su madre y yo…—se detiene, avergonzado.
—Ah. Con que es así, ¿no? —pregunto.
Él asiente.
—Sí, señora. Tomará un poco de negociación.
—De acuerdo. ¿Sería mejor el miércoles?
—Preguntaré. Gracias, señora.
—¿Algo que pueda hacer para ayudar?
—Hizo suficiente, señora.
Él no quiere hablar sobre esto.
—De acuerdo. Creo que voy a necesitar una impresora, ¿puedes arreglarlo?
—Sí señora —asiente. Mientras sale, cierra suavemente la puerta tras él, frunzo el ceño. Espero que su ex esposa no le esté causando dolor. Le pago por la educación de su hija como otro incentivo para que se quede trabajando conmigo, es un buen hombre, y no quiero perderlo. El teléfono suena, es mi llamada en conferencia con Ros y el Senador Blandino.
Mi última llamada concluye a las cinco veinte de la tarde. Me estiro en la silla, pienso en lo productivo que he sido hoy. Es increíble cómo consigo mucho más cuando no estoy en la oficina. Solo un par de informes para leer y he terminado por el día. Cuando miro por la ventana el inicio del amanecer, mi mente se desvía hacia cierta potencial sumisa.
Me pregunto cómo ha sido su estado en Clayton’s, fijando bridas para cables y midiendo longitudes de cuerdas. Espero que algún día llegue a usarlas en ella. El pensamiento evoca imágenes de ella atada en mi cuarto de juegos. Me detengo en esto por un momento… luego rápidamente le envió un correo electrónico. Toda esta espera, trabajar, y enviar correos electrónicos me está poniendo inquieta. Sé cómo me gustaría liberar está energía acumulada, pero tengo que conformarme con correr.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:24
Para: Brittany Pierce
Asunto: Trabajar para ganarse la vida
Querida señorita Pierce:
Espero que haya tenido un buen día en el trabajo.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Me cambio de nuevo a mi atuendo para correr. Taylor me ha traído dos pares más de pantalones deportivos. Estoy segura que es obra de Gail. Mientras me dirijo hacia la puerta reviso mi correo electrónico. Ella contestó.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:48
Para: Santana López
Asunto: Trabajar para ganarse la vida
Ama… He tenido un día excelente en el trabajo.
Gracias.
Britt
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Pero no ha hecho su tarea. Le respondo el correo electrónico.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:50
Para: Brittany Pierce
Asunto: ¡A trabajar!
Señorita Pierce:
Me alegro mucho de que haya tenido un día excelente.
Mientras escribe correos electrónicos no está investigando.
Santana López
Presidente de López Enterprises Holdings, Inc.
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Y en vez de salir de la habitación, espero su respuesta. No me mantiene esperando mucho tiempo.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:53
Para: Santana López
Asunto: Pesada
Señora López: deja de mandarme correos electrónicos y podré empezar a hacer la tarea. Me gustaría sacar otro sobresaliente.
Britt
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Me río a carcajadas. Sí. Ese sobresaliente fue algo más. Cierro los ojos, y veo y siento su boca alrededor de mi sexo una vez más.
Joder.
Metiendo en cintura mi errante cuerpo, presiono enviar en mi respuesta, y espero.
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De: Santana Lopez
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:55
Para: Brittany Pierce
Asunto: Impaciente
Señorita Pierce:
Deje de escribirme correos electrónicos… y haga los deberes.
Me gustaría ponerle otro sobresaliente.
El primero fue muy merecido. ;)
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Su respuesta no es tan inmediata, y sintiéndome un poco cabizbaja, me doy la vuelta y decido ir a correr. Pero mientras abro la puerta el silbido de mi bandeja de entrada me hace regresarme.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 17:59
Para: Santana López
Asunto: Investigación en internet
Señora López:
¿Qué me sugieres que ponga en el buscador?
Britt
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¡Mierda! ¿Por qué no pensé en esto? Podría haberle dado algunos libros. Numerosos sitios webs vienen a mi mente, pero no quiero asustarla.
Quizás debería empezar con lo más vainilla…
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 18:02
Para: Brittany Pierce
Asunto: Investigación en internet
Señorita Pierce:
Empiece siempre con la Wikipedia.
No quiero más correos electrónicos a menos que tenga preguntas.
¿Entendido?
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Me levanto de mi escritorio, pensando que no responderá pero, como siempre, me sorprende y lo hace. No puedo resistirme.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 18:04
Para: Santana López
Asunto: ¡Autoritaria!
Sí… Ama.
Eres muy autoritaria.
Britt
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Malditamente cierto, bella.
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De: Santana López
Fecha: 23 de mayo de 2011 18:06
Para: Brittany Pierce
Asunto: Controlando
Brittany, no te imaginas cuánto.
Bueno, quizá ahora te haces una ligera idea.
Haz tu tarea.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Muestra algo de moderación, López. Antes de que pueda distraerme otra vez, estoy fuera de la puerta. Con los Foo Fighters resonando en mis oídos corro hacia el río, he visto el Willamette al amanecer, ahora quiero verlo al anochecer. Es una buena tarde: las parejas están caminando por la orilla del río, algunos sentados en el pasto, y unos cuantos turistas hacen ciclismo hacia arriba y debajo de la explanada. Los evito, la música resonando en mis oídos.
La Señorita Pierce tiene preguntas. Todavía está en el juego… este no es un ―no. Nuestro intercambio de correos electrónicos me ha dado esperanza. Mientras corro bajo el puente Hawthorne reflexiono sobre cuán a gusto está con las palabras escritas, más que cuando está hablando. Tal vez este es su medio preferido de expresión. Bueno, ha estado estudiando Literatura Inglesa. Espero que para cuando regrese haya otro correo electrónico, quizás con preguntas, quizás con un poco más de su burla descarada.
Sí. Eso es algo que espero.
Mientras corro por Main Street me atrevo a esperar que acepte mi proposición. El pensamiento es excitante, estimulante incluso, y retomo mi ritmo, corriendo de nuevo hacia el Heathman.
Son las ocho con quince de la noche cuando me siento de nuevo en la silla del comedor. He comido el salvaje salmón de Oregón para la cena, cortesía de la Señorita Ojos Oscuros otra vez, y todavía tengo la mitad de una copa de Sancerre por terminar. Mi computadora portátil está abierta y encendida, debería llegar cualquier correo electrónico importante. Recojo el informe que he impreso, sobre las zonas industriales abandonadas en Detroit.
—Tendría que ser Detroit —me quejo en voz alta, y empiezo a leer.
Unos minutos después, escucho un silbido.
Es un correo electrónico con ―Universitaria Escandalizada, escrito en la línea del asunto. El titulo me hace levantarme.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 23 de mayo de 2011 20:33
Para: Santana López
Asunto: Universitaria Escandalizada
Bien, ya he visto bastante.
Ha sido agradable conocerte.
Britt
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¡Mierda!
Lo leo otra vez.
Joder.
Es un ―no. Me quedo mirando la pantalla con incredulidad.
¿Eso es todo?
¿Sin discutir?
Nada…
¿Solo ―ha sido agradable conocerte?
Qué. Carajos.
Me siento de nuevo en la silla, atónita.
¿Agradable?
Agradable.
AGRADABLE.
Ella pensó que era más que agradable cuando su cabeza estaba hacia atrás mientras se venía.
No seas tan apresurada, López.
¿Quizás es una broma?
¡Una broma!
Jalo la computadora portátil hacia mí para escribir una respuesta.
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De: Santana López
Fecha: Mayo 23, 2011
Para: Brittany Pierce.
Asunto: ¿AGRADABLE?
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Pero mientras miro la pantalla, mis dedos sobrevolando las teclas, no puedo pensar en qué decir.
¿Cómo pudo descartarme tan fácilmente?
Su primera follada.
Cálmate, López. ¿Cuáles son tus opciones? Quizás debería hacerle una visita, solo para asegurarme de que es un ―no. Quizás podría persuadirla de cambiar de opinión. Ciertamente no sé qué decir en este correo electrónico. Quizás ha estado viendo algunos sitios particularmente rudos. ¿Por qué no le di algunos libros? No puedo creerlo. Necesita verme a los ojos y decirme que no.
Sí. Froto mi barbilla mientras formulo un plan, y momentos más tarde, estoy en mi closet, sacando mi corbata.
Esa corbata.
Este trato no es un trato aún. Entonces agarro mi chaqueta y una botella de vino blanco del mini bar. Demonios, es un Chardonnay… pero tendrá que ser este. Sacando mi llave de la habitación, cierro la puerta y me dirijo hacia el ascensor para recoger mi auto del valet.
Mientras freno en la R8 afuera del apartamento que comparte con Fabray, me pregunto si este es un movimiento prudente. Nunca visité a ninguna de mis anteriores sumisas en sus casas… ellas siempre venían a mí. Estoy presionando todos los límites que me había impuesto. Abro la puerta del auto y salgo. Estoy incómoda; es peligroso y demasiado presuntuoso para mí el venir aquí. Entonces otra vez, ya he estado aquí dos veces, aunque solo por unos minutos. Si ella no está de acuerdo, tendré que arreglar sus expectativas. Esto no pasará otra vez.
Sigue adelante, López.
Estás aquí porque crees que es un “no”.
Fabray responde cuando toco la puerta. Está sorprendida de verme.
—Hola, Santana. Britt no dijo que vendrías. —Se hace a un lado para dejarme entrar—. Está en su cuarto. La llamaré.
—No. Me gustaría sorprenderla. —Le doy mi más sincera y entrañable mirada y en respuesta, parpadea un par de veces.Caray. Eso fue fácil. ¿Quién lo habría pensado? Qué gratificante—. ¿Dónde está su habitación?
—Por allí, la primera puerta. —Señala la puerta al final de la sala vacía.
—Gracias.
Dejando mi chaqueta y el vino frío sobre una de las cajas embaladas, abro la puerta para encontrar un pequeño pasillo con habitaciones. Asumo que una es el baño, así que toco la otra puerta. Después de un latido, la abro y ahí está Britt, sentada en un pequeño escritorio, leyendo lo que parece el contrato. Tiene sus audífonos puestos mientras tamborilea ociosamente sus dedos a un ritmo que no escucho. De pie allí por un momento, la veo. Su rostro tiene una mueca de concentración, su cabello está trenzado y lleva puesta ropa de deporte. Quizás ha ido a correr esta tarde… quizás sufre de exceso de energía también. El pensamiento me complace. Su cuarto es pequeño, ordenado y de chica; todo blanco, crema, y azul bebé, y bañado en el suave brillo de la lámpara junto a la cama. Está también un poco vacío, pero veo una caja embalada con el rótulo ―Cuarto de Britt escrito en la parte superior. Al menos tiene una cama matrimonial… con una cabecera blanca forjada en hierro. Sí. Eso tiene posibilidades.
Britt repentinamente salta, alertada por mi presencia.
Sí. Estoy aquí por tu correo electrónico.
Se quita sus audífonos y el sonido de la música a bajo volumen llena el silencio entre nosotros.
—Buenas noches, Brittany.
Me mira atontada, sus ojos muy abiertos.
—Sentí que tu correo electrónico merecía una respuesta en persona. —Trato de mantener mi voz neutral. Su boca se abre y cierra, pero se queda callada.
La señorita Pierce sin palabras.
Esto me gusta.
—¿Puedo sentarme?
Asiente, aun mirándome con incredulidad mientras me siento en su cama.
—Me preguntaba cómo sería tu habitación —ofrezco para romper el hielo, sin embargo el charlar no es mi área de especialidad. Ella escanea la habitación como si la viera por primera vez—. Está muy tranquilo y pacífico aquí —añado, pensando en que me siento cualquier cosa, menos tranquila y pacífica justo ahora. Quiero saber por qué ha dicho que no a mi propuesta sin discusión alguna.
—¿Cómo…? —susurra, pero se detiene, su incredulidad aún evidente en su tranquilo tono.
—Todavía estoy en el Heathman. —Ella sabe esto.
—¿Quieres tomar algo? —grazna.
—No, gracias, Brittany. —Bien, ha encontrado sus modales. Pero quiero hablar de negocios; su alarmante correo electrónico—. ¿Así que ha sido agradable conocerme? —enfatizo la palabra que más me ofende en esa oración.
¿Agradable? ¿En serio?
Examina sus manos en su regazo, sus dedos nerviosamente golpeteando sus muslos.
—Pensaba que me contestarías por correo electrónico —dice, su voz tan pequeña como su habitación.
—¿Estás mordiéndote el labio a propósito? —pregunto, mi voz más severa de lo que pretendo.
—No era consciente de que me lo estaba mordiendo—susurra, su rostro pálido.
Nos miramos la una a la otra.
Y el aire casi crepita a nuestro alrededor.
Joder.
¿Puedes sentir esto, Britt? Esta tensión. Esta atracción.
Mi respiración contenida mientras observo sus pupilas dilatadas. Lentamente, deliberadamente, alcanzo su cabello y tiro de la liga, liberando una de sus trenzas. Me observa, cautivada, sus ojos nunca dejando los míos. Libero su segunda trenza.
—Entonces ¿decidiste hacer un poco de ejercicio? —Mis dedos trazan la suave parte externa de su oreja, con gran cuidado, tirando y apretando la parte henchida del lóbulo de su oreja. No está usando aretes aunque sus orejas están perforadas.
Me pregunto cómo lucirían los diamantes destellando aquí.
Le pregunto por qué se ha estado ejercitando, manteniendo mi voz baja. Su respiración se acelera.
—Necesitaba tiempo para pensar —dice.
—¿Pensar en qué, Brittany?
—En ti.
—¿Y has decidido que ha sido agradable conocerme? ¿Te refieres a conocerme en sentido bíblico?
Sus mejillas se sonrojan.
—No pensaba que fueras una experta en la Biblia.
—Fui a la escuela dominical, Brittany. Aprendí mucho.
Catecismo. Culpa. Y que Dios me abandonó hace mucho.
—No recuerdo haber leído sobre pinzas para pezones en la Biblia. Quizás te enseñaron de una traducción moderna —me aguijonea, sus ojos brillantes y provocativos.
Oh, esa boca inteligente.
—Bueno, he pensado que debía venir a recordarte lo agradable que ha sido conocerme.—El reto está ahí en mi voz, y no entre nosotras. Su boca cae abierta con sorpresa, pero paso mis dedos sobre su mandíbula y la insto a cerrarse—. ¿Qué le parece, señorita Pierce?—susurro mientras nos miramos la una a la otra.
Repentinamente se lanza sobre mí.
Mierda.
De alguna forma agarro sus brazos antes de que pueda tocarme, y la giro de modo que aterriza en la cama, debajo de mí, y tengo sus brazos aprisionados por encima de su cabeza. Girando su rostro hacia el mío, la beso, con fuerza, mi lengua explorando y reclamando la suya. Su cuerpo elevándose en respuesta mientras me devuelve el beso con igual ardor.
Oh,Britt. Qué me haces.
Una vez que se remueve por más, me detengo y bajo la mirada hacia ella. Es momento del plan B.
—¿Confías en mí? —pregunto, cuando sus párpados revolotean sobre sus ojos muy abiertos.
Asiente entusiastamente. Del bolsillo trasero de mis pantalones extraigo la corbata para que pueda verla, entonces me siento a horcajadas sobre ella, tomando sus muñecas que me ofrece, la ato a uno de los postes de hierro de su cabecera.
Ella se ríe debajo de mí, probando sus ataduras, pero el amarre de la corbata se hace más fuerte. No va a escapar.
—Mejor así. —Sonrío con alivio porque la tengo donde la quiero. Ahora a desvestirla.
Agarrando su pie derecho, empiezo a desatar las cintas de sus zapatillas.
—No —se queja con vergüenza, tratando de soltar su pie, y sé que es porque ha estado corriendo y no quiere que le quite los zapatos. ¿Cree que la transpiración va a alejarme?
¡Dulzura!
—Si forcejeas, te ataré también los pies, Brittany. Si haces el menor ruido, te amordazaré. No abras la boca. Seguramente ahora mismo Quinn está ahí fuera escuchando.
Se detiene. Y sé que mis instintos están en lo cierto. Está preocupada por sus pies. ¿Cuándo entenderá que nada de esas cosas me molesta?
Rápidamente quito sus zapatos, calcetines y pantalones de correr. Entonces la muevo de forma que está estirada y acostada sobre las sábanas, y no esa delicada frazada hecha en casa. Vamos a hacer un lío.
Deja de morderte ese jodido labio.
Paso mi dedo sobre su boca como una carnal advertencia. Frunce sus labios semejando un beso, provocando que sonría. Es una hermosa y sensual criatura.
Ahora que está donde la quiero, me quito mis zapatos y calcetines, desabrocho el botón superior de mis pantalones y remuevo mi camisa. No aparta sus ojos de mí.
—Creo que has visto demasiado. —Quiero mantenerla adivinando, y que no sepa qué viene a continuación. Será una recompensa carnal. No le he vendado los ojos antes, así que esto contará para su entrenamiento. Eso, sí dice que si…
Sentándome a horcajadas una vez más, agarro el borde de su camiseta y la enrollo hacia arriba por su cuerpo. Pero en vez de quitarla, la dejo enrollada sobre sus ojos, una efectiva venda.
Luce fantástica, acostada y atada.
—Mmm. Esto va cada vez mejor. Voy a tomar una copa—susurro, y la beso. Jadea mientras me bajo de la cama. Fuera de su habitación, dejo su puerta ligeramente abierta y entro a la sala para recuperar la botella de vino.
Fabray levanta la mirada de donde está sentada en el sofá, leyendo, y sus cejas se levantan con sorpresa. No me digas que nunca has visto a una mujer en sujetador, Fabray, porque no voy a creerte.
—Quinn, ¿Dónde podría encontrar copas, hielo y un sacacorchos? —pregunto, ignorando su escandalizada expresión.
—Eh… En la cocina. Yo te los doy. ¿Dónde está Britt?
Ah, algo de preocupación por su amiga. Bien.
—Está un poco atada en este momento, pero quiere una copa. —Agarro la botella de Chardonnay.
—Oh, ya veo —dice, y la sigo a la cocina, donde señala algunas copas en la encimera. Toda la cristalería está afuera, supongo que para ser empacada para su mudanza. Me alcanza un sacacorchos y del refrigerador saca una cubeta de hielo y cubos de hielo.
—Aún tenemos que empacar aquí. Ya sabes, Sam va a ayudarnos con la mudanza. —Su tono es crítico.
—¿Lo hará? —Sueno interesada mientras abro el vino—. Solo pon el hielo en los copas. —Con mi barbilla, señalo las dos copas—. Es un Chardonnay. Será más bebible con el hielo.
—Me imaginé que eras una chica de vino tinto —dice cuando vierto el vino—. ¿Vas a venir a ayudar a Britt con la mudanza? —Sus ojos destellan. Está retándome.
Cállala ahora, López.
—No. No puedo. —Mi voz es cortante porque está enojándome, tratando de hacerme sentir culpable. Sus labios están apretados en una línea y me giro para dejar la cocina, pero no antes de atrapar la mirada desaprobadora en su rostro.
Jódete, Fabray.
No hay forma de que vaya a ayudar. Britt y yo no tenemos ese tipo de relación. Además no tengo tiempo para eso.
Regreso a la habitación de Britt y cierro la puerta detrás de mí, pasando a fabray y su desdén.
Inmediatamente soy apaciguada por la visión de la encantadora Britt Pierce, sin aliento y esperando, en su cama. Poniendo el vino en la mesa al lado de su cama.
Entonces dejo caer mis pantalones,el sujetador y mi ropa interior en el piso, liberando mi sexo.
Tomo un sorbo de vino, sorprendentemente, no es malo; y miro hacia abajo a Britt. No ha dicho una palabra. Su rostro está girado hacia mí, sus labios separados con anticipación. Tomando la copa, me siento a horcajadas una vez más.
—¿Tienes sed, Brittany?
—Sí —susurra.
Tomando un sorbo de vino, me inclino y la beso, vertiendo el vino en su boca. Traga el vino y desde lo profundo de su garganta, escucho un débil zumbido de apreciación.
—¿Más? —pregunto.
Asiente, sonriendo y la complazco.
—No nos pasemos. Sabemos que tu tolerancia al alcohol es limitada, Brittany—bromeo, y en su boca se despliega la más grande de las sonrisas. Inclinándome, dejo que tenga otro trago de mi boca y se ríe debajo de mí.
—¿Te parece esto agradable? —pregunto, mientras me acuesto a su lado.
Se queda quieta, toda seria ahora, pero sus labios se separan e inhala bruscamente.
Tomo otro trago de vino, esta vez con dos cubos de hilo. Cuando la beso, pongo un pequeño trozo de hielo entre sus labios, entonces dejo un rastro de besos helados hacia abajo por su piel dulcemente perfumada desde su garganta hasta su ombligo. Allí, pongo otro trozo de hielo y un poco de vino.
Ella contiene el aliento.
—Ahora tienes que quedarte quieta. Si te mueves,llenarás la cama de vino, Brittany. —Mi voz es baja y la beso otra vez, justo por encima de su ombligo. Sus caderas se mueven—. Oh, no, si derrama el vino, la castigaré, señorita Pierce.
Gime en respuesta y tira de la corbata.
Todo lo bueno, Britt…
Libero cada uno de sus pechos de su sujetador, de forma que están soportados por el aro bajo la copa, sus pechos son insolentes y vulnerables, justo como me gustan. Lentamente los pruebo ambos con mis labios.
—¿Qué tan agradable es esto? —susurro, y soplo gentilmente sobre un pezón. Su boca se afloja en silencio.
—Ah.
Tomando otro trozo de hielo en mí boca, lentamente bajo hacia su esternón, hasta su pezón, haciendo círculos un par de veces con el hielo. Gime debajo de mí. Transfiriendo el hielo a mis dedos, continúo torturando cada pezón con fríos labios y dejando que el cubo de hielo se derrita en mis dedos.
Gimoteando y jadeando debajo de mí, se tensa pero se las arregla para permanecer quieta.
—Si derramas el vino, no dejaré que te vengas —advierto.
—Oh… Por favor…Santana… Ama… Por favor… —ruega.
Oh, oírla usar esas palabras.
Hay esperanza.
Esto no es un “no”.
Rozo mis dedos sobre su cuerpo hasta sus bragas, probando su suave piel. Repentinamente su pelvis se flexiona, derramando el vino y el hielo no derretido de su ombligo. Me muevo rápidamente para recogerlo, besándola y succionándolo de su cuerpo.
—Oh, querida Brittany, te has movido. ¿Qué voy a hacer contigo? —Deslizo mis dedos en sus bragas y acaricio su clítoris mientras lo hago.
—¡Ah! —se queja.
—Oh, bella —susurro con reverencia. Está mojada. Muy mojada.
Ves. ¿Ves cuán agradable es esto?
Empujo mi índice y mi dedo medio dentro de ella y se estremece.
—Estás lista para mí tan pronto —murmuro, y empujo mis dedos lentamente dentro y fuera de ella, provocando un largo y dulce gemido. Su pelvis empieza a levantarse para encontrar mis dedos.
Oh, ella desea esto.
—Eres una glotona. —Mi voz aún es baja y ella encuentra el ritmo que sigo mientras empiezo a hacer círculos sobre su clítoris con mi pulgar, burlándome y atormentándola.
Grita, su cuerpo corcoveando debajo de mí. Quiero ver su expresión, y con mi otra mano, saco la camiseta de su cabeza. Abre sus ojos, parpadeando ante la suave luz.
—Quiero tocarte —dice, su voz ronca y llena de necesidad.
—Lo sé —susurro contra sus labios, y la beso, al mismo tiempo que mantengo un ritmo implacable con mis dedos y mi pulgar. Sabe a vino, necesidad y a Britt. Y me devuelve el beso con un hambre que no había sentido en ella antes. Alcanzo la parte superior de su cabeza, manteniéndola en su lugar y continúo besándola y follándola con mis dedos. Cuando sus piernas se mueven dejo caer el ritmo de mi mano.
Oh, no, bella. No vas a correrte aún.
Hago esto otras tres veces mientras beso su cálida y dulce boca. La quinta vez todavía tengo mis dedos dentro de ella y susurro suave y lentamente en su oído.
—Este es tu castigo, tan cerca y de pronto tan lejos. ¿Te parece esto agradable?
—Por favor —suplica.
Dios, amo oírla rogar.
—¿Cómo quieres que te folle, Brittany?
Mis dedos empiezan otra vez y sus piernas empiezan a temblar y gentilmente detengo mi mano una vez más.
—Por favor —jadea otra vez, la palabra tan baja que apenas la oigo.
—¿Qué quieres Brittany?
—A ti… ahora —grita.
—Dime cómo quieres que te folle. Hay una variedad infinita de maneras —murmuro. Extendiendo una mano, saco sus bragas y las tiro en el piso. Sus ojos están oscuros, llenos de promesa y anhelo. Se amplían mientras lentamente acaricio mi sexo.
—¿Te parece esto agradable? —pregunto, mientras me acaricio el sexo
—Era una broma —gimotea.
¿Broma?
Gracias. A. Dios.
No todo está perdido.
—¿Una broma? —pregunto, mientras mi dedo se desliza arriba y debajo de mi clítoris.
—Sí. Por favor, Santana —ruega.
—¿Y ahora te ríes?
—No. —Su voz es apenas audible, pero la pequeña sacudida de su cabeza me dice todo lo que necesito saber.
Verla necesitándome… podría explotar en mi mano solo mirándola. Agarrándola, la volteo, manteniendo su lindo, buen trasero en el aire. Es tan tentador. Palmeo su nalga fuertemente, entonces me introduzco con tres dedos en ella.
Oh, joder. Está tan lista.
Se aprieta a mí alrededor y grita mientras se corre.
Joder. Eso fue demasiado rápido.
Manteniendo sus caderas en su lugar, la follo, duro, montándola a través de su orgasmo. Apretando mis dientes, me conduzco dentro de ella una y otra vez, mientras su orgasmo empieza a construirse una vez más.
Vamos, Britt. Otra vez, le ordeno, bombeándola con mis dedos.
Gime y se retuerce debajo de mí, un trazo de sudor apareciendo en su espalda.
Sus piernas empiezan a temblar.
Está cerca.
—Vamos, Brittany, otra vez —gruño, y por algún milagro, su orgasmo se cierra en espiral a través de su cuerpo y el mío. Gracias joder. Sin palabras, me corro, derramándome en su interior.
Dulce señor, colapso sobre ella. Eso fue exhaustivo.
—¿Cuán agradable fue eso? —siseo contra su oído mientras jalo aire a mis pulmones.
Mientras descansa en la cama, jadeando, me retiro de ella, salgo de la cama y rápidamente me visto. Cuando he
terminado, me estiro y desato mi corbata, liberándola. Girándose, ella estira sus manos y dedos y reajusta su sujetador. Una vez que la he cubierto con la frazada, me acuesto a su lado, apoyándome en mi codo.
—Ha sido realmente agradable —dice con una sonrisa traviesa.
—Ya estamos otra vez con la palabrita. —Le sonrío.
—¿No te gusta que la diga?
—No, no tiene nada que ver conmigo.
—Vaya… No sé… parece tener un efecto bastante beneficioso sobre ti.
—¿Soy un efecto beneficioso? ¿Eso es lo que soy ahora? ¿Podría herir más mi amor propio, señorita Pierce?
—No creo que tengas ningún problema de amor propio.—Su ceño es pasajero.
—¿Tú crees?
El Dr. Flynn tendría mucho que decir sobre eso.
—¿Por qué no te gusta que te toquen?—pregunta, su voz dulce y suave.
—Porque no. —Beso su frente para distraerla de su línea de preguntas—.Así que ese correo electrónico era lo que tú llamas una broma.
Ella me da una mirada cohibida y un encogimiento de disculpas.
—Ya veo. ¿Entonces todavía estás considerando mi proposición?
—Tu proposición indecente… Sí, me la estoy planteando.
Bien, joder, gracias por eso.
Nuestro trato aún está en juego. Mi alivio es palpable; casi puedo saborearlo.
—Pero tengo cosas que comentar —añade.
—Me decepcionarías si no tuvieras cosas que comentar.
—Iba a mandártelas por correo electrónico, pero me interrumpiste.
—Coitus interruptus.
—¿Lo ves?, sabía que tenías algo de sentido del humor escondido por ahí. —La luz en sus ojos baila con alegría.
—No es tan divertido, Brittany. Pensé que estabas diciéndome que no… que ni siquiera querías comentarlo.
—Todavía no lo sé. No he decidido nada. ¿Vas a ponerme un collar?
La pregunta me sorprende.
—Has estado investigando. No lo sé, Brittany. Nunca le he puesto un collar a nadie.
Oh… ¿Debería sorprenderme? Sé tan poco sobre las sesiones… No sé.
—¿Te han puesto un collar? —pregunta.
—Sí.
—¿La señora Robinson?
—¿La señora Robinson? —Río fuertemente. Anne Babcroft en El Graduado—. Le diré que dijiste eso; lo amará.
—¿Aún hablas con ella regularmente? —Su voz es aguda con sorpresa e indignación.
—Sí. —¿Por qué sería importante?
—Ya veo. —Ahora su tono es afilado. ¿Está enojada? ¿Por qué? No lo entiendo—. Así que tienes a alguien con quien comentar tu alternativo estilo de vida, pero yo no puedo. —Su tono es petulante, pero una vez más me recuerda mi mierda.
—Creo que nunca lo he pensado desde ese punto de vista. La señora Robinson formaba parte de este estilo de vida. Te dije que ahora es una buena amiga. Si quieres, puedo presentarte a una de mis ex sumisas. Podrías hablar con ella.
—¿Esto es lo que tú llamas una broma? —demanda.
—No, Brittany. —Estoy sorprendida por su vehemencia y sacudo mi cabeza para reforzar mi negación. Es perfectamente normal para una sumisa comprobar con sus ex que su nuevo dominante sabe lo que hace.
—No… me las arreglaré yo sola, muchas gracias —insiste, y tira de su edredón y su frazada hasta su barbilla.
¿Qué? ¿Está enojada?
—Brittany, no… No quería ofenderte.
—No estoy ofendida. Estoy consternada.
—¿Consternada?
—No quiero hablar con ninguna ex novia tuya… o esclava… o sumisa… como las llames.
Oh.
—¿Brittany Pierce, estás celosa? —Sueno desconcertada… porque lo estoy. Se ruboriza profundamente, y sé que he encontrado la raíz del problema. ¿Cómo demonios podría estar celosa?
Cariño, he tenido una vida antes de ti.
Una vida muy activa.
—¿Vas a quedarte?—chasquea.
¿Qué? Por supuesto que no.
—Mañana a primera hora tengo una reunión en el Heathman. Además, ya te dije que no duermo con mis novias, o esclavas, o sumisas, ni con nadie. El viernes y el sábado fueron una excepción. No volverá a pasar.
Ella presiona sus labios juntos con una expresión testaruda.
—Bien, estoy cansada ahora —dice.
Joder.
—¿Estás echándome?
No es así como se supone que tendría que ir.
—Sí.
¿Qué demonios?
Desarmada otra vez por la señorita Pierce.
—Bien, esta es otra primera vez —murmuro.
Echada. No puedo creerlo.
—¿No quieres que comentemos nada? Sobre el contrato —pregunto, como excusa para prolongar mi estadía.
—No —gruñe. Su petulancia es irritante, y si fuera mía, esto no sería tolerado.
—Ay, cuánto me gustaría darte una buena tunda. Te sentirías mucho mejor, y yo también —le digo.
—No puedes decir esas cosas… Todavía no he firmado nada.—Sus ojos destellan con desafío.
Oh, bella, puedo decirlo. Solo que no puedo hacerlo. No hasta que me dejes.
—Una mujer puede soñar, Beittany. ¿El miércoles? —Aún deseo esto, sin embargo no sé por qué, ella es tan difícil. Le doy un breve beso.
—Hasta el miércoles. —Está de acuerdo, y estoy aliviada una vez más—. Espera, salgo contigo.—Agrega en un tono más suave—. Dame un minuto. —Me empuja fuera de la cama y se pone su camiseta—. Por favor, pásame mis pantalones de deporte—ordena, señalándolos.
Vaya. La señorita Pierce es una pequeña cosa mandona.
—Sí, ama —bromeo, sabiendo que no entenderá la referencia. Pero entorna los ojos. Sabe que me estoy divirtiendo a su costa, pero no dice nada mientras se pone los pantalones.
Sintiéndome un poco perpleja al ser echada a la calle, la sigo a través de la sala y hasta la puerta delantera.
¿Cuándo fue la última vez que esto pasó?
Nunca.
Abre la puerta pero está mirando hacia abajo, a sus manos.
¿Qué sucede aquí?
—¿Estás bien? —pregunto, y acaricio su labio inferior con mi pulgar. Quizás ella no quiere que me vaya…¿o quizás no puede esperar para que lo haga?
—Sí —dice, su tono suave y bajo. No estoy segura de creerle.
—El miércoles —le recuerdo.
La veré entonces. Inclinándome, la beso, y ella cierra los ojos. Y no quiero irme. No con su incertidumbre en mi mente. Sostengo su cabeza y profundizo el beso y ella responde, rindiendo su boca ante la mía.
Oh, bella, no lo des por perdido. Dale una oportunidad.
Agarra mis brazos, devolviéndome el beso, y no quiero detenerme. Ella es intoxicante, y la oscuridad está tranquila, acallada por la joven mujer que tengo en frente de mí. Reluctantemente, retrocedo y descanso mi frente contra la suya.
Está sin aliento igual que yo.
—Brittany, ¿qué estás haciendo conmigo?
—Podría decir lo mismo de ti —susurra.
Sé que tengo que irme. Me tiene cayendo en picada, y no sé por qué. Beso su frente y avanzo por el camino de entrada hasta la R8. Se queda de pie, mirándome desde la entrada. No ha entrado. Sonrío, complacida de que aún me vea mientras entro en el auto.
Cuando vuelvo la mirada, se ha ido.
Mierda. ¿Qué acaba de pasar? ¿Sin despedida ondeando la mano?
Enciendo el auto y empiezo a conducir de regreso a Portland, analizando lo que ha tenido lugar entre nosotras.
Me envía un correo electrónico.
Voy con ella.
Follamos.
Me echa antes de que estuviera lista para irme.
Por primera vez en mi vida, bien, quizás no la primera, me siento un poco usada, por sexo. Es un sentimiento perturbador que me recuerda mi tiempo con Elena.
¡Demonios! La señorita Pierce está empujando desde el fondo, y ni siquiera lo sabe. Y tonta de mí, la estoy dejando.
Tengo que meditar esto. Esta suave disposición acercándose está metiéndose con mi cabeza.
Pero la deseo. Necesito que firme.
¿Es solo la caza? ¿Es eso lo que me está excitando? ¿O es ella?
Joder. No lo sé. Pero espero averiguarlo antes del miércoles. Y en una nota positiva, esa fue una malditamente agradable forma de pasar la noche. Sonrío ante el espejo retrovisor y entro en el garaje del hotel.
Cuando estoy de regreso en mi habitación. Me siento en mi computadora portátil.
Enfócate en lo que quieres, en dónde quieres estar. ¿No es eso con lo que Flynn siempre está fastidiando? ¿La mierda en la que se basa su solución?
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De: Santana López
Fecha: Mayo 23 2011 23:16
Para: Brittany Pierce
Asunto: Esta Noche
Señorita Pierce
Espero impaciente sus notas sobre el contrato.
Entretanto, que duermas bien, bella.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Y quiero añadir. Gracias por otra divertida noche… pero eso parece un poco demasiado. Empujando mi portátil a un lado porque Britt probablemente está dormida, recojo el reporte de Detroit y continúo leyendo.
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
Quiero massssssssssssssssssss!!!!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
monica.santander escribió:Quiero massssssssssssssssssss!!!!!
jajajajajaja ok ok te daré massssssss!!!!!
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
Martes, 24 de Mayo de 2011
El pensamiento del establecer la planta electrónica de Detroit es deprimente. Detesto Detroit; no contiene nada más que malos recuerdos para mí. Recuerdos por los que hago un maldito esfuerzo de olvidar. Salen, principalmente en la noche, para recordarme lo que soy y de dónde vengo.
Pero Michigan está ofreciendo excelentes incentivos fiscales. Es difícil de ignorar lo que están proponiendo en su reporte. Lo tiro en la mesa de comedor y tomo un trago de mi Sancerre. Mierda. Está tibio. Es tarde. Debería dormir. Mientras me pongo de pie y me estiro, hay un sonido en mi computadora. Un correo electrónico. Debe ser de Ros, así que le doy un rápido vistazo.
Es de Britt. ¿Por qué sigue despierta?
De: Brittany Pierce
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:02
Para: Santana López
Asunto: Objeciones
Querida señora López:
Aquí está mi lista de objeciones. Espero que el miércoles las discutamos con calma en nuestra cena.
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¿Se está refiriendo a las cláusulas? La señorita Pierce ha estado pensando. Pongo una copia en la pantalla para mi referencia.
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CONTRATO
A día___________ de 2011 («fecha de inicio»)
ENTRE
LA SRTA. Santana López, con domicilio en el Escala 301, Seattle, 98889 Washington
(«la Ama»)
Y LA SRTA. Brittany Pierce, con domicilio en SW Green Street 1114, apartamento 7, Haven Heights, Vancouver, 98888 Washington
(«la Sumisa»)
LAS PARTES ACUERDAN LO SIGUIENTE
1. Los puntos siguientes son los términos de un contrato vinculante entre la Ama y la Sumisa.
TÉRMINOS FUNDAMENTALES
2. El propósito fundamental de este contrato es permitir que la Sumisa explore su sensualidad y sus límites de forma segura, con el debido respeto y miramiento por sus necesidades, sus límites y su bienestar.
3. La Ama y la Sumisa acuerdan y admiten que todo lo que suceda bajo los términos de este contrato será consensuado y confidencial, y estará sujeto a los límites acordados y a los procedimientos de seguridad que se contemplan en este contrato. Pueden añadirse límites y procedimientos de seguridad adicionales.
4. La Ama y la Sumisa garantizan que no padecen infecciones sexuales ni enfermedades graves, incluyendo VIH, herpes y hepatitis, entre otras. Si durante la vigencia del contrato (como se define abajo) o de cualquier ampliación del mismo una de las partes es diagnosticada o tiene conocimiento de padecer alguna de estas enfermedades, se compromete a informar a la otra inmediatamente y en todo caso antes de que se produzca cualquier tipo de contacto entre las partes.
5. Es preciso cumplir las garantías y los acuerdos anteriormente mencionados (y todo límite y procedimiento de seguridad adicional acordado en la cláusula 3). Toda infracción invalidará este contrato con carácter inmediato, y ambas partes aceptan asumir totalmente ante la otra las consecuencias de la infracción.
6. Todos los puntos de este contrato deben leerse e interpretarse a la luz del propósito y los términos fundamentales establecidos en las cláusulas 2-5.
FUNCIONES
7. La Ama será responsable del bienestar y del entrenamiento, la orientación y la disciplina de la Sumisa. Decidirá el tipo de entrenamiento, la orientación y la disciplina, y el momento y el lugar de administrarlos, atendiendo a los términos acordados, los límites y los procedimientos de seguridad establecidos en este contrato o añadidos en la cláusula 3.
8. Si en algún momento la Ama no mantiene los términos acordados, los límites y los procedimientos de seguridad establecidos en este contrato o añadidos en la cláusula 3, la Sumisa tiene derecho a finalizar este contrato inmediatamente y a abandonar su servicio la Ama sin previo aviso.
9. Atendiendo a esta condición y a las cláusulas 2-5, la Sumisa tiene que obedecer en todo a la Ama. Atendiendo a los términos acordados, los límites y los procedimientos de seguridad establecidos en este contrato o añadidos en la cláusula 3, debe ofrecer a la Ama, sin preguntar ni dudar, todo el placer que este le exija,, el entrenamiento, la orientación y la disciplina en todas sus formas.
INICIO Y VIGENCIA
10. La Ama y la Sumisa firman este contrato en la fecha de inicio, conscientes de su naturaleza y comprometiéndose a acatar sus condiciones sin excepción.
11. Este contrato será efectivo durante un periodo de tres meses desde la fecha de inicio («vigencia del contrato»). Al expirar la vigencia, las partes comentarán si este contrato y lo dispuesto por ellas en el mismo son satisfactorias y si se han satisfecho las necesidades de cada parte. Ambas partes pueden proponer ampliar el contrato y ajustar los términos o los acuerdos que en él se establecen. Si no se llega a un acuerdo para ampliarlo, este contrato concluirá y ambas partes serán libres para seguir su vida por separado.
DISPONIBILIDAD
12. La Sumisa estará disponible para la Ama desde el viernes por la noche hasta el domingo por la tarde, todas las semanas durante la vigencia del contrato, a horas a especificar por la Ama («horas asignadas»). Pueden acordarse mutuamente más horas asignadas adicionales.
13. La Ama se reserva el derecho a rechazar el servicio de la Sumisa en cualquier momento y por las razones que sean. La Sumisa puede solicitar su liberación en cualquier momento, liberación que quedará a criterio de la Ama y estará exclusivamente sujeta a los derechos de la Sumisa contemplados en las cláusulas 2-5 y 8.
UBICACIÓN
14. La Sumisa estará disponible a las horas asignadas y a las horas adicionales en los lugares que determine la Ama. La Ama correrá con todos los costes de viaje en los que incurra la Sumisa con este fin.
PRESTACIÓN DE SERVICIOS
15. Las dos partes han discutido y acordado las siguientes prestaciones de servicios, y ambas deberán cumplirlas durante la vigencia del contrato. Ambas partes aceptan que pueden surgir cuestiones no contempladas en los términos de este contrato ni en la prestación de servicios, y que determinadas cuestiones podrán renegociarse. En estas circunstancias, podrán proponerse cláusulas adicionales a modo de enmienda. Ambas partes deberán acordar, redactar y firmar toda cláusula adicional o enmienda, que estará sujeta a los términos fundamentales establecidos en las cláusulas 2-5.
AMA
15.1. La Ama debe priorizar en todo momento la salud y la seguridad de la Sumisa. La Ama en ningún momento exigirá, solicitará, permitirá ni pedirá a la Sumisa que participe en las actividades detalladas en el Apéndice 2 o en toda actividad que cualquiera de las dos partes considere insegura. La Ama no llevará a cabo, ni permitirá que se lleve a cabo, ninguna actividad que pueda herir gravemente a la Sumisa o poner en peligro su vida. Los restantes subapartados de esta cláusula 15 deben leerse atendiendo a esta condición y a los acuerdos fundamentales de las cláusulas 2-5.
15.2. La Ama acepta el control, el dominio y la disciplina de la Sumisa durante la vigencia del contrato. La Ama puede utilizar el cuerpo de la Sumisa en cualquier momento durante las horas asignadas, o en horas adicionales acordadas, de la manera que considere oportuno, en el sexo o en cualquier otro ámbito.
15.3. La Ama ofrecerá a la Sumisa el entrenamiento y la orientación necesarios para servir adecuadamente a la Ama.
15.4. La Ama mantendrá un entorno estable y seguro en el que la Sumisa pueda llevar a cabo sus obligaciones para servir a la Ama.
15.5. La Ama puede disciplinar a la Sumisa cuanto sea necesario para asegurarse de que la Sumisa entiende totalmente su papel de sumisión a la Ama y para desalentar conductas inaceptables. La Ama puede azotar, zurrar, dar latigazos y castigar físicamente a la Sumisa si lo considera oportuno por motivos de disciplina, por placer o por cualquier otra razón, que no está obligada a exponer.
15.6. En el entrenamiento y en la administración de disciplina, la Ama garantizará que no queden marcas en el cuerpo de la Sumisa ni heridas que exijan atención médica.
15.7. En el entrenamiento y en la administración de disciplina, la Ama garantizará que la disciplina y los instrumentos utilizados para administrarla sean seguros, no los utilizará de manera que provoquen daños serios y en ningún caso podrá traspasar los límites establecidos y detallados en este contrato.
15.8. En caso de enfermedad o herida, la Ama cuidará a la Sumisa, vigilará su salud y su seguridad, y solicitará atención médica cuando lo considere necesario.
15.9. La Ama cuidará de su propia salud y buscará atención médica cuando sea necesario para evitar riesgos.
15.10. La Ama no prestará su Sumisa a otro Amo(a).
15.11. La Ama podrá sujetar, esposar o atar a la Sumisa en todo momento durante las horas asignadas o en cualquier hora adicional por cualquier razón y por largos periodos de tiempo, prestando la debida atención a la salud y la seguridad de la Sumisa.
15.12. La Ama garantizará que todo el equipamiento utilizado para el entrenamiento y la disciplina se mantiene limpio, higiénico y seguro en todo momento.
SUMISA
15.13. La Sumisa acepta a la Ama como su dueña y entiende que ahora es de su propiedad y que está a su disposición cuando la Ama le plazca durante la vigencia del contrato en general, pero especialmente en las horas asignadas y en las horas adicionales acordadas.
15.14. La Sumisa obedecerá las normas establecidas en el Apéndice 1 de este contrato.
15.15. La Sumisa servirá la Ama en todo aquello que la Ama considere oportuno y debe hacer todo lo posible por complacer a la Ama en todo momento.
15.16. La Sumisa tomará las medidas necesarias para cuidar su salud, solicitará o buscará atención médica cuando la necesite, y en todo momento mantendrá informado a la
Ama de cualquier problema de salud que pueda surgir.
15.17. La Sumisa aceptará sin cuestionar todas y cada una de las acciones disciplinarias que la Ama considere necesarias, y en todo momento recordará su papel y su función ante la Ama.
15.18. La Sumisa no se tocará ni se proporcionará placer sexual sin el permiso de la Ama.
15.19. La Sumisa se someterá a toda actividad sexual que exija la Ama, sin dudar y sin discutir.
15.20. La Sumisa aceptará azotes, zurras, bastonazos, latigazos o cualquier otra disciplina que la Ama decida administrar, sin dudar, preguntar ni quejarse.
15.21. La Sumisa no mirará directamente a los ojos a la Ama excepta cuando se le ordene. La Sumisa debe agachar los ojos, guardar silencio y mostrarse respetuosa en presencia de la Ama.
15.22. La Sumisa se comportará siempre con respeto hacia la Ama y solo se dirigirá a ella como señora, señora López o cualquier otro apelativo que le ordene la Ama.
15.23 La Sumisa no tocará a la Ama sin su expreso consentimiento.
ACTIVIDADES
16. La Sumisa no participará en actividades o actos sexuales que cualquiera de las dos partes considere inseguras ni en las actividades detalladas en el Apéndice 2.
17. La Ama y la Sumisa han comentado las actividades establecidas en el Apéndice 3 y hacen constar por escrito en el Apéndice 3 su acuerdo al respecto.
PALABRAS DE SEGURIDAD
18. La Ama y la Sumisa admiten que la Ama puede solicitar a la Sumisa acciones que no puedan llevarse a cabo sin incurrir en daños físicos, mentales, emocionales, espirituales o de otro tipo en el momento en que se le solicitan. En este tipo de circunstancias, la Sumisa puede utilizar una palabra de seguridad. Se incluirán dos palabras de seguridad en función de la intensidad de las demandas.
19. Se utilizará la palabra de seguridad «Amarillo» para indicar a la Ama que la Sumisa está llegando al límite de resistencia.
20. Se utilizará la palabra de seguridad «Rojo» para indicar a la Ama que la Sumisa ya no puede tolerar más exigencias. Cuando se diga esta palabra, la acción de la Ama cesará totalmente con efecto inmediato.
CONCLUSIÓN
21. Los abajo firmantes hemos leído y entendido totalmente lo que estipula este contrato. Aceptamos libremente los términos de este contrato y con nuestra firma damos nuestra conformidad.
La ama: Santana López
Fecha
La Sumisa: Brittany Pierce
Fecha
APÉNDICE 1 NORMAS
Obediencia:
La Sumisa obedecerá inmediatamente todas las instrucciones de la Ama, sin dudar, sin reservas y de forma expeditiva. La Sumisa aceptará toda actividad sexual que la Ama considere oportuna y placentera, excepto las actividades contempladas en los límites infranqueables (Apéndice 2). Lo hará con entusiasmo y sin dudar.
Sueño:
La Sumisa garantizará que duerme como mínimo ocho horas diarias cuando no esté con la Ama.
Comida:
Para cuidar su salud y su bienestar, la Sumisa comerá frecuentemente los alimentos incluidos en una lista (Apéndice 4). La Sumisa no comerá entre horas, a excepción de fruta.
Ropa:
Durante la vigencia del contrato, la Sumisa solo llevará ropa que la Ama haya aprobado. La Ama ofrecerá a la Sumisa un presupuesto para ropa, que la Sumisa debe utilizar. La
Ama acompañará a la Sumisa a comprar ropa cuando sea necesario. Si la Ama así lo exige, mientras el contrato esté vigente, la Sumisa se pondrá los adornos que le exija la Ama, en su presencia o en cualquier otro momento que la Ama considere oportuno.
Ejercicio:
La Ama proporcionará a la Sumisa un entrenador personal cuatro veces por semana, en sesiones de una hora, a horas convenidas por el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal informará a la Ama de los avances de la Sumisa.
Higiene personal y belleza:
La Sumisa estará limpia y depilada en todo momento. La Sumisa irá a un salón de belleza elegido por la Ama cuando esta lo decida y se someterá a cualquier tratamiento que desee la ama. La Sumisa estará limpia y depilada en todo momento. La Ama correrá con todos los gastos.
Seguridad personal:
La Sumisa no beberá en exceso, ni fumará, ni tomará sustancias psicotrópicas, ni correrá riesgos innecesarios.
Cualidades personales:
La Sumisa solo mantendrá relaciones sexuales con la Ama. La Sumisa se comportará en todo momento con respeto y humildad. Debe comprender que su conducta influye directamente en la Ama. Será responsable de cualquier fechoría, maldad y mala conducta que lleve a cabo cuando la Ama no esté presente.
El incumplimiento de cualquiera de las normas anteriores será inmediatamente castigado, y la Ama determinará la naturaleza del castigo.
APÉNDICE 2
Límites infranqueables
Actos con fuego.
Actos con orina, defecación y excrementos.
Actos con agujas, cuchillos, perforaciones y sangre.
Actos con instrumental médico ginecológico.
Actos con niños y animales.
Actos que dejen marcas permanentes en la piel.
Actos relativos al control de la respiración.
Actividad que implique contacto directo con corriente eléctrica (tanto alterna como continua), fuego o llamas en el cuerpo.
APÉNDICE 3
Límites tolerables
A discutir y acordar por ambas partes:
¿Acepta la Sumisa lo siguiente?
• Masturbación
• Penetración vaginal
• Cunnilingus
• Fisting vaginal
• Penetración anal
• Fisting anal
¿Acepta la Sumisa lo siguiente?
• Vibradores
• Consoladores
• Tapones anales
• Arnes
• Otros juguetes vaginales/anales
¿Acepta la Sumisa lo siguiente?
• Bondage con cuerda
• Bondage con cinta adhesiva
• Bondage con muñequeras
• Otros tipos de bondage de cuero
• Bondage con esposas y grilletes
¿Acepta la Sumisa los siguientes tipos de bondage?
• Manos al frente
• Muñecas con tobillos
• Tobillos
• A objetos, muebles, etc.
• Codos
• Barras rígidas
• Manos a la espalda
• Suspensión
• Rodillas
¿Acepta la Sumisa que se le venden los ojos?
¿Acepta la Sumisa que se la amordace?
¿Cuánto dolor está dispuesta a experimentar la Sumisa?
1 equivale a que le gusta mucho y 5, a que le disgusta mucho:
1 — 2 — 3 — 4 — 5
¿Acepta la Sumisa las siguientes formas de dolor/castigo/disciplina?
• Azotes
• Azotes con pala
• Latigazos
• Azotes con vara
• Mordiscos
• Pinzas para pezones
• Pinzas genitales
• Hielo
• Cera caliente
• Otros tipos/métodos de dolor
Los números remiten a las cláusulas:
2: No tengo nada claro que sea exclusivamente en MI beneficio, es decir, para que explore mi sensualidad y mis límites. Estoy segura de que para eso no necesitaría un contrato de diez páginas. Seguramente es para TU beneficio.
¡Un punto bien demostrado, Señorita Pierce!
4: Como sabes, solo he practicado sexo contigo. No tomo drogas y nunca me han hecho una transfusión. Seguramente estoy más que sana. ¿Qué pasa contigo?
¡Otro punto justo! Y me doy cuenta que esta es la primera vez que no he tenido que considerar la historia sexual de una compañera. Bueno, esa es una ventaja de follarse a una virgen.
8: Puedo dejarlo en cualquier momento si creo que no te ciñes a los límites acordados. De acuerdo, eso me parece muy bien.
Espero que no llegue a eso, pero no sería la primera vez que pase.
9: ¿Obedecerte en todo? ¿Aceptar tu disciplina sin dudar? Tenemos que hablarlo.
11: Periodo de prueba de un mes, no de tres.
¿Solo un mes? Eso no es suficiente tiempo. ¿Qué tan lejos podemos llegar en un mes?
12: No puedo comprometerme todos los fines de semana. Tengo vida propia, y seguiré teniéndola. ¿Quizá tres de cada cuatro?
¿Y ella podrá socializar con otros hombres o mujeres? Se dará cuenta de lo que se está perdiendo. No estoy segura de esto.
15.2: Utilizar mi cuerpo de la manera que consideres oportuna, en el sexo o en cualquier otro ámbito… Por favor, define «en cualquier otro ámbito».
15.5: Toda la cláusula sobre la disciplina en general. No estoy segura de que quiera ser azotada, zurrada o castigada físicamente. Estoy segura de que esto infringe las cláusulas 2-5. Y además eso de «por cualquier otra razón» es sencillamente mezquino… y me dijiste que no eras una sádica.
¡Mierda! Continúa leyendo, López.
15.10: Como si prestarme a alguien pudiera ser una opción. Pero me alegro de que lo dejes tan claro.
15.14: Sobre las normas comento más adelante.
15.19: ¿Qué problema hay en que me toque sin tu permiso? En cualquier caso, sabes que no lo hago.
15.21: Disciplina: véase arriba cláusula 15.5.
15.22: ¿No puedo mirarte a los ojos? ¿Por qué?
15.24: ¿Por qué no puedo tocarte?
Normas:
Dormir: aceptaré seis horas.
Comida: no voy a comer lo que ponga en una lista. O la lista de los alimentos se elimina, o rompo el contrato.
¡Bueno, esto va a ser un problema!
Ropa: de acuerdo, siempre y cuando solo tenga que llevar tu ropa cuando esté contigo.
Ejercicio: habíamos quedado en tres horas, pero sigue poniendo cuatro.
Límites tolerables:
¿Tenemos que pasar por todo esto? No quiero fisting de ningún tipo. ¿Qué es la suspensión? Pinzas genitales… debes de estar de broma.
¿Podrías decirme cuáles son tus planes para el miércoles? Yo trabajo hasta las cinco de la tarde.
Buenas noches.
Britt
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Su respuesta es un alivio. La señorita Pierce ha pensado esto bien, más que nadie más con quien haya negociado este contrato. Realmente está comprometida con la causa. Parece estar tomándoselo en serio y tendremos mucho que discutir el miércoles. La incertidumbre que sentí cuando dejé su apartamento esta tarde continúa ahí. Hay esperanza para nuestra relación, pero primero… Necesita dormir.
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De: Santana López
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:07
Para: Brittany Pierce
Asunto: Objeciones
Señorita Pierce:
Es una lista muy larga. ¿Por qué está todavía despierta?
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Unos cuantos minutos después, su respuesta llega a mi bandeja de entrada.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:10
Para: Santana López
Asunto: Quemándome las cejas
Señora:
Si no recuerdo mal, estaba con esta lista cuando una obsesa del control me interrumpió y me llevó a la cama.
Buenas noches.
Britt
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Su correo electrónico me hace reír en voz alta pero me irrita en igual medida. Es más descarada por correo y tiene un gran sentido del humor, pero la mujer necesita dormir.
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De: Santana López
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:12
Para: Brittany Pierce
Asunto: Deja de quemarte las cejas
BRITTANY, VETE A LA CAMA.
Santana López
Obsesa del control y presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Unos cuantos minutos pasan y una vez que estoy convencida de que se ha ido a dormir, persuadida por mis mayúsculas, me dirijo a mi habitación. Me llevo mi computadora portátil en caso de que responda de nuevo.
Una vez estoy en la cama, agarro mi libro y leo. Después de media hora, me rindo. No puedo concentrarme; mi mente continua desviándose hacia Britt, cómo estaba ella esta tarde y su correo electrónico.
Tengo que recordarle lo que espero de nuestra relación. No quiero que se lleve la impresión equivocada. Me he desviado mucho de mi objetivo.
“¿Vendrás a ayudar a Britt con la mudanza?”, las palabras de Fabray me recuerdan que se han creado unas expectativas poco realistas.
¿Tal vez podría ayudarlas a mudarse?
No. Detente ahora, López.
Abriendo mi computadora portátil, leo el correo de ―Objeciones de nuevo. Necesito manejar sus expectativas e intentar encontrar las palabras correctas para expresar cómo me siento.
Finalmente, me inspiro.
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De: Santana López
Fecha: 24 de mayo de 2011 01:27
Para: Brittany Pierce
Asunto: Sus objeciones
Querida señorita Pierce:
Tras revisar con más detalle sus objeciones, me permito recordarle la definición de sumiso.
sumiso: adjetivo
1. inclinado o dispuesto a someterse; que obedece humildemente: sirvientes sumisos.
2. que indica sumisión: una respuesta sumisa.
Origen: 1580-1590; someterse, sumisión
Sinónimos: 1. obediente, complaciente, humilde. 2. pasivo, resignado, paciente, dócil, contenido. Antónimos: 1. rebelde, desobediente.
Por favor, téngalo en mente cuando nos reunamos el miércoles.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Eso es todo. Espero que lo encuentre divertido, pero eso es desde mi punto de vista.
Con ese pensamiento, apago la luz de mi mesita de noche y duermo y sueño.
Su nombre es Samuel. Él es más grande que yo y es hombre. Él ríe. Y sonríe. Y grita. Y habla todo el tiempo. Le habla todo el tiempo a mamá y a papá. Es mi hermano. ¿Por qué no hablas?, dice Samuel una y otra y otra vez. ¿Eres estúpida?, dice Samuel una y otra y otra vez. Salto en él y golpeo su cara una y otra y otra vez. Él llora. Llora mucho. Yo no lloro. Nunca lloro. Mamá está enfadada conmigo. Tengo que sentarme en el escalón inferior. Tengo que sentarme durante más tiempo. Pero Samuel nunca más me pregunta por qué no hablo. Si hago mi mano un puño, él huye. Samuel tiene miedo de mí. Él sabe que soy una monstruo.
Cuando regreso de mi salida a correr a la mañana siguiente, verifico mi correo electrónico antes de tomar una ducha. Nada de la señorita Pierce, pero son solo las siete treinta de la mañana. Tal vez sea un poco temprano.
López, recupérate. Contrólate.
Miro fijamente a la idiota de ojos oscuros que me devuelve la mirada desde el espejo mientras me depilo. No más.
Olvídate de ella por hoy.
Tengo trabajo que hacer y un desayuno de trabajo al que asistir.
—Freddie estaba diciendo que Barney puede tenerte un prototipo de la tablet en un par de días —me dice Ros durante nuestra videoconferencia.
—Estuve estudiando los esquemas ayer. Eran impresionantes, pero no estoy segura de que estemos allí todavía. Si conseguimos esto correctamente, no sabemos a dónde podría ir la tecnología y lo que podría hacer en los países en desarrollo.
—No olvides el mercado doméstico —interviene ella.
—Como si lo fuera a hacer.
—Santana, ¿cuánto tiempo vas a estar en Portland? —Ros suena exasperada—. ¿Qué está pasando ahí? —Mirando la cámara web, se asoma con fuerza en su pantalla en busca de pistas en mi expresión.
—Una fusión. —Trato de ocultar mi sonrisa.
—¿Marco lo sabe?
Resoplo. Marco Inglis es la cabeza de mi división de fusiones y adquisiciones.
—No. No es ese tipo de fusión.
—Oh. —Ros se queda callada momentáneamente y, por su mirada, está sorprendida.
Sí. Es privado.
—Bueno, espero que tengas éxito —dice, sonriendo.
—Yo también —reconozco con una sonrisa—. Ahora, ¿podemos hablar de Woods?
Durante el último año, hemos adquirido tres empresas de tecnología. Dos están en auge, superando todos los objetivos, y una está luchando a pesar del optimismo inicial de Marco. Lucas Woods la dirige; resultó ser un idiota, todo espectáculo, nada de sustancia. El dinero se le ha subido a la cabeza y ha perdido el foco y dilapidado la ventaja que su compañía tuvo una vez en fibra óptica. Mi instinto me dice que liquide los activos de la empresa, que despida a Woods y fusione su división de tecnología con GEH.
Pero Ros piensa que Lucas necesita más tiempo… y que necesitamos tiempo para planificar si vamos a liquidar y renombrar su compañía. Si lo hacemos, implicará despidos caros.
—Creo que Woods ha tenido tiempo suficiente para cambiar esto. Simplemente no acepta la realidad —digo enfáticamente
—. Lo necesitamos fuera y me gustaría que Marco estime los costos de liquidación.
—Marco quiere unirse a nosotros en esta parte de la llamada. Voy a meterlo.
A las doce treinta de la tarde, Taylor me lleva a la Universidad Estatal de Washington en Vancouver para el almuerzo con el presidente, el jefe del departamento de ciencias medioambientales y el vicepresidente de desarrollo económico. Mientras nos acercamos por el largo camino, no puedo dejar de mirar a todos los estudiantes para ver si puedo espiar a la señorita Pierce. Por desgracia, no la veo; probablemente esté encerrada en la biblioteca leyendo un clásico. El pensamiento de ella acurrucada en algún lugar con un libro es reconfortante. No ha habido ninguna respuesta a mi último correo electrónico, pero ella ha estado trabajando. Tal vez habrá algo después del almuerzo.
A medida que llegamos al edificio de administración, mi teléfono vibra. Es Grace. Nunca llama durante la semana.
—¿Mamá?
—Hola, cariño. ¿Cómo estás?
—Bien. Estoy a punto de entrar en una reunión.
—Tu asistente personal dijo que estabas en Portland. —Su voz está llena de esperanza.
Maldita sea. Cree que estoy con Britt.
—Sí, por negocios.
—¿Cómo está Brittany? —¡Ahí está!
—Bien, por lo que sé, Grace. ¿Qué quieres?
Oh, Dios mío. Mi madre es alguien cuyas expectativas tengo que manejar.
—Rachel volverá a casa una semana antes, el sábado. Estoy de guardia ese día y tu padre está ausente en una conferencia legal presentando un panel sobre la filantropía y ayuda —dice.
—¿Quieres que me encuentre con ella?
—¿Lo harías?
—Claro. Pídele que me envíe sus detalles de vuelo.
—Gracias, cariño. Saluda a Brittany por mí.
—Me tengo que ir. Adiós, mamá. —Cuelgo antes de que pueda hacer cualquier otra pregunta incómoda. Taylor abre la puerta del auto.
—Debería estar fuera de aquí a las tres.
—Sí, señora López.
—¿Podrás ver a tu hija mañana, Taylor?
—Sí, señora. —Su expresión es cálida y llena de orgullo paternal.
—Genial.
—Estaré aquí a las tres —confirma.
Me dirijo al edificio de la administración de la Universidad… Este va a ser un largo almuerzo.
Me las he arreglado para mantener a Brittany Pierce fuera de todo pensamiento hoy. Casi. Durante el almuerzo, hubo momentos en que me encontraba imaginándonos en mi cuarto de juegos… ¿Cómo lo llama ella? El Cuarto Rojo del Dolor. Niego con la cabeza, sonriendo, y reviso mi correo electrónico. Esa mujer tiene una habilidad con las palabras, pero hasta ahora no hay palabras de ella hoy.
Me cambio de mi traje a mi ropa de ejercicio para estar preparada para el gimnasio del hotel. Cuando estoy a punto de salir de mi habitación, escucho un silbido. Es ella.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:29
Para: Santana López
Asunto: Mis objeciones… ¿Qué pasa con las suyas?
Señora:
Le ruego que observe la fecha de origen: 1580-1590. Quisiera recordarle a la señora, con todo respeto, que estamos en 2011. Desde entonces hemos avanzado un largo camino.
Me permito ofrecerle una definición para que la tenga en cuenta en nuestra reunión:
Compromiso: sustantivo
1. llegar a un entendimiento mediante concesiones mutuas; alcanzar un acuerdo ajustando exigencias o principios en conflicto u oposición mediante la recíproca modificación de las demandas. 2. el resultado de dicho acuerdo. 3. poner en peligro, exponer a un peligro, una sospecha, etc.: poner en un compromiso la integridad de alguien.
Britt
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Qué sorpresa, un provocador correo de la señorita Pierce, pero nuestra reunión todavía sigue en pie. Bueno, eso es un alivio.
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De: Santana López
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:32
Para: Brittany Pierce
Asunto: ¿Qué pasa con mis objeciones?
Bien visto, como siempre, señorita Pierce. Pasaré a buscarla por su casa a las siete en punto.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Mi teléfono vibra. Es Sam.
—Oye, pez gordo. Quinn me ha pedido que te moleste sobre la mudanza.
—¿La mudanza?
—Quinn y Britt, ayudarlas a mudarse, tarada.
Le doy un suspiro exagerado. Es realmente un idiota grosero.
—No puedo ayudar. Tengo que recoger a Rachel en el aeropuerto.
—¿Qué? ¿No pueden hacer eso mamá o papá?
—No. Mamá me llamó esta mañana.
—Entonces supongo que eso lo resuelve. ¿Nunca me dijiste cómo te fue con Britt? ¿Ustedes f…?
—Adiós, Sam. —Cuelgo. No es su asunto y hay un correo electrónico esperándome.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:40
Para: Santana López
Asunto: 2011 – hay personas que sabemos conducir
Señora:
Tengo coche y sé conducir al igual que usted.
Preferiría que quedáramos en otro sitio.
¿Dónde nos encontramos?
¿En tu hotel a las siete?
Britt
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Qué irritante. Respondo inmediatamente
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De: Santana López
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:43
Para: Brittany Pierce
Asunto: Jovencitas testarudas
Querida señorita Pierce:
Me remito a mi e-mail del 24 de mayo de 2011, enviado a la 01:27, y a la definición que contiene.
¿Cree que será capaz de hacer lo que se le diga?
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Su respuesta es lenta, lo que no hace nada por mi estado de ánimo.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:49
Para: Santana López
Asunto: Mujer intratable
Señora López:
Preferiría conducir.
Por favor.
Britt
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¿Intratable? ¿Yo? Mierda. Si nuestra reunión va según lo previsto, su comportamiento contrario será una cosa del pasado. Con esto en mente, estoy de acuerdo.
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De: Santana López
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:52
Para: Brittany Pierce
Asunto: Mujer exasperante
Muy bien.
En mi hotel a las siete.
Nos vemos en el Marble Bar.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:55
Para: Santana López
Asunto: Mujer no tan intratable
Gracias.
Britt x
____________________________________________________________________________________________________
Y soy recompensada con un beso. Haciendo caso omiso de cómo me hace sentir, le dejo saber que es bienvenida. Mi estado de ánimo se ha levantado mientras me dirijo al gimnasio del hotel.
Me envió un beso…
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
jajaja estoy insaciable!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana-ST Ella Santana 50 sombras de Lopez #4
monica.santander escribió:jajaja estoy insaciable!!!!
Saludos
Disculpa no he podido actualizar por problemas de la universidad pero prometo ponerme al día ..
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
cap 11
Miércoles, 25 de Mayo de 2011
Pido un vaso de Sancerre y me siento en la barra. He estado esperando este momento durante todo el día y miro repetidamente el reloj. Esto se siente como una primera cita y, de alguna manera, lo es. Nunca he llevado a cenar a una candidata. Me he sentado a través de reuniones interminables hoy, compré un negocio, y despedí a tres personas. Nada de lo que he hecho hoy, incluyendo correr —dos veces—, y un circuito rápido en el gimnasio, ha disipado la ansiedad con la que he luchado todo el día. Ese poder está en manos de Brittany Pierce. Quiero su sumisión.
Espero que no llegue tarde. Echo un vistazo hacia la entrada del bar... y mi boca se seca. Está de pie en el umbral, y por un segundo no me doy cuenta de que es ella. Se ve exquisita: su cabello cae en ondas suaves hacia su pecho por un lado, y el otro lado está sujeto, así que es más fácil ver su delicada línea de la mandíbula y la suave curva de su esbelto cuello. Lleva tacones altos y un vestido de color ciruela que acentúa su esbelta y seductora figura.
Vaya.
Doy un paso hacia adelante para encontrarme con ella.
—Estás impresionante —susurro, y beso su mejilla. Cerrando los ojos, saboreo su aroma; huele celestial—. Un vestido, señorita Pierce. Me parece muy bien. —Diamantes en sus orejas completarían el conjunto; tengo que comprarle un par.
Tomando su mano, la llevo a un reservado.
—¿Qué quieres tomar?
Soy recompensada con una sonrisa de complicidad mientras se sienta.
—Tomaré lo mismo que tú, gracias.
Ah, ella está aprendiendo.
—Otra copa de Sancerre —le digo al camarero, y me deslizo en la cabina, frente a ella—. Tienen una excelente bodega —añado, y me tomo un momento para mirarla. Ella lleva un poco de maquillaje. No demasiado. Y recuerdo la primera vez que cayó en mi oficina cuán ordinaria pensé que parecía. Ella es cualquier cosa menos ordinaria. Con un poco de maquillaje y la ropa adecuada, es una diosa.
Se mueve en su asiento y sus pestañas aletean.
—¿Estás nerviosa? —pregunto.
—Sí.
Esto es, López.
Inclinándome hacia delante, en un susurro sincero, le digo que también estoy nerviosa. Ella me mira como si me hubieran crecido tres cabezas.
Sí, soy humana también, bella... simplemente.
El camarero coloca el vino de Britt y dos pequeños platos de frutos secos y aceitunas entre nosotras.
Britt endereza sus hombros, una indicación de que va en serio, como lo hizo la primera vez que me entrevistó.
—Entonces, ¿cómo lo hacemos? ¿Revisamos mis puntos uno a uno? —pregunta.
—Siempre tan impaciente, señorita Pierce.
—Bueno, puedo preguntarte por el tiempo —contesta.
Oh, esa boca inteligente.
Déjala sentirse nerviosa por un momento, López.
Manteniendo los ojos en los de ella, hago estallar una aceituna en mi boca y lamo mi dedo índice. Sus ojos se amplían y se oscurecen.
—Creo que el tiempo hoy no ha tenido nada de especial. —Trato de parecer despreocupada.
—¿Está riéndose de mí, señora López?
—Sí, señorita Pierce.
Ella frunce los labios para reprimir su sonrisa.
—Sabes que ese contrato no tiene ningún valor legal.
—Soy perfectamente consciente, señorita Pierce.
—¿Pensabas decírmelo en algún momento?
¿Qué? No pensé que tendría que hacerlo... y has investigado por ti misma.
—¿Crees que estoy coaccionándote para que hagas algo que no quieres hacer, y que además pretendo tener algún derecho legal sobre ti?
—Bueno… sí.
Vaya.
—No tienes muy buen concepto de mí, ¿verdad?
—No has contestado a mi pregunta
—Brittany, no importa si es legal o no. Es un acuerdo al que me gustaría llegar contigo… lo que me gustaría conseguir de ti y lo que tú puedes esperar de mí. Si no te gusta, no lo firmes. Si lo firmas y después decides que no te gusta, hay suficientes cláusulas que te permitirán dejarlo. Aun cuando fuera legalmente vinculante, ¿crees que te llevaría a juicio si decides marcharte?
¿Qué clase de persona cree que soy?
Me mira con sus insondables ojos azules.
Lo que yo necesito es que entienda que este contrato no se trata de ley, se trata de confianza.
Quiero que confíes en mí, Britt.
Mientras toma un sorbo de su vino, me acerco, tratando de explicar.
—Las relaciones de este tipo se basan en la sinceridad y en la confianza. Si no confías en mí… Tienes que confiar en mí para que sepa en qué medida te estoy afectando, hasta dónde puedo llegar contigo hasta dónde puedo llevarte… Si no puedes ser sincera conmigo, entonces es imposible.
Se frota la barbilla mientras considera lo que he dicho.
—Es muy sencillo, Brittany. ¿Confías en mí o no?
Y si ella piensa tan poco de mí, entonces no debemos hacer esto en absoluto.
Mi estómago está anudado por la tensión.
—¿Has mantenido este tipo de conversación con… bueno, con las quince?
—No. —¿Por qué se está yendo por las ramas?
—¿Por qué no? —pregunta.
—Porque ya eran sumisas. Sabían lo que querían de la relación conmigo, y en general lo que yo esperaba. Con ellas fue una simple cuestión de afinar los límites tolerables, ese tipo de detalles.
—¿Vas a buscarlas a alguna tienda? ¿Sumisas ’R’ Us? —Ella arquea una ceja y me río a carcajadas. Y al igual que el conejo de un mago, la tensión en mi cuerpo desaparece.
—No exactamente. —Mi tono es irónico.
—Pues, ¿cómo? —Ella siempre es curiosa, pero no quiero hablar de Elena de nuevo. La última vez que la mencioné, Britt se puso gélida.
—¿De eso quieres que hablemos? ¿O pasamos al meollo de la cuestión? A las objeciones, como tú dices.
Frunce el ceño.
—¿Tienes hambre? —pregunto.
Mira con recelo a las aceitunas.
—No.
—¿Has comido hoy?
Lo duda.
Mierda.
—No —dice ella. Trato de no dejar que su admisión me enoje.
—Tienes que comer, Brittany. Podemos cenar aquí o en mi suite. ¿Qué prefieres?
Ella nunca aceptará esto.
—Creo que mejor nos quedamos en terreno neutral.
Como predije… sensible, señorita Pierce.
—¿Crees que eso me detendría? —Mi voz es ronca.
Ella traga.
—Eso espero.
Saca a la chica de su miseria, López.
—Vamos, he reservado un comedor privado. Sin público. —Levantándome, extiendo mi mano hacia ella.
¿La tomará?
Ella mira de mi cara a mi mano.
—Tráete el vino —ordeno. Y ella recoge su vaso y coloca su mano en la mía.
Al salir del bar, noto las miradas de admiración de otros huéspedes, y en el caso de algún guapa y atlética chica, abierta apreciación de mi cita. No es algo con lo que he tratado antes... y no creo que me guste.
Arriba, en el entresuelo, el joven anfitrión enviado por el maître nos lleva al salón que he reservado. Él solo tiene ojos para la señorita Pierce, y le doy una mirada fulminante que le envía en retirada del opulento comedor. Un viejo camarero asiste a Britt y deja caer una servilleta en su regazo.
—Ya he pedido la comida. Espero que no te importe.
—No, está bien —dice ella con un gesto amable.
—Me gusta saber que puedes ser dócil. —Sonrío—. Bueno, ¿dónde estábamos?
—En el meollo de la cuestión —dice ella, centrada en la tarea en cuestión, pero luego toma un gran trago de vino y sus mejillas se colorean. Debe estar buscando el coraje. Tendré que estar pendiente de lo mucho que está bebiendo, porque está conduciendo.
Fácilmente podía pasar la noche aquí... entonces, yo podría sacarla de ese atractivo vestido.
Recuperando mi enfoque, vuelvo al asunto, las objeciones de Britt. Recupero su correo electrónico del bolsillo interior de mi chaqueta. Ella cuadra los hombros una vez más y me da una mirada expectante, y tengo que esconder mi diversión.
—Cláusula 2. De acuerdo. Es en beneficio de las dos. Volveré a redactarlo.
Ella toma otro sorbo.
—¿Mi salud sexual? Bueno, todas mis compañeras anteriores se hicieron análisis de sangre, y yo me hago pruebas cada seis meses de todos estos riesgos que comentas. Mis últimas pruebas han salido perfectas. Nunca he tomado drogas. De hecho, estoy totalmente en contra de las drogas, y mi empresa lleva una política antidroga muy estricta. Insisto en que se hagan pruebas aleatorias y por sorpresa a mis empleados para detectar cualquier posible consumo de drogas.
De hecho, una de las personas que despedí hoy falló en su prueba de drogas.
Ella está sorprendida, pero lo paso por alto.
—Nunca me han hecho una transfusión. ¿Contesta eso a tu pregunta?
Ella asiente con la cabeza.
—El siguiente punto ya lo he comentado antes. Puedes dejarlo en cualquier momento, Brittany. No voy a detenerte. Pero si te vas… se acabó. Que lo sepas.
Sin. Segundas. Oportunidades. Jamás.
—De acuerdo —responde, aunque no suena convencida.
Las dos nos quedamos en silencio mientras el camarero entra con nuestros aperitivos. Por un momento, me pregunto si debería haber mantenido esta reunión en mi oficina, y luego descarto el pensamiento tan ridículo. Solo los tontos mezclan los negocios con el placer. He mantenido mi trabajo y mi vida privada separados; es una de mis reglas de oro, y la única excepción fue mi relación con Elena... pero bueno, ella me ayudó a empezar mi negocio.
—Espero que te gusten las ostras —le comento a Britt mientras el camarero las deja.
—Nunca las he probado.
—¿En serio? Bueno. Lo único que tienes que hacer es metértelas en la boca y tragártelas. Creo que lo conseguirás. —Miro fijamente su boca, recordando lo bien que puede tragar. En el momento justo se sonroja y exprimo el jugo de limón en el marisco y la pongo en la punta de mi boca—. Mmm, riquísima. Sabe a mar. —Sonrío mientras me observa, fascinada—. Vamos —la animo, sabiendo que no se echa hacia atrás en un desafío.
—¿No tengo que masticarla?
—No, Brittany, no tienes que hacerlo. —Y yo trato de no pensar en sus dientes jugando con mi parte favorita de mi anatomía.
Ella las presiona en su labio inferior, dejando pequeñas marcas de sangría.
Maldita Sea. La vista revuelve mi cuerpo y me muevo en mi silla. Ella alcanza una ostra, exprime el limón, sostiene la cabeza hacia atrás, y la abre completamente. Mientras mete la ostra en su boca, mi cuerpo se humedece.
—¿Y bien? —pregunto, y sueno un poco ronca.
—Me comeré otra —dice con humor irónico.
—Buena chica.
Me pregunta si he elegido ostras deliberadamente, conociendo sus cualidades afrodisíacas. Le sorprende cuando le digo que simplemente estaban en la parte superior del menú.
—No necesito un afrodisíacos contigo.
Sí, podría follarte ahora.
Compórtate, López Pon esta negociación de nuevo en marcha.
—Así que, ¿dónde estábamos? —Regreso a su correo electrónico y me concentro en sus objeciones. Cláusula nueve—. Sí, quiero que lo hagas. —Esto es importante para mí. Necesito saber que está a salvo y hará cualquier cosa por mí—. Necesito que lo hagas. Considéralo un papel, Brittany.
—Pero me preocupa que me hagas daño.
—Que te haga daño, ¿cómo?
—Daño físico.
—¿De verdad crees que te haría daño? ¿Qué traspasaría un límite que no pudieras aguantar?
—Me dijiste que habías hecho daño a alguien.
—Sí, pero fue hace mucho tiempo.
—¿Qué pasó?
—La colgué del techo del cuarto de juegos. Es uno de los puntos que preguntabas, la suspensión. Para eso son los mosquetones. Con cuerdas. Y apreté demasiado una cuerda.
Consternada, ella sostiene su mano en alto diciéndome que me detenga.
Demasiada información.
—No necesito saber nada más. Entonces, ¿no vas a colgarme? —pregunta.
—No, si de verdad no quieres. Puedes pasarlo a la lista de los límites infranqueables.
—De acuerdo. —Exhala, aliviada.
Continúa, López.
—Bueno, ¿crees que podrás obedecerme?
Ella me mira con esos ojos que ven a través de mi oscura alma y no sé lo que va a decir.
Mierda. Este podría ser el final.
—Podría intentarlo —dice ella, su voz baja.
Es mi turno para exhalar.
Todavía estoy en el juego.
—Bien. Ahora la vigencia. —Cláusula once—. Un mes no es nada, especialmente si quieres un fin de semana libre cada mes. No creo que pueda aguantar lejos de ti tanto tiempo. Apenas lo consigo ahora. —No llegaremos a ninguna parte en ese tiempo. Ella necesita entrenamiento y no puedo permanecer lejos de ella por cualquier periodo de tiempo. Le digo esto. Tal vez podamos comprometernos, como sugirió—. ¿Qué te parece un día de un fin de semana al mes para ti? Pero te quedas conmigo una noche entre semana.
La veo sopesar la posibilidad.
—De acuerdo —dice con el tiempo, su expresión seria.
Bien.
—Y, por favor, intentémoslo tres meses. Si no te gusta, puedes marcharte en cualquier momento.
—Tres meses —dice. ¿Está aceptando? Lo tomaré como un "sí".
Bien. Aquí va.
—El tema de la posesión es meramente terminológico y remite al principio de obediencia. Es para situarte en el estado de ánimo adecuado, para que entiendas de dónde vengo. Y quiero que sepas que, en cuanto cruces la puerta de mi casa como mi sumisa, haré contigo lo que me dé la gana. Tienes que aceptarlo de buena gana. Por eso tienes que confiar en mí. Te follaré cuando quiera, como quiera y donde quiera. Voy a disciplinarte, porque vas a meter la pata. Te adiestraré para que me complazcas.
—Pero sé que todo esto es nuevo para ti. De entrada iremos con calma, y yo te ayudaré. Avanzaremos desde diferentes perspectivas. Quiero que confíes en mí, pero sé que tengo que ganarme tu confianza, y lo haré. ―en cualquier otro ámbito‖… de nuevo es para ayudarte a meterte en situación. Significa que todo está permitido.
Vaya discurso, López.
Ella se sienta hacia atrás, abrumada, creo.
—¿Sigues aquí? —pregunto con suavidad. El camarero se cuela en la habitación, y con un gesto le doy permiso para limpiar nuestra mesa.
—¿Quieres más de vino? —le pregunto.
—Tengo que conducir.
Buena respuesta.
—¿Agua, pues?
Ella asiente.
—¿Normal o con gas?
—Con gas, por favor.
El camarero se va con nuestros platos.
—Estás muy callada —susurro. Ella apenas ha dicho una palabra.
—Tú estás muy habladora —dispara directamente hacia mí.
Punto justo, señorita Pierce.
Ahora, para el siguiente punto en su lista de objeciones: cláusula quince. Tomo una respiración profunda.
—Disciplina. La línea que separa el placer del dolor es muy fina,Brittany. Son las dos caras de una misma moneda. La una no existe sin la otra. Puedo enseñarte lo placentero que puede ser el dolor. Ahora no me crees, pero a eso me refiero cuando hablo de confianza. Habrá dolor, pero nada que no puedas soportar. —No puedo enfatizar esto lo suficiente—. Volvemos al tema de la confianza. ¿Confías en mí, Britt?
—Sí, confío en ti —dice de inmediato. Su respuesta me golpea de lado: es completamente inesperado.
Una vez más.
¿He ganado su confianza ya?
—Bueno, entonces, Lo demás son simples detalles. —Me siento a tres metros de altura.
—Detalles importantes.
Ella está en lo correcto. Concéntrate, López.
—De acuerdo, comentémoslos.
El camarero vuelve a entrar con nuestros platos principales.
—Espero que te guste el pescado —digo, mientras él coloca nuestra comida delante de nosotros. El bacalao negro se ve delicioso. Britt le da un mordisco.
Finalmente, ¡ella está comiendo!
—Hablemos de las normas —continúo—. ¿Rompes el contrato por la comida?
—Sí.
—¿Puedo cambiarlo y decir que comerás como mínimo tres veces al día?
—No.
Aguantando un suspiro irritada, persisto.
—Necesito saber que no pasas hambre.
Ella frunce el ceño.
—Tienes que confiar en mí.
—Oh, touché, señorita Pierce —murmuro para mí misma. Estas son las batallas que no voy a ganar—. Acepto lo de la comida y lo de dormir.
Ella me muestra una pequeña sonrisa de alivio.
—¿Por qué no puedo mirarte? —pregunta.
—Es cosa de la relación de sumisión. Te acostumbras a ello.
Frunce el ceño una vez más, pero se ve afligida esta vez.
—¿Por qué no puedo tocarte? —pregunta.
—Porque no.
Cállala, López.
—¿Es por la señora Robinson?
¿Qué?
—¿Por qué lo piensas? ¿Crees que me traumatizó?
Asiente.
—No, Brittany, no es por ella. Además, la Sra. Robinson no me aceptaría estas chorradas.
—Entonces no tiene nada que ver con ella —pregunta, luciendo confundida.
—No.
No soporto que me toquen. Y, bella, realmente no quieres saber por qué.
—Y tampoco quiero que te toques —añado.
—Por curiosidad… ¿Por qué?
—Porque quiero para mí todo tu placer.
De hecho, lo quiero ahora. Podría follarla aquí para ver si puede permanecer en silencio. Realmente en silencio, sabiendo que estamos al alcance del oído del personal del hotel y los huéspedes. Después de todo, es para eso que he reservado esta habitación.
Abre su boca como para decir algo, pero la cierra de nuevo y toma otro bocado de comida de su plato intacto.
—Te he dado muchas cosas en las que pensar, ¿verdad? —digo, doblando su correo electrónico y metiéndolo en mi bolsillo interior.
—Sí.
—¿Quieres que pasemos ya a los límites tolerables?
—Espera a que acabemos de comer.
—¿Te da asco?
—Algo así.
—No has comido mucho.
—Lo suficiente.
Esto se está volviendo aburrido.
—Tres ostras, cuatro trocitos de bacalao y un espárrago. Ni puré de patatas, ni frutos secos, ni aceitunas. Y no has comido en todo el día. Me has dicho que podía confiar en ti.
Sus ojos se agrandan.
Sí. He estado contando, Britt.
—Santana, por favor, no suelo mantener conversaciones de este tipo todos los días.
—Necesito que estés sana y en forma, Brittany.
—Lo sé.
—Y ahora mismo quiero quitarte ese vestido.
—No creo que sea una buena idea —susurra—. Todavía no hemos comido el postre.
—¿Quieres postre? —¿Cuando todavía no has comido tu plato principal?
—Sí.
—El postre podrías ser tú.
—No estoy segura de que sea lo bastante dulce.
—Brittany, eres exquisitamente dulce. Lo sé.
—Santana, utilizas el sexo como arma. No me parece justo. —Baja la mirada a su regazo, y su voz es baja, un poco melancólica. Levanta la mirada de nuevo, sujetándome con una mirada intensa, sus ojos azul pálido desconcertantes… y excitantes.
—Tienes razón. Lo hago —admito—. Cada uno utiliza en la vida lo que sabe, Brittany. Eso no quita que te desee muchísimo. Aquí. Ahora. —Y podríamos follar aquí, ahora. Sé que estás interesada, Britt. Oigo cómo ha cambiado tu respiración—. Me gustaría probar una cosa. —Realmente quiero saber cuán silenciosa puede ser, y si puede hacer esto con el temor de ser descubiertas.
Su frente se arruga una vez más; está confundida.
—Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensarlo. Sería fácil. Todas estas decisiones… todo el agotador proceso racional quedaría atrás. Cosas como ―¿Es lo correcto?, ―¿Puede suceder aquí?‖, ―¿Puede suceder ahora?. No tendrías que preocuparte de esos detalles. Lo haría yo, como tu ama. Y ahora mismo sé que me deseas, Brittany.
Tira de su cabello por encima de su hombro, y su ceño se intensifica mientras se lame los labios.
Oh, sí. Me desea.
—Estoy tan segura porque tu cuerpo te delata. Estás apretando los muslos, te has puesto roja y tu respiración ha cambiado.
—¿Cómo sabes lo de mis muslos? —me pregunta, su voz baja, incrédula, creo.
—He notado que el mantel se movía, y lo he deducido basándome en años de experiencia. No me equivoco, ¿verdad?
Se queda en silencio por un momento y aparta la mirada.
—No me he terminado el bacalao —dice, evasiva pero aún ruborizada.
—¿Prefieres el bacalao frío a mí?
Sus ojos se encuentran con los míos y están muy abiertos, las pupilas oscuras y dilatadas.
—Pensaba que te gustaba que me acabara toda la comida del plato.
—Ahora mismo, señorita Pierce, me importa una mierda su comida.
—Santana, no juegas limpio, de verdad.
—Lo sé. Nunca he jugado limpio.
Nos miramos la una a la otra en una batalla de voluntades, ambas conscientes de la tensión sexual extendiéndose entre nosotras a través de la mesa.
Por favor, ¿harías simplemente lo que te digo? Le imploro con una mirada. Pero sus ojos brillan con sensual desobediencia y una sonrisa se levanta en sus labios. Sin apartar su mirada de mí, agarra un espárrago y muerde su labio deliberadamente.
¿Qué está haciendo?
Muy lentamente, se coloca la punta del espárrago en la boca y lo chupa.
Joder
Está jugando conmigo con… una táctica peligrosa que me tendrá follándola sobre esta mesa.
Oh, vamos, señorita Pierce.
La observo, hipnotizada, humedeciéndome al segundo.
—Brittany, ¿qué haces? —le advierto.
—Estoy comiéndome un espárrago —dice con una tímida sonrisa.
—Creo que está jugando conmigo, señorita Pierce.
—Solo estoy terminándome la comida, Sra. López. —Sus labios se curvan más amplios, lentamente, carnales, y el calor entre nosotras aumenta varios grados. Realmente no tiene idea de lo sexy que es… Estoy a punto de saltar cuando el camarero golpea y entra.
Maldición.
Dejo que recoja los platos, luego vuelvo mi atención a la señorita Pierce. Pero su ceño fruncido está de vuelta, y está jugueteando con sus dedos.
Demonios.
—¿Quieres postre? —pregunto.
—No, gracias. Creo que tengo que marcharme —dice, aun mirando sus manos.
—¿Marcharte? —¿Se va a ir?
El camarero se retira a toda prisa con nuestros platos.
—Sí —dice Britt, su voz firme con decisión. Se pone de pie para irse. Y yo también me pongo de pie automáticamente—. Mañana tenemos las dos la ceremonia de entrega de títulos —dice.
Esto no está yendo en absoluto de acuerdo al plan.
—No quiero que te vayas —afirmo, porque es la verdad.
—Por favor… Tengo que irme —insiste.
—¿Por qué?
—Porque me has planteado muchas cosas en las que pensar… y necesito cierta distancia. —Sus ojos están pidiéndome que la deje ir.
Pero hemos llegado tan lejos en nuestra negociación. Hemos hecho compromisos. Podemos hacer que esto funcione. Tengo que hacer que esto funcione.
—Podría conseguir que te quedaras —le digo, sabiendo que podría seducirla en este momento, en esta habitación.
—Sí, no te sería difícil, pero no quiero que lo hagas.
Todo esto está dejando de funcionar… he exagerado mi mano. No es así como imaginaba que terminaría esta noche.
Paso mis manos por mi cabello en señal de frustración.
—Mira, cuando viniste a entrevistarme y te caíste en mi despacho, todo era ―Sí, señora‖, ―No, señora‖. Pensé que eras una sumisa nata. Pero, la verdad, Brittany, no estoy segura de que tengas madera de sumisa. —Camino los pocos pasos que nos separan y bajo la mirada hacia esos ojos que brillan con determinación.
—Quizá tengas razón —dice.
No. No. No quiero tener razón.
—Quiero tener la oportunidad de descubrir si la tienes. —Acaricio su rostro y su labio inferior con mi pulgar—. No sé hacerlo de otra manera, Brittany. Soy así.
—Lo sé —dice.
Bajo la cabeza para que mis labios floten sobre ella, esperando a que levante su boca hacia la mía y cierre sus ojos. Quiero darle un beso breve y casto, pero cuando nuestros labios se tocan, ella se inclina hacia mí, sus manos repentinamente agarrando mi cabello en un puño, su boca abriéndose a mí, su lengua insistente. Presiono mi mano en la base de su columna vertebral, sosteniéndola contra mí, y profundizando el beso, reflejando su fervor.
Cristo, la deseo.
—¿No puedo convencerte de que te quedes? —susurro contra la comisura de su boca mientras mi cuerpo responde, humedeciéndose con deseo.
—No.
—Pasa la noche conmigo.
—¿Sin tocarte? No.
Maldición. La oscuridad se desenrolla en mis entrañas, pero la ignoro.
—Eres imposible —murmuro, y me alejo, examinando su rostro y su tensa y meditabunda expresión—. ¿Por qué tengo la impresión de que estás despidiéndote de mí?
—Porque voy a marcharme.
—No es eso lo que quiero decir, y lo sabes.
—Santana, tengo que pensar en todo esto. No sé si puedo mantener el tipo de relación que quieres.
Cierro mis ojos y presiono mi frente contra la suya.
¿Qué esperabas, López? No está hecha para esto.
Tomo una respiración profunda y la beso en la frente, luego entierro mi nariz en su cabello, inhalando su dulce y otoñal aroma y memorizándolo.
Esto es todo. Suficiente.
Dando un paso hacia atrás, la libero.
—Como quiera, señorita Pierce. La acompaño hasta el vestíbulo. —Extiendo mi mano para lo que podría ser la última vez y me sorprende lo doloroso que resulta este pensamiento. Coloca su mano sobre la mía y, en silencio, nos dirigimos a la recepción.
—¿Tienes el boleto del valet? —pregunto mientras llegamos al vestíbulo. Sueno calmada y tranquila, pero tengo nudos en el estómago.
Saca el boleto de su bolsa, el cual entrego al portero.
—Gracias por la cena —dice.
—Ha sido un placer como siempre, señorita Pierce.
Este no puede ser el final. Tengo que mostrarle… demostrarle lo que significa todo esto, lo que podemos hacer juntas. Mostrarle qué podemos hacer en el cuarto de juegos. Entonces lo sabrá. Esta podría ser la única forma de salvar este acuerdo.
Me vuelvo hacia ella rápidamente.
—Esta semana te mudas a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿podré verte el domingo? —pregunto.
—Ya veremos. Quizás —dice.
Ese no es un “no”.
Noto la piel de gallina en sus brazos.
—Ahora hace fresco. ¿No has traído chaqueta? —pregunto.
—No.
Esta mujer necesita ser cuidada. Me quito mi chaqueta.
—Toma. No quiero que te agarres un resfriado. —La deslizo sobre sus hombros y la envuelvo alrededor de ella, cierra sus ojos e inhala profundamente.
¿Se siente atraída por mi olor? ¿Cómo yo al de ella?
¿Tal vez no todo está perdido?
El valet se detiene en un viejo VW Beetle.
¿Qué demonios es eso?
—¿Ese es tu auto? —Esto debe ser más viejo que el abuelo Theodore. ¡Jesús! El valet me le entrega las llaves y le doy una propia generosa. Se merece un pago extra para compensar los daños.
—¿Está en condiciones de circular? —Miro a Britt. ¿Cómo puede estar segura en este cubo oxidado?
—Sí.
—¿Llegará hasta Seattle?
—Claro que sí.
—¿Es seguro?
—Sí. —Trata de tranquilizarme—. Está bien, es viejo. Pero es mío y funciona. Me lo compró mi padrastro.
Cuando sugiero que podríamos hacer algo mejor que esto, se da cuenta qué le estoy ofreciendo y su expresión cambia inmediatamente.
Está enojada.
—Ni se te ocurra comprarme un auto —dice enfáticamente.
—Ya veremos —murmuro, tratando de mantenerme en calma. Sostengo la puerta del conductor abierta y mientras se sube, me pregunto si debería pedirle a Taylor que la lleve a casa. Maldita sea. Recuerdo que tiene la noche libre.
Una vez que he cerrado la puerta, baja la ventanilla… dolorosamente lento.
¡Por el amor de Cristo!
—Conduce con prudencia —gruño.
—Adiós, Santana —dice y su voz flaquea, como si estuviera intentando no llorar.
Mierda. Mi estado de ánimo cambia de irritación y preocupación por su bienestar a la impotencia mientras su auto ruge hacia la calle.
No sé si la veré de nuevo.
Me quedo de pie como una tonta en la acera hasta que sus luces traseras desaparecen en la noche.
Joder. ¿Por qué eso salió tan mal?
Entro de nuevo al hotel, me dirijo al bar y ordeno una botella de Sancerre. Llevándola conmigo, me dirijo a mi habitación. Mi computadora portátil está abierta sobre mi escritorio y, antes de descorchar el vino, me siento y comienzo a redactar un correo electrónico.
__________________________________________________________________________________________________
De: Santana López
Fecha: 25 de mayo de 2011 22:01
Para: Brittany Pierce
Asunto: Esta noche
No entiendo por qué has salido corriendo esta noche. Espero sinceramente haber contestado a todas tus preguntas de forma satisfactoria. Sé que tienes que plantearte muchas cosas y espero fervientemente que consideres en serio mi propuesta. Quiero de verdad que esto funcione. Nos lo tomaremos con calma.
Confía en mí.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________________________________________________________
Miro mi reloj. Le tomará, al menos, veinte minutos llegar a casa, probablemente más en esa trampa mortal. Le envío un correo electrónico a Taylor.
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De: Santana López
Fecha: 25 de mayo de 2011, 22:04
Para: J B Taylor
Asunto: Audi A3
Necesito que el Audi sea entregado aquí mañana.
Gracias.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
______________________________________________________________________________________________________
Abriendo el Sancerre, me sirvo una copa y abro mi libro, me siento y leo, tratando duramente de concentrarme. Mis ojos se mantienen desviándose a la pantalla de mi computadora portátil.
Mientras los minutos pasan, mi ansiedad crece; ¿por qué no me ha respondido el correo electrónico?
A las once, le envío un mensaje de texto.
¿Llegaste a casa a salvo?
Pero no recibo ninguna respuesta. Quizás se ha ido directamente a la cama. Antes de la medianoche, le envío otro correo electrónico.
______________________________________________________________________________________________________
De: Santana López
Fecha: 25 de mayo de 2011 23:58
Para: Brittany Pierce
Asunto: Esta noche
Espero que hayas llegado bien a casa en ese coche tuyo.
Dime si estás bien.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________________________________________________________
La veré mañana en la ceremonia de graduación y descubriré si me está rechazando. Con ese deprimente pensamiento, me desnudo y me meto en la cama y miró el techo.
Realmente has jodido este asunto, López.
Pido un vaso de Sancerre y me siento en la barra. He estado esperando este momento durante todo el día y miro repetidamente el reloj. Esto se siente como una primera cita y, de alguna manera, lo es. Nunca he llevado a cenar a una candidata. Me he sentado a través de reuniones interminables hoy, compré un negocio, y despedí a tres personas. Nada de lo que he hecho hoy, incluyendo correr —dos veces—, y un circuito rápido en el gimnasio, ha disipado la ansiedad con la que he luchado todo el día. Ese poder está en manos de Brittany Pierce. Quiero su sumisión.
Espero que no llegue tarde. Echo un vistazo hacia la entrada del bar... y mi boca se seca. Está de pie en el umbral, y por un segundo no me doy cuenta de que es ella. Se ve exquisita: su cabello cae en ondas suaves hacia su pecho por un lado, y el otro lado está sujeto, así que es más fácil ver su delicada línea de la mandíbula y la suave curva de su esbelto cuello. Lleva tacones altos y un vestido de color ciruela que acentúa su esbelta y seductora figura.
Vaya.
Doy un paso hacia adelante para encontrarme con ella.
—Estás impresionante —susurro, y beso su mejilla. Cerrando los ojos, saboreo su aroma; huele celestial—. Un vestido, señorita Pierce. Me parece muy bien. —Diamantes en sus orejas completarían el conjunto; tengo que comprarle un par.
Tomando su mano, la llevo a un reservado.
—¿Qué quieres tomar?
Soy recompensada con una sonrisa de complicidad mientras se sienta.
—Tomaré lo mismo que tú, gracias.
Ah, ella está aprendiendo.
—Otra copa de Sancerre —le digo al camarero, y me deslizo en la cabina, frente a ella—. Tienen una excelente bodega —añado, y me tomo un momento para mirarla. Ella lleva un poco de maquillaje. No demasiado. Y recuerdo la primera vez que cayó en mi oficina cuán ordinaria pensé que parecía. Ella es cualquier cosa menos ordinaria. Con un poco de maquillaje y la ropa adecuada, es una diosa.
Se mueve en su asiento y sus pestañas aletean.
—¿Estás nerviosa? —pregunto.
—Sí.
Esto es, López.
Inclinándome hacia delante, en un susurro sincero, le digo que también estoy nerviosa. Ella me mira como si me hubieran crecido tres cabezas.
Sí, soy humana también, bella... simplemente.
El camarero coloca el vino de Britt y dos pequeños platos de frutos secos y aceitunas entre nosotras.
Britt endereza sus hombros, una indicación de que va en serio, como lo hizo la primera vez que me entrevistó.
—Entonces, ¿cómo lo hacemos? ¿Revisamos mis puntos uno a uno? —pregunta.
—Siempre tan impaciente, señorita Pierce.
—Bueno, puedo preguntarte por el tiempo —contesta.
Oh, esa boca inteligente.
Déjala sentirse nerviosa por un momento, López.
Manteniendo los ojos en los de ella, hago estallar una aceituna en mi boca y lamo mi dedo índice. Sus ojos se amplían y se oscurecen.
—Creo que el tiempo hoy no ha tenido nada de especial. —Trato de parecer despreocupada.
—¿Está riéndose de mí, señora López?
—Sí, señorita Pierce.
Ella frunce los labios para reprimir su sonrisa.
—Sabes que ese contrato no tiene ningún valor legal.
—Soy perfectamente consciente, señorita Pierce.
—¿Pensabas decírmelo en algún momento?
¿Qué? No pensé que tendría que hacerlo... y has investigado por ti misma.
—¿Crees que estoy coaccionándote para que hagas algo que no quieres hacer, y que además pretendo tener algún derecho legal sobre ti?
—Bueno… sí.
Vaya.
—No tienes muy buen concepto de mí, ¿verdad?
—No has contestado a mi pregunta
—Brittany, no importa si es legal o no. Es un acuerdo al que me gustaría llegar contigo… lo que me gustaría conseguir de ti y lo que tú puedes esperar de mí. Si no te gusta, no lo firmes. Si lo firmas y después decides que no te gusta, hay suficientes cláusulas que te permitirán dejarlo. Aun cuando fuera legalmente vinculante, ¿crees que te llevaría a juicio si decides marcharte?
¿Qué clase de persona cree que soy?
Me mira con sus insondables ojos azules.
Lo que yo necesito es que entienda que este contrato no se trata de ley, se trata de confianza.
Quiero que confíes en mí, Britt.
Mientras toma un sorbo de su vino, me acerco, tratando de explicar.
—Las relaciones de este tipo se basan en la sinceridad y en la confianza. Si no confías en mí… Tienes que confiar en mí para que sepa en qué medida te estoy afectando, hasta dónde puedo llegar contigo hasta dónde puedo llevarte… Si no puedes ser sincera conmigo, entonces es imposible.
Se frota la barbilla mientras considera lo que he dicho.
—Es muy sencillo, Brittany. ¿Confías en mí o no?
Y si ella piensa tan poco de mí, entonces no debemos hacer esto en absoluto.
Mi estómago está anudado por la tensión.
—¿Has mantenido este tipo de conversación con… bueno, con las quince?
—No. —¿Por qué se está yendo por las ramas?
—¿Por qué no? —pregunta.
—Porque ya eran sumisas. Sabían lo que querían de la relación conmigo, y en general lo que yo esperaba. Con ellas fue una simple cuestión de afinar los límites tolerables, ese tipo de detalles.
—¿Vas a buscarlas a alguna tienda? ¿Sumisas ’R’ Us? —Ella arquea una ceja y me río a carcajadas. Y al igual que el conejo de un mago, la tensión en mi cuerpo desaparece.
—No exactamente. —Mi tono es irónico.
—Pues, ¿cómo? —Ella siempre es curiosa, pero no quiero hablar de Elena de nuevo. La última vez que la mencioné, Britt se puso gélida.
—¿De eso quieres que hablemos? ¿O pasamos al meollo de la cuestión? A las objeciones, como tú dices.
Frunce el ceño.
—¿Tienes hambre? —pregunto.
Mira con recelo a las aceitunas.
—No.
—¿Has comido hoy?
Lo duda.
Mierda.
—No —dice ella. Trato de no dejar que su admisión me enoje.
—Tienes que comer, Brittany. Podemos cenar aquí o en mi suite. ¿Qué prefieres?
Ella nunca aceptará esto.
—Creo que mejor nos quedamos en terreno neutral.
Como predije… sensible, señorita Pierce.
—¿Crees que eso me detendría? —Mi voz es ronca.
Ella traga.
—Eso espero.
Saca a la chica de su miseria, López.
—Vamos, he reservado un comedor privado. Sin público. —Levantándome, extiendo mi mano hacia ella.
¿La tomará?
Ella mira de mi cara a mi mano.
—Tráete el vino —ordeno. Y ella recoge su vaso y coloca su mano en la mía.
Al salir del bar, noto las miradas de admiración de otros huéspedes, y en el caso de algún guapa y atlética chica, abierta apreciación de mi cita. No es algo con lo que he tratado antes... y no creo que me guste.
Arriba, en el entresuelo, el joven anfitrión enviado por el maître nos lleva al salón que he reservado. Él solo tiene ojos para la señorita Pierce, y le doy una mirada fulminante que le envía en retirada del opulento comedor. Un viejo camarero asiste a Britt y deja caer una servilleta en su regazo.
—Ya he pedido la comida. Espero que no te importe.
—No, está bien —dice ella con un gesto amable.
—Me gusta saber que puedes ser dócil. —Sonrío—. Bueno, ¿dónde estábamos?
—En el meollo de la cuestión —dice ella, centrada en la tarea en cuestión, pero luego toma un gran trago de vino y sus mejillas se colorean. Debe estar buscando el coraje. Tendré que estar pendiente de lo mucho que está bebiendo, porque está conduciendo.
Fácilmente podía pasar la noche aquí... entonces, yo podría sacarla de ese atractivo vestido.
Recuperando mi enfoque, vuelvo al asunto, las objeciones de Britt. Recupero su correo electrónico del bolsillo interior de mi chaqueta. Ella cuadra los hombros una vez más y me da una mirada expectante, y tengo que esconder mi diversión.
—Cláusula 2. De acuerdo. Es en beneficio de las dos. Volveré a redactarlo.
Ella toma otro sorbo.
—¿Mi salud sexual? Bueno, todas mis compañeras anteriores se hicieron análisis de sangre, y yo me hago pruebas cada seis meses de todos estos riesgos que comentas. Mis últimas pruebas han salido perfectas. Nunca he tomado drogas. De hecho, estoy totalmente en contra de las drogas, y mi empresa lleva una política antidroga muy estricta. Insisto en que se hagan pruebas aleatorias y por sorpresa a mis empleados para detectar cualquier posible consumo de drogas.
De hecho, una de las personas que despedí hoy falló en su prueba de drogas.
Ella está sorprendida, pero lo paso por alto.
—Nunca me han hecho una transfusión. ¿Contesta eso a tu pregunta?
Ella asiente con la cabeza.
—El siguiente punto ya lo he comentado antes. Puedes dejarlo en cualquier momento, Brittany. No voy a detenerte. Pero si te vas… se acabó. Que lo sepas.
Sin. Segundas. Oportunidades. Jamás.
—De acuerdo —responde, aunque no suena convencida.
Las dos nos quedamos en silencio mientras el camarero entra con nuestros aperitivos. Por un momento, me pregunto si debería haber mantenido esta reunión en mi oficina, y luego descarto el pensamiento tan ridículo. Solo los tontos mezclan los negocios con el placer. He mantenido mi trabajo y mi vida privada separados; es una de mis reglas de oro, y la única excepción fue mi relación con Elena... pero bueno, ella me ayudó a empezar mi negocio.
—Espero que te gusten las ostras —le comento a Britt mientras el camarero las deja.
—Nunca las he probado.
—¿En serio? Bueno. Lo único que tienes que hacer es metértelas en la boca y tragártelas. Creo que lo conseguirás. —Miro fijamente su boca, recordando lo bien que puede tragar. En el momento justo se sonroja y exprimo el jugo de limón en el marisco y la pongo en la punta de mi boca—. Mmm, riquísima. Sabe a mar. —Sonrío mientras me observa, fascinada—. Vamos —la animo, sabiendo que no se echa hacia atrás en un desafío.
—¿No tengo que masticarla?
—No, Brittany, no tienes que hacerlo. —Y yo trato de no pensar en sus dientes jugando con mi parte favorita de mi anatomía.
Ella las presiona en su labio inferior, dejando pequeñas marcas de sangría.
Maldita Sea. La vista revuelve mi cuerpo y me muevo en mi silla. Ella alcanza una ostra, exprime el limón, sostiene la cabeza hacia atrás, y la abre completamente. Mientras mete la ostra en su boca, mi cuerpo se humedece.
—¿Y bien? —pregunto, y sueno un poco ronca.
—Me comeré otra —dice con humor irónico.
—Buena chica.
Me pregunta si he elegido ostras deliberadamente, conociendo sus cualidades afrodisíacas. Le sorprende cuando le digo que simplemente estaban en la parte superior del menú.
—No necesito un afrodisíacos contigo.
Sí, podría follarte ahora.
Compórtate, López Pon esta negociación de nuevo en marcha.
—Así que, ¿dónde estábamos? —Regreso a su correo electrónico y me concentro en sus objeciones. Cláusula nueve—. Sí, quiero que lo hagas. —Esto es importante para mí. Necesito saber que está a salvo y hará cualquier cosa por mí—. Necesito que lo hagas. Considéralo un papel, Brittany.
—Pero me preocupa que me hagas daño.
—Que te haga daño, ¿cómo?
—Daño físico.
—¿De verdad crees que te haría daño? ¿Qué traspasaría un límite que no pudieras aguantar?
—Me dijiste que habías hecho daño a alguien.
—Sí, pero fue hace mucho tiempo.
—¿Qué pasó?
—La colgué del techo del cuarto de juegos. Es uno de los puntos que preguntabas, la suspensión. Para eso son los mosquetones. Con cuerdas. Y apreté demasiado una cuerda.
Consternada, ella sostiene su mano en alto diciéndome que me detenga.
Demasiada información.
—No necesito saber nada más. Entonces, ¿no vas a colgarme? —pregunta.
—No, si de verdad no quieres. Puedes pasarlo a la lista de los límites infranqueables.
—De acuerdo. —Exhala, aliviada.
Continúa, López.
—Bueno, ¿crees que podrás obedecerme?
Ella me mira con esos ojos que ven a través de mi oscura alma y no sé lo que va a decir.
Mierda. Este podría ser el final.
—Podría intentarlo —dice ella, su voz baja.
Es mi turno para exhalar.
Todavía estoy en el juego.
—Bien. Ahora la vigencia. —Cláusula once—. Un mes no es nada, especialmente si quieres un fin de semana libre cada mes. No creo que pueda aguantar lejos de ti tanto tiempo. Apenas lo consigo ahora. —No llegaremos a ninguna parte en ese tiempo. Ella necesita entrenamiento y no puedo permanecer lejos de ella por cualquier periodo de tiempo. Le digo esto. Tal vez podamos comprometernos, como sugirió—. ¿Qué te parece un día de un fin de semana al mes para ti? Pero te quedas conmigo una noche entre semana.
La veo sopesar la posibilidad.
—De acuerdo —dice con el tiempo, su expresión seria.
Bien.
—Y, por favor, intentémoslo tres meses. Si no te gusta, puedes marcharte en cualquier momento.
—Tres meses —dice. ¿Está aceptando? Lo tomaré como un "sí".
Bien. Aquí va.
—El tema de la posesión es meramente terminológico y remite al principio de obediencia. Es para situarte en el estado de ánimo adecuado, para que entiendas de dónde vengo. Y quiero que sepas que, en cuanto cruces la puerta de mi casa como mi sumisa, haré contigo lo que me dé la gana. Tienes que aceptarlo de buena gana. Por eso tienes que confiar en mí. Te follaré cuando quiera, como quiera y donde quiera. Voy a disciplinarte, porque vas a meter la pata. Te adiestraré para que me complazcas.
—Pero sé que todo esto es nuevo para ti. De entrada iremos con calma, y yo te ayudaré. Avanzaremos desde diferentes perspectivas. Quiero que confíes en mí, pero sé que tengo que ganarme tu confianza, y lo haré. ―en cualquier otro ámbito‖… de nuevo es para ayudarte a meterte en situación. Significa que todo está permitido.
Vaya discurso, López.
Ella se sienta hacia atrás, abrumada, creo.
—¿Sigues aquí? —pregunto con suavidad. El camarero se cuela en la habitación, y con un gesto le doy permiso para limpiar nuestra mesa.
—¿Quieres más de vino? —le pregunto.
—Tengo que conducir.
Buena respuesta.
—¿Agua, pues?
Ella asiente.
—¿Normal o con gas?
—Con gas, por favor.
El camarero se va con nuestros platos.
—Estás muy callada —susurro. Ella apenas ha dicho una palabra.
—Tú estás muy habladora —dispara directamente hacia mí.
Punto justo, señorita Pierce.
Ahora, para el siguiente punto en su lista de objeciones: cláusula quince. Tomo una respiración profunda.
—Disciplina. La línea que separa el placer del dolor es muy fina,Brittany. Son las dos caras de una misma moneda. La una no existe sin la otra. Puedo enseñarte lo placentero que puede ser el dolor. Ahora no me crees, pero a eso me refiero cuando hablo de confianza. Habrá dolor, pero nada que no puedas soportar. —No puedo enfatizar esto lo suficiente—. Volvemos al tema de la confianza. ¿Confías en mí, Britt?
—Sí, confío en ti —dice de inmediato. Su respuesta me golpea de lado: es completamente inesperado.
Una vez más.
¿He ganado su confianza ya?
—Bueno, entonces, Lo demás son simples detalles. —Me siento a tres metros de altura.
—Detalles importantes.
Ella está en lo correcto. Concéntrate, López.
—De acuerdo, comentémoslos.
El camarero vuelve a entrar con nuestros platos principales.
—Espero que te guste el pescado —digo, mientras él coloca nuestra comida delante de nosotros. El bacalao negro se ve delicioso. Britt le da un mordisco.
Finalmente, ¡ella está comiendo!
—Hablemos de las normas —continúo—. ¿Rompes el contrato por la comida?
—Sí.
—¿Puedo cambiarlo y decir que comerás como mínimo tres veces al día?
—No.
Aguantando un suspiro irritada, persisto.
—Necesito saber que no pasas hambre.
Ella frunce el ceño.
—Tienes que confiar en mí.
—Oh, touché, señorita Pierce —murmuro para mí misma. Estas son las batallas que no voy a ganar—. Acepto lo de la comida y lo de dormir.
Ella me muestra una pequeña sonrisa de alivio.
—¿Por qué no puedo mirarte? —pregunta.
—Es cosa de la relación de sumisión. Te acostumbras a ello.
Frunce el ceño una vez más, pero se ve afligida esta vez.
—¿Por qué no puedo tocarte? —pregunta.
—Porque no.
Cállala, López.
—¿Es por la señora Robinson?
¿Qué?
—¿Por qué lo piensas? ¿Crees que me traumatizó?
Asiente.
—No, Brittany, no es por ella. Además, la Sra. Robinson no me aceptaría estas chorradas.
—Entonces no tiene nada que ver con ella —pregunta, luciendo confundida.
—No.
No soporto que me toquen. Y, bella, realmente no quieres saber por qué.
—Y tampoco quiero que te toques —añado.
—Por curiosidad… ¿Por qué?
—Porque quiero para mí todo tu placer.
De hecho, lo quiero ahora. Podría follarla aquí para ver si puede permanecer en silencio. Realmente en silencio, sabiendo que estamos al alcance del oído del personal del hotel y los huéspedes. Después de todo, es para eso que he reservado esta habitación.
Abre su boca como para decir algo, pero la cierra de nuevo y toma otro bocado de comida de su plato intacto.
—Te he dado muchas cosas en las que pensar, ¿verdad? —digo, doblando su correo electrónico y metiéndolo en mi bolsillo interior.
—Sí.
—¿Quieres que pasemos ya a los límites tolerables?
—Espera a que acabemos de comer.
—¿Te da asco?
—Algo así.
—No has comido mucho.
—Lo suficiente.
Esto se está volviendo aburrido.
—Tres ostras, cuatro trocitos de bacalao y un espárrago. Ni puré de patatas, ni frutos secos, ni aceitunas. Y no has comido en todo el día. Me has dicho que podía confiar en ti.
Sus ojos se agrandan.
Sí. He estado contando, Britt.
—Santana, por favor, no suelo mantener conversaciones de este tipo todos los días.
—Necesito que estés sana y en forma, Brittany.
—Lo sé.
—Y ahora mismo quiero quitarte ese vestido.
—No creo que sea una buena idea —susurra—. Todavía no hemos comido el postre.
—¿Quieres postre? —¿Cuando todavía no has comido tu plato principal?
—Sí.
—El postre podrías ser tú.
—No estoy segura de que sea lo bastante dulce.
—Brittany, eres exquisitamente dulce. Lo sé.
—Santana, utilizas el sexo como arma. No me parece justo. —Baja la mirada a su regazo, y su voz es baja, un poco melancólica. Levanta la mirada de nuevo, sujetándome con una mirada intensa, sus ojos azul pálido desconcertantes… y excitantes.
—Tienes razón. Lo hago —admito—. Cada uno utiliza en la vida lo que sabe, Brittany. Eso no quita que te desee muchísimo. Aquí. Ahora. —Y podríamos follar aquí, ahora. Sé que estás interesada, Britt. Oigo cómo ha cambiado tu respiración—. Me gustaría probar una cosa. —Realmente quiero saber cuán silenciosa puede ser, y si puede hacer esto con el temor de ser descubiertas.
Su frente se arruga una vez más; está confundida.
—Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensarlo. Sería fácil. Todas estas decisiones… todo el agotador proceso racional quedaría atrás. Cosas como ―¿Es lo correcto?, ―¿Puede suceder aquí?‖, ―¿Puede suceder ahora?. No tendrías que preocuparte de esos detalles. Lo haría yo, como tu ama. Y ahora mismo sé que me deseas, Brittany.
Tira de su cabello por encima de su hombro, y su ceño se intensifica mientras se lame los labios.
Oh, sí. Me desea.
—Estoy tan segura porque tu cuerpo te delata. Estás apretando los muslos, te has puesto roja y tu respiración ha cambiado.
—¿Cómo sabes lo de mis muslos? —me pregunta, su voz baja, incrédula, creo.
—He notado que el mantel se movía, y lo he deducido basándome en años de experiencia. No me equivoco, ¿verdad?
Se queda en silencio por un momento y aparta la mirada.
—No me he terminado el bacalao —dice, evasiva pero aún ruborizada.
—¿Prefieres el bacalao frío a mí?
Sus ojos se encuentran con los míos y están muy abiertos, las pupilas oscuras y dilatadas.
—Pensaba que te gustaba que me acabara toda la comida del plato.
—Ahora mismo, señorita Pierce, me importa una mierda su comida.
—Santana, no juegas limpio, de verdad.
—Lo sé. Nunca he jugado limpio.
Nos miramos la una a la otra en una batalla de voluntades, ambas conscientes de la tensión sexual extendiéndose entre nosotras a través de la mesa.
Por favor, ¿harías simplemente lo que te digo? Le imploro con una mirada. Pero sus ojos brillan con sensual desobediencia y una sonrisa se levanta en sus labios. Sin apartar su mirada de mí, agarra un espárrago y muerde su labio deliberadamente.
¿Qué está haciendo?
Muy lentamente, se coloca la punta del espárrago en la boca y lo chupa.
Joder
Está jugando conmigo con… una táctica peligrosa que me tendrá follándola sobre esta mesa.
Oh, vamos, señorita Pierce.
La observo, hipnotizada, humedeciéndome al segundo.
—Brittany, ¿qué haces? —le advierto.
—Estoy comiéndome un espárrago —dice con una tímida sonrisa.
—Creo que está jugando conmigo, señorita Pierce.
—Solo estoy terminándome la comida, Sra. López. —Sus labios se curvan más amplios, lentamente, carnales, y el calor entre nosotras aumenta varios grados. Realmente no tiene idea de lo sexy que es… Estoy a punto de saltar cuando el camarero golpea y entra.
Maldición.
Dejo que recoja los platos, luego vuelvo mi atención a la señorita Pierce. Pero su ceño fruncido está de vuelta, y está jugueteando con sus dedos.
Demonios.
—¿Quieres postre? —pregunto.
—No, gracias. Creo que tengo que marcharme —dice, aun mirando sus manos.
—¿Marcharte? —¿Se va a ir?
El camarero se retira a toda prisa con nuestros platos.
—Sí —dice Britt, su voz firme con decisión. Se pone de pie para irse. Y yo también me pongo de pie automáticamente—. Mañana tenemos las dos la ceremonia de entrega de títulos —dice.
Esto no está yendo en absoluto de acuerdo al plan.
—No quiero que te vayas —afirmo, porque es la verdad.
—Por favor… Tengo que irme —insiste.
—¿Por qué?
—Porque me has planteado muchas cosas en las que pensar… y necesito cierta distancia. —Sus ojos están pidiéndome que la deje ir.
Pero hemos llegado tan lejos en nuestra negociación. Hemos hecho compromisos. Podemos hacer que esto funcione. Tengo que hacer que esto funcione.
—Podría conseguir que te quedaras —le digo, sabiendo que podría seducirla en este momento, en esta habitación.
—Sí, no te sería difícil, pero no quiero que lo hagas.
Todo esto está dejando de funcionar… he exagerado mi mano. No es así como imaginaba que terminaría esta noche.
Paso mis manos por mi cabello en señal de frustración.
—Mira, cuando viniste a entrevistarme y te caíste en mi despacho, todo era ―Sí, señora‖, ―No, señora‖. Pensé que eras una sumisa nata. Pero, la verdad, Brittany, no estoy segura de que tengas madera de sumisa. —Camino los pocos pasos que nos separan y bajo la mirada hacia esos ojos que brillan con determinación.
—Quizá tengas razón —dice.
No. No. No quiero tener razón.
—Quiero tener la oportunidad de descubrir si la tienes. —Acaricio su rostro y su labio inferior con mi pulgar—. No sé hacerlo de otra manera, Brittany. Soy así.
—Lo sé —dice.
Bajo la cabeza para que mis labios floten sobre ella, esperando a que levante su boca hacia la mía y cierre sus ojos. Quiero darle un beso breve y casto, pero cuando nuestros labios se tocan, ella se inclina hacia mí, sus manos repentinamente agarrando mi cabello en un puño, su boca abriéndose a mí, su lengua insistente. Presiono mi mano en la base de su columna vertebral, sosteniéndola contra mí, y profundizando el beso, reflejando su fervor.
Cristo, la deseo.
—¿No puedo convencerte de que te quedes? —susurro contra la comisura de su boca mientras mi cuerpo responde, humedeciéndose con deseo.
—No.
—Pasa la noche conmigo.
—¿Sin tocarte? No.
Maldición. La oscuridad se desenrolla en mis entrañas, pero la ignoro.
—Eres imposible —murmuro, y me alejo, examinando su rostro y su tensa y meditabunda expresión—. ¿Por qué tengo la impresión de que estás despidiéndote de mí?
—Porque voy a marcharme.
—No es eso lo que quiero decir, y lo sabes.
—Santana, tengo que pensar en todo esto. No sé si puedo mantener el tipo de relación que quieres.
Cierro mis ojos y presiono mi frente contra la suya.
¿Qué esperabas, López? No está hecha para esto.
Tomo una respiración profunda y la beso en la frente, luego entierro mi nariz en su cabello, inhalando su dulce y otoñal aroma y memorizándolo.
Esto es todo. Suficiente.
Dando un paso hacia atrás, la libero.
—Como quiera, señorita Pierce. La acompaño hasta el vestíbulo. —Extiendo mi mano para lo que podría ser la última vez y me sorprende lo doloroso que resulta este pensamiento. Coloca su mano sobre la mía y, en silencio, nos dirigimos a la recepción.
—¿Tienes el boleto del valet? —pregunto mientras llegamos al vestíbulo. Sueno calmada y tranquila, pero tengo nudos en el estómago.
Saca el boleto de su bolsa, el cual entrego al portero.
—Gracias por la cena —dice.
—Ha sido un placer como siempre, señorita Pierce.
Este no puede ser el final. Tengo que mostrarle… demostrarle lo que significa todo esto, lo que podemos hacer juntas. Mostrarle qué podemos hacer en el cuarto de juegos. Entonces lo sabrá. Esta podría ser la única forma de salvar este acuerdo.
Me vuelvo hacia ella rápidamente.
—Esta semana te mudas a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿podré verte el domingo? —pregunto.
—Ya veremos. Quizás —dice.
Ese no es un “no”.
Noto la piel de gallina en sus brazos.
—Ahora hace fresco. ¿No has traído chaqueta? —pregunto.
—No.
Esta mujer necesita ser cuidada. Me quito mi chaqueta.
—Toma. No quiero que te agarres un resfriado. —La deslizo sobre sus hombros y la envuelvo alrededor de ella, cierra sus ojos e inhala profundamente.
¿Se siente atraída por mi olor? ¿Cómo yo al de ella?
¿Tal vez no todo está perdido?
El valet se detiene en un viejo VW Beetle.
¿Qué demonios es eso?
—¿Ese es tu auto? —Esto debe ser más viejo que el abuelo Theodore. ¡Jesús! El valet me le entrega las llaves y le doy una propia generosa. Se merece un pago extra para compensar los daños.
—¿Está en condiciones de circular? —Miro a Britt. ¿Cómo puede estar segura en este cubo oxidado?
—Sí.
—¿Llegará hasta Seattle?
—Claro que sí.
—¿Es seguro?
—Sí. —Trata de tranquilizarme—. Está bien, es viejo. Pero es mío y funciona. Me lo compró mi padrastro.
Cuando sugiero que podríamos hacer algo mejor que esto, se da cuenta qué le estoy ofreciendo y su expresión cambia inmediatamente.
Está enojada.
—Ni se te ocurra comprarme un auto —dice enfáticamente.
—Ya veremos —murmuro, tratando de mantenerme en calma. Sostengo la puerta del conductor abierta y mientras se sube, me pregunto si debería pedirle a Taylor que la lleve a casa. Maldita sea. Recuerdo que tiene la noche libre.
Una vez que he cerrado la puerta, baja la ventanilla… dolorosamente lento.
¡Por el amor de Cristo!
—Conduce con prudencia —gruño.
—Adiós, Santana —dice y su voz flaquea, como si estuviera intentando no llorar.
Mierda. Mi estado de ánimo cambia de irritación y preocupación por su bienestar a la impotencia mientras su auto ruge hacia la calle.
No sé si la veré de nuevo.
Me quedo de pie como una tonta en la acera hasta que sus luces traseras desaparecen en la noche.
Joder. ¿Por qué eso salió tan mal?
Entro de nuevo al hotel, me dirijo al bar y ordeno una botella de Sancerre. Llevándola conmigo, me dirijo a mi habitación. Mi computadora portátil está abierta sobre mi escritorio y, antes de descorchar el vino, me siento y comienzo a redactar un correo electrónico.
__________________________________________________________________________________________________
De: Santana López
Fecha: 25 de mayo de 2011 22:01
Para: Brittany Pierce
Asunto: Esta noche
No entiendo por qué has salido corriendo esta noche. Espero sinceramente haber contestado a todas tus preguntas de forma satisfactoria. Sé que tienes que plantearte muchas cosas y espero fervientemente que consideres en serio mi propuesta. Quiero de verdad que esto funcione. Nos lo tomaremos con calma.
Confía en mí.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________________________________________________________
Miro mi reloj. Le tomará, al menos, veinte minutos llegar a casa, probablemente más en esa trampa mortal. Le envío un correo electrónico a Taylor.
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De: Santana López
Fecha: 25 de mayo de 2011, 22:04
Para: J B Taylor
Asunto: Audi A3
Necesito que el Audi sea entregado aquí mañana.
Gracias.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
______________________________________________________________________________________________________
Abriendo el Sancerre, me sirvo una copa y abro mi libro, me siento y leo, tratando duramente de concentrarme. Mis ojos se mantienen desviándose a la pantalla de mi computadora portátil.
Mientras los minutos pasan, mi ansiedad crece; ¿por qué no me ha respondido el correo electrónico?
A las once, le envío un mensaje de texto.
¿Llegaste a casa a salvo?
Pero no recibo ninguna respuesta. Quizás se ha ido directamente a la cama. Antes de la medianoche, le envío otro correo electrónico.
______________________________________________________________________________________________________
De: Santana López
Fecha: 25 de mayo de 2011 23:58
Para: Brittany Pierce
Asunto: Esta noche
Espero que hayas llegado bien a casa en ese coche tuyo.
Dime si estás bien.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________________________________________________________
La veré mañana en la ceremonia de graduación y descubriré si me está rechazando. Con ese deprimente pensamiento, me desnudo y me meto en la cama y miró el techo.
Realmente has jodido este asunto, López.
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
cap 12
Jueves 26 de Mayo de 2011
Mami se ha ido. A veces ella sale.
Y solo estoy yo. Mis autos, mi mantita y yo.
Cuando vuelve a casa, duerme en el sofá. El sofá es marrón y pegajoso. Está cansada. A veces la cubro con mi mantita.
O vuelve a casa con algo para comer. Me gustan esos días. Comemos pan y mantequilla. Y a veces comemos macarrones con queso. Son mis favoritos.
Hoy mami se ha ido. Juego con mis autos. Van rápido por el suelo. Mi mami se ha ido. Volverá. Lo hará. ¿Cuándo volverá mami a casa?
Está oscuro ahora y mi mami se ha ido. Puedo alcanzar la luz cuando me paro sobre el taburete.
Prendo. Apago. Prendo. Apago. Prendo. Apago.
Luz. Oscuridad. Luz. Oscuridad. Luz.
Tengo hambre. Como el queso. Hay queso en el refrigerador. Queso con cáscara azul.
¿Cuándo va a volver mami a casa?
A veces ella vuelve con él. Lo odio. Me escondo cuando él viene. Mi lugar favorito es el armario de mi mami. Huele a mami. Huele a mami cuando está feliz.
¿Cuándo va a volver mami a casa?
Mi cama está fría. Y tengo hambre. Tengo mi mantita y mis autos, pero no a mi mami. ¿Cuándo va a volver mami a casa?
Me despierto con un sobresalto.
Joder. Joder. Joder.
Odio mis sueños. Están plegados de angustiosos recuerdos, recuerdos distorsionados de una época que quiero olvidar. Mi corazón está latiendo con fuerza y estoy empapada de sudor. Pero la peor consecuencia de esas pesadillas es lidiar con la abrumadora ansiedad cuando despierto.
Mis pesadillas se han vuelto más frecuentes y más vívidas. No tengo idea de por qué. Maldito Flynn… no va a volver hasta la próxima semana. Paso ambas manos por mi cabello y miro la hora. Son las cinco treinta y ocho de la mañana y la luz del amanecer se está filtrando a través de las cortinas. Casi es hora de levantarme.
Ve a correr, López.
Aún no hay ningún mensaje de texto o correo electrónico de Britt. Mientras mis pies golpean la acera, mi ansiedad aumenta.
Déjalo así, López.
¡Simplemente déjalo jodidamente así!
Sé que la veré en la ceremonia de graduación.
Pero no puedo dejarlo así.
Antes de mi ducha, le envío otro mensaje de texto.
Llámame.
Solo necesito saber que está a salvo
Después del desayuno, aún no hay noticias de Britt. Para sacarla de mi cabeza, trabajo durante unas horas en mi discurso de graduación. Durante la ceremonia de graduación más tarde en esta mañana, estaré honrando el extraordinario trabajo del departamento de ciencias medioambientales y el progreso que han hecho en colaboración con GEH en la tecnología de cultivo para países en desarrollo.
—¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo?—Las astutas palabras de Britt hacen eco en mi cabeza y empujan a la pesadilla de anoche.
La alejo de mi mente mientras reescribo. Ryder, mi vicepresidente de publicidad, me ha enviado un borrador que es demasiado pretensioso para mí. Me lleva una hora rehacer su discurso de mierda para los medios en algo más humano.
Nueve y media y aún no hay noticias de Britt. Su silencio es preocupante… y francamente rudo. La llamo, pero su teléfono va directamente a su mensaje de voz genérico.
Cuelgo.
Muestra algo de dignidad, López.
Hay un ping en mi bandeja de entrada y el latido de mi corazón salta… pero es de Rachel. A pesar de mi mal humor, sonrío. He extrañado a esa niña.
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De: Rachel B.. Chef Extraordinaire
Fecha: 26 de mayo de 2011, 18:32 GMT-1
Para: Santana López
Asunto: Vuelos
Hola, Santana
¡No puedo esperar para largarme de aquí!
Rescátame. Por favor.
Mi número de vuelo para el sábado es AF3622. ¡Llega a las doce veintidós de la tarde y papá me está haciendo volar en clase económica! ¡*puchero*!
Tendré mucho equipaje. Amo. Amo. Amo la moda de París.
Mamá dice que tienes una novia.
¿Es cierto?
¿Cómo es? ¡¡¡¡¡NECESITO SABER!!!!! Te veo el sábado. Te extrañé demasiado.
À bientôt ma sœur (nos vemos Hermana) . Mxxxxxxxx
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¡Oh, demonios! Mi madre y su gran bocota. ¡Britt no es mi novia! Y cuando llegue el sábado tendré que defenderme de la boca igual de grande de mi hermana y su inherente optimismo y sus preguntas indiscretas. Ella puede ser agotadora. Haciendo una nota mental del número de vuelo y hora, le envío a Rachel un rápido correo electrónico para hacerle saber que estaré allí.
A las nueves cuarenta y cinco me preparo para la ceremonia. Un Traje gris ceñido a mi cuerpo, camisa blanca y por supuesto esa corbata. Será mi sutil mensaje para Britt de que no me he rendido y un recuerdo de los buenos momentos.
Sí, realmente buenos momentos… imágenes de ella atada y deseosa vienen a mi mente. Maldita sea ¿Por qué no ha llamado? Presiono el botón de remarcar.
Mierda.
¡Aún ninguna jodida respuesta!
Precisamente a las diez hay un golpe en mi puerta. Es Taylor.
—Buenos días —digo mientras entra.
—Sra. López
—¿Cómo estuvo el día de ayer?
—Bien, señora. —La actitud de Taylor cambia y su expresión se vuelve afectuosa. Debe estar pensando en su hija.
—¿Sophie?
—Es una muñeca, señora. Y le va muy bien en la escuela.
—Es genial oír eso.
—El A3 estará en Portland esta tarde.
—Excelente. Vamos.
Y aunque odio admitirlo, estoy ansiosa por ver a la señorita Pierce.
La secretaria del rector me introduce en una pequeña sala contigua al auditorio de la WSU. Ella se sonroja, casi tanto como una joven mujer que conozco íntimamente. Allí, en la sala de espera, académicos, personal administrativo y algunos estudiantes están teniendo un café previo a la graduación. Entre ellos, para mi sorpresa, se encuentra Quinn Fabray.
—Hola, Santana —dice, pavoneándose hacia mí con la confianza del adinerado. Lleva puesta su toga de graduación y parece bastante alegre; seguramente ha visto a Britt.
—Hola, Quinn. ¿Cómo estás?
—Pareces desconcertada de verme aquí —dice, ignorando mi saludo y sonando un poco ofendida—. Soy la mejor alumna del curso. ¿Sam no te lo dijo?
—No, no lo hizo. —No pasamos demasiado tiempo juntos, por el amor de Cristo—. Felicidades —añado como cortesía.
—Gracias. —Su tono es cortante.
—¿Britt está aquí?
—Pronto. Va a venir con su papá.
—¿La viste esta mañana?
—Sí. ¿Por qué?
—Quería saber si llegó a casa en esa trampa mortal que llama auto.
—Wanda. La llama Wanda. Y sí, lo hizo. —Me mira con expresión inquisitiva.
—Me alegro de oír eso.
En ese momento, el rector se une a nosotras y, con una cortés sonrisa hacia Fabray, me escolta para conocer a los otros académicos.
Estoy aliviada de que Britt esté en una sola pieza, pero enojada de que no haya respondido a ninguno de mis mensajes.
No es una buena señal.
Pero no tengo tiempo para detenerme en esta desalentadora situación… uno de los miembros de la facultad anuncia que es momento de comenzar y nos lleva por el corredor.
En un momento de debilidad, intento llamar al teléfono de Britt una vez más. Va directamente al correo de voz y soy interrumpida por Fabray.
—Espero oír tu discurso de graduación —dice mientras nos dirigimos por el pasillo.
Cuando llegamos al auditorio, me doy cuenta de que es más grande de lo que esperé y está lleno. La audiencia, como una sola, se pone de pie y aplaude mientras nos presentamos sobre el escenario. El aplauso se intensifica, luego lentamente se desploma en un expectante rumor mientras todos toman asiento.
Una vez que el rector comienza su discurso de bienvenida, soy capaz de examinar la habitación. Las primeras filas están llenas de estudiantes en idénticas togas negras y rojas de WSU. ¿Dónde está? Metódicamente, inspecciono cada fila.
Ahí estás.
La encuentro acurrucada en la segunda fila. Está viva. Me siento una idiota por gastar tanta ansiedad y energía sobre su paradero anoche y esta mañana. Sus brillantes ojos azules se agrandan mientras interceptan los míos y se remueve en su asiento, un suave rubor coloreando sus mejillas.
Sí. Te he encontrado. Y no has respondido mis mensajes. Me está evitando y estoy enojada. Realmente enojada. Cerrando mis ojos, me imagino vertiendo gotas de cera en sus pechos y a ella retorciéndose debajo de mí. Esto tiene un efecto radical en mi cuerpo.
Mierda.
Recomponte, López.
Apartándola de mi mente, ordeno mis lascivos pensamientos y me concentro en los discursos.
Fabray da un inspirador discurso sobre abrazar las oportunidades; sí, carpe diem, Quinn; y recibe una entusiasta recepción cuando ha terminado. Obviamente es inteligente, popular y confiada. No la tímida y retraída persona invisible que es la adorable señorita Pierce. Realmente me asombra que estas dos sean amigas.
Oigo que mi nombre es anunciado; el rector me ha presentado. Me pongo de pie y me acerco al atril.
Hora del espectáculo, López.
—Estoy profundamente agradecida y emocionada por el gran honor que me han concedido hoy las autoridades de la Universidad Estatal de Washington, honor que me ofrece la excepcional posibilidad de hablar del impresionante trabajo que lleva a cabo el departamento de ciencias medioambientales de la Universidad. Nuestro propósito es desarrollar métodos de cultivos viables y ecológicamente sostenibles para países del tercer mundo. Nuestro último objetivo es ayudar a erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Más de mil millones de personas, principalmente en el África subsahariana, el sur de Asia y Latinoamérica, viven en la más absoluta miseria. El mal funcionamiento de la agricultura es generalizado en estas zonas, y el resultado es la destrucción ecológica y social. Sé lo que es pasar hambre. Para mí, se trata de una travesía muy personal…
—Como socios, WSU y GEH han hecho enormes progresos en la fertilidad del suelo y tecnología de cultivo. Somos pioneros en sistemas de bajos insumos en países en desarrollo y nuestros sitios de prueba han incrementado las cosechas a un ritmo de treinta por ciento por hectárea. La WSU ha sido fundamental en este fantástico logro. Y GEH está orgullosa de estos estudiantes que se han unido a nosotros a través de pasantías para trabajar en nuestros sitios de prueba en África. El trabajo que hacen allí beneficia a las comunidades locales y a los mismos alumnos. Juntos podemos luchar contra el hambre y la pobreza extrema que arruina a estas regiones.
—Pero en esta era de evolución tecnológica, mientras el primer mundo corre por delante, agrandando la brecha entre lo que se tiene y lo que no, es vital recordar que no debemos desperdiciar los recursos no renovables del mundo. Esos recursos son para toda la humanidad y tenemos que aprovecharlos, encontrar maneras de renovarlos y desarrollar nuevas soluciones para alimentar a nuestro superpoblado planeta.
—Como he dicho, el trabajo que GEH y WSU están haciendo en conjunto proporcionará soluciones y es nuestro trabajo transmitir el mensaje. Es a través de la división de telecomunicaciones de GEH que tenemos la intención de proveer información y educación para el mundo en desarrollo. Estoy orgullosa de decir que estamos haciendo impresionantes progresos en tecnología solar, la vida de la batería y distribución inalámbrica que llevará el internet a las partes más remotas del mundo… y nuestro objetivo es hacer que sea gratuito para los usuarios en el momento de entrega. El acceso a la educación e información, que damos por sentado aquí, es el componente crucial para terminar con la pobreza en esas regiones en desarrollo.
—Somos afortunados. Somos privilegiados aquí. Algunos más que otros, y me incluyo en esa categoría. Tenemos una obligación moral para ofrecerle a aquellos menos afortunados una vida decente que sea saludable, segura y bien nutrida, con acceso a más de los recursos que todos aquí disfrutamos.
—Los dejaré con una frase que siempre ha resonado conmigo. Y estoy parafraseando a un nativo americano diciendo: ―Solo cuando la última hoja se haya caído, el último árbol se haya muerto y el último pez haya sido atrapado nos daremos cuenta de que no podemos comer dinero.
Mientras me siento ante el entusiasta aplauso, me resisto a mirar a Britt y examino la bandera de la WSU colgada en la parte posterior del auditorio. Si quiere ignorarme, bien. Este juego lo pueden jugar dos.
El vicerrector se pone de pie para comenzar a entregar los títulos. Y así comienza la agonizante espera hasta que llegamos a la P y puedo verla de nuevo.
Luego de una eternidad, oigo que su nombre es llamado:
—Brittany Pierce. —Una oleada de aplausos y está caminando en dirección a mí luciendo pensativa y preocupada.
Mierda.
¿En qué está pensando?
Mantente compuesta, López.
—Felicidades, señorita Pierce —digo mientras le entrego su título a Britt. Estrechamos nuestras manos, pero no suelto la suya—. ¿Tienes problemas con la computadora portátil?
Parece perpleja.
—No.
—Entonces, ¿no haces caso de mis correos electrónicos? —La libero.
—Solo vi el de las fusiones y adquisiciones.
¿Qué demonios significa eso?
Su ceño se profundiza pero tengo que dejarla ir… hay una fila formándose detrás de ella.
—Luego. —Mientras se aleja le hago saber que no hemos terminado con esta conversación.
Estoy en el purgatorio para el momento en que hemos llegado al final de la fila. He recibido miradas lascivas y pestañas batiéndose hacia mí, chicas riéndose tontamente apretando mi mano y cinco notas con números de teléfono presionadas en la palma de mi mano. Estoy aliviada cuando salgo del escenario junto a la facultad hacia los acordes de una lúgubre música procesional y aplausos.
En el corredor agarro del brazo a Fabray.
—Tengo que hablar con Britt. ¿Puedes encontrarla? Ahora.
Fabray se sorprende, pero antes que pueda decir algo, añado en el tono más amable que logro:
—Por favor.
Sus labios se fruncen con desaprobación, pero espera junto a mí mientras las filas académicas pasan y luego ella vuelve al auditorio. El rector se detiene para felicitarme por mi discurso.
—Fue un honor que se me hubiera convocado —respondo, estrechando su mano una vez más. Por el rabillo del ojo, espío a Quinn en el corredor… con Britt a su lado. Excusándome, camino dando zancadas hacia Britt.
—Gracias —le digo a Quinn, quien le da a Britt una mirada preocupada. Ignorándola, agarro a Britt del codo y la dirijo a través de la primera puerta que encuentro. Es un vestidor, por el olor fresco, puedo decir que está vacío. Bloqueo la puerta y me vuelvo hacia la señorita Pierce.
—¿Por qué no me has enviado un correo electrónico? ¿O un mensaje al teléfono? —exijo.
Parpadea un par de veces, consternación escrita a lo largo de su rostro.
—Hoy no he mirado ni la computadora ni el teléfono. —Parece verdaderamente desconcertada por mi arrebato—. Tu discurso estuvo muy bien —añade.
—Gracias —murmuro, descarrilada. ¿Cómo puede no haber checado su teléfono o su correo electrónico?
—Ahora entiendo tus problemas con la comida —dice, su tono suave… y, si no estoy equivocada, también compasivo.
—Brittany, no quiero hablar de eso ahora.
No necesito tu compasión.
Cierro mis ojos. Todo este tiempo pensé que no quería hablar conmigo.
—Estaba preocupada por ti.
—¿Preocupada? ¿Por qué?
—Porque volviste a casa en esa trampa mortal a la que llamas auto.
Y pensaba que había arruinado el acuerdo entre nosotros.
Britt se eriza.
—¿Qué? No es ninguna trampa mortal. Está bien. Noah suele hacerle la revisión.
—¿Noah, el fotógrafo? —Esto es pone mejor y jodidamente mejor.
—Sí, el Escarabajo era de su madre.
—Sí, y seguramente también de su abuela y de su bisabuela. No es un auto seguro. —Casi estoy gritando.
—Lo tengo desde hace más de tres años. Siento que te hayas preocupado. ¿Por qué no me has llamado?
La llamé a su teléfono. ¿No usa su maldito teléfono celular? ¿Está hablando del teléfono de casa? Pasando mi mano por mi cabeza con exasperación, tomo una profunda respiración. Este no es el jodido problema.
—Brittany, necesito una respuesta. La espera está volviéndome loca.
Su rostro se descompone.
Mierda.
—Santana, yo… Mira, he dejado a mi padrastro solo.
—Mañana. Quiero una respuesta mañana.
—De acuerdo. Mañana. Ya te diré algo —dice con una ansiosa mirada.
Bueno, aún no es un “no”. Y, una vez más, estoy sorprendida por mi alivio.
¿Qué demonios tiene esta mujer? Me mira con sinceros ojos azules, su rostro lleno de preocupación y resisto la tentación de tocarla.
—¿Te quedas a tomar algo? —pregunto.
—No sé lo que quiere hacer Ray. —Parece insegura.
—¿Tu padrastro? Me gustaría conocerlo.
Su incertidumbre aumenta.
—Creo que no es buena idea —dice oscuramente mientras desbloqueo la puerta.
¿Qué? ¿Por qué? ¿Es porque ahora sabe que fui extremadamente pobre cuando era niña? ¿O porque sabe lo mucho que me gusta follar? ¿Que soy un bicho raro?
—¿Te avergüenzas de mí?
—¡No! —exclama y pone sus ojos en blanco en señal de frustración—. ¿Y cómo te presento a mi padre? —Levanta sus manos en exasperación—. ¿Esta es la mujer que me ha desvirgado y que quiere mantener conmigo una relación sadomasoquista? No llevas puestas zapatillas de deporte.
¿Zapatillas de deporte?
¿Su papá va a perseguirme? Y simplemente así ha inyectado un poco de humor entre nosotras.
Mi boca se tuerce en respuesta y me devuelve la sonrisa, su rostro iluminándose como un amanecer de verano.
—Para que sepas, corro muy deprisa —respondo juguetonamente—. Dile que soy una amiga, Brittany.
—Abro la puerta y la sigo, pero me detengo cuando alcanzo al rector y sus colegas. Como si fueran uno se vuelven y miran a la señorita Pierce, pero ella está desapareciendo en el auditorio. Se vuelven hacia mí.
La señorita Pierce y yo no somos de su incumbencia, gente.
Le doy una breve y cortés guiño al rector y me pregunta si vendré a conocer a otros colegas suyos y disfrutar de algunos canapés.
—Claro —respondo.
Me lleva treinta minutos escaparme de la reunión de la facultad y mientras me dirijo fuera de la concurrida recepción Fabray se pone a caminar junto a mí. Nos dirigimos al césped, donde los graduados y sus familias están disfrutando de una copa luego de la graduación en un gran pabellón entoldado.
—Entonces, ¿le has preguntado a Britt sobre la cena del domingo? —pregunta.
¿Domingo? ¿Britt ha mencionado que nos vamos a ver el domingo?
—En la casa de tus padres —explica Fabray.
¿Mis padres?
Veo a Britt.
¿Qué carajos?
Un tipo alto y moreno que luce como si hubiera salido de una playa en California tiene sus manos sobre ella.
¿Quién demonios es ese? ¿Es por eso que no quería que viniera por una copa?
Britt levanta la mirada, capta mi expresión y palidece mientras su compañera de cuarto se pone de pie al lado del tipo.
—Hola, Ray —dice Fabray y besa al hombre de mediana edad que lleva un traje mal cortado de pie junto a Britt.
Este debe ser Raymond Pierce.
—¿Conoces a la novia de Britt? —Le pregunta Fabray—. Santana López.
¡Novia!
—Sr. Pierce, encantada de conocerlo.
—Sra. López —dice, bastante sorprendido. Estrechamos nuestras manos; su agarre es firme y sus dedos y palma de su mano son ásperas al toque. Este hombre trabaja con sus manos. Entonces lo recuerdo… es carpintero. Sus oscuros ojos marrones no delatan nada.
—Y este es mi hermano, Blaine Fabray —dice Quinn, presentando al vagabundo de la playa que tiene su brazo envuelto alrededor de Britt.
Ah. La descendencia Fabray, juntos a la vez.
Murmuro su nombre mientras estrechamos nuestras manos, notando que son suaves a diferencia de las de Ray Pierce.
Ahora deja de manosear a mi chica, hijo de puta.
—Britt, cariño —murmuro, extendiendo mi mano y, como la buena mujer que es, entra en mi abrazo. Ha descartado su toga de graduación y lleva un vestido de espalda escotada de color gris pálido, exponiendo sus perfectos hombros y espalda.
Dos vestidos en dos días. Me está consintiendo.
—Blaine, mamá y papá quieren hablar con nosotros. —Fabray se lleva a su hermano lejos, dejándome con Britt y su padre.
—¿Desde cuándo se conocen, chicas? —pregunta el Sr. Pierce.
Cuando estiro el brazo para agarrar el hombro de Britt, trazo mi pulgar suavemente sobre su desnuda espalda y tiembla en respuesta. Le digo que nos conocemos desde hace un par de semanas.
—Nos conocimos cuando Brittany vino a entrevistarme para la revista de la facultad.
—No sabía que trabajabas para la revista de la facultad, Britt—dice el Sr. Pierce.
—Quinn estaba enferma —dice.
Ray Pierce mira a su hija y frunce el ceño.
—Su discurso ha estado muy bien, señora López —dice.
—Gracias, señor. Tengo entendido que es usted un entusiasta de la pesca.
—En efecto, lo soy. ¿Britty le contó eso?
—Lo hizo.
—¿Usted pesca? —Hay una chispa de curiosidad en sus ojos marrones.
—No tanto como me gustaría. Mi papá solía llevarnos a mi hermano y a mí cuando éramos niños. Para él todo se trataba sobre truchas. Supongo que me contagió. —Britt escucha por un momento, luego se excusa y se mueve a través de la multitud para unirse al clan Fabray.
Maldición, luce sensacional en ese vestido.
—¿Oh? ¿Dónde pescaban? —La pregunta de Ray Pierce me devuelve a la conversación. Sé que es una prueba.
—En el noroeste del Pacífico.
—¿Creció en Washington?
—Sí, señor. Mi papa nos inició en el río Wynoochee.
Una sonrisa se extiende en la boca de Pierce.
—Lo conozco bien.
—Pero su favorito es el Skagit. Del lado de Estados Unidos. Nos sacaba de la cama a una intempestiva hora de la mañana y manejábamos hasta allí. Ha atrapado peces impresionantes en ese río.
—Esa es agua bastante dulce. Atrapé algunos peces en el Skagit. En el lado canadiense.
—Es uno de los mejores tramos para las truchas salvajes. Da lugar a una mejor persecución que aquellos que están recortados —le digo con mis ojos en Britt.
—No podría estar más de acuerdo.
—Mi hermano ha atrapado un par de monstruos salvajes. Yo, aún estoy esperando por el más grande.
—Algún día, ¿eh?
—Espero que así sea.
Britt se encuentra en una apasionada discusión con Fabray. ¿De qué están hablando esas dos mujeres?
—¿Aún sale seguido a pescar? —Vuelvo a concentrarme en el Sr. Pierce.
—Por supuesto. El amigo de Britty, Noah, su padre y yo nos vamos tan a menudo como podamos.
¡El jodido fotógrafo! ¿De nuevo?
—¿Es el chico que cuida del Escarabajo?
—Sí, ese es él.
—Gran auto, el Escarabajo. Soy fanático de los autos alemanes.
—¿Sí? Britty ama ese viejo auto, pero supongo que ya está pasando su fecha de expiración.
—Qué gracioso que mencione eso. Estaba pensando en prestarle uno de los autos de mi compañía. ¿Cree que lo aceptaría?
—Creo que sí. Eso sería decisión de Britty.
—Genial. Supongo que a Britt no le interesa la pesca.
—No. Esa chica se parece a su madre. No podría soportar ver a un pez sufriendo. O a los gusanos, para el caso. Tiene un alma gentil. —Me da una mirada mordaz. Oh. Una advertencia de Raymond Pierce. Lo convierto en una broma.
—No me extraña que no estuviera interesada en el bacalao que comimos el otro día.
Pierce se ríe.
—Ella está bien con comerlos.
Britt ha terminado de hablar con los Fabray y se está dirigiendo en nuestra dirección.
—Hola —dice, sonriéndonos.
—Britty, ¿dónde están los baños? —pregunta Pierce.
Ella lo manda fuera del pabellón y a la izquierda.
—Vuelvo enseguida. Diviértanse chicas —dice.
Lo observa irse, entonces me mira nerviosamente. Pero antes de que ella o yo podamos decir algo somos interrumpidos por una fotógrafa. Toma una rápida foto de nosotras juntas antes de alejarse apresuradamente.
—Así que has cautivado a mi padre también… —dice Britt, su voz dulce y burlona.
—¿También? —¿Te he cautivado a ti, Señorita Pierce?
Con mis dedos trazo el rosado rubor que aparece en su mejilla.
—Ojalá supiera lo que estás pensando, Brittany. —Cuando mis dedos alcanzan su barbilla inclino su cabeza hacia atrás para poder examinar su expresión. Permanece quieta y me devuelve la mirada, sus pupilas oscureciéndose.
—Ahora mismo —susurra—, estoy pensando: Bonita corbata
Estaba esperando algún tipo de declaración; su respuesta me hace reír.
—Últimamente es mi favorita.
Ella sonríe.
—Estás muy guapa, Brittany. Este vestido con la espalda descubierta te sienta muy bien. Me apetece acariciarte la espalda y sentir tu hermosa piel.
Sus labios se abren y su aliento se contrae, y puedo sentir el tirón de la atracción entre nosotras.
—Sabes que irá bien, ¿verdad, bella? —Mi voz es baja, traicionando mi anhelo.
Ella cierra los ojos, traga, y toma una respiración profunda. Cuando los abre de nuevo, irradia ansiedad.
—Pero quiero más —dice.
—¿Más?
Joder. ¿Qué es esto?
Ella asiente.
—¿Más? —Susurro de nuevo. Su labio es flexible debajo de mi pulgar—. Quieres corazones y flores. —Joder. Esto nunca va a funcionar con ella. ¿Cómo puede hacerlo? No soy romántica. Mis esperanzas y sueños comienzan a desmoronarse entre nosotras.
Sus ojos se agrandan, inocentes y suplicantes.
Maldición. Es tan seductora.
—Brittany. No sé mucho de ese tema.
—Yo tampoco.
Claro; nunca antes ha tenido una relación.
—Tú no sabes nada de nada.
—Tú sabes todo lo malo —dice sin aliento.
—¿Lo malo? Para mí no lo es. Pruébalo —pido.
Por Favor. Pruébalo a mi manera.
Su mirada es intensa mientras observa mi cara, en busca de pistas. Y por un momento estoy perdida en esos ojos azules que lo ven todo.
—De acuerdo —susurra.
—¿Qué? —Cada bello de mi cuerpo permanece atento.
—De acuerdo. Lo intentaré.
—¿Estás de acuerdo? —No lo creo.
—Dentro de los límites tolerables, sí. Lo intentaré.
Dulce. Señor.
La jalo dentro de mis brazos y la envuelvo en un abrazo, enterrando mi cara en su cabello, inhalando su seductor aroma. Y no me importa que estemos en un espacio lleno de gente. Somos solo ella y yo.
—Jesús, Britt, eres tan imprevisible. Me dejas sin aliento.
Un momento después, soy consciente de que Raymond Pierce ha regresado y está examinando su reloj para cubrir su vergüenza. De mala gana, la libero. Estoy en la cima del mundo.
¡Trato hecho, López!
—Britty, ¿vamos a comer algo? —pregunta Pierce.
—Vamos —dice con una sonrisa tímida dirigida hacia mí.
—Santana, ¿quieres venir con nosotros? —Por un momento me siento tentada, pero la ansiosa mirada que me da Britt dice: Por favor, no. Quiere tiempo a solas con su papá. Lo entiendo.
—Gracias, Sr. Pierce, pero tengo planes. Encantada de conocerlo
.
Trata y controla tu estúpida sonrisa, López.
—Lo mismo digo —responde Pierce… sinceramente, creo—. Cuídame a mi niña.
—Esa es mi intención —respondo, estrechándole la mano.
En maneras que usted posiblemente no puede imaginar, Sr. Pierce.
Tomo la mano de Britt y atraigo sus nudillos a mis labios.
—Nos vemos luego, señorita Pierce —murmuro. Me has hecho una mujer muy feliz.
Pierce me da una breve inclinación de cabeza, y tomando el codo de su hija, la guía fuera de la recepción. Me quedo aturdida, pero rebosante de esperanza.
Ella está de acuerdo.
—¿Santana López? —Mi alegría es interrumpida por Eamon Fabray, el padre de Quinn.
—Eamon, ¿cómo estás? —Nos damos la mano.
Taylor me recoge a las tres treinta.
—Buenas tardes, señora —dice, abriendo la puerta de mi auto.
En el camino me informa que el Audi A3 ha sido entregado en el Heathman. Ahora solo tengo que dárselo a Britt. Sin duda, esto implicará una discusión, y en el fondo sé que va a ser algo más que una discusión. Por otra parte, ella accedió a ser mi sumisa, así que tal vez aceptará mi regalo sin ninguna queja.
¿A quién estás engañando, López?
Una mujer puede soñar.
Espero que podamos encontrarnos esta tarde; se lo daré como regalo de graduación.
Llamo a Andrea y le digo que agende en mi horario de mañana una reunión a la hora del desayuno, a través de WebEx con Eamon Fabray y sus asociados en Nueva York. Fabray está interesado en actualizar su red de fibra óptica. Le pido a Andrea que tenga a Ros y Fred en espera para la reunión, también. Me transmite algunos mensajes, nada importante, y me recuerda que tengo que asistir a una función de caridad mañana por la noche en Seattle.
Esta será mi última noche en Portland. Es casi la última noche de Britt aquí, también... Contemplo llamarla, pero no tiene mucho sentido, ya que no tiene su teléfono celular. Y está disfrutando un tiempo con su papá.
Mirando fijamente por la ventanilla del auto mientras conducimos hacia el Heathman, veo a la buena gente de Portland pasar sus tardes. En un semáforo hay una joven pareja discutiendo en la acera sobre una bolsa de comestibles desparramados. Otra pareja, aún más joven, camina de la mano delante de ellos, con sus ojos fijos la una en la otra y riendo. La chica se inclina y susurra algo al oído de su tatuada novia. Él se ríe e inclina hacia abajo, y la besa rápidamente, luego abre la puerta de una cafetería y se hace a un lado para dejarla entrar.
Britt quiere "más".
Suspiro pesadamente y paso mis dedos por mi cabello. Ellas siempre quieren más. Todas. ¿Qué puedo hacer al respecto? La pareja tomada de la mano entrando a la cafetería… Britt y yo hicimos eso. Hemos comido juntas en dos restaurantes, y fue... divertido. Tal vez podría intentarlo. Después de todo, me está dando mucho más.
¿Podría hacer más?
De regreso en mi habitación, me desnudo, me pongo mis pantalones deportivos, y me dirijo hacia abajo para un circuito rápido en el gimnasio. La forzada socialización ha extendido los límites de mi paciencia y tengo que quitarme algo del exceso de energía.
Y necesito pensar acerca del más.
Una vez que estoy duchada y vestida y de regreso a enfrente de mi computadora portátil, Ros llama vía WebEx para reportarse y hablamos durante cuarenta minutos. Cubrimos todos los asuntos en su agenda, incluyendo la propuesta de Taiwan y Darfur. El costo de la entrega por paracaídas es exorbitante, pero es más seguro para todos los involucrados. Le doy el visto bueno. Ahora tenemos que esperar a que el envío llegue en Rotterdam.
—Estoy al tanto de Fabray Media. Creo que Barney debería estar en la reunión, también —dice Ros.
—Si así lo crees. Házselo saber a Andrea.
—Lo haré. ¿Cómo estuvo la ceremonia de graduación? —pregunta.
—Bien. Inesperada.
Britt accedió a ser mía.
—¿Inesperadamente bien?
—Sí.
Desde la pantalla Ros me observa con atención, intrigada, pero no digo nada más.
—Andrea me dice que mañana estás de regreso en Seattle.
—Sí. Tengo una función a la que asistir en la noche.
—Bueno, espero que tu "fusión" haya sido un éxito.
—Yo diría afirmativo a este punto, Ros.
Ella sonríe.
—Me alegra oírlo. Tengo otra reunión, por lo que si no hay nada más, voy a decir adiós por ahora.
—Adiós. —Salgo de WebEx y reviso mi correo electrónico, volviendo la atención a esta noche.
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De: Santana López
Fecha: 26 de mayo de 2011 17:22
Para: Brittany Pierce
Asunto: Límites tolerables
¿Qué puedo decir que no haya dicho ya?
Encantada de comentarlo contigo cuando quieras.
Hoy estabas muy guapa.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Y pensar que esta mañana estaba convencida de que todo había terminado entre nosotros.
Jesús, López. Tienes que controlarte. Flynn tendría un día de campo.
Por supuesto, parte de la razón era que ella no tenía su teléfono. Tal vez necesita una forma más fiable de comunicación.
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De: Santana López
Fecha: 26 de Mayo de 2011, 17:36
Para: J B Taylor
Cc: Andrea Ashton
Asunto: BlackBerry
Taylor,
Favor de proporcionar una nueva BlackBerry a Brittany Pierce con correo electrónico preinstalado. Andrea puede conseguir los detalles de la cuenta con Barney y dártelos.
Por favor entrégalo mañana ya sea en su casa o en Clayton’s.
SantanaLópez
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Una vez que lo envío, agarro la última edición de Forbes y empiezo a leer.
A las seis treinta no hay respuesta por parte de Britt, así que asumo que todavía está entreteniendo al tranquilo y sin pretensiones Ray Pierce. Teniendo en cuenta que no están emparentados, son notablemente similares.
Ordeno el risotto de mariscos al servicio de habitación y mientras espero, leo más de mi libro.
Grace llama mientras estoy leyendo.
—Santana, cariño.
—Hola, madre.
—¿Rachel se puso en contacto contigo?
—Sí. Tengo los detalles de su vuelo. La recogeré.
—Genial. Ahora, espero que te quedes a cenar el sábado.
—Claro.
—Y luego el domingo Sam está trayendo a su amiga Quinn a cenar. ¿Te gustaría venir? Podrías traer a Brittany.
Es de eso de lo que Fabray estaba hablando hoy.
Jugueteo por un momento.
—Tendré que ver si está libre.
—Déjame saberlo. Será estupendo tener a toda la familia junta de nuevo.
Pongo mis ojos en blanco.
—Si tú lo dices, madre.
—Lo hago, cariño. Te veo el sábado.
Cuelga.
¿Llevar a Britt a conocer a mis padres? ¿Cómo demonios puedo escaparme de esto?
Mientras contemplo esta situación, llega un correo electrónico.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 26 de mayo de 2011 19:23
Para: Santana López
Asunto: Límites tolerables
Si quieres, puedo ir a verte esta noche y lo comentamos.
Britt
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No, no bella. No en ese auto. Y mis planes caen en su lugar
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De: Santana López
Fecha: 26 de mayo de 2011 19:27
Para: Brittany Pierce
Asunto: Límites tolerables
Voy yo a tu casa. Cuando te dije que no me gustaba que llevaras ese coche, lo decía en serio.
Nos vemos enseguida.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Imprimo otra copia de los "Límites Tolerables" del contrato y su correo electrónico de sus "opiniones", porque he dejado mi primera copia en mi chaqueta, la cual ella todavía tiene en su poder. Entonces llamo a Taylor a su habitación.
—Voy a entregarle el auto a Brittany. ¿Me puedes recoger de su casa…. digamos, a las nueve y media?
—Ciertamente, señora.
Es divertido conducir el A3, a pesar de que tiene menos torque de lo que estoy acostumbrada. Me dirijo hacia una licorería en las afueras de Portland para comprar un poco de champán para celebrar. Paso de Cristal y Dom Pérignon por un Bollinger, sobre todo porque es cosecha de 1999, y está helado, pero también porque es rosa... simbólico, pienso con una sonrisa, mientras entrego mi AmEx al cajero.
Britt todavía está usando el impresionante vestido gris cuando abre la puerta. Estoy ansiosa por quitárselo más tarde.
—Hola —dice, con los ojos grandes y luminosos en su pálido rostro.
—Hola.
—Pasa. —Parece tímida y torpe. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
—He pensado que podríamos celebrar tu graduación. —Sostengo la botella de champán—. No hay nada como un buen Bollinger.
—Interesante elección de palabras. —Su voz es sardónica.
—Me encanta la chispa que tienes, Brittany. —Ahí está... mi chica.
—No tenemos más que tazas. Ya hemos empaquetado todos los vasos y copas.
—¿Tazas? Por mí, bien.
La veo pasear en la cocina. Está nerviosa y asustadiza
Tal vez porque ha tenido un gran día, o porque aceptó mis condiciones, o porque está aquí sola… sé que Fabray está con su propia familia esta tarde; su padre me lo dijo. Espero que el champán vaya a ayudar a Britt a relajarse... y hablar.
La habitación está vacía, excepto por las cajas embaladas, el sofá y la mesa. Hay un paquete marrón sobre la mesa con una nota escrita a mano adjunta.
“Estoy de acuerdo con las condiciones, Ángel; porque tú sabes mejor que nadie cual debe ser mi castigo; ¡solamente, solamente, no hagas más de lo que pueda soportar!”
—¿Quieres platito también? —dice. —Con la taza está bien, Brittany —respondo, distraída. Ella envolvió los libros… las primeras ediciones que le envié. Me los está devolviendo. No los quiere. Es por esto que está nerviosa.
¿Cómo demonios reaccionará ante el auto?
Mirando hacia arriba, la veo allí de pie, mirándome. Y cuidadosamente pone las tazas sobre la mesa.
—Eso es para ti. —Su voz es pequeña y tensa.
—Hmm, me lo imaginé —murmuro—. Muy acertada cita. —Trazo su escritura a mano con mí dedo. Las letras son pequeñas y ordenadas, y me pregunto lo que haría con ellas un grafólogo—. Pensé que era d'Urberville, no Ángel. Has elegido la corrupción. —Por supuesto que es la cita perfecta. Mi sonrisa es irónica—. Solo tú podrías encontrar algo de resonancias tan acertadas.
—También es una súplica —susurra.
—¿Una súplica? ¿Para qué no me pase contigo?
Asiente.
Para mí estos libros fueron una inversión, pero para ella pensé que significarían algo.
—Compré esto para ti. —Es una pequeña mentira blanca… dado que los he reemplazado—. No me pasaré contigo si lo aceptas. —Mantengo mi voz baja y tranquila, enmascarando mi decepción.
—Santana, no puedo aceptarlo, es demasiado.
Aquí vamos, otra batalla de voluntades.
Plus ça cambio, plus c'est la même elección. (Además del cambio, es la misma elección.)
—Ves, a esto me refería, me desafías. Quiero que te lo quedes, y se acabó la discusión. Es muy sencillo. No tienes que pensar en nada de esto. Como sumisa mía, tendrías que agradecérmelo. Limítate a aceptar lo que te compre, porque me complace que lo hagas.
Mami se ha ido. A veces ella sale.
Y solo estoy yo. Mis autos, mi mantita y yo.
Cuando vuelve a casa, duerme en el sofá. El sofá es marrón y pegajoso. Está cansada. A veces la cubro con mi mantita.
O vuelve a casa con algo para comer. Me gustan esos días. Comemos pan y mantequilla. Y a veces comemos macarrones con queso. Son mis favoritos.
Hoy mami se ha ido. Juego con mis autos. Van rápido por el suelo. Mi mami se ha ido. Volverá. Lo hará. ¿Cuándo volverá mami a casa?
Está oscuro ahora y mi mami se ha ido. Puedo alcanzar la luz cuando me paro sobre el taburete.
Prendo. Apago. Prendo. Apago. Prendo. Apago.
Luz. Oscuridad. Luz. Oscuridad. Luz.
Tengo hambre. Como el queso. Hay queso en el refrigerador. Queso con cáscara azul.
¿Cuándo va a volver mami a casa?
A veces ella vuelve con él. Lo odio. Me escondo cuando él viene. Mi lugar favorito es el armario de mi mami. Huele a mami. Huele a mami cuando está feliz.
¿Cuándo va a volver mami a casa?
Mi cama está fría. Y tengo hambre. Tengo mi mantita y mis autos, pero no a mi mami. ¿Cuándo va a volver mami a casa?
Me despierto con un sobresalto.
Joder. Joder. Joder.
Odio mis sueños. Están plegados de angustiosos recuerdos, recuerdos distorsionados de una época que quiero olvidar. Mi corazón está latiendo con fuerza y estoy empapada de sudor. Pero la peor consecuencia de esas pesadillas es lidiar con la abrumadora ansiedad cuando despierto.
Mis pesadillas se han vuelto más frecuentes y más vívidas. No tengo idea de por qué. Maldito Flynn… no va a volver hasta la próxima semana. Paso ambas manos por mi cabello y miro la hora. Son las cinco treinta y ocho de la mañana y la luz del amanecer se está filtrando a través de las cortinas. Casi es hora de levantarme.
Ve a correr, López.
Aún no hay ningún mensaje de texto o correo electrónico de Britt. Mientras mis pies golpean la acera, mi ansiedad aumenta.
Déjalo así, López.
¡Simplemente déjalo jodidamente así!
Sé que la veré en la ceremonia de graduación.
Pero no puedo dejarlo así.
Antes de mi ducha, le envío otro mensaje de texto.
Llámame.
Solo necesito saber que está a salvo
Después del desayuno, aún no hay noticias de Britt. Para sacarla de mi cabeza, trabajo durante unas horas en mi discurso de graduación. Durante la ceremonia de graduación más tarde en esta mañana, estaré honrando el extraordinario trabajo del departamento de ciencias medioambientales y el progreso que han hecho en colaboración con GEH en la tecnología de cultivo para países en desarrollo.
—¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo?—Las astutas palabras de Britt hacen eco en mi cabeza y empujan a la pesadilla de anoche.
La alejo de mi mente mientras reescribo. Ryder, mi vicepresidente de publicidad, me ha enviado un borrador que es demasiado pretensioso para mí. Me lleva una hora rehacer su discurso de mierda para los medios en algo más humano.
Nueve y media y aún no hay noticias de Britt. Su silencio es preocupante… y francamente rudo. La llamo, pero su teléfono va directamente a su mensaje de voz genérico.
Cuelgo.
Muestra algo de dignidad, López.
Hay un ping en mi bandeja de entrada y el latido de mi corazón salta… pero es de Rachel. A pesar de mi mal humor, sonrío. He extrañado a esa niña.
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De: Rachel B.. Chef Extraordinaire
Fecha: 26 de mayo de 2011, 18:32 GMT-1
Para: Santana López
Asunto: Vuelos
Hola, Santana
¡No puedo esperar para largarme de aquí!
Rescátame. Por favor.
Mi número de vuelo para el sábado es AF3622. ¡Llega a las doce veintidós de la tarde y papá me está haciendo volar en clase económica! ¡*puchero*!
Tendré mucho equipaje. Amo. Amo. Amo la moda de París.
Mamá dice que tienes una novia.
¿Es cierto?
¿Cómo es? ¡¡¡¡¡NECESITO SABER!!!!! Te veo el sábado. Te extrañé demasiado.
À bientôt ma sœur (nos vemos Hermana) . Mxxxxxxxx
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¡Oh, demonios! Mi madre y su gran bocota. ¡Britt no es mi novia! Y cuando llegue el sábado tendré que defenderme de la boca igual de grande de mi hermana y su inherente optimismo y sus preguntas indiscretas. Ella puede ser agotadora. Haciendo una nota mental del número de vuelo y hora, le envío a Rachel un rápido correo electrónico para hacerle saber que estaré allí.
A las nueves cuarenta y cinco me preparo para la ceremonia. Un Traje gris ceñido a mi cuerpo, camisa blanca y por supuesto esa corbata. Será mi sutil mensaje para Britt de que no me he rendido y un recuerdo de los buenos momentos.
Sí, realmente buenos momentos… imágenes de ella atada y deseosa vienen a mi mente. Maldita sea ¿Por qué no ha llamado? Presiono el botón de remarcar.
Mierda.
¡Aún ninguna jodida respuesta!
Precisamente a las diez hay un golpe en mi puerta. Es Taylor.
—Buenos días —digo mientras entra.
—Sra. López
—¿Cómo estuvo el día de ayer?
—Bien, señora. —La actitud de Taylor cambia y su expresión se vuelve afectuosa. Debe estar pensando en su hija.
—¿Sophie?
—Es una muñeca, señora. Y le va muy bien en la escuela.
—Es genial oír eso.
—El A3 estará en Portland esta tarde.
—Excelente. Vamos.
Y aunque odio admitirlo, estoy ansiosa por ver a la señorita Pierce.
La secretaria del rector me introduce en una pequeña sala contigua al auditorio de la WSU. Ella se sonroja, casi tanto como una joven mujer que conozco íntimamente. Allí, en la sala de espera, académicos, personal administrativo y algunos estudiantes están teniendo un café previo a la graduación. Entre ellos, para mi sorpresa, se encuentra Quinn Fabray.
—Hola, Santana —dice, pavoneándose hacia mí con la confianza del adinerado. Lleva puesta su toga de graduación y parece bastante alegre; seguramente ha visto a Britt.
—Hola, Quinn. ¿Cómo estás?
—Pareces desconcertada de verme aquí —dice, ignorando mi saludo y sonando un poco ofendida—. Soy la mejor alumna del curso. ¿Sam no te lo dijo?
—No, no lo hizo. —No pasamos demasiado tiempo juntos, por el amor de Cristo—. Felicidades —añado como cortesía.
—Gracias. —Su tono es cortante.
—¿Britt está aquí?
—Pronto. Va a venir con su papá.
—¿La viste esta mañana?
—Sí. ¿Por qué?
—Quería saber si llegó a casa en esa trampa mortal que llama auto.
—Wanda. La llama Wanda. Y sí, lo hizo. —Me mira con expresión inquisitiva.
—Me alegro de oír eso.
En ese momento, el rector se une a nosotras y, con una cortés sonrisa hacia Fabray, me escolta para conocer a los otros académicos.
Estoy aliviada de que Britt esté en una sola pieza, pero enojada de que no haya respondido a ninguno de mis mensajes.
No es una buena señal.
Pero no tengo tiempo para detenerme en esta desalentadora situación… uno de los miembros de la facultad anuncia que es momento de comenzar y nos lleva por el corredor.
En un momento de debilidad, intento llamar al teléfono de Britt una vez más. Va directamente al correo de voz y soy interrumpida por Fabray.
—Espero oír tu discurso de graduación —dice mientras nos dirigimos por el pasillo.
Cuando llegamos al auditorio, me doy cuenta de que es más grande de lo que esperé y está lleno. La audiencia, como una sola, se pone de pie y aplaude mientras nos presentamos sobre el escenario. El aplauso se intensifica, luego lentamente se desploma en un expectante rumor mientras todos toman asiento.
Una vez que el rector comienza su discurso de bienvenida, soy capaz de examinar la habitación. Las primeras filas están llenas de estudiantes en idénticas togas negras y rojas de WSU. ¿Dónde está? Metódicamente, inspecciono cada fila.
Ahí estás.
La encuentro acurrucada en la segunda fila. Está viva. Me siento una idiota por gastar tanta ansiedad y energía sobre su paradero anoche y esta mañana. Sus brillantes ojos azules se agrandan mientras interceptan los míos y se remueve en su asiento, un suave rubor coloreando sus mejillas.
Sí. Te he encontrado. Y no has respondido mis mensajes. Me está evitando y estoy enojada. Realmente enojada. Cerrando mis ojos, me imagino vertiendo gotas de cera en sus pechos y a ella retorciéndose debajo de mí. Esto tiene un efecto radical en mi cuerpo.
Mierda.
Recomponte, López.
Apartándola de mi mente, ordeno mis lascivos pensamientos y me concentro en los discursos.
Fabray da un inspirador discurso sobre abrazar las oportunidades; sí, carpe diem, Quinn; y recibe una entusiasta recepción cuando ha terminado. Obviamente es inteligente, popular y confiada. No la tímida y retraída persona invisible que es la adorable señorita Pierce. Realmente me asombra que estas dos sean amigas.
Oigo que mi nombre es anunciado; el rector me ha presentado. Me pongo de pie y me acerco al atril.
Hora del espectáculo, López.
—Estoy profundamente agradecida y emocionada por el gran honor que me han concedido hoy las autoridades de la Universidad Estatal de Washington, honor que me ofrece la excepcional posibilidad de hablar del impresionante trabajo que lleva a cabo el departamento de ciencias medioambientales de la Universidad. Nuestro propósito es desarrollar métodos de cultivos viables y ecológicamente sostenibles para países del tercer mundo. Nuestro último objetivo es ayudar a erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Más de mil millones de personas, principalmente en el África subsahariana, el sur de Asia y Latinoamérica, viven en la más absoluta miseria. El mal funcionamiento de la agricultura es generalizado en estas zonas, y el resultado es la destrucción ecológica y social. Sé lo que es pasar hambre. Para mí, se trata de una travesía muy personal…
—Como socios, WSU y GEH han hecho enormes progresos en la fertilidad del suelo y tecnología de cultivo. Somos pioneros en sistemas de bajos insumos en países en desarrollo y nuestros sitios de prueba han incrementado las cosechas a un ritmo de treinta por ciento por hectárea. La WSU ha sido fundamental en este fantástico logro. Y GEH está orgullosa de estos estudiantes que se han unido a nosotros a través de pasantías para trabajar en nuestros sitios de prueba en África. El trabajo que hacen allí beneficia a las comunidades locales y a los mismos alumnos. Juntos podemos luchar contra el hambre y la pobreza extrema que arruina a estas regiones.
—Pero en esta era de evolución tecnológica, mientras el primer mundo corre por delante, agrandando la brecha entre lo que se tiene y lo que no, es vital recordar que no debemos desperdiciar los recursos no renovables del mundo. Esos recursos son para toda la humanidad y tenemos que aprovecharlos, encontrar maneras de renovarlos y desarrollar nuevas soluciones para alimentar a nuestro superpoblado planeta.
—Como he dicho, el trabajo que GEH y WSU están haciendo en conjunto proporcionará soluciones y es nuestro trabajo transmitir el mensaje. Es a través de la división de telecomunicaciones de GEH que tenemos la intención de proveer información y educación para el mundo en desarrollo. Estoy orgullosa de decir que estamos haciendo impresionantes progresos en tecnología solar, la vida de la batería y distribución inalámbrica que llevará el internet a las partes más remotas del mundo… y nuestro objetivo es hacer que sea gratuito para los usuarios en el momento de entrega. El acceso a la educación e información, que damos por sentado aquí, es el componente crucial para terminar con la pobreza en esas regiones en desarrollo.
—Somos afortunados. Somos privilegiados aquí. Algunos más que otros, y me incluyo en esa categoría. Tenemos una obligación moral para ofrecerle a aquellos menos afortunados una vida decente que sea saludable, segura y bien nutrida, con acceso a más de los recursos que todos aquí disfrutamos.
—Los dejaré con una frase que siempre ha resonado conmigo. Y estoy parafraseando a un nativo americano diciendo: ―Solo cuando la última hoja se haya caído, el último árbol se haya muerto y el último pez haya sido atrapado nos daremos cuenta de que no podemos comer dinero.
Mientras me siento ante el entusiasta aplauso, me resisto a mirar a Britt y examino la bandera de la WSU colgada en la parte posterior del auditorio. Si quiere ignorarme, bien. Este juego lo pueden jugar dos.
El vicerrector se pone de pie para comenzar a entregar los títulos. Y así comienza la agonizante espera hasta que llegamos a la P y puedo verla de nuevo.
Luego de una eternidad, oigo que su nombre es llamado:
—Brittany Pierce. —Una oleada de aplausos y está caminando en dirección a mí luciendo pensativa y preocupada.
Mierda.
¿En qué está pensando?
Mantente compuesta, López.
—Felicidades, señorita Pierce —digo mientras le entrego su título a Britt. Estrechamos nuestras manos, pero no suelto la suya—. ¿Tienes problemas con la computadora portátil?
Parece perpleja.
—No.
—Entonces, ¿no haces caso de mis correos electrónicos? —La libero.
—Solo vi el de las fusiones y adquisiciones.
¿Qué demonios significa eso?
Su ceño se profundiza pero tengo que dejarla ir… hay una fila formándose detrás de ella.
—Luego. —Mientras se aleja le hago saber que no hemos terminado con esta conversación.
Estoy en el purgatorio para el momento en que hemos llegado al final de la fila. He recibido miradas lascivas y pestañas batiéndose hacia mí, chicas riéndose tontamente apretando mi mano y cinco notas con números de teléfono presionadas en la palma de mi mano. Estoy aliviada cuando salgo del escenario junto a la facultad hacia los acordes de una lúgubre música procesional y aplausos.
En el corredor agarro del brazo a Fabray.
—Tengo que hablar con Britt. ¿Puedes encontrarla? Ahora.
Fabray se sorprende, pero antes que pueda decir algo, añado en el tono más amable que logro:
—Por favor.
Sus labios se fruncen con desaprobación, pero espera junto a mí mientras las filas académicas pasan y luego ella vuelve al auditorio. El rector se detiene para felicitarme por mi discurso.
—Fue un honor que se me hubiera convocado —respondo, estrechando su mano una vez más. Por el rabillo del ojo, espío a Quinn en el corredor… con Britt a su lado. Excusándome, camino dando zancadas hacia Britt.
—Gracias —le digo a Quinn, quien le da a Britt una mirada preocupada. Ignorándola, agarro a Britt del codo y la dirijo a través de la primera puerta que encuentro. Es un vestidor, por el olor fresco, puedo decir que está vacío. Bloqueo la puerta y me vuelvo hacia la señorita Pierce.
—¿Por qué no me has enviado un correo electrónico? ¿O un mensaje al teléfono? —exijo.
Parpadea un par de veces, consternación escrita a lo largo de su rostro.
—Hoy no he mirado ni la computadora ni el teléfono. —Parece verdaderamente desconcertada por mi arrebato—. Tu discurso estuvo muy bien —añade.
—Gracias —murmuro, descarrilada. ¿Cómo puede no haber checado su teléfono o su correo electrónico?
—Ahora entiendo tus problemas con la comida —dice, su tono suave… y, si no estoy equivocada, también compasivo.
—Brittany, no quiero hablar de eso ahora.
No necesito tu compasión.
Cierro mis ojos. Todo este tiempo pensé que no quería hablar conmigo.
—Estaba preocupada por ti.
—¿Preocupada? ¿Por qué?
—Porque volviste a casa en esa trampa mortal a la que llamas auto.
Y pensaba que había arruinado el acuerdo entre nosotros.
Britt se eriza.
—¿Qué? No es ninguna trampa mortal. Está bien. Noah suele hacerle la revisión.
—¿Noah, el fotógrafo? —Esto es pone mejor y jodidamente mejor.
—Sí, el Escarabajo era de su madre.
—Sí, y seguramente también de su abuela y de su bisabuela. No es un auto seguro. —Casi estoy gritando.
—Lo tengo desde hace más de tres años. Siento que te hayas preocupado. ¿Por qué no me has llamado?
La llamé a su teléfono. ¿No usa su maldito teléfono celular? ¿Está hablando del teléfono de casa? Pasando mi mano por mi cabeza con exasperación, tomo una profunda respiración. Este no es el jodido problema.
—Brittany, necesito una respuesta. La espera está volviéndome loca.
Su rostro se descompone.
Mierda.
—Santana, yo… Mira, he dejado a mi padrastro solo.
—Mañana. Quiero una respuesta mañana.
—De acuerdo. Mañana. Ya te diré algo —dice con una ansiosa mirada.
Bueno, aún no es un “no”. Y, una vez más, estoy sorprendida por mi alivio.
¿Qué demonios tiene esta mujer? Me mira con sinceros ojos azules, su rostro lleno de preocupación y resisto la tentación de tocarla.
—¿Te quedas a tomar algo? —pregunto.
—No sé lo que quiere hacer Ray. —Parece insegura.
—¿Tu padrastro? Me gustaría conocerlo.
Su incertidumbre aumenta.
—Creo que no es buena idea —dice oscuramente mientras desbloqueo la puerta.
¿Qué? ¿Por qué? ¿Es porque ahora sabe que fui extremadamente pobre cuando era niña? ¿O porque sabe lo mucho que me gusta follar? ¿Que soy un bicho raro?
—¿Te avergüenzas de mí?
—¡No! —exclama y pone sus ojos en blanco en señal de frustración—. ¿Y cómo te presento a mi padre? —Levanta sus manos en exasperación—. ¿Esta es la mujer que me ha desvirgado y que quiere mantener conmigo una relación sadomasoquista? No llevas puestas zapatillas de deporte.
¿Zapatillas de deporte?
¿Su papá va a perseguirme? Y simplemente así ha inyectado un poco de humor entre nosotras.
Mi boca se tuerce en respuesta y me devuelve la sonrisa, su rostro iluminándose como un amanecer de verano.
—Para que sepas, corro muy deprisa —respondo juguetonamente—. Dile que soy una amiga, Brittany.
—Abro la puerta y la sigo, pero me detengo cuando alcanzo al rector y sus colegas. Como si fueran uno se vuelven y miran a la señorita Pierce, pero ella está desapareciendo en el auditorio. Se vuelven hacia mí.
La señorita Pierce y yo no somos de su incumbencia, gente.
Le doy una breve y cortés guiño al rector y me pregunta si vendré a conocer a otros colegas suyos y disfrutar de algunos canapés.
—Claro —respondo.
Me lleva treinta minutos escaparme de la reunión de la facultad y mientras me dirijo fuera de la concurrida recepción Fabray se pone a caminar junto a mí. Nos dirigimos al césped, donde los graduados y sus familias están disfrutando de una copa luego de la graduación en un gran pabellón entoldado.
—Entonces, ¿le has preguntado a Britt sobre la cena del domingo? —pregunta.
¿Domingo? ¿Britt ha mencionado que nos vamos a ver el domingo?
—En la casa de tus padres —explica Fabray.
¿Mis padres?
Veo a Britt.
¿Qué carajos?
Un tipo alto y moreno que luce como si hubiera salido de una playa en California tiene sus manos sobre ella.
¿Quién demonios es ese? ¿Es por eso que no quería que viniera por una copa?
Britt levanta la mirada, capta mi expresión y palidece mientras su compañera de cuarto se pone de pie al lado del tipo.
—Hola, Ray —dice Fabray y besa al hombre de mediana edad que lleva un traje mal cortado de pie junto a Britt.
Este debe ser Raymond Pierce.
—¿Conoces a la novia de Britt? —Le pregunta Fabray—. Santana López.
¡Novia!
—Sr. Pierce, encantada de conocerlo.
—Sra. López —dice, bastante sorprendido. Estrechamos nuestras manos; su agarre es firme y sus dedos y palma de su mano son ásperas al toque. Este hombre trabaja con sus manos. Entonces lo recuerdo… es carpintero. Sus oscuros ojos marrones no delatan nada.
—Y este es mi hermano, Blaine Fabray —dice Quinn, presentando al vagabundo de la playa que tiene su brazo envuelto alrededor de Britt.
Ah. La descendencia Fabray, juntos a la vez.
Murmuro su nombre mientras estrechamos nuestras manos, notando que son suaves a diferencia de las de Ray Pierce.
Ahora deja de manosear a mi chica, hijo de puta.
—Britt, cariño —murmuro, extendiendo mi mano y, como la buena mujer que es, entra en mi abrazo. Ha descartado su toga de graduación y lleva un vestido de espalda escotada de color gris pálido, exponiendo sus perfectos hombros y espalda.
Dos vestidos en dos días. Me está consintiendo.
—Blaine, mamá y papá quieren hablar con nosotros. —Fabray se lleva a su hermano lejos, dejándome con Britt y su padre.
—¿Desde cuándo se conocen, chicas? —pregunta el Sr. Pierce.
Cuando estiro el brazo para agarrar el hombro de Britt, trazo mi pulgar suavemente sobre su desnuda espalda y tiembla en respuesta. Le digo que nos conocemos desde hace un par de semanas.
—Nos conocimos cuando Brittany vino a entrevistarme para la revista de la facultad.
—No sabía que trabajabas para la revista de la facultad, Britt—dice el Sr. Pierce.
—Quinn estaba enferma —dice.
Ray Pierce mira a su hija y frunce el ceño.
—Su discurso ha estado muy bien, señora López —dice.
—Gracias, señor. Tengo entendido que es usted un entusiasta de la pesca.
—En efecto, lo soy. ¿Britty le contó eso?
—Lo hizo.
—¿Usted pesca? —Hay una chispa de curiosidad en sus ojos marrones.
—No tanto como me gustaría. Mi papá solía llevarnos a mi hermano y a mí cuando éramos niños. Para él todo se trataba sobre truchas. Supongo que me contagió. —Britt escucha por un momento, luego se excusa y se mueve a través de la multitud para unirse al clan Fabray.
Maldición, luce sensacional en ese vestido.
—¿Oh? ¿Dónde pescaban? —La pregunta de Ray Pierce me devuelve a la conversación. Sé que es una prueba.
—En el noroeste del Pacífico.
—¿Creció en Washington?
—Sí, señor. Mi papa nos inició en el río Wynoochee.
Una sonrisa se extiende en la boca de Pierce.
—Lo conozco bien.
—Pero su favorito es el Skagit. Del lado de Estados Unidos. Nos sacaba de la cama a una intempestiva hora de la mañana y manejábamos hasta allí. Ha atrapado peces impresionantes en ese río.
—Esa es agua bastante dulce. Atrapé algunos peces en el Skagit. En el lado canadiense.
—Es uno de los mejores tramos para las truchas salvajes. Da lugar a una mejor persecución que aquellos que están recortados —le digo con mis ojos en Britt.
—No podría estar más de acuerdo.
—Mi hermano ha atrapado un par de monstruos salvajes. Yo, aún estoy esperando por el más grande.
—Algún día, ¿eh?
—Espero que así sea.
Britt se encuentra en una apasionada discusión con Fabray. ¿De qué están hablando esas dos mujeres?
—¿Aún sale seguido a pescar? —Vuelvo a concentrarme en el Sr. Pierce.
—Por supuesto. El amigo de Britty, Noah, su padre y yo nos vamos tan a menudo como podamos.
¡El jodido fotógrafo! ¿De nuevo?
—¿Es el chico que cuida del Escarabajo?
—Sí, ese es él.
—Gran auto, el Escarabajo. Soy fanático de los autos alemanes.
—¿Sí? Britty ama ese viejo auto, pero supongo que ya está pasando su fecha de expiración.
—Qué gracioso que mencione eso. Estaba pensando en prestarle uno de los autos de mi compañía. ¿Cree que lo aceptaría?
—Creo que sí. Eso sería decisión de Britty.
—Genial. Supongo que a Britt no le interesa la pesca.
—No. Esa chica se parece a su madre. No podría soportar ver a un pez sufriendo. O a los gusanos, para el caso. Tiene un alma gentil. —Me da una mirada mordaz. Oh. Una advertencia de Raymond Pierce. Lo convierto en una broma.
—No me extraña que no estuviera interesada en el bacalao que comimos el otro día.
Pierce se ríe.
—Ella está bien con comerlos.
Britt ha terminado de hablar con los Fabray y se está dirigiendo en nuestra dirección.
—Hola —dice, sonriéndonos.
—Britty, ¿dónde están los baños? —pregunta Pierce.
Ella lo manda fuera del pabellón y a la izquierda.
—Vuelvo enseguida. Diviértanse chicas —dice.
Lo observa irse, entonces me mira nerviosamente. Pero antes de que ella o yo podamos decir algo somos interrumpidos por una fotógrafa. Toma una rápida foto de nosotras juntas antes de alejarse apresuradamente.
—Así que has cautivado a mi padre también… —dice Britt, su voz dulce y burlona.
—¿También? —¿Te he cautivado a ti, Señorita Pierce?
Con mis dedos trazo el rosado rubor que aparece en su mejilla.
—Ojalá supiera lo que estás pensando, Brittany. —Cuando mis dedos alcanzan su barbilla inclino su cabeza hacia atrás para poder examinar su expresión. Permanece quieta y me devuelve la mirada, sus pupilas oscureciéndose.
—Ahora mismo —susurra—, estoy pensando: Bonita corbata
Estaba esperando algún tipo de declaración; su respuesta me hace reír.
—Últimamente es mi favorita.
Ella sonríe.
—Estás muy guapa, Brittany. Este vestido con la espalda descubierta te sienta muy bien. Me apetece acariciarte la espalda y sentir tu hermosa piel.
Sus labios se abren y su aliento se contrae, y puedo sentir el tirón de la atracción entre nosotras.
—Sabes que irá bien, ¿verdad, bella? —Mi voz es baja, traicionando mi anhelo.
Ella cierra los ojos, traga, y toma una respiración profunda. Cuando los abre de nuevo, irradia ansiedad.
—Pero quiero más —dice.
—¿Más?
Joder. ¿Qué es esto?
Ella asiente.
—¿Más? —Susurro de nuevo. Su labio es flexible debajo de mi pulgar—. Quieres corazones y flores. —Joder. Esto nunca va a funcionar con ella. ¿Cómo puede hacerlo? No soy romántica. Mis esperanzas y sueños comienzan a desmoronarse entre nosotras.
Sus ojos se agrandan, inocentes y suplicantes.
Maldición. Es tan seductora.
—Brittany. No sé mucho de ese tema.
—Yo tampoco.
Claro; nunca antes ha tenido una relación.
—Tú no sabes nada de nada.
—Tú sabes todo lo malo —dice sin aliento.
—¿Lo malo? Para mí no lo es. Pruébalo —pido.
Por Favor. Pruébalo a mi manera.
Su mirada es intensa mientras observa mi cara, en busca de pistas. Y por un momento estoy perdida en esos ojos azules que lo ven todo.
—De acuerdo —susurra.
—¿Qué? —Cada bello de mi cuerpo permanece atento.
—De acuerdo. Lo intentaré.
—¿Estás de acuerdo? —No lo creo.
—Dentro de los límites tolerables, sí. Lo intentaré.
Dulce. Señor.
La jalo dentro de mis brazos y la envuelvo en un abrazo, enterrando mi cara en su cabello, inhalando su seductor aroma. Y no me importa que estemos en un espacio lleno de gente. Somos solo ella y yo.
—Jesús, Britt, eres tan imprevisible. Me dejas sin aliento.
Un momento después, soy consciente de que Raymond Pierce ha regresado y está examinando su reloj para cubrir su vergüenza. De mala gana, la libero. Estoy en la cima del mundo.
¡Trato hecho, López!
—Britty, ¿vamos a comer algo? —pregunta Pierce.
—Vamos —dice con una sonrisa tímida dirigida hacia mí.
—Santana, ¿quieres venir con nosotros? —Por un momento me siento tentada, pero la ansiosa mirada que me da Britt dice: Por favor, no. Quiere tiempo a solas con su papá. Lo entiendo.
—Gracias, Sr. Pierce, pero tengo planes. Encantada de conocerlo
.
Trata y controla tu estúpida sonrisa, López.
—Lo mismo digo —responde Pierce… sinceramente, creo—. Cuídame a mi niña.
—Esa es mi intención —respondo, estrechándole la mano.
En maneras que usted posiblemente no puede imaginar, Sr. Pierce.
Tomo la mano de Britt y atraigo sus nudillos a mis labios.
—Nos vemos luego, señorita Pierce —murmuro. Me has hecho una mujer muy feliz.
Pierce me da una breve inclinación de cabeza, y tomando el codo de su hija, la guía fuera de la recepción. Me quedo aturdida, pero rebosante de esperanza.
Ella está de acuerdo.
—¿Santana López? —Mi alegría es interrumpida por Eamon Fabray, el padre de Quinn.
—Eamon, ¿cómo estás? —Nos damos la mano.
Taylor me recoge a las tres treinta.
—Buenas tardes, señora —dice, abriendo la puerta de mi auto.
En el camino me informa que el Audi A3 ha sido entregado en el Heathman. Ahora solo tengo que dárselo a Britt. Sin duda, esto implicará una discusión, y en el fondo sé que va a ser algo más que una discusión. Por otra parte, ella accedió a ser mi sumisa, así que tal vez aceptará mi regalo sin ninguna queja.
¿A quién estás engañando, López?
Una mujer puede soñar.
Espero que podamos encontrarnos esta tarde; se lo daré como regalo de graduación.
Llamo a Andrea y le digo que agende en mi horario de mañana una reunión a la hora del desayuno, a través de WebEx con Eamon Fabray y sus asociados en Nueva York. Fabray está interesado en actualizar su red de fibra óptica. Le pido a Andrea que tenga a Ros y Fred en espera para la reunión, también. Me transmite algunos mensajes, nada importante, y me recuerda que tengo que asistir a una función de caridad mañana por la noche en Seattle.
Esta será mi última noche en Portland. Es casi la última noche de Britt aquí, también... Contemplo llamarla, pero no tiene mucho sentido, ya que no tiene su teléfono celular. Y está disfrutando un tiempo con su papá.
Mirando fijamente por la ventanilla del auto mientras conducimos hacia el Heathman, veo a la buena gente de Portland pasar sus tardes. En un semáforo hay una joven pareja discutiendo en la acera sobre una bolsa de comestibles desparramados. Otra pareja, aún más joven, camina de la mano delante de ellos, con sus ojos fijos la una en la otra y riendo. La chica se inclina y susurra algo al oído de su tatuada novia. Él se ríe e inclina hacia abajo, y la besa rápidamente, luego abre la puerta de una cafetería y se hace a un lado para dejarla entrar.
Britt quiere "más".
Suspiro pesadamente y paso mis dedos por mi cabello. Ellas siempre quieren más. Todas. ¿Qué puedo hacer al respecto? La pareja tomada de la mano entrando a la cafetería… Britt y yo hicimos eso. Hemos comido juntas en dos restaurantes, y fue... divertido. Tal vez podría intentarlo. Después de todo, me está dando mucho más.
¿Podría hacer más?
De regreso en mi habitación, me desnudo, me pongo mis pantalones deportivos, y me dirijo hacia abajo para un circuito rápido en el gimnasio. La forzada socialización ha extendido los límites de mi paciencia y tengo que quitarme algo del exceso de energía.
Y necesito pensar acerca del más.
Una vez que estoy duchada y vestida y de regreso a enfrente de mi computadora portátil, Ros llama vía WebEx para reportarse y hablamos durante cuarenta minutos. Cubrimos todos los asuntos en su agenda, incluyendo la propuesta de Taiwan y Darfur. El costo de la entrega por paracaídas es exorbitante, pero es más seguro para todos los involucrados. Le doy el visto bueno. Ahora tenemos que esperar a que el envío llegue en Rotterdam.
—Estoy al tanto de Fabray Media. Creo que Barney debería estar en la reunión, también —dice Ros.
—Si así lo crees. Házselo saber a Andrea.
—Lo haré. ¿Cómo estuvo la ceremonia de graduación? —pregunta.
—Bien. Inesperada.
Britt accedió a ser mía.
—¿Inesperadamente bien?
—Sí.
Desde la pantalla Ros me observa con atención, intrigada, pero no digo nada más.
—Andrea me dice que mañana estás de regreso en Seattle.
—Sí. Tengo una función a la que asistir en la noche.
—Bueno, espero que tu "fusión" haya sido un éxito.
—Yo diría afirmativo a este punto, Ros.
Ella sonríe.
—Me alegra oírlo. Tengo otra reunión, por lo que si no hay nada más, voy a decir adiós por ahora.
—Adiós. —Salgo de WebEx y reviso mi correo electrónico, volviendo la atención a esta noche.
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De: Santana López
Fecha: 26 de mayo de 2011 17:22
Para: Brittany Pierce
Asunto: Límites tolerables
¿Qué puedo decir que no haya dicho ya?
Encantada de comentarlo contigo cuando quieras.
Hoy estabas muy guapa.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Y pensar que esta mañana estaba convencida de que todo había terminado entre nosotros.
Jesús, López. Tienes que controlarte. Flynn tendría un día de campo.
Por supuesto, parte de la razón era que ella no tenía su teléfono. Tal vez necesita una forma más fiable de comunicación.
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De: Santana López
Fecha: 26 de Mayo de 2011, 17:36
Para: J B Taylor
Cc: Andrea Ashton
Asunto: BlackBerry
Taylor,
Favor de proporcionar una nueva BlackBerry a Brittany Pierce con correo electrónico preinstalado. Andrea puede conseguir los detalles de la cuenta con Barney y dártelos.
Por favor entrégalo mañana ya sea en su casa o en Clayton’s.
SantanaLópez
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Una vez que lo envío, agarro la última edición de Forbes y empiezo a leer.
A las seis treinta no hay respuesta por parte de Britt, así que asumo que todavía está entreteniendo al tranquilo y sin pretensiones Ray Pierce. Teniendo en cuenta que no están emparentados, son notablemente similares.
Ordeno el risotto de mariscos al servicio de habitación y mientras espero, leo más de mi libro.
Grace llama mientras estoy leyendo.
—Santana, cariño.
—Hola, madre.
—¿Rachel se puso en contacto contigo?
—Sí. Tengo los detalles de su vuelo. La recogeré.
—Genial. Ahora, espero que te quedes a cenar el sábado.
—Claro.
—Y luego el domingo Sam está trayendo a su amiga Quinn a cenar. ¿Te gustaría venir? Podrías traer a Brittany.
Es de eso de lo que Fabray estaba hablando hoy.
Jugueteo por un momento.
—Tendré que ver si está libre.
—Déjame saberlo. Será estupendo tener a toda la familia junta de nuevo.
Pongo mis ojos en blanco.
—Si tú lo dices, madre.
—Lo hago, cariño. Te veo el sábado.
Cuelga.
¿Llevar a Britt a conocer a mis padres? ¿Cómo demonios puedo escaparme de esto?
Mientras contemplo esta situación, llega un correo electrónico.
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De: Brittany Pierce
Fecha: 26 de mayo de 2011 19:23
Para: Santana López
Asunto: Límites tolerables
Si quieres, puedo ir a verte esta noche y lo comentamos.
Britt
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No, no bella. No en ese auto. Y mis planes caen en su lugar
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De: Santana López
Fecha: 26 de mayo de 2011 19:27
Para: Brittany Pierce
Asunto: Límites tolerables
Voy yo a tu casa. Cuando te dije que no me gustaba que llevaras ese coche, lo decía en serio.
Nos vemos enseguida.
Santana López
Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
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Imprimo otra copia de los "Límites Tolerables" del contrato y su correo electrónico de sus "opiniones", porque he dejado mi primera copia en mi chaqueta, la cual ella todavía tiene en su poder. Entonces llamo a Taylor a su habitación.
—Voy a entregarle el auto a Brittany. ¿Me puedes recoger de su casa…. digamos, a las nueve y media?
—Ciertamente, señora.
Es divertido conducir el A3, a pesar de que tiene menos torque de lo que estoy acostumbrada. Me dirijo hacia una licorería en las afueras de Portland para comprar un poco de champán para celebrar. Paso de Cristal y Dom Pérignon por un Bollinger, sobre todo porque es cosecha de 1999, y está helado, pero también porque es rosa... simbólico, pienso con una sonrisa, mientras entrego mi AmEx al cajero.
Britt todavía está usando el impresionante vestido gris cuando abre la puerta. Estoy ansiosa por quitárselo más tarde.
—Hola —dice, con los ojos grandes y luminosos en su pálido rostro.
—Hola.
—Pasa. —Parece tímida y torpe. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
—He pensado que podríamos celebrar tu graduación. —Sostengo la botella de champán—. No hay nada como un buen Bollinger.
—Interesante elección de palabras. —Su voz es sardónica.
—Me encanta la chispa que tienes, Brittany. —Ahí está... mi chica.
—No tenemos más que tazas. Ya hemos empaquetado todos los vasos y copas.
—¿Tazas? Por mí, bien.
La veo pasear en la cocina. Está nerviosa y asustadiza
Tal vez porque ha tenido un gran día, o porque aceptó mis condiciones, o porque está aquí sola… sé que Fabray está con su propia familia esta tarde; su padre me lo dijo. Espero que el champán vaya a ayudar a Britt a relajarse... y hablar.
La habitación está vacía, excepto por las cajas embaladas, el sofá y la mesa. Hay un paquete marrón sobre la mesa con una nota escrita a mano adjunta.
“Estoy de acuerdo con las condiciones, Ángel; porque tú sabes mejor que nadie cual debe ser mi castigo; ¡solamente, solamente, no hagas más de lo que pueda soportar!”
—¿Quieres platito también? —dice. —Con la taza está bien, Brittany —respondo, distraída. Ella envolvió los libros… las primeras ediciones que le envié. Me los está devolviendo. No los quiere. Es por esto que está nerviosa.
¿Cómo demonios reaccionará ante el auto?
Mirando hacia arriba, la veo allí de pie, mirándome. Y cuidadosamente pone las tazas sobre la mesa.
—Eso es para ti. —Su voz es pequeña y tensa.
—Hmm, me lo imaginé —murmuro—. Muy acertada cita. —Trazo su escritura a mano con mí dedo. Las letras son pequeñas y ordenadas, y me pregunto lo que haría con ellas un grafólogo—. Pensé que era d'Urberville, no Ángel. Has elegido la corrupción. —Por supuesto que es la cita perfecta. Mi sonrisa es irónica—. Solo tú podrías encontrar algo de resonancias tan acertadas.
—También es una súplica —susurra.
—¿Una súplica? ¿Para qué no me pase contigo?
Asiente.
Para mí estos libros fueron una inversión, pero para ella pensé que significarían algo.
—Compré esto para ti. —Es una pequeña mentira blanca… dado que los he reemplazado—. No me pasaré contigo si lo aceptas. —Mantengo mi voz baja y tranquila, enmascarando mi decepción.
—Santana, no puedo aceptarlo, es demasiado.
Aquí vamos, otra batalla de voluntades.
Plus ça cambio, plus c'est la même elección. (Además del cambio, es la misma elección.)
—Ves, a esto me refería, me desafías. Quiero que te lo quedes, y se acabó la discusión. Es muy sencillo. No tienes que pensar en nada de esto. Como sumisa mía, tendrías que agradecérmelo. Limítate a aceptar lo que te compre, porque me complace que lo hagas.
MAYLU* - Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/07/2015
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