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Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
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Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Bueno aquí estoy de nuevo otra vez sorprendida x la respuestas del fic de verdad q para mi es un placer esta adaptación y también compartirlas con ustedes veo q hay nuevas lectoras y también veo q hay muchas lectoras las cuales también tienen fic y admiro sus historias!!!... Y si adaptare LA TRILOGIA ENTERA jejejeje...gracias x sus comentarios debido a que me escriben muchos decido colocar un capítulo todos los días!!... Ojo mis actulizaciones depende de sus comentarios si veo q hay poco no actualizare oks jum jajajaj!!... Por cierto también tengo un fic Heya una historia diferente!! Para las fanaticas de esa parejita :)... Bueno no me extiendo mas actualizo x mi cel y se pone lento :s
Ah coloque fraevans xq me encanta esa pareja de rubios :),,,
P.D: que opinan de la imagen q coloque como firma?
Besame, maldita sea!, le suplico mentalmente, pero no puedo moverme. Un extraño y desconocido deseo me paraliza. Estoy totalmente
cautivada. Observo fascinada la boca de Santana López, y ella me observa a mí con una mirada velada, con ojos cada vez más impenetrables. Respira más deprisa de lo normal, y yo he dejado de respirar. Estoy entre tus brazos. Bésame, por favor. Cierra los ojos, respira muy hondo y mueve ligeramente la cabeza, como si
respondiera a mi silenciosa petición. Cuando vuelve a abrirlos, ella ha recuperado la determinación, ha tomado una férrea decisión.
—Brittany, deberías mantenerte alejada de mí. No soy una buena mujer para ti —suspira.
¿Qué? ¿A qué viene esto? Se supone que soy yo la que debería
decidirlo. Frunzo el ceño y muevo la cabeza en señal de negación.
—Respira, Brittany, respira. Voy a ayudarte a ponerte en pie y
a dejarte marchar —me dice en voz baja.
Y me aparta suavemente.
Me ha subido la adrenalina por todo el cuerpo, por el ciclista que
casi me atropella o por la embriagadora proximidad de Santana, y me siento paralizada y débil. ¡NO!, grita mi mente mientras se aparta dejándome desamparada. Apoya las manos en mis hombros, a cierta distancia, y observa atentamente mi reacción. Y lo único que puedo pensar es que quería que me besara, que era
obvio, pero no lo ha hecho. No me desea. La verdad es que ella no me
desea. He fastidiado soberanamente la cita.
—Quiero decirte una cosa —le digo tras recuperar la voz—:
Gracias —musito hundida en la humillación.
¿Cómo he podido malinterpretar hasta tal punto la situación entre
nosotras? Tengo que apartarme de ella.
—¿Por qué?
Frunce el ceño. No ha retirado las manos de mis hombros.
—Por salvarme —susurro.
—Ese idiota iba contra dirección. Me alegro de haber estado aquí. Me dan escalofríos solo de pensar lo que podría haberte pasado. ¿Quieres venir a sentarte un momento en el hotel?
Me suelta y baja las manos. Estoy frente a ella y me siento como
una tonta.
Intento aclararme las ideas. Solo quiero marcharme. Todas mis vagas e incoherentes esperanzas se han frustrado. No me desea.
¿En qué estaba pensando?, me riño a mí misma. ¿Qué iba a
interesarle de ti a Santana López?, se burla mi subconsciente. Me rodeo con los brazos, me giro hacia la carretera y veo aliviada que en el semáforo ha aparecido el hombrecillo verde. Cruzo rápidamente, consciente de que López me sigue. Frente al hotel,
vuelvo un instante la cara hacia ella, pero no puedo mirarla a los ojos.
—Gracias por el té y por la sesión de fotos —murmuro.
—Brittany… Yo…
Se calla. Su tono angustioso me llama la atención, de modo que
la miro involuntariamente. Se pasa la mano por el pelo con mirada
desolada. Parece destrozada, frustrada y con expresión alterada.
Su prudente control ha desaparecido.
—¿Qué, Santana? —le pregunto bruscamente al ver que no
dice nada.
Quiero marcharme. Necesito llevarme mi frágil orgullo herido y
mimarlo para que se cure.
—Buena suerte en los exámenes —murmura.
¿Cómo? ¿Por eso parece tan desolada? ¿Es esta su fantástica
despedida? ¿Desearme suerte en los exámenes?
—Gracias —le contesto sin disimular el sarcasmo—. Adiós,
señora López.
Doy media vuelta, me sorprende un poco no tropezar y, sin
volver a dirigirle la mirada, desaparezco por la acera en dirección al
parking subterráneo.
Ya en el oscuro y frío cemento del parking, bajo su débil luz de
fluorescente, me apoyo en la pared y me cubro la cara con las
manos. ¿En qué estaba pensando? No puedo evitar que se me
llenen los ojos de lágrimas. ¿Por qué lloro? Me dejo caer al suelo,
enfadada conmigo misma por esta absurda reacción. Levanto las
rodillas y las rodeo con los brazos. Quiero hacerme lo más pequeña
posible. Quizá este disparatado dolor sea menor cuanto más pequeña me haga. Apoyo la cabeza en las rodillas y dejo que las irracionales lágrimas fluyan sin freno. Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo. Lamentando la pérdida de algo que nunca ha existido… mis esperanzas frustradas, mis sueños frustrados y mis expectativas destrozadas.
Nunca me habían rechazado. Bueno, siempre era una de las últimas a las que elegían para jugar al baloncesto o al voleibol, pero eso lo entendía. Correr y hacer algo más a la vez, como botar o lanzar una pelota, no es lo mío. Soy una auténtica negada para cualquier deporte.
Pero en el plano sentimental, nunca me he expuesto. Toda mi vida he sido muy insegura. Soy demasiado pálida, demasiado delgada, demasiado desaliñada, torpe y tantos otros defectos más, así que siempre he sido yo la que ha rechazado a cualquier posible admirador o admiradora. En mi clase de química hubo una chica a la que le gustaba, pero nadie había despertado mi interés… Nadie excepto la maldita Santana López. Quizá debería ser más agradable con gente como
Sugar Clayton y Noah Puckerman, aunque estoy segura de que ninguno de los dos ha acabado llorando solo(a) en la oscuridad. Quizá solo necesite pegarme una buena llantera.
¡Basta! ¡Basta ya!, me grita metafóricamente mi subconsciente
con los brazos cruzados, apoyada en una pierna y dando golpecitos
en el suelo con la otra. Métete en el coche, vete a casa y ponte a estudiar. Olvídala… ¡Ahora mismo! Y deja ya de autocompadecerte, de castigarte y toda esta mierda.
Respiro hondo varias veces y me levanto. Ánimo, Pierce. Me
dirijo al coche de Quinn secándome las lágrimas. No volveré a pensar en ella. Anotaré este incidente en la lista de las experiencias de la vida y me centraré en los exámenes.
Cuando llego, Quinn está sentada a la mesa del comedor con el portátil. La sonrisa con la que me recibe se desvanece en cuanto me ve.
—Britt, ¿qué pasa?
Oh, no… La santa inquisidora Quinn Fabray. Muevo la cabeza como hace ella cuando quiere dar a entender que no está para historias, pero no sirve de nada.
—Has llorado.
A veces tiene un don especial para decir lo que es obvio.
—¿Qué te ha hecho esa hija de puta? —gruñe con una cara que
da miedo.
—Nada, Quinn.
En realidad, ese es el problema. Al pensarlo, sonrió con ironía.
—¿Y por qué has llorado? Tú nunca lloras —me dice en tono
más suave.
Se levanta. Sus ojos verdes me miran preocupados. Me abraza.
Tengo que decir lo que sea para quitármela de encima.
—Casi me atropella un ciclista.
Es lo mejor que se me ocurre decirle para que por un momento
se olvide de López.
—Dios mío, Britt… ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?
Se aparta un poco y me echa un rápido vistazo para comprobar si todo está bien.
—No. Santana me ha salvado —susurro—. Pero me he
pegado un susto de muerte.
—No me extraña. ¿Qué tal el café? Sé que odias el café.
—He tomado un té. Ha ido bien. Nada que comentar, la verdad.
No sé por qué me lo ha pedido.
—Le gustas, Britt —me dice soltándome.
—Ya no. No voy a volver a verla.
Sí, consigo sonar como si no me importará.
—¿Cómo?
Maldita sea. Está intrigada. Me meto en la cocina para que no pueda verme la cara.
—Sí… No tiene demasiado que ver conmigo, Quinn —le digo lo
más fríamente que puedo.
—¿Qué quieres decir?
—Quinn, es obvio.
Me vuelvo y me colocó frente a ella, que está de pie en la puerta
de la cocina.
—Para mí no —me dice—. Vale, ella tiene más dinero que tú, pero tiene más dinero que casi todo el mundo en este país.
—Quinn, es…
Me encojo de hombros.
—¡Britt, por favor! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Eres
una cría —me interrumpe.
Oh, no. Ya estamos otra vez con ese rollo.
—Quinn, por favor, tengo que estudiar —la corto.
Pone mala cara.
—¿Quieres ver el artículo? Está acabado. Noah ha hecho algunas
fotos buenísimas.
¿Tengo ahora que ver a la hermosa Santana López, quien no siente el menor interés por mí?
—Claro.
Me saco una sonrisa de la manga y me acerco al portátil. Y ahí está, mirándome en blanco y negro, mirándome y encontrándome indigna de su interés.
Finjo leer el artículo, pero no aparto los ojos de su firme mirada marrón. Busco en la foto alguna pista de por qué no es una mujer para mí, como me ha dicho. Y de repente me parece obvio. Es muy sexy. Somos polos opuestos, y de dos mundos muy diferentes. Me veo a mí misma como a Ícaro cuando se acerca demasiado al sol, se quema y se estrella. Tiene razón. No es una mujer para mí. Es lo que ha querido decirme, y eso hace más fácil aceptar su rechazo… Bueno, casi. Podré soportarlo. La entiendo.
—Muy bueno, Quinn —logro decirle—. Me voy a estudiar.
Me propongo no volver a pensar en ella de momento. Abro los apuntes y empiezo a leer.
Solo cuando estoy en la cama, intentando dormir, permito que mis
pensamientos se trasladen a mi extraña mañana. No dejo de pensar
en lo que me ha dicho de que no tiene novias, y me enfado por no
haber tenido en cuenta esa información antes de estar entre sus brazos, suplicándole mentalmente con todos los poros de mi piel que me besara. Ella lo había dicho. No me quería como novia. Me
tumbo de lado. Me pregunto si quizá no tiene relaciones sexuales.
Cierro los ojos y empiezo a quedarme dormida. Quizá esté ella reservándose. Bueno, no para ti. Mi adormilada subconsciente me da un último golpe antes de sumergirse en mis sueños.
Y esa noche sueño con ojos marrones y dibujos de hojas en la
espuma de la leche, y corro por lugares apenas iluminados por una
luz fantasmagórica, y no sé si corro en dirección a algo o huyendo de algo… No queda claro.
Suelto el bolígrafo. Se acabó. He terminado mi último examen.
Sonrió de oreja a oreja. Probablemente sea la primera vez que sonrió en toda la semana. Es viernes, y esta noche lo celebraremos.
Lo celebraremos por todo lo alto. Seguramente hasta me emborracharé. Nunca me he emborrachado. Miro a Quinn, que está en el otro extremo de la clase, todavía escribiendo como una loca.
Faltan cinco minutos para que se acabe el examen. Esto es todo.
Se acabó mi carrera académica. Ya no tendré que volver a sentarme en filas de alumnos nerviosos. En mi mente doy graciosas volteretas, aunque sé de sobra que mis volteretas solo pueden ser graciosas en mi mente. Quinn deja de escribir y suelta el bolígrafo.
Me mira también con una sonrisa de oreja a oreja.
De camino a casa, en su Mercedes, nos negamos a hablar del examen. Quinn está mucho más preocupada por lo que va a ponerse esta noche. Yo intento encontrar las llaves en el bolso.
—Britt, hay un paquete para ti.
Quinn está en la escalera, frente a la puerta de la calle, con un
paquete envuelto en papel de embalar. Qué raro. No recuerdo
haber encargado nada en Amazon. Quinn me da el paquete y coge
mis llaves para abrir la puerta. El paquete está dirigido a la señorita
Brittany Pierce. No lleva remitente. Quizá sea de mi madre o de Ray.
—Seguramente será de mis padres.
—¡Ábrelo! —exclama Quinn nerviosa.
Se mete en la cocina para ir a buscar el champán con el que vamos a celebrar que hemos terminado los exámenes.
Abro el paquete y encuentro un estuche de piel que contiene tres
viejos libros, aparentemente idénticos, con cubiertas de tela, en
perfecto estado, y una tarjeta de color blanco. En una cara, en tinta
negra y una bonita caligrafía, se lee:
Reconozco la cita de Tess. Me sorprende la casualidad de que
hace un momento haya pasado tres horas escribiendo sobre las novelas de Thomas Hardy en mi examen final. Quizá no sea casualidad… quizá sea deliberado. Miro los libros con atención.
Tres volúmenes de Tess, la de los d’Urberville. Abro la cubierta
de uno. En la primera página, en una tipografía antigua, leo:
¡Son primeras ediciones! Deben de valer una fortuna e inmediatamente sé quién me las ha mandado. Quinn observa los libros por encima de mi hombro. Coge la tarjeta.
—Primeras ediciones —susurro.
—No… —dice abriendo los ojos incrédula—. ¿López?
Asiento.
—No se me ocurre nadie más.
—¿Qué quiere decir la tarjeta?
—No tengo ni idea. Creo que es una advertencia… La verdad es que sigue previniéndome. No tengo ni idea de por qué. No es que me haya dedicado a tirarle la puerta abajo precisamente —digo
frunciendo el ceño.
—Sé que no quieres hablar de ella, Britt, pero no hay duda de que le interesas, te advierta o no.
No me he permitido pensar demasiado en Santana López en la
última semana. Bueno… sus ojos marrones siguen invadiendo mis
sueños, y sé que tardaré una eternidad en eliminar de mi cerebro la sensación de sus brazos rodeándome y su maravilloso olor. ¿Por qué me ha mandado estos libros? Me dijo que yo no era para ella.
—He encontrado una primera edición de Tess en venta, en Nueva York, por catorce mil dólares, pero los tuyos están en mucho mejor estado. Deben de haber costado más —me dice
Quinn consultando a su buen amigo Google.
—La cita… Tess se lo dice a su madre después de lo que le hace Alec d’Urberville.
—Lo sé —me contesta Quinn, pensativa——. ¿Qué intenta decir?
—Ni lo sé ni me importa. No puedo aceptarlos. Se los devolveré con otra cita tan desconcertante como esta de alguna parte confusa del libro.
—¿El pasaje en el que Ángel Clare la manda a la mierda? —me
pregunta Quinn muy seria.
—Sí, ese —le contesto riéndome.
Quiero a Quinn. Es leal y me apoya. Envuelvo los libros y los dejo en la mesa del comedor. Quinn me ofrece una copa de champán.
—Por el final de los exámenes y nuestra nueva vida en Seattle —
dice con una sonrisa.
—Por el final de los exámenes, nuestra nueva vida en Seattle y
por que todo nos vaya bien.
Chocamos las copas y bebemos.
El bar es ruidoso y está lleno de gente, de futuros licenciados que
han salido a pillar una buena cogorza. Noah ha venido con nosotras.
No se graduará hasta el año que viene, pero le apetecía salir. Nos
trae una jarra de margaritas para ponernos en la onda de nuestra
recién estrenada libertad. Mientras me bebo la quinta copa, pienso que no es buena idea beber tantos margaritas después del champán.
—¿Y ahora qué, Britt? —me grita Noah.
—Quinn y yo nos vamos a vivir a Seattle. Los padres de Quinn le
han comprado un piso.
—Dios mío, cómo viven algunos… Pero volveréis para mi exposición, ¿no?
—Por supuesto, Noah. No me la perdería por nada del mundo
—le contesto sonriendo.
Me pasa el brazo por la cintura y me acerca a él.
—Es muy importante para mí que vengas, Britt —me susurra al oído—. ¿Otro margarita?
—Noah Puckerman… ¿estás intentando emborracharme?
Porque creo que lo estás consiguiendo —le digo riéndome—. Creo que mejor me tomo una cerveza. Voy a buscar una jarra para todos.
—¡Más bebida, Britt! —grita Quinn.
Quinn es fuerte como un toro. Ha pasado el brazo por los hombros de Levi, un compañero de la clase de inglés y su fotógrafo habitual en la revista de la facultad, que ha dejado de hacer fotos de los borrachos que lo rodean. Solo tiene ojos para Quinn, que se ha puesto un top minúsculo, vaqueros ajustados y tacones altos. Lleva el pelo recogido, con unos mechones rizados que le caen con gracia alrededor de la cara. Está despampanante, como siempre. Yo soy más bien de Converse y camisetas, pero me he puesto los vaqueros que más me favorecen. Me aparto de Noah y me levanto de nuestra mesa.
Uf, me da vueltas la cabeza.
Tengo que agarrarme al respaldo de la silla. Los cócteles con tequila no son una buena idea.
Me dirijo a la barra y decido que debería ir al baño ahora que todavía me mantengo en pie. Bien pensado, Britt. Me abro camino entre el gentío tambaleándome. Por supuesto hay cola, pero al menos el pasillo está tranquilo y fresco. Saco el móvil para pasar el rato mientras espero. A ver… ¿cuál ha sido mi última llamada? ¿A
Noah? Antes hay un número que no sé de quién es. Ah, sí. López.
Creo que es su número. Me río. No tengo ni idea de la hora que es. Quizá la despierte. Quizá pueda explicarme por qué me ha mandado esos libros y el críptico mensaje. Si quiere que me mantenga alejada de ella, debería dejarme en paz. Reprimo una sonrisa de borracha y pulso el botón de llamar. Contesta a la segunda señal.
—¿Brittany?
Le ha sorprendido que la llamara. Bueno, la verdad es que a mí me sorprende estar llamándola. A continuación mi ofuscado cerebro se pregunta cómo sabe que soy yo.
—¿Por qué me has mandado esos libros? —le pregunto
arrastrando las palabras.
—Brittany, ¿estás bien? Tienes una voz rara —me dice en tono
muy preocupado.
—La rara no soy yo, sino tú —le digo animada por el alcohol.
—Brittany, ¿has bebido?
—¿A ti qué te importa?
—Tengo… curiosidad. ¿Dónde estás?
—En un bar.
—¿En qué bar? —me pregunta nerviosa.
—Un bar de Portland.
—¿Cómo vas a volver a casa?
—Ya me las apañaré.
La conversación no está yendo como esperaba.
—¿En qué bar estás?
—¿Por qué me has mandado esos libros, Santana?
—Brittany, ¿dónde estás? Dímelo ahora mismo.
Su tono es tan… tan dictatorial. La controladora obsesiva de siempre. Lo imagino como a una directora de cine de los viejos tiempos, con pantalones de montar, un megáfono pasado de moda y una fusta. La imagen me provoca una carcajada.
—Eres tan… dominante —le digo riéndome.
—Britt, contéstame: ¿dónde cojones estás?
Santana López diciendo palabrotas. Vuelvo a reírme.
—En Portland… Bastante lejos de Seattle.
—¿Dónde exactamente?
—Buenas noches, Santana.
—¡Britt! Cuelgo.
Vaya, no me ha dicho nada de los libros. Frunzo el ceño. Misión no cumplida. Estoy bastante borracha, la verdad. La cabeza me da vueltas mientras avanzo en la cola. Bueno, el objetivo era emborracharse, y lo he conseguido. Ya veo lo que es… Me temo que no merece la pena repetirlo. La cola ha avanzado y ya me toca. Maldita sea, ¿acabo de
llamar a Santana López? Mierda. Me suena el teléfono, pego un salto y grito del susto.
—Hola —digo en voz baja.
No había previsto que ella me llamara.
—Voy a buscarte —me dice.
Y cuelga. Solo Santana López podría hablar con tanta tranquilidad y parecer tan amenazadora a la vez.
Maldita sea. Me subo los vaqueros. El corazón me late a toda prisa. ¿Viene a buscarme? Oh, no. Voy a vomitar… no… Estoy bien. Espera. Me estoy montando una película. No le he dicho dónde estaba. No puede encontrarme. Además, tardaría horas en llegar desde Seattle, y para entonces haría mucho que nos
habríamos marchado. Me lavó las manos y me miro en el espejo.
Estoy roja y ligeramente desenfocada. Uf… tequila.
Espero una eternidad en la barra, hasta que me dan una jarra
grande de cerveza, y por fin vuelvo a la mesa.
—Has tardado un siglo —me riñe Quinn—. ¿Dónde estabas?
—Haciendo cola para el baño.
Noah y Levi discuten acaloradamente sobre el equipo de béisbol de nuestra ciudad. Noah interrumpe su diatriba para servirnos cerveza, y doy un trago largo.
—Quinn, creo que saldré un momento a tomar el aire.
—Britt, no aguantas nada…
—Solo cinco minutos.
Vuelvo a abrirme camino entre el gentío. Empiezo a sentir náuseas, la cabeza me da vueltas y me siento inestable. Más inestable de lo habitual.
Mientras bebo al aire libre, en la zona de aparcamiento, soy
consciente de lo borracha que estoy. No veo bien. La verdad es que lo veo todo doble, como en las viejas reposiciones de los dibujos animados de Tom y Jerry. Creo que voy a vomitar.
¿Cómo he podido acabar así?
—Britt, ¿estás bien?
Noah ha salido del bar y se ha acercado a mí.
—Creo que he bebido un poco más de la cuenta —le contesto sonriendo.
—Yo también —murmura. Sus ojos claros me miran fijamente
—. ¿Te echo una mano? —me pregunta avanzando hasta mí y
rodeándome con sus brazos.
—Noah, estoy bien. No pasa nada.
Intento apartarlo sin demasiada energía.
—Britt, por favor —me susurra.
Me agarra y me acerca a él.
—Noah, ¿qué estás haciendo?
—Sabes que me gustas, Britt. Por favor.
Con una mano me mantiene pegada a él, y con la otra me agarra
de la barbilla y me levanta la cara. ¡Va a besarme…!
—No, Noah, para… No.
Lo empujo, pero es todo músculos, así que no consigo moverlo.
Me ha metido la mano por el pelo y me sujeta la cabeza para que no la mueva.
—Por favor, Britt, cariño —me susurra con los labios muy cerca
de los míos.
Respira entrecortadamente y su aliento es demasiado dulzón.
Huele a margarita y a cerveza. Empieza a recorrerme la mandíbula
con los labios, acercándose a la comisura de mi boca. Estoy muy nerviosa, borracha y fuera de control. Me siento agobiada.
—Noah, no —le suplico.
No quiero. Eres mi amigo y creo que voy a vomitar.
—Creo que la señorita ha dicho que no —dice una voz tranquila
en la oscuridad.
¡Dios mío! Santana López. Está aquí. ¿Cómo? Noah me suelta.
—López —dice Noah lacónicamente.
Miro angustiada a Santana, que observa furiosa a Noah. Mierda.
Siento una arcada y me inclino hacia delante. Mi cuerpo no puede
seguir tolerando el alcohol y vómito en el suelo aparatosamente.
—¡Uf, Dios mío, Britt!
Noah se aparta de un salto con asco. López me sujeta el pelo, me
lo aparta de la cara y suavemente me lleva hacia un parterre al fondo del aparcamiento. Observo agradecida que está relativamente oscuro.
—Si vas a volver a vomitar, hazlo aquí. Yo te agarro.
Ha pasado un brazo por encima de mis hombros, y con la otra
mano me sujeta el pelo, como si quisiera hacerme una coleta, para
que no se me vaya a la cara. Intento apartarla torpemente, pero
vuelvo a vomitar… y otra vez. Oh, mierda… ¿Cuánto va a durar
esto? Aunque tengo el estómago vacío y no sale nada, espantosas
arcadas me sacuden el cuerpo. Me prometo a mí misma que jamás
volveré a beber. Es demasiado vergonzoso para explicarlo. Por fin
dejo de sentir arcadas.
He apoyado las manos en el parterre, pero apenas me sujetan.
Vomitar tanto es agotador. López me suelta y me ofrece un pañuelo.
Solo ella podría tener un pañuelo de seda recién lavado y con sus
iniciales bordadas. S.L. No sabía que todavía podían comprarse estas cosas. Por un instante, mientras me limpio la boca. No me atrevo a mirarla. Estoy muerta de vergüenza. Me doy asco. Quiero que las azaleas del parterre me engullan y desaparecer de aquí.
Noah sigue merodeando junto a la puerta del bar, mirándonos.
Me lamento y apoyo la cabeza en las manos. Debe de ser el peor momento de mi vida. La cabeza sigue dándome vueltas mientras
intento recordar un momento peor, y solo se me ocurre el del
rechazo de Santana, pero este es cincuenta veces más humillante.
Me arriesgo a lanzarle una rápida mirada. Me observa fijamente
con semblante sereno, inexpresiva. Me giro y miro a Noah, que también parece bastante avergonzado e intimidado por López, como yo. Lo fulmino con la mirada. Se me ocurren unas cuantas palabras
para calificar a mi supuesto amigo, pero no puedo decirlas delante
de la empresaria Santana López. Britt, ¿a quién pretendes engañar?
Acaba de verte vomitando en el suelo y en la flora local. Tu conducta poco refinada ha sido más que evidente.
—Bueno… Nos vemos dentro —masculla Noah.
Pero no le hacemos caso, así que vuelve a entrar en el bar. Estoy
sola con Santana. Mierda, mierda. ¿Qué puedo decirle? Puedo
disculparme por haberla llamado.
—Lo siento —susurro mirando fijamente el pañuelo, que no dejo
de retorcer entre los dedos. Qué suave es.
—¿Qué sientes, Brittany?
Maldita sea, quiere su recompensa.
—Sobre todo haberte llamado. Estar mareada. Uf, la lista es interminable —murmuro sintiendo que me pongo roja.
Por favor, por favor, que me muera ahora mismo.
—A todos nos ha pasado alguna vez, quizá no de manera tan dramática como a ti —me contesta secamente—. Es cuestión de saber cuáles son tus límites, Brittany. Bueno, a mí me gusta traspasar los límites, pero la verdad es que esto es demasiado.
¿Sueles comportarte así?
Me zumba la cabeza por el exceso de alcohol y el enfado. ¿Qué
narices le importa a ella? No lo he invitado a venir. Parece una mujer
madura riñéndome como si fuera una cría descarriada. A una parte
de mí le apetece decirle que si quiero emborracharme cada noche
es cosa mía y que a ella no le importa, pero no tengo valor. No
ahora, cuando acabo de vomitar delante de ella. ¿Por qué sigue aquí?
—No —le digo arrepentida—. Nunca me había emborrachado,
y ahora mismo no me apetece nada que se repita.
De verdad que no entiendo por qué ella está aquí. Empiezo a marearme. Se da cuenta, me agarra antes de que me caiga, me levanta y me apoya contra sus pechos, como si fuera una niña. ¡Uf, Dios mío!.
—Vamos, te llevaré a casa —murmura.
—Tengo que decírselo a Quinn.
Vuelvo a estar en sus brazos.
—Puede decírselo mi hermano.
—¿Qué?
—Mi hermano Sam está hablando con la señorita Fabray.
—¿Cómo?
No lo entiendo.
—Estaba conmigo cuando me has llamado.
—¿En Seattle? —le pregunto confundida.
—No. Estoy en el Heathman.
¿Todavía? ¿Por qué?
—¿Cómo me has encontrado?
—He rastreado la localización de tu móvil, Brittany.
Claro. ¿Cómo es posible? ¿Es legal? Acosadora, me susurra mi
subconsciente entre la nube de tequila que sigue flotándome en el
cerebro, pero por alguna razón, porque es ella, no me importa.
—¿Has traído chaqueta o bolso?
—Sí, las dos cosas. Santana, por favor, tengo que decírselo a Quinn. Se preocupará.
Aprieta los labios y suspira ruidosamente.
—Si no hay más remedio…
Me suelta, me coge de la mano y se dirige hacia el bar. Me siento débil, todavía borracha, incómoda, agotada, avergonzada y, por extraño que parezca, encantada de la vida. Me lleva de la mano. Es un confuso abanico de emociones. Necesitaré al menos una semana para procesarlas.
En el bar hay mucho ruido, está lleno de gente y ha empezado a
sonar la música, así que la pista de baile está llena. Quinn no está en
nuestra mesa, y Noah ha desaparecido. Levi, que está solo, parece perdido y desamparado.
—¿Dónde está Quinn? —grito a Levi.
La cabeza empieza a martillearme al ritmo del potente bajo de la música.
—Bailando —me contesta Levi.
Me doy cuenta de que está enfadado y de que mira a Santana
con recelo. Busco mi chaqueta negra y me cuelgo el pequeño bolso
cruzado, que me queda a la altura de la cadera. Estoy lista para marcharme en cuanto haya hablado con Quinn.
Toco el brazo de Santana, me inclino hacia ella y le grito al oído
que Quinn está en la pista. Le rozo el pelo con la nariz y respiro su
aroma a perfume caro. Todas las sensaciones prohibidas y desconocidas que he intentado negarme salen a la superficie y
recorren mi cuerpo agotado. Me ruborizo, y en lo más profundo de
mi cuerpo los músculos se tensan agradablemente.
Pone los ojos en blanco, vuelve a cogerme de la mano y se dirige
a la barra. Lo atienden inmediatamente. La señora López, la obsesa del control, no tiene que esperar. ¿Todo le resulta tan fácil? No oigo lo que pide. Me ofrece un vaso grande de agua con hielo.
—Bebe —me ordena.
Los focos giran al ritmo de la música creando extrañas luces y
sombras de colores por el bar y sobre los clientes. López pasa del
verde al azul, el blanco y el rojo demoniaco. Me mira fijamente.
Doy un pequeño sorbo.
—Bébetela toda —me grita.
Qué autoritaria. Se pasa la mano por el pelo liso y perfectamente arreglado. Parece nerviosa, enfadada. ¿Qué le pasa aparte de que una estúpida chica borracha la haya llamado en plena noche y haya pensado que tenía que ir a rescatarla? Y ha resultado que sí tenía que rescatarla de su excesivamente cariñoso amigo. Y luego ha tenido que ver cómo la
excesivamente chica se mareaba. Oh, Britt… ¿conseguirás olvidar esto algún día?
Mi subconsciente chasquea la lengua y me observa por encima de
sus gafas de media luna. Me tambaleo un poco, y López apoya la
mano en mi hombro para sujetarme. Le hago caso y me bebo el vaso entero. Hace que me maree. Me quita el vaso y lo deja en la
barra. Observo a través de una especie de nebulosa cómo va
vestida: una ajustada camisa azul de seda, vaqueros ajustados,
Converse negras y una chaqueta de cuero negro. Lleva el
cuello de la camisa desabrochada, y veo asomar sus redondos y voluminosos pechos. Aun en mi aturdido estado, me parece que ella es condenadamente sexy.
Vuelve a cogerme de la mano y me lleva hacia la pista. Mierda.
Yo no bailó. Se da cuenta de que no quiero, y bajo las luces de colores veo su sonrisa divertida y burlona. Tira fuerte de mi mano y vuelvo a caer entre sus brazos. Empieza a moverse y me arrastra en su movimiento. Vaya, sabe bailar, y no puedo creerme que esté siguiendo sus pasos. Quizá sigo el ritmo porque estoy borracha. Me aprieta contra su cuerpo… Si no me sujetara con tanta fuerza, seguro que me desplomaría a sus pies. Desde el fondo de mi mente resuena lo que suele advertirme mi madre: «Nunca te fíes de un
hombre o mujer que baile bien».
Atravesamos la multitud de gente que baila hasta el otro extremo
de la pista y encontramos a Quinn y a Sam, el hermano de Santana.
La música retumba a todo volumen fuera y dentro de mi cabeza.
Oh, no. Quinn está moviendo ficha. Baila sacando el culo, y eso solo
lo hace cuando alguien le gusta. Cuando alguien le gusta mucho.
Eso quiere decir que mañana seremos tres a la hora del desayuno.
Santana se inclina y grita a Sam al oído. No oigo lo que le dice.
Sam es alto, ancho de hombros, pelo rubio liso, y con ojos perversamente brillantes. El parpadeo de los focos me impide ver de qué color. Sam se ríe, tira de Quinn y la arrastra hasta sus brazos, donde ella parece estar encantada de la vida… ¡Quinn! Aun en mi etílico estado, me escandalizo. Acaba de conocerlo. Asiente a lo que Sam le dice, me sonríe y se despide de mí con la mano.
Santana nos saca de la pista moviéndose con presteza.
Pero no he hablado con Quinn. ¿Está bien? Ya veo cómo van a
acabar las cosas entre esos dos. Tengo que darle una charla sobre
sexo seguro.
Los pensamientos me estallan en el cerebro, luchan contra la
confusa sensación de borrachera. Aquí hace mucho calor, hay
mucho ruido, demasiados colores… demasiadas luces. Me da vueltas la cabeza. Oh, no… Siento que el suelo sube al encuentro de mi cara, o eso parece. Lo último que oigo antes de desmayarme en los brazos de Santana López es la palabrota que suelta.
—¡Joder!
Ah coloque fraevans xq me encanta esa pareja de rubios :),,,
P.D: que opinan de la imagen q coloque como firma?
Parte I - Capítulo 4
Besame, maldita sea!, le suplico mentalmente, pero no puedo moverme. Un extraño y desconocido deseo me paraliza. Estoy totalmente
cautivada. Observo fascinada la boca de Santana López, y ella me observa a mí con una mirada velada, con ojos cada vez más impenetrables. Respira más deprisa de lo normal, y yo he dejado de respirar. Estoy entre tus brazos. Bésame, por favor. Cierra los ojos, respira muy hondo y mueve ligeramente la cabeza, como si
respondiera a mi silenciosa petición. Cuando vuelve a abrirlos, ella ha recuperado la determinación, ha tomado una férrea decisión.
—Brittany, deberías mantenerte alejada de mí. No soy una buena mujer para ti —suspira.
¿Qué? ¿A qué viene esto? Se supone que soy yo la que debería
decidirlo. Frunzo el ceño y muevo la cabeza en señal de negación.
—Respira, Brittany, respira. Voy a ayudarte a ponerte en pie y
a dejarte marchar —me dice en voz baja.
Y me aparta suavemente.
Me ha subido la adrenalina por todo el cuerpo, por el ciclista que
casi me atropella o por la embriagadora proximidad de Santana, y me siento paralizada y débil. ¡NO!, grita mi mente mientras se aparta dejándome desamparada. Apoya las manos en mis hombros, a cierta distancia, y observa atentamente mi reacción. Y lo único que puedo pensar es que quería que me besara, que era
obvio, pero no lo ha hecho. No me desea. La verdad es que ella no me
desea. He fastidiado soberanamente la cita.
—Quiero decirte una cosa —le digo tras recuperar la voz—:
Gracias —musito hundida en la humillación.
¿Cómo he podido malinterpretar hasta tal punto la situación entre
nosotras? Tengo que apartarme de ella.
—¿Por qué?
Frunce el ceño. No ha retirado las manos de mis hombros.
—Por salvarme —susurro.
—Ese idiota iba contra dirección. Me alegro de haber estado aquí. Me dan escalofríos solo de pensar lo que podría haberte pasado. ¿Quieres venir a sentarte un momento en el hotel?
Me suelta y baja las manos. Estoy frente a ella y me siento como
una tonta.
Intento aclararme las ideas. Solo quiero marcharme. Todas mis vagas e incoherentes esperanzas se han frustrado. No me desea.
¿En qué estaba pensando?, me riño a mí misma. ¿Qué iba a
interesarle de ti a Santana López?, se burla mi subconsciente. Me rodeo con los brazos, me giro hacia la carretera y veo aliviada que en el semáforo ha aparecido el hombrecillo verde. Cruzo rápidamente, consciente de que López me sigue. Frente al hotel,
vuelvo un instante la cara hacia ella, pero no puedo mirarla a los ojos.
—Gracias por el té y por la sesión de fotos —murmuro.
—Brittany… Yo…
Se calla. Su tono angustioso me llama la atención, de modo que
la miro involuntariamente. Se pasa la mano por el pelo con mirada
desolada. Parece destrozada, frustrada y con expresión alterada.
Su prudente control ha desaparecido.
—¿Qué, Santana? —le pregunto bruscamente al ver que no
dice nada.
Quiero marcharme. Necesito llevarme mi frágil orgullo herido y
mimarlo para que se cure.
—Buena suerte en los exámenes —murmura.
¿Cómo? ¿Por eso parece tan desolada? ¿Es esta su fantástica
despedida? ¿Desearme suerte en los exámenes?
—Gracias —le contesto sin disimular el sarcasmo—. Adiós,
señora López.
Doy media vuelta, me sorprende un poco no tropezar y, sin
volver a dirigirle la mirada, desaparezco por la acera en dirección al
parking subterráneo.
Ya en el oscuro y frío cemento del parking, bajo su débil luz de
fluorescente, me apoyo en la pared y me cubro la cara con las
manos. ¿En qué estaba pensando? No puedo evitar que se me
llenen los ojos de lágrimas. ¿Por qué lloro? Me dejo caer al suelo,
enfadada conmigo misma por esta absurda reacción. Levanto las
rodillas y las rodeo con los brazos. Quiero hacerme lo más pequeña
posible. Quizá este disparatado dolor sea menor cuanto más pequeña me haga. Apoyo la cabeza en las rodillas y dejo que las irracionales lágrimas fluyan sin freno. Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo. Lamentando la pérdida de algo que nunca ha existido… mis esperanzas frustradas, mis sueños frustrados y mis expectativas destrozadas.
Nunca me habían rechazado. Bueno, siempre era una de las últimas a las que elegían para jugar al baloncesto o al voleibol, pero eso lo entendía. Correr y hacer algo más a la vez, como botar o lanzar una pelota, no es lo mío. Soy una auténtica negada para cualquier deporte.
Pero en el plano sentimental, nunca me he expuesto. Toda mi vida he sido muy insegura. Soy demasiado pálida, demasiado delgada, demasiado desaliñada, torpe y tantos otros defectos más, así que siempre he sido yo la que ha rechazado a cualquier posible admirador o admiradora. En mi clase de química hubo una chica a la que le gustaba, pero nadie había despertado mi interés… Nadie excepto la maldita Santana López. Quizá debería ser más agradable con gente como
Sugar Clayton y Noah Puckerman, aunque estoy segura de que ninguno de los dos ha acabado llorando solo(a) en la oscuridad. Quizá solo necesite pegarme una buena llantera.
¡Basta! ¡Basta ya!, me grita metafóricamente mi subconsciente
con los brazos cruzados, apoyada en una pierna y dando golpecitos
en el suelo con la otra. Métete en el coche, vete a casa y ponte a estudiar. Olvídala… ¡Ahora mismo! Y deja ya de autocompadecerte, de castigarte y toda esta mierda.
Respiro hondo varias veces y me levanto. Ánimo, Pierce. Me
dirijo al coche de Quinn secándome las lágrimas. No volveré a pensar en ella. Anotaré este incidente en la lista de las experiencias de la vida y me centraré en los exámenes.
Cuando llego, Quinn está sentada a la mesa del comedor con el portátil. La sonrisa con la que me recibe se desvanece en cuanto me ve.
—Britt, ¿qué pasa?
Oh, no… La santa inquisidora Quinn Fabray. Muevo la cabeza como hace ella cuando quiere dar a entender que no está para historias, pero no sirve de nada.
—Has llorado.
A veces tiene un don especial para decir lo que es obvio.
—¿Qué te ha hecho esa hija de puta? —gruñe con una cara que
da miedo.
—Nada, Quinn.
En realidad, ese es el problema. Al pensarlo, sonrió con ironía.
—¿Y por qué has llorado? Tú nunca lloras —me dice en tono
más suave.
Se levanta. Sus ojos verdes me miran preocupados. Me abraza.
Tengo que decir lo que sea para quitármela de encima.
—Casi me atropella un ciclista.
Es lo mejor que se me ocurre decirle para que por un momento
se olvide de López.
—Dios mío, Britt… ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?
Se aparta un poco y me echa un rápido vistazo para comprobar si todo está bien.
—No. Santana me ha salvado —susurro—. Pero me he
pegado un susto de muerte.
—No me extraña. ¿Qué tal el café? Sé que odias el café.
—He tomado un té. Ha ido bien. Nada que comentar, la verdad.
No sé por qué me lo ha pedido.
—Le gustas, Britt —me dice soltándome.
—Ya no. No voy a volver a verla.
Sí, consigo sonar como si no me importará.
—¿Cómo?
Maldita sea. Está intrigada. Me meto en la cocina para que no pueda verme la cara.
—Sí… No tiene demasiado que ver conmigo, Quinn —le digo lo
más fríamente que puedo.
—¿Qué quieres decir?
—Quinn, es obvio.
Me vuelvo y me colocó frente a ella, que está de pie en la puerta
de la cocina.
—Para mí no —me dice—. Vale, ella tiene más dinero que tú, pero tiene más dinero que casi todo el mundo en este país.
—Quinn, es…
Me encojo de hombros.
—¡Britt, por favor! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Eres
una cría —me interrumpe.
Oh, no. Ya estamos otra vez con ese rollo.
—Quinn, por favor, tengo que estudiar —la corto.
Pone mala cara.
—¿Quieres ver el artículo? Está acabado. Noah ha hecho algunas
fotos buenísimas.
¿Tengo ahora que ver a la hermosa Santana López, quien no siente el menor interés por mí?
—Claro.
Me saco una sonrisa de la manga y me acerco al portátil. Y ahí está, mirándome en blanco y negro, mirándome y encontrándome indigna de su interés.
Finjo leer el artículo, pero no aparto los ojos de su firme mirada marrón. Busco en la foto alguna pista de por qué no es una mujer para mí, como me ha dicho. Y de repente me parece obvio. Es muy sexy. Somos polos opuestos, y de dos mundos muy diferentes. Me veo a mí misma como a Ícaro cuando se acerca demasiado al sol, se quema y se estrella. Tiene razón. No es una mujer para mí. Es lo que ha querido decirme, y eso hace más fácil aceptar su rechazo… Bueno, casi. Podré soportarlo. La entiendo.
—Muy bueno, Quinn —logro decirle—. Me voy a estudiar.
Me propongo no volver a pensar en ella de momento. Abro los apuntes y empiezo a leer.
Solo cuando estoy en la cama, intentando dormir, permito que mis
pensamientos se trasladen a mi extraña mañana. No dejo de pensar
en lo que me ha dicho de que no tiene novias, y me enfado por no
haber tenido en cuenta esa información antes de estar entre sus brazos, suplicándole mentalmente con todos los poros de mi piel que me besara. Ella lo había dicho. No me quería como novia. Me
tumbo de lado. Me pregunto si quizá no tiene relaciones sexuales.
Cierro los ojos y empiezo a quedarme dormida. Quizá esté ella reservándose. Bueno, no para ti. Mi adormilada subconsciente me da un último golpe antes de sumergirse en mis sueños.
Y esa noche sueño con ojos marrones y dibujos de hojas en la
espuma de la leche, y corro por lugares apenas iluminados por una
luz fantasmagórica, y no sé si corro en dirección a algo o huyendo de algo… No queda claro.
Suelto el bolígrafo. Se acabó. He terminado mi último examen.
Sonrió de oreja a oreja. Probablemente sea la primera vez que sonrió en toda la semana. Es viernes, y esta noche lo celebraremos.
Lo celebraremos por todo lo alto. Seguramente hasta me emborracharé. Nunca me he emborrachado. Miro a Quinn, que está en el otro extremo de la clase, todavía escribiendo como una loca.
Faltan cinco minutos para que se acabe el examen. Esto es todo.
Se acabó mi carrera académica. Ya no tendré que volver a sentarme en filas de alumnos nerviosos. En mi mente doy graciosas volteretas, aunque sé de sobra que mis volteretas solo pueden ser graciosas en mi mente. Quinn deja de escribir y suelta el bolígrafo.
Me mira también con una sonrisa de oreja a oreja.
De camino a casa, en su Mercedes, nos negamos a hablar del examen. Quinn está mucho más preocupada por lo que va a ponerse esta noche. Yo intento encontrar las llaves en el bolso.
—Britt, hay un paquete para ti.
Quinn está en la escalera, frente a la puerta de la calle, con un
paquete envuelto en papel de embalar. Qué raro. No recuerdo
haber encargado nada en Amazon. Quinn me da el paquete y coge
mis llaves para abrir la puerta. El paquete está dirigido a la señorita
Brittany Pierce. No lleva remitente. Quizá sea de mi madre o de Ray.
—Seguramente será de mis padres.
—¡Ábrelo! —exclama Quinn nerviosa.
Se mete en la cocina para ir a buscar el champán con el que vamos a celebrar que hemos terminado los exámenes.
Abro el paquete y encuentro un estuche de piel que contiene tres
viejos libros, aparentemente idénticos, con cubiertas de tela, en
perfecto estado, y una tarjeta de color blanco. En una cara, en tinta
negra y una bonita caligrafía, se lee:
Reconozco la cita de Tess. Me sorprende la casualidad de que
hace un momento haya pasado tres horas escribiendo sobre las novelas de Thomas Hardy en mi examen final. Quizá no sea casualidad… quizá sea deliberado. Miro los libros con atención.
Tres volúmenes de Tess, la de los d’Urberville. Abro la cubierta
de uno. En la primera página, en una tipografía antigua, leo:
¡Son primeras ediciones! Deben de valer una fortuna e inmediatamente sé quién me las ha mandado. Quinn observa los libros por encima de mi hombro. Coge la tarjeta.
—Primeras ediciones —susurro.
—No… —dice abriendo los ojos incrédula—. ¿López?
Asiento.
—No se me ocurre nadie más.
—¿Qué quiere decir la tarjeta?
—No tengo ni idea. Creo que es una advertencia… La verdad es que sigue previniéndome. No tengo ni idea de por qué. No es que me haya dedicado a tirarle la puerta abajo precisamente —digo
frunciendo el ceño.
—Sé que no quieres hablar de ella, Britt, pero no hay duda de que le interesas, te advierta o no.
No me he permitido pensar demasiado en Santana López en la
última semana. Bueno… sus ojos marrones siguen invadiendo mis
sueños, y sé que tardaré una eternidad en eliminar de mi cerebro la sensación de sus brazos rodeándome y su maravilloso olor. ¿Por qué me ha mandado estos libros? Me dijo que yo no era para ella.
—He encontrado una primera edición de Tess en venta, en Nueva York, por catorce mil dólares, pero los tuyos están en mucho mejor estado. Deben de haber costado más —me dice
Quinn consultando a su buen amigo Google.
—La cita… Tess se lo dice a su madre después de lo que le hace Alec d’Urberville.
—Lo sé —me contesta Quinn, pensativa——. ¿Qué intenta decir?
—Ni lo sé ni me importa. No puedo aceptarlos. Se los devolveré con otra cita tan desconcertante como esta de alguna parte confusa del libro.
—¿El pasaje en el que Ángel Clare la manda a la mierda? —me
pregunta Quinn muy seria.
—Sí, ese —le contesto riéndome.
Quiero a Quinn. Es leal y me apoya. Envuelvo los libros y los dejo en la mesa del comedor. Quinn me ofrece una copa de champán.
—Por el final de los exámenes y nuestra nueva vida en Seattle —
dice con una sonrisa.
—Por el final de los exámenes, nuestra nueva vida en Seattle y
por que todo nos vaya bien.
Chocamos las copas y bebemos.
El bar es ruidoso y está lleno de gente, de futuros licenciados que
han salido a pillar una buena cogorza. Noah ha venido con nosotras.
No se graduará hasta el año que viene, pero le apetecía salir. Nos
trae una jarra de margaritas para ponernos en la onda de nuestra
recién estrenada libertad. Mientras me bebo la quinta copa, pienso que no es buena idea beber tantos margaritas después del champán.
—¿Y ahora qué, Britt? —me grita Noah.
—Quinn y yo nos vamos a vivir a Seattle. Los padres de Quinn le
han comprado un piso.
—Dios mío, cómo viven algunos… Pero volveréis para mi exposición, ¿no?
—Por supuesto, Noah. No me la perdería por nada del mundo
—le contesto sonriendo.
Me pasa el brazo por la cintura y me acerca a él.
—Es muy importante para mí que vengas, Britt —me susurra al oído—. ¿Otro margarita?
—Noah Puckerman… ¿estás intentando emborracharme?
Porque creo que lo estás consiguiendo —le digo riéndome—. Creo que mejor me tomo una cerveza. Voy a buscar una jarra para todos.
—¡Más bebida, Britt! —grita Quinn.
Quinn es fuerte como un toro. Ha pasado el brazo por los hombros de Levi, un compañero de la clase de inglés y su fotógrafo habitual en la revista de la facultad, que ha dejado de hacer fotos de los borrachos que lo rodean. Solo tiene ojos para Quinn, que se ha puesto un top minúsculo, vaqueros ajustados y tacones altos. Lleva el pelo recogido, con unos mechones rizados que le caen con gracia alrededor de la cara. Está despampanante, como siempre. Yo soy más bien de Converse y camisetas, pero me he puesto los vaqueros que más me favorecen. Me aparto de Noah y me levanto de nuestra mesa.
Uf, me da vueltas la cabeza.
Tengo que agarrarme al respaldo de la silla. Los cócteles con tequila no son una buena idea.
Me dirijo a la barra y decido que debería ir al baño ahora que todavía me mantengo en pie. Bien pensado, Britt. Me abro camino entre el gentío tambaleándome. Por supuesto hay cola, pero al menos el pasillo está tranquilo y fresco. Saco el móvil para pasar el rato mientras espero. A ver… ¿cuál ha sido mi última llamada? ¿A
Noah? Antes hay un número que no sé de quién es. Ah, sí. López.
Creo que es su número. Me río. No tengo ni idea de la hora que es. Quizá la despierte. Quizá pueda explicarme por qué me ha mandado esos libros y el críptico mensaje. Si quiere que me mantenga alejada de ella, debería dejarme en paz. Reprimo una sonrisa de borracha y pulso el botón de llamar. Contesta a la segunda señal.
—¿Brittany?
Le ha sorprendido que la llamara. Bueno, la verdad es que a mí me sorprende estar llamándola. A continuación mi ofuscado cerebro se pregunta cómo sabe que soy yo.
—¿Por qué me has mandado esos libros? —le pregunto
arrastrando las palabras.
—Brittany, ¿estás bien? Tienes una voz rara —me dice en tono
muy preocupado.
—La rara no soy yo, sino tú —le digo animada por el alcohol.
—Brittany, ¿has bebido?
—¿A ti qué te importa?
—Tengo… curiosidad. ¿Dónde estás?
—En un bar.
—¿En qué bar? —me pregunta nerviosa.
—Un bar de Portland.
—¿Cómo vas a volver a casa?
—Ya me las apañaré.
La conversación no está yendo como esperaba.
—¿En qué bar estás?
—¿Por qué me has mandado esos libros, Santana?
—Brittany, ¿dónde estás? Dímelo ahora mismo.
Su tono es tan… tan dictatorial. La controladora obsesiva de siempre. Lo imagino como a una directora de cine de los viejos tiempos, con pantalones de montar, un megáfono pasado de moda y una fusta. La imagen me provoca una carcajada.
—Eres tan… dominante —le digo riéndome.
—Britt, contéstame: ¿dónde cojones estás?
Santana López diciendo palabrotas. Vuelvo a reírme.
—En Portland… Bastante lejos de Seattle.
—¿Dónde exactamente?
—Buenas noches, Santana.
—¡Britt! Cuelgo.
Vaya, no me ha dicho nada de los libros. Frunzo el ceño. Misión no cumplida. Estoy bastante borracha, la verdad. La cabeza me da vueltas mientras avanzo en la cola. Bueno, el objetivo era emborracharse, y lo he conseguido. Ya veo lo que es… Me temo que no merece la pena repetirlo. La cola ha avanzado y ya me toca. Maldita sea, ¿acabo de
llamar a Santana López? Mierda. Me suena el teléfono, pego un salto y grito del susto.
—Hola —digo en voz baja.
No había previsto que ella me llamara.
—Voy a buscarte —me dice.
Y cuelga. Solo Santana López podría hablar con tanta tranquilidad y parecer tan amenazadora a la vez.
Maldita sea. Me subo los vaqueros. El corazón me late a toda prisa. ¿Viene a buscarme? Oh, no. Voy a vomitar… no… Estoy bien. Espera. Me estoy montando una película. No le he dicho dónde estaba. No puede encontrarme. Además, tardaría horas en llegar desde Seattle, y para entonces haría mucho que nos
habríamos marchado. Me lavó las manos y me miro en el espejo.
Estoy roja y ligeramente desenfocada. Uf… tequila.
Espero una eternidad en la barra, hasta que me dan una jarra
grande de cerveza, y por fin vuelvo a la mesa.
—Has tardado un siglo —me riñe Quinn—. ¿Dónde estabas?
—Haciendo cola para el baño.
Noah y Levi discuten acaloradamente sobre el equipo de béisbol de nuestra ciudad. Noah interrumpe su diatriba para servirnos cerveza, y doy un trago largo.
—Quinn, creo que saldré un momento a tomar el aire.
—Britt, no aguantas nada…
—Solo cinco minutos.
Vuelvo a abrirme camino entre el gentío. Empiezo a sentir náuseas, la cabeza me da vueltas y me siento inestable. Más inestable de lo habitual.
Mientras bebo al aire libre, en la zona de aparcamiento, soy
consciente de lo borracha que estoy. No veo bien. La verdad es que lo veo todo doble, como en las viejas reposiciones de los dibujos animados de Tom y Jerry. Creo que voy a vomitar.
¿Cómo he podido acabar así?
—Britt, ¿estás bien?
Noah ha salido del bar y se ha acercado a mí.
—Creo que he bebido un poco más de la cuenta —le contesto sonriendo.
—Yo también —murmura. Sus ojos claros me miran fijamente
—. ¿Te echo una mano? —me pregunta avanzando hasta mí y
rodeándome con sus brazos.
—Noah, estoy bien. No pasa nada.
Intento apartarlo sin demasiada energía.
—Britt, por favor —me susurra.
Me agarra y me acerca a él.
—Noah, ¿qué estás haciendo?
—Sabes que me gustas, Britt. Por favor.
Con una mano me mantiene pegada a él, y con la otra me agarra
de la barbilla y me levanta la cara. ¡Va a besarme…!
—No, Noah, para… No.
Lo empujo, pero es todo músculos, así que no consigo moverlo.
Me ha metido la mano por el pelo y me sujeta la cabeza para que no la mueva.
—Por favor, Britt, cariño —me susurra con los labios muy cerca
de los míos.
Respira entrecortadamente y su aliento es demasiado dulzón.
Huele a margarita y a cerveza. Empieza a recorrerme la mandíbula
con los labios, acercándose a la comisura de mi boca. Estoy muy nerviosa, borracha y fuera de control. Me siento agobiada.
—Noah, no —le suplico.
No quiero. Eres mi amigo y creo que voy a vomitar.
—Creo que la señorita ha dicho que no —dice una voz tranquila
en la oscuridad.
¡Dios mío! Santana López. Está aquí. ¿Cómo? Noah me suelta.
—López —dice Noah lacónicamente.
Miro angustiada a Santana, que observa furiosa a Noah. Mierda.
Siento una arcada y me inclino hacia delante. Mi cuerpo no puede
seguir tolerando el alcohol y vómito en el suelo aparatosamente.
—¡Uf, Dios mío, Britt!
Noah se aparta de un salto con asco. López me sujeta el pelo, me
lo aparta de la cara y suavemente me lleva hacia un parterre al fondo del aparcamiento. Observo agradecida que está relativamente oscuro.
—Si vas a volver a vomitar, hazlo aquí. Yo te agarro.
Ha pasado un brazo por encima de mis hombros, y con la otra
mano me sujeta el pelo, como si quisiera hacerme una coleta, para
que no se me vaya a la cara. Intento apartarla torpemente, pero
vuelvo a vomitar… y otra vez. Oh, mierda… ¿Cuánto va a durar
esto? Aunque tengo el estómago vacío y no sale nada, espantosas
arcadas me sacuden el cuerpo. Me prometo a mí misma que jamás
volveré a beber. Es demasiado vergonzoso para explicarlo. Por fin
dejo de sentir arcadas.
He apoyado las manos en el parterre, pero apenas me sujetan.
Vomitar tanto es agotador. López me suelta y me ofrece un pañuelo.
Solo ella podría tener un pañuelo de seda recién lavado y con sus
iniciales bordadas. S.L. No sabía que todavía podían comprarse estas cosas. Por un instante, mientras me limpio la boca. No me atrevo a mirarla. Estoy muerta de vergüenza. Me doy asco. Quiero que las azaleas del parterre me engullan y desaparecer de aquí.
Noah sigue merodeando junto a la puerta del bar, mirándonos.
Me lamento y apoyo la cabeza en las manos. Debe de ser el peor momento de mi vida. La cabeza sigue dándome vueltas mientras
intento recordar un momento peor, y solo se me ocurre el del
rechazo de Santana, pero este es cincuenta veces más humillante.
Me arriesgo a lanzarle una rápida mirada. Me observa fijamente
con semblante sereno, inexpresiva. Me giro y miro a Noah, que también parece bastante avergonzado e intimidado por López, como yo. Lo fulmino con la mirada. Se me ocurren unas cuantas palabras
para calificar a mi supuesto amigo, pero no puedo decirlas delante
de la empresaria Santana López. Britt, ¿a quién pretendes engañar?
Acaba de verte vomitando en el suelo y en la flora local. Tu conducta poco refinada ha sido más que evidente.
—Bueno… Nos vemos dentro —masculla Noah.
Pero no le hacemos caso, así que vuelve a entrar en el bar. Estoy
sola con Santana. Mierda, mierda. ¿Qué puedo decirle? Puedo
disculparme por haberla llamado.
—Lo siento —susurro mirando fijamente el pañuelo, que no dejo
de retorcer entre los dedos. Qué suave es.
—¿Qué sientes, Brittany?
Maldita sea, quiere su recompensa.
—Sobre todo haberte llamado. Estar mareada. Uf, la lista es interminable —murmuro sintiendo que me pongo roja.
Por favor, por favor, que me muera ahora mismo.
—A todos nos ha pasado alguna vez, quizá no de manera tan dramática como a ti —me contesta secamente—. Es cuestión de saber cuáles son tus límites, Brittany. Bueno, a mí me gusta traspasar los límites, pero la verdad es que esto es demasiado.
¿Sueles comportarte así?
Me zumba la cabeza por el exceso de alcohol y el enfado. ¿Qué
narices le importa a ella? No lo he invitado a venir. Parece una mujer
madura riñéndome como si fuera una cría descarriada. A una parte
de mí le apetece decirle que si quiero emborracharme cada noche
es cosa mía y que a ella no le importa, pero no tengo valor. No
ahora, cuando acabo de vomitar delante de ella. ¿Por qué sigue aquí?
—No —le digo arrepentida—. Nunca me había emborrachado,
y ahora mismo no me apetece nada que se repita.
De verdad que no entiendo por qué ella está aquí. Empiezo a marearme. Se da cuenta, me agarra antes de que me caiga, me levanta y me apoya contra sus pechos, como si fuera una niña. ¡Uf, Dios mío!.
—Vamos, te llevaré a casa —murmura.
—Tengo que decírselo a Quinn.
Vuelvo a estar en sus brazos.
—Puede decírselo mi hermano.
—¿Qué?
—Mi hermano Sam está hablando con la señorita Fabray.
—¿Cómo?
No lo entiendo.
—Estaba conmigo cuando me has llamado.
—¿En Seattle? —le pregunto confundida.
—No. Estoy en el Heathman.
¿Todavía? ¿Por qué?
—¿Cómo me has encontrado?
—He rastreado la localización de tu móvil, Brittany.
Claro. ¿Cómo es posible? ¿Es legal? Acosadora, me susurra mi
subconsciente entre la nube de tequila que sigue flotándome en el
cerebro, pero por alguna razón, porque es ella, no me importa.
—¿Has traído chaqueta o bolso?
—Sí, las dos cosas. Santana, por favor, tengo que decírselo a Quinn. Se preocupará.
Aprieta los labios y suspira ruidosamente.
—Si no hay más remedio…
Me suelta, me coge de la mano y se dirige hacia el bar. Me siento débil, todavía borracha, incómoda, agotada, avergonzada y, por extraño que parezca, encantada de la vida. Me lleva de la mano. Es un confuso abanico de emociones. Necesitaré al menos una semana para procesarlas.
En el bar hay mucho ruido, está lleno de gente y ha empezado a
sonar la música, así que la pista de baile está llena. Quinn no está en
nuestra mesa, y Noah ha desaparecido. Levi, que está solo, parece perdido y desamparado.
—¿Dónde está Quinn? —grito a Levi.
La cabeza empieza a martillearme al ritmo del potente bajo de la música.
—Bailando —me contesta Levi.
Me doy cuenta de que está enfadado y de que mira a Santana
con recelo. Busco mi chaqueta negra y me cuelgo el pequeño bolso
cruzado, que me queda a la altura de la cadera. Estoy lista para marcharme en cuanto haya hablado con Quinn.
Toco el brazo de Santana, me inclino hacia ella y le grito al oído
que Quinn está en la pista. Le rozo el pelo con la nariz y respiro su
aroma a perfume caro. Todas las sensaciones prohibidas y desconocidas que he intentado negarme salen a la superficie y
recorren mi cuerpo agotado. Me ruborizo, y en lo más profundo de
mi cuerpo los músculos se tensan agradablemente.
Pone los ojos en blanco, vuelve a cogerme de la mano y se dirige
a la barra. Lo atienden inmediatamente. La señora López, la obsesa del control, no tiene que esperar. ¿Todo le resulta tan fácil? No oigo lo que pide. Me ofrece un vaso grande de agua con hielo.
—Bebe —me ordena.
Los focos giran al ritmo de la música creando extrañas luces y
sombras de colores por el bar y sobre los clientes. López pasa del
verde al azul, el blanco y el rojo demoniaco. Me mira fijamente.
Doy un pequeño sorbo.
—Bébetela toda —me grita.
Qué autoritaria. Se pasa la mano por el pelo liso y perfectamente arreglado. Parece nerviosa, enfadada. ¿Qué le pasa aparte de que una estúpida chica borracha la haya llamado en plena noche y haya pensado que tenía que ir a rescatarla? Y ha resultado que sí tenía que rescatarla de su excesivamente cariñoso amigo. Y luego ha tenido que ver cómo la
excesivamente chica se mareaba. Oh, Britt… ¿conseguirás olvidar esto algún día?
Mi subconsciente chasquea la lengua y me observa por encima de
sus gafas de media luna. Me tambaleo un poco, y López apoya la
mano en mi hombro para sujetarme. Le hago caso y me bebo el vaso entero. Hace que me maree. Me quita el vaso y lo deja en la
barra. Observo a través de una especie de nebulosa cómo va
vestida: una ajustada camisa azul de seda, vaqueros ajustados,
Converse negras y una chaqueta de cuero negro. Lleva el
cuello de la camisa desabrochada, y veo asomar sus redondos y voluminosos pechos. Aun en mi aturdido estado, me parece que ella es condenadamente sexy.
Vuelve a cogerme de la mano y me lleva hacia la pista. Mierda.
Yo no bailó. Se da cuenta de que no quiero, y bajo las luces de colores veo su sonrisa divertida y burlona. Tira fuerte de mi mano y vuelvo a caer entre sus brazos. Empieza a moverse y me arrastra en su movimiento. Vaya, sabe bailar, y no puedo creerme que esté siguiendo sus pasos. Quizá sigo el ritmo porque estoy borracha. Me aprieta contra su cuerpo… Si no me sujetara con tanta fuerza, seguro que me desplomaría a sus pies. Desde el fondo de mi mente resuena lo que suele advertirme mi madre: «Nunca te fíes de un
hombre o mujer que baile bien».
Atravesamos la multitud de gente que baila hasta el otro extremo
de la pista y encontramos a Quinn y a Sam, el hermano de Santana.
La música retumba a todo volumen fuera y dentro de mi cabeza.
Oh, no. Quinn está moviendo ficha. Baila sacando el culo, y eso solo
lo hace cuando alguien le gusta. Cuando alguien le gusta mucho.
Eso quiere decir que mañana seremos tres a la hora del desayuno.
Santana se inclina y grita a Sam al oído. No oigo lo que le dice.
Sam es alto, ancho de hombros, pelo rubio liso, y con ojos perversamente brillantes. El parpadeo de los focos me impide ver de qué color. Sam se ríe, tira de Quinn y la arrastra hasta sus brazos, donde ella parece estar encantada de la vida… ¡Quinn! Aun en mi etílico estado, me escandalizo. Acaba de conocerlo. Asiente a lo que Sam le dice, me sonríe y se despide de mí con la mano.
Santana nos saca de la pista moviéndose con presteza.
Pero no he hablado con Quinn. ¿Está bien? Ya veo cómo van a
acabar las cosas entre esos dos. Tengo que darle una charla sobre
sexo seguro.
Los pensamientos me estallan en el cerebro, luchan contra la
confusa sensación de borrachera. Aquí hace mucho calor, hay
mucho ruido, demasiados colores… demasiadas luces. Me da vueltas la cabeza. Oh, no… Siento que el suelo sube al encuentro de mi cara, o eso parece. Lo último que oigo antes de desmayarme en los brazos de Santana López es la palabrota que suelta.
—¡Joder!
Última edición por O_o el Mar Jun 04, 2013 8:51 pm, editado 3 veces
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Ok, me iba a dormir y de repente "Las sombras de López Capítulo IV" y dormir pasó a segundo plano xDD
Me encantó el capítuloo! No puedo creerlo, de verdad que pensé que se iban a besar, aunque sea así de refilón pero noo, la "Señora López" dijo que No y yo me shockeé y todo lo que dijo fue "Suerte con los exámenes" Sii, claro *inserte sarcásmo aquí*
Pero después con eso que pasó en la fiesta me dio fue risa no creí que Britt fuera a juntar la valentía para llamar a Santana pero lo hizo! Jajaja y después cuando pasó lo de Noah y ella llegó fue como que !MORÍ! Ahora quedé con el final como que .__. pobre Britt, el alcohol le jugó en contra T__T
Espero la próxima actuu! que bueno que actualices rápido :3
Me encantó el capítuloo! No puedo creerlo, de verdad que pensé que se iban a besar, aunque sea así de refilón pero noo, la "Señora López" dijo que No y yo me shockeé y todo lo que dijo fue "Suerte con los exámenes" Sii, claro *inserte sarcásmo aquí*
Pero después con eso que pasó en la fiesta me dio fue risa no creí que Britt fuera a juntar la valentía para llamar a Santana pero lo hizo! Jajaja y después cuando pasó lo de Noah y ella llegó fue como que !MORÍ! Ahora quedé con el final como que .__. pobre Britt, el alcohol le jugó en contra T__T
Espero la próxima actuu! que bueno que actualices rápido :3
MarLovesGlee<3********- - Mensajes : 603
Fecha de inscripción : 03/10/2012
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
—¿Cómo me has encontrado?
—He rastreado la localización de tu móvil, Brittany.
Claro. ¿Cómo es posible? ¿Es legal? Acosadora, me susurra mi subconsciente entre la nube de tequila que sigue flotándome en el cerebro, pero por alguna razón, porque es ella, no me importa.
¡Esta parte como me hace reír! Porque en realidad, sí pasa en las vidas reales :S...
Bueeeeno, tú dices que conforme vayas viendo las respuestas al fic lo actualizarás, si son respuestas vagas no actualizas seguido... ¿ENTONCES SI TE DEJO DIEZ COMENTARIOS AL DÍA LA ACTUALIZARÁS DIEZ VECES? WUUUUUU:D No ya en serio, es que me encaantaaaaaaaaaaaaaa y no es que no actualices seguido (porque sí lo haces) pero es que I JUST CAN'T GET ENOUGH cómo dicen los Black Eyed Peas!
Bueno, me voy a dormir! GRACIAAS! Good night :)
—He rastreado la localización de tu móvil, Brittany.
Claro. ¿Cómo es posible? ¿Es legal? Acosadora, me susurra mi subconsciente entre la nube de tequila que sigue flotándome en el cerebro, pero por alguna razón, porque es ella, no me importa.
¡Esta parte como me hace reír! Porque en realidad, sí pasa en las vidas reales :S...
Bueeeeno, tú dices que conforme vayas viendo las respuestas al fic lo actualizarás, si son respuestas vagas no actualizas seguido... ¿ENTONCES SI TE DEJO DIEZ COMENTARIOS AL DÍA LA ACTUALIZARÁS DIEZ VECES? WUUUUUU:D No ya en serio, es que me encaantaaaaaaaaaaaaaa y no es que no actualices seguido (porque sí lo haces) pero es que I JUST CAN'T GET ENOUGH cómo dicen los Black Eyed Peas!
Bueno, me voy a dormir! GRACIAAS! Good night :)
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me encantoooo!!
Sin dudas toooodas queremos una Santana Grey :$
Me encanta tu fic..!!!
Muchas gracias por actualizar y espero el proximo cap..
Saludooos!!
-Dai
Sin dudas toooodas queremos una Santana Grey :$
Me encanta tu fic..!!!
Muchas gracias por actualizar y espero el proximo cap..
Saludooos!!
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Holiisss!!
ME encanta que actualices tan seguido... Este fic eme encanto es muy divertido, y me fascina la forma en que britt y su subconsciente pelean.. es tan chistoso jejejej... la morena como que esta en todas parte no? jejejje pero si quiere que britt se aleje de ella.. pork fue entonces a ''rescatarla'' y si a eso le sumamos las miradas asesina hacia punk pues, ni tanta quiere a esa rubia lejos...
ME DECLARO ADICTA A ESTE FIC...!!! *-*
ME encanta que actualices tan seguido... Este fic eme encanto es muy divertido, y me fascina la forma en que britt y su subconsciente pelean.. es tan chistoso jejejej... la morena como que esta en todas parte no? jejejje pero si quiere que britt se aleje de ella.. pork fue entonces a ''rescatarla'' y si a eso le sumamos las miradas asesina hacia punk pues, ni tanta quiere a esa rubia lejos...
ME DECLARO ADICTA A ESTE FIC...!!! *-*
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola. Me he leído el libro y me ha encantado. Que mejor que Santana Lopez para el papel de Grey :D.
Muy buen Fic y excelente idea. Lectora asegurada. Saludos
Muy buen Fic y excelente idea. Lectora asegurada. Saludos
Maruu Crissvera** - Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
ohh Dios mioooo, me encanta esta historia, me declaro adictaaa!
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
puede ser mas perfecta esta historia? estoy totalmente atrapada!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
San al rescate de britt borracha jajaja me encanto cuando le dijo que rastreo su móvil y por eso la encontró jajajaja
lexis17******* - Mensajes : 424
Fecha de inscripción : 23/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola Hola......no habia comentado por aquí (no voy a mentir no tenia ganas de leer otra vez los libros de E.L James) empece a leer la trilogia ya hace algun tiempo y pues me emocioné porque Christian se supone que va a ser Matt Bomer pero la verdad leí los 2 primeros y pues emmmm me enfermó tanta obsesión de ambos y lo acosador y controlador de Grey y lo fácil de controlar de Anastacia y como moría cuando no estaba Christian cerca en finnnn me pareció una relación bastante enfermiza y aunke no leyera el 3ero se muy bien como queda toda la situación.....por eso dije ¿para que volver a leer los libros?
pero luego empece otra vez acá y pues ke te dire TENES RAZON no hay nada mas wanky y sexy ke la señorita Santana Lopez como Christian Grey jajaja me está encantando y me gusta mas todavia ke puedas actualizar seguido
sólo queria preguntar algo emmm en las parte emmm **HOT** jajaja espero ke sea emmm tu sabes lo normal de girlongirl no....o planeas dejarlo justo como el libro y hacer la historia G!P o "futanari" porque la verdad me gustaria opinar a ke seria mucho mejor que modificaras todas las escenas de sexo e hicieras un ellas cosas ke se hacen entre chicas a ke le pongas pene a Santana porque eso SI ke seria podo delicado no crees?????? solo kiero saber ;) saludos
pero luego empece otra vez acá y pues ke te dire TENES RAZON no hay nada mas wanky y sexy ke la señorita Santana Lopez como Christian Grey jajaja me está encantando y me gusta mas todavia ke puedas actualizar seguido
sólo queria preguntar algo emmm en las parte emmm **HOT** jajaja espero ke sea emmm tu sabes lo normal de girlongirl no....o planeas dejarlo justo como el libro y hacer la historia G!P o "futanari" porque la verdad me gustaria opinar a ke seria mucho mejor que modificaras todas las escenas de sexo e hicieras un ellas cosas ke se hacen entre chicas a ke le pongas pene a Santana porque eso SI ke seria podo delicado no crees?????? solo kiero saber ;) saludos
kaorip0***** - Mensajes : 200
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Edad : 32
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
woww me mareo de solo leer que britt esta mareda xD ok no jajaj
quiero saber lo que pasa por la cabeza de santana, me provoca un misterio esa mujer jaja
Quinn y sam jeje nueve meses despues un mini rubio xD
saludos!
quiero saber lo que pasa por la cabeza de santana, me provoca un misterio esa mujer jaja
Quinn y sam jeje nueve meses despues un mini rubio xD
saludos!
MarT1n4- ---
- Mensajes : 599
Fecha de inscripción : 28/11/2012
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
kaorip0 escribió:Hola Hola......no habia comentado por aquí (no voy a mentir no tenia ganas de leer otra vez los libros de E.L James) empece a leer la trilogia ya hace algun tiempo y pues me emocioné porque Christian se supone que va a ser Matt Bomer pero la verdad leí los 2 primeros y pues emmmm me enfermó tanta obsesión de ambos y lo acosador y controlador de Grey y lo fácil de controlar de Anastacia y como moría cuando no estaba Christian cerca en finnnn me pareció una relación bastante enfermiza y aunke no leyera el 3ero se muy bien como queda toda la situación.....por eso dije ¿para que volver a leer los libros?
pero luego empece otra vez acá y pues ke te dire TENES RAZON no hay nada mas wanky y sexy ke la señorita Santana Lopez como Christian Grey jajaja me está encantando y me gusta mas todavia ke puedas actualizar seguido
sólo queria preguntar algo emmm en las parte emmm **HOT** jajaja espero ke sea emmm tu sabes lo normal de girlongirl no....o planeas dejarlo justo como el libro y hacer la historia G!P o "futanari" porque la verdad me gustaria opinar a ke seria mucho mejor que modificaras todas las escenas de sexo e hicieras un ellas cosas ke se hacen entre chicas a ke le pongas pene a Santana porque eso SI ke seria podo delicado no crees?????? solo kiero saber ;) saludos
Hey no cuentes la historia x aqui xq muchas(o) no han leido la historia!!.
Y con respecto a la parte hot confia en mi y en la historia q estoy adaptando oks :) sigue leyendo saludoss!!
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
jajajajaja creo ke tienes razón se me fue la mano en spoiler jajajaja lo lamennnnnnnnnnnnnnto no dije naaaaaaaaaaaaaada elimina ese comentario gracias y okisssssssssssssss confio en tí y segura ke vas a hacer una adaptación casi ke mas interesante ke la original jajajaja yoshhhhhhhhhhhhh bye ;)
kaorip0***** - Mensajes : 200
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Edad : 32
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
kaorip0 escribió: jajajajaja creo ke tienes razón se me fue la mano en spoiler jajajaja lo lamennnnnnnnnnnnnnto no dije naaaaaaaaaaaaaada elimina ese comentario gracias y okisssssssssssssss confio en tí y segura ke vas a hacer una adaptación casi ke mas interesante ke la original jajajaja yoshhhhhhhhhhhhh bye ;)
Yo no lo puedo borrar!! Tienes que borrarlo tu ;)
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
waaaaaa ame tu fic, no podia parar de leerlo y me encanto , no eh leido el libro pero dicen que es un exito hot jajajaja, santana controladora y britt tan inocente , no me imagino lo que puede llegar hacer santana ,espero poder leer tu fic luegoo.
saludos :D
saludos :D
brittana-bitches!!!***** - Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/09/2012
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
:OO no me cansaré de decirte, muy buena adaptacion.... genial....
ahora jaja hasta me gusta mas tu FF.......
aunq he leido la trilogia de Grey, wow, saber q ahora son las Brittana en esta historia es mas q sorprendente....
espero tu pxo actu
XOXO
ahora jaja hasta me gusta mas tu FF.......
aunq he leido la trilogia de Grey, wow, saber q ahora son las Brittana en esta historia es mas q sorprendente....
espero tu pxo actu
XOXO
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
hola :DDDD la verdad que leí toda la historia y me ha encantadoooooooo :D
Estoy emocionada por saber el desarrollo , porfavor actualiza estoy súper intrigada :D algo me dice que después de esa fiesta intensa algo de pasión abra!!!
ajajajjaa y las rubias que tiene por empleadas Santana me dice:
1- Que le encantan las rubias y que probablemente ya tubo encuentros pasionales con alguna de ellas...
Te felicito eres muy buena escribiendo :D amo tu fic <3
Gracias por hacerlo y espero tu actualización no demores u.u
me encanto que San fuera a buscarla awwwwwwwwwwwwwwwwww :*
Saludos
Besos :*
Estoy emocionada por saber el desarrollo , porfavor actualiza estoy súper intrigada :D algo me dice que después de esa fiesta intensa algo de pasión abra!!!
ajajajjaa y las rubias que tiene por empleadas Santana me dice:
1- Que le encantan las rubias y que probablemente ya tubo encuentros pasionales con alguna de ellas...
Te felicito eres muy buena escribiendo :D amo tu fic <3
Gracias por hacerlo y espero tu actualización no demores u.u
me encanto que San fuera a buscarla awwwwwwwwwwwwwwwwww :*
Saludos
Besos :*
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola nueva lectora.Había escuchado de la trilogía de E.L James, pero jamás tuve la osadía de leerla, pero cuándo vi 50 sombras de López, Yo quede :O Genial, lo empecé a leer y me fascino y creo que me leeré los libros gracias a tu FF Gracias por dedicarle tiempo para adaptarlo a nuestras chicas
angelicarestrepo***** - Mensajes : 213
Fecha de inscripción : 13/05/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Holaaaaa!!
Ufff!! Fijate que me han recomendado ese libro muchisimas veces, pero no se!
Ya lo compre, pero creo que lo leere hasta luego de leer tu adaptacion, tu sabes, para no perder el hilo de tu historia!!
Me agrada como el es Santana, es muy Wanky!!
Fabrevans?? Jaja :) Me imagine mas Faberry, pero bueno.
Un beso, hasta la actu!
Ufff!! Fijate que me han recomendado ese libro muchisimas veces, pero no se!
Ya lo compre, pero creo que lo leere hasta luego de leer tu adaptacion, tu sabes, para no perder el hilo de tu historia!!
Me agrada como el es Santana, es muy Wanky!!
Fabrevans?? Jaja :) Me imagine mas Faberry, pero bueno.
Un beso, hasta la actu!
Nicole López***** - Mensajes : 284
Fecha de inscripción : 25/09/2012
Edad : 26
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Solo puedo decir gracias! No me cansare de decirte lo bueno que es tu trabajo solo para alegrarnos el día a unas loquillas...bueno al menos yo lo estoy xD
Te he dicho ya que te amo! jajajaja porfa dices que si comentan subirás mas rápidos las actualizaciones pues entonces comentare siempre! Es que esta historia me engancho ya mande a comprar los libros solo para leerlos jejeje
Cuando empieza la acción ya muero por eso (enferma mental no me hagas mucho caso) concuerdo con muchas aunque aun no se como es el personaje en el libro en este caso Grey, todo papel le queda super wanky a mi santana, imaginársela toda poderosa y con tanto porte elegante ahdjhdjhedh jejejeje, Bueno tu sigue con tu trabajo de actualizar cuando puedas y yo seré feliz y tu también te lo aseguro :)
Buena vibra!
Te he dicho ya que te amo! jajajaja porfa dices que si comentan subirás mas rápidos las actualizaciones pues entonces comentare siempre! Es que esta historia me engancho ya mande a comprar los libros solo para leerlos jejeje
Cuando empieza la acción ya muero por eso (enferma mental no me hagas mucho caso) concuerdo con muchas aunque aun no se como es el personaje en el libro en este caso Grey, todo papel le queda super wanky a mi santana, imaginársela toda poderosa y con tanto porte elegante ahdjhdjhedh jejejeje, Bueno tu sigue con tu trabajo de actualizar cuando puedas y yo seré feliz y tu también te lo aseguro :)
Buena vibra!
k-cadena** - Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 18/09/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Oh!! Que excelente. Siguela!
MariaDPP* - Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 18/09/2012
Edad : 32
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Buenas noches ando de pasada solo a dejar el capitulo, confieso que no iba actualizar hoy xq estoy enferma pero vi tantos comentarios que me vi en la obligación de subirlo!!.... las que ya saben de que trata el libro x favor no revelen nada xq hay muchas que no los han leído!!
Gracias por leer mi fic y ya veo que muchas me aman jajaja, pues yo amo escribir esta adaptación para ustedes y por ustedes!! ;D
"No me dijeron que les pareció la imagen de mi firma"
P.D: enferma y todo les actualice :)
Todo está en silencio, con las luces apagadas. Estoy muy cómoda y calentita en esta cama. Qué bien… Abro los ojos, y por un momento estoy tranquila y serena, disfrutando del entorno, que no conozco. No tengo ni idea de dónde estoy. El cabezal de la cama tiene la forma de un sol enorme. Me resulta extrañamente familiar. La habitación es grande y está lujosamente decorada en tonos marrones, dorados y beis. La he visto antes. ¿Dónde? Mi ofuscado cerebro busca entre sus recuerdos recientes. ¡Maldita sea! Estoy en el hotel Heathman… en una suite. Estuve en una parecida a esta con Quinn. Esta parece más grande. Oh, mierda. Estoy en la suite de Santana López. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Poco a poco empiezan a torturarme imágenes fragmentarias de la noche. La borrachera —oh, no, la borrachera—, la llamada —oh, no, la llamada—, la vomitera
—oh, no, la vomitera—… Noah y después Santana. Oh, no. Me muero de vergüenza. No recuerdo cómo he llegado aquí. Llevo puesta la camiseta, el sujetador y las bragas. Ni calcetines ni vaqueros. Maldita sea.
Echo un vistazo a la mesita de noche. Hay un vaso de zumo de naranja y dos pastillas. Ibuprofeno. La obsesa del control está en todo. Me incorporo en la cama y
me tomo las pastillas. La verdad es que no me siento tan mal, seguramente mucho mejor de lo que merezco. El zumo de naranja está riquísimo. Me quita la sed y me
refresca.
Oigo unos golpes en la puerta. El corazón me da un brinco y no me sale la voz, pero aun así Santana abre la puerta y entra.
Vaya, ha estado haciendo ejercicio. Lleva unos pantalones de licra ajustados negros y un top negro con una camiseta gris de tirantes empapada en sudor, cabello totalmente recogido. Santana López ha sudado. La idea me resulta extraña. Respiro profundamente y cierro los ojos. Me siento como una niña de dos años. Si cierro los ojos, no estoy.
—Buenos días, Brittany. ¿Cómo te encuentras?
—Mejor de lo que merezco —murmuro.
Levanto la mirada hacia ella. Deja una bolsa grande de una tienda de ropa en una silla y agarra ambos extremos de la toalla que lleva alrededor del cuello. Sus
impenetrables ojos marrones me miran fijamente. No tengo ni idea de lo que está pensando, como siempre. Sabe esconder lo que piensa y lo que siente.
—¿Cómo he llegado hasta aquí? —le pregunto en voz baja, compungida.
Ella se sienta a un lado de la cama. Está tan cerca de mí que podría tocarla, podría olerla. Madre mía… Sudor, perfume y Santana. Un cóctel embriagador, mucho mejor
que la margarita, y ahora lo sé por experiencia.
—Después de que te desmayaras no quise poner en peligro la tapicería de piel de mi coche llevándote a tu casa, así que te traje aquí —me contesta sin inmutarse.
—¿Me metiste tú en la cama?
—Sí —me contesta impasible.
—¿Volví a vomitar? — pregunto en voz más baja.
—No.
—¿Me quitaste la ropa? —susurro.
—Sí.
Me mira alzando una ceja y me pongo más roja que nunca.
—¿No habremos…?
Lo digo susurrando, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo terminar la frase. Me miro las manos.
—Brittany, estabas casi en coma. La necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis mujeres estén conscientes y sean receptivas —me contesta secamente.
—Lo siento mucho.
Sus labios esbozan una sonrisa burlona.
—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla.
Yo también… Oh, está riéndose de mí, la muy… Yo no le pedí que viniera a buscarme. No entiendo por qué tengo que acabar sintiéndome la mala de la película.
—No tenías por qué seguirme la pista con algún artilugio a lo James Bond version femenina que estés desarrollando para vendérselo al mejor postor —digo bruscamente.
Ella mira fijamente, sorprendida y, si no me equivoco, algo ofendida.
—En primer lugar, la tecnología para localizar móviles está disponible en internet. En segundo lugar, mi empresa no invierte en ningún aparato de vigilancia, ni los
fabrica. Y en tercer lugar, si no hubiera ido a buscarte, seguramente te habrías despertado en la cama del fotógrafo y, si no recuerdo mal, no estabas muy
entusiasmada con sus métodos de cortejo —me dice mordazmente.
¡Sus métodos de cortejo! Levanto la mirada hacia Santana, que me mira fijamente con ojos brillantes, ofendidos. Intento morderme el labio, pero no consigo reprimir la risa.
—¿De qué crónica medieval te has escapado? Pareces una dama andante.
Veo que se le pasa el enojo. Sus ojos se dulcifican, su expresión se vuelve más cálida y en sus labios parece esbozarse una sonrisa.
—No lo creo, Brittany. Una dama oscura, quizá —me dice con una sonrisa burlona, cabeceando—. ¿Cenaste ayer?
Su tono es acusador. Niego con la cabeza. ¿Qué gran pecado he cometido ahora? Se le tensa la mandíbula, pero su rostro sigue impasible.
—Tienes que comer. Por eso te pusiste tan mal. De verdad, es la primera norma cuando bebes..
Se pasa la mano por el pelo, pero ahora porque está muy nerviosa.
—¿Vas a seguir riñéndome?
—¿Estoy riñéndote?
—Creo que sí.
—Tienes suerte de que solo te riña.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en una semana. No cenaste, te emborrachaste y te pusiste en peligro.
Cierra los ojos. Por un instante el terror se refleja en su rostro y se estremece. Cuando abre los ojos, me mira fijamente.
—No quiero ni pensar lo que podría haberte pasado.
La miro con expresión ceñuda. ¿Qué le pasa? ¿A ella qué le importa? Si fuera suya… Bueno, pues no lo soy. Aunque quizá me gustaría serlo. La idea se abre camino entre mi enfado por sus arrogantes palabras. Me ruborizo por culpa de mi caprichosa subconsciente, que da saltos de alegría con una falda hawaiana roja solo de pensar que podría ser suya.
—No me habría pasado nada. Estaba con Quinn.
—¿Y el fotógrafo? —me pregunta bruscamente.
Mmm… Noah. En algún momento tendré que enfrentarme a él.
—Noah simplemente se pasó de la raya.
Me encojo de hombros.
—Bueno, la próxima vez que se pase de la raya quizá alguien debería enseñarle modales.
—Eres muy partidaria de la disciplina —le digo entre dientes.
—Oh, Brittany, no sabes cuánto.
Cierra un poco los ojos y se ríe perversamente. Me deja desarmada. De repente estoy confundida y enfadada, y al momento estoy contemplando su preciosa
sonrisa. Uau… Estoy embelesada, porque no suele sonreír. Casi olvido lo que está diciéndome.
—Voy a ducharme. Si no prefieres ducharte tú primero…
Ladea la cabeza, todavía sonriendo. El corazón me late a toda prisa, y el bulbo raquídeo se niega a hacer las conexiones oportunas para que respire. Su sonrisa se hace más amplia. Se acerca a mí, se inclina y me pasa el pulgar por la mejilla y por el labio inferior.
—Respira, Brittany —me susurra. Y luego se incorpora y se aparta—. En quince minutos traerán el desayuno. Tienes que estar muerta de hambre.
Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta.
Suelto el aire que he estado reteniendo. ¿Por qué es tan alucinantemente atractiva? Ahora mismo me metería en la ducha con ella. Nunca había sentido algo así por nadie. Se me han disparado las hormonas. Me arde la piel por donde ha pasado su dedo, en la mejilla y el labio. Una incómoda y dolorosa sensación me hace retorcerme. No entiendo esta reacción. Mmm… Deseo. Es deseo. Así se siente el deseo.
Me tumbo sobre las suaves almohadas de plumas. Si fueras mía… Ay, ¿qué estaría dispuesta a hacer para ser suya? Es la única persona que ha conseguido que
sienta la sangre recorriendo mis venas. Pero también me pone de los nervios. Es difícil, compleja y poco clara. De pronto me rechaza, más tarde me manda libros que valen catorce mil dólares, y después me sigue la pista como una acosadora. Y pese a todo, he pasado la noche en la suite de su hotel y me siento segura.
Protegida. Le preocupo lo suficiente para que ella venga a rescatarme de algo que equivocadamente creyó que era peligroso. Para nada es un dama oscura. Es una dama blanca con armadura brillante, resplandeciente. Una héroina romántico. Sir Gawain o sir Lancelot en version femenina.
Salgo de su cama y busco frenéticamente mis vaqueros. Se abre la puerta del cuarto de baño y aparece ella, mojada y resplandeciente por la ducha, con una toalla alrededor de sus pechos tapandose, y otra toalla en su pelo y ahí estoy yo… en bragas, mirándola boquiabierta y sintiéndome muy incómoda. Se sorprende verme levantada.
—Si estás buscando tus vaqueros, los he mandado a la lavandería —me dice ella con una mirada impenetrable—. Estaban salpicados de vómito.
—Ah. Me pongo roja. ¿Por qué demonios tiene siempre que pillarme descolocada?
—He mandado a Taylor a comprar otros y unas zapatillas de deporte. Están en esa bolsa.
Ropa limpia. Un plus inesperado.
—Bueno… Voy a ducharme —musito—. Gracias.
¿Qué otra cosa puedo decir? Cojo la bolsa y entro corriendo en el cuarto de baño para alejarme de la perturbadora proximidad de Santana desnuda. La venus de milo no tiene nada que hacer a su lado.
El cuarto de baño está lleno de vapor. Me quito la ropa y me meto rápidamente en la ducha, impaciente por sentir el chorro de agua limpia sobre mi cuerpo.
Levanto la cara hacia el anhelado torrente. Deseo a Santana López. La deseo desesperadamente. Es sencillo. Por primera vez en mi vida quiero irme a la cama con alguien, pero no cualquiera, si no una mujer jodidamente misteriosa. Quiero sentir sus manos y su boca en mi cuerpo.
Ha dicho que le gusta que sus mujeres estén conscientes. Entonces seguramente sí se acuesta con mujeres. Pero no ha intentado besarme, como Sugar y Noah. No la entiendo. ¿Me desea? No quiso besarme la semana pasada. ¿Le resulto repulsiva? Pero estoy aquí, y me ha traído ella. No entiendo a qué juega. ¿Qué piensa?
Has dormido en su cama toda la noche y no te ha tocado, Britt. Saca tus conclusiones. Mi subconsciente asoma su fea e insidiosa cara. No le hago caso.
El agua caliente me relaja. Mmm… Podría quedarme debajo del chorro, en este cuarto de baño, para siempre. Cojo el jabon liquido, que huele a Santana. Es un olor exquisito. Me froto todo el cuerpo imaginándome que es ella quien lo hace, que ella me frota este jabon que huele de maravilla por el cuerpo, por los pechos, por la
barriga y entre los muslos con sus manos de largos dedos. Madre mía. Se me dispara el corazón. Es una sensación muy… muy placentera.
Llama a la puerta y doy un respingo.
—Ha llegado el desayuno.
—Va… Vale —tartamudeo arrancándome cruelmente de mi ensoñación erótica.
Salgo de la ducha y cojo dos toallas. Con una me envuelvo el pelo al más puro estilo Carmen Miranda, y con la otra me seco a toda prisa obviando la placentera sensación de la toalla frotando mi piel hipersensible.
Abro la bolsa. Taylor me ha comprado no solo unos vaqueros y unas Converse, sino también una camisa azul cielo, calcetines y ropa interior. Madre mía.
Sujetador y bragas limpios… Aunque describirlos de manera tan mundana y utilitaria no les hace justicia. Es lencería de lujo europea, de diseño exquisito. Encaje y
seda azul celeste. Uau. Me quedo impresionada y algo intimidada. Y además es exactamente de mi talla. Pues claro. Me ruborizo pensando en el rapado en una tienda de lencería comprándome estas prendas. Me pregunto a qué otras cosas se dedica en sus horas de trabajo.
Me visto rápidamente. El resto de la ropa también me queda perfecta. Me seco el pelo con la toalla e intento desesperadamente controlarlo, pero, como siempre,
se niega a colaborar. Mi única opción es hacerme una coleta, pero no tengo goma. Debo de tener una en el bolso, pero vete a saber dónde está. Respiro profundamente. Ha llegado el momento de enfrentarse a la señora Turbadora.
Me alivia encontrar la habitación vacía. Busco rápidamente mi bolso, pero no está por aquí. Vuelvo a respirar hondo y voy a la sala de estar de la suite. Es enorme. Hay una lujosa zona para sentarse, llena de sofás y blandos cojines, una sofisticada mesita con una pila de grandes libros ilustrados, una zona de estudio con el último modelo de iMac y una enorme televisión de plasma en la pared. Santana está sentada a la mesa del comedor, al otro extremo de la sala, leyendo el periódico. La estancia es más o menos del tamaño de una cancha de tenis. No es que juegue al tenis, pero he ido a ver jugar a Quinn varias veces. ¡Quinn!
—Mierda, Quinn —digo con voz ronca.
Santana alza los ojos hacia mí.
—Sabe que estás aquí y que sigues viva. Le he mandado un mensaje a Sam —me dice con cierta sorna.
Oh, no. Recuerdo su ardiente baile de ayer, sacando partido a todos sus. movimientos exclusivos para seducir al hermano de Santana López, nada menos. ¿Qué
va a pensar de que esté aquí? Nunca he pasado una noche fuera de casa. Está todavía con Sam. Solo ha hecho algo así dos veces, y las dos me ha tocado aguantar el espantoso pijama rosa durante una semana cuando cortaron. Va a pensar que también yo me he enrollado con Santana.
Santana me mira impaciente. Lleva una camisa roja con el cuello y los puños desabrochados dejando a la vistas sus perfectos pechos.
—Siéntate —me ordena, señalando hacia la mesa.
Cruzo la sala y me siento frente a ella, como me ha indicado. La mesa está llena de comida.
—No sabía lo que te gusta, así que he pedido un poco de todo.
Me dedica una media sonrisa a modo de disculpa.
—Eres una despilfarradora —murmuro apabullada por la cantidad de platos, aunque tengo hambre.
—Lo soy —dice en tono culpable.
Opto por tortitas, sirope de arce, huevos revueltos y beicon. Santana intenta ocultar una sonrisa mientras vuelve la mirada a su tortilla. La comida está deliciosa.
—¿Té? —me pregunta.
—Sí, por favor.
Me tiende una pequeña tetera llena de agua caliente, y en el platillo hay una bolsita de Twinings English Breakfast. Vaya, se acuerda del té que me gusta.
—Tienes el pelo muy mojado —me regaña.
—No he encontrado el secador —susurro incómoda.
No lo he buscado.
Santana aprieta los labios, pero no dice nada.
—Gracias por la ropa.
—Es un placer, Brittany. Este color te sienta muy bien.
Me ruborizo y me miro fijamente los dedos.
—¿Sabes? Deberías aprender a encajar los piropos —me dice en tono serio.
—Debería darte algo de dinero por la ropa.
Me mira como si estuviera ofendiéndola. Sigo hablando.
—Ya me has regalado los libros, que no puedo aceptar, por supuesto. Pero la ropa… Por favor, déjame que te la pague —le digo intentando convencerla con una sonrisa.
—Brittany, puedo permitírmelo, créeme.
—No se trata de eso. ¿Por qué tendrías que comprarme esta ropa?
—Porque puedo.
Sus ojos despiden un destello malicioso.
—El hecho de que puedas no implica que debas —le respondo tranquilamente.
Ella me mira alzando una ceja, con ojos brillantes, y de repente me da la sensación de que estamos hablando de otra cosa, pero no sé de qué. Y eso me recuerda…
—¿Por qué me mandaste los libros, Santana? —le pregunto en tono suave.
Deja los cubiertos y me mira fijamente, con una insondable emoción ardiendo en sus ojos. Maldita sea… Se me seca la boca.
—Bueno, cuando casi te atropelló el ciclista… y yo te sujetaba entre mis brazos y me mirabas diciéndome: «Bésame, bésame, Santana»… —Se calla un instante y se encoge de hombros—. Bueno, creí que te debía una disculpa y una advertencia. —Se pasa una mano por el pelo—. Brittany, no soy una mujer de flores y corazones. No me interesan las historias de amor. Mis gustos son muy peculiares. Deberías mantenerte alejada de mí. —Cierra los ojos, como si se negara a
aceptarlo—. Pero hay algo en ti que me impide apartarme. Supongo que ya lo habías imaginado.
De repente ya no siento hambre. ¡Ella no puede apartarse de mí!
—Pues no te apartes —susurro.
Se queda boquiabierta y con los ojos como platos.
—No sabes lo que dices.
—Pues explícamelo.
Nos miramos fijamente. Ninguna de las dos toca la comida.
—Entonces sí que vas con mujeres… —le digo.
Sus ojos brillan divertidos.
—Sí, Brittany, voy con mujeres.
Hace una pausa para que asimile la información y de nuevo me ruborizo. Se ha vuelto a romper el filtro que separa mi cerebro de la boca. No puedo creerme que
haya dicho algo así en voz alta.
—¿Qué planes tienes para los próximos días? —me pregunta en tono suave.
—Hoy trabajo, a partir del mediodía. ¿Qué hora es? —exclamo asustada.
—Poco más de las diez. Tienes tiempo de sobra. ¿Y mañana?
Ha colocado los codos sobre la mesa y apoya la barbilla en sus largos y finos dedos.
—Quinn y yo vamos a empezar a empaquetar. Nos mudamos a Seattle el próximo fin de semana, y yo trabajo en Clayton’s toda esta semana.
—¿Ya tenéis casa en Seattle?
—Sí.
—¿Dónde?
—No recuerdo la dirección. En el distrito de Pike Market.
—No está lejos de mi casa —dice ella sonriendo—. ¿Y en qué vas a trabajar en Seattle?
¿Dónde quiere ir a parar con todas estas preguntas? La santa inquisidora Santana López es casi tan pesada como la santa inquisidora Quinn Fabray.
—He mandado solicitudes a varios sitios para hacer prácticas. Aún tienen que responderme.
—¿Y a mi empresa, como te comenté?
Me ruborizo… Pues claro que no.
—Bueno… no.
—¿Qué tiene de malo mi empresa?
—¿Tu empresa o tu «compañía»? —le pregunto con una risa maliciosa.
—¿Está riéndose de mí, señorita Pierce?
Ladea la cabeza y creo que parece divertida, pero es difícil saberlo. Me ruborizo y desvío la mirada hacia mi desayuno. No puedo mirarla a los ojos cuando habla en ese tono.
—Me gustaría morder ese labio —susurra turbadoramente.
No soy consciente de que estoy mordiéndome el labio inferior. Tras un leve respingo, me quedo boquiabierta. Es lo más sexy que me han dicho nunca. El corazón
me late a toda velocidad y creo que estoy jadeando. Dios mío, estoy temblando, totalmente perdida, y ni siquiera ella me ha tocado. Me remuevo en la silla y busco su
impenetrable mirada.
—¿Por qué no lo haces? —la desafío en voz baja.
—Porque no voy a tocarte, Brittany.. no hasta que tenga tu consentimiento por escrito —me dice esbozando una ligera sonrisa.
¿Qué?
—¿Qué quieres decir?
—Exactamente lo que he dicho.
Suspira y mueve la cabeza, divertida pero también impaciente.
—Tengo que mostrártelo, Brittany. ¿A qué hora sales del trabajo esta tarde?
—A las ocho.
—Bien, podríamos ir a cenar a mi casa de Seattle esta noche o el sábado que viene, y te lo explicaría. Tú decides.
—¿Por qué no puedes decírmelo ahora?
—Porque estoy disfrutando de mi desayuno y de tu compañía. Cuando lo sepas, seguramente no querrás volver a verme.
¿Qué significa todo esto? ¿Trafica con niños de algún recóndito rincón del mundo para prostituirlos? ¿Forma parte de alguna peligrosa banda criminal mafiosa?
Eso explicaría por qué es tan rica. ¿Es profundamente religiosa? ¿Es frigida? Seguro que no… Podría demostrármelo ahora mismo. Me incomodo pensando en todas las posibilidades. Esto no me lleva a ninguna parte. Me gustaría resolver el enigma de Santana López cuanto antes. Si eso implica que su secreto es tan grave que no voy a querer volver a saber nada de ella, entonces, la verdad, será todo un alivio. ¡No te engañes!, me grita mi subconsciente. Tendrá que ser algo muy malo para que salgas corriendo.
—Esta noche.
—Esta noche.
Levanta una ceja.
—Como Eva, quieres probar cuanto antes el fruto del árbol de la ciencia.
Suelta una risa maliciosa.
—¿Está riéndose de mí, señora López? —le pregunto en tono suave.
Pedante.
Ella me mira entornando los ojos y saca su BlackBerry. Pulsa un número.
—Taylor, voy a necesitar el Charlie Tango.
¡Charlie Tango! ¿Quién es ese?
—Desde Portland a… digamos las ocho y media… No, se queda en el Escala… Toda la noche. ¡Toda la noche!
—Sí. Hasta mañana por la mañana. Pilotaré de Portland a Seattle.
¿Pilotará?
—Piloto disponible desde las diez y media.
Deja el teléfono en la mesa. Ni por favor, ni gracias.
—¿La gente siempre hace lo que le dices?
—Suelen hacerlo si no quieren perder su trabajo —me contesta de forma inexpresiva.
—¿Y si no trabajan para ti?
—Bueno, puedo ser muy convincente, Brittany. Deberías terminarte el desayuno. Luego te llevaré a casa. Pasaré a buscarte por Clayton’s a las ocho, cuando
salgas. Volaremos a Seattle.
Parpadeo.
—¿Volaremos?
—Sí. Tengo un helicóptero.
La miro boquiabierta. Segunda cita con la misteriosa Santana López. De un café a un paseo en helicóptero. Uau.
—¿Iremos a Seattle en helicóptero?
—Sí.
—¿Por qué?
Sonríe perversamente.
—Porque puedo. Termínate el desayuno.
¿Cómo voy a comer ahora? Voy a ir a Seattle en helicóptero con Santana López. Y quiere morderme el labio… Me estremezco al pensarlo.
—Come —me dice bruscamente—. Brittany, no soporto tirar la comida… Come.
—No puedo comerme todo esto —digo mirando lo que queda en la mesa.
—Cómete lo que hay en tu plato. Si ayer hubieras comido como es debido, no estarías aquí y yo no tendría que mostrar mis cartas tan pronto.
Aprieta los labios. Parece enfadada.
Frunzo el ceño y miro la comida que hay en mi plato, ya fría. Estoy demasiado nerviosa para comer, Santana. ¿No lo entiendes?, explica mi subconsciente. Pero soy demasiado cobarde para decirlo en voz alta, sobre todo cuando parece tan hosca. Mmm… como una niña pequeña. La idea me parece divertida.
—¿Qué te hace tanta gracia? —me pregunta.
Como no me atrevo a decírselo, no levanto los ojos del plato. Mientras me como el último trozo de tortita, alzo la mirada. Me observa con ojos escrutadores.
—Buena chica —me dice—. Te llevaré a casa en cuanto te hayas secado el pelo. No quiero que te pongas enferma.
Sus palabras tienen algo de promesa implícita. ¿Qué quiere decir? Me levanto de la mesa. Por un segundo me pregunto si debería pedirle permiso, pero descarto
la idea. Me parece que sentaría un precedente peligroso. Me dirijo a la habitación, pero una idea me detiene.
—¿Dónde has dormido?
Me giro para mirarla. Está todavía sentada a la mesa del comedor. No veo mantas ni sábanas por la sala. Quizá las haya recogido ya.
—En mi cama —me responde, de nuevo con mirada impasible.
—Oh.
—Sí, para mí también ha sido toda una novedad —me dice sonriendo.
—Dormir con una mujer… sin sexo.
Sí, digo «sexo». Y me ruborizo, por supuesto.
—No —me contesta moviendo la cabeza y frunciendo el ceño, como si acabara de recordar algo desagradable—. Sencillamente dormir con una mujer.
Coge el periódico y sigue leyendo.
¿Qué narices significa eso? ¿Nunca ha dormido con una mujer? ¿Es virgen? Lo dudo, la verdad. Me quedo mirándola sin terminar de creérmelo. Es la persona más enigmática que he conocido nunca. Caigo en la cuenta de que he dormido con Santana López y me daría cabezazos contra la pared. ¿Cuánto habría dado por
estar consciente y verla dormir? Verla vulnerable. Me cuesta imaginarlo. Bueno, se supone que lo descubriré todo esta misma noche.
Ya en el dormitorio, busco en una cómoda y encuentro el secador. Me seco el pelo como puedo, dándole forma con los dedos. Cuando he terminado, voy al cuarto de baño. Quiero cepillarme los dientes. Veo el cepillo de Santana. Sería como metérmela a ella en la boca. Mmm… Miro rápidamente hacia la puerta,
sintiéndome culpable, y toco las cerdas del cepillo. Están húmedas. Debe de haberlo utilizado ya. Lo cojo a toda prisa, extiendo pasta de dientes y me los cepillo en un santiamén. Me siento como una chica mala. Resulta muy emocionante.
Recojo la camiseta, el sujetador y las bragas de ayer, los meto en la bolsa que me ha traído Taylor y vuelvo a la sala de estar a buscar el bolso y la chaqueta. Para mi gran alegría, llevo una goma de pelo en el bolso. Santana me observa con expresión impenetrable mientras me hago una coleta. Noto cómo sus ojos me siguen mientras me siento a esperar que termine. Está hablando con alguien por su BlackBerry.
—¿Quieren dos?… ¿Cuánto van a costar?… Bien, ¿y qué medidas de seguridad tenemos allí?… ¿Irán por Suez?… ¿Ben Sudan es seguro?… ¿Y cuándo llegan a Darfur?… De acuerdo, adelante. Mantenme informada de cómo van las cosas.
Cuelga.
—¿Estás lista? —me pregunta.
Asiento. Me pregunto de qué iba la conversación. Se pone una chaqueta de cuero negra y observo que tiene unos pantalones ceñidos al cuerpo color blanco y sus imprecindibles tacones a juego con el color de la chaqueta, ¡Santa Madre!, coge las llaves del coche y se dirige a la puerta.
—Usted primero, señorita Pierce —murmura abriéndome la puerta.
Tiene un aspecto elegante, aunque informal.
Me quedo mirándola un segundo más de la cuenta. Y pensando que he dormido con ella esta noche, y que, pese a los tequilas y las vomiteras, sigue aquí. No solo eso, sino que además quiere llevarme a Seattle. ¿Por qué a mí? No la entiendo. Cruzo la puerta recordando sus palabras: «Hay algo en ti…». Bueno, el sentimiento
es mutuo, señora López, y quiero descubrir cuál es tu secreto.
Recorremos el pasillo en silencio hasta el ascensor. Mientras esperamos, levanto un instante la cabeza hacia ella, que está mirándome de reojo. Sonrío y ella frunce los labios.
Llega el ascensor y entramos. Estamos solas. De pronto, por alguna inexplicable razón, probablemente por estar tan cerca en un lugar tan reducido, la atmósfera entre nosotras cambia y se carga de eléctrica y excitante anticipación. Se me acelera la respiración y el corazón me late a toda prisa. Gira un poco la cara hacia mí con ojos totalmente impenetrables. Me muerdo el labio.
—A la mierda el papeleo —brama.
Se abalanza sobre mí y me empuja contra la pared del ascensor. Antes de que me dé cuenta, me sujeta las dos muñecas con una mano, me las levanta por encima de la cabeza y me inmoviliza contra la pared con las caderas. Madre mía. Con la otra mano me agarra del pelo, tira hacia abajo para levantarme la cara y pega sus carnosos labios a los míos. Casi me hace daño. Gimo, lo que a ella le permite aprovechar la ocasión para meterme la lengua y recorrerme la boca con experta pericia. Nunca me han besado así. Mi lengua acaricia tímidamente la suya y se une a ella en una lenta y erótica danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujes. Levanta la mano y me agarra la mandíbula para que no mueva la cara. Estoy indefensa, con las manos unidas por encima de la cabeza, la cara sujeta y sus caderas inmovilizándome.
Siento sus pechos contra los mios. Dios mío… Me desea. Santana López, la diosa, me desea, y yo la deseo a ella, aquí… ahora, en el ascensor.
—Eres… tan… dulce —murmura entrecortadamente.
El ascensor se detiene, se abre la puerta, y en un abrir y cerrar de ojos me suelta y se aparta de mí limpiandose el labial que se le corrio. Tres hombres trajeados nos miran y entran sonriéndose. Me late el corazón a toda prisa. Me siento como si hubiera subido corriendo por una gran pendiente. Quiero inclinarme y sujetarme las rodillas, pero sería demasiado
obvio. La miro. Parece absolutamente tranquila, como si hubiera estado haciendo el crucigrama del Seattle Times. Qué injusto. ¿No le afecta lo más mínimo mi presencia? Me mira de reojo y deja escapar un ligero suspiro. Vale, le afecta, y la pequeña diosa que llevo dentro menea las caderas y baila una samba para celebrar la victoria. Los hombres de negocios se bajan en la primera planta. Solo nos queda una.
—Te has lavado los dientes — ella me dice mirándome fijamente.
—He utilizado tu cepillo.
Sus labios esbozan una media sonrisa.
—Ay, Brittany Pierce, ¿qué voy a hacer contigo?
Las puertas se abren en la planta baja, me coge de la mano y tira de mí tiene mucha fuerza.
—¿Qué tendrán los ascensores? —murmura para sí misma cruzando el vestíbulo a grandes zancadas.
Lucho por mantener el paso, porque todo mi pensamiento se ha quedado desparramado por el suelo y las paredes del ascensor número 3 del hotel Heathman.
Gracias por leer mi fic y ya veo que muchas me aman jajaja, pues yo amo escribir esta adaptación para ustedes y por ustedes!! ;D
"No me dijeron que les pareció la imagen de mi firma"
P.D: enferma y todo les actualice :)
Parte I - Capítulo 5
Todo está en silencio, con las luces apagadas. Estoy muy cómoda y calentita en esta cama. Qué bien… Abro los ojos, y por un momento estoy tranquila y serena, disfrutando del entorno, que no conozco. No tengo ni idea de dónde estoy. El cabezal de la cama tiene la forma de un sol enorme. Me resulta extrañamente familiar. La habitación es grande y está lujosamente decorada en tonos marrones, dorados y beis. La he visto antes. ¿Dónde? Mi ofuscado cerebro busca entre sus recuerdos recientes. ¡Maldita sea! Estoy en el hotel Heathman… en una suite. Estuve en una parecida a esta con Quinn. Esta parece más grande. Oh, mierda. Estoy en la suite de Santana López. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Poco a poco empiezan a torturarme imágenes fragmentarias de la noche. La borrachera —oh, no, la borrachera—, la llamada —oh, no, la llamada—, la vomitera
—oh, no, la vomitera—… Noah y después Santana. Oh, no. Me muero de vergüenza. No recuerdo cómo he llegado aquí. Llevo puesta la camiseta, el sujetador y las bragas. Ni calcetines ni vaqueros. Maldita sea.
Echo un vistazo a la mesita de noche. Hay un vaso de zumo de naranja y dos pastillas. Ibuprofeno. La obsesa del control está en todo. Me incorporo en la cama y
me tomo las pastillas. La verdad es que no me siento tan mal, seguramente mucho mejor de lo que merezco. El zumo de naranja está riquísimo. Me quita la sed y me
refresca.
Oigo unos golpes en la puerta. El corazón me da un brinco y no me sale la voz, pero aun así Santana abre la puerta y entra.
Vaya, ha estado haciendo ejercicio. Lleva unos pantalones de licra ajustados negros y un top negro con una camiseta gris de tirantes empapada en sudor, cabello totalmente recogido. Santana López ha sudado. La idea me resulta extraña. Respiro profundamente y cierro los ojos. Me siento como una niña de dos años. Si cierro los ojos, no estoy.
—Buenos días, Brittany. ¿Cómo te encuentras?
—Mejor de lo que merezco —murmuro.
Levanto la mirada hacia ella. Deja una bolsa grande de una tienda de ropa en una silla y agarra ambos extremos de la toalla que lleva alrededor del cuello. Sus
impenetrables ojos marrones me miran fijamente. No tengo ni idea de lo que está pensando, como siempre. Sabe esconder lo que piensa y lo que siente.
—¿Cómo he llegado hasta aquí? —le pregunto en voz baja, compungida.
Ella se sienta a un lado de la cama. Está tan cerca de mí que podría tocarla, podría olerla. Madre mía… Sudor, perfume y Santana. Un cóctel embriagador, mucho mejor
que la margarita, y ahora lo sé por experiencia.
—Después de que te desmayaras no quise poner en peligro la tapicería de piel de mi coche llevándote a tu casa, así que te traje aquí —me contesta sin inmutarse.
—¿Me metiste tú en la cama?
—Sí —me contesta impasible.
—¿Volví a vomitar? — pregunto en voz más baja.
—No.
—¿Me quitaste la ropa? —susurro.
—Sí.
Me mira alzando una ceja y me pongo más roja que nunca.
—¿No habremos…?
Lo digo susurrando, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo terminar la frase. Me miro las manos.
—Brittany, estabas casi en coma. La necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis mujeres estén conscientes y sean receptivas —me contesta secamente.
—Lo siento mucho.
Sus labios esbozan una sonrisa burlona.
—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla.
Yo también… Oh, está riéndose de mí, la muy… Yo no le pedí que viniera a buscarme. No entiendo por qué tengo que acabar sintiéndome la mala de la película.
—No tenías por qué seguirme la pista con algún artilugio a lo James Bond version femenina que estés desarrollando para vendérselo al mejor postor —digo bruscamente.
Ella mira fijamente, sorprendida y, si no me equivoco, algo ofendida.
—En primer lugar, la tecnología para localizar móviles está disponible en internet. En segundo lugar, mi empresa no invierte en ningún aparato de vigilancia, ni los
fabrica. Y en tercer lugar, si no hubiera ido a buscarte, seguramente te habrías despertado en la cama del fotógrafo y, si no recuerdo mal, no estabas muy
entusiasmada con sus métodos de cortejo —me dice mordazmente.
¡Sus métodos de cortejo! Levanto la mirada hacia Santana, que me mira fijamente con ojos brillantes, ofendidos. Intento morderme el labio, pero no consigo reprimir la risa.
—¿De qué crónica medieval te has escapado? Pareces una dama andante.
Veo que se le pasa el enojo. Sus ojos se dulcifican, su expresión se vuelve más cálida y en sus labios parece esbozarse una sonrisa.
—No lo creo, Brittany. Una dama oscura, quizá —me dice con una sonrisa burlona, cabeceando—. ¿Cenaste ayer?
Su tono es acusador. Niego con la cabeza. ¿Qué gran pecado he cometido ahora? Se le tensa la mandíbula, pero su rostro sigue impasible.
—Tienes que comer. Por eso te pusiste tan mal. De verdad, es la primera norma cuando bebes..
Se pasa la mano por el pelo, pero ahora porque está muy nerviosa.
—¿Vas a seguir riñéndome?
—¿Estoy riñéndote?
—Creo que sí.
—Tienes suerte de que solo te riña.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en una semana. No cenaste, te emborrachaste y te pusiste en peligro.
Cierra los ojos. Por un instante el terror se refleja en su rostro y se estremece. Cuando abre los ojos, me mira fijamente.
—No quiero ni pensar lo que podría haberte pasado.
La miro con expresión ceñuda. ¿Qué le pasa? ¿A ella qué le importa? Si fuera suya… Bueno, pues no lo soy. Aunque quizá me gustaría serlo. La idea se abre camino entre mi enfado por sus arrogantes palabras. Me ruborizo por culpa de mi caprichosa subconsciente, que da saltos de alegría con una falda hawaiana roja solo de pensar que podría ser suya.
—No me habría pasado nada. Estaba con Quinn.
—¿Y el fotógrafo? —me pregunta bruscamente.
Mmm… Noah. En algún momento tendré que enfrentarme a él.
—Noah simplemente se pasó de la raya.
Me encojo de hombros.
—Bueno, la próxima vez que se pase de la raya quizá alguien debería enseñarle modales.
—Eres muy partidaria de la disciplina —le digo entre dientes.
—Oh, Brittany, no sabes cuánto.
Cierra un poco los ojos y se ríe perversamente. Me deja desarmada. De repente estoy confundida y enfadada, y al momento estoy contemplando su preciosa
sonrisa. Uau… Estoy embelesada, porque no suele sonreír. Casi olvido lo que está diciéndome.
—Voy a ducharme. Si no prefieres ducharte tú primero…
Ladea la cabeza, todavía sonriendo. El corazón me late a toda prisa, y el bulbo raquídeo se niega a hacer las conexiones oportunas para que respire. Su sonrisa se hace más amplia. Se acerca a mí, se inclina y me pasa el pulgar por la mejilla y por el labio inferior.
—Respira, Brittany —me susurra. Y luego se incorpora y se aparta—. En quince minutos traerán el desayuno. Tienes que estar muerta de hambre.
Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta.
Suelto el aire que he estado reteniendo. ¿Por qué es tan alucinantemente atractiva? Ahora mismo me metería en la ducha con ella. Nunca había sentido algo así por nadie. Se me han disparado las hormonas. Me arde la piel por donde ha pasado su dedo, en la mejilla y el labio. Una incómoda y dolorosa sensación me hace retorcerme. No entiendo esta reacción. Mmm… Deseo. Es deseo. Así se siente el deseo.
Me tumbo sobre las suaves almohadas de plumas. Si fueras mía… Ay, ¿qué estaría dispuesta a hacer para ser suya? Es la única persona que ha conseguido que
sienta la sangre recorriendo mis venas. Pero también me pone de los nervios. Es difícil, compleja y poco clara. De pronto me rechaza, más tarde me manda libros que valen catorce mil dólares, y después me sigue la pista como una acosadora. Y pese a todo, he pasado la noche en la suite de su hotel y me siento segura.
Protegida. Le preocupo lo suficiente para que ella venga a rescatarme de algo que equivocadamente creyó que era peligroso. Para nada es un dama oscura. Es una dama blanca con armadura brillante, resplandeciente. Una héroina romántico. Sir Gawain o sir Lancelot en version femenina.
Salgo de su cama y busco frenéticamente mis vaqueros. Se abre la puerta del cuarto de baño y aparece ella, mojada y resplandeciente por la ducha, con una toalla alrededor de sus pechos tapandose, y otra toalla en su pelo y ahí estoy yo… en bragas, mirándola boquiabierta y sintiéndome muy incómoda. Se sorprende verme levantada.
—Si estás buscando tus vaqueros, los he mandado a la lavandería —me dice ella con una mirada impenetrable—. Estaban salpicados de vómito.
—Ah. Me pongo roja. ¿Por qué demonios tiene siempre que pillarme descolocada?
—He mandado a Taylor a comprar otros y unas zapatillas de deporte. Están en esa bolsa.
Ropa limpia. Un plus inesperado.
—Bueno… Voy a ducharme —musito—. Gracias.
¿Qué otra cosa puedo decir? Cojo la bolsa y entro corriendo en el cuarto de baño para alejarme de la perturbadora proximidad de Santana desnuda. La venus de milo no tiene nada que hacer a su lado.
El cuarto de baño está lleno de vapor. Me quito la ropa y me meto rápidamente en la ducha, impaciente por sentir el chorro de agua limpia sobre mi cuerpo.
Levanto la cara hacia el anhelado torrente. Deseo a Santana López. La deseo desesperadamente. Es sencillo. Por primera vez en mi vida quiero irme a la cama con alguien, pero no cualquiera, si no una mujer jodidamente misteriosa. Quiero sentir sus manos y su boca en mi cuerpo.
Ha dicho que le gusta que sus mujeres estén conscientes. Entonces seguramente sí se acuesta con mujeres. Pero no ha intentado besarme, como Sugar y Noah. No la entiendo. ¿Me desea? No quiso besarme la semana pasada. ¿Le resulto repulsiva? Pero estoy aquí, y me ha traído ella. No entiendo a qué juega. ¿Qué piensa?
Has dormido en su cama toda la noche y no te ha tocado, Britt. Saca tus conclusiones. Mi subconsciente asoma su fea e insidiosa cara. No le hago caso.
El agua caliente me relaja. Mmm… Podría quedarme debajo del chorro, en este cuarto de baño, para siempre. Cojo el jabon liquido, que huele a Santana. Es un olor exquisito. Me froto todo el cuerpo imaginándome que es ella quien lo hace, que ella me frota este jabon que huele de maravilla por el cuerpo, por los pechos, por la
barriga y entre los muslos con sus manos de largos dedos. Madre mía. Se me dispara el corazón. Es una sensación muy… muy placentera.
Llama a la puerta y doy un respingo.
—Ha llegado el desayuno.
—Va… Vale —tartamudeo arrancándome cruelmente de mi ensoñación erótica.
Salgo de la ducha y cojo dos toallas. Con una me envuelvo el pelo al más puro estilo Carmen Miranda, y con la otra me seco a toda prisa obviando la placentera sensación de la toalla frotando mi piel hipersensible.
Abro la bolsa. Taylor me ha comprado no solo unos vaqueros y unas Converse, sino también una camisa azul cielo, calcetines y ropa interior. Madre mía.
Sujetador y bragas limpios… Aunque describirlos de manera tan mundana y utilitaria no les hace justicia. Es lencería de lujo europea, de diseño exquisito. Encaje y
seda azul celeste. Uau. Me quedo impresionada y algo intimidada. Y además es exactamente de mi talla. Pues claro. Me ruborizo pensando en el rapado en una tienda de lencería comprándome estas prendas. Me pregunto a qué otras cosas se dedica en sus horas de trabajo.
Me visto rápidamente. El resto de la ropa también me queda perfecta. Me seco el pelo con la toalla e intento desesperadamente controlarlo, pero, como siempre,
se niega a colaborar. Mi única opción es hacerme una coleta, pero no tengo goma. Debo de tener una en el bolso, pero vete a saber dónde está. Respiro profundamente. Ha llegado el momento de enfrentarse a la señora Turbadora.
Me alivia encontrar la habitación vacía. Busco rápidamente mi bolso, pero no está por aquí. Vuelvo a respirar hondo y voy a la sala de estar de la suite. Es enorme. Hay una lujosa zona para sentarse, llena de sofás y blandos cojines, una sofisticada mesita con una pila de grandes libros ilustrados, una zona de estudio con el último modelo de iMac y una enorme televisión de plasma en la pared. Santana está sentada a la mesa del comedor, al otro extremo de la sala, leyendo el periódico. La estancia es más o menos del tamaño de una cancha de tenis. No es que juegue al tenis, pero he ido a ver jugar a Quinn varias veces. ¡Quinn!
—Mierda, Quinn —digo con voz ronca.
Santana alza los ojos hacia mí.
—Sabe que estás aquí y que sigues viva. Le he mandado un mensaje a Sam —me dice con cierta sorna.
Oh, no. Recuerdo su ardiente baile de ayer, sacando partido a todos sus. movimientos exclusivos para seducir al hermano de Santana López, nada menos. ¿Qué
va a pensar de que esté aquí? Nunca he pasado una noche fuera de casa. Está todavía con Sam. Solo ha hecho algo así dos veces, y las dos me ha tocado aguantar el espantoso pijama rosa durante una semana cuando cortaron. Va a pensar que también yo me he enrollado con Santana.
Santana me mira impaciente. Lleva una camisa roja con el cuello y los puños desabrochados dejando a la vistas sus perfectos pechos.
—Siéntate —me ordena, señalando hacia la mesa.
Cruzo la sala y me siento frente a ella, como me ha indicado. La mesa está llena de comida.
—No sabía lo que te gusta, así que he pedido un poco de todo.
Me dedica una media sonrisa a modo de disculpa.
—Eres una despilfarradora —murmuro apabullada por la cantidad de platos, aunque tengo hambre.
—Lo soy —dice en tono culpable.
Opto por tortitas, sirope de arce, huevos revueltos y beicon. Santana intenta ocultar una sonrisa mientras vuelve la mirada a su tortilla. La comida está deliciosa.
—¿Té? —me pregunta.
—Sí, por favor.
Me tiende una pequeña tetera llena de agua caliente, y en el platillo hay una bolsita de Twinings English Breakfast. Vaya, se acuerda del té que me gusta.
—Tienes el pelo muy mojado —me regaña.
—No he encontrado el secador —susurro incómoda.
No lo he buscado.
Santana aprieta los labios, pero no dice nada.
—Gracias por la ropa.
—Es un placer, Brittany. Este color te sienta muy bien.
Me ruborizo y me miro fijamente los dedos.
—¿Sabes? Deberías aprender a encajar los piropos —me dice en tono serio.
—Debería darte algo de dinero por la ropa.
Me mira como si estuviera ofendiéndola. Sigo hablando.
—Ya me has regalado los libros, que no puedo aceptar, por supuesto. Pero la ropa… Por favor, déjame que te la pague —le digo intentando convencerla con una sonrisa.
—Brittany, puedo permitírmelo, créeme.
—No se trata de eso. ¿Por qué tendrías que comprarme esta ropa?
—Porque puedo.
Sus ojos despiden un destello malicioso.
—El hecho de que puedas no implica que debas —le respondo tranquilamente.
Ella me mira alzando una ceja, con ojos brillantes, y de repente me da la sensación de que estamos hablando de otra cosa, pero no sé de qué. Y eso me recuerda…
—¿Por qué me mandaste los libros, Santana? —le pregunto en tono suave.
Deja los cubiertos y me mira fijamente, con una insondable emoción ardiendo en sus ojos. Maldita sea… Se me seca la boca.
—Bueno, cuando casi te atropelló el ciclista… y yo te sujetaba entre mis brazos y me mirabas diciéndome: «Bésame, bésame, Santana»… —Se calla un instante y se encoge de hombros—. Bueno, creí que te debía una disculpa y una advertencia. —Se pasa una mano por el pelo—. Brittany, no soy una mujer de flores y corazones. No me interesan las historias de amor. Mis gustos son muy peculiares. Deberías mantenerte alejada de mí. —Cierra los ojos, como si se negara a
aceptarlo—. Pero hay algo en ti que me impide apartarme. Supongo que ya lo habías imaginado.
De repente ya no siento hambre. ¡Ella no puede apartarse de mí!
—Pues no te apartes —susurro.
Se queda boquiabierta y con los ojos como platos.
—No sabes lo que dices.
—Pues explícamelo.
Nos miramos fijamente. Ninguna de las dos toca la comida.
—Entonces sí que vas con mujeres… —le digo.
Sus ojos brillan divertidos.
—Sí, Brittany, voy con mujeres.
Hace una pausa para que asimile la información y de nuevo me ruborizo. Se ha vuelto a romper el filtro que separa mi cerebro de la boca. No puedo creerme que
haya dicho algo así en voz alta.
—¿Qué planes tienes para los próximos días? —me pregunta en tono suave.
—Hoy trabajo, a partir del mediodía. ¿Qué hora es? —exclamo asustada.
—Poco más de las diez. Tienes tiempo de sobra. ¿Y mañana?
Ha colocado los codos sobre la mesa y apoya la barbilla en sus largos y finos dedos.
—Quinn y yo vamos a empezar a empaquetar. Nos mudamos a Seattle el próximo fin de semana, y yo trabajo en Clayton’s toda esta semana.
—¿Ya tenéis casa en Seattle?
—Sí.
—¿Dónde?
—No recuerdo la dirección. En el distrito de Pike Market.
—No está lejos de mi casa —dice ella sonriendo—. ¿Y en qué vas a trabajar en Seattle?
¿Dónde quiere ir a parar con todas estas preguntas? La santa inquisidora Santana López es casi tan pesada como la santa inquisidora Quinn Fabray.
—He mandado solicitudes a varios sitios para hacer prácticas. Aún tienen que responderme.
—¿Y a mi empresa, como te comenté?
Me ruborizo… Pues claro que no.
—Bueno… no.
—¿Qué tiene de malo mi empresa?
—¿Tu empresa o tu «compañía»? —le pregunto con una risa maliciosa.
—¿Está riéndose de mí, señorita Pierce?
Ladea la cabeza y creo que parece divertida, pero es difícil saberlo. Me ruborizo y desvío la mirada hacia mi desayuno. No puedo mirarla a los ojos cuando habla en ese tono.
—Me gustaría morder ese labio —susurra turbadoramente.
No soy consciente de que estoy mordiéndome el labio inferior. Tras un leve respingo, me quedo boquiabierta. Es lo más sexy que me han dicho nunca. El corazón
me late a toda velocidad y creo que estoy jadeando. Dios mío, estoy temblando, totalmente perdida, y ni siquiera ella me ha tocado. Me remuevo en la silla y busco su
impenetrable mirada.
—¿Por qué no lo haces? —la desafío en voz baja.
—Porque no voy a tocarte, Brittany.. no hasta que tenga tu consentimiento por escrito —me dice esbozando una ligera sonrisa.
¿Qué?
—¿Qué quieres decir?
—Exactamente lo que he dicho.
Suspira y mueve la cabeza, divertida pero también impaciente.
—Tengo que mostrártelo, Brittany. ¿A qué hora sales del trabajo esta tarde?
—A las ocho.
—Bien, podríamos ir a cenar a mi casa de Seattle esta noche o el sábado que viene, y te lo explicaría. Tú decides.
—¿Por qué no puedes decírmelo ahora?
—Porque estoy disfrutando de mi desayuno y de tu compañía. Cuando lo sepas, seguramente no querrás volver a verme.
¿Qué significa todo esto? ¿Trafica con niños de algún recóndito rincón del mundo para prostituirlos? ¿Forma parte de alguna peligrosa banda criminal mafiosa?
Eso explicaría por qué es tan rica. ¿Es profundamente religiosa? ¿Es frigida? Seguro que no… Podría demostrármelo ahora mismo. Me incomodo pensando en todas las posibilidades. Esto no me lleva a ninguna parte. Me gustaría resolver el enigma de Santana López cuanto antes. Si eso implica que su secreto es tan grave que no voy a querer volver a saber nada de ella, entonces, la verdad, será todo un alivio. ¡No te engañes!, me grita mi subconsciente. Tendrá que ser algo muy malo para que salgas corriendo.
—Esta noche.
—Esta noche.
Levanta una ceja.
—Como Eva, quieres probar cuanto antes el fruto del árbol de la ciencia.
Suelta una risa maliciosa.
—¿Está riéndose de mí, señora López? —le pregunto en tono suave.
Pedante.
Ella me mira entornando los ojos y saca su BlackBerry. Pulsa un número.
—Taylor, voy a necesitar el Charlie Tango.
¡Charlie Tango! ¿Quién es ese?
—Desde Portland a… digamos las ocho y media… No, se queda en el Escala… Toda la noche. ¡Toda la noche!
—Sí. Hasta mañana por la mañana. Pilotaré de Portland a Seattle.
¿Pilotará?
—Piloto disponible desde las diez y media.
Deja el teléfono en la mesa. Ni por favor, ni gracias.
—¿La gente siempre hace lo que le dices?
—Suelen hacerlo si no quieren perder su trabajo —me contesta de forma inexpresiva.
—¿Y si no trabajan para ti?
—Bueno, puedo ser muy convincente, Brittany. Deberías terminarte el desayuno. Luego te llevaré a casa. Pasaré a buscarte por Clayton’s a las ocho, cuando
salgas. Volaremos a Seattle.
Parpadeo.
—¿Volaremos?
—Sí. Tengo un helicóptero.
La miro boquiabierta. Segunda cita con la misteriosa Santana López. De un café a un paseo en helicóptero. Uau.
—¿Iremos a Seattle en helicóptero?
—Sí.
—¿Por qué?
Sonríe perversamente.
—Porque puedo. Termínate el desayuno.
¿Cómo voy a comer ahora? Voy a ir a Seattle en helicóptero con Santana López. Y quiere morderme el labio… Me estremezco al pensarlo.
—Come —me dice bruscamente—. Brittany, no soporto tirar la comida… Come.
—No puedo comerme todo esto —digo mirando lo que queda en la mesa.
—Cómete lo que hay en tu plato. Si ayer hubieras comido como es debido, no estarías aquí y yo no tendría que mostrar mis cartas tan pronto.
Aprieta los labios. Parece enfadada.
Frunzo el ceño y miro la comida que hay en mi plato, ya fría. Estoy demasiado nerviosa para comer, Santana. ¿No lo entiendes?, explica mi subconsciente. Pero soy demasiado cobarde para decirlo en voz alta, sobre todo cuando parece tan hosca. Mmm… como una niña pequeña. La idea me parece divertida.
—¿Qué te hace tanta gracia? —me pregunta.
Como no me atrevo a decírselo, no levanto los ojos del plato. Mientras me como el último trozo de tortita, alzo la mirada. Me observa con ojos escrutadores.
—Buena chica —me dice—. Te llevaré a casa en cuanto te hayas secado el pelo. No quiero que te pongas enferma.
Sus palabras tienen algo de promesa implícita. ¿Qué quiere decir? Me levanto de la mesa. Por un segundo me pregunto si debería pedirle permiso, pero descarto
la idea. Me parece que sentaría un precedente peligroso. Me dirijo a la habitación, pero una idea me detiene.
—¿Dónde has dormido?
Me giro para mirarla. Está todavía sentada a la mesa del comedor. No veo mantas ni sábanas por la sala. Quizá las haya recogido ya.
—En mi cama —me responde, de nuevo con mirada impasible.
—Oh.
—Sí, para mí también ha sido toda una novedad —me dice sonriendo.
—Dormir con una mujer… sin sexo.
Sí, digo «sexo». Y me ruborizo, por supuesto.
—No —me contesta moviendo la cabeza y frunciendo el ceño, como si acabara de recordar algo desagradable—. Sencillamente dormir con una mujer.
Coge el periódico y sigue leyendo.
¿Qué narices significa eso? ¿Nunca ha dormido con una mujer? ¿Es virgen? Lo dudo, la verdad. Me quedo mirándola sin terminar de creérmelo. Es la persona más enigmática que he conocido nunca. Caigo en la cuenta de que he dormido con Santana López y me daría cabezazos contra la pared. ¿Cuánto habría dado por
estar consciente y verla dormir? Verla vulnerable. Me cuesta imaginarlo. Bueno, se supone que lo descubriré todo esta misma noche.
Ya en el dormitorio, busco en una cómoda y encuentro el secador. Me seco el pelo como puedo, dándole forma con los dedos. Cuando he terminado, voy al cuarto de baño. Quiero cepillarme los dientes. Veo el cepillo de Santana. Sería como metérmela a ella en la boca. Mmm… Miro rápidamente hacia la puerta,
sintiéndome culpable, y toco las cerdas del cepillo. Están húmedas. Debe de haberlo utilizado ya. Lo cojo a toda prisa, extiendo pasta de dientes y me los cepillo en un santiamén. Me siento como una chica mala. Resulta muy emocionante.
Recojo la camiseta, el sujetador y las bragas de ayer, los meto en la bolsa que me ha traído Taylor y vuelvo a la sala de estar a buscar el bolso y la chaqueta. Para mi gran alegría, llevo una goma de pelo en el bolso. Santana me observa con expresión impenetrable mientras me hago una coleta. Noto cómo sus ojos me siguen mientras me siento a esperar que termine. Está hablando con alguien por su BlackBerry.
—¿Quieren dos?… ¿Cuánto van a costar?… Bien, ¿y qué medidas de seguridad tenemos allí?… ¿Irán por Suez?… ¿Ben Sudan es seguro?… ¿Y cuándo llegan a Darfur?… De acuerdo, adelante. Mantenme informada de cómo van las cosas.
Cuelga.
—¿Estás lista? —me pregunta.
Asiento. Me pregunto de qué iba la conversación. Se pone una chaqueta de cuero negra y observo que tiene unos pantalones ceñidos al cuerpo color blanco y sus imprecindibles tacones a juego con el color de la chaqueta, ¡Santa Madre!, coge las llaves del coche y se dirige a la puerta.
—Usted primero, señorita Pierce —murmura abriéndome la puerta.
Tiene un aspecto elegante, aunque informal.
Me quedo mirándola un segundo más de la cuenta. Y pensando que he dormido con ella esta noche, y que, pese a los tequilas y las vomiteras, sigue aquí. No solo eso, sino que además quiere llevarme a Seattle. ¿Por qué a mí? No la entiendo. Cruzo la puerta recordando sus palabras: «Hay algo en ti…». Bueno, el sentimiento
es mutuo, señora López, y quiero descubrir cuál es tu secreto.
Recorremos el pasillo en silencio hasta el ascensor. Mientras esperamos, levanto un instante la cabeza hacia ella, que está mirándome de reojo. Sonrío y ella frunce los labios.
Llega el ascensor y entramos. Estamos solas. De pronto, por alguna inexplicable razón, probablemente por estar tan cerca en un lugar tan reducido, la atmósfera entre nosotras cambia y se carga de eléctrica y excitante anticipación. Se me acelera la respiración y el corazón me late a toda prisa. Gira un poco la cara hacia mí con ojos totalmente impenetrables. Me muerdo el labio.
—A la mierda el papeleo —brama.
Se abalanza sobre mí y me empuja contra la pared del ascensor. Antes de que me dé cuenta, me sujeta las dos muñecas con una mano, me las levanta por encima de la cabeza y me inmoviliza contra la pared con las caderas. Madre mía. Con la otra mano me agarra del pelo, tira hacia abajo para levantarme la cara y pega sus carnosos labios a los míos. Casi me hace daño. Gimo, lo que a ella le permite aprovechar la ocasión para meterme la lengua y recorrerme la boca con experta pericia. Nunca me han besado así. Mi lengua acaricia tímidamente la suya y se une a ella en una lenta y erótica danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujes. Levanta la mano y me agarra la mandíbula para que no mueva la cara. Estoy indefensa, con las manos unidas por encima de la cabeza, la cara sujeta y sus caderas inmovilizándome.
Siento sus pechos contra los mios. Dios mío… Me desea. Santana López, la diosa, me desea, y yo la deseo a ella, aquí… ahora, en el ascensor.
—Eres… tan… dulce —murmura entrecortadamente.
El ascensor se detiene, se abre la puerta, y en un abrir y cerrar de ojos me suelta y se aparta de mí limpiandose el labial que se le corrio. Tres hombres trajeados nos miran y entran sonriéndose. Me late el corazón a toda prisa. Me siento como si hubiera subido corriendo por una gran pendiente. Quiero inclinarme y sujetarme las rodillas, pero sería demasiado
obvio. La miro. Parece absolutamente tranquila, como si hubiera estado haciendo el crucigrama del Seattle Times. Qué injusto. ¿No le afecta lo más mínimo mi presencia? Me mira de reojo y deja escapar un ligero suspiro. Vale, le afecta, y la pequeña diosa que llevo dentro menea las caderas y baila una samba para celebrar la victoria. Los hombres de negocios se bajan en la primera planta. Solo nos queda una.
—Te has lavado los dientes — ella me dice mirándome fijamente.
—He utilizado tu cepillo.
Sus labios esbozan una media sonrisa.
—Ay, Brittany Pierce, ¿qué voy a hacer contigo?
Las puertas se abren en la planta baja, me coge de la mano y tira de mí tiene mucha fuerza.
—¿Qué tendrán los ascensores? —murmura para sí misma cruzando el vestíbulo a grandes zancadas.
Lucho por mantener el paso, porque todo mi pensamiento se ha quedado desparramado por el suelo y las paredes del ascensor número 3 del hotel Heathman.
Última edición por O_o el Mar Jun 04, 2013 8:53 pm, editado 2 veces
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
DIOS MIO. Yo quede sin palabras. LITERAL.
MariaDPP* - Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 18/09/2012
Edad : 32
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
simplemente genial
nicole19* - Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 02/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Oh.. por... Dios!!! ._______.
No es normal... No es normal ver a Santana López en Glee y juro que es mucho menos normal verla como Chris Grey... Esa mujer no es apta para cualquiera..
Es increible la cantidad de sensaciones que puede llegar a tener una persona cuando lee alguna descripción tan detallada de Santana Grey.. Jajaja..
No se si aguantare hasta la proxima actualizacion.. La verdad q quede en shock despues de esa escena..
Espero con ansias el proximo cap.. Gracias por actualizarr
Saludoooss!!
-Dai
No es normal... No es normal ver a Santana López en Glee y juro que es mucho menos normal verla como Chris Grey... Esa mujer no es apta para cualquiera..
Es increible la cantidad de sensaciones que puede llegar a tener una persona cuando lee alguna descripción tan detallada de Santana Grey.. Jajaja..
No se si aguantare hasta la proxima actualizacion.. La verdad q quede en shock despues de esa escena..
Espero con ansias el proximo cap.. Gracias por actualizarr
Saludoooss!!
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
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