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Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
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Página 1 de 40. • 1, 2, 3 ... 20 ... 40
¿Te gusta esta enigmática historia?
Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Buenas noches aqui en mi pais son las 3am, estaba pensando y se me ocurrio la genial idea de hacer una mezcla de las 2 cosas que mas me gusta los fic brittana y el libro las 50 sombras de grey y adaptarlos para crear un fic nuevo no se que tan buena sea la idea les daré un abre bocas para que lean y si les gusta seguiré con esta sensacional historia!!!
Por favor comenten q tal les pareció si es buena idea o mal idea depende de ustedes si sigo con el fic!!
SINOPSIS
Cuando la estudiante de literatura Brittany Pierce acude para hacerle una entrevista a la joven y exitosa empresaria Santana Lopez para el periódico universitario en el que colabora, se encuentra con un mujer que le resulta atractiva, enigmática y tremendamente intimidante.
Completamente convencida de que su encuentro ha sido todo un fracaso, intenta olvidarse de Lopez hasta que a ella se le ocurre aparecer por la tienda en la que Britt trabaja a tiempo parcial.
La idealista e inocente Britt se queda asombrada cuando se da cuenta de que desea con todas sus fuerzas a esa mujer, y el que ella la advierta de que se mantenga alejada sólo hace que su desesperación por estar con ella aumente.
Incapaz de resistirse a la inteligencia y serena belleza de Britt y a su espíritu independiente, Lopez termina por admitir que también la desea… pero con sus propias condiciones.
Consternada, aunque emocionada, por las preferencias íntimas de Lopez, Britt duda sobre si entablar con ella una relación o no. A pesar de todos su éxitos —tanto en el ámbito profesional como en el familiar—, lopez es una mujer llena de demonios interiores, dominada por la necesidad de tomar el control. Y cuando ambas se embarcan en una apasionada relación física, Britt se da cuenta de que está aprendiendo más sobre sus propias y secretas necesidades de lo que se imaginaba.
¿Podrá esa relación trascender de la pasión física? ¿Podrá Britt someterse a una Ama como Santana? Y, si lo hace, ¿le gustará?
Por favor comenten q tal les pareció si es buena idea o mal idea depende de ustedes si sigo con el fic!!
SINOPSIS
Cuando la estudiante de literatura Brittany Pierce acude para hacerle una entrevista a la joven y exitosa empresaria Santana Lopez para el periódico universitario en el que colabora, se encuentra con un mujer que le resulta atractiva, enigmática y tremendamente intimidante.
Completamente convencida de que su encuentro ha sido todo un fracaso, intenta olvidarse de Lopez hasta que a ella se le ocurre aparecer por la tienda en la que Britt trabaja a tiempo parcial.
La idealista e inocente Britt se queda asombrada cuando se da cuenta de que desea con todas sus fuerzas a esa mujer, y el que ella la advierta de que se mantenga alejada sólo hace que su desesperación por estar con ella aumente.
Incapaz de resistirse a la inteligencia y serena belleza de Britt y a su espíritu independiente, Lopez termina por admitir que también la desea… pero con sus propias condiciones.
Consternada, aunque emocionada, por las preferencias íntimas de Lopez, Britt duda sobre si entablar con ella una relación o no. A pesar de todos su éxitos —tanto en el ámbito profesional como en el familiar—, lopez es una mujer llena de demonios interiores, dominada por la necesidad de tomar el control. Y cuando ambas se embarcan en una apasionada relación física, Britt se da cuenta de que está aprendiendo más sobre sus propias y secretas necesidades de lo que se imaginaba.
¿Podrá esa relación trascender de la pasión física? ¿Podrá Britt someterse a una Ama como Santana? Y, si lo hace, ¿le gustará?
"Cincuenta sombras: la exitosa combinación de historia romántica y juego erótico de alto voltaje que ha tocado la fibra de muchas mujeres."
Última edición por O_o el Miér Ago 28, 2013 1:10 am, editado 68 veces
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Cuándo leí en la parte izquierda de la pantalla de mi lap la frase "50 sombras de Lopez" supe que casi tenía una obligación de darle click y ver que rollo como decimos aquí en mi país. Presiento que ésto va a estar muuuuuy bueeeeenooooo If you know what I mean y me muero por otra actualización.
Una combinación de mis dos cosas favoritas 50 Sombras de Grey y Brittana Ya era hora de que a alguien se atreviera a escribirlo, ya que yo ya me lo había planteado, pero no me considero muy buena escribiendo para hacerlo... Así que... Veremos que pasa :D
Por mi parte, has enganchado a una nueva lectora, ¡así que casi casi tienes un compromiso! Jajajaja, bueno no, mentira, pero anhelo mucho que lo sigas :) BESOOOOOOOS.
Una combinación de mis dos cosas favoritas 50 Sombras de Grey y Brittana Ya era hora de que a alguien se atreviera a escribirlo, ya que yo ya me lo había planteado, pero no me considero muy buena escribiendo para hacerlo... Así que... Veremos que pasa :D
Por mi parte, has enganchado a una nueva lectora, ¡así que casi casi tienes un compromiso! Jajajaja, bueno no, mentira, pero anhelo mucho que lo sigas :) BESOOOOOOOS.
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Holaaaaaa!!
Pues apuntame como tu nueva lectora!!
Me encanto tu Sinopsis/introduccion!!
Bueno, espero que lo sigas, y si lo haces, estare aqui para leerte :)
Un beso!
Pues apuntame como tu nueva lectora!!
Me encanto tu Sinopsis/introduccion!!
Bueno, espero que lo sigas, y si lo haces, estare aqui para leerte :)
Un beso!
Nicole López***** - Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Edad : 26
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Woow Me encanta... ya era hora de que alguien lo haga... me encanta la idea Y aqui presente una rectora fiel... Actualiza pliss ya quiero leer el primer capitulo :D
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Siiiiiii!! Quiero quiero quiero!!
Me encanta la idea...
Espero que actualices pronto.
Saludos desde Argentina!!
-Dai
Me encanta la idea...
Espero que actualices pronto.
Saludos desde Argentina!!
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
wowww ya estoy ansiosa por que actualices por mi parte tienes a una nueva lectora y muy fiel
che no te que compartimos banderas asi que mas te vale actualizar rapido porque si no voy hasta tu casa jaja no mentira pero si empero que actualices rapido
PD: apoyo a las lectoras de arriba ya era hora de que alguien lo escribiera
besos cuidate
che no te que compartimos banderas asi que mas te vale actualizar rapido porque si no voy hasta tu casa jaja no mentira pero si empero que actualices rapido
PD: apoyo a las lectoras de arriba ya era hora de que alguien lo escribiera
besos cuidate
airin-SyB***** - Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Holiis!!
Wooow me encanta la historia, se ve que va a estar bien interesante.. y.. me gusta muchos el tema central jejejeje Espero que actualices prontito con el primer cap.....
Wooow me encanta la historia, se ve que va a estar bien interesante.. y.. me gusta muchos el tema central jejejeje Espero que actualices prontito con el primer cap.....
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Oh O.o genial! *-* jaja nunca he leido ese libro pero quería aunque no :/ pero aqui si!!!!! Brittana <3 :3 siguelo e.e me gusto este pedacito! :B Actualiza pronto! :D
EliLovesBrittana**** - Mensajes : 160
Fecha de inscripción : 30/01/2013
Edad : 24
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
YoyoMay escribió:Cuándo leí en la parte izquierda de la pantalla de mi lap la frase "50 sombras de Lopez" supe que casi tenía una obligación de darle click y ver que rollo como decimos aquí en mi país. Presiento que ésto va a estar muuuuuy bueeeeenooooo If you know what I mean y me muero por otra actualización.
Una combinación de mis dos cosas favoritas 50 Sombras de Grey y Brittana Ya era hora de que a alguien se atreviera a escribirlo, ya que yo ya me lo había planteado, pero no me considero muy buena escribiendo para hacerlo... Así que... Veremos que pasa :D
Por mi parte, has enganchado a una nueva lectora, ¡así que casi casi tienes un compromiso! Jajajaja, bueno no, mentira, pero anhelo mucho que lo sigas :) BESOOOOOOOS.
gracias la verdad es que lo pense y me dije por que no?... espero que te guste
Nicole López escribió:Holaaaaaa!!
Pues apuntame como tu nueva lectora!!
Me encanto tu Sinopsis/introduccion!!
Bueno, espero que lo sigas, y si lo haces, estare aqui para leerte :)
Un beso!
si lo seguire quiero que esta historia se convierta en la favorita de muchas se muy intrigante :)
caariitooj escribió:Woow Me encanta... ya era hora de que alguien lo haga... me encanta la idea Y aqui presente una rectora fiel... Actualiza pliss ya quiero leer el primer capitulo :D
que bueno q te gusto mi idea y en un rato subo el primer capitulo
Dai15 escribió:Siiiiiii!! Quiero quiero quiero!!
Me encanta la idea...
Espero que actualices pronto.
Saludos desde Argentina!!
-Dai
gracias en un rato subo el capitulo y waoo argentina me gusta tu pais es muy lindo!!
airin-SyB escribió:wowww ya estoy ansiosa por que actualices por mi parte tienes a una nueva lectora y muy fiel
che no te que compartimos banderas asi que mas te vale actualizar rapido porque si no voy hasta tu casa jaja no mentira pero si empero que actualices rapido
PD: apoyo a las lectoras de arriba ya era hora de que alguien lo escribiera
besos cuidate
jajajaja menos mal q no vives cerca si no me buscaras para q actualize una vez q termine leyendo cada capitulo quedaras con las ganas se seguir leyendo cada dia mas :)
aria escribió:Holiis!!
Wooow me encanta la historia, se ve que va a estar bien interesante.. y.. me gusta muchos el tema central jejejeje Espero que actualices prontito con el primer cap.....
en minutos actualizo gracias x interesarte en esta temenda historia
EliLovesBrittana escribió:Oh O.o genial! *-* jaja nunca he leido ese libro pero quería aunque no :/ pero aqui si!!!!! Brittana <3 :3 siguelo e.e me gusto este pedacito! :B Actualiza pronto! :D
si no has leido es mejor asi que pendiente de mis actualizaciones ;)
Buenas a mis lectoras veo q les ha gustado mi idea asi q seguire con el fic, tratare de actualizar de un dia de por medio oks xq tengo q acomodar el texto acorde a los personajes.
Les informo q los capitulos seran un poco largos asi que preparense para leer bastante.
PRECAUCIÓN
"Este fic contiene escenas fuertes no intenten eso en casa"
"Este fic contiene escenas fuertes no intenten eso en casa"
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
"Cincuenta sombras de López”
Parte I - Capitulo 1
Me miro en el espejo y frunzo el ceño, frustrada. Qué asco de pelo. No hay manera con él. Y maldita sea Quinn Fabray, que se ha puesto enferma y me ha
metido en este lío.
Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son la semana que viene, pero aquí estoy, intentando hacer algo con mi pelo.
No debo meterme en la cama con el pelo mojado. No debo meterme en la cama con el pelo mojado. Recito varias veces este mantra mientras intento una vez
más controlarlo con el cepillo. Me desespero, pongo los ojos en blanco, después observo a la chica pálida, de pelo ribio y ojos azules que me mira, y me rindo. Mi única opción es recogerme este pelo rebelde en una coleta y confiar en estar medio presentable.
Quinn es mi compañera de piso, y ha tenido que pillar un resfriado precisamente hoy. Por eso no puede ir a la entrevista que había concertado para la revista de la
facultad con una megaempresaria de la que yo nunca había oído hablar. Así que va a tocarme a mí. Tengo que estudiar para los exámenes finales, tengo que terminar un
trabajo y se suponía que a eso iba a dedicarme esta tarde, pero no. Lo que voy a hacer esta tarde es conducir más de doscientos kilómetros hasta el centro de
Seattle para reunirme con la enigmático presidenta de Lopez Enterprises Holdings, Inc. Como empresaria excepcional y principal mecenas de nuestra universidad, su
tiempo es extraordinariamente valioso —mucho más que el mío—, pero ha concedido una entrevista a Quinn. Un bombazo, según ella. Malditas sean sus actividades
extraacadémicas.
Quinn está acurrucada en el sofá del salón.
—Britt, lo siento. Tardé nueve meses en conseguir esta entrevista. Si pido que me cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces las dos
estaremos graduadas. Soy la responsable de la revista, así que no puedo echarlo todo a perder. Por favor… —me suplica Quinn con voz ronca por el resfriado.
¿Cómo lo hace? Incluso enferma está guapísima, realmente atractiva, con su pelo rubio rojizo perfectamente peinado y sus brillantes ojos verdes, aunque ahora
los tiene rojos y llorosos. Paso por alto la inoportuna punzada de lástima que me inspira.
—Claro que iré, Quinn. Vuelve a la cama. ¿Quieres una aspirina o un paracetamol?
—Un paracetamol, por favor. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar aquí. Y toma notas. Luego ya lo transcribiré todo.
—No sé nada de ella —murmuro intentando en vano reprimir el pánico, que es cada vez mayor.
—Te harás una idea por las preguntas. Sal ya. El viaje es largo. No quiero que llegues tarde.
—Vale, me voy. Vuelve a la cama. Te he preparado una sopa para que te la calientes después.
La miro con cariño. Solo haría algo así por ti, Quinn.
—Sí, lo haré. Suerte. Y gracias, Britt. Me has salvado la vida, para variar.
Cojo el bolso, le lanzo una sonrisa y me dirijo al coche. No puedo creerme que me haya dejado convencer, pero Quinn es capaz de convencer a cualquiera de lo
que sea. Será una excelente periodista. Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente y guapa. Y es mi mejor amiga.
Apenas hay tráfico cuando salgo de Vancouver, Washington, en dirección a la interestatal 5. Es temprano y no tengo que estar en Seattle hasta las dos del mediodía.
Por suerte, Quinn me ha dejado su Mercedes CLK. No tengo nada claro que pudiera llegar a tiempo con Wanda, mi viejo Volkswagen Escarabajo. Conducir el
Mercedes es muy agradable. Piso con fuerza el acelerador, y los kilómetros pasan volando.
Me dirijo a la sede principal de la multinacional de la señora Lopez, un enorme edificio de veinte plantas, una fantasía arquitectónica, todo él de vidrio y acero, y con
las palabras LOPEZ HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas acristaladas de la entrada. Son las dos menos cuarto cuando llego. Entro en el inmenso —y
francamente intimidante— vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca, muy aliviada por no haber llegado tarde.
Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe amablemente una chica rubia, atractiva y muy arreglada. Lleva la americana gris oscura y la falda
blanca más elegantes que he visto jamás. Está impecable.
—Vengo a ver a la señora Lopez. Brittany Pierce, de parte de Quinn Fabray.
—Discúlpeme un momento, señorita Pierce —me dice alzando las cejas.
Espero tímidamente frente a ella. Empiezo a pensar que debería haberme puesto una americana de vestir de Quinn en lugar de mi chaqueta azul marino. He hecho
un esfuerzo y me he puesto la única falda que tengo, mis cómodas botas marrones hasta la rodilla y un jersey azul. Para mí ya es ir elegante. Me paso por detrás de
la oreja un mechón de pelo que se me ha soltado de la coleta fingiendo no sentirme intimidada.
—Sí, tiene cita con la señorita Fabray. Firme aquí, por favor, señorita Pierce. El último ascensor de la derecha, planta 20.
Me sonríe amablemente, sin duda divertida, mientras firmo.
Me tiende un pase de seguridad que tiene impresa la palabra VISITANTE. No puedo evitar sonreír. Es obvio que solo estoy de visita. Desentono completamente.
No pasa nada, suspiro para mis adentros. Le doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores, más allá de los dos vigilantes, ambos mucho más elegantes que yo con
su traje negro de corte perfecto.
El ascensor me traslada a la planta 20 a una velocidad de vértigo. Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, también de vidrio, acero y piedra blanca. Me
acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro.
—Señorita Pierce, ¿puede esperar aquí, por favor? —me pregunta señalándome una zona de asientos de piel de color blanco.
Detrás de los asientos de piel hay una gran sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas a
juego. Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista de Seattle hacia el Sound. La vista es tan impactante que me quedo momentáneamente paralizada. Uau.
Me siento, saco las preguntas del bolso y les echo un vistazo maldiciendo por dentro a Quinn por no haberme pasado una breve biografía. No sé nada de la Mujer
a la que voy a entrevistar. Podría tener tanto noventa años como treinta. La inseguridad me mortifica y, como estoy nerviosa, no paro de moverme. Nunca me he
sentido cómoda en las entrevistas cara a cara. Prefiero el anonimato de una charla en grupo, en la que puedo sentarme al fondo de la sala y pasar inadvertida. Para
ser sincera, lo que me gusta es estar sola, acurrucada en una silla de la biblioteca del campus universitario leyendo una buena novela inglesa, y no removiéndome en
el sillón de un enorme edificio de vidrio y piedra.
Suspiro Contrólate. A juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que Lopez tendrá unos cuarenta años. Una mujer que se mantiene en
forma, bronceada y rubia, a juego con el resto del personal.
De una gran puerta a la derecha sale otra rubia elegante, impecablemente vestida. ¿De dónde sale tanta rubia inmaculada? Parece que las fabriquen en serie.
Respiro hondo y me levanto.
—¿Señorita Pierce? —me pregunta la última rubia.
—Sí —le contesto con voz ronca y carraspeo—. Sí —repito, esta vez en un tono algo más seguro.
—La señora Lopez la recibirá enseguida. ¿Quiere dejarme la chaqueta?
—Sí, gracias —le contesto intentando con torpeza quitarme la chaqueta.
—¿Le han ofrecido algo de beber?
—Pues… no.
Vaya, ¿estaré metiendo en problemas a la rubia número uno?
La rubia número dos frunce el ceño y lanza una mirada a la chica del mostrador.
—¿Quiere un té, café, agua? —me pregunta volviéndose de nuevo hacia mí.
—Un vaso de agua, gracias —le contesto en un murmullo.
—Olivia, tráele a la señorita Pierce un vaso de agua, por favor —dice en tono serio.
Olivia sale corriendo de inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.
—Le ruego que me disculpe, señorita Pierce. Olivia es nuestra nueva empleada en prácticas. Por favor, siéntese. La señora Lopez la atenderá en cinco minutos.
Olivia vuelve con un vaso de agua muy fría.
—Aquí tiene, señorita.
—Gracias.
La rubia número dos se dirige al enorme mostrador. Sus tacones resuenan en el suelo de piedra. Se sienta y ambas siguen trabajando.
Quizá la señora López insista en que todos sus empleados sean rubios. Estoy distraída, preguntándome si eso es legal, cuando la puerta del despacho se abre y sale
un afroamericano alto y atractivo, con el pelo rizado y vestido con elegancia. Está claro que no podría haber elegido peor mi ropa.
Se vuelve hacia la puerta.
— López, ¿jugamos al golf esta semana?
No oigo la respuesta. El afroamericano me ve y sonríe. Se le arrugan las comisuras de los ojos. Olivia se ha levantado de un salto para ir a llamar al ascensor.
Parece que destaca en eso de pegar saltos de la silla. Está más nerviosa que yo.
—Buenas tardes, señoritas —dice el afroamericano metiéndose en el ascensor.
—La señora López la recibirá ahora, señorita Pierce. Puede pasar —me dice la rubia número dos.
Me levanto tambaleándome un poco e intentando contener los nervios. Cojo mi bolso, dejo el vaso de agua y me dirijo a la puerta entornada.
—No es necesario que llame. Entre directamente —me dice sonriéndome.
Empujo la puerta, tropiezo con mi propio pie y caigo de bruces en el despacho.
Mierda, mierda. Qué patosa… Estoy de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo en la entrada del despacho de la señora López, y unas manos amables me
rodean para ayudarme a levantarme. Estoy muerta de vergüenza, ¡qué torpe! Tengo que armarme de valor para alzar la vista. Madre mía, qué joven es.
—Señorita Fabray —me dice tendiéndome una mano de largos dedos en cuanto me he incorporado—. Soy Santana López. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?
Muy joven. Y atractiva, muy atractiva. Alta, con un elegantísimo traje gris con falda, camisa blanca y corbata negra, con un pelo rebelde de color negro y brillantes ojos
marrones que me observan atentamente. Necesito un momento para poder articular palabra.
—Bueno, la verdad…
Me callo. Si esta mujer tiene más de treinta años. Le doy la mano, aturdida, y nos saludamos. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño
y excitante escalofrío por todo el cuerpo. Retiro la mano a toda prisa, incómoda. Debe de ser electricidad estática. Parpadeo rápidamente, al ritmo de los latidos de
mi corazón.
—La señorita Fabray está indispuesta, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe, señora López.
—¿Y usted es…?
Su voz es cálida y parece divertida, pero su expresión impasible no me permite asegurarlo. Parece ligeramente interesada, pero sobre todo muy educada.
—Brittany Pierce. Estudio literatura inglesa con Quinn… digo… la señorita Fabray, en la Estatal de Washington.
—Ya veo —se limita a responderme.
Creo ver el esbozo de una sonrisa en su expresión, pero no estoy segura.
—¿Quiere sentarse? —me pregunta señalándome un sofá blanco de piel en forma de L.
Su despacho es exageradamente grande para una sola persona. Delante de los ventanales panorámicos hay una mesa de madera oscura en la que podrían comer
cómodamente seis personas. Hace juego con la mesita junto al sofá. Todo lo demás es blanco —el techo, el suelo y las paredes—, excepto la pared de la puerta, en
la que treinta y seis cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado. Son preciosos, una serie de objetos prosaicos e insignificantes, pintados con tanto
detalle que parecen fotografías. Pero, colgados juntos en la pared, resultan impresionantes.
—Un artista de aquí. Trouton —me dice la señora López cuando se da cuenta de lo que estoy observando.
—Son muy bonitos. Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario —murmuro distraída, tanto por ella como por los cuadros.
Ladea la cabeza y me mira con mucha atención.
—No podría estar más de acuerdo, señorita Pierce —me contesta en voz baja.
Y por alguna inexplicable razón me ruborizo.
Aparte de los cuadros, el resto del despacho es frío, limpio y aséptico. Me pregunto si refleja la personalidad de la Afrodita que está sentada con elegancia frente a
mí en una silla blanca de piel. Bajo la cabeza, alterada por la dirección que están tomando mis pensamientos, y saco del bolso las preguntas de Quinn. Luego preparo
la grabadora con tanta torpeza que se me cae dos veces en la mesita. La señora López no abre la boca. Aguarda pacientemente —eso espero—, y yo me siento cada
vez más avergonzada y me pongo más roja. Cuando reúno el valor para mirarla, está observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor de la
barbilla y con el largo dedo índice cruzándole los labios. Creo que intenta ahogar una sonrisa.
—Pe… Perdón —balbuceo—. No suelo utilizarla.
—Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Pierce —me contesta.
—¿Le importa que grabe sus respuestas?
—¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora?
Me ruborizo. ¿Está bromeando? Eso espero. Parpadeo, no sé qué decir, y creo que se apiada de mí, porque acepta.
—No, no me importa.
—¿Le explicó Quinn… digo… la señorita Fabray para dónde era la entrevista?
—Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregaré los títulos en la ceremonia de graduación de este año.
Vaya. Acabo de enterarme. Y por un momento me preocupa que alguien no mucho mayor que yo —vale, quizá seis o siete años, y vale, una megatriunfadora, pero
aun así— me entregue el título. Frunzo el ceño e intento centrar mi caprichosa atención en lo que tengo que hacer.
—Bien —digo tragando saliva—. Tengo algunas preguntas, señora López.
Me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Sí, creo que debería preguntarme algo —me contesta inexpresiva.
Está burlándose de mí. Al darme cuenta de ello, me arden las mejillas. Me incorporo un poco y estiro la espalda para parecer más alta e intimidante. Pulso el
botón de la grabadora intentando parecer profesional.
—Es usted muy joven para haber amasado este imperio. ¿A qué se debe su éxito?
La miro y ella esboza una sonrisa burlona, pero parece ligeramente decepcionada.
—Los negocios tienen que ver con las personas, señorita Pierce, y yo soy muy buena analizándolas. Sé cómo funcionan, lo que les hace ser mejores, lo que no, lo
que las inspira y cómo incentivarlas. Cuento con un equipo excepcional, y les pago bien. —Se calla un instante y me clava su mirada penetrante—. Creo que para tener
éxito en cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Trabajo duro, muy duro, para conseguirlo. Tomo
decisiones basándome en la lógica y en los hechos. Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea, y seleccionar a las personas adecuadas. La
base es siempre contar con las personas adecuadas.
—Quizá solo ha tenido suerte.
Este comentario no está en la lista de Quinn, pero es que es tan arrogante… Por un momento la sorpresa asoma a sus ojos.
—No creo en la suerte ni en la casualidad, señorita Pierce. Cuanto más trabajo, más suerte tengo. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas
adecuadas y saber dirigir sus esfuerzos. Creo que fue Harvey Firestone quien dijo que la labor más importante de los directivos es que las personas crezcan y se
desarrollen.
—Parece usted una maniática del control.
Las palabras han salido de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
—Bueno, lo controlo todo, señorita Pierce —me contesta sin el menor rastro de sentido del humor en su sonrisa.
La miro y me sostiene la mirada, impasible. Se me dispara el corazón y vuelvo a ruborizarme.
¿Por qué tiene este desconcertante efecto sobre mí? ¿Quizá porque es irresistiblemente atractiva? ¿Por cómo me mira fijamente? ¿Por cómo se pasa el dedo
índice por el labio inferior? Ojalá dejara de hacerlo.
—Además, decirte a ti mismo, en tu fuero más íntimo, que has nacido para ejercer el control te concede un inmenso poder —sigue diciéndome en voz baja.
—¿Le parece a usted que su poder es inmenso?
Maniática del control, añado para mis adentros.
—Tengo más de cuarenta mil empleados, señorita Pierce. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad… poder, si lo prefiere. Si decidiera que ya no me
interesa el negocio de las telecomunicaciones y lo vendiera todo, veinte mil personas pasarían apuros para pagar la hipoteca en poco más de un mes.
Me quedo boquiabierta. Su falta de humildad me deja estupefacta.
—¿No tiene que responder ante una junta directiva? —le pregunto asqueada.
—Soy la dueña de mi empresa. No tengo que responder ante ninguna junta directiva.
Me mira alzando una ceja y me ruborizo. Claro, lo habría sabido si me hubiera informado un poco. Pero, maldita sea, qué arrogante… Cambio de táctica.
—¿Y cuáles son sus intereses, aparte del trabajo?
—Me interesan cosas muy diversas, señorita Pierce. —Esboza una sonrisa casi imperceptible—. Muy diversas.
Por alguna razón, su mirada firme me confunde y me enciende. Pero en sus ojos se distingue un brillo perverso.
—Pero si trabaja tan duro, ¿qué hace para relajarse?
—¿Relajarme?
Sonríe mostrando sus dientes, blancos y perfectos. Contengo la respiración. Es realmente guapa. Debería estar prohibido ser tan guapa.
—Bueno, para relajarme, como dice usted, navego, vuelo y me permito diversas actividades físicas. —Cambia de posición en su silla—. Soy muy rica, señorita
Pierce, así que tengo aficiones caras y fascinantes.
Echo un rápido vistazo a las preguntas de Quinn con la intención de no seguir con ese tema.
—Invierte en fabricación. ¿Por qué en fabricación en concreto? —le pregunto.
¿Por qué hace que me sienta tan incómoda?
—Me gusta construir. Me gusta saber cómo funcionan las cosas, cuál es su mecanismo, cómo se montan y se desmontan. Y me encantan los barcos. ¿Qué puedo
decirle?
—Parece que el que habla es su corazón, no la lógica y los hechos.
Frunce los labios y me observa de arriba abajo.
—Es posible. Aunque algunos dirían que no tengo corazón.
—¿Por qué dirían algo así?
—Porque me conocen bien. —Me contesta con una sonrisa irónica.
—¿Dirían sus amigos que es fácil conocerla?
Y nada más preguntárselo lamento haberlo hecho. No está en la lista de Quinn.
—Soy una persona muy reservada, señorita Pierce. Hago todo lo posible por proteger mi vida privada. No suelo ofrecer entrevistas.
—¿Por qué aceptó esta?
—Porque soy mecenas de la universidad, y porque, por más que lo intentara, no podía sacarme de encima a la señorita Fabray. No dejaba de dar la lata a mis
relaciones públicas, y admiro esa tenacidad.
Sé lo tenaz que puede llegar a ser Quinn. Por eso estoy sentada aquí, incómoda y muerta de vergüenza ante la mirada penetrante de esta mujer, cuando debería
estar estudiando para mis exámenes.
—También invierte en tecnología agrícola. ¿Por qué le interesa este ámbito?
—El dinero no se come, señorita Pierce, y hay demasiada gente en el mundo que no tiene qué comer.
—Suena muy filantrópica. ¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo?
Se encoge de hombros, como dándome largas.
—Es un buen negocio —murmura.
Pero creo que no está siendo sincera. No tiene sentido. ¿Alimentar a los pobres del mundo? No veo por ningún lado qué beneficios económicos puede
proporcionar. Lo único que veo es que se trata de una idea noble. Echo un vistazo a la siguiente pregunta, confundida por su actitud.
—¿Tiene una filosofía? Y si la tiene, ¿en qué consiste?
—No tengo una filosofía como tal. Quizá un principio que me guía… Soy muy peculiar, muy tenaz. Me gusta el control… de mí misma y de los que me rodean.
—Entonces quiere poseer cosas…
Es usted un obsesa del control.
—Quiero merecer poseerlas, pero sí, en el fondo es eso.
—Parece usted el paradigma del consumidor.
—Lo soy.
Sonríe, pero la sonrisa no ilumina su mirada. De nuevo no cuadra como una persona que quiere alimentar al mundo, así que no puedo evitar pensar que estamos
hablando de otra cosa, pero no tengo ni la menor idea de qué. Trago saliva. En el despacho hace cada vez más calor, o quizá sea cosa mía. Solo quiero acabar de
una vez la entrevista. Seguro que Quinn tiene ya bastante material. Echo un vistazo a la siguiente pregunta.
—Fue una niña adoptada. ¿Hasta qué punto cree que ha influido en su manera de ser?
Vaya, una pregunta personal. La miro con la esperanza de que no se ofenda. Frunce el ceño.
—No puedo saberlo.
Me pica la curiosidad.
—¿Qué edad tenía cuando la adoptaron?
—Todo el mundo lo sabe, señorita Pierce —me contesta muy seria.
Mierda. Sí, claro. Si hubiera sabido que iba a hacer esta entrevista, me habría informado un poco. Cambio de tema rápidamente.
—Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo.
—Eso no es una pregunta —me replica en tono seco.
—Perdón.
No puedo quedarme quieta. Ha conseguido que me sienta como una niña perdida. Vuelvo a intentarlo.
—¿Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo?
—Tengo familia. Un hermano, una hermana y unos padres que me quieren. Pero no me interesa seguir hablando de mi familia.
—¿Es usted gay, señora López?
Respira hondo. Estoy avergonzada, abochornada. Mierda. ¿Por qué no he echado un vistazo a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy
limitándome a leer las preguntas? Malditas sean Quinn y su curiosidad.
—Si, Brittany, soy gay.
Alza las cejas y me mira con ojos fríos. No parece contenta.
—Le pido disculpas. Está… bueno… está aquí escrito.
Ha sido la primera vez que me ha llamado por mi nombre. El corazón se me ha disparado y vuelven a arderme las mejillas. Nerviosa, me coloco el mechón de
pelo detrás de la oreja.
Inclina un poco la cabeza.
—¿Las preguntas no son suyas?
Quiero que se me trague la tierra.
—Bueno… no. Quinn… la señorita Fabray… me ha pasado una lista.
—¿Son compañeras de la revista de la facultad?
Oh, no. No tengo nada que ver con la revista. Es una actividad extra académica de ella, no mía. Me arden las mejillas.
—No. Es mi compañera de piso.
Se frota la barbilla con parsimonia y sus ojos marrones me observan atentamente.
—¿Se ha ofrecido usted para hacer esta entrevista? —me pregunta en tono inquietantemente tranquilo.
A ver, ¿quién se supone que entrevista a quién? Su mirada me quema por dentro y no puedo evitar decirle la verdad.
—Me lo ha pedido ella. No se encuentra bien —le contesto en voz baja, como disculpándome.
—Esto explica muchas cosas.
Llaman a la puerta y entra la rubia número dos.
—Señora López, perdone que la interrumpa, pero su próxima reunión es dentro de dos minutos.
—No hemos terminado, Andrea. Cancele mi próxima reunión, por favor.
Andrea se queda boquiabierta, sin saber qué contestar. Parece perdida. La señora López vuelve el rostro hacia ella lentamente y alza las cejas. La chica se pone
colorada. Menos mal, no soy la única.
—Muy bien, señora López —murmura, y sale del despacho.
Ella frunce el ceño y vuelve a centrar su atención en mí.
—¿Por dónde íbamos, señorita Pierce?
Vaya, ya estamos otra vez con lo de «señorita Pierce».
—No quisiera interrumpir sus obligaciones.
—Quiero saber de usted. Creo que es lo justo.
Sus ojos brillan de curiosidad. Mierda, mierda. ¿Qué pretende? Apoya los codos en los brazos de la butaca y une las yemas de los dedos de ambas manos
frente a la boca. Su boca me… me desconcentra. Trago saliva.
—No hay mucho que saber —le digo volviéndome a ruborizar.
—¿Qué planes tiene después de graduarse?
Me encojo de hombros. Su interés me desconcierta. Venirme a Seattle con Quinn, encontrar trabajo… La verdad es que no he pensado mucho más allá de los
exámenes.
—No he hecho planes, señora López. Tengo que aprobar los exámenes finales.
Y ahora tendría que estar estudiando, no sentada en su inmenso, aséptico y precioso despacho, sintiéndome incómoda frente a su penetrante mirada.
—Aquí tenemos un excelente programa de prácticas —me dice en tono tranquilo.
Alzo las cejas sorprendida. ¿Está ofreciéndome trabajo?
—Lo tendré en cuenta —murmuro confundida—. Aunque no creo que encajara aquí.
Oh, no. Ya estoy otra vez pensando en voz alta.
—¿Por qué lo dice?
Ladea un poco la cabeza, intrigado, y una ligera sonrisa se insinúa en sus labios.
—Es obvio, ¿no?
Soy torpe, desaliñada.
—Para mí no.
Su mirada es intensa y su atisbo de sonrisa ha desaparecido. De pronto siento que unos extraños músculos me oprimen el estómago. Aparto los ojos de su mirada
escrutadora y me contemplo los nudillos, aunque no los veo. ¿Qué está pasando? Tengo que marcharme ahora mismo. Me inclino hacia delante para coger la
escrutadora y me contemplo los nudillos, aunque no los veo. ¿Qué está pasando?
—¿Le gustaría que le enseñara el edificio? —me pregunta.
—Seguro que está muy ocupada, señora López, y yo tengo un largo camino.
—¿Vuelve en coche a Vancouver?
Parece sorprendida, incluso nerviosa. Mira por la ventana. Ha empezado a llover.
—Bueno, conduzca con cuidado —me dice en tono serio, autoritario.
¿Por qué iba a importarle?
—¿Me ha preguntado todo lo que necesita? —añade.
—Sí —le contesto metiéndome la grabadora en el bolso.
Cierra ligeramente los ojos, como si estuviera pensando.
—Gracias por la entrevista, señora López.
—Ha sido un placer —me contesta, tan educada como siempre.
Me levanto, se levanta también ella y me tiende la mano.
—Hasta la próxima, señorita Pierce.
Y suena como un desafío, o como una amenaza. No estoy segura de cuál de las dos cosas. Frunzo el ceño. ¿Cuándo volveremos a vernos? Le estrecho la mano
de nuevo, perpleja de que esa extraña corriente siga circulando entre nosotras. Deben de ser nervios.
—Señora López.
Me despido de ella con un movimiento de cabeza. Ella se dirige a la puerta con gracia y agilidad, y la abre de par en par.
—Asegúrese de cruzar la puerta con buen pie, señorita Pierce.
Me sonríe. Está claro que se refiere a mi poco elegante entrada en su despacho. Me ruborizo.
—Muy amable, señora López —le digo bruscamente.
Su sonrisa se acentúa. Me alegro de haberle divertido. Salgo al vestíbulo echando chispas y me sorprende que me siga. Andrea y Olivia levantan la mirada, tan
sorprendidas como yo.
—¿Ha traído abrigo? —me pregunta López.
—Chaqueta.
Olivia se levanta de un salto a buscar mi chaqueta, que López le quita de las manos antes de que haya podido dármela. La sostiene para que me la ponga, y lo
hago sintiéndome totalmente ridícula. Por un momento López me apoya las manos en los hombros, y doy un respingo al sentir su contacto. Si se da cuenta de mi
reacción, no se le nota. Su largo dedo índice pulsa el botón del ascensor y esperamos, yo con torpeza, y ella serena y fría. Se abren las puertas y entro a toda prisa,
desesperada por escapar. Tengo que salir de aquí. Cuando me vuelvo, está inclinada frente a la puerta del ascensor, con una mano apoyada en la pared. Realmente
es muy guapa. Guapísima. Me desconcierta.
—Brittany —me dice a modo de despedida.
—Santana —le contesto.
Y afortunadamente las puertas se cierran.
Este es el primer capitulo como les dije seran algo largos, espero sus comentarios
Última edición por O_o el Jue Jun 06, 2013 1:28 am, editado 5 veces
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
pues creo que vas a tener que cerrar todas las puertas de tu casa porque yo soy de venezuela y en estos momentos te quiero secuestrar jaja
dios muy bueno el capitulo y eso que apenas estas empezando
pues tengo una pregunta bueno me gustaria saber si vas a escribir los tres libros "50 sombras de grey" "50 sombras mas oscuras" y "50 sombras liberadas" los vas a escribir todos en uno solo ???
chau cuidate hasta la proxima actu te mando un beso y un abrazo
dios muy bueno el capitulo y eso que apenas estas empezando
pues tengo una pregunta bueno me gustaria saber si vas a escribir los tres libros "50 sombras de grey" "50 sombras mas oscuras" y "50 sombras liberadas" los vas a escribir todos en uno solo ???
chau cuidate hasta la proxima actu te mando un beso y un abrazo
airin-SyB***** - Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me encanta tu fic, esta interesante
Muero por saber si se vuelven a ver
Bueno actualiza pronto! saludos
Muero por saber si se vuelven a ver
Bueno actualiza pronto! saludos
LoveyouHemo******* - Mensajes : 403
Fecha de inscripción : 23/09/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
—¿Es usted gay, señora López?
Respira hondo. Estoy avergonzada, abochornada. Mierda. ¿Por qué no he echado un vistazo a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy limitándome a leer las preguntas? Malditas sean Quinn y su curiosidad.
—Si, Brittany, soy gay.
¡Esta parte me dio tanta risa como cuándo la leí en la historia original! Debo admitir que a Santana le queda demasiaaaado bien el papel de la mujer madura, seductora y completamente sexy. Santana Grey. Aún no me acostumbro a la historia adaptada a ésta, ¡pero me encanta! No sé como es posible, pero bueno. Estoy segura de que me adaptaré conforme pasen los capítulos.
Espero ansiosa la próxima actualización :D
Respira hondo. Estoy avergonzada, abochornada. Mierda. ¿Por qué no he echado un vistazo a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy limitándome a leer las preguntas? Malditas sean Quinn y su curiosidad.
—Si, Brittany, soy gay.
¡Esta parte me dio tanta risa como cuándo la leí en la historia original! Debo admitir que a Santana le queda demasiaaaado bien el papel de la mujer madura, seductora y completamente sexy. Santana Grey. Aún no me acostumbro a la historia adaptada a ésta, ¡pero me encanta! No sé como es posible, pero bueno. Estoy segura de que me adaptaré conforme pasen los capítulos.
Espero ansiosa la próxima actualización :D
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola!
Soy tu nueva y enganchada lectora :3
Cuando leí en el índice el nombre del fic no me aguante y tuve que entrar a leerlo, me han recomendado tantas veces el libro que me dio curiosidad y lo tengo descargado pero ni lo he abierto así que me estás haciendo un doble favor al subirlo y adaptarlo a Brittana *w*
Me encantó este primer capítulo! No te preocupes, si todos los capítulos son así de entretenidos no me molesta que te subas un testamento completo, mientras más mejor xD
Espero tu próxima actu! :)
Soy tu nueva y enganchada lectora :3
Cuando leí en el índice el nombre del fic no me aguante y tuve que entrar a leerlo, me han recomendado tantas veces el libro que me dio curiosidad y lo tengo descargado pero ni lo he abierto así que me estás haciendo un doble favor al subirlo y adaptarlo a Brittana *w*
Me encantó este primer capítulo! No te preocupes, si todos los capítulos son así de entretenidos no me molesta que te subas un testamento completo, mientras más mejor xD
Espero tu próxima actu! :)
MarLovesGlee<3********- - Mensajes : 603
Fecha de inscripción : 03/10/2012
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me encantooo!!
Espero la proxima actualizacion..
Que sensuales se deben ver Naya en el papel de Grey y HeMo en el de Ana...
Saludos y abrazos!!
-Dai
Espero la proxima actualizacion..
Que sensuales se deben ver Naya en el papel de Grey y HeMo en el de Ana...
Saludos y abrazos!!
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola pues aqui me tienes jejejeje me pase a leer tu FF y me ha gustado mucho jajajaja asi que me tendras por aqui comentando saludos ...
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
yo que me habia prometido no leer mas fics... ME MATASTE xd, esta buenisimo tu fic, creo que no podre dejar de leer aun xd... espero el cap siguiente, saludos :)
andreiitahh21** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 30/11/2011
Edad : 34
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Oh Dios! Me dejaste asi :O jajaja muy bueno este cap y que tiene que sean largos *-* mucho mejor! ya quiero ver que pasa :D bye:*
EliLovesBrittana**** - Mensajes : 160
Fecha de inscripción : 30/01/2013
Edad : 24
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola hola!! :) nueva lectora jajaja
Wwwow me ha encantado jajaja pobre britt, ya me imagino a la pobre....
Jajajaja y Santana han seductora jajajaja
Sigue así, bueno nos leemos prontito jeje cuidate
Saludos xoxo
Wwwow me ha encantado jajaja pobre britt, ya me imagino a la pobre....
Jajajaja y Santana han seductora jajajaja
Sigue así, bueno nos leemos prontito jeje cuidate
Saludos xoxo
sweetbitch** - Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
hola tienes una nueva lectora...esta muy bueno tu fic..yo no conozco de esta historia pero por lo que se ve se viene buena...y mas teniendo a mis brittana juntas...bueno saludos...aqui estaremos esperando la actualizacion
jas2602** - Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 05/02/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me ha capturado tu historia!!
Me ha encantado el primer capitulo!!
Espero tu actualizacion!
Un beso
Me ha encantado el primer capitulo!!
Espero tu actualizacion!
Un beso
Nicole López***** - Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Edad : 26
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Buenas noches mis queridas lectoras eh tomado la decisión de que como son muchas las que me escriben les haré un comentario general ya que tardo mucho respondiendo sus mensajes y prefiero invertir ese tiempo adaptando la historia para poder actualizar rápido les parece?... Espero que mis compatriotas no me vayan a secuestrar jajaja xD..... Creanme que yo también estoy adicta a este fic en todos los sentidos y soy mas adicta a sus comentarios cada vez que me llega la notificación los leo así que sigan escribiendo sus expectativas en cada capítulo ya que sus comentarios me motivan a seguir esta adaptación!!!.. A mis lectoras que no hallan leído el libro no lo hagan por que estarán algo confusas con la adaptación y si pretendo incluir los 3 libros en el fic ;)... Sin mas nada que decir espero q disfruten el siguiente capítulo besos a todas y todos..
El corazón me late muy deprisa. El ascensor llega a la planta baja y salgo en cuanto se abren las puertas. Doy un traspié, pero por suerte no me doy de bruces contra el inmaculado suelo de piedra. Corro hacia las grandes puertas de vidrio y por fin salgo al tonificante, limpio y húmedo aire de Seamos. Levanto la cara y agradezco la lluvia, que me refresca. Cierro los ojos y respiro hondo, dejo que el aire me purificar e intento recuperar la poca serenidad que me queda.
Ninguna persona me había impactado como Sant ana López, y no entiendo por qué. ¿Porque es guapa? ¿Educada? ¿Rica?
¿Poderosa? No entiendo mi reacción irracional. Suspiro profundamente aliviada. ¿De qué diablos va esta historia? Me apoyo en una columna de acero del edificio y hago un gran esfuerzo por tranquilizar me y ordenar mis pensamientos. Muevo ligeramente la cabeza. ¿Qué ha pasado? Mi corazón recupera su ritmo habitual y puedo volver a respirar normalmente. Me dirijo al coche.
Dejo atrás la ciudad repasando mentalmente la entrevista y empiezo a sentirme idiota y avergonzado. Seguro que estoy reaccionando desproporcionada mente a algo que solo existe en mi cabeza. De acuerdo, es muy atractiva, segura de sí misma, dominante y se siente cómoda consigo misma, pero por otra parte es arrogante y, por impecables que sean sus modales, es una dictadura y fría. Bueno, a primera vista. Un involuntario escalofrío me recorre la espina dorsal. Puede ser arrogante, pero tiene derecho a serio, porque ha conseguido grandes cosas y es todavía muy joven. No soporta a los imbéciles, pero ¿por qué iba a hacerlo? Vuelvo a enfadar me al pensar que Quien no me proporcionó una breve biografía.
Mientras recordó la interestatal 5, mi mente sigue di vagando. Me deja de verdad perpleja que haya gente tan empeñada en triunfar.
Algunas respuestas suyas han sido muy críticas, como si tuviera una agenda oculta. Y las preguntas de Quién… ¡Uf! La adopción y que si era hay… Se me ponen los pelos de punta. No me puedo creer que le haya preguntado algo así. ¡Tierra, trágala! De ahora en adelante, cada vez que recuerde esta pregunta me moriré de vergüenza. ¡Maldita sea Quien Fabray!
Echo un vistazo al indicador de velocidad. Conduzca con más precaución de la habitual, y sé que es porque tengo en mente esos penetrantes ojos marrones que me miran y una voz seria que me dice que conduzca con cuidado. Muevo la cabeza y me doy cuenta de que López parece tener el doble de edad de la que tiene. Olvidado, Britt, me rebaño a mí misma. Llego a la conclusión de que, en el fondo, ha sido una experiencia muy interesante, pero que no debería darle más vueltas. Dédalo correr. No tengo que volver a verla. La idea me reconocía. Enciendo la radio, subo el volumen, me declinó hacia atrás y escucho el ritmo del rock indie mientras piso el acelerador. Al surcar la interestatal 5 me doy cuenta de que puedo conducir todo lo deprisa que quiera.
Vivimos en una pequeña comunidad de casas pareadas cerca del campus de la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver.
Tengo suerte. Los padres de Quinn le compraron la casa, así que pago una miseria de alquiler. Llevamos cuatro años viviendo aquí.
Aparco el coche sabiendo que Quinn va a querer que se lo cuente todo con pelos y señales, y es obstinada. Bueno, al menos tiene la grabadora. Espero no tener que añadir mucho más a lo dicho en la entrevista.
— ¡Britt! Ya estás aquí.
Quinn está sentada en el salón, rodeada de libros. Es evidente que ha estado estudiando para los exámenes finales, aunque todavía lleva puesto el pijama rosa de franela de conejitos, el que reserva para cuando ha roto con un novio, para todo tipo de enfermedades y para cuando está deprimida en general. Se levanta de un salto y corre a abrazarme.
—Empezaba a preocuparme. Pensaba que volverías antes.
—Pues yo creo que es pronto teniendo en cuenta que la entrevista se ha alargado…
Le doy la grabadora.
—Britt, muchísimas gracias. Te debo una, lo sé. ¿Cómo ha ido?
¿Cómo es?
Oh, no, ya estamos con la santa inquisidora Quinn Fabray
Me cuesta contestarle. ¿Qué puedo decir?
—Me alegro de que haya acabado y de no tener que volver a verla. Ha estado bastante intimidante, la verdad. —Me encojo de hombros—. Es muy centrada, incluso intensa… y joven. Muy joven.
Quinn me mira con expresión cándida. Frunzo el ceño.
—No te hagas la inocente. ¿Por qué no me pasaste una biografía? Me ha hecho sentir como una idiota por no tener idea de nada.
Quinn se lleva una mano a la boca.
—Vaya, Britt, lo siento… No lo pensé.
Resoplo.
—En general ha sido amable, formal y un poco estirada, como una vieja precoz. No habla como una tipa de veintitantos años. Por cierto, ¿cuántos años tiene?
—Veintisiete. Britt, lo siento. Tendría que haberte contado un poco, pero estaba muy nerviosa. Bueno, me llevo la grabadora y empezaré a transcribir la entrevista.
—Parece que estás mejor. ¿Te has tomado la sopa? —le pregunto para cambiar de tema.
—Sí, y estaba riquísima, como siempre. Me encuentro mucho mejor.
Me sonríe agradecida. Miro el reloj.
—Salgo pitando. Creo que llego a mi turno en Clayton’s.
—Britt, estarás agotada.
—Estoy bien. Nos vemos luego.
Trabajo en Clayton’s desde que empecé en la universidad, hace cuatro años. Como es la ferretería más grande de la zona de Portland, he llegado a saber bastante sobre los artículos que vendemos, aunque, paradójicamente, soy un desastre para el bricolaje. Esto se lo dejo a mi padre.
Me alegra llegar a tiempo, porque así tendré algo en lo que pensar que no sea Santana López. Tenemos mucho trabajo. Como acaba de empezar la temporada de verano, todo el mundo anda redecorando su casa. La señora Clayton parece aliviada al verme.
— ¡Britt! Pensaba que hoy no vendrías.
—La cita ha durado menos de lo que pensaba. Puedo hacer un par de horas.
—Me alegro mucho de verte.
Me manda al almacén a reponer estanterías, y no tardo en centrarme en mi trabajo.
Más tarde, cuando vuelvo a casa, Quinn lleva puestos unos auriculares y trabaja en su portátil. Todavía tiene la nariz roja, pero está metida de lleno en su artículo, muy concentrada y tecleando frenéticamente. Yo estoy agotada, rendida por el largo viaje en coche, por la dura entrevista y por no haber parado de aquí para allá en Clayton’s. Me dejo caer en el sofá pensando en el trabajo de la facultad que tengo que terminar y en que no he podido estudiar nada porque estaba con… ella
—Lo que me has traído está genial, Britt. Lo has hecho muy bien. No puedo creerme que no aceptaras su oferta de enseñarte el edificio. Está claro que quería pasar más rato contigo.
Me lanza una fugaz mirada burlona.
Me ruborizo e inexplicablemente mis pulsaciones se aceleran.
Seguro que no era por eso. Solo quería mostrarme el edificio para que viera que era la ama y señora de todo aquello. Soy consciente de que estoy mordiéndome el labio y confío en que Quinn no se dé cuenta, pero mi amiga parece estar concentrada en la transcripción.
—Ya entiendo lo que quieres decir con eso de formal. ¿Tomaste notas? —me pregunta.
—Mmm… No.
—No pasa nada. Con lo que hay me basta para un buen artículo. Lástima que no tengamos fotos propias. La hija de puta está buena, ¿no?
Me ruborizo.
—Supongo.
Intento dar a entender que me da igual, y creo que lo consigo.
—Vamos, Britt… Ni siquiera tú puedes ser inmune a su atractivo.
Me mira y alza una ceja perfecta.
¡Mierda! Siento que me arden las mejillas, así que la distraigo haciéndole la pelota, que siempre funciona.
—Seguramente tú le habrías sacado mucho más.
—Lo dudo, Britt. Vamos… casi te ha ofrecido trabajo.
Teniendo en cuenta que te lo endosé en el último minuto, lo has hecho muy bien.
Me mira interrogante. Me retiro corriendo a la cocina.
—Dime, ¿qué te ha parecido ella?
Maldita sea, no para de preguntar. ¿Por qué no lo deja de una vez? Piensa algo, rápido.
—Es muy tenaz, controladora y arrogante… Da miedo, pero es muy carismática. Entiendo que pueda fascinar —le digo sinceramente con la esperanza de que se calle de una vez por todas.
— ¿Tú, fascinada por una mujer? Qué novedad —me dice riéndose.
Como estoy preparándome un bocadillo, no puede verme la cara.
— ¿Por qué querías saber si era gay? Por cierto, ha sido la pregunta más incómoda. Casi me muero de vergüenza, y a ella le ha molestado que se lo preguntara.
Frunzo el ceño al recordarlo.
—Cuando aparece en la prensa, siempre va sola.
—Ha sido muy incómodo. Todo ha sido incómodo. Me alegro de no tener que volver a verla.
—Venga, Britt, no puede haber ido tan mal. Creo que le has caído muy bien.
¿Qué le he caído bien? Quinn alucina.
— ¿Quieres un bocadillo?
—Sí, por favor.
Para mi tranquilidad, esta noche no seguimos hablando de Santana López.
Después de comer puedo sentarme a la mesa del comedor con Quinn y, mientras ella trabaja en su artículo, yo sigo con mi trabajo sobre Tess, la de los d’Urberville. Maldita sea. Esta mujer estuvo en el lugar equivocado y en el momento equivocado del siglo equivocado. Cuando termino son las doce de la noche y hace ya mucho rato que Quinn se ha ido a dormir. Me voy a mi habitación agotada, pero contenta de haber trabajado tanto para ser un lunes.
Me meto en mi cama de hierro de color blanco, me envuelvo en la colcha de mi madre, cierro los ojos y me quedo dormida al instante. Sueño con lugares oscuros, suelos blancos, inhóspitos y fríos, y ojos marrones.
El resto de la semana me sumerjo en mis estudios y en mi trabajo en Clayton’s. Quinn también está muy ocupada organizando su última edición de la revista de la facultad antes de ceder su puesto al nuevo responsable, y además también está estudiando para los exámenes. Hacia el miércoles se encuentra mucho mejor y ya no tengo que seguir soportando la visión de su pijama rosa de franela lleno de conejitos. Llamo a mi madre, que vive en Georgia, para saber cómo está y para que me desee suerte en los exámenes.
Empieza a contarme su última aventura: está aprendiendo a hacer velas. Mi madre se pasa la vida emprendiendo nuevos negocios.
Básicamente se aburre y necesita hacer lo que sea para ocupar su tiempo, pero le es imposible centrarse en algo mucho tiempo. La semana que viene será otra cosa. Me preocupa. Espero que no haya hipotecado la casa para financiar este último proyecto. Y espero que Bob —su relativamente nuevo marido, aunque es mucho mayor que ella— la controle un poco ahora que yo ya no estoy en casa. Parece mucho más responsable que el marido número tres.
— ¿Cómo te va todo, Britt?
Dudo un segundo, y mi madre centra toda su atención en mí.
—Muy bien.
— ¿Britt? ¿Has conocido a alguna chica o chico?
Uf, ¿cómo se le ocurre? Es evidente que está entusiasmada y ella sabe que me atraen los chicos y las chicas.
—No, mamá, no pasa nada. Si conozco a un chico o chica, serás la primera en saberlo.
—Britt, cariño, tienes que salir más. Me preocupas.
—Mamá, estoy bien. ¿Qué tal Bob?
Como siempre, la mejor táctica es la distracción.
Esa noche, más tarde, llamo a Ray, mi padrastro, el marido número dos de mi madre, el hombre al que considero mi padre y cuyo apellido llevo. La conversación es breve. En realidad, ni siquiera es una conversación, sino una serie de gruñidos en respuesta a mis discretos intentos. Ray no es muy hablador. Pero es muy activo, sigue viendo el fútbol en la tele (y cuando no está viendo el fútbol, juega a los bolos, pesca o hace muebles). Ray es un buen carpintero, y gracias a él sé diferenciar una espátula de un serrucho. Parece que todo le va bien.
El viernes por la noche Quinn y yo estamos comentando qué hacer —queremos descansar un poco del estudio, el trabajo y las revistas de la facultad— cuando llaman a la puerta.
En los escalones de la entrada está mi buen amigo Noah con una botella de champán en las manos.
— ¡Noah! ¡Qué alegría verte! —Lo abrazo—. Pasa.
Noah es la primera persona a la que conocí cuando llegué a la universidad, y parecía tan perdido y solo como yo. Aquel día nos dimos cuenta de que éramos almas gemelas, y desde entonces somos amigos. No solo compartimos el sentido del humor, sino que descubrimos que Ray y el padre de Noah estuvieron juntos en el ejército, y a partir de ahí nuestros padres se hicieron también muy amigos.
Noah estudia ingeniería. Es el primero de su familia que va a la universidad. Es un tipo brillante, pero su auténtica pasión es la fotografía. Tiene un ojo estupendo para hacer fotos.
—Tengo buenas noticias —dice sonriendo con sus brillantes ojos claros.
—No me lo digas: también esta semana te las has arreglado para que no te despidan… —bromeo.
Simula burlonamente ponerme mala cara.
—La Portland Place Gallery va a exponer mis fotos el mes que viene.
—Increíble… ¡Felicidades!
Me alegro mucho por él y vuelvo a abrazarlo. Quinn también le sonríe.
— ¡Buen trabajo, Noah! Tendré que incluirlo en la revista. No se me ocurre nada mejor para un viernes por la noche que hacer cambios editoriales de última hora —dice riéndose.
—Vamos a celebrarlo. Quiero que vengas a la inauguración.
Noah me mira fijamente y me ruborizo.
—Las dos, claro —añade mirando nervioso a Quinn.
Noah y yo somos buenos amigos, pero en el fondo sé que le gustaría que fuéramos algo más. Es mono y divertido, pero no es mi tipo. Es más bien el hermano que nunca he tenido. Quinn suele chincharme diciéndome que me falta el gen de buscar novio o novia, pero la verdad es que no he conocido a nadie que… bueno, alguien que me atraiga, aunque una parte de mí desea que me tiemblen las piernas, se me dispare el corazón y sienta mariposas en el estómago.
A veces me pregunto si me pasa algo. Quizá he dedicado demasiado tiempo a mis románticos héroes literarios, y por eso mis ideales y mis expectativas son excesivamente elevados. Pero en la vida real nadie me ha hecho sentir así.
Hasta hace muy poco, murmura la inoportuna vocecita de mi subconsciente. ¡NO! Destierro de inmediato la idea. No voy a planteármelo, no después de aquella dolorosa entrevista.
« ¿Es usted gay, señora López?» Me estremezco al recordarlo. Sé que desde entonces he soñado con ella casi todas las noches, pero seguramente es porque tengo que purgar de mi cabeza la espantosa experiencia.
Observo a Noah abriendo la botella de champán. Lleva vaqueros y una camiseta. Es alto, ancho de hombros y musculoso, de piel morena, pelo negro y ardientes ojos claros. Sí, Noah está bastante bueno, pero creo que por fin está entendiendo el mensaje: somos solo amigos. El corcho sale disparado, y Noah alza la mirada y sonríe.
El sábado es una pesadilla en la ferretería. Nos invaden las manitas que quieren acicalar su casa. El señor y la señora Clayton, John, Patrick —los otros dos empleados— y yo nos pasamos la jornada atendiendo a los clientes. Pero al mediodía se calma un poco, y mientras estoy sentada detrás del mostrador de la caja, comiéndome discretamente el bocadillo, la señora Clayton me pide que compruebe unos pedidos. Me concentro en la tarea, compruebo que los números de catálogo de los artículos que necesitamos se corresponden con los que hemos encargado y paso la mirada del libro de pedidos a la pantalla del ordenador, y viceversa, para asegurarme de que las entradas cuadran. De repente, no sé por qué, alzo la vista… y me quedo atrapada en la descarada mirada marrón de Santana López que me observa fijamente desde el otro lado del mostrador.
Casi me da un infarto.
—Señorita Pierce, qué agradable sorpresa —me dice. Su mirada es firme e intensa.
Maldita sea. ¿Qué narices está haciendo aquí, toda peinada y con un vestido color crema, y botas altas de tacón? Creo que me he quedado boquiabierta, y no encuentro ni el cerebro ni la voz.
—Señora López—murmuro, porque no puedo hacer otra cosa.
Sus labios esbozan una sonrisa y sus ojos parecen divertidos, como si estuviera disfrutando de alguna broma de la que no me entero.
—Pasaba por aquí —me dice a modo de explicación—.
Necesito algunas cosas. Es un placer volver a verla, señorita Pierce.
Su voz es cálida y ronca como un bombón de chocolate y caramelo… o algo así.
Muevo la cabeza intentando bajar de las nubes. El corazón me aporrea el pecho a un ritmo frenético, y por alguna razón me arden las mejillas ante su firme mirada escrutadora. Verla delante de mí me ha dejado totalmente desconcertada. Mis recuerdos de ella no le han hecho justicia. No es solo guapa, no. Es la belleza femenina personificada, arrebatadora, y está aquí, en la ferretería Clayton’s.
Quién lo iba a decir. Recupero por fin mis funciones cognitivas y vuelvo a conectar con el resto de mi cuerpo.
—Britt. Me llamo Britt —murmuro—. ¿En qué puedo ayudarle, señora López?
Sonríe, y de nuevo es como si tuviera conocimiento de algún gran secreto. Es muy desconcertante. Respiro hondo y pongo mi cara de llevar cuatro años trabajando en la tienda y ser una profesional. Yo puedo.
—Necesito un par de cosas. Para empezar, bridas para cables
—murmura con expresión fría y divertida a la vez.
¿Bridas para cables?
—Tenemos varias medidas. ¿Quiere que se las muestre? — susurro con voz titubeante.
Cálmate, Pierce.
Un ligero fruncimiento estropea las cejas de López, que son bastante bonitas.
—Sí, por favor. La acompaño, señorita Pierce —me dice.
Salgo de detrás del mostrador fingiendo despreocupación, pero lo cierto es que me concentro al máximo en no desplomarme. De repente mis piernas parecen de plastilina. Me alegro mucho de haber decidido ponerme mis mejores vaqueros esta mañana.
—Están con los artículos de electricidad, en el pasillo número ocho —le digo en un tono de voz demasiado elevado.
La miro y me arrepiento casi de inmediato. ¡Qué guapa es!
—La sigo —murmura haciendo un gesto con su mano de largos dedos y uñas perfectamente arregladas.
Con el corazón casi estrangulándome —porque me ha subido hasta la garganta e intenta salírseme por la boca— me meto en un pasillo en dirección a la sección de electricidad. ¿Por qué está en Portland? ¿Por qué ha venido a Clayton’s? Y de una diminuta parte de mi cerebro que apenas utilizo —seguramente por debajo del bulbo raquídeo, cerca de donde habita mi subconsciente— surge una idea: Ha venido a verte. ¡Imposible! La descarto de inmediato.
¿Por qué iba a querer verme esta mujer guapa, poderosa y sofisticada? Es una idea absurda, así que me la quito de la cabeza.
— ¿Ha venido a Portland por negocios? —le pregunto.
Mi voz suena demasiado aguda, como si me hubiera pillado un dedo en una puerta. ¡Basta! ¡Intenta calmarte, Britt!
—He ido a visitar el departamento de agricultura de la universidad, que está en Vancouver. En estos momentos financio una investigación sobre rotación de cultivos y ciencia del suelo — me contesta con total naturalidad.
¿Lo ves? Ni por asomo ha venido a verte, se burla a gritos mi orgullosa subconsciente. Me ruborizo solo de pensar en las tonterías que se me pasan por la cabeza.
—¿Forma parte de su plan para alimentar al mundo? —la
provoco.
—Algo así —admite esbozando una media sonrisa.
Echa un vistazo a nuestra sección de bridas para cables. ¿Para
qué querrá eso? No me lo imagino haciendo bricolaje. Desliza los
dedos por las cajas de la estantería, y por alguna inexplicable razón tengo que apartar la mirada. Se inclina y coge una caja.
—Estas me irán bien —me dice con su sonrisa de estar guardando un secreto.
—¿Algo más?
—Quisiera cinta adhesiva.
¿Cinta adhesiva?
—¿Está decorando su casa?
Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas.
Seguro que contrata a trabajadores o tiene personal que se la decora.
—No, no estoy decorándola —me contesta rápidamente.
Sonríe, y me da la extraña sensación de que está riéndose de mí.
¿Tan divertida soy? ¿Por qué le hago tanta gracia?
—Por aquí —murmuro incómoda—. La cinta está en el pasillo de la decoración.
Miro hacia atrás y veo que me sigue.
—¿Lleva mucho tiempo trabajando aquí? —me pregunta en voz
baja, mirándome fijamente.
Me ruborizo. ¿Por qué demonios tiene este efecto sobre mí? Me
siento como una cría de catorce años, torpe, como siempre, y fuera
de lugar. ¡Mirada al frente, Pierce!
—Cuatro años —murmuro mientras llegamos a nuestro destino.
Por hacer algo, me agacho y cojo las dos medidas de cinta adhesiva que tenemos.
—Me llevaré esta —dice López golpeando suavemente el rollo de
cinta que le tiendo.
Nuestros dedos se rozan un segundo, y ahí está de nuevo la
corriente, que me recorre como si hubiera tocado un cable suelto.
Jadeo involuntariamente al sentirla desplazándose hasta algún lugar
oscuro e inexplorado en lo más profundo de mi vientre. Intento
desesperadamente serenarme.
—¿Algo más? —le pregunto con voz ronca y entrecortada.
Abre ligeramente los ojos.
—Un poco de cuerda.
Su voz, también ronca, replica la mía.
—Por aquí.
Agacho la cabeza para ocultar mi rubor y me dirijo al pasillo.
—¿Qué tipo de cuerda busca? Tenemos de fibra sintética, de
fibra natural, de cáñamo, de cable…
Me detengo al ver su expresión impenetrable. Sus ojos parecen
más oscuros. ¡Madre mía!
—Cinco metros de la de fibra natural, por favor.
Mido rápidamente la cuerda con dedos temblorosos, consciente
de su ardiente mirada marron. No me atrevo a mirarla. No podría
sentirme más cohibida. Saco el cúter del bolsillo trasero de mi
pantalón, corto la cuerda, la enrollo con cuidado y hago un nudo.
Es un milagro que haya conseguido no amputarme un dedo con el
cúter.
—¿Iba usted a las scouts? —me pregunta frunciendo divertida
sus gruesos y sensuales labios.
¡No le mires la boca!
—Las actividades en grupo no son lo mío, señora López arquea una ceja.
—¿Qué es lo suyo, Brittany? —me pregunta en voz baja y con su sonrisa secreta.
La miro y me siento incapaz de expresarme. El suelo son placas
tectónicas en movimiento. Intenta tranquilizarte, Brit, me suplica de
rodillas mi torturada subconsciente.
—Los libros —susurro.
Pero mi subconsciente grita: ¡Tú! ¡Tú eres lo mío! Lo aparto
inmediatamente de un manotazo, avergonzada de los delirios de
grandeza de mi mente.
—¿Qué tipo de libros? —me pregunta ladeando la cabeza.
¿Por qué le interesa tanto?
—Bueno, lo normal. Los clásicos. Sobre todo literatura inglesa.
Se frota la barbilla con el índice y el pulgar considerando mi
respuesta. O quizá sencillamente está aburridísima e intenta
disimularlo.
—¿Necesita algo más?
Tengo que cambiar de tema… Esos dedos en esa cara son
cautivadores.
—No lo sé. ¿Qué me recomendaría?
¿Qué le recomendaría? Ni siquiera sé lo que va a hacer.
—¿De bricolaje?
Asiente con mirada burlona. Me ruborizo y mi mirada se
desplaza a su vestido ajustado que lleva.
—Un mono de trabajo —le contesto.
Me doy cuenta de que ya no controlo lo que sale de mi boca.
Vuelve a alzar una ceja, divertida.
—No querrá que se le estropee la ropa… —le digo señalando
su vestido.
—Siempre puedo quitármela —me contesta sonriendo..
—Ya.
Siento que mis mejillas vuelven a teñirse de rojo. Deben de
parecer la cubierta del Manifiesto comunista. Cállate. Cállate de
una vez.
—Me llevaré un mono de trabajo. No vaya a ser que se me
estropee la ropa —me dice con frialdad.
Intento apartar la inoportuna imagen de ella sin vestido.
—¿Necesita algo más? —le pregunto en tono demasiado agudo
mientras le tiendo un mono azul.
No contesta a mi pregunta.
—¿Cómo va el artículo?
Por fin me ha preguntado algo normal, sin indirectas ni juegos de
palabras… Una pregunta que puedo responder. Me agarro a la pregunta con las dos manos, como si fuera una tabla de salvación, y apuesto
por la sinceridad.
—No estoy escribiéndolo yo, sino Quinn. La señorita Fabray, mi compañera de piso. Está muy contenta es la editora de la revista y se quedó destrozada por no haber podido hacerle la entrevista personalmente. —Siento que he remontado el vuelo, por fin un tema de conversación normal—. Lo único que le preocupa es que no tiene ninguna foto suya original.
—¿Qué tipo de fotografías quiere?
Muy bien. No había previsto esta respuesta. Niego con la cabeza, porque sencillamente no lo sé.
—Bueno, voy a estar por aquí. Quizá mañana…
—¿Estaría dispuesta a hacer una sesión de fotos? Vuelve a salirme la voz de pito. Quinn estará encantada si lo consigo. Y podrás volver a verla mañana, me susurra
seductoramente ese oscuro lugar al fondo de mi cerebro. Descarto
la idea. Es estúpida, ridícula…
—Quinn estará encantada… si encontramos a un fotógrafo.
Estoy tan contenta que le sonrío abiertamente. Ella abre los labios, como si quisiera respirar hondo, y parpadea. Por una milésima de
segundo parece algo perdida, la tierra cambia ligeramente de eje y
las placas tectónicas se deslizan hacia una nueva posición.
¡Dios mío! La mirada perdida de Santana López.
—Dígame algo mañana —me dice metiéndo la mano en su cartera de mano— Mi tarjeta. Está mi número de móvil. Tendría que llamarme antes de las diez de la mañana.
—Muy bien —le contesto sonriendo.
Quinn se pondrá contentísima.
—¡Britt!
Sugar aparece al otro lado del pasillo. Es la hermana menor del
señor Clayton. Me habían dicho que había vuelto de Princeton, pero no esperaba verla hoy.
—Discúlpeme un momento, señora López.
López frunce el ceño mientras me vuelvo.
Sugar siempre ha sido una amiga, y en este extraño momento en que me las veo con la rica, poderosa, asombrosamente atractiva y
controladora obsesiva López, me alegra hablar con alguien normal.
Sugar me abraza muy fuerte, y me pilla por sorpresa.
—¡Britt, cuánto me alegro de verte! —exclama.
—Hola, Sugar ¿Cómo estás? ¿Has venido para el cumpleaños de
tu hermano?
—Sí. Estás muy guapa, Britt, muy guapa.
Sonríe y se aparta un poco para observarme. Luego me suelta,
pero deja un brazo posesivo por encima de mis hombros. Me
separo un poco, incómoda. Me alegra ver a Sugar, pero siempre se
toma demasiadas confianzas.
Cuando miro a Santana López, veo que nos observa atentamente, con ojos impenetrables y pensativos, y expresión seria, impasible. Ha dejado de ser la clienta extrañamente atenta y ahora es otra persona… alguien fría y distante.
—Sugar, estoy con una clienta. Tienes que conocerla —le digo
intentando suavizar la animadversión que veo en la expresión de López.
Tiro de Sugar hasta donde está López, y ambas se observan
detenidamente el aire podría cortarse con un cuchillo.
—Sugar, te presento a Santana López.
Señora López, ella es Sugar Clayton, la hermana del dueño de la tienda. —Y por alguna razón
poco comprensible, siento que debo darle más explicaciones—.
Conozco a Sugar desde que trabajo aquí, aunque no nos vemos muy a menudo. Ha vuelto de Princeton, donde estudia administración de empresas.
Estoy diciendo chorradas… ¡Basta!
—Señora Clayton.
Santana le tiende la mano con mirada impenetrable.
—Señora López —la saluda Sugar estrechándole la mano—.
Espera… ¿No será la famosa Santana López? ¿La de López
Enterprises Holdings?
Sugar pasa de mostrarse fria a quedarse deslumbrada en una
milésima de segundo. López le dedica una educada sonrisa.
—Uau… ¿Puedo ayudarle en algo?
—Se ha ocupado Brittany, señora Clayton. Ha sido muy atenta.
Su expresión es impasible, pero sus palabras… es como si estuviera diciendo algo totalmente diferente. Es desconcertante.
—Estupendo —le responde sugar—. Nos vemos luego, Britt.
—Claro, Sugar.
La observo desaparecer hacia el almacén.
—¿Algo más, señora López?
—Nada más.
Su tono es distante y frío. Maldita sea… ¿La he ofendido?
Respiro hondo, me vuelvo y me dirijo a la caja. ¿Qué le pasa
ahora?
Marco el precio de la cuerda, el mono, la cinta adhesiva y los
sujetacables.
—Serán cuarenta y tres dólares, por favor.
Miro a López, pero me arrepiento inmediatamente. Está observándome fijamente. Me pone de los nervios.
—¿Quiere una bolsa? —le pregunto cogiendo su tarjeta de crédito.
—Sí, gracias, Brittany.
Su lengua acaricia mi nombre, y el corazón se me vuelve a
disparar. Apenas puedo respirar. Meto deprisa lo que ha comprado en una bolsa de plástico.
—Ya me llamará si quiere que haga la sesión de fotos.
Vuelve a ser la mujer de negocios. Asiento, porque de nuevo
me he quedado sin palabras, y le devuelvo la tarjeta de crédito.
—Bien. Hasta mañana, quizá. —Se vuelve para marcharse, pero
se detiene—. Ah, una cosa, Brittany… Me alegro de que la
señorita Fabray no pudiera hacerme la entrevista.
Sonríe y sale de la tienda a grandes zancadas y con renovada determinación, colgándose la bolsa del hombro y dejándome como una masa temblorosa de embravecidas hormonas femeninas. Paso varios minutos mirando la puerta cerrada por la que acaba de marcharse antes de volver a pisar la Tierra.
De acuerdo. Me gusta. Ya está, lo he admitido. No puedo seguir escondiendo mis sentimientos. Nunca antes me había sentido así.
Me parece atractiva, muy atractiva. Pero sé que es una causa perdida y suspiro con un pesar agridulce. Ha sido solo una coincidencia que viniera. Pero, bueno, puedo admirarla desde la distancia, ¿no? No tiene nada de malo. Y si encuentro a un fotógrafo, mañana la admiraré a mis anchas. Me muerdo el labio pensándola y me descubro a mí misma sonriendo como una colegiala. Tengo que llamar a Quinn para organizar la sesión fotográfica.
Parte I - Capítulo 2
El corazón me late muy deprisa. El ascensor llega a la planta baja y salgo en cuanto se abren las puertas. Doy un traspié, pero por suerte no me doy de bruces contra el inmaculado suelo de piedra. Corro hacia las grandes puertas de vidrio y por fin salgo al tonificante, limpio y húmedo aire de Seamos. Levanto la cara y agradezco la lluvia, que me refresca. Cierro los ojos y respiro hondo, dejo que el aire me purificar e intento recuperar la poca serenidad que me queda.
Ninguna persona me había impactado como Sant ana López, y no entiendo por qué. ¿Porque es guapa? ¿Educada? ¿Rica?
¿Poderosa? No entiendo mi reacción irracional. Suspiro profundamente aliviada. ¿De qué diablos va esta historia? Me apoyo en una columna de acero del edificio y hago un gran esfuerzo por tranquilizar me y ordenar mis pensamientos. Muevo ligeramente la cabeza. ¿Qué ha pasado? Mi corazón recupera su ritmo habitual y puedo volver a respirar normalmente. Me dirijo al coche.
Dejo atrás la ciudad repasando mentalmente la entrevista y empiezo a sentirme idiota y avergonzado. Seguro que estoy reaccionando desproporcionada mente a algo que solo existe en mi cabeza. De acuerdo, es muy atractiva, segura de sí misma, dominante y se siente cómoda consigo misma, pero por otra parte es arrogante y, por impecables que sean sus modales, es una dictadura y fría. Bueno, a primera vista. Un involuntario escalofrío me recorre la espina dorsal. Puede ser arrogante, pero tiene derecho a serio, porque ha conseguido grandes cosas y es todavía muy joven. No soporta a los imbéciles, pero ¿por qué iba a hacerlo? Vuelvo a enfadar me al pensar que Quien no me proporcionó una breve biografía.
Mientras recordó la interestatal 5, mi mente sigue di vagando. Me deja de verdad perpleja que haya gente tan empeñada en triunfar.
Algunas respuestas suyas han sido muy críticas, como si tuviera una agenda oculta. Y las preguntas de Quién… ¡Uf! La adopción y que si era hay… Se me ponen los pelos de punta. No me puedo creer que le haya preguntado algo así. ¡Tierra, trágala! De ahora en adelante, cada vez que recuerde esta pregunta me moriré de vergüenza. ¡Maldita sea Quien Fabray!
Echo un vistazo al indicador de velocidad. Conduzca con más precaución de la habitual, y sé que es porque tengo en mente esos penetrantes ojos marrones que me miran y una voz seria que me dice que conduzca con cuidado. Muevo la cabeza y me doy cuenta de que López parece tener el doble de edad de la que tiene. Olvidado, Britt, me rebaño a mí misma. Llego a la conclusión de que, en el fondo, ha sido una experiencia muy interesante, pero que no debería darle más vueltas. Dédalo correr. No tengo que volver a verla. La idea me reconocía. Enciendo la radio, subo el volumen, me declinó hacia atrás y escucho el ritmo del rock indie mientras piso el acelerador. Al surcar la interestatal 5 me doy cuenta de que puedo conducir todo lo deprisa que quiera.
Vivimos en una pequeña comunidad de casas pareadas cerca del campus de la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver.
Tengo suerte. Los padres de Quinn le compraron la casa, así que pago una miseria de alquiler. Llevamos cuatro años viviendo aquí.
Aparco el coche sabiendo que Quinn va a querer que se lo cuente todo con pelos y señales, y es obstinada. Bueno, al menos tiene la grabadora. Espero no tener que añadir mucho más a lo dicho en la entrevista.
— ¡Britt! Ya estás aquí.
Quinn está sentada en el salón, rodeada de libros. Es evidente que ha estado estudiando para los exámenes finales, aunque todavía lleva puesto el pijama rosa de franela de conejitos, el que reserva para cuando ha roto con un novio, para todo tipo de enfermedades y para cuando está deprimida en general. Se levanta de un salto y corre a abrazarme.
—Empezaba a preocuparme. Pensaba que volverías antes.
—Pues yo creo que es pronto teniendo en cuenta que la entrevista se ha alargado…
Le doy la grabadora.
—Britt, muchísimas gracias. Te debo una, lo sé. ¿Cómo ha ido?
¿Cómo es?
Oh, no, ya estamos con la santa inquisidora Quinn Fabray
Me cuesta contestarle. ¿Qué puedo decir?
—Me alegro de que haya acabado y de no tener que volver a verla. Ha estado bastante intimidante, la verdad. —Me encojo de hombros—. Es muy centrada, incluso intensa… y joven. Muy joven.
Quinn me mira con expresión cándida. Frunzo el ceño.
—No te hagas la inocente. ¿Por qué no me pasaste una biografía? Me ha hecho sentir como una idiota por no tener idea de nada.
Quinn se lleva una mano a la boca.
—Vaya, Britt, lo siento… No lo pensé.
Resoplo.
—En general ha sido amable, formal y un poco estirada, como una vieja precoz. No habla como una tipa de veintitantos años. Por cierto, ¿cuántos años tiene?
—Veintisiete. Britt, lo siento. Tendría que haberte contado un poco, pero estaba muy nerviosa. Bueno, me llevo la grabadora y empezaré a transcribir la entrevista.
—Parece que estás mejor. ¿Te has tomado la sopa? —le pregunto para cambiar de tema.
—Sí, y estaba riquísima, como siempre. Me encuentro mucho mejor.
Me sonríe agradecida. Miro el reloj.
—Salgo pitando. Creo que llego a mi turno en Clayton’s.
—Britt, estarás agotada.
—Estoy bien. Nos vemos luego.
Trabajo en Clayton’s desde que empecé en la universidad, hace cuatro años. Como es la ferretería más grande de la zona de Portland, he llegado a saber bastante sobre los artículos que vendemos, aunque, paradójicamente, soy un desastre para el bricolaje. Esto se lo dejo a mi padre.
Me alegra llegar a tiempo, porque así tendré algo en lo que pensar que no sea Santana López. Tenemos mucho trabajo. Como acaba de empezar la temporada de verano, todo el mundo anda redecorando su casa. La señora Clayton parece aliviada al verme.
— ¡Britt! Pensaba que hoy no vendrías.
—La cita ha durado menos de lo que pensaba. Puedo hacer un par de horas.
—Me alegro mucho de verte.
Me manda al almacén a reponer estanterías, y no tardo en centrarme en mi trabajo.
Más tarde, cuando vuelvo a casa, Quinn lleva puestos unos auriculares y trabaja en su portátil. Todavía tiene la nariz roja, pero está metida de lleno en su artículo, muy concentrada y tecleando frenéticamente. Yo estoy agotada, rendida por el largo viaje en coche, por la dura entrevista y por no haber parado de aquí para allá en Clayton’s. Me dejo caer en el sofá pensando en el trabajo de la facultad que tengo que terminar y en que no he podido estudiar nada porque estaba con… ella
—Lo que me has traído está genial, Britt. Lo has hecho muy bien. No puedo creerme que no aceptaras su oferta de enseñarte el edificio. Está claro que quería pasar más rato contigo.
Me lanza una fugaz mirada burlona.
Me ruborizo e inexplicablemente mis pulsaciones se aceleran.
Seguro que no era por eso. Solo quería mostrarme el edificio para que viera que era la ama y señora de todo aquello. Soy consciente de que estoy mordiéndome el labio y confío en que Quinn no se dé cuenta, pero mi amiga parece estar concentrada en la transcripción.
—Ya entiendo lo que quieres decir con eso de formal. ¿Tomaste notas? —me pregunta.
—Mmm… No.
—No pasa nada. Con lo que hay me basta para un buen artículo. Lástima que no tengamos fotos propias. La hija de puta está buena, ¿no?
Me ruborizo.
—Supongo.
Intento dar a entender que me da igual, y creo que lo consigo.
—Vamos, Britt… Ni siquiera tú puedes ser inmune a su atractivo.
Me mira y alza una ceja perfecta.
¡Mierda! Siento que me arden las mejillas, así que la distraigo haciéndole la pelota, que siempre funciona.
—Seguramente tú le habrías sacado mucho más.
—Lo dudo, Britt. Vamos… casi te ha ofrecido trabajo.
Teniendo en cuenta que te lo endosé en el último minuto, lo has hecho muy bien.
Me mira interrogante. Me retiro corriendo a la cocina.
—Dime, ¿qué te ha parecido ella?
Maldita sea, no para de preguntar. ¿Por qué no lo deja de una vez? Piensa algo, rápido.
—Es muy tenaz, controladora y arrogante… Da miedo, pero es muy carismática. Entiendo que pueda fascinar —le digo sinceramente con la esperanza de que se calle de una vez por todas.
— ¿Tú, fascinada por una mujer? Qué novedad —me dice riéndose.
Como estoy preparándome un bocadillo, no puede verme la cara.
— ¿Por qué querías saber si era gay? Por cierto, ha sido la pregunta más incómoda. Casi me muero de vergüenza, y a ella le ha molestado que se lo preguntara.
Frunzo el ceño al recordarlo.
—Cuando aparece en la prensa, siempre va sola.
—Ha sido muy incómodo. Todo ha sido incómodo. Me alegro de no tener que volver a verla.
—Venga, Britt, no puede haber ido tan mal. Creo que le has caído muy bien.
¿Qué le he caído bien? Quinn alucina.
— ¿Quieres un bocadillo?
—Sí, por favor.
Para mi tranquilidad, esta noche no seguimos hablando de Santana López.
Después de comer puedo sentarme a la mesa del comedor con Quinn y, mientras ella trabaja en su artículo, yo sigo con mi trabajo sobre Tess, la de los d’Urberville. Maldita sea. Esta mujer estuvo en el lugar equivocado y en el momento equivocado del siglo equivocado. Cuando termino son las doce de la noche y hace ya mucho rato que Quinn se ha ido a dormir. Me voy a mi habitación agotada, pero contenta de haber trabajado tanto para ser un lunes.
Me meto en mi cama de hierro de color blanco, me envuelvo en la colcha de mi madre, cierro los ojos y me quedo dormida al instante. Sueño con lugares oscuros, suelos blancos, inhóspitos y fríos, y ojos marrones.
El resto de la semana me sumerjo en mis estudios y en mi trabajo en Clayton’s. Quinn también está muy ocupada organizando su última edición de la revista de la facultad antes de ceder su puesto al nuevo responsable, y además también está estudiando para los exámenes. Hacia el miércoles se encuentra mucho mejor y ya no tengo que seguir soportando la visión de su pijama rosa de franela lleno de conejitos. Llamo a mi madre, que vive en Georgia, para saber cómo está y para que me desee suerte en los exámenes.
Empieza a contarme su última aventura: está aprendiendo a hacer velas. Mi madre se pasa la vida emprendiendo nuevos negocios.
Básicamente se aburre y necesita hacer lo que sea para ocupar su tiempo, pero le es imposible centrarse en algo mucho tiempo. La semana que viene será otra cosa. Me preocupa. Espero que no haya hipotecado la casa para financiar este último proyecto. Y espero que Bob —su relativamente nuevo marido, aunque es mucho mayor que ella— la controle un poco ahora que yo ya no estoy en casa. Parece mucho más responsable que el marido número tres.
— ¿Cómo te va todo, Britt?
Dudo un segundo, y mi madre centra toda su atención en mí.
—Muy bien.
— ¿Britt? ¿Has conocido a alguna chica o chico?
Uf, ¿cómo se le ocurre? Es evidente que está entusiasmada y ella sabe que me atraen los chicos y las chicas.
—No, mamá, no pasa nada. Si conozco a un chico o chica, serás la primera en saberlo.
—Britt, cariño, tienes que salir más. Me preocupas.
—Mamá, estoy bien. ¿Qué tal Bob?
Como siempre, la mejor táctica es la distracción.
Esa noche, más tarde, llamo a Ray, mi padrastro, el marido número dos de mi madre, el hombre al que considero mi padre y cuyo apellido llevo. La conversación es breve. En realidad, ni siquiera es una conversación, sino una serie de gruñidos en respuesta a mis discretos intentos. Ray no es muy hablador. Pero es muy activo, sigue viendo el fútbol en la tele (y cuando no está viendo el fútbol, juega a los bolos, pesca o hace muebles). Ray es un buen carpintero, y gracias a él sé diferenciar una espátula de un serrucho. Parece que todo le va bien.
El viernes por la noche Quinn y yo estamos comentando qué hacer —queremos descansar un poco del estudio, el trabajo y las revistas de la facultad— cuando llaman a la puerta.
En los escalones de la entrada está mi buen amigo Noah con una botella de champán en las manos.
— ¡Noah! ¡Qué alegría verte! —Lo abrazo—. Pasa.
Noah es la primera persona a la que conocí cuando llegué a la universidad, y parecía tan perdido y solo como yo. Aquel día nos dimos cuenta de que éramos almas gemelas, y desde entonces somos amigos. No solo compartimos el sentido del humor, sino que descubrimos que Ray y el padre de Noah estuvieron juntos en el ejército, y a partir de ahí nuestros padres se hicieron también muy amigos.
Noah estudia ingeniería. Es el primero de su familia que va a la universidad. Es un tipo brillante, pero su auténtica pasión es la fotografía. Tiene un ojo estupendo para hacer fotos.
—Tengo buenas noticias —dice sonriendo con sus brillantes ojos claros.
—No me lo digas: también esta semana te las has arreglado para que no te despidan… —bromeo.
Simula burlonamente ponerme mala cara.
—La Portland Place Gallery va a exponer mis fotos el mes que viene.
—Increíble… ¡Felicidades!
Me alegro mucho por él y vuelvo a abrazarlo. Quinn también le sonríe.
— ¡Buen trabajo, Noah! Tendré que incluirlo en la revista. No se me ocurre nada mejor para un viernes por la noche que hacer cambios editoriales de última hora —dice riéndose.
—Vamos a celebrarlo. Quiero que vengas a la inauguración.
Noah me mira fijamente y me ruborizo.
—Las dos, claro —añade mirando nervioso a Quinn.
Noah y yo somos buenos amigos, pero en el fondo sé que le gustaría que fuéramos algo más. Es mono y divertido, pero no es mi tipo. Es más bien el hermano que nunca he tenido. Quinn suele chincharme diciéndome que me falta el gen de buscar novio o novia, pero la verdad es que no he conocido a nadie que… bueno, alguien que me atraiga, aunque una parte de mí desea que me tiemblen las piernas, se me dispare el corazón y sienta mariposas en el estómago.
A veces me pregunto si me pasa algo. Quizá he dedicado demasiado tiempo a mis románticos héroes literarios, y por eso mis ideales y mis expectativas son excesivamente elevados. Pero en la vida real nadie me ha hecho sentir así.
Hasta hace muy poco, murmura la inoportuna vocecita de mi subconsciente. ¡NO! Destierro de inmediato la idea. No voy a planteármelo, no después de aquella dolorosa entrevista.
« ¿Es usted gay, señora López?» Me estremezco al recordarlo. Sé que desde entonces he soñado con ella casi todas las noches, pero seguramente es porque tengo que purgar de mi cabeza la espantosa experiencia.
Observo a Noah abriendo la botella de champán. Lleva vaqueros y una camiseta. Es alto, ancho de hombros y musculoso, de piel morena, pelo negro y ardientes ojos claros. Sí, Noah está bastante bueno, pero creo que por fin está entendiendo el mensaje: somos solo amigos. El corcho sale disparado, y Noah alza la mirada y sonríe.
El sábado es una pesadilla en la ferretería. Nos invaden las manitas que quieren acicalar su casa. El señor y la señora Clayton, John, Patrick —los otros dos empleados— y yo nos pasamos la jornada atendiendo a los clientes. Pero al mediodía se calma un poco, y mientras estoy sentada detrás del mostrador de la caja, comiéndome discretamente el bocadillo, la señora Clayton me pide que compruebe unos pedidos. Me concentro en la tarea, compruebo que los números de catálogo de los artículos que necesitamos se corresponden con los que hemos encargado y paso la mirada del libro de pedidos a la pantalla del ordenador, y viceversa, para asegurarme de que las entradas cuadran. De repente, no sé por qué, alzo la vista… y me quedo atrapada en la descarada mirada marrón de Santana López que me observa fijamente desde el otro lado del mostrador.
Casi me da un infarto.
—Señorita Pierce, qué agradable sorpresa —me dice. Su mirada es firme e intensa.
Maldita sea. ¿Qué narices está haciendo aquí, toda peinada y con un vestido color crema, y botas altas de tacón? Creo que me he quedado boquiabierta, y no encuentro ni el cerebro ni la voz.
—Señora López—murmuro, porque no puedo hacer otra cosa.
Sus labios esbozan una sonrisa y sus ojos parecen divertidos, como si estuviera disfrutando de alguna broma de la que no me entero.
—Pasaba por aquí —me dice a modo de explicación—.
Necesito algunas cosas. Es un placer volver a verla, señorita Pierce.
Su voz es cálida y ronca como un bombón de chocolate y caramelo… o algo así.
Muevo la cabeza intentando bajar de las nubes. El corazón me aporrea el pecho a un ritmo frenético, y por alguna razón me arden las mejillas ante su firme mirada escrutadora. Verla delante de mí me ha dejado totalmente desconcertada. Mis recuerdos de ella no le han hecho justicia. No es solo guapa, no. Es la belleza femenina personificada, arrebatadora, y está aquí, en la ferretería Clayton’s.
Quién lo iba a decir. Recupero por fin mis funciones cognitivas y vuelvo a conectar con el resto de mi cuerpo.
—Britt. Me llamo Britt —murmuro—. ¿En qué puedo ayudarle, señora López?
Sonríe, y de nuevo es como si tuviera conocimiento de algún gran secreto. Es muy desconcertante. Respiro hondo y pongo mi cara de llevar cuatro años trabajando en la tienda y ser una profesional. Yo puedo.
—Necesito un par de cosas. Para empezar, bridas para cables
—murmura con expresión fría y divertida a la vez.
¿Bridas para cables?
—Tenemos varias medidas. ¿Quiere que se las muestre? — susurro con voz titubeante.
Cálmate, Pierce.
Un ligero fruncimiento estropea las cejas de López, que son bastante bonitas.
—Sí, por favor. La acompaño, señorita Pierce —me dice.
Salgo de detrás del mostrador fingiendo despreocupación, pero lo cierto es que me concentro al máximo en no desplomarme. De repente mis piernas parecen de plastilina. Me alegro mucho de haber decidido ponerme mis mejores vaqueros esta mañana.
—Están con los artículos de electricidad, en el pasillo número ocho —le digo en un tono de voz demasiado elevado.
La miro y me arrepiento casi de inmediato. ¡Qué guapa es!
—La sigo —murmura haciendo un gesto con su mano de largos dedos y uñas perfectamente arregladas.
Con el corazón casi estrangulándome —porque me ha subido hasta la garganta e intenta salírseme por la boca— me meto en un pasillo en dirección a la sección de electricidad. ¿Por qué está en Portland? ¿Por qué ha venido a Clayton’s? Y de una diminuta parte de mi cerebro que apenas utilizo —seguramente por debajo del bulbo raquídeo, cerca de donde habita mi subconsciente— surge una idea: Ha venido a verte. ¡Imposible! La descarto de inmediato.
¿Por qué iba a querer verme esta mujer guapa, poderosa y sofisticada? Es una idea absurda, así que me la quito de la cabeza.
— ¿Ha venido a Portland por negocios? —le pregunto.
Mi voz suena demasiado aguda, como si me hubiera pillado un dedo en una puerta. ¡Basta! ¡Intenta calmarte, Britt!
—He ido a visitar el departamento de agricultura de la universidad, que está en Vancouver. En estos momentos financio una investigación sobre rotación de cultivos y ciencia del suelo — me contesta con total naturalidad.
¿Lo ves? Ni por asomo ha venido a verte, se burla a gritos mi orgullosa subconsciente. Me ruborizo solo de pensar en las tonterías que se me pasan por la cabeza.
—¿Forma parte de su plan para alimentar al mundo? —la
provoco.
—Algo así —admite esbozando una media sonrisa.
Echa un vistazo a nuestra sección de bridas para cables. ¿Para
qué querrá eso? No me lo imagino haciendo bricolaje. Desliza los
dedos por las cajas de la estantería, y por alguna inexplicable razón tengo que apartar la mirada. Se inclina y coge una caja.
—Estas me irán bien —me dice con su sonrisa de estar guardando un secreto.
—¿Algo más?
—Quisiera cinta adhesiva.
¿Cinta adhesiva?
—¿Está decorando su casa?
Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas.
Seguro que contrata a trabajadores o tiene personal que se la decora.
—No, no estoy decorándola —me contesta rápidamente.
Sonríe, y me da la extraña sensación de que está riéndose de mí.
¿Tan divertida soy? ¿Por qué le hago tanta gracia?
—Por aquí —murmuro incómoda—. La cinta está en el pasillo de la decoración.
Miro hacia atrás y veo que me sigue.
—¿Lleva mucho tiempo trabajando aquí? —me pregunta en voz
baja, mirándome fijamente.
Me ruborizo. ¿Por qué demonios tiene este efecto sobre mí? Me
siento como una cría de catorce años, torpe, como siempre, y fuera
de lugar. ¡Mirada al frente, Pierce!
—Cuatro años —murmuro mientras llegamos a nuestro destino.
Por hacer algo, me agacho y cojo las dos medidas de cinta adhesiva que tenemos.
—Me llevaré esta —dice López golpeando suavemente el rollo de
cinta que le tiendo.
Nuestros dedos se rozan un segundo, y ahí está de nuevo la
corriente, que me recorre como si hubiera tocado un cable suelto.
Jadeo involuntariamente al sentirla desplazándose hasta algún lugar
oscuro e inexplorado en lo más profundo de mi vientre. Intento
desesperadamente serenarme.
—¿Algo más? —le pregunto con voz ronca y entrecortada.
Abre ligeramente los ojos.
—Un poco de cuerda.
Su voz, también ronca, replica la mía.
—Por aquí.
Agacho la cabeza para ocultar mi rubor y me dirijo al pasillo.
—¿Qué tipo de cuerda busca? Tenemos de fibra sintética, de
fibra natural, de cáñamo, de cable…
Me detengo al ver su expresión impenetrable. Sus ojos parecen
más oscuros. ¡Madre mía!
—Cinco metros de la de fibra natural, por favor.
Mido rápidamente la cuerda con dedos temblorosos, consciente
de su ardiente mirada marron. No me atrevo a mirarla. No podría
sentirme más cohibida. Saco el cúter del bolsillo trasero de mi
pantalón, corto la cuerda, la enrollo con cuidado y hago un nudo.
Es un milagro que haya conseguido no amputarme un dedo con el
cúter.
—¿Iba usted a las scouts? —me pregunta frunciendo divertida
sus gruesos y sensuales labios.
¡No le mires la boca!
—Las actividades en grupo no son lo mío, señora López arquea una ceja.
—¿Qué es lo suyo, Brittany? —me pregunta en voz baja y con su sonrisa secreta.
La miro y me siento incapaz de expresarme. El suelo son placas
tectónicas en movimiento. Intenta tranquilizarte, Brit, me suplica de
rodillas mi torturada subconsciente.
—Los libros —susurro.
Pero mi subconsciente grita: ¡Tú! ¡Tú eres lo mío! Lo aparto
inmediatamente de un manotazo, avergonzada de los delirios de
grandeza de mi mente.
—¿Qué tipo de libros? —me pregunta ladeando la cabeza.
¿Por qué le interesa tanto?
—Bueno, lo normal. Los clásicos. Sobre todo literatura inglesa.
Se frota la barbilla con el índice y el pulgar considerando mi
respuesta. O quizá sencillamente está aburridísima e intenta
disimularlo.
—¿Necesita algo más?
Tengo que cambiar de tema… Esos dedos en esa cara son
cautivadores.
—No lo sé. ¿Qué me recomendaría?
¿Qué le recomendaría? Ni siquiera sé lo que va a hacer.
—¿De bricolaje?
Asiente con mirada burlona. Me ruborizo y mi mirada se
desplaza a su vestido ajustado que lleva.
—Un mono de trabajo —le contesto.
Me doy cuenta de que ya no controlo lo que sale de mi boca.
Vuelve a alzar una ceja, divertida.
—No querrá que se le estropee la ropa… —le digo señalando
su vestido.
—Siempre puedo quitármela —me contesta sonriendo..
—Ya.
Siento que mis mejillas vuelven a teñirse de rojo. Deben de
parecer la cubierta del Manifiesto comunista. Cállate. Cállate de
una vez.
—Me llevaré un mono de trabajo. No vaya a ser que se me
estropee la ropa —me dice con frialdad.
Intento apartar la inoportuna imagen de ella sin vestido.
—¿Necesita algo más? —le pregunto en tono demasiado agudo
mientras le tiendo un mono azul.
No contesta a mi pregunta.
—¿Cómo va el artículo?
Por fin me ha preguntado algo normal, sin indirectas ni juegos de
palabras… Una pregunta que puedo responder. Me agarro a la pregunta con las dos manos, como si fuera una tabla de salvación, y apuesto
por la sinceridad.
—No estoy escribiéndolo yo, sino Quinn. La señorita Fabray, mi compañera de piso. Está muy contenta es la editora de la revista y se quedó destrozada por no haber podido hacerle la entrevista personalmente. —Siento que he remontado el vuelo, por fin un tema de conversación normal—. Lo único que le preocupa es que no tiene ninguna foto suya original.
—¿Qué tipo de fotografías quiere?
Muy bien. No había previsto esta respuesta. Niego con la cabeza, porque sencillamente no lo sé.
—Bueno, voy a estar por aquí. Quizá mañana…
—¿Estaría dispuesta a hacer una sesión de fotos? Vuelve a salirme la voz de pito. Quinn estará encantada si lo consigo. Y podrás volver a verla mañana, me susurra
seductoramente ese oscuro lugar al fondo de mi cerebro. Descarto
la idea. Es estúpida, ridícula…
—Quinn estará encantada… si encontramos a un fotógrafo.
Estoy tan contenta que le sonrío abiertamente. Ella abre los labios, como si quisiera respirar hondo, y parpadea. Por una milésima de
segundo parece algo perdida, la tierra cambia ligeramente de eje y
las placas tectónicas se deslizan hacia una nueva posición.
¡Dios mío! La mirada perdida de Santana López.
—Dígame algo mañana —me dice metiéndo la mano en su cartera de mano— Mi tarjeta. Está mi número de móvil. Tendría que llamarme antes de las diez de la mañana.
—Muy bien —le contesto sonriendo.
Quinn se pondrá contentísima.
—¡Britt!
Sugar aparece al otro lado del pasillo. Es la hermana menor del
señor Clayton. Me habían dicho que había vuelto de Princeton, pero no esperaba verla hoy.
—Discúlpeme un momento, señora López.
López frunce el ceño mientras me vuelvo.
Sugar siempre ha sido una amiga, y en este extraño momento en que me las veo con la rica, poderosa, asombrosamente atractiva y
controladora obsesiva López, me alegra hablar con alguien normal.
Sugar me abraza muy fuerte, y me pilla por sorpresa.
—¡Britt, cuánto me alegro de verte! —exclama.
—Hola, Sugar ¿Cómo estás? ¿Has venido para el cumpleaños de
tu hermano?
—Sí. Estás muy guapa, Britt, muy guapa.
Sonríe y se aparta un poco para observarme. Luego me suelta,
pero deja un brazo posesivo por encima de mis hombros. Me
separo un poco, incómoda. Me alegra ver a Sugar, pero siempre se
toma demasiadas confianzas.
Cuando miro a Santana López, veo que nos observa atentamente, con ojos impenetrables y pensativos, y expresión seria, impasible. Ha dejado de ser la clienta extrañamente atenta y ahora es otra persona… alguien fría y distante.
—Sugar, estoy con una clienta. Tienes que conocerla —le digo
intentando suavizar la animadversión que veo en la expresión de López.
Tiro de Sugar hasta donde está López, y ambas se observan
detenidamente el aire podría cortarse con un cuchillo.
—Sugar, te presento a Santana López.
Señora López, ella es Sugar Clayton, la hermana del dueño de la tienda. —Y por alguna razón
poco comprensible, siento que debo darle más explicaciones—.
Conozco a Sugar desde que trabajo aquí, aunque no nos vemos muy a menudo. Ha vuelto de Princeton, donde estudia administración de empresas.
Estoy diciendo chorradas… ¡Basta!
—Señora Clayton.
Santana le tiende la mano con mirada impenetrable.
—Señora López —la saluda Sugar estrechándole la mano—.
Espera… ¿No será la famosa Santana López? ¿La de López
Enterprises Holdings?
Sugar pasa de mostrarse fria a quedarse deslumbrada en una
milésima de segundo. López le dedica una educada sonrisa.
—Uau… ¿Puedo ayudarle en algo?
—Se ha ocupado Brittany, señora Clayton. Ha sido muy atenta.
Su expresión es impasible, pero sus palabras… es como si estuviera diciendo algo totalmente diferente. Es desconcertante.
—Estupendo —le responde sugar—. Nos vemos luego, Britt.
—Claro, Sugar.
La observo desaparecer hacia el almacén.
—¿Algo más, señora López?
—Nada más.
Su tono es distante y frío. Maldita sea… ¿La he ofendido?
Respiro hondo, me vuelvo y me dirijo a la caja. ¿Qué le pasa
ahora?
Marco el precio de la cuerda, el mono, la cinta adhesiva y los
sujetacables.
—Serán cuarenta y tres dólares, por favor.
Miro a López, pero me arrepiento inmediatamente. Está observándome fijamente. Me pone de los nervios.
—¿Quiere una bolsa? —le pregunto cogiendo su tarjeta de crédito.
—Sí, gracias, Brittany.
Su lengua acaricia mi nombre, y el corazón se me vuelve a
disparar. Apenas puedo respirar. Meto deprisa lo que ha comprado en una bolsa de plástico.
—Ya me llamará si quiere que haga la sesión de fotos.
Vuelve a ser la mujer de negocios. Asiento, porque de nuevo
me he quedado sin palabras, y le devuelvo la tarjeta de crédito.
—Bien. Hasta mañana, quizá. —Se vuelve para marcharse, pero
se detiene—. Ah, una cosa, Brittany… Me alegro de que la
señorita Fabray no pudiera hacerme la entrevista.
Sonríe y sale de la tienda a grandes zancadas y con renovada determinación, colgándose la bolsa del hombro y dejándome como una masa temblorosa de embravecidas hormonas femeninas. Paso varios minutos mirando la puerta cerrada por la que acaba de marcharse antes de volver a pisar la Tierra.
De acuerdo. Me gusta. Ya está, lo he admitido. No puedo seguir escondiendo mis sentimientos. Nunca antes me había sentido así.
Me parece atractiva, muy atractiva. Pero sé que es una causa perdida y suspiro con un pesar agridulce. Ha sido solo una coincidencia que viniera. Pero, bueno, puedo admirarla desde la distancia, ¿no? No tiene nada de malo. Y si encuentro a un fotógrafo, mañana la admiraré a mis anchas. Me muerdo el labio pensándola y me descubro a mí misma sonriendo como una colegiala. Tengo que llamar a Quinn para organizar la sesión fotográfica.
Última edición por O_o el Mar Jun 04, 2013 11:42 pm, editado 4 veces
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
marcoheath*** - Mensajes : 125
Fecha de inscripción : 09/10/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
excelente fic, solo te pido que no tardes una eternidad para actualizar, eso es lo mas frustrante de los fic!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hey te quedó increíble!!
:) esa señora López!! Jajaja ok ya oye no habrá forma.debe un versión pov San???
Bien.sigue así guapa nos vemos.Saludos!
:) esa señora López!! Jajaja ok ya oye no habrá forma.debe un versión pov San???
Bien.sigue así guapa nos vemos.Saludos!
sweetbitch** - Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 20/12/2012
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